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Gregory Lestrade estaba exhausto, tan cansado que si no fuera por el deber entregado y el dinero acordado estaría saliendo por la puerta de esta cantina de mal gusto con olor a tabaco, cerveza de mala calidad, suciedad impregnada de años y gente de mal gusto y no se refería con ello a la bonita omega demasiado joven para sus treinta cinco años que agitaba sus pestañas coquetamente e intentaba perfumarlo. No era culpa de ella que su corazón hubiese sido robado hacia años, ni tampoco era culpa de ambos que él tuviera que seguirle el juego mañana pretendiendo estar cortejándola para sacarle información de su tío en tercer grado ex gobernador de este pequeño pueblo que hace un año desapareció misteriosamente con todas las arcas fiscales a quien los rumores apuntan haberse vuelto un pirata.
Es lo que hacía Greg. Ir tras aquellos que estaban fuera de la ley ya sea por tierra y mar lo cual era una desventaja cuando tenía que mantenerse demasiado alejado del último.
Allí, donde está el objeto de sus sueños más profundos.
Despidiéndose de un beso en su mano, viendo sus mejillas enrojecer con un puchero en los regordetes labios, Greg sonrió encantador.
“¿Porqué no puedes quedarte un rato más, sir Lestrade?” Pregunta con una nota lastimosa para adquirir un brillo juguetón “mi casa no está tan lejos y mi padre está viendo asuntos con su amante, una noche de relajación nos vendría bien a ambos” guiña un ojo y Greg se fuerza a reír avergonzado.
“Me temo que mi padre crío a un hombre de modales, señorita Smith, uno que va despacio, pero seguro” tranquilizo aunque la sonrisa de ella no disminuyo apegándose a su espacio, envolviendo sus brazos en su cuello, presionando su busto tentadoramente revelador contra su pecho en una táctica que hubiera puesto de rodillas a muchos. Greg solo se controlo de arrugar la nariz a su aroma demasiado empalagoso.
“¡OH, Gregory! Que caballero eres” se regocijo y la sonrisa de Greg se tenso.
“Greg, por favor, solo Greg, madam” corrigió con demasiada dulzura de la que sentía, sin embargo la omega en sus brazos se tenso levantando las alarmas en su cerebro acostumbrado a las amenazas.
Volteando suavemente, esperando ver algún tipo de matón que lo confundió o peor aún no lo hizo y venia en nombre de algún pirata a conseguir su cabeza (la cual por cierto tenía un buen monto de oro ofrecido) sintió como todo temor abandono su cuerpo rápidamente cuando reconoció a su espectador.
Los ojos azules grisáceos se entrecerraron hacia él.
“Señor Winchester, ha pasado un tiempo” saludo a Sherlock quien no respondió. Sólo…se quedo allí fulminado con la mirada a Greg quien comenzaba a inquietarse al igual que su objetivo quien se separo un poco de su lado, aunque no completamente.
“Lestrade” soltó el alfa más joven en un tono que prometía sangre y Greg ahora definitivamente había alejado todo contacto posible de la joven omega.
Los ojos de Sherlock solo se entrecerraron amenazadoramente más.
Greg no entendía el problema. Confuso, aunque más preocupado, se tomó un momento para intentar sacar algo de información de qué exactamente estaba mal.
Sherlock se veía igual que siempre, un poco más viejo, aunque eso se debe a que la última vez que Greg lo vio fue hace un año y dos meses en el barco de Mycroft y esa había sido una buena interacción. En cuanto a su apariencia…pues se veía como siempre demasiado presentable para ser un pirata, usaba el mismo abrigo azul profundo extremadamente largo que al girar parecía extenderse a su alrededor como esas lujosas aves en el palacio del actual gobernador, su gorro negro coincidente con sus pantalones y botas largas que escondían una variedad de cuchillos (lo sabía desde que fue sorprendido por uno de estos en su primer encuentro) estaba fuera de la vista, probablemente en manos de John. Su nuevo segundo al mando que si Greg no se equivocaba cumpliría cinco años a su servicio después de haber sufrido un último motín que necesito la intervención de Mycroft para poner todo en orden, incluso la camiseta blanca ligeramente abierta estaba más limpia que los puños de Greg.
Nunca ha podido descubrir como rayos logran mantener esa apariencia prístina en la profesión que ejecutan. Sabia que ambos habían pertenecido a la alta nobleza en su juventud, más tiempo Mycroft que Sherlock, antes de que la trágica vida los alcanzará y Mycroft tuviera que adaptarse a las circunstancias para proveer a su hermano de todo lo que necesitará.
Rindiéndose a conseguir alguna información sin preguntar, Greg suspiro cansado mirando al alfa joven aún de pie ante ambos.
“¿Puedo ayudarte en algo, Sherlock?” pregunto esperando que el uso de su nombre lo alivianara de lo que sea que viniera.
Claramente no lo hizo cuando el alfa joven sonrió demasiado dulce para conocimiento de Greg, mirando a la joven en sus brazos.
“Con su permiso” asintió a la omega para al segundo siguiente golpear de lleno a Greg en la cara con un gancho que casi le rompió la nariz, pero que lo lanzó contra la mesa más cercana provocando un grito de la omega que fue rápidamente espantada por Sherlock.
“¡¿Pero que mierda te pasa?!” chilló siendo arrastrado vergonzosamente de la chaqueta por Sherlock fuera de la taberna donde Greg rápidamente aprovecho para devolver el golpe hacia el estomago doblando al delgado alfa por la mitad quien se apoyo en la pared del callejón mientras Greg hacia lo mismo en la pared contraria, sacando un pañuelo de su bolsillo y llevándoselo a la nariz para detener la hemorragia nasal.
Ahora toda su ropa estaba arruinada.
“¡Estás en terreno delgado, Sherlock, más vale que tengas una maldita buena explicación!” gruñó entre dientes por el dolor cuando apretó su nariz.
Mierda, quizás si estaba rota.
Oliendo las feromonas de ira alrededor Greg se autoconvenció de que debía de mantener la cabeza fría, Sherlock siempre ha sido imprudente, fácilmente se lanza de cabeza a una situación, todo lo contrario a Mycroft.
“¿Explicación?” hizo eco el menor “eso debería de pedir yo ¿Por qué no has contestado las cartas de Mycroft?” Pregunta mirándolo.
Greg frunce el entrecejo confuso.
“¿Qué cartas?”
Sherlock pone los ojos en blanco.
“Las que escribió Mycroft, vamos, Lestrade, pensé que eras menos lento” se queja Sherlock y Greg tiene que detenerse definitivamente en eso.
Mycroft le escribió cartas. No era algo raro, el mayor de los Holmes había comenzado a escribirle desde que Greg había comenzado a cazarlo volviéndose más reiterativo cuando comenzaron a acostarse juntos, aunque nunca fue demasiado, podría ser sospechoso y él seguía siendo un caza recompensas de la corona, ser relacionado con la cabecilla de la piratería sería demasiado peligroso para ambos por lo que su relación se había mantenido en secreto excepto para el círculo más cercano de Mycroft y Sherlock.
Aunque eso no dejaba en claro el porqué de la ira del Holmes menor hasta el punto se golpearlo en público.
“Estaba en la maldita américa, Sherlock, dos tercios del correo se pierden en el mar y el resto nadie sabe donde putas se entrega” informa con un suspiro viendo al alfa joven parpadear para arrugar la nariz.
“¿Estabas en América? ¿Ese continente que el estúpido de Colon pensó que era la India?” preguntó y Greg no pudo evitar resoplar ante la conocida soberbia holmesiana.
“Oh, sí, terrible, bueno…para la gente civilizada, de seguro te lo pasarías genial allí” dice botando el pañuelo en un bote cercano para acercarse a Sherlock quien se ve más tranquilo.
Greg lo mira preocupado.
“¿Y bien? ¿Qué quería Mycroft? ¿él está bien?” agrega lo último con un toque más de ansiedad pasando por su mente una imagen rápida de la última vez que lo vio, medio adormilado y desnudo sobre la cama con los mordiscos de Greg en su piel lechosa y manchada de pecas en constelaciones que sólo él podía nombrar.
Parpadeando unos segundos para resoplar divertido y burlón, Sherlock suelta un simple “bien” como un niño regañado para agarrar a Greg del ante brazo y comenzar arrastrarlo hacia un lugar desconocido.
Plantando sus pies en el suelo, detiene su marcha y los ojos azules lo miran ahora irritados, casi preguntando que le pasaba ahora.
“Estoy en un trabajo, Sherlock, no puedo irme” indico y el alfa joven levantó las cejas.
“Oh, créeme, Gavin, si puedes” respondió con sarcasmo volviendo arrastrarlo.
Greg no se movió.
Sherlock chasqueo la lengua haciendo un sonido frustrado.
“Bien, escucha, Lestrade, Mycroft te ha escrito por un maldito año y no estará feliz cuando se entere que te volviste a marchar. Ahora, deja de ser insufrible y sígueme” volvió a arrastrarlo y Greg solo pudo suspirar y dejarse guiar hasta.
El barco de Sherlock era distinto al que vio la última vez, algo común en los hermanos Holmes, una estrategia establecida por Mycroft para evitar la identificación y que solo ha servido para fortalecer la leyenda. Sin embargo, las personas trabajando siguen siendo las mismas, John parpadea sorprendido cuando lo encuentra preguntándole dónde ha estado y cómo estaba para darle más una sonrisa mitad mueca, aunque sus ojos brillan demasiado divertidos para sospecha de Greg que le frunce el ceño en respuesta recibiendo solo unas palmaditas en el hombro.
Y no es el único. La señora Hudson, una beta que se desempeña como cocinera del barco la cual le sonríe demasiado emocionada.
“¡Pero qué bueno que apareciste! ¡comenzaba a pensar que te habías fugado a propósito!” le guiño un ojo y Greg solo pudo parpadear confuso sonriendo nervioso.
Todo el mundo estaba actuando tan raro, más de lo habitual.
Encogiéndose de hombros ante la extremada felicidad que provoca su presencia, Greg solo a hace lo que siempre ha hecho en la vida, adaptarse. Envía una carta a su contratador informándole que ha surgido un impedimento por lo que su tarea tendrá que retrasarse, correo que entrega antes de que el barco parta para tomar un merecido descanso en la habitación de John, quien le ofrece el lugar para darle mayor privacidad y no compartir con el resto de la tripulación en las incomodas hamacas. No se da cuenta de cuánto ha extrañado una comida de calidad hasta que prueba la cocina de la señora Hudson quien le sonríe complacida ante el sonido de placer que hace y al que, por cierto, Sherlock responde arrugado la nariz.
“¿Y bien? ¿Cómo está Mycroft?” Pregunta y el ambiente cambia de inmediato, algo que no debería de ser extraño porque es normal que el nombre del hermano de Sherlock tenga su impacto en la atmósfera, pero ahora es distinto, todos parecen bastante divertidos, sobre todo John.
“Ocupado” responde simplemente Sherlock.
“¿Lo encontraremos en su barco?” Pregunto Greg llevándose el tenedor a la boca.
“O no, mi hermano se ha tomado un descanso del trabajo de campo, se ha restringido a la aburrida burocracia de lidiar con los otros clanes de piratas y la vida en sí misma” informa Sherlock con ofensa y John niega con la cabeza.
“La escala natural de las cosas” agrega el omega.
“Terrible” expresa Sherlock con dramatismo poniendo los ojos en blanco a lo que Greg parpadea con una ligera sospecha instalándose.
Mycroft en si no era el seguidor más apasionado de lo que conllevaba ser un pirata. No era Sherlock quien hablaba apasionadamente de la batalla o estrategias de combate o la próxima aventura a la vuelta de la esquina, aunque eso tenía más que ver con sus realidades, Mycroft era un pirata porque era lo más cercano para salir del pozo en el que estaban de joven, Sherlock en cambio tuvo la opción, la eligió por gusto. Entonces no era extraño que el mayor de los Holmes se apartara en su pequeña isla, de ubicación desconocida para los de afuera de su círculo, y se rindiera a actividades de escritorio, pero no significó que no se subiera a un barco. Greg bien sabía que el alfa podía ser letal en el mar.
Y también que odiaba con pasión mojarse y aun más nadar. Al menos así fue que terminó fichando a Greg en su larga lista de enemigos por varios años.
Encogiéndose hombros, aceptándolo como la burocracia finalmente alcanzando al Holmes, Greg se rindió a la rutina del mar ayudando a atar nudos e interactuando con los otros piratas, algo impensado hace varios años atrás cuando cada uno de estos, en opinión de Greg, valían menos que la basura misma. Cosas que cambian cuando conoces y te enamoras de un Holmes…
Es con el paso de los días que el hecho de que pronto verá a Mycroft que Greg se vuelve ansioso. Intenta lavar su ropa, pero la señora Hudson se la arrebata de las manos sin escucharlo argumentando que no es su mucama para entregársela sin mancha alguna, con todos los agujeros que ha roto perfecta y bonitamente cosidos guiñándole el ojo conspirativamente.
“Queremos que tengas una buena primera impresión” y Greg solo le sonríe sintiendo que se sonroja suavemente.
Le pide una navaja prestada a John, se recorta ligeramente el pelo, no demasiado sabiendo que a Mycroft le gusta más largo sobre todo en el frente y las últimas horas antes de su arribo Greg esta tan ansioso que es el primero en pisar tierra para ser agarrado otra vez por Sherlock del antebrazo.
Solo pone los ojos en blanco a ello y se deja nuevamente arrastrar.
La isla, tal como su nombre lo indica, había sido un antiguo almacenamiento de Ron y whisky del capitán anterior que Mycroft había amotinado en su juventud, por lo que con el barco vino el lugar y con el tiempo los recursos necesarios para hacerlo una fortaleza gracias a la variedad de arrecifes y corales que solo los conocidos en la ruta podían navegar con el mínimo riesgo de encallar. Fue allí donde se construyó una especie de casona de alta calidad que algunos llamarían incluso una vergüenza para la piratería pero Mycroft no se había achicado ante ello, pronto con su influencia e inteligencia impacto en la cultura y lo que se llamaba o no piratería para traer nuevos estándares como contratos laborales, licencia médica, beneficios de botín entre otras cosas que solo trajo una ola de interesados a sus manos obligando a los más antiguos a adaptarse a las nuevas necesidades o morir en el abandono.
Deteniéndose la sala de combate, Greg asintió hacia Anthea, la segunda al mando de Mycroft quien lo fulmino con la mirada haciéndolo parpadear confundido porque ambos habían comenzado a llevarse bien después de los primeros años.
¿Acaso era el día de mirar mal a Greg? Porque si era por la correspondencia él podía explicarse.
“Avísale a mi hermano que Garret está aquí” ordeno Sherlock con Anthea cruzando una puerta para volver cinco minutos después con órdenes de Mycroft diciendo que podía dejarlo allí e ir a comer algo junto a sus hombres.
Sherlock no parecía complacido, pero acepto marchándose junto a la beta a su paso.
Abandonado en la sala recorrió con la punta de sus dedos el dibujo tallado del mundo en la mesa de madera, demasiado ansioso para sentarse, girándose cuando la puerta se volvió a abrir y su corazón se detuvo cuando sus ojos se fijaron en Mycroft.
Se veía igual que siempre, prístino, hermoso. Usaba su típico abrigo negro largo hasta la rodilla con detalles dorados, un corte amplio del cuello dejaba ver la chaquetilla del mismo diseño y su camisa blanca que, al contrario de su hermano, ocupaba inmaculadamente abotonada con un lazo rojo en el cuello coincidente con su tono de cabello, pantalones blancos y botas negras altas de tacón pequeño, al contrario de lo habitual no usaba guantes, algo obviamente innecesario siendo que estaba en un lugar que había considerado como su hogar. En cuanto al cabello eso había cambiado, hace un año lo había tenido ligeramente recortado en un intento de manejar más fácilmente los mechones rizados que solía gelificar con fiereza, ahora estaba largo, hasta la mandíbula cayendo en suaves ondas que hacían parecer a su rostro fino, oh, él sería la envidia de todo cortesano si pudieran verlo allí parado con más porte que cualquier mal llamado noble.
El corazón de Greg no podía latir más rápido, cuanto lo había extrañado, su piel, su aroma, su voz, sus ojos.
“¿DÓNDE ESTABAS?” exclama Mycroft furioso.
Y eso también lo había extrañado.
“Oh amor no sabes cuánto te extrañe” soltó Greg sin pensar lanzándose hacia adelante, envolviendo al otro alfa en sus brazos independiente de lo tenso que estaba Mycroft quien pronto se obligo a relajarse.
“Gregory” llamo cuando Greg se separo ligeramente para mirar su rostro.
“Mi amor” respondió sonriendo y pudo ver como la ira se iba lavando ligeramente de su rostro dejando el miedo a su paso.
“Gregory, ¿Dónde has estado? Yo-” se corta Mycroft nervioso apartando la mirada hacia alrededor preocupándolo por la extraña muestra de fragilidad “te escribí…”
Greg le da una sonrisa triste acariciando su pómulo.
“No sabía, cielo. Estaba en América, las cartas no llegan” informo y Mycroft parpadeo con un alivio instalándose en sus ojos suspirando un “oh…” al que Greg se ríe haciendo eco divertido para volver a abrazarlo con fuerza, metiendo su nariz en su cuello cerca de su glándula de apareamiento que comenzó a frotar intentando perfumarlo.
Después de todo transcurrido un año Mycroft ya no olía tanto como a Greg, algo que disgustaba profundamente a su instinto alfa y que había que corregir. Con un nuevo objetivo en su mente se dispuso a ello girando más su cabeza para besarlo como debería.
Succionado suavemente sus labios que acaricio con la lengua en una solicitud de entrada que se le concedió, Greg paso a profundizar fácilmente el beso con el cuerpo del alfa más joven derritiéndose en sus brazos. Envolviendo sus lenguas, sacando esos pequeños gemidos y suspiros a medida que todo se hacia más sonoro y húmedo empujó hacías adelante entrando al cuarto de donde Mycroft salió, su cuarto, donde Mycroft bruscamente se tensó en medio, a sólo unos metros de la cama tapada con las cortinas.
“E-espera” pidió rápido con ese tono ronco que presagiaba sexo y que lo encendía por lo que Greg siguió adelante volviendo a besarlo, deslizando su mano hacia el trasero vestido para juntar sus erecciones extrayendo un delicioso gemido seguido de un grito que los congelo a ambos.
Greg podía ser un caza recompensas que estaba constantemente viajando, pero eso no lo hacía lo suficientemente ignorante como para no reconocer el sonido de un cachorro llorando.
Mirando en dirección al sonido noto que parecía provenir de la cama y Greg estaba absolutamente confundido.
¿Qué rayos hacía un cachorro en el cuarto de Mycroft?
Algo que debió de notarse en su rostro porque el alfa más joven lo miró nervioso, soltando un “Gregory” para mirar cómo se apartaba, avanzando hacia la cama, corriendo una de las cortinas para sentir que se le cortaba el aliento.
Sobre la cama, en lo que parecía haber rodado rústicamente sobre su barriga estaba una cachorra de menos de un año mirando a Greg con grandes ojos curiosos y no, no fue de por sí la presencia de la cachorra lo que lo congelo, sino el hecho de que en su cabeza había marcados mechones pelirrojos y los ojos azules grisáceos, los mismos que estaba viendo hace unos segundos en otra persona le devolvían la mirada curiosa.
Entonces todo comenzó a tener sentido a su alrededor. La molestia de Sherlock por mirarlo con la omega, la insistencia por el correo que nunca llego, la diversión de John, la emoción de la señora Hudson. Todo pintaba un cuadro que parecía tan fantástico e irreal que Greg no podía hablar, solo mirar con la boca abierta poniendo ansioso a Mycroft que lo miraba cauteloso desde su costado.
“Su nombre es Enola” informa Mycroft con un tono suave, desconocido para el resto del mundo a excepción de Greg y Sherlock, tan ligero que aprieta su corazón y pone un nudo en su garganta.
Comenzando a notar que no estaban haciendo nada para atenderla, Enola lanza gemidos suaves que remecen el cuerpo y alma de Greg que parece vibrar en sintonía, aunque no lo suficiente pues se congela cuando Mycroft se inclina a recogerla en un movimiento natural, demasiado fácil y elegante para alguien como Mycroft Holmes quien había expresado su nulo interés en los pequeños humanos.
Meciéndose suavemente, Enola se calma en los brazos del pelirrojo quien lo mira por debajo de sus pestañas.
“¿Quieres sostenerla?” Pregunta y Greg lo mira como si no entendiera, pero Mycroft no necesita respuesta porque se la tiende y Greg la recibe como una pieza que no sabia que faltaba en su vida y que encaja fácilmente.
Esta seguro que hay lagrimas en sus ojos.
Enola es cálida, pequeña, cae en sus brazos y mira a Greg demasiado atenta con inteligencia brillando en sus ojos.
“…¿Es mía?” respira porque obviamente es de Mycroft y no es que lo esté acusando de haberle sido infiel, pero Greg siente que necesita confirmación, necesita que las palabras lo hagan tangible y Mycroft parece entenderlo porque no se ofende, suelta en su lugar un “sí” y Greg aspira bruscamente tratando de contener las lagrimas de felicidad.
Mira a Enola, su Enola, su cachorra, su hija en sus brazos. La hija suya y de Mycroft, fruto de su amor. La sonrisa se desliza en sus labios.
“Oh por dios” se ríe hacia Mycroft copiando su moviendo, meciéndola, aunque Enola no parece quejarse de que es ligeramente más tieso que su madre “tenemos un cachorro, es nuestro, amor” exclama sintiéndose fuera de este mundo, mirando a Mycroft sonriendo a su lado.
La felicidad cae rápidamente cuando la realidad lo alcanza y el estomago se le va al piso.
Por eso Mycroft había intentado contactarse con él todo este tiempo, para decirle que estaba esperando a su hijo. El alfa más joven había pasado por todo este proceso solo, dio a luz sin Greg y probablemente pensó que la tierra se lo había tratado ya sea por voluntad propia o por accidente.
“Oh, cielo” respiro inclinándose hacia su alfa, sosteniendo a su hija con un brazo y envolviendo el otro alrededor de la cintura del pelirrojo “lamento tanto no haber estado allí para ustedes” confesó recibiendo un beso en su mandíbula.
“No fue tu culpa. Estas aquí” respiro cerca de su oído y Greg lo encontró en un beso siempre consiente del precioso peso en sus brazos.
El resto de la noche se la paso con Enola en sus brazos celebrando su regreso y esta nueva etapa de su vida con sus amigos alrededor bebiendo cerveza y whisky, comiendo los deliciosos platos que la señora Hudson y su hermana prepararon.
Dejando a su cachorra en la cuna, ubicada en el cuarto donde antes había estado el estudio privado de Mycroft, con un beso en la frente, inhalando con fuerza su aroma a leche y a ambos que sabía que en un futuro cambiaría a su propia esencia, llevo a Mycroft a la cama donde se familiarizo con las nuevas marcas en el vientre del Holmes, que beso suavemente como un mapa murmurando cumplidos hasta que el alfa se retorció sobre la cama pidiendo que lo follara, algo a lo que cumplió lamiendo suavemente el ano que se contrajo bajo su lengua y perforó extrayendo gemidos.
“Gregory por favor” gimió Mycroft agarrando con fuerza su cabello manteniendo su cabeza entre sus piernas.
“Shh…amor, déjame cuidarte” suspiro mordiendo juguetonamente su muslo interno, ahí donde se unía con el sexy trasero.
Sacando la botella de aceite de lavanda que Mycroft guardaba en la mesita de noche, vio desaparecer su dedo en el fruncido sacando suspiros cada vez más alto hasta que el otro alfa temblaba apretando sus tres dedos.
“Ahí voy” anuncio posicionando la punta de su miembro contra el fruncido, sintiendo el remolino para empujar suavemente la cabeza hacía dentro y luego el resto con Mycroft exhalando y Greg enfundándose con fuerza en el apretado canal que poco a poco parecía resistirse a dejarlo ir, apretando el nudo que se estaba formando y que se iba enganchando cada vez más seguido en la orilla del ano hasta que le fue imposible sacarlo.
“Ah-ah-aagh” gimió Mycroft ondulado bajo su cuerpo, arañando su espalda intentado encontrar soporte.
Curvando su espalda, colocando sus pies en punta y apretando sus muslos con tanta fuerza en la visión más hermosa que Greg ha visto, Mycroft llegó con pintando su estomago de blanco, sin la necesidad de haber sido tocado haciendo a Greg tensarse de placer.
“Me estás apretando tan fuerte” gimió golpeándose con fuerza en una palmada que resonó, empujando su nudo más allá del músculo sacando un gritito de Mycroft cuando esté se hincho en su totalidad dentro de matriz atrapándolos a ambos.
Rindiéndose, se dejó caer sobre el cuerpo de Mycroft que lo recibió con los brazos abiertos para dibujar patrones con los dedos en su espalda. Un año había sido demasiado, cuanto lo había extrañado en las noches, pero sobre todo en las pequeñas e insignificantes cosas tan cotidianas que podía casi imaginarlo de pie junto a él mirándolo con esa suave sonrisa suya.
Besándose suavemente, acariciándose desde sus posiciones, extrayendo pequeños respiros cuando Greg se movía demasiado, presionando en ese punto sensible, permanecieron enredados toda la noche hasta que el barco de Sherlock se marchó de la isla y Mycroft, con la cabeza sobre su pecho, tarareo mirando expectante hacia el cuarto de su hija.
“No necesitas quedarte, puedo cuidarla” tranquilizo aún sabiendo que otro barco volvería en meses.
Greg solo beso su frente.
“No hay otro lugar en que quiera estar” respondió recibiendo la sonrisa más hermosa que ha visto en su vida.
Oh, sí, este era su lugar.
Desde el pequeño cuarto, Enola dio a entender que había despertado. Greg sonrió complacido suspirando.

Tomoe99 Mon 03 Jul 2023 12:47AM UTC
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