Chapter Text
Velen se encontraba en el Capilla de la Luz angustiado, tembloroso, rezándole a los Naaru y a todas las demás deidades de su lejano y destruido planeta Argus porque toda esta angustia y pesadilla que se cernía sobre el reino humano de Stormwind terminase en paz y favorablemente para todos los involucrados; la ciudad estaba en vela esa noche mientras que el Bosque de Elwynn retumbaba esa a la luz de miles de antorchas y al sonido de fieros sabuesos y miembros del Servicio de Inteligencia de Stormwind (IV:7) los cuales no pretendían descansar hasta no haber cumplido su tarea. Velen respiró hondo esperando impaciente, pero a su vez queriendo mantener la cordura, al menos así sería el único con cierta ecuanimidad en esa ciudad tras la tragedia que los azotaba.
Velen camino fuera de la capilla completamente escéptico y pensativo mientras los guardias corrían como locos y las campanas de alarma hacían eco en todas las calles de Stormwind. El viejo draenei era toda una personalidad, pero el miedo esparcido impedía a la gente reconocerlo y así darle alguna noticia que pudiese reconfortar su angustiada alma. Aun así, se dirigió al castillo real esquivando las multitudes que tropezaban contra él, ensuciando su fina y púrpura túnica de sacerdote. El camino hasta palacio casi se hizo eterno y el draenei suspiro al ver las empinadas y largas escaleras que aún se interponían entre él y su destino final. Sus viejos huesos sin dudas sintieron la larga y agitada caminata, pero aun así logro llegar hasta la sombría sala del trono la cual estaba completamente concurrida de rostros que si conocieron al Profeta perfectamente.
—Profeta Velen, alguna visión o pista que nos ayude a dar con el paradero de la Reina— exclamó Bolvar Fordragón destellando en sus ojos color esmeralda un brillo lleno de tristeza y preocupación.
Velen bajo la cabeza y su semblante entristecido solo menguó los ánimos y esperanzas de todos los presentes. El ambiente era insostenible después de más de cuarenta horas de búsqueda incansable y nada de lo que todos dijesen sería suficiente para consolar al Rey el cuál parecía un animal desbocado dispuesto a destruir todo a su paso con el único fin de encontrar a su adorada esposa. Ella fue cobardemente secuestrada por los Defías, mientras daba su paseo matutino a caballo con Emmy, su dama de compañía.
—¿Dónde está él ahora? — preguntó Velen con temor a cualquiera que fuesen las respuestas e incluso el mismísimo Bolvar Fordragón no decía palabra alguna y sólo observaba un arrugado mapa de la zona garabateado con tinta.
Pero la quietud de la sala fue interrumpida por un destrozado hombre lleno de emociones divididas que, con cada comando a sus hombres, emanaba de su voz un oculto grito de agonía y desesperación, envuelto en odio y prepotencia al regresar con sus manos vacías después de otro día inútil de búsqueda incansable.
Varían no quería escuchar a sus consejeros, comer o ver a nadie, solo quería respuestas, pistas o cualquier indicio del paradero de su querida esposa, la adorada por todos, la hermosa y amable Reina Tiffin. Velen intentó acercarse a él, teniendo el sentimiento de que estaba persiguiendo a una bestia salvaje que sería imposible de domar o aconsejar. Pero aun así tenía que al menos calmar el alma de un Rey destruido por el miedo y el odio que solo menguarían cuando ella volviese a estar a su lado a salvo.
—Varian, mi muchacho— exclamó Velen con voz temblorosa. —¿Hay alguna noticia de Tiffin, saben algo de sus captores?, necesito que alguien me diga algo para seguir cultivando mis esperanzas y así rogar a la Luz por su pronto regreso—
—¿Rezar Profeta? — exclamó el torturado Rey, mientras su mano enguantada golpeaba la pared despedazando parcialmente la piedra.
—Las primeras horas le recé a la Luz por un milagro, pero ahora estoy desesperado y furioso... esos malditos se llevaron a mi esposa y dejaron el cadáver de su sirvienta en el bosque con una nota de rescate. Hemos registrado cada rincón de los alrededores y es como si se los hubiese tragado la tierra— Tras estas palabras unas lágrimas adornaron el rostro del rudo joven de veintiséis años de edad, haciendo que el draenei no tuviese palabras que amainaran la tensión y el dolor en su corazón. Velen intentó hablar de la sanción del alma, la meditación y la paciencia; siendo bruscamente interrumpido por el Rey, el cual lo hizo rápidamente tragar en seco.
—Mi esposa está en peligro, puede ser asesinada por esos bandidos y tú me ¿hablas de paciencia?, ellos no solo la tienen a ella, sino también al hijo que lleva en el vientre, si algo le sucede al alguno de los dos, te juro por todo lo más sagrado, que ellos y sus familias pagarán el precio con sus miserables vidas—
Velen estaba consternado por la frialdad y crueldad de sus palabras, siendo parcialmente entendible para alguien como él, que también perdió todo cuanto amaba y conocía hacía mucho tiempo; pero también sabía que la violencia y la espada no eran la solución y esos impulsos solo llevarían a Varian por el camino de la venganza y el odio, los cuáles terminarían por consumir su alma y destruir todo por cuanto había luchado y trabajado en su vida.
Los sabios y pacíficos consejos de Velen no valieron de nada y en la desesperada búsqueda Varian torturó, asesinó y encarceló a muchos relacionados con la mercenaria banda de Defías que de un día para otro dejaron de mandar pergaminos con sucias amenazas y mechones de cabello dorado perfumado de la Reina Tiffin, haciendo que tanto Bolvar como los demás temieran lo peor. Pero Varian no perdía las esperanzas de encontrarlos con vida, la Reina tenía nueve meses de embarazo y lo único en lo que el angustiado Rey podía pensar era en abrazarla a su mujer y cargar a su hijo en sus brazos. Pero dicha esperanza fue disminuyendo con el paso de las semanas, de los meses y los años, convirtiéndose en pena y endureciendo por unos largos, fríos y tormentosos dieciocho años el corazón de un Varian que jamás volvería a ser el mismo.
