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A Adam la idea le parecía totalmente estúpida.
Realmente estúpida.
Pero cuando Nigel se la comentó con una sonrisa muy bella en el rostro y las arrugas resaltando en el borde de sus ojos, todas las excusas lógicas y razonables volaron de la cabeza de Adam. No volaron como las aves, en realidad. Sin embargo, la idea se entendía. Y Adam estaba orgulloso de sí mismo al siquiera pensar en esa metáfora.
Cuando el timbre del departamento sonó, suspiró. Ahora que comenzaba a acercarse a la puerta, la mejor maldita idea (según las palabras de Nigel mientras se reía), materializándose frente a él dentro de unos minutos lo hizo dudar. ¿Qué sucedía si la vecina con el gato más ruidoso del edificio salía y encontraba a Nigel en…? El timbre sonó otra vez, haciendo que Adam diera un respingo. Tomó aire y, decidido, agarró el pomo de la puerta. Si la vecina del gato loco veía a Nigel y comenzaba a gritar, Adam tenía que defenderlo a como dé lugar. Pese a que la culpa era de ambos. Especialmente de Nigel por convencerlo.
El click de la puerta abriéndose y luego la sonrisa coqueta de Nigel, ocasionaron que Adam recordara las frases que debía decir. Pero nada salió de la boca de Adam cuando notó a detalle la imagen de Nigel apoyada en el marco de la puerta. Con esos cachos rojos de material endeble sobre la cabeza, la capa roja que le llegaba hasta el trasero — gracias a Dios cubría su trasero — y (Adam trago saliva; solo porque su garganta estaba seca, solo por eso) el suspensorio negro y rojizo que apenas cubría las partes de Nigel que más amaba por las mañanas, tardes y noches.
Oh, no. Creo que comenzaba a comprender porqué a las personas les gustaban los juegos de roles con trajes exagerados y poco realistas.
-¿Precioso?.-Nigel ensanchó más su sonrisa al ver como su adorable ángel abría la boca como un pez bajo el agua.-¿Adam?
Después de unos veinte segundos y contando, porque Nigel sentía cada segundo pasar con su trasero al aire en el pasadizo del piso, Adam respondió con un sí apenas audible. Sus ojos, esos diminutos ojos de estrella, estaban fijamente sobre su pecho como si hubiese encontrado en él, el significado del universo entero.
-¿Dulce o pene, precioso?
-¿Disculpa?-Adam sacudió la cabeza ante esa pregunta.- ¿Dijiste pene ?
-Sí, cariño.
-Nigel, era dulce o truco.-dijo Adam con apenas un intento de reproche en la voz.
-Yo creo que entre ambas opciones, solo una te encantará.
-En todo caso escogiera a tu órgano reproductor ¿para qué lo quisiera? ¿acaso te lo cortarás?
-Jodidamente no, cariño.-rió Nigel con dulzura.-Digo que si en un caso, que de hecho va a suceder en este momento, eliges mi pene, yo podría cargarte, hacer que me rodees con esas hermosas piernas tuyas y llevarte a la cama para hacerte el amor hasta la madrugada.
-Oh.
Adam pasó nuevamente saliva. Sus mejillas estaban sonrojadas y sus ojos se paseaban por el pecho de Nigel, tan abundante en pelo. Y luego su mirada vagó hasta su abdomen que, a pesar de no ser del todo musculoso como los modelos en las revistas, era agradable a la vista. Y finalmente, su pene. Que por cierto, estaba esforzándose por no romper la tela que lo cubría, si es que era posible que un órgano reproductor como el de Nigel lograra tal hazaña.
Sí, Adam estaba excitado. Muy excitado.
-Esta bien. La opción pene es la que más me gusta. ¿Ahora podrías entrar al departamento, por favor? Tengo miedo de que la vecina del gato salga y te vea con esas prendas reveladoras.
-¿Solo por eso, precioso?-alzó una ceja Nigel jalando a Adam de la cintura y ajustando su cuerpo al suyo. La erección de Nigel hizo que Adam abriera la boca de nuevo apresuradamente.
-No solo por eso. También porque quiero tener sexo contigo en este mismo instante, Nigel.
-Tus deseos son órdenes, ángel.
Dicho y hecho, la puerta se cerró tras la capa roja de Nigel y, evidentemente, la noche de Halloween resultó tal y como él deseaba.