Chapter 1: El principio del Fin
Summary:
En donde Jiang Cheng deja La Profundidad de las Nubes
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Bajo los árboles de sauce, los lotos florecen
por
千里之行 , 始于足下
Un viaje de mil li comienza con un solo paso
Siente como si se estuviera ahogando.
Todo sonido está apagado.
Jiang Cheng siente como si sus oídos estuvieran rellenos de algodón mientras su mente rebobina las palabras de Lan Xichen. Dichas tan sólo minutos atrás, sus ojos arrugados con cansancio y angustia, remordimiento pulsando en la delgada línea de sus labios apretados.
Creo que sería beneficioso para ambos si pasamos algo de tiempo alejados.
Jiang Cheng no sabe si Lan Xichen lo notó entonces, pero sus palabras habían eliminado el aire y sus ganas de pelear. Dejaron a Jiang Cheng con nada más que un vacío que no está seguro si alguna vez se desvanecerá.
No recuerda el asentimiento brusco de cabeza que le dio a Lan Xichen como respuesta, no recuerda retornar al Hanshi ni arrastrar sus pasos de vuelta a su… no, hacia la habitación de Lan Xichen. No recuerda comenzar a recoger sus cosas, yendo a través de sus movimientos sin rumbo con una mente en blanco y manos frías y pegajosas.
¿Qué estoy haciendo?
Sus pies se sienten pesados y torpes como bloques de madera, el tutum de cada paso suena demasiado fuerte, reverbera en el silencio de la habitación vacía.
No hay mucho que empacar ya que no ha creado el hábito de dejar sus posesiones en el Hanshi como si… como si esta también fuera su casa.
(Nunca lo ha sido y nunca lo podrá ser.)
Es una cuestión de minutos para que Jiang Cheng reúna desordenadamente sus pocas pertenencias en un bulto de tela.
Si Jiang Cheng es honesto consigo mismo, en los últimos meses, cuando sea que se tuvo que quedar en el Hanshi, él siempre sintió una subyacente tensión fermentándose en el ajeno y elegante interior de la casa de Lan Xichen que le susurraba no eres bienvenido, no eres bienvenido, no eres bienvenido…
Ha sentido a Xichen distanciarse gradualmente más y más, convirtiéndose menos en Lan Xichen y más en Zewu-Jun al tiempo que sus peleas aumentaron en frecuencia y duración, revolviendo de nuevo los mismos pequeños problemas que han plagado sus respectivos pensamientos desde el incidente en el Templo Guanyin hace tres años atrás.
¿Fue mi culpa?
(Por supuesto que lo fue, niño tonto. ¿Cuándo es que no ha sido tu culpa?)
No siempre se sintió así, cuando Jiang Cheng todavía era el Líder de Secta Jiang para Lan Xichen. En ese entonces, el Hanshi había sido reconfortante; como suaves risitas y cálido sol filtrándose a través del papel de la ventana.
Jiang Cheng desea poder preguntarse qué ha causado el cambio en su relación, pero sabe muy dentro de sí que el problema yace en él. Después de todo, ¿qué otra cosa más podría haber sido aparte del parasitario mal que Jiang Cheng es en sí mismo?
Con su misteriosa habilidad para corromper cualquier cosa buena que entrara en contacto con él, destruyendo, destruyendo, destruyendo todo en el momento en que lo tocara, es sin lugar a dudas culpa de Jiang Cheng por tratar de crear felicidad allí donde heridas abiertas residían, forzando sus sentimientos en alguien que estaba lastimado… esperando, esperando, esperando que tal vez en esta ocasión, si era lo suficientemente útil, podría funcionar favorablemente después de todo.
No eres lo suficientemente bueno. Nadie te quiere. Nunca serás aquel por el que ellos se preocupen.
(¡A-Ying! ¡Rápido, trae a un médico! A-Cheng, ¿qué haces parado allí? A-Ying está…)
(A-Cheng, ¿por qué no has mejorado? ¿Acaso estás tratando de avergonzarme deliberadamente…?)
(¡Lan Zhan! ¡Lan Zhan! Mira…)
(A-Yao… ¿por qué me dejaste atrás…?)
—Supongo que no. —Jiang Cheng ríe amargamente para sí mismo. Después de todo, había olvidado algo muy importante la primera vez que se acercó a Lan Xichen en su reclusión… y es que, a diferencia de Wei Wuxian, quien es amado por los cielos y favorecido por el destino, nunca será el turno de Jiang Cheng para disfrutar tales bendiciones.
Siempre ha sido así desde que era un niño, qué ingenuo de su parte por pensar que tal vez, sólo tal vez, las cosas serían mejores una vez que hubiera crecido.
Corriendo a través de su cabeza como una manada de caballos dejados en libertad, están las palabras que Lan Xichen había dejado no dichas, porque incluso en su enojo él era demasiado amable, demasiado bueno, pero Jiang Cheng las escuchó de todos modos, ahora repiquetean en su mente como el tintineo de su campanilla.
Quiero que te vayas. Que me dejes solo.
Las manos de Jiang Cheng dejan de moverse cuando acarician una ropa blanca de seda bordada con flores de loto a través de la longitud de las mangas, en pálidos pero brillantes hilos púrpura que están entrelazados con nubes arreboladas color azul bebé; una perfecta armonía de sus respectivos símbolos de secta.
Ah, piensa mientras su garganta se cierra en sí misma y sus ojos arden con lágrimas no derramadas, hice esto sólo días después de nuestra boda. Quería sorprender a Xichen con algo que fuera nuestro…
Excepto… excepto que los ropajes a juego, guardados y doblados en un baúl de ropa de alguna parte del Hanshi, jamás han sido usados. Lan Xichen le había sonreído cuando Jiang Cheng se los había dado, murmurando un bajo «gracias, Wanyin. Son un conjunto precioso y me aseguraré de atesorarlos bien.»
En ese entonces, Jiang Cheng se había sonrojado y replicado que le alegraba que a Xichen le gustaran, y que si quería, podía mandar a hacer más conjuntos para ellos.
Ahora, Jiang Cheng sabe. Sabe que Xichen sólo estaba siendo educado, mostrando nada más que extrema cortesía cuando aceptó un regalo que no había deseado. Sabe ahora que Lan Xichen no le había sonreído con afección, sino con arrepentimiento tejido en la curva de sus labios y en las sombras de sus ojos. Sabe ahora que ese regalo no era querido, como él.
Una carga, como él.
Jiang Cheng sabe que esta felicidad nunca fue suya, que las sonrisas más alegres de Lan Xichen no estaban reservadas para él.
Sabe en su corazón que es alguien más a quién Lan Xichen esperaba que estuviera en lugar de Jiang Cheng cuando ellos se inclinaron ante los cielos y ante el otro.
Jiang Cheng no sabe cuándo es que sus lágrimas comenzaron a gotear, cayendo al suelo con un suave blip, blip, blip. No sabe cuándo presionó aquellos ropajes más cerca de él y los aplastó contra su pecho, aquel que cargaba su corazón roto y su interminable río de dolor. Es sólo ahora que Jiang Cheng se siente fuera de balance, como un títere cuyas cuerdas han sido cortadas a la mitad.
Restriega las palmas de sus manos contra sus ojos con fuerza, limpia sus lágrimas como siempre ha hecho, se endereza de vuelta (como siempre ha hecho, como siempre ha necesitado hacer…) y atiborra los últimos artículos que le pertenecen a su bulto.
Respira profundamente para calmarse a sí mismo, lo suficiente para que sus manos dejen de temblar y prepara una rápida nota para Lan Xichen.
Lan Xichen,
Quizá estás en lo cierto, ya que estás con más asuntos, en que algún tiempo apartados podría ser lo mejor para ambos esta vez. Retornaré al Muelle de Loto por ahora.
Jiang Wanyin
Una vez que lee la nota otra vez, Jiang Cheng añade titubeante un tembloroso Lo siento y Te amo en el espacio entre su última oración y su nombre, antes de colocarlo en la mesa de té y asegurarlo con una taza de té vacía.
Entonces… ¿qué? Jiang Cheng quiere quedarse aquí, cree que tal vez, tal vez Xichen retornará y arreglará las cosas con su gentil voz y sus manos firmes. Sin embargo, el también siente como si no pudiera quedarse un segundo más aquí porque cada lugar que se queda viendo, cada cosa que toca, hace que su piel se erice con el conocimiento de no ser la persona con la que Xichen había intentado, había esperado compartir esta casa.
Es mejor irme. Después de todo, ¿cuál es el punto de seguir luchando por una batalla perdida? ¿Cuál es el punto de quedarme donde ya no soy querido ni necesitado?
(¿Me extrañarás, Lan Xichen?)
Con una pesada exhalación, Jiang Cheng camina hacía la puerta del Hanshi, una irracional urgencia de voltearse y beber de los detalles una vez más se precipita en él antes de que dar su último paso fuera de la puerta. Se gira, observa el espacio y los muebles que se han vuelto familiares para él en el transcurso de los tres años en que se volvió amigo de Lan Xichen, para después perseguirlo y para finalmente casarse con él.
Dejando que su vista delinee el elegante interior ante él, Jiang Cheng sella la imagen del Hanshi en su mente, nota los muebles hechos del más fino sándalo, donde él y Xichen compartieron espacio varias tardes mientras trabajaban en el respectivo papeleo de sus sectas. Se remoja en la otrora calmada atmósfera que ahora se ha tornado fría y quebradiza.
Mientras lo hace, Jiang Cheng deja que una sensación de pérdida y derrota se enrosque a través de él mientras el repiqueo de una risa histérica gradualmente se eleva dentro de él y amenaza con borbotear cuando se da cuenta de cuán necio ha sido por haber mantenido la esperanza de tener un final feliz aquí.
Aquí, con Lan Xichen, donde seguía viviendo a la sombra de una persona muerta, persiguiendo de nuevo un amor que nunca será suyo.
¿Acaso estoy maldecido para ser siempre ensombrecido por las memorias de fantasmas que ya han muerto? ¿Para ser observado con ojos que acarrean deseos ocultos, esperando que yo sea alguien más?
(Padre, Madre, Wei Wuxian y ahora, Lan Xichen.)
Resopla una risa sin humor, ¿qué otra cosa puede hacer Jiang Cheng aparte de resignarse a sí mismo a la realidad donde su matrimonio se ha convertido en nada más que una nueva variante igual a cualquier otra historia que se desarrolló en su miserable vida hasta ahora?
Lo que había comenzado como un inicio lleno de esperanza terminó con Jiang Cheng siendo despedazado, su corazón siéndole arrojado de vuelta en piezas. Jiang Cheng tuvo la ligera sospecha de que esto podía pasar cuando se embarcó en el viaje de cortejar al estimado Primer Jade de Gusu, los indicios hechos sonrisas tristes y ensombrecidas por un amor no resuelto, y a pesar de ello, de alguna manera, Jiang Cheng se mantuvo terco en su esperanza.
Tuvo la esperanza de que, con Lan Xichen, podrían ser capaces de encontrar la felicidad en el otro. Ahora Jiang Cheng sabe que su terquedad fue por nada, aquel deseo que todo lo consumía por un final feliz (sólo esta vez, por favor, sólo esta vez) y que había sentido esa vez no fue rival para sus frágiles sentimientos y corazón de cristal, destinado a arruinar todo aquello en que posara la mirada.
Camina a través de los corredores sinuosos de La Profundidad de las Nubes, acallado por la quietud de la noche tardía; aprieta su magro bulto de posesiones mientras sus pasos ligeros apenas dejan un débil frufrú y hace su camino lejos del Hanshi. Lejos de Lan Xichen.
Cuando finalmente había visto a Lan Xichen sonreír, muchas visitas después de la primera que había hecho Jiang Cheng, su corazón había revoloteado contra sus cosquillas y se había prometido a sí mismo entonces que, si alguna vez le daban la oportunidad de estar con Lan Xichen, nunca se alejaría de él. Que nunca lo dejaría atrás de la misma forma en que sus hermanos jurados lo habían hecho.
Así que ahora… ¿qué está haciendo Jiang Cheng?
Dejado solo con nada más de que sus acongojados y desesperados pensamientos, Jiang Cheng no tiene el poder para detener a su mente de vagar, de reflexionar, de buscar por algo, lo que sea que pueda ayudarlo a entender por qué está rompiendo una promesa que silenciosamente juró años atrás.
¿Por qué lo...? ¿Por qué hice…? ¿Cómo es que terminé en este patético estado?
En la bruma de su desamor, Jiang Cheng permite que su mente rememore el camino que abarcó apenas un día, pero que lo condujo a esto.
Tener que lidiar con irrazonables peticiones y peleas pequeñas por ser vecino de sectas más pequeñas, las que esperaban engañarlo para conseguir beneficios extra por trabajar con la Secta Yunmeng Jiang, no había sido la manera en que Jiang Cheng había planeado empezar la mañana.
Mientras que los problemas eran mayormente pequeñas molestias que podían ser resueltas, ya fuera con dinero o recursos extra, el tiempo empleado en encontrar las soluciones con sus confiables discípulos iba acumulándose, y antes de que se diera cuenta, Jiang Cheng ya había perdido el desayuno y el almuerzo. Como bono adicional, terminó con un dolor que amenazaba con partir en dos su cabeza. Cortesía del universo y los cielos y el destino, porque todos ellos lo amaban muchísimo. Claramente.
Elevando sus brazos para un largo estiramiento y sintiendo la quemazón de sus tensos músculos al ser estimulados, Jiang Cheng nunca extrañó a su esposo más de lo que lo hizo en ese momento. Oh, cómo extrañó la paz y quietud que la residencia de Xichen le ofrecía, extrañó la calidez que acompañaba las serenas sonrisas de Lan Xichen y los brazos fuertes que lo empujaban hacia un cálido pecho en los malos días, borrando con suavidad un vida llena de daño y dolor por esos pocos momentos.
Una vez que atendió el montón de papeles que requerían su inmediata atención tan rápido como pudo, Jiang Cheng se sintió victorioso cuando plegó y selló la última carta antes de agregarla a la pila que su mano derecha, Jiang An, vigilaría que fuera enviada a los sitios correctos que se necesitaban.
Después de informarle a su equipo que se dirigiría a Gusu por un corto viaje, Jiang Cheng había montado su espada y comenzado su recorrido hacia La Profundidad de las Nubes, volando a una rapidez no recomendada porque realmente, realmente esperaba ganar un par de horas extras con Lan Xichen. Habían sido semanas desde la última vez que había visitado La Profundidad de las Nubes y realmente echaba de menos a su esposo.
Urgiéndose a sí mismo, Jiang Cheng haló de las profundidades de su núcleo para volar incluso más rápido, la recompensa de ser capaz de ver a su esposo calentando su corazón incluso a través del cansancio causado por forzar así su energía espiritual.
Rápido, más rápido, hasta que los límites de la elegante y majestuosa arquitectura de los edificios de la Secta Lan se hicieron visibles a través del velo de nubes tenues. Sólo entonces Jiang Cheng desaceleró su velocidad a una más regular, sintiendo la tirantes de su energía espiritual debilitarse y así ser más un jalón que un constante frenesí. Sabía que era innecesario por su parte (y pobre de aquel que se diera cuenta), pero a Jiang Cheng le importaba lucir presentable cuando viera de nuevo a Lan Xichen después de semanas separados.
Secretamente, se preguntaba si Lan Xichen lo había extrañado tanto como él lo había hecho.
Dando zancadas a través de los corredores de La Profundidad de las Nubes, la base de sus botas crujiendo sobre la grava espolvoreada en la parte superior de los escalones de piedra, los pasos de Jiang Cheng se detuvieron cuando se distrajo momentáneamente por una pequeña parcela de tierra cubierta de hierba oscura a un lado del corredor que estaba recorriendo.
No lo había visto antes, pero ciertamente lucía como un lugar que sería apropiado para que él y Xichen tuvieran un picnic.
Con las hojas crujiendo bajo las suelas de sus zapatos, Jiang Cheng deambuló por ese trozo de tierra que estaba protegida por la sombra de árboles gingko. Incluso ahora que ya llevaba casado más de un año con Xichen, todavía había nuevos lugares de los que estaba aprendiendo en La Profundidad de las Nubes.
Al ver la cálida luz del sol que descendía a través de los huecos de las hojas de los árboles, la mente de Jiang Cheng pintó amablemente una escena encantadora de él y su esposo, que tropezaban el uno con el otro mientras se reían, rodeados de hojas de árboles que caían y felicidad…
—¡Lan Zhan! ¡Lan Zhan! Mira estas hojas, ¡parecen orejas de conejo!
Ugh, Jiang Cheng exhaló un suspiro resignado internamente al escuchar la risa despreocupada de Wei Wuxian deslizar su camino hacia él, traída por la brisa de la tarde que agitaba los árboles y hacía sonar su campana.
Honestamente, parecía que cualquier lugar al que fuera, era absolutamente imposible no encontrarse con Wei Wuxian y su esposo de rostro impasible. Jiang Cheng no guardaba mucha esperanza de que ambos no estuvieran envueltos en alguna forma de comportamiento desvergonzado. Y no estuvo equivocado al rodear el árbol más cercano a él.
Acurrucado sobre el regazo de su precioso Lan Zhan, Wei Wuxian agarraba una pequeña montaña de ramitas, hojas y flores en su propio regazo. Aparentemente, Wei Wuxian era tan libre en esos días que incluso había aprendido a realizar arreglos florales y ahora estaba elaborando una especie de corona de flores para su esposo.
Jiang Cheng medio resopló ante la idea de Lan Wangji siendo decorado con una pobremente construida corona de flores; de seguro chocaría con la estoica expresión que siempre estaba grabada en su rostro.
(Y si Jiang Cheng era honesto, ver a esos dos encerrados en su burbuja de felicidad hizo que algo sospechosamente parecido a envidia se torciera en su pecho, porque era algo que nunca había tenido la oportunidad de hacer por su propio esposo).
Con su ojo contrayéndose al ver a Wei Wuxian dejar de lado su trabajo en progreso para plantar un beso grande y largo en los labios de Lan Wangji, Jiang Cheng sintió que su paciencia llegaba al final de su (muy) pequeña extensión y rugió:
—¡Wei Wuxian! ¡¿Acaso no tienes vergüenza?! ¿Tienes que maldecir mis ojos con tu jodido coqueteo cada vez que tienes oportunidad?!
—¡Ah! Jiang Cheng, ¡estás aquí! ¿Cuándo llegaste? ¿Por qué no viniste a decir hola?
—¿Qué te hace pensar que debo reportarme ante ti cuando llego? —ladró en respuesta.
—No… eso, ¡eso no es lo que quería decir, A-Cheng!
—He dicho esto cientos de veces antes y lo diré de otra vez, ¡no me llames así! Y también, deja de ser tan jodidamente descarado a plena luz de día. No todos son como tú, sin una pizca de vergüenza en su…
—Detente.
Frente a la mirada helada de Lan Wangji, Jiang Cheng sólo sintió que su ira se elevaba a niveles monumentales al verlo apretar los brazos alrededor de Wei Wuxian (siempre, siempre, siempre actuando como una especie de guardaespaldas en exceso comprometido. ¿Creía que Wei Wuxian era tan débil que no podía vencer a un hermano menor al que ya había derrotado mil veces antes?)
—No le hables así a Wei Ying.
Y allí estaba. La retórica «no te metas con Wei Ying o voy a atacarte» que parecía ser lo único que Lan Wangji era capaz de hacer brotar de sí cada vez que tenían la desgracia de encontrarse. Realmente era una habilidad la que tenía Lan Wangji, quien necesitaba expresar menos de diez palabras para hacer que la presión arterial de Jiang Cheng se elevara a niveles poco saludables.
—¿Qué si no quiero, honorable HangGuang-Jun? ¿Cuándo es que mis palabras hacia Wei Wuxian han sido de tu concernimiento? Puede que seas su esposo, pero no pienses que obedeceré tus palabras respetuosamente sólo porque lo eres. ¡No seas tan arrogante como para pensar que tienes la autoridad para silenciarme! —se burló Jiang Cheng, su expresión pintada de sorna y rabia.
En retrospectiva, probablemente Jiang Cheng debió haberlo visto venir, ¿qué con él pudiendo ser la bruja malvada del universo en cualquier otro momento aparte de ese en específico? Las siguientes palabras de Lan Wangji dispararon una serie de explosiones en el campo minado que eran las inseguridades de Jiang Cheng.
—Wei Ying no merece los sentimientos injustos que proyectas hacia él por tu juicio parcial. Con su núcleo dorado ardiendo tan brillantemente dentro de ti, ¿no sientes ni una brizna de agradecimiento hacia él? ¿Ni siquiera para guardar un poco de respeto en tu corazón por sus sacrificios? Sin su sacrificio, nunca habrías sido capaz de alcanzar lo que has logrado hasta ahora. Antes de considerar escupir veneno hacia otros, reflexiona sobre tu vil naturaleza, Sandu Shengshou.
—Yo…
—Lan Zhan, ¡me proteges tanto, jajaja! Jiang Cheng, no lo tomes tan a pecho. Lan Zhan no lo quiso decir en esa manera.
¡¿Qué mierda?!
¿Qué quiso decir Wei Wuxian con eso de que Lan Wangji no quería decir las cosas que dijo de la forma en que lo hizo? ¡Por supuesto que quiso decirlo exactamente así! ¡¿Desde qué perspectiva eso podía ser malinterpretado?!
—Ugh, hablar con ustedes dos es una jodida pérdida de mi tiempo. A la mierda con esto, ¡voy a buscar a Lan Xichen porque claramente es el único ser tolerable por aquí!
Curiosamente, el rostro de Wei Wuxian cambió entonces mientras luchaba por incorporarse apresuradamente de su confortable lugar en el regazo de su esposo.
—Ah, ¡Jiang Cheng! Espera, tal vez no deberías…
Ignoró el incesante bla, bla, bla de Wei Wuxian. Jiang Cheng dio una vuelta seca y caminó directamente lejos del previo jardín pacífico y se dirigió hacia la dirección donde quedaba la pequeña cabaña de Lan Xichen, rodeada por un bosque de bambú.
¿De qué mierda iba Wei Wuxian justo ahora? ¿No había sido suficiente el que retrasara a Jiang Cheng en su camino a ver a su esposo? ¿Para qué estaba tratando de detener a Jiang Cheng?
Empujando su camino más allá de las puertas de madera de la cabaña, Jiang Cheng no fue recibido por una suave mirada y una gentil sonrisa, sino por silencio y oscuridad.
La confusión sangró a través de sus facciones. Jiang Cheng barrió su vista sobre la expansión de ese espacio, buscando por cualquier señal que Lan Xichen hubiera dejado e indicara donde había ido.
Sabedor de que Lan Xichen era un aficionado de ocasionalmente tomar caminatas alrededor de las tierras cercanas al Hanshi cuando estaba de un extraño buen humor, el siguiente paso de Jiang Cheng fue comprobar las tierras afuera. Caminó alrededor del recodo de la casa, y con su atención fija en la franja de árboles de bambú que alineaban el perímetro, su ojo captó un destello de luz a una distancia corta.
Caminó hacía allí y una figura encorvada y vestida de blanco gradualmente se hizo visible. Se enfocó en la túnica blanca arremolinada en el suelo, como resultado de la postura agachada de la figura, estampada con la signatura de nubes arreboladas de la secta Lan.
—Lan Xichen.
Sus labios se curvaron en una casi imperceptible pero cariñosa sonrisa. Jiang Cheng apresuró sus pasos mientras se aproximaba a la redondez blanca que era su esposo. Fue entonces que Jiang Cheng debió notar que algo no estaba del todo correcto, cuando Lan Xichen falló en saludarlo como siempre lo hacía, con una tranquila sonrisa y un suave «Wanyin, estás aquí».
Acercándose a su esposo, Jiang Cheng se dio cuenta que él estaba… ¿quemando papel?
No, no era un mero papel. Esos eran papeles de ofrenda, quemados solamente para los muertos.
Trazando su mente a través de una serie de importantes fechas que le concernían a él y a la familia de Xichen que todavía quedaban por venir, Jiang Cheng sólo pudo preguntar:
—Xichen, ¿qué haces quemando papeles de ofrenda aquí afuera en la oscuridad?
Aunque no era inusual que las preguntas de Jiang Cheng fueran enfrentadas con silencio en singulares ocasiones, el silencio de Xichen ese día se sintió distante. Como si su mente estuviera a millas de distancia, y deslizándose más lejos todavía.
¿Para quién estaba quemando papeles su esposo, acuclillado como algún tipo de mendigo en una desolada esquina de sus tierras privadas?
¿Qué tipo de identidad podría requerirse para que incluso en muerte no se pudiera conseguir la oportunidad de ser venerado apropiadamente?
Su molestia causada por su previo encuentro con su hermano y el esposo de éste recedió temporalmente al ver un tremor hacerse camino a través de su esposo. Jiang Cheng se apresuró a extender la mano para envolver a Xichen cerca de él.
—Xichen, volvamos adentro primero. Estar a la intemperie por demasiado tiempo no es bueno para ti.
—Sólo un minuto más, por favor… Yo quiero…
—¿Umm? Vamos adentro primero. De todos modos, ¿a quién se supone que estás rezando aquí afuera oscuridad y el lodo en un día tan al azar?
Pero… no parecía que Xichen lo estuviera escuchando en absoluto, y Jiang sólo pudo observar indefenso mientras las lágrimas comenzaron a trazar un camino en descenso en el rostro esculpido de Lan Xichen; lucían como riachuelos de plata fundida cuyo líquido reflejaba la luz de la luna.
(¿Por qué está llorando Lan Xichen? Ya raramente llora, a menos que…)
—A-Yao…
Oh.
Oh, claro.
Era…
Era el cumpleaños de ese sonriente bastardo escoria. No era de extrañar que la carta de Jin Ling ese día había parecido apagada —los caracteres personificando un inusual aire de distracción—. A pesar de que Jiang Cheng no era el mejor en las interacciones cara a cara, el ciertamente podía leer los trazos de pinceladas de Jin Ling bastante bien. Recorriendo sus ojos a través de su carta, Jiang Cheng pudo dilucidar manchas allí donde el pincel de Jin Ling se había detenido por un largo tiempo, muy probablemente a causa de una mente abstraída.
No había conectado las señales entonces; había asumido que su sobrino estuvo meditando sobre algún otro asunto. Jiang Cheng se preguntó, sospechosamente, que no podía ser posible que el concilio de mayores en la Secta Jin estuviera dándole problemas a su sobrino otra vez, ¿cierto? Si era así, podían apostar sus patéticos, llorosos y quejicas traseros que él se presentaría con Zidian y azotaría la estupidez fuera de ellos. (No era como si tal nivel de idiotez pudiera ser curada con sólo unos pocos azotes).
Sintiendo el cuerpo presionado contra él sobre-tensarse como un arco, Jiang Cheng se apresuró a devolver su atención al presente.
Al ver a Xichen tratar de corregir su expresión en una máscara de complacencia y fallar en su intento de esconder trazos de arrepentimiento y algo más que comenzaba a sangrar por los bordes, hizo que algo desagradable se retorciera en el pecho de Jiang Cheng.
No se sentía correcto, algo no se sentía correcto…
—W-Wanyin, estoy bien. ¿Podrías…? ¿Podrías dejarme ir, por favor?
Con la sensación de piezas encajando en su lugar de manera pulcra como algún tipo de rompecabezas en su cabeza, Jiang Cheng finalmente entendió por qué Lan Xichen se estaba comportando de manera tan rara, y también entendió qué emoción se había permeado a través de la máscara de Xichen.
Vergüenza. Era vergüenza. ¿Vergüenza de qué? ¿De sí mismo? ¿De Jiang Cheng? ¿O del hecho de que estaba siendo sostenido por otro sujeto mientras oraba por el hombre que amaba?
Dejó caer sus manos, esas que originalmente apretaban las magras líneas de los hombros y cintura de Xichen. Las dejó caer para que colgaran inertes a sus costados. Jiang Cheng no tenía idea de qué podía hacer, o qué podía decirle a Xichen.
Sé lo que es amar y perder a alguien también. Conozco ese dolor. Déjame estar aquí para ti. Quiero apoyarte a través de esto. No estás solo. (Te amo.)
Esas eran las palabras que Jiang Cheng había querido decir, pero lo que salió de su boca en su lugar fue:
—¿Por qué no puedes dejarlo ir, Xichen?
No. No, no, no, no…
No fue su intención. No tuvo la intención de decirlo en voz alta. No así, no cuando sabía que Xichen estaba herido…
(Pero él está herido también, ¿por qué a Xichen parece no importarle?)
Jiang Cheng sabía que esas fueron todas las palabras incorrectas que podían decirse, pero mirar la expresión de Xichen enfriarse en una máscara de helada cortesía hizo evidente que era demasiado tarde para retractarse de sus palabras. Un mar de silencio se extendió entre ellos cuando quedaron enfrentados el uno al otro, uno demasiado asombrado ante su propia estupidez para conseguir decir algo, el otro demasiado decepcionado para ofrecer cualquier tipo de respuesta.
Antes de que Jiang Cheng pudiera poner su mente en marcha para tratar de salvar la situación, Lan Xichen habló quedamente:
—Estaré un momento más, Wanyin. Tengo oraciones que terminar para A-Yao y algunas ofrendas que quemar.
(Por favor, déjame solo.)
—¿Por qué no puedes amarme? —susurró Jiang Cheng mientras sentía el piquete de la despida de Xichen.
Jiang Cheng se sintió tan perdido, tan desesperado; a la deriva, como un bote sin amarre en las perniciosas aguas del miedo. No pudo evitar que su voz se elevara, como la marea de sus emociones.
—Jin Guangyao fue… ¿qué acerca de él era tan bueno? ¿Por qué lo amaste tanto, Xichen? Te lastimó, causó demasiadas tragedias en el mundo en pos de sus ganancias egoístas, asesinó a muchísimas personas inocentes, ¡asesinó a tu propio hermano jurado! Embaucó a todo el mundo para hacernos creer que era algún benevolente líder cuando sólo era un despreciable, bastardo mentiroso que usaba a cualquiera que lo beneficiara más. Él…
—Wanyin, detente.
—…no era más que una pequeña rata asquerosa que sólo sabía cómo jugar sucio porque carecía de la fuerza para pelear honorablemente. No que hubiera esperado otra cosa de él, dado su…
—¡Suficiente! Wanyin, ¡no voy a tolerar tus calumnias hacia A-Yao cuando nunca conociste su historia ni nunca conociste quién era fuera de lo que viste de él al final!
—¿Qué diferencia hubiera hecho en ese entonces? ¿Conocer su historia lo habría absuelto de sus crímenes? ¿Son unas pocas buenas acciones suficientes para limpiar la suciedad y pecado de su nombre? Dime, Xichen, ¡¿cómo es que te estás aferrando a un hombre muerto?!
Dolor y decepción fluyeron en los hermosos ojos oscuros de Lan Xichen allí parado frente a Jiang Cheng, las llamas de fuego ondeando tras él. Las tensas líneas de los hombros de Lan Xichen traicionaban su creciente frustración mientras luchaba para gestionar sus emociones. Para recordar la reglas. Para comportarse con la propiedad que le correspondía a un Líder de Secta.
(Pero ni una vez recordó comportarse como un esposo debería.)
—Lan Xichen, ¿es realmente tan imposible para ti seguir adelante? ¿O darme una oportunidad?
Cuando el silencio se extendió, alargado más de lo usual en una significativa pausa cargada de tensión, Jiang Cheng por fin entendió que donde estaba parado en ese momento sería donde estaría destinado a permanecer en el corazón de Lan Xichen; tal como Lan Xichen permanecía de pie protegiendo las llamas que quemaban ofrendas para su amado, continuaría protegiendo la posición de Jin Guangyao en su corazón. ¿Y Jiang Cheng?
Jiang Cheng estaría como siempre había estado, parado el lado opuesto. Queriendo, esperando, deseando. Pero nunca alcanzando.
(Porque él nunca podría alcanzar lo imposible…)
—Jiang Cheng.
Alarmado ante el inesperado uso de su nombre de nacimiento, Jiang Cheng elevó sus ojos para encontrarse con los de Lan Xichen. Ingenuamente, sintió una tentativa oleada de esperanza dentro de las profundidades de su corazón porque… porque si Lan Xichen estaba usando su nombre de nacimiento, eso quería decir…
—Jiang Cheng, yo… creo que lo mejor para ambos es que reconsideremos nuestra situación antes de que esto nos dañe más…
Oh.
Oh, por supuesto. ¿Por qué creería…?
—…He dicho esto antes, que los Lan sólo amamos una vez en nuestras vidas. En ese entonces, cuando fuiste el primero en extender una propuesta formal de cortejo, fui claro contigo al decirte que aquel al que amé, no, aquel a quien todavía amo es A-Yao. Atrás en ese tiempo, tú me pediste una oportunidad y yo te confesé, en medio de la agonía de mi dolor y mi culpa, que era un tiempo oportuno para algo de distracción así que…
Lan Xichen tragó, encontrando difícil poner sus fragmentados pensamientos en palabras, para encontrar alguna forma de explicar lo errado que era su matrimonio sin lastimar a Jiang Wanyin mucho más de lo que ya había hecho.
—Es sólo que… A-Yao ya estaba muerto, y el concilio estaba presionándome para retomar mis responsabilidades, para que así pudiera parecer que las cosas habían retornado a la normalidad del pasado. Trajiste a mí una mano guía que me sacó de reclusión, y siempre voy a agradecerte por eso. Sin embargo, nuestros conflictos acerca de lo que piensas de A-Yao y lo que yo siento por él siempre han sido un muro de traspiés que se interponen en nuestra unión. No niego que A-Yao hizo cosas imperdonables, o que albergó intenciones que a la larga hirieron a muchos otros. Pero en lo que respecta al hecho de si él me usó o no, elijo dejar que las memorias que compartimos hablen por él.
Lan Xichen dejó salir un pesado suspiro y continuó:
—Jin Guangyao pudo haberme usado, pero siempre creeré que Meng Yao no lo hizo. Ahora que se ha ido a un lugar al que todavía no puedo seguirlo, todo lo que puedo hacer es recordarlo con cariño en mis sueños y memorias, y honrarlo con ofrendas en las fechas que fueron importantes en su vida… en nuestra vida juntos.
Se quedó viendo a la distante noche, los ojos de Lan Xichen otra vez rebosantes de lágrimas, su voz agrietándose con el peso de su aflicción mientras susurraba de manera rota.
—Jiang Cheng, ¿alguna vez has experimentado el peso de perder a tu destinado?
Ver cuán acabado estaba Lan Xichen en ese momento, bordes hechos añicos goteando con angustia y remordimientos, extinguió las ganas de luchar de Jiang Cheng como una vela soplada por un viento tormentoso.
En voz baja, Lan Xichen finalmente respondió una de las preguntas que habían estado comiendo vivo a Jiang Cheng desde el día de su boda.
—¿Sabes por qué mantuve mi cinta de la frente durante todo este tiempo en lugar de entregártela como debería haber hecho legítimamente como tu esposo?
Fundiendo sus ojos en la interminable expansión del cielo nocturno punteado de resplandecientes estrellas, Jiang Cheng asintió.
—Sé que nunca me viste como tu destinado.
—Te he defraudado, Jiang Cheng, y nunca podré disculparme lo suficiente por haberlo hecho, pero él corazón no puede evitar a quien ama. Sé que debe parecer una broma, una burla viviente de muchas de las reglas que vivo para respetar, pero incluso así, no me arrepiento de amarlo. Si pudiera haberlo hecho sin ofender a cada miembro de mi secta y cada persona en el mundo de cultivación que fue perjudicada por las acciones de A-Yao, habría enterrado mi cinta de la frente con él.
Jiang Cheng lo sabía, siempre lo había sabido, pero escuchar sus sospechas confirmadas de esa forma aún así rompió algo dentro de él justo cuando creyó que era imposible que hubiera algo más dejado en él para romper.
(Era consciente, por supuesto, de que Lan Xichen no lo amaba. Pensó que había hecho paz con el conocimiento de que, como máximo, él era una distracción para que Lan Xichen enfocara sus pensamientos lejos de un amor que nunca podría ser, lejos de Jin Guangyao.)
Y a pesar de eso, fueron las siguientes palabras de Lan Xichen las que sellaron el asunto y confirmaron uno de sus más grandes miedos: No era que Lan Xichen hubiera dejado de amarlo (¿cómo hubiera sido eso posible cuando, para empezar, Lan Xichen nunca lo había amado?), era el hecho de que Lan Xichen había terminado cansándose de él y su personalidad vil; de su tosca naturaleza y su venenosa lengua.
—Jiang Cheng, es sólo… ¿es que siempre debemos terminar peleando por estos asuntos? ¿No te dejan hastiado nuestras discusiones? Es que no puedo… no puedo encontrar la fuerza para continuar luchando contigo sobre esto. Yo… Yo lo siento pero creo que…
Una pausa.
— Creo que sería beneficioso para ambos si pasamos algo de tiempo alejados.
De pie ante la última serie de escalones que guian fuera de la Profundidad de las Nubes, Jiang Cheng se detiene. Él personifica a una figura solitaria, lo sabe, pero ¿y qué? De seguro se le ajusta, dado que su mundo está desmoronándose a su alrededor de nuevo. Lo han dejado varado en medio de las ruinas de sus expectativas incumplidas.
¿Por qué siento que la felicidad es tan sencilla de lograr para todos pero no para mí? ¿Por qué es que, sin importar lo que haga, la felicidad simplemente se desliza entre mis dedos como si fuera arena?
Jiang Cheng lo odia, odia su vida y se odia a sí mismo con una pasión que consume su alma, su corazón y su mente.
Sandu Shengshou, vaya chiste.
Está tan consumido por la ignorancia, la avaricia y la furia que básicamente se ha convertido en un embajador para ellos. Sólo otra cosa que no pudo conquistar, otra imposibilidad que se quedó corto en alcanzar.
Jiang Cheng no puede vivir así, no quiere vivir y morir así. Las últimas brasas de esperanza amenazan con apagarse en él, pero no se han ido del todo todavía. Así que cuando su mente le susurra «¿No mereces tu propia oportunidad de ser feliz? ¿No mereces vivir por ti mismo?», Jiang Cheng no puede evitarlo. Se odia por su debilidad, se odia por el traicionero «Sí» que se desliza desde las profundidades de su desmadejado y magullado corazón.
Es algo tonto, Jiang Cheng lo sabe, pero ya no puede obligarse a sí mismo a que le importe más porque su corazón yace hecho trizas como polvo bajo sus zapatos, como sus esperanzas y sueños fracturados igual al hielo roto.
(Él sabe que ya ha alcanzado su límite, y que si no se detiene, se quebrará. De una vez, y para siempre.)
No puede detenerse a sí mismo de imaginar cómo se sentiría.
Se imagina cómo podría ser una vida sin constante angustia; despertar y dormir en profundidad sin el peso del remordimiento de otras personas presionando sobre sus hombros.
Vivir sin cadenas, lejos de las sombras inminentes de su hermano y el amado muerto de Lan Xichen.
Hacer lo que sea que traiga felicidad a su corazón, y no lo que él creyera que los haría felices.
Sin preocuparse de decepcionar a nadie más que a sí mismo.
(No es como si no pudieras. Después de todo, las preparaciones ya fueron completadas hace tiempo.)
Ha sido bastante tiempo desde la última vez que fue honesto consigo mismo acerca de lo que quiere, que Jiang Cheng apenas y puede trazar una apropiada pintura de un ideal, si es que imaginario, futuro para sí mismo; una genuina satisfacción parte de un pasado tan lejano que tratar de recodar la sensación de eso es difícil.
(Si no puedes recordar cómo se siente la felicidad, entonces búscala.)
Descendiendo perezosamente los escalones de piedra, Jiang Cheng contempla si no sería infinitamente egoísta de su parte tan sólo dejar todo de lado y desaparecer, porque él realmente ya está harto.
¿Por qué no entonces? No es como si alguien realmente fuera a extrañarlo… ¿cierto?
Así, al fondo de las escaleras que guian fuera de La Profundidad de las Nubes, Jiang Cheng decide que es tiempo de que su viaje termine; porque cuando te has estrellado al final del camino, la única opción es regresar, o buscar un nuevo camino.
Jiang Cheng lo decide en el momento que sus pies crujen contra la grava del último escalón de piedra de las escaleras que guían lejos de La Profundidad de las Nubes.
Esta vez, no miraré atrás.
Notes:
Notas de la autora original:
Para aquellos quienes se estén preguntado qué rayos tiene que ver el título con lo que está pasando en este fic, ¡por favor continúen leyendo para saber el cómo y por qué se me ocurrió!
En resumen, fui inspirada por este proverbio chino: 山重水复疑无路,柳暗花明又一村.
El significado es algo así como: “Cuando alguien encuentra dificultades que parecen ser insuperables, un repentino cambio de perspectiva revelará una solución.”
También puede ser mucho más resumido como: “La hora más oscura de uno viene antes del amanecer”.
柳暗 se refiere a las sombras de los árboles de sauce y 花明 se traduce literalmente como flores.
Intercambié flores por lotos para hacer referencia al lema de la Secta Jiang y como una alusión de Jiang Cheng en sí mismo, como el último heredero de la secta Yunmeng Jiang.
Chapter 2: Un paso a la vez
Summary:
En donde Jiang Cheng comienza las preparaciones de su partida.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Bajo los árboles de sauce, los lotos florecen
por
一步一个脚印
Cada paso deja una huella; El progreso es hecho un paso a la vez
Sólo ha pasado un shíchén [1] de su viaje hacia… hacia algún lugar, a cualquier lugar, y Jiang Cheng ya está exhausto, el agotamiento permeado hasta la médula de sus huesos; denso y empalagoso. Raramente se ha sentido así de drenado, física y mentalmente; desde los viejos días perdidos en un pasado repleto de humo, y fuego, y pérdida.
Tan tentador como es el simplemente dejar todo de lado y desaparecer en el mundo sin mucho más que una mirada atrás, no puede hacerlo. Jiang Cheng no puede… no abandonará a su secta así como así.
No abandonará a su secta sin darles las respuestas que merecen de él.
Jiang Cheng sabe de primera mano cuán aterrador es el ser dejado sin un líder. Recuerda cómo es que eso se había sentido, como estar de pie a la orilla de un acantilado, observando un vórtice sin fondo. No le hará eso a su secta, a su equipo; la lealtad quemaba ardiente en su sangre cuando le servían a él, a la secta Jiang y a Yunmeng con lo mejor de sus habilidades.
Necesito resistir. Sólo un poco más.
¿Realmente importa que el perdure en su pesar por otro poco de tiempo más?
¿Qué son unas pocas semanas más comparadas con los años que ya ha empleado para encerrar lejos su dolor?
Reúne los últimos residuos de su energía para mantenerse en una pieza y se toma un momento…
Inhala.
Exhala.
(Mantente a ti mismo en una pieza.)
…Canaliza su energía hacia Sandu y altera su dirección para así estar en la ruta de regreso al Muelle de Loto.
Mientras vuela, su cuerpo halando de la energía espiritual que necesita, Jiang Cheng deja que su mente flote a la deriva, demasiado vacío para hacer algo más. Está muy letárgico y cada milla se siente diez veces su longitud; un viaje a casa nunca se ha sentido tan extenso y lejano para él.
Sólo quiero descansar.
Como muchas otras cosas del embarullado desastre de mierda que fue esta noche, Jiang Cheng no recuerda mucho de su viaje a casa. Sólo la sensación de un vórtice royendo sus adentros, que crece más y más sin parar con cada segundo que pasa y mantiene su atención aferrada tan sólo de un hilo.
Jiang Cheng realmente no se da cuenta cuando sus lágrimas comienzan a caer una vez más (inútil, inútil, inútil…), la agonía amenaza con abrirse camino violentamente fuera de él, quiere ser arrancada de su pecho, de su garganta…
Está ahogándose, ahogándose…
(Nadie lo salvará.)
Temblando, Jiang Cheng rastrilla su cara con sus manos, porque si sus demonios se niegan a salir, entonces Jiang Cheng los desenterrará con sus propias manos desnudas…
Y todo ello se detiene abruptamente cuando un vivaz tintineo repica desde su campanilla, las agudas notas cortan a través del tumulto en su cabeza como una espada al papel; resuena en sus oídos, en su cabeza.
Es vertiginoso. Por un momento, mientras Jiang Cheng es desgarrado entre el estrepito de sus pensamientos y la ensordecedora calma que los repiqueteos de la campanilla comandan.
Duele y aun así es tan familiar. El sentimiento de ser tironeado hacia dos direcciones opuestas, tanto que parece que todo lo que lo mantiene unido son frágiles fibras.
Duele, duele, duele…
¿Por qué es que siempre está solo cuando sus heridas son rasgadas y abiertas en extremo?
(¿Por qué es que nadie se preocupa lo suficiente para quedarse?)
Su campanilla de claridad tañe una vez más, sólo una más. Un recordatorio para respirar, para aclarar su mente de sus turbulentos pensamientos y tan sólo existir.
Por este momento, si es que nada más.
Para cavar muy dentro y centrarse a sí mismo antes de que pierda ante sus demonios lo que queda de su andrajoso ser.
(A veces, se siente como si la única cosa que todavía lo quiere en este mundo son sus demonios.)
Respira. Sólo respira.
Dentro.
Fuera.
Otra vez.
Con lentitud, con cada respiración temblorosa que toma, el apretado agarre en su corazón se afloja gradualmente. Deja a Jiang Cheng sintiéndose completamente drenado; como un trapo escurrido que ha sido lavado y retorcido para secar con demasiada fuerza.
Arrastra lentamente sus ojos a través de un horizonte a la distancia que se le hace conocido, y Jiang Cheng distingue las estructuras familiares de las tierras del Muelle de Loto.
Acercándose más y más, Jiang Cheng siente el frío agarre del nerviosismo y el pavor alrededor de sus entrañas, tan helado y pesado que se da cuenta que no tiene idea de cómo es que va a enfrentar a su secta, sus discípulos, su gente, en su estado actual.
No puedo, piensa Jiang Cheng desesperadamente, por ello hace lo que siente es capaz de hacer ahora, que es virar a Sandu para así poder desviarse y alejarse de la entrada principal del Muelle de Loto.
Se dirige a los terrenos más tranquilos en la parte posterior, lejos de ojos errantes y preguntas indiscretas. Lidiará con ellos eventualmente, porque Jiang Cheng no tiene la energía suficiente para encargarse de ello justo ahora. Se siente tan frágil, lo que es ridículo porque él es un cultivador, maldita sea.
(¿Realmente eres uno, cuando el núcleo dorado que arde caliente en ti ni siquiera es tuyo?)
Jiang Cheng necesita ser fuerte.
No puede ceder ni siquiera una pulgada, porque Jiang Cheng sabe que una pulgada después será un metro, luego una yarda y así por siempre hasta el final. Incluso con él aferrado a las riendas con tanta fuerza que siente como si éstas lo cortaran con cada respiración que toma, sabe que en el momento en que su gente se dé cuenta que no es más que una cáscara —su temperamento explosivo y lengua afilada nada más que la fachada que esconde a un cobarde— Yunmeng sufrirá.
Nunca dejará que eso suceda; nunca se permitirá ser la causa de cualquier injusticia dirigida hacia Yunmeng.
(No dejaré que Yunmeng sufra más de lo que ya lo ha hecho.)
A veces, en la oscuridad de su habitación, se sienta despierto y llora por su gente. Llora por piedad hacia ellos y su desafortunada realidad de tener que conformarse con un líder de secta tan mediocre.
Sabe que lo es; demasiado bravucón, demasiado ruidoso, demasiado burdo. Ni la elocuencia ni una afable personalidad son parte de sus dotes naturales, e incluso cuando se esmera, cuando trabaja duro, esas cualidades simplemente permanecen fuera de su alcance.
Hubo una ocasión en que estuvo determinado a mejorar —a hacerse a sí mismo alguien mejor—, así tal vez el surco entre las cejas de A-niang se suavizaría y quizá A-die le prestaría atención… realmente le prestaría atención por una vez en lugar de darle esa usual mirada distante y esa sonrisa plastificada.
Sabe que A-die sólo sonreía de esa manera a conocidos.
(Obviamente eras menos que eso ante sus ojos.)
Por tercera vez en la noche, Jiang Cheng descubre a su visión volviéndose borrosa; la nariz le pica por otro intento fallido de contener sus lágrimas.
¿Por qué es que donde sea que estoy, sólo perduran deseos incumplidos?
¿Realmente soy tan horrible?
(Por supuesto que lo eres, ¿por qué otra razón se irían todos ellos? Incluso Lan Xichen, el estimado Primer Jade, tan admirado por su paciencia y amabilidad, te ha encontrado repulsivo.)
Eso es cierto, Jiang Cheng cede; las memorias de lo que tuvo lugar ni una noche completa atrás resurgen a la parte frontal de su mente en piezas fracturadas. Su mente está reluctante de rememorar los detalles (las palabras, su despido, su rechazo) que hicieron esta… que han hecho la presente realidad real.
(¿Acaso alguna vez hubo duda de que esto no es real?)
Aterrizando en un muelle de sus tierras privadas, rodeado de lotos que se alzan llenos de gracia fuera del agua, Jiang Cheng coloca a Sandu lejos sin notar del todo las acciones que hace; no puede extraer la fuerza necesaria para hacer cualquier cosa apropiadamente.
No cuando sus manos todavía están aferradas a la tela del bulto que resguarda sus posesiones, un recordatorio tangible de cuan indeseado es.
(«Creo que sería beneficioso para ambos si pasamos algo de tiempo alejados.»)
De la nada, el abrumante y entumecedor dolor está de vuelta. Presionando a Jiang Cheng, amenazando con ahogarlo bajo su peso. Lo atrapa desprevenido, lo deja forcejeado, arrastrándose para encontrar algo que lo ancle antes de que se pierda a sí mismo…
(¿Perdiendo otra vez? ¿Es que hay algo en absoluto ante lo que no estés indefenso?)
No puede detener a su mente de llenarse de odio, dirigido a nadie más que a sí mismo.
Es divertido cómo la gente de Yunmeng es tan afamada por su destreza en natación, pero aun así, su líder de secta es tan débil que se tambalea incluso en aguas imaginarias.
Lo siento.
Lo siento, Xichen.
(Por favor no hagas que me vaya.)
Tropieza hacia su habitación, y pronto se siente a punto de vomitar porque la primera cosa que ve sobre su escritorio son paquetes cuidadosamente envueltos en tela, las esquinas plegadas y apiladas con pulcritud en una pila ordenada.
Jiang Cheng siente bilis alzarse en su garganta porque esos regalos eran para...
Para Xichen.
(Regalos que tuvo la esperanza de poder disfrutar juntos, sólo que… parece que ya no habrá un “juntos”.)
Ellos han vuelto al primer paso, no, ni siquiera eso porque, para sorpresa de nadie, Jiang Cheng una vez más se las ha arreglado para joder la única cosa buena que se las arregló para mantener.
¿Nunca seré suficiente?
Deja caer su bulto en el piso de su habitación con un tutum sordo y se permite dejarse caer en su silla, encorvado igual a un muñeco descartado y tirado al azar en una esquina.
Está tan cansado.
La fuerza y voluntad de Jiang Cheng están mermadas, sólo dejaron atrás el frágil caparazón de un hombre que se aferra con todas sus fuerzas a sus últimos vestigios de cordura. Se sostiene con todo lo que tiene a una máscara de control externo; trata de encubrir jodidamente duro la desolación que siente mientras se queda viendo los regalos que preparó para un esposo que no lo ama, que no lo quiere en su vida.
Parece, piensa Jiang Cheng, que los tiempos más solitarios realmente son aquellos en que anhelas quedarte, pero tu compañía no es bienvenida.
Jiang Cheng se levanta de donde está desplomado incómodamente para intentar mover los regalos a otro lugar, lejos y donde no los pueda ver.
Entonces reconoce la esquina de una ropa de verano que comisionó de uno de los más finos fabricantes de tela de Yunmeng, y siente que sus manos se detienen abruptamente con un espasmo.
Siente a su magullado corazón titubear y detenerse en su pecho al recordar cómo había esperado que él y Xichen pudieran vestirlos juntos cuando dieran un paseo por las calles de Yunmeng.
Tuvo la esperanza de poder mostrar a Xichen alguna de las cosas que había amado de niño, quiso compartir tanto como podía recordar de lo que para él sabía a felicidad, y tuvo la esperanza de que ese paseo también se convirtiera en memorias cálidas para Xichen.
Duele. Duele demasiado.
Jiang Cheng se derrumba sobre el suelo frío, tira de sus rodillas hasta su barbilla y envuelve con sus brazos el ovillo que forma su cuerpo; se mece a sí mismo en una imitación de cómo solía mecer a Jin Ling en sus brazos cuando era un bebé.
(¿Por qué permanecer donde no soy querido?)
Recuerda por qué quisiste volver al Muelle de Loto, se dice a sí mismo mientras pelea por superar las olas de la desesperación.
Recuerda tu convicción, tu hambre por un camino mejor.
(«A-Cheng, siempre debes recordar que en tanto seas capaz de conquistar tus más grandes debilidades, éstas pueden ser refinadas y afiladas en tus más grandes fortalezas. Sé más fuerte, hijo mío, porque lo necesitarás en tu vida.»)
Jiang Cheng oye las palabras de su A-niang repicar en sus oídos como usualmente hacen en sus horas más oscuras, pero en esta ocasión, las palabras no están cubiertas de burla, no contienen la rabia concentrada que casi siempre acompañó a sus palabras después de que Wei Wuxian apareció en sus vidas.
(Después de que Jiang Cheng, nacido para un día ser Líder de Secta, dejara de ser capaz de sobrepasar incluso al hijo de un sirviente.)
Esta vez, en lugar de la oscuridad inminente y la ansiedad que lo prensaba al escuchar los ecos de las palabras de su madre, Jiang Cheng siente que lo calman. Siente que la tenacidad que conlleva esa orden se abre paso en él como la sangre, llenándolo de una resolución candente.
Es suficiente para que pueda poner de lado la angustia que invadió su mente desde horas atrás y creció como maleza infecciosa con cada línea que él y su espo… no, con cada línea que él y Lan Xichen se dijeron el uno al otro, permitiendo que las espinas que echaron raíces en sus corazones se destrozaran entre sí con el pretexto de una conversación.
Es suficiente para que Jiang Cheng pueda restablecer algo parecido a la resolución que poseyó cuando estuvo parado, solo pero lleno de anticipación, en los escalones que conducían fuera y lejos de la Profundidad de las Nubes; donde imaginó un futuro en el que era feliz.
Permite que esas imágenes cubran como yeso las cicatrices dejadas en su mente por un tormento de nunca acabar, para que remienden los pedazos de sí mismo con «quizás» tan hermosos que siente a su pecho a punto de estallar de lo completo que está. Calman el dolor que ha sentido por años debido a las astillas de su corazón roto.
Esta vez, cuando cierra los ojos y respira, Jiang Cheng puede sentir reencenderse la vehemencia que se ha convertido en su firma a través de los años; la misma vehemencia feroz forjada en las grietas de su ser; radiando de él en olas abrasadoras, ahuyentando viejos hombres maquinadores y cobardes sin carácter lejos de él.
Lejos de la secta que juró que reconstruiría y protegería en tanto él lo necesitara.
En tanto él fuera capaz.
Lejos de su gente, todavía tambaleantes por la guerra y la pérdida en una forma que nunca podría ser adecuadamente descrita en palabras.
Me aseguraré de que ustedes nunca pierdan sus hogares otra vez.
Es sólo ahora, mientras Jiang Cheng se para en la tierra de una casa que reconstruyó con sus propias manos, que la realidad completa de su decisión golpea dentro de él. Ahora se da cuenta de lo que significa.
Significa que se irá.
Dejará la secta que juró reconstruir y proteger, dejará a las personas que juró que defendería y resguardaría.
De repente, la presión se precipita fuera de él como el agua de un odre en el que un agujero acaba de ser rasgado.
Las emociones en guerra dentro de él son agridulces; mientras Jiang Cheng piensa al respecto, se da cuenta de cuánto ha crecido Yunmeng, de cómo floreció a raíz de la guerra y resurgió una vez más de las cenizas de una gloria pasada, emergiendo más poderosa que nunca antes.
Cuando se da cuenta que Yunmeng ya no lo necesita ahora que ha sido restaurada, eso deja un dulce dolor en el corazón de Jiang Cheng. El esplendor del Yunmeng actual, con sus calles bulliciosas y su aura próspera, eclipsa al Yunmeng de antaño. El Yunmeng con el que Jiang Cheng creció, hermoso pero incompleto de alguna manera, como una pintura perdiendo sus colores.
(Como un amor perdido de la infancia.)
Ahora sabe lo que faltaba entonces, la única cosa que siempre se escapó de su agarre con la resbaladiza naturaleza de la seda más fina: la felicidad.)
Incluso ahora, para Jiang Cheng es difícil pensar acerca de la amarga miseria que cubrió el matrimonio de sus padres, envuelta alrededor de ellos como la más fuerte de las cadenas. Le duele recordar que las únicas chispas de luz que vio volar cuando sus padres estaban juntos fueron de rabia, palabras hirientes lanzadas de uno al otro, desesperados y en una carrera para ver quién podía escarbar las heridas más profundas en el otro.
(Justo como él y Lan Xichen hicieron tan sólo horas atrás.)
Entonces Wei Wuxian apareció y las precarias dinámicas de la familia Jiang fueron sacadas de balance. En esos días, Wei Wuxian era sólo Wei Ying, un niño huérfano que fue encontrado peleando por sobras en las calles de Yiling.
Para A-niang, que ya vivía una vida en la que estaba condenada a jamás estar a la altura de los estándares imposibles de su esposo simplemente porque ella no era la que él tenía en su corazón, la aparición de Wei Ying fue la gota que derramó el vaso.
Jiang Cheng recuerda la naturaleza orgullosa de A-niang, sus palabras afiladas y punzantes y su actitud vigorosa. Recuerda a A-niang estar de pie con su espalda recta, la cabeza sostenida en alto y los ojos enfocados hacia adelante porque no permitiría que el peso de la decepción de otra persona le impidiera luchar por lo que creía, por el amor que sus niños merecían de su propio padre.
Incluso entonces, la tempestuosa naturaleza de su madre no fue rival para las amadas memorias que venían acompañadas de la apariencia de Wei Ying. Sus sonrisas desenterraban recuerdos de una mujer que Yu Ziyuan nunca podría ser; las interacciones que Wei Ying tuvo con Jiang Fengmian eran un frecuente recordatorio de un final feliz que debió haber pertenecido a su familia.
Para su A-die, encontrar a Wei Ying fue la cosa más feliz que le había pasado en muchos, muchos años. El sonriente, travieso y fácil de amar Wei Wuxian fue el más grande orgullo y alegría de su padre; un recordatorio vivo de sus más apreciados tiempos en compañía de sus amigos más cercanos.
En Wei Wuxian, encontró un recipiente en el que volcar el afecto que tuvo por Cangse Sanren, su amor perdido. El exacto tipo de afecto que se negó a dar a Jiang Cheng porque él lucía demasiado parecido a su A-niang, la mujer que detestaba porque había dejado que su matrimonio se convirtiera en nada más que el recordatorio de un presente donde él y la mujer que amó partieron por distintos caminos.
Así que Wei Ying fue mimado, sus caprichos complacidos y sus lágrimas limpiadas por manos gentiles y suaves palabras reconfortantes.
(Todo lo que Jiang Cheng nunca tuvo.)
Las impresiones de tales recuerdos están tan engranadas en su memoria que, incluso varios años después, Jiang Cheng todavía puede rememorarlas tan vívidamente como si sólo hubieran sucedido ayer: el momento en que vio a su A-die levantar a Wei Ying para darle un abrazo y balancearlo en lo alto; carcajadas repiqueteando brillantes y fuertes; sus ojos enfocados sólo en su Wei Ying.
(El único hijo que siempre quiso.)
De repente, Jiang Cheng no quiere estar aquí por otro segundo más. No quiere permanecer en un lugar donde no queda nada más que las ruinas de su infeliz infancia y las cenizas de sus propias expectativas. No quiere estar en una habitación de desperdicios esparcidos hechos regalos que él tontamente preparó para un esposo que no quiso su matrimonio.
(Justo como su A-die no quiso su matrimonio con su A-niang.)
Jiang Cheng está enfermo de su vida, harto de intentar ponerse al día en una carrera en la que no pidió ser parte, de competir por briznas de afecto de personas que claramente no lo quieren alrededor.
Quienes no lo quieren revoloteando a su alrededor como algún tipo de perro rogando por sobras.
(Qué molesto. ¿No te encuentras a ti mismo aborrecible?)
Quiero ser libre. Quiero ser libre. Quiero ser libre. Quiero…
Repitiéndose a sí mismas como un mantra en su cabeza, están las plegarias nacidas de sus ya hace tiempo enterrados deseos. Alrededor, y en cada lugar y en todas partes hasta que el deseo quema a través de él; abrasan un camino a través de las zarzas del tormento en el que Jiang Cheng se ha descubierto atrapado.
Muchos años atrás, Jiang Cheng estuvo atado por deber. Con nadie a su lado (ni siquiera el hermano que le juró toda una vida de apoyo), encaró los vestigios quemados de una secta que alguna vez fue poderosa y a un reloj que hacía tic-tac para salvar lo que quedaba de la casa de su infancia, su derecho de nacimiento, antes de que los espíritus de su gente se quebraran.
(El estar atrapado en el pasado es ser débil ante lo que ya no existe, A-Cheng, así que el único camino es hacia adelante porque es donde el futuro yace. No puedes cambiar el pasado, pero puedes conquistar lo que yace en frente de ti, y ese es tu futuro.)
No pudo irse entonces, y no se fue por muchos años después porque temió que sin Yunmeng, sin la Secta Jiang, sin Jin Ling, no quedaría nada de Jiang Cheng.
Asustado de que, al darse cuenta que se quedó sin razones para ser necesitado, no quedaría nada de él, ningún lugar para él en este mundo.
De frente a los demonios que lo han plagado por años, sus garras arañando su sanidad, ocultas en las sombras oscuras del Muelle de Loto y transformando sus sueños en pesadillas, Jiang Cheng no puede negar más su deseo de ser libre. Lo atrae como una polilla a una flama ardiente.
Sólo quiero ser libre, ser feliz. Sonreír sin contenerme y soltar carcajadas desde el fondo de mi corazón.
(Quiero estar en paz.)
Hace que Jiang Cheng se pregunte si dejar este lugar, dejar el mundo de la cultivación, significará que las sombras de su vida pasada y todo lo que perdió en el Muelle de Loto finamente dejarán de perseguirlo sin descanso.
Se pregunta si finalmente dejará de ver lo ecos de un pasado ya hace tiempo ido, un pasado que tomó sus deseos infantiles y los convirtió en detritos.
En la privacidad de su habitación, Jiang Cheng se permite preguntarse si acaso había firmado su sentencia de muerte cuando asumió su rol con Líder de la Secta Jiang años atrás. Se pregunta si al vivir aquí se condenó a sí mismo a muerte; sofocado por el peso de su maltrecha vida.
¿Realmente estará bien irme?
Jiang Cheng piensa acerca de Yunmeng y esta vez encuentra confort en lugar de retorcida preocupación, porque sabe en su corazón que las tierras que fueron su deber, su derecho de nacimiento para proteger, están finalmente a salvo. Lo llena de orgullo por su gente, aunque también le deja una amarga punzada en el corazón cuando reconoce que esta es una Yummeng que ya no lo necesita.
Jiang Cheng piensa en su secta, en los discípulos de la secta Jiang que han crecido en número con cada año que pasa. Con la inquebrantable lealtad hacia un hogar que juraron proteger con hasta la última brizna de sus habilidades.
(Está tan orgulloso de ellos.)
Piensa en la fuerza y firmeza que ha sido imbuida en sus hombres, la forma en que ellos se paran con sus espaldas erguidas, cabeza en alto y ojos al frente porque es un honor pertenecer a la secta Jiang. En que a uno le concedan el privilegio de vestir el púrpura de los Jiang y portar el motivo de un loto de nueve pétalos con nada más que orgullo.
A Jiang Cheng le toma horas ordenar sus pensamientos, inquietudes y preocupaciones, para asegurarse de que de que no queda ningún cabo suelto ni ningún peligro que no haya sido apartado de Yunmeng Jiang; porque es el último regalo que puede darle a su gente.
Porque Jiang Cheng nunca dejará la secta y las tierras que juró proteger, que juró resguardar ferozmente con hasta la última parte de su ser aun si el costo era su vida, si cree incluso por un segundo que todavía lo necesitan aquí.
Ahora, con sus preocupaciones apaciguadas, Jiang Cheng está listo.
(Listo para irse, para poder saborear lo que es vivir por sí mismo.)
Como olas estrellándose contra el revestimiento de las rocas en una tormenta en el mar, un sentido de urgencia golpea a Jiang Cheng, dejándolo sobrecogido con la necesidad de ponerse en marcha. Para planear, para… para hacer algo.
Cuando el sol de la mañana empieza a anunciar el amanecer de un nuevo día con sus rayos ámbar que rasgan el una vez cielo oscuro, en el ojo de la tormenta que ha comenzado a correr dentro de Jiang Cheng —donde su mente está más enfocada— una sensación que no ha sentido por un largo, largo tiempo se alza de las cenizas de su corazón fragmentado.
Jiang Cheng se siente en paz, y cuando se da cuenta de ello, deja que esa paz lo cubra, que lo apriete en su calmo abrazo. Cálido y sólido, despejando la tristeza que ensombreció su noche.
De pie ante la parpadeante vela de su habitación, Jiang Cheng siente a su sangre zumbar en sus venas, hierve caliente de la misma forma en que lo hacía cuando Jiang Cheng estaba preparado para una pelea y listo para ganar.
Y esta vez pelearé por mí mismo.
Se limpia con movimientos enérgicos, ata su cabello y acomoda su ropa...
Un paso a la vez.
Cuando se siente completo otra vez, Jiang Cheng se queda quieto, cierra los ojos y respira.
Dentro
Fuera
Otra vez.
Abre sus ojos, encendidos por el fiero resplandor del sol saliente e iluminados por un inquebrantable sentido de determinación Y finalmente, Jiang Cheng sonríe.
Es hora de hacer un plan.
Lo primero que Jiang An hace al llegar a su estudio es preparar su escritorio para una mañana en la que lidiará con los asuntos de la secta en ausencia del Líder de Secta Jiang. Se ha acostumbrado a cubrir al Líder de Secta al tiempo que subía de rango a lo largo de los años, pero nunca falla en asombrarlo cómo es que una simple fila de papeleo administrativo de las arregla para, de alguna manera milagrosa, convertirse en dos pilas en el transcurso de la noche. En el transcurso de la noche.
¡¿Cómo es posible que el papeleo se doble en cantidad tras sólo una noche?!
Mientras Jiang An muele su barra de tinta contra una piedra en forma de loto (un regalo del Líder de Secta Jiang), se pregunta fugazmente cuando retornará el Líder de Secta de su actual viaje a La Profundidad de las Nubes.
Probablemente no pronto, su mente ríe disimuladamente, está afuera para visitar a su querido esposo después de todo. Estoy seguro que tienen un montón de cosas de las que ponerse al día.
Cuando el Líder de Secta Jiang anunció su cortejo, y más tarde el subsecuente matrimonio con Zewu-Jun, la secta Jiang exhaló un suspiro de alivio pues el famoso estatus de perro solitario de su amado Líder de Secta por fin sería abolido.
Aunque bastantes carcajadas fueron compartidas por estas noticias, sus corazones se regocijaron genuinamente tras el festejo porque finalmente, finalmente, el Líder de Secta conseguiría la felicidad que merecía.
El líder de Secta Lan es renombrado a lo largo del territorio como alguien que es poderoso y justo, amable y protector; alguien que sabe cuándo ceder y cuándo luchar.
Es claro para cualquiera que tenga ojos cuánto ama el Líder de Secta Jiang al Líder de Secta Lan. Jiang An ha estado al lado del Líder de Secta Jiang por años ya, y de verdad, vio cuan duro trató de reprimir los bordes más afilados de sus manierismos para que así no causara daño al frágil estado mental en el que Zewu-Jun estuvo cuando concluyó con sus largos años de reclusión.
El alba apenas ha despuntado, pero Jiang An ya está inmerso en escribir una respuesta a la tercera solicitud de asistencia de los agricultores de Yunmeng que viven cerca de las fronteras, ya que carecen de la mano de obra necesaria para completar los preparativos necesarios para garantizar que estén listos para la próxima temporada de tormentas.
—Jiang An.
Eso en serio sonó como el Líder de Secta Jiang, piensa Jiang An mientras mantiene sus ojos pegados al papel, su mente profundamente enfrascada en la respuesta que está elaborando, pero eso no es posible porque se supone que está a millas de distancia en Gusu Lan, felizmente pasando el rato con su amado.
—Jiang An.
Qué, oh… oh.
—¡Líder de Secta Jiang!
Eleva su cabeza con un apresurado tirón; Jiang An está a medio camino de incorporarse de su asiento para ofrecer una reverencia a su Líder de Secta cuando se queda congelado, porque…
Porque el Líder de Secta Jiang se ve como la mierda.
Sólo ha sido una noche, no, ¡ni siquiera es adecuado decir una noche completa si el Líder de Secta retornó durante la noche!
¿Por qué el Líder de Secta ya está de regreso, luciendo diez años más viejo y completamente derrotado hasta los huesos?
Algo debió haber pasado. El líder de Secta rara vez luce tan agotado, a menos que…
—Líder de Secta Jiang, ¿está todo bien? ¿Hay algo que pueda…?
Jiang An nunca conseguirá terminar su oración, porque las siguientes palabras del Líder de Secta Jiang envían al resto de sus palabras a una muerte temprana y silenciosa.
—Jiang An, he decidido dimitir como Líder de Secta.
En los segundos que siguen, esos que expanden el silencio que ha caído entre ellos como una manta húmeda, Jiang An se queda viendo a su Líder de Secta, preguntándose si estaba escuchando cosas o si el Líder de Secta en verdad dijo que ya no quería ser el Líder de la secta Jiang..
—Dejaré el mundo de la cultivación una vez que la secta Jiang te sea cedida.
Jiang An sólo puede quedarse congelado como si estuviera suspendido en el tiempo, observando a Jiang Cheng con ojos desorbitados y una boca que cuelga abierta, con palabras que quieren salir pero son incapaces de ser vocalizadas.
—Me disculpo por la repentina decisión, Jiang An, y entiendo que sean noticias inesperadas, pero…
Jiang An no escucha o registra, no realmente, ninguna de las palabras que el Líder de Secta Jiang dice después de «noticias inesperadas».
No puede creer que… que el Líder de Secta Jiang esté refiriéndose a su dimisión como noticias inesperadas.
Todavía congelado como una estatua, sólo puede mantenerse observando a su líder de secta (el inquebrantable líder de secta que reconstruyó todo con sus propias manos…) mientras el Líder de Secta Jiang toma una profunda inhalación, destensa sus manos allí donde habían comenzado a hacerse puños, y dice:
—Salgamos a caminar.
Sintiendo que ha sido succionado a un mal sueño que, paulatinamente, está en camino de convertirse en una auténtica pesadilla, Jiang An sólo puede pararse y seguir al Líder de Secta Jiang cuando él se da la vuelta y sale del estudio, sus ropas ondeando detrás de él.
Jiang An siente que está caminando sobre nubes, porque ya nada se siente real.
Al caminar junto al Líder de Secta Jiang como usualmente hace, como lo ha hecho durante todos los años que han ido y venido, Jiang An descubre que el pavor lo está llenando en lugar del orgullo porque ahora… no sabe si esta será la última vez que sea capaz de caminar junto al Líder de Secta Jiang de esta forma.
Deja que el Líder de Secta Jiang guíe el camino a los muelles que están reservados sólo para el líder de secta y su familia, y se le ocurre que ya no hay nada más de lo que platicar fuera de ello.
A Jiang An se le ocurre que el Líder de Secta Jiang realmente se está yendo.
Caminar con Jiang An siempre ha sido algo que Jiang Cheng disfruta, la estable presencia de su mano derecha es algo que siempre ha complementado su apenas contenida ferocidad.
Admira su habilidad de mantenerse firme, inquebrantable ante la adversidad. Entre los ojos agudos, instintos tácticos naturales y cultivación poderosa de Jiang An, casi no hay duda de que, un día, él será el mejor candidato para guiar a Yunmeng Jiang a su siguiente era de gloria.
Raramente caminan en silencio, así que ahora la tranquilidad es ensordecedora. Jiang Cheng sabe que Jiang An debe tener una montaña de preguntas; cree saber cuáles son algunas de ellas, así que decide ahorrarle su pugna por expresar su confusión en palabras comenzando a explicarse.
—Yunmeng… y la secta Jiang, son mi orgullo y alegría, y siento gozo al saber que la prosperidad y la paz finalmente se han convertido en la norma una vez más. Sin embargo, estar aquí es… insoportable algunas veces, Jiang An, porque este lugar está lleno con nada más que memorias que de día se burlan de mí y de noche me atormentan en sueños.
»Cuando duermo, todo lo que veo son las flamas que consumen los pilares de los edificios, todo lo que oigo son los gritos de nuestra gente mientras eran masacrados por los Wens.
»Veo las sombras remanentes de mis deseos de la infancia cuando paso por los lugares donde recuerdo que mi padre le demostraba a un hijo que no era suyo todo el amor que ni una sola vez demostró a la familia que, de hecho, era suya.
Jiang Cheng habla larga y honestamente sobre sus sentimientos, sobre las cosas que lo arruinaron en distintas maneras a lo largo de los años. Habla de las cosas que ha perdido, de las personas que se marcharon, del hogar que fue arrancado de él a una edad de lejos muy temprana.
Por primera vez, Jiang Cheng les da a sus demonios una voz, los arrastra hacia el mundo exterior una palabra a la vez.
Es egoísta de su parte hacer que Jiang An escuche la lamentable historia de su vida, pero Jiang Cheng cree que por lo menos merece saber la verdad del por qué ha tomado esta decisión.
Cuando acaba, su garganta está seca y su voz se rasga por el sobreuso; Jiang Cheng está drenado porque se ha abierto de una forma que nunca ha hecho.
Cuando echa una mirada, la vista que lo recibe borra las palabras que le quedaban por decir fuera de su mente porque…
Porque Jiang An está llorando.
En todos los años que Jiang Cheng lleva conociendo a Jiang An, sólo lo vio llorar dos veces antes.
Una vez, cuando él también perdió a sus padres demasiado joven, y la otra cuando vio a Yunmeng caer.
Ahora, Jiang An está llorando otra vez y Jiang Cheng sabe la causa de ello.
Jiang Cheng quiere culparse a sí mismo, pero antes de que pueda hacerlo, se da cuenta que Jiang An no parece fastidiado con la penosa historia que acaba de decirle.
Jiang An llora, las lágrimas fluyendo en caída por su rostro, los sollozos rompiendo su armadura.
Entonces por qué… oh.
Jiang An, que también perdió a su familia y a su hogar —quién conoce el dolor que Jiang Cheng enterró en su corazón— está llorando por él.
Jiang An, quien posee un corazón de león para proteger al Muelle de Loto, que protege a Yunmeng con la misma tenacidad con la que lo hace Jiang Cheng, quien ama a sus compañeros discípulos ferozmente y los trata como a su familia, como a los hermanos y hermanas que nunca tuvo.
Él está llorando por Jiang Cheng
Entonces…
Entonces Jiang An, el siguiente Líder de Secta Jiang, hace una reverencia.
Mientras permanece en una inclinación baja, sólo dice una simple línea.
—Líder de Secta Jiang, por favor, cualquier cosa… lo que sea que necesite pedirme que haga, veré que sea hecho.
Jiang Cheng traga, porque hay un nudo en su garganta y casi no puede hablar en alto por miedo a comenzar a llorar una vez más. Así que avanza, sostiene a Jiang An desde su posición inclinada…
(Porque no hay nada por lo que Jiang An necesite inclinarse ante él.)
Sabe que no pudo haber escogido a un mejor líder para tomar su lugar.
Jiang Cheng se detiene, toma un momento para recobrarse a sí mismo.
Es real ahora. Realmente voy a hacer esto.
—Entonces… hay una sola cosa con la que solicitaré tu asistencia, Jiang An, y eso es…
En tanto Jiang Cheng elabora su petición, el rostro de Jiang An cambia desde el shock a la resignación, antes de que se establezca y termine en una silenciosa aceptación.
—De inmediato, Líder de Secta Jiang. Veré que este asunto sea manejado con la más absoluta discreción y eficiencia.
Jiang Cheng asiente en aprobación y suelta un tranquilo gracias antes de que Jiang An dé un paso atrás para comenzar con las preparaciones de la tarea que le ha encomendado
Aturdido, Jiang Cheng se queda viendo las aguas que lo rodean desde el muelle donde está parado, que chocan gentilmente contra los cimientos de madera de manera rítmica.
Pronto, tendré que afrontar la realidad de no tener un núcleo otra vez… y esta vez será permanente.
(Aunque, ¿realmente está listo para vivir como una persona débil y sin núcleo?)
Tal vez no, concede Jiang Cheng, porque sabe que su fuerza proviene de su núcleo y que sin eso, no hay mucho que quede de él. Sabe que entre los hombres comunes él será débil, porque otros han tenido todas sus vidas para encontrar distintas formas de ser fuertes a su manera, y Jiang Cheng no tendrá nada.
No nada, tendrás la oportunidad de forjar tu propia vida.
Eso no es nada.
(Cree en ti mismo.)
Jiang Cheng sabe que si quiere avanzar, que si quiere dar pasos sólidos hacia un futuro que le pertenezca enteramente a él, que venga sin las sombras dejadas por los deseos de otras personas, no puede detenerse y revolcarse por siempre.
Cuando sea libre, entonces tendrá todo el tiempo del mundo para reconciliarse con su miseria.
Pero hasta entonces, necesita mantenerse en movimiento.
Y así, Jiang Cheng se mueve.
Ha puesto las ruedas en marcha al instruir a Jiang An para que prepare el equipamiento necesario para la cirugía de extracción de núcleo y el subsecuente cuidado post-operación, pero eso tomará una semana para completarse porque hay muchas, muchas cosas que necesitan estar en su lugar si Jiang Cheng quiere ser capaz de recuperarse apropiadamente.
En el entretiempo, Jiang Cheng necesita empezar con la tarea que se asoma amenazante en su mente como una formidable montaña… y eso es comenzar a hacer algo con respecto a sus posesiones.
Si nada más, Jiang Cheng es muy bueno cuando se trata de planear y hacer la logística…
Tuvo que volverse proficiente en ello porque tenía una secta y personas que lo necesitaban.
Porque no hubo nadie, ninguna secta ofreció una mano amiga, así que el trabajo cayó solamente en sus ya agobiados hombros.
(Fue tan injusto, pero al mundo nunca le concernió ninguna de las dificultades de Jiang Cheng, así que ese se convirtió tan sólo en otro obstáculo que tuvo que conquistar por sí mismo.)
…y sabe que si quiere ser capaz de viajar rápido y ligero, sin dejar casi ningún rastro detrás de él, entonces necesita llevar tan pocas cosas como sea posible.
Necesita desvanecerse entre las masas sin rostro, mezclarse de tal forma que se parezca a cualquier otro viajero de paso a través de su viaje a cualquier lugar.
Y para eso, la primera cosa que Jiang Cheng necesita es deshacerse de todo lo que pueda ser usado para identificarlo, que pueda rastrearse de vuelta hacia él, problemático por el hecho de que necesita hacer esto de una forma que prevenga que ojos curiosos y oídos que escuchan a escondidas capten su esencia.
Así que eso hace.
Cuando sabe lo que necesita hacer, cuando tiene una clara meta a la vista, Jiang Cheng se mueve rápido.
(Es una pena que nadie más aparte de sus discípulos internos y su equipo se hayan dado cuenta de esto: el potencial tan vasto en él que rivaliza con el océano.)
Barre a través de sus habitaciones internas, colecta todo lo que es suyo y mueve todo al cuarto donde duerme.
Sus libros y varias chucherías están revueltos en un desastre enredado. En su tocador cuelgan piezas de joyería que le fueron dadas como su herencia (piezas que tuvo que desenterrar de tierras derruidas, ocultas lejos de manolargas y ojos que destellaban con avaricia) o como regalos que le fueron presentados con la esperanza de que el favor de Yunmeng pudiera ser ganado.
Después de todo, incluso si Jiang Cheng era despreciado, era innegable que las alianzas con Yunmeng Jiang siempre serían beneficiosas desde un punto de vista económico y diplomático.
Resopla en medio de su limpieza mientras piensa en el montón de mierda que se ha convertido en una especie de advertencia cuando sea que su nombre es mencionado.
«No importa a quién elijas ofender, no debes ofender al clan Jiang, y no importa a qué persona elijas ofender, no debes ofender a Jiang Cheng.»
Aquello no vino sólo por sus locas acciones en el pasado donde él persiguió cultivadores demoniacos con una intensidad que bordeaba la obsesión.
Oh, no, hay otro lado para esa historia.
Esas fueron las palabras susurradas en tonos acallados por sectas más pequeñas que competían por una tajada más grande en la torta figurativa y astutos mercaderes que trataron de estafar oro extra al hacer negocios con los mercaderes locales de Yunmeng.
Esas fueron las palabras susurradas de personas que trataron de armar un complot contra todo lo que Jiang Cheng se quedó para proteger, y perdieron. Jiang Cheng les enseñó una lección que aseguró que nunca intentaran pasarse de la línea otra vez.
Con un suspiro, Jiang Cheng toma todas sus piezas y ornamentos decorativos, y los vierte en conjunto en una pila reluciente que está consignada al almacén de la secta Jiang.
No puedo venderlos porque sería demasiado fácil que sean rastreados devuelta hacia mí… podría mejor usarlos para rellenar los cofres de la secta Jiang entonces. No puede ser dañino tener joyas y oro extra por ahí, ¿cierto?
Moviéndose, Jiang Cheng comienza a lidiar con las primeras dos grandes pilas de artículos que le pertenecen, donde están sus ropas… y también las ropas que otro día preparó para Xichen.
No, detente… no pienses en ello. No te pierdas a ti mismo.
Fuerza a su mente a alejarse de esos siempre dolorosos pensamientos, y decide que quizá será mejor si deja esos trajes que ni pertenecen a Xichen ni estaban destinados a ser suyos para que pueda hacerse cargo de ellos al último.
Fuera de su vista, fuera de su mente.
(Se pregunta si así era como Lan Xichen lo percibía: como nada más que un estorbo con el que necesitaba lidiar cuando sea que Jiang Cheng hacía sus apariciones no deseadas.)
Desliza sus manos a lo largo de las finas fábricas de las que están hechas sus túnicas formales, esas que vestía sólo en ocasiones donde era requerido, y se da cuenta que no ha habido una sola vez en que usar estas vestiduras le haya traído gozo.
Jiang Cheng decide que guardarlas no tiene sentido y pronto las empuja en la pila de lo que quemará luego. Gira hacia las ropas que componen sus atuendos más regulares; son los que usa para el entrenamiento y están viejos y desgastados, pero están hechos de una resistente tela, así que pueden ser rasgados y convertidos en trapos.
Va a través del resto de los artículos con impresionante eficiencia, y pronto se queda enfrentando la última pila, la parte que no quiere hacer.
Estoy tan cansado de estas memorias, desearía que tan sólo se detuvieran.
¿Realmente es demasiado pedir tener sólo u na … una simple memoria que sea buena?
(¿Para ti? Por supuesto que lo es.)
Jiang Cheng ni siquiera ha tocado un solo artículo de la pila de telas frente a él y aun así siente que ya ha perdido.
Se siente imposible, siente que ir a través de estas prendas es una tarea que lo dejará tambaleante, aspirando por aire mientras las raíces de la angustia cavarán por sí mismas todavía más profundo en él.
(Porque sabe que lo harán.)
Quiere hacerse una bola y desaparecer antes de que las memorias lo atrapen, antes de que sea forzado a lidiar con recordatorios de un matrimonio que evidentemente sólo él quiso.
«…un tiempo oportuno para algo de distracción así que…»
Jiang Cheng cae, temblando, y no hay nadie allí para atraparlo.
No sus padres, no Wei Wuxian, y ciertamente no Lan Xichen.
Nadie te ama.
(Tu amor nunca será suficiente. Tú nunca serás suficiente.)
Es necesario un largo momento antes que Jiang Cheng pueda recuperarse lo suficiente para continuar con la tarea. Tan tentado como está de posponer esto en favor de otros asuntos, Jiang Cheng sabe que la necesidad de superar esto es inevitable.
Es algo que necesitará hacer, necesitará cavar en las partes más profundas de su alma y arrastrar los últimos restos de coraje que todavía resplandecen débilmente como brasas a punto de extinguirse.
Necesita hacer esto por sí mismo.
Con eso en mente, Jiang Cheng comienza.
Una vez que hace un trabajo rápido con los regalos sin abrir que planeó llevar a Lan Xichen en su siguiente visita a La Profundidad de las Nubes al empujarlas directamente a la pila de ropas para quemar, siente como si una cadena dentro de él finalmente hubiera sido cortada; la presión creciente en su cabeza mitigándose al mirar los regalos descartados (descartados de la manera en que todos desecharon su corazón). Siente una vertiginosa mezcla de alivio y renuencia en guerra dentro de él.
Alivio al saber que su vida está plagada con un objeto menos que lo atormentará, pero renuentemente inmóvil a dejar ir un amor que nunca será suyo.
Jiang Cheng siempre ha amado los cuentos de hadas y las leyendas románticas, y en el centro de su corazón, anhelaba que un día también tendría un final feliz para él.
(¿Finales felices? Esos están reservados sólo para almas predilectas como Wei Wuxian, no para monstruos como tú.)
Sintiendo el familiar deslizar de la seda de loto entre sus manos, Jiang Cheng mira sus dedos topados contra los hilos de bordado en relieve y aspira hondo porque esta es la túnica que vistió la primera vez que él y Lan Xichen hicieron una aparición juntos en Yunmeng, en los dominios de Jiang Cheng…
El cielo pardo estaba rápidamente desvaneciéndose en la oscuridad como la tinta que venía con el anochecer, pero las calles estaban iluminadas con linternas moldeadas como lotos mientras los habitantes de Yunmeng Jiang comenzaban las celebraciones de un festival local que había sido celebrado por años en sus tierras.
Era un festival para agradecer y honrar a los dioses que presidían sobre las aguas que habían bendecido Yunmeng en tiempos pasados y presentes, ofreciendo tributos con sus más finos bienes y más amados manjares.
Como líder de secta, Jiang Cheng no estaba obligado a presentarse al festival sino hasta mucho más tarde, cuando el ritual de ofrenda tomara lugar. Sin embargo, ese año visitaría los mercados que salieron a lo largo de las calles y permeaban el aire con fragancias que hacían agua a la boca y se elevaban desde esas delicias. El ruido estaba amplificado hasta un nivel que sólo alcanzaba cuando Yunmeng estaba celebrando.
Yunmeng siempre había sido animado, pero cuando había motivos para celebrar; Yunmeng era vivaz en la forma en que acarreaba las brillantes linternas y los ecos resonantes de carcajadas. Efervescente con la felicidad de sus habitantes, un faro reluciente de éxito y prosperidad.
Ajustando sus ropas, suavizando una de sus túnicas exteriores favoritas (hechas de seda de loto tejido de lotos recogidos de las mismas aguas de Yunmeng, y bordados con intrincados lotos de nueve pétalos) y asegurándose de que las trenzas de su cabello estuvieran pulcras. Jiang Cheng sabía que sólo estaba perdiendo el tiempo, pero estaba nervioso.
Nervioso porque ese día… ese día, Lan Xichen visitaría los mercados con él. Estaría al lado de Jiang Cheng como la pareja que estaba cortejando.
(Aprehensivamente, se preguntó si Lan Xichen estaba de cerca tan nervioso como Jiang Cheng lo estaba justo en ese momento.)
Jiang Cheng sentía que su corazón estaba a punto de saltar de su pecho, porque esa sería la primera vez que aparecería en una festividad de Yunmeng con alguien más.
(Sería la primera vez que Jiang Cheng y Lan Xichen aparecerían oficialmente juntos, como una pareja.)
Como una pareja.
El pensar en ello provocó un frenesí de mariposas en su estómago y se sintió a punto de desmayar porque estaba así de nervioso.
Jiang Cheng se preocupó de todas las cosas que podían ir mal, que diría o haría algo tonto y pondría a Lan Xichen en una posición incómoda…
—Líder de Secta Jiang, el Líder de Secta Lan ha llegado.
Oh. Oh, él e… Lan Xichen está aquí.
Con un rápido asentimiento hacia Jiang An, Jiang Cheng se apresuró a su habitación y fue a donde sabía que Lan Xichen estaba esperando.
Por él.
(Lan Xichen estaba esperando por él. Por Jiang Cheng.)
Sintió una precipitación de calidez llenarlo cuando vio las agraciadas líneas de la figura de Lan Xichen aparecer mientras se acercaba a la sala donde los invitados de honor eran atendidos a su llegada.
Caminó hacia Lan Xichen, el hermoso y fuerte Lan Xichen que le había dado a Jiang Cheng una oportunidad...
(A veces, Jiang Cheng no podía creer que él fuera así de suertudo, que después de todo el infortunio en su vida, hubiera conseguido esto...)
Dentro de la privacidad de las paredes del Muelle de Loto, se inclinó hacia adelante, una sonrisa decorando sus labios al colocar un casto beso en la cálida mejilla de Lan Xichen.
—¿Vamos? —Jiang Cheng preguntó suavemente, mientras disfrutaba del suave confort de estar con Lan Xichen; parado cerca, saboreando el momento de simplemente estar juntos.
Con una sonrisa, Lan Xichen asintió, y juntos, salieron del Muelle de Loto e ingresaron en los exuberantes alrededores de Yunmeng.
Juntos, pasearon a través de variados puestos, deteniéndose intermitentemente para dejar que Lan Xichen observara con asombro en sus ojos mientras los vendedores elaboraban sus mercancías y preparaban convites tras deliciosos convites.
Jiang Cheng había estado en ese festival incontables veces cuando niño, pero aquí, con Lan Xichen, se sintió nuevo. Se sintió especial, el festival más brillante y hermoso de lo que alguna vez recordaba ahora que estaba con alguien que amaba a su lado.
Al pasar junto a un vendedor que ofrecía cajas de madera artesanales talladas con elaborados símbolos, Xichen pausó cuando sus ojos barrieron sobre una intrincada peonía colocada en una caja hecha de jīnsī nánmù [2] de alta calidad y murmuró…
—Oh, A-Yao habría amado esto.
Entonces, Lan Xichen levantó de golpe su cabeza; sus ojos amplios y en pánico cuando se encontró con la mirada fija de Jiang Cheng.
Jiang Cheng sintió algo rasgarse en la preciosa burbuja de felicidad que había construido con la simple línea que Lan Xichen había murmurado.
Era divertido, el cómo es que algo tan meticulosamente nutrido pudiera ser tan devastadoramente destruido en el espacio de un segundo.
Un parpadeo y él estaba devuelta a donde había iniciado.
Dolió.
Después de eso, las cosas habían sido forzadas, incómodas cuando debieron ser confortables; relajadas como las interacciones entre un pareja en proceso de cortejo debería haber sido. Jiang Cheng demasiado aturdido para decir algo, tratando lo mejor que podía para no dejar que sus sentimientos lo sobrecogieran por temor a que tan sólo se derrumbara en medio de una calle del vibrante corazón de Yunmeng.
Ahora, Jiang Cheng sabe que en ese entonces, la sonrisa de Lan Xichen no había alcanzado sus ojos realmente.
Sabe que los ojos de Xichen habían mantenido una esperanza vana; deseando, queriendo que alguien más estuviera de pie en el lugar donde Jiang Cheng estuvo parado.
Todavía duele, la herida fresca y punzante incluso cuando fueron años atrás, cuando Lan Xichen todavía se había estado recuperando y Jiang Cheng eventualmente había tratado la situación como él había pensado que era; Lan Xichen sin ser realmente capaz de extraerse a sí mismo de los remanentes de un pasado feliz que fue arrancado de él demasiado pronto.
Lo aceptó con la esperanza de que un día, sería Jiang Cheng a quien Lan Xichen recodaría cariñosamente cuando viera ese tipo de adornos.
(¿Con cariño? ¿De ti? Nunca.)
Es demasiado, y Jiang Cheng sabe no puede seguir así porque si lo hace, realmente acabará para él cuando, eventualmente, se ahogue con el peso de su propio dolor.
Así que Jiang Cheng deja ir.
Pieza tras pieza, Jiang Cheng revive los momentos y eventos que abarcaron la duración del periodo de cortejo suyo y de Lan Xichen. Recuerda la efímera felicidad y arrastra dolores que están entrelazados en el tejido mismo de su relación con Xichen. Y cuando alcanza el final de la pila horas después, se da cuenta que la felicidad que creyó les pertenecía a “ellos” era imaginaria.
Una ilusión que Jiang Cheng había creado para sí mismo cuando la realidad era que todo había sido claramente unilateral.
(Unilateral, como el amor de Jiang Cheng.)
El cielo está oscuro cuando Jiang Cheng finalmente se detiene a descansar.
Está drenado, pero en una forma que lo deja sintiéndose vacío, mas no hueco; como una copa que ha sido vaciada.
Con su mente empañada por el cansancio, Jiang Cheng piensa en Lan Xichen, se pregunta si está bien, si ha comido durante el día…
Se pregunta si Lan Xichen lo ha extrañado en lo absoluto.
(¿Pensarás en mí, Lan Xichen?)
Jiang Cheng quiere, terriblemente, ser capaz de dejar ir así como así, pero su amor por Lan Xichen se ha vuelto insondable, las raíces de lejos hundidas hasta las profundidades de su corazón. No hay forma… es imposible para él parar de amar a Lan Xichen así como así.
Cuando siente que no puede seguir más, cuando siente la sensación de vacío inclinarse hacia la vacuidad, una pequeña voz que suena sospechosamente como A-jie habla de repente en su cabeza:
—A-Cheng, cuando las cosas sean difíciles, sólo hazlo lo mejor que puedas. Comienza con pequeños pasos y las cosas eventualmente funcionarán.
Con las palabras de su hermana en la cabeza, Jiang Cheng se recompone, empuja hacia adelante…
Un paso a la vez.
Está casi allí.
Los siguientes días pasan en un borrón mientras Jiang Cheng trabaja sin descansar para inventariar todo lo que es suyo y decide qué puede ser vendido, quemado o guardado. Los días fluyen sin parar y, más de una vez, Jiang Cheng ha comenzado a trabajar en las horas tempranas sólo para detenerse, respirar y darse cuenta que él sol ya se ha ocultado.
Al final de la semana, Jiang Cheng se acerca al final de su trabajo y está actualmente observando un bloque prensado de míngqián lóngjǐng [3] —el té favorito de su madre— y recuerda días más felices en un pasado ya hace tiempo ido donde se había sentado con A-jie y A-niang bajo uno de los pabellones en el Muelle de Loto, disfrutando del té con pequeños aperitivos y manjares tradicionales.
Justo cuando Jiang Cheng decide que lo añadirá a la escasa pila de posesiones que intenta llevar con él, Jiang An aparece en frente de sus aposentos y dice con solemnidad:
—Líder de Secta Jiang, las preparaciones han sido completadas.
Deposita el bloque de té, pausa, se calma a sí mismo…
Entonces gira hacia Jiang An y responde mientras el temor lo llena.
—Comencemos.
Notes:
Notas de la autora original:
[1] Shichen: (https://en.wikipedia.org/wiki/Chinese_units_of_measurement#Time) Un shichen es más o menos equivalente a dos horas.
[2] Jinsi Nanmu: (https://en.wikipedia.org/wiki/Nanmu) Lit. Hilo dorado nanmu. La madera de nanmu de alto grado tiene una apariencia reluciente y luce como hilos de oro en la madera. Nanmu es un tipo de madera preciosa y es realmente costosa.
[3] Mingqian Longjing: (https://en.wikipedia.org/wiki/Longjing_tea) Enlacé el artículo de la wiki por si alguien está interesado en leer más sobre el té longjing, pero para resumir, el té longjing es un tipo de té verde de alta calidad y algunos de los lotes más preciados de té longjing son los que se cosechan antes del festival Qingming.
[4] 一步一个脚印: Cada paso deja una huella; sé que la frase para este capítulo parece bastante mundana, pero la escogí porque mucho de lo que Jiang Cheng tenía que trabajar a lo largo de este capítulo es algo así como… el lado poco atractivo de sanar donde lidiar con tu propio equipaje emocional es algo que exhausta y drena, pero tienes que seguir empujando hacia adelante, un paso a la vez.
Chapter 3: Sin dolor, no hay ganancia
Summary:
Jiang Cheng experimenta su segunda extracción de núcleo y finalmente toma su primer paso hacia un futuro que no es de nadie más que suyo.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Bajo los árboles de sauce, los lotos florecen
por
吃得苦中苦 , 方为人上人
Soportando gran dolor es como uno asciende; Sin dolor, no hay ganancia
Es divertido, el que Jiang Cheng no recuerde realmente mucho de la cirugía en sí, no más allá de cuán significativo sería el rol que ésta jugaría en la forma en que su vida continuaría.
Jiang Cheng recuerda llegar con Jiang An a la habitación alejada de las alas principales del Muelle de Loto, recluida y oculta de la vista. Recuerda quitarse sus ropas, doblarlas con pulcritud y tratar de reasegurarse a sí mismo que todo estaría bien.
Que podría hacer esto. Por sí mismo.
Recuerda asentir su certeza a Jiang An, después cerrar los ojos; la última cosa que sintió fueron las manos de sus más confiables y capaces curadores presionando varios puntos en su cuerpo mientras su energía espiritual era sellada. Y entonces...
Nada.
Jiang An apenas y puede respirar.
Es sólo que está tan preocupado, le destroza los nervios estar en la misma habitación que el Líder de Secta Jiang mientras su carne es abierta y observar a los sanadores despegar su núcleo dorado un corte preciso a la vez.
Lo lastima el ver la sangre fluir de la herida de su líder de secta, porque sabe que cuando la herida sea finalmente cosida horas más tarde, el Líder de Secta Jiang nunca será el mismo otra vez.
Incluso con los mejores de sus sanadores, la cirugía todavía tomará un día y una noche completos. No hay lugar para errores, porque un sólo movimiento en falso significará que tanto el núcleo dorado como el Líder de Secta Jiang serán borrados del mundo.
No sabe qué duele más: si el pensar que, de morir el Líder de Secta Jiang, las únicas personas que llevarán el luto apropiadamente por él ni siquiera serán sus personas amadas; o que las personas que el Líder de Secta Jiang amó con todo su corazón tan solo aceptarán su muerte y seguirán con sus vidas, dejándolo detrás como siempre han hecho.
La verdad es que Jiang An no necesita estar aquí sino hasta el anochecer, cuando la hora de realizar la tarea que necesita hacer llegue. Pero no es capaz de tan sólo mantenerse lejos y pretender que todo está bien y normal. No cuando su líder de secta está reposando en una fría y estéril habitación y Jiang An ni siquiera está del todo seguro de si lo verá despierto otra vez.
La cirugía apenas ha comenzado, pero Jiang An siente como si hubiera estado parado aquí por horas. Los minutos se arrastran agonizantemente lento y cuando ya no puede seguir soportando ver la sangre del cuerpo del Líder de Secta Jiang derramándose (está tan quieto, tan extremadamente quieto…), Jiang An finalmente sale de la habitación.
Sabe que Yu Xiang’er estará aquí pronto, que la única razón por la que no está al lado del Líder de Secta Jiang tal como Jiang An lo estuvo hasta hace pocos momentos atrás es porque ella estaba preparando diligentemente infusiones y cataplasmas que serían necesarios en el momento en que la cirugía estuviera hecha.
Sabe que cuando Xiang’er llegue para hacer guardia en el lugar en que estuvo tan sólo momentos atrás, ella lo hará con la intensidad silenciosa que tanto Jiang An como el mismo Líder de Secta Jiang siempre han encontrado reconfortante.
Así que Jiang An se retira, no sin antes permanecer en frente de las puertas cerradas un poco más, con pasos silenciosos y un ritmo ágil, hacia las habitaciones privadas que por décadas han sido los aposentos personales del Líder de Secta Jiang y ve el cofre que está buscando asentado a la mitad del piso del dormitorio.
Es un cofre hecho completamente de zǐtán [1], casi completamente cubierto con hechizos de protección. Jiang An se queda viendo el cofre, recordando las instrucciones del Líder de Secta Jiang…
«…cuando veas el cofre, revisa los talismanes que he colocado sobre él y asegúrate de que no haya nada malo con ellos. Después de eso… sólo déjalo caer en las aguas afuera de mis habitaciones.»
Y así Jiang An camina hacia adelante, analizando con ojo crítico las costuras selladas del cofre, allí donde la tapa se une con el cuerpo, y deja caer un poco de su propia energía espiritual dentro de los sellos para que así se sostengan mejor, con más fuerza, por más tiempo.
De esa manera, las cosas dentro estarán justo como lo están ahora, por si algún día el Líder de Secta Jiang regresa.
(Aunque, ¿el Líder de Secta Jiang realmente querrá regresar?)
Jiang An recuerda la voz de Líder de Secta Jiang quebrándose mientras dejaba salir sus aflicciones, el absoluto dolor recubriendo sus palabras, la crudeza de su honestidad que dejó a Jiang An tambaleándose en los muelles.
Él no sabe… no sabe cómo es que el Líder de Secta Jiang se las ha arreglado para resistir por tanto tiempo… con tanto dolor…
(Lo hizo por ti, por Xiang’er, por la secta Jiang… por Yunmeng.)
Y haré esto por él… porque por ahora esto es todo lo que puedo hacer por él, piensa, elevando la caja que, está bastante seguro, contiene algunos de los objetos más significativos que se esparcieron a lo largo de la línea de tiempo de vida del líder de la secta Jiang y…
¡Splash!
La caja se hunde rápido y ahora Jiang An sabe por qué el Líder de Secta Jiang ha escogido un cofre hecho completamente de zǐtán. Afamado por ser más denso que el agua, no muchas otras cosas podrían hundirse más rápido que un cofre hecho enteramente de esta madera preciosa; no dejando tiempo para arrepentimientos al momento en que el cofre toque el agua.
En no mucho más que un pestañeo, el cofre se ha hundido, y con él, partes de la vida del Líder de Secta Jiang.
Jiang An quiere permanecer aquí, quiere quemar la posición en donde el cofre se ha hundido en los más profundos recesos de su mente, pero en cambio mira hacia arriba, hacia el cielo del atardecer que se va desvaneciendo en un crepúsculo. Y retorna, porque hay más que necesita hacer por el Líder de Secta Jiang justo ahora.
Trata de no pensar demasiado en ello, en el hecho de que dentro de poco, él será aquel que sostendrá el núcleo dorado del Líder de Secta Jiang en sus manos mientras lo envuelva en un talismán del que no sabe casi nada.
Él apenas se enteró de ello algunos días atrás, cuando el Líder de Secta Jiang los buscó a él y a Xiang’er, confiándoles una caja que contenía nada más que notas con instrucciones, un talismán desconocido y un montón de hierbas que fueron entregadas a Xiang’er.
Jiang An tan sólo tuvo días para leer a través de las instrucciones para usar el talismán, pero se detuvo a estudiarlo por horas, hasta que los días sangraron en la oscuridad de la noche. Lo asustó, pero el Líder de Secta Jiang le garantizó que no había de qué preocuparse, y sin importar qué, Jiang An siempre creería en el Líder de Secta Jiang.
Así que, incluso si no sabe qué exactamente es lo que está envolviendo alrededor del núcleo dorado del Líder de Secta Jiang, Jiang An se asegurará de completar la tarea apropiadamente, con una mente en calma y manos firmes, porque eso es lo que se le fue pedido.
(Porque eso es lo que el Líder de Secta Jiang merece.)
No decepcionará al Líder de Secta Jiang, justo como el Líder de Secta Jiang jamás ha decepcionado a ninguno de ellos.
Jiang Cheng despierta aturdido, la bruma del sueño removiéndose de su consciencia muy lentamente. Cuando el velo del dolor se retira lo suficiente para que sea realmente capaz de pensar con coherencia, se da cuenta de que todavía no puede moverse.
Todo duele casi demasiado para que él sea capaz de moverse, y es sólo tras una súplica reservada de Jiang An («Líder de Secta Jiang, por favor sólo acuéstese y descanse. El moverse sólo agravará sus heridas y entonces éstas tardarán mucho más en sanarse.») además de unas cuantas miradas afiladas de Xiang’er que Jiang Cheng cede y eventualmente renuncia a sus planes de incorporarse.
Acostándose por sí mismo en la penumbra de la habitación, iluminada únicamente por el centelleante resplandor de una vela, Jiang Cheng se siente tan débil que odia la sensación, así que trata de halar de su núcleo dorado y…
Oh.
Su núcleo… no, el núcleo dorado de Wei Wuxian se ha ido.
Ya no está en él… porque… porque él hizo que fuera sacado.
De repente, la realidad de ello se eleva como una ola en la marea y se estrella contra Jiang Cheng, dejándolo falto de aire mientras intenta y pierde la lucha contra la histeria que crece en él.
No tiene un núcleo dorado, no tiene un núcleo dorado, no tiene…
(Recuerda cómo, una vez, despertó en esta misma realidad, excepto que las cosas han cambiado. Él consiguió un núcleo dorado de vuelta, pero ahora…)
En el siguiente segundo, el previo silencio tranquilo de la habitación es roto por el grito angustiado de Jiang Cheng.
El da alaridos, azota el lugar donde reposa cuando se da cuenta de lo que ha hecho.
Jiang Cheng grita y grita, porque ahora no tiene un núcleo dorado y ahora está sintiendo el mismo tipo de vulnerabilidad que sólo una vez en su vida sintió de verdad…
Excepto que ahora el ya no tiene un hermano y él único que ha escogido este camino no fue nadie más que sí mismo.
Oh, Jiang Cheng piensa, fui yo.
Yo hice esto. Me hice esto a mí mismo.
La pelea se drena de él como una burbuja que ha reventado, mientras ese conocimiento se mete en cada rincón de su espíritu quebrantado.
Se estremece, mientras siente la humedad deslizándose por sus ojos y trazando líneas a través de la piel de su rostro. Se siente surreal, acostado allí sin un núcleo dorado, sabedor de que no fue nadie más que él mismo quien creó esta realidad.
Él ha hecho esto, él realmente ha hecho esto. Él ha perdido algo una vez más.
(Y esta vez, la culpa no reside en nadie más que tú mismo.)
Jiang Cheng llora ahora, deja que sus lágrimas corran libremente mientras solloza por todo lo que ha perdido, por todas las cosas de las que fue culpado por el simple hecho de que no fue el favorecido, por todas las personas que prometieron amarlo y que luego se fueron, por todo el daño que enterró dentro de él después de aprender que todo lo que construyó era visto como algo que sólo fue posible por el ultraje que sufrió en manos de alguien que veía como un hermano.
Cuando Xiang’er y Jiang An lo alcanzan, encuentran que su una vez indomable Líder de Secta Jiang se ha ido y en su lugar está sólo Jiang Cheng, el asustado y joven chico que ha perdido demasiado en muy poco tiempo y a quien las personas que deberían haberlo amado no le demostraron suficiente amor.
Entonces ellos lo acogen en sus brazos, permitiéndole dejar que sus lágrimas se sequen mientras él llora por la infelicidad que ha ensombrecido su vida desde el momento en el que nació en este mudo. Con la esperanza de que, entre ellos, puedan abrazarlo lo suficientemente fuerte para mantener sus piezas rotas unidas antes de que él encuentre la fuerza para reconstruirse a sí mismo.
Pasan horas antes de que Jiang Cheng se calme, pero Jiang An y Xiag’er no dejan su lado ni siquiera un momento. Se sientan, pegados a cada uno de sus costados mientras se presionan a sí mismos cerca y ofrecen todo el consuelo que pueden; un interminable suministro de cálidos abrazos y un silencio imbuido con un tranquilo entendimiento porque ellos saben que, justo ahora, Jiang Cheng tan sólo necesita personas que estén allí.
Por él.
Eventualmente, cuando ya es entrada la noche y la luna se alza en lo alto de un cielo estrellado, las lágrimas de Jiang Cheng disminuyen y su respiración se iguala en respiraciones profundas y consistentes. Es sólo entonces que Jiang An y Xiang’er aflojan su agarre colectivo de Jiang Cheng, porque ellos saben que lo peor de la tormenta ya ha pasado, que ellos estuvieron allí justo al lado de Jiang Cheng mientras él capeaba la vorágine de emociones que finalmente hicieron un resurgimiento tras años de ser mantenidas ocultas, lejos y bajo llave.
Esta vez, cuando Jiang Cheng despierta, se siente adormecido.
Siente como si no quedara nada de él, como si no quedara nada para él ahora que es sólo Jiang Cheng. Los bordes de su alma todavía punzan, cortan donde fueron fragmentados después de que él se permitió a sí mismo derrumbarse.
Es una muestra de debilidad de su parte, pero justo ahora, Jiang Cheng no desea otra cosa más que ver la gentil sonrisa de Lan Xichen, quiere sentir el fuerte tirón de sus manos mientras lo guía hacia un abrazo que arrulla a sus demonios hasta dejarlos dormidos.
(Él no está aquí. Nunca estará aquí para ti.)
Puede que Lan Xichen no haya estado aquí para ti, pero hubo otros que sí. Recuérdalos en su lugar; recuerda la forma en que te sostuvieron, la forma en que permanecieron a tu lado.
Jiang Cheng piensa en Jiang An y Yu Xiang’er, lo mejor de su equipo, quedándose a su lado resolutamente mientras él se permitía desmoronarse después de todos los años que gastó tratando de mantenerse en una pieza.
(Quedándose a su lado de la manera en que ni Lan Xichen ni Wei Wuxian hicieron.)
Sus ojos arden con cada pestañeo, la piel alrededor de ellos está sensible e hinchada mientras que sus mejillas están secas e irritadas; sin duda el resultado de las horas que ayer pasó llorando.
Jiang Cheng sabe que debería sentirse débil, avergonzado y vencido, todas las cosas que usualmente siente después de llorar, pero ahora… ahora sólo se siente drenado, como si hubiera sido purgado desde adentro y dejado limpio y vacío como una taza recién lavada.
Él respira y suspira ante lo ligero que se siente.
Jiang Cheng no puede moverse mucho con su herida todavía sin curar (no puede curarse tan rápido como una vez pudo, porque ya no hay un núcleo dorado dentro suyo ahora), así que se resigna a una tarde de ser dejado solo con sus pensamientos.
Para su sorpresa, esta parece una idea ante la que no se siente tan reacio como lo estuvo alguna vez, así que esta vez no lucha contra su mente mientras ésta se desliza a través de sus pensamientos, y cuando sus cavilaciones halan del cúmulo de eventos que hicieron su cirugía posible hacia la parte delantera de su mente, Jiang Cheng lo deja ser.
Cerrando sus ojos y permitiendo que su mente reconstruya la secuencia de eventos que datan de hace tres años, comenzando con el momento en que el general fantasma de Wei Wuxian decidió que era de vital importancia el que Jiang Cheng supiera sobre los orígenes del núcleo dorado en él.
Él recuerda querer reírse a carcajadas mientras Wen Ning le decía que debería estar agradecido por un núcleo dorado que ni siquiera pidió. Queriendo preguntar de qué mierda es que debería estar agradecido.
¿Por haber sido ultrajado? ¿Porque le mintieron? ¿Por haber sido engañado por alguien a quien llamó “hermano” durante la mayor parte de su vida?
Fuera de cualquiera que estuviera presente en la cirugía de transferencia, él único que no sabía sobre ello ni consintió ello, fue él.
El único cuya carne fue abierta y a quién le insertarían un núcleo dorado que ni quería ni había pedido.
(Aunque es divertido que nadie pareció creer que su opinión fuera digna de ser escuchada. Sólo la palabra de Wei Wuxian cargó algún tipo de peso, como siempre había sido.)
Él casi había sido empujado al borde de la locura entonces, sus inseguridades en guerra con la nueva información que de alguna manera lo hizo descubrirse a sí mismo desempeñando el rol de un tonto ingrato otra vez, justo igual de la forma en que Wei Wuxian no podía seguir adelante sin jugar a ser el héroe ni por un maldito día.
Se preguntó porque nadie le cuestionó la razón por la que él había perdido su núcleo dorado en primer lugar.
(Porque nadie se preocupa por ti.)
Por los siguientes años, Jiang Cheng pasó horas investigando intensamente la posibilidad que él tenía de ser capaz de cultivar un núcleo dorado otra vez, desde cero, a su edad. Se encontró con una falla tras otra, sin nunca encontrar las respuestas que él quería y sin importar cuán lejos o cuán extensamente buscara.
Originalmente, Jiang Cheng pensó que él tenía años para dirigir su búsqueda y no anticipó ni en sus más locos sueños que él estaría en el estado en que se encontraba en ese entonces.
Enfrentado a una elección de, o bien abandonar su larga búsqueda en curso y continuar viviendo con un núcleo dorado que no era suyo, o cortar sus pérdidas y pagar la deuda que él no sabía que tenía. Jiang Cheng tomó su decisión sin dudar.
Jiang Cheng está agradecido ahora, por los dos encuentros que él ha tenido con la desde siempre elusiva Baoshan Sanren. No lo había entendido entonces, pero tal y como ella dijo, un día las cosas en la caja serían de utilidad. Jiang Cheng no puede evitar que sus ojos se desvíen hacia la nada, su mirada afilada reemplazada con una distante mientras su mente rememora los eventos que tuvieron lugar en el transcurso de unos cuantos meses.
Habían sido meses desde que la investigación de Jiang Cheng para buscar las posibilidades de re-cultivar un núcleo dorado habían comenzado y cada falla y esperanza frustrada sirvieron sólo para desalentar su espíritu; haciéndole más y más difícil mantener los parpadeos de esperanza vivos en su corazón.
Ni en sus más salvajes sueños podría haber pensado que su camino se cruzaría con la fuera de este mundo, Baoshan Sanren.
Jiang Cheng había encontrado su montaña una vez en el pasado, por mera coincidencia, en uno de sus viajes cuando se había aventurado lejos después de que sus hombres habían hecho un campamento para comprobar sus alrededores y asegurarse de que nada realmente peligroso estuviera acechando en la sombras, esperando por una oportunidad para atacar.
Entonces vio una sombra centellar en la periferia de su vista y el azotó, Sandu desenvainada y elevada en un ángulo recto frente a él, chispeando bajo la fría luz de la luna, con sus sentidos alerta.
Al ver el fragmento de oscuridad desaparecer hacía abajo, por el pequeño camino de tierra que divergía de la ruta principal en la que Jiang Cheng estaba, él apenas había tomado el primer paso en la tierra con la intención de perseguirlo cuando su visión fue repentinamente bloqueada por la espesa niebla blanca que había aparecido con rapidez.
Incapaz de ver nada a excepción de unos cuantos pasos del camino frente a él, Jiang Cheng prefirió avanzar, su corazón latiendo con cada paso. De repente, la niebla se diluyó y la vaga silueta de una figura se hizo visible, parada sólo a unos cuantos pasos de él. En ese entonces, él no había visto más que una silueta, brumosa por la lluvia neblinosa, pero él había sabido que era ella.
No había duda ante la tranquila pero poderosa aura que emanaba de ella mientras yacía allí parada y quieta, como si fuera una estatua. Cubierta de blanco, su rostro obscurecido por un wéi mào [2], su porte regio.
Era Baoshan Sanren, la cultivadora inmortal que vivía en una montaña celestial.
Ocultando su confusión, Jiang Cheng se había detenido donde estaba y la encaró allí de pie, tal y como era común en él, y tras largos momentos de silencio en que ninguno de ellos se movió, Jiang Cheng había inclinado su cabeza y ofrecido una silenciosa disculpa por disturbar la paz de su montaña.
Se había dado la vuelta para retirarse, porque lugares como los suyos no estaban hechos para personas como él, pero fue detenido por palabras inesperadas.
—Jiang Wanyin, el camino a mi montaña sólo llega a aquellos que tienen una necesidad.
Jiang Cheng se dio la vuelta entonces, anonadado…
—Regresa de nuevo en tres meses a partir de ahora y trae contigo un loto de luna cuando lo hagas. Tengo algo en mi posesión que será de uso para ti algún día.
Extrañamente, antes de que su mente pudiera siquiera formular una respuesta apropiada, Jiang Cheng había sentido sus ojos volverse pesados, su visión oscureciéndose, y cuando se sacudió a sí mismo para estar de nuevo alerta, frotando sus ojos para poder pensar bien, se congeló…
Porque estaba parado a tan sólo un poco de distancia de dónde sus hombres habían armado un campamento. Jiang Cheng se sintió desorientado y cuando estaba a punto de dirigirse hacia la dirección que había tomado hace poco, Jiang An había aparecido a su lado, preguntando si todo estaba bien.
Jiang Cheng escogió abandonar su intención de tratar de encontrar el camino de nuevo y en su lugar regresó al campamento con Jiang An, después de una larga y persistente mirada hacia las lóbregas sombras del bosque.
Entonces la vida había seguido como siempre lo había hecho, pero Jiang Cheng nunca había sido capaz de apartar aquel encuentro de su mente.
Había querido compartir esto con su esposo para ver qué pensaba él, pero cuando sea que Jiang Cheng estuvo a punto de traer a colación el tema, una misteriosa sensación siempre había halado de sus entrañas; tuvo la corazonada de que esto era algo de lo que no debía hablar con nadie.
Así que lo guardó para sí mismo, nutriendo en secreto el loto de luna que Baoshan Sanren había mencionado. El loto de luna existía como un mito entre los hombres comunes, pero era uno de los secretos más celosamente guardados del clan Jiang que los lotos de luna eran de hecho reales y podían ser cultivados dadas las condiciones apropiadas.
El legendario loto de luna crecía en aguas densas con energía espiritual y era cultivado solamente bajo el resplandor de la luna. Sólo una flor de miles de semillas podría sobrevivir hasta la madurez.
El conjunto específico de instrucciones usado para cultivar lotos de luna estaba en un texto sagrado en las bibliotecas del Muelle de Loto, accesible sólo a Jiang Cheng, Jiang An y Yu Xiang’er: su sucesor y la jefa de las Arañas, respectivamente.
Sucedía que el loto de luna era algo con lo que Jiang Cheng estaba familiarizado, pues A-niang se había interesado en ello e investigado como un pasatiempo alternativo. Jiang Cheng recordaba escapar de tardes húmedas para sentarse con ella en su estudio privado, localizado en lo profundo de sus aposentos y oculto lejos de la pegajosa humedad del aire de verano.
Era un hecho casi desconocido acerca de Yu Ziyuan, pero ella estaba increíblemente versada en las hierbas y venenos medicinales; había mantenido una amplia colección de especímenes raros en sus aposentos privados.
Las Arañas entrenadas por ella eran extraordinariamente talentosas con los venenos y también extremamente expertas en medicina también. El que los sanadores de Yunmeng fueran tan talentosos en su trabajo siempre atrajo la sospecha de las otras sectas, pero la secta Jiang siempre guardó silencio en ese aspecto.
Incluso Wei Wuxian no había sabido, porque Jiang Fengmian había dejado claro que no estaba interesado en nada de lo que su esposa mostrara interés o sobre lo que ella tuviera bajo su control.
Sólo fue muchos años después, cuando Jiang Cheng creció en los zapatos que se suponía debía llevar, que se dio cuenta que esa había sido la perdición de su A-die, porque A-niang pudo haber sido su más grande fuerza, mas la dejó deslizarse entre sus dedos porque Jiang Fengmian carecía de la fortaleza mental para sobrepasar sus propias expectativas no cumplidas de un futuro que creyó debió haber sido suyo.
Cuando el loto de luna fue cosechado por Jiang Cheng bajo una clara luz de luna, lo resguardó con hielo y encajonó antes de escabullirse del Muelle de Loto, regresando al extraño bosque en donde recordaba se había dado el extraño encuentro. Cuando tocó tierra, el bosque parecía inquietantemente tranquilo, ni una sola hoja crujiendo en la silenciosa oscuridad.
Dejó que sus pies lo guiaran hacia el camino y mantuvo su atención enfocada en sus alrededores, ojos moviéndose de un lado a otro mientras respiraba más lento, más silencioso…
¡Crack!
Al sentir que la rama bajo sus pies cedía con un resonante crujido cuando todo su peso la partió; Jiang Cheng jadeó con fuerza, demasiado tenso por estar en un lugar que era demasiado silencioso, demasiado quieto. Entonces vio hacia abajo y…
Una fría brisa se deslizó por el dorso de su mano y cuando Jiang Cheng elevó su mirada de golpe, estaba…
Estaba de vuelta en el lugar donde se había encontrado por primera vez con Baoshan Sanren. Una sensación de déjà vu lo recorrió vertiginosamente. Se sintió a la deriva, como si su pasado y su presente se hubieran mezclado en una línea de tiempo turbia; fue incapaz de determinar con precisión si los recuerdos de su anterior encuentro habían superpuesto a su realidad actual.
—Jiang Wanyin, has regresado.
Recolectando sus ideas, Jiang Cheng elevó sus ojos y se enfrentó a la intensa y penetrante mirada de Baoshan Sanren.
—Te he traído el loto de luna.
Ni una palabra más, ni una palabra menos. Baoshan Sanren no parecía ser alguien que favoreciera el perder el tiempo en adulaciones banales y palabras innecesarias, así que Jiang Cheng mantuvo sus oraciones concisas, expresando exactamente sólo aquello que necesitaba.
—Ven.
Con ello, se dio la vuelta y caminó más allá, hacia el camino brumoso, desvaneciéndose en el abrazo de la niebla. Jiang Cheng se había apresurado entonces, su cerebro dándole una patada a su cuerpo para que se pusiera en marcha y siguiera sus huellas antes de que perdiera de vista las flameantes ropas blancas de Baoshan Sanren a medida que ella avanzaba más y más dentro de la montaña celestial que ella llamaba hogar.
Llegaron a una simple cabaña, aunque ella no lo invitó a pasar. En su lugar, fue instruido para esperar afuera en tanto ella recolectaba lo que sea que intercambiaría con él por el loto de luna.
Jiang Cheng no quiso sentirse de esa manera, pero no pudo evitar que la pequeña voz en la parte trasera de su mente comenzara a hablar repentinamente, preguntándose si Wei Wuxian hubiera sido cálidamente bienvenido en esa montaña, donde su madre había sido una vez una amada estudiante.
Trató de apabullar esa pequeña voz, porque ese no era el momento ni lugar para dejar que sus inseguridades corrieran desenfrenadas. Además, si n importar que su lado mezquino estuviera enfurruñado con el trato preferencial que su hermano siempre había recibido, Jiang Cheng sabía mejor que nadie.
Sabía que incluso si Wei Wuxian estuviera allí, esto sólo podría haberle servido para recordar a una madre que había perdido demasiado joven, a una familia feliz que le había sido arrebatada por el destino demasiado pronto.
Wei Wuxian había sido bendecido, pero había sufrido su parte de infortunio antes de que el destino decidiera que un alma como la suya debería estar destinada a ser bendecida en lugar de maldecida. Y Jiang Cheng podía entenderlo, porque el alma de Wei Wuxian era brillante, deslumbrante en su resplandor, así que las personas no podían evitar ser atraídas hacia ella como las polillas a una flama.
Jiang Cheng sabía dónde residían las diferencias entre él y su hermano: si Wei Wuxian era una radiante luz, Jiang Cheng era la oscuridad lobregosa; odiado por muchos e incapaz de sostener algo bueno.
El suave rechinido de la puerta de la cabaña abriéndose sacó a Jiang Cheng de sus pensamientos. Enfocó su atención otra vez en Baoshan Sanren… y el paquete que estaba en sus manos.
—Jiang Wanyin, la caja contiene instrucciones y materiales que eventualmente serán de uso para ti. Ábrela cuando quieras para estudiarla, pero el tiempo para usarla vendrá a ti naturalmente.
Una vez que se la entregó a Jiang Cheng y aceptó el loto de luna, ella continuó.
—Quizá te sorprendas por lo que vayas a ver, pero no dejes que tu sorpresa haga que te precipites. Hay un tiempo y un lugar para todos los acontecimientos en el mundo y las cosas que están destinadas a ser, serán.
»Puedes correr lejos de tus demonios, pero no podrás escapar en tanto te aferres a algo que no ves como tuyo. Cuando hayas alcanzado el final del camino, dirígete hacia esta caja para encontrar las respuestas que buscas.
Sus palabras lo arrojaron a un confuso silencio, fue incapaz de ofrecer algún tipo de respuesta apropiada mientras su mente consideraba las palabras que ella acababa de decirle.
—Has sufrido mucho en tu vida, Jiang Wanyin, pero tal y como el sol sale y se pone, las mareas de tu vida un día tendrán un punto de quiebre también. Nada es permanente y lo mejor que puedes hacer es adaptarte, como siempre has hecho.
Aquello lo confundió entonces y aunque su vida volvió a la normalidad después de ese segundo encuentro, sus palabras no se hicieron claras en tanto el tiempo siguió pasando.
Sus encuentros con Baoshan Sanren se convirtieron en un secreto cuyos detalles sólo él sabía. Fiel a su palabra, cuando Jiang Cheng abrió la caja la noche que volvió al Muelle de Loto, los contenidos lo confundieron bastante.
Después de todo, ¿de qué manera podía ayudarlo un talismán para conservar un núcleo dorado?
¿Estaba Baoshan Sanren dándole una pista?
(Acaso ella compartía la misma opinión que Lan Wangji y Wen Ning? Que el núcleo dorado dentro de él…)
Sacudiendo su cabeza para liberarse de esos pensamientos, Jiang Cheng leyó las pocas hojas de papel que habían sido envueltas bajo el talismán. También había un fajo de hierbas contenidas en una pequeña bolsa de tela, su aroma intenso a medicina amarga.
Las instrucciones habían sido escasas, pero concisas: cómo usar el talismán, cómo preparar las hierbas y cuándo administrarlas.
No hubo mención alguna en los papeles acerca de la extracción de núcleo dorado, pero Jiang Cheng sospechó que Baoshan Sanren lo había sabido de todas formas, que los sanadores de la secta Jiang habían aprendido en secreto las habilidades y requerimientos para ese tipo de cirugía en particular.
Era algo que les había pedido que aprendieran, porque había guardado la esperanza de que un día sería capaz de hacer una cirugía de transferencia de núcleo al completo. En tanto estuvieran familiarizados con una parte del proceso, esperaba que con esas capacidades sería tan sólo cuestión de tiempo e investigación aprender el proceso en su totalidad.
Jiang Cheng no había sabido qué hacer del todo con nada de lo que estaba en la caja, así que la había guardado y ocultado en una esquina de su habitación. Nunca había sido mencionado por él ni había visto la luz del día de nuevo, no hasta que el pensamiento de devolver el núcleo dorado de su hermano había resurgido en Jiang Cheng tan sólo unos días atrás.
Él había sacado la caja entonces y las palabras de Baoshan Sanren finalmente cobraron sentido.
(“ Puedes correr lejos de tus demonios, pero no podrás escapar en tanto te aferres a algo que no ves como tuyo.”)
Así que Jiang Cheng siguió sus instrucciones y finalmente se dirigió hacia la caja de nuevo, por las respuestas que esperaba poder encontrar. Sentado en su escritorio, en el silencio de su habitación, Jiang Cheng deslizó sus manos sobre el talismán, las hierbas y las instrucciones para encontrar la convicción de… de realmente hacer eso.
(“…tal y como el sol sale y se pone, las mareas de tu vida un día tendrán un punto de quiebre también. Nada es permanente y lo mejor que puedes hacer es adaptarte, como siempre has hecho.”)
Nada es permanente
Ni siquiera su núcleo dorado.
(No cuando éste no era realmente suyo.)
Para tener un inicio de cero apropiado, primero debe haber un quiebre apropiado.
Así que Jiang Cheng se levantó con la caja en las manos y buscó a las personas en las que sabía que podía confiar lo que sea que necesitara para hacer de la cirugía un éxito: Jiang An y Yu Xiang’er.
Pero ahora, mientras permanece acostado en una habitación que no ha parado de oler a hierbas amargas desde que se despertó, Jiang Cheng no puede evitar dudar de si tomó la decisión correcta.
No puede evitarlo, no cuando el dolor es tan real, tan crudo que se siente como si la mitad de él se hubiera ido —como si hubiera sido arrancado de cuajo cuando el núcleo dorado fue desprendido de él.
Las hierbas que Baoshan Sanren le dio eran potentes, en extremo, y lo habían dejado noqueado la mayor parte de los días que siguieron a la cirugía mientras su cuerpo trataba con todo de sí sanarse, recuperarse.
(Para que así Jiang Cheng tuviera la oportunidad de una vida mejor.)
En los momentos en que puede permanecer despierto, su mente lo suficientemente lúcida para que pensamientos coherentes se formen, la mente de Jiang Cheng divaga hacia el cofre que, ahora sabe, está sumergido en lo profundo de los estanques de loto, al salir de sus habitaciones privadas.
No contiene mucho, no más que una escasa colección de objetos que representan algunas de las más grandes partes de su vida y todo aquello que defendió y amó. Jiang Cheng se recuerda embalando el cofre, observando cómo iba incrementando gradualmente el número de objetos mientras continuaba el progreso firme de deshacerse de las cosas que ya no necesitaba.
Lo primero que fue al cofre fue un fajo de cartas dirigidas a Jiang Cheng. Esas son las cartas que había recibido de Lan Xichen en su periodo de cortejo; el sólo hecho de considerar tirarlas como si fueran basura común había dolido demasiado, así que él las había colocado en el cofre en su lugar.
Esas cartas son dulces y suaves, un recuerdo tangible de las memorias más tempranas de la relación entre Jiang Cheng y Lan Xichen. Las cosas habían sido más felices alguna vez atrás en el tiempo y él atesora esas pequeñas y preciosas memorias intensamente.
Incluso si esa felicidad no resultó ser más que una mentira que sin saberlo hiló para sí mismo; esperanzas e imaginaciones maravillosas envueltas con mimo de una realidad que era tan crudamente distinta.
La siguiente cosa en ir fue un muñeco de peluche con la forma de un tigre que le había sido regalado por A-niang muchos, muchos años atrás. Jiang Cheng recuerda las noches en que lo abrazó para dormir, en los años antes de que Wei Wuxian hubiera aparecido, diciéndose a sí mismo mientras caía en la inconsciencia que mañana sería un mejor día.
Que él podría trabajar con más ahínco para hacer orgullosos a sus padres.
Eso había sido seguido de un conjunto de ropas que él había vestido regularmente como líder de secta. Era egoísta, pero Jiang Cheng había querido algo que le recordara a los años que pasó al frente de Yunmeng, guiándolos a través de las aguas traicioneras de reconstruir sus vidas.
Recuerda aferrarse al paquete envuelto de ropas antes de colocarlas en el cofre, tallando la impresión de la textura en su memoria en tanto trataba de recordar la sensación de la tela y el peso de esos ropajes que reposaban en sus manos.
Una y otra vez, los objetos habían goteado lentamente en el cofre y con ellos venían memorias muy significativas para que él pudiera dejarlas ir de una vez.
Suspirando cansado por el solo peso de sus memorias, Jiang Cheng vuelve a dormirse y sus deliberaciones acerca de las pertenencias en el ahora hundido cofre disminuyen hasta hacerse un silencio dichoso.
El periodo de dos semanas que Jiang Cheng planeó para su recuperación se transforma en nada más que una neblina confusa de días y noches, deslizándose de la consciencia la primera semana, registrando sólo partes de conversaciones que se dan en tonos apresurados detrás y a un costado de él.
Sabe que Jiang An está allí en cada momento que puede, para despertarlo y darle sus medicinas o para cambiar los cataplasmas y vendajes envueltos alrededor de su zona media.
Sabe que Yu Xiang’er está allí también, porque conoce la sensación de sus manos capaces y firmes mientras atiende su herida. Las mismas manos que habían tomado a las mujeres de Yunmeng que se habían quedado sin familia u hogar y habían ofrecido ambas cosas mientras las entrenaba para hacerlas más fuertes, para ser capaces de defenderse a sí mismas y al hogar que ellas defenderían como la nueva generación de las afamadas Arañas.
Sin embargo, en tanto la segunda semana transcurre, Jiang siente que su fuerza comienza a reptar de vuelta a sus músculos con cada nueva dosis de hierbas amargas que consume. Siente a su mente calmarse, la cacofonía de memorias que no hace mucho se agolpaba y hacía camino hacia el frente y centro de su mente aligerándose como olas apacibles después de una tormenta.
Pronto, está lo suficientemente bien para levantarse y volver a realizar pequeñas tareas como peinar su cabello y limpiarse así mismo con un trapo húmedo en lugar de un baño, y lenta pero seguramente, Jiang Cheng comienza a sentirse como sí mismo otra vez.
Trata de no pensar acerca de lo silenciosas que estas pocas semanas han sido, acerca de cómo nadie lo ha visitado en las semanas después de que regresó.
(Se pregunta si Xichen sigue enojado con él.)
Jiang Cheng ha pasado varias noches sentado al lado de la ventana de su habitación que se ha convertido en su residencia por las pasadas semanas, dejando que sus recuerdos lo inunden. Una y otra vez hasta que la herida en su corazón se embotara y doliera un poco menos mientras luchaba por encontrar respuesta a las miserias de su vida.
Cuando Jiang Cheng está lo suficientemente bien para caminar por sí mismo, hace su camino hacia la pequeña cocina que sabe está justo en el edificio adyacente. Sigue la esencia persistente de la medicina hasta que está frente a las pequeñas puertas de madera.
Empuja para abrir las puertas e ingresa antes de rastrillar con sus ojos la multitud de recipientes de cerámica que cubren la superficie de la cocina. Esos han sido traídos por Yu Xiang’er, lo sabe porque ella es la única que ha estado usando la cocina.
Día tras día, dosis tras dosis, ella ha avivado minuciosamente cada decocción mientras hervían a fuego lento en las ollas. Ella ha hecho tanto, y cada vez que traía la bandeja que contenía la mezcla acre a la habitación, Jiang Cheng pudo ver las gotas de transpiración que salpicaban su frente, su cuello brillante por el sudor; sin duda el resultado de horas gastadas para mantener una vigilancia cuidadosa en sus medicinas.
Con la mirada fija en la canasta de ingredientes que Jiang An alistó según su petición, Jiang Cheng se pone a trabajar. Mientras trabaja, preparando los ingredientes varios que son necesarios para hacer un bolo medicinal [3], Jiang Cheng se pregunta cuál será la reacción su herma… de Wei Wuxian cuando trague la píldora.
La parte vengativa y mezquina de él se pregunta si Wei Wuxian finalmente entenderá cómo se había sentido Jiang Cheng cuando la horrible verdad fue arrojada en su cara tres años atrás, como una nube de tormenta permanente que estuvo colgando sobre su cabeza desde entonces.
¿Será que finalmente comprenderás un atisbo del dolor con el que he vivido?
La otra parte de él, sin embargo, tan sólo está aliviada de que tal vez con esta devolución las cosas finalmente estarán balanceadas entre ellos una vez más. Jiang Cheng no le ha dicho a Wei Wuxian ni el por qué ni el cómo perdió su propio núcleo dorado y no tiene la intención de hacerlo.
Ha perdido demasiado de sí mismo y teme la posibilidad de que Wei Wuxian minimice su sacrificio como él tan a menudo solía hacer con muchos de los logros de Jiang Cheng.
Jiang Cheng sabe que su hermano lo ama, pero el ambiente en que ellos habían crecido, enfrentados contra el otro por padres que los usaban como piezas de ajedrez, estaba destinado a resultar en una dinámica entre ambos que siempre estaría teñida por resentimiento reprimido.
(Resentimiento del que nunca hablarían con el otro, pero que inevitablemente terminaría envenenando la forma en que pensaban del otro en lo más profundo de sus corazones y mentes.)
Se detiene para tomar un respiro porque todavía no está lo suficientemente bien para estar de pie por periodos prolongados de tiempo y regresa a su habitación para recoger la parte más importante de la “píldora” que está fabricando, el núcleo dorado extraído.
Al alzar la pequeña bola envuelta en un delgado papel talismán, Jiang Cheng le da una larga y penetrante mirada.
(¿Lan Wangji estaba en lo correcto? ¿No habría sido capaz de lograr todas las cosas que hice hasta ahora sin esto?)
Con la sangre corriendo en sus orejas, Jiang Cheng siente que su cuerpo comienza a temblar mientras su mente se encierra en sí misma, el negro oscureciendo los bordes de su visión en tanto su mirada se permanece resolutamente prendida a esa pequeña bola en sus manos.
Inútil, inútil, inútil…
(No eres nada sin tu hermano. ¿Cómo es que alguna vez pensaste en ser su otra mitad si ni siquiera eres la mitad de lo que él es?)
Apretando el núcleo dorado contra su pecho, Jiang Cheng cae noqueado, su espalda encorvándose mientras vomita, sus adentros dando espasmos cuando siente un pánico candente apoderarse de él, encendiendo sus sentidos cual fuego…
(Igual a como Yunmeng ardió…)
(Wei Wuxian, ¿dónde fuiste? ¿Por qué me dejast…?)
(Lan Xichen, ¿dónde estás? Por favor, te necesito aquí…)
Tiembla y se acurruca de lado, su cuerpo presionado firmemente contra la fría tarima en tanto trata de hacerse más pequeño…
(Wei Wuxian, Lan Xichen, ¿dónde están…?)
Estoy asustado.
(Él no está aquí. Ellos no están aquí. Él no te quiere. Nadie te quiere.)
Entonces…
Manos firmes lo levantan, presionándolo contra un cálido pecho mientras la esencia de la medicina flota hacia sus fosas nasales.
—Shhh. —Una mano acariciando su cabello—. Está bien, Líder de Secta Jiang, está bien. Lo tenemos.
Conoce esa voz, conoce la serenidad que siempre acompaña a las palabras de Yu Xiang’er. Excepto que esta vez, el escucha la preocupación y el genuino interés entrelíneas, envolviéndose a sí mismos sobre los bordes fragmentados de su sanidad.
Otro par de manos se presionan contra su espalda, el calor radiando de esas palmas, un confortante contraste del suelo helado sobre el que había estado acostado.
—Respire, Líder de Secta Jiang. Respiraciones profundas.
Jiang Cheng conoce esa voz también, la juvenil voz del siguiente Líder de la Secta Jiang y quien actualmente sigue siendo su hombre de más confianza. Conoce la voz de Jiang An, la que siempre acarrea emociones vívidamente en sus palabras cuando está dentro de los muros del Muelle de Loto; dentro de los muros de su hogar.
Cuando sus respiraciones finalmente se normalizan y Jiang Cheng siente la suficiente confianza para poder abrir los ojos sin que el mundo gire fuera de balance, él habla:
Pide ayuda, porque sabe que no puede dar estos pasos solo.
(Sabe que las dos personas a su lado siempre lo han estado, con él. Silenciosos y firmes en su lealtad.)
—Xiang’er, Jiang An, creo que… Creo que necesito algo de ayuda. Podrían… Podría ser…
—Siempre. —La respuesta de Xiang’er y Jiang An llega incluso antes de que acabe su pedido.
Jiang Cheng siente un nudo formarse en su garganta, sus ojos ardiendo familiarmente con lágrimas sin derramar, pero esta vez…
Esta vez, estas son lágrimas de gratitud.
Está agradecido por su comprensión, por estar dispuestos a quedarse a su lado y apoyar a un líder de secta que a lo mucho ha sido mediocre en sus mejores momentos, e incompetente en los malos mientras se esforzaba con todo lo que tenía a través de los años, luchando con uñas y dientes por el resurgimiento de Yunmeng Jiang.
Esta vez, cuando Jiang Cheng vuelve a la cocina, todavía aferrado al pequeño núcleo dorado que ha sido la raíz de muchos de sus conflictos internos, él sabe que será capaz de terminar la tarea que se ha dispuesto a completar, porque ahora tiene a Jiang An y a Xiang’er con él.
Juntos, ellos elaboran la píldora que Jiang Cheng planeaba enviar a su hermano. El núcleo dorado estaba encajado en ella y permanecería sellado en tanto el papel talismán estuviera intacto y a su alrededor.
A Jiang Cheng se le ocurrió la idea cuando se había quedado viendo el núcleo dorado hasta tarde en una noche sin sueño. No se lo esperaba, pero el talismán que Baoshan Sanren le había dado no sólo había sellado el núcleo dorado, sino que también lo había encogido al tamaño de una píldora, el papel tensándose alrededor de la curvatura del núcleo dorado en tanto lo forzaba a reducir su dimensión.
Jiang Cheng estuvo preocupado al principio, pero pronto fue tranquilizado por Jiang An ya que eso era lo que, de hecho, debía suceder de acuerdo a lo que las instrucciones mencionaban.
Fue sospechosamente conveniente, pero Jiang Cheng decidido no buscarle tres pies al gato en lo que al obsequio se refería y en su lugar se había adaptado a las circunstancias, justo como Baoshan Sanren le había aconsejado muchos meses atrás.
En tanto el sol sale y se pone a través de los días, Jiang Cheng se recobra un poco más que el día anterior, y pronto, está listo para dar el siguiente paso. Una noche, mientras observa cómo el crepúsculo se funde hasta hacerse noche, hace llamar tanto a Jiang An como a Yu Xiang’er y esperaba pacientemente a que lleguen.
Él se queda parado sobre uno de los muelles al frente de sus habitaciones personales, su vista inmersa en la expansión de los lotos que se agitan graciosamente por la briza mientras el agua se ondula suavemente.
Es tan hermoso.
Siente su corazón apretarse y reúne todos los lazos de su amor por Yunmeng y los coloca cerca de su corazón, saboreando la sensación agridulce de su decisión de alejarse.
Yunmeng estará bien.
(Y espero que un día, yo lo esté también.)
Cuando Jiang An y Yu Xiang’er llegan, Jiang Cheng se da la vuelta para encararlos, una sonrisa conmovedora agraciando su rostro mientras habla:
—Me iré pronto.
Retoma su camino hacia su estudio y siente a su corazón romperse al ver cómo las miradas de Xiang’er y Jiang An decaen hacia la tristeza y la resignación cuando aceptan sus palabras.
Sabe que es sólo su profundo respecto por él lo que los refrena de oponerse a su decisión, de tratar de convencerlo para quedarse y que tal vez ellos puedan tratar de hacerlo funcionar sin que Jiang Cheng necesite irse.
Mirándolos a ambos, de pie ante Jiang Cheng con sus espaldas rectas cual ramas de bambú, sus cabezas alzadas en alto y sus ojos fijos en él, desvía su vista ligeramente hacia Jiang An.
—Jiang An, el anuncio público de que entraré en reclusión por los siguientes dos meses puede ser liberado mañana a primera hora. En un mes a partir de ahora, el anuncio formal de mi dimisión debe ser hecho seguido de las noticias de tu pronta ascensión como Líder de Secta. El entretiempo debería ser suficiente para que prepares lo que sea que necesites para hacer de la transición tan sencilla como sea posible para ti, y eso también me dará un plazo suficiente para viajar sin sospecha.
Para continuar, Jiang Cheng se dirige ahora a Yu Xiang’er.
—Xiang’er, las Arañas siempre han estado bajo tu guía y protección, y confío que de aquí en adelante, ellas seguirán haciéndose más fuertes y mejores bajo tu cuidado. A-niang una vez dijo que tú habrías de ser la líder más ejemplar de las Arañas y ahora, habiéndote observado liderarlas todos estos años, puedo afirmar que ella no estaba equivocada.
Está tan orgulloso, porque sabe que no podría haber dos personas más capaces de liderar Yunmeng en su lugar.
Entonces Yu Xiang’er, líder de las Arañas, y Jiang An, el siguiente Líder de la Secta Yunmeng Jiang, levantan sus ojos enrojecidos para encontrarse con los suyos antes de arrodillarse.
Con sus cabezas tan inclinadas que tocan el suelo sobre el que están, manos y rodillas pegadas a la madera, Yu Xiang’er y Jiang An hacen sus profundas reverencias.
Una vez.
(Para decir adiós y gracias a Jiang Cheng, por todos los años que pasó como su Líder de Secta.)
Dos veces.
(Para prometer que ellos liderarán la secta Jiang y que Yunmeng estará bien de allí en adelante.)
Tres veces.
(Para desearle lo mejor en su viaje, esperando desde el fondo de su corazones que él pueda finalmente encontrar la felicidad que merece.)
De pie a las afueras de las tierras del Muelle de Loto, se siente liberador tomar su primer aliento tan sólo como Jiang Cheng.
Cuando una puerta se cierra, otra se abre.
Se siente desencadenante, dar sus primeros pasos lejos de una vida que ha conocido desde siempre; lejos de las decepciones de un mundo que nunca lo ha querido.
Un paso a la vez, hacia un futuro que finalmente pueda llamar mío.
Notes:
Notas de la autora original:
1. Zǐtán: Lit. Sándalo púrpura. Una madera extremadamente costosa en China; se supone que esta madera es más densa que el agua.
2. Wéimào: El sombrero con velo que era popular en la antigua china.
3. Bolo: Los bolos de medicina chinos son básicamente pequeñas píldoras medicinales.
4. Kowtow: Un acto de inclinarse y arrodillarse lo suficientemente bajo para que la cabeza de uno, de hecho, toque el suelo. Es usado como una forma de expresar respeto y reverencia; fue usado más comúnmente en tiempos antiguos que modernos.
Chapter 4: Para dejar el pasado atrás
Summary:
En donde Jiang Cheng consigue un nuevo amigo y finalmente deja Yunmeng.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Under the Willow Trees, Lotuses Blossom
by
覆水难收
What is done cannot be undone.
Lo que está hecho no puede ser deshecho.
Caminando por las calles de Yunmeng, encendidas por el rico resplandor de la luz de las linternas que derraman su luz sobre el suelo cual oro líquido, Jiang Cheng escarba los detalles de un lugar que reconstruyó desde las cenizas en su memoria; abrasando cada rincón y grieta en los más profundos recovecos de su mente con una desesperación silenciosa.
El lugar por el cual canjeó sus esperanzas y sueños por noches sin dormir y días laboriosos; donde arrancó partes de sí mismo para remendar las heridas y la devastación de tal forma que Yunmeng pudiera alzarse de nuevo, de pie y orgullosa una vez más entre las grandes sectas, donde siempre ha pertenecido.
Incapaz de deshacerse del anhelo inquebrantable de ver Yunmeng una vez más, tan solo una vez más antes de su inevitable partida, Jiang Cheng se permite a sí mismo el tiempo de dar un paseo por los caminos que recorrió la mayoría de su vida.
Los caminos que él y Wei Wuxian exploraron durante su infancia en tanto se sostenían de las suaves manos de A-jie, cometiendo travesuras mientras caminaban entre tropiezos, los sonidos de sus carcajadas burbujeando claras en el aire.
Solo para desvanecerse en el silencio, sus hermanos dejándolo atrás uno después de otro. El primero por decisión propia, el otro arrebatado por las inmisericordes manos del destino.
Los caminos y establos a los que llevó a Jin Ling de niño para explorar, envuelto apretadamente contra su pecho en tanto las pequeñas manos agarra-todo de Jin Ling intentaban tocar cualquier cosa que atrajera su mirada; memorias de una época pasada con días plagados de pesar oculto y destellos de felicidad que les pertenecen solo a ellos.
Solo para que Jin Ling comenzara a alejarse a medida que se hacía más adulto, mirando lejos de su jiu-jiu y hacía los nuevos amigos que encontró, creciendo por sí mismo.
Jiang Cheng fue dejado atrás de nuevo, pero esta vez, el dolor disminuyó, templado por el orgullo que se hinchó en él cuando vio al maravilloso joven hombre en que Jin Ling se ha convertido.
Una dulce alma en el corazón, pero con una fuerza innata en su carácter que es tan parecida a la madre que no tuvo la oportunidad de conocer.
Orgulloso por naturaleza, con un mentón ladeado y una nariz respingona, pero con una amabilidad descarada que Jiang Cheng vio que el difunto padre de Jin Ling solo mostraba hacia aquellos que apreciaba de corazón.
El tiempo disminuyó su miedo hasta ser no más que un embotado adormecimiento, inquieto como aguas revueltas en lugar de la incesante tempestad del pasado.
A la par del hecho que Jin Ling ha madurado para bien, que puede pararse por sí mismo sobre sus dos pies, Jiang Cheng ya ha hecho las paces a regañadientes con la idea de que un día él probablemente se desvanecerá de la mente de Jin Ling después de que crezcan sus alas y tome vuelo.
Alguna vez, él estuvo asustado, temeroso… aterrorizado de que un día, la única persona en su vida que todavía ama caminara lejos de él.
(Justo como todos los demás ya lo han hecho. Dejándolo de pie en el polvo, su corazón y esperanzas descansando en pedazos bajo sus huellas en tanto se alejaban e incluso se iban mucho más allá, siempre lo más lejos de él.)
Los caminos y establos y todo lo que se encuentra en medio que quiso mostrarle a Lan Xichen con la esperanza de que un día llegara a amarlas tanto como Jiang Cheng hace; que cuando viera las brillantes luces de Yunmeng, su corazón bailara con recuerdos alegres que hablaran de una felicidad compartida.
(Y aun así, los ha perdido a todos ellos.)
Desliza sus ojos sobre las líneas de los edificios en tanto los pasa de largo, nostalgia que trae de vuelta las impresiones de un no tan distante pasado en el que se paró junto a su gente en lo que quedó de una guerra ganada y perdida, despejando los escombros quemados y hollín helado durante la frágil paz de un lugar que ellos una vez conocieron como hogar.
Pasó bastante tiempo antes que la exuberancia que ahora el mundo de la cultivación asocia con Yunmeng fuera tal cual. Las personas habían estado tan derrotadas, tan rotas por la pérdida de sus hogares y sus familias; la sensación de normalidad a la que ellos se habían aferrado con la esperanza que quizá, un día, las cosas estarían mejor, era por demás frágil.
Había sido tan delicado, apenas sostenido en una pieza, y para Jiang Cheng se había sentido igual a caminar sobre vidrio resquebrajado; inseguro de cuánta más presión podía ser manejada antes de que las cosas se desmoronaran por completo.
Pero incluso en las profundas aguas del pesar, Yunmeng encontró su camino una vez más cuando aprendieron a convertir las vastas reservas de desesperación en energía que zumbaba con tenaz esperanza.
Reconoce la cálida atmósfera que ahora cubre Yunmeng en su plenitud, tan diferente de la derrota que revistió las paredes derrumbadas años atrás que Jiang Cheng siente que su corazón se aprieta de una manera agridulce.
Recorre con su mirada los productos hechos a mano, desde horquillas para el cabello, cajas talladas hasta rollos de seda teñida y deja que su atención vaya a la deriva, entre los recuerdos de la infancia que revolotean por sus pensamientos cual mariposas.
Un vendedor que va de pasada vendiendo barritas de tánghúlu le trae recuerdos de una salida en particular en la que fue un invitado no bienvenido, permaneciendo alrededor como una mancha persistente e irritante que disturbaba la encantadora salida entre un padre y el hijo que ese hombre había deseado fuera su único descendiente.
Mientras A-die sostenía firmemente la mano de Wei Wuxian, guiándolo y señalando las tiendas que pensó serían interesantes, Jiang Cheng estuvo persiguiéndolos detrás, silencioso e invisible como un fantasma.
(Como siempre ha sido, ignorado por las personas cuya atención ha buscado y quedaron atascadas en las sombras de Wei Wuxian.)
—A-Ying, esto es conocido como tánghúlu. Está hecho de shānzhā y cubierto de jarabe de azúcar endurecido. ¿Ves cómo las frutas lucen parecidas a la forma de pequeñas calabazas cuando están alineadas en la brocheta?
—Wow, ¡realmente lucen como calabazas, Tío Jiang! ¿A qué saben?
Jiang Cheng, con su joven e imprudente temperamento que había sido agriado por una tarde llena de envidia, resopló.
—¿Ni siquiera sabes qué es un tánghúlu? ¿No lo has probado antes?
Ante eso, los grandes ojos grises de Wei Ying se oscurecieron mientras agachaba su cabeza y miraba al suelo. Arrastrando un poco sus pies, Wei Ying se quedó extrañamente callado, y entonces…
—A-Cheng. —Llegaron la reprimenda y ceño fruncido de A-die, repletas de evidente decepción—. A-Ying ha tenido algunos años complicados así que no es de sorprenderse que no haya probado este bocadillo antes. No servirá para un futuro líder de secta ser tan cruel con su propia familia, con su propia gente. Pídele perdón a A-Ying, rápido.
«Él no es mi familia», quiso exclamar Jiang Cheng, pero ante el disgusto de A-die, solo pudo tragarse su indignación y ofrecer una reluctante disculpa.
No era como si a Jiang Cheng realmente no le agradara Wei Ying. Él era divertido y burbujeante, un buen compañero de juegos que traía carcajadas ruidosas y una diversión que Jiang Cheng realmente no había experimentado antes de la llegada de Wei Ying.
(A-niang lo castigaría, de seguro, si alguna vez descubría que en las profundas esquinas de su corazón, él había comenzado a considerar a Wei Ying como… como su hermano.)
Jiang Cheng no podía controlarse a sí mismo, no podía controlar el feo deseo de arremeter. Jiang Cheng estaba tan frustrado con su A-die tratándolo como a una carga que no quería mientras el hermano que no pidió era bañado con amor y afecto.
(A-die nunca lo había sacado a jugar a los mercados antes y Wei Ying había estado allí solo unas semanas…)
—…perdón, no lo quise decir de ese modo.
Excepto que su suavemente murmurada disculpa fue ahogada por el exuberante “gracias” de Wei Ying cuando A-die compró una barra de tánghúlu para él.
(Y no por la primera vez en su vida, Jiang Cheng sintió la afilada punzada de ser completamente ignorado.)
Cuan detestable. Eres despreciable. A-die te odiaba. Todos te odian.
(Incluso Lan Xichen…)
(No, no todos. Jiang An y Xiang’er no lo hacen…)
Jiang Cheng aborrece la realidad de que casi tres décadas después, las pocas y esparcidas memorias que tiene de una infancia estén todavía envueltas en las cadenas del resentimiento; arrastrándolo hacia abajo como un ancla a las profundidades de las arenas en el fondo del mar.
Sin importar cuán fuerte tire, simplemente no puede librarse a sí mismo de las ataduras que se constriñen sobre las escenas de su pasado, apretándose más y más fuerte todavía con cada remembranza que llega sin ser invitada a su mente.
(Con cada memoria, otra pieza de Jiang Cheng desaparece, se funde en los colores de las historias de otras personas.)
Lentamente, la gente ha comenzado a dejar de recordarlo. Mientras los días pasan, se convierte en alguien que solo es una adición, un “alguien más” que acompaña a otros, a gente importante.
(Jiang Cheng, el hijo de Yu Ziyuan y Jiang Fengmian…)
(Jiang Wanyin, el hermano menor de Wei Wuxian…)
(Líder de Secta Jiang, el tío de Jin Ling…)
(Sandu Shengshou, la pareja de Zewu-jun…)
Sin la protección de las historias de otros, ¿qué queda para mí?
Caminando calle abajo, sigue la curva del camino que dirige al corazón de Yunmeng, que pulsa fuerte con la felicidad de su gente mientras la luz de las velas y las risas ilumina sus ojos y colorea sus mejillas rosadas. El indicio de una sonrisa adorna los labios de Jiang Cheng, floreciendo como una flor tímida bajo la cortina de tela que oscurece su rostro.
Se mantiene a sí mismo cerca de las sombras, allí donde las calles principales conducen a callejones más pequeños, y respira la tenue fragancia de los lotos perfumando los destellos de aire nocturno escondidos en las calles que albergan a las familias que se preparan para viajar a la tierra de los sueños.
Suavemente, los sonidos de una canción de cuna hacen su camino a los oídos de Jiang Cheng, llevados por la brisa de la noche que sopla las hojas en la tierra, un crujido puntuando el aire de la noche por cada hoja cuyo camino ha llegado a su fin bajo sus pies.
“Deseándote sueños que brillen con la luz de las estrellas…”
Es una canción de cuna de Yunmeng, una que A-jie cantaba para él, luego para Wei Wuxian cuando se despertaba llorando por las pesadillas, asustado de haber regresado a un pasado plagado de hambre, miedo y soledad.
“Un viaje dulce a la tierra de los sueños…”
Después de la guerra, se convirtió en algo que compartía con Jin Ling en un tono para acallarlo mientras lo mecía para dormir. Casi lo rompió, la primera vez que Jin Ling le sonrió en tanto Jiang Cheng le cantaba, una gran y pegajosa sonrisita dulce, el gozo tintineando en las luces de sus hermosos ojos. Jiang Cheng apenas y contuvo un sollozo entonces, cuando vio los trazos de la gentil sonrisa de A-jie, presente en la curva de la sonrisita de Jin Ling.
“Pintando las nubes con los colores de tus deseos…”
Y finalmente con Lan Xichen, cuando tarareó en la oscuridad de sus habitaciones, acariciando la seda oscura del cabello de Lan Xichen, removiendo el dolor reflejado en la arruga entre sus cejas, con la esperanza de poder tranquilizar las pesadillas que infestaban tercamente los sueños de su esposo. Esas que le recordaban que todo lo había perdido bajo su propia mano.
“Bailando en los estanques donde lotos relucientes florecen…”
Es una canción de deseos, cantada por familiares para sus amados como una tranquila súplica para que ellos puedan caer en un sueño reconfortante.
“Despertando con una sonrisa en tu rostro cuando amanezca.”
Dando la vuelta en otra calle, Jiang Cheng deja las notas dispersas de la canción de cuna detrás al acelerar sus pasos, dándose cuenta que ha holgazaneado por demasiado tiempo y que su andar se ha enlentecido, embelesado por las notas confortantes.
Los vendedores han comenzado a recoger sus mercancías y prepararse para terminar el comercio del día para así poder regresar a su hogar, así que es necesario que Jiang Cheng pueda procurar los bienes que está buscando de un vendedor en particular.
Jiang Cheng avanza con confianza hacia el lote de Lao Li en el extremo más alejado del mercado de ganado, donde los caballos que vende están sueltos dentro de corrales protegidos. Cuando ve al viejo hombre encorvado paleando heno fresco en los corrales, Jiang Cheng está a punto de llamarlo, pero se detiene a sí mismo antes de hacerlo.
No le servirá de nada deshacerse de su disfraz cuando ni siquiera ha dado un paso fuera de Yunmeng.
En su lugar, da un par de golpecitos al hombro del viejo hombre. Después de inclinar la cabeza en un silencioso pero educado saludo, Jiang Cheng le extiende un trozo de papel a Lao Li.
Me gustaría comprar un caballo que sea de un precio razonable, robusto y pueda viajar bien.
—Oh, entonces ha venido en el momento oportuno, señor —declara Lao Li, una sonrisa afable tiñendo sus palabras—. Creo que tengo el caballo perfecto para usted, recién traído esta mañana por sus dueños anteriores. Es de una raza muy adecuada para viajar largas distancias y es bueno para acarrear carretas también por si alguna vez lo necesita.
Lao Li continúa hablando mientras guía un caballo de pelaje café rojizo, el clip-clop de cascos enmudecido contra el suelo de tierra.
—Este viejo chico es un poco más grande y viejo de lo que a nuestros granjeros les gustaría para trabajar en los cultivos, así que fue traído aquí para ser vendido en su lugar. Tiene buen temperamento y no es quisquilloso con demasiadas cosas, así que puede llevarlo a cualquier lugar.
Deslizando su mano por el costado del cuello del caballo, Jiang Cheng reconoce un buen animal cuando ve uno; los ojos brillantes y pelaje reluciente de este caballo demuestran un pasado en el que fue cuidado bien.
La gente de Yunmeng siempre ha sido amable con los animales.
Le rompió el corazón cuando sus preciosos perros fueron regalados por A-die para intercambiarlos por la paz mental de Wei Wuxian, pero se forzó a sí mismo a buscar consuelo en el hecho de que en tanto fueran dados a quién sea en Yunmeng, serían tratados bien.
A diferencia de Jiang Cheng, que había sido enjaulado en una realidad en la que el peso del resentimiento finalmente quebró el último lazo del matrimonio de sus padres.
(Donde terminó como nada más que una pieza de ajedrez que sus padres usaban para dañarse el uno al otro.)
Al entregar una bolsita llena de taels de plata, Jiang Cheng alcanza las riendas envueltas en las manos de Lao Li, quien le devuelve la mitad de la bolsita de plata con una sonrisa.
—Joven señor, solo este tanto será suficiente por el viejo chico que se está llevando.
Agradeciendo con un asentimiento, Jiang Cheng toma las riendas y se da la vuelta para irse, solo para ser detenido cuando una recomendación de Lao Li suena en el calmo aire de la noche.
—Es un buen chico, señor, y lo servirá competentemente si lo cuida bien.
Jiang Cheng se gira hacia Lao Li, inclinando su cabeza con un ligero movimiento como respuesta. Debe haber sido suficiente, incluso sin intercambiar palabras en voz alta, porque en Lao Li aparece una sonrisa mientras levanta su mano en despedida.
—Perfecto, entonces. ¡Que tenga una buena noche, joven señor! Viejo chico, ¡sirve bien a tu nuevo maestro ahora!
Dándole a las riendas un leve tirón, Jiang Cheng dirige fuera a su nuevo compañero y deja que sus pensamientos floten hacia temas más ligeros, tales como qué tipo de nombre debería tener su nuevo amigo.
Jiang Cheng apenas avanza una calle cuando siente las primeras gotas de lluvía tamborilear en su cara con suaves plops…
Oh, está lloviendo.
Observando el brillante pelaje café rojizo que se está volviendo un tono más oscuro allí donde las gotas de lluvia han salpicado el pelo y reflexionando en cómo inmediatamente pensó en un hétáo mù cuando lo vio por primera vez, Jiang Cheng ya sabe un nombre que le calzará perfecto a su nuevo amigo.
—Te llamarás Nuez a partir de ahora.
Lo golpea entonces, que con Nuez de su lado, sus pasos guiándolo fuera y lejos de Yunmeng mientras la llovizna escasa se convierte en una lluvia constante, que Jiang Cheng realmente, realmente, está avanzando.
(No puedo esperar por el futuro.)
Sentado en su escritorio, su mente turbulenta y en conflicto mientras lucha para encontrar las palabras correctas que añadir al elegante guion por el que ha sido conocido desde su ascensión al puesto de líder de secta hace tantos años, Lan Xichen finalmente se ha rendido después de dos infructuosos shíchéns.
Escoge dejar el pincel de lado y empujar lejos el papel en el que estaba escribiendo cuando falla, otra vez, en componer una carta para Wanyin, inseguro de lo que debería decir… y cómo debería decirlo.
Ha sido casi un mes desde… desde entonces. Espero que sin importar la forma en que partimos, a Wanyin le esté yendo bien en Muelle de Loto.
(Quieres decir, ¿sin importar la forma en que lo apartaste?)
Encogiéndose ante el venenoso zarpazo de sus pensamientos, Lan Xichen se descubre a sí mismo perdido con respecto a lo que podría hacer, a lo que debería hacer.
Después de todo, ¿qué puede decirle a Wanyin?
Mentir es contra las reglas y no puede dar voz a las palabras que Jiang Wanyin tuvo la esperanza de escuchar de él.
No puede mentir al decir que ha dejado de amar a A-Yao, no cuando su amor por la una vez bondadosa alma que estuvo destinada a ser su predestinada todavía arde brillante en su pecho, doloroso ahora con el conocimiento de que su amor está fuera de lugar.
(Que todos estos años, él ha amado a un asesino, justo como su padre.)
No puede pedir perdón por la forma de ser de su clan, aunque supone que podría disculparse por su inhabilidad de vivir una vida que diverja del camino que forma parte de la historia de la secta Lan; incapaz de hacer otra cosa que ceder ante la regla que dictamina que los Lan que llevan una cinta en la frente solo pueden amar una vez en su vida.
(La decisión de a quién pertenece su corazón en esta vida no fue hecha por él.)
Lan Xichen está exhausto, de las voces que se burlan de él en su cabeza, del matrimonio que se ha derrumbado como un pájaro herido en el cielo, directo hacia un final inevitable cuando se estrelló contra el suelo. Del interminable tormento que ha estrujado su corazón desde ese día, algunas veces presionando tan fuerte que siente que no podrá ser capaz de levantarse otra vez.
Lan Xichen sabe que lo que necesita hacer es montarse en su espada y hacer su camino hacia el Muelle de Loto.
Para deshacer el daño que causó antes de que se convierta en algo irreparable.
Excepto… excepto que no lo hace… porque ahora siente como si todo por lo que ha estado moviéndose los últimos años no ha sido más que humo; la idea de tener que enfrentar más destrucción causada por sus manos es simplemente demasiado.
Y él sabe que el abismo de fondo que yace donde alguna vez estuvo su matrimonio —otra cosa que destruyó— es algo que meras palabras de disculpa no arreglarán.
Así que lo que escoge, tal y como se ha acostumbrado a hacer cuando las cosas se vuelven demasiado difíciles, es refugiarse tras un escudo de aislamiento, donde no tendrá que enfrentar miradas mordaces y palabras deliberadas, oculto entre los pintorescos y silenciosos muros de su refugio.
Donde las únicas cosas que le mantienen compañía son las memorias de un amor perdido y la certeza de que su matrimonio yace en ruinas, todo por su culpa.
(Al menos en el silencio congelado y resguardado de nubes flotantes y un bosque de bambú susurrante, Lan Xichen puede pagar su penitencia sin perturbaciones.)
Lan Xichen lo intentó, realmente lo hizo, tratar de hacer que su unión con Jiang Wanyin funcionara, pero en tanto el tiempo pasaba, se dio cuenta de que entre más feliz estuviera en presencia de Wanyin, más fuertemente se deslizarían los recuerdos de A-Yao en su mente cuando Jiang Wanyin no estuviera allí para barrer el dolor que oscurecía sus días.
Esperando hasta que su guardia estuviera baja, para entonces morderlo como una víbora oculta en la hierba; atacando sus puntos más débiles, derramando ácido allí donde sus heridas apenas habían comenzado a sanar.
Pronto, él empezó a temer la luz y las carcajadas que sentía en presencia de Wanyin porque cuando Lan Xichen estaba solo con sus pensamientos, extrañando las sonrisas y abrazos de Wanyin, la sensación de traición que se arrastraba a través de él fue paralizadora.
Acusándolo de un corazón voluble, en una voz que sonaba demasiado parecida al cadencioso tono bromista que A-Yao estuvo tan encariñado de usar cuando solo estaban ellos dos, ocultos en su propia esquina del mundo.
Entonces las expectativas e inseguridades de Wanyin comenzaron a elevarse, nacidas de su larga y permanente batalla sin resolver contra sus demonios y su inhabilidad de mirarlo de la manera que quería.
A veces, deseó no ser tan fácil de leer como un libro de hojas abiertas para ser visto por el mundo. Entonces tal vez… solo tal vez, él pudo haber pretendido, por el bien de Wanyin, que él también lo amaba.
(Él no merece tus mentiras.)
Lan Xichen descubre que… es más fácil, esconderse tras el caparazón de su pasado, lleno de memorias borrosas de un amor perdido hace tiempo, con las cenizas de su pasado yaciendo dispersas y heladas en las ruinas de su mente.
Se siente como si solo hubiera sido hace un día, pero también una vida entera desde que vio la sangre escarlata de su hermano jurado, de… de A-Yao, sangrando su camino a través de una peonía blanca bordada en ropajes de oro, pintándolas de un vibrante rojo mientras el hedor sobrecogedor del hierro permeaba el aire pesado y formaba una colección mórbida de colores y olores que marcaron la muerte de A-Yao.
(Provocada por nadie más que Lan Xichen, el hombre que juró amarlo y protegerlo.)
Lan Xichen no tiene el coraje de admitir, ni siquiera a Wangji, que algunas veces, cuando solo está él y el agua se desliza por sus manos al limpiar su vajilla para preparar té, por un pequeño momento él está de regreso allí…
Sangre espesa y roja fluyendo sobre Shuoye, sobre sus manos; la sangre vital de su amado pintando sus manos del mismo bermellón que la marca que siempre adornó la frente de A-Yao desde que llevó el apellido Jin.
Esos momentos lo dejan respirando fuertemente, sus manos temblando mientras trata y falla una y otra vez de levantarse del cenagal de esos recuerdos malditos….
Entonces, Jiang Wanyin llegó con toda la ferocidad de un tifón de verano, comandando su atención con su aura eléctrica y su manera de ser llena de vida.
(Por un momento, Lan Xichen pudo respirar otra vez.)
Las cosas entre ellos cambiaron lentamente, los bordes cortantes de su alma rota suavizándose a dolores amargos y, eventualmente en la presencia de Jiang Wanyin, Lan Xichen aprendió a sonreír otra vez después de que las visitas del líder de Yunmeng se volvieron más frecuentes y duraron más y más con cada ocasión.
Perdido en la delicada alegría de su recién encontrada amistad, Lan Xichen ignoró la insistente voz en la parte trasera de su mente, esa que le recordaba que no debía perderse en aquellos fugaces sentimientos superficiales cuando él disfrutaba de la atención y cuidado de alguien que era tan diferente; una brisa de aire fresco en su vida estancada, una mano guía que lo halaba lejos de los solitarios muros de su reclusión.
Entonces la bola de sentimientos se disolvió como una burbuja de jabón cuando Lan Xichen se dio cuenta demasiado tarde que lo que sea que él y Jiang Wanyin estuvieron nutriendo entre ellos tenía que ser tabú. No estaba destinado a ser, no podía estar destinado a ser, porque eso significaría que él estaba traicionando las enseñanzas de una secta por la que él se mantenía de pie como la cabeza y que estaba traicionando la memoria de un amor trágico oprimido y perdido.
Lo dejó con un pánico desesperado de extraerse a sí mismo de una situación que rápidamente estaba convirtiéndose en todo lo que no quería.
(Y ahora aquí está, de pie en las ruinas de algo que destruyó otra vez.)
Lan Xichen tomó decisiones que lo dirigieron al estado actual de su vida, así que él se hará responsable de ellas, incluso si eso significa noches sin dormir tensas con pensamientos que lo carcomen respecto a cómo debería proceder para reparar la grieta entre él y Wanyin.
Una ofrenda de paz para reparar el vínculo roto que se ha degradado entre ellos igual a una herida infectada, causada por las palabras que él murmuró cuando su mente estaba perdida en la angustia.
Cuando Lan Xichen se levanta, dejando fluir su energía espiritual a través de sus extremidades para aliviar el adormecimiento que se ha asentado en sus coyunturas como resultado de estar sentado por horas, una serie de golpes suena contra la madera su puerta, reverberando en el silencio de sus habitaciones.
Entonces, la brillante voz de Wei Wuxian repica, quebrando la tranquilidad de su espacio como un martillo contra el hielo.
En realidad, la sonrisa que Wei Wuxian suele acarrear en su palabras siempre le ha recordado a la forma en que A-Yao sonaba cuando solo estaban ellos dos, carcajadas elevando sus palabras cuando sus labios de curveaban hacia arriba en una sonrisa con hoyuelos, sus ojos chispeando con alegría.
(¿Era alegría… o algo más? ¿Es que A-Yao alguna vez quiso…?)
(¿Igual a lo que le hizo a dà-gē? ¿Él alguna vez quiso…?)
Otra serie de golpes saca de súbito a Lan Xichen de su espiral de agonía paralizante trayéndolo de vuelta al presente con el corazón hecho un puño y su mente luchando para tratar de mantenerse a sí misma en una pieza.
Parado en medio de sus habitaciones —habitaciones en las que ha pasado décadas dentro—, Lan Xichen quiere reírse a carcajadas ante cuan perdido se siente, su piel hormigueándole con la sensación de agujas heladas apuñalándolo cuando la fina seda de sus ropajes se roza incómodamente contra su piel demasiado caliente.
Trata de plasmar una sonrisa en su rostro, tratando de colocar desesperadamente una cubierta de serenidad para sí mismo, asegurándose de que lo que las personas vean no sea…
No sea el Lan Huan de corazón roto, sino el compuesto y siempre sonriente Líder de Secta Lan de la Secta Gusu Lan.
(Odia cuan falsa se siente su sonrisa, estirada antinaturalmente en sus labios; rota en las esquinas como todo lo demás en él.)
Abre la puerta, y antes de que pueda extender un saludo cordial a su cuñado, las palabras de Lan Xichen son enterradas por un caótico bombardeo de preguntas y estamentos que se derraman de Wei Wuxian igual al arroz de un saco roto.
—¡Xichen-gē! ¿Está todo bien? ¿Le pasó algo a Jiang Cheng? ¡Acabo de escuchar de Lan Zhan que la secta Jiang anunció esta mañana que Jiang Cheng entró en reclusión!
Anonadado, Lan Xichen se detiene, las palabras olvidadas y sus ojos desorbitados mientras se queda viendo a Wei Wuxian.
¿Jiang Wanyin ha… entrado en reclusión?
Horas antes de la mañana en que la secta Jiang anunciará que el Líder de Secta Jiang ha entrado en reclusión, Yunmeng duerme pacíficamente bajo una cortina de lluvia, el rítmico golpeteo de las gotas de lluvia hecho una canción de cuna en la entintada noche mientras la luna se oculta tras vaporosas nubes grises.
En la lluvia neblinosa, bajo la cobertura de la capa que lleva puesto, Jiang Cheng monta su nuevo corcel, urgiendo a Nuez a un trote rápido mientras se alejan del corazón de Yunmeng y galopan de lleno al aproximarse a los bosques que guían a las periferias rurales de Yunmeng.
Pisoteando y elevando la polvareda de caminos de tierra, las figuras de Jiang Cheng y Nuez se desvanecen en la oscuridad mientras montan más y más lejos todavía, las poderosas pezuñas de un caballo galopando como el viento que se desdibuja en el silencio; los ecos de su viaje atestiguados solo por los árboles, las flores y la vastedad de un cielo abierto.
Tal y como ha pasado la vida de Jiang Cheng, sin ser notada por nada ni nadie, excepto el tiempo mismo.
(Tal y como Jiang Cheng se ha mimetizado a sí mismo en las sombras de las historias de otras personas.)
Jiang Cheng monta a través del bosque y los arroyos que se volvieron familiares para él cuando reconstruyó Yunmeng, su nuevo compañero embarrándose y mojándose mientras sus cascos se entierran en la tierra húmeda. Por instantes fugaces, las huellas dejadas por Nuez permanecen impresas en la tierra, un indicio de su camino, antes de ser deshechas por la lluvia que ha crecido de una llovizna constante a una furiosa tormenta.
Su partida es tranquila y silenciosa mientras galopa lejos de las ataduras de una vida que nunca se ha preocupado por su presencia.
Jiang Cheng ya está demasiado viejo para realizar plegarias infantiles y llenas de deseos, pero en medio de la lluvia, etéreo en la soledad que lo rodea mientras se dirige a los bosques susurrantes llenos de árboles centenarios y animales en reposo, murmura una súplica suave a los cielos.
Espera que al igual que la lluvia arrasa con la suciedad y nutre los campos, esta también se lleve consigo la mugre de su vida, los tercos restos que una infancia complicada y una cadena de tragedias dejaron en su alma.
Por el más breve de los segundos, Jiang Cheng siente la calidez de las manos de A-Jie envolviéndose alrededor de las suyas, un recuerdo de su niñez de cómo lo hizo ella cuando la vio observando la luna en una noche fría y le preguntó a quién estaba rezando.
«A los dioses, A-Cheng. Cuando te encuentres con dificultades o tengas preocupaciones, órales a los dioses. Nunca se sabe si alguno está escuchando.»
Entonces, solo por esta vez… escuchen mi oración.
Esta noche, con la luna y los bosques y las aguas como único testigo, el mundo de la cultivación pierde a un líder. Un líder que triunfó en la adversidad y logró por sí mismo lo que otros solo pudieron lograr haciendo equipo.
Un líder que, a pesar de estar aislado y haber sido mantenido a una distancia cortés por aquellos que deberían haberlo apoyado, dio soporte donde pudo en tiempos de necesidad cuando otros se dirigieron a él en busca de ayuda.
Un líder que se mantuvo firme contra las pruebas del tiempo, que consiguió lo imposible al reconstruir su secta solo, a partir de ruinas desoladas después de que lo perdió todo.
El mundo de la cultivación todavía no lo sabe, no sabe que cuando la lluvia cese horas después y las nubes se aparten para dar paso a los cálidos rayos de un sol naciente, el último capítulo de la vida del Líder de Secta Jiang Wanyin se cerrará con apenas un suspiro; marcando la conclusión de una historia hilada por el dolor y la perdida, coloreada con promesas rotas y esperanzas quebradas.
Notes:
Notas de keisei, la autora original:
1. Tánghúlu y Shānzhā: Tánghúlu es el nombre de un bocadillo. Está hecho de shānzhā o espino chino, que se alinea en una brocheta y se sumerge en una capa de azúcar de roca que se endurece.
2. He Tao: También conocido como madera de nogal, tiene un color marrón rojizo a marrón dorado. En opinión de la autora, el caballo que compra JC tiene un pelaje que se parece un poco al de la madera de nogal, y ya que todos conocemos cómo son las habilidades para dar nombres de JC, “Nuez” se convirtió en un nombre.XD
3. 3. Gē: Un sufijo usado para un amigo varón o pariente mayor que es de la misma generación.
Chapter 5: El comienzo de una nueva vida
Summary:
Jiang Cheng aprende a dejar ir el pasado y acoge los primeros momentos de una vida donde es libre para ser él mismo.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Under The Willow Trees, Lotuses Blossom
por
天無絕人之路
Under the heavens, there are no paths that lead to dead ends
Bajo los cielos, no hay caminos que guíen a finales mortales
Con el sol haciendo destellar los hilos de oro de sus túnicas finamente tejidas, Jin Ling está prácticamente listo para asaltar las puertas de Yunmeng precipitadamente, pero es detenido solo por la aparición de una Araña cuya ira ha llegado a temer. Así que Jin Ling altera la dirección de su molestia, y ganas de discutir, y canaliza las sensaciones de inquietud y preocupación revolviéndose en sus entrañas hacia el descarado modo desafiante que el mundo ha aprendido a asociar con él.
—Xiang'er-jiě, ¿dónde está Jiu-jiu? ¿Cuándo entró en reclusión? ¿Por qué entró en reclusión? ¿Cómo es que él no me dijo sobre esto? ¿Algo le pasó a Jiu-jiu?
Una tras otra, las preguntas salen a borbotones de él mientras el tono y volumen de su voz se elevan; su cerebro no le ayuda al ofrecerle todo tipo de escenarios del peor tipo.
Jin Ling tiene la esperanza de que ella tenga las respuestas que puedan aplacar la preocupación que ha comenzado a comerlo vivo desde que recibió la noticia, solo horas atrás, de que la secta Jiang había anunciado la inesperada decisión de su tío de entrar en reclusión.
Es más que inesperado, ¡es directamente imposible! ¡Jiu-jiu no entraría en reclusión sin ninguna razón! ¡Se preocupa demasiado de todo lo que pasa en Yunmeng como para que tan solo se confine lejos de todos! ¿Estará herido? ¿Se lesionó de gravedad en una cacería nocturna? Qué si él...
—A-Ling.
La usual voz serena de Xiang'er-jiě que se ha mezclado con un más raro y suave registro lo saca de sus turbulentos pensamientos. Jin Ling siente que su ansiedad estruja su corazón ante la inusual vista que forman esos hombros tensos, incluso cuando su tono se ha suavizado.
Algo debe haber pasado. Xiang'er-jiě no me llama "A-Ling" o intenta suavizar el golpe de las cosas a menos que...
—El Líder de Secta Jiang ha instruido que nadie tiene permitido visitarlo durante el periodo de su reclusión. Lamento decir... que eso te incluye a ti, Líder de Secta Jin.
Silenciado por el rechazo, aturdido y en blanco por la idea imposible de que su Jiu-jiu no quiere verlo, Jin Ling recurre a las cosas que, sabe, amortiguarán el desplome de sus sentimientos heridos y podrá sofocar el profundo dolor dentro él que insinúa que no es querido...
Que Jiu-jiu no lo quiere más.
(Jiu-jiu nunca antes ha rechazado las visitas de Jin Ling, así que por qué de repente es que ahora...)
—Hoy, el Muelle de Loto requiere tu comprensión y que disculpes la ausencia de nuestro líder de secta. También que en el ínterin nos confíes cualquier asunto urgente a mí o a Jiang An.
Con sus ojos oscureciéndose con una mezcla de enojo y dolor, Jin Ling quiere alzar su voz y estampar sus pies contra el suelo para demandar que le sea permitido ver a su Jiu-jiu, para asegurarse con sus propios ojos que su tío está bien.
Pero es un líder de secta ahora, e incluso dentro de los muros de Muelle de Loto —su refugio seguro—, Jin Ling sabe que ya no puede permitirse el dejarse llevar por sus caprichos infantiles de la forma en que solía hacer.
(Porque ese no es el tipo de líder de secta que Jiu-jiu hizo de él).
En su lugar, muerde su lengua y se permite a sí mismo un resoplido indignado antes de lanzar de vuelta una réplica hosca.
—Bien, ¡lo que sea! Volveré cuando Jiu-jiu haya decidido que quiere ver gente de nuevo. Y si ves a Jiu-jiu después, ¡dile que vine a verle!
Cuando se prepara para salir de Muelle de Loto, Jin Ling se detiene y se gira hacia donde Xiang'er-jiě continúa de pie —su espalda tensa como una flecha y sus ojos fijos en él— y murmura una oración apresurada en voz baja.
—...y avísame si necesita algo, se lo enviaré de inmediato.
Continúa andando con pasos gallardos después, la vergüenza quemando caliente contra su piel y la sangre corriendo a sus mejillas hasta volverlas rojas mientras hace su camino de vuelta a Lanling, donde su propia secta y responsabilidades le aguardan.
En medio de su fanfarroneo, Jin Ling falla en notar cómo se oscurecen los ojos de Yu Xiang'er, hundiéndose en una profunda tristeza en tanto pide perdón en su corazón por ser incapaz de compartir las decisiones de Jiang Wanyin de momento.
Por ser incapaz de proteger al niño que vio crecer en Muelle de Loto, resguardado en la fiera protección cuidadosa del Líder de Secta Jiang, cuando el tiempo llegue.
Llegará pronto, en cuestión de días; donde las decisiones finales de Jiang Wanyin finalmente hagan conocer su presencia, destinadas a agitar el mundo de la cultivación como una roca arrojada en aguas calmas.
En los brumosos días de su recuperación, Jiang Cheng intentó imaginar incontables veces lo que se sentiría ser libre y no fue esto. Fuera de todo lo que previó mientras yacía en cama, recobrándose un día lento a la vez, él simplemente no esperaba que todo se sintiera tan vasto.
O que él se sintiera tan pequeño.
Minúsculo ante los cielos abiertos y las tierras sin fin.
Es extrañamente reconfortante; saber que solo es una mota de polvo en lo que parece un infinito espacio es menos aterrador de lo que pensó que sería. Un recuerdo de que hay más allá afuera, que todavía no ha alcanzado los confines del mundo todavía.
Así que tal vez, solo tal vez, todavía hay espacio en la fábrica del espacio para que él tenga una pequeña pizca de alegría que le pertenezca solo a él.
Un lugar para que pueda estirar sus alas desnutridas; donde su vida pueda resplandecer con el brillo radiante de la felicidad, seguro por el conocimiento de que esta no le será arrebatada de la forma en que todo lo demás lo fue.
Es silencioso también, un marcado contraste al bullicioso ruido que parecía haberse convertido uno con Yunmeng con el pasar de los años. Jiang Cheng pasa sus días cabalgando a través de las tierras y las aguas, no muy seguro de dónde está después de bastantes días atravesando bosques con los mismos árboles de hojas perennes y flora descuidada.
Después de dejar los bordes de las tierras principales de Yunmeng, dirige a Nuez hacia una dirección al azar, siguiendo los sinuosos caminos polvorientos sin rumbo fijo. Deteniéndose solo por cortos descansos para dejar que su compañero descanse sus piernas y beba agua de burbujeantes arroyos de aguas claras.
Jiang Cheng lo pensó incluso antes de entregarle la plata a Lao Li, pero es que Nuez realmente es un buen caballo, avanzando con determinación sin importar la lluvia o el sol, soportando el peso de Jiang Cheng y todos sus suministros con apenas quejas mientras hace su camino a través de bosques y arroyos, llanuras cubiertas de hierba y caminos pedregosos.
En cuanto la noche cae como cada día, Jiang Cheng se pone a dormir donde sea que esté. Fue algo duro al inicio, demandante física y mentalmente en su ahora mucho más frágil cuerpo que apenas se ha recuperado de la cirugía, pero en tanto la luna crecía y menguaba, él gradualmente comenzó a acostumbrarse a dormir bajo los vastos cielos abiertos, las estrellas centelleando vibrantes mientras la luna se alzaba en lo alto del cielo, resplandeciendo con una luz celestial.
Sacudidas punzantes de frustración pasan a través de él cuando sea que Jiang Cheng piensa en el hecho de que todavía despierta de sueños irregulares incluso ahora que está alejado de las cosas que alguna vez formaron parte de su vida.
Pesadillas que lo persiguen sin descanso y rasgan con violencia las heridas que apenas comenzaron a sanar mientras daba los primeros pasos de su viaje.
Es risible que sin importar que haya dejado todo un mundo detrás, no... su vida entera detrás, sus insuficiencias y miedos lo han perseguido. Mordiendo sus talones cual bestias rabiosas mientras se acercan poco a poco, esperando rasgar piezas de él con sus colmillos afilados y sus garras curveadas.
Algunas veces caminando al lado de Nuez, otras veces cabalgando sobre él... cuando siente como si ya no pudiera caminar más, Jiang Cheng flota a la deriva de un lugar a otro como un espíritu desplazado. Inseguro de dónde debería ir después, pero incapaz de regresar al lugar que una vez conoció como hogar.
Vagando sin rumbo por los caminos de la naturaleza con la esperanza de encontrar un sendero que haya sido hecho solo para él.
Se cansa fácilmente también, incapaz de recobrarse de la fatiga de la forma en que solía hacer; las debilidades de un cuerpo mortal ahora mucho más obvias para él. Jiang Cheng no puede negar que las últimas semanas han sido difíciles para él tanto física como mentalmente, el agotamiento de un viaje extendido cobrando su factura, pesando sobre él como cadenas de hierro alrededor de sus muslos.
Hay días buenos en que Jiang Cheng puede detenerse y remojarse en la libertad que lo rodea ahora; apreciando la ligereza que se alza en él con cada respiración. Días en los que puede guiar a Nuez a un parche de hierba iluminado por el sol, donde ellos tan solo se echan juntos, tomando el sol calmadamente.
Puede sentirlo extendiéndose sobre él, como la calidez de un baño caliente en medio del invierno; la ligera luz del sol ahuyentando la frialdad de una historia sumergida en la tristeza.
Por esos momentos, se siente como si el tiempo mismo se hubiera detenido mientras ellos descansan en una burbuja de dicha, desentendidos de las preocupaciones del mundo.
Pero también hay momentos en los que Jiang Cheng no puede hacer acopio de la fuerza que necesita para vadear las aguas lóbregas en las que intentó ahogar sus penas a través de los años. Momentos que lo dejan preguntándose si acaso es posible morir de un corazón roto antes de siquiera tener la oportunidad de curarse.
Preguntándose si tan siquiera quedará algo de él que se pueda arreglar de las secuelas, porque cuando algo es roto con tanta fuerza, quebrado en piezas tan pequeñas, sanar puede ser nada más que un sueño imposible.
Son esos momentos los que lo dejan en un estado de ánimo inevitablemente apático, donde la comida sabe a ceniza en su boca y es incapaz de dormir o enfocar su atención insistentemente dispersa en cual sea la memoria dolorosa que haya logrado desenterrar; los detalles cortándolo como espinas penetrando en la carne desprotegida.
Otros días, incluso las cosas más pequeñas parecen poder empujarlo al límite, su sanidad deslizándose hacia el borde sin retorno mientras su mente se niega a reconciliarse con el hecho de que hay demasiadas cosas que ya no puede hacer más.
Es desgastante tener que reaprender todo lo que una vez pareció llegar tan fácilmente a él. Lo deja abatido. Desgastado. Minado de energía y voluntad cuando trata y falla en las tareas más simples. Cuando lucha y pierde batalla tras batalla contra el diluvio de memorias y el asimiento de las garras de sus demonios mientras escarban para adquirir territorio en las heridas abiertas y crudas de su alma.
La primera vez que intentó circular energía espiritual a través de su cuerpo cansado hasta los huesos, queriendo alcanzar su energía espiritual con la familiaridad nacida de toda una vida de uso... solo para asir nada porque el ya no tenía un núcleo dorado... lo que sintió fue...
Fue...
(No había nada allí.)
Fue el principio de una caída en espiral hacia un pánico desquiciante, su corazón golpeando fuerte en sus oídos, la sangre corriendo como loca en sus venas con la ferocidad de olas en medio de una tormenta.
(Eras inútil incluso con un núcleo. ¿Y ahora?)
Sin núcleo, sin núcleo, sin núcleo...
(«... sin su sacrificio, nunca habrías sido capaz de alcanzar lo que has logrado hasta ahora ...»)
Donde alguna vez había estado un poderoso núcleo dorado, girando con una energía tempestuosa e imbuyendo su sangre con oleadas electrizantes de poder, ahora solo hay... solo hay un vacío.
Se sintió como ser sacado de balance, perdiendo la compostura en tanto trataba de alcanzar algo, solo para terminar agarrando nada mientras caía...
Cayendo y cayendo en picado hacia un abismo que apestaba a lágrimas y dolor, enturbiado con los susurros distorsionados de inútil, inútil, inútil.
«Jiang, nunca me sobrepasarás. Que jodido pedazo de basura inútil, no es de extrañar que a todos les agrade más que a ti...»
La carcajada de Wei Wuxian rebuznó fuerte mientras un espejismo retorcido de él se mofaba de Jiang Cheng; la sonrisa antinatural y demasiado amplia burlándose con deleite.
«No eres digno nada, ni de nadie. Mucho menos de todas las personas con bondad en ellas que de alguna manera piensan que todavía mereces algo después de cómo las has tratado...»
La mirada helada que fue dirigida a él por más de trece años, pues Lan Wangji nunca hizo ningún esfuerzo para ocultar el desdén y hostilidad hacia la escoria que veía en Jiang Cheng.
«No te pedí que me amaras, Wanyin, así que por favor, solo déjame solo...»
Lan Xichen, con sus ojos distantes y su sonrisa triste, alejándolo. Repitiendo las palabras que habían roto y hecho polvo los últimos pedazos de Jiang Cheng, dejándolos caer más allá de él para unirse a las arenas que crujían bajo sus pies.
Esos días, la frustración deja inválida la capacidad de hacer cualquier cosa en Jiang Cheng. Atrapado en la prisión de sus pensamientos, Jiang Cheng casi se había ahogado bajo el peso de su dolor.
Es que es tan jodidamente difícil, cuando todo se convierte en nada más que un recuerdo de lo que ha perdido.
En esas ocasiones, son solo los resoplidos de Nuez cuando golpea su hocico contra Jiang Cheng los que finalmente lo ayudan a escapar de los trances debilitantes llenos de paralizantes dudas de sí mismo y de voces despreciándolo.
Las cálidas caricias de hocico que su compañero de viaje le provee son un ancla al que agarrarse mientras Jiang Cheng se aferra desesperadamente a los desentrañados hilos de su mente, Tratando, tratando de rearmarse a sí mismo de vuelta en una pieza.
Jiang Cheng nunca se ha sentido más agradecido del silencioso compañerismo que ilumina el opresivo silencio que pesa sobre sus hombros cuando la soledad es demasiada algunas veces.
Jiang Cheng sabe que él necesita aprender cómo aceptar esta realidad; necesita reconciliarse a sí mismo con el hecho de que sus demonios existen y continuarán existiendo por buena parte del largo tiempo que queda por delante.
Sabe que necesita hacer la paz en lugar de tan solo lidiar con ellos como lo ha hecho en las últimas décadas de su vida: simplemente dejándolos de lado en favor de asuntos más urgentes que o bien concernían la supervivencia de su secta o bien la de su amado sobrino.
Se siente como si estuviera recompensando una guerra silenciosa e interminable a la que apenas terminó sobreviviendo todos esos años.
Esos años lo habían dejado perdido y quebrado, flotando a la deriva como una pieza rota de madera en el agua, mientras perdía batalla tras batalla, acercándose por pulgadas a una derrota completa mientras todos caminaban lejos de él. Había tratado lo más fuertemente que pudo, para ser de utilidad, para aminorar las esquinas más filosas de su personalidad, para tener cuidado con su temperamento y su lengua alrededor de aquellos por los que se preocupaba, pero aun así, de alguna manera, eso no fue suficiente.
Y Jiang Cheng solo pudo observar, el remordimiento y la vergüenza en guerra dentro de él mientras lastimaba inevitablemente a todos a su alrededor, sus palabras y acciones demasiado abrasadoras como flamas a través de un bosque, que no dejaban nada más que restos quemados y destrucción insalvable al despertar.
Algunas veces, él descabalga de Nuez, aterrizando sin gracia en el suelo con un pesado golpe, yaciendo allí mientras las lágrimas corren por su rostro mientras se rinde ante la angustia que se ha elevado como una bestia que ha despertado de un largo sueño.
Esas veces, en tanto el azuleado cielo del atardecer va desvaneciéndose en los muteados colores de la noche, Jiang Cheng se levanta y recarga en Nuez, dejando que su peso los presione contra el cálido musculo que se eleva y cae bajo su espalda con cada respiración que su compañero toma.
Uno de los peores días dejó a Jiang Cheng sintiéndose ahuecado, los andrajosos bordes en él gritando con un dolor fantasma como si todo dentro de él hubiera sido crudamente escarbado por una espada sin filo.
No puedo continuar así.
Incluso en un viaje para encontrar su supuesta felicidad, todo lo que Jiang Cheng había sentido hasta ese momento fue un dolor penetrante que se había aferrado a él con cada movimiento que hacía y cada respiración que tomaba.
Estoy tan exhausto.
(Por favor... solo déjenme descansar.)
En las oscuras fosas de la derrota, Jiang Cheng sintió crecer las frustraciones y desaliento que habían coloreado sus días desde que dejó su anterior vida atrás, encrespadas y furiosas como olas ondeantes en una tormenta en el mar.
Alto, más alto todavía, tanto que se sintió como si fuera a ahogarse.
(Nadie va a atraparte.)
Ahogando un sollozo, Jiang Cheng se había acurrucado contra Nuez en un patético intento de plegar su ancho cuerpo a algo más pequeño, acercando las cenizas de sus esperanzas rotas.
Tratando de ocultarse de los horrores que se negaban a dejarlo solo.
Suspendido por las briznas de esperanza que tercamente se aferraban a la vida en él, deseando... esperando por una mejor vida todavía.
Tratando de recordar el murmullo de anticipación que lo había impregnado en el primer momento que dio la vuelta a la primera página de lo que esperaba sería el capítulo más feliz de su vida.
(Debes recordar.)
Esta vez no había campanilla de claridad para sacudirlo de su estupor, para cortar a través de la densa bruma de dolor adormecedor. Temblando, Jiang Cheng giró su cuerpo para así estar tendido sobre Nuez, sus brazos subieron para apretarse alrededor del cuello de Nuez mientras ahogaba su llanto contra los gruesos mechones de la melena de su corcel.
Cuando sus lágrimas se secaron, Jiang Cheng finalmente buscó un respiro del desorden borroso en el que se habían fundido sus días, los fragmentos de un tiempo pasado todavía pegados por sus tortuosas memorias y las voces burlonas de su desprecio y dudas hacía sí mismo.
Atrapado en el estrangulamiento de todo el dolor del que había rehuido, demasiado asustado de lo que aprendería de sí mismo. Las fallas y errores que habían formado a Jiang Cheng —no las otras versiones de él que había presentado al mundo— y que inevitablemente encontraría cuando por fin reuniera la fuerza para desmontarse a sí mismo.
Con cada lágrima que derrama de sus ojos, Jiang Cheng siente que otra pieza de él se rompe, y él sabe...
Sabe que no puede continuar así, dejando de lado las pesares y agravios que piensa es demasiado débil para afrontar.
(Sabe que si quiere seguir adelante, si realmente quiere dar un paso hacia un futuro que no pertenezca al pasado, lo primero que debe aprender es a dejar ir.)
(«Estar atrapado en el pasado es ser débil ante algo que ya no existe, A-Cheng, así que el único camino es hacia adelante porque allí es donde el futuro reside. No puedes cambiar el pasado, pero puedes conquistar lo que queda delante de ti, y eso es tu futuro.»)
Así que Jiang Cheng se promete a sí mismo que antes de que las últimas piezas de él se astillen irreparablemente, él aprenderá a conquistar sus demonios.
Por el bien de nadie más que el suyo.
En los siguientes días, Jiang Cheng aprieta sus dientes y trata con toda su fuerza de hacer las paces con las enervantes injusticias que ha sufrido en las manos de otros. Mientras lucha a través de los días, arrastrando tanto a su cuerpo exhausto como a su mente abatida, él pelea para limpiar el lodo acumulado del pasado, corriendo a su alrededor como las atropelladas aguas de un río desbordado.
En tanto el sol se alza y se pone con cada día que pasa, Jiang Cheng siente que las piezas en él comienzan a encajar juntas y en su lugar con cada paso que toma para remendar los hoyos abiertos en su corazón; suturando de vuelta las piezas de sí mismo una victoria a la vez mientras aprende a conquistar sus contiendas.
Algunas veces, mientras disfruta del silencio acompañante de su compañero de viaje bajo el mosaico etéreo de una noche decorada de estrellas, se siente como si quizás, solo quizás, las cosas estarán bien.
(Por fugaces, preciosos momentos, se siente como si estuviera completo de nuevo.)
Dos semanas.
Dos malditas semanas completas y ni una sola pizca de nada.
Han sido dos semanas desde la primera vez que Jin Ling visitó Muelle de Loto buscando respuestas a la abrupta decisión de su Jiu-jiu de entrar en reclusión... solo para ser despedido así nada más. La realidad de que no ha recibido nada de Muelle de Loto desde entonces le crispa inmensamente los nervios.
Ni una carta, ni un heraldo, ni siquiera un simple mensaje de Xiang'er-jiě para decirle que había transmitido la noticia de su visita anterior en la que fue bloqueado antes de siquiera acercarse de alguna forma a las habitaciones de Jiu-jiu.
Así que Jin Ling decide que debe hacer un viaje otra vez, para asegurarse de que todo está bien en Muelle de Loto.
Sabe que podría haber escrito una carta ya sea a An-gē o Xiang'er-jiě, pero no puede evitarlo- Todavía no ha recibido noticias de Jiu-jiu en absoluto, y en toda la vida de Jin Ling, su Jiu-jiu jamás se ha quedado completamente en silencio de esta manera.
¿Acaso pasó algo de verdad? Jiu-jiu, ¿qué está mal?
(¿Por qué no me dejas verte?)
Jin Ling está a punto de perder la cabeza por las preocupaciones ansiosas que lo están comiendo vivo, sus pies zapateando con molestia mientras la urgencia de arrancarse el cabello crece y se hace más fuerte a medida que los días pasan.
Tiene un mal presentimiento acerca de la reclusión a la que Jiu-jiu ha entrado tan de repente y el solo quiere saber qué está mal y cómo puede ayudar.
Expresar sus verdaderas emociones siempre ha sido difícil para Jin Ling, y allí donde sus amigos de la secta Gusu Lan han crecido en su madurez, brasas de sabiduría haciéndose más brillantes en sus ojos y acciones igual a recién nacidas mariposas emergiendo de sus capullos, Jin Ling se ha sentido a sí mismo deslizarse más y más en el molde de su Jiu-jiu cuando tiene que ver con cuestiones del corazón.
La arrogante educación que tuvo bajo la secta Jin y el emocionalmente atrofiado Jiu-jiu que lo ha criado no es que hayan sido exactamente los mejores modelos a seguir para la expresión sana de emociones. Eso ha terminado con un Jin Ling que ha desarrollado un infortunado hábito de guardar sus preocupaciones cerca de su corazón y ocultar su verdadero yo detrás de un corto temperamento y un muro de fanfarronadas.
Encubriendo los funcionamientos más internos de su frágil corazón detrás de su arrogante mentón elevado y el aire principesco de un mimado.
Desafortunadamente, eso también significó que a lo largo de los años, el abismo emocional entre él y su Jiu-jiu no había hecho otra cosa más que ensancharse, todo porque la mecha de sus temperamentos se acortaba cada año, agravado por el retorno de su otro tío, Wei Wuxian.
La primera vez que Jin Ling sintió crujidos tangibles en su vínculo con Jiu-jiu sucedió cerca de un año atrás, cuando Jin Ling estaba pasando los preciosos momentos de tiempo libre que tenía con Sizhui y Jingyi.
Entonces Wei Wuxian había aparecido, con conejos en la mano, mientras una sonrisa jubilosa estiraba sus labios en una amplia curva, radiante con la felicidad de una vida plena.
Jin Ling no podía negar el carisma de su otro tío, y atrapado en el exuberante caos que seguía a Wei Wuxian a donde fuera, se había encontrado a si mismo corriendo, riendo hasta que las lágrimas chorreaban por su cara mientras los cuatro terminaron tropezándose uno detrás de otro tratando de atrapar los conejos que de alguna manera habían corrido como locos en las prístinas tierras de La Profundidad de las Nubes.
Él finalmente había atrapado al último vagando cerca de él. Cuando se había dado la vuelta en medio de una risa alegre mientras hacía alarde triunfantemente.
—¡Tengo al pequeño...!
Solo para encontrarse cara a cara con Jiu-jiu, sus ojos de pedernal fríos como hielo sucio, su boca sellada en un ceño severo mientras se quedaba viendo a Jin Ling y el caos en el que había sido atrapado.
De fondo, Sizhui, Jingyi y Wei Wuxian se habían callado, el silencio que lo acompañaba, incómodo y ominoso, mientras se prolongaba. Jin Ling no supo qué decir, no supo dónde debería comenzar disculparse, cuando su razonamiento frenético fue silenciado de tajo prematuramente por las amargas palabras de Jiu-jiu, escupidas en un tono cortante mientras sus ojos traicionaban la herida que trataba de esconder.
—A-Ling, ¿deberías estar jugueteando sin razón en lugar de atender los deberes de tu secta? ¡No creas que no te romperé las piernas si te retrasas en tus entrenamientos y estudios!
—Jiu-jiu, ¡no es lo que parece! Es que... Yo estaba hablando con Sizhui y Jingyi, y entonces Wei Wuxian...
—A-Cheng, Jin Ling solo estaba tratando de ayudarme a atrapar los conejos que se escaparon, no seas tan duro con él...
—¡Cállate! ¡Wei Wuxian, no me interrumpas cuando estoy hablando con A-Ling!
—A-Ling, ¡¿cuántas veces te he dicho que no pierdas tu tiempo con malas influencias?! No deberías estar holgazaneando así, divirtiéndote tontamente cuando...
— ¡Pero Jiu-jiu, es verdad! Dà-jiù [1] perdió sus conejos y...
Golpeando una mano sobre su boca, el horror manando en él, frío y viscoso mientras se elevaba más y más alto, robando la respiración de su pecho cuando se dio cuenta de lo que acababa de llamar a Wei Wuxian en la cara de Jiu-jiu...
Encontrando la mirada de Jiu-jiu desesperado, esperando poder transmitir con sus ojos el remordimiento que sentía mientras la mortificación coloreaba de escarlata su rostro, Jin Ling sintió algo entre ellos quebrarse con un sonoro crack, como hielo partiéndose para revelar aguas traicioneras mientras los ojos de Jiu-jiu lo observaron estáticos y de manera cansada en aceptación resignada.
Por primera vez en su vida, Jiu-jiu se sintió como un extraño, con sus ojos cerrados y su decepcionada expresión en blanco, bien escondida en una máscara de indiferencia fingida.
Lo siento, lo siento, lo siento, Jiu-jiu, yo no quise decir...
Esas fueron las palabras que Jin Ling anheló decir con ansiedad mientras abría y cerraba sus puños, preguntándose qué exactamente podía decir para hacer que su Jiu-jiu dejara de lucir de esa manera.
(Como si Jin Ling hubiera escogido a Wei Wuxian sobre él y lo hubiera dejado parado en el arremolinado polvo de la soledad.)
Parado allí, Jin Ling pudo sentir los remanentes de su elación previa disolverse como humo saliendo en espiral de las barras de incienso. Se sintió horrible, el mirar a Jiu-jiu darle la espalda a la imagen de carcajadas de la que Jin Ling había sido parte; caminando lejos de ellos mientras sombras parecían envolverse sobre sobre él, presionándolo con un peso invisible allí donde se acomodaron a sí mismas a lo largo de sus hombros.
Por primera vez en su vida, Jin Ling vio bien y verdaderamente cuánto los años hace tiempo idos habían desgastado la vida de su Jiu-jiu, la derrota evidente en sus hombros mientras rehuía la frívola felicidad de otros.
(En las profundidades de su alma, Jin Ling sintió a su corazón romperse por su fuerte y maravilloso Jiu-jiu.)
Jin Ling recuerda los días de su infancia, brumosos con la calidez de los fuertes y gentiles abrazos de Jiu-jiu, tan distintos del cruel monstruo que él permitió que el mundo creyera que era; la infancia donde Jiu-jiu le cantaría, dulces tonos resonando bajo en su pecho mientras sostenía a Jin Ling cerca en noches sin sueño.
Deseando algunas veces que ellos pudieran volver a tiempos más sencillos como esos. Donde Jiu-jiu lo halaría cerca, protegiéndolo del mundo mientras Jin Ling se dejaría hundir en la confortable paz de Muelle de Loto que olía a tormentas de lluvia y lotos.
Cargando el gigantesco paquete de suministros sobre su hombro, Jin Ling monta su espada y suelta un corto aviso a su equipo para informarles de su viaje rápido viaje a Muelle de Loto, haciendo caso omiso de sus chillidos indignados de protesta ante su decisión de aparecerse sin ser anunciado ni invitado por segunda ocasión en tan solo semanas.
Como si creyeran que a Jin Ling le valen un carajo sus pretenciosos protocolos acerca de propiedad y toda esa mierda.
(Él solo necesita asegurarse de que su Jiu-jiu está bien.)
Para sorpresa de nadie, Jin Ling es despachado de nuevo por Xiang'er-jiě, pero esta vez, él no está aquí para armar un escándalo.
Pasándole la gigantesca pila de suministros herbales, entre las que hay cataplasmas curativos y tónicos a Xiang'er-jiě y observándola mientras apenas se las arregla para no permitirse doblar las rodillas bajo el mero peso de todo eso, Jin Ling deja salir una sugerencia con lo que espera sea pura indiferencia y no el humor de perros que todavía no se ha desvanecido por el rechazo que enfrentó en su visita inicial.
—Ya que Jiu-jiu no me va a ver y tú no vas a decirme nada, no sé lo que necesita. Así que simplemente traje un poco de todo, ¡algo debe haber allí que al menos pueda ser de utilidad!
En lugar de la usualmente pequeña pero genuina sonrisa con la que Xiang'er-jiě se permitiría adornar su rostro mientras daba un gracias en voz baja, ella aprieta el bulto en sus brazos, una expresión imposible de nombrar deslizándose en su rostro antes de ser enterrada bajo su usual máscara de cortés indiferencia.
Después, sigue un tenso «la secta Jiang aprecia los regalos tan considerados del Líder de Secta Jin» mientras ella se niega a verlo a los ojos.
Jin Ling siente las señales de malestar intensificarse, revolviéndose de repente incómodamente en las profundidades de su estómago mientras su mente corre.
Algo está mal.
(Algo está terriblemente mal con Jiu-jiu. ¿Qué...?)
Y antes de que pueda recuperar su compostura y demandar ver a Jiu-jiu porque a la mierda todo, ¡¿por qué Jiu-jiu no permitirá que Jin Ling lo ayude?!
No puede ayudar a Jiu-jiu si ni siquiera sabe qué está mal...
(¡Ya no soy un niño, yo también puedo ayudarte!)
Xiang'er-jiě hace una reverencia, el movimiento desagraciado e incómodo mientras batalla como puede con el bulto, y se va; sus pasos apresurados y silenciosos incluso con un bulto en los brazos que equivale a por lo menos la mitad de su peso.
Deja a Jin Ling parado allí en Muelle de Loto, una silenciosa invitación para marcharse del lugar al que siempre ha considerado su hogar en su corazón.
(Para marcharse por sí mismo del lugar en que su Jiu-jiu está tan cerca y a la vez tan lejos; muros de madera y habitaciones vacías separando a dos personas a las que solo les queda el otro como familia.)
Al detenerse en pequeño pueblo adormecido recluido en su propio rincón del mundo, Jiang Cheng observa la calmada y pintoresca vida de la gente del campo mientras carcajean en medio de saludos alegres. Siente un suave anhelo florecer en su corazón cuando ve la encantadora escena de vidas humildes y felices; tan cerca que siente que las puntas de sus dedos podrían rozarla si levanta la mano.
Espera que algún día, su propio rostro pueda estar radiante con el tipo de felicidad que se hincha desde el corazón, pintando sus sonrisas y sus ojos con centelleos cargados de dicha.
(Espera que, esta vez, la felicidad no sea solo una ilusión añorada de su parte; un inalcanzable tesoro que estaría para siempre lejos de sus ruegos y sus manos que ansiaban más.
En tanto guía a Nuez a través de amplias calles de tierra, sus ojos atrapan las brillantes salpicaduras de color que pertenece a la producción recientemente cosechada. Se descubre a sí mismo relajándose mientras regatea con asentimientos silenciosos los saludos entusiasmados de aquellos que lo llaman.
Incluso con su rostro oculto bajo el velo de su sombrero, un extraño en cada sentido de la palabra, Jiang Cheng siente aun así la hospitalidad de buen corazón caer sobre él cuando los aldeanos le extienden una invitación silenciosa para compartir su felicidad en común.
Guiado por sonrisas afables, Jiang Cheng y Nuez continúan, asegurándose que no están en el camino de la gente bulliciosa del pueblo en tanto revolotean a través de sus actividades del día a día en el mercado.
Después de haber rentado una habitación en la posada local y dejado su bulto de pertenencias en la habitación antes de un rápido almuerzo de sopa de fideos, Jiang Cheng sale y compra unos cuantos montones de zanahorias y manzanas de vendedores ambulando productos a lo largo de la calle, en dirección a la parte trasera de la posada. Los establos están allá según le indicaron.
En los escasamente poblados establos, con solo otros dos caballos refugiados entre la paja tibia y el alimento fresco, es sencillo encontrar a Nuez. Mientras los otros dos caballos tienen un color parduzco, parches grises moteados alrededor de sus rabadillas, el pelaje café rojizo de Nuez resalta deslumbrantemente.
Al notar a Jiang Cheng, Nuez relincha animadamente al ver las zanahorias en sus manos. Acercándose por su propia cuenta, Nuez se agacha para olisquear a Jiang Cheng, jugando a hacerse el cariñoso por los tentadores bocadillos que se bambolean tan cerca de él.
Jiang Cheng se carcajea, las payasadas de Nuez ante las golosinas aligeran su estado de ánimo y quitan de su mente la ansiedad que había comenzado a burbujear en la parte trasera de su cabeza como un arroyo agitado desde el momento en que se adentró a los mercados y trató adaptarse a estar tan repentinamente rodeado de tanto ruido.
—¿Has sido un buen chico, Nuez? ¿Mereces estas golosinas por lo bien que te has portado este último mes?
Jiang Cheng sabe que Nuez no puede entenderlo, pero no puede evitar hacer comentarios burlones mientras pretende considerar si él merece todas las golosinas que ha traído. Sin importar el impecable comportamiento de Nuez, conteniéndose de arrebatar las sabrosas zanahorias y crujientes manzanas de las manos de su dueño, el brillo en sus ojos ya revela suficiente de cuáles son sus deseos.
Riéndose mientras frota entre sus orejas, rascando su cuello de arriba abajo con movimientos enérgicos, Jiang Cheng levanta las zanahorias a la altura de Nuez, una muy bien ganada recompensa por el agotador viaje que ha sobrellevado al lado de Jiang Cheng.
Se queda cerca de su compañero de viaje y lo alimenta una pieza a la vez, alternando entre deslizar su mano libre por el cuello de Nuez o a través de su crin mientras su amigo mastica felizmente su suministro interminable de chucherías.
Para cuando Nuez ha terminado de mascar su última manzana, sus movimientos haciéndose soñolientos tambaleos, el sol casi se ha puesto por completo, el cielo oscuro irradiando entre líneas de púrpura y naranja. Nuez lo acaricia con su hocico a modo de un contento «gracias», tan alegre por el bufet de deliciosos bocadillos para hacer otra cosa más que sucumbir a una siesta reparadora.
Con solo el susurro intermitente de la paja seca que hacen los otros corceles al moverse en sus puestos, Jiang Cheng holgazanea en el calmo silencio de los establos por un poco más de tiempo, hasta que la luna se alza para reemplazar al sol.
Dándole una última palmadita, Jiang Cheng deja a su caballo para que tenga su muy merecida siesta y decide volver a su habitación. La pálida luz de luna baña su cuarto en un brillo débil, casi transparente y frío allí donde cae a lo largo de las superficies gastadas de los muebles, resaltando allí donde la madera ha sufrido a través de miles de arañazos y rayones en las manos de viajeros descuidados.
En la comodidad de su habitación, simple pero resistente como el resto de la posada, Jiang Cheng se lamenta ligeramente ante la mortificación que ha comenzado a aumentar en él ahora que está lejos del torbellino de ruido, colores y personas.
Todo se había sentido extrañamente ajeno, sus movimientos y respuestas siempre a un paso de ser demasiado lentos mientras trataba de ajustarse de nuevo a vivir entre la civilización y teniendo que interactuar con gente otra vez después de un completo y definitivo aislamiento donde solo tuvo sus pensamientos y a Nuez por compañía.
Jiang Cheng nunca ha sido de cara gruesa como su hermano, así que la vergüenza llega a él más rápido de lo que le gustaría, sus mejillas adquiriendo un tono rosado mientras suspira ante los recuerdos de sus respuestas forzadas e incómodos gestos, los que abandonó rápidamente cuando se dio cuenta que no sabía muy bien qué hacer con sus manos.
Cuelga su túnica exterior de cualquier forma sobre la parte superior del biombo en una esquina de la habitación, demasiado cansado para doblar su ropa apropiadamente cuando todo lo que su traicionero cuerpo quiere es dejarse caer a sí mismo en la felicidad de un sueño que lo haga olvidar de todo, sobre una cálida cama después de un mes durmiendo a la intemperie. Jiang Cheng apenas se las arregla para desatar la coleta de su cabello antes de deslizarse en el más que bienvenido abrazo de las sábanas cálidas.
Por primera vez en más de un mes, Jiang Cheng descansa apropiadamente.
Por primera vez en meses, Jiang Cheng duerme tranquilo, el violento agarre de sus pesadillas ausente de su descanso.
No hay manos, ardiendo calientes mientras se presionan contra su pecho, derritiendo la única cosa que define su valor en el mundo de cultivación.
No hay una oscuridad sin rostro serpenteando en sus sueños, llevándose todo lo bueno con su venenoso lodo, dejando un regusto del asco, el miedo y la rabia revistiendo su sueño, forzando a su sobreexcitada mente a volver a despertar mientras vomitaba, la bilis elevándose en su garganta; amarga y áspera en tanto su cuerpo trataba de expulsar las cosas atoradas en su mente.
(Por primera vez en meses, no sueña con fuego, ni sangre, ni pérdida.)
Cuando despierta, el sol ya se ha elevado en lo alto del cielo, flameando resplandeciente mientras sus rayos brillan alegremente en el suelo de su habitación, exhalando calidez en todo lo que toca. Jiang Cheng siente un extraño tipo de paz cubrirlo mientras parpadea hacia la consciencia, la plácida quietud de todo esto es una inusual sensación en su corazón de lejos acostumbrado a emociones más volátiles.
Levanta las manos sobre su cabeza en un estiramiento que hace que los dedos de sus pies se curven y se sacude su túnica exterior antes de bañarse, disfrutando cómo se siente el agua fría en su piel mientras esta limpia los últimos restos de sueño de él.
Hala su cabello en la cola alta a la que se ha acostumbrado a llevar y ocupa sus manos amarrando la cinta que asegurará los mechones de su cabello mientras se encamina a la pequeña área del comedor que ocupa la totalidad del primer piso en busca de comida caliente.
Inhalando el aroma que desprende el congee fresco y los mántous [2] hervidos, el estómago de Jiang Cheng gruñe de corazón cuando detecta la existencia de un delicioso desayuno recién hecho cerca de él.
—Lǎobǎn, un plato de congee y mántou aquí, por favor.
—Ei, ¡enseguida, joven señor! Tome asiento donde guste, ¡la comida estará servida en un momento!
Se hunde en una silla sin respaldo, y con los brazos apoyados contra el borde de la mesa, Jiang Cheng se deja empapar por la atmosfera placentera que lo ha cubierto por sí misma desde la mañana, adormeciendo a todos en un estado lento y soñoliento.
Con un suave repiqueo, el amigable viejo hombre que atiende tanto como dueño como chef coloca un cuenco de humeante congee caliente cubierto con cebollines en rodajas y un chorrito de aceite de sésamo con una tajada de crujiente yóutiáo [3] dorado encima de todo.
Un par de esponjosos mántous relucen en su propio plato al lado del congee, vapor elevándose en curvas desde él, la dulce y débil fragancia flota hacia la nariz de Jiang Cheng.
—Hicimos algo de dòujiāng [4] en la mañana, por favor sírvase un poco junto a su desayuno, joven señor. Es un plato sencillo, ¡pero esperamos que sea de su agrado!
—Uh... oh, gracias. Eso es... eso es muy amable de su parte. —Sorprendido por la cálida generosidad, Jiang Cheng tartamudea su agradecimiento, no acostumbrado a ser tratado tan amablemente por personas que no tenían razón para hacerlo.
Tomando un sorbo de dòujiāng caliente, Jiang Cheng siente una bola de nostalgia hacerse gruesa en su garganta mientras saborea la fragante leche de soja que le recuerda a tiernas y pasajeras memorias que pertenecen a pasado distante que precedió a la llegada de su hermano adoptivo; cuando solo eran él y A-jie, siempre tratando y mayormente fallando de complacer a un par de padres problemáticos.
Un pasado en que las cosas habían sido difíciles, pero no imposibles.
Donde A-niang todavía era capaz de dejarse llevar por cierta contentura fugaz en momentos escondidos de indulgencia mientras estudiaba las plantas y venenos en los que estaba interesaba; antes de la llegada de un niño que le recordaría a todo lo que ella nunca podría ser, a todo lo que su hijo nunca sería para el padre con el que le había tocado nacer.
(Cuando A-niang todavía podía mirar a sus hijos, a Jiang Cheng; verlos a ellos en lugar de las cosas que su familia nunca podría ser.)
Donde A-die todavía trataba, raro tal cual era, de acoplarse con una familia que nunca quiso ni deseó, antes de la llegada de un precioso niño que le recordaría a todo lo que alguna vez amó.
(Donde él todavía tenía momentos en los que trataba de olvidar que la familia que le había sido dada no era la que quería, simplemente porque no había nacido de la mujer que amó.)
Los recuerdos de él y A-jie compartiendo cuencos de dòujiāng calientes en las tempranas horas de la mañana en Muelle de Loto en sus años más mozos antes de que tuvieran que comenzar su día flotan a través de su mente, recordándole un pasado en el que una vez también fue un niño.
Donde solo había sido Jiang Cheng.
(No Jiang Wanyin, no Sandu Shengshou, no Líder de Secta Jiang.)
Los tiempos hace tiempo dejados atrás en los que él fue suficiente así tal cual era, antes de que las expectativas severas se convirtieran en una obsesión maniaca para sobrepasar a otros, para sobrepasar a Wei Wuxian.
(Antes de que "hacerlo mejor" se convirtiera en "no lo suficientemente bueno"; antes de que Jiang Cheng hubiera sido reducido de un niño a un reemplazo que nunca fue suficiente para nadie.)
Con cada sorbo de leche de soja, los fragmentos de pacíficas mañanas al lado de A-jie flotan despreocupadamente a la parte delantera de su mente igual a las briznas de dulzura fragante que se rozaban contra sus papilas gustativas.
Mientras come, Jiang Cheng siente disminuir el hambre que hasta hace poco estuvo royéndolo con cada delicioso bocado que consume. En un instante, los tres platos han sido devorados hasta dejar los platos limpios, y así se hunde donde está sentado, con el estómago lleno de comida y un estado de ánimo somnoliento mientras su mente se relaja en la calma pacífica de la tienda.
Jiang Cheng está empapado en la escena sin disturbios, observando distraídamente allí donde la tranquilidad ha sido salpicada con el ruido de fondo de una cocina ocupada mientras los cuchillos pican sobre tablas de madera, el aceite chisporroteando allí donde toca la superficie de un sartén caliente y el frufrú de la tela mientras el dueño de la posada se mueve de un lugar a otro sin hacer ningún tipo de pausa.
Y entonces, como una burbuja que estalla en el aire con apenas un sonido, Jiang Cheng es sacado de su ensueño ante la realización de que mañana...
Mañana será el día en que un segundo anuncio será hecho por la secta Jiang con respecto al Líder de Secta Jiang Wanyin, esta vez haciendo oficial el fin de su liderazgo como líder de la secta Yunmeng Jiang.
Donde la historia del temible Sandu Shengshou, Líder de Secta Jiang Wanyin de la secta Yummeng Jiang alcanzará el final oficial de su miserable fábula.
(Las palabras de despedida que dejó a un mundo que no lo echará de menos.)
Se pregunta, con un dolor amargo que punza en su corazón, si las personas que dejó atrás se regocijarán ahora que la oscura y hosca mancha que dejó en sus brillantes vidas finalmente se ha ido.
En el ventoso atardecer, hojas caídas siendo arrastradas por el viento susurrante a través de caminos empedrados, Jiang An se queda de pie ante los escalones de la Torre Koi, tomando una inhalación profunda para calmarse.
Para prepararse a sí mismo por lo mucho que su corazón sangrará cuando vea el torrente de emociones que desgarrarán a Jin Ling sin ninguna duda una vez que Jiang An le dé la noticia.
(Una vez que dé el último anuncio del Líder de Secta Jiang Wanyin.)
Inhala.
Exhala.
Otra vez.
Con el púrpura oscuro de las ropas de su secta Jiang reluciendo lujosamente ricas en la luz del sol de atardecer, Jiang An hace su camino escaleras arriba, solicitando una audiencia inmediata con el Líder de Secta Jin mientras su corazón se hunde en las profundidades de su estómago.
Está parado allí, en los alrededores extravagantes que gotean de riqueza, con un simple cofre de madera tallado con un loto de nueve pétalos acunado en sus manos en tanto espera por un encantador y pequeño joven que ha pasado muchos días —meses, años— bajo sus ojos vigilantes... Una sonrisa cordial cuelga de la curva de sus labios incluso mientras sus ojos pican por el ardor de lágrimas sin derramar.
Está parado allí con su espalda recta como una flecha, cabeza en alto y ojos entrenados mirando al frente; inquebrantable mientras sigue las últimas instrucciones de un líder de secta que amó a Yunmeng y a todo lo demás antes que a sí mismo.
(Por el Líder de Secta Jiang.)
Pasa de largo a través de lenguas meneándose, las noticias susurradas en tonos apresurados que sangran con una incredulidad que no se debe al hecho de que la espada de Sandu Shengshou cuelga del cinturón de Jiang An, sino al hecho de que Zidian está enroscada alrededor de su dedo índice derecho.
Millas más allá, en las prístinas tierras de La Profundidad de las Nubes y oculta del resto del mundo mortal por nubes flotantes y niebla brumosa, Yu Xiang'er también ha llegado al lugar en el que ella necesita estar.
Igual a Jiang An, ella también lleva un simple cajón de madera tallado con el loto de nueve pétalos que representa a la secta Jiang.
Juntando sus manos mientras ofrece una reverencia, sus ojos bajos en deferencia hacia el mayor quien ha sido el único Lan que trató al líder de secta Jiang con el respeto que se debía, Yu Xiang'er saluda en voz baja a Lan Qiren.
Mientras sigue la guía de Lan Qiren hacia un estudio privado, apartado en una esquina detrás de corredores sinuosos, solo se detienen para que él envié a un joven de espíritu energético —Yu Xiang'er lo recuerda porque lo ha visto alrededor de Jin Ling en algunas ocasiones— a que solicite la asistencia inmediata del Líder de Secta Lan.
Yu Xiang'er puede sentir la curiosidad emanando de Lan Qiren ante su inesperada visita y está agradecida por el silencio que le está brindando incluso cuando las preguntas burbujean en él.
Incluso cuando prepara una taza de té para ella, un aroma herbal difuminándose en el frío aire de la montaña, él no pregunta. Y por lo tanto, ella no responde.
Cuando ya se han sentado, el silencio agradable mientras sorben sus respectivas tazas de té, Yu Xiang'er acomoda las cosas que trajo con ella en dos filas distintas. Una para cada una de las tareas que ella necesita completar.
En la primera fila yace una simple carta, envuelta y colocada en un sobre. En este, los caracteres del nombre de cortesía del Líder de Secta Lan están escritos con los enérgicos y marcados trazos del Líder de Secta Jiang.
En la segunda yace una sola caja, más pequeña en comparación a la que Jiang An llevó con él a Lanling Jin. En esta caja hay una pequeña píldora que hará que las deudas que han sido impuestas en la cabeza de su líder de secta sean pagadas en su totalidad.
Hoy, Yu Xiang'er solo tiene dos tareas y las verá completarse hasta el final antes de irse inmediatamente.
No tiene ningún deseo de que quedarse en un lugar donde reside la gente que le causó tanto dolor al Líder de Secta Jiang.
(Un hermano y traidor que lo abandonó en el tiempo de mayor necesidad.)
(Un intruso amargado y de mirada estrecha que habla como si solo sus palabras acarrearan alguna verdad.)
(Un esposo que no lo ama; que tomó las últimas piezas del frágil corazón del Líder de Secta Jiang y las quebró hasta ser nada más que hebras empapados de sangre.)
Una ráfaga de pasos acercándose más y más la saca de sus pensamientos mientras eleva sus ojos, encontrándose con la mirada cortés del Líder de Secta Lan. Yu Xiang'er se inclina ante él, pero luego mantiene sus ojos enfocados en la puerta abierta del estudio.
Si no escuchó mal, esa ráfaga de pasos pertenecía a al menos tres personas, lo que significa...
—Wei-gōngzǐ, si está allí afuera, entonces por favor pase. Sucede que también tengo algunas noticias que necesitaré comunicarle.
Apenado, Wei Wuxian se desliza fuera de su escondite, Lan Wangji pegado a él ya que sigue a su esposo a todas partes igual a como lo haría un guardia leal.
—Ahaha, ¿eres Xiang'er, no? Vaya ojos perceptivos los que tienes, ¿qué novedades tienes para mí? ¿Se trata de Jiang Cheng?
Inclinando su cabeza con un asentimiento corto, Yu Xiang'er espera hasta que el Líder de Secta Lan, Wei Wuxian y Lan Wangji se han sentado antes de dirigirse a las cuatro personas en la habitación a la vez.
Es inusual, que anuncios tan significativos sean hechos sin fanfarrea, sin el arduo intercambio de cortesías. Pero al mirar a las personas frente a ella y no poder recordar nada más que la impresión de la figura rota del Líder de Secta Jiang mientras sollozaba entre ella y Jiang An... Yu Xiang'er no quiere estar allí ni un segundo más...
Así que...
—El propósito de mi visita hoy es para formalmente anunciar, como representante de Yunmeng Jiang, que el Líder de Secta Jiang Wanyin ha elegido dimitir oficialmente como líder de secta y nombrado a su sucesor, Jiang An, como el siguiente en la línea.
Observando los rostros anonadados a su alrededor, grados variados de preocupación, incredulidad y confusión mezclados en sus rasgos, Yu Xiang'er continua.
—Como parte de las últimas instrucciones dejadas por el Líder de Secta Jiang, he venido a traer algunos artículos para el Líder de Secta Lan y para Wei-gōngzǐ.
Alcanzando la carta, se levanta para acercarse hacia el Líder de Secta Lan sin importarle su estado congelado, ojos grandemente abiertos por el pánico, y la presiona en sus manos temblorosas.
—Líder de Secta Lan, esta carta es para usted. El Líder de Secta Jiang me pidió que le informara que esta carta debe ser abierta solo por usted, en privado.
Luego, recogiendo la caja que, ella sabe, contiene nada más que una píldora oscura que apesta a hierbas medicinales amargas y un trozo de papel doblado, Yu Xiang'er indica el resto de instrucciones que ella necesita transmitir.
—Wei-gōngzǐ, esta es una píldora en la que el Líder de Secta Jiang estuvo trabajando antes de entrar en reclusión. La elaboro con sus propias manos con usted en mente, ya que ayudará a impulsar su cultivación fortaleciendo su núcleo dorado. Dijo que es algo que le debe y espera que acepte este regalo.
—¿Jiang Cheng hizo esto para mí? ¿Qué...? ¿Por qué? Él no me debe...
(«... Con su núcleo dorado ardiendo tan brillantemente dentro de ti, ¿no sientes ni una brizna de agradecimiento hacia él...?»)
—Wei Ying.
Alejando su mirada de la píldora y se encuentra con los ojos ámbar de su esposo, los que hablan de su abierta desconfianza hacia la píldora, Wei Wuxian le ofrece una sonrisa débil mientras el arrepentimiento se enrosca a través de él.
—Lan Zhan, no luzcas tan enojado, estoy seguro que nada irá mal. Si de algo estoy seguro, ¡es que Jiang Cheng al menos sabe cómo separar sus venenos de sus hierbas!
Con ello, él coloca la píldora en su boca y traga el duro terrón. En tanto la amarga cáscara deja restos en su lengua en su camino a la garganta, Wei Wuxian se pregunta qué exactamente hará la píldora.
Sin embargo, en tanto esta viaja por su garganta, un bulto incómodo que se desliza lentamente hacia abajo, de repente...
Oh.
Wei Wuxian siente la píldora romperse dentro de él, los zarcillos de magia ancestral se expanden, envolviéndose sobre el débil núcleo dorado que ha formado en el cuerpo de Mo Xuanyu y derritiéndolo...
Con un grito sin sonido, su mente se queda en blanco por el dolor agonizante y candente que proviene de... de ese algo que está sucediendo dentro de él.
Retorciendo y halando sus adentros mientras el infierno de dos núcleos fusionándose en solo uno parece que trata de quemarlo vivo desde adentro. Las erráticas oleadas de poder hechas corrientes de energía espiritual densa que se filtran de su núcleo dorado original, mucho más poderoso ahora de lo que fue cuando se lo transfirió a Jiang Cheng. Entonces...
Nada.
El caos en él se ha queda mortalmente quieto, y por un momento, el universo parece colgar congelado, como una gota de agua a punto de caer de la punta de una roca...
Y entonces...
Los parpadeos de un núcleo dorado que apenas y recordaba cómo se sentía surgen de vuelta a la vida en él en tanto la cáscara de la píldora se derrite completamente.
Esta vez, Wei Wuxian grita en voz alta, el aullido desgarrando su garganta cuando siente la marea de dolor devastador crecer en él, quebrándolo como las olas harían a un barco que se hunde.
(Un sonido horrible que llora por un corazón roto y una familia perdida.)
Mientras Wei Wuxian se da cuenta de qué es lo que Jiang Cheng le ha regresado.
Notes:
Notas de la autora
1. Da-jiu: lit. Tío Mayor. Así que, si capté las tres terminologías correctas de mi familia china, técnicamente y en universo donde Jin Ling ha crecido con los hermanos Yunmeng a su alrededor como sus tíos maternos, Wei Wuxian sería llamado "Da-jiu" porque es mayor que Jiang Cheng, mientras que este sería llamado "Xiao-jiu" en lugar de solo "Jiu-jiu".
2. Mantou: Bollos chinos al vapor. En la actualidad, hay muchas, muchas maneras de comerlos: Rellenas, aderezadas, fritas, al vapor, saladas, endulzadas y la lista sigue.
3. Youtiao: Palillos de masa frita.
4. Doujiang: Leche de soya o caldo de soya, puede ser servida caliente o fría.Doujiang caliente es lo que Jiang Cheng estaba bebiendo, y aunque escribí queel youtiao vino junto al congee, el youtiao también puede ser servido condoujiang ¡y esa también es una deliciosa combinación!
Chapter 6: Todos los problemas tienen sus raíces
Summary:
Jin Ling aprende lo que es el duelo y Jiang Cheng contempla los eventos de su pasado.
Chapter Text
Under the Willow Trees, Lotuses Blossom
Escrito por keisei
Traducido por Kaethe Seleori
斬草不徐根 , 春風吹又生
Unless the roots of cut grass are severed, they will return again when the spring breeze blows; Remove the root of problems, not its manifestations, lest it returns when conditions are right.
A menos que las raíces del pasto cortado sean removidas, estas volverán cuando sople la brisa de primavera; Elimina la raíz de los problemas, no sus manifestaciones, no sea que regresen cuando las condiciones sean las adecuadas.
De pie en el opulento vestíbulo de la secta Jin, donde el resplandeciente oro alguna vez ocultó secretos corrompidos y corazones llenos de deseos de venganza, Jiang An golpea sus dedos contra el liso relieve de la caja en sus manos, la humedad de sus palmas pegajosas es incómoda allí donde deja huellas en la fina madera.
—¡An-gē!
Gira su cabeza en dirección a la voz de Jin Ling y aprieta su agarre instintivamente mientras su corazón se hunde incluso más, lenta y pesadamente igual a una roca sumergiéndose en las profundidades de un lago.
A pesar de sus mejores esfuerzos por encubrirlo, la angustia de Jiang An debe de haber sido revelada porque los pasos de Jin Ling vacilan, las zancadas llenas de confianza entremezcladas con descansos dudosos antes de detenerse por completo.
—A-Ling. —Odiando cómo su voz se tambalea solo un poco, el más pequeño de los temblores al final de las palabras, Jiang An traga saliva. Luego toma una profunda respiración mientras se arma de valor, todo antes de encontrar la mirada fija y preocupada de Jin Ling con la suya, turbulenta.
—An-gē, ¿qué pasa? ¿Tienes noticias de Jiu-jiu? Me dijeron que estás aquí con noticias de Muelle de Loto y...
Con su voz se apagándose poco a poco, Jin Ling continúa observando ansiosamente a Jiang An, y no hay nada más que Jiang An pueda hacer para seguir retrasando la inevitable tarea que se le fue confiada para completarse hasta el final.
Da un paso atrás para ponerse una distancia apropiada, ya que se está dirigiendo a un líder de secta en su propio territorio, y endereza la espalda a la vez que alza su cabeza en alto. Con ambas manos acunando la pequeña caja que pesa en su corazón cual si fuera una roca, da a conocer las palabras que oficialmente sellan el final de la historia del Líder de Secta Jiang Wanyin en el mundo de cultivación.
—El motivo de mi visita hoy es para formalmente anunciar, como representante de la Secta Yunmeng Jiang, que el Líder de Secta Jiang Wanyin ha elegido dimitir oficialmente como líder de secta.
Cuando se encuentra con la mirada paralizada de Jin Ling, por un pequeño segundo, Jiang An aparta la vista y continúa.
—El Líder de Secta me encargó entregar esto cuando el día de su anuncio llegara...
Sus manos tiemblan involuntariamente cuando eleva la caja hacia Jin Ling, solo para detenerse cuando escucha un jadeo ahogado silbar su camino fuera de la garganta de Jin Ling.
—An-gē, ¿eso es...?
Sus respiraciones se sienten muy pesadas, tan fuertes como el sonido de la sangre que ruge en sus oídos. Adormecen los contornos de todo lo que está a su alrededor cuando su atención se fija a sí misma en la caja de madera presentada a él... y en la mano que la está sosteniendo mientras Zidian adorna su dedo índice.
Una mano que no es la mano de Jiu-jiu.
Zidian le pertenece a Jiu-jiu, así que por qué...
¿Está realmente Zidian en la mano de An-g...?
(Esto no es real, esto no es real, esto no es real...)
—A-Ling. —Un susurro tan ligero que prácticamente no tiene sonido, pero que aun así está tan lleno de emoción que parece flotar en el aire.
Su visión se deforma mientras su mente procesa lo que significa que Zidian esté en el dedo de An-gē; Jin Ling apenas registra el ardor de las lágrimas que inundan como fuego líquido sus ojos. Sintiendo manos presionar una caja con el motivo de la secta Jiang en sus manos lánguidas, Jin Ling quiere apartarla.
La una vez cálida voz de An-gē que se quiebra de dolor mientras envuelve las manos de Jin Ling con las suyas derrumba la muralla que detenía las lágrimas de Jin Ling y las deja caer, deslizándose cual ríos ardientes por su rostro.
—El Líder de Secta Jiang...
Sintiendo una cálida mano limpiar sus lágrimas, Jin Ling eleva sus ojos, conteniendo los sollozos que quieren forzar su camino fuera de él mientras escucha reluctantemente el resto de las palabras de An-gē.
—El Líder de Secta Jiang me pidió pasarte esto y decirte que no te culpes a ti mismo porque tú fuiste la mejor cosa en su vida. Lamento no haber podido decirte acerca de sus decisiones cuando lo visitaste antes...
Cuando las palabras de An-gē se enredan en un desastre incoherente mientras sus propios sollozos atraviesan su cuerpo, Jin Ling da un paso adelante y se aferra a la túnicas púrpura a la vez que entierra su rostro en el abrazo de alguien que es cada pedazo de un hermano mayor para él en todo menos sangre.
Juntos, se quedan allí parados y enredados, aferrándose el uno al otro y tratando de evitar desmoronarse completamente mientras guardan luto por la pérdida de alguien que ellos atesoraban como familia.
Notas firmes tintinean a través del aire cuando la campanilla de claridad de An-gē repica, registrando la creciente aflicción a su alrededor. El sonido es penetrante al golpear contra la barrera de su pesar colectivo, un llamado punzante tratando de traerlos hacia el presente.
En los ecos de los tañidos de la campana de An-gē llega un suave y mucho más bajo repiqueo; los ojos de Jin Ling giran de pronto hacia la caja en sus manos mientras siente los más débiles filamentos de energía espiritual crepitar a través de la madera, alcanzando y curvándose cual briznas casi indiscernibles alrededor de sus manos y...
Oh.
Eso es...
Ese es Jiu-jiu...
Sintiendo otra ola de sollozos elevándose en él, Jin Ling cae derrumbado al suelo, apenas notando que An-gē sigue su caída ya que lo estaba sosteniendo porque...
Porque...
Esa era la energía espiritual de Jiu-jiu curvándose alrededor de sus manos y...
Los repiqueteos de la campanilla —la campanilla de Jiu-jiu— que yace acunada dentro de la caja es ignorada mientras Jin Ling se hunde más y más profundamente en la desesperación; empujándolo bajo un torrente de agonía, ahogando el aire en sus pulmones cuando se da cuenta que Jiu-jiu se ha ido.
Porque las campanas de la secta Jiang nunca podrían ser entregadas a otros miembros de la familia a menos que...
(«Jiu-jiu, ¿puedo tener una también?»)
(«A-Ling, las campanas que la secta Jiang lleva solo pueden ser obsequiadas a quien sea con quien nos hayamos casado, o a la familia si alguna vez pasa algo y ya no podemos ser parte de la secta Jiang.»)
Acurrucándose a sí mismo, balanceándose sobre los talones de sus pies donde se ha hecho una pequeña bola, Jin Ling no registra el paso del tiempo volar mientras llora. El tiempo que torna el cielo de un atardecer veteado de oro al vacío sin alma de la noche.
(Jiu-jiu, ¿dónde estás?)
(Por favor vuelve. Por favor vuelve...)
No sabe cuánto permanece allí, envuelto en una posición que solía asumir solo en sus años más jóvenes cuando se escondía en los brazos de Jiu-jiu después de pesadillas particularmente aterradoras. Lamentos desgarradores debilitándose y haciéndose sollozos húmedos mientras reza fervientemente a los cielos para que su Jiu-jiu regrese a él.
En la oscuridad de su habitación, horas después de que Yu Xiang'er llegó y se retiró, su mirada fríamente glacial mientras se quedaba viendo directamente a todos los que habían estado presentes en el estudio, la carta que Jiang Wanyin le escribió yace sin abrir.
Está allí frente a él, todavía envuelta en el sobre que lleva su nombre, al lado de la carta que aún no le ha enviado a Wanyin. El parpadeo de la luz de las velas pinta un vago amarillo a través del papel, dejando al bambú pintado de sus pinceles inundado de un resplandor brillante allí donde cuelgan junto a la vela.
Mirando fijamente a su carta sin enviar —la tinta seca desde hace una semana y las líneas plegadas todavía no presionadas en el papel— Lan Xichen se da cuenta que, una vez más, Jiang Wanyin ha dado el primer paso.
Como siempre había hecho en los años que estuvieron juntos.
(Jiang Wanyin es quien siempre, siempre, alcanza primero. Con manos firmes y brazos fuertes, mientras que Lan Xichen solo...)
En tanto se sienta en su escritorio, su mente ofrece una memoria de Jiang Wanyin: de plata derretida reflejando preocupación y amor; la sensación fantasma de manos cálidas sobre las suyas, frías como hielo.
(«Xichen, respira conmigo. Todo está bien, estoy aquí. Solo respira, hazlo conmigo.»)
Cuando cierra sus ojos, él observa la vívida impresión de un rostro atractivo —rasgos felinos y pronunciados suavizados por la preocupación— mientras una mirada gris sostenía la suya, acuosa, con absolución. Firme y confiable en el caos de la mente de Lan Xichen.
(«Inhala.»)
Una inhalación.
(«Exhala.»)
Una exhalación tambaleante.
Repite.
Y Lan Xichen no puede.
(Porque Jiang Wanyin no está aquí...)
Porque tú lo alejaste, su mente le ruge y Lan Xichen quiere encogerse ante la verdad que no puede negar.
Piensa en Yu Xiang'er y sus oraciones concisas que no dieron ni un indicio, nada fuera del mensaje que se le había encargado transmitir.
(«...formalmente anunciar, como representante de Yunmeng Jiang, que el Líder de Secta Jiang Wanyin ha elegido dimitir oficialmente como líder de secta...»)
Y no puede evitar la preocupación torciéndose en sus entrañas, revolviéndose inconfortablemente mientras se pregunta...
¿Qué significa esto para nosotros, Wanyin? ¿Qué significa para ti? ¿Por qué...?
Con manos tiritantes, Lan Xichen finalmente alza la carta y la desenvuelve, recorriendo con sus ojos el texto en la primera página, pulcro y formal contra el más grueso y más resistente papel usado solo para correspondencia relacionada con la secta. La mente de Lan Xichen no capta el contenido hasta un momento después, cuando siente que el mundo se derrumba bajo sus pies porque...
Porque...
Esta es una carta de divorcio...
Una carta de divorcio de Jiang Wanyin dirigida a él.
Lan Xichen no sabe qué pensar, qué hacer cuando el campo de su visión se estrecha; la oscuridad arrastrándose amenazante por los bordes mientras su corazón se constriñe. Un peso cayendo contra sus pulmones. Una ola de arrepentimiento lo recorre completo, contundente mientras atraviesa las paredes de su mente, cortando un camino a través de todo en él cuando Lan Xichen se da cuenta que, una vez más, ha perdido a alguien.
Sabe que, de nuevo, no es la culpa de nadie más que sí mismo.
Temblando, Lan Xichen se encorva donde está sentado, inclinándose hacia atrás y plegándose a sí mismo tanto como puede, pero de alguna manera, simplemente no es suficiente.
No es suficiente para esconderse lejos de la realidad que se cierra a su alrededor cual muros amenazantes.
¿No era esto lo que querías? Querías algo de tiempo alejados...
(Y ahora, Jiang Wanyin ha concedido tu deseo.)
No así, protesta contra sus pensamientos, no de esta forma.
Las otras páginas de la carta caen a la deriva para descansar contra la madera pulida del escritorio con apenas un suspiro mientras la fuerza abandona a Lan Xichen, su visión torciéndose con el familiar ardor de las lágrimas.
Lan Xichen,
Pensé que después de todas las cosas que pasaron a lo largo de mi vida, quizá había encontrado finalmente la felicidad en la forma de nuestro matrimonio, pero supongo que, sin importar nuestras pretensiones, tú y yo sabemos que al final eso no fue nada más que una mentira.
He pensado largo y tendido acerca de nuestro viaje juntos, y mirando en retrospectiva, me he dado cuenta que mi presencia no parece haberte causado nada más que arrepentimiento y agonía, y lo siento por eso. Por causarte un dolor que no debí cuando sabía que todavía estabas tambaleándote por un corazón roto.
No puedo negar que, aunque creo que compartí momentos felices contigo, los meses cerca el final han sido ensombrecidos por nada más que lágrimas y miseria cada que me era recordado, una y otra vez, que nunca seré aquel al que tú quieres.
Hace mucho tiempo atrás, tuve la esperanza de que tal vez, un día, podrías llegar a amarme tal como habías hecho con Jin Guangyao, pero era un deseo imposible y ahora estoy consciente de mi estupidez.
Gracias por darme una oportunidad, Lan Xichen, por haberme permitido compartir momentos contigo como tu compañero.
Te amé entonces y te amo incluso ahora, pero quédate tranquilo, porque en tanto nuestros caminos diverjan y nos movamos hacia nuestros futuros individuales, mi amor por ti se desvanecerá un poco más cada día.
Así que ya no hay necesidad de que te conciernas a ti mismo con Jiang Wanyin nunca más. Te deseo una vida llena de la felicidad que no pudiste encontrar conmigo.
Adiós.
Jiang Wanyin
De nuevo, Lan Xichen está sentado entre los escombros de otra vida que ha arruinado. Es una horrible verdad, pero sabe que siempre dio por sentado a Jiang Wanyin, una certeza en su vida. La promesa que Wanyin había susurrado contra su frente cuando creyó que La Xichen estaba dormido había parecido tan absoluta en ese entonces.
Prometo que nunca te dejaré.
Desde el primer día que la tormenta que es Jiang Wanyin entró a su vida en reclusión, hasta el día en que se casaron, Lan Xichen cayó —más y más profundo todavía— en la complacencia, reforzada por la inquebrantable constante de los afectos libremente dados de Wanyin.
Lan Xichen sabe que ha sido insensible y cruel, pero perdido en la tormenta del amor de Wanyin, se sintió a sí mismo perder dirección, cautivado en las olas como un barco perdido en el mar, incapaz de anclar su corazón y darle a Jiang Wanyin las respuestas que merecía.
Es lógico, supone, que su negligencia para con el corazón de Jiang Wanyin haya provocado que se le fuera arrebatado, la evidencia del privilegio rescindido mirándole de regreso allí donde reposa sobre su escritorio, en las pinceladas enérgicas de la escritura en puño y letra de Jiang Wanyin.
No importa si se siente resignado, nada acerca de lo que siente importa ahora porque Lan Xichen sabe...
Sabe que es su culpa.
(Sabe que aquel que forzó a Jiang Wanyin a alejarse es nadie más que él.)
Así que, en la pintoresca cabaña asentada tras una barricada de bosque de bambú y oculta lejos de la vista por nubes escarchadas, Lan Xichen se sienta, su corazón más hueco de lo que estaba, otra capa suya hecha trizas.
Mientras sus primeras lágrimas caen, se carcajea ante la absurdez de sí mismo, ante lo que se ha convertido.
Se pregunta qué dirá el mundo, si se darán cuenta que él no es nada más que una cáscara pintada —de papel—, una sonrisa delgada escondiendo un vórtice de vacío.
Lan Xichen, el alabado Líder de Secta de Gusu Lan, una sombra hecha de arrepentimientos.
La vergüenza agita sus manos y nubla su visión, pero mientras firma su nombre con temblorosas pinceladas, él espera que Jiang Wanyin se haya dado cuenta de lo que Lan Xichen no hizo hasta ahora: que sus palabras frías y comportamiento desconsiderado son un reflejo de sus demonios internos, de un amor al que no sabe cómo guardarle luto, y no de los esfuerzos gastados en vano de Jiang Wanyin.
Que no es Jiang Wanyin quien no es suficiente, pero el mismo Lan Xichen quien no está suficientemente completo para superar un pasado que tomó demasiado de él.
Con la carta de divorcio firmada, hay una cosa más que necesita hacer, así que se levanta, moviéndose hacia un cofre en su habitación donde la multitud de regalos de Jiang Wanyin reside.
Se queda viendo a las túnicas envueltas hechas de las telas más finas, bordadas con lotos florecientes y nubes arremolinadas con hilos de azul y púrpura que se asoman ante él, y piensa en la consideración que Jiang Wanyin le ha mostrado a través de los años.
Piensa en cómo, durante estos años, escogió ver solamente las cosas que Wanyin no podía hacer —la persona que Jiang Wanyin no era—, y Lan Xichen siente los remanentes de sí mismo quebrarse bajo el peso del remordimiento.
Tal y como fueron pasadas de las manos de Jiang Cheng a las suyas, Lan Xichen cree que ahora con su matrimonio disuelto, es más que apropiado para él devolvérselas a Jiang Cheng. Parece que necesitará hacer un viaje final a Muelle de Loto, para regresar los regalos que ya no le pertenecen.
En las sombras de su habitación, él alza la túnica que Jiang Wanyin le regaló solo días después de su boda, una sonrisa tímida y un sonrojo feroz adornando su rostro... y la coloca a su alrededor por primera y última vez.
En el frío deslizar de la seda, trata de recordar la sensación del amor de Wanyin a su alrededor; la sensación de brazos fuertes halándolo en un abrazo cálido, atrapándolo mientras caía, una y otra vez.
(Trata de recordar el amor que sabe que ha perdido.)
Encorvado contra el armazón de su cama, manos envueltas alrededor de la pequeña caja de madera que An-gē le pasó, los ojos bordeados de rojo de Jin Ling contemplan sin parpadear la campanilla arropada entre suaves sedas, brillando silenciosamente mientras motas de luz de vela quedan atrapadas contra las curvas pulidas de su superficie de plata.
Jin Ling no sabía que la vida podía sentirse tan apagada, tan insoportablemente lenta mientras el tiempo se arrastra a su alrededor. Hay una dolorosa vacuidad dentro de él y no sabe si alguna vez volverá a sentirse completo...
No sabe si podrá volver a sentirse completo de nuevo sin Jiu-jiu a su lado...
(¿Por qué me dejaste, Jiu-jiu?)
Al deslizar temblorosos dedos sobre la fría superficie de la campanilla, cerrando los ojos cuando siente las vagas briznas que quedan de la energía espiritual de Jiu-jiu condensarse cerca de sus dedos, separadas solo por una delgada cáscara de plata resplandeciente, Jin Ling toma una profunda y tiritante respiración...
Tratando lo más duro posible de aferrarse a los últimos fragmentos de Jiu-jiu que puede sostener y sentir, antes de que se desvanezcan.
Jin Ling desearía poder convocar el enojo e indignación usuales que viste como una máscara cuando está herido, pero sabe...
Sabe que esta herida —esta herida que astilla hasta el hueso— no es algo sobre lo que pueda poner un yeso con meros ceños fruncidos y palabras vociferadas.
No cuando hay tanto de él que yace resquebrajado ahora que sabe cuán herido estaba Jiu-jiu.
(Y Jin Ling no lo sabía.)
Se pregunta ahora, ¿exactamente cuántos clamores angustiados de ayuda ignoró en los ojos de Jiu-jiu?
Recogiendo la carta que yace abandonada a su lado, dedos acariciando manchas apenas secas donde cayeron lágrimas, Jin Ling desliza sus cansados ojos sobre caracteres que ha leído una y otra vez desde que desdobló el conjunto de papeles.
Al trazar el camino de las pinceladas, nota donde estas se presionaron con más fuerza en algunas áreas que en otras. Jin Ling sabe que las manos de Jiu-jiu debieron estar temblando, de la forma en que lo hacía ya fuera cuando estaba extremadamente estresado, o extremadamente afligido.
Cuando sus dedos alcanzan los últimos caracteres de la carta, donde Jiu-jiu firmó su nombre, Jin Ling arrastra su vista de vuelta al inicio, leyéndola una vez más, tan solo una vez más...
A-Ling,
Lamento muchísimo dejarte de esta forma.
Para cuando estés leyendo esta carta, ya habré partido de Yunmeng por algún tiempo.
Sé que querrás saber por qué he escogido irme así y sé que es un movimiento cobarde de mi parte el marcharme de tal manera, pero temía perder el coraje de completar a cabalidad mi decisión si me hubieras pedido quedarme. Porque debes saber, A-Ling, que si me lo hubieras pedido, me habría quedado.
He escogido irme porque hay un límite para lo que soy capaz de soportar y sé que la culpa yace en nadie más que mí mismo, en mi inherente debilidad para conquistar las imposibilidades que se han tejido a sí mismas en mi vida.
Al marcharme, tengo la esperanza de buscar un camino distinto, uno donde tal vez pueda aprender a respirar de nuevo. Donde finalmente pueda aprender a enfrentar los demonios que he escogido ignorar en los años después de la guerra que te arrebató a tus padres demasiado pronto.
Se siente como si siempre estuviera a un paso del ahogo, A-Ling, y sin importar cuán egoísta sé que debo sonar, no quiero que mi vida termine en la miseria que me ha seguido como una sombra desde mi niñez.
Solo puedo esperar de corazón que puedas encontrar en el tuyo la capacidad de perdonarme. Perdonarme por cuánto te haya herido con mi decisión de marcharme.
Me arrepiento de no habértelo dicho más seguido a lo largo de los años, pero Jin Ling, mi amado sobrino, debes saber que eres amado y que yo siempre voy a amarte muchísimo.
Puede que sea muy tarde de mi parte el decirte esto ahora, pero estoy tan orgulloso de ti y de la persona en la que te has convertido.
Eres cada pedacito de tus padres, porque he visto cómo acarreas sus fortalezas en la forma en que te comportas. Has logrado tanto, y sé que, de aquí en adelante, seguirás logrando mucho más.
Finalmente, te pido que no compartas mis intenciones con nadie en absoluto, porque no deseo ser encontrado todavía. Espero que no resientas mis intenciones, pero no puedo soportar el dolor de cortar lazos contigo así nada más. También sé que tu amable corazón no estará en paz hasta que sepas que estoy bien.
Te escribiré en secreto cuando pueda, hasta que ya no esté más en este mundo, o hasta que esté lo suficientemente bien para regresar a ti.
Ruego que, en esta vida, vaya a tener la afinidad de regresar a ti otra vez. Y anhelo que, para entonces, finalmente sea capaz de ser el tipo de tío que tú mereces.
Tuyo siempre,
Jiu-jiu
Gravando cada carácter en su mente, contempla con tanta intensidad la tinta negra que se ha secado sobre el papel texturizado que, cuando cierra sus ojos, Jin Ling todavía puede ver la impresión de las palabras abrasar la parte trasera de sus párpados.
El contenido lo come vivo, como gusanos en un cadáver en descomposición. A Jin Ling le duele porque sabe que él jugó una parte en el dolor de Jiu-jiu incluso si no fue intencional.
(«... finalmente sea capaz de ser el tipo de tío que tú mereces.»)
No quiero lo mejor de ti, ¡solo te quiero tal y como eres, Jiu-jiu!
Presionando la carta contra su pecho, para que así descanse sobre el lugar en el que su corazón late, Jin Ling piensa en el hecho de que Jiu-jiu se ha ido sin él...
(«...hasta que esté lo suficientemente bien para regresar a ti.»)
Y una realización llena de esperanza corta a través de la niebla de su dolor, el optimismo imbuido en esta es tan vibrante que parece tener vida propia. Jin Ling siente el camino de calidez flameante que esta deja en él cuando comprende que un día...
Un día, Jiu-jiu regresará. Cuando esté mejor, él regresará a mí.
(Jiu-jiu no lo ha abandonado.
Pero entonces, Jin Ling se desinfla cuando piensa en cómo su tío no lo buscó antes de irse de una manera tan repentina y...
(«...debes saber, A-Ling, que si me lo hubieras pedido, me habría quedado.»)
Siente su corazón romperse ante lo mucho que llevar a cabo su decisión haya herido a Jiu-jiu...
(Porque él siempre ha sabido cuánto lo ama Jiu-jiu.)
Todavía duele, saber que fue dejado atrás así como así. También sabe la rabia llena de indignación que se fermentará a fuego lento en lugar de su dolor resentirá las acciones de Jiu-jiu por un tiempo que aún está por venir, pero justo ahora, la promesa de que Jiu-jiu todavía le escribirá y que no se ha ido para siempre suavizan las más profundas y crudas partes de su corazón sangrante.
Mientras se sienta, todavía apoyado contra el armazón de su cama, Jin Ling frota su manga contra sus ojos húmedos, permitiendo que las telas doradas se empapen de las lágrimas corriendo por sus mejillas.
Necesita resistir por el tiempo intermedio, para ser fuerte desde ahora hasta el momento en que Jiu-jiu regrese.
Será una lucha larga, porque sin importar las palabras —carta— y promesas que Jiu-jiu le ha escrito, Jin Ling todavía tiene miedo... miedo de que algún día, su tío desaparezca del mundo y Jin Ling no lo vaya a ver nunca más.
Teme la posibilidad de perder a la única familia que le queda.
Con un gracias en su camino de salida de la posada, Jiang Cheng permite que la paz mundana a su alrededor aplaque los bordes afilados en él con una suavidad que raras veces ha tenido el lujo de expresar por miedo a la posibilidad de perderse a sí mismo en el confortable abrazo de la indulgencia.
Antes no podía permitirse eso, no con una secta que reconstruir y un sobrino a quien criar, pero ahora...
(Ahora puede.)
Y así lo hace, con su cabello atado en una cola de caballo alta y vistiendo simples ropajes. Un contraste extremo con su atuendo de antaño, donde el cabello trenzado y los moños apretados se combinaban con túnicas de color púrpura oscuro, una declaración orgullosa de su puesto.
Mientras la villa continúa con su bullicio, los altos y brillantes sonidos alegres de vidas felices en sus oídos, Jiang Cheng camina sin rumbo y deja que sus pies lo guíen a direcciones sin metas a las que llegar. El murmullo de la actividad cubriendo el pueblo como una manta.
A través de caminos de tierra, sobre los puentes, cruzando senderos empedrados mientras busca un respiro del incesante ruido, pronto se encuentra a sí mismo sentado en un banco de piedra en un jardín silencioso. Un lugar donde una arboleda de melocotones se balancea elegantemente con la brisa primaveral en medio de un pequeño estanque: pintoresco pues la luz del sol brilla con un blanco cegador sobre la superficie distorsionada del agua.
Es mediodía, y en tanto Jiang Cheng observa los fragmentos de luz de sol flotar agraciadamente a través de las brechas dejadas por los ramilletes rosados, él piensa en un tiempo donde el mundo había parecido tan brillante, un tiempo en el caminaba bajo la fragante sombra de ese árbol con Lan Xichen...
Solo su amado entonces, antes de que los ritos de matrimonio rompieran su vínculo en lugar de celebrarlo.
Cuando las flores de melocotón florecen, los pétalos desplegándose hacia afuera como hojas de un libro sin ataduras, Jiang Cheng encuentra la belleza ante él dolorosa.
Por todo lo que la floración de los árboles de melocotón cuenta sobre una historia de amor entre el sol, las aguas y la tierra, a Jiang Cheng solo le recuerda un amor que siempre ha estado fuera de su alcance.
(Y su corazón se quiebra, una vez más, cayendo como los pétalos que caen como lluvia a su alrededor.)
La brisa juguetona sopla sobre las flores de melocotón allí donde ellas adornan las ramas extendidas sobre él, difuminando la esencia dulce como la miel. Y mientras Jiang Cheng permanece sentado bajo las flores, en el fragmento de un momento, él ve...
Con los pétalos caídos crujiendo suavemente bajo sus pasos sincronizados, Jiang Cheng saboreaba la atmosfera dulce como la miel que los rodeaba a él y a Lan Xichen mientras paseaban flojamente a través de una huerta de árboles de melocotón, sin poder evitar robar pequeños vistazos por el rabillo de su ojo a la belleza serena de su amor.
Jiang Cheng lo denegaría vehementemente si se diera el caso y la verdad saliera a la luz, pero su corazón siempre había tenido una debilidad por el romance, por el idílico tipo de satisfacción que llenaba el aire allí donde se reunían las personas que se amaban.
Echó un rápido vistazo detrás de él para confirmar que no hubiera ninguna persona rezagada —tal vez otras parejas que también quisieran aprovechar el florecimiento de las flores de melocotón para pasar dulces momentos juntos— y luego lo mismo al frente y los lados por otros que quizá se hubieran aventurado más lejos que ellos.
Al no encontrar a nadie, Jiang Cheng sintió un rastro presumido de satisfacción asentarse en él mientras se acercaba, pulgada a pulgada, hasta que el dorso de su mano se deslizó contra el de Lan Xichen. Más cerca, más cerca todavía, hasta que reunió el coraje suficiente para unir sus manos, los dedos entrelazándose y envolviéndose alrededor del otro.
Cuando sintió a Lan Xichen tensarse y luego de relajarse un momento después mientras sonreía suavemente, Jiang Cheng exhaló el aire que estaba conteniendo lentamente; el embriagador correr de victorias inesperadas reemplazando el nerviosismo en él.
Juntos, mano en mano, ellos pasaron el resto de la tarde intercambiando palabras murmuradas y risitas resopladas mientras los pétalos caían como lluvia a su alrededor.
Cuando el crepúsculo se aproximaba, ellos regresaron a La Profundidad de las Nubes y se retiraron al Hanshi por un descanso. Al ver el agotamiento revistiendo el rostro de Lan Xichen, no acostumbrado a tanta actividad después de sobrellevar la soledad de la reclusión, Jiang Cheng lo había presionado para acomodarse en una silla antes de hacer su camino a la cocina para preparar una tetera fresca de té.
A medio camino, sin embargo, Jiang Cheng regresó al lugar donde había dejado sentado a Lan Xichen porque en su prisa por cuidar de su compañero, había olvidado preguntarle qué tipo de té prefería a esa hora del día.
Solo para encontrar una silla vacía. Y por el resquicio dejado por la puerta medio cerrada que conducía al dormitorio de Lan Xichen, lo vio abrir una caja de la que levantó una larga cinta blanca...
Oh.
Era su cinta de la frente.
(¿Pero por qué...?)
Jiang Cheng recibió su respuesta pronto, porque de los pliegues de sus mangas, Lan Xichen sacó una sola flor de melocotón. Pellizcándola por un largo momento entre sus dedos mientras la observaba detenidamente para luego presionar tanto la cinta como la flor cerca de su corazón.
Él estaba muy lejos para escuchar, pero Jiang Cheng siempre había sido bueno para leer los labios. Así que cuando dilucidó las palabras que formaron la boca de Lan Xichen, su corazón titiló hasta detenerse.
—Había prometido que te llevaría a verlas hace mucho tiempo.
Fue una sola y simple oración, y aun así hizo pedazos los recuerdos felices de su tarde juntos, esparciendo los pedazos restantes al viento igual a como lo hacían con sus frías cenizas aquellos que guardaban luto.
Jiang Cheng regresó a la cocina sin hacer notar su presencia y preparó el primer té que vio antes de regresar y darle a Lan Xichen una excusa barata, pretendiendo que una repentina ola de fatiga lo había invadido y realizando una retirada a medias antes de que su máscara de normalidad se desmoronara.
No era la primera vez, y de lejos sería la última, en que Jiang Cheng se encontraría enredado en una felicidad pasajera solo para darse cuenta de que, otra vez, no era más que un reemplazo.
Un actor sustituto llenando un rol que no había sido hecho para él. Solo un recipiente emplastado con la cara de un muerto.
(Y si Jiang Cheng hubiera alzado los ojos, habría visto el diminuto hundimiento de un par de hombros que estuvieron previamente tensos cuando Lan Xichen había notado el regreso demasiado apresurado de Jiang Cheng, solo latidos después de haber pasado momentos robados recordando promesas incumplidas que yacían enterradas en la sangre de sus pecados.)
El mundo continuó observando silenciosamente mientras otra astilla se unía al conjunto de resquebraduras que se alineaban en el ya tenso vínculo de Sandu Shengshou y Zewu-Jun.
Es solo un recuerdo, vivo por nada más que un latido de corazón, y aun así deja a Jiang Cheng perdido otra vez. Buscando a tientas en las arenas movedizas de sus pensamientos, los espectros de sus memorias nítidos y enfocados por un momento para luego disolverse como el humo al siguiente mientras se sienta por un largo tiempo. Solo el roce repetido de su pulgar contra la piel donde una vez estuvo Zidian es capaz de romper la quietud que ha caído a su alrededor.
Ahora él cree que tal vez fue lo mejor, que ellos partieran por distintos rumbos esa noche, antes de que las memorias cuidadosamente nutridas de una tarde acogedora de disfrute mutuo se marchitasen como pétalos decadentes de flores secas.
Pero Jiang Cheng siempre había sabido que la forma en que ellos se evadían el uno al otro servía solo para prolongar lo inevitable.
Servía solo para dilatar aun más la agonía y la frustración mientras dirigían al otro en danzas innecesarias alrededor del camino que guiaba a un desenlace desolador.
(Lan Xichen, ¿alguna vez signifiqué algo para ti?)
Jiang Cheng separa sus manos y sacude los pétalos que han caído en su cabello y sus túnicas. Es como si el alejarlas le permitiera deshacerse de las memorias de un amante perdido; es como desalojarlas de donde habían comenzado a asentarse contra sus pensamientos, fundiéndose en ellos como nieve en tierra cálida.
A veces, cuando su herida se abre demasiado profundo, el dolor de un pegajoso oscuro que sangra por encima de todo, Jiang Cheng desearía poder odiar a Lan Xichen por lo que le ha hecho. Desearía poder avivar las llamas de su furia ante la forma en que sus sentimientos fueron descartados como un regalo no pedido.
Ante la forma en que su corazón fue dejado en piezas quebradas y desordenadas bajo la tumba de un hombre muerto.
(Desearía poder odiar a Lan Xichen, pero de alguna forma, solo termina odiándose a sí mismo un poco más.)
Se odia a sí mismo por permitir que Lan Xichen le robara las partes más suaves y frágiles de él con cada sonrisa gentil; haciendo que sea incluso aun más imposible volver a unir sus restos en una sola pieza cuando todo ya está dicho y hecho.
Ha pasado tanto desde que el ardor de la rabia cegadora lo llenaba, y por ello Jiang Cheng se ríe vacuamente, una risita triste que se impulsa fuera de sus labios porque... ¿cómo puede volver esa rabia cuando no queda nada de él para ser quemado?
Donde una vez había estado Jiang Wanyin —Sandu Shengshou—, Líder de Secta Jiang, un niño con todas las de perder en un mundo que se carcajeaba ante esas pérdidas... ahora ese hombre no está hecho de nada más que cenizas de pesar congeladas; los restos de su vida previa en ruinas alrededor de sus pies.
(Sin una secta, sin una familia, sin un núcleo dorado.)
Mientras su mente vaga más y más profundamente en las aguas del pasado, un viaje pasajero que talla un camino duradero en su pecho, se pregunta si habrá un día en que tendrá memorias que no hayan nacido de la pérdida y sido nutridas por el resentimiento.
Allí sentado en las ruinas de todo lo que ha perdido, esta vez en definitiva provocado por nada más que su propia mano, los recuerdos de su incapacidad cuelgan a su alrededor como una cortina de campanillas de viento [1], el cúmulo de voces mezclándose en uno solo; susurros de no suficiente haciendo eco a su alrededor. Y Jiang Cheng está harto.
Está cansado de nunca ser suficiente, de ser objeto de burla ante cada derrota que se apila en su nombre cuando todo lo que siempre quiso es el amor de su familia.
¿Alguna vez seré suficiente?
(¿Cómo podrías serlo cuando ni siquiera eres suficiente para ti mismo?)
Es verdad, y duele porque Jiang Cheng nunca se ha visto a sí mismo como alguien digno de nada. Él lo sabe.
(Pero no sé qué más puede ser hecho.)
Cuando la desesperanza se alza demasiado alto, casi provocando la caída del delicado balance de una estabilidad tan duramente ganada... por un segundo, escucha la voz baja de Baoshan Sanren, susurrando las palabras que le transmitió una vez, muchos meses atrás.
(«...Nada dura para siempre, y lo mejor que puedes hacer es adaptarte, como siempre has hecho.»)
Jiang Cheng toma una inhalación profunda y la sostiene, dejando que la presión que se construye en su pecho aclare su mente cuando exhala. La respuesta que busca llega a él en piezas. Le dice que excave las partes más profundas de sí mismo, allí donde las raíces de su dolor se han hundido en la carne. Y de alguna manera, de alguna manera, él necesita encontrar su propia semblanza de paz.
Algún tipo de aceptación que asegurará que su pasado ha sido concluido definitivamente, porque no puede seguir deteniéndose a lo largo de los caminos de su pasado, observando a la distancia mientras trata de discernir las rutas borrosas de caminos que no han sido tomados.
Jiang Cheng sabe que necesita arrancar de la tierra el origen de sus miserias, para drenar el pantano que lo tiene atrapado en su lodo implacable antes de ser libre para aventurarse en las tierras vastas del futuro.
Solo una vez más, él debe adaptarse a las circunstancias para encontrar la fuerza en la rendición y así poder hacer las pases con el hecho de que ni el tiempo ni el mundo esperaron por él.
Él sabe que debe hacer esto por sí mismo, porque no hay nadie más que sostendrá su mano y lo guiará hacia adelante en el camino resbaladizo de la recuperación.
(Debes hacer esto por ti mismo, porque nadie más lo hará.)
El sol se alza, luego cae, cayendo más y más bajo todavía hasta que se acerca por pulgadas al final de las tareas del día, e incluso así, Jiang Cheng permanece sentado. Aun cuando el cielo se derrite de un azul cerúleo a un torbellino de púrpuras, rosados y naranjas, enfrentando el estanque ondulante donde la superficie como espejo es rota solamente por el audible zumbido de libélulas revoloteando cual pétalos flotantes.
En el ruido blanco de los jardines, un constante firme que lo ha acompañado por horas, Jiang Cheng siente que el comienzo de su larga soledad empieza a sanar, el consuelo de los últimos dos meses como un bálsamo sobre heridas sin curar que él ha escondido del mundo detrás de la fortaleza de su fachada fiera y temeraria.
Cuando respira, las dulces notas terrenales acarreadas por la brisa ligera como una pluma acarician sus sentidos como olas poco profundas contra la orilla. Él siente...
Siente...
(Como si el futuro no estuviera tan lejos después de todo; como si sanar no fuera tal distante e imposible sueño...)
Y quizá nunca será suficiente para nadie, pero tal vez pueda ser suficiente para sí mismo.
Esta vez, Jiang Cheng se despierta antes de que el cielo cambie su capa de oscuridad por la de los colores del amanecer, antes de que el sol naciente se asome sobre el horizonte de nubes que flotan por lo bajo y recoge sus pertenencias mientras se prepara para el siguiente paso de su viaje. Ese que comenzará desde la última pisada que dé en este pueblecito que tararea con amor y alegría.
Este lugar se siente cálido, pero todavía no está listo para quedarse, no cuando hay tantos demonios que aún claman por su atención dentro de su cabeza.
(Teme que sangraran de él, pintando y cubriendo los colores de la alegría con una oscuridad espesa que cuesta demasiado desvanecer.)
En tanto ata su cabello una vez más en una coleta alta que deja su largo cabello balanceándose a lo largo de su espalda, el se queda viendo entre el conjunto de ropa gris monótono que se ha acostumbrado a vestir y los nuevos ropajes que compró de una vieja vendedora en su camino de regreso a la posada la noche pasada. Es un simple corte de tela teñido de un verde salvia y la primera cosa que compra porque... porque le gusta.
Le gusta pues le recuerda a los primeros brotes en crecimiento que se abren paso fuera de los terrenos invernales para disfrutar el reconfortante calor del sol de primavera.
(¿Cuánto tiempo ha pasado desde que ha comprado algo solo para sí mismo?)
La resolución de Jiang Cheng de obtener esos ropajes se solidificaron cuando vio al niño ligeramente frágil que se aferraba al hombro de la vieja mujer, ojos brillantes de esperanza ante la oportunidad de hacer una venta. Le recordó demasiado a escenas con las que se había familiarizado en las calles de Yunmeng después de la guerra, a los niños huérfanos escondiéndose detrás de los ancianos, a los desamparados aferrándose a los márgenes de la sociedad mientras deambulaban con estómagos hambrientos y ojos llenos de agonía.
Él notó los cortes descoloridos que salpicaban las manos gastadas y ásperas de la vieja señora mientras ella envolvía los ropajes en papel, y él no dijo nada mientras presionaba la plata extra en sus manos con ojos determinados. Un monto mucho mayor del valor real de esas ropas planas, dándole un rápido asentimiento de cabeza antes de llevarse su paquete y retirarse rápidamente.
La amabilidad de Jiang Cheng no pasa desapercibida en la pequeña villa que comparte su alegría tan fácilmente, pero es algo que todos, menos él, saben. Él no se da cuenta que las sonrisas que aparecen en su camino se han vuelto más amplias y cálidas, no nota los ojos que siguen el camino del extraño vestido de verde con aprobación resplandeciendo brillante en ellos.
Ya vestido con sus nuevas ropas, Jiang Cheng guía a Nuez a lo largo del camino que les ha dado la bienvenida al corazón de la villa, solo que ahora, ellos están caminando hacia otra dirección, haciendo su camino hacia la siguiente parada de su futuro.
Jiang Cheng da un último vistazo detrás antes de apresurar a Nuez a un trote, luego a un galope mientras desaparecen a la sombra en movimiento del exuberante bosque verde. Siguiendo los caminos alineados con robles tan altos como torres, bosques ancestrales que han visto el paso sinuoso de incontables viajeros. Sus ojos siempre enfocados al frente incluso cuando no sabe todavía a dónde se está dirigiendo como siguiente parada.
Juntos se mueven incansablemente bajo el pabellón de hojas, dejando rítmicas huellas de cascos mientras Nuez vuela a través del suelo del bosque, la maleza aplanándose con cada paso poderoso.
Jiang Cheng cabalga, su corazón más ligero de lo que estuvo un día atrás, unos pocos demonios menos con los que pelear en su mente en proceso de curación.
Nunca se ha sentido tan libre, casi ingrávido allí donde se sienta sobre su compañero, acercándose más y más a un futuro que promete felicidad.
Chapter Text
Under the Willow Trees, Lotuses Blossom
Escrito por keisei
Traducido por Kaethe Seleori
不怕慢, 就怕停
Fear not of going slowly, fear standing still.
No temas avanzar lentamente, teme quedarte quieto.
Es húmedo. El aire huele tan distinto a las calles de Yunmeng por las que él solía vagar. Es pegajoso y caliente allí donde se pega contra su piel, pero está teñido de dulzura también, como agua fresca y flores.
Él ve a un pequeño niño con cabello como el cielo de la noche y ojos plateados iguales a los de la luna, vestido en púrpuras más ricos que cualquier cosa que Wei Ying haya visto alguna vez. Aprende que el nombre del niño es Jiang Cheng, el hijo del extraño de hablar suave —Tío Jiang—, quien lo trajo de vuelta, aquí en un lugar llamado Muelle de Loto.
El rostro de Jiang Cheng está todo arrugado por un ceño fruncido, sus ojos rojos e hinchados lanzan dagas a Wei Ying mientras se esconde detrás de las faldas de una niña sonriente, quien brilla con una gentileza igual a la del sol al amanecer. Ella es Jiang Yanli, la dulce alma a la que Wei Ying se ha acostumbrado a dirigirse como Shijie y quien hace la más deliciosa sopa de raíz de loto y costillas de cerdo.
Hay una señora con el ceño fruncido, su rostro arrugado en líneas severas; él sabe que debe ser la dama de las tierras porque Jiang Cheng la llama "A-niang", la dueña de la casa. Sabe que ella lo desprecia, el desdén claro en sus ojos fríos.
Entonces, la pintura se retuerce, removida por el viento y las flamas en tanto la esencia de la sangre se espesa, y por un momento, él ve la mirada obsesionada de un hombre. Ojos grises que lucen como plata sucia, ve una derrota que lo llena de un suspenso aterrador decorando ese rostro atractivo mientras suspira un:
—Finalmente, esta deuda está pagada. Adiós, Wei Wuxian.
Él extiende la mano, pero esta solo logra atrapar aire vacío mientras ese hombre —su hermano, Jiang Cheng— se desvanece, sus piezas cayendo como polvo de estrellas incluso cuando Wei Ying corre con todo de sí...
Con un jadeo, Wei Wuxian despierta de repente, su corazón bombeando en su pecho; golpeando tan fuerte que siente como si este estuviera tratando de abrirse paso fuera de su tórax. Sus respiraciones llegan en cortos resuellos, el sudor frío deslizándose por su columna.
Cuando consigue distinguir su alrededor y reconoce los detalles familiares del interior del jingshi, se da cuenta de que eso fue un sueño. Pero incluso si su corazón cesa gradualmente su palpitar frenético, Wei Wuxian sabe que algo todavía no ha hecho clic en él.
Mientras su mente se tambalea hacia el despertar, el conocimiento de que algo está mal lo elude, danzando justo fuera de su alcance. Y entonces...
Su núcleo.
(De repente, quiere gritar otra vez.)
Wei Wuxian presiona sus manos contra el núcleo —su núcleo— y no puede evitar la sensación enferma que lo cubre, empujando amarga bilis hacia su garganta, penetrante y acre donde quema su boca.
Sale a trompicones de su cama, suya y de Lan Zhan. Sus piernas temblorosas después de quién sabe cuánto tiempo se la pasó dormido mientras su débil cuerpo se deconstruía a sí mismo, tratando de acomodar el núcleo que canta con un inmenso poder allí donde reside en él.
Cuando cierra sus ojos, todavía siente como si Jiang Cheng estuviera justo allí; tan cerca que casi puede ver el relámpago púrpura cegador que zumba y cruje alrededor de túnicas violetas ondulantes.
Apenas logra llegar a la palangana vacía que descansa cerca de la mesa antes de que las arcadas comiencen. Con su estómago sacudiéndose en espasmos que llegan en tándem junto a respiraciones erráticas, se atraganta con nada más que aire y dolor mientras sus lágrimas comienzan a caer, calientes y saladas mientras siguen la línea de su nariz. Todo en tanto permanece encorvado sobre la palangana de madera.
Jiang Cheng, ¿qué has hecho?
(¿Qué he hecho yo?)
Ahora es demasiado tarde para arrepentimientos, pero Wei Wuxian no puede pensar en otra cosa. Se arrepiente de no haberse aferrado al hermano con quien había crecido todos esos años y decirle que no había deuda alguna entre ellos. Que, como hermanos, nunca la había habido.
Se arrepiente de no haber protegido a su hermano de las palabras que su esposo había expuesto en su defensa cada vez que él y Jiang Cheng se descubrían a sí mismos en conflicto. Él sabe que su esposo siempre tuvo buenas intenciones, que quería protegerlo de todo lo que pudiera. Pero era el deber de Wei Wuxian proteger a Jiang Cheng.
Algo que Wei Wuxian parece haber olvidado otra vez, cuando se perdió a sí mismo en el amor que recién encontró en Lan Zhan.
Que risible es el hecho que, en esta vida —la segunda oportunidad que no merecía—, él ha fallado una vez más. Tal y como le falló a Jiang Cheng en su primera vida, él lo ha hecho una vez más.
Se sienta allí, el tiempo pasando en un borrón empañado de lágrimas en tanto las piezas de la perspectiva de Jiang Cheng comienzan a caer en su lugar.
Es solo ahora que capta un vistazo a cuan cruel ha de haber parecido el mundo con las palabras repletas de juicio dichas en su defensa contra la furia rugiente de Jiang Cheng.
(Y lo único que él hizo fue quedarse parado allí y observar.)
Cuando su esposo ingresa, la esencia de sándalo vagando a la deriva en aire a su alrededor, Wei Wuxian alza la vista con una sonrisa débil. Se pone de pie incluso cuando Lan Zhan se apresura hacia él, acercándolo, manos cálidas ahuecando su rostro en tanto ojos ámbar recorren su figura, la preocupación evidente en la arruga entre sus cejas.
—Estoy bien, mi amor, estoy bien. —Colocando sus manos donde las de su esposo permanecen planas contras las curvas de su rostro, Wei Wuxian sonríe, lenta y gentilmente en la quietud de sus habitaciones compartidas.
Es una sonrisa que no se ha dignado a mostrar a muchos, ni en su vida previa ni en esta. Es una sonrisa que no viste como máscara, como una mera decoración para distraer al mundo de los problemas que yacen enterrados en las profundidades de su corazón.
Con sus frentes presionándose contra la otra, el rostro de Wei Wuxian se irgue mientras sostiene la mirada de su esposo, y se inclina para presionar sus labios juntos. Una ratificación de que él está aquí, que no se ha ido a donde su esposo no puede seguirlo.
Después de un largo tiempo en que disfruta de la presencia reafirmante de su esposo, Wei Wuxian susurra contra el cuerpo vestido contra el que está presionado:
—Lan Zhan, Jiang Cheng me devolvió mi núcleo.
—Mn. —Su esposo ya lo sabía.
—Yo... Debo ir a Muelle de Loto. Necesito ver a Jiang Cheng...
— Wei Ying.
Incluso en el confort del abrazo de su compañero, la realidad de las acciones de Jiang Cheng no se desvanece de su mente, y esta vez, él ya no puede hacerla a un lado. La forma de hablar entre carcajadas por la que es tan afamado se disipa de su voz ahora que sabe que está a salvo dentro de la protección de su Lan Zhan.
—Debo hacerlo, mi amor. Debo ir y enmendar este error.
—No has cometido ningún error. La culpa es de Jiang Wanyin, es de la forma que tiene de no aceptar sus pérdidas. Es demasiado orgulloso para su propio bien y ahora sus acciones te han herido de nuevo.
—Eso no es cierto, Lan Zhan, no lo es. Jiang Cheng, él...
Su esposo presiona tercamente, no dispuesto a dimitir cuando este asunto tiene que ver con Jiang Cheng.
—Su naturaleza siempre ha sido vil, Wei Ying. No es de sorprender que su ingratitud haya culminado una vez más en acciones que...
—Lan Zhan. —Él no cree que alguna vez haya sentido indicio alguno de furia genuina alzarse en él cuando se trata de su esposo, pero justo ahora, las flamas que hacen camino hacia su pecho le demuestran lo contrario—. No hables así de Jiang Cheng.
Nunca ha elevado su voz contra Lan Zhan, nunca ha querido hacerlocontra el alma gentil que se esconde tras una fachada impenetrable; sin embargo,ahora que se ha puesto en los zapatos de su hermano y contemplado al mundodesde el otro lado, él no puede evitar el relampagueo de rabia que se eleva enél.
No es su intención lastimar a su esposo. No tiene la intención de dejar salir esas palabras cortantes y cargadas de cólera a la persona que ama con tanta fuerza.
Pero no puede evitar la sensación de impotencia que gradualmente se transforma en venganza cuando piensa en los años pasados en que se quedó quieto y observó cómo el mundo presionaba con su peso a su hermano una y otra vez.
Piensa en la forma en que observó con una sonrisa en los labios mientras su propio esposo despellejó a su hermano con palabras despiadadas y un disgusto evidente.
(Pero más que nada, esta furioso consigo mismo, disgustado por la forma en que ignoró las injusticias que marcaron la vida de su único hermano.)
Piensa en Jiang Cheng, en el callado niño pequeño de ojos plateados tristes que sangraba por tanto anhelo, en cómo su pequeño hermano fue casi enterrado bajo el peso de disputas que nunca debieron concernirle... y Wei Wuxian siente su corazón romperse.
En el centro de su mente, una sola persona queda, piezas esparciéndose como polvo de estrellas provenientes de ojos grises derrotados. Túnicas púrpuras cayendo en la nada, dejando atrás oscuridad y un simple núcleo dorado.
(«Finalmente, está deuda está pagada.»)
En la oscuridad de cada pestañeo, él ve la mirada angustiada que se dirigió hacia él después de que Wen Ning se propusiera cargar con la tarea de revelar los orígenes del núcleo que ardía en el abdomen de Jiang Wanyin.
El silencio que cae entre él y su esposo es frágil y precario, ninguno seguro de qué decir ahora que se han descubierto a sí mismos en las poco familiares aguas del conflicto. Es Lan Zhan quien cede primero, ateniéndose a los deseos de su esposo mientras hala cerca de él a Wei Wuxian una vez más.
—Lo siento, Wei Ying.
No. Si hay alguien que debe sentirlo, ese soy yo, piensa Wei Wuxian desesperadamente, mientras ruega que sus pensamientos se muestren en los insistentes besos que llueven a través de la expansión del rostro de su esposo. Debe haber funcionado, porque siente tensos hombros relajarse; labios persiguiendo los suyos mientras un agarre fuerte lo presiona con más fuerza todavía. Es como si ese abrazo estuviera tratando de fundirlo en uno solo con su esposo.
Perdido en el confort del amor de su esposo, las preocupaciones de Wei Wuxian que giran en torno a Jiang Cheng se deslizan de su mente, resbalosas y silenciosas mientras se alejan de la parte delantera de sus pensamientos.
Wei Wuxian no se da cuenta todavía, pero ha olvidado a su hermano otra vez, como siempre ha hecho. Preocupado por algo más, como siempre lo estuvo.
Así es como siempre había sido, y así es como permanecería.
(Para Wei Wuxian, es un simple hecho que ha permanecido sin alterarse a través de los años. Cuando se trata de la familia Jiang, él no nota sus errores hasta que es demasiado tarde.)
Hace tiempo que Lan Xichen se ha acostumbrado al silencio con el pasar de los años; sin embargo, mientras permanece parado frente al escritorio inamovible de su tío, tal silencio se siente inconfortablemente pesado. Él resiste la urgencia de revolverse ligeramente, de hacer algo que atenúe la punzante decepción que se presiona contra él en la mirada contemplativa y sin pestañeos que Shu-fu tiene impuesta en él.
Es la segunda vez en días que la decepción ha sido dirigida a él, solo que la primera vez esta estaba envuelta en una amarga furia mientras que la de Shu-fu está encubierta bajo una capa de agotada resignación. Y él no sabe cuál se siente peor.
Piensa en la mirada fría como el hielo que Wei Wuxian le dirigió cuando Lan Xichen le mostró la carta y un temblor hace su camino hacia la parte trasera de su mente. Wei Wuxian lo había visitado para preguntarle acerca de la carta que Wanyin le había dejado, para preguntarle acerca de cualquier información importante que hubiera sido incluida... solo para enterarse del fracaso de Lan Xichen como esposo.
El puente entre ellos casi se había roto bajo el peso del remordimiento de Lan Xichen y la ira de Wei Wuxian; Lan Xichen siente que la vergüenza se asienta con más fuerza en sus huesos, imprimiéndose en él como una marca.
Luego, piensa en las interacciones que han pasado solo hace unos momentos, cuando Shu-fu frunció el ceño, la confusión desfigurando su rostro cuando recogió los papeles.
—¿Qué es esto, Xichen? ¿Por qué me has traído una carta que Jiang Wanyin claramente te ha dirigido a ti?
Lan Xichen no dijo nada entonces, escogiendo que el silencio hablara por él. Y cuando su tío examinó los papeles, la confusión dio paso a la conmoción, luego a la resignación cuando vio la carta de divorcio que portaba los nombres de él y Jiang Wanyin.
No sabe qué decir. No sabe si hay algo que pueda decir para aliviar la situación. Es un tipo distinto de ansiedad, una que lo está comiendo vivo aquí frente a su tío, sabedor de los errores que han sido anotados en el gran libro de fracasos que está firmado bajo su nombre.
Los minutos se arrastran y Shu-fu todavía no dice nada. Así que Lan Xichen permanece callado también porque no sabe qué decir ni por dónde empezar. No nota que sus manos están retorciendo los bordes de sus túnicas, un tic nervioso que nunca se las arregló para eliminar desde su niñez.
Su garganta está seca. Tragar nunca se ha sentido tan complicado desde hace mucho tiempo, pero mientras lame sus labios, él arranca los últimos vestigios de coraje que no lo han abandonado y comienza.
—Shu-fu, yo... la carta... Jiang Wanyin, él...
Cuando sus palabras tropiezan una con la otra torpemente mientras el trata de tejer una explicación coherente para la realidad que ha sido sellada en tinta y papel, Lan Xichen se aferra desesperadamente a las briznas de compostura y claridad que se están desvaneciendo. Las mismas que, alguna vez en otro tiempo, llegaron tan fácilmente a él.
Al final se terminan por desvanecer sin gracia y él siente el familiar peso de la derrota asentarse, la aprensión haciendo un hueco en su estómago de una forma que casi nunca hizo en el pasado.
Cuando él todavía era Lan Xichen —Zewu-jun—, el Líder de Secta Lan que el mundo pensaba que era.
Después de lo que parece una eternidad, Shu-fu habla al fin, y la helada desolación que ha comenzado a filtrarse en sus huesos en ausencia de la calidez de Jiang Wanyin comienza a congelar su sangre.
—Xichen, no sé qué esperas oír de mí. —Un suspiro—. Este asunto te compete a ti y a Jiang Wanyin, y sin importar lo que piense, al final no tiene importancia ni tampoco puede cambiar nada.
Incluso con todos los consejos del mundo, no sé si todavía puedes salvar alguna parte de esto.
Esas son las palabras dejadas sin decir, pero Lan Xichen las escucha de todas formas.
(Él sabe que es demasiado tarde para volver atrás en el tiempo y deshacer sus errores, deshacer el daño que ha provocado mientras trataba con todo lo que podía no ahogarse en los mares de la pérdida.)
—Ya sea que la afinidad entre ustedes dos sea buena o mala, lo que importa al final es lo que tú haces al respecto. El deber de cargar con el peso de las consecuencias no es de nadie más que tuyo. Por tanto, esto solo puede ser resuelto por tu mano.
Una pausa.
—Xichen... esto provocará muchas repercusiones una vez que sea de conocimiento público. Confío que, si nada más, al menos le darás a Jiang Wanyin las respuestas que merece antes de que los rumores corran y perdamos la única oportunidad de reparar cualquier tipo de relación con él y también con Yunmeng Jiang misma.
Él está consciente de ello, y se asegurará de que, si nada más, le dará a Jiang Wanyin el cierre que le corresponde por derecho.
Una ruptura limpia, para que así Jiang Wanyin pueda seguir con su vida.
Esta vez, Lan Xichen se arrodilla antes de ofrecer una inclinación profunda. Hasta que su frente se encuentra con el frío suelo y sus lágrimas se deslizan sin sonido y caen en el oscuro piso.
—Lo siento mucho, Shu-fu, por la decepción que he causado en ti y en la secta.
Él sabe que sus disculpas nunca serán suficientes, que dejaron de serlo desde que la parte más brillante de su alma murió años atrás con túnicas doradas manchadas del pegajoso rojo de la sangre fresca.
Él no es nada ahora, nada más que una cáscara vacía que viste la piel de Lan Xichen. Y algunas veces, se pregunta si sería más fácil para él desvanecerse en ceniza, las piezas que quedan de él esparcidas en la nada antes de causar más daño que no pueda reparar.
(Para Lan Xichen, losgiros de su vida están marcados por los pungentes y amargos frutos delremordimiento. Sabe a desesperanza, y una y otra vez, se da cuenta de suserrores cuando es demasiado tarde.)
Incluso con sus ojos cerrados —el palpitar de su corazón lento y constante mientras trata de enfocarse en el flujo de la sangre en sus venas; los finos torrentes de energía espiritual corriendo por sus meridianos—, Jiang An sabe que una tormenta está a punto de caer en las aguas de Muelle de Loto.
Puede oler el ozono, las frescas notas teñidas de dulzura en tanto la presión que cuelga pesada en el aire se va construyendo. En el sombrío espacio de sus habitaciones, Jiang An sabe que, afuera, nubes oscurecidas con tormentosos azules y presagiados grises han de estar acumulándose, tragando lo que sea que se atreva a entrometerse en su camino contra los cielos.
Es la calma antes de la tormenta, y cuando escucha pasos golpeando contra el suelo acercándose a él en un borrón de apresuradas pisadas, el respira...
Dentro.
Fuera.
Y Jiang An, el siguiente Líder de la secta Yunmeng Jiang, se incorpora de su postura sentada.
Él no es formalmente un Líder de Secta todavía —el peso no será suyo para sobrellevar en nombre hasta meros días más tarde, cuando los rituales ceremoniales vean a Yunmeng resplandecer en una ráfaga de luces y festividades.
Sus túnicas hacen un frufrú cuando arregla su atuendo y una postura erguida se asienta en sus coyunturas en tanto se acerca a la puerta. Al abrirla, se revela el rostro sonrojado de un discípulo que ahueca sus manos mientras las palabras salen de él como un torrente.
—Líder de Secta Jiang, tenemos visitas...
Al ver la mirada inquieta ante él —parpadeos frenéticos y ojos abiertos de par en par por la preocupación—, un indicio que quienes exactamente son las visitas flota al frente de sus pensamientos. Pero antes de que Jiang An pueda preguntar, sus sospechas son confirmadas por palabras que son forzadas a salir en un solo respiro.
—Los visitantes... son de la secta Gusu Lan. El Líder de Secta Lan, Hanguang-Jun y Wei Wuxian.
Están aquí.
En la oscuridad de un cielo encapotado, Jiang An siente los primeros signos de una tormenta crujir y regresar a la vida. Pero no a su alrededor, sino en él, encendiendo su sangre.
Se siente como venganza, algo que creía haber dejado atrás hace muchos años, en los días que se dio cuenta que los infiernos de la venganza no dejaban nada más que matanza en su despertar. Ofreciendo nada a excepción de una satisfacción momentánea.
Sin importar la furia que percibe acumulándose caliente cual acero derretido en sus entrañas, él sabe que este no es lugar para intervenir. No en la enredada telaraña de daño que conecta a Jiang Wanyin con los visitantes esperando en los salones de Muelle de Loto.
Así que cuando saluda al Líder de Secta Lan Xichen de Gusu Lan y los dos acompañantes que han venido con él en este viaje particular, Jiang An les ofrece los saludos educados y habituales.
Sonrisas pintadas y cortesías pasajeras son todo lo que está dispuesto a ofrecer justo ahora; la cálida hospitalidad que solía extender a Zewu-Jun intercambiada por una formalidad prudente.
—Líder de Secta Lan, Hanguang-Jun y Wei-gōngzǐ, bienvenidos a Muelle de Loto. Disculpen mi franqueza, pero... ¿qué los trae a Muelle de Loto hoy?
Él sabe por lo que están aquí o, mejor dicho, por quién están aquí. Pero Jiang An no tiene ganas de darles las respuestas que buscan tan fácilmente. Enfrenta sus ojos sin conmocionarse, algo completamente distinto de la tristeza resignada en los ojos del Líder de Secta Lan y la desesperación en guerra en la mirada de Wei Wuxian.
Hanguang-jun nunca se ha preocupado por nada que tenga que ver con Muelle de Loto y así se muestra en la fría contemplación que se refleja en la de Jiang An.
Él sabe que nadie es perfecto y que los rumores rara vez tienen algo que ver con la realidad. Sin embargo, cuando piensa en los afamados Gemelos Jade —conocidos por su imparcialidad y justicia solo equiparadas a su belleza, rumoreados por ser los jueces más justos de todo el mundo de la cultivación—, a Jiang An le dan ganas de carcajearse.
Nunca podrá entender del todo cómo es posible que alguien que es loado por ser el discípulo Lan modelo pueda albergar tanto odio por alguien más. Era doloroso observar la manera que trataba al Líder de Secta Jiang, el aborrecimiento tan francamente expuesto en la forma en que miraba, hablaba bruscamente o amenazaba a su líder de secta con una frecuencia inapropiada.
Bueno, él es el Segundo Jade Lan de cualquier forma. No es como si alguien vaya a favorecernos en lugar de a él, no con la reputación de los Lan tan sólidamente alineada con la neutralidad y toda esa mierda, piensa Jiang An, sin molestarse en aligerar la dureza que se deja entrever en sus palabras.
No es como si no tuviera permitido sentirse indignado por alguien que había sido lo más cercano que tuvo a un hermano. Jiang Wanyin los había protegido, se había preocupado por ellos y había reconstruido una vida para ellos incluso mientras su vida se caía a pedazos a su alrededor.
(Todas las cosas por las que Hanguang-Jun nunca se ha preocupado o molestado en saber.)
(Todas las cosas que Wei Wuxian nunca se ha molestado en enterarse incluso después de su renacimiento.)
A Zewu-Jun no le dedica ni un pensamiento.
Antes de que pueda decir algo más, la voz de Xiang'er suena detrás de él.
—Líder de Secta Jiang, me disculpo por mi llegada tardía.
Es inapropiado de parte de Xiang'er ignorar a sus invitados además de ofrecer nada en forma de reconocimiento. Pero el lado más mezquino de Jiang An ve a Wei Wuxian y su esposo y piensa en todas y cada una de las veces que ellos se negaron a mostrar a Jiang Wanyin el respeto que se merecía, así que no dice nada al respecto.
Jiang An no había dicho nada en el pasado, no se había permitido a sí mismo albergar pensamientos desconsiderados hacia las personas que el Líder de Secta Jiang apreciaba de corazón. Mas ahora que Jiang Wanyin ya no está, él no puede obligarse a sí mismo a actuar como una vez lo hizo.
(No cuando él es la única persona que conoce la historia de Jiang Wanyin, quien sabe cómo fue dejado atrás sin importar las promesas ofrecidas a cambio de su corazón y su amor.)
Es Wei Wuxian quien habla primero, cuando él lanza una maraña de preguntas que van desde dónde está mi hermano y cómo está hasta por qué me devolvió el núcleo, pero Jiang An contiene su lengua.
En el consiguiente silencio, roto solo por la ráfaga de viento que lo golpea al ingresar al salón, Wei Wuxian intenta de nuevo; ansiedad elevándose en el tono y volumen de su voz. Y Jiang An respira, nota el aroma de una lluvia inminente y responde justo cuando el primer rayo de luz enciende el cielo allá en lo alto y detrás de él.
—Wei-gōngzǐ, Jiang Wanyin no está más. El núcleo fue devuelto para que así la deuda que fue impuesta sobre él finalmente fuera pagada. Estos fueron los pensamientos que fueron compartidos conmigo en privado, pero quizá esto responderá alguna de las preguntas que posiblemente tenga, Wei-gōngzǐ.
Es hora de que la verdad salga a la luz y que el otro lado de la moneda muestre su rostro.
—Jiang Wanyin no pidió su núcleo y tampoco esperaba recibir solo engaño cuando todo lo que él ofreció fue confianza. Usted le dijo que tenía una forma de recuperar su núcleo y eso fue lo que él creyó todos esos años.
Cortando de tajo el balbuceo de Wei Wuxian que comenzó en algún punto a lo largo de la línea, Jiang An continúa.
—Así que le imploro que lo piense ahora, piense acerca de lo que se sentiría no solo enterarse repentinamente que el núcleo en usted no es de hecho lo que le hicieron creer, sino que además debe ser culpado una y otra vez por eso. Imagine que le digan que debe estar agradecido por algo sobre lo que le engañaron completamente.
Su voz se ha elevado a un grito hacia el final, sus manos tiritan allí donde las tiene apretadas con fuerza contra sus costados. Incluso sin mirar, sabe que sus nudillos están blancos; que sus uñas dejarán medialunas rojo sangre allí donde las ha enterrado en la piel de sus palmas.
Su campanilla tintinea entonces, un corto sonido brusco que es casi perdido en medio del ruidoso trueno que hace eco en las aguas. Así, Jiang empuja su rabia devuelta a sí mismo y toma una respiración profunda...
Dentro.
Fuera.
(Recuerda lo que el Líder de Secta hubiera querido.)
Él tiembla, guarda de regreso su ira empujándola camino abajo contra su garganta para que su mente se aclare de nuevo. Parpadea y cuando abre sus ojos otra vez, el resentimiento que quemaba brillante solo momentos atrás se ha calmado.
A su lado, siente la presencia de Xiang'er, electrizante en su silencio y él sabe.
Sabe que están listos para otra pelea, una más antes de que tengan que asentarse de vuelta a sus respectivos roles como guardianes de la secta Jiang.
Desvía de improviso su mirada hacia Zewu-Jun y dice eventualmente:
—Líder de Secta Lan, ¿asumo que usted está aquí porque ha recibido y leído la carta que Jiang Wanyin dejó para usted?
Ante el asentimiento que recibe, Jiang An decide guardar silencio mientras ve a Zewu-Jun luchar por conseguir decir en voz alta lo que sea que quiera comunicar. Sus manos están temblando y Jiang An se pregunta si es remordimiento o vergüenza lo que llena su corazón ahora que ha perdido su matrimonio.
—Yo... Estos... Pensé que sería el curso de acción apropiado que los regalos que Wanyin preparó para mí... para nosotros... sean devueltos ya que...
—Correcto, pero ya no hay necesidad de ello dado que la persona que busca ya no permanece con nosotros. —No da más detalles sobre lo que significan sus palabras porque no cree que ellos merezcan saber. Así que mantiene sus palabras vagas y deja que el suspenso los destruya desde adentro.
No es nada en comparación al dolor al que han sometido a su líder de secta en las últimas décadas, así que Jiang An se contenta con dejarlos sufrir solo un poco más.
Jiang An está siendo cruel, lo sabe, pero no dejará que emprendan el camino para buscar a su hermano perdido si lo único que quieren es calmar sus propios corazones malheridos.
Cuando Wei Wuxian le pregunta si Jiang Wanyin sigue con vida, él responde:
—No dentro de los muros de Muelle de Loto. Sandu Shengshou dejó de existir meses atrás.
Sabe que esa no es la respuesta que Wei Wuxian quiere, porque la casi histeria que destella en sus ojos da a entender cuan cerca está de alcanzar el final de su metafórica paciencia. Tampoco está sorprendido cuando Wei Wuxian brama que su pregunta sea respondida en palabras exactas; la máscara jovial que usualmente esgrime como un espejo cegador dejada de lado hace bastante.
—¿Dónde está Jiang Cheng? ¡¿Dónde está mi hermano?!
Esta vez, Yu Xiang'er lo interrumpe en seco y va directo al punto con sus palabras precisas, la cuidadosa enunciación acarreando una subyacente finalidad irreversible mientras deja que los golpes hirientes vuelen.
—No eres su hermano. Dejaste de ser su hermano, Wei-gōngzǐ, cuando decidiste que él valía menos que tu propio intento irrazonable de jugar a ser el héroe con los remanentes de un clan que asesinó a toda su familia.
Allí, a poca distancia de Wei Wuxian y su compañero, es sencillo para Jiang An presenciar el momento exacto en que las palabras de Yu Xiang'er golpean de lleno como una flecha penetrando en el centro de la diana.
En muchas formas, Jiang An piensa que Hanguang-Jun y Yu Xiang'er no son tan diferentes en la superficie. Distantes, austeras palabras contadas, pero dominantes cuando son pronunciadas. Ellos son guardianes, protectores de aquellos por los que se preocupan. Ambos son fieramente fieles también, pero allí es donde las similitudes terminan, en su opinión.
Mientras la lealtad de Hanguang-Jun bordea en una fe ciega, tanta que está dispuesto a incendiar el mundo cuando cree que alguien, quien sea, alberga animadversión hacia su destinado. Sin importarle las consecuencias de sus palabras y acciones; demostrando una imprudente falta de atención a la ruina y matanza que sigue a sus temerarios pasos desconsiderados.
Xiang'er está cerca, tan cerca al mismo tipo de lealtad sin condiciones que Hanguang-Jun profesa, pero ella se queda a un paso de distancia, lo suficiente para permanecer lúcida y saber cuándo demasiado es demasiado.
Jiang An no sabía que Wei Wuxian era capaz de desplegar tal expresión horrible, retorcida de cabo a rabo con una furia sangrante mientras desafía a Xiang'er allí donde ella se le ha quedado viendo con el mismo desprecio y frialdad que le está dirigiendo Hanguang-Jun.
Se vuelve una locura: indignación sin sentido aflojando sus lenguas mientras el colectivo de emociones reprimidas se derrama en la habitación cargada de tensión. La intensidad de las emociones girando entre ellos rivaliza la tormenta aulladora que se sacude contra los muros y las aguas de Yunmeng justo afuera del salón; las palabras dichas a gritos son a veces más fuertes que el chasquido de los truenos mientras los ánimos se elevan cual caballos encabritados.
Jiang An apenas si escucha el significado tras las palabras escupidas por Wei Wuxian. Está enceguecido por la ira; las heridas que yacen en su corazón son demasiado recientes, demasiado abiertas para que él sea capaz de ser la mejor versión de sí mismo ahora que se enfrenta a unos bastardos sin consciencia que todavía creen que tienen algún tipo de derecho para preguntar por la persona que ellos mismos forzaron a alejarse.
No recuerda mucho de la discusión en la que se involucró, la neblina de una agresión enceguecedora ha distorsionado los detalles. Cuando lo analice en retrospectiva, en todo lo que podrá pensar serán los rostros deformados por la cólera y las voces a gritos; en el agarre espeso y viscoso de la ira arrastrándose sobre sus pensamientos.
Es solo el toque de Xiang'er contra la parte trasera de su hombro lo que lo saca del tifón de animosidad en el que ha sido arrastrado. Su pecho deja ir el aire con dificultad, cortas respiraciones salen de él mientras su mente se repliega para alejarse del enojo vertiginoso en el que estaba atrapada solo momentos atrás.
Siempre ha sabido que el precio de la furia —de la venganza— es una vacuidad que llega cuando el fuego ha cesado, cuando la destrucción ha sido llevada a cabo y solo quedan restos calcinados como testimonio de un arrepentimiento que llega demasiado tarde.
Cuando Yu Xiang'er da un paso al frente, su cabeza en lo alto y sus ojos llenos de una amarga mordacidad, Jiang An se permite a sí mismo descansar, y respirar.
Dirigiéndose a Wei Wuxian primero, ella comienza:
—No te diremos más de lo que hemos hecho, Wei-gōngzǐ, y te pedimos que respetes el hecho de que estas fueron instrucciones de Jiang Wanyin. Si hubieras querido saber sobre Jiang Wanyin, entonces quizá deberías haber visitado a tu hermano antes.
Inesperadamente, pero para nada sorprendente, Hanguang-Jun finalmente interviene.
—No le hable así a Wei Ying. No hay ninguna razón para que él...
—Hanguang-Jun. Con todo respeto, le pido que no interrumpa esta conversación. No es quién para interferir en los asuntos que conciernen solo a Wei-gōngzǐ y la secta Jiang. No es bienvenido a participar en la resolución de disputas que no tienen nada que ver con usted.
—Si tiene que ver con Wei Ying, entonces tiene que ver conmigo.
Ah, esas fueron las palabras incorrectas, piensa Jiang An cuando ve a Xiang'er quedarse quieta, y la temperatura en la habitación parece desplomarse.
Jiang An continúa observando, porque sabe que Xiang'er es la punta afilada de la lanza y no va a permitir que nadie se meta en su camino (pobre de aquellos que se atrevan a invocar su ira).
—Hanguang-Jun, el mundo no gira alrededor de Wei-gōngzǐ. Respeto que él sea su amado y respeto su deseo de verlo protegido y aliviar sus heridas, pero no espere que quienes han sufrido como resultado de sus acciones insensatas compartan su sentir o su forma de ver las cosas.
Encontrándose con los ojos ámbar de Hanguang-Jun directamente, ella continúa.
—No hay nada por lo que el clan Jiang deba estar agradecido, no cuando el hombre que usted aclama como héroe fue quien nos abandonó en nuestro momento de mayor necesidad.
Ve a Wei Wuxian crisparse, indignación en nombre de su esposo comenzando a arder con una luz impía en sus ojos oscuros cuando da un paso al frente, pero, aun así, Xiang'er permanece imperturbable.
—No se pierda a sí mismo en la arrogancia ciega producto de las alabanzas que llueven sobre usted; porque usted no es absoluto, Hanguang-Jun. Incluso con la consideración que le tiene el resto del mundo de la cultivación, eso no le da el derecho de decidir los errores y aciertos de otros cuando su opinión no ha sido requerida.
Una pausa corta, mientras Xiang'er permite que sus palabras calen.
—Hanguang-Jun, su convicción de que Jiang Wanyin es insolente y cruel es un secreto a voces. El mundo sabe que usted desprecia su temperamento explosivo y lo considera alguien cobarde; pero, ¿alguna vez se ha detenido a verse a sí mismo y ha pensado acerca de las acciones que se permitió tomar en nombre de la tan aclamada "justicia" hecha por su amado?
Jiang An sabe que debería detener a Yu Xiang'er, pero el regodeo de la satisfacción lo mantiene al margen, pues la parte más mezquina de sí mismo está disfrutando de la reprimenda que había quedado pendiente desde hace tiempo.
—Es usted un antipático y ha continuado siéndolo porque nadie alguna vez ha dicho nada acerca de sus acciones mezquinas e infantiles hacia Jiang Wanyin. Lo culpa por no tratar a Wei-gōngzǐ amablemente, pero usted no es mejor que él en ese sentido. ¿De seguro no ha olvidado que los eventos que guiaron a la ruptura entre él y Wei-gōngzǐ se debieron a eventos que sucedieron enteramente fuera de su participación? ¿Usted cree que él quiso dejar ir a alguien que amó como a un hermano la mayor parte de su vida? No había mucho que él pudiera hacer al respecto en ese entonces, no cuando estaba atrapado entre la espada y la pared.
(Más joven que tú, pero con mucho más sobre sus hombros de lo que tú has sido responsable en toda tu vida.)
—Mientras usted tuvo la protección de un hermano mayor capacitado y un respetado mayor a quienes recurrir, a él lo abandonó su hermano mayor en favor del clan que asesinó a toda su familia. Mientras sus acciones inconscientes podían ser excusadas considerando que usted era meramente un discípulo de una secta, Jiang Wanyin tuvo que escoger entre la supervivencia de su clan o apoyar decisiones peligrosas hechas sin su conocimiento.
(No todos tienen el lujo de una familia que los apoya, mucho menos Jiang Wanyin.)
—Usted cree que es injusto que Jiang Wanyin haya tratado a Wei-gōngzǐ de esa forma, pero jamás vaya a olvidar que, alguna vez, Wei-gōngzǐ fue el discípulo principal de la secta Jiang, del Muelle de Loto. Era su deber, su deber jurado, proteger el lugar que lo había criado, pero creo todos ustedes saben tan bien como nosotros qué decisiones escogió tomar.
Sus últimas palabras son más un rugido, la sensación implícita de una furia helada y electrizante golpeando en los bordes de sus palabras afiladas.
Cuando ella acaba, él ve cómo sus hombros se hunden imperceptiblemente, y Jiang An cree que Xiang'er probablemente se siente tan en blanco como él justo ahora, porque ambos saben que la vindicación dura solo un momento antes de que el reino de un extenso vacío tome el control de todo. Una escalofriante vacuidad que se desliza como una serpiente entre el pasto.
El silencio que cuelga entre ellos es tan frágil que se siente como vidrio colocado sobre un lecho de espadas. Hay demasiadas emociones luchando por la dominación del espacio en el salón. Jiang An piensa que el tumulto caótico en él es suficiente para rivalizar la tempestuosa tormenta que azota con furia allá afuera a través de Yunmeng.
Alzando su mirada conflictuada hacia el cielo, se da cuenta con una sacudida reprimida que el día casi ha acabado; que el sol ya se alzado y puesto para ser reemplazado por el débil brillo de una luna oculta tras nubes tormentosas. Está cansado y no quiere estar aquí perdiendo su tiempo en compañía de esta gente.
Pero ya que tiene una duda más que aclarar, Jiang An torna su atención hacia la persona que casi se ha desvanecido a un segundo plano con su silencio. Así, él finalmente hace la pregunta que nunca tuvo el coraje de decir en voz alta antes... antes de todo esto.
—¿Alguna vez lo amó, Líder de Secta Lan?
Un pulso de silencio es suspendido entre ellos igual a la luna en el oscuro cielo; Jiang An espera.
—Yo... no lo sé. No debería... las reglas... Se supone que los Lan solo aman una vez. ¿Cómo podría...? A-Yao era mi destinado. Jiang Wanyin... él...
Ve el conflicto en ojos oscuros, la incertidumbre revolviéndose en ellos como las turbulentas aguas de un mar furioso... y Jiang An lo nota entonces.
Ve a Zewu-Jun por quien es. Ve el miedo, y la derrota, y la obligación que lo han atrapado en una jaula hecha por sí mismo. Manteniéndolo encadenado al pasado incluso cuando el futuro estaba tan cerca.
(Y la furia que ha estado presente tanto tiempo en él, tirando y luchando por ser dejada en libertad... se desvanece. Es reemplazada por un entendimiento que nace de la pena.)
La atmosfera alrededor de ellos es pesada; Jiang An nota la expresión rígida en el rostro de Wei Wuxian mientras finalmente es forzado a enfrentar otro aspecto de la vida de Jiang Cheng que pasó por alto en tanto clamaba preocuparse por él como un hermano.
Forzado a darse cuenta que el matrimonio de su hermano ha estado derrumbándose en el lugar que llamó "casa" y que aun así Wei Wuxian no notó.
Ahora Jiang An está simplemente exhausto, hastiado de la aflicción y la rabia que ha envenenado sus mentes y sus palabras en las últimas horas. No ha habido nada más que enemistad gestándose dentro de los ornamentos salones de los edificios de Muelle de Loto, donde viejas heridas han sido abiertas y represalias excesivas también han sido desagradablemente distribuidas.
Así que Jiang An cierra los ojos y suspira —una larga inhalación que recoge los profundamente enterrados zarcillos de desesperación y los empuja con una respiración expulsada. Cuando abre los ojos otra vez, el da un paso atrás, arrancándose a sí mismo de la telaraña de rencor que ha dejado el aire cargado con palpable hostilidad.
Ahora hay un silencio para su alma mientras mira al trio de pie frente a él. Es arrepentimiento lo que ve en los rostros ante él, y piensa, ¿cuál es el punto de todo esto?
Porque al final del día, los eventos que acaban de transpirar en los salones de Muelle de loto han sido para nada. Jiang Wanyin ya se ha ido y no hay nada que quede para los que todavía están delante de él.
Las palabras que Wei Wuxian les lanzó tanto a él como a Xiang'er, la convicción que se mantuvo tan fuerte como el acero mientras se proclamaba a sí mismo como hermano de Jiang Wanyin... no pudo ser encontrada en el tiempo en que más se necesitó.
Las tropezadas palabras dichas que Zewu-Jun apenas dejó salir, la aterradora incertidumbre de sus sentimientos. Jiang An no ha tenido muchas interacciones con Zewu-jun en el transcurso de su vida, pero reconoce la negación cuando la ve. Reconoce la afección cuando la ve. También reconoce el miedo.
Y él ve esas tres cosas mezclándose unas otras con otras en el rostro de rasgos finos del Primer Jade de Gusu Lan.
Torna sus ojos cansados hacia Xiang'er y capta su mirada resignada con una risita exhausta; una risita aguda que apenas es escuchada bajo el manto de lluvia que se azota contra los tejados cual golpes de tambor, y Jiang An toma una decisión.
No quiere verlos más.
(Ya no le queda nada más por decirles.)
Así que los despide con una sonrisa lánguida y palabras corteses.
No les permite permanecer en Muelle de Loto como dicta la costumbre porque, justo ahora, la secta Jiang está demasiado dolida como para ser un buen anfitrión para estos visitantes en particular.
De espaldas a lasfiguras que se retiran, Jiang An no se molesta en acompañarlos.
En la oscuridad de una tormentosa noche en Yunmeng, un cierto grupo de cultivadores se apresura a ingresar en la calidez de la posada más cercana a Muelle de Loto. Los tres visitantes, con sus finas ropas chorreando por la fría lluvia, se dejan hundir en las sillas del área de comida con un evidente agotamiento hasta los huesos en la caída de sus anchos hombros.
—Wei Ying, sécate primero.
—Después, Lan Zhan... Solo quiero sentarme por un momento primero.
En la posada vacía, abandonada por los juerguistas que se apresuraron a regresar a casa poco antes que las primeras gotas de lluvia cayeran desde las nubes sombrías, la opresiva atmósfera que los rodea como una persistente sombra gris se hace incluso más pesada mientras se sientan uno frente a otro, en silencio y cansados.
El dueño de la posada echa un solo vistazo a sus apariencias empapadas y les sirve una taza de té caliente y un plato de bollos de loto, nada más disponible ahora que se ha hecho tan tarde.
Pasa mucho tiempo antes de que los suaves trazos de una conversación en voz baja llenen el aire, casi escondida bajo los truenos que acompañan el tamborileo de la lluvia.
—Jiang Cheng no puede estar muerto, no puede...
—¿Pero adónde podría haber ido? Ya no tiene un núcleo, no es seguro, ¿qué si no se ha recuperado...?
—No estaría aquí, y no iría a Gusu porque es demasiado obvio...
—Lanling Jin... pero Jin Ling ya habría causado una conmoción...
—¿Tal vez Qinghe Nie? Pero Jiang Cheng no ha visitado ese lugar desde...
—A menos que Jiang Wanyin fuera a...
—No. Lan Zhan, no lo haría, ¡él no lo haría! Ese lugar no puede ser visitado por no-cultivadores...
La conversación termina abruptamente cuando el más callado del grupo, un hombre hermoso con piel como el jade y cabellos tan negros como el cielo nocturno, se levanta con apenas un suspiro de ropas de seda que parecen brillar en el resplandor amarillo de la luz de vela.
—Wuxian, Wangji, mañana hablaremos más. No hay mucho que podamos hacer en este clima y creo que algo de reposo no hará bien a todos.
Con la espalda hacia sus compañeros, permite que la desolación reprimida sangre a través de su máscara cuidadosamente fabricada, la devastadora derrota que alinea su rostro es prontamente tragada por las sombras de la habitación sin iluminar a la que entra.
Mientras la tormenta ruge a través de Yunmeng, trayendo consigo vientos huracanados y gemidos de árboles, es solo la lluvia torrencial la que guarda compañía a corazones heridos en el melancólico silencio de habitaciones oscuras.
El trío decultivadores no lo sabe, pero el sol del próximo amanecer no presagia un viajefructífero, sino uno devastadoramente desesperado.
Mirando fijamente a la canasta de mòlì lóngzhū [1], Jiang Cheng piensa en A-niang y recuerda cuánto le gustaba ese té. Sabe que incluso ahora, las Arañas todavía lo preparan como una forma de recordar a su antigua líder. Piensa en los días en que se sentó junto a ellos en sus estudios de pociones y hierbas, sorbiendo tazas de té verde suave mientras el perfume de flores de jazmín permeaba el aire.
Al observar las bolitas de hojas de té enrolladas, él inhala el dulce y embriagante aroma al tiempo que su mente evoca la imagen de una mujer vestida de púrpura oscuro; hermosos rasgos deformados en un severo ceño fruncido mientras se movía entre cajones de hierbas.
A-niang no fue una buena figura materna, eso Jiang Cheng puede conceder. Sus rencores personales la habían sobrepasado al final, enterrando los rastros de A-niang y Yu Ziyuan bajo la cáscara de "Madame Yu".
Era fácil odiarla, villanizarla. Pero a veces, Jiang cree poder entender cómo se debe haber sentido su madre; entiende la profundidad de desesperación e impotencia con el que ella debe haber vivido. Él es hijo de su madre, y cuando piensa en la dicotomía de sus pensamientos hacia su hermano adoptivo, también piensa en cuán parecido es a A-niang.
(Y él trata, con todas, todas sus fuerzas, en no pensar que esta similitud era algo que A-die odió de él.)
Ridiculizada por el mundo de cultivación por el estado caótico en el que yacía su familia: un esposo que disgustaba de ella y su hijo abiertamente mientras derramaba un amor y afección evidentes al hijo huérfano de su mejor amigo y su viejo amor.
Yu Ziyuan pudo haber sido feroz y tozudamente deliberada, pero ella amaba y odiaba de igual forma. Por cada poco de su corazón que amó a Jiang Fengmian, ella había odiado a Wei Wuxian en igual medida.
Yu Ziyuan era una mujer a la que le habían asignado el rol de una historia de la que ella no había querido ser parte, un rol que la convertía en un objetivo conveniente. Su ferocidad y temperamento explosivo hacían sencillo el odiarla, así que el mundo hizo precisamente eso.
No es una historia que muchos se hayan molestado en conocer, pero hace ya bastante, bastante tiempo, ella fue más que solo Madame Yu, la mujer despreciada cuya crueldad no conocía límites. Alguna vez, hace tiempo, ella solo fue Yu Ziyuan, la Tercera Dama de Meishan Yu; una talentosa cultivadora que era poderosa en la pelea y más aún en sus conocimientos de las medicinas, hierbas y pociones.
Ella no era gentil ni cuidadosa en la forma en que los sanadores necesitaban ser, así que su talento fue desdeñado; relegado porque ella no encajaba en el molde que se esperaba de ella. Ella se abrió camino a su propia manera, entrenando uno de los más peligrosos grupos de cultivadores que hubiera caminado jamás por las tierras del mundo de la cultivación: sus Arañas Violetas.
Era su legado, una versión de la Araña en que ella misma había sido entrenada a ser, pero armada con un conocimiento no convencional que se convertiría en su más poderosa arma.
Al final, Yu Ziyuan cayó, perdió la larga guerra contra los recuerdos de alguien que ella nunca sería. Nunca se dio cuenta que no era ella quién era insuficiente, sino que simplemente fue Jiang Fengmian quien no quiso seguir adelante. Él quiso permanecer estancado en el pasado, acompañado de fantasmas y un niño abandonado, así que así lo hizo.
Jiang Fengmian ahuyentó el futuro que se le había dado, lo apartó como basura no requerida mientras amontonó desesperadamente su afecto para volcarlos en el único recuerdo viviente de las únicas personas que había amado.
Con un resoplido seco hecho risa, Jiang Cheng piensa que, algunas veces, tanto el hombre con quien se casó como el padre por cuyos afectos compitió no eran tan distintos después de todo, y quiere gritar y carcajearse en igual medida ante su propia necedad.
Ambos fueron hombres que amaron cosas que no podían tener, que lo pasaron por alto en favor del pasado y los "debió haber sido así" que fueron hurtados por el destino. La realización lo golpea de repente, la fuerza de esta enviando su mente al límite de una manera peligrosa mientras sus pensamientos se despejan como nubes aclarándose.
Quizá no es que él haya insuficiente, per se.
Quizá... quizá, fue solo que él no fue suficiente para ellos.
(Justo como A-niang nunca habría sido suficiente para A-die, no porque ella no fuera lo suficientemente buena, sino porque ella simplemente no fue la persona que él quería.)
En ese caso... quizá vaya a haber otros para quienes él sí será suficiente.
(Personas que lo observarán y verán en su totalidad. Quienes verán a "Jiang Cheng" por quien es y no como el reemplazo de alguien más.)
La ronca voz del vendedor lo saca de sus pensamientos cuando le pregunta a Jiang Cheng si está interesado en comprar el té al que se ha estado aferrando como si su vida dependiera de ello por un largo rato ya.
Sonrojándose ligeramente, un suave rojo pintado a lo largo del puente de su nariz y cruzando la expansión de sus mejillas, Jiang Cheng saca lo último de la plata que tiene para pagar. Murmura un gracias incómodo, coloca el magro cambio y la pequeña caja de té en el bultito atado a Nuez y guía a su compañero fuera del establo con un suave tirón a las riendas.
Jiang Cheng no se queda en esta villa por mucho tiempo, los ojos curiosos que siguen los pasos de su camino no le sientan bien, así que abandona sus planes de tratar de canjear lo último de sus sedas finas por algo de plata. En su lugar, él compra un pequeño saco de frutas y zanahorias antes de partir, dirigiéndose de regreso a la protección del bosque sombreado con un remolino de polvo a sus espaldas.
Está agradecido por el sombrero con velo que consideró necesario para sus aventuras en estas pequeñas villas. Le ayuda a ocultar su rostro de ojos curiosos que algunas veces se quedan mirando demasiado allí donde los vagos contornos de sus rasgos son visibles a través de la tela traslúcida.
Esa noche, al sentarse sosteniendo el té, Jiang Cheng siente que las lágrimas hacen su camino de regreso a la expansión de sus mejillas, un silencioso goteo de su dolor cayendo desde su alma rota. Llora por sí mismo, pero también por A-niang. Por todo el sufrimiento por el que ella atravesó, y por la forma en que sus demonios inquebrantables la guiaron hacia su destrucción.
Se da cuenta que no fue ella la que se permitió convertirse en un monstruo, sino que, con el paso del tiempo, ella simplemente se transformó en uno sin siquiera darse cuenta; Jiang Cheng ahoga una carcajada húmeda ante lo imposible que la situación en conjunto era.
Todo fue tan complicado y estaba tan roto que Jiang Cheng ni siquiera sabe si vale la pena continuar revisitando el pasado de esta forma. No hay nada que quede allí para él a excepción de preguntas sin responder de las cuales ni siquiera está seguro de querer saber la respuesta. Así que se pregunta si no sería mejor para él dejar todo eso atrás para siempre.
Él piensa que, tal vez, tanto Wei Wuxian como él habrían sido más felices sin el otro en sus respectivas vidas. No puede negar que los días desde que dejó su vida atrás han sido los más pacíficos que ha tenido en décadas.
No sabe si es amor u odio lo que siente por Wei Wuxian, por la audacia que tuvo de regresar tan tranquilamente a sus vidas como si nada estuviera mal después de todo lo que había hecho, después de todas las pérdidas acreditadas a su nombre.
Después de haber muerto; después de joderlo todo y dejar que Jiang Cheng limpiara su desastre una vez más.
No sabe si debería estar sintiendo esta necesidad a regañadientes de cuidar que se niega a desaparecer cuando piensa en el hombre que solía ser su hermano; no sabe si debería estar sintiendo este resentimiento que lo ahoga cuando piensa en cómo, aparentemente, todos habían seguido adelante a excepción de él, cuando el mundo pareció volver a sus viejas formas de girar completamente en torno a Wei Wuxian.
Es una noche sin sueño, la primera desde hace ya varios días, y Jiang Cheng extraña la manera en que su ritmo cardiaco se desaceleraba, por largo tiempo y de manera constante mientras caía soñoliento bajo la mirada atenta de los cielos celestiales. Esta noche, el piso es muy duro y la oscuridad muy ensombrecida. Todo se siente inexplicablemente incorrecto sin importar lo que haga o piense.
Siente una frustración molesta en el fondo de su mente, un persistente calor que está a punto de ebullir bajo la aparente calma a la que está tratando de aferrarse. Es como si miles de hormigas estuvieran recorriendo su cuerpo, picando e irritándolo de una forma que parece radiar desde dentro de su carne.
Jiang Cheng quiere moverse, quiere no estar aquí. Quiere, desesperadamente, saltar sobre Nuez y cabalgar hacia la nada, pero sabe que su compañero necesita descansar después de los días de viaje que ha hecho a través de la maleza.
Así que Jiang Cheng se decide por la alternativa que puede tomar, la cual es dar una vuelta a lo largo del perímetro del campo en el que se ha asentado por esta noche. Con cada crujido de ramas rotas y hojas caídas bajo sus pies, Jiang Cheng siente la presión de su cabeza elevarse.
Aporreando su mente, hasta que el mundo da vueltas y el frufrú de los árboles se convierte en murmullos que lo tientan con burlas que, sabe, vienen de su propia mente.
«...inútil. Nunca te compararás con...»
«...mira, has sido dejado atrás otra vez...»
«...nunca has sido de importancia, y nunca lo serás...»
Tiembla, tremores haciendo su camino hacia él como las ondas que recorren el agua, y llora.
Húmedos y feos sollozos que lo destrozan mientras deja salir lo último de su largamente escondida angustia con riachuelos de lágrimas saladas. Las gotas salpican contra la tierra con sordos plops, y Jiang Cheng se arrodilla, se acurruca contra sí mismo mientras deja que sus lágrimas se sequen.
No sabe de dónde se las arregla para sacar el coraje, pero de alguna forma, de alguna forma, es capaz de forzarse a sí mismo a enfrentar a sus demonios más feroces de frente. De devolver con la misma saña las palabras cargadas de veneno que su mente le lanza.
Son las semillas de esperanza y aceptación que finalmente han crecido dentro suyo. Las semillas que cuidadosamente nutrió en los últimos meses mientras encajaba los trozos mellados de sí mismo, cautelosamente, devuelta en una misma pieza. Una aproximación de un todo.
Es la última prueba, y Jiang Cheng no se defraudará a sí mismo esta vez.
Pelea de regreso contra su propia mente, convenciéndose a sí mismo de que él es suficiente con toda la certeza que puede reunir. Y en algún punto, él se da cuenta que lo es. Esa realización lo deja extrañamente vacío, como si no hubiera nada más que sus respiraciones para mantenerlo completamente unido.
En algún lugar a lo largo de su viaje, él se las arregló para cruzar el puente de la incertidumbre que colgaba sobre el río que corría con las aguas del miedo y las dudas en sí mismo.
Mientras el sol se alza sobre el verde esmeralda de un bosque que se balancea, él se para una vez más. Esta vez, cuando torna sus ojos rojos hacia los rayos dorados del sol naciente, Jiang Cheng piensa seriamente sobre su tiempo de vida; sobre las glorias y vergüenzas que se alinearon en los salones de su pasado; sobre los logros y tropiezos que pavimentaron los senderos de su existencia.
Cuando monta una vez más a Nuez, la inquietud que burbujeaba dentro de él la noche pasada finalmente se calma. Siente caer dormidos a lo último que quedaba de sus ansiosos demonios, tranquilizados por la expulsión de sus emociones reprimidas.
Se siente como símismo —solo Jiang Cheng, nada más y nada menos— y finalmente está listo para reclamarlas partes de sí mismo que, creyó, se perdieron hace tiempo entre el humo y lascenizas de su pasado.
Notes:
NOTAS DE LA AUTORA
[1.] Mòlì Lóngzhū/Té de jazmín Perla de Dragón: Pequeñas perlas de hojas de té enrolladas a mano que acarrean la fragancia del jazmín muy, muy bien.
Chapter 8: Para ver a través; Para dejar ir
Summary:
En donde Jiang Cheng piensa y piensa, y su vida toma un rumbo inesperado
Chapter Text
Chapter Text
Under the Willow Trees, Lotuses Blossom
Escrito por keisei
Traducido por Kaethe Seleori
看破 红尘
To see through the affairs of the material world
Ver a través de los problemas del mundo material
El sol de mediodía es abrasador al golpear su espalda, caliente donde toca la coronilla de su cabeza, pero Jiang Cheng continúa a pesar de todo, urgiendo a Nuez para que continúe hasta que el burbujeo muteado de la corriente de un río se hace más fuertes. El gorgoteo tintineante se hace más claro mientras ellos presionan a través de la última barrera de verdor que lo separa del prometido alivio de agua helada.
Halando de la correa para detener a Nuez a un paso de la orilla del río, Jiang Cheng desmonta y se queda parado por solo un momento para respirar el fresco y terroso aroma que lo rodea.
Dentro.
Fuera.
Otra vez.
Jiang Cheng nunca creyó que este tipo de paz podría pertenecerle a alguien como él algún día. A veces, se siente como algo demasiado bueno para ser verdad, pero cuando coloca su palma extendida contra su abdomen y siente la vacuidad fantasma donde un brillante núcleo dorado alguna vez estuvo, él se recuerda a sí mismo que esto es algo por lo que pagó un precio.
Algo por lo que intercambio todo en su vida.
Deja que Nuez sumerja su cabeza en el arroyo para tomar una muy necesaria bebida mientras él afloja sus ropas para remover las capas exteriores por completo y así quedarse solo con los pantalones.
Los días se han hecho mucho más calurosos incluso cuando la noche retiene un toque de frialdad, y para Jiang Cheng, quien creció acostumbrado a escapar de los húmedos veranos de Yunmeng sumergiéndose en las aguas heladas que rodeaban a Muelle de Loto, el río que fluye frente a él representa una tentación que no puede resistir.
Con un par de pasos dentro de la orilla no tan profunda, siente un escalofrío satisfactorio envolverse en su columna ante el inmediato alivio. Jiang Cheng observa donde pisa para asegurarse que no haya ninguna roca afilada y se queda congelado cuando capta su propio reflejo distorsionado en las aguas ondulantes.
Deslizando sus manos ligeramente a lo largo de la solitaria línea que corta a través de su pecho, Jiang Cheng apenas y puede sentir el toque cual pluma que sus dedos dejan sobre la piel, pero incluso mientras permanece con el agua refrescante hasta las pantorrillas, se siente como si hubiera una línea de fuego que quema allí donde sus dedos dejaron un trazo.
Esta cicatriz…
(La vergüenza que se filtró en su carne todos esos años atrás mientras el látigo abrió su piel…)
Cuando cierra sus ojos, todavía puede oler la sangre que se derrama espesa y húmeda mientras él se tambaleaba de dolor, y por un momento, es lanzado atrás en el tiempo, a los días donde su hogar se derrumbó a sus pies, sumergido en la sangre de su familia y sus camaradas.
Incluso si su cicatriz sanó hace mucho y formó el solitario y grueso tajo que se selló a sí mismo sobre una línea de piel color leche, la herida que dejó en Jiang Cheng psicológicamente permaneció durante años.
Por mucho tiempo, el miedo a que la gente estuviera hablando sobre la cicatriz a sus espaldas lo siguió como una persistente mosca, zumbando en la esquina de su consciencia y supliéndolo de una paranoia que iba creciendo y creciendo hasta el punto de chisporrotear con la mínima provocación.
Noche tras noche sin sueño se la pasó observando al sol y la luna recorrer sus respectivos sitios en los cielos mientras las horas se arrastraban con lentitud, deslizando sus manos sobre la cicatriz que se negaba a desaparecer.
La cicatriz que nunca se desvanecería.
(Un recuerdo de su pasado que se quedaría con él mientras el siguiera vivo, hasta que su cuerpo eventualmente se tornara en ceniza.)
Era una marca de humillación, y el daño permanente que dejó en él volvía a la vida cada momento en que la cicatriz se alzaba al frente de sus pensamientos.
En los años que reconstruyó su hogar y su secta, Jiang Cheng nunca se desvistió voluntariamente frente a otros. Incluso en el pico más alto del verano, cuando sus discípulos optaban por entrenar con sus torsos descubiertos, Jiang Cheng lo soportaba. Mantenía su entrenamiento con una delgada túnica incluso cuando la pegajosidad de sudor seco sobre su piel se hacía sofocante y picaba allí donde sus ropas se colaban a él.
Incluso con Lan Xichen, su propio esposo alguna vez, Jiang Cheng todavía se sentía inseguro cuandoquiera que sus túnicas se deslizaban de su cuerpo, desnudo ante ojos gentiles que, él sabía, no lo juzgarían.
Al final, cuando nada de lo que hizo pudo disminuir la inefable paranoia, Jiang Cheng optó por lidiar con ella de la misma forma que hizo con todo lo demás en su vida: ignorándola lo mejor que podía, sumergiéndose de lleno en el trabajo y explotándose física y mentalmente hasta el punto de no tener energía ni tiempo para pensar en de ello.
Calor abrasador irradia desde la herida en su pecho y se extiende dentro de él como si sus órganos estuvieran siendo escaldados; Jiang Cheng puede sentir su cuerpo tensarse, manos cerrándose en puños apretados mientras sus músculos se contraen por la tensión, rebosantes de la necesidad de lanzarse al ataque. Casi arrastrándose para encontrar algo que pueda alejar la ansiedad que lo empuja más y más profundamente a ese pegajoso abraso con cada segundo que pasa.
Nunca se las arregló para cruzar este puente en particular sin importar las legiones de demonios que él ya ha confrontado y con los que ha hecho la paz en los pasados meses. Porque a diferencia del resto de sus pesares, este en particular tiene una manifestación física y Jiang Cheng era obligado a recordar demasiado cuando sea que su mirada caía en la cicatriz.
Por un efímero segundo, sus viejos hábitos le son recordados. Esos que fueron formados en los días donde explotar su cuerpo y mente le había sido de utilidad mientras mantenía sus habilidades en forma. Eso era practicar sus formas de espada hasta que sus dedos debían ser pelados del agarre que ejercía en la espada de práctica a la que se aferraba, ampollas creciendo allí donde su piel se había escaldado contra la rústica tela que envolvía alrededor de la empuñadura.
Aletargado, sale torpemente del agua hacia el parche de tierra plagado de guijarros donde busca ramas caídas que pueda usar como un arma temporal para sostener.
Alzando una que es poco más pequeña de lo que recuerda es Sandu, Jiang Cheng se conforma con su hallazgo y regresa al agua, a donde sabe que las corrientes en movimiento lo ayudarán a mantener sus pensamientos atados a la tierra mientras empujaban suavemente con sus piernas.
Manteniéndose quieto y quitándose de encima cualquier ruido que se aferre a sus pensamientos como telaraña, Jiang Cheng comienza con unos sets de formas de espadas básicas como un calentamiento, y con cada paso que da…
Con cada oscilación que hace…
Con cada estacada de la rama…
Siente la concentración absoluta ocupar su lugar dentro de él, encajando con una facilidad nacida tras años de entrenamiento inflexible. Incluso cuando el sudor comienza a deslizarse por sus sienes y sus brazos comienzan a arder por la sobrecarga, Jiang Cheng continúa; rocío cristalino sale volando mientras su baile a través de aguas poco profundas rompe el reflejo una vez sereno de los cielos allá en lo alto.
De nuevo.
Y otra vez.
Hace mucho tiempo atrás, cuando él apenas encajaba en los uniformes de entrenamiento más pequeños que la secta Jiang tenía, él había comenzado el hábito de empujarse a sí mismo a su límite en el entrenamiento para complacer a sus padres.
Con la esperanza de mostrarles que incluso si no era talentoso, entonces al menos podía compensarlo con su trabajo duro y así no decepcionarlos.
(Ahora, años en el futuro, Jiang Cheng mira hacia atrás a cuan risiblemente inocente había sido alguna vez.)
Entonces Wei Wuxian había aparecido en sus vidas, y a Jiang Cheng solo le quedo caer de lleno en su entrenamiento, todavía tratando de complacer a sus padres, pero más que nada, tratando de asegurarse de no desaparecer por completo en la sombra de la grandeza de su hermano.
Día tras día, semana tras semana, hasta que los meses se tornaron años y los dolores contantes que plagaban sus sobreexplotados músculos se desvanecieron hasta no ser más que un vago recuerdo del daño.
A través de la lluvia y el brillo, a través de la enfermedad y la salud, Jiang Cheng nunca se había detenido, ni siquiera cuando los brotes frescos de la primavera maduraron y florecieron antes de caer a terrenos invernales.
Entonces la guerra había llegado, y cuando los efectos de sus pérdidas permanecieron impresos en su vida como parte de las secuelas, como ecos que resonaban igual a una sentencia de muerte, Jiang Cheng se volcó en su entrenamiento a manera de desviar sus pensamientos.
Es solo cuando los colores del cielo comienzan a cambiar que Jiang Cheng se detiene, su pecho agitado mientras permanece allí, cubierto de sudor y agua de río. Ha pasado bastante desde la última vez que entrenó así de duro y las punzadas que han comenzado a asentarse en sus brazos, muslos y espalda son una advertencia del dolor con el que sin duda despertará mañana.
Arrojando el palo al piso, completamente mojado por los salpicazos de agua, Jiang Cheng hace una mueca al ver las pocas astillas que se han incrustado en las almohadillas de su dedo índice y el centro de su palma. Jiang Cheng entonces decide deshacerse de su ropa sucia y vadear más profundamente en el río, donde se asea completamente y remueve las astillas.
Su piel está bañada en un fiero ámbar, y cuando desvía su mirada hacia el magnífico atardecer que deja el horizonte inundado de resplandecientes tonos naranjas y oro, la calidez de los rayos que ya se van desvaneciendo se sienten como un bálsamo curativo.
Jiang Cheng siempre ha amado la naturaleza, siempre ha apreciado cómo es que una solidez establecida y los mitos fantasiosos pueden existir juntos solo en la naturaleza.
Siempre ha amado observar el amanecer en Muelle de Loto, contemplar la forma en que un sol soñoliento escapa de las mantas de la noche y pinta manchas de púrpuras y rosados a través de una superficie de suave azul.
Amaba observar cómo el sol derrochaba sus cálidos rayos sobre las tierras y las aguas, como si estuviera dando una bendición silenciosa hacia la soñolienta gente común que habría de despertar pronto para dar la bienvenida a un nuevo día.
(Se pregunta si alguna vez tendrá la oportunidad de apreciar esa vista una vez más en esta vida).
Con el agua hasta la cintura y el cabello suelto cayendo por su espalda en ondas de tinta negra, Jiang Cheng se queda quieto a observar el cielo derretirse en un suave naranja con rojos disparados y púrpuras humeantes.
Las aguas cristalinas reflejan el cielo con sus superficies ondulantes, casi como un mar de fuego. Pero cuando Jiang Cheng recoge agua en sus manos ahuecadas, los hilos de ámbar reluciente se quedan atrás, con agua fresca que le recuerda a los lagos de Yunmeng.
Para Jiang Cheng, la puesta de sol fue algo que alguna vez temió porque la aterciopelada noche que venía después nunca fallaba en traer a la vida los demonios contra los que Jiang Cheng se la pasó huyendo en cada despertar abrupto.
Ahora, tras todos estos años, finalmente tiene la oportunidad de ver el atardecer por lo que es, de empaparse en la belleza que antes fue incapaz de apreciar.
Con una sonrisa casi imperceptible en sus labios, oro reflejado en sus ojos y sobre sus cabellos, Jiang Cheng exhala y siente como si luz de sol líquida fuera lo que corre por sus venas en lugar de su amargo resentimiento. En las bases poco a poco más sanas de su alma, siente que ha ganado algo imposiblemente precioso.
No es nada más que un pequeño momento en su vida, tan fugaz en su existencia… pero para Jiang Cheng, este momento será preservado, su brillo imperecedero en las arenas de sus recuerdos.
Es solo cuando el sedoso azul se permea sobre el cielo y el anochecer junto a miles de estrellas centelleantes claman su legítimo lugar entre los cielos que Jiang Cheng decide volver a tierra, colocándose ropa limpia y preparándose una fogata para calentarse.
Cuando ya se ha preparado un poco de mòlì lóngzhū con la tetera de arcilla que trajo consigo desde Muelle de Loto, Jiang Cheng sorbe el ligero té floral mientras se sienta cerca del fuego.
Al contemplar la opaca oscuridad del bosque ensombrecido cerca de él, Jiang Cheng piensa en la oscuridad que una vez envolvió su vida por dieciséis años. Piensa en las ocasiones que se la pasó asolando el mundo de la cultivación, una fuerza arrasadora que iba de un sitio a otro allí donde los rumores de cultivadores demoniacos existían; buscando maniáticamente por pistas y rastros de un traidor al que una vez había llamado hermano.
El té en sus manos hace rato que ya se ha enfriado, pero aun así él permanece perdido en las memorias a la deriva del pasado. Sabe que nada de lo que haga ahora podrá alguna vez cambiar nada del pasado, pero no puede evitar preguntarse, algunas veces, cómo habría cambiado el futuro si hubiera actuado distinto en ese entonces.
Él se pregunta si él todavía tendría a su lado al hermano con el que se crio.
Se pregunta si el habría encontrado a alguien más de quien enamorarse.
Se pregunta si él podría haber encontrado otro tipo de felicidad.
Él era una existencia solitaria, y había un límite inevitable para lo que el rencor y la venganza eran capaces de alimentar en una persona. Por entonces, había sido su actitud cabezota propia de la juventud la que había puesto en marcha la vorágine de rencor que lo vio iniciar un camino sin retorno; el deseo de resultar exitoso incluso cuando todas las cartas estaban en su contra.
Había estado determinado a que, sin importar nada, el vería a Yunmeng reconstruido.
(Incluso si su vida era el precio).
Le tomó años, pero él consiguió su objetivo y, en el proceso, se hizo trizas a sí mismo sin importarle nada más que saciar su hambre de alzarse más arriba de las tragedias que lo derribaron una y otra vez.
El abrasador brillo de tan particular rabia había dejado un daño irremediable en él, y fueron estas heridas invisibles las que eventualmente lo condujeron a un camino de autodestrucción. Mirando hacia atrás en el pasado, Jiang Cheng descubre que lamenta mucha de las decisiones que escogió.
Había estado tan cansado, tan sin aliento después de todo lo que había pasado; el maremoto de eventos que había llegado a su punto de inflexión aquel día destinado en el templo Guanyin lo dejó despedazado, y la furia ciega que antes solía llegar tan fácilmente a él terminó apagándose como una llama moribunda. Con cada año que pasó, se dio cuenta que la volatilidad de sus emociones se ablandaba un poco más; sus sentimientos más suaves, más calmados e inclinados hacia las pequeñas cosas en la vida.
En los años después de la guerra, el había aprendido a saborear los relajados momentos de paz, a disfrutar del ruido blanco de una ciudad soñolienta en lo profundo de la noche. Él había aprendido a apreciar sus personas amadas incluso más, incluso si era incapaz de expresarlo bien, sabiendo cuan preciosa era la vida y cuán rápido esta podía ser extinguida igual al soplido de una vela.
Había tanto en él que nadie se había molestado descubrir, pero Jiang Cheng no pudo encontrar en sí mismo la fuerza de realmente sentirse indignado por ello. Él era un alma solitaria llenada hasta el borde con un resignado anhelo, todo mientras languidecía por afectos y relaciones que nunca le pertenecerían.
Jiang Cheng siempre había sabido en su corazón que él estaba celoso del final feliz de Wei Wuxian, y ahora finalmente ha encontrado la fortaleza de admitirse abiertamente a sí mismo que tiene envidia del hecho que Wei Wuxian todavía tiene un hogar al que regresar después de todos los años que pasó muerto.
Incluso después de todas las atrocidades que cometió, de toda la gente que asesinó y todo el daño que causó, él todavía tiene a alguien que siempre esperó por él.
Que se preocupó por él.
Que lo amó.
(Eso era todo lo que yo quería también.)
Echando un vistazo a la pálida luna, austeridad contra el telón de fondo de un cielo estigio, Jiang Cheng desliza su mano sobre su torso, deteniéndose en la cicatriz que marcó la posición que ocupó el núcleo dorado que una vez le entregaron. Con una risita irónica, él se pregunta a sí mismo…
Realmente, ¿cuánto tiempo me queda en esta vida?
Sin un núcleo dorado, y con un cuerpo que ha sufrido a través de peleas y heridas incontables, los dolores renqueantes que podían ser aliviados y curados con energía espiritual ahora son imposibles de ocultar.
Incluso ahora, mientras la temperatura desciende, siente que sus huesos y carne comienzan a doler desde adentro, un constante latido de dolor adormecido que sigue sus movimientos en tanto su cuerpo protesta contra el riguroso entrenamiento al que se sometió solo unas horas atrás.
No es la misma persona que una vez fue, pero aun si su cuerpo comienza a revelar la extensiva cantidad de desgaste que ha absorbido a través de los años, Jiang Cheng no se arrepiente de las decisiones que ha hecho en los últimos meses.
Jiang Cheng ha dejado de estar asustado de la muerte desde hace mucho, mucho tiempo, así que su corazón golpea fuerte y firme aun cuando sus pensamientos se desvían por un camino mórbido y sus manos trazan patrones sobre el áspero material de su ropa.
¿Qué es lo que voy a hacer con el resto de mi vida?
¿Qué es lo queda para mí?
Es la posibilidad de solo desaparecer de la Tierra antes de encontrar las respuestas que busca lo que asusta a Jiang Cheng, y piensa en la forma en que su familia pereció con sus deseos todavía enterrados en sus corazones, sellados para siempre en el silencio de la muerte.
No quiere eso para él, y repentinamente, su pacífico estado mental es roto. Su mente se encierra a sí misma en un frenesí; él se preocupa irracionalmente por el futuro que no ha llegado todavía. Los «y si…» además de los «quizás» son sobrecogedores y pugnan por espacio dentro de sus pensamientos despavoridos. Jiang Cheng siente un agarre de acero cerrarse en torno a su corazón, frío y pesado contra sus pulmones.
(No quiero morir así.)
Pero entonces qué quieres.
No lo sé, piensa y de repente solo se siente pequeño. Es aterrador ahora que su perspectiva se la volteado y Jiang Cheng se ha dado cuenta que, ahora, él no tiene dirección en su vida.
No hay nada para distraerlo del hecho que nunca ha sabido qué es lo que realmente quiere en la vida.
Mirando hacia el pasado se da cuenta de cuan ingenuo fue mientras se convencía a sí mismo en creer que se estaba enderezando hacia una resolución de su propia leyenda.
Piensa en los reencuentros y despedidas que manchan el mapa de su vida, en la desolación y alegría que dictaban los altibajos de sus estados de ánimo, en las promesas tentativas que nunca significaron nada más que un corazón roto para él.
No es nada más que un anhelo iluso, pero para Jiang Cheng, uno de sus más grandes deseos es poder hilar su miserable pasado y transformarlo en un sueño nostálgico.
Hay muchas cosas que Jiang Cheng lamenta haberse tomado a pecho, porque cuando reflexiona acerca de ello siempre, sin duda, ha sido nada más que un esfuerzo inútil de su parte. Todo había sido una ilusión, y saber cuan ciego había sido profundiza lo herido que se siente incluso más.
Porque siempre ha amado demasiado y aferrado en extremo fuerte a cosas que no estaban destinadas para él.
Jiang Cheng sabe que no es lo suficientemente suave para ser amado de la forma en que su hermano lo es, sabe que sus bordes rotos pueden abrir heridas en manos con buenas intenciones y que quieren alcanzarlo con un mero roce. Es demasiado parecido a su madre, y eso es algo que no puede cambiar.
Es un testarudo, es feroz; un ceño fruncido está constantemente adherido a sus rasgos afilados y felinos. Todo ello lo heredó de A-niang, porque ama y odia profundamente, tal como lo hacía ella.
No es de sorprenderse entonces, que Lan Xichen nunca pudiera encontrar en él la capacidad de amar a Jiang Cheng. Lan Xichen es demasiado parecido al A-die de Jiang Cheng, en la forma en que ambos hombres estuvieron más que dispuestos a dejar que el pasado los atrapara.
A veces, cuando tiene la tenacidad suficiente para pensar en ello detenidamente, su corazón se apretuja dolorosamente ante el conocimiento que fue solo su madre, su A-niang, la que alguna vez lo amó primero a él. Pero incluso eso había venido con un precio.
Mientras la noche se destiñe, Jiang Cheng cae en un sueño irregular gradualmente mientras semblantes borrosos y oraciones fragmentadas acompañan su adormecimiento. Sueña con despedidas y encuentros, con carcajadas y angustia. Y en el medio de la noche, lagrimas silenciosas se deslizan de sus ojos cerrados como hilos de plata.
Cuando despierta después, hay un ardor bajo su piel y siente el revuelo de un humor sombrío prepararse dentro de él, igual a una tormenta de verano. Es pesado y oscuro, los zarcillos pegajosos mientras se frotan contra sus pensamientos. Lo dejan inquieto, a la defensiva, listo para explotar ante la más mínima cosa que amenace su frágil paz.
Ha pasado un tiempo desde la última vez que Jiang Cheng se sintió así de agitado, como si hubiera algo contra lo que necesitara luchar para probar su valía incluso cuando sabe que ahora ya no tiene que hacerlo. Y mientras contempla la ondulante tranquilidad de un rio claro, esta paz no tiene la más mínima oportunidad de apaciguar sus desgastados nervios.
No sabe por qué está así…
No sabe qué es lo que lo ha hecho sentir así de nuevo después de todos los meses en que creyó que finalmente estaba sanándose.
No sabe por qué se está sintiendo así, y eso lo cabrea.
Jiang Cheng deja a Nuez vagar libre en las proximidades mientras él se desquicia furioso a lo largo del río, sus pasos bruscos y pesados casi se asemejan a los pisotones. Su mente enmarañada en furia; zumba de tal manera que al parecer no puede ni halar un solo hilo de lógica coherente y agarrarse a él lo suficiente para, por fin, pensar con propiedad.
Lo odia. Odia sentirse así.
(Este es el tipo de enojo que te hizo tan detestable.)
Y eso golpea el aire fuera de su pecho, dejando a su mente en un vórtice de ese exacto pensamiento, una y otra y otra vez hasta que es todo lo que llena su mente.
Después de todo este tiempo…
Detente.
Detén esto.
(Eres mejor que esto, has sido mejor que esto.)
¿Pero qué si no lo soy?
Su respiración traquetea en su pecho, tembloroso como el resto de sí mismo, y de repente, todo parece ser tan incierto.
Jiang Cheng no está tan ciego como para ignorar el hecho de que, desde el principio y a pesar del proceso de cicatrización en el que las líneas fracturadas de su alma finalmente habían comenzado a repararse, su viaje nunca ha tenido un propósito o destino.
No es diferente a un alma vagabunda, anclada al mundo tan solo por delicados retazos de su esperanza para un futuro mejor.
Ese deseo en él ardía fuerte en ese entonces, alimentado por la intensa angustia en la que se había descubierto reflejado de cara ante su matrimonio roto, pero en tanto los días gotearon su curso, la calmada insipidez de las horas transcurridas enlentecieron su carga testaruda y la volvieron un deambular inseguro.
El concepto otrora extraño de constante fatiga que ha encontrado un lugar cómodo en su vida y el cansancio irremediable que hace a su cuerpo ansiar un descanso apropiado lo frustran más con cada día que pasa. Su mente aun está alerta, pero Jiang Cheng sabe que se está debilitando; eso no le gusta para nada.
La fuerza fue todo lo que tuvo en el pasado para continuar, y ahora eso también lo está dejando.
Está de pie frente al cruce de caminos de su vida, contorneando un camino que ha labrado con sus propios méritos. La ruta que una vez recorrió había sido construida a base de sacrificios, forjada en los hornos de la guerra. Y cuando se dio cuenta que era incapaz de dar siquiera un paso más, escogió labrar su propio camino.
Con la esperanza de que una vez llegara al final, sería felicidad lo que encontraría esperándolo.
Allí donde permanece quieto, rodeado de árboles susurrantes y rocas silentes que han existido desde eras pasadas, Jiang Cheng alza la vista al cielo hasta que la luz queda atrapada en sus pestañas. Una sonrisa de menosprecio cuelga en sus labios antes de que una risa hueca escape a causa de la trivialidad de sus problemas.
Entonces lo golpea, el hecho de que sin importar cuánto de su mundo se haya caído a pedazos, sus batallas siempre fueron del interés de nadie más que él. Su vida fue una cadena de sufrimientos que habían resquebrajado su espíritu, sí, pero ya había comenzado a olvidar que, en el gran océano de la vida, su historia no era nada más que una mota de arena.
Un día, su historia también llegará a su fin, así que cuando llegara ese momento, no importará la clase de luchas que haya padecido. No importarán las victorias que haya logrado ni las perdidas que haya sufrido una vez hace mucho.
Todo, al final, se desvanecerá en la fábrica del tiempo; moldeado en el tapiz de historias vagas. Los eventos de su vida convertidos en otra historia más que termino mal.
Mientras contempla el río, al agua en movimiento que continúa su curso predestinado, Jiang Cheng cierra los ojos e imagina las piezas de su pasado cayendo como hojas de otoño que flotan lejos con la corriente.
Él respira…
Dentro.
Fuera.
Otra vez.
Hasta que está lo suficientemente bien para recoger los pedazos que quedan de él en lo más aproximado que hay de un ser completo. Entonces continúa moviéndose, como siempre ha hecho, con la esperanza de que, dónde sea que esté yendo, el camino lo lleve un paso más cerca de las respuestas que está buscando.
Cuando se aleja del río, Jiang Cheng decide desviarse de la dirección planeada para explorar río adentro y dirigirse en su lugar camino arriba, hacia las montañas. Quizá un cambio de escenario lo ayudará a levantar su espíritu después del modo para nada estelar en que despertó.
Allí parado al borde del acantilado el viento se enreda a sí mismo en sus cabellos y su ropa. Entonces contempla el mundo ante sí y, por un momento, siente que se ha dado paso a otro mundo.
La belleza que se extiende en el horizonte sin límites roba su aliento, las tierras vastas resplandecen con la viveza de una naturaleza floreciente tan pintoresca que parece como si una pintura hubiera cobrado vida.
Y entonces lo golpea sin rima ni razón, pues la última vez que se paró tanto tiempo al borde de un acantilado fue…
Fue…
Fue el día en que perdió a su hermano.
Su instinto lo prepara de antemano para la quemazón de envidia amarga que sin duda podría alzarse ante el mero recuerdo de su hermano, pero extrañamente, se descubre a sí mismo extrañamente indiferente. Sus pensamientos vagan lánguidamente a través del camino que compartió con Wei Wuxian, desde su primer encuentro como niños hasta el final de su hermandad en su adolescencia, y el final de caminos divergidos en una adultez incompatible; una brecha de dieciséis años perdidos en medio.
A veces, cuando ve la distancia que se entiende entre ellos, tan amplia que parece como si nada allá afuera será capaz de reparar su vínculo. Jiang Cheng se pregunta si algo hubiera cambiado si uno de los dos hubiera tomado distintas decisiones todos esos años atrás, cuando la ambición y la pasión corrían caliente en sus venas, sus espíritus intactos sin el peso de las perdidas.
Piensa en su hermano, de ojos brillantes y espíritu libre, un alma caprichosa que no ponía límites a su pensar juguetón y acciones imprudentes causados por el amable mimo que A-die había derramado sobre él.
Habían sido simples travesuras en su juventud, pero en tanto crecía hasta hacerse un hombre joven, ese comportamiento desenfrenado se transformó en arrogancia en tanto sus talentos lo hicieron alzarse por sobre sus contemporáneos en cada aspecto y capacidad.
Para Jiang Cheng, Wei Wuxian siempre había sido su incorregible hermano mayor, e incluso mientras los años pasaban y las mejillas regordetas de la niñez se desvanecían, ese hecho permaneció invariable. Hasta que la guerra llegó y Jiang Cheng solo pudo observar mientras las repercusiones de las acciones de su hermano los alcanzaba.
Aun después de todos estos años, Jiang Cheng sigue teniendo dificultades para aceptar cuan insensato fue su hermano. Wei Wuxian no entendía que sus acciones no solo tenían consecuencias, sino que también se reflejaban sobre la secta cuya reputación cargaba sobre los hombros por su título como discípulo principal.
Todavía duele, todavía quema como mil cortes restregados en sal. Cuando piensa en la manera en que Wei Wuxian escogió darle la espalda a la secta Jiang, a Jiang Cheng, todos esos años atrás en los Túmulos Funerarios, cuando había confesado que su habilidad de proteger a Wei Wuxian se aproximaba rápida y patéticamente a su final.
Sin importar lo que se dijera a sí mismo, Jiang Cheng sabia en lo más profundo de su alma que no era odio lo que sentía por su hermano adoptivo. El sabía, siempre había notado, la amabilidad que corría en las venas de su hermano incluso cuando niño. Wei Wuxian siempre había sido valiente, siempre estuvo listo para pelear por lo que creía correcto y defender su sentido de la justicia sin importar el costo.
Sin importar las circunstancias que la vida le deparó, Wei Wuxian había conquistado lo imposible al final; había obtenido el tipo de final feliz de cuento que solo toma lugar en los tomos de historia y era el tipo de brillantez que A-die había amado tanto en Cangse Sanren como en el hijo que ella dejó atrás.
Para un mundo que permanecía absorto en las exageradas historias de gloria y victorias, el simple deseo de Jiang Cheng por haber sido el escogido por su hermano tan solo una vez, de haberse quedado a su lado solo una vez, había sido dejado de lado, apartado a un costado como el plato indeseado en una cena.
La sensación de abandono que retumbó en él al darse cuenta que su hermano había escogido marcharse y dejarlo atrás incluso en su segunda vida dio vida a una tormenta de fuego y rabia en él, una ira incomparable que inflamaba sus palabras con veneno cada vez que veía a Wei Wuxian apretujarse al estoico Segundo Jade de Gusu Lan.
Una vez hace mucho, pensamientos como estos lo habrían estrepitado a caer en una avalancha rocosa de heridas pasadas, pero ahora que se encuentra en una vida separada, las memorias de su hermano se sienten como un sueño distante.
Y así, en voz baja y para sí mismo, Jiang Cheng se pregunta ¿qué sentido tuvo aferrarse a esa ira durante todos esos años?
Tal como las estaciones pasaban y la naturaleza recorría sus ciclos de vida y muerte, al final, todo sería barrido por las olas del tiempo. En un mundo impermanente no había necesidad de tan triviales relaciones. A pesar de toda la enemistad y gratitud que tomaron el rumbo de los giros en su vida, al final él fue el único que quedó para preocuparse por estas tonterías.
Y cuando había escogido dejar que su camino diverja, alejarse de las cadenas de odio, los filamentos que ataron sus viejos deseos y anhelos comenzaron a quebrarse uno después de otro mientras el se alejaba más y más.
A pesar de todas las preguntas sin respuesta y los finales trágicos que parecieron consumir todo cuando los hubo enfrentado, cuando el tiempo vino por el final del show, todo se volvió irrelevante en un pestañeo.
Él lo sabe ahora, que no había nada que podría haber prevenido a estas conexiones, para evitar que cayeran convertidas en polvo cuando todo estuvo dicho y hecho.
Le había tomado demasiado entender esto, pero supone que es mejor tarde que nunca.
Su vida ahora es como una gota de lluvia que ha caído de los cielos pero que todavía no ha sido absorbida por la Tierra, suspendido entre el comienzo y el final de los momentos más reducidos.
Con cada día que pasa, él se acerca a su final inevitable, y todavía no sabe qué es lo que realmente quiere del tiempo que le queda.
Lo que Jiang Cheng no sabe es que la rueda del destino comenzó a girar desde el momento en que dio un paso dentro del oscuro bosque que yace ante él. Lenta pero seguramente, los filamentos de una conexión inusual se comenzaron a formar con cada paso que Jiang Cheng dio hacia la arboleda ancestral, ignorante de las nubes cambiantes formándose a lo alto de la canopia de ramas enredadas.
Apenas y se registra en su mente —su instinto más embotado ahora que ya no tiene un núcleo dorado para reforzar sus habilidades naturales—, pero las señales son reales. La sombra bajo la que camina es más oscura de lo que debería dado lo alto que el cielo está; las hojas se agitan incluso cuando el aire permanece quieto.
Oculto de la vista mientras observa como las hojas se vuelven más y más densas, los cielos soleados han sido cubiertos por arremolinadas nubes oscuras por la lluvia sin derramar. Las corrientes de presión de esta tormenta se han formado inusualmente rápido, los sombríos azules grisáceos de las nubes prometen una larga y dura precipitación. El aire está quieto, extrañamente quieto, como si estuviera esperando por algo… o en su lugar, por alguien.
La afinidad es una cosa extraña, y Jiang Cheng lo descubriría pronto.
La lluvia cae a cántaros. Las frías gotas se expanden sobre frondosas hojas antes de precipitarse al suelo y convierten el suelo una vez seco en un campo lodoso que chapotea bajo los pies de Jiang Cheng.
Se aferra con fuerza a las riendas de Nuez, agua goteando en sus manos desde los bordes de la capucha que ha puesto sobre su cabeza en un intento de protegerse a sí mismo de la peor parte de el frío desquiciante que la lluvia trae consigo.
Está oscuro y Jiang Cheng tropieza de nuevo cuando sus pies se hunden en otro parche de lodo resbaloso que ha dado paso a una hondonada en el suelo bajo la presión de su peso.
—Mierda —maldice cuando siente a su tobillo torcerse. Aprieta sus dientes con dureza y se encoje de dolor antes de clavar las riendas incluso con más fuerza alrededor de su puño. Se presiona más cerca de Nuez y sigue caminando, una cojera se añade a su andar para minimizar las punzadas de agonía que le suben por la pierna.
Unos pasos y el dolor se agudiza mientras sus músculos comienzan a protestar activamente contra el movimiento continuado. Jiang Cheng se detiene un momento, resoplando en tanto se apoya en su compañero antes de estirar su mano y presionar su tobillo. Una mueca de dolor se dibuja en su rostro cuando su toque envía rayos de dolor por todo su cuerpo; Jiang Cheng habría querido mofarse de sí mismo por cuan débil es ahora.
Sufrió heridas mucho peores antes y soportó a todas ellas sin siquiera dejar escapar un pequeño quejido, pero ahora aquí estaba, en medio de una lucha para seguir moviéndose después de una mera torcedura de tobillo.
Un relámpago retumba sobre él, reverberando a través de la expansión de la naturaleza que se postra ante el poder de una tormenta embravecida. La lluvia cae incluso más y todavía más fuerte, hasta que las gotas parecen formar un muro de agua que se estrella contra cualquier superficie que puede encontrar. Los vendavales que barren el bosque completo dejan a los árboles silbando; la fragancia terrosa que se eleva del húmedo suelo es pungente, oscura y embriagante como una delicadeza terrenal.
En las sombras que parecen crepitar desde cada esquina del bosque, Jiang Cheng mantiene su vista entrenada a su frente, trata desesperadamente de reconocer algo que pueda servirle de refugio mientras ambos esperan que la tormenta se serene.
El restallido de un trueno suena, un rugido agudo parece sacudir el mundo… y entonces un rayo de plata fundida quiebra los cielos encima de ellos, al rojo vivo por un momento mientras los relámpagos cortan a través de nubes arremolinadas. Por un momento, en la fría luz de la llamarada, Jiang Cheng ve una vaga estructura a su derecha, un vacío sereno enterrado en un muro de dura roca que parece haber aparecido de la nada.
El alivio que lo recorre aclara todo instinto de precaución que posee y hace que empuje a Nuez hacia donde apenas y puede distinguir la entrada de la cueva. Algo quema inquietamente en la parte trasera de su mente, pero está demasiado desgastado después pelear su camino a través de una tormenta devastadora, tanto que es imposible preocuparse lo suficiente por las alertas de su instinto que le dicen que ese no es un lugar en el que debería buscar refugio.
Al final, el abatimiento gana la lucha y Jiang Cheng decide que lo más seguro para él será simplemente descansar cerca de la entrada de la cueva. En medio de su alboroto tratando de asegurarse que Nuez sea capaz de pasar a través de la entrada con todo el equipaje sujetado a su lomo, Jiang Cheng no nota que, cuando su cuerpo pasa la estrecha entrada, una la ligera resistencia lo empuja antes de colapsar de la misma forma en que solo un hechizo roto hace.
Crea una pequeña fogata para el calor y mantiene su decisión de quedarse a descansar cerca de la entrada. Al terminar de acomodar a su compañero cerca del calor y colocar un manojo de zanahorias cerca en caso de que a Nuez le de hambre, Jiang Cheng se quita su capa empapada por la lluvia.
Al mirar las flamas que dibujan de un resplandor naranja sobre paredes de roca gris, las pestañas de Jiang Cheng lo comienzan a vencer, la somnolencia envolviéndolo en un repentino hechizo, y mientras él cae en un confortante letargo, el espacio a su alrededor parece congelarse por un momento, hasta que un frío que se filtra en el aire lo hace temblar, solo una vez, antes de que sus ojos se cierren en un instante.
En el silencio de sus sueños, le parece escuchar un rugido angustiado resonar desde lo profundo de las entrañas de una caverna aterradoramente oscura. Mientras los ecos de una llamada adolorida se desvanecen, el rítmico drip, drop de agua contra roca acompaña los ecos por cortos segundos antes de que el silencio caiga de nuevo.
Es el sueño más extraño que ha tenido en mucho tiempo, y en él, Jiang Cheng ve destellos de escamas negras y sangre envenenada, la esencia de la sangre tan pesada que casi siente que puede tocarla.
Sueña que cae en un lago cuyas aguas se han tornado oscuras por sangre maldecida; sueña que se ahoga…
Sueña con ojos reptilianos del color del oro fundido.
Más y más y más lejos incluso…
Despierta sobresaltado, se pone de pie en cuestión de segundos.
Sus respiraciones llegan rápidas y cortas mientras se da cuenta que la cueva está mucho más oscura de lo que debería estar. Gira su cabeza con brusquedad hacia la entrada, y la vista que le da la bienvenida casi detiene su corazón allí donde golpea su pecho.
Se ha ido.
La entrada…
El fuego…
Nuez…
Todos se han ido.
La adrenalina que pulsa a través de sus venas oculta los dolores y quejidos que acribillan su cuerpo rígido después de un tenso letargo. Jiang Cheng extiende los brazos a su alrededor, tantea hasta que su mano toca roca sólida, fría y robusta bajo su palma.
No sabe qué camino lo guía hasta la entrada, no cuando le es imposible distinguir su mano allí donde está elevada frente a él. Solo puede seguir el muro, confiando que este lo guiaría a algún lado, a cualquier lado en tanto continuara por un camino escogido.
Es un proceso lento porque el tobillo torcido de Jiang Cheng es sinónimo de que necesita dar cada paso cuidadosamente, a menos que quiera añadir un tropezón que agrave su herida incluso más.
Un paso después del otro, hasta que ha perdido la cuenta del número de pasos que ha tomado, e incluso así, el túnel permanece oscuro. Entonces, un casi imperceptible drip… drip parece venir de algún lugar a su frente. Jiang Cheng se apresura lo mejor que puede hacia la fuente del sonido.
En su carrera, Jiang Cheng acelera sus pasos, su toque como pluma sobre las paredes, y de repente, sus pies se deslizan en rocas húmedas. El mundo se inclina…
¿Rocas húmedas? ¿De dónde vino el agua…?
(Él está cayendo, cayendo…)
Por un instante, pánico enceguecedor estruja su corazón, tan apretadamente que parece como si todo el aire ha sido exprimido de sus pulmones y entonces…
Con un splash, Jiang Cheng se siente hundirse bajo la superficie del agua. Y de la nada, todo es tan, tan oscuro.
Su boca se abre en un grito sin sonido, terror desproporciona sus ojos tan ampliamente que siente como si lo que le queda de aire escapara en borbotones que se elevan hacia la superficie del agua. De alguna manera, Jiang Cheng sabe que está a punto de morir.
Aplastado por su pánico, la comprensión de que su vida está a punto de llegar a su fin despeja de lleno el camino del turbulento ruido de sus pensamientos. De repente, Jiang Cheng piensa…
No quiero morir.
(No todavía. No así.)
Chapter 9: A las puertas de la Muerte
Summary:
En donde Jiang Cheng escapa de la muerte y adquiere un nuevo compañero.
Chapter Text
Chapter Text
Bajo los árboles de sauce, los lotos florecen
por
Traducido por Kaethe Seleori
绝处 逢生
To come back from death's door; To recover from a seemingly impossible situation
Regresar de las puertas de la muerte; Recuperarse de una situación aparentemente imposible.
En cuanto la implacable lluvia se calma hasta convertirse en una suave llovizna, un manto de nubes gris ceniza se disipa y los fieros rayos surcan los cielos.
El bosque cruje cansadamente con los primeros destellos de luz que se vierten sobre suelo húmedo. Es un gemido intranquilo que parece sacudir las mismísimas raíces de robles ancestrales que hacen guardia entre vastas tierras, antes de asentarse a sí mismas una vez más cual si fueran un hueso dislocado que vuelve a encajar en su sitio.
Es un cambio casi imperceptible, un resollador suspiro de alivio perdido entre el ulular de hojas barridas por el viento cuando las enredaderas de un hechizo largamente ignorado aflojan por fin su dominio sobre la naturaleza que mantuvo cautiva por décadas.
Como una distorsión silenciada que se desenfoca, el mundo parece alejarse más y más con cada momento en que Jiang Cheng continúa hundiéndose en aguas turbias.
Jiang Cheng nunca se ha sentido verdaderamente inseguro en el agua, no cuando la mayor parte de su niñez fue empleada entre chapuzones entre los estanques de lotos, dulces con la esencia de flores en su máximo verdor. Pero ahora, el frío flujo del miedo se filtra en su cuerpo.
Está asustado ahora que el mundo es nada más que ondulaciones de agua ante sus ojos y que montones de agua tragada han dejado un sabor acre en la parte trasera de su boca. La bóveda de piedra irregular es un borrón que se deforma con el movimiento del agua sobre él. Cae, cae, cae…
Y Jiang Cheng se da cuenta que solo está él ahora.
Sin importar el pánico inicial y los intentos fútiles de salvarse, ahora solo queda una silenciosa desesperación que llena a Jiang Cheng hasta que sus pulmones comienzan a quemar por la falta de aire. No pasa mucho tiempo antes de que la histeria dé paso a la resignación al darse cuenta de cuán insalvable es su situación.
No quiero que este sea mi final, piensa para sí mismo al principio, pero cuando el peso del agua amenaza con quebrar su espíritu, Jiang Cheng cae en cuenta que sin importar lo que quiera, él no es suficiente…
Que no es lo suficientemente fuerte para pelear contra esto.
(Y esta será sólo otra cosa que no pudo conquistar, otra perdida añadida a su nombre, por última vez.)
El zumbido en su cabeza se estabiliza, acallado por una sombría derrota en tanto Jiang Cheng enumera los segundos que componen los últimos minutos de su vida. Un millón de pensamientos asaltan su mente, roces fugaces contra una consciencia que se desvanece, pero de alguna manera, todo en lo que puede enfocarse son las palabras que ha dejado sin decir por demasiado tiempo.
Son las palabras a las que no pudo permitirse dar voz, aquellos lo siento y gracias que siempre, siempre quedaron atorados en su garganta, Porque en toda oportunidad escogió dejar el momento pasar, tragándose las palabras que desnudarían su frágil alma.
En su lugar, una vez hace mucho todavía guardaba la tonta esperanza de que sus acciones hablaran lo suficientemente alto por él.
(Debería haberlo sabido mejor.)
En caída libre a través de los fragmentos de sus memorias, Jiang Cheng se permite a sí mismo saborear el regusto particular y agridulce de su vida por última vez. Entremezclado en un tapiz de caos, el desordenado coro de voces en su cabeza ofrece fragmentos de conversaciones sin finalizar, y Jiang Cheng siente un sobrecargado tipo de desesperación filtrarse en su sangre.
Ahora sabe que no hay nada que pueda hacer para regresar el tiempo, para deshacer los arrepentimientos que su vida y hacer las paces son las personas que más ama; así que Jiang Cheng hace aquello de lo que es capaz en este instante: aferrarse a ellos en sus pensamientos.
Jiang Cheng piensa con todas sus fuerzas en las personas más importantes de su vida, aquellos a quienes dejará atrás con su muerte, porque esta es su última ofrenda a ellos, los momentos finales de su vida dedicados a sus recuerdos compartidos.
Piensa en Jin Ling, su único sobrino. El brillante espíritu cuyos ojos brillan con la vivacidad de su padre, pero llevan la bondad de su madre. El pequeño vestido de oro, un solecito que corría entre ropas púrpura y flores de loto mientras crecía bajo el cuidado de un tío que se no se las había arreglado para darle todo lo que merecía.
Lo siento, Jin Ling.
Lamento no poder mantener la promesa que te hice.
Piensa en Wei Wuxian —Wei Ying en otrora tiempo—, su hermano en todo excepto sangre. El niño que creció para ser una de las personas más amables que Jiang Cheng conoció en su vida. El joven hombre vestido en rojos y negros que escogió un camino que le arrebató la vida, solo para conquistar lo imposible y recuperarla en su segunda oportunidad, Sin importar la envidia que pinta su visión de verde, Jiang Cheng se siente agradecido de que, al final, su hermano se las arregló para alcanzar un final feliz nada más que suyo.
Lo siento, Wei Ying.
(Lo lamento por los puentes entre nosotros a los que permití que mi ira quemara.)
Piensa en Lan Xichen, su esposo y compañero de cultivación alguna vez, en nombre y nada más porque su corazón se perdió cuando Jin Guangyao cayó. Para Lan Xichen nunca hubo un lugar para Jiang Cheng, y un momento de debilidad fue todo lo que se necesitó para que ambos tropezaran y cayeran por el acantilado de un matrimonio roto. Jiang Cheng desearía poder retroceder el tiempo y detenerse a sí mismo de perseguir a alguien que no debió. Detenerse a sí mismo y así no ofrecer su mano hacia alguien que no quería seguir adelante.
Lo siento, Lan Xichen.
(Por los problemas que mi amor te ha traído).
Piensa en Jiang An y Yu Xiang’er, su familia en todos aspectos a excepción de la sangre. Las dos personas que se quedaron a su lado mientras él peleaba por reconstruir Yunmeng desde las cenizas que había heredado. Todas las noches en vela y las madrugadas que mantuvieron mientras lo apoyaban a lo largo de sus horas más oscuras. Jiang Cheng desea —tanto, tanto— que quizá, en otra vida, sean capaces de pasar tiempo juntos como una familia real.
Lo siento Jiang An y Xiang’er.
Por no ser lo suficientemente fuerte y capaz para quedarme.
Su corazón tartamudea, golpeando fuera de ritmo mientras la angustia surge en él como la elevación de los mares…
Lo siento, lo siento, lo siento…
(Gracias…)
(Los extraño…)
(Los amo…)
Cuando sus ojos comienzan a perder foco y la oscuridad se enreda alrededor de los bordes de su visión, Jiang Cheng nota, distraído, que en cierto punto elevó sus manos, los dedos extendidos como si trataran de aferrarse a un salvavidas.
Si pudiera, Jiang Cheng resoplaría una suave y triste risa ante sus acciones, ante la forma en que él todavía trata de alcanzar algo, esperando ser ayudado incluso cuando sabe que no hay nadie más allá afuera.
Es como si el tiempo se hubiese ralentizado, como si cada latido de su corazón retumbara a través de su pecho incluso si su ritmo constante se enlentece. Pronto, los ojos de Jiang Cheng se cierran y el ba-dump de sus latidos es lo último que siente antes…
Antes…
Hace frío. Tanto frío.
Cuando sus párpados aletean, la visión borrosa trayéndole detalles con cada lento pestañeo, lo primero que Jiang Cheng nota es cuan duro el suelo bajo él es, el frío húmedo extrayéndole hasta la gota más ínfima de calor, los bordes irregulares de rocas astilladas incrustándose en la desprotegida carne de su espalda.
Sus ojos observan alrededor aturdidos, y pronto enfoca ciertas manchas abstractas de color mientras un resplandor débil mantiene la poco iluminada caverna a pasos de la completa oscuridad, las luces parpadeantes tan débiles que…
¿…Luces…?
¿Dónde…?
Sus ojos queman, y cuando Jiang Cheng levanta una mano para frotar la picazón, lo mojado de su túnica es una sorpresa desconcertante mientras su manga cae pesadamente sobre su rostro desprevenido.
Hay algo repugnante en la sensación de ropa empapada pegada a su piel, y cuando la pestilencia de aguas envenenadas se hace presente en su nariz, el estómago de Jiang Cheng da un vuelco. Casi de milagro, se las arregla para ponerse de costado antes de que su estómago se retuerza, lo que lo obliga a vomitar bocanadas repulsivas de agua.
Es asqueroso, el sabor le recuerda demasiado a la muerte. Jiang Cheng tiembla incontrolablemente mientras su cuerpo sufre espasmos, su mano pasa apresurada por su boca mientras cae de espaldas al suelo.
¿No morí? ¿Qué…? ¿Por qué?
Los latidos que golpean constantes dentro de su pecho son la mejor evidencia del hecho que Jiang Cheng no ha partido del mundo de los vivos. El alivio de saber que sigue vivo…
De todavía tener la oportunidad de seguir viviendo…
Lo marea, sus rodillas se sienten como fideos cocidos de más pues se niegan a cooperar con sus intenciones de pararse. Sus palmas están arrugadas y se estremece involuntariamente al darse cuenta de cuan cerca estuvo de morir.
Después de largos momentos donde se fuerza a sí mismo para respirar en profundidad varias veces, algo de la tensión apretada finalmente se drena de su forma encorvada mientras su mente sobreexcitada comienza a recopilar sus dispersadas piezas de sanidad en un todo más estable.
Cuando sus emociones se han calmado lo suficiente y sus iris son capaces de quedarse enfocados en una cosa a la vez, Jiang Cheng hace un sorpresivo descubrimiento que se sienta solo un poco alejado de él, situado en el centro de la cámara en tinieblas.
Enroscado en una plataforma tallada en roca negra y brillante, un misterioso bulto yace envuelto en sombras desacordes. Desde donde está parado, Jiang Cheng apenas puede distinguir el contorno de un cuerpo alargado que se ha enroscado en una pila, La forma no es más grande que una serpiente, pero el detalle que lo detiene son las estructuras blancas como marfil que se elevan hacia arriba, cuya forma tienen una semblanza parecida a la cornamenta de un ciervo.
¿Podría ser…?
Se acerca más, hasta que los hoyuelos que cubren la superficie de roca caliza comienzan a ser más notables en la suave luz. Mira el resplandor apagado bailar sobre piel lustrosa de piedra oscura y se permite seguir el intricado patrón de hendiduras que la recubren.
Mientras la distancia entre él y la plataforma se reduce, Jiang Cheng nota la esencia de la sangre de alguien más —más aguda, con tonos más crudos que llevan consigo un toque amargo— y el suelo bajo él se hace más pegajoso mientras la esencia de sangre derramada se espesa incluso más.
Con pasos tambaleantes hacia delante, un siseo adolorido escapa de entre sus dientes apretados cuando coloca todo su peso en el tobillo torcido que olvidó. Mantiene sus ojos fijos delante, con la guardia y los sentidos alerta. Puede distinguir donde escamas negras están infestadas de heridas, desgarros entrecruzados que…
Ojos de oro parpadean de repente, la mirada reptiliana innaturalmente alerta lo observa de frente. Sofoca un jadeo agudo y casi se atraganta con esa bocanada de aire mientras se encuentra de lleno con esta mirada, la proximidad de repente tan palpable que está a menos de una zancada entre él y lo que ahora puede confirmar como un…
Como un…
(Ojos reptilianos como el oro fundido…)
(Escamas negras y sangre envenenada…)
Un dragón.
Jiang Cheng no podría decir cuándo es que sus pasos lo llevaron a acercarse de nuevo, lo único de lo que está seguro es que sus ojos todavía están prendidos de esa mirada dorada fija en él.
Es aterrador de cierta forma, cuán cuidadosamente en blanco están esos ojos frente a él. Carentes de emoción, como un espejo en lugar de las ventanas de un alma.
Los orbes dorados desaparecen por un momento antes de regresar al final de un parpadeo mesurado. Encuentra algo incorrecto en esa mirada fija; algo detrás de esa vacuidad sin vida extendida sobre ojos que deberían refulgir con vitalidad lo incomoda.
Los ojos de un dragón no están hechos para lucir como aquellos que pertenecen a un alma quebrada.
(Y Jiang Cheng intenta, con todas sus fuerzas, no pensar demasiado en cuán dolorosamente familiar es esa vista…)
No sabe qué es lo que lo atrae a acercarse, igual a una polilla a la llama, y la mano —su mano— que había comenzado a elevarse hacia esa desolada mirada sobresalta a Jiang Cheng. Pero justo cuando piensa en abortar sus acciones, de repente, sus dedos quedan atrapados. Es casi como ser atrapado por una telaraña, hilos finos envolviéndose a sí mismos sobre una presa apresada.
Antes de que pueda reaccionar, Jiang Cheng siente un tirón de energía de entre los hilos que se introduce en su cuerpo. Quema, lo hace de la misma manera en que una tormenta de nieve penetra con su frío implacable. El mundo se desvanece mientras su mente queda en blanco. Entonces, como una cuerda tensa que ha sido estirada más allá de su límite, el silencio se rompe y Jiang Cheng es lanzado a un vórtice de memorias, una línea de tiempo enredada de la vida de alguien más.
Es un mundo coloreado por la felicidad, las risas se esparcen a través del aire como el titilar de miles de campanillas de viento. Es tan cálido, tan gentil; casi irreal en su simpleza mundana.
La escena pintoresca de mercados repletos se deconstruye en la de una elaborada entrada donde los pasos que guían hacia una serie de puertas pintadas de bermellón son bañadas con cálida luz de día. La arquitectura es vieja, pero encantadora. Sus superficies bien preservadas una prueba más que suficiente del cuidado con el que fueron tratadas por el espacio de muchos años.
Un aire de dignidad rodea al par de leones de piedra que mantienen guardia quietamente ante puertas cerradas. Las líneas confidentes de sus posturas inamovibles comandan respeto de cualquiera que pase a través de esa entrada.
Pasadas las puertas, a través de un patio y habitaciones privadas, hasta una bien oculta sección en el corazón del jardín más escondido. Allí, sobre piedras calientes por el sol, yace un dragón de escamas negras, ojos cerrados mientras dormita en el abrazo de una mañana perezosa.
Desde la distancia, una voz melodiosa:
—Xuan Meng, es hora de despertar, viejo perezoso. ¡El desayuno está listo!
El sonido de pasos se hace notar mientras la frágil forma de una vieja señora aparece. Su rostro está curtido y desgastado, pero las líneas de sus arrugas están adornadas de amabilidad, el brillo de sus ojos tan resplandeciente que podría competir con las estrellas.
Mientras se acerca con pasos lentos, la escena se esparce como el polvo y se reforma en una que parece el comienzo de una leyenda trágica, el preludio de una larga historia de sufrimiento.
Esta vez, el dragón —Xuan Meng, o así parece llamarse— está despierto. El aire está cargado, casi crepita ante la inmensa cantidad de energía apenas contenida mientras ojos como el oro líquido se quedan viendo resolutamente a una bella figura ataviada en joyas y ropa fina.
—Cuidaré esto por ti, pero debes hacerlo tal y como yo, Qiao Feng. No cambiará nada ahora.
—Solo protegerlo es suficiente, y se que no tiene sentido decirlo, pero siento que haya acabado así. —La respuesta llega suave, el cansancio es desgarradoramente claro en el timbre bajo.
Una pausa antes de que la misma voz suene de nuevo, solo que esta vez las palabras susurradas parecen cargar con el peso de miles de disculpas.
—Gracias, Xiao Meng.
Entonces, una miríada de imágenes y eventos se mezclan, entrelazados por rojos ríos de sangre que se derraman de una escena a otra mientras majestuosos rugidos se cargan de angustia y llamaradas burlonas se transforman en una sinfonía aterradora de gritos desolados.
Una pantalla de humo, perpetua en su existencia, enturbia los detalles de memorias teñidas de dolor. Así, después de lo que se siente como la eternidad del tormento llena con la quemazón abrasadora de heridas envenenadas y cansancio que cala hasta los huesos, el mundo se oscurece.
Pronto, el goteo del agua contra la piedra comienza a hacer eco en el silencio de la oscuridad, y lentamente, destellos débiles de luz cobran vida. En los años que pasan de allí en adelante, estos se convierten en la única compañía que Xuan Meng conserva mientras yace sobre fría piedra.
Cuando lo último de las memorias se desvanece en la nada, la barrera invisible que mantiene a Jiang Cheng atrapado se desintegra. El repentino cambio lo desequilibra tanto que cae con un fuerte thump, su corazón frenético mientras la sangre pulsa a través de él, el correr frenético ruidoso en sus oídos.
Jiang Cheng se ahoga, resuella por las memorias vertiginosas que han barrido con él mientras los gritos del pasado doloroso de otro vibran en sus oídos. Se incorpora con manos que tantean como pueden la plataforma de piedra hasta que queda erguido sobre pies temblorosos.
Extiende sus manos de nuevo, dedos percibiendo el aire a ciegas mientras parpadea para deshacerse de las manchas en su visión, hasta que sus manos caen sobre escamas duras. Algo húmedo chapotea entre sus dedos y lo pegajoso y cálido le dice que es sangre seca sobre sus palmas y manos.
Traga el nudo en su garganta y desliza su mano lentamente a lo largo de la extensión del cuerpo enroscado frente a él. El diminuto estremecimiento del cuerpo lo sorprende, y con lo cerca que está, Jiang Cheng puede distinguir las facciones, antaño majestuosas, que ahora lucen demasiado grandes y un tanto incómodas sobre un rostro demasiado delgado.
Las escamas están desordenadas y quebradas, lo vibrante del pasado ha sido reemplazado por una opacidad enfermiza. Lucen tan quebradiza ante el mero toque; por sí solas delatan los años de malnutrición. Pero lo que rompe su corazón más que cualquier otra cosa son las incontables heridas sin tratar que se han dejado supurar al aire libre.
Después de un momento, viene a su mente que hay algo que podría ofrecer para aliviar al menos algo del dolor frente a él de inmediato. Es el último truco bajo la manga que Jiang Cheng guarda en su manga como último recurso en caso de que se meta en problemas que lo vean peligrosamente herido en sus viajes.
Por favor que todavía esté aquí, implora silenciosamente mientras sus manos alcanzan entre los doblajes de sus ropas, buscando por el distinguido bulto que le pertenece a una pequeña botella de porcelana. Cuando su mano pasa sobre un bulto duro, Jiang Cheng exhala un suspiro de alivio que se derrama desde lo más profundo de su pecho.
Es pequeño, no más alto que la extensión de su palma y pintado con agraciados lotos. El suave brillo de los lotos casi perdido entre la oscuridad, pero es el contenido de la botella lo que mantiene la atención de Jiang Cheng.
Una vez que se las arregla para remover la tapa, Jiang Cheng agita el frasco con cautela y da suaves golpes contra la palma de su mano hasta que sale una única píldora negra. Es una píldora preciosa, con materiales difíciles de recolectar y más aún de producir. Es una receta de Meishan Yu, una que A-niang había traído con ella y enseñado a sus Arañas en los húmedos pasillos de Muelle de Loto.
Cada píldora contiene ochenta y ocho de las más raras hierbas que el mundo de la cultivación tienen para ofrecer, incluido un brote fresco del loto de luna que Jiang Cheng negoció con Baoshan Sanren alguna vez.
Es precioso, casi inmensurablemente, e incluso entre las principales sectas, esta píldora es reverenciada como un tesoro medicinal cuyo suministro siempre ha sido escaso. Es la única que tiene, un regalo de Xiang’er —presionado tercamente en su palma mientras ojos enrojecidos lo observaban resolutamente de frente—. Incluso sin palabras intercambiadas, Jiang pudo escuchar su súplica para aceptar la única protección que ella podía ofrecerle fuera de las tierras de Yunmeng.
Con la píldora en el hueco de sus palmas, eleva las manos hacia una boca que, sabe, esconde dientes más afilados que las espadas. Sorpresivamente, Jiang Cheng se queda corto de palabras, sin saber qué decir. Así que hace lo que siempre ha hecho, esperar que sus acciones hablen lo suficiente por él.
Mira esos ojos inteligentes parpadear hacia su mano y nota el rastro tenue de sospecha filtrarse, por lo que decide bajar la voz hasta un registro más suave mientras continúa ofreciendo la píldora en dirección a esos ojos cautelosos.
—Esto ayudará a estabilizar heridas y purgar algunos venenos. Debería ser útil para mejorar tu condición, incluso si es solo un poco. No hay mucho que pueda hacer ahora para tratar tus heridas ya que no hay mucho en la cueva, pero…
Sus palabras son cortadas de repente cuando un hocico da un golpecito débil a su mano, un halo de aire cálido pica la piel de sus dedos, Jiang Cheng mantiene su mano estable mientras la píldora es aspirada. La sensación de dientes afilados contra la carne de su mano eleva los cabellos de su nuca.
Pronto, las respiraciones ásperas comienzan a sonar menos tensas, y justo cuando Jiang Cheng siente la sombra de la preocupación aliviarse de donde echó raíces en su corazón, el cuerpo bajo su mano se vuelve laxo. El pánico estalla caliente dentro su pecho por un momento. Las manos de Jiang Cheng se extienden sin su consentimiento, revoloteando vacilantes hasta que entran en contacto directo contra la carne.
Una vez deja salir una exhalación entre sus labios apretados, Jiang Cheng comienza a deslizar suaves caricas contra las escamas secas que finalmente han comenzado a ganar temperatura. Juntos, ellos respiran, pechos subiendo y bajando al unísono.
Se mantienen de esa forma por lo que se sienten como horas, hasta que leves pulsadas de cansancio comienzan a filtrarse en los músculos de su antebrazo. Es entonces que se da cuenta que, en algún momento, la somnolencia comenzó a golpear su consciencia.
Cuando sus pestañas comienzan a caer incluso mientras se para contra la plataforma de roca, un toque de oscuridad comienza a nublar su visión de afuera hacia adentro, una sensación déjà vu se apodera de Jiang Cheng. Justo cuando los últimos vestigios de alerta son extinguidos por una ola de soñolencia que lo empuja a colapsarse sin remedio, nota solo un poco demasiado tarde que así es como se sintió la noche pasada, justo antes de…
Justo antes de…
…Antes…
Esta vez, el comienzo de sus sueños es dispersado por las visiones escénicas de una aldea bulliciosa, radiante con el brillo de la felicidad y buenos deseos custodiados por un dragón de ojos oro. En el sueño se ve a sí mismo, guiando a Nuez a través de caminos cubiertos del tañido de carcajadas a su alrededor.
Los botones de las flores de loto que cuelgan en el aire son delicados. Cuando Jiang Cheng recoge los mechones extraviados de su cabello lejos de sus ojos, ve el contorno de un hombre caminando hacia él, sus brazos en alto como si esperara un abrazo. Vestido de blanco, cabellos negros como la seda cayendo más allá de su cintura mientras una sonrisa cariñosa dibuja sus labios.
—Cheng’er, bienvenido a casa.
En sus sueños, por primera vez, Jiang Cheng puede ver el destello de un futuro donde ha encontrado su propia felicidad.
(Por primera vez, Jiang Cheng ve una vida donde ya no está solo.)
Entonces, tan silenciosamente como vino, esa pequeña burbuja de felicidad se dispersa en miles de motas de luz cegadoras, y mientras el polvo de estrellas cae a su alrededor y baña su cabello de oro, a Jiang Cheng le duele.
Quiere —tan desesperadamente— regresar a ese sueño; retornar al hogar que espera por él.
(Desearía, con cada parte de él, que fuera verdad.)
Jiang Cheng se mece por el río de los sueños, perdido entre memorias que flotan a su alrededor como faroles a la deriva. Se siente como un viaje sin fin, uno sin principio ni final. Está tan, tan cansado… El murmullo agitado de los chapoteos del agua lo consuela hacia una tranquilidad que ha escapado su vida desde hace mucho.
Esta todo tan tranquilo, tan quieto, que parece como si nada pudiera lastimarlo más.
—A-Cheng.
Sueña tan parecido a la voz de A-jie.
—A-Cheng, debes despertar.
A-niang… esa es la voz de A-niang.
—No es hora de que te nos unas todavía.
¿Te nos unas? Unirme… ¿a ellos? Es decir…
El empujón que lo hace rodar hacia un costado lo despierta de improviso mientras el set de piedras contra sus costillas le arranca un gruñido de dolor.
¿Qué? ¿Quién?
Al girar su cabeza bruscamente para echar un vistazo sobre su hombro, Jiang Cheng queda cara a cara contra rasgos familiares. Boquea por un instante, la sorpresa de ver a nuez seguro y bien lo recorre como un cálido torrente que fluye a través de él.
Lucha por erguirse mientras un rastro metálico de sangre permea su sentido del olfato y atrae su mirada a un bulto oscuro acurrucado en el suelo, a poca distancia de él.
Eso lo obliga a pausar sus acciones, y de improviso, sus recuerdos regresan a él en una ráfaga de fragmentos, un mosaico de escenas que encajan dentro de su mente.
(Está cayendo, cayendo…)
(El agua, espesa por el sabor del óxido…)
(Oscuridad, envolviéndose a su alrededor…)
(Cae en caída libre, sin peso en el agua…)
(La embriagadora ráfaga de aire regresando a sus hambrientos pulmones…)
(Recuerdos que no le pertenecen…)
(Ojos color oro cerrándose, una crin resquebrajada, la sensación de sangre pegajosa sobre escamas duras…)
(Cayendo, otra vez, hacia la oscuridad de un mundo que giraba…)
Solo cuando un suave resoplido choca contra su manga que Jiang Cheng es traído de vuelta hacia la realidad; las cálidas respiraciones y bigotes que le provocan comezón son un simple gesto reconfortante al que se ha acostumbrado con el tiempo.
Tras un golpecito contra el hocico de Nuez, Jiang Cheng murmura por lo bajo:
—Estoy bien.
Rasca un poco la parte superior de una cabeza agachada; la familiaridad de la acción lo relaja enormemente antes de devolver su atención al ser inconsciente y acurrucado en el suelo cerca suyo.
Bajo la luz, los múltiples cortes y heridas abiertas que cubren la antaña expansión impoluta de escamas no pueden esconderse de manera alguna, por lo que le dan la bienvenida en toda su monstruosidad. Tentativamente, Jiang Cheng se acerca; la garganta seca y corazón a un paso de salirse de su cuerpo. Extiende la mano con cautela, una gota de sudor frío se desliza por su sien cuando la almohadilla de su dedo presiona contra piel escamada y seca con un ligero toque.
Espera por un segundo. Luego otro y otro por una respuesta que nunca llega. De nuevo, un toquecito contra la piel, esta vez con un poco más de fuerza, la presión elevándose tras la piel de sus dedos mientras agrega un poco de su peso a sus acciones.
En medio de sus ministraciones, Jiang Cheng siente que algo pequeño y duro golpea la parte trasera de su cuello. Gira la cabeza de golpe y sus ojos se clavan en un fragmento de piedra. Antes de que pueda reaccionar, una lluvia de guijarros comienza a caer a su alrededor, el repiqueteo de piedra sobre piedra resuena bulliciosamente en el espacio apretado,
Instintivamente, sus hombros se encojen en un intento de proteger su cuerpo del asalto de las rocas en caída. Se está derrumbando, nota mientras su concentración se tensa. En un momento, cualquier rastro de confusión que hubiera existido en su mente se disuelve como el humo, reemplazado por una nitidez que le pertenecía a Sandu Shengshou, Líder de Secta Jiang Wanyin.
Los pensamientos de Jiang Cheng se enfocan en el único propósito de salir de aquí con una intensidad que lo sorprende. No le toma mucho hasta comenzar a descartar punto a punto una lista mental mientras sus pertenecías son recogidas, las correas son ajustadas y los seres heridos son trasladados a una cama improvisada antes de salir corriendo lejos de la trampa mortal en que la cueva se está convirtiendo.
Cuando la luz del sol baña su rostro con los primeros pasos que da sobre el mundo exterior, Jiang Cheng siente sus ojos contraerse antes la repentina brillantez que perfora su visión Es cegador; tambalea un poco hacia atrás por la fuerza de los rayos penetrantes mientras su mano se mueve a voluntad para posicionarse frente a su rostro.
Cubierto de polvo y heridas, Jiang Cheng cae hacia atrás sin prestar atención al relinchido interrogativo de Nuez. Y en tanto su espalda choca contra las hojas cubiertas de rocío, solo hay un pensamiento que se mueve en círculos en su mente una y otra vez.
Estamos bien. Estamos bien.
(Ahora estamos a salvo.)
Los siguientes días pasan sin prisa alguna; el sol sonríe al trio de inesperados compañeros mientras se abren camino a través de las tierras llenas de vegetación. Mientras una brisa suave silba juguetonamente entre ropajes simples y cabello caliente por el sol, las sombras de la soledad retroceden un poco más con cada día que Jiang Cheng disfruta acompañado de sus silenciosos acompañantes.
Sabe que estos días mundanos, enfocados en tratar las heridas del dragón quien de alguna forma terminó convirtiéndose en parte de su pequeño viaje, no durarán mucho. Pero no es la primera vez que Jiang Cheng es parte de una felicidad de corta duración, así que decide que esta vez el tomará la oportunidad de tan solo vivir. De tan solo disfrutar el presente frente a él y saborear los pequeños momentos de dicha sin complicaciones mientras estos vengan.
Esta vez, él decide que mantendrá la avaricia bajo control; decide que no tratará de abarcar más de lo que está destinado para él para así no arruinar esta preciosa y frágil paz.
Se mantienen cerca del río, siguiendo la dirección del fluir del agua durante el día y descansando cuando la noche cae. Bastante seguido, pausan por un momento para que así Jiang Cheng pueda reaplicar una nueva capa de ungüento y cambiar las vendas sucias por retazos de tela fresca.
Pasan algunos días más antes de que el nuevo compañero de Jiang Cheng se retuerza muy ligeramente y despierte; globos oculares erráticos bajo temblorosos párpados antes de que las respiraciones forzadas se calmen, más profundas y lentas mientras el terrible daño finalmente comienza su lento y doloroso viaje de curación.
Han sido casi dos semanas desde que Jiang Cheng vio por primera vez los apagados ojos ámbar parpadear frente a él, el alma del dragón tan desgastada que Jiang Cheng casi pudo sentir las garras de la muerte aferrándose al cuerpo cubierto de sangre.
Hay tantas preguntas entremezcladas en su mente, la creciente curiosidad una fuerza a punto de comerlo vivo mientras el sol se alza y cae y el dragón permanece mayoritariamente dormido. En lo profundo de las noches, cuando se pone a pensar en los recuerdos que vio en la cueva, Jiang Cheng suspira ante la todavía presente angustia que se incrusta más profundamente en su pecho.
No es hasta un día cualquiera en que se da cuenta de que el dragón se ha convertido en Xuan Meng. La facilidad con la que ha terminado de referirse a su nuevo compañero (¿amigo?) lo sorprende un poco, pero no sirve de mucho pensar de más en ello, así que ignora las pequeñas retahílas de mortificación ante lo mucho que sus modales han fallado.
Una risita se le escapa cuando se pone a pensar en cuán distinto se ha convertido en los meses pasados. Ya atrás ha quedado el feroz y dominante Sandu Shengshou que blandía su espada con la misma destreza con la que deliberaba sus palabras mordaces.
No más del estricto y pulcro Líder de Secta Jiang que se presionó a sí mismo y a sus discípulos a estándares imposibles; quien demandaba respeto de aquellos quienes los subestimaban con cabezas orgullosas y en alto además de una postura recta.
No, el es solo Jiang Cheng ahora, un hombre simple con no mucho a su nombre. No hay mucho de lo que tenga que preocuparse ahora que lo piensa, así que quizá está bien para él ser un poco amigable. Tal vez está bien para él ser un poco más cálido, un poco más amable… un poco más delicado ahora que ya no hay necesidad de estar a la defensiva.
Han sido años desde que Jiang Cheng se ha permitido esto; desde que se ha permitido a sí mismo aceptar a consciencia que bajo la venganza y la bravuconería de su exterior, la suavidad de su corazón nunca se disipó realmente.
Siempre había pensado que era estúpido cuan seguido tantos confundían amabilidad por debilidad, pero cuando fue él solo contra el resto del mundo, sus pensamientos nunca importaron, así que mantuvo sus opiniones para sí mismo.
Con la decisión tomada, Jiang Cheng siente como su rostro se aligera hasta alcanzar una sonrisa genuina. Los labios estirados sin dificultad para revelar sus dientes y ojos entrecerrados como un par de arcos que toman la forma de la curva de una nueva luna.
Como los botones de flor que abren sus jóvenes pétalos rodeados del dulce aire de primavera, los primeros trazos de nueva satisfacción comienzan a curar las grietas del corazón maltrecho de Jiang Cheng.
Monik7 on Chapter 1 Fri 23 Oct 2020 05:51AM UTC
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Lucyck28 on Chapter 2 Fri 26 Mar 2021 08:41AM UTC
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Nara1709 on Chapter 9 Mon 15 Jan 2024 06:10PM UTC
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