Chapter Text
Su dedo presionaba el disparador sin detenerse, ávido por capturar e inmortalizar todo lo que pasaba frente al lente de su cámara en aquella atestada estación de trenes. Era un hermoso día soleado y primaveral, y ya hacía más de una hora que se encontraba de pie en medio de la marea de personas que iban y venían, llena de vida.
Logró capturar la tristeza de unos padres que debían separarse de su hija que estaba yéndose a estudiar lejos, llenándola de besos y abrazos, frotando sus rostros contra su glándula de olor, dejándole la marca de su esencia por última vez en lo que sería mucho tiempo. Capturó la alegre ansiedad y expectativa de unos abuelos que aguardaban, con ojos brillantes, tomados de la mano y ambas esencias mezclándose en un estallido de felicidad, la llegada de su pequeño nieto que vendría a pasar con ellos unos días. Capturó la felicidad y la expectativa en los emocionados rostros de quienes aguardaban los arribos, y la agridulce esperanza de volver a reencontrarse con aquellos con quienes se estaban despidiendo. Taehyung capturó con su cámara, hermosas imágenes que quedarían colgadas en las paredes de su estudio para futuras exposiciones.
Era arte en su forma más viva y humana, suspendido en un hermoso momento, capturado para siempre en una imagen, derramando una cálida y confortante sensación en su pecho. Tal vez era eso lo que le fascinaba a Taehyung de la fotografía: la inmortalidad. Captar algo que para el ojo humano era casi imperceptible y efímero, y plasmarlo para siempre en una imagen congelada en tiempo y espacio, eterna, hermosa, perfecta… que lograra sobrevivir por los siglos de los siglos.
Las esencias, suspendidas en el aire, viajaban con la brisa que soplaba sobre sus cabezas, acentuando las emociones, puras e intensas que revoloteaban a su alrededor, en un armonioso estallido de aromas. Algunas más intensas que otras, unas más atractivas que otras... Alfas, Betas y Omegas en una sólida y pacífica convivencia colectiva. Armonizando a pesar de su diversidad. Una sonrisa triste siempre aparecía en su rostro al recordar lo duro que había sido llegar a aquella equilibrada convivencia; los años que habían pasado para poder estar de pie en una estación de trenes, profundamente tranquilo de que nada ocurriría; que nada, ni nadie amenazaría la integridad de aquellos que en un pasado habían sido humillados y discriminados. Y sus pensamientos siempre llegaban a Jungkook y en la desgracia que lo había rodeado al momento de nacer, cuando tan solo comenzaba su vida sin que él tuviera la culpa de lo que sucedía a su alrededor, pero siendo inevitablemente un daño colateral de todo aquello; de aquel asqueroso y prejuicioso desequilibrio.
De repente, algo captó completamente su atención, como siempre lograba hacerlo con su mera presencia, y el lente de su cámara pareció hallarlo automáticamente antes incluso que sus propios sentidos pudieran hacerlo.
Apareció entonces ante él un paisaje hermoso. Un paisaje que siempre lograba quitarle el aliento. Una figura delgada y pequeña, pero con una fuerte e imponente presencia, envuelta en un impecable, entallado y elegante traje, rodeada de la inmensidad metálica y cristalina que conformaba la estación de trenes. Su rostro etéreo, hermoso, níveo y delicado como la porcelana, de labios suaves y rosados, y ojos duros y filosos, se encontraba levemente inclinado hacia la derecha, mientras aguardaba la llegada de su tren con las manos escondidas en los bolsillos de su pantalón de vestir, observando el infinito con una serenidad envidiable entre tanto bullicio y movimiento. La dualidad de la delicadeza y la belleza de sus rasgos en contraposición con la rigidez de su postura y la agudeza y dureza de su intensa mirada, era una exquisitez visual completamente fuera de este mundo, nacida para que el lente de una cámara retratara su hermosura constantemente. Para que su belleza permaneciera inmortalizada en las paredes de su galería, incitando a la inspiración y creatividad constantemente, siendo su eterna musa inspiradora.
Y luego llegó a sus fosas nasales su esencia... ¡Oh Dios su esencia! El húmedo, terroso e inconfundible aroma a lluvia, lavandas silvestres y la embriagadora dulzura de los narcisos. Era un aroma acuoso, fresco, puro y mineral, con destellos de eucalipto y jengibre que traían a su memoria los bosques de casa un poco más cerca en medio de aquella jungla de cemento. Su esencia llegó a sus fosas nasales y Taehyung disparó una foto tras otra mientras su boca se hacía agua, ante aquel profundo deleite sensorial, intentando capturar aquel perfecto instante para siempre, deseando que las fotos pudieran abarcar más de un sentido, para hacerle justicia a aquella hermosa postal; para que todo el mundo pudiera experimentar lo mismo que él estaba sintiendo al momento de tomarla.
Finalmente, con un ensordecedor chirrido, el tren llegó lentamente en la estación. La menuda figura de traje, Yoongi, su compañero destinado, el Omega con el que había decidido pasar el resto de su vida, tomó su valija mientras se acomodaba el bolso de mano al hombro, y avanzaba hacia la serpiente de hierro que lo llevaría a una ciudad lejana por algunas semanas. Taehyung bajó la cámara de su rostro en favor de grabar aquella postal un tanto más íntima, en su retina en lugar del lente, logrando notar a tiempo la suave sonrisa que se dibujó en aquellos irresistibles labios rosados y algo opaco, parecido a la tristeza, cruzó aquellos filosos ojos que ahora le devolvían la mirada a través del vidrio de la ventanilla del vagón. La intensidad de la mirada había abandonado toda la dureza que le había visto tan solo minutos atrás, para mostrarle solo a él, la suavidad de la que eran capaces. El momento, a pesar de breve, fue intenso, silencioso y cargado de significados.
Desde que se habían conocido, aquella había sido la particular manera de Yoongi de despedirse cuando debía viajar y separarse de él por mucho tiempo. Fingir que no era gran cosa, que no lo afectaba como Taehyung sabía que lo afectaba, sin demostraciones de afecto en público, sin despedidas dramáticas, ni confesiones empalagosas. Lo más distante y profesional posible. Y si bien no la compartía ya que él siempre había sido devoto de las demostraciones físicas y de la vocalización de las emociones, Taehyung lo respetaba, porque la verdadera despedida había sido en la intimidad, confort y calidez de su casa, rodeados de las esencias familiares que conformaban su hogar y su rutina diaria; de todo lo que los conformaba como compañeros, como pareja. La verdadera despedida había sido en su casa, entre olfateos, marcas de olor, besos, caricias, miradas intensas, abrazos y promesas de pronto retorno. Porque Yoongi siempre lograba regresar a él, a sus brazos, a su hogar, a su familia. Nada nunca había sido capaz de separarlos, ni siquiera sus diferencias personales, sus diferentes naturalezas y su extraña y poco habitual dinámica. Siempre, desde un primer momento, aunque haya sido lo más extraño que les pudiera haber sucedido a ambos en sus vidas, se habían pertenecido. Y eso era lo que dejaba tranquilo a Taehyung y le permitía dormir por las noches. Yoongi siempre regresaba a él. Así como él siempre orbitaba a Yoongi.
Cuando el tren arrancó lentamente, Taehyung no pudo evitar sentir un desagradable malestar en el estómago. Un insoportable peso, que le ordenó alzar una vez más la cámara y tomar una última fotografía de aquella hermosa y agridulce postal. La sonrisa de Yoongi, vestido con su ceñido y formal traje, tras el vidrio de la ventanilla, fue más amplia y cálida esta vez. Dulce, genuina, llena de encías, tranquilizadora y prometedora. Taehyung se la devolvió amplia y rectangular, con el infinito amor que le profesaba, pero el incómodo peso en su estómago jamás se alivió.
Llevaba tan solo una hora y media en su casa, listo para pasar por el atelier y luego ir a casa de su hermano para recoger a Jungkook, cuando un numero desconocido llamó a su celular y atendió entusiasmado pensando que era un posible cliente nuevo.
-¿Señor Kim Taehyung?- habló inmediatamente una voz profunda al otro lado de la línea con una gravedad que encendió todas sus alertas internas. -¿Es usted el señor Kim Taehyung?-.
-Sí, ¿en qué puedo ayudarlo?- respondió Tae con el desagradable e incómodo peso en su estómago que había sentido hacía tan solo unas horas en la estación de trenes, intentando mantener la estabilidad en su voz.
-Lamento informarle que el señor Min Yoongi ha sufrido un accidente, junto a todos los pasajeros que se encontraban en el tren de las 10:00 hs con destino a Busan, y se encuentra en este momento en el Hospital Central, en estado de coma farmacológico mientras sus heridas son atendidas. Afortunadamente no presenta lesiones graves, pero...- informó la voz grave, pausadamente, como si hubiese tenido que dar ese discurso repetidas veces en los últimos minutos, pero Tae ya no pudo poner atención a sus palabras luego de oír que Yoongi había tenido un accidente. Se llevó una mano al pecho, sintiendo como se cerraba con violencia, impidiéndole respirar, su visión se nubló repentinamente, producto de las lágrimas o de la falta de aire, nunca lo supo, y su cabeza comenzó a dar vueltas con violencia, sintiendo como perdía el equilibrio repentinamente.
Cuando la llamada con el doctor finalizó, sus temblorosos dedos marcaron automáticamente un número que se sabía de memoria, sin tener registro que su respiración se tornaba cada vez más entrecortada, mientras su visión comenzaba a llenarse de puntos negros y todo a su alrededor se desdibujaba rápidamente.
-Namjoonie hyung...- dijo con un hilo de voz rota, un aullido casi inaudible y desesperado, mientras su corazón se destrozaba por dentro y su mente era un desagradable torbellino de pensamientos e imágenes en la que la borrosa figura de Jungkook se interponía sobre todos. Solo tuvo tiempo para intercambiar algunas palabras con un alterado Namjoon al otro lado de la línea antes de que todo se tornara negro y su cuerpo se desplomara en medio de la sala de su casa.
Fue en ese momento que el mundo de Taehyung comenzó a desmoronarse.
Yoongi abrió los ojos en una habitación desconocida, desprovista de todo color, e incapaz de percibir aroma alguno a su alrededor. Su olfato, por alguna extraña razón estaba bloqueado, y el miedo lo invadió por completo al notar que era incapaz de percibir nada. Decir que se encontraba perdido y claramente desorientado, sería un eufemismo.
Todos sus sentidos parecían estar en blanco y su pecho se contrajo dolorosamente al comprender lo que estaba sucediendo: estaba internado en un hospital, el ambiente más hostil e insoportable en el que podría encontrarse encerrado. Porque no había manera de que estuviera equivocado y aquella fría y desagradable habitación no perteneciera a un hospital, en especial por todos y cada uno de los cables conectados a él, los murmullos que llegaban desde el otro lado de la puerta cerrada y el intenso, penetrante y único olor que era capaz de percibir en aquel frío ambiente: el antiséptico.
Su cabeza dolía agudamente al intentar recordar lo que había sucedido, como había llegado al hospital y si bien pudo recordar fragmentos, su mente se encontraba inmersa en un aterrador vacío que parecía haber devorado la gran mayoría de los recuerdos de su vida. ¿Qué rayos hacía en un hospital si se suponía que debía estar en un viaje de negocios que lo mantendría lejos de la ciudad por una semana?
El murmullo de una voz grave, pero extremadamente suave llegó a sus oídos proveniente de una figura que se encontraba de espaldas a él, frente al gran ventanal de la habitación. La cálida luz que se filtraba por las cortinas entreabiertas, indicaba que era de mañana. La figura de un hombre, de hombros anchos e imponente presencia, un tanto desgarbada, aunque estuviera sentada, bañada en los dorados rayos del sol parecía tener un hermoso y etéreo halo a su alrededor, parecido al que los grandes pintores, realizaban alrededor de los santos y ángeles en sus lienzos. La voz, profunda que provocaba un extraño y automático revoloteo en su estómago, se oía exhausta, como si no tuviera fuerzas para hallar su tono, o lo hubiera perdido luego de hablar por muchas horas. Era una voz apagada, como si acabara de anunciar las peores noticias. Se oía tan preocupada, que Yoongi fue capaz de oír como la garganta de su portador se cerraba por la angustia al hablar intentando mantener a raya las emociones que parecían querer desbordarse en cualquier momento, mientras preguntaba cómo se encontraba Hoseok.
Yoongi, fugaz y dolorosamente, en una confusa maraña de imagen y sonido, recordó repentinamente que Hoseok estaba junto a él en el tren por el viaje de negocios y no tardó demasiado comprender que algo grave había sucedido para que él acabara en la cama de un hospital y para que aquella figura, aquel hombre de piel dorada y hombros anchos, estuviera preguntando por el bienestar de su mejor amigo y mano derecha en la compañía.
¿Cómo conocía aquella persona a Hoseok? ¿Qué demonios sucedió en aquel viaje de negocios y por qué se encontraba en un hospital? ¿Namjoon? ¿Dónde estaba Namjoon?
La arrebatadora necesidad y el ciego deseo de estar cerca de Namjoon, de tenerlo a su lado, fue tan repentina e intensa que se manifestó como un dolor físico en su cuerpo. No fue necesario que se preguntara donde se encontraba su Beta porque fue más que obvio para él, que Namjoon estaría al lado de Hoseok, su Alfa, como era de esperarse, sin embargo, las ausencias de sus mejores amigos no ayudaban a que su pecho se serenara y su mente se tranquilizara.
Impaciente por hallar las respuestas e irse de aquel maldito lugar cuanto antes, Yoongi decidió moverse, pero el dolor presente en todo su cuerpo contestó parcialmente una de sus preguntas. El gemido inconsciente que se escapó de sus labios como respuesta automática al malestar que lo atravesó, alertó a la figura que estaba con él en la habitación. El hombre se volteó inmediatamente y al notar que había despertado, finalizó rápidamente la llamada telefónica y se acercó a la cama para detenerse a su lado, observándolo con intensidad.
Y wow, ahora que Yoongi lo observaba de cerca... ¡simplemente wow! Era un hermoso y alto joven de piel dorada, hombros anchos, ojos grandes y del color del chocolate derretido, con un intenso brillo propio y tan profundos que cualquiera que los observara quedaba atrapado allí, hundiéndose en la cálida y suave infinidad de esos expresivos ojos. Sus largos y enmarañados cabellos caían sobre su rostro en una castaña cascada. Sus labios eran gruesos y geométricos, dibujando una línea naturalmente torcida hacia abajo que parecía que estuviera continuamente disconforme, y a pesar que parecían suaves, en aquel momento se encontraran resecos y enrojecidos porque habían sido mordidos constantemente. Sus grandes manos de largos y elegantes dedos se cernían nerviosa y apretadamente sobre el celular que sostenían entre ellas, como si estuviera haciendo un esfuerzo sobrehumano conteniéndose para no extenderlas y tocarlo, lo que Yoongi agradeció inmensamente.
Yoongi sintió como se secaba repentinamente su boca ante tan imponente visión. Porque aquel joven era imponente en un sentido sencillo y casual, en el conjunto de sus cualidades, de sus hermosos rasgos, en la profunda calidez de su mirada que brillaba con la intensidad de las estrellas, en la suavidad de su aspecto con su figura envuelta en un cómodo y holgado sweater color bordó y en sus amplios pantalones color caqui, en la claridad de su rostro en el cual podían leerse todas y cada una de las emociones que estaban atravesándolo en aquel momento como si fuera un libro abierto. Yoongi fue incapaz de percibir su esencia y determinar su subgénero a través de ella, pero ese pequeño detalle fue lo que menos le interesó en aquel momento, porque ese joven no necesitaba de una intensa y atrayente esencia para destacar, porque ya lo hacía a su manera con su presencia simple y cálida, y con su notable belleza.
Demasiadas preguntas se agolparon en la mente de Yoongi mientras se encontraba perdido en la mirada chocolate del joven. Preguntas que necesitaban sus respuestas inmediatamente. Necesitaba saber si Hoseok estaba bien. Por qué se encontraba en un hospital cuando tendría que estar firmando un contrato para expandir su productora de música. Por qué había tantos cables conectados a él. Que eran los ruidos que llegaban desde atrás de la puerta. Por qué se sentía tan incómodo, como si faltara una pieza en su ser…
El dolor en su cabeza estaba tornándose insoportable debido a la confusión y el deseo de obtener cuanto antes las respuestas a todos los interrogantes que se agolpaban en su mente, estaba provocando que su ansiedad e incomodidad aumentara y su paciencia comenzara a perderse con cada minuto que pasaba y la mirada fija de aquel joven dorado frente a él, cargada de lo que parecía ser expectativa y esperanza, no ayudaban en absoluto a que lograra relajarse.
De todo lo que deseaba preguntar, hubo algo que en aquel momento pareció tener mayor importancia por sobre todo lo demás, y Yoongi decidió pronunciar las palabras, incapaz de retenerlas por más tiempo dentro de su ser, palpitando dolorosamente en su mente. Pero lo que sus labios soltaron con un frío, distante y cruel tono, estaba a punto de dejar consecuencias para siempre. Una de ellas sería su incapacidad para borrar de su mente la dolorosa reacción de aquel hermoso, suave y dorado joven al oír sus palabras.
Taehyung sabía que debía haber estado mejor preparado para lo que enfrentaría, pero sus buenas intenciones y su gran e ingenuo corazón se confiaron demasiado en que todo estaría bien.
En cuanto habían tenido los resultados de los estudios correspondientes, los doctores le habían advertido que el pronóstico no era bueno. Si bien, las heridas y los golpes en el menudo cuerpo de Yoongi no tardarían mucho en sanar, la mente era otra cosa completamente diferente.
Taehyung sabía que había muy pocas esperanzas de que Yoongi recuperara la memoria luego del grave accidente que había sufrido el tren en el que iba por un viaje de negocios junto a Hoseok, y del cual habían salido afortunadamente con vida.
Taehyung sabía que debía ser paciente, que tendría mucho trabajo por delante. Sabía que no sería fácil para nadie, y mucho menos para Yoongi. Los doctores se habían encargado de advertirle y ponerlo al corriente de la dura situación de los pacientes con amnesia, lo habían preparado para lo que serían las semanas siguientes a partir de que Yoongi despertara.
Taehyung era fuerte, más de lo que parecía a simple vista por su larguirucha y desgarbada figura y su suave y sereno aspecto, y de lo que por su naturaleza se esperaba siempre de él, pero eso no significaba que doliera menos. Y el hecho de que, desde el accidente una semana atrás ya, estaba continuamente bajo supresores lo empeoraba todo aún más. Se sentía incómodo y fuera de su piel; inquieto, necesitando sentirse su propio aroma, porque si no, era como si no tuviera parte de su identidad. Necesitaba sentir su propio aroma porque era lo único que tenía ahora capaz de anclarlo a la realidad, indicándole que estaba haciendo lo correcto, que iba por buen camino, que el esfuerzo y el sacrificio rendiría sus frutos. Porque era lo único a lo que podría aferrarse dentro de las pulcras paredes de aquel bendito hospital. Si la aversión de Yoongi por los hospitales, superaba lo emocionalmente aceptable para una persona, la de Taehyung se encontraba en segundo lugar pisándole los talones. Pero sabía que todo era para bien, para lograr el bienestar de Yoongi, para que pudiera recuperarse pronto y pudieran regresar juntos a casa, a la familiaridad de sus cosas, al confort de sus aromas, a la comodidad de sus presencias, a la intimidad de su cercanía.
Había perdido la cuenta de las llamadas que llevaba haciendo. Había estado hablando por teléfono toda la mañana. Jin y Jimin se encargarían de todo en casa mientras él estuviera en el hospital. Había llamado a la compañía para asegurarse de que todo estuviera cubierto allí, y luego había pasado horas en comunicación con Namjoon por cuestiones legales de la empresa, y para asegurarse de que Hoseok estuviera bien. De los dos, Hobi había sido el que peor heridas había sufrido al intentar proteger a Yoongi, actuando de escudo humano, pero los doctores habían asegurado que en un par de días estaría de regreso en su casa porque su naturaleza Alfa ayudaría a la rápida sanación de su cuerpo. Taehyung deseaba creer que lo mismo pasaría con Yoongi.
Se encontraba hablando con Jin, contándole la situación de Hoseok y preguntando por Jungkook, cuando un gemido de dolor a sus espaldas lo alertó y volteándose rápidamente, descubrió que Yoongi había despertado y que estaba intentando incorporarse en la cama. Se despidió rápidamente de su hermano, haciéndole prometer que lo mantendrá al tanto de todo lo que sucediera en casa y luego de prometer que llamará a Jimin por la noche, se acercó inmediatamente a la cama. El gemido de dolor de Yoongi había provocado automáticamente que el instinto sobreprotector se retorciera en su pecho, pero inmediatamente sintió el punzante dolor en su cuerpo de los supresantes actuando efectivamente sobre ello. Taehyung sintió el hormigueo característico que venía sintiendo por días ya, recorrerlo bajo la piel y la potente corriente eléctrica en su cuello adormeciendo su glándula de olor, anulando completamente la herramienta natural que más utilizaba y sobre la que más se apoyaba Taehyung para sobrevivir. Hacía sentir a Taehyung repentinamente extraño y bajo mucha presión, pero comprendía la razón por la que los doctores habían optado por ese arriesgado método. Aunque ello no significara que todo fuera menos difícil, a Tae le parecía precisamente todo lo contrario, pero no podía hacer nada al respecto si quería seguir al lado de Yoongi cuidándolo. Sin su aroma para tranquilizar a su pareja que se encontraba claramente afligido, Taehyung se sentía absolutamente perdido e inútil, desesperado por desear hacer algo lo más pronto posible, pero sin saber qué exactamente ya que era la primera vez que Yoongi abría los ojos desde que había ingresado al hospital, y a pesar de que iba contra todo principio natural para él, se limitó a mantener sus manos firmemente aferradas a su teléfono para que no pudiera actuar por su cuenta y asustaran a Yoongi que lo observaba con cierta reserva en sus hermosos y felinos ojos.
Yoongi se veía igual de hermoso y etéreo que siempre, rasgos suaves y feroces ojos, en una postura rígida y amenazante a pesar de su pequeña contextura física, aunque un poco más pálido que de costumbre, y sus filosos ojos habían adquirido una extraña y alarmante dureza. Una dureza que indicaba claramente que quería que nadie se acercara a él. Una dureza que Taehyung no veía en sus hermosos ojos desde hacía mucho tiempo. Dureza, frialdad y algo más en lo que no se atrevía a pensar porque no estaba seguro de poder lidiar con eso tan pronto.
Taehyung tomó aire y se armó de valor, paciencia y serenidad mientras lo observaba fijamente, intentando no realizar ninguna mueca en su rostro al no percibir su característico aroma desprendiéndose de su piel; la esencia que tanto amaba de su compañero y que siempre lograba mantener su mente serena y centrada. Intentó convencerse de las palabras de los doctores, repitiéndose que los inhibidores y supresantes eran para el bien de ambos, pero especialmente para el bienestar y seguridad de Yoongi y el vulnerable estado en el que estaría cuando despertara y por las semanas de recuperación que le seguirían. Taehyung no era capaz de percibir la lluvia y las lavandas silvestres, ni el eucalipto, el jengibre o los narcisos de la dulce esencia de Yoongi y eso lo afectó mucho más de lo que creyó que lo haría.
-Has despertado...- susurró Tae con una sonrisa amable y suave, lo más educadamente posible, intentando contener todas las emociones que luchaban por dibujarse en su rostro y filtrarse en su voz. Debía seguir las indicaciones de los médicos si deseaba hacer las cosas bien como cuidar sus palabras, las expresiones de su rostro (algo simplemente imposible para él) y la intensidad y el tono de su voz, porque todo, por más mínimo que fuera, podía alterar el delicado estado de su compañero. De momento, lo principal era no asustar ni incomodar a Yoongi que lo observaba con ojos grandes y desconfiados, brillando con una furiosa intensidad mientras lo atravesaban distantes. -¿Cómo te sientes?- preguntó con el mismo tono suave y neutro, intentando ignorar la mueca de espanto, asombro y desorientación en el rostro de Yoongi, y aquel cruel desconocimiento, rayando la incomodidad, que brillaba en sus hermosos ojos al observarlo.
Taehyung sabía que debía haber estado preparado, especialmente luego del parte médico, pero su lado optimista y soñador, aquella esperanzada porción de su alma que se resistía a pensar que todo estaba a punto de perderse tal vez para siempre, o peor aún, que ya se encontraba perdido, le ordenaba que no se diera por vencido, que lograrían salir de esto. Sin embargo, cuando Yoongi despegó sus labios, la pregunta fría, distante y cruel que salió de ellos, logró pillarlo con la guardia baja, doliéndole más de lo que había supuesto que lo haría al imaginarse todos y cada uno de los posibles escenarios en los que sucedería. Fueron solo palabras, agrupadas de modo tal que, al momento de ser pronunciadas y oídas, provocaron un dolor tan intenso, que Tae sintió el filo de aquellas palabras como una filosa daga atravesándolo en medio de su pecho.
-¿Quién eres tú?- preguntó Yoongi observándolo con recelo y una mezcla de incomodidad y desdén, y voz grave y ronca por el poco uso. Taehyung tragó en seco con violencia sintiendo como su mundo terminaba de derrumbarse por completo.
