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Los matrimonios en Nihon para personas del mismo sexo eran una ocurrencia fuera de lo común. La mayoría de las mujeres que tenían como amantes otras mujeres lo hacían a puertas cerradas como era también habitual con los hombres, aunque había cierta distinción entre el amante masculino de un ninja con uno femenino los cuales se podían identificar a través de las mangas del kimono que vestían.
Como por ejemplo el mago, ocupando sin saberlo un kimono de manga larga, propia de una dama, vestimenta que Kurogane sospecha, no, estaba totalmente seguro de que fue obra de la princesa Tomoyo. Su querida señora no era capaz de apartar su nariz de lo que no le incumbe.
Sin embargo, no es lo único raro en esta ocasión, al menos eso explicaría un poco la exuberancia de todo. El matrimonio normalmente era considerado un vínculo político. Desde el señor más poderoso hasta el agricultor más humilde buscaban una esposa con el fin de unir no solo dos familias y aumentar la riqueza sino asegurar una descendencia, de modo que no era extraño que la mayoría de las parejas casadas no se relacionaran desde antes. Es por eso que existía el miai. Una tradición en la que un conocido actuaba como intermediario entre dos personas, esto detonaba en una serie de tres reuniones (no se le suele llamar citar) en la que, si todo iba de acuerdo a lo planeado y los cónyuges (aunque sobre todo su familia) estaban conformes con la relación, se fijaba la fecha de la unión.
En lo personal, Kurogane nunca creyó que se casaría en algún momento. En la infancia el pensamiento de estar junto a una dama era algo fugaz siendo mucho más atractiva la idea de batallar con demonios y defender sus tierras como lo había hecho su respetable y honorable padre. Incluso cuando fue condecorado como el soldado más joven en la historia en alcanzar el alto rango y transformarse en guardaespaldas real tuvo que rechazar múltiples solicitudes.
En cierto sentido tuvo suerte. Un ninja de un grado menor con familia no habría tenido voz al respecto, incluso los soldados superiores a este hubiesen tenido una alta influencia, pero debido a que él estaba bajo la protección de la misma princesa y regente de esta tierra quienes se destacaban por tener una mente abierta se le permitió decidir sobre aquellas propuestas tentadoras.
“¿AH?” había exclamado una vez cuando la emperatriz Amaterasu le presento la propuesta de una dama de alta alcurnia realmente bella de una tierra vecina “¡ja! No me interesa una mierda las bodas” se jactaría orgulloso cruzándose de brazo.
La princesa Tomoyo había sonreído divertida “¿entonces rechazas la oferta?”
Obviamente su respuesta fue un rotundo sí.
Y ahora, de regreso de una misión fuera de este mundo, Kurogane descubrió que se había vuelto un material digno de leyendas.
Un guerrero que viaja a tierras lejanas para ayudar a salvar la vida de una princesa volviendo con un brazo hecho de metal, con la fuerza de más de cien hombres (eso dicen algunos idiotas) como regalo por su sacrificio en batalla y trayendo a cuestas a un kami con ojos celestiales. No se sorprende de que las propuestas matrimoniales volvieran a realizarse, sobre todo cuando la construcción del castillo de Suwa hubo terminado. Ahora no solo era un guerrero de elite sino también un señor. Era esperable que todas las familias nobles lo consideraran un buen partido sobre todo con aquel rumor esparciéndose de que “el actual señor de Suwa se ha calmado”
Él pondría los ojos en blanco a aquel comentario. Obviamente había cambiado, ¿quién no lo hace después de vivir todo lo que ha vivido y ver todo lo que ha visto? Su viaje había comenzado como un castigo, un deseo egoísta por volver a su mundo y había terminado construyendo una pequeña familia y trayendo consigo a una persona que no se parecía a nadie que hubiera visto antes. Ya no buscaba pelea por gusto, es más, si podía evitarlas mejor, porque el mago siempre parecía como si lo hubieran herido aun cuando él era quien había recibido el golpe.
Y no era una mirada que le gustaba ver en el rostro de Fay.
Dejo de trabajar solo, comenzó a confiar en sus compañeros dejando de lado el menosprecio y aceptando que no todos tienen las mismas habilidades y que no por ello significa que alguien es más o menos fuerte.
La fuerza, después de todo, podía significar no solo cuantos enemigos podía derrotar a su paso, si no también cuanto estabas dispuesto a sacrificar por quienes te importan y cuantas veces eres capaz de ponerte de pie cuando el destino te ha golpeado. Aunque sobretodo, Kurogane cree que la verdadera fuerza está en la capacidad de amor a pesar de las adversidades, algo que no admitiría en voz alta ni voluntaria a nadie, ni siquiera al mago.
Bueno…quizás sí al mago, pero en la privacidad de sus habitaciones, especialmente después de una buena ronda de sexo que lo deja satisfecho y feliz.
En cuanto a Fay…
El idiota admitió que nunca antes pensó que el matrimonio era una opción, pero bueno, si Kurogane fuese un niño que fue arrojado a una tierra abandonada por todos, condenado a la infelicidad, creyendo que todo el mal que han padecido sus seres amados es por causa de su mera existencia tampoco pensaría en la posibilidad de casarse.
Personalmente disfruta de imaginar que le están demostrando al mundo que el destino estaba equivocado con todos ellos.
No disfruta de repasar aquellos recuerdos que no le pertenecen, sin embargo cuando Fay mira las dos sillas en igual estatura, cercanas, menos de un metro de distancia, como si lo hubieran golpeado físicamente cuando le respondió que la otra era para la persona con la que se casaría no pudo evitar tomar su mano para besar la punta de esos dedos, llenas de pequeñas cicatrices por intentar subir la pared de una torre después de apilar los cuerpos de personas inocentes, en un intento de aliviar la tristeza que en sus ojos brilla.
Todo cambia rápidamente cuando el mago lo mira confundido, oportunidad que aprovecha para poner una rodilla en el piso sin soltar su mano disfrutando de como los ojos azules duplican el tamaño en una expresión de sorpresa. Le había pedido un pequeño favor al encargado actual de la tienda, un chico larguirucho cuyo nombre era Watanuki, intercambiando un arma antigua por un libro con tradiciones celesianas de las cuales presto especial atención al apartado de tradiciones matrimoniales.
“Kuro-”
“Cásate conmigo” interviene con voz suave mirando hacia arriba.
La boca de Fay se abre, no sale ningún sonido, los ojos azules adquieren poco a poco un brillo acuoso que aumenta cuando pregunta en voz anonadada, tan baja como si fuese un secreto entre ambos, un “¿tú…quieres casarte conmigo?” como si no pudiera creer que Kurogane se le esté proponiendo a lo que él parpadea irritado.
“Por supuesto, idiota. Estoy de rodillas pidiéndolo” responde irritado. Y resulta que Fay no solo llora y se ríe también puede hacer ambas cosas juntas y se ve absolutamente deslumbrante. Sorbeteando con el rostro húmedo el bastardo tiene aún el cerebro para pretender mostrarse ofendido cuando no se ve por ningún lado el anillo de compromiso que él muerde metiendo su mano a su bolsillo para sacar la caja y revelar la joya.
Había sido un pedido al mejor artesano de toda Suwa, el mismo hombre que había hecho una vez una joya para su madre y que gracias al cielo había escapado convida del ataque. Aquel artesano, había estado a punto de derramar unas lágrimas cuando Kurogane le explico lo que significaba aquel anillo, consiguiendo un juramento de que obtendría el mejor de todo el país.
Y lo hizo.
Estaba hecho de plata con detalles de pequeños diamantes que enmarcaban una hermosa piedra azul de otro mundo.
La piedra Flourite. Una prueba de un mundo inexistente que una vez puesta en la lechosa mano beso suavemente.
La noticia de que el gran Daimyo, Kurogane-dono, le propuso finalmente nupcias al Kannushi, Flourite-dono, se encendió como la pólvora contra el fuego. Pronto cada residente del pueblo y del castillo comentaban extasiado sobre cómo sería la boda pidiendo que sea en el castillo de Suwa como casa del gran señor, pero teorizando que es muy probable que una celebración de tal envergadura sea llevada a cabo en el palacio de la emperatriz Amaterasu.
De ser por Kurogane la boda sería lo más simple posible. En el castillo de Suwa a puerta cerrada, sin embargo sabía que su pueblo no lo merecía. Cada ciudadano a su servicio estaba ilusionado y feliz por su unión y lo menos que podía hacer era invitarlos a tal celebración de modo que, después de una larga y agotadora charla con su majestad en la que finalmente la princesa Tomoyo acepto su plan con la única condición de ser ella quien organizara, decorara y vistiera a los novios (algo que él cede con mucho gusto) finalmente se llevan a cabo las preparaciones.
Reciben a la princesa Tomoyo a los dos días después, antes de eso los sirvientes solo podía hablar del brillante anillo en la mano del kannushi y de cómo el amor parece sentirse en el aire. Ahora cada persona, tanto del castillo como del pueblo, corren por cumplir con los pedidos solicitados. El banquete, arreglos florales, velas, inciensos. La demanda de ropa de la mejor calidad se disparó en las sastrerías de toda Suwa porque todo el mundo deseaba ir presentable a un momento que catalogaban como el más importante de toda su existencia. Las sirvientas limpiaban hasta los más pequeños lugares y los guardias redoblaban sus fuerzas, un importante indicativo de la considerable visita extranjera y la obvia apertura para un ataque que pone ligeramente nervioso a Kurogane.
“No te preocupes por eso” regaña Soma “tú solo respira y deja que la princesa Tomoyo haga su trabajo” y eso que a él le toca lo más sencillo, Fay por su parte desaparece gran parte del día. La princesa Tomoyo está completamente centrada en la creación de su traje matrimonial. Vestimenta que tiene absolutamente prohibido ver hasta que se dé la boda.
El día llega con un sol radiante; cielo azul, nubes esponjosas. Un grupo de sirvientas habían intentado ofrecerle discretamente su ayuda para prepararse apropiadamente, pero él las despide a favor de conservar a solo una.
“Ito suyen, serviste a mi madre antes de la caída de Suwa” dice mirándola.
La anciana de rostro y manos arrugadas por la edad, había sido la primera en ponerse en fila cuando solicitaron personal. Antes de la construcción y su venida se había desempeñado como sirvienta en el palacio. Nadie creía que ella con sus huesos cansados soportara el viaje a caballo y en realidad, Kurogane no la tenía contemplada por ello en la comitiva, pero al salir en sol (en el día de la partida) ella había salido con sus pertenencias colgadas de su hombro parándose en frente suyo con Fay a su izquierda para anunciar decidida que ella lo seguiría, aunque tuviese que ir caminando.
Él había entrecerrado los ojos ante tan flagrante falta de respeto. Cualquier persona hubiese dado un paso atrás por eso. Ella no lo hizo, lo miro decida como una montaña ante el viento.
“Puede ir en la carreta” había venido la voz de Fay en su espalda suave como el agua y los ojos de ella se iluminaron ilusionados hacia el mago.
Decidiendo que era una batalla perdida había ordenado que hicieran espacio. El resto del camino Fay se había bajado del caballo para sentarse junto a ella a tomar té como si nada hubiese pasado.
Rápidamente ella se transformó en la jefa del personal del castillo y Kurogane no se enteró de la conexión personal hasta que ella un día lo tiro al aire cuando lo escucho discutir por primera vez con el mago.
Había sido por una tontería, obviamente, todas sus discusiones fuertes por alguna razón son por tonterías que ya ni siquiera a la semana recuerda. Sin embargo, había sido lo suficientemente grande para que él se mantuviera lo más ocupado posible en su estudio intentando postergar el tiempo de ir a la cama.
“El Daimyo, Kurogane-dono también hacia lo mismo” murmuraría pasando un plumero por el mueble a lo que él haría un sonido más inclinado a lo intimidante, tratando de retarla a repetir lo que sea que haya dicho, que por confundido.
Claramente por algo había servido fielmente a su madre.
“Su padre” dice con voz aguda tomándolo por sorpresa “siempre que discutía con la señora se encerraba en su estudio. La señora siempre se desvelaba de la preocupación…No le hacía bien para su corazón, a ninguno de los dos…” afirma deteniéndose finalmente frente al escritorio para fijarlo con ojos maternales “vaya con kannushi, de seguro esto le rompe el corazón, y si el kannushi está triste el Daimyo se pone de mal humor” pediría y tenía razón, porque apenas cruzo la puerta de su cuarto se encontró con los ojos azules enrojecidos por haber estado llorando.
Ella se había familiarizado con su carácter, pero lo más importante es que ella se había familiarizado con Fay hasta el punto de regañarlo y aquello era muy importante, porque si el mago un día deseaba salir en plena tormenta a cazar rayos la mayoría del personal aceptaría con un par de aleteo de sus pestañas de modo que Kurogane necesitaba a alguien que le sentara cabeza al mago cuando él no estaba. Ito suyen había cuidado a su madre como si fuese su propia hija y ahora cuidaba a Fay como si fuese su hijo hasta el punto de no extrañarse cuando los descubrió un día dándole de beber su sangre al mago cuando la enfermedad por el calor lo golpeo con mas fuerza ese año.
Kurogane confiaba en ella y por eso permitió que esta mujer lo ayudara a vestirse con el traje tradicional japonés compuesto de un haori negro con el bordado de un dragón dorado recorriendo las orillas, dejando ver el cuello rojo de su ropa de base, la hakama con un diseño de rayas negro y blanco, el haori himo colgando de su cuello, los tabi blancos, el zori y finalmente ginryu colgando de su cadera como un símbolo de presencia de su linaje y en memoria de sus padres.
Dejándola poner su mano en su pecho, en un gesto de bendición, sale cuando golpean la puerta del cuarto con ella a su espalda.
Caminando por los pasillos, recibiendo reverencias y una seguidilla de sirvientes que se hacía cada vez más grande, entro por el costado del santuario donde estaban esperando la emperatriz Amaterasu, la princesa Tomoyo y el mocoso con una sonrisa encantada.
“Kurogane-san” asiente recibiendo una sacudida de su cabello preguntándole que como ha estado todo y si ha seguido con su entrenamiento asintiendo orgulloso a sus respuestas para tomar lugar al medio del santuario, ante la emperatriz y la princesa Tomoyo a su costado (detrás de esta) sonriéndole visiblemente emocionada. Detrás suyo, separados por un camino cubierto por una larga alfombra que cruza la entrada y sale, están algunos invitados políticos como soldados, personal y aldeanos de Suwa que esperan emocionados a que aparezca el kannushi por la entrada.
No se da cuenta que está nervioso hasta que la princesa Tomoyo le susurra que se relaje un poco. Es entonces que nota la tensión en su cuerpo y la presión en su estómago. Esto no debería de colarse bajo su barrera mental impuestas tras años de entrenamiento ninja, pero lo hace y es ridículo. No es como que antes no hubiera visto a Fay, a noche se acostó con el mago envuelto donde debe dentro de sus brazos contra su pecho y aun así se siente como aquel primer día de entrenamiento en la guardia real.
“Kurogane-san” llama el mocoso a su costado, lugar reservado para la familia. Le advirtió que tendría que beber un poco de sake y el chico se mostró incluso más decidido a cumplir con la tradición como si de alguna nueva misión se tratara “todo saldrá bien” tranquiliza.
La diversión escala opacando los nervios. Chasqueando la lengua suelta que obviamente lo hará porque no permitirá que nadie pierda la cabeza en su boda consiguiendo una sonrisa del niño.
Es entonces que el murmullo y los sonidos de sorpresa comienzan a acercarse a medida que la procesión de “la novia” se acerca.
Es la tradición que la novia suela ir a acompañada de su familia por el pasillo para salir después del brazo de su futuro esposo o la madre de este y es así como aparece el mago cortándole la respiración a todo el mundo incluido el mismo. Tiene el cabello recogido hacia atrás, apartado de su rostro en un adorno similar a un halo con rayos de metal hecho en oro de cuyo extremo cuelgan pequeños cristales que parecen brillar cuando la luz los encuentra en su camino, hacen ver aquel rostro extremadamente hermoso. Con una yukata roja, de mangas y cola larga que se arrastra a su paso, tiene el mismo diseño del dragón enredado en flores sakuras que suben por todo su cuerpo chocando con su lechosa piel en tonos dorados en la cual, en su frente, se destaca una flor pintada, la misma que su madre portaba y él no puede creer la suerte que tiene cuando Fay con la princesa sujetando su mano se acerca a las escaleras que lo separan de la base del santuario. Se siente hipnotizado cuando avanza, suave, extendiendo su mano en un gesto educado que hace sonreír al mago quien extiende su mano fina encontrándolo. Subiendo finalmente a su lado con una sonrisa que se contiene y luego estalla en su rostro que se sonroja y aparta la mirada escondiendo su cara con la otra manga.
A su alrededor la multitud se ríe encantada de la vergüenza de los novios. Sobre todo, la princesa Sakura que tiene lágrimas en los ojos.
Fay lo mira con dificultad, la cara combinando con su ropa y ojos azules grandes, tan brillantes de felicidad y maravilla que él no puede evitar sonreírle divertido.
El mago vuelve a apartar la mirada sobre emocionado con un brillo eternamente etéreo en sus ojos y los labios de Kurogane se mueven mucho más rápido que la razón, pero para ser sincero eso lo dejo desde que el rubio entro absolutamente deslumbrante por aquel pasillo, soltando un “te amo” que toma a todo el mundo incluido a él mismo por sorpresa ante tal muestra pública de afecto al que Fay lo vuelve a mirar para derretirse en una sonrisa acuosa y emocionada soltando un “y yo a ti” que hace parecer todo en su mundo absolutamente correcto cuando se miran a los ojos.
Es la emperatriz Amaterasu quien los interrumpe aclarándose la garganta divertida para preguntar si siguen adelante con la ceremonia a lo que Fay se ríe avergonzado y él se sonroja irritado soltando un “Bien”
Le gustaría decir que recuerda lo que se dijo, pero estaría mintiendo, todo es demasiado rígido, los típicos textos, oraciones, promesas establecidas, pero cuando pasan al san sakudo y escucha a Fay murmurar que ahora viene lo bueno no puede evitar sonreír divertido lanzando una mirada retadora al amor de su vida.
El mago se bebe las tres copas de sake como si fuese un juego de niños, los propios niños tienen que detenerse un segundo a respirar, pero la emperatriz y la princesa Tomoyo se beben los suyos como representantes de su familia como si fuesen agua.
Una vez terminada la ceremonia, es la tradición llevar la mano de su ahora esposo a su brazo para salir los dos por el pasillo con la cabeza en alto, sin embargo hay otra tradición importante que en el libro celesiano se mencionaba y sabe que el rubio a su lado piensa lo mismo cuando la mano pálida viaja al cuello de su yukata para empujar su cabeza hacia abajo al mismo tiempo que su ahora esposo se pone de puntillas. Kurogane lo encuentra con gusto.
Ambos se besan frente a todo el mundo que los mira sonrojados, asombrados y atónitos por tal gesto de cariño y poco pudor. A él le importa una mierda, es el maldito mejor momento de toda su vida y besa a Fay con dulzura que es respondida cuando el mago enmarca su rostro con ambas manos después de que se separan, acariciando sus pómulos con los dedos pulgares llenos de cicatrices de días oscuros y fríos que son curados por su brillante sonrisa.
Sí, es el mejor momento de toda su vida.

Amai (Guest) Mon 15 Aug 2022 04:43AM UTC
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