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El único lugar donde había silencio era adentro suyo, pero hasta ahí.
El murmullo de una ciudad eternamente activa, incluso entrada en la noche, lo arropaba calmando su mente a la quietud. Había un nudo estático en su pecho, algo que no sabía distinguir entre lo emocional y la cruda realidad de un cuerpo caído en desgracia. Cerca se escuchaba la sirena de una ambulancia que parecía sonaba hacía horas y, a unos metros, el zumbido de los autos sobre la avenida le hacía darse cuenta del paso de un tiempo casi infinito.
Zhou Zishu estaba sentado sobre la vereda de su departamento. El edificio era uno más entre los de la cuadra, y con suerte podía diferenciarse por la placa del timbre que estaba tan poco lustrada que llamaba la atención. A esa hora, las sombras borraban esa diferencia en una seguidilla de entradas poco mantenidas.
La lata de Brahma todavía estaba a medio tomar, y las dos vacías tiradas al lado de su pierna contaban que su noche ya había empezado hacía algún tiempo. La verdad era que Zhou Zishu no tenía ni media gana de levantarse, abrir la puerta que cada día le costaba más trabajo abrir, tomar el ascensor y terminar en un departamento que a duras penas podía llamar hogar.
Él sabía que podría haber conseguido un lugar más caro, más lindo, en un barrio más cheto, pero ¿de qué le iba a servir? Ese retiro forzado lo había arrimado aún más al borde del cinismo y en el momento de elegir un lugar, tan solo supo que no le importaba tres mierdas mientras que fuera algún espacio donde pudiera escuchar otro ruido además del de su respiración y sus pensamientos que circulaban en un huracán de eterna disconformidad. El ruido de sus vecinos lo mantenía a flote en el peor de los casos y, en el mejor, por lo menos lo activaban lo suficiente como para querer pararse y asesinarlos.
-¿Tenés otra lata?
La voz lo sacó del ensimismamiento que lo tenía mirando fijamente la lámpara de la vereda de enfrente, cual polilla a la luz.
“No” respondió sin mirar. El fantasma de la proximidad de otro cuerpo le indicó que el recién llegado se había sentado en el piso, al lado de él. En el espacio entre los dos resonó el descorche de una botella.
“Bárbaro” en menos de un segundo, esa persona que no podía ser otra que Wen Kexing, le sacó la lata que tenía en la mano "traje algo de calidad porque sabía que ibas a estar tomando esta mierda".
Zhou Zishu frunció el ceño y giró la cabeza, pero la puteada se le atragantó en la garganta cuando vio que, efectivamente, el alcohol que le estaba ofreciendo el otro cual ofrenda de paz era, sin lugar a dudas, mejor que una vil lata de Brahma. Esa noche, no le importaba un carajo estar mezclando cerveza con vino, cualquier cosa venía bien para calmar el ardor de su pecho.
Chasqueó la lengua y agarró la botella.
“Te dije que no quiero ver tu cara todos los días” Zhou Zishu murmuró, mirándolo de reojo, aunque la curvatura de sus labios suavizaba la aspereza de las palabras.
“A-Xu sos el lucero de mi noche, la oscuridad de mi oscuridad porque sabemos que ninguno es la luz en esta analogía, mi media naraja” empezó Wen Kexing, en un tono tan ridículo pero serio que siempre dejaba a su público recalculando sobre la honestidad de sus palabras “pero si te dejo solo y seguís tomando esta mierda te vas a morir del hígado no de la enfermedad esa misteriosa que tenés”.
Eso, que el otro nunca lo viera ni como un caso de caridad ni de burla, era lo único que le decía que no todas las boludeces que decía eran mentira.
“Bueno, como no me querés ver en estas circunstancias” siguió el otro hablando, ignorando la nube de oscuridad que tapaba el humor de Zhou Zishu, “¿me vas a dejar sacarte a pasear de otra forma además del circuito de alcohol que estuvimos teniendo en las últimas semanas?”
Zhou Zishu no respondió con palabras y solo hizo un ruido mezcla de gemido y gruñido.
“Muy sabio lo tuyo, ibas a ir conmigo te guste o no” Wen Kexing puso su mano sobre la rodilla del otro y consiguió que la mirada que había estado clavando en el perfil de Zhou Zishu finalmente se encontrara con sus ojos “y te prometo, te va a gustar”.
.
La realidad era que Zhou Zishu no sabía en qué momento esos encuentros nocturnos habían pasado de ser excepciones a ser lo normal. No era siempre que se echaba sobre la vereda, cual ciruja borracho, a tomar su peso en penas, pero hubo un par de veces, en esos meses en que el aire chiflaba con frío y se colaba entre el cierre de la campera, en los que esa persona le pasaba por al lado o en la vereda de en frente en los mismos horarios estrambóticos en los que a él le gustaba contemplar la vida bajo la niebla de la intoxicación.
Era un desconocido, alguien que usualmente no hubiera gastado ni un minuto de su tiempo observando, pero había algo en su figura, la postura o su aura, que terminó uniéndolos en un mismo presente. Hubo un momento en que, una vez en que el frio había dado paso a noches en que su respiración ya no se condensaba, sus ojos se encontraron. Fue un instante en el que ninguno de los dos pensó mucho acerca del otro más que curiosidad y la caricia de un destino entrelazado que selló un cambio en sus interacciones.
La próxima vez, el desconocido se le acercó y le ofreció un cigarrillo que Zhou Zishu rechazó, y así comenzó algo con potencialidad de amistad.
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“Supongo que ya lo sabes” comenzó una vez Wen Kexing, cuando eran pocas las palabras que habían intercambiado hasta el momento “pero nada de lo que hago es muy legal”.
Zhou Zishu torció los labios en algo que pretendía ser una sonrisa.
“Casi tengo 40 años y no sé qué mierda hacer de mi vida” la verdad le estrujó el pecho, pero la honestidad, aunque no pedida, con honestidad se paga.
Poner en palabras el problema, le hizo darse cuenta lo tan no conforme con todo que estaba, más allá de la obvia depresión que lo martillaba día a día.
“No me jodas” le contestó el otro, tomando otro trago del vino que estaban compartiendo desde hace quince minutos y ya estaba por acabarse “no me jodas, podés hacer lo que quieras”.
“Pero no sé qué mierda quiero” las palabras salían solas, desenfrenadas en el flujo de una conversación que nunca hubiera tenido si no fuera por esa persona “pensé que lo sabía, pero no sé una mierda al final”.
“Che te dije que era un ilegal y ni pio” retrucó el otro, como si la sinceridad emocional de Zhou Zishu no importase, aunque sabía que era por la cantidad de alcohol que ambos habían consumido que las conversaciones eran paralelas más que coherentes.
-No me importa una mierda.
“A-Xu” Wen Kexing le pasó un brazo por los hombros con una fluidez ridícula para su estado de ebriedad “A-Xu vos me importas”.
En ese momento las palabras no significaron nada pero, cuando se encontró acostado más tarde, aún digiriendo el alcohol y mirando el techo, volvieron para irrumpir la ilusoria película de calma que cubría a su ansiedad.
Esa noche Zhou Zishu no pudo dormir y no fue por culpa del crónico dolor de su pecho.

VAGLO Sat 21 Aug 2021 04:54PM UTC
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Guanacowriter Sun 22 Aug 2021 09:01PM UTC
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Fulbito Tue 21 Jan 2025 01:51AM UTC
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Guanacowriter Wed 17 Sep 2025 06:59AM UTC
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Fulbito Tue 23 Sep 2025 08:13PM UTC
Last Edited Tue 23 Sep 2025 08:14PM UTC
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