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En una pequeña, pequeñísima realmente, isla del East Blue, hay un pueblo que se extiende por la isla completa, en verdad, es realmente una isla pequeña. Un pueblo olvidado por el mundo, la Marina ya ni siquiera pasa por allí, y qué decir de los piratas, pasan de largo sin siquiera mirar el pequeño lugar, no vale la pena atracar. Aun así, los habitantes se mantienen bastante informados de los acontecimientos del mundo ya que afortunadamente los periódicos si llegan allí, no es que sus habitantes quisieran perderse de algo importante.
En este diminuto pueblo vive un hombre desde hace diez años. Se estableció en la costa, un lugar donde las olas rompen libremente sobre la arena, sin obstáculos. Su hogar está alejado del bullicio, junto al mar. Este hombre se hace llamar Momo y dice provenir de un país lejano llamado Wano.
Sin duda alguna lo más característico de su apariencia es una inmensa sonrisa que lleva en sus labios, tan grande que llega a sus ojos; tiene una cicatriz bajo su ojo izquierdo con forma de medialuna, aunque parece ya bastante antigua; y tiene otra cicatriz, una grande y realmente fea, una gran X marcada en su pecho. Oh, y no podemos olvidar el viejo sombrero de paja que no se despega de su cabeza, o para el caso, de su cuello, como en aquella ocasiones que lo deja caer hacia su espalda confiando en el hilo que lo mantiene sujeto a su cuello, algo bastante curioso para aquello que recien lo conocieron.
Es un hombre extremadamente divertido y amable, se ganó a los niños del pueblo en un santiamén aun con la renuencia de sus padres de que se acercaran al extraño hombre. Los niños lo adoran, sobre todo los que ya dejaron de ser niños. En las noches de fiesta invita los tragos con dinero que nadie sabe de dónde saca y se convierte en el alma de la misma. Ríe y ríe siempre, rebota de un lado para otro con mucha emoción. Parece estar ya en sus 30 años y a los demás adultos aún les parece un niño la mayor parte del tiempo.
Todos en aquel pueblo lo aprecian, se ha vuelto su amigo, ha robado sus corazones y aparentemente no planea devolverlos. Y esto es así aunque la mayoría de los pobladores conozcan la verdadera identidad del hombre, después de todo, no es que él se moleste mucho en ocultarlo, y no es que ellos no sepan lo que ocurre en el resto del mundo.
El señor Momo, que es como le dicen los niños, y los que ya no son niños, cuenta historias increíbles, historias imposibles de creer, pero que logran cautivar la atención de todos. Cuando habla sobre la ocasión en la que sus compañeros y él derrotaron a un Dios, o la vez que se los tragó un pez tan grande que sus excrementos parecían islas, o la vez en que visitaron un país con un rey tirano que convertía a sus ciudadanos desobedientes en juguetes. Cuando hablaba de todas esas aventuras, fueran reales o no, sus ojos se llenaban de emociones, entusiasmo, alegría, nostalgia, enojo y muchas otras, completamente indescifrables.
Pero también hay ocasiones, tardes de mucha paz, en las que se sienta en los prados y mira el amanecer desde su pequeña casita, trae la mirada nostálgica, mientras sonríe suavemente, mucho más leve que sus sonrisas habituales. Observa el océano y el cielo, hay algo allí, algo muy parecido a un anhelo, uno que quizás no pudo cumplir.
El sol se desplaza lentamente hacia el horizonte, tiñendo el cielo de un naranja suave, casi dorado, que apenas se nota entre la serenidad del paisaje. El señor Momo se sienta en el borde del prado, las piernas estiradas, mirando la vasta extensión de tierra y cielo que se funden a lo lejos. La brisa acaricia su rostro con suavidad, pero no parece afectarlo, su postura es tranquila, distante, como si ya no importara el paso del tiempo. La escena es tan común, tan repetida, que podría parecer que todo sigue su curso natural, pero hay algo en su mirada, en su forma de observar el horizonte, que delata una quietud que no encaja del todo con el lugar.
Una risa lejana comienza a elevarse, desentonando con la quietud del lugar, arrastrada por el viento. Primero apenas un murmullo, luego un bullicio creciente, como si el aire mismo estuviera cargado de algo inminente, y la calma del prado se ve interrumpida por una serie de sombras que se aproximan desde la costa. Son los piratas, con sus voces irrumpiendo la quietud del pueblo, risas y gritos acompañando cada paso que dan sobre el suelo polvoriento. La atmósfera cambia en un instante, el aire cargado con una sensación de algo inminente, algo que no pertenece a este pueblo apartado. Pero el señor Momo permanece allí, inmóvil, mirando. Quizás sin que nadie lo note, su mirada se desvía hacia el océano, como si esperara algo más, algo más allá de las olas.
Los piratas de Jack son una tripulación veterana proveniente del East Blue, se encontraban relativamente lejos de esta pequeña isla hasta que su capitán recibió una carta. Jack, el capitán, apuntó con su dedo en una dirección aparentemente aleatoria y ordenó navegar hacia allí. La tripulación obedeció y eventualmente la vieron en la distancia, una pequeña isla, nada digno de mención, los tripulantes deseaban continuar con su camino, pero no, Jack volvió a levantar su dedo y eligió su destino.
Sin ninguna orden clara más allá de “atraquen ahí” por parte del capitán, el resto de los hombres arribó con una sola cosa en mente: divertirse a más no poder, divertirse en este pueblo olvidado por dios.
Entonces atracan en el puerto destruyendo algunos botes pesqueros en el proceso, bajan de su barco con botellas de alcohol en una mano y soltando grandes risotadas. El capitán es mayor, casi un anciano tal vez, mientras que su tripulación está en la flor de la juventud, o quizás ya no tanto, quizás eso fue en otros tiempos. Él ha oído un rumor, uno tan escaso que solo oyó una vez de una persona que acabó muerta, asesinada por alguna causa desconocida, si el asunto está relacionado o no, no lo sabe. Esa carta lo incentivó, incentivó sus ansias de poder, tentó su curiosidad y no pudo evitar creer, quería creer.
Se adentra en la isla caminando a paso lento detrás de sus hombres. Frunce el ceño y observa con mucha atención cada rincón del pueblo, parece no querer pasar nada por alto, tal vez busca algo, o a alguien. Los demás piratas irrumpen en cada casa, patean cada puerta y maltratan a cada habitante que pueden. El capitán, por otro lado, no se apresura, se toma su tiempo pasando puerta por puerta de ese pequeño pueblo, él continúa en su búsqueda, pareciera que nada más le importa.
Los habitantes se esconden en sus casas, temerosos, hace mucho, muchísimo tiempo que no los invaden piratas. Ya no queda gente preparada para lidiar con una amenaza como esta, ninguna clase de guardias o soldados. No es ninguna broma decir que nadie ha ido a su isla en al menos algunas décadas.
Aiko, la dueña del bar local, aprieta los puños, su cuerpo tiembla. El miedo, la ira y la impotencia se mezclan en su pecho. Su isla, desprotegida, no tiene soldados ni luchadores que puedan defenderla, solo personas comunes que llevan una vida tranquila y pacífica.. O así era hasta que cierto hombre llegó a su hogar hace unos 10 años.
Entonces a Aiko se le ocurrió una idea y comenzó a llamar con desesperación a su hija, Megumi. La pequeña salió de su refugio en su habitación y se acercó con las piernas temblorosas y la voz en un susurro.
-¿Mamá?
-Hija, necesito que vayas corriendo con el señor Momo, ve por los patios de las casas, en los pastizales. Dile lo que está pasando y pídele ayuda, le daremos lo que quiera si nos ayuda
-P… pero mamá, ¿Qué va a hacer el señor Momo por nosotros?
Megumi tiene 7 años, cuando ella nació, Momo ya habitaba la isla, así que no, no conoce su identidad. Para ella es simplemente el señor Momo.
-Solo ve, corre lo más rápido que puedas
La niña aún se ve dudosa, pero la han educado para jamás desobedecer a sus padres, así que mueve su cabeza en un asentimiento firme. Se pone el abrigo más rápido de lo que lo ha hecho nunca y corre por la puerta trasera.
Los piratas ríen, gritan y destruyen todo lo que pueden a su paso, es imposible no oír el bullicio desde el interior de su casa. Pasan veinte minutos y Aiko solo reza para que no entren a por ella, reza porque no encuentren a su hija y reza para que cierto hombre les brinde su ayuda. Pasan diez minutos más y ahora solo caen lágrimas silenciosas por sus ojos, ellos están cerca, puede oírlos.
Siente el corazón retumbar en su pecho, es más, incluso puede escucharlo, pareciera que los oídos le palpitan. Entonces, el ruido desaparece abruptamente. No hay nada, silencio absoluto. Y quién sabe si eso aumenta el alivio o el terror.
Pasados algunos segundos, toma la decisión y comienza a levantarse con lentitud. Sin despegar sus ojos de la puerta, arrastra los pies cautelosamente y se acerca a la entrada principal de su casa, necesita saber lo que ha pasado. Aún está a un par de pasos de la puerta, sus temblorosas piernas se mueven con una inusual lentitud, pero a Aiko no le importa en este momento, lo está retrasando lo más que puede, pero ella en serio, en serio necesita saber.
Cuando la puerta se abre de golpe, se le detiene el corazón y la vida entera se le pasa frente a los ojos en solo una fracción de segundo, sin embargo no es su vida la que ve, es la vida de su hija, desde que se enteró que estaba embarazada, hasta que la envió directo al peligro.
Afortunadamente, es su hija Megumi, muy alterada, con los ojos brillantes de las lágrimas contenidas y el labio inferior temblando. Se abalanza sobre su madre y la abraza con fuerza, ella a cambio la aprieta contra su pecho y piensa para sí misma que no podrá volver a soltarla, no se cree capaz.
-El señor Momo se enojó mucho cuando le hablé, me dio mucho miedo. Nunca lo había visto así antes, tan serio, casi como si estuviera molesto conmigo. Pero él me cargó en su hombro y vinimos para acá. Y cuando llegamos los piratas se quedaron dormidos, fue increíble
No sabe cómo eso es siquiera posible, pero se trata de él, así que no lo cuestiona y solo aprieta con más fuerza a su hija, esperemos que la pequeña aún pueda respirar. Mientras madre e hija se abrazan, una voz conocida habló desde la calle, justo afuera del marco de la puerta abierta.
-¡Shishishishi! ya pueden salir, se acabó
La mujer levanta la cabeza mirándolo con mucha duda, titubea, luego ve la sonrisa del hombre, tan brillante como siempre y simplemente decide confiar, tal y como le confió a su hija y aun así ella volvió a sus brazos sin un rasguño. Libera lentamente a Megumi de su agarre mientras mira los ojos a su hija, acuosos, pero sin ni una sola lágrima, así que sonríe y besa su frente, con todo el cariño y amor que su corazón logra contener. La toma de la mano y los tres se aproximan a la multitud.
En medio de la calle, los más fuertes de los lugareños se acercan a los piratas caídos. Con un esfuerzo, los levantan por los pies y, sin decir palabra, los arrastran de vuelta al barco, para luego dejar que se lo lleve la marea. Pasan al menos tres horas antes de que el barco desaparezca en el horizonte, en el East Blue el océano es realmente pacifico. En fin, no es como que la gente haya estado ese tiempo mirando con paciencia, se la han pasado de fiesta, por supuesto incentivada por cierto hombre. La confianza en él se afianza aún más, como si eso fuera posible.
Unos meses después, otro barco se acerca al puerto, uno realmente curioso, tan colorido como un arcoíris y con un divertido león-girasol como mascarón de proa. No posee bandera pirata, ni luce como un barco de la marina, así que los pescadores no se preocupan demasiado, pero ellos aún observan con cautela e interés. Los más ancianos sienten la familiaridad en la punta de la lengua y tras una mirada más detallada por fin lo saben, de quién es este barco, entonces se preguntan porque no lleva la tan conocida bandera.
Este barco atraca con mucha precisión y destreza, ni siquiera alcanza a rozar los pequeños botes pesqueros, ni mucho menos destruirlos como cierta tripulación pirata meses atrás. Se posiciona en el muelle, pero nada ocurre, nadie baja del barco o hace acto de presencia. Pasados alrededor de diez minutos, una gran parte de pobladores se amontonan en las orillas de la costa observando a tan curioso barco. Algunos sienten el impulso de acercarse y subir al barco, solo con fines investigativos, pero se contienen. Las personas de más edad sólo observan con indiferencia, pero aun se ve una pizca de interés en lo profundo de sus ojos.
El primero es un hombre moreno, cabello oscuro, largo y rizado; es alto y tiene un cuerpo bastante fornido. Definitivamente un hombre ya maduro con un montón de cicatrices en sus brazos descubiertos, lo único discordante con su apariencia es la gran sonrisa que se extiende por su rostro. Él solo se detiene junto al barco y los observa, escaneando rostros en la multitud reunida, tampoco parece decepcionado por no encontrar lo que busca.
De segundo viene una mujer, la piel clara, el cabello negro con incipientes matices grises, y unos increíbles ojos azules. Se ve algo mayor, pero la ligera sonrisa y el brillo en los ojos la hacen ver jovial. Ella se detiene junto a el hombre, no hablan entre ellos pero se acercan de una forma protectora, se apoyan el uno en el otro.
Luego viene otra mujer, piel clara y cabello naranja hasta las caderas, realmente hermosa. A diferencia de sus compañeros, ella luce increíblemente ansiosa, observando de un lado para otro en la multitud que observa, buscando algo. Se mueve inquietamente, pero aun así, se posa junto a los otros, muy cerca y sin dirigirse la palabra.
Le sigue un hombre de cabello verde, que no es lo único destacable de él, tiene una cicatriz que atraviesa su ojo derecho y el ceño increíblemente fruncido. Trae 3 espadas atadas a la cadera y él se ve especialmente amenazante, como si fuera a atacar en cualquier momento. Se detiene frente a las otras tres personas en una postura protectora.
Y los demás tripulantes siguen así, bajando uno por uno. Uno detrás del otro, sin que ninguno de ellos pronuncie una sola palabra.
Un muy extraño esqueleto que bebe una taza de té mientras se para junto a los otros y tararea una canción. Eso en realidad trae un par de jadeos asustados de algunos pescadores.
Un reno con un sombrero, cargado con algunos suministros. Lo que en realidad no resulta tan impresionante, dado lo mundano de la vista.
Un hombre gigante con brazos, al parecer, mecánicos, con lágrimas incansables brotando de sus ojos, murmurando cosas a un nivel inaudible.
Otro gigantesco hombre, o lo que quiera que sea, de color azul, con un rostro muy parecido a una máscara. Él realmente tiene el semblante de una persona mayor, luce muy imperturbable.
Por último, otro hombre, rubio con una ceja arremolinada, el cabello ligeramente largo cayéndole sobre un ojo, y una barbilla de vello negro en su rostro. El solo murmura maldiciones, con un rostro de fastidio total. Los pescadores sienten mucha curiosidad por esta persona, se ve realmente molesto.
Una vez están todos reunidos, se miran entre ellos un instante y comienzan a caminar, adentrándose en el pueblo. El peculiar equipo ni siquiera se fija en las personas que los observan asombrados al pasar, ya los observaron lo suficiente, lo que buscan no se encuentra allí.
Tal y como la gente conoce la identidad real del señor Momo, conocen la identidad de este peculiar grupo de personas tras una ligera observación. El señor Momo ha demostrado ser bastante agradable, así que estas personas, sus nakamas, deben ser igual de buenas ¿no? Pero en realidad, algunos de ellos lucen bastante amenazantes, bastante aterradores.
El hombre rubio de la ceja arremolinada maldice sin parar.
-¿Dónde demonios esta ese idiota de goma? ¿por qué aun no viene?
En fin, ellos siguen su camino hasta que, justo antes de llegar al final de la calle principal, se les atraviesa en el camino cierto hombre, el señor Momo.
Esta vez no sonríe, los lugareños le dan una mirada curiosa mientras le prestan atención al encuentro, él luce una mirada en blanco, se ve serio, pero no severo, ni enojado. Es verdad que su expresión es indiferente, pero hay algo ahí, indescifrable. El grupo de recién llegados también se queda en blanco cuando lo ven, detienen sus pasos y se paran frente a frente con el señor Momo, ellos se observan durante unos momentos, los ojos de cierto hombre se detienen en cada uno de sus nakamas, observa sus expresiones, los lee de arriba a abajo. Después, parecen haber llegado a un acuerdo tácito, el señor Momo asiente ligeramente con la cabeza y la siempre presente sonrisa vuelve a su rostro, le siguen las sonrisas en el grupo.
Con respecto a cierto hombre, tiene su siempre presente sonrisa en el rostro, pero esta vez hay algo diferente, nota el señor Nakamura, el profesor de la única escuela en el pueblo. De alguna forma se ve más brillante, mucho más alegre de lo que jamás ha lucido. Hay algo en sus ojos, algo que se ilumina, algo que brilla con gran intensidad, también hay otra cosa que se desvanece, se ve reemplazada. El señor Nakamura no puede evitar pensar en que así luce bastante mejor, por alguna razón se ve mucho más… cómo decirlo, real.
La gente los observa con mucha curiosidad por este tan esperado reencuentro, sabían que esto pasaría eventualmente, tenía que pasar, estaban muy interesados por el cuándo y cómo. Ahora que está ocurriendo, solo pueden sentir que el tiempo se ha detenido en aquellas sonrisas. Por solo un momento, la gente cree ver rostros mucho más jóvenes, mucho menos maduros y mucho más felices.
Entonces la muchacha del cabello naranja rompe la tensión, salta en su lugar y corre hacia el hombre recién llegado.
-¡Luffy!
Justo por detrás de ella, el reno (que definitivamente lucía como un reno hasta hace un par de segundos) corre tras ella gritando el mismo nombre. Ambos se lanzan sobre él y lo abrazan con fuerza.
-Mamá ¿Por qué esa gente le dice Luffy al señor Momo? ¿no saben que se llama señor Momo? – un niño le pregunta a su madre desde el pórtico de su casa
La madre no responde, pero sonríe y niega con la cabeza.
Cuando lo que queda de los recién llegados parecen salir del letargo inicial, se abalanzan en manada sobre el señor Momo, dejándolo completamente aplastado al final de la montaña de cuerpos. En realidad, todo ese peso hubiese matado a cualquiera, en serio, a cualquiera, pero él solo puede reír con su tan característica risa ´Shishishi´, que logra calentar corazones.
Luego todos se sienten estúpidos por haber pensado que le ocurriría algo, después de todo, hablamos de él.
-¡¿Qué demonios se creen que hacen, montón de idiotas? ¿acaso quieren matarme? ¡Quítense de encima o voy a aumentar la deuda de todos en un 300%!
Y así, recordamos que la señorita de cabello naranja también quedó al fondo de la montaña, aunque ella no se ve tan fuerte, de hecho, parece que podría romperse con bastante facilidad. Luego de ese grito, todos notan que en realidad ella está ilesa, al parecer es más dura de lo que aparenta.
El tipo de cabello verde se levanta como un resorte, lanzando al señor de cabello rizado que estaba sobre él al suelo.
-Maldita bruja del mar – murmura el espadachín
-¡Oye marimo! ¡no te atrevas a insultar a mi presiona Nami-swan!
-¡¿Cómo me llamaste cocinero pervertido?! ¡además ¿no se supone que estás casado?!
-¡Ese no es el punto marimo estúpido! ¡y no me llames así!
-¡Shishishishi! – se ríe a carcajadas el señor Momo – ustedes siguen siendo tan divertidos como siempre
Hay algo en los corazones de los recién llegados que se hunde en alivio, una carga que no sabían que existía, simplemente desaparece luego de las primeras palabras que su capitán les ha dirigido en años. Y todos se largan a reír a carcajadas por el simple, recién descubierto, alivio.
Un par de horas después, todos en aquel pueblo estaban de fiesta. La taberna local abrió sus puertas y los borrachos se ubican tanto dentro como fuera de la misma, y bailan al son de la música mientras sostienen sus botellas en una mano. Entre el sonido de la música y el sonido de las ruidosas risas, ni una sola conversación logra sostenerse con normalidad.
De verdad, ¿Qué demonios le hizo ese mocoso a nuestro pacifico pueblo? – piensa uno de los ancianos, que sonríe ampliamente mientras observa las payasadas del grupo.
El recién renombrado Luffy (el Rey Pirata, por cierto), come montones de carne, tal y como siempre hace, y tal vez, y solo tal vez, está comiendo menos de lo usual, está demasiado ocupado observando a sus antiguos nakamas como para concentrarse demasiado en otra cosa, así sea comer.
Están todos los piratas que alguna vez navegaron bajo la bandera de “Sombrero de paja, Luffy” sentados en un círculo, riendo y comiendo cuando el antiguo capitán cobra una repentina seriedad.
-aun no me han dicho por qué han vuelto – su tono de voz no ha sido tan serio en, tal vez, diez años
-¿para qué más Luffy? Para ir… - comienza el hombre de cabello verde
-¡para irnos de aventura! – para ser interrumpido por el tipo de cabello negro y rizado, muy, muy rizado
-¿ustedes ya cumplieron sus objetivos?
-si, construimos nuestras vidas. Pero ya volvimos y ahora … - responde la mujer de cabello negro
-¡entonces nos vamos de aventura! - exclama con entusiasmo el Rey de los Piratas
El grito de júbilo que le sigue es oído en todo el lugar y las sonrisas se disparan.
Ya por la mañana, el colorido barco, el Thousand Sunny, zarpa del puerto, esta vez con una bandera pirata, una famosísima calavera con un sombrero de paja sobre la cabeza.
MerCevans Thu 16 Dec 2021 04:18AM UTC
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