Chapter 1: Reset
Notes:
El primer capítulo es solo una probadita de lo que creo que será la historia, tiene muchas partes del libro original de crepúsculo y voy a estar jugando un poco con eso, pero ya saben, no me pertenece.
(Sucede en el viaje de Bella y sus amigas a Port Angeles, y durante la 2da temporada de de The Vampire Diaries)
Los libros de Twilight es propiedad de Stephanie Meyer. Los libros de The Vampire Diaries es L. J. Smith. También la historia puede contener partes de las películas y la serie de los respectivos libros.
(Basada principalmente en la canción “So good” de Halsey)
Chapter Text
ISABELLA POV
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Las últimas semanas en Forks han sido… Interesantes
Después del accidenté con Tyler, toda la escuela se mantuvo al pendiente de mí, sobre todo con la ayuda de Jessica y Lauren. Los murmullos a mis espaldas son muy molestos, pero mi mente se mantenía enfocada en otra cosa. Edward Cullen.
La ¿relación de cordialidad? que tenemos es extraña, al parecer si anda de buen humor se digna dirigirme una mirada, pero si no, me rehúye como a la peste. Me da jaqueca.
Hoy para mi buena suerte, no me he tropezado ninguna vez, mis clases han ido bien, y hoy el tema del día era el baile que se aproximaba. Fuera de la mirada de todos, mi día pasó tranquilo, bueno, sin mencionar que Mike trató de invitarme al baile con él. Por supuesto que, de una manera no muy gentil, lo rechacé y me asegure de hacerla de cupido y ayudarle a mi amigo a invitar a la persona correcta.
Me tope a Jessica en Trigonometría, su rostro desbordaba entusiasmo, me animé a preguntarle sobre el tema y me contó que Mike le había pedido ir al baile con él. Su sonrisa fue contagiosa y me sentí feliz de que mi plan funcionará. También menciono que ella, Angela y Lauren tenían pensado ir de compras a Port Angeles esa tarde para buscar vestidos para el baile, al parecer quería que yo también fuera, a pesar de que no necesitaba ninguno.
Me sentí indecisa. Sería agradable salir del pueblo con algunas amigas, pero Lauren estaría allí y quién sabía qué podía hacerme esa tarde… De modo que le respondí que tal vez, explicándole que primero tenía que hablar con Charlie.
No habló de otra cosa que del baile durante todo el trayecto hasta clase de Español y continuó, como si no hubiera habido interrupción alguna, cuando la clase terminó al fin, cinco minutos más tarde de la hora, y mientras nos dirigíamos a almorzar. Estaba demasiado perdida en el propio frenesí de mis expectativas como para comprender casi nada de lo que decía. Estaba dolorosamente ávida de ver no sólo a Edward sino a todos los Cullen, con el fin de poder contrastar en ellos las nuevas sospechas que llenaban mi mente. Al cruzar el umbral de la cafetería, sentí deslizarse por la espalda y anidar en mi estómago el primer ramalazo de pánico. ¿Serían capaces de saber lo que pensaba? Luego me sobresaltó un sentimiento distinto. ¿Estaría esperándome Edward para sentarse conmigo otra vez?
En el almuerzo, mi nueva costumbre de mirar hacia la mesa de los Cullen, me trajo una decepción al encontrarla vacía por segunda vez en la semana.
El resto del día transcurrió lentamente. Me alegré de abandonar el campus, de esa forma podría poner mala cara y deprimirme antes de salir con Jessica y compañía, pero apenas había traspasado el umbral de la casa de Charlie, Jessica me telefoneó para cancelar nuestros planes. Intenté mostrarme encantada de que Mike la hubiera invitado a cenar, aunque lo que en realidad me aliviaba era que al fin él parecía que iba a tener éxito, pero ese entusiasmo me sonó falso hasta a mí. Ella reprogramó nuestro viaje de compras a la tarde noche del día siguiente.
Aquello me dejaba con poco que hacer para distraerme.
Decidí matar una hora con alguna lectura que no estuviera relacionada con las clases. Tenía una pequeña colección de libros que me había traído a Forks. El más gastado por el uso era una recopilación de obras de Jane Austen. Lo seleccioné y me dirigí al patio trasero. Al bajar las escaleras tomé un viejo edredón roto del armario de la ropa blanca.
Ya fuera, en el pequeño patio cuadrado de Charlie, doblé el edredón por la mitad, lejos del alcance de la sombra de los árboles, sobre el césped, que iba a permanecer húmedo sin importar durante cuánto tiempo brillara el sol. Me tumbé bocabajo, con los tobillos entrecruzados al aire, hojeando las diferentes novelas del libro mientras intentaba decidir cuál ocuparía mi mente a fondo.
Mis favoritas eran Orgullo y prejuicio y Sentido y sensibilidad. Había leído la primera recientemente, por lo que comencé Sentido y sensibilidad, sólo para recordar al comienzo del capítulo tres que el protagonista de la historia se llamaba Edward. Enfadada, me puse a leer Mansfield Park, pero el héroe del texto se llamaba Edmund, y se parecía demasiado. ¿No había a finales del siglo XVIII más nombres? Aturdida, cerré el libro de golpe y me di la vuelta para tumbarme de espaldas. Me arremangué la blusa lo máximo posible y cerré los ojos. No quería pensar en otra cosa que no fuera el calor del sol sobre mi piel, me dije a mí misma. La brisa seguía siendo suave, pero su soplo lanzaba mechones de pelo sobre mi rostro, haciéndome cosquillas. Me recogí el pelo detrás de la cabeza, dejándolo extendido en forma de abanico sobre el edredón, y me concentré de nuevo en el calor que me acariciaba los párpados, los pómulos, la nariz, los labios, los antebrazos, el cuello y calentaba mi blusa ligera.
De verdad extrañaba el calor, aunque creo que me comenzaba a gustar el frio. Cerré mis ojos para disfrutar el momento y lo próximo de lo que fui consciente fue el sonido del coche patrulla de Charlie al girar sobre las losas de la acera. Me incorporé sorprendida al comprender que la luz ya se había ocultado detrás de los árboles y que me había dormido. Miré a mi alrededor, hecha un lío, con la repentina sensación de no estar sola.
—¿Charlie? —pregunté, pero sólo oí cerrarse de un portazo la puerta de su coche frente a la casa.
Me incorporé de un salto, con los nervios a flor de piel sin ningún motivo, para recoger el edredón, ahora empapado, y el libro. Corrí dentro para echar algo de gasóleo a la estufa al tiempo que me daba cuenta de que la cena se iba a retrasar. Charlie estaba colgando el cinto con la pistola y quitándose las botas cuando entré.
—Lo siento, papá, la cena aún no está preparada. Me quedé dormida ahí fuera —dije reprimiendo un bostezo.
—No te preocupes —contestó—. De todos modos, quería enterarme del resultado del partido.
Vi la televisión con Charlie después de la cena, por hacer algo. No había ningún programa que quisiera ver, pero él sabía que no me gustaba el baloncesto, por lo que puso una estúpida comedia de situación que no disfrutamos ninguno de los dos. No obstante, parecía feliz de que hiciéramos algo juntos. A pesar de mi tristeza, me sentí bien por complacerle.
—Papá —dije durante los anuncios—, Jessica y Angela van a ir a mirar vestidos para el baile mañana por la tarde a Port Angeles y quieren que las ayude a elegir. ¿Te importa que las acompañe?
—¿Jessica Stanley? —preguntó.
—Y Angela Weber. —Suspiré mientras le daba todos los detalles.
—Pero tú no vas a asistir al baile, ¿no? —comentó. No lo entendía.
—No, papá, pero las voy a ayudar a elegir los vestidos —no tendría que explicarle esto a una mujer—. Ya sabes, aportar una crítica constructiva.
—Bueno, de acuerdo —pareció comprender que aquellos temas de chicas se le escapaban—. Aunque, ¿no hay colegio por la tarde?
—Saldremos en cuanto acabe el instituto, por lo que podremos regresar temprano. Te dejaré lista la cena, ¿vale?
—Bella, me he alimentado durante diecisiete años antes de que tú vinieras —me recordó. Sonreí.
Al día siguiente, la mañana amaneció soleada. Me desperté con esperanzas renovadas que intenté suprimir con denuedo. Como el día era más templado, me puse una blusa escotada de color azul oscuro, una prenda que hubiera llevado en Phoenix durante lo más crudo del invierno.
Había planeado llegar al colegio justo para no tener que esperar a entrar en clase. Desmoralizada, di una vuelta completa al aparcamiento en busca de un espacio al tiempo que buscaba también el Volvo plateado, que, claramente, no estaba allí. Aparqué en la última fila y me apresuré a clase de Lengua, llegando sin aliento ni brío, pero antes de que sonara el timbre.
Ocurrió lo mismo que el día anterior. No pude evitar tener ciertas esperanzas que se disiparon dolorosamente cuando en vano recorrí con la mirada el comedor y comprobé que seguía vacío el asiento contiguo al mío de la mesa de Biología.
El plan de ir a Port Angeles por la tarde regresó con mayor atractivo al tener Lauren otros compromisos. Estaba ansiosa por salir del pueblo, para poder dejar de mirar por encima del hombro, con la esperanza de verlo aparecer de la nada como siempre hacía. Me prometí a mí misma que iba a estar de buen humor para no arruinar a Angela ni a Jessica el placer de la caza de vestidos. Puede que también yo hiciera algunas pequeñas compras. Me negaba a creer que esta semana podría ir de compras sola en Seattle porque Edward ya no estuviera interesado en nuestro plan. Seguramente no lo cancelaría sin decírmelo al menos.
Jessica me siguió hasta casa en su viejo Mercury blanco después de clase para que pudiera dejar los libros y mi coche. Me cepillé el pelo a toda prisa mientras estaba dentro, sintiendo resurgir una leve excitación ante la expectativa de salir de Forks. Sobre la mesa, dejé una nota para Charlie en la que le volvía a explicar dónde encontrar la cena, cambié mi desaliñada mochila escolar por un bolso que utilizaba muy de tarde en tarde y corrí a reunirme con Jessica. A continuación fuimos a casa de Angela, que nos estaba esperando. Mi excitación crecía exponencialmente conforme el coche se alejaba de los límites del pueblo.
Jessica conducía aún más deprisa que Charlie, por lo que estuvimos en Port Angeles a eso de las cuatro. Hacía bastante tiempo que no había tenido una salida nocturna sólo de chicas; el subidón del estrógeno resultó vigorizante. Escuchamos canciones de rock mientras Jessica hablaba sobre los chicos con los que solíamos estar. Su cena con Mike había ido muy bien y esperaba que el sábado por la noche hubieran progresado hasta llegar a la etapa del primer beso.
Sonreí para mis adentros, complacida. Angela estaba feliz de asistir al baile aunque en realidad no le interesaba Eric. Jess intentó hacerle confesar cuál era su tipo de chico, pero la interrumpí con una pregunta sobre vestidos poco después, para distraerla. Angela me dedicó una mirada de agradecimiento, yo ya sabía quién era el dueño de su corazón, y le había prometido guardar el secreto hasta que ella estuviera lista.
Port Angeles era una hermosa trampa para turistas, mucho más elegante y encantadora que Forks, pero Jessica y Angela la conocían bien, por lo que no planeaban desperdiciar el tiempo en el pintoresco paseo marítimo cerca de la bahía. Jessica condujo directamente hasta una de las grandes tiendas de la ciudad, situada a unas pocas calles del área turística de la bahía.
Se había anunciado que el baile sería de media etiqueta y ninguna de nosotras sabía con exactitud qué significaba aquello. Jessica y Angela parecieron sorprendidas y casi no se lo creyeron cuando les dije que nunca había ido a ningún baile en Phoenix.
—¿Ni siquiera has tenido un novio ni nada por el estilo? —me preguntó Jess dubitativa mientras cruzábamos las puertas frontales de la tienda.
—De verdad —intentaba convencerla sin querer confesar mis problemas con el baile—. Nunca he tenido un novio ni nada que se le parezca. No salía mucho en Phoenix.
—¿Por qué no? —quiso saber Jessica.
—Nadie me lo pidió —respondí con franqueza. No quise contar la verdad acerca de mi miedo a salir de noche sola en Phoenix.
Parecía escéptica.
—Aquí te lo han pedido —me recordó—, y te has negado.
En ese momento estábamos en la sección de ropa juvenil, examinando las perchas con vestidos de gala.
—Bueno, excepto con Tyler —me corrigió Angela con voz suave.
—¿Perdón? —me quedé boquiabierta—. ¿Qué dices?
—Tyler le ha dicho a todo el mundo que te va a llevar al baile de la promoción —me informó Jessica con suspicacia.
—¿Que dice el qué? —Mis ojos se abrieron demasiado, y me sentía como si me estuviera ahogando.
—Te dije que no era cierto —susurró Angela a Jessica.
Permanecí callada, aún en estado de shock, que rápidamente se convirtió en irritación. Pero ya habíamos encontrado la sección de vestidos y ahora teníamos trabajo por delante.
—Por eso no le caes bien a Lauren —comentó entre risitas Jessica mientras toqueteábamos la ropa.
Me rechinaron los dientes. Ahora si estaba molesta con ese idiota.
—¿Crees que Tyler dejaría de sentirse culpable si lo atropellara con el monovolumen, que eso le haría perder el interés en disculparse y quedaríamos en paz?
—Puede —Jess se rió con disimulo—, si es que lo está haciendo por ese motivo.
La elección de los vestidos no fue larga, pero ambas encontraron unos cuantos que probarse. Me senté en una silla baja dentro del probador, junto a los tres paneles del espejo, aun intentando controlar mi rabia.
Jessica se mostraba indecisa entre dos. Uno era un modelo sencillo, largo y sin tirantes; el otro, un vestido de color azul, con tirantes finos, que le llegaba hasta la rodilla. Angela eligió un vestido color rosa claro cuyos pliegues realzaban su alta figura y resaltaban los tonos dorados de su pelo castaño claro. Las felicité a ambas con profusión y las ayudé a colocar en las perchas los modelos descartados.
Nos dirigimos a por los zapatos y otros complementos. Me limité a observar y criticar mientras ellas se probaban varios pares, porque, aunque necesitaba unos zapatos nuevos, no estaba de humor para comprarme nada. La tarde noche de chicas siguió a la estela de mi enfado con Tyler, que poco a poco fue dejando espacio a la melancolía.
—¿Angela? —comencé titubeante mientras ella intentaba calzarse un par de zapatos rosas con tacones y tiras. Estaba alborozada de tener una cita con un chico lo bastante alto como para poder llevar tacones. Jessica se había dirigido hacia el mostrador de la joyería y estábamos las dos solas.
Extendió la pierna y torció el tobillo para conseguir la mejor vista posible del zapato.
Me acobardé y dije:
—Me gustan.
—Creo que me los voy a llevar, aunque sólo van a hacer juego con este vestido —musitó.
—Venga, adelante. Están en venta —la animé. Ella sonrió mientras volvía a colocar la tapa de una caja que contenía unos zapatos de color blanco y aspecto más práctico. Lo intenté otra vez.
—Esto… Angela… —la aludida alzó los ojos con curiosidad.
—Sabes que puedes decirme lo que sea, Bella. —me sonrió cálidamente, le sonreí en agradecimiento, ella me hacía sentir cómoda.
—¿Es normal que los Cullen falten mucho a clase?
Mantuvo los ojos fijos en los zapatos. Fracasé miserablemente en mi intento de parecer indiferente.
—Sí, cuando el tiempo es bueno agarran las mochilas y se van de excursión varios días, incluso el doctor —me contestó en voz baja y sin dejar de mirar a los zapatos—. Les encanta vivir al aire libre.
No me formuló ni una pregunta en lugar de las miles que hubiera provocado la mía en los labios de Jessica. Angela estaba empezando a caerme realmente bien.
—Vaya.
Zanjé el tema cuando Jessica regresó para mostrarnos un diamante de imitación que había encontrado en la joyería a juego con sus zapatos plateados.
Habíamos planeado ir a cenar a un pequeño restaurante italiano junto al paseo marítimo, pero la compra de la ropa nos había llevado menos tiempo del esperado. Jess y Angela fueron a dejar las compras en el coche y entonces bajamos dando un paseo hacia la bahía.
Les dije que me reuniría con ellas en el restaurante en una hora, ya que quería buscar una librería. Ambas se mostraron deseosas de acompañarme, pero las animé a que se divirtieran. Ignoraban lo mucho que me podía abstraer cuando estaba rodeada de libros, era algo que prefería hacer sola.
—Ten cuidado, Bella. —Me aconsejó Angela mientras me daba una mirada preocupada. Le prometí que cualquier cosa.
Se alejaron del coche charlando animadamente y yo me encaminé en la dirección indicada por Jess.
No hubo problema en encontrar la librería, pero no tenían lo que buscaba.
Los escaparates estaban llenos de vasos de cristal, dreamcatchers y libros sobre sanación espiritual. Ni siquiera entré. Desde fuera vi a una mujer de cincuenta años con una melena gris que le caía sobre la espalda. Lucía un vestido de los años sesenta y sonreía cordialmente detrás de un mostrador. Decidí que era una conversación que me podía evitar.
Tenía que haber una librería con el libro que buscaba.
Anduve entre las calles, llenas por el tráfico propio del final de la jornada laboral, con la esperanza de dirigirme hacia el centro. Caminaba sin saber a dónde iba porque luchaba contra la desesperación, intentaba no pensar en Edward con todas mis fuerzas y, por encima de todo, pretendía acabar con mis esperanzas para el viaje del sábado, temiendo una decepción aún más dolorosa que el resto.
Cuando alcé los ojos y vi un Volvo plateado aparcado en la calle. Varios recuerdos de mi vida en Forks se me vinieron encima. Vampiro estúpido y voluble, pensé.
Avancé pisando fuerte en dirección sur, hacia algunas tiendas de escaparates de apariencia prometedora. Había un local bastante amplio a simple vista, las puertas de cristal me llamaban a pasar a través de ellas y sumergirme en el interior. Sonreí emocionada y me decidí a entrar. El hombre detrás del mostrador me dio una cálida bienvenida y le pregunté sobre lo que buscaba, me dio un par de indicaciones, le agradecí y él se giró a recibir a un nuevo cliente que ingresaba a la librería. Sintiéndome de buen ánimo me dirigí a buscar mi libro.
Los grandes libreros me rodearon y yo sonreí. Amaba estar entre libros. Era de las actividades que realmente disfrutaba, ese sentimiento de poder encerrarte en un mundo completamente diferente a la realidad, era una sensación extraña de libertad.
Mientras me perdía en los pasillos, me dediqué a echar un vistazo a los títulos que estaban a mi lado, noté qué algunos ejemplares eran únicos, ¿Por qué estarían estos libros en una librería común en Port Angeles?
Mis pies se detuvieron cuando me encontré frente al pasillo de mitos y leyendas. Mitología nórdica, griega, egipcia… ya las conocía de memoria, además que yo buscaba algo más local. Mis ojos y buscaron rápidamente algún título qué me llamara la atención, pero todos parecían ser simples libros de fantasía, para niños o adolescentes, nada que me sirviera realmente. Sonreí al ver un libro de leyendas Quileutes, sonreí recordando las palabras de Jacob, mi pobre amigo sin darse cuenta me había dado la respuesta a mis preguntas sobre Edward, aunque Jake no creía en sus propias leyendas. Supuse que podía haber una qué otra antología que quizás me podría ser útil.
Como por ejemplo el supuesto “libro maldito” de Sarah Wildes, que se encontraba justo frente a mis narices. Salté con alegría. Cuando leí sobre él en internet, jamás me imagine que podría encontrar una copia aquí. Lo tomé en mis brazos y me dispuse a seguir buscando otros libros que llamaran mi atención.
Tomé uno de leyendas de Italia, y uno sobre las brujas de Salem, después de todo necesitaba entender sobre brujas si es que planeaba leer el libro negro y grueso que llevaba en mis manos.
Resoplé por el peso de los bultos que llevo en mis brazos, acomodé mi espalda y me dediqué a seguir deambulando por los pasillos.
Una idea se cruzó por mi mente, y antes de poder reaccionar, mis pies se movieron hasta quedar frente a la sección de historia.
Según mis búsquedas de Internet, había encontrado algo llamado "núcleos mágicos", lugares que emanaban demasiada energía, porque al parecer algo poderoso había sucedido ahí, hechos que actualmente el ser humano reconoce como parte de su historia. Además que esa energía atraía a supuestos "seres mágicos y mitológicos. Si mis sospechas eran ciertas, Forks era uno de esos lugares y sin duda había un libro que me lo confirmara.
Seguí husmeando en los libros de historia topándome con uno que otro título que se relacionaba al tema. Di un vistazo rápido a las paginas para decidir si llevarme alguno o no.
—Interesante elección—una voz masculina sonó cerca de mí.
Chapter 2: Lookin´ like...
Chapter Text
Isabella POV
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—Interesante elección—una voz masculina sonó cerca de mí.
Levante la mirada, unos ojos eléctricos de color azul me observaban con curiosidad. Sus pómulos resaltaba sus ojos, su mandíbula cuadrada hacia qué sus rasgos se vieran definidos.
—Tu no estas nada mal —murmure echando una mirada por todo su cuerpo, además de leer rápidamente los títulos de los libros que tenía en sus brazos.
Sonreí con sorna al notar que sus elecciones eran similares a las mías, pero a la vez diferentes, puesto que yo había tomado ejemplares únicos.
—Gracias, me lo dicen todo el tiempo. —sonrió con arrogancia. Fruncí el ceño. ¿Este que se cree?
—Qué no se te suba el ego —rodé los ojos pero le ofrecí una sonrisa inocente—he visto mejores.
Me dio una mirada ofendida. —La mia bella bambina—sus voz sonó seductora—Nunca, ni en mil años, verás algo mejor.
—Ya veremos —sisee. Aclaré mi garganta— Aunque, yo hablaba de los libros.
—Ah, si también— se encogió de hombros. —Yo me refería a ti.
—¿A mi? —Le pregunté confundida, el asintió mientras se recostaba suavemente contra uno de los libreros. —¿Qué tengo yo de especial?
—No lo sé, ¿Aparte de lo obvio?—sus manos señalaron todo mi cuerpo, sentí la sangre subiendo por mis mejillas.
—No pareces del tipo qué disfruta leer— señalé tratando de desviar el tema. Era alto, musculoso pero definido, su cabello combinaba con sus ropas negras, y se chaqueta de cuero le daba un aire rebelde.
—Tienes razón, —hizo un gesto despreocupado. Dio un par de pasos hacia enfrente, se inclinó frente a mí acercándose hasta que su boca quedó cerca de mi oído. —disfruto de... otras cosas.
Sus labios rozaron la piel de mi oído y sentí miles de descargas atravesar mi cuerpo. Mi corazón se aceleró a un nivel qué nunca había experimentado, y mis fosas nasales captaron el aroma masculino qué emanaba de su cuerpo.
—¿E- entonces qué haces aquí? —pregunté curiosa.
—Vine por ese libro —señaló el libro más grueso en mis brazos.
—Qué pena, ya lo tengo yo —me encogí de hombros, baje la mirada para reacomodarlo más apretado en mi pecho junto a los demás.
—No me interesa—Su aliento choco en mi rostro haciendo que notara su mirada amenazante —lo necesito.
Su aliento tenia ligero aroma a alcohol que entro por mi nariz, no estaba segura que tipo de bebida, pero el hecho de que estuviera el alcohol de por medio, hizo reaccionar a mi instinto de supervivencia que me dijo que era momento de salir de ahí.
—Lo necesitas pero yo lo tengo, si me disculpas debo irme —lo empujé con mi hombro para que se alejara de mí. —Fue un ¿placer? —traté de no mostrar ninguna emoción y me giré para alejarme del extraño.
—¡Espera! —sus ojos azules aparecieron nuevamente frente a mis ojos. Di un respingo. —No te han dicho que es de mala educación dejar a las personas hablando solas.
Chasqué la lengua. —No tengo nada que hablar contigo.
—Pero yo si —se agachó para quedar a mi altura, sus ojos azules se enlazaron con los míos, mi corazón se aceleró.
—Dame ese libro —su voz sonó seductora pero su tono era una orden.
—¡No! —abracé más los libros contra mi pecho. —Yo lo conseguí primero.
Su rostro brillo con confusión, frunció el ceño mientras me escaneaba buscando no estoy muy segura que. Sonreí complacida. Volví a rodear su cuerpo para avanzar hacia el mostrador a pagar.
—Escucha—su mano tocó la mía, obligándome a volverme a él. —Solo necesito unas páginas, déjame tomarlas y te puedes llevar el libro.
—Y ¿qué tal que esas páginas... sean las mismas que yo quiero? —pregunté ya irritada. Necesito volver con Angela y Jessica.
—¿Vas a querer todo lo que yo quiera? —sus ojos chispearon alegres y su voz tenía un ligero matiz de ¿esperanza?
—O tal vez ¿Tú quieres todo lo que yo quiero? –levante una ceja mientras lo miraba, su postura era relajada y su rostro se mantenía sereno pero con ese brillo en los ojos. Resople mientras ponía mi atención en los libros a mi lado en el estante.
—¿Y si yo quiero besarte? —repentinamente sentí su cuerpo sobre el mío, sus manos se deslizaron a mi espalda y a mi cintura. En mi pecho, mi corazón comenzó una lucha desenfrenada por mantenerse latiendo, y la cercanía del hombre estaba comenzando a causar estragos en mí.
Pero aunque mis piernas estaban fallando, me sentí deseada, atractiva y poderosa de poder tener la atención de un hombre así. Decidí tentar un poco a mi suerte.
—Tal vez yo quiera que me beses. —me mordí el labio ante mi repentino ataque de valentía.
Las comisuras de sus labios se levantaron mostrándome una sonrisa demasiado sexy. Sentí que mis mejillas se encendían de nuevo moví mis piernas tratando de alejarme una vez más, no estaba lista para ser rechazada. Con la mirada baja caminé hasta que salí del área de libros en la que me encontraba y frente a mi apareció uno de los pasillos qué llevaban a la recepción.
Mis ojos captaron una sombra negra pasar a mi lado y el hombre de negro apareció frente a mí. Di un leve brinco ante la impresión, y solté un grito cuando me vi aprisionada entre la pared y su cuerpo, pero lo que me hizo quedarme de piedra, fue sentir sus labios sobre los míos.
Su boca se estampó contra la mía, sus labios eran fuertes y hambrientos, su lengua buscaba tener acceso a mi boca. Pero sus manos, sus manos fueron mi perdición.
De la pared bajaron a mis hombros, una mano se mantuvo jugueteando con mi mandíbula, mi cuello, mi hombro y mi brazo, pero la otra siguió bajando a mi cadera, moviéndose hacia mi espalda baja y de regreso a mi abdomen.
Mierda, no pensé que de verdad se atreviera a besarme. Peor, no pensé que mi cuerpo respondería a sus caricias.
Con la mano que mantenía libre, tome su chaqueta, buscando la manera de acercarlo más a mí. Mis labios imitaron el movimiento de los suyos y nos fundimos en un beso sensual, necesitado y hambriento.
Sus manos seguían paseándose por mi cuerpo, intercambiando lugares de vez en cuando, buscando la manera de que soltara los libros que mantenía en mi mano izquierda.
Oh no. Eso no le va a resultar. Rompí el beso y con toda mi fuerza lo empuje lejos.
Tome un par de bocaradas de aire para poder hablar.
—Eres imbécil si crees que por un beso, te voy a dar el libro —su rostro me miró confundido y asombrado. Sus carnosos labios estaban rojos por el beso, y su respiración un poco acelerada, aunque en comparación con la mía, estaba casi normal.
Acomodé un poco mi ropa y mi cabello y me obligué a alejarme lo rápido que mis piernas podían, claro, cuidando no tropezar con nada.
—Tengo curiosidad— sus pasos me alcanzaron con rapidez. Bufé, ¿porque me seguía?
—Busca en google —respondí apresurando mis pasos. Mi boca se curves en una sonrisa triunfante cuando oí su suspiro.
—¿Porque una humana necesitaría esos libros? —su voz llegó a mis oídos, apenas un murmullos, pero fue lo suficientemente alto para hacer qué me detuviera en seco.
—¿Qué dijiste? —Le pregunté mientras me giraba. Su rostro estaba pensativo, pero al escuchar mi pregunta sus ojos se volvieron a cargar de electricidad y una sonrisa que intentó parecer inocente, se apareció en sus labios.
—Tengo curiosidad, ¿Porque una dama necesitaría esos libros? —repitió mientras sus botas hacían eco a su voz, diciéndome que se acercaba a mí. Cada paso que daba, mi corazón se detenía.
—Eso no fue lo que dijiste —cuadre mis hombros y levanté mí barbilla.
—No, eso no fue lo que dije —su voz sonó burlona. —Pero por tu propio bien, dejémoslo así.
No respondí, pero sentí un extraño frio que recorrió el lugar y me caló hasta los huesos. Una especie de neblina gris se formó a nuestro al redor, el extraño parecía no inmutarse, pero yo puse mi mayor esfuerzo en ignorar la sensación y obligarme a continuar mi camino hasta el mostrador.
El dependiente me sonrió en cuanto llegue delante de él, me preguntó que tal había sido mi experiencia y que si encontré todo lo que buscaba. Me sonrojé. Si supiera.
Aun hablando sobre trivialidades, pasó los libros por el escáner para cobrarme. Pero antes de que pudiera estirar mi mano con el dinero, una mano pálida sostenía una tarjeta negra delante de mí.
—Yo los voy a pagar —el extraño me miró. —Cobra todos— le ordenó al dependiente que, asintió con una sonrisa amable.
—No necesito que paguen las cosas por mí. —susurre irritada. Unos ojos azules me miraron con diversión.
—Si yo los pago, quizás me dejes llevarme el libro que quiero.
—¿Estás loco? —chillé molesta.
—Tal vez —se encogió de hombros, —pero creo que es el efecto que acabas de causar en mí. —Sus cejas negras se movieron de arriba a abajo sugestivamente.
Negué con la mirada baja tratando de cubrir mi sonrojo que no sabía si era porque estaba nerviosa, molesta o ambas. El encargado realizo el cobro, envolvió nuestros libros y nos despidió manteniendo su sonrisa. ¿No se cansa?
El hombre de negro sostuvo las 3 bolsas de libros y se las ingenió para abrirme la puerta.
"Cuanta caballerosidad" pensé con ironía.
—Sabes tengo algo que proponerte—dijo cuando pase por su lado. —dejo que te lleves el libro, a cambio de una cosa.
Lo mire expectante. De verdad tenía que irme ya si quería alcanzar a mis amigas en el restaurante.
—¿Qué cosa?—Le pregunté.
—Dejo que te lo lleves, pero, no grites —se encogió de hombros. Lo mire confundida, ¿Qué significaba eso?
Antes de que pudiera reaccionar, sentí su musculoso cuerpo detrás de mí, uno de sus brazos acorralo mi cuerpo, mientras que el otro sostuvo mi cabeza de lado exponiendo mi cuello, pero cubriendo mi boca con la palma. En el cristal de la fachada de la librería pude ver nuestro reflejo, noté las venas que salían alrededor de sus ojos que se volvían negros, noté los colmillos que salían en su boca, y, noté mis ojos llenarse de miedo.
Su lengua recorrió con lentitud una de las venas visibles de mi cuello, mi cuerpo se tensó, pero estaba hipnotizada en la vista del cristal, como para tratar de reaccionar para ponerme a salvo. Su lengua llegó a mi mandíbula, giró mi rostro y nuestros ojos se encontraron nuevamente. Mientras analizaba mi rostro, parecía tener una lucha consigo mismo, finalmente se decidió por darme un suave beso en los labios.
—No deberías andar sola —murmuró contra mis labios. —Por tu propio bien.
Sentí que su agarre se aflojo, volvió mi rostro de nuevo a nuestro reflejo al cristal, pero, pero el hombre de negro ya no estaba. A mis pies se encontraban dos de las bolsas con las que habíamos salido de la librería. Bueno, con las que él había salido.
Aun con el miedo circulando por mis venas me animé a echar una ojeada a mí alrededor. Estaba completamente sola. Temblé un poco, no entendía qué había pasado, pero sabía que debía darme prisa, Angela y Jessica deben estar muy preocupadas, ya es demasiado tarde de la hora que habíamos acordado cenar.
Después de caminar varios minutos, me detuve a la vez que suspiraba profundamente mientras me daba cuenta que aún me faltaba mucho camino por recorrer, apreté mis brazos contra mi cuerpo para tratar de aminorar el frio y continué para doblar la esquina.
Al cruzar otra calle comencé a darme cuenta de que iba en la dirección equivocada. Los pocos viandantes que había visto se dirigían hacia el norte y la mayoría de los edificios de la zona parecían almacenes. Decidí dirigirme al este en la siguiente esquina y luego dar la vuelta detrás de unos bloques de edificios para probar suerte en otra calle y regresar al paseo marítimo.
Un grupo de cuatro hombres doblaron la esquina a la que me dirigía. Yo vestía de manera demasiado informal para ser alguien que volvía a casa después de la oficina, pero ellos iban demasiado sucios para ser turistas. Me percaté de que no debían de tener muchos más años que yo conforme se fueron aproximando. Iban bromeando entre ellos en voz alta, riéndose escandalosamente y dándose codazos unos a otros. Me moví lo más lejos posible a la parte interior de la acera para dejarles vía libre, caminé rápidamente mirando hacia la esquina, detrás de ellos.
—¡Eh, que guapa! —dijo uno al pasar.
Debía de estar refiriéndose a mí, ya que no había nadie más por los alrededores. Alcé la vista de inmediato. Dos de ellos se habían detenido y los otros habían disminuido el paso. El más próximo, un tipo corpulento, de cabello oscuro y poco más de veinte años, era el que parecía haber hablado. Llevaba una camisa de franela abierta sobre una camiseta sucia, unos vaqueros con desgarrones y sandalias. Avanzó medio paso hacia mí.
—¡Vaya suerte que me cargo! —murmuré de forma instintiva.
Entonces desvié la vista y caminé más rápido hacia la esquina. Les podía oír reírse estrepitosamente detrás de mí.
—¡Eh, espera! —gritó uno de ellos a mis espaldas, pero mantuve la cabeza gacha y doblé la esquina con un suspiro de alivio. Aún les oía reírse ahogadamente a mis espaldas
Me encontré andando sobre una acera que pasaba junto a la parte posterior de varios almacenes de colores sombríos, cada uno con grandes puertas en saliente para descargar camiones, cerradas con candados durante la noche. La parte sur de la calle carecía de acera, consistía en una cerca de malla metálica rematada en alambre de púas por la parte superior con el fin de proteger algún tipo de piezas mecánicas en un patio de almacenaje. En mi vagabundeo había pasado de largo por la parte de Port Angeles que tenía intención de ver como turista. Descubrí que anochecía cuando las nubes regresaron, arracimándose en el horizonte de poniente, creando un ocaso prematuro. Al oeste, el cielo seguía siendo claro, pero, rasgado por rayas naranjas y rosáceas, comenzaba a agrisarse.
Me había dejado la cazadora en el coche y un repentino escalofrío hizo que me abrazara con fuerza el torso. Una única furgoneta pasó a mi lado y luego la carretera se quedó vacía.
De repente, el cielo se oscureció más y al mirar por encima del hombro para localizar a la nube causante de esa penumbra, me asusté al darme cuenta de que dos hombres me seguían sigilosamente a seis metros.
Formaban parte del mismo grupo que había dejado atrás en la esquina, aunque ninguno de los dos era el moreno que se había dirigido a mí. De inmediato, miré hacia delante y aceleré el paso. Un escalofrío que nada tenía que ver con el tiempo me recorrió la espalda. Llevaba el bolso en el hombro, colgando de la correa cruzada alrededor del pecho, como se suponía que tenía que llevarlo para evitar que me lo quitaran de un tirón. Sabía exactamente dónde estaba mi aerosol de autodefensa, en el talego de debajo de la cama que nunca había llegado a desempaquetar. No llevaba mucho dinero encima, sólo veintitantos dólares, pero pensé en arrojar «accidentalmente» el bolso y alejarme andando. Mas una vocecita asustada en el fondo de mi mente me previno que podrían ser algo peor que ladrones.
Escuché con atención los silenciosos pasos, mucho más si se los comparaba con el bullicio que estaban armando antes. No parecía que estuvieran apretando el paso ni que se encontraran más cerca. Respira, tuve que recordarme. No sabes si te están siguiendo. Continué andando lo más deprisa posible sin llegar a correr, concentrándome en el giro que había a mano derecha, a pocos metros.
Podía oírlos a la misma distancia a la que se encontraban antes. Procedente de la parte sur de la ciudad, un coche azul giró en la calle y pasó velozmente a mi lado. Pensé en plantarme de un salto delante de él, pero dudé, inhibida al no saber si realmente me seguían, y entonces fue demasiado tarde.
Llegué a la esquina, pero una rápida ojeada me mostró un callejón sin salida que daba a la parte posterior de otro edificio. En previsión, ya me había dado media vuelta. Debía rectificar a toda prisa, cruzar como un bólido el estrecho paseo y volver a la acera. La calle finalizaba en la próxima esquina, donde había una señal de stop. Me concentré en los débiles pasos que me seguían mientras decidía si echar a correr o no. Sonaban un poco más lejanos, aunque sabía que, en cualquier caso, me podían alcanzar si corrían. Estaba segura de que tropezaría y me caería de ir más deprisa. Las pisadas sonaban más lejos, sin duda, y por eso me arriesgué a echar una ojeada rápida por encima del hombro. Vi con alivio que ahora estaban a doce metros de mí, pero ambos me miraban fijamente. El tiempo que me costó llegar a la esquina se me antojó una eternidad.
Mantuve un ritmo vivo, hasta el punto de rezagarlos un poco más con cada paso que daba. Quizás hubieran comprendido que me habían asustado y lo lamentaban. Vi cruzar la intersección a dos automóviles que se dirigieron hacia el norte. Estaba a punto de llegar, y suspiré aliviada. En cuanto hubiera dejado aquella calle desierta habría más personas a mí alrededor. En un momento doblé la esquina con un suspiro de agradecimiento.
Y me deslicé hasta el stop.
A ambos lados de la calle se alineaban unos muros blancos sin ventanas. A lo lejos podía ver dos intersecciones, farolas, automóviles y más peatones, pero todos ellos estaban demasiado lejos, ya que los otros dos hombres del grupo estaban en mitad de la calle, apoyados contra un edificio situado al oeste mirándome con unas sonrisas de excitación que me dejaron petrificada en la acera. Súbitamente comprendí que no me habían estado siguiendo.
Me habían estado conduciendo como al ganado.
Me detuve por unos breves instantes, aunque me pareció mucho tiempo. Di media vuelta y me lancé como una flecha hacia el otro lado de la acera. Tuve la funesta premonición de que era un intento estéril. Las pisadas que me seguían se oían más fuertes.
—¡Ahí está!
La voz atronadora del tipo rechoncho de pelo negro rompió la intensa quietud y me hizo saltar. En la creciente oscuridad parecía que iba a pasar de largo.
—¡Sí! —Gritó una voz a mis espaldas, haciéndome dar otro salto mientras intentaba correr calle abajo—. Apenas nos hemos desviado.
Ahora debía andar despacio. Estaba acortando con demasiada rapidez la distancia respecto a los dos que esperaban apoyados en la pared. Era capaz de chillar con mucha potencia e inspiré aire, preparándome para proferir un grito, pero tenía la garganta demasiado seca para estar segura del volumen que podría generar. Con un rápido movimiento deslicé el bolso por encima de la cabeza y aferré la correa con una mano, lista para dárselo o usarlo como arma, según lo dictasen las circunstancias.
El gordo, ya lejos del muro, se encogió de hombros cuando me detuve con cautela y caminó lentamente por la calle.
—Apártese de mí —le previne con voz que se suponía debía sonar fuerte y sin miedo, pero tenía razón en lo de la garganta seca, y salió… sin volumen.
—No seas así, ricura —gritó, y una risa ronca estalló detrás de mí.
Separé los pies, me aseguré en el suelo e intenté recordar, a pesar del pánico, lo poco de autodefensa que sabía. La base de la mano hacia arriba para romperle la nariz, con suerte, o incrustándosela en el cerebro. Introducir los dedos en la cuenca del ojo, intentando engancharlos alrededor del hueso para sacarle el ojo. Y el habitual rodillazo a la ingle, por supuesto. Esa misma vocecita pesimista habló de nuevo para recordarme que probablemente no tendría ninguna oportunidad contra uno, y eran cuatro. «¡Cállate!», le ordené a la voz antes de que el pánico me incapacitara. No iba a caer sin llevarme a alguno conmigo.
—¡No se acerquen! —mi voz ahora temblaba. Sabía lo que iba a pasar, aunque tratara de defenderme, los demás se iban a encargar de mí. Morir violada en la calle nunca estuvo en mis planes. Ellos se acercaron aún más a mí, sentí varios pares de manos comenzar a acariciar mi cuerpo por sobre mis ropas mientras de sus bocas murmuraban todo lo que pensaban hacerme. Una bocarada subió a mi garganta. El asco que sentía por su toque estaba debilitándome sin darme una oportunidad de escapar.
Una mano me tomó fuertemente del cabello, arrastrándome al piso.
—¡No! ¡Dejenme! ¡No me toques! —A pesar de tener mi garganta cerrada, grité cuando una mano se deslizó debajo de mi blusa. Uno de ellos se puso a horcajadas sobre mí y me dio una bofetada.
—¡Callate perra! —Uno bramó furioso. Las lágrimas comenzaron a bajar por mis mejillas. —Ya verás que te va gustar.
Intenté tragar saliva para ser capaz de proferir un grito aceptable. Pero unos labios rasposos y secos se posaron sobre los míos. Cerré los ojos rogando en mi mente que esto terminara rápido.
—Te dijo que la dejaras —una voz contenida sonó en algún lugar cerca. Mi corazón latió emocionado por saber que alguien vino a ayudarnos.
—¡Oye amigo! —uno de ellos gritó. —Nosotros la conseguimos primero.
—¡Suéltala! —se escuchó un gruñido y el peso que estabas sobre mí desapareció.
Yo solo cerré más mis ojos, aun no sintiéndome segura de abrirlos y mirar a mí alrededor. Se escuchaban golpes, quejidos y gruñidos, pero no sabía a quién pertenecían, si mis atacantes estaban ganando o la persona que parecía querer salvarme, pero yo me rehusé a mirar.
—Acaso ¿no te dije que no anduvieras sola? —esa voz me resultó familiar. Una cálida mano se posó en las mías que mantenían mi rostro oculto. —Ya puedes levantarte.
Salí poco a poco de mi escondite, y me topé con el rostro que casi me había torturado en la librería. El hombre de negro me miraba preocupado.
—Tranquila, estas a salvo—. Miró sobre su hombro. Seguí su mirada topándome con los cuerpos inmóviles de mis atacantes, regresé mi atención al hombre de negro y le di una mirada tratando de hacerle una pregunta silenciosa.— No están muertos… aun.
Se había arrodillado a mi lado, y una de sus manos se posó en mi espalda para ayudar a erguirme. Mi cabeza daba muchas vueltas y no tenía ánimos de descifrar sus palabras.
—El dolor los va a mantener en el suelo unos instantes, pero pueden volver a levantarse e ir a por tí—. Me tomó de la cintura y me puso de pie mientras me inspeccionaba de pies a cabeza, cuando pareció satisfecho de lo que veía, me sonrió cálidamente.
—¿Qué no te habías ido? —le pregunté con voz rasposa por los gritos y el llanto.
—¿Esa es tu manera de agradecerme? —levantó una ceja.
—Gracias —le dije aun confundida. —¿Cómo supiste dónde estaba?¿Me estabas siguiendo?¿Me vas a dar el libro?
Soltó una carcajada —Además de hermosa, eres curiosa. —acarició mi cabello con delicadeza. Definitivamente no parecía del tipo que se preocupa por los demás, pero sus acciones eran diferentes a lo que aparentaba, y eso hacía que mi cabeza doliera aún más.
Su cabeza se levantó de golpe. Miró unos instantes algo detrás de mí, pero cuando me giré a buscar lo que habia llamado su atención, me tomó del brazo y me giró para quedar de frente a él de nuevo.
—Debo irme —suspiró ruidosamente. —Por favor, ten cuidado. —sus ojos azules me suplicaron mientras las palabras salian de su boca. —Cuando te vuelva a ver quiero que sea porque tú deseas verme, no porque tu vida depende de eso.
Me quedé de pie sin saber que responder y al parecer él tampoco quería una respuesta. Sus dedos subieron a mi rostro, repasó mis labios con las yemas y cerró mis parpados con cuidado.
Cuando volví a abrir los ojos ya no estaba. De nuevo.
Los cuerpos a mi alrededor se pusieron en movimiento. Los hombres hacían el intento por ponerse de pie, y el miedo volvió a recorrer mis venas.
—¡Hey! ¡Miren quien sigue aun aquí! —uno de los hombres se puso de pie y estaba caminando de nuevo a mí. Sus amigos lo siguieron.
Súbitamente, unos faros aparecieron a la vuelta de la esquina. El coche casi atropelló al gordo, obligándole a retroceder hacia la acera de un salto. Me lancé al medio de la carretera. Ese auto iba a pararse o tendría que atropellarme, pero, de forma totalmente inesperada, el coche plateado derrapó hasta detenerse con la puerta del copiloto abierta a menos de un metro.
—Entra —ordenó una voz furiosa.
Chapter 3: ¿Truth?
Chapter Text
Isabella POV
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Fue sorprendente cómo ese miedo asfixiante se desvaneció al momento, y sorprendente también la repentina sensación de seguridad que me invadió, incluso antes de abandonar la calle, en cuanto oí su voz. Salté al asiento y cerré la puerta de un portazo.
El interior del coche estaba a oscuras, la puerta abierta no había proyectado ninguna luz, por lo que a duras penas conseguí verle el rostro gracias a las luces del salpicadero. Los neumáticos chirriaron cuando rápidamente aceleró y dio un giro al volante que hizo girar el vehículo hacia los atónitos hombres de la calle antes de dirigirse al norte de la ciudad. Con dificultad los vi cuando se arrojaron al suelo mientras salíamos a toda velocidad en dirección al puerto.
—Ponte el cinturón de seguridad —me ordenó; entonces comprendí que me estaba aferrando al asiento con las dos manos.
Le obedecí rápidamente. El chasquido al enganchar el cinturón sonó con fuerza en la penumbra. Se desvió a la izquierda para avanzar a toda velocidad, saltándose varias señales de stop sin detenerse. Pero me sentía totalmente segura y, por el momento, daba igual adonde fuéramos. Le miré con profundo alivio, un alivio que iba más allá de mi repentina liberación. Estudié las facciones perfectas del rostro de Edward a la escasa luz del salpicadero, esperando a recuperar el aliento, hasta que me pareció que su expresión reflejaba una ira homicida.
—Debería de volver y arrancarles la cabeza a esos…
—No, no deberías —dije alarmada. Me sorprendió lo ronca que sonó mi voz.
—Es que no sabes las cosas repulsivas que estaban pensando y…
—¿Y tu si sabes? —le interrumpí. Su boca se abrió y cerró por un par de veces antes de respóndeme.
—No es difícil adivinarlo.
—¿Estás enfadado conmigo? —le pregunté.
—No —respondió tajante, pero su tono era de furia.
Me quedé en silencio, contemplando su cara mientras él miraba al frente con unos ojos rojos como brasas, hasta que el coche se detuvo de repente. Miré alrededor, pero estaba demasiado oscuro para ver otra cosa que no fuera la vaga silueta de los árboles en la cuneta de la carretera. Ya no estábamos en la ciudad, pero para mi suerte, el auto estaba detenido junto a la acera.
—¿Bella? —preguntó con voz tensa y mesurada.
—¿Sí?
Mi voz aún sonaba ronca. Intenté aclararme la garganta en silencio.
—¿Estás bien?
Aún no me había mirado, pero la rabia de su cara era evidente.
—Sí —contesté con voz ronca.
—Distráeme, por favor —ordenó mientras suspiraba.
—Limítate a charlas de cualquier cosa insustancial hasta que me calme —Aclaró mientras cerraba los ojos y se pellizcaba el puente de la nariz con los dedos.
—Eh... —me estrujé los sesos en busca de alguna trivialidad—. Mañana antes de clase voy a atropellar a Tyler Crowley.
Edward siguió con los ojos cerrados, pero curvó la comisura de los labios.
— ¿Por qué?
—Va diciendo por ahí que me va a llevar al baile de promoción... O está loco o intenta hacer olvidar que casi me mata cuando... Bueno, tú lo recuerdas, y cree que la promoción es la forma adecuada de hacerlo. Estaremos en paz si pongo en peligro su vida y ya no podrá seguir intentando enmendarlo. No necesito enemigos, y puede que Lauren se apacigüe si Tyler me deja tranquila. Aunque también podría destrozarle el auto. No podrá llevar a nadie al baile de fin de curso si no tiene coche... —proseguí.
—Estaba enterado —sonó algo más sosegado.
— ¿Sí? —pregunté incrédula; mi irritación previa se enardeció—. Si está paralítico del cuello para abajo, tampoco podrá ir al baile de fin de curso —musité, refinando mi plan.
Edward suspiró y al fin abrió los ojos. Esperé, pero no volvió a hablar. Reclinó la cabeza contra el asiento y miró el techo del Volvo. Tenía el rostro rígido. Miré el reloj del salpicadero, que marcaba las seis y media pasadas.
—Jessica y Angela se van a preocupar —murmuré—. Iba a reunirme con ellas.
Arrancó el motor sin decir nada más, girando con suavidad y regresando rápidamente hacia la ciudad. Siguió conduciendo a gran velocidad cuando estuvimos bajo las lámparas, sorteando con facilidad los vehículos más lentos que cruzaban el paseo marítimo. Aparcó en paralelo al bordillo en un espacio que yo habría considerado demasiado pequeño para el Volvo, pero él lo encajó sin esfuerzo al primer intento. Miré por la ventana en busca de las luces de La Bella Italia. Jess y Angela acababan de salir y se alejaban caminando con rapidez.
— ¿Cómo sabías dónde...? —comencé, pero luego me limité a sacudir la cabeza. Oí abrirse la puerta y me giré para verle salir.
— ¿Qué haces?
—Llevarte a cenar.
Sonrió levemente, pero la mirada continuaba siendo severa. Se alejó del coche y cerró de un portazo. Me peleé con el cinturón de seguridad y me apresuré a salir también del coche. Me esperaba en la acera y habló antes de que pudiera despegar los labios.
—Detén a Jessica y Angela antes de que también deba buscarlas a ellas. Dudo que pudiera volver a contenerme si me tropiezo otra vez con tus amigos.
Me estremecí ante el tono amenazador de su voz.
— ¡Jess, Angela! —les grité, saludando con el brazo cuando se volvieron. Se apresuraron a regresar. El manifiesto alivio de sus rostros se convirtió en sorpresa cuando vieron quién estaba a mi lado. A unos metros de nosotros, vacilaron.
—¡Bella! ¿Qué te pasó? ¿Estás bien? —Angela me hostigó con preguntas. Su rostro se veía muy preocupado y me examinaba de arriba abajo.
— ¿Dónde has estado? —preguntó Jessica con suspicacia.
—Me perdí —admití con timidez—, y luego me encontré con Edward.
Le señalé con un gesto.
— ¿Les importaría que me uniera a ustedes? —preguntó con voz sedosa e irresistible. Por sus rostros estupefactos supe que él nunca antes había empleado a fondo sus talentos con ellas.
—Eh, sí, claro —musitó Jessica.
—De hecho —confesó Angela—, Bella, lo cierto es que ya hemos cenado mientras te esperábamos... Perdónanos.
—No pasa nada —me encogí de hombros—. No tengo hambre.
—Creo que deberías comer algo —intervino Edward en voz baja, pero autoritaria. Buscó a Jessica con la mirada y le habló un poco más alto—: ¿Les importa que lleve a Bella a casa esta noche? Así, no tendrían que esperar mientras cena.
—Eh, supongo que no... hay problema...
Jess se mordió el labio en un intento de deducir por mi expresión si era eso lo que yo quería. Le guiñé un ojo. Nada deseaba más que estar a solas con mi segundo salvador. Había tantas preguntas con las que no le podía bombardear mientras no estuviéramos solos...
—De acuerdo —Angela fue más rápida que Jessica—. Nos vemos mañana, Bella, Edward...
Tomó la mano de Jessica y la arrastró hacia el coche, que pude ver un poco más lejos, aparcado en First Street. Cuando entraron, Jess se volvió y me saludó con la mano. Por su rostro supe que se moría de curiosidad. Le devolví el saludo y esperé a que se alejaran antes de volverme hacia Edward.
—De verdad, no tengo hambre —insistí mientras alzaba la mirada para estudiar su rostro. Su expresión era inescrutable.
—Compláceme.
Se dirigió hasta la puerta del restaurante y la mantuvo abierta con gesto obstinado. Evidentemente, no había discusión posible. Pasé a su lado y entré con un suspiro de resignación.
Era temporada baja para el turismo en Port Angeles, por lo que el restaurante no estaba lleno. Comprendí el brillo de los ojos de nuestra anfitriona mientras evaluaba a Edward. Le dio la bienvenida con un poco más de entusiasmo del necesario. Me sorprendió lo mucho que me molestó.
Edward pidió una mesa para ambos, la rubia nos condujo a una gran mesa para cuatro en el centro de la zona más concurrida del comedor. Estaba a punto de sentarme cuando Edward me indicó lo contrario con la cabeza. Le pidió una mesa más privada y la mujer nos guío a una sala de reservados. Edward pareció complacido. Le dedicó una centelleante sonrisa a la dueña, dejándola momentáneamente deslumbrada mientras se alejaba de nosotros a paso vacilante.
—De veras, no deberías hacerle eso a la gente —le critiqué—. Es muy poco cortés.
— ¿Hacer qué?
—Deslumbrarla... Probablemente, ahora está en la cocina hiperventilando.
Pareció confuso, pero después ladeó la cabeza con los ojos llenos de curiosidad.
— ¿Los deslumbro?
— ¿No te has dado cuenta? ¿Crees que todos ceden con tanta facilidad?
Ignoró mis preguntas.
— ¿Te deslumbro a ti?
—Con frecuencia —admití. Una sonrisa coqueta apareció en mi mente tomándome por sorpresa, sacudí mi cabeza confundida. Para mi buena suerte la camarera llegó a nosotros sonriéndonos con innecesaria calidez.
—Hola. Me llamo Amber y voy a atenderles esta noche. ¿Qué les pongo de beber?
No pasé por alto que sólo se dirigía a él. Edward me miró. Pedí una CocaCola.
—Dos —dijo mi acompañante sin mucha emoción.
— ¿Cómo te sientes? —preguntó cuándo la camarera se fue. Su mirada estaba fija en mi rostro.
—Estoy bien —contesté, sorprendida por la intensidad de su preocupación.
— ¿No tienes mareos, ni frío, ni malestar...? y
— ¿Debería?
Se rió entre dientes ante la perplejidad de mi respuesta.
—Bueno, de hecho esperaba que entraras en estado de shock.
Su rostro se contrajo al esbozar aquella perfecta sonrisa de picardía.
—Dudo que eso vaya a suceder —respondí después de tomar aliento—. Siempre se me ha dado muy bien reprimir las cosas desagradables.
—Da igual, me sentiré mejor cuando hayas tomado algo de glucosa y comida.
La camarera apareció con nuestras bebidas y una cesta de colines en ese preciso momento. Permaneció de espaldas a mí mientras las colocaba sobre la mesa.
— ¿Han decidido qué van a pedir? —preguntó a Edward.
— ¿Bella? —inquirió él.
Ella se volvió hacia mí a regañadientes. Elegí lo primero que vi en el menú.
—Eh... Tomaré el ravioli de setas.
— ¿Y usted?
Se volvió hacia Edward con una sonrisa.
—Nada para mí —contestó.
No, por supuesto que no. Los vampiros no comen.
—Si cambia de opinión, hágamelo saber.
La sonrisa coqueta seguía ahí. ¿Así de descarada? La molestia me volvió a invadir, pero se pasó cuando noté que él no la miraba.
—Bebe —me ordenó.
Al principio, di unos sorbitos a mi refresco obedientemente; luego, bebí a tragos más largos, sorprendida de la sed que tenía. Comprendí que me la había terminado toda cuando Edward empujó su vaso hacia mí.
—Gracias —murmuré, aún sedienta.
El frío del refresco se extendió por mi pecho y me estremecí.
— ¿Tienes frío? ¿No tienes una cazadora? —me reprochó.
—Sí —miré a la vacía silla contigua y caí en la cuenta—. Vaya, me la he dejado en el coche de Jessica.
Edward se quitó la suya. No podía apartar los ojos de su rostro, simplemente. Me concentré para obligarme a hacerlo en ese momento. Se estaba quitando su cazadora de cueto beis debajo de la cual llevaba un suéter de cuello vuelto que se ajustaba muy bien, resaltando lo musculoso que era su pecho.
Me entregó su cazadora y me interrumpió mientras me lo comía con los ojos.
—Gracias —dije nuevamente mientas deslizaba los brazos en su cazadora.
La prenda estaba helada, igual que cuando me ponía mi ropa a primera hora de la mañana, colgada en el vestíbulo, en el que hay mucha corriente de aire. Tirité otra vez. Tenía un olor asombroso. Lo olisqueé en un intento de identificar aquel delicioso aroma, que no se parecía a ninguna colonia. Las mangas eran demasiado largas y las eché hacia atrás para tener libres las manos.
—Tu piel tiene un aspecto encantador con ese color azul —observó mientras me miraba. Me sorprendió y bajé la vista, sonrojada, por supuesto.
Empujó la cesta con los colines hacia mí.
—No voy a entrar en estado de shock, de verdad —protesté.
—Pues deberías, una persona normal lo haría, y tú ni siquiera pareces alterada.
Si me hubiera visto cuando el hombre de negro apareció, no diría lo mismo. Aunque Edward me daba la impresión de estar desconcertado. Me miró a los ojos y vi que los suyos eran claros, más claros de lo que anteriormente los había visto, de ese tono dorado que tiene el sirope de caramelo. Pero de nuevo mi mente me jugó en contra, pensando en los ojos azules que me miraban con preocupación hace una hora.
—Me siento segura contigo —confesé, tratando de no pensar en otra cosa que no fuera esa parte de la verdad. Aquello le desagradó y frunció su frente de alabastro. Ceñudo, sacudió la cabeza y murmuró para sí:
—Esto es más complicado de lo que pensaba.
Tomé un colín y comencé a mordisquearlo por un extremo, evaluando su expresión. Me pregunté cuándo sería el momento oportuno para empezar a interrogarle.
—Normalmente estás de mejor humor cuando tus ojos brillan —comenté, intentando distraerle de cualquiera que fuera el pensamiento que le había dejado triste y sombrío. Atónito, me miró.
— ¿Qué?
—Estás de mal humor cuando tienes los ojos negros. Entonces, me lo veo venir —continué—. Tengo una teoría al respecto.
Entrecerró los ojos y dijo:
— ¿Más teorías?
—Aja.
Mis intentos de parecer indiferente fueron en vano.
—Espero que esta vez seas más creativa.
La imperceptible sonrisa era burlona, pero la mirada se mantuvo severa.
—Bueno, no te diré de donde la he sacado, pero tampoco la inventé—confesé.—Te lo diré en el coche. Si... —hice una pausa.
— ¿Hay condiciones? —su voz sonó ominosa. Enarcó una ceja.
—Tengo unas cuantas preguntas, por supuesto.
—Por supuesto. Bueno, adelante —me instó, aún con voz dura.
Comencé por la pregunta menos exigente. O eso creía.
— ¿Por qué estás en Port Angeles?
Bajó la vista y cruzó las manos alargadas sobre la mesa muy despacio para luego mirarme a través de las pestañas mientras aparecía en su rostro el indicio de una sonrisa afectada.
—Siguiente pregunta.
—Pero ésa es la más fácil —objeté.
—La siguiente —repitió.
Frustrada, bajé los ojos. Moví los platos, tomé el tenedor, pinché con cuidado un ravioli y me lo llevé a la boca con deliberada lentitud, pensando al tiempo que masticaba. Las setas estaban muy ricas. Tragué y bebí otro sorbo de mi refresco antes de levantar la vista.
—En tal caso, de acuerdo —le miré y proseguí lentamente—. Supongamos que, hipotéticamente, alguien es capaz de... saber qué piensa la gente, de leer sus mentes, ya sabes, salvo unas cuantas excepciones.
—Sólo una excepción —me corrigió—, hipotéticamente.
—De acuerdo entonces, una sola excepción.
Me estremecí cuando me siguió el juego, pero intenté parecer despreocupada.
— ¿Cómo funciona? ¿Qué limitaciones tiene? ¿Cómo podría ese alguien... encontrar a otra persona en el momento adecuado? ¿Cómo sabría que ella está en un apuro?
— ¿Hipotéticamente?
—Bueno, si... ese alguien...—negó con la cabeza y puso los ojos en blanco——. Sólo tú podrías meterte en líos en un sitio tan pequeño. Destrozarías las estadísticas de delincuencia para una década, ya sabes.
—Estamos hablando de un caso hipotético —le recordé con frialdad.
Se rió de mí con ojos tiernos.
—Sí, cierto —aceptó. Pareció titubear, dividido por algún dilema interno. Nuestras miradas se encontraron e intuí que en ese preciso instante estaba tomando la decisión de si decir o no la verdad.
—Puedes confiar en mí, ya lo sabes —murmuré.
Sin pensarlo, estiré el brazo para tocarle las manos cruzadas, pero Edward las retiró levemente y yo hice lo propio con las mías.
—No sé si tengo otra alternativa —su voz era un susurro—. Me equivoqué. Eres mucho más observadora de lo que pensaba.
—Creo que siempre tienes razón.
—Así era —sacudió la cabeza otra vez—. Hay otra cosa en la que también me equivoqué contigo. No eres un imán para los accidentes... Esa no es una clasificación lo suficientemente extensa. Eres un imán para los problemas. Si hay algo peligroso en un radio de quince kilómetros, inexorablemente te encontrará. — ¿incluyéndolo a él en esa categoría? —Sin ninguna duda.
Su rostro se volvió frío e inexpresivo. Volví a estirar la mano por la mesa, ignorando cuando él retiró levemente las suyas, para tocar tímidamente el dorso de sus manos con las yemas de los dedos. Tenía la piel fría y dura como una piedra.
—Gracias —musité con ferviente gratitud—. Es la segunda vez.
Su rostro se suavizó.
—No dejarás que haya una tercera, ¿de acuerdo?
Fruncí el ceño, pero asentí con la cabeza. ¿Por qué todos me dicen que me mantenga lejos de los problemas? ¿Creen que yo los busco? Apartó su mano de debajo de la mía y puso ambas sobre la mesa, pero se inclinó hacia mí.
—Te seguí a Port Angeles —admitió, hablando muy deprisa—. Nunca antes había intentado mantener con vida a alguien en concreto, y es mucho más problemático de lo que creía, pero eso tal vez se deba a que se trata de ti. La gente normal parece capaz de pasar el día sin tantas catástrofes.
Hizo una pausa. Me pregunté si debía preocuparme el hecho de que me siguiera, pero en lugar de eso, sentí un extraño espasmo de satisfacción. Me miró fijamente, preguntándose tal vez por qué mis labios se curvaban en una involuntaria sonrisa.
— ¿Crees que me había llegado la hora la primera vez, cuando ocurrió lo de la furgoneta, y que has interferido en el destino? —especulé para distraerme.
—Esa no fue la primera vez —replicó con dureza. Lo miré sorprendida, pero él miraba al suelo—. La primera fue cuando te conocí.
Sentí un escalofrío al oír sus palabras y recordar bruscamente la furibunda mirada de sus ojos negros aquel primer día, pero lo ahogó la abrumadora sensación de seguridad que sentía en presencia de Edward.
— ¿Lo recuerdas? —inquirió con su rostro de ángel muy serio.
—Sí —respondí con serenidad.
—Y aun así estás aquí sentada —comentó con un deje de incredulidad en su voz y enarcó una ceja.
—Sí, estoy aquí... gracias a ti —me callé y luego le incité—. Porque de alguna manera has sabido salvarme.
Frunció los labios y me miró con los ojos entrecerrados mientras volvía a cavilar.
—Seguirte el rastro es más difícil de lo habitual. Normalmente puedo hallar a alguien con suma facilidad siempre que haya «oído» su mente antes —me miró con ansiedad y comprendí que me había quedado helada. Me obligué a tragar, pinché otro ravioli y me lo metí en la boca.
—Vigilaba a Jessica sin mucha atención... Como te dije, sólo tú puedes meterte en líos en Port Angeles. Al principio no me di cuenta de que te habías ido por tu cuenta y luego, cuando comprendí que ya no estabas con ellas, fui a buscarte a la librería que vislumbré en la mente de Jessica. Te puedo decir que sé que no llegaste a entrar y que te dirigiste al sur. Sabía que tendrías que dar la vuelta pronto, por lo que me limité a esperarte, investigando al azar en los pensamientos de los viandantes para saber si alguno se había fijado en ti, y saber de ese modo dónde estabas. No tenía razones para preocuparme, pero estaba extrañamente ansioso...
Se sumió en sus pensamientos, mirando fijamente a la nada, viendo cosas que yo no conseguía imaginar.
—Comencé a conducir en círculos, seguía alerta. El sol se puso al fin y estaba a punto de salir y seguirte a pie cuando... —enmudeció, rechinando los dientes con súbita ira. Se esforzó en calmarse.
— ¿Qué pasó entonces? —susurré. Edward seguía mirando al vacío por encima de mi cabeza.
—Oí lo que pensaban —gruñó; al torcer el gesto, el labio superior se curvó mostrando sus dientes—, y vi tu rostro en sus mentes.
De repente, se inclinó hacia delante, con el codo apoyado en la mesa y la mano sobre los ojos. El movimiento fue tan rápido que me sobresaltó.
—Resultó duro, no sabes cuánto, dejarlos... vivos —el brazo amortiguaba la voz—. Te podía haber dejado ir con Jessica y Angela, pero temía —admitió con un hilo de voz— que, si me dejabas solo, iría a por ellos.
Permanecí sentada en silencio, confusa, llena de pensamientos incoherentes. Tampoco era el primero en mencionar que los había dejado vivos por “suerte”, el hombre de negro me los quitó de encima, y algo me decía que pudo haberlos matado, pero, no les hizo el suficiente daño ¿Por qué?
Con las manos cruzadas sobre el vientre y recostada lánguidamente contra el respaldo de la silla aun metida en mis pensamientos. El seguía con la mano en el rostro, tan inmóvil que parecía una estatua tallada. Finalmente alzó la vista y sus ojos buscaron los míos, rebosando sus propios interrogantes.
— ¿Estás lista para ir a casa? —preguntó.
—Lo estoy para salir de aquí —precisé, inmensamente agradecida de que nos quedara una hora larga de coche antes de llegar a casa juntos. No estaba preparada para despedirme de él. Pagó la cuenta rápidamente y caminó muy cerca de mí hasta la puerta, pero siguió poniendo mucho cuidado en no tocarme. Suspiré. Edward me oyó, y me miró con curiosidad.
Abrió la puerta del copiloto y la sostuvo hasta que entré. Luego, la cerró detrás de mí con suavidad. Le contemplé dar la vuelta por la parte delantera del coche, de nuevo sorprendida por el garbo con que se movía. Probablemente debería haberme habituado a estas alturas, pero no era así. Tenía la sensación de que Edward no era la clase de persona a la que alguien pueda acostumbrarse.
Una vez dentro, arrancó y puso al máximo la calefacción para ayudar a su cazadora a mantenerme caliente. Se metió entre el tráfico, aparentemente sin mirar, y fue esquivando coches en dirección a la autopista.
— ¿Puedo hacerte sólo una pregunta más? —imploré mientras aceleraba a toda velocidad por la calle desierta. No parecía prestar atención alguna a la carretera.
Suspiró.
—Una —aceptó. Frunció los labios, que se convirtieron en una línea llena de recelo. Pero que humor tan malo se cargaba.
—Bueno... Dijiste que sabías que no había entrado en la librería y que me había dirigido hacia el sur. Sólo me preguntaba cómo lo sabías.
Desvió la vista a propósito. Maldito cobarde.
—Pensaba que habíamos pasado la etapa de las evasivas —refunfuñé.
Casi sonrió, casi.
—De acuerdo. Seguí tu olor —miraba a la carretera mientras me respondía, lo cual me dio tiempo para recobrar la compostura. No podía admitir que ésa fuera una respuesta aceptable, pero tampoco estaba dispuesta a dejarle terminar ahí, no ahora que al fin me estaba explicando cosas.
—Aún no has respondido a varias de mis preguntas que te hice primero —dije para ganar tiempo. Me miró con desaprobación. No le agradaba la idea de que tratara de distraerlo. Espero que se acostumbre, así soy yo.
— ¿Cuál?
— ¿Cómo funciona lo de leer mentes? ¿Puedes leer la mente de cualquiera en cualquier parte? ¿Cómo lo haces? ¿Puede hacerlo el resto de tu familia...?
Me sentí estúpida al pedir una aclaración sobre algo que sonaba a una fantasía. ¿Quién en su sano juicio iba a creer eso?
—Has hecho más de una pregunta —puntualizó. Me limité a entrecruzar los dedos y esperar. Me explicó como era su habilidad, y la comparó con un hall lleno de gente hablando a la misma vez, básicamente hace que lo que hacemos los humanos, nos concentramos en una sola voz y las demás se hacen más tenues, solo que Edward puede hacerlo en sus pensamientos directamente.
—Cuéntame, —su voz sonó tranquila, pero animada. —Dijiste que en el auto me dirías tu teoría.
Suspiré. ¿Cómo empezar?
—Pensaba que habíamos pasado la etapa de las evasivas —me recordó con dulzura. ¿Ahora usa mis palabras en mi contra? ¿Ya tenemos esa confianza?
Me mordí el labio. Me miró con ojos inesperadamente amarillos—No me voy a reír —prometió. —Adelante —me animó con voz tranquila.
—No sé cómo empezar —admití. Ahora ya me estaba arrepintiendo, ¿Cómo puedo estar segura que me va a llevar a casa y no a un manicomio? Digo, mi teoría no es más que la pura verdad, pero, aun así, él podría alegar que estoy diciendo puras barbaridades.
— ¿Por qué no empiezas por el principio? Dijiste que no era de tu invención.
—No.
— ¿Cómo empezaste? ¿Con un libro? ¿Con una película? —me sondeó.
—No al inicio no fue ninguno de esos. Fue el sábado, en la playa —me arriesgué a alzar los ojos y contemplar su rostro. Pareció confundido—. Me encontré con un viejo amigo de la familia... Jacob Black —proseguí—. Su padre y Charlie han sido amigos desde que yo era niña.
Aún parecía perplejo.
—Su padre es uno de los ancianos de los quileute —lo examiné con atención. Una expresión helada sustituyó al desconcierto anterior—. Fuimos a dar un paseo... —evité explicarle todas mis maquinaciones para sonsacar la historia—, y él me estuvo contando viejas leyendas para asustarme —vacilé—. Me contó una...
—Continúa.
—... sobre vampiros. Jacob mencionó a tu familia y yo solo hice las conexiones en mi mente.
En ese instante me di cuenta de que hablaba en susurros. Ahora no le podía ver la cara, pero sí los nudillos tensos, convulsos, de las manos en el volante. Permaneció en silencio, sin perder de vista la carretera. De repente, me alarmé, preocupada por proteger a Jacob.
—Sólo creía que era una superstición estúpida —añadí rápidamente—. No esperaba que yo me creyera ni una palabra —mi comentario no parecía suficiente, por lo que tuve que confesar—: Fue culpa mía. Le obligué a contármelo.
— ¿Por qué?
—Lauren dijo algo sobre ti... Intentaba provocarme. Un joven mayor de la tribu mencionó que tu familia no acudía a la reserva, sólo que sonó como si aquello tuviera un significado especial, por lo que me llevé a Jacob a solas y le engañé para que me lo contara —admití con la cabeza gacha.
— ¿Qué hiciste entonces? —preguntó un minuto después.
—Busqué en Internet.
— ¿Y eso te convenció? —su voz apenas parecía interesada, pero sus manos aferraban con fuerza el volante.
—No. —mentí — Nada encajaba. La mayoría eran tonterías, y entonces... —me detuve.
— ¿Qué?
— Encontré sobre una página que hablaba del tema, y que tenían libros en la librería aquí en Port Angeles, esa fue a la librería a la que no entré porque... —tragué, no le quería decir la verdad de la otra librería. — Decidí que no importaba —susurré.
— ¡¿Que no importaba?! —el tono de su voz me hizo alzar los ojos. La máscara tan cuidadosamente urdida se había roto finalmente. Tenía cara de incredulidad, con un leve atisbo de la rabia que yo temía.
—No —dije suavemente—. No me importa lo que seas.
— ¿No te importa que sea un monstruo? —su voz reflejó una nota severa y burlona— ¿Que no sea humano?
—No.
Mi respuesta fue firme. Se calló y volvió a mirar al frente. Su rostro era oscuro y gélido. Nos quedamos unos momentos en silencio, hasta que mi curiosidad hizo acto de presciencia.
—Así que, ¿me equivoco otra vez? —le desafié. No me respondió. — ¿Estoy en lo cierto?
— ¿Importa?
—En realidad, no —hice una pausa—. Siento curiosidad.
Al menos, mi voz sonaba tranquila. De repente, se resignó a que se iba a ver envuelto en miles de preguntas de nuevo.
— ¿Sobre qué sientes curiosidad?
— ¿Cuántos años tienes?
—Diecisiete —respondió de inmediato.
— ¿Y cuánto hace que tienes diecisiete años?
Frunció los labios mientras miraba la carretera.
—Bastante —admitió, al fin.
—De acuerdo.
Sonreí, complacida de que al fin fuera sincero conmigo. Sus vigilantes ojos me miraban con más frecuencia que antes, cuando le preocupaba que entrara en estado de Shock. Esbocé una sonrisa más amplia de estímulo y él frunció el ceño.
—No te rías, pero ¿cómo es que puedes salir durante el día? ¿No te quema el sol? ¿Y lo de dormir en ataúdes?
En cualquier caso, se rió.
—Mito, mito y no puedo dormir.
Se volvió para mirarme con expresión de nostalgia. Sus ojos dorados sostuvieron mi mirada y perdí la oportunidad de pensar. Me quedé mirándolo hasta que él apartó la vista.
—¿No quieres saber si bebo sangre? —preguntó con sarcasmo.
Retrocedí. Mi mente voló al hombre de negro, nuestro reflejo en la ventana... Me obligué a salir de ese recuerdo, creo que era simple coincidencia, él parecía humano, no era como Edward.
—Bueno, Jacob me dijo algo al respecto.
— ¿Qué dijo Jacob? —preguntó cansinamente. Ups, le acabo de conseguir un enemigo a Jake.
—Que no cazaban personas. Dijo que se suponía que tu familia no era peligrosa porque sólo dabais caza a animales. Pero, aun así, los quileutes siguen sin quereros en sus tierras, sólo por si acaso.
Miró hacia delante, pero no sabía si observaba o no la carretera.
—Tienen razón al mantener la distancia con nosotros. —me advirtió.
—No comprendo.
—Intentamos... —explicó lentamente—, solemos ser buenos en todo lo que hacemos, pero a veces cometemos errores. Yo, por ejemplo, al permitirme estar a solas contigo.
— ¿Esto es un error?
Oí la tristeza de mi voz, pero no supe si él también lo había advertido.
—Uno muy peligroso —murmuró.
A continuación, ambos permanecimos en silencio. Observé cómo giraban las luces del coche con las curvas de la carretera. Se movían con demasiada rapidez, no parecían reales, sino un videojuego. Era consciente de que el tiempo se me escapaba rápidamente, se me acababa como la carretera que recorríamos, y tuve un miedo espantoso a no disponer de otra oportunidad para estar con él de nuevo como en este momento, abiertamente, sin muros entre nosotros. Sus palabras apuntaban hacia un fin y retrocedí ante esa idea. No podía perder ninguno de los minutos que tenía a su lado. Decidí aprovechar el tiempo que tenía con él.
—Ahora no tienes hambre —aseveré con confianza, afirmando, no preguntando.
— ¿Qué te hace pensar eso?
—Tus ojos.
Se rió entre dientes.
—Eres muy observadora, ¿verdad?
No respondí, sólo escuché el sonido de su risa y lo grabé en la memoria.
—Este fin de semana fueron a cazar, ¿verdad? —quise saber cuándo todo se hubo calmado.
—Sí —calló durante un segundo, como si estuviera decidiendo decir algo o no—. No quería salir, pero era necesario. Es un poco más fácil estar cerca de ti cuando no tengo sed.
— ¿Por qué no querías marcharte?
—El estar lejos de ti me pone... ansioso —su mirada era amable e intensa; y me estremecí hasta la médula—. No bromeaba cuando te pedí que no te cayeras al mar o te dejaras atropellar el jueves pasado. Me sorprende que hayas salido indemne del fin de semana —movió la cabeza; entonces recordó algo—. Bueno, no del todo.
— ¿Qué?
—Tus manos —me recordó.
Observé las palmas de mis manos y las rasgaduras casi curadas de los pulpejos. A Edward no se le escapaba nada. Daba gracias que los moretones del incidente en la calle obscura de hace unas horas, estaban cubiertos por la ropa.
—Me caí —reconocí con un suspiro.
—Eso es lo que pensé —las comisuras de sus labios se curvaron. Su seriedad volvió de repente.—Alguna vez te mostraré verdaderamente como soy —me prometió. —Aunque, Bella, soy peligroso. Grábatelo, por favor. Hablo en serio.
—También yo. Te lo dije, no me importa qué seas. Es demasiado tarde.
—Jamás digas eso —espetó con dureza y en voz baja. Me mordí el labio, contenta de que no supiera cuánto dolía aquello, dolía ser rechazada así. Contemplé la carretera. Ya debíamos de estar cerca. Conducía mucho más deprisa.
— ¿Estás llorando?
No me había dado cuenta de que la humedad de mis ojos se había desbordado. Rápidamente, me froté la mejilla con la mano y, efectivamente, allí estaban las lágrimas delatoras, traicionándome.
—No —negué, pero mi voz se quebró.
Le vi extender hacia mí la diestra con vacilación, pero luego se contuvo y lentamente la volvió a poner en el volante. La oscuridad se deslizaba a nuestro lado en silencio.
—Dime una cosa —pidió después de que hubiera transcurrido otro minuto, y le oí controlarse para que su tono fuera ligero.
— ¿Sí?
—Esta noche, justo antes de que yo doblara la esquina, ¿en qué pensabas? No comprendí tu expresión... No parecías asustada, sino más bien concentrada al máximo en algo.
Genial, yo que ya quería dejar eso en el pasado y ni mi mente ni él, me ayudaban. Siendo honesta no quiero decirle, no quiero que sepa lo que pasó, al menos no todo. Él los vio cuando se volvieron a acercar a mí, pero al parecer los pensamientos de esos hombres se mantenían lo suficientemente en el presente, como para darle algún indicio de lo que me hicieron, o de lo que les hizo el hombre de negro.
Sentí una calidez al pensar en ese extraño. El hombre de negro me salvo, aunque ese infeliz se haya llevado mi libro, bien, ahora ya estoy cabreada de nuevo.
—Intentaba recordar cómo defenderme, ya sabes... autodefensa. Le iba a meter la nariz en el cerebro a ese... —pensé en el tipo moreno, una oleada de odio alimentó mi furia. Aunque la realidad era que estaba concentrada en encontrar a mi salvador.
— ¿Ibas a luchar contra ellos? —eso le perturbó—. ¿No pensaste en correr?
—Me caigo mucho cuando corro —admití sonrojándome.
— ¿Y en gritar? —preguntó. Fruncí el ceño, ¿acaso no había notado mi voz ronca? Si estaba gritando, hasta que el hombre de negro apareció.
—Estaba a punto de hacerlo.
—Tienes razón. — Sacudió la cabeza. — Definitivamente, estoy luchando contra el destino al intentar mantenerte con vida.
Suspiré. Al traspasar los límites de Forks fuimos más despacio. El viaje le había llevado menos de veinte minutos.
— ¿Te veré mañana? —quise saber.
—Sí. También he de entregar un trabajo —me sonrió.
Estábamos enfrente de la casa de Charlie. Las luces estaban encendidas y mi coche en su sitio. Todo parecía absolutamente normal. Era como despertar de un sueño. Detuvo el vehículo, pero no me moví. Sopesé la situación durante unos instantes y luego asentí con la cabeza dándome ánimos de bajar. Me quité la cazadora después de olería por última vez. Decidí que a pesar del frio, era preferible no explicarle las cosas a Charlie.
— ¿Bella? —dijo en tono diferente, serio y dubitativo.
— ¿Sí? —me volví hacia él con demasiada avidez.
— ¿Vas a prometerme algo?
—Sí —respondí, y al momento me arrepentí de mi incondicional aceptación. ¿Qué ocurría si me pedía que me alejara de él? No podía mantener esa promesa.
—No vayas sola al bosque.
Le miré fijamente, totalmente confusa.
— ¿Por qué?
Frunció el ceño y miró con severidad por la ventana.
—No soy la criatura más peligrosa que ronda por ahí fuera. Dejémoslo así.
Chapter 4: The stars are faded
Chapter Text
Isabella POV
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Me di cuenta de que afuera hacía mucho frío, sobre todo ahora que no tengo nada para cubrirme. Rápidamente entré a la casa en busca de calor y sorprendentemente me sentí aliviada estando en casa. Charlie estaba viendo el partido de baloncesto en el televisor, cuando me vio me sonrió levemente y me preguntó qué tal había sido el viaje. No pude evitar recordar lo que casi me pasa, pero sabía que si le contaba, se pondría muy furioso y correría a la comisaria para hablar con los oficiales de Port Angeles. Opté por contarle que las chicas habían conseguido vestidos bonitos y que la cena había estado deliciosa, él pareció contento con la respuesta.
Fui a la cocina a buscar un par de analgésico para soportar el dolor de los moretones que tenía en mi piel, de repente me sentía muy cansada y adolorida. Mi teléfono me sobresaltó cuando sonó de repente. En la pantalla apareció el nombre de Jessica.
— ¿Diga? —pregunté entrecortadamente.
— ¿Bella?
— Hola, Jess. Ahora te iba a llamar.
— ¿Estás en casa?—su voz reflejaba sorpresa y alivio.
—Sí. Se me olvidó la cazadora en tu coche. ¿Me la puedes traer mañana?
—Claro, pero ¡dime qué pasó! —exigió.
—Eh, mañana, en Trigonometría, ¿sí?
—De acuerdo. En ese caso, mañana hablamos —percibí la impaciencia en su voz—. ¡Adiós!
—Adiós, Jess.
Asomé mi cabeza para despedirme de Charlie, me dio un asentimiento sin despegar la vista del televisor. Subí las escaleras con más cuidado de lo usual, pues me sentía demasiado torpe y agotada. En mi habitación, me dispuse a buscar mis cosas para irme a la cama, la verdad era que no ponía mucha atención a lo que estaba haciendo, sé que me metí a la ducha, pero, únicamente me percaté de que estaba helada hasta que estuve debajo del chorro de agua caliente. Mi cuerpo comenzó a temblar con la sensación del frio contra el calor.
Miré los moretones sobre mis brazos, mi abdomen y mis piernas. Solté un sollozo, en toda la noche no me había permitido llorar, había estado demasiado ocupada que mi mente se guardó todo ese dolor, asco, miedo y frustración para que no me interrumpiera el momento de felicidad que sentí en el restaurante con Edward. Tomé la esponja, la llené de jabón y la comencé a frotar con mi piel. Hubo lugares donde el ardor y el dolor fueron demasiado altos que me mordí el labio varias veces para evitar soltar un grito que alertara a Charlie.
No sé cómo terminé sentada en el suelo de la ducha, mi cabeza estaba escondida entre mis rodillas, mi piel ardía por lo lastimada que la había dejado y el chorro de agua ahora salía fría. Cuando me sentí lo suficientemente tranquila salí dando trompicones y envolví mi cuerpo con una toalla en un intento de conservar un poco de calor. Rápidamente me puse el pijama y me acurruqué debajo de la colcha, abrazándome a mí misma.
Sé que debía dormir, que mañana era día de escuela y tenía que levantarme temprano, pero, la cabeza me seguía dando vueltas, se me llenaba de imágenes acerca de todo lo que había pasado hace unas horas, había cosas que no lograba comprender y mi mente las estaba analizando en busca de alguna respuesta, pero lo único que estaba logrando era causarme una horrible jaqueca.
Gruñí frustrada. Pateando la colcha me senté al borde de la cama y volví a gruñir. Ahora estaba molesta, molesta con Jessica y Angela por haberme invitado, molesta con Charlie por no evitar que las acompañara, molesta con la población de Port Angeles por tener personas malas entre ellos, molesta con el hombre de negro por haberme quitado mi libro y por besarme. Estaba injustamente molesta con Edward por alguna razón, pero estaba demasiado molesta conmigo misma, por dejar que todo lo anterior pasara, me molestaba que me sintiera tan estúpidamente emocionada por ver a Edward de nuevo y por nuestra salida. Pero lo que me hacía enojar más, era que mi mente comparaba a Edward con el hombre de negro.
Me apreté fuertemente la cabeza con las manos, ese sentimiento no me iba a dejar tranquila. Se suponía que cuando enfrentara a Edward sobre mis sospechas, y él me confirmara su verdadera naturaleza, mis pensamientos se iban a poner en paz, y podría planear mi vida, pero pasó todo lo contrario, creo que estaba enfrentándome a algo que no podía controlar.
El sonido de la lluvia golpeando mi ventana me sacó de mis tormentos. Aunque el frio y la humedad no me gustaban demasiado, la lluvia era algo tranquilizador. Cuando llovía, significaba que todo lo malo que había sucedido ese día, lo arrastraba el agua, y después era muy probable que un arcoíris saliera en el cielo e hiciera un mejor día. Claro, eso pasaba en cualquier lugar menos en Forks.
Mis ojos se volvieron a la puerta de mi habitación, pude escuchar a Charlie entrando en la suya. Bien, mis divagaciones no lo habían alertado, aún. Volví a mirar hacia la ventana, debajo de esta, estaban un par de bolsas que estaba segura que no habían entrado en la casa conmigo. El emblema de la librería parecía llamarme para que tomara lo que había en el interior.
Después de la cena con Edward, recordé que antes de que él llegara, las había tratado de usar como arma de autodefensa, pero en algún punto del ajetreado momento los había soltado. Estaba muy segura que cuando llegue a casa no las tenía en mis manos. ¿Las habría traído Edward? No, porque incluso en su auto no estaban esas bolsas. ¿El hombre de...?
Casi me rio. Vaya Isabella, que cosas se te ocurren.
Me levanté de mi cama y me estiré para tomar las bolsas. Saqué los libros y los extendí a mi lado. Tomé uno de ellos, abrí las primeras páginas y leí un poco. Mi lectura comenzó bien, el problema fue que mi desesperación atacó y me impulsó a buscar las palabras que quería leer:
"Sangre, beber, cazador, monstruo, noche, maldición, colmillos, vampiro, muerte".
Aun con la vista pegada en el libro, me acerqué a mi escritorio y me senté mientras buscaba a tientas un cuaderno para anotar todo lo que mis ojos estaban leyendo.
Así pasé las horas investigando en los libros, uno tras otro los tomaba y los ojeaba hasta que encontraba lo que buscaba. A veces encontraba bastante información, otras veces las páginas me guiaban a otras que estaban relacionadas, y a veces me decepcionaban.
Cuando me llegó la curiosidad por saber la hora, miré mi celular. La pantalla marcaba las 4AM. Creo que ahorita ya sería inútil tratar de dormir. Me puse de pie para estirarme un poco, me quedé helada cuando descubrí el desorden que tenía a mí alrededor.
Había estado sentada en el piso cerca del escritorio, a mí alrededor estaban esparcidos todos los libros, cada uno tenía más hojas con dibujos y notas a sus lados, Algunos post-it de colores descansaban sobre las palabras que buscaba resaltar. Encima de la cama tenía más libros en iguales condiciones, y sobre el escritorio había un ¿mapa? Parecía de esos que hacen en las series policiacas donde los investigadores hacen sus teorías y las conectan con hilos. ¿Yo de donde había sacado hilo?
Estiré el cuello buscando obtener una mejor vista de lo que me tomó horas hacer. Tomé varios minutos para procesar toda la información que mi mente había captado. Gracias a mi buena memoria semántica y eidética, podía recordarlo todo, pero aun sentía que necesitaba analizarlo con cuidado.
Mis ojos se pasaban de un lado a otro mirando mi obra de arte de la investigación. Sonreí satisfecha de mi esfuerzo.
Y luego grité.
Puse mis manos en mi boca recordando que Charlie estaba dormido en la habitación de al lado.
Mi cuerpo se sacudió por el escalofrío que recorrió mi espalda. Mis manos se fueron a mi rostro cubriéndolo por completo, las lágrimas mojaban mis manos y los sollozos estaban ocasionando que mi pecho me ardiera. Mis piernas no soportaron más mi propio peso y sentí cuando mis rodillas chocaron contra el suelo frio de mi habitación.
Mi menté volvió a trabajar a demasiada velocidad, conectando las palabras en los libros con lo que mis ojos habían visto a lo largo de mi vida. Los distintos escenarios me mostraban tantas cosas que había decidido ignorar, pero que ahora estaban muy presentes. Mis sollozos y los temblores de mi cuerpo solo aumentaron.
Carajo
¿En qué me he metido?
—En muchos problemas, si me preguntas.
Salté cuando escuché la voz masculina. Mi cabeza se levantó para buscar al dueño de la voz. Pese a mis ojos llorosos, noté la silueta que se encontraba en mi ahora abierta ventana. El hombre de negro, el que conocí en la librería en Port Angeles, se encontraba asomado sobre el marco del lado exterior de la ventana.
—¿Qué...?Co…cómo?¿Qué... Que estas?¿Por.. Porque? —mis palabras salieron entrecortadas. Los temblores de mi cuerpo causados por el llanto y la sorpresa, me hacían difícil la tarea de hablar. Una sonrisa burlona apareció en su rostro.
—Te dejo sin habla ¿Verdad? —sus cejas se levantaron sugestivamente. Yo salí de mi estupor y rodé los ojos. Sí es guapo lo admito, pero no para tanto.
—¿Qué estás haciendo aquí? —le pregunté curiosa y un poco temerosa.
Soltó un profundo suspiro. —No lo sé. —sus ojos azules se apagaron de repente.
—¿Estás bien? —me puse tímida. No era normal preguntarle eso a alguien que acabas de conocer. Bueno, tampoco era normal que ese alguien esté afuera de tu habitación en el medio de la noche.
Me miró con una ceja levantada. —Yo siempre estoy bien.
Ahora fue mi turno de mirarlo con los ojos entrecerrados. Algo en mi sospechaba que eso era una mentira.
—No te creo —dije.
—No me importa —respondió.
—¿Qué estás haciendo aquí? —volví a preguntar para cambiar de tema. Sus respuestas no me convencían.
—No estoy seguro.
—¿Qué haces aquí? —ataqué de nuevo.
—¡No lo sé! —gritó con molestia. Abrí los ojos sorprendida por su cambio de humor. También recordé que Charlie dormía en la habitación de al lado, y lo menos que deseaba era que se asomara para ver qué pasaba. Puse un dedo en mis labios como gesto para que se callará.
El hombre de negro pareció comprender mi gesto, sus ojos se posaron en algún punto detrás de mí, pero asintió mientras su atención volvía a mí. Un suspiro se escapó de sus carnosos labios.
—Yo también quiero saber porque estoy aquí. —su voz sonó suave. Su rostro parecía haber envejecido 10 años en los minutos que había estado frente a mí.
—Quizás… —comencé a hablar, un poco insegura si debía decirlo o no. —Quizás tu realidad es tan mala, que, que decidiste venir a la mía para escapar.
Una mueca de dolor atravesó su rostro tan rápido que pudo haber sido mi imaginación, pero su postura rígida me decía que había acertado. Su cabeza se movió como si asintiera, pero también fue casi imperceptible el movimiento.
—Quizás —respondió secamente. Pero luego su rostro se volvió tierno, casi parecía inocente. Casi. —¿Me invitas a entrar?
Miré directamente a sus ojos azules buscando una señal de que sus intenciones eran buenas. Quería creer que me decía la verdad. Detrás de la inocencia que quería mostrar, había dolor, pena, rabia y venganza. Esos diamantes azules tenían demasiadas emociones negativas en ellos y eso le daba ese aire peligroso que en un inicio me pareció que era característico de él. Era muy probable que sus emociones no fueran enfocadas a mí, pero no quería arriesgar a Charlie.
—No, —dije decidida. —No te pasará nada si te quedas afuera.
—Chica lista —me apremió. Sus ojos brillaron de nuevo. —Veo que has hecho tu tarea.
Su mano se movió, señalando todos los libros, cuadernos y notas a mi alrededor.
—Podría haberla hecho mejor, si alguien —lo señalé,— me diera el libro que tanto esfuerzo me costó encontrar —crucé las manos sobre mi pecho, mostrando mi molestia, pero mis labios se curvearon en una sonrisa. Aunque estaba molesta, había una parte de mí que agradecía que él lo tuviera.
—No cualquiera puede leerlo —bufó. —Te estoy ahorrando un mal momento.
—Gracias, pero, no gracias. —respondí. —Yo quiero decidir cómo catalogarlo, después de que me lo des y pueda leerlo, claro.
—No lo puedes leer —su rostro era serio.
—¿Y porque no?
—Ese libro es demasiado peligroso para alguien como tú. —dijo apartando la mirada.
—¿Alguien como yo? —pregunté ofendida. ¿Qué demonios significaba eso?
—Sí, ya sabes —se encogió de hombros. —Alguien tan…
Puse mis manos en la cintura. Estaba dispuesta a darle pelea si completaba esa frase.
—No te detengas —lo amenacé. —Dilo.
—Alguien tan linda e inocente —murmuró y trató de sonreír, pero su cabeza se ladeo hacia la derecha.
—Mentiroso. —le lancé lo primero que tuve a la mano. Su mano se levantó para evitar que el objeto, que resultó ser un cuaderno, chocara contra su sorprendido rostro.
—¿Me lanzaste un cuaderno? —su voz sonó sorprendida pero divertida.
—Si vuelves a mentir —me agaché a recoger uno de mis zapatos. —Esto va a ser lo siguiente y ten por seguro que se va a estampar en tu cara.
Su carcajada fue inevitable. Verlo tan sonriente y animado de repente, causó que mi humor se contagiara del suyo, uniéndome a sus risas. Ambos recordamos que mi padre podía escucharnos y despertarse en cualquier momento, tratamos de controlarnos pero nos miramos sonriendo.
—Bien, sin mentiras —me prometió.
—Sin mentiras —concordé.
Nos quedamos en silencio. Ninguno se atrevió a decir ninguna palabra y la verdad me sentía agradecida. El silencio no era incomodo, al contrario, fue relajante. El hombre de negro se giró dándome la espalda. Noté que se acomodó de una manera que quedó sentado en el marco de la ventana, extrañamente, su espalda parecía estar recargada contra un muro invisible.
Maravillada con la magia que lo mantenía afuera de mi casa, traté de avanzar para acercarme a él. Moví mis pies con cuidado de no caerme, y de no mover nada de mi círculo de cuadernos, libros y más cosas de información.
Sé que notó mi presciencia, pero no me miró hasta que me encontré a su lado en la ventana. Sin despegar mis ojos de los suyos, extendí mis brazos hacia el exterior, lo hice con cuidado, esperando sentir en mis dedos esa barrera invisible que mantenía al extraño tan cerca pero tan lejos de mí. Por supuesto, a mi nada me impedía moverme con libertad.
Giró su rostro al frente, y soltó un suspiro. Hice lo mismo.
El paisaje oscuro frente a mí se iluminaba con la luz de la luna y las estrellas parecían miles de diamantes resplandeciendo en el cielo. El ambiente se sentía frio y un poco pesado. Ya no llovía, pero viento se sentía helado contra mi piel, incluso podía sentir como navajas atravesando mi rostro y mis brazos descubiertos.
—¿Por qué estas realmente aquí? —pregunté de nuevo.
—¿Te han dicho que haces muchas preguntas? —me miró sobre su hombro, el enfado se podía notar en su rostro.
—Sí, me lo han dicho. —dije presumida. Puse las manos sobre el marco de la ventana, recargándome para mirar mejor afuera. Era sorprendente que mi ventana fuera lo bastante amplia para los dos, siempre me ha parecido pequeña, pero esta noche era perfecta para ambos.
El silencio de la noche nos envolvió de nuevo, él seguía reacio a responder mi pregunta, y honestamente yo ya no quería presionarlo más sobre el tema. Mis pensamientos me envolvieron de nuevo, analizando la situación en la que me encontraba.
El extraño hombre de negro me tenía intrigada. Sé que es peligroso, que en un movimiento me podía matar, pero también sé que a su lado podía estar segura, No podía confiar en él lo suficiente como para dejarlo entrar, porque la seguridad de Charlie me seguía preocupando, sí puedo mantener a mi padre lejos del mundo sobrenatural lo haría, sin importar el costo. Quizás soy estúpida por sentirme así respecto a alguien que acabo de conocer, y no, no tiene nada que ver el beso en la librería, pero algo en el me atraía.
—¿Vas a responderme? —le pregunté rompiendo el silencio. Lo miré, su respiración se aceleró, pero su vista no se apartó de algún punto en el bosque frente a nosotros.
—Vine porque… —comenzó, pero pareció dudar un poco. Sus hombros se encogieron y tomó aire. —Vine porque, una parte de mí… una parte muy pequeña —sus dedos hicieron una señal para afirmar lo que decía. —Una parte de mi necesitaba, digo, no… no, digo quería… quería asegurarme de que estabas bien.
Su rostro se giró en mi dirección, la luz de la luna hacia que su piel tuviera un tono frio, que complementaba el color azul de sus ojos que ahora me miraban de una extraña manera.
—Estoy bien —le sonreí levemente. —No te pude agradecer que me hayas salvado de esos tipos.
Un gruñido se escapó de su pecho.
—No me los menciones —gruñó. —Esos malditos hijos de… —cerró la boca de golpe. Bufó molesto, pero volvió a hablar más tranquilo. —Al menos el múltiple homicidio no fue en vano
—¿Homicidio? —lo miré confundida.
—Si, ya sabes —se encogió de hombros. —Cuando una persona mata a otra persona.
—¿Los mataste? —lo miré sorprendida. No me sorprendía que los haya matado, me sorprende la tranquilidad con la que me lo dice.
—¿Qué querías? ¿Qué los felicitara? ¿Qué les invitara un trago?
Me miró como si de repente tuviera 3 cabezas.
—Yo… pues no. —respondí torpemente. —Pero tampoco esperaba que los mataras por mí culpa.
—¿Tu culpa? —me miró furioso de nuevo. —¿Tú que hiciste para que fuera tu culpa?
—No, no me refiero a eso —volví a temblar, su rostro cuando estaba molesto no era agradable de ver. —Es decir, que hayas tomado ¿venganza? Por mí.
—No te emociones —dijo. — No fue por ti.
Todo el sentimiento de esperanza y un poco de felicidad que habían llenado mi corazón al saber que los había matado, se desvaneció con esas cuatro palabras. Al menos no debía preocuparme por toparme con esos sujetos de nuevo.
—Supongo que, —titubee. Me aclaré la garganta tratando de que el nudo que sentía, se fuera.— Fueron tu cena.
Sonrió ladinamente y su postura se relajó. —No.
—¿No?
—¿Te parece que alguien como yo, va por ahí, cenando a tipos como esos? —me preguntó. Su voz sonaba presumida y socarrona, pero su rostro se veía divertido.
Lo analicé de arriba abajo. Sus negras secas se levantaron como a la espera de una respuesta.
—He visto mejores —dije simplemente. Sus hombros cayeron al escuchar mis palabras, pero rápidamente volvió a parecer que no le importaba nada más que él mismo.
—Aun no puedo creer que los mataras.
—Tranquila muñeca —sus ojos se posaron en mí nuevamente. —Después podrás devolverme el favor.
—¿Crees que debo pagarte por salvarme la vida?
—Pues, —pareció pensarlo. —Sí, deberías.
Lo miré con la boca abierta. Su varonil risa volvió a llegar a mis oídos.
—Idiota —murmuré volviendo a mirar al frente.
El viento del amanecer se hizo notar, y también noté que mi pijama no era lo suficiente gruesa como para cubrirme del frio amanecer de Forks. Coloqué mis brazos en el pecho abrazándome a mí misma tratando de darme calor.
—¿Cómo me encontraste? —le pregunté tratando de contener los temblores de mi cuerpo. Necesitaba saber la respuesta a eso, una cosa era conocerlo por casualidad pero es muy diferente a tenerlo, relativamente en mi casa.
El peso en mis hombros aumentó, miré hacia abajo topándome con una gruesa chaqueta cubriendo mi cuerpo. Miré al hombre de negro, estaba en la misma posición que antes, pero ahora podía ver la playera negra que usaba en lugar de la chaqueta, que recién me daba cuenta, tenía sobre mis hombros.
El calor que su cuerpo le había trasmitido a la chaqueta de cuero se sentía muy bien contra mi piel.
—Respóndeme. —le demandé.
—Tu aroma es… muy llamativo —respondió sin ánimos.
—¿Gracias? —le pregunté dudosa.
—No lo tomes como un cumplido —dijo molesto. —Te va a traer más problemas de los que ya tienes.
—¿Tengo problemas? —pregunté demasiado confundida.
—Este junto a uno —se señaló. —Y tu novio es otro.
El rostro de Edward se vino a mi mente. ¿Novios? ¿Somos eso?
—No se sí es mi novio —dije más para mí.
—Él si lo cree
—¿Ahora lees mentes? —dije divertida.
—No —me miró. —Solo lo digo, porque tú quieres eso.
—¿Tú qué sabes sobre lo que yo quiero?
—Quieres lo que todo el mundo quiere. —se encogió de hombros.
—¿Y qué demonios es eso? —pregunté irritada.
—Quieres un amor que te consuma, quieres pasión, aventura, e incluso un poco de peligro.
Solté una risa seca. —¿Le dices eso a todas las que acabas de conocer?
Su rostro se puso pensativo, pero sus labios se curvearon suavemente antes de responder.—Sí
—Pues no, —dije aclarándome la garganta. —Soy una pésima aventurera, tengo más peligro del que necesito. —me encogí de hombros. —Sobre las otras dos cosas, quizás pasión sí, pero no un amor que me consuma.
—¿No?
—No, no quiero verme consumida por un amor.
—¿Entonces qué quieres?
—Si voy a tener amor, quiero que me haga sentir segura, que me enseñe a ser más fuerte, que de verdad me sienta amada. No quiero un amor que me destruya.
Me miró, pero aunque hizo el intento de hablar, parecía que no tenía el valor de decirme nada.
—¿Y tú? ¿Tú qué quieres?
Sus ojos azules me miraron sorprendidos. Pude notar que lo había tomado en un momento donde estaba vulnerable, el hielo que siempre parecía reflejar su mirada, no estaba. Tragó ruidosamente, pero no dijo nada.
Frente a nosotros, la vista de los primeros rayos del sol sobre la copa de los arboles me hizo caer en cuenta que debía volver a mi realidad. Al parecer a él también lo trajo de vuelta.
—Debo irme —suspiró. Asentí. Yo también debía moverme para prepararme para ir al instituto. Tome un par de bocaradas de aire y levanté mis brazos tratando de sacudir mis hombros para tratar de quitarme la chaqueta y devolvérsela.
—No, no te la quites. —me detuvo. — Quédatela.
—Pero, ¿no la necesitas? —dije dudosa. No estaba segura si él podía sentir frio.
—Sí, pero me la darás la próxima vez que nos veamos.
—¿Habrá otra vez? —la esperanza llenó de nuevo mi corazón. Su mano izquierda se levantó a la altura de mi rostro. Gracias a que tenía mi cabeza afuera de la ventana, sus dedos pudieron tocar la piel de mi rostro. Su dedo pulgar recorrió con demasiada suavidad mis labios.
—Eso espero.
Me sonrió y lo vi saltar. Sus pies tocaron con gracia el suelo húmedo. Comenzó a caminar hacia el interior del bosque mientras su mano se sacudía al lado de su cabeza. Mi mano se levantó y se sacudió para decirle adiós, aunque sabía que ya no me vería.
La alarma de mi celular sonó.
Mierda. Debía ir al instituto.
Volví a cruzar, con cuidado de no caerme, mi mapa de información. Me sentía como si caminara en un campo minado. Llegué hasta el ropero donde se encontraba mi ropa, saqué lo necesario y apresuré mis pasos para ir a ducharme.
Me di un baño rápido, más que nada para recordarme que necesitaba mantenerme despierta. De regreso en mi habitación me dispuse a buscar las cosas necesarias para poder irme a la escuela. Me asomé en la ventana, el día era brumoso y oscuro. Perfecto. Edward no tenía razón alguna para no asistir a clase hoy. Me vestí con ropa de mucho abrigo al recordar que no tenía la cazadora, otra prueba de que mis recuerdos eran reales. Aunque... podía ponerme la chaqueta de cuero, pero, no, no quería dar explicaciones a nadie. Escuché a Charlie salir por la puerta, y el motor de la patrulla encenderse y arrancar.
Bajé las escaleras casi corriendo, pero con cuidado, fui hasta la cocina y tomé una barra de cereal que me devoré en tres bocados, no traía mucha hambre, pero tampoco estaba segura si mi estómago resistía hasta la hora del almuerzo en la escuela.
Tomé mi mochila y salí a toda prisa por la puerta. Con un poco de suerte, no empezaría a llover hasta que me hubiera encontrado con Jessica.
Había más niebla de lo acostumbrado, el aire parecía impregnado de humo denso que parecía tener vida propia, el contacto gélido que se sentía cuando se enroscaba en mi piel expuesta del cuello y el rostro se sentía como las manos del extraño hombre de negro sobre mi rostro. ¿Pero que estoy pensando? Debía darme prisa si quería tener las respuestas de Edward. Además, no veía el momento de llegar al calor de mi vehículo. La neblina era tan densa que hasta que no estuve a pocos metros de la carretera no me percaté de que en ella había un coche, un coche plateado. Mi corazón latió despacio, vaciló y luego reanudó su ritmo a toda velocidad.
No vi de dónde había llegado, pero de repente estaba ahí, con la puerta abierta para mí.
— ¿Quieres dar una vuelta conmigo hoy? —preguntó, divertido por mi expresión, sorprendiéndome aún desprevenida. Percibí incertidumbre en su voz. Me daba a elegir de verdad, era libre de rehusar y una parte de él lo esperaba. Era una esperanza vana.
—Sí, gracias —acepté e intenté hablar con voz tranquila.
Al entrar en el caluroso interior del coche me di cuenta de que su cazadora color canela colgaba del reposacabezas del asiento del pasajero. Cerró la puerta detrás de mí y, antes de lo que era posible imaginar, se sentó a mi lado y arrancó el motor.
—He traído la cazadora para ti. No quiero que vayas a enfermar ni nada por el estilo.
Hablaba con cautela. Me di cuenta de que él mismo no llevaba cazadora, sólo una camiseta gris de manga larga con cuello de pico. De nuevo, el tejido se adhería a su pecho musculoso. El que apartara la mirada de aquel cuerpo fue un colosal tributo a su rostro.
—No soy tan delicada —dije, pero me puse la cazadora sobre el vientre e introduje los brazos en las mangas, demasiado largas, con la curiosidad de comprobar si el aroma podía ser tan bueno como lo recordaba. Era mejor, pero, no tanto como la chaqueta que se quedó en mi habitación. Ambos aromas eran muy buenos, pero muy diferentes a la vez.
— ¿Ah, no? —me contradijo en voz tan baja que no estuve segura de si quería que lo oyera.
El vehículo avanzó a toda velocidad entre las calles cubiertas por los jirones de niebla. Me sentía cohibida. De hecho, lo estaba. La noche pasada todas las defensas estaban bajas... casi todas. No sabía si seguíamos siendo tan amigos hoy. Me mordí la lengua y esperé a que hablara él.
Se volvió y me sonrió burlón.
— ¿Qué? ¿No tienes veinte preguntas para hoy?
— ¿Te molestan mis preguntas? —pregunté. Al parecer a todos les molestaban.
—No tanto como tus reacciones.
Parecía bromear, pero no estaba segura. Fruncí el ceño.
— ¿Reacciono mal?
—No. Ese es el problema. Te lo tomaste todo demasiado bien, no es natural. Eso me hace preguntarme qué piensas en realidad.
—Siempre te digo lo que pienso de verdad.
—Lo censuras —me acusó.
—No demasiado.
—Lo suficiente para volverme loco.
—No quieres oírlo —mascullé casi en un susurro.
En cuanto pronuncié esas palabras, me arrepentí de haberlo hecho. El dolor de mi voz era muy débil, a veces me sentía muy dolida por sus reacciones negativas hacia mí. Sólo podía esperar que él no lo hubiera notado. No me respondió, por lo que me pregunté si le había hecho enfadar. Su rostro era inescrutable mientras entrábamos en el aparcamiento del instituto. Ya tarde, se me ocurrió algo.
— ¿Dónde están tus hermanos? —pregunté, muy contenta de estar a solas con él, pero recordando que habitualmente ese coche iba lleno.
—Han ido en el coche de Rosalie —se encogió de hombros mientras aparcaba junto a un reluciente descapotable rojo con la capota levantada—. Ostentoso, ¿verdad?
—Eh... ¡Vaya! —musité—. Si ella tiene esto, ¿por qué viene contigo?
—Cómo te he dicho, es ostentoso. Intentamos no desentonar.
—No tienen éxito. —Me reí y sacudí la cabeza mientras salíamos del coche. Ya no llegábamos tarde; su alocada conducción me había traído a la escuela con tiempo de sobra—. Entonces, ¿por qué ha conducido Rosalie hoy si es más ostentoso?
— ¿No lo has notado? Ahora, estoy rompiendo todas las reglas.
Se reunió conmigo delante del coche y permaneció muy cerca de mí mientras caminábamos hacia el campus. Quería acortar esa pequeña distancia, extender la mano y tocarle, pero temía que no fuera de su agrado.
— ¿Por qué todos ustedes tienen coches como ésos si quieren pasar desapercibidos? —me pregunté en voz alta.
—Un lujo —admitió con una sonrisa traviesa—. A todos nos gusta conducir deprisa.
—Me cuadra —musité recordando el viaje de regreso de Port Angeles.
Con los ojos a punto de salirse de sus órbitas, Jessica estaba esperando debajo del saliente del tejado de la cafetería. Sobre su brazo, bendita sea, estaba mi cazadora.
—Jessica —dije cuando estuvimos a pocos pasos—. Gracias por acordarte.
Me la entregó sin decir nada.
—Buenos días, Jessica —la saludó amablemente Edward. No tenía la culpa de que su voz fuera tan irresistible ni de lo que sus ojos eran capaces de obrar.
—Eh... Hola —posó sus ojos sobre mí, intentando reunir sus pensamientos dispersos—. Supongo que te veré en Trigonometría.
Me dirigió una mirada elocuente y reprimí un suspiro. ¿Qué demonios iba a decirle?
—Sí, allí nos vemos.
Se alejó, deteniéndose dos veces para mirarnos por encima del hombro.
— ¿Qué le vas a contar? —murmuró Edward.
— ¡Creía que no podías leerme la mente! —susurré.
—No puedo —dijo, sobresaltado. La comprensión relució en los ojos de Edward—, pero puedo leer la suya. Te va a tender una emboscada en clase.
Gemí mientras me quitaba su cazadora y se la entregaba para reemplazarla por la mía. La dobló sobre su brazo.
—Al parecer, también Angela planea emboscarte, ¿Qué les vas a decir?
—Una ayudita —supliqué—, ¿qué quieren saber?
Edward negó con la cabeza y esbozó una sonrisa malévola.
—Eso no es elegante.
—No, lo que no es elegante es que no compartas lo que sabes.
Lo estuvo reflexionando mientras andábamos. Nos detuvimos en la puerta de la primera clase.
—Angela solo está preocupada por ti, pero, Jessica quiere saber si nos estamos viendo a escondidas, y también qué sientes por mí —dijo al final.
— ¡Oh, no! ¿Qué debo decirle?
Intenté mantener la expresión más inocente. La gente pasaba a nuestro lado de camino a clase, probablemente mirando, pero apenas era consciente de su presencia.
—Humm —hizo una pausa para atrapar un mechón suelto que se había escapado del nudo de mi coleta y lo colocó en su lugar. Mi corazón resopló de hiperactividad—. Supongo que, si no te importa, le puedes decir que sí a lo primero... Es más fácil que cualquier otra explicación.
—No me importa —dije con un hilo de voz.
—En cuanto a la pregunta restante... Bueno, estaré a la escucha para conocer la respuesta.
Curvó una de las comisuras de la boca al esbozar mi sonrisa pícara predilecta. Se dio la vuelta y se alejó.
—Te veré en el almuerzo —gritó por encima del hombro. Las tres personas que traspasaban la puerta se detuvieron para mirarme. Genial, ahora si tenía más problemas.
Chapter 5: Talking
Chapter Text
(Isabella POV)
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Cuando entré a la clase de Trigonometría, Jessica estaba casi botando fuera de su asiento. Me senté a su lado con renuencia mientras me intentaba convencer a mí misma de que sería mejor zanjar el asunto lo antes posible.
— ¡Cuéntamelo todo! —me ordenó antes de que me sentara.
— ¿Qué quieres saber? —intenté salirme por la tangente.
— ¿Qué ocurrió anoche? ¿Cómo llegaste a casa tan pronto? ¿Fue como una cita? ¿Le habías dicho que se reunieran allí? ¿Van a salir otra vez? ¿Ya se besaron? ¿Te gusta? ¿Cuánto te gusta?
Quise ser honesta con ella, por lo menos lo más que podía sin ponerla en peligro. Además, no podía desaprovechar la oportunidad de molestar al vampiro chismoso que de seguro estaría escuchando la conversación. Le respondí a mi amiga que por causalidad me encontré con él en Port Angeles, que después que nos encontramos con mis amigas, solo habíamos ido a cenar y que Edward conduce como loco y por eso llegué tan rápido a casa después de eso.
—¿Te gusta? ¿Cuánto te gusta? —Jess estaba emocionada por la nueva información que estaba recibiendo.
—Demasiado —le repliqué en un susurro—, más de lo que yo le gusto a él, pero no veo la forma de evitarlo.
Solté un suspiro. Un sonrojo enmascaró el siguiente. Entonces, por fortuna, el profesor le hizo a Jessica una pregunta. No tuvo oportunidad de continuar con el tema durante la clase y en cuanto sonó el timbre inicié una maniobra de evasión.
Era hora del almuerzo y mi mejor técnica era distraerla con Mike. Jessica se olvidó por completo de mí y comenzó a alardear. La verdad no hubiera estirado tanto el tema de no ser porque me preocupaba convertirme de nuevo en el tema de la conversación.
Llegamos a la cafetería y Angela saltó sobre mí, empujando a Jessica en el camino.
—¡Bella! —su rostro amable se posó delante de mí.
Miré a Jess con una sonrisa de disculpa, ella asintió molesta, pero nos dejó a solas.
—Hola Angela —le respondí a mi otra amiga. Le hice una señal para que siguiéramos caminando, quedarnos de pie en la puerta era incómodo y raro.
—¿Estás bien?¿Te pasó algo? ¿Necesitas ayuda?
Sus preguntas me confundieron. Es entendible que está preocupada por mí, después de lo de ayer, pero ¿necesitar ayuda? ¿De qué habla?
—Estoy bien, Anggie —le sonreí tratando de que me creyera. —Estoy en una pieza.
Sus ojos me examinaron con cuidado. Analizándome en busca de algo que le dijera que algo me pasaba. Al final pude decir que no la convencí, pero me sonrió afirmándome que confiaba en mí y me jaló más adentro de la cafetería.
—Hoy no te vas a sentar con nosotros, ¿verdad?
Mis ojos buscaron lo que ella veía. Edward me esperaba sentado en una mesa sola, en la esquina contraria a la que sus hermanos ocupaban usualmente.
—Creo que no.
—Te veo luego, Bella —se despidió, con una voz llena de implicaciones. —Si necesitas algo, llámame.
Me despedí con la mano. Caminé tratando de parecer tranquila, pero sabía que todos en la cafetería podían escuchar los latidos acelerados de mi corazón, además que todas las miradas estaban sobre mí y eso me ponía más nerviosa de lo que ya estaba.
—Hola —dijo Edward cuando me notó frente a él, su voz divertida e irritada al mismo tiempo me hacía obvio que había estado escuchando.
—Hola.
No se me ocurrió nada más que decir. Me tendió la bandeja de comida frente a mí, ofreciéndome que tomara lo que deseara. Tomé una manzana mientras él expresaba su disgusto por mi conversación con Jessica.
— ¿De verdad crees que te interesas por mí más que yo por ti? —murmuró, inclinándose más cerca mientras hablaba traspasándome con sus relucientes ojos negros.
Intenté acordarme de respirar. Tuve que desviar la mirada para recuperarme.
—Sí, lo pienso de verdad.
Fijé los ojos en la mesa, huyendo de su mirada. No quería darme cuenta que estaba en lo cierto. El silencio se prolongó. Pero me negué a ser la primera en romperlo, luchando con todas mis fuerzas contra la tentación de atisbar su expresión.
—Te equivocas —dijo al fin con suave voz aterciopelada. Alcé la mirada y vi que sus ojos eran amables.
Negué con la cabeza en señal de duda; aunque mi corazón se agitó al oír esas palabras, pero no las quise creer con tanta facilidad.
No estoy segura…—vacilé—. Pero algunas veces parece que intentas despedirte cuando estás diciendo otra cosa.
No supe resumir mejor la sensación de angustia que a veces me provocaban sus palabras.
— Bella, soy quien más se preocupa por tí, porque si he de hacerlo, si dejarlo es lo correcto —enfatizó mientras sacudía la cabeza, como si luchara contra esa idea—, sufriré para evitar que resultes herida, para mantenerte a salvo.
Le miré fijamente.
— ¿Acaso piensas que yo no haría lo mismo?
—Nunca vas a tener que tomar la elección. —me prometió. Su impredecible estado de ánimo volvió a cambiar bruscamente y una sonrisa traviesa e irresistible le cambió las facciones. — ¿Tienes que ir a Seattle este sábado de verdad?
Hice una mueca ante ese recuerdo.
— ¿Por qué?
—Respóndeme... ¿Estás decidida a ir a Seattle o te importaría que fuéramos a un lugar diferente?
En cuanto utilizó el plural, no me preocupé de nada más.
—Estoy abierta a sugerencias —concedí. —De todos modos, ¿a dónde vamos a ir?
—Va a hacer buen tiempo, por lo que estaré fuera de la atención pública y podrás estar conmigo si así lo quieres.
Otra vez me dejaba la alternativa de elegir.
—Creo que me arriesgaré.
Resopló con enojo y desvió la mirada. No entendía bien porque si el me pedía salir, se molestaba que yo aceptara. Al escuchar el timbre ambos nos incorporamos de un salto, ninguno estaba deseoso de tarde a clases.
Las siguientes horas fueron aburridas, pero, para mí buena suerte, pasaron muy rápido y cuando menos lo esperé, me encontraba de camino a casa en el asiento del copiloto del flamante volvo de Edward.
— A primera hora de la mañana del sábado estaré en el umbral de tu puerta. —su voz sonó tranquila. —No te preocupes, no tengo intenciones de traer el auto.
Esbozó una sonrisa condescendiente. Lo miré. Nuestros ojos se encontraron y todo cambió. Descargas de la electricidad que había sentido aquella tarde comenzaron a cargar el ambiente mientras Edward contemplaba mis ojos de forma implacable. Cuando rompí a respirar agitadamente, quebrando la quietud, cerró los ojos.
—Bella, creo que ahora deberías entrar en casa —dijo con voz ronca sin apartar la vista de las nubes.
Abrí la puerta y la ráfaga de frío polar que irrumpió en el coche me ayudó a despejar la cabeza. Como estaba medio ida, tuve miedo de tropezar, por lo que salí del coche con sumo cuidado y cerré la puerta detrás de mí sin mirar atrás. Caminé con cuidado hacia la casa.
Aquella noche, mi inconsciencia estaba jugando conmigo. Me agitaba, daba vueltas sin cesar, mientras las pesadillas llenaban mi mente, algunas eran solo sueños malos, pero luego se tornaban en sueños muy vividos de los que me costaba despertar.
Al despertar no sólo estaba cansada, sino con los nervios a flor de piel. Charlie me preguntó por mi salida del sábado, al parecer el también tenía planes, y ambos acordamos respetar el tiempo del otro. Ambos nos despedimos y él se fue a la comisaria, mientras yo me quedaba a terminar de prepararme. Cuando salí de casa, Edward estaba esperándome en su Volvo.
—Buenos días —me saludó con voz aterciopelada—. ¿Cómo estás hoy?
Me recorrió el rostro con la vista, como si su pregunta fuera algo más que una mera cortesía.
—Bien, gracias.
Siempre estaba bien, mucho mejor que bien, cuando me hallaba cerca de él. Su mirada se detuvo en mis ojeras.
—Pareces cansada.
—No pude dormir —confesé, y de inmediato me removí la melena sobre el hombro preparando alguna medida para ganar tiempo.
Hoy era el turno de Edward de hacer preguntas, y por supuesto que aprovecho todo el viaje al instituto y los momentos que podía en la escuela, para llenarme de preguntas. Mi color favorito, Las películas que me gustaban y las que aborrecía; los pocos lugares que había visitado; los muchos sitios que deseaba visitar; que libros eran mis favoritos. Sin descanso, me estuvo preguntando cada insignificante detalle de mi existencia.
Cuando me preguntó cuál era mi gema predilecta, ahí tuve un problema. A mi mente se vinieron dos, el zafiro azul y el topacio. Enrojecí por las razones detrás las cuales me gustaban esas dos, pero también por la vergüenza que me dio no poderme decidir por alguna de esas. Por la mirada que me daba Edward, sabía que no descansaría hasta que admitiera la razón de mi sonrojo.
—Dímelo —ordenó al final, una vez que la persuasión había fracasado, porque yo había hurtado los ojos a su mirada.
—Es el color de tus ojos hoy —musité, rindiéndome levemente. Él solo asintió.
— ¿Cuáles son tus flores favoritas?
Suspiré aliviada y proseguí con el psicoanálisis.
Las últimas horas de clase fueron un borrón, y de nuevo me ví en la entrada de la casa de Charlie, hablando con Edward de cómo había sido mi vida hasta antes de conocerle.
—Charlie estará aquí en cuestión de minutos, por lo que a menos que quieras decirle que vas a pasar conmigo el sábado...
Enarcó una ceja.
—Gracias, pero no —reuní mis libros mientras me daba cuenta de que me había quedado entumecida al permanecer sentada y quieta durante tanto tiempo. Extendió una mano para abrirme la puerta y su súbita cercanía hizo palpitar alocadamente mi corazón. Pero su mano se paralizó en la manija.
— ¿Qué ocurre?
Me sorprendió verle con la mandíbula apretada y los ojos turbados. Me miró por un instante y me dijo con desánimo:
—Otra complicación.
Abrió la puerta de golpe con un rápido movimiento y, casi encogido, se apartó de mí con igual velocidad. Rápidamente subió a su automóvil, su expresión era una extraña mezcla de frustración y desafío. Aceleró el motor en punto muerto y los neumáticos chirriaron sobre el húmedo pavimento. El Volvo desapareció de la vista en cuestión de segundos.
—Hola, Bella —llamó una ronca voz familiar desde el asiento del conductor del coche negro que aprecio frente a mí.
— ¿Jacob? —pregunté, parpadeando bajo la lluvia.
Sólo entonces dobló la esquina el coche patrulla de Charlie y las luces del mismo alumbraron a los ocupantes del coche que tenía enfrente de mí.
Jacob ya había bajado. Su amplia sonrisa era visible incluso en la oscuridad. En el asiento del copiloto se sentaba un hombre mucho mayor, corpulento y de rostro memorable..., un rostro que se desbordaba, las mejillas llegaban casi hasta los hombros, las arrugas surcaban la piel rojiza como las de una vieja chaqueta de cuero. Los ojos, sorprendentemente familiares, parecían al mismo tiempo demasiado jóvenes y demasiado viejos para aquel ancho rostro. Era el padre de Jacob, Billy Black. Lo supe inmediatamente a pesar de que en los cinco años transcurridos desde que lo había visto por última vez me las había arreglado para olvidar su nombre hasta que Charlie lo mencionó el día de mi llegada. Me miraba fijamente, escrutando mi cara, por lo que le sonreí con timidez. Tenía los ojos desorbitados por la sorpresa o el pánico y resoplaba por la ancha nariz. Mi sonrisa se desvaneció.
«Otra complicación», había dicho Edward. Claro, La familia Cullen no es bien recibida por los Quileutes.
Billy seguía mirándome con intensa ansiedad. Gemí en mi fuero interno. ¿Había reconocido Billy a Edward con tanta facilidad?
La respuesta estaba clara en los ojos de Billy. Sí, así era.
— ¡Billy! —le llamó Charlie tan pronto como se bajó del coche.
Parecía una especie de reencuentro entre Charlie y Billy. Cuando entramos a la casa, anunciaron que se quedarían a ver el partido. Yo me quedé en el cuarto de estar después de llevarle a Charlie la cena, fingiendo ver el partido mientras Jacob charlaba conmigo; pero, en realidad, estaba escuchando la conversación de los dos hombres, atenta a cualquier indicio de algo sospechoso y buscando la forma de detener a Billy llegado el momento. No me iba a arriesgar a que le mencionara a Charlie, que me había visto con Edward.
Fue una larga noche. Tenía muchos deberes sin hacer, pero temía dejar a Billy a solas con Charlie. Finalmente, el partido terminó.
— ¿Vais a regresar pronto tus amigos y tú a la playa? —preguntó Jacob mientras empujaba la silla de su padre fuera del umbral.
—No estoy segura —contesté con evasivas.
—Ha sido divertido, Charlie ——dijo Billy.
—Acércate a ver el próximo partido —le animó Charlie.
—Seguro, seguro —dijo Billy—. Aquí estaremos. Que paséis una buena noche —sus ojos me enfocaron y su sonrisa desapareció al agregar con gesto serio—: Cuídate, Bella.
—Gracias —musité desviando la mirada.
Me dirigí hacia las escaleras mientras Charlie se despedía con la mano desde la entrada.
—Aguarda, Bella —me pidió.
Me encogí. ¿Le había dicho Billy algo antes de que me reuniera con ellos en el cuarto de estar?
Pero Charlie aún seguía relajado y sonriente a causa de la inesperada visita.
—No he tenido ocasión de hablar contigo esta noche. ¿Qué tal te ha ido el día?
—Bien —vacilé, con un pie en el primer escalón.
—Me alegro Bella —me regaló una leve sonrisa. —Hija, puedes hablar conmigo de lo que sea, ¿lo sabes verdad?
—Sí —murmuré insegura. Con Charlie usualmente eso no pasaba. Sin darle oportunidad de decir nada más, subí a mi habitación.
Esa noche dormí mejor porque me encontraba demasiado cansada para soñar de nuevo. Estaba de buen humor cuando el gris perla de la mañana me despertó. Ese día paso de igual manera, Edward haciéndome preguntas, y yo sonrojada respondiendo. A la hora del almuerzo Alice llegó por Edward y se fueron, aunque me dejaron mi camioneta en el estacionamiento para que pudiera llegar a casa por mi cuenta.
Por la tarde, preparé la cena de Charlie y lave los platos que habíamos ensuciado, lave mi ropa, terminé mis deberes y me aseguré de tener todo listo para mañana. Mi mente esta vez se comportó y me dejó dormir tranquila y sin las pesadillas que había tenido desde que había leído los libros que compré en Port Angeles.
Salté de la cama, me vestí rápidamente y desayuné sin saborear la comida y me apresuré a fregar los platos. Cuando terminé, eché un vistazo por la ventana para asegurare que Charlie se había marchado ya. Corrí a lavarme los dientes y me di un raído vistazo en el espejo. Mi aspecto era lo mejor que podía hacer por mi sola.
Fui corriendo a la entrada. Tuve un pequeño problema con el pestillo, pero al fin conseguí abrir la puerta de un tirón y allí estaba él. Se desvaneció toda la agitación y recuperé la calma en cuanto vi su rostro.
Al principio no estaba sonriente, sino sombrío, pero su expresión se alegró en cuanto se fijó en mí, y se rió entre dientes.
—Buenos días.
— ¿Qué ocurre?
Eché un vistazo hacia abajo para asegurarme de que no me había olvidado de ponerme nada importante, como los zapatos o los pantalones.
—Vamos a juego.
Sonreí.
Una hora de camino por la autopista, ocho kilómetros de raíces traicioneras y piedras sueltas por fin alcancé el borde de la última franja de helecho que me dejó entrar en la vista más maravillosa que había visto en mi vida.
El prado era un pequeño círculo perfecto lleno de flores, violetas, amarillas y blancas. El sonido del arroyo que fluía en algún lugar cercano, era la música ambiental perfecta. La hierba cubierta de flores era alumbrada por el cálido aire dorado del sol que iluminaba el lugar. Me di media vuelta para compartir con él todo aquello, pero Edward no estaba detrás de mí, como creía.
Inmóvil debajo de la densa sombra de las ramas, me miraba con ojos cautelosos. Le sonreí para infundirle valor y le hice señas para que se reuniera conmigo, acercándome un poco más. Alzó una mano en señal de aviso y yo vacilé, y retrocedí un paso.
Edward pareció inspirar hondo y entonces salió al brillante resplandor del mediodía.
Su piel centelleaba literalmente como si tuviera miles de nimios diamantes incrustados en ella. Yacía completamente inmóvil en la hierba, con la camiseta abierta sobre su escultural pecho incandescente y los brazos desnudos centelleando al sol. Mantenía cerrados los deslumbrantes párpados de suave azul lavanda, aunque no dormía, por supuesto. Parecía una estatua perfecta, tallada en algún tipo de piedra ignota, lisa como el mármol, reluciente como el cristal.
Había leído sobre eso en los libros, pero verlo en persona era maravilloso, y sé que mis ojos humanos no percibían lo suficientemente bien el espectáculo que tenían enfrente.
—Soy el mejor depredador del mundo, ¿no es cierto? Todo cuanto me rodea te invita a venir a mí: la voz, el rostro, incluso mi olor. ¡Como si los necesitase!
Se incorporó de forma inesperada, alejándose hasta perderse de vista para reaparecer detrás del mismo abeto de antes después de haber circunvalado la pradera en medio segundo.
— ¡Como si pudieras huir de mí!
Rió con amargura, extendió una mano y arrancó del tronco del abeto una rama de un poco más de medio metro de grosor sin esfuerzo alguno en medio de un chasquido estremecedor. Con la misma mano, la hizo girar en el aire durante unos instantes y la arrojó a una velocidad de vértigo para estrellarla contra otro árbol enorme, que se agitó y tembló ante el golpe.
Y estuvo otra vez en frente de mí, a medio metro, inmóvil como una estatua.
— ¡Como si pudieras derrotarme! —dijo en voz baja.
Permanecí sin moverme. Nunca lo había visto tan completamente libre de esa fachada edificada que tanto cuidaba. Pero, no le temía. Sabía que era como un pájaro atrapado por los ojos de la serpiente, aunque estaba segura que Edward no me lastimaría.
Un arrebato frenético parecía relucir en los adorables ojos de Edward. Luego, conforme pasaron los segundos, se apagaron y lentamente su expresión volvió a su antigua máscara de dolor.
—No quiero que estés asustada.
La voz de Edward era apenas un murmullo suave.
—Tengo miedo—susurré.—Pero no por los motivos evidentes.
Sus ojos me miraron curiosos.
—Tengo miedo porque no puedo estar contigo, y porque me gustaría estarlo más de lo que debería.
Mantuve los ojos fijos en sus manos mientras decía aquello en voz baja porque me resultaba difícil confesarlo.
—Sí —admitió lentamente.— Desde luego, no te conviene nada.
—No quiero que te vayas —farfullé patéticamente, mirándolo fijamente hasta lograr que apartara la vista.
Su sonrisa se hizo más amplia y sus dientes refulgieron al sol.
— ¿Estás bien? —preguntó tiernamente, extendiendo el brazo lenta y cuidadosamente para volver a poner su mano de mármol en la mía.
Miré primero su fría y lisa mano, luego, sus ojos, laxos, arrepentidos; y después, otra vez la mano. Entonces, pausadamente volví a seguir las líneas de su mano
— Nunca lo olvides. Nunca olvides que soy más peligroso para ti de lo que soy para cualquier otra persona.
Enmudeció y le vi contemplar con ojos ausentes el bosque.
Medité sus palabras durante unos instantes.
—Creo que no comprendo exactamente a qué te refieres.
Edward me miró de nuevo y sonrió con picardía. Su humor volvía a cambiar.
—Verás, cada persona huele diferente, tiene una esencia distinta. Si encierras a un alcohólico en una habitación repleta de cerveza rancia, se la beberá alegremente, pero si ha superado el alcoholismo y lo desea, podría resistirse.
«Supongamos ahora que ponemos en esa habitación una botella de brandy añejo, de cien años, el coñac más raro y exquisito y llenamos la habitación de su cálido aroma... En tal caso, ¿cómo crees que le iría?
Permanecimos sentados en silencio, mirándonos a los ojos el uno al otro en un intento de descifrarnos mutuamente el pensamiento.
Edward fue el primero en romper el silencio.
—Tal vez no sea la comparación adecuada. Puede que sea muy fácil rehusar el brandy. Quizás debería haber empleado un heroinómano en vez de un alcohólico para el ejemplo.
—Bueno, ¿estás diciendo que soy tu marca de heroína? —le pregunté para tomarle el pelo y animarle.
Sonrió de inmediato, pareciendo apreciar mi esfuerzo.
—Sí, tú eres exactamente mi marca de heroína.
—Cuando nos conocimos… Si nos hubiéramos encontrado en… un callejón oscuro... —mi voz se fue apagando.
—Necesité todo mi autocontrol para no abalanzarme sobre ti en medio de esa clase y... —enmudeció bruscamente y desvió la mirada—. Debiste de pensar que estaba loco.
—No entendía como podías odiarme tan rápido.
—Para mí, eres un demonio convocado desde mi propio infierno. Esa hora de clases, ideé cien formas diferentes de engatusarte para que salieras de clase conmigo y tenerte a solas. Las rechacé todas al pensar en mi familia, en lo que podía hacerles. Tenía que huir, alejarme antes de pronunciar las palabras que te harían seguirme...
Entonces, buscó con la mirada mi rostro asombrado mientras yo intentaba asimilar sus amargos recuerdos. Debajo de sus pestañas, sus ojos dorados ardían, hipnóticos, letales.
—No sé cómo, pero resistí. Entonces me fui directo al hospital para ver a Carlisle y decirle que me marchaba. No me atrevía a enfrentarme a mi familia. Pasé dos días en Alaska con unos conocidos pero ¿Quién eras tú para echarme del lugar donde quería estar? De modo que regresé...
Miró al infinito. Yo no podía hablar.
—Estaba dispuesto a tratarte como cualquier como a cualquier otra persona. Pero tú resultaste demasiado interesante, y me vi atrapado por tus expresiones... Y de vez en cuando alargabas la mano o movías el pelo..., y el aroma me aturdía otra vez.
Yo no podía hablar.
—Entonces estuviste a punto de morir aplastada ante mis propios ojos. En ese momento, todo lo que pensé fue: «Ella, no».
Cerró los ojos, ensimismado en su agónica confesión. Yo le escuchaba mientras luchaba contra mí sentido común, que me decía que debería estar aterrada, pero, en lugar de eso, me sentía aliviada al comprenderlo todo por fin.
Finalmente, fui capaz de hablar, aunque mi voz era débil.
— ¿Qué pasó despues?
Sus ojos se clavaron en los míos.
—Estaba horrorizado. Después de todo, no podía creer que hubiera puesto a toda la familia en peligro y yo mismo hubiera quedado a tu merced...
— ¿Por qué?
—Isabella —pronunció mi nombre completo con cuidado al tiempo que me despeinaba el pelo con la mano libre; un estremecimiento recorrió mi cuerpo ante ese roce fortuito—. No podría vivir en paz conmigo mismo si te causara daño alguno —fijó su mirada en el suelo, nuevamente avergonzado—. La idea de verte inmóvil, pálida, helada... No volver a ver cómo te ruborizas, no ver jamás esa chispa de intuición en los ojos cuando sospechas mis intenciones... Sería insoportable —clavó sus hermosos y torturados ojos en los míos—. Ahora eres lo más importante para mí, lo más importante que he tenido nunca.
La cabeza empezó a darme vueltas ante el rápido giro que había dado nuestra conversación. Desde el alegre tema de mi inminente muerte de repente nos estábamos declarando. Aguardó, y supe que sus ojos no se apartaban de mí a pesar de fijar los míos en nuestras manos
—Quédate muy quieta —susurró.
Lentamente, sin apartar sus ojos de los míos, se inclinó hacia mí. Luego, de forma sorprendente pero suave, apoyó su mejilla contra la base de mi garganta. Apenas era capaz de moverme, incluso aunque hubiera querido. Oí el sonido de su acompasada respiración mientras contemplaba cómo el sol y la brisa jugaban con su pelo de color bronce, la parte más humana de Edward.
Me estremecí cuando sus manos se deslizaron cuello abajo con deliberada lentitud. Le oí contener el aliento, pero las manos no se detuvieron y suavemente siguieron su descenso hasta llegar a mis hombros, y entonces se detuvieron.
Dejó resbalar el rostro por un lado de mi cuello, con la nariz rozando mi clavícula. A continuación, reclinó la cara y apretó la cabeza tiernamente contra mi pecho...... escuchando los latidos de mi corazón.
Suspiró.
No sé cuánto tiempo estuvimos sentados sin movernos. Pudieron ser horas. Al final, mi pulso se sosegó, pero Edward no se movió ni me dirigió la palabra mientras me sostuvo. Sabía que en cualquier momento él podría no contenerse y mi vida terminaría tan deprisa que ni siquiera me daría cuenta, aunque eso no me asustó. No me importaba morir de esa manera.
Chapter 6: Not right
Chapter Text
(Damon POV)
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Algunas semanas antes…
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—¿Vas a dejarme entrar o no? Alaric viene con demasiadas cosas y necesito ayudarle —dijo el pequeño Gilbert. Después de que le rompiera el cuello, y de que, con la ayuda de mi hermano Stefan, él tratara de vengarse. Aunque bueno, para mí buena suerte se Jeremy se arrepintió, aunque ahora es básicamente mi sombra.
—¿Estas tan desesperado por encontrar un propósito de vida, que prefieres venir a ayudarme? —le pregunté haciéndome a un lado. Yo no voy a mover ni un dedo, el tema si me interesa, pero no lo suficiente como para ayudarles a traer todo.
—Cállate —respondió mientras me empujaba. Rick llegó frente a mí, segundos después, su maletín colgaba de su hombre, en sus brazos traía una caja, le eche una ojeada rápida, al parecer eran libros y no sé qué más cosas.
—Damon —me saludo Le saludé y me hice a un lado para que entrara, después cerré la puerta y me gire a mirar como hacían un desastre en mi sala.
—¿Elena sabe que estas involucrado? —le preguntó Rick a Jeremy mirándolo con curiosidad. Jeremy negó inseguro y me dio una mirada. ¿Esperaba que yo explicara su existencia?
—¿Qué tenemos aquí? —pregunté para desviar el tema. Alaric me miró y soltó un suspiro, sus ojos volvieron a las cosas frente a él.
—¿Recuerdas la investigación de Isobel? —me preguntó, yo asentí recordando a la sexy asistente que nos había pasado esa información. —Pues ¿recuerdas la maldición azteca?
—Sol, luna, bla bla bla —dije moviendo los brazos exageradamente.
—Se supone que hace siglos, vampiros y licántropos no tenían problemas para transformarse, pero un chamán les puso una maldición para retenerlos —Rick explicó. —Desde entonces los licántropos solo se transforman en luna llena y los vampiros son dañados por el sol.
—Solo la mayoría —le enseñé mi anillo sonriendo presumidamente. Mi amigo asintió dándome la razón.
—La parte de los hombres lobo, la selló la piedra de luna.
—¿Cómo que “sellar”? —Jeremy preguntó mientras veía los dibujos que le dio Rick.
—Son cosas de brujas —respondí. —Lo que pone y sella la maldición, normalmente es la llave para quitarla.
—Mason planea usar la piedra de luna para romper la maldición —Jeremy nos miró asombrado por su descubrimiento.
—Si Mason comienza a creer en una maldición de un libro —dije— es un idiota.
—¿Quién tiene la piedra ahora? —preguntó Alaric.
—Tyler.
—Bien pequeño Gilbert, es tu deber conseguirla —le di una mirada que no daba lugar a quejas.
—Así que tu si crees en la maldición —me preguntó mirándome divertido.
Rodeé los ojos. —Es el mismo libro que dice que los licántropos matan vampiros. Ignorarlo, solo me haría más… idiota.
—Bien vamos a hacer un plan para terminar con esto. —Alaric dijo, pero no sonaba tan convencido, para su buena suerte, yo si lo estaba. —Yo me encargo de contarle a Stefan.
Sabía que mi hermano estaba en la mansión Lockwood ayudando a la decoración del baile de máscaras, y sé que también Mason debía estar ahí. Conduje rápidamente a ese lugar, si todo salía bien, quizás podamos tener dos tiros en uno.
—Brujita, necesitamos tu ayuda —le dije a Bonnie cuando la vi en el jardín de la casa de los lobos. No estaba nada contenta con verme, y debo admitir que yo tampoco a ella, pero era un mal necesario.
—¿Qué quieres Damon? —preguntó.
—Un favor —Stefan llegó a mi lado. Me dio un asentimiento mientras miraba a Bonnie.
—Ay que lindos —se burló la bruja. —Los hermanitos se unieron para pedirme un favor.
—¿Para qué vine? —me quejé.
—Sé que no somos de tu agrado, —Stefan le dijo. —Pero si nos ayudas, podemos tener una ventaja sobre Katherine.
El celular de mi hermano sonó avisando que tenía una llamada.
—Tengo que explicarle esto a Elena, ha estado nerviosa últimamente —nos miró alejándose un poco. —Ustedes llévense bien, por favor.
—Vamos Bonnie, —le dije. —Solo tienes que tocar a Mason de nuevo para saber si ya le dio la piedra a Katherine.
—Así no funciona —respondió molesta. —No te voy a ayudar a lastimar a nadie.
—Mason es licántropo, Katherine una perra —dije gruñendo. —No te hagas ahora la policía buena.
—Por favor —Stefan regreso y le sonrió inocentemente. Sé que mi hermano había estado escuchando la conversación.
—Bien, ¿cuál es el plan?
—Ayúdanos a causarle uno de esos trucos de bruja que haces cuando mi cerebro se quema —le expliqué.
—¿Un aneurisma?
—Solo a noquearlo —le aseguró Stefan. —Nosotros hacemos el resto.
Ella asintió y salió a buscar a Mason para llamar su atención. Al poco rato me llegó un mensaje de Bonnie, diciendo que tenía a Mason en la mira y que estaba lista para actuar. Resulta que se encontraban en las afueras de la casa, Bonnie fue muy inteligente como para hacer que nuestro objetivo se acercara a ella con la excusa de ayudarla con… lo que sea que estaba haciendo. Bonnie comenzó a hacer su magia, Stefan aparcó la camioneta secar de ellos, me bajé de un salto para darle un buen golpe a Mason para terminar de noquearlo, sus gritos eran horriblemente molestos.
Le hicimos una señal a Bonnie para que nos esperara adentro de la camioneta, ella nos dio una larga mirada pero obedeció, se subió a la camioneta mientras Stefan y yo cargábamos el maletero con el casi cadáver, me subí detrás del volante y nos puse en marcha.
Rodeando Mystic para evitar encontrarnos con las personas conocidas, además de la velocidad que iba, llegamos rápido a casa, dejé que Stefan se encargara de ir con Elena, si se quedaba solo me arruinaría la diversión.
Bonnie me ayudó a colocar unas mantas en el suelo de unas de las habitaciones vacías, no quería que la alfombra se manchara de asquerosa sangre de licántropo. Acerqué una silla y depositamos al muerto en ella.
—Ya casi despierta. —Bonnie me miraba nerviosa.
—Vamos a ponerle una correa —le dije mientras sacaba las cadenas. No me voy a arriesgar a que se me pegue la rabia.
Bonnie se acercó y puso sus manos en la cabeza de Mason.
—¿Qué haces? —le pregunté dudoso.
—Trato de ayudarte, leyendo su mente —dijo cerrando los ojos.
—Bien gracias. Averigua si tiene la piedra, que piensa hacer con ella y que tiene que ver Katherine —le dije extrañamente agradecido. Se quedó unos segundos con sus ojos cerrados, pero de repente abrió los ojos y me miró.
—Es un pozo —dijo, sus cejas se unieron como si estuviera analizando algo. —Creo que ya sé dónde está.
Mason hizo un movimiento brusco que nos sobresaltó a los dos.
—Bien es todo tuyo—dijo ella.— Ya me voy.
—¡Oye! —le grité antes de que saliera. —Gracias.
Asintió con una sonrisa leve, la vi salir por la puerta y me giré de nuevo a mi presa.
—¡Despierta lobito! —dije con voz alegre y le di un fuerte golpe. Mason despertó desorientado, sus ojos se tardaron en enfocarme, pero cuando lo hizo trato de zafarse. Le di una mirada para asegurarme que de verdad no se podía mover, tome una de las espadas que tenemos como adorno cerca de la puerta y me dispuse a calentarla en el fuego de la chimenea. Los gruñidos de Mason me alertaban de lo desesperado que estaba por liberarse, no me tomé la molestia de mirarle.
—El lobito tiene rabia —dije divertido, pero solté una risa cuando lo escuché caerse de espaldas con todo y la silla. Me levanté de mi posición con el metal caliente en la mano.
—¿Qué quieres? —me gruñó.
—No, no, no, sin gruñir, perro malo —lo regañé, coloqué el metal caliente sobre su pecho y empuje hacia el suelo. Sus gritos de dolor no se hicieron esperar. —Si sientes dolor, quiere decir que no eres tan bestia.
Me acerqué a ver la herida —Te curas rápido, eso no es bueno.
Volví a ponerme de cuclillas cerca del fuego, estiré mi mano para volver a colocar la espada en el fuego, ver como el metal se cambiaba a un color rojo vivo era llamativo de ver. Decidí hacer unas preguntas mientras tanto.—¿Cómo conoces a Katherine?¿Qué es lo que quiere?
Me puse de pie frente a Mason de nuevo, sus ojos estaban asesinándome pero su boca permaneció en una línea dura.
—Bien, tenemos todo el día—le dije mientras volvía a enterrar el metal caliente en su pecho.
El pequeño Gilbert entro a la habitación y en su rostro apareció una mueca deformada, más de lo usual en él, por los gritos de Mason.
—Te dije que te fueras —le gruñí.
—Encontré algo en los libros de Alaric —me dijo mostrándome la caja que tenía en los brazos. Lo miré curioso.
—Hay una planta, que se llama Aconitum Variegatum, según internet se le conoce como “mata lobos”.
—Se ve toxica —le dije tomando una. Jeremy asintió. Volví a poner mi atención en Mason, esta era una muy buena oportunidad para ver que hacia la planta.
—¿Qué hace Katherine en Mystic Falls? —le pregunté con la mejor expresión seria que pude. Sus ojos me miraban pero no pronunció ninguna palabra. Me encogí de hombros, levanté la planta y la rocé contra su rostro, su piel comenzó a quemarse como la de un vampiro expuesto al sol. Ouch. Eso sí que dolía.
—¡Ella está conmigo! ¿Celoso? —me respondió entre los jadeos que le producía el dolor.
—Ay pero que mal educado soy —dije preocupado. —No te he ofrecido nada de cenar.
Empujé toda la planta en el interior de su boca. Mason comenzó a ahogarse y a tratar de escupir con desesperación.
—¡La piedra! ¡Un libro! ¡Eso quiere Katherine!
—¿Por qué? —volví a preguntarle. Tomé otra planta que me ofreció Jeremy.
—Quiere… quiere levantar la maldición de la luna.
—¿Por qué demonios ayudaría un vampiro a un licántropo a convertirse cuando quisiera? —pregunté confundido.
—¡Porque me ama! —gritó Mason. —Y ya no hablaré más.
—Eres un idiota —le dije. —Jeremy vete a pasear si no quieres que te mate a ti también.
El pequeño Gilbert me miró y salió casi corriendo por la puerta.
—¿Sabes Mason? —dije mirándolo. —Tu y yo somos muy parecidos, pero yo soy menos imbécil y más sexy.
—La amo, Damon —me dijo con desesperación.
—Ya lo sé, yo pasé por eso —me coloqué frente a él inclinándome para apoyarme en los posa brazos de la silla. —Ella te va a arrancar el corazón, Mason.
Solté un suspiro. —Y yo le voy a ayudar.
Le arranqué el corazón de un solo tirón. Tomé su celular y le escribí un mensaje a Carol Lockwood diciéndole que Mason no iba a volver en un largo tiempo. Stefan llegó en ese momento y miró con asco el muerto a mi lado, lo envolvió en las sabanas y lo colocó en una bolsa.
—¿Ultima llamada? —le pregunté mostrándole el celular.
—No la provoques —gruñó y trató de quitarme el celular. Marqué el número de Katherine y espere a que contestara.
—Muñeco, debiste llegar hacer más de una hora.
—Muñeco sí, pero no el que esperabas —dije sonriente.
—Damon —contestó ella con desgana. —Supongo que estas con Mason.
—¿Tu galán que se quedó sin corazón? —le pregunté.
—No debiste hacer eso, Damon —gruñó ella. —¿Creen que no tengo un plan B? Dile a Stefan que lo amo.
Y me colgó. Miré a Stefan, estaba molesto por supuesto, pero no podía desaprovechar la oportunidad de restregarle en la cara a Katherine que por primera vez, le habíamos ganado.
Volvimos a nuestras tareas de deshacernos del cuerpo y de limpiar por si había algún resto. Algunas horas más tarde, estábamos brindando Stefan y yo, pero una llamada de Elena diciendo que Katherine había obligado a Jenna a apuñalarse, nos alarmó de nuevo.
—Elena, perdón, yo.. yo —le dije en cuanto la vi afuera del hospital. —Yo la provoqué, no pensé las cosas, nunca lo hago… pero yo… mi culpa..
—Tranquilo Damon —dijo ella. Las lágrimas salieron de sus hermosos ojos. — No importa. Ella ya ganó.
Y se fue con el corazón destrozado y me dejó a mí de igual manera.
Ahora me sentía como un idiota. Maldita Katherine, si antes la odiaba, ahora lo hago más. Esa perra solo busca su propio beneficio y no le importaba dañar a quien fuera en el proceso. Si buscaba algo que Stefan y yo tenemos, que venga a nosotros a buscarlo, no tenía por qué meter a Elena en esto. Elena no le ha hecho nada, ella no quiere dañar a nadie. Elena no merecía haberse topado con personas tan mierdas como nosotros.
Pero hay algo que haré, no importa si muero en el intento, voy a proteger a Elena y voy a hacer que la perra de Katherine pague por esto.
Pero primero, iré por un trago para poder pensar en un plan. Me dirigí al Grill, Me quedé hasta que cerraron en la madrugada. Después me dirigí al bosque, no tenía ganas de ir a casa, ni tampoco de lidiar con las miles de situaciones que tenemos, ahí pasé más tiempo, no sé exactamente cuánto, pero la voz de Caroline gritando mi nombre.
—¡Damon! —la rubia apareció frente a mí —Hay algo, yo, tengo que decirte algo.
Me conto con detalles lo que le había pasado hace unas horas cuando estaba en el Grill.
—Hay que ir con Stefan —le dije, de repente me sentía sobrio. Me indicó el camino hacia su auto, tuvimos una pelea por quien conducía, y ahora yo voy felizmente en el asiento del copiloto. ¡Que emoción! Gruñí internamente. ¿Qué no puedo tener un poco de paz en este infernal pueblo? Me mantuve refunfuñando todo el camino, aparqué afuera de la casa y le dí una mirada a la rubia para que se bajara de mi auto.
—¡Hermanito! —canturreé cruzando la puerta de entrada a la casa. —Tenemos algo importante que decirte.
La nueva Barbie vampiro entró detrás de mí. Stefan apareció de repente cerca de nosotros.
—Dile —extendí mi mano hacia el frente. Me acerqué al bar a preparar unas bebidas, definitivamente las vamos a necesitar.
—¿Qué pasó? —Stefan la presionó.
Le extendí un vaso a mi hermano y uno a Caroline. Ambos lo tomaron felices. —Ya, dile, le va a encantar la historia.
—Es que… —habló la rubia. —Hoy vi a Katherine en el Grill.
—Continua —Stefan se sentó a su lado.
—Al principio pensé que era Elena, pero luego traté de irme y ella me detuvo. Me pidió que les diera un mensaje.
—¿Cuál fue ese mensaje? —Stefan preguntó. Mi hermano anda ansioso hoy.
—“Dile a Damon y a Stefan que me den la piedra de luna o no voy a parar hasta que llueva sangre.”
Stefan me dio una mirada rápida. Le sonreí, — aún falta lo mejor.
—“Hoy, en el baile de las máscaras”.
—Quiere hacerlo en público.
—Está desesperada —dije casualmente. —Ya no tiene trucos.
—Matar a Mason la puso así. —Stefan me regañó. Puse los ojos en blanco. —No la subestimes, Damon.
—¿Y si le damos la piedra? —habló la rubia. —Que se largue.
—No le voy a dar nada. Ya me hartó —dije molesto. —Voy a ir a ese baile y la voy a matar.
—No la vas a matar —Stefan me miró acusadoramente.
—¡Ay por favor! No me vengas con eso.
—No lo vas a hacer —se puso frente a mí.
—¿A no? —le pregunté retadoramente.
—No —dijo seguro. —Porque lo haré yo.
Sonreí. Ambos chocamos nuestros vasos.
—¡Que comience la fiesta! —grité emocionado.
Al poco rato, mi casa estaba llena de gente. Caroline le llamó a la brujita para que nos ayudara. Alaric nos trajo algunas municiones, y el menor de los Gilbert anda muy servicial después de que le rompiera el cuello.
—¡Hola, recibí el mensaje de Stefan! —Bonnie entró en la casa. —¿Qué pasa aquí?
—Hola, trajiste el Grimoire, gracias Bonnie —mi hermano la recibió. Yo estaba bastante entretenido con los juguetitos de Alaric. Rápidamente di una mirada a la escena frente a mí, Bonnie traía su libro de pócimas en los brazos, Stefan le ayudaba a cargar otras cosas con las que supongo que había entrado a la casa.
—¿Qué está pasando aquí? —preguntó.
—Vamos a matar a Katherine —le respondimos todos.
—Podemos… intentar encerrarla en la tumba —propuso la bruja.
Todos la miramos, su idea no suena tan mal. Pero necesitamos estar bien preparados.
—Alaric, necesito que te quedes junto a Elena. No sabemos cómo va a actuar ella. —Stefan como siempre preocupándose de su novia, bueno ahora exnovia. Rick asintió.
—Si alguien tiene dudas mejor lárguese —advertí mirando a todos. —No quiero que algo salga mal.
—Si lo dices por mí —Caroline me miró frunciendo el ceño. ¡Ding!, acerté. —No pasará, ella me mató, me la debe.
—Mientras no haya hombres lobos cerca, todo estará bien —Jeremy habló.
—Yo maté a Mason, así que estamos bien —dije presumiendo.
—Mientras Tyler no mate a nadie, lo estaremos —Stefan asintió.
—Andando —Rick nos apresuró. Nos pusimos en marcha a la mansión Lockwood. Había demasiada gente en el lugar, por supuesto que todo el pueblo asistiría a la fiesta de máscaras, lo que es un gran problema porque hay más ojos curiosos de los que necesitamos.
Me la pasé un rato dando vueltas por la fiesta, bastante aburrida debo decir, pero por suerte no me había topado con la perra. Miré el reloj en mi muñeca, bien, era hora de actuar. Me encontré con Stefan en el interior de la mansión, la rubia ya debería estar en camino con Katherine.
—Ve a esconderte —le di un empujón a mi hermano. Me escondí detrás de la puerta en la habitación de al lado, esperando mi señal.
—Vaya, no pensé ser capaz de hacerlo —Caroline habló entre sollozos y risas. —No pensé que podría engañarte a ti, pero lo hice.
—¿De qué mierda hablas? —Katherine preguntó.
—Hola Katherine —Stefan le habló. La rubia salió de la habitación casi corriendo, dejándonos encargarnos del problema.
—¿Crees que vas a poder matarme con esta estaca? —Katherine se burló de mi hermano.
—No, yo no —Stefan habló tranquilo. Era mi señal. Abrí la puerta con cuidado, tome el arma y le apunté a Katherine en la espalda a la altura del corazón. —Pero él sí.
Y le disparé.
Katherine cayó al suelo gimiendo de dolor. Miré a mi hermano con una sonrisa cómplice. Me lancé sobre ella para tratar de encajarle una estaca, pero fue más rápida, Stefan se unió tirándola del cuello. Pronto los tres nos vimos envueltos en una lucha.
—¡Esperen! Le hacen daño a Elena —Jeremy apareció detrás de la puerta. —Todo lo que le hacen a ella, a Elena también le pasa.
Mire a Katherine. Esa zorra tenía una sonrisa burlona en su cara.
—¿De verdad pensaron que son los únicos en tener una bruja de su lado?
Stefan y yo la soltamos dándonos una mirada preocupada. Katherine se sentó en uno de los sofás mientras nos veía balanceándonos de un lado a otro. Jeremy volvió junto a Elena para asegurarse que estaba bien. Al parecer la bruja había hecho el hechizo para que ningún vampiro saliera de la habitación, y ahora estábamos encerrados junto con ella.
—Qué bueno volver a estar los tres en una habitación como en los viejos tiempos —ella suspiró. La miré como si tuviera cinco cabezas, volví a mi tarea de tratar de empujar la barrera invisible en la puerta. De verdad no iba a soportar un segundo encerrado con ellos.
—El hermano que ama de más, y el que no ama lo suficiente. —Katherine se mofó de nuevo.
—Y la zorra vampira que solo se ama a ella —le respondí con un tono similar.
—¿Qué pasó contigo Damon? —me preguntó usando el tono que usaba en aquellos tiempos. —Solías ser tan dulce y educado.
—Ese Damon murió hace mucho tiempo —le respondí.
—Bien —contestó. —Era muy aburrido.
—¿Por qué mejor no se callan los dos? —Stefan al rescate. —¿Para qué quieres realmente la piedra?
—¿Elena goza que ustedes dos la adoren tanto? —Katherine nos conocían tan bien, que sabía perfectamente como molestarnos. Era odiosa.
—Lo de Mason me tiene confundido —Stefan habló ignorándola. —¿Para qué quieres un licántropo? Si se rompe la maldición, eso ayudaría a matar a los vampiros ¿Qué ganas tú de eso?
—Siento lo de tu perrito —le dije en un puchero a Katherine. —Mejor lo hubieras dejado con la correa.
—Eso no me importa, hay más lobos aquí.
Los tres nos miramos. Noté que la mente de Stefan comenzó a trazar un plan o… lo que sea que estaba pensando, así que dejé que él se encargara de eso.
—Pero ¿Qué demonios pasa con la bruja? —pregunté volviendo a chocar con la pared invisible.
—¿Quieren jugar? —Katherine sonaba animada.
—¡Vendiste la piedra! —Stefan gritó.
¡¿Qué carajos?!
—Hiciste un trato con George Lockwood para fingir tu muerte. —Stefan se acercó a la loca. —Me dijiste que le diste algo que necesitaba, era la piedra de luna.
—¡Bien hecho Stefan! —Katherine lo felicito. —Habría funcionado, pero se enteraron que no estaba realmente ahí. Gracias por eso Damon.
Levanté mi vaso hacia ella.
—¿Ya te dije que es muy molesta tu obsesión conmigo? —me preguntó.
—Lo es para ambos, querida. —tomé un sorbo del ron en mi vaso.
—¿Para que la quieres de regreso? —Stefan volvió con su interrogatorio. —Querías fingir tu muerte, pero ¿De quién te escondes?
Katherine solo sonrió.
—Katherine —una mujer morena apreció en la puerta. En sus manos estaba la piedra lunar. —Cuando te dé esto, ya no te voy a deber nada.
—Bien, de acuerdo —aceptó Katherine. —Dámela.
—Yo no haría eso si fuera tu —dije mientras avanzaba hacia ellas. La mujer le dio la piedra, pero algo paso en Katherine, que se desvaneció en el suelo.
—Eso te pasa por no decirme que había otra bruja involucrada —dijo la mujer. Nos dio una mirada. —Rompí el hechizo de vinculación, Elena está bien. Y ya se pueden ir.
Murmuró un perdón y salió de la habitación.
—Bien, hay que encargarnos del cadáver.
Tomé a Katherine y me la eché sobre un hombro. Caminé tranquilamente a la tumba de donde no debió salir, moví la enorme piedra y arrojé el cuerpo dentro. Sacudí mi traje y me senté a esperar a que despertara para darle la bienvenida a su nuevo hogar.
“Tyler se transformó”
El mensaje provenía de la rubia Caroline. Mierda. Solucionamos un problema y nos llega otro.
—Maldita sea —escuché a la perra quejarse mientras luchaba por levantarse.
Caminé hasta quedar frente a ella. —Hola Katherine.
—¿Dónde estoy? —su voz enojada me hacía querer reír.
—Donde siempre debiste haber estado. —le respondí tranquilo. —Creí que habías aprendido a respetar a las Bennett, pero parece que no.
—Debieron matarme —gruñó.
—Eso hubiera sido tenerte piedad —gruñí de regreso. Tomé una respiración profunda y avancé preparándome para cerrar la tumba.
—¡No! ¡Damon no! ¡Espera! —trató de detenerme inútilmente. —¡Me necesitas!
Puse los ojos en blanco. Que ego se carga esta mujer.
—¡Elena está en peligro! —chilló. Me detuve, esa información sí me interesaba.
—¿Porqué? —le pregunté para asegurarme. Su labio tembló. Estúpida mentirosa. —No es verdad, siempre mientes.
—¿Por qué crees que no la mato? —preguntó. —Ella es el doppelgänger. Necesita protección.
—Bien, yo la voy a proteger.
—No, Damon.
—Tú te puedes ir al infierno —le sonreí.
—¡Damon! ¡Haré lo que sea! ¡Damon por favor! ¡Me necesitas!
Sus gritos y suplicas se escuchaban mientras movía la enorme piedra. Me aseguré de dejarla bien sellada, no podía arriesgarme.
Di unos pasos para atrás para admirar mi trabajo. Suspiré. Un problema menos, pero la verdad es que, Katherine me había dejado con la duda sobre Elena, pero eso lo dejaría para después. Tomé mi auto y conduje hasta el Grill, hoy estaría cerrado porque todo el pueblo estaba en la fiesta de máscaras, así que entré y me atendí yo solo, tomé las botellas que quería y volví a salir de ahí. Luego las pagaría.
Abrí una en el camino a mi auto, lo encendí y conduje hasta la casa Salvatore, en momentos como estos, podía mirar Mystic Falls tal y como yo lo conocí, las calles solas adornadas con las casas antiguas, solo que ahora los humanos que habitaban estos lugares eran los tátara nietos de los que yo conocí.
Seguí mi camino hasta la casa, Stefan no estaba así que tenía la casa solo para mí. Pude haber celebrado, traer a alguien conmigo y pasar bien la noche, pero, después de los últimos acontecimientos solo deseaba beber hasta perder la conciencia. Y así lo hice.
Desperté en mi habitación, con la misma ropa de ayer, el traje que usé para el baile de máscaras, las botellas a mí alrededor me decían que cumplí mi cometido, pero me seguía sintiendo igual que la noche pasada. Al parecer era lunes, o eso decía mi celular, mi hermano debía estar en la escuela así que podía disfrutar de la mañana para reponerme.
Me di una larga ducha, mi piel se sentía demasiado sucia, sentía que todos lo malo o lo que había hecho solo a mi favor, estaban cobrándome factura. Cuando terminé bajé a la cocina, tomé uno de los contenedores de sangre que tenía en mi refrigerador y la metí al microondas. La verdad así no era mi manera favorita de beber sangre, pero, más tarde podría conseguir sangre fresca. Saqué la bolsa de sangre y la abrí con los dientes para beber de ella. Mi celular sonó con un mensaje de Stefan.
“Elena desapareció.”
Escupí el líquido de mi boca.
—Maldición —gruñí viendo el desastre que había causado. Miré mi teléfono de nuevo. —Mierda.
Salí corriendo de la casa, me subí a mi auto y conduje con el acelerador a fondo hasta el instituto, Stefan ya me estaba esperando, se movía de un lado a otro frente a su auto.
—Esto tiene Katherine escrito por todos lados —dijo en cuanto me vio.
—Me aseguré de dejarla bien encerrada en la tumba —le conteste.
—¿Seguro que si la dejaste ahí? —preguntó. Lo miré frunciendo mi frente. ¿Tan mentiroso me cree?
—Sí, Stefan, me asegure de dejarla ahí —Refunfuñé. —Aunque, me dijo algo que me dejo pensando…
Stefan se giró curioso.
—¡¿Qué te dijo?! —me preguntó con desesperación muy evidente en su voz.
—Me necesitas, Elena está en peligro —repetí las palabras con nerviosismo.
—¿Y no se te ocurrió que te explicara? —me gritó. Lo miré ofendido.
—Esa perra siempre está mintiendo, ¿Cómo iba a saber que empezaría a decir la verdad?
Stefan comenzó a dar vueltas en su lugar, como un vampiro enjaulado.
—Vamos a hablar con ella —mi hermano corrió a mi auto. Después de un par de horas hablando con Katherine, solo nos dejó más confundidos, así que le pedimos a Bonnie que hiciera un hechizo de localización con la sangre de Jeremy. Stefan y yo viajamos cerca de tres horas hasta donde Bonnie nos había marcado en el mapa. Era una casa vieja y parecía estar abandonada, bueno casi, dentro estaban unos vampiros y un humano.
Stefan y yo entramos a la casa y nos topamos con unos rostros extraños mirándonos. Elena parecía estaba de pie en las escaleras y nos dio una mirada sorprendida.
—Hermanos Salvatore —nos saludó un hombre con acento inglés.
—¿Quién eres tú? —le pregunté.
—Permítanme presentarme, soy Elijah Mikaelson —el hombre hizo una especie de reverencia con la cabeza. Stefan y yo nos miramos extrañados, pero ambos proseguimos con el plan. Mi hermano se lanzó hacia donde estaba Elena, mientras yo me lanzaba a derribar al inglés.
—No pueden contra mí, Damon —dijo el hombre elegante antes de darme una patada en el estómago. —No pueden luchar contra un original.
Tomé una de las tablas del suelo y la rompí con mis manos. Me levanté decidido a acabar con él, usando toda mi fuerza lo sostuve contra la pared.
—Bueno, fue un ¿placer? —y le enterré la madera en el corazón, sus brazos que trataban de liberarse de mí, se aflojaron y cayeron a su lado.
—¡Vamos! —Stefan llegó corriendo junto a Elena.
—¿Y los demás? —les pregunté.
—Uno está muerto, la otra se escapó. —me dijo mi hermano. Asentí y le eché una mirada a Elena para asegurarme que estaba bien. Lucia completa y molesta así que supongo que si estaba bien.
Volvimos a Mystic con más calma, Elena permaneció dormida en los asientos traseros, mi hermano a veces me decía una que otra cosa, pero, ninguno quiso entablar una conversación para no molestar la humana. Todos en el pueblo estaban preocupados por Elena, pero al día siguiente que mi hermano y yo fuimos a buscarla, ella fue tranquila al Instituto y les dijo a todos que estaba bien.
Los días pasaron un poco más tranquilos, hasta que se apareció en nuestra casa Rose, la vampira que había escapado y que había ayudado a raptar a Elena.
—¿Puedo pasar? Hay algo que tengo que decirles. —Stefan estaba de pie en la puerta, me dio una mirada para preguntarme que hacer, yo solo me encogí de hombros.
—Pasa —le dijo mientras se hacía a un lado. Rose entro despacio, dio una mirada a su alrededor, parecía sorprendida por el aspecto de la casa. Mi hermano se acercó a mí, aun con duda en sus ojos, pero yo estaba igual que él.
—¿Creen que Elena pueda venir? Ella es la parte más importante de esto —Rose preguntó insegura. —Les juro que solo quiero hablar con ella, advertirles de unas cosas.
Stefan asintió y tomó su celular para mandarle un mensaje a Elena.
—En un momento viene —dijo mi hermano. Rose asintió. El ambiente estaba muy serio y muy incómodo. Los tres nos mirábamos atentos al más mínimo movimiento. Después de un rato, nos relajamos lo suficiente como para meternos en nuestros propios pensamientos.
Mi cabeza comenzó a traicionarme, aún tenía grabadas a fuego las palabras de Katherine, “siempre fue Stefan”. En esa época, yo era muy joven y muy tonto, caí ante las palabras y promesas de amor que esa perra me ofrecía, pero ahora, con todos los años que he pasado, me di cuenta que no la había amado, solo amaba la ilusión de la vida que ella me daba. Pero, algo en mí sentía que con Elena podía ser diferente, quizás esta vez podía ser yo quien ganará.
Quizás no lo parece, pero si amo a mi hermano, antes de que Katherine apareciera, éramos muy unidos y me duele que no hayamos seguido de la misma manera, pero cada uno se enfrentó a distintas situaciones, cada uno trata de lidiar con el dolor de manera diferente y eso nos hace ser quienes somos. Pero, así como amo a Stefan, amo a Elena y quiero ser tan malditamente egoísta para que ella me ame a mí. Yo también merezco que me alguien me ame ¿verdad?
Unos golpes en la puerta me sacaron de mis pensamientos.
—Hola Elena —dije al abrir la puerta.
—Hola —respondió nerviosa.— ¿Está Stefan? Dijo que había algo importante…
—Pasa —me hice a un lado para que ella entrara. Stefan la recibió, pero también la recibió nuestra invitada, Rose.
—¿Qué estás haciendo aquí? —Elena le preguntó.
—Vine a decirles algo importante —Rose hizo unas señales para que nos sentáramos. Elena si aceptó su oferta, Stefan se quedó de pie del lado derecho del sofá donde estaba Elena y yo me recargue en el escritorio a la izquierda.
—Deben entender que solo sé lo que he escuchado a través de los años —Rose nos explicó. Se paseaba de un lado a otro frente a nosotros, —no estoy segura de que es verdad y qué es mentira.
—Ese es el problema con los vampiros —mencionó Elena.
—Pero Klaus es muy real —le respondió Rose. Elena la miró confundida.
—¿Quién es Klaus?
—Uno de los originales —le respondí. —Una leyenda.
—La primera generación de vampiros —comentó Stefan.
—¿Cómo Elijah? —preguntó Elena.
—No —dijo Rose, —Elijah era un amor en comparación. Él era solo un soldado, Klaus es el verdadero general.
—Klaus es el más… viejo —dijo Stefan.
—A ver... —Elena nos miraba procesando toda la información. —Dices que el vampiro más viejo en la historia… ¿Está persiguiéndome?
—Si—dijo Rose.
—No —dijo Stefan. Ambos se miraron molestos por la contradicción.
—Lo que quieren decir es, bueno —intervine, —si todo eso es cierto y… —mire a Rose, —no lo dices solo para salvar tu pellejo.
—¿Cómo crees? —me respondió. Mi vista volvió a Elena.
—La probabilidad de que sea cierto, es un… —lo pensé, —tal vez.
—Oye—Stefan le habló a Elena. —Elijah está muerto, nadie más sabe de tu existencia.
—Según ustedes —Rose sonó casual.
—No estas ayudando —le dije entre dientes.
—Yo no conozco a nadie que lo haya visto —dijo Stefan tratando de calmar a Elena. —Son siglos de verdad, mezclada con ficción. Puede ser solo un cuento.
—¡Es real! —Rose gritó desesperada. —Y jamás se rinde. Si quieren algo, lo consigue, y si no le temen a Klaus están idiotas.
—Estoy temblando —me sacudí dramáticamente. —Ya te entendimos.
Elena se levantó, tomo sus cosas y caminó hacia la salida.
—¿A dónde vas? —Stefan le preguntó.
—A la escuela —dijo tranquila. —Voy tarde.
—Deja tomar mis cosas y te acompañó —propuso mi hermano.
—No, quédate —respondió ella. —Sé llegar.
Elena se fue dejando a mi hermano.
—Está en negación —le expliqué a Rose, ella asintió comprendiendo la situación.
—¡Cállate Damon! —me gruñó mi hermano y se fue a su habitación a lamentarse.
—Oye Rose, quiero respuestas —ella me miró. —¿Cómo encuentro a Klaus?
—No lo busques —me respondió. —Él te busca a ti
—¡Por favor! —resoplé. —Alguien debe conocer a alguien, que conozca a alguien, que sepa donde ésta.
—Agrégale otros cien a ese alguien y ni así te vas a acercar —dijo dándome un vaso con Whisky.
—Pensemos—dije ideando un plan. —Tu encontraste a Elijah, ¿Cómo lo hiciste?
—Lo encontré con alguien no tan importante —dijo.
—Bien, tu conduces —le dije caminando a la puerta. —Yo si tolero el sol.
Algunas horas después nos encontramos con Slater, Rose se tiró a sus brazos y se saludaron efusivamente, le di una mirada para analizarlo, era algo… común.
—Slater te presento a …
—Damon Salvatore —dijo el mirándome con interés. Supongo que mi cara de sorpresa y confusión, porque él siguió hablando. —Convertido en 1864 en Mystic Falls por Katherine Pierce, a.k.a Katherina Petrova, es un placer.
Tome, aun no muy convencido, la mano que estiraba ante mí.
—Al grano —dije —¿Cómo llego a Klaus?
—Directo. —dijo sonriente. —Mis conexiones se acabaron con Elijah que ahora está muerto.
—No entiendo —volví a hablar— Elijah podría estar de día, en otras palabras, que los originales conocen sobre los anillos, ¿Por qué querrían los originales levantar la maldición?
—Ellos no querían que los licántropos lo hicieran primero —me respondió. —Si un licántropo rompía la maldición, los vampiros quedarían malditos para siempre y viceversa.
—Pero los licántropos están extintos —dijo Rose. Miré hacia la ventana pensando en los últimos acontecimientos con Mason y con Tyler. —O ese fue el rumor que escuché
—No es un rumor —dije sonriendo con ironía.
—Mystic Falls —dijo Slater. Yo asentí confirmándolo. —Debo ir a conocer ese lugar suena tan asombroso como Fo…
Lo miré, ¿Hay más lugares como Mystic? ¿Había una manera de proteger a Elena?
—¿Podemos evitar que se rompa la maldición? —pregunté. Slater me miró confundido. —Es decir, si la piedra fuera inservible, la maldición no se rompería.
—Es… probable —dijo el. —Pero ¿por qué querrías hacerlo?
—Eso no te importa, solo dime como.
Mi cara estaba tranquila, pero por dentro casi estaba haciendo un baile de felicidad. Slater me miraba entre sorprendido y asustado.
—¿De verdad crees que te voy a decir cómo hacer algo que va a molestar a un original?
—Si tú me ayudas, yo te ayudo—dije mostrando mi anillo. Sabía que Rose y Slater querían ser libres de andar por donde fuera, a la hora que fuera, y era algo sencillo de conseguir, pero primero debían darme algo que yo quiero.
Escuchamos un crujido a nuestro lado, y de repente, el cristal polarizado que nos separaba de la calle, estaba hecho trocitos sobre las personas y el suelo. Slater salió huyendo en cuanto pudo, pero Rose se quedó en el suelo quemándose. La tome en brazos y salí corriendo hasta la camioneta.
—¿Quién hizo esto? —le pregunté. —¿Quién fue?
—Fue Klaus, ¿aun no lo entiendes? Es nuestro fin.
La miré, su piel se estaba recuperando, pero ella seguía llorando, no estoy muy seguro si era por el dolor o por la situación. La acomodé en el asiento y me subí detrás del volante, después de casi una hora, aparqué afuera de la casa, para nuestra buena suerte, ya había caído la noche y Rose pudo entrar con tranquilidad a la casa.
Fui directamente al bar, necesitaba un buen trago, o quizás dos. No era fácil ser un vampiro, pero tampoco era fácil lidiar con la idea de que debo arriesgar mi trasero por la vida de Elena.
—Siento lo de hace rato —Rose se aceró a mí con cautela. Le sonreí y le ofrecí un vaso, ella lo tomo y lo vació en un segundo. Como el buen caballero que soy, lo llené de nuevo y esperé a que continuara hablando. —No sabía que eso pasaría.
—Te voy a creer —le dije no muy convencido.
—Quisiera salvar a Elena —dijo ella. —Sé que tú quieres.
—Y lo haré —mi voz salió fuerte y clara. De eso no tenía dudas.
—Haces bien en negarlo —dijo de repente. La miré confundido. ¿Dos tragos y ya se le habían subido las copas?
—Lo que sientes por ella —me aclaró. Mi vista se posó sobre el fuego, analizando las posibilidades que tenia de lanzarla ahí si seguía hablando.
—¿Por qué? —le pregunte.
—Porque si quieres sobrevivir, necesitas que no te importe nadie.
Fruncí el ceño.
—Eso te puede matar, ¿no?
—Solo si es la persona correcta —su voz seria me causó escalofríos. Le di una mirada curiosa, aun no entendía a donde quería llegar. —¿No lo entiendes verdad?
—Ilumíname —le pedí.
—Si te enamoras de la persona correcta, vas a desear ser todo para esa persona, y vas a darlo todo, incluso vas a estar dispuesto a dar tu vida.
—¿Y crees que no estoy dispuesto a eso por Elena? —le pregunté molesto.
—No lo estas —me respondió. —Crees estar enamorado, pero no lo estas.
—¿Ah no?
—Estás enamorado de la idea de amar a alguien. —su voz se volvió dulce. —Y está bien, Damon. Si quieres ayudar a tu hermano a proteger a la mujer que ama, está bien, pero, deberías darte la oportunidad de encontrar a alguien que quiera protegerte a ti.
Solté un suspiro. Detestaba que la gente viera alguna debilidad en mí, después se aprovechan de eso.
—Tal vez, Damon —Rose se detuvo unos instantes. —Tal vez es tiempo de que apagues tus emociones.
—Lo haré si tú lo haces—dije acercándome más a ella. —Después de todo, el amor también te está matando.
Sus ojos se llenaron de lágrimas al recordar a esa persona. Su teléfono sonó y pareció volver en sí.
—¿Rose estas bien? —la voz de Slater sonaba tensa. Rose respondió que sí. —Investigue un poco, pueden romper la maldición, pero necesitan tres cosas.
Hice la seña para que siguiera hablando más, Rose le preguntó que era necesario.
—La piedra, una bruja, y un libro.
—¿Qué libro? —pregunté casi gritando.
—Saben que todos los linajes de brujas, tienen una especie de libro parecido al grimoire, algo así como una antología de los hechizos de la familia —Rose movió la cabeza afirmativamente, aunque solo yo podía verla. —Tienen que buscar el de Sarah Wildes, no sé exactamente el nombre de la familia, pero tiene que aparecer ese nombre. Rose, ¿crees que tu amigo lo consiga?
Asentí mirando al teléfono, haría todo lo que sea necesario para salvar a Elena.
Rose término la llamada. Me levanté y le envié un mensaje a Stefan que andaba por el bosque matando a Bambi y a sus amigos. Mientras lo esperaba, me di una ducha, me cambie y me senté a esperarlo. Cuando llegó le conté lo que había pasado en las últimas 24 horas que no había sabido de él, él me contó que Elena había ido con Katherine a sacarle información sobre Klaus y que la muy perra terminó asustando más a Elena.
El plan era encargarnos de Katherine, sacar la piedra de luna de la tumba y volver a dejar a nuestra sexy ex encerrada para siempre. Después de eso, romperíamos la maldición y listo.
—Quizás deberías ir a buscar ese libro —dijo Stefan. —Yo puedo encargarme de Katherine.
—¿Y dejarte toda la diversión? —le pregunté.
—Cada segundo que nos tardemos es un segundo menos en la vida de Elena.
Lo miré molesto. Tenía razón, pero ¿Por qué tenía que ir yo a buscarlo?
—No sabemos dónde está, ni quien lo tiene —dijo mi hermano. —Si tu vas, harás todo para conseguirlo.
Bueno, ya tiene otro punto a favor, a mí no me va a importar matar lo que sea, para conseguir ese libro.
—Vamos con la bruja para que nos ayude a encontrarlo.
Stefan le mandó un mensaje, Bonnie le respondió que saliendo de la escuela vendría a ayudar.
Subí a mi habitación para preparar una mochila con algunos cambios de ropa y con cosas que tal vez necesitaría. Rick nos había dado algunas armas cuando nos encargamos de Mason, en ese entonces no utilizamos todas, quizás ahora si tendría oportunidad.
—¡¿Qué ustedes van a buscar qué?!
Creo que la doble medio competente de Sabrina ya llegó. Bajé las escaleras con mi mochila en el hombro, Stefan estaba de pie en el medio de la sala con una humana tratando de matarlo a golpes.
—¿Qué pasa aquí? —pregunté medio divertido.
—¿Sabes que están buscando ¿Sabes que contiene ese libro? ¿Sabes quién lo escribió?¿Sabes por qué lo hizo? ¿Tienes idea de porque decidieron que debían desaparecerlo de la faz de la tierra?
Miré a Bonnie con aburrimiento esperando a que terminara su interrogatorio.
—No, no, no, no y no —le respondí.
Stefan soltó una leve risa.
—Ese libro está prohibido para cualquier creatura en este planeta —Bonnie explico exasperada. —Si lo escondieron fue para que nadie lo leyera.
—Si alguien lo escondió, alguien sabe dónde está —le dije. Ella rodo los ojos. —Y tú me vas a ayudar a encontrarlo.
—No lo haré —se cruzó de brazos. —Ya me puse bastante en riesgo por culpa de ustedes, si les ayudo a conseguir ese libro estaría firmando mi sentencia de muerte.
—Eres una bruja, tu mejor amiga está en riesgo, tu otra mejor amiga es un vampiro, tu amigo es un hombre lobo —comencé a enumerar. —Creo que ya has firmado tu sentencia de muerte.
—Esto es diferente. —reprochó ella.
—Solo te estamos pidiendo ayuda para saber dónde está —Stefan trato de convencerla. —Solo eso.
Bonnie nos miró, nos analizó a cada uno de nosotros, podía notar en sus ojos lo dudosa y nerviosa que estaba. Juro que si se tardaba un segundo más en decidir…
—Bien —dijo. —Pero después de decirles dónde está, no voy a tener nada que ver con ese libro.
Stefan y yo nos miramos satisfechos, miramos a Bonnie y asentimos.
Acerqué la mesa mientras Stefan sacaba un mapa y lo extendía frente a la bruja. Ella nos miró y extendió unas cuantas hierbas, frascos y no sé qué más cosas sobre el mapa.
—Tienen que saber que no va a decir dónde está exactamente —Bonnie detuvo sus movimientos, y nos ofreció una mirada de advertencia.
—Eso es mejor que nada —le respondí encogiéndome de hombros.
La brujita siguió haciendo lo suyo, su boca se movía murmurando palabras extrañas, las cosas sobre el mapa se comenzaron a mover por todos lados hasta que después de unos segundos, se detuvieron. Stefan me miró y yo lo miré, nuestros ojos se posaron sobre Bonnie. Ella apuntó con su dedo un punto en el mapa.
—Ahí está.
—Es Seattle — Stefan leyó la ubicación en el mapa. Me miró con una cara culpable.
—¿Tengo que cruzar todo el país por un libro de cuentos? —pregunté abriendo mucho los ojos.
Ya no quiero irme.
Chapter 7: I´m here
Chapter Text
(Damon POV)
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Después de unos días…
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Maldita Katherine, maldito Stefan, maldito Slater, malditas brujas, maldito Klaus, maldito sea el día en que mi padre decidió que mudarnos al maldito pueblo de Mystic Falls era buena idea.
Lancé mi vaso contra la pared de mi cuarto de hotel. Tomé mi teléfono, esa bruja me va a escuchar.
—¿Qué pasa Damon? —la voz de Bonnie sonó por las bocinas de mi celular.
—No está —grité sacando todo mi coraje. —Me mentiste y aquí estoy como estúpido creyéndote.
—¿De qué hablas Damon? —su voz sonó confundida.
—Del libro por el cual me hicieron cruzar todo el país —le respondí con mi voz ahora sonando cansada.
—Recuerda que el hechizo no dice el lugar exacto —me reprochó. —Investiga o pregunta.
—¿Y qué crees que he hecho todos estos días? —volví a gritar.
—Pues, trata más —dijo eso y me colgó.
—¿Pero que se cree? —dije molesto.
En las dos semanas que he estado aquí ya recorrí todas las calles de Seattle. Comencé con las bibliotecas y librerías, si yo fuera un libro, ahí me escondería, pero al parecer ese maldito libro es más listo que yo. Pregunté a todos los encargados de las librerías pero todos me respondieron que no sabían o que no habían visto un libro con ese nombre, después los hipnoticé para saber si me sabían la verdad, pero resulto que en verdad, ninguno de ellos sabia de que hablaba.
Después cambie mi estrategia, comencé a cuestionar a quienes tenían cierto perfil similar a Bonnie, que actuaran de la misma manera o si es que sospechaban que alguien tuviera algo que ver con el mundo mágico. Algunos se burlaron de mí, otros me miraron extrañados, incluso una anciana me dio el número de un hospital psiquiátrico. Gracias a esa humillación, decidí que atraerlos sería una buena opción, así que no me molesté en parecer humano ni tampoco en comportarme correctamente como diría Stefan. Simplemente dejé salir a Damon.
De noche la ciudad era como cualquier otra, bares, casinos, clubs, personas por la calle, fiestas, ebrios, alcohol, drogas y montones de sexo y sangre disponibles para mí. Pero, por más que disfrutara de eso, a mi miente siempre llegaba el pensamiento de que, cada segundo que pasaba, Elena estaba en peligro.
Me tiré sobre la cama soltando un gruñido. ¿Por qué acepté venir yo a buscarlo?
Se supone que la bruja dijo que estaría aquí en Seattle, pero ¿Y si eso no era del todo cierto? Tomé mi celular.
—¿Qué? —Bonnie atendió mi llamada, pero su tono de voz me decía que estaba enojada.
—¿Te molesto? —le respondí tratando de aguantar la risa.
—Sí, a decir verdad sí —soltó un suspiro. —¿Qué pasa, Damon?
—¿Qué tan probable es que existan otros lugares como Mystic? —le pregunté.
—¿Qué? —ahora sonaba tranquila, pero confundida. —Creo que no te entiendo.
—Sí, quiero decir, ¿Crees que exista otro lugar como Mystic? ¿Otra Elena? ¿Otro yo? ¿Otra tú?
—¿A dónde quieres llegar? —sonaba aún más confundida.
—Me refiero a que exista otro lugar que atraiga a seres supernaturales, algún lugar con vampiros, licántropos y humanos peleándose entre sí.
—Es probable —respondió convencida. —¿Pero… porqué quieres buscar un lugar así?
—Porque quizás si hay alguno aquí cerca, ahí pueda encontrar alguna información sobre el libro.
—Suena lógico —la voz de Alaric sonó por mi celular. Mire confundido la pantalla, ¿a quién había llamado?
—¿Rick? —pregunté.
—Hola Damon, se nos olvidó decirte que estas en altavoz —su voz sonaba tranquila. —También Stefan y Caroline están aquí.
—Danos un par de horas y te daremos alguna información —la voz de mi hermano sonaba a promesa.
—Apresúrense que ya no soporto estar aquí.
Colgué la llamada y me quedé mirando mi celular, en la espera de que volviera a sonar, por supuesto que no iba a pasar, o por lo menos no hoy. Tomé mi chaqueta y salí a los pasillos del hotel, bajé las escaleras y salí a la calle, el aire fresco de la noche me golpeo en la cara y me levantó el ánimo.
Caminé por las calles llenas de edificios y automóviles que pasaban de un lado a otro. Las personas pasaban a mi lado ni siquiera me miraban, cada una iba en su propio mundo y la verdad agradecía eso. Seguí caminando a un ritmo tranquilo, pasé delante de varios bares sin detenerme, esta noche no tenía ganas de diversión y tampoco tenía ganas de alimentarme, la búsqueda de ese libro me tenía muy cansado y con constante jaqueca.
Pasé gran parte de la noche deambulando por las calles, mirando a las personas a mí alrededor, poniendo atención en sus ojos, en sus gestos, en las acciones que hacían mientras pasaban delante de mí. Cada mínimo gesto te enseñaba una pequeña parte de su vida y debo admitir que era increíble como en los años de mi existencia, he visto distintas personas con muy diferentes historias.
En la mañana siguiente, desperté con un mensaje de Stefan.
"Llámame"
Hice una mueca, primero debía despertar bien para poder enfrentarme a las locuras de los habitantes de Mystic. Me levanté de la cama y me dirigí al baño, me di una larga ducha, salí y me puse ropa limpia. Tomé una respiración profunda y marqué el número de mi hermano.
—¡Damon! —la voz de Caroline me respondió la llamada. Mire mi celular, ¿me equivoque de número? —¿Damon estas ahí?
—¿Por qué respondes tú el celular de Stefan? —le pregunté confundido.
—Es que… yo estaba más cerca —su voz sonó más a una pregunta que a una respuesta. —Te pondré en altavoz.
—¿Y bien? —pregunté sin saber exactamente a quien.
—Ya buscamos lo que nos pediste —Stefan habló. —Tenías razón Damon, hay más lugares así.
—Tristemente no hay dos como Elena, no hay dos como tú y no hay dos como yo. —Bonnie elevó la voz para que yo pudiera escucharla. —Solo nosotros tenemos a un original.
Hice una mueca, eso no era nada esperanzador.
—No estas ayudando, Sabrina. —dije en un gruñido.
—Debemos tener claro que la familia Mikaelson son los vampiros originales —Bonnie comenzó con su explicación. —Pero no somos los primeros en toparnos con ellos.
—Bueno, ¿y el libro? —pregunté ansioso. —Lo necesitamos si queremos ser los últimos en toparnos con un original.
—Escucha, quizás te puedes topar con algunos… —Caroline trató de hablar.
—Hay un lugar cerca de donde estas… —Stefan comenzó a hablar.
—Son como 180 kilómetros —Bonnie gritó sobre la voz de los demás. —Son cerca de 112 millas lo que te separa del libro.
—¿Y cómo voy a saber, dónde está ese lugar, que queda cerca de donde estoy, donde me puedo topar con unos no sé qué? —les pregunté tratando de conectar las palabras de cada uno de ellos.
—Mira, yo creo…
—Deberías…
—Lo primero que tienes que hacer…
Los tres volvieron a hablar a la vez y solo causaron que mi humor se fuera por la borda.
—¡Díganme a donde debo ir y yo me encargo de lo demás! —les grité, mis ojos miraban mi celular como si pudiera atravesarlo y arrancarles el corazón hasta que se pusieran de acuerdo en quien hablaba primero.
—¡Parque nacional de Olympic! —gritaron todos a la vez. Colgué la llamada, no me preocupe por agradecerles o despedirme, incluso no quería arriesgarme a que me siguieran gritando y confundiendo.
Me dispuse a recolectar todas mis cosas, saqué la mochila y comencé guardar todo con la esperanza de que sea la última vez que me tienen como idiota buscando un estúpido libro de hadas. Busqué la dirección en mi celular, decía que estaba a casi tres horas de distancia, bien, era hora de ponerme en marcha.
Fui al centro y renté un automóvil, bien podría haber corrido hasta allá, pero dañar mi ropa no estaba en mis planes, además no estaba seguro de que me iba a encontrar en el camino y debía estar preparado, además quería alimentarme, no podía permitirme estar débil.
Después de un par de horas, iba camino al parque ese que me dijeron, pero, a no ser que ese libro esté enterrado en el medio del bosque, no creo que ese sea el lugar que busco. Me detuve a un lado de la carretera, volví a mirar la ubicación en mi celular, me di cuenta que de camino allá, me encontraría con muchos pueblos o ciudades muy pequeñas.
—¿Qué pasa ahora? —la voz de Bonnie sonó muy bajo. —Estoy en la escuela Damon.
—¿Alguna otra pista que no sea ese olímpico parque? —pregunté ignorando sus palabras.
—Sabes que no puedo ser exacta —dijo murmurando. —Además hay algo que me bloquea, eso es toda la información que te puedo dar.
—Si de verdad esa cosa fuera útil, todos estarían ansiosos por tenerla, ¿Cómo es que soy el único buscándolo?
—No lo sé, Damon —soltó un bufido. —Investígalo.
Se cortó la llamada y yo lancé mi celular contra la carretera. Estaba furioso.
Se supone que yo había venido a buscar ese maldito libro, porque era el más calificado y el único capaz de hacer algo estúpido con tal de salvar a Elena. Pero, se supone que yo también contaba con ellos, yo estoy conduciendo a ciegas y ellos se suponen que debían guiarme. Solté un grito de desesperación y me senté en la hierba húmeda junto al auto. Oh cielos, lo que daría por una botella de Whiskey justo ahora. Me quedé un rato ahí sentado, lamentándome, con las manos en mi rostro, golpeando mi cabeza contra la fría lámina del automóvil.
Finalmente me resigné a levantarme y a seguir buscando, quería irme a casa, pero no podía ir sin ese libro.
Decidí pararme en cada poblado a investigar un poco. Aun no me convencía la idea de ir directamente al bosque a buscarlo.
Me detuve en Gardiner, pasé un par de horas por ahí, preguntando… bueno, obligando a las personas a darme alguna información, pero nadie sabía nada. Volví por mi auto para volver a conducir hasta que me detuve de nuevo en Blyn, pero resultó lo mismo, nadie me dio una respuesta.
Probé de nuevo con Bell Hill, Sequim y River Road, sin suerte de nuevo. Frustrado de nuevo, decidí seguir hasta Port Angeles, la ciudad que estaba más cerca, aunque era más pequeña que Seattle, pero era el poblado más grande del que estaba cerca, además ya estaba oscureciendo, mis tres horas de camino resultaron más de 10 horas.
En cuanto entré en las calles de Port Angeles, busqué un lugar donde pasar la noche, dejé mis cosas y el auto y salí a dar un paseo. Había bastantes mujeres bellas, hombres que salían del trabajo, madres que iban a la escuela por sus hijos, etc. La ciudad era un poco movida y al ser martes, todos estaban bastante atentos a sus actividades cotidianas.
Caminé un buen rato por las ya oscuras calles, tratando de distraerme un poco y buscando alguien para cenar. Un aroma llegó a mi nariz, inhale profundamente buscando el peculiar aroma, ¿huele a fríos?
Miré a mí alrededor, analizando a todo aquel que pasara cerca de mí, pero, los latidos de los corazones me decían que todos eran humanos. Volví a dar unas miradas a mí alrededor mientras continuaba caminando, de vez en cuando volvía a inspirar en busca del aroma, pero era inconsistente, así que supuse que estaba solo de paso por la ciudad.
Continué con mi recorrido nocturno de reconocimiento, hasta que en una de las calles, me encontré con una mujer hablando de acerca de una joven que había ido a su librería a preguntar acerca de un par de libros similares a lo que yo buscaba. Traté de conseguir más información, pero según la mujer, la joven solo preguntó y al obtener una respuesta negativa se fue.
¿Debería hacer lo mismo yo? ¿Darme por vencido?
Sin pensarlo mis pies se detuvieron frente a la calle en la que estaba una librería, vi que una joven de cabello marrón se detuvo frente a la puerta de cristal que daba ingreso a la tienda, la seguí con la mirada mientras entraba y le preguntaba al encargado acerca de unos libros en específico.
Ella debía ser la joven que preguntó a la dueña de la otra librería. Mirando a ambos lados, me crucé a seguirla.
—Bienvenido ¿En qué puedo ayudarle? —el dependiente me dio la bienvenida y yo le sonreí.
—Dime porque libros preguntó la joven —le ordené hipnotizándolo.
—Libros sobre mitología, leyendas y ficción —dijo con voz monótona.
—Dime a donde la mandaste —volví a ordenarle.
—Sigue por este pasillo hasta el final, da vuelta a la derecha y en el 5to pasillo da vuelta a la izquierda.
Me alejé de él y seguí sus indicaciones. Entré al pasillo de mitos y leyendas caminé lentamente mientras miraba una que otra vez a todos los libros que me rodeaban, al fondo noté a la joven a unos metros de mí, su cuerpo se estiraba para poder alcanzar los libros que tenía en la parte de arriba. Me permití observarla, su cabello castaño caía libremente por su espalda, su blusa era de un color azul obscuro que hacia contraste con la piel clara de sus descubiertos brazos, su pantalón de mezclilla casi de color negro resaltaba la forma de sus piernas y complementaba su atuendo.
Su rostro bajaba junto a los libros que su mano tomaba, los abría y movía algunas de sus páginas. Algunos los colocaba debajo del otro brazo y otros cuantos los regresaba a su lugar. Si le convencían asentía un par de veces y daba unos saltos en su mismo lugar, creo que ese era su gesto para saber si el libro le convencía.
Su cuerpo se estiró todo lo que pudo para que su mano tomara un libro bastante grueso. Gracias a mi buena visión, noté que sobre el lomo se leía en letra muy elegante Kyteler. La cubierta parecía de piel y era de color totalmente negro, además, en una de las esquinas, junto a una especie de candado, resaltaba en color dorado un nombre: Sarah Wildes.
Mis ojos se abrieron más de lo usual, miré a la joven tratar de abrir el libro, pero después de un intento desistió y se aseguró de colocarlo con cuidado junto a los demás que tenía en sus brazos.
Me quedé pasmado en mi lugar, ¿Esa mujer acaba de encontrar lo que yo llevo días buscando? ¿Así de sencillo?
Ella se dio la vuelta y siguió caminando mientas su cabeza se levantaba de un lado a otro como buscando algo más. Mis pies se movieron por si solos siguiéndola de nuevo, mi cabeza estaba formando miles de planes para poder quitarle ese libro y poder irme a casa, algunos eran un poco macabros, pero quizás podía hacerlo por las buenas. Mientras caminaba a través de los pasillos, tome unos libros al azar para guardar las apariencias. La vi entrar en el área de historia y detenerse curiosa a ver los estantes de libros, ahora me sentía curioso, al parecer esa humana sabía lo que estaba buscando, y resultaba ser algo similar a lo que yo buscaba, la pregunta era ¿Por qué?
La vi hacer lo mismo que hace rato, estirar su cuerpo para alcanzar un libro y mirar en su interior, estaba distraída, bien era hora de actuar.
—Interesante elección —dije lo suficientemente alto para llamar su atención. Su cuerpo dio un pequeño salto pero sus ojos me miraron. Y vaya que me miraron, estoy seguro que no perdió ningún detalle sobre mí apariencia.
—Tu tampoco estas tan mal —dijo mientras un ligero color rojo se posaba sobre sus mejillas.
—Gracias —respondí y puse mi sonrisa arrogante. —Me lo dicen todo el tiempo.
Su rostro perdió todo el rastro de tranquilidad y vergüenza que llegó a sentir y se transformó en molestia.
—Que no se te suba el ego —hizo una mueca, pero después su rostro se volvió inocente, una sonrisa tierna se asomó en sus carnosos labios. —He visto mejores.
La miré ofendido, no me esperaba esas palabras, mucho menos que una muchacha como ella me comparara con cualquiera. ¿De verdad dijo eso? Cuadré mis hombros y le di mi mejor sonrisa seductora.
—La mia bella bambina, nunca, ni en mil años, verás algo mejor —dije presuntuoso. Su rostro se vio confundido, pero a la vez el sonrojo en sus mejillas luchó por aparecer de nuevo.
—Ya veremos —murmuró muy bajo, la miré con una ceja levantada. —Aunque, yo hablaba de los libros.
—Ah sí, también —traté de quitarle importancia al asunto. La miré tomándome un tiempo para grabarme su apariencia en mi mente. — Yo me refería a ti.
—¿A mí? —me miró confundida. —¿Qué tengo yo de especial?
Su pregunta me tomo por sorpresa. No era la clásica rubia, no era llamativa ni tenía un cuerpo curvilíneo de revista, pero ella tenía algo que la volvía única, y no era por los libros que tenía en sus brazos. Me recosté en uno de los libreros a mi lado, tratando de mantenerme tranquilo.
—No lo sé —dije en respuesta a su pregunta. — ¿Aparte de lo obvio?
Señalé su cuerpo de arriba abajo, la sangre subió a sus mejillas de nuevo, se estaba volviendo adictivo ver ese gesto en la piel blanca de su rostro.
—No pareces del tipo que disfruta leer —me dijo. Miré los libros que había tomado cuando la seguí.
—Tienes razón —dije apremiando su observación. Caminé un par de pasos hasta ella, escuché a su corazón acelerarse por mi cercanía, cuando estuve frente a frente, decidí inclinarme hacia ella, era hora de mi siguiente movimiento.
El aroma de su cuello golpeo mis fosas nasales, la mezcla del olor a fresias de su cabello, el aroma fresco de su piel y el aroma dulce y atrayente de su sangre causaron que mi cuerpo se tensara.
Acerqué mis labios para hablarle al oído, el sonido de la sangre corriendo por las venas de su oreja hizo que mis colmillos trataran de brotar.
—Disfruto de… otras cosas —murmuré en voz baja. Mis labios rozaron su piel. Mierda, era tan suave y fresca y me daban demasiadas ganas de recorrer toda su piel con mi lengua.
—E… —su corazón estaba demasiado acelerado que le costaba respirar. —¿Entonces qué haces aquí?
Cierto, estaba aquí por algo más importante.
—Vine por ese libro —le dije mirando la cosa negra en sus brazos.
—Qué pena —hizo un puchero. —Ya lo tengo yo.
La miré, ¿quiere jugar? ¿Acaso no ve que yo soy el mariscal de campo y ella la novata?
—No me interesa —acerqué mi rostro a ella. Traté de hablar con mi mejor voz seductora. —Lo necesito.
—Lo necesitas, pero yo lo tengo. —Me miró cuadrando los hombros y mirándome. —Si me disculpas, debo irme —se liberó de mí y se colocó lejos de mí. —¿Fue un placer?
Me dio una última mirada y se giró caminando lejos de mí. No podía dejarla que se fuera y se llevara ese libro, me apresuré a quedar frente a ella de nuevo, debía asegurarme que ese libro viajara conmigo a Mystic Falls.
—¡Espera! —Dio un pequeño salto al verme repentinamente frente a ella. —No te han dicho que es de mala educación dejar a las personas hablando solas.
Hizo una mueca.
—No tengo nada que hablar contigo.
—Pero yo si —le dije, me encogí para quedar a su altura, busqué sus ojos para hipnotizarla y poder irme a casa. En cuanto nuestras miradas se encontraron me quedé atrapado en sus cálidos ojos color chocolate, mis fríos ojos azules se sentían amenazados por la manera en la que me miraba.
Su corazón estaba latiendo a un ritmo demasiado rápido, avisándome que debía concentrarme en mi tarea.
—Dame ese libro —dije con voz autoritaria, seguí mirando su pupila en busca dl clásico efecto que ocurre cuando hipnotizo a alguien, pero, no pasó nada.
—¡No! —frunció las facciones de su rostro, y apretó más fuerte sus delgados brazos alrededor del montón de libros que llevaba en su regazo. —Yo lo conseguí primero.
La miré, ¿no funcionó? ¿Por qué no funcionó? ¿La abstinencia me está haciendo daño? ¿La falta de sangre? ¿Acaso es el frio? Iba a volver a intentarlo, pero noté que ya se había alejado de nuevo de mí.
—Escucha —alcancé su mano tomándola para girarla a mirarme de nuevo. —Solo necesito unas páginas, déjame tomarlas y te puedes llevar el libro.
Traté de negociar con ella, al inicio pareció convencida de la idea, pero luego en su rostro apareció una mueca de disgusto.
—Y ¿qué tal que esas páginas... sean las mismas que yo quiero? —preguntó levantando una ceja. La miré sintiéndome complacido, ahora si estábamos hablando mi idioma.
—¿Vas a querer todo lo que yo quiera? —pregunté sonriendo de lado.
—O tal vez ¿Tú quieres todo lo que yo quiero? –contraataco.
Sonreí internamente, se veía demasiado tentadora, su rostro trataba de esconder la muy evidente molestia que sentía por mi comentario pasado, pero la manera en la que se estaba mordiendo el labio me hacía querer besarla.
—¿Y si yo quiero besarte? —le pregunté pero no esperé una respuesta, simplemente dejé de pensar. Pegué su cuerpo con el mío, la sensación de su calor era tan intensa, incluso con todas las capas de ropa que nos estorbaban.
Coloqué una de mis manos en su cintura para atraerla más a mí, coloqué una mano en su espalda para mantenerla quieta, quería que, la sensación de calor que su cuerpo me brindaba, se volviera más intensa y que no se acabara nunca.
—Tal vez, —se mordió el labio, ese gesto que para ella era tan natural, a mí me estaba volviendo loco. —Yo quiera que me beses.
La sinceridad en sus ojos me hizo sonreír. Extrañamente, yo también quería besarla, pero ahorita me interesaba más el libro que aun seguía en sus brazos. La vi girarse sobre sus talones, y comenzar a caminar alejándose de mí, de nuevo.
¿Qué no había dicho que quería besarme? ¿Porque se va?
La alcancé en el pasillo que terminaba en el mostrador, quizás podía sacar un poco de provecho de su deseo por mí. Sin decirle ninguna palabra, empuje su cuerpo contra la pared a nuestro lado, aprisionándola con mis brazos y mi cuerpo, su grito de sorpresa causó que la adrenalina se disparara en mi cuerpo. No lo resistí más, la besé.
La sensación de sus labios sobre los míos, fue lo mejor que he sentido en décadas, no, definitivamente nunca había sentido esa sensación. Era algo extraño de explicar, es como si nuestros labios hubieran sido hechos para complementarse juntos.
No, Salvatore, concéntrate. Vinimos por una cosa, y es lo único que necesitamos para poder volver a casa. El plan era el siguiente, distraerla, tomar el libro y volver a casa. Simple, creo.
Con la ayuda de mis manos traté de acercar aún más su cuerpo al mío, la empuje por la espalda hacia mí, mientras con mi mano libre acariciaba todo lo que podía. Pude sentir como se rendía en mis brazos. Su pequeña mano, que estaba libre del peso de los libros, subió por mi pecho, mi cuello y se enredó en mi cabello, disparando mi corazón casi al ritmo de los latidos del suyo.
Bien, era momento de actuar. Con cuidado acerqué mi mano a los libros que tenía cerca de su pecho, sentí mis dedos tocar el borde de ellos, casi podía verme conduciendo de regreso a casa, casi podía ver la sonrisa de mi hermano y la tranquilidad de Elena por estar a salvo. Sentí que las comisuras de mis labios se estiraron en una sonrisa que mostraba lo emocionado que me sentía justo ahora.
Cuando sentí que mi espalda chocaba contra algo abrí los ojos sorprendido.
Miré a la humana que estaba a dos metros lejos de mí que, aun con los libros en sus brazos, trataba de controlar su respiración.
—Eres imbécil —dijo entrecortadamente, —si crees que por un beso, te voy a dar el libro.
¿Qué paso? ¿La besé y me aparto? Acaso ¿Me… me rechazó? Y ¿me dijo imbécil?
Mis ojos la observaron buscando una respuesta a mis preguntas. , su rostro estaba ligeramente rojo, sus ojos chocolates me miraban furiosos, sus labios estaban hinchados y rojos. Se enderezó mientras acomodaba su blusa y su cabello y se alejó por el pasillo casi corriendo.
¿Qué carajo acaba de pasar?
Mis piernas la siguieron de nuevo, aun con mi mente hecha un lio. Estoy seguro que ella me escuchó, pero siguió como si nada pasara.
—Tengo curiosidad— dije sin pensar.
—Busca en google —murmuró. Bufé, si pudiera hacer eso, podría evitarme estos disgustos. Sin embargo, aquí estoy, discutiendo y seduciendo a una humana por un maldito libro. Un momento, supongo que es normal que a las personas les guste la ciencia ficción, los mitos y lo que ellos consideran leyendas, pero, una cosa era simplemente leer uno o dos libros sobre el tema, pero andar por una ciudad desesperadamente por buscar unos libros en específico. ¿Porque una humana necesitaría esos libros?
—¿Qué dijiste? —su voz me sobresaltó. ¿Lo dije o lo pensé? Maldición, creo que debo cambiar de tema.
—Tengo curiosidad —dije sonriendo inocentemente. —¿Porque una dama necesitaría esos libros?
—Eso no fue lo que dijiste —me respondió tratando de parecer intimidante, aunque, alguien de su tamaño y su compleción emanaba ternura.
—No, eso no fue lo que dije —estuve de acuerdo con ella. —Pero por tu propio bien, dejémoslo así.
Sus ojos me analizaron una vez más, pero no pareció encontrar nada interesante por lo que me rodeo y siguió caminando hacia el frente de la tienda.
Tome una fuerte respiración, ¿por qué seguía perdiendo así el tiempo? Debo conseguir ese libro ya. Miré de nuevo a la extraña joven, estaba frente al mostrador pagando sus libros. La alcancé y extendí mi tarjeta de crédito antes de que ella sacara efectivo.
—Yo los voy a pagar —dije en voz alta, sobresaltándola a ella y a la persona que nos atendía —Cobra todos—
—No necesito que paguen las cosas por mí. —susurró ella.
—Si yo los pago, quizás me dejes llevarme el libro que quiero —dije siendo honesto.
—¿Estás loco? —gritó agudamente.
—Tal vez —dije pensándolo un momento. Si la estoy siguiendo para que me dé amablemente algo, si, debo estar muy loco. —Pero creo que es el efecto que acabas de causar en mí.
Y el sonrojo volvió a aparecer en sus mejillas. Sonreí satisfecho y le di mi tarjeta al encargado para que me cobrara. Terminamos todos los movimientos necesarios y me entregó tres bolsas de tela con los libros dentro, me aseguré de ser yo el que los tomará para así poder hacer mi movimiento final. Empujé a la castaña hacia la salida y le abrí la puerta para apurarla.
—Sabes tengo algo que proponerte—hablé animado con el plan que se estaba formando en mi mente. Los ojos marrones me miraron. —Dejo que te lleves el libro, a cambio de una cosa.
Se podía leer la confusión y curiosidad en su rostro. —¿Qué cosa?
—Dejo que te lo lleves, pero, no grites —le propuse sin perder de vista sus ojos. Ella no respondió, pero yo tampoco le di tiempo a que lo hiciera, solté las bolsas junto a sus pies, y la rodeé con uno de mis brazos para inmovilizarla. Con la mano que tenía libre, moví su cabeza para que su cuello quedara totalmente expuesto y me aseguré de cubrir su boca para evitar que gritara.
Desde que entré en la librería, su aroma fue hipnotizante, me atrajo como un imán, y honestamente no estaba dispuesto a irme sin una probadita de su sangre.
El cristal enfrente de nosotros, me mostraba los libros que estaban escondidos detrás de él, pero también me mostraba un reflejo bastante nítido de nosotros. Sentí mis colmillos salir de mi boca, las venas brotaron sobre la piel alrededor de mis ojos, sentí esa característica descarga de adrenalina que me impulsaba a seguir mis instintos sobrenaturales. Con la punta de mi lengua tracé el contorno de su cuello mientras buscaba el lugar exacto para morderla, el sabor de su piel era algo asombroso y estaba seguro que su sangre lo sería aún más. Pero quería tenerla, ansiaba que cayera en mi juego, deseaba que pagara por haberme rechazado hace un rato en el interior de la tienda. Anhelaba que ella se sintiera de la misma manera que yo.
Cuando mi lengua llegó a su mandíbula giré su rostro de nuevo hacia mí, quería volver a besarla, comparar el sabor de sus labios y el de su piel, con el sabor de su sangre que estaba a nada de probarla. Levanté mis oscuros ojos a los suyos, pero me encontré con dos orbes chocolates mirándome cubiertos de miedo.
No, no, no.
No tendría que estar pasando esto. Al menos, no era así como quería que pasaran las cosas.
Una parte de mi cerebro, la que al parecer funcionar correctamente, me repetía que no estaba hambriento, ya tenía el libro en mis manos por lo que no tenía ninguna razón para lastimarla. Y yo estaba de acuerdo, no quería lastimarla, pero, otra parte de mí parecía no querer alejarse de ella.
Aprovechando el momento de lucidez que tuve, hice que mis colmillos volvieran a su lugar, mi rostro se relajó y me permití darle un suave beso en los labios.
—No deberías andar sola —mi voz salió muy leve, esperaba que ella notara el motivo por el que le decía eso, hay creaturas más peligrosas que yo. —Por tu propio bien.
La liberé de mis brazos, sintiendo una oleada de aire frio envolvernos. Cuando dejé de sentir su calor contra mi cuerpo, una sensación de soledad me llenó. Usando mi velocidad sobrenatural, me encogí para tomar el libro que estaba buscando desde hace días, lo coloqué solo en una bolsa y me alejé de ella, al menos hasta donde no pudiera verme. La vi mirar a su alrededor mientras tomaba varias respiraciones tratando de controlar sus emociones, levantó las bolsas que había dejado a su lado, volvió a mirar la librería por unos seguros y se alejó por la calle.
Solté un gruñido. ¿Qué carajos me pasa? ¿Por qué Salvatore? ¿Por qué actuaste así?
Me sentía como un niño haciendo un berrinche, pero no encontraba la manera de definir como me sentía en este momento. Ya tengo el maldito libro, ya me puedo ir a casa, pero ¿Por qué de repente estoy caminando detrás de la desconocida?
Noté que rodeaba su cuerpo con sus brazos, su ropa no la cubría lo suficiente de la fría brisa de la noche. Por un segundo la idea de darle mi chaqueta parecía buena, pero al siguiente segundo me pareció una muy mala idea, por lo que me mantuve caminando a unos metros detrás de ella.
Después de un largo rato caminando, se detuvo en el medio de la calle, miró hacia un lado, luego miró hacia el otro y se dio la vuelta repentinamente. Di un salto y me escondí en las sombras, ¿acaso me habrá visto? Ella siguió caminando tranquilamente hasta llegar a la esquina y girar al otro lado del que habíamos salido. ¿Por qué actúa tan espontáneamente?
Sus pasos continuaron por varias calles más, a lo lejos noté que había más personas alrededor, al menos ya no estaría caminando sola por ahí. Unos sujetos bastante ruidosos caminaron en su dirección, ella trató de seguir tranquilamente, pero se alejó de los hombres lo más que pudo, tratando de que su movimiento fuera lo más natural posible.
—¡Eh, que guapa! —la voz de uno de ellos hizo que la postura de ella se encogiera. Los demás se acercaron a su amigo, por la manera que se comportaban, estaban demasiado ebrios.
Noté cuando la muchacha baja el ritmo de sus pasos, su cuerpo se sacudió notablemente, supongo que por la situación a la que se iba a enfrentar. Trató de seguir su camino, pero un tipo más alto y corpulento que ella, se interpuso en su camino.
—¡Vaya suerte que me cargo! —la escuché murmurar. Yo moví mi cabeza confirmando sus palabras, El olor a frio que tenía impregnado en su ropa, su sangre latiente y llamativa, su aroma personal que atraía a cualquiera, la ponían en bastante riesgo.
Ella rodeo como pudo al hombre, camino rápidamente de nuevo, alejándose todo lo que podía, pero ellos decidieron que era buena idea seguirla. Sus pasos arrastrados, sus carcajadas ruidosas y sus gritos hacia ella, les impedía notar que yo iba justo detrás.
—¡Eh, espera! —gritó uno. Ella no miró hacia atrás. Sonreí orgulloso. Todo lo que debía hacer era asegurarme que llegara a salvo, los hombres se iban a cansar de seguirla y se iban a alejar, yo no tendría que hacer nada más.
No sé exactamente cuánto tiempo caminamos, ella, los hombres y yo, justo en ese orden, unos siguiéndonos a otros, pero todos siguiéndola a ella. Esa mujer parecía convertirse en el centro del universo para nosotros, pero lamentablemente algunos no tenían intenciones buenas. Los hombres parecieron lucir enfadados y en la esquina giraron al lado contrario alejándose de ella, solté un suspiro bastante profundo. De repente me sentía relajado y más tranquilo.
Seguimos con nuestro paseo nocturno por las calles de Port Angeles, la oscuridad de la noche ya nos rodeaba con bastante fuerza y noté que la mujer que caminaba delante de mí se sentía más tranquila, pero aun así se estremecía. La miré con detalle, y me di cuenta que su ropa era bastante ligera para el repentino clima que estaba sobre nosotros.
Un par de sonidos me alertaron de nuevo, un par de los hombres de hace rato volvieron a aparecer por otra calle, posándose de nuevo cerca de ella. Mis sentidos se agudizaron listos para actuar, y al parecer los de ella también, su cuerpo se tensó, caminó más rápido y apretó las bolsas a su cuerpo. Sus piernas se seguían moviendo constantemente, y de vez en cuando miraba sobre el hombro, lo único malo fue que giró en un callejón bastante apretado, que la dejó de nuevo bastante lejos de las calles principales. Coloqué mis manos hacia ella, concentrándome en crearle una barrera con niebla, para asustarla un poco, bueno, más de lo que supongo que ya se sentía, pero era mi único recurso para regresarla a una calle más segura.
Pero no funcionó, otros hombres aparecieron por una esquina frente a ella.
Mierda.
La habían estado conduciendo todo este tiempo. La llevaron justo a donde ellos querían, y yo fallé tratando de guiarla.
—¡Ahí está! —uno de ellos gritó, los demás le festejaron aplaudiéndole el logro de llevarla hasta ellos. Sentí mis colmillos amenazando con salir, necesitaba lavar mi culpa.
—¡Sí! —otro gritó—. Apenas nos hemos desviado.
Ella trató de parecer inmune a sus palabras, pero en su intento de escapar, solo logró acercarse más los que habían aparecido de repente.
—Apártese de mí —trató de hablar. Su voz no se parecía en nada a cuando la conocí en la tienda, ahora salía débil, casi en súplica.
—No seas así, ricura —le respondió. Los demás rieron por la supuesta broma de su amigo, pero ella escondió una arcada.
Mis pies estaban fijos en el suelo, mi cuerpo temblaba, pero no lograba hacer que respondiera a mis órdenes. Era tan fácil ir y sacarla de ese problema pero yo estaba clavado en mi lugar. Ella trató de lucir recta y fuerte, pero se notaba el miedo que sentía.
—¡No se acerquen! —gritó y lloriqueo a la vez. Ninguno le respondió, hasta que uno de ellos estiró su brazo y la tomó del cabello. Ella brincó por la sorpresa y su pose de luchadora se fue, su cuerpo cayó al piso haciendo un fuerte sonido. No era nada difícil adivinar lo que ellos querían hacerle.
—¡No! —uno se sentó sobre ella, aprisionándola con sus piernas — ¡Déjenme!¡No me toques!
Una manó se estampó en la piel blanca de su rostro. Su rostro se contrajo por el dolor y su mejilla cambio de color hasta ponerse roja. Mi cuerpo se sacudió junto con ella, sintiendo su dolor también.
—¡Cállate perra! —uno de ellos dijo furioso por la repentina valentía de ella. —Ya verás que te va gustar.
Se inclinó frente a su rostro y puso sus asquerosos labios sobre de ella.
Mátalos
Una voz en mi cabeza me ordenó y yo estaba feliz de obedecer a eso.
Mi cuerpo se agazapó mientras soltaba un gruñido, No estaba dispuesto a dejar que ninguno de ellos cumpliera sus asquerosos deseos con ella. Me acerqué lo más rápido que pude al grupo de hombres que la mantenían sometida en el suelo.
—Te dijo que la dejaras —hablé lo más fuerte que pude, aun tratando de controlar mis ganas de cortarles el cuello a todo ellos. Si cooperaban, quizás tendría piedad de ellos. Quizás.
—¡Oye amigo! —uno de ellos me gritó. —Nosotros la conseguimos primero.
Ellos se volvieron a reír, y pusieron de nuevo su "atención" sobre ella. Escuché la lucha que ella tenía con su cuerpo para controlar los sollozos que la sacudían, ya consiente de lo que sería su final si no lograba conseguir ayuda. Pero, para su suerte, buena o mala, tenía a un vampiro listo para matarlos a todos.
—¡Suéltala! —gruñí y me lancé por el hombre que estaba sobre ella. La fuerza de mi cuerpo chocando con el suyo y cayendo ambos en la fría acera, hizo que el hombre quedara inconsciente bastante rápido para mi gusto, pero no me dejaron saborearme, pues el resto de sus secuaces se vinieron sobre mí para tratar de golpearme. Esquivar sus patadas y golpes me resultó demasiado fácil, aunque uno que otro se resistía y aprovechaba para sacar todas las emociones negativas antes de dejarlo noqueado.
Me detuve cuando miré a mí alrededor y me aseguré de ver a todos en el suelo. Sonreí, ahora me voy a asegurar de levantar a la única persona que en verdad vale la pena.
Sus temblores hacían que su cuerpo hiciera un extraño sonido, y verla ahí, indefensa, con las manos en el rostro, en la espera de un final. Me molesté. ¿Por qué se rendía tan fácil? ¿Dónde había quedado su repentino ataque de valentía? ¿Por qué, si le dije que tuviera cuidado, no me escuchó?
—Acaso ¿no te dije que no anduvieras sola? —dije tratando de sonar tranquilo. No me respondió, ni siquiera se movió. Me arrodille a su lado, estiré mis manos hacia ella, indeciso sobre como tocarla sin asustarla, quería que abriera sus ojos y que viera que estaba a salvo. Finalmente me decidí a colocar mis manos sobre las suyas, ante mi toque se relajó, pero aún estaba insegura si mirar o no. Hice un poco de fuerza para mover las manos de su rostro. —Ya puedes levantarte.
Nuestras manos se alejaron de su rostro y sus ojos me miraron. Le regrese la mirada dándole un pequeño asentimiento, con cuidado se trató de enderezar, pero su cuerpo aún estaba débil y la regresó a su posición en el suelo. Coloqué mi mano libre en su espalda mientras le daba un suave tirón para que se sentara.
—Tranquila, estas a salvo— le dije cuando noté que sus ojos miraban con desesperación a su alrededor. Al verlos a todos tirados pareció relajarse, pero luego se volvió a tensar y me miró. —No están muertos —le respondí, —aun.
No me respondió.
—El dolor los va a mantener en el suelo unos instantes —le aseguré. —Pero, pueden volver a levantarse e ir a por ti.
Mi mano en su espalda se deslizó hasta su cintura, mientras me levantaba, tiré de ella para ponerla de pie junto a mí. Le dina una mirada detallando su cuerpo en busca de alguna herida, pero fuera de los moretones en su piel, parecía no tener nada profundo aun. Sonreí satisfecho.
—¿Qué no te habías ido? —su pregunta hizo que la sonrisa se me borrara.
—¿Esa es tu manera de agradecerme? —le pregunté levantando una ceja. Vaya modales.
—Gracias —su voz salía ronca. —¿Cómo supiste dónde estaba?¿Me estabas siguiendo?¿Me vas a dar el libro?
No pude evitar reírme de su repentino ataque de preguntas.
—Además de hermosa, eres curiosa.
¿Por qué dije eso? Bueno, siendo honesto, no era una mentira, si es hermosa y muy preguntona.
El aire frio de la noche volvió a golpear nuestros cuerpos, ella se estremeció de nuevo, pero a mí me llegó un aroma muy dulce y frio. Levanté la mirada hacia el frente, buscando con mis ojos alguna señal de que ese alguien estuviera cerca, pero no había nadie. Un leve sonido de un motor andando por alguna calle sola llamó mi atención, el sonido se hacía cada vez más fuerte, lo que indicaba que se acercaba a nosotros.
Ella trató de girarse para mirar lo mismo que yo, pero debía asegurarme que estuviera bien antes de poder irme, si me quedaba iba a provocar un enfrentamiento innecesario con un vampiro frio.
Giré el delicado cuerpo para que quedara de nuevo frente a mí.
—Debo irme —murmuré algo agitado. —Por favor, ten cuidado.
Mi voz salió como una súplica. Estaba seguro que esta mujer era un imán para los problemas. —Cuando te vuelva a ver quiero que sea porque tú deseas verme, no porque tu vida depende de eso.
Algo dentro de mí anhelaba volverla a ver, pero no en ninguna situación que pusiera su vida en peligro, bueno, más de lo que significaba convivir con un vampiro. Alcé mi mano a su rostro y con cuidado cerré sus ojos.
Me alejé lo más rápido que pude, para alcanzar a esconderme. No quería dejarla sola aun, quería estar seguro que estuviera bien, pero debía evitar que el frio me viera junto a ella, eso solo lo motivaría a hacerle daño pensando que va a causar un efecto en mí. Me escondí sin perderla de vista, mi ropa negra se perdía en la obscuridad de la noche y evitaba que me notaran fácilmente.
El motor del auto aun se escuchaba lejos, pero sabía que ya no tardaría más que un par de minutos a lo mucho, esperaba que ella resistiera más que eso. Los cuerpos a su alrededor comenzaron a lanzar maldiciones y quejidos de dolor, avisando que los atacantes ya estaban recuperando la conciencia.
—¡Miren quien sigue aun aquí! —noté que uno de ellos se ponía de pie mientras hablaba. Ella dio un par de vueltas mientras veían como todos se levantaban y volvían a mirarla, lista para atacarla de nuevo. Me preparé listo para saltar de nuevo para volver a derrumbar a los tipos, de reojo miré al auto dar vuelta en la esquina. Sentí la adrenalina subirme por todo el cuerpo y presentía que se iba a armar un problema grande, pero mi prioridad ahorita era ella.
Uno de los hombres dio un paso hacia ella, yo también di un paso al frente, pero nuestra sorpresa fue cuando ella actuó por impulso colocándose en el medio de la calle justo al frente del automóvil que alcanzó a frenar justo a tiempo. La puerta del copiloto se abrió
—Entra —ordenó una voz cuando se abrió la puerta del copiloto, ella obedeció y el auto arrancó a toda velocidad. Salí de mi escondite siguiéndolos con la mirada. ¿Debía seguirlos? ¿Debía asegurarme que estuviera bien?
—Esa perra se salvó —una voz a mis espaldas llamó mi atención. Quizás si debía seguirla, pero cuando terminara de cenar.
—Ella se salvó pero ustedes no —dije girándome.
Chapter 8: So frustrated
Chapter Text
(Damon POV)
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—Ella se salvó pero ustedes no —dije girándome para hacerles frente.
—¡¿Qué demonios?! —uno de los hombres habló mientras me miraba o por lo menos intentaba fijar su vista en mí. Todos tenían unas caras de confusión y dolor por los golpes que les había dado hace rato. Bien, vamos por buen camino.
—Demonios los que vas a conocer cuando te mande al infierno —gruñí ferozmente. Todos dieron un pequeño salto hacia atrás, después soltaron un par de risas.
—¡Wow! —dijo uno dando pasos tambaleantes hacia mí. —¿Por qué no dejas de jugar al súper héroe y te metes en tus asuntos.
Lo miré. El imbécil tenía razón, yo debía estarme encargando de mis asuntos, había muchas cosas que hacer en Mystic y el camino era demasiado largo hasta allá.
—¿Sabes qué? Tienen razón —dije tranquilo. —Tengo asuntos de los cuales ocuparme.
Ellos se rieron y asintieron felices de haberse salvado. Me encogí de hombros mientras caminaba tranquilamente hacia el lado contrario de donde ellos se encontraban.
—¡Vámonos! ¡Vamos al bar por mi casa! ¡Sí, ahí hay zorras buenas! ¡Quiero follarme a una!
Mis silenciosos y lentos pasos se perdían entre sus ruidosas voces, todos hablaban a la vez, pero sus palabras quedaron registradas en mi cerebro, causándome más asco del que ya sentía por ellos.
Mis pasos se detuvieron en seco. Tome una fuerte respiración, me giré y me lancé a uno de ellos tirándolo al asfalto frio, me coloqué en la misma posición en la que ellos tenían a la mujer de ojos chocolates. El rostro del hombre fue casi poético, la sorpresa, el miedo, el horror y la angustia aparecieron como flashes en sus expresiones, lástima que no era tan benevolente como para dejar que las expresara con su propia voz.
Mis manos se colocaron a cada lado de su rostro, y con un solo movimiento separé su cabeza del resto de su cuerpo, su sangre salpicó mi rostro y mi ropa, pero no me pareció nada atrayente, al contrario, me produjo un par de arcadas.
—Hermano —uno de ellos suplicó —No…. No… nos hagas… daño.
—Dijiste… dijiste que… ya te ibas —otro de ellos lloriqueo.
Me levanté, lancé, lejos de mí, al cuerpo sin vida del hombre sin cabeza. Camine lentamente hacia ellos, cada paso que daba hacia ellos aumentaba la adrenalina corriendo por mis venas, tenía bastante tiempo sin una cacería sangrienta como la que pensaba darles a estos tipos.
—Cierto —dije apremiando su buena memoria a pesar de lo ebrios que estaban, bueno, creo que el susto hizo que el alcohol se evaporara de sus venas. —Dije que iba a meterme en mis asuntos.
Todos asintieron dándome la razón. Les sonreí con la mejor expresión inocente que pude. Ellos se rieron relajados, sintiendo la vida entre sus dedos. Yo por mi parte, sentí las venas llenándose de sangre mientras brotaban alrededor de mis ojos y también sentí el dolor en mi boca que me avisaba que mis colmillos crecían y se volvían filosos.
—Resulta que la castaña de hace unos minutos —mi voz grave causó que mis próximas victimas dieran un salto atrás. —Es mi asunto.
Me lancé por cada uno de ellos, asegurándome que sintieran el peor dolor de sus vidas, quería que me rogaran por sus vidas. Quería que sus asquerosas bocas me suplicaran que los enviara al infierno.
Y ellos cumplieron mis deseos. Mis gruñidos eran ahogados por los gritos y gemidos de dolor, esos hombres soltaban sollozos y suplicas entrecortadas, pero nada de eso causó emoción alguna en mí. Me dedicaba a proyectar todo mi coraje en ellos, sin piedad. Unos minutos después, tenía varias partes humanas esparcidas a mí alrededor, el olor a sangre era demasiado penetrante, atrayente para cualquiera de mi especie, pero a mí me resultaba asqueroso.
Me puse de pie sacudiendo el polvo de mi ropa, la sangre pegada iba a ser imposible de sacar. Qué asco, al menos voy a poder justificar porque de repente llegue a casa con ropa nueva, lo más seguro es que Stefan me reclame si la ve. Lo bueno que fui inteligente y lancé mi chaqueta lejos, esa si me dolería perderla, es mi favorita.
Aclaré mi garganta mientras movía mis pies para caminar por la oscura y solitaria calle. Anduve en el mismo sentido en que el que el automóvil con las dos personas que me interesaban, debía asegurarme que la castaña de hace un rato estuviera bien. Mientras vagaba cerca del puerto, agudicé mis oídos en busca de alguna señal de la policía o de los servicios de emergencia que me indicara que ya habían encontrado mi obra de arte. Decidí que si me convertía en cuervo, analizar la zona me tomaría menos tiempo que en mi forma humana, después de unos minutos me di a mí mismo la razón.
—¡Jess, Angela! —a mis oídos llegó la voz de la joven. Mis piernas se movieron automáticamente en la dirección que provenía.
—¿Es la voz de Bella? —una voz calmada preguntó.
—Creo que sí —una voz nasal respondió.
Llegué justo a tiempo para ver a dos mujeres girarse para encontrar a la persona que me ha tenido loco toda la noche, acompañada de lo que aparentaba ser un adolescente de su edad, pero su aroma a hielo, sus rasgos de cazador y la falta de latido en su corazón, lo delataban como el frio que anteriormente había llegado por ella en su automóvil.
—¡Bella! —una de ellas se acercó a ellos.—¿Qué te pasó? ¿Estás bien? —la miraba mientras su boca soltaba montones de preguntas.
—¿Dónde has estado? —la otra se unió a las preguntas, pero su tono de voz era poco amigable.
—Me perdí, y luego me encontré con Edward —la castaña, respondió.
Bien, ya tengo dos nombres. La enigmática joven que parece no apreciar su vida, se llama Bella, y el vampiro frio con cara de dolor que se parece a mi hermano, se llama Edward. ¿Qué tan anciano estará?
—¿Les importa que lleve a Bella a casa esta noche? Así no tendrán que esperar mientras cena.
La voz dulce del hombre, Edward, me sacó de mis pensamientos.
—Supongo que… no hay… problema —la voz nasal le respondió.
—De acuerdo —la voz amigable volvió a responder. —Nos vemos mañana, Bella, Edward.
Las dos amigas caminaron a un auto, a la vez que la pareja se daba vuelta e ingresaba al restaurante para pedir una mesa. Me acerqué un poco más, posándome sobre el techo del automóvil que estaba al frente.
—¿Crees que esté bien? —la amiga buena preguntó. Era una joven sencilla y simple, su ropa causal pero no llamativa, su cabello negro atado en una coleta y unos lentes de aumento que adornaban su rostro.
—¿Junto a Edward? ¿Quién no lo estaría? —la voz nasal respondió. Me di cuenta que la otra mujer, era muy diferente a la primera. Se parecía a Caroline, era como de ese estilo, solo que no era totalmente rubia.
Me estremecí, supongo que, esta ciudad no es tan diferente a Mystic.
—Vámonos a casa —dijo la de los lentes. —Forks aún está muy lejos de aquí.
La otra respondió arrancando el motor y preparándose para partir. La amiga buena miró por la ventana, curiosamente mirándome cuando pasaron al lado del auto en el que yo estaba, sus ojos me dan una mirada de sorpresa y luego una mirada de sospecha.
¿Qué me ve?
No me moví hasta que el auto desapareció por la calle. Volé hasta una de las ventanas para poder escuchar más. Encontré el lugar perfecto que me daba una vista directa a la mesa donde estaban ellos.
—Vaya, me la he dejado en el coche de Jessica. —Bella habló con voz pensativa. Su acompañante se quitó con elegancia la cazadora que traía y se la pasó. Ella aceptó encantada.
Sentí que mi boca trataba de sonreír de una manera no muy feliz, pero me limité a observar como ella se inclinaba para aspirar el aroma de la prenda.
—Tu piel tiene un aspecto encantador con ese color azul —la voz excesivamente encantadora del vampiro me produjo una arcada. Si, el azul de su blusa que ahora estaba debajo de la cazadora. Que pervertido, ni yo me atrevía a tanto. Pero debo admitir que el azul si le quedaba encantador a su tono de piel.
Hablando sobre ciertas nauseas que amenazaban mi estómago, recordé mi ropa. Debía conseguir ropa que no esté cubierta de sangre. Miré de nuevo al frente, topándome con la escena de dos jóvenes aparentemente enamorados en una cita romántica. Rodeé los ojos. Si en verdad supiera ella la verdad, estoy seguro que no lo estaría mirando con esos ojos tiernos.
Sacudí la cabeza y volví a salir volando al centro de la ciudad, sé que por la hora, la gran mayoría de tiendas estarían cerradas, pero no me va a impedir conseguir ropa nueva. Entré a un par de tiendas y me tomé mi tiempo para elegir lo que quería, deje unos billetes y las etiquetas en el mostrador y salí en busca de mi auto. Me tomo un poco de tiempo encontrarlo, no porque estuviera perdido, definitivamente recordaba el camino, pero después de la búsqueda y persecución de Bella, no presté mucha atención a las calles.
Coloqué la ropa en la parte trasera, después me ocuparía de quemarla. Conduje a la “escena de crimen” debía echar una leve mirada a ver como estaban evolucionando las cosas. Los cadáveres seguían donde mismo, al parecer nadie se ha dado cuenta aun. Bien, aun tenía tiempo. Recogí mi chaqueta y los libros que había dejado en mi escondite y conduje de regreso al restaurante donde la parejita feliz estaba. Pasé por la calle del frente justo para verlos subirse a un Volvo. Aparqué unos metros adelante.
Ellos pasaron a mi lado sin darse cuenta de mi presciencia. Encendí el auto de nuevo y conduje unos metros detrás por algún tiempo, hasta que giraron a la derecha en una intersección, yo frené de golpe mientras miraba los letreros. Ambos me hacían tomar la 101, pero, si giraba a la derecha, me llevaría hasta Bella, pero si giraba a la izquierda, me llevaba a Casa.
Golpeé el volante con frustración.
¿Qué estás haciendo Salvatore? Me pregunté buscando alguna respuesta en mi mente. Gruñí.
— ¿Qué carajos estás haciendo Salvatore? —me grité. En mi mente pasaron miles de imágenes de Mystic Falls, desde que nos mudamos cuando aún éramos niños, Katherine apareciendo en nuestras vidas, el ejército, las peleas con mi hermano, nuestras muertes, nuestra nueva vida y todo el dolor que he vivido para volver a casa. Elena apareció de repente en mi mente, la noche en que la conocí, su sonrisa, sus ojos molestos cubierta de lágrimas por lo que se ha convertido su vida desde que nos conoció. Pero, el rostro se distorsionó hasta convertirse en el rostro de Bella, sus ojos chocolates llenos de miedo y lágrimas, su boca sonriéndome en la biblioteca, sus labios sobre los míos…
—Mierda —murmuré. —Mierda, mierda, mierda.
Aun gruñendo y soltando mil maldiciones, giré el volante. Estaba rogándome a mí mismo no arrepentirme de mi decisión.
—Si te arrepientes de esto —me amenacé, —nos pondré bajo el sol sin nuestro anillo.
Con mi pie, pisé el acelerador a fondo, cuadré mis hombres y coloqué ambas manos en el volante del coche, mis puños se apretaron con fuerza alrededor del plástico, mis ojos se posaron en la oscura autopista. Me mantuve todo el camino moviéndome estrictamente lo necesario, sentía que cualquier movimiento que mi cuerpo realizará, me iba a llevar a una muerte segura.
Tal vez eso sea lo que necesito. Ya he vivido muchos años, he pasado por muchísimas cosas a través de mis dos vidas, alguien de mi edad no debería estar pasando por esto, tanto estrés, el dolor, las amenazas, los enemigos que yo no me he buscado, las estacas que me han tratado de poner en el corazón, ¿eso es vivir?
Solté una carcajada. Hoy ando muy melodramático, quizás es el ambiente, el clima, o la sangré seca que hay en una bolsa en la parte de atrás. Sí, definitivamente ese aroma ya me estaba haciendo daño. Nunca me he arrepentido de la vida que he llevado a través de los años, y hoy no iba a ser la excepción. Mi vida está llena de buenos momentos y sé que mi hermano me envidia por eso, digo ¿Quién no? Quizás si he tomado muchas vidas en mis manos, pero siempre va a ser un mal necesario, en este mundo, debes estar tu primero, antes de los demás.
El auto que iba delante me obligó a disminuir la velocidad, miré a mi alrededor sorprendido por encontrarme repentinamente rodeado del inicio de un poblado. Busqué desesperadamente un letrero, un anuncio, algún humano, algo que me dijera donde me encontraba.
“Bienvenidos a Forks”
Bueno, oficialmente estoy perdido.
No conduje por mucho tiempo, ¿o sí? No, fueron apenas 30 minutos, me supongo que el lugar no es muy lejos de Port Angeles.
Fijé mi atención en el coche que iba siguiendo, el llamativo pero a la vez discreto volvo parecía muy familiarizado con las calles en las que circulaba. Mantuve una distancia segura, no quería que me notaran, al menos no aun, pero si estaba lo suficientemente cerca como para notar que ambos ocupantes mantenían una conversación tranquila.
Sonreí satisfecho.
El automóvil plateado se detuvo frente a una casa, parecía muy similar al resto de las viviendas del pueblo. Las luces encendidas indicaban que alguien estaba en casa, una patrulla y una vieja camioneta estaban estacionadas afuera en la calle.
— ¿Vas a prometerme algo? —la misma voz empalagosa sonó con claridad mientras la puerta del copiloto se abría.
—Si —la voz de Bella sonó clara y refrescante.
—No vayas sola al bosque —le advirtieron.
—¿Por qué? —preguntó ella confundida.
—No soy la criatura más peligrosa que ronda por ahí afuera.
Si tan solo él supiera, me dije a mi mismo. La joven descendió del automóvil y se adentró en la casa. Bueno, supongo que mi misión ha terminado, ella está a salvo ahora. Tomé el volante para girar por donde vine, pero el motor del volvo sonó cuando se encendió y las ruedas derraparon levemente en el asfalto.
—Se me debe quitar lo curioso —murmuré molesto mientras arrancaba el motor de mi automóvil. —Nunca es bueno husmear, Salvatore.
Sacudí mi cabeza y avancé de nuevo detrás del coche plateado que circulaba las calles a gran velocidad. En minutos salimos por una calle lo bastante ancha como para ser una avenida, pero lo que la hacía diferente, era que este camino conducía cada vez más profundo en el bosque. Unos minutos más tarde, unas luces aparecieron en mi campo de visión, una hermosa casa, bastante moderna y nada parecida al resto del pueblo, sobresaltaba del resto del bosque oscuro.
El volvo plateado giró con gracia y se aparcó afuera de la entrada de la casa, pero después pareció arrepentirse y se dirigió al garaje. Detuve mi auto unos metros atrás, pero tratando de no perderme nada de vista, pero tratando de que tampoco me noten. La verdad, me sorprende que no me hayan notado, o soy muy listo escondiéndome, o ellos son muy estúpidos.
El sonido del otro motor apagándose, una puerta abriéndose, alguien bajando del auto, la puerta cerrándose y finalmente unos pasos subiendo por una escalera, pareciera que la persona dueña de esos pasos, trataba de retrasar todo lo posible el tiempo que tardaba en subir la escalera, pero evidentemente llego a su destino.
Alguien corrió demasiado rápido, pero no estaba seguro de a donde se movió.
—Te vamos a ayudar —una voz chillona fue el recibimiento. —No importa lo que decidas.
—Lo siento —respondió el que sonaba similar a la persona que tengo identificada como Edward.
—También lo siento —la voz desconocida sonaba muy arrepentida. —Debí poner más atención, estuvo cerca.
—Demasiado cerca —Edward gruñó, pero después soltó un suspiro.
—Te están esperando —la voz chillona sonó muy baja.
—Sí, —respondió él. —Puedo escuchar lo fuerte que piensa Rosalie.
Un momento… ¿A qué se refiere con “lo que piensa”? ¿De qué están hablando? Escuché de nuevo los pasos arrastrados de Edward, y unos más ligeros detrás de él, unos segundos después se volvieron a detener.
—Lo siento, Rosalie —Edward le respondió a alguien, pero, a excepción de él, nadie había hablado. Aun tenía un par de dudas, por ejemplo ¿quién es Rosalie? ¿Y cómo es posible que Edward responda a preguntas no hechas?
—Lo siento —Edward habló de nuevo. Fulminé la casa con la mirada, no me gustaba saber las cosas a medias.
—No —repitió. —Yo no le dije.
— ¿Entonces? —Otra voz, un poco más gruesa preguntó.
—Bella es amiga del tataranieto de Efrain Black —Edward respondió. Ok, ya tengo otro nombre en mi lista, pero sigo sin saber de qué hablan y mi paciencia no da para más. —No creo que los lobos nos den problemas, a ellos tampoco les conviene que sepan de su existencia.
¿Lobos? ¿Aquí también hay lobos?
—Ese tema es para después —otra voz, casi empalagosa interrumpió la extraña conversación.
—¿Qué planeas hacer Edward? —le preguntó una nueva voz de un hombre, en un tono bastante calmado y pacífico. —Alice nos contó lo que pasó con Bella.
Bueno una nueva pista, hablaban de Bella, eso ya lo tenía claro, pero creo saber hacia dónde se dirige la conversación, me voy a quedar un poco más a escuchar, necesito saber si yo también estoy a salvo, aunque no les tengo miedo, ni es como si pudieran hacerme daño, pero no quiero añadir otro problema a mi lista.
—Casi pasó —volvió a gruñir el niño bonito, a.k.a Edward.
—Bueno, casi pasó —la voz sin nombre le hablaba conciliadoramente.
—Tengo un dilema, Carlisle —. Gracias a que Edward pareció comenzar a hablar sin filtro alguno, ya tengo un nuevo nombre a la lista de voces.—Tengo ganas, muchas… de matarlos, muchísimas ganas, pero, sé que es incorrecto, porque sería venganza y no justicia.
Sus palabras me pusieron a pensar, lo que yo había hecho él lo consideraba venganza, porque los maté por lo que pudieron haberle hecho a ella, solo por eso. Ellos se merecían todo ese dolor por el simple hecho de que pensaron en lastimarla, pero, si yo no hubiera intervenido, ellos iban a hacer algo muy cruel. Así que yo lo considero justica, tomada por mi propia mano, sí, pero al final era justica.
—Aun así, ¡No puede ser justo dejar a un grupo de violadores y asesinos ande por las calles de Port Angeles!
—Edward tiene razón —una nueva voz de mujer llegó a mis oídos. Ugh, sonaba como Caroline. Debe ser también rubia.
—¡¿Qué?! —varias voces preguntaron a la vez.
—Bella no es de mi agrado, eso no es secreto —la misma voz respondió. —Pero no podemos dejar que alguien más tome el lugar de ella. Esas otras mujeres en Port Angeles… no está bien que tengan a esos… animales…. acechándolas.
—¿Qué propones? —la voz del que se hacía llamar Carlisle volvió a escucharse.
—Cortarles sus partes preciadas y hacer que se las coman, luego podemos matarlos y dejarlos afuera de la comisaria en pedazos.
Un silencio total rodeo la casa, incluso los ruidos del bosque pararon. Si soy honesto, la mujer no había sido de mi agrado por haber dicho que odiaba a Bella, pero, debo admitir que su manera de pensar me agrada bastante y eso la hace tolerable.
—Si, lo siento Rosalie —Edward habló calmadamente. ¿Me había perdido de algo en la conversación? —Pero me agrada tu idea.
—A mí no me agrada la idea de disponer de sus vidas —la voz de Carlisle sonaba ahora preocupada. Vaya que es bueno para quitarle la emoción a las cosas.—Pero, si podemos evitar que sigan lastimando personas.
Pues, creo que yo ya les gané.
—Vayamos a Port Angeles, capturemos a los hombres y los dejamos en la comisaria con la evidencia necesaria.
Miré hacia la casa con la boca abierta. No podía creer que la voz de ese hombre sonara tan llena de autoridad, humanidad, y, y… no estoy seguro de que otra cosa era. Casi me recordó a mi hermano, aunque Carlisle parecía decirlo más convencido por sus principios y no por autocompasión.
—Podemos encargarnos de eso —la voz chillona de Alice tenía un timbre ahora animado. Ese nombre me resultaba familiar, pero no estaba seguro de donde lo había escuchado.
—Bueno, andando —las palabras de Carlisle causaron un efecto en todos. Automáticamente se escuchó bastante movimiento en el interior de la casa, el sonido de pasos contra el suelo se fue haciendo tenue, dándome a entender que se internaron aún más en la casa, otros sonaron más claros y fueron seguidos de la crujiente madera de unas puertas que parecieron abrirse, y el sonido de dos autos encendiéndose en el interior del garaje. El primer auto, el volvo plateado que he estado siguiendo por horas, con Edward al volante. El otro auto, un Jeep negro último modelo, siendo conducido por un frio de cuerpo muy musculoso, a su lado, una rubia, la que sería considerada como la típica Barbie. Sin duda, era más llamativa que Caroline.
Por la puerta principal de la casa, salieron un hombre rubio y una mujer de cabello negro pero de rostro amable, por la apariencia del hombre, estaba muy seguro de que se trataba de Carlisle, su voz parecía concordar con su rostro. Ambos se subieron a la parte trasera del Jeep.
Detrás, una mujer pequeña con cabellos negros y muy cortos acompañada de un hombre rubio y con postura rígida. Él se entretuvo un poco con la puerta, supongo que asegurándose de cerrarla, ella bajó con gracia los escalones y se acercó al volvo, antes de subirse, su rostro se giró en dirección a donde yo me encontraba oculto en la oscuridad.
¿Me notó? ¿Está mirándome? ¿A mí?
Sí, si me está mirando a mí, sus ojos dorados entrecerrados son demasiado evidentes de que si me ve a mí. Mierda, mierda, mierda. Se supone que estoy escondido, se supone que no me deben de ver porque si me ven, esto puede acabar muy mal.
A ver, Damon, actúa natural, agaché la mirada haciendo que estaba buscando algo en la guantera, muy bien, aquí no pasa nada, solo soy alguien normal, perdido en el bosque, que busca algo en su auto. Pues sí, Salvatore, pero lo ideal es que no estemos aquí, vigilando la casa y escuchando conversaciones ajenas de un grupo de vampiros fríos.
Por el rabillo del ojo, un movimiento al frente de la casa volvió a picar mi curiosidad. Levanté lentamente la mirada, tratando de que pareciera pura casualidad.
Un movimiento al frente volvió a picar mi curiosidad, levanté la mirada tratando de que pareciera casualidad, y me encontré que cerca de la mujer pequeña, se había parado un hombre rubio. Se miraron entre ellos, y la mujer apuntó con su mano hacia mi auto, el hombre miró en la misma dirección encontrándose con mi mirada.
¿Mayor Whitlock? ¿Ese es Jasper Whitlock?
Estaba seguro que su expresión era un reflejo de la mía, sus ojos dorados abiertos totalmente por la sorpresa y la confusión se debían sentir totalmente como los míos, con dolor por estarse casi saliéndose de su lugar.
Su acompañante le dio un ligero empujón, Jasper pareció darme un leve saludo con un movimiento de cabeza, pero, yo lo sentí como si me hiciera saber que estaba siendo notado. La pareja se tomó de la mano brevemente para luego subir al automóvil donde sólo estaba Edward detrás del volante. Los dos motores rugieron con fuerza y ambos automóviles se perdieron en el camino.
Solté la respiración de golpe.
Debo irme de aquí, ahora.
Encendí el motor y me giré para recorrer el mismo camino por donde llegue, pero esta vez tratando de alejarme de esta casa. Mi pie pisaba el acelerador a fondo, podía notar los nudillos apretados y rojos alrededor del volante que se movía ocasionalmente para rodear uno que otro obstáculo del camino.
En menos de 10 minutos estuve de nuevo en la entrada del pueblo de mis tragedias. Forks de noche era bastante calmado y estoy seguro que de día era igual. Lo más emocionante que estas personas deben tener en sus vidas, es un grupo de 7 vampiros acechándolos.
Detuve mi auto en el borde que dividía el pueblo del gran bosque que lo rodeaba. Coloqué mis manos en mi rostro tallándolo con bastante fuerza.
—¿En qué te metiste Salvatore? —gruñí, pero no me pude responder. No sabía cómo acabaría esto, no entendía porque estaba pasando por esto, ya tenía lo que quería, debí irme en cuanto lo tuve en mis manos. Miré el asiento del copiloto, ahí debajo de mi chaqueta negra, estaban las bolsas con los libros que compre en Port Angeles.
La lluvia comenzó a golpear los cristales de mi auto, el sonido de cada gota cayendo, era como si me clavaran una daga en el cuerpo.
—Quizás si… le devuelvo los libros de ella, me aseguro de que esté bien… Después de eso puedo volver tranquilo a enfrentarme con los problemas en Mystic. Sí, debe ser eso lo que me preocupa.
Abrí la puerta, tomé las bolsas de libros y bajé del auto. Caminé hasta la carretera por la que había seguido al Frio y corrí para adentrarme en el pueblo, no me tomó más de 5 minutos llegar hasta la casa de Bella. En el frente de la casa, se notaba una leve luz que salía por una de las ventanas, me asomé con cuidado, un hombre sentado en el sofá de espaldas a mí, pero de frente al televisor encendido en el cual se veía un partido, se veía bastante interesado y sin notar a su alrededor. Sabía que era muy probable que la puerta estuviera cerrada con seguro y aunque podía hipnotizar al hombre para que me dejara entrar, me parecía tedioso hacer todo eso solo para dejar un par de bolsas en el interior. Decidí que podía ver si había alguna entrada en la parte de atrás.
Le di una mirada a la casa mientras la rodeaba, era bastante similar a las demás, una típica casa de Forks. Sonreí satisfecho al ver la puerta trasera, aunque mi sonrisa se borró cuando noté que estaba cerrada con seguro. ¿De verdad les preocupa que alguien entre sin permiso a su casa? Digo, cualquier cosa sobrenatural lo puede hacer, pero me refiero a algún humano.
Miré el árbol que estaba junto a mí, su tronco era lo suficientemente fuerte y una de sus ramas chocaba contra los muros de arriba de la casa. La sonrisa regreso a mis labios al ver la rama gruesa que pasaba al borde de una ventana. Con facilidad trepé y me coloque al frente del cristal. La habitación que mis ojos notaron fue totalmente diferente a lo que esperaba.
Una cama estaba en el medio de la habitación, cubierta de telas moradas que complementaban los demás adornos de la habitación, cerca de la ventana en la que yo me encontraba, una cómoda de cajones, sobre ella estaban unos marcos con lo que quería imaginar eran fotografías. Del otro lado, un escritorio con una laptop, varios cuadernos y libros esparcidos encima, y con una silla de madera del mismo color del mueble. Frente a la cama había un par de puertas, al parecer era un especie de ropero o closet. Después seguía un librero enorme repleto de libros que me parecían interesantes. Y finalmente, justo frente a la ventana, estaba la puerta para entrar.
Pero, la habitación estaba vacía.
Agudicé mis oídos en busca de la mujer castaña, el chorro del agua corriendo en algún lugar de la casa, llamó mi atención. Supuse que se encontraba en el baño.
—Bueno, a lo que vinimos.
Abrí con cuidado el cristal de la ventana, estiré mi cuerpo lo más que mis piernas me permitieron, necesitaba estar seguro de hasta dónde podía llegar.
Extendí mi brazo hacia el interior de la habitación, mis dedos cruzaron el marco de la ventana, siguieron adelante un poco más y por un segundo creí que podría entrar completamente a la habitación con toda la libertad del mundo.
—Ahí estas —murmuré cuando sentí mi mano chocar contra la fría pared invisible. Me dejaba entrar lo suficiente como para dejar caer las bolsas al suelo de la habitación.
Solté un leve suspiro. Repetí el proceso, estiré mi cuerpo, mi mano con las bolsas y las dejé caer dentro de la habitación, hicieron un sonido seco, pero no muy llamativo. Puse atención al interior de la casa, pero pareció que nadie se dio cuenta. Mis labios se levantaron en una mueca parecida a una sonrisa. Miré la puerta de la habitación con la esperanza de que alguien, o más bien ella se asomara, pero por supuesto que nada pasó.
—Hora de volver a casa.
Chapter 9: Out of Context
Chapter Text
(Damon POV)
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Estoy dentro de mi auto, bajo la lluvia y en algún lugar del bosque. Sé que estoy cerca del océano, puedo escucharlo a lo lejos. A mi alrededor solo hay árboles, animales y humedad, todos perdidos entre la oscuridad.
Abrí la puerta con desesperación, de repente sentía como si el oxígeno en el auto fue sustituido por dióxido de carbono o algo similar. Sabía con seguridad que no me podía morir por no respirar, pero aun así, me resultaba muy sofocante. Lanzando miles de maldiciones, baje de mi auto y di un portazo.
—Estoy en quién sabe dónde, todo mojado, mi auto está atascado, debo volver a casa de alguna manera y… ¿estoy pensando en ella? ¡Maldición Salvatore! ¡¿Qué carajos?!
Tironeé con mis manos, mi cabello y froté mi rostro para poderme despejar un poco. Quizás solo es la sugestión de estar aquí. Tomé una profunda respiración y dejé que mi cuerpo se moviera, quería despejarme un poco para regresar a casa y enfrentarme con mi mundo.
Mis pasos se detuvieron al ver un tenue destello de luz frente a mí. Sonreí, al notar la epifanía. Me sentí como en las películas o en los libros, donde el protagonista tiene ese momento, que era como si algo o alguien le diera una señal.
La curiosidad actuó sobre mi cuerpo y cuando reaccioné estuve frente al mejor espectáculo que la naturaleza te puede ofrecer.
Un claro cubierto de hierba húmeda por la reciente lluvia, adornado con una roca lo suficientemente grande como para que, quizás, unas cuatro personas se sentaran en ella. Había rocas más pequeñas que parecían colocadas minuciosamente como decoración del lugar. Mis pies se movieron hacia adelante con cierta precaución, el lugar estaba muy tranquilo, demasiado como para ser considerado normal, ¿quizás este lugar era usado como campamento?
Mis ojos viajaron por todos lados, buscando alguna señal que confirmara mis sospechas, agudicé mi olfato buscando algún aroma a humano o alguna otra criatura, pero todo lo que obtuve fue el olor a pinos, humedad y tierra.
Caminé un poco más, recorriendo el terreno, la punta de mis botas cubiertas de lodo, se toparon con el borde de un acantilado. Algunas rocas sueltas, al sentir mi peso sobre ellas, collerón al fondo, estiré mi cuello para ver dónde terminarían. Las furiosas olas del mar, se estrellaban contra las filosas rocas que estaban en el fondo. Definitivamente no me gustaría terminar ahí abajo. No me pasaría nada, pero no me gustaría que una de esas rocas se enterrara en mi cuerpo.
—Eres tú al que escuchaba hace rato —hablé mirando al mar agitado.
Me senté al borde del acantilado, con mis piernas colgando al vacío, mis ojos observando el paisaje oscuro frente a mí. Mi mano tomó una de las rocas que estaban cerca de mí. Mis labios embozaron una sonrisa.
—Daria lo que fuera por tener una botella aquí.
Tomé una respiración profunda, llenado mis pulmones del aire de aquí. En Mystic no tenemos estas vistas, mucho menos el aroma puro y fresco del bosque que se combinaba con el agua del océano del lado oeste del país. Llené de nuevo mis pulmones del aire, quería grabarme bien este aroma en mi memoria.
—Después de todo, no vas a volver. ¿O sí?
Sonreí mientras sacudía mis pantalones, di una última mirada al lugar y me volví para caminar de regreso a mi auto. Volví a meterme en el bosque, al mismo tiempo que mi cabeza se veía encerrada por los pensamientos.
La verdad que este pueblo y Mystic falls eran muy similares, dos lugares olvidados en una autopista desconocida del país. Ambos tenían un lúgubre bosque, una población pequeña, y muchas creaturas sobrenaturales rondando a su alrededor.
Por cierto, ¿mencioné que desde hace un par de minutos hay dos lobos flaqueando mis costados? ¿No lo mencioné? Qué curioso, estar en este lugar afecta mi cabeza, o ¿serán sus gruñidos los que no me dejan pensar con claridad?
—¿Puedo ayudarlos caballeros? —pregunté frenando en seco mis pasos. Escuché que las pesadas patas que daban pasos detrás de mí, detenían su caminar. Esperé escuchar algún ruido extra, alguna señal que me dijera lo que ellos buscaban de mí. Giré mi cuerpo para enfrentarlos, pero ellos solo estaban ahí, analizándome de pies a cabeza.
Di una leve vuelta para que tuvieran la oportunidad de verme mejor. A diferencia de los hombres lobos que yo conozco, ellos eran metamorfos, lo que significaba que yo era más peligroso para ellos, que ellos para mí, y estoy seguro que sus instintos se los decían. Dándose primero una mirada, uno de ellos avanzó un poco lejos para perderse detrás de los árboles, segundos después, caminando hacia mí, apareció un humano de piel morena, cuerpo musculoso y ojos negros y calculadores.
—Soy Sam —dijo estirando su mano hacia mí. Dudé un poco, pero estrié mi mano para que se encontrara con la suya.
—Damon —respondí.
—Iré al punto —dijo él, yo asentí. Ya no quería estar aquí más tiempo. —No estamos seguros de lo que eres, tampoco sabemos qué buscas aquí, pero no queremos problemas.
—Yo tampoco quiero problemas —mi voz sonó muy seria. —Ya tengo más de los que me gustaría.
—Bien —aceptó el hombre. —¿Puedo saber qué haces aquí?
Le di una mirada, se notaba que su pregunta era por curiosidad, no por protocolo o por saber si de verdad debía considerarme como amenaza.
—Vine a Port Angeles a visitar a mi abuela, pero los hospedajes allá son caros —me encogí de hombros. Su rostro brillaba de incredulidad, hizo una mueca pero no dijo nada más.
—Espero que tu abuela sepa cómo controlarte —levanté una ceja por sus palabras. —No lastimes a mi gente, ni a la gente del pueblo, y todo estará bien entre nosotros.
—Hecho —dije simplemente. —Ahora si me disculpan, debo irme.
Ninguno dijo nada más, solo nos dimos un pequeño asentimiento, el caminó hacia los suyos, y yo proseguí mi camino hasta mi auto. Por suerte la lluvia era solo una leve brisa a comparación de antes.
Me subí a mi auto. Busqué mi celular en el asiento de al lado, lo encendí para ver la hora.
3:57 AM
Vaya, era ¿Temprano? En Mystic debían ser cerca de las 7am, por lo que todos estarían preparándose para ir a la escuela, lo que me daba un poco de más tiempo antes de que volvieran a llenar mi buzón con preguntas. Aún tenía tiempo suficiente para dar otro vistazo a la casa de los fríos, tengo curiosidad por saber qué fue lo que encontraron en Port Angeles.
Miré el asiento trasero. No me pude contener y solté una carcajada.
—¿Eres tan cruel como para regresarme a ella? —pregunté entre risas. —¿Por qué? ¿Por qué ella?
Solté un gruñido lleno de frustración. Nunca me sentí mal por el destino que me tocó vivir, al contrario, supe disfrutarlo y viví unos muy buenos años, pero, ahora parecía estar en mi contra. Sentía que desde que volví a Mystic Falls, el destino me jugaba en contra.
—¿Por qué quieres que vuelva a verla? Sí, ya sé que soy un idiota, pero un pequeño favor no le hace mal a nadie.
Ahora me sentía como un niño pequeño haciendo una pataleta. Encendí el motor de mi automóvil y conduje de regreso al pueblo.
—¿De verdad eres tan bruto como para dejarle todos los libros a ella? Carajo Salvatore, ya lo tenías en las putas manos ¿Por qué eres tan imbécil?
Seguí quejándome durante todo el camino. Estacioné el auto en algún lugar en el bosque, pero lo suficientemente cerca de su casa. Bajé del auto y me apresuré a caminar hasta quedar frente al árbol que estaba justo detrás de la casa.
Solté la respiración, aliviado de lo que mis ojos vieron. Ahí, abandonado en el césped estaba el bendito libro que comenzó todo este desastre.
Caminé hasta él, me agaché y lo tomé en mis brazos. ¿Así se siente cargar a tu hijo por primera vez? Limpie la suciedad de la cubierta, estaba un poco húmedo, pero estaba seguro que la piel gruesa que lo recubría, no había permitido el paso a la humedad.
—Te juro que estoy a nada de besarte —murmuré aun acariciándolo.
El grito terrorífico proveniente del interior de la casa, rompió el emotivo momento. Por primera vez en los minutos que llevaba aquí, miré hacia arriba, la habitación estaba iluminada por una leve luz, podía escuchar los movimientos que hacía, pero nada me daba alguna pista de la razón por la que gritó. Tomé el libro y corrí a dejarlo al auto, en dos segundos estaba de regreso escalando por las ramas del árbol.
Miré por su ventana, estaba arrodillada en el medio de su habitación, su rostro estaba cubierto por sus manos y su cuerpo se sacudía en sollozos. A su alrededor tenía demasiadas hojas, cuadernos, lapiceras, ¿un mapa? Y por supuesto, los libros que le había traído hace un rato. Su llanto se hizo más evidente, sonaba como una mezcla de dolor y miedo que sacudía su cuerpo violentamente. Una de mis manos se estiró tratando de tocarla, pero la maldita pared invisible lo impidió.
—Carajo —sollozó. —¿En qué me he metido?
—En muchos problemas, si me preguntas.
Mi voz salió antes de que pudiera morderme la lengua. Su cuerpo dio un leve salto, sus sentidos se pusieron alertas, su enrojecido rostro se movió por todos lados buscando al intruso. Me quedé quieto, pero tratando de actuar lo más casual que mi cuerpo me lo permitía.
—¿Qué....? ¿Co…cómo? ¿Qué... Que estas? ¿Por… Porque? —balbuceo. Sonreí, sabía perfectamente que las palabras cortadas eran a causa de los temblores de su cuerpo, pero para mí eran la excusa perfecta.
—Te dejo sin habla —le hable aun con una sonrisa. —¿Verdad?
Rodó los ojos mientras hacía una mueca, casi me rio a carcajadas, casi.
—¿Qué estás haciendo aquí? —me preguntó, sus ojos enrojecidos por el llanto se vieron dominados por la curiosidad.
—No lo sé —dije soltando aire bruscamente, no mentía en eso, pero yo también quisiera saber la respuesta.
—¿Estás bien? —preguntó. Pude notar perfectamente la sangre acumularse en sus mejillas, me pareció tierno el gesto.
—Yo siempre estoy bien —respondí en doble sentido.
—No te creo.
—No me importa —me encogí de hombros. Que me creyera o no, era el último de mis problemas.
—¿Qué estás haciendo aquí? —preguntó de nuevo. Su mirada me analizaba, pero yo sentía como si, de alguna manera, me desnudara.
—No… estoy seguro —traté de dar una respuesta.
—¿Qué haces aquí? —me miró más intensamente.
—¡No lo sé! —gruñí demasiado fuerte. No me gustaba lo vulnerable que me sentía sin poder darle una respuesta concreta de algo que yo mismo no podía entender y lo menos que necesitaba era que esta chiquilla me estuviera interrogando.
Sus ojos se abrieron más de lo normal, Ups, ya la asusté. Puso un dedo en sus propios labios, ordenándome silenciosamente que guardara silencio. ¿Por qué hacía eso? Su mirada se desvió hacia la puerta de la habitación, gracias a eso, recordé que había visto a otra persona en la casa hace rato, ¿su padre, quizás?
Supongo que despertarlo no sería de mucha ayuda. Moví mi cabeza como confirmación que había entendido su gesto.
—Yo también quiero saber por qué estoy aquí —murmuré lo más bajo que pude, un suspiro involuntario salió de mis labios al notar la mirada consternada de ella. Nos sumimos en el silencio de la noche, yo aun torturándome mentalmente y ella mirándome.
—Quizás… —su voz nos interrumpió, se notaba que no estaba segura si debía hablar, pero al final terminó haciéndolo. —Quizás tu realidad es tan mala, que decidiste venir a la mía para escapar.
¡Bingo! Es una chica lista.
Tiene razón, mi vida era complicada en Mystic, y la verdad estar lejos me daba cierta paz, pero también me tenía pendiendo de un hilo, sabía que cada segundo que pasaba de éste lado del país, era una vida por la que Elena estaba luchando, una eternidad que Stefan trataba de proteger y miles de momentos que les eran robados a los demás.
—Quizás —le respondí mientras la miraba. Sus mejillas aún estaban rojas, su rostro estaba hinchado, su piel estaba llena de moretones que me causaban molesta. Pero también notaba el aroma de su piel y sus cabellos, el olor de su persona y sobretodo la sangre correr por sus venas. Hace horas en la librería, sus labios habían sido el más dulce manjar que he probado en toda mi existencia y estuve a nada de probar su sangre, sin embargo fuimos interrumpidos.
—¿Me invitas a entrar? —dije con la voz más tierna que pude, no quería hipnotizarla, quería que ella se entregara a mí voluntariamente. Sus ojos marrones buscaron los míos, enlazando nuestras miradas.
Mierda. Su mirada estaba llena de brillo, inocencia, tristeza, y miedo, pero a la vez demostraba valentía, fuerza y ¿bondad?
—No, no te pasará nada si te quedas afuera
Su voz sonó decidida y yo no pude refutar a eso.
—Chica lista, veo que has hecho tu tarea —le sonreí mientras le apuntaba a todo el desorden a su alrededor.
—Podría haberla hecho mejor, si alguien, —su voz desafiante llamó mi atención. —me diera el libro que tanto esfuerzo me costó encontrar.
—No cualquiera puede leerlo —dije cortante. —Te estoy ahorrando un mal momento.
—Gracias, pero, no gracias Yo quiero decidir cómo catalogarlo —me dio una mirada —después de que me lo des y pueda leerlo, claro.
—No lo puedes leer —dije seriamente.
—¿Y porque no? —preguntó confundida.
—Ese libro es demasiado peligroso para alguien como tú —dije sin filtro alguno. Su rostro me mostró una mueca ofendida. ¡Qué caballeroso eres Salvatore!
—¿Alguien como yo?
—Sí, ya sabes —murmuré. —Alguien tan…
La miré. Sus manos se posaron en la cintura, ¿sería capaz de lanzarse sobre mí para patearme el trasero? O al menos de intentarlo.
—No te detengas, dilo —la amenazada estaba implícita en su voz.
Sí, su seria capaz de tratar de darme una golpiza.
—Alguien tan linda e inocente —dije dándole una mirada tipo “créeme por favor”.
—¡Mentiroso! —en un segundo sus ojos brillaron de furia y al siguiente algo viajaba hacia mi rostro al mismo tiempo que mis reflejos actuaban. Miré mi mano que había evitado el golpe.
¿Me lanzó un cuaderno? ¡Ella me lanzó un cuaderno!
—¿Me lanzaste un cuaderno?
—Si me vuelves a mentir… —tomó uno de los zapatos que tenía al lado, —esto va a ser lo siguiente, y ten por seguro que este ¡se va a estampar en tu cara!
Aguanté lo más que pude, lo juro, pero la carcajada que se escapó de mi garganta resultó ser demasiado audible. Solo de pensar en la escena que acababa de describir y en la posibilidad de que esa humana pudiera golpear a un vampiro en la cara, resultaba algo digno de ver. Ella se unió a mí, su risa fresca y despreocupada me hizo sentir como nuevo. Ambos recordamos que debíamos permanecer en silencio, pero ninguno quiso dejar ir el momento tan rápido.
—Bien, sin mentiras —le prometí.
—Sin mentiras —me prometió. Y eso fue suficiente para ambos.
Me giré para acomodarme sentado en el marco de la ventana, eso de estar colgado no era muy placentero para mí, y resulta que tampoco quería irme, aun. La sentí moverse en el interior de la habitación y acercarse a mi lado, o al menos lo más cerca que pudo. La miré curioso, por supuesto que ella sabía que había algo que me mantenía fuera de su casa, y parecía decidida a comprobarlo por sí misma. Sus manos se estiraron cuidadosamente, como esperando tocar algo muy duro, pero por supuesto que nunca encontró nada.
Volví mi mirada al bosque que teníamos enfrente. Según yo, mi atención estaba en la oscuridad que rodeaba la casa, buscando alguna amenaza para ambos, pero la verdad es que, toda mi atención estaba en su cuerpo pegado a mi costado. Era una tortura sentirla tan cerca.
—¿Por qué estas realmente aquí?
—¿Te han dicho que haces muchas preguntas? —le dije dándole una rápida mirada molesta.
—Sí, me lo han dicho —respondió. Sus manos se apoyaron en el marco de la ventana, sacando la mitad de su cuerpo hacia el exterior.
—¿Vas a responderme? —su voz ahora era como una súplica, aunque no la veía de frente, sabía que ella me estaba examinando de nuevo, y yo me volví a sentir vulnerable.
—Vine porque… —tome aire preparándome para hablar. —Vine porque una parte de mí, una parte muy pequeña —le aseguré, o ¿me aseguré a mí? —Una parte de mi necesitaba… —no Salvatore, no necesitamos a nadie —digo, no, no, digo quería…
Mierda, esta mujer me tiene jodido.
—Quería asegurarme de que estabas bien —dije en voz alta. Mi rostro se giró hacia ella y solo pude reafirmar mis palabras. Necesitaba saber que ella estaba bien, no podía volver a casa, no podía dejarla atrás, sin asegurarme de que ella pudiera soportar todo lo malo que va a caerle encima. Saber sobre la existencia de los vampiros es algo que represente mucho peso en la vida de cualquiera, pero, ella ya leyó los libros, ya sabe de la existencia de más creaturas que son igual, o incluso más poderosas que cualquier vampiro, y por lo tanto, son un mayor peligro para ella.
—Estoy bien —su voz sonó convencida. —No te pude agradecer que me hayas salvado de esos tipos.
Gruñí al recordar a lo que se refería. Lo que pasó con los tipos en Port Angeles, solo es un problema de la mierda en la que la humanidad está metida, pero ella ya cayó a un mundo peor.
—No me los menciones, Esos malditos hijos de… —cerré la boca antes de que mi repertorio de maldiciones saliera a la luz. Gruñí, bufé y resoplé molestó, pero ella no merecía escuchar más mierda en su día. Miré sus brazos expuestos al frio de la noche, su piel cubierta de moretones me hizo sentirme orgulloso del final que les di a los tipos. —Al menos el múltiple homicidio no fue en vano.
—¿Homicidio?
—Sí, ya sabes —me encogí, —cuando una persona mata a otra persona.
—¿Los mataste? —me preguntó sorprendida. La miré, ¿era sorpresa de agradecimiento o de preocupación?
—¿Qué querías? —pregunté receloso. —¿Qué los felicitara? ¿Qué les invitara un trago?
—Yo… pues no —se trabó con sus palabras. —Pero tampoco esperaba que los mataras por mi culpa.
—¿Tu culpa? —gruñí. No me gustó que dijera eso. —¿Tu qué hiciste para que fuera tu culpa?
—No, no me refiero a eso —el temblor de su cuerpo regresó. —Es decir, que hayas tomado venganza por mí.
La miré, su rostro sonrojado de nuevo, pero sus ojos con un leve destello que no supe identificar.
—No te emociones —dije restándole importancia al asunto. —No fue por ti.
—Supongo que… fueron tu cena.
Sus palabras mejoraron mi humor.
—No
—¿No? —preguntó asombrada.
—¿Te parece que alguien como yo, —me apunté, —va por ahí, cenando tipos como esos?
Tal y como esperaba, sus ojos me examinaron hacia arriba y luego de nuevo hacia abajo, se tomó su tiempo, analizándome a profundidad. Debo admitir que en todo el tiempo que duró mirándome, no perdí la sonrisa presumida, quizás no seré de los tipos que tienen un cuerpo muy musculoso, pero sí tengo mis atributos.
—He visto mejores —dijo casualmente. La miré impactado, ¿de verdead dijo eso? —Aun no puedo creer que los mataras
—Tranquila muñeca —le hablé en el mismo tono. —Después podrás devolverme el favor.
—¿Crees que debo pagarte por salvarme la vida? —su voz sonó indignada.
—Pues, sí, deberías
Su hermoso rostro se giró en mi dirección, su boca y sus ojos eran una armonía perfecta, y mostraban muy bien las emociones que sentía. Volví a soltar un par de risas.
—Idiota —murmuró y yo solo pude sonreír más. Sus brazos se colocaron en los costados de su cuerpo, ese gestó llamó mi atención, ahora fue mi turno de analizarla, su silueta era cubierta por un pijama ligero, bastante delgado para el clima de este pueblo. —¿Cómo me encontraste?
No le respondí. Con mis manos y sin moverme demasiado, me quité mi chaqueta, la acomodé en el aire y la puse sobre sus hombros. Ella notó el peso, y me miró extrañada, al darse cuenta de la situación se acomodó en el interior de la prenda, disfrutando el calor que le había dejado mi cuerpo.
—Respóndeme.
Por supuesto que no lo iba a dejar pasar. Y yo no le quería decir la verdad.
—Tu aroma es… —lo pensé un poco, —muy llamativo.
—¿Gracias?
—No lo tomes como un cumplido —dije molesto. —Te va a traer más problemas de lo que ya tienes.
—¿Tengo problemas? —preguntó confundida.
—Estas junto a uno —mi mano hizo movimientos señalándome. —Y tu novio es otro.
Que lo niegue, que lo niegue, que lo niegue, que lo niegue, por favor que lo niegue.
—No sé si es mi novio —susurró.
—Él si lo cree —dije con voz seria. Casi le apostaba que él era el que rogaba ser algo más.
—¿Ahora lees mentes? —me cuestionó con voz divertida.
—No, Solo lo digo, porque tú quieres eso.
—¿Tú qué sabes sobre lo que yo quiero? —espetó molesta.
—Quieres lo que todo el mundo quiere —dije convencido.
—¿Y qué demonios es eso?
Aclaré mi garganta antes de responderle.
—Quieres un amor que te consuma, quieres pasión, aventura, e incluso un poco de peligro.
Trató de reírse, pero le salió demasiado falsa.
—¿Le dices eso a todas las que acabas de conocer?
Su respuesta me puso a pensar. Esa misma frase le había dicho a Elena cuando nos conocimos.
—Sí —dije sonriendo por el recuerdo.
—Pues no, —negó seriamente. —Soy una pésima aventurera, tengo más peligro del que necesito —. En eso estamos de acuerdo. —Sobre las otras dos cosas, quizás pasión sí, pero no un amor que me consuma.
—¿No? —pregunté sorprendido.
—No, no quiero verme consumida por un amor —. Su voz sonaba bastante decidida, y me gustó que se cuidara a sí misma, al menos emocionalmente.
—¿Entonces qué quieres?
—Si voy a tener amor, quiero que me haga sentir segura, que me enseñe a ser más fuerte, que de verdad me sienta amada. No quiero un amor que me destruya.
La miré. Sí que era muy diferente a todos los seres humanos allá afuera, la gran mayoría se dejan ir por la ilusión de lo que sea que les ofrezca una relación, o una persona. Pero ella no.
—¿Y tú? —Preguntó cálidamente —¿Tú qué quieres?
La miré, sorprendido por el gesto. Nadie se había tomado el tiempo de preguntarme que era lo que en verdad quería, siempre trataban de sacar el mayor provecho de mí, pero siempre a costa mía. Y creo que hasta el día de hoy, nunca estuve preparado para responder eso.
Pasé ruidosamente el nudo que apareció de repente en mi garganta. Una leve luz apareció por sobre las puntas de los árboles, salvándome de las preguntas a las que no tengo respuestas.
—Debo irme —suspiré. Ella asintió, pero no dijo nada más. Noté que hacia movimientos como para quitarse la chaqueta.
—No, no te la quites —dije apresuradamente. No quería que se la quitara. — Quédatela.
—Pero, ¿no la necesitas? —preguntó mirando hacia el bosque, sí, cuando amanece es cuando más frio hace, pero no es como si me fuera a morir de frio.
—Sí, pero me la darás la próxima vez que nos veamos —hablé sin pensar.
—¿Habrá otra vez? —su voz sonó emocionada. Mi mano se levantó con cuidado, quería estar seguro que, ahora que sabía varias verdades, no me tuviera miedo. Mi pulgar se deslizó por los labios carnosos y rosados que decoraban su boca.
—Eso espero —dije con honestidad. Salté hacia el bosque, tomando disimuladamente el libro que había dejado en el árbol, caminé alejándome de su casa, no miré para atrás, solo le dije adiós con mi mano. Caminé tranquilamente hasta llegar a mi auto, me subí, y lo encendí.
Volví a moverme por el bosque, aún tenía una curiosidad y debía tener respuestas antes de poder irme. No detuve el auto hasta estar en el mismo lugar que hace unas horas, la gran casa de la familia de fríos. Los autos estacionados afuera en la carretera, me avisaron que ellos ya estaban ahí, las luces de las plantas altas estaban apagadas, pero las de abajo sí estaban encendidas. Me bajé del auto para mirar mejor en el interior.
—Bueno Salvatore, hagamos magia.
Me trasformé en un cuervo, así sería menos notado. Volé un par de vueltas alrededor de la casa, analizando dónde debía posarme. Noté que había un living con una gran televisión en el medio, todos estaban frente a la televisión, bueno ahí es un buen lugar.
Me detuve en una rama de uno de los árboles que estaban afuera, la televisión quedo a mi lado izquierdo, y los presentes a mi derecha, ofreciéndome una vista completa de todos.
—No lo entiendo —murmuró la voz que tenía identificada como Rosalie y que ahora relacionaba con la rubia despampanante de hace rato.
—¿Creen que haya sido uno… de los nuestros? —habló el musculoso. Sonreí, entonces llegaron a tiempo para ver mi obra de arte.
—No lo creo —la voz de Carlisle respondió. Bueno, nueva cara a la lista de nombres. —Todos sabemos que los Vulturis no nos dejarían llegar tan lejos.
¿Los Vulturis? ¿Los vejestorios que se la viven encerrados dentro de muros de piedra para evitar broncearse? ¿Esos Vulturis?
—Silencio, ya va a comenzar el reportaje —Alice dijo dando unos brinquitos. ¿De verdad la pone feliz ver reportajes de asesinatos?
“Orlando Calderas, presunto líder de una banda de violadores y asesinos que operaban en los estados de Texas y Oklahoma, fue encontrado esta madrugada en un callejón en Port Angeles, gracias a un reporte anónimo que recibió la policía. El cuerpo fue encontrado en la escena del crimen, junto a varios de sus compañeros, todos presentaban huellas de violencia, además de estar mutilados. Hasta el momento los oficiales aseguran que ya se investiga el suceso, sin embargo deben esperar el reporte de los forenses.
En otras noticias, cerca de Oregón…”
—Bueno, eso fue corto —Alice habló mientras extendía su brazo para apagar el televisor.
—Habrá que esperar a que los médicos forenses digan algo —Edward habló tranquilamente.
—Por la tarde hablaré con el Doctor Spencer —Carlisle miró a todos. —Debo arreglarme para irme al trabajo, y ustedes a la escuela.
Rodeé los ojos, sin duda Carlisle había activado el modo “papi”. Edward ignoró a todos y subió las escaleras a lo que quiero creer es su habitación. En menos de diez segundo, estaba bajando la escalera, había cambiado sus ropas y parecía haberse duchado.
—¿Creen que… fue un humano? —Rosalie habló cautelosamente. Todos la miraron, pero nadie le respondió.
—¿No iras con nosotros? —Alice le preguntó a Edward cuando éste pasó de largo. Él solo negó levemente y tomó las llaves de su auto. Alice y Carlisle sonrieron, pero Rosalie hizo una mueca de disgusto.
Esa rubia y yo vamos a tener problemas, lo presiento. Edward siguió caminando rumbo al garaje, se escuchó el motor de un auto y las llantas sobre la carretera. Los demás se dieron unas miradas y subieron por las escaleras. Era hora de un nuevo día.
Volé de nuevo a mi auto, me subí ya en mi forma humana, encendí el motor y giré sobre el caminó que me trajo hasta aquí. Busqué mi celular en los bolsillos de mi pantalón y rápidamente le escribí un mensaje a mi hermano.
“Llegó en 45 horas”
Chapter 10: Already gone
Chapter Text
(Damon POV)
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Frené el auto en la entrada de Mystic. Busqué a mí alrededor para asegurarme que traía todo, ¿ropa innecesariamente nueva? Sí, ¿mi celular? Sí, ¿el maldito libro que me metió en tantos problemas? Sí, ¿Valentía para enfrentarme a mi realidad? No.
—Bueno, no porque te quedes aquí, se van a solucionar las cosas.
Arranqué el auto y conduje hacia la casa, por la hora que era, me imaginaba que mi hermano ya estaba fuera del instituto, y si tenía buena suerte, estaría con Elena.
—Maldita sea —susurré mientras estacionaba afuera, Stefan abrió la puerta y se recargó dándome una mirada de disgusto.
—Hola, hermano —le saludé bajándome del auto, caminé hasta el maletero y saqué el bolso con ropa nueva.
—Creí que tu idea era ayudar a salvar a Elena —dijo entre dientes. —Si querías dártelas de diva e irte a comprar ropa, solo lo hubieras dicho.
—Tuve que comprarla porque se me cruzaron un par de problemas —gruñí empujándolo y entrando a la casa. Lancé mi maleta a un lado del sofá, escuché a Stefan siguiendo mis pasos.
—Oh, ¿se te cruzaron unos problemas? —asentí levantando la botella de bourbon que tenía en mi mano. —¿Y esos problemas tenían buenas piernas?
Sonreí recordando la habitación en ese pueblo en el medio de la nada, donde la morena con cara de blanca nieves estaba usando el pijama que dejaba ver sus piernas.
—Solo una —sonreí dejándome caer en el Sofá.
—¿De verdad, Damon? ¿Por eso te tardaste tanto? ¡¿Sabes cuantas cosas han pasado desde que te fuiste?!
Me encogí de hombros dándole un trago a la botella, había detalles que Stefan no debía saber. —Un jodido libro, Damon. ¿Eso te tomó un mes?
—Sí, Stefan —le respondí enfadado. Por esta razón, mi camino de más de 40 horas, se convirtió en casi 5 días, mi mente se sentía cansada y sin ganas de enfrentarse a esto.—No fue sencillo.
Suspiré recordando el jodido juego del gato y el ratón que estuve jugando todo este tiempo con esa cosa de no más de ¿500? Paginas.
—No me jodas —se quejó. —A ver, Bonnie te dio una pista de donde estaba…
—Dijo dónde podría estar —rodé los ojos. —No me dijo exactamente dónde.
—Por eso te enviamos a ti, hermano —Stefan se sentó a mi lado. —Se supone que tú lo ibas a conseguir más fácil, porque eres…
Se quedó callado, levanté una ceja mientras lo miraba, retándolo con mis ojos a que terminara esa frase. Sabía lo que diría, soy un mentiroso, manipulador, asesino, que consigue todo lo que quiere, pero no me importa, gracias a eso he podido sobrevivir todos estos años.
—Porque soy… ¿qué?
—Porque eres... Damon. —dijo bajando la voz, casi sonando tímido. —Te enviamos a ti, porque sabíamos eras el único que podía encontrarlo rápido.
—Pues lamento decepcionarte —lo miré soltando un suspiro profundo, —como siempre.
—No lo hiciste —me dijo sonriendo, su mano se posó en mi hombro dándome un apretón que se sintió reconfortante. —Lo tenemos.
Estiró su mano, agachándose para tomar el dichoso libro y sacudirlo frente a mi rostro, sonreí sintiéndome orgulloso.
—Bueno —me aclaré mi garganta. — ¿Qué paso mientras no estaba? —le pregunté interesado en saber a qué me enfrentaría ahora.
—Pues —frunció el ceño, pensando. — Bonnie conoció a un brujo nuevo, pero yo no le tengo confianza, aunque ella no me hace caso.
—No me digas —dije con ironía.
—También hace como 9 días, fue luna llena y Tyler se transformó por primera vez —asentí recordando la fecha de la luna, —Caroline se ofreció a quedarse a cuidarlo.
—¿La dejaste sola, cuidando a un licántropo? —lo miré sorprendido. —¿sabes lo que pudo pasarle si el lobito no se ataba bien?
—Sí, Damon. Ella y yo estábamos consientes de los riesgos —su voz sonaba tan calmada que me hizo creerle. —Además Alaric le dio unas cosas por si las cosas se salían de control.
Bueno, con la intervención de Rick ya me sentía de verdad tranquilo, ya no quería sentirme culpable por la muerte de alguien de aquí.
—Oh por cierto, había una rubia, no sé de donde salió pero estaba buscando a Mason, aunque… ya…
—Ya me deshice de ella —una voz gruesa bastante audible completó al frase de Stefan. Lo miré confundido, pero él me miró de la misma manera. Le hice una señal para levantarnos sigilosamente, la voz provenía de la entrada de la casa. Ambos caminamos tratando de hacer el menos ruido posible, pero el santo de mi hermano me empujó para que yo abriera.
—¿Por qué la mataste? —le pregunté aun sin abrir la puerta.
—¿No puedes simplemente agradecérmelo?
—¿No? —hice una mueca.
—Ya me deshice del problema, la razón es lo de menos.
—¿Por qué estás aquí? —pregunté poniendo mi mano sobre el picaporte, dependería de su respuesta si le abro la puerta o no.
—Porque vine para hablar con ustedes.
—¿Qué quieres? —pregunté abriendo la puerta.
—Vaya, sí que haces demasiadas preguntas —hizo una mueca de disgusto. —Me recuerdas a alguien.
—No me has respondido —me crucé de brazos recostándome en el marco de la puerta, haciendo una barrera con mi cuerpo sabiendo que no podía entrar a la casa sin ser invitado, pero no me arriesgaría.
—Quiero hacer un trato con ustedes —Elijah se encogió de hombros.
—¿Qué tipo de trato? —Stefan se colocó a mi lado imitando mi posición.
—Uno que nos beneficia a todos —Elijah se encogió de hombros. —Elena ya aceptó.
—¿Hablaste con Elena? —Stefan saltó alarmado. —¿Cómo?
—Jenna fue muy amable al dejarme entrar —dijo con ese maldito acento británico falso que tiene. —Ya que Elena no puede salir…
Espera ¿Qué?
—¿Cómo que Elena no puede salir? —miré a mi hermano en busca de respuestas.
—Lleva 2 semanas encerrada en su casa —se encogió de hombros. —A Bonnie le pareció buena idea, además, Elena empezó a tener ideas suicidas y…
Lo miré sorprendido, nunca me imaginé que mi hermano fuera capaz de hacer eso, pero debo admitir que fue una buena táctica.
—Perdón que los interrumpa —Elijah llamó nuestra atención.
Hice una mueca mientras lo miraba. —¿Te ofrezco algo? Por ejemplo, no se ¿Qué te vayas?
—Creo que debemos escucharlo —Stefan me golpeo en las costillas. Trate de sonreír en dirección a nuestro acompañante.
—Si quieren que me marche, lo hago —Elijah hizo un ademán de girarse. —Pero debo advertirles que soy el único que puede mantener a su querida Elena a salvo.
—¿De qué carajos hablas? —lo miré sintiéndome histérico por sus palabras misteriosas.
—¿Sabes por qué no deje que esos vampiros se la llevaran?
Pensé sus palabras, estaba hablando de Rose y sus amigos, o bueno no eran sus amigos, eran sus conocidos, porque solo compartían en común el miedo por Klaus. Sí, recordaba esa noche, además que estaba seguro que yo había dejado a Elijah como Jesucristo, clavado en la madera con una estaca en el pecho.
—Porque yo lo evité —me apunté con un dedo.
—No, Damon —negó divertido. —Entiendan que Klaus es el original más temido y odiado de los originales, pero los que le temen se matan por su aprobación. Si se descubre que el doppelgänger de verdad existe, no solo serán esos vampiros, habrá cientos de vampiros, brujos, licántropos y más especies queriendo llevarse a Elena.
—¿No era ese tu plan? —Stefan ahora lo miraba confundido. Bueno, me alegra saber que no soy el único que no entiende nada acerca de lo que el “no invitado” hablaba.
—Klaus esta paranoico por culpa de sus obsesiones, esta recluido y solo confía en aquellos de su círculo inmediato.
—En traducción —lo miré —no sabes dónde está, no sabes cómo localizarlo, y tampoco sabes que es lo que planea
—Pero tienes un plan ¿cierto Elijah? —Stefan entrecerró los ojos, imité su gesto.
—Por supuesto —se puso una mano en el pecho, fingiéndose indignado —Matarlo
—Vaya, ¡Claro! ¿Por qué no lo pensamos?
—El problema, Damon, es que ustedes no pueden hacer eso.
—¿Y por qué no? —levanté una ceja.
—Porque si ustedes tienen un plan A, Klaus tiene un plan B, C, D —Mr. Elegancia me miraba como si fuera a un niño pequeño al que le explican una tarea de matemáticas. —Él los atacará antes de que ustedes puedan acercarse a él.
—¿Cuál es el trato? —Stefan le pregunto, yo me cruce de brazos, mirando interesado a nuestro acompañante.
—Ustedes me dan el Damnatus, yo les juro no tocar a Elena, ella hace su parte del trato, matamos juntos a Klaus y listo.
—¿El… qué cosa? —ambos preguntamos. Elijah se carcajeo burlándose de nosotros.
—El libro negro que esta sobre el sofá —su cabeza apuntó al interior de la casa. ¿De verdad fuimos tan estúpidos como para dejarlo ahí, a la vista de cualquiera? Stefan me dio una mirada avergonzada contestando mi pregunta, si, somos unos idiotas.
—No te lo voy a dar —bufé en dirección a Elijah. — Me costó demasiado conseguirlo como para dárselo al primer idiota que se me cruce, no soy tan ofrecido.
Ahora el indignado era yo.
—Ese es el trato —nos dio una mirada y se giró desapareciendo mientras decía; —Piénselo.
—¿Qué no habías dicho que Elijah ya no sería un problema? —Stefan mi pregunto mientras cerraba la puerta. Yo le respondí encogiéndome de hombros. —No confío en él.
—Stefan, nadie sería tan idiota como para confiar en Elijah —dije sentándome de nuevo en el sofá. —Pero, podemos sacar provecho de él.
—No sé, Damon —se rascó la nuca. —Algo, dentro de todo esto, no me gusta.
—Oh vamos Stefan. ¿Quieres proteger a Elena? —asintió. —Entonces hay que tomar la ventaja.
—¿Qué estás pensando? —Me miró. Yo le sonreí.
—Hay que hablar con alguien que conozca bien a Elijah —Stefan me miró asintiendo. —O por lo menos, que conozca sus trucos.
—Va a querer algo a cambio…
Ambos nos miramos. Baje al sótano por una bolsa de sangre, bueno, otra para mí también. Subí bebiéndola y me encontré con Stefan en la cocina, abrió uno de los cajones y me miró.
—La más pequeña —murmuré. El elevo sus labios dándome una mirada apremiante.
—Vamos —dijo Stefan. —Trae ese maldito libro, no hay que dejarlo solo.
Asentí, cuando pasé cerca del sofá, tomé el libro y me dirigí a la puerta, Stefan ya me esperaba arriba de la camioneta, le lancé las llaves y deje que el condujera, estaba harto del motor del auto sobre mis pies. Necesitaba un respiro.
Ja, como si eso fuera posible en Mystic Falls.
Stefan se detuvo frente a la entrada que conducía a la tumba. Mi hermano y yo nos miramos mientras bajábamos, dándonos un poco de ánimos en silencio.
—Vaya, vaya —esa desgraciada habló desde antes que nos tuviera en su campo de visión. —Los hermanos Salvatore no pueden vivir sin mí.
—Ahórrate eso —gruñí.
—¿Aun no estas conforme con lo miserable que has hecho nuestras vidas? —Stefan miró al interior, buscando en la oscuridad a la prisionera.
—¿Qué quieres que te diga, Stefan? —poco a poco fue caminando hacia nosotros. —¿Qué me arrepiento de todo lo que he hecho? Pues no, se llama auto preservación y gracias a eso, me he cuidado a mí misma por 500 años.
—Vaya, sí que te ves mal —las palabras salieron de mi boca. No era algo que le podrías decir a una mujer, pero no era una mentira además, era Katherine de quien estábamos hablando. Ella me miró muy molesta, pero no me importo, le sonreí demostrándole que yo soy de los que aprecian la belleza de todas las mujeres, ella lo sabía, claro, pero ella se veía… demacrada, muerta y loca. Bueno, siempre ha estado loca, pero ahora si se le notaba.
—¿Y qué has ganado? —Stefan se burló.
—Sí, he hecho cosas terribles —se encogió de hombros. —Pero el amor que te tengo siempre ha sido de verdad.
Rodé los ojos, ahí vamos otra vez con ese maldito cuento.
—No te creo —Stefan y yo dijimos a la vez.
—¿Quieres que te crea? —Stefan se acercó un paso. —Demuéstralo, haz algo. Prueba que hay algo dentro de ti en lo que se pueda confiar.
—¿Y luego? ¿Hmm? —Katherine se cruzó de brazos, sin confiar en lo que mi hermano le decía. —Aun así me vas a odiar.
—Sí, tal vez —mi hermano le sonrió. —Pero tal vez vea que aún hay esperanza.
Katherine se acercó lo más que la reja de metal le permitió. —Me mientes.
—¿Lo hago? —Stefan la miró retadoramente. Ella dio un paso atrás, me dio una mirada analizándome, pero yo solo desvié la mirada, mi hermano seguía firme en su postura, y milagrosamente, eso pareció convencerla.
—¿Quieren matar a Klaus —nos miró sonriendo con burla en sus labios, —y así poder salvar a la preciosa Elena?
—Tu sabes dónde encontrarlo —la acusé.
—No, no lo sé —su cabeza fue de un lado a otro. Le mostré la bolsa de sangre, ella me miró interesada.
—Cada palabra que digas, sin importar que tan irrelevante sea la información, —me acerqué lentamente, —te doy una cucharada.
—¿No había una más grande? —preguntó mirando la cuchara, era la más pequeña que teníamos en casa. Una de esas que vienen para medir los medicamentos de los niños. 2.5 mililitros era su máxima capacidad.
—Es para que no te atragantes —dije tratando de sonar dulce. Ella rodó los ojos.
—Escuchen —se encogió de hombros, colocando sus manos en sus costados, —de verdad no tengo idea de donde esta Klaus.
—Parece que no quieres —abrí la bolsa y bebí un sorbo, dejando que se escurriera por las comisuras de mis labios.
—No se donde está —dijo de nuevo, —pero, podríamos buscarlo.
Miré a Stefan, el me miró a mí. Con cuidado, serví una cucharada de sangre, le di la bolsa a mi hermano, no me arriesgaría a que la loca me la quite. Me acerqué más a ella, pero no se la ofrecí.
—Habla.
—Busquen a Isobel, la madre de Elena —hizo una mueca extraña. —Era una gran buscadora —levantó una ceja. —Es decir, me encontró a mí.
Extendí mi brazo hacia ella, en dos segundos tenía la cuchara limpia en mi mano nuevamente.
—De nada —dijo. Yo la miré, analizando su repentino acto de buena fe.
—¿Por qué nos ayudas? No te daré más sangre, ni te sacaré de aquí.
—Dulce, Damon —me habló con la voz que usaba con mi yo humano, — solo quiero ayudarles a proteger a Elena.
—No te creo —entrecerré los ojos.
—Yo tampoco —la voz de Elijah sonó a mis espaldas.
—Elijah —Katherine abrió los ojos con sorpresa al verlo, pero su voz sonó como si tuviera miedo.
—Hola, Katerina —Elijah hizo una reverencia. —Que adulador que me tengas miedo.
—¿Tu qué haces aquí? —Stefan lo miró incómodo.
—Vine para arreglar unos asuntos pendientes que tengo con ella —su mano apuntó a la prisionera.
—Ambos sabemos que eso no es cierto —ella murmuró girando su rostro. Parecía insegura, pero trataba de mantener su fachada intacta. —No te puedes resistir a mí.
—Vaya —sonrió él. —Hace mucho que no te escuchaba con voz temblorosa a causa mía.
—Bien, ya escuche demasiado —dije mirándolos con repugnancia, empujé a mi hermano para salir de ese lugar. —Qué asco.
—He escuchado cosas peores —mi hermano se carcajeo, yo solo le respondí dándole una mirada no muy feliz, ya sé que lo decía por mí, pero al menos yo si tengo diversión no como él. Si no hubiera sido por Elena, Stefan ya sería santo.
—¡Oh vamos! —levanté mis manos. —No puedes culparme por saber divertirme.
—Vámonos, tenemos cosas más importantes que hacer.
—Hoy no —me encogí de hombros, subí a la camioneta encendiendo el motor. —Mañana hablaremos con Rick, estoy seguro que él sabe algo al respecto.
—Cierto —Stefan asintió y el silencio nos acompañó el resto del camino. Cuando llegamos a casa, mi hermano subió a su habitación, pude escuchar que estaba tratando de localizar a Elena. Sacudí mi cabeza y bloquée mis sentidos para no escuchar su conversación, hoy no tenía ganas de soportar el drama del triángulo amoroso. Abrí la puerta de mi habitación y sonreí al verlo tal y como lo dejé, cerré con llave para que nadie me molestara y lo recorrí mientras me quitaba los zapatos y la playera. Miré mi cama, cubierta de sabanas italianas.
—¡Qué diferencia! —sonreí feliz al tirarme a la cama, sintiéndome la sensación de la suavidad acariciando mi piel. —Son tan suaves —moví mi cuerpo disfrutando la sensación, —son casi tan suaves como los labios de…
Salté de la cama en cuanto ese pensamiento atravesó mi mente, quedé de pie junto a la cama, ofreciéndole una mirada asustada y molesta.
—Con una mierda, Salvatore —rugí —¿De verdad estás pensando en ella?
Tallé mi rostro con mis manos, era como una manera desesperada de borrar esa idea de mi mente, aunque sabía que no funcionaria.
—Tranquilo, tranquilo —me dije a mi mismo. —Solo es el cansancio, eso es todo.
Volví a recostarme en la cama, cerrando los ojos. Mañana será otro día.
—¡Damon, ayúdame! —una voz me despertó. —¡Damon!
Lancé las sabanas lejos, levantándome de la cama para ir a buscar a la dueña de esos gritos desesperados. Abrí la puerta de mi habitación topándome con el rostro ensangrentado de Rosé. Elena la cargaba a duras cuestas, y sus ojos cafés me miraban con miedo.
—¿Qué ocurre? —pregunté consternado.
—La amiga de Mason la mordió la otra noche de luna llena —Elena me explicó. Tomé a Rose en mis brazos y la recosté en la cama. —Traté de ayudarla y cuidarla, pero, pero…
—Pero la ataqué —Rosé habló rasposamente. Sus ojos se cerraban por si solos, su cuerpo cubierto en sangre y sudor helado, se sacudía violentamente. —Y a no sé cuantos más.
—Hiciste una matanza —me agaché para quedar a su altura, le ofrecí una sonrisa y me encogí de hombros. —Eso pasa.
—Lo siento mucho, Elena—estiró la mano en su dirección. —No me gusta matar humanos, no es lo mío.
—Deberías irte —dije en dirección a la humana, ella negó y se acercó a la cama.
—Es la peor parte de la muerte, la sed, la ansiedad, la necesidad de matar —tosió por el esfuerzo de hablar. —Duele, duele hablar de eso.
—¡Pues no hables de eso! —me levanté y les di la espalda.
—Damon, eres como yo —murmuró. —En cuanto sientes algo, huyes.
Bufé. La escuché ahogarse con un ataque de tos mezclada con sangre, después el dolor se hizo tan intenso y se comenzó a retorcerse mientras gritaba con desesperación. Me giré y le hice una señal a Elena para que se saliera de la habitación, por suerte, obedeció.
Me recosté en la cama y tomé a Rose entre mis brazos para evitar que con sus movimientos se hiciera más daño. Cuando el dolor pasó, su cuerpo se relajó.
—¿Llevas casi dos semanas así?
Movió la cabeza respondiendo a mi pregunta. Cuando la luna llena de este mes pasó, yo estaba lejos de aquí, buscado esa maldita cosa que está escondida debajo de la cama.
—Nadie pensaría que eres lindo —suspiró.
—Pff, pero no soy lindo—acaricie su cabello. —Soy malo, y eso me gusta.
—Mentiroso —se quejó.
—Shh, shh, duerme.
—Si no te importara, no tratarías de salvar a Elena —tomó una respiración. —Tampoco estarías aquí tratando de ayudarme —de nuevo una respiración, —si no te importara, no la hubieras salvado a ella.
—¿A ella? —le pregunté confundido.
—Esa muchacha de Port Angeles
—¿Tu como sabes de eso? —la moví para mirar su rostro. —¿Me estabas vigilando?
—Soy tu amiga, Damon —sonrió. —Mi deber es cuidarte, cuidar tu humanidad.
—La humanidad está sobrevalorada —dije cambiando de tema. Ahorita mi prioridad era Rose, nadie más.
—Cuando era humana, tenía familia, amigos, y era valorada.
—Aun lo eres.
Negó. —Pasé 500 años solo existiendo, tú en cambio, has hecho una vida.
—No tenías elección, llevas toda tu existencia huyendo de Klaus.
—Siempre hay una elección, Damon —tomó mi mano. —Siempre podemos elegir vivir, amar, ser amados, podemos elegir tener un final feliz.
—Estas arruinando este día con tu filosofía barata —le gruñí. Ella sonrió.
—Gracias
—¿Porqué? —le pregunté confundido.
—Ya no duele —su voz sonó feliz a pesar que su cuerpo aún se estremecía del dolor. Sentía su sangre escurrir de su herida, mojando mi playera, el sudor helado que producía la infección, su corazón esforzándose por latir, su piel secándose mientras pasaba mi mano por sus brazos. —Ya no tengo miedo de morir.
Asentí sin saber que más decirle.
—Yo te ayudo a contar —murmuró acomodándose.
—Uno… —ambos hablamos, mis manos temblaban apretándose con fuerza, —dos…
Le enterré la estaca en el corazón, escuchando como se rompía al unísono del mío. Ella tomó su último aliento mientras yo me rompía en lágrimas, mis manos la tomaron en un abrazo tratando de sentir su calor.
—Gracias por ser mi amiga —susurré besando su cabeza. Me quedé un rato más en esa posición, y me permití llorar, no me importaba que Stefan y Elena me escucharan, o que todos en Mystic lo hiciera, Rose estuvo conmigo sin condiciones, desde que la conocí hasta su muerte. Sí, me dolía haber pasado el último tiempo lejos de ella, pero ella había estado conmigo, en miles de mensajes y una que otra llamada, ambos nos habíamos comunicado, y nos habíamos hecho sentir en confianza con el otro.
Después de algunas horas, fui lo suficiente valiente como para moverme, envolví su cuerpo en las sabanas, tomándola entre mis brazos. Bajé por las escaleras, poniendo atención a mí alrededor sintiéndome agradecido cuando descubrí que no había nadie en la casa. Tomé las cosas que necesitaba y me interné en el patio trasero de la mansión, cuando llegué al área del mausoleo de la familia, dejé a Rose en el suelo, y me puse a cavarle una tumba. Cuando terminé la tarea, le mandé un mensaje a Liz, sabía que después de la matanza que hizo Rose, era muy probable que la estuvieran buscando. Liz solo me respondió con un “gracias por tu ayuda”.
—Ojala que estés en un buen lugar —le dije sentándome junto a la nueva tumba.
Cuando la oscuridad me rodeo, me levanté y caminando hacia el interior de la casa.
— ¿Qué haces aquí? —le pregunté a Elena. Cuando me vio entrar, se levantó y se acercó rápidamente a mí.
—Vine a asegurarme que estés bien —su mano me ofreció un vaso.
—Aprecio el gesto —dije mirándola, tome el vaso y me bebí de un sobo el contenido. —Me alegro que se terminara.
—Eso no es cierto —se cruzó de brazos.
—Elena, vete a casa —apunte la puerta con mi mano. —Mañana será otro día.
—Damon, sabes que soy tu amiga.
—¡Eso lo sé! —gruñí molesto. Sabía a la perfección lo que ella quería ser para mí.
—Y es mi deber como tu amiga, acompañarte cuando sufres.
—¿Qué quieres que te diga, Elena? —hice una mueca. Me giré para no mirarla, —¿Qué me dolió la muerte de Rose? ¿Qué estoy sufriendo? ¡Pues no!
—Ahí vas de nuevo —suspiro. —A fingir que lo apagas, finges que no sientes nada, que no te importa.
—¡Yo siento, Elena! Y lo detesto —grité volviéndome a ella. —Y lo que más detesto, es que debía ser yo —ella me miró confundida por mis palabras. —Yo no estaba aquí para evitarlo.
—Sientes culpa —murmuro asombrada.
—Eso sería muy humano de mi parte —corté el espacio entre nosotros, —y yo no soy humano. Ahora vete, ya fue suficiente muerte, pesar y crecimiento personal en un día.
Ella me miró con los ojos abiertos, hice un movimiento con la cabeza, indicándole que saliera de la casa. No me respondió, pero me miró y se acercó a mí, sus brazos rodearon mi cuerpo, compartiendo su calidez. Mi cuerpo se tensó, dejándome quieto y helado, ella al ver que no me movía, se separó de mí y se fue de la casa.
Mi cuerpo comenzó a sacudirse mientras mi cerebro dejaba de pensar.
—Señor —una voz sonó cerca de mí. —¿Está usted bien?
Traté de moverme, queriendo yo mismo descubrir la respuesta a la pregunta.
—¿Qué le pasó?
—Me perdí —murmuré.
—Está a la mitad de la carretera —dijo la voz chillonamente irritante.
—No me refería a eso —me quejé. Me senté, el frio asfalto en el que me había recostado hace rato, se había puesto caliente de repente, ¿o era mi cuerpo el que se había puesto helado?
—Resulta que perdí el camino —miré a la dueña de la voz. Su cabello rubio con mechas castañas, y su diadema que parecía un intento desesperado de parecer tierna, me hicieron querer vomitar. —Es algo existencial.
—¿Necesita ayuda? —pregunto. Escuché más movimiento proveniente del que supuse seria su auto, pero no le puse atención, levanté la botella que tenía en mis manos y me la bebí de un sorbo.
—Pues, creo que sí, —mire a hacia ambos lados, mi vista regresó a ella, no se veía apetecible, pero, si cerraba los ojos, la cosa podría cambiar. —¿Me ayudas?
Se quedó callada, su rostro se movió, buscando algo lejos de mí. Creo que era el auto de donde salió. Si había bajado solo para perturbar mi crisis existencial, mejor hubiera acelerado y pasado encima de mí.
—Déjalo ahí —gritó otra voz. Vaya gente chismosa que hay por este rumbo del mundo. —Está ebrio.
—Noooo—le respondí indignado pero feliz por arrastrar la “o”. —Bueno sí.
—¡Vamos Jess! ¡Hay que irnos ya! —la segunda voz, una voz casi con tono amable, presiono a la muchacha rubia para que se fueran, ella obedeció y me rodeo casi corriendo.
—¡No, no, no! ¡No te vayas! Si necesito ayuda —arrastre las palabras, me giré aun en el suelo húmedo traté de detenerla de un pie, pero ella me ignoró y corrió, subiéndose al auto. La segunda mujer, se giró dándome la espalda. ¿Acaso está loca? ¿No sabe que es malo darle la espalda a un vampiro? ¿Acaso sabe que soy vampiro? Me reí ¿Cómo va a saber qué soy?
—¿Segura? —preguntó, ¿mis oídos se habían perdido algo?
—Sí, yo le marco para que venga a recogerlo —dijo la voz de un ángel. —Quizás en la comisaria le den la ayuda que quiere.
Un par de risas sonaron, la muchacha de la voz amable se volvió hacia mí, me miró pero imitó a la otra, se subió al auto y se escuchó el motor encenderse. A través de las luces del auto, pude ver otra silueta, que estaba de pie, como si estuviera esperándome para llevarme al cielo ¿o al infierno? El auto arrancó y nos rodeó.
—¡Mejor me hubieras pasado encima! —chillé siguiendo con la mirada al auto. —¡Mátame! ¡Así se acabaran mis problemas! ¡No valgo nada! ¡Ya no tengo a nadie que le importe mi vida!
—Ay pero que dramático —la voz del ángel sonó divertida y burlesca. Mi cabeza se giró a buscarla, ella se dio la vuelta dándome la espalda.
—No te vayas —le grité mientras me ponía de pie, tropecé un par de veces, pero logré correr para detenerla.
—No quiero problemas —su voz sonó tranquila en respuesta a mis manos que se posaron con fuerza sobre sus hombros.
—Al igual que yo —lloriqueé. —Pero solo tengo unos pocos.
Su suave risa armonizó el ambiente.
—¿Sabes? Yo tengo un secretito que nunca le he dicho a nadie. —Mis manos se movieron haciendo gestos aunque ella no me viera, —¡Es uno enorme!
Lancé lejos la botella vacía que aún sostenía en mi mano. Ella no se inmutó. Yo seguí con mi monologo, —¿Pero cuál es el maldito punto? Eso no cambia nada, no me voy a hacer bueno.
—¿Pero, y si adoptas perritos? —dijo ella, se burlaba de mí, podía escucharlo en su voz.
—¡No! —grité molesto. —No seré lo que el mundo quiere que sea.
—Tu muy bien —me apremió ahora con un matiz orgulloso.
—¡No voy a ser lo que ella quiere que sea! —grité sintiéndome de pronto liberado.
—¡Así se habla!
—Esto es lo que soy —dije convencido. —Escucha, este es mi maldito secreto —tomé aire —Puedo romperte el cuello ahorita mismo y sería feliz, o puedo dejar que te vayas, y también sería feliz. ¿Tu cual eliges?
No me respondió.
—¿Qué no me escuchas?
De nuevo nada.
—Te hice una maldita pregunta.
Me estaba hartando que me ignorara, se supone que la voy a amenazar después de terminar de vaciar mis penas, y ella simplemente admiraba la carretera como si yo no fuera más interesante que eso. Solté un gruñido. La tome de los hombros, dispuesto a forzarla para culminar mis desvaríos y sin preguntarle, la giré enfrentándola a mí.
Ese fue mi peor error del día.
—¡Maldito destino hijo de perra! —Lloriqueé —¿Tan jodida es mi suerte?
—¡Wow! no pensé que te alegrarías tanto de verme —sus ojos chocolates rodaron hacia arriba.
—Espera, ¿Dónde estamos? —le pregunté, sintiéndome sobrio de repente.
—A la mitad de la carretera —la miré imitando su expresión. —Cerca del pueblo donde vivo.
Respondió con una risa escapando de los labios. Sentí algo frio rozar mi rostro, abrí los ojos sorprendido, pero sacudí mi cabeza alejando el pensamiento, ella no se había movido, era imposible que me haya rozado las mejillas. De nuevo algo tocó mi piel, miré hacia arriba, descubriendo al verdadero culpable.
—Sí, así de jodida es mi suerte —me quejé dejándome caer de nuevo en el frio asfalto. La lluvia comenzó a caer moderadamente sobre mí, empapándome al instante. Ahora si me voy a soltar a llorar, mierda, ya no tenía alcohol conmigo y como están las cosas, presiento que lo necesitaré más tarde.
—¿Problemas en el paraíso? —se recostó a mi lado. Gruñí en respuesta. —Tu mal genio sí que es un problema.
—Tengo muchos problemas —respondí. —Pero todos los hombres tenemos un límite.
—Yo tengo hambre —dijo de repente.
—¿Qué no me estas escuchando? —volví a sentarme, mirándola molesto.
—¿Alguno de tus problemas, los puede solucionar estando aquí, conmigo? —me preguntó mientras se sentaba, imitándome.
Lo pensé un momento. —No.
—Entonces —se levantó y me tendió una mano. —Vámonos.
—¿A dónde? —me puse de pie confundido por sus repentinos impulsos.
—A donde sea —se encogió de hombros. La miré sonriéndole interesado en su propuesta, se me ocurren un par de lugares.
—No seas idiota —me golpeo. —No quiero seguir aquí en el medio de la nada pareciendo loca.
—Dolcezza —murmuré. —Ya vives en el medio de la nada, hay que estar bastante loca para hacer eso.
—Imbécil —bufó y yo sonreí. Ella comenzó a caminar por la carretera, pero yo no la seguí. Me sentía confundido por varias cosas y curiosamente, estaba inseguro si debía seguirla para descubrir que planea, o, seguirla para terminar lo que empecé hace días en la librería. Cuando estuvo lejos de mí, y no sintió mi compañía se giró, buscándome con sus ojos. —Ven, vamos —silbó un par de veces, —sígueme.
—¿Eres tonta o qué? —escupí molesto llegando junto a ella, sus ojos parpadearon molestos por la repentina ráfaga de aire que causó mi cercanía. —Yo no soy perro de nadie como para que me estén silbando.
—Pues —tomó mi brazo, tirando de él para obligarme a caminar, —parece que tu vida amorosa y tu existencia sí están de perros.
Ouch, eso sí me dolió.
Tomó mi mano y volvió a caminar, mi cuerpo comenzó a avanzar mientras le permitía tirar de mí.
—¿Qué tan lejos estamos? —pregunté queriendo tantear cuando sufriría en el camino.
—¿En auto? —Pareció pensarlo —Como 15 minutos.
—Puedo presumir que asusté a tu medio de transporte, ¿Correcto? —dije recordando al intento de rubia que me encontró en la carretera.
—Sip —respondió marcando la “p”.
—¿Caminando cuanto tiempo nos va a tomar?
—¿A mi paso? —pensó de nuevo —¿O al tuyo?
—Chica lista —sonreí.
—A mí paso son ¿Tres horas? Quizás más
—¡Puf! —resoplé. —¿Y a mi paso?
No le di tiempo de responder, la tomé en brazos al estilo novia. Seguía un poco ebrio, pero estaba lo bastante lucido como para recordar donde estaba su casa. En nada de tiempo estábamos debajo del árbol junto a su casa. Subí las ramas y la solté tirándolo dentro de su habitación.
—Ouch, idiota —fue el sonido que retumbó después del golpe seco de su cuerpo cayendo. —Me dejaste caer.
—No me dejas entrar —me encogí de hombros. —Si lo haces, puedo ayudar a quitarte esa ropa húmeda, recostarte suavemente en tu cama, hacer que entres en calor y tomarte…
Algo volador se acercó a mi rostro, pero mi mano fue más rápida.
—¿Te divierte hacer eso? —le gruñí.
—¿Te divierte ser un asno? —me gruñó de regreso. Duramos unos minutos mirándonos cada uno con el ceño fruncido, pero al final ambos soltamos unas risas.
—No me vas a dejar entrar —la miré levantando una ceja, no era una pregunta. Ella sacudió la cabeza. —Chica lista.
—¿Qué haces aquí? —se levantó acercándose a la ventana. Ahí vamos de nuevo con las preguntas.
—Mi vida es una mierda —me encogí de hombros. —Tuve que… —carraspeé, —tuve que matar a una amiga.
Ella me miró sorprendida, luego hizo un gesto de dolor, pero no me dijo nada.
—Ella, estaba sufriendo —me recosté en el marco de su ventana, como la vez pasada, con mi mirada hacia el bosque. —Su dolor era demasiado, y yo, yo tenía que….
Unos cálidos brazos rodearon mi cuerpo, húmedo por la ropa mojada a causa de la lluvia que aun caía sobre mí. Mi cuerpo se tensó, recordado el abrazo que me dio Elena, pero, hubo una gran diferencia, con Elena, el abrazo se sentía forzado, ella me quería forzar a sentir, quería que fuera lo que ella quisiera que yo sea.
Pero, esta humana era diferente. Sus brazos a mí alrededor se sintieron cálidos, no había otra manera de describirlos, se sintieron como el consuelo que he estado buscando toda mi existencia. Tomé una fuerte respiración, absorbiendo todo su aroma, queriendo grabarme la sensación en la mente porque nada me aseguraba que la volvería a sentir.
—Deberías ir a cambiarte —susurré interrumpiendo el momento. Ella se separó de mí y me ofreció una leve sonrisa, asintiendo a mis palabras.
—Te vas a ir ¿Verdad? —me preguntó recostándose en el marco de la puerta, manteniéndose lejos de mí, pero no tanto como para privarme de su calor.
¿Debería irme? ¿Volver a toda la mierda de Mystic? ¿Qué haría si no?
Sus ojos brillantes me miraron, parecían esperar una respuesta. Yo la miré de regreso, queriendo tener una respuesta para ofrecerle.
Mi celular sonó sobresaltándonos a ambos. Busqué el aparato en mi pantalón contestando la llamada sin detenerme a ver el nombre en la pantalla.
—¿Dónde demonios estas? —mi hermano habló histérico en cuanto respondí la llamada. —Carajo, Damon, tenemos una situación aquí que requiere atención y tú te desapareces por cuatro malditos días.
Levanté los ojos sorprendido. La humana me miró cuestionándome con la mirada.
—¿Qué ocurre? —pregunté.
—No pude hablar con Isobel —se quejó mi hermano. —Pero…
—Pero ¿qué? Stefan —gruñí apurándolo para que me dijera la estupidez que había hecho.
—John está aquí.
Solté la respiración. ¿Es idiota o qué demonios?
—¿Ese fue tu gran plan para salvar a Elena? ¿Volver a llevar a John Gilbert?
La humana miró mi celular con atención, luego sus ojos se posaron en mí, su mirada parecía hacerme bastantes preguntas, pero ahorita no tenía tiempo para responderle.
—Traté de buscar a Isobel, pero en su lugar, me lo encontré a él. Dijo que podía ayudarnos, y pues, estamos desesperados.
—¡No tan desesperados, Stefan! —grité sin poder creer lo que mi hermano me decía. —¡Quiso comerme en barbacoa!
La humana me miró sorprendida. Yo solo la mire.
—Oye, el amigo raro de Bonnie trabaja para Elijah, lo que me lleva a suponer que la piedra lunar no se ha convertido en polvo —mi hermano se defendió. —Además, Elena tiene su confianza puesta en ese estúpido trato con Elijah con la idea de salvarnos.
Fruncí el ceño, consiente que ahora si teníamos problemas más serios.
—Tú confías en Elijah, ¡yo no! —Stefan hablaba serio, —es un original, ellos no son de fiar. Y no podemos solo matarlo porque, parece que nada funciona.
—Aún estoy esperando que me cuentes la parte en la que John Gilbert es útil —dije poniendo una mano en mi barbilla.
—Sabe del sacrificio, Isobel le dijo —Stefan suspiró. —Dijo que sabía cómo proteger a Elena.
—¿Y cómo lo haremos? —pregunté derrotado, queriendo confiar en mi hermano por una vez en mi vida.
—No lo ha dicho, o al menos no a mí.
—Excelente, hermanito —dije con falsa alegría. —Como si no tuviera ya bastantes problemas.
Colgué la llamada. Giré mi rostro haciendo que los huesos en mi cuello hicieran un sonido al crujir. Stefan decía que mis métodos para solucionar las cosas eran malos, pero los suyos son una porquería.
—Tienes que irte —mi acompañante murmuró. Paré mi frenesí de pensamientos asesinos en contra de mi hermano, miré a la muchacha del otro lado de la ventana, sus ojos seguían curiosos, pero tranquilos, su ropa aún estaba húmeda, aunque ya se estaba comenzando a secar. —¿Quieres tu chaqueta? Quizás te de frio.
Negué. —Quédatela —sonreí seductoramente — para la próxima vez que nos veamos.
Chapter 11: Angela
Chapter Text
(Isabella POV)
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—¿Por qué? —preguntó. Sus ojos se mantenían fijos, observando la escena que tenía enfrente.
—No lo sé —respondí, mi voz salió ahogada por el nudo que se había formado en mi garganta.
—No lo sé —suspiró ella.
—Volverá, ¿cierto? —su voz reflejó la tristeza que había en su rostro.
—Eso espero —susurró ella a punto de llorar.
—Vámonos —la voz en mi oído me causó escalofríos. Moví mi cabeza asintiendo, pero aun reacia a dejar de mirar a las personas frente a mí.
Giré mi cuerpo, escuchando una melodía de comenzaba a sonar en el fondo de la escena.
Maldije mientras estiraba mi brazo, buscando a tientas el aparato que hacia ese ruido tan molesto. Batallé un poco para encontrarlo, pero finamente logré que el horrible sonido se detuviera.
—¡Bella! —la voz de Charlie se escuchó el otro lado de mi puerta. —Ya me voy al trabajo, que no se te haga tarde para la escuela.
—Ya voy, ya voy —respondí quejándome. La risa de Charlie se escuchó mientras se alejaba de mi habitación.
Froté mi rostro con mis manos tratando de despejarme, aun me sentía somnolienta, confundida y un poco estresada por los acontecimientos de la semana pasada. Aun me recorría un escalofrió al recordar esa noche en Port Angeles, por supuesto que esa noche me resultó muy traumática, pero había dos acontecimientos que por nada del mundo cambiaría. El primero, que Edward llegará a tiempo por mí, gracias a eso estoy viva y parece que fue el impulso que necesitábamos. Además, gracias a esa noche, pudimos el sábado pasado, estar todo el día juntos.
La segunda cosa que nunca cambiaria es que, momentos antes de que Edward me encontrara, el hombre de negro me encontró. Sí, no hay otra palabra que describa ese momento, ambos nos encontramos. Al inicio no lo comprendí, llegue a pensar que mi mala suerte era demasiada y que por eso me encontré con ese vampiro de otra raza.
Pero, después de que ese… vampiro demasiado atractivo... volviera a mi habitación luciendo visiblemente confundido y atormentado, me di cuenta de que mi suerte no era tan mala. Quizás lo que ambos necesitábamos era un amigo que entendiera lo que pasaba en nuestras vidas, y supongo que él siendo lo que es y yo siendo ¿novia? de alguien sobrenatural, no podíamos ir por la calle contándole a cualquiera.
Para mi mala suerte es lunes, y tengo que dejar todo mi fin de semana de fantasía para enfrentarme a la realidad del instituto. Mi única esperanza era que todos estén hablando del baile y de los dramas del fin de semana, así yo podía pasar desapercibida. Con esa motivación me levante de la cama para buscar mis cosas y alistarme para irme corriendo al instituto.
20 minutos más tarde entre a mi habitación, duchada, cambiada y cepillando mi cabello. Acomodé la cama, arreglé mi mochila y bajé buscando algo para ir mordisqueando en el camino. El sonido de un claxon evitó que llegara la cocina, corrí para asomarme por la ventana y vi a Edward de pie, recargado sobre su flamante volvo. Le sonreí y me giré a buscar mis llaves. El desayuno lo tomaré más tarde en la cafetería.
Salí de la casa y tomé la mano que me ofrecía para bajar las escaleras.
—Hola —le sonreí.
—Hola —se sonrió de regreso. —¿Bella dama, me permite escoltarla al colegio?
Sentí mis mejillas calentarse por la sangre que se acumuló en ellas mientras asentía, recibiendo una ligera sonrisa de parte de Edward, parece que hoy está de buen humor. Con todo el cuidado que un humano puede tener, caminé hasta su auto, él abrió la puerta para mí y se aseguró de que yo quedara totalmente segura dentro, cuando estuvo satisfecho, rodeo el auto y se subió detrás del volante arrancando el motor.
Gracias a la delicadeza con la que Edward conduce, nos tomó cerca de 5 minutos llegar al instituto. Me permití echar una mirada al exterior, todo parecía normal, al menos lo que era normal dentro de Forks, no voy a mentir, si noté algunas miradas sobre el auto, pero nada que me molestara. Desde que me mudé aquí, cada mañana, todas las miradas están sobre mí. ¿Me acostumbraré algún día? ¿Algún día me gustará ser el centro de atención?
—¡Bella! —alguien gritó mi nombre. El grito había sido tan alto, que incluso yo había podido escucharlo sobre todo el bullicio que había en el estacionamiento. Y vaya que yo no tengo odio súper desarrollado.
—¡Bella! —esta vez pude reconocer la voz de Angela que trataba de llamar mi atención. —¡Bella! —salí del auto sin esperar a Edward y la busqué entre los demás estudiantes. Edward salió del auto, cuando llegó junto a mí, apuntó con su cabeza hacia la entrada al edificio de la escuela. Angela estaba en lo más alto de las escaleras mirando en nuestra dirección, levante una mano saludándola. Ella me regresó el saludo y se tiró a correr mientras esquivaba con facilidad a los estudiantes que se metían en su camino.
Miré a Edward con los ojos abiertos, tratando de que me diera una respuesta a la repentina agilidad de mi amiga. Si bien yo no debería tener la osadía de juzgar a alguien por su agilidad para caminar, Angela no era de las personas más deportistas que conozco. Mi acompañante solo se encogió de hombros. Giré mi atención hacia el frente, sonriendo amigablemente mientras Angela frenaba sus pasos delante de nosotros.
—¡Tengo que hablar contigo! —me tomo por el brazo. Se giró mirando a Edward y solo dijo: —Me la robaré.
Sin esperar respuesta alguna, tironeo de mí rumbo al interior del edificio. Mis piernas trataban de seguir el ritmo de los pasos que ella daba, se movía de un lado a otro esquivando a los estudiantes y compañeros, tirando de mis hombros y sin soltar mi mano. Por supuesto que yo terminé chocando con varias personas en el camino.
—¡Angela!, espera, me voy a caer —le rogué con voz agitada. No podía seguirle el paso.
—Lo siento Bella —disminuyó un poco el ritmo, —pero debo ir al baño antes de que inicien las clases.
—Puedes ir sola —me quejé. —Yo te espero en clase.
Angela y yo compartíamos clase la primera hora de hoy, bueno la realidad es que tenemos casi todas las clases juntas. Curiosamente y según palabras de Jessica, Angela había cambiado todas sus clases una semana antes de que yo llegara a Forks y gracias a ese movimiento, tenemos casi el mismo horario.
—No quiero ir sola —se negó. — Si te suelto vas a huir de mí, estoy segura.
Miró levemente sobre su hombro y me abrió la puerta del edificio. Ambas entramos caminando por el pasillo lleno de estudiantes, me giré para entrar al primer baño que encontré, pero ella no. La miré con una ceja levantada y ella solo negó con la cabeza. Me encogí de hombros y la seguí, caminamos por más pasillos hasta el gimnasio, entramos a los vestidores de mujeres y después a los baños. Hasta entonces Angela me soltó.
—Pensé que tenías mucha urgencia de ir al baño —murmuré mirando como colocaba el seguro a la puerta.
—No quiero que nos escuchen —respondió hablando muy bajo La miré con una ceja levantada.
—¿De qué quieres hablar conmigo? —pregunté adivinando sus intenciones.
—¿Dónde está el Damnatus? —soltó de golpe con un todo frio en su voz.
—¿El… qué? —la miré confundida.
—Bella, no tengo mucho tiempo para explicarte —se quejó. — El libro oscuro.
—¿De que demonios hablas? —pregunté tratando de entender. Parecía que me hablaba con un código que debía cifrar.
—¡Bella! —chilló desesperada. —Negro, pesado y con muchas páginas en su interior —movía sus manos haciendo señas de las palabras que decía, —¡Ese libro que encontraste en Port Angeles! ¿Te suena?
Mi boca se abrió y se cerró varias veces, pero traté de volver a mi expresión neutra, pero estaba segura de que ya me había delatado.
—¿Cómo sabes de eso? —pregunté en voz baja.
—No tenemos tiempo, Bella —miró a la puerta con impaciencia. —¿Dónde está?
—Yo no lo tengo. —respondí honestamente.
—¡¿Cómo que tu no lo tienes?! —su grito me hizo estremecer. Negué.
—¡Maldita sea! —acomodó sus lentes sin despegar sus ojos de mí. Me removí incomoda bajo su mirada, parecía como si me estuviera analizando en busca del mínimo detalle que le indicara que estaba mintiendo. Respiré agradecida cuando escuché el timbre sonar.
Angela sacudió su cabeza, supongo que tratando de organizar sus ideas. —Vamos a clases —estiró su mano hacia mí, — hablaremos más tarde.
Yo asentí aun confundida. Mi secuestradora quitó el seguro de la puerta del baño y ambas salimos corriendo rezando para llegar a tiempo al salón. Para nuestra suerte, llegamos antes de la profesora, y como a ambas nos gustaba la clase de literatura, los minutos se pasaron volando. Cuando sonó el timbre Edward ya me esperaba de nuevo en la puerta para acompañarme a mi siguiente clase, todos los estudiantes pasaban junto a él casi corriendo, pero yo me tomé mi tiempo de tomar mis cosas y caminar tranquilamente hasta salir del salón y encontrarme con él. Edward cargó mi mochila en su hombro y con su otra mano se posó sobre la mía causándome una sonrisa que mantuve durante todo el trayecto en los pasillos.
Compartía con él la siguiente clase y resultaba ser un alivio. Cuando estaba con Edward, me sentía como si yo estuviera al interior de una bola de cristal y estaba segura que él se encargaría de evitar que algo me lastimara, incluso una horrible tortura que tenía que soportar la siguiente hora y que se llamaba clase de Cálculo.
—Acabo de cambiar casi todas mis clases —la melodiosa voz de Edward sonó cerca de mi oído, el salón estaba llenándose poco a poco, pero los demás parecían no ponernos atención.
—¿Por qué? —Levanté una ceja, —¿Cómo que “casi”?
—Cambie todas las que pude, para tener el mismo horario que tú —una sonrisa bailaba en sus labios, sonreí por la noticia.
—Yo sí tengo el mismo horario que tú, Bella
Salté en mi asiento cunado vi la cara de Angela frente a mí. Una sonrisa brillaba en su rostro, tenía su barbilla sobre sus manos, que a su vez descansaban sobre el respaldo de su asiento, parecía tan tierna e inocente que casi me convencía de su mentira. A mi lado Edward soltó un suspiro demasiado audible, pero no dijo nada.
—Qué bueno Ang —le sonreí, pero también le hice una seña diciendo: “¿Qué estás haciendo?” Pero ella se giró dándome la espalda.
—¿Tú que estás haciendo aquí? —Edward se enderezó mirando a uno de sus hermanos que acababa de aparecer delante de nosotros.
El rubio se encogió de hombros y se sentó al lado de mi amiga. Angela lo miró y en lo que ella consideró un gestó discreto, se alejó lo más que pudo a su extremo de la mesa, el rubio hizo el mismo gesto, ambos quedaron lo más lejos que la mesa les permitió.
—Bella, él es Jasper —murmuró Edward. El aludido no movió ningún musculo.
—Es un placer, creo —dije al aire.
Para suerte de todos, el profesor entró y comenzó la clase.
Tres horas después, me arrastré fuera de la clase de trigonometría. Mi humor había decaído demasiado gracias al repentino comportamiento de Angela y Edward y para mi suerte, la última hora tuve que pasarla escuchando a Jessica parlotear sobre el baile y su vida amorosa/sexual con Mike. Edward estaba a la vuelta del pasillo esperándome, su rostro tenía una mueca de desagrado y supe que había estado escuchando todo lo que Jessica me estaba contando.
—Te veo después, Bella —Jess se despidió de mí en cuanto notó a Edward.
—Eso te pasa por estar escuchando —dije tratando de controlar la risa que me amenazaba con salir.
—Tienes hambre —Edward me miró preocupado, supuse que estaba escuchando a mi estómago pelearse con mis demás órganos. Giré mi rostro al lado contrario para que no me notara mientras giraba los ojos. —¿Tomaste algo antes de salir de tu casa?
Negué con la cabeza sin detener mis pasos. Llegué a la fila del almuerzo y llené la bandeja en mis manos, casi corrí hacia la primer mesa vacía que encontré, por supuesto, Edward me siguió imitando mis movimientos pero con más discreción, claro. Arrastré mi silla para sentarme mientras llevaba a mi boca un trozo de sándwich.
—Me iré de nuevo con Alice después del almuerzo —murmuró. Sentí la comida atorarse en el medio de mi garganta, Edward me tendió mi vaso de jugo, lo acepté y tomé un sorbo antes de mirarlo, su mirada dorada se notaba preocupada y curiosa.
Esta era la segunda vez que Edward me dejaba tirada en el instituto. Bueno, más bien, era la ocasión que me traía al instituto y después me decía que se tenía que ir.
—¿A dónde irás? —pregunté curiosa. Dependiendo de su respuesta, podría decirle que me saltaba clases yo también y así no tendría que caminar.
—Yo también debo comer —una sonrisa brilló en sus labios. —Debí dejarte que condujeras hoy.
—Está bien —me encogí de hombros. —No está lejos, puedo ir caminando.
—No te voy a dejar que vayas caminando —Edward hizo un gesto indignado. Olvidaba que era el Sr. Caballero de brillante armadura, y sus principios no le permitían dejar que mis zapatillas de cristal se desgastaran caminando por la fría y rasposa calle.
—¡Bella se va conmigo! —una voz demasiado amistosa y audible causó que Edward y yo saltáramos. Angela recorrió la silla a mi lado y se sentó mientras nos miraba con una sonrisa, sus ojos pasaban de uno a otro esperando una respuesta.
—Angela, no tengo problemas en pasar a casa de Bella y dejar su camioneta en el estacionamiento —Edward le ofreció una sonrisa a mi amiga, incuso yo pude notar la carencia de amabilidad en ese gesto, ella por su parte no le devolvió el gesto, solo se limitó a mirarlo. —No es necesario que te desvíes.
—No lo haré —Angela habló con un tono golpeado. —Además, con Bella ya habíamos quedado en que esta noche la pasaría en mi casa.
—¿Yo dije eso? —pregunté. Bajo la mesa, una delgada mano se posó en mi pierna y los dedos ejercieron una fuerte presión a través de la ropa para pellizcarme la piel. —¡Ay!
Edward saltó alerta con mi grito. Sus ojos dorados que se estaban convirtiendo en marrones me miraron, analizándome de arriba abajo en busca de cualquier señal de peligro.
—¡Ay! Sí, es cierto —chillé tratando de fingir para arreglar la situación. Miré de reojo a Angela tratando de que me explicara con la vista de que carajos hablaba. —Me olvidaba que el proyecto lo haríamos en tu casa.
—Como es muy probable que sea nos haga tarde —Angela ignoró mis gestos, y seguía hablando con habló mientras sus dedos soltaban mi pierna, —y para evitar problemas, convencí a Bella de quedarse a dormir en mi casa.
Sus palabras parecieron una explicación que nadie había pedido.
—Sí, tu puedes irte tranquilo —le dije a Edward mostrando mis dientes en un patético intento de sonreír. Supe que él no estaba convencido, había detectado la mentira en las palabras de mi amiga, pero de verdad rogaba que mi intento de convencerlo si causara algún efecto en él.
—Hola, Bella —el cuerpo pequeño se asomó detrás de Edward, su rostro de niña y sus ojos dorados con bastantes emociones en ellos, hacían que resultara curiosamente amable. —Angela, un gusto verte de nuevo.
—Hola, Alice —saludamos tímidamente.
—¿Estás preparado? —le preguntó a Edward.
—Casi —Edward replicó cortante. —Te veo en el auto.
Alice no le respondió nada a su hermano, nos guiñó un ojo y se alejó a través de todas las mesas de la cafetería. Angela y yo la seguimos con la mirada, evidentemente acomplejadas por el grácil y hermoso caminar de la vampira. Los demás estudiantes también la siguieron con la mirada hasta que desapareció por las puertas.
—¿Está mal si digo “que te diviertas”? —le pregunté a Edward poniendo mi atención en él de nuevo.
Esbozó una amplia sonrisa entendiendo el mensaje oculto de mis palabras. Me esforcé en parecer sincera con mis deseos, pero, por supuesto, no le engañé.
—Intentaré divertirme —seguía sonriendo—. Y tú, intenta mantenerte a salvo, por favor.
—¡Puf! —Angela hizo muecas, ni ella creía que podía durar un día sin meterme en problemas. Le di una mirada molesta, pero Edward y yo volvimos a nuestro mundo, ignorarla.
—¿Yo a salvo? ¿En Forks? —pregunté divertida por su petición. —¡Menudo reto!
—Prométemelo —el rostro se endureció. ¿Qué me podría hacer daño aquí? ¿El suelo? Si el resto de los Cullen tratan de lastimarme ¿qué haría yo para evitarlo?
—Prometo que intentaré mantenerme ilesa —aseguré—. Además estaré con Angela, no debería estar en demasiado peligro.
—Haremos lo que se pueda —mi amiga trato de sonar convincente.
Edward nos dio una larga mirada a ambas, ninguna de las dos era muy famosa por su buen equilibrio, yo era la peor, sin duda alguna. Podía apostar a que Angela tenía más sentido de la supervivencia que yo, lo que significaba que ella era seria la que me haría razonar si trato de hacer algo estúpido.
Edward se puso de pie, mi reacción fue imitarlo. Tomó mi mano, acariciándola con la yema de sus dedos con suavidad, y me jaló unos metros lejos de la mesa sin que su mirada se despegara de Angela.
Creó a mí alrededor una ilusión de falsa privacidad.
—Te veré mañana —suspiré.
—Te parece mucho tiempo, ¿verdad? —murmuró tristemente.
Asentí con desánimo. No me sentía muy convencida de pasar la noche en casa de Angela, no porque ella me cayera mal ni nada por el estilo, es solo que sabía que me iba a interrogar, tampoco me molestaba eso, pero ella sería más difícil de engañar o de despistar de lo que Jessica fue. Angela no se conforma con una respuesta vaga.
—Por la mañana, aquí estaré —me prometió esbozando su sonrisa pícara. —Te esperaré, no te preocupes.
—Sí, sí, ya —Angela se acercó a nosotros. Rodeo mi cuerpo con sus brazos y jaló de mí para regresar a la mesa, volvió su cabeza hacia Edward y le dijo: —Alice te espera.
Oculté mi sonrisa, mi amiga acababa de casi echar a un vampiro. Por poco y patea su trasero para que saliera de la cafetería. Él la miró molesto, pero extendió la mano para acariciarme la cara, las yemas de sus dedos rozaron levemente los pómulos y luego se dio la vuelta y se alejó. Mis ojos se posaron en su espalda, observando su andar elegante, cauteloso y extraño, de nuevo pasó lo mismo que con su hermana, todos lo miraron
—¿Por qué es tan dramático? —se quejó Ang. —Mañana te va a volver a ver.
Le di una mirada mientras me sentaba de nuevo, traté de terminar la comida en la charola. Poco tiempo después, el timbre que anunciaba el final del almuerzo sonó causando que todos se levantaran casi corriendo de sus mesas, en poco tiempo se vació la cafetería dejándonos a los Cullen, que nos miraban a mi amiga y a mí, como buitres a punto de lanzarse a un cadáver.
—Vámonos antes de que nos coman —Angela murmuró empujando mi espalda. Asentí dándole silenciosamente la razón, si nos quedábamos más tiempo a solas con esos vampiros, era muy probable que fuera la ocasión perfecta para que ningún otro estudiante nos escuchara gritar. Para suerte de mi amiga, solo yo sabía cuánta razón tenían sus palabras.
Atravesamos los edificios hablando casualmente mientras nos dirigíamos a la siguiente clase que como ya era usual, Angela también compartía conmigo. Cuando entramos al salón, estaba casi vació. Caminé hasta el fondo del salón, dejándome caer en mi asiento, lancé mi mochila al piso recostando mi cabeza contra la fría.
¿Qué mierda les pasaba a todos hoy? Me daban jaqueca con su extraño comportamiento ¿Por qué debía yo de lidiar con eso? ¿No pueden solos o qué?
—Así te va a doler más —me sobresalté al sentir la fría mano sobre mi cabello. No ejercía ninguna fuerza, pero estaba deteniendo el golpeteo de mi frente contra la madera fría.
—¿Qué haces aquí? —pregunté con voz temblorosa. Me sentía insegura por el repentino contacto, y más teniendo en cuenta que no era común que me hablara.
—Tranquila —sonó casual. —Tengo esta clase
—Sí, eso es fácil de suponer —dije mientras levantaba mi cabeza sintiendo su mano deslizarse sobre mi cabello. Le di una mirada también deseando tener la habilidad de analizar su comportamiento.
—Quería hablar contigo sin que se viera sospechoso.
—¿Por qué seria sospechoso que me hablaras? —lo mire incrédulamente. Sé que ellos no hablan con nadie de la escuela, pero hablar conmigo sería normal, ¿No?
—Porque Edward se va a enterar —respondió rodando los ojos. —Y así estoy evitándonos a ambos una discusión con él.
Asentí no muy convencida.
—Supongo que me dirás que deje de ser estúpida y valore mi vida —levanté una ceja retándolo a que lo negara. Aparentemente toda su familia pensaba eso de mí.
—No, Bella —negó mirándome sorprendido. No sé qué lo tomó desprevenido, si mi tono o mis palabras. —Ya me di cuenta que no valoras tu vida, pero eso es asunto tuyo.
Ahora yo no sabía cómo sentirme al respecto.
—¿Entonces? —pregunté ansiosa.
—¿Cómo conoces a Damon Salvatore?
Lo miré.
Me miró.
Pero no pasó nada más. Una de sus cejas se elevó haciéndome una pregunta silenciosa, pero yo seguí callada. Podía sentir a mi cerebro dando miles de vueltas, buscando si yo conocía a alguien con ese nombre, pero no había nadie en mi agenda de conocidos que se llamará así. Simplemente no tenía una respuesta para ofrecerle.
—¿Quién? —fue todo lo que pude decir.
Soltó un suspiro muy largo, ¿estaba aguantando la respiración desde que entró? Sus ojos no se habían despegado de mi rostro, solo que esta vez, él también lucia confundido.
—¿No sabes quién es? — preguntó, yo respondí sacudiendo mi cabeza negativamente. — Masculino, seductor, de hombros anchos, músculos marcados, rasgos cuadrados pero refinados, piel sedosa, cabello negro azabache, ojos hipnotizantes de color azul, dientes bancos enmarcados por unos labios carnosos y con una sonrisa mortalmente sensual ¿te suena?
Sentí el calor de la sangre subiendo a mis mejillas. Jasper no pudo evitarlo, al ver mi reacción, soltó una carcajada más audible de lo que a ambos nos hubiera gustado, la reacción de todos fue muy obvia, todos los ojos de los presentes se posaron sobre nosotros. Jasper se puso la mano sobre su boca, tratando de cubrir la sonrisa que aun bailaba en sus labios, falló miserablemente, pues sus mejillas aún estaban elevadas. Yo bajé mi rostro, tratando de cubrir mi rostro sonrojado con una cortina de cabello.
Para mi buena suerte, el profesor de historia entró en ese momento haciendo que automáticamente todos pusieran su atención sobre él. Le di una mirada a mi amiga, ella solo me miró preguntándome en silencio “¿Que fue eso?” Me encogí de hombros y le hice una señal con los ojos diciendo “más tarde”.
—¿Qué fue? —susurró. Aun podía escuchar la risa en su voz —¿Lo masculino y seductor? O acaso, ¿fue la sonrisa mortalmente sensual?
—Los ojos —respondí entre dientes, él de nuevo se rio por mi reacción.
—Bueno —aclaro su garganta tratando de recuperar la seriedad, —ahora ya que nos entendemos, responde.
—Me lo topé una vez en Port Angeles —me encogí de hombros, no estaba mintiendo, pero tampoco quería revelarle detalles a Jasper, no estaba segura de hasta qué punto podría confiar en él, para ocultarle ciertos detalles a Edward. —Hasta este momento, no sabía su nombre.
Me dio una mirada de nuevo, tratado de descubrir si decía la verdad. Algo pareció convencerlo y asintió.
—Ten cuidado —me dijo y puso su atención en la clase. Ahora fue mi turno de darle una mirada, su semblante estaba serio pero tranquilo, supuse que hasta aquí había llegado nuestra pequeña amistad.
Cuando terminó la clase, Jasper salió casi corriendo por la puerta.
—¿Qué fue eso? —Angela se acercó a mi mesa.
—No estoy segura —suspiré agachándome por mi mochila.
—Fue extraño, aunque si eres novia de su hermano, creo que es normal que te hable.
—¿Tú crees que es normal? —la miré.
—¿Qué tus relaciones interpersonales sean con ellos? —me miró a través de los cristales en su rostro. —No, no es normal.
Me crucé de brazos, ella solo sonrió y tiró de mi brazo para irnos a la siguiente clase.
Después de varias horas y de una clase de educación física donde dejé heridos a más de la mitad de los compañeros, estaba atravesando el estacionamiento para reunirme con mi secuestradora en su auto. Ella ya me estaba esperando dentro, en cuanto me notó caminando hacia ella, encendió el motor.
—¿Por qué traes tu auto hoy? —pregunté subiéndome. —Vives a 10 calles de aquí.
Se encogió de hombros.
Nos tomó menos de 5 minutos estacionar afuera de su casa. Angela se bajó del auto con una sonrisa y me hizo una señal para que la imitara.
—Ay pero ¿en que me acabo de meter? —me quejé.
—Vamos Bella, hay que entrar —me gritó desde la puerta de su casa.
Bajé del auto arrastrando mi mochila y mi alma. La alcancé en el interior, la calidez de su hogar hacia demasiado contraste con el frio y la humedad que había afuera.
—Mis padres no están —dijo cerrando la puerta.
—¿No hay problema si me quedo? —me sentí preocupada. —No quiero que tus padres lleguen y me saquen en el medio de la noche.
—No hay problema, creo que estarán aliviados de saber que no estaré esta noche sola.
—¿Sola?
—Sí, voy a estar toda la semana sola. —se encogió de hombros. —Mis padres fueron a Seattle por unas conferencias de papá, no son diario, pero prefirieron quedarse allá.
Moví mi cabeza comprensivamente, yo también creía que era menos peligroso quedarse allá, que ir y venir diario, el clima de Forks es muy cambiante y la mayoría de las veces que Charlie tenía que ir a atender un accidente, era a causa del clima, la mala condición de la carretera o alguien imprudente al volante. Las peores veces eran cuando se juntaban las tres opciones.
—Vamos a mi habitación —caminó delante de mí. Mis piernas se movieron siguiéndola por la casa. Debo admitir que la decoración era muy sencilla, los muebles funcionales y sobrios, pero lo que más me agradó fue las decoraciones que tenían, plantas y emblemas extraños por todos lados que daban una sensación de misterio a la casa.
—Ang, no es queja, ni tampoco estoy molesta —dije suavemente. No se detuvo, pero su cabeza se inclinó levemente en mi dirección indicándome que su atención estaba en mis palabras. —Pero quiero saber la verdadera razón a tu insistencia en quedarnos a solas.
—Tenemos muchas cosas de que hablar Bella —respondió terminando de subir las escaleras, —aparentemente Edward no te puede dejar sola ni un segundo y tuve que aprovechar la oportunidad.
—Edward solo está conmigo en la escuela, Angela —rodé los ojos.
—Eso crees tú. —respondió mientras abría la puerta de una habitación. —Adelante, pasa.
Le di una mirada confundida hice lo que me pidió, su habitación estaba decorada como el resto de la casa, pero podía notarse muy bien su esencia en la habitación. Las paredes color Un librero pequeño pero con bastantes libros adornaba la habitación, era el que resultaba más llamativo en contraste con el resto de los muebles.
Debo darles una ojeada a esos libros más tarde.
—Creo que debo avisarle a Charlie —me incliné a buscar mi celular en mi mochila.
—Sí —Angela estuvo de acuerdo. —No quiero que se me acuse de secuestro.
—Si yo fuera tú, mañana iría a revisar mis antecedentes —le dije en tono burlón. Ambas soltamos la risa.
—Llámale, yo iré a traer algo caliente para beber —pasó feliz junto a mi lado, despareciendo de nuevo escaleras abajo.
Dejé caer mi cuerpo en su cama, que debo admitir que era bastante cómoda y esponjosa. Marqué rápidamente el número de la comisaria.
—Papá —hablé en cuanto respondieron después de un par de timbres. —Soy Bella.
—Hola, dime —su voz estaba distraída. —¿Estas bien? ¿Pasa algo? ¿Qué ocurre?
Ya se había alarmado. Cuando llegué a Forks, habíamos acordado que lo llamaría a la comisaria solamente si algo había ocurrido, de lo contrario llamaría a su celular. También habíamos acordado que si estábamos solos lo llamaría solamente Charlie, era algo así como un código que inventamos entre ambos para tener conversaciones seguras, según él, “alguien podría estar escuchando”.
—Estoy bien —dije tratando de tranquilizarlo. —Te llamé a este número porque en la mañana noté que habías olvidado tu celular en casa.
—Oh —respondió, escuché cosas moverse, supongo que buscando su celular. —Cierto, no está aquí.
Me reí suavemente.
—¿Dónde estás? —preguntó alarmado de nuevo.
—En casa de Angela, tenemos una tarea juntas y no sé cuándo tiempo nos tome…
—¿Angela? —ahora sonó confundido.
—Sí, papá, Angela.
—¿Una tarea, dices?
—¿Sí? —respondí, ¿O pregunté?
—¿Vas a volver a casa hoy?
—No creo —me mordí el labio, —dejé mi camioneta en casa.
—¿Y cómo te fuiste al instituto? —su voz era seria. Mierda, no quería darle tantos detalles a Charlie.
—Me llevaron.
—Hmm —me encogí por su regaño silencioso. —Está bien, tengan cuidado y si necesitan algo, o si algo ocurre…
—Te llamamos —le complete.
—Sí, adiós.
Me colgó rápidamente, y yo agradecí internamente que no hiciera más preguntas al respecto. Le hice una seña de complicidad a mi amiga cuando volvió a la habitación, ella me sonrió triunfante mientras se dejaba caer a mi lado en la cama. Una de sus manos me tendió una taza humeante, mi mano la recibió agradeciendo el toque caliente del material. Hoy hacia bastante frio afuera y mi cuerpo necesitaba el calor que la infusión podía otorgarme.
Di un pequeño sorbo sintiendo lo caliente en mi boca, no estaba muy caliente como para hacerme daño, pero si lo suficiente para sentir el calor recorrer mi garganta. No me había dado cuenta de que estaba helada y sedienta.
— Pues, bueno —hable tranquilamente. Sus ojos me miraron sobre sus lentes opacos a causa del vapor de su taza. — Ya conseguiste convencer a todos que la privación de mi libertad es voluntaria, ya me diste algo para calmarme que es muy probable que contenga alguna hierba sedante o alucinógena —Angela hizo una mueca de disgusto por mi comentario. —Lo mínimo que merezco es saber su valdrá la pena o no mi desaparición.
—No seas dramática, Bella —respondió ofendida. —¿Cómo es posible que me tengas miedo a mí?
—Ang —traté de calmarla.
—Deberías de tenerle más miedo a los Cullen que a mí, Yo nunca te haría daño.
La miré con los ojos muy abiertos, al parecer ella se dio cuenta de mi actitud y eso hizo que sus palabras se detuvieran. Abrió la boca un par de veces, pero no salió ninguna palabra de sus labios.
—No era así como quería empezar la conversación —se quejó.
—Angela, ya dime que sucede —tome su mano, ofreciéndole una sonrisa de confianza. —Puedes decirme cualquier cosa.
—¿Recuerdas lo que te pregunté en los baños del gimnasio? —preguntó tímidamente. Moví mi cabeza afirmativamente. —De eso quiero hablar.
—Primero dime, ¿Cómo sabes de ese libro?
—Si te lo digo no me vas a creer
—Pruébame —le dije. A estas alturas, no creo que nada me sorprenda.
—Ese libro es mío, yo lo puse en esa librería a propósito.
—¿Cómo? ¿Por qué? —la miré sintiéndome confundida.
—Porque es demasiado peligroso para que incluso yo lo tenga —su voz salió baja, dio unas miradas hacia la puerta de su habitación y a la ventana.
—Angela, te creo que es peligroso, pero no que sea tuyo —dije muy segura.
—Sé que crees que ese libro es de Sarah Wilde, sí, eso es correcto. Pero Sarah era la tátara, tátara abuela, de mi tátara tátara abuela. O algo así.
—Espera, Angela, —sacudí mi cabeza tratando de acomodar mis ideas. —Si es muy peligroso que tengas ese libro, ¿Por qué lo quieres recuperar?
—No quiero que lo encuentre la persona equivocada.
—¿Y qué harás cuando lo tengas? —la miré interesada.
—Me gustaría quemarlo, pero no se puede, ya lo he intentado —se tiró de espaldas en la cama, cubriéndose su rostro con sus brazos. —¡Ay, Bella! Ayúdame a encontrarlo.
—¿Por qué yo? —levanté una ceja.
—Porque es tu culpa que esté perdido.
Ouch.
—No, lo siento, no quise decirlo así —se enderezó mirándome asustada. —Sé que eres curiosa, Bella, y sé que tenías varias razones para buscarlo y leerlo, está bien, no te juzgo por eso.
—Pero si yo no lo hubiera buscado, nadie sabría sobre él y estaría justo donde lo pusiste.
Ella asintió. Ahora yo me sentía culpable, no quería meter en problemas a mi única amiga, pero necesitaba algo con que acorralar a Edward para que me dijera la verdad, aunque también necesitaba entender ciertas cosas de mi vida.
—Lo siento, Angela —me disculpé. —No pensé que fuera tan importante.
—Te creo —su sonrisa fue leve pero honesta. —Espero que tú y yo vivamos para contar más tarde esta experiencia.
—De todos modos no creo que viva mucho —murmuré lo más bajo que pude.
—¡Oye! ¿Por qué dices eso? —me miró sorprendida. —¿Es por los Cullen?
—En parte.
—Si esos fríos idiotas te llegan a lastimar, yo me encargo de patear sus patear sus vampíricos traseros.
Solté una carcajada de imaginarme la escena, definitivamente pagaría lo que fuera para ver eso. Un momento, ¿dijo vampíricos?
—¿Qué? ¿Por qué? ¿Cómo? ¿Quién? —tartamudeé.
—No eres la única que sabe sobre lo sobrenatural.
Parpadeé un par de veces.
—¿Cómo carajos sabes de eso? —chillé.
—Tranquila, Bella.
—¡Habla Angela!
—¿Sabes qué fue Sara?
—Una de las verdaderas brujas que fueron sentenciadas en Salem.
—Sí. Yo soy parte de su linaje… —se quedó callada, dejándome procesar todo por mí misma.
—Entonces —mi cerebro comenzó a dar vueltas, conectando todos los puntos. —¿Eres una bruja, como ella?
—Exactamente.
La miré demasiado asombrada como para responder.
—¡Qué genial! ¿Cómo funciona? ¿Es energía? ¿Un poder en específico? ¿Haces pócimas? ¿Hechizos? ¿Magia negra o blanca? ¿Hay más tipos? ¿Puedes enseñarme algo?
—Bella tranquila. Bella, ¡Isabella, respira! —me tomó de los hombros sacudiéndome.
Hice lo que me pidió, deje de hacer preguntas y me concentré en que el aire entrara de nuevo a mis pulmones. Angela me miró preocupada y asombrada.
—Haces muchas preguntas —dijo soltando una risa fresca.
—Ya me lo han dicho —asentí aun jalando aire.
La miré, su postura estaba relajada, su sonrisa era sincera y su rostro parecía haber rejuvenecido como 10 años. Frente a mí, no estaba la Angela que todos en el instituto conocíamos, no, frente a mi estaba una mujer joven, inteligente y fuerte que llevaba toda su vida escondiéndose de los demás y que por fin había podido salir de su cárcel. Angela se había liberado del peso de su secreto.
—¿Quién más sabe?
—¿Aparte de ti? —se acomodó sus gafas pensando en una respuesta. —Solo mamá y papá.
—¿Nunca le habías dicho a nadie? —chillé emocionada. —¿Soy la primera a la que se lo cuentas?
—No es algo que pueda andar contando por ahí
—¿Y porque a mí sí? —ahora me sentía confundida por la repentina confianza.
—Porque eres mi amiga —me sonrió, —y resultaste ser una amiga que también entiende de ese mundo.
Me sentí vulnerable, ¿Qué tanto sabia ella sobre mí?
—Entonces, sabes de los Cullen.
No fue una pregunta la que salió de mi boca.
—Sé que son vampiros y lo que eso implica.
—¿Tus padres también lo saben?
—Sí, lo saben. Mamá no tiene, mmm, poderes, pero sí está al tanto del mundo sobrenatural.
La miré pidiendo una explicación.
—Cada 100 o 150 años, en mi linaje, nace una bruja, en toda la extensión de la palabra —explicó. —El resto de las generaciones que nace en ese lapso de tiempo, son humanas normales, pero tiene que pasar el conocimiento de la magia.
—Entonces saben de magia, pero, ¿no pueden ejecutarla?
—Exactamente.
—Dijiste tu linaje —pensé en sus palabras. —¿Te refieres al Sangus cum magica?
—¿Leíste el libro? —preguntó subiendo la voz. Ahora su rostro se había transformado, cubriéndose de pánico.
Negué —Angela, ese libro está hechizado ¿Recuerdas?
—Oh, cierto —bajó la cabeza, avergonzada. —¿Cómo sabes de eso?
—Compré más libros sobre esos temas, en la librería de Port Angeles. Esa noche, no solo estaba buscando información sobre los Cullen, quería, necesitaba una explicación a varias cosas que me han pasado. Cuando llegué a casa, leí todos los libros que compré, bueno, casi todos, hice varios mapas, resúmenes, dibujos, busqué significados de palabras que no entendía, rastreé sucesos que creo que están conectados a lo sobrenatural y…
Me quedé callada. Angela apretó de nuevo mi mano, reconfortándome.
—Lo único que no pude leer fue ese maldito libro porque me lo quitaron.
—¿Quién te lo quitó? —preguntó suavemente. — Bella, ¿Qué pasó esa noche?
Si mi amiga había confiado lo suficiente en mí, como para contarme un secreto tan importante para ella, yo podía hacer lo mismo.
—Después de dejarlas en la tienda de vestidos, caminé casi por todo Port Angeles hasta que me encontré esa librería, adentró, encontré varios libros de leyendas, mitología, magia y esas cosas.
—Ahí encontraste el Damnatus —dijo ella, al ver mi cara explicó: —Mi libro.
—Sí, pero alguien ya lo estaba buscando, y yo se lo gané.
—¿Qué? ¿Cómo que alguien ya lo estaba buscando? ¿Quién? ¿Por qué? ¿Para qué mierda quieren mi libro?
—¡Angela, respira! —repetí su frase, ella me dio un leve empujón pero dejó de hacer preguntas, al menos.
—No me dijo para qué, o porqué —me encogí de hombros. —Trató de convencerme que se lo diera, supongo que hipnotizarme, pero no funcionó.
—Era un vampiro ¿correcto? —preguntó para confirmar sus sospechas. Yo asentí.
—No le funcionaron sus sucios trucos, así que el infeliz me besó, pero yo no dejé que me quitara el libro…
—¡¿Te besaste con un vampiro?! —gritó. —¿Con un vampiro desconocido?
Ups, eso no debí decirlo.
—Sí, pero eso no es importante.
—¿Y besaba bien? —preguntó interesada. —¿Era sexy?
—¡Angela! —me sonrojé. —Era sexy como el infierno, el cliché del tipo malo de los libros.
—¡Ah! —chilló emocionada sacudiéndome. —Necesito los detalles.
—Jeans negros, chaqueta de cuero, cabello negro con reflejos azules, sonrisa seductora —comencé a describirlo. —Sus ojos eran de un hermoso color azul.
—Ay carajo —gimió. —Suena como el pecado hecho persona.
—Sus manos me tomaron de la cintura y me apretaron contra su cuerpo, sus labios suaves y carnosos se posaron en los míos, besándome como si su vida dependiera de eso.
—¡Isabella! —gritó abriendo los ojos sorprendida —¡Eres una maldita con suerte! ¿Y que pasó después? ¿Te puso contra la pared? ¿Sus manos acariciaron tu cuerpo? ¡Cuéntame!
—¡Basta Angela! —dije sonrojada. De repente hacía mucho calor a mi alrededor. —Te los cuento después.
Ella saltó emocionada. Con su mano me hizo una señal para seguir con el tema que estábamos antes de esos morbosos detalles.
—Cuando salimos de la librería, trató de beber mi sangre, haciéndome soltar todos los libros que traía.
—Desgraciado —gruñó repentinamente molesta. —¿Te hizo algo más?
—No, él no. —me estremecí. —Al contrario, creo que me salvó. Había unos tipos que estaban ebrios y trataron de…
Soltó un jadeo al comprender mis palabras.
—Oh Bella —me abrazó, frotando mis brazos en un gesto reconfortante. —Tenía un mal presentimiento esa noche, lo siento.
—Está bien —dije —no me pasó nada.
—Debí acompañarte, lo siento mucho.
—Tranquila Angela, estoy bien, de verdad —le aseguré.
Ella solo negó con su cabeza y apretó más sus brazos a mi alrededor. Ese gesto era lo que necesitaba desde esa noche, que alguien me tomara en sus brazos dándome ese calor para sanar las heridas que yo misma me hice tratando de borrar el toque de esos imbéciles.
Ninguna dijo nada, pero no hacían falta las palabras. Después de unos minutos, me soltó con delicadeza.
—¿Edward lo sabe? —me preguntó.
—No, Edward apareció cuando había conseguido alejar a uno, me subió al auto y nos fuimos de ahí.
—¿Tampoco vio al pecado con piernas? —levantó una ceja. No pude contener la carcajada en mi garganta por el apodo que le puso al hombre de negro. Negué mientas sostenía mi estómago con una mano. —¡Que bueno!
—Si lo hubiera visto, se moriría de celos —dije sonriendo.
—¡Ya está muerto! —dijo ella causando la risa de ambas nuevamente.
—Y es por eso que yo no tengo tu libro.
—Entonces ese vampiro lo tiene —dijo pensativa. —¿Alguna idea de dónde pueda estar? ¿O al menos sabes quién es?
—Jasper me preguntó algo al respecto hace rato —dije pensativa.
—¿Estaban hablando de eso?
—Sí, me preguntó de dónde conocía a Damon Salvatore, supongo que así se llama el vampiro en cuestión.
—Espera —saltó de la cama, lanzándose al librero del fondo. —Yo he escuchado ese nombre.
La miré, sus manos se movían bajando un libro, abriendo unas páginas y lanzándolo lejos. Se sentó en el suelo de la habitación, buscando mayor comodidad.
—Angela, ¿tu apellido si es Webber? —pregunte recordando de pronto un detalle.
—Sí, pero lo dices por el apellido de Sarah ¿cierto?
—Sí, no entiendo porque la diferencia de apellido si se supone que son un linaje.
—El linaje originalmente se llama Wiecherss
—¿Las brujas originales? —salté yo también de la cama.
—Si
—¿Eso no es un mito? Todos los libros dicen que la bruja original fue Esther Mikaelson.
—Ella fue una ladrona que se quedó con el crédito —murmuró entre dientes. —Le robó a mis antepasadas su poder.
Cerré mi boca fuertemente, arrepentida de haber preguntado eso.
—Por culpa de ella, estamos atadas a los originales —soltó un profundo suspiro. —Es como si, ellos necesitaran de nuestra magia para seguir molestando al mundo, y nosotros simplemente no podemos decirles que no.
—¿Los originales? —pregunté —¿Los Mikaelson?
—Sí, los hijos de Esther.
—¿Klaus, Finn, Elijah, Kol y Rebekah? —pregunté siendo de pronto asaltada por el miedo.
—Básicamente sí —dijo mirándome no muy segura de porque yo tenía esa información tan detallada.
Sentí mi cuerpo comenzar a temblar.
—¡Mierda!
Chapter 12: Pelea ¿innecesaria?
Chapter Text
(Isabella POV)
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—¡Mierda!
Angela me miró divertida por mi reacción.
—¿Eso también estaba en los libros? —preguntó con una sonrisa bailando en su rostro. Le lancé uno de los cojines que estaba en su cama.
—Sus nombres —dijo risueña mientras fallaba al esquivas mi ataque. —Me refiero a sus nombres.
—No exactamente —respondí incomoda.
—¿Ya los conocías? —preguntó aun en tono de burla. No respondí.
Sé lo poco común que era el hecho de que un humano se topara con un original, y también sé que era casi imposible que algún humano sobreviviera para contarlo. Además, no te topas casualmente con un original, ellos hacen que parezca una casualidad.
—¿Bella? ¿Conoces a un original?
De nuevo, me quedé en silencio.
—¡Isabella! —gritó.
—No sabía que era un original, ¿de acuerdo? —susurré tratando de excusarme.
Angela me miró incrédula, podía notar en sus ojos que no estaba creyendo en mis palabras.
—¿Es enserio? —preguntó aun sin sonar convencida. Moví mi cabeza afirmativamente. —¿Desde cuándo?
—Desde que era bebé —dije tratando de no dar muchos detalles —No estoy segura porqué, pero desde ahí las visitas se han vuelto frecuentes.
—¿Qué tan frecuentes? —levantó una ceja.
—Siempre ha estado cuando lo necesito, o más bien cuando me necesita a mí.
—¿Y te dijo lo que era? ¿Te asustaste? ¿Nunca le dijiste a nadie?
—Más despacio, Ang —sonreí. Ella se encogió tímidamente, pero seguía atenta a mi respuesta.
—Si lo mencionó, pero nunca se mostró frente a mí como vampiro —me encogí de hombros, —nunca vi nada diferente.
Angela medito mis palabras. —¿Por eso cuando llegaste a Forks y viste a los Cullen, sentiste curiosidad?
—Sí —acepté. —No creía que ellos eran vampiros, a mí no me parecían vampiros.
—Son tan perfectos —se quejó. —¿Por eso querías respuestas de los Cullen?
—Quería entender que era lo que los hacia diferentes.
—¿Y cómo te sientes con la respuesta? —me miró.
Era la primera vez que me preguntaba alguien eso. Era la primera vez que yo me preguntaba eso, es decir, me sentía feliz por saber la verdad acerca de los Cullen, eso no lo podía negar. Y para sorpresa del mismo Edward, no le temo al mundo sobrenatural, no me da miedo enfrentarme a algo que no conozco. Sé que eso le causa frustración, sé que él espera que en cualquier momento salga huyendo despavorida, pero eso no va a pasar, y, aunque nunca lo admitirá, eso le decepciona.
—Supongo que estoy conforme por descubrir la verdad —respondí.
—¿Cómo te sientes con respecto a Edward? —preguntó. —Porque están saliendo, ¿cierto?
—Creo que sí —dije sintiéndome confundida yo también. —Es decir, nunca lo preguntó, solo, supongo que solo se dio.
—¿Eso es lo más romántico que pudo ser? —rodó los ojos. —Que decepción.
—¿Tu cómo vas con Ben? —pregunté cambiando de tema.
—Vamos despacio —respondió sonriendo levemente. —No digo que sea el amor de mi vida, ni nada de eso, pero me gusta estar con él.
—¿Te trata bien? ¿Te respeta? —pregunté. —Si no lo hace, puedo hacer que le pateen el trasero.
Soltó una carcajada —Yo te aviso si necesito ayuda.
Le guiñé un ojo en respuesta.
—Aunque supongo que mi relación es más normal que la tuya.
Ambas soltamos un suspiro por sus palabras.
—¿Esta mal? —pregunté. —¿Yo estoy mal? Es decir, sé que es muy pronto para decir que estoy enamorada, pero, ¿está mal que quiera enamorarme? Todos parecen dudar de mi capacidad de razonamiento.
—No Bella, no está mal —su voz salió baja. —Nadie duda de ti.
—Solo dudan que salga ilesa de una relación con vampiro.
—Corrección, no es un vampiro, es un frio.
La miré con una ceja alzada, ella me ofreció una sonrisa como disculpa.
—El punto es, sé que parece que no sé lo que hago, bueno a veces si improviso —pensé un poco en mis palabras. —Pero la realidad es que, no le tengo miedo a lo que no conozco, no me da miedo la muerte.
—Te entiendo —mi amiga me miró comprensiva. —Llevo toda mi vida sabiendo que un día, alguien va a saber lo que soy y… —se quedó callada, su mirada se desenfocó, perdiéndose en sus pensamientos. —Cada mañana me levanto temprano para ver el amanecer, cuando veo salir el sol sé que logré sobrevivir un día más.
—Conozco la sensación —suspiré. —Hace una semana, esa noche, cuando leí todos esos libros que me abrieron los ojos a la realidad que había estado viviendo, grité. Sentí miedo, me dio miedo comprender lo fácil y rápido que se puede acabar mi vida.
—Pero ahora ninguna está sola —su media sonrisa fue cálida. —Ninguna va a enfrentar la muerte sola.
Le sonreí brillantemente, eso sí se sentía reconfortante.
Ella volvió a su tarea y mientras yo seguía disfrutando de mi bebida.
—Hay algo que aun no entiendo, Bells. Se supone que ya sabias de los vampiros, escuchaste las leyendas y leíste sobre no sé cuántas creaturas sobrenaturales...
—Si —respondí insegura.
—Entonces ¿Por qué te sorprendiste cuando te dije que era una bruja?
—En los libros, la magia es un mito, —pensé como explicarme mejor. —Es la explicación que le dan a lo inexplicable. Incluso en el mundo sobrenatural, hay cosas que no todos saben, entonces deben explicarlo de alguna manera, además de que todos les tienen miedo, humanos, vampiros, licántropos, todas las creaturas tienen miedo porque no pueden controlar la magia.
—Eso tiene sentido —Angela asintió. —Aunque aun así tratan de controlarnos.
—¿Eso pasaría si alguien encuentra ese libro? —pregunté.
—Con ese libro, pueden obligarme a hacer cosas muy malas —sus ojos se tornaron con tristeza. —Mi única salvación es ese sexy cabrón que te sedujo para que cayeras en sus garras y te lo robó.
Soltó una carcajada al ver mi rostro. La miré ligeramente ofendida, podía sentir mi quijada abierta hasta donde mi piel se lo permitió, tenía la boca abierta, pero una sonrisa traviesa estaba bailando en mis labios.
—¿Ya encontraste lo que buscas? —pregunté desviando el tema.
Aun se mantenía sentada en el suelo de la habitación, a su alrededor había varios libros esparcidos que había lanzado mientras buscaba, no sé qué cosa. Miró a su alrededor con decepción y sacudió su cabeza negativamente.
—No está aquí —dijo pensativa, —tal vez está en la otra casa. Hay que ir a revisar.
Se puso de pie, sacudiéndose el polvo que se pudo pegar a la tela de sus pantalones y se movió por la habitación.
—¿Otra casa? —me levanté lo más rápido que pude. —¿Hay otra casa?
—Toma —me tiró una chamarra y un par de cobijas. —Las vamos a necesitar.
La seguí casi corriendo, en la escalera si bajé con cuidado de no tirar las cosas o de no tirarme a mí, atravesamos de nuevo la casa, saliendo por la puerta.
—¿Vamos a salir? —pregunté.
—Vamos, vamos —me apresuró, empujándome hacia su auto. Nos subimos de nuevo y la miré ir en sentido contrario de la dirección del pueblo, unos minutos andando por la carretera y dio vuelta, internándose en el bosque.
—¿Angela?
—Vamos a ir a la otra casa —explicó con tranquilidad. —A la cabaña.
—¿Cuál cabaña? —pregunté de nuevo.
—Esa —señaló hacia el frente. Ahí en el medio del bosque, dentro de la espesura de los árboles, había una cabaña que, gracias a la poca claridad que la rodeaba, se veía encantadoramente acogedora.
Angela estacionó afuera, bajó tranquilamente del auto caminó hasta abrir la puerta. Rápidamente traté de desabrocharme el cinturón, mis manos torpes no me ayudaron, al contrario, hicieron que completar esa misión fuera todo un desafío, pero finalmente lo logré. Abrí la puerta del copiloto y me bajé corriendo.
—¡Esto es tan cliché! —dije empujando a mi amiga lejos, su cuerpo no me dejaba entrar a la cabaña. Su risa seguida de un quejido de dolor fue lo que me recibió. —¡Una bruja con una cabaña!
—Te encantará lo que hay adentro, ve a echarle un vistazo —dijo sonriendo. No dude en obedecerla.
La cabaña tenía dos pisos, cuando entrabas te recibía el inicio de la escalera que conducía a dos habitaciones con su baño cada una, además de una terraza común. Si girabas hacia un lado, esquivando la escalera, estaba un precioso living con una chimenea, detrás un comedor y al fondo una cocina que tenía toda clase de comodidades. Si girabas para el otro lado era donde la verdadera magia comenzaba.
Había otro living con muebles más pequeños, pero en el medio de este, estaba una mesa bastante grande con hojas, mapas y libros encima, detrás de esta, estaban tres de las cuatro paredes, cubiertas con libreros tapizados hasta el último hueco de libros modernos y muy antiguos. La otra pared tenía un par de gavetas que supongo eran plantas y cosas de bruja que guardaba Angela.
—¿Te gusta? —mi amiga apareció detrás de mí.
—¡Es maravillosa! —dije emocionada —¿Es tuya? ¿Desde cuándo la tienes? ¿Por qué esta aquí? ¿Vienes seguido?
Soltó unas risas por mi emoción. —Sí es mía, mi abuelo y yo la construimos hace mucho tiempo, aunque mamá nos ayudó con la decoración y eso —explicó rápidamente. —Si vengo seguido, por eso la hicimos, para que pudiera practicar sin lastimar a nadie.
—Oh
—Es relajante estar aquí —se cómodo en un sofá —Aunque hace un frio del infierno.
—¿Por eso las cobijas? —pregunté mirando el montón de tela acomodada sobre una silla en la esquina —¿No funciona la chimenea?
—Si funciona —le echó una mirada. — Pero ¿Te vas a mantener despierta toda la noche manteniendo el fuego encendido?
—Pues —lo pensé —no.
—Cuando amanece es cuando hace más frio —se disculpó. Le sonreí indicándole que todo estaba bien. El frio era algo que podía soportar.
—¿Y qué hacemos aquí? —pregunté recordando su excesiva necesidad de venir. Ella se levantó acercándose a uno de los libreros, buscando con detenimiento. De pronto sacó un libro bastante grueso del resto de los demás.
—¡¿Es uno de los diarios de Jonathan?! —pregunté acercándome a ella.
—Si —confirmó. Lo abrió y le dio vuelta a las páginas mientras leía rápidamente. —Aquí está, mira:
“El día de hoy conocí a los hijos de Giuseppe, Damon y Stefan Salvatore”.
—Espera, espera —la interrumpí. —Giuseppe Salvatore era parte de las familias fundadoras de Mystic Falls, bueno, ahora es muy conocido por su época de cazador de vampiros
—¿Mystic Falls? ¿De verdad existe ese lugar? —me preguntó interesada. —Creí que solo era porque en aquél entonces no existían los mapas y así llamaban al lugar donde pasaban cosas sobrenaturales.
—Oh sí, si existe ese lugar —suspiré mientras mi mente me traía recuerdos de ese tiempo. —Viví unos años ahí.
—¿Cómo es? —preguntó curiosa.
—Pueblo chico, infierno grande —me reí secamente. —Toda su historia está manchada de sangre.
—He leído partes del diario —hizo una mueca, —creo que sé a qué te refieres.
—Lo que no entiendo, es ¿Por qué Jasper lo conoce? —recordé lo que había pasado en la mañana en la escuela.
—Aquí, mira —me extendió el diario.
“Giuseppe enloqueció cuando vio a su hijo. Damon llegó con la noticia de que había desertado al ejercitó”.
—Bueno, eso explica muchas cosas —dijimos a la par. Hice una nota mental para interrogar después a Jasper.
—¿Puedo darle una ojeada? —le pregunté.
—Claro —me lo dio. —Iré a encender la chimenea.
Abrí con cuidado el libro, perdiéndome entre sus páginas. La caligrafía de Jonathan era bastante elegante y legible, además la manera en la que narra lo que sus ojos veían en aquel entonces, te atrapa totalmente.
—Bella, ven —me llamó Ang. —Ya hice la cena.
—¿La cena? —la miré sorprendida. No me había dado cuenta de la hora. —Anggie porque no me avistaste, te habría ayudado.
—¿Ya lo terminaste? —apunto con su cabeza al diario.
—Sí —respondí mientras me levantaba. —Es bastante interesante, aunque le faltan páginas.
—Creí que eran ideas mías —dijo pensativa. —Pero creo que es entendible, es un diario, se supone que es solo para escribir lo más emocionante que sucede en tu vida, ¿No?
—No, Ang, me refiero a que, literalmente le faltan páginas, alguien se las arrancó.
Acerqué el diario a sus ojos mientras mi mano abría lo más que el pegamento de las hojas lo permitía. Ahí, entre las dos páginas que se podían leer, estaban señales una hoja que había sido arrancada, tan meticulosamente para que no se notara a simple vista.
—No lo había notado —dijo extrañada. Me hizo una señal para que la siguiera al comedor.
—¿Cómo lo conseguiste? —sentía curiosidad por saber que decía en las páginas robadas como para que alguien se las quitara.
—Mi bisabuela se lo robó a los Gilbert —se encogió de hombros. —No se exactamente como o porque lo hizo.
—¿Crees que ella le quitó las paginas? —pregunté sentándome frente a la mesa del comedor. Ella me imitó.
—No lo creo, ¿Por qué conservaría el diario para que sus descendientes lo leyéramos, si nos iba a ocultar información?
—Cierto —acepté. —Aun así es extraño.
Continuamos con nuestra cena, sacando aún más teorías de lo que pudo pasar. Cuando terminamos, ambas recogimos la mesa, yo me puse a lavar los platos sucios y ella a secarlos y acomodarlos. Unos minutos más tarde, teníamos de nuevo todo limpio.
—Deberíamos hacer los deberes —me sonrió. —Si no los hacemos, quedaré como una mentirosa frente a Edward.
Sonreí recordando su excusa para secuestrarme, además que había demasiadas actividades para entregar mañana y no quería bajar mis notas escolares. Entre las dos encendimos la chimenea, para mantener la cabaña cálida. Afuera la noche ya estaba presente, rodeándonos de oscuridad y aunque no estaba lloviendo de momento, el sonido que presagiaba la lluvia se escuchaba muy fuerte.
Cada una tomó sus cosas y se concentró en hacer los deberes, de vez en cuando soltábamos uno que otro comentario que se transformaba en una pequeña conversación, pero el resto del tiempo nos mantuvimos en silencio, solo se escuchaba el pasar de las hojas de los libros, nuestros lapiceros contra las libretas o un sonido de frustración.
Pasó mucho tiempo antes de que despegara mi vista del ensayo que estaba escribiendo. En el sofá frente a mí, Angela estaba profundamente dormida con todos sus libros de la escuela esparcidos por su regazo.
Me levanté, tomé una de las mantas colocándola sobre el cuerpo de mi amiga, el fuego de la chimenea ya estaba por apagarse. Busqué mi celular para ver la hora, en la pantalla se leía las 3:47 de la mañana.
—Maldición —susurré. Ya era muy tarde, mis ojos ya se sentían pesados y me sentía cansada. —Creo que debería dormir.
Tomé también una cobija y me acurruqué en la esquina del sofá.
—Bella —escuché lejanamente la voz de alguien, me estiré flojamente para que mis músculos se relajaran. —Bella, despierta.
—¿Qué hora es? —pregunté aun sin abrir los ojos.
—Casi amanece, debemos levantarnos o se nos hará tarde para el instituto.
—Ya voy, ya voy —abrí los ojos con cuidado.
La leve luz se estaba colando entre las cortinas que adornaban las ventanas. El aroma a leña fría, madera húmeda y lluvia fresca le daban la bienvenida a una nueva mañana.
—¿Me puedo mudar aquí contigo? —le pregunté medio de broma, medio enserio.
—No es mala idea, pero ¿Por qué? —me miró curiosa mientras doblaba con cuidado su cobija.
—Me gustó mucho la cabaña, se ve hermosa así con la luz del amanecer —dije mirando a mi alrededor.
—Deberías ver el amanecer, o el atardecer desde la terraza —me ofreció sonriendo.
—¿Entonces si me puedo mudar aquí? —la miré esperanzada.
—Si solo eres tú, sí —aceptó. —Pero no puede entrar Edward por las noches como lo hace en tu habitación.
La miré confundida. ¿Edward hacia eso? ¿No sería capaz, o si?
—Hay que darnos prisa, Bella —me apuró de nuevo. Ambas nos dimos prisa, Angela fue la primera en darse una ducha, por lo que yo preparé un ligero desayuno para antes de irnos. Cuando bajó, intercambiamos sonrisas y fue mi turno de usar el baño.
Veinte minutos más tarde, estábamos subiendo a su auto, listas para el instituto. No nos tomó nada de tiempo dar vuelta para entrar al estacionamiento. Noté el auto de Edward estacionado en su lugar usual al lado del enorme Jeep de su hermano.
Angela me dio una mirada de disculpa, pero yo le sonreí. No me arrepentía de haber pasado la tarde con mi amiga. Cuando se apagó el motor del auto, ambas tomamos nuestras cosas y nos bajamos con tranquilidad, el resto de los estudiantes estaban metidos en su mundo, nadie nos miraba, a comparación de cuando llegaba en el auto de Edward, que todos los ojos se posaban sobre mí.
Angela y yo caminamos con tranquilidad hasta la puerta, pero yo era muy consiente que debía pasar junto al Volvo para poder llegar a mi destino. Tal y como lo imaginé, la puerta se abrió y un vampiro, frio y serio bajó del auto. A mi lado, Ang soltó un respingo por verlo moverse tan rápido, yo en cambio, frené mis pasos sin ponerle mucha atención.
—Hay que hablar —dijo duramente. Su mano se posó sobre mi brazo, incluso a través de la chamarra que Angela me había prestado, podía sentir lo frio de su piel.
—Pero, ya tenemos que irnos a clases —Angela respondió en mi lugar. Edward no se giró a mirarla, pero sus ojos dorados se comenzaron a volver oscuros.
—Bella debe hablar conmigo —gruñó Edward sin despegar sus ojos dorados de mí.
—Hoy hace mucho frio, deberíamos entrar —Alice llegó a nuestro lado. Su mano fue directamente al pecho de Edward, incluso yo pude notar el esfuerzo que hacía por detenerlo. —Hola, Bella, Angela.
—Las chicas y yo tenemos clase —Jasper apareció del otro lado de su hermano. —Nos vemos en el almuerzo.
Sin detenerse a recibir una respuesta, nos tomó de la espalda y nos empujó con él al interior del edificio. Por supuesto tuvo que detenernos varias veces, pues sus pasos eran demasiado rápidos y ninguna era lo suficiente coordinada para caminar a su ritmo. Pasamos entre los laberintos de los pasillos hasta llegar al salón de la clase que nos tocaba, como el día anterior, el rubio se sentó junto a mí.
—Edward está molesto —dijo lo suficiente alto como para que mi amiga escuchara. —Descubrió que no pasaron la noche en casa de Angela.
—¿Cómo llegó a esa conclusión? —preguntó mi amiga.
—Eso es mejor que él lo confiese —Jasper se encogió de hombros indiferente, pero sus labios tenían una leve sonrisa.
El profesor entró y comenzó a dar su clase. Traté de concentrarme, pero, mi cerebro estaba dándole vueltas a la molestia de Edward. Sin duda no podía ser honesta con él, Angela me había llevado a su casa porque confiaba en mí, me había dicho su secreto porque confiaba en que yo lo guardaría. Y no la voy a traicionar.
Estoy decidida a guardar el secreto de mi amiga. No voy a andar por ahí confesándoselo al primero que me lo pregunte. No soy ninguna chismosa ni bocona, y Edward ya debería saberlo. Es muy pronto para decir que me conoce, pero, si quisiera andar por ahí soltando secretos, habría confesado el de los Cullen desde el día en que él me lo admitió.
Un golpe leve en mi mano me sobresaltó. Miré a Jasper disimuladamente, su cabeza apuntó a su mano que descansaba sobre la mesa, miré hacia donde me indicó, su mano se levantó mostrándome un papel.
“¿Dónde estaban realmente?”
Su letra era elegante y cursiva, pero bastante entendible. Supongo que era mi turno de escribir.
“En casa de Angela”
Se lo pasé sin despegar mi vista de lo que el profesor escribía.
“Mentirosa”
Hice una mueca cuando lo leí. Me encogí de hombros. Volvió a mostrarme el papel, tenía algo nuevo escrito.
“¿Les pasó algo?”
Sacudí la cabeza.
“Edward fue a casa de Angela, se molestó porque vio que la casa estaba cerrada y las luces apagadas”
Sentí la piel de mis ojos estirarse para dejarlos bien abiertos, traté de controlar mi expresión de sorpresa, pero no lo logré.
—Srta. Swan ¿Esta bien? —el profesor me miró.
—¿Puedo ir al baño? —fue mi respuesta. Asintió y señaló la puerta.
—Carajo —escuché el susurro de Jasper cuando me levanté de mi silla.
Traté de caminar lo más calmada posible, pasé junto al escritorio, después me asegure de cruzar la puerta y cerrarla detrás de mí. Hasta ahí llegó mi paciencia.
Mis piernas se movieron furiosamente por los pasillos, iba corriendo de un lado a otro, resbalándome cuando debía girar hacia otra dirección, pero recomponiéndome para seguir corriendo. Para mi buena suerte, no había nadie por donde yo pasaba, si no, estaba segura que golpearía al primero que se me pusiera enfrente.
Llegue a la puerta del baño, empujándola con todo mi cuerpo. Me agaché revisando que no hubiera nadie en los cubículos, cuando estuve segura, volví a la puerta, cerrándola por dentro con el seguro de la chapa.
—¡¿Qué mierda le pasa? ¿Quién se cree que es?! —grité jalando de mi cabello. —¡¿Con que derecho hace eso?!
Me quité la chamarra y la bufanda arrojándolas al suelo. Subí lo más que pude las mangas de mi blusa y abrí el grifó metiendo mis manos al chorro del agua. Las puse en mi rostro tratando de que la fría temperatura me quitara un poco el mal humor. .
—¡Mierda! —chillé molesta. Golpeé el borde del lavabo con mis manos. Estaba enojada, no, en realidad estaba muy encabronada. Incliné mi cuerpo hacia el frente, puse mis manos de nuevo bajo el agua fría y me froté el rostro lo más fuerte que pude.
Cerré el chorro del agua y me dejé caer en el frio suelo.
—¿Ahora en que estoy metida? —me quejé cerrando mis ojos. Mi cabeza comenzó a darle mil vueltas a la situación.
¿Qué se supone que le diría a Edward? No puedo mentirle, él se da cuenta demasiado rápido de mis mentiras, o si por algún milagro, las llega a creer, va a ver en la mente de los demás hasta descubrir la verdad. ¿Pero que no leyó la mente de Angela? ¿Ella también es inmune a su don? Creo que le preguntaré después.
¿Y que le diré a mi amiga? ¿Es correcto que le diga que mi novio irrumpió en su casa la noche pasada sin el permiso de nadie? Por surte no estaban los padres de Angela, pero no siempre va a tener esa suerte.
—¡Es que no debía hacer eso! —volví a sacar mi frustración en voz alta. —¡Maldita sea! Eso es ilegal.
¿Qué clase de amiga soy? ¿Dónde queda la seguridad de Angela?
—¡Ay no! —lloriqueé pataleando aun en el suelo frio. Escuché el timbre que anunciaba el almuerzo, y eso solo me hizo sentir aun peor.
No tengo ánimos de enfrentarme a ninguno. ¿Y si me quedó aquí hasta que todos se vayan? ¿Alguien notaría mi ausencia?
—No seas idiota, Isabella —me regañé. —Claro que se darían cuenta.
Pero, puedo esperar a que todos vuelvan a clases, irme al estacionamiento y… Oh no, no tengo mi camioneta aquí conmigo, tendría que irme caminando hasta mi casa. Puedo llamarle a Charlie, pero se preocupará y vendrá corriendo y eso solo va a exhibirme que estoy huyendo.
—Deja de pensar en eso —una voz cantarina sonó del otro lado de la puerta del baño. —Sabes que el pueblo es demasiado pequeño como para que te escondas.
—No me estas ayudando —hablé en mi tono normal de voz, de todos modos me escucha.
—Vamos, sal de ahí —sonó animada. Le saqué la lengua haciendo una mueca, por suerte la puerta estaba cerrada y no me veía.
—¡Quítate! —otra voz sonó, hubo unos cuantos golpes y quejidos a la par de las voces. —¡Bella! ¿Estás bien? ¿Por qué saliste corriendo de la clase?
—En un momento salgo —grité con voz ronca. Tomé un par de respiraciones para tranquilizarme, cuando me sentí lo suficiente segura, me levanté, sacudí mis ropas y recogí lo que había dejado sobre el suelo.
Quité el seguro de la puerta y la abrí, encontrándome con el rostro preocupado de Angela. En cuanto me vio, se lanzó a mis brazos analizándome de arriba abajo.
—Estoy bien, Ang —le aseguré, ella me miró levantando una ceja, pero asintió.
—Andando —Alice apareció a mi lado. —Ya nos esperan con el almuerzo.
Nos tomó a cada una de un brazo, y nos arrastró a la cafetería. En el camino por los pasillos, me sentí tan agradecida de que la conversación se volviera casual, las tres entramos a través de las puertas de la cafería riéndonos de una anécdota de Alice. Por supuesto todas las miradas se posaron sobre nosotras, pero no le tomé importancia, no me interesaba que el resto de los estudiantes no tuvieran nada mejor que hacer con su vida.
—¿Por qué Ben parece que está a nada de un paro cardiaco? —pregunté mirando atentamente la mesa en la que los chicos nos estaban esperando.
—Porque su corazón está latiendo demasiado rápido —me respondió Alice susurrando solo para mí.
—Hey, Ben —le saludé cuando estuve lo bastante cerca.
—Hola —dijo levantándose lo más rápido que pudo. Me ofreció una sonrisa mientras se acercaba a mi amiga dándole un suave abrazo.
—Ven, siéntate con nosotros —Alice le animó para que volviera a su sitio a la mesa. Ben le dio una mirada insegura.
—Tranquilo —susurró Angela tomándole de la mano.
—Tranquilo, Ben —le dije con casualidad. —Nadie te va a comer.
Jasper trató de ocultar su risa con una tos demasiado fingida, Alice se sentó a su lado y se recostó en su brazo, pero sus hombros se sacudían por la risa. Angela me guiñó un ojo y tiró de su novio para sentarse, dejándome el único lugar disponible junto a Edward.
Podía sentir su mirada penetrante sobre mí, pero yo no me doblegue. Me senté con la postura recta y tensa, sin ofrecerle ninguna mirada o palabra alguna. Mi atención se fue a la bandeja de comida, tomando un poco y llevándomela a la boca.
—Angela mencionó que tenían un trabajo —Ben habló casualmente mientras consumía la comida de su bandeja. —¿Lo terminaron?
Mi amiga y yo le dimos una mirada molesta. De entre todos los temas que pudo sacar a flote, ¿tuvo que ser ese?
—Angela se durmió dejándome hacerlo sola —sonreí burlonamente.
—¡Oye! —dijo ofendida. — Si te ayude.
—¿A qué? ¿A roncar? —pregunté produciendo una carcajada colectiva en nuestra mesa. Todos se rieron menos uno.
—¡No puedo creer que dejaras que Bella lo hiciera todo sola! —Ben se quejó.
—No me molesta —me encogí de hombros. —Angela me preparó la cena a cambio.
—¡Ves! —golpeo el hombro de su novio. De nuevo las risas nos acompañaron.
—Pero —Alice llamó nuestra atención. —¿Se durmieron tarde?
Angela y yo asentimos.
—Es que, anoche, err, —mi amiga trató de explicar la situación, —tuvimos que ir al supermercado.
—Se nos fue el tiempo allí y volvimos tarde a su casa —completé.
—¿No pudieron esperar? —Ben nos miró preocupado. —Forks es pequeño, pero no me agrada la idea de que hayan salido solas por la noche.
—No tenía nada en la despensa —Angela de nuevo explico. —Y ya nos moríamos de hambre.
Ben asintió. Miré hacia Jasper y Alice, ambos movieron su cabeza afirmativamente. No quise voltear más allá.
Los tres humanos nos sumamos en una conversación sobre la horrible experiencia que teníamos con los deberes que nos pedían realizar en casa, de vez en cuando, Alice y Jasper hacían uno que otro comentario, bueno, en realidad se burlaban de nosotros. Por supuesto que para ellos era más sencillo, ya han cursado el instituto más de cien veces.
El resto del almuerzo pasó tranquilo, a excepción de uno que otro bufido de nuestro acompañante silencioso.
Cuando el timbre volvió a sonar, todos nos pusimos de pie para regresar a clases, pero una mano fría se posó sobre la mía.
—Adelante —habló. —Bella y yo vamos a hablar.
—Vayan —dije con suavidad cuando noté que estaban indecisos sobre qué hacer.
Definitivamente no estaba de acuerdo en hablar con Edward, no porque fuera una cobarde, si no, por la manera tan amable en la que me lo había pedido, nótese la ironía.
Nuestros acompañantes nos miraron aun inseguros, Angela y Ben se despidieron levemente y se fueron tomados de la mano. Alice y Jasper miraron muy seriamente a Edward, estaba segura que en sus mentes, le estaban mostrando algo. A mí me ofrecieron una sonrisa y se fueron dejándonos solos.
—Sígueme —le dije a Edward un sin mirarlo. Si quería hablar, lo íbamos a hacer a mi manera, en un lugar donde yo me sintiera segura y donde pudiera decir todo sin necesidad de poner un filtro en mi boca.
Ya me sentía molesta por lo que había hecho la otra noche, pero ahora, que me estaba ordenando que hablara con él respecto al tema, me sentía cabreada.
Cuadré mis hombros, enderecé mi espalda y comencé a caminar con la cabeza al frente, podía escuchar sus pasos silenciosos detrás de mí mientras atravesábamos toda la escuela. Abrí la puerta y bajé las escaleras hacia el estacionamiento, pero no me detuve ahí, giré mi camino hacia el bosque, y me adentré un poco a él. Sabía que estábamos lo suficientemente lejos de cualquiera que tuviera curiosidad por nuestra charla, pero me aseguré de seguir viendo el edificio del instituto.
¿Estoy loca por estar sola en el bosque con un vampiro enojado? Si. ¿Estoy dispuesta a darle una paliza? Definitivamente sí. ¿Es probable que yo sea la que acabe con varios huesos rotos? No tengo dudas. Pero, entre más pronto termine esta tortura, mejor.
—Así que ¿ahora vas a hablarme? —pregunté recostándome en el tronco de un árbol, mirándolo. Él estaba de pie, con las manos a sus costados.
—Quise hablar contigo en la mañana —dijo resentido.
—¿En la mañana? —lo pensé un poco. —¡Oh sí! En la mañana que fuiste grosero con todos, incluyéndome.
—Lo lamento —dijo soltando un bufido. Su disculpa no era honesta, pude sentirlo.
—¿De que quieres hablar? —cambie de tema.
—De ayer —murmuró. —¿Dónde estuviste?
Tomé una respiración profunda antes de responderle.
—Ayer, antes de que te marcharas, te mencioné que estaría con Angela.
—Pero no estuviste con ella.
Lo miré detenidamente, su rostro era serio y frio, pero sus ojos eran acusadores.
—Así que ahora resulta que soy una mentirosa —chillé ofendida.
—Yo no dije eso —sacudió su cabeza.
—Escucha —suspiré, —no es mi problema si quieres creerme o no, pero no es justo que yo tenga que pagar por eso. No hice nada malo.
—¿Nada malo? —me gruñó. —¡Me mentiste! Cuando volví por la noche, fui a casa de Angela, todas las luces estaban apagadas y por un segundo mis sentidos se cegaron y creí que ya estarían dormidas, mi sorpresa fue, cuando entre a la casa y ¡no había nadie!
—¡¿Entraste a casa de Angela sin su permiso?! —sentí el aire quemar mis pulmones por el esfuerzo de gritarle. Por dentro me sentí orgullosa de poder mantener mi fachada, si estaba muy molesta, pero me sentí satisfecha cuando él solo se puso en evidencia, y disfrute aún más ver su rostro sorprendido cuando notó el error que había cometido.
Sus hombros cayeron, derrumbando su postura rígida y defensiva que había estado manteniendo todo este tiempo, su boca se abrió un par de veces tratando de hablar, pero no pudo pronunciar palabra alguna. Luche con todas mis fuerzas para evitar que se notara mi sonrisa.
—¿Qué carajos se te pasó por la cabeza cuando hiciste esa estupidez? —caminé unos pasos cerca de él.
—Las palabras altisonantes no son necesarias, —sus labios formaron una mueca. —Estas siendo grosera conmigo.
—¿Y tú? —escupí cabreándome de nuevo... —¿Tenías que ser tan grosero como para entrar a la casa de Angela sin ser invitado? ¿Tú no fuiste grosero conmigo todo este día? Acaso ¿no eres grosero por decirme mentirosa?
Me miró un largo tiempo, su cuerpo se tambaleaba de atrás hacia adelante, pareciendo tener una lucha interna consigo mismo. No sé qué parte ganó, pero soltó un suspiro de frustración y se apretó el puente de la nariz con los dedos de su mano. Yo por mi parte, aun me mantenía recta, haciendo evidente mi molestia hacia sus actitudes y hacia él, aunque estaba comenzando a sentir el frio viendo que se remolineaba a mí alrededor calándome hasta los huesos.
—Solo… —hablo suavemente, —quería asegurarme que estuvieras bien.
Sus ojos dorados miraron directamente a los míos, con ese brillo que me hacía caer en sus encantos, pero esta vez no, sus patéticos intentos por deslumbrarme no le servirían.
—¿No podías llamarme? —pregunté — ¿Un mensaje? ¿¡O enviarme una estúpida paloma mensajera!?
Me miró culpable.
—¿Sabes lo tonto que es esto? —pregunté frotando mi rostro. —Llevamos una maldita semana saliendo, y ya estamos peleando por una completa idiotez.
No me respondió.
—No puedo obligar a que me creas o no, tampoco puedo obligarte a que confíes en mí, pero no me parece justo, que sea yo quien tenga que aguantar toda esa mierda.
No deje que me respondiera, abracé mi propio cuerpo con mis brazos tratando de darme calor, y caminé alejándome de él. Dentro de mi mente estaba rogando que no me siguiera, realmente no tenía ánimos de que nadie me siguiera, quería estar sola. Caminé tranquilamente por todo el estacionamiento, rodeando los autos estacionados, cuando pasé junto al Volvo, me dieron ganas de lanzarle algo para romperle uno de cristales, pero, lamentablemente no traía nada conmigo que me fuera útil, así que me resigné a seguir mi camino.
Salí por el camino que conectaba con la carretera, pasé por un lado, no quería verme envuelta nuevamente en algún accidente con un automóvil que no alcanzara a esquivarme, lo menos que quería en este momento es deberle a Edward de nuevo mi vida por salvarla.
Seguí mi recorrido por la orilla de la carretera, mirando de vez en cuando por sobre mi hombro para asegurarme que nadie me estuviera siguiendo. Sabía que el camino a casa de Charlie era corto, incluso caminando a paso tranquilo eran cerca de 20 minutos, pero eso no me era suficiente. Si iba a casa, era muy probable que todos me buscaran ahí, pero ¿A dónde ir?
Dejé que mis piernas se movieran libremente, pasé unas calles del pueblo y luego me comencé a internar en el bosque. Mis pies se encontraron con un sendero casi imperceptible.
Usualmente en las películas es una señal de que no debes ir por ese camino, pero yo soy como todos los protagonistas de esas películas, así que lo seguí. Caminé mirando a mi alrededor, tratando de recordad señas particulares en los árboles o en las rocas que me mostraran el camino de regreso. No sé cuánto tiempo pasó, pero llegué hasta el bordé del bosque.
Más allá del borde del bosque estaba el mar, mis oídos lo podían escuchar. Volví a avanzar, pero esta vez cautelosamente, no sabía cómo estaba el terreno y no quería caerme al vacío. Noté la línea donde terminaba el suelo firme, era un acantilado que mostraba una extensión del océano que se metía al bosque.
Lo que mis ojos estaban viendo, era sin duda hermoso.
Me senté sobre la húmeda hierba del lugar, recostando mi cuerpo en una de las enormes rocas que adornaban la naturaleza del acantilado. Cerré mis ojos quedándome muy quieta, disfrutando de la sensación del sintiendo el viendo rozar la piel de mi rostro.
Volví a abrir mis ojos después de un tiempo y tome una respiración profunda.
—Hora de ir a casa, Isabella —hablé en voz alta. Quería quedarme aquí por más tiempo, pero no quería que la oscuridad me encontrara en el medio del bosque.
Me puse de pie sacudiéndome la suciedad de los jeans, miré por última vez hacia la escena frente a mí, y me giré caminando por donde había llegado.
Para mi buena suerte, mi táctica de poner atención al camino si funcionó por lo que no me resultó difícil volver a la carretera. Caminé tranquilamente por el pueblo hasta la casa de Charlie. Había llegado a tiempo para prepararle la cena y que todo pareciera normal cuando él llegara.
Me puse manos a la obra y me aseguré de tener todo listo y lavado cuando escuché la patrulla de Charlie detenerse junto a mi camioneta.
—¿Bella? —preguntó abriendo la puerta de la casa.
—¡En la cocina! —respondí. Pocos segundos después apareció en el marco del arco de la cocina.
—¡Eso huele bien! —dijo animado, yo sonreí. Dejó sus cosas del trabajo de lado y se preparó para sentarse a cenar. Mientras tanto, me encargue de servir los platos para ambos.
—Siéntate —le dije poniendo los platos sobre la mesa. Me obedeció en silencio, lo imité pero con menos entusiasmo del que él había atacado su comida.
—¿Qué tal te ha ido hoy? —preguntó en el medio del silencio. Lo miré sorprendida
Vacilé antes de responder, debía ser cuidadosa con lo que decía o podía quedar en evidencia. Había detalles que Charlie no debía saber.
—Bien —respondí cortante. Hizo una mueca
—¿Y cómo te fue con Angela ayer? —preguntó mirándome con una sonrisa tímida. Esa pregunta me animó.
—Estuvo genial —le sonreí. —Anggie me cae muy bien y ambas nos entendemos bien.
—Me alegra que hagas amigos, Bells —su rostro se veía conforme. —Sé que no es sencillo vivir conmigo, pero no me gusta la idea que pases toda la tarde aquí encerrada en la casa. Me gusta que salgas, que te diviertas.
—Si me hubieras dicho eso la semana pasada, te diría que tengo más diversión de la que necesito —me burlé. —Pero creo que ahora no es suficiente.
—Solo ten cuidado —se puso serio de repente.
—¡Oh, vamos! —gruñí con una voz más fuerte de lo que debería. —¿Por qué todos dicen eso?
Charlie me miró sorprendido.
—¡Ya se, ya sé! Sé muy bien que soy torpe, distraída y débil, pero eso no les da él derecho de recordármelo contantemente.
—Isabella —me miró con la seriedad enmarcando su rostro. —Tú no eres así. ¿Por qué de repente sacas esas ideas sobre ti misma?
Lo miré sin saber que responder. Emitió un resoplido, algo entre molesto y preocupado. Sus ojos, muy similares a los míos, me analizaron por unos segundos antes de volver a hablar.
—Yo te lo digo, porque eres mi hija, y mi deber es protegerte.
Lo miré arrepentida por mi hostilidad, se notaba que Charlie hacia un gran esfuerzo para que yo me sintiera cómoda, y sé que está tratando de ser un buen padre. Aunque no se lo diga seguido, sí es un gran padre.
—Bella —se aclaró la garganta. —El mundo que conocemos, allá afuera, no es como todos creen. Es muy peligroso para mí, para ti, para todos sin excepción. Siempre habrá quienes sean más fuertes que nosotros, pero eso no significa que no podemos luchar en contra de la corriente.
Sabía que Charlie tenía razón, lo sabía demasiado bien. Aunque él lo dijera inocentemente, o en base a su experiencia de policía, yo por mi parte, lo sé desde hace tiempo.
—Lo sé, papá —murmuré arrepentida. —El mundo es muy aterrador.
—Bella, solo… prométeme que no vas a dejar que un mundo lleno de mentiras, te haga infeliz.
—Está bien —acepté, insegura de decirle algo más.
Él sonrió satisfecho y se volvió a concentrar en su comida. Cuando terminamos, me aseguré de dejar todo limpio y guardado en su lugar, me despedí de Charlie con la excusa que estaba cansada y subí a mi habitación para tomar mis cosas y darme una ducha.
Cuando volví a entrar en mi habitación, noté que tenía un par de llamadas perdidas de Angela, cinco mensajes de Alice y uno de Jasper. Decidí ignorar los mensajes y llamarle directamente a mi amiga.
—¡Bella! —respondió casi gritándome por el aparato. —¿Estas bien? Ya no te vi después del almuerzo.
—Hola, Ang —saludé. —Sí, después del almuerzo vine a casa.
—¿Él te llevó? ¿Está todo bien?
Me quedé callada.
—Isabella, ¡habla! —me ordenó. Un ruido a mi lado llamó mi atención, me giré sorprendida por el repentino movimiento dentro de mi habitación. Ahogué un grito cuando noté el par de ojos dorados que me miraban curiosos y cautelosos.
—¡Bella! ¿Estás bien? —Angela trató de llamar mi atención, pero, cuando me giré, había lanzado mi celular al otro extremo de la cama. —¡Respóndeme Bella!
Sin despegar la vista del visitante en mi ventana, busque a tientas mi celular.
—Angela, lo siento, debo colgar —hablé tratando de sonar casual.
—¡No! ¡Bella no lo hagas! —su voz salió histérica. —¡Ni se te ocurra colgar la maldita llamada!
—Te llamo después —dije a ninguno en particular y colgué sin darle oportunidad de replicarme.
Él no se había movido ni un milímetro, pero aún me miraba curioso. Me moví con cuidado, acercándome.
—¿Cómo entraste? —le pregunté, deteniéndome cuando quedé al frente suyo.
—Por la ventana —murmuró. Miré la ventana, estaba cerrada, tal cual yo la dejé antes de irme a la ducha. —Te traje tu mochila, la dejaste en el bosque.
—¿Solo viniste a eso? —le pregunté levantando una ceja.
—¿Si? —lo miré mal por su respuesta. —Quiero decir, no, claro que no.
—Vete —le señalé la ventana. —No quiero verte.
—Pero, Bella… —lo corté. Aun no estaba de humor para volver a hablar con él.
—Entraste por mi ventana sin mi permiso —le expliqué. —Si no hubieras entrado de la misma manera a la casa de Angela, esto sería romántico, pero ahora es patético —me crucé de brazos. —Vete, nos vemos mañana.
Me dio una mirada antes de abrir la ventana para saltar afuera de mi casa.
Chapter 13: No tan rápido, Romeo
Chapter Text
(Isabella POV)
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“Edward odia llegar tarde”
Sonreí maliciosamente por el mensaje de Alice. Podría sacar ventaja de eso, era muy probable que Edward ya haya salido de su casa lo que me dejaría sin tiempo de actuar.
“Va saliendo, tienes 10 minutos”
Sonreí aún más. Me apresuré a marcar el número de Angela.
—¿Hey, que pasa? —respondió casi al instante.
—¿Ya saliste de tu casa? —le pregunté ansiosa.
—No, aun no.
—¿Te importaría llegar tarde hoy? —pregunté casi rogando que aceptara.
—No mucho —habló con voz somnolienta. —¿Qué planeas?
—Yo paso por ti —dije acercándome a la ventana para ver el volvo cuando girara por mi calle. —Bueno, nosotros pasamos por ti.
—¿Nosotros? Espera, ¿Edward? —pregunto sorprendida.
—Si.
—¿Ya no está molesto? —sonó insegura.
—Ahora soy yo la que está enojada —respondí. —Trata de tardarte lo más que puedas en salir, ¿Sí?
Hubo un silencio del otro lado de la línea, hasta que fue interrumpido por una carcajada de Angela cuando comprendió mi plan.
—Aquí los espero —canturreo y colgó la llamada. Volví a recostarme en mi cama, esperando pacientemente a Edward.
Unos minutos más tarde, escuché el motor de Volvo afuera de la casa, seguido de unos golpes en la puerta. En el medio del silencio de la casa, pude notar los pasos de Charlie subiendo la escalera, acercándose a mi habitación.
—Bella —tocó la puerta.
—Adelante —dije conteniendo mi sonrisa. Giré mi cabeza mirando a Charlie de pie en la entrada de mi habitación.
—¿Por qué sigues en pijama? —pregunto asombrado mirando su reloj.
—Se me hizo tarde —me encogí de hombros. Charlie me miró con los ojos entrecerrados, ambos sabíamos que eso no era normal en mí.
—Está, —se aclaró la garganta, —está uno de los hijos del doctor Cullen, esperándote abajo.
Mientras las palabras salían de su boca, sus manos se movían haciéndome señales, me puso sobre aviso de lo que me encontraría al bajar. Ahora fue mi turno de mirarlo sin creer lo que me explicaba.
—Me voy a tardar un poco —dije pensativa. —¿Puedes avisarle?
Charlie hizo una mueca de desagrado, pero de todas maneras asintió girándose para volver escaleras abajo, no sin antes mirarme cuestionándome cual era mi plan. Yo solo me quedé quieta sin mostrar ninguna emoción.
No quería darle pistas a Edward de mi plan. Aunque estaba segura que podía leer la mente de Charlie ocasionalmente, no me quería arriesgar a que hoy fuera la ocasión, además, estaba segura de que había escuchado nuestra conversación.
Me levanté de la cama dispuesta a darme una ducha.
—Bella ya me voy al trabajo. —Charlie habló lo suficiente alto para que yo escuchara. Se escucharon un par de pasos más y luego aun en un volumen alto, dijo: —Suerte muchacho, la vas a necesitar.
Disimulé mi risa en una tos muy mal fingida, cerré la puerta del baño y me puse a lo mío, disfrutado del agua caliente en mi piel. 10 minutos más tarde, abrí la puerta del baño ya cambiada, topándome con un par de ojos dorados.
—Charlie me ofreció esperarte dentro de la casa —explicó suavemente.
Yo asentí, pero no le dije ninguna palabra más. Giré mi cuerpo para volver a mi habitación a terminar de arreglarme, se quedó en la puerta, inseguro si entrar o volver y esperarme abajo. Dejé que él decidiera, yo me dediqué a cepillar mi cabello y a terminar de acomodar las cosas en mi mochila que dejé sobre mi cama.
Antes de bajar me puse mis converse, y me quedé de pie frente a él que se había quedado ahí, sin moverse. Se hizo para un lado, dejándome pasar para bajar las escaleras.
—Olvidé mi mochila —dije cuando sus zapatos tocaron el último escalón.
—Está bien, yo la traeré. —se ofreció, en dos segundos estaba de regreso frente a mí, con mi mochila en su hombro. —Serví un tazón de cereal para que desayunes.
—Está bien —acepté girando mi cuerpo rumbo a la cocina. No pude contener el jadeo que salió de mí, cuando mis ojos se posaron sobre la mesa del comedor. Estaba una bandeja con un tazón de cereal, la jarra de leche y una cuchara, se veía bien acomodada, pero lo que te llamaba la atención era jarrón decorado con un enorme ramo de rosas. Charlie me había avisado, pero no dijo que fuera tan grande.
—Sé que eso no es suficiente para enmendar mi error —murmuró. —Pero es mi manera de decirte que, entiendo tu punto y haré lo posible por que no se repita.
Mi cabeza se movió de arriba abajo, incapaz de pronunciar palabra alguna. Aun me sentía hipnotizada por la belleza de las flores.
—Adelante —me ofreció. —Disfruta tu desayuno.
Su mano empujó mi espalda, llevándome a la silla donde estaba la bandeja preparada con mi comida. Cuando me senté, el maravilloso aroma de las flores inundo mis pulmones, me permití disfrutar del momento, tomando una respiración aún más profunda.
—Gracias —le agradecí. —Son realmente hermosas.
—No lo son tanto como tú —me respondió provocándome una ola de calor que cubrió mis mejillas.
Bajé la mirada sintiéndome avergonzada del elogio, pero acepté su oferta del desayuno. Aunque su gesto era lindo y romántico, aun no estaba perdonado, y mi malvado plan seguía en pie.
Se sentó frente a mí, mirándome con atención, sintiéndome observada, extendí mi cuchara en su dirección, ofreciéndole un poco de cereal, más por cortesía que por voluntad. Por supuesto él se negó mirando con repugnancia la comida, yo solo me encogí de hombros y seguí masticando.
Comí con extrema lentitud, Edward se mantenía tranquilo, pero, aun mi odio humano, podía escuchar el golpeteo ansioso de su pierna. Le di una mirada fugaz, aun no comprendo su desesperación, con la usual velocidad a la que conduce, llegaremos al instituto en menos de cinco minutos.
—Ya terminé —anuncié después de unos minutos. Él se levantó de su silla, recogió la loza sucia, llevándola al fregadero. Me quedé de pie mirando como lavaba todo lo usado. —Iré a lavarme los dientes.
Sin mirarle, subí de nuevo hacia el baño. Abrí el grifo y me lavé los dientes con la dedicación que haría que mi dentista se sintiera orgullosa. Sequé con la toalla mi rostro y mis manos y volví a bajar con cuidado, por ningún motivo bajaría los escalones corriendo, al menos no si quiero llegar completa a mi próximo cumpleaños.
—¿Lista? —preguntó esperándome en la puerta de la casa, de nuevo mi mochila estaba en su hombro, y parecía aliviado de salir de aquí. Sonreí internamente.
No tan rápido Romeo.
—¡Olvidé mi chaqueta amarilla! —me quejé girándome hacia las escaleras de nuevo.
—¿La que estaba sobre la cama? —preguntó dándole una mirada a la escalera. Asentí. —Yo la traeré.
Dos segundos después, se colocó a mis espaldas, ayudándome a colocarla sobre mi cuerpo. Sonreí aliviada al sentir el calor de la tela, al menos hoy no moriría congelada.
—Creo que dejé mi teléfono arriba —murmuré tocando todas las bolsas que mi ropa traía. Edward me miró con pesar, luego su vista se posó en la parte alta de las escaleras y soltó un sonoro suspiro.
—Ahora vuelvo —dijo, en un abrir y cerrar de ojos, apareció en la escalera, estirándome su mano con mi teléfono en ella. Lo tome revisando la hora, aún tenía unos minutos. Pero ¿En qué más podría retrasarme?
—¡La ropa de Angela! —chillé. Edward tiró de su cabello con sus manos.
—¿Dónde está? —me preguntó secamente.
—Es la bolsa azul que dejé sobre mi escri… —no esperó a que terminara de hablar. Fue a mi habitación para traerla consigo.
—¿Es todo? —preguntó desde arriba. Mis labios se estaban curveando dejando en evidencia la risa que me amenazaba con salir, pero hice un esfuerzo por lucir seria.
—Sí, es todo —acepte. Se me habían terminado las excusas para detenerlo más tiempo aquí, ahora es el turno de Angela.
Edward bajó con lo que le pedí, abrió la puerta de la casa y ambos salimos rumbo a su auto. Me subió al asiento del copiloto, subió las cosas al maletero y se subió detrás del volante, arrancando el motor.
Podía notar que su postura era seria, y le daba constantes miradas al Rolex en su muñeca.
—Edward —murmure llamando su atención, sus ojos se posaron sobre mí, animándome a que hablara. Me puse roja. —Le prometí a Angela que hoy pasaría por ella para llevarla a la escuela.
Sus manos se apretaron alrededor del volante con más fuerza de la necesaria. Su necesaria respiración salió de golpe de sus pulmones y me miró como si quisiera lanzarme por la puerta del auto en movimiento.
—Avísale que ya llegamos —fue su respuesta.
—Pero aun no estamos en su casa —fruncí el ceño.
—Llegaré antes de que termines de hablar con ella. —dijo cortante. Yo asentí y marqué el número de mi amiga.
—¿Hola? —la voz de Angela me respondió. —¿Ya llegaste?
—Si —Edward estacionó el auto justo cuando dije la palabra. Angela no me respondió, pero tampoco cortó la llamada.
—¿Crees que tarde mucho? —me preguntó Edward, si mirada impaciente estaba fija en la casa de Angela.
Me encogí de hombros mirando el teléfono con la llamada activa, en el otro lado de la línea, se escuchaban sonidos de cosas moviéndose, de vez en cuando alguna maldición que soltaba mi amiga seguida de un “lo siento”.
Minutos más tarde, Angela colgó la llamada y salió por la puerta de su casa. Edward como todo buen vampiro nacido en el siglo pasado, se bajó para abrir la puerta del auto a mi amiga, pero lo que no se esperaba era ver que Angela detuvo su caminar hacia nosotros mirando hacia sus espaldas, revisando la fachada de su casa.
—Lo siento — se disculpó en voz alta. — Olvidé cerrar las ventanas, ahora vuelvo.
Y regresó al interior de su casa con toda la calma que pudo. Cubrí mi boca con mis manos para ahogar la carcajada que me produjo ver el berrinche que Edward comenzó a hacer junto al auto. Podía notar sus hombros subir y bajar por la respiración acelerada, sus puños cerrados al lado de su cuerpo y sus piernas pateando el piso.
Mi amiga volvió a salir, caminó hasta el Volvo con las mejillas rojas de vergüenza.
—¡Casi lo olvido! —dije bajando el cristal de la ventanilla, me estiré para sacar mi cabeza mirando a Edward. —¿Puedes darle la bolsa con su ropa? No creo que quiera cargarla por toda la escuela.
El vampiro me miró con la boca abierta. Hice un puchero lo más tierno que me salió, rogándole con la mirada que hiciera lo que le pedí, soltó un par de bufidos pero asintió, girándose hacia el maletero del auto a sacar la bolsa. Cerró con demasiada fuerza la lámina y avanzó a pasos grandes para alcanzar a mi amiga antes de que se alejara más de su casa.
Angela lo tomó y me dio una sonrisa de agradecimiento, se dio vuelta y regresó al interior de su casa. Por el tiempo que duró dentro, casi puedo apostar que tuvo la dedicación de acomodar cada prenda en su lugar. Edward miró de nuevo el reloj en su muñeca.
—¡Ups! Olvide mi mochila adentro —anunció Angela de pie en el marco de la puerta de la casa. Le dio una mirada avergonzada a Edward y regresó al interior buscando lo que se había olvidado. Un par de ojos dorados me miraron suplicándome que la situación se detuviera.
Angela salió de nuevo casi corriendo. Pasó junto a Edward que seguía de pie a la mitad del camino y casi para llegar al Volvo, decidí hacer mi última jugada.
—¡Angela! —la llamé, ella puso su mirada en mí. —No cerraste la puerta de tu casa.
Apunté detrás de ella. Se giró para mirar su casa que tenía abierta la puerta de par en par.
—No te preocupes, Angela —Edward la detuvo cuando notó que sus piernas se movían de nuevo. —Hace bastante frio hoy, yo la cerraré.
Caminó a un paso humano pero rápido, decidido a cerrar esa puerta y terminar con su tortura.
—Ya vamos tarde —Angela subió al asiento trasero, anunciándome que nuestro plan había salido a la perfección.
Miré mi celular, faltaba exactamente 1 minuto para que el timbre de la primera clase sonara. Y aunque Edward forzara el motor de su auto, el diseño de las calles de Forks y los semáforos para nada sincronizados que había por todo el pueblo, no había manera para que llegáramos a tiempo.
—Será mejor que te pongas el cinturón —le advertí a mi amiga. En cuanto vimos aparecer a Edward en la puerta del conductor, movimos nuestras manos para asegurarnos a lo que sea que estuviera cerca.
Tal y como imaginé, cuando Edward aparcó el volvo en el estacionamiento del instituto, ya todos estaban dentro de clases. Todos menos dos vampiros que nos miraban sonriendo.
La mejor comparación que puedo hacer, para explicar cómo se veía Edward al bajar del auto, es, un perrito chihuahua, de esos pequeños que se la pasan ladrando y temblando de los nervios. Hasta creo que tenía un TIC en el rostro.
Angela y yo nos bajamos en silencio, con la cabeza agachada, como si nos acabara de regañar.
— ¿Llegamos muy tarde? —pregunté inocentemente cuando nos encontramos con la pareja que nos esperaba en la entrada.
—Ya no alcanzan la primer clase —Alice respondió mirando a Edward. Él respondió con un gruñido, nos rodeó rápidamente y se alejó caminando furiosamente al bosque. Jasper nos ofreció una mirada de disculpa y siguió a su hermano.
—¿Y si vamos al jardín a esperar la siguiente clase? —ofreció Angela. Alice saltó entusiasmada y comenzó a tironear de nosotras.
—Voy al baño —anuncie. Ambas asintieron. —Las alcanzó allá.
Abrí la puerta del edificio, y caminé buscando mi objetivo. Traté de mantenerme calmada para llamar su atención lo menos que me resultara posible.
Detrás de nosotras, se desenvolvía una conversación que llamó mi atención.
—No entiendo porque estas tan molesto —la voz de Jasper llamó mi atención. Detuve mis pasos, estaba cerca de una de las puertas que daban al jardín, ellos sonaban cerca, así que debían estar del otro lado.
—Sabes que odio llegar tarde —la voz molesta de Edward me sobresaltó.
—Tú lo causaste, asume las consecuencias. —Jasper escupió. —Crees que debes defenderla de todo el mundo, y quizás sí, pero definitivamente Bella se puede defender sola de ti.
—Sabes que yo solo quiero mantenerla a salvo —Edward suspiró.
—Es humana, Edward, tarde o temprano algo le va a pasar —ahora Jasper hablaba seriamente. —Sabes que tienes que hacer para salvarla de eso.
Deje de escuchar después de eso, no quería meterme en ese tema aun. Di la vuelta para salir por otra de las puertas y encontrarme con las chicas.
—¡Aquí estamos! —Alice levantó la mano llamando mi atención como si no fueran las únicas que estuvieran afuera.
—Hora de entrar —Jasper llamó nuestra atención, haciendo que detuviera mis pasos miré su rostro asomado por la puerta haciéndonos señas para acercarnos.
Cada uno se fue a sus clases, bueno, en realidad compartíamos casi el mismo horario y siempre tuve a alguien haciéndome compañía.
—¡Bella, Angela! —la voz chillona de Jessica llamó nuestra atención cuando estábamos haciendo fila para el almuerzo. Se acercó a nosotras sonriendo con su clásico entusiasmo falso.
—Hola Jess —ambas saludamos.
—¿Qué planean hacer esta tarde? —nos preguntó dándole una mirada a la mesa donde la mitad de los Cullen nos esperaban. Nosotras seguimos su mirada, recibiendo unas miradas hostiles.
—Preparar la cena de Charlie —respondí encogiéndome de hombros.
—Limpiar la casa —respondió Angela en tono pensativo.
—¡Ay por favor, eso es aburrido!
Angela y yo nos dimos una mirada.
—¿Perdón por tener vidas aburridas? —dije más en tono de pregunta que disculpándome.
—¡Deberían salir más! —Jess nos dio un leve golpe.
—¡La Push, nena! —Erick apareció detrás de Jessica. Solté una risa y lo miré mal, —Ya se Bella, suena ridículo.
Me sonrió recordando lo que le dije la última vez que me hostigaron para ir a la Push. Yo asentí aun sonriendo.
— ¡Ya casi no pasamos tiempo juntas! —que quejó Jessica. —¡Hay que hacer un pequeño viaje de fin de semana!
—Jessica, es miércoles —Angela la miró como si le hubiera salido un tercer ojo.
—Bueno, de media semana —Jess rodó los ojos.
—Podríamos hacer una fogata —le ofrecí a Angela. Recordé las palabras que Charlie me había dicho la noche anterior, hoy estaba dispuesta a hacerle caso y divertirme más.
—¡Esa es la actitud! —Eric gritó emocionado. Se giró a la mesa donde mis amigos humanos estaban reunidos. —¡Mike! ¡Las chicas quieren hacer una fogata en la playa!
—¡Estoy para complacer! —respondió el aludido, hice una mueca cuando capté el doble sentido de sus palabras, creo que no fui la única, porque todos los que estaban en la mesa, comenzaron a arrojarle comida.
—Eres un idiota —le dijo Eric, volviendo a su silla.
—Saliendo de clases nos vamos —Jess preguntó, o más bien lo afirmó. Ignorando lo que sucedía en la mesa detrás de ella.
—No traje mi camioneta —le respondí. —Angela tampoco trae su auto, se vino conmigo.
—No importa, nos vamos en mi auto —nos guiñó un ojo. —De todos modos, yo era la única que iba a conducir sola.
—Bien —respondimos ambas. Jessica nos sonrió complacida por su labor de convencimiento, y regresó a su mesa.
—Algo trama ¿Sabes? —me preguntó Angela mientras escogíamos nuestra comida.
—Dame paciencia —dije mirando hacia el cielo con dramatismo.
—La vas a necesitar —susurró mientras caminamos de regreso a la mesa con los demás.
—¿Irás a la Push? —el hermano de Edward, el que parecía más intimidante me preguntó. Lo miré sin saber que decir. —¿No temes meterte a la boca del lobo?
Edward le envió una mirada asesina.
—Bella, ellos son Emmett y Rosalie —Alice nos presentó. Los miré murmurando un “encantada”. El grandote me dio una sonrisa, pero la rubia me recorrió con la mirada y se giró alejando su vista de mí.
—¿Tienes que ir? —Edward me preguntó cuándo me senté junto a él.
—Hace mucho que no salgo con mis amigos —me encogí de hombros.
—No vayas —su voz salió rudamente. Todas las miradas se posaron sobre él.
—¿Disculpa? —pregunte impactada.
—No vayas allí —repitió.
—¿Por qué? —lo reté.
Tomó una profunda respiración. —No es un lugar para ti. No debes ir ahí.
—¿Y quién me lo va a impedir? —levanté una ceja. —Voy a ir a la Push, porque quiero, porque puedo y porque se me da la gana.
Me crucé de brazos alejando mi vista de él.
Jasper fue el primero en romper el silencio. —Tengan cuidado en la Push
Asentí, y me levanté de mi asiento. No les dije nada, salí de la cafetería caminado al salón de la siguiente clase. Pasé el resto del día ignorando a los Cullen.
A la hora de la salida, Angela y yo caminamos para encontrarnos con Jessica. Edward estaba esperándome a un costado de la salida. Le di una mirada a Ang para que siguiera caminando, ella no dijo nada, pero supe que había entendido el gesto.
—¿Qué sucede? —me removí, incomoda.
—Solo, ten cuidado, por favor —me rogó. Analicé su rostro en busca de una emoción que me dijera que esas palabras eran honestas.
—Tranquilo —suspiré. —No me pasará nada.
—Eso espero. —respondió. Con la yema de sus dedos, recorrió el contorno de mi mandíbula, ofreciéndome una caricia.
—Te llamaré cuando vuelva a casa —dije. —Quizás puedas pasar la noche espiándome como lo has estado haciendo.
Traté de bromear, al parecer funcionó porque sus labios se torcieron en una sonrisa.
—¿Qué más haría, si no?
—Debes contarme que es lo que he dicho, sé que hablo dormida —murmuré avergonzada.
—Estaré esperando tu llamada —con eso sellamos la promesa.
Jessica me llamó desde el costado de su auto.
—Ve —Edward ladeo su cabeza. —Diviértete.
Sacudí mi cabeza afirmativamente, caminamos juntos hasta la mitad del camino. Él se subió a su auto y yo me apresuré para subirme al de Jess.
“Lo mantendremos ocupado hasta que le llames. J y A”
Sonreí complacida leyendo el mensaje de mi celular.
“Pd. Abre la ventana y espera 20 minutos antes de llamarle, si no funciona, haremos que se retrase.”
¿De qué carajos hablan?
—¡Vámonos! —Jess gritó animada. Nos distribuimos en los autos y arrancamos para nuestro viaje de media semana a la playa.
30 minutos más tarde, habíamos llegado a un buen lugar para pasar la tarde.
—¡Bella! —Jake apareció sonriendo. Venía acompañado de Quil y el pequeño Seth.
—¡Jake! —lo abracé entusiasmada. —Qué bueno que te dejas ver.
—Lo mismo digo —dijo mirándome. —¡Hey chicos!
Los demás le devolvieron el saludo. La última vez que estuvimos aquí, todos mis amigos parecieron llevarse bien con los chicos de la Push.
—Escuchamos que tendríamos visitantes y les preparamos un lugar en la palaya de la reserva. —Quil ofreció. —Hay mejores olas para surfear.
—Y pusimos la red para jugar —Seth gritó emocionado.
—Con eso me tienen a sus pies —dijo Tyler chocando las palmas con Quil. Todos seguimos a los chicos a la playa que nos indicaron y tal como prometieron, estaba todo listo. Cada uno de nosotros, se enfrasco en una tarea diferente, Jessica, Mike Lauren y Eric fueron por sus cosas para surfear, Tyler y Ben comenzaron a jugar Voleibol con Seth y Embry.
Jacob y Quil fueron por leña para hacer la fogata.
—Tú debes ser la famosa Bella —una mujer se acercó sonriéndome. —Soy Emily, la esposa de Sam.
—Hola —dije sonrojada por sus palabras.
—Hola, soy Angela —se presentó mi amiga sonriendo tímidamente.
—¿Por qué no vienen adentro y me ayudan a preparar la comida? —no ofreció, nosotras aceptamos y la seguimos al interior de su casa.
—¿Qué no debes estar trabajando? —le pregunté a Charlie cuando lo vi sentado en un sofá de la casa, charlando animadamente con Billy.
—No molestes niña —respondió.
—Hola Billy —saludé al otro hombre. Me devolvió el saludo con una sonrisa.
—¿Tu qué haces aquí? —preguntó Charlie.
—Te dije por teléfono que hoy sería una adolescente normal que se embriaga con sus amigos en una fiesta en la playa.
—Ay si como no, Bella —se cruzó de brazos. —Yo tuve que organizarles la fiesta.
—Mejor aún —sonreí.
Cuando veníamos de camino a la Push, había llamado a Charlie para avisarle que no estaría cuando él llegara, pero mi sorpresa fue que él ya había sido invitado más temprano a la parrillada que tendrían los chicos de la Push. Él había sido el que alertó a Jake y a los demás de nuestra visita.
—Bella, ¿puedo hablar contigo? —Sam, el joven alto y moreno con pose de luchador, apareció detrás de Billy, su voz fue amable, pero a la vez tenía un todo que te obligaba a obedecerle.
—Claro —dije aclarándome la garganta, buscando mi propia voz.
Con un gesto de su cabeza me hizo una señal para que lo siguiera, atravesamos la casa, saliendo por una puerta al patio trasero, seguimos caminando un poco más lejos que eso hasta encontrar una construcción que parecía un garaje. Nos detuvimos en la entrada, y me giré cruzándome de brazos para mirarlo esperando que hablara.
—Lamento interrumpir el tiempo con tus amigos —habló con culpabilidad. —No lo habría hecho si no fuera importante.
—Está bien —respondí insegura del rumbo que llevaría la conversación.
—Sé que, tú y uno de los Cullen, pues, ustedes —tartamudeo. Le di una mirada divertida, era extraño ver a un tipo tan alto y con apariencia imponente, verlo tan vulnerable.
—Nosotros, Cullen y yo, estamos saliendo —le ayudé. El asintió con alivió cuando evitó pronunciar la frase.
—Sí, eso. El asunto es que yo debo cuidar a mi gente —me explicó, —Charlie y tú son considerados parte de la tribu y es mi deber como el jefe, asegurarme que estén a salvo.
—Oye, apreció el gesto —dije deteniendo sus palabras. —Pero los Cullen no deberían preocuparte, no me lastimarán.
—No a propósito —gruñó. —Bella, de verdad deberías alejarte de ellos, no son lo que tú crees, ellos…
—Sé lo que son, Sam —me confesé. —Sé los riesgos que implica.
Me miró sorprendido, luego, su expresión cambió a una de comprensión seguida de la furia.
—Fue Jacob ¿verdad? Ese niño no sabe mantener la boca cerrada.
—No toda la culpa es de Jacob —lo defendí. —Yo ya conocía algo del tema y las leyendas me ayudaron a terminar de comprender el secreto de los Cullen.
Un leve movimiento de cabeza me indicó que entendía lo que le decía.
—¿Has visto algo extraño últimamente? —me preguntó.
“Si Sam, he visto a un vampiro de procedencia desconocida, a una bruja, he visto a un vampiro frio hacerme berrinches”.
—No —respondí evadiendo su mirada. —¿Por qué?
—Hace unos días, andábamos patrullando por el bosque, y nos encontramos con un hombre…
—¿Un hombre? —grité sin querer.
Por favor que no sea quien estoy pensando, por favor que no sea el hombre que estoy pensando.
—Sí, a simple vista era un humano común —su voz salió pensativa.
—¿Cómo era? —sentía mi corazón latiendo con fuerza en mi pecho. Aun seguía rogando en mis adentros, que no fuera la persona que estoy pensando. No quiero imaginarme un enfrentamiento con los lobos.
—Pálido como tú, pero no tanto como los Cullen —comenzó a describirlo. —Era muy guapo ¿sabes? Alto, atractivo, de cabello negro como toda su ropa ese día, sus ojos eran azules y…
—¿Azules? —grité de nuevo.
—Sí, azules. Bella ese no es el tema —me miró extrañado. —Cuando lo descubrimos, pensamos que era un humano que se había perdido, pero de repente, corrió muy rápido y cuando tratamos de detenerlo, no pareció humano. ¡Y sabía lo que somos!
—¿Lo atacaron? —pregunté deteniendo sus divagaciones. Necesitaba saber que había pasado con él.
—No, nadie ataco a nadie —Sam se encogió de hombros. —Solo hablamos y llegamos a un acuerdo.
—¿Qué clase de acuerdo?
—Que ninguno causaría problemas —sonrió feliz por el trato que había hecho. Supongo que él estaba conforme con tener que lidiar con un problema menos.
—Creo que, eso está bien —murmuré sin saber que decir.
—Si algo pasa, si llegas a ver algo extraño, o si Charlie y tú se sienten en peligro, por favor Bella, avísame.
Me miro, suplicándome con la mirada que siguiera sus órdenes.
—Estaré alerta —respondí, eso era todo lo que podía ofrecerle. Sam pareció conforme, y me arrastró junto a él para volver a la casa.
Angela me miró en cuanto volví a la cocina junto a ella y Emily. Sus ojos me hicieron una pregunta silenciosa, yo solo embocé una sonrisa, dándole a entender que todo estaba bien. Les ayudé a preparar un bowl gigante de ensalada mientras ellas terminaban lo que habían comenzado en mi ausencia.
Más tarde, salimos de la casa, acompañadas de la manada que nos ayudaba a cargar toda la comida, Charlie y Billy ya se habían encargado del asador, y los gritos de felicidad cuando pusimos la comida en la mesa no se hicieron esperar. Todos estábamos muy hambrientos.
Después de eso, los hombres se encargaron de traer los autos cerca para acceder más fácil a ellos cuando quisiéramos irnos. Pero esas ganas nunca llegaron, el resto de la tarde pasó entre bailes, juegos, bromas y risas causadas por anécdotas que contamos alrededor de la fogata. Nadie se preocupaba por la hora, mucho menos por ir a casa.
—Oigan, oigan —Charlie llamó nuestra atención. —Me encanta verlos tan divertidos, pero en cerca de la una, y todos tienen clases mañana.
Un quejido grupal fue lo que recibió en respuesta.
—Los que somos de Forks, hay que irnos —nos miró a todos los nombrados. —Con cuidado, no quiero recibir llamadas de sus padres en la mañana.
Por supuesto que todos le obedecieron, ninguno de mis amigos se atrevería a contradecir al Jefe de la policía de Forks. Cada uno se subió al auto en el que llegaron, y se marcharon a su casa, con las respectivas recomendaciones de Charlie.
—Jessica, ve a casa —Emily la miró. Estaba ayudándonos a recoger todas las cosas que se quedaron regadas por ahí. —Nosotros recogemos todo, es tarde para que andes sola por la carretera.
—Bella y yo llegamos en el auto de Jessica —explicó Angela.
—Las puedo esperar —Jess sonrió y siguió con su labor.
—Nada de eso —Charlie le quitó la bolsa que traía en las manos. —Vayan las tres a casa, yo me quedaré a ayudar a recoger todo.
Angela miró avergonzada a todos, Jess también dio una mirada a su alrededor, insegura si debía irse o esperar a que estuviera todo recogido. Emily las miró sonriendo y las empujó al auto de Jessica, todos les aseguraron que podíamos irnos con tranquilidad.
—Oye, Bells —Charlie me detuvo cuando las seguía. —Vayan a casa con cuidado, me llamas cuando estés segura que Angela y Jessica están a salvo en su casa.
—¿Te quedarás aquí? —pregunté. El asintió. —Bien, te llamo en un rato.
Las chicas y yo nos subimos al auto despidiéndonos de todos. Jessica se aseguró de conducir con cuidado, pero las tres íbamos muy animadas hablando de todas las cosas graciosas que habían pasado en la Push.
—¡Espera! —grité mirando al frente. —¡Detente! ¡Frena!
Jessica me hizo caso, pisó el freno a fondo, causando que los neumáticos rechinaran contra la carretera. Angela gritó y se aferró al asiento del copiloto, yo me sostuve de ambos asientos, cerrando mis ojos para no ver.
—¡¿Qué carajos te pasa Isabella?! —Angela me gritó. Abrí mis ojos, les di una mirada rápida a amabas, para asegurarme que estuvieran bien.
—¿Qué sucede? —Jessica miró por todos sus espejos, en busca de lo que me había alertado.
No respondí. Me estiré lo más que pude, no podía ser, ¿o sí?
—¡Bella! —ambas me gritaron. Apunté con mi dedo al frente. Ellas siguieron con la mirada la dirección en que les indiqué. Ambas soltaron un jadeo cuando lo vieron.
—¿Creen que esté…? —Angela preguntó.
—No se mueve, ¿O si? —Jessica estiró el cuello lo más que pudo.
—De-deberías bajar a revisar —golpeé el hombro de mi amiga.
—Que vaya Jess, ella casi lo atropella —dijo empujando a la nombrada. El rostro de nuestra conductora se volvió una máscara de pánico, y comenzó a sacudir la cabeza negando a nuestra petición.
—Jessica —me aclaré la garganta. —Ve a revisar, quizás necesita ayuda.
Eso pareció convencerla, asintió y se quitó el cinturón con las manos temblorosas. Abrió la puerta del auto y nos miró, insegura, Angela y yo le dimos una sonrisa de valor. Ella trató de sonreír de regreso, pero solo forzó en sus labios una mueca.
Se bajó del auto muy despacio, caminó junto al auto y se acercó lo más que pudo.
—¿Por qué la bajaste del auto? —preguntó Angela, sin despegar su vista de la rubia falsa. No le respondí, estiré aún más mi cuello, tratando de tener una mejor visión de los hechos.
—Señor —la voz de Jessica llegó a mis oídos, su voz temblaba, incluso a la distancia se podía escuchar. —¿Está usted bien?
El bulto negro en el medio de la carretera, se movió, causando que las tres nos sobresaltáramos.
—¿Qué le paso? —Jessica preguntó a la par que yo. Angela me miró confundida.
—Me perdí.
—Está a la mitad de la carretera —le explicó Jess.
—No me refería a eso —dijo mientras se enderezaba. Yo ahogue un gemido.
—Es, es el hombre, el vampiro que, es él, el que… —tartamudeé. Angela me miró sorprendida, asomó la cabeza por la ventanilla del auto para poder ver mejor al hombre.
—Resulta que perdí el camino —se quejó. Su voz sonaba distorsionada, pero aun así sonaba como la más hermosa melodía que había podido escuchar alguna vez en mi corta vida. —Es algo existencial.
—Hay que alejar a Jessica de él —Angela me miró preocupada.
—Puedo distraerlo, y tu te llevas a Jessica al pueblo —dije trazando un plan rápido en mi mente.
—Pero ¿y tú? —me miró preocupada. —No me gusta la idea de dejarte a solas con él.
—Estaré bien —le aseguré. —Si hay problemas puedo llamar a Edward o a Jasper.
Angela me analizó un par de segundos, aun no le gustaba la idea, pero aceptó.
—¿Necesita ayuda? —escuché a Jessica preguntar, Angela abrió la puerta del auto, lista para intervenir. Él levantó una botella que traía en su mano, y de un solo sorbo la vació. Si es que llego a tener buena suerte, puede que esté lo bastante ebrio, como para no acertar al momento de morderme una vena.
—Pues, creo que sí ¿Me ayudas? —su voz salió hipnótica, tratando de atrapar a Jessica. Para nuestra suerte, ella fue inteligente y nos miró, en busca de alguna señal que le diéramos sobre qué hacer con el extraño moribundo.
—Déjalo ahí, está ebrio —le gritó Angela.
—No —su voz varonil se quejó arrastrando la palabra, miró hacia nuestra dirección, pero las luces encendidas del auto evitó que notara nuestros rostros. —Bueno sí.
—¡Vamos Jess! —Angela le hizo señales para que se acercara —¡Hay que irnos ya!
Por primera vez desde que la conozco, Jessica hizo algo prudente, rodeo al hombre evitando pasar cerca de él y volvió al auto casi corriendo.
—¡No, no, no! ¡No te vayas! Si necesito ayuda.
Aguanté mi sonrisa al verlo tan desesperado. Abrí la puerta de mi lado y me bajé tratando de controlar el ataque de adrenalina que estaba sintiendo por dentro.
—Deberías llamar a Charlie —Jessica me dio una mirada antes de subirse a su asiento.
—¿Segura? —Angela la ignoró y se volvió a concentrar en mí.
—Si —afirmé. Después hable en un tono más alto para que Jessica escuchara también hablé: —Yo le marco para que venga a recogerlo —miré al ebrio desesperado. —Quizás en la comisaria le den la ayuda que quiere.
Ambas se rieron por mis palabras. Angela volvió a acomodarse en el asiento del copiloto, y le indicó a Jessica que arrancara el auto, ella pareció feliz de obedecerla y desaparecer de este lugar. Sacudí la palma de mi mano, despidiéndome de ellas mientras me alejaba un poco para que pudieran moverse.
—¡Mejor me hubieras pasado encima! —casi puedo apostar que escuché como su garganta se desgarraba con esas palabras. —¡Mátame! —gritó abriendo los brazos, pero por supuesto que las luces traseras del auto de Jess no le responderían nada. —¡Así se acabaran mis problemas! ¡No valgo nada! ¡Ya no tengo a nadie que le importe mi vida!
—¡Ay pero que dramático! —me burle de su ataque de dramatismo. Su cabeza se giró a buscarme, pero yo me di la vuelta, alejándome un poco para prepararme mentalmente para volverlo a ver.
—No te vayas —escuché el sonido de sus pisadas siguiéndome. Me estremecí cuando sus manos se posaron sobre mis hombros, pero hubo un sonido que provino del bosque que rodeaba la carretera, traté de forzar mi vista buscando al causante, pero la oscuridad me lo impidió.
—No quiero problemas —hablé en voz alta, tratando de que, en el caso de que los lobos sean los que estén acechando el bosque, me escucharan.
—Al igual que yo —dijo él en tono de queja. —Pero solo tengo unos pocos.
Inevitablemente me reí. Nadie quiere problemas, pero todo los tenemos.
—¿Sabes? Yo tengo un secretito que nunca le he dicho a nadie.
“No me digas Sherlock” dije en mi mente.
—¡Es uno enorme! ¿Pero cuál es el maldito punto? Eso no cambia nada, no me voy a hacer bueno.
“¿Ahora se quiere redimir?” pensé.
—Pero ¿y si adoptas perritos? —pregunté. Quizás podía ser como los villanos de las películas, que dejaban de lado todo lo malo en sus vidas para poder crear un refugio de animalitos.
—¡No! —grito ofendido. —No seré lo que el mundo quiere que sea.
Asentí orgullosa. —Tú muy bien —dije de acuerdo con que al menos uno de nosotros hiciera su vida con libertad
—¡No voy a ser lo que ella quiere que sea! —gritó con aire renovado.
—¡Así se habla! —dije contagiada de su emoción. Un momento, ¿ella? ¿Quién es ella?
—Esto es lo que soy —se apuntó a sí mismo. —Escucha, este es mi maldito secreto, puedo romperte el cuello ahorita mismo y sería feliz, o puedo dejar que te vayas, y también sería feliz. ¿Tu cual eliges?
Sopesé sus opciones. ¿Me voy y dejo que los lobos se aprovechen de la ventaja que tienen solo porque el hombre de negro está ebrio? O ¿Me quedo y espero a que me rompa el cuello mientras drena por completo la sangre de mis venas y así me evitó la discusión que Edward debe estar planeando por la hora en la que regresaré a casa? Ambas opciones son muy tentadoras.
—¿Qué no me escuchas? —preguntó confundido.
Claro que lo escuchaba, no estaba sorda, pero aun no decido cual opción me conviene más.
—Te hice una maldita pregunta —sus manos volvieron a posarse sobre mis hombros, girándome con brusquedad. Su rostro cuando me vio fue todo un poema, esperaba a cualquier persona en este mundo excepto a mí.
—¡Maldito destino hijo de perra! —abrió la boca con me soltó y sacudió su cuerpo con molestia— ¿Tan jodida es mi suerte?
¿Me estaba preguntando? ¿Era una pregunta retórica? ¿Qué no le enseñaron las reglas básicas de cortesía? Cuando te encuentras a alguien que conoces y que llevas tiempo sin ver, por lo menos le saludas antes de quejarte.
—¡Wow! no pensé que te alegrarías tanto de verme —rodeé los ojos.
—Espera, ¿Dónde estamos? —miró a ambos lados de la carretera. La falta de señalamientos causaba una confusión entre los que no conocían la ruta.
—A la mitad de la carretera, cerca del pueblo donde vivo. —dije risueñamente lo obvio. Miró de un lado a otro, como si tratara de encontrarse a sí mismo en el mapa, lo observé en silencio, parecía estar en un debate interno consigo mismo, tenía mucha curiosidad, pero si le comenzaba a hacer preguntas, era probable que rompiera mi cuello para silenciarme, y honestamente, aun no decidía que opción era mejor.
Una gota de lluvia rozó mi mejilla, miré hacia el cielo, ya no se veían las estrellas como cuando salimos de la Push, ahora se notaban unas densas nubes que indicaban que en cualquier momento, se desataría una tormenta.
—Sí, así de jodida es mi suerte —su suspiro me sacó de mi mente. Baje la mirada para mirarlo y deleitarme de la clásica decepción que siente la gente cuando comienza a llover en un día horrible que han vivido, pero mi sorpresa fue que no encontré su mirada azul donde debería. Estaba recostado en el suelo, ya húmedo por la lluvia, su rostro era una completa mascara de sentimientos negativos.
—¿Problemas en el paraíso? —preguntó mientras me recostaba a su lado. Un gruñido salió de su garganta, respondiéndome. ¿Había dado en el clavo? —Tu mal genio sí que es un problema —me quejé.
—Tengo muchos problemas —su voz grabe fue monótona. —Pero todos los hombres tenemos un límite.
—Yo tengo hambre —dije sin pensar.
—¿Qué no me estas escuchando? —preguntó visiblemente cabreado.
—¿Alguno de tus problemas, los puedes solucionar estando aquí, conmigo? —enderecé mi espalda, imitando su movimiento, ahora ambos estábamos sentados, mirándonos.
—No —respondió bajando los hombros.
—Entonces —susurré pensando en las posibilidades que podía ofrecerle. De todos modos ya estaba aquí, lidiando solo con sus problemas, y yo necesitaba ir a casa para poder llamarle a Charlie. Me puse de pie, estirando mi mano en su dirección. —Vámonos.
—¿A dónde? —me miró confundido por mi reacción.
—A donde sea —se encogió de hombros, cualquier lugar era mejor que estar en el medio de la nada. Sus ojos brillaron con picardía. —No seas idiota —le di un golpe en el hombro. —No quiero seguir aquí en el medio de la nada pareciendo loca.
—Dolcezza —acercó su rostro a mí. El tono en el que pronunció esas palabras hizo que mis piernas temblaran, sentí que me derritió por completo. —Ya vives en el medio de la nada, hay que estar bastante loca para hacer eso.
—Imbécil —bufé, su rostro se iluminó con una sonrisa.
Controlé mis labios para evitar mostrarle la sonrisa que me amenazaba con salir, en su lugar, comencé a caminar por la carretera, en dirección al pueblo. La lluvia ya estaba cayendo con más fuerza, y yo era la única que podría morir si me daba neumonía. Mi oído me dijo que nadie me estaba siguiendo, ¿se fue?
Me giré buscándolo con la mirada en el medio de la oscuridad.
—Ven, vamos —silbé, —sígueme.
—¿Eres tonta o qué? —de repente apareció frente a mí, causando que me sobresaltara. —Yo no soy perro de nadie como para que me estén silbando.
Lo tomé de un brazo para jalarlo conmigo, hasta que no me sintiera segura en mi casa, él era lo más seguro que tenía. Pero el idiota no se movió.
—Pues, parece que tu vida amorosa y tu existencia sí están de perros.
Mi comentario lo doblegó, haciendo que su cuerpo fuera tan liviano como una pluma. Sus pasos se emparejaron con los míos, pero aun seguía dentro de su mente.
—¿Qué tan lejos estamos? —
Lo pensé un poco, la realidad es que la Push no estaba lejos de Forks, Jessica ya había conducido bastante rato antes de que nos detuviéramos —¿En auto? Como 15 minutos.
—Puedo presumir que asusté a tu medio de transporte, ¿Correcto? —dijo refiriéndose a mi amiga.
—Sip.
—¿Caminando cuánto tiempo nos va a tomar? —preguntó con curiosidad.
—¿A mi paso? —Pregunté sopesando las opciones —¿O al tuyo?
—Chica lista —dijo con voz alegre. Sonreí por el recuerdo que me trajo esa frase.
Hice mis cálculos mentales para responder a su pregunta. — A mí paso son ¿Tres horas? Quizás más
—Puff, ¿Y a mi paso?
Mi cerebro volvió a sacar los datos necesarios para hacer los cálculos, pero de repente me vi envuelta en un par de brazos que cubrían del viento y de la lluvia que ya se hacía más persistente. Cerré mis ojos tratando de no marearme, a mi cuerpo no le gustaba la idea de viajar a tanta velocidad.
De repente me soltó, lanzándome dentro de mi habitación. Por supuesto que no estaba preparada para ese movimiento, y no alcancé a sostenerme de nada que evitara que mi cuerpo causara un golpe cuando chocó con el suelo.
—Ouch, idiota —me quejé del dolor. Me sobé el trasero mientras me ponía de pie, —Me dejaste caer.
—No me dejas entrar —parecía que trataba de explicarme las razones de su repentino acto de idiotez. —Si lo haces, puedo ayudar a quitarte esa ropa húmeda, recostarte suavemente en tu cama, hacer que entres en calor y tomarte…
Necesitaba hacer que dejara de hablar antes de que tomara enserio su oferta. Como la noche pasada que nos vimos, le lancé lo que estaba junto de mí, de nuevo fue uno de mis zapatos. Su mano se levantó evitando que el objeto tocara su rostro.
—¿Te divierte hacer eso? —rodó los ojos mientras gruñía.
—¿Te divierte ser un asno? —pregunté irritada. Ambos mantuvimos un juego de miradas asesinas, esperando a que alguno de los dos hiciera o dijera una estupidez para comenzar una guerra. De repente, la situación se volvió cómica y ambos nos rompimos en carcajadas.
—No me vas a dejar entrar —no fue una pregunta, pero de todos modos negué. —Chica lista.
—¿Qué haces aquí? —pregunté sacando la curiosidad que tenía desde hace rato.
—Mi vida es una mierda —respondió al instante. Después su mirada se perdió—Tuve que… tuve que matar a una amiga.
Lo miré sorprendida. Es razonable que los vampiros maten, después de todo es su naturaleza, pero, ¿de verdad deben matar a alguien importante para ellos? Son vampiros, no son cosas sin sentimientos, aunque quieran parecer que no sienten, siempre va a existir una emoción que los haga volver.
—Ella, estaba sufriendo —comentó mientras se acomodaba en el marco de la ventana dejando de mirarme. —Su dolor era demasiado, y yo, yo tenía que…
Su voz se quebró, y pude notar que él también se rompió. Esa máscara de indiferencia que luchaba por mantener, se rompió, y me permitió ver a ese hombre que se esconde detrás del vampiro sanguinario. No pude contenerme, mi cuerpo actuó por sí mismo, rodeando su cuerpo tanto como el largo de mis brazos lo permitieron.
Su cuerpo se tesó, pero terminó por aceptar mi miserable muestra de consuelo. Gracias a que él estaba por afuera de la ventana, tuve que sacar mi torso para poder abrazarlo, rápidamente la lluvia terminó de mojar mi ropa y mi piel descubierta. El aire frio que soplaba a nuestro alrededor, envolvió mi cuerpo haciéndome temblar por la sensación de frio.
—Deberías ir a cambiarte —murmuró. Con la poca fuerza de voluntad que me quedaba, me separé de él.
—Te vas a ir ¿Verdad? —le pregunté sin alejarme completamente.
Sus ojos azules mi miraron, hipnotizándome, atrayéndome a ellos, deseando verlos por el resto de mis días. El sonido de un celular causó que pegara un salto y saliera del trance.
Él buscó en los bolsillos de su pantalón, y contestó la llamada sin dejar de mirarme.
—¿Dónde demonios estas? —con el grito que provino desde el otro lado llamó mi atención. —Carajo, Damon, tenemos una situación aquí que requiere atención y tú te desapareces por cuatro malditos días.
¿Lleva 4 días desaparecido? Un momento ¿Cuánto tiempo llevaba aquí en Forks?
—¿Qué ocurre? —pregunto dándome una mirada.
—No pude hablar con Isobel —el hombre al otro lado de la línea se quejó. El nombre mencionado llamó mi atención, me incliné tratando de escuchar mejor la conversación. —Pero…
—Pero ¿qué? Stefan —mi acompañante cambio drásticamente de humor, ahora su cuerpo daba todas las señales de que estaba muy cabreado. Al menos yo ya estaba enterada de que la persona del otro lado de la llamada se llamaba Stefan, pero, ¿Quién es Stefan?
—John está aquí —el tal Stefan ofreció esa explicación como para cubrir sus culpas.
Yo miré al hombre junto a mí, si antes estaba cabreado, ahora estaba cabreado y exasperado. Una muy mala combinación. La verdad, yo también me sentiría de la misma manera.
—¿Ese fue tu gran plan para salvar a Elena? —escupió al teléfono. — ¿Volver a llevar a John Gilbert?
No, me, jodas.
Miré en dirección al celular, mis manos temblaron con las ganas de tomar al mentado Stefan del cuello y obligarlo a que me cuente todo lo que sabía al respecto. Si estoy en lo correcto, Charlie y yo estaríamos en problemas. Un momento, el hombre de negro, a.k.a Damon, Stefan, Elena, Isobel y John Gilbert ¿tienen alguna relación? ¿Se conocen? Y si lo hacen ¿De dónde?
—Traté de buscar a Isobel, pero en su lugar, me lo encontré a él. —Stefan respondió a través del teléfono —Dijo que podía ayudarnos, y pues, estamos desesperados.
“Por favor que no sea lo que estoy pensando” dije en mi mente.
—¡No tan desesperados, Stefan! —Gritó Damon —¡Quiso comerme en barbacoa!
Lo miré sorprendida. El me hizo una mueca indicándome que no preguntara.
—Oye —la voz al teléfono, siguió parloteando—, el amigo raro de Bonnie trabaja para Elijah lo que me lleva a suponer que la piedra lunar no se ha convertido en polvo.
Cada palabra que este par se decían, era como una daga encajándose en mi mente. Podía sentir lo sobre trabajado que mi cerebro se sentía, pero han sido demasiadas coincidencias en menos de dos minutos, haciéndome pensar en miles de teorías y posibles soluciones.
—Además, Elena tiene su confianza puesta en ese estúpido trato con Elijah con la idea de salvarnos. —podía escuchar la desesperación proveniente del teléfono. —Tú confías en Elijah, ¡yo no! Es un original, ellos no son de fiar. Y no podemos solo matarlo porque, parece que nada funciona.
—Aún estoy esperando que me cuentes la parte en la que John Gilbert es útil —Damon le reclamó.
—Sabe del sacrificio, Isobel le dijo —un suspiro bastante audible se escuchó. —Dijo que sabía cómo proteger a Elena.
Oh oh, eso no es nada bueno.
—¿Y cómo lo haremos? —preguntó mi acompañante, por primera vez en la noche, estuve agradecida de que alguien hiciera esa pregunta. Yo también quiero saber qué haremos.
—No lo ha dicho, o al menos no a mí.
Rodé los ojos. Ósea, hacen un trato con el mismo diablo, para encontrar una solución a un problema, pero resulta que lo único que consiguen es tener mil problemas más.
—Excelente, hermanito —el hombre de negro colgó la llamada. —Como si no tuviera ya bastantes problemas.
—Tienes que irte —le dije anticipándome al momento. —¿Quieres tu chaqueta? Quizás te de frio.
Sí, soy una idiota por preguntarle si quería de regreso algo que era de él.
Sacudió su cabeza, sus labios me ofrecieron una deliciosa sonrisa.
—Quédatela para la próxima vez que nos veamos.
Su mano se levantó hacia mi rostro, acariciándolo con suavidad. Tan rápido como comenzó la caricia, se desvaneció en el aire junto con él, dejándome sola en mi habitación. Me asomé aún más por la ventana, teniendo la esperanza de verlo, pero fue en vano.
El sonido de mi celular llamando me sobresaltó.
—¿Hola? —pregunté.
—Bella ¿Ya llegaron? ¿Están bien? —la voz casi histérica de Charlie fue la respuesta. Había olvidado que debía avisarle cuando estuviera en casa.
—Sí, estamos bien. —respondí. —No te había avisado porque casi llegando comenzó a llover y me mojé al bajarme del auto de Jessica. Me di una ducha para no resfriarme.
—Bueno, ¿Angela y Jessica llegaron? —me preguntó. Despegué el aparato de mi oído, buscando algún mensaje que me dijera la respuesta, para mi buena suerte, ambas me habían avisado de su llegada hace más de 20 minutos,
—Sí, todas estamos en casa.
—Bien—sonó satisfecho. —Nos vemos mañana.
Charlie colgó la llamada. Lancé mi celular lejos mientras buscaba una pijama limpia, ya he pasado bastante tiempo con la ventana abierta y usando la ropa húmeda a causa de la reciente lluvia, me sentía incomoda y helada.
Tomé mis cosas y me metí al baño para darme una ducha caliente para recuperar un poco de calor, además aproveché el tiempo bajo el agua para prepararme mentalmente para llamar a Edward. Saliendo me aseguré de secar bien mi cuerpo y mi cabello, me puse mi ropa caliente y volví a mi habitación para dormir.
Ya era demasiado tarde, no había hecho ninguno de mis deberes de la escuela, y si bien me iba, tendría cerca de 2 o 3 horas para dormir. ¿Y si mejor no dormía? No sería la primera vez que asista a la escuela sin dormir.
Abrí la puerta de mi habitación con la mentalidad de pasar el resto de la noche haciendo mis deberes, no me gustaría bajar mis notas en las clases. Pero el repentino movimiento de una silueta llamó mi atención.
—Me asustaste —dije sintiendo mi corazón latir desbocado.
—Lo lamento —respondió. —Sé que no debí entrar así, pero, tengo una buena razón, es decir, dos.
Su rostro estaba mirándome con culpabilidad, pero a la vez había otra expresión que no supe identificar. Le hice una señal para que procediera con su explicación.
—Estaba decidido a esperar tu llamada, pero, decidí utilizar ese tiempo y ayudarte con las tareas —su mano se estiró mostrándome mi mochila de la escuela.
—¿Las hiciste? —lo miré sorprendida.
—No fue difícil —me dio una sonrisa torcida, haciéndome sonrojar en el proceso. —Pero, te aseguro que tomé las cosas y volví a mi casa, puedes confirmarlo con Alice.
—No es necesario —negué. —Te creo.
—Entré a dejar tus cosas, pero en el árbol de afuera encontré un olor inusual y decidí entrar a verificar que todo estuviera en orden.
—¿Afuera? —pregunté haciéndome la loca. —Eres el único que entra por la ventana, así que es extraño.
—Yo también pensé eso, si te soy honesto, estaba preocupado por lo tarde que es y no habías vuelto a casa —su voz sonó muy leve. —Me imaginé lo peor.
—Oye, estoy bien —le aseguré. —La lluvia nos retrasó un poco, y de hecho estaba a punto de llamarte.
Me miró, sus obres doradas eran como un resplandor en el medio de la oscuridad, pero aún me miraba indeciso y se notaba alerta a su alrededor.
—¿No has visto nada extraño? —preguntó. Yo sacudí mi cabeza en respuesta.
Él no se había movido ni un milímetro, pero aún me miraba curioso. Me moví con cuidado, acercándome.
—¿Esas son los dos motivos por los que entraste?
—Solo una —me miró. —¿Podrías adivinar la segunda?
Lo pensé por un momento.
—Quería verte —habló con voz tierna.
Sentí de nuevo la sangre subir a mis mejillas.
—Sé que este par de días, me he comportado de una manera que me avergüenza y lamentablemente tú has tenido que soportar mi mal humor —bajó la cabeza. —Lamento profundamente el mal rato que te he hecho pasar.
—Lo sé, Edward —tomé su mano, apretándola lo más que mi débil humanidad me lo permitió. —Te perdono.
Su vista se levantó hacia mí, su rostro ahora parecía aliviado de escuchar esas palabras.
—No tienes idea de lo mucho que significa eso para mí —me empujó suavemente a la cama. —Vamos, ya es tarde y debes dormir.
Me metí debajo de la colcha y me acurruqué en el calor de mi cama, él se recostó sobre la colcha, pero se mantuvo a mi lado. Estuve sin moverme lo más que pude, respirando acompasadamente, fingiendo que dormía.
—Eres una pésima actriz —murmuro y yo me reí. —Duerme Bella, mañana hay escuela.
Chapter 14: Visiones y decisiones
Chapter Text
(Isabella POV)
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Me removí entre las sábanas que hoy se sentían inusualmente duras y frías.
Ayer si volví a casa ¿verdad? ¿O me quedé dormida en las rocas de la Push?
Mi mente me mostró recuerdos de lo que pasó mientras volvíamos al pueblo. Jessica, Angela y yo en un auto, la carretera, la lluvia, Damon Salvatore.
Mierda, ¿Damon me mató? ¿Por fin se le hizo beber mi sangre?
En mi cabeza aparece el recuerdo de la llamada que recibió, además de la perfecta vista de su espalda mientras baja mí. Era muy poco probable que él me hubiera drenado la noche anterior, no podía entrar a mi casa, no había sido invitado, ni por mí, ni por Charlie, estaba segura de eso.
Quizás, lo que pasó, o lo que es más probable, es que antes de irme a dormir, dejé la ventana abierta. Como ya estaba lloviendo, se soltó una tormenta, y el agua, junto con el frio, se colaron en mi habitación, mojando todo. Supongo que me sentía tan cansada que no desperté hasta ahora.
Un momento.
¿Acaso soy yo la que está fría y tiesa? ¿Me morí mientras dormía?
No creo, se supone que estoy despertando, mi conciencia me lo dice.
¿Estoy despertando a otra vida? Maldición, ¿Una vida caótica como la mía no fue suficiente? ¿Tengo que volver a pasar por otra? ¿Va a ser peor? Oh pero por supuesto que va a ser peor, estoy segura.
—¿Qué te tiene tan preocupada? —una hermosa voz aterciopelada susurró a mi lado.
Ay carajo.
Estoy escuchando la voz de un ángel. Mierda, mierda, mierda, si me morí.
—No —soltaron una risa, sonaba como una perfecta harmonía. —Me he graduado varias veces de médico, tengo la certeza que no has muerto.
¿Cómo sabe lo que pienso? ¿Me está leyendo la mente?
—¿Te burlas de mí? —sonó ofendido, pero aun podía escuchar la diversión en su voz. —Sabes a la perfección que no puedo leer tu mente.
Me quede quieta. He visto demasiadas películas, he leído demasiados libros, sé con seguridad que esas palabras, es lo que diría cualquiera que sí lee la mente, para despistar a alguien y que no descubra su secreto.
—Bella —volvió a reír, —Bella, abre los ojos.
—No quiero —me quejé.
Unos fríos dedos se posaron sobre mis parpados, acariciándolos con casualidad.
—Vamos a llegar tarde al instituto —murmuró.
—Ay, supongo que no estoy muerta —abrí los ojos. Un par de obres de color oro líquido me miraban con atención. Examiné el rostro perfecto que tenía frente a mí, su nariz perfectamente esculpida, los labios rellenos y rosados formaban una sonrisa torcida.
—¡No te fuiste! —me sentí emocionada.
—Por supuesto que no —acarició mi mejilla. —Te prometí que no me iría a menos que tú me lo pidieras —me aseguró. Soltó un suspiro profundo. —Deberíamos darnos prisa.
—¡La escuela! —grité mientras me levantaba de un salto.
No es que me sintiera culpable por haber causado que Edward se retrasara ayer, se lo merecía. Pero, no me gustaba la idea de hacerlo sufrir de nuevo hoy. Debía tomarme mis venganzas con calma.
—Ve a ducharte —señaló la puerta de mi habitación. —Iré a preparar tu desayuno
Yo solo asentí, me levanté de un salto de la cama y corrí al baño con lo necesario para una ducha exprés.
20 minutos después, estábamos subiéndonos a su auto. Supongo que en algún momento, mientras yo dormía, fue a su casa a traerlo.
—¿Pasamos de nuevo por Angela? —me preguntó mientras arrancaba el motor. Le di una mirada insegura, después de todo, era su auto y yo no podía disponer así de él. Bueno, ayer fue la excepción.
—No, ella ira con Ben —murmure. El asintió.
—Vamos entonces —me sonrió. Salimos de mi calle rumbo a la escuela.
Mi mente me tomó prisionera, comenzando a hacerme pensar en miles de detalles que me había perdido el día de ayer. Saque mi celular, leyendo los mensajes de ayer, borrando una que otra conversación que no tenía caso tener ahí. Mis ojos se toparon con el mansaje de ayer, proveniente de Alice y Jasper.
¿Espera 10 minutos? ¿La ventana?
Sentí un escalofrió recorriendo mi espalda.
¿Será posible que Alice haya visto a Damon? Si lo hizo, ¿Por qué ayudarme? ¿Por qué no hacer que Edward estuviera presente cuando los dos llegamos a mi casa? ¿Y con Angela? Alice y Jasper sabían que no estábamos en casa de Angela, estoy segura que sabía dónde estábamos en realidad, ¿Por qué no decírselo a su hermano?
—¿Cómo funcionan las visiones de Alice? —pregunté tratando de sonar casual.
Edward desvió la mirada de la carretera, observándome, confundido por mi repentino interés en el tema.
—Ve las cosas que podrían suceder —trató de explicar. —El futuro es algo muy subjetivo, no está grabado en piedra. Las cosas cambian
—Pero, si las cosas cambian ¿Cómo podría acertar en lo que ve?
Aun no entendía cómo funcionaba.
— Las personas decidimos de manera consciente e inconsciente, y eso tiene mucho que ver. Hay decisiones que no cambian tu futuro, pero hay cosas que si te cambian por completo la vida, aun cuando son pequeñas.
—Tomamos las decisiones importantes conscientemente ¿No?
Sacudió la cabeza. —La mente de las personas es un lugar extraño, hay veces que un impulso para realizar algo, por más mínimo que sea, es una decisión que te cambia la vida. En muchas ocasiones, actúas, no piensas.
Me quede callada un momento, procesando la información.
—¿Qué tipo de cosas ve? —pregunté de nuevo. Necesito saber qué es lo que sabe Alice, y que tipo de cosas puede ver, quiero saber a lo que me expongo.
—Vio a Jasper, supo que la estaba buscando incluso antes de que él la conociera. Vio a Carlisle y a nuestra familia, es por su culpa que nos encontráramos, ellos vinieron a nosotros.
—Apuesto a que me vio venir —le aseguré.
—Es poco probable —murmuro frunciendo el ceño. —Ve más claramente a alguien cuando no es humano, no digo que sea improbable que tenga visiones de los humanos, solo que le resulta más fácil. Por ejemplo, siempre ve cuando algún otro vampiro se nos acerca, y ve que tan peligroso podría resultar.
—¿Hay muchos... de los tuyos?
—No, no demasiados, pero la mayoría no se asienta en un solo lugar —se quedó callado un momento. —Esa vida puede ser tediosa, vivir solo de noche, limitándote de muchas cosas.
—De ahí viene la leyenda —murmuré.
—¿Qué los vampiros solo viven en la noche? Probablemente —se encogió de hombros.
A los fríos, el sol los hacia relucir, causando que fueran exhibidos. A los vampiros de sangre, el sol los quemaba, convirtiéndolos en cenizas. El sol era el culpable de que estas creaturas, no hicieran una vida, en términos prácticos, normal.
—Es como esa leyenda que los hombres lobos se transforman solo con la luna llena —se burló.
—La maldición del sol y la luna —dije cuando mi cerebro hizo clic.
—La maldición… ¿de qué? —su voz salió confundida.
—¿No la conoces? —pregunté sorprendida. El negó. —Por fin sé algo que tu no.
Me jacté.
—Quizás Carlisle sabe —se encogió de hombros. —¿Puedes contarme?
Asentí, supongo que no le haría daño saber sobre ese tema.
—Hace siglos, Vampiros y hombres lobos aterrorizaban los campos, un chamán azteca los maldijo limitando su poder. Es por eso que los hombres lobos se transforman solo en luna llena y los vampiros se queman con el sol.
Soltó una carcajada. Lo miré molesta, esa no era la reacción que esperaba.
—Bella, los vampiros no nos quemamos en el sol —su tono de voz fue como cuando un adulto trata de explicarle a un niño algo. —Ya te lo mostré el otro día.
—Hay otros vampiros, otros que sí se queman en el sol —dije cruzándome de brazos.
—¿Así? —Pregunta con una ceja levantada —¿Quién? ¿Drácula?
No paso por alto el tono de burla. Yo me siento humillada y estúpida, además de encabronada.
—Que tú no conozcas a otra raza de vampiros no significa que no exista.
Me encojo en el asiento, ya no quiero hablarle. Mi vista se fija en la carretera.
—Bella, tengo más de 100 años —dice girándose hacia mí. —Si existieran, ya los hubiera conocido.
Le miro. Su aire de superioridad solo es una máscara de todo lo que ignora, pero por supuesto que no va a admitir que yo, una humana insignificante, lo saqué de su error. El volvo da una última vuelta y entra en el estacionamiento del instituto, aparcamos en el lugar habitual.
—Bella —llama mi atención. —Si lo que te preocupa es que alguien te lastime — coloca mi mano entre las suyas, — yo me aseguraré de que no sea así.
—No me puedes proteger de todo —le digo rodando los ojos. —Hay cosas que no controlas, no puedes tenerlo todo bajo control.
—Pero puedo internarlo —me asegura. —Si tengo que ponerte en una caja de cristal para eso, lo haré.
Lo miro sorprendida por sus palabras. Abre la puerta y baja del auto, lo observo mientras rodea el capó para ayudarme. Hay algo en sus palabras que no me agrado, no sé cuál es su plan, pero de repente me dio miedo que haga realidad lo que acaba de decir.
Abre mi puerta y me extiende la mano. Con pereza la tomo, dejando que me arrastre afuera del auto, ya con las mochilas de ambos en su hombro. Hacemos nuestro clásico recorrido hasta mi salón de clases.
Como Edward había coordinado hoy la llegada al instituto, teníamos bastante tiempo muerto antes de que la clase comenzara. Sin muchos ánimos, dejo que me dé un beso en la mejilla mientras me entrega mi mochila.
—Te veré en el almuerzo —me dice con una sonrisa. Me meto al salón, soy la segunda en entrar, pues ahí en su nuevo pero ya habitual lugar, esta Angela.
Tiene la cabeza recostada contra la mesa, su respiración es acompasada, hasta parece que esta dormida. Me acerco a mi mesa, al lado de la suya, cuando detecta mi presencia, se gira a mirarme, casi pego un salto cuando la veo.
—Me quiero morir —dice ella, su rostro se ve cansado, supongo que ella tampoco durmió demasiado, o más bien, no creo que durmiera nada. —Le diré a Jasper que me haga los deberes de esta clase.
—¿Y yo porque? —dice al aludido mientras se sienta a mi lado.
Sonrió por su pequeño intercambio. Sin duda, esta clase era la que hacía que cada mañana viniera a la escuela, no por el contenido de la materia, historia nunca ha sido de mi agrado tota. Mi compañero de mesa es Jasper, y, Angela se sienta en la mesa de al lado, de nuestro nuevo grupo de amigos, somos los únicos que tenemos esta clase en esta hora. Jasper sabe demasiado de historia, y aunque reniegue, nos ayuda cuando tenemos problemas para entender algo.
—¿Resaca? —pregunta Jasper mirándonos con diversión.
Yo niego. Ambos volvemos a posar nuestra mirada en mi amiga que, sin despegar su cabeza de la mesa, asiente. Angela parece uno de esos zombis que salen en las películas.
—La próxima vez que quiera seguir las estupideces de Jessica de salir de fiesta en mitad de semana, no me dejen.
Hace un puchero. Nosotros sonreímos.
—No creo que nos pidas permiso —se encoge de hombros mi acompañante. Angela no le responde, dándole al razón.
—¿Todo bien contigo? —Jasper me observa, buscando algo.
—Si —me remuevo incomoda por su mirada— ¿por qué no iba a estarlo?
Se encoge de hombros. —Tú dime.
Me cruzo de brazos. Él suelta una risa en respuesta, agacha su cuerpo a su mochila, sacando su cuaderno y una pluma. Dos segundos después, desliza por la mesa una hoja doblada.
Ya sé lo que significa.
“Llevaste a Damon a tu casa ¿Te hizo daño?”
Trago pesado al leer las letras. ¿Ahora en qué me metí?
“Creo que él me llevo a mí, a mi casa. No me hizo nada.”
—Sé que Edward te ayudo con los deberes —dice en voz alta.
Le doy una mirada confundida por el doble tema de conversación, analizo su rostro, sus ojos se posan unos segundos en la puerta del salón, sigo su mirada esperando ver entrar a alguien, pero nadie lo hizo.
Luego caigo en cuenta que Edward está atento a su mente, y no quiere que él se entere de lo que sucede en nuestra conversación.
“¿Por qué te busca? ¿Qué es lo que quiere de ti?”
Me encojo de hombros. Yo tampoco sé las respuestas a sus preguntas.
—Si tienes algún problema y te podemos ayudar, no dudes en decirnos —sus palabras hacen referencia los dos temas de conversación.
“¿Cómo sabes que Damon estuvo en mi casa?”
“Alice me lo dijo.”
Con eso dio por zanjada la conversación de la hoja, pero, a mí me dejó con más dudas de las que ya tenía.
Entonces, ¿Alice lo sabe? Pero ¿Qué es exactamente lo que sabe? Mierda, si ellos dos saben que conozco a Damon, y que ya lo he visto más de una vez, ¿entonces todos los Cullen lo saben?
Mi mente me mostró la conversación que tuve con Edward ayer, y la de hoy en la mañana… No, Edward no sabe nada, pero ¿Por qué ellos sí?
Necesito hablar con Alice, quizás pueda saltarme el almuerzo.
—Edward quiere llevarte a nuestra casa —murmura de repente. Ahogo el jadeo que trata de escaparse de mi garganta, —Esme se lo ha pedido toda la semana.
—¿Co- conocer a su familia? —pregunto sintiéndome atemorizada.
—Hey, ya nos conoces a todos, —se encoge de hombros. —A la única que no conoces es a Esme, pero, ella es un amor.
—No lo sé —dije sintiéndome abochornada de repente. Conocer oficialmente a la familia de Edward, haría todo oficial, y luego tendría que decirle a Charlie que salgo con él, y evitar que el secreto de los Cullen sea develado por la escopeta de Charlie.
—Oye, relájate —Jasper me dice, de repente siento que una oleada de tranquilidad me envuelve. —Nadie te va a morder.
—¿Seguro de eso? —le pregunto tratando de respirar.
—Bella —dice en un tono de voz reprobatorio.
—Bueno, bueno —digo conciliadora. —Me calmo.
El profesor entra por la puerta, obligándome a tranquilizarme para poner atención.
Cuando la clase terminó, Alice y Edward nos esperaban en la puerta del salón, la siguiente clase la teníamos todos juntos.
—¡Bella! —Alice grita en cuanto me ve salir por la puerta.
—Hola Alice —le digo cuando siento sus fríos y delgados brazos a mí alrededor.
—Tenemos mucho de qué hablar —dice emocionada. Maltita psíquica.
—Vamos, vamos —dice emocionada, me toma por el brazo, asegurándome a su lado. —Ustedes chicos, vayan a clase.
Edward la mira confundido y consternado a la vez. —Quería dejar a Bella en su salón.
—Eso lo hago yo —se apunta con su mano. —Hay una junta de las que tenemos dos cromosomas “X” y no creo que tú estés en el grupo.
—¿Qué planeas, Alice? —Le pregunta. En sus ojos hay sospecha, no confía en dejarme a solas con su hermana.
—Hablar de maquillaje, ropa interior, chicos y menstruación —rueda los ojos. —¿Te quieres unir?
Edward hace una mueca de disgusto. —¿Tú hablando de menstruación?
—Por supuesto —dice segura. —Sé lo que se siente sangrar por la…
—Basta, lo tengo —Edward cierra los ojos.
Alice no espera a que su hermano diga algo más, tira de mí para entrar de nuevo al salón. Mientras mis piernas batallan por seguir su ritmo, giro mi rostro para mirar a Edward, él solo sacude su mano en el aire diciéndome adiós. Jasper se coloca a su lado, ofreciéndome una sonrisa.
—Angela —mi secuestradora canturrea el nombre de mi amiga en cuanto la ve. Cierto, se me había olvidado que estaba dormida. Angela se levanta de golpe, busca con desesperación la voz que gritó su nombre. —Tú también vienes con nosotras.
—¿Ir? —pregunta confundida. Le toma nada de esfuerzo a Alice recoger la mochila de mi amiga, y tomarla de la mano para que nos acompañe.
Angela nos ofrece una mirada confundida, Ben nos mira perplejo. Supongo que aún no se acostumbra a la repentina cercanía de algunos Cullen.
—¿A dónde vamos? —pregunta Angela con voz agitada. Es evidente que tiene problemas para seguirle el paso a la vampira.
—Por ahí —responde. —A donde no puedan estar husmeando.
Rodeamos la escuela, acercándonos al bosque, adentrándonos un poco en él.
—¿Les importa perderse una clase? —nos pregunta la vampira.
—De hecho no —se encoge de hombros Angela. —No hice la tarea de química.
—¡Perfecto! —chilla emocionada Alice.
Detenemos nuestro caminar, la vampira duende secuestra humanas nos suelta y se deja caer en la hierba húmeda. Nos hace una señal con su mano para imitarla. Angela y yo obedecemos, aun confundidas.
—¿Por qué estamos aquí? —pregunto incomoda.
—Quiero que me cuenten como les fue en la Push —se encoge de hombros Alice.
Angela me mira, insegura, sé que ambas compartimos el pensamiento.
—¿Nos trajiste aquí solo para preguntarnos eso? —preguntamos ambas. Alice asiente, nos mira esperando una respuesta.
—Pues, estuvo bien —dije sin saber que decirle exactamente.
—Nos divertimos mucho —complementa Ang.
Alice nos mira, parece que esperaba más.
—¿Qué tal estuvo el clima? —pregunta la vampira.
—¿Por qué el interés? —pregunto de regreso.
Alice me mira intensamente con sus ojos dorados, hace una mueca, causada por un sentimiento que no supe descifrar. Su mano se eleva en el aire, y señala detrás de nosotras, nos giramos, siguiendo la dirección en la que apunta su dedo. Vemos la pared trasera del último edificio de la escuela.
Estiro mi cuello, tratando de mirar más allá, pero mis ojos humanos no perciben nada.
—¿Ves algo? —pregunta en un susurro Angela. Es estúpido, lo sé, Alice nos puede escuchar a la perfección.
—No.
—¡Pues yo menos! —se queja. —Tengo miopía, ¿recuerdan?
Suelto una risa, no lo puedo evitar. Estoy tan acostumbrada a ver a Angela con sus lentes, que se me olvida que los usa porque los necesita, no porque sean parte de ella.
—No me refería a eso —Alice suelta una breve risita. Su dedo señaló su cabeza.
Oh, a eso se refería. No quería que Edward nos escuchara, supongo que estaba esperando a que entraran a clase, para que la mente de Edward se concentrara en otra cosa y no en nuestra conversación.
Ahora ya me daba lastima por Edward, siento que todos le estábamos traicionando por esconderle cosas.
Mi mente voló a mi teoría de hace un rato.
Se escuchó a lo lejos el timbre que anunciaba el inicio de las clases. Mi amiga y yo miramos a Alice, esperando alguna reacción de su parte.
—Ahora si —la vampira sonríe y aplaude con entusiasmo. Angela y yo la miramos, extrañadas por sus emociones tan efusivas. —Suelta la sopa, Isabella.
Me quedo quieta, la miro levantando una ceja. Necesito algo más que esas palabras para saber que decirle.
—¿Qué te dijeron los lobos? ¿Qué quería Damon? No, no ¿Por qué estaba en el medio de la carretera? Espera, mejor aún ¿Lo dejaste entrar a tu casa? Oh joder ¿Edward se dio cuenta?
Sentí a la perfección el momento en el que mi alma dejó mi cuerpo.
Una sensación de frio extremo recorrió todo mi cuerpo, estremeciéndome.
En la mañana, cuando desperté por completo y descubrí que no me había muerto, me sentí extremadamente feliz. Pero ahora, me arrepiento. Quiero golpear con todas mis fuerzas a la Isabella de hace una hora. No, mejor, debería golpear a la Isabella estúpida que decidió hacerse amiga de un vampiro y novia de otro. Aunque, puedo hacerlo, golpearme cuando decidí venir a Forks.
Carajo, tierra trágame y escúpeme donde no me encuentren los Cullen. No, mejor que no me escupa.
¿Angela sería capaz de matarme? ¿Tyler querría terminar de arrollarme con su camioneta? ¡Ya se! ¡Lauren! Ella si acabaría conmigo por el simple hecho de existir, y no me torturaría tanto como los Cullen.
Mierda, mierda. Ahora sí, Rosalie tiene muchos motivos para acabar conmigo. Sé que lo ha querido hacer desde que la miré el primer día en la cafetería. A ella si le tengo miedo.
Mi cuerpo volvió a estremecerse. Mi cerebro me mostró miles de maneras en las que la rubia Cullen, me mataría.
—Angela, cierra la boca, entrará algún insecto —Alice la reprendió. —Bella, deja de hiperventilar, además, no te dejaré lanzarte a los neumáticos del auto de Tyler.
Me crucé de brazos molesta. Aun no decidía que opción sería la menos dolorosa y resulta que ya me había prohibido una.
Las frías manos de Alice tocaron mi rostro, devolviéndome a la realidad. Traté de controlar mi respiración, ella esperó pacientemente.
—Vamos, Bella, cuéntanos —Alice me insistió. Angela aun la miraba con los ojos muy abiertos.
Angela la miraba con la boca y los ojos muy abiertos.
—¿Desde cuándo...? ¿Quién...? ¿Como…? —tartamudeé.
—Veo cosas ¿recuerdas? —dice poniendo un dedo entre sus cejas.
—¿Alice? —jadeé. Necesito tener respuestas.
—¡Oh Bella! —sonrió. —Te vi desde que decidiste venir a Forks, desde ese entonces estoy conectada contigo. Vi cuando decidiste entrar a esa librería, y maldición, vi cuando él decidió entrar. Desde ahí se ha vuelto constante.
—¿Cómo que ver? —Angela nos miró confundida.
—Yo veo el futuro, tengo visiones —Alice soltó de sopetón.
—Me lleva la…. —Angela murmuró entre dientes.
—¿Te mencioné que los Cullen tenían habilidades... extras… a las de cualquiera de su especie? —pregunté.
—No exactamente— negó Angela. —Tengo sospechas, pero creí que eran alucinaciones mías o que si mencionaste algo, lo había imaginado —su vista se posó en Alice. —¿Todos las tienen?
—Edward lee la mente —Alice explicó. —Jasper siente y controla las emociones. Solo somos nosotros tres.
—Entonces es cierto —el rostro de Ang se puso serio. —¿Alguna vez te ha mencionado Edward que no puede leerme bien? —preguntó curiosa.
—Un par de veces —se encogió de hombros Alice.
—Bien —mi amiga humana sonrió orgullosa. Hice una nota mental de preguntar una explicación sobre eso más tarde.
—Pero no nos desviemos —la duende sacudió su melena corta. —¡Habla Isabella!
Pegué un salto cuando gritó. Tome una profunda bocarada de aire, lo iba a necesitar.
—No sé qué pasó exactamente —sacudí la cabeza tratando de organizar mi cabeza. —Tampoco sé qué hacía allí, en el medio de la carretera, había desaparecido de su casa, estaba ebrio y con crisis existenciales, pero no sé más.
Mis dos acompañantes me miraron. Las dos mostraban diferentes expresiones, una era de seriedad y la otra de decepción.
—Creí que sería más romántico —se quejó Alice.
La mire como si de repente tuviera 5 cabezas.
—¿Edward se dio cuenta? —preguntó exaltada. — Sé que en el mensaje que te envié, dije que trataríamos de detenerlo, pero el cabeza hueca es duro de persuadir.
—Solo… solamente mencionó que había percibido un aroma extraño, pero no vio nada. —expliqué, aun me sentía confundida por la actitud y las palabras de Alice. —Espera, ¿Mensaje? ¿Sabías que nos encontraríamos con él en la carretera?
—Obvio, Bella —rodó los ojos. —Si no lo supiera, ¿Por qué me preocuparía por ponerte sobre aviso?
La miré boca abierta.
—Espera un momento —Angela se puso de pie. —¿No deberías estarle reclamando por llevar a otro hombre a su casa? O, no se ¿Hacer un escándalo y amenazarla con decirle a toda la escuela que es una zorra?
—Angela no me ayudes —le lancé una mirada furiosa.
—Es que, a lo que me refiero, es que, ¡Eres novia de su hermano! —trató de defenderse —¡Y te está ayudando a que veas a otro hombre!
Ahora mi mirada volvió sobre Alice.
—Oye, ¡No lo estoy viendo para eso! ¡Ni siquiera soy yo quien lo busca! —empecé a manotear sintiéndome exasperada. —¡Solo aparece de la nada!
—Pero aun así, es extraño que la hermana de tu novio, tu cuñada, te ayude cubriéndote las espaldas —Angela me miro. —No lo sé, la reacción más común seria que se lanzara sobre ti diciéndote zorra.
—Sí, debería hacer eso — acepta Alice.
La miré con pánico. No lo hará, ¿o sí? Es decir, quizás me lo merecía, y si así era, merecía eso y más. Edward ha sido demasiado bueno conmigo, y yo le pago corriéndolo de mi casa y viéndome con otro a sus espaldas. Pero en mi defensa, yo no buscaba al hombre de negro, él aparecía frente a mí.
Como dicen por ahí, pueblo chico, infierno grande.
—Pero no lo voy a hacer —se encogió de hombros.
—¡¿Por qué?! —preguntamos al unísono Angela y yo.
—Oye ¿de qué lado estas? —le espeté molesta a mi amiga humana.
—Lo siento —se sonrojó.
— Escuchen —Alice llamó nuestra atención. —Jasper y yo somos los únicos que sabemos del tema. Además, no es que nosotros nos inclinamos hacia un lado o hacia el otro, amamos a Edward y te amamos a ti, Bella.
—Pero, Alice…
—No, escúchame Isabella. Me duele mentirles a ambos, pero las cartas ya están echadas sobre la mesa, ustedes deben tomar las decisiones para que me dejen ver el futuro más claro.
—¿Mentirnos? —pregunte confundida.
—Hay cosas que no debo decirles, al menos no aun. —sus manos tomaron las mías. —Si les cuento, voy a cambiar el curso de las cosas y eso solo las va a lastimar más.
Tomo una de las manos de Angela.
—También tú, Angela, ya es muy tarde, ya estas adentro del asunto. —Nos ofreció una mirada triste. —Solo prométanme, no, júrenme que van a tener siempre en la mente lo siguiente: Ni Jasper ni yo las vamos a traicionar, jamás.
Angela y yo la miramos aún más confundidas.
—Ya lo van a averiguar después —nos sonríe. —Y en cuanto al sujeto en cuestión…
—Te juro que yo no sé nada —dije rápidamente, levantando mis manos. —No nos traemos nada, quizás solo —lo pensé un poco, —quizás lo más que somos es amigos.
—Ujum —dijeron ambas. Rodé los ojos.
—Bueno, bueno, ya es sufriente —sacudí mis manos delante de ellas. —Vamos a clase antes de que vengan a buscarnos.
Me levanté, sacudiendo todas las ramas y la tierra que se pudo pegar a mis pantalones, ellas me imitaron. Regresamos con tranquilidad a los edificios de la escuela, los pasillos estaban solos, pues todos estaban dentro de clases.
—Vamos a la cafetería —nos dijo Alice. —Faltan 10 minutos para que el almuerzo comience.
Nosotras la seguimos, entramos y la cafetería estaba sola, Alice se sintió feliz de saber que podía escoger la mesa que ella quisiera.
—¿Deberíamos ir por nuestra comida? —Angela me preguntó. Era muy tentadora la idea, seriamos las primeras de la fila y podíamos escoger lo que nosotras quisiéramos.
—No, no tomarán el almuerzo aquí —Alice nos detuvo. La miramos confundidas, apenas iba a abrir mi boca para preguntar, pero los estudiantes comenzaron a entrar y abarrotar la cafetería. —No pidan comida.
Alice nos ordenó en susurros. Edward entró a la cafetería, acompañado del resto de sus hermanos. Sonrío cuando me notó, aceleró el paso y se sentó a mi lado, acariciando mi cabello. Jasper llegó al lado de Alice, Emmett pasó frente a mí y me dio una sonrisa, acompañada de un guiñó, Rosalie simplemente me ignoró. Ben entró a la cafetería, acompañado de Mike, Jessica y los demás, en cuanto notó a Angela, se despidió de ellos y se acercó a nosotros.
—¿Quieres que vaya por algo para que comas? —Edward preguntó, aun acariciando mi cabello. Sacudí mi cabeza.
—Yo voy, ¿Qué te traigo, Bella? —Ben me pregunta con una sonrisa tímida.
—No tengo hambre —dije tratando de sonar convincente. —No te preocupes por mí, Ben.
—Yo tampoco tengo hambre —dice Angela.
—¿Están seguras? —nos pregunta, indeciso. Nosotras asentimos, él se encoge de hombros, nos da una mirada y se levanta de la mesa, acercándose por su comida.
—Tienes que alimentarte bien —dice Edward en un tono de serio y de reproche. No le respondo, le doy una mirada a Alice que parece estar en su mundo con Jasper.
—¿Ese es Charlie? —Angela me pregunta. Mi cuello se gira demasiado rápido, buscando con la mirada.
Mi corazón se detuvo. Charlie estaba de pie en las puertas de la cafetería, acompañado del director, ambos buscaban algo con la mirada. Me encogí en mi asiento, rogando que no sea a mí a quien buscan.
Charlie solo una vez me ha buscado en la escuela mientras estoy en clases y fue porque paso algo muy, muy, malo.
—¿Por qué está aquí? —susurré.
—Su mente es muy confusa —me responde.
—¡Bella! —dijo mi nombre, elevando su voz por sobre el ruido de la cafetería. Usaba ese tono en la voz que solo lo había visto utilizar en la comisaria.
Toda la cafetería se giró a mirarme. Sentí la sangre acumularse en mis mejillas. Edward tomó mi mano por debajo de la mesa, pero sus ojos se mantuvieron en Charlie, quien al sentirse observado, se removió incomodo, pero aun así, mantuvo la mirada fija en mí.
—Bella, hija —Charlie llamó mi atención aprovechando el repentino silencio del lugar. —Trae tus cosas.
Lo mire, esperando ver algo de él que me dijera que era lo que pasaba, pero no pude notar nada. Su mirada era dura, pero serena. Al menos no había pasado nada grave. Solté la mano fría que me mantenía en mi lugar, dispuesta a obedecer sus palabras.
—Angela —Charlie volvió a hablar, mi amiga dejó de mirarme y puso su mirada en él. —Tú también, recoge todas tus cosas.
Angela sacudió su cabeza en señal de que había entendido sus palabras. Todos los presentes comenzaron a murmurar.
—Acaso… ¿Descubrió que matamos a alguien? —le pregunté cuando ambas nos agachamos para tomar nuestra mochila.
—Te dije que escondiéramos bien el cadáver —respondió en un susurro.
Escondí la sonrisa que se formó en mis labios.
—Andando —Charlie nos apresuró.
—Te llamó después —moví mis labios para que Edward los leyera. Solo recibí una mirada en respuesta.
Nos levantamos de nuestros asientos, alejándonos de la mesa en la que nos encontrábamos.
—Adiós Bella, adiós Angela —Alice saltaba en su asiento, sacudiendo su mano lo más alto que su brazo le permitió.
—Ella sabe algo que nosotras no —Angela susurro mientras atravesamos la cafetería.
Salimos en silencio detrás de él, siguiéndolo a través de toda la escuela. De vez en cuando nos cruzábamos con algún profesor o alumno que nos miraba fijamente lo más que sus ojos le permitían, al parecer no todo se habían enterado de lo que había pasado en la cafetería. Supongo que no es común que el Jefe de policía visite tu instituto y te saqué de clases. Ahora que lo pienso bien, parece que estamos arrestadas.
Llegamos hasta la patrulla, Charlie la había dejado estacionada cerca de la puerta principal. Sus pasos se nos adelantaron, abriendo la puerta del copiloto y una de la parte trasera. Su cabeza se inclinó hacia el interior, un gesto para que nos subiéramos.
—¿Es necesario que vaya atrás? —Angela preguntó titubeante. Charlie soltó un bufido. —Bueno, bueno —mi amiga levantó las manos como gesto de rendición y se subió al auto. Me subí en mi asiento antes de que Charlie me mirara de la misma manera.
—Vaya genio que tiene hoy —se quejó Angela, vimos al jefe Swan pasar por delante del cofre de la patrulla y subirse detrás del volante.
El motor se encendió y la patrulla salió del estacionamiento de la escuela. Saliendo a las calles del pueblo, pude percibir las miradas curiosas de aquellos que pasaban, por la hora que era, todos deberían creer que nos llevarían a prisión o algo así.
Carajo, mañana Angela y yo seriamos el tema de conversación de todo el pueblo.
—Suéltalo —dije rompiendo el silencio incomodo que nos rodeaba. Necesito respuestas, ya.
—Aun no —respondió Charlie, —aún pueden escucharnos.
Lo miré levantando una ceja, ¿Quién podría escucharnos? ¿Acaso Charlie sabe de los Cullen? No creo que sea posible, ¿o sí? Miré hacia el asiento trasero, Angela miraba boca abierta a mi padre, pero se encogió de hombros quitándole importancia.
Seguimos avanzando en el camino por unos minutos más, cuando giramos en la calle que conducía hacia nuestra casa, Charlie aumento la velocidad. Segundos después, se detuvo al lado de mi camioneta roja. Al otro lado había un auto negro, modesto pero a la vez llamativo, era nuevo, cualquiera podía notar que parecía recién salido de la fábrica.
—Tenemos un visitante —dijo soltando la respiración. — Compórtense, por favor.
Sin decirnos nada más, se bajó del auto, yo lo seguí con la mirada mientras caminaba en dirección a la puerta de la casa, la abrió, sacudió su abrigo y se perdí en el interior sin molestarse en cerrar la puerta de la entrada.
Me giré en mi asiento para ver a mi amiga. Angela miraba al interior de la casa, pero sus hombros estaban tensos, su ceño fruncido y sus lentes muy pegados al rostro. Estaba nerviosa, al igual que yo.
—Tengo un presentimiento —dijo lo más bajo que pudo. Yo asentí dándole la razón. Charlie era de los que no actuaba sin analizar toda la situación, pero ¿sacarnos así de la escuela? Me parece algo muy forzado e impulsivo. Además, estoy yo envuelta en este asunto, siempre me ha contado lo que pasa, incluso en sus casos policiales.
Desabroché mi cinturón y me baje del auto, en el ambiente había una extraña sensación que me resultaba sofocante. Angela me imitó, pero se quedó de pie junto a mí, ambas mirando la casa.
—Solo los chicos de la Push nos visitan — murmuré. Mi cerebro estaba buscando la posible identidad de quien estaba dentro de mi casa. —No se me ocurre nadie más.
—¿Yo que hago aquí? —preguntó Angela con los brazos cruzados. —No lo entiendo.
—Creo que hay que averiguarlo —me encogí de hombros, y moví mis piernas caminando a la casa.
Angela siguió silenciosamente mis pasos. Dentro de la casa lancé mi mochila al piso y me quité el abrigo para colgarlo en el perchero, ambas echamos miradas alrededor, en busca del visitante.
—Estamos en la cocina —la voz de Charlie llegó a mis oídos.
Apunté con mi cabeza en esa dirección, Angela solo asintió y comenzó a caminar detrás de mí. En cuanto entramos a la cocina, las dos nos detuvimos en seco.
—¡Carajo! — solté separando cada letra.
—Ya sé que hago aquí —Angela suspiró.
—Espero que no les moleste que me haya tomado la libertad de cocinar para el almuerzo.
Frente a mi estaba ese hombre elegante y cautivador que hacía suspirar a cualquiera. Nos ofreció una sonrisa cálida y estiro hacia adelante sus manos que cargaban una charola humeante que olía delicioso.
—Elijah —fue lo que salió de mi boca.
Caminó hasta la mesa donde Charlie estaba sentado, analizando la situación con su mirada, Elijah no desprender su vista de mí, depositó con cuidado la charola y se acercó a nosotras.
—Isabella —posó sus manos a cada lado de mi cintura, acercándome a él.
Le di una mirada cuestiónate a Charlie, él miró a su izquierda, luego a la derecha, ofreciéndome una respuesta negativa. Él tampoco sabía que hacia el original aquí.
—Elijah, es una verdadera sorpresa —dije fingiendo emoción. —Ha pasado tiempo.
Aun cerca de mí, me ofreció una encantadora sonrisa, sus brazos rodearon mi cuerpo, dándome un cálido abrazo, su aroma masculino, elegante, embriagó mis sentidos. Sus labios se posaron en cada una de mis mejillas dejando un par de besos sobre mi piel.
—Siempre es un placer verte, Isabella —el tono seductor en su voz no pasó desapercibido. Me sonrojé.
—Igualmente —dije abochornada.
Su mirada se posó en mi acompañante, se separó un poco de mí, pero no me soltó.
—¿Por qué no nos presentas, querida? —preguntó, girándome en sus brazos. —¿Quién es la dama?
—Señor Mikaelson, es un placer —mi amiga sacó valentía de no sé dónde, acomodó sus anteojos en su rostro y avanzó cerca de nosotros. —Soy Angela Webber.
—¡Oh! Señorita Webber —sonrió, estiró su mano hacia ella. —He escuchado bastante sobre ti. Cosas buenas, por supuesto.
Angela rio mientras aceptaba la mano que se le ofrecía. Elijah la tomó con suavidad y se inclinó llevándosela a sus labios para depositar un beso en los nudillos de mi amiga. Angela se sonrojó por el gesto.
Charlie se aclaró la garganta llamando nuestra atención.
—Suelta por lo menos a una, Elijah —gruñó molesto Charlie. Luego susurró para sí mismo: —Se creé un gigoló.
Nosotros ocultamos nuestras risas.
—¿Por qué no tomamos asiento? —ofreció el original. —Se va a enfriar la comida.
—Claro —aceptamos Angela y yo.
Elijah nos condujo a la mesa, sirvió un plato para cada uno y lo colocó delante de nosotros.
—Disfrútenlo, por favor. —Elijah habló de muy bien humor.
Mire a Angela mientras comíamos. Con que esta era la razón por la cual Alice nos había dicho que no comiéramos nada en la escuela. Al parecer Angela pensó lo mismo que yo, pues, me miró de regreso y asintió.
—¿Hay algo que nos estemos perdiendo? —la voz de Elijah interrumpe nuestra silenciosa conversación.
—No, por supuesto que no —respondemos ambas, sonrojándonos.
—Pues yo si —Charlie lanza su tenedor al plato. —Estoy perdido.
Los tres le miramos. Su voz molesta hizo que fuera más incómodo.
—Puede alguien explicarme porque ustedes dos son tan cercanos —nos apuntó a Elijah y a mí.
—Charlie —la voz de Elijah es tranquila. —Recuerda que la conozco de toda su vida.
—Sí, lo recuerdo —aceptó. —Pero, también recuerdo que ella era una niña la última vez que te vio.
—Esa no fue la última vez —dijo causalmente Elijah.
—¿Seguiste viendo a mi hija después de eso? —jadeó asombrado Charlie.
—Si —Elijah se encogió de hombros.
—¿Por qué?
—Isabella y yo somos buenos amigos.
Charlie me miró levantando una ceja, as muecas en su rostro me decían que no le había gustado para nada las palabras de Elijah.
—¿Qué tan buenos amigos? —preguntó.
—Son detalles que no necesitas saber —le respondí aclarándome la garganta, me removí, atacando la comida en mi plato, como si no hubiera nada más interesante. Elijah soltó un risa por lo bajo.
—Tranquilo, Charlie —ordenó el vampiro. —No tienes de que preocuparte. Conmigo, Isabella nunca ha hecho nada en contra de su voluntad.
Charlie se quedó en silencio. Después su mirada se posó en Angela, que se había mantenido en silencio.
—¿Y tú? —le pregunto. Angela pegó un salto en su asiento. —¿Cómo sabias quién era?
—Yo, es que, pues yo —tartamudeo mi amiga.
—Conocí a la abuela de Angela —dijo Elijah. —Supongo que le habló de mí.
—Sí, eso —accedió ella.
—Pff —bufó Charlie. —Necesito un trago.
Mi padre se levantó, fue hasta la gaveta y sacó una botella de Whiskey. Miré sus acciones con una ceja levantada, ¿ahí era donde lo guardaba? ¿No pudo pensar en algún lugar más ingenioso?
Tomó un par de vasos y los acercó a la mesa. Tomó uno y colocó una gran cantidad en él, después se lo llevó a los labios, bebiendo el contenido de golpe.
—Esta conversación llevará tiempo —me quejé.
—Charlie volvió a su asiento, con el vaso en sus manos nuevamente lleno del líquido. Elijah sonrió y se sirvió un poco en el otro vaso.
—¿Qué quieres? ¿Por qué visite? —pregunté cruzándome de brazos.
—Tú, querida —respondió sonriendo excesivamente. —Tú eres la razón.
—No me vengas con esos juegos.
—¿Juegos? —pregunta extrañado. —No Isabella, yo no juego, mucho menos cuando se trata de ti.
—Entonces, dime, sin juegos —mi torso se fue hacia adelante, mi mirada fija en él. —¿Por qué de repente atraviesas todos el país con la patética excusa de verme?
Imitó mis movimientos, se acercó todo lo que la pesa le permitió. —Sabes que voy hasta el fin del mundo solo por ti.
Me recargue de nuevo en el respaldo de mi silla.
Maldito cabrón. Estaba diciendo todas esas idioteces solo para molestar a Charlie. Sé que está aquí por alguna razón en específica, lo más probable es que tenga una situación, y tenga un plan para esa situación y ahora me quiere involucrar. Todas las veces que me veía involucrada con él, era porque yo era solo un efecto colateral de alguno de sus planes.
—¿Y por qué me buscas de repente? —ataqué de nuevo.
—Te necesito —su voz sonó como un gemido provocador, aunque su rostro se mantuvo inocente.
Angela a mi lado trató miserablemente de oculta su risa con una tos muy falsa. Charlie volvió a gruñir.
—¿Así, de la nada?
—Sabes que no puedo existir sin ti —puso una mano sobre su pecho. —Sé que no es una decisión que se deba tomar a la ligera, por eso lo he pensado mucho. Además, quise hacerlo delante de tu padre, para que esté enterado de la situación.
Se quedó callado por un segundo, dándole más drama a la situación.
—Quiero proponerte algo —dijo con voz muy seria.
Angela se cubrió la boca con las manos, fingiendo sorpresa. Charlie me miró con pánico, no necesitaba tener sentidos desarrollados para darme cuenta que estaba a nada del colapso nervioso.
—Te escucho —hable con calma.
—Como he dicho, tengo todo planeado —aclaró mirando a Charlie, después sus ojos se posaron en mí —Quiero que me acompañes, bueno, en realidad, quiero que ambas me acompañen.
Lo miré con los ojos entrecerrados tratando de averiguar su plan malévolo.
—¿A dónde? —preguntamos los tres. Elijah nos miró a cada uno, evaluando nuestra reacción.
—Eso es lo que menos importa —se encogió de hombros.
—¿A dónde? —pregunté de nuevo.
Elijah suspiró. —A Mystic.
—¿Tiene algo que ver con que John esté allí?
Charlie y Elijah me miraron con sorpresa.
—Sí, él tiene que ver un poco en el tema —accede el original.
—¿Cuándo nos iríamos? —le pregunta Angela.
—Desde hoy.
Le miramos perplejos.
—Sé que ambas tienen clases, por lo que sería este fin de semana.
—¡No pueden irse así! —Charlie saltó a la defensiva. —Ya fue suficiente con sacarlas hoy de la escuela, mañana tienen que ir a clases.
—Soy consciente de eso Charlie —Elijah le mira con superioridad. —Yo hablaré con el personal de la escuela, además, mañana es viernes, es fin de semana.
—Ninguna tiene dinero como para pagar un viaje —Charlie contrataca. — Además las dos son menores de edad, los padres de Angela no están en el pueblo, no te la puedes llevar así.
—Por eso quise hablarlo frente a ti —Elijah hace una mueca de fastidio. —Pude haberlas abordado a solas, y ahorita ya estuviéramos de camino, pero, quise que tú seas testigo de que su respuesta, será con libre albedrío.
Su atención se posó en nosotras. —Angela, de acuerdo a lo que decidas, yo llamaré a tus padres y les comunicaré la situación. Y por el dinero no se preocupen, asumiré la responsabilidad de todo.
Posé mis ojos en él. La manera en la que dijo la última palabra me dio a entender que haríamos algo estúpido y arriesgado, muy probable alguna de nosotras saldría lastimada, eso sí tenemos algo de suerte. Si ese no es el caso, una, o quizás ninguna, regresaría viva.
¿Valía la pena?
No, la respuesta es no.
Angela aún estaba averiguando como explotar totalmente sus habilidades, además que el maldito libro aun no aparecía y eso la ponía en desventaja y ni hablar del peligro que representaba que alguien supiera que estaba conectada a esa cosa.
Yo en cambio, no tenía nada de especial, excepto un extraño vínculo con lo sobrenatural, y una impresionante habilidad para ponerme en peligro mortal a día a día. Pero, llevo toda mi vida confiando estúpida y ciegamente en Elijah, sí, soy estúpida, lo sé, pero, yo puedo decir que al menos a mí siempre me lo ha cumplido lo que me promete.
—Solo será el fin de semana y volveremos ¿Correcto? —pregunté. Elijah sabía lo que estaba haciendo con ese juego de palabras, pude verlo en sus ojos.
—Lo juro —habló muy serio, lo dijo en ese tono de voz que me hacía creerle.
Y en esta ocasión no será diferente a las demás.
—Si Bella va, entonces yo voy —Angela sonrió. Todas las miradas se posaron sobre mí, esperando a una respuesta.
—¿A qué hora nos vamos? —pregunté frotando las palmas de mis manos en la mesa.
Elijah sonrío.
—Denme un par de horas — murmuro. —Me encargaré de todo.
Nosotras sonreímos.
—¿Hay algún problema si me retiro sin ayudarles a limpiar? —nos dice. —Me gustaría que nos diéramos prisa.
—No te preocupes, nosotros limpiamos —dice Angela.
—El filete estuvo delicioso —le digo. —Muchas gracias por el almuerzo.
Sonríe satisfecho de haber mostrado sus habilidades culinarias.
—Gracias por acceder a que vengan conmigo, Charlie —se pone de pie mientras habla. Charlie iba a protestar, pero Elijah no se lo permite. —Ahora si me disculpan, debo retirarme.
Toma mi mano, me pone de pie junto a él y me arrastra hasta la puerta de la casa. Escuchamos el movimiento que proviene del comedor, pero ninguno de los dos se preocupa por mirar.
—¿Estas bien con acompañarme? —me toma de los hombros mientras me observa. —No quiero que te sientas presionada.
—Estoy bien —reí levemente. —Necesito un poco de aventura para no morir de aburrimiento.
Se ríe por mi comentario.
—Vengo en un par de horas.
Da una mirada en dirección a la cocina.
—Suerte con Charlie.
Esas son sus palabras de despedida, sale por la puerta, lo observo mientras camina hasta su auto, se sube y arranca, perdiéndose por la calle.
—¡Isabella Marie Swan! —el grito de Charlie se escuchó por toda la casa, no, estoy segura que se escuchó por toda la calle, o quizás por todo el pueblo.
—Ya voy, ya voy —cerré la puerta y volví a la cocina.
— ¡¿Qué carajo están pensando?! —nos gritó Charlie cuando nos tuvo a amabas frente a él. —¿Acaso se quieren morir?
—Pues, no —dice Angela.
—¡No parece! —grita de nuevo. —¿Cómo se les ocurre aceptar la invitación de ese hombre que es mucho mayor que ustedes?
—¿Y porque no? —me encogí de hombros.
—¡Porque es peligroso! —gritó de nuevo.
—¡Nunca me ha lastimado! —lo defendí.
Charlie se dejó caer con frustración en el sofá, una de sus manos frotó con rabia su bigote.
—No sabes quién es, no sabes lo que es ¡y no tienes idea de lo peligroso que es!
—¿Y tú sí? —le pregunté sintiendo que me comenzaba a alterar.
—Sí —dijo el. —Lo conozco, sé lo letal que puede ser.
Angela abrió los ojos sorprendida, su boca se abrió hasta lo más bajo que la mandíbula le permitió. Creo que había olvidado mencionarle que Charlie estaba al tanto de los originales.
—Entonces ¿Por qué lo dejaste entrar? —traté de sacar información sin ponerme en evidencia.
—¡Porque me hipnotizó! —su rostro se giró hacia mí, aunque sus ojos nunca me miraron.
—¿Qué no estabas tomando verbena? —contraataqué.
—A los originales no les afecta la verbena —susurró Angela.
—¡Exacto! —Charlie le dio la razón. Mi amiga y yo nos quedamos quietas y sin hacer ruido, esperando a que él solo razonara las palabras.
Un segundo después, Charlie nos miró bastante alterado.
—¿Ustedes lo saben? —nos preguntó. Su cuerpo se sacudía, como si se hubiera tomado un shot de adrenalina. —¿Cómo saben ustedes sobre eso?
Angela me dio un leve empujón señalándome que yo hablara primero.
—Elijah nunca se esforzó en ocultarme la verdad —le respondí a Charlie.
—Pero, él dijo —sacudió su cabeza, —él me prometió, él me juró que habías olvidado todo.
—Pero no lo hice —solté la respiración. —Al parecer tu tampoco.
Se quedó de piedra.
—Escucha, creo que a Elijah le convenía más que yo supiera todo, así me tendría una ventaja sobre mí.
—Ese hijo de… —Charlie gruñó, interrumpiendo sus propias palabras.
—Aunque, a mí también me resultó conveniente —dije pensando en la situación.
—Sí claro, muy conveniente —murmuró, sabía que se refería a las palabras de Elijah y al tono que había utilizado para decirlas.
—No lo digo por eso —torcí mis labios. —Si yo sabía la verdad, podía acceder a su ayuda. Elijah me ha ayudado muchas veces y eso hace que sienta que le debo mi ayuda.
—¡Pero eso no le da el derecho de venir a secuestrarte!
—No me está secuestrando —pongo los ojos en blanco. —Voy con él porque quiero, confió en él.
Me mira, sé que no está feliz, pero no pienso ceder en esto.
—¿Cómo sabes que John está allá? —pregunta secamente.
—Aún tengo amigos en Mystic —digo sonriendo. No le estoy mintiendo, pero tampoco le estoy diciendo la verdadera manera en la que me enteré.
—¿Qué hace allí? —dice, pareciera que se está preguntando a sí mismo.
—Eso quiero saber.
Charlie me mira con pesar, sé que no quiere que arriesgue mi vida, pero sabe que no puede detenerme, de una manera u otra, iré con Elijah.
—Angela —la llama. —¿Estas bien con esto?
—Sí, sé que puedo hacerlo Charlie.
—Tus padres me dijeron —Charlie duda en sus palabras, —que tú, eres…
—Está bien —dice ella con un leve sonrojo. —No me preocupa que tú lo sepas.
—Sé que no voy a evitar que se vayan —Charlie nos da esa mirada de padre preocupado. —Solo, por favor, tengan mucho cuidado, no confíen en nadie —su voz se convirtió en una súplica. —Bella, sabes cómo es Mystic, por favor, tengan cuidado.
—Está bien, no te preocupes, papá —le aseguro forzando una sonrisa, trato de convencerlo y también a mí misma.
Charlie nos dio un abrazo a cada una, se sintió raro, él y yo casi no nos mostrábamos ningún afecto, pero esta vez lo permití, sentía su necesidad de creer que nada me pasaría, y juro que lo entiendo, pero, incluso si me quedo en Forks, nada le asegura que no me pasa nada.
Nos pusimos a recoger toda la cocina, debíamos matar el tiempo en lo que esperábamos a que nuestro guía turístico llegaba por nosotras. Tratamos de que nuestra conversación fuera de temas casuales, no queríamos que Charlie terminara en el hospital por un ataque de nervios.
Cuando terminamos, nos sentamos enfrente del televisor, haciendo zapping con el control remoto. Después de un rato, escuchamos el auto estacionarse en la entrada, pero ninguno se movió.
—Es muy probable que alguien venga y pregunte por mí —le digo a Charlie.
—Alguien… ¿Cómo quién? —pregunta renuente.
—Edward Cullen —digo en un susurro.
—¿Cómo porque vendría él a preguntar por ti? —gruñó entre dientes.
—Pues, ya sabes…
—Niña, harás que me dé un infarto —me regaña. —¿Qué se supone que le diré?
—Dile que… que fui con mamá —me encogí de hombros. —Pero no piensen en nada más, porqué se dará cuenta que mientes.
—¿De qué hablas? —me preguntó.
El timbre de la casa interrumpe la conversación. Charlie me da una mirada molesta, pero se levanta para abrir la puerta. Regresa seguido de Elijah.
—¿Están listas?
Chapter 15: luna de piedra
Chapter Text
(Isabella POV)
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—No me gusta para nada tu plan —me quejo. Elijah rueda los ojos.
—¿Y porque no? —pregunta con voz seria.
—¿Qué me asegura que después de eso, nadie se va a lanzar a cortarme el cuello? —le pregunto mientras siento mi cuerpo sacudirse por el pensamiento.
—Nadie lo va a hacer —asegura. Lo miro con una ceja levantada, no le creo. —No lo van a hacer porque soy una bola de cobardes, por eso te lo estoy pidiendo.
Me cruzo de brazos.
—Quizás son cobardes contigo, pero, te aseguro que, no van a dudar en saltar a mi cuello.
—Tranquila, Bella —la voz de Angela suena desde el otro asiento, al otro lado del pasillo. —No dejaremos que nada te pase.
Mi cuerpo se remueve. ¿Ahora está del lado de Elijah?
Miro a mí alrededor, es muy extraño que estemos hablando de este tema en un avión, si bien estamos en primera clase, cortesía del original claramente, no me parecía el lugar adecuado para tener esta conversación.
Aunque, ahora que lo pienso, no éramos muchas personas a bordo del avión, incluso éramos los únicos en primera clase, y la tripulación solo venia cuando Elijah se los solicitaba.
—¿Hipnotizaste a las personas a bordo o solo compraste todos los asientos de primera clase?
Angela soltó un sonido de sorpresa, supongo que también se dio cuenta recién.
—Abróchese los cinturones, ya vamos a aterrizar —Elijah nos ordena ocultando su sonrisa. —Hice ambas.
Ambas soltamos una risa feliz y obedecemos.
Una hora más tarde y después de pelearnos en el aeropuerto por nuestras maletas, nos encontrábamos en un Jeep, era como el que tenía el grandote de los Cullen, Emmett. Pero la diferencia era que, el que Elijah rentó, es todo negro, blindado y cerrado. Y para nuestra mala suerte, debemos pasar otra hora conduciendo.
—¿Cómo es Mystic? —Pregunta Angela desde el asiento trasero, mirando el interior del auto. —¿Hay sicarios? ¿O los habitantes atacan a los turistas?
—Es, muy pintoresco, soleado y —respondo tratando de describirlo, —menos aburrido que Forks.
—Pero igual de loco y dramático —complementa Elijah.
Mi amiga se ríe.
—Lo que hace divertido a Mystic, es que siempre hay alguien que te quiere matar —le digo. —Si hay un día de tranquilidad, es porque algo muy malo sucede.
—Con razón no te sorprendió Forks —me dice Angela. —Lo más emocionante fue cuando se mudaron los Cullen, y luego cuando tú llegaste.
Me giro para brindarle una mirada molesta. No me gusta que me recuerden lo popular que era aun cuando faltaba una semana para que yo me mudara a Forks.
—No me sorprende que incluso en Forks haya alguien que quiera matarte, Isabella —Elijah despega su vista de la carretera, dándome una mirada divertida.
—Es para no perder la costumbre —me encojo de hombros.
—¿Acaso tiene que ver con la familia de fríos? —su acento se marca en su voz, sus palabras son acusatorias.
—¿Conoces a los Cullen? —le pregunta Angela, sorprendida.
—Carlisle y yo somos buenos amigos —responde él. —Cuando me fui de casa de Charlie, pasé por el hospital para visitarlo.
—Oh vaya.
—Ahora —Elijah golpeo el volante con su mano. —¿Cuál de ellos quiere matar a Isabella?
—Edward —dice mi amiga en automático.
—¡Angela! —chillo haciéndole una señal para que se calle.
—¡Ah! Eso no me lo esperaba —Elijah hace una mueca de comprensión. —Según Carlisle, él es del tipo de los que siempre se controlan, o al menos es de los que mejor lo hacen.
—Usualmente si lo hace, pero… soy su cantante —le explico.
Elijah no responde. Supongo que estaba pensando en todas las posibilidades que eso significaba.
—Y es su novia —Angela vuelve a hablar.
Nuestro conductor frena el auto de golpe. Los neumáticos chillaron contra la carretera, nuestros cuerpos, sujetos por el cinturón de seguridad, se proyectaron un poco hacia adelante.
Angela chilló asustada. No me detuve de la puerta y del plástico al frente mío. Miré al vampiro con los ojos muy abiertos. ¿Por qué frena así? ¿Íbamos a atropellar a bambi?
—¡¿En qué carajos estás pensando?! —me grita Elijah.
Lo miro con la boca abierta, ¿Por qué reacciona así?
—¿Sabes cuánto me ha costado mantenerte con vida? —me pregunta, me grita, más bien. Está furioso, no es un secreto. —¿Por qué de repente quieres acabar con ella?
—¡No quiero terminar con mi vida! —ahora me siento ofendida. ¿Por qué todos creen eso? De verdad valoro mi vida. Aunque no lo parezca.
—¿Quieres salir con un frio? Bien, hazlo. ¿Quieres salir con un vampiro? Perfecto, no importa. —se encoje de hombros. Su mirada vuelve a mí, —¿Pero porque mierda saldrías con uno que en lo único que piensa, es en drenarte?
—Este no es el caso. Edward no me hará daño —lo defiendo.
—¿Qué eres, una santa? ¿Crees que puedes ir por ahí cambiando a las personas?
No le respondo.
—Estoy sorprendido por el control que ha tenido cerca de ti —suspira. —Muy sorprendido de hecho.
—Ves —le digo conciliadora. —Él nunca me…
—¡Claro que te va a lastimar! —ruge de nuevo. —Se controla, sí, pero eso no significa, que al mínimo error, en la mínima oportunidad, va a drenar por completo la sangre de tu cuerpo.
Le doy una mirada de niña a la que acaban de regañar, me siento de esa manera, pero también me siento enojada. ¿Por qué no confían en él? ¿Por qué se asustan cuando les digo que yo si confió en él?
Elijah toma una profunda respiración, y arranca de nuevo el motor del auto, reanuda nuestro camino hacia nuestro destino.
—¿Pero y si no? —le pregunto, mi voz tiembla, mi cuerpo también se sacude temeroso. Elijah también tiembla, pero de coraje.
—¿De verdad crees que, vas a tener un final de cuentos de hadas con él? —me pregunta. Definitivamente su cara no da crédito a mis palabras. —Sé que eres una adolescente, pero, nunca te has comportado tal.
—Siempre hay una primera vez —gruñó.
—No Isabella —gruñe de regreso. —Sí te quieres comportar como una adolescente, sal de fiesta, diviértete, grita, baila, escápate de la escuela, emborráchate hasta perder la razón.
Le miro aun seria.
—Pero, por favor, entiende que él no va a ser capaz de darte una estabilidad, nunca vas a estar segura a su lado.
—Él me cuida, dice que va a protegerme de todo.
—¡Por supuesto que sí! —sus manos se aprietan en el volante. —¡Va a ser todo lo posible por proteger tu humanidad! ¡Va a protegerte de todo! ¡Incluso de que te transformes en inmortal!
—¿Por qué? —pregunté confundida. —¿De qué hablas?
—¡Entiéndelo Isabella! —grita de nuevo. —Si te transformas, va a perder lo único que le atrae de ti.
Auch, eso sí me dolió. Sé que no soy una Miss Universo, pero ¿tan fea estoy? ¿Tan aburrida y ordinaria?
Un silencio incomodo se posó sobre nosotros.
—Escúchame, sé que no soy nadie para decirte que hacer o que no hacer —su voz ahora es más tranquila. —Pero ten cuidado con las decisiones que tomas, te traerán consecuencias por el resto de tu vida.
De nuevo no le respondo. Me siento molesta con él, molesta conmigo misma y molesta con mi retorcido destino que parece querer burlarse de mí y de mis desgracias.
—¿Lista para volver a ver a todos? —coloca una mano sobre mi rodilla, me da un leve apretón, sí, se siente reconfortante.
—No —suelto el aire de golpe. — No quiero verlo —murmuro lo más bajo que pueda.
—¿Jhon?
—No —Angela que se había mantenido en silencio, respondió por mí. —Está nerviosa por ver al galán de negro.
Sentí la sangre subir a mis mejillas, pero agradecí que el tema ayudara para aligerar el ambiente.
—¿Galán de negro? —Elijah suena divertido. —¿Hay otro galán a parte de mí?
—¿No te hemos contado? —Angela imita el tono que hace Jessica cuando se entera de algún chisme nuevo de la escuela. —Bella se está ligando a Damon Salvatore.
Elijah me mira con la sorpresa marcada en su rostro.
—Eso no es verdad —digo aún más roja.
—Oh, no claro que no. —Ang acepta. —Ya no se lo está ligando, ya lo trae loco por ella.
—¡Al fin conozco a una mujer que lo vuelva loco! —dice Elijah feliz.
—¡Deberías de verlos juntos, son tan monos! —Angela aplaude.
—No puedo creer que te estés tirando al mini Drácula de utilería —Elijah se burla de mí. —Te creía mejor que eso, Isabella.
Ahora me siento ofendida. ¿Qué carajos significa eso?
—Bueno, si me preguntas —Angela aclaro su garganta. —Prefiero que se tire al James Dean vampiro, en lugar del vampiro emo depresivo.
¿James Dean? ¿De verdad? En mi mente apareció una imagen de Damon, no creo que se parezca a él. Aunque, si comparamos la canción “Style” de Taylor Swift, sí, sí podría catalogar a Damon en esa descripción. ¿Debería ponerme una falda corta y labial rojo?
—Ya que lo dices de esa manera —la voz de Elijah me trae a la realidad, —sí, mejor que se acueste con Damon.
—No lo digo solo por el control —sigue Angela. —Edward es sigue siendo virgen —me gire sorprendida hacia mi amiga, ella se encogió de hombros. —Alice me lo dijo.
—¿De verdad? —Elijah parece sorprendido. Ang sacude su cabeza afirmativamente. —¿Qué edad tiene?
—Más de un siglo —respondo en automático.
Maldigo mi lengua por soltarse.
—¿Y sigue siendo virgen? —Elijah salta del asiento. —¿Tiene un cinturón de castidad? ¿Le tiene miedo al sexo? ¿Es asexual?
No le respondo, pero sonrió levemente.
—Imagínate cuando Bella presuma que le quitó lo virgen a un vampiro —Angela suena indignada.
—Si es virgen, no creo que tenga mucho de que presumir —razona él. —¿Sabrá cómo usarlo tan siquiera?
—¡Oigan! —hablé abochornada. —¿Por qué están hablando sobre eso?
—¿Tienes un tema mejor? —preguntaron ambos.
—Pues —lo pensé un poco, —no exactamente.
Ambos soltaron unas risas.
—A Damon nunca se le escapa nadie —Elijah sacudió la mano que mantenía libre del volante. —Normalmente es de esos que con una sonrisa, hace que cualquiera pierda la cabeza.
—¿Hablas por experiencia? —pregunto.
—Si ha hecho que pierda la cabeza, pero, no por la manera que piensas —su voz es seria. —Pero, si tú, querida, haces que él pierda la cabeza por ti, tendrás mi total respeto y admiración.
—Por cierto, yo seré la madrina de su boda —Angela chilla emocionada.
—¡Ay no puede ser! —grito golpeándome la frente.
No sé cuánto soporten mis mejillas la acumulación de sangre en ellas. Me encojo refunfuñando en mi asiento mientras ellos se doblan de la risa.
Al menos me alegra que ellos se diviertan parloteando sobre mí.
Mi vista se concentró en el panorama que me mostraba la ventanilla del auto. De repente los miles de recuerdos aparecieron en mi mente, todos esos recuerdos que había dejado atrás el día que Elijah me sacó de este lugar.
—Mira —me señala él con un dedo.
El letrero de color verde aparece frente a mí. “Bienvenidos a Mystic Falls, Virginia”.
—Bienvenida a casa —suspiré.
—O a tu peor pesadilla —dijo Elijah.
—Así que… esto es Mystic Falls —Angela murmura con voz muerta. —Se siente… muy diferente.
—Ten cuidado, Angela —le digo. Sé que siente la energía que hay en el lugar, y aun no estábamos muy seguras de a qué grado le podría afectar.
—No trates de absorber mucho —regaña el original. —Ninguna de las dos.
—Lo intentaré —respondemos ambas.
Elijah condujo por las calles, sé que lo hacía para llevarme por el sendero del recuerdo, pero solo producía escalofríos en mi espalda.
—Tengo cosas que hacer, ¿me acompañan? —nos pregunta.
—¿Puedo quedarme? —le pregunto. —No me siento lista, para enfrentarme a esto, al menos no aun.
—Yo también me siento cansada —responde Angela. —El viaje fue agotador.
—Bien —acepta. —Las dejaré en casa por un rato para que se refresquen y descansen.
El auto sigue atravesando el lugar, pero esta vez lo hace más rápido. Me siento tan agradecida que solo nos tomara unos cuantos minutos llegar a la mansión Mikaelson. Era la que parecía ser la más misteriosa y grande del lugar, y debo admitirlo, era maravillosa por dentro.
Elijah nos ayudó a bajar nuestras cosas, nos pidió instalarnos mientras él iba a resolver sus asuntos. Sabía que cuando decía eso, era porque estaría lejos un par unas horas.
—Ven, te enseño la casa —le dije a mi acompañante. Angela asintió.
Tomamos nuestras mochilas y caminamos por toda la casa. Estaba totalmente limpia, organizada y olía a un aroma dulce. No creo que Elijah haya limpiado por su cuenta, pero la persona que lo hace, debe terminar exhausta.
—Me supongo que ya conoces a la perfección a la casa —menciona Angela, supongo que mi familiaridad para moverme por las habitaciones no le pasó desapercibida.
—Me encantaría decir que no —le respondo con honestidad. —Han pasado años desde la última vez que vine a este lugar.
—¿Entonces vivías aquí en Mystic? ¿O solo eras visitante recurrente?
—Reneé nació aquí, cuando era adolescente viajó a las playas de la reserva y ahí conoció a Charlie, se casaron, nací yo, bla bla —comencé a contar mientras caminábamos por toda la mansión. —Cuando se separaron, nosotras nos mudamos aquí.
Angela se mantenía en silencio, avanzando detrás de mí.
—Pasé los primeros años de mi vida rodeada de seres sobrenaturales sin que ninguno de mis padres lo supiera —me reí secamente. —En realidad no me quejo, tuvo sus ventajas, ahora soy amiga de varios.
—Entre ellos Elijah —sonrió Angela.
—Algo así, él es un efecto colateral —dije con una mueca.
—¿Qué pasó?
—Cuando Reneé se enteró de lo sobrenatural, no fue algo lindo, de hecho casi morimos ese día, y fue culpa de Jhon, supongo que luego lo conocerás. Elijah salvó mi vida y la de Reneé, Charlie le suplicó que borrara nuestra memoria —sacudí mi cabeza, tratando de alejar el recuerdo de ese día. — Reneé si lo olvido todo, incluso cree que nació en California.
—Pero tú no —sonrió triste.
—No, yo no —suspiré.
—Ahora Elijah te tiene de aliada —dice pensativa.
—O de su secuaz —dije riéndome. Ella me secundó. —Vamos, hay que descansar.
Cada una eligió una de las habitaciones que los Mikaelson dejaban para invitados. Aunque dudo que alguno se hubiera molestado si usábamos su habitación. ¿Cuánto tiempo llevan sin venir a esta casa? No lo sé, pero Elijah estaba disfrutando de la casa sin la presencia de su familia.
Angela y yo teníamos un par de horas disponibles antes de que nuestro amigable secuestrador volviera a molestarnos, y si soy honesta, ambas necesitamos tener un largo sueño reparador.
Mientras luchaba en la cama para conciliar el sueño, me permití pensar en Edward. Desde que habíamos llegado al aeropuerto de Seattle, había apagado mi celular, no quería ver los mensajes, ni recibir las llamadas que estaba segura que recibiría.
Tampoco me sentía con la valentía suficiente de darle una explicación clara, porque incluso yo no me estaba segura de saber qué era lo que en verdad ocurría. Edward se quejaba de tener muchos secretos, pero yo también los tengo.
La diferencia entre ambos era que yo aún no estaba lista para contarlos.
¿Qué podría pasar si se los cuento? Mi mente me mostró la reacción de cuando íbamos esta mañana al instituto. La manera en la que se molestó por lo que le dije, y como se burló de mí por decirle que había más vampiros.
Sentí las lágrimas acumularse en mis ojos. Me froté el rostro con fuerza. ¿Por qué me molestaba tanto su reacción? ¿Por qué me hería de esa manera? ¿Por qué me trata como una estúpida niña humana que no sabe nada? Quizás si lo soy.
Golpeo con mis puños el colchón de la cama. Mi cuerpo se impulsa para erguirse, dejándome sentada sobre las sabanas. Sé que Edward me ama, sé que se preocupa por mí, sé que todo lo que hace lo hace para protegerme, incluso sé que daría su vida para proteger la mía.
Recordé las palabras de Elijah de hace rato. ¿De verdad Edward solo está conmigo por mi sangre?
Maldita sea, ahora no voy a poder dormir. Quizás una ducha ayudaría a relajarme.
Me levanté furiosa de la cama, salí de la habitación dispuesta a buscar lo necesario. Antes le eché una mirada a mi amiga, ella estaba profundamente dormida en la habitación junto a la mía. Bien, al menos alguien descansa.
Elijah nos había dejado a cada una maleta con ropa totalmente nueva. Y gracias a la falta de mi propia ropa, debía aprovechar el dinero que el original había gastado en nosotras. Tome ropa y me di una larga ducha caliente y relajante.
Cuando estuve lista, seca y vestida nuevamente, bajé a la biblioteca para distraerme con alguno de los libros.
—¿Eres la única que está despierta? —Elijah entró unas horas más tarde. Al parecer también se había cambiado, ahora lucía un precioso traje de color gris y no su ropa casual del aeropuerto.
—Si —respondí sin levantar mi vista del libro.
—No —Angela apareció detrás de nosotros, su voz aun sonaba somnolienta. —Bueno, en realidad sí, aun no estoy despierta.
Me reí.
—Querida Angela, mientras tú te repones por completo, me llevaré a Isabella a dar un paseo —informa Elijah.
—¿A dónde? —pregunto dejando el libro de lado y poniéndome de pie.
—A visitar a unos amigos —se encoge de hombros el original.
—¿Me prometes que la vas a cuidar? —Angela le pregunta, aún se está tallando los ojos luchando por mantenerlos abiertos.
—Por supuesto —accede él.
Angela nos hace una señal con sus manos para que nos vayamos, se gira y camina de nuevo rumbo a la escalera mientras nosotros la miramos con diversión.
—¿Vamos? —me dice Elijah poniendo una mano detrás de mi espalda. Tomo una respiración y camino junto a él para salir de la casa.
Me ayuda a subir de nuevo en su auto, se coloca detrás del volante y me ofrece una mirada antes de arrancar el motor.
—¿Qué es lo que tengo que hacer? —le pregunto. Necesito estar preparada para lo que sea que Elijah me vaya a meter. —¿A dónde vamos en realidad?
—Vamos a ir a —suelta una risa, —vamos a rescatar a tu mendigo.
—¿A mi qué? —pregunto con diversión. Me giro en mi asiento dándole una mirada extrañada.
—Al mini Drácula —responde encogiéndose de hombros —Diría que en realidad es tu príncipe azul, pero, Damon no encaja en ese término. Al menos no para mí.
—¿Por eso es mi mendigo?
—O plebeyo, como gustes llamarlo —suelta una risa fresca. Mis labios se curvan, pero mantengo mi rostro serio.
—Cuando te comportas tan juvenil —lo alago, —te ves muy bien.
—No, Isabella, no te voy a regresar a la casa.
Vuelve a soltar una risa mientras yo me quejó.
Mierda, mi plan no funcionó. No es que no quiera ayudarle a Elijah, tampoco es como si me negara a la idea de ¿salvar? a Damon, pero, se supone que ellos son vampiros ¿En qué carajos les puedo ayudar yo?
—Es que no entiendo —hago un puchero. —¿Yo de que sirvo?
—Serás la distracción.
—¿Los dejo que me asesinen y se mantengan entretenidos mientras tú haces no sé qué madres?
—Algo así —dice. Pego un salto en mi asiento. —No dejaré que nadie te haga daño. Diría que no dejaré que nadie te toque, pero, si Damon está ahí, no dudo en que va a saltar sobre ti para tocarte, besarte y que ustedes…
—¡Cállate idiota! —le grité.
Mi corazón estaba latiendo con fuerza y mi rostro estaba totalmente rojo, podía sentirlo, tenía la cara de color de un tomate. Elijah simplemente se dobló de la risa.
Eso es lo que me tiene nerviosa. Podía enfrentarme a cualquier cosa, pero no a la mirada azul de ese estúpido vampiro. No era tan fuerte como para tenerlo delate de mí y evitar que mis piernas temblaran.
Durante los minutos que nos quedaron de camino, mi acompañante se siguió burlando de mí.
—Mira —dice Elijah apuntando a la casa. Había estacionado el auto lejos de la casa, como si no quisiera ser notado.
—¿Quiénes son? —pregunté mirando a las personas que se colocaban en la entrada de la casa.
No podía distinguirlos a esta distancia, y aunque lo hiciera, llevaba bastante tiempo lejos de este lugar y la mayoría de personas que yo conocía, estaba segura que no los reconocería.
—Hace unos días, Damon, mató a alguien, después una mujer vino a buscarlo, y yo maté a esa mujer, pero resulta que tiene amigos que no estaban en mis planes, o en los planes de ninguno.
—¿Y qué carajos significa eso?
—Buscan esto —extiende su mano hacia mí. En ella, hay un lindo cuarzo de color rosado, su tamaño es considerado, y tiene más la forma de una roca de rio.
—¿La piedra de luna? —digo asombrada. —Creí que no existía.
—Tómala.
—¿Qué haré yo con esto? —pregunto confundida.
—Se las vas a dar —responde. Le miró asombrada. —Tranquila, yo me encargo del resto.
Claro, como siempre, Elijah y sus maravillosos planes. Y yo de estúpida ayudándole, por supuesto.
—No hagas ruido —me dijo. —Andando.
Nos bajamos del auto, los ojos de ambos se mantenían observando en el silencio todo lo que sucedía en la casa.
—Suerte —la voz de Damon se escuchó a través de la puerta.
—Gracias —le respondió Alaric mientras abría la puerta de la entrada.
Sentí las manos de Elijah colocarse sobre mi boca. Le di una mirada sorprendida. ¿Ahora si me iba a secuestrar?
Mis ojos vieron como uno de los hombres que se mantenían en la entrada, levantó su brazo y golpeo a Rick en cuanto este abrió la puerta. Otro de ellos, lo apuñaló en el acto. El cuerpo de Alaric se tambaleo al interior de la casa, trató de girarse para volver más al interior, pero segundos después, se desplomó en el suelo.
Mi cuerpo saltó ante la escena delante de mí, pero gracias a las manos de Elijah, no solté ningún grito que nos delatara.
El resto de los hombres chocaron las manos y entraron a la casa, uno de ellos tomó el cuerpo de Alaric y lo arrastró junto con ellos. No pude ver más, pero se escucharon golpes, vidrios rompiéndose, algunos quejidos y forcejeos hasta que de pronto todo se quedó en silencio.
Miré alarmada a Elijah, él solo siguió mirando hacia la casa.
—Alaric y Damon están inconscientes —me narra lo que escucha.
—¿Qué hacemos? —le pregunto mientras siento la ansiedad aumentar en mi cuerpo.
—Hay que esperar —susurró.
No me jodas.
Estoy que me como las uñas y ¿él quiere que espere? ¿Qué espere a que los maten o qué?
Elijah pareció darse cuenta de mi repentina desesperación, tomó una de mis manos y me ordenó respirar. Mi cerebro trató de obligar a mi cuerpo a obedecerle, al inicio se resistió, pero cuando tomé una respiración profunda, la siguieron otra, luego otra, y otra, hasta que me sentí más calmada.
Sí funcionó, lo admito. Me mantuve calmada al menos los primeros tres minutos.
Me subí al cofre del auto, si iba a esperar y a dejar que los nervios me consumieran, al menos lo haría sentada y lejos del suelo. Mystic es un lugar donde suceden cosas inesperadas, y yo tengo tan mala suerte, que si me siento en el suelo, aparece una serpiente radioactiva llena de colores y me muerde convirtiéndome en un nahual*
O quizás el suelo está cubierto de verbena mezclada con veneno para humanos, que en cuanto lo tocas, te mueres.
En realidad eso no me sorprendería, más teniendo en cuenta que John está aquí. La última vez que estuvo en este lugar, activó el dispositivo Gilbert, la verdad me sorprendió que lo haya hecho funcionar, debo darle reconocimiento a eso, pero el muy cabrón lo usó para ayudar al consejo a organizar una matanza de vampiros.
O eso fue lo que me contaron, al menos. ¿Suicidio colectivo o crimen perfecto? No lo sé.
Qué curioso, haciendo memoria de todo lo que he leído, escuchado y vivido, desde hace mucho tiempo, en Mystic han existido la cacería y persecución de vampiros con el fin de acabar con ellos para siempre, pero lo curioso está, en que, siempre algo, alguien o alguna situación se atraviesa y los vampiros siguen vagando por ahí.
Siguen por ahí complicando la vida de nosotros los humanos.
—Andando —la voz de Elijah me saca de mis meditaciones.
No estoy segura de cuánto tiempo habrá pasado, pero cada maldito segundo que me había hecho esperar, era como si me hicieran cortes en el cuerpo con un cuchillo de hierro ardiente.
—Ven, vamos —Elijah me ayudó a que mis piernas tocaran el suelo. Nos encaminamos a la casa a paso lento, la rodeamos tratando de que los tipos en el interior no me descubrieran.
Vi una venta abierta, la apunté con un dedo, Elijah asintió y me ayudo a entrar por ella. Mientras cruzaba, me permití sonreír por la ironía, había discutido con Edward por el tema de entrar a casas ajenas por las ventanas, y ahora yo estaba haciendo lo mismo.
Supongo que ahora no tendré la cara para reclamarle. Aunque, podía omitir este pequeño detalle de mi viaje.
Elijah me hizo una señal de que guardara silencio. Sacudí mi cabeza afirmativamente y él desapareció. Entonces, ¿solo me va a dejar aquí mientras él se divierte?
Quizás pueda ir a darme una vuelta por la casa. La última vez que vi a Damon, estaba bastante ebrio, lo que me lleva a suponer que le gusta el alcohol ¿le molestaría que tomé un poco de sus reservas especiales? Bueno, si está inconsciente supongo que no le importará, porque no se va a enterar.
¿A los intrusos les molesta que vaya a buscar donde están guardadas esas botellas?
—Buenos días, solecito —una voz me sobresaltó.
Miré a mí alrededor alerta por si veía a alguien, por suerte nadie estaba cerca de mí. Me moví lentamente, atravesando la cocina que era donde estaba la ventana abierta por la cual entré, mi rostro se asoma para echar una mirada, pero aun en mi nuevo lugar, no veo nada, pero si me permitía escuchar todo con claridad.
—Un día vi una película, ¿sabes? —las palabras provenían de un hombre joven, su voz aun no sonaba madura, de hecho, parecía más un adolescente, se le salían tonos más agudos en el medio de sus palabras. — Era una porno de tortura.
Hice una mueca de asco al escucharlo. ¿Qué carajos? ¿Quién en su sano juicio ve eso?
—Tenían un collar armado que ¡me encantó! —se escuchó su risa. —Así que modifiqué uno con clavos de madera y al activarlo…
Se escuchó un sonido de cadenas, seguido de eso, el grito de dolor de Damon.
Puse mis manos en mi boca para evitar hacerle segunda. No sé qué le estaban haciendo, pero estaba segura que le dolía demasiado. Sus gemidos de dolor me estaban taladrando hasta los huesos.
—Dicen que tienes la piedra de luna —otra voz, esta vez un poco más gruesa, se escuchó.
Damon trató de reír, pero aún era evidente que le dolía.
—Si vieran la ironía del momento justo ahora —suspiró. —Les voy a decir lo que va a ocurrir, me torturan, yo no hablo, alguien pierde el corazón —suelta una risa. —El último fue ese tal Jason y su novia, ¿Cómo se llamaba?
Las cadenas volvieron a sonar. Mi cuerpo se estremeció esperando el sonido de dolor, pero no pasó nada.
—Esta vez —unos pasos sonaron acompañando a la voz gruesa, —vas a ser tú.
Se escuchó el latigazo de las cadenas y el grito ahogado de Damon. Puse las manos en mis oídos, estremeciéndome y rogando en mi interior para que se detuvieran.
No puedo soportarlo más tiempo. Mi cuerpo se impulsa, proyectándome hacia el lugar donde estaban torturando al vampiro, parecía ser la sala de estar.
Cuando notaron mi presencia, todos los ojos se posaron en mí.
—Hay carajo, no lo pensé.
Me remuevo incomoda, de repente mi repentino ataque de valentía había salido huyendo. Lo bueno fue que los gritos y quejidos de Damon se habían detenido. Moví mis ojos con rapidez, buscando algo que me diera la excusa perfecta para mi repentina aparición.
—Ustedes tranquilos —dije mientras caminaba hacia mi objetivo. —Yo solo estoy de paso.
—¿Tú eres? —pregunta uno de ellos, mirándome superiormente. Sí, claro, muy poderoso debe ser este idiota como para mirarme así.
—Hola —le sonrió tratando de parecer amable, —me llamo Isabella.
Estiro mi mano esperando que la tome. Por supuesto eso no sucede.
—Qué mal educados —me quejo cruzándome de brazos. Miró hacia uno de mis lados, necesito echarle un ojo a Damon para asegurarme que está bien.
Su rostro era una mezcla de emociones, más negativas que ninguna otra. Sus cejas estaban juntas, mostrando el dolor que el collar de perro que tenía en el cuello le causaba. Sus labios estaban levantados formando una sonrisa arrogante. Y sus ojos, sus malditos ojos estaban a nada de hipnotizarme si no dejaba de mirarlos.
—¿Qué haces tú aquí? —me pregunta algún otro de los malvados.
—Esa es una muy buena pregunta —digo pensativa. —Yo también quisiera saber eso, de hecho.
Todos me miran, todavía atentos a mí, evaluando mis movimientos. Trato de no ponerles atención, por fin logro llegar a la mesa que había sido mi objetivo. Muevo mis manos con fluidez, sorprendentemente.
—Espero que no te importe —habló en dirección a Damon, después de todo, el alcohol es suyo. Él me responde levantando sus manos dándome una señal para que prosiga. —¿Alguien quiere un poco?
Todos niegan, confundidos por mi actitud.
—¡Hay que acabar ya con esto! —se queja otro de repente. Causando que tirara un poco de Whiskey sobre la mesa.
—¡Idiota! —me giró gritando. —¡Hiciste que se me cayera!
—¿Y a mí qué? —me grita de regreso. Frunzo mi ceño en su dirección. —Más vale que te quedes callada si no quieres que te ponga un collar como a él.
Hago de nuevo una mueca. —No, gracias. No tengo fetiches tan depravados como los suyos.
—¡Ya! —gritaron de nuevo. —Hay que ignorarla y seguir con lo nuestro.
—Sí, ignórenme —les digo mientras me dejo caer en uno de los sofás, asegurándome que la escena quede delante mío. —Yo me sentaré aquí, en silencio, espero.
Trato de parecer desinteresada, mirando alrededor de la casa, buscando con desesperación y pánico a Elijah. No me dejó sola aquí ¿o sí?
Al parecer mi improvisado plan rinde frutos, pues todos los matones que están rodeando a Damon parecen ignorar mi presencia con rapidez. Se siguen debatiendo entre ellos, ¿Qué cosa? No lo sé, pero entre más hablan, más me doy cuenda de lo idiotas que son.
Bueno, no sé porque me sorprende, son hombres.
—¿Y si usamos la escopeta? —alguien pregunta.
Escupo la bebida de mi boca., mi cuerpo salta de nuevo, alerta a las siguientes palabras que esos idiotas van a pronunciar. ¿Escopeta? ¿Trajeron una escopeta?
—¿Sabes que es lo bueno de ellas? —le preguntan a Damon. —Esparcen las municiones por todo el cuerpo, el daño es máximo.
Siento mi cuerpo casi a punto de desfallecer. ¿Qué mierda les pasa por la cabeza? ¿Por qué son tan sádicos? ¿Por qué Damon parece excitado con la idea?
—¿Dónde está la piedra? —le preguntan, apuntan a su pecho con el arma.
—Supéralo John Wick de segunda —responde el vampiro casi delirante, pero aun manteniendo su humor retorcido. —Jamás la van a tener.
El John Wick de segunda, digo, el sádico con escopeta, es decir, el que se hacía pasar como el fuerte líder del grupo, tenía en sus manos la escopeta apuntando hacia Damon, por supuesto que no fue feliz con la respuesta y cargo listo para disparar.
—Esperen, esperen, —llamo su atención de nuevo. —Hay algo que no entiendo.
—¿Y eso es nuestro problema porque…? —otro me respondió mirándome molesto.
—¿Lo van a matar por una luna de piedra? —dije ignorándolo.
—Piedra de luna —me aclaran.
—Si, eso.
—Una humana tan estúpida como tú no lo entendería —gruñó el jefe.
—Tienes razón, no entiendo —dije caminando hacia ellos. —No entiendo la estúpida necesidad de los hombres de llamarnos estúpidas.
—Pues porque…
—Es decir, ¿acaso no se han visto en un espejo? ¿No se dan cuenta de las estupideces que hacen? ¿Qué no escuchan la sarta de babosadas que dicen?
—Escúchame —el otro que se había mantenido en silencio, de repente saltó a la defensiva.
—No, ustedes me van a escuchar —gruñí enojada les apunté con uno de mis dedos. —Sé que él puede ser un idiota que actúa por impulso —apunté al Damon delirante que me veía con diversión desde su silla con cadenas, —sí típico comportamiento de hombre, pero ¿de verdad lo creen tan idiota como para guardar consigo mismo algo que es buscado por todo este maldito lugar?
Los intrusos se miran entre ellos.
—Ahora, si ustedes son los inteligentes, díganme una cosa —me dejé caer en el posa brazos del sofá, —ustedes lo amenazan, él no responde, ustedes lo torturan y lo matan ¿Correcto?
Todos asintieron.
—¿Y luego? ¿Se van por unas cervezas? —los miro levantando una ceja.
Ellos se miraron entre ellos.
—¡Es que no lo entiendes! —grita el John Wick de imitación. —¡El asesinó a Mason!
—¿Y eso qué? —sonreí. —Cada maldita hora, alguien nace en algún lugar del mundo y alguien se muere del otro lado. ¡Es la ley de la vida!
—¡Deja de parlotear! —me gritaron. Hice un gesto que mostrara lo ofendida que me sentía. —Debemos concentrarnos.
—Oigan, pero —titubeo uno. Todos le miramos molestos. —Nosotros nunca mencionamos que era de luna…
El líder le mira confundido.
—La piedra —explica. —Nunca dijimos que era la piedra de luna, pero ella lo sabía.
De nuevo todos me miran.
—Yo, err, es que yo —traté de pensar en una respuesta, —no es difícil adivinarlo —me encogí de hombros. —Todo Mystic está buscando lo mismo.
—Eso es cierto —dice Damon.
—Bueno, sigamos —se giran nuevamente hacia el vampiro torturado.
—Una última cosa antes de que prosigan —pongo una mano en mi barbilla, —¿Cómo es esa cosa de luna? Quizás la haya visto.
El tipo que tenía las cadenas comenzó a balbucear y a hacer gestos, cada movimiento causaba que los puños de Damon se apretaran más, pues el idiota tironeaba de la cadena para explicarse.
—Es pequeña, de color rosa y es una piedra, como así…
—Que buena descripción —Elijah aparece de repente, recostado contra el marco de las paredes que abren el espacio de donde nos encontrábamos.
Estoy a nada de correr a besarlo, lo juro. Ya no estaba segura de cuánto tiempo iba seguir soportando la situación. Los sádicos le miran, entre sorprendidos y asustados. Damon luce confundido y muy adolorido.
—Querida, te he estado buscando —baja los escalones con su clásico andar elegante, llega hasta mi lado colocando una mano en mi cintura. —Veo que hiciste nuevos amigos.
Sonrió ampliamente en respuesta.
—Ahora, ¿Por qué no les muestras el regalo que les tenemos? —me pide mientras se aleja para darme espacio.
Meto mis manos a los bolsillos de mis jeans, sacando la piedra que Elijah me había dado hace rato. Extiendo mi mano frente a ellos, mostrándola. Los sádicos se miran visiblemente confundidos, luego vuelven a mirarme a mí. Damon abre los ojos con pánico.
Sonrió mirando la piedra en mis manos. Elijah la toma, se adelanta un par de pasos y la deja sobre la mesa, después vuelve a mi lado.
—Adelante, tómenla.
Por supuesto que el avorazado del grupo no podía faltar. Uno de los sádicos intrusos se lanzó corriendo a tomar la piedra, ocasionando tres reacciones en cadena.
La primera, Elijah se movió para encontrarse con él, moviendo sus brazos para noquearlo.
Segundo, yo también corrí, pero en la dirección opuesta, me asegure de rodear todos los muebles, alejándome de la pelea y avanzando en dirección a Damon.
Tercero, el resto de los cabezas huecas se lanzaron a pelear con Elijah. Uno a uno, trataron de luchar contra el original, pero él con toda la calma del mundo, terminó con ellos.
—Es bueno, lo admito —dice la voz a mi lado. Se me escapa una sonrisa.
Elijah lucha con dos de los últimos tres que quedan vivos, sus manos hacen un movimiento y los cuerpos se desploman en el suelo, el grito de dolor de ellos los siguió, perdiéndose mientras pierden la vida.
—Para ti, querida —Elijah me extiende sus manos cubiertas de sangre, en ellas, hay dos corazones aun latiendo. —No puedo ofrecerte mi propio corazón, pero…
Miré con asco los órganos vitales que aún se mantenían latiendo, mi estómago se revolvió al verlos. Una arcada apareció en mi boca. El aroma a sangre estaba comenzando a llenar el ambiente y eso no era bueno.
—Muy amable de tu parte —le digo sin moverme.
—Tómalos —me dice con una sonrisa maliciosa. El cabrón sabe cuánto pánico le tengo a la sangre.
—¡No! —chillo mientras giro mi rostro. —No gracias, paso.
—¿Qué dices nenito? —Elijah desvía su atención al joven que se encargaba de las cadenas. —¿Tú sí los quieres?
El muchacho sacude frenéticamente la cabeza.
—¿No? —pregunta de nuevo, luego hace un puchero. —No los quiere.
Damon y yo nos encogemos de hombros sin saber que responderle. Frente a mis ojos, pasan volando los corazones, alejándose de nosotros.
Bueno, Isabella, ahora solo asegúrate de no resbalarte con la sangre del suelo.
—Ven —Elijah toma el joven tembloroso por el cuello. Dos segundos después se escuchó un crujido y el muchacho calló muerto.
—Eso, fue… —traté de encontrar palabras para describirlo, pero, honestamente no pude. El silencio nos rodea, un poco incómodo el ambiente.
—No es queja —habla Damon mientras me mira, —pero ¿Qué haces aquí?
—Elijah —me encogí de hombros.
—Sabía que ustedes serían tan idiotas como para no saber hacer su trabajo, así que aseguré mis flancos, —explicó con voz tranquila.
Observo su intercambio de palabras en silencio, Después, Elijah se acercaba a Damon examinándolo con detenimiento por algunos segundos, luego, estiró su mano hacia él.
—Interesante —dijo mientras tocaba el collar en del cuello, analizando las heridas que este causaba y cómo funcionaba, después se inclinó, permitiéndole a su mano bajar por el pecho de Damon con lentitud.
Un momento. Acaso ¿lo está acariciando?
Joder, si puedo leer fanfics del omegaverse, pero ¿verlo en vivo con mis propios ojos? Mierda estoy a nada de soltar un gemido.
¿Por qué Elijah si puede hacer eso y yo no? Me quejó internamente.
Porque Elijah no tiene un novio vampiro que cree que estas visitando a tu madre. Me respondo.
—No te muevas —la voz grave y autoritaria de Elijah pronunció esas palabras.
Se acomodó de pie frente a él, colocó una pierna a cada lado de la suyas quedando sobé Damon. La mano del original que se mantenía sobre el pecho del vampiro, se apretó alrededor del montón de cadenas que rodeaban el cuerpo de Damon. Con un mínimo esfuerzo, tiró de todas ellas, rompiéndolas.
Damon sonrió pícaramente sin despegar la mirada de él. Mi boca cayó, abriéndose hasta no poder. No, me, jodas.
Mi cerebro me mostró miles de imágenes de mí en el lugar de ambos, ahora no me sentía tan segura de en cuál de los dos lugares me gustaría estar más.
—Esta es la tercera vez que salvo tu vida —Elijah le habla con voz dura, como si le diera una advertencia. Después camina hacia conmigo moviéndose con casualidad, —Isabella, querida, ¿Por qué no le ayudas a Damon en lo que yo despierto a Alaric?
—Aja, sí, yo ayudo. —acepté tratando de salir de mi estupor.
Sacudí mi cabeza y caminé hacia Damon, analicé un poco su posición, Elijah ya había trozado las cadenas que lo mantenían atrapado por el pecho, pero, sus piernas y manos seguían prisioneros, además, aún tenía el collar de perros, o de vampiros, más bien.
Me coloqué delante de él, sus ojos azules me miraban, claramente evaluando mis movimientos. Tomé entre mis manos la cadena que hasta hace unos momentos, uno de los muchachos jalaba.
—No, ni se te ocurra —empezó a gruñir, sus mano se apretaron en puños, anticipando el dolor que sentiría. —No, no, no. ¡Ay carajo!
Tiré muy levemente de las cadenas, pero fue lo suficiente para causarle dolor.
—Quítame esto, maldita sea. —escupió con dolor.
—¿Ahora la princesa debe salvar al príncipe del dragón? —lo miro con una ceja levantada.
—No soy un príncipe —me dice haciendo una mueca.
—Qué bueno que no soy una princesa —me encojo de hombros mientras una sonrisa aparece en mis labios.
Su mano hace una señal, apuntándose a sí mismo.
—Ya voy ya voy —me incliné para tratar de sacar de su cuello las estacas y la cadena, pero mis manos eran muy cortas. No alcanzaba a rodarlo. —Espera, déjame intentar algo.
Levantó las cejas, como dándome permiso a continuar, tomé una respiración antes, debía mantenerme controlada, no podía mostrarle mi debilidad por tenerlo cerca. Mi rodilla derecha se levantó, colocándose sobre su pierna izquierda, luego, mi pierna izquierda, se colocó sobre su muslo derecho. Ahora sí, de horcajadas sobre él, si podía alcanzar el broche del collar.
—Si querías estar sobre mí, lo hubieras dicho desde la primera vez —murmuró, sus labios me mostraron una sonrisa burlona, pero a la vez seria.
Me incliné hacia él, tratando de ocultar mi rubor y mi sonrisa. Su aroma me golpeo, aturdiéndome por unos segundos. De repente él se movió, tensándose debajo de mí.
Era muy consciente de la blusa que usaba el día de hoy, tenía un escoté en forma de “v” que mostraba más de lo que mostraría en Forks, pero por algún extraño motivo, no me cohibía que la mirada del vampiro estuviera muy fija en eso.
Decidí aprovechar que estaba distraído, con mis manos roce la línea donde comenzaba su cabello en su nuca, sentí el suspiro que soltó, pero eso solo me animó a continuar. Acaricie un par de veces más su piel, con el pretexto de sacar el seguro que mantenía su cuello aprisionado. Finalmente me rendí, abrí con facilidad el collar, me aseguré de sacar todas las estacas del cuello y me enderecé.
Damon tenía los ojos cerrados, supongo que tratando de mantenerse calmado por el dolor que le producía que siguiera moviendo las cadenas. Cuando se sintió liberado, finalmente abrió los ojos, mirándome de nuevo.
Como usualmente pasaba cada que nos veíamos, nuestros ojos se entrelazaron, atrapándonos en una especie de burbuja, donde el resto del mundo no importaba.
Sonreí cuando noté que las heridas de su cuello comenzaron a sanar. Estiré mi mano mostrándole el collar y las cadenas que le había quitado, él me devolvió una sonrisa pícara.
—Dilo —me ordena. —Dímelo y te enseño todo lo que podríamos hacer con esas cadenas —su voz es ronca, su rostro era parecido al de un niño cuando se le acaba de ocurrir una travesura.
No le respondí, lancé el collar lejos y me dispuse a quitar el resto de las cadenas de su torso. Mi cerebro me mostró de nuevo las imágenes de hace rato, cuando vi a Elijah liberándolo.
Lo miré, puse mi mejor cara tratando de lucir sexy. —Ahora que lo mencionas…
Damon me mira. De la nada, levanta sus manos con fuerza, de un solo movimiento de libera de las cadenas que mantenían sus muñecas aprisionadas contra los posa brazos. Sus manos se colocan a ambos lados de mi cadera, manteniéndome más apretada contra su cuerpo.
Alguien carraspea cerca de nosotros, pero ninguno le presta atención. De nuevo se escucha el carraspeo.
Ay pero que molesto.
—¿Interrumpimos algo? —alguien habla por fin.
—Sí —bufamos ambos.
*Nahual: En las creencias mesoamericanas, un nahual es una especie de brujo o ser sobrenatural que tiene la capacidad de tomar forma animal. El término refiere tanto a la persona que tiene esa capacidad como al animal mismo que hace las veces de su alter ego o animal tutelar.
Chapter 16: Bambina
Chapter Text
(Damon POV)
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—Ahí estas —dije abriendo la puerta.
No estaba de humor para visitas, mucho menos para ver el horrible y despreciable rostro de Jhon Gilbert que acaba de aparecer frente a mí en mi propia casa. Y pensar que yo tenía la creencia que este fin de semana seria tranquilo y que lo disfrutaría al máximo.
—Desde hace días te he buscado para tener una conversación —dice mientras me ofrece una mirada seca. —Desapareciste como si estuvieras huyendo.
Se escapa una mueca por la mención de mi desaparición. Creí que nadie se había dado cuenta, pero al parecer sí. Pueblo chico, infierno grande. Me voy cuatro malditos días y todo aquí en Mystic se pone de cabeza. ¿De verdad me necesitan para que controle todas las idioteces que hacen? ¿O es porque necesitan a un idiota para que controle a los demás? ¿De verdad no pueden dejarme tranquilo por un jodido día?
Bola de idiotas.
Como el que tengo justo en este momento al frente, recostado en el marco de la puerta mirándome con impaciencia como si yo no fuera un vampiro que puede sacarle el corazón en dos segundos. Ambos estamos jugando una especie de competencia de miradas asesinas, los ojos no mienten, pero según él, está siendo amigable conmigo.
Sé que algo quiere, por eso está aquí, Jhon no es de los que hacen solo una visita de cortesía. Bueno, sí, sé que quiere asesinarme, pero hay algo más oculto.
—Puedes pasar —digo con falsa dulzura en mi voz. Me hago a un lado mientras lo veo pasar tranquilo a mi lado.
Ten paciencia Salvatore.
—He pensado… —ruedo los ojos. ¿Qué planea? ¿Darme una charla motivacional y ablandarme el inexistente corazón? Vaya frase que fue a elegir. —Haciendo los sentimientos a un lado, claro —ruedo los ojos de nuevo ¿él tiene sentimientos? —Sé que tú y Stefan harán todo lo posible por proteger a Elena.
Lo miro. ¿Enserio? No me digas, imbécil.
—Estoy de acuerdo con tu apreciación —sonrío.
—Pero, estamos todos de acuerdo en que necesitan un poco de ayuda.
¿Un poco? Necesitamos demasiada ayuda, pero, no de imbéciles como tú.
—Ya que ese es el caso —su rostro está cubierto con insuficiencia, —me aparezco con obsequios.
Frunzo mis cejas ¿de qué carajos habla?
Abre su chaqueta, sacando del interior algo que está envuelto en una tela más vieja que yo.
—Ten cuidado —le digo. —No se vaya a deshacer de lo nuevo que está.
Me da una mirada molesta, pero no puedo quitar la burla en mí rostro. Ignorándome se acerca a la mesa que hay al lado de nosotros, sus manos se mueven con extremo cuidado, desenvolviendo lo que sea que se esconde entre la tela de los calzones de su abuelo. Espero que si se rompe no empiece a llorar.
—¿Qué es eso? —pregunto. Miro el frasco y la daga. Mierda, me va a tratar de asesinar de nuevo, más le vale que no sea lo que me estoy imaginando. Le doy una mirada amenazadora para que no me mienta a la hora de responder.
—Esto, Damon, es con lo que se mata a un original.
Bueno, hasta que ya estamos hablando el mismo idioma, ya es un progreso enorme.
—Aquí —levanta un frasco con un polvo blanco.
—No sabía que te gustaran las drogas, Jhon.
Sí, está a nada de enterrarme la daga a mí, puedo verlo.
—Es ceniza de un roble blanco que existe desde el génesis de los originales —explica. La daga, debe tocar la ceniza y se la metes al corazón.
Le arrebato la daga antes de que se le ocurra enterrarla en mi corazón. La idea es buena, lo acepto, y es muy probable que se pueda realizar si me esfuerzo en encontrar la ocasión perfecta para hacerlo.
Espera, espera, Salvatore, no tan rápido.
¿Puedo confiar en lo que me está diciendo este asno?
Mi mente sonríe por la palabra asno, nadie me había dicho así, no hasta que ella me dijo justo después de lanzarme un objeto a la cara.
Carajo, concéntrate, Salvatore.
—¿Tu como sabes de esto, Jhon? —levanto una ceja en su dirección.
—Oh —suelta un dramático suspiro. — ¿Se te olvida quien fue mi esposa? Isobel es muy buena investigando, pero eso ya lo sabes.
—¿Dónde está Isobel? —le pregunto, esa es una duda que aun nadie puede responder.
En los días que estuve perdido, me entere que este imbécil había soltado de más la sopa con Jenna, y ahora ella y Rick estaban peleados porque nadie le quería decir que había pasado en verdad. Yo pude decírselo, pero Elena me lo impidió.
—Digamos que —desvía su mirada, algo sabe y no me dice. — Si Isobel cumple su cometido, Klaus nunca pondrá un pie sobre Mystic Falls.
Suena interesante sus promesas, pero aun siento que se me escapa algo. No confío en Jhon.
—Respecto de Elena, estamos del mismo lado, Damon.
Esas son todas las palabras que me dirige antes de girarse y salir de la casa dejándome con una posible solución y miles de preguntas en mi cabeza. Miro aun con desconfianza las cosas que siguen en la mesa, no quiero usarlas, pero lo peor del caso es que, no tenemos muchas opciones.
Mi curiosidad me gana, por supuesto. Tomo entre mis dedos el frasco de ceniza blanca, lo examino con detenimiento, en realidad parece algo muy normal. Lo abro, vaciando un poco de contenido en la mesa, mis dedos pueden tocarla sin ningún problema. ¿De verdad puede hacerle daño a un original?
Mi celular suena con un mensaje de Rick. Mierda, había olvidado la reunión o más bien la fiesta, que Carol había organizado en honor de Elijah. Sí, ese maldito tenía a todas las mujeres de Mystic muy cautivadas y engañadas con su falsa apariencia de hombre encantador que anda cazando la historia del pueblo.
Quizás podemos probar hoy si funcionan los juguetitos de Jhon.
Subo a mi habitación para una ducha rápida, nadie me quita mi puesto de rompecorazones de Mystic Falls. 20 minutos después me encuentro rumbo a la mansión Lookwood, estaciono mi auto afuera, mirando el resto de los autos pertenecientes a todos aquellos chismosos que no valoran su vida.
—Damon —Jenna me saluda sorprendida y burlona cuando me ve entrar. —No puedo creer que vinieras.
—Yo tampoco —le respondo.
—Por cierto, ella es mi amiga —apunta a una rubia a su lado. La otra mujer se acerca a mí sonriendo coquetamente. —Damon Salvatore, ella es...
—Te conozco —interrumpo, le ofrezco a la rubia una sonrisa, —das las noticias.
Ella suelta una risa —Sí, soy Andie Star, es un placer.
Le ofrezco un silencio incomodo en respuesta. Usualmente le diría un par de palabras y la tendría ya a mis pies, pero hoy no estoy de humor para lidiar con esos asuntos. Mi prioridad es asesinar a un original.
Además que hay alguien rondando molestamente mi mente.
—Damon, ¡Vaya sorpresa!
—Hola, Carol —le sonrío caminando en su dirección, para mi buena suerte, lejos de las amigas.
—Elijah, déjame presentarte a Damon Salvatore —la voz de la mujer es animada. —Su familia fue de las fundadoras de Mystic Falls.
—Es un placer conocerte —extiendo mi mano hacia el original. Debemos ser civilizados y comportarnos como dos hombres comunes, por lo menos mientras encuentro el tiempo perfecto para asesinarlo.
—El placer es todo mío —responde a mi mentira. Su rostro es amable, pero sus ojos no.
—Si me disculpan —Carol nos toca el hombro levemente a ambos, —debo ir a saludar al resto de los invitados.
Nosotros asentimos mientras la vemos atravesar la casa. Le hago una seña a Elijah para que me siga, me mira calculadoramente, pero aun así, se escabulle de la dichosa reunión.
—¿Qué hace Damon con Elijah? —la furiosa voz de John llega a mis oídos.
—¿Yo porque sabría? —se queja Rick.
—Porque lo ayudas siempre —responde Gilbert. Es todo lo que escucho.
—¿Qué puedo hacer por ti, Damon? —Elijah me regresa al presente.
—Esperaba que pudiéramos tener una conversación —me encojo de hombros.
—¿Dónde está Elena? —pregunta mirando alrededor.
—Con Stefan, a salvo —le digo. —Se fueron a la casa del lago que tenían los padres de Elena.
—¿Escapada romántica? —me mira con una ceja arriba.
—Casi —me encojo de hombros. —En realidad quiere escapar de Jhon.
Asiente —¿Quién no?
Sonrió satisfecho, al parecer no somos los únicos que pensamos de cierta manera sobre ese tipo.
—Entonces, ¿Qué hago aquí?
—En realidad eso es lo que quiero saber —hablo mientras me colocó frente a él.
Me da una mirada.
—Concéntrate en mantener a Elena a Salvo y deja que yo me encargue del resto.
Su maldita sonrisa burlona y presumida me molesta. Me adelanto para evitar que salga por la puerta.
—Eso no me basta —digo entrecerrando los ojos.
Me analiza. Su mano toma mi cabeza y me estrella en el muro del otro lado.
Bueno, honestamente, no pensé que esto fuera a pasar.
Mi mano trata de alcanzar también su cuello y apretarlo. Sin quitarme la mirada de encima, toma mi mano y la gira haciendo que mis huesos truenen. Suelto un gemido de dolor.
—Los vampiros jóvenes son tan arrogantes —gruñe mientras estrella de nuevo mi cabeza. —¿Cómo te atreves a venir a desafiarme?
—No puedes matarme —trato de decirle. —Es parte del trato con Elena.
—Soy un original, muéstrame algo de respeto —encaja un lápiz en mi cuello, soltándome en el proceso. La sangre brota de mi piel y el dolor es muy agudo. Saca un pañuelo totalmente blanco, lo extiende en mi dirección. —Cuando dejes de serme útil, Damon, te asesino.
Le arrebato el pañuelo y lo pongo contra mi herida.
—Nos vemos más tarde —me sonríe, se da la vuelta y sale por la puerta del estudio donde estábamos hablando. ¿Más tarde? ¿A qué carajos se refiere?
Bueno, ya tendré tiempo de lidiar con eso. Me quedo alejado de la dichosa fiesta por un rato más, hasta que me aseguré que mi herida ya no sangraba, no quería preguntas y mucho menos tenía ganas de hipnotizar a todos los presentes. Cuando por fin salgo, la fiesta parece haber seguido su curso normal. Un par de horas después, voy de regreso a mi casa, con Rick a mi lado, al parecer cuando todos vieron que Elijah había salido indignado de la mansión Lookwood, Jenna, la reportera y el idiota Gilbert salieron corriendo detrás de él.
¿Qué son? ¿Un club de fans?
—Entonces —llama mi atención Rick— ¿John solo te los regaló? ¿O hay algo que quiere a cambio?
—Parece que se quiere redimir con Elena —respondo distraído.
—No puedo creerlo —se queja Rick cuando entramos a la casa.
—Yo tampoco.
—¿Qué saca él de beneficio con la muerte de Elijah? —Rick murmura.
—Supongo que cuando suceda, lo averiguaremos.
—Esa reunión fue un asco —suspira mientras se deja caer en un sofá.
—Hmm —sirvo un par de vasos con Bourbon. Me estiro para darle uno.
—¿Cómo está la garganta? —pregunta.
—Adolorida —respondo. Mi cuerpo se deja caer en otro sofá, colocó uno de mis brazos detrás de mi cabeza, y sobo mi nuca tratando de quitar la tensión.
—Sí, Elijah da mucho miedo —acepta. —Pero, vaya peinado.
Puaj, ahora resulta que también Rick cayó bajo sus encantos. Bebo el contenido de mi vaso de un solo golpe.
—¿Otro? —se levanta y me quita el vaso de entre mis manos.
—Va a ser difícil matarlo.
—Sí —suelta la respiración. —Damon, piénsalo mucho antes de confiar en que la daga y la ceniza harán algo. Necesitas información.
—¿Cómo carajos la voy a conseguir? —le pregunto.
—Que tal… ¿La reportera? —me extiende de nuevo mi vaso.
—¿Esperas que me prostituya para obtener información? —pregunto ofendido. —¿Me crees de ese tipo?
Alaric me mira haciendo una mueca y rodando los ojos.
—La reportera no me sirve, a ella solo le dan la información que quieren que salga a la luz. Necesito a alguien que sepa de este mundo, que conozca a los originales y que no le de miedo morir.
—No mates a nadie, por favor —me pide. Ahora fue mi turno de rodar los ojos.
—Debo irme, quede de ayuda a Jenna a unas cosas —da una palmada en mi hombro. —No te molestes, conozco la salida.
—Suerte —le gritó mientras lo escucho correr a la salida.
—Gracias —responde. Mis sentidos lo escuchan abrir la puerta de la casa, es cuando puedo cerrar los ojos y tratar de relajarme, después de todo, tenía la casa para mí solo.
Se escucha un golpe, un forcejeo y otro golpe. Mi cuerpo actúa por sí solo, me levanto del sofá caminando a la entrada de la casa. ¿Ahora resulta que quieren hacer un robo a la casa? ¿Qué mierda le pasa a este pueblo?
Al asomarme, me encuentro con un tipo, está arrastrando el cuerpo inconsciente de Rick.
¿Qué carajos?
Mis ojos detectan un movimiento de mi lado derecho, otro hombre se me lanza encima. Le doy un par de golpes, me los regresa, por supuesto. Sigo forcejeando con él, pero desde arriba de la casa aparece otro más y se cuelga de mi espalda, entre los dos tratan de inmovilizarme. Mi cuerpo les ofrecen batalla, aunque me duele escuchar los adornos de la casa romperse, Stefan se va a molestar cuando vuelva.
Algo se inserta en mi garganta. ¿Tienen un fetiche con mi garganta o qué?
Un líquido se introduce en mi cuerpo, los ojos me pesan de repente, mi fuerza se desaparece, mi velocidad ya no está. Los escucho reírse mientras la oscuridad me absorbe.
Mis ojos batallan cuando quieren abrirse de nuevo, aún hay algo de luz a mi alrededor, bueno, teniendo en cuenta las cortinas a medio cerrar que hay por toda la casa, pero esa luz no me permite saber si he pasado horas o días inconsciente.
Mis ojos enfocan el cuerpo de Alaric, tirado en el suelo frente a mí. Sus ojos y su boca están abiertos, su pecho no sube y baja como cuando normalmente está respirando. Miro a su mano, el anillo sigue ahí.
Bien, no va a morir, bueno ya está muerto, de hecho. Pero va a revivir.
—Buenos días, solecito —la voz de un chiquillo llega a mis oídos. Miro hacia dónde provino el sonido.
El tipo parece un niño de 15 años. Maldita sea, no tengo nada de ánimos para lidiar con esto.
—Un día vi una película ¿Sabes? —habla con una voz muy alegremente fastidiosa. —Era una porno de tortura.
Hago una mueca ¿en eso se entretienen los jóvenes de ahora? No soy partidario de torturar a alguien en el sexo, pero no me negaba a unas esposas, un látigo y una soga o unas cadenas.
Miro a mí alrededor tratando de ponerme en contexto. Estoy en una silla, hay cadenas atando mis tobillos, mis brazos están en los descansos, pero atadas de las muñecas y de los brazos. Mi torso está sujeto con varias cadenas, mi cuello tiene un peso extra que no logro identificar, pero, sé que de ahí salen las cadenas que hay en las manos del mocoso.
—Tenían un collar armado que ¡me encantó! Así que modifiqué uno, con los clavos de madera y que al activarlo…
Veo cuando tira de las cadenas en sus manos, ciento que un millón de estacas cubiertas de verbena se instalan en la piel de mi cuello, quemándome el interior. Suelto un jadeo por el dolor, mis puños se aprietan en un miserable intento de hacerlo más soportable.
—Dicen que tienes la piedra de luna —otro hombre se une a la celebración. El mocoso deja de tirar de las cadenas y me permite respirar.
No puedo evitar la risa que sale de mí. En mi cabeza aparecen imágenes de Mason unos cuantos días atrás, cuando yo lo torture casi de la misma manera.
—Si vieran la ironía del momento justo ahora.
Me miran confundidos.
—Les voy a decir que va a ocurrir, me torturan —miró a los demás tipos que se acercan a nosotros, —yo no hablo, alguien pierde el corazón… El último fue ese tal Jason y su novia ¿Cómo se llamaba?
El tipo levanta las cadenas de nuevo, mis puños se aprietan de nuevo, preparándose para el dolor de mi cuello.
—Esta vez, vas a ser tú.
Las estacas del collar se incrustan en mi cuello de nuevo. Mis ojos se cierran mientras mi garganta se desgarra por la verbena y por el grito que trata de salir. Ellos se divierten mientras me torturan, no es la peor tortura a la que me han sometido, pero si duele como el demonio, y gracias a que Elijah me debilitó hace unas horas y no me he alimentado, me cuesta mucho trabajo luchar para liberarme y patearles el trasero.
Si no, juro que ya se hubieran quedado sin cuello. Lo juro
Que extraño, en el medio de mis divagaciones no me di cuenta que todo estaba en silencio. Sé que aún no se van, puedo sentir sus esencias en el aire, aunque, hay un extraño aroma a flores que no estaba. ¿Aún no me muero y ya están haciendo mi funeral?
—Ay, carajo, no lo pensé —la voz de una mujer llega mis oídos. Su voz demuestra lo histérica que esta, pero aun así, es un sonido tan armonioso que pareciera una melodía cantada por un ángel del cielo.
¿Por qué parece que estoy teniendo un déjà vu? Oh, quizás es porque eso es lo que está pasando, Salvatore. ¿Ya olvidamos el incidente de la borrachera que nos pusimos?
Sí, gracias a mi conciencia por recordarme que duré cuatro días ebrio y que cuando desperté estaba en ese maldito pueblo olvidado de la gracia divina. Nunca se me olvidará que mi retorcido destino se empeña en, cada que tiene la maldita oportunidad, ponerme frente a ella.
—Ustedes tranquilos —suena risueña la mujer. —Yo solo estoy de paso.
¿Entonces el ángel no vino para llevarme al paraíso? Ja, como si eso pasara.
No creo que unas estacas en el cuello me maten, además, si muero, no creo para nada en ir al cielo, si es que existe, claro. Pero dijiste paraíso, Salvatore. Me gruño internamente.
Cierto, pero creo, no, apuesto mi vida a que solo hay una persona en este planeta que me da la ilusión de estar en mi propio paraíso y mi propio infierno a la vez. Y esa persona, está a casi 5 mil kilómetros lejos de aquí y me juré a mí mismo no volver a verla.
Amenacé al maldito destino, a Dios, al Buda, al universo, a todo aquel que se me ocurrió, amenacé a todos, rogué, supliqué e imploré que no la pusieran frente a mi otra vez. No necesito en mi vida el cliché de una damisela en apuros que necesitaba un héroe para ser salvada. Ya tengo a Elena en el papel de damisela en apuros, y yo no soy ningún héroe que va por la vida salvado a todo aquel que lo necesita.
—¿Tú eres? —alguno pregunta, yo también quiero saber la respuesta, pero a la vez me rehúso a abrir los ojos. Una parte de mi sabe que es imposible, es muy poco probable que sea quien creo que es, ¿verdad?
—Hola, me llamo Isabella.
Mis ojos se abren de golpe. Esa maldita chiquilla a la que decidido llamar mi némesis, esa bambina que en solo un par de semanas, ha hecho que mi vida se ponga de cabeza, está ahí, de pie frente a esta bola de imbéciles, sonriendo de una manera tan humana, fresca y sensual.
¿Qué carajos hace aquí? ¿Por qué está aquí? ¿Cómo demonios llegó aquí? ¿Acaso quiere morir?
—Que mal educados —murmuró cuando notó que nadie tomaba la mano que tenía extendida. Sus ojos chocolates se posaron sobre mí. Maldición sus ojos son hermosos.
—¿Qué haces tú aquí? —uno de los imbéciles le pregunta. Le tendré clemencia cuando me encargue de ellos, solo por haber hecho esa pregunta en voz alta.
—Yo también quisiera saber eso —suspira ella, nos mira dudosa de que hacer, por fin parece decidirse y se pasea delante de nosotros. Nos tiene a todos como idiotas siguiéndola con la mirada. —Espero que no te importe.
Sus nuevas palabras son dirigidas a mí, al inicio me sorprendo, pero me limito a observarla los ojos entrecerrados tratando de averiguar qué es lo que trama. Se coloca cerca de la mesa donde tengo las botellas de Whiskey. Aun inmovilizado, levanto la mano indicándole que proceda. ¿Quién soy yo para negarle un trago antes de morir?
—¿Alguien quiere un poco? —nos pregunta. Todos negamos, ella se encoge de hombros. La veo servirse un vaso demasiado lleno.
—¡Hay que acabar ya con esto! —grita el que está a mi lado.
—¡Idiota! —chilla ella. —¡Hiciste que se me cayera!
—¿Y a mí qué? —le gritan. Oh no, no debieron hacer eso, ¿Quién se cree el tipo? Siento la cólera subir por mis venas —Más vale que te quedes callada si no quieres que te ponga un collar como a él.
Tironean de nuevo de las cadenas. Ahora me siento en doble de furioso. ¿Este idiota que se cree? No necesito ser lector de mentes para saber lo que pensaron todos. ¿Qué no saben respetar a una señorita?
Sí, yo también tengo un par de ideas que me gustaría hacer hechos, pero no por eso significa que lo voy a decir en voz alta, al menos no sí ella no quiere.
—No gracias —su voz sale con asco. —No tengo fetiches tan depravados como los suyos.
Una sonrisa florece en mis labios al escucharla.
—¡Ya! —grita otro. —Hay que ignorarla y seguir con lo nuestro.
—Sí, ignórenme —dice ella. Toma su vaso y se sienta en el sofá que esta frente a mí. —Yo me sentaré aquí, en silencio, espero.
Los imbéciles se acomodan de nuevo, rodeándome por el frente. ¿Y qué van a hacer? ¿Bailarme?
—¿Y si… usamos la escopeta?
Maldita sea, ¿Trajeron una escopeta?
—¿Sabes que es lo bueno de ellas? —me preguntan. Levanto mis cejas en respuesta, hay muchas cosas buenas, pero no sé a cuál se refieran con exactitud. —Esparcen las municiones por todo el cuerpo, el daño es máximo.
Les ofrezco una sonrisa. ¡Vamos, mátenme!
—¿Dónde está la piedra? —me apuntan con el arma.
—Supéralo Jhon Wick de segunda —le digo. —Jamás la van a tener.
El imbécil del arma, no luce feliz. Bien, somos dos.
—Esperen, esperen —su voz de nuevo llega a mis oídos. —Hay algo que no entiendo…
—Y eso es nuestro problema ¿Por qué…?
—¿Lo van a matar por una luna de piedra? —pregunta inocente. Sonrió ladinamente.
—Piedra de luna —la corrigen.
—Sí, eso —se encoge de hombros.
—Una humana tan estúpida como tú no lo entendería —de nuevo el imbécil gruñe en su dirección. ¿Cuál es su maldito problema? ¿Por qué la insulta? Creo que quiere que pateé su trasero.
—Tienes razón, no entiendo —responde ella. ¿Qué demonios? Se levanta y camina unos pasos hacia nosotros. —No entiendo la estúpida necesidad de los hombres de llamarnos estúpidas.
Oh, oh, la sexy humana está de malas. Me gusta.
—Pues porque… —balbucean.
—Es decir, ¿acaso no se han visto en un espejo? ¿No se dan cuenta de las estupideces que hacen? ¿Qué no escuchan la sarta de babosadas que dicen?
Con lo que me queda de fuerza de voluntad, ahogo mi carcajada. Todos se quedaron de piedras. Al parecer no están acostumbrados a ser reprendidos. ¿Su mami nunca los regañó?
—Escúchame —uno de ellos habla con voz filosa.
—No —gruñe ella. —Ustedes me van a escuchar —pone sus manos en la cadera. —Sé que él puede ser un idiota que actúa por impulso.
Su dedo se posa en mi dirección. La miro ofendido. Sí es cierto lo que dice, pero, ¿quién carajos se cree como para decirme mis verdades? Siendo honesto, admiro el hecho que se esté enfrentando a un grupo de licántropos, pero no es justo que me exponga.
—Sí, es el típico comportamiento de hombre —rueda los ojos, —pero, ¿de verdad lo creen tan idiota como para guardar consigo mismo algo que es buscado por todo este maldito lugar?
Pues, sí. Sí puedo ser así de idiota.
Los imbéciles se miran entre ellos. Es maravilloso Lo bueno de ella es que ya sembró un poco de la duda en ellos.
—Ahora, si ustedes son los inteligentes, díganme una cosa —se recarga en el posa brazos del sofá, como dije, malditamente sexy, —ustedes lo amenazan, él no responde, ustedes lo torturan y lo matan ¿Correcto?
Todos asintieron. ¿De verdad ese era su plan?
—¿Y luego? —pregunta con una ceja arriba. —¿Se van por unas cerveza?
—¡Es que no lo entiendes! —grita el de la escopeta. —¡El asesinó a Mason!
¡A sí! ¡Así se llamaba el lindo perrito!
—¿Y eso qué? —ella sonríe alivianada. —Cada maldita hora, alguien nace en algún lugar del mundo y alguien se muere del otro lado. ¡Es la ley de la vida!
No veo como discutir contra eso.
—¡Deja de parlotear! —gritan de nuevo. Mierda, son licántropos no viejas histéricas. —Debemos concentrarnos.
—Oigan, pero —titubeo uno. —Nosotros nunca mencionamos que era de luna…
Lo miramos. ¿De cuál se fumó?
—La piedra —explica. —Nunca dijimos que era la piedra de luna, pero ella lo sabía.
La miramos a ella. Si hago memoria, ella apareció después de que me lo preguntaran por primera vez, después de eso, solo se mantuvieron preguntando por la piedra, así que, tenemos dos opciones. Uno, es que, ella ya estaba dentro de la casa cuando ellos llegaron, o al menos cuando yo desperté. Dos, ella sabe que es esa cosa y lo más seguro es que la tenga.
¿La curiosidad mató al gato? Si. Pero, de todas maneras voy a morir si estos idiotas siguen, entonces, qué más da que yo también tenga curiosidad por saber cómo es que Isabella sabe de la piedra de luna.
—Yo, err, es que yo —tartamudea, —no es difícil adivinarlo, todo Mystic está buscando lo mismo.
—Eso es cierto —soy honesto.
—Bueno, sigamos —regresan su atención a mí. Giro los ojos con molestia, este jueguito ya me está cansando.
—Una última cosa antes de que prosigan —Isabella de nuevo habla, —¿Cómo es esa cosa de luna? Quizás la haya visto.
Entonces ella la tiene. Bien hecho Salvatore, ya podemos volvernos detectives. El tipo de las cadenas comenzó a balbucear y a hacer gestos, cada maldito movimiento hacia que la cosa alrededor de mi cuello se jalara hacia los lados, por ende, se enterraba un poco en mi piel.
—Es pequeña, de color rosa y es una piedra, como así…
Vaya, sí que se esmeró en los detalles.
—Que buena descripción —la Elijah suena cerca. ¿Vino a burlarse de mí? ¿A esto se refería con más tarde?
—Querida, te he estado buscando —baja los escalones en nuestra dirección. Llaga hasta donde esta Isabella y la toma de la cintura. —Veo que hiciste nuevos amigos.
¿Querida? ¿La ha buscado? ¿Amigos? ¿Qué mierda?
—Ahora, ¿Por qué no les muestras el regalo que les tenemos? —le pide, sus ojos no se apartan de nuestros acompañantes.
Isabella saca de sus bolsillos algo, su mano se extiende. Todos soltamos un gemido ahogado. Está ahí, luciendo endemoniadamente sexy al lado del original, su rostro de inocencia y sus labios bailando en una sonrisa de maldad, su mano extendida en nuestra dirección, en la palma, la piedra de luna.
Entonces mis suposiciones son ciertas, ella sabe cosas de más. Elijah la toma, la coloca sobre la mesa y se aleja.
—Adelante, tómenla —ofrece con tranquilidad.
No, no, no, estamos jodidos.
El primer imbécil se adelanta para tomarla. Elijah hace lo mismo, rompiéndole un par de huesos en el proceso, evitando que tome la piedra. El resto trata de imitarlo, pero, él es un original, no van a poder con él. Yo soy más fuerte que ellos, y ya hice la idiotez de tratar de desafiarlo.
Isabella se había alejado de los golpes. Chica lista. Y se había refugiado cerca de mí, al menos sabía que mientras el original los mantuviera ocupados, ellos no le harían daño. Ya que no podía mover mi cabeza, giré mis ojos hasta el tope para verla, tenía una ligera sonrisa, sus ojos miraban embelesados como se desarrollaba la pelea frente a ella.
Quizás no es tan malo que esté aquí.
—Es bueno, lo admito —digo mirándola. Una risa escapa de sus labios. Sí, ella cree que me refiero a las habilidades de Elijah.
Hablando de él, aparece muy galante frente a Isabella, sus manos tienen un corazón latiente cada uno.
—Para ti, querida. No puedo ofrecerte mi propio corazón, pero…
—Muy amable de tu parte —murmura ahogadamente.
Ay sí, ahora me van a decir que Elijah es un romántico insuperable. No me jodas.
—Tómalos —le insiste. Ella sacude furiosamente su cabeza. ¿De verdad le da miedo un órgano? ¿No tiene Biología en la escuela?
—No, no gracias, paso.
¿Por qué parece estar a punto de vomitar?
—¿Qué dices nenito? —Elijah mira al joven que se mantuvo perplejo a nuestro lado. —¿Tú sí los quieres?
El imbécil hace el mismo gesto que Isabella, sacude su cabeza en negación, pero a diferencia de la humana, él parece que está a nada de mojar sus pantalones.
—¿No? No los quiere —Elijah se queja. Me encojo de hombros. ¿Qué quiere que yo haga? —Ven.
Toma al muchacho y en menos de dos segundos, lo asesina. Suelto la respiración con alivio, por fin se acabó este circo.
—No es queja —llamo su atención. —Pero ¿Qué haces aquí?
Ella se encoge de hombros. —Elijah.
¿Solo eso dirá?
—Sabía que ustedes serían tan idiotas como para no saber hacer su trabajo, así que aseguré mis flancos —Elijah responde esta vez.
¡Ese cabrón lo sabía! ¿Cuánto tiempo lleva ella aquí? ¿Por qué demonios está del lado de Elijah? Bueno, supongo que no le han contado las dos versiones de la historia y por eso eligió el lado malo.
Tú también eres malo, Salvatore. Gruño. Maldita conciencia, hoy ha sido un dolor en el trasero.
El original se acerca a mí, analizando las cadenas alrededor de mi cuerpo. Las levanta, las analiza, ¿Me acaricia? Un momento, ¿Por qué me está manoseando? De nuevo, no es queja, pero, nunca imagine que el perfecto y correcto vampiro anciano sea de este tipo.
Miro discretamente a Isabella, su rostro está cubierta de sorpresa y ¿excitación? ¿Así que es de esas chicas?
—No te muevas —me ordena el original. Supongo que debo obedecerle, no quiero arriesgarme a morir a manos de él, se supone que será al revés. De un segundo a otro, las cadenas crujen y se rompen sobre mi cuerpo.
Sonrío complacido.
—Esta es la tercera vez que salvo tu vida —la advertencia en la voz de Elijah es clara. Se aleja de mí. —Isabella, querida, ¿Por qué no le ayudas a Damon en lo que yo despierto a Alaric?
Bien, ya me cae bien Elijah. Lástima que lo tenga que matar.
—Aja, sí, yo ayudo —responde ella. Uy ya quiero ver cómo va a ayudarme.
Camina hacia mí, me analiza, me observa con atención. Aunque ya le ayudaron a liberar mi torso, aún tengo cadenas en mis brazos, piernas y cuello. Ella se inclina a recoger las cadenas que penden de mi cuello. No creo que lo haga, ¿o sí?
Sí, sus ojos me dicen que sí lo hará.
—No, ni se te ocurra. No, no, no —ella tira de las cadenas. —¡Ay carajo!
Siento los picos introducirse en mi piel. El dolor se hace presente, no tan fuerte como cuando el imbécil tiraba de las cadenas, pero, maldición, ya tengo no sé cuánto rato con estas cosas dentro.
—Quítame esto, maldita sea.
—¿Ahora es la princesa quien debe salvar al príncipe del dragón? —habla divertida y orgullosa.
—No soy un príncipe —niego.
—Qué bueno que no soy una princesa —sonríe mientras me mira a los ojos. Si no me sintiera tan cansado y adolorido, podría decir algo más.
—Ya voy ya voy —me dice al entender mi mirada.
Se inclina hacia el frente, siendo muy cuidadosa de que ninguna parte de su cuerpo toque alguna parte del mío. Por supuesto que no alcanza a llegar a la base de mi nuca para quitarme el collar de perro que tengo puesto. Regresa a su posición, erguida delante de mí. Me mira, su mente parece trazar un plan para cumplir su deber.
—Espera, déjame intentar algo.
Me quedo quieto esperando a que ejecute su malévolo plan. Parece estarse debatiendo pero hay una parte de ella que gana, su rostro se vuelve pícaro y no aparta su mirada mientras se coloca a horcajadas sobre mi regazo. Podía decirle que se bajara, pero, no lo haré, esto es probablemente lo más cerca que llegaré a tenerla.
—Si querías estar sobre mí, lo hubieras dicho desde la primera vez —mi mente recuerda la primera vez que la toqué en la librería para besarla. No me molestaría repetirlo.
La sangre viaja por sus mejillas, su aroma se intensifica y me hace agua la boca. Se inclina hacia delante, sé que su misión es tratar de alcanzar el broche de la cosa en mi cuello, sí, esa misión tan inocente. Pero parece que su cuerpo tiene la misión de tentarme hasta caer en el infierno que me merezco, pues el contraste de su piel y escoté de su blusa color rojo fresa hacia que me imaginara de mil maneras su cuerpo completo.
Sus dedos tocaron la piel de mi cuello causando que se escapara un suspiro de mis labios. ¡Mierda Salvatore! ¿Qué eres? ¿Un maldito adolescente que no controla sus hormonas?
Mis ojos se cierran. Si me sigue tentando de esa manera, si sigo viendo sus ojos hipnotizarme con falsa inocencia, voy a hacer una locura.
Ella siguió trabajando con las cadenas de mi cuello, de vez en cuando se movía en mi regazo haciendo que tuviera problemas para controlarme. Por fin pareció cumplir su misión, me sentí libre y la piel de mi cuello dejó de tener el constante ardor por las estacas y la verbena.
Abrí los ojos justo a tiempo para verla darme una mirada de preocupación. Sentí las heridas comenzar a sanar, no tan rápido como deberían, pero ya era un avance. Isabella enderezo su espalda, también ella se veía liberada, me sonrío y estiró su mano con el collar y las cadenas que acaba de quitar de mi cuerpo. Sus ojos me rogaban.
—Dilo —le pido. Necesito que lo diga en voz alta. —Dímelo y te enseño todo lo que podríamos hacer con esas cadenas.
Estuvo a nada de responderme, sabía que lo deseaba, sabía que esta parte de ella ha estado cautiva durante mucho tiempo, puedo ver el miedo que le da ser libre. Yo puedo enseñarle a ser libre, yo puedo liberar esa parte de ella, pero necesito que me lo permita.
Suelta el collar y se ocupa quitándome el resto de las cadenas de mi cuerpo. Su mirada se enfoca en mí de nuevo, esta vez más segura.
—Ahora que lo mencionas…
Su voz ronca, su sonrisa traviesa y esos malditos ojos chocolates hacen que mi control se vaya al carajo. No me importa que haya personas viendo la escena, no me importa si sus convicciones se van a la mierda, tampoco me importa si el Frio se muere de nuevo, lo único que quiero es a ella. Quiero todo de ella.
Termino de liberar mis brazos de un tirón, la madera de la silla cruje anunciando que cumplí mi cometido. Mis manos se colocan en su cadera, necesito aprisionarla contra mi cuerpo, no quiero que huya.
Ella luce asombrada al inicio, pero luego me muestra que siente lo mismo que yo.
Alguien carraspea detrás de ella. Mis ojos no se mueven, podemos ignorar cualquier cosa, menos a nosotros. Puedo asegurarme que nadie interrumpa el momento en que sus suaves labios estén de nuevo sobre los míos, lo necesito, no he parado de pensar en ellos desde el momento en que la conocí.
Alguien vuelve a hacer el odioso sonido. ¿Quién carajos necesita aclarase la garganta tantas veces?
—¿Interrumpimos algo? —una voz molesta llega a nuestros oídos.
—Sí —gruñimos al unísono. Nuestras miradas rompen el contacto y se giran a mirar a la persona que ha arruinado el momento.
Elijah nos está dando una mirada divertida. Rick luce demasiado confundido y adolorido.
—¡Al fin! —le digo. —Te perdiste la diversión.
Rick me señala a la muchacha en mi regazo, no quiero dejarla ir, pero no me queda otra opción. Suelto sus caderas y ella se baja de mi cuerpo.
—¿Isabella? —Alaric grita sorprendido.
—Hola Rick —sonríe tímida.
—¿Se conocen? —me pongo de pie muy confundido. Ellos me ignoran, Isabella se acerca a mi amigo y lo envuelve en un cálido abrazo.
Ruedo los ojos. Elijah se burla de mí en silencio, su rostro tiene una sonrisa y una mueva divertida, además que según él, está imitando mi reacción, cosa que es falsa porque yo no estoy celoso.
—¿Cuánto tiempo ha pasado? —Rick está feliz. —¿Años?
Isabella asiente y se desprende de sus brazos.
—¿Se conocen? —pregunto de nuevo.
—Sí —me responde mi amigo. Su felicidad se esfuma por un segundo. —Ella es sobrina de Isobel.
—¿Qué, tú, qué? —tomo de los hombros a la humana.
—¿No escuchaste? ¿Tu oído de vampiro ya está fallando? —pone los ojos en blanco. —Soy sobrina de Isobel.
—¿Isobel? —susurro en dirección a mi amigo. —¿Esa Isobel? ¿La Isobel?
—Sí —responde Elijah. —Isobel Flemming, la madre biológica de Elena.
—No jodas —los miro molesto a todos, quedamos que entre nosotros no nos guardaríamos secretos.
Un segundo ¿La bambina es prima de Elena?
—¡¿Así de retorcido eres?! —gruño al cielo. —¡¿Qué te hice para merecer esto?!
Una risa se escucha a mi lado.
—Se me ocurren un par de cosas —Alaric se burla. Gruño.
—¿Elena lo sabe? —pregunto. Ella nunca ha mencionado nada.
—Sí lo sabe, pero no lo recuerda —responde Isabella con voz débil.
—¿Qué carajos significa eso?
—Significa eso —se encoge de hombros, —que no me recuerda.
El teléfono de Alaric interrumpe nuestra conversación, nos ofrece una mirada de disculpa y se va a la cocina a responder. Los sigo con la mirada hasta que se pierde en la casa. Entonces, él conoce a Isabella desde que estaba con Isobel, eso debió ser hace 10 años, si no es que más. Todo este tiempo, Elena tenía más familia y ¿se lo ocultaron? ¿Qué demonios significa eso de que Elena no la recuerda? ¿Alguna vez se conocieron?
—Un momento —digo cuando mi cerebro piensa la situación. —¿Ustedes cómo se conocen?
Isabela y Elijah se miran.
—Esos detalles son los menos importantes —se encoje de hombros él.
Les doy una mirada desconfiada. No me fio de Elijah, y si la Bambina está con él, tampoco me fio de ella.
—Hablé con Jenna —Alaric entra de nuevo con una sonrisa. —Le dije que tenía una sorpresa para ella.
Isabella asiente emocionada. —¿Podré verla?
—Nos encontraremos con ella en el Grill.
—Que emoción —ruedo los ojos.
—No vengas si no quieres —Alaric me da un empujón. Es muy tentadora su oferta, pero siendo honesto, soy muy chismoso y me quiero enterar de los detalles de la vida de Isabella, al menos, saber que tanto podemos confiar en ella.
—Bien, andando.
A mí alrededor explota una bomba de emoción. Mierda, hay que salir de aquí antes de que me vuelvan loco. Rick y yo vamos en mi auto, siguiendo la camioneta de Elijah.
—¿Quieres explicarme? —le pregunto a mi amigo.
—¿Qué quieres que te explique? —responde incómodo.
—No sé, la existencia de la Isabella, por ejemplo.
—Ay —suspira. —Es hija de la hermana mayor de Isobel. Yo la conocí en una visita que ella y su madre nos hicieron, pero, tengo entendido que vivió aquí en la época en la que Elena nació.
—¿Por eso no la recuerda?
—Elena era muy pequeña cuando Isabella se fue, pero, en realidad eran inseparables. Algo pasó, no estoy seguro de qué, exactamente.
—¿Podemos confiarnos?
—Escucha, Damon, no sé porque razón vino con Elijah, pero Isabella es una persona leal a quienes ama. No sé si ya está enterada de la situación con Elena, pero, te aseguro que hará todo por ayudarnos a salvarla.
Le doy una mirada Rick parece muy seguro de conocerla. Supongo que, podría tratar de confiar en ella, si se le ocurre hacer algo estúpido o traicionar a su prima, le rompo el cuello. Así de sencillo.
Detengo el auto en las afueras del Grill. Observo al original abrir la puerta de nuestra acompañante, ella se baja y le ofrece una sonrisa Alaric y yo nos acercamos a ellos. Isabella nos sonríe y entra casi corriendo.
—¡Está igual a como lo recordaba! —grita emocionada.
La gran mayoría de los presentes se giran para observarla. Hay un montón de miradas provenientes de una manada de mocosos hormonales que recorren su cuerpo como si fuera carne fresa.
Sí, creo que ya he dejado claro que se ve sexy, pero, ella es demasiado como para esos mocosos que aún no pueden lavar su ropa solos.
Miro por el rabillo del ojo que Alaric nos consigue una mesa. Pero yo estoy concentrado en los movimientos de esos hormonales, si alguien se le lanza encima se las verá conmigo.
—Andando, baboso —Elijah me empuja.
—¿Perdón?
—Andando, baboso —se encoje de hombros, —estas babeando, Damon.
Gruño molesto. Claro que no estoy babeando por ella, si la notaba andar de un lado a otro, pero, solo la miré un par de veces, hasta ahí. Aun gruñendo sigo a Elijah hasta donde Alaric que me mira con las cejas arriba. ¿Qué me ve?
—¿Tenías que venir? —Rick le escupe a Elijah.
—No te preocupes, tú y Jenna están en la lista de protegido de Elena.
Alaric mantiene su rostro serio.
—No te pongas celoso, sé que soy irresistible, pero, a mí no me gustan jóvenes
Golpe bajo para Alaric.
—Relájate, es broma —le da un empujón, Rick asiente. Les doy a ambos una mirada, si yo ya decía que mi vida era extraña, era porque no había vivido esta escena frente a mí.
—¡Isabella! —Jenna aparece por la puerta con una sonrisa. La joven estira los brazos para recibirla.
—¡Jenna! Te extrañe mucho.
Ambas se abrazan, saltan, lloran y no sé qué más hacen. Qué horror, es muy emotivo que me da asco. Miro las bebidas que la mesera puso en la mesa, al menos, me puedo entretener en algo.
—¿Qué haces aquí? —le pregunta Jenna.
—Elijah me invitó —Jenna le da una mirada sorprendida la vampiro, sí, no es la única sorprendida por el amable gesto. —Yo… necesitaba unas pequeñas vacaciones.
—¿Viniste tú sola con él?
—No, una de mis amigas vino conmigo. Pero no te preocupes —le dice, —Charlie lo sabe.
¿Quién es Charlie? Mi cerebro me muestra todas las conversaciones donde sale ese nombre, sin temor a equivocarme, Charlie es el padre de Isabella.
Las mujeres siguen con su conversación mientras se colocan en la mesa. Elijah se levanta de su asiento y empuja a Isabella en la silla cerca de mí, luego acomoda a Jenna a su lado y él se coloca entre ella y Rick.
—Entonces —llamé la atención, mi dedo apunto a Elijah y la mujer a su lado, —oí que ustedes pudieron unir sus mentes ¿correcto?
—Pues, sí, eso creo —ella se sonroja.
—¿Unir sus mentes? —Isabella habla risueña.
—Elijah ha estado haciendo una investigación —Jenna explica. Isabella mira con las cejas levantadas al mencionado. — Es sobre la historia de Mystic Falls.
—Interesante —la humana asiente. —¿Y cómo va todo?
—Muy bien, Elijah sabe muchas cosas de historia, la retroalimentación es mutua.
—No me des todo el crédito Jenna —Elijah sacude la cabeza. —Aprecio mucho que te des el tiempo de ayudarme.
Alaric suelta un bufido, ahora es mi turno de darle una mirada de burla. ¿Celoso?
—Quizás puedas ayudarnos, Isabella —Jenna toma su mano. —Sabes mucho de Mystic, has leído muchos libros, y tu memoria nos podría ayudar.
—¿Memoria? —pregunto interesado. La humana me mira incomoda.
—Tiene lo que llaman memoria fotográfica —explica Rick. —¿Cómo se llamaba?
—Memoria Semántica —responde Jenna.
Por primera vez me siento agradecido de que la bambina aparezca en mi vida. Ella será mi fuente de información, solo necesito separarla de Elijah.
—¿Qué planeas hacer esta noche? —le pregunto pasando uno de mis brazos por sus hombros.
Su cuerpo se tensa, pero deja que la recueste cerca de mí, me da una mirada, parece como si estuviera tratando de descubrir mis verdaderas intenciones. Al final parece rendirse. Sus dedos quitan de mi mano el vaso, sin dejar de mirarme, se lo lleva a los labios y bebe el contenido de golpe.
—Acostarme contigo, no.
Touché. Adiós a ese método de convencimiento.
—¿Isabella? —preguntan. Supongo que van a actuar siempre así de locos cada que alguien la descubra.
—¡Matt! ¡Hola! —levanta su mano y la sacude.
El humano se acerca a nuestra mesa. —No puedo creerlo.
—Pues créelo —murmuro alejando mi vista. Todos me ignoran.
—¿Qué haces aquí? ¿Cuánto llevas aquí en Mystic? ¿Ya viste a los demás?
Isabella se ríe por la avalancha de preguntas.
—Apenas llegué hoy Matt, no he visto a nadie.
—¡Debemos hacer algo! —maldito humano y su jodido entusiasmo tan tedioso. —Voy a llamar a todos, y te aviso.
Ella asiente, intercambian teléfonos y el humano se va. ¿No era obvio que estaba en el medio de una conversación de adulos? ¿Tenía que aparecer así de la nada?
—No te pongas celoso, Damon —Rick me da un golpe por debajo de la pierna.
—No estoy celoso —me defiendo.
—Sí, claro —es la respuesta colectiva que recibo. ¿Qué carajos?
—Me encantaría seguir con esto, pero, si me disculpan, debo irme —Alaric se pone de pie. —Yo, uh, debo ir a calificar exámenes.
—Sí, deberíamos seguir con esto —Isabella habla entusiasmada. —Hagamos una fiesta.
La miro, no puedo ser el único que sospecha que algo trama, ¿O sí?
—Oh —la atraigo de nuevo a mí. —Mi chica llena de buenas ideas.
Me mira con los ojos entrecerrados. —No soy tu chica.
—Pero lo serás —le sonrío.
—Ni en tus mejores sueños, Damon —pone los ojos en blanco.
—¿Apuestas? —levanto una ceja en su dirección. Me giro al resto, —Yo pongo mi casa.
Sin proponérselo, la bambina me había dado una muy buena oportunidad de asesinar a Elijah.
—Oigan, no creo que... —Alaric comienza a mirarnos a todos.
—Yo sí quiero —Jenna le da una mirada altanera. Las cosas siguen mal entre ellos, se respira la tensión en el aire.
—Sería un placer —Elijah se encoje de hombros.
—Traeré a Angela para que la conozcan —dice emocionada Isabella.
—¿Mañana? ¿Les parece? —pregunto.
Todos asienten. —Bien, decidido.
Mañana asesinaré a Elijah.
Chapter Text
(Damon POV)
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Mierda.
Ay carajo, sí que parece una momia. ¿De verdad seguirá respirando?
Mis labios se tuercen formando una mueca, me muevo con cuidado dentro del lugar, no quiero pisarle algún dedo y que se desintegre como reliquia quebrada.
Sus peores pesadillas hechas realidad, esta fea, vieja y arrugada.
Creí que nunca llegaría a ver este día. Bueno, ya puedo tachar una cosa de la lista de cosas por hacer antes de morir.
Pero, como yo soy un honorable y sexy caballero, le traje un pequeño obsequio. Me pongo en cuclillas frente a la momia. Quito la tapadera de la botella y la acerco para que la olfatee. Segundos después, la veo removerse contra el suelo de piedra. Bueno, al menos sí se puede mover por su cuenta.
Acerco la boca de la botella a sus labios, la inclino para que caiga un poco del líquido. En cuanto la siente en su boca, hace el intento de beber más.
—Eso es —apremio satisfecho con su buen comportamiento. —Bébelo.
Sus manos se levantan para tomar la botella que presiono contra sus labios, la toma por su cuenta.
—Te ofrezco un obsequio —le digo sonriendo mientras me levanto. —No puede ir de compras, pero, te traje algunas cosas.
Ella siguió bebiendo con desesperación. Saco de la mochila la ropa y la cuelgo en la reja que nos rodea.
—Vaya —silbo. —Sí que te hacía falta —me mira mientras lanza lejos la botella. —Casi te vez bonita.
—¿Qué es lo que quieres, Damon?
Termino de sacar todas las cosas.
—¿Adivina quién volvió? —la miro—¡Tú amigo! Jhon Gilbert.
—¿Enserio? —pregunta sin poner mucha atención.
—Mm-hmm
—¿Por qué? —su voz es ronca por la falta de uso, y por lo seca que esta por dentro.
—Dice que de repente ama a su hija —me encojo de hombros. —La quiere proteger de Elijah y del satán Klaus.
—Qué lindo —murmura. Sus manos se extienden en busca de algo que le ayude a levantarse.
—No lo creo —hago una mueca. —Me contó una leyenda de como asesinar originales.
Ella se queda quieta. Bingo, algo sabe.
—Y quieres saber si es cierto —sus palabras no son una pregunta. Se sigue moviendo para ir a buscar la ropa que le dejé. —Si lo fuera, no te lo diría.
—¿Y porque no? —me quejo. —Tú quieres a Elijah y a Klaus muertos tanto como yo.
—Klaus sí, Elijah no —se gira a mirarme. —Elijah me hipnotizó para quedarme aquí, si él muere, me quedo por siempre.
—Ay que malo —ruedo los ojos. Como si me importara lo que le sucede el resto de la eternidad.
—Olvídalo Damon, —me dice. — Es una misión suicida. No lo lograrías.
Lo pienso un poco.
—Yo creo que sí —digo orgulloso.
—No
Ay pero que testaruda.
—¿Ni siquiera con una daga y ceniza de roble blanco? —pico su curiosidad.
Ella se vuelve a quedar de piedra. Me cruzo de brazos esperando su reacción.
—No, Damon —sacude la cabeza. —Si lo asesinas me voy a quedar aquí, para siempre.
—Suenas asustada —le digo divertido. Perra manipuladora.
—Sácame de aquí antes —su cuerpo se sacude. —Te ayudaré contra Elijah o, protegeré a Elena. Lo que tú me pidas haré.
—Si yo te saco de aquí, te largaras a beber margaritas a una isla lejos de Klaus —le miro, quiero que se atreva a negarme eso. —Eso jamás.
—No, Damon, me quedo. Solo, por favor no lo hagas.
Me gustaba verla rogar por su vida. Es una oportunidad que no se presentan dos veces en la eternidad. Ya puedo borrar otra cosa de la lista.
—Pues gracias —le sonrió. —Me dijiste justo lo que quería.
—No te dije nada —gruñe.
—Claro que sí —digo emocionado. —Ya me confirmaste que es posible asesinar a un original. —muevo mis pies para salir de la reja donde debe estar encerrada. —Cosa que haré esta noche.
Escucho su respiración errática, pero, no hay nada que arruine hoy mi día, ando de un humor inmejorable.
—Por cierto, Katherine —me giro de nuevo a ella. —¿Sabes algo sobre… la prima de Elena?
Levanta su cabeza en mi dirección. —¿Qué?
—Sí, ya sabes —me encojo de hombros, —Elena tiene una prima, se llama Isabella.
—¿Cómo sabes tú eso? —me pregunta.
—Entonces si es verdad —murmuro para mí. —¿Qué sabes de ella?
Camina tambaleante —Solo sé que, para ser una humana cualquiera, tiene más agallas que varios vampiros juntos.
—Dime algo que no sepa.
—Ella sabe muchas cosas, no la subestimes, Damon. Pero tampoco la asesines, puede que llegues a necesitarla.
Eso es lo último que me dice. Se vuelve y se oculta de nuevo en las sombras.
Ojala se hubiera quedado allí para siempre. No sé porque tuvo que salir de la maldita tumba. Solo arruinó nuestras vidas.
Salgo del lugar con algunas preguntas y sus respuestas, pero aún tengo más dudas. Espero que la dichosa cena sea más fructífera que esto. Al menos voy a tener la dicha de dejar encerrada a Katherine para toda la eternidad. Quizás vuelva en un par de siglos para burlarme de sus arrugas.
Cuando vuelvo a mi casa, el tiempo se pasa demasiado lento para mi gusto. Cada dos o tres minutos estoy mirando el reloj en busca de que me diga que ya ha pasado más horas. Hacia demasiado que no me sentía de esa manera. Cuando eres humano, sientes como si el tiempo se escapara de entre tus dedos. Pero, cuando sabes que tienes todo el tiempo del mundo, no le pones atención al reloj tan seguido.
Ay carajo, porque me siento tan ansioso.
¿Por matar a Elijah? No creo, eso me hace sentir entusiasmado.
Será ¿por ella? No, no. Ella no puede tenerme así, es estúpido. Tampoco es que me sienta rechazado porque el día de ayer después de salir del Grill, esa bambina me mandó a volar.
Me siento ansioso por la idea de asesinar a Elijah. Sí, es por eso.
El timbre de mi casa suena. ¡Por fin! Empezaba a comerme las uñas.
—Hey —dice Alaric apareciendo. Me hago a un lado para que pase.
—¿Solo tú? —pregunto tratando de sonar distraído.
—Tu damisela viene con Jenna —dice dándome palmadas en la espalda mientras me jala al interior de la casa.
—¿Mi, qué cosa?
—Vamos, Damon, soy tu amigo —me pasa un brazo por los hombros. —No me lo tienes que ocultar a mí.
Le doy un gruñido, Rick suelta una carcajada burlándose de mí. De repente todos se pusieron de acuerdo para reírse a mis espaldas o ¿Qué demonios sucede? El timbre vuelve a sonar y yo salgo disparado a la puerta. La risa de Rick se intensifica y se pierde en el interior de la casa.
—No pensé que te diera tanto gusto verme.
—No te emociones —ruedo los ojos con una sonrisa. Me hago a un lado para dejarla entrar.
—Hola, Damon —me saluda Jenna que pasa siguiéndola.
—Hola, hombre de negro —me saluda una muchacha. Si mi memoria ebria no me falla, yo ya había escuchado esa voz unos días atrás, supongo que ella es la amiga que mencionó ayer, Angela.
—Damas —hago un saludo en general.
—Caballeros, ¿Por qué no se van a distraer un rato mientras nosotras nos encargamos de la mesa? —Jenna nos da una mirada seria a ambos, Rick y yo nos negamos, podríamos ayudarles a acomodar algo.
—No estorben —gruñe Isabella apuntándonos con un cuchillo. —Largo.
Le hago una señal a Alaric para que me acompañe. Algo en mi interior me dice que ella si es capaz de usar esa cosa, y con ambos. Nos metemos a la biblioteca, allí estamos lo suficiente lejos como para que ambos bandos tengan privacidad, pero lo suficiente cerca como para estar atento a la conversación de las damas que están libres por mi casa.
—¿Y qué sucede contigo y Rick? —Isabella le pregunta a Jenna.
—Pensé que solo yo había notado la tensión —murmura Angela.
—No lo sé —Jenna suelta un profundo suspiro. —Yo… él es lindo, y de verdad me gusta. De verdad lo quiero, y quiero que funcione.
—¿Pero?
—Pero siento que aún me oculta algo, y además está Jhon diciéndome cosas sobre él.
—Cosas ¿Qué cosas? —Isabella hace la pregunta que tengo en la mente.
—Cosas que no quiero pensar, cosas que sé que no son verdad, sobre todo si vienen de Jhon.
—¡Exacto! —Angela dice. —En una relación lo más importante es la confianza.
—Es lo que yo digo —Jenna suena más alegre.
—Deberías hablarlo con Rick —Isabella le aconseja.
—Si… sí. Lo haré.
Bien, al parecer el cometido de la charla de chicas había funcionado. Escucho pasos moviéndose hacia la cocina, lo más probable es que sea Jenna quien se haya movido.
—Ni tú, ni yo. Ninguna tiene la cara para decirle eso a Jenna —regaña Isabella. —Ambas estamos aquí a base de mentiras.
—Lo sé, pero la idea era animarla, no arrastrarla a la miseria con nosotras.
—No me gusta la idea, Damon —Rick me trae a la conversación con él. —Es una muy mala idea.
Me acerco a la mesa por un vaso de bourbon. Debía darme valor con algo.
—No existen las malas ideas —digo tratando de calmarlo. —Solo una mala ejecución de ellas.
Rick me hace una mueca. Ups, no logré tranquilizarlo. Recurro a mi otro método, le entrego un vaso similar al mío. Él niega.
—No me agrada la idea que Elijah esté en esta casa, con Jenna e Isabella aquí.
—Ellas van a estar a salvo —trato de sonar convincente. —Solo es una misión de investigación.
—¿Solo de investigación? —me mira acusadoramente. Sacudo mi cabeza de arriba abajo. —Nada de ataques, ni planes sorpresa, por favor.
—Te lo juro —digo con mi mejor cara inocente.
—¿Desde cuándo se conocen tú y Damon? —esa pregunta proveniente de la otra conversación llama mi atención.
¿Qué vas a contestar Bambina?
—Pues, nosotros… —tartamudea.
—No me mientas Isabella —Jenna amenaza, pero puedo oír la risa en su voz.
—Nos conocimos hace unas semanas —ella habla con honestidad. —Nos hemos encontrado un par de veces después de eso.
—Vaya —dice Jenna sorprendida. —Y ya lo tienes comiendo de la palma de tu mano.
¿Por qué dicen eso? ¡Eso es una vil mentira!
—¡Eso dije yo! —Angela se carcajea.
—¿Te gusta? —Jenna pregunta, pero nadie le responde, todo se queda en silencio— ¿A dónde vas?
—Oigan —Isabella aparece frente a Rick y a mí. —Jenna necesita ayuda con el vino.
Rick me mira. Yo le hago una señal con la cabeza para que sea él el valiente que vaya en ayuda, sé que las cosas no están bien entre ellos, pero, Rick necesita poner los cojones en su lugar y hablar con ella. Si es que no quiere que pase lo mismo que con Isobel.
—Gracias —le sonríe gratamente a Rick al momento en que pasa a su lado rumbo a la cocina.
—Me invitas uno —ella baja los escalones en mi dirección. Le sonrío y le extiendo mi vaso aun con el líquido ámbar, camina hasta quedar frente a mí, quitando de mis manos el vaso. La miro llevarlo a su boca y beberlo de golpe.
—Así que… —comienzo distraídamente. —¿Te gusto?
Me mira seria, pero puedo notar el delicioso aroma de la sangre que se acumula en sus mejillas.
—No sabía que eras tan chismoso —se queja. —¿Te gusta escuchar conversaciones ajenas?
—Si son sobre mí, sí.
Ella asiente pero, de nuevo, no responde a la pregunta.
—¿Qué tal la vida en ese pueblo olvidado de la civilización? —trato de desviar el tema. —¿Ya te cogiste al muerto en vida?
—No seas asno —me da un golpe en el pecho.
—Tomaré eso como un no —me burlo. —¿Por eso me hiciste esa propuesta indecente con las cadenas?
—Cállate imbécil —ambos nos reímos.
—¿Qué haces aquí? ¿Por qué? —le pregunto tras un silencio. Ella no me responde.
La tomo del cuello, la empujo contra la pared. Sé que le cuesta respirar, puedo sentir como su tráquea busca liberarse de la presión que mí mano hace sobre su garganta, siento su cuerpo sacudirse por el golpe al ser estrellado contra la superficie dura. Sé que las venas de mis ojos son muy visibles a pesar de que no han brotado de mi piel. También sé que cualquiera estaría llorando del miedo, pero ella no. Ella tiene sus brazos al lado de su cuerpo, mantiene su mirada llena de tranquilidad sobre mí.
—Te voy a dar solo una oportunidad, solo una maldita oportunidad para que elijas bien de qué lado quieres estar —golpeo su cabeza contra la pared de nuevo. —Si se te ocurre elegir mal, y le tocas un solo cabello a Elena, te voy a torturar y a asesinar tan dolorosamente que desearás no haber nacido.
Me mira, parece que mis palabras no causan ningún efecto en ella. Golpeo de nuevo su cabeza contra el muro.
—No lo intentes, porque, ni tus fríos podrán salvarte.
—¿Terminaste… de amenazarme? —dice con dificultad. —Elijah… no tarda en llegar y… y solo tienes una oportunidad de asesinarlo.
¿Cómo dijo?
Mis manos sueltan su cuerpo como si me quemara. La veo retorcerse en el suelo, tosiendo y jadeando en una lucha con sus pulmones por tomar aire de nuevo.
—¿Cómo lo sabes? —le pregunto sorprendido.
—Deberíamos ir al comedor —se pone de pie con las piernas temblorosa.
Me quedo allí, de pie, confundido aún más respecto a ella. La veo soltar un profundo suspiro, camina a mí, me toma de la mano y tironea de mi cuerpo para seguirla. Como el idiota que soy, lo hago.
En ese momento suena el timbre de la casa.
—Yo voy —Jenna avisa.
Isabella y yo aparecemos justo a tiempo para cuando la puerta se abre.
—No jodas —gruñe ella.
—¿Quién lo invitó? —dice Jenna.
—Jhon, ¡Que sorpresa! —me acerco a él. —Vete, fuera, largo, shu.
Muevo mi mano sacudiéndola en dirección a la calle. Él me ignora, por supuesto.
—Cuando Jenna mencionó que vendría a una cena para Elijah, decidí que no podría perderme los juegos.
—No habrá ningún juego, Jhon —Alaric aparece, me mira desconcertado. —Es una cena nada más.
—Ya escuchaste —me encojo de hombros. Vuelvo a cerrar la puerta, es obvio que este imbécil no se ira.
Al parecer, todos pensamos lo mismo, Jenna vuelve furiosa a la cocina, Alaric va como perro faldero detrás de ella, eso nos deja a la sexy castaña, el imbécil y el asno, digo, yo.
—¿Qué carajos haces aquí? —escupe Isabella. Su cuerpo está tenso, sus manos se aprietan en fuertes puños a sus costados.
—Vine a la cena —Jhon sonríe.
—Corta la mierda —gruñe Isabella. —¿Qué haces aquí?
—Vine a proteger a Elena —le responde.
—Así que, ahora vas a jugar a ser el súper papa que hace todo lo posible por su hija —la voz de Isabella es filosa como la daga que tengo guardada para apuñalar originales. —No me jodas Jhon, algo tramas.
—¿Y tú, Isabella? ¿Qué haces aquí? —Jhon camina en dirección de ella.
Cada paso que Jhon avanza, es un paso que yo doy en dirección contraria, hay un momento en que mi cuerpo se coloca entre ambos, evitando que llegue a ella. No me fio de este hombre, no lo quiero cerca de ella. Jhon ve mi actuar, me analiza y suelta una risa, pero deja de moverse.
—Sabes, querida sobrina, por más que trato, no encuentro una razón lógica para tu presencia en este lugar.
—Qué curioso —se ríe la castaña. —Me pasa lo mismo respecto a ti.
El timbre de la casa vuelve a sonar. Miro casi con agradecimiento la puerta, si no hubieran interrumpido, una cabeza hubiera rodado antes de tiempo. Isabella nos rodea y va a abrir, encontrándose con el molesto rostro de Elijah.
—Buenas noches —sonríe. —¿Me extrañaste?
—No realmente.
Sonrió. Esa esa es mi chica.
—Elijah —digo sonriendo falsamente. Empujo lejos a Jhon y camino hasta quedar al lado de Isabella, rodeo su cintura con mi mano atrayéndola a mí. —Gracias por venir. Pasa por favor.
—Un momento —Elijah suena serio. —Te diré, Damon, que si posees intenciones menos que honorables para esta velada, te sugiero que lo reconsideres.
—No, nada de ese tipo —pongo mi mejor cara feliz —Solo conocerte mejor.
—Bueno, me alegra —dice él dando un paso al interior de la casa. —Es, que, aunque Elena haya hecho un trato, si se te ocurre hacer una estupidez, no dudaré en asesinarte y a todos los de esta casa.
Mis cejas se juntan. No había necesidad de ser tan amenazadores.
—Bien —es todo lo que respondo.
—Oh, por cierto, ella es mía —me quita de los brazos a Isabella, quien parece irse demasiado feliz a su lado. —Jenna que placer verte de nuevo.
Veo las espaldas de ambos caminar al interior de mi casa. Vaya anfitrión del asco que soy.
—Elijah, llegas justo a tiempo —Jenna se acerca a saludarle.
—Jenna, luces maravillosa —dice el dichoso caballero.
—La cena está lista —Angela aparece frente a todos nosotros, sus manos nos señalan el comedor.
Debo admirar el trabajo que hicieron las damas, toda la comida se ve excelente.
Hipnotizados por el aroma que nos rodeaba, nos las arreglamos para distribuirnos en las sillas alrededor de la mesa. No sé cómo lo hice, no sé exactamente cuántas sillas tuve que mover, o a cuantos tuve que empujar, pero, fui lo suficientemente listo como para dejar a Isabella en la silla mi derecha y a Elijah a mi izquierda.
Comenzamos a servirnos, los platos y las charolas se movían de un lado a otro por sobre la mesa. Yo me encargue de distribuir el vino, asegurándome que los humos y la tensión que había se dispersaran un poco.
—Entonces, Angela —Jenna inicia la conversación. —¿Algún galán que te espera en Forks?
—Pues —se sonroja, —hay alguien, pero, aun nos estamos conociendo.
—Ah, el amor —se ríe Elijah.
—¿Y tú Isabella? —Rick pregunta, pero me da una mirada mientras habla. ¿Qué demonios hace?
—Err… pues, yo… —tartamudea, —puede que sí.
—Oh Damon, te van a romper el corazón —Elijah comenta, de repente todos, menos Isabella, parecen hacer un puchero
—¿De que hablas? —Rick lo mira cómplice. ¿Ahora me van salir con que son amigos? —Elena ya está haciendo ese trabajo.
—¿Elena? —pregunta Isabella. Puedo sentir su incomodidad.
—Sí, Damon está enamorado de Elena —Jenna explica. —O lo estaba.
Ignóralos Salvatore.
—Pero, ¿Qué no Elena tenía un novio?
—Mi hermano, Stefan —murmuro para mí. Bueno, sé que todos escucharon a la perfección.
—Muy cliché —dicen a mi lado.
—Hablando de familia —Jenna cambia la conversación. Se lo agradezco en silencio. —Odio decirte, Damon, pero Elijah dice que tu familia no fue de los fundadores de Mystic.
—No me digas —miro molesto al mencionado.
—Solo le comenté a Jenna que tiempo atrás, varios colonos inmigraron de Salem a este lugar —comenta distraído.
—Después de los juicios, ¿verdad? —Angela lo mira. —¿Qué será? ¿1700?
—¿Por las persecuciones? —Isabella pregunta llevando su copa de vino a los labios. Se ve jodidamente sexy así de intelectual.
—Exacto, querida —Elijah le da una mirada alegre.
—Dicen que eran brujas —Jenna susurra.
—No hay evidencia tangible de brujería en Salem —Rick se mofa. Lo apunto dándole la razón.
—La hay —Isabella, Angela y Elijah hablan a la vez.
Los miramos confundidos.
—Se dice que en un poblado próximo, fue descubierto el primer indicio —Elijah nos mira a todos. —Juntaron estacas, se hizo la cacería y se hizo la primera quema de brujas en un campo.
—Los gritos se podían escuchar a varios kilómetros mientras el fuego los consumía —Angela suspira, su mirada perdida en algún punto frente a ella. Qué extraña.
—Ang ¿Me pasas la pasta? —Isabella la sacude suavemente.
—Yo no le diría eso a la sociedad histórica —Jenna se carcajea —se volverán locos.
—A mí me suena a una leyenda, nada más —Jhon metió sus narices a la conversación.
—No me digas que le temes a las brujas, Jhon —Isabella le ofrece una sonrisa falsa. No le cree, y yo tampoco.
—Miedo, no claro que no —responde él forzando una sonrisa. Mentiroso, se ve que si le tiene miedo.
—¿Y para qué quieres saber el lugar donde pasaron las supuestas masacres? —le pregunto a Elijah, a nadie en este pueblo le había interesado eso antes, ni siquiera a Bonnie que es la bruja en turno del pueblo.
El original se encoje de hombros. —Vamos Damon, no me digas que no eres curioso.
Mis labios forman una línea, así que se va por la tangente, entonces si oculta algo.
—Yo tengo curiosidad —Jhon habla de nuevo. —¿Cómo saben ustedes sobre eso?
Su mirada es acusadora hacia las dos humanas más jóvenes que están en la mesa. Ambas tuercen los ojos.
—¿Se te olvida que, básicamente, Isobel me crio? —gruñe Isabella.
Bueno, eso es un dato que guardaré en la memoria para preguntar más tarde al respecto.
—Claro —dice inconforme.
—Oigan ya se terminó el alcohol —digo tratando de parecer asombrado. —Iré a traer más.
Me pongo de pie.
—Tengo un coñac que he guardado por años.
—Te acompaño —Elijah se levanta, —suena interesante esa botella.
Eso, ya vamos progresando en la situación.
La conversación se sigue desarrollando con cierta tranquilidad, al parecer todos estuvieron de acuerdo con que ambos nos desaparezcamos.
—¿Cuánto llevas guardando la botella, Damon? —pregunta tratando de entablar una conversación casual conmigo.
—Un par de décadas, o siglos, ya perdí la cuenta.
—Dramático —me dice.
Me giro para enfrentarlo con la botella en mi mano. Elijah sonríe afirmativamente. Me duele gastarme mi coñac en él, pero, el mal justifica los medios ¿Cierto?
—Por cierto, déjame adivinar —empiezo a servir un par de vasos con la bebida. —Además de la piedra de luna, el dopelgänger el león, la bruja y el ropero… Necesitas el cementerio de las brujas ¿Correcto?
—Como me siento, repentinamente, tan cercano a ti, Damon —bufa, —diré que sí.
¡Ja! ¡Lo sabía! ¡En tu cara!
—¿Sabes dónde está? —pregunta. De repente la situación es casi cómica, él se ve tan vulnerable y yo tan sabelotodo.
—Tal vez —me encojo de hombros. Su mirada se volvió a mi como un látigo, interesado en mis palabras. Estiro mi mano y le ofrezco uno de los vasos con coñac.
—¿Por qué es tan importante? —le miro con los ojos entrecerrados.
—No tan cercanos —gruñe arrebatándome de la mano el cristal. Se gira dándome la espalda, mirando el enorme librero repleto de libros de todos los años que pueda imaginar. —Que gran colección tienen aquí.
Veo su silueta tensarse. Mierda, creo que ya lo descubrió.
—Sabes Damon, algunas personas creen que ese es el problema con los libros, antes de que existieran las personas tenían memoria —mientras habla, mi mano se tuerce, buscando la daga que tengo escondida en la mesa detrás de mí. —Pero, libros como el Damnatus, fueron creados para que no se olviden las cosas.
Pongo la daga en mi mano, listo para lanzarme encima de él y apuñalarlo.
—¡Damon! —la voz de Isabella llega a mis oídos. Escondo en la manga de mi camisa la daga.
Elijah se gira, poniendo atención, supongo que tampoco a él le pasó desapercibido el tono de histeria en su voz. La puerta se abre, dejándola venir a nosotros casi corriendo, su respiración es agitada, su rostro está cubierto de pánico.
—¿Qué sucede? —pregunto. Necesito asegurarme que está bien.
Le da una mirada fugaz a Elijah. Baja las escaleras que nos separan y se coloca en el medio de ambos.
—Yo…
Mira a su alrededor, se ve insegura y temerosa.
¿Entonces, eso es? ¿Ya eligió su bando?
—Caballeros, —Alaric aparece por la puerta. Se ve similar a ella, agitado. —Olvidamos el postre.
Lo ignoro. No me interesa el maldito postre, necesito saber la respuesta de Isabella.
—¿Tú, qué? —la presiono.
—Sí —murmura. Le doy una mirada confundida. Ella acorta la distancia que hay entre ambos, colocándose delante de mí. —Lo que me preguntaste hace rato.
Levanto una ceja.
—Qué si me gustas, idiota.
Me da un golpe en el pecho con las palmas de su mano, toma con sus dedos mi camisa, atrayéndome a ella. Estoy demasiado sorprendido como para reaccionar cuando sus labios se posan sobre los míos. Su boca se mueve sobre la mía, la calidez de sus labios es una sensación asombrosa sobre mis labios.
Dejo de sentir el mundo alrededor de nosotros, no me importa otra cosa más que sus labios, y su cuerpo sobre el mío. Sus manos bajan por mis brazos, acariciándome sobre la ropa, le respondo acariciando su espalda con mi mano, atrayéndola más a mí por la cintura.
—¿Me acompañas Elijah? —la voz de Angela llega a mis oídos. —Al parecer ellos tendrá el postre aquí.
—Claro, vamos.
Escucho el par de pisadas que salen de la biblioteca.
Con una mano, lanzo lejos las cosas de la mesa que tengo detrás de mí, de un movimiento, coloco a Isabella de espaldas sobre ella, dejándola debajo de mi cuerpo.
—Te lo advertí —rugí al separarme de sus labios.
Mierda, la soledad me acaba de golpear sin la sensación de cercanía de sus labios.
—Te dije que eligieras con cuidado a que bando pertenecías —presiono la daga contra la piel de su cuello, el líquido rojo brotar alrededor del metal haciendo un contraste hermoso. —Te dije que si no elegías correctamente…
—Te acaba de salvar el trasero, Damon —Alaric me toma por los hombros. Mis cejas se juntan con la confusión.
—¿De qué carajos hablas? —me enderezo.
—Stefan llamó —me enseña su celular.
—Si te dejaba hacerlo, tú ibas a morir —una voz angelical cargada de dolor me reclama.
Mis ojos buscan los suyos, la veo ahí, tendida de espaldas sobre la mesa, su mano sobre su garganta tratando de detener la hemorragia que brota de su piel. Pero su mirada tiene la tranquilidad que le habían robado hace unos minutos.
—Ahora, si quieres hacerlo —trata de enderezarse aun con su mirada en mí, —puedo pedirle a vuelva. Incluso creo que puedo amordazarlo para que lo hagas.
Tomo una respiración demasiado profunda y ruidosa. ¿Por qué nadie me dijo ese detalle? Bueno, Salvatore, teniendo en cuenta que confiaste en Jhon y en Katherine…
—¿Estas bien? —Rick le pregunta a la muchacha.
—Toma —le digo, muerdo mi muñeca y se la ofrezco. Ella hace una cara de disgusto. —Bébelo.
Me mira insegura, luego a Rick, el asiente y la empuja hacia mi brazo. Siento sus labios posarse sobre mi muñeca, acompañados del clásico jaloneo de la sangre en mis venas que está bebiendo.
—Toma, cámbiate —lanzo la daga a la mesa, desabotono mi camisa y se la doy. —Iré por una nueva, los veo en el comedor.
Subo a mi habitación encerrándome en el baño. Me siento frustrado, molesto, agobiado, traicionado y ¿conmovido? Maldita sea me estoy volviendo como mi hermano, ablandado por una chica.
No jodas, Salvatore.
Abro el grifo de la regadera metiéndome debajo sin importarme que mi ropa se moje.
Concéntrate, me regaño. Puedes asegurarte de resolver eso después.
¿Por qué dejar para después lo que puedes hacer hoy? Me digo a mí mismo.
Sacudo la cabeza con fuerza, tratando de alejar ese pensamiento de mi.
¿Qué carajos planeas Salvatore? Sabes que ella está enamorada del vampiro ese, el emo con depresión viviente. Y tú estás enamorado de Elena, se lo dijiste hace un par de semanas. ¿Vas a decir que ya no?
Isabella solo es un obstáculo que trajo Elijah para arruinar nuestros planes, si te dijo que le gustabas fue solo para distraerte y evitar que atravesarás el corazón del original… ¿verdad?
Pero si ese es el caso, porque parecía tan tranquila de arriesgar su vida y dejar que le cortara la garganta antes de que me explicara que en realidad había salvado el trasero.
Es decir, sé que soy irremediablemente atractivo, pero ¿porque de repente me importa tanto lo que ella piense de mí?
Mierda, mierda y más mierda.
Salgo del agua, tomando una de las toallas para secarme el exceso, pero de mi ropa siguen brotando ríos de agua. Busco un cambio rápido, ya me perdí de muchas cosas en la reunión de abajo y quien sabe de cuantas maneras habrán conspirado ya en mi contra.
En el comedor, están casi todos reunidos, al parecer no les afectó mi ausencia.
—Angela se llevó a Jenna por el postre —señala Jhon cuando me ve de nuevo en el comedor.
—Elijah, estaba pensando —llamo la atención mientras me acomodo de regreso en mi asiento. —No ceo que Jhon esté en la lista de protegidos de Elena —le doy una mirada al imbécil que parece que vio un fantasma, —después de todo, lo odia.
—Estoy consciente de eso —responde divertido el original.
Miro a Isabella de reojo. Su postura es relajada, no hay ninguna marca en su piel y luce muy fresca usando mi camisa, le queda grande, pero se las ingenió para ponerla grácilmente detenida con su pantalón.
—¿Interesante el postre? —pregunto Elijah siguiendo mi mirada.
—Cállate —le gruño mientras se sentaba de nuevo a mi lado.
—Lo que yo quiero saber, Elijah —otra vez el imbécil de Jhon metiéndose en donde no debe, —es como matarás a Klaus.
Que buna pregunta, lo admito.
—Sí, yo también quiero saber eso —miro al original.
—Caballeros, hay un par de cosas que quiero aclarar —Elijah responde mientras se sirve más de la botella que hay en la mesa, su mirada se detiene en mí, —tú estás vivo para que protejas a Elena. —Sus ojos se posan en Jhon, —dejo que Elena se quede en su casa, con sus amigos, por pura cortesía.
Jhon se aclara la garganta tratando de mantener su postura casual.
—Si me llega a estorbar, a molestar —la amenaza está implícita en su voz, —me la llevaré lejos y no la volverán a ver.
Todos nos quedamos en silencio, la tensión en el aire es tan papable que incluso yo me sentía incómodo.
—Hablando del diablo —escucho que murmuran a mi lado. Miro a Isabella, tiene la mirada fija en la ventana frente a ella, mi curiosidad me hace mirar al mismo punto, ¿es el auto de Stefan?
—¡Damon¡ ¡Damon —Me pongo de pie, confundido por la voz. Elena aparece frente a mí, parece asustada. Stefan viene detrás de ella, se ve tranquilo, capta mi mirada y sacude la cabeza en negación, entendiendo la pregunta silenciosa que le he hecho.
Stefan abre los ojos sorprendido, después su cabeza se gira a mirar a nuestros espectadores.
—¿No volverían el domingo? —les pregunto desviando el tema.
—Se suponía que sí —mi hermano responde.
—¡Pero no contestabas! —Elena me golpea. —¿Sabes lo preocupados que nos tenías? ¡Tuvimos que venir corriendo! ¡No sabíamos si estarías vivo!
—¿Por qué Damon no estaría vivo, Elena? —Elijah le pregunta, eso parece ser suficiente para sacarla del trance de histeria. Ella mira a la mesa, dándose cuenta que teníamos muchos ojos sobre la conversación.
Abre y cierra la boca un par de veces antes de ser capaz de responder.—¡Por tu culpa!
—¿Mi culpa? —dice él ofendido. —Yo salvé su vida ayer.
—Por culpa de él —Elena apunta Jhon. —Él le dio a Damon una daga para asesinarte.
Y con eso mi plan se va al carajo.
—¡Dije que te protegería, Elena! —Jhon se levanta de la silla. —Te pedí que me dejaras ayudarte.
—¡Pues no te creo! —se cruza de brazos. —Eso dices pero haces cualquier cosa par atraicionarme. ¡Se supone que soy tu hija!
—¡Por esa razón es que lo hago! —se defiende el idiota de Jhon. —Tu madre, Isobel y yo hemos estado haciendo de todo para mantenerte con vida.
—¡¿Ahora resulta que quieren hacer su trabajo de padres correctamente?! —Elena rueda los ojos. La imito, él siempre dice la misma cantaleta, pero nadie le cree.
—Pues, sí.
—¡Eso es mentira! —gritamos Stefan y yo a la vez.
—¿A quien le vas a creer, Elena? —Jhon pregunta conciliador. —¿A ellos?
—¡Ellos no han tratado de asesinarla! —Alaric salta a la defensiva.
—Ay por favor —se ríe Jhon. —Elijah planea asesinarte y aun así confían en él.
—Yo no confió en él —Digo con honestidad. —En ti tampoco.
—¡Pero le creíste cuando te dio la daga! —Elena me reclama.
—¡Tenia que hacer algo! —levanto las manos. —Hiciste un pacto con el diablo del cual no vas a salir con vida.
—Sé muy bien el pacto que hice, Damon —me reprende Elena.
—¿De verdad? —Stefan se coloca a nuestro lado.
—Elijah fue muy cuidadoso con sus palabras —Elena se encoge de hombros.
—¿Qué mierda le dijiste? —mi cuerpo se gira para gritarle a Elijah. Él se mantiene en silencio escuchando la conversación.
—Elijah planea hacer el sacrificio completo —explica Jhon. —Planea asesinar a Elena.
—¿Lo sabías Elena? —le pregunta Stefan tomando con suavidad su mano.
—Elijah prometió ayudar para asesinar a Klaus —Alaric dice confundido.
—No —Elena se encoge. —Prometió proteger a mis amigos y a mi familia, jamás dijo nada sobre mí.
Stefan parece herido, como si le acabaran de enterrar una estaca en el corazón.
—¿Sabías que no sobrevivirías a esto? —camina cerca de ella, su voz sale rota. Elena no responde, solo nos da una larga mirada.
—Maldita sea, Elena —gruño. Mi pecho sube y baja, mi respiración se ha hecho errática a causa del coraje que circula en mi cuerpo.
—Si debo decidir quién va a morir, si yo o las personas que me importan —las lágrimas brotan de sus ojos. —Siempre sé que elegir.
—¡¿Cómo pudiste decir eso hace rato?! —Stefan grita de nuevo con voz dolida. —Hacer planes para el futuro si tú no planeas tener uno.
¿Planes del futuro? ¿De eso hablaron en la casa del lago? Por supuesto que sí, ellos planean tener una vida juntos, y a mí que me lleve el diablo.
—Solo trato de mantenerlos a Salvo, Stefan —lloriquea.
—¿Quieres volverte una mártir? —bufa Jhon.
—¿Y eso no es diferente? —se gira dándole una mirada enojada. —Todos aquí dicen que morirán por mí, ¿Por qué yo no puedo hacerlo por ustedes?
—¡Porque no necesitamos que nos salven! —aprieto los puños al lado de mi cuerpo.
—¡Pero aun así buscan la manera de salvarse! —chilla ella. —¡Todos son iguales que yo! ¡Hacen tratos a mis espaldas para su conveniencia!
—¿De qué carajos hablas? —Alaric ahora se pone de pie también. —Todo lo que hemos hecho ha sido para salvarte, Elena
—¡Yo no se los pedí! —grita de regreso. Me tambaleo para atrás, sintiendo sus palabras como una daga en el corazón. —¡Yo nunca les dije que me salvaran!
—Que egoísta eres —alguien gruñe lejos.
—¡Carajo! —doy un pisotón. —¿Sabes lo que acabo de hacer? Estuve a punto de sacrificar mi trasero, estuve a punto de morir solo para asesinar a este imbécil que planea matarte.
—El imbécil está escuchando —se quejan.
—¡Solo porque quiero que estés segura! —mi grito sale desgarrando mi garganta.
—¡Eso no es verdad! —apunta su dedo índice en mi dirección. —Solo lo haces con la esperanza de que, si salgo viva de esto, sienta algo por ti. ¡Pero estas muy equivocado Damon! —me golpea el pecho. —¡Yo nunca podría llegar a amar a alguien como tú! ¡No soy Katherine!
Está tratando de romperme el corazón, por milésima vez, pero esta vez no me quedaré solo de pie a escuchar los trozos caer al suelo, esta vez quiero que ella sufra tanto como yo.
—Sé que no eres Katherine —digo venenoso. —Ella no es idiota. Katherine haría todo lo posible por salvarse a sí misma. ¡Tú no puedes hacer ni eso!
—¡Yo quiero que las personas que amo estén a salvo! —se seca las lágrimas furiosamente. —¡Yo quiero que ustedes dos estén a salvo!
—No puedo creer que te importe más la vida de ellos que la tuya —Jhon se queja.
—¡Yo si tengo sentimientos! —le grita.
—¿Y de que sirven? —se burla Jhon. —Pregúntale a Alaric, la mujer que una vez amo, es un vampiro, la otra, no le habla por ocultarle la verdad.
—¡No te metas en mi vida! —Alaric le responde.
—Me meto en lo que yo quiero —Jhon escupe.
—Si tanto quieres meterte, ¿Por qué no asesinas tú a Elijah? —pregunto furioso. —¿Debías matarme a mí?
—Eres muy manipulable, Damon —pone una sonrisa arrogante en el rostro. Quiero golpearlo. —Si matabas a Elijah, me deshacía de ti también.
—¡A esto me refiero! —Elena se abraza a si misma. —Ya no quiero que nadie muera por mí.
—¡Nosotros ya hemos vivido, Elena! —Stefan se tira del cabello con frustración. —Hemos vivido demasiado tiempo ya.
—Pero puedo darles más tiempo —dice ella.
Yo aprieto los puños a los costados de mi cuerpo.
—Eres solo una estúpida niña pequeña que cree que puede salvar el mundo —golpeo la mesa del comedor con furia.
Elena se suelta llorando de nuevo, las lágrimas incontrolables bajan por su rostro. No me importa que llore, no me importa que siga creyendo que soy el malo de la historia, necesito que entienda.
—Sacrificar tu vida no es heroico —Stefan suspira. —Es trágico.
—Es patético —completo haciendo una mueca.
—Es estúpido —la voz de Isabella suena a otro lado de la habitación. —Estoy harta.
Volteo justo a tiempo para verla enterrarle a Elijah la estaca en el corazón. Los gritos del original no se hacen esperar, se trata de sacudir buscando zafarse del objeto que atraviesa su cuerpo, pero, se detiene cuando su cuerpo queda de color gris opaco, las venas saltadas de su piel, y sus extremidades sin fuerza.
—Ya está —lo empuja al suelo. —No sé porque tanto problema, era muy sencillo.
Todos la miramos con los ojos abiertos y la mandíbula hasta el suelo por la sorpresa. Nadie había pensado que esto podría terminar de esta manera.
—Ahora —da un aplauso para sacarnos del trance. —Hay que sacarlo antes de que vuelva Angela con Jenna, ya no deben estar lejos.
—Problema resuelto —me encojo de hombros. Mis piernas se mueven, haciéndome rodear la mesa para llegar al lado de ella, la tomo por la cintura y le doy un beso en la mejilla. —Chica lista —susurro en su oído.
—¿Quién es? —Elena pregunta mirándonos, al parecer apenas se dio cuenta de su presencia. —¿La hipnotizaste, Damon?
Sus lágrimas aún están sobre sus mejillas, su postura sigue tensa y su rostro sigue fruncido.
—No, no hice nada —me defendí. Está bien que lo hago seguido, pero no siempre es mi culpa.
—Tenemos demasiados problemas, Damon. ¿Y tú decides aprovechar que estaba la casa sola para traer a una de tus zorras a pasar el rato?
Un gruñido sale de mi boca. No tiene por qué ser grosera con Isabella.
—Hola Elena —Isabella sonríe a mi lado, ignorando las palabras de Elena.
—¿Te conozco?
—No —se ríe levemente. —Pero, yo si te conozco.
Elena nos da una mirada a todos, buscando alguna respuesta.
—Elena supongo que no la recuerdas —Alaric se acerca con precaución. —Ella es Isabella, tu prima.
Stefan salta sorprendido, Elena abre exageradamente los ojos, su mirada pasa de Alaric a Isabella, y de nuevo a Rick.
—¿Mi prima? —pregunta incrédula.
—Sí, Elena —Jhon se mete a la conversación. —Es hija de Reneé, la hermana de Isobel.
—Damon, hay que quitar esto de aquí —Rick llama mi atención, señalando el cuerpo de Elijah.
Entre ambos nos inclinamos a tomar al muerto y levantarlo. Cruzamos la casa, avanzando al sótano, no quería arriesgarme a que alguien supiera lo que había pasado y corriera a buscar el cuerpo. Lo lancé al suelo.
—Así que, así termina esto —murmuro. Rick asiente.
—Pero no le saques la daga —una voz aparece en la puerta. Giro mi cabeza, ella está recargada contra el marco de la puerta, sus brazos cruzados sobre su torso.
—¿Estará muerto mientras tanto? —pregunto. Ella asiente. —¿Cómo estas tan segura?
—Él me lo dijo —Isabella apunta al muerto.
—Voy a volver a arriba —Rick anuncia. —Creo que ya volvió Jenna.
—¿Por qué lo hiciste? —le pregunto acercándome a ella. Quiero mirar sus ojos, descubrir si me dice la verdad o todo es parte de un engaño.
—La conversación estaba… interesante —se remueve. —Sabía que matando a Elijah pararían. Y lo hice.
—¿Qué ganas tú con esto? —cuestiono con interés, aun no entiendo esa parte.
—De hecho, pierdo más de lo que gano —suspira. —Acabo de asesinar a mi casero, probablemente pase la noche debajo de un puente y no tengo dinero para volver a casa, así que, quizás pida un aventón a un extraño en la carretera.
—Tú y Angela pueden quedarse aquí —mi boca suelta las palabras antes de que pueda pensar en ellas.
Me mira sorprendida.
—La mansión Salvatore era la casa de huéspedes de Mystic Falls desde su fundación —explico. —Tenemos varias habitaciones, pueden quedarse el tiempo que ustedes quieran.
No sé, quizás para siempre.
—Pues… gracias —dice sonriendo.
—Vamos a arriba —le ofrezco. La empujo delante de mí, asegurándome de cerrar la puerta al irnos.
—Creí que ya se habían ido —Jenna sonríe entrando al mismo tiempo que nosotros. Angela levanta un par de bolsas detrás de ella.
—Elijah ya se fue —Isabella se acerca a ayudarles. —Dijo que tenía cosas que hacer.
—Hola Jenna —Elena la saluda.
—¿Qué hacen aquí? —mira a mi hermano. —Creí que se quedarían más tiempo.
—Es que… —Elena busca alguna excusa.
—Matt, Caroline y yo estamos organizando una fiesta —Isabella salta a salvarla, —supongo que Caroline les avisó y les pidió que vinieran.
—Sí, eso fue —Elena asiente.
—Bien —Jenna sonríe mirándolas a ambas.
Después del tenso momento que vivimos en el postre, todos se fueron, bueno, casi todos. Elena se quedó, dijo que aún no estaba lista para estar en la misma casa que Jhon, nadie la culpó, ese imbécil ponía a todos de mal humor. Isabella y su amiga se fueron en el auto de Elijah, con la excusa de que él les había pedido que lo recogieran en algún otro lugar. Jenna pareció conforme con la respuesta.
—No puedo creerlo —Elena se quejó. Estaba sentada en uno de los sofás, junto a Stefan.
—Pues créelo, al fin nos deshicimos de Elijah —digo dejándome caer en otro de los sofás.
Sentía mi cuerpo relajarse por primera vez en semanas.
—No me refiero a eso —digo ella. —Eso sí lo puedo creer.
—¿Hablas de tu prima? —pregunta Stefan con cautela.
—Es que no lo puedo creer, de repente aparece esa extraña y me dice que es mi prima —Elena suspira. —Yo ni siquiera sabía que Isobel tuviera una hermana.
—¿Crees que Isobel la envió? —Stefan pregunta.
—No lo creo —murmuro.
Me paro del sofá, alejándome de ellos, no tengo ganas de darles explicaciones de lo que sé, tampoco tengo el humor de soportar preguntas y comentarios sobre Isabella.
Subo a mi habitación, al menos ahí puedo tener un poco de privacidad y tranquilidad. Ahora siento en mi interior ese vació de cuando, algo que esperas con muchas ansias, desaparece, dejándote a la deriva sin saber que más hacer.
Ya teníamos a uno menos, Elijah, pero, parece que, cada que nos deshacemos de alguien, los problemas se multiplican.
Escucho a los tortolitos subir las escaleras en dirección al cuarto de Stefan. Es en este momento cuando comienza mi infierno. Espero a que se encierren en la habitación para poder salir de nuevo a la biblioteca, o a la sala de estar. Cuando estoy solo, y ellos están ahí, envueltos en su burbuja, diciéndose palabras lindas, besándose, acariciándose, demostrándose cuanto se aman, es en ese momento cuando bajo, me escondo, huyo.
Eres un cobarde, Salvatore. ¿Desde cuando eres así?
Bajo las escaleras con pereza, caminando en busca de alguna de las botellas que tengo regadas por toda la casa, tomo una al pasar y regreso a la biblioteca, era el lugar más alejado de la habitación de Stefan. No es como si eso fuera a evitar que escuche sus ruiditos de amor, pero al menos disminuye el volumen.
Miro el desorden que aún hay esparcido por el suelo, evidencia de lo que había paso hace un rato con Isabella. Me dejo caer en el sofá con un gemido, cierro mis ojos mientras permito que mi mente me transporte al momento en que la vi con mi camisa alrededor de su cuerpo.
Siento envidia de ese trozo de tela. Ella si podía tocarla, y yo no.
Mi garganta da un gruñido de frustración, había rechazado a la reportera por su maldito recuerdo y ahora que necesitaba compañía, no tenía un par de buenas piernas para entretenerme. Un par de gemidos llegaron a mis oídos. SÍ, hoy será uno de esos días en los que me pongo tan ebrio, que por milagro, dejo de sentir a mí alrededor.
Solo recuerda lo que pasó la última vez que te pusiste ebrio hasta el apellido, Salvatore.
—Lindo escondite.
—Jodido destino —me quejo —No sé qué mal estoy pagando.
—Oye, tú me ofreciste tu casa.
—¿Ahora soy un ofrecido? —pregunto aun con los ojos cerrados.
—Sí —suelta una risa. Es un sonido refrescante.
—Creí que no aceptarías —digo honestamente.
—No me conoces realmente —se defiende.
—Tú tampoco me conoces —le recuerdo.
Escucho el sonido de sus zapatos venir a mí. ¿Usa zapatos de plataformas altas?
—Tienes razón —siento mi vaso deslizarse de entre mis dedos. Que mala costumbre tiene de hacer eso. —Pero no creí que fueras del tipo masoquista.
—No sé de qué hablas —me hago el desentendido.
De nuevo el sonido de los amantes del piso de arriba se escucha.
—A eso me refiero —susurra.
Por fin me digno a mirarla. Maldita sea, es tan hermosa.
Está sentada sobre el posa brazos a mi lado. Trae una falda corta negra y brillante, un top negro, medias y zapatos del mismo color.
—¿Vas a salir? —le pregunto con una ceja levantada. No creo que se haya ondulado el cabello y maquillado solo para venir aquí.
—Vamos a salir —me dice.
—No —me giro desviando la mirada.
—¿Vas a quedarte aquí? ¿Escuchando como tu hermano le hace el amor a su novia de la cual, casualmente, crees estar enamorado?
—Cuando lo dices así, suena mal
—Es que, está mal —me dice.
—Así que ¿esperas que salga contigo? —la miro con una ceja arriba.
—Sí —responde segura de si misma.
—¿Coqueteas conmigo? —muevo mis cejas sugestivamente.
—No
—Si
—No
—Si
—No saldré contigo.
—Pero yo sí quiero que salgas conmigo —hace un puchero. Sus labios pintados de color rojo sangre se vuelven más llamativos de lo que ya son. —Me contaron un secretito sobre ti y quiero saber si es cierto.
Ahora estoy interesado.
—¿Qué te contaron?
—Que si hablamos de salir de fiesta… no hay mejor compañía en este lugar, más que Damon Salvatore.
Chapter Text
(Damon POV)
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Aquí estoy, sintiéndome como el idiota con más suerte sobre la faz de la tierra. Me estoy dando un lujo que no me corresponde, pero no me importa, no me importa si esto está bien o mal, no me interesa saber lo que ellos piensen de nosotros. Anoche fue una de las noches que recordaré toda mi jodida existencia y lo demás se puede ir al carajo.
La observo, llevo haciéndolo desde hace un par de horas cuando me desperté. Su cabello esparcido por la almohada, su rostro tranquilo, sus labios con una sonrisa mientras se acurruca en mis brazos cada cierto tiempo. Sé que ya es muy, muy tarde y que debería despertarla, pero no quiero perturbar su sueño.
—¿Qué sucede? —pregunto a mi hermano. Su horrible peinado se asoma por la puerta, no paso por alto el gesto de sorpresa que aparece en su rostro.
—Ella… —se aclara la garganta. —¿Es la supuesta prima?
Me encabrona el tono en que lo dice.
—Sí, es la prima de Elena —le digo secamente.
—¿Cómo estas tan seguro? —me pregunta.
—Porque al parecer todo este maldito pueblo la conoce, menos nosotros y Elena.
Mi hermano entra a la habitación, trata de mantener su vista lejos del cuerpo de Isabella. Sus ojos se posan en sus zapatos, en la ventada, en la puerta del baño, en todos, puedo ver su gesto desesperado por encontrar algo interesante para fijar su vista.
—Ayer hablé con Liz —le explico. —Me mostró los certificados de nacimiento de Isobel y de su hermana mayor, Reneé.
Stefan abre la boca sorprendido. —No puedo creerlo.
—Pues hazlo.
—¿Crees que es buena idea tenerla aquí?
—Eso espero.
—¿Elena estará segura?
—Con todos los problemas que tenemos, Stefan, el menor de los problemas es saber que Elena tiene más familia.
Mi hermano se queda callado, finalmente sus ojos se posan en ella.
—Tú y ella…
Sé lo que quiere saber, pero yo no quiero decirle.
—Espero que no la hayas obligado a nada, Damon —suspira con pesadez. —Se ve que es buena persona.
—Se ve —afirmo. Pero ella es como yo, pienso en mi mente.
—¿Qué quieres de ella?
—No es de tu incumbencia, hermanito —salto a la defensiva. —Ahora, largo.
Apunto a la puerta. Stefan nos da una última mirada y se gira, saliendo por donde vino.
El cálido cuerpo se retuerce en mis brazos.
—Buenos días, solecito —canturreo.
Sus parpados se esfuerzan para abrirse, cuando lo logra, los veo enfocarse en los míos. Una sonrisa de posa en sus labios.
—Buenos días —dice. Sus cejas se fruncen —¿Qué hora es?
—No lo sé —respondo. —La última vez que revisé eran cerca de las 2.
—¿De la tarde? —se sienta de golpe.
Veo su cabeza girar por toda la habitación, trata de analizar la situación, aunque ahora estoy viendo su espalda, puedo sentir su confusión. Trata de mover sus manos para alejar el cabello de su rostro, pero no puede levantarlas a su cabeza.
—Maldición —gruñe— ¿Qué es esto?
Imito su movimiento, sentándome en la cama, hecho su cabello hacia atrás, ella gira su rostro hacia mí. La observo, su cabello despeinado, su rostro hinchado, sus ojos enrojecidos, su rostro tenso por la clara migraña que tiene. Sonrió ampliamente antes de responder.
—Resaca, se llama.
—Idiota —gruñe.
Rodeo su cintura y tiro de ella para atraerla de nuevo a mí, su espalda choca con mi pecho desnudo. Con toda la lentitud que puedo, acarició sus brazos sobre la tela que lleva sobre el torso, mis manos suben hasta sus hombros y de regreso a sus dedos. Bajo mis labios a su cuello para ocultar la sonrisa que se posa en mis labios.
Desde la primera vez que la vi, disfruto de escuchar como sus latidos se aceleran cada que me siente demasiado cerca.
—¿Por qué tengo puesta una camisa al revés?
Me echo para tras, miro su cuerpo cubierto por mi camisa negra.
—¿No recuerdas? —pregunto con voz inocente. Sacude la cabeza y hace un gesto de dolor.
—Ayer cuando llegamos aquí, me confesaste… unas cuantas cosas.
—¿Qué cosas? —pregunta insegura.
—Me confesaste cuan deseosa estas por quitarme mi inocencia.
Rueda los ojos.
—Ya quisieras, Damon.
—Quiero muchas cosas, bambina.
—¿Qué fue lo que pasó para que terminara así? —pregunta tratando de sacudirse para soltar sus manos.
—Cuando llegamos, me atacaste salvajemente, como si yo fuera un objeto único en una rebaja de temporada en el centro comercial —me rio, de nuevo pone los ojos en blanco. —Luego, te desesperaste y tu sola te desnudaste y luego trataste de hacer lo mismo conmigo.
Su cabeza se gira hacia delante de nuevo, inclino mi cabeza para no perderme ninguno de sus gestos. Sus ojos están desenfocados, sé que está perdida en su mente.
—Pero —abre la boca para hablar. —¿por qué está puesta al revés?
—Porque soy un caballero y… —sus carcajadas me interrumpen.
¿Se burla de mí? ¿Se está burlando de mí?
La tomo y estampo su cuerpo contra el colchón de la cama. Me coloco arriba de ella, aprisionándola con mis brazos. Ella sigue riendo.
—¿Te burlas? —siseo. —Si no soy un caballero, no hubiera puesto mi maldita camisa alrededor de tu cuerpo desnudo anoche.
—No lo hiciste por esa razón —me reta. —Sabes tan bien como yo, que si no lo hacías, no ibas a poder contenerte.
—Dime, bambina —acerco mi rostro al de ella, nuestras narices casi se tocan, nuestros alientos chocan. —Dime que te hace pensar que quería contenerme.
—Porque sabes que esto —sus ojos se mueven, me apuntan y luego a ella, —como sea que se llame esto que tenemos, va a terminar ahí.
—¿Por qué crees eso? —le pregunto extrañado.
—Porque para ti, así funciona, así es con todas —su palabras llegan derecho a mí, como flechas afiladas que se lanzan directamente en mi dirección. —Además, estas enamorado de Elena y no soy plato de segunda mesa Damon.
—¿Y crees que yo sí? —le pregunto repentinamente molesto. —Te recuerdo, Isabella, que tienes novio y en este jodido momento estas aquí, a varios kilómetros de distancia, en la cama de otro hombre, semidesnuda.
Vaya cojones que tienes, Salvatore. Primero la embriagas y luego se lo echas en cara.
—¿Entonces yo soy la mala? —su voz se eleva.
—Pues, sí.
—No te equivoques, Damon, tú y yo no somos iguales —sisea con furia. —Sí, sé que soy una mentirosa porque me la paso ocultando verdades a todo el mundo, sí, también sé que soy una perra por haber dejado a mi novio a kilómetros sin ninguna explicación —sus ojos chispean por las emociones que está sintiendo, todas esas emociones que lucha por mantener ocultas y que la carcomen por dentro. —Y, sí, ¡maldición! Sé que quizás soy una zorra por estar en este jodido momento semidesnuda, en la cama de otro hombre, debajo de su cuerpo semidesnudo, ¡muriéndome de deseo por besarlo!
Sus últimas palabras fueron un gemido desesperado y ¿Quién soy yo para evitarle un poco de alivio?
Mi rostro se inclinó al suyo, acortando la distancia entre ambos, chocando nuestros labios. Ambos gemimos al sentirnos.
La sensación era muy diferente a esa primera vez en la librería cuando la encontré, sí, desde ese momento había notado su deseo por mí y me había aprovechado de eso para quitarle el libro, pero no contaba con que el sabor de sus labios causaría en mí una obsesión. Sí, lo admito, estoy obsesionado con ella, no puedo pensar en nada sin que su rostro, su voz, su personalidad, o su cuerpo aparezcan en mi cabeza.
La diferencia esta vez, es la sensación, esta vez ambos éramos conscientes del deseo que sentíamos por el otro.
Me separé de su rostro cuando a ambos nos faltó el aire. Sus mejillas estaban enrojecidas, su pecho subía y bajaba con rapidez, sus labios estaban ligeramente hinchados y entreabiertos, sus ojos cerrados.
Es una diosa.
Sus ojos se abren y me miran. No tiene que decirme nada, sé lo que quiere.
Atrapo de nuevo sus labios con los míos, esta vez con hambre, urgencia, hambre, necesidad. Me separo un poco y mordisqueo sus labios mientras escucho sus leves jadeos, su cuerpo se sacude debajo del mío, pero la camisa de fuerza que tiene a su alrededor le impide moverse con libertad. Cuando nota lo prisionera que está, gruñe frustrada.
Suelto una leve risa. La beso de nuevo, tomo su cintura y nos giró a ambos sobre las sabanas de la cama. Suelta una risa sorprendida cuando se da cuenta que ahora está a horcajadas sobre mí.
Tienes un problema con tenerla así, Salvatore.
Isabella siente mi distracción y ataca mis labios de nuevo. Su legua delinea mi labio inferior, rogándome que la dejé ir más allá, mis labios se abren y la recibo soltando un gemido cuando siento que nuestras lenguas se unen, comenzando una danza frenética. Mis manos suben y bajan sobre la tela que cubre su espalda, causando que su cuerpo se sacuda por la sensación.
Mis dedos desatan con facilidad el nudo que forman las mangas en su espalda, luego van por los botones que hacen un camino desde la parte de atrás de su cuello, hasta más debajo de su cadera.
Cuando se siente más libre, sus manos acarician los costados de mi abdomen mandándome escalofríos por todo el cuerpo. Me incorporó aun acariciando su ahora libre espalda, la aprieto más contra mi cuerpo, sintiendo todas sus curvas contra mí.
Maldición, la necesito, necesito tenerla, pero no puedo. No debo.
Ahorita me mira con esos ojos ardientes de deseo, pero, ¿mañana? Me mirará con odio y resentimiento, mañana cuando vuelva a su casa y lo vea a él, se odiará, y me odiará a mí. Puedo soportar que cualquiera me odie, incluso vivo por esa razón, para ganarme el odio de todos, pero no de ella. No soporto la idea de que me odie.
Quiero que me necesite tanto como yo a ella, quiero que me piense y me sueñe tanto como yo a ella estas semanas. Necesito que yo sea lo único que ocupe su mente, pero no quiero que me piense solo para odiarme.
Bajo mi boca por su clavícula hasta la base de su cuello, suelta pequeños jadeos cada que mis labios depositan un beso en su piel. Me detengo donde se une su cuello y su hombro, siento las pulsaciones de su sangre debajo de mis labios, siento cada latido que su cuerpo da para mandar sangre por sus venas.
No lo pensé, solo actué.
Mis dientes se clavaron en su piel, su cuerpo se curveó contra mí mientras el liquidó caliente salía disparado de sus venas a mi boca. Su sabor era delicioso, es como probar el mejor vino del mundo, ese que lleva varios años añejándose con extremo cuidado para que adquiera la cantidad necesaria de sabores y aromas secundarios.
Podría beber siempre de esto. Puedo beber todo lo que me resta de existencia de este delicioso elixir que es su sangre.
Me despego de su piel, siento la sangre escurrir por las comisuras de mis labios, veo su sangre brotar de la herida que han causado mis dientes. Sus ojos me observan, puedo verme reflejado en sus pupilas. Mis ojos están dilatados y completamente negros, las venas alrededor de mis ojos están marcadas y de color borgoña, y mis colmillos manchados de su sangre que salen de mis labios, son el toque final.
Ella no me tiene miedo, ella no me teme en lo absoluto, al contrario, me mira como un ciego que ve la luz por primera vez.
—Muerde —le digo acercando mis labios a su oído, puedo sentir su aliento en mi cuello, errático por las sensaciones que la embargan. —Bebe de mí, bambina.
Escucho su garganta tragar con fuerza, se inclina en dirección a mi cuello y, con toda la fuerza que puede, atraviesa con sus dientes mi piel. Siento como se tensa y titubea en succionar, pero finalmente lo hace. Clavo de nuevo mis colmillos en la piel de su cuello.
Algo sucede en ese momento, un corto, o una falla en lo que se supone que es correcto.
Cinco segundos después, estoy prendado de su cuerpo, tocándola con desesperación, con anhelación. La deseo, deseo tenerla solo para mí, a ella, a su cuerpo, su sangre, su alma. Me siento atrapado en un espiral de emociones que me está matando por tomarla.
Un sonido llega a mis oídos, pero ninguno hace caso.
Ella se siente de la misma manera, puedo sentir el calor de su cuerpo mientras aumenta, puedo sentir la desesperación con la que sus manos acarician mi abdomen, mi pecho, mi espalda. Puedo oler su excitación que solo hace que mi necesidad de ella aumente.
De nuevo el sonido.
Se desprende de mi cuello cuando necesita respirar. Me detengo para observarla, mi sangre gotea por sus labios, su cuello, cayendo en la base de su pecho, sus ojos son oscuros y hambrientos. Se ve extremadamente sexy y letal como para ser humana.
—Serías preciosa como vampira —murmuro apretando su cadera. Atrapo sus labios con los míos, el sabor de la sangre de ambos mezclándose en nuestras bocas es lo que necesito para decidirme.
Me giro de nuevo, presiono su espalda contra el colchón, cubriéndola con mi cuerpo, los besos, las caricias y los gemidos no se hacen esperar.
El timbre de un celular hace que ambos gruñamos, ella estira su brazo y toma de la mesa de noche el aparato que está sonando con desesperación desde hace rato.
—¡¿Qué?! —gruñe con furia.
—¿Bella? —la voz empalagosa pero dubitativa de un hombre responde.
Isabella cierra los ojos, su cuerpo se tensa y su respiración se corta.
—¿Qué sucede, Edward? —pregunta modificando el sonido de su voz.
De mi pecho brota un profundo gruñido. Isabella me mira, pero no menciona nada.
—Alice me pidió que te llamará, dice que ha tratado de comunicarse contigo, pero no respondías —su voz no es acusatorio, al contrario, es muy preocupado. —¿Estas bien?
Miro a Isabella esperando que responda a esa pregunta. Su rostro es una mueca de sufrimiento.
Genial, Salvatore, ahora ella nos odiará.
—Sí, Edward, estoy bien —me da una mirada rápida. —Dile a Alice que no se preocupe, que yo la llamo más tarde.
—¿Estas segura?
—Sí, muy segura —suspira. —Estoy bien.
Se quedan ambos en silencio. Me recuesto a su lado, sintiéndome incómodo.
—Bella, te extraño —le dice con añoranza. Los labios de Isabella forman una línea en su rostro, sé está conteniendo de responder.
—Te veré pronto.
Cuelga el teléfono y lo lanza lejos. Sus manos aprisionan su cabeza con fuerza.
—Eso fue… —hablo para matar el silencio. Ella levanta su rostro y asiente, pero no dice nada.
—Iré a ducharme —anuncia. No le respondo, solo la veo erguirse sobre la cama y luego ponerse de pie para dirigirse al baño. La tela de la camisa que rodeaba su cintura cae al piso, dejándome ver su cuerpo por última vez antes de encerrarse en el baño. Escucho la regadera abrirse y el agua correr.
¡Maldita suerte y jodido destino retorcido que me odian!
Me levanto yo también de la cama, me paseo por la habitación acomodando el desastre que causamos anoche. Cuando termino, dejo abierta las ventanas y las cortinas y me resigno a buscar otro baño para asearme.
Media hora después, muchos gruñidos de frustración, maldiciones a diestra y siniestra, y algunos gritos de coraje, me encuentro aseado y de regreso a la habitación para buscar ropa para vestirme. Me sorprendo cuando la veo sentada en la cama, cepillando su cabello con dedicación.
No me molesto en cubrir mi desnudez, me paseo delante de ella en busca de mi ropa. Puedo ver las miradas que me da antes de rodar los ojos.
—Exhibicionista —me lanza la toalla húmeda que tiene a su lado. Por supuesto que la atrapo antes de que golpee mi rostro.
—¿Quién lo dice? ¿Tú? —me burlo. —¿La que hace rato hizo lo mismo?
Me lanza un zapato. Qué mala manía tiene esta mujer de lanzarme cosas a la cabeza.
—Creí que aun te estabas duchando —digo casual mientras me colocó la playera.
—No —dice extrañada. —Ya tengo rato que salí del baño.
—Entonces… —dejo las palabras en el aire. Mis oídos se concentran en el sonido del agua cayendo en otra parte de la casa.
—¿Sabes si tu amiga está aquí? —le pregunto, acercándome a ella.
—No, está con Jenna.
Estiro mi mano en su dirección, ella entiende a la perfección lo que le pido. Salimos de la habitación en silencio y con lentitud, la tengo detrás de mi espalda, tomada de mi mano mientras seguimos el sonido del agua.
Uno de los baños que no están dentro de las habitaciones, tiene la puerta abierta, del interior brota vapor y humo. Hago una señal a Isabella para que guarde silencio. Con cuidado, empujo la madera de la puerta para que se abra más. Me quedo de piedra, mirándole.
Sabe que estoy aquí, pero aun así se da el tiempo de cerrar la regadera, y girarse hacia mí.
—Hola, Damon —se escurre el cabello mientras habla. —¿Tienes una bata?
—¿Quién mierda te soltó? —pregunto en respuesta.
Ella sonríe y se encoge de hombros, sale de la regadera y se acerca a mí.
—No todos saben que… los originales pueden hipnotizar a los vampiros —canturrea, — pero, en cuanto mueren, la hipnosis se va —canturrea.
¡Esa maldita me volvió a usar! ¡Y yo caí como un idiota!
—Sabía que si te pedía que no lo asesinaras —hace un puchero, —eso sería exactamente lo que harías.
—Clásico pensamiento de cualquier hombre —Isabella aparece a mi lado. No sé en qué momento se soltó de mi mano. Me da unas palmadas en la espalda y con su mano libre, lanza una bata de baño en dirección a Katherine. —Les dices que no hagan una cosa y su único deseo es hacerla.
—Me agradas —Katherine le guiña un ojo, se envuelve en la bata. Pasa a nuestro lado, inspeccionando el baño.
Instintivamente tiro del cuerpo de Isabella y la coloco detrás de mí, girándonos a ambos para alejarla de Katherine.
—No le haré nada —ella rueda los ojos. —Al menos no nada que ella no quiera.
Isabella se ríe, pero no responde.
—¿Qué mierda haces aquí? —gruño. —Ya estas libre, ¿Qué más quieres?
—No hui, Damon —levanta las manos como derrotada.
—¿Qué carajo significa eso?
—Eso significa que voy a cumplir mi palabra y ayudarte.
Aún sigo atónito por lo sucedido. Miro de un lado a otro a ambas mujeres, pero, honestamente, no tengo idea de cómo reaccionar a esto. Voy a tener muchos problemas, eso es seguro.
—No te creo —le digo mientras salgo del baño con Isabella a mi lado. Ambos caminamos por la casa, bajamos a la cocina donde están Elena y Stefan.
¡Que emoción! Suelto un profundo suspiro para llamar su atención, ya que los tortolos estaban encerrados en su burbuja.
—¿Sigues aquí? —Elena le pregunta a Isabella con un tono grosero.
—Buen día, Elena —le sonríe. —¿Cómo estás? Yo muy bien, gracias por ser tan amable y preguntar.
Suelto una risa. Stefan sacude la cabeza con diversión.
—¿Por qué estás aquí? —le pregunta de nuevo.
—Aquí dormí —Isabella le resta importancia. Elena resopla.
—¿Por qué estás aquí?
Isabella no le responde, se gira a mover los cajones y puertas de la cocina en busca de algo para comer. Sé ve muy fresca como para tener resaca, sé que es por la sangre, pero aun así debe estar hambrienta, teniendo en cuenta que la última vez que comió fue en el desastre de cena que tuvimos.
—Escucha, no creo que seas mi prima, no creo que seas mi familia —le dice.
—Pues créelo —responde Isabella. —Si lo soy.
—¿Y dónde estabas antes? —Elena alza la voz. —¿Dónde estabas cuando necesitaba tener a alguien a mi lado? ¿Dónde estabas cuando me quedé sola?
Isabella la mira, sus labios son una línea de lo apretados que los mantiene. Está evitando responderle.
—¿Acaso creías que con solo presentarte aquí y decir que eres mi prima te iba a aceptar?
—No me interesa si me crees o no —habla Isabella, su voz es contenida. —No me importa si me quieres o no, eso es problema tuyo. No te metas en mis asuntos.
—¿Por qué no me respondes? —Elena dice con desesperación. —¿Por qué estás aquí? ¿Qué quieres?
—Estoy aquí porque tengo hambre, Elena ¡Maldita sea! —grita Isabella.
No soy el único que siente la tensión en el aire, Stefan toma la mano de Elena y comienza a hablarle al oído, buscando tranquilizarla.
—¿Ya almorzaron? —les pregunto para aligerar el ambiente. Me muevo por la cocina hasta el refrigerador, me inclino en su interior buscando ingredientes para preparar un almuerzo decente pero rápido.
—Sí, nosotros nos levantamos temprano —responde mi hermano. Sí, él sabe a qué hora llegamos.
Isabella se gira a mí, su rostro es ahora más tranquilo, pero aún se ven tensos sus hombros. En sus manos trae dos vasos de cristal, a mi nariz llega el aroma del Whiskey. Me entrega uno y me guiña un ojo.
—Mmm, me gusta —sonrió mirándola y aceptando el vaso en mis manos.
Los siguientes minutos nos la pasamos moviéndonos a través de la cocina, ambos estábamos conscientes que teníamos espectadores muy alertas a nuestros movimientos, pero ninguno les prestó atención. De vez en cuando la mano de alguno de los dos se extendía para tocar al otro, al inicio hacíamos parecer que era accidental, pero luego desistimos de eso. Solo nos tocábamos porque sí.
—Saca otro —me dijo cuándo le pasé los dos platos para que sirviera la comida.
Hice una mueca. —No quiero compartir mi comida.
—La vas a compartir conmigo —se encoge de hombros.
—No es lo mismo —me quejo. Rueda los ojos.
—Saca otro plato si quieres comer —me amenaza. Ahora es mi turno de rodar los ojos.
No me agrada su idea, pero, sé que no me queda otra alternativa. Resignado saco otro plato y se lo extiendo.
—¿Qué hace ella aquí? —chilla Elena. Nuestra no deseada invitada pasa detrás de mí mientras se ríe siniestramente.
—Siéntate —le dice Isabella. Coloca un plato frete a cada silla disponible de la barra de la cocina. —Espero que tengas hambre.
—No la quiero aquí —Elena dice casi gritando, mira a Stefan y luego a mí. —Sáquenla de aquí.
Katherine hace lo contrario, se sienta donde le indico Isabella, mientras que mantiene su mirada fija en Elena, desafiándola. Stefan me mira confundido, hasta donde él sabía, está loca estaba encerrada en la tumba. Yo no respondo, evito su mirada para no darle explicaciones y me siento del otro lado de Isabella.
—¿Cómo es posible? —Stefan pregunta. Maldición no me va a dejar en paz hasta que le diga la verdad.
—Al matar a Elijah, la maldita salió —respondo duramente. Stefan mira a la loca.
—Los originales son un estuche de monerías —Katherine dice feliz.
—¡No te quiero aquí! —Elena de nuevo salta al ataque. —Sáquenla de aquí.
—Me necesitas Elena —Katherine le dice mientras se lleva un bocado a la boca.
—No es cierto, no necesito a una loca que quiere asesinarme —Elena golpea la mesa.
—Yo también quiero a Klaus muerto —aclara la loca.
—¡No sé qué pasa con ustedes! —Elena se cruza de brazos. —No necesito a una perra sádica, ni tampoco necesito a la otra, una humana loca que dice ser mi prima.
—Oye —Isabella la mira indignada. —Si quieres nos hacemos una prueba de ADN. A lo mejor la locura es de familia.
Trato de ocultar mi risa, Stefan tose y agacha la cabeza.
Elena sacude la cabeza con molestia.
—No necesito su ayuda, no quiero su ayuda —se cruza de brazos. —No las necesito, váyanse.
—Eres increíblemente estúpida —se queja Isabella entre dientes.
—¿Disculpa? —Elena la mira ofendida.
—Te crees invencible —escupe Isabella con voz fría. —Confías demasiado en una bruja que apenas descubrió sus poderes y que da la casualidad que ya los perdió. Además, —señala a mi hermano y a mí. —Crees que los tienes a ellos, y que con eso es suficiente.
—¿Sabes dónde está Klaus? —Katherine la mira con una ceja arriba. —¿Sabes cómo es él? ¿Sabes cuándo viene?
Elena abre y cierra su boca un par de veces. Quiere responder pero no sabe que decir.
—Di lo que sabes y lárgate —gruño en dirección a Katherine.
Me había mantenido en silencio, sé que Elena se siente dolida y confundida, pero mi sexto sentido me dice que Katherine, y bueno, también Isabella, ambas saben algo que nos están ocultando.
—No quiero sonar como si me hubiera cambiado de bando —Stefan habla con cautela, mirándonos. —Pero ellas tiene un punto.
Elena se da la vuelta y sale de la casa furiosa.
—Idiota —dicen ambas. Stefan las mira levantando una ceja.
—Ya sabemos que tenemos razón —se jacta Katherine.
—Pero no se le dice a una mujer —explica Isabella. —Mucho menos si está celosa
—¿Y yo que voy a saber? —Stefan hace una mueca y sale detrás de Elena.
Ambas se ríen.
—¿Cómo saben ustedes tanto de los originales? —les pregunto.
—Pasé años escapando de uno, ¿recuerdas? —Katherine sigue comiendo como si nada.
—Y cuando te conté de mi plan para asesinar a Elijah. ¿Por qué demonios no me avisaste que si usaba esa daga me mataría?
—Hay, tantas reglas —suspira. —Todo es tan confuso.
—¿Sabías que moriría? —pregunto, mi voz expresa el dolor que siento por sus palabras. Llegue a creer que al menos, ella sentiría un poco de aprecio como para mantenerme con vida.
—¿Elijah te dijo su plan? —cambia de tema. —Tenía una daga para matar a Klaus.
—¿Por qué sigues aquí? —pregunto molesto. Quiero entender que es lo que quiere, quiero entender porque de repente parece tener una buena voluntad.
—Quiero a Klaus muerto y sabes que siempre obtengo lo que quiero. Por ejemplo, quería salir de la tumba, sin importar a quien sacrificara.
Me quedo callado.
—Sí, Damon, sabía que morirías —se levanta. Y sale de la cocina.
Ouch, eso duele, Salvatore.
Siempre he sabido que para Katherine, no hay nadie más importante más que ella. Pero, siempre me vuelvo nostálgico cuando recuerdo el tiempo en que la conocí, en ese entonces, nada me importaba más que ella, no me importaba que dijera lo mucho que nos amaba a mi hermano y a mí, por un segundo le creí. Como un imbécil le creí que me amaba, pero la muy perra solo me usó.
—¿Por qué me salvaste? —le pregunto a la humana a mí lado. —¿Por qué no dejaste que esa estúpida daga me asesinara?
—Porque, yo no te quiero muerto —me mira a los ojos.
—¿Porqué?
Me mira un largo rato
—No lo sé —dice finalmente con un suspiro. —¿Terminaste?
Se levanta, se estira frente a mí moviendo sus manos para alcanzar los platos y demás cosas. Sé que debo levantar y ayudarle, pero no me siento capaz de moverme, siento que todo mi mundo se puso de cabeza en solo cinco minutos. Decido ser un imbécil y dejar que se encargue sola de limpiar.
Me muevo a la biblioteca para analizar los libros que trajo Stefan. Quizás encontremos algo que nos sea útil. Abro una de las cajas, comienzo a sacar los diarios, fijándome en la fecha que traen escrita.
—¿Qué haces?
—Nada que te interese —respondo seco.
—Que dramático eres —se burla. —¿Cómo se supone que te ayudare si no me dices que es lo que haces?
—¿Sabes en qué lugar masacraron a las brujas? —pregunto.
—No.
—Entonces no me ayudas —le digo.
Estira su mano hacia la caja frente a mí. Le doy un golpe, ella me lo regresa.
—Sé que la masacre de las brujas es algo importante en el folklore de los brujos y la magia —Katherine se encoge de hombros.
—Si una bruja muere con violencia, deja una energía muy poderosa marcando el lugar donde muere —Isabella aparece a mi lado. Mete su mano a la caja con los diarios. —O eso dice Angela.
La veo ojear el diario.
—Elijah buscaba ese lugar —digo en voz alta.
— ¿Y qué haría si lo encontraba? —Katherine pregunta interesada.
—No lo sé —respondo. —¿Tú sabes algo?
Miro a Isabella. Ella suspira antes de responderme. —Es energía. Se mueve, se transforma, se absorbe, aunque no por cualquiera, y es indestructible.
—Principio básico de la materia en la física —le digo. —Chica lista.
Se ríe encantada.
—¿Lograron sacarle información al amigo de Bonnie?
Pregunto sin mirar a mi hermano. Hace rato, cuando salió corriendo detrás de Elena, Bonnie me mandó un mensaje avisándome que ella se había reunido con el brujo adolescente para sacarle información, sabía que no dejaría volver a Stefan sin contarle.
—¿Por qué no se ha ido? —mi hermano apunta a la loca. —¿O muerto?
—¡Por última vez! —Katherine chilla molesta. —Quiero ayudar. No más mentiras.
—Aja —bufa Isabella. La vampira la mira, al parecer su nueva amiga la acaba de traicionar.
—No me mires así —se defiende la humana. —Sabías, tan bien como yo, que Elijah no tenía un arma para matar a Klaus.
—Exacto —Stefan asiente. —Pero creía que si había un brujo de por medio, no haría falta.
—Mierda —se queja Isabella. —Quizás Angela sepa algo al respecto.
Saca de sus jeans ajustados color negro, marca rápidamente el número de su amiga.
—Para eso quería saber el lugar donde asesinaron a más de cien brujas —digo pensando en la situación. —Creía que ese lugar tendría lo necesario para canalizar la energía y asesinar a Klaus.
Stefan mira con atención el teléfono en el oído de Isabella, me acerco a ella y le arrebato el aparato de su mano.
—¿Angela sabes algo de eso? —pongo el altavoz para escuchar su respuesta.
Un fuerte suspiro sonó del otro lado de la línea —No, Damon. No sé nada aparte de lo que acabas de descubrir.
—Por alguna razón Elijah te trajo ¿no es cierto?
—Elijah solo nos obligó a Isabella y a mí a acompañarlo. Si algo se le ocurría, nos hipnotizaba en ese momento para hacerlo.
—¿Qué pasa si encontramos el lugar? —Stefan se coloca a mi lado, interesado en la conversación.
—Hay dos opciones. Puede ser que sean los primeros en encontrarlo, y si tienen una bruja, puede canalizar la energía y absorberla.
—¿Bonnie puede ayudar? —Stefan pregunta.
—Necesita recuperar sus poderes.
—¿Y tú? —levanto una ceja mientras pregunto. Mi hermano me mira aterrado. No confía en ella, yo tampoco, pero nos quedamos sin opciones.
—Podría intentarlo —responde.
—¿Cuál es la segunda opción? —Katherine junta sus cejas.
—Que alguien más ya haya encontrado el lugar y reclamado esa energía —explica Angela.
Cuelgo el teléfono antes de que diga otra palabra. En resumen, estaremos más jodidos si no nos damos prisa.
—¿Por qué le cuelgas así? —me golpea Isabella en la nuca.
La ignoro.
—¡Oh cierto! —me giro hacia Katherine. —Casi lo olvido. —mi mano entierra una estaca en su abdomen.
—¡¿Qué haces?! —gruñe. Veo su rostro de dolor. —¿Así tratas a alguien que trata de ayudarte?
—Eso es por no decirme que la daga me mataría —levanto cariñosamente su barbilla. —A la próxima, va al corazón. Así que, comienza a hablar.
La loca hace un gran esfuerzo para sacar la estaca de su cuerpo, el resto solo mira la escena, sin inmutarse en ayudarla, cuando logra liberarse del dolor, me da una mirada furiosa. —Sí hablo no te gustará.
—Solo habla.
—Bien —rueda los ojos. —Jhon e Isobel los quieres a ambos fuera de la vida de Elena.
—¡Wow!, que noticia —le digo irónico. Vamos, eso todos aquí lo sabemos.
—Pero no sabes que ambos me ofrecieron un trato.
La miro interesado, Stefan levanta la ceja, atento a las palabras que está loca, perra manipuladora va a decirnos.
—Sabía que matar a Elijah me sacaría de la tumba, entonces debía hacer una elección. O me quedo para ayudar a Klaus, o matan a Stefan.
Mi hermanito bufa.
—¡Pero de todas maneras me querían matar a mí!
—Solo podía salvar a uno —se encoje de hombros.
—Y tú elegiste a Stefan —le digo captando la ironía del momento. —Claro que lo elegirías a él.
Siempre lo ha hecho, todos siempre eligen a Stefan. Mi padre, Katherine, Elena, todos.
Isabella no, ella nos salvó, Salvatore.
Supongo que le conviene tenerme con vida. Ahora nuestra deuda esta saldada. Yo salve su vida la noche en la que nos conocimos, ella salvó mi vida ayer.
Chica lista.
—Querías la verdad, Damon —Katherine suelta la respiración de manera dramática, sus manos caen al lado de su cuerpo, como si la hubiera derrotado después de una ardua batalla.
Asiento. Eso me pasa por preguntón.
—¿Prefieres el engaño? —pregunta asombrada.
Niego. No, definitivamente no.
—Bueno, eso fue incomodo —Isabella se aclara la garganta. —Hermano malo, hermano bueno, perra manipuladora…
Nos ofrece a cada uno un diario. Nosotros lo tomamos por impulso.
—Tenemos trabajo que hacer.
Nos dispersamos por la casa, acomodándonos para pasar las siguientes horas leyendo los horribles jeroglíficos humanos que había escrito Jhonatan Gilbert hace años.
No entiendo la fascinación de las personas por escribir diarios. ¿No tienen nada más interesante que hacer?
Sacudo la cabeza y aprieto mis ojos. Vamos Salvatore, concéntrate. Mis manos abren el libro y comienzo a leer.
Pasaron horas, no sé cuántas exactamente, pero a veces se escuchaba el sonido de frustración, el pasar de las páginas, alguien que cambiaba de suspiro, o un libro cayendo en señal de que no habíamos encontrado nada.
—¿Qué mierda? —Isabella se sienta de repente.
Me giro en el sofá para mirarla. Katherine solo eleva una ceja pero no la mira. Stefan asoma su cabeza desde la escalera. La cabeza de Isabella se gira lentamente por todo el lugar, sus ojos se detienen en dirección a la entrada.
La miro con atención. Estoy alerta a cualquier señal que me diga que es lo que está mal. Me siento ansioso y excitado ante la idea de lanzarme para atacar a algo o alguien. Isabella se relaja, sus hombros caen y su rostro se enfoca en mí. Katherine y Stefan nos miran como si estuviéramos locos. Sí, tal vez lo estamos.
—Esto es muy aburrido —se queja Katherine. Se pone a mis espaldas en el sofá. Ruedo los ojos.
—¿Sabes? Esto de la cooperación amistosa…
—Mm-hmm
—¡No te la creo! —le digo dándole un golpe con el libro en mis manos.
—¡Damon! —dice enojada.
La ignoro y sigo leyendo el libro en mis manos.
—Tengo hambre —se queja.
—¿Tienes manos? —le pregunto. Asiente. —Consigue tu comida sola.
Escucho sus pasos moverse por la casa.
—“Emily Bennet fue arrestada en su casa por el consejo hoy” —lee Isabella. — La tomaron en su casa y la asesinaron donde mataron a sus ancestros hace más de cien años”
—¿Qué más dice? —le pregunto interesado.
—Nada —se levanta y se sienta junto a mí. —Es el final del libro, arrancaron las demás hojas.
Me extiende el libro abierto en unas páginas.
¿Por qué nuestra suerte es tan mala?
—No hay nada en este —Stefan aparece bajando las escaleras. —¿Ya encontraron algo?
Isabella y yo sacudimos la cabeza, le extiendo el diario mostrándole nuestra desgracia.
—Eso si es malo —suspira. —¿Qué hay del que sigue?
—Ya no hay más libros de 1864 —responde Isabella.
—Perdón, ¿qué? —Stefan la mira.
—Faltan diarios —le respondo. —Hay semanas, incluso meses que no están. Las historias están a medias.
—Mierda —se queja mi hermano con un lloriqueo. Comparto su frustración. Siempre que parece que avanzamos un paso, parece que retrocedemos dos.
Siento el cuerpo de Isabella tensarse de nuevo a mi lado. Sus latidos se aceleran y su pie se eriza, puedo oler el miedo emanando de ella.
—Damon…
—¿Qué es? —le pregunto alarmado.
—Algo está sucediendo —mira a su alrededor. —No sé qué es, pero hay algo que no está bien.
—Katherine es lo que no está bien —gruñe Stefan.
—No, no —sacude la cabeza. Se pone de pie con nerviosismo. —Hay algo más.
Mi hermano y yo la miramos caminar alrededor de la habitación. Stefan me pregunta silenciosamente si se lo que pasa con ella, pero yo niego. Isabella sale de la biblioteca, sus pasos se pierden en el interior de la casa. Escucho que se abren puertas y baja escalones. Va al sótano ¿Qué planea?
—¿Crees que trate de despertar a Elijah? —Stefan me mira alarmado.
—No —digo serio. —Más vale que no se atreva.
Sigo el camino por el que la humana ha ido, su esencia en el aire se mezcla con la de Katherine. ¿Qué hizo esa perra traidora?
—¿Qué es? —escucho que Isabella pregunta a alguien, probablemente Katherine. No puedo escuchar la respuesta que recibo, pero después su voz suena alarmada de nuevo. —No me jodas.
Un silencio rodea la casa. Eso es bueno… ¿verdad?
De repente se escucha un fuerte estruendo.
—¡Damon! —el grito de Katherine me alerta.
Salgo disparado en dirección al sótano. Mientras bajo los escalones escucho forcejeos, golpes, y quejidos de dolor, me asomo al cuarto donde está el cuerpo de Elijah. Él continúa en el suelo de piedra, inmóvil, seco y arrugado. Pero, Katherine está recostada contra la pared, jadea por aire y su expresión es de dolor. Tiene una estaca en el abdomen, su mano está cerca de su herida tratando de parar la sangre. Me acerco y de un movimiento le saco el trozo de madera de su cuerpo.
—¿Qué pasó? —pregunto confundido. No me mira, tarda unos segundo en reaccionar.
Katherine dirige su mirada al cuerpo del muerto.
—Damon —a mis oídos llega el lamento ahogado de Isabella.
Mis ojos la buscan con desesperación, está arrastrándose por el suelo, se coloca a un lado de la cabeza de Elijah, sus manos se mueven hasta el pecho de éste, coloca las palmas y comienza a luchar con todas sus fuerzas para empujar la daga en el pecho del original que por alguna maldita y extraña razón se está levantando.
—¿Qué mierda está pasando? —gruño.
Me lanzo junto a ella y le doy un fuerte empujón para ayudarle a regresar la daga a su lugar. Isabella parece respirar, su cuerpo se separa del de Elijah, arrastrándose de nuevo en dirección a Katherine.
—¡Damon! —ambas chillan de nuevo. Mi cabeza baja a la daga que se está levantando otra vez.
—¡Con un carajo! —un rugido sale de mi garganta. Me levanto, tomo el soplete de fuego que tengo junto a la puerta, lo enciendo dejando que el ardiente fuego salga por la boquilla.
—¿Qué haces? —Stefan llegó corriendo a causa del alboroto que se armó. Mira alarmado la escena frente a él.
—No tengo idea —le digo honesto.
—Es algo de brujos —Katherine habla aun jadeando. —Supongo que son los brujos de Elijah, deben querer recuperarlo.
—Haz algo, Stefan —le ordeno.
—Sí — Stefan asiente, me da una palmada en el hombro y sale corriendo para subir las escaleras.
¿Qué carajo?
Bueno, si soy honesto, cuando dije que hiciera algo, creí que iba a ir al cuerpo de Elijah y no sé, hacer algo. Nunca pensé que correría.
Duro unos minutos más con el fuego encendido. Lo tiro a un lado y me quedo mirando fijamente el cadáver esperando que algo suceda, para mi buena suerte, se queda ahí, muerto.
—Damon —un susurro llama mi atención.
Miro a Katherine, sus heridas ya estaban sanando, pero aún seguía saliendo demasiada sangre de ella.
—No es mía —dice como si adivinara mis pensamientos.
De repente, mi mirada enfoca al cuerpo de Isabella en sus brazos. Me permito verla con cuidado, su blusa de color lila ahora tiene varios tonos rojizos, sus brazos tienen rasguños de color rojo, su cuello tiene un corte que va desde su barbilla hasta la base de su pecho.
Sus ojos chocolates me miran con miedo.
Siento como si alguien me entierra miles de dagas en el cuerpo, todas a la misma vez. Mi garganta se seca cuando descubro que la sangre que rodea a Katherine, en realidad es de la humana que yace en sus brazos.
La sangre brota con rapidez de su abdomen, hay una estaca enterrada en su estómago. Su piel blanca está lastimada por los rasguños y arañazos de los cuales también brota sangre, sus labios están rojos por la sangre que brota de su boca mientras trata de jalar aire a sus pulmones.
—Damon necesitas hacer algo —Katherine habla. —¡No vas a poderla salvar si te quedas ahí!
Quiero moverme, pero no puedo, mi cuerpo está completamente paralizado, mis músculos están tensos y no dejan que me mueva.
—¡Maldita sea, Damon! —Katherine grita otra vez. —Escucha su corazón, ¡se está muriendo!
—Da…Da-mon —sus dulces labios murmuran casi inaudiblemente mi nombre.
Mi cuerpo reacciona. Me arrodillo a su lado, muerdo mi muñeca y la coloco sobre sus labios.
—Bebe —le ordeno con voz temblorosa. Ella lo intenta, pero la sangre que sale de su interior parece ahogarla. —Por favor —suplico, —tienes que beber.
Lo intenta. Falla. Vomita sangre. Lo intenta de nuevo. Vuelve a fallar. Vomita sangre de nuevo.
Siento que me muero.
—Dámela —se la quitó a Katherine. —Vete, o quédate aquí, no me importa.
Tomo a Isabella en mis brazos con mucho cuidado. Veo sus gestos de dolor con cada movimiento que su cuerpo hace, siento como la sangre de Isabella moja mi ropa con una rapidez que me alarma.
—No te duermas —le pido acariciando su cabello. Su cuerpo se sacude dando bocaradas de aire. —No bambina, no cierres los ojos, por favor.
Sus parpados luchan por mantenerse abiertos, sus ojos parecen estarse llenando de sangre. Esos hermosos ojos cálidos y marrones ahora se ven apagados y casi negros.
—¿Qué mierda pasó? —escucho la voz de su amiga llegar a mis oídos. No la miro, temo que si aparto la mirada de los ojos de Isabella, se cierren.
—Uno de los brujos de Elijah —Katherine explica.
—No se ha ido —Angela responde, pero no sé bien a que se refiere.
—Vas a estar bien —susurro para Isabella. Sus ojos no han abandonado los míos en ningún momento. —Estarás bien.
Muevo mi cuerpo de ataras a adelante, meciendo el suyo. Una de mis manos se mantiene firme sobre la herida en su abdomen, la otra, se pasea por su cabello, peinándolo, mis dedos recorren su rostro, limpiando cualquier rastro de sangre que brota de ella.
—No quiero perder a nadie más, no puedes hacerme esto, —le digo. —Sabes lo que pasó con Rose, eso pude soportarlo, pero si tu… —me interrumpo, —no sé si pueda lidiar con esta mierda sin ti.
Me mira muy atenta.
—¿Para esto salvaste mi trasero? —le digo. —¿Para después huir?
Trata de sacudir la cabeza.
—Shh, lo sé —la detengo. Si mueve su cabeza, la herida en su cuello sangrará más. —¿Vas a abandonar a tu novio?
Eres un hijo de puta, Salvatore. No puedo creer que uses esa arma en ese momento.
Una lágrima recorre su mejilla.
—¿Qué se supone que le diré? —le pregunto, abre al máximo sus ojos. —Oh si, pienso ir a ese maldito pueblo y contarle todo lo que ha pasado aquí.
Sus ojos brillan con diversión.
—¿No me crees? —me hago el ofendido. —Tú y yo haremos un viaje de carretera, uno muy largo. Te voy a enseñar lo que en verdad es vivir, sin límites, sin miedo. Te voy a enseñar lo que es la aventura, la verdadera diversión, te mostraré lo que es ser libre.
Casi puedo ver la sonrisa en sus labios que luchan por escupir la sangre que está ahogándola.
—¡No cierres los ojos! —grito desesperado. —Escúchame bien, Isabella.
Me mira.
—Me voy a meter en lo profundo en tu ser, que no vas a poder vivir sin mí —la amenacé. — Cuando despiertes, pensarás en mí, cuando te duermas, soñarás conmigo, cada jodida cosa que hagas la harás conmigo en tu cabeza.
—Tú serás quien me suplique que te lleve a ese maldito pueblo en el medio de la nada solo para decirle a ese infeliz que se acabó —mi voz se ahoga. —Le dirás, bambina, le dirás que no puedes pensar en nadie más que yo.
Siento las lágrimas bajar por mis mejillas.
—Soy un maldito egoísta que no quiere dejarte ir —me confieso. —Soy un cabrón egoísta que quiere tenerte aunque sabe que no puede. No hay nada en este maldito mundo, Isabella, no hay nada que odie más que eso que no puedo tener.
Toma unas bocaradas de aire.
Ruego en mi interior que el tiempo se detenga mientras hablamos. Estoy suplicando que mi sangre haga efecto.
—Traté de darle sangre, pero no puede beberla —me lamento. —No entiendo, le di mi sangre ayer, le di mi sangre hoy ¿Por qué no funciona? Ya deberían empezar a cerrar sus heridas
—Bella ha tomado verbena desde niña —Angela se arrodilla a mi lado. Su voz es un susurro muy tenue. —Es como si tomas a diario antibióticos, tu cuerpo se acostumbra y ya no hacen el mismo efecto. Las cosas sobrenaturales son el antibiótico que ha tomado por años.
—Ayer si funcionó —le dije.
—Pero no tenía todo el cuerpo herido y tajado, Damon.
No digo nada.
—Si está funcionando —asegura, —pero muy lento.
—Eso no es suficiente —le digo limpiando la boca de Isabella. Puedo escuchar sus latidos frenticos pero muy tenues, su corazón lucha por mantenerse con vida, pero está perdiendo la batalla.
—No te duermas, bambina —le digo cuando veo que se sume a la inconciencia. Mi voz parece traerla de regreso.
—Bella —Angela toma su mano.
Los ojos de Isabella la buscan con desesperación, acomodo su cuerpo de una manera en la que pueda verla. Observo sus ojos llenarse de lágrimas.
—Está bien, Bella —le dice intentando sonreír, se ve que quiere infundirle confianza. —Está bien, puedes hacerlo.
—No, no puedes —gruño.
—Si puede —Angela gruñe de regreso. —Le duele demasiado.
—No puedes irte —le digo. Me siento molesto, angustiado y atemorizado. —No puedes irte, Isabella.
La piel blanca y lisa de sus mejillas está cubierta de lágrimas mezcladas con sangre. Esta imagen me perseguirá el resto de mi jodida existencia.
—Te-ten-go mi-mie-do —logra hablar. Esas palabras me golpean con fuerza, mi cuerpo, haciéndolo estremecer.
—Yo también, Bella —los hombros de Angela caen.
—N-no qui-quie-ro mo-mor-rir —ahora me mira a mí.
¿Qué puedo hacer? ¿Cómo puedo prometerle algo que no sé si puedo cumplir? Puedo decirle que está bien, que tiene sangre en sus venas y que aunque muera, no lo hará del todo. Puedo decirle que va a tener una nueva oportunidad para decidir, puedo decir que va a despertar a una nueva vida. Puedo decirle, pero, yo no miento.
No voy a mentirle.
No quiero decir que pasará algo, porque no sé si en realidad pasará.
—Estará bien, Bella —la humana-bruja dice cariñosamente. ¿Cómo puede mentirle así? —Tranquila.
—Da-da-mon.
—Aquí estoy, hasta el final.
—Ma-ma-ta-me.
Mis ojos se cierran. Mi puño se aprieta en su herida, mi otra mano se congela en su rostro.
—Por- por-fa-v-vor —suplica. —A-a ca-ba- c-con e-es-to.
Las lágrimas brotan de mis ojos.
Estoy teniendo un Dejá vú de la muerte de mi amiga hace días. Eso lo hice por ella, porque ella estaba sufriendo con la vida que tenía, estaba cansada de huir y esconderse de Klaus, esa vida le daba sufrimiento y lo mejor que podía regalarle era una muerte rápida.
Pero esto duele como el maldito infierno.
Isabella aún tiene una vida por delante, aun es una niña que merece vivir.
Mi mano se quita de su abdomen, busco la estaca que le quité a Katherine, siento mi cuerpo temblar, la veo a ella sacudirse por mis espasmos. Mis dedos se aprietan fuertemente alrededor de la madera. Sus ojos se mantienen en mí, las lágrimas no le dan tregua, mi mano sigue luchando por mantener limpio su hermoso rostro.
Desde que la conocí he pensado que es un ángel. Un ángel que es mi propio cielo, pero también mi propio infierno. Y como siempre, debo terminan con este infierno que me acecha.
Al menos, este ángel, no pasó tanto tiempo bailando con el diablo.
Escucho el sonido antes de ser consiente de mis actos. Escucho su piel rasgarse, sus costillas crujir al ser atravesadas, escucho su corazón aplastarse.
Escucho el sonido de su respiración, escucho el sonido de la última lágrima que brota de ella.
Chapter Text
(Damon POV)
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Esta es la… ¿quinta? ¿Sexta?... ¿Será ya la séptima hora?... no lo sé, dejé de mirar el reloj después de dos horas.
Estamos todos en la sala, esparcidos por diferentes lugares, de vez en cuando nos movemos, pero aún seguimos mirándonos entre nosotros. Las horas han pasado así, de esa manera. La tensión que hay entre nosotros es fuerte, tensa, dura…el aire se siente tan pesado que incluso la maldita mosca que por idiota se quedó atorada aquí dentro y que ahora se pasea frente a nosotros, tiene dificultades para volar y atravesar lo pesado del aire que nos rodea.
El silencio que nos envuelve está volviéndome loco, toda la casa está extremadamente silenciosa, de vez en cuando se escucha el sonido de nuestros movimientos al movernos de posición. Otra excepción es el sonido de nuestras respiraciones Y de los latidos de los corazones de los que estamos presentes.
Si soy honesto, los nervios, la ansiedad, el enojo, la frustración y las demás emociones que corren por mi torrente sanguíneo me están empujando al abismo del deseo por arrancar esos corazones de los de los pechos de sus dueños con tal de silenciarlos.
¡Que poético sonó eso!
Por el rabillo de mi ojo, veo que Stefan sacude los hombros, está incomodo, cualquiera notaría eso. Veo sus ojos posarse en mí, he sido su hermano el suficiente tiempo como para saber las intenciones que tiene, quiere soltar algún comentario, uno muy probablemente estúpido.
—Al primero que se mueva, hable o respire de nuevo… ¡le clavo una maldita estaca en el trasero! —siseo furioso. Mi voz sale demasiado baja, ronca por lo tenso que está mi cuerpo, pero veo con felicidad lo perceptivos que son a mi amenaza.
—Ay no jodas —Katherine se queja, la veo cruzarse de brazos. Le respondo lanzando un gruñido en su dirección.
—¿Qué no te quedó claro lo que dije?
—Vamos, Damon —rueda los ojos, —¡Ya supéralo!
—¿Quieres callarte? —camino hacia ella rugiendo.
—No —responde, se cruza de brazos. —No me voy a callar, no quiero.
—Cierra la maldita boca —gruño de nuevo.
—No quiero —dice separando las silabas de cada palabra.
—Yo no quiero escucharte, ¡no quiero escuchar a ninguno!
—No seas dramático, Damon.
—¿Yo soy dramático? —le miro ofendido. Katherine asiente. — ¡¿Yo soy el dramático?!
—¡Maldita sea! ¡No grites, Damon! —otra voz suplica.
Maldigo internamente. Ya no me queda duda que el destino me odia, ese hijo de puta me está cobrando todo lo que hice, estoy muy seguro. Es mi maldito karma.
—¡Tu no me hables! —grito sintiendo la rabia contenida en mi voz. —¡No tengo ánimos de escuchar tu maldita voz!
—Hermano, cálmate —Stefan camina un paso en mi dirección, las palmas de sus manos extendidas en mi dirección.
—¿Acaso no tengo derecho de estar molesto? —le pregunto. —¿Por qué yo debo aguantar toda la mierda mientras todos se ríen a mis espaldas?
—Claro que puedes estar molesto —asiente. —Pero solo si hay una razón lógica.
—¿No la tengo?
—No —Stefan se encoge de hombros.
—¿No te parece lógica mi reacción por lo que pasó? —levanto una ceja.
—Ya ha pasado otras veces con Alaric —se encoje de hombros, —nunca reaccionaste así. No entiendo porque ahora fue diferente.
—¡¿Tu de qué lado estas?! —mi voz sale demasiado fuerte mientras hago la pregunta.
—Damon, por favor —suplica esa voz de nuevo. —Me duele la cabeza horrible.
—¡¿Y a mí que me importa?!
—Estas actuando así porque estas molesto conmigo, ya lo entendí.
Una risa llena de sarcasmo brota de mí.
—¿Molesto? No, bambina —me acerco lentamente a ella. —Estoy tan jodidamente furioso que, si escucho alguna palabra más de esa linda boca que tienes… ¡Te arrancaré el corazón y se lo enviaré a su padre por paquetería!
Levanta su mirada hacia mí, da un golpe en sus rodillas con sus manos, se pone de pie del sofá en el que ha estado todo este tiempo acostada. Camina en mi dirección, se detiene cuando queda a pocos centímetros de mí. Puedo sentir el calor de su cuerpo, siento sus respiración chocar contra mi rostro, casi puedo escuchar la manera en la que su corazón bombea sangre a su cuerpo.
Maldición, Salvatore. Me regaño mientras suelto la respiración.
—Hazlo —me reta.
La miro con los ojos entrecerrados. Ella abre sus brazos, los extiende dejándome el camino libre a su pecho, invitándome a que cumpla mí amenaza. Mi rabia aumenta. ¿Por qué hace esto?
Porque sabe que no pasará nada, Salvatore.
Bajo mis ojos ofreciéndole una mirada fulminante.
—¡Carajo! —lanzo en su dirección el vaso de cristal que tengo en mis manos.
Veo que el cristal pasa rozando su cabeza, pero ella no hace ningún ademán por moverse.
—¿Tienes alguna idea de cómo me sentí? —pregunto acercándome aún más a ella. —¿Por qué no me dijiste?
—Porque no estaba segura de que funcionara —responde. Sus ojos se posan en los míos, enganchándome a ella.
—¿No estabas segura? —junto mis cejas. — Y aun así arriesgaste tu vida ¿por ella? —apunto a Katherine.
—Sí.
—Hubieras dejado que la mataran —digo desesperado. —¡Nos habrías hecho un favor a todos!
—No, Damon —sacude la cabeza. Escucho a Katherine burlarse de mí en el fondo de la habitación.
—¿Por qué tienes que ir por ahí arriesgando la vida por alguien que no sabes si vale la pena o no?
Toma una profunda respiración antes de responderme. —Porque yo no soy nadie para juzgar las acciones de las personas.
—¡Pero tampoco debes arriesgar tu vida por ellas!
—Tienes razón, no tengo que hacerlo —frota su rostro con las manos, sus ojos me miran como si se hubieran congelado. —Pero aquí estamos. Todos en esta habitación estamos sacrificando nuestra vida por alguien y no sabemos si lo merece.
—Yo lo hago porque conviene —Katherine dice a lo lejos. La ignoramos.
—¿Lo haces solo por tu buen corazón? —le pregunto apretando los labios. —No te creo.
—No lo hagas —dice despreocupada. —Ese es tu problema.
—¡No! ¡Nada de esto es mi problema! —me apunto con mis manos. —¡Y aquí estoy, lidiando con esta mierda!
—Eso se arregla muy sencillamente —me dice. Mis dientes rechinan.
—¿Ah sí?
—Sí —sacude su cabeza afirmativamente. —¡Vete! —apunta la puerta. —Nada te mantiene atado a este maldito lugar, y sin embargo, aquí estas.
—Tú no sabes nada —mis puños se aprietan a los lados de mi cuerpo.
—¿No sé nada? —ahora sus ojos chispean con furia. Bien, nos sentimos igual.
—Eres una niña. Una maldita niña que no tiene idea de la vida y lo mierda que esta puede llegar a ser.
—¿Crees que por mi edad no sé nada? —ahora parece indagada. —Soy joven, sí, pero sé muchas cosas.
—No me digas —ruedo los ojos. —¿Cómo que sabes? Ilumíname.
—Sé que eres un idiota que tiene miedo de mostrar sus verdaderos sentimientos y que se esconde detrás de su actitud de egocentrismo, ironía y maldad —me acusa, su boca pareció entrar en un frenesí por ser honesta. —Sé que desde joven odiaste a tu hermano por haberte arrebatado a tu madre y por qué él era el favorito de tu padre. Sin mencionar que ese odio se intensificó cuando Stefan te obligo a ser vampiro.
Mi cuerpo comienza a temblar.
—Sé que solo viniste a Mystic Falls para joder la vida que tanto esfuerzo le ha costado a tu hermano construir después de su episodio de asesino serial —nos apunta a ambos con su mano.
Stefan se aclara la garganta, pero no causa ningún efecto en ella, ella mantiene su vista fija en mí.
—Y ¡Felicidades, Damon! Lo estás haciendo. ¡Estás haciendo que la vida de todos sea un asco!
Mi mandíbula se aprieta del esfuerzo que estoy haciendo por contenerme, escucho mis molares tronar por la presión entre ellos.
—Estás repitiendo la historia —declara con seguridad. —Te enamoraste de la novia de tu hermano ¡de nuevo! —aplaude con fingida felicidad — ¿Y Elena? Bueno, resulta que ella también está usándolos a ambos.
Mi pecho comienza a subir y a bajar con fuerza. Siento la cólera recorrer cada maldita vena en mi cuerpo.
— ¿A quién crees que elegirá Elena cuando todo esto termine? —golpea mi pecho. —Dime, Damon.
Mis labios forman una línea, siento las venas en mis ojos comenzar a brotar. Mi cuerpo se está sacudiendo por las emociones negativas que trato de contener.
—Una palabra más, y te juro que será la última que digas —amenazo.
—¿No soportas la verdad? —pregunta inocente.
—Te crees mejor que Elena —la miro de arriba abajo con una mueca. —Pero eres igual que ella o Katherine —doy un par de pasos hacia atrás. —Lo tienes a él, te quejaste cuando él trató de protegerte de su mundo, pero lo mantienes en la sombras, le ocultas todo esto, crees que eso lo mantendrá a salvo pero déjame decirte, que tarde o temprano este mundo también lo alcanzará.
—Cierra la boca —dice entre dientes.
—Él se siente el hombre más afortunado porque cree que su novia es la persona más buena, pura e inocente del planeta, ¡una santa al lado de un vampiro! —levanto las manos con dramatismo. —¿Qué dirá cuando se entere de este mundo? ¿Qué crees que pensará de ti cuando se entere de quien eres en realidad?
—¡Cierra la maldita boca! —me grita.
—¿Quién no soporta la verdad ahora? —escupo con molestia.
La veo tensarse.
—Eres una maldita perra como ellas —sentencio. —¡Me utilizas! Tú también buscas obtener algo de mí, sin importarte lo que yo siento.
No me responde. No me interesa lo que piensen nuestros espectadores, esta discusión ya se volvió personal. Necesito que ella sufra, quiero que sienta el mismo dolor que yo sentí hace unas horas.
—¡Tú sabias lo que pasó con Rose! ¡Sabias lo perdido que me sentí! —dejo que mi boca vocifere lo necesario. —¡Con una mierda! Fui hasta ti, me confesé contigo solo porque tenía la esperanza que tú me comprendieras, que me escucharas y no me juzgaras por lo que había hecho. Pareció que lo hiciste, pero, ¡aun así me obligaste a volver a asesinar a alguien que me importa!
—¿Yo te obligué? —pregunta, casi parece herida, casi le creo. —No, Damon, yo no te obligué a nada. Solo quería que el dolor se detuviera.
—¿Muriendo? —ataco de nuevo. —¿Solo ibas a morir y ya?
—No está en mis planes morir a esta edad, Damon —cierra los ojos. —¡Yo no pedí que ese brujo loco me asesinara!
—Él no te asesinó —digo desesperado. —¡Yo lo hice!
Mi mente me muestra de nuevo la imagen de ella entre mis brazos, manchando la ropa de ambos de su sangre caliente mientras su débil cuerpo se convulsionaba.
Respira profundamente un par de veces, trata de tranquilizarse.
—Escucha —me pide. —Sé lo que te pedí que hicieras, sé que estuvo mal, pero Damon —cierra los ojos, —eras el único que podría detener el dolor.
Su garganta batalla para pasar saliva, como si tuviera un nudo ahí.
—Eres al único que le puedo confiar mi muerte —toma mis manos entre la suyas. —Pero, ayer descubrí lo aterrador que es morir y ahora me da miedo que me asesinen, que me maten.
—Pues es lo que vas a conseguir sigues aquí.
Zafó mis manos de las suyas, le doy una última mirada deseando que pudiera matarla con ella. Rodeo su cuerpo a pasos agigantados y salgo de la casa hecho una furia dejando el sonido de un fuerte portazo a mis espaldas.
Me paso algunas horas andando por ahí, voy y vengo de todos los extremos del pueblo. Corro, camino, vuelo, hago de todo lo que se me ocurre, pero aún tengo los miles de pensamientos circulando por mi cabeza.
En algún momento, cruzo Mystic Falls más rápido de lo que cualquier humano consideraría normal. ¡Que se jodan Liz y Carol con sus estúpidas reglas de “no vampiros”! Estas personas viven en un lugar lleno de vampiros, cada que alguien se convierte, aparecemos cinco más, nos multiplicamos como gremlins. Deberían ya estar acostumbradas a nosotros.
Mis pasos se detienen frente al Grill. Por primera vez en estos días, tengo buena suerte y lo encuentro ya abierto y medio vacío. En el interior, me acomodo en un lugar en la barra, la mujer frente a mi sonríe y me da lo que usualmente pido. No será suficiente solo un vaso, pero sin duda es un buen comienzo.
—¿Ahogando tus penas? —la voz de Rick suena a mis espaldas. Lo miro de reojo y le hago una señal para que me acompañe. Mi amigo se acomoda en la silla a mi lado y pide lo mismo que yo.
—Ha sido una semana de mierda —respondo.
—Salud por eso —levanta su vaso en mi dirección.
Ambos bebemos el contenido de golpe, rápidamente nos dan otro.
—¿Problemas en el paraíso? —pregunta.
—¿Cuál paraíso? —hago una mueca.
—No sé —se encoje de hombros. —El que se traen tú e Isabella.
—Ella y yo no nos traemos nada —imito su tono de voz.
—Si claro —asiente, da un trago breve. —Por eso ayer estabas llorando.
—¡Yo no estaba llorando!
—No, claro que no, Damon —acepta de nuevo. —Solo estabas sacando gotas saladas por las esquinas de tus ojos mientras veías como el cuerpo de Isabella perdía sangre, color y calor.
Me cruzo de brazos refunfuñando.
—¿Quién te dijo eso?
—Stefan, Angela, Katherine —los enumera. —Si te soy honesto, a Katherine si le creo, ella no mentiría para dejarte en ridículo.
—Esos malditos me la van a pagar —digo para mí.
Por supuesto que Alaric escucha, suelta un par de risas y sacude la cabeza con diversión.
—Me siento aliviado de que tú estuvieras ahí para ella cuando eso pasó —exhala con fuerza. —Gracias, Damon.
Levanto ambas cejas, pero no digo nada más. No me atrevo.
—¿Qué tal vas con Jenna? —le pregunto para desviar el tema. Mi amigo resopla, luego sacude con fuerza la cabeza. Luce devastado, parece haber envejecido de la nada.
—Sabe que le estamos ocultando cosas —se frota la cara con ambas manos. —Tuvo una pelea con Elena, luego con Jhon, y hace rato con Isabella.
Lo miro, interesado.
—Se fue al campus —se queja. —Dice que no soporta estar aquí sin saber la verdad.
—Es lo mejor —le digo tratando torpemente de reconfortarlo.
—Sí, eso creo —acepta. El silencio nos absorbe de nuevo, en el fondo se escuchan las voces de las demás personas, pero están absortas en sus propios problemas como para ponernos atención. —¿Y bien? ¿Me vas a preguntar?
—No sé de qué me hablas —pongo la mejor cara de inocencia que puedo. Rick solo pone los ojos en blanco.
—Isabella mencionó que tuvo una discusión contigo.
—Ah, ¿sí? —sueno casual.
—No finjas, Damon —me da un leve golpe. —Sé que quieres saber qué fue lo que Isabella dijo sobre eso, pero tendrás que preguntarle tú mismo.
—No puedo Rick —niego. —Es muy probable que me odie, le dije cosas muy malas.
—¿Te preocupa que te odie?
—Sí —respondo sin dudar.
—No lo hará —dice seguro. —No te odiará por una simple discusión, así es Isabella.
Me quedo en silencio.
—¿Desde cuándo te preocupa que alguien te odie? —me pregunta. Se ve como cualquier maestro que sabe la respuesta a la pregunta de un examen, pero no te la va a decir.
—No, Rick. No me preocupa que cualquier persona me odie, eso me fascina —respondo siendo honesto. —Me aterra que ella me odie. Solo ella.
Me mira, el interés está claro en su mirada. Creo que con Alaric puedo ser honesto, es el único amigo que tengo en este punto de la existencia.
—Han pasado dos semanas desde que la conocí. Desde ese momento, Isabella es en todo lo que pienso y a donde quiera que miro hay algo que me recuerda a ella —suelto un suspiro de desesperación. —Es como si todos los caminos de mi vida, sin importar que tan jodidos estén, terminaran con ella allí, al final, esperando por mí.
Me aclaro la garganta y bebo todo el contenido del vaso.
—Ayer cuando escuché su corazón ser aplastado por esa estaca bajo mi mano... lloré — doy un golpe en la mesa. — Maldición Rick, me solté llorando como una magdalena.
—Suenas como un adolescente —bromea.
—¡Me siento como uno! —jadeo. —Estoy muy confundido. No sé qué es lo que siento, o hacia quien lo siento.
Alaric termina su quito trago. Se para con un fuerte suspiro y me da unas palmadas en la espalda.
—Estas jodido, Damon.
—¡Qué lindo! —ruedo los ojos.
—Te dejo. Debo ir a revisar exámenes y tareas.
Escucho sus pasos mientras camina hacia la salida del Grill. Yo no me quiero ir, aun no quiero salir y enfrentarme a todas las cosas horribles que me esperan allá afuera. Se las pueden ingeniar sin mí por unas horas, o días, eso depende de cómo me traten aquí.
Miro a la mesara que ha estado sirviéndome las bebidas. Su rostro tiene una cara de compasión. Mierda, ¿Tanto se nota el mal día que he tenido? Ella está lejos, atendiendo a otra mesa que acaba de llegar, cuando vuelve a su sitio, me ofrece una mueca, pero se gira y me extiende dos botellas selladas. Una es burbon y otra es de Whiskey.
—¡Al fin alguien habla mi idioma! —se las arrebato. Ella no dice nada, me deja aquí de nuevo, pudriéndome en mis emociones.
Pasan otro par de horas, o eso creo. El reloj que está en una de las paredes, se ha movido, pero ahora creo que tiene cuatro manecillas y no las dos que usualmente tienen.
Hay algunas adolescentes que me han visto solo y en un arranque de valentía, se me han acercado. Pero en cuando notan mi rostro se van huyendo. No quiero meterme más en asuntos de adolescentes. Luego vinieron las mujeres, aquellas que aún están solteras, que terminaron con algún idiota hace poco, o que solo quieren conseguir algo, pero, se encuentran con mi mirada llena de enojo, furia, asco e irritación que les ofrecí al resto.
Un par de palabras y se van. Respiro cuando lo hacen.
No puedo evitar pensar en cómo era mi vida antes de Mystic, el otro Damon hubiera aceptado sin dudar las invitaciones de una o varias mujeres. Pero no este Damon.
—Hola —saluda cuando llega a mi lado. Escuché a la perfección el sonido de su llegada, pero, estaba esperanzado a que no viniera en mi dirección. —Un vaso de lo que él está bebiendo... si es que aún hay algo.
Escucho la risa de la mesera mientras se aleja para cumplir con el pedido. Froto mi rostro con desesperación mientras me giro a enfrentarle.
—¿Acaso hoy es el día de “Jodamos a Damon”?
—No —responde. —Pero espero que Carol lo declare oficial.
Gruño. SI creo que sean capaces de convencerla, o hipnotizarla para que lo haga.
—Se nota que no has dormido bien.
—¡Que observador eres, Stefan! — me hago el sorprendido. —Si no lo mencionas, no me doy cuenta.
—De por sí tienes un genio de los mil demonios —ignora mis palabras y sigue hablando. —Hoy estas encantadoramente insoportable.
—Si no dormí, no fue por mi culpa —aclaro.
—Claro que fue tu culpa. Te preocupaba que no despertaras —afirma. No le respondo. —Si no te sintieras culpable, no te hubieras quedado en vela hasta que ella se despertó en la madrugada.
—Eso no prueba nada —lo fulmino con la mirada. —Solo quería asegurarme que Angela estuviera diciendo la verdad. Sí vamos a confiar en ella hay que asegurarnos.
—Tenías miedo que no despertara —me acusa.
—Pff — resopló — Obviamente no
—Sí, Damon —Stefan pone su mano en mi hombro. —Angela te juró que el anillo iba a funcionar, y tú no le creías. No le creíste hasta que escuchaste el corazón de Isabella latir de nuevo.
—¿Qué quieres probar? —pregunto haciendo una mueca. ¿Qué se cree? Es mi deber sermonearlo, yo soy el hermano mayor, no él.
—Que eres un idiota —se encoge de hombros con una sonrisa.
—¡Que te den! —gruño. Regreso mi vista al frente, lejos de él. Mi hermano suelta una carcajada.
¿Ahora mi hermano pequeño se burla de mí? ¿Qué carajos le pasa hoy al mundo? Le doy otro profundo trago a mi botella.
—Angela y ella estuvieron hablando un largo rato. Las escuché... —habla como quien no quiere la cosa.
Levanto una ceja interesado. Ya sabía yo que en cuanto saliera de la casa, ellas comenzarían a soltar veneno sobre mí como dos víboras hambrientas y furiosas. Debería evitar que se junten con Katherine, ella las va a corromper más de lo que ya están.
—¿Que dijeron?
Stefan me mira, inseguro si contarme o no. Le hago una señal para que escupa todo lo que sabe sobre esa conversación.
—”Damon es un asno” —cita mi hermano mientras intenta imitar el sonido de su voz. No debo ser adivino para saber quién dijo eso. Aprieto los labios para evitar que mi risa salga.
—¿Algo que no sepa?
—Angela e Isabella están tramando algo —suspira.
—¿Algo que no sepa? —repito. No es nuevo, desde que ambas aparecieron aquí supe que algo tramaban, están metidas en algo muy grande y que es muy probable que nos joda, pero, también es probable que nos ayude.
—Creo que es algo que ayudará a Elena, o por lo menos que nos ayudará a ayudarle.
—¿Ahora estas de su lado? —le pregunto entrecerrando los ojos.
—En este momento estoy del lado de cualquiera que pueda ayudarnos.
Ambos permitimos que el silencio nos rodeé mientras pensamos en las posibilidades que podemos tener. En este momento, no nos queda otra alternativa más que confiar en ellas. Quizás nos sorprendan.
—Sé que te sientes herido, Damon —mi hermano habla en voz baja, cauteloso. —Pero, recuerda que esto es Mystic Falls, todos debemos tener un plan “B” para salvar nuestros traseros. Isabella no iba a ser la excepción.
—¿Pero porque ocultármelo?
—Porque no sabe en quien confiar —me explica. Hago una mueca. —No es justo que la estés juzgando por algo que tú haces normalmente.
—¿De qué hablas? —pregunto girándome. Mi hermano está de pie
—Así, Damon, así como te sientes, nos sentimos todos cuando tú nos traicionas.
Me da un par de palmadas en la espalda y me deja de nuevo ahí, solo
Mierda, mierda y más mierda.
¿De repente todos se volvieron en mi contra? ¿Acaso no recuerdan todo lo que he hecho por ellos? ¿Todas las veces que arriesgue mi vida? ¡Demonios! Han sido demasiadas veces que me lanzado a una misión suicida sin saber qué es lo que me esperaba o en que me metía. Incluso me desterraron de aquí durante semanas, me enviaron a buscar ese maldito libro sin saber si volvería o no.
Bebo todo el contenido que resta de la botella en mis manos.
—¡No me jodas! —me levanto de golpe. —¡El maldito libro!
¿Cómo se me pudo haber olvidado? Carajo, Elijah estuvo allí cerca de él, Isabella estuvo cerca, Angela, Katherine, Jhon…
Uh-oh Salvatore, ahora si estamos en problemas.
Pongo varios billetes sobre la barra, y me preparo para irme de este lugar. El Grill ya está abarrotado de adolescentes que quieren pasar un buen rato, sus pláticas, gritos y bromas me molestan, me molesta la existencia tranquila que llevan.
—¿Te vas? —me preguntan. Es el rubio amigo de Elena.
—Para tu buena suerte —le respondo.
—Bien, estaba a nada de llamar a la Sheriff para reportar tu cadáver —Matt se mofa de mí.
—Llámala y dile que tendrá que recuperar un cuerpo del rio —mi voz sale emocionada. —El tuyo.
Su risa para de golpe, traga pesado mientras me ofrece una última mirada y se da la vuelta alejándose de mí lo más rápido que sus piernas le permiten.
Salgo del Grill casi corriendo, en mi camino a la casa, me pongo a pensar en lo estúpido que fui. Aunque, solo Elijah sabía al respecto de ese libro, y las veces que estuvo en la biblioteca fueron conmigo presente, él no lo ha tomado. No creo que haya revivido de la muerte y se escabullera.
Mi mente sigue pensando en las posibilidades de que alguien tomara el libro. Mi mente viaja a ella, recuerdo cuando la conocí, lo desesperada y feliz que estaba con conseguir ese libro. ¿Se lo habrá llevado ella? Podría ser, pero ni Stefan ni yo hemos podido leerlo, incluso Bonnie no le entiende a esa cosa… ¿Isabella podría? Claro que no, ella solo es una humana demasiado enterada del mundo sobrenatural.
Una risa escapa de mis labios, aun la recuerdo gritando en el medio de su habitación cuando su cabeza conecto todo lo de los libros. Se asustó. ¿Pero porque se asustó si ella ya sabía del mundo sobrenatural? ¿Sabía o no sobre el tema?
Mi cabeza está empezando a doler.
Por otro lado está su amiga... Angela, ella también es una bruja. ¿Desde cuándo lo sabe? ¿Viene de algún linaje conocido? Aquí en Mystic, las Bennett son las brujas predilectas, ellas han estado en toda la historia de este pueblo. ¿La familia de Angela es lo mismo en ese pueblo donde vive? Según entendí, hay varios lugares como Mystic, lugares atraen la energía del mundo sobrenatural por algún motivo desconocido. No tengo dudad que Forks, es uno de esos lugares.
¿Por eso te atrajo, Salvatore?
Gruño internamente, conciencia de mierda, ahorita no me sirves.
Sacudo la cabeza para concentrarme en mis divagaciones.
Estoy segura de una cosa, Angela es una bruja y de alguna manera está conectada con los originales. ¿Tendrá más poder que Bonnie? No lo creo, si no estaba segura de que el anillo funcionaria, mucho menos puede leer las palabras en ese libro.
¿Pero y si... sí?
Suelto un gemido de frustración. Esto no me va a llevar a ningún lado.
Mis pasos terminan de llevarme a la casa. No está el auto de Stefan, tampoco había rastros de la camioneta de Elijah. Me dirijo al interior, voy rápidamente al sótano para asegurarme que el cadáver siga ahí dentro, en cuanto mis ojos se asoman a la habitación, suelto la respiración.
Ahí sigue, gris, tieso y horrible.
—Esto apesta —le digo, —la situación, me refiero.
El silencio me responde.
—Bueno, tú también apestas —aclaro. —Hueles a muerto.
De nuevo el silencio es lo único que recibo de regreso. Camino un paso en su dirección, mi mano me pica, quiero agacharme y sacarle esa daga para que me de toda la información que sepa. No es mal plan... pero mi problema es que no puedo regresar esa daga a su corazón, al menos no sin arriesgar mi trasero de nuevo.
¿Y echar a perder el esfuerzo de Isabella?
Gruño de nuevo. ¿Qué carajos le pasa hoy a mi conciencia?
—Cállate —siseo. Me doy la vuelta y salgo dejando al muerto tal y como lo encontré.
Subo con tranquilidad disfrutando del extraño silencio de la casa. El último medio año, la casa ha pasado de ser una casa de huéspedes abandona a una especie de casa de reuniones para planear misiones suicidas en contra de alguien. Todos los condenados de Mystic Falls que estamos involucrados, entramos y salimos de esta casa como locos.
Es sospechoso y alarmante que esté tranquilo el ambiente.
—Pensé que...
—¡¿Qué demonios está mal contigo?! —le grito dándome vuelta. Mierda, porque se aparece así de la nada, ¿Qué no sabe tocar la puerta?
—¿Te asuste? —pregunta sorprendida. —Eso no es normal.
—No, no es normal que te aparezcas de la nada —le digo molesto.
—Llevo más de una hora esperándote —se cruza de brazos.
—¿Qué quieres, Elena? —paso de largo junto a ella. —No tengo ánimos.
—Puedo verlo —dice siguiéndome hasta la sala de estar. Mi plan de ir a la biblioteca se acaba de ir al carajo, no quiero que ella note que sospecho que hay algo mal.
—Pero quiero asegurarme de que estés bien.
Detengo mis pasos pero no la miro.
—Elena vete a casa.
—Damon, ya te lo he dicho, soy tu amiga. Los amigos se apoyan en todas las situaciones, incluso cuando sufren —se trata de acercar a mí. —No tienes que hacerte el fuerte, sé que te dolió.
Le doy una mirada. Ya hemos tenido esta conversación ¿verdad? Siento que yo ya he vivido esto, ¿o es solo que estoy tan ebrio que me imagino cosas?
Termino de caminar hasta uno de los sofás donde mi cuerpo se desploma. Dejo que mi cabeza caiga haca atrás en el respaldo y cierro los ojos tratando de relajarme. Siento que la tela se hunde a unos metros de mí, sé que es Elena que imitó mis movimientos, sentándose en el otro extremo del mueble.
El silenció nos absorbe pero siento el corazón de Elena latir rápido, como si estuviera preocupada o ansiosa. Abro uno de mis ojos, la veo moviendo nerviosa sus manos y sus ojos sobre mí, me está analizando, me observa con mucho cuidado.
—Si esperas que me suelte llorando o gritando —hablo, —te aviso que eso no va a pasar.
—Lo sé —suspira pesadamente. —Stefan me dijo que estuviste llorando hasta que ella se despertó.
¡Jodido Stefan! ¡Es un maldito traidor!
—Eso lo inventó él —trato de defenderme. Elena hace una mueca, no me cree.
—¿Por qué no me avisaron? —pregunta. —Podría haber venido y... ayudarles, o no sé.
—¿Ayudarnos? ¿Para qué? —abro el otro ojo y giro mi rostro en su dirección. —¿Tu querías ser quien la asesinara?
—Claro que no, Damon —baja la mirada. —Yo nunca haría eso.
—No te creo —la acuso. —¿Por qué ahora te preocupa ella? Ayer cuando la viste casi te le lanzas encima para ahorcarla.
—Yo... — mira a los lados buscando una excusa. — Estaba sorprendida y celosa. Ella llega aquí y parece que regresó la hija prodiga de Mystic Falls, todos la conocen, todos la recuerdan, todos menos yo.
—Sí, lo he notado —comento.
—Creí había perdido todo... que Jeremy y yo habíamos perdido todo, que habíamos obligado a Jenna a renunciar a su vida —solloza, —creí que me quedaría sola. Por eso hice el trato con Elijah, porque no puedo soportar perder la pequeña familia que tengo.
Me quedo en silencio. Yo ya me habia desahogado con Rick, pero Elena no, ella aún tiene todos esos sentimientos dentro que la están carcomiendo. Puedo ser yo quien le ofrezca el consuelo que necesita, eso haré.
—Pero hace dos días me entero que tenemos más familia. Me enteré que Isobel tiene una hermana, que yo tengo un tío, una tía y una prima a la que aparentemente era muy unida cuando éramos niñas, y resulta que ella me dice estúpida.
Su mirada se pierde por unos segundos antes de continuar.
—No sé a quién creerle, Damon. —suspira entrecortadamente. —Jhon me dice que no confié en Isabella, y una parte de mí se lo cree, es decir, fue amable con Katherine, ¿Quién hace eso? —ambos soltamos una pequeña risa. —Pero, Jenna, Alaric y los demás casi me suplican que acepté a Isabella, que ella en realidad está de mi lado. Y luego están Stefan y tú.
—¿Nosotros que? —pregunto.
—Ustedes me ocultan secretos —sentencia. No me puedo negar porque sería mentirle. — No puedo seguir haciendo, así las cosas, Damon. Sí vamos a trabajar juntos, necesito que me cuenten todo.
—¿Es por lo de anoche? —levanto las cejas. —No te avisamos porque no te necesitábamos Elena, nosotros lo resolvimos.
Se queda en silencio por unos segundos antes de asentir.
—Aun así, necesito que no haya más secretos —pide.
Yo acepto, eso no es tan malo. Mira a la ventana mientras se seca las pequeñas lágrimas traicioneras que salieron de sus ojos.
—No me gusta lo que hizo —murmura. —No me gusta que haya jugado así contigo.
—¿No te gusta? —pregunto con ironía. Mi parte bipolar vuelve a correr por mis venas.
—No —dice segura. —No me agrada la idea de que te maneje a su antojo.
—¡Es lo mismo que todos hacen! —exploto. —¡Tu también me utilizas!
Me mira con los ojos muy abiertos. Abre y cierra la boca un par de veces buscando la mejor elección de palabras para responderme.
—Eso no es verdad, Damon —se escucha ofendida. —Yo nunca te he obligado a hacer algo.
—Qué extraño —pongo una mano en mi barbilla, como si estuviera pensando. —Eso mismo dijo Isabella hace rato —pongo las palmas de mis manos en cada una de mis mejillas haciendo un gesto sorprendido, —¿No serán familia?
Elena me mira de mala gana. —Que gracioso.
Ruedo los ojos.
—Stefan dijo que sus heridas eran muy profundas —cambia de tema.
—Su cuerpo estaba tajado como si hubiera jugado esgrima sin protección —le digo. Sacudo mi cabeza para alejar la imagen de mi mente, no quiero verlo de nuevo.
—Hace rato se veía muy bien —comenta. Mis sentidos se alertan.
—¿La viste?
—Si —se frota las manos en su pantalón. —Fue a despedirse de Jenna y tuvimos una... conversación. Por eso he llegado a varias conclusiones hoy.
Mierda, quiero preguntar qué tipo de conversación, pero siento que me meteré en terreno peligroso.
Un momento, ¿dijo que fue a despedirse? Entonces Isabella se va ¿Así? ¿Sin despedirse? O por lo menos agradecerme por no arrancarle la cabeza. Supongo que no soporto lo horrible de la vida aquí en Mystic Falls y prefiere regresar a su pueblo olvidado del mundo. Supongo que prefiere regresar a los brazos del muerto.
Suelto de golpe el aire de mis pulmones.
—Lo lograste —la voz de Elena me regresa a la realidad. —Isabella ya forma parte de tu lista de conquistas.
Aprieto los labios.
—¿Estas celosa?
—No, Damon. No me interesa lo que tú o ella hagan con su vida.
—Estas celosa —me rio sin humor.
—¡Que no! —dice molesta. —Solo me molesta lo rápido que se pudo enamorar de ti.
—Isabella no está enamorada de mí —bufo. —No me conoce, no sabe quién soy. No se puede enamorar de mí. Cuando me conozca en verdad, va a estar tan aterrada que va a odiar la idea de mí y va a suprimir cualquier extraño sentimiento que tenga hacia mí.
—¿Y si lo hace? ¿Y si se enamora de ti? —pregunta, su cuerpo se gira y me enfrenta. —¿Qué harías si tuvieras la oportunidad que tanto me pides, con ella?
—Eso no va a pasar, Elena —gruño. —Ella tiene novio.
—Yo también —dice. —Stefan es mi novio.
—Es diferente —digo entre dientes. —Sabes que estoy enamorado de ti, eso no es un secreto en ese maldito lugar.
—Pero ¿y si te enamoras de ella? —contraataca.
—¿A dónde quieres llegar? —me siento enfadado. —¿Te quieres deshacer de mi para que puedas estar con Stefan sin sentir culpa por rechazarme?
—No, Damon —niega. —Aun no comprendes que yo no puedo amarte.
—¿Por qué, Elena? —pregunto desolado. —Dime porque no puedes.
—Stefan lo es todo para mí, Damon. Y estoy tan enamorada que podría incluso dejar de respirar —pone una mano en su corazón. —Me enamoré, Damon. Me enamoré de esa persona que llegó a mi vida cuando más la necesitaba, cuando estaba completamente sola. Me enamoré de esa persona que porque no me dejó caer y que me ha demostrado lo fuerte que puedo ser. Estoy enamorada de hombre que se convirtió en mi puerto seguro, de ese hombre que hará hasta lo imposible por protegerme y por mantenerme con vida. Me enamoré de este hombre que me ama y que está dispuesto a dar su vida por mí, no del vampiro asesino y sanguinario que fue en el pasado.
Aprieto los puños mientras siento que corazón se rompe por milésima vez en esta semana.
—Yo te amo Elena —le digo tercamente. —Sé que yo también tengo mis errores, pero si me das la oportunidad, puedo demostrarte que...
—No, Damon —me corta.
—Elena....
—Crees que me amas, pero no es así —responde segura. — Amas la idea de mí, de lo que represento en tu vida —toma una respiración. —Porque yo te recuerdo a Katherine, porque cuando me viste ese día en la carretera, pensaste que era ella, pensaste que el destino te estaba dando otra oportunidad para tener un final feliz.
—Stefan no es tan bueno como crees —lo acuso. Quiero demostrarle que él y yo no somos tan diferentes, quiero mostrarle que también conmigo puede ser feliz.
—Lo sé, Damon —toma mis manos con delicadeza. —Stefan me contó de su pasado, de su época más oscura. Y no me importa. Lo amo, Damon. A él y solo a él.
Mi espalda cae de nuevo en el respaldo del sofá.
—Tú eres el hermano de Stefan, pero también eres mi amigo, y te quiero, Damon...
—¿Y dices que tú no eres como ellas? —escupo con molestia. — ¿Qué tu no juegas con ambos?
—Sé que estuve confundida y no sabes cuánto lo lamento —sacude la cabeza un par de veces.
—¿Qué demonios significa eso?
—Significa, Damon, que me siento agradecida porque estés en mi vida, pero que lamento mucho el daño que te he hecho con mi indecisión —trato de protestar, pero ella sigue hablando. —Confundí el cariño que te tengo, con amor.
La miro, quiero hipnotizarla para que me diga que todo eso ha sido una mentira, quiero obligarla a que me diga que es solo una broma, pero la seguridad que me muestran sus ojos, me dice que en realidad está siendo muy honesta. Sigo mirando a las pupilas castañas que me miran esperando alguna reacción de mi parte, pero, esos ojos son muy secos, inocentes y extraños para mí. Por más que los observo, no se derriten para mostrarme el color chocolatoso que me ha estado volviendo loco.
—No soy ella —dice con una disculpa. —Por más que me veas, no podrás ver a Isabella en mí.
Trago pesado.
—Por eso te estoy diciendo esto, Damon —a miro sin comprender. —La manera en la que la miras, la manera en la que la tocas... Ella te gusta, Damon.
No hablo, no me muevo, no respiro.
—Y sí ella es esa oportunidad de ser feliz que tanto tiempo habías buscado, no seas un idiota por favor —se ríe.
Ahora es mi turno de mirarla nervioso. ¿Cómo le explico?
—Ya lo arruinaste ¡¿verdad?! —pregunta histérica.
—Es probable.
—¡Damon! —su grito está lleno de frustración y molesta. —Ay no lo puedo creer.
—Pues créelo —le digo.
Elena se fue después de eso, bueno, realmente después de dejarme unas cuantas amenazas implícitas en sus indicaciones de hablar con Isabella.
Mi mente viaja de nuevo a ella. ¿Habrá llegado ya a su casa? ¿Fue a hablar con él? ¿Le diría algo?
Oh claro que sí, Salvatore, después de lo que le dijiste, va a ir con su cadáver a decirle que lo deja por ti.
Por supuesto que le dirá eso, pero en mis sueños.
Subo a mi habitación retomando la misión de análisis de daños. Me dirijo al baño de mi habitación, ahí había escondido la piedra de luna que causalmente le quité a Elijah. Más preciso, lo había colocado en la especie de copa que contiene una mezcla de jabones en forma de barra. Mi mano se pierde entre ellos buscando la superficie dura de la piedra.
—No, no, no —jadeo. Mis manos voltean el contenedor, vaciando los jabones en el lavabo del baño. Lo busco con las manos, con los ojos, pero no está Golpeo el lavabo con frustración. —¡Carajo!
M cerebro me muestra la imagen de Isabella entrando a este baño el día anterior. No pudo ser ella. Cuando fue atacada por el brujo, su ropa se manchó de sangre, Angela y yo la cambiamos de ropa para que cuando despertara fuera más fácil para ella. Yo me encargué de quemar esa ropa llena de sangre, y no había nada. Angela tampoco pudo tomarla, yo estuve presente en todo momento que ella estuvo aquí en mi habitación.
¿Qué demonios pasó hace rato cuando me fui?
Stefan dijo que había escuchado la plática de ellas, pero mi hermanito las había dejado solas en la casa para ir con Elena. Eso nos deja a tres maniáticas solas en esta casa. Un momento ¿Dónde está Katherine?
La casa estaba sola cuando llegue, de eso estoy seguro, y para mi sorpresa, Elijah seguía en su lugar, lo que significa que esa perra se comportó.
¿Cuánto tiempo se había quedado ella sola en la casa?
—¡Maldición! —grito desesperado.
Bajo de nuevo, esta vez voy directo a la biblioteca. La única respuesta ese maldito libro. Sí sigue allí, en su lugar, es porque Katherine fue quien robó la piedra y ahora está en no sé dónde, con no se quien, haciendo no sé qué para jodernos. Si ese desapareció, eso me regresa a dos sospechosas que es muy probable que se encuentren ya a varios kilómetros de aquí.
Analizo con cuidado la biblioteca. Aun están las cajas y los diarios de Jonathan, esparcidos alrededor. Aun están los indicios de la pequeña lucha que tuve con Isabella. Miro al estante donde había colocado el maldito libro.
—Esas hijas de... —trato de controlarme, quizás Stefan se lo llevo para hablar con Bonnie o algo.
—¿Ahora qué te pasa?
Hablando del rey de roma.
—Dime que tú lo tienes —me acerco a él. Me ofrece una mueca confundida. No le explico, solo apunto con mi dedo el hueco entre los libros de ese estante.
—Eso es malo —gimotea. —No lo tengo yo, vi que desde el otro día faltaba, pero creí que se lo habías dado a Bonnie para algo.
Maldigo, maldigo una y otra vez. Mi boca suelta todas las maldiciones que se sabe, y en todos los idiomas que puede.
Chapter Text
(Isabella POV)
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—El drama fue interesante, pero ambos fueron muy sentimentales, eso le quitó realismo a la discusión —la voz de Katherine es la primera en romper el silencio Sus pisadas hacen eco en mis oídos mientras se acerca a mí. —Me gustó, pero pueden mejorar.
—Qué bueno que te resultó entretenido —le respondo aun con la voz filosa por las emociones negativas que hay en mis venas. Cuando se coloca a mi lado, hace un puchero con sus labios.
—Una discusión de un matrimonio ajeno siempre es entretenido —sus pestañas se baten, mi rostro hace una mueca de fastidio. Katherine se acerca a mi oído como si no quisiera que nadie se enterara de nuestra conversación. —Recuérdalo, Damon es hombre.
—¿Y eso que tiene que ver? —pregunta Stefan detrás de nosotras.
—Ustedes los hombres creen que tienen el derecho de opinar respecto a nosotras las mujeres, critican todo lo que decimos y hacemos. Somos unas malvadas perras manipuladoras —se cruza de brazos la vampira. —Pero, si una mujer hace lo mismo con ustedes, si una de nosotras se atreve a decir algo... Uff.
Katherine señala la puerta por donde salió Damon después de hacer el drama de su vida.
—Sabes que Damon es así —se encoge de hombros Stefan.
—¿Un asno? —pregunto.
—¿Un imbécil? —pregunta Angela uniéndose a la conversación.
—Damon es un maldito cabrón —Katherine afirma. Ninguno de los tres puede evitar la sonrisa que brota de nuestras bocas.
—Iba a decir que Damon es "difícil de tratar" pero esa descripción es mejor —Stefan se encoje de hombros. —¿Estás bien?
Sus ojos están puestos en mí. Me toma por sorpresa su pregunta, sé que aún estaba receloso con mi presencia y que de repente se preocupe por mí era algo extraño.
—Sí, estoy bien —trato de sonreírle. —
—Discúlpalo —trata de abogar por su hermano. —Damon actuó así porque lo tenías preocupado, a todos en realidad.
—A mí no —Katherine mete su cuchara a la conversación, pero es ignorada.
—Gracias por no echar mi cuerpo al rio, Stefan —le digo, él hace una señal para restarle importancia. —Lamento que aún no confíes en mí.
—Confío más en ti, que en ella —apunta a Katherine, ella rueda los ojos con fastidio.
—¿Saben qué? Hablen lo que quieran de mí, iré a morder a alguien —la vampira castaña se da la vuelta y sale de la casa. Por supuesto, nadie la sigue.
—¿Cómo se siente morir? —Angela me pregunta divertida. Me estremezco.
—No sé qué es peor, morir o revivir —mis dos acompañantes sonríen burlones. —Parece que tengo resaca, pero me siento deshidratada y a la vez parece que mi cuerpo se está congelando.
—Alaric dijo que era difícil la primera vez —me asegura mi amiga. —Le avisé que ya habías despertado y me mandó una serie de recomendaciones.
—¿Le contaste? —suelto un jadeo. —¿Quién más sabe?
—Alaric, Bonnie y Jeremy porque estaban juntos, —mi amiga enumera con su mano, —¡oh! y le contaron a Caroline.
—Ella le contó a Elena —Stefan habla tímidamente. Mis ojos se abren todo lo que mis parpados le permiten.
Mierda.
—Elena ha preguntado por ti —Stefan dice vagamente.
—¿Sí? —pregunto cómo quien no quiere la cosa. Stefan sacude la cabeza de arriba abajo.
—Le expliqué lo que pasó, quería venir, pero le dije que lo mejor era dejarte descansar.
—Sí, gracias —le digo insegura del rumbo al que quiere dirigir la conversación.
—Elena no es mala, Isabella, solo está desconcertada con tu existencia.
¿Quién se cree? ¿El abogado del diablo?
—No es mi culpa que no me recuerde —le aclaro.
—Hablando de eso, ¿Por qué no te recuerda?
Lo miro un momento analizando si debo responderle o no. ¿Qué más da? Ya todos aquí estamos condenados.
—Cuando éramos niñas, tuvimos un accidente, supongo que ella se golpeó la cabeza y por eso no me recuerda —desvió mi mirada de la suya. —Después de eso yo me fui a Arizona y ya no volví.
—¿Por qué volver ahora?
—Porque es mi familia, Stefan —masajeo mis sienes con mis manos, —me sentiré peor sí sé que algo le sucedió y yo no lo evité o, no la ayudé.
—¿Cómo te enteraste de lo que estaba pasando aquí? —pregunta receloso.
—¿Qué es esto? ¿Un interrogatorio?
—Lo lamento —baja la mirada. Es extraño ver a un vampiro tan sumiso, incluso los Cullen saben que tienen más poder que cualquier humano y eso los hace mantenerse erguido. ¿Por qué Stefan es diferente? —Solo quiero que Elena esté a salvo, ahorita no sé en quien confiar, no puedo confiar ni en la sombra de nadie.
—Lo entiendo —asiento. —¿Te puedo preguntar algo?
Stefan vuelve a colocar sus ojos en mí, bueno, lo tomaré como una respuesta afirmativa.
—¿Por qué te acercaste a ella? ¿Es porque te recuerda a Katherine? —su postura se tensa, pero no me siento amenazada, ahora me siento más curiosa de sus respuestas. —¿Por qué cree un vampiro que puede estar al lado de una humana?
—¿Lo preguntas por Damon?
—¿Qué? No, no —doy un salto hacia atrás. —Yo... solo quiero comprender.
No soy tan valiente como para contarle mi pequeña historia en Forks.
—Al inicio me acerqué a ella porque pensé que era Katherine —admite con un suspiro muy profundo. —Pero luego la conocí, vencí mis miedos y mis demonios internos y me enamoré de ella. Ahora aquí estoy, arriesgando mi existencia porque no puedo pensar en un futuro sin ella.
— ¿Qué pasaría si Elena...? —muerdo mis labios para evitar terminar la pregunta, pero ya es tarde, Stefan sabe lo que quería preguntar.
— ¿Si Elena elige a Damon? —su rostro se torna triste. Muevo mi cabeza afirmativamente. —Lo tendré que aceptar.
—¿No es eso egoísta? ¿No lucharías por ella?
—Amo a Elena, pero, Damon es mi hermano —su voz se rompe. —Amo más a Damon que a cualquiera, y si él es feliz, si él puede ser feliz después de tanto tiempo, está bien.
Lo miro asombrada. Nunca creí que el vínculo que tienen ambos hermanos fuera así de fuerte, según lo que me había contado Elijah y Alaric, ese vínculo se había roto cuando ambos se transformaron, pero parece que nadie se ha dado cuenta de que, gracias a todo lo que han vivido, ese vínculo se estaba reparando.
Decidí que era mejor cambiar de tema.
—¿Qué pasó con Elijah? —les pregunto recordando lo que pasó la noche anterior.
—Sigue igual de muerto allá abajo —responde Stefan. —Nos encargamos de los brujos que trataban de revivirlo.
—Bien, así que se quede —respondo mirando en dirección al pasillo que conducía al sótano.
—¿Te puedo preguntar algo? —Stefan luce inseguro con las palabras, —a ambas.
Angela y yo nos miramos, pero ambas asentimos.
—¿Por qué, si Elijah es su "amigo", ustedes lo traicionan para ayudarnos a nosotros?
—En realidad, nos estamos ayudando a nosotras mismas —responde Angela. —Pero ustedes están en el medio, son como un efecto colateral.
Stefan se queda en silencio, sus ojos sobre mí.
—No puedes juzgarme por tener secretos, Stefan, todos aquí los tienen —el vampiro castaño suelta una respiración muy profunda. —Pero van a tener que confiar en mí, en ambas.
—Estaré en mi habitación por si necesitan algo —dice mientras su cuerpo se gira, caminando para ir rumbo a las escaleras.
—Cuando dijiste que este lugar estaba de locos, pensé que te mofabas porque no te gustaba el pueblo, no pensé que de verdad estuviera lleno de locos —Angela murmura divertida.
Una risa brota de mí y le hago un gesto de "te lo dije".
—¿De verdad vamos a dejar a Elijah muerto? —me pregunta.
—¿Quieres que ande detrás de nosotras obligándonos a hacer cosas? —le pregunto con los ojos abiertos.
—Pues, no —se sonroja. —Pero ¿crees que eso nos dé tiempo?
—Eso espero Ang —cierro los ojos unos segundos, aun mis sentidos están muy sensibles a mi alrededor. —¿Cómo van tú y Bonnie?
Desde que ambas se conocieron hicieron un clic, ambas se entienden y comparten uno que otro secreto y trujo de su magia y ambas quedaron en practicar un poco juntas.
—Ella es buena y su magia también. Me contó que ha tratado de leer el Damnatus, pero no ha podido, por obvias razones —da una vista a su alrededor para asegurarse que no esté nadie más con nosotras. —Además, Bonnie cree el lugar de las brujas se puede rastrear, por la energía que emana de él.
—¿Crees que con eso pueda detener a Klaus? —pregunto comenzando a trazar una idea en mi cabeza. —O al menos ¿puede conseguir más tiempo?
—Nadie puede detener a Klaus —me asegura. —Pero, si Bonnie puede absorber la magia que hay en el lugar donde mataron a sus antepasadas, sin duda puede darle al infeliz una cuchara de su propia medicina.
—Hacerle difícil la existencia ¿eh? —levanto una ceja interesada.
—Exacto —me sonríe. —Ellos estarán bien, Bella. Ya le mostré a Bonnie como absorber la energía, en caso de que encuentren el lugar, claro.
La miro, ambas sabemos lo que significa, pero estamos en una casa que casualmente pertenece a dos vampiros que no confían en nosotras, y hay una vampira extra merodeando por aquí, que en la primera oportunidad que tiene de salvar su trasero a costa de los demás, la utiliza. No nos conviene dar detalles de lo que sabemos. Mi amiga y yo continuamos con temas más casuales, hablando de la escuela, de nuestros hogares y una que otra anécdota de lo que ha pasado este fin de semana.
Estábamos tratando de darle un poco de tiempo a los Gilbert para que despertaran y poder ir a molestarlos a una hora un poco más decente.
—Deberíamos ir a recoger nuestras cosas —le digo mirando mi celular, —hay un largo camino para volver a casa.
—¿Nos vamos a despedir? —con su cabeza me señala el techo, sé que se refiere a Stefan y si tengo suerte de Damon.
—No lo sé —digo con honestidad. Ahora mismo me siento insegura sobre cómo actuar respecto a ellos.
Angela asiente regalándome una mirada preocupada. Ambas salimos de la elegante mansión sin molestarnos en avisarle a nadie, era muy probable que Stefan estuviera escuchando nuestra conversación.
La camioneta Jeep que había sido alquilada por Elijah, estaba estacionada en la calle esperando por nosotras, Angela la había estado usando para moverse por el pueblo, teniendo en cuenta que yo usaba al primero que se me cruzara enfrente y que fuera en la misma dirección que yo. Pero esta vez, mi amiga me había extendido las llaves.
—Tú conoces mejor este lugar —se disculpa.
Ambas subimos acomodándonos en uno de los asientos, ella del lado del copiloto y yo detrás del volante.
—¿Y si nos la quedamos? —le pregunto arrancando el motor.
—¿Esta cosa? —Ang me mira sorprendida.
—¿De verdad crees que Elijah solo la alquiló por unos días? —le doy una mirada incrédula. —¡Por supuesto que la compró!
—¿No sería raro que llegáramos a Forks en esto? —su cabeza se inclina, —¿Cuánto se hace a Forks en esto?
Hago un cálculo rápido. —Son como 40 horas o más, si queremos llegar a clases mañana, debemos conseguir un vuelo.
—Qué bueno que Elijah me dejó su tarjeta de crédito —bate sus pestañas y tuerce su cuerpo. Mis labios forman una enorme sonrisa.
Sigo conduciendo, pero el camino fue más corto de lo que nos hubiera gustado, o al menos a mí. La casa Gilbert apareció cuando giré por la ultima calle, por fuera parecía ser una casa cualquiera de este pueblo, incluso en todos estos años no ha cambiado nada, incluso el color de la fachada sigue siendo el mismo.
Pero por dentro, aunque sigue teniendo los mismos muebles y la misma decoración, las personas que habitan dentro son muy diferentes. Las circunstancias los han cambiado, nos han cambiado a todos.
—¡Vaya! Estas viva —Jhon aparece en la puerta. Bajo del auto y me acerco a la casa haciendo una mueca de fastidio.
—¡Qué lástima! Tú también —le respondo seca mientras paso por su lado.
—Cierra la boca —Angela gruñe, —no estamos de humor.
—Nunca —murmura Jhon. Ang y yo lo ignoramos y nos dirigimos al interior de la casa, ambas somos recibidas por el abrumador silencio.
—Lo hiciste bien, bruja —felicita a mi amiga. Angela rueda los ojos.
—Hubiera sido mejor si no fueras un idiota egoísta y me hubieras prestado el anillo —Angela lo empuja y se dirige a la cocina.
—Quería probar tus habilidades —se encoge de hombros el aludido mientras la sigue. Yo voy detrás de ellos en silencio.
—¿Ahora haces exámenes? ¿No soportaste que Alaric se casara con Isobel y ahora en venganza quieres quitarle su profesión? —se mofa Angela.
—Que graciosa —dice Jhon con ironía.
—¿No tienes nada mejor que hacer? —le pregunto. —No me respondas, para que estés aquí jodiendo la vida de todos, no, no tienes nada mejor que hacer.
—Yo no soy el enemigo, Isabella —se cruza de brazos.
—Pues lo pareces —gruño. —¿Por qué quisiste asesinar a Damon?
—¿Yo? —se hace el ofendido. Lo miro con los ojos entrecerrados, ¿Ahora se hará la victima? —Yo solo le di lo necesario para encargarse de Elijah, no es mi culpa que no los supiera utilizar.
—Eres un cabrón —escupo en su dirección. —No sé qué planeas, no sé porque ahora quieres volverte el bueno cuando siempre has sido un hijo de puta, pero te voy a descubrir.
Jhon se ríe, eso solo aumenta mi furia.
—Qué bueno que tengas ese anillo, porque lo vas a necesitar —siseo con furia con mis dientes apretados, —si no tienes cuidado vas a terminar muerto en el suelo de esta cocina.
—¿Es una amenaza, Isabella? —pregunta con una sonrisa bailando en su rostro.
—¿Honestamente? Sí — camino hasta quedar frente a él. —Ahora, si quieres dejar de ser un inútil y hacer algo por el bien común, ve, búscala y dile a Isobel que quiero hablar con ella, que salga del maldito hoyo al que se metió.
Jhon me mira con sorpresa. —¿Cómo sabes que sigo hablando con ella?
—No lo sabía, me lo acabas de confirmar —le brindo la mejor de mis sonrisas, la risa cubierta de una falsa tos de Angela se escucha a mis espaldas, y el rostro de Jhon cae hasta al suelo, no necesito ser adivina para notar su fastidio. —Entonces, si quieres seguir respirando, te aconsejo que vayas a decirle, corre.
—¿A decirle que, a quién? —la voz de Jenna se hace presente en la cocina.
Doy un salto alejándome lo más posible del hombre. No quiero que Jenna se haga una idea equivocada de que estoy confabulando con él o algo así.
Jhon pasa su mirada de Jenna a mí. Mis ojos le lanzan dagas, lo reto a que suelte su lengua viperina, quiero que se atreva a decirle la verdad a Jenna, quiero que me dé razones para enterrarle un cuchillo en el pecho.
—¿Y bien? —Jenna se cruza de brazos, mirándonos a los tres.
—Voy a subir a decirle a Elena que ya llegó Isabella —Jhon le explica, —desde ayer quiere hablar con ella.
—Cobarde —susurramos por lo bajo Angela y yo. Jhon sale casi corriendo de la cocina.
Nos amenaza a todos con decirle la verdad a Jenna, pero cuando tiene la oportunidad prefiere no decir nada. Sabe que tampoco a él le conviene que Jenna se entere de toda la verdad.
—¡Vaya! ¡Ya aparecieron! —Jenna nos mira de mala manera, su atención está de nuevo en nosotras. —Hablaré con Liz para que las elimine de la lista de personas desaparecidas.
—No lo hiciste —le digo rogando en mi interior que de verdad no lo haya hecho.
—No, Isabella, no lo hice —suelta un suspiro. —No lo hice porque Elena me aseguró que había hablado con ustedes anoche y que estaban bien.
Le doy una mirada fugaz a mi amiga, Angela asiente distraída. —Sí, nosotras le avisamos.
—Creí que estarías en el campus —cambio de tema rápidamente. —Rick lo mencionó.
Jenna me lanza una mirada para nada feliz, supongo que sigue molesta por la pelea que tuvo con Alaric en la cena en casa de los Salvatore. Creí que ya se habían arreglado después de lo que pasó en la fiesta que hubo en el Grill esa misma noche, parece que me equivoqué.
—Claro, les resulta conveniente que no esté —se acerca al refrigerador abriéndolo para buscar en el interior, —así es más fácil para ustedes.
Cierra de golpe la puerta.
—Yo no dije eso —le aclaro recargándome en la pared cerca de mí. Jenna parece capaz de lanzarme cualquier cosa en sus manos si me acerco. —Definitivamente no me refería a eso.
—Claro —dice forzando una sonrisa.
—Jenna…
—¿Qué, Isabella? —gruñe. —¿Acaso no tengo derecho a estar molesta con ustedes? Me ocultan cosas, me dicen mentiras, ¿creen que soy idiota y que no me doy cuenta?
—No es eso, es solo que... —trato de explicarle, pero me corta.
—Tú, llevas más de 10 años sin aparecer en este lugar y de repente por arte de magia estas aquí. ¿Por qué ahora? ¿Por qué no cuando Charlie te ofrecía venir a visitar a Elena en el verano?
—Es que yo...
—Jhon también aparece de la nada reclamando su papel de padre responsable con Elena, cuando pasó años sin preocuparse por ella —se cruza de brazos. — ¿Qué hay de Isobel? ¿Está en verdad muerta? ¿Tu madre vio el cuerpo? ¿Charlie acaso?
—¿Por qué me preguntas todo eso? —mi voz sale nerviosa.
— Resulta que Jhon se la pasa hablando de ella, metiéndome dudas sobre lo que es verdad o no —sus ojos brillan con lágrimas siendo contenidas. —Alaric no quiere decirme nada de ella, Elena siempre evade el tema y parece que está del lado de Rick —se frota el rostro con las manos, — estoy comenzando a pensar que Jhon dice la verdad.
Casi me suelto llorando al verla tan desesperada. Jenna me sigue mirando mientras sirve el contenido de la botella de jugo que sacó del refrigerador en tres vasos. Nos tiende uno a cada una y se queda con el último.
—Haré de la abogada del diablo —Angela trata de sonar conciliadora. —Quizás haya una buena razón para no decirte, ¿No crees que te están protegiendo?
—Pero esa no es su decisión —Jenna se queja, en silencio le doy la razón, yo ya pasé por esa sensación. —Merezco la verdad, como todos.
—A veces no es tan sencillo —Angela trata de forzar una sonrisa, está sintiéndose como yo, una miserable.
—Lo es cuando quieres a alguien —Jenna se deja caer en una de las sillas del comedor. Sus ojos están vidriosos y sus cejas casi unidas en un intento de contener su llanto. —Una relación se basa en confianza, si amas a alguien le dices la verdad sin importar lo dolorosa que sea, y se ayudan a pasar a través de esa situación.
Angela se aclara la garganta.
—Respondan con honestidad — Jenna nos pide, — ¿Ustedes le mentirían a la persona que aman?
Siento una cubeta de agua helada caerme encima, el frio recorre mi espina dorsal produciéndome escalofríos.
Mi mente me remonta al inicio, cuando sentía la necesidad de saber la verdadera naturaleza de Edward, me puse incluso en riesgo por saberlo, por investigar la verdad. Ahora que ya lo sé, soy yo quien no es honesta. Soy yo quien está en este lugar a escondidas de él, portándome tan diferente a como él me conoce y haciendo cosas, de las que quizás me arrepienta, sin importarme lo que él sentirá cuando se entere.
¿Quién soy yo para ocultarle la verdad a Jenna? ¿Con que cara puedo hacer eso? El rostro de Angela debe ser un reflejo del mío, no me atrevo a mirarla, no puedo ver que soy yo una de las razones por las que ella tampoco puede ser honesta con la persona que quiere.
—¿Cómo pueden ser tan malditamente egoístas? —Jenna golpea su cabeza contra la madera de la mesa del comedor.
Angela me da una mirada y la señala en silencio. Ambas pensamos igual, Jenna no puede seguir así y nosotras no podemos seguir mintiéndole a todo Forks. Mi mente toma una decisión mucho antes de que sea consciente de lo que diré. Esto me traerá muchos problemas, lo sé.
—Jenna —la llamo, sus ojos se posan sobre mí. —Isobel está muerta
Jenna bufa y cierra los ojos, su cabeza se baja y se sacude con decepción. Ella esperaba recibir una explicación muy diferente a esa, porque esa es la que recibe de todos a los que le pregunta. Decido intentarlo de nuevo.
—Isobel está muerta —repito. —Pero, quizás el día de mañana se aparezca aquí, tocando a tu puerta.
—¿De que estas hablando? —pregunta confundida. Su cuerpo se mueve como en cámara lenta, se pone de pie y sus piernas la acercan lentamente a mí, sus ojos grandes brillan.
—Isabella, para —Elena aparece al lado nuestro, sus ojos pasan de una a la otra, evaluando la situación. —No puedes hacer esto, para por favor.
Ignoro la súplica desesperada de Elena, esta no es su conversación. Jenna merece la verdad, merece confiar en alguien.
—No la escuches —Jenna toma mi rostro, lo empuja para que la mire. —Dime la verdad, por favor, Isabella. —Jenna me suplica, sus manos se colocan en mis hombros con fuerza, —quiero saber la verdad, por favor.
Sus manos se colocan en mis hombros, sus dedos aprietan mi piel con fuerza, sacude mi cuerpo tratando de que las palabras salgan de mi boca. Miro por la esquina de mis ojos a mi prima. Elena sacude la cabeza, también suplicándome.
—Sé que has visto esa tumba en el cementerio con el nombre de Isobel —le digo, Jenna asiente. —Es falsa, Isobel solo fingió su muerte.
—Isabella no —Elena trata de silenciarme de nuevo tomándome de una muñeca, pero me zafó de su agarre con una sacudida.
—Isobel abandonó a Elena, fingió su muerte y se fue — explico con voz neutra, trato de mantener mi rostro de la misma manera. — Está viva, ya ha estado aquí un par de veces y no me sorprende si vuelve una tercera vez.
El rostro de Jenna refleja varias emociones en pocos segundos, para de la esperanza al miedo y luego al dolor. Se gira buscando a Elena.
—¿Lo sabias? —le pregunta con voz temblorosa. —¿Alaric, Jhon, todos ustedes lo sabían?
—Yo te lo explicaré todo, Jenna —Elena trata de acercarse. —Isabella no sabe nada.
—Sé más que tu —me encojo de hombros. —Isobel es la razón por la que no me recuerdas, —me giro a mirar a Jenna —ella es la razón por la que no volví a Mystic hasta hoy.
Jenna sigue perdida en su mente, sus ojos fijos en la nada.
—No tenías derecho para decirle —mi "adorada" prima me reclama.
—¡Y ustedes no tenían derecho para mentirme! —grita Jenna volviendo en sí. Elena la toma de la mano, pero Jenna da un salto hacia atrás. —No, no, no me toques.
—No, Jenna, escúchame —Elena ruega, pero no es lo suficientemente rápida, Jenna corre escaleras arriba antes de seguirla escuchando. La castaña la sigue tan rápido como puede.
—¿Tenías que hacerlo de esa manera? —Angela se acerca a mi lado.
—No —respondo, suelto el aire de mis pulmones. —Pero tampoco pueden seguirle mintiendo, no podemos seguirle mintiendo a nadie, Ang.
Angela baja su mirada, sabe a lo que me refiero.
—¡No tenías por qué hacer eso! —Elena baja furiosa por las escaleras. Maldición, mi cabeza ya duele de nuevo, ¿Por qué todos gritan? No puedo soportar tanto drama.
—No, no tenía que hacer eso, Elena, ya sé que eso te correspondía decirlo a ti —ruedo los ojos por la situación, —pero Jenna lleva bastante tiempo en la oscuridad, le ocultan una verdad que tiene frente a sus ojos ¿Cuándo pensaban decirle? ¿Cuándo la mataran?
—Tú no sabes nada —su rostro se tensa mientras habla. —Solo la estábamos protegiendo.
—Aún no lo entiendes, ¿verdad? —Angela se mete a la conversación. —Así solo la hacen más vulnerable.
—¿Ahora me vas a decir que ustedes son honestos con todo el mundo? —nos mira a ambas, furiosa. —¿Por qué no le dijeron la verdad a Damon? ¿Tenian que hacerlo sufrir con eso?
—¿Hablas del anillo? —pregunta Angela, Elena asiente. —Jhon no quiso prestarme su anillo para copiar la magia, además que el de él está hecho de plata, —mi amiga se encoge de hombros, —no estaba segura de que funcionaría con cualquier otro material.
—¿No que eras muy poderosa? —Elena la mira con desdén.
—Eso no es de tu incumbencia —Angela le sonríe cálidamente.
—Bonnie está deslumbrada contigo y no puedes hacer algo tan sencillo ¡Que decepción!
Angela rueda los ojos. —Resulta, Elena, que yo hago magia más complicada que un simple anillo de vida y por eso Bonnie está deslumbrada conmigo.
—¿Y tu no podías ponerlo sobre aviso? —la atención ahora se pone sobre mí. —¿Sabes por lo que pasó?
—No —me encojo de hombros, —estaba demasiado ocupada tratando de que mi corazón latiera de nuevo.
—Damon estuvo realmente mal pensando que habías muerto ¿Acaso no te importa? ¿Qué eres? ¿Otra Katherine que solo planea utilizarlo?
—Y si así fuera —avanzo dos pasos en su dirección —¿Qué?
—¡Eres una maldita zorra manipuladora! —grita mientras sus manos se colocan en mis hombros empujándome hacia atrás.
—Sí, tal vez.
—Dime algo, ¿de verdad te interesa Damon o solo querías ser una más de la lista?
—Eso no es de tu incumbencia —repito las palabras de mi amiga.
—¡Claro que me importa! —grita de nuevo. —Damon no se merece que lo vuelvan a lastimar, mucho menos necesita a otra ramera que haga su vida miserable.
—¿Yo soy esa zorra ramera que solo lo lastima? —pregunto divertida, Elena luce confundida por mi repentino humor. —¿Qué hay de ti? ¿Acaso no eres tú la que está repitiendo la historia? La hermosa dopelgänger que enamora a los hermanos Salvatore.
—¡Cállate! —chilla molesta.
—No Elena, cállate tú —ya no puedo contener mi molestia ni mis ganas de lanzarle algo a la cara. —No sabes nada de mí, no sabes lo que pienso o lo que siento y aun así me acusas de ser una zorra que está jugando con Damon. No sabes nada de nosotros.
—No necesito saber nada —me empuja de nuevo. —Ya eres parte de la lista de zorras que se revuelvan en la cama de Damon, con eso basta.
—¿Estas celosa de que yo forme parte de esa lista y tu no? —oculto la carcajada que nace en mi garganta.
—Sabes que Damon está enamorado de mí —sisea. —Si yo quiero puedo meterme en su cama tambien.
—En ese entonces, ve, hazlo —es mi turno de empujarla. —Revuélcate con Damon y rómpele el corazón a Stefan.
Elena cierra los ojos, sé que he dado en un punto sensible.
—Yo nunca lastimaría a Stefan —suspira.
—Ya lo estás haciendo primita, tú indecisión solo está torturando a ambos hermanos, los está matando.
Sus ojos vidriosos me miran, sus labios se mueven en un claro gesto de molestia.
—Afirmas que amas a Stefan, pero andas por ahí parloteando que tienes a Damon de las pelotas. ¿Qué crees que sucederá cuanto tengas que elegir?
Elena no responde.
—Pueden jugar ahorita al perfecto trio, un triángulo amoroso apasionado. Ellos te aman y tú los amas a ellos ¡Que romántico! ¡Todo un cliché! — aplaudo falsamente. — Pero llegará el momento en que te obliguen a elejir solo a uno. ¿A quién vas a elegir, Elena? —mi voz se suaviza con la última pregunta.
Algo en mi interior desea que en este momento responda a esa pregunta. Deseo que en este momento tome una decisión y corra a la casa Salvatore. Quiero que vaya y le diga a Damon que se acabó, que no lo elige a él.
Con mucho esfuerzo me trago el sentimiento que hay dentro de mí. Lleno mis pulmones de aire y le doy una mirada a mi amiga, Angela reacciona y va a buscar nuestras pocas cosas que hay en esta casa.
—Ahora, si me disculpas —hablo de nuevo, —me duele demasiado la cabeza y solo lo estas empeorando.
Mi cuerpo se gira y salgo de la cocina.
—¿Y a mí eso que me importa? —Elena pregunta con fastidio. Me freno en seco, mi cuello se gira y hace un crujido cuando llega al máximo que mis huesos le permiten.
—Te importa Elena —escupo con furia. —Te importa porque arriesgué mi maldita vida por ti, me mataron porque me aseguré de que Elijah se mantuviera frio y muerto solo para que el jodido trato suicida que hiciste con él perdiera vigencia y el cabrón no te asesine cuando Klaus venga por ti.
—¿Ahora me vas a decir que es mi culpa? —su rostro hace una mueca ofendida.
—Sí Elena, ¡Es tu maldita culpa! —es mi turno de gritar. —¡Por tu culpa estoy aquí y no en mi casa viviendo una vida muy diferente a esta!
—¿De qué hablas? —cruza sus brazos sobre su pecho.
—No es la primera vez que haré el intento de salvar tu vida, Elena —trago pesado recordando ese momento. —Y lo haré por el cariño que alguna vez te tuve, solo por eso.
—¡Yo no pedí que vinieras! — dice exasperada. — ¡Yo ni siquiera sabía de tu existencia! Sigo sin creer que seas mi prima.
—¡No lo sabías porque borraron tu memoria! —me muerdo la lengua, arrepintiéndome al instante de decir esas palabras.
—¿Qué? —retrocede unos pasos.
—La primera vez que salvé tu trasero fue porque Isobel me vendió, nunca me preguntó si estaba dispuesta morir en tu lugar —mi voz sale acompañada de un gruñido. —Ayer me mataron por ti, porque te hice el favor de darte un puto día más de vida.
Se encoge en su lugar. De nuevo es como una niña atemorizada del mundo que se esconde en un rincón.
—¿Cómo fue que Isobel te vendió? —pregunta con voz rota. — ¿Por qué lo hizo?
Ahora sus ojos escurren las lágrimas que estaba tratando de contener.
—Búscala y pregúntaselo a ella —apunto con mi cabeza la puerta, —a mí nunca me lo quiso decir.
—¿Jhon lo sabe?
—Oh sí, ese cabrón está al tanto de todo.
—Estoy lista —Angela regresa a mi lado. En su espalda hay una mochila y en sus manos está otra.
—¿Se van? —Elena pregunta mirando de una a otra.
—Tenemos cosas que hacer —Ang le medio sonríe.
—Ya sé que no soy de tu agrado, ódiame, no me interesa —miro de nuevo a mi prima, ella se cruza de brazos, pero su cuerpo se encoge. —Pero puedes confiar en mí y hacer esto más fácil —le suplico, —o puedes hacer que esto acabe fatal para todos.
—Yo... —titubea, pero al final no dice nada.
—Y no te metas en mi vida —digo con voz dura. —Yo sabré que hago, como lo hago y con quien lo hago.
Giro mi cuerpo y muevo mis piernas para llegar a la puerta de la casa. Me encuentro a Jenna que va bajando la escalera, trae el rostro cubierto de lágrimas, una maleta en sus manos y otro bolso en su hombro. En cuanto me ve puedo notar su incomodidad.
—Jenna —Elena casi corre hasta ella. —Lo siento mucho, sé cómo te debes de sentir y…
—Ira y traición es lo que siento en este momento —le dice pasando por su lado, toma una chamarra del perchero que está cerca de la puerta y la lanza a su mochila.
—¿A dónde vas? Déjame hablar contigo —le suplica mi adorada prima.
—No me interesa escuchar más mentiras Elena —levanta la palma de su mano, —me iré al campus, tengo cosas que hacer allá. —Sus ojos se posan en mí, —y ustedes dos... Angela fue un placer conocerte, Isabella fue bueno verte... pero espero que ya no estén para cuando vuelva.
Jenna sale de la casa dando un portazo que nos hace saltar a las tres.
—De verdad espero no volver —digo, no estoy segura a quién. Angela me da una de las mochilas que trae, la acomodo en mi hombro con cuidado. —Vámonos.
Elena nos fulmina con la mirada, pero no dice nada más. Puedo sentir su mirada mientras salíamos por la puerta de la casa, puedo sentirla incluso mientras nos subimos al auto. No me molesto en mirarla, no tengo ganas de mirarla. Me siento mal por Jeremy que perdió su oportunidad de despedirse de mí, pero, hablaremos luego por teléfono como usualmente lo hacemos.
—¿Crees que esté bien? —Angela pregunta con un suspiro, arranco el auto para salir de la calle donde se encuentra la casa de las pesadillas, me enferma el pensamiento de seguir en este lugar siendo vigilada por la muchacha de pie en el pórtico echando humo de cada poro de su cuerpo.
Me tardo un poco en responderle.
—¿A quién te refieres exactamente? —levanto una ceja. Angela me mira mal, yo tomo una respiración antes de responderle. —Jenna estará bien, solo necesita tiempo para procesarlo, está dolida porque le mintieron, es todo.
—Eso apesta —se queja. Le doy una mirada de reojo. —Ya sé, ya se, nosotras estamos haciendo lo mismo que ellos.
—¿Tú le dirías a Ben la verdad? —le pregunto. Angela se queda en silencio por unos segundos, pensando en su respuesta. 7
—Ya lo he pensado, anoche le di mil vueltas al asunto y llegue a la conclusión de que sí quiero decirle, quiero que me apoye, pero me da miedo su reacción. Me aterra pensar en cómo vaya a reaccionar —su voz es leve pero segura. —Bonnie me contó cómo fue enterarse que era bruja, y como fue para los demás entrar de golpe al mundo sobrenatural. No me gustaron sus palabras.
—Lo entiendo —asiento con la cabeza, mis ojos no se despegan del camino.
—¿Y tú? —se gira en su asiento. —Edward no es ajeno al mundo sobrenatural, ¿Por qué no le dices la verdad?
—¿Ahora estás de su lado? —le pregunto recelosa.
—No, pero no evadas mi pregunta.
—Antes de venir aquí, lo mencioné. Traté de decirle que existía la posibilidad de que hubiera otro mundo fuera del que él conoce —mis manos se aprietan alrededor del volante. —Pero él cree que, por ser lo que es y por la edad que tiene, lo sabe todo.
—Si se llega a enterar de lo que pasó aquí… —Angela deja incompleta la frase.
—¿Se termina de morir? —pregunto divertida.
Angela se ríe, ambas hemos descubierto lo dramático que puede llegar a ser cuando se trata de mí, incluso Charlie está asombrado que haya sido capaz de amenazarlo para que le dijera donde me encontraba, por supuesto que Charlie no se doblegó y al final Edward se rindió, o al menos eso nos había contado mi padre en una llamada que le hicimos.
—¿Estas... segura que es en ese lugar? —me pregunta mi amiga después de un rato de verme conduciendo en silencio, su cabeza y sus ojos mirando por la ventanilla, —¿al menos sabes llegar?
—Sí, ya casi llegamos —le digo con seguridad, detengo el auto. —Pero tenemos que caminar, no quiero que vean las huellas del auto.
Angela resopla, pero baja también del auto tomando la bolsa con las cosas que ha preparado para esto. Ambas emprendemos un largo camino por el terreno cubierto de hierba crecida y árboles, no puedo evitar comparar este bosque con el de Forks, este es seco y color marrón pálido, el otro es húmedo y cubierto de hierba verde.
—¿Lista para esto? —le pregunto a mi amiga. — ¿Segura que puedes hacerlo? No quiero que te sientas forzada a nada, Elijah se puede ir al infierno.
Angela no responde, solo me da una mirada y acomoda bien la mochila en su hombro. Bueno, esa es su señal para seguir adelante y yo solo puedo apoyarla. Tomo una profunda respiración antes de levantar mi brazo y apuntar con mi dedo la casa casi derrumbada que está frente a nosotras.
—Es aquí —sus ojos están fijos en la construcción, —puedo sentirlo.
—Hay que darnos prisa —la apuro. —Damon sabe de este lugar, no le tomará mucho tiempo darse cuenta de que lo conoce.
Angela y yo casi corremos a la puerta de la casa, las hierbas y ramas secas crujen debajo de nuestros zapatos. Doy una mirada a mí alrededor para asegurarme que no haya ningún intruso, además de nosotras, claro. Me detengo en la puerta.
—Hay que hacerlo, quiero ir a casa —Angela suspira y cierra sus ojos.
Soy la valiente que estira su mano y toma el picaporte de la puerta, puedo sentir el óxido en la palma de mi mano, el metal ya está gastado y duro por la falta de uso, me cuesta un poco de esfuerza girarlo, pero al final logro abrir la puerta. El interior de la casa esta desierta y completamente de polvo, telarañas y un aroma extrañamente agrio. Mi nariz se frunce al sentirlo.
Nos metemos por el lugar, la madera cruje debajo de nuestras pisadas, el polvo se levanta quedando en el ambiente conforme vamos adentrándonos entre las habitaciones de la casa.
—No puedo respirar —jadeo, mi cuerpo cae contra uno de los muros. Había una sensación extraña, asfixiante, incluso el ambiente se sentía caliente.
—¿Me esperas aquí? —pregunta Ang, sacudo la cabeza. Me toma de la mano y me ayuda a ponerme de nuevo en mis dos pies, obligo a mi cuerpo a seguirse moviendo.
—Es aquí —murmuramos ambas.
El color de la madera del piso y de las paredes de alrededor de la habitación es de un tono más oscuro, supongo que es por el fuego que usaron hace mucho tiempo. Angela y yo nos ofrecemos una mirada de aliento antes de comenzar.
Me arrodillo sobre el suelo cubierto de polvo, vació el contenido de la mochila que descansaba sobre mi hombro. Angela se había encargado de conseguir velas, sal y agua.
—Y el ingrediente especial —me sonríe, en su mano sostiene el Damnatus.
La noche de la cena en la casa Salvatore, había sido la oportunidad perfecta para recuperar ese libro. Damon cometió el error de dejarme junto con Alaric en la biblioteca, además que había sido tan idiota como para ocultarlo ahí. Elijah fue el primero en notarlo, este libro tenía un color negro peculiar que lo hacía resaltar de entre cualquiera. El original se encargó de decírnoslo y Angela y yo nos encargamos del resto.
Tomamos ese libro y en un descuido de todos, lo sacamos a simple vista para que nadie notara nada extraño. Por supuesto funcionó.
—Sé que no están felices —se queja mi amiga, —yo tampoco quiero hacer esto, pero es necesario.
Le doy una mirada extrañada.
—Me están hablando —su mano señala a su alrededor. —Algunas no me quieren aquí.
—Voy a acomodar las velas —digo insegura de que más decirle. Me encargo de distribuir por el suelo las velas en distintas posiciones que ella me señala, después me explica como colocar el agua.
—Cuando yo te diga, haces un círculo a mí alrededor —me señala la bolsa de la sal.
—Si jefa —sonrió con nerviosismo mientras retrocedo un par de pasos.
Angela se queda de pie en el medio de la habitación, sus manos se extienden mostrando sus palmas y sus ojos se cierran, su cabeza se mueve de un lado a otro, pareciera como si tuviera a miles de personas a su alrededor y todas le hablaran al mismo tiempo.
—¿Qué demonios te están diciendo? —pregunto mirando a mi alrededor, obviamente mis ojos no captan nada, pero sigo sintiendo la opresión en el pecho, como si algo malo fuera a suceder.
—Solo pido la ayuda de las mías —lloriquea Angela. —Quiero que mis antepasadas me den su poder, solo ellas.
De repente se encienden las lámparas de la habitación, por la época en la que fue construida la casa y por el tiempo en que se usó, la gran mayoría son candelabros con velas aun funcionales.
Las velas que yo había colocado en el piso de la habitación se encienden en segundo lugar, pero el color del fuego en ellas es de color negro.
—Están listas —Angela me mira, su pecho sube y baja por la agitación y la adrenalina que está sintiendo. —Van a darme solo la magia negra.
Trago con fuerza el nudo en mi garganta.
—¿Tú estás segura? ¿Estás lista? —la miro con una ceja arriba. Angela no me responde, solo vuelve a cerrar los ojos.
En mi mente comienzo a contar los segundos, uno por uno hasta que se vuelven minutos, estoy expectante a que algo suceda. Angela suelta un bramido, algo parece estirar las extremidades de su cuerpo, su garganta se desgarra por el grito ensordecedor que sale de su boca.
Mis ojos miran el Damnatus, se encuentra a dirección de sus pies, descansando tranquilamente sobre el suelo. De entre las hojas color negro comienza a brotar una luz de color obscuro, parece que se están quemando las hojas pero en lugar de que el papel se consuma aparecen palabras, de una en una se van escribiendo.
Algo en mi interior me impulsa, aunque Angela no me haya dicho nada aun, siento que es el momento correcto para hacer el circulo de sal a su alrededor. Me acerco a ella, pero hay una especie de campo a su alrededor que me rebota hacia atrás impidiéndome tocarla. Decido no tentar a mi suerte y hago el circulo lo más cerca que esa pared invisible me lo permite.
En cuanto el círculo se completa siento mi cuerpo ser expulsado con fuerza hacia atrás, salgo volando por los aires hasta que mi espalda se estrella contra una de las paredes. Trato de concentrarme en lo que está pasando, pero el dolor de mi cabeza regresa con más intensidad hasta hacer que mis oídos zumben. Trato de mantener mis ojos abiertos, pero no puedo.
—¿Bella? —la voz de Angela es el primer sonido que llega a mis oídos en cuanto el zumbido se detiene.
—¿Angela? —le pregunto buscándola desesperada con la mirada. La encuentro donde estaba, pero esta vez arrodillada en el medio del círculo de polvo planco.
—Lo hice, Bella —me dice levantando la mirada. Su nariz sangra, sus ojos tienen una extraña aurora de color rojo, pero hay una sonrisa orgullosa en sus labios.
—¿Te sientes bien? —le pregunto preocupada, la sangre en su nariz no se detiene, parece como si se hubiera dado un golpe y la tuviera rota.
—La tengo —presume con orgullo, —¡Bella, lo logré!
Angela no es una bruja de magia pura como Bonnie, al contrario, su linaje ha sido castigado por siglos. Ellas comenzaron el desbalance de la naturaleza y fueron condenadas a practicar magia negra. El Damnatus es una recopilación de la vida y la magia de todas sus antepasadas, por eso es difícil de leer, ahí está escrito hasta los más oscuros secretos de la magia.
—¿Bonnie podrá venir después? —le pregunto mientras me arrastro por el suelo para recoger todo.
—Sí, ellas me dejaron claro que no me darían nada de magia blanca —Angela da una mirada a su alrededor. —Pero, saben que vendrá Bonnie y se la entregarán a ella.
—¿Te sientes bien? —le pregunto de nuevo.
—Sí, no te preocupes —se limpia el rostro con las mangas de su blusa. —Hay que irnos de aquí antes de ellas nos saquen.
Ambas nos apresuramos a recoger el resto de las cosas, nos aseguramos de no dejar ningún rastro, eso incluye el más mínimo grano de sal que se pudo haber atorado en alguna grieta del suelo. Nos toma tiempo, pero finalmente lo logramos y salimos casi corriendo de las ruinas de la casa
En cuanto colocamos todo en el interior del auto, incluyéndonos a nosotras, ambas soltamos un jadeo. Mi cuerpo se desploma en el asiento del conductor, el silencio nos abraza por algunos segundos.
—¿Lista para volver a casa? —murmuro mientras arranco el motor.
—¿No vas a despedirte? —se cruza de brazos.
—No
—¿Ni agradecerle? por lo menos —levanta una ceja.
—No sé de qué me hablas —me hago la loca, mi vista se fija en el camino frente a mí.
—Alaric, Katherine, el cadáver de Elijah, los hermanos Salvatore, —me da un leve golpe en el hombro, —Damon.
—Estoy segura que una despedida es el menor de sus problemas.
—¡Oh, vamos! —se queja. —¡Quizás esta es la única oportunidad que tendrás! Ya sabes, de hablar con él, explicarse, disculparse, ¿declararse quizás? —me mantengo en silencio, pero puedo sentir perfectamente su mirada sobre mí. —¿Enserio no quieres intentar nada con él?
—Espera, espera, no tengo que intentar nada con nadie —respondo con la mandíbula apretada, — además, en Forks está Edward, y yo…
—¡Isabella! —me advierte, bueno en realidad gritó mi nombre. Mi cuerpo se sobresalta y me encojo un poco en mi asiento. —¡No te hagas la tonta!
—¿Yo? —pregunto inocente.
—Eres tan malditamente increíble —dice entre dientes.
—Lo sé —le sonrió mientras me estaciono detrás de la casa que sería nuestro destino final en este lugar.
—Espera, ¿Qué no iríamos al aeropuerto? —pregunta cuando nota que nos detuvimos. Sin responderle, dirijo mi mirada a la puerta trasera de la casa de los hermanos Salvatore. —¿De verdad lo harás?
Angela se baja entusiasmada, deja la puerta del auto abierta totalmente y llega corriendo a la madera. Me apunta con desesperación el interior. Trato de seguirla, pero con menos emoción que ella.
No estoy segura de lo que estoy haciendo, estoy actuando por puro impulso. Como usualmente sucede cuando se trata de Damon.
Vine a su casa con la esperanza nula de encontrármelo, no estoy aquí para disculparme o rogar su perdón, no tengo porque hacer eso, yo no hice nada malo. Ambos dejamos muy en claro lo que opinamos del otro, y por lo poco que lo conozco, sé que llegar y ofrecer sentimentalismos sería una pérdida de tiempo.
Estoy aquí para… algo. No estoy segura de que cosa es.
Me adentro en la casa aun distraída en mis pensamientos. Mi cuerpo se estrella contra el cuerpo de mi amiga, abro la boca para reclamarle el repentino freno a sus pasos, pero una mano cálida se posa sobre mi boca. Mis ojos la buscan regalándole una mirada confundida.
Angela coloca uno de los dedos de su mano libre en sus labios haciéndome una señal para que guarde silencio, yo muevo mi cabeza diciéndole que sí, pero aun sin comprender porque debo quedarme en silencio. Ahí es cuando mis oídos captan la conversación que se está dando cerca de nosotras.
—Me enamoré, Damon —la voz de Elena llega a mis oídos, su voz se escucha cerca, pero a la vez lejos. Mi cuerpo se congela cuando mi cerebro registra las palabras que acaba de pronunciar, mis ojos se abren tanto que mis parpados duelen. Angela me mira de la misma manera, sorprendida por lo que acaba de escuchar.
—Me enamoré de esa persona que llegó a mi vida cuando más la necesitaba, cuando estaba completamente sola.
Siento mi cuerpo recargarse contra el muro donde permanecemos escondidas, por lo cercano de sus voces, parece que ellos están del otro lado de la pared, eso nos mantiene a nosotras en las sombras donde ellos no pueden vernos. No voy a mentir, después de escuchar las frases de Elena, en mi interior nace un deseo de moverme para poder ver con mis propios ojos la escena.
—Me enamoré de esa persona que porque no me dejó caer y que me ha demostrado lo fuerte que puedo ser.
Mi corazón comienza a latir con fuerza, una de mis manos sube a mi pecho con la esperanza de silenciar el desbocado golpeteo en mi interior. Las manos de Angela se colocan en mis hombros, me sostiene con fuerza, como si temiera que me fuera a desmayar.
—Estoy enamorada de hombre que se convirtió en mi puerto seguro, de ese hombre que hará hasta lo imposible por protegerme y por mantenerme con vida —la voz de Elena se rompe, como si los sentimientos que está expresando la sobrepasaran. —Me enamoré de este hombre que me ama y que está dispuesto a dar su vida por mí, no del vampiro asesino y sanguinario que fue en el pasado.
Muerdo mi labio inferior para evitar que las palabras salgan de mi boca, mis puños se aprietan a los costados de mi cuerpo. Muevo mi cabeza señalando el exterior de la casa haciendo una señal para salir de este lugar, Angela entiende que necesito salir de aquí cuanto antes.
Nos movemos lentamente, tratando que nuestras pisadas no se escuchen para nada. Me parece imposible que Damon no haya notado nuestra presencia, pero, quizás está tan metido en la conversación con Elena que no ha puesto atención a su alrededor. O quizás, si ha notado nuestra presencia y ha dejado que escuchemos a escondidas, así evita hablar conmigo y decírmelo a la cara.
—Yo te amo Elena —son las últimas palabras que escucho antes de salir de la casa para subirme al auto y huir de este maldito pueblo.
Chapter Text
(Isabella POV)
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—Hey —Angela sacude mi hombro, —¿te encuentras bien?
—Si —trato de forzar una sonrisa.
—No te creo —me dice. —Haz estado callada y tu mirada se pierde como si te encerraras en tus propios pensamientos.
—Quizás el cansancio me está cobrando factura —le digo mientras me encojo de hombros.
—¿De casualidad el cansancio tiene ojos azules y cabello negro?
Le doy una mirada asesina.
—¡Oye! —se queja, —yo me preocupo por ti. Quiero saber qué te pasa para así poderte dar un hombro para llorar o para reír.
Sonrío. Esas palabras me llegaron al corazón. En estos meses que he conocido a Angela, se ha vuelto mi amiga porque comenzamos a llevarnos bien, pero estas últimas semanas se ha vuelto una parte fundamental de mi vida.
—Gracias Ang, pero no se vendrá mi vida abajo solo por eso, mi vida va a seguir pasando con o sin Damon en ella.
—¡Entonces si era por él! —aplaude feliz. Unas personas que van pasando a nuestro lado se detienen a mirarnos.
—Vamos, ya quiero llegar a casa —le ruego.
Angela sigue caminando a mi lado y se mantiene dándome lecciones amorosas todo el tiempo que nos tardamos en pasar por todo el proceso necesario para poder salir al área común del aeropuerto.
—¿Ese es Charlie? —Angela apunta con su mano. Mi padre está de pie con las manos en su chamarra de cuadros, se tambalea de un lado a otro tratando de encontrarnos entre la multitud. Mi amiga y yo caminamos hasta él.
—No tenías que venir por nosotras —le digo cuando nos detenemos al frente. Charlie me da una mirada no muy feliz por mis palabras.
—Estoy muy bien, que amables son al preguntarme —hace una mueca. Angela sacude su mano perezosamente para saludarlo.
—Lo siento —le digo tomando un profundo suspiro arrepintiéndome por tratarlo de esa manera. Charlie nos hizo el enorme favor de venir por nosotras hasta el aeropuerto de Seattle, nos esperó las 2 horas que el vuelo se retrasó y todavía está aquí, ofreciéndonos una sonrisa y una cálida bienvenida.
—¿Qué tal estuvo? —pregunta al aire. No recibe ninguna respuesta, así que decide intentarlo de nuevo. —¿Qué tal te pareció Mystic Falls, Angela?
—Es... —Angela duda de como describirlo, —es interesante, aterrador y ¡todo el mundo está loco!
—Es acogedor, ¿Cierto? —sonríe. Nos hace un gesto para que lo acompañemos hacia el estacionamiento. —¿Qué hay en ese lugar? ¿Algo nuevo?
—Humanos locos, vampiros, brujos y brujas desquiciados, eso es lo que hay en ese lugar —es mi turno de responder. —Ya sabes, lo usual.
—Suena divertido —nos abre las puertas de la patrulla, el único auto que tenemos que podría llegar hasta Seattle sin terminar destruido en el proceso.
—Ni que lo digas —decimos ambas. Charlie arranca y nos pone de camino a Forks.
—No vuelvan a irse así niñas —nos regaña. —Angela tu madre ha estado hostigándome con llamadas todo el camino para preguntar por ti.
—Lo siento, Charlie —mi amiga se sonroja.
—Por cierto, estás en problemas —le advierte. —Tu madre sabe que hiciste esa cosa para chupar magia.
—¿Qué mi madre qué? —Angela salta en el asiento trasero.
—Se me salió decirlo —Charlie también se sonroja.
—Uh, oh —se queja mi amiga, puedo escucharla sumirse en el asiento. —Eso no es bueno.
—Y tú, señorita, también estas en problemas —Charlie me mira de reojo. —¡Creí que no volverías, Isabella!
—Por poco y no vuelvo —digo lo más digo entre dientes. Charlie frena de golpe.
—¡Oye no puedes frenar así de la nada! —grito regresando mi cuerpo al respaldo del asiento, lo bueno es que llevaba el cinturón puesto, si no, mi cabeza ya estuviera contra el cristal.
—¿Qué pasó en ese maldito pueblo? —de repente mi padre está teniendo un ataque de pánico.
—Ya sabes cómo es Mystic, si no hay alguien queriendo asesinarte es como si no vivieras la experiencia completa.
Me cruzo de brazos en un intento de mantener todas las extremidades de mi cuerpo pegadas a mí. Nadie dijo que volver de la muerte era mil veces peor que morir.
—Espera, espera —Charlie sacude la cabeza, unas risas brotan de él pero, me supongo que son por los nervios. —¿Dónde está Elijah? Ese malnacido juró que las iba a proteger.
—Ah eso —Angela resopla. —Bella lo asesinó.
Charlie y yo giramos nuestra cabeza en dirección al asiento trasero.
—Mierda —dice mi amiga cuando nota nuestras miradas. —Lo siento, no debí contar eso.
Charlie vuelve su mirada a mí.
—En mi defensa, Elijah me pidió que lo hiciera —levanto las manos mostrándole mis palmas, en un intento de que vea que no le estoy mintiendo.
—¿Qué significa eso? —Charlie frota el rostro con sus manos. —No, espera, ¿Qué es lo que está pasando en Mystic?
—Nicklaus Mikaelson quiere asesinar a Elena porque ya todos saben que es la dopelgänger —Charlie jadea. —Elijah tiene sus narices en el medio del tema, y para que no lo descubran, me pidió que lo asesinara y que lo dejara en el sótano de una casa —me encojo de hombros. —Y Jhon está siendo manipulado por Isobel –de nuevo- porque está tramando no sé qué demonios.
—Pero todos están bien y te mandan saludos —Angela sonríe alegremente, su mano se estira y da un par de palmadas en el hombro de Charlie.
Mi padre deja caer su espalda de nuevo contra el respaldo del asiento de la patrulla. Masajea su pecho sobre la chamarra, y ahora me siento culpable de que le vaya a dar un infarto por algo que él no tiene la culpa. Así de locos están todos en Mystic, no hay de otra.
—¿Saben... —mi padre aclara su garganta, —Saben en el problema en el que están metidas? ¿Saben que Klaus no se detendrá hasta conseguir lo que quiere? ¡Las va a matar si se cruzan en su camino!
—Por eso hice eso de la magia —Angela le explica. —Puedo detenerlo, puedo evitar que le haga daño a alguien.
—Eso tienes que hablarlo con tu madre —suspira mi padre.
Se acomoda de nuevo en su asiento y vuelve a colocar el auto sobre la carretera hacia Forks. Para nuestra buena suerte, no está lloviendo, pero conforme nos acercamos al pueblo, el aroma a hierba húmeda y el frio a nuestro alrededor se hacen presentes. No puedo evitar compararlo con el calor de Virginia.
—Los Cullen han preguntado mucho por ti —murmura Charlie.
—Mañana lidiaré con eso —desvió mi mirada hacia la ventanilla.
Trato de distraerme mientras recorremos las calles del lugar que ha sido mi casa por los últimos meses y que en un solo fin de semana se volvió tan extraño. Charlie se encargó de dejar a mi amiga en la puerta de su casa.
—Suerte —le digo antes de que baje del auto. La madre de Angela está de pie en la puerta de su casa, su mirada haca Charlie es amable, pero en cuanto ve a su hija su rostro cambia visiblemente.
Charlie y yo nos despedimos y tardamos nada de tiempo en llegar a casa. En cuanto mi padre abre la puerta, me golpea el aire frio que demuestra la ausencia de personas al interior.
Cuando enciendo la luz, para mi sorpresa está todo muy ordenado y limpio. Algo en mi interior sospecha que Charlie le pagó a alguien para que le ayudara a limpiar la casa y no fuera notoria mi ausencia.
—Deberías ir a dormir, mañana tienes clases —me señala con la cabeza la escalera. —Y Bella, me alegra que hayas vuelto.
—A mí también, papá —fuerzo mis labios a sonreír.
Obligo a mis piernas temblorosas a subir la escalera. Me tomo mi tiempo, con cada escalón que suben mis piernas, me obligo a tomar una respiración y a decirme a mí misma que todo va a estar bien.
Me detengo frente a la puerta de mi habitación.
—Tranquila, no pasa nada —me digo a mi misma. —No pasó nada, no hiciste nada malo.
Mi mano tiembla mientras se estira para tomar el picaporte. El metal se siente más helado de lo que me esperaba, me estremezco por la sensación, y por los nervios. Sé que necesito entrar, necesito dormir en mi cama, si duermo en el sofá y Charlie se da cuenta, voy a pasar por un interrogatorio que no creo soportar. Pero, tengo miedo, tengo miedo de que cuando abra la puerta y entre a mi habitación, él esté ahí esperándome, en la mecedora o cerca de la ventana.
Si entro a mi habitación y lo veo, no voy a poder controlar mis sentimientos. No podré acercarme a él y fingir ser la novia que lo extrañó demasiado como si hubieran pasado meses desde que no nos vemos. Él por supuesto se dará cuenta de que algo me sucede y me va a hostigar hasta que confiese.
Siempre se la pasa diciéndome que soy un libro abierto, que, aunque no puede leer mi mente, puede leerme con facilidad. Y va a descubrir el desastre que fui este fin de semana.
—¿Hay algún problema? —Charlie habla detrás de mí
—¡Carajo! —grito mientras mi cuerpo salta. Pongo una mano en mi pecho, mi corazón repiqueo con fuerza. —Me asustaste.
—¿Hay algún problema con tu habitación o porque no entras?
—No, no es nada —le digo tratando de sonar casual. —Solo me perdí en mis pensamientos.
Hago un enorme esfuerzo para abrir la puerta. Mi mano temblorosa empuja la puerta y me muestra mi habitación. Está intacta, tal y como la deje el jueves por la mañana. Es como si nadie hubiera entrado desde ese día.
Charlie se asoma, pero por supuesto que no ve nada. — Buenas noches, Bells. — se despide mientras camina hacia su habitación.
—Buenas noches —murmuro quedándome sola.
Cierro la puerta conmigo dentro de la habitación. Mi cuerpo tiembla como si me estuvieran dando espasmos, pero me mantengo de espaldas a todos los muebles. Mis sentidos se agudizan alertas a cualquier anomalía, puedo escuchar los pequeños movimientos que se producen en el bosque de afuera, las ramas del árbol rozar las paredes de la casa, escucho los pequeños grillos que raspan el piso de la habitación con sus patas. Mi piel se eriza al sentir la briza que entra por la ventana.
Me quedo quieta por unos segundos, pero nada más sucede.
—Convivir con vampiros te está afectando, Isabella —me regaño. Ya me siento igual de paranoica que ellos, hasta pareciera que mis sentidos se desarrollaron como los de un vampiro.
Mis hombros se relajan un poco y me giro a hacer un recorrido por todos los rincones de la habitación. Me aseguro de abrir cada puerta y de mover cada objeto donde se pueda esconder una persona, pero al finalizar, no hay nadie.
—Supongo que, te veré mañana —murmuro al aire.
Dejo caer mi cuerpo sobre la cama, sin molestarme en mover nada y me quedo profundamente dormida.
El despertador me sobresalta a la mañana siguiente. Muevo mi cuerpo para apagarlo y me siento en la cama frotando mis ojos en un perezoso intento de abrirlos. Mi vista se enfoca y algo dentro de mí se rompe.
Fue como si la realidad me estuviera esperando para golpearme con fuerza.
Me encuentro sola en mi habitación, con la ropa del día anterior y los recuerdos me asaltan rompiéndome como si fuera de cristal.
Lloré por lo que pasó en Mystic. Lloré por lo que le habia hecho a Elijah y porque sentia que lo habia traicionado al dejarlo en ese sotano; lloré por recordar el momento en que vi a Katherine en el suelo apuntandome la daga que se salia despacio del muerto; lloré por la sensación que produjo la madera cubierta de sangre de Katherine cuando fue empujada contra mi cuerpo todas esas veces; lloré por recordar esos ojos azules que habian dejado de lado el hielo y que estaban cubiertos de lagrimas mirando directamente a los mios.
Lloré por la culpa que sentía por haberle dicho la verdad a Jenna; lloré por haber arrastrado a Angela a hacer algo que quizás no estaba lista o que quizás no queria hacer; lloré por que recorde a los Cullen y que tendria que enfrentarme a ellos hoy, lloré al recordar la discución con Damon y con Elena; lloré por las ultimas palabras que escuché antes de salir huyendo al aeropuerto.
—Oh Bella —escucho una voz chillona acercarse a mí, un par de pequeños brazos helados me rodean. Deja que me desahogue, se mantiene en esa posición hasta que logro detenerme.
—Gracias —le digo secándome el rostro con las manos. —Hola Alice.
Sonrio débilmente.
—Hola, Bella —la vampira me regresa la sonrisa. —No es por presionarte, pero se nos hará tarde para la escuela.
—Si.
—Ya te preparé tu ropa y las cosas para que des una ducha —Alice comienza a saltar en mi cama. —Usa todo lo que te dejé en el baño, espero que el jabón te quité ese aroma extraño.
— ¡Que linda! —digo irónica.
—Te espero abajo con Charlie —acaricia mi cabello con cuidado y sale de la habitación dejándome sola.
Por supuesto que Alice ya tenía todo listo para mí, gracias a eso, mi ducha fue más fácil y rápida. También dejó lista la ropa en mi habitación. No era lo que usualmente usaría aquí en Forks, al contrario, parecía parte de la ropa que usé en Mystic Falls, pero en una versión más caliente, cómoda y funcional para este clima. Incluso las botas me parecieron lindas.
Cuando bajo a la cocina, Charlie y la vampira mantienen una conversación bastante animada. Me alegra que también mi padre este empezando a hacer nuevos amigos. Tomo el tazón con cereales que preparó Alice, no tengo mucha hambre, así que eso parece ser suficiente para mantenerme con calorías en el cuerpo hasta la hora del almuerzo.
—No tenías que venir por mí, Alice —le digo tomando mi mochila de la escuela. —Podía ir en mi camioneta.
—Te traje las tareas —me guiña un ojo. —Ya están en tu mochila.
Charlie sacude la cabeza, no está feliz con la idea de que Alice haya hecho mis deberes del fin de semana. —Andando, se les hará tarde.
—¿Pasaremos por Angela? —pregunto siguiendo a la vampira en dirección a la puerta de la casa.
—No, Ben irá por ella —me informa, —nos verá en la escuela.
Charlie nos escolta afuera. Pero suelta un par de maldiciones cuando ve que mi cuerpo se frena de golpe. Alice parece darse cuenta de lo que sucede, pues se regresa y me toma de ambos hombros sacudiéndome para hacerme reaccionar.
—Solo soy yo —me dice. —Tuve que traer el Volvo porque los demás ya están en la escuela.
No le respondo, mis ojos siguen fijos en la carrocería plateada y perfectamente pulida del Volvo que está estacionado en la calle.
—No verás a Edward hoy —dice segura. —Tranquila.
—¿Por qué? —le pregunto ahora confundida. Edward no es fanático de faltar a clases solo porque sí. Hoy está nublado y no hay sol, así que no encuentro razones para que falte a clases.
—Edward está... —noto que sus ojos plateados se dirigen a Charlie, mi padre esquiva su mirada. —Está con Carlisle y Esme, ya sabes.
Supongo que decidió salir a cazar antes de verme. Eso me hace recordar las palabras de Elijah, que por más control que tenga Edward, siempre querrá beber mi sangre.
Asiento aun con una sensación de inseguridad, parece que algo me están ocultando, pero ya lo preguntaré cuando vea a Edward. Alice y yo nos despedimos de Charlie, nos subimos al auto y dejo que la vampira me lleve a donde quiera. El interior del volvo de repente me parece tan frio y monótono que hace que me remueva incomoda.
—Me debes una —Alice dice de repente, su dedo apunta en dirección a mi rostro, —¡Y una muy grande Isabella! Si no lo hubiera convencido de hacer esa llamada...
—Lo sé —bajo la cabeza mirando a mi regazo. —No sé lo que pasó, no estaba pensando con claridad.
—No, no estabas pensando —me regaña. —Si te ve, vas a estar en problemas. Edward conoce de memoria tu aroma, y a pesar del jabón, el shampoo y la crema corporal que te di, el aroma de Damon sigue impregnado en ti.
—¿Cómo sabes que es el de él? —pregunto frunciendo el ceño. —Estuve cerca de más personas.
—Pero no compartiste sangre con todos ellos ¿o sí?
—No —me sonrojo.
—Espero que con los días se desaparezca —suspira. Yo estoy de acuerdo con ella. Quiero que su aroma y su imagen en mí memoria desaparezcan.
Cuando Alice estaciona el auto en su lugar usual en el estacionamiento de la escuela, bajo casi corriendo. No me detengo a saludar a nadie ni a fingir que soy la persona más popular y extrovertida de este pueblo, entro casi corriendo y me encierro en el salón de clases a sumirme en mi miseria y a esperar que las clases comiencen.
—Maldita sea —la voz de Angela llega a mis oídos, no hago ningún esfuerzo por levantar mi cabeza de la superficie de la mesa en la que había dejado caer mi cabeza.
—¿Qué carajos pasa con ustedes? —Jasper nos regaña acomodándose en su lugar en la silla a mi lado—Las emociones de ambas son un asco.
—Que bien, porque así me siento —le dice Angela.
Yo no comento nada.
—¿Así de mal? —Jasper pregunta sorprendido. —Creí que Mystic sería mejor que Forks.
Me resulta extraño como Jasper ha pasado a ser amigo de ambas, desde que todo este desastre comenzó y que él cambio sus clases para estar la mayoría con nosotras, hemos desarrollado una extraña amistad. A pesar de que los tres éramos igual de huraños.
—Mystic es pintoresco, lo admito —Angela responde. —¡Deberías ir, te va a encantar! Está lleno de historia, leyendas de cualquier criatura supernatural y además la gente es tan acogedora que se la pasan queriendo matarte todo el tiempo. ¡Pero las fiestas son otro nivel!
—Suena divertido —Jasper suelta una carcajada. —Quizás Alice y yo pasemos unas vacaciones allí.
—Suerte con eso —decimos ambas a la vez. Jasper vuelve a reír de nuevo.
—Entonces no estuvo tan mal ¿o sí?
Si hacemos de lado un par de situaciones... —Angela deja al aire la frase. Suelta un profundo suspiro y la conversación entra en pausa.
Por el rabillo de mis ojos puedo verlos a ambos moverse y hacer muecas y gestos en mi dirección, sí, mis propios amigos están contándose los chismes sobre mí. Para mi buena suerte, llega el profesor para comenzar la clase y el timbre suena.
Bueno, eso evitará que siga siendo el tema de conversación por un tiempo, por lo menos hasta el almuerzo.
Las siguientes clases son menos tensas, aunque igual de aburridas que la primera.
—¿Tu hermano sabe que ya estoy de regreso? — le pregunto a Alice mientras estábamos en la clase de cálculo. .
—Sí, Bella — toma una respiración innecesaria. —Siente mucho no poder estar aquí hoy, también siente no haber podido ir por ustedes al aeropuerto.
—No me molesta realmente —me encojo de hombros. —Solo me sorprende que no esté aquí.
—Todavía no se desocupa, supongo.
—¿Qué me ocultas? —le pregunto. Alice no me responde.
Bien, ya no le preguntaré nada, si Alice no quiere decirme nada, está bien, no me importa. Pero Emmett no se escapará. El resto de la clase la paso mirando el reloj, contando los minutos que faltan para que sea la hora del almuerzo. Alice sacude la cabeza de vez en cuando, pero yo desisto, sé que entré más tiempo vea el reloj, más rápido avanza.
—Ya va a sonar —le digo en tono presumido. Alice solo me da una mirada divertida. Y parece que yo soy la que veo el futuro porque en cuanto me inclino a recoger mi mochila suena la campana del almuerzo.
Alice y yo salimos a los pasillos, Jazz no tarda en unirse a nosotras y más adelante lo hace Angela.
—Ustedes vayan por su comida, las esperamos en la mesa —Jasper toma nuestras cosas, la mano de Alice y entra a la cafetería.
—¿Qué tal estuvo? —le pregunto a Ang. No había tenido oportunidad de hablar con ella y preguntarle sobre su madre y sobre Ben.
—Mi madre no está feliz — se acomoda sus gafas., — pero tampoco está molesta conmigo o contigo. Está preocupada por mí.
—Como yo —le digo juntando las cejas.
—Puedo hacerlo, Bella —asegura. —Mamá también lo cree.
—¿Qué te dijo Ben? —le pregunto cuando lo veo pasar casi corriendo a nuestro lado. Por supuesto que Angela también lo nota.
—Está molesto conmigo, y está decepcionado porque no le avisé que mi abuela se había enfermado —sonríe avergonzada. —No sabía que mi difunta abuela estuviera enferma.
Suelo una carcajada. Elijah había tenido que dar excusas de porque no asistiríamos dos días a clases, además de porque de repente desaparecimos del pueblo. Para Angela su excusa fue su abuela, y para mí fue Reneé. Como Charlie ya nos había sacado de improvisto el jueves, a nadie le pareció extraño que esas noticias nos hicieran salir del pueblo.
—¡Bella, Angela! —la voz nasal de Jessica se escucha sobre el murmullo de la cafetería. —¡Qué bueno que ya están aquí!
Aparece frente a nosotras, mi amiga y yo solo asentimos.
—Qué bueno que ya se encuentra mejor tu abuela, Angela —Eric aparece del lado de Jessica.
—Sí, ya está mejor —mi amiga asiente.
—Por cierto, Bella, vaya drama ¿no? —Eric luce ingenuamente preocupado.
—Sí, parece que los problemas no te sueltan, Bella —Jessica me da un golpe juguetón en el brazo. —Primero lo de Reneé y luego lo de Edward.
Mis sentidos se alertan. ¿Qué demonios pasó cuando nos fuimos?
—¿Qué pasó con Edward? —Angela me gana a preguntar.
—Espera, ¿Aun no lo saben? —Eric hace un gesto de confusión.
—¿Saber qué? —pregunto con los dientes apretados. Ellos se miran entre sí.
—Creí que Charlie te lo diría —Eric parece arrepentido de haber soltado la lengua. Pero eso a mí no me interesa, quiero saber a qué se refiere. —Lo siento, Bella.
—¿Qué mierda pasó? —les doy una mirada a Jessica y a Eric. Ambos retroceden un par de pasos, le dan una mirada a la mesa donde están los Cullen y me miran de nuevo. —¡Carajo! ¡Hablen o los hago hablar!
Ambos pegan un salto, incluso los que están a nuestro alrededor los imitan. Angela toma mi mano tratando de mantenerme cerca de ella y que no me lancé sobre este par de bocones.
—¿Qué fue lo que pasó? —ahora es el turno de Angela de preguntar.
—Es que resulta que Edward... —Jessica se corta. Siento la desesperación comenzar a correr por mi sistema, necesito que hable ¡Ya! —Bueno, es que resulta que Charlie...
Jessica deja de hablar de nuevo. Puedo ver que está luchando consigo misma, quiere decirme, pero algo se lo está impidiendo. Mis manos se levantan y vuelven a bajar dejando caer con fuerza la bandeja de metal al suelo de la cafetería causando un estruendo que hace que todos los ojos se posen sobre mí.
Maldito cabrón, ya se quien la está manipulando. Mi mirada se va al culpable de que mi fuente de información se sienta insegura de hablar.
—¡No te metas en esto! —gruño en dirección a Jasper. Sus ojos se fijan en mí. Puedo notar el momento exacto en el que se detiene de manipular los sentimientos de la humana.
—Lo siento —modula con los labios. Lo ignoro.
Colocó de nuevo mis ojos sobre los de Jessica, ella me mira atemorizada. Me importa un carajo si me tiene miedo o no, quiero que me diga la verdad. —¡Dime donde está! —le ordeno.
—Charlie se lo llevó a la comisaría —habla inmediatamente. —Está desde el sábado allí.
No me detengo a recoger nada, mis botas pasan por sobre los restos de la bandeja y la comida en el suelo.
—Bella, espera —escucho la voz de Alice. No me detengo.
Escucho sus agiles pasos que me indican que me que me está siguiendo, pero sé que no me alcanzará porque aún tenemos las miradas de todos los estudiantes sobre nosotros. Empujo con fuerza las puertas de la cafetería y salgo con rapidez moviéndome entre los pasillos, esquivando a profesores o estudiantes que se cruzan en mi camino.
Alice aprovecha la soledad de uno de los pasillos para alcanzarme antes de que pueda salir del edificio principal. Siento su mano helada en mi brazo, eso solo aumenta mi furia.
—Dame las llaves —me giro con la mano extendida. Alice suspira. —¡Maldición Alice, dame las putas llaves!
—Nos pidió que no te lo dijéramos —me dice en voz baja. —No quería preocuparte.
—No me interesa lo que quiera a o no —gruño. —¡Las llaves!
Alice no deja de mirarme mientras mete la mano a los bolsillos de sus jeans, estira su mano y deja caer las llaves del Volvo sobre la palma de mi mano.
—Ten cuidado —me dice en tono de advertencia.
Me alejo de ella casi corriendo, me lanzo al volvo subiéndome con rapidez detrás del volante, enciendo el motor y con un par de movimientos salgo del estacionamiento del instituto. Edward no va a estar feliz de que conduzca su auto, pero eso no podría interesarme menos en este momento. A la velocidad que me muevo, tardo cerca de cinco minutos llegar a la puerta de la comisaria de Forks.
Ahora tengo claro porque Charlie se tomó la molestia en ir por nosotras al aeropuerto, estoy segura que Alice y Jasper trataron de impedirlo, pero el cabezota de mi padre prefirió hacer un cansado viaje a Seattle con tal de esconderme esto.
Estaciono el volvo con un rechinido de las llantas dejándolo a la mitad del estacionamiento.
Las miradas se posan sobre mí mientras camino a grandes zancadas hacia la entrada. Hay quienes me ven de manera sospechosa, supongo que después de la maniobra tipo “Rápidos y Furiosos” no hay otra manera de mirarme. Mañana seré de nuevo el chisme del pueblo.
—Hola Bella —me saluda el oficial Kurt desde el primer escritorio cuando me ve cruzar la puerta de cristal. No le saludo, no me detengo a preguntarle por mi padre, mis piernas van directamente a su oficina.
—¿Dónde está? —pregunto en cuanto entro. Charlie se pone de pie de un salto cuando me ve, su rostro luce muy sorprendido.
—¿Qué no debes estar en la escuela? —hace una mueca moviendo su bigote.
—Sin rodeos —me cruzo de brazos mientras recuesto mi cuerpo contra el marco de la puerta. — ¿Dónde carajos está?
—No sé de qué me estás hablando —gira su rostro hacia la ventana.
—¿Ahora resulta que no lo sabes? —siento el enojo comenzar a subir por mis venas. —Porque parece que todo el maldito pueblo lo sabe, menos yo.
—Estoy ocupado —se aclara la garganta, —regresa a la escuela.
—No.
Charlie y yo nos miramos fijamente, retándonos con la mirada. Él no me quiere decir nada, pero yo no me iré de aquí sin saber la verdad.
—Hola, Bella —una voz conocida me saluda. —Es bueno verte de nuevo.
Mis ojos miran a las personas que están del otro lado del escritorio de Charlie. Cierro los ojos y respiro un par de veces para tratar de lucir más calmada. Maldita sea, no pensé que mi suerte fuera tan mala.
—Carlisle —hago un gesto con la cabeza. El rubio se pone de pie, y me sonríe.
—Tú debes ser Bella —la mujer de cabello color caramelo dice mi nombre con un tono dulce y armonioso. También ella se pone de pie al lado de su esposo. —Lamento tener que conocerte en estas circunstancias, soy Esme.
Me brinda una sonrisa amable.
—Es un placer —fuerzo una sonrisa.
Me golpeo mentalmente, ese no es el comportamiento que me gustaría que notaran en mí, sobre todo cuando es la primera vez que la matriarca Cullen me conoce, al menos oficialmente. Pero ahora no es tiempo de pensar en eso.
—¿Y bien? —le pregunto a Charlie. Él pasa su mirada de los vampiros a mí un par de veces.
—Regresa a la escuela —me apunta la puerta. —Los señores Cullen y yo estamos tratando un tema importante.
Mis puños se aprietan a mis costados.
—Sí, me lo imagino.
—Bueno, adiós —Charlie vuelve a señalarme la puerta.
—Sí, si, ya me voy —le digo bajando los hombros derrotada.
Les doy una mirada a los vampiros, ambos me dan una mirada consternada, pero no me dicen nada. Mis piernas hacen que mi cuerpo se gire y me acerco a la puerta. Escucho las sillas de los tres volver a ser acomodadas para sentarse de nuevo.
—Ah por cierto, —me giro de nuevo.
—¿Qué? —Charlie aprieta los labios.
—Olvidé algo aquí, lo buscaré antes de irme —le aviso con voz inocente.
—Sí, si —Charlie de nuevo me hace un gesto para que me vaya, sonrió malévola El cerebro de mi padre tarda en procesar mis palabras. —¡No lo intentes!
Pero ya es tarde cuando lanza esa amenaza. Mi cuerpo sale disparado de la oficina de Charlie, me muevo por los pasillos rodeando a los oficiales que me dan una mirada sorprendida y confundida mientras paso a su lado. Alcanzo el último pasillo que conduce hasta las celdas y mis pasos se frenan.
—¡Bella! —escucho la aterciopelada voz. Mi cuerpo se estremece, recuerdo la sensación de la mañana cuando vi el volvo afuera de mi casa.
—¿Edward? —pregunto.
Camino con cuidado dándole miradas al interior de las celdas. Irónicamente, la mayoría están vacías, a excepción de un par que tienen a unos hombres de mi edad que claramente están de todo menos sobrios.
En la última celda, la que está más apartada del resto, ahí de pie, luciendo impecable como siempre, está Edward mirándome con una sonrisa.
—Hola amor —me sonríe tiernamente. Se acerca lo más que puede y extiende sus brazos entre los barrotes de metal.
No tiene que pedírmelo, sé lo que quiere, pero me siento tan vulnerable que no puedo lanzarme a sus brazos.
—¿Bella? —su rostro hace una mueca de preocupación. —¿Qué tientes? ¿Qué sucede?
Sacudo mi cabeza, el nudo en mi garganta no me deja hablar. Siento mis mejillas húmedas por las lágrimas silenciosas que están escurriendo de mis ojos.
—Lo siento —mi voz se rompe.
—Tranquila, no pasa nada —me sonríe. —Esto no es nada, Bella —señala a su alrededor.
Mis piernas se mueven hacia él, a pesar de la ropa que llevo puesta, puedo sentir como la frialdad de su cuerpo supera la del metal que nos separa, pero dejo que sus brazos rodeen mi cuerpo acercándome lo más que puede sin lastimarme.
—Volviste —murmura. —No sabes cuánto te extrañé.
Su rostro se entierra en mi cabeza, las palabras de Alice me asaltan. Me congelo y ruego en mi mente que no se dé cuenta del aroma extraño en mí, aun con los cinco jabones con esencia que su hermana me obligó a usar.
—Lo siento —hablo contra su pecho y contra el metal.
—No tienes porque —me tranquiliza, su mano sube y baja por mí cabello , —no es tu culpa que esté aquí.
—No es eso —le digo haciéndome hacia atrás. Me separo lo suficiente como para mirar sus ojos dorados que me miran con confusión, trato de explicarle, de decirle, pero el nudo de mi garganta no me lo permite. Mi estómago se revuelve.
—Tranquila —me aprieta de nuevo hacia él. —No pasa nada.
—Siento haberme ido así —le digo con un sollozo. —Siento no haberte contado nada, siento mucho no haberte respondido las llamadas, no sabes cuánto lamento lo que pasó, no fue algo que yo planeara. Lo lamento mucho, me siento horrible.
—¿Desde cuando estás aquí? —le pregunto, limpio las lágrimas de mi rostro con el dorso de mi mano.
—La madrugada del sábado —confiesa. Hago las cuentas en mi cabeza.
—¿Me llamaste desde aquí? —le pregunto recordando la llamada que Alice le pidió que me hiciera.
—Si.
Apenas escucho esa sencilla palabra, me suelto llorando de nuevo. Mis rodillas no me sostienen y me caigo al suelo cubriendo mi rostro con mis manos, escucho la voz de Edward que me ruega que le diga que me sucede, pero no puedo.
Soy la peor persona del mundo. Elena tiene razón, soy una zorra.
Mientras yo estaba bien feliz de fiesta en Mystic, Edward estaba aquí encerrado en contra de su voluntad. Maldición, si esa llamada no hubiera sucedido, no sé qué habría pasado entre Damon y yo. En realidad, si tengo una muy buena idea de lo que hubiera pasado.
¡Carajo!
Edward no se merece eso, no merece estar aquí solo por ideas de Charlie.
Un momento, ¿Por qué Charlie lo metió aquí? Mi llanto se detiene de golpe, me pongo de pie en un movimiento. Edward me imita, aunque él con elegancia.
Ahora que lo pienso, la escena es graciosa. Charlie se aseguró de colocar a Edward en la última celda, la que es conocida en todo Forks por ser la más aterradora porque no le entra ningún rayo de sol. Además, Edward se ve tan inocente y vulnerable detrás de esas barras de metal, como si no pudiera con un solo movimiento doblarlas y salir caminando con tranquilidad.
Charlie no quiso que Edward se evidenciara, pero, sabía que Edward no trataría de huir porque él tampoco quiere revelar su propio secreto.
—¿Cuánto tiempo vas a estar aquí? —pregunto haciendo un plan en mi mente.
—Charlie me dio 72 horas —inclina la cabeza. —Ya casi salgo.
—¿Por qué estás aquí? —pregunto con el ceño fruncido, mi mente aun trata de encontrar una explicación.
—Bueno —mira hacia un lado, —Charlie dice que es por prevención.
—Dile la verdad —la voz de mi padre se escucha detrás de nosotros.
Me pongo de pie de nuevo. Charlie está de pie a unos metros de mí, con Carlisle y Esme flanqueándolo y mirando a su hijo con preocupación. Retrocedo un par de pasos para poder mirar al criminal y al Jefe Swan, Edward le está dando una mirada fulminante a Charlie.
—¿Qué fue lo que hiciste? —le pregunto al vampiro. Edward hace una mueca pero sus ojos no dejan a Charlie, puedo ver que no dará su brazo a torcer, no quiere que me entere de lo que sucedió para que terminara en este lugar.
Miro a mi padre, Charlie esta con una postura mucho más relajada que la de Edward, está casi sonriendo en comparación de él. Lo está retando, mi padre quiere dejarlo en evidencia conmigo.
¿Qué demonios hizo Edward?
—¿Y bien? —pregunto. —¿Alguien va a decirme algo?
—Charlie solo está molesto porque traté de preguntar por ti —Edward responde casi en automático.
—¿Trataste? —Charlie levanta las manos y resopla. —Preguntaba en la mañana que salía al trabajo, a la hora del almuerzo, cuando él salía de la escuela, cuando yo salía del trabajo, cuando llegaba a casa él ya estaba ahí esperándome de nuevo —se queja. —¿Cómo demonios me ganabas a llegar a casa?
—El jueves la sacaste de la escuela como si fuera una criminal —Edward le reclama, —después de eso ya no volví a saber de ella.
—¿Me estas tuteando? —Charlie se acerca un par de pasos a la celda.
—No, señor —Edward suspira.
—Más te vale —gruñe el policía.
—¿Solo por eso lo encerraste aquí? —le doy un golpe en el hombro a Charlie. —¿Por qué te enfadó que preguntara por mí?
—No, eso no es todo.
—Pues explícame —le pido con voz cansada.
—¿Le dices tú? —le pregunta a Edward, —¿o prefieres que yo lo haga?
—No hice nada malo —se defiende el cobrizo. —Solo quería saber de ella.
Charlie rueda los ojos.
—A este caballero se le ocurrió la grandiosa idea de utilizar la ventana para entrar a tu habitación a las 3 am.
Suelto un jadeo.
¿Qué no habíamos quedado que no lo volvería a hacer? Que si entraba a una casa sería por la puerta o si acaso necesitaba ser la ventara, era porque alguien le había dado permiso o era muy necesario que entrara.
Edward baja la mirada, avergonzado. Sabe que rompió la promesa que me hizo.
—¡Carajo, Edward! —chillo con molestia. Ahora todos se sorprenden por la palabra. —¡Habíamos quedado que no volverías a hacerlo!
—¿Ya lo había hecho? —Charlie pregunta asustado.
—En casa de Angela —le digo rápidamente. El jefe Swan sacude la cabeza.
—¿Y que se supone que debí hacer? —Edward pregunta.
—No eso —le digo. Pongo mi atención de nuevo a mi padre. —¿Allanamiento? ¿Por eso está aquí?
—Entre otras cosas —responde. Levanto una ceja. —Además de causarme un infarto —sisea entre dientes, —cuando lo confronté, trató de oponerse ante la justicia diciéndome unas cuantas cosas que por respeto a Esme no diré.
Mis ojos se abren mirando a Edward con sorpresa, detrás de nosotros, el jadeo de Esme y Carlisle.
—Esa no fue la manera en la que te criamos, Edward —Esme se escucha decepcionada.
—No lo puedo creer, hijo —Carlisle murmura avergonzado.
—Eso fue lo de menos —dice Charlie encogiéndose de hombros. —Me asunté porque yo me creía solo en la casa y de repente escucho ruidos provenientes de las habitaciones. Cuando subo a revisar encuentro a este caballero husmeando y revisando las cosas de Bella.
—¿Qué tu hiciste qué mierda? —separo las palabras, mi vos suena filosa y atemorizante.
—Mi primera impresión fue pensar que estaba tratando de robar algo —ahora es Charlie quien se defiende.
—Bien, si, lo hice —Edward lo admite. Charlie sonríe satisfecho por la confesión. —Estaba dentro de la habitación de Bella, pero estaba buscando algo que me dijera dónde estaba, algo que me llevara a ella.
—¿Es que los años te han hecho mierda la cabeza o qué? —me acerco furiosa a la celda. —¿Quién carajo te crees que eres? ¡No eres mi dueño! ¡No puedes andar por la vida revisando mis cosas!
—Yo, yo solo quería saber dónde estabas —se defiende el vampiro. —Necesitaba saber que era lo que estaba pasando.
—Lo que haga o no con mi vida no es de tu incumbencia —gruño golpeando el metal. Edward abre los ojos con sorpresa.
—¡Claro que es de mi incumbencia! —dice ofendido. Mis puños se aprietan. —¡Me importas, Bella!
—¡¿Y esa es razón suficiente para meterte a una casa ajena a husmear y a revisar las cosas de los demás?! —grito furiosa. —¡No tenías ningún derecho!
—¡Tenia que encontrarte! —me grita también. —Podía pasarte algo y yo iba a estar allí para protegerte —su cabeza se baja. Manipula el tono en su voz para parecer torturado, —no puedo perderte, Bella.
—He podido protegerme muy bien antes de toparme contigo, Edward.
—¿Qué esperabas que hiciera, Bella? —Edward se acerca al metal de la reja que lo divide de nosotros. —Desapareciste sin decir nada, Charlie parecía estar bien con eso pero nunca me dijo donde estabas, además si llamabas solo decías que estabas bien, como si alguien te ordenará que lo dijeras.
—¡¿Y esa es razón suficiente para meterte a una casa ajena a husmear en las cosas de los demás?! —grito molesta.
—Tenía que encontrarte, podía pasarte algo —baja la cabeza, su voz suena torturada. —No puedo perderte.
Yo estoy a nada de soltarme llorando de nuevo. Me siento molesta, y sé que la manera en la que desaparecimos de Forks no fue la correcta, pero Charlie sabía, los papás de Angela sabían la verdad, con eso basta. ¿Tenía miedo de que algo me pasara? Incluso estando a su lado pueden pasarme mil cosas, pero su preocupación no le da el derecho de irrumpir en la casa de Charlie y buscar no sé qué en mis cosas.
—No, por supuesto que no me quieres perder —le digo el ardor en mis ojos por las lágrimas que estoy luchando por contener.
—¿Dónde estabas? ¿Qué fue lo que pasó este fin de semana? —pregunta desesperado. —¿Por qué vuelves con un comportamiento tan hostil y diciendo palabrotas que no son apropiadas para ti? ¿Por qué pareces otra persona?
Tenso mi mandíbula, mis dientes rechinan a la par de los espasmos de mi cuerpo. Quiero lanzármele encima y arrancarle la cabeza, su comportamiento me está mareando. Sí, quizás tiene razón al cuestionarme, pero no después de lo que hizo. Si estuvo buscando en mi habitación, es muy probable que haya visto los libros que compré esa vez en Port Angeles. Y si los vio, es probable que notara el mapa, la telaraña y todas las anotaciones que hice respecto a las demás creaturas sobrenaturales.
Lo sabe, pero solo me está poniendo a prueba. Quiere que yo le diga para luego hacerse el sabelotodo y restregármelo en la cara.
—¿Cuánto tiempo se tiene que quedar aquí? —pregunto aun con mis ojos fijos en Edward. Él me regresa la mirada, pero sigue luciendo torturado.
—Por agredir, insultar o golpear a un policía son de siete días a seis meses —Charlie comienza a enumerar. —Por evasión de la justicia son de siete días a seis meses y por allanamiento de morada, son de noventa días hasta dos años o diez años, si consideramos la gravedad del delito.
—¡Charlie! —Esme luce aterrada. Ellos saben que no se puede quedar tanto tiempo aquí, en realidad si puede, pero necesitarían traerle sangre para que se pueda alimentar.
—Por consideración a Bella le di solo 72 horas —explica mi padre tratando de calmar los ánimos. —No lo puedo liberar en la noche, así que…
—Saldría mañana por la mañana —Carlisle comenta para tranquilidad de Edward. Charlie asiente de mala gana.
—Bien —digo tomando una profunda respiración. —Por consideración a Bella, que se quedé otras 72 horas.
Le doy una última mirada y me giro lista para salir de aquí.
—Bien —Charlie dice conforme.
—Pero, ¡Bella! —los tres Cullen se quejan.
—Espero que cuando salga de aquí haya comprendido tres cosas —gruño mientras mi cuerpo se regresa a la posición anterior. Tengo frente a mí a los tres vampiros, los tres me miran atentos. —Uno, a no entrar a casas ajenas sin permiso. Dos, a no husmear en las cosas de los demás. Y tres, a que conmigo no se juega.
—Bella —Edward trata de negociar conmigo, pero yo no estoy dispuesta a hacerlo. Niego con mi cabeza, no quiero escuchar sus patéticas excusas.
—Nos vemos en casa —le digo a Charlie. Avanzo hasta llegar al frente de los dos padres vampiros que miran a su hijo con preocupación. —Carlisle, Esme, de verdad lo lamento.
Ya no me detengo a escuchar nada más. Muevo mis piernas para recorrer de nuevo los pasillos pero en la dirección contraria a la que entré.
Alice, Jasper y Angela me están esperando para cuando cruzo la puerta de la comisaría.
—Hay que volver a la escuela —suspiro.
Chapter Text
(Isabella POV)
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—¿No crees que ya ha sido suficiente? —la voz de Charlie se acerca a mi lado. Inclino mi cabeza en su dirección para darle a entender que tiene mi atención, pero no me muevo, sigo con la mirada fija en la escena al exterior de la ventana.
—¿Ahora estas de su lado? —le pregunto sorprendida.
—Claro que no —salta a la defensiva. —Eres mi hija, siempre voy a estar de tu lado. Pero, creo que comienzo a tenerle… ¿Lastima? ¿Simpatía? ¿Compasión?
Chasqueo la lengua con fastidio.
—Solo digo que no creo que sea tan idiota —mi padre levanta las manos tratando de defenderse. —Se ve que ya entendió la lección
—Se ha esforzado, sí —comenta Angela colocándose a mi lado, también mirando por la ventana. A través del vidrio, puedo ver su sonrisa de satisfacción.
—Pero, creo que deberías disculparte con Esme —Charlie me da un codazo en las costillas.
—Si lo sé —me sonrojo recordando mi horrible comportamiento de la vez que la conocí.
—Deberían darse prisa si quieren llegar a tiempo —Charlie nos quita de la ventana. —Antes solían ser responsables, ¿Qué les pasó?
—¡Oye! —pongo mi mano en mi pecho mientras mi boca se abre con un gesto de indignación. —Aun somos responsables.
—Si, como no.
—Es solo que tenemos tanto que hacer, que se nos va el tiempo demasiado rápido —Angela dice inocente. Charlie rueda los ojos mientras nos sigue empujando hacia la puerta.
Las últimas semanas, Angela y yo hemos adoptado una serie de actividades un tanto extrañas para una rutina de unas adolescentes comunes. En cuanto se terminan las clases, salimos corriendo de la escuela para ir a la cafetería del pueblo, ahí hacemos nuestras tareas y deberes mientras comemos algo. Después de eso, vamos a su casa, más precisamente a la cabaña que está escondida en el bosque, ahí la señora Webber ayuda a su hija con el tema de la magia, embrujos, hechizos y más cosas. Yo me la paso leyendo o mensajeando con alguien de Mystic enterándome de las nuevas noticias.
Después volvemos a casa de Charlie y es ahí donde comienza el verdadero problema. Nos hemos enfrascado en una misión asignada por nosotras mismas, que lo que resta del día la pasamos leyendo libros, diarios, haciendo anotaciones… hay tantas cosas que hacer, que el tiempo se nos pasa demasiado rápido.
—No puedo creer que estén usando a Alice como alarma —Charlie sacude su cabeza con falsa decepción.
—Ella se ofreció —nos defendemos.
Cuando el tiempo se escurre de nuestras manos, Alice entra a nuestro rescate para asegurarse que podamos dormir por lo menos un par de horas antes de volver a la escuela a la mañana siguiente. Con los días ha utilizado distintos métodos; le avisa a Charlie que aún seguimos despiertos para que suba a regañarnos, o ella y Jasper nos llaman sin descanso hasta que respondemos y nos envían a dormir. Hubo un par de días que incluso envió a Edward a la ventana de mi habitación, Angela y yo tuvimos un susto de muerte, y el pobre terminó con varios objetos volando hacia él. Pero solo nos dio el recado de Alice, no se quedó.
Para despertarnos también hace su magia. Hay veces que se aparece por mi casa para despertarnos personalmente, o utiliza todos los teléfonos de su casa para hacer sonar todos los teléfonos que tengamos cerca. Un día, ella y Emmett programaron una bocina conectada a despertador y pusieron un audio de la típica trompeta que usan en el ejército para despertar a los soldados. Ese día terminamos Angela, Charlie y yo en urgencias siendo revisados por Carlisle.
—¡Ya váyanse! —mi padre nos empuja y cierra la puerta a nuestras espaldas.
—¿Nos iremos en mi auto o en el tuyo? —Angela me pregunta ignorando triunfalmente al vampiro que está recostado contra el metal de su auto.
Han pasado poco más de dos semanas desde que me enteré que Edward estaba en la comisaría. Charlie por supuesto que me hizo caso, no sé si para beneficio mío o por venganza, pero dejó encerrado a Edward hasta el día viernes. Debo admitir que es admirable la paciencia y fuerza de voluntad de mantenerse actuando humano. Charlie me contaba que incluso comía la comida que le llevaba.
En cuanto Edward puso un pie fuera de la comisaría, salió literalmente corriendo a una larga expedición de caza. Ese primer fin de semana que pasó fuera de las rejas, nadie supo de él.
El lunes cuando volvió trató de llevarme a la escuela, pero cuando tocó la puerta de la casa fue recibido de nuevo por Charlie y mi ausencia. Mi padre tuvo un poco de piedad de él y le contó que había pasado la noche con Angela, además, Alice le avisó que me vería en la escuela y eso pareció calmarlo un poco.
Esta semana, noté que Edward está teniendo problemas para usar su don, al inició pensó que lo estaban bloqueando, aunque a mi padre y a Ang ya le resultaban difícil de leerlos, -Charlie por la excesiva cantidad de verbena que está bebiendo y que estoy segura que nos está dando en las comidas-, pero cuando Angela y yo volvimos de esa expedición sorpresa, mi amiga se encargó de hacer un poco de magia para bloquear a Edward. Es divertido verlo cuando Angela juega con su mente en clases, muchas veces le ha tocado ser pillado por las preguntas sorpresas de los profesores.
—Entonces…—Angela murmura esperando una reacción de mi parte, pero yo sigo con la mirada fija en los ojos dorados que hay a unos metros de nosotras.
Edward ha tratado de arreglar las cosas conmigo de una manera muy insistente y perseverante.
Cada día, en mi auto, en mi puerta, en mi casillero, en cualquier lado al que mire hay flores y regalos de todo tipo, algunos son sencillos y discretos y son cosas que realmente necesito, pero a veces cuando le gana la desesperación, aparecen joyas y artículos muy lujos que Alice termina regresando a las tiendas sin que su hermano se dé cuenta. Todos podemos notar que sus esperanzas aumentan por creer que acepto sus regalos. De ahí viene la empatía de Charlie.
Después de mi visita a la jefatura, fui a mi habitación para ver qué era lo que había movido, me sentí furiosa por no notar que algunas cosas estaban en un lugar diferente del que las dejé. Charlie me contó que cuando lo descubrió, lo obligó a acomodar todo, pero por la situación y la vergüenza que sentía el vampiro, no todo quedó en su lugar.
Esa primera semana me sentí jodidamente feliz de tener a Edward lejos de mí. Pero conforme los días pasaron, esa molestia comenzó a ser en mi contra y ahora me siento sumergida en un abismo de culpa, desesperación, tristeza y vergüenza. Cada día me despierto con un dolor ahogante en el corazón.
Muchas veces me he reprendido mentalmente diciéndome que Edward no merece estar arrastrándose por una chiquilla que no sabe lo que quiere. Yo soy la culpable de que haya actuado así, si yo hubiera confiado en él y le hubiera dicho la verdad, no estaríamos en este problema, incluso no hubiera pasado nada en Mystic Falls.
Todos dicen que Edward puede asesinarme en cualquier momento, pero si es verdad que su anhelo por mi sangre es mayor que el cariño que quizás me tenga, yo confió ciegamente en él para mantenerme con vida. Si yo muero, se queda sin mi sangre. Además, Edward no merece que me desquité con él por algo que otro idiota causó.
Esme ha tratado de invitarme varias veces a su casa, pero en todas las he negado, no me atrevo a mirarle a la cara, al menos no después de haber dejado a su hijo casi toda la semana en prisión solo porque estaba encabronada. Tampoco me atrevo a estar en la misma mesa que todos los Cullen. Emmett ha tratado de acercarse a mí, pero Rosalie lo detiene al instante, es claro que si antes ella me odiaba ahora me detesta el doble o el triple. Edward se sienta con ellos todos los días en el almuerzo para darme mi espacio. Alice y Jasper son los que van y vienen entre la mesa de sus hermanos y la mesa en la que nos sentamos Angela y yo a la que apodamos “La mesa de las desgracias”.
Aunque Jasper le dice “La mesa de las desgraciadas”.
Nuestros amigos humanos han mantenido cierta distancia conmigo principalmente. Toda la primera semana tuve que lidiar con cambios de humor bastantes drásticos y estoy segura que cuando les exigí gritando a media cafetería que me contaran lo del problema con Edward, les di miedo. Jasper ha tratado de ayudarme con la repentina bipolaridad, me ha enseñado técnicas para controlar mis emociones, pero hay veces que él tiene que intervenir para salvarnos a todos. Trata de calmarme diciendo que es porque no sabía cómo sacar todos los sentimientos sobre lo que pasó en Mystic, incluso muchas veces trató de utilizar la psicología conmigo, pero cada que ese tema se toca yo salgo huyendo.
Aunque no me presiona y no me dice en voz alta, ella es la única que sabe la verdadera razón de humor tan drástico. Asegura que es en parte por la gran cantidad de sangre de vampiro que me dieron la noche que me fui al más allá. Mi metabolismo es igual de idiota que yo y no la puede procesar tan rápido.
Para mi buena suerte, eso ha desaparecido con el paso de los días y me ha resultado más fácil volver a ser la bella que solía ser aquí.
Eso me está arrastrando a la miseria.
—¿Se van a quedar ahí paradas? —Charlie vuelve a abrir la puerta para gritarnos. —¿O quieren que las arrastre a la escuela?
Mi atención se vuelve al hermoso vampiro a unos cuantos metros frente a mí, él también está esperando alguna respuesta de mi parte. Cada mañana Edward está ahí con la esperanza de que me decida a subir al Volvo, incluso parece resignado a que ahora Angela es parte del trato, pero, aunque parezca que ya lo he perdonado, siempre me desvió y subo a otro auto, entonces él se encarga de seguirme pacientemente hasta la escuela.
Tomo una profunda respiración y dejo salir un largo suspiro.
—Vamos —le digo a mi amiga. Mis piernas se mueven andando con cuidado, la lluvia ha dejado bastante agua cubriendo el suelo y aunque ya no soy tan torpe, no quiero caerme y romperme el cuello. No quiero volver a morir.
—Gracias —murmura cuando me detengo frente a él. Puedo ver el alivio y la gratitud en su rostro, mientras me abre con elegancia la puerta del copiloto, se mueve un poco para abrir también la puerta de atrás para que ambas podamos subir al Volvo. Dentro del auto, puedo notar la sonrisa torcida asomándose en sus labios mientras arranca el motor y hace el usual recorrido hasta la escuela. Angela se estira y me da un apretón en el hombro.
El trayecto lo recorremos en silencio, pero no tardamos nada de tiempo en detenernos en frente a las puertas del instituto. Todas las miradas se ponen sobre nosotros, me queda claro que la gran mayoría de personas ya se han dado cuenta que Edward no viene solo, incluso sé que lo notaron antes de que él se bajara para rodear el auto y abrir de nuevo las puertas.
—¿Qué sucede? —pregunto mirándolo con atención. Alice está mostrándole algo en su mente mientras Edward mueve su cabeza indicándole cosas en silencio.
—Nos quieren a todos en el gimnasio —responde Edward con tranquilidad. —El director dará un anuncio antes de que las clases comiencen.
Angela y yo nos miramos confundidas, solo nos convocan al gimnasio cuando es el primer día de clases o la graduación. ¿Por qué lo harán ahora? Mis sentidos saltan alertas y desconfiados de Edward, pero a lo lejos veo a la señora Cope señalando a un grupo de estudiantes y dándoles indicaciones de reunirse en el gimnasio con los demás.
Respiro tranquilizándome. Alice se acerca a nosotras y tira de Angela y de mí para entrar juntas al edificio. El resto vienen detrás.
—El señor Harrison tuvo un accidente el sábado —nos cuenta Alice mientras caminamos. —Solo quieren presentarnos al profesor que lo suplirá mientras se recupera.
Bueno eso no suena tan mal.
Cuando entramos al gimnasio, vemos a Emmett y Rosalie acomodados en una de las gradas apartando un espacio para acomodarnos nosotros a su lado. ¿O solo nos vamos a aprovechar de que nadie se quiso sentar junto a ellos? Los demás estudiantes se distribuyen en el resto de las gradas, los escalones o el suelo al borde de las canchas.
La cabeza de Edward se mantiene mirando de un lado a otro tratando de buscar algunas respuestas, Alice solo sacude su cabeza negando a las preguntas secretas que su hermano le hace.
—Bueno día a todos —el director se coloca en el medio del espacio disponible con un micrófono en sus manos. —Tengo un anuncio antes de que vayan a clases.
Murmullos colectivos nos rodean.
—Como algunos de ustedes ya saben, el señor Harrison tuvo un accidente el fin de semana pasado y se tendrá que ausentar unos días para recuperarse.
De nuevo más murmullos. Alice nos regala una mirada presumida y modula en sus labios un “te lo dije”.
—Así que tendremos un maestro que nos apoyará estos días mientras nuestro profesor se recupera. Espero que todos ustedes le ayuden a sentirse como en casa —el director suena esperanzado.
No sé porque dice eso —se queja Emmett. — No tratamos tan mal los profesores, a nadie la han ponchado las llantas del auto.
Rosalie le da un golpe para callarlo.
—Bella, algo está pasando —Angela susurra en mi oído. —Hay algo extraño en todo esto.
—Eso no es bueno —le digo de acuerdo con ella.
—Adelante profesor — el director hace una señal a una persona para que se acerque. Angela y yo casi saltamos de nuestros asientos. —Les presento al señor Saltzman.
Alaric se coloca junto al director, el hombre le cede el micrófono y se aleja unos pasos para darle su espacio.
—Hola a todos —dice tranquilo, sus ojos recorren cada rostro que ve hasta que se detienen sobre nosotras. —Es un placer estar aquí con ustedes, espero que trabajemos juntos y que todo salga según lo planeado.
Una nueva ola de murmullos recorre el lugar, pero Angela y yo mantenemos nuestra mirada fija en él. Sé que Alaric nos ha reconocido pude notarlo cuando sus ojos conectaron con los míos, pero supongo que también aquí va a mantener la línea que lo divide del amigo que conocemos y del profesor que es.
El director vuelve a su lado y le da un apretón de manos.
—Espero que se comporten —nos advierte el director. —Pueden irse a sus clases.
Todos los estudiantes se levantan y salen perezosamente hacia sus salones o simplemente a perderse por ahí. Mi amiga y yo no nos movemos lo que provoca que los Cullen tampoco se muevan.
El director cruza unas cuantas palabras más con Rick, la señora Cope también se acerca y se presenta al igual que uno que otro profesor. Le dan la bienvenida y se pierden por la otra puerta del gimnasio. Alaric se gira y ahora si sacude su mano para saludarnos. Angela y yo nos ponemos de pie saludándolo de la misma manera, pero la mano de mi amiga sobre mi brazo hace que me quede en mi lugar.
Al ver que no bajamos de las gradas, Rick camina hasta quedar más cerca de nosotras.
—Hola chicas —nos saluda amablemente.
—Hola Rick —le digo en el mismo tono. —¡Que sorpresa!
—Sí lo sé —sonríe, se encoge de hombros. —Pero ya sabes, a veces es bueno ayudar a un amigo.
—Si claro —acepto. —Aunque, no sabía que conocías al señor Harrison.
—Pequeños detalles —le resta importancia. —Soy profesor, por supuesto que conozco a más colegas.
—Claro — asiento. — Por cierto ¿Qué le sucedió?
—Oh, eso —señala las puertas que están a un lado, —estaba en el lugar y momento equivocado. Pero quizás puedas más tarde visitarlo en el hospital, ya sabes, para preguntárselo personalmente.
No me gusta el tono de sus palabras, pero me muerdo la lengua.
—¿Nos presentas? —pregunta señalando a los vampiros a mis espaldas.
—Ellos son mis amigos —le digo seriamente. Todos se ponen de pie cubriendo mis flancos, sé que están desconfiados porque no conocen a Alaric y no quieren correr riesgos. Además, estoy segura de que Jasper está atento a mis emociones.
—Cuando presentas a alguien, usualmente dices su nombre, Isabella —me regaña.
—Chicos, él es Alaric —habló en dirección a los Cullen. —Es ¿mi amigo? —Dudo un poco, —¿Mi tío? Era esposo de mi tía, así que es algo mío.
Alaric suelta una breve risa que me parece muy falsa.
—Alaric solamente —hace una inclinación con la cabeza. Su gesto me recuerda a Edward y a Elijah cuando sacan sus dotes de caballeros de antaño.
—Es un placer —dice Jasper. Su voz sale muy seria, grave y dura, el tono que usa es muy frio y cortante.
—Igualmente —responde Alaric evaluando a cada uno con la mirada. —Isabella, ¿te importaría darme un recorrido por la escuela?
El agarre de Angela sobre mi brazo se intensifica, sus uñas se encajan sobre la tela del suéter que estoy usando. Entiendo a la perfección su mensaje, no quiere que vaya a solas con él.
Lo medito un poco. Si no voy con él, seré muy obvia, pero si voy...
—No, no me molesta —fuerzo una sonrisa.
—Te acompaño —salta Edward colocándose de pie a mi lado sin despegar sus ojos del nuevo profesor. Angela al escuchar las palabras de Edward se relaja, pero le cuesta soltar mi brazo.
—¿Ese es tu juguete nuevo? —Alaric pregunta burlón.
—No te importa—respondo. Edward le lanza una mirada confundida.
—¿Y Damon? —levanta una ceja y su sonrisa arrogante y burlona se intensifica.
—No te importa —respondo de nuevo casi en automático. Una palabra más y me lanzo encima de Alaric para patearle el trasero.
No lo pienso, tomo la mano de Edward y tiro de él para que baje por las escaleras conmigo.
—Andando —empujo a Rick. —Tengo más clases además de la que ya me hiciste perder.
—Cuidado —gritan Alice y Angela al unisonó mientras nosotros tres nos alejamos.
El instituto de Forks es un poco más pequeño que el de Mystic y es menos complicado también, lo que nos ayuda a que el recorrido y las explicaciones hacia Alaric sean cortas y rápidas. Edward se mantiene en silencio durante todo el tiempo que dura el recorrido, además se encarga de mantenerme tomada de la mano y del extremo contrario al que se encuentra el nuevo profesor.
—No confió en él —me dice Edward cuando dejamos a Rick en la sala de maestros y nos encaminamos al resto de nuestras clases.
—Alaric no es malo —le digo, —pero haces bien en no confiar en él.
El resto del día pasa tan tranquilo como puede estar este pueblo con los últimos acontecimientos. Aunque Alaric es el nuevo tema de Forks, ninguno de nosotros lo volvimos a ver en todo el día, tampoco supimos nada de él.
Al menos no hasta que fue hora de que Charlie volviera del trabajo.
—¿Qué está sucediendo? —Charlie entra a la casa casi corriendo, no se molesta en quitarse nada del uniforme, entra directo a hacer preguntas. —¿Por qué está Alaric aquí? ¿Por qué anda por ahí paseándose como pavorreal? ¿Qué es lo que está mal con su voz y porque habla como británico?
—Hola Charlie —le saludan Jasper y Angela.
Mi padre saltó cuando se dio cuenta que no estaba sola. Angela, Jasper y yo estábamos revisando los detalles de un proyecto que debemos entregar juntos para una clase y por supuesto que Charlie tenía más urgencia en enterarse de los últimos chismes que no vio a mis amigos a mi lado.
—Hola Charlie —le saludan Jasper y Angela.
—La próxima vez avísame que tenemos visitas —me regaña mientras se quita todos los accesorios del uniforme.
—No sabía que entrarías así de repente —le digo volviendo mi atención a lo que estaba escribiendo.
—¿Qué no me van a responder? —Charlie se deja caer en su sofá.
—Alaric está supliendo al señor Harrison un par de semanas—le explico generalmente de lo que me enteré esta mañana.
—Sí, escuché sobre eso.
—¿Entonces porque preguntas? —hago una mueca.
—Porque aun no entiendo cómo es posible que Alaric conozca a Will.
—Eso tampoco nosotros lo entendemos —me encojo de hombros.
—¿Pero porque el acento británico? ¿La verbena ya le afectó el cerebro?
—No, la verbena no hace eso —Angela se apresura a explicar con toda la calma del mundo. —En realidad habla de esa manera porque está poseído.
—Perdona —Jazz y mi padre la miran con sus rostros haciendo muecas de confusión. — ¿Qué? ¿Qué cosa?
—Resulta, acontece y sucede que el cuerpo que hemos visto, si es el de Alaric —les dice moviendo sus manos para que entiendan el contexto con señas, Charlie y Jasper asienten. —Pero, en realidad alguien más está usándolo. Está poseído.
Los dos hombres se quedan en silencio por unos segundos.
—¿Cómo saben eso? —Jasper nos mira. —¿Desde cuándo saben eso?
—Conozco a Rick desde hace mucho tiempo —le explico, —puedo notar si miente y definitivamente está actuando extraño.
—Además, tenemos un informante de Mystic Falls.
Ambos me miran con la boca abierta. Angela sonríe presumida
—Ese es un tema para después —pongo un dedo en mis labios. Hay que mantener ciertas cosas en silencio por si hay alguien indeseado escuchando nuestra conversación.
—¿Y cuál es el plan? —Charle nos mira. Angela y yo nos encogemos de hombros.
—Improvisar —le sonreímos.
El resto de los días de la semana han pasado con una tranquilidad que me resulta alarmante. Alaric se ha mantenido ejecutando el papel del perfecto profesor y no nos ha dirigido más palabras que acaso una que otra pregunta en clase o algún saludo causal cuando nos lo topamos en la escuela o en el pueblo.
Aunque Jasper y Edward siguen poniéndose paranoicos e histéricos cuando lo ven cerca, si las miradas mataran, de seguro Alaric ya sería cenizas con la mirada que le lanzan los vampiros. Alice en cambio solo sonríe y le saca la lengua para burlarse.
Angela y yo dejamos de lado nuestra rutina, no queremos que alguien nos siga y descubra todo, sobre todo porque desde esa mañana en la que Alaric apareció por el pueblo, no hemos pasado un día a solas. Por las noches, los padres de Angela (que están enterados de la situación) decidieron que está mejor protegida al lado de los Cullen, así que mi amiga ha pasado varias noches seguidas en mi casa que es vigilada normalmente por Edward que se da rondines de vigilancia por la casa de Charlie y por la Casa de los Webber para asegurarse que está todo en orden.
Alguno de los Cullen siempre está cerca de nosotras cuando él no está, pero si estoy yo en algún lugar, es casi seguro que está Edward a mi lado. Desde esa mañana en la que decidí subir a su auto, fue una conversación silenciosa de que ya lo había perdonado, o que al menos estaba dispuesta a que volvieran las cosas a la normalidad, así que él ha tratado de estar cerca de mí el mayor tiempo posible, en la escuela, en mi casa cuando hacemos tareas, en el patio trasero mientras leemos.
Sería una hipócrita si me quejara. Por supuesto que disfruto el tiempo que paso al lado de Edward, ya sea hablando, leyendo o simplemente disfrutando de la compañía, pero me sigue resultando asfixiante que esté siempre ahí. Yo también quiero tiempo a solas.
Angela también ha estado en un tira y afloja con Ben. Aunque a él parece no importarle que pase demasiado tiempo conmigo, si han tenido algunas peleas porque cuando quieren ir a Port Angeles al cine, o quieren tener una cita, aparece algún Cullen para ser su sombra, usualmente es Alice o Jasper, o ambos.
Las pocas veces que Angela y yo nos logramos escurrir de la compañía, hemos vuelto a tratar el tema de decirles la verdad a todos, para evitar las peleas que ella tiene con su novio y para que Edward deje de estar tan paranoico. Pero con el invitado no deseado rodeando a nuestro alrededor, creemos que sería peligroso para todos.
Esta es la segunda semana que Alaric está en Forks y esta, a diferencia de la primera, ha sido extraña. Charlie dice que ha recibido varios reportes de personas heridas, Alice dice que Carlisle también ha notado el aumento de visitas a urgencias, pero que no ha sido nada alarmante como un asesino en serie o algo así, siempre son solo accidentes “básicos”. Una señora se cayó por las escaleras, dos autos chocaron por la lluvia, Mike siendo hospitalizado porque probó una de las nuevas herramientas que recibieron en la tienda de sus padres. Yo estoy que me como las uñas esperando que de nuevo alguien me encaje una estaca o una daga en el cuerpo.
—Oye, Bella —Angela dice casual a la hora del almuerzo. Estamos sentados en la mesa de los Cullen, como antes de que comenzara el desastre, pero esta vez, Ben está con el resto de los humanos.
—¿Qué sucede? —le pregunto poniendo mi atención en ella levantando mi mirada de la charola de mi almuerzo.
—¿No has preguntado cómo están las cosas con tu prima? —Angela me pregunta en un tono fuerte y claro. No me esperaba que mencionara a Elena, mucho menos cuando tenemos a los Cullen escuchando.
—No —le respondo mirando fugazmente a los vampiros —¿Por qué preguntas?
Su cabeza señala a Alaric que va entrando a la cafetería. Varios estudiantes se le quedan viendo, no es usual que los profesores vengan a la cafetería para comer con nosotros, pero el sigue caminando en nuestra dirección. Toda la mesa finge no notarlo.
—Es que… recordé el problema que tenía con ese idiota —dice Angela continuando con la conversación.
—¡Ah sí! Ese problema —hago como si el recuerdo me llegara de golpe. —Creo que debería preguntarle a mi tía al respecto. ¿Tú qué opinas Alaric?
Todos los ojos de nuestra mesa se concentran en la persona que detuvo sus pasos frente a nosotros.
—Hola —saluda no muy feliz de que su elemento sorpresa se haya visto arruinado.
—¿Qué haces aquí? —finjo preocupación. —¿Hay algún problema?
—Yo... —da un vistazo a su alrededor, se da cuenta de que todos en la cafetería nos están mirando. Repito, no es normal que un profesor se acerque a un grupo de estudiantes en el almuerzo.
—¿No tienes nada más que hacer? —le pregunta Jasper removiéndose con una incomodidad digna de un actor de Brodway. —Es extraño que un profesor nos hable.
—Estoy aquí porque hay un problema con una tarea de Angela —Alaric la mira, mi amiga lo mira con sorpresa y con una sonrisa en sus labios. —Quiero que venga conmigo para revisarla, no quiero que sus notas bajen.
—No, no creo que sea mi tarea —Angela vuelve su atención al almuerzo.
—Sí, si es —Rick dice terco.
—No, no es —responde mi amiga en el mismo tono terco. — Mi otro profesor de historia dice que todas las hago a la perfección.
Mi amiga coloca sus manos debajo de su barbilla y bate sus pestañas por debajo de sus lentes. Todos en la mesa soltamos unas risas mirando de reojo a Jasper que es el que nos ayuda con las tareas de esa clase. Alaric se aclara la garganta y da un golpe en la mesa para llamar de nuevo nuestra atención hacia él.
—Sabía que tus actividades extracurriculares serian un problema para mí —sisea por lo bajo el castaño.
—¿Qué mierda quieres? —le pregunto cruzándome de brazos y dándole un poco de su misma actitud, si él no es amable con nosotros, yo tampoco lo seré con él,
—Ya te lo dije —responde encogiéndose de hombros.
—Corta la mierda —levanto una mano y lo silencio. Me mira sorprendido y se nota que quiere decirme algo, pero decido yo hacerlo primero. —¿Qué quieres?
—Bien, seré honesto —suelta un profundo suspiro. —Necesito que Angela me acompañe.
—¿Para? —Angela le pregunta.
—Tengo un problema y quiero solucionar unos asuntos con tu ayuda.
—Bueno, te puedes meter tus asuntos por donde te alcancen —Angela le dice con la voz más tierna que puede, Alaric suelta un bufido. —Ahora si no te importa, tengo hambre y tú solo me estás poniendo de malas.
—Ya la escuchaste —murmuro. Muevo mi rostro para el lado contrario de donde está Alaric, la mesa vuelve a sumirse en una conversación casual sobre algunas cosas que pasaron en las clases de la mañana.
De su pecho brota una risa falsa y maquiavélica.
—Estoy tratando de ser amable —advierte.
—Y nosotras estamos tratando de almorzar —me quejo. —Resulta que si no como a mis horas, me pongo que mal humor.
—¿Acaso estas menstruando? —pregunta con burla. —Espera no, ya recordé, el mal humor lo heredase de la estúpida de Isobel.
Me levanto dando un golpe con las palmas de mi mano en la mesa.
Te voy a borrar esa maldita sonrisa, maldito idiota.
—Si, por supuesto, el proceso natural y hormonal de mi cuerpo es el que tiene la culpa de mis cambios de humor —aprieto los dientes, —eso dicen los hombres después de decir o hacer algo totalmente estúpido.
Suelta una risa, de nuevo se burla de mí.
—¡Oh! ¿Quieres saber qué más heredé? —pregunto, él asiente.
Con todo el impulso de mi cuerpo, le doy un puñetazo en la cara. El hombre se tambalea unos pasos para atrás y se cubre la nariz con ambas manos quejándose por el dolor.
—¡Maldita zorra! —chilla con dolor. —¿Eres tonta o estás loca?
—Tonta no, zorra... tal vez —lo empujo con mis manos hacia atrás buscando alejarlo más de mí. — Loca ¡definitivamente si! —sacudo mi puño delante de él, — ¿Quieres otro?
Alaric no responde, sigue concentrado revisando su nariz. Sacudo mis manos y me vuelvo a colocar en la silla al lado de Edward que me mira sorprendido y un poco asustado. Angela frente a mi hace un gesto de aprobación.
—Sabía que no eras tan débil —la voz de Rosalie me sorprende, hay una sonrisa orgullosa en su rostro. Si supiera.
—Bien, ustedes se lo buscaron —Alaric se acerca de nuevo a notros, esta vez se ve amenazante. — Angela, puedes acompañarme por tu propia voluntad, o me vas a acompañar así tenga que meter tus pedazos en una bolsa.
Eso hace que los Cullen se pongan alertas, incluso escucho uno que otro jadeo sorprendido de los que pasan cerca de nuestra mesa. Mierda, además de lidiar con él, vamos a tener que dar una muy buena explicación sobre esto.
—¿Eso es una amenaza? —Angela pone las manos en su boca haciendo un gesto de sorpresa.
—Sí —responde el hombre.
—Chicos, chicos, tranquilos —me pongo de pie de nuevo, esta vez mantengo el tono conciliador en mi voz, con mi mano extendida empujo a Rick unos pasos hacia atrás y pongo mi cuerpo entre el suyo y el de la castaña de lentes. —Ya dimos una escena digna de telenovela, no creo que nuestros espectadores soporten otra.
Alaric parece entender mis palabras, mira a sus espaldas encontrándose con todos los estudiantes mirándonos con atención. Hay varias expresiones en sus rostros, estoy segura de que, si fuera Jasper, ya me hubiera vuelto más loca.
—Podemos evitar una escena, claro —Alaric levanta las manos al aire, como si se rindiera. —No creo que sea conveniente exponernos ¿O sí?
—Bien, tienes razón —exhalo con fuerza. Entrecierro los ojos y hago una mueca de lastima. —Por supuesto que Angela se irá contigo —sonríe triunfante por mis palabras, —¡pero cuando hayas pasado sobre mi cadáver, imbécil!
—Bella —el jadeo de Edward llega a mis oídos. Lo ignoro, ahorita no tengo tiempo de encajar en su molde de señorita del siglo pasado. Alaric suelta una risa divertida.
—Ya es mínima la sangre que hay en tu sistema, Isabella —el castaño suelta una risa divertida, —si te arriesgas vas a terminar igual que mi hermano.
—¿Seca, gris y en un sótano? —pregunto inocente, en mi mente aparece la imagen del cadáver de Elijah como estaba la última vez que lo vi.
Alaric suelta una carcajada y sacude su cabeza con diversión.
—Si, algo así —sigue riendo. Una de su mano se agita frente a él, —me llevaré a tu amiguita sin importar el costo, aunque, si tu insistes...
—Mierda —murmuro con pánico, mis ojos se abren al máximo cuando veo su mano levantarse hacia mi cuello. —No, no, no...
Antes de que Alaric pueda tocarme, una mano pálida detiene la suya.
—No la toques —Edward gruñe. Alaric le da una mirada de fastidio.
—¿Y quién lo va a impedir? —pregunta —¿Tú?
—Si quieres llegar a ellas, vas a tener que pasar por nuestro cadáver —Emmett choca sus puños como advertencia de la fuerza que tiene. Aprecio el gesto, pero eso va a ser inútil en esta ocasión.
—De todas maneras... —los ojos del castaño recorren a cada uno de nuestros guardaespaldas vampiros —ya están muertos.
La mano que está libre del agarre de Edward se sacude tratando de liberarse, pero su otra mano que está libre se levanta de nuevo para trata de llegar a mi cuello. Una niebla color gris comienza a rodear mi cuerpo y el cuerpo de Edward, me recuerda a la extraña niebla que me rodeaba la primera mañana después de lo que pasó en Port Angeles, se siente una tensión y de repente explota una bomba de energía que arroja el cuerpo de Alaric por los aires.
Mis ojos siguen el movimiento, veo el cuerpo estrellarse en las ventanas al otro extremo de la cafetería y caer rebotando en algunas mesas que estaban cerca. El aroma llega a mi nariz antes de que pueda verla, el cuerpo de Rick está sangrando.
El grito de los estudiantes inunda el lugar.
—Mierda —Angela jadea. —No lo pensé.
—Jasper, hay que sacar a los estudiantes de aquí —le digo sin mirarlo. Dos segundos después se siente una vibra aterradora a nuestro alrededor, los gritos se intensifican y todos los alumnos salen corriendo y gritando con horror.
¿De verdad tenía que asustarlos para sacarlos de aquí? ¿Qué no el miedo te genera un trauma?
—El miedo va a bloquear el recuerdo —explica Jasper al notar mi duda. —Ahorita no pienses en eso, Bella.
Cierto, hay algo más importante por lo cual preocuparme.
—¿Qué fue eso? —Emmett pregunta sorprendido. —¿Cómo hiciste eso, Angela?
—Ahora no —le responde, su mirada sigue fija en el cuerpo de Alaric que se retuerce con dolor tratando de levantarse.
—Salgan de aquí —les digo a la familia Cullen. —No los necesito aquí. Hay sangre, deben irse.
—Váyanse todos —dice Angela poniéndose de pie. —Me quiere a mí, no a ustedes.
—¿Estás loca? —Alice le reclama. —No te dejaremos hacer esto sola.
—Edward, llévate a Bella a su casa —mi amiga humana pide sin mirarnos. —Mantenla a salvo.
—¿Estás loca? —es mi turno de preguntarle. —No me voy a ir.
—Váyanse, por favor —lloriquea al ver que Alaric está de nuevo caminando hacia nosotras.
—¡Claro que no! —respondemos en coro.
Los Cullen han adoptado una posición de ataque, y me sorprende que no hayan reaccionado a la sangre, pero parece que sus instintos están concentrados en la amenaza que representa el visitante y como quieren deshacerse de él, que el aroma de la sangre se vuelve el menos de los problemas.
—¿Qué mierda quieres? —pregunto tratando de ganar tiempo mientras mi cabeza arma un plan para salir de aquí con vida. —¿No tienes a alguien más para joderle la existencia?
—Verás querida —sigue caminando tambaleante — unos días antes de venir aquí, estuve en Mystic Falls.
—Un lugar muy pintoresco, ¿No?
—Tiene cosas interesantes —ladea la cabeza. —Pero descubrí algo estando ahí, algo que no me gustó.
—Y eso nos importa ¿Por qué...? —levando una ceja.
—Porque tu brujita asesinó a ¡mi brujo!
Edward, Emmett y Rosalie nos miran interrogantes, nadie les responde, incluso nadie hace un esfuerzo por explicarles. Frunzo los labios aun con mis ojos fijos en el castaño, ese maldito desgraciado, ya expuso a mi amiga.
—¡Que fea manera de referirte a las personas! —Angela ahoga un jadeo y hace un gesto de indignación. —¡Que bajo tienes que caer para llamar brujo a alguien!
—No te hagas la tonta —gruñe Alaric.
—No, por supuesto que no —Ang rueda los ojos. —Tonto tú que no sabes usar tus palabras.
—Para la edad que tienes, pensé que te comportarías mejor —lo fulmino con la mirada.
Sus ojos nos miran con fascinación y ¿admiración?
—¿Desde cuándo lo saben? —pregunta Alaric.
—Desde que llegaste —responde Angela.
—Alaric no se comporta como un imbécil —le digo mirándolo de arriba a abajo, —en cambio tú...
—¡Bravo! —se carcajea y aplaude con dramatismo. —Ustedes si son inteligentes, no como los demás. En Mystic nadie se dio cuenta.
—No somos como ellos.
—Me alegra, así será más fácil. —Se lanza de nuevo corriendo hacia nosotros, trata de alcanzarnos de nuevo, pero de nuevo la neblina hace su trabajo mandándolo lejos de nosotros.
—Váyanse —Alice nos empuja. —Nosotros nos encargamos.
Angela y yo nos tomamos de la mano mientras corremos para cruzar la cafetería, pero un cuerpo se coloca antes de la puerta, frenándonos en seco. El hombre pelirrojo frente a mí me muestra sus colmillos, maldición trajo más vampiros con él.
—¿De verdad, Isabella? —la voz de Alaric se escucha a del otro lado de la cafetería. —¿De verdad crees que los fríos pueden ayudarlas?
—Habrá que intentar —respondo encogiéndome de hombros.
Mis ojos se pasean por todos lados buscando una escapatoria, pero la cafetería tiene solo dos puertas, la que él nos está bloqueando que se conecta al resto de los edificios, y la que está del otro lado y que sale a una parte del bosque.
—No son creaturas en las que puedas confiar —me advierte. —Son débiles y no tienen control.
—Sí, sí, ya me lo han dicho antes.
Edward aparece a mi lado, hay millones de preguntas en sus ojos, pero sé que no las hará ahora, su prioridad es mantenerme a salvo de la extraña situación.
—¿De verdad? —Jasper le pregunta. —¿Nos llamas débiles, pero quien es el que está en el cuerpo de un humano?
Otro movimiento capta mi atención, alguien que salé de no sé dónde se lanza contra los Cullen, Emmett se encarga de uno, las chicas del otro, y veo cuando el cuerpo de Jasper se lanza contra Klaus enfrascándose en una palea un poco absurda. Jazz es un militar convertido en vampiro, pero Klaus es un vampiro en un cuerpo humano y parece que le está dando una batalla justa.
Angela estira de nuevo su mano y la neblina aparece rodeando al pelirrojo que está bloqueando nuestra salida, su cuerpo sale volando por los aires muy lejos de nosotros. Escucho el crujido del cristal rompiéndose y el golpe que hace cuando cae al suelo.
—Salgan de aquí —Jasper nos ordena cuando logra liberarse. El cuerpo de Alaric se retuerce de dolor, pero hace un gran esfuerzo para ponerse de pie. —¡Ahora!
—Sabes que no es un humano cualquiera —le digo con desesperación, si no tienen cuidad, pueden resultar heridos.
—¡Vámonos! —Edward llama nuestra atención. Tomo de nuevo la mano de Angela tirando de ella mientras corremos en dirección a las puertas que Edward mantiene abiertas.
—Corre —le digo a mi amiga. Nuestras pisadas resuenan en el silencio y la soledad de los pasillos. Podemos escuchar los sonidos de golpes, cosas rompiéndose y gruñidos detrás de nosotros.
Edward nos conduce grácilmente por los pasillos y yo me siento agradecida de haberme puesto mis converse en la mañana y no una de las botas que Alice me regaló hace días.
—Entren —nos señala el interior de un salón. —Ahora vuelvo, no se muevan de aquí.
Edward desaparece en el aire, Angela y yo dejamos caer nuestros cuerpos recostados en la pared del fondo, detrás de todas las sillas. Ambas estamos jadeando en busca de aire para nuestros pulmones.
—¿Qué está pasando? —le susurro.
Angela tiene sus pupilas dilatadas y mueve los ojos como si estuviera viendo una escena frente a ella. No es la primera vez que se pierde, hemos descubierto que puede separar su cuerpo y trasladarse mentalmente a algún lugar, aunque no esté en él. Como un fantasma que espía lo que sucede en otro lugar.
—Tiene un hechizo de protección —susurra. —Además los vampiros que están con él, le están dando problemas a los Cullen.
—Mierda —me cubro la boca con las manos.
A eso se refería Klaus cuando dijo que los Cullen eran débiles, ya sabía que no resistirían a una pelea con vampiros de sangre, menos por la dieta vegetariana que mantienen.
—Hay que ayudarles —me dice volviendo a enfocar su mirada. —Si los dejamos, no van a sobrevivir mucho tiempo.
—Si vamos nosotras tampoco vamos a sobrevivir —le advierto deteniendo sus movimientos para ponerse de pie.
—Bella, por eso estamos haciendo esto, para que nadie más muera —me dice ansiosamente. —Vamos, es nuestra oportunidad de detenerlo.
Se levanta y se acerca cuidadosamente a la puerta, su cabeza se asoma por el cristal. Las palabras no salen de mi boca, quiero decirle la verdad, quiero explicarle, pero no logro decir nada.
—Ang... — murmuro sintiendo mi cuerpo ser envuelto en temblores.
Angela me mira confundida, me analiza de arriba abajo buscando lo que está causando mi reacción. Tarda unos segundos, pero finalmente sus ojos brillan con reconocimiento cuando entiende lo que no puedo expresar. Regresa rápidamente arrodillándose delante de mí.
—No dejaré que te manen de nuevo, Bells —su voz es una promesa en la que decido creer.
Cierro los ojos apretándolos con fuerza. Desde ese día en Mystic, me da miedo saber que puedo morir de nuevo, me aterra enfrentarme a la muerte otra vez. Esa vez dolió demasiado, era una tortura las heridas en mi cuerpo y el dolor era insoportable. Además, que, cuando vas del lado de los vivos al de los muertos y viceversa, traes del otro lado una parte oscura que no debería estar aquí.
—Vamos —abro los ojos de nuevo y me pongo de pie. Mientras salimos del salón, mis piernas tiemblan.
Angela se coloca delante de mí, recorremos los pasillos mirando al interior de los salones de clases para asegurarnos que estén vacíos.
Un crujido se escucha cerca de nosotras.
—Angela —canturrea ahora con su tono británico, —Isabella, salgan de donde quiera que estén.
Angela me detiene junto a la puerta de uno de los pasillos, las pisadas se escuchan cada vez más cerca de nosotras, nuestras respiraciones se aceleran, pero ninguna se mueve.
—Salgan y les prometo no dañar a los fríos —vuelve a canturrear, puedo ver su sombra en el mosaico del suelo. Angela mueve sus manos y cierra ambas puertas justo en la cara del idiota que nos está acechando.
—¡Vas a tener que hacerlo mejor que eso, bruja! —nos grita.
—Corre, ¡corre! —Angela me empuja para ambas correr lejos. Seguimos moviéndonos por todos los pasillos y rincones de la escuela en busca de algún lugar donde escondernos. Los Cullen están oficialmente desaparecidos en acción.
—¿Qué haces? —pregunto histérica. Angela sigue buscando desesperadamente algo en los bolsillos de su chaqueta.
—Necesitamos refuerzos —me lanza su celular. Lo giro para ver la pantalla y cuando veo el nombre que registra la llamada, suelto todas las maldiciones que sé de memoria. —¡Habla!
Veo que contestan del otro lado de la línea
—¿Qué pasa? —pregunta sin rodeos. —No espera, ¿Cómo demonios conseguiste mi número?
Escuchamos que algo se estrella contra una de las puertas laterales del gimnasio. Parece que alguien está lanzando cosas, o pateando para intentar entrar.
—¿Sabes dónde está Rick? —le pregunto sin responder a sus preguntas, la línea se queda en silencio. Mientras espero a que reaccione, mis ojos van de una puerta a otra alerta a cualquier intruso que entre.
—¡Yo qué sé! —gruñe. —Tengo cosas más interesantes de que ocuparme.
—¡¿Sabes dónde está o no?! —grito al teléfono.
—¿Yo cómo voy a saber? —dice molesto.
—¿Te doy una pista? —pregunto sintiendo que mi voz se rompe.
Las puertas se abren de golpe. Klaus entra dando pisadas furiosas, en sus manos hay varios metales y cosas que comienza a lanzar contra nosotras. Ambas nos tiramos al suelo cubriéndonos con las manos, Angela vuelve a envolvernos en la neblina y la energía hace de nuevo lo suyo. El cuerpo de Alaric cruza las canchas del gimnasio y aterriza en las gradas rompiendo unas cuantas.
—No me jodas —escucho que dicen del otro lado de la llamada. Lo dijo en un tono tan alto que incluso sin el aparato pegado a mi oído, lo alcancé a escuchar.
—Quizás mataron a uno de mis mejores brujos —dice el británico limpiándose la sangre de las heridas en su rostro, —pero no es el único que tengo. ¡Hay más!
—¡No te acerques! —le amenaza Angela colocándome detrás de ella.
Él nos ignora, por supuesto, toma una armazón destrozada de tubos de metal que hay cerca de su mano, con un movimiento fluido lo lanza contra nosotros. El metal nos golpea con fuerza, desequilibrándonos un poco, Klaus lo aprovecha y sigue lanzando cosas en nuestra dirección.
—¡Alaric detente! —grito en un tono desesperado tratando de que reaccione. En la películas de posesiones demoniacas, siempre trataban de que la persona luchara contra el demonio, quizás también funciona con los vampiros que embrujan humanos.
—¿Isabella? —se escucha que preguntan desde el altavoz del teléfono. —¡Respóndeme!
Jasper aparece frente a nosotras cubriéndonos de los ataques. Emmett aparece unos segundos después tomando a Klaus del cuello y tirando de su cuerpo para arrastrarlo junto con él.
—Váyanse, ¡ya! —Jazz nos empuja tratando de sacarnos del lugar. Angela toma mi mano y vuelve a obligarme a mover las piernas.
—¿Ya descubriste dónde está? —pregunto acomodando el teléfono en mi oído. Trato de sonar casual, pero mi respiración está entrecortada, se escuchan los portazos que Angela da para tratar de darnos más tiempo y se escucha mi cuerpo chocando contra los muros mientras trato de correr y mirar a mi alrededor a la vez.
—¿Qué carajo está haciendo Alaric allá? —puedo notar el tono histérico en su voz. —¿Por qué demonios estaban gritando?
—No es Alaric —le explico agitadamente.
—¿Perdón?
—¡Es Klaus! —le grito a través de la bocina mientras siento la histeria subiendo por mis venas —Klaus tiene poseído el cuerpo de Alaric.
—¡Dile a la bruja que lo asesine! —me grita. —¡Háganlo, ya!
Angela me arrebata el teléfono. —Si lo asesino, Klaus se va a buscar otro cuerpo, eso no soluciona nada.
—Pero nos puede dar un poco de tiempo —le digo. Angela me mira confundida, le señalo mi mano donde está el anillo maldito.
Si mi memoria no me falla, Alaric aún tenía el suyo, y si la solución es que su cuerpo muera para tener por lo menos 5 minutos de ventaja, estoy dispuesta a correr ese riesgo. Angela me regresa el aparato aun con la llamada conectada.
—¿Qué están tramando? —pregunta con voz grave. —¿Qué vas a hacer?
—¡Vamos! —Angela me señala la otra puerta. Ambas nos echamos a correr de nuevo, pero ahora tenemos un plan.
—¡Joder, bambina! —grita al teléfono. —¡Respóndeme!
—Te llamó después —le digo colgando la llamada y apagando el celular. Debemos tomar desprevenido al enemigo si queremos que nuestro plan funcione.
Nos movemos por los pasillos de la escuela bloqueando varias puertas. Hay un espacio en uno de los edificios donde se juntan varios pasillos y está lejos de las escaleras, si logramos atraerlo a ese lugar, podemos escondernos en una de las muchas esquinas que hay, además de que él no podrá escapar por ningún lado.
Angela y yo nos detenemos un poco antes de llegar a ese lugar, de repente la escuela se ha quedado en completo silencio.
—Algo está mal —dice Angela temerosa, se mueve sigilosa y con cuidado.
Abro mi boca para responderle, pero una mano se coloca en mis labios y tira de mí hasta la pared más cercana. Trato de sacudirme y de gritar, pero me sostienen con demasiada fuerza. Mis ojos buscan con desesperación a Angela, la encuentro en la misma posición que yo, pero ella está más tranquila. A un lado de su rostro está el de Charlie.
—Soy yo —un aliento frio choca contra mi oído. Mi cuerpo se relaja instantáneamente y Edward afloja su agarre de mí.
Le doy una mirada interrogante a Charlie, él me señala la escopeta en su hombro. No es la clásica escopeta que usa cuando sale de caza, es una que adapto para que sea usada específicamente en contra de los vampiros, especialmente como Klaus.
Edward frunce el ceño y sus manos se levantan a mi rostro, sé que puede ver las pequeñas cortaduras en mi piel, pero no dice nada. Sacudo mi cabeza haciéndole entender que no pasa nada, puedo comenzar a sentir como esas pequeñas heridas ya están comenzando a sanar. Angela me da una larga mirada, sabe que aún tengo sangre de vampiro en mi sistema y eso me está ayudando a sanar. Coloco un dedo en mis labios en señal de que guarde silencio, lidiare con eso más tarde.
Charlie estira su cabeza hacia el exterior del pasillo en busca de alguna señal del vampiro/humano demente, Edward hace lo mismo, pero observando del otro lado.
—¿Cuál es el plan? —Charlie modula con sus labios cuando su cabeza vuelve hacia nosotras.
Angela aprovecha ese momento para señalar con los sus ojos cafés el pasillo, luego pasa una mano por su cuello y saca la lengua dejando caer su cabeza de lado.
Charlie la mira con pesar, pero luego asiente. Edward nos regala a todos una mirada asombrada, no se esperaba que todos estuviéramos tan de acuerdo en asesinar a alguien. Le doy una suave caricia a su mano tratando de decirle que confié en nosotros. Charlie señala el arma en sus manos.
Bueno, parece que ya tenemos un plan.
Angela y yo nos levantamos y fingimos asomarnos al pasillo con precaución. Hacemos todo el teatro de que estamos cuidando nuestras espaldas de alguien que está acechándonos.
—¡Ay que susto! —grito cuando veo que el cuerpo ensangrentado de Alaric está de pie en el medio de pasillo.
—Vaya, vaya —nos dice tambaleándose, —¡Ustedes sí que son un dolor en el culo!
—Igualmente —le dice Angela.
—Les di una oportunidad —levanta su dedo. —No la quisieron tomar y eso es un problema.
—Alaric, escúchame —levanto mis palmas de mis manos hacia él, —no quieres hacer esto.
—¡Cállate! —me gruñe. —Traté de mantenerte con vida solo por el estúpido cariño que te tiene Elijah. ¡No lo arruines!
—Alaric, sé que puedes escucharme —Angela ataca de nuevo, —necesito que luches contra él.
—No lo intentes, bruja —sisea Klaus con los dientes apretados.
—Alaric tú no quieres hacernos daño —lloriqueo. —Tú no vas a lastimarnos.
—¡Una palabra más y te asesino, Isabella!
Klaus camina arrastrando sus pasos en nuestra dirección, cada paso que da genera un escalofrió en mi cuerpo. Angela le levanta barreras invisibles para detenerlo, pero solo lo frenan unos segundos.
—¡Detente! —Angela le grita. —¡Alaric, reacciona!
—Rick, por favor, detente —le suplico con la voz rota. —¡No me quiero morir de nuevo! ¡Rick por favor!
—¡Te lo advertí! —Klaus se lanza de nuevo a por nosotras, cierro los ojos con fuerzas y me dejo caer en el suelo del pasillo.
Un disparo se escucha en el aire.
Chapter Text
(Isabella POV)
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Bebo un sorbo de la infusión que hay en el interior de la taza humeante en mi mano, la sensación del líquido caliente bajando por mi garganta me recuerda a que esto no es un sueño, esto en verdad está pasando y tengo que enfrentarme a la realidad.
Hay siete miradas sobre mí, siete pares de ojos dorados atentos al más mínimo movimiento que haga, usualmente sería algo que podría soportar y dejarlo pasar como si nada estuviera sucediendo, pero esta vez no se siente de la misma manera. Esta vez cada una de esas miradas está cubierta en una emoción diferente, bueno, en realidad la mayoría son emociones negativas acompañadas de una mueca que me provocan un enorme impulso de huir.
A mi lado derecho, sentada cerca de mí está Angela removiéndose cada pocos segundos y dándole miradas a Jasper quien solo sacude su cabeza negándole a su petición silenciosa. Ella también quiere salir corriendo de esta casa, pero Jasper está manipulándonos, obligándonos a quedarnos en nuestro lugar.
Un fuerte suspiro se escucha de mi lado izquierdo, Charlie está igual o peor que nosotras, él casi no ha convivido con la familia Cullen, al menos no fuera de lo estrictamente necesario, y estar sentado en un elegante sofá de la mansión Cullen con todos ellos mirándole, lo está poniendo nervioso. Además, cada vez que se aclara la garganta solo hace que mi nerviosismo aumente.
Estamos en problemas, en graves problemas, eso es seguro. Estaba tan preocupada tratando de arreglar este asunto con el cuerpo de Alaric tratando de asesinarnos, que olvide por completo que los Cullen se verían involucrados en el tema. Y que por lógica, querrían saber qué demonios había sucedido. Lo que no contaba, era que prácticamente nos secuestraran y nos trajeran a su casa a escondidas de todos, y en contra de nuestra voluntad, claro.
Tomo una profunda respiración.
Abro la boca para hablar, o al menos para rogar que me dejen ir a casa. Los cuellos de los vampiros distribuidos por el resto de los sofás, se mueven en mi dirección, atentos y expectantes a cualquier sonido que salga de mi boca. Mis labios se vuelven a cerrar.
—¡Perfecto! —Rosalie es la encargada de romper el silencio. —¿Ese es el plan? ¿Nadie dirá nada? —los tres humanos huimos de su mirada. —¿Nos quedaremos por horas en silencio solo mirándonos? ¿Vamos a suponer que no tenemos a un muerto en el medio de la cocina?
—No está muerto —responde Angela.
—¿Ah no? —se escucha el golpe de su zapato contra el suelo. — Hasta donde yo sé, si el corazón no late es porque estás muerto.
—Pues a ti te veo muy viva —sisea mi amiga entre dientes mientras gira su cabeza en dirección al espacio donde se encuentra el comedor prácticamente nuevo.
—Sigue hablando y la que va a terminar muerta serás tú —le gruñe, pero para Angela, la amenaza fue como si le estuviera dando el clima.
—¡Rosalie! —Esme llama su atención. —No tienes por qué comportarte así con Angela.
—Ella tampoco conmigo —se queja la rubia.
—Yo solo aclaré la información que estabas dando —mi amiga se encoje de hombros.
—Entonces aclara eso del muerto que no está muerto —Emmett habla antes de que su esposa le gane. Rosalie le da una mirada fulminante.
—Bueno, en realidad tiene razón —Angela suspira. —Gracias a Charlie, nuestro querido amigo está más muerto que un cadáver de la morgue.
—De nada —bufa Charlie a mi lado.
—Pero, les juro que va a revivir —Angela les ofrece una mirada apenada.
—¿Puedes explicarnos eso? —Esme pregunta con una sonrisa alentadora.
—¿Poder? Si —Angela me mira por la esquina de su lente roto. —¿Querer? ….No exactamente.
—¡¿Porque tu si puedes saberlo todo y nosotros no?! —Rosalie explota ahora en mi contra. —Hiciste que Edward te dijera nuestro secreto, se lo contaste a Angela y ahora hasta Charlie lo sabe.
—Yo no obligué a nadie a que hablara —me cruzo de brazos. —Me enteré de todo eso porque tuve que investigar para saber la verdad, él solo me confirmó algo que ya sabía.
—Lamentable que ahora tengamos que recoger los destrozos que hace tu mascota —le da un golpe en el hombro, —hermano.
— Rosalie, basta —Edward la mira duramente.
—¡Oye, rubia oxigenada del siglo pasado! —salto de mi asiento claramente ofendida por sus palabras. —¡Yo no soy la mascota de nadie!
—Basta —Esme da un paso al frente y mira a sus hijos y luego a mí. — No es momento para peleas innecesarias.
—¡Innecesario lo que acaba de suceder! —grita Rosalie de nuevo haciendo un drama.
—En eso estamos de acuerdo —murmuro. Charlie tira de mi ropa para que me vuelva a sentar.
—Basta, Rosalie —dice Carlisle con voz autoritaria, la rubia aprieta los labios con fuerza. —No estamos aquí para recriminarnos las cosas, estamos aquí para encontrar una solución.
—¿Cuánto falta para que despierte? —mi atención se centra en Alice, ella luce al inicio sorprendida por mi atrevimiento para hacerle la pregunta, pero cierra los ojos concentrándose para darme una respuesta.
—Algunas horas —responde cuando abre los ojos.
Sacudo mi cabeza afirmativamente, pero pongo toda mi atención de nuevo en la taza de porcelana que había colocado en la mesa de madera fina cuando me defendí de la rubia. Podía estar enojada con ella y su manera de hablarme, pero todavía me sentía apenada con Esme y ahora culpable por estar interrumpiendo en su casa y llenando sus muebles con sangre ajena y agregar a la lista que mis arranques de personalidad múltiple me hicieran romper una parte de una vajilla súper cara, no me parecía buena idea.
Mi mirada se queda sobre ella, no hago ningún esfuerzo por alcanzarla con mi mano, de todos modos sé que ya la infusión ya está fría por el clima a su alrededor.
—No quiero que sientan que los presiono —Carlisle dice con cautela mientras sus ojos examinan a los únicos tres humanos que respiramos. —Estaremos bien con lo que quieran decirnos, pero si les pido que me digan cual será la versión oficial.
—Tienes razón —Charlie endereza su espalda aun sentado. —En el hospital y en la comisaría van a hacer preguntas, y si queremos que sea creíble, necesitamos una historia oficial.
—Digan que perdió la cabeza, que se drogaba o algo así —mi mano apunta hacia el cadáver. —Digan que perdió el control y que por eso nos atacó.
—Pueden decir que era parte de una banda criminal o de un cartel de drogas y que los otros tipos eran sus cómplices —Angela rebota un par de veces en el sofá. —Digan que estos tipos querían hacer un secuestro masivo para pedir dinero o para que recuperar una mercancía que alguien había escondido aquí en el pueblo.
Miro a Angela con una ceja levantada. Debe parar de ver series criminales. Charlie también puso su mirada en ella y sacudió la cabeza con decepción.
—¿Por qué no les decimos la verdad? —Jasper levanta la mano haciendo la aportación. Todos lo miramos con la boca abierta. —¿Qué? —pregunta extrañado. —Eso es igual de chiflado que lo que propone Angela y tampoco lo van a creer.
—Chiflado tu c...—le doy un golpe en las costillas a Angela para cortar la frase que tiene planeada decir. Mi amiga primero me da una mirada molesta, pero luego se ruboriza cuando ve la mirada sorprendida de Carlisle y Esme. —Lo siento.
Charle se pone de pie. Camina tranquilamente hacia el muro divisor de la sala y el comedor, su mirada está fija en el cuerpo de Alaric mientras un suspiro se escapa de sus labios. No tiene que decirlo, le dolió tener que asesinar a su amigo, a pesar de que Klaus era la verdadera causa de que las cosas terminaran así.
—Dijiste que Jenna merecía saber la verdad —dice al aire. No me mira, pero sé que habla conmigo. —Estabas muy molesta cuando te diste cuenta que la manipulaban y le escondían todo lo que pasaba a su alrededor. ¿Qué fue lo que dijiste? —tamborilea sus dedos sobre el muro, —”Mantenerla en la oscuridad solo harán que la maten”.
Aun no me atrevo a mirar a mi padre, al contrario, dejo caer mi cabeza entre las manos pensando en las posibilidades que me puede traer las siguientes palabras que salgan de mi boca. Ahora me siento acorralada, ya no tengo muchas opciones más que decirles la verdad y aceptar su ayuda o su odio hacia mí… O puedo darles una explicación vaga de lo que sucedió y darles la espalda hasta que eso nos lleve a todos a la muerte.
Mierda. ¿Por qué me metí en esto?
—¿Quieres saber qué pasará con ellos si no les dices que demonios está pasando? —pregunta mi padre. —Jasper, ¿Cuántas veces esos tipos los atacaron? ¿Cuántas veces lograron arrancarles una parte del cuerpo? ¿Cuánto se tardaron en neutralizar a cinco hombres?
—Primero, gracias por dejar en claro que mis técnicas y conocimientos de Guerra son un asco después de tantos años —Jasper suena dolido. Ese comentario hace que mi cabeza se levante para ver la situación. —Segundo, fueron muchas veces, incluso más veces que las que me gustaría admitir en voz alta.
—Aun no entiendo como unos humanos podían contra nosotros —Emmett también suena avergonzado. —Eso hirió mi orgullo de vampiro.
—Entonces, Bella —Charlie ignora la conversación y se concentra ahora si directamente en mí, —dejaré que tu decidas. ¿Quieres repetir la historia de Jenna?
—No —gruño. Mi padre se está yendo por terreno peligroso.
—Bien, ¿Les dices tú? —Levanta una ceja, —¿O lo hago yo?
Me estremezco. Esto no se trata de mi o de la relación que tengo con esta extraña familia de vampiros, tampoco se trata sobre mi extraña relación con el mundo sobrenatural ni como terminé en ella. No, aquí hay más personas envueltas en la situación, personas que entramos por voluntad propia o personas que estan en esto obligadas a arriesgada su vida. En este momento, todos desconfiamos de todos y no vamos por ahí diciéndole o dándole explicaciones a cualquiera que las pregunta. Ahorita debemos ser cuidadosos de en quien confiamos y en lo que podemos confiarles, porque la más mínima información que caiga en manos equivocadas, nos lleva la huesuda a todos.
Miro a mi amiga, después de todo, también es su secreto el que está en juego. Y aunque ya se evidenció en la escuela, es su decisión si quiere decirlo o no. No la voy a obligar a que revele su verdad, mucho menos si no confía en los Cullen, porque en este momento, yo no estoy segura si debiéramos confiar en ellos.
—Tengo un mal presentimiento —murmuro lo más bajo que puedo.
—Ya comenzamos esto, ahora hay que terminarlo —Angela murmura un poco más fuerte. —Adelante, hazlo, quizás si puedan ayudarnos.
—Pueden confiar en nosotros —Esme coloca en sus labios una sonrisa, aunque trata de parecer amable y tranquila, hay un matiz de súplica en su voz. —Queremos ayudar, pero también nosotros necesitamos saber a qué nos enfrentamos.
Bajo la cabeza avergonzada con la mujer. Aun no me atrevo a mirarle directamente a los ojos, me siento muy avergonzada con mi relación con ella. Primero lo que pasó en la comisaría con Edward y Charlie, luego hoy llego a su casa, con sus hijos casi en pedazos y arrastrando un cadáver que manchó de sangre mi ropa y su alfombra. Y ahora me siento el doble de avergonzada porque estoy a nada de ponerla en más problemas.
—¿Qué quieren saber? —pregunto al aire enterrando en mi interior la enorme necesidad de salir corriendo de aquí. Esme y Carlisle me sonríen con agradecimiento.
—¿Todo? —el rubio responde. Mis labios embozan una pequeña sonrisa por el tono de pregunta. —Si es posible, claro.
—Por donde comienzo —digo en tono irónico, pero a la vez hago un gesto pensativo. Necesito encontrar un punto medio donde ellos comprendan lo que sucede y yo no diga tantos detalles que puedan traerme más problemas de los que quisiera.
—Por el inicio, si no te importa —me sonríe Carlisle. —Tenemos todo el tiempo del mundo.
—Si —trato de reírme, pero no me sale tan fluido como hubiera querido. Mis ojos miran hacia la cocina, exactamente hacia el enorme comedor de madera fina de ocho espacios, que ahora parece camilla de la morgue. —Pero él solo nos dará unas cuantas horas antes de que despierte.
—Entonces empieza por lo que te haga sentir más cómoda —Esme dice con voz calmada, se acomoda a un costado de su esposo.
Tomo una profunda respiración. Volvimos al inicio, tengo todas las miradas puestas sobre mí, esperando alguna explicación razonable de que lo que está pasando.
Lo siento mucho, pero se van a llevar una decepción porque no hay nada razonable en esta situación.
—Carlisle —mi amiga entra a salvarme, —¿Conoces a Nicklaus Mikaelson?
El doctor inclina su cabeza, la sorpresa está marcada en su rostro, pero, puedo ver el momento exacto en el que su mente le muestra ese nombre, porque su rostro cambia a preocupación.
—Lo conoces —aseguro.
—Personalmente no, no lo conozco —se aclara innecesariamente la garganta. —Pero si he escuchado bastante sobre él. En el tiempo que pasé con los Vulturis, escuché en muchas ocasiones las conversaciones que Aro y sus hermanos tenían sobre él.
—Encantador, ¿cierto? —Mi voz sale en un tono de burla, —un imbécil muy famoso.
—Es muy mencionado, sin duda.
—¿Quién es él? —Esme pregunta mirándonos simultáneamente.
—Nicklaus Mikaelson es uno de los vampiros más viejos que existen —Carlisle le explica, toda su familia escucha atenta. —Es incluso más viejo que los mismos Vulturis, y también es más temido que ellos.
—¿Es posible? —Emmett pregunta curioso.
—Lamentablemente si —Carlisle junta las cejas. —A donde vayas, donde sea que preguntes, hay alguien que sabe de él y de lo que es capaz de hacer.
—Big reputation, big reputation —tarareo distraída mirando al exterior por la ventana agradecida de que la conversación fluyó sin mucha intervención mía.
—¿Y eso que tiene que ver con lo que pasó en el instituto? —Edward pregunta. Su rostro también tiene el ceño fruncido, además de que sus ojos no han parado de mirar a su padre. Quiero creer que leyendo su mente.
—Pues, ahora que lo mencionas —con mi cabeza, doy un asentimiento en dirección al cadáver de la casa. Charlie también tiene uno de sus dedos apuntándolo a sus espaldas.
Todos los Cullen siguen nuestra mirada, tardan unos segundos en comprender lo que queremos decirles.
—Estas diciendo que él —Carlisle señala también el cuerpo, —¿es Nicklaus?
—Sí, pero no —Angela habla de nuevo. Los vampiros ponen su atención en ella.
—Eres irritante cuando haces eso —Rosalie le gruñe de nuevo. Angela pone los ojos en blanco.
—¿Puedes explicarlo mejor? —Esme ignora a su hija y se concentra en mi amiga.
—Él cuerpo si es el de Alaric Saltzman, si es un profesor de historia de la universidad de Virginia—les digo con un suspiro. —Y tampoco era mentira cuando les dije que es algo así como mi tío o mi amigo.
—Que lindas amistades tienes —Rosalie dice con ironía, ahora es mi turno de ignorarla.
—¿Pueden explicarnos mejor? —Esme dice después de darle de nuevo una mirada severa a su hija rubia.
—Es solo que Nicklaus se metió al cuerpo de Rick —Angela dice casualmente.
—Si, y a mí me salen alas —Emmett suelta una carcajada. Ninguno de los que conocemos la verdad le seguimos la broma, eso hace que se detenga de golpe y nos mire bastante confundido. —No pueden estar hablando enserio.
—¿Es un poder que tiene? —Carlisle pregunta interesado.
—No realmente —Ang mira al cadáver. —Es obra de alguna bruja o brujo que le esté ayudando.
—No puedes estar hablando enserio —Edward suelta un suspiro de frustración. Sus brazos están cruzados y está recostado contra la pared más lejana de la sala, en sus labios hay una sonrisa divertida y en su mirada puedo notar la incredulidad de lo que está escuchando.
—Pues sí, si hablo enserio —Angela le da una mirada molesta.
—Bien, suponiendo que es cierto y que ese —apunta con su barbilla a la mesa, —es un humano poseído por uno de los vampiros más viejos que existen, ¿Por qué tiene sangre en sus venas? ¿Por qué su corazón late? ¿Cómo es posible que haya podido arrancarle un brazo a Emmett? Un humano no puede hacer eso, y el no luce como uno de nosotros.
—Porque no es como ustedes —le respondo antes que nadie. Sus ojos se posan en mi ofreciéndome una mirada torturada, me escanea desde la cabeza a los pies y sus labios hacen una mueca de dolor.
Mi rostro seguía con las pequeñas marcas de mi sangre seca por los raspones que había ocasionado el idiota que nos atacó, aunque ya no había nada en mi piel, el recuerdo seguía ahí. Además que mi ropa está cubierta de las gotas de sangre que saltaron del cuerpo de Alaric cuando mi padre le disparó. Angela y yo tenemos la misma apariencia, pero desde que llegamos a la casa Cullen, nos habíamos negado a dejar el cuerpo aquí e ir a casa a cambiarnos, decidimos que era mejor esperar hasta no saber que podría pasar con Alaric. Por supuesto que los Cullen tuvieron que abrir las ventanas para ventilar el lugar y que no les afectara tanto el aroma, pero después de un rato y que la sangre se secara, los vampiros pudieron relajarse y aceptar nuestra presencia con calma.
—Además parecía humano porque estaba usando el cuerpo humano de Alaric —le explico seria. —Esa no es la apariencia real de Nicklaus, aunque no esperes ver a alguien como tú, pálido y con apariencia de muerto.
—Nicklaus es de una raza de vampiros que se llaman “los originales” —Carlisle se gira para mirar directamente a Edward. —Ellos no son como nosotros. Lucen muy humanos, su corazón late y hay sangre caliente en sus venas.
—¿Otra raza de vampiros? —Edward abre los ojos exageradamente.
—Te lo dije —lo acuso. —Yo te mencioné la posibilidad de que hubiera más tipos de vampiros y no me creíste.
Me cruzo de brazos sin esconder la molestia y la decepción que me causa el recuerdo de cómo me hizo sentir ese día. Edward pone sus ojos sobre mí, ambos sabemos que lo recuerda a la perfección. Pero sé que no se va a disculpar, si hay algo que he aprendido es que no sale de él aceptar sus errores, necesita ser alguien más quien se los haga ver, para que él se dé cuenta.
—¿Por qué, si existen, nunca nos habíamos topado con alguno? —Edward pone su atención en su familia.
—Quizás si lo hicimos —Jasper dice casualmente. —Solo que no nos dimos cuenta.
Edward sacude su cabeza.
—¿Por qué nunca dijiste nada? —le pregunta a Carlisle que hace una mueca por ser interrogado.
—No pensé que nos veríamos envueltos en una situación así.
—Lo siento —digo en voz alta sintiéndome de nuevo culpable por arrastrarlos a esto.
—No lo hagas —Esme me sonríe. —Pueden continuar, por favor.
—Ustedes, “los fríos” —Angela atrae el tema de conversación de nuevo, —su existencia es un efecto colateral de un hechizo que salió mal hace siglos. Una bruja trató de maldecir a un vampiro original, pero solo logró convertirlo en alguien como ustedes. Los fríos no deberían existir.
—Pero ya estamos aquí. —Esme trata de sonreír. Angela y yo asentimos dándole la razón.
—¿Qué es lo que busca Nicklaus? —Carlisle nos pregunta. —¿Por qué decidió venir a Forks?
—Yo —Angela levanta la mano.— Yo lo cause, es a mí a quien necesita.
—¿Por qué tú?
—Soy una bruja — dice de golpe. Todos dan un respingo. — Supongo que ya no tiene sentido ocultarlo después de lo que pasó en la cafetería.
—Angela mató al brujo que estaba sirviendo a Klaus —digo tratando de que mi voz no demuestre lo nerviosa que estoy de mostrar una faceta que nadie de ellos se imagina ver en nosotras. —Lo hizo por ayudarme, pero Klaus se enteró y ahora la quiere a ella para que ocupe su lugar.
—Me atacó porque le dije que no me iría con él —Angela fulmina con la mirada el cadáver que está en silencio en la cocina.
—Pero, ¿Por qué tú? —Esme nos mira confundida. —¿No puede ser alguien más? ¿Qué ganaría si te convence de ir con él?
—Soy yo porque quiere vengar a su brujo, así es de dramático —responde mi amiga exhalando audiblemente. —Además si estoy en lo correcto, quiere romper la maldición del sol y la luna.
—¿Es real? —Carlisle se inclina hacia adelante claramente interesado en el tema.
—No, en realidad no —todos miran confundidos a mi amiga. —Es decir, hace siglos los chamanes, brujos, brujas, hechiceros, como quieran llamarlos, hicieron una especie de maldición para que cada especie sobrenatural estuviera limitados para usar sus súper habilidades y así no murieran tantos inocentes.
—Por eso es que nosotros brillamos —Carlisle habla atando los cabos de las palabras de Angela.
—Exactamente —le sonríe Ang. —Pero la maldición, al menos como es conocida por todos lados, no, no existe.
—Klaus quiere liberar a su parte de lobo —es mi turno de intervenir, —lleva décadas tratando de hacerlo.
—¿Lobo? —Jasper habla después de mucho tiempo en silencio.
—Es un hibrido —le explico. —Aunque su lado vampiro es más fuerte, su mitad lobuna está dormida, o encerrada en el su interior.
—Un vampiro no puede ser mitad hombre lobo —Edward habla, sus cejas están juntas, su manos se pasa un par de veces por su cabello. —Es imposible que sea cierto.
—Es imposible que existan los vampiros, y aquí están siete de ustedes —Angela lo mira molesta con la terquedad del cobrizo.
—¿Por qué no lo ha hecho? Romper la maldición—Carlisle está bastante interesado en el tema que ignoró por completo la interrupción, —Sé que tiene mucha gente bajo su control. Muchos lo creen un Dios o algo divino y siguen ciegamente sus órdenes.
—Divinamente malvado —me burlo de nuevo. —Es bueno para atemorizar a cualquiera que se le ponga en su camino, por eso hacen lo que él les ordena.
—No ha podido romper la maldición porque necesita cinco cosas para hacerlo —mi amiga levanta su mano y sacude los dedos.
—¿Qué cosas? —esta vez, es Charlie quien ha dejado su puesto de vigilancia del comedor, y ha bajado el par de escalones para acercarse a nosotros. —Eso no lo habían dicho.
—Necesita de un dopelgänger —digo al aire, pero le doy una mirada a Charlie.
—Elena —murmura él. Sacudo mi cabeza afirmativamente.
—¿Qué es eso? —pregunta Carlisle mirándonos.
—La naturaleza es la reina de todo el mundo sobrenatural o no. — Angela los mira tratando de tantear el terreno de cómo van a recibir la siguiente información. — Se supone que estamos diseñados para vivir y para morir, pero hay casos en los que eso no sucede, usualmente porque se transforman en algo sobrenatural, entonces la naturaleza crea versiones tuyas que si puedan hacerlo.
—¿Es posible que haya un dopelgänger de cada uno de nosotros? —Jasper señala a su familia con preocupación.
—Sí, es lo más probable —Angela responde sin dudar. Todos los Cullen sueltan jadeos y expresiones sorprendidas y asustadas. Genial ahora se van a obsesionar con encontrar a su versión mortal, aunque, quizás eso sea beneficioso para nosotros.
—Klaus lleva persiguiendo la misma línea de dopelgänger desde hace quinientos años —les digo tratando de calmarlos. —La última con la que se encontró logró huir de él y por milagro, esconderse.
Esme se cubre sus labios con su mano y hace un gesto de tristeza. Si supiera que la perra de Katherine es una maestra en escapar y en salirse con la suya, no estaría tan preocupada ni triste por ella.
—Si encuentra a un doble, sin importar de quien sea, hará de las suyas —las palabras salen de mi boca, mientras miro a Angela, ella me regresa al mirada y sé que me ha entendido. Quizás si encontramos a otro doble, podemos salvar a mi adorada prima.
—¿Qué más necesita? —Charlie nos pregunta.
—Necesita una piedra de luna —les dice Angela —Es una piedra muy bonita cuya función es canalizar la energía de la luna.
—Pero necesita a un brujo o bruja que canalicé esa energía y que la pueda utilizar para romper la maldición —estiro mi mano apuntando a Angela. —Por eso la quiere a ella.
—Además, la bruja debe saber utilizar un libro de hechicería —Ang hace con sus manos un gesto como si tuviera un libro abierto entre ellas. —Pero no puede ser cualquier libro, tiene que ser uno poderoso.
—Un malleus maleficarum —Carlisle se deja caer contra el sofá. Él sabe lo que ese tipo de libros significan. —¿Aun existen esos libros? Creí que habían sido quemados en el tiempo de las persecuciones.
—No todos fueron quemados —Angela sonríe con orgullo.
—¿Son los que tienes en el librero de tu habitación? —Edward me mira receloso.
Mi boca se tuerce en una mueca de disgusto, en primer lugar por sus palabras que sonaron a una acusación de tengo en mi librero algo indebido como del kamasutra, por ejemplo. En segundo lugar porque me recordaron a que se metió sin el permiso de nadie a la casa, a mi habitación y que además tuvo su maldita nariz en cosas que no son suyas.
—En realidad solo tengo copias de algunos Grimorios —me defiendo chasqueando la lengua.
—¿Cuál es la diferencia? —Esme pregunta cálidamente.
—El Grimorio solo es un libro de hechizos, es un libro que te dice cómo hacer magia, como esos que venden en cualquier librería, no es como si fueran prohibidos o algo por el estilo —Angela rueda los ojos. —Pero en cambio, el Malleus Maleficarum, contiene hechizos y secretos de la brujería y demonología.
—¡Como el de las hermanas Sanderson! —Emmett grita entusiasmado. No puedo evitar la risa que sale de mis labios. —Ya saben, las hermanas de la película Hocus Pocus.
—Sí —Angela también ríe por la referencia. —Pero este es más horrendo y peligroso. Usualmente contiene los secretos y hechizos creados por cada uno de los miembros de cierto linaje o clan de brujas.
—Suena peligroso —Esme junta sus cejas con preocupación.
—Lo és —Angela asiente. —A través de la historia ha habido brujas muy poderosas y malvadas.
—Esas son cuatro cosas —Charlie nos mira con los ojos entrecerrados. —¿Qué es lo último que necesita?
—No sabemos —Angela responde rápidamente. —Apenas hemos descubierto esas cosas, y en realidad en ningún libro viene la información completa.
—¿Sabes cuantos libros me ha obligado a leer? —me quejo y cruzo mis brazos haciendo un puchero. —Hay días que me duele la cabeza de tanta información.
—Me ayudas porque quieres —Angela me mira y me saca la lengua.
—Esperen —Edward detiene nuestra infantil pelea. — ¿Se dan cuenta de lo ridículo que suena esto? Vampiros con corazones latientes, brujas, hechizos, personas que son dobles ¡Nada de eso puede ser real!
—¿Eres tonto o te caíste de pequeño? —Rosalie le gruñe a su hermano. —¿No viste lo que Angela pudo hacer en la cafetería? ¿Acaso no peleaste con uno de esos humanos que tenían más fuerza que nosotros?
—Pues, si, pero... —trata de replicar.
—¡Pero nada! —grita de nuevo la rubia. —¡Deja tu estúpido mundo de antaño y date cuenta de lo que sucede frente a tus ojos! Hay un mundo allá afuera que nosotros no conocíamos y que podía ser un riesgo para nosotros.
Edward abre y cierra la boca un par de veces, pero ninguna palabra sale de su boca.
—Hay algo que aun no comprendo —dice Carlisle sacudiendo su cabeza para poner las ideas en orden. —Bella, ¿Cómo terminaron metidas en esto?
—En parte fue mi culpa —Angela baja la mirada, culpable. —Desde antes que mis poderes se manifestara, mi abuela comenzó a enseñarme de brujería y esas cosas. Cuando Bella llegó a Forks fue esa amiga que necesitaba para poder mostrar mi verdadero yo.
—Bella desde niña sabe de la existencia del mundo sobrenatural —Charlie les explica, su voz es tranquila.
—¿Ya habías conocido a más vampiros? —Esme pregunta con la boca abierta.
—Si —digo recelosa. —Eran originales los que conocí.
—Por eso no resulta sorprendente que Bella y Angela se atrajeran por su conexión con lo sobrenatural —Charlie desvía el tema antes de que me sigan preguntando de ese encuentro.
—Entonces nosotros no fuimos una sorpresa para ti —Esme ahora me sonríe de nuevo, como si se sintiera aliviada de saber eso.
—En realidad sí lo fueron —digo bajito. —Sabía que había algo diferente en ustedes, pero no creí que fueran vampiros, al menos no eran como los que yo conocía.
—Pero aun así te tomaste demasiado bien la noticia —Carlisle sonríe.
—En realidad nadie me dijo nada —miro de reojo a Edward. —Yo tuve que investigar. La noche en que fui a Port Angeles, me enteré de todo, de ustedes, de otra especies, de cómo se mueve este mundo.
—Debió ser aterrador —Carlisle me dice con pesar. Sí, él sabe que tan oscuro puede ser el mundo sobrenatural, él lo conoce.
—Bastante —acepto.
—Tú ya sabias lo que somos ¿verdad Charlie? —Esme lo mira. Mi padre se sonroja.
—Cuando llegaron aquí, yo tenía mis sospechas —se aclara la garganta. —Pero si, además de que su hijo me ayudo a confirmarlo.
Los dos vampiros miran duramente al cobrizo.
—¿Pero porque tú estás metida en esto, hija? —Esme me pregunta. —¿Solo porque sabes la existencia de todo esto, Klaus quiere hacerte daño?
—En realidad Klaus no me lastimaría... —todos me miran como si estuviera loca. —Lo que pasa es que, Elena, la dopelgänger que mencionó hace rato...
—Elena es prima de Bella —Charlie completa mi frase. Los Cullen abren la boca sorprendidos, pero nos miran con preocupación.
—Esta vez tu serias el efecto colateral de la situación — Jasper hace un gesto pensativo. — Klaus estaba consciente de que por nada del mundo mandarías sola a Angela para enfrentarse a todo esto. Si tú vas, puede usarte como carnada, no solo para atrapar a Elena, si no para atrapar y quizás asesinar a su hermano y a Da...
Alice tira del cabello de su marido para que guarde silencio. Yo lo estoy mirando con dagas en mis ojos para que deje de decir tantas idioteces delante de su familia.
—¿Qué hay del cadáver? —Carlisle mira hacia la cocina, se da cuenta de sus palabras y nos mira avergonzado. —Perdón, del hombre que está inconsciente.
—Va a despertar en unas horas —Alice asegura con una sonrisa. —Ya lo he visto, quizás si va a estar confundido, pero estará bien.
— Ustedes sabían de esto —Edward mira a su hermana y a Jasper. Ambos evitan hacer contacto visual. —Son los únicos que se han mantenido con la mente en blanco y sin hacer preguntas, más bien Jasper ha estado comentando cosas. ¿Sabían de todo lo que estaba pasando?
—Si, lo sabíamos —responde Jasper con la postura recta. —No dijimos nada porque lo que Angela y Bella necesitan, son aliados, no personas que les hagan la vida más complicada.
—¿Por qué no me dijiste nada? —Edward ahora se voltea a reclamarme a mí, sus ojos me dicen que se siente herido porque preferí confiar en sus hermanos en lugar de él.
—Porque cuando intenté hacerlo, te burlaste de mí —le respondo enderezando mi espalda y levantando la barbilla. —Crees que soy una estúpida y que puedes deslumbrarme y manipularme a tu antojo sin que yo me dé cuenta.
—Eso no es verdad —niega bajando la mirada. —Me preocupo por ti, si algo te llega a pasar.
—Ya me han pasado muchas cosas y no estuviste ahí —le digo con los dientes apretados.
Me pongo de pie, me acomodo para quedar de pie y enfrentándolo, aunque esté a unos metros de mí. Edward tiene sus manos en sus bolsillos, sus ojos dorados brillan con coraje y las comisuras de sus labios están levemente levantadas enseñando sus colmillos.
—¿Quieres que sea honesta? Bien, te diré la verdad aunque te cueste creerla; —levanto mi cabeza y trato de colocarme lo más erguida que mi estatura me lo permite. —A lo largo de mis pocos años de vida, he estado al borde de la muerte más veces de las que te puedas imaginar, me enfrenté a un mundo que no conocía siendo solo una niña, ahora hay un maldito psicópata haciéndonos la vida imposible a todos. Así que si alguna vez se te pasó por la cabeza pensar que me darías miedo, que saldría huyendo de ti y de tu familia, déjame decirte que estas equivocado, —doy otro paso cerca de él. —Eres lo más inocente y débil que he tenido enfrente.
—En segundos puedo dejarte sin una gota de sangre ¿Lo sabes? —gruñe.
—Si, lo sé —le digo carcajeándome. ¿De verdad cree que eso me va a dar miedo? Ternurita. —Sé cuántas ganas tienes de drenarme por completo, pero si lo vas a hacer solo por venganza por ocultarte un par de cosas para potegerte y a tu familia, te verás patético.
—Somos vampiros, Bella —se burla de nuevo. —No necesitamos la protección de una humana como tú.
Aprieto con fuera los puños de mis manos a los costados de mi cuerpo. Trato de mantener mi rostro en blanco y que no se dé cuenta de cuanto me han dolido sus palabras. La sala de la hermosa mansión Cullen, está en silencio, todos los presentes están esperando que alguno de los dos reaccione de alguna manera. Edward parece darse cuenta de su reacción pues su rostro se relaja y sus hombros bajan.
—Debiste confiar en mí —me dice con voz dolida.
No, no, y no. Está idiota si cree que voy a permitir que manipule así.
—También tú debiste confiar en mí —respondo en el mismo tono que él está usando conmigo.
—¿Es por lo de tu habitación? —pregunta apretando el puente de su nariz con un par de dedos de su mano. —Creí que eso ya lo habíamos superado.
—Pues no —golpeo el suelo con mi pie. —No me gusta que hayas revisado mis cosas, por el motivo que sea —digo levantando un dedo para callarlo en cuanto lo veo con la intención de replicar, —además, tampoco me gusta que lo uses en mi contra. Si tengo esas cosas ahí, es porque yo las quiero en ese maldito lugar. .
Él estaba listo para pelear y yo estaba lista para responder. ¿Esto acabará mal para alguno de nosotros? Tal vez. ¿Me importa? No realmente.
—¿Qué haremos con el cadáver? —Jasper pregunta interrumpiendo el juego de miradas que tenemos su hermano y yo.
Pongo todas mis fuerzas para enviarle la gratitud que siento por su repentino acto heroico de meterse en la conversación. No estaba de ánimos para una estúpida pelea con Edward. Hay cosas más importantes que eso.
—Esperar a que se despierte —Angela estira su cuello para ver al muerto sobre la mesa. —Si se despierta y se sigue comportando como un imbécil, pues lo matamos de nuevo.
—¿Y solo eso haremos? —Charlie pregunta con un matiz de histeria en su voz. —¿Ese es su plan? ¿Matarlo una y otra vez por siempre?
—No, el cuerpo de Alaric no durará para siempre, va a envejecer aun estando muerto —Angela pone los ojos en blanco, como si la explicación que acaba de dar fuera la más obvia del mundo.
—Solo estamos ganado tiempo para... —le digo insegura, —pues para pensar en alguna solución y poder crear un plan.
Si soy honesta, cuando se me ocurrió la idea de matarlo, no pensé en si va a funcionar o no, en realidad solo quería detenerlo. No tenemos un plan para más allá de cuando despierte.
—Elijah viene para acá —Alice da un pequeño salto en su asiento. La miro, sus ojos se están enfocando de nuevo después de la visión que acababa de tener.
—¿Vivo o muerto? —preguntamos Angela y yo.
—¿Cada que hablemos de alguien tendremos que preguntar eso? —Alice arruga la frente.
—Es por prevención —trato de sonreír. Alice toma una respiración profunda.
Malditos vampiros y su extraña manía de respirar aun cuando no lo necesitan.
—Pues, no sé si está realmente vivo —nos da una mirada. —Ya no está gris y lo veo conduciendo un auto.
—Bien, habrá que esperar a que llegue —recargo mi espalda en el cómodo sofá. —Solo espero que él tenga un plan, o que al menos se le ocurra alguno.
—¿Desde cuándo lo estás viendo? —Angela mira curiosa a la vampira con tamaño de duende.
—Desde que ustedes se fueron con él.
—¡¿Fue él quien las secuestró?! —Edward chilla en un tono muy agudo y poco normal.
—Corrección —pongo los ojos en blanco. —Nos pidió que lo acompañáramos y nosotras aceptamos.
—¿Quién le sacó la daga? —Angela pregunta. —Si está vivo es porque alguien le ayudó.
Alice no responde, pero veo como sus ojos se colocan sobre mí antes de volver a los de mi amiga. No tiene que decirme nada, ya se quien fue.
—Oh —Angela se cruza de brazos y también se acomoda contra el respaldo. —Entonces si funcionó.
—¿Esa fue tu idea de “refuerzos”? —le pregunto, —¿Lo llamé solo para que el idiota reviviera a Elijah? ¿Sabes lo que va a pasar si se dan cuenta de lo que pasó ese fin de semana?
—Si se dan cuenta… ¿Quiénes? —mi amiga se cruza de brazos.
—¡Todos! —chillo histérica. —Espera, espera, —busco con la mirada a la otra persona que me puede dar información. —¿Viene solo, verdad? ¿Ves a Elijah solo? ¿Hay alguien con él?
—Solo lo veo a él conduciendo un auto y el letrero que anuncia la entrada al pueblo —Alice se deja caer con gracia en el piso del lugar, sus ojos dorados nunca dejan de verme.
Pongo mi rostro entre mis manos. Maldición. Por favor que solo sea Elijah. Necesito que venga él solo o tendremos más problemas. ¡Tendré muchos problemas si ese imbécil viene con Elijah!
—Iré a la comisaría —anuncia mi padre. —Necesito saber que es lo que está pasando allá. ¿Estarán bien aquí?
—Sí, no te preocupes —hablo desde mi escondite.
—Yo también iré al hospital —la voz de Carlisle llega a mis oídos. —Cuando vuelva les diré que es lo que ha pasado con el resto de los estudiantes.
—Entonces, solo para estar seguros —levanto la cabeza por las palabras de Charlie. —El adorado profesor Saltzman lleva desde que su esposa murió con un diagnóstico de esquizofrenia.
—El profesor olvidó comprar sus medicamentos y hoy en la mañana tuvo una crisis —Carlisle continua con la historia ficticia, —como ya iba tarde y no quería llegar al hospital, el profesor hizo una mezcla poco favorecedora de medicamentos, lo que ocasionó que su crisis fuera el doble de peligrosa.
—Si, está loco —digo mirando de reojo al hombre muerto. —Una voz en su cabeza le estaba ordenando que nos asesinara.
—Eso no sería una mentira —sonríe Angela.
—Bien, esa será la historia oficial —Charlie sentencia, Carlisle asiente de acuerdo.
Despedidas colectivas e indicaciones breves es lo que se escucha mientras los dos hombres se marchan. El resto de nosotros nos quedamos al interior de la casa Cullen, envueltos en un ambiente que se siente hostil, traicionero y con olor a muerto que, deseo en mi interior, sea por el cuerpo de Alaric y no porque sea un presagio de algo que nos pasará a mi amiga o a mí.
—Deberían tomar un baño —Rosalie nos mira con una ceja levantada. —Se ven horrible.
—Tienes razón Rose —Esme dice. —Pueden subir y tomar todo lo que necesiten para darse una ducha —nos sonríe cariñosamente, Angela y yo dudamos en movernos. —Si algo sucede, les avisamos.
Su promesa suena esperanzadora.
—Vamos arriba —Alice llega a nuestro lado. Nos extiende una mano a cada una y tira de nuestros cuerpos para acompañarla por la enorme escalera a la segunda planta.
La casa tenía el mismo estilo por todos lados, una mezcla de lo moderno con lo antiguo, los colores son mezclas y todos de blanco que hacen que las obras de arte y los floreros costosos y muy antiguos resalten y le den un toque especial. La mayoría de las paredes tienen ventanales y cristales muy amplios que te permiten ver hacia el exterior y apreciar el bosque que rodea la casa.
— Esta no es la guarida de vampiros que había imaginado —Angela va como yo, observando cada detalle, su comentario hace que nuestra guía suelte una risa.
—Calabozos, calaveras, y ataúdes no son lo nuestro —responde la duende dando una grácil vuelta.
—Se te olvidan los ajos —le digo siguiendo su broma.
—Claro —sonríe de nuevo. —Pueden tomarse el tiempo que deseen, buscaré algo de ropa de su talla y se las dejaré lista para que se puedan cambiar —nos dice. —Dejaré ropa lista para que salgan y se puedan cambiar.
Nos detiene al lado de una puerta y la señala con su cabeza.
—Angela puedes tomar el baño de Esme, ahí hay todo lo necesario para que te duches, si algo no te gusta puedo cambiarlo.
Angela asiente y abre la puerta entrando al enorme cuarto de baño.
—Demonios, esto es más grande que toda la planta baja de mi casa —mi amiga dice emocionada mientras cierra la puerta detrás de ella.
—Bella, tú puedes ducharte en mi baño —tira de mi mano de nuevo, me conduce hasta el final del pasillo.
Abre la puerta de una habitación que parece bastante sencilla para pertenecer a Alice. Aunque los muebles son bastante clásicos y minimalistas, el espacio es grande y está lleno de detalles que gritan la personalidad de las dos personas que habitan este lugar. Alice me hace una señal para que la explore.
Puedo ver en sus ojos dorados cuanto le emociona que alguien conozca su habitación, y luego recuerdo la historia que me contó Edward sobre la vida de Alice. Ella nunca ha tenido amigas, ella nunca ha sido una adolescente normal. Nunca ha experimentado la sensación de mostrarle tus cosas a una amiga, tampoco ha tenido pijamadas, o noches de chicas, o cosas así.
Por eso le emociona que sea yo quien esté en su habitación.
—Tengo una pregunta —dice mientras abre las puertas de otra habitación. Claro, solamente Alice puede tener un vestidor propio en su habitación. —¿Ya sabes que dirás para justificar...?
Me mira, sus ojos se detienen unos segundos en mi rostro y en mis brazos que están descubiertos. Claro, las heridas que unas horas antes había en la piel de mi rostro, mi cuello y mis brazos y que ahora “mágicamente” ya han desaparecido por completo.
—No tengo idea de cómo justificar eso —le digo honestamente. —Supongo que diré que eran muy superficiales.
Ella asiente, y para mi suerte, deja el tema de lado.
—Ese es el baño —me señala otra puerta. —Tomate el tiempo que necesites, dejaré la ropa aquí sobre la cama —señala la enorme cama que está al medio de la habitación. —Si algo sucede, vendré por ustedes.
—Gracias Alice.
—Aun no me agradezcas —dice dándome una mirada que no supe interpretar. Sus frías manos se ponen en mi espalda y me empuja al interior del baño cerrando la puerta a mis espaldas.
Chapter Text
(Isabella POV)
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Después de la crisis existencial que tuve mientras me duchaba, y el ataque de nervios que me atacó mientras me vestían con la ropa que Alice mi había dejado en su habitación, me sentí lo suficiente valiente como para volver a bajar los escalones y enfrentarme de nuevo a la familia de vampiros que me esperaba.
—¿Tampoco te animas a bajar? —la voz de Angela interrumpe en la habitación, ya está vestida y su ropa grita “Alice” por todos lados, pero aun trae la toalla envuelta alrededor de su cabeza.
—No aun no —le digo desde mi lugar en el borde de la cama. —Esme dejó comida para ambas.
Su rostro se gira para ver el par de charolas con tazones humeantes y de un aroma delicioso.
—Eso si es sorprendente —dice.
—Aprendió hace una hora —le digo recordando las palabras de Esme. —Somos las primeras que la obligamos a usar la cocina.
Angela mira la puerta sorprendida, sonríe y se acerca a la mesa y se sienta a investigar a olerla e inspeccionarla. Yo me siento en la silla frente a la suya, pero no toco la comida.
—¿En qué nos metimos, Angela? —suspiro.
—En algo que estaba destinado a pasar —me responde. —Y aunque disfrutes de la deliciosa comida, o aunque hagas que Esme la ponga en la basura, va a pasar lo que tiene que pasar.
Suelto un bufido.
—Ahora, come conmigo antes de que se enfrié —estira su mano con una cuchara en ella. Se la quito de entre los dedos y tomo uno de los tazones.
Mientras comemos, ambas nos sumimos en una conversación que incluye varios temas, algunos son sin importancia, pero de vez en cuando alguna mencionaba algo relacionado a Nicklaus.
No se cuánto tiempo pasó, pero cuando terminamos de comer, Alice apareció de nuevo en la habitación y se encargó de llevarse todos las cosas sucias para darnos más tiempo de terminar de lucir presentables. Creo que ya sospechaba que necesitábamos más tiempo para prepararnos para enfrentar a lo siguiente que venía. Necesitábamos prepararnos para enfrentarnos a una nueva realidad donde los Cullen son parte del plan.
Un escalofrió recorrió mi cuerpo cuando alcancé a Angela en el último escalón algún tiempo después. Los vampiros estaban tan inmóviles que parecían estatuas de mármol decorando la enorme sala de estar de la casa. Si no es porque, en la mesa de madera que estaba en el medio faltaban las tres tazas donde Esme nos había dado la infusión, hubiera pensado que habían pasado solo segundos y no el par de horas que nos habíamos tardado arriba.
Ahora que lo pienso, es muy probable que, a esa infusión que tan amable e insistentemente nos habían ofrecido, Carlisle hubiera puesto un par de medicamentos para tranquilizarnos y por eso mi percepción del tiempo ha estado fallando.
Disimulo los movimientos de mi cabeza para seguir inspeccionando la casa. Desde donde estoy no tengo una vista completa al área donde se encuentra la cocina, el comedor y la sala de estar, pero si alcanzo a ver que el cadáver de Alaric no se ha movido. Eso es buena señal. Creo.
—La sangre en su ropa les daba un mejor aroma —mi cabeza se levanta como si tuviera un resorte en el cuello.
La figura elegante, erguida y sonriente de Elijah aparece en el marco de la entrada a la sala de estar de la casa Cullen, detrás de él, Charlie luciendo más relajado y a su lado Carlisle quien tiene una mirada de preocupación.
—¿Quién eres tú? —Edward pregunta desde su lugar cerca de la ventana. Sus ojos dorados entrecerrados mirando con demasiada atención al nuevo invitado.
—Nos acabamos de duchar —Angela se queja ignorando al cobrizo. —Eso no es muy caballeroso de tu parte.
—No lo digo por eso —aclara. —El aroma en su ropa es... —hace una mueca de disgusto.
El aroma de los Cullen es muy peculiar, al inicio había podido identificar el aroma a frio, es como si tu nariz estuviera metida en una montaña de nieve o cerca de varios cubos de hielo. Pero cuando volví del viaje exprés a Mystic Falls, puede percibir un aroma nuevo, creí que era alguna especie de perfume que se ponía Alice para camuflajear el aroma a hielo, pero luego confirmé que no, que todos los fríos que rondaban a mi alrededor olían de la misma manera, como un algodón de azúcar, uno muy congelado.
Ahora que Elijah llegó y me confirmó que no soy la única que percibe ese aroma, sé que es algo característico de esta raza de vampiros.
—Es lo que hay —le digo mirando hacia otro lado, no quiero dar más explicaciones.
—Hola, Isabella —sonríe cálidamente, —Angela.
— ¿Lo conoces? —Edward de nuevo pregunta, pero de nuevo es ignorado.
—No me hables —le respondo a Elijah. —Estoy molesta contigo.
—Al que apuñalaste fue a mí —se burla, — ¿y tú eres la que está molesta?
— ¡¿Lo apuñalaste?! —Edward grita y se acerca unos pasos en mi dirección. Jasper se pone delante de él y lo detiene, yo lo ignoro de nuevo.
— ¿Crees que después de eso me fui de fiesta? —me cruzo de brazos.
—Si —dice levantando una ceja. —Y dicen que la fiesta de esa noche en el Grill fue de las mejores en muchos siglos.
—Bueno, sí, si nos fuimos de fiesta —tartamudeo, —pero fue para conseguir información. —Elijah frunce los labios. — Después de eso fue como una pesadilla.
—Sí, lo siento por eso —nos mira a ambas, una de sus manos se pone en su pecho como un gesto de disculpa. —No era parte del plan.
—Casi muero, Elijah —le digo. Escucho el jadeo colectivo de los Cullen.
— ¿¡Qué tú qué cosa?! —Edward empuja a Jasper y se acerca aún más a mí. — ¿Cuándo fue eso? ¿Por qué? —Apunta a Elijah, — ¿Fue su culpa?
No hago ningún esfuerzo para explicarle. Elijah tiene una ceja levantada en su rostro y sus labios murmuran un “Te lo dije” haciendo referencia a la conversación que tuvimos sobre Edward y su deseo de mi sangre.
—Elijah —le digo sacudiendo mi cabeza, —si eso no hubiera funcionado...
—Pero lo hizo —me mira, en sus ojos puedo ver la orden silenciosa de que guarde silencio. —Angela hizo un muy buen trabajo, y ahora tenemos otros problemas.
—Cierto —Charlie entra en acción, empuja levemente a Elijah para hacerlo que entre totalmente a la sala. Los Cullen dan un paso hacia atrás.
—Familia, él es Elijah Mikaelson —Carlisle se coloca a su lado para hacer las presentaciones necesarias. —Es también un original, y es hermano de Nicklaus —Elijah lo mira con los ojos entrecerrados analizándolo, Carlisle no se inmuta y sigue con las presentaciones. —Ellos son mi familia...
Nombra de uno en uno, mientras ellos hacen una sonrisa, un gesto, o una mueca conforme son nombrados. No sé si es casual o intencional, pero Edward es el último al que presenta.
—Hasta yo puedo sentirlo —Elijah se gira en mi dirección con una sonrisa forzada.
—Imagina lidiar con eso a diario —Jasper comenta mirando a su hermano cobrizo y a mí.
—Claro, eres empático —Elijah inclina su cabeza, —puedes sentir su sed como tuya.
Nunca me había puesto a pensar en la magnitud de la sed de Edward por si sangre, tampoco en cómo afectaría eso a su familia, o al menos a Jasper que es el que siente sus emociones. Por eso en la escuela se mantiene lejos de Edward, porque es su sed la que le afecta, no porque de verdad yo huela apetecible para el rubio. Ahora que Angela les puso el extraño “velo” para bloquearlos de Edward, Jasper se ha visto más relajado a su alrededor, supongo que ayuda con el problema de la sed.
Edward tiene la frente arrugada y aun mira fijamente al hombre vestido en un traje elegante que se pasea por el interior de su sala. Pero, por supuesto, Elijah no le toma importancia.
—Es un placer tenerte aquí, Elijah —Carlisle mira al hombre. — Puedo preguntar, ¿A qué debemos la visita?
—Bueno, es más que obvio que necesitan mi ayuda —le sonríe el hombre. —Además, me enteré de los problemas que hay aquí y luego su relación de los problemas en Mystic y quise venir.
—¿Qué pasó allá? —salto asustada.
—Detalles mínimos —responde en original. —Ustedes se llevaron la peor parte.
—Vaya suerte la nuestra —Angela dice mientras camina y deja caer su cuerpo en el escalón que da la bienvenida al nivel de la sala de estar de la casa Cullen. Yo me quedo de pie junto a ella, apoyada en el marco de la pared divisora.
Ahora estamos de nuevo todos en esa sala como si fuera una sala de reuniones. Incluido Elijah que ha aceptado la invitación silenciosa de sentarse en el sofá con Charlie a su lado, de nuevo todos tenemos acceso a una vista de distintos ángulos del cadáver en la mesa.
—Por cierto, Isabella —Elijah llama mi atención. —Te traje algo especial.
Se inclina hacia sus pies dejándome ver por primera vez desde que llegó una mochila con apariencia de maletín que hay pegada a su pierna. La abre con cuidado y mete la mano.
—Tómalo como una ofrenda de paz por el pequeño error que te llevó a esa situación tan desagradable —Elijah suelta un suspiro con su clásica elegancia para hacer todo.
Gracias vampiro arrogante y con porte de caballero inglés del siglo antepasado, gracias por recordarme las desgracias que me ocurrieron en ese jodido lugar del demonio.
—Además —una de sus manos se levanta y saca de su mochila una bolsa de plástico negro, —espero que esto mejore tu ánimo y te ayude a controlar esos arranques de emociones que has tenido. O al menos espero que te ayude a comprender las razones de tu comportamiento.
Se levanta y lanza la bolsa en mi dirección, mi cuerpo actúa instintivamente, levanto las manos y me estiro para tomarla en el aire antes de que caiga al piso.
—¡¿Que mierda es eso?! —grito lanzando de nuevo la bolsa. Con mi grito, todos los Cullen se pusieron de pie y rodearon la bolsa, Edward incluso cruzó la sala y se colocó delante de Angela y de mi cuerpo.
Charlie, Elijah y Alice son los únicos que mantuvieron su lugar. Jasper da unas miradas a todos, y cierra los ojos mientras su cuerpo se relaja, acto seguido el resto de nosotros bajamos la guardia. Mi cuerpo hace el esfuerzo de rodear el de Edward para acercarme.
—No, no te acerques —su mano rodea mi cintura manteniéndome detrás de él.
—Tranquilo Romeo —Elijah se ríe. —No es peligroso.
—No te creo —Edward le gruñe.
—No es peligroso —repite Elijah. —Al menos no para ella.
Eso llama mi atención y por supuesto que el original sabía que eso aumentaría mi curiosidad de alcanzar esa bolsa.
Mi mano toma el brazo de Edward que se mantiene en mi cintura, le doy un par de golpecitos tratando de que me suelte.
—Tranquilo —le digo, —dudo mucho que sea una bomba o algo similar.
Edward gira su cabeza y me mira. Se debate un par de segundos sobre lo que es correcto a ser, pero al final se rinde y me suelta alejándose en dirección al comedor, pero aun manteniendo sus ojos fijos en el bulto que está sobre el suelo.
Muevo mis piernas lentamente para acercarme al bulto, me arrodillo y con mis ojos examino la bolsa, No hay movimiento, no hay ningún aroma, tampoco hay ningún líquido extraño que salga de ella. Mi mano se estira para moverlo.
—No lo saques —Edward está en cuclillas a mi lado, su mano helada está sobre mi muñeca, deteniendo mis movimientos. Sus ojos están puestos fijamente sobre la figura de Elijah. —No confió en él, no sé porque está aquí, pero esa cosa no puede ser nada bueno.
—Edward... —Carlisle trata de negociar con él.
—No, dijiste que él es hermano de Klaus —le acusa. —¿No es casualidad que esté aquí mientras todo esto está sucediendo?
Elijah se recorre hacia adelante aun en el sofá, se inclina al frente colocando sus codos en sus rodillas y sus ojos miran divertidos a Edward.
—Se supone que tú lees mentes, ¿Por qué no lees la mía y me dices que estoy tramando?
Edward aprieta la mandíbula y los puños de sus manos, eso incluye la que está rodeando mi muñeca.
—Cierto, no puedes —Elijah se ríe alegremente. —Lo que yo haga o no, no es asunto tuyo.
—Lo es si la involucra a ella —le responde Edward inclinando su cabeza en mi dirección.
—Pero eres el que más la ha lastimado —Elijah regresa su espalda a su lugar y se encoje de hombros. —Como ahora, si sigues apretando, tendremos que llevarla a un hospital a que le reconstruyan la muñeca.
Eso parece hacer reaccionar al cobrizo, mira nuestras manos y me suelta como si le quemara. El lugar donde su mano estaba apretando, está de un color aún más pálido que el resto de mi piel y puedo sentir la sangre que lucha por volver a viajar por las venas de esa zona.
—Bella, ¿estás bien? —Carlisle da un par de pasos cerca de mí, en su voz hay demasiada preocupación. —Déjame revisarte.
Mi mano se abre y se cierra un par de veces, si me molesta, pero no es nada que me impida moverme.
—Estoy bien, gracias —le respondo mirando de reojo al cobrizo. —Ahora veré que hay aquí dentro.
Señalo la bolsa, Carlisle no dice nada, pero sé que estará examinando con atención el comportamiento de mi muñeca y de mi mano para descartar algún problema.
Con esa misma mano que ya estaba por llegar a su meta, doy un par de empujones y golpes a la bolsa. Sí, está blando y suave, pero no hay señales de que se mueva o de que sea algo peligroso. Ahora mismo solo se me ocurre que puede ser un peluche, o alguna parte del cuerpo de alguien al que Elijah tuvo que inyectarle demasiados sedantes para que no se mueva, y quizás envolverlo en alguna tela para que no se desangre.
Espero que no sea la mano o la pierna de alguien, no quiero vomitarle a Esme el elegante azulejo que hay por todo el piso.
—¿Confías en mí? —Elijah me pregunta con tranquilidad
—Si —respondo segura y sin dudar.
Con ayuda de mi otra mano, deshago el nudo que trae la bolsa y la giro con un movimiento rápido para vaciar el contenido. Del interior, cae con un golpe seco, una bola negra de... algo.
—¿Qué es eso? —Charlie pregunta.
De nuevo con mis manos, lo muevo y lo acomodo hasta que puedo estar segura o al menos sentirme segura de que la manera en la que lo acomodé es la correcta.
—¿Es...? —miro sorprendida a Elijah. El resto de los presentes tienen la misma sorpresa y confusión que yo.
— No te preocupes —Elijah rueda los ojos, —me aseguré de dejarlo vivo, bueno quizás lo dejé más idiota de lo que ya estaba, pero está vivo.
—¡¿Vivo?! —pregunto de nuevo mirándolo con horror.
—Sí, vivo —el original se recuesta contra el respaldo del sofá de color gris. —Resulta que en el avión no está permitido subirlo, así que tuve que sedarlo para que la azafata no lo arrojara por la puerta.
Mis dedos forman una pinza y levanto al nuevo visitante de esta casa. Hago una mueca de disgusto.
—¿Qué no debería ser un reglo para Angela? —le digo sin despegar mis ojos de la cosa a medio vivir. —Ella si usa gallinas negras.
—Si no lo quieres, dáselo —Elijah da un golpecito en su pierna. —Angela lo puede sacrificar.
Angela sacude su cabeza negando. Su rostro está haciendo también una mueca de asco.
La cosa se mueve de repente, haciendo que todos nosotros saltemos por la sorpresa, mis manos lo vuelven a lanzar lejos de mí. Elijah suelta un par de risas por nuestra reacción, pero mantiene su mirada atenta en la escena frente a él. La cosa sigue moviéndose por un rato, luchando por ser él mismo quien acomode las extremidades de su cuerpo, finalmente se detiene cuando lo consigue y no desaprovecha la oportunidad de darnos una mirada fulminante a todos.
Si, definitivamente es un animal y como dijo el vampiro, es un animal que está muy vivo.
—¿Yo para que lo quiero? —le pregunto a Elijah haciendo una mueca de disgusto.
No es que me den asco los animales, tampoco los detesto, es solo que soy muy mala cuidándolos. Eso puede ser confirmado por los dos peces que Renée insistió en comprar cuando era una niña, los pobres eran muy bonitos, pero los maté de hambre.
¿Qué se supone que yo haga con un animal medio drogado y que no puede mantenerse sobre sus patas?
El cuervo de color negro se tambalea aun en el suelo, su cabeza va de un lado a otro analizando a las personas que lo rodeamos, cuando se encuentra frente a Elijah, hace un esfuerzo por mantenerse estable sobre sus patas, levanta sus dos alas y comienza a sacudirlas en el aire mientras que de su pico salían sonidos muy desafinado e histéricos como para los de su especie.
—Sí, lo que digas —Elijah pone los ojos en blancos. El cuervo vuelve a hacer los sonidos histéricos. —Si no fueras un idiota, no te hubiera hecho eso.
—¿También está poseído? —Charlie le pregunta a mi amiga haciendo un esfuerzo por no interrumpir la peculiar conversación que sus ojos están viendo. Angela niega sin despegar los ojos del animal, ella tiene una mueca en su rostro que no logro identificar.
—Oye, a partir de aquí no eres mi problema —Elijah levanta sus manos mostrándole sus palmas.
El cuervo se gira dándole la espalda al original. Luego… ¿camina hacia mí? De nuevo comienza a retorcerse y apuntar a todos lados con sus alas mientras se sigue acercando a mí. Una mano fría se coloca en mi abdomen y de la nada me veo flotando en el aire contra algo que parece muro muy helado en mi espalda. Giro mi cabeza hacia atrás para descubrir quién me levantó del suelo.
—Angela, ¿segura que la gallina no está poseída? —la voz de Edward suena junto a mi oído. Es él quien me tiene contra su cuerpo a un metro del animal que de repente se quedó quieto y que ahora luce ofendido.
—No es una gallina —Angela suspira. —Poseída… no lo sé. No creo.
El animal rueda los ojos, hace el gesto con tal lentitud que pareciera que de verdad hay algún demonio en su interior.
—¿Es peligroso? —pregunta de nuevo.
—Para Isabella, no —Elijah responde con voz cansada. —Para ti… —le da una mirada al cobrizo, luego sus labios forman una sonrisa burlona, —sí, para ti si puede serlo.
El cuervo se gira y sacude su pequeña cabeza como si estuviera de acuerdo con el original.
—Estaré bien —le aseguro a Edward.
—No, esto no está bien —dice cortante. —No sabemos que es realmente esa cosa o de lo que es capaz.
El cuervo regresa su cabeza hacia nosotros, su cuello se estira asegurándose de que tenga una vista completa de Edward que aún sigue detrás de mí, lo mira de arriba hasta abajo, pareciera que en esa pequeña cabeza, justo arriba de sus ojos, un par de cejas se juntaran para dar la apariencia de que está molesto por algo.
¿Está haciendo una mueca de asco? ¿Es fastidio acaso? Ese pequeño rostro cubierto de pequeñas plumas negras es muy expresivo, incluso más de lo que puede serlo cualquier animal que he conocido. Quizás ya estoy loca y soy la única que puede notar la mueca de asco que acaba de hacer.
Un momento, yo he visto ese gesto antes.
Sacudo mi cuerpo y de un manotazo alejo el brazo de Edward, camino dos pasos y me arrodillo quedando lo más cerca que puedo del pequeño animal. Mis ojos recorren cada pequeño detalle su cuerpo, deteniéndome en sus ojos azules.
¿Desde cuándo los cuervos tienen los ojos azules?
El animal me mira con él pecho inflado, como si estuviera muy orgulloso de tener mi atención, en sus grandes ojos azules hay un sentimiento que no puedo distinguir, ¿felicidad? ¿Diversión? ¿Molestia? ¿Desesperación, acaso? No lo sé, pero si estoy segura que esa mirada ya la he visto antes. Al igual que esa extraña sonrisa entre coqueta y burlona que me está dando.
Me doblo lo más que mis articulaciones me lo permiten y me concentro en analizar al animal a fondo. La posición en la que está parado es imponente pero a la vez muy relajada, sus plumas son de un color negro azabache pero con reflejos en un color azul eléctrico. Sus ojos, son mi problema, esos ojos ya los he visto antes, ese color de azul ha sido mi perdición estos últimos días.
Hecho mi cuerpo para atrás, alejándome de él.
—Ahora si es oficial —digo sonriendo. —Me estoy volviendo loca.
Dejo caer mi cuerpo a un costado de mis piernas, me giro y colocó mis codos sobre mis rodillas que han quedado elevadas del suelo, además que pongo mi rostro entre mis manos frotándolo con fuerza.
Necesito volver a la realidad, tanta magia y cosas sobrenaturales van a terminar con mi cordura.
Un picotazo en mi pierna me sobresalta. El cuervo obeso por su tamaño poco común está golpeando mi pierna con su pico.
—Ouch —me quejó sobando el espacio de mi pierna que acaba de ser atacada por un animal poseído. —¡Me duele!
El cuervo de nuevo picotea mi pierna.
—¡Me duele, idiota! —con mi mano lo aparto de mí y lo lanzó hasta el otro lado de la sala.
El pobre animal que aún trae el efecto de lo que sea que Elijah le dio, rebota un par de veces contra el costoso azulejo antes de poder detenerse y colocarse sobre sus patas.
Su mirada se posa de nuevo en mí, camina por el espacio que hay libre entre nosotros mientras de nuevo se retuerce mientras sus alas comienzan a apuntar a todas direcciones. Su pico se abre y se cierra varias veces como si se estuviera quejando mientras que de su garganta vuelven a salir esos sonidos agudos y aterradores.
—Oye, ¡oye! —le grito tratando de detener su histeria. —Relájate.
Por suerte se detiene, su pecho sube y baja por el esfuerzo que le costó hacer todo ese drama.
—Yo no hablo... cuervoñol… o lo que sea que tú hables —frunzo mi rostro. —No entiendo lo que estás diciendo.
El cuervo rueda los ojos.
Maldito animal loco. Primero está comportándose muy amigable y luego estalla en histeria. ¿Qué demonios le dio Elijah? ¿Acaso está delirando? ¿Lo envenenó?
Ahora me siento preocupada de tener otro cadáver en esta casa. Mis manos se acercan a su cuerpo tratando de alcanzarlo para poder darle una examinada en busca de… algo. ¿Carlisle sabrá curar animales?
Antes de que pueda tocarlo, el animal se tuerce y me da otro picotazo en mi mano.
—¡No hagas eso! —le digo molesta mientras mi cuerpo reacciona a golpearlo. Su cabeza se giró por la fuera del impacto, pero cuando se regresa a su lugar original, vuelve a soltar horribles sonidos y se sigue moviendo. —¿Me estas reclamando?
El asiente.
—¿Y por qué? —me cruzo de brazos. De nuevo el efecto de que levanta una de sus cejas invisibles. —Pues no, no tengo idea de porque me tratas así.
De nuevo sale de su garganta ese chillido. Sus alas se mueven de nuevo, es como si esas fueran sus manos y tratara de hacer gestos para que entienda lo que me está diciendo. Se golpea la cabeza, la sacude, sus alas se colocan dobladas en una cintura invisible. Luego parece como si estuviera bailando, salta un par de veces, da unas vueltas y se deja caer en el suelo. ¿Saca la lengua?
Mientras lo observo con mi mejor cara de concentración mientras él sigue actuando y despotricando en mi contra con ese tedioso graznido, mi cabeza está analizando la situación.
¿Qué tan loca me veré por estarme pelando con un animal? En primer lugar, ¿Qué tan loca debo estar como para estar en una casa llena de vampiros y una bruja observándome mientras tengo una conversación con un animal?
¿La respuesta?
El día de mañana voy a despertar como una interna en un hospital psiquiátrico.
Mi cabeza se mueve afirmando o negando a lo que sea que el animal está diciendo, a veces digo uno que otro comentario al que él responde haciendo más gestos.
Después de algunos minutos, mis dientes tienen mi labio inferior tan apretado que no dudaría en que ya esté sangrando, pero si lo libero pueden pasar dos cosas, la primera es que un vampiro me atacaría para beber mi sangre, y la segunda es que, si lo suelto, voy a soltar una carcajada tras otra hasta que me duela el estómago de la risa.
Doy una mirada a mí alrededor. Edward y Rosalie tienen una mirada de disgusto, Carlisle, Esme y Charlie me miran con preocupación, Alice, Jasper, Angela y Elijah están al borde de un ataque de risa, al igual que yo. Finalmente Jasper no puede evitarlo, se tira contra el sofá donde ha estado sentado, mientras su estómago sube y baja por la risa. Alice está igual que su esposo, retorciéndose y sosteniéndose al borde del mueble. Elijah y Angela no se quedan atrás, ambos se doblan por el ataque de risa que sufren.
El cuervo detiene sus gestos y sonidos. Les da una mirada, y coloca una punta de su ala en su pecho. No necesito hablar su idioma para entenderlo, está indignado porque se están burlando de él. Eso hace que yo pierda la batalla y que mis labios formen una sonrisa que más tarde se convierte en una carcajada que trato de ocultar con una tos muy falsa.
El lindo animalito se gira hacia Jasper que aún tiene su boca tapada para disimular la risa que sigue sacudiendo su cuerpo, extiende su ala que parece que está formando un puño y la sacude en dirección al vampiro rubio
—¡Tranquilo soldado! —le dice Jasper fingiendo una voz seria, pero sus risas lo siguen traicionado. —Hay que respetar a sus superiores.
De nuevo, el cuervo rueda los ojos y abre nuevamente su pico, forzando a su garganta a que haga otra vez los graznidos horripilantes mientras da pequeños saltos en dirección al rubio vampiro. La risa sale de mis labios de nuevo al ver la escena. El cuello del cuervo se tuerce en mi dirección.
Un borrón de color negro se aproxima a mí a una velocidad que le cuesta a mis ojos detectar. A mi cuerpo le llueven un sinfín de picotazos y tirones a mi cabello.
—¡Basta! —le digo sacudiendo una de mis manos en el aire para alejarlo de mí, pero el sigue atacándome por el suelo, por el aire y por todos los lados que puede.
Escucho un par de risas, pero me es imposible darme cuenta de a quién pertenecen.
—¡Es suficiente! —la voz de Edward llega a mis oídos.
Los picoteos se detienen al igual que las risas. Levanto mi cabeza y a través de la maraña de cabellos que hay en mi rostro y me permito observarlo, su mandíbula está tensa, las aletas de su nariz están ligeramente dilatadas, sus ojos están oscuros de los bordes de sus pupilas, y su frente está arrugada. Con un movimiento se coloca de cuclillas frente a mí, con su mano helada acomoda mi cabello, los bordes de mi blusa y del suéter que se han desacomodado.
—Te dije que podía ser peligroso —su voz es un tono más bajo de lo usual, mientras habla puedo ver el borde de sus dientes. Con su mirada le lanza dagas al cuervo que lo mira con la cabeza de lado. —Te lastimó.
Mis dedos acarician mi rostro, se siente un poco de humedad en él. Cuando concentro mi mirada en mis dedos, veo las pequeñas manchas de sangre en ellas. Por eso estaba tenso. Miro fugazmente a Jasper, su atención está totalmente en su hermano, conteniéndolo, ¿quizás?
—No es nada —digo secamente.
Me pongo de pie y rodeo el cuerpo de Edward para acercarme de la cocina. Puedo sentir la mirada de todos en mi espalda, pero no les pongo atención, mi prioridad es limpiarme la sangre antes de que suceda algo que me involucre y a los vampiros.
Rodeo el cuerpo de Alaric que sigue en la misma posición sobre la mesa del comedor, y me acerco hasta la llave del fregador para tomar una toalla de papel y humedecerla con un poco de agua. Aun de espaldas a mi público, me limpio con desesperación las gotas de sangre del rostro.
El cuervo aparece delante de mí sobre la encimera de la cocina. Ya no está esa pequeña sonrisa burlona que ha mantenido todo este tiempo, ahora su rostro es de concentración y sus ojos me observan con detenimiento. Sigo con mi tarea de limpiar mi rosto, por supuesto que, en pocos segundos, la sangre y las pequeñas heridas de mi rostro ya han desaparecido. El cuervo ahora me mira sorprendido.
—Ya va a despertar —Alice salta y apunta al cadáver que tengo en la mesa a mis espaldas.
Extiendo mi mano hacia el fregador, cuando consigo mi objetivo, me giro para enfrentar al muerto. Su piel ya está de un color más cálido por la circulación de la sangre en sus venas, su cabello tiene brillo de nuevo y su pecho sube y baja tomando respiraciones tranquilas.
—¿Qué estás haciendo? —Angela me mira asombrada.
Todos se han acercado al comedor formando una barrera para evitar que el cadáver salga huyendo por la puerta. Angela es la única que se coloca a mi lado. Elijah y Charlie se colocan del mismo lado que yo en la cocina, pero recostados contra la esquina más alejada de la cocina, en caso de que Alaric se levante, seria a los últimos que verá por lo que tenemos más oportunidad de controlar la situación si es que se descontrola.
Además, son los únicos que podrían bloquear la enorme ventana que hay sobre la encimera de la cocina. Si yo fuera Klaus, también me lanzaba por aquí para evitar a los Cullen.
—Es por si acaso —levanto el sartén de metal que he tomado del fregadero. Lo colocó a un lado de mi cabeza tomando el mango con ambas manos, como si fuera un bate de Baseball.
—¿Estas pidiendo permiso o estas avisando? —Angela me mira divertida.
—Estoy avisando para que nadie me detenga —les doy una mirada rápida a todos. —A la primera idiotez que diga, lo voy a golpear.
—Es bueno no arriesgarse —sonríe Jasper.
Todos nos quedamos con la mirada fija en el cadáver. Alaric toma una gran bocarada de aire y abre los ojos de golpe. Mis manos se aprietan alrededor del mango del sartén, lista para moverlo y estrellarlo en la cabeza del castaño si es necesario. Alaric hace un enorme esfuerzo por sentarse aun sobre la mesa, sus ojos aun luchan por abrirse y sus quejidos y muecas son un claro aviso de que algo le paso. Volver de la muerte ya era algo complicado y doloroso, hay que añadirle que Rick tiene que lidiar además con varias heridas y golpes en su cuerpo.
—¿Qué demonios? —pregunta cuando logra abrir los ojos. Lo primero que enfoca su mirada es a mi amiga, —¿Angela?
—Hola Rick —medio sonríe la nombrada, aun insegura de con quien está hablando realmente. Alaric le da una mirada confundida. Los ojos de Angela se mueven hacia mí, eso alerta a Rick y hace que su cuello se gire desviando su mirada a mí.
—¿Isabella? —sus hombros se relajan al verme.
—Hey —le doy un gesto con mi cabeza. Bajo con cuidado mis manos que aún tienen el sartén, no lo quiero soltar, pero no quiero que Rick se sienta amenazado. Suponiendo que sí es él.
—¿Dónde estoy? —Pregunta paseando sus ojos por mi alrededor, — ¿Qué fue lo que pasó?
—¿Qué fue lo último que recuerdas? —le pregunto con los ojos entrecerrados.
—Estaba saliendo de mi casa, caminando hacia mi auto. Iba a conducir hasta el campus para hablar con Jenna sobre lo que pasó —baja su cabeza sacudiéndola como si eso aclarara su mente. —Algo me golpeo y —señala la cocina, —desperté aquí.
—¿No recuerdas nada más? —Angela se acerca a él, analizándolo de arriba hasta abajo, buscando algo que le diga que está fingiendo.
—No —Rick dice seguro. —¿Por qué me duele todo el cuerpo? ¿Qué pasó?
Miro a Jasper en busca de respuestas, solo él puede decirnos si el comportamiento y las emociones de Alaric son genuinas.
—Sí, está confundido de verdad —Jasper lo mira con ojos entrecerrados.
—¿Quiénes son ustedes? —Alaric se mueve con delicadeza deslizándose por la mesa en la dirección contraria a la de los Cullen.
—Son la familia Cullen —le digo. —Mis amigos.
Alaric me mira. —Pero, son... —se interrumpe.
—Eso no es lo importante ahora —atraigo de nuevo su atención.
—Entonces, ¿qué fue lo que paso?
—Klaus te estaba usando —Angela le responde. —Por eso no recuerdas nada, él trajo tu cuerpo aquí y te usó para atacarnos.
Alaric parpadea un par de veces mientras analiza las palabras que acaba de escuchar.
—Tuvimos que golpearte unas cuantas veces —le digo poniendo mi mejor cara de culpabilidad y disculpa a la vez.
—Eso explica el dolor —sus manos recorren su cuerpo tratando de encontrar las zonas donde más le duele.
—Quizás yo pueda ayudar con eso —Carlisle da unos pasos para acercarse, aunque trata de parecer amigable, es cuidadoso mientras se acerca.
—Él es Carlisle, es doctor —explico a Rick.
—Iré a traerte unos analgésicos —Carlisle le sonríe.
Desaparece por la escalera bajo la atenta mirada del recién vuelto a la vida.
—Esto es increíble —murmura Rick. Angela asiente.
Alaric se mueve mientras Angela quita un par de sillas para que pueda bajar de la mesa. Cuando sus piernas están firmes en el suelo, se gira para formar parte del extraño círculo que hemos formado en su camilla improvisada. Es cuando se da cuenta por primera vez de la presencia de los otros dos hombres
—Hola Rick —mi padre llama su atención. —Es un placer verte después de tantos años.
—Charlie —Rick le sonríe pero aún hay consternación en su rostro por todas las emociones que está viviendo. —Si, es bueno verte.
—Me alegra que el acento británico en tu voz haya quedado atrás —Charlie se burla mientras se acerca a la mesa, mueve una de las sillas y se acomoda en ella.
—¿Gracias? —Alaric pregunta levantando una ceja.
—De nada —Charlie se ríe.
—¿Cómo te sientes, Alaric? —Elijah pregunta desde su lugar en la esquina.
—¿Qué no estabas muerto? —Alaric apunta acusadoramente al original.
—Sí —Elijah dice con soltura, —lo estaba.
—¿Cómo llegó aquí? —me pregunta el castaño aun apuntando con su dedo a Elijah.
—Igual que tú —me encojo de hombros. —En avión.
—Pero, pero... —tartamudea, —¿Quién lo despertó? ¿Por qué lo revivieron?
—Nosotras no —Angela y yo respondemos a la vez.
Alaric nos mira, parece que no está muy convencido. Puedo entenderlo, de repente aparezco yo, muy apegada al original, luego, resulta que soy yo quien lo apuñala y evita que un brujo le saque la daga, pero ahora Elijah está a aquí justo cuando Rick acaba de despertar de una muerte extraña.
El pequeño cuervo, que ha estado oculto detrás de mí cuerpo, aletea y se coloca sobre mi hombro. Ese movimiento llama la atención del castaño.
—¿Damon? —pregunta. Mi cuerpo se congela al escuchar las palabras. Mi cuello se tuerce para mirar al animal en mi hombro, el pajarraco está subiendo y bajando su cabeza como si asintiera.
Maldición, entonces no estoy tan loca.
—¿Damon? —pregunta Edward pasando su mirada de Rick a mí. Sé que está recordando que ya ha escuchado ese nombre antes.
Mierda, voy a tener muchos problemas.
—¡Que buen nombre! —pego un salto mientras grito para evitar una catástrofe.
Angela tose fingidamente, cubre su boda con el puño de su mano, aunque aún se puede ver sus labios elevados por una sonrisa. Alaric me mira confundido, su boca se abre para hablar de nuevo y aclararme a lo que se refiere, pero no pienso permitirlo.
—¡Si que parece un demonio! —digo mirando de reojo al idiota que sigue sobre mi hombro. —Gracias Rick, ¿Cómo sabias que necesitábamos ponerle un nombre?
—Pues, en realidad yo no —trata de volver a hablar, pero Carlisle aparece de nuevo en el lugar sosteniendo en su mano un frasco.
—Esto te ayudará —Carlisle se coloca frente a él, abre el frasco y saca dos píldoras. Angela se mueve y sirve un vaso con agua para pasárselo al castaño.
Alaric me mira, inseguro si debe tomar el medicamento, pero yo asiento, animándolo a que lo haga. Finalmente toma las píldoras y bebe el agua.
—¿Necesitas también algo para el dolor, Bella? —Carlisle me pregunta, su mano me ofrece el frasco con píldoras.
—No gracias —le sonrió. —No me duele nada.
—Deberías tomarla —Edward me dice. —Las heridas de tu rostro...
—Ya no están —lo corto. —Solo era algo superficial, no es para tanto, Edward.
Los ojos dorados de Edward me examinan, sé que puede ver cada poro de mi piel, sus cejas se elevan visiblemente sorprendido por la falta de heridas en mi rostro. Carlisle también se acerca, su mano roza mi frente para asegurarse que no haya nada extraño.
—Tienes una muy buena cicatrización, Bella —me dice el doctor. —Si tienes molestias, avísame, te daré algo.
—Sí, gracias —sonrío al rubio. Edward ahora mira la espalda de su padre, su rostro muestra claramente la confusión que está sintiendo en ese momento.
—¿Cómo? —pregunta. Carlisle se gira para enfrentarlo, pero no dice nada. Supongo que le está diciendo todo por su mente.
Por la esquina de mi ojo miro nuevamente al cuervo que no se ha movido de mi hombro. Su concentración total está en Edward, su cuerpo pequeño está tenso y su cabeza parece estar temblando.
—¿Soy yo o está gruñendo? —Charlie me pregunta, sus ojos también están analizando el comportamiento del cuervo.
—Creí que lo estaba imaginando —murmuro.
—Creo que no le caes bien, Edward —Jasper da unas palmadas en el hombro de su hermano. El tono en su voz es burlón y sarcástico. —Ya sabes lo que dicen de los cuervos, —Edward le da una mirada confundida a su hermano.
—Si yo fuera tú, me cuidaba —Elijah le advierte al cobrizo. —Estoy muy seguro de que este cuervo quiere sacarte los ojos.
A excepción de Alice y Jasper, todos los Cullen nos brindan una mirada confundida, pero ninguno de nosotros les aclara nada.
Carlisle se aclara la garganta. —¿Alaric, te molesta subir conmigo a mi despacho? —le pregunta —Allá puedo revisar y curar tus heridas con más comodidad.
Alaric titubea un poco, sus ojos se posan en Charlie y luego en mí, pero recibe respuestas silenciosas de nuestra parte.
—Sí, está bien —acepta, cuadras los hombros y se prepara para seguir al vampiro.
—Yo voy —Angela avisa. —Tengo muchas preguntas, Rick.
—Ya somos dos —dice Elijah que se separa de su esquina y rodea la mesa para acercarse al grupo que irá a interrogar a Rick.
—Yo me quedo —dice Charlie. —Si no les molesta, Alice me mandó un mensaje prometiéndome un plato de comida caliente, y sería muy grosero de mi parte negarme. Alice y Esme saltan con emoción y se acercan a la cocina para preparar la comida de Charlie.
—Yo los espero —les digo. —Tengo algo que hacer.
Elija sonríe adivinando mis intenciones, Angela y Rick me miran confundidos.
—Andando, entonces —Carlisle les indica el camino, el grupo sigue al vampiro por las escaleras para subir al despacho de Carlisle.
—¿Me lo prestas? —Esme extiende su mano en mi dirección, sus ojos bajan rápidamente a mi mano. Tomo un suspiro antes de colocar el sartén en su mano. —Me alegra que no haya sido necesario.
—Aun no estoy segura de eso —le respondo.
Sin esperar a que me diga algo más, rodeo el comedor y me colocó en el escalón que divide la cocina de la sala. El resto de los Cullen vuelve a esparcirse a mi alrededor, el único que se queda junto a mí, es Jasper, de pie, recostado contra el barandal de cristal de la escalera. Y por supuesto el demonio hecho cuervo, que se acomoda junto a mí en el escalón.
— Perdón —digo al aire. —Pero esto es algo que necesito hacer.
Mi cabeza se gira, mi atención se pone en el animalito que tiene su cabeza levantada en mi dirección. Le sonrió. Mis manos se estiran lo más rápido que pueden en su dirección, la sorpresa y lo inesperado de mi acción evitan que salga volando y que se me escape, mis manos rodean su pequeño cuello apretándolo con fuerza. Lo colocó a la altura de mis ojos gozando la expresión sorprendida que me da.
—¡Tú le sacaste la daga ¿verdad idiota?! —lo sacudo con fuerza. Trata de abrir su pico para hacer un sonido, pero lo vuelvo a sacudir. —¡No me jodas! ¿Cuánto tiempo llevabas tratando de hacerlo? ¡Querías a Elijah muerto y cuando te hago el enorme favor de darte su cadáver en bandeja de plata me sales con la estupidez de que tú lo reviviste! ¿Eres idiota o qué?
El animal me mira con los ojos azules muy abiertos. Abre el pico tratando de hacer uno de esos sonidos horribles que hace, o de al menos tratar de respirar.
—Asno —lo lanzo por arriba de mi cabeza lejos de mí.
Me cruzo de brazos inclinando mi cuerpo para que mis codos descansen en mis rodillas. Fijo mi mirada en un punto en el piso.
—Pobrecito —Jasper dice con voz tierna, pero una nota de diversión se asoma en su voz. Chasqueo la lengua.
El animal regresa de nuevo a mi lado, Jasper se agacha y toma en su mano al idiota y animal que tiene forma de cuervo, le revisa con cuidado el cuello asegurándose que no esté fracturado.
—Como si yo pudiera lastimarlo —bufo molesta. No le pasó nada, estoy muy segura de eso. En realidad, si fui cuidadosa cuando apreté su pequeño cuello, está bien que sea un idiota que actúa por impulso y que ahora mismo tenga muchas ganas de tronarle ese cuello, pero, es imposible y además no lo quiero muerto.
—¿Te das cuenta de que acabas de ahorcar a un ave? —Emmett se burla de mí. Mis ojos se posan en él mirándolo de mala manera, pero su risa de niño divertido es contagiosa y a los segundos me tiene mordiendo mi labio para no reírme.
—Necesito tomar aire —aviso soltando el aire de mis pulmones. —Si me quedó aquí me volveré más loca.
—Te acompaño —dice Edward.
—No —le digo mientras me pongo de pie. —Quiero estar sola, volveré en un rato.
—Pero el bosque... —comienza a replicar.
—Volveré después —le digo caminando a prisa en dirección a la entrada. Aun escucho a Emmett burlarse de mí mientras salgo por la puerta de madera.
El aire frio me recibe y la leve llovizna acaricia la piel de mi rostro. Rodeo la casa mientras mi mirada sigue fija en cada una de las puertas que conducen al bosque, no quiero que Edward salga a escondidas y me siga, no quiero que ninguno de ellos me acompañe, necesito estar sola o de verdad me volveré loca.
Camino por el patio trasero de la casa de Esme hasta la línea de árboles que anuncia el inicio del bosque. De ahí emprendo una caminata sin una dirección clara en mi cabeza, de todas maneras, si me pierdo, uno de los Cullen o Elijah me encontrarían demasiado fácil.
Las hojas de los árboles escurren enormes gotas que caen sobre mi cabeza y mi cuerpo estremeciéndome por la sensación tan helada. Las gotas más ligeras aún siguen cayendo desde el cielo gris que me cubre. Pongo mis brazos alrededor de mi torso para mantener el calor de mi cuerpo, Alice me había prestado una blusa y un suéter con la idea de que me quedaría dentro de su casa, y solo a mí se me ocurre salir usando solo eso. Debí haber tomado una de las chaquetas que estaban en el perchero junto a la entrada, no creo que los Cullen se hubieran molestado.
Un peso se coloca en mi hombro.
—Idiota, me asustas —le grito sintiendo que mi cuerpo se sobresalta, mi corazón comienza a bombear con fuerza en mi pecho. Miro de reojo al causante de mi mini infarto. Unos ojos azules me regresan la mirada. —No me interesa, vete.
Le doy un golpe para alejarlo, el ave salta de mi hombro alejándose de mí. Mis piernas vuelven a caminar por la fría y húmeda hierba del bosque, al menos Alice había limpiado mis botas que usaba en la mañana y me resultaba cómodo moverme sin que se me mojaran los pies.
Ahora que lo pienso, parece que la vampira ya sabía que esto pasaría y la semana pasada nos había regalado a Angela y a mí varias maletas con ropa y zapatos de distintos tipos, incluso diario en la mañana nos “recomendaba” que usar ese día. Nosotras de idiotas no le habíamos cuestionado la razón.
No me molesta, de hecho se parece a la ropa que usé en Mystic, solo que en una versión más acogedora y suficientemente caliente para este tipo de clima.
De nuevo el peso aparece en mi hombro.
—Estoy enojada contigo —gruño. Me regresa el sonido. —No me importa, vete, quiero estar sola.
Giro mi rostro para mirar al lado contrario de donde él está. Escucho que suelta un profundo suspiro, seguido de un aleteo que hace que la presión en mi hombro desaparezca.
Mis ojos lo buscan a mí alrededor, pero se ha ido.
Chapter Text
(Isabella POV)
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¿Por qué permito que mis arranques emocionales me controlen? ¿Quién demonios me manda a salirme de la calidez de la casa Cullen?
Sí, calidez. Aun rodeada de “Frios” tengo más calor a mí alrededor que justo ahora.
Suelto un profundo suspiro.
Mis pies se arrastran sobre la hierba húmeda mientras mi cuerpo se sacude por los espasmos del frio congelador que siento en mi cuerpo. Ya perdí la cuenta de cuánto tiempo he estado caminando entre los árboles, me la he pasado rodeando y saltando las ramas y las rocas que estorban en mi camino. Mi celular se quedó sin batería hace más de una hora, así que lo único que puedo hacer es seguir con mi caminata en la espera de llegar a algún lado, o en la espera que alguien me rescate. Se supone que si quiero sobrevivir, hay más posibilidades de que me encuentren si me quedo en un solo lugar, pero se me congela el trasero.
Hay una niebla que lleva rato rodeándome, al inicio creí que se trataba de Angela, pero rápidamente deseché la idea. Cuando se trata de un poder de Angela, sientes una carga energética y mágica en lo que sea que hace, al menos así se sintió en la escuela. En cambio, la neblina que me rodea, sigue pareciendo normal, como si fuera parte del bosque, a excepción que no lo es. La neblina de color gris se ha mantenido a mi lado, si yo me muevo, ella se mueve, si yo me detengo, ella se detiene. Es extraño, pero me hace sentir protegida.
Extiendo mi mano para intentar tocarla, pero el ligero manto se desaparece en el aire, es como si intentara tocar vapor. En cambio, parece que ella si me toca a mí, hay una constante caricia en mi cuerpo y sé que es gracias a la neblina.
Muevo mi cabeza de nuevo, con la esperanza de encontrar algo más que árboles.
Para mi suerte, justo frente a mis ojos aparece un nuevo paisaje.
Los arboles forman a unos metros de mí una línea divisora, como una marca de que ahí termina el bosque. Entre la espesura de la oscuridad de los árboles, se asoma la luz que poco a poco se hace más clara. A mis oídos llega el sonido del océano, el agua chocando contra las rocas.
Apresuro mis pasos para llegar al lugar. Ahora me siento con una nueva motivación para caminar.
La briza de la lluvia trae a mi nariz el aroma del mar y del bosque. La hierba debajo de mis pies desaparece hasta quedar en pequeños claros entre el suelo de roca.
Hay un par de piedras grandes, una a cada costado del claro. Como si alguien las hubiera colocado ahí de cierta manera que permitiría hacer una fogata en el medio, pero el color de la roca y la perfección de la hierba y los troncos de los árboles que hay alrededor me hacen creer que nadie ha visto este lugar antes.
Sigo caminando hasta el borde. Mi cuello se estira para ayudar a mi cabeza a levantarse buscando ver qué es lo que hay al fondo.
Tal como me imaginé, estoy en un acantilado. Varios metros hacia abajo se pueden ver el mar acariciando la roca gigante sobre la que estoy parada, las olas chocan contra la piedra haciendo un sonido. Del lado izquierdo puedo ver en el fondo el resto del océano, esta es solo una parte del contorno de la costa. En lado derecho, hay una playa, en el fondo del acantilado puedo ver la arena y el oleaje tranquilo que forma el mar.
¿Habrá alguna manera de llegar allí?
Frente a mí, tengo una vista perfecta del sol rozando el borde del océano. Eso me da una pista de la hora, era la hora del almuerzo cuando pasó todo lo del instituto, algunas horas hasta que Elijah apareció y yo pasé cerca de una hora deambulando por el bosque. Ya casi empieza el atardecer.
Un crujido se escucha a mis espaldas, me sobresalto por lo inesperado del sonido. Al inicio la tentación de girarme me embarga, pero tomo un par de respiraciones para mantenerme tranquila. Necesito mantenerme tranquila.
Las ramas siguen crujiendo a mis espaldas, luego, esos crujidos se transforman en sonidos de pisadas sobre las rocas que están por el lugar, esas mismas que yo pisé cuando llegue.
Alguien me ha seguido, no voy a morir congelada.
—¿Qué haces aquí? —pregunto sin girarme a ver a la persona que ha tenido el atrevimiento de seguirme.
—Era venir a molestarte o seguir encerrado en esa casa que huele a hielo —se queja. —No tenía muchas opciones.
Muevo mi cabeza arriba y luego abajo, pero no me giro, no quiero que mis ojos dejen de ver el paisaje.
—¿Qué haces aquí? —le pregunto de nuevo. Quiero saber la verdad, quiero saber que lo impulsó a venir.
Aun escucho sus pisadas viniendo a mí.
—¿No estas feliz de verme? —dice ofendido. Me cruzo de brazos para evitar girarme y abofetearlo. —Creí que mi presencia te alegraría.
—¿Qué esperabas? —ruedo los ojos y tuerzo los labios en una mueca. — ¿Qué corriera a tus brazos gritando a los cuatro vientos “te extrañe”?
—Eso hubiera sido muy bueno —suelta una carcajada. —¿Quieres hacerlo? Podemos volver a la casa. Fingiré que no te he visto.
—Eres un idiota —gimoteo. No tengo ánimos para tratar con su humor extraño.
—Soy un idiota al que extrañaste —dice con orgullo. Ahora está de pie a mí lado, puedo ver su silueta por el rabillo de mi ojo, pero me sigo negando a enfrentarlo.
—Aun quiero golpearte —siseo entre dientes.
—¿No te bastó lanzarme hace rato? —pregunta molesto.
—No —es mi turno de sonreír. —Eso te lo merecías.
—¿Sabes lo sexy que te veías ahorcándome? —pregunta, su voz baja de tono haciendo que sus palabras suenen electrizantes.
—¿Te cumplí uno de tus fetiches? —me hago la sorprendida. Me encojo de hombros, —de nada.
—O quizás yo cumplí uno de tus fetiches —dice el tono en su voz es todo lo que se necesita para caer en la tentación que el cabrón representa.
—Asno —digo sacudiendo mi cabeza. Niego divertida.
—No, un asno no—chasquea la lengua. —Un cuervo en realidad.
Sus palabras suenan llenas de orgullo. ¿Tanto aprecio le tiene a su animal?
—Vaya truco —acepto. Aunque aun no entiendo cómo puede transformarse, debo admitir que es muy útil, nadie se imaginaría que un animal tan lindo como un cuervo, puede ser alguien tan cabrón como él.
—Tengo otros ¿quieres verlos?
Resopló mientras mi cuerpo se inclina hacia un lado, mi hombro choca contra su cuerpo, empujándolo amistosamente.
—Ouch —se queja. Ese sonido activa mis alarmas, no es normal que alguien como él se queje.
Mi cabeza se gira, junto a mi está Damon vestido como siempre de color negro, sus manos están en los bolsillos de sus pantalones, su cuerpo se tambalea de atrás hacia adelante sobre sus talones. Su rostro está mirando hacia al frente, sus ojos van de un lado a otro mirando el paisaje frente a él. Hasta ahí, está todo bien.
El problema es que su cuerpo se sacude en pequeños temblores, por su frente y su cuello baja gotas de sudor. Y su cuerpo lucha por respirar.
—¿Qué pasa? —pregunto asustada. —¿Damon, que pasa? —él solo me mira. —¡Damon!
Mis manos se colocan en su abdomen y lo lanzó hacia atrás. Su rostro hace una mueca, pero deja que su cuerpo obedezca a mis esfuerzos de hacerlo retroceder, finalmente me ayuda a llevarlo hasta una de las enormes rocas que están en el limité del bosque.
—Eso pasa cuando atacan a un inocente como yo —murmura en voz baja mientras deja caer su cuerpo sobre la roca, sus labios se tuercen de nuevo en una mueca. Mi cuerpo se acomoda a su lado.
—¿Qué? —le grito asustada. Mis manos tocan su frente sudorosa, está muy frio y los espasmos aún no se controlan. —¿Quién te atacó? ¿Por qué te atacaron? ¿Qué demonios está pasando?
—Tranquila, no es tu culpa —hace un esfuerzo por sonreír. —Esto es culpa de Elijah.
—¡¿Qué te hizo?! —chillo asustada.
—Sabes que no podemos desobedecer la orden de un original —explica, yo asiento. —Me obligó a quedarme transformado hasta que la verbena pase, solo así podía traerme volando, literalmente.
—¿Verbena?
—Me inyecto una cantidad grotesca de verbena —me mira —sedantes y otras cosas.
—Pero este acostumbrado a la verbena —le digo confundida.
—Sí, pero no a ahogarme en ella —gruñe.
—Idiota —suspiro.
—¿Y ahora yo porque? —se queja.
—¡No, tú no! —le digo con rapidez. —Elijah
Miro furiosa al bosque como si el original me estuviera escuchando. Al menos, sé que estará consiente de que en cualquier momento me voy a desquitar con él. ¿Por qué obligar a Damon a transformarse en cuervo? ¡Pudo obligarlo solo a que lo acompañara!
—No era mentira que te subió casi muerto al avión —digo entre dientes.
Damon asiente dándome la razón.
—Estás helado —le digo colocando su rostro en mis manos, tratando de darle calor. —¿Por qué estas temblando?
Veo que traga con pesadez. Me mira dudoso, pero al final se rinde.
—Me dolió muchísimo poder transformarme de nuevo en mí forma “humana”—hace una mueca de dolor. —Además la verbena está haciendo su trabajo en mi sistema.
—Necesitas sangre —le digo pensando en cómo ayudarle.
—Estaré bien —dice seco. Su rostro se gira en la dirección contraria a mí.
Suelto un suspiro. Es preocupante el estado en que se encuentra, pero puedo dejar el tema de lado, por ahora.
—Reviviste a Elijah —no es una pregunta, estoy afirmando lo que ambos sabemos.
—Cuando colgaste la llamada ya le había sacado la daga del pecho.
—¿Por qué?
—Elijah era el único en Mystic que podía decirme que carajos estaba sucediendo. —se encoje de hombros. —Quiero creer que desde que ustedes dejaron el pueblo, Klaus ya andaba merodeando por ahí, es solo que ninguno de nosotros fue tan inteligente como para darse cuenta.
—Sí, mencionó algo sobre eso —respondo haciendo memoria a lo que sucedió en el instituto.
—¿Dijo que le mandaba mensajes a Elena? —levanta una ceja, hago una mueca de confusión. No estaba enterada de eso. —Estuvo hipnotizando a personas, se apuñalaron frente a ella, le daban animales muertos, su ropa amanecía quemada. Algunos solo llegaban y le decían mensajes que él quería.
—¿Por qué no nos dijeron nada? —le pregunto.
—Porque todo eso solo llegaba a nombre de Klaus, nunca lo vimos o tuvimos alguna pista —suspira con frustración. —Ya entendí porque siempre iba un paso antes de nosotros.
—¡¿Cómo no vas a notar que Alaric estaba hablando como británico?! —chillo molesta. —¡Hasta Charlie que lleva años sin verlo lo notó!
—Pues no, no lo noté —su voz se eleva. Me mira y parece luchar consigo mismo para calmarse. —Mi cabeza ha estado en otro lado.
Claro, ya sé a lo que se refiere. Muerdo mi labio inferior con fuerza, necesito evitar que salga una idiotez de mi boca.
—¿Cómo está Elena? —giro mi cabeza hacia el acantilado, quiero saber, pero no quiero ver su rostro cuando hable de ella.
—Histérica —escucho que dice. —Al igual que todos.
—Sí, me lo imagino.
Se queda en silencio, como si estuviera esperando que le haga otra pregunta, pero yo no quiero, no quiero meterme en ese tema, no quiero hacer una pregunta equivocada porque sé que la respuesta no me va a gustar. No soy tan valiente como para soportar que él diga algo relacionado con la última conversación que escuché. Me quedo yo también en silencio.
El sonido de la naturaleza comienza a ser nuestro único compañero. La lluvia cae sobre nosotros, leve, pero es un golpeteo constante. En mis oídos aparece un eco al golpeteo, pero casi puedo apostar a que es el golpeteo de mi propio corazón.
—¿Qué fue lo que pasó con Alaric? —pregunta sacándome de mi cabeza. —¿Qué pasó después de que me colgaras?
Suelto un suspiro profundo antes de explicarle con varios detalles lo que ha pasado estas últimas dos semanas aquí, al menos hasta antes de que lo llamará. Él solo asiente o hace una mueca de vez en cuando.
—Angela insistió en que necesitábamos refuerzos, por eso te llamé —le explico. —Klaus trajo a otros vampiros como lacayos y los Cullen trataron de detenerlos, pero tuvieron problemas para enfrentarlos y además cuidar de nosotras.
Asiente, su mirada esta fija en un punto frente a él.
—Angela y yo estábamos algo lastimadas, pero tratamos de escondernos para ganar un poco de tiempo, al menos mientras se nos ocurría un plan.
—Fue cuando me colgaste —conecta los puntos en su cabeza. —¿Cómo lo detuvieron?
—Charlie le disparó —digo de golpe, —tiene balas con verbena.
—¿Cómo sabían que eso funcionaría?
—No lo sabíamos —me pongo de pie alejándome un poco de él. —Fue la única opción que se nos ocurrió. Queríamos detenerlo, varios estudiantes ya habían sido lastimados, los Cullen estaban lastimados, Angela y yo estábamos lastimadas. Era eso o nada.
—¿Y ahora donde está Klaus? —inclina su cabeza, puedo ver que está pensando en todas las opciones que tenemos.
—No lo sé —digo honesta. —Quizás volvió a su cuerpo, o a mendingar por ahí, pero necesitará otro brujo si es que quiere volver a meterse al cuerpo de alguien. Angela no le será de ayuda —digo pensativa. —Quizás deban vigilar a Bonnie.
—Bonnie puede detenerlo —dice seguro. —Encontramos el lugar, Bonnie absorbió la magia, dice que puede detenerlo.
Le doy una mirada, quiero contarle lo que Angela y yo hicimos en ese lugar, pero no debo. Si se lo cuento, pueden lastimarlo para sacarle información.
—¿Cuál es el costo? —pregunto.
—Bonnie lo sabe, está muy consciente de eso —se aclara la garganta. —Pero, Elena no lo sabe.
Bonnie puede tener la magia de sus antepasadas y la poca que Angela dejó, pero ambas saben que la magia tiene un costo. Bonnie sabe que puede morir si la usa, pero lo que no sabe, lo que nadie sabe, es que vamos a hacer todo lo posible porque no use esa magia. Al menos no contra Klaus.
—Se va a enojar cuando se entere —le digo.
—No importa —se encoje de hombros. —De un coraje no se va a morir, si se entre a Klaus sí.
—No vamos a dejar que le pase nada —digo, aun no estoy segura si para reconfortarlo o para asegurarme que yo también lo crea.
—No, nada va a pasar —suspira ausente.
Mis puños se aprietan con fuerza. Sé que ninguno de los dos cree en esas palabras. Ambos queremos que se vuelvan realidad y solo podemos esperar a que de verdad nada pase.
—Tarde o temprano llegará el momento.
—Eso me temo —murmura en voz baja.
De nuevo nos sumimos en el silencio, el único sonido que hay es la melodía de la naturaleza haciendo lo suyo. En algún momento mientras he estado aquí, la lluvia se ha detenido, ahora me permite disfrutar del ambiente húmedo y el aroma que queda en el bosque a mis espaldas. En la escena frente a mí, el atardecer ya se puede apreciar sobre el borde de la roca, el cielo se ha tornado en una obra de arte de tonalidades de naranjas y amarillos.
La escena frente a mí me atrae como una polilla a la luz. Mi cuerpo actúa por decisión propia, mis piernas se mueven caminando en dirección al borde del acantilado, mi mano se estira como si quisiera tocar el cielo y sus colores.
La vista es tan jodidamente hipnótica. De repente hay un deseo en mi interior, de pasar el resto de mi vida admirando esta escena.
¿De verdad es real?
¿Un mundo tan jodido puede ofrecer tanta belleza?
Mi cabeza se gira hacia Damon, quiero asegurarme que la escena frente a mi es real y que él también puede verlo.
Pero lo encuentro sentado sobre esa enorme roca, sus codos están descansando sobre sus rodillas, su cabeza está agachada y escondida entre sus manos, sus hombros están caídos, toda su postura grita que está cansado, o derrotado de por una batalla en la que no parece tener final.
Mi corazón se rompe.
Algo en mi interior me dice que soy yo la causante de su estado de ánimo. Es mi culpa que estemos ambos aquí, lastimados físicamente, heridos emocionalmente y atados de manos como para hacer algo para cambiar la situación.
Por mi cabeza pasan todos los recuerdos de la pelea que tuvimos esa mañana en su casa en Mystic Falls. Una oleada de molestia recorre mi cuerpo, me siento tan estúpida por la manera en la que pasaron las cosas ese día.
Soy una maldita egoísta que solo quería descargar todos sus sentimientos con alguien sin importar si se lo merecía o no. Soy una idiota.
Cuando desperté de esa muerte de pesadilla me sentí dolida por su reacción hacia mí, sabía que no era la persona favorita de Damon, pero por mi cabeza pasó la idea de que él se alegraba de haberme visto morir y que estaba encabronado conmigo por ser de nuevo una molestia. Ahora necesito que entienda que esa mañana exploté porque me sentía amenazada, me sentía tan vulnerable frente a todos ellos y que el explotara en mi contra diciendo todo lo que pensaba de mí, fue lo que necesité para prepararme para una guerra, creí que tenía las razones necesarias para atacarlo, para usar todas mis armas en su contra y que así no me ganará la pelea.
Pero no. Estaba equivocada.
Ahora me siento como si estuviera en una guerra sin una armadura. Siento que estoy golpeando la pared como si fuera un saco de box, pero no hay guantes en mis manos para protegerme. Duele, sí, pero el dolor que hay en mi pecho no es suficientemente fuerte comparado con la culpa y el arrepentimiento que recorren mi cuerpo.
Mis ojos se ponen de nuevo sobre su cuerpo. Él se ha mantenido en la misma posición, su cuerpo sigue sacudiéndose por los espasmos de dolor, pero parece no importarle.
¿Se está culpando por haber terminado aquí conmigo? Por supuesto que sí.
Si Angela y yo no hubiéramos realizado esa llamada, ninguno estaría aquí en este momento. Elijah seguiría muerto y en el sótano de la casa Salvatore, Damon estaría en Mystic asegurándose de que nadie ni nada esté lastimando a Elena. Y yo, yo no sé dónde estaría.
Soy una egoísta, pero yo me siento agradecida de que Elijah esté aquí y me siento aliviada de que Damon este aquí, a mi lado. ¿Pero vale la pena si es a este costo?
Desde que volvimos de Mystic Falls, no puedo pasar ninguna noche sin imaginarme como sería ser yo la que está en el lugar de Elena. De todas maneras ya hay quien quiere mi sangre, ¿Cuál sería la diferencia si es Klaus o Edward? Pero lo que me vuelve una mala persona, es que paso las noches imaginando como seria ser yo la que tiene a Damon a su lado.
Un nudo se forma en su garganta. ¿De verdad puedo, en esta situación, permitir esos pensamientos?
Damon está ahí, detrás de mí, pero está torturándose por algo que no le corresponde. Quiero gritarle que soy yo el problema, soy yo quien tiene la culpa de que todo se complicara. Soy yo quien metió sus narices en la vida que ellos ya llevaban sin mí; Elena ya tenía problemas con su propia familia y la muerte de los que creía que eran sus padres, luego el tener que lidiar con los vampiros, la presciencia de Katherine y con Nicklaus siguiéndola en busca de su sangre. Esos eran suficientes problemas.
Pero ahora estoy yo, una familia a la que Elena no quiere ni mencionar, una idiota que atrajo a Klaus a un lugar que no tiene la culpa de lo que puede llegar a pasar. Es mi culpa que Elijah se acercara a Angela y que ahora ella tenga que sufrir las consecuencias de haber absorbido la magia negra de las brujas del siglo pasado. Es mi culpa que ahora los Cullen también se vean involucrados en una situación que no tiene nada que ver con ellos.
Mi cabeza me grita que debo disculparme con Edward, debo aclararle que todo es mi culpa, que soy yo quien está mal de la cabeza. Debo disculparme por estarlo lastimando, ni él ni yo nos merecemos estar en una relación donde ambos nos estamos lastimando.
Cada pedazo de mí ya roto corazón, se rompe de nuevo en miles de pedacitos.
¿Cómo puedes ir con tu novio y confesarle todos tus errores? ¿Cómo puedo estar haciéndole eso? Tratándolo como la persona más despreciable del mundo solo por algunos errores que ha cometido por mí culpa, por su desesperación por proteger algo que es preciado para él. Y yo solo lo he puesto en una cárcel por algo que no ha hecho, incluso lo hice en la vida real dejando que mi padre lo encerrara solo para vengarse de él.
En mi mente aparecen todas las veces que me han dicho que Edward no me quiere, que todas esas veces que me ha dedicado esas palabras románticas de antaño y todos esos “te amo” han sido falsos. Pero nadie puede quitarme la idea de que, en el fondo, me aprecia o me estima.
¿Cómo puedo quitarle una ilusión de la que yo solo me he aprovechado?
Las lágrimas inundan mis ojos. Ahora me siento aun peor.
Sé que todos van a decirme que no es verdad, que yo no soy la culpable de nada, que así las cosas se dieron y que solo puedo tratar de repararlas para que sigan el curso que yo deseo, pero no siento que sea así. Damon es el único que puede decirme la verdad sin matices.
Damon es el único que puede decirme que soy la única que tiene la culpa de todo esto. Quiero decirle que acepto toda la culpa. Que me grite de nuevo que soy solo una niña que no sabe lo que quiere y que se enfrenta a un mundo del que no sabe nada. Está bien si vuelve a gritarme eso, esta vez lo voy a aceptar.
Mi corazón me grita que le ruegue para que me perdone por el daño que estoy haciendo. A él, a Elena, Angela, los Cullen, Charlie, y a mi madre. A ella es a la que más he dañado, ocultándole por años una parte de su vida, ocultando la verdad que me ahoga por salir.
Mis ojos se colocan de nuevo en mi acompañante.
No puedo soportar verlo así de decaído y derrotado. Desdé que lo conocí, Damon siempre me ha representado la idea de alguien fuerte, de alguien que es capaz de soportar todo lo que se ponga enfrente, de alguien que va por la vida sin sobre pensar las cosas que le ocurren. De entre todas las personas en las que puedo pensar, Damon es el único al que jamás imaginé que vería de esa manera.
Un anhelo crece en mi interior, quiero acercarme a él. Necesito acercarme a él, sentarme a su lado y decirle que todo va a estar bien. Quiero decirle que no debe preocuparse, que nadie va a lastimar a Elena, al menos no sí podemos evitarlo.
Quiero contarle todos los planes que hemos hecho con Elijah, quiero contarle todas esas estrategias que Jasper y Charlie han propuesto, quiero contarle que Alice está vigilando contantemente todos nuestros futuros para que nada nos tome por sorpresa, quiero contarle de todo lo que Angela y yo hemos hecho, todo lo que he aprendido y todo lo que ahora puedo hacer.
Quiero decirle que en estos días me he vuelto alguien diferente. Quiero decirle todo lo que está pasando por mi cabeza en este momento, pero mi cuerpo está congelado.
Solo me quedo ahí, de pie, mirándolo como la cobarde que soy.
Necesito que levante su cabeza y me diga que está bien. Necesito que levante su cabeza y me diga eso que tiene atorado en su pecho desde hace años. Necesito que hable conmigo, necesito escuchar tantas cosas de él.
Haría cualquier cosa porque hablara conmigo, que me dijera que es lo que está sintiendo en este momento, que es lo que lo atormenta tratando. Quiero que me diga cómo puedo calmar el dolor que hay en su corazón y que por tanto tiempo ha tratado de ocultar. Quiero gritarle que yo si me di cuenta, me di cuenta de cuando desea que alguien lo sostenga cuando se derrumba.
Maldición, quiero gritarle que no está solo.
Comienzo a caminar, tratando de que mi cerebro comience a funcionar de manera correcta de nuevo. El aire frio roza mi rostro secando las lágrimas rebeldes que se han deslizado por mi rostro, pero, así como se secan, son remplazadas por nuevas gotas que se deslizan con rapidez por mis mejillas.
El deseo en mi interior permanece, ese deseo de que los ojos azules de Damon me miren con ese con ese brillo pícaro y travieso que lo caracteriza, quiero que sus ojos me atrapen con esa energía electrizante que me atrae como la fuerza de un magneto. Quiero que en sus labios aparezca esa sonrisa socarrona que lleva semanas torturándome en sueños.
Quiero que me diga que estaremos bien incluso aunque ambos perdamos la cabeza y explotemos como la última vez que nos vimos. Quiero que me diga que seguiremos siendo esos dos extraños que se conocieron por casualidad, pero que en poco tiempo aprendieron a complementarse, esas dos personas que son tan malas a solas, pero tan buenas cuando estamos juntos.
Pero sé que Damon no es de eso que usan los sentimentalismos para hacer que la vida vuelva a su cauce, él actúa y luego piensa, él ataca y luego piensa si va a doler. Damon siempre usa cualquier situación o persona para sacar algo que lo beneficie, y tengo muy claro que yo no soy la excepción.
Pero, mi corazón me sigue suplicándome. Me suplica que le ruega, que le pida que me diga lo que quiero escuchar. Quiero que me diga que hoy está aquí por mí, que usó a Elijah como excusa para estar aquí conmigo hoy. Quiero que me diga que esa desesperación que escuché a través de esa llamada es por mí.
Quiero que me diga que está de mi lado.
¡Mierda!
Como deseo que en este momento me diga que todos sus sentimientos por Elena han desaparecido, que todo se ha terminado con ella. Deseo que me diga que, ese día que los escuché tener esa conversación, le dijo a Elena que todo se acabó, que él no la elije. Deseo que le haya dicho que yo soy lo que quiere, que, aunque me comporto como una niña haciendo berrinches, me quiere a mí. Deseo que, aunque puedo romper su corazón un ay otra vez, me elija a mí.
¡No me jodas!
Quiero que me escoja a mí. Que me diga que yo soy lo soy todo.
Por un carajo, quiero que Damon Salvatore me elija a mí, me quiera a mí, me ame a mí.
En el medio del silencio de la naturaleza, puedo escuchar claramente el sonido de mi corazón rompiéndose en mil pedazos.
Se rompe porque sabe que eso no va a suceder. Sé que ese deseo va a quedar solo en eso, un deseo mío de que algo imposible suceda. ¿Cómo pude llegar a pensar que puedo tenerlo? Elena lo conoce desde hace más tiempo atrás, ella ha estado con él más tiempo, es con ella con quien ha pasado por más cosas. Yo solo soy una más del montón.
Las lágrimas bajan de mis ojos sin control.
Elena tenía razón, solo soy otra estúpida del montón que ha caído por Damon Salvatore. ¿Lo peor de todo? Él lo sabe, estoy segura. Y eso solo hace que me sienta encabronada conmigo misma, estuve cavando mi propia tumba con la idea de que yo podía detener esta situación cuando yo quisiera, pero solo estuve mintiéndome. Me mentí tratando de convencerme que Damon no significaba nada.
Angela lo sabía, ella lo notó. No deja pasar ningún día sin repetir la frase “Te gusta Damon”. Y yo solamente me negaba a verlo.
Las lágrimas siguen cayendo descontroladamente por mis mejillas, mi visión es borrosa por la cantidad de agua en mis ojos y estoy a nada de tirarme al suelo a llorar como magdalena. Muerdo mi labio con demasiada fuerza en un intento de que mis sollozos se ahoguen en el fondo de mi pecho, pero solo libero mi labio cuando mis pulmones necesitan jalar aire, pues mi nariz ya no parece ser suficiente.
—Deja de caminar —ruge a mis espaldas. Mis piernas se frenan en seco. —¡Mierda! Me estas poniendo nervioso.
Mis movimientos desesperados y mi caminata parecida a un león enjaulado se detienen, pero me aseguro de que mi cuerpo quede dándole la espalda. No quiero que me vea en este estado, no quiero darle otra razón para utilizarme. Cierro mis ojos para concentrarme y hacer que mis emociones se dispersen. Me esfuerzo tomando respiraciones profundas para obligar a calmarme.
Con las palmas de mis manos seco mis mejillas. Me siento agradecida que hoy no fuera de esos días en los que Alice me obligaba a pasar dos horas sentada en una silla mientras ella embarraba maquillaje por todo el rostro. Al menos en este momento puedo tratar de disimular las gotas de mi rostro.
Cuando abro los ojos, me recibe de nuevo la vista del resplandor del atardecer que ya ha pintado por completo el cielo y el mar frente a mí. En el cielo, las nubes parecen algodones de azúcar de esos que venden en las ferias, el resto del cielo se ha pintado completamente de distintos tonos de colores, naranja, rosa, azul, morado. El mar, el agua es el reflejo de la escena en el cielo, pero, el oleaje del agua se ha tranquilizado, ya no hace ese sonido estruendoso y terrorífico, ahora solo se escucha como el agua acaricia la roca del acantilado y empuja con suavidad las rocas de la playa que está debajo.
Siento que una ola de calma envuelve mi cuerpo. Ver que el cielo gris se había convertido en un cielo lleno de colores tan hermosos, me dio una esperanza.
Es como si el cielo me gritara que todo va a estar bien, que solo soy yo haciéndome ideas en la cabeza. Esos colores tan brillantes que el cielo ha puesto frente a mis ojos, me estuvieran gritando para que reaccione.
¿Valdrá la pena intentar algo?
¿Valdrá la pena arriesgar todo lo que tengo, solo por un capricho de mi corazón? Si me arriesgo y el destino juega a mi favor, puedo dejar de sentir esta opresión en el pecho y tenerlo todo de la manera que quiero. Pero, si no es así, puedo perderlo todo, la amistad de los Cullen, la lealtad de Angela, el aprecio de Elijah, los buenos recuerdos de mi niñez junto a Elena. Puedo perder a Edward, eso sería seguro, pero incluso puedo arriesgarme a que termine muerta en sus brazos. Puedo perder a Damon.
¿Estoy preparada para ser responsable de las consecuencias de mis actos? Si me vuelvo valiente y le grito a Damon, en este momento, todo lo que estoy sintiendo respecto a él, a mí, a nosotros, ¿Puedo afrontar su reacción sin importar la que sea?
Miro al cielo buscando una respuesta.
Esa respuesta me llega como un rayo de luz.
Sí, vale la pena luchar por lo que yo quiero. Vale la pena arriesgarme por tenerte todo lo que deseo. El cielo me está gritando que vale la pena luchar por lo que sea que hay entre Damon y yo.
Estoy dispuesta a perderlo todo, pero me niego a perderlo a él.
—No te vayas a caer —su voz me advierte. Me giro para enfrentarlo, sigue ahí sentado, lo único que ha cambiado es que ahora su cabeza está arriba y sus ojos azules me están mirando. —No quiero tener que saltar detrás de ti.
—¿Saltarías detrás de mí? —le pregunto inclinando mi cabeza. Todo lo que me diga a partir de este momento va a llevarme a tomar una decisión.
—Mejor no hay que averiguarlo.
Muevo mis pies con cuidado, asegurándome de dar dos pasos hacia atrás para acercarme más al borde. Su espalda se endereza ahora son sus manos las que están sobre sus rodillas, listo para levantar su cuerpo con un impulso de sus piernas.
—¿Saltarías detrás de mí? —pregunto de nuevo. Sus ojos se entrecierran, su mirada azul ahora se vuelve dura y fría.
—¿Tienes idea de cuantas ganas tengo de ser yo mismo quien te empuje? —me gruñe.
En mis labios se forma una sonrisa.
—Estoy tan encabronado contigo que, —gruñe, su voz es de un tono muy bajo, amenazante y peligroso, —que puedo tomare del cuello y soltarte, mirarte mientras caes al vacío.
Mis brazos se levantan, se extienden a dirección de mis hombros. Puedo sentir el viento rodeando mi cuerpo y tirando de mí hacia atrás, obligando a mi cuerpo a tratar de alcanzar el mar que me espera abajo.
—Hazlo —digo. Mi frente está en alto, mi barbilla está paralela al piso. Estoy retándolo y Damon lo sabe.
—¿Crees que no me atrevo? —pregunta con voz contenida. —¿Crees que no te puedo matar cuando se me antoje?
—Por supuesto que eres capaz de hacerlo —acepto con voz tranquila. —Pero no lo harás.
—¿Qué te hace pensar eso? —me preguntó asombrado.
—Porque ya tuviste varias oportunidades para hacerlo —le digo aun con mi voz tranquila. —Y aquí estoy.
—Espera, espera un momento —me mira como si tuviera tres cabezas. —Si no tomé la oportunidad antes, fue porque... —desvía su cabeza hacia un costado, —porque en esos momentos te necesitaba viva.
—Todavía me necesitas, Damon —afirmo sintiéndome muy segura.
—Claro que no —resopla. Su rostro se niega a girarse de nuevo en mi dirección. Se pone de pie y ahora es él quien se mueve dando pasos, moviendo su cuerpo en círculos.
Suelto un suspiro. Bajo mis brazos y los cruzo sobre mi torso.
—¿Por qué evitaste que esos hombres me violaran y me asesinaran en Port Angeles? —pregunto. Su cabeza se gira en mi dirección, como si tuviera un resorte en el cuello.
—¿Por qué crees que yo tuve algo que ver?
—Los Cullen fueron esa noche a Port Angeles —le explico, —pero al llegar se encontraron con una escena de un crimen muy sangriento. Jasper mencionó que había una esencia en el aire, una que no pertenecía a ninguno de los involucrados.
Se aclara la garganta.
—Después, gracias a la conversación que tuviste con él —hago unos círculos con mis manos, —Jasper se dio cuenta que era tu esencia.
—Sí, yo los asesiné —se encoje de hombros. —Pero eso no prueba que actúe por ti.
—¿Por qué no me mordiste esa noche al salir de la librería? —ataco con otra pregunta.
—Ahora mismo me estoy haciendo esa pregunta —se queja con un gruñido.
—¿Por qué te tomaste la molestia de dejar en mi ventana todos los libros? —pregunto de nuevo —¿Por qué dejaste que tuviera el Damnatus en mis manos por unas horas?
—Por idiota —responde entre dientes.
—¿Por qué el día que tuviste que matar a tu amiga, viniste a Forks, buscándome?
—No te estaba buscando —me grita con indignación. Ruedo los ojos.
—El día de la cena en tu casa, en la biblioteca cuando te impedí apuñalar a Elijah —hago memoria para que ambos recordemos el momento. —¿Por qué no me apuñalaste?
—Porque fue mi manera de agradecerte por salvar mi trasero —sonríe. —En eso si estamos a mano.
—¿Por qué aceptaste ir a la fiesta conmigo?
—Porque tu vida aquí es amargada —hace una mueca. —Quería que al menos tuvieras un poco de diversión y eso significaba bebidas gratis para mí.
—¿Por qué intercambiaste sangre conmigo? —ahora mi voz se vuelve dura.
Quiero que me diga la verdad, que me explique porque en un momento parece tan unido a mí, y al siguiente soy su peor enemiga.
—Porque solo un maldito imbécil dejaría pasar la oportunidad de beber tu sangre —sisea.
—Esa noche —digo rompiéndome un segundo. Damon aprieta los puños a los costados de su cuerpo. —¿Por qué incluso si ya estaba muerta, tratabas de que bebiera tu sangre? ¿Por qué pasaste toda esa noche a mi lado? ¿Por qué no te fuiste?
Se gira de nuevo, me da la espalda.
—No te necesito —dice tratando de sonar muy seguro de sus palabras. Aprieto mis labios.
¡Maldito cabrón testarudo y cobarde! Es un idiota envuelto en un muro de piedra impenetrable
—Mátame entonces —subo mis brazos de nuevo, abriéndolos, poniendo mi cuerpo como un tiro al blanco, vulnerable.
Su cuerpo se gira de nuevo. De nuevo está molesto.
—No te voy a ayudar a complementar tus tendencias suicidas —dice con la mandíbula apretada. —No vine a matarte.
—¿A qué viniste, entonces? —inclino mi cabeza, curiosa por saber en que se va a escudar ahora.
Su boca se abre y se cierra un par de veces, su mandíbula se aprieta. Sus cejas oscuras y gruesas se juntan formando arrugas en su frente. Sus ojos azules me miran, pero, no es capaz de responderme.
—Aún me necesitas Damon —le digo con ternura. —Aunque sea para hacer de tu vida un desastre, pero me necesitas.
Sus pobladas cejas se relajan, pero ahora se levantan como un niño que le han hecho una pregunta muy complicada. Su rostro me dice que ahora se está cuestionando a sí mismo la verdadera razón por la que está aquí.
—Estas aquí porque —tomo una respiración, —porque te preocupas por mí, Damon.
Él niega, su cabeza se sacude de un lado a otro.
Damon no pude aceptar otra versión que no es la que lleva años conociendo. No acepta que hay un lado de él que es muy diferente al que está en su cabeza. Por su personalidad siempre lo han puesto como el chico malo, ese que se la pasa matando a diestra y siniestra, ese que solo vive para lastimar a los demás. Pero yo estoy segura de que hay otro lado de él que está harto de ser eso que los demás ven.
No digo que Damon tenga que cambiar. No quiero que se pierda a sí mismo, solo quiero que acepte que hay más en el que solo cosas malas.
Miro sobre mi hombro, el mar sigue calmado y el crepúsculo está alcanzando su punto más alto anunciando que pronto será de noche, pronto nos veremos envueltos en la noche y aunque salga el sol mañana por la mañana, nosotros seguiremos en un tira y afloja en la oscuridad.
Doy otro par de pasos hacia atrás, puedo sentir el borde de la rocha en mis talones. Un movimiento en falso y mi cuerpo caerá libremente por el acantilado hasta encontrarse con el mar del fondo, quizás también me encuentre con rocas gigantes y afiladas escondidas en el agua.
—¡Te vas a caer Bambina! —grita en mi dirección. Aún se mantiene cerca de la roca donde había estado sentado no sé cuánto tiempo
—¿Saltarías detrás de mí? —pregunto tercamente.
—No me pruebes —me apunta con su dedo.
Inclino mi espalda hacia atrás lo suficiente para que se noten mis intenciones. Damon aparece de la nada frente a mí, en segundos su rostro aparece a centímetros del mío, sus manos están colocadas fuertemente a cada lado de mis caderas, apretándome contra él.
—¿Por qué aprecias tan poco tu vida? —ahora me da una mirada torturada, en su rostro es evidente que está sufriendo. —Tienes toda una oportunidad para tener una vida de la que te sientas orgullosa, y la desperdicias así.
—Aprecio mi vida bastante —digo segura. —Y aún hay muchas cosas que quiero vivir. Quiero tener una pijamada con mis amigas, quiero escaparme de mi casa para irme a una fiesta y ponerme muy borracha. Quiero conocer todos los lugares que pueda, maldición, quiero ir a las vegas a que Elvis me case.
Una sonrisa burlona aparece en sus labios.
—Me da miedo la idea de volver a morir —me confiero. —Tengo miedo morir.
—No te vas a morir —dice con voz ronca.
—Voy a morir, Damon —sonrió. —Quizás hoy, mañana, en veinte años, voy a morir.
Damon aprieta más su agarre en mi cuerpo, sus ojos azules me miran con un brillo de tristeza y dolor que ya he visto antes, sobre todo cuando está luchando contra sus sentimientos, su garganta traga pesadamente.
—Sé que tengo un ejército de personas que harán hasta lo inhumano por evitar que muera —me encojo de hombros. —Todos van a cuidar mi vida, e incluso puedo confiarle a cualquiera de ellos mi vida.
Una parte de mi quiere gritarle que me quite el anillo y me deje caer al precipicio. Esa va a ser la única manera en la que voy a poder estar en paz conmigo misma, para que abandone la estúpida esperanza de que pueda tener todo lo que quiero. Quiero gritarle que esta es su oportunidad de deshacerse de mí, olvidarse de mi existencia y volver de nuevo a Mystic Falls, de volver a Elena.
Quiero gritarle que tiene mi vida en sus manos. Metafórica o literalmente, tiene mi vida en sus manos.
—Pero resulta, Damon… —suelto un profundo suspiro, mi brazo se dobla para acariciar su mejilla. —Resulta eres la única persona a la que le confiaría mi vida y también mi muerte.
No dice nada, tampoco se mueve. Pero sus ojos azules pasan de ser como el hielo frio, o un cálido mar azul. ¿Acaso hay una posibilidad de que mis deseos se hagan realidad? ¿Hay una posibilidad que Damon sienta algo por mí?
—Puedo vivir sola, puedo pasar el resto de mis días sola —las lágrimas de nuevo bajan de mis ojos. —Pero, me aterra pensar que puedo morir sin que estés a mi lado. Esa es la peor muerte que me puedo imaginar.
Me analiza con su mirada, busca con desesperación algo en mi rostro y en mis ojos. ¿Qué tan probable es que Damon sea el que en verdad necesita escuchar las palabras que muero porque salgan de sus labios? ¿Qué tan retorcido es el destino? ¿Desde la primera vez que nos vimos, sentimos esto?
Una de sus manos acuna mi mejilla, es el gesto más tierno que lo he visto hacer desde que lo conozco. Cierro los ojos e inclino mi rostro hacia el calor de su tacto.
Si, desde la primera vez que no vi fue como si su rostro se hubiera grabado con fuego en mi mente. Día y noche su nombre en mi cabeza, cada maldito día, cada maldito segundo solo podía pensar en él.
¿Cómo demonios iba saber que eso sería así?
Su otra mano se desliza por mi cadera, siento que se esconde en uno de los bolsillos trasero de mis jeans, como si buscara una sensación de calor. Su cuerpo aun tiembla, aunque es menos a comparación de cuando llegamos. Mis brazos suben a sus hombros mientras mis ojos se abren.
Puedo pasar toda mi vida, no, toda la eternidad así, en esta posición, teniéndolo así de cercano a mí.
El ambiente a nuestro alrededor es el característico de Forks. Hace frio, la humedad está en el aire y ninguno de nosotros lleva la ropa adecuada para mantener nuestros cuerpos calientes, pero la posición que tenemos, hace que ambos compartamos el calor de nuestros cuerpos. Puedo sentir la vibración de los espasmos que lo atormentan, aún tiene dolor por la verbena.
—Si hacemos esto —murmura en voz baja, —es probable que ninguno de los dos pueda salir.
Ahora son mis ojos los que buscan los suyos. Un nudo se forma en mi estómago, como un mal presentimiento que me embarga.
No se refiere a la posible caída del acantilado en el que nos tambaleamos. Bueno, quizás sí lo dice por eso. Pero sus ojos me gritan otra cosa.
—¿Sabes lo que vas a arriesgar? —pregunta, su mano aun sostiene mi rostro, y el suyo se rompe en una mueca de desesperación.
De un lado está Mystic Falls, y del otro lado está Forks, dos lugares muy lejos uno del otro, pero que tienen todo para asegurarnos una vida donde nos van a tener con las manos atadas a la espalda. También, de un lado está Klaus y su extraña manía por querer sacar su lado oscuro a relucir y de querer cortarle la cabeza a todo aquel que se ponga en su camino, y del otro lado están los Cullen, una familia de fríos que solo nos añaden más problemas a la ecuación. Ambos nos pintan un escenario en donde todo parece estar en contra nuestra.
¿Podemos seguir a través de la avalancha? ¿Podría alguien renunciar a un camino seguro solo por un “quizás”? Estoy segura que no habría nadie que pudiera soportarlo.
Pero nada en esta situación es como debería.
De un lado está Stefan, Katherine, Rick y los demás de Mystic Falls que les conviene la situación, y del otro lado a Jasper y Alice, también a Charlie, Elijah y Angela que son los únicos que nos ayudarían sin esperar nada a cambio de nosotros.
Y por supuesto que estoy consciente que están Elena y Edward. Esas dos personas que pueden salir más lastimadas que nosotros mismos. Ellos son los que en realidad nos tienen atados de manos, ellos son los que pueden llevarnos por un camino donde el dolor sea lo único que veamos. Elena y Edward son las dos personas a las que vamos a sacrificar si hacemos esto, si decidimos lanzarnos por un precipicio a una situación que no tiene retorno.
¿Me importa? No. No voy a renunciar a Damon.
Los ojos azules de Damon me miran expectantes, en espera de alguna señal de mi parte. Mis manos se deslizan desde sus hombros sobre la camisa de manga larga que usa, tomo la tela entre mis dedos y la sostengo fuerte en un puño. Tiro de su cuerpo contra él mío.
La gravedad hace lo suyo. Mi espalda se inclina sobre el vacío que hay a mis espaldas, el cuerpo de él se inclina sobre el mío, manteniéndose cerca de mí.
—Bambina —su voz suena a advertencia. —Si caemos, nada en este mundo va a poder detenerlo.
A mi mente aparecen flashes de todas las veces que he visto a Damon. Desde esa primer noche en la librería cuando me sentía tan frustrada por todo, hasta este momento donde me sostiene entre sus brazos haciendo un esfuerzo por no lanzarnos a ambos al precipicio.
—Ya no podemos detenerlo —le digo.
Sus ojos azules brillan. Su cuerpo se inclina más hacia el frente, el viento comienza a rodear mi cuerpo que está pendiendo sobre el acantilado.
—¿Segura? —pregunta. Su cuerpo se inclina aún más, mi cuerpo se inclina de espaldas. Sus brazos ahora rodean mi cintura, las puntas de mis botas son las únicas que tocan el borde de la roca del acantilado. El viento rodea mi cuerpo dando tirones, buscando que caiga al vació.
¿Estoy segura de querer arriesgarlo todo? ¿Estoy dispuesta a renunciar a una vida que aún no tengo, solo por una posibilidad de algo? ¿Quiero arriesgarlo todo, por Damon?
Sí.
Una sonrisa aparece en mis labios. Mis ojos se enlazan con los suyos. Mis dos manos se levantan y se colocan detrás de su cuello, tiro de él con toda la fuerza que puedo.
Siento cuando nuestros cuerpos se relajan, siento cuando mis pies abandonan el suelo firme, siento en mi abdomen la sensación de vacío que aparece en el momento en el que la gravedad hace su trabajo. Pero todas esas sensaciones no me interesan en lo más mínimo, no me interesa lo que nos espera abajo, no me interesa lo que nos espera si es que volvemos a resurgir. Lo único que me interesa es la sensación de sus labios sobre los míos.
Chapter Text
(Damon POV)
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—No recordarás las últimas 24 horas —le ordeno.
—No recordaré las últimas 24 horas —repite el humano.
—Cada vez que tus ojos nos miren, cada vez escuches nuestra voz, cada vez que alguien mencione nuestro nombre o algo relacionado a nosotros, tú actuarás como si no pasara absolutamente nada. — digo con voz clara. —¿Entendido?
Mis manos sueltan la cabeza del rubio pálido y debilucho que está repitiendo las palabras que le acabo de ordenar. Lanzo su cuerpo al suelo de su habitación.
—¿Cuántos nos faltan? —Elijah me pregunta, mis ojos se posan en él. Lo miro mientras dejo que mi cabeza comience a soñar en mil maneras en la que lo puedo asesinar, una y otra y otra vez. —Concéntrate, idiota.
Hago un enorme esfuerzo por no rodar los ojos. Él fue el que me drogó hasta perder la conciencia y ¿Ahora quiere que me concentre? ¿Es imbécil? Bueno, sí, si es.
—Esta es la última casa —le respondo.
—Por fin —suelta un suspiro. No lo demuestro, pero me siento de la misma manera, aliviado.
Resulta que a nosotros los vampiros no nos causa ningún problema hipnotizar a alguien, eso es pan comido para nosotros. El problema es que esta vez no hipnotizamos a una sola persona, tuvimos que hipnotizar a los 3,380 habitantes de Forks. O al menos a la gran mayoría de los que fueron testigos de las idioteces de Klaus.
Horas antes, cuando Charlie había planteado su idea, todos estuvimos de acuerdo con que era una muy buena estrategia. Parecía simple y nos evitaríamos que los chismosos hicieran preguntas indeseadas, o que incluso el mismo Klaus sacara información por otras fuentes, sobre todo ahora que no sabíamos cuál sería su siguiente movimiento. Parecía una muy buena idea para cubrir algunos flancos.
Un trabajo sencillo. ¿Verdad? Dos vampiros, una frase y un pueblo fantasma en el medio de la nada. Elijah y yo aceptamos sin rechistar.
¡El peor error que han cometido, par de idiotas!
Isabella llegó a nosotros con un mapa en sus manos, lo extendió y nos señaló de donde a donde vivía la población de Forks que probablemente supiera algo del tema. Resulta que no eran solo los estudiantes, habían sido profesores, directivos y demás personas que no perdieron tiempo en contarle a alguien más lo que había pasado. Todos en este lugar eran una bola de chismosos. Además de uno que otro que vive a las afueras del pueblo.
Elijah y yo habíamos sido unos imbéciles por aceptar algo sin preguntar los detalles.
—¿Los fríos también eran parte del trato? —Elijah pregunta mientras salimos de la casa del humano.
—Creí que no podían entrar a casas sin ser invitados —la voz divertida de Jasper nos recibe.
—No podemos —acepto. Él levanta una ceja preguntando el resto. Como dije, aquí todos son una bola de chismosos.
—Los hipnotizamos primero para que nos invitaran a pasar —Elijah suspira. No puedo juzgarlo, hasta yo me siento harto de hipnotizar personas.
El rubio hace una mueca de fastidio.
—Entonces, Mayor —sonrió. — ¿Vienes para tu sesión de pérdida de memoria?
—No gracias —niega rápidamente. —Yo estoy bien así.
—Cobarde.
—¿A que debemos el honor de su compañía, mayor? —Elijah dice la pregunta con burla. Jasper se encoje de hombros.
—Estoy dándole tiempo a mi hermano —sonríe maliciosamente. Eso llama mi atención. —Ya sabes, para que haga una de esas visitas nocturnas a su novia.
—Uhh —Elijah se burla.
—Eso no me interesaba saberlo —hago una mueca de asco. Elijah y Jasper se ríen. —¿No tienen algo mejor que hacer?
Me cruzo de brazos y me recuesto en uno de los árboles del área del bosque donde estamos. Elijah se sienta grácilmente en una roca, y Jasper recarga su espalda en el tronco frente a mí.
—No, la verdad no —Elijah se encoje de hombros. —Es más divertido estar aquí.
—¡Oye! Solo estoy haciendo una visita social —Jasper hace un puchero. —Además, en casa estaba aburrido.
—Y ese es mi problema ¿Por qué...? —los miro con una ceja levantada.
—Porque serás mi distracción —sonríe mostrándome sus dientes.
—Pícate el trasero, mejor —le gruño.
—Tu trasero es el que voy a patear —me gruñe de regreso el rubio. Ya no hay burla en su voz, su gruñido es muy enserio.
Ya te tengo, Blondie.
—¡Ja! —grito, levanto mi mano y lo apunto con un dedo. —Ya sabía que no era una visita social.
Jasper pone los ojos en blanco.
—Al menos nos ahorraremos un paso —Jasper suspira. —Ahora, Salvatore...
Se materializa frente a mí, coloca una mano en mi hombro y me conduce a donde estaba Elijah antes. Pude zafarme en cualquier momento, la fuerza que tiene Jasper no es nada comparada con la mía, pero ¿Importa eso? No. No porque el mayor tiene una mejor técnica de la mía y tardaré más en soltarme que en lo que me vuelve a tener.
—Suelta la sopa —el rubio me ordena. Levanto una ceja mirando a ambos hombres inclinados frente a mí.
—¡No te hagas el idiota! —Elijah me empuja.
—¿Qué mierda están planeando? —pregunto. —¿Qué es esto? ¿Un interrogatorio?
—Si —dicen los dos al unisonó. Miro a uno, luego al otro. Ambos mantienen su pose seria y la mueca en su rostro no se mueve, no van a dar su brazo a torcer.
—¿Qué quieren saber? —desvío la mirada.
—Isabella —ambos dicen a la vez.
—¿Que hay con ella? —pregunto haciéndome el idiota.
—Eso queremos saber —responde Elijah. —¿Qué hay con ella?
No digo nada. Tienen que ser más específicos.
—¿De qué hablaron hace rato? —Elijah ataca de nuevo.
—De nada, realmente —digo sin dudar. Elijah mira a Jasper, quien asiente.
¿Qué demonios?
—¿Solo se lanzaron al agua a lo estúpido? —levanta una ceja.
—No, eso seria estúpido —hago una mueca. Jasper asiente.
—¿De qué hablaron? —pregunta de nuevo. Elijah toma mi camisa y me sacude.
—Preguntó por Elena, le respondí. Pregunté qué demonios había pasado aquí, me respondió —explico a grandes rasgos. —Cosas de más, cosas de menos.
Jasper me mira con los ojos entrecerrados, pero asiente. ¿Qué demonios sucede con él?
—¿Te dio sangre? —Elijah me pregunta.
—Si —digo honesto. —Gracias a ti, me costó mucho cambiar de forma —lo fulmino con la mirada. Aun no le perdono el hecho de que me haya drogado con verbena y no sé qué más. — Necesitaba alimentarme y ella se ofreció.
De nuevo el original mira al rubio. Jasper de nuevo asiente.
—Intercambiaron sangre —Elijah dice. No es pregunta.
—Sí, hace rato —digo recordando el momento que vivimos hace horas en la playa bajo el risco. — Yo necesitaba sangre, ella me la ofreció. Su sangre sabe deliciosa y yo tenía mucha sed, casi la dejo seca, entonces yo le ofrecí.
Jasper asiente.
—¿Te está usando como detector de mentiras? —miro con los ojos entrecerrados al Mayor. Jasper asiente de nuevo. —¡¿Y lo permites?!
Sacude su cabeza afirmando. Resoplo.
—¿Qué tanta sangre han intercambiado? —Elijah pregunta, atrayendo mi atención a él.
Pongo una mano en mi barbilla tratando de hacer cuentas.
—En Mystic un par de veces, también, cuando pasó lo del brujo le di bastante —murmuro. —Y hace rato, pero fue menos.
—Bien —Elijah suspira. —Hay que estar preparados para cualquier cosa.
—¿Qué pasa con tu sangre? —Jasper pregunta. —¿Qué le puede hacer a Isabella?
—Mientras no se muera —comienzo, Jasper junta las cejas. —Solo va a sanarla si se lastima. Trae el anillo, así que no pasa nada.
—¿Qué hay con ese anillo?
—Se supone que si Isabella muere por culpa de algo sobrenatural —ahora Elijah explica, —el anillo hace que vuelva a la vida.
—Si se muere por alguna otra razón —suspiro con fuerza, —y aún tiene mi sangre, se convierte.
Jasper tarda en procesarlo, su mirada se pierde por unos segundos, pero, finalmente hace un gesto comprensivo.
—¿Algo más hace tu sangre?
—¿Por qué? —pregunto confundido. Elijah mira de la misma manera al rubio.
—Cuando las chicas volvieron de Mystic, Bella andaba un poco volátil con sus emociones —dice inseguro, —al inicio pensé que solo tenía unos cuantos traumas por lo que vivió. Pero si hablas de ese tema, no siente nada.
—¿Has notado algo más? —Elijah pregunta con la mirada fija en la nada.
—Casi patea el trasero de Edward un par de veces —Jasper murmura. Sonrió internamente por la imagen que aparece en mi cabeza de esa escena. —Ha roto un par de cosas con más facilidad que un humano cualquiera, pero sus emociones y su humor es lo que me preocupa.
—Eso tiene que ver con Damon —Elijah murmura. Lo miro con una ceja arriba.
—¿De que estas hablando? —le miro molesto. —¿Yo que demonios tengo que ver?
—Antes, respóndeme tu una cosa —Elijah hace sus gestos de monarca a punto de decretar una ley. —¿Cómo quedaron las cosas con Elena?
—Hace rato llamé a Stefan —digo dislocado por su pregunta. —Elena no ha recibido ninguna amenaza ni nada por el estilo. Todo está demasiado tranquilo.
—No, no ¿Tú como quedaste con Elena? —Elijah insiste. —Sé que tuvieron una conversación hace algunas semanas.
—Si —ahora me siento incómodo. —Hablamos de lo que había pasado y de lo que pasaría con Klaus y con... nosotros.
Ambos me hacen un gesto para continuar. Jasper me analiza muy detenidamente, no tengo que ser él para saber que está esperando que diga una idiotez para lanzarse encima de mí.
¿En qué nos hemos metido, Salvatore?
—Me dejó en claro que fui un imbécil con ella, con mi hermano y con Isabella, sobre todo. —aclaro mi garganta. —Me dejo claro que había hecho su elección y las razones, además me ayudó a comprender un par de cosas.
—¿A quién eligió? —ambos se inclinan más hacia mí.
—Stefan —mi voz sale cansada. —Hasta la pregunta ofende.
—¿Isabella está al tanto de eso? —Elijah pregunta.
—No lo sé.
Ambos se miran y sacuden la cabeza con decepción. ¿Qué carajos está mal con estos dos?
—Isabella solo se fue. Después de nuestra pelea no hablé con ella, no sé con quien habló o de lo que hablaron. No sé qué es lo que sabe y lo que no sabe.
—Interesante —Elijah murmura.
—¿No deberían preguntarle esto a ella?
—Quizás, pero no lo haremos.
—Aunque, tú también ya elegiste ¿o me equivoco? —Jasper sonríe. De nuevo me remuevo incómodo. ¿Ahora es terapeuta?
—¿Elegir qué cosa?
—A ella —dice simplemente.
—Por eso Isabella está actuando así —Elijah sonríe. Su emoción se dispara como un cohete. —Es por ese vínculo, la sangre solo es un canalizador, lo que los hace actuar así es el vínculo sentimental que tienen uno por el otro.
—¡Ay que lindos! —Jasper aplaude. ¡Qué horror! Eso se le pegó de su esposa.
—¿Qué no supone que tu deberías estar encabronado? —pregunto recordando algo importante. —Tu hermano es su novio. Se supone que ella sale con él.
—Mi hermano es un imbécil.
—Sí —Elijah y yo aceptamos.
—Edward no está enamorado, esta...
—¿Idiota? —lo miro.
—¿Baboso? —Elijah gira su cabeza mientras habla.
—¿Obsesionado? —pregunto.
—¿Traumado? —ofrece Elijah.
—Sí, todo eso —el Mayor asiente. —Pero ese no es el punto. Edward está idealizando la relación. Ni siquiera es algo romántico, es enfermo. El idiota cree estar enamorado de alguien que puede ser su verdugo.
—Eso es sadomasoquismo —le digo. —No juzgo, pero no pensé que fuera de los de ese tipo, que les gusta practicar eso.
—Excepto que el mojigato de Edward no sabe lo que significa eso. —Jasper se sienta a mi lado.
—Es del tipo “virgen hasta el matrimonio” —Elijah se parte de la risa.
—No me molesta que le quites la novia a mi hermano, eso es lo de menos —Jasper se ríe, —Al contrario, te voy a ayudar. Alice y yo lo haremos.
Lo miro sorprendido.
—Edward quiere meter a Isabella en una jaula de cristal —Elijah explica. —Ya vio lo fácil puede ser perder su sangre, y eso es lo más preciado para él.
—No la quiere —Jasper dice. —Eso de que “es lo más preciado que tiene” “es el amor de su existencia”, “prefiero morir antes que ella le pase algo” es mentira.
—¿Alguien además de ti lo sabe? —pregunto pensando en la casa llena de vampiros.
—Todos en la casa le están solapando su mentira —Jasper no parece feliz con esa idea. —Por eso Alice y yo queremos ayudarte.
Le ofrezco una mirada sorprendida. Creí que tenían el slogan de una familia feliz.
—Nosotros los fríos estamos atados de manos por la lealtad. Nosotros, los Cullen, hemos desarrollado con los años un cariño hacia los demás, es inevitable que suceda eso. Pero somos una familia unida a Carlisle por lealtad. No le debemos lealtad a nade más que a él.
—Pero él no te convirtió —me quejo. Recuerdo lo que me contó la primera vez que me encontré con él. Antes de volver a Mystic con el libro del demonio.
—No, Carlisle no me transformó, pero me ayudó a salir del hoyo donde estaba —explica. —Es una deuda que aun pago. Por eso le debo lealtad a él.
—Carlisle y yo hablamos de las posibilidades de Klaus —Elijah dice. —Él estaba al tanto de lo que podía pasar.
—¿De que estas hablando? —siento la molestia comenzar a fluir por mi cuerpo.
—Cuando vine por Angela e Isabella, llegué a hablar con los Cullen —Elijah explica. —Para mi suerte, solo estaba Carlisle y el Mayor. Les expliqué el riesgo que había de que secuestraran a alguna de ellas.
—Carlisle logró mantener su cabeza lejos de Edward —Jasper suspira. —Pero tuvo un desliz y Edward se enteró de la verdad en partes, por eso registró la habitación de Bella.
—¿Qué hizo que cosa? —abro la boca, sorprendido.
— Edward no estaba feliz con la desaparición de Bella, es claro —Jasper habla con pesadez. —Cuando leyó los pensamientos de Carlisle fue con Charlie, el Jefe Swan vio una buena oportunidad para molestarlo, y dejó su mente volar, también.
Más tarde le invitaré un trago a Charlie.
—Charlie lo captó en la habitación de Bella y lo llevó a prisión. Edward estaba listo para un montar un espectáculo cuando ella volviera —el rubio pone los ojos en blanco. —Sabe cómo manipularla y estaba listo para usar eso a su favor.
—Pero, cuando Isabella llegó, tenía tu sangre —sonríe Elijah satisfecho. —Pateo su trasero sin tocarlo.
—Bella y Edward han tenido un tira y afloja —Jasper hace una mueca. —Edward quiere estar al tanto de todo lo que ella hace, para que no se la quiten, cree que controlándola va a evitar que algo suceda. Pero, Bella ya está harta. Lo ve y casi se entierra un cuchillo ella sola.
—Esa es la oportunidad para conseguir a la chica. —Elijah da un golpe animado en mi hombro. —Un coqueteo, uno que otro beso, una salida, una cita, bla bla.
Lo miro como si tuviera una tercera cabeza.
—Ahí entras tu —Jasper también me golpea. —Tienes todo de tu lado, Damon. Charlie, Angela, Elijah. Alice y yo te vamos a ayudar, solo no lo arruines, al menos no de nuevo.
—¿Y por eso me quieres patear el trasero? —pregunto desviando el tema.
—Te lo advertí, Salvatore —me aprieta del hombro. —La primera vez que te vi, te advertí que si te atrevías a lastimarla no vivirías para contarlo.
—No le he hecho nada —me defiendo. —Bueno, si traté de matarla un par de veces.
—La mataste —Elijah me dice. Golpe bajo de ese cabrón.
—No me quedaban opciones, estaba sufriendo, le dolía y dejarla así solo haría que su sufrimiento se alargara.
—Puedes matarla mil veces, Damon —Jasper suspira. Por un segundo luce derrotado. Por supuesto que recupera su posición. —Te aseguro que estaré ahí peleándome con el mismo diablo por su alma para traerla de regreso.
Hay un “pero”, puedo sentirlo en su voz.
—Atrévete a romperle el corazón, daña sus emociones y desearás no haber nacido —gruñe muy bajo. —No la encierres en una jaula, como él.
Me cruzo de brazos. Me ofende que crea que soy como él. Su hermano es solo un niño bonito encaprichado con un juguete.
—Por cierto... ¿Cómo se conocen ustedes? —señalo el espacio entre ellos.
—Después de que desertaste del ejército, pasaron cosas —Jasper se encoge de hombros. —Ya sabes, uno conoce a mucha gente.
No digo nada.
—Debo volver a casa —anuncia Jasper mirando su teléfono. Elijah y yo asentimos sin muchas ganas. —Ya saben, a tantear el terreno.
—Nosotros deberíamos pasar informes —Elijah dice divertido. —No queremos que las jefas nos saquen el corazón.
— ¿En qué momento esas dos humanas convirtieron a unos vampiros en sus perras personales? —Jasper se burla y se desvanece.
—Ese idiota —siseo.
Su esencia se burla de mí ese aroma dulce se queda impregnado en el aire como un jodido recordatorio de que estuvo aquí y que tuvimos una conversación Hago una mueca.
—Es asqueroso el aroma, lo sé —Elijah suspira. —¿Se cayó azúcar en el hechizo con el que los crearon?
—Quizás por eso brillan —digo pensativo. —No son diamantes, son granos de azúcar.
—Eso es lo más filosófico que has dicho desde que te conozco, Damon —Elijah se burla y camina delante de mí.
—Maldito.
La risa del original llega mientras lo sigo. Ambos caminamos entre los árboles en dirección a la casa de Isabella para mi buena suerte, ninguno habló en ningún momento. El camino me resulta más conocido de lo que me gustaría admitir en voz alta.
—Apesta a ellos —se queja el original.
En silencio, concuerdo con él. Es imposible no darse cuenta del aroma a frio que inunda el sendero casi imperceptible. ¿Cuántas veces habrán pasado por aquí esos fríos? ¿Es solo él? ¿Cada cuánto atraviesa el bosque para venir a verla? ¿Estará el niño bonito con ella?
—No hay nadie más —me avisa Elijah antes de saltar subiendo por el árbol que da directamente a la ventana. Lo imito justo a tiempo para verlo materializarse en la mecedora en el fondo de la habitación.
La bruja y la humana pegan un salto. A mis oídos llega el sonido de sus corazones acelerados bombeando sangre a por sus venas.
—¿Algo más que se le ofrezca, majestad? —Elijah pregunta para aligerar el ambiente.
—Idiota —sisea Angela sosteniendo su pecho con su mano. —¿Quieres que nos dé un infarto?
—¿Tan guapo estoy? —Elijah se inclina en dirección de la bruja.
—Sí —le responde desde su posición en el la manta sobre el suelo. —¿Y eso que tiene?
—Sería un honor ser el causante que tu corazón se detenga —le guiña un ojo.
—¡Ay que romántico! —Isabella suspira. —¡Qué horror! —hace una mueca de asco.
—¿Tan feo está Damon? —el original la mira con diversión.
—¡Oye, idiota! —salto a la defensiva. —Estoy más guapo que tú.
—No —Elijah se ríe. Miro a Isabella buscando una negativa de su parte, pero ella segunda su risa, como si estuviera de acuerdo con él.
Ouch, la traición duele.
—¿Por qué tu si puedes entrar y yo no? —me siento en el borde de la ventana. Tal y como la primera vez que estuve aquí.
—Privilegios, querido —Elijah se encoge de hombros. —Tú y yo no somos iguales.
Lo miro con fastidio. Esos “privilegios” no me gustan.
—¿Me dejas entrar? —le pregunto a Isabella poniendo mi mejor cara de inocente.
—No —dice sonriéndome. —Te ves muy lindo allá afuera.
Una risa brota de mis labios.
—Déjame entrar —le digo. Mi voz es tranquila, ni siquiera hago el esfuerzo por que parezca una orden. Tampoco quiero manipularla, quiero que me deje entrar porque en verdad desea eso.
—¿Qué obtengo a cambio? —me pregunta con una ceja arriba.
Sus piernas se mueven para acercarse a mí. Puedo apreciarla con la mirada, aún está usando la ropa de la vampira, o al menos el segundo cambio que le dieron. Después de que volvimos a la casa de los fríos, ambos estábamos mojados por el mar, la lluvia y una que otra rama de bosque que se nos atravesó. Por supuesto que Jasper y su esposa se encargaron de darnos ropa seca. A ella frente a todos la llevaron a la habitación. Yo tuve que entrar por la ventana.
Y ahora ambos apestamos a “Frio” mojado. Asqueroso.
—El honor de mi presencia —le guiño un ojo.
—Asno —se ríe. Puedo sentir el calor que emana su cuerpo aun desde la pequeña distancia que nos separa. Quiero estirar mis brazos para tirarla hacia mí y asegurarme que el imbécil de su novio no la ha tocado.
Pero no puedo, la maldita pared invisible no me deja tocarla.
Miro por encima de su hombro, mis ojos buscan a Angela. Ella puede quitar esto en segundos. La otra humana parece no tomarme en cuenta, pero sé a la perfección que su lealtad está hacia Isabella, ella hará lo posible por protegerla, incluso de mí.
—¿Eso es todo lo que ofreces? —me mira por debajo de sus pestañas, recuesta su cuerpo en el borde de la ventana.
—Sácalos y te muestro —guiñó un ojo.
—Entra —Isabella toma mi mano y me jala al interior de la habitación.
Mi cuerpo se mueve obedeciendo a sus palabras. En segundo estamos en el medio del espacio sin muebles. Mis brazos alrededor de su cuerpo la mantienen cerca de mí, lo suficiente para que mi nariz busque el aroma del niño bonito en ella.
—¿Charlie y Rick? —pregunta Elijah.
—Abajo, Rick está interrogando a Charlie —se encoje de hombros Isabella.
—¿Qué tal les fue con su misión? —Angela pregunta sin levantar los ojos del libro en sus manos. —Somos poquitos, ¿verdad?
—¿Por qué hay tantas personas en un pueblo olvidado por la vida? —me quejo. —¿No hay un lugar más interesante a cuál ir?
—Lo mismo dije la primera vez que llegué —Isabella se burla.
—¿Y porque sigues aquí? —pregunto curioso.
Si de verdad no le gusta este pueblo, y tampoco se siente cómoda estando aquí, ¿Qué la ata a este lugar?
Ella se mueve, se aleja de mí y se deja caer en su cama mientras rueda los ojos.
—Porque es mi habitación, idiota.
—Nuestra, a partir de ahora —le digo acercándome a ella. Imito su movimiento y me recuesto en su cama. En cuando el peso de mi cuerpo hunde las telas que forran la cama, me inunda una ola de su aroma puro.
—¿Perdón? —pregunta con los ojos abiertos.
—¿Dónde esperas que me quede? —pregunto ofendido. —No hay ningún hotel por aquí.
—Puedes dormir en el sofá —señala la puerta.
—Ahí dormirá Rick —me encojo de hombros.
—Está la habitación de Charlie —dice, señalando de nuevo la puerta.
—¿Y quitarle la comodidad de su cama al Jefe Swan? Por supuesto que no.
—Ahí hay mucho piso —murmura entre dientes.
—¿Me dejarás dormir como perro en el suelo? —ahora sí estoy ofendido.
—Sí —ella se encoge de hombros. —Es eso o nada.
Mi cuerpo se estremece. No me gusta la idea de dormir como un perro.
—Te mueres por dormir conmigo —la tiento.
—¿Dormir? —pregunta. —Si estas en mi cama, no creo que vayamos a dormir.
Una sonrisa aparece en mi rostro.
—¿Bella? —la voz del niño rico aparece en la habitación. Isabella y Angela levantan la cabeza, sorprendidas por la repentina aparición del frio. Elijah y yo nos mantenemos en el mismo lugar, ya habíamos escuchado sus pasos cuando se acercaba a la casa.
—¿Qué hace él aquí? —el niño rico apunta a Elijah que le regresa la mirada con diversión. Luego su atención pasa a mí. —¿Quién es él?
—¿Qué haces aquí? —le pregunta Isabella. Su voz es demasiado tranquila para mi gusto.
Dile que se vaya, bambina. Dile que no lo quieres aquí. No quiero que esté aquí.
—Estaba preocupado por ti —le responde. Pongo los ojos en blanco.
—Estoy bien, Edward —le asegura ella. —Pudiste llamarme.
—Necesitaba comprobarlo.
Mi cuerpo vibra por el gruñido de mi pecho.
—Estoy bien —Isabella repite. —Puedes irte.
—¿Por qué están aquí? —el niño bonito cambia de tema. —¿Quién es él? ¿Tienes idea de lo peligroso que es que estén Angela y tú aquí con ellos?
Ninguna de las dos hace el esfuerzo por responderle. La morena hace una mueca, la Bambina suspira con fuerza y se baja de la cama. Trato de detenerla, pero ya está más cerca de él que a mí.
—¿Se te ofrece algo? —Elijah le pregunta, su cuerpo va a y viene disfrutando del movimiento de la mecedora.
—Sí, que se vayan —responde el cobrizo.
—Lamento no poder ayudarte con eso —sonríe el original.
—Yo sí les puedo ayudar con eso —el frio dice en un intento de tono amenazante y entra a la habitación.
—¿Dejas que entre a así de sencillo? —le pregunto a la bambina poniéndome de pie con lentitud. —A mí me tienes rogándote y a él se lo permites tan sencillo.
Camino en dirección a la ventana que es donde ambos están cerca. Isabella trata de abrir la boca para hablar, una de sus piernas hace el esfuerzo por estirarse para traerla de regreso a mí, pero él es rápido, la toma de la cintura y la acerca a él. Ella suelta un grito de sorpresa.
—Suéltala imbécil —le ordeno.
—No —dice seguro. Aprieta el cuerpo aún más hacia él, sus ojos dorados no se han desprendido de mí. —Dime ¿Quién eres?
—¿Yo? —me hago el inocente. Él asiente. —Pues, verás —me acercó más, —yo soy el hombre que te la va a quitar.
El rostro del frio se frunce. Una chispa de temor aparece en sus facciones.
Elijah silva. —Fuertes declaraciones.
—No te vas a acercar a ella —me amenaza. Suelto una risa.
—Ya es un poco tarde para eso. —levanto las cejas.
—Vamos, te llevaré a casa —le dice a Isabella. Sus ojos marrones se abren y comienza a negar. —Allá estarás a salvo.
—Ella no se va —Elijah entra al rescate. —Esta es su casa, no puedes llevártela.
—Tú lo hiciste —lo acusa. —Te la llevaste.
—Corrección —Elijah levanta un dedo para detenerlo. —Yo le pedí que me acompañara y ella accedió.
—Vámonos —repite el idiota, tomando el brazo de Isabella con fuerza.
Mis ojos perciben como su piel clara se torna verde con la fuerza de él. Ese maldito imbécil la está lastimando.
—Isabella, ven —digo. El tono de mi voz es moderado, pero sé que la intención está clara. Mi bambina me va a comprender.
El cuerpo de Isabella se detiene, gira sobre sus talones y de un movimiento zafa su brazo de las garras del idiota. Le dejará un par de moretes, pero es el precio a pagar por que se aleje de él, además, no le durarán mucho en su piel.
Pasan unos cuantos segundos hasta que siento el cálido cuerpo de Isabella junto al mío. Angela de un respingo al comprender la situación, puedo escucharla, pero no dice nada más.
—Bella, por favor —el frio luce sorprendido, pero luego su expresión de vuelve con una falsa preocupación. —Vamos a mi casa, allá estarás a salvo.
—¿A salvo de qué? —le pregunta ella.
—De él —apunta a Elijah, —de ellos.
El original y yo nos reímos con sarcasmo.
—¿Y qué hay de ti? —le pregunto, lo recorro de arriba hasta abajo. —¿Quien la protege de ti?
—Conmigo no necesita protección —junta las cejas, incrédulo de porque le estoy diciendo eso—No la voy a lastimar.
—No te creo —Elijah canturrea.
—Nunca la lastimaría —dice indignado. —Mi autocontrol es perfecto.
—¿Si? —le doy una mirada burlona. Estiro mi brazo rodeando la cintura de Isabella. La colocó delante de mi cuerpo, ambos mirando hacia su noviecito. —¿Probamos?
—No le hagas nada —el idiota me enseña los dientes, pero eso solo hace que mi diversión aumente.
—Damon —susurra Isabella. Puedo sentir que está inquieta y asustada.
—Shh —acaricio su abdomen con la palma de mi mano. —Tranquila.
Su cuerpo se relaja contra el mío. Con la mano que tengo libre, hago su cabello hacia un solo lado de su cuello, acariciando su pie en el proceso. Pongo mi mirada sobre el idiota de su novio. Sus cejas están juntas, su frente arrugada, las aletas de su nariz dilatadas, sus labios dejan ver al descubierto sus dientes.
Que tierno se ve. Parece un gatito tratando de asustar a un tigre.
—No quites tus ojos de él —le digo a la mujer en mis brazos. Ella mueve su cabeza despacio, asintiendo.
Usando la misma mano con la que moví su cabello, deslizo por su hombro la tela de su blusa, dejando al descubierto la mayor cantidad de piel que puedo. Mientras mis dedos acarician su piel, puedo sentir sus venas palpitando, moviendo con suavidad la sangre a través de ellas.
Bajo mi rostro hasta su cuello, paso mi nariz por toda la extensión de la piel descubierta, aspiro con fuerza el aroma de su piel. Mis labios forman una sonrisa cuando detecto mi propio aroma en ella.
—Si te mueves, le rompo el cuello —mi voz se escapa de mis labios con un tono amenazador, las intenciones del cobrizo despeinado no me agradan.
No quiero que piense en ella, no quiero que la vea, no quiero que la toque, no quiero que esté cerca de ella.
—Bella, por favor —le ruega, su voz suena como si lo estuvieran torturando. Está buscando la manera de manipularla, quiere llevársela. Pero, admito que es inteligente, no se mueve. —Ven conmigo, por favor.
—No, bambina —digo, mi mano se aprieta más contra la suavidad de su abdomen. Mis ojos no se despegan del idiota frente a nosotros, no puedo perderlo de vista o hará algo que no me va a gustar.
Con la otra mano que se mantiene libre, acaricio de nuevo el cuello de la humana, mi mano se cierra alrededor de su piel, mi agarre es firme. Isabella respira pesadamente, ella sabe que voy a cumplir mi amenaza, sabe que esto es solo una advertencia para su novio. Si el idiota de su novio se atreve a moverse, ella va a volver a enfrentarse a la muerte.
—Bella... —de nuevo le ruega, esta vez hay pánico en la manera en la que pronuncia su nombre.
La bambina no se me mueve. En mi mano puedo sentir el palpitar de su corazón. El frio y yo podemos escuchar como su corazón se ha mantenido tranquilo a pesar de mis movimientos. No tiene miedo, sus emociones son nulas. No necesito ser Jasper para adivinarlo.
Bajo mi cabeza hasta el hueco de su cuello, abro mis labios, saco mi lengua y la paso por toda la extensión de su cuello. Isabella se estremece.
—Déjate llevar, bambina —digo contra su oído. En ningún momento nuestros ojos se han separado de nuestro espectador.
Mis labios se posan contra la base de su cuello, me permito tomar unos segundos para aspirar el aroma de su piel. Huele tan asombrosa como la primera noche en que la conocí, pero ahora huele mejor, ahora tiene mi aroma en ella y eso es lo que tiene inseguro al otro vampiro idiota. Sabe que ella no es la misma, sabe que hay algo extraño, sabe que hay otra aroma en ella, pero sus ojos se niegan a ver la realidad.
Deposito un beso sobre su piel antes de alejarme lo suficiente para transformar mi rostro Siento la usual punzada de cuando las venas brotan alrededor de mis ojos, con mi lengua acaricio el borde de mis colmillos que se crecen y se tornan afilados. El rostro de brillantina se vuelve un poema de emociones, está aterrado, asombrado, preocupado y al borde de la histeria.
¿Los fríos se pueden desmayar? Mis ojos están a punto de ver a uno.
Su mano apenas se mueve un centímetro para tratar de alcanzar a la humana. Cree que no lo he visto. ¡Error! Actúo con rapidez, mi cabeza baja de nuevo hasta la piel de Isabella, mis dientes traspasan sin ningún problema la suavidad de su piel.
La bambina da un respingo.
En mi boca, la calidez de su sangre sale disparada hacia el interior de mi boca. La sensación me provoca un gemido de satisfacción. Su sangre sabe deliciosa, pero sentir mi propia sangre en ella, es otro nivel.
Isabella coloca su mano sobre la mía, aprieta aún más mi brazo contra su cuerpo, está haciendo lo imposible por mantenerse quieta y sin hacer ningún sonido. Pero es imposible. Sé que le duele, sé que la sangre caliente quema sus venas mientras intenta seguir su camino natural, pero sé que la sensación está haciendo que cada una de sus terminaciones nerviosas se active. Su cuerpo se retuerce contra el mío, sus jadeos en busca de aire son el sonido más delicioso que he escuchado. Pero ya habrá tiempo para eso. Muy en contra de mi voluntad, alejo mi rostro de Isabella.
—Sabe deliciosa —digo lamiendo los bordes de mis colmillos, la sangre caliente aun escurre de ellos. La sangre caliente sigue brotando del cuello de Isabella, roja, llamativa, deliciosa. —¿Quieres probarla?
Si algo no he olvidado, son los buenos modales que me enseñaron en mi época. Siempre hay que ofrecer de lo que estamos comiendo. Bueno, casi siempre. Isabella gira su rostro hacia mí, está asustada por la idea. Ella sabe lo que puede pasar si se acerca. Romeo, que ha dejado de respirar, me mira de la misma manera.
—Ve con él —le digo a Isabella. Sus ojos se abren aún más, su cabeza niega furiosamente haciendo que de la herida en su cuello solo brote más sangre. —Ve con él, bambina.
Coloco mis manos en sus caderas y le doy un empujo hacia el frio. Isabella da un par de tropezones mientras camina en su dirección. Sus pies se mueven con lentitud, se resiste a la idea, pero no puedo desobedecer lo que le he dicho. Cada paso que ella da en su dirección, él retrocede uno en dirección a la ventana.
—Bella, no te acerques —dice el frio con voz ahogada. Sus manos están apretadas con fuerza, las venas de sus brazos están marcadas por la presión que hace por contenerse.
—Te mueres por probarla —lo acuso. Hace un esfuerzo por tragar el veneno que se ha acumulado en su boca. —Darías lo que fuera por morderla, saborearla, tenerla en tus brazos sintiendo como se retuerce mientras bebes de ella.
—Bella, detente —dice con voz contenida. Isabella me mira, dudosa si seguir o no. Puedo ver en sus ojos el pánico que la recorre. Le tiene miedo, le aterra la idea de morir y que sea a manos de él.
Pero yo soy un cabrón, y le indico que camine de nuevo. Quiero saber cuánto control tiene el infeliz. Isabella retoma sus pasos lentos, pero esta vez la sigo muy de cerca.
—Quieres que sea tuya —le digo, mi voz es tentadora, lo incito a que lo haga. —Quieres tenerla solo para deleitarte con su aroma. Quieres tenerla cerca de ti para estar escuchando como la sangre corre por su sistema.
—Detente —dice desesperado.
Puedo ver la lucha que hay en él, tiene dos opciones, salta por el borde de la ventana hacia el exterior, para huir del aroma y mantenerla a salvo de él pero arriesgándose a que algo le pase con nosotros. O, salta en dirección a ella y cumple su más oscura fantasía
—Hazlo —digo con voz grave. —Muérdela, bebe su sangre, saborea ese líquido cliente que está escurriendo por su cuello.
El idiota me mira, luego la mira a ella.
Alcanzo a Isabella con mi brazo de nuevo, detengo sus pasos apretándola contra mí. El tembloroso cuerpo de la humana se relaja cuando me siente detrás de ella, toma una profunda respiración, vuelve a sentirse tranquila conmigo cerca. El frio que tenemos frente a nosotros, está de pie, su espalda está recostada contra el borde de la ventana, su rostro está inclinado hacia la corriente de aire fresco que se cuela por el hueco. Su cuerpo esta agazapado, sus manos en puños apretados fuertemente a su lado. Su cabeza está ligeramente agachada, sus labios apretados con fuerza, sus ojos son el reflejo de la noche que hay al exterior de la casa. Sus ojos son negros por la tentación, desea a Isabella, desea beber su sangre.
Y yo deseo que se vaya a la mierda.
Subo mi muñeca a la altura de mi boca, doy un mordisco rápido, la bajo de la misma manera en dirección a los labios de Isabella. Aunque sé que hay bastante cantidad de mi sangre en su sistema, no quiero arriesgarme. Necesito dejarla segura. Con el anillo, con mi sangre, y con Elijah. Isabella actúa casi por instinto, toma mi mano y la presiona contra su boca, sus labios succionan mi sangre. Cuando siente que es suficiente, se detiene.
—Hazlo —digo de nuevo aun mirando al frio esta vez o estoy retando. Alejo mi mano del rostro de Isabella. —Hazle daño, muérdela, lastímala, mátala.
Con mis manos empujo a Isabella lejos de mí. Mi cuerpo se lanza a por el vampiro que está distraído debatiéndose consigo mismo, aprovecho esa oportunidad para hacer que mi cuerpo choque contra su cuerpo helado, sacándolo por la ventana de la habitación de la Bambina.
—¡Damon! —escucho su voz llamándome mientras caemos hacia la hierba húmeda que recubre el suelo. El impacto de la caída lo recibe él, por supuesto que sin provocarle un rasguño.
—No, detente —la voz de Elijah llega a mis oídos. —Déjalos que arreglen eso ellos.
Lo empujo lejos de mi cuerpo, lo alejo sin la necesidad de usar ni un poco de fuerza. Su cuerpo cae con un golpe vació, como un cubo de hielo. Se pone de pie con rapidez, se gira y se lanza en mi dirección, gruñendo. Yo suelto una carcajada y abro mis brazos esperando por el impacto.
¿El imbécil cree que va a ganarme?
Mis brazos lo lanzan por los aires de nuevo. Lo veo mientras se pierde en la negrura del bosque. No pierdo ningun segundo, corro detrás de él. Estoy listo para recibirlo antes de que caiga, con un movimiento de mis brazos y de mi torso, lo empujo con fuerza contra el piso.
—Eres patético —digo mientras me cruzo de brazos, esperando a que se coloque sobre sus pies de nuevo.
—Aléjate de ella —gruñe y se lanza contra mí. Ruedo los ojos.
Yo tengo los pies bien puestos en la tierra. Nuestros cuerpos chocan, frio contra calor, pero no logra moverme ni un centímetro. Gruñe y trata de encajar sus dientes en mí.
—Niño malo —le doy un golpe en la nuca. Tomo su sorpresa como ventaja, lo tomo de la espalda, mi pie dobla su rodilla y lo estampo contra la hierba del bosque. Sus manos se mueven, golpeando uno de mis costados.
Vueltas, rasguños, golpes, intentos de mordidas, quejidos de parte de él son algunas de las cosas que hacemos. Bueno, en realidad es el niño bonito quien tiene que poner más esfuerzo en sus movimientos. No es fácil luchar contra un exmilitar, un vampiro de sangre y alguien más viejo que él.
Espero que este pueblo no tenga un comité de cuidado ambiental. Si no tendrás problemas. Nuestro jugueteo está dejando árboles caídos, rocas pulverizadas, trozos de hierba que se han levantado y volado a nuestro alrededor. Creo que un huracán dejaría más bonito.
Llega un momento donde me siento aburrido. Una pelea es excitante, hasta que ganas con facilidad. Eso es absurdo. Decido ser yo quien detenga mi propio sufrimiento, lo tomó del cuello y lo lanzo con fuerza lejos de mí.
—¿Aun no te cansas? —le digo recostando mi espalda contra un árbol. Segundos después, brillantina aparece en el medio del desastre, mirándome con ojos negros y furiosos, además que está jadeando inútilmente.
—No sé quién eres. No sé lo que quieres, pero aléjate de ella —me amenaza.
—O si no ¿Qué? —levanto una ceja.
—Mi familia y yo te vamos a matar —gruñe decidido.
—¿No puedes tu solo? —me burlo. —¿Tan débil eres?
—No sabes de lo que soy capaz —levanta su barbilla. Desafiante.
—¿No era esta una demostración? —señalo a nuestro alrededor. —¿O es solo tu plan para “despistar al enemigo”?
Gruñe.
—Ya vete —me quejo. —Estos juegos son ridículos.
—¿Esto es un juego para ti?
—Si —me encojo de hombros. —¿No me digas que creíste que era una batalla real?
Se endereza, su rostro se convierte en confusión. Parece que está repasando en su mente el rato que hemos pasado de un lado al otro por el bosque.
Hago un gesto de fingida sorpresa y comprensión.
—¿De verdad creíste que estábamos peleando? —le hablo como si fuera un niño que no comprende nada. Mi voz es dulce, empalagosa como su aroma. —Cariño, no eres rival para mí.
—Te voy a matar —se lanza de nuevo contra mí.
—Sí, si, como digas —ruedo los ojos y lo esquivo.
Pero terco es este tipo.
De nuevo nos sumimos en una nube de polvo, tierra, lluvia y partes del bosque. Duramos así por un poco más de tiempo, hasta que de nuevo me aburro y lo lanzo aún más lejos que la vez pasada.
—¿Eso es todo? —pregunto sentándome en la hierba húmeda. Dejo caer mi espalda contra el tronco de otro árbol. —¿Ya te cansaste?
Brillantina hace lo mismo, se acomoda pero sobre una piedra que está a unos metros de mí.
—¿Un trago? —ofrezco. Me lanza una mirada de desagrado. —No puedes beber, ¿cierto? —me burlo. —No sabes de lo que te pierdes.
No me responde, solo me mira. ¿Aún está analizando la posibilidad de atacarme? ¿Que no tiene nada mejor que hacer?
Bueno, Salvatore, creo que sus dos opciones son es estar aquí peleándose contigo, o ir con Isabella.
Agg. Bien, que se quede aquí.
—Te lo digo por tu propio bien —le digo al frio. —Deja de humillarte así.
—¿Humillar? —pregunta con los ojos abiertos.
—Sí, eso estás haciendo —le digo. —No vas a poder contra mí, acéptalo.
Sacude la cabeza.
—¿Quién eres? —pregunta. Luce derrotado.
—El guapo y sexy Damon Salvatore —le sonrió. —Diría que es un placer, pero estaría mintiendo.
—¿Por qué ella? —suelta un suspiro. —¿Qué ganas con eso?
—¿Por qué la mordí? —lo miro. Él parece pensarlo y asiente. —Solo para joderte.
—¿Qué ganas con eso? —repite.
—A ella —digo orgulloso.
—La vas a matar —se cruza de brazos.
—No —niego. —Al contrario de ti, yo no deseo su sangre.
—Pero la mordiste.
—Sí, he bebido de ella, y déjame decirte que sabe deliciosa —me saboreo. —Pero no es eso lo que quiero de ella.
—¿Entonces qué es? —me reclama. No cree en mis palabras. —¿Que planeas hacer?
—Ella va a ser mía. Te la voy a quitar—sonrió presumido. —Toda ella va a ser mía. Su sangre, su cuerpo, su mente, su corazón, todo.
—¿Es amenaza? —su mandíbula se aprieta.
—Te estoy poniendo sobre aviso —me encojo de hombros, —para que cuando suceda, no te tome por sorpresa la situación.
—Ella me ama —dice, trata de lucir seguro, pero su voz flaquea.
—No suenas seguro —señalo lo obvio.
—Hemos tenido días malos —dice arrugando la frente. —Pero sé que es por los problemas que nos rodean. Cuando se termine esto, cuando ustedes se vayan, ella se quedará conmigo.
—Veremos —digo más para mí.
—Suenas muy seguro que podrás ganarla—me mira receloso.
Sonrió para mis adentros. Oh pobre idiota, si él supiera.
—Te voy a quitar a Isabella —afirmo. —Me voy a meter en su cabeza como la humedad, la voy a conquistar, a seducir, la voy a enamorar. Haré que me quiera, que me desee, que me ame. Haré que se obsesione conmigo al grado que haga cualquier cosa por mí.
—No... —comienza a hablar, pero lo detengo.
—Te la voy a quitar —digo de nuevo. —Voy a romper esa maldita bola de cristal donde la has metido. Voy a destruir la imagen que tienes de ella, voy a destruir lo que amas de ella. Voy a romperla.
Sus ojos me miran sorprendidos y asustados de nuevo. Me pongo de pie del sueño, él hace lo mismo desde su lugar.
—No te atrevas a hacerle daño.
—Voy a destruir eso que amas tanto de ella —siseo. —Voy a tomar su humanidad y la haré pedazos, voy a asesinar a la dulce humana que conociste.
—No la lastimes —trata de rugir.
—Te voy a mostrar tu peor pesadilla —amenazo. —Haré que Isabella te demuestre quien es en realidad para que entiendas porque somos tan malos y tan jodidamente buenos juntos.
Me acerco a él a toda velocidad, lo inmovilizo. Con un brazo sostengo su cabeza, mientras que con el otro sostengo su cuerpo, con un solo movimiento que haga será suficiente para que él mismo se arranque un brazo al menos. Obligo a que sus ojos me miren.
—Isabella será mía —le digo. —Te la voy a quitar delante de tus propios ojos.
Sonrió inocente.
—Escucha con mucha atención, —busco sus ojos con los míos, mi mano se mantiene sosteniéndolo con fuerza, —fuiste a casa de Isabella, revistaste que estaba bien y volviste a tu casa. No vas a recordar nada de este momento. No vas a recordarme. Cada vez que me mires, que escuches mi voz o que alguien diga mi nombre, solo vas a recordar al cuervo negro.
Sus pupilas se dilatan aceptando la orden que le di, la repite con voz monótona. Lo suelto lanzándolo al suelo. Él cae por lo débil de la hipnosis, le toma un segundo a su cerebro procesar lo que ha pasado, su cuerpo se levanta de un salto y da una mirada a su alrededor. Me mira, pero no hace ninguna señal de reconocimiento, al contrario, solo sacude su cabeza y comienza a caminar por el bosque.
Bien, ese imbécil no será un problema, creo.
Mis piernas también se mueven, pero de regreso a la casa de la humana que me ha hecho destruir casi medio bosque. De verdad necesito dormir, aun siento lo ardiente de la verbena en mis venas, maldito Elijah, pudo usar otra cosa. ¿Por qué ahogarme en verbena? La bebo diario para que no me afecte, pero una cosa es una taza de esa hierba del demonio, y otra muy diferente es que me ahoguen en una alberca de esa cosa.
Mierda, incluso tengo jaqueca.
—¿Qué haces afuera? —sus ojos se levantan cuando escucha mí voz. La bambina está sentada en el borde de la puerta, hay una cobija a su alrededor, su cuerpo hecho una bolita temblorosa por el clima frio.
—¿Estas bien? —pregunta poniéndose de pie.
—¿Por qué estas afuera? —pregunto de nuevo.
—Angela y Elijah se acaban de ir —suspira. No digo nada, rodeo su cuerpo, subo los escalones y atravieso la puerta de su casa.
Vamos, Salvatore, necesitamos un Whiskey, o un brandi, o algo que sea de ayuda. Estoy seguro que Charlie debe tener por aquí.
—En la segunda gaveta de abajo, junto al fregador —dice mientras cierra la puerta. Sonrió sin girarme a mirarla. Me muevo a donde me indica, efectivamente, ahí está lo que estoy buscando.
Escucho sus pisadas tranquilas y silenciosas, sube las escaleras en silencio, sin mencionar ninguna palabra.
Como el idiota que soy, la sigo. Aprovecho para echarle un ojo a Rick, Pareciera que está muerto, de nuevo, en el sofá de la sala, lo único bueno es que su pecho sube y baja indicando que está respirando.
Maldito cabrón, lo que causa por andar de metiche con las cosas de Klaus. Al menos mañana podremos mandarlo en un avión de regreso a Mystic. Creo.
—¿No me vas a preguntar? —le digo a Isabella cuando la alcanzo en su habitación.
Se deja caer de espaldas sobre el colchón. Su cuerpo rebota un par de veces.
—¿Quieres que te pregunte? —murmura.
—¿No tienes curiosidad? —me siento a su lado.
—Si —suspira. —Pero no te voy a preguntar nada.
—Eso es nuevo —digo.
—No te voy a preguntar nada —repite, —hasta mañana que piense bien las preguntas.
Mierda.
Chapter 27
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
(Damon POV)
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No sabía que para ser un pueblo pequeño fuera tan horrible y odioso. Yo creí que ya había conocido uno, pero que me condenen por pensar que Mystic Falls era odioso y pequeño.
—Maldito pueblo —me quejo.
La vista que me ofrece la ventana que está frente a mí, es de una absoluta soledad. Para ser una de las calles principales está horriblemente sola.
—¿Vas a volver a casa? —la voz de Rick se escucha a mis espaldas. A través del cristal veo su silueta avanzar hasta colocarse a mi lado. No puedo evitar juzgar su apariencia, aun se ve jodidamente mal.
Después de los acontecimientos que me obligaron… bueno, que obligaron a Elijah a traerme de regreso a este pueblucho, todos tratamos de persuadir a Rick que volviera a Mystic cuanto antes, Charlie trató de convencerlo que ahora era más peligroso aquí, yo traté de manipularlo con Jenna, pero, él mencionó algo como “honor de profesor” y se quedó durante una semana más, la que restaba de su contrato de maestro suplente. Cada mañana arrastraba su miserable trasero fuera del sofá en el que estaba durmiendo, se duchaba, desayunaba e iba al instituto junto con Isabella y Angela. Durante esos días, cumplió con sus obligaciones como un verdadero profesor suplente y nos ayudó a mantener un ojo en las humanas. Y secretamente me había rogado que mi sangre y yo nos aseguramos que el profesor que tuvo “misteriosamente” el accidente, se recuperara. Supongo que Rick quería lavar un poco su culpa.
Hasta ahí, todo estuvo bien. Pero, todos sabíamos que la vida era una hija de puta, o quizás era nuestro destino o nuestra suerte desgraciada.
Después de exorcizar el cuerpo de Alaric, ninguno supo que fue o a donde se fue Klaus. Según Angela, era como cualquier demonio, lo sacan de un cuerpo y tiene dos opciones; regresar al infierno, o poseer a alguien más. Isabella y Elijah apuestan por la segunda, yo ruego que sea la primera.
Así que, mientras Rick jugaba la escuelita, el resto de nosotros buscábamos salvar nuestros traseros. ¡Vaya novedad!
Charlie se mantuvo ocupado buscando el paradero de Klaus. O al menos intentando usar sus conexiones policiacas. Cada día regresaba en la noche con expedientes de personas que habían registrado algún “comportamiento extraño” durante el día, se sentaba en el comedor de su casa, leía a detalle todo, y si lo creía necesario, iba a la casa a revisar a esa persona, o a interrogarla. Una semana fue suficiente para que supiéramos la vida de cada habitante de este lugar y para que cada uno de ellos estuviera atemorizado del Jefe Swan.
Elijah seguía siendo un enigma.
Cada día nos reuníamos en algún lugar para investigar algo que nos resultara útil en este caos, pero el vampiro original iba y venía durante todo el día, se perdía haciendo no sé qué diablos y me dejaba solo lidiando con su mierda.
Muy en contra de mi voluntad, y bajo la hipnosis de Elijah, lo acompañé un par de veces al hospital, concretamente a la oficina del doctor vampiro. Elijah insistió en que yo debía estar presente, pero lo hice bajo mis mismos términos, como cuervo. Era espectador de algunas conversaciones interesantes sobre el tema de los vampiros, la historia y las razas sobrenaturales, eso no lo negaré. Ver a dos razas diferentes de vampiros intercambian información que existía de milenios atrás era algo que hacía que valiera la pena estar envuelto en el aroma de la sangre, cloro y medicinas.
Otro par de veces, tuve que ir a la casa de los Fríos, solo.
Maldiciendo durante todo el camino, pero siendo recibido por el doctor que me esperaba con una mueca de amabilidad, pasé demasiado tiempo en esa casa con aroma a congelador. El rubio usualmente me conducía a su oficina o a la enorme biblioteca llena de libros modernos y otros más viejos que yo. Esas veces tuve que ir como un hombre, y finalmente el Doctor colmillos pudo tener una conversación conmigo, ninguno desaprovechó la oportunidad. Fue divertido verlo reprenderme por jugar con las personas del pueblo, o porque le borre la memoria a su hijo, y que lo hipnoticé para que no me viera. Yo me defendí, diciendo que era su retoño era un idiota y que se lo merecía. Duramos cerca de dos horas discutiendo al respecto, pero, solo bastó mencionar a la bambina para que todo se arreglara y me diera la razón sobre el comportamiento psicótico, paranoico, acosador e idiota de su hijo.
Para mi buena suerte, esas visitas, o al menos la mayoría fueron coordinadas cuando los adolescentes vampiros estaban en la escuela lo que me garantizaba la mínima interacción con el resto de la familia. Un par de veces me crucé con la bola de músculos y la bruja de su esposa, pero creo que hasta me cayeron bien. La esposa del doctor, esa mujer llamada Esme, tiene mi total respeto. ¡Esa señora debe ser una mártir por soportarnos a todos y seguir manteniendo su sonrisa amigable y su cordura intacta!
Hubo algunas veces donde pasamos la tarde o la noche en la casa de Angela. Esas visitas eran en las que menos me quejaba. La madre de Angela era alguien agradable y centrada, además que no tenía miedo de darnos una patada en el trasero si nos comportábamos como dos vampiros imbéciles. En esa casa había libros con cosas respuestas a nuestras preguntas, sangre para saciarnos, mucho alcohol, mucha comida y tiempo a solas con mi bambina.
La casa de Angela se había convertido en nuestro lugar seguro, nuestra guarida, no solo por la magia que la protegía, sino porque, ahí nadie nos condicionaba, nadie nos miraba juzgando nuestras acciones, nadie esperaba algo de nosotros, solo nos dejaban ser. Incluso en ese transcurso del tiempo que pasábamos ahí, Elijah y yo hemos desarrollado una extraña relación que casi me hace creer que somos amigos.
Casi. Porque el cabrón aun quiere matarme y yo a él.
Angela e Isabella eran la cosa más extraña que pude imaginar. Este lugar parecía ser una prisión, las encerraba en un caparazón que ellas mismas habían creado, eran dos personas completamente diferentes a las que vi en Mystic. Angela usaba gafas, su ropa era todo menos atractivo y hablaba solamente de las tareas de la escuela, daba vergüenza, pero sé que lo hace para no llamar mucho la atención. O eso dice su madre.
Pero quien en realidad me tenía con los nervios de punta era Isabella.
Quería gritar cada vez que la veía salir de su casa, o de la casa de Angela. Usaba la ropa con las combinaciones más horrorosas que he visto en mi existencia y algunas tallas más grandes a la correcta, no usaba nada de maquillaje, su rostro se veía apagado y muy pálido, como si estuviera muerta. Se movía mecánicamente, era torpe, descuidada y muy sumisa. ¡Joder que era sumisa junto a su estúpido vampiro! Si él aparecía, era como un interruptor que se apagaba dentro de ella. Él la hacía ver tan débil y pequeña a su lado, como una jodida mascota a punto de morir que necesita cuidados muy especiales.
La asfixia, ¡me asfixia verlos juntos!
Pero, ese maldito cadáver viviente era peor que una garrapata. Puedo contar con los dedos de mis manos las horas que se ha despegado de ella. ¿En la escuela? con ella; ¿A la salida? Con ella; ¿En la casa Swan? Con ella; ¿La cena? Afuera de la casa porque Charlie lo hecha; ¿Durante la noche? Pegado a la puta ventana de ella. ¡Ni al baño la deja ir en paz!
A veces, Jasper y Alice se apiadaban de mí, con miles de escusas y pretextos obligaban a su hermanito a irse a su casa. Tardaban casi una hora, pero lo hacían. Aunque el cabrón, como él no duerme, se dedica a hacer spam de mensajes y llamadas al celular de Isabella durante toda la noche. ¡Jodido psicópata!
¡Edward Cullen es un maldito bastardo tramposo!
Él cree que nadie se da cuenta, él cree que todos caemos en su cuento del “amor al estilo Romeo y Julieta”. Incluso apuesto mi adorado auto a que él mismo se cree sus idioteces. Pero todos lo vemos, incluso el doctor colmillos se da cuenta de que ese comportamiento no es sano, es muy evidente la manera en la que manipula a la bambina. Esa manera que tiene de mirarla, tocarla, acariciarla, la maldita manera en la que le habla con voz empalagosa. La deslumbra. Él lo sabe, ella lo sabe, todos lo sabemos.
Sabemos que un par de esos trucos y ella va a ceder a sus deseos, sabemos que ella tendrá la falsa ilusión de complacerlo por “amor”, sabemos que él va a sonreír arrogante y satisfecho por salirse con la suya. Y sabemos que yo me quedaré cerca de ella, viéndolos, revolcándome en la miseria de no ser tan valiente como quitarle esa falsa felicidad a ella.
Pero, cuando ella se distrae, cuando ella me mira y estira su mano en mi dirección, cuando logra zafarse de sus brazos y decide quedarse conmigo, todo está bien. Cuando todos se van y nos quedamos solo siendo Damon e Isabella, no tengo nada que envidiarle a ese imbécil. Porque es cuando ella me mira con esos ojos marrones flameantes, es cuando ella toma mi mano y me pide que la saque de esa casa, cuando nos desaparecemos durante toda la noche, es ahí cuando todo se siente verdaderamente correcto.
Isabella y yo no hemos vuelto a hablar como esa noche en el acantilado, a pesar de haber pasado tiempo en ese lugar. Ni ella ni yo hemos mencionado ninguna palabra sobre la conversación que tuvimos y no creo que ninguno quiera hacerlo. Solo nos mantenemos siendo nosotros, no necesitamos mierda como sentimentalismos y promesas de amor.
Aún no.
Puedo obligarla a que lo diga. Puedo obligarla a que vaya, se coloqué delante de ese vampiro con cara de niño bueno y le diga lo que en realidad siente por él, lo que en verdad siente por mí. Puedo ahorrarme toda esta miseria, sí. De hecho, muchas veces la tentación ha sido muy grande, pero quiero que ella lo haga por su propia voluntad, quiero que ella sea quien me elija, porque quiere hacerlo. Solo así sabré que yo gané en verdad. Solo así puedo regresarle la memoria al vampiro frio y restregarle en la cara que lo logre, que yo fui quien se quedó con Isabella. Solo así, la victoria sabrá jugosa.
Qué vida, Salvatore. ¡Qué vida del carajo!
¿Desde cuándo me he convertido en esto? Un vampiro que está mirando por una estúpida ventana, en la casa del jefe de policía, en un pueblo en el medio de un bosque en el medio de la nada.
—No, aun no puedo volver —finalmente le respondo a mi amigo, Mis ojos siguen fijos en la calle al exterior de la ventana. —Tengo cosas que hacer aquí.
—Claro, “cosas” —se burla mientras sacude la cabeza. —Ya se cuales “cosas”.
Levanto una ceja, mi reflejo en el cristal me devuelve el gesto, pero mi amigo a mi lado parece no notarlo.
—No dejes que nadie muera —lo amenazo, le advierto, o le ruego. No estoy seguro.
—No mates a nadie —me regresa las palabras en el mismo tono de voz.
—No prometo nada —digo con honestidad. Estoy a nada de perder la poca cordura que me queda, lo juro.
Ambos nos quedamos en silencio mirando por la ventana, nos damos el apoyo silencioso que sabemos que necesitamos. Detrás de nosotros, en el interior de la casa, el dueño y su hija van y vienen de un lado a otro preparándose para un nuevo día.
—¿Ya te vas, Rick? —la voz de Isabella llega a mis oídos. Suena fresca y deliciosa. Lo deseo pero no hago ningún esfuerzo por girarme y buscarla, me conformo con sentir su presencia.
—Si —Rick sonríe, o lo intenta. Él si gira su cuerpo para buscar a la joven. —Charlie me llevará hasta el aeropuerto.
—¿Seguro que estás bien? —Isabella pregunta, suena preocupada. La escucho acercarse a él, su silueta aparece en el reflejo del cristal.
—No —exhala con fuerza.
Hago una mueca por su respuesta. No me agrada la idea de que Rick vuelva a Mystic, allá estará en igual o en más peligro que si se queda con nosotros en este jodido pueblo. Además, allá, tendrá que ir y lidiar con toda la mierda que causo siendo Klaus, y entre esas cosas estaba Jenna.
—Bien —Isabella suspira. —Todo estará bien.
—¿Tú crees? —dice ingenuo. No cree en esa frase y yo tampoco.
—No —Isabella responde. —Pero es lo que hay.
—Tienes razón —decimos los dos, de acuerdo.
—Si necesitas algo, no dudes en llamarnos.
—Lo haré —Rick asiente. Los veo por el reflejo darse un torpe abrazo.
—Ya no des problemas, por favor —le pide ella, su voz es una súplica. Rick se ríe mientras al deja ir. —No quiero tener que golpearte de nuevo.
—Eso intentaré —le responde haciendo una mueca. —Tú asegúrate de dar muchos problemas aquí.
—¡No! —gimoteo. —No le des ideas.
Ambos se ríen por mi queja. Mi cuerpo se sacude con un escalofrío, mi mente me traiciona pensando en todas las posibilidades de lo que la palabra “problemas” puede significar.
—¡Bella, la escuela! —Charlie aparece a nuestro lado. El tono en su voz es alarmado y divertido.
Al fin me siento valiente como para girar mi cuerpo y apreciar la escena del interior de la casa. El jefe señala el reloj en la pared, la bambina sigue la dirección de sus dedos, resopla y se da la vuelta perdiéndose en el interior de la cocina.
—El uniforme te queda —le digo a Charlie mientras mis ojos analizan su atuendo de arriba hasta abajo.
—¿Tú crees? —pregunta. Un par de los dedos de una de sus manos suben a su cara, acomodan su bigote mostrando nerviosismo. Su cuerpo se remueve y su otra mano tira de la tela azul marino, acomodándolo.
—No me quejo —me encojo de hombros. Charlie chasquea la lengua. —Hay algo inusualmente atractivo con los uniformes.
—¿Ahora tienes un fetiche conmigo? —Charlie gruñe.
—No, contigo no —admito. —Con los uniformes, quizás.
—Quizás pueda conseguirte alguno de tu talla —Charlie sonríe con malicia.
—¡Seré la envidia de la escuela! —muevo mis pestañas exageradamente en su dirección.
Una risa se escucha a nuestras espaldas. La bambina está recostada sobre el marco de la puerta de la cocina, con un tazón de fruta en sus manos.
Mis ojos recorren su cuerpo de arriba abajo, escondido detrás de esos pantalones flojos y mi camisa de mangas largas, de repente la imagen de ella en uniforme, caminando hacia mí, me hace saborearme.
—¿Por qué tu no usas uniforme? —levanto una ceja en su dirección. —¿No hay equipo de porristas aquí?
—Gracias al cielo que no —dice con falsa gratitud.
No me esfuerzo en ocultar mi puchero de decepción por la respuesta de ella. Charlie que aun mira de uno al otro, parece ignorar nuestra extraña conversación, su rostro busca de nuevo a Isabella.
—¡Bella! —dice con urgencia. —¡Es tarde!
Inclino mi cabeza hacia un lado, mis ojos aun puestos en la bambina. Le ofrezco mi mejor cara inocente.
—¿Qué talla eres? —pregunto. Ella me mira, confundida. —Mientras estas en la escuela, puedo ir a comprar un par de uniformes y en la noche tú puedes…
—Alto ahí, maldito —Charlie me empuja. De repente tengo su arma apuntando en mi dirección. —Ni se te ocurra terminar esa frase.
—Era una sugerencia—me defiendo.
—Mantén alejadas tus ancianas manos de mi hija —Charlie gruñe. Su bigote se mueve mientras me habla. —Maldito anciano calenturiento.
—¿Oye porque me insultas? ¡Es ella quien se la pasa toqueteándome! —levanto las manos mostrándole mis palmas y colocando mis mejores ojos inocentes. —¡Me acosa!
—¡Eso no es cierto! —Isabella junta sus cejas. Charlie la mira, orgulloso de su negativa.
—Yo no miento —digo en su dirección. Ella frunce su rostro aún más. Mi atención va de nuevo a Charlie, ataco de nuevo con mis palabras. —Isabella se la pasa toqueteándome ¡No puede mantener sus manos quietas!
—Si puedo —Isabella levanta su barbilla, desafiante. Levanto una ceja. —Quiero decir, podría quedarme quieta, pero honestamente, ¿te has visto? —me señala mientras sus ojos recorren cada parte de mi cuerpo y sus dientes aprisionan ligeramente su labio. —¿Por qué demonios querría mantener las manos para mí?
No puedo detener la carcajada que me atraviesa.
—¡Isabella! —Charlie grita. Su rostro se vuelve de un tono rojizo. —¡Niña, compórtate!
—¿Esa no es una canción? —Rick no tarda en unirse a la broma.
—Sí, pero fue lo mejor que se me ocurrió —Isabella hace una sonrisa de niña buena.
—¡Ya vete! —el hombre le gruñe a su hija. —Llegarás tarde a la escuela.
—Aún tengo tiempo —anuncia ella, luciendo más relajada de lo que debería. —Edward vendrá por mí.
Los tres hombres soltamos maldiciones y gruñidos.
Otra de las actividades notables de mi estancia en este lugar, es que, Charlie, Rick, Elijah y yo, inauguramos un club. Mientras conversábamos y bebíamos en alguno de nuestros tiempos muertos, decidimos que los cuatro teníamos una cosa en común: el odio hacia Edward Cullen.
—¡Oigan! —se queja la Bambina. —No sé porque lo odian, ¡él no ha hecho nada!
Por supuesto, a ella no le cae en gracia nuestro club. De hecho, ella es como el anticristo en nuestra religión de odio hacia el niño bonito, pero eso solo lo hace más divertido. Todos nosotros ya tenemos varías ideas de como torturarlo y hacer que se aleje de ella, pero siempre somos detenidos por Isabella defendiéndolo. Juro que si no fuera por ella, ese idiota ya no anduviera caminando por este mundo.
—Sabes que son peligrosos —Rick se queja. La mira con ojos suplicantes. —Ten cuidado, Isabella.
—Por supuesto —ella asiente y con una leve sonrisa se acerca a él y le da un abrazo de nuevo, ambos se despiden con las promesas de volverse a ver muy pronto.
¿Verse pronto? ¡Mierda! No, no, no. Eso solo significa que habrá problemas con uno o con otro, ¡o con ambos!
—¡Me voy! —Isabella toma su mochila y se va en dirección a la puerta. Afuera puedo ver un auto plateado esperando por ella.
—Nos vamos —digo.
Charlie me da una mirada, Rick un par de palmadas en el hombro. Mis pies me llevan por donde la Bambina se fue, siento las miradas de ambos sobre mi espalda mientras cruzo la puerta de entrada. ¿Voy a un funeral? ¿A la maldita guerra? ¿Por qué miran así?
La bambina baja casi con gracia los escalones de la entrada, ella no se ha dado cuenta que voy siguiéndola casi en silencio.
—¿Por qué corre? —me quejo observándola.
Cuando la alcanzo, el niño bonito tiene sus manos en las caderas de ella, ella tiene sus manos en el cuello de él y ambos se besas casi como si temieran romperse. ¡Patético!
—Qué asco. ¿Por qué no se buscan una habitación? —alejo la mirada de ellos.
—¿Me extrañaste? —escucho que le pregunta. Isabella se ríe ligeramente.
La escena me produce nauseas, prefiero enfocar mi atención en mis siguientes movimientos, Mi mano se estira a buscar la manija de la puerta trasera de la puerta del auto.
Puedes hacer esto, Salvatore. Tú puedes.
Obligo a mi cuerpo a subirse al asiento trasero del auto.
—Huele horrible —cubro mi nariz y mi boca con las manos. —¡Es asqueroso!
Dentro del auto, el aroma a frio me recorre todos los conductos de la nariz, quemándolos en el proceso. Sentir el aroma de los fríos en el bosque es algo tolerable, ahí hay varios aromas que hacen que el olor a hielo disminuya. ¿Pero estar encerrado en el auto de uno? ¿Qué carajo te pasa por la maldita cabeza, Salvatore?
La puerta del copiloto se abre, el viento frio y con aroma a lluvia entra al auto dándome un respiro del horrible aroma. El cálido cuerpo de Isabella se deposita en el asiento con torpeza.
Oh, sí, ella es la razón que se pasa por mi cabeza para hacer estas idioteces.
—¡Baja el cristal, baja el cristal! —casi chillo muy agudamente. Pero mi ansiedad hace que mi mano golpete su hombro.
—¿Qué demonios? —me mira asustada. Por supuesto que ella no me vio venir, estaba ocupada chupándole la cara al cadáver. —¿Qué estás haciendo aquí?
—¡Baja la jodida ventanilla! —digo entre dientes. Ella obedece pero no aleja sus ojos de mí. El aire se filtra de nuevo por la ventanilla permitiéndome respirar un aroma mejor que el aroma a hielo.
El niño bonito se acomoda detrás del volante, su rostro está sobre el de la humana. Junta las cejas, confundido por la atención de ella en el asiento trasero, sigue la dirección de sus ojos marrones, pero lo único que nota es el cristal trasero de su auto, con la imagen de Charlie y Rick subiéndose a la patrulla.
—¿Charlie va a llevar a tu amigo a casa? —el niño bonito le pregunta, confundido por la atención de ella sobre el cristal. —La patrulla va a en la dirección contraria a la comisaría.
—¿Qué? —Isabella lo mira. Brillantina señala el retrovisor para que ella reaccione. —Sí, bueno no. De hecho, van a Seattle, al aeropuerto para que Rick pueda volver.
—Bien —le sonríe. Casi parece aliviado de que Rick ya no esté merodeando el lugar. —¿Nos vamos?
No le da tiempo a responder. El frio enciende el auto y arranca llevando el auto a la calle o la carretera, o no sé qué es. Isabella me mira un par de segundos antes de girarse en su asiento para mirar al frente, concentrándose en sus manos que aunque no las veo, sé que se retuercen en su regazo. Siento lo nerviosa que está.
Esta es la primera vez que voy con ellos. Usualmente solo daba una visita rápida a la escuela, Elijah y yo evaluábamos la situación y regresábamos al pueblo a seguir con nuestras investigaciones.
—Hace frio —el vampiro cubierto de brillantina comenta. Sus ojos miran a la bambina por la esquina de sus ojos, luce casi preocupado porque ella se pueda enfermar. Pongo los ojos en blanco.
¡No me digas, Sherlock! Creí que las mil capas de ropa que todo los humanos llevan puestas era por una nueva moda. Imbécil.
—Subiré el cristal para que estés cómoda —mi cuello se estira justo a tiempo para ver la ventanilla que me suministraba aire subir hasta encerrarme de nuevo en el aroma empalagoso.
—¡No! —me quejo. Isabella salta en el asiento. —No dejes que haga eso. ¡Moriré asfixiado!
La bambina se estira en su asiento, gira la mita de su cuerpo de nuevo para que su rostro esté en mi dirección, me da una larga mirada. Sé está disculpando por él.
—¿Estás bien, amor? —le pregunta en un tono muy empalagosa.
—¿Estás bien, amor? —me burlo, imitándolo.
—Yo… —Isabella dirige su mira a él, luego a mí. Hago una señal para que le responda. —Sí, creo que aún sigo adormilada, me estoy imaginando cosas.
Él suelta una risa entre dientes
—No estas durmiendo bien —dice tratando de sonar cariñoso, pero sus palabras suenan a reproche. —Eso es porque no me dejas dormir contigo.
—¡Tu no duermes, imbécil! —le reclamo.
—¿Era necesario traerlo? —él pregunta. Por primera vez en todo el viaje, sus escalofriantes ojos dorados me miran. —No creo que sea saludable que un animal tenga tanto apego por su dueño.
—Yo no lo traje —suspira la Bambina. —Él se coló.
Bueno, esa no es una mentira, se lo concedo.
—Esta noche estaré contigo —el vampiro regresa al tema del sueño. Sus palabras casi suenan a promesa.
—Sobre mi cadáver, imbécil —gruño.
—No volverás a pasar una noche sola —su mano se estira y acaricia el sedoso cabello de la bambina.
—¡Por supuesto que no volverá a pasar una noche sola! —salto en el asiento. Ahora estoy ofendido, indignado, insultado con su proposición. —¡De eso me encargo yo!
—Damon, por favor —Isabella me ruega. No, no la voy a complacer, no me quedaré callado con esto.
—Tranquila amor —él se ríe en un tono casi jovial. —No mataré al pájaro mientras duermes.
—¡Te sacaré los ojos! —gruño de nuevo.
—Edward, Damon —la Bambina se queja. —Ya basta.
—¿Qué hace mientras estas dormida? —pregunto ignorando su suplica. —¿Lo sabes?
—Solo me observa —la bambina dice cautelosa. —Dice que es fascinante verme dormir.
—¿Te das cuenta de lo malditamente loco que suena eso? ¿Quién carajos hace eso?
—Para él es… —batalla un poco en encontrar la palabra correcta para defenderlo, —es romántico.
—Eso es jodido, acosador, enfermo y asqueroso —aclaro. —¿Charlie lo sabe? Se lo diré para que pueda encerrarlo.
—¡No, otra vez no! —Isabella hace un puchero y lloriquea. ¿Qué demonios?
—¿Bella? —niño bonito interrumpe nuestra conversación de nuevo. ¿Su madre no le dijo que eso es de mala educación? —Bella, ¿estás bien?
—¿Cómo que otra vez? —pregunto. Ahora soy yo quien lo interrumpe a él. —¿Ya estuvo en prisión? ¿Por qué yo no me enteré de eso?
Isabella me mira, suplicante. Ella quiere detener la conversación por el bien de la salud mental de su novio, pero yo solo quiero enterarme de los detalles para poder molestarlo más tarde.
—¿Bella? —él coloca sus manos en los hombros de ella, la sacude cuidadosamente. —Bella, ya llegamos. Me estas preocupando, amor.
La bambina se prepara para abrir la boca, pero para suerte mía, es interrumpida por el bullicio estudiantil que nos recibe y el ruido de alguien que abre la puerta de su lado para que pueda bajar del auto.
Hay un comité de bienvenida esperando por nosotros. ¡Que novedad!
—¿Te divertiste en el paseo? —Elijah me pregunta abriendo la puerta de mi lado.
—Cierra la boca, idiota —me quejo casi saltando del interior del auto, mis pulmones jadean por aire limpio.
—¿Qué demonios? —Isabella pregunta bajándose del auto. Hay histeria en su voz.
—Me estoy preguntando lo mismo —digo entre dientes.
—¿Qué hacen los dos aquí? —sus manos se cruzan bajo su pecho. Esta molesta.
Elijah y yo nos encojemos de hombros.
—¡Bella! —Angela salta junto a la puerta del auto. —¡Es tarde! Tenemos un examen.
La toma del brazo y tira de su cuerpo para ir rumbo al edificio. En la escalera de la puerta principal esta Jasper y su pequeña esposa esperando por ellas. El niño bonito suelta un par de risas, pasa a nuestro lado y las alcanza con rapidez. Las cinco siluetas se pierden entre la multitud.
—¿Nuevo perfume? —Elijah olisquea el aire, me da una mirada burlona. Como respuesta suelto un profundo gruñido. —¡Que mal genio!
—Me duele la cabeza —me quejo.
—¿Y yo que culpa tengo?
Gruño de nuevo. Aun no me recupero de la conversación en el auto lleno de ácido y azúcar, aun no tengo ánimos de tener este tipo de conversación con el original. Elijah suelta un suspiro.
—¿Ya sabes dónde está Klaus? —le pregunto para desviar mi atención.
—No —su mirada se desvía.
—¿Al menos sigue aquí? —doy un vistazo rápido alrededor. El estacionamiento ahora se ha vaciado.
—No lo sé.
—¿Mystic? —intento de nuevo.
—No lo sé
—¿Qué demonios significa eso? —le doy una mirada alarmada.
—Significa eso que escuchaste, Damon —hace una mueca. —No sé dónde está Klaus.
Maldita sea. Eso no es bueno.
—¿Qué hay de Alaric? —pregunto. —Por qué, si es Alaric ¿verdad? ¿No es Klaus fingiendo ser Alaric quien finge que sí es Alaric para que nadie descubra que es en realidad Klaus?
—¿Te estas escuchando? —hace una mueca.
—¡¿Si es Alaric o no?! —grito. Repentinamente siento la histeria recorrerme. ¿Era por eso que Rick no quería volver a casa?
Elijah mira a nuestro alrededor, el estacionamiento vació nos da la privacidad suficiente para tener esta conversación. Con buena suerte, los Fríos van a tener sus oídos en las clases y no nos prestarán atención.
—Sí, Damon —rueda los ojos. —Tomamos varias precauciones para asegurarnos que Alaric sea Alaric, sobretodo antes de enviarlo de regreso a Mystic Falls.
—¿Lo volverá a hacer? Klaus, me refiero.
—Tomar cuerpos ajenos es uno de los trucos favoritos de Klaus —Elijah suelta la respiración de golpe. —Pero tiene sus desventajas, si lo hace una vez, no puede volver a utilizar el mismo cuerpo, debe usar otro.
—¿Por qué?
—Usa demasiada energía de ese cuerpo —entrecierra los ojos. —Sé que tu también te diste cuenta de lo miserable que se veía Alaric —asiento. —El cuerpo queda desgastado y la misma naturaleza evita que lo use de nuevo.
—¿Qué hay de sus otros trucos? —pregunto. —¿Qué sigue?
—No estoy seguro —dice en voz baja. Su mirada alrededor del lugar no pasa desapercibida para mí.
—¿Cómo no vas a estar seguro? —lo miro, molesto. —Pareces ser el que mejor lo conoce.
—Lo hago —acepta. —Lo conozco muy bien.
—Un momento, ¿Por qué estás haciendo todo esto? —la sospecha crece en mi interior. —No me vengas con que es por “salvar a Elena e Isabella”.
—Hubo un tiempo, Damon—Elijah habla, su voz tiembla mientras dice las palabras, —en el que yo hacia cualquier cosa por Klaus.
—Eso es lo que hacemos los hermanos, ¿no? —ahora soy yo quien desvía la mirada.
—Sí, eso hacemos los hermanos —Elijah acepta, su voz es ronca. —Pero, ahora tengo que velar por mis intereses propios.
—Ya me imagino cuales son —digo divertido. —La bruja se ganó tu atención.
—Muchas personas se han ganado mi atención últimamente.
—Si claro —ruedo los ojos. —Angela y tú pasan juntos mucho tiempo, no me digas que no han sido traviesos.
Elijah sacude la cabeza. Sus manos sacuden inútilmente las pequeñas gotas de lluvia que han mojado su elegante traje.
—¡Oh vamos! —me quejo. —No me digas que se la pasan leyendo todo el tiempo.
—Angela tiene novio.
—Si, por supuesto —resoplo. —Y el hecho de que tenga novio impide que te lances a ella.
—Por supuesto que lo impide —Elijah coloca una mano en su pecho fingiéndose ofendido. —Yo soy un caballero.
—Y yo soy amigo de Edward Cullen.
—Al paso que vas —hace una pausa de suspenso, —creo que es más probable que seas tú quien salga con él. Isabella puede conseguir algo mejor.
—¡Oye! —grito dramáticamente. —Sé que mis decisiones no siempre son las mejores ¡pero no me jodas!
Elijah se ríe y me da un empujón. Pasa a mi lado y se dirige en dirección a la puerta de la escuela.
¿Este imbécil cree que el niño bonito es mi tipo? ¡Ni en mis mejores pesadillas!
—¿Vienes o te quedarás como perro bajo la lluvia? —Elijah me grita desde la puerta. Una de sus manos mantiene la puerta abierta, y la otra me señala el interior.
Tomo una profunda respiración antes de alcanzarlo y entrar antes que él. En el interior de la escuela todo parece tranquilo, demasiado tranquilo como para mantenernos en calma.
—Busca algo que te parezca normal —me alerta. Nuestros pasos son casi el único sonido que acecha los pasillos. —Entre más normal parezca, más peligroso es.
Le doy una mirada insegura. Sus acertijos me producen dolor de cabeza, quiere hacerse el misterioso, como sí el supiera todo y nosotros fuéramos solamente una bola de imbéciles que estamos adivinando como mantener nuestro trasero con vida.
Espera, eso somos. ¡Ja!
Me trago mi propio coraje y me obligo a caminar a su lado.
—¿Y? —pregunto. —¿Cuál es el plan?
Elijah se detiene abruptamente. Sus ojos se pasean hacia un lado y luego hacia el otro, luego su cuello se estira para analizar cada lado del pasillo. Mierda, si está tomando tantas precauciones es porque no quiere que nadie escuche o porque sabe que alguien nos escucha. Las aletas de su nariz se expanden, toma una profunda respiración, sostiene el aire en sus pulmones durante unos segundos antes de exhalar ruidosamente. Cierro los ojos, una corriente eléctrica recorre mi espalda. Carajo, estoy listo para recibir la peor de las respuestas.
—Esperar
—¡¿Qué mierda?! —salto. Mis ojos se abren exageradamente. ¿Esta imbécil o que le sucede? ¿Cómo puede pronunciar esa palabra con esa despreocupación y tranquilidad? —¿Cómo que “esperar”?
—Sí, esperar.
—¿Sabes lo estúpido que suena eso? —digo histérico. Mi voz sale más chillona de lo que me gustaría.
—Aquí, ya sabemos que esperar y estaremos listos si algo surge —explica. —En Mystic, en cuanto Alaric llegue a casa, va a contarle las noticias a todos y ellos también estarán advertidos. Además las cosas están tranquilas, Stefan tiene un ojo puesto en Elena y Bonnie.
—¿Y la perra?
—Katherine está aburrida, si —dice pensativo. —Supongo que ella molestará a alguien, pero confió en que será a otra persona antes que a nosotros.
—No me gusta esto —sacudo la cabeza.
—Pues, te aguantas.
Quiero arrancarle el corazón. ¡Maldito engreído!
—Sentarnos a esperar ¿Ese es el plan? —pregunto tratando de encontrar el momento en el que me dice que es una maldita broma.
—¿Sabes dónde está Klaus? —pregunta, me mira con una ceja arriba y una mueca despreocupada. —¿Sabes lo que planea hacer? ¿Sabes cuándo hará lo que sea que planea?
—No —me cruzo de brazos. Estoy molesto por admitir en voz alta el mal trabajo que estamos haciendo.
—Estamos haciendo planes a ciegas y eso nos vuelve estúpidos —da una palmada en mi hombro. —Debemos esperar a que haga algo, o a que sepamos algo y actuar inteligentemente.
—Pero… —trato de protestar.
—Dicho eso, cierra la puta boca y disfruta la vida —chasquea la lengua. —Te estas volviendo amargado, Damon. ¿La edad ya te está alcanzando?
Lo miro. Él retoma su paseo por los pasillos de la escuela, parece una niña exploradora saltando por el bosque. ¿Me acaba de decir amargado? ¿Ese cabrón me acaba de decir anciano? ¡Su trasero es más viejo y arrugado que yo!
—Vamos —me presiona. —Tenemos un par de horas para analizar la escuela y a los adolescentes antes del almuerzo.
Tronando los huesos de mis manos, me pierdo por los pasillos. Doy un vistazo a las clases, me divierto molestando a los humanos, probé a uno que otro y casi deseé no haberlo hecho. Asquerosos y contaminados con el aroma de los Fríos. Por cierto, me topé con el grandote y con Jasper en una clase, debo admitir que fue gracioso verlos tener que comportarse tan humanos. Pero sin duda la mejor parte fue cuando Elijah obligó al director a que entrara y besara al Mayor enfrente de la clase. El grandote no pudo mantenerse cuerdo, su risa debió escucharse en todo el edificio, y yo casi bailo de alegría al tener algo para molestar a Jasper.
Juro que ni con las mil amenazas que el rubio me soltó serán suficientes para evitar que le recuerde esto por el resto de su existencia.
En algún momento del día, Elijah y yo volvimos a reunirnos para perdernos por los pasillos envueltos en un aroma a humanos, sangre, sudor, perfumes y más cosas de humanos, además del aroma dulce de los vampiros que acompañan la exquisita esencia de Isabella.
—¿Dónde están? —pregunto. Me siento ansioso de repente.
Elijah camina hasta alcanzar a un humano, lo toma por los hombros y lo obliga a quedarse frente a él.
—Isabella Swan, dime donde está —le ordena.
—Es hora del almuerzo —responde el chico con voz automática. Sin ponerle mucha atención, me muevo para llegar a donde se encuentra la bambina.
Escucho el ruido y el aroma a comida antes de que vea el letrero de la cafetería. Extiendo las manos para empujar con mis palmas la puertas de la cafetería, el interior muestra un ajetreo de estudiantes en las mesas y en moviéndose a través del espacio. Elijah entra detrás de mí, no necesito buscarla, mis ojos se dirigen directamente hacia ella, sentada en una silla a la izquierda del niño bonito, y enfrente de Angela, acompañada de todos los vampiros adolescentes en una mesa en el fondo del lugar. Ellos hablan entre sí, pero ella tiene sus ojos en un libro que descansa en su regazo.
Doy pasos lagos y rápidos para llegar a ella. Escucho la risa de Elijah a mis espaldas, pero yo sigo en lo mío. Mientras paso al lado de una de las mesas, tomo una silla, la empujo al lado de la bambina y me siento en silencio a su lado. Elijah me imita, ambos nos sentamos en el espacio vacío que está a la derecha de Isabella y a la izquierda de Angela.
Jasper nos mira, divertido y sonriendo al igual que su pequeña esposa. Saben que estoy tramando algo. Angela y Elijah se sumergen en una conversación en voz baja. La rubia y la bola de músculos, me miran curiosos, pero no dicen nada. El niño bonito me nota y una mueca de disgusto.
—Estúpido pájaro —gruñe.
Sonrió burlonamente. Enfadarlo se ha convertido en mi actividad favorita durante estos días, y el hecho de que él sea el único de su familia que está hipnotizado y que casualmente, le di la orden de que cada vez que me mire, solo me vea en forma de cuervo, hace la situación más divertida. Los días han paso de la siguiente manera: de repente, va caminando y aparece un hermoso cuervo negro que se posa sobre su cabeza y en un momento de aburrimiento tira de su cabello con fuerza hasta arrancarle algunos mechones; o a veces está tocando su piano y llega el cuervo a picotearle las manos antes de arrancar una de las teclas y esconderla para que no pueda seguir tocando. O el otro día que la rubia había “olvidado” cerrar el cofre del auto plateado y el cuervo había jugueteado con los cables del motor.
Ahora le debo una a la Barbie Vampira de Hielo.
—Estas celoso porque me quiere más a mí que a ti —canturreo en dirección al niño bonito.
—Cierra el pico —su garganta vibra con las palabras. ¿Mencioné que, ante sus ojos, el cuervo puede hablar?
—O si no ¿Qué? —levanto la cabeza, desafiándolo.
—Te voy a arrancar las plumas, de una en una —me advierte según el con voz amenazadora. —Luego voy a disecar tu pequeño cuerpo para colgarlo como trofeo en mi habitación.
—Carlisle —el grandote interrumpe nuestra discusión con sus pensamientos. Los fríos, Elijah, Angela yo centramos nuestra atención en él. Tiene su teléfono pegado a su oído. —¿Hay hospitales psiquiátricos para vampiros?
—¿Te sientes mal? —pregunto, mis ojos observan su silueta, buscando alguna señal de enfermedad. Digo, si está pálido y frio como un cadáver, pero lo normal.
El grandote finge que no me escucha, su atención sigue en el teléfono.
—¿Alguna razón por la que hayas llamado al trabajo solo para preguntarme eso, Emmett? —se escucha la voz del otro lado de la línea.
—Es que, Carlisle, de verdad creo que ya lo perdimos —dice con demasiada falsa preocupación mientras mira de reojo a su hermano.
—Necesito más detalles.
—¡Está muy mal, Carlisle! —chilla dramáticamente. Eso termina de llamar la atención de las dos humanas en la mesa.
Isabella levanta la mirada de su libro, gira su cabeza para mirar al grandote, pero por la esquina de sus ojos me ve y salta en su silla. Hago un gesto para que guarde silencio.
—¿Me extrañaste? —pregunto intencionalmente. Me inclino y deposito en su mejilla un audible y largo beso.
—¡Aléjate de ella pajarraco del infiero! —el cobrizo sisea.
—Lo perdió, por fin lo perdió —el grandote se lamenta aun con más dramatismo que antes. —¡Se ha vuelto loco! Yo sabía que tantos años de celibato le afectarían.
—Emmett —su padre pronuncia su nombre con voz dura. —Deja a tu hermano tranquilo.
—Pero, papá… —el grandote le sonríe al teléfono. —Aun no te digo de quien estoy hablando.
—Lo siento, hijo —el Doc suena avergonzado. —Es solo que… como dijiste celibato… um, yo… A ver, Emmett, te escucho.
Jasper y Alice están a nada de doblarse por la risa. La rubia no oculta la sonrisa que tiene en la cara. El niño bonito está a nada de montar una escena.
—¡¿Eres virgen?! —le pregunto a mi adorado rival con un tono de sorpresa. —¿Qué usas, cinturón de castidad? ¿Hace años que perdiste la llave y por eso no puedes follarte a nadie?
El grandote sigue con su conversación en el teléfono, pero su voz tiembla por la carcajada que amenaza con salir de su garganta. Hace un enorme esfuerzo por mantenerse serio.
—Eddie está muy enfermo papá —el grandote sigue con su escena. Su voz se baja varios tonos, mira sospechosamente a su alrededor, como si temiera que alguien lo escuche. —Lleva todo el almuerzo hablando solo, dice que hay alguien, no, algo, molestándolo. Creo que mencionó un animal, ¿un ave?, algo así como una gallina. Papá, no me he atrevido a decirle que en Forks no tenemos de esas, no tengo el corazón para decírselo.
El silencio al otro lado de la línea es la respuesta que obtiene.
—Eddie, hermanito —se endereza de nuevo, sus ojos buscan a su hermano, mirándolo con falsa preocupación. Casi puedo jurar que el cabrón está a nada de soltarse llorando. —No te preocupes, papá hará todo lo posible para buscarte ayuda.
—Emmett —sisea enfadado el loco en cuestión. —¿De que estas hablando?
—La enfermedad —pronuncia la palabra con cuidado. Como si le explicar a un niño como hacer una tarea muy difícil. —Tu esquizofrenia.
—¡Emmett! —gruñe. Está aún más molesto. —No estoy enfermo.
—Eso es lo que un esquizofrénico diría —señalo. Debo defender a la bola de músculos, él está preocupado por su hermano y es totalmente comprensible. De nuevo, eso es lo que hacemos los hermanos.
—¡Maldita gallina negra! —el niño bonito está a nada de explotar de coraje.
¡Aww! Que tierno se ve, parece un gatito enojado.
—¡¿Carlisle?! —el pelinegro grita al teléfono. Ahora su voz está cargada de histeria. —¡Ahora me entiendes!
Un suspiro muy pesado y falso se escucha en la línea.
—Emmett —habla inseguro. —Tu hermano no está enfermo.
—¡Pero, papá!
—Bueno —el Doc. suspira de nuevo. —Tengo que volver al trabajo, pero te prometo que cuando todos volvamos a casa me tomaré un tiempo para revisar a Edward, ¿te parece?
—¿Puedo investigar algún hospital? —el grandote sonríe como niño a punto de hacer una maldita travesura. —En caso de que lo necesitemos.
—Sí, Emmett —con un suspiro cansado, el Doc. pronuncia esas palabras antes del ya conocido sonido que indica que la llamada ha sido terminada.
—¿Por qué llamaste a Carlisle? —explota el cobrizo contra su hermano. Los dos fríos se meten en una acalorada discusión sobre si deben internar o no al vampiro cobrizo. Yo estoy a favor de que lo encierren.
—¿Qué fue eso? —Isabella pregunta en voz baja. Mis ojos se colocan sobre ella, está mirándome, curiosa, divertida, perdida y hermosa.
—Problemas de hermanos —me encojo de hombros. Ella estira su cuello, mirando aun la discusión que hay en la mesa y solo sacude la cabeza. Supongo que situaciones así son bastante comunes.
—¿Cuánto llevas aquí? —mira a su alrededor, sus piernas comienzan a subir y bajar ansiosamente. Sigo su mirada buscando la causa de su nerviosismo, pero la cafetería sigue tranquila como cuando llegamos.
—Tranquila, sabes que no pueden notarnos —le digo, tomo su mano dando un apretón para tranquilizarla. —Nadie nos ve.
—Es extraño —se estremece. —Pero estoy agradecida por eso.
Sonrío, si me quejé por tener que hipnotizar a todo el pueblo, ahora no me arrepiento, ir y venir a donde me plazca sin miradas ni preguntas de los pobladores, es maravilloso. Angela y mi bambina se volvieron locas cuando lo descubrieron, pero ahora lo disfrutan tanto como nosotros.
—No me has respondido —señala, su mano golpea mis costillas.
—Un rato —digo refiriéndome al tiempo que llevo aquí, junto a ella. —No me notaste ¿Qué hacías?
—Leyendo —responde con cuidado.
—¿Qué?
—Un libro —dice sacudiendo el objeto en sus manos. Pongo los ojos en blanco.
—Pero, un libro ¿de…?
—Papel y tinta —la comisura de sus labios suben. Se está burlando de mí.
—No me digas —tuerzo los ojos.
—Tú preguntaste —se defiende.
No me molesto en responderle, estiro uno de mis brazos y con rapidez tomo el libro que está entre sus manos.
—¡No! —se gira bruscamente, en su rostro hay un rastro de vergüenza y miedo.
—¿Por qué me miras así, bambina? ¿Qué estás leyendo? —ahora mi curiosidad aumentó. Sus manos atacan las mías buscando recuperar el libro.
—Damon, no, ¡regrésamelo! ¡No lo leas!
La ignoro. Mis dedos se deslizan por el libro abriéndolo donde ella dejó el señalador. Uso mi otro brazo para detener sus movimientos, Isabella se mantiene luchando para recuperar su libro, pero me aseguro de aprisionarla contra el costado de mi cuerpo mientras mis ojos se deslizan por las palabras impresas en el libro.
“Pone sus manos a ambos lados de mi cabeza y me besa. Profundamente. Poseyendo mi boca. Inclinando mi cabeza... controlándome. Gimo contra sus labios. Esto es lo que le gusta. Esto es en lo que es tan bueno.”
¿Así que esto está leyendo?
—Vaya, vaya, bambina —jadeo. Por la esquina de mis ojos le doy una mirada inquisitiva.
Isabella siente mi mirada y se muerde el labio con nerviosismo. Soy testigo del momento exacto en el que sus venas impulsan una cantidad anormal de sangre por sus torrentes, aumentando el calor de su cuerpo, los vasos sanguíneos de su frente, su nariz, sus mejillas, su barbilla, su cuello y la piel escondida detrás del escote de su suéter, se llena de sangre pintando su piel de un delicioso tono rojizo.
—Deliciosa —digo pasando mi lengua por mis labios. Casi puedo saborear su sangre caliente en mi boca.
—¿Bella? ¿Amor? —su maldita voz chirriante y empalagosa me recuerda que no soy el único que puede oler el aumento de su sangre en su rostro. —¿Por qué te sonrojas?
—Porque le da vergüenza que su novio esté loco —la bola de músculos entra en su defensa. Esa es mi señal para dejarlos volver a su discusión y seguir analizando el libro.
“—Te voy a poseer ahora —susurra y me levanta para que esté suspendida en el aire sobre él—. ¿Preparada? —respira.
—Sí —murmuro y me deja caer sobre él, lentamente, exquisitamente lento... llenándome... mirándome mientras me toma.”
—Jo-der —mis cejas se levantan. Doy un silbido mientras las letras siguen pasando a mi cerebro a través de mis ojos. Muevo una de mis manos echándome aire a la cara.
¿Por qué de repente se siente caliente el ambiente?
—¡Devuélvelo! —chilla agitada y me ataca de nuevo. Se suelta de mi costado, sus manos alcanzan el libro y lo tironea buscando que yo lo suelte.
—Espera —le doy un manotazo, el golpe hace que ella se aleje. —¡Esto está interesante!
Giro mi cuerpo hacia el lado contrario de ella buscando alejarla lo más posible del libro para que no pueda alcanzarlo.
“Estoy de rodillas en la puerta, desnuda, excepto por mis bragas. Mi corazón está en mi boca. Vaya, pensé que después del baño él habría tenido suficiente. El hombre es insaciable o tal vez todos los hombres son como él.”
—¿Qué es esto? —pregunto pícaro. — ¿Lectura informativa? Por supuesto que no, ¿lectura de placer? ¿O para darte placer?
—Cierra la maldita boca, Damon —su mano golpea con suavidad mi pecho. Sé que su intención era que me doliera, pero aún está avergonzada como para desquitarse conmigo.
—¿Pensabas guardarlo para ti sola? —muevo las cejas de arriba abajo. —¿Sabes cuantas noches interesantes pudimos tener con esto?
—¡Idiota! —chilla de nuevo.
“—Mírame —dice en voz baja y miro arriba hacia su ardiente mirada gris. Es su mirada de Dom, fría, dura y sexy como el infierno, siete sombras de pecado en una mirada atractiva. Mi boca se seca y sé que haré todo lo que pida. Una sonrisa casi cruel juega en sus labios.”
—¡Mi- er- da! —mi cuerpo se estremece. —Hasta yo puedo imaginármelo.
—Esta bueno, ¿cierto? —la pequeña vampira pelinegra me da una mirada divertida.
—Pues, lo describe muy bueno —respondo haciendo énfasis en las últimas dos palabras.
Una risilla hace que levante mis ojos. La vampira me da una mirada divertida, como si supiera las miles de imágenes que de repente han asaltado mi mente. ¿Ahora ella lee mentes?
Me siento ahogado en el calor que me proporciona mi chamarra de cuero.
“De repente, el guante se ha ido y puedo sentir las frondas de la fusta flotando sobre mi piel, siguiendo el mismo camino del guante y es tan difícil concentrarme con la música en mi cabeza; suena como un centenar de voces cantando, tejiendo un etéreo tapiz de sedoso oro y plata a través de mi cabeza, mezcladas con la sensación de la suave gamuza contra mi piel... trazándose sobre mí... oh, mi Dios... abruptamente, desaparece. Luego, de repente, un brusco latigazo en mi estómago.”
Cierro el libro de golpe. Giró mi cuerpo sobre mi asiento, buscando mirar de nuevo a Isabella. Ella está encogida en su asiento, su piel sonrojada al máximo y sé que está abochornada. Joder, puedo ver el ligero brillo del sudor que amenaza con brotar de cada uno de sus poros a causa del nerviosismo y la vergüenza.
—Dime que no es lo que estoy pensando —ruego desesperadamente. —Por favor dime que no.
—¿Qué? —Isabella pregunta haciéndose la desentendida y esquiva mi mirada.
—¡Carajo Isabella! —la tomo de uno de sus hombros, sacudiéndola. —Dime que no quieres probar esto con él.
La Bambina no responde. Aprovecha los dos segundos de distracción que me genera la situación para saltar y de un movimiento arrancarme el libro de la mano que lo sostiene. Se asegura de lanzarlo al interior de su mochila antes de cruzarse de hombros.
—¡No me jodas, Isabella! —gimoteo desesperado. —¡Es un vampiro!
Isabella me levanta una ceja, sus labios se presionan en una línea. Me distraigo por un segundo, tiene razón, si quiero que mi argumento sea válido, no debo despreciar mi naturaleza.
—Bueno, eso no es el peor de los casos —asiento dándole la razón. —¿Quieres probarlo? Vamos a tú casa, en el camino conseguimos las cosas
La bambina resopla.
—¡O ve con Elijah! —ofrezco. El original guiña un ojo en dirección a la humana. —Maldita sea, incluso puedo confiarte a Jasper.
—¡Oye! —la duendecillo se queja.
—¿Por qué con Jasper sí y con Edward no? —Isabella me mira perpleja por mi razonamiento. —Los dos son del mismo tipo de vampiros.
—Porque “Sparkly Boy” se muere por tu sangre —digo como si fuera obvio. —Te golpea, te saca la sangre, te muerde y te drena.
—Y no sabrá hacerlo —Jasper comenta con un tono muy casual. —Es virgen, ¿recuerdan? Y es más virgen que la Virgen.
—¡Ves! —me quejo de nuevo. —¿Sabes lo que eso significa? ¡Tendrás que ser tú la Dom si quieres llegar a algún lado.
—Eso suponiendo que se quite el cinturón de castidad —Jasper se burla.
—Eso es lo de menos —digo con un suspiro. —Si nunca lo ha usado, ya sabes, el asunto… yo creo que no sabe cómo ponerlo o dónde ponerlo.
—O ya se le cayó —Elijah dice entre dientes, tratando que Isabella no lo escuche.
Una ronda de sonidos de tos falsa inunda la mesa. Son el resto de los adolescentes vampiros tratando de evitar las carcajadas. Jasper es el único que tiene la cabeza agachada y sus hombros suben y bajan con rapidez.
—Además —continuó con mi monologo, —si quieres ponerte caliente yo puedo ayudar… —mis palabras se tropiezan en mi lengua cuando mi cerebro medita la situación. —Un momento, ¡Él ni siquiera puede calentarse!
—¡Ya basta! —chilla. Sus manos cubren su rostro. Los que estamos al tanto de la conversación le damos una mirada burlona. —Alice me dio el libro, dijo que debería leerlo.
—¿Esa es tu excusa? —pregunto indignado.
—El libro está bueno, el protagonista suena demasiado bueno y parece que lo hace muy bien —habla atropelladamente. Las comisuras de mis labios se levantan ligeramente. —Pero es solo un libro, no significa que le voy a pedir a Edward que me lo haga así.
—¿Qué te lo haga “así”? —Elijah la mira con los ojos entrecerrados, la diversión en su voz es clara, aunque sus labios se mantienen en una mueca seria.
—Maldita sea —se queja. —No, no, no —sacude su cabeza, frenética. —No le voy a pedir que me lo haga, ni de esa manera ni de ninguna otra. ¿Feliz?
—Esa es mi chica —sonrío orgulloso por su decisión. Paso mi brazo por sus hombros y la atraigo de nuevo a mí.
—¿Tu chica? —Angela salta cabreada y lista para lanzarme un poco de abracadabra. —¿Estas idiota? ¿Acaso te dejaron caer de bebé?
—¿Ahora porque demonios me atacas? —la miro, extrañado. ¿Qué no estaba de mi lado?
—¿Quién carajos te dijo que mi amiga es “tu chica”? —hace una mueca de disgusto.
—A ver, déjame recordarlo colocó una mano en mis labios, fingiendo como si pensara en sus palabras. —Isabella lo dijo.
Mis manos tiran aún más de su cuerpo, coloco mi mentón descansando sobre el costado de su cabeza, la bambina no se queja, al contrario, se acomoda debajo de mi toque, recarga su cabeza en mi hombro.
Elijah nos da una mirada, luego mira al resto de la mesa y nuevamente a nosotros. El resto de los sobrenaturales en la mesa se mantienen en una conversación, ajenos a nosotros. O al menos hacen que parezca que no nos ponen atención.
—¿La edad ya te está afectando la audición? —Angela se burla. —Yo no he escuchado que diga que es tuya —los ojos de la bruja flamean con un brillo retador. —Acaso ¿tú sí?
Sus palabras me dejan en blanco, me dejan sin lo necesario para defenderme. Siento los músculos de mi rostro tensarse, mi mandíbula se aprieta con fuerza para evitar que mis colmillos salgan. Quiero tronarle el maldito cuello, pero ella es muy necesaria en esta jodida situación, así que lo único que puedo hacer es lanzarla una mirada llena de odio. Maldita sea, esta maldita bruja está jugando con fuego.
—Ella me quiere a mí, no a él —siseo.
—¿Seguro? —Angela sonríe. Su expresión me produce nauseas.
—Debo ir a clases —Isabella se levanta, recoge su mochila y sale apresuradamente de la cafetería. No tengo que adivinar, su humor decayó con las palabras de Angela.
—¿Amor? —el niño bonito pregunta, pero es ignorado por la humana y por mí.
—Está bien, Edward —la vampira pixie lo detiene antes de que él se ponga de pie. —Debe ir al baño antes de la siguiente clase.
—¿Por qué no la acompañas?
—Puede ir sola —la pequeña vampira se encoge de hombros.
—Pero, ella…
—¡Carajo! No le va a pasar nada en el maldito baño —me quejo.
—Eso dijo Hermione y ya sabemos que la atacó un Troll —el vampiro grandote me señala.
Resoplo. Su referencia es buena, pero aquí nadie va a atacar a la bambina. O eso espero.
—¿Tenías que decir eso? —mi molestia se dirige a la humana/bruja que está sentada frente a mí. Estoy jodidamente encabronado porque arruinó mi tiempo con la bambina solo por meterme cizaña.
—Si —se encoge de hombros.
—Ahora está molesta —apunto la puerta de la cafetería.
—Necesitas presionarla, Damon —Angela suspira pesadamente.
—¡Pero no así!
—¡Te estoy ayudando, idiota! —es su respuesta antes de tomar su mochila y levantarse de la mesa. —Estoy de tu lado, que no se te olvide.
—¿Qué carajos significa eso?
Sin responderme, se aleja de la mesa sin ofrecerle una mirada a nadie, pero sabe que tiene nuestras miradas en su espalda. El timbre suena, el resto de los estudiantes salen corriendo para llegar a tiempo a sus clases, los fríos no son la excepción. Se levantan de la mesa, llevan su comida intacta al bote de la basura y caminan con calma hacia la salida. Mientras hacen todo eso, cada uno de esos vampiros me da una mirada, todas tienen un significado diferente que quizás puedo adivinar con facilidad, pero ya no tengo el humor para hacer algo.
El cobrizo pasa a mis espaldas, intencionalmente empuja la silla en donde se supone que él ve al cuervo mientras permite que escuche sus gruñidos e intentos de maldiciones que lanza en mi dirección. Eso me encabrona más.
—Tu ten cuidado —le advierto sin molestarme en mirarlo. —Haces un movimiento en falso y este cuervo te sacará los ojos.
Me quedo en silencio, escuchando
Son pocos los minutos que se necesitan para que el lugar se vacíe. Los únicos sonidos que quedan son de las personas que están recogiendo el evidente desorden que ha quedado en el lugar.
—¿Tú la puedes calentar? —Elijah me pregunta. El cabrón sin duda me utiliza para su propio entretenimiento.
—¿Celoso? —digo cortante.
—Para nada —me sonríe. Chasqueo la lengua. —Pero tú si estas celoso del apuesto y encantador vampiro cobrizo.
—Encantador mi trasero —bufo con irritación.
—¿Que no se supone que tú harías que él perdiera el control? —me mira fijamente. —Por lo que veo, tú eres quien está a nada de hacer un berrinche mientras él debe estar en algún salón besándola apasionadamente contra la puerta.
—Deja de decir estupideces —reniego. —No la está besando, es muy puritano como para hacerlo enfrente de todos sus compañeros.
—¿Por qué simplemente no la obligas a que elija? —pregunta. Aunque quiero enojarme con él, puedo escuchar en sus palabras que de verdad no entiende la manera en la que estoy haciendo las cosas.
—Porque no puedo, bueno, no quiero —suspiro. —Quiero que ella me elija porque ella quiere elegirme, no porque la presioné o la obligué.
—Ella piensa lo mismo.
—¿Qué? —levanto una ceja.
—Isabella no quiere hacerte elegir entre ella y Elena —me explica. Le ofrezco una mirada confundida. —Te recuerdo que ella escuchó solo la mitad del contexto de la conversación que tuviste con Elena en Mystic.
—Maldita sea —mi mano rasca mi nuca con desesperación.
—Para Isabella, tu “jugada A” sigue siendo Elena —el vampiro original me confiesa, parece que le cuesta decir esas palabras.
En segundos, mi cerebro se sobrecarga con la información, analizando lo bueno y lo malo que puede llegar a pasar. De la nada solo veo imágenes de mi vida en los últimos meses, desde que decidí volver a Mystic. ¿Qué carajos me pasó por la cabeza en ese momento? Sí, dije que mi vida necesitaba un poco de dramatismo, pero no hablaba enserio. Mierda, creí que solo conseguiría alcohol, unas lindas y sexys mujeres, sangre a diestra y siniestra, y hacer encabronar a mi hermano.
Si, si lo conseguí. Pero, todo cambió esa maldita noche en el medio de la frustración y el coraje que sentía, como si estuviera destinado a pasar, a conocerla y a conseguirla a ella. Isabella.
Sin quererlo me vi envuelto en toda ella. Sin quererlo supe su nombre, sin quererlo la toqué y probé sus labios, sin quererlo la seguí a su casa, sin quererlo probé su sangre, sin quererlo me vi envuelto en el deseo de conocer toda su vida. Carajo, sin quererlo me enamoré de ella.
¿Y ella cree que me la paso de un lado a otro como maldita pelota de ping pong, solo porque quiero que me ayude a salvar el trasero de Elena? ¿De verdad cree que puedo preferir a su prima sobre ella? Todos los minutos que paso a su lado ¿no han significado nada para ella?
—Eso deberías preguntárselo personalmente —Elijah se aclara la garganta.
Hablaste en voz alta, Salvatore. Maldita sea contigo.
—Isabella cree que sin importar lo que hagamos, ella no será mi elección, —razono sintiendo algo extraño en mi interior ¿decepción? ¿Miedo? —Por eso no me quiere elegir.
—Hay una razón por la que ella no quiere deshacerse de él —Elijah pronuncia las palabras evaluando mi reacción. —Si cree que te irás en algún momento, prefiere aferrarse a la idea de alguien que la va a querer mantener a su lado.
—¡Pero él solo la quiere porque es humana! —jadeo con desesperación. —¿Cómo puede preferir quedarse con alguien que solo la desea por su sangre?
—¿Y no contigo que ya bebiste su sangre? —Elijah me mira, sus ojos ahora entrecerrados acusadoramente. Huyo de su mirada, al parecer el día de hoy las ventanas me están ofreciendo cierto consuelo. —Tienes que entender que Isabella se aferra a ese vampiro porque él es su puerto seguro.
Sacudo la cabeza, negándome a seguir escuchando esas idioteces.
—Sabe que elegirlo a él es lo que menos le va a doler. Con él tiene un compañero, un amante, una familia, un “para siempre” casi seguro.
—¿No te cansas de restregarme al idiota en la cara? ¡Ya sé que es un maldito santo! —grito girando mi rostro en dirección al hombre que parece no tener filtro en su lengua. —Sé que soy un pobre diablo que no puede ofrecerle la estabilidad que quizás ella quiere, conmigo solo hay descontrol, impulso y sangre por todos lados. ¿Crees que no lo sé? ¡Por supuesto que sé que ese pomposo vampiro idiota es casi la mejor opción para ella!
—Tú lo has dicho, “casi” —Elijah me da la razón. —Tú has sido testigo de la manera en la que él controla cada uno de sus movimientos, como la encierra, como la domina y la hace miserable —un gruñido se escapa de mi pecho al recordar todo eso que he visto. —¡Carajo Damon! Haz visto lo diferente que es Isabella estando con él y estando con nosotros.
—Si lo sé.
—Una eternidad viviendo de esa manera no puede ser más miserable que una eternidad soportándote —las comisuras de mis labios se elevan ligeramente al escuchar sus palabras. Sé que me debo ofender, pero resulta que me dio consuelo.
Por supuesto que una eternidad a mi lado suena mejor. Joder, ya puedo imaginarme a ambos, por todo el mundo, divirtiéndonos. La Bambina y yo seríamos muy buenos juntos.
—Entonces… —Elijah habla tentativamente después de concederme unos minutos en silencio. —¿Solo te quedaras sentado a su lado mirando y haciendo berrinches mientras tu rival conquista a tu chica diciéndole palabras bonitas y empalagosas al oído?
Una arcada me ataca.
—¿Por qué? —levanto una ceja. —¿Por qué te preocupa mi vida amorosa?
—En realidad, es Isabella quien me preocupa —su rostro se gira en dirección a la puerta de la cafetería por la que hace rato salieron los estudiantes. —La quiero demasiado como para no protegerla. Le prometí que la protegería de cualquier cosa, sobretodo de los imbéciles. Tú incluido.
—Si soy un imbécil ¿Por qué insistes en que se quede conmigo?
—No te estoy ayudando a ti —voltea los ojos. —Ayudo a Isabella y casualmente me ayudaré a mí mismo.
—¿Angela? —ofrezco.
—Sí, también —acepta. Casi luce tímido. Casi.
—Es agradable saber que yo te agrado más que el niño bonito —sonrió presumido. —Sabía que ni tú puedes resistirte a mis encantos.
—Eso crees —dice simplemente.
Será muy bueno ocultando sus sentimientos, pero algún día admitirá que me ama. Yo lo sé.
—Ahora, mini Drácula, si quieres quedarte a la chica, debes hacer algo —se pone de pie, acomoda su abrigo negro y me mira. La insistencia en sus ojos parece presionarme a que haga… no sé qué.
—Algo como… ¿qué?
—Ya sabes —su larga manos se sacude en círculos delante de él. —Besos en la mejilla, tomarse de la mano, coqueteos, escapadas nocturnas, algunas copas.
—¿De qué película sacaste eso? —me burlo. Elijah hace un gesto de exasperación.
—Ve, busca a Isabella, llévatela, róbatela, quítasela a ese niño mimado —me ordena. —Haz que ese idiota pierda la cabeza, haz que llore pensando en cómo la perdió, haz que se muera de coraje, bueno, que se muera otra vez.
Una risa escapa de mis labios.
—¡¿Qué estas esperando?! —me grita poniéndose de pie. Mi cuerpo actúa en reflejo a él, me colocó sobre mis pies. De repente me siento renovado y decidido.
—Creo que tengo un plan —acomodo la chaqueta en mis hombros. —Por cierto, ¿Tú que harás?
Estoy metiendo mis narices en los asuntos que no me importan, pero, un poco de diversión tampoco le haría daño a él. Creo que ya le salieron más arrugas.
—¿Creíste que te escaparías de mí? —frota las palmas de sus manos con emoción. —No señorito. Yo también tengo una chica que robarme.
¡Joder, sí! De esto estoy hablando.
Embriagado por la emoción de Elijah, me acomodo a su lado cruzando la cafetería en dirección a las puertas. Ambos nos vamos dando palmadas en el hombro y la espalda cuando recorremos de nuevo los pasillos de la escuela. A partir de ahora soy yo y mis planes improvisados para robarme a la Bambina. Y Elijah que va a aprovechar de mis planes.
—¿Qué estas haciendo? —pregunto de golpe deteniéndome frente a Jasper. Él rubio está recostado sobre la pared de uno de los pasillos, sus manos están en sus bolsillos y su cabeza está agachada. Al parecer sus botas son la cosa más interesante de este mundo.
—Esperándolos —se encoge de hombros.
Elijah y yo intercambiamos miradas confundidas.
—¿No deberías estar en clases?
—Sí, debería —el rubio acepta. —Pero si no lo veo, no seré cómplice.
—¿Estas borracho? ¿Drogado? —pregunto. Jasper levanta su cabeza y tuerce los ojos. —¿De que estas hablando?
—Toma —extiende sus pálidas manos, sus dedos juguetean con unas llaves. —Son las llaves de un auto, sé que sabrán cual es en cuanto lo vean.
—Gracias —Elijah las toma rápidamente.
—Alice dice que, nosotros llevaremos el auto de Angela a su casa, siempre y cuando prometas liberarnos alrededor de las 4.
Sonrió satisfecho. Esto será sencillo.
—Y también me pidió que te recordara que es la tercer ventana del lado izquierdo de la puerta —Jasper completa. Sé que no sabe que está haciendo, pero sabe que si su esposa se lo dijo, tiene que créele.
—¿Dónde están? —miro interrogante a rubio.
—Tres puertas hacia allá —señala un lado del pasillo. Sin decir nada más, Jasper se da la vuelta y se pierde en la profundidad del pasillo solitario.
—¿Cuál es el plan? —Elijah pregunta aun con sus ojos fijos en el punto donde el otro vampiro se perdió.
—Sígueme —es lo único que le ofrezco como respuesta.
Cuando me doy cuenta, tengo mi mano alrededor de la manija de la puerta, girándola para abrirme paso al salón. El profesor está entretenido explicando un tema que al parecer solo le parece interesante a él, el resto de los estudiantes están conversando entre ellos, husmeando en sus teléfonos, haciendo otras cosas o dormidos.
Isabella es la primera en detectarnos, su cabeza y su espalda se levantan, sus ojos me miran asustados.
—¿Qué sucede? —pregunta histéricamente. Me mira ansiosa y luego sobre mi hombro buscando a Elijah.
—¿Qué hacen aquí? —Angela es la segunda en reaccionar, pero dejo que Elijah se encargue de eso.
—Tranquila —digo en dirección a la Bambina, sigo avanzando hasta quedar frente a ella, descanso mis manos sobre la superficie de su escritorio. —No ha pasado nada.
Ella asiente lentamente, pero aún está nerviosa. Sus ojos analizan mi rostro buscando algo que le diga que yo estoy mintiendo.
—Vamos a la playa.
—Bien, adiós —me dice. Oculto la sonrisa que amenaza mis labios.
—No, no —sacudo la cabeza. —Tú vienes conmigo.
—¿Con este clima? —me mira como si tuviera tres cabezas. —No estoy loca.
—¿Apostamos? —digo divertido. Me siento en la silla vacía a su lado. Sé que aquí estuvo Jasper, puedo oler su aroma en todo el costado de Isabella. —Ningún humano lo suficientemente cuerdo estaría hablando con un vampiro en el medio de una clase.
Ella mira a su alrededor, recordando que estamos aún en su escuela, rodeados de sus compañeros. —Asno.
Le doy un empujón.
—Ven conmigo, Bambina —extiendo una mano en su dirección. —Vamos a divertirnos.
Sus ojos miran los míos. El intenso color chocolate absorbe toda mi atención, veo el debate que hay en ellos, veo la frialdad con la que analiza cada una de las posibilidades que le ofrezco.
—Está lloviendo —dice, su cabeza se inclina a la ventana pero sus ojos se mantienen en mí.
—Eres terca —me quejo, pero no pienso darme por vencido. —Ven conmigo.
—No es un día para ir a la playa, Damon —suspira, sus cejas se juntan, como si le pesara decir eso, como si le resultara difícil negarse a mi petición. —Está lloviendo, hace frio.
—Yo te caliento —muevo las cejas de arriba abajo.
—Si —me dice imitando mi gesto. —Pero la lluvia no me pone de buen humor.
—No está lloviendo —digo seguro. ¡Es más terca que una mula!
—¿Qué no has visto el clima? —su voz suena exasperada e incrédula. —Desde la mañana hace frio, está nublado y lloviendo.
Tiene razón, es el único clima que he conocido en este jodido lugar. Pero, para suerte de todos, yo soy un lindo solecito que es capaz de iluminar cualquier lugar donde se encuentra.
—¿No has aprendido nada de mí, bambina? —me burlo. Ella parpadea un par de veces. —No está lloviendo, mira la ventana.
Su cabeza se sacude de un lado a otro, su postura me dice que está lista para mostrarme lo equivocado que estoy. Recelosa, gira lentamente su rostro a la ventana.
Sonrió cuando el jadeo se escapa de sus labios.
—No está lloviendo —repito en su oído. Mi brazo rodea su cuerpo, se estira hasta alcanzar el rayo de sol que se ha colado por los cristales de la ventana. Suelto un gemido de satisfacción
Sin despegar mis ojos de ella, estiro mi mano hacia el rayo de sol que se ha colado por los cristales de la ventana. La calidez envuelve mi mano.
—Ahora, ven conmigo —ronroneo en su oído. Mi voz es una orden a la que su cuerpo obedece al instante. Sus ojos me miran, ahora de color chocolate líquido derretido solo para mí. Su mano se desliza sobre mis dedos que aun juegan con el sol.
—Está bien, vamos a la playa —accede. No espero nada de tiempo, me pongo de pie y tiro de ella. Escucho a nuestras espaldas que Angela le lanza ambas mochilas a Elijah, seguido de sus pasos casi corriendo detrás de nosotros.
Nadie de la clase se da cuenta de nuestra presencia o de la conversación que tuvimos, si el profesor se dio cuenta que dos de sus alumnas salieron del salón, lo ignoró tan profesionalmente que me imagino que no será la primera vez. Sé que algunos adolescentes notaron la escapada de Angela e Isabella, pero, ¿Cómo puede ser una aventura si no hay un poco de peligro en ella?
Los cuatro salimos corriendo esquivando a unas cuantas personas que se cruzan en nuestro camino.
—Corre Bella, corre —Angela la empuja riéndose.
Ambas batallan un poco para abrir las puertas, pero salen disparadas directamente al estacionamiento, la risa de Isabella se intensifica cuando el sol golpea su piel con intensa calidez.
Casi caigo de rodillas al escucharla. Desde que Elijah me trajo a este lugar, es la primera vez que la escucho reír tan libremente. Quiero que lo haga más seguido.
—Esto es jodidamente asombroso —chilla emocionada. Baja los escalones, jugueteando aun con Angela. Ambas dan vueltas, con los brazos abiertos y con el rostro hacia el cielo.
—¿No pudiste hacer eso antes? —Elijah me da un golpe en la nuca.
No alcanzo a responderle, se borra de mi vista y se aparece junto a una Jeep similar a la que la bambina usó en Mystic. Mi sonrisa se extiende aún más, sin duda es obra de la vampira tamaño bolsillo.
Hablando de ella…
—Bambina, ven aquí —pido mientras camino, buscando mi objetivo, mi mano está estirada a mi espalda, esperando que ella la tome.
—¿Qué pasa? —Isabella pregunta alcanzándome.
Acomodo su cuerpo frente al mío, me aseguro que ella quede mirando por la ventana del salón en el que se distingue la cabellera cobriza que tanto odio.
—Aquí —bajo mi cabeza a su cuello, mi mano se estira, apuntándole a su novio que está detrás del cristal. —¿Lo ves? —la miro, ella asiente y se ríe. —Dile adiós a brillantina.
De repente, el rostro del niño bonito aparece frente a la ventana, la posición hace que la luz del sol no caiga directamente sobre él, pero no pasa desapercibido el hecho de que hay un sol muy brillante sobre nosotros. Los ojos color caramelo quemado del vampiro se abren con evidente pánico.
—Adiós —Isabella canturrea con alegría. Su mano se levanta y la sacude despidiéndose de él.
—¡Bella! —se escucha el rugido que da. El cristal ahoga un poco el sonido, pero sigue resultando irritante. —¡Bella! ¿Qué estás haciendo?
—¡Me voy! —Isabella se rie.
—¡Bella! ¡No, no lo hagas! —las suplicas desesperadas son casi convincentes. Pero la Bambina ahora está fuera de su control.
—¡Ya vámonos! —Elijah nos grita. Yo sacudo mi mano, burlándome aún más del vampiro que parece estar enjaulado en el salón frente a nosotros. ¡Espera! Si lo está.
Riéndome, tiro de ella de regreso al auto.
—¡Mira, Bella! —Angela salta emocionada desde el asiento trasero. —Alice nos dejó una mochila lista a cada una.
—No te creo —dice la bambina con falsa sorpresa. Su cuerpo sube al asiento trasero junto a su amiga. Elijah y yo nos subimos hasta adelante.
—¡Andando! —Elijah dice imitando el tono chillón de las chicas, arranca el motor del auto y nos lanza con velocidad a la carretera. Ellas gritan en respuesta.
—Alice llenó el maletero con tequila, whiskey y vodka —Isabella me pasa una botella de cada una.
—¡Oh si, nena! —ahora soy yo quien chilla emocionado. —¡Vamos a divertirnos!
Los siguientes 20 minutos la pasamos por la carretera a una velocidad muy por encima del límite. Durante el camino, hablamos, cantamos y vaciamos el contenido de tres botellas. Para cuando Elijah detiene el auto en el estacionamiento de un mirador al borde de una playa, ya todos entramos en calor. Durante el camino, el ambiente cálido y el sol sobre nosotros nos habían cobrado algunas capas de ropa, dejándonos sin los suéteres y las gruesas capas de ropa.
Mientras Isabella y Angela se cambiaban en el auto, nosotros, los dos vampiros decidimos elegir el mejor lugar en la playa. No fue una tarea difícil, elegimos un lugar donde la playa se veía perfecta para nadar y la arena tenía un área donde podríamos descansar y seguir bebiendo.
—Maldición —Elijah gruñe, alertándome. —Sígueme y compórtate.
Me giro justo a tiempo para ver dos siluetas acercándose a nosotros. Un hombre en silla de ruedas siendo empujado por otro hombre alto y fornido.
—Caballeros —Elijah saluda cuando ambos se detienen frente a nosotros, tensos y alerta a nuestros movimientos.
—Damon —el hombre de pie, me saluda con un asentimiento de cabeza —Nos volvemos a ver.
—Sam —respondo, recordando el nombre del moreno.
—¿Se conocen? —el hombre de silla de ruedas nos pregunta visiblemente sorprendido.
—Así es, Billy —Sam responde. —Nos vimos hace días en el bosque.
Mantengo mi máscara de frialdad al recordad esa noche que me encontré con ellos. Sé que Elijah preguntará al respecto más tarde. El hombre que, al parecer se llama Billy, nos da una mirada a ambos, como si nos analizara, es como si este hombre supiera que algo le ocultamos.
—Lamentamos interrumpir su día, caballeros —Elijah habla. Casi suena avergonzado. —Vinimos a pasar un buen rato, espero que no les moleste.
—¿Algún problema? —la voz preocupada de Isabella nos sorprende a los cuatro hombres. —Hola Billy.
—¡Bella! —responde el hombre con sorpresa, apenas notando la presencia de las dos mujeres. —No sabía que estabas aquí.
Ella se encoge de hombros. —Mis amigos y yo vinimos a divertirnos.
—¿Amigos? —el hombre la mira con sus ojos negros entrecerrados.
—Sí, son mis amigos. Angela, Elijah y Damon —nos señala mientras dice nuestros nombres.
—Creí que los Cullen eran tus amigos —la acusa. Gruño por lo bajo. ¿Quién se cree que es para cuestionarla?
—También lo son —admite ella. —Pero sé que no pueden venir aquí.
—Me alegra que lo recuerdes —Billy dice aprensivo. —También me alegra que tengas amigos… err… normales.
Isabella ríe. —Oh si, tan normales como dos vampiros y una bruja pueden serlo.
Ambos hombres nos miran asombrados e incrédulos.
—Bella, no creo que… —Billy sacude la cabeza. Piensa que la bambina le está tomando el pelo.
—No, si lo son —Isabella dice terca.
—La primera vez que vi a Damon sabía que había algo extraño en él —la voz grave de Sam llama mi atención. Mientras me mira cruza sus brazos sobre su pecho. —Pero, si soy honesto, ustedes no lucen como vampiros.
Elijah y yo nos reímos.
—¡Oh! Sí, claro, una disculpa —me encojo de hombros. —Déjame solo hacer un poco de magia y…
Dejo que mis colmillos se extiendan sobre el tamaño de mis dientes, el ardor en mis ojos se intensifica cuando las venas brotan alrededor de mis parpados, mis pupilas se oscurecen cambiando mi mirada.
—¡Ay carajo! —el grito de Sam y Billy me produce una risa que hace que pierda todo mi dramatismo.
—Ya basta, Damon —Elijah me da un par de palmadas en la espalda. Paso mi lengua por mis dientes, empujando los colmillos al fondo de mis encías para regresarlos a su tamaño normal.
Los dos hombres morenos se miran, luego a nosotros, luego de nuevo entre ellos.
—No son como ellos —Sam le susurra al hombre en silla de ruedas.
—¿Cómo los Cullen? No —Isabella los sonríe casi comprensivamente. —Damon y Elijah son de otro tipo de vampiros, de la primera raza que existió.
—¿Hay más de una? —Sam se lamenta.
—Lamentablemente —Angela suspira, metiéndose a la conversación por primera vez desde que llegó, —el mundo sobrenatural es más grande de lo que podrían imaginar.
—Hablando de cosas sobrenaturales —Elijah tantea el terreno con sus palabras. Los hombres lo miran, preocupados de lo que pueda salir de los labios del vampiro. —¿Has notado algún comportamiento extraño en tus chicos? —Elijah pregunta de golpe. Carajo, que al menos los ponga en contexto. —Ya sabes, los lobos.
Sam y Billy conectan sus miradas teniendo una conversación en silencio.
—No —fue la respuesta del hombre musculoso. —¿Debería?
—No, ese es el asunto —Elijah responde rápidamente. — Tenemos algo así como, un asesino serial de lobos suelto por estos rumbos.
Y ahí va el contexto. Elijah siempre tan encantador para dar noticias. Los dos hombres saltan alarmados, no los culpo, yo también haría lo mismo en su situación.
—Pero, pero —Sam tartamudea. Su cabeza se sacude tratando de organizar sus ideas. —Nosotros no somos hombres lobos, quiero decir, si lo somos, pero no… ¿O sí?
—No, no lo son. Ustedes son cambia formas, metamorfos, cambian su cuerpo a voluntad —los dos hombres asienten a la explicación de Elijah. —Lamentable o afortunadamente, nuestro hombre no lo sabe.
—¿Afortunadamente? —el resto de nosotros preguntamos al unisonó, visiblemente confundidos.
—Verán, nuestro hombre quiere a hombres lobo de esos de sangre pura —Elijah explica. —¡Ya saben! De los que cambian con las fases de la luna.
El suspiro de alivio de los hombres morenos es demasiado audible.
—Unos metamorfos no servirán en lo que sea que está tramando, eso salvará el trasero de estos lobos —el original sigue hablando. —Al menos lo hará cuando se dé cuenta de lo que son.
—¿Eso debe ser un consuelo? —Billy pone los ojos en blanco.
—Aunque, el cuerpo de un cambia formas sí puede ser útil —Elijah me mira, pensativo.
Las humanas y yo hacemos un gesto de comprensión.
—Lo que nos lleva al inicio —digo serio. —Nuestro hombre puede “meterse” en cuerpos ajenos.
Los dos hombres morenos me miran con la boca abierta. No tengo que ser un estúpido lector de mentes para saber lo que están pensando, tienen muchas dudas sobre los dos extraños frente a ellos que les acaban de soltar una jodida bomba sobre la existencia de más de un tipo de vampiros y casualmente les han dicho que hay un sádico loco que quiere matarlos. Lindo ¿no?
—Entonces… —Billy nos mira, interrogante.
—Nuestra petición es sencilla —Elijah se encoje de hombros —manténganse alertas.
—Lo haremos —Sam dice firme.
—Y por favor, si saben algo, avísenos —Angela les suplica. Los hombres asienten.
—Billy —Isabella llama la atención del hombre, incluso se acerca un par de pasos a él. —Por favor permitan que Damon y Elijah puedan entrar a la reserva, ellos son los únicos que podrán ayudarles si algo sucede.
—No queremos que nadie inocente muera —Billy la mira, seria.
—Nosotros queremos lo mismo —digo ausente.
—Ellos no se alimentan de como los Cullen —Isabella explica. —Si muerden personas, beben sangre humana, pero ellos pueden parar a voluntad.
—¿Pueden parar?
En un parpadeo tengo mis dientes atravesando la piel del cuello de Isabella. Ambos jadeamos cuando el líquido caliente se dispara al interior de mi boca. No tengo hambre, pero su sangre es tan deliciosa que el impulso de seguir bebiendo es casi incontrolable.
—Damon —escucho su gemido. Ambos sabemos que debo parar. —Damon.
A regañadientes me alejo de ella.
—Sí, podemos parar —miro desafiante a los hombres que tenemos de espectadores.
—No puedes incluir en un tratado a unos vampiros que son tan diferentes a los Cullen —Isabella mira expectante a los hombres morenos. Ansiosa por saber la decisión que los hombres lobo tomarán. Billy está pensativo, pero mira a Sam, esperando que él diga algo.
—No nos causen problemas y nosotros no se los causaremos a ustedes —Sam propone, usa el mismo juego de palabras que usó conmigo. —Tienen nuestra ayuda, mientras sea bueno para mi gente y la gente del pueblo.
Su propuesta es justa. Nos ayudan, les ayudamos, pero únicamente hasta donde los intereses de cada uno queden intactos.
—Bien —Elijah y yo aceptamos.
—Pero, el tratado con los Cullen se mantiene —Sam dice firme.
—Estoy de acuerdo —sonrió con maldad. —Por fin tengo un lugar donde el niño bonito puede dejarnos en paz.
Isabella me golpea las costillas.
—Sam, estamos planeando tener una fiesta en la playa, o algo así —Isabella le sonríe cálidamente. —¿Por qué no se nos unen?
El joven moreno luce sorprendido por la invitación.
—Supongo que un poco de distracción nos caería bien —Sam sonríe. —Llevaré a Billy a su casa y volveré más tarde con la manada.
—¡Perfecto! —Isabella sacude la cabeza afirmativamente.
—Muchas gracias, Señor Black, Sam —Elijah les da un asentimiento.
Intercambiamos rápidamente los números de teléfono, también nos dijimos unas cuantas promesas de mantenernos informados y de mantener la reunión en secreto. ¡Qué romántico!
—Tu sabes algo que nosotros no —acuso a Elijah cuando siento que los lobos están lo suficientemente lejos de oírnos. Al parecer no soy el único que lo piensa, Isabella y Angela casi están sobre el original, mirándolo con histeria.
—Sé muchas cosas que tú no sabes, Damon —Elijah se ríe. —¿A qué te refieres exactamente?
—Corta la mierda —me quejo. —Habla, ¿Por qué Klaus atacaría a estos lobos? No es solo por usar su cuerpo como casa de huéspedes.
—Necesita atacarlos para poder usar su cuerpo como casa de huéspedes —dice como si fuera obvio. —Los lobos no son fáciles de domesticar, mucho menos de poseer por los espíritus.
—Rick fue la presa más fácil que pudo conseguir —Isabella dice pensativa.
—Y aun así tuvo ayuda de sus lacayos para atacarlo y dejarlo inconsciente.
—Maldición —nos quejamos los tres.
—¿Por qué invitaste a los lobos? —Angela mira curiosa a Isabella.
—Nunca he visto a un hombre lobo ebrio —ella dice avergonzada. —Pensé que sería divertido.
—Creí que lo habías planeado —Elijah la mira con las cejas juntas, formando una línea en su rostro, —para comprobar que ninguno esté poseído por Klaus.
—Sí, creo que también puede funcionar —Isabella se sonroja. —Pero podemos preocuparnos por eso después.
—Sí, a la mierda Klaus —Angela levanta los brazos. —-¡Vamos a divertirnos!
Notes:
Si, lo que Damon lee pertenece al libro "50 sombras de Grey" de E.L. James. He colocado fragmentos del texto, por eso no tienen mucho sentido. Para mejor referencia, son entre la página 440 y la 510.
Chapter Text
(Damon POV)
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Un fuerte estruendo me hace saltar. Mi sueño reparador es interrumpido por… no se por qué demonios se interrumpió, pero, lo que sea que esté sucediendo a mi alrededor acaba de encabronarme.
—¿Qué carajos?
Con ayuda de mis manos, tallo con fuerza mis ojos para alejar el ardor que me está impidiendo enfocar la vista. Soy un imbécil por creer que eso funcionaría. Hay un bullicio al fondo de donde me encuentro, al parecer no estoy solo.
¿Elijah me volvió a drogar y secuestrar? No lo creo, bueno, sí, sí creo que lo haya hecho de nuevo. ¿Por qué huele a mar? ¿Esta vez me llevó a una isla desierta para que nadie me encuentre? Si le vemos el lado a eso, una isla desierta significa no tener que lidiar con los problemas que yo no me busqué pero que ahora tengo que cargar sobre mis hombros. Pero, si le vemos el lado malo, ¡seria jodidamente aburrido! Estar solo no es lo mío, no soy un vampiro con depresión y tendencias suicidas, me gusta tener compañía, del tipo que lleva todos mis sentidos al límite, como por ejemplo la mano que acaricia perezosamente mi mejilla
Mis sentidos se ponen alertas. ¿Por qué hay una mano fría y huesuda acariciando mi rostro?
A ver, a ver, Salvatore… ¿Qué pasó ayer?
Elijah molestándome, la escuela y sus clases aburridas, la Bambina, el viaje a la playa, la fogata, los lobos, ¿una planta? ¿Angela nos hizo bibidi babidi bu? No, no espera, ¿era hierba mágica? ¿Qué carajo nos dieron esos animales?
—¿Por qué estas tocándome? —preguntó forzando mis ojos a abrirse. El techo de una habitación desconocida me recibe junto al rostro burlón de la brujita humana.
—Estas divagando —responde irónica —y no estoy tan idiota como para golpearte.
—Yo pensé que se te habían pegado las malas mañas de Isabella.
—¿De estar toqueteándote a cada rato? —se ríe. —¡Ya quisieras tarado!
—Soy irresistible, lo sé —me jacto. Angela me golpea juguetonamente. —¿Dónde estamos?
—En casa de Sam —explica. —Todos pasamos aquí la noche.
—¿Todos? —olfateo el aire identificando los aromas. Angela asiente. —¿Isabella?
—Bella está abajo con Emily preparando el desayuno —da un vistazo a lo que me imagino que es la dirección en donde se encuentra la puerta. —Los lobos salieron temprano.
—¿Elijah? —la miro, confundido porque no lo mencionó.
—¿Aun no lo descubres? —Angela me muestra las dos palmas de sus manos —Yo no soy quien te está tocando —aprieta sus labios para sofocar una risa.
La mano desciende por mi barbilla, mi cuello y se detiene en mi pecho desnudo. Mi cuerpo en automático se tensa, los pelos se me ponen de punta y mi cabeza se gira de golpe solo para encontrarme el rostro de Elijah a escasos centímetros de mí.
—Hola guapo —Elijah me guiña un ojo.
—¡Suéltame imbécil! —le doy un golpe para alejar su mano.
—Anoche no te quejaste de mi toque —habla seductoramente. —Mucho menos de dónde te toqué.
—¡No me jodas! —me pongo de pie de un salto, alejándome lo más que puedo de la cama y de él.
—¡Yo no quiero ver eso! —Angela chilla alejándose también de la cama.
—Te tengo noticias, querido —Elijah bate sus pestañas en mi dirección. —Ya lo hice.
—¡Vete al carajo! —grito. Elijah me lanza un beso que solo hace que mis nervios se pongan de puta y la histeria me ataque. —¿Qué pasó anoche? ¿Qué demonios fue lo que pasó?
Realmente cuando quiero divertirme no me importa quien sea, o lo que sea, si me resulta apetecible, lo acepto. Usualmente no me tomaré la molestia de recordarlos, (con algunas excepciones claro). Tampoco, en ninguna de mis salidas de diversión -al menos en lo que de existencia-, nunca me había preocupado por una resaca y la falta de memoria que viene usualmente con ella, pero esta vez es diferente, hay alguien diferente y hay muchas cosas que pude perder anoche. Mi dignidad es una de ellas.
—¿Angela? ¿Elijah? —la voz de Isabella se acerca —¿Ya despertó?
Me giro a tiempo para verla abrir la puerta de la habitación, su rostro hace una mueca de sorpresa antes de transformarse y mantener una línea en sus labios y sus cejas fruncidas. Su mirada analizar a cada uno de nosotros, primero a su amiga, luego a Elijah que aún está en la cama cubriendo su cuerpo hasta el cuello con una sábana y finalmente detener sus ojos sobre mí.
Sus obres de color café como el chocolate liquido recorren todo mi cuerpo convirtiéndose en dos gemas de color negro muy oscuro. Su lengua humedece sus labios antes de que sus dientes muerdan el labio inferior.
Cuando hace eso me hace querer lanzarme sobre ella y besarla hasta dejarla sin aliento.
—Pues… —sus cejas se levantan. —¿Debería decir hola?
—¿Hola? —pregunto confundido
Isabella no me responde, solo continua pasando su vista por todos lados de mí. La risa de Elijah desde la cama y la de Angela haciéndole segunda llenan el silencio.
—¿Pasa algo, Bella? —la bruja batalla con sus risas para lograr hacer esa pregunta.
—Y-yo… yo voy, vine… —Isabella tartamudea. —Vine a… yo ver… la vista —parpadea un par de veces tratando de procesar las palabras. —Joder, que buena vista.
¿Me estoy perdiendo de algo?
—¿Isabella? —Elijah se aclara la garganta. La estúpida sonrisa aun no abandona sus labios.
—¿Si? —inclina su cabeza hacia la dirección donde está el original, pero sus ojos siguen en mí.
—Deja de comerte con los ojos a Damon —Elijah la regaña. Isabella sacude su cabeza de un lado a otro. —Ya tendrás tiempo para eso más tarde.
Bajo la mirada a mi cuerpo desnudo para examinarme. Por supuesto que la vista de mi cuerpo desnudo es muy buena, un jodido adonis en todo su esplendor para su deleite. Angela y Elijah también me están viendo, pero, ¿Qué más da? Damon Salvatore desnudo no es un privilegio para cualquiera.
Un segundo. ¿Estoy desnudo? ¡¿Por qué mierda estoy desnudo?!
Levanto la cabeza para tratar de obtener una respuesta, pero Isabella sigue con sus ojos muy fijos en mí, sus dientes jugueteando en su labio solo me hace imaginarme otra cosa con lo que podrían juguetear.
—¿Ves algo que te guste, Bambina? —pregunto seductoramente. Doy una vuelta lenta sobre mis pies para que pueda apreciarme bien.
—Mierda —sisea ella.
El sonido de su corazón acelerándose llena la habitación, el delicioso aroma de su sangre cumulándose en sus mejillas golpea mis fosas nasales, haciéndome agua la boca. ¿Se podrá sonrojar de todos lados?
—¡Damon no seas exhibicionista! —Angela chilla. Aún está de espaldas a mí.
—¿Disculpa? —me quejo. —Ustedes son los voyeristas que están aquí viendo mi lindo trasero desnudo.
—No solo tu trasero —Isabella murmura por lo bajo.
—¿Quieres un espectáculo? —camino lenta y sigilosamente en dirección a ella. —Puedo darte una sesión privada, Bambina.
—¡Mételo en los pantalones! —Elijah lanza una almohada en dirección a mi cara, mi mano se levanta deteniendo la trayectoria del objeto.
—Por si no te has dado cuenta, no tengo idea de dónde están mis pantalones —lanzo de regreso la almohada.
—¡Oh vamos! No puedo creer que diré esto —se queja la bambina. Toma una respiración muy profunda antes de volver a colocar sus ojos sobre mí. —Solo, cúbrete y bajen a desayunar, ¿sí? Angela y yo debemos ir a la escuela.
Tras esas palabras, sale corriendo de la habitación. Angela se gira con mis pantalones en sus manos, sus ojos recorren mi silueta y se encoje de hombros antes de lanzarme casi hábilmente la ropa.
—He visto traseros mejores —dice girándose de nuevo y saliendo detrás de su amiga.
Elijah suelta una risa.
—¿Quién fue él o la afortunada? —pregunto mientras deslizo la ropa sobre mi cuerpo.
Por qué fui yo quien use mis encantos ¿verdad? Pero si eso fue cierto, ¿Por qué Elijah dijo que anoche…?
—¡¿Por qué estaba desnudo contigo en la cama?! —doy un fuerte rugido en dirección al original. —¡¿Qué me hiciste?!
Mis manos buscan desesperadamente por mi cuerpo, buscando alguna señal de que me haya vuelto a torturar para sucumbir a sus deseos. El estómago se me revuelve al ver la cara de orgullo que tiene Elijah.
Me siento violado.
—¿No lo recuerdas? —suspira con pena. —La pasamos muy bien, Damon.
Un escalofrió me recorre al escucharlo. Elijah se resbala por la cama, uno de sus brazos se aferra en su pecho a la sabana que lucha por cubrir su cuerpo que sospecho está desnudo debajo de la tela, su otra mano se estira y rodea mi cintura para acercarme a él. Su mirada está cargada de deseo y anhelo.
—Alto ahí, bandido —levanto mi mano dándole un golpe a la suya para detenerlo y que me permita volver a saltar hacia atrás. —Yo soy un hombre decente y no sería capaz de entregarle mi honor a cualquiera.
Elijah suelta una audible carcajada.
—¿Ahora te preocupa eso? —se burla.
—Me preocupa mi dignidad —digo mareado.
—Bueno, creo que deberías agradecerme, Damon, porque si no fuera porque yo te detuve —levanta las cejas y se ríe más audiblemente, —hubieras sido tú quien le robara el “honor” y la dignidad a Sam o algún otro lobo.
—¡Ay qué asco! —digo con repulsión. Ni siquiera puedo imaginarme eso. —La zoofilia no es lo mío.
—Ya que aclaramos tus gustos —Elijah empuja la sabana lejos y se pone de pie. Mi corazón vuelve a latir al interior de mi pecho cuando veo que lleva sus pantalones bien puestos. —Apresúrate, es muy descortés hacer esperar a unas damas.
Elijah se vuelve para tomar su camisa de la mesa de al lado de la cama y sale de la habitación aun vistiéndose y dejándome a solas con mis recuerdos confusos, o nulos, más bien. Hago lo mismo que él, en segundos término de vestirme y acomodo un poco el desorden de la habitación antes de resignarme a bajar las escaleras.
Sigo sus murmullos hasta que los veo en una mesa circular junto a la cocina. Me materializo en la silla al lado de Isabella y le robo la tostada que tiene en su mano. Los cuatro interrumpen su conversación en cuanto notan mi presencia.
—¡Por fin! —Isabella resopla. —Creí que tendría que volver arriba y obligar a tu trasero desnudo a bajar.
—¿Ahora tienes un fetiche con mi trasero? —me burlo mordiéndole a la tostada que acabo de robarle. —Sé que estas obsesionada conmigo y lo entiendo, pero ¿un libro sobre BDSM? ¿Voyerismo? ¿Fetiches? ¿Algo más que me ocultes?
—Solamente sé apreciar lo bueno —se encoge de hombros y bebe de la taza humeante que está en sus manos.
—¿Mi trasero está bueno? —levanto una ceja. Mi ego se dispara mil puntos.
—Entre otras cosas —dice sin poder detenerlo, en cuanto escucha sus propias palabras, sus ojos se abren al máximo al mismo tiempo que la sangre se acumula en sus mejillas. ¡Es tan tierna y comible!
—¿Cuál esta mejor? —pregunto decidida a ponerla a prueba. —¿Mi trasero o el de tu novio?
Se pone pensativa. Los puntos que mi ego ganó hace unos segundos, se desplomaron de golpe. ¿De verdad tiene que pensarlo?
—Pues… —duda. —En realidad no he visto su trasero, así que esta ronda tú la gana.
—Bien —acepto orgulloso. —Espero que así te mantengas, ignorante a sus atributos —le digo serio. Ella pone los ojos en blanco.
—Vaya fiesta la de anoche ¿verdad? —la mujer morena que está sentada al otro lado de la mesa cambia la conversación para cambiar el tema y el humor jocoso que hay en la mesa. —Nunca imaginé que los vampiros supieran cómo divertirse.
—Te sorprendería, querida —Elijah a su lado, da un leve apretón a su mano por sobre la mesa.
—Lamento que Damon casi se robara a tu prometido, Emily —Isabella la mira avergonzada. —Nadie se imaginó que Sam le resultara tan... atractivo.
Toda la mesa suelta algunas risas. Yo no.
—Demonios, no —trago la bilis amarga de mi garganta. —Puedes quedarte a tu novio, prometido o lo que sea. Definitivamente no es mi tipo.
—Más te vale —la mujer, Emily, trata de sonar amenazadora, pero su voz suena a una risa fresca. —¿Ves esto? —señala unas horribles cicatrices en un lado de su rostro. —No serias el primer sobrenatural al que le doy una golpiza.
Angela, Isabella y Emily se ríen, cómplices con ella. Bueno, lo admito, la mujer de la reserva es agradable. Creo.
—¿Alguien puede decirme qué pasó ayer? Al menos, después de que ellos llegaran —pregunto, tratando por milésima vez de organizar los sucesos. —Aun tengo muchos espacios en blanco.
—Cuando la manda llegó, nosotros estábamos nadando y jugando en el agua —Angela cuenta. Yo asiento, eso sí lo recuerdo. —Al inicio fue horriblemente incomodo, todos estaban a la defensiva, cada movimiento nos ponía de nervios y estuvimos a nada de matamos entren todos.
—Sí, eso también lo recuerdo.
—Pero Sam dijo algo de Jacob y a Bella no le pareció —Emily dice tomando suavemente del brazo a la Bambina ¿Quién carajos es Jacob? —Entonces, Bella se encabronó y atacó a Sam con una pistola de agua. Por supuesto que la manada no iba a permitir que le mojaran el trasero a su líder, entonces cada uno tomó también un arma y corrieron detrás de ella persiguiéndola por toda la playa.
—Pero no me dejaste sola —Isabella habla, suena divertida por la experiencia, pero hay algo más escondido en su voz. Una emoción que no logro descifrar ¿Consuelo? ¿Agradecimiento? ¿Ternura? ¿Dónde ésta el maldito empático cuando lo necesito? —Tú también los atacaste con otra pistola de agua, Damon. Fue divertido verlos corren hacia el otro lado de la playa en cuanto te notaron.
—Me sentía como en la película de “Inframundo” —Angela se ríe. —Ya saben, la de “La rebelión de los Lycans”.
—Minutos después estábamos todos mojados, persiguiéndonos pero sonriendo de oreja a oreja —Emily aplaude por el aparente recuerdo feliz en su cabeza. —A partir de ahí, todo fue viento en popa.
—A uno de los lobos, Paul, se le ocurrieron unos cuantos juegos —Elijah también suena animado y visiblemente relajado. —Antes de que anocheciera ya habíamos arrasado con todo el alcohol que nosotros trajimos.
—Pero para suerte de todos, aquí en la reserva siempre tenemos bastante y de varias cosas —Emily señala la cocina. Supongo que tendré que venir a revisarlos más tarde. —Además las criaturas sobrenaturales no son fáciles de emborrachar.
—¿Alguien nos dio marihuana? —pregunto recordando las plantitas que Angela tenía en la mano en algún momento de la noche.
—Sí, también es común aquí en la tribu. Usarla y consumirla —Emily ahora luce avergonzada. —A los lobos no les afecta y supongo que a los vampiros tampoco, pero Angela hizo un poco de magia para intensificar los efectos.
Si, algo recuerdo de eso…
—¿La manada no se dio cuenta? —Angela pregunta.
—Creen que fue la combinación con la gran cantidad de alcohol que bebieron —Emily ríe de nuevo.
—¿Tú estás bien, Em? —Isabella pregunta preocupada.
—SI, ya sabes —ella le responde encogiéndose de hombros. —Un poco no hace daño.
—¿Por qué ustedes se ven tan frescos? ¿Y cómo carajos terminé desnudo? —insisto con mis dudas. Aun no me responden porque parece que soy el único que no recuerda nada.
—Una de las ideas que tuvo Paul fue ponernos a jugar “Verdad o prenda” —Elijah me explica bebiendo un sorbo a su taza de café. Las chicas bajan la mirada pero las sonrisas en sus labios son muy visibles. —Creo que la verdadera pregunta es ¿Quién no terminó desnudo?
Las tres mujeres bajan la mirada, siento la vergüenza brotar de sus cuerpos.
¿Vi a Isabella desnuda y no lo recuerdo? ¡Que maldita mierda, Salvatore! Siempre te pierdes lo bueno.
—Cerca de media noche y cuando ya no teníamos ropa, se nos ocurrió cambiar el juego y simplemente jugar “verdad o reto” —Isabella sacude la cabeza, sus palabras de repente parecen distorsionarse ligeramente, como si estuviera a nada de doblarse de risa. —Por eso perseguiste a Sam, Paul te retó a darle un beso y una nalgada.
¡Maldito perro callejero! Ese maldito cabrón las va a apagar. ¡Paul! No tengo idea de quien sea, pero cuando lo vea le voy a meter sus propias bolas en su perruno hocico.
—Estamos frescos porque fuiste el último en despertar —Elijah señala el resto de la casa, evidenciando que está vacía a excepción de nosotros
—Elijah nos ayudó a limpiar todo mientras nosotras nos duchábamos y también tomamos algunas píldoras para la resaca —Angela se señala a sí misma, luego señala el resto de la mesa.
Tiene razón, las mujeres tienen el cabello ligeramente húmedo y la ropa que llevan puesta definitivamente es muy diferente a las que llevaban el día de ayer. Ellas se ven bien porque ya tuvieron tiempo para volver a la vida. Excepto Isabella, hay algo extraño en ella, se ve recién bañada y limpia, pero la piel de su rostro y la de sus brazos se ve muy pálida, casi transparente. ¿Por qué?
Miro a Elijah tratando de preguntarle en silencio, pero el hombre evade mi mirada dejándome en claro que no hablará.
—Les presté algo de ropa pero lamento no tener ropa para ustedes —Emily nos da una mirada avergonzada.
—No te preocupes, querida —Elijah hace un gesto para quitarle importancia. Veo que lleva puesto el mismo traje que ayer. —Iremos a dejarlas a la escuela y pasaremos para cambiarnos
—Hablando de la escuela —Angela mira su celular, preocupada. —Deberíamos irnos, si no, llegaremos muy tarde.
—No se preocupen —Emily sonríe amigablemente. —Ustedes ya limpiaron toda la reserva del desastre de anoche, yo puedo encargarme de estos pocos platos sucios.
Todos nos ponemos de pie con un salto.
—Gracias por todo, Em —Isabella se le acerca y le da un abrazo. Angela la imita, ambas se despiden.
—Vengan a visitarnos más seguido —la mujer de piel morena nos pide. Todos asentimos y salimos casi corriendo por la pequeña puerta de su casa.
En menos de cinco minutos nos encontramos de nuevo en el auto, con las pocas cosas que nos quedaron de ayer, listas y cargadas en la parte trasera, además de que los cuatro parecíamos estar listos para salir de la reserva pero renuentes a regresar al pueblo. Pero, como no tenemos otra opción, Elijah nuevamente se ha apoderado del volante conduciéndonos de regreso a Forks, esta vez, Angela va a su lado en el asiento del copiloto. Ambos van perdidos en su propia conversación sobre cosas de brujas del siglo pasado.
—Damon —Isabella susurra a mi lado, su mano sacude mi pierna para llamar mi atención. Enseguida tiene mis ojos y mi atención sobre ella. —Gracias
—¿Por qué? —junto las cejas.
—Porque, anoche pasaron muchas cosas, y bebiste de mi sangre.
La miro fijamente sin saber que decirle. No es la primera vez que bebo de ella, ¿Por qué me agradece ahora?
—¿Lo hice? —pregunto tratando de recordarlo. Ella asiente y me regala una mirada ansiosa y esperanzada, como si quisiera que lo recordara. —Cierto, cuando apareció Sam empujando a la silla de Billy.
—Bueno, sí, pero no —tartamudea. Está decepcionada. —Además de esa vez, anoche, cuando estábamos en la fogata y en la playa jugando, bebiste varias veces de mí.
—¿Lo hice? —repito. Sueno como un imbécil.
—Por eso tienes más resaca que el resto —explica. —Gracias a ti, todo el alcohol y las… ¿sustancias? que consumí ayer y que mi sangre absorbió, ya no están. Por eso yo estoy casi como nueva, no tengo resaca ni nada por el estilo.
—¿Estas bien? —pregunto girándome para que quede mirándome directamente. Mis ojos analizan su rosto, y su cuerpo en busca de algún daño por la pérdida de sangre. Es por eso que está tan pálida como un cadáver. —Claro que no estás bien, estas pálida y pareces muerta. ¿Qué sientes?
—Solo me siento muy cansada y un poco mareada —suspira y me sonríe tranquilizadoramente. —Elijah tampoco terminó muy intoxicado, entonces cuando se dio cuenta me ofreció sangre, pero yo me negué.
—¿Por qué? —pregunto quejumbroso.
—Porque si algo pasa, si algo me pasa —su rostro se contrae en una mueca de angustia, —quiero que sea tu sangre la que me cambie, no la de nadie más.
—No te pasará nada —digo tragando el nudo de mi garganta por la montaña rusa de emociones que sentí segundos después de que ella dijera esas palabras. —No, no te pasará nada.
—¿Puedes prometérmelo? —susurra.
Quiero hacerlo, quiero jurar que nada le pasará, convencerla de que la protegeré con mi vida. Pero no puedo. Resulta que desde que la conocí he descubierto lo inepto que soy para ese trabajo.
Eres tan patético, Salvatore.
—Gracias —dice de nuevo. El peso de su cabeza cae sobre uno de mis hombros, su cuerpo cálido se acurruca contra mi costado. —Gracias por secuestrarnos y traernos a la playa.
Paso mi brazo por sus hombros para atraerla más a mí. Dejo que mi cabeza descanse contra sus cabellos.
—No sabía cuánto lo necesitaba —suspira satisfecha.
—Me enferma verte encerrada, fingiendo ser alguien que no eres, traicionándote a ti misma —gruño. —No puedo seguir viéndote así. Haría cualquier cosa porque me…
Me doy una bofetada internamente para obligarme a detener mi vomito verbal.
—¿Harías cualquier cosa? —pregunta tímidamente a la vez que su cabeza se levanta, pero sus ojos chocolates no me pudieron enfocar lo suficiente para mirarme a los ojos y leerme.
—Lo que sea —respondo muy honestamente.
—¿Podriaselegirmeami?
Intentó arrastrar las palabras para que yo no pudiera descifrarlas, pero gracias a mi oído vampírico las entendí a la perfección.
—¿Qué dijiste? —le pregunto fingiendo que no la escuché. Quiero que sea valiente y me lo diga.
Su cuerpo se sacude ligeramente.
—¿Puedes hacer que la lluvia se vaya? —pregunta girando su atención a la ventana. Entre más cerca estamos del jodido pueblo, las gotas de lluvia caen con más intensidad.
Aprieto los labios con fuerza para no soltar miles de maldiciones en contra de ella. Aún no está lista para abrirse totalmente conmigo, aún está atada a las malditas cadenas invisibles que él le ha puesto. Mi Bambina aún no es mía.
—¿No te gusta la lluvia? —pregunto siguiéndole la corriente.
—Si me gusta, pero, no quiero que llueva.
—Eso no tiene sentido —me quejo.
—No estoy lista —dice con pesadez. —Edward hará preguntas por mi escapada de ayer. Sé que está molesto porque me salte clases, porque no volví a casa y porque desde ayer no he respondido a sus llamadas.
—Y si hay sol ellos no estarán en la escuela —digo adivinando hacia dónde va su petición.
—Exacto —fuerza una sonrisa.
—Alice me avisó que ya están allí —Angela extiende su brazo hacia atrás para mostrarnos la pantalla de su celular. —Ese plan ya no te va a funcionar.
—Carajo —Isabella hace un puchero.
—¿Lista para ser valiente? —Elijah nos da una mirada por el espejo retrovisor. —Estamos a un par de cuadras.
—No, pero supongo que no tengo otra opción —se cruza de brazos.
—Toma —le pongo mi chaqueta en los hombros. —Te vas a congelar.
La ligera blusa de tirantes que Emily le prestó no será suficiente para cubrirse del ambiente y del vampiro Frio que, estoy seguro, estará junto a ella como un maldito chicle masticado. Además, el idiota no puede verme, pero sí puede olerme. Si Isabella usa ropa mía, si está junto a mí, y sobre todo si compartimos sangre, mi aroma está impregnado en ella. Y debo admitir que verla vestida toda de negro, con la ropa ajustada que le prestó Emily y usando mi chaqueta de cuero, es jodidamente sexy.
—¡Llegamos! —Angela nos avisa.
El auto se detiene a la entrada del estacionamiento, aún estamos lo suficientemente lejos de todos como para tener un poco de privacidad. Los cuatro nos bajamos del auto. Las miradas se centran en la falsa imagen de las dos humanas vestidas como nunca las han visto bajándose de un enorme Jeep color negro con vidrios polarizados. Los murmullos no se hacen esperar.
—Tendrán un interrogatorio más tarde —Elijah habla. Sus ojos se pasean por los rostros de los estudiantes. Las humanas gimen con cansancio, supongo que no es la primera vez que sucede.
—Jessica hará miles de preguntas —le dice Angela a Isabella. Ella asiente.
—Iremos a cambiarnos y volveremos por ustedes más tarde —Elijah les guiña un ojo. Da un paso hacia la Bambina. —¿No quieres beber? ¿Segura?
—No, gracias —ella le responde. —Estaré bien.
Todos hacemos una mueca. Nadie le cree.
—Ten cuidado, mantente viva mientras vuelvo —le pido a Isabella. Ella tuerce los ojos. —Te daré sangre más tarde.
—¡Tú! —Jasper viene caminando a grandes zancadas hacia nosotros. —¡Maldito cabrón!
—¿Yo? —me apunto con un dedo. —Sí, lo soy. ¿A que debo el honor que me lo recuerdes?
—Te dije que a las cuatro, cabrón —gruñe cuando se detiene frente a mí. —¿Sabes lo idiotas que nos veíamos ayer? ¡Maldita sea! El conserje pensó que queríamos robarnos algo o que queríamos asesinarlo.
—Ups —pongo mi mejor sonrisa inocente. —Supongo que lo olvidé.
—Ninguno de nosotros pudo moverse hasta que el maldito sol se fue.
—No es mi culpa que ustedes parezcan bolas de discoteca bajo el sol —me encojo de hombros. —Por cierto. ¿Cómo salieron?
—Charlie vino a la escuela después de que nos denunciaran —explica el rubio exhalando con fuerza. Que dramáticos son los vampiros hoy en día. —Le dio un ataque de risa cuando nos vio, pero después se quedó con nosotros hasta que anocheció y pudimos irnos a casa sin que ningún humano notara que parecemos bañados en diamantina.
—De nuevo, eso no es mi culpa.
—Me debes una, y una muy grande, Salvatore —gruñe de nuevo. —No solo por dejarnos encerrados en la escuela para escondernos del sol. Si no, porque fui yo el idiota que tuvo que aguantar el humor de Edward toda la maldita noche.
—Debiste dejar que él lidiara con su mierda —escupo.
Mis ojos se colocan sobre el niño bonito, está de pie junto a su auto del otro lado del estacionamiento, casi pareciera que está temblando como si tuviera frio y no de coraje como muestra su rosto.
—Lo intenté —suspira el Mayor. —Pero después de la segunda hora de auto desprecio, molestia, celos, vergüenza, pánico, ansiedad, asco y mil emociones más, preferí hacer de mi vida un poco menos miserable y tratar de ayudarlo.
—Y ahora va a querer desquitarse con ella —aprieto a la bambina contra mi cuerpo. Jasper me mira avergonzado. —No dejes que tu hermano la lastime, me encargaré de él más tarde.
—Damon —Isabella me mira buscando saber mis planes para su adorado novio.
—Ve a clases —le doy un empujón. No necesita pensar en eso en este momento. Ella abraza su mochila, y dándome una última mirada, arrastra a Angela rumbo al edificio.
—Volveremos más tarde —Elijah empuja a Jasper y rodea el auto para subirse detrás del volante. El rubio sacude la cabeza y se apresura humanamente a alcanzar a las humanas.
Es mi turno de subir mi trasero al auto.
—¿Comer o ducharnos primero? —Elijah me pregunta. El motor del auto arranca pero él espera mi respuesta para saber qué hacer.
—Comer —digo relamiéndome los labios. Necesito sangre y mucha. —Estoy hambriento, parece que no he comido en años.
Elijah asiente y gira el volante del auto.
—Eso le pasa por beber la sangre contaminada de Isabella —cuchichea para sí mismo. Gruño para qué sepa que lo escuché. —Si no hubieras bebido su sangre, no tendrías tanta resaca y no estarías tan hambriento.
—Me siento del asco por lo que sea que hizo tu brujita —reprocho. —Ella es la verdadera culpable.
—En realidad la culpa es de los lobos —Elijah apunta. —Con ellos perdimos el control.
—Al menos nada malo sucedió —me consuelo patéticamente. —Por qué nada malo pasó ¿verdad?
—¿Crees que soy tan idiota como tú? —ladra claramente disgustado. Me mira furioso por la esquina de sus ojos. —Si uno se va a comportar como un maldito adolescente al menos el otro debería comportarse con más cordura.
—¡Tú me dijiste que me relajara! —salto a la defensiva.
—Si pero no tanto —insiste con fastidios. —Sé que es fácil querer olvidarte de todos los problemas, Damon. Pero si lo hacemos, si bajamos la guardia, vamos a perder más de lo que te imaginas.
—¿Crees que no lo sé? —grito. —No la puedo perder, ni a ella, ni a mi hermano, ni a la brujita. ¡Carajo! ni siquiera puedo perder a Elena porque eso mataría a mi hermano.
Elijah presiona ambas manos sobre el volante. Su espalda y sus hombros están muy tensos.
—Lo sabías ¿verdad? —pregunta bajando su voz. —Que si bebías de Isabella evitarías que el alcohol hiciera efecto.
—El alcohol no me molestaba —hablo receloso de contar mi pequeño secreto de anoche. —Ni Isabella ni Angela se habían drogado, nunca. Ni con hierva común, mucho menos con hierba mágica.
—¿Y crees que los lobos sí? ¿O nosotros? —Elijah levanta las cejas. —Con la alteración de la magia, me refiero —sacudo la cabeza. —Ninguno de nosotros sabía que efectos podía tener. De suerte no se murió nadie.
—¿Sientes algún efecto? —pregunto evaluándolo con la mirada. Si resulta que eso es suficiente para matarlo, me voy a encabronar por haberme arriesgado a usar la maldita daga que John me dio.
—Yo no probé esa cosa —suspira. —Pero no siento nada.
—¿Bebiste de Angela? —lo miro con la boca abierta.
—Una vez, si —asiente. —Tú me retaste a hacerlo.
—Por eso no sientes nada. Ellas no la probaron —le confieso. —Les di un cigarrillo común.
—Inteligente —susurra. Su vista se desvía de la carretera hacia mí. —Juro que no te entiendo, Damon.
—No necesito que lo hagas —digo. Mis manos apuntan hacia enfrente. —Solo sigue conduciendo, tengo hambre.
Elijah mantuvo una velocidad alta hasta que llegamos a Port Angeles. Parte del trato con Isabella y con la familia de vampiros que vivía en el pueblo, era que no podríamos alimentarnos en los alrededores del pueblo. Teníamos que venir mínimo hasta este maldito lugar para poder tener un poco de sangre.
—Te veo en un rato —Elijah se despidió antes de perderse por la ciudad.
Me tomó cerca de dos horas alimentarme. Usualmente mi cacería es de noche donde puedo obtener un poco de diversión con mí comida, pero hacerlo a plena luz del día resultaba abrumador. Todos te veían, todos notaban si pasaba algo extraño. Sobre todo por la manera descuidada en la que ataque a los cuatro hombres y las dos mujeres y la señora que me insultó por tener a una de ellas acorralada contra una pared en la calle. Podría hacerlo mejor si no estuviera tan jodidamente ansioso por volver a ese maldito pueblo del demonio.
—¿Listo? —Elijah está recostado contra el capó del auto, esperando por mí.
—Ya vámonos —digo pasando por su lado.
El viaje de regreso resultó igual de rápido pero en completó silencio de parte de ambos. Cuando volvimos a pasar por la única calle principal de Forks, la vida a aquí comenzó a sentirse casi familiar y cuando nos detuvimos frente a la casa de Charlie, Elijah y yo comenzamos a respirar con normalidad.
—Si me dan tres buenas razones para no meterlos presos por secuestro y privación de la libertar de dos menores de edad… los dejo pasar.
Esas fueron las palabras del Jefe Swan en cuanto abrió la puerta de su casa. Era irónico que un pequeño humano vestido de policía resultara más aterrador que dos vampiros con la cara manchada de sangre.
—El niño bonito me sacó de mis cabales —le digo. —Así que me llevé a Isabella.
Charlie tuerce su bigote. —¿Admites que secuestraste a mi hija?
—Secuestro es cuando te llevas a alguien en contra de su voluntad, tu hija estaba más que encantada de irse conmigo —me defiendo.
—Aun así, sigue faltando una buena razón —se cruza de brazos. —Pero, como me gustó tu truco del encierro a causa del sol, los dejaré pasar.
Su cuerpo se hizo a un lado para que pudiéramos atravesar su puerta. Se encarga de cerrar detrás de nosotros.
—Billy dijo que estaban en La Push —Charlie nos mira. —Me sorprende que nadie saliera herido.
Lo dice por el tema de que, dos tipos de criaturas sobrenaturales que se supone que se odian a muerte, estuvieron conviviendo muy amablemente en la playa.
—Somos más encantadores que los Cullen —Elijah bate las pestañas en dirección al policía. Charlie suelta un bufido.
—¿Dónde están ellas? —pregunta cambiando su tono al de padre responsable y preocupado.
—Las dejamos en la escuela —Elijah explica. —Pasaremos más tarde por ellas.
—Bien —Charlie asiente. —Debo ir a trabajar, hoy tengo turno doble.
—Nos vemos —digo subiendo por las escaleras. Necesito ducharme para eliminar el aroma a perro bañado en alcohol. Malditos metamorfos. Su aroma es asqueroso, y yo que me quejé del aroma de Mason y Tyler.
Mientras me ducho, escucho una conversación breve de los dos hombres que se quedaron abajo. Pero es de cosas sin importancia, solo poniéndose al día de los perfiles que ha estado investigando Charlie.
Juro que no podré seguir escuchando por más tiempo las patéticas vidas de estas personas. Si yo fuera Klaus, no elegiría a la señora que hace cara de asco mientras sirve la comida en la cafetería de la escuela. No teniendo la posibilidad de elegir a alguno de los amigos de Isabella. Yo haría eso, elegir a alguien que me diera acceso a Angela, alguien en quien Isabella confié.
Pero quizás Klaus no es buen estratega y haga algo estúpido.
Con ese pensamiento cierro la llave del agua, me envuelvo en una toalla y salgo de nuevo al pasillo.
—Tu turno —canturreo para que Elijah suba a ducharse. Sus pasos subiendo la escalera y cerrado el cuarto de baño seguido del sonido del agua correr de la regadera.
Dentro de la habitación de Isabella, husmeo en su parte del ropero que ya es casi oficialmente mía. Poco a poco he ido colando mi ropa, de una en una hasta que la coloqué toda y como mi guardarropa es tan amplio, aunque elija al azar mi ropa, como el día de hoy, termino usando algo muy similar a lo que está usando hoy la Bambina. Pantalones una playera y mis botas. Todo de color negro.
—Linda chamarra —Elijah aparece frente a mí minutos más tarde. Ya está completamente vestido —¿Es nueva?
—Se la robé a alguien que fue mi desayunó —digo acomodando la chamarra negra sobre mi cuerpo.
Esta es ligeramente diferente a la que tiene Isabella en este momento, está tiene el cuello redondo, un cierre en el medio y un par de cierres sobre el área del pecho. La que ella tiene, el cuello cae en solapas de dos tamaños, tiene adornos de botones y es menos estorbosa.
—¿No te cansas de usar siempre lo mismo? —le doy una mirada al vampiro original. Este inclinado frente al espejo de la habitación, sus manos acomodan cada pliegue del traje negro que lleva el día de hoy. —Si necesitas ropa más casual, puedo darte algo de lo mío.
—La elegancia se porta siempre, Damon —su voz grabe me responde. —Además, este es parte de la colección de ropa informal.
Lo miro con una ceja arriba. Lo único que tiene de informal es que no lleva corbata, su saco va abierto mostrando la camisa azul que lleva debajo con los dos primeros botones desabrochados.
—Si tú lo dices —digo.
—Andando, se acerca la hora del almuerzo —mira el reloj en su muñeca. —Quiero ver que tanto drama ha tenido Isabella.
—Ahora yo conduzco —digo robándole las llaves de entre sus dedos. Elijah resopla, pero me sigue. Ambos bajamos por la casa sola, nos montamos en el auto y en cinco minutos nos estacionamos frente a la escuela.
—Está muy tranquilo —comento analizando a nuestro alrededor.
—Demasiado tranquilo —Elijah frunce el ceño. —Algo está mal.
—Vamos —doy una palmada en su hombro.
Con zancadas grandes y rápidas cruzamos el estacionamiento. Mientras cruzamos las puertas principales, en silencio me alegro de no ser el único que parece haber desarrollado una habilidad premonitoria. No sé si es únicamente por la situación y la incertidumbre que nos rodea cada día, pero hay algo en mi interior que me dice que algo está sucediendo en este momento, o sucederá pronto.
¿Las visiones de la vampira con tamaño de duende se contagian?
En el interior del edificio, un bullicio bajo se escucha, pero los pasillos están vacíos.
—Todos están en clases —dice señalando un salón con varios adolescente en el interior.
A lo lejos, se escucha el sonido de algo cayéndose, algún cristal rompiéndose con una caída, o con algún golpe.
—O casi todos —murmuro.
Le doy una mirada a mi acompañante, ambos nos hablamos en silencio, moviéndonos en la dirección dónde provino el ruido. Mientras caminamos, ruego para que solo haya sido alguien de la limpieza que no tuvo cuidado al mover algo. Ruego porque no sea Isabella en problemas.
Nos movemos en silencio, alertas a lo que pueda estar pasando. Un gemido ahogado y lleno de dolor se escucha aún lejos de nosotros.
—¿Lo escuchas? —Elijah luce inquieto. Algo muy inusual en él. —Viene del otro lado del edificio.
—No quieres hacer esto —la voz del niño bonito llega a mis oídos. Casi me atraganto con mi propia saliva, ¿por qué no me sorprende que ese imbécil esté involucrado? —Sé que no quieres lastimarla.
—No, tienes razón —una voz humana llega a mis oídos. No sé a quién le pertenece, pero sus palabras suenan ensayadas y fingidas. —Pero no tengo otra opción.
—Ben, por favor —Angela suplica, su voz ahogada nos alerta que hay algo mal.
Elijah me mira alarmado, yo lo miro asustado.
—¡Carajo! —decimos al unísono.
Nuestras piernas se mueven con rapidez a lo largo de los pasillos. Nos detenemos momentáneamente en las puertas de los salones y de los armarios para asomarnos al interior, pero cuando no encontramos nada fuera de lo normal, nos movemos para seguir corriendo.
—Si me matas no vas a solucionar nada —la voz entrecortada de Isabella se escucha al fondo de un pasillo. Puedo sentir el miedo, la ansiedad y el estrés que la recorren.
—Mierda, no, no —obligo a mis pies a que se muevan más rápido, necesito correr en dirección a ella. Elijah no se queda atrás.
—¿Qué carajos está pasando? —Elijah es el primero en entrar, la puerta se azota contra la pared, anunciando su llegada.
Me quiero volver a morir cuando veo la escena frente a mí. En el medio del salón, Angela está de pie, casi de espaldas a nosotros, el castañeo en sus dientes me dice que está temblando de miedo, además de que se mantiene detrás de la espalda del vampiro cobrizo. Él tiene su mano extendida hacia uno de sus costados, protegiendo y manteniendo a la bruja detrás de él, pero su otra mano está extendida hacia el frente.
Mis ojos se mueven analizando la dirección de su mano, él está tratando de alcanzar a Isabella, quien está a unos metros de ellos siendo sostenida de los hombros y del pecho por un humano de cabello negro.
—Damon —Isabella estira lo más que puede una de sus pequeñas manos hacia mí. Quiero moverme y tomarla para acercar su cuerpo hacia mí. Quiero sacarla de los brazos de ese idiota y colocarla a mi lado donde sé que está casi segura.
Necesito sacarla de aquí.
—Tranquila, Bambina —digo para que se tranquilice. —Te tengo ¿sí?
Ella intenta mover su cabeza para una respuesta silenciosa pero el enorme y brillante cuchillo que hay en su garganta impide que complete el movimiento. Jadeo al unisonó con ella, ambos con dolor. Su otra mano se estira en mi dirección en una súplica silenciosa por ayuda, rogándome que la ayude.
Tranquila, bambina. Todo va a estar bien.
—Hola, Elijah —el humano saluda, el veneno y la ferocidad en sus palabras hacen que todos nos estremezcamos.
—Hermano —Elijah da un asentimiento tenso.
¡Ay no me jodas! No puede ser posible. ¡Esto no puede estar pasando en este momento! ¿Qué no se supone que íbamos a disfrutar de la vida? ¿Salir, beber, divertirnos? Esta no es la definición de diversión que yo esperaba.
Los ojos de Isabella siguen sobre mí. Su cuerpo aún se sacude bajo el feroz agarre del hombre detrás de ella.
—Damon —suplica de nuevo. —Por favor, no quiero morir. No de nuevo.
Siento que es a mí a quien le atraviesan el corazón.
—No lo harás —le juro en voz alta, pero, también a mí mismo en silencio.
—Ben —la voz del vampiro frio llama la atención del humano. —Baja eso y hablemos. Yo te puedo ayudar a conseguir lo que quieres.
—No me digas. ¿Lo harás? —pregunta, una de sus cejas se eleva, en su mirada hay apatía, odio y burla. Se está mofando del vampiro, sabe que no puede ayudarle.
—Por supuesto que sí —el niño bonito habla tratando de sonar convincente, —yo puedo ayudarte —le promete. Da un paso lento, acercándose al humano. —Pero si quieres mi ayuda, necesito que primero dejes ir a Bella.
El adolescente, este humano poseído por Klaus suelta una profunda y tétrica carcajada antes de volver a mirar al vampiro.
—Me temo que eso no se va a poder.
Escucho al frio tragar el veneno en su boca.
—Déjalas ir, hermano —Elijah trata de abogar por las dos mujeres Ahora es su turno de caminar un par de pasos en dirección a la escena. —Podemos arreglar esto sin su ayuda.
—¡Una cosa debías hacer, Elijah! ¡Te pedí una sola cosa y me fallaste! —Klaus comienza a gritar, esta vez su voz es diferente a la que ha fingido para hacerse pasar por el humano, esta vez es más grave. —Durante años lo hicimos a tu manera, si no fuera por tu estúpido enamoramiento por Katherine…
—Hermano —Elijah intenta de nuevo.
—Ahora lo haremos a mi manera —advierte.
—Ben, no sé de qué estás hablando, pero… —el niño bonito trata de calmar los ánimos.
—¡Cierra la maldita boca! —brama Klaus. Por supuesto que el niñato sabe lo que le conviene, sabe que debe obedecerle.
—Nicklaus —Elijah avanza otro paso en dirección a su hermano. —Sé dónde está Elena, sé dónde está la piedra, no necesitamos a ninguna de ellas.
Aprieto mis ojos con fuerza. Algo me dice que Elijah no miente.
—Mañana hay luna llena, hermano —Klaus sisea. —No tengo tiempo para tus juegos.
—No hay truco —Elijah levanta los brazos, muestra sus palmas como rendición.
—Yo también sé dónde está Elena —Klaus dice desinteresado. —Y me voy a llevar a Angela, les guste o no.
—Ben, mi amor —Angela interrumpe. El rostro del humano se mueve bruscamente, enfocando sus ojos negros en ella. —Por favor cariño, tienes que hacer algo por mí.
Cada palabra que dice está a nada de arrojarla a un precipicio de sollozos incontrolables. Su desesperación es notable, sus movimientos son erráticos y débiles, y aunque sus manos empujan el brazo del vampiro frente a ella, no logra moverlo ni un centímetro, solo asoma ligeramente su cuerpo.
—Ben, tienes que tomar el control —ruega entre sollozos. —Puedes hacerlo, regresa a mí, cariño.
—¡Basta! —Klaus suelta un rugido furioso. —Ya se lo que estás tramando.
—Ben, lucha contra él —suplica de nuevo la brujita.
—¡Detente, bruja! —gruñe, escucho los dientes apretarse y la mandíbula del humano trabarse. —¿Acaso quieres que tu amiga salga lastimada?
Le da un empujón a Isabella que suelta un sollozo en respuesta.
—¡Déjala! —Angela chilla asustada. Sus brazos se levantan, sus manos apuntan en dirección a Klaus, una luz roja comienza a formarse alrededor de sus manos.
—¿Segura que quieres hacer eso? —Klaus se burla.
—Ponme a prueba —Angela rodea el cuerpo frio y duro que la protege, se coloca al frente, mostrándose desafiante y lista para atacar.
—Adelante, hazlo —la sádica risa regresa. —Pero, si lo haces solo lograrás que tú patética amiga y tu querido novio terminen muertos.
Angela jadea horrorizada con la idea. De repente, deja su postura defensiva y se vuelve a hacer pequeña, retrocediendo a tropezones hasta que queda de nuevo escondida detrás del vampiro que la protegía al inicio.
—Déjala —suplica ahogadamente. —Bella no tiene nada que ver, a quien quieres es a mí.
—Ella no tiene nada que ver, es verdad —Klaus baja la cabeza para mirar a Isabella. —Pero estoy harto de que se interponga en mi camino.
—Hermano…—la palabra es pronunciada por Elijah, pero ahora es una advertencia.
—Si le haces daño yo mismo te mataré, maldito —amenazo con un profundo gruñido. Siento mi cuerpo inclinarse hacia adelante, mis piernas dando pasos para acercarme a ellos, pero Elijah me detiene.
—¡Que tierno eres! —Klaus ríe animado. —Si todos ustedes la protegen tanto debe ser por algo ¿verdad? —su nariz baja hacia el cuello de Isabella. Ella chilla asustada y yo aprieto los puños a mis lados. La maldita impotencia y la mano de Elijah colocada en mi pecho, me clavan en mi lugar. —¿Será su atrayente aroma?
—Si me vas a matar, hazlo —Isabella balbucea, pero ahora luce valiente. —De todas maneras, te veré en el infierno.
—¡Y ahí está! —Klaus exhala complacido. —Esa personalidad tuya tan… encantadora. Ahora entiendo porque los tienes a todos de rodillas por ti, casi me atrapas a mi también.
—Suéltala —el niño bonito interrumpe de nuevo. —Dejaré que te lleves a Angela, pero dame a Bella.
—¡Edward, no! —Isabella se retuerce en brazos del psicópata poseído. —¡No puedes hacer eso!
—¿No es romántico? —Klaus inclina su rosto y le habla al oído a Isabella. —Te quiere tanto que está dispuesto a entregar a tu amiga para que muera en tu lugar.
—¡Edward llévate a Angela! —Isabella sigue gritando. El niño bonito la mira como si lo estuviera torturando. —Yo estaré bien. ¡Maldita sea, tienes que llevártela!
—Te dejará cargar con la culpa de su muerte —Klaus continúa con su discurso. —Cada que lo veas, solo podrás ver al maldito traidor que asesinó a tu amiga.
—¡No, no, no! —Isabella comienza a llorar.
—Te diré dónde está Bonnie —le ofrezco. —Déjalas ir a ambas y te diré dónde está, yo puedo llevarte.
Klaus me mira con interés. Acabo de echar a perder el plan que nos hemos esforzado la última semana en armar, pero, ¡que se vayan al carajo! No permitiré que la bambina cargue en su conciencia con una muerte. Yo puedo lidiar con cualquier mierda de ese tipo, ella no tiene que hacerlo.
—Eso hubiera funcionado hace un par de días, pero sin duda aprecio tu oferta, Damon —el humano me mira. —Aunque me temo que la rechazaré, Angela será un premio aún mejor, sin duda.
Mierda, mierda y más mierda.
—Pero, te prometeré algo, por tu consideración de hacer esa oferta tan tentadora —mientras habla, su mano mueve el cuchillo, paseándolo por todo el cuello de Isabella, ella tiembla y llora. Yo estoy a nada de hacer lo mismo. —Te prometo que yo no mataré a Isabella.
Casi respiro, casi. Aquí hay una jodida trampa, lo sé.
—Es una pena que tu adorado novio lleve casi más de dos semanas sin alimentarse —le susurra en el oído a Isabella, la bambina abre los ojos con terror. Klaus se deleita con su reacción, el rostro del humano sonríe de una manera que resulta más escalofriante que el mismísimo Joker. —Entonces, Damon, te doy mi palabra, no serán mis manos las que arrebaten la vida de a preciosa Isabella.
La mano de Klaus que empuña el cuchillo se levanta en el aire. Mi corazón se detiene.
—Lástima que no puedo decir lo mismo de su novio.
Con un rápido movimiento, la hoja afilada del cuchillo aterriza en el costado del abdomen de Isabella. Puedo escuchar el momento en que su piel se rasga, puedo oler la sangre que brota de su piel.
A partir de ahí, todo sucede en cámara lenta.
Soy testigo del dolor de Isabella cuando su cuerpo es herido, mis ojos detectan la expresión preocupada de Elijah, veo a Angela luchar por sacar un grito desde el fondo de su garganta al tiempo que veo sus manos levantarse y volver a formar la luz roja en sus palmas, mis ojos aprecian la expresión de victoria que atraviesa el rostro del humano. Y, en contra de mi voluntad, veo el momento en que el vampiro de piel fría se da cuenta que acaban de lastimar a su novia, veo el maldito momento en el que sus sentidos ganan, observo cuando las aletas de su nariz se abren tomando una profunda respiración y observo la reacción de su cuerpo que flanquea al ser golpeado por el aroma,
Soy el puto testigo de cuando todo se va a la mierda.
El cuerpo de Isabella se dobla con un grito de dolor, su mano se levanta a la herida buscando cubrir la sangre. Angela aprovecha para extender sus manos cargadas de magia que sale expulsada en dirección al cuerpo del humano poseído, el cual es proyectado contra la pared del fondo del salón. Error. Él aun no había soltado el cuerpo de Isabella y el efecto dominó de la situación la arrastra por el aire junto a él. Ambos cuerpos rebotan contra la pared antes de caer con un golpe sordo en el suelo.
—Mía —alguien brama cerca de mí.
—En tus malditos sueños —suelto con un fuerte rugido.
Antes de terminar la frase, mi cuerpo reacciona antes de que mi cerebro registre lo que está sucediendo. El frio se agacha, preparándose para usar sus dos resortes para impulsar su propio cuerpo a través del aula y en dirección a Isabella.
Al mismo tiempo, yo ya estoy en el aire, lanzándome para detenerlo.
Mis manos lo empujan con fuerza antes de que él logre acercarse a ella. La fuerza del impacto de nuestros dos cuerpos nos envía en diferentes direcciones, él atraviesa las ventanas que están al costado del salón de clases cayendo hacia el jardín de afuera. Yo en cambio, choco contra la pared contraria, cerca de la puerta por donde entramos hace unos minutos.
—Elijah —gruño poniéndome de pie.
El vampiro original ya está arrodillado junto a los dos cuerpos humanos. Con una de sus piernas inmoviliza al humano loco para que se mantenga en el suelo, el resto de su cuerpo está inclinado hacia Isabella, deteniendo la sangre de su herida en el abdomen.
—¿Estas bien? —Elijah le pregunta a la bambina.
—Solo es sangre —dice ella. —No creo que haya atravesado ningún órgano.
—Necesito sacarte eso antes de darte sangre.
—Angela ¿Qué carajos esperas para hacer tu magia? —cuestionó a la bruja que sigue de pie en el medio de todo el desastre.
—Angela, tienes que detenerlo —Elijah mira fugazmente por encima de su hombro.
—No puedo —chila la bruja. —Lo voy a lastimar.
—Yo no podré detenerlo más tiempo —Elijah señala al humano que lucha por ponerse de pie de nuevo. —No sabemos que otro truco tenga.
—Te sorprendería, hermano —murmura Klaus.
El rostro de Isabella me alerta que hay algo malo detrás de mí. El aroma a algodón de azúcar penetra mi nariz avisándome que el vampiro frio y malo está de regreso en el lugar.
—¡Es mía! —ruge ferozmente. —¡No dejaré que me la quites!
Su cuerpo se lanza sobre mí, atacándome y arrastrándome lejos de Isabella. Dejo que lo haga, eso me será de ayuda antes de patear su trasero. Cuando cree que me tiene sometido, me ataca, usando su cuerpo para tomar fuerza y golpearme una y otra vez.
—¡Edward! —el grito ahogado de Isabella casi me desconcentra. —¡Déjalo! ¡No lo lastimes!
—Ya la oíste —digo. —Pero ella no ha dicho que yo no puedo herirte ¿verdad?
Le regreso los golpes. Uso mi cuerpo para mantenerlo lejos de la bambina, empujándolo hacia la pared opuesta, pero no dejo de usar mis manos para golpearlo, las gritas grises en su piel comienzan a ser visibles.
Escucho los chillidos de las humanas a mis espaldas y escucho los gruñidos de Elijah. Algo está pasando, pero si me giro a mirar, este idiota va a usarlo para llegar a Isabella.
—¿Por qué sigue sangrando? —pregunto distraídamente.
—¡Estoy ocupado! —es la respuesta de Elijah.
—¡No me puedes estar jodiendo! —ladró encabronado. —¿Tengo que hacer todo yo?
Doy una patada en el medio del pecho al vampiro. Su cuerpo duro y frio sale volando, pero esta vez atraviesa gran parte del jardín de afuera, ni siquiera me molesto en mirar donde cae, o si es que cae, me giro y pongo mi atención en lo que está sucediendo. Elijah está peleando con un vampiro que no sé de dónde ha salido, Angela está luchando por alcanzar a Isabella que está sirviendo de escudo a Klaus.
Con pasos rápidos, los alcanzo. Paso a un lado de Angela que en cuanto me ve detiene la magia de colores que sigue brotando de sus manos.
—Damon, volviste a la fiesta —Klaus me mira desafiante, con un giro acomoda de nuevo a Isabella delante de su cuerpo. —¡Hurra!
—Tu concepto de fiesta es muy diferente al mío —fuerzo una sonrisa.
—¡Oh! Pero no me culpes —hace un puchero de decepción. —Yo quería hacer esto de una manera menos… dramática.
—No creo que ese sea tu estilo —Isabella le gruñe con los dientes apretados. Klaus se ríe, la mano que la sostiene por debajo del pecho se mueve, acariciando su abdomen sobre la superficie de la tela de su blusa. Es mi turno de gruñir.
—Ustedes me provocan —se defiende. Su mano toma el mango del cuchillo que aun sobresale de la piel de Isabella y le da una vuelta provocando que ella aullé de dolor. —¿Te duele, pequeña?
Isabella grita hasta quedarse sin aliento. Mi cuerpo tiembla.
—Ya que estamos en confianza, te haré una pregunta, Isabella —murmura él. Angela y yo nos tensamos. —¿Sabes porque, cuando te haces una herida de este tipo, recomiendan que no saques el objeto de tu cuerpo?
—No, no —lloriquea ella. —No lo hagas.
Por supuesto que lo hace. Saca el cuchillo de su cuerpo, provocando que la hemorragia aumente y su sangre brote en un chorro constante y bastante llamativo.
Para empeorar nuestra vida, el vampiro sin control entra de nuevo en la escena.
—¡Suéltala! —ruge. —¡Su sangre es mía!
—Si insistes —Klaus se encoje de hombros. Gira el cuerpo de Isabella y lo lanza directamente a los brazos del idiota.
—¡No! —Angela, Isabella y yo gritamos a la par, adivinando sus intenciones.
Klaus actúa más rápido que cualquiera de nosotros. Una de sus manos se encarga de girar el cuerpo de Isabella, empujándola a los brazos del vampiro sediento de sangre. Su otra mano se levanta con el cuchillo aun entre sus dedos y lo lanza en mi dirección.
—Maldito cabrón —gruño cuando siento el ya familiar ardor punzante. No me lastima demasiado, pero la molestia es suficiente para que me desconcentre de lo importante. Lo saco y lo tiro lejos de mí.
—¡Edward detente! —Isabella grita. —¡No lo hagas!
Parpadeo un par de veces para aclarar mi vista. Del otro lado del aula destrozada y revuelta está el vampiro Cullen, inclinado sobre el cuerpo de Isabella que se retuerce tratando de alejarse de él.
—Shh tranquila —dice él. Su voz es encantadora, empalagosa y seductora. —Por fin serás mía.
—¡Edward, por favor! —Isabella solloza y sigue rogando. —No quieres hacer esto.
—Por supuesto que quiero —se relame los labios. —Llevo meses deseando hacer esto.
Sus manos pálidas toman el cuerpo de Isabella, ella se retuerce y grita, pide, suplica que la deje ir. Veo sus manos mancharse de sangre, veo sus dedos apretarse alrededor del torso de ella, inclinando su cuerpo, doblando su espalda hasta casi partirse en dos. Si alguien que no conociera la situación los viera, pensaría que forman parte de alguna obra de arte; un hombre arrodillado, sosteniendo el cuerpo de su amada, acariciándola, venerándola, adorando a la mujer en sus brazos.
¡Y una mierda!
Yo que conozco la verdad sé que está a punto de matarla.
No importa cuánto luche, cuanto le suplique, ella no podrá zafarse de él.
—¡Damon! ¡Ve por ella! —Angela chilla histéricamente. —Yo me encargo aquí.
—Por fin serás mía —dice él vampiro en voz baja.
Me lanzo de nuevo en su dirección. Le doy un golpe en la espalda con fuerza, escucho el crujir de su piel debajo de mi bota, su cuerpo cae al suelo, su peso contra el cuerpo tembloroso de Isabella.
—¡No! —su grito desgarra su garganta y me desgarra a mí. Ella no debería tener tanto miedo, ella no debería estar aterrorizada.
Mis manos toman un puñado del cabello cobrizo del vampiro, lo levanto hasta que queda a mi altura y le vuelvo a dar otra patada, lanzándolo contra la pared al otro extremo de nosotros.
—Damon —ella me llama desde su posición en el suelo.
—Toma —muerdo mi muñeca y la acerco a sus labios con desesperación. Logró que beba un trago antes de aleje su rostro. —¡¿Por qué no bebes?!
—Detenlo —sus ojos rojos y llorosos se colocan en los míos. —No podrá detenerse por sí mismo y eso lo matará —su voz suena a dolor. —¡Por favor!
Mi corazón se rompe. Verla desangrándose, con lágrimas en los ojos mientras me suplica que evite que el imbécil haga una locura. Ese cabrón no la merece.
Yo tampoco la merezco, pero me prometí a mí mismo que no permitiría que ella cargue con la culpa de una muerte. No importa que esa muerte sea la del imbécil de Edward Cullen.
El cobrizo está avanzando de regreso a mí. Ahora su rostro luce totalmente desencajado por la sed, el deseo, la rabia y las ganas de tener a Isabella a cualquier costo. Ahora no es el niño bonito que se la pasa lloriqueando a los pies de una humana, no señor, ahora es una bestia, un vampiro feroz.
—Volveré —le prometo a Isabella.
Me pongo de pie de un salto y de nuevo me lanzo a por él. Mis uñas se encajan en su cuerpo, lo arrastro a través de los restos de la ventana rota, lo arrastro conmigo hasta el jardín, lejos de la humana sangrante. Su cuerpo se sacude entre mis manos, con mordidas, rasguños, gruñidos trata de volver al interior del edificio.
Cuando estamos a una distancia más prudente, dejo que se ponga de pie. Ya había luchado contra él. Pero una cosa es luchar contra un adolescente celoso y otra es luchar contra un vampiro sediento de sangre entregado completamente a sus instintos. Esta vez me siento excitado por la pelea, esta vez podré usar mi fuerza y tendré un oponente digno.
Además que el hecho que la sangre de Isabella esté escurriendo por nuestros brazos y muy impregnada en nuestra ropa hace que resulte más estimulante. La pelea en la que nos enfrascamos solo intensifica los sentidos de ambos y cada golpe que nos damos, hay sangre y veneno volando por todas partes.
—Angela, ¡haz algo! —escucho la voz de Elijah al interior del salón.
—No puedo, mataré a Ben si lo hago —lloriquea la bruja.
Aprovecho que tengo el cuerpo del vampiro inmovilizado en el suelo debajo de mí, tomo su brazo y me deleito con el sonido de la roca desgarrándose al mismo tiempo que de su garganta sale un rugido de dolor. Tengo unos segundos de ventaja.
—¡Maldita sea, solo mátalo y acabemos con esto de una vez! —grito apareciendo de nuevo en el interior del salón. —Luego te conseguimos un nuevo novio.
—No… no puedo… Ben morirá… —Angela tartamudea. —Yo… yo necesito…
—Haz lo que sea, pero haz algo —Elijah gruñe de nuevo. Su mandíbula está apretada.
Me llama la atención que ya se ha librado del otro vampiro que luchaba contra él, pero ahora está luchando por detener el cuerpo del humano poseído. Veo que la mano del hombre tiene algo que brilla, parece similar a la daga que usé para tratar de matar a Elijah.
Fuerzo mi vista a obtener una mejor visión. Mierda. Ese maldito psicópata si está dañando a Elijah con una daga similar. ¿O será la misma?
—Damon.
—Bambina —me arrodillo de nuevo junto a ella. Tomo su cuerpo y lo acomodo en mi regazo.
Un poco más de mi sangre y tendremos el suficiente tiempo para encargarnos de todo y curarla como se debe. La falta de sangre que tenía desde en la mañana está afectando visiblemente la hemorragia que tiene, ahora su piel se ve transparente, sus ojos se están hundiendo, pero lo que me consuela es que su corazón sigue latiendo con normalidad.
—Vamos nena, necesito que bebas un poco más —me inclino para darle acceso a mi muñeca. Sus labios se unen a mi piel que ya ha cicatrizado, pero no alcanza a morderme, algo atraviesa mi cuerpo en el medio del pecho.
—¡Damon! —el grito cargado de pavor de Isabella hace que mis oídos zumben.
Una mano helada tira de mi cuerpo hacia atrás, maniobro para colocar el cuerpo de la bambina a un lado. No necesito mirar para saber quién fue.
—Maldito idiota —espeto molesto. —Juro que te sacaré los ojos.
—¡Edward! ¡No lo lastimes!
—Una estúpida barra de metal no me matará, idiota —le escupo de mi propia sangre directamente a los ojos.
Esa cosa no me matará, pero ¡joder, como duele!
Siento sus dientes atravesar mi hombro, sé que quiere arrancarme también un brazo, pero doy una vuelta y solo logra arrancarme un pedazo de piel.
—Elijah —lo llamo.
Con mi cabeza hago una señal para que me ayudé. El original suelta a su hermano y se lanza contra nosotros lanzándonos a los tres de nuevo afuera del edificio. El dolor de la mordedura hace que mi vista se nuble.
—¡Edward! ¡Hermano contrólate! —una voz vagamente familiar interrumpe en la sintonía de gruñidos que hemos causado. Uno de los Cullen, el grandote para ser exactos, rodea con fuerza el cuerpo de su hermano sediento de sangre.
—¡Suéltame! ¡Él quiere quitarme su sangre! —el cobrizo se sacude. —¡Lo voy a asesinar!
—¿Estas bien? —la voz del Mayor me regresa a la realidad, parpadeo para obligar a mis ojos a enfocarse de nuevo. A unos metros de mí, veo al resto de los hermanos Cullen luchando por contener a su hermano.
—Estaré bien —digo.
—Ve —me indica. —Nosotros nos encargamos de él.
Asiento.
—¡Ahora, Angela! —las palabras de Isabella hacen que mi atención vuelva a la ventana rota del edición a unos pasos lejos de nosotros.
Angela está de pie, su rostro ya no tiene los anteojos pero sus ojos están muy abiertos y su mandíbula está fuertemente apretada, mostrando sus dientes. Su espalda está recta y sus piernas parecen estar ancladas al suelo debajo de ella, sus dos brazos se mantienen extendidos frente a su pecho, con las palmas en paralelo a su cuerpo. De sus manos sale una especie de humo mezclado con luces de color morado.
Frente a ella, el cuerpo del humano está de pie, pero sus brazos están extendidos en el aire a los costados de su pecho y su espalda está curveada hacia adelante.
Algo extraño sucede.
Del fondo de la garganta del humano, sale un profundo y ensordecedor grito de agonía. Angela también grita y la magia en sus manos sale disparada hacia el humano, la niebla envuelve el cuerpo por unos segundos hasta que brota de él una especie de reflejo fantasmal. Como si el alma se separara de la materia que forma el cuerpo.
—¡Bella! ¡No! —alguien con voz chillona y llena de campanas grita junto a mí.
Veo el cuerpo de Isabella ponerse de pie con dificultad pero con movimientos seguros. Se coloca detrás del cuerpo envuelto en la energía morada. Sus brazos se levantan en el aire, sus manos empuñan con fuerza el cuchillo que estuvo anteriormente en su abdomen.
—¡Detenla! —me gritan.
Mi cuerpo se lanza, mis piernas se mueven a la máxima velocidad que pueden. No me importa el dolor de las heridas en mi cuerpo, no me importa nada más que ella. Mis ojos ven el momento en el que sus manos aterrizan con fuerza sobre la espalda del cuerpo del humano, enterrando toda la hoja del cuchillo hasta donde la piel se lo permite.
Llego justo a tiempo para rodearla por la espalda mientras mis manos rodean sus manos que sostienen con fuerza el mango de plástico contra el cuerpo del humano, llego justo a tiempo para que la sangre del hombre nos salpique a ambos.
Angela baja sus manos, liberando al cuerpo de lo que sea que su magia estaba haciendo. Su pecho sube y baja respirando agitadamente.
—Tú… tú lo… mataste —una voz extraña llega a nuestros oídos. Mi cabeza se levanta y veo a una mujer de pie en la puerta, su rostro está en shock, sus ojos están muy abiertos, una de sus manos está sobre su pecho y la otra tratando de cubrir su boca. —Tú… mataste… tú lo hiciste.
—Jessica —Angela se gira lentamente. Su voz se rompe al pronunciar el nombre de la humana. —No es lo que crees.
El cuerpo del humano elige que es el momento perfecto para caer de rodillas frente a nosotros. Mostrándonos bañados en sangre y con un maldito cuchillo en las manos.
—¡Mataste a Ben! —chilla histéricamente la humana. —¡Eres una asesina, Isabella!
—Yo… no… —el susurro de la Bambina es casi inaudible.
—Ella no hizo nada —Angela tartamudea.
—¡Asesina! —grita de nuevo la humana desconocida que se llama Jessica. ¿Por qué siento que la conozco?
Isabella baja su cabeza. Un jadeo horrorizado sale de su boca al verse a sí misma bañada en su propia sangre y en la de alguien más.
—No, no. No Bambina —le digo ignorando los berridos que se escuchan en la puerta. —Yo lo hice —le aseguro sacudiendo nuestras manos. —Mira, yo lo hice.
Aprieto con más fuerza mis manos alrededor del mango de plástico.
—Yo, yo lo… —balbucea con pánico. —Yo no quería… yo no lo…
—¡Mataste a Ben! ¡Eres una asesina, Isabella! —la humana sigue soltando idioteces. —¡Pobre Angela!
—No, no. —Angela sacude frenéticamente la cabeza. —No fue culpa de Bella, ella no lo hizo.
—Yo lo maté —Isabella pronuncia finalmente esas palabras. Entra en un frenesí causado por el shock de la situación, sus labios pronuncian esas palabras una y otra vez.
—Está bien —digo con voz calmada. —Yo lo hice, tú no hiciste nada.
—Damon —Elijah aparece por detrás de la humana que sigue gritando desde la puerta del salón. —Sácala de aquí, yo me encargo de esto.
—Vamos, Bambina —saco con cuidado el cuchillo de nuestras manos. Lo dejo a un lado del cuerpo. —Vámonos de aquí.
—Ve con ellos, Angela —Elijah mira la silueta temblorosa de la bruja. —Te van a necesitar.
—Yo… —ella duda. Mira a Elijah, luego a la humana histérica, luego al cuerpo de su novio y luego a nosotros.
—¡Asesina! —la otra humana sigue gritando. —¡Te vas a pudrir en el infierno! ¡Maldita loca! ¡Yo le ayudaré a Angela a encerrarte!
Muevo a Isabella para acomodarla en mi regazo. La herida de su abdomen aun no deja de sangrar y con cada movimiento solo brota más liquido rojo. Necesito darle sangre, pero necesito alejarla de esta loca que se cree justiciera y que la está amenazando.
—Angela, Bella no tiene mucha sangre y cada segundo que pasa su corazón late más lento —sus palabras me resultan crueles y duras. Pero nos hace reaccionar a ambos. —Váyanse, cuando terminé aquí los alcanzo.
—Vámonos —gruño poniéndome de pie con Isabella en mis brazos. Angela reacciona y me sigue en silencio.
Todo sucedió en el último edificio, así que, si quiero llegar al auto debemos cruzar toda la escuela. Me decido salir a los pasillos, aunque es peligroso que alguien vea a las dos humanas bañadas de sangre, es menos peligroso que volver a salir por el jardín que está junto al bosque. Lo más seguro es que los otros vampiros estén allí luchando aun con su hermano.
—El timbre del almuerzo está a nada de sonar —la voz distante de la bruja hace que mi ansiedad aumente. —Necesitamos correr.
—Sígueme —le ordeno. Ella empieza a correr con fuerza, yo voy a su lado trotando. Cruzamos la puerta principal sin ser detectados por nadie más y nos mantenemos corriendo hasta estar delante del auto negro.
—Las llaves —suspira estirando su mano hacia mí.
—Maldición —gruño cuando recuerdo donde las guardé hace rato. —Están en uno de los bolsillos de mis pantalones, el del lado derecho —Angela avanza un paso hacia mí. —Cuidadito con propasarte.
Ella no dice nada, solo mete su mano a mi pantalón y saca rápidamente las llaves. Presiona un botón para botar los seguros de las puertas.
—Súbete con ella atrás —me dice. La miro con los ojos abiertos. —Mírala, Damon, no te va a soltar.
Mi cabeza baja a Isabella, su cabeza está recostada contra mi hombro. Una de sus temblorosas manos sostiene firmemente mi camisa en su puño, la otra sostiene uno de mis hombros con la misma fuerza, haciendo presión en el área donde el idiota me mordió.
El chirriante sonido del timbre que anuncia la hora del almuerzo causa un revuelo en toda la escuela, el resto de los estudiantes se empiezan a mover por los pasillos en dirección a la cafetería, algunos vienen hacia la salida.
—¡Carajo! —Angela me empuja. —Date prisa, Damon.
Me subo al asiento trasero deslizándome aun con Isabella en mis brazos, me muevo suavemente para no lastimarla ni perturbar su postura acurrucada contra mi cuerpo. Angela cierra la puerta de golpe, corre a la puerta del lado del conductor y se acomoda en el lugar arrancando el motor y sacándonos del estacionamiento.
—No, no —jadeo. Siento cuando su cabeza se desliza de mi hombro cayendo en punto muerto hacia atrás. —Despierta Bambina, quédate conmigo —con desesperación sacudo su cuerpo y le doy palmadas a rostro para intentar obligarla a que vuelva en sí. —No me hagas esto de nuevo.
—Toma —Angela lanza sobre su hombro una botella de agua. —Intenta con eso, en las películas si funciona.
Abro con rapidez la botella y la vació sobre el rostro de Isabella. La temperatura fría del agua hace que sus sentidos reaccionen, su cabeza se endereza con dificultad, sus ojos no se abren pero sus parpados se mueven diciéndome que está ligeramente consiente.
Muerdo mi muñeca y la pongo sobre sus labios. —¡Abre la boca! ¡Tienes que beber! —ordeno. Ella casi por instinto lo hace. —Eso es. Vas a estar bien, Bambina.
Todo el estrés, la histeria y el medio que estaban sobre mí, se disipan en el momento en que siento su boca jalando la sangre de mi muñeca. Mi otra mano se mantiene alrededor de su cuerpo, mis dedos suben y bajan por la longitud de su cadera.
—Espera, espera, ¿A dónde demonios vas? —pregunto irritado. —Su casa está hacia el otro lado.
—¡Oh, lo lamento! ¿Quieres que vaya a su casa? —Angela suelta las palabras con dramatismo y destilando ironía. —¡No seas idiota! En cuanto Edward recupere la cordura, lo primero que hará será poner el rabo entre las patas y correr hacia a buscarla a su casa.
—Maldición.
—Además, Elijah no puede llevar a un cadáver a la casa del Jefe Swan.
—Charlie no estará en su casa hasta mañana —explico recordando lo que dijo el hombre hace unas horas. —Tiene que hacer un turno doble.
—Mejor para nosotros —asiente ella. Sus manos se mueven moviendo el volante para internarse en el bosque. —Así no daremos explicaciones.
—¿Y a dónde carajos nos llevas? —pregunto. Ella solo sigue conduciendo a través del bosque.
—¿Esta bebiendo? —cambia de tema dando una mirada rápida por el retrovisor en nuestra dirección.
—Si —digo mirando de nuevo a Isabella. —Ya comenzó a cerrar su herida.
—Bien.
Concentro mi atención en la humana en mis brazos. Alejo mi muñeca cuando siento que ha bebido lo suficiente, ella vuelve a deslizarse a la inconciencia, pero esta vez parece que es por causa del shock y el trauma de la situación, no por sus heridas.
Ella estará bien.
Unos minutos de silencio después, Angela frena de golpe. Levanto la mirada hacia la ventana, estamos en el medio del bosque pero dos metros de la puerta del auto hay una cabaña de gran tamaño.
—Andando —la bruja me abre la puerta hasta donde la carrocería se lo permite. Mientras me deslizo a su lado, sus ojos dan una mirada a su amiga, exhala con alivio cuando ve que el color ha comenzado a regresar a su piel.
—¿Es tuya? —pregunto caminando hacia la puerta. —¿Por qué no nos habías dicho de este lugar?
—Mi abuela la construyó, pero ahora es mía —suspira. —Es el único lugar seguro de este pueblo.
Veo a la bruja subir los escalones del pórtico, sus llaves de deslizan por la cerradura y abre la enorme puerta de madera. Ella entra y se pierde por unos segundos en el interior. Mis piernas se mueven listo para seguirla, pero mi cuerpo se detiene al toparse con un muro… invisible.
Al carajo con las brujas y sus malditos hechizos.
—Webber —gruño desde la puerta. Ella asoma su cabeza y avanza de regreso a mí. —Déjame entrar.
La bruja titubea. Sus ojos recorren el interior de su cabaña.
—No creo que... —comienza a hablar. Pero no estoy de ánimo para esta mierda.
—¡Maldita sea, Angela! —grito demasiado fuerte. Isabella se sobresalta en mis brazos, sus manos se aprietan aún más fuerte aferrándose angustiada a mí. —Mírala, carajo. ¡No me va a soltar!
—Es que...
—¡Déjame entrar bruja!
—Bájame —la bambina dice contra el hueco de mi cuello. —Puedo sola.
Mis manos se aferran a su cintura y a sus piernas. Esa es una idiotez, por supuesto que no está bien. La apuñalaron y casi se desangra, de nuevo. Además una de sus compañeras le dijo asesina. ¿Quién está bien después de eso?
—Bájame —repite con voz más fuerte. Doy un bufido.
¡Ay pero que tercas son!
Con cuidado la colocó sobre sus pies. Mantengo mis brazos alrededor de su cintura acercándola lo más que puedo al interior de la cabaña, la pared invisible hace su función y causa que la suelte de golpe. Sus piernas se tambalean y se tropieza, pero Angela toma mi lugar. Veo sus ojos mirándose, teniendo una conversación en silencio justo antes de que ambas den pasos inestables al interior.
—Carajo —golpeo con mis puños el marco de la puerta. El pie de Angela se acerca para darle un empujón a la puerta. —No, no, no, maldita sea, ¡no!
Y un portazo en la cara es mi respuesta. Por supuesto.
Me muevo alrededor de la cabaña, buscando una ventana que me permita ver al interior. Encuentro una, la fina tela de la cortina que se mueve por el viento que se cuela al interior, se mueve y me muestra una imagen borrosa de ambas mujeres que luchan por alcanzar las escaleras que están en el medio.
Maldigo cuando veo que Isabella se resbala de los brazos de Angela en el cuarto escalón. El grito ahogado de la bruja y la mirada preocupada que da en mi dirección me alertan a que eso va a suceder un par de veces más antes de que logren subir a una habitación.
Una fuerte oleada de ansiedad se impacta contra mi cuerpo. El diseño de la cabaña, con la escalera en dos piezas hace que deje de verlas por un par de minutos, los sonidos me dicen que se siguen moviendo hacia la parte alta. Respiro con alivio cuando las escucho abrir una de las puertas de una habitación.
Salto hacia una de las ventanas de arriba y respiro con alivio cuando las vuelvo a ver. Angela lleva casi a rastras el cuerpo de Isabella, además que su cabeza está colgando hacia abajo. Tocó el cristal para llamar la atención de ambas. Isabella levanta su cabeza con esfuerzo, sus ojos chocolates me miran desenfocados y hay una gota sangre escurriendo de su nariz.
—Damon —susurra mi nombre con dolor.
—¡Isabella! —estiro mis brazos para tratar de llegar a ella. Por supuesto, no la alcanzo.
—Damon, ayúdame —me pide. Quiero preguntarle ¿Qué le pasa? ¿Qué le duele? ¿Qué necesita? Pero no puedo, pero su cuerpo se desvanece en brazos de Angela antes de que yo pueda hablar.
—¿Bella? ¡Bella, háblame! —Angela la sacude.
Miro la escena con los ojos entrecerrados. Hace un momento estaba bien, pudo sostenerse por sí misma, entonces ¿qué pasó?
Mi mente repasa los últimos acontecimientos hasta que hace clic. No se desmayó porque esté mal físicamente, acaba de encerrarse al interior de su mente para lidiar ella sola con el shock y el estrés de lo que acaba de vivir.
Mierda, eso no es bueno. Por eso me está pidiendo ayuda.
—Angela… ¡Déjame entrar! —mis manos se estrellan contra el cristal de la ventana. —¡Angela! Maldita sea, déjame entrar
Golpeo la ventana con fuerza una y otra vez, siento el cristal cediendo ante la insistencia de mis golpes desesperados, pero no me importa romper una puta ventana más. Isabella ha comenzado a convulsionarse. Aunque se encuentra en un estado extraño de inconsciencia, su llanto y sus respiraciones erráticas la están ahogando, sus ojos están cerrados, pero su cuerpo se mueve, sus manos se mueven desesperadas arañándose la cara, la garganta, su torso y sus brazos.
Carajo, esto no puede estar sucediendo.
—Bella, ¡Bella!—Angela está gritando con pánico. —¡Bella detente! —insiste arrodillada a su lado. Sus brazos están tratando de detenerla, rodear su cuerpo para que se detenga, pero los brazos delgados y débiles de la bruja no tienen la suficiente fuerza para evitar que se siga haciendo daño, y de paso dañándola a ella.
¡No puede estar pasando esto!
Todo estaba bien, ayer estaba bien, esta mañana estaba bien. ¡Jodido Klaus! ¡Jodido Elijah que no pudo detener a su hermano! ¡Jodido Cullen! ¡Jodida bruja que no pudo matar a su novio ella sola! ¡Jodida niña estúpida que tuvo que meter sus narices y lastimar más a mi Isabella! ¡Jodido mundo sobrenatural! ¿Por qué siempre arruinan lo que más me importa? Maldigo una y otra vez en mi interior.
—¡Déjame entrar! —empujo una vez más. El marco de la ventana se desprende de su lugar, mis golpes lo lanzan a solo unos centímetros de los dos cuerpos temblorosos.
—¡No! ¡Para! —ahora Angela está también llorando. —¡Bella por favor, detente! —suplica una y otra vez. Sus lamentos están mezclados con el dolor que le producen la sangre que se está asomando por su piel. —¡Bella!
—¡Angela, déjame entrar! —ahora soy yo el que grita con pánico y dolor. —¡Por favor, te lo pido! ¡Dámela! —pido ahogándome en desesperación y agonía. —Te lo ruego, por favor ¡Déjame entrar con ella!
—Yo… yo debo… —Angela trata de analizar lo que le estoy pidiendo, pero es interrumpida por gemido ahogado y lastimero que se escapa de la chica en sus hombros. —¡Bella, deja de lastimarte!
—¡Isabella me necesita! —grito desgarrando mis cuerdas vocales y de paso desgarrando mi alma en el proceso. —¡Por favor! ¡Por favor déjame entrar! ¡Te lo suplico, Angela!
Ella levanta la cabeza, sus ojos están inyectados en sangre escurriendo lágrimas por su rostro, sus pupilas están dilatadas por el pánico y terror en ella, pero sus ojos me regresan mi propio reflejo, una visión muy similar a como luce Isabella en sus brazos. Me mira, algo en mí hace que deje su histeria de lado y recupere un poco de cordura. Sé que ella tampoco lo está pasando bien, pero necesito llegar a Isabella para poder calmarme yo y de pasó tranquilizar a Angela.
—Está bien, p-puedes entrar, Damon —lucha contra algo en su interior, lucha contra lo que sea que le impide pronunciar las palabras. En cuando menciona la primer silaba, me lanzo a través de la habitación arrebatando de sus brazos el cuerpo inerte de Isabella.
—Shh. Está bien, estás bien —murmuro aliviado. —Te tengo. Aquí estoy, te tengo.
Con mis brazos me aseguro de rodear su cuerpo, con mis manos detengo las suyas, jugando con sus dedos. La quiero detener para evitar que siga haciéndose daño, después podemos lidiar con sus propios sentimientos. Continuo murmurándole cosas al oído manteniendo mi agarre alrededor de ella sintiendo como poco a poco su cuerpo se va relajando. Mi rostro se recuesta contra su cabeza. ¿Por qué su cabello se siente húmedo?
Miro a nuestro lado. Angela se arrastró por el suelo unos metros lejos de nosotros y del marco de la ventana. Está acostada de espaldas, sus brazos están cubriendo su rostro pero el olor a sal sigue proviniendo de ella, y el temblor de su cuerpo me indica que está llorando.
—Vaya novio —comento buscando algo para relajar el ambiente.
—Imbécil —Angela gruñe pero sus brazos ahogan su voz. —Tú, no él.
—Yo no dije el novio de quien —me defiendo.
Nos quedamos en silencio. Acomodo el cuerpo de Isabella para que quedé sentada en mi regazo, su espalda recostada en uno de mis brazos y su rostro descansando contra mi hombro. Mi mano libre acaricia su rostro, mis dedos limpian con cuidado las lágrimas y los rasguños de sus mejillas.
—Voy a castrar a ese cabrón —Angela toma profundamente aire, pero sus pulmones dan un salto cuando la asalta un sollozo. —A ambos. Castraré a ambos, te lo juro.
—Cuenta conmigo —le respondo. —Ya se me ocurrieron un par de ideas.
El silencio nos rodea, pero ambos lucimos en control. Ya no estamos con los nervios de punta y por fin la bruja parece controlarse lo suficiente para mirar en mi dirección.
—No lo entiendo —se lamenta. —En el auto bebió tu sangre y estaba bien. ¿Por qué reaccionó así aquí?
Isabella se estremece en mis brazos. Mi mano acaricia de nuevo su rostro para calmarla y asegurarme que siga en ese sueño tranquilo en el que se ha sumergido.
—Porque cuando llegó aquí y se sintió a salvo, puedo pensar y enfocarse en lo que acaba de vivir —señalo. Angela me mira, comprensiva. —Estando aquí, se dio cuenta de que quizás tú eres una bruja con bastante poder y de que está siempre rodeada de vampiros rondándola, pero, resulta que uno de sus amigos de la escuela la apuñaló, resulta que su novio casi la mata para beber su sangre y a pesar de que yo estaba ahí, y de que le había jurado que no iba a permitir que hiciera nada estúpido…
Me interrumpo, mi boca se cierra de golpe renuente a seguir hablando. Me siento mareado por las palabras en mi cabeza.
—A pesar de todo eso, ella mató a alguien.
—Pero era lo que se tenía que hacer —Angela susurra. —Además, ya había matado a Elijah antes, ¿él no cuenta?
—Estoy seguro que, Elijah le dijo lo que yo planeaba hacer, y también le dijo como quería que salieran las cosas —acuso. Eso que pasó en Mystic no fue al azar, estoy seguro. Angela me mira distante, pero asiente. —Isabella sabía que tenía que matar a Elijah, pero sabía que en el momento en que la daga se retirara, Elijah volvería a la vida.
—Ella sabía que todo iba a estar bien —acepta la castaña. —Elijah se lo dijo y ella confiaba en él.
—Hace rato, Klaus le dijo algo que todos sabíamos —frunzo mi rostro cuando veo la escena pasar por mi mente. — Sabemos que Cullen hubiera preferido entregarte y ponerla a salvo a ella, pero que eso sería algo traumático para Isabella, porque ella cargara con la muerte de su amiga.
—Eso solo la haría vulnerable —se queja. —Y si ella quisiera transformarse en algún momento, él lo usaría en su contra.
Levanto una ceja. Pregunto en silencio.
—Diría “Angela murió para que tu vivieras” —hace una pobre imitación de la voz del vampiro. Me rio. —La culpa la mantendría humana.
—Creo que Klaus también quería usar la culpa para mantener a Isabella a raya —digo pensativo. Angela me mira confundida. —Lo que acaba de pasar, si no controlamos la situación de manera correcta… para el resto de los humanos, para los Cullen, para tus padres, para Charlie incluso, lo que acaba de pasar es que Isabella asesinó al novio de su mejor amiga.
Angela levanta su cuerpo de golpe, queda sentada frente a nosotros. Sus manos se mueven hacia su boca cubriéndola mientras sus ojos se llenan de lágrimas de nuevo. Ahora entiende lo que provocó el colapso de Isabella.
—Ella no hizo nada malo —solloza. — Elijah no podía contenerlo, y yo… yo no podía hacerlo. No podía matar a Ben.
—¿Por qué no? —pregunto. —Charlie mató a Rick, y lo acabamos de mandar a casa.
—Charlie le disparó a Rick con una bala de plata cubierta de verbena y por eso lo mató, tienes razón —me mira con el rostro en blanco. —Pero resulta que Alaric tenía su anillo puesto, Isabella y yo nos aseguramos de eso antes de permitir que Charlie le disparará.
La miro, pasmado.
—¿Qué no se supone que eres todopoderosa? —escupo con frustración. —¿Qué no eres algo así como una variante del multiverso de la Bruja Escarlata?
—Sí, Damon —me mira con molestia. —Soy más poderosa que Bonnie o que cualquiera que haya pertenecido a mi linaje.
—Entonces ¿Por qué no usaste tu magia y matabas a Klaus y de paso rescatabas a tu novio?
—¡Porque solo tengo 17 años! —chilla. —Hasta hace 3 años, conocía mi poder, conocía lo que podía hacer pero mi magia se mantenía en hechizos pequeños para facilitarme mi vida.
—Eso no responde mi pregunta.
—¡Hasta hace unas semanas yo no tenía tanto poder! —golpea el piso. —En Mystic, fui yo quien absorbió gran parte de la magia de esas brujas muertas, yo me traje toda la magia negra.
—¡¿Qué no fue Bonnie?! —grito.
—A ella le dejé magia que no la puede dañar —explica cansada. —Klaus no puede usar su magia, no le sirve.
—Y en Mystic, la estamos ocultando… ¿Por qué? —ya comencé a dudar hasta de mi existencia. ¿Tienen ya un plan hecho? ¿Cuántos planes han hecho ellos sin que nadie lo sepa? ¿Acaso ellos saben todo de ese plan?
—Entre menos sepamos, estamos en menos peligro —suspira. —Necesitábamos una distracción de mí.
—Bonnie absorbería la magia que le dejaste, se sentiría poderosa, pero la ocultaríamos para tener ventaja de Klaus —comienzo a nombrar el plan que Elena, Stefan, Jeremy y yo montamos en Mystic. —Pero en realidad solo fuimos unos imbéciles y montamos una distracción.
—Klaus se dio cuenta y por eso vino a buscarme —exhala con fuerza. —Pero aun no puedo controlar todo el poder que tengo, aun no sé hacerlo.
—¿Y porque nadie me dijo eso? —pregunto molesto por ser el único idiota que solo sabe verdades a medias. —De todos modos, ¿Por qué no detuvieron a tu novio? ¿Eso no lo puedes hacer?
—Ben es un humano común y corriente —una lagrima escapa de su mejilla. —Si Elijah o yo lo matábamos… —sacude la cabeza con horror. —Si yo usaba mi magia para matar a Klaus, eso mataría también a Ben. Él no tiene un anillo, él no podría volver de la vida.
—¿Y tenías que hacer que Isabella fuera quien le enterrara un cuchillo?
—¡Si! —me grita.
—De todos modos, tu novio está muerto.
—No lo está —dice segura. —Lo que hice fue separar cuerpo de Ben de su alma.
Le doy una mirada confundida, su explicación aun no me aclara las cosas.
—Cuando Klaus hace magia para poseer un cuerpo, lo usa de huésped, pero el alma de la persona sigue ahí —me ofrece otra explicación. —Por eso pueden reaccionar momentáneamente. Estoy segura que, si supieran como hacerlo, ellos podrían expulsar a Klaus de su cuerpo sin ninguna ayuda.
—Eso suena a la película del exorcista —hago una mueca. —¿Me estás diciendo que funciona igual que un demonio poseyendo a alguien?
—Es igualito —asiente. —¿Ves esto? —sus dedos me muestran un collar que cuelga de su cuello. —Esto mantiene el alma de Ben. Lo que dejé en su cuerpo, fue a Klaus, eso es lo que ustedes vieron.
—¿Cómo Úrsula que se roba la voz de la Ariel y la pone en un collar?
Angela se ríe por mi referencia. —Sí, es muy parecido a eso.
—Correcto —asiento. —Pero, Isabella debía matarlo ¿Por qué…?
—Porque funciona a la inversa que un anillo. Tenía que ser algo no sobrenatural lo que matara el cuerpo de Ben —sus ojos se desenfocan mientras su lengua suelta las palabras a una rapidez impresionante. —Isabella es una humana, y el cuchillo, era uno común de los que hay en la cocina de la escuela.
—Déjame ver si entendí —sacudo la cabeza de un lado a otro para reorganizar mis ideas. —Isabella tuvo que pasar por una situación traumática y estar a punto de morir de nuevo… ¿para qué tú puedas seguir con tu novio?
Angela centra sus ojos llenos de pesar en el cuerpo de su amiga que sigue en mi regazo. Sus pulmones producen un suspiro muy profundo.
—Bella tuvo que hacer eso porque eso causaría los menores daños posibles —su voz se rompe. —Ella está bien, el cuerpo de Ben está muerto pero libre de magia y en cuanto Elijah lo traiga, yo puedo volver a colocar su alma en él.
—¿Te das cuenta de lo retorcido de la situación?
—Bella estará bien. No importa lo que diga Jessica, o lo que digan los Cullen o Charlie si se entera. Ella no hizo nada malo.
Con un carajo que ella va a estar bien. ¿Qué no la ve? No estará bien.
—¿Siempre tienen que usarla a ella para esas cosas? —pregunto sintiéndome asqueado y fastidiado.
—Ella es la única con los ovarios bien puestos en su lugar, es la única tan valiente como para soportar esta mierda —Angela sonríe a medias. —Ni siquiera nosotros lo lograríamos.
Le doy la razón en silencio.
Angela frota su rostro con fuerza, su expresión parece más cuerda que cuando llegamos aquí, supongo que era cuestión de tiempo para que sus emociones se relajaran y pudiera recuperar la razón. Hablando de emociones. ¿Dónde está el empático cuando se necesita? Hubiera sido más fácil lidiar con esto con su ayuda.
—Voy a preparar la tina —anuncia la bruja y se pone de pie. —Te diré cuando esté lista.
Avanza a una de las puertas que está del lado izquierdo de la habitación. Escucho que se abren unos gabinetes, luego las llaves del agua girando y por fin el chorro del agua golpeteando el fondo de la bañera.
—Más te vale despertar, bambina —advierto volviendo mi atención al rostro tranquilo que descansa contra mi pecho. Se remueve en mis brazos. —Si no despiertas tendré que lanzarte al agua.
—Asno —murmura casi inaudiblemente. Sonrío.
Chapter Text
(Damon POV)
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—¿Segura?
—Sí, Damon —Isabella rueda los ojos.
—Si te vuelves a desmayar no pienso sostenerte —advierto. —No será mi problema si te rompes el maldito cuello cuando caigas por las escaleras.
Después de meterla en la bañera para quitar de su cuerpo todo el rastro de sangre, tuve que lidiar con que se desvaneciera un par de veces más antes de que pudiera colocarla sobre sus pies de nuevo.
—No será tu culpa pero yo si seré tu problema si me muero —refunfuña cruzando los brazos sobre su pecho.
—Eso suena aun peor —me quejo.
—Estoy bien —dice terca. Pone los ojos en blanco y tuerce sus apetecibles labios en una mueca —¿Ya podemos bajar?
Miro en dirección a la puerta. En el maldito piso de abajo hay un original, una bruja y un cadáver esperando por nosotros. Qué lindo.
—Dame un respiro, mujer —suplico.
La realidad es que no me preocupa ella, no me interesa si se vuelve a desmayar o si le da un infarto por ver el cadáver, aunque sé que eso es poco probable. La realidad es que no quiero tener que compartirla tan pronto, quiero que nos quedemos aquí, solos en la habitación.
Y ella lo sabe. Pero, al parecer le vale un comino.
Isabella no me dice nada, solo toma mi mano y me arrastra tras de ella para bajar la escalera, como el idiota que soy, dejo que ella haga conmigo lo que quiera.
—¿Cómo está? —pregunta llamando la atención de los vivos. O los que están medio vivos si tenemos en cuenta al original.
—Muerto, aun —Elijah le responde volviéndose a nosotros Se levanta del sofá y se acerca a Isabella. —¿Tu cómo estás?
—Viva —Isabella se encoge de hombros.
—Eso es bueno —acepta él. Continúa pasando su mirada por la bambina.
—No la mires —le gruño. Él sonríe hipócritamente.
—¿Angela? —le pregunta a su amiga. Por fin se separa del original que la está manoteando. La bruja le da regresa la mirada a su amiga, sus ojos la analizan desde la cabeza a los pies para asegurarse de que esté bien. Convencida con lo que ve, su atención regresa al cadáver.
—Ya no tarda en despertar —avisa desinteresadamente.
—¿Tú cómo estás? —le pregunta la bambina.
—No lo sé —es la respuesta de la bruja.
—¿Cuál es el plan? —pregunto para distraerlas y cambiar el maldito ambiente deprimente. —¿Le borramos la memoria? ¿Fingimos que tuvimos una fiesta y que se puso tan borracho que todo lo imaginó?
Isabella me da un golpe en las costillas para que cierre la boca. Hago una mueca en respuesta. No me dejan ser.
—¿Que pasó en la escuela? —pregunta Isabella. —Después de que nos fuimos.
Elijah se aclara la garganta.
—Me encargue de limpiar —dice cauteloso. Todos entendemos el doble sentido de sus palabras. —Pero aún no hay historia oficial.
—¿Dónde ésta la loca? —pregunto a sabiendas que no está aquí.
—La señorita Stanley esta con los Cullen —Elijah explica. No me pasa desapercibido el temblor que cruza el cuerpo de Isabella. —Jasper hizo un poco de sus cosas de empático y el doctor la tiene bajo la excusa de que tuvo una crisis nerviosa.
—Voy a terminar con Ben —Angela interrumpe. Todos la miramos.
—¿Qué? —pregunto yo.
—¿Disculpa? —pregunta Isabella
—¿Por fin? —Elijah hace la última pregunta. Isabella y yo lo miramos con el ceño fruncido.—Tengo mis razones para preguntar eso —se encoge de hombros.
—Diremos que, Ben buscó a Bella para pedirle que me convenciera de hablar con él, de arreglar las cosas —la vos de la bruja se rompe. —Jessica escuchó cierta parte de la conversación y malinterpretó las cosas.
—Eso causó que Edward y Ben pelearan —sugiero. —Eso explicaría un poco los golpes del chico.
Isabella se estremece de nuevo.
—¿Podemos enviar al niño bonito de nuevo a prisión? —pregunto excitado por la idea. —Hay ventanas rotas, y estoy seguro de que él no tiene ningún rasguño.
—Aunque la idea me parece atractiva, eso solo empeoraría las cosas —Elijah niega. Yo resoplo molesto. —Sería casi seguro que las chicas tendrían que testificar.
—¿Qué hay de todo lo que se rompió? —pregunta Isabella.
—¿Tu relación con el niño bonito, por ejemplo? —le pregunto. Casi soy incapaz de ver el asentimiento de su cabeza.
—Tiene razón, una pelea de estudiantes no arreglará los muros y las ventanas rotas —Elijah asiente.
—¿Porque no decimos que alguien intentó robar algo de la escuela? —propone Isabella.
—Eso podría funcionar —digo. —De noche, la escuela cerrada, tuvieron que romper algunos cristales para poder entrar. Nadie se dio cuenta.
—Ben chocó su auto contra la escuela esta noche —Angela dice.
—¿Qué hizo qué? —la bambina salta. Angela sacude la cabeza.
—Esa será la excusa —explica sin mirarnos. —Cuando despierte hablaré con él, Elijah le borrará la memoria y lo dejaremos en el hospital.
Isabella mira a su amiga por un rato. A mí me da igual el plan, mientras la bambina no se muera de nuevo, todo puede funcionar.
—Supongo que, tenemos un plan —Isabella dice finalmente. Todos asentimos.
El cuerpo sobre el sofá comienza a removerse.
—¿Porque no van con los Cullen? —Elijah sugiere, me da una mirada que leo en silencio. —Hay que contarles el plan, debemos estar todos en sintonía si queremos que resulte.
Miro a mi bambina, su cuerpo tenso se recuesta contra mí. No necesito palabras, no necesito que me lo diga, no quiere ir, no quiere hablar con ellos, no quiere verlo a él. Pero, resulta que yo sí quiero. Yo si quiero ver con mis propios ojos cual va será la reacción de Isabella, yo sí quiero ver la expresión del niño bonito al verla. Yo quiero restregarle en la cara que él la lastimo, que él es peligroso para ella, que él no es bueno para ella.
Quiero decirle en la cara que me la quedaré yo. Isabella es mía.
—Damon puede ir, yo puedo ir a casa y contarle a Charlie lo del supuesto robo en la escuela —Isabella propone, su voz tiembla. —Él puede ayudarnos a fingirlo.
Elijah y yo la miramos.
Contarle nuestra idea e idear un plan con Charlie es algo que haremos después, de eso no hay duda. Pero el asunto con los Cullen debe ser arreglado, Isabella debe ir a su casa, permitir que ellos la vean y se aseguren que ella está bien.
Aunque a la Bambina no le agrade la idea.
El cuerpo del novio muerto de Angela comienza a removerse en el sofá. La bruja nos mira sobre su hombro y luego coloca su mirada en la puerta de la cabaña, sí, nos está echando de una manera muy poco sutil.
—Nos vemos en casa de Charlie —le digo a Elijah. Él me mira con ojos entrecerrados, yo solo asiento con la cabeza antes de tomar a Isabella de la mano y tirar de ella para alejarla de la escena.
Tomo a Isabella de la mano tirando de ella, un poco reacia, camina a mi lado, ambos atravesamos el lugar hasta que ambos cruzamos la puerta de la cabaña. Afuera, nos recibe el aire frio y la oscuridad del bosque que amenaza con crear una escena de cuentos de terror. ¿Una humana en el medio del bosque a merced de un vampiro? Mmmm.
Salvatore, no es momento para esto.
Sacudo mi cabeza. Aprovecho para mirar a nuestro alrededor, el área que rodea la cabaña están comenzando a lucir como si fuera la boca de un maldito lobo. No me sorprende porque nadie ha encontrado esta cosa, la brujita se aseguró de elegir un lugar en el bosque encantado que a cualquiera le daría miedo entrar a explorar.
—¿Cómo lograste entrar a la cabaña?
Me encojo de hombros a la pregunta de la bambina.
—Tengo mis métodos —es mi respuesta. Sé que no recuerda cómo llegó aquí y sé que lo poco que recuerda, eso la mantiene adivinando entre la realidad y la ficción que su cerebro ha credo para protegerla.
—Angela dijo que estaba protegida —murmura para sí misma, —que ningún ser sobrenatural podía entrar.
Puedo ver la confusión en su rostro.
—Vamos, salgamos de aquí —la empujo hacia el auto sin darle tiempo a que me diga nada más. Ella se deja mover. La coloco en el asiento del copiloto, luego me coloco a mí mismo detrás del volante.
Enciendo el auto y conduzco por el bosque en silencio, el sonido de su corazón acompañándome mientras sus pensamientos la acompañan a ella. Sé que aún no está bien, sé que intenta ser fuerte, pero por dentro se está desmoronando.
—¿Por qué aquí? —pregunta visiblemente relajada al ver el acantilado. Este es ahora nuestro lugar seguro. Jodidamente nuestro.
—Porque quiero que seas miserable —confieso.
—¿Más? —pregunta con una sonrisa bailando en sus labios. Abre la puerta y baja del auto caminando hasta casi al borde.
La sigo, mis manos hormiguean al sentir el impuso de empujarla por el borde solo para que se rompa el maldito cuello y deje de darme dolores de cabeza. Pero, claro Salvatore, eres un imbécil que se sienta a su lado con las piernas balanceándose sobre el borde del jodido acantilado.
—No quiero ir a la casa Cullen —dice. No me mira. —Pero sé que de todas maneras me vas a llevar allí.
Eso es jodidamente cierto.
—No vas a esconderte toda tu vida —gruño.
—Pero no quiero verlo —lloriquea.
—Vamos a ir a esa casa y le vas a decir la verdad —giro mi cabeza en su dirección a tiempo para ver la mueca de horror que se coloca en su rostro. —Si Bambina, vas a ir y le vas a decir la verdad.
—¿Qué planeas? —me pregunta.
—Quiero que seas honesta.
—Soy honesta —me responde, su rostro se gira para otro lado, huyendo de mi mirada.
—No, no lo eres —digo con terquedad. La veo abrir su boca para defenderse pero soy más rápido y la interrumpo. —Solo quiero que le dogas que sus hermanos me prefieren a mí que él
—No puedo decirle eso —se ríe. —En ese caso, le diría que Charlie confía más en ti que en él.
—Acabas de subir mi ego.
—¡¿Más?! —se gira a mí con una cara se pánico. —¿Eso es posible?
Chasqueo mi lengua. Extiendo mi mano y le doy un empujón hacia un costado provocando un chillido en ella. Ambos soltamos una sonora carcajada.
La felicidad cae por el borde del acantilado tan rápido que me marea.
—¿Qué quieres que le diga, Damon? —pregunta. —¿Qué le tengo miedo? ¿Qué prefiero estar con otro vampiro? ¿Qué le tengo más miedo a él que al otro vampiro que es capaz de tronarme el cuello solo porque si?
—Si —me encojo de hombros.
—¿Y luego? —pregunta saltando a la defensiva. Aprieto mi mandíbula. —Damon, y luego ¿qué?
—Dile que yo soy el que te hace feliz —miro sus preciosos ojos chocolates. La Bambina me regresa la mirada pero puedo ver las lágrimas acumulándose, puedo saborear el aroma a sal que emana de su rostro. —Y dime a mí que te quedarás conmigo toda la eternidad.
Mi mano sujeta su muslo, mis dedos la acarician sobre el material de sus jeans ajustados. El impulso de escribir "mía" en ese lugar hace que la palma de mi mano arda.
—No podemos hacer eso —me dice.
¿Cómo carajos no podemos? ¿Por qué mierda no?
—Solo dime que sí y ahorita te rompo el maldito cuello —digo, mis manos suben hasta su cráneo sosteniéndolo apenas por debajo de sus oídos.
—Eres tan romántico —me dice rodando los ojos. Le sonrió coquetamente en respuesta.
—No podemos hacer esto Damon —sus manos suben hasta colocarse sobre las mías. —No mientras ellos están en nuestras vidas.
—Elena no significa nada para mí
—¿No? —pregunta. ¿Está cabreada?
—Los dos estamos jugando con fuego —le recuerdo. —Te lo advertí y no te importó, Isabella.
—Damon, no podemos tener una vida juntos —me repite. Suelto un gruñido en respuesta a sus jodidas palabras. —Por lo menos hasta que no arreglemos nuestras vidas separados.
—¿Qué carajos quieres de mí? —es mi turno de preguntarle. No quiero oirá sus estúpidas excusas, no me interesa cualquier otra puta respuesta que no sea la que quiero escuchar.
—¿Sabes que en cuanto me vea, se va a lanzar por mi suplicando que lo perdone? —suelta nuestras manos. El vacío resulta insoportable al igual que sus malditas palabras. —¿Sabes que hará de todo solo para ganarse mi perdón?
—No me cambies el tema, Isabella —escupo furioso. —Lo menos que quiero es que me hables del jodido niño bonito.
—No le voy a decir nada —suelta. —Vamos a ir a la casa Cullen, les diremos el plan y mañana todo seguirá igual hasta que…
—No puedo creer que seas tan estúpida, Isabella —la interrumpo.
—¿Disculpa? —me mira con los ojos muy abiertos.
—No puedo creer que tengas tan poco amor propio —hago una mueca de asco y dejo que la decepción venenosa se filtre en mi voz.
—Mira quien habla —me regresa en el mismo tono. —El que ha sido plato de segunda mesa dos veces en su vida.
Oh no, no lo dijo.
Siento mis ojos azules flamear, siento las venas debajo de mis ojos brotar sobre mi piel, mi lengua se pasea por los bordes de mis colmillos que amenazan con brotar.
—No cambies el tema —suelto un bufido. Ella rueda los ojos. —De mí podemos hablar después.
—Estas equivocado, Damon —dice en el medio de un suspiro. —No hago esto porque no me quiera a mí misma, lo hago porque quiero demasiado a los demás antes que a mí.
La miro por algunos segundos.
—Eso suena jodidamente miserable —le digo. —Yo se sobre miseria.
—No puedo culpar a Edward de sus instintos, no cuando él me lo advirtió, cuando Elijah me lo dijo, cuando todo el maldito mundo me lo dijo —exhala con demasiado dramatismo. —Lo que sucedió fue culpa de Klaus, sí, pero también fue mía.
Me quedo en silencio como un idiota porque no tengo una puta idea de qué decirle. Lo que pasó si se pudo haber evitado.
—Pero, Edward es ahora mi puerto seguro —su voz se convierte en un susurro que se mezcla con el sonido del mar que choca contra la roca del acantilado. —Tiene todo para serlo.
—Bambina —ronroneo, mis manos la atraen a mí, la muevo hasta que queda sentada a horcajadas sobre mí. Me deleito con el sonido de su corazón acelerándose. —Tú no eres de las mujeres que se conforman con algo seguro.
—Esta vez, creo que si lo haré —dice sin mirarme. Mis dientes se aprietan.
—No lo harás —gruño. Mis manos la toman de la cintura y la lanzo a mi lado contra la hierba del suelo.
—Imbécil, me dolió —se queja. —¿A dónde vas?
Escucho mi voz a sus espaldas, pero yo ya voy caminado en dirección al auto.
—A contarle todo, a eso voy —digo sobre mi hombro. —¡Ya que tú no te atreves!
—¡Damon no lo hagas!
—Voy a ir a contarle quien fue el que de verdad te salvó esa noche en Port Angeles —me detengo. Me giro en su dirección. —No, mejor voy a contarle con quien estás realmente mientras él cree que estas estudiando con Angela, o quizás deba decirle porque este jodido pueblo deprimente está tan lleno de luz últimamente —manoteo al hablar, uno de mis pies da caminó un paso en mi dirección. —Voy a decirle porque tu nueva mascota no lo tolera, le diré porque ese cuervo quiere arrancarle los putos ojos de sus cuencas cata vez que te toca.
Sigo avanzando en su dirección, las ramas crujiendo bajo de mis botas con cada pisada que doy. Veo que ella intenta arrastrarse lo más lejos que puede de mí, pero ahora mismo no me importa que me tenga miedo, quiero que vea que no puede jugar conmigo, que no lo voy a tolerar, que no la voy a perder ante ese jodido niñato vampiro.
—Le diré, Isabella —amenazo. —Le contaré de las veces en las que te has embriagado de adrenalina pura, arriesgando tu vida sin pensar en él. También le voy a decir cómo te has vuelto una puta adicta a mi sangre o como me sonríes cada vez que me pides que hipnotice, torture o mate a alguien.
—Damon —balbucea.
Mis manos la levantan del suelo con un movimiento brusco. Mi rostro se inclina hacia el suyo regocijándome de su mirada alarmada que brilla en el medio de la oscuridad que nos rodea. Estoy a nada de besarla cuando traga pesadamente el nudo de su garganta. Pero en lugar de eso, deslizo mis manos por su cintura, acariciándola con delicadeza pero apretándola contra mi cuerpo con fuerza.
—Le voy a decir, Bambina, de todas esas veces que te he tomado de la cintura, acercando tu cuerpo al mío, solo para besarte hasta que pierdas el sentido —mi voz es grave, amenazadora, y provoca un delicioso sonrojo en su piel. —Le voy a presumir a ese cabrón como es desnudarte mientras reparto besos por todo tu cuerpo; Le diré con detalles como fue la primera vez que hicimos el amor, como fue la segunda vez, la tercera, o todas esas noches que pasas entre mis brazos gritando mi nombre.
—Basta Damon —me suplica. —No puedes contarle todo eso.
¿Mi bambina me está retando?
—¿No? —levanto una ceja.—Yo diría que sí.
—¿Y luego? —pregunta. Otra vez con la jodida pregunta. —¿Qué ganas tú con decirle todo eso? ¿Qué quieres lograr?
—¡¿Qué quiero?! —grito encabronado de nuevo. —¡Quiero que te dejes de mentir a ti misma!
—¡No me estoy mintiendo! —grita de regreso. —¡Sé que no me ama, sé que yo tampoco lo amo! Pero no lo voy a dejar, no cuando él es el único que me ha ofrecido un "sí", en lugar de un "no sé".
—Él no te va a convertir —hablo con voz agitada, siento mi pecho subír y bajar a causa de la molestia que hay en mi interior.
—Lo sé, Damon —lloriquea con la voz quebrada. mi voz se quebró — Sé qué puedo ir ahorita mismo y contarle todo, hasta los más innecesarios detalles, y Edward no me va a juzgar, al contrario, aceptaría con gusto las migajas de amor que yo le estoy ofreciendo.
—¿Entonces qué carajo haces aquí sosteniéndote a mis brazos como si tu jodida vida dependiera de mí?
—¡Porque eso es exactamente lo que sucede! —no puede más, se rompe. —¡El hombre que de verdad amo, es un cobarde que no se va a arriesgar por mí!
La suelto como si estuviera cubierta en verbena ardiente.
—Me estas pidiendo que me arriesgue, Damon. ¡Pero, tú no lo vas a hacer!
Mis cejas se fruncen.
—Me preguntaste que es lo que quiero de ti —da un paso en mi dirección. —¿Recuerdas esa primera noche en mi habitación? Te hice demasiadas preguntas.
—¿Cuándo no? —me burló sin humor, pero ella me sonríe con esa jodida sonrisa que me consigue ponerme de rodillas.
—Tú me preguntaste una cosa esa noche —da otro paso en mi dirección. La imito, necesito estar cerca de ella.
—"¿Qué es lo que tú quieres?" —recito citando mis propias palabras.
—Quiero a este cabrón —su mano se levanta, cautelosa, me quedo quiero hasta que siento su calor contra mi mejilla. —Quiero a este hombre frio, sarcástico, malvado, hipócrita, pretensioso, mujeriego que conmigo se vuelve un caballero, amable, cariñoso, protector, amoroso.
Me quiere a mí.
—Eso quiero de ti, Damon Quiero lo bueno, y lo malo que viene con eso.
Te quiere a ti, Salvatore.
—¿Me elegirías a mi sobre él? —preguntó. Necesito estar seguro.
—Sí —responde sin dudarlo. —Puedo ir en este momento a su casa, y gritarle a la cara que te elijo a ti para después patearle las pelotas por el susto de hace rato.
—¿Sigues sin apreciar tu puta vida? —bufó. El sonido de un celular suena desde el auto alertando una llamada. Mis manos sostienen su cuerpo por las caderas en una ridícula suplica de que no se mueva.
—Pero Damon, —exhala, no me gusta el tono en que dice mi nombre, —yo también quiero que me elijan a mí.
—Soy egoísta, Bambina —confieso. —Soy tan malditamente egoísta que se mi pides que incendie el mundo lo voy a hacer, si me pides que masacre a toda la humanidad, lo hago. Cada maldita decisión que he tomado desde que te conocí es solamente por ti. Para ti.
Ella me mira.
—Damon —dice con ternura. —¿Sabes lo malo que es que estemos juntos? +
—¡Si! Sé que es malo —acepto. Sacudo la cabeza. —Pero, ¡carajo, Bambina! Podemos ser tan buenos juntos.
No espero a que me responda, me lanzo a sus labios con hambre, desesperación, ansia, anhelo, deseo. No importa la mierda que acecha nuestra existencia, no pienso soltar a Isabella. No voy a existir sin mi Bambina.
—Vámonos —me dice. Sus manos tiran de mi chaqueta contra ella.
—Muérdeme —ordeno saboreando la piel de su cuello. —Bebe mi sangre, Bambina.
Ella obediente lo hace, sus dientes perforan mi piel al mismo tiempo que los míos atraviesan su sedosa piel. Ambos soltamos un gemido de placer. Sin despegarme de ella, tiro de su cuerpo en dirección al auto, nos alejo a ambos del borde del acantilado.
—Vamos, Damon —me suplica separándose de mí, el líquido rojo aun baja por las comisuras de sus labios. Limpio mi propia sangre con mi lengua antes de empujarla al asiento del copiloto.
Bueno, Salvatore, hora de ser un imbécil.
Arranco el motor del auto poniéndonos en camino a nuestro destino. Isabella mantiene su mirada en la ventanilla, va perdida en sus pensamientos y no creo que ponga atención al camino, pero de todos modos me aseguro de conducir a través del bosque, no quiero darle una pista de hacia dónde nos dirigimos. Conduzco lo más lento que puedo sin resultar sospechoso, quiero que ella pueda tener un poco más de tranquilidad antes de que toda esta mierda vuelva a explotar en su cara. Pero, eso sucederá más pronto de lo que a ambos nos gustaría.
—¡No! —grita histéricamente al darse cuenta. Sus piernas patalean contra el asiento y contra el tablero del auto. —¡Damon, no!
—Damon, sí —es mi respuesta. Detengo el auto frente a la enorme casa.
—No puedo —dice sacudiendo su cabeza frenéticamente.
—Si puedes —digo. —Tienes que hacerlo.
—Damon, por favor —suplica. La ignoro, me bajo del auto, y en calma lo rodeo para ir a abrir su puerta.
—Baja —la miro, ella sigue sacudiendo su cabeza. —Abajo, bambina, ahora.
Sé que no puede contenerse, no puede evitar el impulso que la lleva a obedecer la orden que le doy. Sus ojos chocolates me miran con lágrimas de dolor y odio, pero no me causa ningún efecto en mí. Estiro mis brazos hacia ella, ayudándola a bajarse del auto.
—¡Bella! —Jasper grita desde el interior de la casa. Aparece frente a nosotros arrebatándola de mis brazos. —¿Estas bien? ¿Estas herida? ¿Te duele algo?
—Déjala respirar, idiota —me quejo. Ambos me ignoran.
—No estoy herida —Isabella le responde en voz baja, luego oliga a sus labios a estirarse en una sonrisa que parece de una muñeca diabólica. —N-no te preocupes, Jasper.
—Carlisle puede revisarte —ofrece el rubio. —Tiene todo listo en su estudio para ti.
—¡No! —chilla histéricamente. Se da cuenta de su arrebato y sacude su cabeza para centrarse de nuevo. —No es necesario, estoy bien.
—Mentirosa —Jasper y yo gruñimos. Ella suspira.
—Jasper, hijo —la esposa del doctor aparece en la puerta de la casa. Su rostro es cálido y maternal cuando nos ve. —Bella debe tener hambre.
—Vamos adentro —Jasper la empuja.
La Bambina se congela, es increíble ver la fuerza que hace en sus piernas para evitar ser movida por el vampiro. Jasper nota sus emociones, yo no necesito leer su mente para darme cuenta de lo que sucede, no quiere entrar en la casa para no verlo a él.
—No está, Emmett se lo llevó a cazar —le asegura el rubio. Parece magia, pero sus palabras hacen que Isabella se relaje y se mueva para caminar en dirección a la casa.
—Damon, Isabella —el doctor nos saluda, está de pie junto a su esposa quien ya se encuentra directamente sobre la humana, abrazándola con cuidado.
—¡Oh querida! Debes estar agotada y con hambre —la mujer se lleva a la bambina hacia la cocina. —Te preparé algo especial.
Nosotros tres seguimos a las mujeres hacia el interior de la casa. En el comedor está la rubia y la vampira duende sentadas cada una en una silla, esperando por nosotros. Isabella se sienta en silencio junto a Alice, un plato de humeante comida aparece frente a ella.
Sé que no pasa desapercibida la mirada alerta y lastimera que todos los presentes le ofrecen. Reprimo un gruñido junto a mis ganas de prenderles fuego a todos.
—¿Dónde está la histérica? —pregunto mirando a nuestro alrededor.
—Jessica —murmura Isabella.
—Por eso —me encojo de hombros.
—Arriba en mi habitación —la rubia responde. —Jasper la tiene nockeada.
Le doy un asentimiento al rubio que ahora está sentado al lado de Isabella, el me regresa el gesto. Es agradable no tener que estar escuchando sus chillidos histéricos y agudos como en la escuela. Observo como todos los fríos se acomodan al rededor del comedor en las sillas disponibles, el doctor mira una silla vacía a su lado como una invitación a que yo ocupe ese lugar. No lo hago, yo sé mi lugar, yo me quedo detrás de la silla de la bambina, atento a cualquier movimiento en falso de alguno de ellos.
La bambina come bajo la atenta mirada de los vampiros, como si esa acción fuera la más común. Los fríos aparentan estar concentrados en la humana sentada entre ellos, pero, ellos no tienen idea que la bambina y yo podemos escuchar la conversación casi silenciosa que están teniendo. Isabella y yo solo estamos aquí, ignorándolos.
—¿Puedes explicar cómo es que estás viva? —la rubia pregunta. Ya decía yo que el silencio era muy hermoso como para durar tanto.
—No gracias a ustedes —es mi respuesta mordaz. —Di sangre, sudor y lágrimas para que tus congelados ojos la estén viendo en este momento.
—Isabella —el doctor se endereza. —No sabes cuánto lamento lo que sucedió.
—También nosotros —suelto venenosamente.
—No es culpa tuya, Carlisle —Isabella responde usando su mayor esfuerzo para poner una sonrisa tranquilizante.
—Es culpa de tu hijo —escupo.
—Es culpa de Klaus —Isabella sisea lanzándome una mirada amenazante.
—Bueno, de ambos —ofrezco. Ella niega con su cabeza —No puedo creer que lo sigas defendiendo.
—Ya sabíamos que esto podría pasar —exhala ella.
—Al menos ya te quedó claro —la rubia se cruza de brazos. No lo digo, pero espero que la rubia tenga razón, espero que Isabella al fin comprenda lo que está mal en su vida.
La rubia abre la boca dispuesta a continuar con su cátedra, pero el doctor la detiene con una mirada severa.
—¿Como te sientes, bella? —le pregunta cariñosamente el doctor. No puedo identificar si su tono cariñoso es honesto o solo es vergüenza oculta. —¿Necesitas que te revise?
—Estoy bien —la Bambina le dice con terquedad. —Ya pasó lo peor, supongo.
—¿Puedes contarnos con más detalles lo que sucedió? —Carlisle pregunta colocando su mirada en mí. —Necesitamos saber cómo manejar a Jessica.
Mis ojos se van en dirección a la escalera, fulmino con la mirada a ese espacio vació. Esa estúpida humana va a arruinarlo todo.
—Dime y me encargo de ese problema —le propongo a Isabella. La piel de su cuello se eriza contra mi aliento. Mi respuesta es su cabeza moviéndose frenéticamente de un lado a otro. —Aburrida.
—Cuando logramos volver a casa, le explicamos a Carlisle y a Esme lo poco que vimos — Alice habla mirando cautelosa a Isabella. —Pero, tampoco nosotros estamos seguros de que como empezó o terminó todo.
—Angela y yo teníamos esa clase juntas —Isabella comienza a narrar, —Ben le pidió uno minutos para hablar, y se perdieron por el pasillo. Yo tenía un mal presentimiento y los seguí.
—Vi eso —Alice asiente. —Vi que los seguirías y vi que Ben te golpearía, por eso decidí enviar a Edward a seguirte.
Isabella se encoge ante la mención de su novio. Un escalofrío la recorre.
—En resumen, Isabella y Angela se dieron cuenta de que algo estaba mal con el humano, resulta que estaba poseído por Klaus y quería llevarse a la brujita —digo resumiendo la situación, hay detalles que no son tan importantes. —Resulta que la valiente de Isabella estaba dispuesta todo para evitarlo, incluyendo morir. Y resulta que Edward —escupo el nombre con asco, —estaba dispuesto a entregar a Angela para salvarla.
—Y ahí entras tú como todo buen salvador ¿no? —la rubia tuerce los ojos.
—Ese es mi nombre —me mofo.
—Klaus sabía que yo sería una debilidad —Isabella habla con voz rota. —El muy idiota sabía que mi sangre sería una distracción para Ed… para… para él. Sabía que no podría contenerse.
—Edward siempre ha tenido un autocontrol excepcional —el buen doctor entra a defender a su hijo. Aunque su tono es un tanto pensativo.
—Cuando dices "siempre" ¿Te refieres hasta el día de ayer? —pregunto burlonamente. —Porque hoy ya no cuenta.
A mi izquierda, Jasper ahoga una risa entre sus manos. El doctor no luce muy feliz con mi comentario.
—Una cosa es que todos nosotros en este momento tengamos unas inmensas ganas de saltar al cuello de Isabella —digo acusándolos. —Somos como cualquier persona frente a un pastel. Lo vemos, lo olemos, lo llegamos a saborear, pero, podemos contenernos y fingir que no está ahí la tentación.
Isabella me mira con el ceño fruncido. ¿No le gustó que la haya llamado pastelito? ¿Debería intentar con bombón? ¿Dulzura? Eso lo descubriré más tarde.
—Pero, otra cosa es el adicto que tienen como hijo, hermano y novio —gruño paseando mis ojos a los rostros de cada uno de los presentes. —Es como un adicto pasando por la más cruel rehabilitación, le quitas su droga favorita, se la pones en una caja de cristal frente a sus propios ojos y le dices que no puede tomarla porque tú tienes la llave. En cuanto esa maldita llave se caiga de tu bolsillo, él se va a lanzar a por ella.
Todos se estremecen. Yo me cruzo de brazos. Necesito que les quede claro, que se metan en la jodida cabeza que el niño bonito es peligroso para Isabella y para ellos mismos.
—La próxima vez que le quitemos su juguete favorito, no va a dudar en hacernos picadillo para conseguirlo —advierto. —No se va a detener hasta asegurarse de que no haya ni una sola gota de sangre en las venas de Isabella.
—¡Edward ama a Bella! —la dulce mujer apela a mis argumentos. ¡Santa señora! Su hijo no es un puto santo, no lo defienda.
—Eso no es cierto —Jasper niega. Sus ojos miran a Isabella ardiendo en disculpa, ella se limita a mirarlo. —Edward ve a Bella como un logro, como un trofeo.
—Eso no es posible —la mujer lloriquea. Su rostro se frunce y puedo ver el dolor que la atraviesa. Supongo que eso es lo malo del amor de madre, te ciega.
—Mantenerla a su lado es una constante prueba de control para él —Jasper le explica. —Mantener su corazón latiendo es solo un trofeo que puede ir por ahí presumiendo.
El aroma a sal llega a mi nariz, aunque desde mi posición su rostro no es del todo visible para mí, puedo sentir sus lágrimas bajando por sus mejillas, las siento como si fueran mis ojos los que estuvieran llorando. Siento su dolor y su pena como si fueran míos.
—¿Lo sabías? — la mujer se gira hacia la bambina con el rostro lleno de incredulidad. Ella asiente en silencio y provoca que la mujer se doble sollozando sin lágrimas.
—Era demasiado obvio —suspira la rubia al lado de Isabella. Nadie se atreve a contradecirla.
—Volviendo al tema… —rompo el silencio. Hay demasiados cabos sueltos en lo que sucedió. —Klaus mencionó que el niñato llevaba casi dos semanas sin alimentarse…
—¿Porque mierda hizo eso? —la rubia gruñe. —Si sabe cuánto le afecta el aroma de Bella, ¿porque no se alimentó con más frecuencia?
—Porque se niega a alejarse de Bella —Alice suspira. —Jasper y yo tenemos que ir casi cada noche a la casa de Charlie para tratar de convencerlo que venga a casa para ducharse o cambiarse.
—¡Ese infeliz! —la rubia se cruza de brazos. —Maldito narcisista, obsesivo, controlador, egoísta y esquizofrénico.
No pudo describirlo mejor. Bueno, en realidad a mí se me ocurren unas cuantas "cualidades" más que puedo usar para describir al niño bonito.
—¿Podemos concentrarnos en el asunto importante? —Isabella habla en voz baja a sabiendas que todos los presentes podemos escucharla.
—Si va a funcionar —la pixie salta en su asiento. —Ya lo he visto.
—Tus visiones tienen un... "no sé qué" que me hacen dudar de ellas —digo frunciendo el ceño.
—Pues te aguantas —me saca la lengua.
—¿Qué cosa va a funcionar? —el doctor pregunta, nos da una mirada con sus ojos dorados entrecerrados. ¿Ahora me viene con el cuento de que es nosotros en quien no confía en nosotros?
—Una parte de la escuela muy destruida y alguien se dará cuenta tarde o temprano de eso —Isabella explica. —Tenemos un plan para cubrirlo, pero necesitaremos un poco de ayuda.
—Estoy dentro —Jasper y el grandote saltan emocionados. No sé porque no me sorprende.
—¿Cuál es el plan? —la rubia nos mira con interés.
—Angela y Ben terminaron —explica la castaña. —Vamos a fingir que Ben se embriago después de la ruptura, que perdió el control y estrelló su auto contra la escuela.
Isabella pone una sonrisa inocente y encantadora, pero emocionada. ¿O el emocionado soy yo? ¿Puedo contagiarle mis sentimientos?
—¿Y nosotros provocaremos el accidente?—Jasper levanta una ceja.
—Si, básicamente —Isabella se encoge de hombros. —Le diremos a Charlie para que nos ayude a montar toda la escena del crimen.
—Un poco de dramatismo no estaría de más —le guiño un ojo al rubio. El parpadea batiendo sus pestañas en mi dirección.
—¿Y qué haremos con Jessica? —la esposa del doctor le da una mirada abatida a la escalera.
—De la histérica me encargo yo —les digo.
—Jessica —Isabella me reprende de nuevo.
—¿Qué más da como se llame? —resoplo.
Los vampiros nos miran, los ojos de cada uno de ellos con diferentes emociones en el rostro. Jasper y su esposa nos miran con seguridad y confianza, la Barbie rubia tiene sus ojos entrecerrados, pero no hay señal de ninguna emoción negativa. Ella es alguien sencillo de comprender, si la situación no daña a su familia o a ella, el mundo puede arder.
El doctor y su esposa son dos cosas muy aparte a sus hijos presentes; Carlisle está consternado por su familia y sé que quien más le preocupa es su adorado hijo. A lo que me contó en una de nuestras conversaciones, el niño bonito se reveló un par de veces yendo en contra de la política de no lastimar a los humanos; según Carlisle, "solo lastimó a personas que merecían ser lastimadas", pero eso me parece una idiotez. Ellos no son nadie para juzgar quien debería o no ser lastimado. Si te alimentas de humanos lo haces y ya, sea quien sea. No creo que ellos anden por el bosque preguntándole a Bambi si se ha portado bien o no con su amigo tambor.
La esposa del doctor tampoco es difícil de comprender, su estado de ánimo decayó al darse cuenta de que su hijo en realidad no es tan perfecto como dice serlo, y además, no le agradó la idea que use a Isabella a su beneficio. La mujer quiere a la bambina como si fuera su propia hija, eso cualquiera lo notaría.
La realidad es que a estos vampiros, al menos a los que hacen la función de adultos, les preocupa su familia. Y sé que aunque no les guste la mierda de situación donde están metidos, harán de todo para proteger a su familia.
—¿Jessica te conoce? —la rubia pregunta. —¿O solo te ha visto en forma de cuervo?
—La hipnoticé para que me viera como cuervo —explico sintiéndome estúpidamente ridículo al confesar eso.
—Quizás ya sabe que no eres real —dice pensativa.
—¿Tú crees? —bufo. —¿Qué me delataría?
—No hay cuervos en Forks —Jasper explica.
—¿Por qué demonios no? —pregunto juntando las cejas. — Hay un enorme bosque, el clima es agradable, muy helado y depresivo, pero agradable.
—Los lobos se los comen —dice la vampira con aspecto de pitufina.
—¿Los perros enormes con complejo de osos? —preguntó divertido y apuntando al bosque con mi cabeza.
—No —me responde. —Esos son los licántropos.
—Esos se comen a los vampiros —Jasper dice divertido. —O lo intentan al menos.
—No a mí, querido —digo en tono meloso. Le lanzo un beso.
—Serás idiota —resopla el rubio. —¿No tienes nada mejor que hacer? Vamos a llevarte con la humana.
—Carlisle, ¿puedes acompañarlos?—la bambina pregunta mientras se levanta de la silla del comedor.
—Claro —le dice. Ambos fríos se mueven, obedientes a la pequeña humana.
—Ella vino a estudiar con Alice y conmigo —la bambina se coloca frente a mí, sus ojos determinantes se colocan en los míos mientras habla. —Angela no pudo venir porque está con Ben.
Joder, necesitaré un buen trago después de esto.
No le respondo, me limito a caminar hasta alcanzar a los dos hombres que ya han subido la escalera. Pasamos frente al despacho de Carlisle que curiosamente tiene la puerta abierta, alcanzo a ver una camilla allí y quiero creer que es para en casos de emergencias y porque su idea era examinar a la bambina. Espero que no la tenga allí porque en la noche se dedique a hacer experimentos y disecciones de cuerpos.
¿Dije un trago? ¡Necesitare toda la puta botella de bourbon.
—Está dormida —Jasper me informa empujando la puerta de la habitación donde está la humana loca y traumada.
—Explícame algo —le pido. El asiente en silencio. —¿Solo haces tú magia vudú esa… y cualquiera se puede dormir?
—Sí, algo así —se encoje de hombros.
—¿Cualquiera? —pregunto de nuevo. Él me da una mirada.
—En cuanto Jasper quite el letargo, ella se va a despertar —Carlisle nos avisa intentando sonar casual y centrado. —La última vez que lo intentamos, la histeria volvió a ganarle.
—Yo me encargo —enderezo la espalda y cuadro mis hombros. Esto no es nada a comparación de las cosas que me he enfrentado. —Solo salgan de aquí en cuanto abra los ojos.
Jasper le da una mirada a Carlisle antes de concentrarse en el cuerpo de la humana. En mi espalda siento una ráfaga de viento ligero anunciándome que los vampiros se han ido y antes de lo que me gustaría, la humana se despierta. Abre los ojos de golpe y se sienta en un solo movimiento.
Pongo manos la obra, sería un estúpido si le diera tiempo para que procesara la situación y reaccionara gritando de nuevo. Estoy dispuesto a sacarme yo mismo el corazón si la escucho gritar, lo juro.
—Escúchame bien —me coloco frente a ella, sus ojos se abren por la sorpresa de verme aparecer de la nada, y eso facilita mi trabajo. —Alice te invitó a estudiar con ella y con Bella, tu aceptaste, decidiste venir a la casa Cullen y ahora estas perdida porque fuiste tan estúpida que no encontraste el baño.
—Vine a la casa de los Cullen a estudiar, Bella y Alice están aquí y yo fui estúpida —repite con la voz chillona. Sonrió satisfecho con sus palabras.
—Largo —me cruzo de brazos.
Ella abre la puerta del estudio del doctor y sale al pasillo con movimientos lentos y mecánicos.
—¿Jessica? —la voz de Jasper se escucha cerca. —¿Pudiste encontrar el baño?
—¿Jasper? —ella pregunta, confundida. —Yo, bueno, en realidad... no, creo que no lo encontré.
Hasta acá puedo sentir la vergüenza emanando de ella.
—Permíteme —le dice el marcando su acento sureño.
Decido salir de la habitación y mirar por el pasillo, los veo a ambos caminar algunos pasos antes de que Jasper se adelante y abra una puerta, supongo que ese es el baño. La muchacha sonríe tímidamente y entra por donde el rubio le ha indicado.
—Es vergonzoso cuando finges ese patético acento sureño —digo entre dientes al pasar a un lado del rubio.
—Tú eres patético y no te lo digo a cada rato —levanta las manos mostrándome sus palmas.
—Imbécil —gruño sin mirarlo. —Estúpido soldadito de plomo.
—El burro hablando de orejas —se carcajea antes de perderse por el pasillo.
Ahogando un gruñido en mi pecho, continúo mi camino de regreso a la planta baja donde se encuentra la bambina, bajo la escalera con pereza, arrastro mis botas por el fino piso de madera hasta que llego a ella. Me dejo caer en una silla a un lado de Isabella. El comedor que antes estaba casi vació a excepción del plato de comida de la Bambina, ahora parece una biblioteca por la cual ha pasado un demonio de Tasmania; sobre la mesa hay libros abiertos y amontonados, a un lado de ellos hay una computadora con una presentación sobre un tema escolar y por si fuera poco, hay varias libretas distribuidas por aquí y por allá.
—¿Estas dibujando corazones junto a mi nombre? —pregunto a la bambina. Inclino mi cuello intentando ver lo que esta escribiendo. Ella en segundos lo aleja de mí y cierra la libreta.
—No estaba haciendo eso —me dice, intenta hacer una mueca de fastidio, pero sus mejillas se sonrojan haciéndome agua la boca con su aroma.
—¡Oh vamos! Sé que eso haces —estiro mi brazo por delante de su torso para intentar quitarle la libreta, ella hace sus manos hacia atrás, mi otra mano rodea su cabeza y le arrebata la libreta con facilidad.
—Asno —se queja ella. La ignoro mientras ojeo rápidamente las hojas en búsqueda de la hoja que estaba garabateando cuando llegue. No tardó en encontrarla. Una estúpida sonrisa se coloca en mi rostro. Sí, escribió mi nombre con corazones alrededor.
—Lo sabía —me burlo. Ella me da un empujón.
Lastimosamente nuestro tiempo de tranquilidad se termina cuando se escuchan unos pasos bajando la escalera. No tengo que ser muy inteligente para saber que es la humana indeseable quien viene en nuestra dirección.
—Hora del show —la duende murmura apareciendo al otro lado de Isabella.
—Pensé que te habías perdido —Isabella la mira, su voz suena casi divertida.
—Si me perdí —acepta ella. —Jasper fue amable y me ayudó.
—¡Así es mi amorcito! —Alice aplaude. Isabella y yo hacemos una mueca.
—Angela...¿No está aquí? —la muchacha pregunta. Su confusión es muy notoria.
—No. Dijo que quería ver a Ben para hablar algo importante, ¿recuerdas? —la bambina la mira. —Nos dijo que nos vería mañana en la escuela.
—¡Oh! Cierto —acepta ella.
—Supongo que ya terminamos —la Bambina mira a su alrededor. La otra humana la imita, pero, la incomodidad que siente por estar en esta situación que no logra comprender, hace que luzca como un animal encerrado en una jaula.
Sonrió por la idea. Quizás eso debimos hacer desde un inicio.
—¿Jessica? —Alice se levanta fulminándome con la mirada. Ups. Se me olvida que ella puede ver mis planes desde antes. —Mamá me pidió que pasara al pueblo a recoger algo, podría pasar a tu casa a dejarte, si quieres.
La muchacha mira a Isabella, el miedo y nervosismo es muy evidente en su expresión. Como he dicho, un pobre animal en una jaula.
—Ve con ella —Isabella la anima. —Yo me quedaré aquí un poco más de tiempo. Yo… err… esperaré a Edward.
Levanto una de mis cejas en dirección a la bambina. Espero que eso sea una maldita broma.
La humana parece comprender y las palabras de la bambina al parecer hicieron que su cerebro volviera a funcionar, pues asiente en dirección a la pequeña vampira aceptando su oferta. Entre las tres recogen las cosas de la mesa, guardan cosas en mochilas que no sé de dónde han salido y la vampira tira de la humana en dirección al garaje. El motor del auto arranca y el sonido se pierde en el bosque.
—¿Nos vamos a quedar aquí? —pregunto.
—¡No! —la bambina salta de su asiento. —Vámonos. Aun hay que ir a hablar con Charlie.
—Dile que él se encargue del drama —Jasper aparece frente a nosotros con una expresión serena. —Nosotros haremos lo demás.
—Bien —aceptamos al unísono. Tomo la mano de mi Bambina con fuerza, ambos salimos de la casa del terror escoltados por el rubio.
—Un par de minutos más y nos habremos librado de esto —le digo. Ella asiente. Puedo notar su cuerpo tenso y alerta a su alrededor.
—¡Bella! —se escucha que gritan a unos metros.
—¡Maldita sea! —gruño. —Yo y mi estúpida bocota. ¡Bravo, Salvatore!
—Damon vámonos —me suplica la bambina. —No quiero estar aquí, vámonos, por favor.
—Andando —acepto. Nos movemos con rapidez, sin importarnos que el resto de fríos nos vean y hagan sus estúpidas preguntas más tarde. La Bambina y yo bajamos los escalones que nos separan del camino donde está estacionado el auto a unos metros de nosotros.
—¡Bella! ¡Amor! —sigue gritando. Puedo escuchar sus zapatos rozando la hierba del bosque mientras corre a toda velocidad hacia la casa.
—¡Carajo! —me quejo. —¡Maldito cabrón! Siempre tienes que arruinarlo todo.
El resto de los vampiros de esta casa, aparecen a nuestras espaldas. Se colocan en posiciones alrededor de la espalda de Isabella, asegurándose de cubrir los flancos de la bambina de una manera según ellos muy disimulada. Ellos no saben que Isabella también los ha escucha y percibido. Ella sabe que sucederá a continuación. Su cuerpo tenso está recostado contra mí, presionándose con fuerza a mí como si quisiera mezclarse con mi propio cuerpo para cubrirse. En otras circunstancias no tendría problemas, pero ahora mismo está haciéndome más difícil la tarea de moverme para detener al infeliz y que no se acerque a ella.
—¡Bella! —aparece frente a nosotros. —¡Bella, mi amor! ¿Estás bien? ¡Lo siento! Yo no quería... trate de controlarme, pero...yo no...
—Cierra la boca imbécil —gruño dándole un empujón para alejarlo de la bambina. Jasper, y el grandote aparecen a cada lado de él, colocando una mano en su hombro para detenerlo.
Ahora el hombre frente a mí no luce amenazador, si no que luce torturado y arrepentido. ¡A la mierda! A mí no va a venderme ese maldito cuento, él no se acercará a la bambina, y si lo hace será sobre mi cadáver.
—Bella, por favor —el niño bonito continúa insistiendo. —Te lo juro, mi amor, no era mi intención lastimarte.
—Pero lo hiciste —siseo.
Mi bambina tiembla entre mis brazos, cada palabra que él dice le produce dolor y su cuerpo se sacude en respuesta. Su respiración esta agitada, le cuesta respirar. Oh no, hace algunas horas acabo de sacarla de un ataque de pánico y este cabrón hará que vuelva a desmayarse.
—¡Por favor, Bella! —suplica. —Habla conmigo, ven conmigo, te juro que no debes tenerme miedo, yo...
—Edward, basta —Jasper habla con la voz pausada y en calma, está proyectando tranquilidad. El cobrizo sacude la cabeza. Al parecer la brujería de Jasper no está funcionando.
—Bella, por favor. Ayer solo fue un momento de debilidad, él te hizo daño y se aprovechó de que no me había alimentado —el cabrón sigue soltando excusa tras excusa. —¡Lo juro, mi amor! Eres lo más preciado que tengo, si algo te pasara, yo no... No podría soportarlo.
Quiero lanzarme en contra de él y desmembrarlo hasta hacerlo picadillo, pero en lugar de eso decido ser inteligente y centrarme primero en Isabella.
—Tranquila —le susurró al oído. El cuerpo de la bambina se persona más contra el mío, mi brazo rodea su cintura manteniéndola firme. —Nadie te va a obligar a nada, si no quieres hablar con él, nos iremos.
Ella levanta su cabeza, su labio tiembla por los sollozos contenidos y las lágrimas caen por sus mejillas, pero sus ojos chocolates brillan con un torrente de sentimientos, el dolor y la determinación son los más notorios.
—Tengo que hacerlo —suspira. —Puedo hacerlo.
—Bien —acepto. Por supuesto que creo en sus palabras.
—Solamente, quédate cerca, ¿sí?
—Siempre listo para patear traseros, nena —le prometo. Casi sonríe. Casi hago que sonría.
Muy en contra de mi voluntad, la dejo ir. Desenrollo mis brazos de su cuerpo y doy un paso atrás. Todos los miembros de la mansión del terror aguantan la innecesaria respiración, el maldito silencio nos envuelve a cada uno de los presentes y nos pone más tensos de lo que ya estamos. Todos los ojos están sobre Isabella, atentos a cualquier reacción. Ella levanta valientemente la barbilla y se acerca un paso al niño bonito, el amarre del musculoso y de Jaspers sobre sus hombros se intensifica, ninguno de los otros dos vampiros va a permitir que él se mueva, ninguna va a permitir que la lastime.
—Edward —la bambina se aclara la garganta. El niño bonito parece recuperar parte de su alma al darse cuenta que ella va a hablar con él. —Edward, te quiero.
Mierda, mierda y pura mierda que es esta maldita situación. ¿Eso es todo? ¿Después de lo que sucedió, eso es todo lo que va a decirle? ¡El cabrón iba a entregar a su mejor amiga, iba a provocar una maldita masacre en la escuela! ¿El maldito cabrón la mata porque no tuvo los cojones puestos para resistirse a su sangre! ¿Lo va a perdonar después de eso? ¿Se va a quedar con él? ¿Y yo que?
Bueno, Salvatore, al parecer a ti te puede llevar el maldito diablo.
—¡Bella, mi amor! —el idiota respira aliviado. Quiero golpearlo. —Yo también te amo, gracias por perdonarme, yo...
—No —ella sacude la cabeza. —Te perdono porque no fue del todo tu culpa. Fue culpa de Klaus principalmente, pero también fue mi culpa; porque yo sé cuánto quieres mi sangre y sé lo peligroso que es estar contigo.
—Mi amor, te juro que iré a cazar diario, dos veces al día si eso es lo que me pides.
—Edward, te quiero, esa es la verdad —repite ella. —Pero también quiero que te alejes de mí.
—¿Bella? —pregunta él, confundido y a nada de soltarse a llorar. Juro que yo estoy igual.
—Tu y yo, no debemos estar juntos, no podemos, Edward —la bambina da un paso atrás. —Te duele estar cerca de mí, la sed es demasiado para tí y eso no es justo.
—Puedo soportarlo...
—Y tampoco es justo que te siga mintiendo —Isabella me mira de reojo. —Te quiero, pero no te amo.
—Bella, amor… Yo sé que estas agobiada por lo que pasó —intenta de nuevo el niño bonito. —Pero, podemos superarlo.
La bambina sacude la cabeza.
—Bella, no… no nos hagas esto —suplica. —¿Quieres procesar esto con calma? Yo pudo… Me iré unos días a Denalí, si es lo que quieres.
—Puedes irte para siempre —propongo.
—Maldito pajarraco, cierra el pico —me gruñe. —¡Esto no es asunto tuyo!
Observo su mano levantarse en dirección a mí y a ella, quiere espantarme con su mano, alejarme de la bambina. Esta imbécil si cree que se lo voy a permitir. Elevo mi brazo al mismo tiempo que él levanta su mano, lo detengo con un movimiento asegurándome de sujetarlo con fuerza por la muñeca.
—Dejémonos de tonterías —digo. Estiro mi cuello para acomodar mi rostro a la altura del suyo sin despegar mi cuerpo de mi Bambina. —Vas a recordarme, vas a verme de verdad y harás lo que ella te diga.
En cuanto termino de decir la orden, sus pupilas ahora doradas se dilatan y regresan rápidamente a su estado normal. Puedo ver el reconocimiento en su rostro.
—¿Quién…? ¿Por qué…? No, no —sacude la cabeza. —¿Quién eres tú?
—¡Hey! Hola, niño bonito —me burlo. —¿Sigues delirando? ¿Aún me ves como un pajarraco?
—Eres el cuervo —dice. Ya no es una pregunta. —¿Qué quieres? ¿Por qué estas con ella? ¡Déjala en paz!
—He hecho todo lo que tú no has podido idiota!
Sus cejas se juntan, su rostro se contrae.
—Intentaste comértela hace algunas horas, amigo —le digo. —¡Tienes suerte de que estuviera yo allí para detenerte, Idiota!
—Bella, y-yo… —tartamudea con nerviosismo. —No era mi intención. Sabes que el aroma de tu sangre es demasiado para mí.
—¿No que tienes un muy buen control? —le reto.
—¿Estás diciendo que… es mi culpa? —jadea Isabella. Se ahoga con sus propias palabras.
—Mejor cierra la boca, hermano —resopla el grandote. Él y Jasper soltaron en algún momento al niño bonito, pero siguen a sus costados, moviéndose a la par de él.
—¡Ibas a entregar a Angela! —chilla histéricamente la Bambina.
—¡Ben no la iba a lastimar! —se defiende él.
—¡Ese no era Ben, imbécil! —regresa a gritos ella. —¡Ese maldito loco era Klaus, él quería a Angela, él quiere matarla! ¡Y a mí de paso!
—Estabas dispuesto a dar su vida a cambio de darme unos días más para vivir —lloriquea la Bambina. El aroma a sal me dice que está llorando. —Eso no es justo, Edward.
—¡No es justo que yo te pierda! —ruge él. —Si tengo que sacrificar a todo este maldito pueblo por tenerte, lo haré.
—¿Por qué hablas de ella como una posesión? —pregunto de manera inocente. —¿Qué no se supone que es tu novia? ¿Qué no se supone que la amas más que a tu vida? ¿Dónde mierda queda eso?
—Yo la amo —dice con seguridad.
—Quizás —acepto. Debo darle un poco de crédito. —Pero deseas más su sangre. Anhelas beber ese delicioso y dulce líquido rojo, sentirlo contra tu lengua, por toda tu garganta.
Su cuerpo se tensa, todos sus músculos se endurecen más de lo que ya es posible.
—¿Recuerdas ese día en su habitación? —pregunto para tentarlo. —¿Recuerdas como atravesé la piel de su cuello con mis colmillos? ¿Recuerdas los gemidos y jadeos de ella mientras su sangre se deslizaba por mi garganta?
Mis palabras son el golpe de realidad que necesitaba para terminar de recordarlo todo.
—Tú… tú has bebido de ella —tartamudea el frío frente a mí. De repente se ha puesto más pálido de lo que estaba.
—Una y otra vez —digo presumido.
—¿Qué hiciste? —pregunta mirando directamente a la bambina. La traición en su voz parece cortar el ambiente como un cuchillo.
—Edward, por favor… —Isabella dice en un tono lastimero.
—¿Qué hizo? —pongo los ojos en blanco. —Si hizo o no algo, no es de tu maldita incumbencia.
Mis palabras parecen regresarlo a la puta realidad. Pero Isabella ya está temblando en mis brazos. Un gruñido se coloca en mi garganta, sé que esté idiota ya sembró la semilla de la culpabilidad en ella. —Pero voy a responder a tu pregunta; Está viviendo.
El vampiro cobrizo frente a mi parece irse encogiendo poco a poco con cada cosa que su cerebro registra.
—¿Bella? —intenta acercarse de nuevo, con cautela, como si le diera miedo.
El silencio nos absorbe mientras sus ojos dorados analizan a la humana que tengo contra mi cuerpo. Sé lo que está viendo, una muchacha de diecisiete años que ahora luce como una mujer de algunos años más, sé que ve su cabello más brillante, sedoso y con ondas preciosas, ve los ojos chocolates que ahora brillan con fuego en ellos, los rasgos que se han ido definiendo, su rostro que ahora luce nervioso pero perfectamente perfilado. La piel expuesta a la vista que ahora luce tersa, hidratada y más resistente en comparación a la de cualquier piel humana.
Por si fuera poco, su cuerpo ha cambiado, pareciera que ha crecido algunos centímetros y que las curvas de su cuerpo ahora son más pronunciadas a comparación de hace semanas.
—No eres mi Bella —dice casi con dolor. Una sonrisa se coloca en mi rostro.
—No, no lo es —recito las palabras con orgullo. —Ahora es mí Isabella, mi Bambina.
—La cambiaste —acusa.
—No, solamente permito que sea ella misma —digo.
—¡La cambiaste! —se lanza contra mí, sus hermanos no alcanzan a detenerlo, pero mis manos si alcanzan a colocar a un lado a la humana antes de recibirlo y empujarlo contra el suelo. No tarda en levantarse. —¡Me la quitaste! ¡Me quitaste su sangre!
Lo vuelvo a empujar cuando me embiste de nuevo. No puedo creer que siga tan imbécil como para creer que puede contra mí.
—¡Edward! ¡Para, detente! —escucho el grito de Isabella. Es inteligente y no intenta acercarse a detenernos a cualquiera de los dos.
Forcejeamos por algunos momentos, hasta que me cansó y lo lanzo contra un árbol que sucumbe contra la fuerza del impacto y la dureza de su cuerpo.
—¿Ahora eres feliz? —escupe levantándose. —¿Eres feliz siendo un jodido vampiro? ¡¿Un monstruo sin alma?!
—Y si así fuera… —Isabella dice con voz más clara, dura, retadora. Su rostro se endurece a la vez que levanta su barbilla. —¿Qué?
—¡Me das asco! —gruñe él. Su rostro de piedra se tuerce en una mueca que complementa sus palabras. —No puedo creer que te entregaras a este… demonio, solo para que te diera la inmortalidad.
—No sabes cuánto deseo que solo sea tu rencor hablando —la voz de Isabella ahora luce decepcionada. —Espero que no lo digas en verdad.
—Y si así fuera… ¿qué? —usa sus propias palabras contra ella. Eso es un golpe bajo.
Ella suspira. Me busca con la mirada y extiende su mano en mi dirección.
—Vámonos Damon —me pide. —Ya no quiero estar aquí.
No me tiene que decir dos veces. En segundos la tengo junto al auto, mi mano sostiene la puerta del copiloto para que ella se pueda subir, en silencio lo hace, y ella misma cierra la puerta. Le doy la vuelta al auto con tranquilidad, abro la puerta de mi lado pero me detengo antes de subir.
—Ah, por cierto —regreso mi atención al niño bonito que ahora luce como un maldito desastre. —Yo nunca dije que se había transformado. Sigue siendo humana.
Con eso, subo al auto colocándome detrás del volante, cierro la puerta de un portazo y arranco el maldito motor sacándonos del camino de la mansión del terror dejando a siete vampiros fríos lidiando con miles de pensamientos que me importan una mierda.
—¿Ya te acabaste la reserva de alcohol de Charlie? —me pregunta la Bambina. Por la esquina de mis ojos veo que se masajea las sienes con fuerza. ¿quiere perforarse la cabeza?
—Queda una botella —confieso.
—Necesitaré más que eso.
—Yo también —acepto. —Yo también necesito embriagarme, Bambina.
Chapter Text
(Isabella POV)
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—¡Bella! —la voz de Charlie sonó desde la cocina en cuanto entramos a la casa. Sus pisadas se escuchan viniendo en nuestra dirección con rapidez.
—Hola —digo sin ganas. Lo único que quiero es ir a mi habitación, beber alcohol hasta desmayarme hecha bolita en la cama y dormir por el resto de mi jodida vida. Si, como una muerta. Si me muero será más fácil todo.
—Deja de pensar en esas idioteces —Damon me gruñe desde debajo de los escalones del pórtico.
Charlie aparece frente a mí, su rostro luce agitado y consternado, además de ligeramente aterrado. ¿O es molestia la que hay en su rostro? No lo sé, no tengo ganas de analizar el comportamiento de las personas el día de hoy.
—¿Porque no vas a casa de Angela a… recoger lo que... ya sabes? —mi padre dice las palabras tan rápido que me cuesta procesarlas. Además de que sus manos me están empujando con insistencia de regreso en dirección la puerta.
Miro a mi padre con sospecha en mis ojos. ¿Angela? ¿Quiere enviarme con Angela? Este hombre se quiere deshacer de mí.
—¿Por qué? —pregunto con sospecha. Mis ojos se entrecierran, el rostro de mi padre se transforma en una mueca nerviosa y aunque trata de ocultarla y permanecer tranquilo, no logra engañarme.
—Es que… Angela me llamó... ¡Si, eso!... y dijo que era urgente que fueras por eso que me dijiste el otro día, lo que se quedó en su casa —su insistencia es demasiada, incluso volvió a darme las llaves que había dejado hace 2 segundos colgadas junto a la puerta.
¿De qué carajos habla?
Ya me duele suficiente la cabeza con la conversación –o discusión- que tuve con Edward hace poco. Lo único que pido es llegar a mi habitación y dormir hasta que haya pasado una semana. Quiero esconderme debajo de la cama y dejar que todo el puto mundo circule a mí alrededor sin que me moleste.
—Vengo de con ella —digo. Doy un paso en dirección al interior de la casa. De nuevo.
—¡No importa! —grita agudamente mi padre. —Ve de nuevo.
—Charlie, no creo que…
—¿Qué carajos nos ocultas, Charlie? —Damon gruñe a mis espaldas.
Me empuja haciendo que yo empuje a mi padre hacia el interior de la casa. Mientras avanzamos, mi padre me lanza una mirada de miedo, sus ojos se pasan de mí a mi acompañante, al mismo tiempo que su respiración se acelera bastante. Damon nos rodea, gira la esquina del muro y entra en la cocina.
—Vete a la mierda —gruñe. Me apresuro a ir detrás de él.
—Carajo —es mi turno de gruñir. En definitiva tuvimos que hacerle caso a Charlie y abandonar esta casa en cuanto tuvimos la oportunidad.
—Hola —se levanta de la silla en cuanto nos ve. Yo me quedo tiesa, mis piernas se congelan dejándome a menos de dos metros del enemigo. Supongo que aquí es cuando demuestro la educación que he recibido durante toda mi infancia.
Se amable, Bella.
—Hola —digo de regreso. Bueno, ya fui amable, ya le devolví el saludo, ya la puedo mandar a la mierda.
—Bella, hija —Charlie llama mi atención, pasa con cuidado a mi lado y se coloca en el medio de ambas —¿Recuerdas a tu tía Isobel?
—Lamentablemente —resoplo. Mi comentario es ignorado.
—¡Oh Charlie! —la mujer se rie falsamente. —Ella era muy pequeña la última vez que me vio.
—No era tan pequeña —le digo en tono mordaz. —Soy algunos años mayor que Elena. La recuerdas, ¿verdad? Tú hija, la que abandonaste y le borraste la memoria.
Ella me mira con cierta sorpresa en sus ojos, pero se recupera rápidamente. Da un par de pasos en mi dirección, pero son los mismos que yo retrocedo pegándome más a Damon que sigue de pie bajo el marco que divide el pasillo de la cocina.
Isobel no me da confianza.
—Si me recuerdas —dice casi… ¿maravillada? No lo sé, su mueca falsa me impide asimilar sus emociones reales. Charlie pasea su mirada entre nosotras un par de veces, antes de aclararse la garganta luciendo visiblemente incómodo con la situación.
No es el único que se siente de esa manera. El ambiente es pesado y sofocante, además que el espacio de la cocina es muy reducido para estar todos dentro.
Al parecer esta mujer está esperando que yo diga algo, y resulta que yo me rehusó a decir más palabras, así que me permito darme el tiempo de observarla a detalle; Usa jeans de mezclilla, botas negras, un suéter morado oscuro y sobre él una chaqueta del mismo color que sus botas. Su cabello lacio, largo y de color negro cae sobre sus hombros. Su rostro sigue mostrando esa mueca falsa, sus ojos del mismo color de su cabellera me miran atentamente, su nariz respingada hace que sus pómulos se vean más pronunciados, además de que sus labios tienen un color de labial casi imperceptible pero que contrasta bien su tono pálido de piel.
—Charlie dijo que no pasas mucho tiempo en casa —comenta rompiendo el silencio. —Puedo ver la razón.
Sus ojos se desvían a mi acompañante.
—Vete a la mierda —le gruñe.
—Así que —comencé, cruzándome de brazos con casualidad, —¿visita de cortesía? ¿Solo para joder? O en realidad ¿Qué es lo que quieres?
—Un poco de todo, en realidad —respondió encogiéndose de hombros ligeramente.
—¿Por qué? —pregunto, mis ojos se entrecierran. —¿Por qué estás aquí?
—Quiero hablar contigo —me responde fingiendo que está dolida por mis preguntas secas y cortantes.
—La última vez que nos vimos me parece que todo quedó muy claro —siseo. Ella hace una mueca por la mención de los hechos.
—¿Cómo esta Reneé? —decide usar la evasiva y cambiarme de tema. —Hace mucho que no sé de ella y la última vez que la vi, no estaba bien.
Sí, aún recuerdo los gritos de Reneé dentro de la ambulancia.
—Haciendo su vida —suspiro sin querer dar más respuestas. Isobel me mira, pero no menciona más.
—Charlie —llama la atención de mi padre, haciendo que este se sobresalte por la mención de su nombre. —Ahora si me gustaría aceptarte un café.
Chasqueo la lengua, pongo mis ojos en blanco.
—Vete a la mierda —Damon vuelve a decir. —Allá venden café.
—Solamente quiero hablar con mi sobrina, Damon —Isobel vuelve a usar ese tono dolido. —Además, esto no es asunto tuyo.
—Si lo es, Isabella es mí asunto —dice él. —Y por si no ha quedado claro, no confió en ti Isobel.
—Antes lo hacías —el tono coqueto que usa, casi me hace vomitar.
—No, nuca confié en ti. Aunque fueron días divertidos, lo acepto —Damon gira su cabeza hacia mí y levanta una ceja cuando ve mi cara de asco.
—No quiero saber a cuantas de mi familia te has cogido —sacudo mi cabeza. Si despertar después de la casi muerte me había dejado una sensación de mareo y aturdimiento, ahora lo que siento es repulsión y unas inmensas ganas de regresar lo que he comido, que ha sido únicamente sangre de Damon, según recuerdo.
—Porque no van a la sala y me esperan allí —propone Charlie. —Ahora los alcanzo.
Me da una mirada antes de cruzar la cocina y colocar la cafetera. Supongo que sus súper poderes de policía lo están obligando a actuar por instinto, él lo sabe, yo lo sé, creo que todos los presentes sabemos que algo sucede y cómo algo sucede es mejor prevenir, será más para todos si tenemos una puerta que nos conecte con el mundo exterior.
Sobre todo si recordamos lo que pasó la última vez que estuve en la misma casa que Isobel.
Salto cuando siento las manos de Isobel sobre mis hombros. En algún momento se acercó a mí para sujétame y arrastrarme hasta uno de los sofás de la sala de estar. Miro sobre mi hombro para ver a Damon siguiéndonos muy de cerca.
—¿Sabes, Isabella? Aún recuerdo cuando tu madre y yo éramos niñas. Sentíamos que éramos nosotras contra el mundo —tomó un respiro dramático. —Soñábamos que algún día nuestras hijas fueran igual de unidas.
—Si eso no sucedió, no fue porque Elena y yo no lo hayamos querido —gruñí por lo bajo. —Ninguna tiene la culpa de que tú seas una cobarde.
La mano que Isobel que aún se mantiene sobre mis hombros, se transforma en una prisión que mantiene fuertemente atrapado mi cuerpo. Lo más seguro es que me saldrán unos moretones en donde sus dedos están presionando mi piel, la ventaja es que el exceso de sangre de vampiro en mi cuerpo los curará en algunos minutos.
Mi mente me trae de vuelta un recuerdo de Isobel de hace algunos años, cuando era humana no era una persona que demostrara cariño. Siempre ha sido fría y cortante, siempre lo ocultaba en su falso tono de cariño, pero sin duda Isobel conocía tus puntos débiles y sabía a la perfección como manipularte. Cuando era niña no lo notaba, pero ahora que he crecido puedo verlo con claridad, además, puedo ver que ahora que se ha convertido en vampiro, es el doble de manipuladora y loca de lo que era antes.
Isobel continua sujetándome, nos empuja a ambas hasta quedar sentadas en un sofá, Damon se coloca en el sofá de enfrente, asegurándose de tenerme en su campo de visión todo el tiempo.
—Yo amo mi hermana, Isabella —la mano desocupada de la mujer se coloca sobre mi pierna, dando un fuerte golpe mientras aterrizaba. Perra. —Estoy segura que Reneé me ama, y también, sé que me extraña.
Pongo los ojos en blanco, sin controlar la mueca de fastidio que apare en mi rostro. Sí, le creo la parte que Reneé la extrañaba, después de lo que pasó esa noche, seguido la mencionaba y sé a la perfección que a mi madre le dolía el recuerdo de su hermana, o por lo menos, el recuerdo de su hermana que debía estar 5 metros bajo tierra.
—Reneé está bien sin ti —le digo en tono mordaz.
—¿Sabías que te llamas Isabella, por mí? —sus palabras sonaron como un suspiro perdido en su memoria, pero mi reacción fue saltar para girarme y mirarla como si de repente le hubieran salido 5 manos y 3 pares de ojos.
—Estás loca —gruño.
—¿Charlie? —Isobel eleva la voz haciendo la pregunta en silencio.
—Par de víboras —Charlie bufa al mismo momento en que entra a la sala con una bandeja en sus manos, sus gruñidos molestos son en dirección a Isobel. —No me dejaron nombrar a mi propia hija.
—Gracias a nosotras, tu hija tiene un precioso nombre —la mujer acaricia mi cabello, casi podía sentir ternura en el gesto, casi. —Te llamas Isabella, por mí, obviamente —me guiña un ojo. —Y Marie, en honor a mi madre.
Se necesitó de toda mi fuerza de voluntad para apretar mi mandíbula y evitar responder. Honestamente, no tenía nada en contra de mi nombre, de hecho me gustaba, pero, ahora las cosas han cambiado, ahora no me gusta la historia detrás de él.
—A Reneé no le quedó más opción que ponerte el nombre de su madre —Charlie me mira ligeramente ruborizado. —Era su última esperanza.
—¡Oh, sí! —Isobel se carcajea con unas risas burlescas. —Olvidaba que cuando se casó contigo, mi madre consideró a Reneé muerta.
—Y ahora la anciana es la que está muerta —mis palabras destilan veneno en el momento en que abandonaron mi boca, no pude evitarlo, esa era la verdad. Marie era una señora cruel, fría y manipuladora, pero amaba a sus hijas sobre todo en el mundo, estaba dispuesta a todo por darles una buena vida. Lástima que, sus hijas tenían otros planes, obligando a la anciana y a su ego, a enfrentarse sola a la muerte.
La abuela Marie murió sabiendo que, una de sus hijas estaba viva, pero la consideraba muerta por traicionar sus planes, y la otra, había traicionado sus planes para terminar muerta, o medio muerta, considerando lo que es ahora.
Hablando de la medio muerta, Isobel continua palmeando mi pierna con fuerza, aunque su gesto parece casual y distraído, mi piel está sufriendo por sus verdaderos sentimientos de odio y rencor.
—Aún recuerdo cuando nos llegó la foto de su boda —Isobel mira a Charlie, mi padre parece que se ha perdido en su mente. —Debo admitir que me sentí muy dolida y traicionada, pero también me sentí decepcionada de Reneé. Aunque, creo que lo que más sentí era odio, hacia ti, Charlie, por robarme a mi hermana mayor.
—Isobel... —mi padre trata de hablar, pero no pudo decir nada más. La bruja lo interrumpe.
—Pero, luego Reneé volvió a casa, huyendo de ti y de tu aburrida vida con esta preciosa niña en sus brazos, y yo... —se queda callada por unos segundos, Charlie y yo la miramos sin saber cómo reaccionar. —Yo recuperé a mi hermana y todo Mystic Falls se enamoró de la pequeña Isabella.
Sus labios se curvean en una sonrisa. Yo no tengo idea de cómo reaccionar.
Tengo muy pocos recuerdos de mis primeros días en Mystic Falls, esa época resulta borrosa en mi mente, conforme fui creciendo es cuando mis recuerdos se vuelven más claros, pero recuerdo a la perfección que toda la gente de ese lugar era muy amable, todos se cuidaban y todos me cuidaban a mí. En mi mente hay memorias infantiles de personas desconocidas regalándome una sonrisa mientras voy de la mano de Renée o Isobel, incluso, tengo recuerdos de esas personas llevándome a casa porque mi madre me olvidó en algún lugar.
—¿Nunca entendiste porque Reneé había actuado así? —la voz de Charlie me saca de mis pensamientos. —Es decir, nunca me perdonaste, incluso aunque yo no hice nada malo.
—No, nunca te perdoné —ella con un encogimiento de hombros. —Pero debo admitir que cuando supe que estaba embarazada de Elena, pude comprender algunas de las razones detrás de los comportamientos de Reneé.
—¿Lo hiciste? —yo pongo los ojos en blanco.
—Cuando estas esperando al hijo de la persona que amas, te comportas como una completa idiota —Isobel se burla.
—Pero, Reneé si me amaba —mi padre suena desesperado y molesto, aunque su rostro se veía tranquilo. —Tú no amabas a John.
—Tienes razón, yo no amaba a John —ella se encoge de hombros. —Es demasiado poca cosa para merecer mi amor. Pero, si amaba el mundo que él me mostró en ese momento.
—¿Un mundo en el que siempre te está siguiendo la muerte? —Charle la mira con una expresión de sorpresa. Sus palabras me toman por sorpresa a mí también. Por un segundo se me olvidó que él también era consciente del mundo sobrenatural.
—Cuando eres humano sabes que tu vida se va a terminar, vas a morir —Isobel habla en un tono como si le explicara a un niño. —Todos le temen a la muerte. Le temen a morir sin vivir.
—¿Y tú no? —le pregunto cruzándome de brazos, el único movimiento que nuestra postura me permite hacer. Aun no me suelta de los hombros.
—Querida niña —suelta un suspiro que pareció en realidad una risa. —Yo vivo mi vida.
A mi otro lado, escucho a Damon reírse con ironía. Me sobresalto, ha estado demasiado callado escuchando a esta mujer.
—¿Enserio, Isobel? ¿A eso le llamas vida? ¿A estar escondiéndote y huyendo de Klaus? —mi boca escupe las palabras con sorna, mis preguntas la bombardean buscando la manera de lastimarla. —¿De verdad vives? ¿O solo existes?
Isobel no ha perdido en ningún momento la sonrisa en sus labios, pero ahora su quijada estaba apretada y tensa, sus ojos arden con fuego y, de nuevo, sus brazos se apretaron más a mí alrededor para lastimarme. Me duele, no lo voy a negar, pero es tarde para detenerme, mi boca sigue soltando palabras.
—Eres una idiota si crees que ser vampira te vuelve superior a la muerte, eres idiota por creer que, por ser vampira, ya ganaste —ahora es mi turno de reír y burlarme con una seca carcajada. —Ser humano no te hace débil, pero, ser inmortal no te hace menos cobarde. Seas lo que seas, debes luchar para sobrevivir…
Mis ojos la miran, de arriba hasta abajo y luego de regreso. Una mueca de asco se coloca en mi rostro.
—Me queda claro que si no lo haces, acabas así —la señalo con mi cabeza.
—¿Así? —pregunta entre dientes.
—Abandonando a la hija que tuviste con un hombre no te ama, o que ni siquiera te tolera, metiéndote en un mundo donde tu cabeza tiene precio y, arrastrándote para salvar tu seco pellejo.
Después de escupir mis palabras, ambas iniciamos una especie de guerra. Nuestros rostros se colocan frente a frente, los ojos de amabas parecen estar ardiendo en las llamas del odio que de un momento a otro comenzamos a demostrar. Sé que si ella se mueve, yo también lo haré, y ninguna de las dos se tentara el corazón o los lazos familiares.
Damon me ha enseñado la lección de que soy yo primero antes que nadie más. Soy yo, luego yo, y por ultimo yo. Ese es un aprendizaje que voy a usar durante toda mi vida, así sea larga o corta. Es una lástima que también se lo enseñó a Isobel.
—Tu y yo —escupe las palabras con odio, —somos muy parecidas, Isabella.
El repentino cambio de su voz al final de la frase, me dislocó. De estar a punto de tronarme el cuello, pasó a hablarme con ternura. ¿Es malditamente bipolar?
—Te sientes fascinada, atraída por lo sobrenatural —sus ojos brillan mientras dice las palabras. —Estas dispuesta a arriesgar tu propia vida por ese mundo, como yo lo he hecho.
—Tú y yo no somos iguales —niego. Pero ella parece ignorar mis palabras.
—Elena es una tonta que no sabe aprovechar lo que la vida le pone enfrente, solo llora, se queja y cuando trata de hacer algo, solo le sale el triple de mal.
Eso no se lo puedo negar. Ahí Isobel tiene razón.
—No subestimes a tu hija —la voz de Charlie nos sobresalta. Por un segundo habíamos olvidado su presencia. —Elena es popular, amigable, la reina del concurso de belleza. Sabemos que desde pequeña ha sido temerosa e insegura y le tiene pavor a la idea de sentir dolor, pero eso no la hace una tonta.
—Bueno, pues gracias —bufo en dirección a mi padre. ¿No se supone que debería adularme y ayudarme a mí que soy su hija?
—Mentiras no dijo —dice Damon. Le lanzo una mirada asesina.
—Isabella es todo lo contrario a Elena, sí. Es solitaria, un ratón de biblioteca que necesita aprender a maquillarse mejor —miro a Isobel indignada por el tono y las palabras que ha elegido para describirme. —Pero, Isabella sabe sobrevivir, porque sabe reconocer cada oportunidad y riesgo que tiene frente a ella. Es impulsiva, y eso la hace no tener miedo, además, Isabella vive del dolor.
—Ella tampoco ha dicho mentiras —apunta Damon. ¿Qué no ha entendido que cierre esa maldita y sensual boca?
—Sí, supongo que estoy acostumbrada a sentir dolo y por eso lo tolero —me encojo de hombros, de repente cada cicatriz en mi cuerpo ha comenzado a doler como si me la hiciera por primera vez.
—A veces me haces desear... —Isobel hace una pausa, sus ojos miran mi rostro con detenimiento. También hay un sentimiento que brilla en su mirada. —A veces me haces desear haber sido yo tu madre, Isabella.
Muerdo el interior de mis mejillas para evitar confesar mis pensamientos; A veces yo también llegué a desear eso. Ambas suspiramos aunque nuestras razones son diferentes.
—Si te hubieras quedado con Elena, sería diferente, ¿lo sabes? —Charlie habla en voz baja y pausada. —Todo sería diferente.
—Por supuesto que me dolió dejar a mi hija, Charlie, no te voy a mentir. Pero yo aún era una niña cuando me embaracé —Isobel de repente pareció humana, sus palabras le dieron una apariencia vulnerable. —Yo quería vivir mi vida, no jugar a la casa de muñecas.
—Entonces… —mis cejas se juntan en el medio de mi frente. —¿Por qué ahora vienes a tratar de convencerme para que yo me entregue en su lugar? ¿Por qué ahora vienes a mentir y engañarme para que dé mi vida por tu hija?
Damon deja escapar el aire en sus pulmones, Charlie abre los ojos alarmado mientras un jadeo escapa de sus labios. Los dos miran a Isabel, de nuevo molestos con ella. Yo miro a los presentes con una mueca de asombro, hasta este momento, mi padre no se había dado cuenta de las verdaderas intenciones de Isobel.
—Eres demasiado lista —me adula la mujer. Quiero estirar mis manos y romper su cuello.
—O quizás tú eres demasiado Idiota —le respondo tranquila.
—Quiero que ambos me comprendan —Isobel nos mira a Charlie y a mí con una súplica en sus ojos a ambos. —Es lo menos que puedo hacer por Elena. Lo menos que puedo hacer es tratar de hacer su vida más sencilla ahora.
—Es demasiado tarde para tus idioteces —dice Damon. —Ahora mismo, no necesitamos tus patéticos intentos de maternidad deseada, Isobel. Elena es quien menos los necesita.
Asiento en silencio dándole la razón al vampiro.
—Elena está metida en algo muy grande, Isobel —Charlie exhala. —No puedes esperar que el resto de nosotros también lo hagamos.
—En realidad todos estamos dentro del hoyo —responde ella haciendo un gesto con su mano para restarle importancia.
—¿Eso tiene que hacernos sentir mejor? —Damon pone los ojos en blanco.
—¿Y crees que esas palabras son suficientes para entregarte a mi hija? —Charlie le da una mirada incrédula.
—Les voy a explicar. Elena está en este nivel —hace una seña con su mano señalando al aire un nivel a la altura de su pecho, pero luego su mano baja, como si descendiera unas escaleras. —Isabella está metida más profundo.
Me remuevo incomoda por la manera en la que Isobel me está exhibiendo con Charlie. Mi padre me mira levantando una ceja, acompañando el gesto con un movimiento de su bigote. Mierda, ahora sí estoy en serios problemas.
—Eso importa poco —desvió el tema con voz muy segura. —No voy a dejar que me entregues para que Nicklaus me asesine.
—No voy a dejar que te entregues para que Klaus te asesine —gruñe Damon.
—No voy a dejar que entregues a mi hija para que Nicklaus la asesine —Charlie sentencia con la voz el doble de segura que la mía.
—No voy a permitir que Klaus asesine a Elena —Isobel jadea con indignación.
—Bueno, pues estas jodida —Damon chasquea la lengua.
—No puedo quedarme a un lado. No puedo y no quiero —Isobel se cruza de brazos. —No voy a ser testigo de cómo sacrifican a mi propia hija.
—De nuevo, estas jodida —Damon resopla. Se levanta y se dirige a la cocina, solo para volver segundos después con un par de botellas de Burbon, supongo que Charlie reabasteció su reserva de alcohol.
—¡Deben de comprenderme! —Isobel chilla con histeria.
—Es que eso es imposible, Isobel —le digo. —Abandonaste a tu hija y ahora vienes suplicando que salve su trasero. ¡No lo entiendo!
Isobel me mira, como si estuviera asombrada de que no comprendiera sus razones para pedirme lo que me ha pedido.
—Yo… yo quería más en este mundo —confiesa Isobel en voz baja. —Elena no era lo que yo quería.
—Si no la querías… ¿Por qué lo hiciste? —le pregunto. Mi espalda se endereza, mi cuerpo se inclina hacia ella. —¿Por qué ruegas por su vida si no la quieres?
—Es mi hija —ella suspira. Esa es la excusa que está usando porque no sabe que más decirme, lo sé, la conozco.
—Lo recuerdo ¿sabes? —le digo. Ahora mi voz se ha vuelto monótona, fría y muy filosa. —Aún recuerdo la última vez que fuimos una familia.
—Yo también lo recuerdo —me dice. Gruño.
Vamos a ver que tan bien lo recuerdas, perra.
—Recuerdo muy bien la última vez que tú y yo nos vimos, Isobel.
—Yo…
—Explícamelo, Isobel —le exijo interrumpiéndola. —Si Elena no era lo que tú querías, si no la quieres, ¿Por qué me estas pidiendo esto?
—Isabella….
—¡¿Por qué me hiciste eso?!
—¿Qué carajo hiciste? —Damon le pregunta a Isobel. Su cuerpo está inclinado hacia nosotras, su rostro se ha vuelto sombrío y amenazante, puedo ver la s venas debajo de sus ojos marcándose en su piel. —¡Habla, carajo!
Ella solo nos mira.
—Nunca ha sido un secreto que Isobel siempre ha sido fanática de investigar todo lo que le da curiosidad, comenzando por la historia de Mystic Falls —Charlie comienza a hablar, se gana una mirada furiosa de la mujer, pero él decide ignorarla. —Cuando conoció a Jhon, ambos encajaron porque eran iguales.
—Jhon e Isobel supieron desde el momento en que nació Elena, que estaba condenada —ahora soy yo quien habla. Mis ojos no abandonan el rostro de Isobel que ahora está nervioso. —Ambos sabían que si permitían que se supiera del dopelgänger, Elena estaría muerta.
—¿Lo sabían desde un inicio? —Damon pregunta. Nosotros tres asentimos. —No me jodas.
—Jhon dijo que no podía soportarlo y se fue —dice finalmente Isobel. —Yo me quedé sola con Elena.
—No estabas sola —frunzo las cejas al escucharla. Jodida mentirosa que es esta vieja. —Reneé y yo vivíamos en Mystic en ese entonces. Y yo desde pequeña estuve muy unida a Isobel, así que cargaba conmigo para sus investigaciones y todo eso, creía que una niña no podría darse cuenta de sus planes maquiavélicos.
—Pensé que quizás tú seguirías mis pasos —dice ella en tono inocente. Suelto un resoplido.
—Ahorrémonos tus idioteces, Isobel —Damon sisea.
—El asunto es que… Cuando yo tenía cerca de cinco o seis años, llegó a un vampiro nuevo, Michael. En el pueblo nadie lo conocía, pero, de alguna manera logró infiltrarse en el consejo —explico rápidamente, Damon me mira con evidente interés. —Comenzó a buscar información sobre Mystic y alguien le comentó que Isobel sabía bastante sobre el tema, así que se conocieron. Después comenzaron a salir y a coger.
—¿Es necesario ese detalle? —Isobel pregunta, incomoda con el tema. Es ignorada de nuevo.
—Elena era muy pequeña y se quedaba con Renée. Isobel me llevaba a mí a las citas que tenía con Michael —continuo hablando, esta vez mirando directamente a Damon. —Michael pensó que yo era la hija de Isobel. Ella nunca lo corrigió.
En segundos, Damon y yo nos conectamos en la misma sintonía.
—Le hizo creer que tú eras el dopelgänger —Damon dice acusatoriamente. Yo asiento. Ahora va a comprender porque estoy metida hasta el fondo en esto.
—Jhon volvió el siguiente verano de cuando Michael llegó. Y fue obvio que a ninguno le gustó la idea de tener al otro en Mystic, mucho menos cerca de Isobel y de Elena —casi me rio al recordar el concurso de meadas de ambos. —Así que, como todo buen macho defendiendo a su hembra, buscó un plan para alejar a Michael, pero solo logró exhibirlo.
—Michael es esposo de Esther, la madre de Klaus —Charlie explica. —Pero no es su padre.
—¿Disculpa? —Damon levanta una ceja.
—Esther tenía un amante, un hombre lobo —Isobel le explica. —Cuando Michael se enteró, lo buscó y lo asesinó, pensaba hacer lo mismo con Klaus pero…
—Déjenme adivinar —Damon dice sacudiendo sus manos. —No pudo tocarle ni un cabello al imbécil.
Todos sabemos que Klaus no es la persona favorita de Damon.
—Lo único que consiguió fue hacer que la parte licántropa de Klaus quedara encerrada en su interior —Isobel dice. —Esa maldición es la que quiere romper, la que necesita a un dopelgänger.
—Michael lleva siglos asesinándolos para que Nicklaus no pueda liberar su parte licántropa —digo desviando mis ojos hacia Isobel, no necesito su confirmación a la información que he dicho, pero ahora esta mujer sabe que la pequeña Isabella no era una estúpida.
—Michael sabía que en Mystic Falls estaba un dopelgänger —acepta ella. —Eso estaba haciendo en el pueblo.
Un estremecimiento cruza su cuerpo y es lo que finalmente hace que me libere de su agarre. Se aleja de mí, hasta el otro extremo del sofá. ¿Ahora la culpa es demasiado para ella?
—Isobel me vendió —escupo las palabras que llevan años quemándome. —Le hizo creer que yo era su hija, que yo era el dopelgänger. Entre ambos hicieron un plan para dejarme sola en la casa y que Michael me asesinara.
Damon gruñe entre dientes, no tiene que decir ninguna palabra, todo en él muestra lo encabronado que está. Su rostro se ha vuelto más peligroso, su postura más amenazante, está al borde del sofá, dispuesto a lanzarse a atacar. Isobel se estremece.
—Ninguno de ellos contaba con que ese día, yo llegaría a Mystic para recoger a Bella —Charlie sacude su cabeza con decepción.
—Era una noche común. Elena y yo estamos jugando, Isobel se supone que estaba en su estudio y Renée en la sala —mis ojos se desenfocan trasportándome a ese momento de mi pasado. —Michael llegó a nuestra casa y Renée lo dejó pasar, obviamente.
—Lo conocía, lo había visto antes —Charlie murmura. —Nunca se imaginó que era un estúpido vampiro con ganas de asesinar a mi hija.
—Al escuchar la puerta, bajé la escalera con Elena siguiéndome solo para encontrarme con el momento exacto en que Michael apuñalaba a Renée con un cuchillo de la cocina —mientras las palabras salen de mi boca, un escalofrío recorre mi cuerpo. —Yo grité y traté de acercarme a ella para ayudarle. Michael me atacó, me mordió. René al inicio pensó que era solo un robo o que pensaba violarnos, pero cuando logró desprenderlo de mí, notó la verdad. Michael me lanzó lejos, y yo solo le grité a Elena que se escondiera.
—Les había ayudado a Bella y a Elena a arreglar una especie de sótano que había en la casa donde vivían —Charlie confiesa, está perdido en sus recuerdos como yo. —Elena que en ese entonces tenía tres o cuatro años, se escondió allí.
—Imagínate —suelto una carcajada seca. —Yo una niña de seis años, tratando de asesinar a un vampiro, mientras su madre se estaba desangrando en el suelo de la sala y su prima de tres años se escondía en el sótano.
Damon suelta un gruñido. Isobel no se atreve a decir nada.
—Michael trató de asesinarme, me apuñaló un par de veces. Se detuvo cuando le grité que yo no era hija de Isobel —me estremezco de nuevo.
—¿Dónde mierda estabas tú? —el pelinegro le pregunta Isobel.
—En casa de Jhon, cogiendo con él —respondo por ella. Isobel desvía la mirada, es tan cobarde que no dice nada. —Ella le había contado del plan. Se escapó por la ventana horas antes de que todo pasara y abandonó Mystic Falls con Jhon.
—Michael estaba furioso por las mentiras de Isobel. Por suerte, gracias al escondite del sótano, no pudo encontrar a Elena por más que la buscó —Charlie exhala ruidosamente. —Por desgracia, decidió incendiar la casa.
—En ese momento llegó Charlie —miro a mi padre, él no me mira.
—Lo primero que vi fue a Renée desangrándose y gritando por Bella. Fue a ella a quien saqué primero —murmura quedamente. —Regresé a la casa buscando a Bella, ella herida y desangrándose, había ido a por Elena al sótano.
—Elijah llevaba años siguiendo a Michael —digo. —Él llegó al mismo tiempo que Charlie a la casa.
—Quiero suponer que Elijah se encargó de Michael —murmura mi padre. —Nunca supimos que fue lo que pasó con él.
—Elijah me sacó de la casa —confieso. —Luego volvió por Elena, se había desmayado por el humo que respiró, pero estaba bien.
—Isabella y Renée tenían quemaduras graves, además de las heridas causadas por Michael —Charlie aprieta los puños. —La ambulancia no llegaba, al parecer había otro accidente en el pueblo y estaban ocupados. Hice lo único que podía hacer, rogarle a Elijah que salvara a Isabella y a su madre.
—Charlie nunca ha sido un tonto —Isobel frunce los labios. —Se dio cuenta de mis investigaciones, se dio cuenta que había algo malo conmigo, y por eso sabia de lo sobrenatural.
—Elijah nos dio su sangre para sanar nuestras heridas —digo con cariño. Elijah me ha salvado de muchas cosas.
—Los bomberos fueron los últimos en llegar. La casa se consumió por completo en el fuego —Charlie continúa contando los hechos de esa maldita noche. —Por eso Renée piensa que Isobel está muerta. Ella no sabe que su hermana es una maldita cobarde que huyó antes de ver lo que causó.
—No podía permitir que asesinaran a mi hija —lloriquea Isobel. Contengo el impulso de poner los ojos en blanco. Ella lo causo, ella dice no querer a su hija y ¿se supone que yo debo creer que sufre por haberle hecho daño? —Tenía que protegerla a cualquier costo.
—Miranda estaba allí, siendo espectadora de los hechos al igual que todo el pueblo —intento sonar animada por ese hecho, no puedo. —Le rogué que adoptara a Elena. Después le rogué a Elijah que le borrara la memoria a Elena, que le hiciera creer que vivía feliz junto a la familia Gilbert. Y que se olvidara de nosotros.
—Yo le pedí a Elijah que le borrara la memoria a Bella y a Reneé —mi padre se encoje de hombros. —Apenas me enteré que solamente lo hizo con Renée. Le hizo creer que Isobel había muerto en ese incendio e hizo que se olvidara de Elena.
Mi mente me lleva a ese momento, donde Elijah le borro la mente a mi madre, recuero lo maravillada que quedé y cómo sentí curiosidad cuando se me acercó. No comprendí en ese entonces porque decidió mantenerme a mi consciente de todo, hasta ahora. Desde ese entonces, él sabía que por lo que yo había visto y leído, sabía demasiadas cosas del mundo sobrenatural, sabía que tendría un aliado fuerte en mí. Así que únicamente me dijo que haríamos un trato, que él haría todo lo que yo le pidiera, pero que a cambio yo haría todo lo que me pidiera. Acepté.
—Isobel sabía que esa noche yo moriría, y ahora me está pidiendo que me vuelva a sacrificar.
—¿Estas idiota o qué demonios te sucede? —Damon le pregunta con una mueca de asco en su rostro. —Tiene que haber otra manera.
—Ya lo intenté, Damon —dice ella. —Intenté buscar otra solución, pero no la hay. Klaus va a sacrificar a tres personas para ese sacrificio, le cueste lo que le cueste.
—¿Y tú eres una de las cosas que le costara, verdad? —le digo. —¡Eres una puta egoísta que solo busca salvar su pellejo! Viniste aquí porque él te lo ordenó.
—Isabella…
—Te conozco mejor que tú misma —la acuso. —Sé que en este jodido momento algo está pasando, algo que no estamos viendo y que solo estas aquí para ser una maldita distracción.
—¿De qué hablas? —Damon pregunta. En el exterior de la casa, se escucha un movimiento inusual. —¡Mierda!
Veo su silueta salir disparada en dirección a la puerta, pero no intento moverme, mi vista sigue puesta en Isobel quien me mira con una expresión de dolor.
—No sabes cuánto lo siento, Isabella —dice la mujer. —Hice lo que tenía que hacer, y sé que tú también lo harás.
—¿De qué carajos estás hablando? —pregunto.
—¡Bella! —escucho la voz asustada de Angela.
—¿Qué carajos hiciste? —pregunto. Mis manos toman los hombros de Isobel y la sacudo buscando que suelte la maldita información que necesito. —¡¿Qué carajos hiciste, Isobel?!
Isobel se limita a mirarme.
—¡Bella! —de nuevo el grito de Angela dispara una ola de pánico en mi interior. Su tono urgente, desesperado y lleno de miedo hace que me levante del sofá y salga corriendo en dirección a la puerta trasera de la casa. Charlie viene detrás de mí.
—¡Mierda! —decimos ambos.
Elijah y Damon están peleando con vampiros que no sé de dónde han salido. Angela está detrás de ellos, en el borde del bosque, sus manos se mueven formando figuras en el aire para ayudarles con magia. Uno que otro vampiro se ve envuelto en la ola de energía que mi amiga está formando y son lanzados por los aires dejándolos fuera de combate por algunos segundos. A veces, cuando uno se le acerca demasiado, fuerza su mente con magia, haciendo que caiga de rodillas con un dolor de cabeza que ningún vampiro soportaría.
Escucho que Charlie se aleja a la alacena que está debajo de la escalera. Yo doy un paso al exterior pero soy detenida por una mano que rodea mi muñeca tirándome hacia atrás.
—¡Suéltame! —un rugido acompaña las palabras. Isobel parece no escucharme.
—Isabella, espera —dice. —Quiero pedirte un favor. Dile a Elena que lo siento mucho, por todo.
—Vete a la mierda —sacudo mi brazo con brusquedad para librarme de su fuerte agarre.
Isobel se ríe. Me acaricia el cabello con un gesto tierno y coloca un mechón detrás de mí oreja.
—Eres mi hija, Isabella, aunque no hayas nacido de mí —me dice. Me remuevo incomoda. —Y sé qué harás lo mismo que yo; sobrevivir a cualquier precio.
—¡Bella! —un nuevo grito de Angela llega a mis oídos.
—Incluso aunque yo tenga que pagarlo —Isobel habla de nuevo. De algún lugar ha sacado una estaca. Quizás la ha tenido todo este tiempo.
—¿Por qué? —es lo que pregunto.
—Ya no sirvo como peón en este juego —exhala, se encoje de hombros. —Y de todos modos Klaus va a matarme por no entregarle a Elena.
—¡Carajo, Isabella! —Damon es quien me grita ahora. —Deja esas aburridas estupideces de reencuentros familiares para después, ahora tenemos un asunto más movido que resolver.
Por mi vista periférica observo a Charlie salir por la puerta trasera. Sé lo que lleva en sus manos, él se va a encargar de ayudar afuera.
—De corazón, espero que te pudras en el infierno —digo fríamente mirándola a los ojos. Mis manos arrebatan en un movimiento la estaca de sus manos y se la entierro en el corazón con otro movimiento.
Mis ojos no dejan los suyos, mi mirada la sigue hasta el suelo cuando cae de rodillas mientras su piel se torna de color gris, luego cuando cae frente a mis pies con un ruido seco.
A través del bosque, se escuchan los tiros de la escopeta de Charlie, estoy segura que está armada con balas cubiertas de verbena. Solo espero que nadie de mis amigos haya sido tan estúpido como para cruzarse en la trayectoria de alguna bala.
Pasa un tiempo de absoluto silencio, supongo que mientras se aseguran de haber matado a todos los invitados no deseados.
—¿Qué mierda pasó? —Damon pregunta. En silencio salgo por la puerta trasera para ver la escena que está en el patio trasero de la casa.
—Los estaban rodeando, y tú, jodido imbécil, no te dabas cuenta —es la respuesta que le da Elijah.
—¡Disculpe, su majestad! —Damon lo empuja. —Estaba ocupado enterándome de cómo Isobel vendió a Isabella para salvar su trasero y el de Elena.
—Bueno, parece que finalmente estamos todos en la misma sintonía —Elijah le da una palmada en el hombro.
—¿Tú también lo sabías? —Damon le pregunta a Angela. Ella le da una mirada que grita: “obviamente”. Damon junta las cejas.
—¿Qué pasó? —pregunto. Mi voz se escucha demasiado monótona y plana. Elijah pone su atención sobre mí, una de sus cejas se levanta.
—Eso mismo quiero saber —me dice. Sus manos se mueven por su cuerpo, acomoda su ropa y la sacude de la tierra y ramas del bosque.
—Isobel estuvo aquí —digo rápidamente. La comprensión brilla en sus ojos.
—¿Trató de convencerte de morir? —pregunta. Asiento en silencio. —Me lo esperaba. Se tardó más tiempo del que imaginé.
—¡¿Sabías que esta mierda pasaría?! —Damon bufa. Elijah no responde, solo continua mirándome.
—Hay que entrar a la casa —Charlie dice, su cabeza va y viene a nuestro alrededor evaluando el bosque. —Hablaremos con más confianza dentro.
Todos asentimos.
—¿No pensabas meterme un tiro, cierto? —Damon le pregunta.
—¿Por qué habría de hacerlo? —Charlie pregunta. —¿Por acabarte todo mi alcohol y no ser capaz de reponerlo? ¿Por vivir en mí casa sin mi permiso? ¿Por las actividades nocturnas que tienes con mi hija?
Siento la sangre subir a mis mejillas. Se sabe que no somos nada discretos, pero jamás pensé que Charlie sacara ese tema a colación.
—No me arrepiento de nada —Damon dice, camina despreocupadamente hasta mí, coloca un brazo alrededor de mis hombros y camina a mi lado hasta entrar de nuevo la casa.
—Hay una bala con tu nombre, Salvatore —Charlie carga la escopeta. —Te lo aseguro.
Miro suplicante a mi padre que continua mirando con furia al vampiro que me arrastra a su lado.
Escucho a mis espaldas un jadeo, luego un par de maldiciones.
—¿Por qué tenemos un cadáver en la cocina? —Charlie me mira interrogante cuando se coloca a nuestro lado. Damon y yo hemos detenido nuestros pasos a un lado del cuerpo de Isobel.
—¡Por fin cerró la boca! —Damon exhala. Su cabeza se levanta al cielo como si le diera las gracias.
—Dijo que hiciera lo que tuviera que hacer —me encojo de hombros. —Y lo hice.
—Vamos a echarla a la chimenea —Damon se inclina para tomar los pies de la mujer muerta. —Al menos así nos servirá de algo.
Él se dedica a su tarea con nosotros cuatros observándolo en silencio. Desmiembra el cuerpo, lo hecha al hueco de la chimenea y le prende fuego. Luego se sienta en el sofá donde estaba cuando estábamos hablando con la muerta y me hace una señal para que me acerque a él.
En automático mi cuerpo lo obedece.
Los demás nos alcanzan poco después.
—Esto se está poniendo serio —Angela dice. Yo le doy una mirada, sé lo qué quiere decir, se nos acabaron las malditas vacaciones.
—¿Cuál es el plan ahora? —Damon pregunta.
—No tengo idea —decimos Angela y yo.
—Pues vaya mierda —resopla el pelinegro. El silencio nos absorbe por algunos minutos, parece que todos nosotros nos perdemos en nuestros propios pensamientos.
—Todos aquí tenemos en claro que Elena va a morir, ¿cierto? —Angela pregunta de la nada.
—Si —decimos al unísono.
—No hay ninguna otra alternativa más que usarla en el sacrificio —Elijah habla tranquilamente. —Klaus no va a esperar otros 200 años para romper la maldición.
—Pero, ¿la dejaremos morir? —Charlie pregunta mirando en mi dirección.
—Si —me encojo de hombros.
—¡Isabella! —mi padre me reprende. —No puedes dejar morir a tu prima.
—¿Y entonces que propones? —le respondo hostil. —¿Qué haga lo que dijo Isobel? ¿Qué me entregue?
—¡No! —gruñe. —No vas a hacer una idiotez, te lo advierto Isabella. No lo voy a permitir.
—¡¿Entonces?! —chillo. Mi cabeza comienza a punzar.
—Tranquila, Bambina —Damon murmura quedamente. Mi mal humor se disipa en segundos.
—Encontraremos una solución —Charlie da un asentimiento. De nuevo el silencio nos envuelve, todo pensando en alguna idea que nos salve el trasero a todos.
—Alguien me recuerda, ¿Por qué carajos romperemos la maldición? —Damon pregunta. —¿Por qué no simplemente matamos a Klaus y ya?
—¿Y quién va a matarlo? —Elijah levanta una ceja. —¿Tú?
—La brujita de pueblo —Damon señala a mi amiga que salta en su lugar. —¿No se supone que tiene un poder nunca antes visto? ¿No sé supone que eres la bruja más poderosa viva actualmente?
—Ya te dije que no puedo controlar mis poderes, idiota —mi amiga hace una mueca. —Me voy a morir antes de poder intentar matarlo.
—Te voy a escribir algo lindo en tu lápida —Damon dice despreocupadamente.
—¡Asno! —le doy un golpe. —No vamos a matar a Klaus y definitivamente no vamos a matar a Angela.
—Además, no podemos matar a Klaus —Elijah señala.
—¿Por qué carajos no?
—Si un original muere, todo su linaje también —Angela explica cómo le hablara a un niño pequeño. —Eso te incluye a ti.
—¿Y ustedes como saben eso? —se cruza de brazos. Su molestia es evidente sobretodo porque sabe que él es el único presente que desconoce información importante.
—Es algo lógico, Damon —Angela se burla.
—¡Bien! —bufa. —Pensaré en la frase para la lápida de Elena.
—Sigue sin gustarme la idea de que muera —Charlie resopla. Es obvio que está preocupado con la idea.
—Creo que tengo un plan —Elijah habla. Todos lo miramos con interés. —Hace unos 500 años, conseguí un elixir para Katherine. Posee propiedades de resucitación.
—Espera, espera —Angela lo interrumpe. —De todos modos se va a morir.
—Pero luego va a revivir —Elijah sonríe.
—¡¿Ese es tu plan?! —Damon lo mira. —¿Una poción mágica sin fecha de caducidad?
—¿Tienes uno mejor? —Elijah le gruñe.
—¿El anillo de Jhon? —Charlie propone.
—Solo funciona con humanos —Angela le explica. —Un dopelgänger es un fenómeno sobrenatural.
—No va a funcionar —murmuro. —Quizás la pócima es nuestra solución.
—¿Qué somos? ¿Hadas madrinas? —Damon se carcajea. —Mejor hay que convertirla en vampiro.
Todos giramos la cabeza en su dirección al mismo tiempo. Puedo jurar que escuche nuestros huesos crujiendo al unísono. Damon tarda, pero cuando razona sus propias palabras abre los ojos al máximo y nos regresa la mirada.
—Podemos convertirla —Damon repite. —¡Vamos a convertirla y problema solucionado!
Da un aplauso, truena los dedos de sus manos y se deja caer contra el respaldo del sofá.
—Podemos —acepto. Su sonrisa se expande. —Pero dudo que eso sea lo que Elena quiera.
Su sonrisa se borra.
—¿Le vamos a preguntar? —pregunta con incredulidad.
—Es lo mínimo que puedes hacer, Damon —respondo. —Preguntar a una persona como quiere vivir su vida. O su existencia.
—¿Entonces porque carajos estamos haciendo un plan para salvar su trasero?
—¿Qué no era esa tu misión desde un inicio? —pregunto con irritación. —Viajaste por todo el país buscando un librito que salvaría a Elena, me amenazaste para protegerla, intentaste matar a Elijah para mantenerla a ella con vida. ¡No seas hipócrita! No vengas a decirme que ahora te interesa poco su vida.
Damon es inteligente y me escucha en silencio. Sabe que estoy resentida, dolida y que estoy escupiendo los sentimientos negativos que me dominan en este momento. Él sabe que con mis palabras quiero hacerle daño, sabe que le estoy diciendo todo esto porque estoy celosa de los sentimientos que tuvo por Elena hace poco tiempo.
—¿No te acercaste a mi desde un inicio solo porque creíste que yo podría ser útil para salvarla?
Una mueca apenas perceptible cruza la esquina de sus labios. Sus ojos azules se mantienen en los míos, calmados, tranquilos, centrados.
—Mis prioridades han cambiado —dice. Su mano se desliza en la mía, da un apretón y me tiene de nuevo a su merced. —Y si tengo que matar a Elena para que Klaus no te vuelva a lastimar, que así sea.
Respiro con tranquilidad.
—Pero, la voy a mantener viva porque es lo que tú quieres hacer. La voy a proteger porque se lo debo a Stefan —sus ojos se desenfocan ligeramente cuando menciona a su hermano. —Y voy a ayudar con el estúpido plan porque se lo prometí a Elena.
—¿Tenemos un plan, entonces? —Angela pregunta.
—Al parecer sí —Elijah dice.
—De todos modos, mantén cerca tu poción mágica por si llegamos a necesitarla, ya sabes, como plan “B” —Damon le dice. Elijah hace un gesto burlesco en respuesta.
—Aunque, tenemos que esperar a que Klaus aparezca, de nuevo —comento con la voz temblorosa. Todos nos estremecemos. —No sabemos dónde está, no sabemos cuál es su nuevo plan.
—Podemos estar listos para cuando haga acto de presencia —Angela frota sus manos. —Vamos a necesitar la piedra de luna y mi libro.
—Si, supongo que los vamos a necesitar —digo forzadamente. Angela me da una mirada cargada de lastima y pesar. —Vamos, hay que volver con los Cullen.
—¡No me jodas! —Damon ruge. —Acabo de sacarte de allí. ¿Porque carajos quieres volver con ellos?
—Porque sí. Tenemos que volver —me pongo de pie trayéndolo conmigo.
—Les hablaron del asunto, ¿verdad? —Angela me pregunta.
—¿”Asunto”? ¿Cuál asunto? —Charlie pregunta. Todos nos ponemos tensos, a él no le hemos hablado de ese “asunto”. —¿Hay algo que deba saber?
—Ben estrelló su auto en la escuela —Angela dice apenas separando las palabras.
—¡¿Qué?! —Charlie jadea la palabra, su cabeza se gira en dirección a mi amiga y sus ojos están abiertos al punto que creo que se le van a salir de sus cuencas.
—Así como escuchaste —Damon se burla.
—¿Por qué hizo eso? —Charlie pregunta. —¡¿Qué diablos pasó?!
—Terminé con Ben, tuvimos una pelea, se embriagó y estrelló su auto contra la escuela —Angela repite, esta vez con más detalles y separando las palabras para que sean comprensibles.
—¿Que no habías dicho que estaba muerto? —Charlie levanta una ceja. —O medio muerto como lo estuvo Alaric.
—Sí, así es —Angela acepta. —Pero Alaric sabe de lo sobrenatural y no tuvimos problemas en explicarle. Ben no tiene ni idea.
—Además la loca con voz chillona también estuvo involucrada —Damon señala.
—¡¿Jessica?! —Charlie pregunta histéricamente. —Esa niña es una chismosa igual a su madre.
—Tuvimos que hacer un plan, una historia para que todos saliéramos lo menos perjudicados posible —Angela casi le suplica a mi padre con sus palabras.
—Los Cullen nos ayudaron —escupo. —Edward también estuvo involucrado y pues...
—¡¿Que carajos fue lo que pasó?! —mi padre explota. Realmente no queríamos darle muchos detalles para evitarle una preocupación, solo necesitamos que nos ayude con el tema del accidente.
—Klaus apareció en la escuela, poseyó a Ben —digo. Charlie asiente, eso fue lo que le dijo Angela cuando habló con él. —Klaus atacó a Angela, casi me asesina frente a Edward, Elijah intentó detener a Klaus y salvar a Angela, Damon se enfrentó a Edward porque casi me chupa toda la sangre y al final y con ayuda de los Cullen pudimos controlar la situación.
Charlie me lanza una mirada asustada y furiosa.
—¡Oh! Y ya no tardan en llamarte de la estación —digo mirando las puntas de mi cabello.
—¿No se les pudo ocurrir algo menos...dramático? —Charlie nos mira a todos. Todos sacudimos la cabeza, negando a sus palabras. Se levanta de su sofá aun soltando maldiciones, sube a su habitación para cambiarse e irse a la estación.
—Vamos —Elijah se levanta del sofá. —Entre más pronto hagamos esto, será mejor para nosotros.
Damon me mira, no está feliz con la idea de volver a la casa Cullen, honestamente yo tampoco, pero se tiene que hacer.
—Todos somos una bola de idiotas —se queja el pelinegro. —Somos unos jodidos estúpidos, idiotas, cabeza huecas, ¡somos unos masoquistas! —Elijah, Angela y yo resoplamos en el interior del auto, escucho que el original pisa más a fondo el acelerador para intentar que el trayecto pase más rápido. — ¡¿Saben que es lo peor?! Que en vez de estar los cuatro en una orgia de sexo duro, vamos a ir a la casa de unos vampiros, ¡unos fríos! A pedirles ayuda con un tema que no les incumbe.
—No, Damon —Elijah bufa. —No les vamos a pedir ayuda.
—¡Entonces da la vuelta! —le grita. Elijah lo ignora. —No, no, no. ¡Que no!
—¿Tan pronto volvieron? —la voz de Jasper suena desde la puerta del lado de Damon. —¿Ya me extrañabas, corazón?
—Vete a la mierda —gruñe Damon. Le da un empujón para alejarlo del auto y poder bajar a la entrada de la casa Cullen, Jasper le lanza un beso. —Jodido soldadito de plomo. ¡Eres un dolor en el trasero!
Jasper lo ignora, su atención se coloca sobre mí. Soy la única que no ha hecho ningún esfuerzo por bajar del auto, no sé si quiero volver a ver a Edward después de nuestra conversación de hace apenas un par de horas. No, no quiero verlo, esa es la maldita realidad.
—No está —me asegura el rubio. Puedo sentir la energía tranquilizante que fluye en mi interior alejando todas las emociones negativas que estaba sintiendo. Mis ojos buscan los ojos dorados del vampiro. —Carlisle lo envió a Denalí.
—Al menos por lo que resta de la semana —Alice aparece por debajo del brazo de su esposo, su rostro tiene una sonrisa cómplice y tranquilizadora. —Después podemos hablar de su regreso.
—Después —acepto. Finalmente me siento segura de poder bajar del auto, ellos dan un paso atrás para brindarme espacio, luego, flanquean mis costados hasta que me uno a un Damon enfadado que está recostado contra el pórtico de la puerta de la casa Cullen.
—El señor perfección y la brujita de pueblo ya están dentro —me dice. Sus ojos azules me analizan en silencio, sé que siente lo mismo que yo, sé que sabe cómo me siento y sé que me va a obligar a hacer lo necesario para que este maldito plan todo salga bien. Eso me hace tomar su mano y caminar a su lado hasta la sala donde ya están seis fríos, un original y una bruja esperando por nosotros.
La escena que toda protagonista de película de terror quiere vivir.
—Hola, Bella —Esme es la primera que me saluda. En segundos está frente a mí dándome un beso en cada mejilla. —Les preparé una taza de chocolate caliente, está comenzando a llover y hace frío.
—Suena bien —asiento. —Gracias Esme.
Ella va y se sienta al lado de Carlisle. Todos los demás me saludan después de eso.
—Vaya manera de romper el hielo —Damon murmura.
—Sé que nosotros ya estuvimos aquí esta mañana… —digo, insegura. Carraspeo mi garganta como si eso fuera a hacer que las palabras fluyan por si solas en mi boca.
—Gracias por ayudarme —Angela es quien habla. —Con el tema de la escuela y… los sucesos con Ben.
—Charlie ya debe estar en la escuela, haciendo su parte del trabajo —comento.
—La escuela nos ha llamado —Esme dice. —Han suspendido las clases hoy por el tema de la investigación.
—Eso es bueno, supongo —murmuro.
—De todos modos, les agradezco mucho —mi amiga repite, puedo escuchar su vergüenza y conmoción escondida en sus palabras. —Sé que estoy en deuda con ustedes.
—No te preocupes, querida —Esme dice en todo maternal.
—No ha sido nada, Angela —Carlisle asiente. —Hicimos lo que teníamos que hacer.
—Por supuesto teníamos que hacer algo —Rosalie tuerce sus rojos labios en una mueca. —De todos modos, teníamos que limpiar el desastre de Edward, como siempre.
Un silencio incomodo absorbe la sala de estar.
—¿Saben algo de Klaus? —Carlisle pregunta, puedo ver claramente la preocupación en su rostro y no puedo culparlo, Klaus fue quien detonó lo que pasó con Ben y por ende lo que pasó con Edward. Desde la perspectiva de Carlisle, su familia está atravesando por un momento difícil gracias al original.
—No —es Elijah quien le responde. —No sabemos dónde está, pero sabemos que va a volver a buscar a Angela. La necesita.
—Claro, el ritual —Carlisle asiente.
—¿Hay alguna manera de que ese ritual no suceda? —Esme pregunta. A ella tampoco le agrada la idea de que alguien sea herido.
—Lo mismo me pregunto —escucho el siseo bajo de Damon.
—Ese ritual es inevitable —Elijah le dice. —Pero creemos poder cambiarlo, aunque sea un poco para evitar que sea demasiada la sangre que se derrame.
Eso no tranquiliza a nadie.
—En realidad el ritual es sencillo —Elijah habla en tono casual, haciendo otro intento por aligerar el ambiente. —Me parece que ya conocen los ingredientes.
—La piedra de luna —Alice dice.
—Una bruja tiene que canalizar la energía de la luna llena a través de la piedra de luna, para eso, debe usar un hechizo del malleus maleficarum —Elijah explica.
—Esa bruja es Angela —Carlisle da una sonrisa lastimera a mi amiga.
—Es la única con el poder suficiente para canalizar la energía que emana de ese librito antiguo —digo yo. Mi amiga no se inmuta.
—Después de eso, Klaus, que es licántropo y vampiro, debe sacrificar a uno de cada especie —Elijah sacude la mano para restarle importancia. Esme y Carlisle jadean con horror, Rosalie hace una mueca de Asco, Emmett sonríe supongo que mientras imagina la escena. Jasper y Alice están en silencio absorbiendo cada una de las palabras que decimos.
—¿Que sucede con la prima de Bella? —Esme me mira.
—Tiene que beber su sangre —respondemos Angela, Elijah y yo.
Toda la familia de fríos se estremece.
—A ver, a ver... Dopelgänger, piedra de luna, bruja, libro de magia, luna llena, vampiro, lobo y mucha sangre —Emmett repite la lista de cosas que Elijah ha mencionado. —¡Bella dijo que solo eran cinco cosas!
—Ups —me encojo de hombros. Elijah me da una mirada, pero no dice nada, sé que entiende mis razones para no decirles a detalle cómo funcionaba el ritual.
—Esto será más complicado de lo que pensé —medito. — En Mystic Falls aún tenemos algunos cabos sueltos.
No tengo que mirarlos, sé que Elijah, Damon y Angela saben a lo que me refiero. Lo que me consuela saber es que, los días que pasaremos en Mystic Falls, será provechoso si sabemos mover las piezas del ajedrez de manera correcta.
—¿Podemos ayudarles con algo más? —Emmett mueve sus cejas. —¿Alguna distracción que podamos hacer? ¿Algún otro trasero que quieran que pateemos?
—No esta vez, Emmett —le digo, él hace un puchero en respuesta.
—En esta ocasión, nuestra visita es simplemente a recuperar algunas pertenencias de estas bellas damas —Elijah habla, nos mira cuando dice las últimas palabras.
Todos los fríos nos dan una mirada de decepción.
—Claro —Carlisle es el primero en recuperarse. —Adelante.
Angela y yo nos levantamos, cada una va a un lugar en específico en la casa. Yo subo las escaleras directamente al estudio de Jasper, dentro, me dirijo al librero arrodillándome frente a unas puertas que hay en la esquina inferior derecha. En el rincón más oscuro que puede ofrecer la distribución del estudio, hay un baúl con cosas de Jasper de cuando era humano, sus posiciones más preciadas que nadie en esta casa se atreve a tocar, ni siquiera Alice. Por la antigüedad que tienen esos objetos, Jasper trata de moverlos los menos posibles.
Sonrío cuando mis manos encuentran lo que busco. El malleus maleficarum que Klaus necesita para el ritual: el Damnatus de Angela.
Con cuidado lo saco, lo coloco en mi regazo mientras vuelvo a acomodar todas las cosas que he movido, cierro la gaveta para fingir que nada ha sucedido, aunque es obvio que Jasper va a detectar mi aroma aquí. Me levanto llevando el libro conmigo, lo deslizo en una de las mochilas que me encuentro en los cajones del escritorio. Salgo del estudio y bajo las escaleras para reunirme con los demás.
—¡No está! —es el grito con el que me recibe Angela.
—¿De qué carajos estás hablando? —pregunto.
—No está —chilla ella. —No la encuentro por ningún lado, Bella.
—¿Segura que buscaste en el lugar correcto? —me acerco a ella. —Quizás la pusiste en otro lugar.
—¡Por el hechizo más sagrado, Bella! —ella hace una pataleta. —¡Sé que la puse allí!
Sus dedos me señalan un enorme florero de cristal a un costado de la escalera. En el interior hay piedras de vario tipos, tamaños y colores que sostienen un arreglo de ramas secas.
—Hay otro similar en la sala —le digo para tranquilizarla. —Quizás Esme los cambó de lugar.
Angela resopla. —Sabes que puedo sentir la energía que emana de esa cosa. Y no la siento por ningún lado.
—Vamos a buscarla —la animo. Ambas volvemos a la sala de estar, al instante, las miradas de todos se centran en nosotras.
Angela se arrodilla junto al enorme florero que está en una esquina de la sala. Coloca sus manos sobre el cristal, pasándolas por todos lados, arriba y abajo, atrás y adelante. Está buscando la energía, y si está, podemos vaciar todas las piedras para recuperar la que en verdad necesitamos.
—¡No! —lloriquea mi amiga. —¡No esta!
La ansiedad se apodera de mí. Mierda. Esto no es bueno.
—¡Tiene que estar! —chillo histéricamente. Con mis manos inclino el enorme florero sosteniéndolo contra mi pecho y mis ojos buscan al interior antes de meter una mano y comenzar a hurgar entre todas las piedras.
—¿Pasa algo? —Esme pregunta.
—No la encuentro —Angela continua con su berrinche. Yo continúo moviendo mis manos.
—Joder esto es como buscar una maldita aguja en un pajar —me quejo.
—¿Qué es lo que no encuentras? —escucho la voz de Elijah, pero es ignorado.
—¿Qué mierda es lo que no encuentras? —Damon pregunta llamando nuestra atención. Ninguna le responde, ambas nos quedamos quietas. —¡No me jodas, Angela! ¡Dime que no es lo que estoy pensando que es!
De nuevo, ninguna le responde.
—¡¿Perdiste la puta piedra de luna?! —Damon grita con furia, molestia e incredulidad.
—¡Yo la puse aquí! —mi amiga dice. Damon se acerca a mi lado, me empuja lejos de su camino y vierte sobre el suelo todo el contenido del florero. —O en el que está junto a la escalera.
Elijah se mueve en segundos. No puedo verlo, pero escucho que hace lo mismo que Damon, vacía el contenido del florero para poder buscar a detalle la piedra.
—¡¿Porque carajos la escondieron aquí?! —Damon ruge. No puedo culparlo por estar jodidamente encabronado.
—Porque aquí siempre hay uno de ellos —Angela sacude sus manos. —Además, nadie sospecharía que una familia de fríos tenga en su poder la piedra de luna.
—¿Escondieron una de las cosas del ritual en nuestra casa? —Carlisle se escucha alarmado.
—Dos, de hecho —digo en voz baja, aunque sé que puede escucharme a la perfección. —Escondí un libro de hechizos en el estudio de Jasper.
—¡¿Estás loca?! —el rubio me grita. Yo me encojo de hombros. —¿Sabes lo malo que eso pudo salir para nosotros?
Sí, sé que es peligroso. El simple hecho de tenerlos resulta peligroso, pero Angela y yo necesitábamos moverlos constantemente de lugar por seguridad, el último lugar que se nos ocurrió fue la casa Cullen. Sé que, si alguien sabía que ellos tenían en su poder alguno de esas cosas, no dudarían en atacarlos para obtenerlas. En mi defensa, si ellos no sabían ese pequeño detalle, nadie más podría sospecharlo.
—No esta —Elijah sentencia. Damon suelta un florido repertorio de maldiciones.
—¿Están buscando la piedra de luna? —Emmett se acerca tímidamente a nosotros, sus enormes manos se retuercen en el aire.
—Sí —los cuatro decimos.
—¿Una piedra como de este tamaño? —sus dedos hacen una silueta.
—Sí, algo así.
—¿Media plana? ¿Ovalada?
—Sí, exactamente tiene esa forma.
—¿De color azul pálido? Así como… ¿transparente? —Emmett rasca su nuca con una de sus manos.
—Si —los cuatro hemos ido caminando un paso cada que afirmamos lo que nos está diciendo. De alguna manera hemos logrado rodearlo, ahora luce como un pequeño animal indefenso en el medio de un círculo formado por cuatro depredadores dispuestos a saltarle encima.
—¿La viste, Emmett? —pregunto tiernamente. Él traga pesadamente y asiente.
—Dime, ¿dónde la viste? —Angela imita mi tono. El grandote mira nerviosamente un punto a mis espaldas, su atención dura apenas un par de segundos antes de volverse a mi amiga.
—Yo... —balbucea nerviosamente.
—Si aprecias tener tu amiguito donde lo tienes, más te vale que hables —Damon sisea con la mandíbula apretada.
—Habla, grandote —Elijah le dice. —Estoy seguir que quieres seguir complaciendo a tu esposa.
—Es que.... —el vampiro se tambalea. Nos mira fugazmente a los cuatro antes de vovler a fiar sus ojos dorados a mis espaldas. —Hace unos días, Jasper y yo rompimos ese florero.
Su mano señala el que está a un lado de la escalera.
—¿Rompieron mi florero? —Esme le lanza miradas asesinas a sus hijos.
—Fue culpa de Emmett, mamá —Jasper se apresura a decir. Levanta sus manos mostrando sus palmas en señal de inocencia.
—¿Dónde está la piedra, Emmett? —Angela le pregunta, esta vez, cada silaba de cada frase es separada haciendo que su pregunta suene más amenazante.
—Jasper y yo conseguimos un florero nuevo para remplazar el que se rompió —le dice a Esme. —No queríamos que te molestaras.
—¿Dónde está la pierda, grandulón? —Emmett suelta un chillido cuando Damon lo sostiene por los hombros mientras hace su pregunta.
—Sacamos las piedras para remplazar el florero —el grandote habla rápidamente, si no fuera por las nuevas habilidades de vampiro que he adquirido por la sangre, sería incapaz de entenderle. —Descubrimos esa que era diferente y nosotros... bueno... es que, nosotros...
—Estamos muertos —Jasper jadea ahogadamente. Sus manos cubren su rostro.
—¡La piedra, Emmett! —le grito. —¡¿Dónde carajos está?!
—En el fondo del océano —Emmett y Jasper hablan al mismo tiempo. Su confesión hace que toda la casa explote.
Damon y Elijah sueltan varias maldiciones, incluso el original usa un idioma que yo desconozco. Los Cullen tienen distintas reacciones, Esme, Carlisle y Alice cierran los ojos, supongo que meditando en silencio y en sus propias mentes los hechos que esto va a desencadenar, Rosalie les brinda a su esposo y su hermano una mueca de decepción absoluta. Yo levanto una de mis manos y me golpeo la frente.
—¡Son un par de...! —Angela les grita, no les da tiempo de prevenir sus movimientos, apenas está diciendo la frase cuando observo la magia salir de sus manos. En segundos, ambos vampiros están en el suelo, doblándose de dolor.
—¡Lo siento! —ambos jadean. —Lo siento mucho, Angela.
—¡Eso no resuelve nada! —gruñe mi amiga. —Par de idiotas.
—Hacer papilla nuestro cerebro tampoco va a resolver nada —Jasper se queja. Sus manos sostienen su cabeza.
—Papilla terminaremos siendo nosotros —le responde Angela. —Por su maldita culpa.
—Lo siento, lo siento, lo siento —repiten una y otra vez. —¡Lo sentimos mucho!
—¡¿Cómo mierda termino en el océano la piedra?! —pregunto.
—Cuando cambiamos el florero, notamos que esa piedra era diferente al resto, Emmett y yo decidimos investigarla y... —Jasper murmura las palabras en el medio de sus jadeos de dolor. —Y como parecía un cuarzo, quisimos comprobar si lo era.
—En internet dicen que los cuarzos flotan en el agua —Emmett confiesa. —Jasper y yo comenzamos poniéndola en el agua, junto a la orilla, luego la lanzamos más al fondo y terminamos jugando con ella.
—¡Par de estúpidos vampiros sin cerebro! — Angela chasquea la lengua y los libera. Los vampiros se retuercen en el suelo, su respiración artificial es agitada y su expresión de dolor puro.
—Vamos a recuperarla, lo prometo —Emmett dice desesperadamente.
—Escuchen con atención lo que les voy a decir —Angela da un paso en dirección a ellos. Ambos abren los ojos, levantan la cabeza y asienten. —Tienen 24 horas para conseguir esa maldita piedra, si no lo hacen, ustedes terminarán al fondo del océano cuando esparzamos sus cenizas. ¿Entendido?
—Si señora —dicen al unisonó.
—El tiempo corre, caballeros —mi amiga gruñe. —Tic, tac. Tic, tac. ¡Tic, tac!
Tras un aplauso que da Angela, los vampiros idiotas, digo, Jasper y Emmett se ponen sobre sus pies en un salto demasiado ágil, solo para salir disparados por la puerta con la voz de mi amiga siguiéndolos.
Chapter Text
(Isabella POV)
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Miro a mi derecha, en el otro sofá, Angela mira distraídamente por la ventana que está a un costado, Elijah a su lado, mira fijamente en mi dirección con una expresión impasible. Supongo que eso es bueno.
Mi cabeza se mueve hacia el otro lado, a mi izquierda. Damon está haciendo una mueca que no oculta para nada el aburrimiento que está sintiendo.
¿Yo?
Estoy sentada a su lado fingiendo que todo está bien cuando en realidad mi cabeza está punzando, mis ojos arden y la falta de sueño está comenzando a cobrarme muy caro. Además, estoy sintiendo unas enormes ganas de salir corriendo. Tengo una enorme desesperación de estar en cualquier otro lugar menos en este, en la sala de la casa Salvatore en Mystic Falls.
Después de que descubrimos que la piedra de luna terminó en el fondo del océano por culpa de Jasper y Emmett, mis amigos y yo decidimos aprovechar las 24 horas que Angela les dio a los vampiros para recuperar la piedra.
Volvimos a casa de Charlie, armamos un plan y compramos los pasajes para venir a pasar lo que resta de la semana en este lugar, Mystic Falls. Son solo cuatro días, es en realidad poco tiempo, pero es el suficiente para volverme loca.
Cuando iba corriendo la hora número 13, Esme nos llamó para ir a la casa Cullen de nuevo, resulta que Jasper y Emmett habían conseguido recuperar la piedra, y mientras esperaban a que llegáramos, sus esposas se encargaron de dejar muy en claro porque habían actuado como los completos imbéciles que son. Luego fue la misma Esme que sin importarle nuestra presencia, les dio un regaño y una lección de porque no pueden actuar como dos niños cuando ya son más viejos que la estatua de la libertad.
Si, Damon disfrutó esa parte. Ver a su amigo, al Mayor del Ejército Confederado ser regañado por su madre, hizo que tuviera un ataque de risa que tardo casi media hora en calmar.
Después fue el turno de Angela de recuperar la piedra y de aprovechar la cercanía de los vampiros para descargar un poco de su magia en ellos. Jasper y Emmett terminaron en lágrimas sin poder derramar, con vergüenza en sus rostros y pidiendo perdón a todos.
Alice se ofreció a llevarnos al aeropuerto para que pudiéramos tomar nuestro vuelo. Ahí finalmente pudimos dormir un poco, descansar y prepararnos para l que sea que vaya a suceder en este pueblo.
—¿Alguien piensa hablar? —Elijah pregunta, pero el silencio resulta ser la respuesta que obtiene.
—Te dejamos ese privilegio —Damon le dice despreocupadamente. Da una palmada en mi muslo y se levanta de mi costado en el sofá.
Mis ojos observan sus movimientos, se acerca a una de las mesas que hay a un costado del sofá donde estamos sentados, sirve varios vasos con bourbon y se bebe de golpe el poco que queda en la botella. No soy la única que lo está observando, Elijah, Angela y nuestros acompañantes también miran sus movimientos, aunque con más cautela que nosotros.
Llevamos un par de horas aquí, Stefan ya estaba despierto cuando llegamos, su cara fue de temor y sorpresa en cuanto nos vio entrar a la casa, rápidamente se acercó a nosotros e intentó interrogarnos, pero Damon le dejó en claro que solo hablaríamos con Elena presente. Al pobre no le quedó de otra más que llamarla y convencerla de que viniera a la casa.
Mi adorada prima tardo otras dos breves horas en llegar. Lo único bueno fue que Stefan se ofreció -lo obligamos- a prepararnos el desayuno.
Mi atención regresa a Damon que se ha girado y me está ofreciendo con una sonrisa un vaso de los que ha servido, no dudo en tomarlo, sé que necesitaré algo para agarrar valor y soltar la bomba de noticias que hemos traído. Damon me guiña un ojo antes de girarse nueva mente y caminar hacia Elijah y Angela, ellos tampoco dudan en tomar un vaso cada uno. Stefan titubea, pero acepta lo que su hermano le ofrece, Elena es quien se niega.
—Es muy temprano para esto ¿no? —Elena sacude la cabeza.
—El sol ha salido hace horas —Damon se encoje de hombros. Su mano empuja más cerca la bandeja dónde solo queda un vaso. —Si yo fuera tú, lo tomaría.
—No, gracias —Elena le empuja de regreso el vaso. —Así estoy bien.
—Eres tú quien más lo necesita —chasqueo mi lengua ganándome que Elena me mire con los ojos entrecerrados. Supongo que aún no soy completamente de su agrado.
—¿Por qué? —me pregunta.
—Las noticas que te tenemos serán más fáciles de digerir si te embriagas un poco.
Elena mira a Stefan, en silencio le pregunta si él sabe algo, pero su novio niega sutilmente, le da una larga mirada y con la cabeza señala el vaso, pero, Elena aún no está completamente segura así que, busca con la mirada a Elijah quien le hace la misma seña que su novio. Un poco dudosa, busca mis ojos de nuevo, busca algo en mi mirada que le diga si esto es una trampa o si estamos siendo honestos. Convencida con lo que encuentra, estira su mano y toma el vaso que le ofrece Damon.
Damon si gira para volver en dirección a la mesa de donde tomo la bandeja, en el camino vuelve a guiñarme un ojo al que respondo con una leve sonrisa. Lo observo depositar la bandeja sobre la mesa y pasar por enfrente de para sentarse de nuevo a mi lado.
—Entonces… —hablo yo. —¿Nadie dirá nada?
Stefan y Elena se miran nerviosamente.
—Alaric… —Stefan es quien inicia la conversación. —Nos contó lo que sucedió con Klaus, también dijo que ustedes han estado lidiando con Klaus y sus… err… ¿amigos?
Los cuatro hacemos una mueca.
—Yo los llamaría secuaces —Damon señala.
—En realidad, Klaus no nos preguntó su queríamos lidiar con sus estúpidos berrinches —Angela dice. —Más bien nos vimos obligados a hacerlo.
—Bueno, nosotros tuvimos algunos días de tranquilidad gracias a eso —continua el vampiro, rápidamente nos mira a los cuatro. —Gracias por encargarse de eso en nuestro lugar.
—No lo hicimos por ustedes, Stefan —siseo fríamente. —Era hacerlo o morir.
—Aun así, quiero agradecerles —me dice el cobrizo una leve sonrisa se desliza en sus labios. No tengo palabras para responderle.
—No somos los buenos, Stefan —Damon bufa. —Solo somos los menos malos, te haría bien recordarlo.
—Cada día me lo recuerdas, hermano —responde en el mismo tono el otro Salvatore.
—¿Que ha pasado en nuestra ausencia? —Elijah mira a Stefan haciéndole directamente la pregunta a él, supongo que para desviar el tema y evitar una pelea entre hermanos.
—Supongo que han pasado cosas menos dramáticas que con ustedes —Stefan dice. —Secuestraron a Alaric, pero eso ya lo saben, Bonnie ha estado practicando su magia y… ¡oh! No sabemos dónde está Katherine.
Elijah dispara su mirada en mi dirección, sé que ambos pensamos lo mismo, solo
—¿Alguien se ha quejado de eso? —Damon pregunta con las cejas muy arriba.
—No, no realmente —le dice su hermano. —Pero nos parece extraño.
—Katherine suele desaparecer así —Damon se encoje de hombros y bebe un trago del líquido en su vaso.
Elijah me mira, sé que ambos pensamos lo mismo, solo hay una razón por la que Katherine desaparece, siempre es la misma razón; Klaus.
—Él la tiene —Elijah piensa en voz alta. El resto de las miradas se colocan sobre él, aunque esa es toda la explicación que el original ofrece.
—¿Quien? ¿Quién la tiene? —pregunta Elena.
—Klaus —digo con simpleza.
—¿Klaus? —mi prima jadea. —¿Estás diciendo que él se ha llevado a Katherine?
Nadie le responde.
—¿Crees que esté aquí? —Angela mira a su alrededor, buscando alguna señal que nos alerte de la presencia del original. Incluso puedo decir que ha comenzado a sospechar de los que estamos aquí, no me sorprendería que Klaus haya hecho de las suyas de nuevo y haya poseído a alguien, otra maldita vez.
—No lo creo —le dice Elijah, él también mira a nuestro alrededor. —La distracción en Forks fue por alguna razón, algo quería obtener de ese lugar. Además de ti, querida.
—Me pareció muy obvio cuando ustedes llegaron —suelto un bufido. Durante todo el camino del aeropuerto hasta aquí nos dijo una y otra vez que si hubiéramos terminado muertos después de la visita de Isobel, hubiese sido completamente nuestra culpa.
—¿Qué pasó en Forks? —Elena pregunta mirando de un rostro a otro, ahora ella está preocupada y alarmada.
—La pregunta correcta sería “¿Qué no pasó en Forks?” —Damon dice en tono divertido.
—Nos embriagamos, luego destruimos la escuela una vez —Angela comienza a enumerar. —Por culpa de Klaus, claro.
—Conocimos a unos metamorfos y nos embriagamos, de nuevo, en una fiesta improvisada que tuvimos en su tribu —Elijah continúa. Escucho el quejido de Damon al mencionar la fiesta en la Push.
—Destruimos la escuela una segunda vez —Angela le sigue. —También por culpa de Klaus.
—Algunas personas se murieron —Elijah dice reflexivamente. —Bella por ejemplo.
—¡¿Qué?! —escucho el jadeo sorprendido de nuestros dos acompañantes.
—No se murió, solo se desmayó por la falta de sangre —Damon aclara.
—Eso también fue culpa de Klaus —señala Angela.
—Maté a Isobel —le digo de sopetón. Mi boca escupe las palabras sin ningún tipo de aviso, sin anestesia, sin nada que pueda amortiguar el golpe de realidad que le voy a dar a mi prima.
—¿Qué? ¿Cómo? —Stefan se inclina hacia adelante, sus codos se colocan sobre sus rodillas y me mira con la mandíbula desencajada.
—¿Disculpa? —Elena abre al máximo los ojos por la sorpresa con la que mis palabras la han tomado.
—Maté a Isobel —repito. ¿No lo dije claramente la primera vez?
—Eso no fue culpa de Klaus ¿o sí? —Angela dice las últimas dos palabras como una pregunta, su ceja se levanta mostrando su gesto interrogante.
—Quisiera decir que no —es lo que digo. Isobel fue a Forks porque Klaus se lo ordeno, ella era la distracción, ella estaba allí para que yo la matara, prefirió ese destino antes de que volver a ayudarle al maniático hibrido. Pero, algo dentro de mí siente que algo falta, algo no estoy viendo, siento que hay algo que se me está escapando, algo que aun no sé lo que es.
—¿P-por qué? —Elena balbucea sacándome de mis delirios. Mi mente comienza a ordenar las razones por las que maté a Isobel, primero en orden alfabético y luego en orden cronológico. —¿Por qué? ¿Q-qué hiciste?
Esa última pregunta dispara la molestia en mi interior. Siento mi cuerpo temblar, avisándome que estoy convirtiéndome en una jodida bomba atómica a punto de explotar.
—Tranquila, Bambina —Damon susurra colocando su mano en mi espalda y en automático dejo de temblar, siento que mi cuerpo se relaja aunque la molestia no se ha evaporado de todo. Tomo un par de respiraciones profundas antes de responderle a mi prima.
—Hay ocasiones, la mayoría si me preguntas, que tienes que hacer ciertas cosas para sobrevivir, Elena —digo secamente. Ella parpadea. —Isobel llegó en un muy mal momento a Forks, chantajeo a Charlie e intentó usarme, de nuevo. Eso es algo que no voy a tolerar ni a permitir. Era ella o era yo. La elección fue sencillo.
Mis ojos quedan fijos en los de Elena, ella apenas y resiste mi mirada un par de segundos mientras se mueve nerviosamente en el sofá. Finalmente su rostro se rompe y deja caer su espalda contra el respaldo del sofá, cruzando sus brazos sobre su pecho. Luce demasiado cohibida, insegura, ¿dolida? No lo sé.
—S-supongo que eso es un problema menos —Stefan dice causando que las emociones de su novia empeoren. Observo a Elena fulminarlo con la mirada antes de poner los ojos en blanco y sacudir su cabeza para mostrar su decepción. El vampiro detecta sus movimientos y hace que su mano se coloque sobre la rodilla de Elena brindándole apoyo silencioso.
—Concuerdo con eso —Damon señala a su hermano y le da un gesto lleno de complicidad. —Pero, el problema principal sigue existiendo.
—El sacrificio —Stefan dice cuidadosamente. Observo a Elena estremecerse en su lugar.
—En realidad el problema es, ya saben, Klaus —Angela dice su nombre con precaución.
Por un segundo me siento en Harry Potter, cuando todos se ven en la obligación de mencionar a aquel que “no debe ser nombrado”.
—¿Quieres dejar de decir su nombre? —Elena chilla en tono de histeria. —Siento que va a aparecerse aquí, así, de la nada.
—Estamos hablando de Klaus, Elena —Damon pone los ojos en blanco. —No es Beetlejuice. No pasa nada con que digas su nombre tres veces.
El tono de decepción y vergüenza que usa Damon hace que una sonrisa se me escape. Elena resopla con molestia.
—¿Q-qué pasa con el sacrificio? —Stefan pregunta, su cabeza va de un lado a otro. —¿Al fin sabemos cómo evitar el sacrificio?
Mis amigos y yo nos miramos. Supongo que llegamos al punto donde damos la mala noticia, o buena noticia… depende de cómo tomen lo que les vamos a decir.
—No… no hay ninguna manera de evitar el sacrificio, Stefan —le digo muy seriamente. Observo que el rostro del vampiro se contrae de dolor.
—Entonces… ¿Podemos salvar a Elena? —Stefan pregunta con un nudo en la garganta. —Hay una manera ¿verdad? ¿La hay?
—No, Stefan —le digo compadeciente. —Klaus va a reunir todas las piezas, todo lo que necesita para el ritual y entonces va a venir a por Elena.
La mencionada da un respingo, su cuerpo se pone tenso y observo el miedo en sus ojos.
—Lo siento, Elena —me disculpo lo más sincera que puedo. —No hay otra manera de decirlo. Esa es la realidad.
Mi prima cierra los ojos, da una profunda respiración y asiente muy lentamente.
—E-está bien —Elena se obliga a sí misma a sonreír. Abre los ojos e intenta convencernos con su mirada.
—No, no está bien —Stefan se queja. —Vas a morir, Elena.
—Lo sé, Stefan. Está bien, lo juro —ella intenta decir lo más convincente posible. Ni Stefan ni nosotros le creemos. —Es algo que ya lo había aceptado… creo. Klaus está aquí por mí, yo soy la clave para romper esa maldición. Si no lo hago, él va a seguir lastimando a las personas.
—Así de sencillo es aceptar tu destino —Damon aplaude. —Felicidades por actuar como una niña grande, Elena.
—Yo sí sé madurar, Damon —ella le responde. —No soy como tú.
Casi sonrío por el vano intento de Elena de molestarlo.
—No sabes cuánto agradezco eso —Damon le guiña un ojo. —No puede haber dos como yo.
Yo pongo los ojos en blanco y le doy un codazo. Damon se ríe da un apretón en mis manos y me jala más contra de su cuerpo. Soy consciente que Elena y Stefan miran con atención nuestro intercambio, pero ninguno dice nada, tampoco preguntan y en el fondo de mi lo agradezco.
—Elena —Elijah habla distraídamente, la aludida pone su atención en él. —Si yo te digo que hay una posible solución ¿la tomarías?
—¿La hay? —pregunta Elena. —¿Hay una solución? —me mira a mí, mira a Elijah y luego mira a Stefan, su novio tiene sus ojos puestos con demasiado interés en el original que juega con el vaso en sus manos.
—Dijiste que no podíamos evitar que Elena muera —Stefan me reclama.
—Las soluciones que podemos ofrecer no evitan su muerte —Elijah aclara.
—¿Soluciones? —Elena pregunta. Siento que va dirigida hacia mí la pregunta.
—Sí, hay dos soluciones —carraspeo. —Una es mucho más confiable que la otra.
—Dime —me exige, me suplica, me pide. —¿Qué soluciones? ¿Qué otras opciones tengo?
Miro a Elijah, él puede comenzar con las explicaciones.
—La menos confiable pero la que es más simple es un elixir de la vida —Elijah le dice cautelosamente. —Es sencillo, antes del sacrificio, debes beberlo, luego durante el sacrificio Klaus te matará, pero el elixir hará que vuelvas a la vida.
—Suponiendo que funcione, claro —Damon aclara. Elijah se limita a míralo gritándole en silencio que cierre la boca.
La alarma se enciende en mi prima.
—No estamos seguros de que va a funcionar, Elena —le digo con cuidado. Necesito que entienda que es demasiado probable que no funcione.
—Va a funcionar —asegura ella. —Bonnie tiene la magia de las brujas, haremos el ritual, ella puede matar a Klaus y yo voy a volver a la vida con el elixir.
Todos hacemos una mueca. Sé que está desesperada por encontrar una salida, una solución o un poco de esperanza para aferrarse a la vida, pero, ¡no está poniendo atención! Le estamos diciendo que es posible que no funcione, Elijah le dijo que el elixir es la menos confiable.
—Te dije que era mala idea preguntarle —Damon sacude la cabeza.
—Elena… —intento encontrar las palabras adecuadas para bajarla de su nube de ilusión. No encuentro ninguna. Miro a Elijah en busca de ayuda, pero él tiene la misma mueca de decepción que Damon.
—¿Qué sucede? —Elena pregunta, escucho su voz temblar.
—Bonnie no va a matar a Klaus —Angela dice con un tono reservado pero asegurando de darle otro golpe de realidad. —No puede matarlo.
—¿P-por qué no? —Stefan es quien pregunta.
—Bonnie no tiene la magia suficiente para hacerlo —Angela responde. Todos somos testigos de cómo la emoción, esperanza y alegría de Elena se evaporan en segundo.
—Pero Bonnie, e-ella… la magia de las brujas… —Elena balbucea sin sentido.
—Bonnie tiene magia de las brujas, sí, pero no tiene la suficiente como para matar a Klaus —le explica mi amiga. —Esa magia es demasiado peligrosa, aun no puede manejarla.
—La magia no es algo que deba ser de su preocupación —Elijah dice tajante.
—Yo haré el ritual —Angela sonríe angelicalmente. —De Klaus me encargo yo, pero no puedo asegurarles que vaya a matarlo.
Ellos no tienen que saber que esa nunca ha sido nuestra meta.
—¿Cuale es la otra opción? —pregunta Stefan. —¿Qué otra opción hay para que Elena pueda salvarse?
—La opción más segura es que se convierta en vampiro —Damon suelta sin ningún filtro.
—No —Elena se pone de pie. —No, no.
—Elena… escucha —intento hablar con ella.
—¡No! —su grito me interrumpe. —¡No voy a hacer eso! No me voy a convertir.
—¿Quieres seguir viva, sí o no? —Damon pregunta con la mandíbula apretada, es evidente que se ha vuelto a enojar.
—No así —Elena sacude la cabeza.
—Elena… —Stefan intenta tranquilizarla, pero ella se mueve. Se pone de pie, su cabeza sigue sacudiéndose de un lado a otro mientras balbucea negativas, su cuerpo se mueve rodeando el sofá dónde antes estaba sentada y camina hasta la puerta que cruza antes de dar un portazo.
Mis ojos buscan los ojos de Damon, él tiene ambas cejas juntas y fulmina con la mirada en dirección a dónde se fue Elena. Mi atención se centra en Angela y Elijah, ambos están mirándome con la ceja arriba.
No digo nada, ni siquiera me muevo.
Stefan tarda un poco en recomponerse, se debate algunos segundos entre la idea de ir y seguir a su novia para calmarla, o de quedarse y seguir hablando con nosotros para seguir obteniendo información. Por supuesto, gana la segunda.
—¿De verdad esas son las únicas opciones que tenemos?—Stefan pregunta, da una mirada por encima de su hombro, en dirección a la puerta, antes de fijar sus ojos en mí.
—Si —exhalo ruidosamente.
—Esta la opción de que muera —Damon se encoje de hombros volviendo su atención a la conversación que se ha retomado. Stefan finge no escucharlo.
—¿Y que se convierta es la mejor solución que tenemos?
—Es nuestra opción más segura —digo suavemente.
—Elena no va a querer hacerlo —mira en dirección a dónde se fue su novia, una mueca de consternación aparece en su rostro. Él quiere salvarla, quiere hacer todo lo que sea posible para salvarla, pero también quiere respetar su decisión. Y ahora Stefan está en una encrucijada.
—Pues la vamos a obligar —su hermano dice. Por la esquina de mis ojos veo el gesto despreocupado que hace.
—No, Damon. No podemos obligarla a ser un vampiro.
—Mira quien lo dice —brama haciendo que sus dientes se traben y su mandíbula truene. Stefan baja la cabeza, visiblemente avergonzado y arrepentido porque él sea la razón por la que Damon es ahora un vampiro… y un cabrón.
—No me has perdonado —dice Stefan. Damon sacude la cabeza. —Pues si la obligas, Elena tampoco te va a perdonar. Nunca, Damon.
—Lo va a superar —Damon rezonga, luego sonríe maquiavélicamente. —O quizás no.
—Sabes que para un vampiro, nunca, es un largo tiempo, Damon —Stefan intenta hacerlo entrar en razón.
—De verdad quisiera que hubiera otra solución Stefan —soy yo quien habla interrumpiendo su conversación de hermanos. Yo, más que nadie, deseo darle un destino diferente a mi prima.
—Pero no la hay —Damon dice. —Así que, hermanito, acéptalo.
Damon bebe de un trago el contenido del vaso en sus manos antes de azotarlo contra la mesa que tiene a un costado. Se pone de pie, pasa por enfrente de mí y cruza la sala de estar hasta llegar a la escalera, mis ojos se mantienen fijos en él hasta que desaparece escaleras arriba.
Suelto un resoplido y regreso mi mirada a Stefan.
—Sé que esta vida no ha sido sencilla para él, tampoco lo ha sido para mí, pero cada vez que me recuerda cuanto me odia por obligarlo a convertirse, hace que tenga ganas de quitarme el maldito anillo y quemarme —Stefan se lamenta, sus ojos miran en la dirección a dónde su hermano se fue. —Y ahora, él quiere hacer lo mismo con Elena, obligarla a esta vida. ¿Será esa la venganza de Damon?
—¿No fueron ustedes quienes comenzaron todo esto? —le pregunto. Stefan se gira a mirarme con confusión en su rostro. —Tú y Damon. Intentaron hacer todo lo posible por mantener a Elena con vida, por salvarla ¿me equivoco?
—No, no te equivocas —susurra.
—Entonces… ¿Por qué parece que Damon es el único que está intentando cumplir esa misión?
Mis palabras dislocan a Stefan. Parpadea rápidamente, traga el nudo que hay en su garganta y gira su rostro hacia la puerta por dónde minutos atrás salió Elena.
—Elena y yo nunca hemos hablado de esto —se lamenta. —Nunca le he dicho todo lo que conlleva, de lo que significa una decisión así. Jamás le he dicho todo lo que perdería si se transforma.
—¿Perder?
—Una vida humana —Stefan exhala. —Crecer, vivir, tener hijos, enfermar, envejecer. Perder a todos aquellos a los que amas, solo porque ellos no pueden seguir a tu lado.
Mi estómago se revuelve por el recuerdo de haber escuchado esas palabras antes.
—Suenas como un puto idiota, hermanito —Damon dice al pasar de nuevo junto a la sala, no se detiene a conversar de nuevo con nosotros, simplemente sale por la puerta, también dando un portazo en el proceso.
—En realidad suena como Edward —Angela jadea con asco.
Tiene razón, esas son las mismas palabras que Edward me decía para justificar porque se negaba a transformarme. Estoy segura que yo también tengo una mueca de asco en mi rostro, pero al parecer Stefan es ajeno a nuestra reacción, él sigue mirando la puerta.
—¿Supongo que está decidido? —Elijah pregunta.
—Elena es quien tiene que decidir —Stefan niega con su cabeza mientras dice esas palabras.
Elijah me da una mirada, en silencio me designa la tarea de hacer que Elena decida la opción que nosotros queremos que elija.
—¿Cómo sé que podemos confiar en ustedes? —la pregunta de Stefan suena al aire, pero sus ojos se colocan específicamente sobre Elijah.
—Intuición —le responde el original. —Además, Stefan, no tienen muchas opciones. Hasta este momento, somos su opción más segura.
Stefan no luce nada contento con esas palabras.
—Escucha, Stefan —aclaro mi garganta, él me mira, parece que confía un poco más en mí que en todos los demás. —Sé que todo esto es difícil, ninguno está contento con esta situación, pero retrasarla solo va a empeorar las cosas. Klaus va a hacer ese ritual, nos guste o no.
—Tienes razón —asiente de mala gana.
—Elena va a estar bien —le aseguro. Mi propia voz me sorprende, no esperaba que mis palabras sonaran tan llenas de confianza.
—No sabes cuánto quiero creerte —suspira el hombre. En este momento se ve tan vulnerable que me dan ganas de aceptar la propuesta de que matemos a Klaus. —Quiero, deseo creer y confiar en que todo va a salir bien.
—Yo también, Stefan —suspiro. —Yo también.
La conversación muere y el silencio nos absorbe, nos vemos envueltos en nuestros propios pensamientos, en el propio caos al interior de nuestras mentes, aunque sé que todos estamos pensando en algo en común, Nicklaus Mikaelson.
—Iré a buscar a Elena —anuncia Stefan después de un rato. No recibe respuesta, entonces en silencio se levanta y sale por la puerta principal de la casa, ninguno de nosotros hace algún tipo de esfuerzo por detenerlo.
—Será mejor que nosotros también nos movamos —Elijah dice. —Tenemos mucho que hacer.
—Tienes razón —le digo. Angela asiente. —¿Por dónde empezamos? ¿Katherine?
—Sí, yo iré a buscarla —Elijah anuncia. —Creo que sé dónde puede estar.
—Estas idiota —Angela le dice. —Deja que la desgraciada se pudra en donde sea que la tienen.
—Necesitamos la información que tiene —se excusa el original. —Si Klaus la tiene, ella va a saber qué es lo que planea.
—Manda a Damon —le responde mi amiga con un bufido. Yo frunzo el ceño al escuchar eso. —Él no es tan idiota para caer de nuevo en sus garras.
—Ahí te equivocas, querida —Elijah dice en tono divertido. Mi mueca de molestia aumenta. —Es idiota, pero no lo suficiente como para hacer enojar a Isabella
—Sabe que no le conviene —Angela se carcajea. Elijah le hace segunda.
Con ayuda del vaso que tengo en mis manos, lo llevo a mis labios para ocultar la sonrisa que amenaza con salir, mejor bebo lo que resta del contenido del vaso, el ardor que produce el alcohol en mi garganta me distrae de las burlas que ellos continúan diciendo.
—Damon y yo iremos con Katherine —les aviso. —Quizás ustedes puedan reunir a los posibles peones de Klaus. O investigar donde está él, al menos.
—Hecho —ambos me responden.
Me levanto del sofá y salgo por la enorme puerta de la casa en busca de Damon, bueno, en realidad voy detrás de él, ya sé dónde está. Mis pies se mueven en automático, gracias al vínculo que hemos creado por compartir sangre, es como si sintiera la dirección en la que se mueve por el mundo, y ese mismo vínculo me impulsa a ir con él. Quiero seguirlo, ir a su lado, quedarme con él.
Con cuidado mis botas saltan sobre las tumbas del cementerio, camino sobre la tierra y los muertos hasta que mis ojos observan una silueta de color negro. Damon está en el fondo, sentado sobre una lápida, tiene sus brazos cruzados sobre su pecho. Sé que me ha escuchado, pero no se mueve, lo tomo como una invitación silenciosa.
Su cuerpo se relaja cuando coloco mis brazos alrededor de sus anchos hombros, mi cabeza baja hasta descansar sobre su hombro derecho, mis ojos se fijan en la tuba que tiene al frente.
Es la de Miranda y Grayson Gilbert.
—¿Estas pidiendo perdón porque vas a matar a su hija? —pregunto.
—Yo no soy de los que pide perdón.
—Elena alguna vez dijo que, cuando ella muera, quiere ser colocada aquí, junto a ellos —digo recordando lo que Jeremy me dijo una vez. —Después de todo, ellos son sus padres.
—Elena es una tonta si cree que vamos a cumplir sus caprichos —Damon bufa. Yo no digo nada más, me quedo en silencio observando la tumba, pero mi nariz se acomoda contra el huevo de su cuello, absorbiendo el aroma de Damon en mi nariz. Sé que parezco una drogadicta, pero el aroma que desprende su cuerpo es como una maldita droga a la que me he vuelto adicta.
Hice cosas imperdonables para mantener a Klaus lejos de Elena —su cuerpo se estremece al decir esas palabras. —Y ahora yo mismo la voy a entregar.
—¿Te arrepientes? —pregunto.
—No —responde al instante. Sus manos me toman y en segundos me tiene de pie frente a él, esta vez con mi cuerpo recostado contra el suyo. —No me arrepiento de nada, Isabella. Todo lo que he hecho, cada decisión buena o mala que he tomado a lo largo de mi jodida existencia me ha llevado hasta ti. Definitivamente no me arrepiento.
Un suspiro se escapa de mis labios.
—¿Cambiarías algo? —pregunto temblorosamente. —Si pudieras elegir diferente ¿lo harías?
—No importa lo que pasé hoy, mañana o en mil años, quiero que tengas muy claro que te voy a elegir a ti —su mano se coloca sobre mi mejilla, acuna mi rostro con delicadeza y suavidad. —Siempre te voy a elegir, Bambina.
Un lágrima se escapa de mis ojos, él con su pulgar la limpia antes de que pueda escurrir por mi mejilla. Yo no puedo resistir más el impulso que hay en mi interior, me lanzo contras sus labios reclamando un beso que me haga sentir que sus palabras con un juramento eterno. Él me recibe gustoso.
—¿Quieres hacer algo divertido hoy? —pregunto cuando nos separamos. Me da una mirada pícara y me acerca más a su cuerpo.
—¿Qué propones? —pregunta, sus cejas suben y bajan. Yo suelto una carcajada.
—No lo que estás pensando —digo entre risas. —Ven conmigo, vamos a necesitar tu auto.
—¿Isabella?
—Vamos —tomo su mano impacientemente y lo arrastro conmigo por todo el cementerio. Damon se deja hacer.
Sin prisas, volvemos a la casa Salvatore a tomar su auto, tras un poco de drama y una confesión romántica que le hizo al auto diciéndole cuanto lo había extrañado, nos subimos y él conduce con las indicaciones que le doy. Llegamos a la torre de departamentos que está en el vecindario al otro lado del pueblo.
—¿Qué carajos hacemos aquí? —Damon pregunta cuando baja del auto, yo ya estoy de pie frente a las puertas del edificio.
No le respondo, entro a la torre de departamentos y me muevo por las escaleras buscando la puerta y el número que me ha dicho Angela por mensaje de texto. Damon viene detrás de mí quejándose cada que subimos un nuevo tramo de escaleras.
—Ese es —señalo uno que está al fondo del pasillo.
—¿Una fiesta? —pregunta Damon. El ruido de la música al otro lado de la puerta nos alerta de que hay bastante movimiento al interior del departamento.
—Espero que no —digo. —Porque no fuimos invitados.
—Colarme a fiestas es mi especialidad, nena —Damon levanta la mano y da unos fuertes toques en la puerta.
La música se silencia, pero nadie abre la puerta. Damon me mira con una ceja arriba, yo me encojo de hombros y levanto mi brazo para ser yo quien toque la puerta, pero la respuesta es la misma; silencio. Damon me empuja hacia un lado, se inclina hacia la puerta, sus manos mueven la perilla de la puerta y hace que ceda ante sus movimientos.
Mis manos empujan la puerta revelando el interior del departamento. Katherine está de pie en el medio, con los brazos cruzados sobre su pecho y con una mueca de fastidio.
—¡Gracias al cielo! —levanta las manos al aire con dramatismo.
—¿Qué no estabas muerta? —pregunta Damon con exasperación. Katherine pone los ojos en blanco
—Lamentablemente, no —responde con aburrimiento.
—¿Las arrugas son normales? —Damon pregunta. —¿Son marcas de la edad?
Katherine hace una mueca ofendida, se gira sobre sus propios talones y va hasta el sofá. Damon da un paso al frente con intención de entrar al apartamento, pero la pared invisible aparece en el marco de la puerta y evita que dé un paso más adentro.
Una mano en mi espalda me empuja hacia adelante. Doy un paso, luego otro y otro, a mi nada me obstaculiza el paso, por lo que rápidamente me encuentro al interior de la casa sonriendo burlonamente en dirección a Damon.
—¿Qué están haciendo aquí? —Katherine pregunta.
—Vinimos a ver si mereces que hagamos el intento de rescatarte —le respondo sin brindarle demasiada atención.
Ahora que estoy al interior de la casa, me paseo de un lado al otro en busca de… algo. Lo que sea que nos pueda servir o al menos algo que me diga que nadie va a salir de una esquina dispuesto a matarme.
—¿Qué tal tu nueva vida junto a tu viejo amigo? —Damon se burla.
—Aburrida —escucho que la vampira responde. —No me deja hacer nada que no sea lo que me ordena.
—Es prevenido, al menos —Damon dice. —Le aplaudo eso.
—¿Dónde está, por cierto? —pregunto. Miro distraídamente por la venta que da en dirección a la calle.
—Aquí no —Katherine responde.
—Supongo que eso es bueno para ti —Damon comenta.
—Sabemos que Klaus está recibiendo ayuda de alguien, ahora veo que esa persona no eres tú —regreso mi atención a la vampira.
—Y por supuesto que tú no estás recibiendo ninguna ayuda —Damon señala. Es claro que Katherine lleva días aquí encerrada, demasiados días, su piel se ve seca y gris, las venas de sus ojos están demasiado marcadas y las ojeras debajo de ellas son de un color poco saludable. Katherine lleva días sin alimentarse.
—¿Qué tal un poco de ayuda? —del bolsillo de mi chaqueta saco un pequeño frasquito, mis dedos lo sacuden en el aire.
—¿Eso es…? —Katherine aparece a mi lado. Yo actuó más rápido que ella, de nuevo mi mano está al interior de mi chaqueta protegiendo el frasco.
—¿Tu salvación? Si —le sonrió sínicamente.
—La verbena no va a deshacer nada —dice en tono resignado, eso me toma por sorpresa ¿Esta es Katherine? ¿La perra que solo le interesa salvar su trasero? ¿La vieja desgraciada que siempre consigue lo que quiere?
—Siempre hay una laguna —Damon dice desde la puerta. —¿Te dijo que te quedaras en este apartamento hasta que te ordenara algo diferente?
Katherine abre la boca pero no es capaz de emitir ningún sonido.
—¡Vaya! —silbo dando vueltas a su alrededor. —No puedes decir nada.
—¿Te dijo que hicieras absolutamente todo lo que él diga… hasta el final de los tiempos? —Damon le hace otra pregunta.
—No —Katherine responde al instante.
—Ahí está tu laguna —sonríe el pelinegro.
Camino hasta un costado de Damon, saco de nuevo el pequeño frasco y lo sacudo al aire para que suene el líquido en su interior.
—Si tomas la verbena vas a evitar que vuelva a hipnotizarte —le digo. Katherine me mira, pensativa, está analizando sus posibilidades. —Llevarías la ventaja, de nuevo.
—Dámela —camina rápidamente hasta mí. La bendita magia hace lo suyo y la detiene en la pared invisible antes de que cruce la puerta y me alcance.
—Primero vamos a tener una conversación —le digo en tono retador. Ella levanta una ceja, lo tomo como una respuesta afirmativa. —Isobel ¿Por qué?
—Sabía que ustedes necesitaban un empujón para lidiar con Klaus —ella dice como si fuera la cosa más obvio. —Además, Isobel necesitaba hablar con Klaus y yo lo único que hice fue decirle dónde encontrarlo.
Eso dispara la curiosidad en mí. ¿Klaus e Isobel se encontraron en Forks? ¿Hablaron? Si es así, ¿de que hablaron?
—Además, estaba cuidándome las espaldas —Katherine dice en tono presumido.
—¿Y eso dónde te dejó? —Damon se carcajea, la vampira hace una mueca.
—¿Sabes dónde está Klaus ahora? —le pregunto. Espero que me de más información que hace rato.
—La última vez que estuvo aquí estaba en el cuerpo de un hombre extraño, fue hace días —responde. —No lo he visto desde entonces.
—¿Pero? —levanto una ceja. Estoy segura que hay un “pero”.
—Pero han venido un par de veces unos de sus “amigos” —ella sacude su mano en el aire como si esa información fuera irrelevante, pero noto que mira nerviosamente al pasillo a nuestras espaldas, como si esperara que alguno de ellos apareciera. —Sé que hay una bruja, Greta, se llama. Ella es quien lo ayuda a cambiar de cuerpo.
—¿Qué hay de sus lacayos? —Damon le pregunta.
—Sé que están buscando su cuerpo —Katherine exhala. —Lo necesita si quiere que el ritual se haga correctamente.
Damon me brinda una mirada cómplice, con una señal de su cabeza me dice que le entregue la verbena a Katherine. Si hemos obtenido información útil.
—Toma —le doy el frasco a Katherine. Ella lo abre y lo bebe de un solo trago antes de sufrir un ataque de tos cuando la verbena hace su trabajo con su garganta. —Ten cuidado. Si sabe que la tienes, no saldrás de aquí.
—Vendremos a cobrar este pequeño favorcito —Damon suelta con voz amenazante. Katherine no le responde nada. —Vámonos, Bambina.
Se da la vuelta y comienza a caminar por el pasillo por el que llegamos. Sacudo mi mano en el aire frente a la cara de Katherine y cierro la puerta, asegurándome de que la perilla quede de la misma manera en que la encontramos.
—¿De qué mierda habló Isobel con Klaus? —Damon gruñe cuando lo alcanzo en el auto.
—Supongo que nunca lo sabremos —mis palabras no le agradan a Damon. Se mantiene todo el camino de regreso a la casa Salvatore en silencio.
—¿La encontraron? —Angela pregunta cuando nos ve entrar. —¿Estaba viva?
—Lamentablemente —Damon y yo decimos. Angela suelta una maldición, Katherine en definitiva no es su persona favorita, menos porque sé que mi amiga está celosa de la historia casi inexistente que Elijah y Katherine tuvieron.
Hablando del rey de roma…
—¿Dónde está Elijah? —pregunto.
—Hablando con Elena —responde. —Bueno, en realidad está intentando convencerla de que acepte la transformación.
—¿Stefan? —Damon pregunta, su rostro da vueltas mirando a la casa en busca de su hermano.
—Fue a buscar a Bonnie —dice mi amiga. Su vista sigue pegada al libro que tiene en sus manos. —La necesito para preparar mi plan B.
Durante el camino a Mystic Falls, hablamos sobre la necesidad de que todos tengamos un plan B, C, D, todas las malditas letras del abecedario de ser posible. No podemos arriesgarnos a que algo falle y todo se vaya a la mierda.
Además, lo más seguro es que Klaus piense lo mismo que nosotros y esté más que preparado para tener éxito en el ritual.
—¿Qué les dijo la vieja sin arrugas? —Angela pregunta.
—Klaus e Isobel hablaron antes de que ella fuera a la casa de Charlie —digo haciendo que mi amiga abra al máximo los ojos por la sorpresa. —No sabemos de qué hablaron.
—Hay una bruja, Greta —Damon dice. —Ella está ayudando a Klaus a moverse de cuerpo.
—Eso explica muchas cosas, aunque ya lo sospechaba —Angela asiente.
—Quizás puedas rastrearla y así sepamos dónde está el cabrón —Damon le sugiere, aunque suena más a una orden.
—¿Puedes ir con Rick? —le propongo. —Quizás puedas mover esos dos peones.
—Estaré en el Grill —Damon me dice aceptando mis palabras. —Si necesitas algo trata de no morir mientras llego.
—Bien —accedo. —Intentaré no meterme en problemas.
Damon me da una mirada antes de darse vuelta y desaparecer por la puerta, enseguida escucho el sonido de su auto arrancando y perdiéndose por la calle.
—¿Ya saben qué haremos con nuestros peones? —le pregunto a mi amiga. Me dejo caer a su lado en el sofá, mis manos toman uno de sus libros ojeándolo con aburrimiento.
—¿De verdad tenemos que usar los nombres de las piezas del ajedrez? —se ríe Angela.
—Sonamos más inteligentes de esa manera —respondo con una sonrisa.
—Todos unos intelectuales —se carcajea mi amiga.
—¿Y bien? ¿Qué haremos con el peón 1?
—Elijah tiene cubierto a Tyler —comenta. —Es un poco exagerado su plan, pero va a funcionar a la perfección. Estoy segura.
—¿Quiero saber?
—Carol va a tener un accidente —anuncia mi amiga.
—Nada grave, espero —digo apresuradamente. Angela sacude la cabeza.
—No realmente, pero, por órdenes médicas, va a ser trasladada a otro hospital más… prestigioso —Angela pronuncia la última palabra en tono misterioso.
Decido no preguntar más. Entre menos sepamos cada uno de nosotros del plan que el otro está armando, será lo mejor, menos peligro tenemos de ser secuestrados y torturados para que Klaus obtenga información.
—¿Peón 2?
—Espero que a Damon se le ocurra algo para Caroline. Mi idea era usar a la sheriff, pero no creo que quiera alejarse de Mystic en este momento —Angela murmura, cierra de golpe el libro que hay en sus manos.
Tiene razón, estoy segura que Liz ya se ha dado cuenta de todas las muertes misteriosas que ha habido en Mystic y sé que ella sabe que son causadas por vampiros. Pero también estoy segura que no querrá dejar a la gente del pueblo sin protección alguna. Aunque…
—Y si… —murmuro insegura de decir la idea que se ha cruzado por mi mente.
—¿Decirle la verdad a Liz? —Angela me mira con incredulidad. —Yo también pensé en eso.
—Es que es una buena idea —acepto. —Aunque la noticia de los vampiros no le ha caído tan bien a Liz, sé que no va a permitir que Caroline sea herida.
Si le decimos que Klaus piensa usar a su hija en un sacrificio, ella va a aceptar cualquier propuesta que tengamos, cualquier salida que evite que Caroline muera.
—En eso puede ayudarnos Charlie —Angela propone mirándome por la esquina de sus ojos.
—¿Cómo nos ayudaría Charlie con eso?
—Quizás Charlie pueda hablar con Liz y hacerle entender eso —Angela dice insegura. —Que Caroline, vampira o no, sigue siendo su hija. Incluso puede usarte de ejemplo.
—¿A mí? —la miro con cara de pocos amigos. —¿Por qué a mí?
—Mmm no lo sé —Angela murmura, pensativa. —Quizás porque ya es demasiado notorio que intercambias sangre con Damon.
—¿Lo es?
—A mí no puedes engañarme, Bella —mi amiga dice fríamente. Su mirada es de reproche. —Tu apariencia, tus habilidades, necesidades y pensamientos son los de cualquier vampiro.
—Supongo que sí es demasiado obvio.
—Y Charlie no es un tonto —mi amiga dice como si fuera demasiado obvio o yo una tonta e ignorante. —Por supuesto que se ha dado cuenta de que has cambiado. Sabe que lo único que te falta es… ya sabes, terminar el trámite.
—Morir y beber sangre —exhalo. Giro mi cabeza en dirección a la ventana, como si eso fuera a protegerme de las palabras certeras de Angela.
El silencio se vuelve nuestro compañero por algunos minutos, sé a dónde nos va a conducir esto, a la conversación que llevamos semanas evitando. No sé si estoy lista para tenerla.
—¿De verdad vas a hacer esto? —me pregunta con la voz temblorosa. Doy un respingo, si, vamos a tener esta conversación ahora.
—No lo sé, Ang —respondo en el mismo tono. —Hablare con ella, necesito hablar con ella y yo… tomaré una decisión dependiendo de lo que me diga.
—Bien —asiente.
—Vas a ser la primera en saber mi decisión, Ang —le prometo. No tenemos tiempo para decir nada más, se escucha la puerta alertándonos de la presencia de más personas en la casa.
—¡Hola! —Bonnie aparece por la puerta con Stefan y Jeremy detrás de ella.
—¡Hey! —Jeremy me sonríe y llega hasta mí para abrazarme efusivamente.
—Ya estamos aquí —Bonnie mira a Angela. Es inteligente, sabe que no tenemos mucho tiempo.
—Espero que Stefan les haya dado un resumen —dice mi amiga. Los tres asienten.
—Bueno —Angela da un aplauso. —Jeremy, Stefan, Bella, tomen un libro, tenemos que encontrar como funcione el elixir. Bonnie, ven conmigo.
Todos le obedecemos, nosotros tres nos distribuimos en un sofá mientras Bonnie y Angela se sientan en el suelo, rodeadas de varios grimorios, velas y piedras. No sé qué están haciendo, no sé cuál es el plan de mi amiga, pero si soy consciente de que conforme pasa el tiempo, Jeremy y Stefan comienzan a desesperarse.
—¿Bonnie, tú conoces a una bruja llamada Greta? —escucho que Angela le pregunta. Mi oído se coloca sobre su conversación, aunque mi postura no cambia, mis ojos siguen fijos en el libro en mi regazo.
—Creo que así se llama la hermana de Luca —responde ella. —Él y su padre la estaban buscando, por eso contactaron a Elijah.
—Es la que estaba perdida —Angela dice en tono pensativo.
—¿Por qué? —Bonnie pregunta. —¿Sucede algo con ella?
—Sí, sucede que ya la encontré —le responde mi amiga.
—¡¿Dónde?!
—No estaba perdida, ella fue a voluntad con Klaus.
Me tomo el atrevimiento de mirar en dirección a Bonnie, tiene una expresión de sorpresa que después se transforma en una de consternación.
—Entiendo —murmura lejanamente.
Ahí muere su conversación y el silencio vuelve a tomarnos prisioneros, dejando al aire únicamente el sonido de las hojas moviéndose cuando cambiamos de página, o de la magia haciendo su función cuando alguna de ellas hace algún hechizo o conjuro.
—¡No hay nada! —Jeremy se queja. —Son demasiados libros y en ninguno explica nada del ritual, ni del elixir, mucho menos de cómo evitar que Elena se convierta en vampiro.
—Quizás es porque no se va a poder evitar —lo voz de Elijah resuena por la puerta, entra a la casa con calma y se sienta a mi lado en el sofá.
—¿Todo bien? —Stefan lo mira.
—Es tu turno, querida —el original me dice, quita el libro de mis manos y con su cabeza señala la puerta. —Ya activé el reloj.
Sé lo que eso significa, es mi señal. Es el momento en que yo mueva las piezas del ajedrez para terminar la jugada que Elijah ya ha comenzado.
—Ahora vuelvo —digo yo. Me levanto del sillón y salgo por la puerta dejando a los demás atrás de mí. Nadie me detiene o si alguien intentó hacerlo, es probable que Angela o Elijah los hayan detenido.
Rodeo el perímetro de la casa y observo a Elena, está sentada en una banca en el fondo del jardín dándole la espalda a la casa Salvatore y por ende a mí. Tomo una respiración profunda para armarme de valor y obligo a mis piernas a que se muevan. Con calma camino a través de la hierba del jardín hasta llegar a dónde ella se encuentra, me siento a su lado, el aire que sopla en mi dirección me trae el aroma a lágrimas y a sal que emana de ella.
Sé que ya escuchó mis pisadas acercándose a ella, pero no se ha movido, ha fingido que no me ha notado obligándome a quedarme quieta y en silencio a esperar. Eso es lo único que haré en este momento, esperar a que ella reaccione a mi presencia y me hable, me grite o me golpee. Lo que sea es bueno.
Mi atención se centra en el pasto, en los pequeños insectos que caminan a través de la hierba y la tierra evadiendo mis propios pies o cualquier otro obstáculo que se atraviese en su camino.
—¿Por qué? —Elena pregunta después de un rato. Su voz ronca y cansada interrumpe mis pensamientos.
—Vas a tener que ser más específica.
—¿Por qué decidiste que perdiera mis recuerdos? ¿Por qué hacer que Miranda me adoptara? ¿Por qué me dejaste aquí? —suelta las preguntas en una sola respiración. —¿Por qué fuiste tú quien decidió mi vida? ¿Qué derecho tenías de hacer eso?
Me obligo a mantenerme tranquila. No puedo permitir que mis emociones me dominen en este momento, mucho menos a reaccionar de la manera en la que mi prima quiere verme reaccionar. Necesito ser más inteligente que ella si quiero lograr mi propósito.
—Alguien tenía que hacerlo, Elena —digo secamente. —Tristemente tuve que ser yo.
Su sollozo se escucha sobre el sonido del viento.
—Elijah me regreso la memoria —confiesa.
—Lo sé —le digo.
—Lo recuerdo todo. Tú, yo, la tía Renée, al tío Charlie, Isobel… recuerdo lo que pasó esa noche —su llanto aumenta, las lágrimas se deslizan sin control por sus mejillas. —Y ahora no puedo culparte por haber matado a Isobel.
Dudo. Una parte de mi quiere moverse y abrazarla para consolarla, pero la otra parte de mi quiere alejarse de ella por miedo a que me rechace de nuevo.
—Isobel… si se arrepintió, Elena —murmuro. Ella gira su rostro para mirarme a través de sus lágrimas. —Después de esa noche, pasó su existencia pagando el precio de sus acciones.
—Ella no me quería, ella te quería más a ti —hipa entre sollozos. —Ella hubiera preferido que tú fueras su hija.
No puedo negar eso último. Isobel lo ha dicho demasiadas veces, nunca intentó ocultarlo.
—Quizás Isobel deseaba que yo fuera su hija, porque así mi muerte no le dolería tanto —digo con cuidado las palabras. Mi prima me mira con un gesto lleno de dolor y confusión. —Ella prefirió engañar a Michael y entregarme para que me asesinaran a mí, y no a su hija. No a ti, Elena.
Elena cierra los ojos, su cuerpo se impulsa hacia adelante dejando caer su cara contra sus manos, sosteniendo su postura con sus codos en sus rodillas.
—Ibas a morir por mi culpa —solloza ahogadamente. Mis manos se aprietan con fuerza sobre mis muslos.
—Estoy segura que Isobel te quería, Elena. A su manera claro —desvió el tema, obligándome a ser valiente pongo una mano en su espalda. —Aunque te mintiera y se mintiera a si misma diciendo lo contrario.
Elena se rompe de nuevo, explota en un llanto lleno de dolor, confusión y desesperación, pero esta vez, deja caer su cuerpo contra mi cuerpo permitiendo que mi brazo rodee bien sus hombros para darle un abrazo. Este gesto se siente familiar, como solía consolarla cuando éramos niñas.
—Yo no me arrepiento, ¿sabes? —le digo, ella no se mueve, tampoco cambia su estado de ánimo. —Sé qué crees que soy una egoísta por haber decidido sobre tu vida, pero no me arrepiento. Esa noche yo perdí a mi mejor amiga, a mi hermana, pero no me arrepiento de haberle pedido a Elijah que te borrara la memoria.
—Eso es incoherente —dice.
—Sé que Miranda y Grayson te dieron una buena vida, sé que tu infancia fue muy divertida y feliz gracias a ellos y a Jeremy. Y sé muy bien que para ti, ellos son los padres a los que amaste, es por eso que no me arrepiento —le explico. —Si hubiera sigo egoísta y no le hubiera pedido eso a Elijah, sé que no hubieras sido feliz.
—Lo sé —acepta. Continúa llorando, aunque ya no se está ahogando en los sollozos.
—Tampoco me arrepiento de haber evitado que Michael me matara —confieso. Eso llama su atención, se despega de mí obligándome a soltarla y me mira directamente. —Sé que Isobel pensó que esa era la solución, sé que quizás tú me culpas por haber perdido todo a causa de eso… pero… si yo moría, nada hubiera cambiado, Elena.
—Solo hubieras retrasado lo inevitable —dice, su mano se levanta limpiando con las mangas de su blusa la nariz y sus ojos. —De todas maneras alguien me hubiera encontrado, quizás uno de los secuaces de Klaus o algún otro vampiro que necesitara salvar su trasero y mi destino sería el mismo; morir.
Hago una mueca, ese tema es al que necesito llegar pero que en definitiva no quiero tocar.
—No quiero morir, Isabella —me dice, me pide, me suplica. El calor de la sangre en mi cuerpo me abandona, un corriente de aire helado me recorre poniéndome los vellos de punta.
—Ven conmigo —le digo. —Vamos a dar un paseo.
Elena me mira, confundida y cautelosa, da un vistazo en dirección a la casa y regresa su mirada a mí. No espero que me responda, me levanto de la banca y comienzo a caminar por el jardín para alejarme de la casa. Tarda algunos segundos, pero escucho que viene detrás de mí así que disminuyo mi paso y le permito alcanzarme.
Ambas caminamos por el bosque durante varios minutos, me recuerdo a mí misma que debo ser paciente y darle tiempo para que vaya a su paso, yo me muevo con más agilidad y rapidez por lo que me veo envuelta en una constante impaciencia.
—¿A dónde vamos? —me pregunta.
—A un lugar —es lo que le respondo. —Solo tenemos que caminar un poco más.
—Me canso ¿sabes? —jadea con dificultad, puedo escuchar su tono cansado y agitado. —Aun no soy un vampiro como tú.
—No soy un vampiro —siseo. Decido cambiar el tema. —¿Estas lista para hablar de cómo te sientes con todo esto?
—Err… —balbucea. —Sé que esta mañana fue como cualquier otra; desperté, me di cuenta de que estoy viva y me pregunté cuánto tiempo más iba a durar eso. Luego, me dijeron que voy a morir no sé cuándo, que la solución es una pócima mágica que tal vez no funcione o que me convierta en vampiro.
Su tono despectivo hace que mis piernas se muevan más rápido para alejarme de ella. Quizás se le cruce la idea de golpearme o enterrarme alguna rama en el corazón para probar su punto de que ya soy vampiro. No quiero averiguarlo.
—No sé cómo me siento, solo sé que esto apesta —bufa pero también mueve sus piernas más rápido para alcanzarme.
Seguimos caminando en silencio. Soy yo quien escucha primero el sonido que avisa que el lugar al que estoy planeando llegar, está cerca. Tardamos cerca de 10 minutos en llegar al pie de la cascada.
Me detengo, mi cabeza se levanta para admirar la vista. Elena me mira y luego imita mis movimientos, soltando un jadeo.
—Es hermosa.
—Vinimos un par de veces junto con Charlie, ¿lo recuerdas? —le digo, por la esquina de mis ojos veo que baja su cabeza y se pierde en sus pensamientos antes de asentir. Supongo que su mente aun es un tornado de ideas, pensamientos y recuerdos extraños.
—Elena, sé que sabes y entiendes a la perfección cómo te sientes respecto a todo esto —le digo mirándola. Ella desvía su atención de nuevo a la cascada. —Solo quiero que sepas que puedes decírmelo, si eso es lo que quieres.
Ella cierra sus ojos y gira su rostro para ocultarlo de mí.
—Yo… no… —sacude la cabeza. —No puedo.
No, no puedes, aun. Las palabras resuenan en el interior de mi cabeza. Puedo espera a que hable cuando esté lista, entre más tiempo se tarde mejor para mí, así no cuento el tiempo que me queda.
—Vamos, es un largo camino hasta la cima —le doy un empujoncito en su brazo.
—¡¿Vamos a subir?! —chilla.
—Calor que vamos a subir —me rio. —¿Pensaste que caminamos todo eso solo para quedarnos aquí?
—P-pero… está muy alta —da un paso hacia atrás.
—Y la vida es muy corta —salto con emoción. Mi mano se estira en una señal silenciosa de que la tome. —Vamos, vamos.
Elena parpadea y luego se contagia de mi repentino entusiasmo.
—Sí, tienes razón —toma mi mano arrastrándome con ella para caminar por el borde hasta la cima de la cascada.
Tenemos un poco de problemas al inicio, la combinación de piedras, hierba húmeda y rocas hacen que seguido resbalemos y tengamos que retroceder. Agradezco traer mis botas de suela plana y que ella traiga puestos sus tenis, nunca pensé en que una expedición al aire libre estuviera en el itinerario del día.
—Entonces… —ella comienza una nueva charla. —¿Tu y Damon están saliendo?
Chasqueo mi lengua, siento que la estúpida sonrisa de idiota se desliza en mis labios.
—¡¿Lo están?! —grita con emoción, sorpresa, incredulidad, ¿felicidad? Una de sus manos cubre sus labios.
—¿Por qué me preguntas eso? —desvió el tema. —¿No estabas enamorada de él?
—No —pone los ojos en blancos. Yo levanto una ceja. —Sé que lo pensé, lo creí y lo dije, e incluso tú y yo tuvimos una discusión respecto a ese tema. Pero estaba muy equivocada.
—¿Lo estabas?
—Si —ella me mira mal. —Tenías razón, como siempre.
—¿La tengo?
—Sí, Isabella —pone los ojos en blanco. Yo me río, ella también, aunque ese momento de risas y felicidad dura poco. —Cuando Stefan llegó, apareció en mi vida cuando yo más necesitaba a alguien. Había perdido a mis padres, Jenna fue obligad a hacerse cargo de Jeremy y de mí, y mi vida había cambiado por completo. Stefan llegó y me recordó lo que es ser amada, cuidada y protegida.
Le doy un pequeño empujón para subir una piedra grande que se cruza en nuestro camino.
—Cuando Damon apareció, hizo lo que mejor sabe, molestar a Stefan —Elena se encoje de hombros. —Tener la atención de ambos, ver que ellos peleaban por mí, hizo que mi autoestima y ego se disparara por los cielos. Nunca entendí que era por mi parecido con Katherine.
—¿A qué te refieres? —pregunto confundida.
—Ambos competían por ver quien se quedaba con mi atención, con mi amor, porque eso hicieron cuando apareció ella —explica. —Damon quería demostrar que esta vez él podía ganar, y Stefan quería demostrar que él sería quien volviera a ganar.
Me tropiezo. Detengo mis pasos y me permito analizar sus palabras. Hago una mueca de horror. —¡Son un par de idiotas sin cerebro!
—Son hombres —Elena se carcajea.
—Esta vez eres tú quien tiene la razón —digo riéndome también. Elena me guiña un ojo y se gira a seguir caminando.
—Y luego llegaste tú, Isabella —Elena se encoje de hombros. —Damon te miró y fue como si en ese momento decidiera que tú eras la mujer de su existencia.
—Eso suena muy cliché.
—Lo fue —se ríe. —Y estaba malditamente celosa de eso. ¡Ya está! Lo dije.
Me carcajeo mientras la observo levantar las palmas de su mano al aire.
—Estaba celosa de que alguien me quitara la atención de Damon, estaba celosa de que alguien fuera merecedor de su atención, porque yo no lo era. Yo solo estaba usándolo.
—Te dije eso —le digo recordando nuestra conversación la ultima vez que estuve en este lugar.
—De nuevo, tenías razón —dice, su tono es honesto y amigable. —Desde entonces he visto que Damon te elije cada vez que debe hacer una elección.
Eso me hace recordar la conversación pasada que tuve con Damon. La calidez inunda mi pecho y solamente quiero dar la vuelta y volver corriendo a sus brazos. Pero me obligo a mí misma a seguir caminando al lado de mi prima.
—Stefan hace eso por ti, Elena —le señalo. —Él te ama.
—Lo hace, ¿cierto? —inclina su cabeza, su voz se rompe cuando me pregunta.
—Te lo aseguro —le digo firmemente. —Y creo que sabes que tengo razón.
Ambas reímos. Finalmente logramos superar la etapa fácil y continuamos con la parte difícil, la escalera de cerca de 600 escalones que recientemente han construido para subir hasta la cima de la cascada.
Elena me mira, yo la miro y al mismo tiempo subimos el primer escalón.
—¿Qué crees que sea la mejor parte de ser un vampiro? —pregunta tensa.
—No lo sé… —murmuro en tono pensativo. —Damon dice que es la sensación de ser dueño del mundo. Supongo que sientes que puedes hacer lo que sea, lo que tú quieras.
—Creo que eso solo es una ilusión —pone los ojos en blanco. —Es decir, creo que ha quedado claro que aunque seas vampiro no puedes ser libre.
Muevo mi cabeza afirmativamente.
—Los Cullen, dicen que todo se potencia —murmuro. —Lo que es bello, se vuelve hermoso, vives más intensamente, amas más poderosamente.
—Los Cullen son tus amigos frios —dice dudosa, como si quisiera confirmar la información que recuerda.
—Sí, ellos —acepto. —Aunque son vampiros, son de diferente tipo y ellos lo han vivido diferente a Stefan o Damon.
Ahora ella mueve la cabeza en un gesto comprensivo.
—¿Y lo peor? —pregunta. —¿Qué crees que sea?
—La culpa que viene con la sangre es una de las cosas peores, o eso me han dicho —digo lejanamente. —Al menos si no puedes detenerte.
—Los humanos también lastiman y asesinan —señala ella. —Y no siempre se arrepienten.
—Todo se potencializa ¿recuerdas? El enojo se convierte en ira, la tristeza en una desesperante depresión —mi voz se va bajando conforme voy hablando. —La pena, la pérdida… todos esos sentimientos negativos podrían destrozarte y acabar contigo.
—Por eso los vampiros suelen apagar sus emociones —el tono con el que dice las palabras me dice que apenas ha comprendido esa parte. —Se vuelve demasiado para soportar.
—No todos los vampiros pueden hacer eso —le aclaro. —Los fríos no pueden, ellos tienen que lidiar con eso durante toda su existencia.
Ahora soy yo quien recibe el cubetazo de agua helada. Mis pensamientos se dirigen a Edward y la culpabilidad que debe estar sintiendo en este momento por lo que sucedió en la escuela. Él no comprendía lo que estaba pasando, yo lo manipulé, Damon lo manipuló, incluso sus hermanos lo manipularon y le ocultaron varias cosas, y yo simplemente lo culpé por un crimen que para él es imperdonable, solo porque quería, necesitaba una razón para terminar con él porque no me atrevía a hacerlo de frente y con honestidad.
Mi estómago se revuelve.
—Lo bueno no justifica lo malo —mascullo apenas audiblemente.
—¿Cuánto tiempo crees que tome manejarlo?
—Para siempre, supongo —apenas me atrevo a mirarla. Sus ojos cafés se llenan de lágrimas que contiene de ser derramadas. Ambas seguimos subiendo los escalones.
—¿Qué hay de tu novio? ¿Edward? —su pregunta hace que una arcada me atraviese.
—Terminamos —siseo secamente.
—Eso lo sé —tuerce los ojos. —¿Por qué? ¿Fue por Damon?
—Es complicado, Elena —levanto mi pierna para subir dos escalones de un solo impulso.
—Cuéntame —pide. —Aun no vamos ni a la mitad del camino, tenemos tiempo.
—Pasó algo en la escuela, con Klaus y con él —me remuevo incómodamente. Le cuento lo que pasó lo más breve que puedo, sus muecas, jadeos y expresiones me interrumpen de vez en cuando.
—Sí que es complicado —se atraganta. —Aunque me siento mal por él.
—Yo también, creo —es lo que alcanzo a decir antes de que la sombra de culpa y arrepentimiento me absorba. Definitivamente mis acciones con Edward no han sido correctas y ahora es probable que no pueda disculparme con él.
Elena y yo continuamos con nuestra escalada a la cima de la cascada, el resto del camino lo pasamos en silencio, ella de vez en cuando se da la vuelta para mirar el paisaje, o para contar los escalones que son visibles para hacer un cálculo rápido de cuantos nos faltan por subir.
—Siento que escalé el Everest —jadea cuando alcanzamos el último escalón.
—Dramática —bufo.
—¡Mira esto! —abre los brazos y señala la escena frente a nosotras. ´
El atardecer ya está comenzando y el sol ya no tarda en ocultarse en el fondo del paisaje.
—Vaya, es precioso —digo bobamente. Los colores en el cielo, el contraste con el bosque, los pequeños arcoíris que se forman en las caídas de la cascada, todo se ve irreal. Quizás esta es la última vez que una de nosotras vea un paisaje así de hermoso.
Una sensación de alegría me invade, ahora estoy feliz de haber decidido venir hasta acá, ahora estoy feliz de que Elena me haya seguido para que ambas podamos ver esto con la compañía de la otra.
—Bella…
Mis ojos se giran para mirar a mi prima. Tiene los ojos fijos en el horizonte, su pecho sube y baja delatando su respiración agitada, su boca se abre y se cierra con rapidez como si fuera un pez fuera del agua. Sé lo que está pasando por su mente.
—Dilo, Elena —la aliento.
Escucho que traga pesadamente el nudo que hay en su garganta. Su cabeza se sacude frenéticamente de un lado a otro, sus ojos están abiertos al máximo y se mantienen fijos en el horizonte.
—Sé que no es la primera vez que lo has pensado —mi mano se coloca en su brazo, intento que mi voz suene comprensiva y cálida. —Sé que no es la primera vez que has bebido sangre de vampiro para sobrevivir.
Su respiración se transforma en jadeos erráticos, su corazón ha iniciado una marcha frenética de latidos que luchan por bombear sangre a su sistema para mantenerla consiente.
—Dilo —la presiono. —Puedes decirlo ahora, Elena. Dilo.
—No quiero ser vampiro —escupe. Las lágrimas se desbordan de sus ojos, su cuerpo lucha por volver a respirar. —¡Yo no quería que nada de esto pasara!
Se lanza a mis brazos, su cabeza se acomoda en mi hombro, sus manos intentan sujetarme con desesperación como si se estuviera ahogando en un profundo mar y yo fuera el ancla que va a salvar su vida.
—Lo sé, lo sé —intento tranquilizarla.
—No quiero ser vampiro, Isabella —solloza. —No quiero tener que beber sangre, no quiero tener que vivir escondida del sol, no quiero dejar de ver la película de Bambí.
Oculto mi sonrisa. Sería muy impropio de mí reírme en este momento de tensión y tristeza. Mi prima continúa llorando cual magdalena, con lloriqueos desgarradores y lágrimas brotando de sus ojos con más fluidez que el agua cayendo por la cascada a nuestros pies.
—Lo sé, Elena —le digo en voz baja. Me duele verla así.
—Yo quiero seguir siendo humana —brama entre sollozos.
—¿Por qué? —le pregunto. Mi pregunta la toma por sorpresa, la disloca y hace que se aparte de mí de golpe.
—¿Por qué? —Elena pregunta claramente perpleja. —¿Por qué, qué?
—¿Por qué quieres seguir humana? —repito la pregunta.
—Solamente tengo dieciséis años, Isabella. Los acabo de cumplir.
—Yo tengo solamente diecisiete años, Elena. No es mucha diferencia —me encojo de hombros. Ella parpadea intentando recuperarse de la sorpresa de mis palabras. —Esa no es razón suficiente. Hay vampiros que se han trasformado a esta edad.
—Q-quiero terminar la escuela e ir a la universidad. Quiero hacer lo que todos hacen allí, clases, fiestas, una hermandad, ser parte de las porristas…
Suelto un suspiro pesado.
—Eso lo puedes hacer incluso si te conviertes. Mira a Caroline, ella está haciendo su vida.
Elena hace un puchero. Baja la mirada hacia sus zapatos justo para levantarla de nuevo y fijar sus ojos en el horizonte detrás de mí.
—Aun no tengo idea de qué hacer con mi futuro, Bella. Se supone que lidiaría con eso conforme sucedieran las cosas —humedece sus labios y me mira con ojos llenos de lágrimas. —Se suponía que crecería, que decidiría si quería casarme y tener hijos.
Me cruzo de brazos.
—Envejecer —le cuesta pronunciar esa palabra. —Se supone que envejecería
—Elena —gruño su nombre. Ella me ignora.
—Se supone que iba a tener una vida entera de decisiones y… —sacude frenéticamente su cabeza. —Y ahora todo eso se va a ir.
—Está bien, lo entiendo quieres una vida humana —le digo. Ella coloca sus ojos sobre los míos y asiente. —Pero, Elena, ¿qué va a pasar cuando decidas que quieres vivir esa vida? Cuando a la persona con la quieras casarte, ¿qué le dirás a Stefan? ¿Y cuando quieras tener un hijo? ¿Qué va a pasar con él?
Su rostro es el de una persona a la que acaban de abofetear.
—Sé que no tengo ningún derecho o la más mínima moral para cuestionarte esto, pero, necesito que me respondas con toda la honestidad posible —le digo haciendo que mis palabras suenen a disculpa. —¿Para qué quieres tu humanidad, Elena? ¿Piensas seguir en una relación con Stefan? ¿Le darás falsas esperanzas solo para romperle el corazón después? ¿Quieres tu humanidad para hacerle daño?
—Bella, yo... —hipa envuelta de nuevo en el llanto. No permito que sus lágrimas me saquen de mi postura, necesito que entienda que es estúpido desear tenerlo todo.
—¿Estas consciente que, si decides seguir humana, va a llegar un momento en el que tendrás que dejar ir a Stefan? Vas a tener que dejarnos a todos nosotros atrás, ¿lo entiendes?
—¿Qué? —pregunta, su voz tiembla. —¿Por qué haría eso?
—¿Vas a meter a tu esposo al mundo sobrenatural? ¿A tus hijos? —Angela le preguntó secamente. —¿Vas a dejar que esa vida humana vuelva a mezclarse con lo sobrenatural?
—N-no —responde con un jadeo. —P-pero no quiero que me dejen ustedes. Son mis amigos, mi familia. ¡No puedo perderlos!
La sangre me hierve, ¿de verdad es tan tonta? ¿Tan ciega? ¿Es acaso tan egoísta y avariciosa?
—Eres una maldita egoísta —escupo con coraje. —¿No te das cuenta de que todos hemos sacrificado algo por ti? Sé que tu vida no ha sido fácil, lo entiendo, pero te tengo noticias, Elena, no eres la única que ha sufrido.
—¡No quiero morir, Isabella! —me grita. —¡No quiero ser un vampiro!
—¡Lo sé, carajo! Lo entiendo perfectamente —grito en el mismo tono que ella ha usado. —Pero no puedes tenerlo todo, en este maldito mundo, todo lo que conseguimos tiene un precio. Si quieres vivir, ¡tú también debes sacrificar algo!
Elena cubre su rostro con sus manos, ahogando en ellas el llanto que ya no puede contener, sus piernas se doblan y cae de rodillas en la hierba y las piedras que hay en donde nos encontramos. Sé que mis palabras fueron crueles, que son palabras que le han dolido escuchar pero a mí también me ha lastimado decírselas y sobre todo, me duele tener que ser siempre yo la persona que debe ser más cruel con ella. Pero, Elena debe comprender las cosas, debe comprender que la vida, vampírica o no, siempre va a ser cruel e injusta.
Además, necesitaba que ella se rompiera completamente, necesitaba que me demostrara que sí va a valorar lo que voy a hacer por ella. Solo así puedo sentirme segura de hacerlo.
Me quedo de pie a su lado, sin hacer ningún esfuerzo por moverla, consolarla o calmarla, eso no es lo que necesita en este momento. Y si soy honesta, no estoy en condiciones emocionales de ofrecerle nada de eso.
No sé cuánto tiempo pasa hasta que su llanto se calma. Sus manos limpian su cara y la levanta manteniendo su vista al frente de ella, mirando el horizonte que cada vez está más oscuro avisando que la noche no tarda en caer sobre nosotras.
—Es tarde —digo. —Debemos volver, hay un largo camino que recorrer.
Elena mueve su cabeza en un gesto afirmativo. Soltando un profundo suspiro se pone de pie, acomoda sus ropas y me mira forzando una sonrisa.
—¿Se nota que mis emociones están destrozadas y que estoy al borde de un brote psicótico? —me pregunta. La analizo, los ojos rojos e hinchados, sus mejillas tienen el maquillaje corrido por las lágrimas, su cabello parece un nido de pájaros.
—Sí, si se nota —respondo. Ella hace un puchero. —Pero esta oscuro, nadie va a notarlo.
—Vamos, hay que volver —empieza a caminar delante de mí. Esta vez puedo notar sus pasos desganados y lentos, además de que suspira y solloza cada cierto tiempo.
—Elena —llamo su atención cuando la alcanzo. Ambas caminamos lado a lado, esta vez con más cuidado que cuando íbamos subiendo por la cascada, el bosque está oscuro y no sabemos qué tan mala suerte tenemos.
—Sé que todo lo que te dije te hizo daño —digo en tono de disculpa, bueno, más bien en tono hipócrita. —Pero no me voy a disculpar.
—No esperabas que lo hicieras —me dice.
—Pero… quizás puedo ofrecerte una tercera opción —digo lo más cautelosa posible.
Elena se tropieza al escuchar mis palabras, detiene sus pasos y me mira.
—¿Puedes? —pregunta de la misma manera temerosa, precavida y alerta.
—Puedo —afirmo. —Pero no te voy a decir, al menos no aun. Lo haré cuando sea el momento y solo tengo una condición a cambio.
—Lo que sea —suelta al instante.
—Tienes que decidir —le digo. Ella se congela. —Decide qué vida vas a vivir y de qué manera lo vas a hacer.
—N-no entiendo…
—Sé que amas a Stefan, pero ¿ese amor es suficiente para vivir solo unos años a su lado? ¿Valdría la pena una eternidad con él? —pregunto con cuidado. —¿Ese amor es más pequeño que la lealtad que te tienes a ti misma? ¿Estas dispuesta a dejarlo, romper su corazón y el tuyo, para vivir humanamente los años que te quedan?
Elena abre la boca y la vuelve a cerrar.
—No me respondas ahora, aún tenemos un poco de tiempo, Elena —la calmo antes de que vuelva a ser prisionera del ataque de ansiedad. —Pero prométeme que lo vas a pensar, que vas a hablar con Stefan y vas a tomar una decisión.
Me mira con los ojos entrecerrados, su ceja se levanta y su rostro se llena de escepticismo.
—Lo prometo —me dice.
Yo asiento para reconocer sus palabras y vuelvo a retomar mi paso para bajar por la cascada. Elena no tarda en seguirme y alcanzarme, esta vez ambas caminamos más a prisa, el bosque termina de oscurecerse antes de que podamos llegar a los bordes del pueblo.
—Iré a casa. No me siento con ánimos de hablar con nadie —anuncia. —Si Stefan o alguien pregunta por mí, diles que yo los llamaré ¿puedes?
—Lo entiendo —le sonrío amistosamente. —No te preocupes, yo les diré.
—Gracias.
Eso es todo lo que dice, ella se va por su lado y yo camino sola hasta la casa Salvatore. Me detento al frente de la casa pero aun en la calle, en el interior de la casa escucho bullicio, son mis amigos y Stefan que están teniendo una conversación, o una discusión más bien.
Mi corazón se presiona al interior de mi pecho. Mis dientes muerden con fuerza mi labio inferior para ahogar el sollozo que amenaza con escaparse de mi garganta.
De los que están al interior de la casa, solo hay una persona que sabe cuál es mi plan, pero todos ellos, todos mis amigos y las personas que me importan, son los que van a sufrir con esa decisión que ahora es inminente.
La voz de Damon hace que mi cuerpo se mueva. Camino en su dirección sabiendo que el dolor que siento en este momento en mi interior solamente va a desaparecer si él me lo arrebata.
Cuando entro por la puerta de la casa, nada cambia, ellos continúan hablando como si nadie se inmutada de mi presencia. Incluso cuando rodeo la sala de estar y me siento a un costado de Damon, nada cambia. Pareciera que yo no estoy presente.
—¿No podemos mandarlos a China? —Angela pregunta. —¿O a Rusia?
—Llevo bastante tiempo proponiendo eso —Damon exhala con fastidio.
—Quizás esta vez tus deseos se cumplan —Angela se ríe.
—¿Oíste eso, Bambina? —me pregunta. —Parece que esta noche estoy de suerte.
Una leve sonrisa es lo único que puedo ofrecerle como respuesta. Me acurruco contra el calor que emana su cuerpo, él en segundos acomoda su brazo, asegurándose de rodearme y acercarme lo más posible a él.
—¿Todo bien, querida? —Elijah me pregunta.
—Tan bien como puede estar en este jodido momento —es mi respuesta.
—¿Y Elena? —por supuesto que Stefan no va a tardar en cuestionarme sobre su novia.
—Estaba cansada —explico lo más casual que puedo. —Fuimos a caminar, llegamos hasta la cascada y se nos ocurrió la maravillosa idea de subir.
—¿Desde cuándo te gusta el alpinismo? —Angela me mira con burla y sorpresa.
—Desde que decidió empezar a salir con el frío alpino —Elijah dice y se carcajea.
—¿Qué no es albino? —Angela suelta una risilla.
—Es un cadáver —Elijah sigue riéndose. —Albino o no, está pálido.
Ellos siguen riendo, Stefan tiene sus labios estirados en una sonrisa y Damon está luchando con su vida para cubrir su risa con una tos demasiado falsa.
—Asno —susurro. Eso termina de romper a Damon quien se carcajea a la vez que su brazo me presiona contra su costado. Yo me cruzo de brazos y me pego lo más que puedo a ese hueco del sofá y del cuerpo cálido a mi lado.
—Sea lo que sea que decidan hacer, esta bien —Stefan dice volviendo a la seriedad de la conversación que estaban teniendo anteriormente. —Iré a visitar a Elena.
—Creo que deberías dejarla descansar, Stefan —le digo, él me mira dudoso. —Ya sabes, aún tiene que ducharse, hacerse el skincare, secarse el cabello, prepararse para dormir.
—Bella tiene razón —Angela me ayuda. —Después de caminar no sé cuántos kilómetros, lo más seguro es que lo único que deseé es hacer todo esto rápido para poder dormir dos días completos.
—Sí, tienen razón —Stefan dice pensativo. —¿Estás segura de que estaba bien?
Sé que lo pregunta porque debe pensar que la conversación que Elena y yo tuvimos fue hostil, rencorosa y agresiva. Quizás lo fue, pero no terminó en una pelea, ninguna salió herida y si bien es cierto ambas volvimos con la cabeza vuelta una tormenta de pensamientos, pero nada más pasó.
—Sí, Stefan —le digo torciendo los ojos. —No la mordí, no la golpee, no la lancé desde la cima la cascada.
Los ojos de Stefan me dice que no me cree. Sacudiendo mi cabeza con decepción saco mi celular del bolsillo trasero. Marco rápidamente un número de teléfono y también presiono el altavoz para activarlo. Responden la llamada después de tres tonos.
—¿Hola? ¿Sucede algo? —la voz de Jeremy sobresalta a Stefan.
—Jer, una pregunta rápida ¿Elena ya llegó?
—Si, tiene un rato. Me dijo que estaba cansada porque la obligaste a escalar el Everest —se ríe. Yo sonrío por la diversión que me causa el dramatismo de mi prima. —Debe estar bañándose, pero ¿quieres que le hable?
Le doy una mirada cuestionante a Stefan, el vampiro sacude la cabeza y con sus labios modula un “lo siento”. Ahora el cabrón se arrepiente por haber dudado de mí.
—No, gracias Jer —le digo al teléfono. —Por la mañana yo la llamo.
—Claro. Adiós Bella —se despide y cuelga la llamada.
—No era necesario que hicieras eso —Stefan me dice sin mirarme. Está avergonzado.
—Tampoco es necesario que sigas dudando de mí —le respondo. —Creo que he dejado claro de que lado estoy.
—Lo sé, Isabella. Lo lamento —dice él.
—No —levanto la barbilla. —No lo sientes en verdad.
Stefan aprieta los labios.
—Con ella no se juega, hermanito —Damon le dice altanero. No espera que su hermano diga nada, simplemente se voltea hacia mí, me ofrece el vaso que tiene en su mano.
Yo bebo todo el alcohol de golpe, siento la sensación ardiente y también una sensación de dolor. El bourbon tiene verbena. Le doy una mirada rápida a Damon pero el finge no verme.
—Creo que yo también me iré a dormir —Stefan dice poniéndose de pie y sacudiendo su ropa para acomodarla. —Disfruten su noche.
Todos murmuramos un breve “adiós” y lo observamos subir las escaleras en silencio.
—Ya va a llorar porque no pudo darle beso de buenas noches a Elena —Damon señala, sonríe cuando escucha el gruñido de su hermano.
—¿De qué me perdí? —pregunto antes de que alguno de ellos pueda decirme algo.
—Hable con Rick —Damon dice. —No ha tenido problemas ni tampoco otra posición de parte del demonio.
Eso es bueno, no sabíamos que tan probable era que Klaus volviera a entrar en el cuerpo de Rick después de eso.
—Entonces tenemos al Peón 3 y 4 están cubiertos —Elijah asegura. —Cada uno ya sabe qué hacer y en qué momento hacerlo.
Yo asiento comprendiendo a lo que se refiere. Jenna, Rick y Jeremy saben que están en peligro, saben que pueden ser un blanco fácil para Klaus. Creemos que va a usar a Jenna o a Jeremy para transformarlos en vampiros cuando vea que Caroline no está en el pueblo. Sacarlos de aquí era la única opción viable, así que por lo pronto, Rick va a llevarse a Jenna de viaje.
—No sabemos qué hacer con el 5 y 6 —Damon me dice. —No me dejan enviarlos a la China.
Jeremy y Matt. Ellos pueden ir con Jenna y Rick, pero será demasiado obvio.
—Creo que tengo una idea —Angela dice. —Mañana yo hablaré con ellos.
Todos asentimos.
—¿Quién falta? —pregunto.
—Hablé con Charlie —Angela me mira, sus ojos me gritan muchas cosas. —Está dispuesto a hablar si es necesario.
Mi mente se va a la conversación que tuve con Angela antes de salir a buscar a Elena.
—En ese caso, mañana iremos Damon y yo para hablar con Liz —digo. Damon gruñe con fastidio pero no se niega.
—Peón 1 está cubierto —Elijah dice. —De eso me encargo yo.
—Bien —me atraganto. Damon se despega de mí quitando el vaso de mis manos, en segundos regresa a su lugar esta vez dándome más alcohol. Lo bebo.
—Tenemos a los últimos dos peones listos, pero no sabemos dónde debemos colocarlos. No sabemos su lugar en el tablero —Elijah me dice con palabras encriptados.
Esos últimos dos peones son las dos personas que van a suplir a Caroline y a Tyler en el sacrificio. La loba que aún sigue rondando por el pueblo y un hombre que Damon trasformó en cuanto llegamos al pueblo. El problema es que no sabemos dónde ponerlos para que Klaus los encuentre a ellos y no a nuestros amigos.
—Quizás puedas ir mañana de nuevo con nuestro caballo de Troya —Elijah dice mirando de reojo a Angela que le está lanzando una mirada asesina.
—Hecho —Damon es quien responde. —Mañana después de hablar con Liz, vamos a visitarle de nuevo.
—Alfil 2 está listo —anuncia Angela regresando su mirada a nosotros. —Ya sabe qué hacer en caso de que yo…
—No —gruño cortando sus palabras. —No digas esas idioteces.
—Solo sigo que es una posibilidad que yo —Angela intenta de nuevo.
—Ni lo sueñes —Elijah la silencia.
—Créeme, no lo sueño —intenta reír pero solo sale un quejido desesperado de sus labios.
—No vas a morir —sentencia el original. Angela no es capaz de responder por lo que esa conversación queda zanjada.
—Bueno, ¿qué más tenemos?
—La reina está en posición —es mi turno de decir. Los tres me miran, saben a lo que me refiero, mis ojos buscan a mi amiga, una lágrima silenciosa se desliza por su mejilla derecha.
Angela es la única que sabe a lo que verdaderamente me refiero, solo ella conoce la tercera opción que le he ofrecido a Elena.
—El juego está casi listo —Elijah sentencia y luego un silencio sepulcral nos envuelve.
En doce días es la siguiente luna llena.
En dos días debo volver a Forks.
Mañana debo tomar la peor decisión de mi vida. O quizás la mejor.
—¿Ahora que sigue? —Angela me saca de mis tortuosos pensamientos.
—Ahora vámonos de fiesta —Damon propone. En realidad lo ordena con demasiado entusiasmo.
—Vámonos —Elijah se levanta trayendo consigo a Angela.
Soy la última en ponerme de pie, no tengo ánimo de hacer esto, pero sé que Damon no va a permitir que me suba a su habitación a hacerme bolita en la cama. Él sabe que necesito esto, necesito distraerme y divertirme.
¡Y joder! Claro que lo voy a hacer.
De la mano de Damon, salgo de la casa, me subo al asiento del copiloto de su auto, con Elijah y Angela en el asiento trasero y permitimos que el pelinegro conduzca, que nos lleve a dónde él le plazca. Los tres sabemos que dónde quiera que estemos vamos a pasar una de las mejores noches de nuestra vida.
Lo siguiente de lo que soy consiente es de que estoy en una fiesta, en un antro, en un bar, no lo sé, en algún lugar. También sé que tengo un vaso de tequila en mi mano, sé que mi chamarra y mi blusa han desaparecido, dejándome únicamente con el sostén y los jeans que llevo puestos.
Sé que estoy ebria, estoy cantando, estoy bailando, estoy en los brazos de Damon, estoy bien.
Damon es lo único que está bien en mi vida en este momento.
Chapter Text
Isabella POV
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—¿Tienes resaca? —Damon me pregunta. Supongo que ha notado el dolor de cabeza que me está acosando desde que desperté.
—Fue la verbena que me diste ayer —le reclamo. —Sabes que no es mi sabor favorito.
—Tengo que protegerte —se defiende él. —Mi sangre no es suficiente, no te protege de todo. No voy a correr el riesgo de que Klaus te hipnotice y hagas una estupidez.
—Puedo hacer estupideces sin que me hipnoticen, Damon.
—Lo sé, Bambina —dice él sin nada de remordimiento. —Por eso te la di.
No le digo nada, giro mi rostro para mirar por la ventana justo a tiempo cuando nos detenemos frente a la casa Forbes. Es más temprano de lo que sería el horario aceptable para las visitas sociales, pero queríamos estar seguros de que estuviéramos lo más solos posible, hablar de este tema en la estación de policías sería un error brutal.
Damon y yo bajamos del auto, cada uno da una mirada a cada sentido de la calle buscando algún signo sospechoso o algo que nos ponga alertas, por suerte está toda la calle vacía. Nos acercamos hasta la puerta de la casa, doy unos suaves pero firmes toques a la puerta para anunciar nuestra presencia.
—Hola, Liz —saludo en cuanto la puerta se abre. —¿Tienes unos minutos que nos permitas?
—Isabella, que sorpresa verte aquí —parpadea sorprendida. Ya está vestida con su uniforme, por suerte llegamos a tiempo. —¿Hace cuanto que estas en el pueblo?
—Desde ayer —respondo incomoda. —Es una visita express.
—Liz, es grosero tratar así a los invitados —Damon le reclama apareciendo en el campo de visión de la mujer rubia.
—Damon —ella parpadea sorprendida y hace con la cabeza un gesto a modo de saludo.
—¿Podemos hablar? —le insisto a Liz. Ella me mira, luego a mi acompañante.
Mierda ya sospecha de nosotros.
—Los escucho —dice la mujer. Es inteligente, no nos deja pasar.
—¿Nos dejas pasar? —Damon pregunta con un tono demasiado falso de inocencia.
—No —Liz responde al instante.
—Por favor, Liz —le suplico. —Lo que te voy a decir no es fácil y prefiero hacerlo dentro.
—No van a entrar dos vampiros a mi casa —sisea. —Con una ya es suficiente.
No me atrevo a desmentir su acusación en mi contra, yo no soy vampira.
—¡Qué bueno que lo mencionas! —Damon dice, listo para tirar el anzuelo. —Este tema involucra a Caroline.
Eso llama la atención de Liz. La mujer nos mira a ambos, analizando que tan ciertas son las palabras que acaba de escuchas, cuando me mira a mí le ofrezco un asentimiento para confirmar las palabras de Damon. En silencio vemos como la mujer pica el anzuelo, lo cual no nos resulta sorprendente, lo veíamos venir. Vampira o no, su hija es su debilidad.
—Mi arma está cargada con balas cubiertas de verbena —la mujer policía suelta esas palabras como una clara advertencia. —En caso de que estén pensando hacer alguna idiotez.
—Tranquila, Liz —Damon bufa con diversión. —Si estamos pensando en una idiotez, pero te juro que no será dentro de tu casa.
Damon avanza hacia enfrente los dos pasos que lo separan de la puerta, no lo veo, pero apuesto a que la expresión en su rostro se está burlando de la mujer.
—Adelante, pasen —Liz dice resignada y se hace haca atrás para permitirnos el paso.
Damon es el primero en avanzar y lo observo cruzar el marco de la puerta sin problema alguno, entonces yo lo tomo como una señal para imitar sus movimientos. Le doy una nueva mirada a Liz, doy un paso hacia dentro de la casa y cruzo cuidadosamente el marco de la puerta.
Suelto la respiración que había estado conteniendo. Lo más fácil de esta misión ya lo hicimos, sigue lo más difícil.
Caminamos detrás de la mujer mientras nos guía hasta el comedor de su casa, nos hace una señal para que nos sentemos mientras ella recorre su silla que queda al frente de las nuestras.
—Hablen —ordena secamente.
—¿Dónde está Caroline? —pregunto mirando de reojo hacia la escalera.
—Aún está dormida —dice. —Ayer llegó tarde.
No digo nada más. Liz me mira con ambas cejas arriba y con sus manos me insiste a que le diga la razón por la que estamos aquí, yo me remuevo nerviosa en mi asiento y miro a Damon en busca de ayuda. La verdad es que, no pensé en mi discurso de camino aquí, no sé qué decirle ni como decírselo.
—Es simple —Damon se endereza. —Queremos que Caroline y tú se vayan.
—¿Disculpa? —los ojos de Liz se abren al máximo.
—Espera, espera —interrumpo. Rápidamente mis manos empujan a Damon de regreso al respaldo de su silla. —No lo digas así de feo.
—¿Quieren que nos marchemos? —Liz pregunta con la voz llena de incredulidad.
—No, no —chillo nerviosamente. —No queremos que se vayan.
—No, si queremos —Damon dice.
—¡No! —niego rápidamente. Liz se limita a pasar su mirada de Damon a mí y viceversa. —Bueno, ¡sí! pero no como lo dice Damon.
—Yo solo estoy diciendo la verdad —se defiende el pelinegro.
—Pero lo estas diciendo de muy mal modo —digo exasperada. —Si queremos que se marchen, pero no que se vayan.
—¿De qué carajo estás hablando? —Damon hace una mueca. —Es lo mismo.
—No, no lo es —me quejo.
—¿Quieren dejar de balbucear como dos idiotas? —Liz gruñe evidentemente molesta. Damon y yo cerramos la boca y miramos a la mujer. —¿Qué demonios significa la idiotez que están diciendo? ¿Porque nos iríamos?
Me aclaro la garganta y fulmino con la mirada a Damon.
—Escucha, Liz, sé que te has dado cuenta de las extrañas muertes y desapariciones que ha habido en el pueblo —le digo con cuidado. —También sé, que tú sabes que los vampiros son los causantes de esas muertes.
—Si lo sé —ella asiente mirando de reojo a Damon. Muchas veces le ha echado la culpa a él. Damon solo sonríe socarronamente.
—También sé que el tema de Caroline y su reciente trasformación no ha sido sencillo para ti —le digo con cuidado. Puedo ver el rostro de la mujer frente a mí transformarse por el dolor y la molestia que le causa la situación. —Te aseguro que tampoco lo ha sido para Caroline.
—¿Qué es esto? ¿Vienes a cuestionarme mi relación con mi hija?
—No, no. Liz, te aseguro que no es por eso —digo rápidamente.
—¿Entonces? —pregunta secamente. —¿Qué quieren?
—Nicklaus Mikaelson planea usar y matar a Caroline en un ritual mágico para despertar su parte licántropo —Damon y yo soltamos de golpe la información, hablamos al unísono, como si lo hubiéramos ensañado.
—¿Qué? —dice sin aliento la mujer. Su espalda se golpea contra el respaldo de su silla.
—Klaus quiere matar a Caroline —repito las palabras. Observo el rostro de la mujer ponerse completamente pálido mientras procesa mis palabras.
Damon y yo le explicamos lo mejor que podemos la situación. Cada palabra que sale de nuestra boca es un latigazo o una cuchillada a la mujer frente a nosotros, pero no hay otra manera de decirlo. Esta situación está muy jodida y es una mierda que tengamos que arruinar tantas vidas en el proceso.
No hay otra opción.
—¿P-por qué a Caroline? —Liz jadea la pregunta con dificultad. —¿P-por qué no alguien más?
—Va a usar a más personas —le digo como si eso fuera un consuelo. —Caroline, Tyler, Angela, Elena. Todos ellos van a ser usados.
—Irónicamente todos son amigos de Elena —señala Damon. Le doy un codazo para que cierre la boca, lo menos que necesito es que Liz se ponga más nerviosa e histérica de lo que está en este momento.
—Lo que estamos tratando de hacer es… salvarlos —mi mano se extiende para tomar su mano, ella se sobresalta y me mira con cierto horror.
Las palabras de Angela del día de ayer, me golpean con fuerza. Ahora luzco como un vampiro, luzco como la criatura a la que Liz juró erradicar de Mystic Falls, como la criatura, el monstruo en el que su hija se ha convertido. Retiro mi mano, la regreso por debajo de la mesa dónde busco el contacto con Damon.
—Por eso estamos aquí, Liz. Por esa razón queremos que Caroline y tú se vayan del pueblo —digo cuidadosamente. —La idea es que no estén aquí por esta semana, y así poder salvar a Caroline.
—Tómenlo como unas vacaciones —Damon propone. —Para que pasen tiempo madre e hija o lo que sea.
—Me están pidiendo que me quede a solas con un vampiro —sisea la mujer. Ahí vamos con el jodido tema del vampirismo.
—No, Liz, eso no es lo que te estamos pidiendo —digo moviendo mi cabeza rápidamente de un lado a otro. —Te estamos pidiendo que tomes una semana de vacaciones, que pases tiempo con tú hija y que la salves.
—Es un vampiro —repite.
—Vampiro o no, Caroline es tu hija —digo seca y furiosamente.
—Ella no es mi hija —Liz dice en tono lastimero. —Mi hija se ha ido.
—No sabes cuan equivocada estas —escucho a Damon murmurar entre dientes.
—Te guste o no, es tu hija, Liz —siseo las palabras con cierta dificultad. —Es la misma niña rubia que correteaba por todo el pueblo intentando atraparme, es esa misma niña que lloraba si no la peinabas como ella quería.
Una lágrima se escapa de uno de los ojos de Liz, en automático ella levanta su mano y se frota la mejilla por donde la gota de agua salada va bajando.
—Es una actuación —dice tercamente.
—No puedes decirlo así de segura —bufo.
—Hasta hace unas semanas yo creía que Damon Salvatore era un aliado y resultó ser un asesino.
El aludido simplemente levanta sus cejas y obliga a sus labios a sonreír socarronamente.
—Damon no es aliado de nadie, Liz —pongo los ojos en blanco. —No hace falta ser un genio para saberlo.
Siento un pellizco en mi pierna, cortesía del hombre a mi lado que está mirándome con una expresión ofendida.
—Tú misma me das la razón, Isabella. Los vampiros son monstruos, no tienen alma, no tienen humanidad.
Liz continúa con su terquedad y yo estoy a nada de que se me termine la paciencia.
—¿He hecho algo tan horrible como para que pienses eso de mí? —la voz aguda de Caroline nos sobresalta. Está de pie en el medio de la escalera, vestida todavía en pijamas y con lágrimas bajando por su rostro.
—Caroline —Liz jadea con dolor el nombre de su hija.
—¿Por qué crees que los vampiros somos los malos? —la rubia comienza a bajar la escalera, cada paso que da causa que su madre se sobresalte.
—¡Lastiman y matan a las personas! —Liz eleva ligeramente su voz.
—¿Y los humanos no? —pregunta la joven con calma. —¿Los humanos no son monstruos? ¿Ellos no lastiman personas? ¿Los humanos no violan, golpean, lastiman, torturan y asesinan a otras personas?
Liz balbucea una respuesta incoherente. Debo admitir que Caroline tiene un buen punto a su favor.
—¿Tu no eres alguien malo por amenazar a Matt para que finja su relación conmigo? ¿No eres mala por manipularme para que te pasara información de mis amigos solo para que tuvieras la oportunidad de atacarlos? —Caroline logra llegar hasta la silla de su madre colocándose de pie junto a ella, Liz evita a toda costa mirarla. —¿Eso no te vuelve un monstruo, mamá?
Liz no le responde. Caroline frunce su rostro con molestia y gira su cabeza para buscar en Damon y en mí alguna respuesta o algunas palabras de aliento. Tampoco recibe eso de nosotros, solo una mirada comprensiva de parte de ambos.
La joven rubia limpia las lágrimas de su rostro, recorre la silla junto a su madre y se sienta mirando directamente en mi dirección.
—¿Qué tengo que hacer? ¿Cómo les ayudo?
—Vete —Damon dice. Le doy una mirada molesta. —Váyanse, ambas. Así puedes ayudar.
—Lo que queremos es proteger a cuantos más podamos —le explico. —Entre menos personas tengamos que vigilar, más fácil será para nosotros.
—Está bien —ella asiente. —¿A dónde tenemos que irnos?
—Vengan conmigo mañana —le digo.
—¿Te vas? —Liz pregunta interrumpiendo nuestra conversación. Ha vuelto a retomar el color en su rostro y ahora luce menos molesta y asustada.
—También necesitaremos ponerla a salvo —Damon dice, la seriedad de sus palabras toma desprevenida a la mujer. —Todos nosotros tenemos a alguien a quien que queremos proteger, Liz.
Observo a Caroline mirar a su madre, en ese segundo toma la decisión de que, aunque su madre no tolere su nueva naturaleza, la pondrá a salvo de alguien más peligroso que ella. Liz aun no está convencida.
—La mujer que está sentada a tu lado, Liz, es la misma niña que tu y yo conocemos desde bebé —mi voz es gélida y le causa un estremecimiento a la sheriff. —Es la misma mujer a la que yo te pido que salves de una muerte segura.
—Pero ya esta muerta —pronuncia las palabras en un hilo de voz.
—No, mamá —Caroline se gira apresuradamente. —No estoy muerta de verdad.
—Si lo estas —Damon canturrea.
—No, bueno sí. Algo así —Caroline intenta explicarse. —Escucha, mamá, soy un vampiro, quiero matar y beber sangre todo el tiempo, esa es mi naturaleza ahora, pero eso no significa que lo vaya a hacer.
Liz parpadea, incrédula por las palabras de su hija.
—No es tan malo como suena —continua la joven rubia. —Ahora soy quien de verdad quiero ser, mamá. Soy más fuerte, decidida, valiente, confiada y llevo un buen control de mi dieta.
—Lo sé, lo sé —Liz solloza. —Es solo que, yo nunca quise esto para ti, Caroline.
—Lo sé, mamá, yo tampoco había considerado esto para mí, pero te juro que estoy feliz ahora —la voz de Caroline se rompe por el sollozo ahogado en su garganta. —Y no ya no quiero que sigamos así. No quiero seguir mintiendo porque ya no quiero que me tengas miedo.
Caroline busca las manos de su madre, las toma con desesperación, rogando que no la rechace.
—Y no quiero que me tengas miedo, mamá —las lágrimas se desbordan de los ojos de la joven rubia. —Sigo siendo tu pequeña niña. Soy yo, mamá, tu hija, Caroline. Soy la misma tonta y egoísta niña que te ama más que a nadie en este mundo.
Caroline se le lanza a los brazos a su madre, Liz duda un segundo, pero se termina rompiendo, su decisión flanquea y rápidamente abraza a su hija permitiéndose llorar en su hombro. Ambas se sujetan, se abrazan, lloran y tienen una conversación sin palabras.
Miro a Damon, tiene una mueca de absoluto asco y molestia, pero sus ojos están fijos en la escena frente a nosotros. Sé que considera a Liz como su amiga y sé que aprendió a querer a Caroline de cierta manera, más allá que el tiempo que duró tirándosela, así que estoy segura que debajo de esas muecas de falsos malos sentimientos, está aliviado de que por fin se hayan reconciliado.
Tardan un poco, pero por fin se separan, ambas cubiertas de lágrimas y mocos.
—¿A qué hora partimos mañana? —Liz me mira, Caroline sonríe con alivio.
Terminamos de coordinar todos lo necesario para mañana, de igual forma intentamos no dar más detalles de los necesarios para que en caso de haya alguien curioseando sobre el tema, ellas y nosotros estemos seguros y protegidos.
Finalmente nuestro trabajo ha terminado, ellas continúan hablando de sus temas de madre e hija ajenas a nosotros que nos escabullimos fuera de su casa.
—Peón dos, en posición —Damon dice al teléfono, cuelga la llamada sin esperar una respuesta de parte de la otra o de las otras personas en la línea.
—Ahora, vamos con Katherine —le digo a Damon mientras me abrocho el cinturón en el asiento del copiloto de su auto.
—¿Podemos almorzar antes? —me pregunta. —Dicen que es un mal hábito pasar por situaciones estresantes y/o muy sentimentales con el estómago vacío.
—¿De verdad? —pregunto. —¿Tienes hambre?
—¿Tú no? —levanta una ceja muy negra.
—¿Tienes hambre después de toda la sangre que bebiste anoche?
—Tengo hambre después de que tú te encargaras de beber demasiada de mi sangre anoche —me mira acusatoriamente. —Solo tu presencia basta para ponerme hambriento, nena.
Le doy una mirada coqueta, él me la responde con la complicidad brillando en sus ojos.
—Bien, vamos —acepto.
Damon nos conduce en dirección al Grill. Ahí me encargo de pedir algo para desayunar mientras que mi acompañante asalta desde muy temprano la amplia carta de vinos y licores que hay. Aun me sigue resultando extraño que este lugar sea el único restaurante del pueblo, además que parece funcionar casi las 24 horas del día. Ni siquiera en Forks la cafetería funciona de esa manera.
Cuando ambos estamos lo suficiente satisfechos, le recuerdo que aún hay algo que debemos hacer. Él gruñe, bufa y maldice, pero nos lleva en esa dirección.
Al igual que ayer, hacemos todo el ritual y el mismo recorrido para llegar a la improvisada prisión de Katherine; subimos por la escalera de la torre de departamentos, excepto que esta vez no tenemos que ir adivinando, simplemente vamos directamente al departamento donde sabemos que se encuentra la anciana, digo, la vampira.
Damon abre rápidamente la puerta de la misma manera que la vez pasada.
—¿De verdad fueron tan idiotas como para volver? —Katherine nos mira con aburrimiento y sin ninguna sorpresa.
—¿Nos dices idiotas por volver? —me hago la indignada. —Tú fuiste idiota y te dejaste atrapar por el vampiro del que llevabas décadas huyendo.
Mi burla molesta a la vampira y sobretodo la risa grave y siniestra de Damon que resuena a mis espaldas. Con una sonrisa en mi rostro, entro de nuevo al departamento, esta vez solo doy una mirada rápida para terminar de estar segura que Katherine está sola en este lugar.
—¿Acaso quieren que me maten? —Katherine me empuja contra la pared intentando parecer amenazadora, pero es claro que está nerviosa, cosa que es extraña en ella.
Yo me dejo mover como si fuera una muñeca de trapo.
—Sí, llevamos años esperando que eso suceda —Damon dice desde la puerta.
—Si te matan eso solo será tu culpa —le digo. Muevo mis manos poniéndolas en los hombros de ella, muevo mis piernas y le regreso el empujón a Katherine. La muevo hasta llevarla de regreso a la entrada que no puede cruzar.
Su cara de desesperación por no poder salir y la de Damon llena de frustración por no poderla alcanzar y ahorcarla para desquitarse con ella, me produce una amplia sonrisa en mi rostro.
—Te dimos verbena ¿recuerdas? —Damon sisea. —Es un favor que hemos venido a cobrarnos.
Yo asiento dándole la razón. Katherine sisea varias maldiciones y se suelta de mi agarre alejándose unos pasos de mí.
—¿Que quieren? —se cruza de brazos y levanta una ceja.
—Saber... —canturreo.
—¿Saber qué?
—¿Ya sabes dónde puede estar Klaus? —pregunto.
—Como dije ayer —bufa la vampira, —no tengo la menor idea de dónde puede estar.
—¿Y crees que si se aparezca por aquí a tiempo para el ritual? —Damon pregunta.
—No creo, Damon —Katherine pone los ojos en blanco. —Estoy bien segura de que si vendrá.
—Y supongo que no podemos hablar de posponerlo, ni de casualidad ¿verdad?
Katherine entrecierra los ojos, mira a Damon y luego a mí.
—Yo solo digo —el pelinegro se encoje de hombros. —¿Qué es un mes más para el gran orden del universo?
—No me jodan —se queja Katherine. —No están pensando en hacer algo estúpido de lo que se puedan arrepentir ¿o si?
—Katherine —suspiro exageradamente. —Hacer estupideces es nuestra especialidad.
La vampira hace una mueca.
—¿Y cuál es su grandioso plan? —nos pregunta.
—¿Dónde tiene Klaus a Tyler Lookwood? —pregunto en lugar de responderle. —Es obvio que la vampira eres tú, así que, dime, ¿dónde esconde al lobito?
Katherine abre los ojos con sorpresa al escuchar mi pregunta, aunque rápidamente se recupera.
Hasta dónde nosotros sabemos, Katherine no tiene idea de lo que sucede al exterior de este departamento, solo sabe lo que le cuenta Klaus las pocas veces que ha estado aquí o sus lacayos cuando vienen por alguna razón. Katherine esta incomunicada en este momento, puede estar la tercera guerra mundial en pleno desarrollo y ella no se daría cuenta, al menos no hasta que una bomba le cayera encima.
Y hasta dónde la vampira sabe, nosotros somos unos idiotas que estamos tratando con una causa perdida, según ella, nosotros somos tan ciegos y estúpidos que no sabemos nada del macabro plan de ella y de Klaus.
En resumen, nosotros tenemos la ventaja en este momento.
El juego de ajedrez ha comenzado y ella solo es una pieza más, un caballo más en nuestras filas.
Ella va a creer que Tyler ya ha sido capturado y nosotros le haremos creer que queremos sacarlo para que no se cumpla el ritual.
—¿Por qué? ¿Qué es lo que quieren hacer? —pregunta con cautela, da un paso en mi dirección y otro más cerca de la puerta, obteniendo una vista completa de ambos.
Apenas logro ocultar mi sonrisa. Katherine está justo dónde la necesitamos; ella va a creer que Klaus ya ha capturado a Tyler y nosotros le haremos creer que nuestro plan es sacarlo de dónde quiera que esté.
Katherine no tiene que saber que en este preciso momento, Elijah acaba de tirar por las escaleras a Carol Lookwood, enviándola al hospital para tener una excusa cuando la saquemos a ella y a Tyler de este pueblo.
—Sin globo no hay fiesta —Damon se burla. —Y en este caso, sin lobito no hay ritual.
—No, no —Katherine sacude frenéticamente la cabeza. —¡No interfieran! No pueden interferir en esto.
—Habla —le digo en tono de orden.
—Si interfieren Klaus los va a matar —Katherine nos advierte. —Los matará y a todos sus amigos, a todos los que les importan. ¡Va a matar a Charlie, Isabella!
—Como si no supiera eso ya —resoplo. Ya me ha quedado claro que Klaus quitará a cualquiera que le estorbe.
—Necesitamos atrasar esto, Katherine —Damon bufa. Intenta suplicarle falsamente. —Solo un poco de tiempo para poder prepáranos, al menos.
—No, olvídenlo —se da la vuelta y se aleja de nosotros caminando hasta a ventana.
—Te conviene —Damon intenta picar su curiosidad. —Retrasar el ritual te compraría un mes más de patética vida.
—Cierto —ella se da la vuelta despreocupadamente. —Excepto que yo no soy el vampiro que Klaus planea sacrificar.
—¿Qué? —Damon y yo nos hacemos tontos.
¡Ja! Ya sabemos eso, perra.
—Si ya tiene a Tyler, cierta rubia va a tratar de ir y salvarlo sin pensar en que también la matarán a ella —Katherine sonríe satisfecha y feliz. —Va a tener a Caroline y por lo tanto yo estoy fuera de peligro.
—¿Y de dónde mierda sacó esa idea? —sisea Damon dando un paso hacia el marco de la puerta. Yo también camino amenazadoramente hasta la vampira.
—Oigan, oigan, ¡tranquilos! —levanta las manos como rendición. —Yo solo intento estar con vida el tiempo suficiente para irme de aquí.
—Por supuesto —acepto. —No me sorprende que estés tratando de salvar tu anciano pellejo.
—Pero no pueden culparme —nos mira acusatoriamente. —Ustedes dos harían lo mismo.
La maldita tiene razón.
Miro a Damon, él me regresa la mirada diciéndome en silencio… nada realmente. Yo en silencio sabiendo que nuestro pequeño intercambio llamará la atención de Katherine. Damon abre la boca y la vuelve a cerrar, luego inclina su cabeza y me “ordena” silenciosamente que sea yo quien diga las noticias. Yo miro rápidamente en dirección a la vampira, luego regreso mi atención a Damon y niego con mi cabeza.
—¿Qué? —pregunta ella.
Yo desvió la vista y dejo que mi acompañante se encargue de la situación. Damon de nuevo abre y cierra la boca sin mencionar ni una palabra. Puedo ver el momento en el que la curiosidad de Katherine alcanza su punto máximo.
—¿Y si te digo que Elena tiene sangre de vampiro en su sistema? —pregunto distraídamente.
—¿Qué dices? —Katherine se lanza hasta detenerse frente a mí.
—¡Imagina lo divertido que será! —Damon chilla con emoción. —Katherine y Elena compitiendo por el amor de Stefan por, no sé, para siempre.
Katherine aprieta la mandíbula y nos analiza a ambos, nuestras expresiones parecen convencerla porque pone los ojos en blanco y sacude la cabeza.
—La tumba —dice resignada. —Los tiene en la tumba.
—Gracias —le digo sonriendo. —Eres muy amable.
—Vete al carajo —escupe ella.
—Sí, esa es una buena idea —asiento.
—Vámonos, Bambina —Damon da un paso hacia atrás. —Aquí ya no es divertido.
Yo prácticamente corro para alcanzarlo en la entrada del departamento, me giro y sacudo mi mano al lado de mi cabeza para despedirme de la vampira que se quedó de pie en el mismo lugar en el que la encontramos cuando llegamos. El rostro de Katherine lanzándome miradas de odio es lo último que veo antes de que Damon cierre la puerta dejando a la vampira encerrada de nuevo.
—Eso fue sencillo —dice mi acompañante cuando bajamos las escaleras para volver al auto.
Saco mi teléfono, marco el número que me sé de memoria.
—Caballo dos, en posición —digo en cuanto escucho la voz familiar al otro lado.
—Yo voy de camino a lidiar con adolescentes —mi amiga se queja. —Les llamo dependiendo de cómo se comporten.
—Buena suerte, Angela —Damon grita acercándose al aparato pegado a mi rostro. —La vas a necesitar.
—Adiós —mi amiga cuelga la llamada.
—¿A dónde vamos? —le pregunto a Damon cuando veo que nos conduce a través del bosque.
—A la tumba —dice secamente. —Hay que ir un paso delante de ese imbécil.
Yo me limito a mirarlo.
El trayecto es corto, y más porque él se conoce el camino de memoria. El bosque está demasiado tranquilo, solamente el sonido de nuestro auto interrumpe esa paz en el ambiente. Damon y yo bajamos y cada uno toma un rumbo, verificando lo que hay, lo que no hay y lo que nosotros podemos colocar.
Si podemos colocar un par de trampas, o Angela coloca algunas runas alrededor, podemos asegurarnos de tener el control de quien sale y quien entra a este lugar. También podemos saber si Klaus se aparece por estos lados.
—Aquí no hay nada —me quejo escuchando los ecos de nuestros pasos en el interior de la tumba.
—Por suerte —responde Damon. Para nuestra buena suerte, la tumba está vacía y no hay nadie vigilándola, al menos no todavía.
—Las paredes de piedra, la humedad y el olor hacen que el lugar sea jodidamente acogedor —digo mirando a nuestro alrededor.
—Nuestros invitados lo van a pasar fenomenal aquí —me da una mirada cómplice y una sonrisa macabra. —De eso nos encargamos Elijah y yo.
Doy una mirada a mí alrededor apreciando lo horrible de este lugar.
—Vámonos —le pido tirando de su brazo. Él asiente y camina a mi lado hasta la salida. En el bosque, nada ha cambiado, todo sigue igual de tranquilo, por suerte.
Cruzamos el pueblo de regreso a la mansión Salvatore.
—Ya volvieron —Elijah dice al vernos entrar. Esta en la sala, recostado en uno de los sofás con un libro de Angela en sus manos.
—¿De qué nos perdimos? —pregunta Damon con aburrimiento.
—Elena vino hace rato —me cuenta en tono de advertencia. Un escalofrío recorre mi espalda. Eso solo puede significar una cosa, que Elena va a hacer lo que le dije ayer, y si lo hace… va a tomar una decisión.
—¿Dónde está? —pregunto con la voz temblorosa.
—Ella y Stefan fueron a dar un paseo, aún no vuelven —Elijah responde.
—Si lo están haciendo en el patio trasero, les voy a echar agua helada —Damon canturrea. Elijah y yo casi sonreímos con sus palabras.
—¿Cómo estuvo tu mañana, Elijah? ¿Todo en orden? —pregunto con ansiedad. En este momento, no podemos darnos el lujo de fallar en algo, no hay espacio para los errores. Necesitamos que todo salga a la perfección.
—Peón 1; está en posición —dice el original con calma. —Mañana mismo será el traslado.
Tomo una muy profunda respiración, Elijah ha hecho su trabajo del día; Carol está en el hospital y Tyler está con su madre, mañana la van a trasferir a un hospital que solo ellos y Elijah van a saber.
—Bien —acepto.
—¿Y la brujita? —Damon pregunta mirando de un lado a otro en busca de mi amiga.
—De niñera, todavía —Elijah dice con una carcajada. Damon y yo sonreímos imaginando todo lo que Angela debe estar pasando en este momento en su labor de convencimiento con los dos adolescentes. —¿Cómo les fue?
—Es odiosa —escupe Damon. Elijah se enoje de hombros.
—Ya sabemos dónde poner a los dos peones —digo sin querer decir mucho, no sabemos quién puede estar cerca, escuchando a escondidas u observando nuestros movimientos.
—No te preocupes por eso —me dice Elijah con la voz tranquila. —Nosotros nos encargamos.
—Lo sé —intento calmarme. —Es solo que… si él se da cuenta, si nos descubre antes de tiempo…
—Ven aquí, nena —Damon me atrae a su cuerpo.
Una de sus manos acaricia mi espalda, subiendo y bajando con lentitud para tranquilizarme, su contacto, la calidez de su mano y su aroma que se envuelve a mí alrededor hacen que la ansiedad se evapore de mi cuerpo.
—No te preocupes —me dice. —Lo peor que puede pasar es que nos maten.
—¡Asno! —le doy un empujón. Con sus palabras ha hecho que mi ansiedad vuelva y todo se duplique en mi cabeza. —La idea era calmarme, no asustarme más.
—Yo nunca dije que trataba de calmarte —se defiende. Yo pongo los ojos en blanco.
—¿Isabella? —escucho la voz de Elena. Me giro en la dirección de dónde vino su voz, no soy la única que lo hace, Elijah y Damon también se giran para mirar a la joven de pie en el pasillo moviéndose con nerviosismo. —¿Podemos hablar?
—Sí, claro —asiento. Me suelto del agarre de Damon y camino en dirección a mi prima, paso a su lado apenas deteniéndome para indicarle que me siga.
—Yo… —intenta hablar en cuanto salimos de la casa. La interrumpo rápidamente.
—Vamos a dar un paseo —digo con una leve sonrisa, mis ojos se colocan fugazmente en la casa a sus espaldas, estoy segura que hay tres vampiros chismosos escuchándonos.
—No subiremos la cascada de nuevo ¿verdad? —pregunta con un jadeo lastimero.
—No —suelto una carcajada. —Sin subir la cascada esta vez.
—Bueno, vamos —acepta con alivio.
Esta vez la conduzco en dirección a la tumba de los Salvatore, ahí estaremos lo suficientemente lejos de la casa como para hablar con tranquilidad y sin que nos estén escuchando, pero a la vez estaremos lo suficientemente cerca en caso de que algo suceda y necesitemos ayuda.
—Te escucho —le digo deteniendo mis pasos. Me recuesto contra el muro de la tumba y la miro fijamente.
Elena está muy nerviosa, sus manos se retuercen su pierna sube y baja haciendo que su pie golpetee el suelo y sus ojos apenas se colocan sobre mí.
—Yo... —se aclara la garganta. —Hice lo que me dijiste... y yo... creo que, sí, creo que ya estoy lista.
—Voy a necesitar que más detalles si quieres que comprenda el contexto de la conversación que pretendes que tengamos, Elena —digo fingiéndome la loca. No es que no comprenda a dónde quiere llegar, en realidad solo estoy tratando de alargar esto lo más posible.
Esta vez, soy yo quien no está lista para esta conversación.
—Ayer, con nuestra conversación en la cascada, me pusiste a pensar —me explica, yo parpadeo en respuesta. —Realmente me obligaste a cuestionarme toda mi vida, no pude dormir y me la pasé toda la noche haciéndome preguntas, pensando y tratando de llegar a una conclusión.
No me muevo, no parpadeo, ni siquiera estoy segura de estar respirando, solo me quedo allí, de pie, mirándola fijamente.
—Y debo admitir que me decepcioné cuando pude llegar a una conclusión…
Esas últimas palabras hacen que quiera cerrar los ojos y tirarme al suelo para hacerme bolita y ahogarme en lágrimas y mocos.
—¿Cuál es la conclusión a la que llegaste? —pregunto en un tono forzado y monótono.
Me preparo mentalmente para lo que voy a escuchar.
—No quiero morir en ese maldito sacrificio, Isabella —dice lo más claro que su garganta cerrada se lo permite. —Pero resulta que tampoco quiero transformarme esa noche en vampira.
Quisiera poder decirle que me sorprende su declaración, pero sería muy hipócrita de mi parte, porque no me sorprende en lo absoluto. Ya espera que esa fuera su decisión.
—Hablé con Stefan, como te prometí hacerlo, hablamos de la posible solución que me dijiste, del sacrificio, de nosotros y de muchas cosas más. Le dije lo mismo que acabo de decirte a ti —de repente un sollozo la atraviesa. —Y creo que le rompí el corazón.
Ahora quiero golpearla. ¿De verdad es tan idiota? ¿Tan ingenua? ¿Nunca se dio cuenta que su decisión le rompería el corazón a su novio vampiro?
Respira, Isabella, no puedes golpear a tu prima. Bueno, si puedo pero no debo hacerlo, eso solo empeoraría nuestra casi nula relación. Me obligo a respirar un par de veces para poder continuar con esta conversación de la manera más calmada y neutral que pueda.
—Elena… Stefan te ama, de eso no tengo ninguna duda. Y sé que va a respetar la cualquier decisión que hayas tomado aunque eso le duela en lo más profundo del corazón —le digo con la poca movilidad que mi mandíbula me lo permite, el enojo y la molestia en mi interior me hacen apretar y rechinar los dientes.
—Lo sé —ella solloza silenciosamente aunque sus labios me muestran una leve sonrisa.
—Pero, ¿qué tanto lo amas tú? —pregunto venenosamente. Elena me da una mirada sorprendida. —¿Lo amas tanto que estas dispuesta a morir porque un vampiro sádico lo deje en paz después de tu muerte? O… ¿lo amas tan poco que prefieres que día a día viva con el miedo de que ese sea el último día que pase a tu lado?
—Isabella…
—Porque eso va a pasar si continuas siendo humana —le digo, insistiéndole tercamente. —Puede que no mueras en una semana en el ritual, pero quizás dos semanas después sí. Puede que logres sobrevivir este año, pero al siguiente un camión te atropelle y mueras en la carretera.
—Isa… —intenta hablar pero la interrumpo de nuevo.
—Puede ser que sobrevivas hasta que tengas 25 años, pero después te unas al club de los que mueren a los 27 años —mi veneno sigue escurriendo con mis palabras. —Quizás San Stefan sea tan comprensivo y te deje vivir la vida humana que tanto deseas solo para lidiar con tu muerte cuando estés dando a luz a tus hijos.
—Lo sé —asiente, —Todo eso ya lo hablé con Stefan hace rato, pero Isabella… yo…
—Dime algo Elena —le pido. Ella exhala bruscamente, pero asiente. —¿Qué va a hacer Stefan cuando tenga que enfrentarse a la muerte de la mujer que él ama?
—¡Isabella! —me grita. Yo parpadeo sorprendida de su arrebato, aunque sé que en el fondo yo lo causé. —Todo esto ya me lo dijiste ayer. Te escuché con claridad, comprendí tu punto y a dónde querías llegar. No soy idiota.
Tardo algunos segundos en formular una respuesta.
—Perdón —digo estúpidamente. Elena sonríe.
—No quiero ser vampira, Isabella —repite, esta vez más calmada. —No definitivamente a los 17 años.
—Eso ya lo dijiste —frunzo el ceño. ¿Qué no era yo la que estaba repitiendo la conversación de ayer?
—Como dije, ya hablé con Stefan, y sí, le rompió el corazón saber que yo no quiero transformarme a la misma edad que él —se encoje de hombros. —Pero siendo el hombre tan comprensivo que es, lo aceptó y me apoya totalmente.
En silencio, asiento con mi cabeza, eso es algo que también ya tenía muy en claro. San Stefan puede estarse muriendo, destrozado en pedazos por mil apuñaladas causadas por la misma Elena, y aun así perdonarla y hacer todo para ayudarla a que lo siga lastimando.
—¿Y qué hay de nosotros? —le pregunto. —¿Qué hay de las demás personas que hemos arriesgado todo y no vamos a recibir algo de tu parte? Eres muy egoísta.
—Sí, tienes razón, soy una egoísta —Elena asiente. De nuevo me toma por sorpresa que me esté dando la razón tan seguida. —Sé que por mí comenzó todo esto, sé que todos ustedes han rozado la muerte por salvarme.
—Si puedo ser honesta, no mereces que alguien de nosotros pierda su vida en tu lugar, Elena.
No quiero ser cruel con ella, pero no hay otra manera de decirlo. No quiero que se convierta si eso no es lo que desea, pero no me agrada que quiera seguir siendo humando y disfrutar de todos los beneficios de una vida vampírica. Si decide seguir siendo humana, va a tener que despedirse de muchas cosas al igual que si decide transformarse y me parece egoísta que no parezca dispuesta a hacer esos pequeños sacrificios.
Elena quiere tenerlo todo y eso es una mierda.
No es justo que alguien de nosotros, que yo de mi vida en su lugar, si ella va a desperdiciar una vida humana o vampírica.
—Sé que no lo merezco, soy muy consciente de eso ahora —mientras habla, Elena estira su mano para buscar una de las mías. —Pero, Isabella, no quiero que mi muerte quede a manos de Klaus.
Bueno, lo admito, esa es una razón muy válida.
—Nadie de nosotros quiere terminar en manos de Klaus —murmuro. Me muerdo la lengua para no soltar otra frase con veneno.
—Se muy bien que si te lo pido, me ayudarás a sobrevivir ese ritual —Elena me brinda tímida y busca con su otra mano mi mano libre. —Y también sé que hay una muy grande probabilidad de que al día siguiente me maten.
—Me alegra que lo tengas claro —digo mordaz.
—Si eso pasara, estaría más que feliz con mi muerte, Isabella —Elena se encoje de hombros sin perder su sonrisa. —Puedes salvarme hoy y mañana atropellarme con el auto de Damon y te juro que estará bien. Te juro que aceptaría mi muerte.
La miro fijamente. ¿Qué carajos está pasando? ¿Por qué de repente este cambio de actitud?
—Vampiros o no, todos podemos morir, eso me ha quedado claro —se aclara la garganta y su cuerpo se estremece ligeramente. —Pero mientras la muerte llega a mí, quiero poder llegar a cumplir 18 años, o 20, quizás 30 y… y poder colocarme delante de Stefan y pedirle que me transforme en ese momento.
Inevitablemente un jadeo se escapa de mis labios.
—Quiero poder pedirle a Stefan que me transforme por el amor que él y yo sabemos que tenemos por el otro —Elena busca mis ojos con los suyos, observo una lagrima deslizarse por su mejilla y perderse en sus labios. —Porque esa es la transformación que quiero, esa es la muerte que me merezco, Isabella.
—No a manos de un hibrido demente —digo casi con alivio. Elena expande aún más su sonrisa.
—Aun no me has dicho cual otra opción tengo, pero estoy dispuesta a aceptarla porque confío en ti, prima —Elena da un apretón a mis manos. —Pero yo también quiero hacerte unas preguntas antes de que me cuentes tu maquiavélico plan.
—Es justo —acepto. No pierdo nada con responderle. —Adelante.
—¿Por qué quieres ayudarme? ¿Por qué haces esto? —pregunta juntando sus cejas en su frente. —Sé que no soy tu persona favorita.
De repente, la mujer que tengo frente a mi pasa a ser una pequeña niña vestida en un horrible conjunto floreado rosa, abrazando un peluche con uno de sus bracitos mientras el otro se extiende en mi dirección. Sus ojos fijos sobre mí, tan expresivos como ahora.
En ese momento termino de tomar mi decisión. Sí, lo que haré es lo correcto.
—Alguna vez lo fuiste —susurro. No estoy segura si Elena ha sido capaz de escuchar mis palabras.
—¿Es por Isobel? ¿Elijah hizo un trato contigo? —me llena de preguntas de nuevo. —¿Es por Damon?
—Aunque Damon sea un asno y un idiota que dice odiarte en este momento por ser una niña berrinchuda, sé que te aprecia y eso hace que signifiques algo para él —decido irme por la razón que para ella sería más obvia y no por aquella razón que me haga desnudar mi corazón y mi cariño por mi prima. —Y él significa todo para mí. Damon lo es todo para mí.
Elena parece complacida con mi respuesta.
—¿Entonces? ¿Cuál es tu plan malvado para salvar mi trasero? —pregunta en un tono de voz más ligero.
—Creo que la persona correcta para explicarte es Angela —le digo. —Ella nos va a ayudar con esto.
—En ese caso, ¡vamos por ella! —Elena trata de soltar sus manos de las mías para volver a la casa Salvatore, yo aprieto mi agarre para detenerla.
—No, aun no —sacudo la cabeza de un lado a otro. —Elena, esto que vamos a hacer, no puede saberlo nadie. Ni siquiera Stefan.
—¿Por qué? —ella me mira, asustada.
—Porque si alguien se entera, todo se va a ir al carajo —digo severamente. Elena abre los ojos al máximo.
—Lo entiendo.
—Escúchame bien —le hablo cuidadosamente. —Esta noche, exactamente cuarto para la media noche, encuéntrame en la casa donde asesinaron a las brujas ¿sabes dónde es?
—Sí, el cementerio de brujas —Elena dice aunque su tono es de pregunta.
—Sí, ahí —doy un nuevo apretón a sus manos. —Encuéntrame allí, solamente tú, Elena. Te juro que te lo explicaré todo y haremos… bueno, llevaremos mi plan a cabo.
Elena al inicio está desconfiada, me mira con cierto arrepentimiento, pero algo pasa por su cabeza que la hace cambiar por completo su expresión.
—Sí, de acuerdo —acepta. —Confío en ti.
—No estoy segura de que debes hacerlo —siseo. Con un suspiro, dejo ir las manos de mi prima obligando a mis brazos a caer a mis costados.
—Antes de que vayas al cementerio de brujas, encuentra a Damon en el Grill —le digo. Ella me da una mirada interrogante. —No puedo decirte mucho, pero cuando tu creas que es el momento, vas a tener que apuñalarlo con esto.
Saco de mi chaqueta una pequeña daga de plata.
—¡¿Qué?! —Elena abre al máximo los ojos.
—Tiene verbena, lo va a dormir por un rato.
—¿Por qué me estas pidiendo esto? —pregunta ella.
—Porque sí —frunzo el ceño. —Ahora, después de eso, ve directamente a encontrarme, no te dejes distraer por nada, no importa lo que pase, ve de inmediato conmigo. ¿Entiendes?
—Si, lo entiendo —mi prima asiente. Siento como mis pulmones expulsan el aire de su interior al mismo tiempo que mi cuerpo se entumece por la tensión de este momento.
Estoy rogando en mi interior que Elena haga lo que le estoy diciendo y no le monte una escena a Damon. Eso solo va a levantar las sospechas en él y estoy segura que arruinará mi plan.
—Bien —trato de mostrar una fachada de calma y tranquilidad.
—¿Y que se supone que haremos mientras anochece? —Elena mira de un lado al otro. El bosque aún está perfectamente iluminando por la luz del sol que entra entre las ramas de los árboles.
—¿Por qué no vas y disfrutas el tiempo con Stefan? —le propongo. —Aunque tengamos un plan b, o un plan por todo el abecedario, aun podemos fallar.
Elena se estremece.
—Tienes razón —dice secamente. —No sabemos si este puede ser nuestro último día.
—Vamos, hay que volver —le ánimo.
Ambas comenzamos a caminar de regreso por el mismo camino por el que llegamos aquí, con calma cruzamos el bosque en dirección a la casa Salvatore, dónde estoy segura que aún están los demás.
—Espero que seas buena actriz —le digo cuando veo la casa a lo lejos. —Si no lo eres se van a dar cuenta.
—Yo puedo —dice despreocupadamente. —Entonces, tenemos un ¿cita? —se ríe para aligerar el ambiente.
—Sí, creo que eso suena mejor que “plan para evitar que te maten” —digo entre divertida y ligeramente molesta por su falta de seriedad.
—“Girls night” suena mejor —Elena me guiña un ojo.
—Llámalo como quieras —me encojo de hombros y la empujo para que vaya hacia la puerta de la casa.
La observo correr por el porche, Stefan aparece abriendo la puerta antes de que Elena pueda terminar de subir los tres escalones que la separan de la entrada, en cuando ve a su novio, se tira a sus brazos.
¡Iug! Son tan empalagosos.
Camino tranquilamente hasta ellos haciendo una mueca de asco mientras los sonidos de sus bocas compartiendo saliva llegan a mis oídos.
—¿Y el sensual de tu hermano? —pregunto al aire. Ambos se separan al escucharme, sus cabezas se giran en mi dirección mirándome abochornados mientras me acerco a ellos, Elena está roja de las mejillas y Stefan tiene una sonrisa en sus labios.
—Con Elijah en el sótano —Stefan me responde.
—Gracias —le digo caminando para el interior de la casa. Cuando paso al lado de la pareja feliz aprovecho mi oportunidad para burlarme. —Si van a follar traten de que no sea en la puerta de la casa. ¡Exhibicionistas!
—¡Isabella! —el chillido avergonzado de mi prima anuncia mi presencia en la casa, además que yo le ayudo soltando una profunda carcajada.
No detengo mis pasos, me muevo al interior de la casa Salvatore buscando a mis amigos y dejando a la parejita ser feliz en la puerta.
—Ya volviste —escucho la vos de Angela cuando paso por la cocina.
—Tú también —le digo como saludo. Ella extiende el tazón de cereal del cual está comiendo, con mis dedos tomo un puño y comienzo a comerlo señala en dirección al comedor, quiere que ambas nos sentemos a conversar.
—¿Lo lograste? —le pregunto comenzando por el tema más sencillo.
—Obvio —ella bate sus pestañas en mi dirección provocándome una sonrisa burlona. —Fue difícil convencerlos, pero en el momento en que les dije que serían solo ellos, accedieron a irse.
—Hombres —pongo los ojos en blanco.
—Y adolescentes —Angela se ríe. —Por supuesto que no iban a desaprovechar la oportunidad de salir ellos solos y conocer a chicas universitarias.
Angela y yo estallamos en risas y burlas dirigidas especialmente a Jeremy, Matt y su pensamiento inmaduro.
—Eso nos deja al peón 5 y 6 en posición —mi amiga retoma la seriedad.
Mi rostro cae, toda la diversión y tranquilidad se evapora de mi interior siendo remplazada de repente la tensión en mis hombros regresa golpeándome con más fuerza que antes.
—¿Pasa algo? —pregunta Angela con un ligero temblor en su voz. —Stefan me dijo que habías salido, que estabas hablando con Elena.
—Sí, eso hice —acepto.
Mi amiga busca mis ojos con desesperación, sabe que las siguientes palabras que salgan de mi boca van a terminar de sellar mi destino. Mi boca se abre y se cierra un par de veces pero, soy incapaz de expulsar las palabras de mi boca, así que decido usar la frase que menos dolor me va a provocar.
—La torre dos —me señalo con mi misma mano, —está en posición.
La reacción de Angela me hace querer llorar; sus ojos se cierran con pesar, un nudo aparece en su garganta y en ese mismo momento se obliga a si misma a tragárselo antes de volver a abrir sus ojos.
—¿B-Bella? —mi amiga cubre su boca con sus dos manos, soltando el tazón con cereal en el proceso.
—L-lo haremos esta noche —consigo decir. —Ya le di las instrucciones. E-está lista.
—¿Y tú? —Angela me mira con una ceja arriba. —¿Estas lista?
De nuevo, soy incapaz de decirle la más mínima palabra. Ella mueve sus labios hay demasiadas cosas que quiere decirme pero sabe que no estamos solas, no podemos hablar con la libertad que nos gustaría. Mi amiga se levanta de su silla y se me lanza encima, con sus brazos rodea mi cuerpo y siento sus sollozos silenciosos. Le regreso el abrazo y nos quedamos en esa posición hasta que ambas somos capaces de volver a mirarnos.
—Todo va a salir bien —dice ella. Una sensación aterradora se coloca en mi pecho, quisiera creerle, pero por alguna razón, no puedo.
Ambas nos movemos en dirección al sótano donde se encuentran Damon y Elijah, supongo que alimentándose con la reserva de sangre que tienen ahí los hermanos Salvatore.
—Creí que me llamarías para ayudarte a esconder su cuerpo —Damon dice en cuanto siente mi presencia cerca de él. —¿Pudiste sola?
—Aprendí del mejor —le guiño un ojo. Damon me da una sonrisa de lado, sus manos me ofrecen la bolsa de sangre de la que ha estado bebiendo, yo hago una mueca de asco y niego. Se encoje de hombros y continua bebiendo el líquido de color rojo.
—¿Todo en orden? —Elijah me mira con una ceja arriba.
—Ya sabe que debe ir al Grill esta noche —les digo. —Podemos comenzar a jugar.
Elijah asiente visiblemente complacido con mis palabras, Damon me jala a su lado y me abraza con demasiado entusiasmo. Angela no muestra ninguna reacción.
—Entonces, ¿tenemos todas las piezas del ajedrez? —Elijah pregunta.
—Creo que sí —asiento.
—Sé dónde está Greta, la bruja que le está ayudando a Klaus —Angela nos dice desde el fondo donde está recostada contra la pared. —Está en Nueva Orleans.
—Va a traer el cuerpo de Klaus —Elijah dice. —Eso es lo que están buscando allá.
—Entonces él también debe estar allí —dice mi amiga.
—Investigaré eso —Elijah sentencia.
—Después de que acabemos con esta mierda, nos vamos a ir todos de vacaciones —Damon anuncia dándole el último trago a la bolsa de sangre antes de fijar sus ojos azules en nosotros. —No acepto ninguna respuesta negativa y/o excusa barata para no ir.
—No pensaba negarme —decimos los tres al unísono.
—Más les vale —bufa. —Parece que estar con el niño bonito en ese pueblo de tres calles, dos altos y veinte animales salvajes.
—¡Hey! —Elijah le da un golpe en el hombro. —Los animales, digo… los licántropos fueron amables con nosotros.
Damon se ríe. Yo sacudo la cabeza y me encierro en mi propio mundo mientras mis amigos siguen hablando entre ellos. Mis ojos se colocan en Damon, en la silueta de su rostro, miro cada detalle de él, cada ángulo en sus facciones, cada poro de su piel, cada pequeña cicatriz que nunca se borró, cada pequeño vello que sobresale de su piel, estoy decidida a grabarme, a memorizarme cada detalle del hombre que me sostiene a su lado.
—Sé que soy mejor que una obra de arte pero si sigues mirándome de esa manera me voy a desgastar —Damon dice pegando sus labios contra mi oído.
—Te voy a secuestrar —le digo alejando mi rostro y girando mi cuello para volver a colocar mis ojos en los suyos.
—¿Lo harás? —pregunta divertido. Yo asiento.
—Vas a ser mío —le digo en tono urgente. Necesito que esas palabras se vuelvan un juramento, de mí para él y de él para mí.
—Ya soy tuyo, Bambina.
Esas palabras derriten de nuevo mi corazón.
—Ven conmigo —le digo. Mis manos buscan sus manos, ambos nos sujetamos con fuerza, como si fuéramos el salvavidas del otro en el medio de una tormenta.
No estoy segura si Angela y Elijah nos están mirando cuando salimos del sótano, o incluso no sé si fueron testigos del pequeño intercambio que tuvimos antes de hacer nuestra escapada, no me importa. En este momento solo estamos Damon y yo.
No sé ni siquiera a dónde vamos, tampoco sé cómo es que terminamos en el lago que se forma gracias al rio que es alimentado por la caída del agua de la cascada. Estamos lejos de ella, pero gracias a nuestros sentidos, aún podemos percibir el sonido que hace el agua al caer. En este lugar se respira la tranquilidad y la paz del bosque, pero, a la vez puedes sentir el bullicio y el aroma a humedad que hay que en la hierba gracias al agua.
Es lindo, pero no se compara con el acantilado en Forks.
—Bien, suéltalo —Damon silba interrumpiendo el cómodo silencio que nos abrazaba desde que llegamos a este lugar.
—¿Qué?
—¿Que carajos es lo que sucede? —pregunta con cierta molesta en su tono de voz. Se coloca frente a mí cruzándose de brazos y mirándome con los ojos entrecerrados.
Mierda.
Estoy en problemas.
Se supone que Damon no debe darse cuenta.
—¿Suceder? —pregunto inocentemente. —¿Porque tendría que suceder algo?
—Desde que llegamos a Mystic estas actuando extraño —señala como si fuera demasiado obvio o yo demasiado tonta. —Has hablado más veces con Elena estos días de lo que has hecho en toda tu vida.
Ahora soy yo quien me cruzo de brazos y le miro con los ojos entrecerrados.
—Eso no es cierto —desvió la mirada y me concentro en los sonidos del bosque que rodea el lago frente a mis ojos.
—Además, me has traído aquí por alguna razón —la sospecha en el tono de voz de Damon me hace comenzar a sudar. Debí prever que él no se dejaría engañar tan fácil, debí suponer que él sospecharía que algo estaba tramando y si no tengo cuidado, me va a descubrir y todo se irá a la mierda. —Así que, ¿qué carajos está pasando?
Aprieto mis labios para obligarme a no ceder ante su tono exigente.
—Habla, Isabella —gruñe. Su gruñido me sobresalta.
Mierda.
Voy a tener que soltarle un par de mentiras demasiado convincentes si quiero que me crea y no sospeche de mi plan.
—Solo... quería alejarme un poco de todo el drama que hay en Mystic —respondo aun sin mirarlo. Eso en parte es verdad. —Tantas estrategias y planes hacen que me duela la cabeza.
—Has estado nerviosa —comenta. Mierda, mierda y más mierda. Siempre olvido que la conexión creada por la sangre hace que él pueda sentir mis emociones.
—¿Puedes culparme por eso?
—No —él sacude la cabeza. —Sé que esto apesta, pero vamos a estar bien. Todo va a estar bien, Bambina.
Gracias Damon. Acabas de dar en el clavo, acabas de exhibir lo que me tiene en una cuerda floja de emociones. ¡Asno!
—Pero ¿y si no? —siento las lágrimas cumularse en mis ojos. —¿Qué pasa si todo sale mal? ¿Si fallamos? ¿Qué pasa si no vuelo a verte, Damon?
—¡Hey, hey! —sus manos se estiran hacia mí, yo dejo que me mueva a su antojo, que me estrelle en su pecho y me rodee con sus brazos. —¡Me ofende la poca fe que me tienes, Isabella!
Intento reír por su tono ofendido, pero solo logro un gemido lastimero.
—Me he enfrentado a peores cosas que a un hibrido demente, Isabella —Damon me dice con seriedad. —Y he vuelto de la misma puta muerte miles de veces. Esto es nada.
—La sociedad Augustine —murmuro lejanamente. —Olvidé que estuviste allí.
—Me obligaron a estar allí —sisea él produciendo vibraciones en su pecho que siento contra mi cuerpo. Ahora me siento un asco por traer al presente esa parte de él que le duele recordar. —Pero creo que debo agradecerles que me hayan convertido en cabrón que soy ahora.
—Mío —modulo contra su pecho. —No importa si eres un cabrón, un desgraciado insensible, un idiota con problemas de ira, un jodido hijo de puta con un ego más grande que Burj Khalifa.
Su risa me hace vibrar de nuevo.
—Eres mío, Damon —exhalo. —Y te amo.
—No —sus manos me empujan lejos de él. —No digas eso. No es cierto.
—Sé muy bien lo que siento —bufo con molestia. —¡Y tu también lo sabes! Puedes sentir mis sentimientos y mis emociones, Damon.
—Estas diciendo esas idioteces solo porque tienes miedo —camina alejándose de mí pero acercándose al borde del agua. —Estas diciendo eso porque crees que alguno de nosotros –o todos, si es que tenemos tan mala suerte- vamos a morir.
—¡No es así! —me quejo. —Estoy diciendo esas estupideces porque quiero decirlas. ¡Solo por eso!
Damon sacude su cabeza pero no se gira a mirarme. Comienzo a hacer una pataleta; me cruzo de brazos, suelto un bufido ruidoso acompañado de siseos de molestia y doy un par de golpes con mi pie en el suelo.
No es justo.
Camino para alejarme de él, no quiero verlo o tenerlo cerca en este momento así que voy hasta el último árbol al borde del agua y me recuesto contra la corteza mientras mis ojos observan el agua que corre delante de mí. Mi mente me hostiga con miles de pensamientos que van de un lado a otro y a la vez sin ningún sentido en concreto.
Se supone que esta tarde y el inicio de la noche sería solo para Damon y para mí, para quedarme con él, disfrutar de su compañía, llenar mi mente de recuerdos de nosotros para atesorarlos y aferrarme a ellos antes de hacer la idiotez que estoy pensando hacer. Pero ahora ambos estamos molestos con el otro y nuestro momento se ha ido al carajo.
Ahora parezco una imbécil ahogándome en mi propio silencio mientras maldigo a Damon al interior del caos de mi mente. Flashes en mi mente de escenas sin sentido aparecen como si fueran destellos de una batalla que ya he vivido antes.
Si, ya he vivido esto antes, en el acantilado. Nuestro lugar.
En ese momento soy consciente de algo, usualmente, soy yo quien es como un jodido libro abierto para él, siempre sabe lo que hay en mi cabeza o como me siento en todo momento porque no soy una experta en ocultarlo. Damon si lo es, él lleva bastante tiempo haciendo esto, encerrándose y aislándose del mundo por lo que es un experto en ocultarme sus emociones y sus pensamientos.
Pero aunque me está dando la espalda, está mostrándome todo eso que lleva oculto.
Damon también tiene miedo. Miedo de que nuestro plan no funcione, de no poder salvar a Elena, teme no poder ayudar a su hermano y perderlo una vez más en el proceso, tiene miedo de perder y defraudar a los dos amigos que ha hecho en estas semanas. Damon también tiene miedo de perderme a mí.
Su mano busca la mía, sus dedos se entrelazan con los míos con firmeza y fuerza, como su fuera un ancla que no está dispuesto a dejar ir.
—Todo va a salir bien, Bambina —habla con calma pero su voz tiembla. —Tiene que salir bien, porque si no lo hace… si no funciona…
El nudo en su garganta le impide seguir hablando.
—Lo sé —me giro para enfrentarlo.
Sus ojos están cerrados, sus cejas juntas mostrando el dolor que hay en su interior en este momento. Su cuello está tenso y con las venas saltadas, además que sus hombros están ligeramente hacia adelante.
—No creo que ninguno de nosotros podrá afrontar las consecuencias si fallamos.
Tiene razón. Si algo sale mal, todos nosotros lo vamos a pagar, no importa quien muera o si morimos todos, lo vamos a pagar de alguna manera y haremos demasiado daño a los que se queden sin nosotros.
—Espero que de verdad valga la pena hacer lo que estamos haciendo —murmuro con pesar. —Estamos haciendo demasiado.
Damon sacude la cabeza, sus ojos se abren y en automático buscan los míos, su mirada azul me toma prisionera obligándome a perderme en esos zafiros que esconden demasiados secretos.
—Nada de esto, Bambina… —Damon coloca su otra mano en mi mejilla. —Nada de esto va a valer un maldito bledo si te pierdo.
Sus labios se estampan contra los míos mostrándome con un beso todas las palabras que no puede pronunciar. Una ola de sentimientos golpea contra mi cuerpo, amor, respeto, adoración, cariño, deseo, ternura, gratitud, pasión, felicidad, aceptación. Todos los sentimientos que Damon tiene por mí.
Una lágrima sale de mis ojos sin que yo le dé permiso. ¡Jodida traicionera! Damon se da cuenta de ella, sus labios sueltan los míos y atrapa la lágrima justo contra mi mejilla, absorbiéndola como si fuera una gota del más delicado y preciado elixir, antes de alejarse de mí.
Mi cuerpo usa todas las fuerzas necesarias para mantenerme cuerda y no soltarme llorando como una maniática mientras le confieso mi plan malvado.
—No sé qué es peor —me dice en tono reflexivo. —Confesarte mis sentimientos cuando estamos por enfrentarnos a una posible muerte y usar eso como excusa patética que quizás te haga dudar de lo que siento por ti…
De repente mi cuerpo se vuelve débil, me siento agobiada y cansada y a nada de desfallecerme sobre la hierba húmeda del suelo, pero me obligo a mantenerme centrada en Damon.
—O morir sin revelar que te metiste en mi cabeza, que, no importa a dónde mire o en que piense, porque tú siempre vas a estar ahí, en mis pensamientos —suelta una profunda exhalación. —Isabella… yo solía pensar que el amor era una idiotez, que era como una insignificante moneda que un día vas a perder.
Me obligo a ahogar el sollozo.
—Pero ahora, no me puedo decidir si te amo más por la mañana cuando despiertas en mis brazos, o por la noche cuando vuelves a mí —su mano aún mantiene mi mano aprisionada, pero su otra mano continua acariciando mi rostro con delicadeza. —Así que, soy tuyo, Isabella. Toma mi mente, mi cuerpo, toma mi vida y mi alma. Tómame completo porque ya soy tuyo.
—Damon… —lloriqueo, ya he perdido la batalla contra mis lágrimas.
—No voy a permitir que nada te pase —sus palabras suenan tranquilizadoras, son como un tratado de paz en el medio del caos que hay a nuestro alrededor. —Te juro que no va a pasarte nada, Bambina.
Ese es un juramento que yo estoy a punto de romper. Mi llanto aumenta al pensar en eso.
—No, Damon —niego adivinando hacia dónde van sus pensamientos. —Mañana me iré, estaré lejos de todo esto, y en Forks pueden protegerme Charlie, Jasper y los Cullen.
—No confió en esos idiotas —gruñe. Debo darle la razón, lo que pasó con Edward no estuvo nada bien.
—El punto es que, estaré bien en Forks, y a salvo —intento sonar convincente aunque por supuesto que fallo, la mueca en su rostro me lo dice. —Está bien si quieres darme más sangre, está bien si quieres pegarme el anillo de vida a mi dedo para que no se caiga, ¡te juro que está bien si lo primero que haces al volver a verme es romperme el cuello! Pero, por favor Damon, transfórmame porque quieras hacerlo, porque yo quiera hacerlo, no porque es una medida desesperada para salvarme.
Apenas soy consciente de que estoy temblando mientras le suplico, no quiero vivir eternamente con el miedo de que mi transformación haya sido solo por salvar mi trasero y no porque en verdad Damon me quiera a su lado por el resto de la existencia. No quiero vivir una eternidad sola, eso sería aún más aterrador que morir la siguiente semana a manos de Klaus y su estúpido ritual.
Damon está en conflicto, descubrí su plan de ser un idiota y cambiarme sin que yo se lo pidiera como habíamos quedado hace días, ahora se debate entre hacerlo o respetar mi decisión.
—Maldición, Isabella —gruñe con frustración. —Estoy intentando salvarte y no me estas ayudando a hacerlo.
—Que aburrido sería si te la pusiera fácil —me burlo.
—Muérdeme —sisea entre dientes.
—Si insistes —digo con una sonrisa en mi rostro. Estiro mis piernas, me pongo sobre las puntas de mis botas para alcanzar su cuello con mi boca, mis labios se abren al máximo, mis dientes salen como armas para desgarrar su piel. El líquido caliente se dispara contra mi luenga provocándome un gemido de placer.
—No pares hasta que yo te lo diga —Damon murmura como una orden silenciosa. Su mano sostiene mi cintura mientras la otra sostiene mi cabeza para asegurarse que no despegue mi boca de su cuello. Yo continúo bebiendo y bebiendo su sangre.
No sé cuánto tiempo pasa antes de sentir sus labios bajar hasta el punto por encima de mi clavícula, cerca de mi cuello, sus dientes traspasan la piel de esa zona y siento el ya muy familiar tirón que hace su boca al succionar mi sangre.
Ambos soltamos un gemido. Compartir sangre siempre ha resultado una experiencia demasiado placentera, y eso solo se intensifica si ya hay un vínculo entre ambas partes como sucede con Damon y conmigo.
Cuando nos separamos, me siento como si estuviera ebria, drogada, como si estuviera flotando en una bruma o en una neblina de lavanda que me trae tranquilidad, paz, armonía y me enloquece al mismo tiempo con alegría, felicidad y amor.
No quiero dejar de sentirme así.
—Tengo algo para ti —Damon dice con gotas de mi sangre escurriendo de las comisuras de su boca. —Pero necesitas prometerme que no te lo vas a quitar, no importa lo que suceda.
—Lo prometo —le digo.
Sus manos van a su chaqueta, saca una pequeña caja de terciopelo color azul, al abrirlo hay un zafiro en forma de gota, está sujeto a una delicada cadena de plata por una abrazadera de diamantes que forma una “S” alrededor de la preciosa piedra color azul eléctrico.
Sé lo que es, sé lo que hace, y sé porque quiere que siempre esté en mi cuello. Puedo apostar a que obligó a Angela a hechizarlo, para que, si por alguna razón llegara a transformarme sin que él estuviera, pudiera estar protegida y así evitar que muera mientras me retuerzo siendo quemada por el sol.
—Pónmelo —le pido. Él se deshace de la caja dejando solo el collar entre sus dedos, sus manos rodean mi cuello y lo coloca con cuidado en su lugar. El frio metal quema mi piel. —Es hermoso.
Damon no responde, solo mira con orgullo hacia mi cuello.
—Debemos volver —le digo. —Tienes que alimentarte antes de encontrarte con Elena.
—Que fea manera de arruinar el momento —bufa. —Y luego porque dicen que los hombres ya no somos románticos.
Le doy un empujón juguetón, él me responde atrayéndome contra su cuerpo y dándome un beso en la frente antes de conducirnos por el bosque de regreso a la casa Salvatore.
—Te veo al rato —me dice cuando llegamos a la puerta de la casa. —Iré a darme un pequeño bocadillo viviente antes de ir a molestar a tu prima. Quizás logre que me odie por el resto de su vida.
Me rio, aunque aún me siento consternada por lo que va a pasar.
Me lanzo de nuevo a sus brazos, buscando atrasar esto lo más que pueda, pero me resulta imposible, solo puedo quedarme con la sensación de calor contra mi cuerpo y el hormigueo en mis labios cuando él se aleja de mí y empieza a caminar hacia su auto.
—¡Damon! —le llamo. Él se gira y me mira, esperando a que hable. —Yo… ¡Te amo! —me guiña un ojo y se gira para subir al auto. —Espero que me perdones.
Mi murmullo se pierde en la soledad que va dejando por la calle mientras se aleja. Sintiendo un vacío en mi cuerpo, termino de acercarme a la puerta de la casa y con la mano temblorosa, entro en ella.
Angela es la primera persona a la que veo, al parecer solamente está ella en la casa.
—¿Bella? —pregunta con cuidado antes de abrir sus brazos y esperar para que yo vaya hacia ella para permitirle que me consuele en un abrazo.
—El alfil uno… —murmuro con un nudo en mi garganta. —Alfil 1, está en posición.
Angela asiente dándome a entender que comprende mis palabras.
—Damon va a esperar a Elena en el grill —digo. —Ahora solo queda esperar.
—Ven aquí —mí amiga me hace una señal para que vaya con ella. Yo me muevo en automático, refugiándome en el abrazo reconfortante que me brinda.
—Todo va a estar bien —me dice frotando mi espalda con cariño. —Todo va a salir bien.
—Lo sé —digo siguiendo su intento de hacer una afirmación para no predisponernos a que algo malo pueda suceder.
El resto de la tarde y el comienzo de la noche la pasamos a solas en la casa Salvatore, hablando de temas más tranquilos y triviales buscando que eso fuera suficiente para distraernos y no terminar ahogadas en la ansiedad de la situación.
“En camino”
—Me ha enviado un mensaje —le digo rompiendo la poca paz y felicidad que conseguimos. Angela mi mira y asiente en silencio, sabe que Elena ha salido de su casa y ahora va en camino a ver a Damon.
—Vámonos —me dice poniéndose de pie. —Hay que irnos antes de que alguien nos vea.
Stefan debe estar en camino y si nos lo encontramos, nos va a hacer preguntas que no queremos responder.
—Si, hay que irnos —acepto. Me pongo de pie, obligando a mis piernas temblorosas a caminar detrás de mi amiga.
Angela me da su mano y camina a mi lado durante todo el trayecto hasta la casa de las brujas. Cada paso que doy dispara un profundo dolor por toda mi espina dorsal, cada paso que doy, mi pierna tiembla y casi me lanza al suelo del bosque.
Tengo miedo y ya no puedo ocultarlo.
—Ya estamos aquí —mi amiga susurra.
—Sí, puedo ver la casa —le digo con dificultad. Mi respiración es errática por la caminata y porque estoy comenzando a hiperventilar.
—Mientras no estabas, vine a preparar todo —me avisa. —Solo falta Elena.
—¡Ya estoy aquí! —chilla mi prima. Viene corriendo por el bosque en nuestra dirección.
Mierda, no pensé que fuera tan rápido.
—¡¿Por qué Damon hizo eso?! —Elena me grita. —¿Qué carajos estas tramando?
Su boca está cubierta por la sangre que Damon le dio en el Grill. Su expresión está mezclada con asco, sorpresa, nervios y mucho miedo.
—¡Isabella! —mi prima sigue girándome. —¡Yo no quiero ser vampiro!
—¡Ya lo sé! —le grito de regreso. —Pero no vamos a correr ningún riesgo, Elena. Tenemos que tener todo cubierto.
—¡Pudiste avisarme! —me reclama. —¿Por qué no me dijiste que Damon me daría de su sangre?
—¿La bebiste? —le pregunto. Ella asiente. —¿Apuñalaste a Damon?
—Si —balbucea. —Se quedó en el Grill.
—Bien. Va a tardar un par de horas en despertar.
—Faltan 15 minutos —Angela anuncia mirando la pantalla de su celular. —Hay que entrar y darnos prisa.
Nos toma a ambas de la mano y nos arrastra detrás de ella al interior de la enorme casa. Vuelve a sucederme lo de la primera vez, el ambiente se calienta y el aire se vuelve demasiado denso como para respirar con normalidad. Una vibra extraña me envuelve arrastrándome de regreso a la puerta de la casa.
—Las brujas no nos quieren aquí —Angela comenta. —No quieren que haga esto.
—Que se jodan —murmuro. Obligo a mis piernas a seguir caminando, Elena me mira nerviosamente pero hace lo mismo que yo hasta que llegamos al espacio donde han hecho ya varios hechizos. Ahora Angela ha dibujado dos círculos en el suelo del lugar.
—¿Qué vamos a hacer? —Elena pregunta.
Angela la ignora, saca de su mochila el Damnatus, lo coloca en el suelo en el medio de los dos círculos, se arrodilla delante de él y dice unas palabras en algún idioma para que el libro se abra en la página que ella necesita.
—Elena —llamo a mi prima. —Toma esto.
Saco de mi cuello el collar que Damon acaba de regalarme.
—¿Qué es esto? —pregunta tomando entre sus dedos la hermosa piedra color azul.
—Solo cuídalo mientras Angela hace lo suyo —le pido. —Es algo muy preciado para mí ¿está bien?
—S-si —asiente. —P-pero… aun no comprendo.
—Pronto lo harás —le digo. Alejo mi atención para mirar a mi amiga, ella parece estar lista.
—Bella, Elena, colóquese cada una en uno de los círculos —Angela nos ordena. Nosotras obedecemos en silencio y con rapidez.
—Elena, escúchame bien... Necesito que esto nos salga bien, necesito que hagamos esto mucho cuidado —le digo con desesperación. —Si nos descubren, esto se irá al carajo. No nos pueden descubrir.
—¿Isabella? —pregunta mi prima ahora envuelta en completo pánico.
—Quedan 10 minutos —murmura mi amiga con ansias. —Es ahora o nunca.
—Solo espero que de verdad valores esto, Elena —le dijo en el medio de un profundo suspiro. Mi prima continúa mirándome fijamente. —Bueno, Angela, es momento, hazlo.
—¿Estas segura de esto, Bella? —mi amiga me mira con unos ojos muy brillantes llenos de un matiz de miedo y preocupación.
—Sí, estoy muy segura —asiento. Me obligo a mí misma a tomar una profunda respiración para calmarme. —Hazlo antes de que pasé más tiempo. O que me arrepienta.
—¿Qué van a hacer? —Elena pregunta histéricamente. De repente su voz está llena de lágrimas. —¿Angela? ¡¿Qué es lo que vas a hacer?!
—Puedo darte una gran lista de razones por las cuales esto es mala idea —mi amiga me mira con advertencia.
—Ya me la sé de memoria —le digo. —Hazlo, confió en ti.
—¡¿Alguien puede decirme que carajos es lo que pasa?!
—Angela va a intercambiar nuestros cuerpos —le digo de golpe. Elena me lanza una mueca de confusión. —Mañana, tú vas a fingir ser Isabella Swan, vas a irte a Forks con Charlie y allí vas a quedarte sin meterte en problemas hasta que pase el sacrificio.
—P-pero… ¿Tú que vas a hacer?
—Yo me quedaré aquí, voy a fingir ser Elena Gilbert hasta que Klaus venga y haga el jodido sacrificio —continuo hablando con severidad.
—¡¿Estás loca?! —me grita.
—Es probable —digo entre dientes.
—¡Klaus te usará para el sacrificio! —Elena explota en gritos llenos de histeria, miedo y desesperación. —¡Vas a morirte! No, no… ¡Mi cuerpo va a morir! ¡Tengo sangre de vampiro, ¿sabes lo que significa?!
—¡Elena! —Angela le grita. Mi prima parpadea pero se calla y le mira. —Esta es la opción que hay, ¡es lo que vamos a hacer! Si te preguntamos, fue solo por cortesía, así que cierra la maldita boca y déjanos intentar salvar tu trasero.
—No entiendo —lloriquea.
Al inicio, nosotros tampoco lo comprendíamos. No fue hasta que descubrimos que el alma de Klaus podía habitar cualquier cuerpo que empezamos a sospechar que algo estábamos pasando por alto. Pero, cuando sucedió lo de Ben, fue cuando Angela comprendió como es que este plan podría funcionar si lo hacemos con mucho cuidado.
—El cuerpo es solo una maldita carcasa, un caparazón vacío que es habitado por un alma cualquiera —Angela intenta explicarle. —El alma está hecha de energía, es quien verdaderamente crea a la persona. El alma es quien sufre, ríe, llora, se transforma.
—El anillo, como el de Rick, Jhon o este —levanto mi mano, —protegen al cuerpo de una muerte causada por algo sobrenatural, en específico, un alma sobrenatural. Es por eso que si mueres de esa manera, puedes volver a la vida.
—Ahora entiendo cómo funciona —murmura mi prima.
—Es tu sangre la que Klaus necesita, es probable que tu cuerpo sea el que muera, pero es mi alma la que lo habitará, Elena —le digo, ella asiente dándome a entender que comprende eso. —Angela necesita ser quien esté cerca al momento del ritual para así poder guardar mi alma y regresarla a su caparazón original.
—Elijah irá a recogerte a Forks —Angela le dice. —Cuando sea el momento, estarás junto a Bella, y así les regresaré su alma a cada una.
—Ninguna de las dos va a morir —digo intentando sonar convincente. Al menos, eso espero, que nadie muera.
—Tu solamente fingirás ser yo —murmuro mirando a mi prima. —Debes mantenerte con vida hasta que puedas volver a tu cuerpo y eso es todo.
—¿Por qué la sangre? —pregunta pasándose el brazo por los labios buscando eliminar cualquier rastro de sangre seca.
—Por si acaso —le digo desviando mis ojos.
—Debemos comenzar —Angela nos presiona. —Siéntense en el medio del círculo.
Elena no luce completamente segura, nos mira como si fuéramos dos chifladas bajo la influencia de alguna droga, pero como ya he dicho antes, es su opción más segura.
Ambas nos arrodillamos con cuidado en el medio del círculo tal y como Angela nos ha indicado. Elena sigue lanzando miradas nerviosas y yo intento ocultar el hecho de que estoy sudando cual cerdo que va al matadero.
—Esto puede ser doloroso —Angela murmura frotando las palmas de sus manos una con la otra. —En realidad va a ser jodidamente doloroso…
—Podemos con esto —le aseguro. Elena me hace segunda.
—Aquí vamos… —mi amiga mueve sus manos para encender las velas que hay esparcidas alrededor de toda la habitación. El fuego lanza al instante un calor abrazador.
—Elena… —la llamo en voz baja. Mi prima me mira. —Dile a Charlie que lo amo.
No estoy segura si volveré a verlo, no sé si algo malo me suceda, pero al menos merece tener la ilusión de que su hija pasó sus últimos días a su lado. Si vuelvo a verlo, juro que no volveré a dejar a mi padre de lado.
—Lo haré —me asegura.
Angela cierra los ojos, comienza a mover sus labios y a decir palabras que no logro comprender, además sus manos se mueven en nuestra dirección mientras su cabeza se gira con rapidez en distintas direcciones, incluso llega a preocuparme que se rompa ella sola el cuello.
Las ventanas se abren de golpe, un torrente de aire entra furiosamente al lugar, envolviendo a Angela para después proyectarse en dirección a Elena y a mí, al mismo tiempo, el fuego de las velas se eleva hasta casi tocar el techo del lugar.
“Espero no arrepentirme de esto” digo en el fondo de mi cabeza. “Espero que Damon me perdone! Un nudo se forma en mi garganta mientras mi mente me bombardea con imágenes del pelinegro con ojos de color azul.
“Damon, te amo” “Damon, perdóname” “Damon, te amo” “Damon, Damon, Damon”
Mis ojos se cierran, mi corazón late con fuerza el interior de mi pecho, mis oídos me zumban y mi cabeza comienza a dar vueltas.
—Isabella, videam te anima mea (Isabella, déjame ver tu alma) —escucho lejanamente la voz de mi amiga.
Una ola de dolor atraviesa mi cuerpo, como si de repente estuviera ardiendo en llamas, quemándome desde el interior, convirtiendo mi cuerpo en cenizas.
—Elena, videam te anima mea (Elena, déjame ver tu alma) —de nuevo, la voz de mi amiga antes de que los quejidos de dolor de mi prima sean demasiado evidentes.
—Haec anima corpus inhabitare debet (Esta alma debe habitar un cuerpo) —mi amiga sigue recitando palabras. —Do corpus huic animae ad habitandum (un cuerpo le doy a esta alma para que lo habite)
El dolor embarga cada parte de mi cuerpo, cada fibra de mi ser. Mis pulmones ahora ya no pueden tomar aire, cada extremidad me duele demasiado, como si un hierro caliente estuviera presionando contra cada una de mis articulaciones, como si alguien estuviera golpeando con un mazo cada hueso de mu cuerpo.
—Elena, Isabella —la voz de mi amiga tiembla. —Ego mutare eos. (Yo las cambio)
Un grito desgarra mi garganta.
Chapter 33
Notes:
Este capitulo tiene un nuevo POV
Chapter Text
Isabella POV ¡¿O es Elena?!
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—Tengan cuidado, por favor —digo temblorosamente.
No sé qué tan evidente sea para los demás, o si mi acompañante con odio super desarrollado pueda escuchar mi corazón latiendo desbocado al interior de mi pecho, pero para mí, es más que claro que estoy al borde de un colapso nervioso
—Claro que sí, no te preocupes —Caroline sonríe tranquilizadoramente antes de acorralarme en sus brazos tímidamente.
La familiaridad de los brazos de mi amiga me relaja ligeramente, pero esa muestra de afecto termina demasiado pronto.
—Gracias por hacer esto, Isabella —Caroline dice.
Un escalofrió cruza mi espina dorsal, las lágrimas se acumulan en mis ojos con la amenaza de desbordarse hasta mis mejillas. Había olvidado que Caroline no estaba viendo a su amiga, ninguna de las personas que me vio esta mañana veía en mí a Elena. Olvidaba que esta mañana desperté siendo alguien más, olvidé que ahora debo fingir ser alguien más, una persona tan familiar y desconocida a la vez. Por un segundo olvidé que yo soy Isabella Swan.
—Gracias, Isabella —la sheriff se acerca a mí, da un apretón en mi brazo y me muestra una sonrisa de agradecimiento.
—Deben irse —les digo como excusa para evitar seguir con esta falsedad. Ellas se miran y asienten.
—Adiós —Caroline se despide. —Buena suerte.
—Igual para ustedes —fuerzo una sonrisa y me alejo unos pasos de ellas, observo como mi adorada amiga se inclina a recoger su maleta para después colocarse al lado de su madre.
Sacudo mi mano en el aire mientras las observo darse la vuelta y perderse de nuevo en los pasillos del aeropuerto, ellas van a tomar un vuelo nuevo, Angela no me quiso decir a dónde irían con la excusa de que sería muy peligroso que yo lo supiera. Al inicio me quejé, pero después entendí que la mejor manera de protegerlas era que yo no supiera dónde estarían.
Cuando dejo de ver la melena rubia de Caroline, me resigno a buscar la manera de salir del aeropuerto. Acomodo mi mochila en mi hombro, levanto la cabeza y doy un paso hacia el frente para caminar hacia el otro lado en busca de las puertas donde según me dijo mi prima, Charlie va a estar esperando por mí, bueno, por Isabella, su hija.
Me muevo muy lentamente, los nervios me están traicionando y estoy a nada de hacer el ridículo y sentarme en una esquina del pasillo a llorar. Llevo casi toda mi vida, o al menos la vida que recuerdo, sin ver al tío Charlie, y ahora se supone que debo pasar dos semanas con él, fingiendo ser alguien que no soy y por si fuera poco él conoce muy bien. ¿Cómo puedo fingir ser Isabella? Llevo toda mi vida sin verla, no sé nada de ella, no sé cómo habla, como se mueve, como se comporta o como es la relación que tiene con Charlie, lo poco que sé, es lo que me contó mientras organizábamos este loco y estúpido plan. Ahora se supone que debo poner todo mi esfuerzo en fingir que nada extraño está sucediendo.
No sé cómo voy a reaccionar cuando lo vea.
Tengo un mal presentimiento, siento que voy a echarlo a perder.
Sintiendo mi cuerpo temblando, me obligo a cruzar las últimas puertas que me separan del mundo real, o al menos el que será mi mundo durante un corto periodo de tiempo. Estiro mi cuello y miro de un lado a otro para buscar al hombre de la fotografía que Isabella tiene en su celular que ahora está en mi mano.
No debe ser difícil, Elena, solo busca a un policía, Isabella dijo que estaría vestido de policía, ¿Por qué hay tantos policías en un aeropuerto?
—¡Bella! —escucho una voz a lo lejos. Mis ojos se dirigen en esa dirección, veo a un hombre vestido de uniforme policiaco azul, el cabello ligeramente despeinado y un bigote que es imposible de olvidar. Su mano se eleva por el aire como si saludara a alguien o intentara llamar su atención.
Claro, me está saludando a mí, yo soy Bella ahora.
Con una sonrisa tímida, camino apresuradamente en su dirección, él hace lo mismo causando que nos encontremos a medio camino.
—Hola, Charlie —murmuro mordiendo mi labio. Él me sonríe y yo no puedo contener por más tiempo la emoción, me lanzo a sus brazos tomándolo por sorpresa.
—¡Oh! Al parecer si me extrañaste, niña —se ríe pero se rinde ante mi suplica silenciosa de afecto.
Su abrazo me brinda una sensación cálida, tranquilizadora y familiar. Por un pequeño segundo soy esa niña pequeña que se consolaba con la calidez de un abrazo de las personas que la rodeaban y aunque Charlie no estaba siempre a mi lado, las veces que llegaba para pasar tiempo con Isabella, también me involucraba. Para esa pequeña niña, el tío Charlie fue el padre que Jhon nunca fue.
—¿Cómo están todos en Mystic? —pregunta alejándose de mí.
Abro y cierro la boca mientras mi cabeza busca una respuesta que no le cause un ataque al corazón.
Puedo simplemente decirle que todo es un caos en ese maldito lugar, aunque eso quizás genere otra pregunta que me haga soltar una mentira tras otra hasta que le diga la verdad; que su hija y yo hicimos la idiotez de hacernos brujería con ayuda de Angela y todo el caos que ya había simplemente se volvió aún peor, sobre todo cuando Damon llegó empujando a Bella, bueno, a mí, porque estaba enojado porque lo ataqué con una daga y yo tuve que pegarme a Angela mientras me veía a mí misma discutir con Damon y luego con Stefan.
O quizás es más fácil hacerme la loca y decirle que Angela y Elijah me arrojaron al avión incluso antes de que amaneciera.
—Es un caos —suelto con honestidad mientras me golpeo mentalmente.
—Mystic Falls siempre es un caos —dice sin ninguna sorpresa. Yo asiento con mi cabeza, esa es una buena manera de describir mi hogar. —Vamos a casa, hija.
Esa última palabra casi me hace llorar.
Charlie me quita la mochila del hombro y se la coloca él en el hombro, me hace una señal con la cabeza para que camine con él y esa es toda la bienvenida que recibo, ligeramente consternada, camino a su lado en silencio hasta llegar a un auto patrulla. Charlie se acerca, abre el maletero y lanza mi mochila dentro, yo estoy a nada de salir corriendo de regreso al interior de aeropuerto. Definitivamente no esperaba ser trasladada durante dos horas como si fuera una prófuga de la justica.
Pero no me queda de otra.
Con resignación y demasiada vergüenza, me subo al auto patrulla y Charlie rápidamente nos pone en movimiento por la carretera, durante el camino decimos un par de comentarios algo incomodos, principalmente sobre el viaje de pesca que mi prima me dijo que le preguntara cuando no supiera de que hablar con el tío Charlie, debo admitir que me sorprendió que funcionara. Después de eso, el auto se quedó en silencio y cada uno puso su atención en alguna cosa diferente. Yo, por ejemplo, me pasé todo el camino mirando por la ventana, mis ojos absorbieron cada detalle del trayecto hasta Forks.
Tras otra interminable hora, llegamos finalmente al hogar de Charlie. Me bajo del auto y me obligo a controlar la mueca que lucha por salir a mis labios, Isabella no mintió cuando dijo que este pueblo es verde, pequeño, verde, húmedo, verde, lluvioso y demasiado verde. Incluso el aire que se filtra a mi nariz tiene un matiz de aroma a verde. ¿Tiene eso sentido?
¿Qué es esto? ¿Un pueblo alienígena?
—¿No vienes? —Charlie pregunta ya desde el interior de la casa. Supongo que luzco demasiado ridícula de pie en el medio del camino de entrada, mirando esta casa como si fuera la primera vez en mi vida que la veo.
Sacudiendo mi cabeza para tratar de pensar con claridad, a este paso, me va a descubrir demasiado pronto. Camino con rapidez tratando de seguirlo con la esperanza de ver a que habitación lleva mi mochila, eso me daría una buena pista de a dónde debo ir. Aunque según recuerdo, Isabella mencionó que la casa solo tenía dos habitaciones, menos probabilidad de quedar en ridículo con el tío Charlie.
—Dejé tus cosas en tu habitación —me dice cuando lo encuentro bajando la escalera.
Adiós a mi plan.
—Gracias —le respondo amablemente. Charlie me pasa de largo y va directamente hasta el sofá que se encuentra enfrente del televisor. Yo me quedo allí, al inicio de la escalera, sintiéndome una tonta por creer que la vida de mi prima sería más emocionante que la mía.
Saco el celular de mi bolsillo trasero, rápidamente escribo unas palabras intentando no ser tan evidente.
"¿Siempre es así de divertido?"
Presiono el botón para enviar el mensaje. Pasan algunos segundos antes de que reciba una respuesta.
"Si"
Resoplo cuando leo la palabra. Supongo que estos días puedo usarlos para meditar y conectar conmigo misma.
Termino de subir la escalera y me encuentro de nuevo en el dilema de las habitaciones, tengo una puerta a cada lado y ambas están ligeramente abiertas sin revelar lo que hay al interior. Piensa, Elena, piensa. En realidad, no pienso, por puro impulso decido abrir la puerta de la izquierda. Lo primero que veo es una cama de dos piezas con una colcha de color morado.
—Supongo que es la habitación correcta —digo para mí misma. —No creo que a Charlie le guste el color morado, ¿o sí?
"¿Le gusta el color morado?"
Envió otro mensaje. Tres segundos después recibo la respuesta.
"No. A ti tampoco"
—No me hagas esto —siseo entre dientes. El nerviosismo me ataca de nuevo.
Todavía quejándome y maldiciendo en silencio a mi prima, termino de empujar la puerta para investigar más a fondo la habitación en busca de alguna señal que me diga que esta es la habitación correcta. Respiro cuando veo sobre la mecedora la mochila que traía en el aeropuerto.
—Gracias por la ayuda —bufo lanzando miradas molestas a toda la habitación.
Continuo con mi exploración, hay libros por todos lados, clásicos, algunas obras modernas y ¿grimorios? Supongo que Angela pasaba tiempo aquí. Sobre el escritorio está una computadora, y varios cuadernos, además de algunos libros que me supongo que usa para la escuela. Termino mi análisis en los cajones, ropa para la cama, cortinas y ropa interior mayormente, el enorme ropero que está al frente de la cama es donde supongo que guarda la mayoría de su ropa y zapatos. Camino hasta él para echar un vistazo.
Ahogo un jadeo cuando veo la ropa que hay al interior.
"¿De verdad? ¿Esa es tu ropa?"
Envió el mensaje. Mientras espero la respuesta, me pongo a jalar algunas de las prendas para poder verlas a más detalle, pero solo logro que mis muecas de asco sean más evidentes.
"No. Esa es tu ropa."
—¡Te oído! —lanzo el celular a la cama. Me cruzo de brazos y fulmino con mi mirada al aparato.
Después de un rato, cuando mi aburrimiento mata la emoción por familiarizarme con la habitación, dedico proseguir con la casa de Charlie. Voy primero al patio trasero, o más bien al bosque que se encuentra a las espaldas de la casa, debo admitir que es un bosque más verde, húmedo y tenebroso a comparación del que yo suelo conocer. Después regreso al interior de la casa, husmeo en la cocina, en los cajones, en las alacenas y el refrigerador.
—No te preocupes por la cena de hoy —me dice Charlie desde la sala. —Traje pescado preparado de con los Clearwater.
—Está bien —respondo. Ahora tengo una nueva duda… ¿Quiénes son los Clearwater?
De nuevo me quedo de pie, esta vez junto al comedor, no tengo idea de que es lo que se puede hacer en este lugar, no sé si mi prima solía salir con sus amigos, o sí hay algún restaurante similar al Mystic Grill al que pueda ir. Como preguntarle a Charlie sería muy tondo de mi parte, prefiero ir y sentarme en el otro sofá a su lado, a pasar tiempo con él.
—¿Quiénes son? —pregunto cuando me acerco. Charlie está viendo un partido de futbol.
—Los Patriotas contra los Delfines —me responde distraídamente. Ambos pasamos los primeros dos tiempos del partido en silencio, un par de veces me levanté y le traje más cervezas a Charlie, pero por suerte logré ver todas las jugadas de ambos equipos.
—No creo que los patriotas logren hacer una anotación.
—¿Tú crees? —Charlie pregunta suspicaz. —Tienen 4ta y Gol.
Me señala la pantalla para que le preste atención al juego, y efectivamente pasa lo que yo digo, los Patriotas no logan avanzar las 10 yardas que les faltan.
Sonrío presumidamente. Desde que me volví porrista, he aprendido a analizar muy bien el juego para saber en qué momento podemos hacer nuestra actuación, además, Stefan juega en el equipo de Mystic y me ha explicado muchas cosas relacionadas a las jugadas y a las reglas del juego.
—Ahora solo tienen el Gol de campo —suspiro.
—¿Cuándo aprendiste tanto de futbol? —Charlie me mira fijamente. ¡Oh no! Debí sospechar que mi prima no es fanática de ningún deporte y por ende, no sabe nada de futbol.
—Yo… —balbuceo como una tonta. Piensa, piensa. —El novio de Elena juega futbol en la escuela, hubo un partido el sábado y Elena me explicó algunas cosas.
—Claro —Charlie chasquea la lengua. —Tu prima no es tan torpe como tú.
—Eso creo —murmuro nerviosamente. —Yo debo de… creo que olvide… iré arriba.
Me levanto del sofá nerviosamente, cuando me siento libre de la mirada juzgadora del tío Charlie, corro hasta la habitación donde dejé el celular, me tiró sobre la cama y escribo de nuevo un mensaje.
"¿Eres torpe?"
Ya puedo imaginarme la respuesta que voy a recibir.
"No. Tú eres torpe"
—Tú eres torpe —bufo la respuesta en voz alta.
"¿Algo más que deba saber"
Escribo un nuevo mensaje. En segundos me llega la respuesta.
"Eres una idiota"
Hago una mueca, pero le escribo de nuevo.
"Yo también te quiero"
Ya no recibo ninguna respuesta así que doy por terminada nuestra conversación. Pongo mi atención de nuevo en la puerta de la habitación, el hombre que está en la planta de abajo suelta comentarios de vez en cuando relacionados al partido que continúa viendo en el televisor.
Froto mi rostro con las palmas de mis manos.
—Ella tiene razón, soy una idiota —me quejo. —Me van a descubrir y ya nadie va a poder salvar mi trasero.
Tomo una profunda respiración, me aseguro de llenar mis pulmones con aire, a tientas busco una almohada y la coloco contra mi rostro para ahogar el grito que sale de mi garganta.
—Esto va a ser una tortura —digo jadeando.
El resto del día, la pasé encerrada en esa habitación replanteándome las decisiones estúpidas que he tomado en las últimas 24 horas. En algún momento de la tarde, Charlie subió a avisarme que ya había calentado el pescado y el resto de la comida que la misteriosa persona llamada Sue Clearwater había enviado. Las emociones tan cambiantes que he experimentado el día de hoy me habían quitado el hambre y realmente no tenía ganas de bajar y tener otra conversación incomoda con él, así que le dije que no tenía hambre. En seguida me arrepentí, supuse que me insistiría en que bajara o que fuera como Jenna que, prácticamente sube con el plato de comida y se sienta a mi lado hasta que me lo coma. Pero, no sucedió, Charlie murmuró un "bien" y no volvió a molestarme con el tema de la cena.
Me pareció extraño que el tío Charlie fuera tan distante con mi prima, pero luego una sensación de ansiedad y preocupación me atrapó cuando me puse a pensar en que quizás ya sé había dado cuenta de que yo no era Isabella. Eso me obligó a morderme las uñas y a sobre pensar la situación por no sé cuánto tiempo.
Me voy a volver loca antes de que esto se acabe.
Más tarde y cuando pude respirar, busqué algo para distraerme, los libros que mi prima tiene en su habitación resultaron ser una buena idea, sobre todo cuando la historia de Romeo y Julieta me dejó derramando lagrimas sobre la colcha morada que cubre la cama.
—¿Bella? —la voz de Charlie se escucha del otro lado de la puerta.
—Adelante —digo limpiándome las lágrimas.
—¿Sigues despierta? —asoma su cabeza al interior de la habitación. —Mañana hay escuela, Bella
—Sí, lo sé —digo. —Estaba leyendo y perdí la noción del tiempo.
Cierro el libro y lo lanzo a un costado de mí, me siento y le doy una sonrisa al tío Charlie.
—Te traje un té —comenta señalando la bandeja en sus manos. —Sé que no tienes hambre, pero creo que te ayudará a dormir.
—Gracias —estiro mis manos para tomar la taza de la bandeja. El vapor humeante, el líquido color ámbar brillante y el aroma amargo me resultan muy familiares.
¿Es verbena? Miro nerviosamente al tío Charle tratando de buscar una respuesta a mis dudas, pero yo no soy buena leyendo a las personas así que simplemente veo a un padre preocupado por su hija.
—Bébelo antes de que se enfrié —dice, yo me encojo ante su mirada fija en mí y decido hacerle caso. El sabor a cítricos y miel me hace dudar seriamente si mis sospechas son infundadas.
—Sabe bien —le digo con honestidad antes de beber otro sorbo. —Gracias.
—Por cierto, el "asunto" del otro día, ya a quedó arreglado —murmura en un tono misterioso que me pone alerta. —Tal y como habíamos acordado.
¿Cuál asunto? El nerviosismo me ataca de nuevo, ¿porque mi prima no me dijo nada de esto? ¿si la idea es que no nos descubran, porque no me ayuda?
Por un segundo, estoy tentada a preguntarle los detalles a Charlie, pero, siento que ya sospecha de mí, así que decido que esta vez, lo voy a manejar de una mejor manera.
—Bien, gracias —asiento despreocupadamente. Mis manos suben la taza de humeante té hasta mis labios, como si mi única preocupación de este momento fuera no quemarme con el líquido caliente.
Al parecer mi táctica funciona y la conversación muere en ese momento.
—Bueno —Charlie dice después de un rato. —Te dejaré descansar.
—Si —asiento. —Err... Buenas noches.
—Buenas noches, hija —con esas palabras, sale de la habitación cerrando la puerta detrás de él dejándome en el silencio y la soledad que me hacen sentir segura.
Cuando estoy sola, no tengo que preocuparme por fingir ser alguien que no soy.
—Yo no soy Katherine —digo al aire. —No sé fingir tan bien como ella.
Sacudo mi cabeza para alejar ese pensamiento de mí, no puedo creer que me haya comparado con ella. A pequeños sorbos, termino de beber el té y dejando la taza vacía de lado, me pongo de pie para buscar lo necesario para poder dormir.
Para mi sorpresa, me resulta demasiado rápido estar lista para lanzarme a la cama a dormir y a tratar de olvidar lo extraño que ha sido este día.
—Mañana será mejor —suspiro envolviéndome entre las cálidas sabanas moradas. El sonido de la leve lluvia golpetea la ventana cerrada como una canción de cuna. —Mañana será un mejor día.
Con ese pensamiento, me quedo profundamente dormida.
Al menos hasta que la odiosa alarma suena interrumpiendo mi descanso. El sonido es similar a las trompetas que los soldados suelen tocar para despertar al resto de sus compañeros ¿qué es esto? ¿Un campamento militar? ¿La guerra?
—¡Apágate! —gruño y me cubro la cabeza con la almohada intentando amortiguar el sonido, o si puedo, dejar de escucharlo. Pero por supuesto que pido demasiado y las trompetas del apocalipsis no se detienen.
Estiro mi mano en busca del pequeño aparato que está haciendo ese horrible sonido, tardo un poco, pero por fin logro encontrar a tientas el pequeño botón que silencia mi tortura.
—Ya sé, ya sé —resoplo sentándome en la cama. —Tengo que ir a la escuela.
Abro los ojos y por un pequeño segundo una ola de pánico me envuelve, tengo que parpadear un par de veces para asegurarme que ya estoy despierta. La habitación de Isabella me resulta tan extraña pero familiar a la vez.
—Tú puedes —me digo a mí misma. —Puedes hacer esto.
Sintiéndome optimista, pateo las sábanas y la colcha lejos y de un salto me pongo de pie. Me doy una ducha rápida que parece quitarme mil pesares de encima y regreso a la habitación lista para enfrentarme al horrible guardarropa que usa Isabella en este pueblo. No entiendo, en Mystic suele vestirse muy diferente.
Desperdicio veinte minutos de mi vida intentando elegir que ropa ponerme sin lucir como un payaso ebrio del metro de Nueva York. Juro que, si logramos salir vivas de esto, la voy a obligar a ir de compras conmigo y haré que queme toda esta ropa horrorosa.
—Creo que esto servirá —digo analizando mi apariencia en el espejo, es algo básico, jeans, ballerinas rojas y una blusa azul. Es algo que yo, en mi cuerpo, podría usar para ir a la escuela. —¿Tendrá maquillaje?
Doy la vuelta y vuelo a husmear en los cajones.
—Bien, será sin maquillaje —me quejo cuando he revuelto todos los cajones y no he podido encontrar nada, ni siquiera un brillo labial.
Sintiéndome frustrada, meto los libros que hay sobre el escritorio a la mochila que está en el suelo y colgándola en mi hombro, salgo de la habitación sin molestarme en acomodar todo el desorden que he dejado mientras me arreglaba. Más tarde ocuparé mi tiempo en eso.
—Buenos días —le digo a Charlie cuando entro a la cocina.
—¿Vas a ir a la escuela así? —me pregunta bajando la taza de su café.
—¿Sí? —respondo, aunque mi tono suena más a pregunta. Él no dice nada, solo continúa bebiendo su café. Yo me sirvo un tazón de cereales para compensar mi falta de alimento del día anterior, además no estoy segura si en la escuela hay cafetería donde pueda almorzar más tarde. En silencio y bajo la mirada nada disimulada del tío Charlie consumo mi tazón de cereales casi en tiempo récord.
Ambos nos levantamos casi al mismo tiempo de la mesa, yo me despido, tomo de nuevo la mochila y casi corro en dirección a la puerta para escapar del incomodo y tedioso momento. Necesito pensar en una manera de que el tiempo que pasaré con Charlie, sea menos incomodo o al menos un poco más llevadero.
Un fuerte estruendo recorre el cielo en cuanto abro la puerta de la casa, un grito se escapa de mis labios a la vez que mi cuerpo salta por el susto. Al momento de volver a caer sobre mis pies, las balerinas que llevo de zapatos se resbalan en el hielo de la entrada arrojándome al suelo sobre mi trasero.
—¡Ay! —chillo por el dolor.
—¡Bella! —escucho la voz de Charlie detrás de mí. —¿Estas bien?
Sus manos me toman por debajo de los brazos para ayudarme a ponerme de pie, no me suelta hasta que se asegura que estoy bien estable sobre el suelo.
—Si, yo... estoy bien —digo intentando salir del aturdimiento del golpe.
—Quizás debas volver y cambiarte los zapatos —me sugiere tímidamente.
—Si, creo que eso haré —asiento. Con cuidado me doy la vuelta para volver al interior de la casa.
—¡Trae también un suéter! —me grita. —O un abrigo...
Las pequeñas gotas que han comenzado a caer sobre nosotros le dan la razón y me obligan a hacer lo que me dice. Rápidamente vuelvo a la habitación, me cambio las balerinas por unas botas horribles de color marrón y también tomo una enorme chamarra de color gris, supongo que la tela me ayudara a protegerme de la lluvia. Cuando salgo de nuevo de la casa, Charlie me da una mirada complacida.
Supongo que ahora si estoy usando la ropa correcta para andar por este pueblo.
—Las llaves de tú camioneta están puestas —me avisa señalando el enorme dinosaurio de color naranja. Lucho con todas mis fuerzas contra el impulso de soltar un jadeo de horror, en su lugar doy un asentimiento silencioso. —Y hoy llegaré un poco más tarde de lo usual.
—Bien —intento sonreír. Charlie se quita de mi camino, lo tomo como una invitación para ir hacia la camioneta naranja. Nerviosamente seco mis manos en los costados de la chamarra y avanzo en dirección al dinosaurio.
Me subo, lanzando la mochila en el asiento, doy una mirada rápida al interior para evaluar los botones, perillas y demás cosas que hay frente a mí, no quiero lucir tan obvia de que no sé cómo demonios se enciende esta cosa.
Mi celular vibra al interior de los bolsillos de mi chamarra, rápidamente lo busco para leer el mensaje.
"Me gusta tu camioneta. Funciona de maravilla"
Lloriqueo en silencio. Esto es injusto, ella va feliz por la vida usando mi camioneta mientras que yo estoy en un lugar olvidado del mundo, intentando descubrir como encender la camioneta de la época de las cavernas. Resignada, estiro mi mano para girar la llave y encender el motor, no funciona, obviamente. ¿Tendré que pisar el embrague? Hago un nuevo intento, pero tampoco resulta.
—¿Está todo bien? —escucho a Charlie preguntarme.
—¡Sí! —respondo sin mirarlo. Nuevamente hago el intento de encender la maldita camioneta, se escucha el sonido del motor intentando encender, pero no funciona.
—Vamos —Charlie abre la puerta de mi lado. —Déjame intentarlo.
Molesta, humillada y frustrada, me bajo del dinosaurio dejándole el espacio para que él se suba y haga uso de sus conocimientos de mecánica que supongo que tiene. Me coloco a un costado del cofre mirando directamente hacia Charlie, él con calma y tranquilidad se estira hacia adelante y me mira, a mi lado se escucha un fuerte rugido.
—¡Ay, mierda! —salto lejos del cofre de la camioneta. El motor hace más ruido que un taladro viejo que se sigue utilizando para llegar al centro de la tierra. ¿Qué tipo de motor tiene? ¿El de las aspas un helicóptero?
—Ya encendió —Charlie se baja, rodea la puerta abierta y me mira. Sí, sé que me está juzgando por haberme asustado con la que es supuestamente mi propia camioneta. A estas alturas del día, ya no me importa. ¿Puede ser más humillante este día?
—Si, ya encendió —digo temblorosamente. Me acerco con cuidado al dinosaurio naranja qué hace el mismo ruido que un perro con asma, subo de nuevo al asiento, cierro la puerta y miro a Charlie qué se ha acercado a la ventanilla.
—En caso de que no lo recuerdes… —carraspea, —necesitas pisar dos veces el embrague, para que el motor arranque.
—Claro que recuerdo como se enciende mi camioneta —le digo desviando mis ojos. —Debo irme o llegare tarde.
Charlie da una palmada a la lámina de metal y se aleja de la camioneta, rápidamente meto la velocidad y me hecho de reversa para salir a la calle. La única manera en la que sé que es muy probable que vaya por la dirección correcta, es porque todos los automóviles que he visto circular por esta calle van en esa dirección.
¿Qué tan difícil debe ser orientarse en este lugar? Me supongo que la única escuela que hay en este lugar debe ser a la que asiste mi prima.
Continúo conduciendo a ciegas por las calles de este pueblo, hasta que en un crucero alcancé a ver a un par de adolescentes en un auto, mi impulso es saltarme la luz roja del semáforo y alcanzarlos con la esperanza de que sean responsables y vayan en dirección a la escuela. El problema es que esta horrible camioneta no pasa de los 50 k/h y eso me obliga a perder de vista la cabellera rubia del muchacho que iba en el auto.
—No puede ser —lloriqueo. Piso el acelerador con más fuerza para intentar ir más rápido pero solo tiene el efecto contrario. —¡No! No, no. No te detengas.
La camioneta comienza a ir más lento, haciendo un ruido extraño y moviéndose de adelante hacia atrás hasta que finalmente se queda parada a un costado de la carretera.
Hago lo que me dijo Charlie, piso el embrague dos veces al tiempo que le doy vuelta a la llave para mandarle corriente al motor. Hace un sonido para hacerme saber que está intentando encender, pero no vuelve a hacer ese estruendo que hizo cuando el tío Charlie la encendió.
—Por favor, enciende —suplico. Lo intento un par de veces más pero no sucede nada milagroso. —¡Te odio!
Busco mi celular en el asiento, rápidamente localizo el nombre y escribo furiosamente el mensaje.
"El cacharro que tienes por camioneta, no funciona"
Gruño cuando recibo en segundos la respuesta.
"¿Qué le hiciste a Petunia?"
"La maté"
Suelto una carcajada cuando escribo esas dos palabras, sé que eso la va a desquiciar y la va a obligar a enviarme un mensaje maldiciéndome en cada idioma que sepa. No me importa, yo voy a disfrutar verla sufrir, leer sus palabras sintiéndose miserable justo como yo me siento en este momento.
Me bajo de la chatarra de camioneta, cierro la puerta con una patada y un par de miradas molestas. Tomo mi mochila colocándola sobre mis hombros, acomodo mi chamarra y mi cabello para no lucir como una loca maniática mientras camino por un costado de la carretera rumbo a la escuela. Aun me queda un poco de dignidad el día de hoy.
Me toma apenas diez minutos alcanzar a visualizar la enorme escuela de color marrón. Sonrío al saber que tomé la decisión correcta al abandonar la camioneta a medio camino y venir caminando, más tarde le avisaré al tío Charlie para que me ayude a mover esa cosa, además no creo que nada le pase, no creo que ninguna de las personas de este pueblo quiera robarse esa cosa.
¿Verdad?
Sintiéndome más despejada de la mente, acelero el paso para terminar mi recorrido a la escuela y poder llegar a alguna aula a seguir lamentando mi vida.
Escucho el sonido de un auto viniendo atrás de mí, supongo que acaba de dar vuelta en la calle. Me hago a un lado para evitar ser atropellada por cualquier idiota que venga conduciendo, aunque mis ganas de lanzarme a medio camino son demasiado grandes, pero ya le prometí a mi prima que volvería a Mystic Falls con vida.
—¡¿Qué demonios?! —una enorme ola de agua helada golpea mi cuerpo de repente produciéndome un grito que casi desgarra mi garganta.
Giro mi cabeza hacia la calle justo a tiempo para ver un auto negro pasando por la calle, justo en el agua que formaba un charlo a mi lado y que ahora está toda esparcida por la calle.
—¡Lo siento, Bella! —un joven rubio se asoma por la ventanilla del copiloto. Un coro de voces al interior del auto repite la frase mientras se alejan.
Mis manos sacuden el exceso de agua de mi ropa, pero es una tarea imposible porque estoy completamente empapada desde la cabeza hasta los pies. Y pensar que creí por un segundo que podría llegar seca y libre de la lluvia a la escuela.
—¡Odio este pueblo! —grito al aire.
Doy pasos furiosos por el pequeño tramo de calle que me separa de la escuela. El viento helado golpea la piel de mi rostro que está húmeda por la salpicada de agua, además mi cabello está goteando y mi ropa está pegada a mi cuerpo como una manta de hielo.
Cruzo el estacionamiento con la cabeza agachada y con los brazos rodeando mi propio cuerpo, intento pasar desapercibida pero desde el primer momento en que alguien me notó, el resto de los ojos curiosos se enfocan en mí y siguen mis movimientos. Apresuro mis pasos lo más que puedo, esquivo a algunos estudiantes y me concentro en llegar al interior del edificio.
—¡Bella! —una voz cantarilla grita a lo lejos. —¡Bella!
—No soy Bella, yo no soy Bella —digo en voz baja una y otra vez para ignorar la voz.
—¡Bella! —el grito se escucha demasiado cerca de mí. Una mano helada se coloca en mi hombro y me gira con tanta facilidad que me marea. —¡Ahí estas!
—Hola —murmuro sin levantar la vista.
—¿Qué demonios te pasó? —una voz de igual de cantarina pero en un tono más grave y ronco pregunta a mi otro lado. Un chillido se escapa de mi garganta.
—Un auto me salpicó cuando venía para acá —digo avergonzada de ser tan honesta.
—Espera… ¿Eras tú? ¿Tú eres la tonta alma en desgracia que Tyler y Newton mojaron con el auto? —el hombre pregunta ahogando una carcajada.
Mi mente comienza a anotar esos nombres en la lista negra de las personas que están arruinando mi día. La primera es la "Tía Petunia".
—Sí, soy yo esa pobre alma en desgracia —acepto entre dientes.
Las dos personas que están conmigo sueltan una risita que pronto se transforma en una carcajada. Levanto la cabeza dispuesta para mirarlos con molestia, pero me encuentro a las dos personas más hermosas que he visto en toda mi poca y miserable vida.
La mujer es pequeña, pálida, delgada pero está vestida como si fuera una supermodelo, además las puntas de su cabello demasiado corto no se mueven con los movimientos que su risa histérica producen en su cuerpo. El hombre a su lado es similar a ella, pero es más alto, fornido y con el cabello rubio y con rulos.
¿Son hermanos? No se parecen lo suficiente. ¿Primos, quizás?
—Sí, sí, es muy gracioso —bufo poniendo los ojos en blanco. —Ahora si me disculpan, quiero ir adentro y secarme lo más que pueda con papel higiénico que pienso robarme del baño.
Las risas se cortan de golpe.
—Si, vamos adentro —la mujer asiente. Da un saltito y se coloca a mi lado empujando con sus manos para que camine entre ella y el hombre.
—¿Y Damon? —pregunta el rubio. Su pregunta me toma desprevenida, ¿lo conoce? ¿Está bien que le diga dónde está? ¿Debo mentirle?
—Se quedó en Mystic —me encojo de hombros.
—¡Por fin! Te juro que ya no lo soportaba —dice él en tono de burla. —¿Qué hiciste para que te dejara a solas? ¿Convenciste a Elena de que saliera con él?
—¡Yo nunca haría eso! —grito con indignación. Detengo mis pasos de golpe y miro furiosamente al hombre rubio.
—¡Eso es! ¡Marca territorio con tu hombre! —la mujer me da un empujón juguetón en el brazo.
—Ouch —me quejo sobando el lugar donde me ha golpeado. ¿Qué tiene en su mano? ¿Un puño de concreto?
—Elena ama a Stefan —les aseguro.
—Y por eso casi te peleas con ella cuando trató de ligarse a Damon —bufa la pequeña mujer. Un sonrojo aparece en mis mejillas.
En esa época creía que podría hacerlo, creí que definitivamente podría conquistar a Damon, pero ahora solo me avergüenzo de haberlo intentado, incluso me avergüenza confesar que en algún momento lo encontré atractivo. Bueno, no tan exageradamente, quiero decir, Damon si es guapo, solo una ciega no se daría cuenta. Pero ahora tengo la completa certeza de que amo a Stefan con todo mi corazón.
—Eso quedó en el pasado —digo volviendo a caminar. Ellos me imitan.
—¡Maravilloso! —aplaude la pequeña mujer. —Ahora su puedo concentrarme completamente en tu boda..
—¡¿Boda?! —jadeo. —¿Cuál boda?
La mujer se ríe y empuja las puertas del edificio para dejarme el espacio libre para entrar. Lo hago, pero aún tengo mis ojos fijos en ella. El hombre avanza detrás de nosotras al interior, la calidez de los pasillos se siente maravillosamente contra mi piel helada por el agua fría.
—Por favor, Bella —la mujer suelta una risita. —No tienes que fingir conmigo, ya lo he visto.
Cierra los ojos y se pone un dedo contra el centro de su frente.
¿Qué es? ¿Una psíquica?
—Claro —es lo que atino a decir. —¡Oh! Aquí está el baño.
Me doy la vuelta y entro con la esperanza de alejarme de ellos. Meto mis manos a los bolsillos y saco mi celular para mandar la actualización de mis pensamientos a la dueña de este cuerpo.
"¡Este lugar está lleno de gente loca!"
Sin esperar una respuesta, sacudo mi cabeza y me dispongo a secarme lo más que puedo.
—Esto es para ti —la pequeña mujer entra al baño con una mochila que antes no traía con ella. —Vi cuando pensaste en pedirme ropa seca. Jasper acaba de ir al auto por ella.
Parpadeo extrañada por la elección de sus palabras, pero su oferta es demasiado bondadosa y atractiva como para hacer preguntas. Al menos ahora sé que el joven rubio de llama Jasper.
—Gracias —acepto. Tomo la mochila de sus manos y entro al cubículo para cambiarme de ropa.
—Oye, Bella —la escucho del otro lado de la puerta. —Sé que Angela también se quedó en Mystic, pero ¿por qué no viniste en tu camioneta como en los viejos tiempos?
—¿No lo viste? —me burlo.
—Sabes que así no funciona —se queja. Por alguna extraña razón la imagino haciendo un puchero como niña pequeña.
—Murió a un costado de la carretera —confieso luchando por cambiarme los jeans que se han pegado a mi cuerpo por la humedad. —Tuve que dejarla allí y venir caminando.
—Rosalie irá a recogerla —me asegura. —¡Por fin se hará realidad su sueño de convertir ese cacharro en un auto clásico!
¿Quién es Rosalie? ¡Ja! Alguien más opina como yo, esa horrible camioneta es un montón de chatarra.
—Sí, supongo que está bien —digo sin querer darle vueltas al asunto. Termino de cambiarme mientras escucho los parloteos de la pequeña mujer, tengo que soportar esto en gratitud porque me ha ofrecido ropa seca y limpia.
Cuando acabo, empujo la puerta del cubículo y salgo para verme al espejo. Sé nota que esta ropa es de diseñador, pero ahora me siento más "Bella", estoy vestida como suelo ver a mi prima en Mystic Falls, así que esta vez, me siento más metida en el personaje.
—¡Vamos a Clase! —me apura. —Nos toca cálculo.
Me quejo produciendo una risa en la mujer, pero al menos ahora me siento más segura de ir tras de ella, sobre todo si me evita la pena de ir a la oficina y preguntar mi horario. Sería una idiota si, casi por terminar el cicló escolar, aun no me supiera de memoria mi horario.
El aula a la que me condujo era pequeña a comparación de mi escuela en Mystic Falls, pero me las arregle para mantener mi mirada neutra. Los alumnos que iban delante de nosotras, se detenían en la entrada para colgar sus abrigos en unas perchas, yo hice lo mismo con mi chamarra quedándome solo con el suéter que la extraña mujer me había facilitado en el baño.
Ambas caminamos hasta el fondo del aula donde nos sentamos por una hora a escuchar hablar al profesor de cosas que yo no comprendía. Es decir, no soy mala en la escuela pero la clase resultó demasiado para mí.
Las demás clases no mejoraron.
Más tarde fue un constante ir y venir de Jasper, la mujer y otros dos jóvenes muy parecidos a ellos. Entre los cuatro se encargaron de hacer una constante guardia a mí alrededor hasta la hora del almuerzo. Y allí estaba yo, alguien que no pertenece a este lugar, sentada en el comedor intentando entablar conversación con cuatro personas desconocidas para mí pero para quienes yo luzco como una persona que es demasiado familiar en sus vidas.
—Bella —el grandote llama mi atención. Ahora me resulta más fácil poner mi atención en quienes me llaman por el nombre de mi prima.
Por algún motivo, me convencieron de sentarme en la misma mesa que ellos, bajo el argumento de que después del "incidente" era mejor no hablar con mis "amigos humanos".
Por un segundo me llegó la duda si estas personas saben de la existencia de los vampiros, después mi cerebro me dijo que sería lo más razonable, pues Jasper conoce a Damon y él no se molesta en ser discreto con su naturaleza. Pero de todos modos me abstuve de decir comentarios relacionados a seres sobrenaturales. Aunque, juro que si alguien continua hablándome con claves y secretos, voy a golpearle con el libro de cálculo.
—Dime —digo distraídamente picoteando la ensalada que he podido conseguir para almorzar.
—Escuché que el desperdicio de chatarra andante que conduces se murió —se carcajea estruendosamente. —¡Por fin! ¡Esa jodida lata con ruedas ya no soportaba un año más de vida!
—¡Oye! —me quejo. —¡No hables así de tía Petunia! Esa camioneta puede ser tu abuela, respétala.
—Pero si en mi juventud yo tuve mejor autos que esa cosa —continua carcajeándose.
—Pero para ti eran autos nuevos, Emmett —Jasper le dice sin molestarse en ocultar su sonrisa. —Actualmente son unos modelos de ancianos.
¿Mi prima es una anciana? Me rio en silencio. Con razón en la mañana me vi algunas canas cuando me cepillaba el cabello en el espejo de la habitación.
—Espero que la tía Petunia sepa respetar a sus mayores, Bella —el grandote, Emmett, me mira con diversión. —Yo soy mayor por casi cincuenta años.
—¿Eso es una cana, Emmett? —la pequeña mujer pelinegra estira su cuello para alcanzar al grandote que al fin pude ponerle nombre en mi mente.
Me rio de nuevo.
—¿Eso es envidia lo que escucho en tu voz, pequeña duende? —el grandote se burla hablando con ternura. —¿Son celos que yo sea más joven que tú, anciana de bolsillo?
—¡Hey! —Jasper se levanta de su asiento y golpea la cabeza pelinegra del grandote. —¡Respeta a mi Alice!
En silencio agradezco que al fin tengo un nombre para la pequeña mujer.
—¿Acaso no te enseñaron a respetar a los ancianos? —se queja el rubio.
—¡Escúchame bien, momia de la guerra! —Alice tira con suavidad del cabello del rubio. —Yo no soy ninguna anciana y soy tu esposa. ¡Respétame!
Con una sonrisa bailando en mi rostro, bajo mi atención de nuevo a la ensalada, picoteo un poco de los vegetales con el tenedor y los llevo a mi boca con la intención de comerlos para así soportar otra ronda de clases de un nivel mucho más avanzado al que yo llevo en mi escuela.
Para suerte mía, o de Isabella, no tenemos ningún examen importante esta semana. Si lo llegamos a tener, es muy probable que haga que mi prima repruebe el ciclo escolar y si eso pasa, ella se va molestar y yo me voy a excusar patéticamente diciendo que hice mi mayor esfuerzo.
Mi cuerpo se congela, el tenedor queda a medio camino entre el plato y mi boca, y mis ojos se dirigen de nuevo al enrome pelinegro que continua soltando comentarios de la camioneta naranja de Isabella.
Un momento. ¿Escuché bien? ¿Dijo que es mayor que la camioneta? ¿Pues cuantos años tiene?
Mi cabeza comienza a procesar la situación, no importa que tan grande sea, un joven de su apariencia no puede tener más años que ese dinosaurio de los 60s. Mi mente da vueltas buscando alguna respuesta a la duda que ha nublado el resto de mis pensamientos. Repaso las conversaciones que tuve con mi prima en busca de alguna pista que me diga algo sobre quienes o qué son estas personas.
Mi brazo baja de nuevo el tenedor, el sonido del metal chocando con el plato interrumpe ligeramente la conversación de la mesa. Mis ojos se pasean por los tan desconocidos rostros que me rodean, todos son perfectos, son blancos como la cal, sus ojos color dorado en diferente tonos, sus cabellos en una diferente gama de colores pero igual de sedoso y brillante en apariencia, además de ojera debajo de los ojos como si todos padecieran de insomnio o se estuvieran recuperando de una rotura de nariz, aunque sus narices, al igual que el resto de sus facciones, eran rectas, perfectas, simétricas.
Son demasiado hermosos, pero lo más importante es que todos ellos se parecen demasiado como para ser hermanos, pero a la vez son tan diferentes que pueden no ser familiares. Además, Alice acaba de decir que está casada con Jasper.
De repente un recuerdo brilla en mi cabeza, una conversación que escuché casi por error, donde Elijah reprendía a mi prima por salir con unos vampiros que son peligrosos. Ellos hablaban de unos vampiros que no son parecidos a los que yo conozco como la palma de mi mano ahora, si no que, se referían a los vampiros que mi prima conoce.
Los fríos.
Estas cuatro personas que tengo a mí alrededor, son los vampiros con los que mi prima suele juntarse. Son sus supuestos amigos.
—¿Estas bien? —el rubio a mi lado me mira con una mueca de preocupación. Su mano helada se desliza sobre la mía produciéndome un escalofrío de terror. Mi respiración se acelera volviéndose errática.
Mi boca se abre y cierra un par de veces, no estoy segura si para respirar mejor o para tratar de responderle al vampiro.
—¿Bella? —me insiste, escucho la extrañez en su voz. La reacción que está viendo no es la que mi prima suele tener hacia ellos, pero yo no soy ella.
Elijah y Stefan han dicho una y otra vez que estos vampiros son peligrosos, y ahora yo estoy aquí rodeada de cuatro. Lo único que quiero creer que me da ventaja, es el hecho de que estoy en público. No creo que quieran exponerse al beber mi sangre delante de la escuela. Ninguno de ellos sería tan estúpido ¿Verdad?
Yo sacudo la cabeza para intentar organizar el caos en mi mente.
Ellos no me van a lastimar, no pueden lastimarme aquí delante de todos. Ellos piensan que soy Bella, ellos no van a herir a mi prima porque la quieren. Ninguna persona que te quiere, o que dice quererte va a herirte, ¿verdad?
—E-estoy bien —contesto con un hilo de voz. —A-acabo de recordar q-que… creo que o-olvidé algo.
Jasper mi mira con las cejas juntas al medio de su frente. No tiene que decirme nada, sé que no está convencido con mi respuesta pero es lo mejor que le puedo ofrecer en este momento.
—Bella dime algo —la rubia se roba mi atención distrayéndome del ataque de ansiedad que está intentando apoderarse de mi cuerpo. —¿De cuántos cilindros es el motor? ¿Qué tipo de aceite usa? ¿Cuándo fue la última vez que se lo cambiaste? ¿Sabes si el radiador está completo? ¿Alguna pieza del motor es la original?
—Yo… —balbuceo.
—¿El alternador te ha fallado? ¿Cuándo le cambiaste la batería? ¿La caja de cambios responde bien? —la rubia que deduzco es Rosalie me bombardea con preguntas. —¿Las bujías las has revisado alguna vez? ¿Las balatas? ¿Sabes sí…?
—No lo sé —la interrumpo antes de que termine la siguiente pregunta. —No tengo idea de lo que me estás hablando.
—Bueno, en realidad solo me interesa saber algo… ¿Sabes el motor que tiene tu camioneta? —la rubia me pregunta distrayéndome del ataque de ansiedad que se está apoderando de mi cuerpo.
—¿Uno que la enciende? —la miro sin comprender su pregunta.
—Eso es obvio. Me refiero al tamaño del motor—me aclara.
—¿Así? —levanto ambas manos para mostrarle el tamaño que creo puede tener esa cosa. Ella sonríe burlonamente, y los demás intentan fingir su risa con una tos que sale demasiado falsa.
Estoy a nada de salir corriendo de la cafetería.
Yo no sé de autos, motores o modelos específicos, y mucho menos sé cosas de ese dinosaurio naranja que se supone es mi auto. ¿Acaso ella es una experta? Bueno, por cómo suena es probable que la rubia si sepa de lo que habla, pero no es más fácil que ella lo vea por sí misma.
—¿Por qué no… —me aclaro la garganta. —¿Por qué no vas conmigo saliendo de clases y así le hechas un vistazo tu misma? Quizás puedas hacer que encienda.
—Obviamente haré que encienda —se carcajea de nuevo. —¿Por quién me tomas?
Me remuevo incómodamente avergonzada con las respuestas que he dado. Siento que acabo de molestar o insultar a la vampira rubia con cuerpo y rostro de supermodelo de revista erótica.
Definitivamente hoy no está siendo un buen día para mí.
Casi me levanto y me subo a la mitad de la mesa cuando sonó el zumbido casi nasal del timbre que anunciaba el final del almuerzo.
—Vámonos, Bella —la pequeña pelinegra se levanta de la mesa, se apresura a mi lado y me levanta con más facilidad de la que me gustaría. —Tenemos clase de biología.
Me obligo a caminar a su lado, escuchando en silencio sus parloteos y quejas sobre Emmett.
—A causa del incidente del otro día… —dice en voz baja, como si me confesara un crimen. —Cambiaron el aula de todas las clases de ciencia.
—¿Incidente? —me atrevo a preguntar.
—Sí, ya sabes —responde vagamente antes de abrir la puerta de un aula con varias mesas con dos sillas detrás de un tablero con instrumentaría de laboratorio.
Hago una nota mental de preguntarle más tarde a Isabella o a Angela que fue lo que pasó en este lugar antes de que viajaran a Mystic Falls. Siento que se están esforzando demasiado en ocultarlo y por alguna razón, creo que Isabella es quien más envuelta esta en esto. Si voy a fingir ser ella, lo mínimo que debía hacer fue advertirme varias cosas.
Un joven castaño entra al aula dejando su abrigo de lado, camina en dirección al pasillo para ir a su asiento, pero se frena en seco cuando sus ojos negros se fijan en mí. Su mirada se desvía al asiento a mi lado donde se encuentra Alice, ella finge no verlo, pero me da un ligero empujón con su pierna para darme a entender que hay algo con ese muchacho. Los ojos negros del joven se desvían a la mesa a mi lado con un brillo similar al de la esperanza, en cuanto ve ambas sillas vacías, un gesto de dolor atraviesa su rostro. Suelta una gran exhalación y sigue caminando.
Miro por encima de mi hombro en su dirección, fue a sentarse hasta la última mesa del mismo lado de dónde nosotras estamos sentadas.
—Ben la está pasando mal —dice Alice disimuladamente. —Desde que Angela terminó con él la semana pasada, ha estado triste.
Mi cabeza regresa al frente y mis ojos se abren al máximo.
Una pizca de pena cruza por mi mente cuando pienso en que la mirada del muchacho estaba llena de esperanza por volver a ver a Angela, quizás porque pensó que tendría la oportunidad de hablar con ella.
—Jasper dice que se siente muy confundido y dolido —Alice continúa susurrándome al oído. —Pobrecillo, nunca va a entender lo que sucedió.
Una ola de molestia me atraviesa. Angela está saliendo con Elijah, no sé desde cuándo pero, desde la primera vez que los vi en esa cena en la casa de Stefan, fue evidente la atracción que había entre ambos. Incluso llegue a pensar que en ese momento ellos ya estaban juntos. Pero, ¿resulta que Angela apenas terminó con su novio aquí en Forks?
—Pobrecillo —murmuro.
—Pero era la única manera de protegerlo —Alice dice en tono solemne.
—Eso creo —digo con el ceño fruncido. ¿Protegerlo de qué? ¿Klaus?
Bueno, eso tendría bastante coherencia, no dudo que Klaus use este joven para manipular a Angela para que haga el ritual o cualquier otra cosa maquiavélica que esté planeando.
¿Entonces Angela y Elijah no están saliendo?
Estoy muy confundida en este momento.
—Sabes que ninguno de nosotros está molesto, ¿verdad? —Alice me mira directamente mientas hace la pregunta.
—¿De que estás hablando? —pregunto sin ocultar mi mueca de confusión.
—Ya sabes, nadie te culpa por haberte enamorado de Damon mientras estabas con Edward —me dice. Bueno, al menos ese contexto si lo conozco. Mi prima y yo hablamos de esto en la cascada.
—En el corazón no se manda —suspiro.
—Tienes razón —asiente. —Aunque, si me hubiera gustado que fueras completamente honesta con mi hermano.
Parpadeo.
Isabella, ¿Qué hiciste?
—Lo lamento —digo aunque no sé si haya sonado completamente honesta.
—Pero también lo entiendo —dice ella. —Edward es terco, testarudo y de mente cerrada como si hubiera nacido en el siglo pasado.
La pequeña pelinegra se ríe, yo la imito. Supongo que su hermano, siendo un vampiro que ha vivido no sé cuántos años, si nació en el siglo pasado.
—Y también entiendo que en ese momento él era tu puerto seguro. Esa persona que te quería aunque fuera por… ya sabes… —se señala el cuello. Yo levanto las cejas y asiento, mi prima menciono algo de la extraña obsesión de su novio por su sangre. —Pero debo admitir que desde que Damon llegó a tu vida he tenido más visiones de ti a futuro, y todas son de una manera muy diferente a como te veía con mi hermano.
De nuevo el pensamiento de que esta mujer es psíquica me ataca. Honestamente, no me sorprendería si lo fuera.
—¿Diferente para bien? —pregunto tímidamente.
—Obvio, tontita —me dice con cariño. —Con Damon eres feliz.
Las comisuras de mis labios se estiran en una sonrisa, mi prima no es la única que luce feliz cuando está con Damon, él también luce más relajado a su alrededor. Los miras y es como mirar una película de comedia romántica que casi te hace olvidar que Damon es un desgraciado que tiene problemas de ira.
—¿Y no te molesta que sea feliz con alguien que no es tu hermano? —me atrevo a preguntar. Me siento una completa intrusa teniendo esta conversación en el lugar de mi prima, pero la curiosidad es demasiada.
—No —la vampira responde con tranquilidad. —Porque te quiero, Bella. Eres mi mejor amiga y mi hermana y lo único que quiero es que seas feliz.
—¿Y los demás?
—Jasper te adora, sin duda —sus ojos se colocan en la puerta como si el rubio estuviera en ese lugar. —Los demás también te aman, incluso Rosalie aunque tenga un constante deseo de golpearte hasta que recapacites.
Hago una mueca.
—¿Y qué hay de tu hermano?
—Edward te ama, a su manera claro —su voz chillona tiene un ligero tono de molestia o decepción. —Sé que es difícil para él, pero estoy segura que él también quiere que seas feliz.
—La ruptura… —digo titubeante, —¿cómo ha sido para él?
—Le duele, claro —asiente con pena en el rostro. Luego, se inclina más en mi dirección y habla extremadamente bajo. —Pero sé que le duele más el hecho de que casi te mata.
Me sobresalto en mi asiento. ¿El novio de Isabella casi la mata? ¿Ese es el incidente del que hablan? ¡¿Por qué no me lo dijo?!
—Yo… —trago el nudo de mi garganta. ¿Soy yo o en esta aula de repente el aire se ha vuelto sofocante? ¿O está demasiado helado?
—No, no —me detiene. —Sé que es difícil para ti, y no te estoy pidiendo que lo perdones o mucho menos que vuelvan a estar juntos. Solo decía.
—¿Dónde está ahora? —pregunto recordando que solo he conocido a cuatro de ellos.
—Sigue en Alaska —se encoje de hombros. —Carlisle aun no le permite volver.
Asiento en silencio. Al menos no tengo que preocuparme de momento por ese tema y si tengo suerte, mi prima recuperará su cuerpo antes de que el susodicho vuelva a este lugar.
Los alumnos continúan entrando al aula, el bullicio comienza a ser demasiado ruidoso que hace que nuestra conversación secreta se termine. Alice saca su celular y comienza a mandarle mensajes románticos Jasper, yo me limito a quedarme en silencio a pensar en este día.
Ahora no sé cómo sentirme respecto a todo lo que acabo de aprender, sé que todo esto no es de mi incumbencia, es algo que solamente le concierne a Isabella, pero una parte de mí se siente feliz de poder comprender mejor a mi prima y la vida que lleva en este mundo.
—O-oye Alice —tartamudeo con nerviosismo. Ella inclina su cabeza en mi dirección sin dejar de mirar a pantalla de su celular. —C-cuando dices b-boda…
Alice se carcajea. Todos los alumnos que están a nuestro alrededor fijan sus ojos en nosotras con sorpresa, supongo que no es común escuchar a un vampiro reír de esa manera.
—Tranquila —me dice entre risas. —Aún faltan varios años.
Un suspiro de alivio cruza mis pulmones. Si esa boda era en un futuro cercano, no sé, quizás en menos de dos semanas, no tenía idea de cómo iba a explicarle al situación a mi prima sin arruinar la sorpresa del compromiso, o peor aún, como iba a explicarle que se había casado con Damon sin que ella supiera.
—Pero no queremos que nos agarren las prisas —Alice me sonríe con complicidad. —¿Verdad?
Me encojo de hombros.
—Solo no vuelvas a mencionármelo —obligo a mis labios a que se estiren en una sonrisa divertida. —Soy capaz de decir "no".
—Eso suena a algo que tu harías —asiente.
En ese momento, el profesor entró al aula mandando a callar todo el bullicio que continuaba a nuestro alrededor. Con varios abucheos y quejas de los alumnos, la clase comenzó nublando mi mente del resto de cosas y gastando mi energía en tratar de comprender cosas que estaban fuera de mis conocimientos básicos.
Las siguientes tres clases fueron en compañía de Jasper, por alguna razón me sentía más tranquila a su lado, como si él pudiera manipular mis sentimientos y obligarme a estar tranquila, además si tenía una duda sobre alguna cosa en clase, él me respondía de manera muy clara, incluso me ayudaba a comprender mejor que los mismos profesores. ¿Le molestará si le pido que me ayude con la tarea?
—¿Lista? —la rubia de revista estaba esperando por mí en la puerta de mi última clase. —Alice y Emmett ya se fueron.
—¿Y yo? —Jasper frunce el ceño.
—Tú vas a llevarnos a recoger la chatarra… digo, la camioneta de Bella —la rubia se ríe socarronamente cuando la miro con molestia. Solo yo puedo insultar al dinosaurio naranja, yo tengo derecho de hacerlo, a mí me dejó tirada en la carretera. Los demás deben respetar a la tía Petunia.
—¿Tu no puedes conducir? —Jasper se cruza de brazos.
—Si, pero mientras yo hago que esa cosa encienda, tu ayudarás a Bella con sus tareas para mañana —Rosalie se encoje de hombros.
—¿Te cortaron las manos? —Jasper me pregunta.
—No —levanto mis manos al aire.
—¿Perdiste tus apuntes de las clases?
—No que yo sepa —muevo al mochila que descansa en mis hombros. Sigue igual de pesada que cuando llegué.
—¿Te sacaron el cerebro? —chasquea la lengua el rubio.
—No —hago una mueca.
—¿Por qué tengo que ayudarte con la tarea? —se queja.
—¿No la estás viendo? —Rosalie resopla. —Todo el día se ha comportado como una idiota.
Intento ofenderme, juro que hago el esfuerzo de sentirme mal por su comentario, pero no puedo. Tiene razón, soy una idiota que no sabe actuar para suplir la identidad de su prima.
—¿Por qué estas actuando tan raro? —Jasper me pregunta. Una ola de nervios me recorre. —¿Te disecaron el cerebro?
—Si —respondo al instante. Cuando Angela hizo el hechizo para cambiarnos de cuerpo, se sintió como si me quemaran viva o como si me hubieran lanzado a un tanque de ácidos. Quizás mi cabeza se vio afectada.
—Bueno, me convenciste —Jasper me empuja para comenzar a caminar. Rosalie se mueve despampanante a mi lado captando las miradas de todas las personas que pasamos en el pasillo hacia las puertas principales.
Miro mi atuendo, aunque estoy mejor vestida que cuando salí de casa del tío Charlie, me siento ridícula al lado de la supermodelo vampírica.
Disimuladamente camino al lado de ellos observando sus movimientos para adivinar hacia cual auto nos dirigimos. Un auto de color plateado enciende sus luces cuando Jasper apunta las llaves en su dirección.
—No le digas que lo tomamos prestado —Jasper me dice cuando abre la puerta trasera del auto. —Edward hará un drama si se entera.
Con mis dedos hago un candado al lado de mis labios para darle a entender que mis labios están sellados, él asiente y se hace a un lado para dejarme subir al asiento trasero. Casi suelto un gemido cuando siento la suavidad de la piel de los asientos contra mi cuerpo. Esto es el cielo a comparación del asiento desgastado y duro del monovolumen que se hace llamar camioneta.
En segundos el auto plateado está avanzando a gran rapidez por el estacionamiento de la escuela.
—Alcancé a pasar el último semáforo cuando venía para acá —le digo a Jasper cuando salimos a la calle donde el rubio y sus amigos me bañaron con el agua estancada. —Debes verla a la izquierda sobre la carretera.
Jasper disminuye la velocidad del auto cuando nos acercamos al lugar donde dejé la camioneta. Mis ojos se pegan a la ventanilla polarizada del auto buscando el dinosaurio naranja.
—¿Segura? —Jasper pregunta. Mis cejas se juntan, sé que no tengo idea de cómo dar las indicaciones en este lugar porque no lo conozco, pero estoy muy segura que pasé un semáforo antes de que volviera a ser completamente carretera.
—Sí, debe estar por aquí.
—Yo no la veo —Rosalie señala. —Y esa cosa es imposible de no ver.
—Aquí está el semáforo —Jasper se detiene en la luz roja. —Y la camioneta no está.
—No me digas eso —suplico lastimosamente.
Mis manos desabrochan el cinturón de seguridad, mis piernas se suben al asiento y mi torso se gira para mirar por cada ventanilla o cristal disponible.
—Iré un poco más allá —intenta tranquilizarme Jasper. —Quizás te confundiste de semáforo.
Limpio nerviosamente las palmas de mis manos contra los jeans que llevo puestos. Quizás Jasper tiene razón, cuando me baje de la camioneta estaba muy molesta porque la cosa decidió detenerse a la mitad del camino, es muy probable que no me haya fijado exactamente dónde quedó. Pero también es imposible que esté más allá, solamente caminé diez minutos para llegar a la escuela, casi puedo asegurar que ya había pasado más de la mitad del camino.
—Basta, Jasper. Faltan tres calles para la casa de Charlie —Rosalie habla. —Es imposible que esté por acá.
—Da la vuelta —le digo suplicante. —Así puedo decirte exactamente dónde se detuvo.
Jasper gira el volante y el auto derrapa contra el pavimento de la carretera antes de seguir avanzando por el carril que nos lleva en la dirección contraria.
—¡Ve despacio! —le grito golpeando su hombro con mi mano. Al instante una ola de dolor me golpea.
—Ten cuidado —gruñe él. —Iré despacio, pero no me golpees o tendremos que dar la vuelta e ir al hospital.
Me encojo en el asiento abrazando contra mi pecho mi mano adolorida. Esta vez me deslizo hasta el otro lado del asiento, para fijar mi atención en la otra ventana. Jasper continua conduciendo, esta vez va a la misma velocidad a la que yo pude ir en la camioneta, es como si intentara recrear la escena para mí, para que me sea más fácil descifrar el lugar donde me detuve esta mañana.
—Aquí está el semáforo —dice cauteloso. De nuevo la luz roja nos detiene y yo aprovecho para bajar la ventanilla y sacar mi cabeza con la esperanza de ver a lo lejos el horrible color naranja.
La luz cambia de color a verde, Jasper arranca de nuevo pero esta vez va incluso más lento que antes.
Alcanzo a ver a unos metros más adelante, un tronco inclinado contra una enorme piedra que está más atrás del borde del bosque que va paralelo a la carretera. ¡Yo recuero ese tronco, yo ví esa piedra!
—¡Detente! —chillo con fuerza. Jasper lo hace y sin dudar, mi cuerpo sale proyectado hacia el asiento donde va Rosalie sentada. —¡Ouch! ¡Eso dolía!
—Tu me dijiste que me detuviera —Jasper se defiende.
—Pero no así —me quejo sobándome la frente y el cuello. Ese movimiento inesperado va a cobrarme factura más tarde.
—¿Y bien? —Rosalie asoma su cabeza por la ventanilla que está a su costado.
—¡Es aquí! —le digo. Los tres bajamos del auto, caminamos hasta dónde está la piedra con el tronco, pero no hay rastro de la camioneta.
—Aquí no hay nada —se queja el rubio.
—¡Es aquí! —lloriqueo. —¡Aquí se detuvo! Justo a un costado de ese tronco.
—Si, estuvo aquí —Rosalie está inclinada mirando el suelo, su mano y su manicura de color rojo sangre está apuntando un par de marcas de las ruedas de la camioneta. Son las dos marcas de cuando la camioneta se frenó antes de hacer un esfuerzo por avanzar de nuevo.
—No, no, no —me quejo. Mis piernas van y vienen alrededor de las marcas, mi cuello se levanta, se estira a un lado de la carretera, luego al otro y de regreso a la evidencia. —¡No puede ser! ¡Tiene que estar aquí! ¡Va a matarme si pierdo esa cosa!
—Bella… —escucho a alguien hablar.
—¡No puedo perder esa chatarra! —jadeo desesperadamente.
—Bella, no te preocupes —Jasper da un paso en mi dirección, las palmas de sus manos están extendidas en mi dirección.
—¡No lo entiendes! —le grito. —¡Se han robado a la tía Petunia!
Chapter 34
Notes:
He tomado fragmentos de los capítulos 16, 17 y 18 del libro "Twilight". Hice las adaptaciones para concordaran con la historia, pero si ven o reconocen algo del libro original, ya saben porque fue.
Además, saben que nada de eso me pertenece.
Chapter Text
(Elena)
Abro la puerta de la casa, el aire frío y húmedo de este lugar me recibe como lo ha hecho por el último par de días. Ya quiero volver a casa, a ese pueblo igual de miserable que este pero donde al menos sale el sol.
Un claxon me obliga a mirar hacia la calle. Un auto convertible de color rojo se estaciona frente a la casa del tío Charlie.
—¡Bella! —una voz chillona y cantarina grita mi nombre al mismo tiempo que el rostro sonriente de Alice se asoma por fuera de la carrocería. La rubia a su lado se inclina y me brinda una sonrisa alentadora. —¡Ven, Bella!
Yo no soy Bella, pero sé que me hablan a mí. Sobre todo, porque me están haciendo señales para que me acerque al auto.
Giro mi rostro hacia la derecha, Petunia está allí, junto al auto patrulla del tío Charlie. Estoy muy tentada a correr hacia ella, tirarme sobre la lámina de color rojo oxidado y rogarle y suplicarle que encienda y que me lleve a la escuela. No quiero estar en el mismo auto que las dos vampiras, ya tengo suficiente de ellas en clases.
—No va a volver a encender —Charlie murmura cuando se acerca a mi lado. —Al menos si no dejas que Rosalie la repare.
Después del episodio de “Buscando a Petunia”, y de los tres ataques de pánico que me dieron cuando la perdí después de abandonarla en la carretera, me resigné a volver a casa dispuesta a llamar a mi prima y confesarle que había perdido su camioneta. Para mí buena suerte, Charlie la había visto cuando salió de la comisaría a hacer una de sus rondas policiales, se había acercado preocupado de que algo me hubiera pasado, pero rápido se dio cuenta que el problema era que ese cacharro ya no quiso encender. Llamó a la grúa y pidió que la remolcaran hasta su casa.
Cuando llegué y la vi allí junto al camino de la entrada de la casa, me solté llorando cual Magdalena. Rosalie se ofreció a -de nuevo- a repararla, pero yo me negué, eso ya sería demasiado arriesgado y lo menos que deseaba era tener otra discusión con Isabella respecto a la Tía Petunia.
Así que ahora estoy condenada a depender de alguien para que me lleve a la escuela. Ayer fue Charlie, pero pasé todo el día enfurruñada por haber llegado en la patrulla al instituto, de regreso, Jasper se ofreció a traerme a casa. Al parecer el día de hoy, llegaré en el precioso convertible rojo.
—Vámonos o llegaremos tarde —Rosalie bufa y suena el claxon de nuevo.
—Diviértete —el tío Charlie murmura con una sonrisa bailando en sus labios y moviendo su bigote. ¿Se estaba burlando de mí? Le doy una mirada confundida, pero él sacude la cabeza, baja los escalones del porche, saluda a las chicas con las manos mientras se dirige a la patrulla.
—¡Vamos, Bella! —Alice continúa haciéndome señales. Suelto un suspiro lleno de resignación y caminó hacia ellas. Al mal tiempo darse prisa ¿o cómo era?
—Hola, Alice, Rosalie —grito para hacerme escuchar por sobre el alto volumen de la música de las Spice Girls que sonaba por los altavoces. —¿Dónde están los chicos?
Cerré la puerta de un portazo y me puse las manos sobre los oídos. Era demasiado alto el volumen. Rosalie me sonrió y redujo el volumen hasta un nivel donde no causara una hemorragia en mi oído, Alice se giró sobre su asiento al mismo tiempo que escuchaba los seguros de las puertas colocarse.
Oh no. Cuando alguien pone los seguros de las puertas sin siquiera arrancar el motor es una señal de un mal presagio.
—¿Qué es lo que pasa? —pregunto con la voz temblorosa. Empezaba a sentirme inquieta y que ellas no dijeran ni una palabra no estaba ayudando. El motor del auto arrancó y mi ansiedad se disparó.
—Los chicos no irán hoy a la escuela —Alice responde encogiéndose de hombros y sin borrar su alegre sonrisa.
Ahora luce como una muñeca poseída, como la versión vampírica de Annabelle.
—Ah —es mi respuesta. —¿P-porque me miras así?
¿Mencioné que la Annabelle me da miedo? Bueno, creo que ahora es Alice quien me aterroriza más.
—Todos los chicos se han ido a primera hora, incluido Carlisle, así que, nosotras ¡tendremos una fiesta de pijamas! —anuncia elevando el volumen de su voz cantarina y saltando sobre el asiento.
—¿Una fiesta de pijamas? —repetí como una tonta. Me gustan las fiestas de pijamas, pero cuando yo ayudo a organizarla, no cuando se siente como un secuestro.
Un momento...
—¿No te hace ilusión? —Rosalie se burla. —Vas a pasar 24 horas con nosotras.
¿Yo sola? ¿Con ellas? ¡¿Voy a pasar una noche en la casa de unos desconocidos vampiros?! ¡¿Yo sola?!
Mis ojos se encuentran con los ojos dorados y muy animados de Alice. Se ven felices, entusiasmados, peligrosos.
—M-me están secuestrando, ¿verdad?
Ambas se echaron a reír, pero asintieron sin dar muestra de remordimiento. Me vuelvo hacia la ventanilla con un rechinar de dientes que estoy segura que no pasa desapercibido para ellas.
Me contengo de hacer un berrinche, o de soltarme a llorar. ¿Porque siempre me quitan la oportunidad de decidir qué hacer con mi vida?
—¿No estás emocionada? —Alice pregunta.
—Sí —respondo mordazmente. —Nada mejor que una fiesta de pijamas con vampiros.
Alice se echó a reír. —Te haré la pedicura y todo eso —me promete.
—Esme va a comprar comida italiana de la buena —Rosalie me dice. —Ya sabes, del restaurante ese de Port Angeles.
—Al menos… ¿Puedo volver a casa saliendo de clases para recoger mis cosas? No suelo llevar mi pijama al instituto —pregunto. Quizás pueda esconderme el suficiente tiempo como para que se aburran de esperar y se vayan.
—Ya nos hemos ocupado de eso —Alice dice moviendo su mano para restarle importancia.
—Al menos ¿tengo permiso para llamar por teléfono? —pregunto. Si no me comunico con mi prima, le va a dar un ataque.
—Charlie sabe dónde estás.
¡Por eso me brindó esa sonrisa burlona! Me cruzo de brazos y me hundo en el asiento del llamativo auto rojo.
—No voy a telefonearle a él —hago una mueca.
—No estoy del todo segura...
—¡Alice! —me quejo. — ¡Vamos! Quiero hablar con Angela y con mi prima.
—Está bien —responde poniendo los ojos en blanco. —¡Ahora vamos a clases!
—Maldita tortura —murmuro bajándome del costoso auto. Cierro la puerta de un portazo y camino furiosa al interior de la escuela mientras dos risas cantarinas vienen detrás de mí.
Saco mi teléfono.
“S.O.S. Vampiras secuestrando humanos”
Mando el mensaje y empujo la puerta del salón de mi primera clase. Lanzó mi mochila al piso y me dejó caer en la butaca. Alice se sienta a mis espaldas, supongo que a mi lado es el lugar donde suele sentarse Angela. Tarda un poco, pero mi celular vibra alertando que he recibido una respuesta.
“Diviértete”
Suelto un bufido. Esa maldita traidora dijo que ella me ayudaría a lidiar con los Cullen, ese mensaje no es ninguna ayuda.
Para mi total desagrado, el profesor entra poniendo orden y comenzado la primer tortura de mi día.
Durante el resto del día, cada clase me recuerda lo mucho que odio la escuela y lo mucho que soy diferente a mi prima. Sus clases son más avanzadas y por consecuencia no entiendo demasiadas cosas, si no fuera por Alice que me ha estado ayudando a resolver los ejercicios o solo diciéndome las respuestas para que yo pueda decirlas en voz alta, estoy segura que mi prima tendría que repetir este año. Además, extraño mis prácticas de porristas, aquí tengo que fingir ser introvertida y esconderme por los pasillos, en casa puedo ser yo misma, la amable, sociable, entusiasta y porrista Elena.
Quiero volver a casa.
De regreso con las vampiras con complejo de secuestradoras; juro que intenté escaparme, mentí diciendo que iba al baño acompañada por ¿Jazmine? ¿Jessica? En cuanto entramos al baño tomé mi mochila y corrí hacia la puerta de la escuela, pero de alguna maldita manera, los dos rostros angelicales pero depredadores ya estaban esperándome a las afueras del edificio. Cada una me tomó de un brazo y entre ambas me arrastraron hasta el convertible rojo.
Así que aquí estoy, una tonta que se saltó la última hora de clase solo para terminar en un camino a la mitad del tenebroso bosque. ¿No era así como terminaba la protagonista de una película de terror? ¿Me escapé de que un vampiro me matara solo para que otros vampiros lo hicieran? ¡Vaya suerte, Elena!
Cuando giramos bruscamente en un camino sin pavimentar, sin señalamientos y sin más autos, estaba dudando si debía comenzar a rezar para encontrar algún tipo de paz en mis últimos momentos antes de morir, o si debía impulsarse hacia los asientos delanteros y preguntar a mis supuestas amigas a donde me llevaban. ¿O quizás debía quedarme callada?
Poco a poco los árboles fueron teniendo más espacio entre ellos y de repente nos encontramos en un claro… ¿o es un jardín? Confirmé mis sospechas cuando una enorme casa de tres pisos apareció en mi campo de visión.
—¡¿Esta es su casa?! —jadeo.
—¿Si? —Rosalie levanta una ceja mirándome por el retrovisor mientras apaga el motor del auto. —¿Por qué suenas tan sorprendida? Ya has estado aquí.
Me remuevo incómoda. ¿Ya lo arruiné, verdad? Por supuesto que este cuerpo ya ha estado aquí, pero resulta que ¡yo no!
—Es que… se ve ligeramente diferente —carraspeo y desvió la mirada. Bajo del auto sin mirar a las dos vampiras secuestradoras.
—Gracias por notarlo, querida —una señora aparece en la puerta de la casa. Mi cuerpo salta. —Lamento asustarte, Bella. Es solo que estoy emocionada de verte.
La mujer se disculpa con una sonrisa, pero viene directamente hacia mí para envolverme en un suave, tierno y frío abrazo.
No dejes que se note el pánico, Elena. ¡Controla tus expresiones! No puedes permitir que una extraña y desconocida vampira note que no sabes quién es. Se supone que sabes quién es ella.
—Y-yo… yo también me alegro —digo forzando una sonrisa. —Parece que han pasado años desde la última vez.
—Que dramática —la rubia resopla. —La semana pasada, antes de ir a Mystic viniste junto con Angela.
—Ves, mucho tiempo —me encojo de hombros. La mujer que aún sigue rodeando mi cuerpo con su frío brazo se ríe.
—Vamos adentro —tira de mí. Resignada, dejo que me lleve por donde ella quiera. Caminamos a mi paso humano hacia el porche de la casa.
En el interior, tuve que morderme la lengua para no soltar otro jadeo de asombro.
—He hecho algunos pequeños cambios desde la última vez que viniste —me dice la mujer. —Ya sabes, Emmett y Jasper seguido destrozan las paredes cuando alguno pierde en los videojuegos.
Asiento intentando parecer comprensiva. Aunque si puedo imaginarlos haciendo eso.
—Vamos, debes tener hambre, Bella —la mujer continúa llevándome a su lado por todo el interior de la casa. —La comida aún está caliente.
Mientras me lleva hacia el comedor, yo no finjo, ahora me dedico a ver descaradamente cada detalle que hay en el interior; las paredes blancas, el espacio luminoso y espacioso, los muebles y adornos que parecen aún más viejos de lo que puedo imaginar pero que continúan dando ese matiz anticuado a la casa tan moderna.
Es incluso más grande que la mansión Salvatore, es como una versión mejorada, una versión mucho más hermosa y moderna. ¡Incluso es más moderna que cualquier casa en este maldito pueblo, estoy segura!
—Fui a la bella Italia —me comenta. —Sé que la comida de allí es tu favorita.
—Oh, err… —carraspeo. La mujer coloca frente a mí varios platos de distintas comidas. —Gracias.
Las tres mujeres se colocan a mí alrededor. Alice frente a mí, Rosalie a mi izquierda y la mujer que ahora sospecho se llama Esme, se coloca a mi derecha. Los tres pares de ojos dorados están fijos sobre mí aumentando mi paranoia y ansiedad.
—Come Bella, se va a enfriar la comida —me insiste Esme. Yo muevo mi cabeza afirmativamente, pero no hago el mínimo esfuerzo de moverme.
¿Cómo les explico que a mí, Elena, no me gusta la comida italiana?
Ya tengo demasiadas cosas italianas en mi vida como para detestar la cocina de ese país. Lo único que tolero son los espaguetis porque es lo que mejor puede cocinar Jenna, y las pizzas, pero seamos honestos, las pizzas que venden aquí son una versión demasiado americana.
—Yo… —mis ojos se colocan fugazmente en los tres rostros en busca de una excusa que ellas se puedan creer. —Es que… no tengo hambre.
—Pero casi no almorzaste —Alice levanta ambas cejas.
—En el auto venía rugiendo tu estómago, claro que tienes hambre —Rosalie se cruza de brazos. Claro, tienen un súper oído.
—Bella, fui hasta Port Angeles a traer comida especialmente para ti, fui a tu restaurante favorito —la mujer pone una expresión de inmensa tristeza. La culpabilidad me golpea. —¿No quieres comer? ¿Te sientes mal?
—Deberíamos llevarla al hospital —Rosalie propone.
—¡No! —chillo. —No estoy enferma, no necesito ir al hospital.
Mis dedos toman el tenedor y comienzo a servir pequeñas cantidades de las diferentes pastas que hay frente a mí. Espero que sean pastas, no quiero saber si es otra cosa. Llevo un poco a mi boca obligándome a tragar la comida, mi garganta se resiente con el primer bocado, así que la segunda vez que llevo comida a mi boca me aseguro de masticar un par de veces para que sea más fácil que mi garganta deslice la comida. Tras el tercer bocado, las tres mujeres tienen una sonrisa de satisfacción en sus rostros ¿y yo? Yo estoy a punto de vomitar.
—¡Oh! No le avisé a Charlie que ya estaba aquí —saco mi celular de mis bolsillos traseros y muevo mis dedos lo más rápido posible para enviar el mensaje antes de que alguna de ellas tenga curiosidad por mirar.
“Si termino en el hospital por una intoxicación, te hago completamente responsable”
Al instante recibo una respuesta.
“Vomita”
Casi me río. Casi. Si supiera que estoy luchando con todas mis fuerzas por no hacerlo.
“Un bocado más de esa cosa italiana y te juro que lo haré”
Espero que detecte la amenaza en mis palabras.
“No es mi culpa que te encante la comida italiana. No tienes autocontrol cuando la comes”
La odio.
La odio con todo mi ser.
—¿Vamos a comer palomitas? —pregunto escondiendo mi celular de nuevo. Necesito distraerlas para que no me obliguen a seguir comiendo esto.
—Pero por supuesto —Alice dice como si la hubiera ofendido con mi pregunta. Respiro aliviada. —Vamos a comer palomitas, helado con chocolate y pizza.
Bendito cliché de las fiestas de pijamas. Puedo comer todo eso, de hecho, amaría comer todo eso en este momento.
—¿Y esperan que me coma todo esto? —señalo los platos frente a mí. —Me va a dar una indigestión.
Las tres se miran.
—Come lo que quieras, querida —Esme me mira con una sonrisa comprensiva.
Asiento, tomó algunos panecillos de esos que tienen mantequilla con ajo y que sirven para acompañar las comidas italianas, rápidamente son los que devoro, son de las únicas cosas que hay frente a mí en este momento que mi paladar puede tolerar.
Comienzo a hacer preguntas para intentar desviar la atención de las vampiras de mi plato, por suerte funciona y cuando anuncio que he terminado, ya he bebido tres vasos de limonada, me he comido casi todos los panecillos y solo he ingerido aproximadamente cuatro bocados de la horrorosa comida. Ninguna insiste en que siga comiendo.
—Vamos —Alice tira de mi mano. —Vamos a hacerte pedicura.
Perdí la noción del tiempo, lo siguiente que supe fue que estábamos distribuidas por la sala de estar, todas usando pijamas y mascarillas y viendo la película “Pd. Te amo”
Debo admitir que no estuvo tan mal, excepto por el hecho de que me estaban reteniendo en contra de mi voluntad en esta lujosa mansión. Pero fue divertido pasar el tiempo hablando de los galanes de Hollywood mientras nos arreglábamos las uñas, o mientras nos poníamos mascarillas hidratantes en el cabello y el rostro.
De vez en cuando Esme se desaparecía y volvía con un bowl de palomitas de maíz, o con helado cubierto de chocolate. Incluso se fue por unos 20 minutos para traer una pizza del pueblo, la cual fue mi cena.
Conforme iban pasando las horas, mi miedo y ansiedad por estar a solas con las vampiras disminuyó. No son tan malas como creí, sí, son vampiras de otra especie que yo no conozco, una especie que me han contado es más volátil y peligrosa, pero no dejan de ser mujeres que hablan, piensan y sienten, como yo. Ahora comprendo porque Isabella les tiene un gran cariño, les quiere tanto que ha hecho lo posible para llevarse el peligro de este pueblo y no afectar el intento de vida casi humana que estas personas llevan. Se fue para alejar a Klaus de aquí y así evitar que esta familia salga lastimada.
—¿Hasta qué hora quieres quedarte despierta? —me preguntó Alice en algún momento de la noche. ¿Cerca de medianoche? ¿Quizás más tarde?
—Mañana tenemos instituto, debería irme a dormir ya —suspiro. —De todos modos, ¿dónde voy a dormir?
—Edward había comprado una cama para ti —dice Esme, la nostalgia en su rostro me hace sentir pena por ella. Supongo que no es fácil ver el rostro de la exnovia de tu hijo en tu propia casa.
Hago una mueca, Alice hace una mueca, Rosalie hace un ademán como si fuera a vomitar.
—Eso sería horriblemente incómodo —la rubia niega. Estoy de acuerdo.
—Podemos sacarla y llevarla a la habitación que está al lado —Alice propone mirando a Esme de reojo. La mujer asiente pero se puede notar el pesar en su rostro.
¿Qué fue lo que pasó entre mi prima y Edward? ¿Por qué parece un tema doloroso y prohibido en estos lugares?
—Vamos, te ayudaré a moverla —Esme mira a Alice al decir esas palabras, la pelinegra asiente y ambas suben las escaleras. Rosalie y yo las seguimos a mi ritmo humano, pero ellas ya estaban terminando de arreglar la que será mi habitación por esta noche.
Cuando pasamos por el pasillo, vi la puerta de la derecha entreabierta, supongo que esa era la habitación de Edward. Mis manos pican por empujar la puerta y husmear al interior para conocer al frío que había deslumbrado a mi prima.
—Tu habitación está lista, querida —la dulce voz de Esme me sobresalta. Me siento como un niño al que han atrapado en medio de una travesura.
—Sí, ya voy —respondo agitada.
Alejo mi atención de la puerta y fijo mis ojos en la mujer que me sonríe, camino hasta ella y le permito que me instale en la habitación. Me explica donde se encuentra el baño, las toallas y cualquier cosa que pueda llegar a necesitar en el transcurso de la noche. O de lo que resta de la madrugada.
—¿Te ha gustado la fiesta de pijamas, Bella? —pregunta Alice usando un tono empalagoso. Se deja caer al borde de la cama, se acuesta sobre su estómago y menea las piernas al aire.
—Sí, ha sido divertido —admito mirando mis uñas color rojo sangre.
Rosalie cierra la puerta de la habitación con un portazo y coloca el seguro. El pánico nace de nuevo en mi pecho.
—Ok. ¿Quién carajos eres tú y qué has hecho con Bella? —la rubia pregunta agresivamente.
Estoy jodida.
—¿D-de qué hablas? —pregunto cautelosa. Mis ojos se van al rostro de Alice que me mira con los ojos entrecerrados y al de Esme que me mira con una mueca de disculpa.
—Ya me escuchaste —la rubia deja su posición cerca de la puerta y se acerca peligrosamente a la cama.
Si, definitivamente este es mi fin.
Me van a descubrir, me van a delatar y me van a matar. Después mi prima me va a revivir y me va a matar ella misma con sus propias manos por haber sido tan idiota como para exhibirnos y dejar que nos descubrieran.
—Pues no entiendo de que hablas —es mi respuesta.
—No quisiste la comida Italiana que resulta es tu favorita, pareces asombrada de ver la casa que ya conoces como la palma de tu mano. Te hicimos manicura, pedicura, mascarillas, tratamientos para el cabello, te usamos de Barbie humana real y ni siquiera te quejaste —Rosalie enumera las cosas con sus largos y pálidos dedos. —¿Quién carajos eres tú y qué mierda has hecho con Isabella Swan?
Siento una helada gota de agua deslizarse por mi espalda causándome escalofríos pero me las arreglo para no moverme y no exhibirme, más de lo que aparentemente ya he hecho. Si, estoy sudando frío. Mi mente está trabajando a máxima velocidad buscando una respuesta a las acusaciones que me están haciendo.
¿Cómo iba a saber que mi prima, la sexy, manipuladora, elegante, risueña, sociable y vanidosa Isabella, fingiera ser un patito feo en este lugar?
Pero hay algo que sé muy bien sobre mi prima, siempre usa el drama a su favor.
—¿Y qué esperabas que hiciera? —le pregunto, ahora soy yo quien se cruza de brazos. —Se aprovecharon que mi camioneta no funciona y me trajeron a su casa en contra de mi voluntad, organizaron y prepararon todas esas cosas sin siquiera preguntarme qué maldito color quería usar en mis uñas.
Al menos las vampiras tienen la decencia de lucir avergonzadas.
—¿Querías que me quejara? ¿De qué me sirve? —ahora uso un tono lastimero para provocarlas. —Sabían que iba a terminar accediendo a hacer lo que ustedes quisieran. No es como si pudiera salir corriendo y huir, me alcanzarían antes de que siquiera pudiera resbalar por las escaleras.
—Lo sentimos, Bella —Esme, como la buena matriarca que es, trata de poner orden en la situación. —Pero es que estos días has actuado tan extraña que creímos…
Se interrumpe, mira alarmada a sus hijas. Pero no necesito que lo diga, Isabella me contó de lo que pasó con Alaric y como la familia Cullen participó en ese hecho. Supongo que son inteligentes al asegurarse que no estuviera pasando lo mismo con su querida Bella. Aunque bueno, sí, teóricamente su cuerpo si está poseído por un alma extraña.
—Creyeron que estaba poseída —completo su frase. Las tres asienten en silencio con sus cabezas. —Escuchen, estoy nerviosa y preocupada por Elena, por Ángela, por Damon, estoy preocupada por todos en Mystic y… ellos no me cuentan nada. Estar en la oscuridad me estresa.
—Oh, hija —la mujer se acerca a mi lado y me abraza. La palabra que ha usado me toma por sorpresa, nadie suele usar esa palabra para referirse a mí, al menos desde que mi mamá murió. Isobel nunca lo usó, tampoco. —Lo sentimos, no debimos poner en duda tus actitudes, pero con todo lo que ha pasado estamos algo nerviosos.
—Está bien, no pasa nada —le quito importancia. —Supongo que es mejor prevenir que lamentar ¿no?
Y así, damas y caballeros, es como se hace el control de daños de una situación crítica. Quisiera aplaudirme pero creo que eso volvería a hacer muy obvio que estoy escondiendo algo.
—Pero… ¿si te gustó la fiesta de pijamas? —Alice pregunta agitando sus pestañas.
—¡Por supuesto! —exclamó emocionada. —Deberíamos hacerlo más seguido.
¡Toma esto, primita!
Alice chilla de emoción y comienza a parlotear de todos los planes que tiene para el siguiente “tiempo de chicas”. Yo muevo mi cabeza arriba y abajo afirmando a todo lo que dice, yo no tendré que soportarlo, ¿qué daño me hace alentarla?
—Ya es tarde —Esme la interrumpe. —Debemos dejar dormir a Bella, estoy segura que está cansada.
—Nos vemos por la mañana —se despide Rosalie. Alice sentencia que ella estará aquí para cuando despierte, y se deja arrastrar por su hermana fuera de la habitación.
De repente el silencio de la casa se vuelve asfixiante, pero yo estoy tan cansada que caigo dormida en cuatro mi cabeza toca la almohada.
A pesar de que el sueño era mayo, mis sentidos comenzaron a regresar cuando un ligero cosquilleo apareció en mi rostro, una briza se colaba de algún lugar causando que los mechones de cabello que estaban sobre mi rostro se movieran. Algo frío, completamente helado acaricio mis párpados, mis pómulos, la nariz, los labios.
¿Eran unos dedos?
Un momento… la única cosa con dedos helados que puede estar acariciando mi rostro es la muerte, ¿verdad?
Bueno, no lo voy a averiguar.
—¡Ah! —grito con todo el aire de mis pulmones. —¡Ayuda! ¡Me quiere llevar!
—¡¿Bella?! —alguien grita. Se escucha un golpe, ¿fue la puerta estrellándose contra la pared?
—¡Déjame! —continuo gritando y pataleando. —¡No, no! ¡No me lleves!
—¿Qué estás haciendo aquí, idiota? —otra voz pregunta. Se escucha furiosa.
—Bella, está bien —unas delicadas y frías manos tocan mis brazos presionándolos ligeramente contra la cama en la que me encuentro. —¡Deja de gritar, Bella!
—¡Me quiere llevar! ¡Me quiere llevar! —repito una y otra vez.
—¡Bella! —la voz ruge ansiosamente. —Abre los ojos, no pasa nada.
Mi cerebro reconoce la voz, es Alice. Obedezco a sus palabras, mis ojos se abren de golpe mirando su rostro, tiene la frente fruncida pero una sonrisa leve en sus labios.
—¿Qué mierda haces aquí? —escucho la voz de Rosalie. Mi cabeza se gira a buscarla, está empujando contra la pared a un hombre alto, delgado, cobrizo y de rostro consternado.
¿Es mi imaginación o se parece a Stefan?
Pues, tampoco quiero averiguarlo. Me cubro el rostro con mis manos.
—¡Dile que no me lleve! —suplico ahogadamente.
—¡¿Qué le hiciste, imbécil?! —Rosalie pregunta entre dientes.
—¡Nada! —el hombre jade con horror ante las palabras de la rubia. —Yo… yo estaba… bueno, yo… — titubea, su voz es melodiosa pero suena insegura.
—Edward —la voz de Esme irrumpe en la habitación.
Mis ojos se abren al máximo, mi mandíbula cae, las caen a mi regazo y mi cabeza se gira de nuevo para mirar al hombre acorralado en el fondo de la habitación. Con que este es el famoso Edward.
¡Ja! Si se parece a Stefan.
Quién lo diría, querida prima, parece que tenemos gustos similares.
—Hola, Esme —dice él. La mujer se acerca y lo abraza haciendo maniobras para esquivar las manos de Rosalie que no se han movido ni un centímetro, supongo que no confía lo suficiente en el hombre como para soltarlo. —Lamento haberme aparecido así, pero llamé a Carlisle para avisarle de mi regreso, y como no respondió pensé que todos estarían cazando.
—Todos los chicos se han ido, vuelven en algunas horas —la mujer le explica. En silencio observo cómo toma entre sus manos el rostro del hombre y mira atentamente a sus ojos. —¿Tú no necesitas ir a cazar? Aun puedes alcanzarlos.
Los ojos dorados del hombre se mueven hacia mí, me mira con una intensidad que me pone nerviosa y me obliga a desviar la mirada. ¿Es necesario que tengan esta conversación aquí, frente a mí, a escasos minutos de que amanezca?
—No, estoy bien. De hecho cacé antes de venir a casa —responde. —Tengo todo bajo control.
Mi frente se arruga, no estoy segura si esas últimas palabras las dice para nosotras o para sí mismo, pero pareciera que quiere convencer a alguien.
—Eso dijiste la última vez —Rosalie escupe mordazmente. —Y todos sabemos lo que pasó.
Las cuatro miradas se centran en mí. Tres son de pesar y una es de vergüenza. A mi mente llega el recuerdo de la conversación que tuve con Alice el lunes sobre que su hermano había intentado comerse a mi prima, bueno a mí. Un escalofrío recorre mi cuerpo, si él intentó comerse a Isabella, a su novia, a la mujer a la que se supone que ama, ¿qué puede hacerme a mí?
Oh, es cierto. Se supone que yo soy su exnovia, que yo soy Bella. Entonces lo peor que puede pasar es que se beba toda mi sangre, o que me transforme. ¡Oh, no! ¡Yo no quiero ser vampira, mucho menos ser uno como los fríos!
—Respira, Bella —Alice me dice con dulzura. Alejo mi atención del vampiro cobrizo y hago lo que me dice la pequeña mujer. No me había dado cuenta de que mi respiración era tan errática y que estaba al borde del ataque de pánico.
Poco a poco mi respiración se va normalizando.
—Bella… yo… —Edward, trata de hablar conmigo, sé que va a tratar de justificarse, de decirme que fue su culpa aunque no completamente y casi tengo la sospecha que me va a echar la culpa a mí, bueno, a mi prima. Parece ser de ese tipo.
—¡No! —grito interrumpiéndolo. —No quiero escucharte.
—Sé que ya habíamos hablado, pero… —intenta de nuevo.
¿Que está sordo? Dije que no quería escuchar sus tontas excusas. Que se las guarde a mi prima.
—¡Dije que no! —chillo y me cubro los oídos con mis manos.
—Edward, déjala en paz —Rosalie bufa.
—¿Por qué no dejamos que Bella descanse el poco tiempo que le queda? —Esme me mira, luego mira a sus hijos. —Por la mañana podemos seguir con esta conservación si ella así lo desea.
No espero respuesta de nadie, me giro en la cama arrastrando las cobijas por sobre mi cabeza, esperando que con eso desaparezcan las pesadillas. Escucho un coro de suspiros y finalmente el sonido de la puerta cuando me dejan a solas.
—Pero ya no me voy a poder dormir —me quejo. Me siento de golpe, pateo las cobijas y la colcha lejos de mi cuerpo. —¡Maldito tonto!
Miro mi celular, faltan veinte minutos para la hora en la que me tengo que levantar para ir al infierno, digo a la escuela, de nuevo.
“¿Adivina quién volvió?”
Envio el mensaje, no espero recibir una respuesta a estas horas así que lanzó mi celular a la mesita de noche, renegando me levanto de la cama, tomo las cosas que Alice me ha dejado, una toalla del armario y me dirijo hacia el baño. Cuando regreso a la habitación, me siento más relajada gracias a mi ducha con agua casi hirviendo. Veo que mi celular se ilumina anunciando el nuevo mensaje que he recibido.
“No dejes que te muerda”
Pongo los ojos en blanco. Lo dice como si me fuera a pedir permiso.
Acomodo un poco la habitación y bajo a la cocina siguiendo el delicioso aroma que desprende de ese lugar. Supongo que ahora Esme decidió cocinar en lugar de recalentar esa horrorosa comida Italiana.
—Buenos días —saludo cuando entró. Soy recibida por siete pares de cabezas que giran en mi dirección ofreciéndome mayoritariamente una sonrisa.
—¡Hola, Bella! —Emmett, Jasper y Carlisle me saludan.
—Oh, ya volvieron… —intento sonreír pero hay un instinto en mi interior que me dice que necesito escapar, necesito huir, necesito alejarme de este lugar. Es peligroso estar aquí.
—Bella… —la voz aterciopelada insiste de nuevo.
—Hola, Edward —me obligo a decir. Esta vez voy a intentar ser amable y dejar de lado la evasiva, espero que si cambio mi táctica deje de ser tan insistente.
—¡Termina tu desayuno, Bella! —Esme llama mi atención. —Se les hará tarde para el instituto.
Nadie se pone en contra de ella. Veinte minutos más tarde, estamos distribuidos en dos autos, yo voy de nuevo en el convertible de Rosalie, junto con ella y con Alice. Los chicos van en el auto de Edward, al parecer como suele ser siempre.
Esta vez, las clases del instituto fueron más tranquilas porque Jasper estaba de nuevo a mi lado ayudándome y explicándome. Él es mejor profesor que Alice. Pero a la vez, para cuando sonó la campana del almuerzo, yo estaba que me subía al techo de la escuela a lanzarme de él. Edward me ha seguido como un perro fiel a su dueño, a donde yo voy, él me sigue, incluso cuando traté de huir al baño, él se quedó afuera esperando por mí.
—Es… desesperante —bufo soltando de golpe la charola de mi almuerzo contra la mesa. Rosalie levanta una ceja y me brinda una sonrisa divertida.
—Yo te lo advertí —la rubia me dice. —Muchas veces te dije que cambiaras de novio.
—El amor nos vuelve unos tontos, ¿verdad, Bells? —Emmett dice en todo empalagoso y batiendo sus cejas a Rosalie. La rubia hace una mueca pero recuesta su cabeza en el hombre del grandote.
—Esa tonta —resoplo por lo bajo. —Debió golpearse la cabeza antes de mudarse.
Jasper levanta una ceja en mi dirección, pero no comenta nada. Me remuevo, decido que la manzana frente a mí es más interesante.
—Edward —Jasper llama la atención de su hermano. Es la única manera en la que el cobrizo aleja su mirada de mí. —Alice mencionó una gran tormenta para esta noche, y Emmett quiere jugar, ¿te apuntas?
Frunzo el ceño. Las palabras sonaban a cualquier frase que un hermano le diría al otro, pero había algo raro que resultaban poco comunes, algo en el contexto de la frase no estaba totalmente claro.
Los ojos de Edward se iluminaron apenas por un segundo, pero luego vacila y me mira de reojo.
—¿Está bien que la dejemos a solas? —pregunta. No necesita decir mi nombre, sé que se refiere a mí. —No sabemos si hay algo malo por aquí, acechándola.
—Ahora que lo mencionas… —hablo sin pensar. Un golpe en mi pierna hace que me muerda la lengua y cierre mi bocota.
—Bella va a venir, por supuesto —Alice dice jovialmente.
— ¿Quieres ir? —me preguntó Edward, animado y con expresión de entusiasmo. Todos los Cullen me miran de la misma manera.
¿En qué te vas a meter ahora, Elena?
—Claro —respondo con una falsa emoción. —Eh, ¿Pero dónde vamos a jugar?
—Ya lo verás —Jasper me sonríe. —Tenemos que esperar la tormenta.
— ¿Necesitaré un paraguas? —pregunto con evidente cara de idiota.
Toda la mesa se ríe. Me siento el doble de idiota ahora.
— ¿Lo va a necesitar? —preguntó Jasper a Alice.
—No —Alice se encoge de hombros. —La tormenta va a caer sobre el pueblo. El claro del bosque debería de estar bastante seco.
—En ese caso, ¡perfecto! —el entusiasmo de la voz de Jasper fue contagioso.
—Llamaré a Carlisle para preguntar si él y Esme quieren venir.
—Como si no lo supieras —le dijo Jasper a la pelinegra.
Ambos siguieron su camino con rapidez, pero Jasper se las arregló para dejar la puerta discretamente cerrada al salir.
— ¿A qué vamos a jugar? —quise saber.
—Tú vas a mirar —aclaró Edward—. Nosotros jugaremos al béisbol.
Pongo los ojos en blanco. Los vampiros se sumergen en una conversación y me dejan de lado, yo saco mi celular dispuesta a hacer la pregunta que ronda mi mente a la única persona que es capaz de responderme.
“¿A los vampiros les gusta el béisbol?”
“¿No lo sabías? Es el pasatiempo americano.”
—¡Oh! —jadeo llamando la atención de toda la mesa. —Pero debo ir a casa para avisarle a Charlie. Y no, Alice, no puedo solo llamarlo.
—Bien —la mencionada se cruza de brazos, claramente no feliz con mis palabras.
Saliendo de la escuela, Rosalie y Alice me dejaron en la puerta de la casa de Charlie. Limpie un poco la casa y preparé una cena rápida para el tío Charlie, esperando que eso aminore su molestia cuando le diga a dónde iré y con quien.
—¡Hola! Bella, ¿estás ahí? —me saludó Charlie al entrar en la cocina.
—Hola, papá —dije mientras él se lavaba las manos en el fregadero.
—¿Qué tal estuvo la fiesta de chicas, o como se llame? —me pregunta.
—Fiesta de pijamas —digo con una sonrisa tímida. —Estuvo bien, me hicieron manicura.
Extiendo mis manos mostrándole mis uñas casi recién pintadas.
—Suena bien —murmura sin saber que más decir.
—Yo… hice la cena —señala la mesa. Él me sonríe y me hace una señal para sentarme con él. El tío Charlie disfrutaba de su comida en silencio, y entretanto yo me preguntaba desesperadamente cómo cumplir mi misión, esforzándome por hallar la manera de abordar el tema.
— ¿Qué has hecho hoy? —me preguntó, sacándome bruscamente de mi ensoñación.
—Bueno, tomé el desayuno con las chicas, fui a la escuela… —intenté mantener mi voz animada, pero sentía un vacío en el estómago. —Voy a ir a jugar béisbol con ellos en una hora… Edwardvaavenirarecogerme.
—¡¿Qué?! —el tío Charlie se atraganta con la comida.
—Que Edward Cullen va a venir a recogerme —repito hablando más claramente. Miro a Charlie, pareciera como si estuviera sufriendo un aneurisma… o un infarto.
Saco mi celular y tecleo rápidamente el mensaje.
“¿Charlie tiene alguna enfermedad cardiovascular?”
Miro a mi tío, aún no se ha movido, continúa con la misma cara de sufrimiento y dolor.
“La última vez que yo lo vi, no”
Leo la respuesta, miro de nuevo al tío Charlie… ¿Debería llamar al doctor? ¿Una ambulancia? ¿Conducir yo la patrulla y llevarlo yo misma al hospital?
“¡¿Qué carajos le hiciste a Charlie?!”
La pregunta trae consigo una amenaza implícita. Y ahora tengo miedo y preocupación. Si algo le pasa al tío Charlie, Isabella va a matarme, me va a revivir y va a volver a matarme.
—¡¿Estás volviendo a salir con ese cabrón?! —Charlie escupe la pregunta, se coloca bruscamente de pie causando que la mesa se tambalee.
—¡Claro que no! —niego furiosamente. —¿Crees que soy una tonta? No, espera, no me respondas.
—Bella… —se frota el bigote con fuerza. Está muy molesto, lo sé.
Y supongo que decirle que su hija sí es algo tonta puede que no ayude a dispersar ese sentimiento de él.
—Escucha… él solo va a venir a recogerme porque Alice no puede —le explico. Charlie aún no luce convencido. —Nos veremos con ellos en el claro para el juego, van a estar todos los Cullen. ¡También va a estar Jasper!
Sé que mi prima es muy amiga de ese par, y se que el tío Charlie les tiene cierto aprecio, o al menos son los que más le agradan de esa familia. Usarlos para mi beneficio no es malo ¿verdad? Digo, también es para su beneficio.
Charlie se gira para mirar por la ventana. Aprovecho para responder el mensaje en mi teléfono.
“Supongo que no le gustó la cena”
“¿Recuerdas que te dije que no hicieras ninguna estupidez? ¡Eso incluía no asesinar a Charlie!”
—¿Cuándo vendrá a recogerte ese idiota? —pregunta volviendo su atención a mí. Miro la hora en mi teléfono.
—Llegará dentro de unos minutos, creo.
— ¿A dónde te va a llevar?
—Te lo dije, vamos a jugar al béisbol con su familia —le explico lentamente.
Arruga la cara y luego suelta una carcajada que hace que su cabeza caiga hacia atrás.
— ¿Tú vas a jugar al béisbol? —pregunta. Se vuelve a reír.
—Bueno, más bien creo que voy a mirar la mayor parte del tiempo. —suspiro y pongo los ojos en blanco rogando en silencio que me deje en paz.
A las afueras de la casa se escucha el rugido de un motor, supongo que se ha detenido justo enfrente de la puerta de la casa. Pego un salto de la silla dispuesta a terminar con esta tortura.
—Yo voy —anuncia Charlie caminando hasta la puerta. Salgo disparada detrás de él, pero soy demasiado lenta y cuando lo alcanzo, ya está mirando fulminantemente a Edward. El vampiro luce algo cohibido. ¿Será prudente sacarle una foto? Quizás pueda serme útil más tarde.
—Entonces, Edwin —Charlie bufa. —Tengo entendido que vas a llevar a mi niña a ver un partido de béisbol.
De nuevo me siento en una comedia de Sci-fi. Solo en este pueblo alienígena es común que la gente salga a hacer deporte al aire libre cuando está lloviendo a cántaros. ¡Gente loca!
—Sí, señor, ésa es la idea —no pareció sorprendido de que le hubiera contado a mi padre la verdad.
—Bueno… —Charlie carraspea. —¿Tengo que recordarte que tengo un arma?
—Yo la cuidaré, jefe Swan —le promete el cobrizo.
—Sí, ya he escuchado eso —Charlie dice entre dientes, Edward lamento la he escuchado porque su expresión ahora está llena de dolor. —No vuelvas demasiado tarde, Bella.
—Bien, adiós —rodeo el cuerpo de Charlie y empujo el frío cuerpo de Edward antes de que la conversación entre ellos siga desarrollándose.
Edward me siguió hasta la puerta del copiloto del enorme Jeep y la abrió, salté al interior sin molestarme en calcular la distancia, por supuesto, casi me caigo, casi porque Edward alcanzó a detenerme por la espalda. Pero mi chillido la reacción de cuerpo tenso lo obligó a soltarme. ¿Porque reaccionó así si a mí no me ha lastimado? ¿El cuerpo de mi prima si lo recuerda y por eso los instintos me hacen reaccionar así por su presencia tan cerca? ¿O acaso mi paranoia no es nada y de verdad hay algo raro en este hombre?
Escucho el suspiro que suelta cuando cierra la puerta y se dirige al lado del conductor a un paso demasiado humano.
—Hueles deliciosamente a lluvia —comenta arrancando el motor del auto.
—Pero, ¿bien o mal? —pregunto con precaución.
—De las dos maneras —suspira. —Siempre de las dos maneras.
Por si acaso, bajo ligeramente la ventanilla del auto. Esta es la primera vez que yo, Elena, estoy a solas con él. Supongo que el plan de Alice es que ambos podamos hablar sobre la ruptura, pero el asunto es que yo no puedo hablar de ese tema con el ex de mi prima. Sería… ¿poco ético? Así que durante todo el camino me obligó a permanecer con la cabeza recostada contra la ventanilla del auto.
Entre la penumbra de la hora y el diluvio que seguía cayendo sobre nosotros, llegamos a una especie de camino forestal, mi cuerpo iba rebotando arriba y abajo en el asiento y eso ocasionó que ninguno de los dos hablara, para mi alivio.
Y entonces fue cuando llegamos al final de la carretera; los árboles formaban grandes muros verdes en tres de los cuatro costados del Jeep. La lluvia se había convertido en llovizna poco a poco y el cielo brillante se asomaba entre las nubes.
—Lo siento, Bella, pero desde aquí tenemos que ir a pie —anunció apagando el motor del auto.
Doy una mirada a nuestro alrededor, solo hay árboles, hierba y humedad.
— ¿Sabes qué? —le pregunto usando mi voz chillona, causada por la ansiedad que me recorre. —Creo que mejor te espero aquí.
—Pero ¿qué le ha pasado a tu coraje? —pregunta en tono burlón.
—Se quedó en casa —le digo. Y no es mentira, mi coraje se ha quedado en Mystic Falls, aquí solo soy una niña asustada y a punto de llorar.
Abre la puerta de su lado y se acercó tan rápidamente a mi lado del coche que apenas pude apreciar una imagen borrosa. Empezó a desatarme el arnés que funcionaba como cinturón de seguridad.
—Yo puedo soltarlos —le digo. —Tú, vete.
—Humm... —parecía meditar mientras terminaba rápidamente—. Me parece que voy a tener que forzar un poco la memoria.
Antes de que pudiera reaccionar, me sacó del Jeep y me puso de pie en el suelo.
—¿Forzar mi memoria? ¿Cómo? —pregunto sintiendo el corazón latiendo furiosamente en mi garganta…
—Algo como esto —me mira intensamente, pero con cautela, aunque había una chispa de humor en el fondo de sus ojos.
Apoyó las manos sobre el Jeep, una a cada lado de mi cabeza, y se inclinó, obligándome a permanecer aplastada contra la puerta. Se inclinó más aún, con el rostro a escasos centímetros del mío, sin espacio para escaparme.
Por favor que no me bese. Por favor que no me bese. Por favor, que no se le ocurra besarme.
—Ahora, dime, ¿qué es exactamente lo que te preocupa?
—Esto, bueno... —trago saliva. —Estamparme contra un árbol y morir.
Reprimió una sonrisa. —Bella, en realidad, no crees que te vayas a estampar contra un árbol, ¿o sí?
—Suena a algo que le pasaría a Bella —repuse.
—¿Crees que dejaría que te hiriera un árbol? —suena divertido.
—Sí —me encojo de hombros. El luce sorprendido por mi respuesta. —Tú preguntaste.
Tiene que aprender a quedarse callado y no hacer preguntas si no quiere escuchar las respuestas.
—Vamos, nos esperan.
Eso es todo lo que dice antes de echarme sobre su espalda. En automático mis piernas se enroscan en su cintura y mis brazos buscan la manera de sujetarme a su cuello con un abrazo casi estrangulador.
—No te olvides de cerrar los ojos —me advirtió. Hago lo que me dice; hundo la cabeza entre sus omóplatos, por debajo de mi brazo, y cierro con fuerza los ojos.
No podía decir realmente si nos movíamos o no, pero la brisa del viento acariciaba mi cuerpo suavemente que supuse que si estaba corriendo por el bosque conmigo a cuestas. No estuve segura de que habíamos parado de verdad hasta que no alzó el brazo hacia atrás y me tocó el pelo.
—Ya pasó, Bella.
Me atreví a abrir los ojos y era cierto, ya nos habíamos detenido. Salte de su cuerpo inmediatamente.
— ¡Ouch! —grité enfadada cuando me golpeé contra el suelo mojado.
Me miró sorprendido por algunos segundos antes de romper a reír. Ignorándolo, use toda la fuerza de mi cuerpo para levantarme y sacudir la tierra, el barro y ramitas la parte posterior de mi chaqueta y de mis pantalones. Eso sólo sirvió para que se riera aún más. Enfadada, empecé a andar a zancadas hacia el bosque.
— ¿A dónde vas, Bella?
—A ver un partido de béisbol. Ya que tú no pareces interesado en jugar, voy a asegurarme de que los demás se divierten sin ti —le respondo furiosa. —Además, le prometiste al jefe Swan que me llevarías a casa temprano, ¿recuerdas? Así que será mejor que nos pongamos en marcha.
—Sí, señorita —responde aun riendo. —Pero si no es por ahí...
Me di la vuelta sin mirarle, y seguí andando a zancadas en la dirección opuesta.
Me llevó unos cuantos metros más adelante y de pronto nos encontramos allí, al borde de un inmenso campo abierto. Tenía dos veces el tamaño de un estadio de béisbol, supe que era allí porque vi a todos los demás; Esme, Emmett y Rosalie, sentados en una lisa roca, Jasper y Alice estaban unos metros atrás lanzándose algo uno al otro, en el fondo, Carlisle estaba… no sé que haciendo.
— ¿Es a ti a quien hemos oído, Edward? —preguntó Esme conforme se acercaba mirándonos con una sonrisa
—Sonaba como si se estuviera ahogando un oso —aclaró Emmett.
—Era él —acepto pasando de largo a la mujer para acercarme a Rosalie.
Alice había abandonado su posición y ahora estaba a medias del campo. Nos miró a todos con una sonrisa traviesa, miró al cielo y de regreso a nosotros.
—Es la hora —anunció justo antes de que un trueno sacudiera el bosque.
—Raro, ¿a que sí? —dijo Emmett con un guiño antes de lanzarse corriendo para alcanzar a Alice. Mis ojos apenas pudieron verlo.
Sí, todos ellos son unos raros.
—Ven, Bella —Esme estira una mano en mi dirección.
—¿No vas a jugar con ellos?
—No, yo prefiero arbitrar —me explica caminando a mi lado—Alguien debe evitar que hagan trampas.
En ese momento, Esme se detuvo. Por lo visto, habíamos llegado a los límites del campo. Al parecer, ya se habían formado los equipos. Edward estaba en la parte izquierda del campo, bastante lejos; Carlisle se encontraba entre la primera y la segunda base, y Alice tenía la bola en su poder, en lo que debía ser la base de lanzamiento.
Emmett hacía girar un bate de aluminio, sólo perceptible por su sonido silbante, ya que era casi imposible seguir su trayectoria en el aire con la vista. Esperaba que se acercara a la base de meta, pero ya estaba allí, a una distancia inconcebible de la base de lanzamiento, adoptando la postura de bateo para cuando me quise dar cuenta. Jasper se situó detrás, a un metro escaso, para atrapar la bola para el otro equipo. Como era de esperar, ninguno llevaba guantes.
—De acuerdo —Esme habló con voz clara, y supe que Edward la había oído a pesar de estar muy alejado—, batea.
Alice permanecía erguida, aparentemente inmóvil. Su estilo parecía que estaba más cerca de la astucia, de lo furtivo, que de una técnica de lanzamiento intimidatorio. Sujetó la bola con ambas manos cerca de su cintura; luego, su brazo derecho se movió como el ataque de una cobra y la bola impactó en la mano de Jasper.
— ¿Ha sido un strike? —le pregunté a Esme.
—Si no la golpean, es un strike —me contestó.
Jasper lanzó de nuevo la bola a la mano de Alice, que se permitió una gran sonrisa antes de estirar el brazo para efectuar otro nuevo lanzamiento.
Esta vez el bate consiguió, sin saber muy bien cómo, golpear la bola invisible. El chasquido del impacto fue tremendo, atronador. Entendí con claridad la razón por la que necesitaban una tormenta para jugar cuando las montañas devolvieron el eco del golpe.
La bola sobrevoló el campo como un meteorito para irse a perder en lo profundo del bosque circundante.
Emmett era una figura borrosa que corría de una base a otra y Carlisle, la sombra que lo seguía. Me di cuenta de que Edward no estaba.
— ¡Out!—cantó Esme con su voz clara.
Contemplé con incredulidad cómo Edward saltaba desde la linde del bosque con la bola en la mano alzada. Incluso yo pude ver su brillante sonrisa.
—Emmett será el que batea más fuerte —me explicó Esme—, pero Edward corre al menos igual de rápido.
Comprendí el otro motivo por el cual esperaban que hubiera una tormenta para jugar cuando Jasper bateó una roleta, una de esas pelotas que van rodando por el suelo, hacia la posición de Carlisle en un intento de evitar la infalible defensa de Edward.
Carlisle corrió a por la bola y luego se lanzó en pos de Jasper, que iba disparado hacia la primera base. Cuando chocaron, el sonido fue como el de la colisión de dos enormes masas de roca.
—Están bien —anunció Esme con voz tranquila. —¿Qué te está pareciendo el juego?
—Una cosa es segura: no volveré a sentarme otra vez a ver esa vieja y aburrida Liga Nacional de Béisbol.
Esme me sonrió y volvió su atención al juego. Los demás se gastan bromas unos a otros como otros jugadores callejeros al ir pasando todos por la primera posición. De vez en cuando, Esme tenía que llamarles la atención. Otro trueno retumbó, pero seguíamos sin mojarnos, tal y como había predicho Alice.
Supongo que a partir de este momento no volveré a desconfiar de ella.
Carlisle estaba a punto de batear con Edward como receptor cuando Alice, de pronto, profirió un grito sofocado que sonó muy fuerte. Edward se giró para mirarla, sus miradas se encontraron y en un instante circuló entre ellos un flujo misterioso. Edward ya estaba a mi lado antes de que los demás pudieran preguntar a Alice qué iba mal.
—¿Alice? —preguntó Esme con voz tensa.
— ¿Qué pasa, Alice? —le preguntó Carlisle a su vez con voz tranquila, cargada de autoridad.
—Ellos… viajan mucho más rápido de lo que pensaba. Creo que me he equivocado en eso —murmuró. —No he podido verlo con claridad.
Jasper se inclinó sobre ella con ademán protector.
— ¿Qué es lo que ha cambiado? —le preguntó.
—Nos han oído jugar y han cambiado de dirección —respondió bajando su cabeza como si se sintiera responsable de lo que fuera que la había asustado.
Siete pares de rápidos ojos se posaron en mi cara de forma fugaz y se apartaron. Entonces supe que algo de lo que estaba pasando o a punto de pasar, tenía que ver conmigo.
—¿Cuánto tardarán en llegar? —inquirió Carlisle.
¿Llegar? ¡¿Quién viene?!
—Menos de cinco minutos. Vienen corriendo, quieren jugar.
—¿Puedes llevártela? —le preguntó Carlisle, mientras sus ojos se posaban sobre mí brevemente.
—No —Edward sacude la cabeza. —Además, lo que menos necesitamos es que capten el olor y comiencen la caza.
— ¿Cuántos son? —preguntó Emmett a Alice.
—Tres —contestó temblorosa. ¡¿Vienen otros tres como ellos?!
—¡Tres! —exclamó Emmett con tono de mofa. Flexionó los músculos de acero de sus imponentes brazos. —Déjalos que vengan. Podemos con ellos.
Carlisle lo consideró durante una fracción de segundo que pareció más larga de lo que fue en realidad. ¿Tan mala idea es que Emmett se encargue de ellos? ¡A mí me parece buena idea!
—Nos limitaremos a seguir jugando —anunció Carlisle con tono frío y desapasionado—. Alice dijo que sólo sentían curiosidad. Quizás se vayan rápido.
¡¿Van a dejar que vengan? ¿Que se acerquen a la humana?!
Pronunció las dos frases en un torrente de palabras que duró unos segundos escasos. Todos volvieron al campo, barriendo recelosos el bosque oscuro con su mirada aguda. Alice y Esme parecían intentar orientarse alrededor de donde yo me encontraba.
—Suéltate el pelo —ordenó Edward con voz tranquila y baja. Obedientemente, me quité la goma del pelo y lo sacudí hasta extenderlo todo a mí alrededor. —Quédate inmóvil, permanece callada y no te apartes de mí lado, por favor.
Intentó ocultar el nerviosismo de su voz, pero aun fue muy evidente que estaba al borde de la histeria. Sus frías manos tiraron de mi melena hacia delante, y la enrolló alrededor de mi cara.
—Eso no servirá de nada —Alice murmuró en voz demasiado baja. — Yo la podría oler incluso desde el otro lado del campo.
—Lo sé —contestó Edward con una nota de frustración en la voz.
Carlisle se quedó de pie en el prado mientras el resto retomaba el juego con desgana. Pasaron unos segundos y el juego progresaba, ahora con apatía, ya que nadie tenía ganas de golpear fuerte. Emmett, Rosalie y Jasper merodeaban por el área interior del campo. A pesar de que el miedo me nublaba el entendimiento, fui consciente más de una vez de la mirada fija y ansiosa de Rosalie en mí. Edward no prestaba ninguna atención al juego, sus ojos y su mente se encontraban recorriendo el bosque.
—Lo siento, Bella —murmuró ferozmente. —.Exponerte de este modo ha sido estúpido e irresponsable por mi parte. ¡Lo siento! Pero ya lo he hecho.
Me limité a mirarlo, intentando procesar sus palabras y buscando en mi mente alguna respuesta. ¿Qué podía decirle cuando estaba a punto de encontrarme con otros de su especie que quizás si quisieran matarme?
Noté cómo contenía la respiración y fijaba los ojos abiertos como platos en la esquina oeste del campo. Avanzó medio paso, interponiéndose entre lo que se acercaba y yo. Aparecieron de uno en uno en la linde del bosque a doce metros de nuestra posición.
El primer hombre entró en el claro, su complexión era delgada pero con aires deportivas, su caminar era despreocupado y aburrido, pero su cabeza se giró en mi dirección antes de apartarse para dejar paso a otro más alto, de pelo negro que se colocó al frente para mostrar de un modo quién lideraba el grupo, aunque esbozó una sonrisa agradable que permitió entrever unos deslumbrantes dientes blancos dispuestos a clavarse en cualquier garganta, la mía, para ser exactos. El tercer integrante era una mujer; desde aquella distancia, sólo alcanzaba a verle el pelo, de un inhumano matiz rojo, su aspecto parecía más salvaje que el resto de sus acompañantes.
Cerraron filas conforme avanzaban con cautela hacia donde se hallaba la familia Cullen, mostrando el natural recelo de una manada de depredadores ante un grupo desconocido y más numeroso de su propia especie. Los tres pares de ojos rojos se fijaron en Carlisle, que mostrándose alerta y siendo flanqueado por Emmett y Jasper, salió a su encuentro.
El moreno dio un paso hacia Carlisle sin dejar de sonreír.
—Creíamos haber oído jugar a alguien —hablaba con leve acento francés—. Me llamo Laurent, y éstos son Victoria y James —añadió señalando a los vampiros que le acompañaban.
—Yo soy Carlisle y ésta es mi familia: Emmett y Jasper; Rosalie, Esme y Alice; Edward y Bella —nos identificaba en grupos, intentando deliberadamente no llamar la atención hacia ningún individuo.
—¿Hay sitio para unos pocos jugadores más? —inquirió Laurent.
Carlisle acomodó su expresión ante el tono amistoso de Laurent.
—Claro —se encoge de hombros. —¿Por qué no? Algunos de nuestros jugadores ya se iban.
—Bateamos primero —dice la pelirroja. Jasper y Emmett soltaron un par de risas burlonas, Laurent y Victoria respondieron a ellas.
Pero el primer hombre, el rubio, continuo con sus ojos de color borgoña observándonos a cada uno de nosotros. Mi cuerpo se tensó evitando que me estremeciera por la sensación perturbadora y siniestra de su mirada.
Lamentablemente pasaron tres cosas a la vez; La suave brisa despeinó mi cabello, Edward se encorvo delante de mi cuerpo y el rubio, James, inspiró profundamente el aire que revoloteaba a mi alrededor, las aletas de su nariz se agitaron.
—Han traído un aperitivo —James habló por primera vez dando un paso hacia adelante y agazapado su cuerpo.
—Ella está con nosotros —Jasper sentenció exhibiendo los dientes y adoptando la misma postura defensiva. Todos los Cullen emitieron un rugido bestial.
—Deben irse —Carlisle dijo mirando fijamente a Laurent.
—Pero es una humana —protestó Laurent. Sus palabras no sonaban peligrosas, solo con un matiz curioso y sorprendido.
—He dicho que ella está con nosotros —replicó Jasper fríamente.
—Sí... —Emmett se hizo notar al lado de su rubio hermano con los ojos fijos en James. El hombre se irguió muy despacio y volvió a su posición normal, aunque las aletas de su nariz seguían dilatadas y no me perdía de vista.
Edward continuaba agazapado como un león delante de mí, pero su boca estaba cerrada, no profesaba ningún sonido o rugido como el resto de su familia. ¿Por qué él luce más tranquilo que los demás?
—Parece que el juego ha terminado —Laurent hablaba con un tono tranquilizador en un intento de suavizar la repentina hostilidad.
—Sin duda —la voz de Carlisle todavía era fría.
—No se preocupen, no le haremos daño a la chica humana —sus ojos se movieron rápidamente hacia mí y retornaron a Carlisle. — No cazaremos en vuestro territorio.
James miró a Laurent con incredulidad e irritación, e intercambió otra larga mirada con Victoria.
—Vámonos —Laurent dijo. James tardó en despegar su mirada de mí, pero acató las palabras del moreno, él y la pelirroja se dieron la vuelta y salieron disparados de nuevo al bosque. Laurent lo hizo apenas un segundo tarde.
—Llévate a Bella —Carlisle ordenó a Edward, le dio una palmada en el hombro y lo empujó para hacerlo reaccionar.
—Vámonos, Bella —ordenó Edward con voz baja y sombría.
Yo no me moví, mi cuerpo estaba totalmente inmóvil por el terror que me recorría. Edward bufó y agarró bruscamente mi codo para tirar de mi cuerpo y sacarme del trance en el que estaba atrapada y tirar bruscamente de mí para sacarme del trance. Tropecé con Edward, todavía aturdida por el miedo y la impaciencia del cobrizo no ayudaba a mi nulo equilibrio.
Sin dejar de caminar, Edward me subió encima de su espalda en cuanto llegamos a los árboles, esta vez no le importó si me mareaba o si un árbol chocaba contra mi cabeza y la arrancaba.
Llegamos al Jeep en muy poco tiempo. Edward apenas se detuvo antes de echarme al asiento trasero.
—Sujétala —ordenó alguien.
Giré mi cabeza solo para ver a Emmett deslizándose a mi lado. Alice se había sentado ya en el asiento delantero y Edward apenas le dio tiempo al motor de encenderse antes de pisar el acelerador y girar el volante para llevarnos al horrible camino.
Edward gruñía algo demasiado rápido para que pudiera entenderle, pero sonaba bastante parecido a un montón de palabrotas y blasfemias. Él golpeteo de mi cuerpo contra los asientos del auto fue mucho peor esta vez y la oscuridad lo hacía aún más aterrador. Emmett y Alice miraban por las ventanillas laterales como en busca de algún peligro. De alguna manera, supe que nos estábamos alejando del pueblo.
—¿A dónde vamos? —pregunté.
Nadie contestó. Ni siquiera me miraron.
—¡Maldita sea, Edward! ¿A dónde me llevan?
—Debemos sacarte de aquí, lo más lejos posible y ahora mismo —rugió sin mirar atrás, su vista seguía fija en la carretera. —James es muy peligroso.
—¿Y qué? ¡¿Ahora va a venir por mí?!
De nuevo, nadie responde.
—¡Edward! —grito.
—James es un rastreador. La caza es su obsesión —Edward escupe las palabras con rapidez. —Nuestra reacción en el campo fue… Acabamos de convertir esto en la cacería más excitante de su vida.
—¡¿Y a dónde me llevas?!
—Lo más lejos que pueda —sentencia.
—¡Da media vuelta! ¡Tienes que llevarme a casa! —grite furiosamente. Mi garganta pagaría las consecuencias más tarde. —¡Edward, no puedes hacer esto!
—Tengo que hacerlo, Bella.
— ¡No! ¡Tienes que devolverme a casa! ¡Detente, idiota!—grito de nuevo, esta vez goleando su asiento con mis manos. —¡No puedo irme de Forks! ¡No lo hagas! ¡No lo eches todo a perder!
Chapter Text
Damon POV
—¿Dónde está Isabella? —pregunto en cuanto mi pie toca el último escalón. Mi cabeza da vueltas, me siento adolorido y con la boca seca, además, mis ojos se sienten secos e hinchados.
¿Qué carajos pasó anoche? Más le vale a Elijah que no me haya dado de nuevo esa maldita pócima que me dejó como cuervo durante horas.
—Buenos días, Damon —es mi hermano el único presente que se digna en dirigirme una palabra y no es exactamente la que me gustaría escuchar. No quiero sus malditas cortesías, no quiero sus buenos modales de niño bonito, quiero saber dónde está mi Bambina.
—No pregunte si eran buenos o malos días —siseo. Stefan hace una mueca, pero no me dice nada. —-¿Dónde carajos está Isabella? —siseo de nuevo la pregunta. Angela y Elijah se miran, intercambian palabras en silencio, pero a mí no me dicen nada, ellos saben la respuesta a mis preguntas. Stefan suspira y Elena a su lado, desvía la mirada.
Suelto un resoplido. ¿De verdad me van a obligar a lidiar con esto tan temprano y sintiéndome como la mierda?
—¡Carajo! —mi rugido hace que todos salten en sus lugares. —¡Alguien responda la maldita pregunta!
—Ella esta… —Angela habla con vacilación. Le da un codazo a Elijah.
—Lo más probable es que Isabella esté aterrizando en este momento —responde el original. Angela asiente con los ojos fijos en la pantalla de su celular.
—¿Aterrizando? —repito estúpidamente. Carajo, creo que el dolor de cabeza me hace escuchar cosas que no son.
—Si, aterrizando —Angela asiente.
¿Se fue? ¿Cuándo? ¿Por qué? Oh, esperen, eso sí lo sé.
—Tú —escupo mirando en dirección a Elena. Dos segundos después estoy de pie frente a ella, levantándola del sofá con mi mano alrededor de su cuello.
Ella es la maldita culpable.
—¡Damon, suéltala! —Stefan ruge, intenta sacarla de mi agarre, pero yo tengo otros planes.
Anoche me reuní con ella, ese era el maldito plan que hicimos, esa era mi tarea en toda esta maldita partida de ajedrez que estamos jugando. Elena y yo hablamos sobre su inminente muerte, y aunque ella me suplicó que no le diera sangre porque no quería transformarse en vampiro, yo la obligue a beber con el supuesto pretexto de salvarla en caso de que Klaus la atrapara y la mataba. Hasta ese momento, el plan iba a la perfección. ¡Después todo se fue al carajo! Elena me golpeó no sé con qué demonios, si quizás me lo merecía, pero eso no es todo, estoy seguro que me inyectó verbena o alguna mierda que alguna de las brujas le dio. Ella estaba tratando de deshacerse de mí.
Además, por si eso fuera poco, ella había hablado con Isabella horas antes, estoy seguro que ella sabía que Isabella se iría y ambas sabían que yo no lo iba a permitir. ¡Así que ambas planearon atacarme para que pudiera estar fuera del juego por horas!
Busco sus pupilas y hago mi magia. —¡Habla! —le ordeno.
—Isabella me dijo que lo hiciera —dice al instante, puedo sentir el nerviosismo emanando de ella. —Yo no estaba segura de ese plan, Damon, pero ella dijo que esa sería la única manera en que la dejarías irse a casa.
¿A casa?
—Bella sabía que aquí te necesitamos más, Damón —Angela dice caminando un par de pasos en mi dirección. —Elena te necesita más aquí que en Forks.
No me gusta eso. Elena tiene a muchas personas aquí para que la protejan, Stefan Elijah, Angela, Bonnie y no sé quién carajos más, ya no sé quién carajos sigue con vida en este pueblo, pero sé que la mayoría está más que dispuesto a ayudar con la causa. Mi Bambina solo tiene a su padre, un potencial policía y cazador de vampiros, oh y claro, también tiene a la familia disfuncional de vampiros fríos de los cuales uno de ellos trató de tirársela y matarla al mismo tiempo.
Y resulta que yo debo de quedarme aquí.
—¿Y entonces? –-le pregunto mirando a la brujita que me cae bien. —¿Solo vamos a dejar que se vaya, sola, desprotegida y fingiremos que nada de esto puede matarnos a todos? ¿Que no pueden matarla a ella?
—Si —es la respuesta que Angela me da, acompañando la palabra con un encogimiento de hombros. Hago una mueca, este plan no me gusta.
—Aclárame una cosa, ¿por qué si queremos esconderla a ella —apunto a Elena con mi cabeza, —es a Isabella a quien mandamos lejos?
Hay algo que no me convence en este estúpido plan.
—Porque la muerte de Elena es inevitable —Angela se encoge de hombros. El rostro de la mencionada hace una mueca de dolor, aunque quizás se deba a que mi mano ha apretado el agarre en su cuello. —Pero, también queremos evitar que Bella termine muerta.
—¡¿Y enviarla con ellos es tu solución?! —la miro con incredulidad. —Te recuerdo que quisieron matarla.
—Solo fue Edward y él no está en Forks ahora —Angela bufa. —Además, Jasper y Alice pueden cuidarla. No le va a pasar nada, Damon, Bella va a estar bien.
Hago una mueca, la bruja agradable tiene razón. Fulmino a Elena con mi mirada, ella está respirando con dificultad y su rostro ya está ligeramente de color morado por la falta de aire, la suelto como si me estuviera quemando. Elena se desploma en los brazos de Stefan tosiendo y jadeando por normalizar su respiración. Yo voy directamente a una de las mesas que hay a los costados de los sofás, siempre me he asegurado de que haya bastante alcohol distribuido por toda la casa, cada mesa, cada rincón tiene una botella.
Uno nunca sabe cuándo se ofrece la ocasión.
Sirvo un bondadoso trago.
—Todo va a estar bien, Damon —Elijah me da unas palmadas en el hombro. No sé en qué puto momento se ha acercado, mucho menos en que momento se convirtió en algo así como un amigo, pero, la verdad es que lo tolero más que a mi hermano. Al menos en este momento.
—¿Seguro? —pregunto mirándolo con los ojos entrecerrados. Quiero que me lo confirme, que alguien me diga que nadie va a morir.
—No —dice el original.
Toma de entre mis manos el vaso con bourbon y lo bebe de un solo trago. Genial, ahora estoy el doble de encabronado, no solo tuve que enviar a la bambina lejos, me prohibieron ir tras ella con el maldito pretexto de que Elena me necesitaba aquí, ahora, también tengo que soportar que otro estúpido hombre se beba mi alcohol.
—¿Y cuál es el plan? —pregunto aun con el ceño fruncido en dirección a Elijah. Mis manos sirven un nuevo trago para mí, esta vez me aseguro de que nadie me lo robe.
—Esperar —Angela se deja caer en el sofá.
—¿Disculpa? —me atraganto.
—Vamos a esperar —se encoge de hombros. —No hay nada más por hacer.
—¿Y la bruja malvada? ¿Y Klaus? —pregunto elevando mis cejas. ¿Acaso todo están idiota? ¿Nadie se da cuenta que aún hay demasiados cabos sueltos?
—Greta está en Nueva Orleans, Bonnie y yo la rastreamos anoche —Angela dice despreocupadamente. —Y Klaus… no lo sabemos, pero tiene que estar aquí para el viernes, no puede hacer el ritual en ningún otro lugar.
—Así que vamos a esperar —bufo.
Y sí, eso hicimos. Esperamos e intentamos seguir con nuestra vida lo más normal posible, como si no hubiera un híbrido loco persiguiendo nuestros traseros.
Ahora es jueves, llevamos tres días con nuestros sentidos lo más alertas posibles, parecemos unas estúpidas ratas escondidas por la casa, incluso Elena se ha negado a volver a su casa, alegando que no hay nadie y que tiene miedo que Klaus venga y la secuestre mientras duerme, además, no se ha desprendido de su teléfono, es como si esperara a que la muerte la llamara por alguna línea segura solo para avisarle que está a punto de llegar a reclamar su alma.
Si antes era paranoica, ahora parece que lo, es más.
El sonido de pasos bajando la escalera me alerta de que mi soledad está a punto de terminarse, eso significa que mi tranquilidad también está a punto de irse por el caño.
—Hola, Damon —escucho su saludo a mis espaldas. Hablando de la reina de Roma….
Levanto la cabeza y fuerzo mis labios a producir una sonrisa amable. Si no soy amable con ella, Stefan me regaña.
—¿Café? —le pregunto señalando con un gesto la cafetera en mis manos.
—¿Café? —repite perpleja mi pregunta. Camina lentamente hacia la barra de la cocina con los ojos muy abiertos. Finjo que no me doy cuenta la extraña mirada que me da. ¿Acaso tengo seis cabezas? ¿Que nunca ha visto a un hombre con delantal preparar un café para los invitados que han invadido su casa?
—¿Quieres café, Elena? —pregunto de nuevo, esta vez usando un tono más alto.
—Si, por favor —balbucea la respuesta.
—¿Y Stefan? —pregunto.
—Fue a cazar —me dice. —Quería esperar hasta mañana, pero lo convencí de que ya necesitaba alimentarse.
—¿Tan poca energía le dejas? —le pregunto usando mi más falso tono causal, en realidad solo quiero burlarme. —¿Lo mantienes tan ocupado por las noches?
—De hecho, Damon, no sé si lo has notado, pero nadie de esta casa ha logrado conciliar el sueño durante toda la semana —me dice ligeramente molesta. Una sonrisa se desliza en mis labios, he logrado que mi burla la encabrone. —Y, aunque no tengo que darte explicaciones, paso más tiempo con Angela en su habitación que con Stefan.
—¡Oh por mí no se detengan! —me encojo de hombros. —Por supuesto que no me molesta estar solo en el medio de una casa con dos parejas que follan como conejos.
No puedo contener la ironía que sale en mi voz. Por supuesto que me molesta, sobre todo porque la mujer a la que yo quiero tener está lejos de mí, en un pueblo olvidado por el mundo, quizás follandose a una estatua de hielo con colmillos. Suelto un gruñido.
—¿Damon? —la voz de Elena me saca de mis ensoñaciones. Me mira con los ojos muy abiertos y con una mirada cargada de algo que no suele estar allí, es como si hubiera un brillo en sus ojos de … ¿anhelo? ¿nostalgia?
—¿Sí? —me hago el idiota. O bueno, quizás si luzco de esa manera, pero lo prefiero a que Elena se dé cuenta de que estoy jodidamente solo y celoso.
Que patético eres, Salvatore.
—El mundo no gira a tu alrededor, Damon —me dice volviendo a usar su tono molesto y dejándose caer en una de las sillas del comedor. —No todo se trata de ti.
—Pero, ¿y si lo es? —me burlo, le guiño un ojo y depositó la taza humeante de café delante de ella.
—Gracias —me dice tomando entre sus manos la taza. Me encojo de hombros y sirvo mi propia taza de café. —Espera, ¿tú también vas a beber café? —me pregunta asombrada.
—No, tú vas a beber café —le digo. Elena me da una mirada confundida.
Me estiro y acerco la botella de whisky, vierto un buen chorro en la taza, el aroma del alcohol mezclado con el café hace que mi boca comience a salivar. Me lo llevo a los labios y compruebo el sabor.
—Yo voy a beber cafeína alcoholizada —exclamo con alegría. Elena suelta una carcajada que también me hace reír.
Ambos logramos calmarnos un poco después sumiéndonos en un silencio que solamente se rompía cuando alguno de los dos levantaba su taza para beber. Es extraño, usualmente no suelo quedarme a solas con ella, Stefan siempre hace hasta lo imposible por evitarlo, son contadas las veces en las que es así, solo Elena y Damon. Pero eso no es lo más extraño, lo que me está demoliendo la cabeza con mil teorías, es la tranquilidad en la que ambos estamos. Siempre soy yo quien explota, o es ella quien me reclama por algo que hice, pero siempre termina en una discusión.
Hoy no. Aunque sé que hay una bola de mierda bajando peligrosamente hacia nosotros, hoy me siento tranquilo con su presencia.
Mi cabeza vuela a la preciosa castaña que se encuentra a más de 4,000 kilómetros lejos de mí. Con Isabella todo es más simple, más tranquilo. Incluso yo.
—Lo siento, Elena —le digo rompiendo el silencio. —La otra noche, yo… lo arruiné.
No puedo creer que te estás disculpando, Salvatore. Mucho menos que lo hagas por algo que fue tu plan en primer lugar. La razón es válida, yo también quiero salvarla, pero, aun así, soy un cabrón por haberlo hecho, no debí darle sangre a Elena en contra de su voluntad.
—Si, lo hiciste —dice ella con un suspiro. —Siempre lo haces.
—Tenía que hacer algo, Elena —exclamo con molestia. —No puedo quedarme a un lado y ver como todos hacen algo menos yo. Me siento… un inútil.
—Puedes hacer lo que te venga en gana, Damon —ella resopla. —Solo… no lo arruines.
—¿De verdad quieres morir? —le pregunto. Me parece tan poco creíble lo resignada que está a morir.
—¡Por supuesto que no! —chilla ofendida. —¿Tienes idea lo cruel y tenebroso que es llevar una cuenta atrás de los días que faltan para tu muerte? No quiero morir, Damon, nadie quiere hacerlo.
—¿Por qué no retrasarlo?
—¿De qué hablas? —sus cejas se juntan en el medio de su frente.
—Podemos esconder la piedra de luna, de nuevo. O podemos deshacernos de su mascota, ya sabes, el hombre lobo o la mujer, yo qué sé —me encojo de hombros y sacudo mi cabeza. El alcohol ya está haciendo efecto. —¿Qué es otro mes en esta vida llamada inmortalidad?
—Estás hablando de arruinarlo —se cruza de brazos. —No, Damon.
—¿Y por qué no? —le pregunto. —Te estoy dando un mes más de vida.
—No, me estás dando un mes más de incertidumbre, miedo y estrés —es lo que ella dice. —Y no lo quiero Damon. Quiero que esto ya se termine.
Chasqueo la lengua y pongo los ojos en blanco.
Elena también suelta un bufido y se deja caer contra el respaldo de su silla. La miro atentamente, nunca había visto a Elena hacer ese gesto, me recuerda a su prima, Isabella sí que hace eso seguido, sobre todo cuando se siente enfadada o fastidiada. Quizás no había puesto demasiada atención como para notar lo similares que son en realidad.
—¿Has hablado con tu prima? —le pregunto tratando de sonar casual y no tan desesperado como en realidad estoy. —A mí no me responde los mensajes, mucho menos las llamadas.
—A lo mejor ya se dio cuenta el asno que eres —se burla ella. Mis labios se estiran en una sonrisa divertida. Sí, mi Bambina sabe el cabrón que soy, pero sé que no le importa. —Si, justo hace poco tuve noticias de ella.
Me quedo en silencio, mirándola, esperando a que se apiade de mí y me cuente de Isabella. No quiero preguntarle para no verme tan urgido de atención. Al parecer a Elena le ha hecho daño pasar tiempo de calidad con su prima y con Angela pues se queda callada y continúa bebiendo su café como si acabara de darme las noticias del clima.
Hago una mueca.
—¿Y bien? —le pregunto.
—¿Qué? —pregunta inocentemente. Sus cejas se elevan un poco y sus ojos se vuelven unos globos de ternura. De nuevo, otro gesto similar a Isabella.
—¿Cómo está Isabella? —ruedo los ojos.
—¡Ah, eso! Ella… está bien —es lo único que dice. Juro que estoy a nada de lanzarme por sobre la mesa a ahorcarla hasta que me suelte toda la información que sabe. Elena se da cuenta y rueda los ojos antes de responderme. —Relájate, Damon. Ella está bien. Los Cullen la cuidan bien.
—Si, claro —resoplo. Y por eso han tratado de matarla, dos veces.
—Además, su ex novio ha vuelto —se encoge de hombros. —Con lo obsesivo que es con ella, dudo que se le despegue.
—¿Qué? —parpadeo. —¡¿Brillantina volvió?!
—Sip —asiente añadiendo el sonido de la “p”. —O eso fue lo que Ángela me dijo anoche.
—¡Maldita sea! —suelto un rugido. —¡Más le vale a ese cabrón mantenerse alejada de ella!
—Estoy segura que Jasper y Alice la van a mantener a salvo —me dice. —Alice es desconfiada, lo más probable es que le ponga más atención a su futuro ahora.
Si, tiene razón.
Un momento… Hasta donde yo sé, Elena no sabe a detalle los poderes mágicos que tienen algunos de los fríos. No creo que Isabella haya exhibido así a sus amigos, mucho menos con Elena. Mi Bambina suele ser muy precavida con lo que hace, y no revelaría información a alguien que es un blanco fácil de ataque, una presa a la merced de cualquier depredador como lo es Elena.
Estoy segura que a Elijah se le fue la lengua la otra noche que nos fuimos de fiesta, Angela debe mantener a su hombre más vigilado.
—Llamé a Jasper esta mañana —le cuento. —Dijo que Isabella ha estado actuando extraño, además que ha reprobado dos exámenes de la escuela.
El cuerpo de Elena se pone rígido.
—Tranquila —le digo arrepintiéndome de no tener filtro al momento de hablar. Lo menos que Elena necesita es que yo le cuente la mierda de su prima. —No creo que esté en peligro, Jasper dijo que todo estaba muy tranquilo en ese pueblo.
—¿No habían dicho que Forks es aburrido? —me pregunta.
—Tranquilo, aburrido, es lo mismo —me encojo de hombros. —Ambas palabras son buenas para describir Forks.
Elena asiente. Yo no puedo callarme, por alguna razón.
—Incluso dijo que la duende y la rubia convencieron a Isabella de hacer una pijamada anoche —bebo un sorbo de mi café. —Ya sabes, mascarillas, uñas recién pintadas, tratamientos para el cabello… —no sé porque tengo la necesidad de contarle cada detalle. Es como si yo supiera que ella necesitaba saber que su prima estaba a salvo.
—Eso suena a una tortura para Isabella —se burla. —Desde niña odiaba las pijamadas.
—¿Por qué no aprovechar nuestro insomnio y hacer lo mismo? —propongo. —Si vamos a morir vamos a lucir asombrosos.
Elena chasquea la lengua, pero se ríe ligeramente. Supongo que mi idea no ha sido tan mala.
—¿P-porque dices que Isabella ha estado actuando extraño? —pregunta extrañada.
Me encojo de hombros.
—Jasper dijo que parecía… desorientada… —repito en mi cabeza la conversación que tuve con el mayor hace horas. —Como si tuviera la mente en otro lugar.
—S-supongo que no ha sido fácil para ella lidiar con todo esto —Elena propone tímidamente. Y tiene razón, Isabella ha sufrido al menos tres experiencias traumáticas en los últimos días y no ha tenido el tiempo de lidiar con eso. He tratado de distraerla, de hacer que se olvide de esos horribles hechos, pero creo que he fracasado, como siempre.
—Sí… —es lo que digo. Ambos nos quedamos en silencio, cada uno metido en su propia cabeza y en la oscuridad que hay en ella.
—¿Almuerzo de campeones, Damon? —la voz de Elijah arruina el momento de silencio. Sus manos señalan la botella que descansa aun sobre la barra de la cocina. El deje cerca por si necesitaba más.
—Rodeado de idiotas, lo necesito —le respondo bebiendo el resto de mi taza de cafeína y alcohol. Justo ahora es un buen momento para servirme más alcohol, pero para mí mala suerte, el original ya se ha apropiado de mi whisky.
—Y eres tan egoísta que solo preparaste uno —la voz de Angela se une a la animada conversación vespertina. ¡Yupi!
—Tienes manos —es lo que le respondo.
—Siempre tan caballeroso —bate sus pestañas. La risa burlona de Elena hace eco del otro lado de la mesa. Angela le brinda una mirada cómplice antes de seguir husmeando por mi cocina. —Por cierto, ¿porque estamos bebiendo café a estas horas de la tarde? ¿No es mejor preparar té?
—¿Qué somos? ¿británicos? —chasqueo la lengua y pongo los ojos en blanco. Malditos americanos y su mal pensamiento de globalizar todo, hay cosas que se deben mantener como están, las culturas, por ejemplo.
—A mí me gusta el té —Elijah dice galante.
—A mí me gustaría que te fueras a la mierda de mi casa —ahora soy yo quien bate las pestañas. —Pero no podemos tener todo en la vida.
Elijah levanta la botella en mi dirección con una sonrisa en su boca. Maldito cabrón, siempre divirtiéndose a mi costa.
—¿Dónde está Stefan? —Angela pregunta.
—De caza —responde Elena.
—Un minuto de silencio por Bambi que se va a quedar hoy sin su madre —digo en el mejor tono solemne que puedo. Elijah y Angela sueltan una carcajada sacuden la cabeza. Elena me da una mirada de pocos amigos, pero no alcanza a ocultar su sonrisa. —Ahora que no se encuentra el señor modestia, aclárenme algo, ¿porque no sólo matamos a Klaus y ya?
Traté de proponer ese plan un par de veces, pero el provida de Stefan, siempre termina dándome un sermón de porque no debemos ir por la vida matando a las personas, incluso si esas personas quieren matarnos a nosotros.
—No es tan sencillo —Elijah bufa. —Además es mi hermano, idiota.
—¿Y? —levanto la ceja. Aún no veo el problema.
—Por algo nos llamamos los “originales”, Damon. Al ser los primeros vampiros, hemos creado una línea de sangre; cada uno de nosotros mordimos a alguien, ese alguien mordió a otra persona, esa persona mordió a más personas —Elijah explica mientras sirve con elegancia su taza de café. — Si el original que ha creado la línea muere, todos los vampiros que han sido creados en su linaje, también mueren.
—¡¿Por qué carajos yo no sabía eso?! —pregunto sintiéndome como un estúpido.
—Nunca preguntaste —Elijah dice despreocupadamente.
—Sabemos que a ustedes los transformó Katherine —Angela me dice. —Pero a ella la transformó Klaus. Por eso no podemos matarlo, no si quieres que tu trasero siga andando por este mundo.
Me cruzo de brazos. Esto no me gusta ni un poco, mucho menos porque me siento de nuevo en una encrucijada, en un jodido laberinto sin salida.
—Ahora entiendes porque estoy tan convencida de hacer esto —Elena habla, lo hace tan bajo que por un segundo creí que lo imaginé. —Si rompemos esa maldición, si Klaus hace el ritual para volverse híbrido por completo, nos va a dejar en paz.
Pongo mis ojos en ella, tiene los codos sobre la superficie de la barra y su cabeza está en las palmas de sus manos, su cabello cae como una cortina a cada lado de su cara, pareciera que está protegiéndose de los rayos del sol que se cuelan por la ventana y dan directamente sobre su silueta, pero ligero aroma de sal en el aire me dice que está hay lagrimas contenidas en sus ojos.
Una punzada de lástima y tristeza me azota.
—Tengo un trato para él, de todos modos —exhala encogiéndose de hombros. El movimiento hace que la luz del sol toque su cuello causando un resplandor en su piel.
¿Qué demonios? ¿Ahora ella también brilla? ¿Brillantina la mordió y la convirtió? No, no pudo morderla, Elena ni siquiera conoce a ese idiota, no conoce a nadie de los Cullen, mucho menos al niño bonito. Ellos no pudieron morderla, además, Stefan hubiera hecho un drama al respecto si hubiera sucedido.
Deja de delirar, Salvatore. Pero entonces, ¿qué es lo que brilla?
Entrecierro los ojos buscando en su piel lo que sea que está brillando. Debajo del borde del cuello de su blusa, hay algo que sobresale ligeramente de su piel, algo brillante, llamativo y de plata, supongo que es el collar que le dio Stefan. Inclino mi cabeza para buscar el collar que cuelga sobre su pecho, definitivamente está allí, a la vista de todos a diferencia de lo que sea que brilla por debajo de sus ropas.
Mis ojos analizan más a fondo la pequeña, delgada y delicada cadena que casi se camuflajea con su piel, ese delicado accesorio que trata de mantenerse oculto de la vista de los demás. De repente algo hace clic dentro de mi cerebro, el mundo se detiene a mi alrededor y un solo sentimiento ahoga mi cuerpo mientras mi alma abandona mi cuerpo, mientras mi cabeza me lleva directamente a visitar las puertas del infierno.
La mujer frente a mi es alguien a quien conozco desde hace meses, es una mujer que no tomaría nada que no sea suyo, estoy seguro, pero esta mujer tiene en su poder algo que no debería, en su cuello hay algo que yo conozco como la palma de mi mano, algo que yo mismo diseñe y pague mucho dinero para que fuera una realidad. Es el collar que le di a Isabella.
Siento la furia hervir por mis venas, estoy dispuesto a lanzarme en contra de la castaña para interrogarla y arrancarle ese collar del cuello al que no pertenece, pero por un segundo alcanzo a pensar antes de abrir la boca. ¿Por qué carajos lo tiene Elena? En mi mente se forman mil teorías, mil ideas de lo que pudo haber pasado para que terminara en manos de Elena, y ninguna de ellas me agrada. La única explicación razonable sería que fue Isabella quien decidió dárselo justo antes de irse, pero eso significa que Isabella rompió su promesa, ella prometió que nunca se lo quitaría sin importar lo que pasara.
De repente todo tiene sentido.
Isabella huyendo de madrugada para evitar que yo la viera; Elena sin querer salir de la casa Salvatore. Isabella actuando desorientada y de manera extraña en Forks; Elena sin querer acercarse demasiado a Stefan. Isabella casi temerosa de acercarse a los fríos aun cuando los considera su familia; Elena hablando conmigo como si fuéramos viejos amigos. Isabella sin contestar mis llamadas y Elena tan resignada a enfrentarse a Klaus.
Todo es tan igual pero tan diferente a la vez, como esa vez que Rick estaba siendo poseído por el espíritu maligno de Klaus y nadie nos dimos cuenta hasta un tiempo después. ¿Y quién lo descubrió? Isabella. Ella es buena para este tipo de cosas, planear, cambiar, imitar, hacer cosas a las espaldas de los demás y mover los hilos para engañar a todos. A todos menos a uno, menos a mí, porque yo la conozco mejor que a mí mismo, más de lo que ella misma se conoce.
Quiero tomarla en este momento por el cuello, estrellarla contra la pared y gritarle lo estúpida que es por hacer este tipo de idioteces. No puedo besarla porque teóricamente es la novia de mi hermano, digo, no es como si no lo hubiera hecho antes pero ahora sería demasiado extraño y raro. Además, estoy seguro que Isabella me cortaría las pelotas por haberla besado mientras era Elena. Aunque, aún tengo que comprobar mi teoría.
—Estás mal de la cabeza si crees que te voy a dejar hacer un maldito trato con Klaus —gruño, mi puño da un golpe contra la mesa. Ella salta.
—Damon, no te estoy preguntando —me dice ella. Pongo los ojos en blanco, es tan malditamente terca, pero yo soy aún peor.
—Yo tampoco te estoy preguntando —me cruzo de brazos. —No harás un trato con él. ¡Carajo, Isabella! ¿porque siempre tienes que ser la sacrificada?
Cierra los ojos y exhala con pesadez.
—Si, te atrapé —me jacto presumidamente.
—Págame —Angela dice en algún lugar de la cocina.
—Maldita sea, Damon —se queja Elijah. —¿No pudiste describirlo mañana? Escucho que busca entre sus ropas probablemente buscando su cartera para pagarle a Angela lo que sea que hayan apostado.
—¿Cómo lo supiste? —Elena me pregunta. Bueno, Isabella. ¿Isabella en el cuerpo de Elena? ¿O debo llamarla “La Elena poseída”? Carajo, esto es confuso.
Hago crujir los huesos de mi cuello y mi espalda, rodeo la isla de la cocina caminando con pereza hasta ella y sin perderla de vista me recargo a su costado en la barra. Ella me mira, con esos ojos apagados, torturados y temerosos que no se parecen en nada a los ojos color chocolate que yo amo. Suelto un suspiro, estiro mis dedos hasta su cuello y con cuidado de no tocar su piel saco de por debajo de su ropa la cadena del collar colocando el dije con cuidado en mi mano. Esa es toda la explicación que le doy.
—Debí suponerlo —me dice con cierto fastidio.
—¿Creen que soy un imbécil idiota y que no me daría cuenta? —bufo.
—Ay por favor, Damon —Elijah se carcajea a mis espaldas. —Aún confundes a Katherine con Elena.
Ninguna de las dos mujeres logra ocultar su carcajada. Juro que quiero girarme y borrar la estúpida sonrisa que sé que tiene el original en su arrugado y anticuado rostro.
—Claro que puedo reconocerla, solo que finjo no hacerlo para… para confundir al enemigo —me defiendo. Elijah continúa carcajeándose. Me giro para enfrentar de nuevo a la mujer a mi lado. —¿Y bien?
—Te prometí que no me lo quitaría —responde Isabella, o Elena, o… mierda. Esto va a ser confuso.
—¿Qué demonios estás tramando, Isabella? —le pregunto. Una sensación de frío se cuela en mi cuerpo, en mi espalda y en mi pecho. Es miedo. Tengo miedo porque no sé qué pueda pasar mañana, o el día del ritual y por segunda vez en mi existencia, me siento aterrorizado, sobre todo porque no quiero perder al amor de mi vida, a la razón que me hace querer seguir existiendo. Y ¡maldita sea! estoy casi seguro que la voy a perder, que se va a escapar como arena entre los dedos.
—Morirme —dice ella. —Ese es el plan, Damon. El domingo, me voy a morir.
—No, eso no va a suceder —le gritó. Me alejo de ella hecho una furia. ¿Por qué carajos está tan tranquila?
—Damon, escúchame —me suplica viniendo detrás de mí. De alguna manera logra adelantarse y colocarse justo delante de mí, me paseo como un león enjaulado, de un lado a otro, pero ella siempre logra colocarse delante. —Está bien, no me importa. Sé que suena cruel y horrible, pero, por favor, confía en mí. Todo va a estar bien, te lo juro.
—¿Cómo puedes estar tan segura? —le pregunto con desesperación.
—Porque te lo estoy prometiendo, te lo estoy jurando —dice calmada. —Y como acabas de darte cuenta, las promesas que te hago siempre las cumplo.
—Bambina… —me atraganto. Esto se siente mal, sé que es Isabella, sé que es ella, puedo sentirlo, incluso puedo escucharla y verla, pero su rostro no es el correcto. Elena no es mi Isabella, no es mi Bambina.
—Confía en mí, por favor —me pide. —Si las cosas se complican, puedes arruinarlo, Damon —me sonríe brillantemente. —Si algo sale mal, solo… arruínalo y lo haremos a tu manera, Damon.
Una sonrisa se coloca en mi cara. De todas maneras, ya he estado pensando en mil y un maneras de arruinar ese maldito ritual, no estaba en mis planes permitir que Elena muriera, mucho menos voy a permitir que Isabella sea la que muera
—Por cierto, Stefan no sabe nada de este intercambio —me dice severamente y volviendo a su fachada de suplantar la identidad de Elena. —Elijah lo hipnotizó para que no se diera cuenta y lo hemos mantenido ocupado consiguiendo tonterías que supuestamente son necesarias para el ritual.
Una carcajada brota de mí. Por eso Elena parecía tan distante con su novio, por eso de repente mi hermano pasaba bastante tiempo fuera de casa, todo esto era un plan de ellos para mantener la fachada sin que él lo sospechara.
—Bien —asiento. —Mantengámoslo así.
—¡Oigan, tenemos problemas! —Angela grita desde la cocina. Nosotros nos giramos para verla llegar casi corriendo hasta nosotros. —Es… es Charlie, llamó al celular de Elena.
Los tres nos miramos, la tensión flota en el aire mientras nuestro pánico comienza a crecer. ¿Qué carajos pasó?
—Charlie nunca ha llamado a Elena —dice nerviosamente Isabella. Eso solo puede significar que algo malo ha sucedido en Forks, lo más probable es que algo malo haya sucedido con Isabella, o con su cuerpo, o con lo que sea que está en aquel pueblo.
—Vamos, Elijah está al teléfono con él —Angela nos empuja. En segundos estamos los tres en la cocina.
—Te la paso —es lo que dice el original antes de extender el brazo con el celular. La castaña casi se lo arrebata.
—¿Hola? —dice tímidamente. Angela le hace señales para que ponga el altavoz.
—¿Elena? —Charlie pregunta en un tono inseguro.
—Si, soy yo —la aludida dice mintiendo descaradamente a su padre. Sacudo la cabeza y le hago un gesto de desaprobación y decepción, ella me da un codazo en las costillas.
—Hola, err… sé que probablemente no te acuerdas de mí… —Charlie carraspea, al hombre debe costarle demasiado hacer esta llamada. —Soy…
—Eres el tío Charlie —la castaña lo interrumpe, pronuncia las palabras con cautela. con miedo a decir algo erróneo. —Sé quién eres, Isabella me ha hablado de ti.
—¡¿Isabella está contigo?! —el hombre grita al teléfono, el resto de nosotros nos sobresaltamos por el tono urgente de su grito. En definitiva, algo ha pasado.
—Esto es malo —Angela susurra, el resto de nosotros asiente.
—No, no lo está —es la respuesta que recibe Charlie. Al otro lado de la línea se escucha un lamento. —De hecho, no la he visto desde el domingo en la mañana que se subió al avión para volver a casa, contigo.
—Para volver a casa… —Charlie murmura lejanamente. Por un segundo nos confunde, no estoy seguro si eso se lo ha dicho al teléfono o para sí mismo, miro a mi alrededor solo para descubrir que mis acompañantes están haciendo la misma expresión que yo.
—Charlie… ¿Está… ¿Está todo bien? —la voz de Elena trata de llamar la atención del hombre al teléfono. Sé que está preocupada, alarmada y paranoica. —¿Ha pasado algo?
—Es que… —el tono que usa Charlie para decir esas dos palabras dispara la ansiedad en el ambiente. Todos nos miramos con los ojos demasiado abiertos y con los engranajes de nuestra cabeza girando al máximo.
—Charlie —ahora soy yo quien habla.
—Damon —el hombre suspira con pesadez.
—Si, soy yo —acepto. —Ahora, dinos, ¿qué carajos pasó?
—En la tarde, Bella fue a jugar béisbol con los Cullen —cuenta Charlie, permitiendo que el tono de molestia se deslice en sus palabras. Hago una mueca, Jasper no mencionó nada de tener planeado un partido. —Ella llegó de la escuela y me avisó de ese juego, pero… el niño bonito vino a recogerla y a pedirme permiso.
Se escucha el resoplido que el hombre suelta a través de la línea, Elijah gruñe por lo bajo y yo no estoy muy lejos de ese sentimiento de encariñamiento, pero el hecho de que Charlie haya usado ese apodo para referirse al hielo parlante, me hace reír internamente.
—¿Ese cabrón volvió? —pregunto.
—Yo no sabía que había vuelto —se excusa el hombre al teléfono. —Me enteré cuando Bella me dijo que él vendría a recogerla.
—¿Edward fue por ella? —pregunta la mujer a mi lado. Inmediatamente se da cuenta de su error, se supone que ella no conoce a los Cullen. —¿Por qué? Isabella me dijo que habían terminado hace algunos días —rápidamente se corrige. Charlie no parece darse cuenta del desliz.
—Al parecer… Bella es muy buena persona y lo que entendí fue que estaban tratando de llevarse bien o al menos haciendo un esfuerzo para tolerarse —nos cuenta el hombre. —Jasper y Alice son hermanos de Edward, pero también son buenos amigos de Bella, supongo que esa era la razón de su amistad casi forzada.
—¿Crees que algo sucedió en ese juego? —pregunto. Si el cabrón de brillantina volvió a lastimarla, juro que le arrancaré las pelotas y se las voy a dar como alimento a los perros de la playa. Estoy seguro que ellos me ayudarían a arrancarlas a mordiscos.
—Yo… no lo sé —Charlie se lamenta. —Pero cuando la trajo de regreso a casa… fue, todo lo contrario, a un tratado de paz, fue como si hubieran tenido una pelea.
—¿Una pelea? —pregunto yo en un susurro.
—¿Una pelea? —la castaña repite mis palabras en tono más alto y dirigidas para su padre.
—Bella llegó a la casa molesta, aventó la puerta y casi se desgarra la garganta gritándole a Edwin que la dejara en paz…
—¡¿Le hizo algo?! —la castaña casi grita al teléfono. Sé que su cabeza está recordando el trauma de lo que sucedió en la escuela de Forks, ella más que nada sabe lo peligroso que puede ser un frío.
—No, no lo creo —responde Charlie. —Se lo pregunté y dijo que no, que estaba bien.
—¿Qué pasó después? —pregunto.
—Bella subió a su habitación y me dijo… dijo que se iba.
—¡¿Se iba?! ¿Cómo que se iba? —mi acompañante está ahora en un estado de completo pánico, Angela no está muy diferente y Elijah está en un rincón de la cocina soltando maldiciones a diestra y siniestra mientras yo los observo. Hay algo que yo no sé, algo que ellos debieron hablar con Elena antes de enviarla a Forks en el cuerpo de Isabella.
—Me dijo que no podía quedarse en Forks, que odiaba este lugar y que, si se quedaba, solo echaría raíces y terminaría atrapada en este pueblo como lo hizo Renée —Charlie se atraganta con sus propias palabras. Elena, o Isabella o la que sea que estuviera con él hombre en ese momento, ha sido muy cruel. —Dijo que vivir conmigo era aburrido y patético… dijo que fue un error haber regresado y que se iría a casa.
La línea telefónica y la mansión Salvatore se quedan en silencio. La castaña a mi lado tiene en su rostro una mueca de horror e incredulidad en su rostro, además de bastantes lágrimas desbordándose por sus mejillas. Conozco demasiado bien a Isabella para saber que sus lágrimas son causadas por el encabronamiento que hay en su interior, esto que acaba de pasar es algo que jamás le perdonará a su prima.
Mi Isabella jamás lastimara a su padre, ella ama a Charlie y le confiaría hasta su vida, sobre todo ahora que el hombre está al tanto de todo lo sobrenatural que sucede en la vida de su hija, Isabella le hubiera pedido ayuda a su padre con cualquier problema que estuviera enfrentando. Elena no haría eso, ella haría todo lo contrario. Elena no tiene idea de cómo ha sido la relación de Charlie e Isabella durante todos estos años, no tiene idea de cómo actuar en presencia de su tío, mucho menos debe tener idea de cómo fingir ser su prima. Elena no confía en las personas, ella simplemente haría lo que hace siempre, actuar a solas para tratar de evitar que sus seres queridos salgan lastimados. Y eso hizo esta vez, si hay algo, si está en peligro, su maravilloso plan fue dañar sentimentalmente a Charlie para que el peligro que estuviera a su acecho, no lo lastimara físicamente.
—¿A c-casa? —la joven a mi lado pregunta con un temblor en su voz.
—Si, dijo que volvería con su madre, con Renée, a Phoenix.
—P-pero… creí que Renée estaba en Florida —dice la castaña girando su rostro en dirección a Angela que asiente confirmando esa información. Supongo que la rastrearon para asegurarse que estuviera lejos de todo el desastre que está sucediendo.
—Es lo que yo le dije —Charle suspira con cansancio. —Pero Bella dijo que tenía una llave de su casa, que esperaría a su madre allí.
—¿Entonces está en Phoenix? —pregunta para confirmar. Elijah ya está con su celular en su mano, supongo que haciendo llamadas para dirigirse a ese lugar.
—No… no lo creo… pero debe ir en camino —dice Charlie. —Lo que te conté acaba de suceder hace 30 minutos o poco menos. Son bastantes horas hasta allá.
—¡¿Está conduciendo?! —el grito atraviesa la casa. Elijah suelta el teléfono y se gira sorprendido para mirarnos. Angela sale disparada a algún lugar de la casa.
—Si, se ha llevado a Petunia, errr, su camioneta —Charlie explica. Hago una mueca, ese maldito cacharro no va a llegar tan lejos, es muy probable que la deje varada a un costado de la carretera o en plena vía.
—¡Está loca! —exclama la voz de Elena. —¡¿Porque demonios está haciendo eso? ¿Se ha golpeado la cabeza o algo?!
—Esa camioneta a duras penas llega a la playa —le digo a Charlie. Un sonido afirmativo es mi respuesta. —Es de noche, ¿es seguro que conduzca en ese estado de histeria y locura?
—Me prometió que se detendría de ser necesario —Charlie dice aferrándose al poco consuelo que eso le ofrece, nosotros sabemos que fue una mentira.
—Charlie —la mujer a mi lado llama la atención del hombre. —¿Estás seguro que va sola?
—Yo solamente vi que ella subiera a su camioneta —dice el pobre hombre. Tarda algunos segundos en darse cuenta del sobre sentido de la pregunta que la voz de Elena ha hecho. —¿Crees que va alguien con ella? ¿Algún Cullen?
Elijah y yo intercambiamos una mirada. No aseguramos que sea algún miembro de la familia de fríos, eso sería lo más fácil para lidiar, pero es muy probable que algo más esté sucediendo, algo que hizo que Elena saliera despavorida de Forks.
¿Isobel regresó de la muerte y sacó su muerto trasero del patio de los Swan solo para atormentar a su hija?
—¿Creen que Klaus…? —Charlie deja incompleta la pregunta.
—¿Isabella ha estado actuando extraño? —pregunto, aunque ya sé la respuesta.
–Si, un poco —Charlie responde. —¡Diablos! —jadea cuando conecta las palabras.
—Trataré de averiguarlo —le prometo maquinando en mi mente un interrogatorio para Jasper. Necesito que sea él quien me de todos los detalles de que fue lo que sucedió en ese maldito juego de béisbol, pero necesito fingir, necesito que crea que yo no sé lo que está sucediendo.
—Escuchen, yo... yo solo quería saber si ella llamó a Elena o a alguien de ustedes, tenía la esperanza que supieran algo. Yo… yo no sé qué fue lo que pasó con los Cullen, pero sí sé que Bella no suele huir así —Charlie balbucea las palabras se nota la preocupación que está cargando por culpa de su hija poseída por su prima demente. —Yo… al principio pensé que me estaba mintiendo y que quizás iría a Mystic, pero ahora… no estoy seguro. Quizás en verdad si va de camino a Phoenix.
—Enviaré a Damon a buscarla —sentencia la castaña. Yo la miro con los ojos muy abiertos ¿ella también se ha vuelto loca? ¿Cree que voy a separarme de ella para salvar el trasero de la estúpida de Elena mientras ella se queda aquí a sacrificar su vida?
—Por favor, Elena, si te llama o si sabes algo de ella, quizás puedas hacerla recapacitar. Pedirle que vuelva, que regrese a casa.
—Si tengo noticias de ella, te llamaré, tío Charlie.
—Gracias, Elena, Damon —el hombre suena al borde de las lágrimas. —Llamaré a Renée de todos modos, tengo que avisarle que Bella va en camino a Phoenix.
—Bien —accede la castaña y corta la llamada.
Elijah está mirando fijamente el celular en la mano de la mujer, su ceño está fruncido y su boca se mueve con rapidez como si hablara o pensara en voz alta, pero para sí mismo. Yo estoy mirando fijamente a mi acompañante como si intentara comprender si fue su prima quien se ha golpeado la cabeza o si fue ella. La castaña tiene los ojos cerrados y respira con bastante dificultad.
Apenas tres segundos dura la calma a nuestro alrededor.
—¡Esa maldita idiota! —explota la castaña. —¡Una cosa le pedimos, solo una cosa! ¡Le dije, se lo advertí, que si quería estar a salvo y salir viva de esto, que se quedara en Forks, que no se metiera en problemas! ¡¿Y qué hizo la estúpida?! ¡Lanzarse al peligro a la primera oportunidad que tuvo frente a sus narices!
—¡Ya la encontré! —grita Angela desde la biblioteca. Nosotros tres salimos disparados hacia ese lugar solo para encontrar a la brujita de rodillas en el suelo con un enorme mapa del país extendido por toda la alfombra, algunas velas están sobre él y hay una gota de sangre que flota sobre el mapa y poco a poco se mueve.
—Al menos si se está dirigiendo a Phoenix —resopla Elijah. Su cuerpo está inclinado junto a la brujita, mirando atentamente el mapa.
—¡¿Qué fue lo que sucedió para que se fuera así, de la nada?! —Angela pregunta con frustración.
—Esto es obra de Klaus —dice Elijah. Nosotros tres lo miramos con una ceja arriba, la seguridad de sus palabras nos tiene confundidos —Como diría mi suegra, ojo de loca, no se equivoca.
—¡Oye! —Angela le da un golpe. —Mi madre no dice eso.
—No especifiqué cual suegra —Elijah se encoje de hombros. Angela le lanza una mirada fulminante.
—¿Puedes ir a buscarla —el rostro de Elena se gira a mirarme, sus ojos me miran suplicantes y eso solo hace que mi encabronamiento aumente, porque sé que en realidad es ella la que ha actuado impulsivamente, la que le ha hecho daño a Charlie y la que tiene la vida de su prima pendiendo de un hilo?
—No —escupo, me doy la vuelta y me acerco a una de las mesas donde está una botella descansando y aguardando a ser bebida por mí. Necesitaré más de una.
—Damon, por favor —me suplica la voz de Elena. No me molesto en servir el alcohol en vaso, lo bebo directamente de la botella. —Algo pasó, lo sé y alguien necesita ir por ella.
—No, olvídalo, Isabella —digo despegando la botella de mis labios. Aún no he bebido lo suficiente y presiento que no me lo van a permitir. —No me importa en qué mierda está metida, ella sola se metió en eso, que ella sola se salve.
—¡Damon por favor! ¡Es mi cuerpo el que está en peligro, soy yo! —me grita. Eso me hace rugir, odio que me manipulen y esta Bambina sabe lo sabe bien, pero aun lo hace a cada momento, lo hace y se usa a sí misma porque sabe que no puedo resistirme. —Si algo le pasa, el cuerpo que se va a lastimar es el mío, y ese cuerpo no puede morir, Damon. ¡Necesito mi cuerpo para poder volver a él, para volver a ser yo!
—¡Yo no te dije que jugaras a la ouija y poseyeras el cuerpo de tu prima! —le grito de regreso. —¡No pediste mi opinión con el maldito juego que estás jugando, no me preguntaste si estaba de acuerdo, si quería que te sacrificaras en el lugar de Elena!
—¡Ya lo sé, Damon! —grita cruzándose de brazos. —¡Pero ya lo hice, ya no hay vuelta atrás y ahora necesito tu ayuda si quiero llegar al final!
—¡¿Y qué pretendes que haga?! —le pregunto. —¿Que vaya detrás de Elena y a ti te deje sola y desprotegida?
—Si —me dice.
—Esta loca —sacudo la cabeza y la empujo lejos de mí.
—Si, Damon, lo estoy —me dice. Yo levanto una ceja. —Pero eso no cambia el hecho de que necesito que me ayudes, que me salves una vez más.
—¿De qué hablas?
—Si, si pretendo que vayas detrás de Elena, te asegures que lo que sea en lo que está metida no acabe con su vida y que mi cuerpo no sea el que termine en un ataúd.
—¿No era ese tu plan? ¿Morir? —le preguntó escéptico.
—¿Y quedarme encerrada en el cuerpo de Elena para siempre? —jadea, una de sus manos sube a su pecho mostrando su indignación. —Estoy loca, no demente.
—Bien —doy un profundo trago a mi botella para darme valor para lo que estoy a punto de preguntar. —¿Cuál es el plan?
—Iré a Florida a buscar a tu madre —Elijah dice con cierto doble sentido. La madre de Isabella no es la única persona en Florida, también ahí se encuentran Caroline y su madre y en este momento, son ellas quienes nos preocupan más que la propia Renée, si alguien ha descubierto su paradero, estaremos en aprietos. —Lo más probable es que Charlie no pueda comunicarse con ella tan fácilmente, pero me aseguraré que esté a salvo. No queremos sorpresas.
—Si, está bien —asiente Isabella. —Damon irá a Phoenix, alguien debe de encontrarla o al menos tratar de interceptarla y convencerla de regresar a Forks.
Hago una mueca, definitivamente este maldito plan no me gusta.
—Ni siquiera estás segura de que en verdad se dirija allí —le digo. —El vuelo hasta Phoenix dura aproximadamente 5 horas, podemos esperar un poco.
—¿Y si algo pasa en esas 5 horas? —pregunta histéricamente. —¿Qué pasa si no logramos llegar hasta ella?
—¿Crees que vaya sola? —Elijah pregunta. —Aunque no puedo afirmar que ellos sean la razón de su huida, es probable que los Cullen no sospechen del intercambio que ustedes han hecho, para ellos sigues siendo Isabella. ¿Cuánto tiempo les va a tomar darse cuenta que te has ido? ¿Cuánto tiempo les va a tomar seguirte?
—Suponiendo que no hayan sido ellos los verdaderos causantes de tu huida —digo usando un tono misterioso. —Aunque creo que ellos tienen mucho que ver.
—¿De qué hablas? —Isabella pregunta, de reojo mira a sus amigos.
—Charlie dijo que habías ido con los Cullen a jugar a la pelota…
—Béisbol —aclara la bruja. Hago una señal con mis manos para restarle importancia.
—Y resulta que fue el niño bonito quién te llevó de regreso a casa, hecha un manojo de histeria y gritándole a todo mundo que lo odiabas como cualquier adolescente promedio —continuo con mi explicación. —¿No te parece sospechoso?
—¿Pelea de ex novios? —propone Angela.
—Quizás —me encojo de hombros. —O quizás el niño bonito intentó volver a comérsela y ahora ella está huyendo de un vampiro loco que quiere beber su sangre.
—Deberías llamar a Jasper —propone ansiosamente Isabella.
—No aun—sacudo la cabeza. —No sabemos si podemos confiar en ellos.
—¿Entonces que hacemos? —Angela resopla.
—Esperar —me dejo caer en uno de los sofás que se encuentran en la biblioteca. Mis tres acompañantes me lanzan miradas asesinas. ¡Ja! Ahora saben cómo se siente que te digan esa mierda.
—¡No podemos esperar! —me grita Isabella. ¿Tiene idea de que su voz ahora suena más aguda?
—¿Cuánto le tomaría llegar a Phoenix? —pregunto girando mi rostro para mirar el mapa.
—No creo que esté conduciendo a petunia —murmura. —Tengo el presentimiento que, si va con alguno de los Cullen, así que… —se queda callada haciendo los cálculos necesarios.
—¿12 horas? —Elijah propone. —Teniendo en cuenta que manejan como desquiciados.
—Entonces, si para mañana en la mañana, esa cosa —señalo la gota de sangre en el mapa, —dejó de moverse y no hemos recibido noticias de nadie. Iré a buscarla.
—Entonces esperaremos un poco más, seguiremos rastreándola y si algo cambia actuamos —Angela dice sin lucir feliz con el plan. Isabella está a punto de lanzarse sobre mí para tratar de arrancarme la cabeza.
—Además, Stefan ya no tarda en volver —dice Elijah. Claro, mi hermanito no puede perder de vista a la que cree que es su novia. —No puede enterarse de esto.
—Hablando del amigo de Bambi… —murmuro escuchando los pasos de mi hermano viniendo en dirección a casa.
Todos corremos lejos de la biblioteca, para evitar las sospechas de mi hermano, cada uno de nosotros se dispersa en diferentes lugares de la casa aguardando por la llegada de Stefan, quien inmediatamente va y busca a Elena. Pasa a mi lado rodando los ojos por la mueca de asco que le ofrezco, pero esta vez es de las más genuinas muecas que le he ofrecido en toda mi vida. Ahora no puedo sacar de mi cabeza a mi hermano y su novia pero que en realidad es mi novia.
¡Genial! ¿no?
Elijah desapareció poco después de que llegara mi hermano bajo la excusa de que debía alimentarse. Elena y Angela han subido y bajado por la escalera incontables veces mientras yo sigo dando vueltas por la sala de estar. Stefan simplemente nos ignora o no parece pensar que nuestro comportamiento tan extraño y demente se debe a que algo este sucediendo, supongo que debe pensar que es a causa del estrés del sacrificio.
En algún momento cerca de la medianoche, Elijah se comunicó con las chicas diciendo que la madre de Isabella seguía en Florida, más precisamente en las prácticas de su esposo.
A la mañana siguiente, el ambiente en la casa es demasiado tenso, todos tenemos ojeras, un mal genio y muy poca tolerancia. Ah y, por cierto, nadie se quiso unir a mi pijamada.
—Charlie está al teléfono de nuevo —escucho que Angela le murmura a Isabella. En segundos estoy junto a ellas en la biblioteca donde han estado desde antes que saliera el sol.
—¿Hola? ¿Charlie?
—Creo que tienes razón —dice el hombre por el teléfono. —¡Oh! y, por cierto, tengo a dos nuevas oficiales trabajando de mi lado, son expertas en el arte de seguir.
—Está hablando en clave —les digo reconociendo la ansiedad de Charlie pese a su tono tranquilo. —Hay alguien siguiéndolo.
—¿Los Cullen? —Angela susurra.
—¿Quién se quedó con el cargo? —pregunta la voz de Elena siguiendo el juego, supongo que es bueno que Isabella entienda a su padre. —¿Es alguien que conocemos?
—Si…
—¿Quien? —le preguntan. —¿La pequeña? ¿La rubia? ¿La que luce mayor?
—Las últimas dos —dice Charlie. Nosotros exhalamos con alivio, al menos son los Cullen y no —Pero… Hay una nueva sospechosa en el caso, es pelirroja.
Isabella se gira para mirarme con una cara de horror. Hay un nuevo vampiro en Forks, una hembra pelirroja y está al acecho de Charlie.
—Pero no te preocupes —nos dice. —Tengo una nueva arma que ansío usar.
Isabella o bueno, Elena… Luce más tranquila. La última vez que Rick estuvo en Forks, le dejó a Charlie un par de juguetes nuevos, y estoy seguro que hay un arma que viene equipada con algo que a los Fríos si pueden herir. Aunque ninguno de ellos me quiso decir que era, supongo que Isabella sospechaba que lo usaría contra el niño bonito.
—Bueno, de todos modos, ten cuidado —le suplica su hija. —Nosotros ya encontramos a nuestra sospechosa, el Mayor la tiene.
Ahora sabíamos que Elena estaba en algún hotel cerca de Phoenix, y que, para nuestra buena, o mala suerte, había un jodido Cullen con ella. Si no es que toda la maldita familia. Buscamos como locos en todos los hoteles de la ciudad, más precisamente en los que estaban cerca del aeropuerto hasta que finalmente dimos con una reservación a nombre de Jasper Whitlock.
Charlie suspira. Sabe que, aunque Jasper esté con ella, no es una garantía de que esté bien. Quiero decirle al hombre que no se preocupe, que yo lo tengo todo bajo control, aunque sé que nadie creería eso. También quiero decirle, asegurarle que voy a arrancarle los rizos rubios a ese cabrón que se hace llamar soldado, a ese idiota que dice ser el mejor Mayor que alguna vez existió. Voy a arrancarle cada cabello que tenga, de uno por uno, lo juro. No me importa donde carajos los tenga. Después, le arrancaré cada maldito miembro de su cuerpo y lo esconderé por todo el país.
—Iremos a recuperarla —le asegura la mujer. –Te llamaré si algo cambia.
Y con eso termina la llamada.
Pero, de todas maneras, cuando descubrimos que era Jasper quien estaba con Elena, les prohibí comunicarse con Jasper. No dudaba del mayor, pero después de ver como Klaus podía intervenir en los cuerpos ajenos, es mejor no arriesgarse. Aunque, ahora no me oponía totalmente a la idea de ir a Phoenix, mucho menos si eso representa la responsabilidad de patear el culo vampírico del mayor del ejército confederado. O en su defecto, usar esta experiencia para burlarme de él.
Las chicas han logrado que de nuevo mi hermano salga de la casa, enviándolo a la casa de Bonnie a ayudarla con algunos libros, o eso fue lo que dijo antes de irse. Y si, tuve que tragarme mi coraje, mis celos y un buen trago de bourbon cuando el muy cabrón se acercó y besó a Elena. El muy idiota de mi hermanito besó a mi novia en mis propias narices, supongo que de saberlo habría sonreído presumidamente, después de todo, por fin ha logrado regresarme una de las tantas jodidas cosas que le he hecho.
—¡Tienes un mensaje! —el grito de Angela causa que Isabella y yo corramos hacia la biblioteca.
—“Dice Charlie que eras una excelente bailarina de ballet. ¿Recuerdas donde estaba el estudio? Quizás siga tu ejemplo” —Isabella lee el mensaje en voz alta. La brujita adolescente y yo nos miramos compartiendo una pregunta silenciosa.
—¿Para qué quiere saber eso? —Angela pregunta.
—Va a encontrarse con alguien en ese lugar —siseo entre dientes. —Y su pregunta no fue nada sutil.
—Creo que debes irte, Damon —Isabella me dice. Tiene razón, y yo la odio por eso. Al menos ahora sabemos a dónde demonios se dirige o al menos tenemos una idea de que es lo que piensa hacer.
—Respóndele —Angela le da un empujón a su amiga. Ella al instante le envía los datos a su prima.
—Vete —me dice mirándome con esos ojos robados. —Sálvame.
Lo único que puedo hacer es asentir. No tiene que decir más, no tiene que darme un discurso romántico o palabras y promesas de dos amantes que se van a separar y a dejar de verse por años. Eso es lo que tenemos Isabella y yo, no necesitamos tanto de esa mierda romántica. nosotros sabemos lo que es real y lo que necesitamos del otro. Yo la necesito a ella y ella me necesita a mí. Simple.
Ni siquiera me despido, solo doy la vuelta y salgo de la casa cual alma que lleva el diablo. Subo a mi auto y en media hora me encuentro en el aeropuerto más cercano a Mystic Falls comprando un maldito boleto de avión con destino a Phoenix.
Lo único que espero es que esta mierda que Elena ha causado, se termine pronto. No puedo estar en Phoenix cuando suceda el ritual. No puedo estar lejos de Isabella cuando Klaus esté a punto de matarla. No quiero saber que yo pude haber evitado su muerte y que, por culpa de otra mujer, no pude hacerlo.
No bastaría la eternidad para perdonármelo.
Chapter Text
Isabella POV
(Elena)
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Mis ojos van fijos en la amplia planicie llena de palmeras, arbustos de creosota, las autopistas que se entrecruzan, se ve que apenas está por amanecer por el efecto del casi nulo sol en las franjas verdes de los campos de golf y en las piscinas que hay en los clubs de campo.
Supongo que esto es Phoenix.
Le había prometido a mi prima que me quedaría en Forks hasta que Elijah fuera a buscarme, le prometí que no haría nada estúpido y le prometí que me mantendría a salvo. Y aquí estoy, a más de dos mil kilómetros de Forks, en una ciudad que no conozco, después de haberle roto el corazón a su padre solo para poder huir de un vampiro psicótico que quiere beber mi sangre, o la de ella.
Estuve esperando que al llegar a esta ciudad alguna sensación de alivio me envolviera, pero no hubo nada más que una inmensa culpabilidad.
—¿Cuál es el camino al aeropuerto, Bella? —Jasper pregunta sobresaltándome, aunque su voz era bastante suave y tranquilizadora. Fue el primer sonido, aparte del ronroneo del coche, que rompió el largo silencio de la noche que pasamos de camino.
—Yo… err… —tartamudeo. ¿Cómo puedo ser yo quien le dé indicaciones si yo no conozco este lugar? Espero que crean que mi titubeo es por no haber dormido en toda la noche.
—No te salgas de la I10 —Alice le responde, su celular está en su mano, supongo que ha buscado las indicaciones. —Pasaremos justo al lado.
— ¿Vamos a volar a algún sitio? —estiro mi cuello y le pregunto a Alice.
—No, pero es mejor estar cerca, sólo por si acaso —su respuesta no me tranquiliza.
Un par de minutos más tarde, Jasper detiene el auto frente al hotel que se encuentra frente al aeropuerto, mientras el rubio va a registrarnos, Alice es quien se encarga de sacarme del auto con uno de mis brazos sobre los hombros de Alice y el suyo firme alrededor de mi cintura, sujetándome mientras yo tropezaba en mí caminar. O más bien mientras ella me arrastraba a toda prisa para alcanzar a entrar antes de que el sol saliera en su máximo esplendor.
Los tres nos dirigimos hacia la habitación en silencio. No sé por qué me sorprende que sea una habitación demasiado amplia, estos vampiros no saben hacer las cosas de manera discreta. Cuando estamos dentro, Alice y Jasper se quedaron en el salón de la habitación mientras yo me dirigía hacia la habitación donde se encontraba la cama. Mi curiosidad me ganó y me condujo hasta acercarme a las ventanas que adornaban el lugar, solo para dar una mirada afuera.
En cuanto ví la ciudad desconocida frente a mis ojos, la realidad me golpeó con fuerza. ¿Qué he hecho? ¡Oh no! ¡¿Qué he hecho?! Mi estómago se revuelve por el sentimiento de horror que aterriza en mi cuerpo y me causa una arcada, comienzo a caminar dispuesta a correr hacia el baño para vomitar, pero un par de toques en la puerta hacen que el sentimiento se disipe.
—¿Puedo entrar? —Alice asoma su cabeza.
—Sí, claro —respondo. Intentando mantenerme completa y erguida, envuelvo mi cuerpo con mis brazos, según yo, lo hago en un movimiento fluido pero la mueca que se coloca en su rostro cuando sus fluidos pasos se acercan a mí, me dice que no lo he logrado.
—Necesitas dormir, Bella —dice dándome una mirada cautelosa. No necesita decírmelo en voz alta, sé que me veo horrible.
Lo más seguro es que me vea demacrada, ojerosa, y con los ojos apagados por el sueño, pero no quiero dormir, la culpa, la ansiedad, la preocupación y la incertidumbre no me lo va a permitir. Así que, para responderle, me limito a negar con mi cabeza.
—Bella… —intenta convencerme, aunque puedo escuchar la orden que se esconde en su voz.
—No quiero —la corto. Mi voz suena ronca y quebradiza y estoy a punto de llorar.
—¿Tienes sed? —su pregunta me desconcierta un poco. ¿Por qué una vampira me hace esa pregunta a mí, una humana?
—Me encuentro bien —me encojo de hombros. Dudo que sea prudente decir que me duele la cabeza. —¿Y tú? ¿Tienes sed? —le pregunto, más vale prevenir.
—Nada que no pueda sobrellevarse —sonrió brillantemente. —Te hemos pedido algo de comida, está esperando junto con Jasper.
—¿Alguien ha llamado? —pregunto sin querer soportar esta incertidumbre por mi cuenta.
—No —contestó más a fuerzas que con ganas de hacerlo. Alice se mueve hacia mí, se acerca y me toma a la mano con delicadeza solo para arrastrarme hasta el salón, desde donde provenía el zumbido de la televisión, cuando cruzamos la puerta, veo a Jasper senado allí, con los ojos puestos en la pantalla brillante, pero sin ponerle atención, o al menos eso me parece a mí.
Alice me suelta, va y se sienta a su lado fingiendo que ella también le presta atención a la pantalla.
Indecisa, me acerco yo también, veo la bandeja con comida que descansa en la mesa frente a la pareja, no tengo hambre, pero sé que solo aumentaría la preocupación de mis guardianes si no pruebo la comida. Me resigno y me dejo caer en el suelo, en la comodidad de la alfombra, mientras ellos fingen mirar la televisión yo me distraigo picoteando la comida y llevando pequeños trozos a mi boca solo para obligarme a tragar.
Comí lentamente, observando cada bocado con detenimiento y mirando de vez en cuando a Jasper, él me pone nerviosa por alguna razón, aunque también Alice actúa casi de la misma manera, ambos demasiado quietos, puedo sentir las miradas que me dan.
La sensación de las náuseas regresa a mí cuando Alice se endereza de la nada.
—¿Qué es lo que va mal, Alice? —pregunto en apenas un susurro.
—Todo va bien —abrió los ojos con sorpresa, con expresión sincera… pero yo no le creí nada. Ya he pasado el suficiente tiempo con ellos como para darme cuenta cuando me están ocultando algo.
—Bella —dijo Jasper con una voz sospechosamente tranquilizadora. —No hay de qué preocuparse. Aquí estás completamente a salvo.
—Ya lo sé —desvío mi mirada.
—Entonces, ¿de qué tienes miedo? —me preguntó confundido. Así que está sintiendo mis emociones, no ha servido de nada tratar de ocultarlas.
¿Qué le voy a decir? Tengo miedo por ese vampiro que quiere comerme, miedo de que pueda lastimar a Charlie, miedo de que mi prima se dé cuenta que me he ido de Forks y…
Un momento, Charlie sabe que me he ido, él va a llamar a la única persona que puede llevar de regreso a Isabella a su casa. ¡Charlie va a llamar a Damon!
—Oh no —jadeo. —E-esto es malo, muy malo. ¡Se va a dar cuenta! Yo... yo no le hice caso… y ella… él va a venir y… ¡Klaus!
No estoy segura de en qué momento comencé a gritar.
—Bella, Bella, para… —Jasper me interrumpe. Ahora está frente a mí con sus manos en mis hombros y sacudiéndome con muchísimo cuidado.
—¿C-cómo podré vivir sabiendo que fue mi culpa? Si algo sale mal…
—¡Isabella, escúchame! —Jasper me grita. Mi boca se cierra de golpe. —Te preocupas por lo que no debes. Ya soportas demasiada presión por lo de tu prima y ahora con las cosas que están pasando… te entiendo, pero necesitas respirar.
Alice se acerca a su lado, su mano se estira en mi dirección tocándome la mejilla con sus dedos fríos.
—Te amamos demasiado como para siquiera pensar en la idea de perderte, Bella.
Jasper asintió a las palabras de la pelinegra. Poco a poco mi cuerpo se fue relajando y la sensación de flotar sobre una nube esponjosa me envolvió, de alguna manera sabía que no eran mis verdaderos sentimientos, Jasper estaba manipulando mis emociones.
Hice una nota mental para preguntarle eso más tarde a mi prima. ¿No se supone que con la verbena que a diario me daba el tío Charlie debía de bloquearlos?
Había sido un día y una noche muy largos y mi cerebro ya no podía permanecer totalmente consciente. Pero me negué a dormir, casi me negaba hasta a parpadear solo porque lo hacía sin querer, pero estaba absolutamente negada a que mis ojos se cerraran.
Alice llamó a recepción y les pidió que no enviaran al personal de limpieza, me obligaron a permanecer con las ventanas cerradas y con la televisión encendida. El celular de Alice estaba siempre sobre la pequeña mesa frente al sofá de dos piezas y el mío estuvo siempre en mi mano. Por si acaso.
Mis niñeros se mantuvieron quietos en el sofá mientras yo me entregué por completo a la incertidumbre, iba y venía, andaba de un lado otro, me ponía de pie, me sentaba, me tumbaba en el piso solo para levantarme de un salto cuando mis ojos luchaban por cerrarse. Ellos eran dos estatuas que me seguían con sus ojos dorados a dondequiera que fuera. Decidí cambiar de lugar después de haber recorrido todo el pequeño salón.
Me voy a la habitación con Alice siguiéndome. Finjo que no me importa su presencia cuando me tumbo en la cama y finjo que no siento cuando ella se sentaba a mi lado con las piernas entrecruzadas. Estuve muy decidida a ignórala durante los primeros minutos que pasaron, pero luego comencé a ahogarme en el silencio y sentí que el pánico que volvía a tomarme como rehén.
—¿C-crees que están bien? —pregunto. —¿Sabes algo de ellos? ¿Q-qué es lo que están haciendo?
—Carlisle planeaba conducir al rastreador al norte tanto como fuera posible, tomaron de tu ropa para que tu olor lo llevara a donde le harán una emboscada. Esme y Rosalie se dirigirán al oeste para que la mujer se distraiga el mayor tiempo posible y así tu padre esté a salvo.
—¿Por eso no han llamado? —pregunto. Mi ansiedad estaba carcomiendo mi cerebro y mi corazón, no saber nada solo lograba que la culpa aumentara.
—No puede llamar por si hay alguna posibilidad de que la mujer o el rastreador escuchen algo. Confío en que todos tengan mucho cuidado con eso.
—Tú no me ocultaras nada ¿verdad? —mi voz tiembla.
—Yo sería incapaz de mentirle a Isabella Swan —me asegura, pero el tono en su voz me pone alerta, mi corazón salta por sus palabras, ¿acaso sospecha algo? ¿Ya me descubrió? Pero Alice continúa con el rostro tranquilo.
Supongo que solo me he asustado por sobre pensar las cosas.
—Dime de nuevo… ¿Cómo es convertirse en uno de ustedes? —pregunto. Es probable que mi prima ya lo haya preguntado, pero yo tengo curiosidad por ese tema.
Al parecer mi pregunta la ha tomado con la guardia bajada. Se quedó quieta mirándome vacilante.
—Ya lo sabes, pero, ¿recuerdas que nuestros cuerpos son como el de cualquier depredador? —pregunta. Yo asiento para que continúe, aunque no tengo idea de lo que habla. —Disponemos de un verdadero arsenal de armas. Fuerza, velocidad, sentidos muy agudos, y eso sin tener en cuenta a aquellos de nosotros que, como Edward, Jasper o yo misma también poseemos poderes extrasensoriales. Además, resultamos físicamente atractivos a nuestras presas, como una flor carnívora.
Lo pienso por algunos segundos, sí, esa es una buena comparación para ellos.
—La ponzoña que hay en nuestros cuerpos no mata, pero incapacita. Actúa lento conforme se extiende por todo el sistema circulatorio, haciendo que ninguna presa esté en condiciones de resistir o huir de nosotros —añadió con los dientes brillantes casi puedo imaginar el veneno escurriendo de sus colmillos. —Para cuando acabamos de beber la sangre, no queda nada que convertir, pero si dejamos sangre y la ponzoña se extiende…
—Terminas transformado —completo por ella. Alice asiente.
—Completar la transformación requiere varios días, mientras el corazón siga latiendo y bombeando sangre la ponzoña se sigue extendiendo. La conversión finaliza cuando se para el corazón, pero durante todo ese lapso de tiempo, la víctima desea la muerte a cada minuto.
Mi cuerpo elige ese momento para temblar.
—Suena a una muerte muy horrible —comento. Mi cabeza está comparando esa información de los fríos con la información que sé de los vampiros que yo conozco, los que ahora sé que se llaman a sí mismos originales. Que te muerdan si duele, pero no sucede lo que Alice ha dicho, tener la sangre de uno de ellos en tu sistema no duele y no te altera, al menos si no mueres.
Y ahí está la opción de una muerte rápida y casi indolora. A comparación de la muerte que Alice ha descrito.
El recuerdo de la sangre de Damon en mi sistema me hace sentir nostálgica. Quizás morir de esa manera, convertirte en el tipo de vampiro que es él, es menos dolorosa que la que han tenido que pasar los Cullen.
—Sabes que una vez que nosotros hemos probado la sangre, es muy difícil no alimentarse —me dice cautelosa. —Morder a alguien solo para transformarlo es un gran reto para nosotros. El frenesí que despierta en nosotros por la sangre es…
—Sí, lo sé —digo imaginando la escena de Edward mordiendo a mi prima.
—Sí, lamentablemente lo sabes.
Estuvimos allí tumbadas y sumergidas en nuestras mentes, completamente ensimismadas en nuestras meditaciones. Transcurrieron los segundos, y estaba tan perdida en mis pensamientos que casi había olvidado su presencia.
—Te han traído el almuerzo —anuncia saltando de la cama. De nuevo, sin hambre y sorprendida porque ya pasé de mediodía, la sigo.
Jasper sigue frente al televisor. Nos ve y me señala la bandeja de comida mientras recibe a Alice a su lado, le sonrió como agradecimiento y me siento de nuevo en el suelo frente a la mesa.
Miro la pantalla de mi teléfono con la esperanza de ver una notificación en ella. Por supuesto no hay nada.
—Algo ha cambiado —Alice anuncia. Sorprendida, levanto la cabeza de golpe para mirarla. Está sentada al borde del sofá, su mirada perdida en un punto lejano a ella, su boca entreabierta y sus cejas juntas.
—¿Qué ves? —pregunta Jasper, mirándola fijamente a los ojos.
—Veo una gran habitación con espejos por todas partes. El piso es de madera. James se encuentra allí, esperando. Hay algo dorado... una banda dorada que cruza los espejos.
—¿Dónde está la habitación? —le pregunta el rubio.
—No lo sé. Aún falta algo, una decisión que no se ha tomado todavía.
—¿Cuánto tiempo queda para que eso ocurra? —las preguntas que le hace Jasper están poniéndome de nervios.
—Es pronto, estará en la habitación del espejo hoy o quizás mañana. Se encuentra a la espera y ahora permanece en la penumbra.
La voz de Jasper era metódica, actuaba con la tranquilidad de quien tiene experiencia en ese tipo de interrogatorios. Recuerdo que los Cullen mencionaron que Alice tiene visiones, pero no entiendo bien cómo funcionan, así que me quedo allí, sentada en el suelo mirando fijamente a mis niñeros.
—¿Qué hace ahora? —Jasper la toma de la mano.
—Ver la televisión a oscuras en algún sitio... no, es un vídeo. Está viendo un video.
—¿Puedes ver dónde se encuentra? —incluso yo percibo la ansiedad de Jasper al hacer esa pregunta.
—No, hay demasiada oscuridad.
— ¿Hay algún otro objeto en la habitación del espejo?
—Sólo veo espejos, también hay un gran equipo de música y un televisor encima de una mesa negra. Ha colocado allí un vídeo, pero no lo mira de la misma forma que lo hacía en la habitación a oscuras —sus ojos erraron sin rumbo fijo, y luego se centraron en el rostro de Jasper. —Esa es la habitación donde esperará.
—¿No hay nada más?
Ella negó con la cabeza; luego, se miraron el uno al otro, inmóviles.
—¿Q-qué significa? —pregunté. Supongo que soy la única a la que le falta contexto. Jasper me mira y duda algunos segundos si debe contarme o no.
—Significa que el rastreador ha cambiado de planes y ha tomado la decisión que lo llevará a la habitación del espejo y a la sala oscura.
—Pero no sabemos dónde está esa habitación —digo insegura.
—Lo que sí sabemos es que se les va a escapar —concluyó Alice lúgubremente. —El plan de la emboscada ha fallado.
—¿No deberíamos llamarlos? —pregunté. Ellos intercambiaron una mirada seria, indecisos.
El teléfono sobre la mesa sonó y yo casi me desmayo ante el sonido. Apenas parpadeo y Alice ya está con el aparato cerca de su oído.
—Carlisle —susurra con voz neutra. —Sí, acabo de verlo —dijo sin dejar de mirarme; permaneció a la escucha un buen rato. —Fuera lo que fuera lo que le hizo tomar ese avión, seguramente le va conducir a esas habitaciones. —hizo una pausa. —Sí, lo pondré en el altavoz.
Baja la mano y deposita el celular de nuevo en la mesa.
—Bella —la voz de Edward dice mi nombre.
—Hola —exhalo. No me siento aliviada por escuchar su voz. —¿Están bien? ¿Dónde están?
—Lo siento, Bella, lo hemos perdido —confiesa. No suena preocupado. —Estamos en los alrededores de Vancouver, el rastreador se ha ido, parece que ha tomado un avión, creemos que ha vuelto a Forks para empezar de nuevo la búsqueda.
Oía a mi costado cómo Alice ponía al día a Jasper. Hablaba con rapidez que las palabras solo resultaban un zumbido para mis oídos.
—Lo sé —digo acercando mi cabeza de nuevo en dirección al teléfono. —Alice vio que se había marchado.
—Pero no tienes de qué preocuparte, Bella, no podrá encontrar nada que le lleve hasta ti —Edward trata de tranquilizarme. —Sólo tienes que permanecer ahí y esperar.
—¿Está alguien con Charlie? —pregunto apresuradamente.
—Sí, la mujer ha estado en el pueblo, entró en la casa mientras Charlie estaba en el trabajo. No temas, no se le ha acercado, está a salvo, vigilado por Esme y Rosalie.
—Por favor, que no le hagan daño —suplico ahogadamente. Suplicar por la vida de Charlie es lo menos que puedo hacer para remediar un poco el daño que le he causado.
—No te preocupes por él —me dice. —Los demás van a buscar al rastreador, yo me reuniré contigo enseguida y nos iremos solos a algún lugar. Solo tu yo.
La idea de estar a solas con él hace que las náuseas regresen. ¿Porque tiene que usar ese todo para darme esa información? Solo van a conseguir que huya al excusado a vomitar.
—No te preocupes por nada, querida Bella —me dice Edward antes de colgar el teléfono, su tono jocoso me pone los pelos de punta.
La habitación se queda en silencio de nuevo y la nube de incertidumbre cae sobre mí de nuevo. Miro a mi lado, Alice y Jasper están inclinados sobre la mesa. Ella dibuja un boceto en un trozo de papel con el membrete del hotel. Estiro mi cuello para mirar lo que sea que la pelinegra está dibujando.
Es una habitación grande y rectangular, con una pequeña sección cuadrada al fondo. Las tablas de madera del suelo se extendían a lo largo de toda la estancia. En la parte inferior de las paredes había unas líneas que atraviesan horizontalmente los espejos, y también una banda larga, a la altura de la cintura, que recorría las cuatro paredes. Alice había dicho que era una banda dorada.
—Es un estudio de ballet —murmuro en voz alta. Al instante, ambos me miran.
—¿Conoces esta habitación? —la voz de Jasper sonaba calmada, pero debajo de esa tranquila apariencia fluía una corriente de preocupación.
Alice nos ignora, su cabeza se inclina hacia su dibujo, moviendo rápidamente ahora su mano por la página; en la pared del fondo fue tomando forma una salida de emergencia y en la esquina derecha de la pared frontal, una televisión y un equipo de música encima de una mesa baja.
Jasper aún está mirándome con una ceja arriba esperando la respuesta a su pregunta.
No, no lo conozco, pero sé parece a la escenografía de una foto que el tío Charlie tiene de Isabella.
—No estoy segura, pero creo que parece a una academia de ballet a la que solía cuando tenía ocho o nueve años. Tenía el mismo aspecto —toqué la página donde destacaba la sección cuadrada, que luego se estrechaba en la parte trasera de la habitación. Ahí es donde se había sacado la foto de mi prima. —Era más viejo y yo era muy niña, no lo recuerdo bien.
— ¿Estás segura de que puede ser la misma habitación? —me preguntó Jasper, todavía tranquilo.
—No, no del todo. Supongo que todos los estudios de danza son muy parecidos, todos tienen espejos y barras —deslicé un dedo a lo largo de la barra de ballet situada junto a los espejos. —Sólo digo que su aspecto me resulta familiar.
—¿Tendría algún sentido que quisieras ir allí ahora? —me pregunta Alice, sus ojos están entrecerrados como si estuviera sospechando algo.
—No —niego al instante. —Yo…no he puesto un pie allí desde esas clases.
—¿Y no puede guardar algún tipo de relación contigo ahora? —inquirió Alice con suma atención.
—Pues, lo dudo —me encojo de hombros. Yo, Elena, no tengo ninguna relación con ese lugar.
—¿Dónde está el estudio en el que tomabas clases? —me preguntó Jasper con fingida indiferencia.
¿Qué es esto? ¡¿Un interrogatorio policiaco?!
—Yo… no lo recuerdo —confieso. —Sé que debe estar cerca de donde vivía mi madre, estoy segura que ella era quien me llevaba después de la escuela, porque ella…
Mis palabras se interrumpen, la mirada que comparten Alice y Jasper no me agrada.
—Entonces, ¿está aquí?, ¿en Phoenix? —el tono de la voz del rubio seguía siendo demasiado fingido para mi gusto.
—Sí —murmuro. —Pero no recuerdo donde…
Bajo la atención a mi celular, rápidamente puedo investigar ese dato.
“Dice Charlie que eras una excelente bailarina de ballet. ¿Recuerdas donde estaba el estudio? Quizás siga tu ejemplo”
Envío el mensaje y en segundos recibo la respuesta.
“Calle 58, esquina con Cactus. Phoenix”
—Calle 58, esquina con Cactus —repito el mensaje en voz alta. De nuevo ellos comparten una mirada antes de bajar su atención al dibujo que continúa sobre la mesa.
Debería llamar a Renée.
—¡¿Está aquí en Phoenix?! —Alice me mira con los ojos abiertos. Supongo que he dicho mi pensamiento en voz alta.
—S-supongo —tartamudeo. Hace mucho que no sé sobre el paradero de la tía Renée. —Quizás deba llamarla para decirle que no vaya a casa, que se vaya con alguna amiga o algo.
—¿Cómo la puedes localizar?
—Se supone que suele comprobar si tiene mensajes en el contestador de vez en cuando.
—¿Jasper? —pregunta Alice tras mi respuesta. El aludido se lo pensó. Es decir, de verdad se lo pensó, duró varios minutos sin decir nada.
—Llama de este celular, es una línea segura —empuja el aparato al que había llamado Carlisle hace unos momentos. —Asegúrate de no revelar tu paradero, claro.
Tomé el móvil con impaciencia, busqué el número en mi celular y lo marqué. Sonó cuatro veces antes de que la desconocida voz de Renée pidiera que dejara un mensaje.
—Mamá, soy yo, Bella —dije después del pitido. —Escucha, necesito que hagas algo, llámame a este número en cuanto oigas el mensaje —Alice estaba a mi lado, escribiéndome en la parte inferior del dibujo lo que debía decir. —Por favor, no vayas a ninguna parte hasta que no hablemos. No te preocupes, estoy bien, pero llámame enseguida, no importa lo tarde que oigas el mensaje, ¿está bien? Adiós.
Cerré los ojos y recé para que escuchara mi mensaje. También pedí perdón por mentirle. Soy una horrible persona, yo no era su hija y ahora la estaba arrastrando a unos problemas sobrenaturales que no debían involucrarla. Supongo que soy más parecida a Isobel de lo que creía.
Me acomodé en el sofá de una pieza dispuesta a hacerme la idea de que esta sería una larga tarde. Me concentré en las noticias, buscando historias sobre Florida o sobre el entrenamiento de primavera, además de huelgas, huracanes o ataques terroristas, cualquier cosa que provocase un regreso anticipado. Ni Jasper ni Alice parecían sentir la necesidad de hacer nada en especial, se quedaron quietos, como al parecer era su postura natural.
Debí quedarme dormida en el sofá mientras esperaba que volviera a sonar el móvil. Un frío tacto me despertó bruscamente, pero al ver que eran mis ya tan conocidos niñeros, me entregué de nuevo a la inconsciencia.
Me desperté sobresaltada por un audible jadeo proveniente del pequeño salón al exterior de la habitación. Miré el celular que seguía fuertemente asegurado en mi mano, aun no era medianoche, así que creo que puedo considerar que aún es temprano. De un salto me pare de la cama y salí corriendo hacia el salón.
Alice y Jasper se sentaban juntos en el sofá. Alice estaba dibujando otra vez mientras Jasper miraba el boceto por encima del hombro de ésta, ninguno pareció darse cuenta de mi arrebato hasta que me coloqué al lado de Jasper para echar yo también un vistazo al nuevo dibujo de Alice.
— ¿Ha visto algo más? —pregunté en voz baja. Tenía miedo de interrumpir el presagio o la visión de Alice.
—Sí. Algo le ha hecho regresar a la habitación donde estaba el vídeo —me cuenta en el mismo tono. —Pero ahora hay alguien más.
Observé a Alice dibujar frenéticamente, en el centro del dibujo se mostraba una televisión que reproducía un video desconocido, la imagen resultaba borrosa en el pequeño espacio donde debería proyectarse en el dibujo de la vampira. A la izquierda había un viejo sofá de dos módulos que se curvaba enfrente de la televisión con una mesita de café redonda por delante. El aliento se atora en mi garganta. Conozco a la perfección ese mueble, solía estar en Mystic Falls, en la casa que compartimos con Renée e Isabella.
—Mierda —jadeo ahogadamente, al instante, dos pares de ojos color topacio se fijan en mí. —Es la casa de Renée.
Alice ya se había levantado del sofá de un salto con el móvil en la mano cuando terminé de decir esa frase. Jasper también, pero él solo me colocó una mano sobre el hombro, su contacto hizo que la misma sensación de levitación me envolviera, pero no fue tan efectiva como la vez pasada porque esta vez el pánico no se alejó de mí.
Los labios de Alice temblaban debido a la velocidad con la que hablaba, por lo que no pude descifrar ese sordo zumbido. No podía concentrarme.
—Bella, escúchame, Edward viene en camino, Carlisle y Emmett vienen con él.
—¿P-por…?
—Edward van a esconderte durante un tiempo —Alice habla insistente, pero con voz pausada. —Los recogeremos en el aeropuerto y te irás con él.
—Pero, Reneé... —la histeria estaba a punto de hacerme perder el control.
—Nosotros nos aseguraremos de que esté a salvo —me aseguró.
—N-no puedo, él… ella… van a dañar a cualquier persona que yo quiera… y luego él también me encontrará y… ella se va a enojar… no p-puedo, Alice, no puedo…
El agarre de Jasper sobre mis hombros se intensifica, la niebla se vuelve más densa y un profundo letargo se apodera de mi cuerpo. Mi mente se pone alerta, siento la adrenalina recorrer mi cuerpo.
—No quiero volverme a dormir —protesto con enfado mientras salto lejos del agarre de Jasper. Es odioso como puede manipularse de esa manera. Camino hasta la habitación y doy un portazo para cerrar la puerta, lanzo mi cuerpo a la cama y suelto un grito desde lo más profundo de mis entrañas.
Ninguno de mis dos guardianes hace el esfuerzo por alcanzarme y tranquilizarme o al menos para venir a verificar si me encuentro bien. Saben que necesito este tiempo a solas. Después de algún tiempo, logré tranquilizarme lo suficiente como para sentarme al borde de la cama y tomar una decisión.
Me va a matar, estoy segura. Pero no puedo hacerlo sola.
Tomo una profunda respiración y con mis manos temblorosas escribo el mensaje, rogando a todo Dios que se me ocurre para que no esté dormida. Necesito que mi prima me responda.
“Necesito ayuda, hay problemas”
Cierro los ojos para no ver cuando me llegue la respuesta, lamentablemente el aparato vibra.
“No me digas, Sherlock”
Las lágrimas aparecen en mis ojos. Me siento aún más estúpida que el primer día que pasé en Forks, sé que debí pedir ayuda antes, sé que al menos debí avisarle desde antes, pero creí que podía pasar por esto sin que ella se diera cuenta.
“Que suerte que él haya llamado en cuanto te fuiste. Por cierto, ¿había necesidad de ser tan cruel?”
Lloriqueo, Charlie la ha llamado y le ha contado todo lo horrible que le dije. Me aproveché de su historia con Renée y le recordé como se había llevado a Isabella sin que él pudiera hacer nada. Y ahora él cree que su hija hizo lo mismo, que lo abandonó.
No escribo nada. No sé qué decirle.
“Soluciónalo”
Rompo a llorar.
—Estoy muerta —me quejo.
—Yo te veo muy viva —la voz de Jasper me sobresalta. Escondo mi teléfono al interior de mi chaqueta y me giro para mirarlo.
Está de pie, recostado contra el marco de la puerta, su rostro es serio pero sus labios me brindan una sonrisa simpática.
—Más tarde veremos —le respondo limpiando las lágrimas de mi rostro.
—No pienses así —Jasper suspira con pesar. —Damon me matará si algo te pasa, Bella.
—Bueno, bienvenido al club —digo yo. Aunque yo siento que Damon sería la tercera persona en matarme, primero Isabella, luego Angela y por último Damon.
—Le juré que te protegería —se lamenta. —Y si algo te pasa yo… me enfrentaré a su furia. Aunque la muerte sería un castigo demasiado blando por haber defraudado a mi mejor amigo.
¿Damon y Jasper son mejores amigos?
—Lo siento, por lo de antes —le digo disculpándome. —No debí reaccionar de esa manera.
Ahora me siento un poco culpable por mi arrebato de hace rato, de verdad espero que ninguno de los dos se haya enfadado conmigo y mucho menos quería que creyeran que era una ingrata que no agradece los sacrificios que ellos hacían por mí. Bueno, no quería que pensara que mi prima era una malagradecida.
—Ya han subido al avión, despegaron hace una hora, por si te lo preguntabas —me cuenta. —Alice ha ido a recoger el auto. En cuanto ustedes se vayan, nosotros nos quedaremos lo más cerca de la casa de tu madre posible.
—B-bien —digo. Pero no, no está nada bien. Y es mi culpa.
El timbre del teléfono suena, Jasper lo saca de su bolsillo y mira la pantalla.
—Es tu madre —dice extendiéndolo. Me lanzó desesperadamente hacia él dispuesta a arrebatarle el aparato de su mano, pero antes de que llegue siquiera a tocarlo, ya lo había puesto sobre la palma de mi mano.
—¿Hola? —preguntó con cierto temor. Jasper me hace una señal de que estará en el pequeño salón, dándome o al menos intentando que sienta privacidad.
—¿Bella? ¿Estás ahí? —doy un respingo. La voz de Renée sigue igual a como sonaba en mis vagos recuerdos de ella. —¡¿Bella?! —eleva el tono dejando en claro su pánico.
Suelto un suspiro, en realidad no debe de sorprenderme el tono que está usando, debido al mensaje urgente que le había dejado, pero al menos esperaba que no sonara tan alarmada.
—Tranquilízate, mamá —contesté. Decir esa palabra con tanta naturalidad me toma por sorpresa. Sacudo mi cabeza para concentrarme, podré lidiar con mis problemas de abandono más tarde. —Todo está bien, ¿de acuerdo? Dame un minuto nada más y te lo explicaré todo, te lo prometo.
Hice una pausa, al otro lado de la línea se escucha un sonido sepulcral.
—¿M-mamá?
—Ten mucho cuidado de no reaccionar —la voz de un hombre, afilada, grave y despreocupada se escucha en lugar de la voz de Renée. Habla muy deprisa y me cuesta seguirle la pista de sus palabras. —Si quieres que no le haga daño a tu madre vas a hacerme un favor y harás exactamente lo que yo te diga —de nuevo hace una pausa.
Yo estoy congelada. Sé que debo gritarle a Jasper, o al menos despegar el aparato de mi oído y presionar el botón de altavoz para alertar a mi nuevo amigo vampiro, pero no puedo moverme, el horror no me lo permite.
—Muy bien —me felicita burlonamente. Ahora repite mis palabras, y procura que parezca natural. Por favor, di: «No, mamá, quédate donde estás».
—No, mamá, quédate donde estás —repito en automático, mi voz apenas sobrepasa el volumen de un susurro.
—No se te da bien actuar, ¿verdad? —la diversión en su voz me cae como un cubetazo de agua helada. —Espero que estés controlando tu lindo rostro para no echarlo a perder y que tu madre sufra las consecuencias ¿verdad? Ahora repite: «Mamá, por favor, escúchame».
—Mamá, por favor, escúchame —supliqué. Eso sí me salió muy natural.
— ¿Hay alguien donde te encuentres ahora? —miro hacia la puerta de la habitación, no hay señales de Jasper. —Contesta sólo sí o no
—No.
—Pero todavía pueden oírte, estoy seguro.
—Sí.
—Está bien, entonces —continuó la voz escalofriantemente amigable. —Repite: «Mamá, confía en mí».
—Mamá, confía en mí.
—Esto ha salido bastante mejor de lo que yo creía —me felicita de nuevo. —Estaba dispuesto a esperar, pero tu madre ha llegado antes de lo previsto. Es más fácil de este modo, ¿no crees?
No me atreví a responder, solo me quedé en silencio, esperando.
—Ahora, quiero que me escuches con mucho cuidado. Necesito que te alejes de tus amigos, ¿crees que podrás hacerlo? —pregunta con el veneno filtrándose en su voz, ha dejado de lado lo amigable. —Contesta sí o no.
—No.
—Lamento mucho oír eso —una especie de puchero se escucha acompañando la frase. —¿Crees que te sería más fácil separarte de ellos si la vida de tu madre dependiera de ello? Contesta sí o no.
Mi mente ya ha comenzado a trabajar en un plan de escape. Recordé que iríamos al aeropuerto a recoger a los demás, un aeropuerto siempre está lleno de personas, ¿verdad? solo una vuelta incorrecta y sería demasiado fácil perderse.
—Eso está mejor —parece que ha adivinado mis intenciones. —Estoy seguro de que no va a ser fácil, pero si tengo la más mínima sospecha de que estás acompañada, bueno... Eso sería muy malo para tu madre —prometió la espeluznante. —¿Entiendes? Responde sí o no.
—Sí —mi voz se quebró. Ya no puedo seguir permitiendo que las personas salgan heridas por mi culpa, tengo que ser una niña grande y enfrentarme a los problemas así me los busque yo o no.
No puedo defraudar a mi prima. No cuando ella va a arriesgar su vida para que ese sacrificio no resulte en mi muerte segura. Tengo que hacer algo, ya no puedo seguir dependiendo de los demás para defenderme.
¡Tienes que hacer algo, Elena!
—Muy bien. Ahora, dime, ¿conoces el estudio de ballet que se encuentra justo a la vuelta de la esquina de tu casa?
No, no tengo idea de cómo es, no tengo idea de cómo llegar, pero conozco la dirección. Puedo hacerlo
—Sí —digo al teléfono. Me felicito en silencio por lo descarada que suena mi mentira.
—Bien, nos veremos allí —me dice. —Es muy importante ahora que no hagas sospechar a tus amigos cuando vuelvas con ellos. Diles que ha llamado tu madre, pero que la has convencido de que no puedes ir a casa por lo tarde que es. Ahora, responde después de mí: «Gracias, mamá». Repítelo ahora.
—Gracias, mamá.
—Di: «Te quiero, mamá. Te veré pronto».
—Te quiero, mamá —repetí con la voz estrangulada por el llanto contenido en mi garganta. —Te veré pronto.
—Adiós, Bella. Estoy deseando verte de nuevo.
Y colgó.
Y yo me solté a llorar.
—¿Bella? —la voz de Alice llama mi atención. —¿Qué sucede? ¿Tu madre…?
Ni siquiera ella se atreve a terminar esa frase. Yo niego con mi cabeza y me obligo a tomar una respiración para poderle explicar, o más bien para mentirle descaradamente a la cara.
—Escuchó mi mensaje y se asustó —le digo. —Además está molesta por lo que le dije a Charlie y… cree que me he fugado porque soy una adicta y que Edward es un cabrón poco hombre que…
—¡¿Eso dijo?! —Alice me mira con los ojos muy abiertos.
—No, pero estoy segura que lo pensó —murmuró. —Charlie le contó que me escapé con él, Reneé tiene razones suficientes para decir que es un estúpido, manipulador, inútil y malcriado que…
—¡Entiendo! —la vampira me interrumpe. Supongo que añadir la pequeña descripción de su hermano ha sido demasiado. —Es solo su preocupación de madre, Bella.
Yo asiento. Pero sé que no es cierto, sé que Renée debe estar muy asustada en este momento. Casi tanto como yo.
—Renée estará bien, te lo juro —dice sonando muy convincente. Le hubiera creído si no hubiera hablado hace apenas unos segundos con el vampiro loco que la tiene como rehén. —Nosotros vamos a protegerla, nadie más puede hacerlo.
Eso me hace dudar.
El rastreador dijo que me alejara de mis amigos, sé que se estaba refiriendo a los Cullen, pero, ¿Qué pasa si llevo a otra persona? ¿funcionaria? ¿Reneé y yo tendríamos alguna oportunidad de salir con vida de esto?
¿Debería tomar mi celular y decirle lo que está sucediendo con su madre? ¿Pedirle que envíe a Elija? Damon es un no, no voy a separarlo de ella. Y a pesar de que me sentiría más segura con Stefan aquí, su ausencia en Mystic solo resultaría muy sospechosa. Stefan no se separa nunca de mi lado.
—¡No! —Alice jadeo y golpeó su cuerpo contra la pared, como si de repente no tuviera fuerzas para sostenerse.
—¿Alice? —la llamé sintiendo el vacío en mi estómago e ignorando el nudo que se formó en mi garganta. La aludida no reaccionó, continuó con la expresión vacía y aturdida en su mirada, además que movía su cabeza de un lado a otro en un movimiento negativo.
—¡Alice! —exclamó Jasper con voz temblorosa. Ya estaba a su lado, tomando su mano y acariciando su rostro. —¿Qué ves?
—Bella —dijo Alice. MI nombre sonó ausente.
—Estoy aquí —repliqué. Alice giró la cabeza entrelazando su mirada con la mía, su expresión cambió a una de sorpresa antes de que sus cejas se juntan arrugando su frente.
Creo que en realidad estaba respondiendo la pregunta de Jasper.
— ¿Qué has visto? —pregunte no muy segura de querer saber la respuesta. Casi hago una mueca cuando noté que mi voz había salido demasiado indiferente para considerarse una pregunta de verdad.
Jasper me estudió con atención, sabía que algo estaba mal conmigo, sus ojos estaban llenos de confusión y preocupación. Mantuve la expresión ausente cuando caí en cuenta de muy probablemente yo sabía lo que Alice había visto.
—En realidad, no he visto nada diferente —Alice dice recuperando el brillo en su rostro. —Aún sigo viendo la misma habitación de antes, la de los espejos.
Jasper y yo compartimos una mirada. Ninguno le cree.
—¿Qué tan certeras pueden llegar a ser tus visiones? —pregunto tratando de sonar retadora. —¿Solo alguien toma una decisión y tú lo ves?
—Siempre he dicho que son como una predicción meteorológica. Las cosas pueden cambiar —responde cautelosamente. —Sólo veo el curso que van a tomar las cosas cuando están sucediendo porque si hay una nueva decisión, por más pequeña que sea, puede cambiar por completo el futuro.
—Como el efecto mariposa —murmuro. Alice asiente. —Por eso no pudiste ver a James en Phoenix hasta que no decidió venir aquí.
—Sí —admitió, mostrándose todavía cautelosa.
Y si mis suposiciones son correctas, tampoco me había visto en la habitación de los espejos con James hasta que no accedí a reunirme con él. Pero… ¿vio cuando Isabella decidió que cambiáramos de cuerpos? Si así fue… ¿Alice sabe que yo no soy Bella?
—Deberíamos irnos al aeropuerto, ya casi llegan —la vampira nos dice. Jasper se mueve al instante, yo no digo nada, solo permito que me arrastren hasta ese lugar mientras permito que mi mente analice la situación para conocer la posición en la que me encuentro.
¿Qué tanto sabe Alice?
Aparcamos en el cuarto piso del enorme estacionamiento del aeropuerto, el bullicio de las personas ya se escuchaba y con eso mis esperanzas comenzaban a crecer. Siguiendo los letreros, bajamos hasta la parte donde descienden los pasajeros. El avión donde vienen los Cullen está programado para aterrizar en la terminal cuatro, según eso es la más grande y la que más me convenía a mí. Entre más grande hay mayor probabilidad de que la afluencia de personas sea mayor.
Alice y Jasper se entretuvieron mucho rato estudiando el panel de salida y llegada de los vuelos. Los escuchaba discutiendo las ventajas e inconvenientes de Nueva York, Chicago, Atlanta, mencionan tantos lugares que yo jamás había visto, y que probablemente, nunca vería.
De nuevo, la muerte estaba demasiado cerca de mí.
Después de un rato, decidimos sentarnos cerca de las puertas por dónde se supone que deben de salir nuestros conocidos. Jasper y Alice fingían observar a la gente, pero en realidad, sólo me observaban a mí, ambos se tomaban muy en serio sus papeles de niñeras y seguían de reojo todos mis movimientos.
¿Sería muy tonto simplemente correr? ¿Y si grito? ¿Se atreverían a impedir que me escapara en un lugar público como éste? ¿O simplemente me seguirán?
—Voy a comprar un café —anunció sin dirigirme a ninguno en especial. Son cerca de la una de la madrugada y la humana no ha dormido, así que no creo que sea tan inusual pedir un poco de cafeína.
—Vamos —Alice se pone de pie.
— ¿Te importa que venga Jasper en tu lugar? —pregunto inocente. —Me siento un poco... —no terminé la frase pero mis manos se movieron alrededor de mi cabeza como si eso lo explicara todo.
Jasper se levantó, Alice nos miró confundida pero eso fue todo. Para mi alivio ninguno de los dos sospechaba de mis verdaderas intenciones. Jasper caminó junto a mí en silencio, con la mano en mi espalda como si me estuviera guiando pero estoy bien segura que estaba asegurándose de que me quedara a su lado.
¿Cuántas veces he intentado escapar de ellos usando el baño como excusa? Varias.
¿Cuántas veces tuve éxito? Ninguna.
Aun.
—¿Te importa? —detengo mis pasos al mismo tiempo que le hago la pregunta a Jasper. Señalo con la cabeza el letrero del sanitario. —Necesito un momento humano.
—Aquí estaré —dijo él.
Le sonrió. Jasper, espero que me perdones por lo que estoy a punto de hacer.
Con movimientos despreocupados, entro a los sanitarios cerrando la puerta detrás de mí. Ignoro por completo el espejo, no quiero ver el reflejo de este cuerpo y el cansancio que debe ser muy obvio en el rostro. Mejor, me preparo metódicamente, suelto mi cabello, lo acomodo alrededor de mi cuello y enfrente de mi rostro asegurándome de que cubra mi rostro.
No pienses, Elena. No pienses. Solo actúa tan estúpidamente como puedas, como sueles hacerlo.
Observo que encima de los cubículos de los excusados que hay en el fondo, hay una ventana pequeña para la ventilación. Agradezco en silencio que mi prima no tenga caderas tan amplias y que hayan pasado con facilidad cuando salté por la ventana. En cuanto mis piernas tocaron el suelo, eché a correr.
Corrí en contra del flujo de personas que venía en mi dirección, las personas se me quedaban viendo, pero yo los ignoré. Esta es mi única oportunidad y ninguno de ellos va arruinar mi escape, ninguno de estos humanos tontos va a impedir que me escape del par de vampiros que me tienen casi secuestrada para poder protegerme del estúpido vampiro al que me voy a entregar.
Supongo que una no puede escapar de su destino. Voy a morir a manos de un vampiro, uno muy diferente al que pensé, pero va a suceder de todos modos.
En algún momento llegue a un grupo de ascensores, el destino me sonrió una vez más esta noche, mis ojos se centraron en las puertas abiertas del último ascensor hacia la derecha, es como si estuviera esperando por mí. Metí la mano para detenerlo, metí mi cuerpo entre los irritados pasajeros y sus maletas y di un vistazo para cerciorarme que el botón que señalaba la plana que daba a la calle estuviera presionado. Una sonrisa de orgullo se escapó de mis labios cuando las puertas se cerraron.
Salí disparada de nuevo en cuanto se abrieron, a pesar de los murmullos de enojo que se levantaron a mi espalda. Anduve con lentitud mientras pasaba al lado de los guardias de seguridad, apostados junto a la cinta transportadora, preparada para correr tan pronto como viera las puertas de salida. No tenía forma de saber si Jasper o Alice ya me estaban buscando pero estoy completamente segura que podrían localizarme en un abrir y cerrar de ojos.
No había ni un solo taxi a la vista a lo largo de la acera y del atestado bordillo de la acera. La desesperación comenzó a ahogarme. No me quedaba tiempo. Para mi buena suerte, un taxi se detiene justo frente a mí, sorprendida, observo como una pareja se baja del vehículo, detengo con mi mano la puerta antes de que puedan cerrarla. Miro por encima de mi hombro para asegurarme que ni Alice ni Jasper vengan tras de mí y me lanzo al asiento trasero.
—Vamos a la calle 58, esquina con Cactus —le indico con voz ahogada y agitada. Pero el conductor no hace ningún esfuerzo por mover el auto. —¿Señor? A la calle 58, esquina con Cactus, por favor.
De nuevo nada pasó. Miro por el retrovisor al chofer, espero que el hombre capte mi mirada asesina y se mueva. Él se queda quieto como si no notara mi presencia. Suelto un bufido molesto. Estoy nerviosa y su comportamiento solo está causando que me ponga más histérica.
La puerta de mi lado se abre.
¿Tan miserable fue mi plan de escapar de dos vampiros? ¿Esto fue lo más lejos que llegué? Isabella está en Mystic Falls haciendo no sé qué, arriesgando su pellejo por mí, está intentando salvar mi vida y ¿yo no podré salvar a su madre?
—Andando —una voz gruesa ordena acompañando la palabra con el portazo que da a la puerta.
—¡¿Qué estás haciendo aquí?! —chillo agudamente. Mi corazón golpetea con fuerza en mi pecho.
El conductor del taxi nos mira por el retrovisor, no dice ninguna palabra, solo se limita a obedecer la orden que le han dado y sacarnos a la avenida para cruzar la ciudad rumbo a la dirección que le he dicho
—¡¿Por qué estás aquí?! —pregunto girando mi rostro de nuevo a mi nuevo acompañante. —Se supone que no debes estar aquí.
—¿Crees que te dejaría toda la diversión para ti sola? —pregunta sin mirarme. Su voz suena sorprendentemente tranquila.
—¡Maldita sea, Damon!, —me quejo. —¿Acaso estás loco?
—¿Loco? —me preguntó levantando una ceja. —¿Yo estoy loco? ¡Pues sí! Estoy jodidamente demente por acompañar a la humana demente que va a directo a ser drenada por un vampiro
—¡Damon! —gruño enterrando mi rostro en mis manos —Dijo que si llevaba a alguien conmigo, mataría a mi mamá.
—Suponiendo que de verdad tenga a tu madre —dice. Eso me hace elevar mi cabeza de golpe, mi cuello protesta pero yo ignoro el pinchazo de dolor en esa zona.
—¿De qué estás hablando? —le miro, incrédula.
Me muestra una fotografía en su celular, es Renée, lo sé porque no ha cambiado nada como la recuerdo. A su lado hay un hombre, sospecho que es el padrastro de Isabella, ambos están posando muy sonrientes, están en una mesa de algún restaurante, en el fondo detrás de ellos hay un letrero en el que se lee “Florida”.
—Es de hace unas horas —comenta. —Pero supongo que funciona como prueba.
—¡¿De dónde sacaste esa foto?! —le pregunto. Quito el teléfono de sus manos para investigar más a fondo. Es una conversación con Elijah y el mensaje está marcado a casi a la misma hora en la que el rastreador se comunicó conmigo.
De pronto me sentí demasiado aliviada, pero, aunque Renée estuviera a salvo, no significa que yo pueda volver a Forks y terminar esta farsa con tranquilidad. El rastreador nunca dejaría tranquila a mi prima.
—Necesito detenerlo —murmuro en voz alta.
—¿Y qué carajos vas a hacer tu? —gruñe evidentemente molesto. —¡Eres solo una humana! Deja que los Cullen se encarguen de él y tú limítate a salvar tu patético trasero.
—James es peligroso. Es un cazador —le explico lo que Edward, Alice y Jasper me explicaron. —Los Cullen lo superan en número, pero no son expertos en el tema.
—Tienen a Jasper —replica. —El cabrón sabe qué hacer, aprendió mucho en el ejército y la guerra.
—Pero no sabe rastrear —me quejo. —Y si ellos no pueden detenerlo, James no me va a dejar en paz el resto de mis días.
—Entonces debes estar agradecida de que haya venido—me dice con una sonrisa presumida. Tuerzo mis labios y miro hacia el frente, el conductor parece demasiado ajeno a nuestra presencia. Ahora caigo en cuenta de algo, está hipnotizado.
—¿Cómo me encontraste? —le pregunto a Damon. —No, espera, tengo una mejor. ¿Cómo supiste lo que estaba pasando?
—Eso es lo de menos —se encoge de hombros. Ahora tengo más preguntas, pero si las digo en voz alta puede que exponga nuestro otro plan, hasta donde yo sé, Damon no sabe que de hecho, yo no soy Isabella.
—Deja de hacer papilla tu cerebro —dice. —Ya tomaste tus decisiones, ahora enfréntate a las consecuencias.
—Si tu estas aquí y Elijah está en Florida… ¿Quién está en Mystic?
—Stefan —es lo que dice.
Oh no. Eso es malo, muy malo.
—¡Prometiste que cuidarías a Angela! —lo acuso. —¡Klaus podría descubrirla, podría matarla! ¿Por qué la dejaste sola?
—¡Oye! —bufa. —Sé que mi hermano es un imbécil, pero tenle algo de fe.
Quiero reclamarle por decir eso de Stefan, pero alcanzo a morderme la lengua.
—Bien, Stefan cuida a Angela, lo tengo —desvío la mirada, no quiero mirar directamente a sus ojos cuando diga la frase. —¿Y quién cuida a Elena?
Sí, soy una pésima persona por usar esa carta en su contra, pero era necesario. Debo hacer todo lo posible por que Damon deje atrás su extraña misión de querer ser un superhéroe. Necesito que se vaya. No puede ir conmigo a enfrentar al rastreador, si James descubre a Damon, puede ser el final de ambos.
Si permito que maten a Damon solo para yo salir librada de esto, Isabella ahora si me va a matar. No tendrá piedad de mí.
Sus ojos flamearon llenos de odio. Esa es la manera en la que muestra lo cabreado que está, pero no dejo que me afecte, lo va a superar más tarde.
—¿Que quien la cuida? Déjame ver, Stefan, Bonnie, Elijah, Damon —comienza a mencionar a cada uno de mis amigos. —A Elena la cuida Isabella.
Mi cuerpo se tensa.
—Es culpa de Elena que yo haya tenido que conducir 3,600 kilómetros lejos de la mujer que amo solo para matar a un cabrón —escupe entre dientes. —Es culpa de Elena que yo tenga que quedarme a un lado mientras la mujer que amo se sacrifica a sí misma sólo para salvar el trasero de su desagradecida prima.
—Damon…
—¿Creen que soy un pendejo? ¿Creen que no me daría cuenta? —ahora está gritando. Y ahora si está muy encabronado. —¿Creyeron que podían hacer esa idiotez y nadie se daría cuenta de su magia vudú?
—Damon…—intento de nuevo.
—¡Cierra la maldita boca, Elena! —ruge. Yo obedezco. —No sé qué le dijiste, no sé cómo la convenciste, pero te lo advierto, si algo le pasa a Isabella, me aseguraré de que tu existencia sea miserable.
Asiento con la cabeza sintiéndome incapaz de hablar. Damon se reclina sobre el asiento, cruza los brazos sobre su pecho y gira su rostro hacia la ventanilla del taxi.
—Yo no la convencí —le digo. —Yo no sabía que estaba pasando hasta que Angela hizo el cambio.
—Mmhmm.
—¿Cómo lo descubriste? —preguntó en voz baja.
—El collar —me dice. A mi mente llega el momento en el que Isabella me lo puso, o bueno a mi cuerpo. —Le pedí que nunca se lo quitara…supongo que ha cumplido su promesa.
—Ah —bajo las manos a mi regazo. No sé qué decirle ante eso.
—Ella lo es todo para mí, y yo siempre la voy a elegir, Elena. Siempre va a ser ella antes que nadie…
—¿Y porque sigues aquí, ayudándome? —le pregunto. Entiendo que mi cuerpo es el de ella, que yo luzco como ella, pero yo no soy Isabella.
—Porque ella sabe usar eso en mi contra —dice. Su rostro se gira a mí, sus ojos azules brillan con sinceridad. —Escucha, te voy a ayudar porque no quiero volver a ver a mi hermano deprimido porque la mujer que ama ha muerto.
—Stefan —suspiro su nombre.
—Y te voy a ayudar porque a pesar de todo, te aprecio —confiesa tomándome por sorpresa. —Te quiero, Elena. Y no, no estoy drogado ni nada, lo digo porque quiero decirlo.
Vaya, incluso él reconoce que es un cretino que oculta su corazón ante los demás.
—¿Y me lo dices ahora que me van a matar? —pregunto soltando una risa nerviosa.
—Al único que vamos a matar es a ese imbécil —me asegura.
—No es tan fácil —chasqueo la lengua.
—Qué bueno que yo tampoco —sus palabras provocan una carcajada en mí, era obvio el doble sentido de esa frase. Es el humor de Damon. —Tú tranquila.
Toma mi mano entre la suya acariciando con suavidad mi piel. Ese sencillo gesto era suficiente para calmar mis nervios por la situación.
—Por cierto ¿cuál es el plan?
—Llegando, tú vas sola por enfrente, te finges preocupada por tu madre, lloras, gritas, pataleas, lo distraes. Mientras yo rodeo el edificio, entro por atrás y lo ataco —Damon movía sus manos a la par de que su boca soltaba las palabras. —Él se queda sin cabeza y nosotros nos vamos a un bar a celebrar.
Truena los dedos y sonríe.
Lo miro con una ceja arriba. ¿Así de fácil?
—Llegamos —anuncia el conductor. Damon abre la puerta y me empuja fuera del auto.
Apenas alcanzó a levantarme del suelo justo a tiempo para ver como el auto vuelve a alejarse por la calle, sacudo mis ropas, giro mi cabeza y veo el estudio de ballet en la siguiente calle. Bueno, ya estamos aquí. Mis piernas se movieron por si solas, acercándome al lugar, miro detenidamente el estacionamiento de la parte delantera que se encuentra vacío, todas las ventanas tienen las persianas cerradas. Sé que él sabe que ya estoy aquí.
Llego hasta la puerta, giro el pomo y conteniendo el aliento abro la puerta. El oscuro vestíbulo estaba vacío y tenía las sillas apiladas contra la pared.
—¡¿Bella? ¿Bella?! —la voz envuelta en pánico de Reneé se escucha a través de la oscuridad, un escalofrío recorre mi cuerpo, pero me obligo a entrar en acción.
—¡¿Mamá?! —pregunto. Mis piernas me lanzan hacia adelante, corriendo para ir en su búsqueda aunque sé que no está aquí.
—¡Bella, me has asustado! —se escucha que se ríe. —¡No lo vuelvas a hacer nunca más!
Me detengo. Miro cuidadosamente a mí alrededor para descubrir de donde viene el sonido de su voz. Una risa siniestra se escucha a mis espaldas.
Me giro lentamente hasta verlo, inmóvil junto a la salida de emergencia se encuentra James, sostiene en sus manos el control remoto del lugar y la pantalla donde estaba reproduciendo el video de Renée. Mis ojos apenas notan que el equipo de video está del otro lado del lugar.
Caminó hacia mí y pasó muy cerca. Depositó el mando al lado del vídeo. Me di la vuelta con cuidado para seguir sus movimientos.
—Lamento esto, Bella —dice caminando hacia mí. Mis ojos no se desprenden de sus movimientos. —¿Acaso no es mejor que tu madre no se haya visto implicada en este asunto?
—Sí —contesté.
—No pareces enfadada porque te haya engañado —me mira sorprendido.
—No lo has hecho —me encojo de hombros.
—Y aun así viniste —dice elevando ambas cejas rubias. Se detiene cuando está justo frente a mí, con sus brazos cruzados y sus ojos negros mirándome con curiosidad.
—¿Tenia alternativa? —pregunto. Él se encoje de hombros. Mi garganta se seca al darme cuenta que ni su rostro ni su postura mostraban el menor indicio de amenaza, al contrario, parecía muy relajado.
—Supongo que ahora vas a decirme que tu novio te vengará ——dice en tono aburrido.
—No, no lo creo.
—Humm. Bueno, en tal caso, tenemos expectativas distintas —inclina su cabeza hacia un costado. —Como ves, esto ha sido demasiado fácil, demasiado rápido. Para serte sincero, me siento decepcionado.
—Aquí estoy, era lo que querías ¿no?
—Sí, pero, esperaba un desafío mucho mayor —exhala ruidosamente. —Me prometieron un desafío mayor.
—¿Qué?
—No —murmuró para sí mismo. —No lo entiendo.
Esperé en silencio, parecía querer contarme algo.
—¿Qué has hecho? ¿Por qué es tanta la necesidad de quitarte de en medio? —me mira, como si quisiera descubrir algo que yo estoy ocultando. —Tú simplemente eres una humana, que, desafortunadamente, estaba en el sitio equivocado y en el momento equivocado, y podría añadir también, que en compañía de la gente equivocada.
Dio un paso en mi dirección hasta situarse a poca distancia. Levantó un mechón de mi pelo y lo olió con delicadeza. Entonces, lo puso otra vez en su sitio con dulzura y sentí sus dedos fríos en mi garganta, su mano subió a mi mejilla acariciando el lugar con su pulgar. Quise alejarme de él, pero no era capaz siquiera de estremecerme.
—No es nada personal contra ti, Bella. Al menos no de mi parte —me dice. —Pero eso no significa que no vayamos a divertirnos, ¿verdad?
Sentí náuseas en la boca del estómago mientras lo escuchaba hablar en ese tono lascivo.
—¿No te han dicho que es de mala educación coquetear con la mujer de otro hombre?
James se gira bruscamente, yo casi me desmayo del alivio cuando la voz de Damon llegó a mis oídos. Viene hacia nosotros con su andar despreocupado.
—¿Trajiste a un amiguito, Bella? —James sisea, sus ojos no se desprenden de Damon en ningún momento. —¿Quién eres tú?
—Yo soy su novio, idiota —Damon bufa. —Ahora, suéltala para que tú y yo podamos bailar el lago de los cisnes versión vampiros.
—Ah, si —el cazador se ríe. —Me dijeron que podrías venir y arruinar nuestros planes.
—¿De qué carajos hablas? —Damon hace una mueca.
—No te muevas, querida Bella —James me dice con ternura. —Me encargaré de este tonto y volveré a por ti.
En un parpadeo ya no se encontraba frente a mí. Ahora estaba frente a Damon, casi en el medio del salón de espejos en el que nos encontrábamos. El cazador estaba a solo un paso del pelinegro, dando vueltas a su alrededor mientras Damon lo miraba con gesto indiferente. Un jadeo se escapa de mi garganta cuando me doy cuenta de que esta es la segunda visión de Alice; la habitación de los espejos, con el cazador y la segunda persona a su lado, Damon era esa segunda persona.
Entonces, con terror observé al casado echarse hacia atrás y agazaparse en una postura que reconocí de inmediato. A través de los espejos logré ver que su amable sonrisa se ensanchó hasta dejar de ser una sonrisa y convertirse en una mueca que dejaba visibles sus dientes afilados y relucientes.
Ambos saltaron a la vez.
Mis ojos humanos apenas percibieron la pelea, los dos se movían a una velocidad sobrehumana que solo me permitía ver sus siluetas envueltas en un baile peligroso. De vez en cuando lograba ver a James volar por los aires, o a Damon chocar contra los muros. Incluso observe entre maravillada y horrorizada como Damon pateaba a James en el estómago lanzándolo contra el piso de madera provocando un gran hueco lleno de astillas.
El sonido proveniente de la puerta me hizo despegar mis ojos de ellos.
—Es suficiente —la voz de una mujer retumbó en el lugar. Un terrible zumbido atravesó mis oídos al mismo tiempo que un insoportable dolor de cabeza azotara mi mente.
—¡Ah! —mis manos chocaron contra mi cabeza intentando sostenerla en su lugar. Sentía que el dolor de cabeza estaba derritiendo mi cerebro y el zumbido estaba destrozando mis oídos. Caí de rodillas sintiéndome incapaz de mantenerme de pie.
Mis ojos buscaron a Damon, él estaba igual que yo, de rodillas en el piso de madera, cubriendo sus oídos con sus manos. James estaba de pie frente a él, totalmente erguido.
—Verás, querida Bella —el rubio se acerca lentamente a mí. Se pone de cuclillas frente a mí y me obliga a mirarlo. —Yo también he traído a unas personas.
—Pónganlo de ese lado —la voz de la mujer se escucha en el fondo. Por la esquina de los ojos veo a un par de personas entrar al lugar, llevan cargando algo en sus manos, pero mi borrosa visión no permite distinguir lo que es.
—Cuando se acercó a mí en Alaska y me ofreció este pequeño trato, dudé de él.
Mis oídos luchan por captar sus palabras, mi cerebro apenas y encuentra la coherencia de sus frases.
—Me juró que tu sangre olía delicioso, que era un aroma tan exquisito que desde el primer momento resultaría difícil resistirse —James se carcajea. —El bastardo me mintió. Perdóname, no quiero ofenderte, tú hueles francamente bien. Un poco floral, creo… pero no como él dijo.
—¿De qué hablas? —consigo decir.
—Oh, dulzura, no tienes idea, ¿cierto? —se burla. —Todo este tiempo has sido mi objetivo, Bella. Sabía que ese día te encontraría en el campo de béisbol, sabía que tu querida familia de vampiros haría un patético intento para protegerte y sabía que nadie sospecharía de él.
—¿Q-qué…?
—¿Qué sentido tenía darte caza por todo el planeta cuando podía esperar cómodamente a que te trajeran a mí? —James suspira con dramatismo. —Todo lo que tenía que hacer era esperar la llamada de tu querido novio y entonces, sería mi turno de actuar. Demasiado fácil, como ves.
—¿N-novio? —Damon pregunta entrecortadamente desde el otro lado del salón. Me mira con pánico en sus ojos.
—Está listo, señor —la mujer habla elevando su voz. Unos pasos provenientes de la puerta principal causa que todos giremos en esa dirección.
—¿E-Edward? —pregunto sin creer lo que mis ojos ven.
—No, no es él —Damon escupe. Lucha por ponerse de pie, aunque se tambalea un par de veces. —Nicklaus.
Mi corazón se detiene.
—Damon Salvatore —el hombre se dice el nombre con burla en su voz. —Estas muy lejos de casa ¿te has perdido?
—Tú estás muy lejos del infierno ¿te has perdido? —es lo que responde Damon usando el mismo tono que Klaus. El pelinegro aun lucha por mantenerse de pie.
—Isabella, querida —Klaus viene directamente hacia mí. —Lamento haber tomado el cuerpo de tu novio sin consultarte, pero no me dejaste opciones.
—No —consigo decir con voz ronca—. No, Edward, no lo hagas… ¡Edward!
Un golpe demoledor impactó en mi pecho y me sentí volar hacia atrás, hasta sentir el crujido del cristal al romperse cuando mi cabeza se estrelló contra los espejos. El cristal se agrietó y los trozos se hicieron añicos al caer al suelo, a mi lado mientras mi cuerpo rebotaba por el suelo.
Estaba demasiado aturdida para sentir el dolor. Ni siquiera podía respirar.
—No vas a volver a arruinar mis planes —gruñe Klaus. —Vas a tener de regreso a tu noviecito, solo necesito que mi querida Greta me regrese a mi cuerpo.
Aturdida levanto la cabeza, hay un ataúd en el medio del salón, hay un pentagrama dibujado a su alrededor y hay varias velas distribuidas por el lugar. La mujer, está arrodillada frente a la cabeza del ataúd, tiene los ojos cerrados y está pronunciando palabras en otro idioma. No necesito ser Angela o Bonnie para adivinar que está recitando un hechizo.
Ha dejado de ponernos atención, por eso ya no nos está doliendo la cabeza.
—Ni lo sueñes, idiota —Damon se lanza contra Klaus. Él, bueno, el cuerpo de Edward reacciona ante el ataque y aprovechando que Damon aún no se ha recompuesto por completo, lo lanza contra la ventana más alta del lugar.
—Encárgate de él —le dice a James que sale disparado hacia donde Damon intenta ponerse de pie. —Y tú —me mira, —no estorbes.
—¿Vas a dejar que te traté como su perra? —escucho la voz de Damon. Giro mi cabeza para buscarlo y mis ojos lo encuentran de nuevo luchando contra James.
Entonces yo tenía que detener a Klaus, al parecer. Me giré sobre mi propio eje, colocándome sobre mi estómago, el golpe aun no desaparecía de mi cuerpo y mi movilidad era reducida, así que me las conseguí para gatear con ayuda de mis pies y manos en un intento de arrastrarme hasta donde se encontraban Klaus y la bruja.
Pero, resulta que soy una tonta que olvidó a los dos gorilas que habían entrado antes cargando el ataúd con el cuerpo de Klaus. Uno de ellos se abalanzó sobre mí de inmediato y me pateó con fuerza la pierna. Oí el espantoso chasquido antes de sentirlo, pero luego lo sentí y no pude reprimir el grito de agonía.
—¡No! —escuché el grito de Damon, pero también su voz fue ahogada con su propio quejido.
Me retorcí para agarrarme la pierna intentando que el dolor no fuera tan grave. El otro hombre se acercó a mí golpeando con su pie mi pierna ya rota. Un nuevo rugido atravesó el lugar. En estado de shock, lo reconocí como mío.
Esta vez, la voz de Damon no llegó a mis oídos.
Sabía que algo estaba mal.
Mi cabeza se sacudió por el piso, de un lado a otro buscando a Damon con mis ojos, intentando mirarlo a pesar de mi visión borrosa y casi nula.
—¡Espera! ¡No, no, no! —los gruñidos provenientes de ambos apagaron mis gritos de horror. La mano de James estaba sujetando una de las tablas del piso de madera que había levantado anteriormente con su cuerpo, mientras su otra mano sostenía a Damon contra la superficie del piso con ayuda de sus piernas y su propio peso.
Ahora si estamos en problemas.
Durante su pelea, pequeños fragmentos de madera se han incrustado en la piel de Damon, dejando en evidencia el daño que le causaba. James es bastante listo y ahora que ha descubierto este hecho, lo va a usar como ventaja.
—¡No! ¡No lo lastimes! —pese a mis lágrimas, logré gritar tan fuerte como mis pulmones me permitieron, James apenas y me miro. Uso sus piernas para impulsarse con fuerza cayendo de pie, apenas me di cuenta que le faltaban unos cuantos pedazos de piel. Levantó a Damon por el aire, lo acomodó para que quedara frente a mí permitiendo ver los ojos azules y derrotados de Damon.
—Dile que la amo —me dice. El cazador levanta la mano que sujeta la estaca de madera y con un rugido se la enterró a Damon en el abdomen. El grito de mi garganta fue aún más audible que cuando los huesos de mi cuerpo se rompieron.
—¡No! —mi mano se estira intentando alcanzarlo.
Como si tocándolo me hiciera tomar su lugar, como si al tocarlo pudiera alejar ese dolor de él. Damon no debería estar aquí, no debería sufrir por esto. Yo lo causé, y los Cullen. No, esto es culpa de Klaus.
—¡Suéltalo! —suplico entre lágrimas. —¡Déjalo!
—Tus deseos son órdenes —James me sonríe mostrándome sus dientes.
Levanta despreocupadamente las manos y lanza a Damon por los aires. Su cuerpo se estrella contra la puerta de la entrada, destrozándola y recibiendo los fragmentos de cristal en su piel. Al instante se comienza a formar un charco con su sangre.
—¡No! —chillo. Mis pies intentan moverse, intento ponerme de pie para correr y ayudarlo, pero mi pierna no ayuda. Una mano helada se coloca en mi pierna rota, ejerciendo una nueva presión y causando que más de mis huesos se rompan.
—No, no, no, —dice lastimosamente. —Tú aún no te puedes ir, la fiesta apenas está comenzando.
Entonces, algo me impactó en la cara y me arrojó de nuevo contra los espejos que rodeaban la habitación. Por encima del dolor de la pierna, mi espalda y mis brazos, sentí el filo cortante del cristal rasgarme el cuero cabelludo. En ese momento, un líquido caliente y húmedo empezó a extenderse por mi pelo a una velocidad alarmante, empapando mi camisa, mis jeans y mi propia piel. El zumbido en mis oídos regresó, pero esta vez venía acompañado de algo más, un goteo rápido y pesado.
Era mi propia vida escapando de mi cuerpo, era mi sangre goteando contra el piso de madera. Se me hizo un nudo en el estómago a causa del olor.
James se agazapó sobre mi cuerpo, sus ojos que antes parecían aburridos ahora arden con una enorme necesidad y deseo de mi sangre. Está sediento, lo sé, puedo verlo a pesar de que mis ojos están casi cerrados. Quizás aún puede acabar rápido, aún se puede cumplir mi destino sin que yo sufra más.
Entonces, James me sonrió.
Y me mordió.
Chapter Text
Damon POV
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—Mayor —digo en mi mejor tono cortante cuando contesto la llamada en mi celular.
Hoy ando de muy mal humor, más que otras veces; sobre todo porque me obligaron -de nuevo- a dejar Mystic Falls por culpa de Elena. Es como si alguna de las brujas me hubiera lanzado un hechizo de esos que te obligan a quedar atrapado en un maldito trance temporal, es como si alguien me hubiera lanzado a un agujero de gusano condenándome a repetir una y otra vez mi vida.
Excepto que la primera vez, salí buscando ese maldito libro de hechizos con la esperanza de salvar a Elena de un sacrificio vampiresco o lo que sea, esa vez al menos iba y venía por todo el país y no estaba obligado a estar estancado a las afueras de un hotel enfrente del aeropuerto de Phoenix. Esta jodida vez, tengo la misma misión, salvar el trasero de Elena pero a costa de una jodida familia de vampiros fríos que solo han embarrado sus narices en una situación que no han podido controlar.
—Damon —la voz tensa de Jasper me responde del otro lado del teléfono. Pongo los ojos en blanco, ninguno de los dos quiere lidiar amablemente con esta mierda.
—Jodido imbécil —le gruño. —¡Escúpelo ya!
Un resoplido al otro lado de la línea es la respuesta a mi gruñido. Me estoy impacientando y eso solo va a terminar conmigo cruzando la calle para arrancarle la cabeza al cabrón.
—Es Bella… está en problemas —consigue decir. —¡Pero tenemos todo bajo control!
—¡Oh, pero por supuesto! —exclamó, el tono hostil y falso de mis palabras hacen que él se aclare la garganta. —Tener a Isabella encerrada en un hotel frente al aeropuerto de Phoenix, a 2,500 kilómetros de su casa, mientras su padre se deshace de histeria porque su hija ha decidido huir despavorida de su casa a altas horas de la noche, es tenerlo todo bajo control.
Ahora estoy manoteando y gruñendo al teléfono. Jasper continúa carraspeando mostrándome su claro indicio de nerviosismo. ¿El vampiro más sanguinario de las guerras del sur tiene problemas para hablar? Qué curioso, yo recuerdo que el idiota no podía callarse, se la pasaba gritando y soltando mierda a diestra y siniestra.
—Lo sabes —dice finalmente, su tono resignado es la alarma que necesito para saber que ha intentado ocultarlo, no solo eso, estoy seguro que he sido su último recurso, lo que significa que el asunto es algo grave.
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—¡Claro que lo sé, imbécil cabrón! ––escupo liberando toda la furia que he estado conteniendo las últimas 24 horas. —¡¿Crees que soy imbécil? ¿Creíste que podías salirte con la tuya sin que nos diéramos cuenta? ¿Fuiste tan cabrón como para subestimar a Charlie y creer que no llamaría para decirnos que su hija ha huido? ¿Crees que no sé qué esto es culpa de tu estúpido hermano?!
—Esta vez Edward no tiene la culpa —me dice receloso.
—Yo no estaría tan seguro —bramo. Un suspiro atraviesa a Jasper, sé que está cansado mentalmente de toda esta situación entre su hermano y yo, sé que lo que está pasando con la que él cree que es Isabella solo lo ha abrumado más, sobre todo porque estoy seguro que su mente militar está castigándose por haber permitido que esto pasara, y al mismo tiempo está pensando en todas las estrategias posibles para arreglar esta situación.
—Esta vez no —intenta sonar seguro. —O al menos eso espero, si no yo mismo le cortaré las bolas.
—Te estas tardando en hacerlo —suelto un bufido. Lo peor es que ni a mí se me permite hacerlo y eso que yo tengo más derecho a dejar al niño bonito como eunuco, yo he tenido que soportar toda esa mierda y soy yo quien ha salvado a Isabella todas las veces que ese imbécil lo arruina.
—Escucha, Damon…—la línea se queda en silencio por algunos segundos. —Sé que esto es nuestra culpa, pero estamos solucionándolo…
—¿Qué mierda pasó? —le pregunto, no es que no lo sepa ya, pero necesito los detalles. Solo porque sí, porque soy chismoso.
—Solo estábamos jugando… todo iba bien, pero… aparecieron tres de mi especie, ya se habían ido, pero por alguna extraña razón decidieron volver, creemos que nos escucharon jugar —Jasper habla rápidamente contándome los detalles de lo que sucedió en ese maldito juego. Ahora puedo llenar algunos huecos en blanco que me ha dejado la versión de Charlie. —Uno de ellos, James, es un rastreador, percibió el aroma de Bella y tomó una decisión. No va a descansar hasta tenerla, eso es seguro.
—Mierda —mi mandíbula cruje, mis dientes rechinan. —¿Qué hay de los otros dos?
—Laurent dijo que no participa en estos juegos, y se fue, pero tengo a alguien siguiéndolo, para estar seguros. La mujer, Victoria, al parecer es pareja del rastreador, ella está siguiendo a Charlie, no sé si esperando el momento de arrancarle el corazón o simplemente buscando información de Bella, no estamos seguros —me explica. —Rosalie y Esme están con Charlie, vigilando.
—Lo sé, Charlie lo sabe, pero eso no me tranquiliza —digo con los engranajes de mi cabeza girando a máxima velocidad. —Diles que llamaré a los lobos, no podemos dejar que esa mujer siga rondando por ahí.
—¿Los lobos? ¿Los de la Push? —jadea. —¿No crees que es demasiado arriesgado meterlos en esto? Yo sugeriría…
—No quiero tus estúpidas sugerencias, Mayor —bramo con un rugido. —Hay que salvar a Charlie, pero sobre todo necesito salvar a la niña que tienes escondida en esa maldita habitación lujosa desde la cual estás hablándome.
—¿Cómo sabes dónde estoy? —pregunta claramente confundido.
—¡Porque te estoy viendo, cabrón! —grito. La cortina de la ventana de la habitación se mueve revelando la figura de Jasper. Hace una mueca cuando me ve al borde de la calle. —Eres un idiota por usar tu tarjeta de crédito si lo que planeas es que nadie pueda rastrearte. Además, ¿qué carajos está mal con tus poderes vampíricos? Llevo horas aquí parado como un estúpido acosador mirándote y no te has dado cuenta.
Un bufido es mi respuesta.
—Bien, llamaré a Esme y a Rosalie para avisarles de tu maravilloso plan —dice resignado y molesto. —¿Quieres hablar con Bella?
—No —niego al instante. —Ni siquiera tú sabes que estoy aquí, ¿entendido?
—¿Qué estás tramando? —pregunta con sospecha.
—¿Cuál es el plan? ¿Qué carajos se supone que van a hacer para detener a ese cabrón psicópata? —le pregunto desviando el tema. Podemos hablar con sentimentalismos después, cuando todo esto esté solucionado, incluso puedo servirle café y galletas si lo desea, pero ahora tengo prisa, necesito volver a Mystic cuanto antes.
—Cuando nos fuimos, Carlisle, Emmett y Edward intentaron crear una distracción para James, usaron ropa de Bella y lo llevaron un poco hacia el norte…
—¿Pero? Hay un pero
—Pero los descubrió y lo perdieron. Ahora mismo vienen en camino, según Alice, su vuelo llega en un par de horas.
Pongo los ojos en blanco, toda esa maldita información no me sirve.
—Carlisle, Emmett y yo vamos a cazar a ese desgraciado —gruñe las palabras, su deseo de alguna pelea está burbujeando en sus frías venas, estoy seguro. —Los demás… bueno, supongo que la idea es que Edward se lleve a Bella, no sé a dónde.
—¡Estás imbécil si crees que voy a permitir que ese cabrón se acerque a ella de nuevo! —exploto. ¿Que no entiende? ¡Su jodido hermano no puede estar cerca de Bella, mucho menos de Elena!
—Escúchame, Damon —intenta razonar, —sé que el plan no te gusta, pero es lo mejor si queremos...
—Si queremos que ella termine muerta —lo corto. Jasper exhala con frustración por ser interrumpido, de nuevo. Nunca le ha gustado que lo interrumpan, pero yo no soporto seguir escuchando esas idioteces.
—Edward está bien, puede controlarse, su preocupación por Bella va a bloquear cualquier instinto de querer beber su sangre —dice tercamente. —Además, gracias al don de Edward, tienen una ventaja para protegerla, puede escuchar cualquier peligro que se acerque a ellos.
—¿Ella quiere ir con él? —pregunto.
—No se ha negado —es la respuesta de Jasper. Ahora soy yo quien exhala con frustración.
—Estás olvidando con quien crees que estás lidiando —le digo, casi rogando para que entienda que no es verdaderamente Isabella la que está encerrada en la habitación junto con la duende vampiro. —La conozco, va a actuar por impulso y hará todo menos lo correcto, menos lo que la mantiene a salvo.
—¿Qué propones, soldado? —me dice, su voz ahora suena cansada.
—¡Ponla en un maldito bunker y no permites que haga nada estúpido! —grito.
—Escucha, Damon, no es solo la vida de Bella… como te he dicho, Charlie está en riesgo, y creemos que incluso la vida de la madre de Bella puede verse comprometida si no…
—Renée está bien, hace quince minutos estaba muy emocionada por salir a cenar con su esposo —le repito lo que dijo Elijah en la última llamada que tuvimos hace un par de minutos. —Pero aún hay algo que no termina de encajar, ¿porque Isabella necesitaba saber la dirección de un maldito estudio de Ballet?
—Alice tuvo una visión —murmura renuente. —Vio a James en ese estudio, la primera vez estaba solo, luego parecía estar en algún otro lugar y la última vez lo vio de nuevo en el estudio, pero esta vez con compañía.
Escucho fuerte y claro el clic en mi cabeza cuando todo cae en su lugar y por fin descubro el plan de Elena. Siento que se me revuelve el estómago.
—Carajo —jadeo. Doy una patada al suelo ya que eso sería lo menos evidente para las pobres personas que pasan por la calle, por un ligero momento tuve la esperanza de que estaríamos equivocados, que Elena no planeaba encontrarse con nadie y que la razón de preguntarle a su prima esa dirección era por una razón muy diferente. —¡No puedo creer que sea tan estúpida!
—Crees que la persona que le hace compañía al cazador es Bella —dice adivinando mis pensamientos. Espero que no se le hayan contagiado las malas jugadas de su hermano lector de mentes. —Puede que tengas razón, Alice ha visto al rastreador en casa de Renée. Bella vio cuando tuvo la visión y ahora mismo la ansiedad la está matando.
—Se va a entregar como moneda de cambio, estoy seguro —siseo. —Va a jugar a ser la heroína e irá a salvar a su madre.
—Pero Renée está a salvo, lo que significa que…
—¡Es una trampa! —ambos gritamos a la vez.
—El maldito bunker ahora me parece una maravillosa idea —Jasper sisea. —Quizás un poco de tiempo a solas la haga recuperar la cordura.
—Escúchame, Jasper, tengo un plan —le digo.
—Te escucho.
—Deja que se vaya —digo casualmente.
—¡¿Te golpeaste la puta cabeza?! —ahora es él quien explota en mi contra —¿Que mierda acabas de decir?
—Yo voy a estar esperándola —le digo. —Yo iré con ella y haré pedazos a ese cabrón.
—¡Jodido egoísta! Quieres toda la diversión para ti solo.
Una carcajada seca brota de mí. —No te imaginas, Mayor.
—De todas maneras, iré con ustedes —me dice.
—No —replico. —Quédate y detén a tu hermano antes de que haga una idiotez, mantenlo fuera de mi camino.
—Bien —acepta. —Molestar a Edward siempre ha sido divertido, al menos lo era, cuando no se comportaba como un imbécil.
Esas palabras vuelven a encender las alarmas en mi cabeza, ¿es posible que el niño bonito esté actuando raro? ¿es solo el remordimiento o es algo más? ¿Qué tan probable es que Klaus haya hecho de las suyas? ¿Es Edward él mismo? ¿Acaso el rastreador tiene algo que ver? ¿Klaus es el rastreador? ¿Qué tan probable es que haya descubierto que es Elena quien está en Forks y por eso de repente se ha vuelto envuelta en una cacería de vida o muerte?
—Jasper —murmuro su nombre con cuidado, no estoy seguro de cómo hacer la pregunta sin avivar las llamas del infierno.
—¿Qué pasa?
—¿Seguro que tu hermano está bien? —pregunto cautelosamente.
—Estoy seguro que su sed estará bien, si no, podemos obligarlo a que nos reporte las cacerías que haga y los…
—No me refiero a su sed, Mayor —aclaro mi garganta. No quiero decir el nombre en voz alta, porque todos en Mystic tienen razón siento que esta vez si digo en voz alta su nombre, va a aparecerse frente a mí.
La línea se queda en silencio algunos segundos.
—¿Crees que Klaus está involucrado en esto?
Me encojo de hombros, nunca está de más ser cauteloso.
—El domingo es el ritual, es jueves y ese cabrón no ha dado señales de vida en Mystic —por primera vez me permito decir mis miedos, Jasper es la única persona que no creería que estoy demente. —Borramos del mapa a todos los que necesita y él parece que ni se inmuta, es como si no le importara.
—Pero lo hace —Jasper murmura. —No creo que quiera esperar más tiempo, estoy seguro que Klaus hará ese ritual dentro de tres días.
—El rastreador puede ser el cebo, quizás su misión solo es conseguir la información que Klaus necesita.
—Y por supuesto que Bella conoce esa información —Jasper dice y puedo ver su asentimiento en la ventana. —Por eso la busca.
—O quizás solo es Klaus siendo el cabrón de siempre —respiro entrecortadamente.
Si soy honesto, no quisiera otro enfrentamiento con él, no con el cuerpo de Isabella en el medio, la última vez casi la pierdo, si no hubiera sido por Ángela, su corazón se hubiera detenido sin darme la oportunidad de darle sangre.
Esta vez no puedo hacer eso, porque Elena no puede morir en el cuerpo de Isabella. Si lo hace, las condenaría a ambas.
—Sea lo que sea, no vamos a permitir que la tenga —Jasper dice con bastante seguridad. Y como el idiota que soy, le creo ciegamente.
Discutimos los detalles de nuestro plan más a fondo y me dice finalmente que su esposa irá a buscar el auto para irse al aeropuerto a esperar al idiota de su hermano.
Aquí es donde el plan entra en acción.
La nueva imagen que me envía Elijah es solo la luz verde que necesito para poner mi cabeza a pensar en mil maneras en las que puedo regocijarse matando al cabrón que se dice rastreador. La fotografía muestra a Renée y su esposo cenando tranquilamente en un restaurante de Florida. Ella está a salvo y tengo la evidencia necesaria para que Elena me crea, aunque ella tampoco se va a salvar de la mierda que le voy a decir. Estoy jodidamente encabronado con ella, ella puso mi existencia patas para arriba y ahora por su culpa tengo que estar aquí, lejos de la mujer que se ha vuelto mi mundo entero, solo porque a ella se la ha ocurrido ser moneda de cambio por alguien que ni en peligro está. Aun.
De todos modos, esta maldita niña me va a escuchar.
Tarda, pero Jasper envía el mensaje de texto que necesito para lanzarme por la calle en busca de un taxi.
“Se ha ido”
Me dispongo a echar fuera de la calle cualquier automóvil que se encuentre al borde de las entradas del aeropuerto. Luego, espero a que uno nuevo venga y aunque no tengo que esperar demasiado, mi impaciencia me lanza casi al medio de la calle para poder ver a un taxi acercarse por la calle hacia el aeropuerto, regreso a la acera para esperarlo.
—Ve y da una vuelta por la avenida —le digo al conductor antes de que sea capaz de bajar del auto a ayudar a sus pasajeros. —Vuelve en cinco minutos, no arranques hasta que yo te lo indique, iremos al estudio de ballet, en la 58 y Cactus.
El conductor repite lentamente mi orden y la obedece, escucho las quejas y groserías que sueltan los pasajeros, incluso debo decir que yo estoy sorprendido que alguien de la edad de la pareja conozca ese colorido repertorio de palabras. Sacudo la cabeza y me dispongo a mantener lejos el resto de los taxis, autobuses y cualquier otro medio de transporte que Elena pueda usar.
Necesito mantenerla varada en el aeropuerto hasta que el señor hipnotizado del taxi, vuelva.
La veo incluso antes de que salga por las puertas del aeropuerto, la veo y quiero creer que es ella, que es Isabella, mi bambina, porque sí lo es, es ella, pero a la vez no lo es. En el momento en que gira su cabeza para mirar por encima de su hombro con esa mirada aterrada y alerta, me demuestra que no es mi Isabella. Su acción sólo deja ver la niña asustada y aterrorizada que es.
Siento mi celular vibrar con un mensaje. Rápidamente lo reviso,
“Se amable”
Me muerdo la lengua con fuerza y hago una mueca, por supuesto que Isabella sabría que en cuatro viera a Elena comenzaría a gritarle lo idiota que ha sido por caer demasiado fácil en la trampa del rastreador. Y por supuesto que me enviaría mensajes para recordarme que Elena solo está actuando a causa de la culpa y el horror que siente.
Trueno mi cuello y continuó observándola. Sale disparada por las puertas del aeropuerto, busca desesperadamente un taxi o algo que pueda usar para huir de este lugar hacia una muerte segura. Como si hubiese estado cronometrado, el taxi del hombre que he hipnotizado entra a la calle del aeropuerto y justo se detiene frente a ella. Elena da un paso hacia atrás, sorprendida, pero rápidamente reacciona deteniendo la puerta antes de que la pareja que venía en el asiento trasero logre cerrarla. La pareja la miran, pero la ignoran.
Es hora.
Elena se sube al auto al mismo tiempo que yo comienzo a caminar hacia ella, cierra la puerta furiosamente delatando lo ansiosa que está por dejar el lugar.
—Vamos a la calle 58, esquina con Cactus —escucho que le dice agitadamente al conductor, el hombre se mantiene con la vista al frente, esperando por mí. Elena nota la falta de respuesta y vuelve a insistir. —¿Señor? A la calle 58, esquina con Cactus, por favor.
Casi me permito soltar una carcajada como respuesta al bufido que Elena suelta, es divertido hacerla enojar y resulta mucho más entretenido cuando no sabe que soy yo el causante de su frustración y molestia.
Demasiado pronto para mi gusto, alcanzo el taxi, mi mano alcanza la manija de la puerta y sin pensar demasiado, simplemente me lanzo al interior. Entre menos vueltas le dé a esto, más pronto regresaré a Mystic.
—Andando —escupo. El conductor recuerda la orden que le di y arranca el auto al instante en que le indico que podemos irnos.
El infierno no tarda mucho en desatarse.
—¡¿Qué estás haciendo aquí?! —el chillido, con esa voz tan diferente y familiar a la vez, me atraviesa los oídos. Arr, es demasiado pronto como para lidiar con esta mierda de los cuerpos poseídos y las primas intercambiadas.
Observo al conductor mirar atentamente por el retrovisor, basta que le enseñe los colmillos para que regrese la vista al frente y pise el acelerador más a fondo.
—¡¿Por qué estás aquí?! —continúa preguntando en ese tono tan histérico que no le queda en absoluto. —Se supone que no debes estar aquí.
Pongo los ojos en blanco y vuelvo a morder mi lengua para evitar responderle.
¿Cree que no lo sé? ¿Cree que estoy aquí por gusto? ¿Cree que yo pedí venir?
Contrólate, Damon.
—¿Creíste que te dejaría toda la diversión para ti sola? —pregunto haciendo mi mejor esfuerzo para que mi voz suene tranquila.
Ella cierra los ojos y sacude sus piernas ligeramente, está haciendo un maldito berrinche, ¡tiene el maldito descaro de hacer un berrinche como si tuviera 5 años!
—¡Maldita sea, Damon! ¿Acaso estás loco?
Y adiós a mi autocontrol.
—¿Loco? ¿Yo estoy loco? —pregunto sintiendo en mis labios el veneno que acompaña esas palabras. —¡Pues sí! Estoy jodidamente demente por acompañar a la humana desquiciada que va directo a ser drenada por un vampiro.
Y lo perdí. No puedo permitir que Elena me juzgue por estar haciendo algo que ni siquiera quiero hacer, pero que con muchas suplicas su prima me convenció, como siempre. Siempre hago las peores idioteces para proteger a Elena, siempre tengo que arriesgar mi maldito trasero por ella y aun así tiene el descaro de enojarse conmigo.
—¡Damon! —gruñe mi nombre mostrando su molestia dirigida hacia mí. Como he dicho, ¡humana loca! —Dijo que… que, si llevaba a alguien conmigo, él mataría a mi mamá.
Esas palabras llaman mi atención. ¿De verdad cree que aún puede engañarme? ¿Que aun creo que ella es Isabella? Pongo los ojos en blanco.
—Si, dijo que eso haría —murmuro para mí mismo. —Suponiendo que de verdad tenga a tu madre —esas últimas palabras las digo en voz alta captando su atención.
Su cabeza se levanta de la extraña posición agachada en la que estaba, me mira con esos ojos color chocolate que parecen haberse vuelto opacos, esos ojos que simulan ser los de Isabella pero que Elena los ha quebrantado.
—¿De qué estás hablando?
No le respondo, en lugar de eso, busco en los bolsillos de mi chaqueta mi teléfono celular, abro la primera conversación y giro la pantalla para que ella pueda verlo. La imagen que Elijah me envió brilla ante sus ojos.
—Es de hace unas horas —me encojo de hombros. —Pero supongo que funciona como prueba.
La mira, la observa, la analiza, incluso me arrebata el aparato de las manos.
—¡¿De dónde sacaste esa foto?! —me grita la pregunta. No le respondo, prefiero deleitarme con su expresión de incredulidad.
Giro mi atención hacia la ventanilla del taxi, intentando ignorar como la mujer al lado mío hiperventila por las emociones que la están abrumando.
—Necesito detenerlo —murmura. —Necesito detenerlo.
—¡¿Y qué carajos vas a hacer tú? —regreso mi mirada hacia ella. —¡Eres solo una humana! Deja que los Cullen se encarguen de él y, tú, limítate a salvar tu patético trasero.
—¡James es peligroso! —me grita al instante. Pongo los ojos en blanco, es una maldita terca. —Es un cazador. Los Cullen lo superan en número, pero no son expertos en el tema.
—Tienen a Jasper —bufo. —El cabrón sabe que hacer, aprendió mucho en el ejército y la guerra.
Y la temporada que pasó con la perra de esa vampira, ¿cómo se llama? María.
—Pero Jasper no sabe rastrear —dice. Bueno, ahí tiene un punto. —Y si ellos no pueden detenerlo… James no me va a dejar en paz el resto de mis días.
Ahí tiene otro punto.
Elena 2
Damon 0
—Entonces, debes estar agradecida de que haya venido —digo dejando todo mi orgullo en esa frase. No dice nada, aunque hace una mueca.
—¿Cómo me encontraste? —pregunta cuando el conductor da un giro por alguna calle. Espero que este cabrón sepa a dónde vamos, porque yo no tengo idea de donde estoy. —No, espera, tengo una mejor que esa. ¿Cómo supiste lo que estaba pasando?
—Eso es lo de menos —me remuevo. No quiero darle detalles.
Por la esquina de mis ojos casi puedo ver los engranajes en su cabeza girando, buscando alguna explicación.
—Deja de hacer papilla tu cerebro —le digo para desviar el tema. —Ya tomaste tus decisiones, ahora enfréntate a las consecuencias.
—Si tu estas aquí y Elijah está en Florida… —murmura. Bueno, me acaba de confirmar que mi táctica de distracción no funcionó. —¿Quién está en Mystic?
—Stefan —digo al instante. He esperado esa pregunta desde que salí de Mystic Falls y su respuesta ya la tengo muy ensayada.
—¡Prometiste que cuidarías a Angela! —me grita y siento que está a punto de lanzárseme encima. —¡Klaus podría descubrirla, podría matarla! ¿Por qué la dejaste sola?
¿Ahora le preocupa Klaus? Casi estallo a carcajadas en su propia cara
—¡Oye! Sé que mi hermano es un imbécil, pero tenle algo de fe.
Pobrecito, Stefan, no porque le gusta alimentarse de la mamá de Bambi, significa que es un debilucho, si lo es, pero sabe defenderse.
Me lanza una mirada asesina. Si, Elena, acabo de decirle inútil a tu novio.
—Bien, Stefan cuida a Angela, lo entiendo —se encoge de hombros. —¿Y quién cuida a Elena?
Le regreso la mirada, completamente llena de odio y de ganas de arrancarle la maldita cabeza. No puede usarse a sí misma para manipularme, ya no. Ya superé esa fase.
—¿Quién la cuida? —escupo la pregunta. No le doy tiempo a responder, yo solo lo hago. —Déjame ver, Stefan, Bonnie, Elijah, Damon… ¡Oh, pero claro! A Elena la cuida Isabella.
Observo su cuerpo tensarse.
—Es culpa de Elena que yo haya tenido que conducir 3,600 kilómetros lejos de la mujer que amo solo para matar a un carbón. Es culpa de Elena que yo tenga que quedarme a un lado mientras la mujer que amo se sacrifica a sí misma solo para salvar el trasero de su desagradecida prima.
—Damon… —murmura.
—¡¿Creen que soy un pendejo?! —pregunto, o quizás grito, no lo sé, pero la interrumpo. —¿Creen que no me daría cuenta? ¿Creyeron que podrían hacer esta idiotez y nadie se daría cuenta de su magia vudú?
—Damon…
—¡Cierra la maldita boca, Elena! —exploto. Ya no estoy dispuesto a soportar esta idiotez más tiempo. —No sé qué le dijiste, no sé cómo la convenciste, pero te lo advierto, si algo le pasa a Isabella, me aseguraré de que tu existencia sea miserable.
Incapaz de seguir mirándola, giro mi rostro de nuevo hacia la ventanilla. De repente el espacio que hay al interior del auto me parece diminuto.
—Yo no la convencí —me dice después de algunos segundos. —Yo no sabía que estaba pensando hasta que Angela hizo el cambio.
Hago un sonido de afirmación, pero aún no le brindo mi completa atención.
—¿Cómo lo descubriste? —pregunta con cuidado.
—El collar —le digo. —Le pedí que nunca se lo quitara, supongo que ha cumplido su promesa.
A su manera, digo para mí.
—Ella lo es todo para mí —confieso. —Y yo siempre la voy a elegir, Elena. Siempre va a ser ella antes que nadie.
—¿Y porque sigues aquí, ayudándome? —pregunta cruzándose de brazos.
—Porque ella sabe usar eso en mi contra —murmuro entre dientes. No tiene sentido seguir ocultando que su prima me amenazó para venir.
Las palabras que mi dijo Isabella antes de venir rondan en mi mente como un maldito mantra. No puedo dejar morir su cuerpo si no quiero que se quede atorada en una especie de limbo para no muertos; no puedo dejar morir su cuerpo porque no quiere morir siendo Elena.
—Escucha… —le digo girando mi cabeza para mirarla. —Te voy a ayudar porque no quiero volver a ver a mi hermano deprimido porque la mujer que ama ha muerto.
—Stefan —suspira con añoranza ese nombre.
—Y te voy a ayudar porque a pesar de todo… —me atraganto con las palabras, yo no sirvo para sentimentalismos. —Te aprecio. Te quiero, Elena. Y no, no estoy drogado ni nada, —le aclaro. —Lo digo porque quiero decirlo.
Y ahí está. Esa fue mi dosis de romanticismo de este siglo.
—¿Y me lo dices ahora que me van a matar? —me dice. Ambos soltamos una risa más nerviosa que divertida.
—Al único que vamos a matar es a ese imbécil —le digo. Necesito que me crea.
—No es tan fácil —dice quejumbrosamente.
—Qué bueno que yo tampoco —le digo pícaro. Una nueva carcajada brota de ella y aunque suena diferente, sigue siendo la risa de Isabella. —Tú tranquila.
Me animo a tomar una de sus manos entre las mías. Necesito que esté tranquila para que me ayude a pensar, a actuar y así poder ganar en esto.
—¿Cuál es el plan? —pregunta. Puedo escuchar el temblor en su voz.
—Llegando, tú vas sola por enfrente, te finges preocupada por tu madre, lloras, gritas, pataletas, lo distraes —hablo dejando que mi lado militar fluya. —Mientras, yo rodeo el edificio, entro por atrás y lo ataco. Él se queda sin cabeza y nosotros nos vamos a un bar a celebrar.
Me mira con incredulidad y demasiadas dudas en su rostro, pero para mí buena suerte ya estábamos llegando, creo.
—Llegamos —anuncia el hombre. No espero a que nadie piense, me estiro y abro la puerta de Elena y la empujo fuera. Para mi diversión, cae de bruces contra el suelo.
—Vámonos, rodea el edificio —le digo al conductor. El hombre asiente y hace lo que le digo.
Consigo que el hombre me deje a espaldas de la gran manzana en la que se encuentra el edificio. Veo la puerta trasera, pero por alguna razón mi instinto me dice que no lo haga, que si entro por ese lugar será muy obvio. Consigo ver una ventana entreabierta, esa será mi entrada.
Buscando no hacer ningún ruido, escucho la voz de la mamá de Isabella llamando a su hija. Al inicio consigue sobresaltarme, pero después me doy cuenta de que, la voz se escucha muy joven y muy robótica.
Continuo mi camino a través de la oscuridad de la noche y del edificio. Un ligero arrastre llama mi atención, se escucha como pasos de alguien que no quiere ser escuchado, como yo. Agudizo mis sentidos.
—Lamento esto, Bella —escucho su voz antes de siquiera verlo. Suena rasposa pero cantarina, letal pero amable. —¿Acaso no es mejor que tu madre no se haya visto implicada en este asunto?
—S-si —la temblorosa voz de Isabella es lo que responde. Pongo los ojos en blanco, es claro que Elena es quien está respondiendo, Isabella lo hubiera mandado al diablo.
—No pareces enfadada porque te haya engañado —dice él.
—No lo has hecho —responde la mujer. Sonrío, esa es la actitud que necesitamos.
—Y aun así viniste —el vampiro tiene la decencia de sonar sorprendido.
—¿Tenía alternativa? —pregunta ella. La respuesta se forma en mi mente, sí, ella pudo tomar una diferente dirección, ella tenía una alternativa diferente, pero como siempre, actuó por impulso.
Continuó moviéndome por los pasillos mientras escucho la conversación que se desarrolla a unos metros de mí.
—Supongo que ahora vas a decirme que tu novio te vengará —dice el rastreador.
No tienes ni idea, cabrón.
—No, no lo creo —responde la mujer. De nuevo, una sonrisa aparece en mi rostro y disfruto de la sensación de imaginar la cara del vampiro al escuchar esas palabras. Me muero por verlo, así que me doy prisa.
Consigo atravesar un par de puertas más, aprovechándome del sonido de ellos para evitar ser notado a la primera. Finalmente consigo escabullirme en la sala principal, el salón más amplio y lleno de espejos.
—No, no lo entiendo —murmura el hombre. Veo su espalda, su cabello rubio cenizo ligeramente largo, su ropa rota y descuidada que le da un aire salvaje. ¿O más bien será que no se baña? —¿Qué has hecho? ¿Por qué es tanta la necesidad de quitarte de en medio?
Eso me confunde. ¿De qué demonios está hablando?
Doy un paso al frente con la intención de actuar imprudente como siempre, pero un lado racional en mi cabeza, uno muy pequeño, me dice que me detenga. Busco uno de los pilares que sostiene la estructura y me escondo ahí detrás mientras continuo de chismoso.
—Tu simplemente eres una humana que, desafortunadamente, estaba en el sitio y en el momento equivocado, y podría añadir también, que en compañía de la gente equivocada.
Se acerca a ella con paso casi desinteresado, solo yo podía notar que sus sentimientos eran todo lo contrario. Estaba interesado en ella. Giré mi cabeza para buscar un espejo que me diera una mejor vista a la situación, él estaba ahí, de pie frente a ella, con esos rasgos característicos de los de su especie, frío, terso, perfecto como solo ellos pueden lucir ante los humanos.
Su mano está tocando su mejilla y solo con eso me dan ganas de arrancarle las malditas manos.
—...Pero eso no significa que no vayamos a divertirnos, ¿verdad? —dice él en un tono poco caballeroso. Y ahora tengo ganas de arrancarle las pelotas.
—¿No te han dicho que es de mala educación coquetear con la mujer de otro hombre? —pregunto saliendo de las sombras. El otro vampiro se gira bruscamente a mirarme, los ojos de la mujer miran sobre su hombro y juro que casi se desmaya de alivio.
—¿Trajiste a un amiguito, Bella? —el hombre sisea mirándome fijamente con esos rojos color sangre. —¿Quién eres tú?
—Yo soy su novio, idiota —suelto un bufido.
Es insultante que piense que puede compararme con el niño bonito, y resulta mucho más insultante que crea que él es novio de Isabella. El vampiro rubio que parece no tener una rutina de cuidado del cabello, inclina su cabeza hacia un lado, curioso y confundido por mis palabras.
—Ahora, suéltala para que tú y yo podamos bailar el lago de los cisnes versión vampiros.
—Ah, sí —se ríe secamente. —Me dijeron que podrías venir y arruinar nuestros planes.
Una mueca se forma en mi precioso rostro.
—¿De qué carajos hablas? —le pregunto. Aun no entiendo a dónde demonios quiere llegar.
—No te muevas, querida Bella. Me encargaré de este tonto y volveré por ti —le dice en tono meloso. Un resoplido sale de mis labios. Pero que maldito presuntuoso, ¿todos los fríos son así?
El cabrón viene hacia mí, cree que sus movimientos vampiros me van a asustar o a intimidar, pero no podría estar más equivocado. Da vueltas a mi alrededor, lento, cauteloso, calculador.
Uy que miedo.
En segundos, se aleja unos pasos y se agazapa frente a mi listo para atacarme. ¡Al fin! Un poco de acción. Yo no necesito tanto teatro, yo simplemente me lanzo a por él. Ambos nos encontramos en el aire.
James toma mis hombros intentando rodear mi cuello, mis brazos son más largos y consigo soltarme un par de veces de su agarre. Nos movemos fluidamente, rugiendo, gruñendo, pateándonos y golpeándonos entre sí. A veces mi espalda terminaba impactando contra alguna columna o muro, a veces él volaba por el aire a causa de mis golpes.
¿Será que sabe de la existencia del shampoo? Me pregunto cuando suelto su cabello, se siente rasposo, grasoso, seco y demasiado teñido para mi gusto. Joder, si no estuviera tratando de asesinar a Elena, podría acabar con esta pelea e invitarlo al jacuzzi de mi habitación en la casa Salvatore.
¡Sin mí! Aclarando.
—Un baño te vendría bien —le gruño dándole una patada que lo lanzó hasta el otro lado del salón. Su gruñido fue acompañado de su cuerpo golpeando contra el suelo de madera y rompiéndolo en el proceso.
—¡Es suficiente! —una nueva voz resuena en el lugar. Un zumbido acompaña su orden, taladrando mis oídos. Es lo que suele hacer Bonnie cuando quiere detener una pelea causándonos un aneurisma a todos.
Mis rodillas se doblan, mi cabeza y mi espalda hacen lo mismo lanzándome entre gruñidos al suelo. Mis manos cubren mis orejas en un estúpido intento de parar el sonido.
—Verás, mi querida Bella —la voz del rastreador llega a mis oídos por encima del zumbido. Abro mis ojos y observo como se levanta de entre las astillas del suelo. Camina hasta la adolescente que se retuerce en el suelo. —Yo también he traído a unas personas.
Escucho más movimiento, consigo hacer que mi atención se ponga en aquello que hace un nuevo bullicio. Son dos personas cargando ¿un ataúd? ¿Un sarcófago? ¿Una caja de conejo gigante?
—Cuando se acercó a mí en Alaska… y me ofreció este pequeño trato, dudé de él ¿sabes? —el frío habla de nuevo. —Me juró que tu sangre olía delicioso, que era un aroma tan exquisito que desde el primer momento resultaría difícil resistirse.
Una carcajada brota de él. Un escalofrío recorre mi espalda.
Mi cabeza comienza a dar vueltas buscando la explicación a sus vagas palabras.
—¿De qué hablas? —Elena me gana a preguntar.
—Oh, dulzura, no tienes idea, ¿cierto? —se burla el frio. —Todo este tiempo has sido mi objetivo, Bella. Sabía que ese día te encontraría en el campo de béisbol, sabía que tu querida familia de vampiros haría un patético intento para protegerte y sabía que nadie sospecharía de él.
Comienzo a buscar la fuerza para levantarme. Ahora que estoy concentrado en otra cosa, mis oídos han dejado de zumbar y doler, ahora tengo claro de nuevo mi objetivo; matar al vampiro con aspecto de indigente y salvar el trasero de Elena.
—¿Qué sentido tenía darte caza por todo el planeta cuando podía esperar cómodamente a que te trajeran a mí? —James suspira con dramatismo ¿de verdad todos tienen que portarse así? —Todo lo que tenía que hacer era esperar la llamada de tu querido novio y entonces, sería mi turno de actuar. Demasiado fácil, como ves.
—¿N-novio? —la pregunta brota de mis labios antes de que pueda detenerla. Esto ha dejado de ser divertido, ya no me gusta tener la razón, odio tener la razón. No quería tener la razón sobre el niño bonito.
Pero ahora tengo un impulso de decir “te lo dije”
Busco rápidamente mi celular en la bolsa de dentro de mi chaqueta. Tecleo rápidamente un mensaje dirigido hacia Jasper:
“Es un buen momento para que vengas”
Ahora solo queda esperar. Aunque ese no es mi estilo.
Continúo moviéndome para ponerme de pie, tengo que lanzarme de nuevo por el vampiro del cabello rubio mal teñido, distraigo mi mente del zumbido en el aire pensando y analizando todas las maneras en las que puedo desmembrar cada parte de su cuerpo. Justo estoy tomando impulso cuando la voz de la bruja se escucha en el aire.
—Está listo, señor.
Unos pasos tranquilos pero vibrantes retumban desde la puerta principal haciendo que todos nos giremos para mirar.
—¿E-Edward? —Elena jadea.
Yo entrecierro los ojos y analizo al niño bonito. Su espalda está erguida, su cabeza está levantada en un gesto desafiante, sus hombros muestran una postura altanera, además su caminar despreocupado me causa una mueca, es como si se creyera por encima de todos.
Suelto un gemido. Justo ahora el niño bonito me cae bien, justo ahora quisiera que fuera él quien viniera caminando en mi dirección, justo ahora quisiera que alguien me golpeara por estar preguntando el paradero de este vampiro durante los últimos días.
No puedo creer que sea yo quien tenga la suerte de toparse con él.
—No es él —digo en respuesta a la pregunta de Elena. Ella me mira y quiere preguntarme a qué demonios me refiero, pero mis movimientos la detienen.
Como puedo, me levanto, aunque me aseguro de no mover mis ojos del rostro pálido que me muestra una sonrisa arrogante.
—Nicklaus —escupo el nombre.
—Damon Salvatore —dice mi nombre agrandando su sonrisa y de paso mis ganas de golpearlo. —Estás muy lejos de casa ¿te has perdido?
—Tú estas muy lejos del infiero, ¿te has perdido? —respondo colocando en mi rostro una sonrisa similar a la de él.
Finalmente consigo colocarme de pie, algo tambaleante por mi equilibro dañado a causa de la magia de la bruja.
—Isabella, querida —Klaus avanza en dirección a la joven. —Lamento haber tomado el cuerpo de tu novio sin consultarte, pero no me dejaste opciones.
—No, Edward —Elena comienza a suplicar, elevando poco a poco el timbre de su voz hasta convertirla en un grito. —No lo hagas, ¡Edward!
Demasiado tarde me doy cuenta de lo que sucede. El cuerpo de Elena está volando por los aires en cuanto grita el nombre de brillantina. Según Isabella, esa fue la manera en la que logró que Alaric recuperara la conciencia y según Angela, esa casi fue la misma manera en la que su novio… ¿cómo se llamaba? Ben, recuperó la cordura también.
¿Es como una especie de exorcismo?
Entonces, Elena al gritar el nombre del niño bonito, causó la molestia de Klaus, lo que terminó con ella volando por el aire y estrellándose contra los espejos.
Me apresuro a llegar a ella, pero Klaus me detiene lanzándome hacia el lado contrario.
—No vas a volver a arruinar mis planes —gruñe Klaus. Supongo que me habla a mí, pero cuando mis pies tocan de nuevo el suelo, lo veo mirando a Elena. —Vas a tener de regreso a tu noviecito, solo necesito que mi querida Greta me regrese a mi cuerpo.
¿Qué carajos dijo? ¿Como que cuerpo?
Miro a la bruja y a sus secuaces, está arrodillada frente al ataúd que está dentro de un pentagrama que no sé cuándo ha sido dibujado. ¿Ahí está el cuerpo de Klaus? Una idea cruza mi cabeza, lo único que puedo hacer es secuestrar el cadáver y esconderlo para que su dueño no pueda usarlo durante algunos siglos.
Una sonrisa maliciosa se expande en mi rostro. Tenemos un plan, Salvatore.
—Ni lo sueñes, idiota —digo lanzándome al aire. Por supuesto él no ha sido atacado por una bruja que le ha descontrolado los sentidos, así que usa esa debilidad mía para girarse con fuerza y golpearme lanzándome por los aires hasta las ventanas que adornan el lugar. Los cristales se rompen contra mi cuerpo justo antes de que me estrelle contra el suelo. Sacudo la cabeza intentando que el dolor y entumecimiento se vaya, no me detengo a pensar o revisar mi estado físico, simplemente vuelvo a ponerme de pie.
—Encárgate de él —escuchó la voz del niño bonito ordenándole al vampiro rubio. Él no se molesta en responder, solo se escucha el zumbido de su cuerpo atravesando el espacio que me separa de él.
Ya lo estoy esperando cuando se impacta contra mi cuerpo, mis botas derrapan por el suelo levantándolo en astillas. Sus manos sujetan mi cuello con fuerza y yo no me quedo atrás, mis manos están haciendo lo mismo, aunque también están haciendo un esfuerzo por arrancarle la cabeza.
—¿Vas a dejar que te traté como su perra? —le digo burlonamente para encabronarlo más, el gruñido que escapa de su pecho me hace reír y me dice que he logrado mi cometido.
—Vas a morir —ruge empujándome hacia un costado. Puedo sentir el momento exacto en el que mi hombro queda fuera de su lugar natural y solo puedo apretar los dientes con fuerza para ahogar el siseo de dolor. Mientras giro mi cabeza hacia un costado para evitar que los dientes del vampiro con ropa de indigente se claven en mi cuello, veo que Elena intenta llegar hasta el ataúd. Al menos espero que le dé un tirón de cabello a la bruja para distraerla.
Con mi brazo sano, golpeo al vampiro que continúa peleando contra mí, escucho un crujido y una grieta aparece en su rostro, no me detengo y lo pateó con fuerza en el abdomen alejándolo de mí. Me giro para buscar a Elena y casi deseé no haberlo hecho, uno de los idiotas que había traído el cuerpo de Klaus, acaba de patear su pierna, rompiéndole el hueso.
—¡No! —grito haciendo eco del grito de dolor de Elena. Avanzo hacia ella, pero algo que parece metálico golpea mi cabeza con fuerza justo antes de que un fuerte dolor me golpee el estómago dejándome sin aliento.
Algo pesado me lanza contra el suelo antes de golpear mi cuerpo de nuevo. Presiono mis ojos, intento tomar una bocarada de aire y hago el esfuerzo de abrir mis párpados de nuevo. James está sobre mí sonriendo maquiavélicamente.
Debo admitir que si da un poco de miedo.
Una de sus rodillas se coloca sobre mi cuello, el hueso de su rodilla está presionando con fuerza el lugar exacto donde pasa mi tráquea privándome completamente del aire. Siento el peso del resto de su cuerpo en mis piernas, confundiéndome por un segundo sobre que carajos planea hacer.
—¡Espera! —escucho el grito de Elena. Intento hablar, pero de mis labios solo brotan gruñidos, gemidos y palabras sin sentido. —¡No, no, no!
—Me contaron maravillas sobre los de tu especie, ¿lo sabías? —el cabrón me pregunta expandiendo su sonrisa. —Dijeron que era muy poco probable que murieras —la presión en mi cuerpo aumenta. —Que eras mejor que cualquier otra especie de vampiros.
Intento mover mis brazos y mis piernas para moverme, aunque mi hombro dislocado no está siendo de mucha ayuda.
—Pero te diré un pequeño secreto —dice inclinándose hacia mi oído, su aliento gélido roza mi cabeza. —No lo eres.
Su rostro se aleja de mí, pasea sus ojos para mirarme de arriba a abajo con una mirada despectiva.
—Aunque, soy un hombre de honor —dice encogiéndose de hombros. —Y solo por eso, te daré una muerte digna de un vampiro.
Ahora si estoy en problemas.
—¡No! ¡No lo lastimes! —el grito de Elena me atraviesa los oídos. Ella también se ha dado cuenta de que estamos en problemas.
James me mira fijamente, se pone de pie en un solo movimiento llevándome consigo, su rodilla deja de ahogarme y mis pulmones me hacen jadear por aire, aunque no consigo mucho. Una de sus heladas manos sujeta mi cuello con fuerza y me levanta en el aire, solo su mano es lo que me separa del suelo. Finalmente soy consciente del estado en el que se encuentra mi cuerpo, a pesar de que suelo curarme rápido, no lo estoy haciendo; varios de mis huesos están fuera de su lugar, hay pequeñas heridas por todo mi cuerpo causadas por los pequeños cristales de las ventanas que he roto, además que tengo astillas encajadas en mi cuerpo por todas las veces que rodé por el suelo de madera rompiéndolo en el proceso.
Es por eso que mi cuerpo no está sanando. Además de que el vampiro neurótico que tengo frente a mí me ha dado una buena pelea y no puedo permitirme volver a llamarlo “idiota”, porque no lo es, a descubierto que la madera es la que no me está dejando sanar. Y ahora, él y yo sabemos lo que viene a continuación.
No sé si por benevolencia o porque es un cabrón malvado, pero James nos hace girar, me mueve para que mis ojos puedan observar a Elena, o quizás es para que ella me vea a mí. Por segunda o tercera vez en mi vida, estoy seguro de que voy a morir y ninguna de las veces anteriores me ha dolido tanto la idea como hoy.
Voy a morir, y lo voy a hacer mirando el rostro de la mujer de mi existencia, mi Bambina, la mujer que me obligó a conocerla y a amarla como jamás creí posible, como nunca antes había hecho con alguien. Esto es una dicha y una tortura a la vez. Voy a morir mirando el rostro de Isabella, pero no es ella. Voy a morir mirando su rostro, pero sin poder decirle cuánto lo siento.
Miro los ojos marrones que me observan, una vida pasa rápidamente por ellos, una vida en la que yo no estoy presente, una vida que no es la que quiero ver. En el fondo de mi mente escucho la voz de Isabella llamándome, diciendo mi nombre, pidiéndome que no la abandone, odiándome por dejarla.
Desearía que las cosas fueran diferentes.
Lo siento Bambina. Podríamos haber sido tan buenos juntos.
—Dile que la amo —le pido a Elena. Dile que lo siento, intento decir, pero ya no puedo.
Por la esquina de mis ojos veo el brazo del vampiro moverse, hay una estaca de madera en su mano, apenas un segundo después, un dolor agudo atraviesa cada parte de mi cuerpo, ahora tengo algo en mi abdomen que no me deja respirar, ni moverme.
Escucho zumbidos que se suponía eran palabras, escucho chillidos que se suponía eran gritos, pero mi cerebro no alcanza a procesarlos. De nuevo me siento flotando en el aire antes de caer contra algo, trato de tensar los músculos esperando el impacto de mi cuerpo contra cualquier superficie y quizás si lo hace, pero yo no lo siento, todo lo que siento es un agudo dolor en el abdomen, justo donde tengo la estaca enterrada en este momento.
Una risa intenta brotar de mis labios. Me siento en esa película de superhéroes mutantes que le gusta a Elijah, ¿cómo se llamaba? ¿The Avengers? Si, esa, donde sale el gigante morado que es malo y que quiere más piedras en la mano que Jennifer López y sus interminables compromisos matrimoniales.
Todo el esfuerzo que hacen esos superhéroes para asesinar al malvado y lo único que tenían que hacer era apuntar a la cabeza. De nuevo una risa me ataca, yo soy como él, inevitable. Tanto esfuerzo que han hecho por tratar de sacarme de en medio, por tratar de asesinarme y todo lo que debieron hacer fue apuntar al corazón.
Si quieres asesinar a un vampiro, le clavas la maldita estaca en el corazón, todos sabemos eso, es cultura general. Bueno, pues al parecer el vampiro rubio aparte de no saber lo que es el agua y el jabón, tampoco sabe cómo matar vampiros de los de mi tipo.
Intento mover mi cuerpo para, al menos, sacar la maldita cosa de mi abdomen, pero he perdido bastante sangre y la poca que me queda está siendo usada por mi propio cuerpo para regenerarse y soldar los huesos rotos. Así que, aquí estoy, atrapado en una especie de limbo sin poder moverme y escuchando como el cuerpo de Isabella es masacrado a solo unos metros de mí.
Una oleada de falsa tranquilidad llega a mi cuerpo.
—Jodido…em…patico —consigo decir. Hay demasiados sonidos a mi alrededor, como si hubiera explotado de nuevo la maldita guerra civil o quizás una nueva guerra mundial.
—¿Estas bien? —la voz grave pero cantarina me pregunta. Siento su presencia cuando se arrodilla a mi lado.
—¿Pasarón p-por hamburguesas c-crudas o algo así? —pregunto más fluidamente. Una carcajada seca brota de él.
—Si, estas bien —dice para sí mismo. Una mano fría se coloca en mi pecho y hace una ligera presión hacia abajo —Te sacaré eso.
Y lo hace. El cabrón lo hace. Me saca la maldita estaca sin contar hasta tres, o sin una advertencia para que sostenga el aire, solo la arranca de mi cuerpo.
—¡Ca-brón! —escupo revolcándome en mi dolor.
—¡Oye! —Jasper jadea con indignación. —Hice algo bueno por ti, lo mínimo que espero es que me lo agradezcas.
—Muérdeme —le gruño.
—No gracias —dice al instante. —Hueles asqueroso y nada apetecible.
—K-Klaus —jadeo ese maldito nombre con el poco aire que he logrado acumular en mis pulmones. —T-tienes que detenerlo.
—¡¿Klaus?! —pregunta. No tengo tiempo de responderle, la voz de su hermano llamando nos interrumpe.
—¡Jasper! —el otro vampiro amigable sigue gritando —¡Hermano, una mano nos vendría bien!
—¡Jasper, ayuda tu hermano! —la orden del patriarca de la familia hace que el soldado a mi lado se levante y se aleje de mí. Los sonidos continúan, gruñidos, quejidos, rechinidos y cosas rompiéndose.
—¡Oh no! —una nueva voz profesa un grito completamente horrorizado. Esa es la señal de que ya han encontrado a Elena y lo más probable es que no está nada bien. —¡Carlisle! ¡Carlisle, su sangre!
Quiero que mi cabeza se gire en dirección a las voces, pero no puedo, no tengo la suficiente fuerza como para hacer eso. Necesito saber qué carajos está pasando.
—¡Alice! —escucho que llaman a la pequeña vampira. Un gruñido grave, molesto y despiadado llega a mis oídos, luego un sonido seco, un par de segundos de silencio se escucha antes de que un fuerte chirrido o un crujido muy agudo pero estruendoso sea acompañado de un lamento lleno de agonía.
Por la esquina de mis ojos distingo un resplandor anaranjado, luego, una oleada de aire cálido golpea mi cuerpo. ¿Una hoguera? Supongo que han matado al rastreador. Mi cerebro despierta de golpe, aún tengo que lidiar con Klaus, su bruja y sus secuaces. Tomo un par de respiraciones y empujo mi cuerpo para girarme y ponerme de pie dispuesto a volver a tener el control en sus manos.
—Déjame ayudarte—una pequeña mano se coloca en mi hombro ayudando a mi cuerpo a erguirse en medio del charco de mi propia sangre. —Tu sangre es asquerosa, por cierto.
Pongo los ojos en blanco.
—Toma —algo pesado y cálido se coloca en mi regazo. —Es la hamburguesa a medio cocinar que compramos de camino aquí.
Siseo en dirección a la duendecilla que me mira con diversión.
—Es sangre —me explica. —Es O Positivo, tu favorita, según sé.
—Gracias —digo. Mi mano más sana busca rápidamente una de las bolsas de sangre y la lleva a mi boca, un gemido brota de mi cuando el líquido caliente se desliza por mi garganta.
—Voy a asesinar a tu hermano —le advierto.
—No, no harás eso —me dice entre risas y con ese tono tan característico de ella. La muy sabelotodo —Isabella no te lo va a perdonar si lo haces.
—Klaus… —intento explicarle.
—Se ha ido —murmura con una mueca. —Edward aún está en el suelo… inconsciente, creo.
—El ataúd… —intento explicarle.
—Ahí estaba el cuerpo de Klaus, lo sé. Ahora este vacío.
—Mierda —escupo. Esto está mal, todo mal.
—¿Cómo que lo sabes? —pregunto levantando una ceja. —¡¿Todo este tiempo lo supiste y aun así dejaste que sucediera?!
—No, Damon —exhala. —Lo supe desde el momento en que el avión aterrizó y Edward nunca apareció por la puerta. Carlisle dijo que él no venía con ellos, nunca se subió al avión.
—Les vio la cara ¿lo entiendes? ¡Se burló de todos nosotros una vez más!
—Limítate a beber la sangre para que te vayas —me dice en tono mordaz. —Te necesitan en Mystic más de lo que te necesitamos aquí ahora.
—Y ahora me corren —bufo.
—Matamos a los gemelos feos y malos —me dice mirando por encima de mi hombro. —La bruja está inconsciente, también, pero está atada de manos y piernas para que no escape. Emmett y Jasper la están vigilando.
—Mátenla —chasqueo la lengua.
—¡Damon! —Alice jadea y me mira con horror.
—Ya puso a Klaus de regreso en su oxidado cuerpo, ¿ahora para que nos sirve mantenerla con vida? —gruño. —Mátenla o lo haré yo en cuanto pueda ponerme de pie de nuevo.
—Hazlo tú —el grandulón le dice a Jasper, desatando entre ellos una discusión sobre quién debe matar a la bruja. Si no lo hacen, juro que si lo voy a hacer yo.
—¡Me q-quema! —el grito proveniente de Elena me hace girar bruscamente el cuello.
—La mordió —Alice explica con una mueca. El pánico inunda mis sentidos.
—¡No puede transformarse! —mi rugido atraviesa todo el destrozado estudio de Ballet. El doctor me mira por encima de su hombro con una mirada llena de lástima, está arrodillado a su lado, sosteniéndola. —¡Tienes que detenerlo, no puede transformarse! ¡La matará!
—Damon… —Carlisle intenta negociar conmigo, pero yo ya estoy arrastrándome lejos de Alice y en dirección hacia ellos.
—¡La matará si se transforma! —grito de nuevo. —¡Detenlo, tienes que detenerlo!
—¿Y cómo esperas que lo haga? —me pregunta el doctor.
—Quítale el veneno, sácale toda la maldita sangre, ¡No lo sé! Pero tienes que detenerlo.
—Podemos intentar succionar el veneno —propone el doctor con cierta vacilación.
—Tienes que hacerlo, Carlisle —le dice la pequeña vampiresa. —Si dejamos que se transforme… no puedo verla, su futuro desaparece.
—Hace mucho tiempo que no pruebo la sangre humana, Alice —dice el doctor con voz tranquila, pero sé que puedo escuchar pánico en sus palabras. —No sé cómo voy a reaccionar.
—Acércame y yo lo hago —le gruño. —¡Pero tiene que ser ya!
Alice y el doctor intercambian una mirada. La desesperación comienza a invadirme y mis movimientos se vuelven más frenéticos en busca de alcanzar a la humana que se retuerce en el destrozado suelo.
—No puedes hacerlo —me dice Alice. —Tu cuerpo aún no se recupera y si comienzas a beber de ella, no vas a poder parar.
—Claro que puedo —me quejo. —Ya he bebido de su sangre.
—No lo harás, Damon. No esta vez.
—Yo lo haré —dice la voz de la última persona a la que quiero escuchar.
—No, no. no —gruño. —¡Esta idiota si crees que vas a poner tu boca cerca de su sangre!
Sus pasos temblorosos pero tranquilos se escuchan cada vez más cerca, su rostro ha cambiado, no tiene esa expresión presuntuosa en la cara, ahora más bien es una mueca de pesar, tristeza y dolor, que se mezcla con algo más ¿culpa? ¿arrepentimiento? ¿nauseas? ¿estreñimiento?
—Edward —el doctor mira a su hijo aprensivamente. —¿Estás bien?
—No —el aludido baja la cabeza, avergonzado. —La lastimé, de nuevo. ¿Cómo puedo estar bien después de eso?
—Si vamos a sacarle el veneno, tiene que ser ya —Alice nos presiona.
Miro el rostro del niño bonito con recelo. Sus ojos negros enmarcados por las enormes ojeras se fijan en mí, no está feliz, pero no parece querer lanzarse a por mí para arrancarme las extremidades.
—Yo lo haré, se lo debo —me dice. Hago una mueca. Aun no me gusta este plan.
—¿Estás seguro? —el doctor le pregunta.
—Yo puedo —dice arrodillándose al lado del cuerpo de la humana.
—Si puede —Alice dice, confirmando las palabras de su hermano.
—¿Lo has visto? —le pregunto. He aprendido a que quizás, con sus visiones, merece tener el beneficio de la duda.
—No —se encoge de hombros. —Pero confió en él.
Resoplo.
—Alice, encuentra algo para que le entablille la pierna —Carlisle continúa soltando indicaciones. La vampiresa obedece al instante. —Edward, si lo harás, debe ser ahora.
—Voy a hacer que se vaya, Bella —le dice en un susurro lleno de cariño. —Haré que el dolor se vaya.
Sus manos acarician con cuidado el cabello de ella y por un segundo estoy tentado a decirle que no es ella, que no es Isabella. Pero él se merece esta pequeña oportunidad, por más odiosa que me parezca la idea, porque Edward no quiera hacerle daño, todo ha sido culpa de Klaus.
El rostro demacrado de Edward se levanta ligeramente, mira mis ojos y soy testigo del momento en que la duda se vio sustituida por una determinación inquebrantable. Apretó las mandíbulas, me brindó un asentimiento y tomó la mano herida de la humana, tragó una vez antes de inclinar su cabeza con delicadeza y depositar sus labios contra la herida. A mis oídos llegó el primer trago que le dio a su sangre, luego le siguió otro y otro, y luego otro.
—Para —le digo.
—Es suficiente, Edward —Carlisle me secunda. —Su sangre está limpia.
—Tienes que detenerte —murmuro entre dientes.
—La estás matando, hijo —dice el doctor. —Tienes que detenerte.
—¡La estas lastimando de nuevo! —le gritó. Al instante separa su boca de la piel de la humana moribunda. Un suspiro de alivio brota de mí.
—Es hora de llevársela —Carlisle dice. —Necesitamos acomodar sus huesos antes de que empiecen a soldar de nuevo, además, va a necesitar una transfusión de sangre.
—Damon también necesita una —Alice me mira burlonamente. Le saco la lengua. Infantil, sí, pero funcional.
—Yo la llevaré —Edward dice, con cuidado toma el cuerpo de Isabella en sus brazos y se pone de pie. El doctor le sigue.
—Jasper estará encantado de llevarte en brazos —Alice me dice con ternura antes de soltar una carcajada.
Maldita vampira loca.
¡Jasper no me va a dejar olvidar esto, ni aunque pasen mil años!
Heyhinata on Chapter 3 Sat 30 Jul 2022 12:58AM UTC
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FemaleDark on Chapter 3 Wed 24 Aug 2022 11:31PM UTC
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Eduardo2828 (Guest) on Chapter 6 Wed 07 Sep 2022 12:02PM UTC
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Dannalolxzlp_xx on Chapter 12 Mon 13 Mar 2023 03:11AM UTC
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BriSha007 on Chapter 12 Sat 06 May 2023 01:51PM UTC
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Dannalolxzlp_xx on Chapter 13 Mon 20 Mar 2023 04:33AM UTC
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Dannalolxzlp_xx on Chapter 14 Fri 31 Mar 2023 12:25PM UTC
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GoOasis726 on Chapter 14 Fri 31 Mar 2023 06:15PM UTC
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Dannalolxzlp_xx on Chapter 16 Mon 24 Apr 2023 02:35AM UTC
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Dannalolxzlp_xx on Chapter 17 Mon 01 May 2023 03:08AM UTC
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Dannalolxzlp_xx on Chapter 18 Mon 15 May 2023 03:55AM UTC
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MultiversoJC on Chapter 20 Mon 19 Jun 2023 09:37PM UTC
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koimizu (Guest) on Chapter 20 Mon 19 Jun 2023 11:57PM UTC
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BriSha007 on Chapter 20 Tue 20 Jun 2023 07:22PM UTC
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ValeryBr on Chapter 35 Wed 02 Apr 2025 04:56AM UTC
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Meems04 on Chapter 36 Sun 25 May 2025 07:54PM UTC
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