Chapter Text
La peor parte de ordenar y doblar la ropa recién lavada era emparejar los pares de calcetines.
Mientras metía un calcetín dentro de otro, Reese y Dewey hablaron con sus padres y los convencieron de llevar a Dewey al golfito el domingo. Malcolm había tratado, sin éxito, de escuchar desde la habitación y cuando por fin oyó que Hal llevaría a Dewey al golfito se desconcertó, No entendía qué bicho le había picado a Reese para interceder por su hermano de aquella manera.
Una parte de él, creía que quizá Reese estaba jugando con su mente y tal vez Dewey era cómplice. No tenía sentido. Aún así, se había propuesto mantenerse indiferente. Indiferente a la complicidad de Reese y Dewey, e indiferente a Reese en general. Sobre todo después de la conversación que acababan de tener. De ninguna manera podía ser en serio que Reese pensara en él de “esa” manera. Seguramente sólo lo había dicho para ver cómo se volvía loco. Malcolm no iba a permitir eso.
Veinte minutos después guardó la ropa de todos en los cajones y se dirigió a la cocina.
Reese tenía medio cuerpo metido dentro del refrigerador. En la sala sus padres y Dewey empezaban una partida de un juego de mesa. Parecían una linda y unida familia, era rarísimo. Malcolm se preguntaba si no estaba en un universo paralelo. Aunque no había pruebas científicas de que algún individuo hubiera experimentado algo así, quizá era posible.
Reese emergió del refrigerador con los brazos llenos de frascos y vegetales.
“Sostén esto” dijo a Malcolm y se los entregó antes de que pudiera negarse “Déjalos en la mesa” Reese se puso en cuclillas y sacó unas latas de comida de la alacena.
Malcolm hizo lo que su hermano le había pedido y sin decir nada iba a seguir de largo cuando Reese lo detuvo del extremo de su camisa.
“¿A dónde crees que vas?” preguntó Reese todavía agachado.
“Al sofá” respondió intentando zafarse.
Reese lo jaló de regreso.
“No, tú no vas a ninguna parte” insistió viéndolo a los ojos.
“¿Eh? ¿Por por... qué?” preguntó mirando a todos lados menos a Reese.
“Tienes qué ayudarme a preparar la comida. Ese fue el trato con mamá” su hermano sentenció afirmando el agarre a su camisa. Malcolm podía sentir los nudillos de Reese rozar su cadera.
“Yo… yo no tengo qué hacer nada. Tú... tú tuviste la idea de hacer todos los quehaceres, ahora atente a las consecuencias”
“Terminaremos más rápido si me ayudas. Además, creo que no entiendes, no hay otra opción para tí”
Malcolm aún no se sentía bien y no estaba de humor para estar en la cocina siguiendo el juego a Reese.
“Sólo voy a estorbar. Probablemente vomite encima de todo y el que cocina eres tú, no yo”
“Obviamente no vas a cocinar, eres un asco. Y si vomitas encima de algo será sobre las sartenes o el fregadero”
Malcolm tenía que admitir su derrota. Reese no iba a dejarlo en paz y no tenía fuerzas ni ánimos de iniciar una pelea con él. El castigo ya era bastante malo como para empeorarlo.
“Tú ganas, dime qué hacer” dijo encorvando los hombros.
“Puedes empezar lavando las sartenes y cucharones” respondió Reese ya metido en su papel de dueño de la cocina.
“Pero ya están limpios”
“Tengo un sistema y tienes que respetarlo”
“Es un sistema tonto”
“Yo no te digo cómo hacer tus cosas de genio, así que tú no puedes opinar sobre mi cocina”
De mala gana Malcolm se aproximó al fregadero y dejó correr el agua. Enjabonaba el primer cucharón cuando sintió las manos de Reese deslizarse por su cintura.
“¡Ey!” gritó dándole con el codo a su hermano para que se apartara pero Reese seguía detrás de él. Demasiado cerca para su gusto.
“No te muevas” lo riñó Reese sujetándolo firmemente de la cintura. Su aliento haciendo cosquillas en el cuello de Malcolm.
Malcolm estaba aterrado por dos razones. La primera: que sus padres los vieran en esa posición, y la segunda: que si Reese permanecía más tiempo tan cerca de él le gustara.
“¿Qué haces?” protestó Malcolm, temeroso de que su hermano mayor pudiera darse cuenta de lo segundo.
Así que hizo uso de toda su fuerza para darse la vuelta y encarar a Reese. Podía ser contrapruducente, pero necesitaba correr el riesgo. Estaba atrapado entre el fregadero y el cuerpo de Reese.
Mortificado, dio un rápido vistazo hacia donde se encontraba el resto de la familia. Dewey acababa de ganar una nueva partida del juego y se burlaba de la derrota de Hal. Al menos no estaban prestándoles atención.
“Trataba de ponerte el delantal” dijo Reese, sonaba sincero. Levantó la mano para mostrárselo.
“Puedo ponérmelo solo” dijo Malcolm arrebatándoselo.
“Diablos, no quería que te ensuciaras. Eres un malagradecido”
Malcolm lo empujó suavemente del pecho. Reese retrocedió.
“Quítate” dijo Malcolm muy rojo de la cara.
“Aaaah, ya entiendo. Pensaste que te estaba acosando”
Malcolm no respondió ni lo miró. En cambio retorció el delantal entre sus manos.
“Estaba tratando de ser amable” dijo Reese.
“No tienes qué serlo. Nunca lo eres. No hay razón para que sea diferente ahora. Especialmente no ahora.”
“¿Nunca? Claro que he sido amable contigo muchas veces. Pero no te das cuenta porque eres un engreído. Te crees el centro del universo”
“¡Yo no soy engreído!”
“Sabes que sí” dijo Reese “Y hasta soy mejor que tú por soportarte todos estos años”
Malcolm estaba ciego de ira.
“Okey, tal vez soy engreído pero al menos no soy un…”
Reese se cruzó de brazos, esperando las palabras de Malcolm. Parecía emocionado con su respuesta, como si cualquier cosa con la que Malcolm lo insultara le diera la razón.
“¿Soy qué? ¿Un idiota? ¿Descerebrado? ¿Un bruto? Dime algo que no me hayas dicho antes”
“No… yo… no iba a decir eso” respondió Malcolm calmándose de repente. Reese siempre lo molestaba llamándolo nerd y cosas por el estilo, pero si lo pensaba, no era tan hiriente como llamar a alguien idiota. Y era lo que Malcolm ciertamente hacía con frecuencia. Seguro que volvería a hacerlo, pero en ese momento se sentía raro. Las cosas eran muy diferentes aunque no habían pasado ni siquiera veinticuatro horas desde que se habían besado “Olvidémoslo y terminemos con esto”
“Bien, pero recuerda que yo estoy a cargo”
Malcolm suspiró. Reese había llevado la voz de mando en la fiesta, en el regreso a casa y en su castigo. Ninguna de esas cosas estaban marchando bien, según la opinión de Malcolm, pero considerando su suerte, podía ser mucho peor. Lois aún no había descubierto su escape a la fiesta ni nada de lo que pasó después. Estaban con vida y eso era lo importante.
Tal vez era hora de superar lo del beso y dejar de estar tan a la defensiva con Reese ¿Y qué si su hermano pensaba en él de una forma inapropiada de vez en cuando? Se trataba de Reese, nada menos. Su lógica, si tenía, era diferente a la del resto de los humanos. No podía culparlo por su carencia de sentido común. Además, eran sólo pensamientos ocasionales, no era como si su hermano pensara llevar las cosas más lejos.
En cuanto a él, Malcolm consiguió empujar muy lejos en un rincón de su mente el recuerdo de esa noche y esos pequeños pensamientos vergonzosos ligados a ese recuerdo. Pensamientos que le provocaban sensaciones que no debían ser.
“Cómo quieras” dijo Malcolm fingiendo un tono molesto y Reese captó que el mal humor había pasado.
Malcolm se giró de nuevo. Le dió la espalda a Reese y se puso encima el delantal rápidamente pero aún estaba suelto
“¿Podrías atarlo?” preguntó, figurándose que esto no tenía nada de malo. No significaba nada más.
Unos segundos después sintió el roce de los dedos de Reese amarrando las tiras hasta dejarlas un poco apretadas contra su cintura. Luego Reese le ajustó un poco el delantal de la parte del cuello antes de retirarse a la estufa.
“Por cierto” dijo Reese mientras ajustaba el fuego de la estufa “Dejé unas aspirinas en tu bolsillo, si el remedio de Francis no funcionó las aspirinas si lo harán”
Malcolm lavó las cacerolas en silencio. Continuaba diciéndose que no había ninguna otra intención detrás de esto y que él no debía interpretarla de otra manera, pero aún así era agradable sentirse cuidado, incluso sentirse querido.
*
Media hora más tarde el rollo de carne ya estaba en el horno. Quedaban algunos cosas por preparar. Reese había pensado en una cacerola de patatas gratinadas, verduras cocidas y una tarta de cerezas como postre. A Malcolm se le complicaba seguirle el paso a su hermano.
“Maldición” dijo cuando no podía rebanar las zanahorias tan delgadas como Reese las quería.
Reese estaba ocupado vertiendo la harina en un tazón para preparar la masa de la tarta. Vio a su hermano por encima del hombro.
“Relájate, suelta la muñeca” le dijo.
“Eso intento”
“Intenta más, zopenco” dijo Reese lanzándole un puño de harina a la cara.
“No se vale” gruñó Malcolm, sabiendo que no podía buscar venganza. Furioso se limpió la harina de los ojos con el brazo, pero aún le quedaban algunos mechones de cabello blancos.
Reese lo apuntó con el dedo y empezó a reírse de él.
“Me rindo, no quiero hacer esto”
“Vamos, no seas un bebé” se burló Reese usando un tono infantil y le dio una palmadita en la cabeza. Una nube de harina en polvo se desprendió del cabello de Malcolm.
“Ya basta” protestó Malcolm más malhumorado que antes.
Mientras tanto Lois gritaba de júbilo.
“¡Soy la ganadora indiscutible!”
“Ustedes formaron una alianza en contra mía, confiésalo Dewey” lo acusó Hal.
“No sé de qué hablas papá. Yo también quería ganar”
“Te vi golpear la mesa a intervalos, estoy seguro de que se comunicaban en clave morse” insistió Hal.
“Ay, por el amor de Dios Hal, eso es absurdo. Acepta tu derrota.” dijo Lois.
“Quiero la revancha” anunció Hal. “¡Exijo la revancha!”
“Bien, si es lo que quieres” respondió Lois altanera.
“Espero que no vayas a lamentarlo papá”
Enseguida limpiaron el tablero y Dewey como no queriendo la cosa dio algunos golpecitos en la mesa. Lois tomó una pieza de plástico del tablero y distraídamente hizo lo mismo.
“Voy a estarlos vigilando” advirtió Hal.
Malcolm sintió envidia de ellos. Su familia la estaba pasando bien.
“Déjame explicarte” dijo Reese sacando a Malcolm de su distracción. Tomó y alargó el brazo de su hermano con el que sujetaba el cuchillo y cerró los dedos entorno a su muñeca
“Debes tener un agarre firme, pero flexible”
“Es más fácil decirlo qué hacerlo” respondió Malcolm desganado.
“Malcolm, no estás cooperando”
“¡Bien! ¡Enséñame!”
“Puedo hacerlo, pero quiero que conste que no te estoy acosando” enfatizó Reese girando a su hermano por los hombros y colocándose detrás de él.
“Cállate” renegó Malcolm dándole con el codo en las costillas, Reese ni lo sintió, en cambio soltó una risita.
“Tienes qué poner peso en la punta y luego bajar el resto del cuchillo” explicó Reese guiando su mano.
Repitió el proceso varias veces hasta que Malcolm se sintió más cómodo con la cercanía de Reese. Sentía el calor de su cuerpo pegado al suyo, sus manos tocándolo, su respiración en la nuca, pero no había de qué preocuparse. Malcolm había decidido que las cosas serían normales entre ellos de nuevo.
“Gracias por las lecciones gratis de cómo asesinarte y cortarte en pedacitos” bromeó Malcolm haciendo como que apuñalaba a las verduras y Reese rió jactancioso.
“Con este cuchillo no matarías a una persona de mi tamaño, mucho menos podrías rebanarme. Hay mucho sobre cocina que no sabes”
“Podría aprender si quisiera, pero no quiero” respondió Malcolm medio volteando la cara hacia su hermano y sonriendo de forma retadora.
“Sí claro” se burló Reese y se apartó de él muy rápido.
Reese fue a checar la consistencia de la jalea para la tarta. Un segundo después con cuchara en mano estaba junto a Malcolm.
“¿Dime qué te parece?” preguntó Reese, sopló un par de veces en la cuchara con jalea caliente.
Malcolm se quedó quieto, mirando confundido a su hermano.
“No te quemarás” dijo Reese, comprobando la temperatura metiendo la punta de su dedo meñique.
Malcolm iba a agarrar la cuchara, pero Reese le dio un leve manazo.
“Abre la boca” le pidió entusiasmado.
Ahora Malcolm se sintió en una encrucijada. Se había propuesto sentirse normal otra vez. Podía simplemente probarlo y seguir cada uno con su cosas. No le preocupaba que Reese tuviera otra intención, no tenía manera de saberlo y estaba demasiado avergonzado para preguntárselo, pero le mortificaba más su propia reacción y sus propios pensamientos.
Quería hacerlo, en verdad que sí, pero estaba convencido de que no debía quererlo con tantas ansias.
Estaba tardándose una eternidad en tomar una decisión. Su debate interno seguía: un pensamiento enredándose con otro y creando ramificaciones de consecuencias y significados.
No quería hacer sentir mal a Reese si su objetivo era inocente, pero tampoco quería ceder.
Si cedía a esto, él sabía que podría querer rendirse y ceder a más.
Reese seguía esperando, tenía su otra mano bajo la cuchara para evitar que goteara en el piso.
Y entonces Malcolm lo supo. Tenía qué poner un límite. Debía recuperar la cordura y no dejarse llevar por la inercia de sus sensaciones. Ya no más. Y debía dejárselo muy claro a Reese. Incluso si Reese declaraba sus intenciones como inocentes.
Ya no le importaba demostrarse paranoico ante su hermano. Era hora de detener esa locura.
Tomó aire y apretó los puños, listo para negarse a probar el dulce.
Reese se había acercado un poco más, ofreciéndole la cuchara. Lucía ignorante del conflicto interno de Malcolm.
“Niños, todo huele estupendo” dijo Lois delante de los chicos.
Malcolm se sintió descubierto a pesar de que en teoría no había hecho nada en ese momento.
“Estoy sorprendida de lo bien que se han portado”
“Mamá, tú sabes que hacer algo bueno por la familia saca lo mejor de mi”
Lois rodó los ojos. Estaba más que acostumbrada al cinismo de sus hijos.
“¿Es eso jalea de frambuesa?” señaló Lois a la cuchara que sostenía Reese.
“Cereza, ¿quieres?”ofreció Reese y le dio de probar en la boca.
Malcolm se sintió sacudido.
“Reese, está excelente” lo elogió Lois.
“¿No crees que está demasiado dulce?”
“Es perfecta. Tal vez deba dejar de castigarte y ponerte a cocinar”
“Voy a pensarlo”
Dewey también se acercó.
“¿Qué hacen? ¿Están probando la tarta? Yo quiero”
Entonces Reese usó otra cuchara y le dio a su hermanito, Malcolm los miraba apretando la mandíbula.
“No los interrumpo más. Reese, estás haciendo un estupendo trabajo” lo alabó Lois, su hijo no siempre le daba motivos para hacerlo, así que debía aprovechar la oportunidad,
quizá esto ayudara a su carácter “¿No es así Malcolm?”
El muchacho titubeó y Reese lo interrumpió.
“No quiso probarla”
“¿Por qué no?” dijo Lois, y Malcolm se sintió interrogado. “Reese, dime que no escupiste la jalea”
“Jamás arruinaría mi propia comida, mamá” respondió Reese ofendido y con un movimiento rápido tomó otra cucharada de jalea, Malcolm se preguntó si Reese la había tomado para ofrecerle de nuevo.
Lois regresó con Dewey a iniciar otra partida, la pausa había terminado y Hal ya había regresado de su escala apresurada al baño.
Reese se metió la cuchara en la boca mirando a Malcolm de forma desafiante y luego lamió los restos que quedaban. Ocurrió en sólo un segundo, después la arrojó al fregadero.
El golpe de metal no fue tan estridente pero Malcolm se sobresaltó.
“Tú te lo pierdes” le dijo Reese muy serio y encogiéndose de hombros.
Malcolm contuvo el aliento. Su pulso se había acelerado y continuó así por todo el tiempo que restaba para que la tarta estuviera horneada y Reese terminara de preparar la comida faltante.
Durante ese lapso Reese actuó como si Malcolm no estuviera ahí.
*
Fue un verdadero banquete. Toda la familia, menos Malcolm había saboreado la comida y ahora estaban a punto de reventar.
Malcolm había comido muy poco y no lo disfrutó. Había estado muy callado y Reese no le había dirigido la palabra. Esa ocasión ni siquiera se habían sentado juntos como solían hacerlo la mayoría de las veces.
El ánimo de la familia era alegre y Reese estaba participando en ello, Dewey por otra parte estaba soñado siendo el centro de atención. Su protagonismo no estaba opacado por alguna pelea de sus hermanos mayores como era la costumbre.
La sangre de Malcolm hervía y no sabía porqué.
“Muchachos, debo decir que estoy bastante complacida. Tengo la esperanza de que en el futuro días como estos se repitan”
“Sería un buen cambio, para variar” dijo Hal frotándose la barriga.
“Me alegra que aún tengas esperanzas en la vida mamá, eso es bueno para la gente vieja”
Lois ignoró este último comentario.
“Bien chicos, no sé qué hicieron para tener este comportamiento y para llevarse bien por casi un día entero, pero, espero que lo repitan y lo sigan haciendo” sugirió Lois raspando los restos de tarta de su plato.
Reese trataba de contener la risa y Malcolm se puso rojo hasta las orejas.
Sin que nadie lo viera venir Malcolm se levantó de la silla y azotó las manos en la mesa.
“¡No! ¡No sabes lo que dices!” gritó con el aliento entre cortado.
Todos, excepto Reese, lo miraron boquiabiertos.
Dándose cuenta de la escena que acababa de hacer Malcolm intentó recomponerse.
“Discúlpenme” dijo encaminándose a su habitación aturdido.
Escuchó los susurros de su padres preguntándose qué le había pasado y pronto consultaron a Reese.
“¿Quién puede saber qué le pasa?” les dijo Reese “Es Malcolm. Probablemente tampoco él lo sepa”