Chapter 1: Los Ángeles: Llegada
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Carretera Patolandia-Los Ángeles
Los tres caballeros salieron en el automóvil de Donald con dirección al sur, dejando que el camino los llevara a su siguiente destino. Ninguno de los tres tenía una idea de a dónde ir, pero mientras estuvieran juntos, cantando y sin ninguna preocupación, todo iba a estar bien. Donald, sobre todo, estaba relajado; después de dedicarse unas vacaciones para sí mismo al lado de sus mejores amigos, podría regresar a Patolandia. Por ahora, solo debía descansar y escuchar a Panchito tocar la guitarra.
- ¡Ay, Jalisco no te rajes! ¡Me sale del alma, gritar con caloooor!
José acompañaba a su amigo en el coro, mientras Donald se concentraba en el camino, tocando el volante con sus dedos al ritmo de la canción. Era agradable tener una compañía así. Pero los cantos y risas de los tres amigos se vieron interrumpidos por un teléfono sonar. Panchito se dio cuenta que era el suyo.
- Ugh, ¡ya les dije que no trabajo más en fiestas de niños! -exclamó el gallo mientras sacaba el celular para contestar- ¿Bueno?
José miró con detenimiento a su amigo. Donald observaba a través del retrovisor. Esperaban escuchar a su mejor amigo gritar en furia por la insistencia de sus clientes, pero se sorprendieron al ver un rostro de alegría en él, seguido por un grito.
- ¡Speedyyyy! ¡Mi compadre!
Los dos acompañantes taparon sus oídos por el fuerte grito. Donald no tenía ni la menor idea de quién era Speedy, pero José parecía tener una vaga.
- ¿Qué hubo, cuate? ¡Hace años! ¿Cómo va todo? -continuó Panchito, mostrando una enorme sonrisa.
El pato y el papagayo no escucharon bien lo que decía ese tal Speedy, y no podían sacar nada de lo que respondía su mejor amigo. Después de un minuto de plática, el mexicano le pidió a su misterioso contacto que lo esperara y, con una enorme sonrisa, se dirigió a sus amigos.
- ¡Donal´! ¡José! ¿Les gustaría dar un espectáculo en Los Ángeles?
Los otros dos caballeros se quedaron sin respuesta. ¿Ese misterioso contacto les había dado la oportunidad de tocar? Llevaban meses intentando regresar como una banda y tocar en varios lugares. Era la oportunidad de realizar el sueño. Las dos aves contestaron al unísono la misma respuesta.
- ¡Sim! ¡Yes!
Panchito no escondió su sonrisa y regresó a hablar con el misterioso, mencionando que aceptaban la propuesta. A partir de ahí puso la llamada en altavoz para que sus compañeros lograran escuchar.
- ¿Hay algún hostal cerca donde nos podamos quedar? – le preguntó el mexicano.
-Le podría preguntar a Bugs si se pueden quedar en su casa. Luego les mando mensaje para confirmar.
Ese Speedy parecía una persona amable e igual de social que Panchito. Pero se notaba su apuro, por lo cual pronto se despidió. Panchito le aseguró que se encontraban en camino, para después colgar y guardar su celular.
- ¿Quién era él? -preguntó José curioso.
-Mis amigos, ese era Speedy Gonzales, un amigo de Jalisco. Maneja la pizzería “Pizzarriba” en Los Ángeles y busca una exclusiva con Los Tres Caballeros para tocar.
Donald había escuchado hablar de ese sitio en Patolandia. Era muy famoso a lo largo del pais, aunque no existiera un local para su ciudad. Tocar en una pizzería no era el lugar más prometedor, pero era un buen comienzo. Se le suman puntos por ser un restaurante famoso.
Pero de la nada, mientras los tres amigos celebraban y cantaban, algo chocó con el coche, obligando al pato a frenar. Una vez hizo eso, vio a un coyote estrellado en su ventana. Sus dos amigos estaban igual de asustados. Todos abrieron las puertas para salir y ver mejor lo ocurrido. Para su alegría, fácilmente el coyote se despegó del coche y se bajó, recuperando el aliento. Mientras tanto, un correcaminos azul se detuvo al lado de la puerta abierta de Donald.
- ¡Beep, beep!
El ave del desierto lamió al pato, observó al coyote, quien miró con desprecio aquella extraña ave que llegó. Tan rápido como llegó, el correcaminos comenzó a correr de nuevo para no ser visto, dejando una estela de polvo por su camino. El coyote, en cambio, caminó lentamente lejos de la carretera, triste por otro fracaso en capturar a su presa. José y Panchito se quedaron callados por la escena. Donald cerró su puerta y volvió a tomar camino a Los Ángeles, murmurándose a sí mismo.
-Pájaro loco…
Los Ángeles
El camino a la gran ciudad no fue largo, menos si uno cantaba y charlaba todo el camino con sus mejores amigos. Donald extrañaba esos viajes. Ir solo él con sus compañeros y disfrutar el momento. No se había sentido así en un largo tiempo, menos desde que regresó a tener aventuras con su tío y sus sobrinos.
Aunque la entrada a la urbe fue difícil debido al tráfico, una vez dentro de ella, y mientras conducía a la casa de ese tal Bugs, todo fue más rápido, hasta que se encontraron una camioneta con una clase de estatua de carnaval de un pato negro sobre ella. El semáforo estaba en verde, pero el vehículo no se movía. Para alguien con problemas de control de ira era intolerable. Donald rápido comenzó a tocar el claxon.
La camioneta no se movía. El pato ya estaba decidido a levantar su ventana y gritar, o bajarse del vehículo y obligar al conductor de adelante a quitarse. Antes de hacerlo, la mano de su amigo José se posó en su hombro y, con su otra mano, le señaló un pato negro caminando hacia la camioneta. Ese era el dueño. Donald intentó mantener la calma, pero siguió tocando.
Lucas caminaba tranquilamente a su camioneta, estacionada perfectamente a la mitad de la avenida. No había ningún espacio para estacionarse cuando llegó, y nadie pasaba por la calle, sin mencionar que la tienda a la que iba estaba justo enfrente suyo, por lo cual no vio ningún inconveniente en detenerse donde lo hizo. Saliendo feliz de la tienda, escuchó a alguien tocar continuamente un claxon. Vio que el sonido provenía de un automóvil verde detenido detrás de su vehículo.
- ¡Silencio! ¡Están molestando a los peatones! – le gritó al conductor del coche. Fijándose con más atención se dio cuenta de que también era un pato, pero vestido con un traje de marinero negro y de plumaje blanco. Parecía estar acompañado por un loro y un gallo.
- ¡Mueva su cacharro hippie del camino! -le gritó el extraño pato. Lucas no entendió nada de lo que dijo. Por suerte para él, el loro verde que lo acompañaba le habló.
-Meu amigo quiere decir si puede moverse para dejarnos pasar.
Las primeras dos palabras le fueron difíciles de comprender. ¿Era español lo que hablaba? Aún así, el resto fue mucho más fácil de comprender. ¿El papagayo entendía lo del conductor? Nadie podría comprender a alguien así. Con un poco más de alegría tras haber sido tratado como merece por esa extraña ave, Lucas entró en su coche y lo encendió, comenzando a conducir de regreso a su hogar.
Donald, en cambio, estaba a punto de reventar por la actitud de ese otro pato. Le parecía tan insoportable como su tío. Antes de comenzar a hacer una rabieta, la voz de su amigo mexicano le habló.
-Tranquilo, Donal´, seguro será la última vez que lo veamos.
Panchito se equivocó. El camino indicado por el GPS hacia la dirección de Bugs era la misma hacia donde se dirigía ese otro pato. Constantemente Donald deseaba que el conductor de adelante se diera la vuelta en otra calle, pero no lo hacía. Finalmente, ambos vehículos llegaron al final de una calle rodeada por varias casas. Donald se detuvo un momento, deseando que aquel extraño fuera a otra casa. Tal vez iría a visitar otra casa y luego se iría.
Lucas, mientras tanto, veía con preocupación a las tres aves detrás suyo. No era normal ser seguido por un coche con desconocidos. ¿Y si lo iban a secuestrar? ¿Será por haberse estacionado a la mitad de la calle? Definitivamente estaban enojados con él. Pero no; eso era imposible. Debían tener otras intenciones siniestras.
Una vez llegó a su casa, bajó rápidamente del vehículo y tocó la puerta desesperadamente. Un conejo gris lo recibió del otro lado, observándolo con sorpresa. Era Bugs Bunny, y le preocupaba la reacción de su mejor amigo.
- ¿Lucas? ¿Qué pasa?
- ¡Ayuda! Hay dos aves y un pato incomprensible persiguiéndome. ¡Llama a la policía! No, espera, ellos me buscan. ¡Voy por mi traje de mago!
Bugs ya tenía una idea sobre la exageración de su amigo. Tomó a Lucas del brazo para evitar que subiera mientras se fijó en quiénes estaban en el coche. Aunque no los conocía, los identificó rápidamente.
-Lucas, no te están persiguiendo. Son los invitados de Speedy.
- ¿Invitados? ¿En mi casa? Debió consultarme primero antes.
-Ve y avísale que ya llegaron sus amigos- contestó Bugs, haciendo caso omiso al último comentario.
El conejo caminó al coche de los extraños, quienes ya estaban saliendo de él. Con su zanahoria en mano, saludó con su característica frase.
- ¿Qué hay de nuevo, viejos?
El primero que se acercó a él fue el gallo, quien extendió su mano para saludarlo. Bugs hizo lo mismo, pero no esperaba un saludo tan fuerte.
- ¡Bugs Bunny! Palabra que estoy encantado de finalmente conocerte. Yo soy Panchito Romero Miguel Junípero Francisco Quintero Gonzáles, pero mis amigos me llaman Panchito. El pequeño Speedy nos ha hablado mucho de ti.
-Olá, senhor Bugs. Eu sou José Carioca- presentó el brasileño, bajando su sombrero e inclinándose. Después se sujetó sobre su sombrilla y sacó un cigarro. - Cómo está você? O como dicen los americanos, what´s cooking?
-Y yo soy Donald. Gracias por recibirnos- fue lo único mencionado por el último, acompañado de una sonrisa nerviosa. Bugs fácilmente notó que no era alguien de muchos amigos, pero intentaría lo mejor para hacerlo sentir en casa.
- ¿Sabes dónde está…? !SPEEDY! -preguntaba el gallo hasta ver salir de la puerta un pequeño ratón vestido con un sombrero similar al de Panchito.
A Donald le sorprendió la velocidad del pequeño ratón, quien en un segundo pasó de estar de la puerta al lado de Panchito, y también su tamaño. Jamás conoció un ratón así de pequeño, pues Mickey y Minnie eran más altos. Tal vez así eran en México. Panchito se agachó y saludó con la misma jovialidad a su compañero de nación. Con la misma fuerza le respondió. Después de reencontrarse, Speedy caminó enfrente de José y Donald.
-Entonces ustedes son José y Donald. Es un gusto poder tenerlos en mi restaurante.
- ¡Lucas! ¿Vas a venir a saludar a los invitados? -gritó el conejo observando a la puerta, donde su infame amigo veía todo desde la distancia. Algo definitivamente no estaba bien, aunque siempre sucedía algo con ese personaje.
Lucas solamente se acercó a los tres caballeros y les entregó unas tarjetas de presentación, las cuales tenían su nombre y mostraban su profesión como mago. Los tres amigos sintieron un futuro choque con ese personaje. El pato negro regresó a la casa para dejar a los demás afuera
-Eh, tendrán que disculparlo, él es…
- ¿Egocéntrico, mentiroso y manipulador? -Speedy se apresuró a completar. Bugs solamente lo miró terminando de comer su zanahoria.
-Sí, exacto.
Los tres caballeros junto a Bugs y Speedy entraron a la casa, donde los invitaron a sentarse en la sala. Bugs trajo unos bocadillos. Panchito notó a un extraño animal sentado al lado del sillón. Junto a José le acarició la cabeza. Cuando Donald se acercó, la criatura le gruñó, por lo cual decidió no acercarse más.
-Qué extraño perro- dijo Panchito mientras seguía acariciándolo. Bugs, Speedy y Donald se iban sentando, mientras Lucas observaba a todos desde una distancia.
-Veo que ya conocieron a Poochie. Es un demonio de Tasmania. Tranquilos, no les hará daño, está domado- Donald no estaba tan seguro de eso.
-Cómo vocês se conheceram? -preguntó José mientras tomaba asiento, señalando a Panchito y a Speedy.
-Ambos fuimos al mismo campamento en Guanajuato. Compartíamos cabaña, pero desde entonces no nos hemos visto ¿Qué fue de ti después de eso, ´Chito?
-Fui al Instituto Quackmore a estudiar ingeniería agrícola. Siempre es bueno tener esos conocimientos de vuelta en casa, aunque me he dedicado a la música. En Quackmore fue donde conocí a Zé y a Donal´. ¿Y qué hay de ti? Al fin conseguiste hacer tu restaurante.
- ¡Así es! Bueno, terminé por mudarme con el señor Bugs y estoy innovando en el mundo de las pizzas. Deben probar mis pizzas congeladas. ¡Son un éxito!
- ¿Ingeniería? ¿No son una banda? Pensé que los tres habrían estudiado música
- Não, não, senhor Bugs. Yo estudié turismo y Donald aquí estudió ingeniería mecánica. Descubrimos nuestro gusto por la música en los pasillos. Eh, Donald, ¿recuerdas la primera vez que tocamos en el restaurante de la escuela?
- ¡Cantaste tu solo y los vasos de todos se rompieron! -agregó emocionado el gallo, señalando lo ocurrido con Donald.
- ¡Ese camarero se enfadó tanto que golpeó a Donald con un plato!
- ¡Nos sacaron del lugar y Zé cayó en un lodazal!
- ¡A ti te golpearon con tu propia guitarra!
Entre risas, los caballeros recordaban los buenos tiempos de la escuela. Panchito, abrazando a sus amigos, los levantó, mientras Bugs y Speedy observaban alegres. Lucas, por otro lado, observaba con descontento desde la entrada. Panchito continuó.
- Pero regresamos el día siguiente porque…
- ¡El show debe continuar! -gritaron los tres al unísono, haciendo su característico saludo y extendiendo sus brazos adelante con sus sombreros, comenzando a reír y volviendo a sentarse.
-Oigan, ¿qué tal si nos tocan algo? -ofreció Bugs.
Speedy asintió, gustándole la idea. El conejo se levantó y señaló un piano que tenía en su casa, aunque no iba a ser necesario. Donald tomó prestada la guitarra de Panchito mientras José tomó la suya. Se pusieron de acuerdo para tocar “Es mi voz”. Era la misma canción que tocaron en la fiesta de Emma Glamour. No fue un éxito en su momento, debido sobre todo a la voz de Donald.
-Es mi voz, que te llama sin cesar. Es mi voz, pues contigo quiero estar. Más mi corazón se va, se quiere ocultar. Mi vida yo por ti daré, te voy a apoyar. Oye mi voz, que te llama sin cesar. Es mi voz, pues contigo quiero estar. Es mi voooz. Es mi voooz. ¡Es mi voooz!
La canción fue corta pero suficiente para dejar convencidos a sus anfitriones de el buen grupo que formaban. Bugs sonreía y Speedy comenzó a aplaudir y chiflar.
-Me gusta.
- ¡Son increíbles! Van a atraer a mucha gente. Sabía que ustedes serían una buena elección.
Los tres caballeros sonrieron y se miraron entre ellos, felices de poder regresar al negocio musical. Pero sin importar la fama que adquirirían, los lugares por conocer o las distracciones que esto traería, los tres estaban felices sobre todo de poder pasar tiempo entre ellos y recuperar un poco el tiempo perdido durante la última década.
Las sonrisas se vieron interrumpidas por Lucas, quien bajó las escaleras, trayendo su propia guitarra. Todos voltearon a verlo con curiosidad.
-Pueden mejorar. Solo aprendan del mejor- gritó Lucas con confianza, posando sus manos sobre las cuerdas de la guitarra. Su mejor amigo lo miró desconfiado.
-Lucas, ¿ahora qué estás haciendo?
-Enseñándoles cómo se toca la guitarra.
- ¿Desde cuándo sabes tocar la guitarra?
-Tomé clases cuando tú llevaste al demonio al concurso de perros.
- ¿No estuviste solo cinco minutos ahí antes de irte?
Lucas tomó caso omiso al último comentario y comenzó a tocar. Sin embargo, no sabía cómo tocar el instrumento, por lo cual a ninguno de los presentes le pareció llamativa la música. Pronto todos se taparon los oídos. Una vez terminado el espectáculo del pato, Panchito fue el primero en hablar.
-Ay caramba…
Casa/bote de Donald.
- ¿¡Cómo que no ha recibido ningún mensaje!?
Daisy estaba furiosa. Su novio desapareció de la noche a la mañana sin dejarle ningún mensaje. Nadie de su familia sabía dónde se había metido y temían lo peor. Ninguna pista dirigía a su ubicación y cualquier información que los pudiera llevar a su ubicación era un callejón sin salida. Lo único faltante en su casa era su auto y su celular, por lo cual era difícil pensar de un secuestro. ¿Pero a dónde se fue? Tuvo problemas con Rico el día anterior en su última aventura, al menos lo suficiente como para hacer que su relación regresara a ser tan tensa como después de lo de la Lanza de Selene. Rico no ayudaba a buscarlo. Ese era el único indicio.
Ciro estaba sentado al lado de Daisy con una computadora en su sus piernas. Los dos estaban en el sillón de la casa. Ella había mandado varios mensajes a su novio intentando saber dónde estaba, sin éxito alguno. El empleado de Rico intentaba localizar al pato por medio de su teléfono, sin éxito alguno. En su búsqueda, descubrió que, por alguna extraña razón, Donald estaba incomunicado. No era por falta de señal; alguien la bloqueaba. Y si él deseaba enviar algún mensaje, ellos tampoco lo podrían recibir.
-Ya te dije, Daisy. No hay forma de poder localizarlo. Hay alguien que no quiere que sepamos dónde está.
- ¡Debe haber una forma! ¿No hay alguien más que pueda saber dónde está?
-Nadie en la mansión lo sabe. ¿A quién más quieres llamar?
- ¿Ya has intentado llamar a sus amigos? ¿Qué hay de Panchito y José?
-Tampoco. No tiene contacto con ellos y no han venido a Patolandia desde hace un mes. Si hubieran venido tendrían sus datos en el aeropuerto, pero no hay.
Después de descartar esta investigación como inútil, Daisy salió del bote de su novio y fue a casa. Estaba preocupada, sobre todo, por lo que le haya podido pasar a su novio. ¿Quién bloqueaba la señal? ¿Alguno de los enemigos de su tío? Era posible, pero no convencía del todo a Daisy. Quien quiera que fuera, deseaba mantener separados a Donald y a su familia, ¿pero por qué?
Cuarto de Bugs
Toda la tarde los caballeros hablaron con sus anfitriones, conociéndose y pasando un buen tiempo, también tocando música en ciertos momentos. Speedy terminó por proponerles su idea, donde los caballeros tocarían dos días en su establecimiento. Ellos aceptaron. El ratón deseaba tenerlos más tiempo, pero los amigos decidieron mejor tener pocos días. De todas formas, este viaje era solo para pasar tiempo entre ellos. Les agradaba poder tocar, pero era un tiempo que querían dedicarse entre ellos y a viajar. Después habría tiempo de organizar algo más formal para tocar.
Bugs ofreció su cuarto para los invitados, debido a que solo había dos cuartos en la casa. Él dormiría en el sillón. Al menos ya había manejado esa rutina con invitados varias veces en el pasado. De todas formas, no serían molestos como los anteriores, o eso esperaba. A petición de ellos, les dejó tres camas inflables. Una vez armadas, el conejo bajó a preparar el sofá.
José y Panchito se estaban preparando para acostar, mientras Donald observaba la calle por la ventana. A lo lejos se veían los edificios de la ciudad iluminados por las luces, trayendo una vista interesante del lugar. Aún así, él no estaba maravillado por la vista. Algo más pasaba por su mente y lo atormentaba.
Con su teléfono en mano pensaba en Daisy. A ella fue la primera a quien le avisó de sus repentinas vacaciones, pero no había recibido nada, ni un mensaje ni una llamada. ¿Por qué? Si el teléfono mostraba el mensaje como recibido. ¿Habría tenido problemas con él? ¿O era algo peor? La idea de Daisy no deseando saber nada más de él lo aterrorizaba.
Sus amigos vieron al pato profundamente en sus pensamientos. Mirando el reflejo de su rostro supieron de inmediato que algo no estaba bien. José puso su mano sobre el hombro de su amigo.
- ¿Donal´?
Donald suspiró y dio la vuelta. Panchito estaba sentado en la cama de Bunny y con su propia mano golpeaba un espacio a su lado para que se sentara. Él aceptó y se sentó. José hizo lo mismo, sentándose a su otro lado. Luego, preocupado, recargó su cabeza sobre sus manos y sacó todo.
-Es Daisy. No ha respondido ninguno de mis mensajes. Ni siquiera sé si le interesa verlos.
Sus dos amigos ya la habían conocido. Hasta habían salido una vez todos juntos. Les había caído bien, y creían que era una buena pareja para su amigo. Conocer su falta de interés en el lugar donde estaba Donald los sorprendió.
- ¿Ya has intentado llamarla? -le preguntó José, tomando el teléfono de Donald y pasándoselo.
-Ya la llamé dos veces en el día, pero no me ha respondido.
-Tranquilo amigo, estoy seguro de que ha de estarse preocupando de ti. Solo llevas un día fuera de casa. Dale un tiempo y seguro te hablará- le aseguró Panchito, abrazando a su amigo, intentando reconfortarlo.
-Ese es el problema. Nunca hay un día donde no me hable.
-Podría llamarla. Tal vez yo pueda hablar con ella.
Panchito tomó uno de sus celulares y marcó al número de Daisy. Estaba seguro de que ella no estaba ignorando a su amigo. Tal vez había perdido señal, pero seguro nada grave. Una vez llamó, puso el altavoz y esperó con sus amigos. Finalmente mandó la llamada a buzón, por lo cual el gallo terminó por colgar. Donald suspiró, pero José intentó animarlo.
-Seguro perdió señal por un tiempo. Dale unos días, meu amigo. Por ahora, disfruta estas vacaciones.
Donald sentía algo fuera de lugar, pero decidió escuchar a sus amigos. Debía ser positivo y pensar que algo había ocurrido con el teléfono de Daisy. Pero no quería dejarla pensando que desapareció así nada más.
-Hablando de vacaciones, ¿les gustaría ir a dar un paseo por la ciudad mañana? Tal vez podamos ver algún museo- preguntó José. Pensaba en pasar un tiempo de turista con sus amigos. Eso podría ayudar a Donald, así como también deseaba conocer más la ciudad.
-Uy, podríamos ir al Paseo de la Fama, o al letrero de Hollywood- agregó Panchito, emocionado por la idea.
-Y comprar algo en una tienda. Donal´ podría comprarle algo a Daisy y mandárselo por correo. Aún guarda el dinero de su tío.
La idea de José no sonaba mal. Fácilmente podría mandar un regalo a Patolandia y le llegaría a Daisy rápidamente. Era otra forma de mantener contacto con ella, por lo menos asegurarle que estaba bien y demostrarle que pensaba en ella. Tal vez hasta podría recibir una respuesta de ella, comentarle dónde estaría y así asegurarse de recibir lo suyo.
Finalmente, Donald sonrió ante la idea. Sus amigos correspondieron, y los tres se abrazaron. Era bueno contar amigos. Era feliz de poder contar con ellos, a pesar de casi no hablar durante varios años. Seguían siendo birds of a feather.
Sin que el pato estuviera listo, una almohada fue lanzada a su cara. Soltó un gruñido ante ello, comenzando a sentir ira. Fue Panchito quien se la lanzó, quien comenzó a reír ante ello. Pero su enojo se desvaneció rápidamente cuando José golpeó fuertemente con otra almohada al gallo. Donald sonrió y tomó otra, comenzando a golpear a José. Comenzaron a jugar entre los tres, riendo y disfrutando del momento. Aún era joven la noche. Podían divertirse.
Sin que ellos lo supieran, otro pato los estaba espiando, escuchando del otro lado de la puerta. Lucas, desconfiado de los invitados, sobre todo de Donald, prestaba atención a todo lo mencionado por ellos. Era necesario espiarlos para conocerlos. Lo malo; no esperaba a su mejor amigo preguntarle qué hacía ahí. Lucas brincó del susto.
- ¡Bugs! ¿No sabes que es grosero sorprender a la gente así? ¡Casi me matas del susto!
-Ajá… ¿qué haces espiando a los caballeros?
-No confío en ellos. Especialmente en ese pato. Hay algo que no nos están diciendo y voy a descubrirlo.
-Por favor no vuelvas a sacar la idea de que son alienígenas y nos van a secuestrar.
- ¿¡Qué!? ¡No! Nunca he dicho algo así. Además, no sé, son otra cosa. El verde debe ser un mago, lo siento; el pato, familiar del pobre y presumido McPato de su ciudad…
-Y el gallo va a ser un descendiente de un antiguo guerrero romano. ¿Lucas, te has escuchado alguna vez a ti mismo?
-Bien. Si no me crees, lo entiendo, pero buscaré a alguien más para que me ayude a demostrar mis teorías.
Y con eso dicho, Lucas bajó las escaleras, listo para ir en busca de ayuda. Bugs solo lo miró desde su posición.
- ¿No vas a dormir?
- ¡Batman no duerme!
Y Lucas, creyéndose Batman, azotó la puerta de la casa, saliendo a buscar a Porky. Él era el único en quien confiaba para desenmascarar este misterio.
Casa de Porky
Una vez llegó a la casa del cerdito, Lucas tocó desesperadamente la puerta de entrada. No le importaba si Porky estaba dormido, debía ayudarlo inmediatamente. Comenzó a gritar su nombre, a ver si eso ayudaba a despertarlo.
Después de un minuto la puerta se abrió. Detrás de ella estaba Porky en su ropa de noche, viendo a Lucas a los ojos. Se veía recién despierto.
- ¡Lu-lu-lu-lucas! ¿Sa-sa-sabes qué hora de la noche es?
-Hola Porky. Rápido, hay mucho trabajo que hacer.
Lucas tomó a Porky y lo empujó adentro de su casa, llevándolo a la sala. Una vez ahí sentó al cerdo. Luego acercó una computadora a las piernas de su amigo y se sentó a su lado.
- ¿Qué-qué pasa, Lucas?
-Hay tres extraños en mi casa. Dicen ser una banda, pero sé que eso es mentira. Tú me ayudarás a desenmascararlos.
- ¿Qui-qui-quiénes son? ¿Seguro que no son amigos de Bu-bu-bu-bugs?
-Ammmm, creo que se llaman los Tres Cabachurros.
- ¿No hablarás de los T-t-tres Caballeros? Speedy me contó sobre su invitación de un gru-grupo llamado así.
-El nombre es lo de menos. ¿Qué puedes encontrar de ellos? No confío en ese pato.
- ¿No es e-e-esta otra de tus co-co-conspiraciones sin sentido?
- ¡Vamos Porky! Mi segundo mejor amigo me ayudaría con esto.
Al cerdo ya no le agradaba caer en las manipulaciones de Lucas, pero debía admitir verse atraído por la denominación de mejor amigo. Él terminó por ceder. Encendió la computadora y comenzó a buscar por cualquier información en la red sobre los Tres Caballeros. Dudaba encontrar algo, pero le daría el beneficio de la duda.
Para su sorpresa, Lucas se estaba levantando del sillón y caminaba a la salida. Porky detuvo la búsqueda por un momento.
- ¿Pe-pe-pero a dónde vas? ¿No vas a ayu-yu-yudarme a buscar?
- ¿Toda la noche? Por supuesto que no, Porky. Ese es tu trabajo. Yo debo ir a dormir para seguir teniendo una bella figura- le respondió señalando su delgado cuerpo.
Después de ello, el pato salió de la casa, dejando a Porky solo. Este se sorprendió cuando la puerta volvió a abrirse. Lucas regresó, pero ahora caminaba a las escaleras.
- ¿Sabes? Ya es muy tarde. Dormiré en tu cuarto si no te importa. Gracias, eres un gran amigo.
Chapter 2: Los Ángeles: Viajes, encuentros, música y descubrimientos
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
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Los Ángeles
Los tres caballeros se levantaron temprano para dar un paseo por la ciudad. Finalmente, su intención principal al viajar era conocer, no tocar, aunque era un bonus aceptado. Les avisaron a sus anfitriones que irían a conocer la ciudad y probablemente regresarían en la tarde, o al menos eso intentarían.
El viaje en coche para llegar a los lugares donde deseaban ir era imposible, por lo cual José decidió darles una mano a sus amigos, usando un poco de su magia para llevarlos al centro de Hollywood.
El primer lugar al que fueron fue el Pueblo de Los Ángeles. Panchito estaba ansioso de llegar ahí, pues según sus fuentes, era la parte más vieja de la ciudad y con una importante presencia latinoamericana. Lograron pasar a un restaurante cercano donde desayunaron. Caminaron por la plaza y se subieron al kiosco dentro de ella. José tuvo la idea de comenzar a bailar al ritmo de unos músicos tocando cerca. Panchito y Donald se le unieron. Los tres pasaban un buen rato.
También decidieron visitar un museo cercano basado en hablar de la afrolatinidad en la ciudad. Tal vez a Donald fue a quien le interesó más, pues se sentía feliz de tener la oportunidad de conocer las culturas latinas con sus amigos.
Una vez terminaron ahí, los tres viajaron a Hollywood para ver el Teatro Chino y las firmas y manos de tantas figuras famosas. Panchito logró reconocer a varios cantantes entre ellas, y José se tomó fotos con sus ídolos de la actuación. Donald no pudo evitar ver la placa de Mickey Mouse, uno de sus amigos. Ahí recordó a Daisy. Ella era fanática de varias de las series y películas donde él salía. Tal vez algún día podría presentárselo. En una tienda cercana logró ver que vendían fotos de él grabando en el set. Compró una de ellas, pues imaginó que sería un buen regalo. José, por un lado, compró un imán para el refrigerador con el nombre de la ciudad y varias zonas famosas del lugar. Panchito, por el otro, compró una guitarra parecida a aquellas usadas por los músicos de los 60.
La mañana fue divertida, pero mientras comenzaba la tarde, supieron que era hora de regresar. Donald logró convencer a sus amigos de pasar a la paquetería. Mientras regresaban localizaron una cercana a la casa de Bugs, así que decidieron ir a esa. En el camino, Donald vio una tienda de copias. Era un buen lugar para imprimir varias fotografías del viaje y mandarlas a Daisy. El pato se estacionó y bajó al establecimiento mientras sus amigos se quedaban en el auto.
Cuando entró a la tienda, vio a una mujer de su misma especie trabajando ahí. No había nadie, así que podría terminar rápido. Según una ficha en su ropa se llamaba Tina. Ella lo vio y comenzó a atenderlo.
-Hola, señor. ¿Qué necesita?
-Necesito imprimir unas fotografías.
-Puedes usar la computadora de ahí- respondió señalando la computadora.
Donald caminó a la computadora y la encendió, comenzando a preparar las fotografías. Cuando terminó de preparar todo, mandó a imprimir y caminó a la impresora, donde esperaba que salieran la imágenes. Mientras tanto, escuchó la puerta del local abrirse a su espalda. Para su disgusto, era un pato del cual no tenía una buena impresión. Decidió no prestarle atención y concentrarse en lo suyo.
-Hola, Lucas. ¿Qué necesitas?
-Tina, ayúdame a sacar cien copias de esto.
Lucas dejó caer unas hojas en el mostrador. Tina las miró mientras iba a la fotocopiadora, leyendo el contenido en ellas. Donald mientras tanto, vio que la impresora no imprimía correctamente lo que deseaba, enfadándolo cada vez más
- ¿Los Tres Caballeros no son lo que dicen ser? Lucas, ¿qué estás tramando ahora?
-Tres extraños están en mi casa. Dicen ser una banda, pero yo sé la verdad. Repartiré esto en su espectáculo en Pizzarriba.
- ¿Y tienes pruebas de que son…magos, familiares de famosos y aventureros? – preguntó Tina mientras leía las verdades a las que concluyó Lucas en su escrito. Mientras tanto comenzó a fotocopiar
-Aún no, pero Porky ya está trabajando en ello. ¡Pronto mostraré sus secretos al mundo!
-Ajá…
Donald por su lado, estaba distraído golpeando la máquina para hacer que funcionara. A pesar de ello, no quería. Su paciencia se acababa, por lo que, tras otro intento fallido, su rostro se puso rojo y comenzó a golpear agresivamente la máquina, destruyéndola en el proceso. Una vez terminó su rabieta, la máquina abrió el compartimento de la tinta, lanzándola sobre el rostro del pato. También expulsó finalmente las imágenes. Donald, murmurando frases de odio a sí mismo, se acercó al mostrador para pagar.
-Señor, ¿pagará por eso o qué? -preguntó Tina señalando la máquina destrozada.
Donald tenía suerte de haber recibido una buena cantidad de dinero por su tío. Solo dejó el dinero en el mostrador, sin decir una palabra más, y murmurando a sí mismo salió. Lucas y Tina solo lo miraron en silencio. Una vez se fue, Lucas volvió a hablar.
-Allí está tu prueba.
Casa de Bugs
Después del incidente y de pasar a enviar todo a Patolandia, los tres amigos regresaron a la casa de Bugs. Cuando entraron lo encontraron acostado en el sillón observando una serie de televisión conocida por Panchito. Rápidamente corrió a sentarse al lado del conejo, tomando algunas palomitas de su tazón.
- ¿Este es el final de temporada? ¿Qué ha pasado con Lindsey y Jiménez?
Speedy también estaba presente. Bugs miró al gallo con curiosidad, terminando de comer las palomitas dentro de su boca.
- ¿También te gusta esta telenovela?
-Todos en México la vemos. Shh, shh, shh, quiero escuchar.
José, interesado en la telenovela, se acercó rápidamente para verla. Donald no tuvo otra opción más que acompañarlos, a pesar de no gustarle como a sus amigos. Una vez terminada, Bugs apagó el televisor. Panchito se veía decepcionado, tristemente sentado en su asiento, muy distinto a Speedy quien estaba llorando de felicidad.
-Fue hermoso…- dijo el ratón, limpiándose varias de las lágrimas de sus ojos.
- ¿¡Cuál hermoso!? ¡Lindsey estuvo completamente fuera de personaje!
-Alguien está enfadado del rompimiento entre Lindsey y el Doctor Jiménez para casarse con Phillip- señaló Speedy, mirando a su amigo mexicano.
-Meh, estoy con Speedy en esto. No estuvo mal- aceptó Bugs, dejando el bote de las palomitas en la mesa.
- ¿¡Cómo se atreven!? ¿Después de todo lo que hizo Phillip contra ellos?
-Phillip terminó por salvar al hijo de Lindsey de la maldición de la hacienda azteca. Jiménez escapó como cobarde cuando las serpientes comían las cosechas.
-Y no se les olviden las referencias al primer episodio. Todo estuvo perfectamente concluido, meu amigo- agregó José, dejando claramente a Panchito solo con su opinión.
-Esto es traición, José. Esta temporada arruinó toda la trama- concluyó Panchito, cruzando sus brazos y mirando enfadado el suelo.
Donald sonreía desde lejos. Él no era apasionado a las telenovelas; en cambio las veía como horribles, pero al menos las disfrutaba al verlas con sus amigos. Cuando la conversación se dio por concluida, comenzó a observar la casa, la cual no había logrado analizar detenidamente ayer. Vio el piano que les mostraron ayer.
- Bugs, ¿tocas el piano?
-Ah, el piano. Intenté una vez, pero nunca fui bueno con él. Lucas sabe. Puedes tocarlo si quieres, Donald.
- ¡Sí! Toca algo- dijo Panchito, quien pareció animarse por la idea.
El pato aceptó la idea. Solía practicar con el piano de la mansión de su tío, y seguir tocándolo le gustaba. Tomó asiento y se preparó para tocar. Lo que decidió hacer fue la Rapsodia Húngara núm. 2. Comenzó a mover sus dedos a lo largo de las teclas y, para su felicidad, lo estaba haciendo bien. Apenas era una melodía que no dominaba, pero estaba orgulloso del avance que tuvo.
Mientras tocaba, Lucas entró a la casa cargando varios papeles. Donald no le prestó atención al estar tocando, pero Lucas no se veía feliz de ver a otro pato tocar su piano. Rápidamente llevó sus cosas a su cuarto y volvió a bajar al lado de Bugs.
- ¿Puedo saber qué hace él tocando mi piano?
-Donald lo sabe tocar. Tal vez ustedes dos podrían dar un espectáculo alguna vez.
- ¿Yo y él? ¿Has perdido la razón, Bugs?
-El burro por delante…
Llamar a Lucas celoso por eso era una subestimación. No le caía nada bien ese pato, y verlo tocar su piano era demasiado. Debía demostrar su superioridad en esa casa y lo haría a cualquier precio. Él comenzó a caminar hacia Donald y lo tomó del hombro.
-Mmm, nada mal, pero déjame mostrarte cómo lo hacen los profesionales.
Agresivamente empujó a Donald del asiento, terminando repentinamente con su pieza. Lucas se tronó los dedos y comenzó a tocar. Era la misma pieza interpretada por Donald, pero con un mayor grado de refinación.
El caballero se sintió enfurecido por ello. José, al ver que cayó su amigo, caminó a ayudarlo a levantarse, preguntándole si estaba bien. Pronto, Donald vio a Panchito acercarse a Lucas con un rostro de furia en sus ojos, pero puso su brazo enfrente suyo. No quería iniciar una pelea o discusión, al menos física. Donald ya había lidiado con payasos como Lucas antes. Si quería ganarle, sería en su propio juego. Le demostraría ser un mejor pianista.
Una vez Lucas terminó de tocar, le mostró una sonrisa a Donald, mostrando su complejo de superioridad. El caballero solo lo miró con seriedad, pues ahora era su turno de tocar. Lucas se levantó y le indicó a su rival el asiento. Él aceptó y comenzó a tocar algo que dominaba mejor: la Sonata Hammerklavier. Esa la practicaba mínimo una vez por semana, lo cual lo hacía mejor a la hora de tocar.
Cuando terminó, Lucas tomó la misma canción. Donald entendió la estrategia de su rival. Quería demostrarle ser mejor en todas las canciones que él hiciera. Para desgracia suya, lo logró. Lucas tenía ese toque de mejorar lo hecho por Donald. Lucas concluyó y volvió a levantarse con la misma mirada de antes.
-Supera eso.
Speedy ya no podía soportar ver esa competencia. Disfrutaba la música, siempre y cuando no fuera en una pelea así. Con su velocidad se paró en el asiento del piano, evitando cualquier continuación.
-Creo que ya fue mucho piano por hoy. Preparé tamales para comer y ya están listos.
Donald cerró sus puños, sintiendo su sangre hervir. Estaba listo para golpearlo y arruinar esa sonrisa despreciable. Antes de dar un paso, una mano se puso alrededor de su puño. Volteó la mirada y vio a José mirándolo fijamente, Panchito detrás suyo. Sus miradas lo decían todo. No era momento de comenzar una pelea. Donald respiró profundamente, dejando el odio disiparse. Sus amigos tenían razón. Continuar demostraría el punto de Lucas, pero no le iba a dar eso. Se quería sentir superior, puesto que no era nada comparado a él, y era cierto. La relación con su “amigo” Bugs no se podía comparar con la mostrada por los tres caballeros.
El resto de la tarde pasó sin ningún otro enfrentamiento, exceptuando las miradas echadas entre pato y pato. Donald tenía la suerte de ser apoyado por sus amigos, quienes le mostraban a Lucas su decisión de defender a su amigo. Lucas no tenía esa suerte, pues Bugs y Speedy preferían mantenerse a un lado.
La noche llegó rápidamente y todos se subieron al coche de Bugs. Lucas se quedó en casa, puesto que esperaba una visita. A Donald no le importaba en lo absoluto. Estaba nervioso pues el último espectáculo que dieron, en la fiesta de Glamour, no resultó ser el más prometedor. Pero como decían Panchito y José, fuera del intento de asalto por parte de Halcón Graves, al menos no terminó tan caótico como esa vez en Acapulco o sus primeros espectáculos en la universidad.
Cuarto de Lucas
Solo debía esperar. Porky había encontrado algo y esperaba su llegada. Lucas fácilmente se desesperó, caminando de un lado al otro de su cuarto. Para su alivio, pronto su puerta se abrió.
-Lu-lu-lucas, ¿en serio estás se-se-se-seguro de esto?
-Porky, Porky. Esos tres guardan algo y yo lo voy a descubrir. ¿Cuándo me he equivocado?
Haciendo caso omiso a esa última pregunta, el cerdito sacó su computadora y la puso sobre la cama de Lucas. Este se paró a su lado, viendo detenidamente lo que había encontrado.
-No e-e-encontré nada que demostrara tus puntos de José y Pa-panchito, pero Donald tiene algo interesante.
Eso era suficiente para Lucas. No le había prestado mucha atención al gallo y al papagayo, pero si podía destruir al otro pato era perfecto. Dejó a Porky seguir.
-Tenías razón. Do-do-donald es sobrino de Rico McPato. Pa-pa-parece que desapareció de Patolandia sin dejar una nota a su familia. Su-su-su novia lo ha estado bu-buscando.
-Es de una familia de perdedores. Eso explica todo. ¿Qué más tienes, Porky?
-No-no ha tenido una buena re-re-relación con su tío. Creo que escapó de él-él. Pe-pero eso no explica po-po-po-por qué no le avisó a su no-novia o los sobrinos que cui-cui-cuidó.
Lucas estaba más que feliz. Eso era todo lo necesario para acabar con ese pato y deshacerse de él. Le dio unas palmadas a Porky en su espalda y comenzó a llevarlo a la salida.
-Hiciste un buen trabajo Porky. Estoy orgulloso de ti.
- ¿E-e-en serio?
-No, pero estuviste cerca.
- ¿Y-y-y qué harás ahora?
-Tranquilo Porky, el resto de la operación es mi trabajo. Gracias cuarto mejor amigo.
Porky ya estaba afuera de la casa cuando Lucas lo llamó así. Frunciendo el ceño le respondió.
- ¿Cu-cu-cuarto? Pe-pensé que era el segundo.
-Serás el quinto si te sigues quejando. Y sexto si sigues frunciendo. Te saldrán arrugas y no me gustan las personas con arrugas.
Con la conversación concluida, Lucas azotó la puerta enfrente de Porky. Ya había conseguido la información necesaria. Estaba a una llamada de deshacerse de ese molesto pato, pero este no era momento. Quería hacerlo mientras él viera. Mañana sería el gran día.
Pizzarriba
Esta era la gran noche. Sería una subestimación describir a los caballeros como nerviosos. Era el primer espectáculo donde tocaban desde lo sucedido con Glamour. Los tres salieron del automóvil con sus instrumentos, seguidos por Bugs y Speedy. El último abrió la puerta del establecimiento, dejando pasar a todos.
Speedy dirigió a la banda a un pequeño escenario improvisado en la tienda, donde los amigos pronto comenzaron a preparar sus cosas. Bugs les ayudó. José se alegró por ello, al menos el conejo era muy distinto a su amigo Lucas.
No había mucha gente en el lugar, a pesar de la promoción dada por el ratón. De todas formas, eran dos noches cuando tocarían. Panchito vio a Bugs sentarse al lado de otra coneja, probablemente su novia, mientras pedían algo de comer. Un cerdito también entró al lugar, algo apresurado. Entre las caras también reconoció algunos vecinos del conejo, y Donald le comentó ver otra pato, supuesta amiga de Lucas. Por lo menos tenían un público, junto a varias caras de gente desconocida.
Speedy rápidamente se puso delante de los caballeros cuando estos ya estaban listos. Llamó la atención de sus clientes.
- ¡Gracias por venir esta noche! Quiero inaugurar nuestros espectáculos en vivo con una banda de Patolandia. ¡Reciban a los Tres Caballeros!
La gente guardó silencio, o al menos platicó con menos volumen, mirando fijamente las tres extrañas figuras delante suyo. Era el momento de la acción, justo como lo practicaron.
-Yo soy el Pato Donald.
-Yo soy José Carioca.
-Yo soy Panchito Pistolas.
- ¡Y somos los tres caballeros! -gritaron los tres al unísono.
Iniciaron su acto con una de las primeras canciones escritas por ellos durante la universidad: “Somos los Tres Caballeros”. Vestían todos unos sombreros mexicanos al mismo estilo que Speedy.
- ¡Ay, ay, ay, ay! -gritó Panchito.
- ¡Ay, ay, ay, ay! -siguió José.
- ¡Ay, ay, ay! -finalizó Donald. Los tres continuaron juntos.
- ¡Somos los tres caballeros! ¡Nos gusta mucho cantar y bailar y saltar cuando estamos tocando! ¡Y escuchamos a todos que gritan así a los Tres Caballeros! Nuestros nombres que son:
- ¡Soy Panchito!
- ¡José!
- ¡Donald!
-Nos encanta ir tocando, mientras vamos bailando y diciendo así: ¡Vamos todos! ¡Ay caramba! ¡Ay caramba! ¡Baila rumba! ¡La música es sabrosura de los Tres Caballeros!
Todo iba bien por el momento. Aunque había una cierta molestia general por la voz de Donald, no se percibió con tanta fuerza. Tal vez era porque estaba empalmada con la de Panchito y José. Los tres bailaban y lanzaban sus sombreros, sin ningún contratiempo o equivocación hasta ahora. Por lo menos así fue hasta la mitad de la canción. Donald, a la mitad de su coreografía, cayó del escenario, tropezando con uno de los camareros. La pizza que este llevaba cayó sobre el rostro de Donald. Sus dos amigos rápidamente lo levantaron, listos para continuar. Mientras seguían cantando, limpiaron la cara de Donald.
- ¡Somos los Tres Caballeros! Nos gusta mucho cantar y bailar y saltar y con ritmo movernos. Y juntarnos contentos y también sonreír, ¡al decir!: ¡Somos los Tres Caballeros! ¡Nos gusta mucho cantar!
- ¡Somos Panchito, José!
- ¡Y el Pato Donald!
- Todos juntos aplaudan y digan así: ¡Viva los Tres Caballeros!
- ¡Ajuá! -gritó Panchito después de concluir con sus amigos. El mexicano y el brasileño levantaban a Donald sobre sus hombros, terminando finalmente la canción.
- ¡Viva los Tres Caballeros! ¡Somos los Tres Caballeros!
Al concluir la canción, los caballeros continuaron cantando un poco de su repertorio, incluyendo Back In Quack, Just Can´t Wait To Be A Wing y One Duck Ahead. Por fortuna, todo pareció ser un éxito. Aunque el lugar no se llenó, cuando terminaron de tocar había más gente de la que había cuando llegaron. Tal vez el día siguiente habría más público, pero por ahora estaban felices.
Los tres amigos se sentaron junto a Bugs, Tina, un cerdito y una coneja. Esta última fue quien comenzó a hablar.
- ¡Hola! Soy Lola, su mayor fan. Los he seguido desde siempre, ¿o fue desde esta mañana? No sé, el tiempo es relativo. ¿Firman mi rostro? No, esperen, mejor el rostro de mi novio. ¿Saben qué? ¡Mejor el rostro de los dos! ¿No sería eso lindo, Bugs? ¿Parejas de firmas?
Bugs no prestó atención a su novia. José notó fácilmente en Lola una personalidad amable. Como buen caballero que es y fue educado por sus padres, tomó la mano de la novia y la besó.
-Muito prazer, senhorinha Lola. Eu sou José Carioca.
-Uh la la, wi, wi monsieur. ¿Ven? Soy su mayor admiradora. También hablo francés.
-Lola, José no es francés. Él es de Brasil- le respondió su novio, tapando su propia cara para no verse ridiculizado por su novia.
- ¿Brasil? ¿Eso quiere decir que hablas español?
José se sintió ofendido por ello. Siempre que viajaba a los Estados Unidos alguien lo confundía de esa forma. Antes de comenzar un conflicto, Tina se interpuso.
-Disculpen a mi amiga. Es…especial. Soy Tina, aunque creo que él ya me conoce- dijo señalando a Donald. Él rio un poco apenado, debido al incidente de la tienda. Ella continuó. -No te preocupes, no tengo rencor; ojalá pudiera decir lo mismo de mi jefe.
Donald tragó saliva. Sus amigos, en cambio, se reían en silencio, recordando haber visto lo sucedido desde la ventana. Su amigo les parecía gracioso, y era otra de las virtudes que veían en él.
Speedy llegó corriendo, llevando varias cajas de pizza a la mesa. Se dirigió a los caballeros.
-La casa invita. Deben estar cansados. ¡Disfruten!
El ratón se fue tan rápido como llegó para seguir manejando su negocio, dejando a los siete sentados en su lugar para poder comer. Panchito fue el primero en tomar una rebanada y ponerla dentro de su pico.
- ¡Ay caramba! ¡Esto está buenísimo!
- Muito saboroso. Ya veo de dónde viene el éxito de este establecimiento.
- ¿Qué piensas, Donald? -preguntó Bugs mientras tomaba un trozo.
El pato no podía hablar. Cuando mordió un pedazo se pasó mal el bocado, tapando su garganta y ahogándolo. Sus amigos no se dieron cuenta de ello y, en cambio, creyeron ver una expresión de alegría en su amigo. Panchito le dio una fuerte palmada en su espalda, lo suficiente como para hacer volar el pedazo de comida de la garganta de Donald.
- ¡Le fascina también! Irá todos los días al establecimiento de Patolandia cuando lo abran.
-Se quedó sin palabras por el sabor- agregó José.
Mientras todos comían, el cerdo solo miraba su alimento. Bugs preocupado notó eso. Algo sucedía.
-Porky, ¿por qué aún no comes?
-No-no-no-no te-tengo hambre-hambre.
El papagayo escuchó atentamente el tartamudeo y lo atribuyó a una preocupación por parte del cerdito. Inmediatamente decidió ayudarlo.
- ¿Algo te preocupa, meu amigo? Puedes decirnos para ayudarte.
Porky no respondió. Comenzó a sudar para la sorpresa de los caballeros. Después de tragar un poco de saliva se levantó de su asiento y caminó a la salida.
-Debo ir-debo ir-irme.
El cerdo se sentía terrible y algo ensombrecido. Los Tres Caballeros eran una gran banda, aunque la voz de Donald tenía un problema. Los había vendido y reveló sus secretos, intentado investigarlos para entregar su información a una persona cuyas intenciones no eran las correctas. Después de escucharlos en esa mesa y ver lo amables que eran se sintió agobiado. Debía irse.
Notes:
¡Un capítulo más y terminamos! ¿Cómo será el gran final de esta aventura? Espero poder sacarlo pronto.
Recuerden comentar y darle amor a esta historia, sobre todo si entendieron las referencias de los pianos y de la canción en Pizzarriba
Chapter Text
Casa de Bugs
Fuera de ese incidente, el resto de la noche fue tranquila. Los seis estaban sentados en la misma mesa y charlando. José coqueteó un poco con Tina, viéndose finalmente decepcionado al saber que tenía novio (más aún para Donald saber que su pareja era Lucas). Panchito y Lola no pararon de hablar toda la velada para el martirio de Bugs. Donald vio en Tina una mujer interesante, muy distinta a su novio. No entendía bien cómo terminaron juntos. Al menos ya la veía como una amiga en lugar de una mujer amarga trabajando en un local de copias. Hasta le terminó por invitar uno de sus chicles. Donald lo aceptó, pero terminó por hacer su voz más incomprensible.
Al final de la noche, los amigos se dirigieron con Bugs a su hogar para poder descansar y prepararse para la noche siguiente. Con suerte habría más público. Los tres se dirigieron al cuarto de Bugs y rápidamente cayeron dormidos.
A la mañana siguiente Donald se levantó temprano. A pesar de estar de vacaciones, tiene esa costumbre por cuidar a sus sobrinos. Cuando abrió los ojos y miró a los lados sus amigos no estaban ahí. Raro, pues ellos no eran de levantarse a esas horas. Cuando salió de la cama escuchó varias risas venir de abajo. Con curiosidad, salió de la habitación y bajó las escaleras. Se vio sorprendido por un panqueque caído en su cara. Se lo quitó de su rostro gruñendo, pero su enojo se esfumó al ver a su amigo Panchito cocinando. José estaba ayudando a Bugs a lavar los trastes. El gallo fue el primero en ver a su amigo.
- ¡Eyy, José! Nuestro compadre ya despertó.
- ¡Feliz cumpleaños, Donald! -felicitó Bugs con una taza de café en su mano y dándole unas palmadas en su espalda.
- ¿Mi cumpleaños? ¡Pero si hoy es 16!
-Sabemos que estos días han sido terribles para ti y quisimos recompensarte. Además, no logramos celebrar bien tu cumpleaños cuando fuimos por ti- agregó José, llevando la comida a la mesa.
-Awww, chicos, muchas gracias.
Los tres amigos se abrazaron mutuamente. Donald era muy afortunado. Después de lo sucedido con Rico y prácticamente pasar un terrible día en su cumpleaños, podía confiar en sus amigos latinoamericanos.
- ¡Y yo traje la piñata!
Donald volteó al escuchar la voz de Lucas. El pato llevaba el icónico objeto mexicano. Esta piñata era distinta de aquellas usadas por Panchito, pues tenía la forma del famoso vigilante Pato Darkwing. Todos se quedaron callados ante la sorpresa. Donald no creía que esto fuera bueno y menos sus amigos.
- ¿Qué? ¿No les gustan las piñatas? Él es mexicano.
-N´hombre, solo es…
-Considerado de tu parte. ¿Lucas, estás bien? ¿Con qué te golpeaste? Me vendría bien saber.
-Me insultas, Bugs. Solo pensé que comencé con el pie incorrecto con Donald y quería remediarlo- respondió Lucas con una sonrisa en su rostro.
Donald observó en la sonrisa una enorme falsedad, pues se esforzaba de más. ¿O solo no estaba acostumbrado a ello? Tal vez le podría dar una oportunidad, pero le mantendría un ojo encima. Lucas extendió su mano para firmar las paces y Donald aceptó dudoso.
Con las paces firmadas, todos salieron al patio trasero de la casa para montar la piñata. Panchito usó su lazo para colgarla y le puso una venda en el rostro a su amigo. Donald ya había roto varias piñatas con sus amigos antes y sabía muy bien qué intentarían hacer: movérsela para evitar cualquier golpe. El pato ya estaba listo, o eso creyó. Cuando dio el primer golpe no le dio a nada y un objeto duró se estrelló en su cabeza. Varias risas siguieron. Donald sonrió y tocó la piñata con su mano, la soltó por un segundo para golpear, pero falló. El palo se deslizó fuera de sus manos, cayendo sobre la casa de Poochie. Enojado, el animal se abalanzó sobre Donald, sin antes romper la piñata. El marinero cayó en la piscina, deshaciéndose así finalmente del demonio de Tasmania.
Panchito y José, riéndose de él, ayudaron a su amigo a salir del agua. Donald se unió a las carcajadas. Fue divertido, debía admitirlo.
Los Caballeros se quedaron sorprendidos por el contenido de la piñata, pues eran varios fajos de billetes falsos con el rostro de Lucas en ellos.
-Pueden comprar lo que quieran con esto. Tú, mi amigo José…
-Soy Panchito.
-…puedes comprarte unos tacos en Taco Bell. Debes probarlos, son deliciosos.
-Esos ni son…
-Tú, mi amigo Panchito…
-Eu sou José.
-…puedes comprarte un diccionario español-inglés. Necesitas mejorar tu idioma.
Ambos se sintieron ofendidos por la confusión del pato, pero antes de dar cualquier queja ya se encontraba al lado de Donald.
-Y tú, querido Donald, podrás conseguir lo que quieras, pero prefiero darte tu segundo regalo que está en mi cuarto. ¿Me acompañas por él?
¿Un segundo regalo? ¿Así era Lucas una vez lo conocías bien? Por la forma en la que se llevaba con Bugs, Tina y Speedy parecía no ser el caso. ¿Y si tramaba algo?
-Esperen, esperen, aún no terminamos contigo, Donaldo- interrumpió Panchito, abrazando a su amigo y llevándolo al interior de la casa seguido por José. Lucas y Bugs se quedaron afuera.
- ¿Y yo no tendré dinero?
- ¿Tú? ¡Malagradecido! Soy lo suficientemente considerado como para darte un techo. Por cierto, deberías buscar empleo.
El desayuno fue espectacular para Donald. Panchito era el mejor de los tres a la hora de cocinar, por lo cual el disfrutar de sus panqueques fue un buen regalo. Los cinco estaban sentados y terminando de comer cuando Speedy salió de un agujero y subió a la mesa. Se puso enfrente de Panchito.
-Dijiste que estudiaste ingeniería agrícola, ¿no?
-Sí, ¿por?
-La granja a la que le compraba los tomates entró en quiebra y quiero tu consejo para buscar un remplazo. ¡Rápido!
El ratón se veía en un apuro, más del normal, por lo cual Panchito lo siguió. Después de la salida del mexicano, alguien tocó la puerta de la casa. Bugs, dando un último sorbo a su café, se levantó para ver quién era. Después de abrir la puerta, vio a una de sus vecinas: la Bruja Lezah. Se veía algo agitada.
-Em, ¿qué hay de nuevo, vecina?
-Tengo que hablar con tu invitado. José está aquí, ¿verdad?
José, quien había estado escuchando al conejo, se levantó de su asiento y caminó a su lado al escuchar que lo buscaban. Se sintió un poco nervioso al ver a la mujer en una apariencia muy típica de las brujas. Temió la razón por la cual lo buscaban. Bugs vio cuando el loro se acercó.
- ¡Sí! José, esta es mi vecina, la bruja Lezah.
-No hay tiempo. Acompáñame- indicó Lezah tomando del brazo a José y llevándolo a su casa.
Bugs se preocupó un poco, pero esperaba que no fuera nada grave. Conocía a su vecina y, siempre que alguien la tratara correctamente, no habría razón para temerle. El conejo tomó unas llaves de la mesa cercana a la puerta y se dispuso a salir. Donald se había parado de su lugar y caminó con el conejo, deseando que no se fuera. No quería quedarse solo con Lucas.
- ¿Saldrás? ¿Quieres que vaya contigo?
- Sí, pero voy a ver a Lola. Quería decirme algo importante en privado, aunque siento que se le olvidará.
Donald se decepcionó por la respuesta. Bugs notó su cara. Sabía que no quería quedarse solo con Lucas, y no lo podía culpar. Para intentar ayudarle, sacó un espray y se lo pasó al invitado.
-Supe que es la debilidad de Lucas tras un incidente con el cartero. Sé que lo usarás sabiamente.
Con eso dicho, Bugs salió de la casa, dejando a los dos patos solos. Era lo que Donald menos deseaba.
-Ohhh, fooey.
Pizzarriba
Speedy llevó a Panchito a su restaurante para conseguir su ayuda. No había sido necesario, pues rápido se enteró de que el tío del gallo sembraba tomates y fácilmente podrían arreglar un acuerdo. De todas formas, los Caballeros pensaban viajar a México el día siguiente, y fácilmente Panchito podría hablar de la idea.
- ¡Sabía que podría confiar en ti, Panchito! ¡Muchas gracias!
-Mi jefa siempre me dijo que debía ayudar a quien lo necesitara.
Hablando de ayudar, tenía que regresar con sus amigos. Quería pasar más tiempo con Donald y José, además de mantener un ojo sobre Lucas. Antes de irse, la puerta de la oficina de Speedy fue abierta y, detrás de ella estaba Porky.
- ¡Porky! Justo contigo quería hablar- exclamó el ratón después de bajar de un salto de su escritorio.
-Speedy, te-tengo malas noti-ti-ticias.
- ¿Volviste a poner cocodrilos en la sucursal de Chicago? ¡Ya hablamos de eso!
-Na-na-nada que ver. Ma-Marvin no ha llegado y no hay nadie quien pu-pueda entregar las pi-pizzas.
-Qué raro. Él nunca ha faltado. ¿Me ayudas con eso antes de irte, Porky? Gracias, Panchito, pero déjame ocuparme de eso.
-Yo me puedo encargar- se apuntó Panchito. El ratón y el cerdo lo miraron. Speedy no estaba seguro.
-Ya hiciste de más. Además, seguro tienes que ir con tus amigos a prepararte para la noche.
Y eso era cierto. Aún no habían decidido la canción que tocarían en la noche y debía pasar tiempo con ellos, pero también no podía dejar a Porky hacer el trabajo solo. ¿Entre dos no lo harían más rápido?
-Aún hay tiempo para eso. Además, Porky necesitará una mano, ¿no es así, mi amigo? -Panchito dijo dándole una palmada amistosa al cerdo en la espalda, mostrando una enorme sonrisa en su rostro.
-Su-su-supongo- respondió Porky, algo apenado por recibir ayuda después de lo que le hizo a uno de los mejores amigos del gallo.
- ¡Ese es el espíritu! Ahora vamos- gritó con emoción el gallo, saliendo de la oficina listo para seguir con su siguiente tarea.
Casa de la Bruja Lezah
José entró a la casa de la vecina. Ella le indicó dónde estaba el sillón para que tomara asiento, lo cual hizo. Se sentía nervioso, pues era fácil notar la magia emanada del lugar. Ella debía saber de sus habilidades mágicas, pero le daría el beneficio de la duda. Si Bugs confiaba, ¿por qué él no?
-Seamos rápidos. Mi hijo Gossamer sale de la escuela en dos horas y el tráfico suele agravarse a esa hora- escuchar que ella tenía un hijo hizo a José sentirse con más confianza. - ¿Qué haces en la casa del conejo?
-Vengo de visita con unos amigos. Somos una banda y tocamos en el restaurante del señor Speedy.
- ¿Y por qué conjuraste un fuerte hechizo de magia negra sobre el vecindario?
¿Conjurar un hechizo? José no usó su magia negra para nada, quitando los pequeños teletransportes por la ciudad el día de ayer y silenciar los ronquidos de Panchito en las noches. Él había sentido una poderosa magia presente, pero pensó que provenía de Lezah.
-Não, não. Pensé que la magia provenía de usted.
-Ja. Mi magia no es tan poderosa, y esta está aquí desde que llegaron.
José se sorprendió por la noticia. Sí sentía un aura de magia por la zona, pero él no la hizo. Pocos fueron los lugares donde impregnó su magia como su departamento en Rio o la cabaña de Coot en Quackmore, y definitivamente no lo hizo en Los Ángeles. Entonces ¿quién sería el responsable?
-Puedes no tener malas intenciones, pero si de alguna forma esto se sale de control y mi hijo sale lastimado, te las verás conmigo- amenazó Lezah, apuntando su varita al pico de José. Este trago saliva, pero pronto retomó la compostura.
-Senhora, le aseguro que nada ocurrirá; obrigado pelo aviso.
Sin estar segura de la capacidad del loro lo miró incrédula, pero al poco tiempo cedió. Debería confiar en su palabra. Si Bugs confiaba en él, ella lo haría. José estaba pensando en el posible responsable de la magia, pero algo de pronto regresó a su mente. Con Panchito se había puesto de acuerdo en hacer un pastel para Donald, y se acababa el tiempo. Lezah se dio cuenta de ello
- ¿Pasa algo?
-Tranquila, senhora. No tiene relación. Debo irme para preparar un pastel para meu amigo. Obrigado pero, debo irme.
-Ven a la cocina. Te ayudaré a hacerlo- se ofreció la bruja. Podría dar miedo, pero no era mala (excepto si la hacían enfadar). Podía ayudar al mago y, así, conseguir su colaboración. José aceptó gustoso y pronto ambos comenzaron a hacer el pastel.
Casa de Bugs
Cuando Bugs se fue, Donald guardó rápidamente el espray al ver a Lucas acercarse a él. El pato negro lo miró por varios segundos, dejando incómodo a Donald. Unos diez segundos después frunció el ceño y quitó la mano posada en su hombro.
- ¿Qué tienes?
- ¿Sabes? Eres el único con buen sentido de la moda. Claro, nada comparado con el mío, pero, ese traje de marinero te va bien. ¿Has considerado usar playeras hawaianas? Te quedarán fantásticas a donde quiera que vayas.
Donald sonrió ante el comentario. Podría no apreciar a Lucas, pero le alegraba saber que creía que vestía bien. Sus amigos y su hermana lo criticaban constantemente por su supuesta falta de moda para vestir. Pero Donald tenía el mejor sentido de todos. ¿Cómo una playera hawaiana no era increíble para él? Si Della no hubiera evitado que llevara esa prenda a su viaje con Daisy, seguro le habría encantado.
El residente de Patolandia caminó al sillón y tomó la guitarra de Panchito, la cual comenzó a usar. Sus amigos no estaban presentes, pero podría ir practicando para la noche. Solo logró mover unos cuantos acordes antes de que Lucas se parara detrás suyo.
-Aún no termino contigo. Falta tu segundo regalo.
Un fuerte golpe le quitó la conciencia a Donald. Lucas le había pegado fuertemente en la cabeza con un bate. El pato de plumas negras tomó a su contraparte y comenzó a arrastrarlo por las escaleras a su cuarto, listo para continuar con su plan.
Donald no tardó en volver a despertarse. Él sacudió su cara y abrió los ojos. Le dolía la cabeza, así que intentó pasar su mano sobre ella. Simplemente no pudo. Sus brazos no se podían mover. Había algo fuerte sujetándolo y no tenía la menor oportunidad de moverse. Una vez abrió los ojos supo lo que pasaba. Esta amarrado a una cama y, delante suyo, estaba Lucas.
- ¡Oye! ¡¿Qué está pasando?!
Lucas portaba un celular en sus manos y se veía frustrado. A Donald no le tomó mucho notar que era su celular. ¿Se lo quería robar? ¿Qué quería hacer con él? El pato comenzó a moverse por la cama, intentando desatarse de las cuerdas que lo mantenían preso sin mucho éxito inicial.
-Voy a arreglar tu problema familiar. No te muevas, tal vez si le hablo a tu tío con mi teléfono ahora sí responda.
¿Este era el regalo de Lucas? ¿Resolver las cosas con Rico? Ni de broma. Ese anciano había excedido la línea desde hace mucho. ¿Y cómo conoció de su familia? No le habría hecho esto si desde un inicio no conociera quien era su familia, lo cual era raro pues muy poco se hablaba del sobrino marinero de McPato. Ese pato era más inteligente de lo visto a primera vista, por lo tanto, era peligroso.
Lucas sacó su propio teléfono y marcó al número de Rico. Donald, más furioso que nervioso, intentó sacar su brazo de su cautiverio, comenzando con algunos éxitos. Poco a poco se podía mover un poco más. Mientras tanto, escuchó otro quejido de su secuestrador. Parecía haber fracasado, por lo cual Donald sonrió.
-Mi tío es un testarudo egoísta. No creo que sepa usar un teléfono.
-Eso explica por qué tanto odio. ¿No has pensado que la culpa de su pelea tal vez haya sido, no sé, tuya?
- ¿Qué?
-Sí. Si es cierto eso de tu tío, deberías tenerlo más en cuenta.
¿Podría ser verdad?
Todo fue más complicado tras lo sucedido con FOWL. Bradford intentó usar a Donald y su opinión sobre las aventuras para destruir a la familia de Rico y detenerlo para siempre. Volvió a intentar destruir la familia desde dentro, pero Donald no fue tan bobo como para caer en la misma trampa dos veces.
Al final derrotaron a Bradford, dejando a FOWL como pequeños grupos sin cohesión. Tras la muerte de Garza Negra, pocos quedaron deseando reunificar a FOWL como Pico de Acero. El Fantasma de la Tinta se escondió, tal vez para seguir buscando venganza contra Mágica. Don Combate, a pesar de estrellarse, regresó poco después a ser un pirata aéreo y asaltar los aviones de su camino.
Tal vez el villano más incómodo de la familia fue Águila, la madre de Rosita. Tras lo sucedido decidió tomarse un tiempo por el mundo en lugar de regresar a la mansión con su madre e hija. Rico dudó de ello y pensaba que en realidad seguía con sus actos de villana. Parecía difícil para ella separarse de esa vida.
Después de sufrir por los engaños de Bradford, la familia logró recuperarse, pero seguía en un estado muy frágil. Rico en verdad pensó que Donald lo traicionaría. Un poco de ese temor se quedó con él y explotó todo durante el cumpleaños de Donald, cuando el pato más rico del mundo vio amenazado lo que él era.
¿Lucas sabía eso? ¿Conocía todo lo sucedido con FOWL? ¿Era Donald parcialmente responsable?
No. Su tío siempre desconfió de él. Que le haya quitado el título del pato más rico del mundo y los dioses le otorgaran el título del mayor aventurero de la historia en su cumpleaños debió haber hecho a Rico orgulloso, no celoso. Si alguien debía pedir disculpas era McPato, no Donald. Su tío debía dejar su egoísmo atrás, para bien.
-Te estoy haciendo un favor, Donald. Mándale un mensaje.
Donald no soportó más y, con el suficiente tiempo, logró desatarse. Cuando dejó de ser sujetado por su trampa, no tardó en abalanzarse contra Lucas, tirando a ambos al suelo. Lucas gritó de una forma muy aguda. Los oídos de Donald se molestaron, y fue ahí cuando recordó aquella cosa que le dio Bugs. Escondida entre sus prendas, el pato sacó el espray y lo rozó sobre los ojos de Lucas. Este continuó con sus gritos y dejó de forcejear con Donald, pues sus manos eran requeridas sobre sus ojos. Él se quedó moviéndose de un lado a otro en el suelo.
Donald ya no vio necesidad de continuar con la violencia, por lo cual simplemente tomó su celular y lo guardó.
- ¿Sabes qué necesitas hacer tú? Alejarte de mí y mis asuntos.
El pato salió del cuarto, dejando a su contraparte en el suelo de su propio cuarto, gritando de dolor.
Tanque repartidor de Pizzarriba, calles de Los Ángeles.
Panchito seguía preguntándose el porqué del extraño vehículo para repartir pizzas de Speedy. ¿Por qué un tanque y no una moto como cualquier otro establecimiento de comida? Debería preguntarle al ratón cuando volviera a verlo. No le pudo preguntar al regresar el tanque al establecimiento pues, como siempre, Speedy iba de un lado al otro, atendiendo a los clientes y organizando su negocio. Tal vez en la noche habría oportunidad.
Una vez regresaron el transporte, Porky se ofreció a llevar a Panchito a la casa de Bugs, solamente debía esperar un poco, pues una llamada molestó al cerdito. El gallo se subió al coche y esperó.
A través de la ventana observó al cerdo con una sonrisa. No pudo escuchar completamente la conversación, pero no tardó mucho en notar que era con un “alguien especial”. Eso le dio una sonrisa al mexicano. A pesar de no contar con novia, a diferencia de sus mejores amigos, siempre le había interesado el tema del amor. Cuando alguien era feliz, Panchito era feliz.
Porky pronto colgó y, con una sonrisa, guardó su celular. Una vez sucedido eso, el cerdo entró al vehículo. Cuando lo encendió, su sonrisa desapareció. Panchito se molestó por ello. Todo el día que han pasado juntos, el cerdo no le había sonreído. Parecía como si estuviera incómodo ante su presencia. ¿Cómo era eso posible? Panchito era el más alegre de todos, capaz de sacarle una sonrisa a cualquiera cerca de él. A pesar de la conversación que intentó dar, Porky siguió igual.
- ¿Pue-pue-puedo pregunta-ta-tarte algo?
Aunque Porky solía tartamudear demasiado, esta vez el gallo sintió nerviosismo en su voz. ¿Qué le hacía sentirse nervioso? Tal vez lo descubriría en la charla.
- ¡Lo que tú quieras, mi amigo! ¿En qué te puedo ayudar?
Porky estuvo unos segundos callado, moviendo constantemente sus manitas en el volante. Seguía tímido, y comenzó a arrepentirse por preguntar, pero tal vez era una buena solución a su problema.
-S-s-si tú tu-tuvieras un amigo q-q-que-que te-te-te usa y ma-ma-ma-mal-maltrata, ¿qué-qué harías?
Panchito ya entendía lo que sucedía. Porky solía ser abusado por un amigo suyo. Eso era lo que lo molestaba. Tal vez también eso lo molestó la noche pasada, cuando repentinamente se fue de la cena en el restaurante. Bueno, el cerdo era suertudo por consultar al mexicano. No debía saber más. Ya tenía exactamente las palabras de consuelo en su pico.
-Porky, muchas personas son egoístas y van a querer usar a los demás para su propio beneficio. Tienes que enfrentarte a esa persona directamente y decirle cómo te sientes. Tú eres valioso y, si él no lo puede ver bueno, es su problema, no el tuyo.
Otro silencio siguió. Porky se dio el tiempo para digerir las palabras. Comenzó a recordar todas aquellas veces donde Lucas lo maltrató. Él lo engañó para comprarse un yate, lo difamó públicamente en una campaña política, rompió su pierna y coche, lo convirtió en un sirviente, y ahora quería que lo ayudara a difamar tres individuos que no eran malos en lo absoluto, ¿por celos? ¿Por qué era tan fácil de usar? Y todo por un título de mejor amigo que nunca venía. Un coraje brotó en el cerdo, no muy común de ver. El cerdo respiró, no deseando liberar su sentimiento delante de su nuevo amigo. Lo volteó a ver y miró esa sonrisa que el gallo siempre portaba. Tenía razón, y tocaba hacer frente a Lucas finalmente.
-Gracias- le respondió el cerdo. Su nuevo amigo asintió en señal de estar feliz de ayudar.
-Oye, si ese “amigo” es un problema, puedes llevarme con él a charlar.
-N-no. Es algo que debo ha-hacer. Y-y-y-y mejor te llevo a-a-a-al hogar de B-B-B-Bugs.
Después de la plática y el consejo, Porky comenzó a conducir por las calles de la ciudad para dejar a Panchito con sus amigos, quienes probablemente se debían preparar para su última noche.
Acera de la Casa de Bugs
José salió de la casa de Lezah con el pastel listo en sus manos. Al no poder inclinarse o quitarse su sombrero o besar la mano de la dama que le ayudó, solamente se conformó con despedirse en su idioma natal. Con suerte, Panchito ya habría regresado y, junto a Donald, finalmente celebrarían apropiadamente el cumpleaños de su amigo.
Mientras comenzó a caminar por la acera a la casa donde los invitaron, vio un coche estacionarse fuera de la casa de su anfitrión. De él bajaron el cerdito Porky, a quien conocieron el día anterior, y su amigo mexicano. Mientras Porky caminó a la casa de Bugs, Panchito vio al papagayo y corrió a ayudarlo.
- ¡Compadre! ¿No es muy grande el pastel?
-Talvez. La dama que me ayudó los suele hacer así para su hijo.
Zé seguía pensando en la advertencia de Lezah. Aunque la magia solía tener una especie de firma, esta parecía ser combinación de varios individuos. Pensó inmediatamente en Felldrake y Sheldgoose, pero no podía identificarlos. Años atrás él y sus amigos se enfrentaron a ellos, y desde entonces habían estado desaparecidos. En cualquier caso, no quería seguir pensando en eso. Les diría a sus amigos después, pero por ahora no los quería preocupar. ¡Estaban ahí para celebrar!
Mientras ambos cargaban el pastel, vieron a su otro amigo Donald salir de la casa de Bugs. Inmediatamente, por la posición de sus manos y su espalda, así como el movimiento de su pico, supieron que tuvo uno de sus enojos. Donald, aún así, inmediatamente los vio y se acercó a ellos. La sorpresa del pastel ya no sería tanta sorpresa. Intentando olvidar lo sucedido, habló con los latinos.
- ¿No es muy grande el pastel para los tres?
- ¡Donald! ¿Qué fue lo que pasó amigo? Parece como si un demonio de Tasmania te hubiera atacado- exclamó Panchito. Pensándolo bien, esa parecía una posibilidad muy factible, pues Poochie era eso y no parecía llevarse bien con el pato.
-Sim, Donald. ¿O que te aconteceu?
Donald quizo ocultar lo sucedido a sus amigos, pero no era lo adecuado. Sus amigos siempre lo descubrían y, si no era así, lo molestarían constantemente para ello. No los podía culpar, solamente estaban preocupados y querían ayudarlo. ¿Cómo su mala suerte lo llevó a conocer gente tan extraordinaria? Sin embargo, no quería hablar del tema. Se los contaría todo, pero después.
-Fue Lucas, pero les digo después. ¿Podemos ir a otro lugar a practicar?
Al menos les contó algo sobre lo sucedido. El otro pato iba a pagar por lo que haya hecho. Panchito quería ir con él a golpearlo, pero decidió no hacerlo. Querían festejar con Donald y, si él ya estaba dispuesto a olvidar el incidente por un tiempo por ello, ellos debían hacer el mismo esfuerzo. Ya después sería tiempo de descubrir lo sucedido.
-Muito bem. ¿A dónde vamos a ir? No puede ser en el establecimiento del señor Speedy, ¡debe estar lleno de clientes!
Panchito se puso a pensar un momento. Coincidentemente vio a Porky salir de la casa de Bugs. De cierta forma lo vio más tranquilo, lo cual le alegró. A la vez, tuvo una idea.
- ¡Ey, Porky! ¿Conoces un lugar donde mis amigos y yo podamos festejar y practicar para la noche?
Porky salió de sus pensamiento y vio que Panchito le hablaba. Se acercó a las aves para hablar sin la necesidad de gritar.
- ¿Po-po-por qué? ¿No pueden e-e-en el lugar de-de-de-de Bugs?
-Donald se siente incómodo al estar aquí y no queremos molestar al senhor Speedy en su establecimiento.
Porky entendía. Finalmente, Lucas hizo su jugada, la cual no salió bien, y ahora querían estar lo más lejos posible de él. Y tenía el lugar preciso donde podían ir.
-Pu-pu-pu-pueden ir a mi ca-casa. ¡Vamos yo-yo l-l-los llevo!
-No queremos ser una molestia. Seguramente debes realizar otras cosas más importantes que atendernos- respondió José, no queriendo ser una carga para el cerdo.
-N-no son u-una carga. Es m-m-más, normal-normalmente me-me-me siento muy so-so-solo. Tener co-compañía musi-musi-musical será un cam-cam-cam-cambio bu-bu-bueno.
Porky, alegremente, ayudó a los Caballeros a subir el pastel a su coche, y el grupo se dividió entre el vehículo de Donald y el de Porky para ir al hogar del cerdo. Con sus instrumentos, llenaron con ritmo el camino, y seguirían haciéndolo en la casa del cerdito mientras todos celebraban a Donald, quien lo necesitaba más que nadie. En su estancia ahí, Donald se abrió un poco más sobre lo sucedido con Lucas, y Porky admitió que él era aquel mal amigo. Panchito fue el más enojado por ello. Al menos, tomando en cuenta lo que Donald dijo del espray, había recibido cierto merecido.
Mientras tanto, Lucas estaba en su cuarto aún tallando sus ojos tras la rociada que le dio Donald. Además de tener su cuerpo dañado por la pelea, su espíritu sufrió un destino similar con la llegada de Porky.
Este llegó furioso tras la partida de Donald. Comenzó a gritarle al pato, recordándole todas aquellas veces que lo “humilló”. Porky hizo claro su deseo no querer volver a hablar con él nunca más. Lucas jamás lo había visto así. Antes habían peleado, pero algo se vio distinto con su amigo. Se veía decidido, y con esa fortaleza tomó el valor de votarlo.
Bajo la mirada de Lucas, Porky en definitiva era un mal amigo. Todo aquello habían sido bromas insignificantes, nada que los amigos no hicieran entre sí. Si Porky no lograba aguantar esa forma de llevarse, ¿cuál era la culpa de Lucas?
De cierta forma se sintió culpable, pero después decidió borrar ese sentimiento, pues la culpa era de los demás. Los Caballeros, Porky, Donald y muchos más. Lucas solo hacía lo necesario por demostrarle a todos lo que valía. Seguro si hablaba con su amigo, el Gallo Claudio, lo entendería todo.
Las palabras de Porky se quedaron en su mente. Lo llamó un solitario en busca de atención y capaz de hacer lo que fuera por ella al costo de los demás. ¡Tonterías! Él se conocía a sí mismo y jamás hacía esa clase de cosas. Por ejemplo, lo ocurrido con Donald era porque guardaba cosas y quería mantener a Bugs y sus demás amigos a salvo. Porky dijo que solo lo hacía por los celos de ver a Donald en una relación más exitosa con sus amigos que las suyas. Completamente falso, pues la relación de Bugs y Lucas era la más sana de todas. Jamás tendría celos por algo así.
¿Verdad?
Los pensamientos de Lucas se interrumpieron por una piedra lanzada contra su ventana. Si no era suficiente lidiar con tantos problemas, ahora su vecino, Sam Bigotes, estaba rompiendo su ventana. Debería demandarlo. Al ir por la roca, la levantó y vio que tenía un mensaje escrito. Con ello se percató del verdadero responsable: Marvin el Marciano.
La letra solo lo llamaba para verse afuera de la casa. ¿Marvin no debía estar en el trabajo? Probablemente se fue temprano para preguntarle a Lucas cómo mejorar en los bolos, pues ambos jugaban en el mismo equipo y, como él era el mejor, su amigo marciano claramente lo admiraba y deseaba aprender de él. Típico de Marvin.
Queriendo mejorar un poco su día, Lucas bajó y salió de la casa para encontrarse con Marvin. Este lo esperaba afuera y, con la palma de su mano, le indicó seguirlo. Marvin estacionó su nave espacial en medio de la calle, e invitó a su amigo a pasar. Para parecer pequeña por fuera, dentro era muy espaciosa. El marciano se sentó en el espacio de conductor e invitó al pato a sentarse en el lugar del copiloto.
-Entonces, ¿aquí quieres que te pase mis secretos de bolos?
-No, no Lucas. Tengo una propuesta que tal vez te interese.
-Uhhhh, ¿un premio Nobel? ¡Espero que sea más brillante que el de Bugs!
- ¿Qué? ¡No! Te quiero dar la oportunidad de vengarte de Donald.
Marvin sabía, de alguna forma, lo sucedido con Donald. Lucas habría sospechado de no haberse visto interesado por la propuesta. Dejó que el marciano continuara.
-Un contacto quiere que capture a los Caballeros por él, pero voy a necesitar ayuda para llevar a cabo mi plan. Te compartiré una parte de la recompensa.
Lucas se vio tentado, pero no se sentía bien. Por supuesto, quería demostrarle a Donald que era superior, y tener una buena ayuda de Marvin, no como la de Porky, sería bastante bueno. Aún así, todo este plan y el secretismo no se sentían correcto.
-Sé que quieres, Lucas. Sé lo que pasó con Porky. Tú no mereces esa clase de trato. Conmigo te apoyaré en lo que quieras, si tú me ayudas, claro.
Apelar a su ego ayudó. Lucas sonrió.
-Marvin, siempre fuiste un amigo de confianza. Pero tendremos que…
-Ya tengo un plan. Y tú serás mi Dodgers- interrumpió Marvin antes de verse subordinado en su propio plan.
- ¿Dodgers? ¿Qué es eso?
-Dodgers es el grado de capitán en el planeta Marte. Es uno que trae mucho respeto.
-El Pato Dodgers. Suena bien, ¡me gusta!
Pizzarriba
Después de practicar y celebrar con Donald acompañados de Porky, los cuatro fueron a Pizzarriba, listos para dar su última noche en Los Ángeles. Al llegar, el lugar estaba más lleno que el día anterior, pues habían hecho un buen trabajo en atraer al público. Por supuesto, no reconocieron todas las caras, pero en la misma mesa vieron a Bugs, Tina y Lola. Porky fue a unirse con ellos. Donald estuvo muy feliz de no ver a Lucas. También vieron a Speedy y sus empleados junto a tres niños, al parecer hermanos, cuya especies no lograron reconocer.
- ¡Chicos! - saludó Speedy, quien en menos de un segundo se acercó a ellos. - Quiero presentarles a Yakko, Wakko y Dot. Son huérfanos y les buscamos unos padres.
Mientras tanto, la niña Dot sacó cómicamente un pay de su falda y comenzó a perseguir a sus hermanos a través del establecimiento, con la intención de lanzarlo a ellos. Donald no pudo evitar hacer la comparación de ellos con sus sobrinos. Tal vez él podría encargarse de ellos.
-No.
Donald miró a sus amigos, quienes lo miraban con sus brazos cruzados. ¿Qué había pasado por sus cabezas?
- ¿Qué?
-No vas a adoptarlos. No podrás cuidarlos en nuestro viaje y no todos entramos en tu auto- le dijo José, tomando a su amigo del hombro y comenzando a caminar a otro lado- ¡ya tienes a diez sobrinos! ¿Para qué más?
Donald no tenía la intención de adoptarlos, pues tenía en su mente todos esos problemas. Pero no se podía resistir a la mirada de unos niños en busca de un hogar. De la misma forma veía a Gosalyn, la hija de su amigo Drake Mallard, o a Rosita, aunque ella sí era su sobrina honoraria. ¿O tal vez sí los quería adoptar como hizo con Rosita?
-Pero…
- ¡Nada de peros! ¡El público ya no puede esperar a Los Tres Caballeros! - exclamó Panchito, llevando a sus amigos al escenario, listos con sus sombreros.
Con el público comenzando a guardar silencio, los amigos tomaron sus posiciones y guitarras. Panchito le puso a cada uno sus sombreros para cantar su canción característica. Una vez Speedy agradeció la presencia de todos y presentó a sus invitados, estos comenzaron a cantar.
Las luces se apagaron y el sonido de la guitarra inundó el lugar. La luz iluminó a cada uno de los Caballeros. Donald fue primero en su característico azul con un contrabajo, José lo siguió quien, a pesar de tener su sombrilla, usaba una guitarra, al igual que Panchito. El gallo fue el último en ser iluminado. Los tres tocaron sus instrumentos y, como los amigos que eran, cantaron al unísono.
- ¡Somos los tres charros! ¡Los Tres Caballeros! ¡Y nadie es igual a nosotros!
- ¡Felices amigos, siempre vamos juntos! ¡´Onde va el primero van siempre los otros!
Las tres saltaron sobre un pie mientras estaban juntos, y levantaron sus sombreros en su clásica pose. Luego gritaron y corrieron por el escenario, para después volver a juntarse y seguir bailando.
- ¡Tres felices cuates, que portan sarapes, bajo galoneados sombreros!
Otra interrupción. Panchito comenzó a gritar mientras Donald lo veía emocionado y José bailaba a su estilo brasileño. Al terminar, Panchito sacó una moneda de su bolsillo.
- ¡Valientes brillamos como brilla un peso!
- ¡¿Quién dice?!- interrumpió Donald, conociendo de memoria esa parte tras haberla practicado miles de veces en el pasado.
- ¡Nosotros! -respondieron Panchito y José.
- ¡Los Tres Caballeros! -volvieron a cantar al unísono- ¡Ayyyy, nos guían las estrellas! ¡Con nuestras guitarras, tocamos así!
Al hablar de las estrellas, los tres se inclinaron y señalaron el cielo. Donald estuvo a punto de caerse de no haber sido por las rápidas manos de sus amigos. Luego tocaron sus guitarras, y en el caso de Donald el contrabajo.
- ¡Cantando y bailando! ¡La samba, ay caramba!
- ¿Y qué es “ay caramba”? -preguntó José. Aunque esa pregunta era parte del acto, genuinamente desconocía el significado de la palabra. Tal vez algún día recibiría una respuesta.
-Pues hombre, no sé- respondió Panchito expresando su desconocimiento. Todos volvieron a cantar juntos.
- ¡Ayyy! ¡Con rayos y centellas, vamos siempre unidos, como abeja y miel!
- ¡Los Tres Caballeros!
La canción concluyó con un largo canto por parte de Panchito. Justo al terminar, los tres amigos se inclinaron al público, quien recibió el número con pasión. Estaban listos para la siguiente canción.
Pero, sin ninguna advertencia, las puertas fueron abiertas con un fuerte disparo. Algunos gritaron por la sorpresa, y al voltear observaron a un hombre pequeño, su cara completamente negra y con un casco de estilo romano color verde. En su mano tenía una especie de pistola alienígena.
-Caballeros, vengo por ustedes.
José no pudo evitar recordar aquellos días de pelea y aventura con sus amigos en el colegio. Al lado de sus amigas Rosa, Blanca y Celeste, así como con Ari y Xandra, viajaron alrededor del mundo en peleas contra Felldrake, quien siempre se refería a ellos así. La situación le parecía similar.
La gente se hizo a un lado mientras el villano caminaba, armado, con dirección a los amigos. Speedy rápidamente se interpuso.
- ¿Qué crees que estás haciendo? ¡Arruinas el espectáculo! ¿Por esto no viniste al trabajo hoy?
-A un lado, terrícola. Mis planes han ido mucho más allá de un simple servicio de comida.
Marvin pateó a Speedy, quien cayó cerca de la mesa de Bugs. El conejo tomó a su amigo y lo ayudo a sentarse. Se veía lastimado. No podía dejar que Marvin, quien era su amigo, hiciera esto. Se levantó con intención de enfrentarlo.
-Marvin, ¿qué clase de mosca te ha picado?
-Fuera de mi vista, conejo. Tu actuación sería muy pobre.
Bugs estuvo a nada de golpear al marciano hasta que vio a los Caballeros acercarse a él sin temor. Al parecer no le tenían miedo. Ojalá esa arma no les hiciera cambiar de parecer. Tina rápidamente tomó a Bugs. Aunque ella seguro quería golpear al loco al igual que él, no parecía ser una buena idea.
Marvin vio a los Caballeros acercarse a él. Aunque eran algo más altos, sabía que su arma y su plan secreto lo cubrían.
-Bien, me gusta cuando cooperan. Síganme y será mejor que no intenten nada gracioso.
Al terminar la frase, José golpeó a Marvin en la cara abriendo su sombrilla. Por la confusión dio unos pasos atrás. Luego sintió que rompían madera contra él. Panchito había golpeado al villano en su espalda con el contrabajo de Donald. Finalmente sintió un fuerte golpe en su casco, haciendo que este se atorara en su cabeza. Fue Donald, quien con un simple golpe de su puño lo consiguió.
Marvin terminó por perder el equilibrio y cayó al suelo. Todo el mundo alrededor comenzó a reírse por su pobre desempeño. Se estaban burlando de él. Les enseñaría. Después de acomodar su casco, con su pistola intentó localizar a los Caballeros, pero Donald, aplicando sus instintos tomó el arma y le disparó al mismo marciano con ella. Marvin se cubrió de polvo, por lo cual se sacudió para regresar a sus viejos colores. Esto no salía tan bien.
-Hemos enfrentado peores cosas. Tendrás que hacer algo mejor si quieres derrotarnos- señaló Donald al lado de sus amigos.
-Eso ya lo sé, Caballeros. Por ello tengo otro plan. ¡Dodgers!
Desde el otro lado de la rota puerta se mostró un enorme láser. Sobre la máquina había un pato negro, vestido con un traje verde y una especie de bola amarilla sobre su cabeza. Portaba una capa roja, la cual se movía con el viento. Dodgers apuntaba el láser a los Caballeros.
- ¿Lucas? -gritaron los amigos del pato, sin poder creer que haya llegado a esa clase de externos.
- ¡Bugs! ¿No sabes lo que es la identidad secreta?
- ¿Qué haces ahí? ¡Baja en este instante! -le gritó Tina, tratando de obligar a su novio de recuperar un poco de sensatez.
- ¡No! ¡Esta es mi oportunidad de sacar a estos impostores de aquí!
- ¿Sigues con eso? ¡No son ni familiares de millonarios ni magos ni aventureros! ¡Son una banda!
Los Caballeros se quedaron atónitos ante eso. ¿Lucas sabía todo eso de ellos? ¿Cómo lo supo? Es decir, tal vez la familia de Donald era lo más fácil de descubrir de los tres, pero era imposible conocer el secreto de José o siquiera sus aventuras como los Caballeros. Rico, uno de los patos más listos del planeta, tardó años en descubrirlo. ¿Cómo Lucas lo sabía?
-Eso no importa. El rayo que maneja Dodgers es capaz de explotar todo el edificio, así que todo queda en sus héroes. ¿Dejarán que todos estos inocentes mueran o se van a entregar?
Lucas no estaba enterado de esto. Marvin no le dijo nada. Solamente le dejó usar el arma más grande. Sabía que Donald no se iba a rendir. ¿Tendría que disparar el arma contra sus amigos entonces?
Lucas dio un vistazo entre las caras. Porky estaba ahí. Ahí la realización le cayó al pato. Se había excedido, como siempre. Pero esta vez, se dio cuenta antes de pasar el punto de no retorno. Debía hacer algo. No podía dejar que ni Porky ni Bugs ni Tina sufrieran por su inmadurez.
- ¿Sin respuesta? Está bien, Dodgers, dispara el arma.
-No.
Marvin volteó desconcertado. Había perdido la lealtad de su subordinado. Era un cambio nuevo, uno que esperaba no tener que contar.
- ¿Qué?
-Duck Dodgers no trabaja con villanos.
-Tu plan ha fallado, Marvin. Ríndete antes de quedar humillado- amenazó José, pegando sus sombrilla al marciano.
- ¡Sí! ¡Te superamos en número! -agregó Panchito, preparando sus puños, en cualquier caso.
-Eso es lo que creen. Al parecer debo hacerlo todo yo.
Marvin presionó un botón, el cual hizo que el láser comenzara a prepararse. En breves segundo iba a disparar. Lucas debía hacer algo. Presionando botones y moviendo el cañón, logró desviarlo al último minuto. Justo el disparo le dio a un coche estacionado en la calle, el cual se derritió por completo. Lucas se sintió aliviado. No sabía qué habría hecho de haber visto a sus amigos derretirse.
- ¡Mi auto! - gritó Donald.
El pato perdió control y gritando inentendiblemente y haciendo su típico baile enfurecido, decidió desquitarse con Marvin. Al final, él era el responsable de todo. Marvin se sorprendió al ver el ataque, pero inmediatamente reaccionó.
-Activando subrutina de autoconservación.
Tras activar otros botones, surgió un escudo de fuerza entre el y el pato. Donald golpeó con la cabeza el escudo, perdiendo el balance durante algunos segundos y cayendo al suelo. Panchito fue rápidamente a ayudarle a levantarlo, mientras José miraba al marciano retirarse.
Detrás de Marvin surgieron algunos pájaros verdes con otras pistolas láser, con las cuales comenzaron a disparar a los Caballeros. Se tiraron al suelo intentando evadirlos, pero parecía que pronto les darían.
Los disparos cesaron y Donald miró el porqué. Duck Dodgers, portando su capa, comenzó a golpear a los vasallos de Marvin. Como los atacó por sorpresa, logró desarmarlos y enfrentarlos mano a mano. Donald se sorprendió, pues no sabía que Lucas era capaz de pelear tan bien. Tal vez solo sea el hecho de que se sienta un superhéroe y su ego se ha subido.
Rápidamente los Caballeros se unieron a su aliado. Panchito usó su lazo para juntar varios marcianos y lanzarlos a la calle. José usó como espada su sombrilla. Donald se unió en combate mano a mano con Dodgers, logrando pelear bien juntos.
Marvin vio al grupo de héroes, al lado del traidor, derrotar a sus fuerzas. No era posible. Sus planes se iban acabando, y en la desesperación al verse amenazado por los Caballeros y Dodgers, movió su carta más poderosa.
-Si así lo quieren. Mi láser en el espacio deberá ser suficiente para destruirlos a todos.
Donald, al terminar de pelear con sus marcianos, corrió contra Marvin. Él debía ser capaz de desviar el láser. No podía hablar en serio sobre ello. Al correr contra él salió de Pizzarriba, ya inútilmente pues Marvin se había subido a su nave y estaba yendo lejos. Una enorme luz, proveniente del espacio se posó sobre el lugar. Debía ser una mira. La amenaza era real.
Sus amigos y Dodgers fueron detrás de él. Todos vieron un lejano punto en el espacio, listo para disparar. Este era el fin. Donald comenzó a sentirse culpable. De haberse entregado en un inicio, todo esto se habría evitado.
- ¡Esto es tu culpa!
Donald se asustó al oír la acusación de Panchito, pero cuando volteó, el gallo estaba a punto de desplumar a Lucas. El gallo estaba enfadado, deseando quitarle el pico a Lucas.
-Eres un egocentrista, mentiroso y terrible persona. Lastimaste a Donald y a Porky, ¿por qué? ¿Celos? Ellos son mil veces la persona que tú serás. De no haber sido por tu estupidez, ¡ese loco no habría podido hacer su plan!
-Lo sé.
Lucas activó un cohete en su espalda y comenzó a elevarse, con dirección al espacio. ¿Qué estaba haciendo? No podía sacrificarse para salvarlos, ¿o sí?
- ¡Espera, Lucas! ¡Panchito no hablaba en serio! -intentó solucionar José al ver al extremo al cual llegó la situación.
-Ehh, todo eso era verdad, José- le respondió Panchito, sin tener un remordimiento de lo que dijo. Aún así, tal vez pronto debería tragar sus palabras.
Lucas no podía soportarlo más. Lastimó a Porky, a Donald, y estuvo a punto de hacer lo mismo con prácticamente a todos aquellos a quienes amaba. ¿En qué estaba pensando? ¿Qué le importaba si Donald tenía una relación con amigos exitosa? ¡El podía tenerla! Pero era su problema desaprovecharla. Por esta noche, cuando tuvo la oportunidad, decidió hacer lo correcto.
No le importaba si moría. Si Bugs lograba sobrevivir y contar su historia, si Porky lograba perdonarlo y si Lola le llevaba algo a su tumba sería suficiente. Luego Lucas pensó en Tina. No la quería dejar, pero no la quería dejar morir. Tan solo esperaba que encontrara a alguien con quien ser feliz si él se iba.
Duck Dodgers se puso un respirador espacial cuando comenzó a quedarse sin oxígeno. Por suerte se movía rápido, y estaba a nada de llegar al satélite con el rayo. Pero no lograría alcanzarlo. Fue ahí cuando decidió detenerse. Con su mano se quitó el pico y calculó su lanzamiento. Solo tenía una oportunidad. Rezando por tener éxito, lanzó el pico a la boca del láser.
De milagro, el pico cayó justo donde Dodgers quería. Este se cerró, y cuando el rayo debía disparar, el pico comenzó a llenarse, como si estuviera guardando aire. El pico se tragó el láser, pero de los orificios nasales salieron dos rayos, mucho más pequeños, los cuales no cayeron en ningún lugar de la Tierra. El mundo se había salvado.
Lucas respiró con orgullo. Voló para recuperar su pico, el cual volvió a poner en su cara, y volvió a volar hasta Los Ángeles. Con suerte, sus seres queridos podrían escucharlo y disculparlo.
Los Tres Caballeros, al igual que el resto de la gente en el restaurante, miraban al cielo. Dodgers acababa de volar al espacio y de alguna forma detuvo el disparo. Ahora solo esperaban verlo volver, si es que sobrevivió.
Donald se sintió mal. Sí, Lucas había sido un idiota, pero en el fondo no buscaba nada malo, solamente quería ser querido. El pato se preguntó si pudo haber terminado como él, en caso de no haber tenido una hermana o su tío en su infancia. ¿Dónde habría quedado de no haber ido a la preparatoria con Mickey y Goofy, o a la universidad sin José y Panchito? ¿Sería igual que Lucas?
Porky era tal vez quien más deseaba ver a Lucas. A pesar de todo el mal que le hizo, se había encariñado del pato. Finalmente era su amigo, y al parecer finalmente descubrió el verdadero él. Solo lo quería ver regresar sano y salvo, sin ningún rasguño.
Pasaron los minutos, y la gente comenzó a perder la esperanza. Tina, aunque no lo quería admitir, sentía su corazón roto en dos. Ella estaba junto a Lola, quien no podía dejar de llorar. Bugs estaba al lado de ellas, con una lágrima comenzando a pasar por su mejilla de conejo. Perdió a su mejor amigo. Por más molesto y criminal que fuera, lo quería.
Pero, cuando la gente dejó de mirar al cielo, algo se escuchó. Un sonido se daba y después paraba, proveniente del cielo. Todos voltearon, esperanzados. Recompensando su esperanza, un pato vestido de verde descendía con mucho cuidado, activando y desactivando su cohete para no golpear el suelo y no perder todo el combustible. A pesar de sus precauciones, su cohete dejó de reaccionar y comenzó a caer sin control a una muerte segura.
José, con un ojo tan perceptivo, notó ello. Usando su magia a escondidas mientras la vista de todos estaba desviada, logró reactivar el cohete de Dodgers, quien logró finalmente tener un aterrizaje algo fuerte en la calle. Sus amigos más cercanos corrieron a él para ayudarlo.
Lucas lo logró y aterrizó. Estaba exhausto y abrió los ojos, para sonreír al ver a todos los que le importaban viéndolo, preocupados genuinamente. Entre ellos estaba Porky. Lo había logrado.
- ¡Lucas! ¿Estás bien? -preguntó preocupada su novia. Debía respetarla más en el futuro.
-Sí…solo quiero…dormir…
Lucas cayó dormido, no tardando mucho en roncar. Al menos así sabrían que sigue vivo.
Casa de Bugs
Lucas despertó en su cama al día siguiente. Poco a poco los recuerdos del día anterior regresaban a su cabeza. El estrés, el frio del espacio, el temor a fallar. Por suerte, todo terminó bien.
Al abrir sus ojos, notó que estaba en su acuarto. Debieron llevarlo ahí tras desmayarse. Se levantó de la cama, aún adolorido de los músculos. Última vez que hacía trabajo de superhéroe si esos eran los dolores con los que debía lidiar. Ya no llevaba el traje puesto, pues este estaba sobre una silla en su habitación. Abrió la puerta de su cuarto, hambriento, y bajó las escaleras a la cocina para comer algo del refrigerador. Estaba tan hambriento que no le importaría comerse un pay de zanahoria de Bugs.
Cuando dio la vuelta en la cocina, se sorprendió al ver no solo a Bugs y a Speedy. Los Caballeros, Porky Tina y Lola estaban también ahí, escuchando a Lola y Bugs hablar. Lucas se quedó callado un momento, sobre todo por curiosidad.
- ¡Bugs! ¡Ya recordé lo que te iba a decir ayer! Creo que te gustará.
-Por favor que no sea un viaje para los dos.
- ¡No! Aunque tal vez con el dinero de tu nuevo trabajo puedas pagarlo.
Lola le pasó un volante a su novio, quien comenzó a leerlo. Era una búsqueda de actores para…
- ¿Estudios McPato?
- ¡Sí! Has querido ser un actor, ¿no es así? ¡Es tu oportunidad!
Donald se sintió incómodo por la conversación. Aún quería pasar tiempo lejos de su tío, y tener esta clase de conversaciones no le favorecían en nada. Para su fortuna, fue en ese momento cuando Tina se levantó tras darse cuenta de la presencia de su novio. Fue rápidamente a abrazarlo.
- ¿Cómo te sientes? ¿No tienes algún dolor? ¿Molestia?
- ¿Cuenta estar hambriento? ¿Qué hacen todos aquí?
Bugs tomó inmediatamente unos de los panqueques del día pasado y se los entregó a Lucas, quien comenzó a comer. Los demás al parecer ya lo habían hecho, por lo cual solo se quedaron ahí para seguir hablando.
- ¡Ay, Lucas! ¡Ya eres un superhéroe! ¿Puedo ser tu sidekick? ¿Qué tal ser la…?
-No, Lola, ya hablamos de esto. Es mejor que busques un trabajo de verdad- le negó Bugs, tomando de su taza de café.
-No lo sé. Creo que es bueno salir con un superhéroe. Parece que mi proyecto de restauración del edifico está tomando forma- coqueteó Tina a Lucas, quien hubiera respondido de no haber sido por la interrupción de José.
-Bueno meus amigos. Creo que es hora. El avión saldrá en unas horas y debemos tomar camino. Gracias a todos por recibirnos tan calurosamente.
- ¿En serio no pueden quedarse un día más? Me deben una función después de lo de ayer.
-Ya pagué los boletos para México, no hay vuelta atrás- respondió Donald. No le hubiera molestado quedarse otro día, pero debían irse.
Los Caballeros tomaron su equipaje y se despidieron de los agradables nuevos amigos que hicieron. Donald, sobre todo, se vio más abierto al despedirse de Lucas, lo cual fue mutuo. Una nueva amistad parecía comenzar a surgir. Finalmente, Lucas demostró quién era en realidad en el fondo.
Los amigos, al no tener un coche en el cual irse, aprovecharon que Lola debía irse también para que los llevara al aeropuerto. Solo esperaban que no fuera tan loca en el volante como lo era al conversar. Al mismo tiempo, otro coche llegó a entrar al vecindario, el cual Lucas reconoció al instante. Antes de ir a él, Bugs lo tomó de la espalda.
-Me alegra que te hayas llevado mejor con Donald. ¿No es tan malo, o sí?
- ¡Oh sí! ¡Donald! – gritó Lucas, antes de que el pato se fuera.
Donald volteó a ver a Lucas. Al parecer se quería volver a despedir. Aun así, había algo que se le había olvidado decir.
-Antes de que se me olvide. Nos sobró mucho pastel de ayer y creí que te serviría más a ti que a nosotros. De todas formas, no podemos llevarlo.
-Lo comeré, sí. Lamento haber pensado que tú y tus amigos eran fenómenos. Supongo que decían la verdad y solo eran una banda.
Eso alivió mucho a Donald. Entonces sus suposiciones fueron coincidencias y no sabía nada en realidad. Era bueno, pues así podían seguir guardando su secreto. Pero de la nada, Lucas restregó un papel delante suyo.
-Mira esto…- pidió Lucas, casi cantado. Donald lo tomó y leyó el papel. Era un documento… ¿de adopción?
- ¿Crees que eres tan genial por ser un tío de trillizos? ¡Ahora yo tengo a mis trillizos para cuidar, también!
De la camioneta estacionada, los hermanos Warner bajaron emocionados y corrieron al interior de la casa, peleando todos por tener la habitación principal de la casa.
De alguna forma, Donald se sintió feliz de no haberlos adoptado él mismo. Parecían más peligrosos que sus trillizos, lo cual ya era difícil. Además, Lucas parecía haber movido su espíritu de competencia a algo más sano. ¿Quién sabe? ¿Tal vez hasta demostraría ser una mejor figura paterna? Si nadie lo veía como buen padre por su mal humor, y resultó ser grandioso, Lucas podría conseguir algo similar. O eso esperaba.
- ¡Lucas! - gritó Bugs enfadado.
Tenía muchas razones para estarlo. Lucas acababa de adoptar tres niños que ya estaban desmoronando la casa. Si no había espacio para los invitados, menos habría para niños. Habría más gente que alimentar y, sobre todo, como Lucas no tenía trabajo, Bugs sería quien mantendría a todos. Lucas suspiró y caminó hacia Bugs. En el camino estaba Porky, a quien le susurró antes de comenzar a discutir.
-Oye, Porky, ¿qué es lo que piensas de los sidekick?
Donald rió un poco por la escena entre Lucas y Bugs. Subió la última maleta y escuchó a Panchito gritarle por la ventana.
- ¡Donald! ¡El señor Martínez está esperando a su papi! ¡Será mejor apurar…!
José, molestando a su amigo y no queriendo escuchar sus quejas, cerró el pico de Panchito. Donald podía despedirse, y de todas formas estaba a punto de terminar. Donald, aún así, no quería hacer esperar a sus amigos, por lo cual rápido se subió al vehículo.
Tras una gran aventura en Los Ángeles, los Tres Caballeros estaban listos para ir a Chapala, el hogar de Panchito Pistolas, y visitar a su familia. Ya los conocían, pero ir de visita de nuevo no estaría mal.
Casa de Daisy, Patolandia
Daisy regresó a su casa. Era agotador trabajar con Glamour, pero el dinero y su éxito valían la pena. Esa noche le tocaba cuidar a sus sobrinas Rosa, Blanca y Celeste. Ellas ya tenían la mayoría de edad, y solamente iban a casa de su tía a pasar el tiempo o ahorrarlo, pues era la casa más cercana a su lugar de trabajo. Las tres estaban viendo las noticias. Dedicarse a la comunicación era su pasión desde haber entrado al Instituto Quackmore.
- ¡Tía Daisy! Te llegó esto esta mañana- le dijo Rosa a su tía, entregándole una carta.
Daisy la tomó. Venía de Los Ángeles y venía firmada por… ¿Donald? Inmediatamente la abrió, queriendo saber lo que sucedió. Leyendo la carta se sintió feliz de que estuviera a salvo. Al parecer estaba bien, viajando con sus amigos, como ella sospechaba. Se sorprendió al leer que Donald se sentía preocupado, pues ella no respondía ninguno de sus mensajes. ¡Ni siquiera los había recibido! ¿Era eso de lo que hablaba Ciro?
La carta concluía diciéndole a Daisy que iban a ir a visitar a la familia de Panchito en Chapala, y después recorrerían todo el continente. Necesitaba tiempo lejos de su tío, el cual solo sus amigos se lo podían dar.
Daisy supo inmediatamente qué hacer. Canjearía sus días de vacaciones para ir a buscar a Donald. Debía hablar con él. Rápidamente fue con sus sobrinas, pero en la televisión mostraban unas noticias interesantes.
-…los testigos lo llaman Duck Dodgers. Después de su debut en Pizzarriba, estamos seguros de que este es un nuevo personaje en la creciente lista de héroes en el mundo al lado de personalidades como Pato Aparato, Darkwing y Guerrero Dragón…
Las imágenes mostraban lo sucedido con Duck Dodgers en la ciudad, pero en el fondo estaban los Tres Caballeros. Era fácil identificarlos por sus llamativos atuendos.
- ¿No es ese el tío Donald? -remarcó Celeste, apuntando a la pantalla.
-Niñas, quiero que estén al tanto de mi correo. Iré de viaje.
- ¿A dónde irás, tía? ¿Podemos ir contigo? -preguntó Blanca, deseosa de ir en una aventura como la de unas semanas antes.
-No. Buscaré a Donald, me tiene preocupada. Quiero solo que tomen mi correo y me lo manden.
Y así, la novia de Donald, preocupada por el bienestar de este, decidió ir en busca de él a través del continente. Debía saber que estaba bien, no a partir de una carta, sino en persona.
Montañas en una ubicación desconocida
Marvin llegó al punto de reunión con su contratista. Había fallado estrepitosamente, y todo debido a Lucas, o Duck Dodgers como ahora lo conocían. Ahora que Marvin comenzó a poner en movimiento sus planes de destrucción planetaria, él era una amenaza a la que le haría frente gustosamente.
Pero ahora había otros asuntos a los cuales atender. Tras bajar de su nave, se encontró a un ganso con capucha, sujetando un bastón cuyos ojos morados parecían tan profundos.
- ¿Entonces? -preguntó Sheldgoose, decepcionado de lo sucedido.
-Duck Dodgers impidió mi victoria. Denme tiempo, y una vez ese pato esté fuera…
- ¿Le diste mucho poder a un subordinado para hacer TU trabajo? Eso no fue nada sabio- regañó Sheldgoose.
- ¿Por qué esta historia me es familiar? -preguntó con sarcasmo el bastón Felldrake, culpando de esa forma a Sheldgoose por el mismo error.
-Puedo cazarlos aún. Dodgers ya no los protege.
-No. Los Caballeros se han ido, y sin ellos, nuestros aliados pueden encargarse de McPato. Deja que se alejen más. Debemos buscar a la diosa de la aventura- planeó Felldrake.
-Denme una ubicación y…
- ¡Tú no cabeza hueca! Yo buscaré a la diosa. Pero tú, marciano, ¿conoces a Negapato?
Notes:
Bueno, esto es todo lo de Los Ángeles. No sé si continuar con la historia, pues por ahora me interesa más el Guerrero Dragón (disponible aquí, y tuve una pequeña mención en este capítulo). Tengo, aún así, una idea general de los viajes y algunos historias que quiero contar. Tal vez si la historia recibe suficiente apoyo, podremos ver a la familia de Panchito en Chapala.
Honestamente no me siento tan feliz de este capítulo. Intenté cerrar todo lo que pude, obviamente dejando algunas incógnitas en caso de continuar. Sobre todo el punto álgido de conflicto entre Donald y Lucas. Espero aún así que les guste. Dejen sus pensamientos sobre lo que sea. Es medio ambicioso este crossover, y como casi todos mis proyectos son así, tal vez deje este en espera por un rato mientras me centro en los demás. Aún así seguiré vivo. ¡Vean mi historia del Guerrero Dragón! No son patos ni Looney Tunes, pero son superhéroes, por si esa parte de Duck Dodgers les agradó o son fanáticos de Darkwing y Pato Aparato. ¡Y está completamente en español!
Chapter 4: Chapala: Introduciendo el hogar de Panchito
Chapter Text
Carretera Guadalajara-Chapala
Los Tres Caballeros iban en el transporte público, tomando un camión entre las ciudades de Guadalajara, donde aterrizaron, y Chapala, donde vivía la familia de Panchito.
Durante el viaje, los tres sacaron sus instrumentos y comenzaron a tocar con su típica alegría. Las demás personas sentadas en el transporte aplaudieron ante su concierto gratuito. Hasta los felicitaron un momento. Era lo que podían hacer mientras pasaban por el camino.
Así, el tiempo se fue volando, y pronto llegaron a su destino. Donald estaba parado en las escaleras para bajar, y una vez estas se abrieron, el pato cayó y golpeó fuertemente el piso. Sus amigos no lo notaron, y en cambio se despedían de su público improvisado.
- ¡Gracias! ¡Gracias! ¡Somos los Tres Caballeros! -agradeció el gallo, dando reverencias a los pasajeros quitándose su sombrero.
- Onde está Donald? -preguntó en portugués José, mirando entre las personas sentadas la ubicación del pato con traje de marinero.
Los dos giraron sus cabezas a la puerta cuando escucharon un grito de Donald. Este, al parecer, había chocado también con un poste, donde se pegó un poco de su ropa. Su vestimenta pronto comenzó a deshacerse, y en un intento por salir de aquella situación, su traje se rompió a la mitad. La reacción de Donald, como siempre, fue enfurecerse.
Panchito, inmediatamente, corrió a ayudar a su amigo. Con sus alas rompió la delgada línea de hilo entre el pato y el poste, liberándolo de esa situación.
- ¡Vamos, amigos! ¡Las compras no se harán solas!
Antes de llegar al rancho de Panchito, los amigos acordaron ir al mercado para realizar compras para la comida. Podrían aprovechar y buscar alguna forma de arreglar el traje de Donald.
Los tres amigos, sin perder más tiempo, caminaron por la calle principal de la ciudad para llegar a la plaza municipal, cercana al mercado del pueblo. Panchito se sentía emocionado y nostálgico, viendo el lugar que lo vio nacer. Mientras las tres aves caminaban, el gallo señalaba las tiendas y los lugares a donde acudía antes de conocer a sus mejores amigos.
- ¡Y esa tienda es nueva! Antes solían vender nieves ahí. Una vez mi tío Romero me llevó ahí después de terminar quinto grado.
Mientras el gallo recordaba sus momentos de la infancia con nostalgia y cariño, algo más captó su atención. Un pingüino intentaba encender su motocicleta, fallando en el intento. Para complicar la situación, varios documentos que llevaba en su aleta se cayeron. El extraño gruñó más ante lo acontecido.
-Y ahora el viento conspira contra mí. ¡Fantástico!
Panchito, al ver al pobre extraño, desesperado tras lo que parecía una terrible racha de mala suerte ese día, se adelantó para darle una mano. El pingüino pronto se dio cuenta de la extraña ala que le ayudaba a levantar sus papeles.
-¡Gracias, gracias! No era necesario- agradeció al gallo. Detrás de él ya estaban sus otros dos amigos ayudando también.
-Como mi madre dice, siempre ayuda a quien lo necesite.
Mientras los cuatro levantaban los documentos en silencio, José no pudo evitar ver en uno la palabra Aztlán. Él no era experto en historia mexicana, pero recordaba mucho las veces en las cuales su amigo mexicano le hablaba de la extraña tierra de la cual vino uno de los grandes pueblos de la historia de la nación en la que estaban.
-Usted debe ser un apasionado de la historia, ¿no?
- ¿Quién? ¿Yo? Bueno, sí, terminé de estudiar la carrera en historia haces unos meses. Vine a visitar unos archivos aquí en Chapala para investigar pero al parecer convencer al padre de la iglesia de que soy católico no es suficiente para que me deje pasar a ver su archivo- le respondió el pingüino al brasileño, algo decepcionado.
- ¿Francisco Quintero? ¡Es amigo de mi familia! ¡Vamos a verlo y lo convenceré!- ofreció el gallo alegremente, tomando por sorpresa al extraño.
-Vaya, pueblo chico, ¿no es así? Gracias, pero creo mejor otro día, ya se me hace algo tarde para comer.
- ¡Entonces acompáñanos! ¡Mi familia siempre recibe con los brazos abiertos a quien lo necesita!
El pingüino sonrió ante la amabilidad del gallo. Por un momento se tentó en aceptar. Antes de responder, el papagayo habló antes.
- ¿Cómo te llamas, meu amigo?
- ¡Cierto! No me presenté. Soy Jesús Díaz.
- ¡Un gusto, señor Díaz. Yo soy José Carioca, mi amigo de aquí es Panchito y el otro es el Pato Donald.
Jesús se congeló un momento al escuchar ese último nombre. Ya no podía aceptar la propuesta. Sonriendo, decidió mejor declinar la oferta, mientras recibía los documentos que le ayudaron a levantar.
-Gracias a los tres, son muy amables, pero mi papá esperaba verme ya en otro restaurante que quería probar. Tal vez sea otro día.
Concluyendo con ello, Jesús observó con cieerta precaución a Donald, quien al parecer vio algo entre los documentos. Era mejor irse. Tras despedirse y encender su motocicleta, el extraño se fue del lugar, dejando a los tres amigos viéndolo ir.
-En verdad quería que aceptara- dijo Panchito algo decepcionado, esperando poder conocer a un verdadero historiador.
-Parecía buen sujeto- agregó José, coincidiendo.
-No confío en él- dijo Donald, cruzando los brazos.
-Oh, vamos, ¿qué te hace pensar eso, Donaldo?- preguntó el brasileño, pasando su brazo por la espalda del pato.
-El nombre del papá de Panchito estaba en uno de esos papeles. Está buscando algo.
-Mi papá hizo mucho por la ciudad, Donald. ¡Puede aparecer en muchos documentos! No te preocupes. ¡Ahora vamos! ¡Las compras no se harán solas!
Los Tres Caballeros volvieron a caminar por las calles en dirección al mercado de Chapala. Panchito tenía razón, pues podía ser simple coincidencia que en una de aquellas copias que llevaba Díaz estuviera el nombre del padre de su mejor amigo. Pero algo no le gustaba al pato. Tal vez era su imaginación, pero los ojos de aquel extraño le recordaban a un reptil, no un pingüino.
El mercado, aunque pequeño, estaba lleno de mercancías. No solo había mucha comida para llevar a la casa de Panchito, sino también lo necesario para arreglar el traje de marinero del pato. Carne por kilos y verduras a montón pronto llenaron el poco espacio que tenían los Caballeros en sus maletas. Sin la oportunidad de poder conseguir más cosas, los tres amigos salieron del mercado, listos para llegar al rancho propiedad de la familia del gallo.
Aún así, cuando los tres amigos salieron de realizar sus compras, a la vez que discutían opciones para llegar a la casa del gallo, pues quedaba algo alejada del centro para caminar, Donald no pudo evitar posar su vista en un extraño vehículo a la venta en una de las esquinas de la cuadra.
Era un coche pequeño, sin ninguna puerta para entrar, pero lo suficientemente bajo como para permitir que de un salto las personas entraran en él. De color rojo y con asientos acolchonados marrones, había suficiente espacio para los tres. No tenía ninguna clase de techo, por lo cual sería difíci conducirlo bajo la lluvia. Aún así, Donald consideró seriamente sus opciones. Tenía el dinero y recientemente perdió su coche en Los Ángeles. Además, con el número de las placas “313”, inmediatamente le pareció cómodo.
Mientras Panchito y José seguían discutiendo si debían tomar el camión para llegar o si era mejor usar un taxi, Donald caminó al vehículo, notando que el dueño estaba al lado hablando por celular. El dueño era otro gallo, pero usaba una camisa azul sobre su plumaje. Una vez el extraño vio al pato acercarse a él, y percibiendo que estaba interesado en el vehículo, colgó inmediatamente.
- ¿Es una belleza, no?- le dijo al gringo, intentando convencerlo de comprar.
- ¿No es un poco pequeño?
-Pero cumple su función. Tiene gasolina hasta el tope, y esas llantas han sobrevivido terrenos más hostiles que el mismo Cañón del Sumidero.
Donald, en necesidad de un nuevo coche, y pensando en los usos cotidianos que le daría una vez regresara con sus sobrinos a Patolandia, además de estar en el dilema actual, se convenció de comprarlo.
- ¿Cuánto es el precio?
El gallo, sonriendo ante la pregunta, vio su oportunidad de oro para poder ganar dinero. Podría sacarle unos billetes adicionales a aquel turista sin ningún problema.
-Mira, compadre, te lo voy a dejar en descuento. Treinta mil dólares debe ser un trato justo.
¿Treinta mil dólares? Donald casi se infarta por el precio. ¿Eso era descuento? Entonces el vehículo debía ser maravilloso. Por lo menos, desde fuera, se veía mejor que su antiguo automóvil. Tal vez valdría la pena. Donald hizo cuentas mentales, esperando que el dinero que aún conservaba de su tío le fuera suficiente. Por fortuna, así era.
Sin otra opción, Donald sacó el dinero y se lo entregó a aquel gallo, el cual lo contó con satisfacción. Una vez se aseguró de tener el dinero, le entregó las llaves a Donald. El gallo se fue alegremente, mientras Donald, con su propia sonrisa, subió al vehículo. Por fortuna encendió, y con ello, le gritó a sus amigos para que se acercaran.
José y Panchito, aún discutiendo sobre la mejor forma de moverse, voltearon cuando su amigo les habló. Se sorprendieron al ver al pato dentro de un coche, revisando al parecer unos papeles en la guantera. Donald comenzó a gritar, al parecer porque su mano se quedó atorada en algún lado. El gallo y papagayo se acercaron curiosos.
-Donald, ¿de dónde sacaste esto?- preguntó José, sorprendido ante la inesperada acción de su amigo.
Donald tardó en responder pues intentaba sacar las plumas de la guantera cerrada. Mientras revisaba los papeles de propiedad y que todo estuviera en orden, lo cual por fortuna parecía ser así, el compartimento se cerró. Cuando el pato sacó su mano, esta estaba hinchada por el golpe. Él suspiró, sin estar sorprendido por su mala suerte. Después volteó su mirada a sus amigos, preocupados por el estadounidense.
-Un señor estaba vendiendo el auto, y como necesitábamos transporte, lo compré. Además, después de perder el otro, necesitaba uno.
Panchito miró con atención el vehículo. Parecía estar en buenas condiciones, y Donald solía prestar atención en las cosas que compraba. A pesar de eso, no estaba seguro de la idea. Pero seguro ya era tarde para discutir. Al final era el dinero de Donald y él podía hacer lo que quisiera con él.
Al menos, con un transporte, los Caballeros subieron sus pertenencias a este y comenzaron su recorrido hasta el rancho del gallo. El camino, por sorpresa, fue bastante agradable. No hubo ningún problema, al menos hasta que llegaron a la reja de entrada a la propiedad de la familia de Panchito. Del escape salió mucho humo, y el vehículo se detuvo inmediatamente. Los Caballeros bajaron, y Donald, preocupado, decidió ver el motor. Una fuerte columna de humo salió de este, manchando las blancas plumas del pato de un oscuro negro.
Donald se murmuró a sí mismo con furia, decidiendo no volver a comprar algo de esa forma. Por supuesto iba a tener problemas. No era el afortunado de su primo que podía encontrar un Ferrari gratis a la mitad de la calle.
-¿Conoces algún mecánico aquí, Panchito?- preguntó José mientras sacaba las maletas, deseoso de arreglar el nuevo auto antes de volver a subir a él.
-Mi prima tiene una tienda de refacciones. Seguro nos pueda ayudar con esto.
-Más gastos. Genial- respondió Donald tomando su propia maleta de forma sarcástica.
Rancho de Panchito
Panchito abrió la puerta de su casa. Era bastante espaciosa. Lo que antes había sido una hacienda, se convirtió en un paraíso para toda la familia de Panchito. La casa era de un solo piso, pero con un amplio patio interior con una fuente, y pasillos a los lados que llevaban a diversas habitaciones. José y Donald ya habían estado ahí durante algunas visitas a México.
Panchito recordaba con alegría esas visitas. La primera se dio cuando estaban estudiando. El gallo pasó las navidades con sus amigos. Fue afortunado, pues recientemente Donald tuvo otro problema con su tío y la familia de José había ido de vacaciones a otro lado. Los tres pudieron celebrar juntos
También estuvo aquella vez donde buscaron juntos plata perdida en un convento jesuita. Por desgracia, aquello que encontraron no fue plata, sino mercurio, pero fue divertido reírse bajo las estrellas mientras asaban algunos malvaviscos frente a la fogata. Un día inolvidable.
Ahora volvían ahí para disfrutar de unas merecidas vacaciones. Era también una excusa perfecta para extender el cumpleaños de Donald por varias semanas. Por fortuna, nada arruinaría el momento que podían pasar juntos.
- ¡Mamá! ¡Ya llegamos!- gritó el gallo a todo pulmón, haciendo que sus amigos se tuvieran que tapar los oídos ante el fuerte sonido. Le siguió otro grito proveniente de una voz femenina.
- ¡Estoy en la cocina, mijo!
Señalando a sus amigos que podían dejar sus pertenencias al lado de la fuente, el gallo tomó solamente las bolsas de las compras del mercado y caminó a la cocina. Sus amigos lo siguieron, dispuestos a volver a saludar a la madre.
Panchito dio la vuelta en la cocina y dejó las bolsas en el primer lugar que vio disponible. Su madre, usando un mandil, dejó de cortar las cebollas que tenía enfrente para abrazar y saludar a su hijo.
María, la madre del Caballero, era un poco más baja que su hijo. Su plumaje era de un rojo más claro, pero su sonrisa era dulce y tierna, como la de cualquier madre.
-Aquí está mi bebé. ¿Cómo estuvo tu viaje a los Estados?
-Bien, bien. Jamás había estado en Los Ángeles. ¡Y traje a mis amigos!
Detrás de su hijo, la madre vio al brasileño y al estadounidense que su hijo nunca dejaba de mencionar.
- ¡Hey!- saludó Donald moviendo su mano. Aún estaba sucio del rostro, pero tras limpiarse un poco con su mano se veía un poco más normal-
-Senhora, é um prazer ter outra oportunidade de poder falar com você (Señora, es un placer tener otra oportunidad de poder hablar con usted)- comentó José saludando a la mujer. Esta, sonriendo, le respondió.
-José, o gosto é meu. Sempre me das a oportunidade de refrescar o meu português (José, el gusto es mío. Siempre me das la oportunidad de refrescar mi portugués).
La familia de Panchito era bastante peculiar. Él sí era mexicano y, en su mayoría, su sangre era mexicana. Pero curiosamente tenía ancestros por toda América Latina. Aunque su mamá creció en México, ella nació en la ciudad de Bahía, Brasil. Ella sabía portugués, e impulsaba a sus hijos a aprender el idioma también. Que uno de los mejores amigos de su hijo fuera de aquel país le hacía sentir mucha alegría.
-Y tú, ¿cómo vas con tu portugués?- le preguntó la señora María a su hijo. Panchito se puso nervioso y rascó un poco su cuello, haciendo su mayor esfuerzo por no humillarse.
-¿Eu…vou…muito bem? (¿Yo voy muy bien?)- la respuesta fue más pregunta, pues Panchito no había dedicado tanto tiempo a manejar el idioma. Sí quería hacerlo, y sabía lo básico, pero aún tenía mucho que aprender.
María movió su cabeza en cierta decepción al ver el intento de su hijo. No dijo nada mal pero se veía que aún estaba inseguro. José logró ganar la siguiente palabra en la conversación.
-No se preocupe, señora. Le aseguro que su hijo ha estado practicando estos días que hemos estado juntos. ¿No es así, Donaldo?
- ¡Sí, sí!- asintió Donald. Para poder convencer a María decidió agregar algo más que aún no había discutido con sus amigos.- Después iremos a Brasil, así que allá tendrá toda la oportunidad de practicar que él desee.
José, sonriendo ante la idea de viajar a su país asintió. Panchito se quedó más callado. No le incomodaba la idea de aprovechar el viaje y recorrer todo el continente, pero tal vez más tarde deberían discutir todo ello.
María aceptó las excusas. Sabía que su hijo en realidad no había practicado, pero al menos le alegraba que tuviera aquellas amistades.
-Tienes buenos amigos, Miguel Junípero. Ándale, está bien.
Donald, en aquel momento, se puso a reflexionar. Sabía que su amigo tenía un nombre largo, poco común, pero nunca supo el porqué. Parece que José tuvo la misma pregunta, pues el brasileño preguntó.
- ¿Cómo es que tienes un nombre tan largo? Nunca nos has dicho
Panchito, sonriendo, miró a su madre. Ella giró sus ojos, sabiendo lo que iba a suceder. El joven gallo, viendo la oportunidad perfecta, tomó su guitarra. Durante sus tiempos libres hizo una canción explicando precisamente el tema. Era la hora de cantársela a sus amigos.
Me llamo Panchito Romero Miguel Junípero Francisco Quintero González.
Mi madre María, nacida en Bahía, fue hija del viejo Morales.
Llamado José, y un buen día fue el novio, y con él se casó.
La abuela Sofía que tuvo a María que un hijo tendría ¡y soy yo!
Mi bisa Michel fue mamá de Raquel.
¡Su nombre de pila era Alice!
Que nació, ¡mira tú! En Lima, Perú y casó con Roberto González.
Y luego Raquel tuvo a Miguel, que allí en Ecuador se crió.
Después fue a Bahía y casó con María que un hijo tendría ¡y soy yo!
¡Ay, ay, ay, ay!
¡Viva Panchito Romero Miguel Junípero González!
¿Por qué será que?...
¿Por qué tantos nombres y cuántos son?- interrumpió Jose, uniéndose a la canción.
Te lo explicaré, ¡tú pon atención!
Pues mi padre a mi madre al fin desposó y el padrino fue el primo Romero.
El cura llegó, ¿y quién los casó? ¡El Padre Francisco Quintero!
De mi madre el hermano que fue el cirujano su nombre Junípero me dio.
De mi padre y mi madre y el cura y partero, ¡sus nombres me los quedé yo!
¡Por eso es Panchito Romero Miguel Junípero Francisco Quintero González!- agregó Donald, feliz de haber aprendido el nombre de su amigo.
Desciendo de México, Chile, Brasil, de Ecuador, de Perú y McAllen.
La gente al pasar me empieza a gritar: ¿Quién es el galán que llegó?
¡Pues Panchito Romero Miguel Junípero Francisco Quintero González soy yo!
Campo del Rancho de Panchito
-¡Señor Martínez!- gritó Panchito mientras llevaba algo de comida para su caballo. No lo veía desde hace días.
El caballo de Panchito inmediatamente giró su cabeza al escuchar la voz de su dueño. Alegremente, el corcel se acercó a Panchito, sonriendo tanto por ver a su mejor amigo como de ver la comida que llevaba en una cubeta. El gallo dejó la cubeta en el suelo. Señor Martínez inmediatamente comenzó a comer de ella, mientras disfrutaba de las caricias que su amo le hacía.
Panchito sonreía al ver a su caballo gris disfrutar de la comida. Después de comer con su madre, quizo aprovechar e ir a ver a su amigo mientras sus otros compañeros llevaban sus pertenencias al cuarto del gallo donde iban a pasar los próximos días. Donald, además, quería limpiarse y arreglarse después de todo por lo que pasó durante ese día.
A la vez, Panchito se vio con ganas de reflexionar un momento. Aunque le gustaba estar en su rancho con su caballo y su mamá, el lugar le traía recuerdos que prefería no tener. Era increíble. Sí el gallo lo pensaba bien, aquel lugar no se sentía su hogar. Era una sensación rara. Sentía su verdadero hogar en algún lugar lejano. ¿La cabaña? Llevaba años sin estar en ella. ¿Tal vez había otro lugar que no tomaba en cuenta?
Hablando de otros lugares, los pensamientos del mexicano rápidamente fueron al comentario de sus amigos. Viajar hasta Brasil. Honestamente, los chicos no habían discutido seriamente cuál iba a ser su recorrido de viaje. ¿A dónde iban a ir? ¿Cuánto tiempo iban a estar? Donald necesitaba esas vacaciones, y honestamente el gallo podía aprovechar para también tener unas.
¿A dónde podían ir? Viajar con sus amigos era uno de los placeres que Panchito disfrutaba mucho. Si en verdad iban a ir a Brasil, con el nuevo auto de Donald sería sencillo. Podrían hacer paradas en lugares que jamás habían visitado. Panchito siempre quizo visitar Centroamérica. Es más, poco conocía de Latinaomérica. Recordaba haber ido con sus amigos a Nazca mientras estaban con Xandra, así como de otros viajes a Brasil al hogar de José, al Mato Grosso y la vez cuando fueron al pueblo con la planta carnívora. Esta era la oportunidad de poder, inclusive, visitar sus raíces en Bahía. José seguro iba a querer ir ahí. Nunca dejaba de hablar de ese lugar.
Pero aquello volvió a molestar al gallo. Le recordó a su padre, y lo relacionado con él era un recuerdo agrio en el paladar.
Los pensamientos del Caballero se vieron interrumpidos por la llegada de un pato. Donald, después de haberse bañado, tenía sus plumas blancas como siempre. Tras arreglarse, y ver que José se había distraído hablando con María en la cocina, el americano fue a ver a su amigo mexicano, notando que estaba profundamente concentrado en sus pensamientos.
- Sueles ser más ruidoso que esto. ¿Qué pasa?
Panchito se tomó un segundo para responder. El gallo no solía guardar secretos a sus amigos, además de que ya habían asistido al funeral esos años atrás. Podía decir aquello que perturbaba su mente.
-Estar aquí me está recordando mucho a mi padre. Ya sabes todos los problemas que han pasado. Luego me desaniman mucho, ¿entiendes? Lidiar con su legado.
Donald entendió a su amigo. También debía lidiar constantemente con su tío quien, aunque no le gustara en el momento admitirlo, era su figura paterna. Donald y su hermana perdieron a sus padres a una temprana edad y por ello terminaron bajo la tutela de Rico.
- ¡Hey! Estoy seguro que todo se va a arreglar. Tienes los argumentos y todo a tu favor. ¿Qué hará tu primo contra eso?
-No conoces a mi primo. Él puede ser muy persuasivo. Y tiene dinero.
-Yo también tengo dinero- le respondió Donald sacando algunos billetes de su cartera. Después de ello se sentó al lado de su amigo.- Aquí estamos José y yo para ayudarte. ¿Recuerdas? ¡Somos los Tres Caballeros!
Era cierto. Eran un equipo, el mejor que haya visto la faz del planeta. Panchito soltó una risa, agradeciendo a Donald por animarlo. Fue en aquel momento cuando José llegó, listo para pasar más tiempo con sus amigos. Pero, a la vez, quería discutir algo con ellos.
- ¡Señor Martínez! ¡Hace años que no nos vemos!
José, emocionado por ver al otro gran amigo del mexicano, se acercó a acariciar al caballo, el cual relinchó ante el tacto de la exótica ave. Donald, también deseando tener interacción con el caballo, se acercó a la espalda de este para acariciarlo. En cambio, ante el acercamiento del pato, Martínez movió su cola agresivamente al americano. Los pelos de la cola entraron a la nariz y la boca de Donald.
Ante el contacto de su paladar y olfato con el pelo de caballo, Donald hizo varias muecas por el asqueroso sabor. Unos segundos después, y sin poder aguantarlo, estornudó fuertemente, haciendo que saltara un poco y cayera en una de las pilas de heno del lugar. José y Panchito se rieron ante ello. Donald, haciendo una mueca para no volver a estornudar, se fue levantando.
- ¿Cuándo fue la última vez que nos vimos? ¿Esa vez cuando encontramos el mercurio?
- ¡Sí, José! Jaja. ¡Cantamos en tu espectáculo montados sobre él!
Panchito tomó a sus amigos de sus hombros para que se sentaran a su lado mientras veían al caballo tomar de la cubeta. Donald aún se sacudía un poco su ropa para quitarse la tierra y polvo que llevaba encima.
-Hablando de espectáculos, ¿hay algún lugar aquí donde podamos tocar? Debemos traer de vuelta a la banda- preguntó Donald, mirando a Panchito al conocer Chapala como las plumas de su mano.
El gallo se rascó un poco su nuca mientras pensaba. Había varios lugares en la ciudad pero ninguno tenía espacios abiertos por las próximas semanas.
-Por ahora no hay ningún lugar. Tal vez en Guadalajara.
- ¿Por qué no vamos a Acapulco después? Escuché que habrá un festival como en el que tocamos hace años- sugirió José, intentando no reirse un poco recordando lo sucedido con Donald esa vez.
- ¡No es mala idea! ¿Tú qué dices, Donaldo?
Donald descartó la idea con su cabeza, recordando el solo que realizó aquella vez, lo cual le resultó en varios abucheos e inclusive un golpe con una silla de parte del público.
- ¡Oh, no, no, no! ¡No otra vez! ¡Never!
- ¡Será divertido, compadre! Hay que traer la banda de nuevo, ¿no?
- ¡Sim, Donald! ¿Por favor?
Sus amigos pusieron ojos de perro. El pato odiaba esos. Siempre los usaban para convencerlo de algo. Pero, recordando también lo que se divirtió durante aquel día hace años, se convenció de ir. Estaban de vacaciones al final. Debían divertirse.
-Está bien, está bien. Por los viejos tiempos.
Con un grito, Panchito se levantó, acomodando su sombrero. Sus amigos se cubrieron los oídos por el fuerte sonido, menos el Señor Martínez, quien solo giró los ojos antes de regresar a saciar sus necesidades.
- ¡Los Tres Caballeros volverán a la cima!
Ya estaban comenzando a formar un plan para su viaje. Pero, mientras los tres amigos se levantaban para ir a cenar y posteriormente descansar después de un largo día, no se dieron cuenta de una figura a lo lejos, entre los árboles que estaban afuera de la propiedad, observándolos.
Solo se percibe la forma de una criatura grande, portando alguna clase de aparato metálico sobre su figura reptiliana, así como unas enormes alas de murciélago en su espalda. La figura tenía ojos de reptil, los únicos perceptibles, los cuales estaban enfocados en el trío de amigos bailando mientras regresaban al edificio. El extraño puso una de sus garras al lado de su oído, donde había una especie de comunicador.
-Estoy en posición, papá. Los tres están en mi mira.
-No los pierdas de vista. Si queremos llegar a Aztlán antes que nadie, los necesitaremos.
-Entendido. Esta será una noche larga.
IsabellaNajera on Chapter 1 Sat 20 Mar 2021 03:05PM UTC
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TrCh1 on Chapter 1 Sat 20 Mar 2021 04:48PM UTC
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IsabellaNajera on Chapter 1 Sat 20 Mar 2021 04:52PM UTC
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Karlacri on Chapter 1 Sun 04 Apr 2021 09:48PM UTC
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Karlacri on Chapter 2 Sun 04 Apr 2021 10:10PM UTC
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Alendarkstar on Chapter 2 Mon 05 Apr 2021 03:41AM UTC
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Harrypoter (Guest) on Chapter 3 Sun 08 Aug 2021 07:22PM UTC
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Harrypoter (Guest) on Chapter 3 Mon 09 Aug 2021 03:25AM UTC
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Alendarkstar on Chapter 3 Thu 12 Aug 2021 02:49AM UTC
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Karlacri on Chapter 3 Tue 01 Mar 2022 12:48PM UTC
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TrCh1 on Chapter 3 Wed 02 Mar 2022 05:28AM UTC
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