Chapter Text
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Advertencias:
Todas y ninguna a la vez. No sé qué tantas deba colocar sin spoilear, así que lean bajo su propia responsabilidad.
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Capitulo 1
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En el influjo de los omegas sobre la sociedad, se traza una línea desde sus días de simples concubinas de alfas hasta llegar al momento en que su estirpe se alza como igual. Es gracias a aquellos que perecieron víctimas de abusos, violencia y supremacía alfa; que ahora los omegas son libres de andar por el mundo con la seguridad de que nadie les pondría un dedo encima.
Seguridad que se traduce también en desequilibrio. Ocasionando que la balanza se encuentre inclinada hacia su lado.
Los alfas no han sido sometidos como lo hicieran ellos años atrás. Los omegas son seres tranquilos, que le huyen a la violencia y cuando el primero de ellos aprendió a leer, los alfas debieron temer. Han sido décadas de opresión y terror para lograr esa paz mediante leyes justas y otras tanto, que permanecen desde los años oscuros.
Ningún de ellos, por ejemplo, seria separado de sus hijos ante una unión disuelta. Sin importar cuan descuidado sea ese omega, ningún juez abogaría a favor de quitárselo. Ya que en ellos ha recaído por años el rol cuidador. Por otro lado, se encuentran las que han sido diseñadas en beneficio de en quien reside el sufrimiento; siendo la más controversial por su alta repercusión en las uniones libres, la ley de marca. Un alfa está impedido de abandonar a su pareja si es que existe una marca de por medio, mas no se da a la inversa. Si el omega decide dejar a su alfa, está en todo su derecho; y si es el alfa el culpable de la separación, deberá pagar una compensación económica.
Una de las razones por la cual el porcentaje de omegas marcados se ha visto reducido drásticamente.
El rompimiento de las cadenas ha venido con una inusitada liberación de los omegas, pero también de alfas. No son más ellos los que buscan ser los proveedores del hogar, tampoco ir tras de un omega solo por su aroma. Las mismas leyes que desequilibran la balanza han originado que ambos géneros instintivos se repelan unos a otros. Los supresores han llegado a su apogeo, donde la mayoría busca aplacar el instinto hasta extinguirlo. Atrás quedaron las historias de amor que se cuentan en los libros viejos, ahora los reescriben al lado de betas. El que menos desea tener una relación alfa y omega (A/O). El que menos, desea una marca.
Y el que menos, desea sucumbir al destino.
Un hilo invisible que obliga a dos seres a permanecer juntos por el resto de sus vidas. Juega con sus emociones, confunde sentimientos. Los ata y enredad en una unión terrorífica a la que muchos no están dispuestos a ceder.
Para el caso, Izuku no sirve de ejemplo.
Criado bajo una familia tradicional de uniones A/O, anhela ser la tercera generación en comprometerse con su predestinado.
Sus amigos suelen llamarle anticuado, él se considera un romántico empedernido que ve belleza donde el resto solo piensa en esclavitud. En parte, los comprende. Con la tasa de uniones de predestinados en descenso, es normal que pocos de ellos conozcan la fuerza que lleva el destino y que es lo que Izuku añora cuando ve a sus padres. Tener un alfa que le proteja, le llene de cariños y le mime como su padre lo hace con su madre omega. Sueña con una marca delicada sobre su cuello, tan solo dos puntos los cuales deba cubrir como su posesión mejor guardada. Ha vislumbrado infinidad de escenarios en los que su alfa predestinado y él coincidan. Un encuentro único, apasionado, digno de contar a sus hijos.
Izuku no se conformaría con menos.
Anhela la historia de amor completa.
Por ello, cuando este suceso se da en el supermercado en día de ofertas, percibe que algo no anda bien. Más aún, cuando el alfa adolescente delante suyo, en lugar de cederle el cereal que ambos han tomado, se lo arrebata. Izuku cae a causa de la fuerza que usa para jalarlo de sus manos, golpeando sus rodillas. Sus brazos se mueven rápido, logrando sostener su cuerpo antes de caer al suelo de lleno.
El aroma intenso a alfa ingresa a su ser y la reacción es veloz.
Su cuerpo tiembla en un solo escalofrió que dura milenios, a ese le sigue un subidón de calor y el corazón se acelera. Alza la cabeza, el alfa le mira con las mejillas sonrojadas, agitado también y pupilas dilatas. Tiene los labios entreabiertos y tras ellos, sus caninos brillan como dos diamantes dispuestos a incrustarse en su nuca.
–Mi alfa... –susurra, sonriente.
Lo ha encontrado.
Deja de luchar contra el instinto. Libera su aroma sin recato, permitiendo que las feromonas hagan su trabajo de hablarle al joven de cabello cenizo. Su entrada empieza a humedecerse, un reflejo incomodo y bochornoso por el que surca su cuerpo; pero al que deja fluir libremente con tal de que su predestinado lo perciba.
Y así lo hace.
Sin embargo, el alfa lejos de reaccionar a él, deja caer la caja de cereal. El rostro se le contrae en un gesto de horror. Entre miedo y asco, cubre su nariz con el brazo y sale corriendo en dirección contaría.
–¡NO! –estira una mano y su cuerpo no soporta más.
Cae.
El permitir que el instinto fluya le cuesta fuerzas que hubiera preferido ahorrar para ir tras de él. Izuku gimotea, viéndose incapaz de moverse. Oye el murmuro de las personas en el pasillo, por el altavoz alertan de un omega en celo a todo el supermercado. Una anciana se quita la bufanda y seca el sudor de su frente, igual que sus lágrimas, mientras le susurra que todo estará bien. Percibe el aroma de su madre cerca y usa sus últimas fuerzas para tomar la caja de cereal.
Aunque tenue, la esencia del alfa permanece ahí.
…
El celo se va a las pocas horas.
Con solo quince años, aun no es momento de que el calor llegue, por lo que el medico diagnostica lo obvio: Ha estado cerca de su predestinado. Su cuerpo a reaccionado a él avisándole del suceso –queriendo atraerlo– y gran parte del tiempo de duración, se ha debido a la sobreestimulación por el aroma en la caja del cereal. La enfermera que lo atiende menciona que no hay nada de qué preocuparse, es una reacción completamente natural del cuerpo.
Siendo lo unico extraño, que el alfa no cediera.
–Claro que nadie esperaría que eso suceda –el medico resopla en burla– Un ataque de esos en estos años... ya ni recuerdo cuando fue la última vez que se mencionara uno en las noticias –comenta casual y continúa explicando: –. La única razón que puedo darle, es que ese alfa tenga un omega cerca en casa. Si ha percibido el celo de uno antes, a si sea de un familiar, es más fácil sobrellevarlo.
Izuku le oye atento, sentado en medio de sus padres, sin dejar de abrazar la caja de cereal. El único recuerdo que mantiene de su predestinado.
–Ahora, lo verdaderamente impórtate –saca una cartilla de la gaveta– es sobre la cirugía de desenlace...
–¡Oh! –Inko, su madre, interviene de inmediato– No, no. Solo queríamos tener la certeza de que ese joven era su predestinado.
El rostro del médico se llena de sorpresa, cejas alzadas. Mira a Izuku y él asiente, otorgando razón a su madre.
–Bueno, nunca esta demás –empuja la cartilla delante del adolescente– ya saben, los chicos tienden a arrepentirse.
Bromea jovial. Inko e Hisashi no se ríen.
Los padres de cada uno, han sido predestinados. Ellos lo son y si bien no obligarían a Izuku a enlazarse solo por seguir esa línea, tampoco apoyan la idea de romper esos lazos. Les parece una abominación que el hombre destruya lo que el algo superior crea.
La atmosfera se torna espesa. El medico guarda la cartilla al no ser recibida por nadie, y receta unos supresores muy leves en caso Izuku tenga otra alza de calor.
–Debes acercarte al departamento de educación celar, recibirás una charla y luego se te entregaran los supresores.
Las orejas le queman de oír ese nombre. Su padre le acaricia la espalda, risueño
En la escuela le explican lo básico acerca del celo, es recién en esas charlas impartidas en cada hospital, donde se les educa finalmente sobre su calor. Es obligatorio recibirlas o no califica como sujeto a recibir los supresores gratuitos del estado. Ahí se les explica la importancia de estos últimos, los distintos tipos que existen y que nunca se debe abusar de ellos. También comentan el uso de anticonceptivos y a todos se les prenden las mejillas. La mayoría solo son adolescente en edad de tener su primer calor o, simplemente, con fallas hormonales que les han adelantado el mismo.
–El uso de los anticonceptivos son necesarios tanto en alfas como en omegas. Recuerden que ambos géneros poseen una fertilidad mayor a los betas, el solo roce de genitales podría terminar en un embarazo no deseado y nadie quiere tener un hijo a los quince años, ¿verdad?
El grupo de adolescentes asiente, las explicaciones continúan.
….
Los días posteriores, son una búsqueda exhaustiva de su alfa. Su padre recorre el supermercado a la salida del trabajo, pide incluso las grabaciones de seguridad de ese día. En principio, los empleados se niegan y se ve obligado usar argucias legales para obtenerlo.
Comprende que solo buscan proteger a un adolescente que tuvo la desdicha de conocer a su predestinado ese día. Sin embargo, para su hijo aquello es una dicha que el mismo estado avala. Para suerte de las personas más tradicionales como él, un sector conservador logró promulgar la ley de protección a predestinados. La cual busca salvaguardar estas uniones sin dejar de lado su lucha por los derechos de los omegas, ya que son ellos –una vez más– quienes deciden finalmente.
A Hisashi le toma tres días dar con la familia y dos más, concretar una reunión que, a todas luces, pinta desfavorable. Los padres del alfa han sido lo suficientemente enfáticos en mostrar su posición. No están de acuerdo con la unión de predestinados, su hijo no quiere un omega y ellos no van a obligarle.
Cosa que es de esperarse cuando de una pareja alfa y beta se trata.
–Puede que ellos prefieran ir a juicio antes que aceptarlo –Hisashi se lo comenta a su hijo, poniéndole sobre aviso de las consecuencias que puede originar esa reunión.
–Va a aceptar –afirma Izuku acostado en su cama, abrazando aun la caja de cereal vacía.
–Cariño, no quiero que te desilusiones –Inko le acaricia el rostro, sentada a un lado suyo.
No importa que tanto haya crecido o su edad, ella continúa viéndolo como el niñito al que le contaba historias de predestinados antes de dormir y le duele en el alma que su propia historia penda de un hilo.
Si la familia del alfa decide no aceptar e ir a juicio, ella junto a su marido, han decidido dejarlo ahí, no forzar más. Se le rompería el corazón de ver a su hijo ser rechazado en la corte y andar suplicando a alguien que no le quiere.
–Va a aceptar –reafirma– yo lo sé, mamá, puedo sentirlo.
La mujer suspira suave, desordena su cabello y deja un beso sobre su frente antes de retirarse junto a su esposo.
Izuku queda solo en la habitación, abrigado por la brisa tibia de primavera. Olisqueando el cartón que abraza todas las noches, donde aún percibe la tenue esencia de su alfa.
–Bakugou Katsuki –susurra muy bajito el nombre de su alfa– Bakugou Izuku.
…
–Cálmate –la mano de su marido cae sobre la suya, intentado alejarla de su boca– si sigues mordiendo te sacaras sangre.
Mitsuki Bakugou obedece, aunque no esté en ella ser dócil. No obstante, tampoco ha vivido una situación tan angustiante como esa desde que Katsuki se aislara en su habitación a los doce años.
Baja la mano, exhala profundo.
–Es casi la hora –señala el reloj.
–Todo estará bien –vuelve a calmarle su marido.
Masaru Bakugou es el alfa en ese hogar y agradece que su mujer fuera una beta que no logra percibir su aroma a preocupación. De los dos, siempre ha sido él el más nervioso y ansioso; sin embargo, es ahora cuando debe sacar a flote esa personalidad alfa estereotipada y –tratar al menos– mantener la situación en calma.
Abraza a su mujer con el cariño que los grupos conservadores dirían es imposible entre parejas A/B o B/O. Ambos son la muestra de lo que se logra cuando los convencionalismos se rompen y se sigue el dictamen del corazón antes que del olfato o el destino.
Asume, que es por ello también la férrea reticencia de su hijo en acercarse a un omega.
Aunque solo es eso, algo que asume.
Ninguna certeza.
Nunca ha ahondado a fondo el porqué del rechazo hacia los omegas y no sabe hasta donde puede tocar el tema sin incomodar al adolescente. Masaru no es un hombre de mente cerrada, sabe mejor que nadie como los tiempos cambian y así como hay personas que solo se fijan en hombre o solo mujeres, también las hay quienes los diferencian únicamente por su género secundario. Deduce que su hijo pertenece a este último grupo, ya que su rechazo es a todo lo que contenga esa esencia fina que exudan los omegas.
Cree también, que es el carácter heredado de su madre lo que le lleva a buscar esa distancia. La beta no permitiría jamás que alguien gobernara sobre ella y Katsuki no dejaría que el instinto le guiara las emociones.
El timbre suena llevándose sus pensamientos.
Observa al lado, su esposa se tensa. Ambos exhalan un gemido suave y caminan hacia la puerta tomados de la mano. Comprenden que, a partir de ese momento, entra en juego el destino de su hijo.
–Buenas noches –la familia Midoriya saludan a la vez.
–Buenas noches –responden ellos brindándole el pase libre dentro de casa.
El olfato de Masaru los reconoce como predestinados al instante. Percibir a la menor cuesta más trabajo, los supresores que usa irrumpen ese sentido cuando el aroma es tenue. Aun así, logra oler el perfume agraciado, entre nervioso y feliz.
Curva los labios, enternecido por la ilusión que chispea en sus feromonas juveniles.
Ambas familias toman asiento en la sala, siendo el unico ausente, Katsuki.
–¿Su hijo no vendrá? –inquiere Hisashi.
–No –responde Mitsuki. Los nervios han quedado guardados y la firmeza que le caracteriza sale a flote–. Creo que ya conocen su posición.
El señor Midoriya carraspera ante la respuesta, su mujer toma la mano de su hijo con cariño. La beta no pasa por alto su lenguaje corporal, sintiendo lastima por el adolescente que deberá oír todo. Pensó que sería una reunión entre adultos, siendo que ellos han dejado clara su postura y no es favorable a la del omega.
–Como sus padres, podrían hacerle entrar en razón –señala el alfa– no puede simplemente negarse, es su predestinado.
–Los tiempos cambian, ya nadie cree en ese amor por ADN –habla simple Masaru. Dirige los ojos a su mujer, vuelve a tomarla de la mano– Nosotros estamos dispuestos a pagar por la cirugía de desenlace de su hijo.
El gesto en la pareja de predestinados se contrae.
–Perdón si suena rudo –Mitsuki interviene, buscando aliviar el posible incendio–, pero queremos una solución favorable para ambos.
Hisashi mantiene la entereza, les mira fijo y luego, vira los ojos hacia su omega. Inko asiente. El alfa abre su maletín, poniendo sobre la mesa ratona aquello que, Masaru y Mitsuki, veían venir.
–No vamos a aceptar menos. –empuja el documento hacia la pareja dueña de casa.
Los Bakugou exhalan largo.
Masaru toma el papel entre sus manos. Mitsuki cierra los ojos.
La ley de protección a predestinados nació tras la caída drástica de emparejamiento A/O y la casi extinción de las uniones predestinadas. Impulsada por los grupos conservadores del gobierno, estipularon en ella que de ser el omega el dispuesto a mantener el lazo, el alfa estaba en la obligación de "intentarlo" . Dejando abierta la puerta a que el alfa haga todo lo que él omega desee. Ya que, al ser éstos últimos los que se sometían a la cirugía de desenlace, eran ellos quienes decidían en la unión. También se indicaba que el alfa debe permanecer cerca del omega por el plazo máximo de un año; si luego de ese lapso de tiempo mantenía la postura de separarse, estaba permitido a hacerlo.
Lamentablemente, cuando el destino jugaba de por medio, un año de cercanía era suficiente para hacer a uno dependiente del otro.
La única manera de ser exonerado de esa ley, era tener un omega marcado.
Y, siendo sinceros, ¿qué omega se dejaría marcar en estas épocas? ¿qué alfa estaría dispuesto a hacerlo? Si incluso algunos se sometían a la extracción de sus caninos con tal de no sucumbir a la tentación.
–Y o... – de pronto, la vocecita del menor irrumpe. Alfa y beta le prestan atención – Yo... Sé que suena un poco arbitrario, pero... Este ha sido mi sueño desde pequeño –confiesa, jugando con las manos sobre su regazo–. Sé que no muchos omegas anhelan conocer a sus predestinados. Por eso, entiendo a Katsuki –el nombre se le hace burbujas al mencionarlo. Izuku no cree estar equivocado con su decisión si puede sentirlo así– . Yo solo pido una oportunidad.
Mitsuki destensa los hombros, preguntándose qué clase de educación debe tener un joven si teniendo todo un mundo por conocer, su sueño se convierte en ese.
–Es a pedido de él que hemos desistido del año de prueba –precisa Inko, abrazando a su retoño– estamos pidiendo la mitad del tiempo.
La beta observa a su marido, él le señala el renglón de observaciones en el formato de contrato para predestinados. No mienten, han indicado seis meses en la casilla.
Otro suspiro escapa de sus labios.
No hay más que hacer. De negarse, aquello podría conllevar un juicio que daría por resolución una compensación altísima, si no es que un juez terminaba obligando a que se cumpla la unión de todas maneras.
Masaru trae los sellos de los dos y con ello, cierra el destino de su Katsuki por los próximos seis meses.
…
Nota de la autora:
Siento que esta historia será un poco la compensación para Consecuencias y Erase una vez . Compensación para Izuku y Katsuki, no ustedes xD que igual y la sufren un poquitín.
Y bueno, heme aquí, publicando una nueva historia y queriendo enviar otras dos a borrador, porque les perdí el hilo.