Chapter 1: Prólogo
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─ ¡Es muy pronto, idiota! ¡No podemos matar a los mocosos todavía!
Más tarde, el Príncipe Jace estaría agradecido de haber respondido el llamado de la naturaleza detrás de ese arbusto, y no ningún otro.
Pero ahora mismo el niño estaba congelado, no podía respirar, mientras sus propios guardaespaldas discutían el mejor momento para matarle y a su hermano pequeño.
Uno de ellos insistía en hacerlo ahora, mientras estaban cercas de las montañas, y los comunicadores no funcionaban ahí. Otro insistía en que el anochecer sería lo mejor.
Pero fue cuando el tercero habló, que la sangre de Jace se congeló
─ Cuando antes lo hagamos, antes nos pagará su Excelencia. ─
Su Excelencia. No fue difícil adivinar que el guardaespaldas estaba hablando de su tío Valentine Morgenstern. Jace no quería creerlo, pero… Si algo le pasaba a él o a Alec, su propia hija heredaría el trono.
Intentó reprimir la conmoción, la ira y la traición. Se alejó de los arbustos, hacía la nave averiada donde había dejado a su hermanito. A distancia, se pregunto si la nave realmente estaba averiada. Había sido muy convincente que esta se rompiera en medio de la nada, obligándolos a hacer un aterrizaje de emergencia en medio del bosque. Pero incluso si esta no estuviera averiada, Jace solo tenía 10 años, no sabía como manejarla.
─ Vamos a jugar un juego, Alec, ─ susurró Jace, sacando a su hermano de tres años de la nave. ─ Tendrás que estar muy callado ¿de acuerdo? Vamos a correr, y no queremos que nos atrapen. ─
Ale sonrió, sus ojos azules muy abiertos por la emoción. En silencio, permitió que su hermano le tomara entre sus brazos. Jace miró con cautela los arbustos, abrazó con fuerzas a su hermanito y corrió. Nunca había corrido tan rápido en su vida.
No sabe cuanto corrió. Ni siquiera se dio cuenta cuando el bosque terminó, comenzando las montañas. Le dolían los pulmones, las costillas, y el niño en sus brazos cada vez era más pesado. Las ramas rasgaban su piel, las raíces le hacían tropezar, sus ojos picaban de sudor y lágrimas. Pero Jace siguió corriendo.
Pero en poco tiempo, Alec comenzó a quejarse, y luego estaba llorando.
─ Shh, por favor no llores, ─ Jace dijo, roncamente, desesperado. De repente escuchó sonidos de pisadas, cada vez más cercanos. Y ahora ni esconderse podían porque Alec no dejaba de llorar.
Fue entonces que escuchó un sonido proveniente de otra dirección, ¿un auto aéreo? Jace corrió hacía el sonido.
Y ahí estaba un pequeño autonave que pasaba por encima del claro. Jace saludó frenéticamente, intentando atraer la atención del piloto. Por un momento pensó que en vano, pero luego la nave se detuvo y aterrizó en el claro.
Fue un momento de desesperación darse cuenta que esa aeronave era un modelo solo para una persona. Incluso si lograba llegar antes de que los guardaespaldas le encontraran, no había forma de que ahí cupiera el conductor y dos niños.
Pero Alec si cabría. Al menos su hermano escaparía. Estaría vivo. Odiaba la idea de confiar a su hermano a un extraño, pero era su única oportunidad. Sin el niño llorando en brazos, Jace tendría una mayor posibilidad de perder a sus perseguidores en el bosque, y luego volvería por Alec.
Corrió hacía el coche. Cuando la puerta se abrió, Jace besó al niño en la frente, y le susurró.
─ Volveré por ti, ─ dijo, antes de empujar a Alec a los brazos del joven piloto. ─ Es el Príncipe Alessandro Lightwood del Quinto Gran Clan. Hay personas tras su vida. Tómalo y escóndelo hasta que regrese. ─
Alec se quedó callado en los brazos del extraño, mirándolo con curiosidad.
─ Espera, ─ dijo el extraño, pero en ese momento se escuchó el sonido de las ramas rompiéndose, demasiado cerca.
─ ¡Ve! ─ Jace gritó, cerrando la puerta del coche. ─ ¡Están armados! ─
Afortunadamente el piloto pareció tomarlo en serio, y el auto despego. Jace no espero a que desapareciera. Corrió hacía el bosque justo cuando sus perseguidores aparecieron en el claro. Disparos de blaster llovieron a su alrededor. Jace corrió, con los ojos ardiendo y el pecho apretado de la ira y pérdida.
Solo ahora se había dado cuenta de que no tenía idea de a quien le había dado a Alec. Solo podía recordar un extraño de cejas oscuras y ojos dorados. No tenía idea de donde encontrar a su hermano
Volveré por ti, lo juró. Te encontraré-
Eso si sobrevivía.
*
A Magnus Bane no le gustaban los niños. Eran ruidosos, desagradables y llorones, cualidades para las que no tenía paciencia. Quería devolver al niño al chico que tan bruscamente lo había empujado a sus brazos, pero el niño ya había desaparecido en el bosque. Consideró aterrizar para ir a buscarlo, pero los sonidos de disparos le hicieron cambiar rápidamente de opinión.
Además, si lo que el niño había dicho era cierto, este era uno de los Príncipes de Idris. Negarse a proporcionar asistencia sería problemático, ya que se supone que todos los miembros de la Orden de Edom siempre estaban dispuestos a ayudar.
Con los labios fruncidos, Magnus piso el piloto automático y finalmente estudió al niño en su regazo. Tenía que admitir que el niño en cuestión era notablemente adorable para ser un pequeño monstruo. Mejillas regordetas, una mata de cabello negro y enormes ojos azules que miraban a Magnus con igual curiosidad.
En ese momento el niño estaba tranquilo, pero Magnus sabía por experiencia que era poco probable que durara. Cuando Magnus había sido un iniciado de alto rango, había pasado demasiado tiempo enseñando a los niños de la Orden, y era de donde venía su aversión por los pequeños monstruos.
─ ¿Cómo te llamas, niño? ─ dijo, obligando a su voz a sonar amable y paciente. Desafortunadamente él no era ni amable ni paciente. Ninguna cantidad de meditación y ejercicios mentales podía purgar completamente de las conductas de un adolescente. El maestro Ragnor, el Gran Maestro de Edom, dijo que era normal que un joven de dieciséis años luchara por controlar su agresividad, pero Magnus no necesitaba la seguridad del viejo Gran Maestro para saber que sus compañeros eran mucho peores que él. Aunque el no solo quería ser un poco mejor, quería ser el mejor.
Y lo era. Era el experto mental certificado más joven de la Orden, sus expectativas eran muy altas. Magnus siempre había sido un perfeccionista, ambicioso e impulsivo, con objetivos demasiado altos.
─ Soy Alec, ─ respondió el niño, chupando su pulgar.
Alec. El Príncipe Alessandro Lightwood de del Quinto Gran Clan, uno de los doce grandes Clanes del Planeta Idris.
Magnus frunció el ceño y, aunque no tenía recepción en las montañas, tenía una copia de los registros reales compilados por Edom. Después de un rato, miró pensativo al niño. Realmente no había creído que el niño fuera el Príncipe, pero era real. El hijo de tres años de los recientemente fallecidos Rey y Reina Robert y Maryse Lightwood. El niño mayor era el heredero Jace Lightwood, su hermano mayor.
Magnus miró al niño, mientras consideraba y descartaba sus opciones. Tal como estaban las cosas, no podía entregar al niño al palacio, en donde lo esperaba su tío, el único que ganaba algo con la muerte de los herederos. Si el Príncipe Jace no sobrevivía, Alessandro correría aun más peligro. Y lo más importante, devolver al principito prematuramente solo sería una oportunidad desperdiciada.
─ Vas a necesitar un nuevo nombre, pequeño, ─ murmuró. Nadie en la Orden necesitaba saber quien era este chico. Diría que era un niño huérfano que había sido entregado a Magnus por sus parientes, lo cual era bastante cierto y algo bastante normal en Edom.
─ Soy Alec, ─ dijo el pequeño con ceño fruncido. Magnus suspiró parece que era bastante terco e inteligente para su edad
─ Bien, ─ admitió. ─ Entonces serás Alexander, ─ se ajustaba al apodo, pero era lo suficientemente diferente del nombre real del niño.
Una voz en el fondo de su mente, bastante parecida a la de su maestro, le susurró. Algún día tu ambición será tu perdición, Magnus.
Lo ignoró, resolvió a meditar, mientras regresaba a Edom. Si estaba imaginando voces de hombres muertos, claramente necesitaba meditar.
─ ¿Cuál es tu nombre? ─ dijo el chico, Alexander, mirándolo con sus curiosos ojos violetas.
Magnus lo estudió. El niño se estaba comportando sospechosamente bien para un niño de tres años con un extraño. Demasiado bien. Quizá…
Bajó sus escudos y tocó tentativamente la mente del niño. Una presencia brillante y curiosa regreso, fuerte para un niño tan pequeño. Su mente era aún inexperta pero muy prometedora, y muy compatible con la suya.
Magnus le miró por un momento, frunciendo el ceño, porque la compatibilidad mental tenía sus inconvenientes. Pero confiaba en su autocontrol. Estaba seguro que no permitiría que este mocoso lo comprometiera emocionalmente. Además, pasarían años hasta que el principito le fuera de utilidad. Muchas cosas podían cambiar en ese tiempo.
Por ahora entregaría al niño al salón de iniciados, y dejaría que el Supervisor manejara su educación hasta que tuviera edad suficiente.
Con la decisión tomada, Magnus miró al niño y dijo. ─ Me llamo Magnus Bane, pero puedes llamarme Maestro. ─
Chapter 2: Primeras Impresiones
Summary:
Un pequeño pero un poco mayor Alec, se vuelve a encontrar con Magnus.
Notes:
Edom es una escuela de telépatas, se dividen en 3 grupos:
Iniciados: Los pequeños como Alec, estudiantes
Aprendices: aun estudiantes, pero ya fueron elegidos por un Maestro.
Maestro: el rango más alto. Hay algunos con rangos más importantes que otros
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El primer recuerdo de Alexander de su vida en el salón de los iniciados fue el de una noche inusualmente fría. Estaba temblando, acurrucado en una bolita para preservar el calor. Y estaba tan asustado.
Podía escuchar a otros niños en el dormitorio. Algunos roncaban, otros lloraban, Pero ninguno le hizo sentir menos asustado. Quería irse a casa. Quería su cama suave y pálida. Quería a su… alguien. No podía recordar, pero sabía que algo andaba mal.
Todo estaba mal, el no pertenecía ahí. Había tratado de decírselo a la mujer alta de rostro severo que cuidaba a los niños en este lugar extraño y miserable, pero ella lo ignoró.
Le tomó un tiempo a Alec darse cuenta de que lo había ignorado; porque sus palabras no eran diferentes a la de otros niños que habían tenido otros hogares y familiares antes de terminar en este lugar por alguna razón. Por supuesto que la Supervisora no le haría caso. No era diferente.
Por alguna razón el pensamiento era … extraño. Como si se suponía que fuera otra cosa. Alguien importante.
*
Alec tardó varios años en darse cuenta de que si lo trataban diferente a los demás niños. La Supervisora le prestaba más atención, tomando notas de su desempeño, observándolo. Los iniciados mayores, que servían de Maestros a los niños, también parecían prestarle más atención, como estudiándolo.
Alec tenía siete años cuando finalmente descubrió por qué.
─ Todos tienen siete años, ─ dijo el iniciado Meliorn, mirando su clase con expresión altiva y aburrida. ─ Ahora son oficialmente iniciados menores. Eso significa que los Maestros pueden hablar con ustedes. Sin embargo, no lo esperen. Incluso si sucede, no significa realmente algo. A su edad, los Maestros solo toman nota de los iniciados prometedores, si alguno parece interesante. Probablemente pasaran muchos años, más de una década antes de que un Maestro los elija, ─ Meliorn hizo una pausa. ─ Si llegan a ser elegidos. ─
Alec se retorció inquieto, tratando de apretar sus escudos mentales de las emociones de sus compañeros. Siempre había sido muy sensible a las emociones de otras personas, y las desagradables, le afectaban.
─ Se que en estos momentos piensan que eso no les pasará, pero la vedad es que los iniciados superan a los Maestros en noventa a uno, ─ Meliorn continuó, sonriendo algo cruel. ─ La verdad es que la mayoría de ustedes no serán elegidos por un Maestro. Nunca serán aprendices. Terminarán en algún departamento de Servicios de la Orden, sirviendo a los Maestros y aprendices. Ya no son niños. Son iniciados menores de la Orden. Todos compiten entre si por el honor de ser elegidos por un Maestro. ─
─ ¿Tu tienes un maestro? ─
Cuando Meliorn le miró, Alec se dio cuenta de que había hablado en voz alta. Se sonrojó.
─ Todavía no─ los ojos de Meliorn se entrecerraron, mirándole duramente. ─ Pero varios Maestros se me han acercado y espero ser elegido en los próximos meses. ─
A pesar de su tono confiado y aburrido, Alec pudo sentir que el niño mayor en realidad, se sentía … ansioso.
─ ¿Cuándo un iniciado es demasiado viajo para ser elegido? ─ Alec ladeó la cabeza.
La mandíbula de Meliorn se apretó ligeramente. ─ Veintiún años es el estándar de edad límite. Si un iniciado no es elegido para esa edad, será transferido al departamento de servicio de la Orden. ─
Alec bajó la mirada, dándose cuenta de que su pregunta probablemente había sido tomada como burla. Meliorn definitivamente no podía tener menos de veinte.
Tosió ligeramente, sin saber como hacer la situación menos incómoda, y que el mayor no le odiara.
─ ¿Cuál es la edad más temprana en que un Maestro puede elegirnos? ─ dijo suavemente, levantando la vista de nuevo.
Había esperado que Meliorn se relajara un poco, pero en cambio sintió una fuerte emoción entre enojo y amargo, mientras miraba a Alec.
─ Deberías tener cuidado, Iniciado Alexander. El regodearse no corresponde a un miembro de la Orden. ─
─ ¿Qué? ─ Alec frunció el ceño. ─ ¿Qué quiere decir? ─
Los labios de Meliorn se torcieron. ─ Solo porque el Maestro Bane ya te reclamó preliminarmente, no te hace mejor que nosotros, Alexander. Aun eres un iniciado menor. Podría cambiar de opinión. ─
Alec le miró desconcertado. Pero antes de que pudiera decir algo, la clase explotó en gritos de ira, confusión y celos de los otros niños, abrumándole rápidamente. Alec gimió, cerrando sus ojitos e intentando proteger su mente. Pero fue inútil, su cabeza comenzó a girar y lo siguiente que supo fue que todo estaba oscuro.
*
Cuando Alec abrió los ojos, estaba en la enfermería y había un Maestro desconocido en la silla a su lado.
La mirada del hombre estaba en la tableta de su mano, por lo que Alec aprovechó para estudiarlo. Su cabello oscuro peinado hacía atrás, una cara esculpida con una mandíbula cincelada, una nariz recta y cejas oscuras, unos ojos dorados y piel morena.
Era muy joven para ser un Maestro. El hombre debía tener entre veinte años. Alec no sabía que alguien tan joven podía ser un Maestro. Pero las pesadas túnicas negras y las insignias que llevaba claramente delataban su rango. Solo los Maestros de rango completo las usaban.
Alec lo miró fascinado. No había visto tantos adultos, además de la Supervisora. Hasta que no tuviera más edad, sus clases continuarían siendo impartidas por gente un poco más grande, adolescentes.
─ Deberías aprender a proteger tu mente, ─ dijo el hombre, finalmente levantando la mirada.
Sus ojos dorados fríos y profundos. Alec le seguía viendo con curiosidad.
─ Tengo siete. Vamos a aprender la protección a los ocho. ─
El Maestro le miró nada impresionado. ─ Corrección. Los iniciados mediocres aprender a protegerse a los ocho. Deberías esforzaste más si quieres ser mejor que solo mediocre. ─
Alec abrió la boca, y luego la cerró, inseguro.
─ ¿Quién eres tu? ¿Por qué estás aquí? ─
El hombre le miró sin expresión en su rostro, pero Alec podía sentir la irritación que emanaba.
─ Soy Magnus Bane. No estaría aquí si no hubieras terminado en la enfermería. ─
─ ¿Eres mi Maestro? ─ el corazón de Alec dio un vuelco.
─ Aun no, ─ los labios del Maestro Bane se torcieron un poco. ─ Pero te reclamé preliminarmente, así que soy el contacto si algo te sucede. Así que trata de no desmayarte nuevamente. Mi tiempo es valioso. No tengo el tiempo ni la paciencia de mimar niños. ─
El corazón de Alec cayó. Cuando se imaginaba siendo elegido por un Maestro, siempre imaginó a alguien amable, cálido. Lo opuesto a este hombre de ojos fríos.
─ ¿Por qué me elegiste, entonces? ─ dijo Alec, intentando no sonar herido y probablemente fallando, a juzgar por la mirada de Bane.
─ Muestras potencial, ─ dijo finalmente, después de pensarlo un momento. ─ Si te aplicas, serás un buen experto mental algún día. Aunque ahora mismo comienzo a dudar de ello. ─
Y con ello, el Maestro Bane se levantó y salió de la habitación.
Alec miró su espalda, con molestia, ira y esperanza en su pecho. Pero sobre todo con determinación. Determinación para ser el mejor.
Él se lo mostraría.
Chapter 3: No deseado
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Diez años después.
─ Concentración, determinación, voluntad; esos son los factores clave para el dominio de la telequinesis, ─ dijo el Maestro Acólito Malcom. ─ No todos tendrán éxito en mi clase, de hecho, la mayoría no lo tendrá. La manipulación de objetos físicos es una de las habilidades más difíciles de dominar para un experto mental. De hecho, si no se posee una aptitud natural, la telequinesis no es algo que simplemente se pueda aprender. ─
Alec dejó que la voz de su instructor se desvaneciera en el fondo, mientras miraba con gran temor la roca sobre la mesa que compartía con el Iniciado Raj. Trató de ignorar la sonrisa satisfecha en la cara del otro chico.
─ Te ves asustado, Alexander. Pero de nuevo, yo también lo estaría si fuera tan patético como tú. ─
Alec apretó la mandíbula y no dijo nada. Raj era un enorme idiota que amaba demasiado el sonido de su propia voz. Ignorarlo era la mejor respuesta.
Pero ¿y si tiene razón?
Por los últimos diez años había tratado de mejorar en sus estudios, lo había intentado tanto, pero siempre se destacaba entre sus compañeros por las razones equivocadas; era demasiado emocional, temperamental e indisciplinado. Si bien, había aprendido a protegerse, todavía era susceptible a las fuertes emociones de otras personas. También era terrible meditando, despejando su mente, la razón principal por la que era dolorosamente mediocre en sus clases, hasta ahora.
Sabía que era una decepción. Todos sus instructores lo habían implicado en alguna ocasión. Incluso cuando no decían nada, podía captar sus emociones
Potencial desperdiciado. No sirve de nada ser un telépata clase 5 si no puedes ser lo suficientemente disciplinado.
Pero Alec se aplicaba. El problema era que no funcionaba, su telepatía era demasiado errática, difícil de controlar y propensa a su estado emocional. Sabía que su problema era que no podía meditar y ordenar su mente adecuadamente. Era de las primeras lecciones: una mente tranquila y ordenada era requisito para dominar las artes mentales. Pero había demasiado ruido en la mente de Alec. No importaba cuanto lo intentara.
Y no había razón para pensar en que la telequinesis sería diferente.
─ No es suficiente imaginar agarrar esa roca frente a ustedes, ─ continuó el Maestro Malcom. ─ La telequinesis no funciona así. Deben poder sentirla, sentir su aire alrededor, de la misma manera que les enseñaron a estirar sus sentidos para sentir a otras personas. Ahora comiencen. ─
Hubo un murmullo de descontento. A diferencia de sus compañeros, Alec no se molestó por las vagas instrucciones. Las reglas e instrucciones estrictas siempre eran sofocantes. Cautelosamente, estiró sus sentidos e hizo una mueca, tratando de bloquear las emociones de sus compañeros de clase.
─ Pareces estreñido, ─
Alec apretó los dientes e intentó ignorar a Raj. Imbécil.
─ Escuché que el Maestro Bane habló con la Iniciada Roxana ayer. Probablemente te abandone por ella. No es de extrañar. Eres un fracaso. ─
Alec le fulminó con la mirada en la roca, las manos en puños. Ignóralo, ignóralo.
─ Tus celos se están mostrando, ─ Alec sonrió, satisfecho. ─ Jódete. ─
─ ¿Golpeé un nervio? ─ Raj sonrió burlón. ─ ¿Es verdad que no ha venido a verte en años? ¿En serio? ─ Raj se rio.
Y la visión de Alec se puso roja.
Lo siguiente que supo es que Raj se estaba ahogando, con los ojos saltones mientras intentaba respirar, las manos agarrando salvajemente su propia garganta.
─ ¡Iniciado Alexander! ─
La voz del Maestro Malcom fue como un balde de agua fría. Alec se estremeció, notando las miradas de sus compañeros de clase. Volvió a mirar a Raj, quien ya no se ahogaba, pero respiraba con dificultad.
¿Había echo eso? ¿Había ahogado a Raj solo con su mente?
El instructor le miraba fijamente. Su rostro estaba en blanco, pero Alec podía sentir su asombro, confusión y… aprensión.
─ Clase, deben regresar a su tarea mientras yo regreso, ─ dijo el Maestro Malcom al final, todavía mirando a Alec. ─ Alexander, conmigo. ─
Con el estómago hecho un nudo, siguió al instructor fuera del aula. Caminaron en silencio, con Alec detrás del hombre, como era apropiado, intentando descifrar a donde le estaba llevando. Ya habían salido del edificio de la escuela, y caminaban hacía los Distritos Internos de Edom.
Alec nunca había ido hacía esa zona. Los iniciados estudiaban a las afueras de Edom, en el Distrito Cero. El Distrito Uno era el departamento de servicios, el Distrito 2 para aprendices, en el Tres vivían los Maestros Acólitos y en Cuatro los Maestros. El Distrito 5 era donde esta ubicado el castillo de Edom, en la colina al centro de la ciudad, habitado por el Gran Maestro de Edom.
Alec no se atrevía a preguntar a donde iban. Sin embargo, entre más subían, más hermoso se veía el lugar. Edom estaba ubicado en un valle de montaña rodeado por bosques. El paisaje era impresionante, haciendo que Alec sonriera.
─ No estaría sonriendo si fuera tu, Alexander, ─ el Maestro Malcom dijo.
─ ¿Qué quiere decir, Maestro? ─ Alec preguntó, mirándole.
Malcom suspiró. Era un hombre de unos treinta años, bastante joven, aun un Maestro Acólito, por lo que no era tan intimidante como la mayoría.
─ ¿Qué crees que le hiciste a tu compañero iniciado? ─ dijo el Maestro Malcom
─ Supongo que alguna forma de telequinesis, ¿no? ─ Alec frunció el ceño
El Maestro Malcom rio ─ ¿Sabes que solo el uno por ciento de los telépatas puede hacer “alguna forma de telequinesis”? ─ dijo el Maestro, sin mirarlo.
Alec miraba las casas del Distrito 2 con gran curiosidad. Algunas más lujosas que otras. Se preguntó como se asignaba a los aprendices su alojamiento. Algunos decían que dependía del rango de tu Maestro, o del carisma del aprendiz.
─ ¿Y? ─ Alec preguntó, inseguro.
─ De ese pequeño numero de telépatas capaces de telequinesis, solo una fracción puede afectar el objeto por más de unos pocos momentos. Mantener la presión como lo hiciste con tu compañero de clase es… ─ el Maestro Malcom sacudió la cabeza. ─ Inaudito, incluso para un telépata Clase 5 como tu.
Alec frunció el ceño, sin comprender ─ ¿Pensé que era bien sabido que los telépatas de alto nivel podían lastimar físicamente a una persona? ─
El Maestro Malcom entró a una cámara de transporte, haciendo que Alec le siguiera.
─ Estás confundiendo dos cosas diferentes, pero no es mi lugar explicártelo. Francamente, no estoy calificado para lidiar con eso. Distrito Cuatro, ─ le dijo a la computadora y el transporte comenzó a moverse.
Alec miró alrededor con curiosidad, notando la gran velocidad a la que se movía. Nunca se había subido a una antes.
Edom era casi una ciudad autónoma dentro del Planeta Idris. Sin que el resto de los planetas de la galaxia supiera de su existencia. La población fuera de Edom, consideraba el lugar como una pequeña Orden de monjes que habitaban en un monasterio en medio del desierto, protegido por sus montañas. Nadie de fuera podía entrar y nadie de dentro podía revelar secretos sin ser encontrado y castigado. La tecnología de Edom impedía que los satélites escanearan la región y descubrieran la ciudad.
─ ¿Estás seguro de que podemos estar aquí? ─ Alec dijo, cuando llegaron al Distrito 4, el distrito de los Maestros. Las casas eran mansiones, grandes edificios, mucho mejores que las de los otros distritos.
─ ¿Si podemos? Definitivamente no. Pero tu Maestro vive aquí, ─ Malcom le contestó.
Alec se encogió. ─ ¿Me estás llevando con el Maestro Bane? ─ preguntó. ─ El no es mi Maestro. No lo he visto en años. ─
─ Puede que todavía no te haya reclamado, pero si tiene un reclamo preliminar sobre ti, ─ dijo Malcom, sin dejar de Caminar. ─ Al menos que lo cancele, bien podría ser tu Maestro. ─
─ ¿Y yo no tengo decisión sobre ello? Quizá no quiero ser su aprendiz, ─ Alec frunció el ceño.
─ No seas ridículo, Alexander, ─ Malcom le miró incrédulo. ─ Magnus es uno de los mejores Adeptos Mentales de Edom, algunos dicen que el mejor, a pesar de su edad. La mayoría de Iniciados daría su mano derecha por ser su aprendiz─
─ Entonces son idiotas, ─ Alec hizo una mueca. ─ ¿Qué tiene de especial, de todos modos? La gente siempre habla de él como si fuera el próximo Gran Maestro, pero nadie dice por que es tan especial y genial a los demás. Bueno, además de pertenecer al linaje Bane, ─
Los Bane eran una de las familias más poderosas de la Orden de Edom. Famosos por siempre ser los mejores.
─ Te das cuenta que no puedo chismear contigo sobre mi superior, ¿verdad? ─ el maestro Malcom giró los ojos.
─ Oh, vamos. No es como si fuera el Gran Maestro de Edom. ¿no tiene la misma edad que tu? ─
─ Estábamos en la misma clase como iniciados, en realidad, ─ Malcom asintió.
─ ¿De vedad? ─ Alec le miró con interés. ─ Entonces, ¿Por qué tiene tanto miedo de hablar de él? ─
─ Te estás propasando, Alexander. ─ Malcom le fulminó con la mirada. ─ Y no tengo miedo. Pero lo conozco lo suficiente como para saber que es alguien de quien no quieres esparcir chismes. Y no importa que tengamos la misma edad. Magnus sigue siendo mi superior. Si no fueras ridículamente ingenuo, sabrías que en Edom, el respeto no se gana con la edad. Hay Maestros de rango completo, con el doble de mi edad, que tratan a Magnus con más respeto que a sus compañeros. ─
─ ¿Pero, porqué? ─ Alec frunció el ceño. ─ ¿Cómo un hombre de poco más que treinta años puede obtener tanto poder y miedo en la Orden? ─
Alec pensó que Malcom no iba a responder, pero después de unos minutos, finalmente lo hizo.
─ Magnus siempre ha sido diferente al resto de nosotros. Todos lo odiábamos y queríamos ser como él, perfectos. Al inicio ni siquiera era el más dotado de la clase, era un Clase 3. ─
Un Clase 3 para el mundo exterior podía ser un gran poder, lo máximo que un adulto podía llegar a alcanzar. Pero dentro de Edom, un Clase tres era el nivel a penas aceptable. Alec era un Clase 5.
─ Era Clase 3 a los seis años. Clase 4 a los once. Clase 5 a los quince. Lo último que escuché fue que era un Clase 6. ─
Alec le miró perplejo. ─ ¡Pero eso es imposible! ─
─ Aparentemente lo es. Magnus ha encontrado la forma de aumentar su fuerza telepática, hacer lo imposible. Y obviamente no compartirá su secreto. Es comprensible que la mayoría desconfíe de él. Nadie sabe realmente de lo que es capaz. ─
─ Así que por eso hay rumores tan locos sobre él, ─ dijo Alec, frunciendo el ceño. ─ Pensé que era pura mierda. ─
─ Probablemente la mayoría lo sea, nadie puede saberlo con franqueza, ─ Malcom dijo.
Finalmente llegaron frente a las grandes puertas de una mansión.
─ Por favor, indique su nombre y asunto, ─ dijo la voz femenina de una inteligencia artificial (IA)
─ Maestro Acolito Malcom. Esto aquí para hablar del supuesto iniciado del Maestro Bane. ─
─ El maestro Bane se encuentra en el Palacio de Edom, ─ contestó la IA. Alec sonrió, animándose al ver que Malcom fruncía el ceño.
─ No te veas tan complacido, Alexander. Este incidente debe informarse a tu Maestro o a la Asamblea…─
La boca de Alec cayó. ─ ¿La Asamblea?, ─ susurró parpadeando. ─ Eh, mejor vamos a buscar al Maestro Bane. ─
Caminaron de regreso a la cámara de transporte.
─ Da lo mismo. Él es parte de la Asamblea. ─
Alec palideció. La Asamblea era el cuerpo gobernante de Edom. Consistía en veintidós Maestros mayores y el Gran Maestro, los más poderosos de Edom. Tanto política como mentalmente, se decía que su influencia en los planetas era enorme.
Alec aun estaba reflexionando sobre el tema cuando llegaron al Palacio de Edom. Alec podía sentir el nerviosismo de Malcom mientras entraban al ala este del Palacio, la única sección permitida a las visitas. El lugar estaba casi vacío, solo había robots, encargados de servir y limpieza
─ Todavía podemos volver, ─ Alec dijo, esperanzado.
─ Si no lo informo yo, alguien más lo hará. Y luego me preguntarán porque no lo informé. Espera aquí. ─ Malcom le dijo, entrando por las grandes puertas dobles.
Suspirando, Alec se sentó en unas sillas bastante cómodas. No espero mucho antes de que la IA hablara.
─ Iniciado Alexander, te están esperando. ─
Alec se levantó, limpiándose las palmas sudorosas en el pantalón. Al entrar, vio veintidós asientos con personas vestidas de negro. En medio de ellas, un anciano de rostro amable que reconoció al instante, vestido de blanco. El Gran Maestro Ragnor.
Alec bajó la mirada. Estrictamente no debía mirar fijamente a menos que le hablaran. Se dirigió al centro del circulo y se inclinó, como le había enseñado, pero nunca había hecho. No había esperado conocerlos tan pronto.
─ Maestros, ─ murmuró, sin ver al Maestro Malcom. Parecía que había dado su informe y salido por la otra puerta.
─ Levántate, iniciado Alexander. ─ Alec se enderezó, mientras el Gran Maestro Ragnor le hablaba, amablemente. ─ Tu instructor nos ha contado que casi estrangulas a un compañero de estudios hasta la muerte, con tan solo un pensamiento. ─
Alec frunció los labios, pero se obligó a permanecer en silencio. No había sido una pregunta, y no podía hablar a menos que se le hiciera una.
─ ¿Cuánto tiempo has estado ocultando esa habilidad? ─ dijo una voz fría, que Alec reconoció al instante a pesar de llevar años sin escucharla.
La cabeza de Alec se giró bruscamente hacía Magnus Bane. Una parte de el sorprendido por haber interrumpido al Gran Maestro Ragnor. Sin embargo, nadie pareció inmutarse por ello.
─ No he ocultado nada, ─ respondió Alec, levantando la barbilla. ─ Maestro, ─ agregó, recordando tardíamente.
A juzgar por el estrechamiento en los ojos de Magnus, este también lo notó.
─ ¿Quieres decir que no sabías que poseías tal poder? ─ preguntó Ragnor.
Alec dejó de mirar a Magnus y respondió.
─ No, no lo sabía. ─
Hubo un murmullo entre los Maestros.
─ Claramente eso es mentira, ─ dijo el Maestro Victor Aldertree. ─ Y me sorprende que no te dieras cuenta de tan cuestionables talentos de tu aprendiz, Magnus. Que negligencia de tu parte. ─
Un silencio extraño extendió de la habitación. Alec miraba entre el Maestro Víctor y Magnus. Magnus se veía impasible.
─ El niño aún no es mi aprendiz, y puede que nunca lo haga, ─ dijo, de forma plana. ─ Y tengo asuntos más importantes que estar interesado en los niños pequeños. ─
Las manos de Alec se apretaron en puños, pero a pesar de su ira, notó la ira aun mayor del Maestro Víctor, quien hervía en odio.
─ Magnus aun no es responsable del niño, ─ interrumpió el Gran Maestro Ragnor, rompiendo la tensión. ─ Tu crítica es injustificada, Víctor. ─
Otra Maestra anciana, cuyo nombre Alec no recordaba, interrumpió.
─ Tal vez ya debería serlo, Gran Maestro, ─ dijo. ─ Ya es hora de que Magnus asuma su responsabilidad, sobre todo si el niño muestra talentos… interesantes. ─
Alec reprimió el impulso de fruncir el ceño. El bastardo no le había dedicado ni un pensamiento en diez años, y ahora querían que fuera su Maestrro.
─ No podemos obligar a un Maestro a que se haga cargo de un aprendiz, ─ dijo el Gran Maestro Ragnor, frunciendo el ceño.
─ Cierto, ─ admitió la mujer. ─ Pero entonces quizá Magnus debería liberar su reclamo preliminar sobre el chico. Así, otro Maestro podría elegir al niño y darle la orientación que claramente necesita. ─
El corazón de Alec dio un vuelvo. A pesar de no querer ser su aprendiz, cancelar su reclamo solo le traería más burlas y molestias de las que actualmente ya tenía. Se le revolvió el estómago.
─ Cierto, ─ dijo Víctor, dándole una larga mirada Alec que le hizo sentir incómodo.
─ ¿Qué dices Magnus?, ─ preguntó el Gran Maestro.
─ Si desea que reclame al niño, lo haré Maestro, ─ dijo Magnus, viéndose impasible, y mirando a Alec como si no mereciera su atención. Con respeto en su voz, pero frialdad en su mirada.
Alec le miraba con mezcla de fascinación y asco. Magnus era una serpiente de dos caras y un mentiroso excelente.
─ Bien, Magnus. Sabía que no me decepcionarías. Tu nunca lo haces, ─ Ragnor le sonrió a Magnus
Magnus inclinó la cabeza, simplemente, sin responder. Alec aun le miraba con curiosidad. Magnus ya no era el joven adulto que había conocido. Ahora era un hombre en todos los sentidos. Sus hombros eran más anchos, fornido, alto, sus rasgos faciales duros.
En ese momento, Magnus se giró hacía él ─ Muy bien, tomaré al niño como aprendiz de prueba, por un año. Si me impresiona, lo volveré mi aprendiz. ─
Alec estaba tan ocupado mirándole que tardo en comprender lo que Magnus acababa de decir. ¿Aprendiz de prueba? Alec se sonrojó de humillación. Era insultante y algo que casi nunca pasaba. O tenías un aprendiz, o no. Sin periodo de prueba. Alec no podía odiar más a ese imbécil.
─ Eso no es lo que quise decir, ─ la Maestra frunció el ceño hacía Magnus. ─ Un chico tan poderoso necesita un Maestro. ─
─ Si no lo reclamo en un año, alguien más puede hacerlo, Maestra Catarina, ─ Magnus dijo, sin cambiar su expresión.
─ Sabes tan bien como yo que ningún Maestro reclamará a alguien que ya haya fallado como aprendiz de otro Maestro, ─ La Maestra Catarina le fulminó con la mirada.
─ Esa no es mi preocupación, ─ dijo Magnus.
Alec respiró hondo. No iba a ahogar a Magnus en frente de la Asamblea. Solo necesitaba convencerse a si mismo para no hacerlo. Miró al Maestro Ragnor, esperando que este interviniera, pero el anciano guardó silencio. Parecía que los rumores sobre el poder de Magnus eran verdaderos, ya que nadie se atrevió a interrumpir.
─ Está decidido, entonces, ─ dijo, al fin el Gran Maestro Ragnor. ─ Estás escusado de la sesión de hoy Magnus. Estoy seguro qué tendrás las manos ocupadas con tu nuevo alumno. ─
Magnus tensó la mandíbula y salió de la habitación. Después de un momento, Alec le siguió.
Chapter 4: Negociaciones
Summary:
Magnus y Alec se siguen conociendo
Lo que está en cursivas son conversaciones que tienen a traves del vínculo mental*
Notes:
Aclaraciones para este capítulo:
Los vínculos son una unión entre las mentes de dos personas. Dado que hay tres libros antes que este, eso ya fue explicado antes, por ello no lo hacen nuevamente aquí. En resumen, un vìnculo es una conexión mental entre dos personas, como un hilo dorado, que permite sentir a la otra persona, emociones, comunicarse más entre ellos (mentalmente), y hay varios tipos de vínculos:
- Familiares: vínculo natural que existe entre los miembros de una familia. Entre más cercanos (padres, hermanos) más fuerte. (libro 1)
- Vínculo entre personas compatibles: cuando dos personas muy compatibles mentalmente se conocen y se enamoran, se va formando un vínculo natural. (la mente de Magnus y Alec es bastante compatible en esta historia) (libro 2 y 3)
- Vìnculo de Matrimonio: vínculo artificial entre dos personas. En Idris es obligatorio que desde la infancia, se les otorge un vínculo a dos niños, que al crecer se convertiran en esposos. (Esto se explica en libros anteriores y más adelante en este libro)
- Vínculo de Maestro - Iniciado: vínculo artificial que se crea entre ellos, para poder enseñarle al Aprendiz, así como asegurar lealtad
Esto se irá explicando más adelante también (:
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
─ Podrías haberme rechazado si no me querías como tu aprendiz, ─ dijo Alec, mientras alcanzaba a Magnus.
Magnus continuó caminando. Ni siquiera le miró, haciendo que el enojo de Alec empeorara.
─ Han pasado años, ─dijo Magnus, sin mirarle, ─ ¿Todavía no has aprendido los escudos mentales? Estás proyectando tus emociones con tanta fuerza que incluso estás probando mis escudos, los cuales son perfectos. ─
─ Por supuesto que si, ─ murmuró Alec por lo bajo, fulminándole con la mirada, pero lleno de vergüenza.
Caminaron un rato en silencio, hasta llegar a la cámara de transporte, donde finalmente Magnus habló.
─ No recuerdo haberte dicho nunca que no te quería como mi aprendiz. ─
─ No necesitabas decirlo, ─ Alec frunció el ceño, mirando sus botas. ─ Las acciones hablan más que las palabras. Me has ignorado por diez años. ─
─ No tiene nada que ve contigo, ─ contestó. Alec sintió la irritación del hombre. ─ Soy una persona ocupada. No tengo tiempo para niños. ─
Alec se sonrojó. ─ ¡Tengo diecisiete años! ¡No soy un niño! ─
Magnus finalmente se giró a verle. Alec le fulminó con la mirada, su rostro rojo. Bien, quizá en ese momento si se comportaba como un niño.
─ No estoy hablando de tu edad, ─ dijo Magnus. ─ La edad no es igual a la madurez. Tenía dieciséis años cuando me convertí en Maestro Acólito. ─ Alec trató de ocultar su asombro. Menuda forma de hacer sentir a alguien inferior. ─ No te estoy diciendo esto para hacerte sentir inferior. Te lo digo para mostrarte lo que yo había logrado a tu edad, sin ser un niño emocional y temperamental. ─
Alec le miró con recelo. ─ ¿Estás leyendo mi mente? ─
─ Apenas necesito hacerlo, ─ dijo Magnus, llegando a una mansión, que abrió las puertas para él y haciendo una seña para que Alec le siguiera. ─ Todas tus emociones están escritas en tu rostro, lo que solo prueba mi punto. ─
Alec intentó no distraerse con el hermoso jardín de la mansión, necesitaba toda su atención en el hombre que caminaba delante de él.
─ ¿Entonces realmente no me odias? ─ se encontró diciendo, su voz más bajita de lo que le hubiera gustado.
Entrando a la mansión, Magnus se giró mirándole fijamente, pero voz un poco más amable. ─ No se de donde sacaste esa idea. Antes que nada, no te conozco lo suficiente como para odiarte. Te elegí porque de niño mostrabas potencial. Pero tu progreso no ha sido tan bueno como esperaba. Es por eso qué estás de prueba. Quiero ayudarte a mejorar, Alexander, pero soy un hombre ocupado y no puedo comprometerme con un aprendiz que no me convenga. ─
Alec bajó la mirada, mordiéndose el labio. Eso sonaba… razonable. Quizá se había equivocado con Magnus, quizá no fuera un mal hombre… pero el pensamiento se sintió mal.
─ Estás mintiendo, ─ Alec dijo, levantando la mirada.
─ ¿Perdón? ─ Magnus dijo.
─ Puedes abandonar ese acto amable. No me la creo. Siempre se cuando la gente miente, ─ Alec se cruzó de brazos. Eso era mentira, había telépatas raros con ese don, pero él no era uno de ellos. Magnus le miró por un momento, luego su expresión cambió. Cualquier rastro de amabilidad desapareció. Los pelos de la nuca de Alec se erizaron, y por un momento sintió que estaba en una habitación con un depredador peligroso e impredecible.
Alec aplastó la necesidad de salir corriendo de la ahí, y los ojos de Magnus parecieron agudizarse. Por primera vez sintió que Magnus realmente le podía atención.
─ Tú también mientes, ─ dijo Magnus, tomando la barbilla de Alec y haciendo que le mirara a los ojos. ─ No posees tal talento. ─
Alec se estremeció, con el estómago hecho un nudo. ─ Tal vez no, pero puedo estrangularte si intentas hacerme algo. ─
Magnus sonrió sin emoción, fríamente. ─ Si que eres prometedor, después de todo, ─ soltó la barbilla de Alec. ─ Siéntate. ─
Era imposible no obedecer a esa voz, además de que sus rodillas le temblaban. Ese hombre imponente le miró con una expresión indescifrable.
─ Muy bien, ─ dijo finalmente Magnus, después de un silencio. ─ Hablaré con franqueza. Realmente no te odio. No odio a nadie. El odio es una emoción, las emociones son una responsabilidad, y he erradicado la mayoría de ellas. ─
¿Cómo era posible no tener emociones? Su maestro caminó a la ventana.
─ ¿No te han enseñado, que las emociones interfieren con tu control sobre tu telepatía? ─
─ Sí, pero ninguno de mis instructores ha dado a entender que debo erradicarlas, ─ Alec frunció el ceño
─ La mayoría de Maestros no creen que las emociones sean una gran responsabilidad. Están equivocados. ─ Magnus miró a la ventana
─ ¿Cómo puedes saber eso? ─
─ El hecho de que soy un telépata Clase 7 es prueba suficiente, ─ Magnus se apartó de la ventana y encontró su mirada.
Alec se dio cuenta demasiado tarde que estaba boquiabierto. ¿Clase 7?
─ Pero eso es… nadie dijo que fueras un siete, ─ Alec inhaló.
─ No es algo que anuncie, ─ dijo Magnus, encogiéndose de hombros. ─ Pero el Gran Maestro y la Asamblea lo saben. ─
─ ¿Realmente puedes matar gente con tu mente?, ─ Alec susurró. Su corazón latía demasiado rápido. No existían telépatas Clase 7, o eso era lo que todos pensaban.
─ Incluso si pudiera, difícilmente te lo diría, ─ Magnus dijo, como si nada.
Cierto. Forzó a su cerebro a volver al tema importante.
─ ¿Espera, quieres decir que eres un Clase 7 porque no tienes emociones? ¿Cómo está eso conectado? ─
Magnus le evaluó un momento, antes de añadir. ─ Lo que te voy a decir no debe salir de esta habitación. Cada telépata tiene un área de su cerebro dedicada a la telepatía, ─ Alec asintió
─ Si, el atheus, ─
─ Lo es, ─ Magnus dijo. Desde que lo había conocido, esta se sentía como su primera aprobación. Alec frunció el ceño al sentirse complacido. ─ Su tamaño determina la fuerza telepática. Es por eso qué los telépatas de nivel superior son tan raros, porque es raro que uno nazca con el atheus tan grande. Pero lo que no se conoce, es la capacidad de hacerlo crecer, entrenarlo. ─
Alec frunció el ceño. ─ Pero si eso fuera posible todos se convertirían en telépatas de alto nivel. ─
─ No, porque la mayoría carece de la disciplina y no desean sacrificar lo que consideran esencial. Valoran mucho sus emociones, ─ Magnus sonrió de forma burlona.
─ Pero ¿Por qué tienes que sacrificar tus emociones? ─ Alec preguntó, perplejo.
─ La capacidad del cerebro no es ilimitada. Si no se nace con ello, tiene un precio. Tienes que sacrificar otra parte del cerebro, disminuir las emociones para que el atheus crezca. ─
Alec miró al hombro de los ojos fríos con fascinación y horror. Se preguntó si alguna vez Magnus se cuestionó perder algo tan esencial. Porque el hombre frente a él ahora bien podía ser un sociópata, incapaz de comprender las emociones profundas. Era inquietante y fascinante.
─ ¿Esperas que yo también renuncie a las emociones?, Porque puedo decirte ahora mismo que eso es muy poco probable, ─ Alec sonrió.
─ No es algo que espero de ti, pero es algo que espero que hagas un esfuerzo por aprender. Y si no, eres un telépata Clase 5, es suficientemente bueno. ─
Alec sonrió con ironía. No pudo evitar pensar que Magnus simplemente no quería que se volviera tan poderoso como él.
─ Lo que voy a demandar es trabajo duro y lealtad, ─ Magnus le inmovilizó con una mirada severa, caminando hacía él. ─ Harás todo lo que yo diga, sin excepciones. ─
─ Si querías obediencia ciega, elegiste al iniciado equivocado, ─ Alec sonrió. ─ Nunca he sido bueno siguiendo las reglas. ─
─ Entonces aprenderás a hacerlo, ─ le dijo, con frialdad. ─ O te echaré y ningún otro Maestro te elegirá de nuevo. ─
Alec le fulminó con la mirada. Su buen humor se esfumó. Sintió de nuevo que su visión se puso roja, sus manos se cerraron en puño. Sabía lo que iba a suceder y lo permitió. Se imaginó asfixiando a ese imbécil… y sin embargo, no pasó nada.
─ Lección número uno: nunca atentes contra la vida de alguien si no puedes lograrlo y te atrapan, ─ Magnus le miró, fríamente. Alec tragó saliva y miró hacía abajo. Magnus le tomó de la barbilla y le obligó a mirarlo. ─ Lección dos. Tus acciones fueron extremadamente tontas, sabiendo que soy más fuerte que tu, ¿Qué esperabas lograr? ─
─ Me hiciste enojar, ─
─ Y fue una prueba. Una que fallaste. ─
─ ¿Qué quieres decir? ─ Alec tragó seco.
─ Deshacerte de tus emociones puede no ser un requisito, pero eso no significa que no espero que aprendas a controlarlas. Tu ira es tu responsabilidad. No dejes que te controle a ti, tu debes controlarla. Si no, se puede volver en una gran debilidad, Alexander. Mi aprendiz debe ser más inteligente que eso. Si te enojas con alguien más poderoso que tú, la reacción correcta es fingir, y esperar hasta que seas lo suficientemente poderoso como para destruirlo. ─
La piel de Alec se puso de gallina, riendo nerviosamente ─ ¿Estás diciendo que debería haberte besado el culo y planear tu muerte a tus espaldas? ─
─ Esencialmente. Aprenderás que para sobrevivir en Edom tendrás que “besar algún que otro culo”, Alexander. En todos lados es así. ─
Alec le miró expectante. No podía imaginar a este hombre actuando servilmente.
─ En algún momento tuve qué, y aun lo hago, hasta cierto punto. Con la Asamblea y el Gran Maestro. ─
─ No parecías muy servicial ahí dentro, ─ Alec resopló, recordando la reunión.
─ No necesito que lo comprendas. Pero aprenderás que no puedes hacer que te tengan demasiado miedo, o juntos pueden derribarte. Necesito tenerlos en equilibrio. ─
Las cejas de Alec se juntaron. ─ Estás siendo muy sincero. Y estoy seguro qué no confías en mi, así que ¿Por qué? ─
─ Me alegra que seas lo suficientemente inteligente para darte cuenta, ─ Magnus sonrió, fríamente. Sus dedos soltaron la barbilla de Alec y se deslizaron por su mandíbula hasta debajo de la oreja izquierda, casi tocando su punto telepático.
Alec se tensó, viéndole con cautela.
─ Entiendes que no puedo confiar en ti sin ninguna garantía adicional, por lo tanto, tendré que crear un vínculo entre nosotros. ─ dijo Magnus.
─ ¿Qué? ─ Alec le miró sorprendido. El vínculo era una conexión mental entre dos personas. No era algo extraño entre Maestro y aprendiz, pero Alec no era su aprendiz oficial. Si Magnus le dejaba de lado, ningún otro Maestro le elegiría. La mayoría solo quería aprendices con núcleos telepáticos intactos. ─ No puedes hacer eso. No soy tu aprendiz. ─
─ A menos que quieras que borre tu recuerdo de esta conversación, me lo permitirás, ─ dijo Magnus, mirándole extrañamente. ─ Es tu elección, Alexander. ─
Alec le fulminó con la mirada, sabiendo que realmente no tenía opción. Aunque no quería tener a este hombre dentro de su mente, la otra opción era peor.
─ Está bien, ─ dijo de mala gana.
Magnus presionó su pulgar contra su punto telepático, y Alec se estremeció, necesitado.
─ ¿Qué es eso? ─ dijo, mirando al Maestro con recelo.
─ Nuestras mentes son muy compatibles, ─ dijo Magnus, con disgusto. ─ Es lamentable, pero no hay nada que podamos hacer al respecto. ─
─ ¿No es buena la compatibilidad mentar para la unión? ─ Alec frunció el ceño.
─ Por lo general, sí. Pero una mayor compatibilidad también significa una mayor transferencia emocional. No he erradicado mis emociones para someterme a las tuyas. ─
─ No es que no sientas emociones en absoluto, ─ Alec dijo, burlándose. ─ Puedo sentir cuando te molestas, por ejemplo. ─
─ Tu sensibilidad a las emociones de otras personas es inusualmente alta. Y no es que no sienta en absoluto. Solo las tengo superficiales, como una molestia leve. No me distraen, como a ti. Ahora cállate, voy a establecer el vínculo. No te resistas. ─ la mirada de Magnus se volvió un poco desenfocada.
Alec hizo lo posible por bajar sus escudos mentales y relajarse, pero aun así jadeó cuando sintió a Magnus deslizarse dentro de su mente. Se sentía… extraño, pero extrañamente bueno. Le hizo temblar, el sentirse envuelto por la mente de Magnus. Placentero. Alec podía sentir un hilo dorado comenzar a formarse alrededor de su núcleo: el vínculo. Nadie le había dicho que los vínculos se sentían tan bien.
─ Porque no siempre es así, ─ le dijo Magnus, dentro de su cabeza, sorprendiéndolo. ─ Mi vínculo de entrenamiento con mi antiguo Maestro no se sentía así. No éramos compatibles. ─
Alec podía sentir como tanta compatibilidad era considerado claramente un defecto, en la opinión de Magnus. Alec puso los ojos en blanco. De alguna forma ya se sentía más relajado, con Magnus Bane dentro de su mente.
─ Es el vínculo, ─ le informó Magnus. ─ Provoca una falsa sensación de tranquilidad e intimidad. Te aconsejo que no confíes en ese sentimiento. ─
─ Si, si, nuestro vínculo es horrible y desagradable, lo entiendo. Es una pena que tengas que vivir con ello. ─
─ No te pongas de listillo conmigo, ─ le dijo Magnus, antes de salir de su mente.
Alec suspiró de decepción, abriendo los ojos y sintiéndose desorientado y frío por un momento. No es que Magnus se hubiera sentido cálido, pero definitivamente no se había sentido frio. Parecía más… accesible.
─ Está hecho, ─ dijo Magnus, con el ceño fruncido. ─ Dado que estás de prueba, todavía no se te puede otorgar una residencia en el distrito Dos. Pero tampoco puedes quedarte en el exterior. Esta demasiado lejos y buscarte ahí sería agotador. Tendrás que vivir aquí, por ahora, ─
─ ¿Aquí? ¿Contigo? ─ Alec parpadeó.
─ Maestro, ─ dijo Magnus, entrecerrando los ojos.
─ ¿Qué? ─ Alec le miró confundido.
─ Siempre me hablarás como Maestro. He tenido suficiente de tu descaro. Y para responder tu pregunta, sí. Hay habitaciones más que suficientes en mi casa para que tu presencia no sea demasiada molesta. ─
─ Estoy comenzando a preguntarme porque querrías un aprendiz, ─ dijo Alec, sin humor. ─ Si no soy más que un inconveniente para ti. ─
Magnus le miró de una forma que Alec no pudo comprender. Finalmente habló. ─ Soy un hombre razonable, Alexander. Demuestra que lo vales y no serás un inconveniente, ─ miró su reloj. ─ Tendré que viajar en menos de una hora. Me iré por tres o cuatro días. Siéntete como en casa mientras yo no esté. ─
─ ¿Quieres decir… quieres decir que puedo elegir cualquier habitación que quiera? ─
Magnus le miró, de esa forma que le hacía sentir transparente. Bueno, considerando que el hombre era un telépata Clase 7, quizá pudiera ser vedad.
─ Puedes elegir cualquier habitación que no sea la mía, ─ dijo. Le recorrió con la mirada la ropa. ─ Y que mi sirviente te ordene ropa nueva. Las túnicas de los iniciados ya no son adecuadas para ti. Aunque todavía no puedes usar las de aprendiz, necesitarás un nuevo conjunto en colores neutros. Mi aprendiz no puede andar mal vestido. ─
Alec se sonrojó, un poco humillado. Aunque intentaba cuidar su ropa, no había forma de ocultar que eran ropas heredadas de otros iniciados antes que él.
─ Está bien, Maestro, ─ dijo, tragándose su orgullo. Fue difícil, tenía bastante orgullo, aunque no sabía por qué. A veces pensaba que su familia biológica podría haber sido noble, aunque no había forma de saberlo. Alec solo sabía que a los tres años le habían llevado a Edom. No recordaba nada antes de ello.
Cuando el silencio se prolongó, y Magnus seguía de pie allí, mirándolo, Alec frunció el ceño, dándose cuenta de lo que el hombre estaba esperando.
─ Todavía no eres oficialmente mi Maestro, ─ se quejó, haciendo un puchero.
─ No lo exigiré cada vez que nos separemos, pero debes acostumbrarte a hacerlo cuando estemos en público. No tolero la falta de respeto, y otros lo tomarían así, sí no te comportas como debería hacerlo un buen aprendiz. ─
Suspirando, Alec se acercó a Magnus, se arrodilló e inclino la cabeza.
─ Maestro, que tengas un buen viaje. ─
No levantó los ojos. Debía esperar a que Magnus respondiera. Y cada Maestro lo hacía de forma distinta, dependiendo de los linajes o de cuanto valoraba a su aprendiz. Solo rezaba por que Magnus no fuera de los snobs que hacían que sus aprendices les besaran las botas.
Para su alivio, Magnus le ofreció su anillo. Alec rozó con sus labios la piedra preciosa negra y levanto la vista. Magnus le miraba fijamente, con expresión indescifrable, haciendo que el estomago de Alexander se apretara.
Magnus le tomó de la barbilla, haciéndole estremecer y sintiendo como su presencia telepática empujaba por querer vincularse nuevamente con su Maestro, latiendo de necesidad.
Magnus frunció el ceño. ─ Trabajaras en tus escudos mientras no esté, ─ dijo antes de salir de casa
Alec no sabe cuanto tiempo permaneció allí, de rodillas y mirando el lugar donde se acababa de ir su maestro. Escudos. Cierto.
Notes:
En este capítulo deben notar que Magnus es una persona que aprendió a vivir sin emociones, como amor, odio. Claro, es imposible no sentir un poco, pero lo hace lo menos posible. Siempre notarán que Magnus tiene un "rostro en blanco", por lo que será divertido ir viendo las pequeñas emociones que Alec va logrando que muestre (:
Chapter 5: Pruebas
Chapter Text
El sirviente del Maestro Magnus era un joven llamado Imasu. Solo cinco años mayor que Alec y parecía bastante agradable. Era guapo. En cierta forma, se parecían un poco, cabello negro, aunque el era un poco más moreno, pero los rasgos de ambos eran bastantes parecidos.
─ ¿Cuánto tiempo has estado sirviéndole? ─ Alec le preguntó con curiosidad mientras él e Imasu ordenaban su nueva ropa.
─ Solo unos meses─ contestó Imasu.
─ ¿Y cómo es? ─ preguntó Alec, demasiado curioso.
Todos sus compañeros siempre hablaban de lo terrible que era no ser elegido por un Maestro, pero Alec nunca había hablado con un sirviente. No los había en su distrito. Solo sabía, que incluso entre los sirvientes, había distintos tipos.
─ Está bien, ─ Imasu se encogió de hombros. ─ Es lo suficientemente decente. Es exigente, pero he tenido peores. ─
─ ¿Qué quieres decir? ─ Alec preguntó, confundido.
─ Mi empleador anterior quería que prestara servicios en los que no me especializo, servicios que no quería realizar y tuve que presentar una queja. Quería que realizara actos sexuales que no estaban dentro de mi contrato. ─
Alec abrió la boca sin poder creer. ─ ¿Eres un sirviente de placer? ─ susurró al fin. Si Imasu era un sirviente de placer eso significaba que…─ ¿Tienes sexo con el Maestro Magnus? ─
─ Dioses, eres un niño, ─ Imasu rio de su expresión. ─ Pues sí. Es mi trabajo. ─
Alec solo podía mirarlo anonado. Todos los iniciados sabían que en la Orden nadie era realmente un monje, como el resto del planeta pensaba. Y que los sirvientes de placer existían. Pero Alec no podía imaginar al Maestro Magnus haciendo algo tan indigno y emocional como tener relaciones sexuales. Se sentía… mal.
─ ¿Por qué quisiste ser un sirviente de placer? ─ Alec dijo, y luego se sonrojó. ─ Sin ofender. ─
─ No me ofende. ¿Por qué no? Es un buen trabajo, ─ Imasu se encogió de hombros. ─ A menos que seas lo suficientemente estúpido como para enamorarte de tu empleador. Entonces obviamente apesta cuando te dejan a un lado por un juguete nuevo, lo cual, siempre sucede, eventualmente. ─
Alec lo escuchaba hablar y no podía creerlo. Sabía que era el sexo, pero no podía imaginarse ganándose así la vida. Incluso si la cosa de aprendiz no funcionaba, y fuera transferido al departamento de servicio, Alec nunca escogería eso como profesión. Preferiría el departamento de seguridad, como especialista borrador de memoria, que no se le daba nada mal. O algo administrativo.
¿Pero sirviente de placer? Se le removió el estomago, sintiendo el extraño orgullo dentro del él que siempre le decía “eres mejor que eso”.
Inmediatamente se avergonzó de ello. Imasu parecía un buen tipo. Alec no tenía porque creerse mejor que él. Así que volvió al tema principal.
─ Entonces, ¿Cómo es él? ─ preguntó, sin poder detenerse.
─ Te das cuenta de que hay una cláusula de no divulgación en mi contrato, ¿verdad? ─ Imasu le miró, divertido.
─ Por favor, ─ Alec rio entre dientes. ─ Hay formas de evitarlo. Todavía puedes hablar en términos vagos. ─
Imasu giró los ojos, pero sonrió. ─ Me temo que de todas formas no hay mucho que compartir. Ni siquiera me usa con la suficiente frecuencia, ─ dijo, pareciendo algo ofendido. ─ Creo que considera que el sexo es una pérdida de tiempo, solo una función física con la que se tiene que lidiar. Siempre parece tener un millón de cosas en mente más importantes─
Si, eso sonaba más a Magnus Bane, pensó Alec, con ironía, aunque se sonrojó, imaginando a su Maestro sentado con una mirada aburrida y altiva cuando se le chupaba su…
Ugh, ¿Por qué pensaba en eso?
Realmente necesitaba ponerse a trabajar en sus escudos ahora.
*
Alec se miró en el espejo. La ropa le quedaba bien, era el estilo de lo que usaban los aprendices, excepto que, en lugar de ser azules, eran de color blanco con marrón.
Alec miró su cabello, que siempre se encontraba un poco despeinado. Sabía que cuando se convirtiera oficialmente en aprendiz, Magnus le trenzaría un mechón en su cabello, lo que lo marcaría como aprendiz. Por ahora, no usaba nada.
Sabía que su rostro era algo delicado, aparentaba menos edad de la que tenía. Cuando sus compañeros habían descubierto que era un omega, eso le había convertido en un blanco fácil para bromas sobre su “vagina de chico”, y ser “bonito” solo empeoraba las cosas. Los géneros era algo que hace mucho habían desaparecido en este planeta, por lo que los omegas eran algo sumamente raro en la época actual.
Al menos ahora las clases con otros iniciados serían limitadas, por lo que ya no tendría que escuchar tantas burlas.
Alec se quedó quieto cuando algo dentro de su mente tiró. Oh.
Magnus había regresado.
Se humedeció nerviosamente los labios y bajo las escaleras. Llevaba cuatro días en la mansión de Magnus y ya la conocía completamente. A decir verdad, ya se sentía más en casa que en su dormitorio donde había pasado casi toda su vida. Algo sobre vivir en una casa tan grande se sentía… bien.
Sacudió el pensamiento y se detuvo en la entrada de la puerta principal, como punto medio para esperar a su maestro. Esperarlo dentro sería irrespetuoso, pero esperarlo en la entrada de la mansión se sentía como si fuera un animal domesticado. Ese era un punto medio.
Mantuvo la mirada baja, no necesitaba alzarla para saber que Magnus se acercaba. Era un sentimiento extraño que los unía, y que parecía vibrar cuanto más se acercaba Magnus. Alec se mordió el labio, intentando recordar como respirar. Inhala, exhala.
Cuando le tuvo de frente, Alec se arrodilló con fluidez.
─ Maestro, ¿fue un buen viaje? ─
Una mano tomó su barbilla y la levantó, los ojos dorados le recorrieron la ropa antes de enfocarse en su rostro.
─ Lo fue, ─ dijo. ─ Veo que trabajaste en tus escudos. ─
Alec asintió y bajo la mirada, con el rostro sonrojado. La necesidad de ocultar su conversación con Imasu sobre Magnus, había sido un muy buen incentivo.
─ ¿Vamos a probarlos, entonces? ─ dijo Magnus, suavemente, su pulgar moviéndose a lo largo de la mandíbula de Alec, hasta tocar el punto telepático.
Alec se estremeció, el vínculo entre ellos latía en necesidad.
─ No es lo suficientemente bueno, ─ dijo Magnus. ¿Era su imaginación o Magnus realmente sonaba un poco sin aliento?
─ Lo siento, Maestro, me esforzaré más, ─ dijo Alec, mirando el suelo del porche.
─ Lo sé, ─ dijo, caminando dentro de la casa, claramente esperando que Alec le siguiera.
Magnus le condujo hasta el estudio. En el camino, Alec le dijo a la IA que le llevara a Magnus sus comidas favoritas. En lo personal, siempre se encontraba de mejor humor con su estomago lleno, y esperaba que eso también funcionara con su Maestro.
Magnus se sentó detrás del escritorio e hizo una seña para que Alec se sentara a su derecha. Alec obedeció, con las manos sobre el regazo, como un aprendiz perfecto. Cosa que, por la mirada de Magnus, solo le hizo sospechar.
─ ¿Has hecho la tarea? ─ preguntó Magnus.
Alec hizo un puchero. ─ Sobre eso. Nunca he oído hablar de Maestros que asignen la tarea a sus aprendices. Todavía tengo clases de iniciados a las que asistir, ¿sabes? ─
─ ¿Lo hiciste? ─ dijo Magnus, con tono frío, y sin sentir pena por él.
Alec suspiró. Así que hacer pucheros para librarse de las tareas no era algo que Magnus iba a permitir. Lástima.
─ Si, Maestro, ─ dijo, sonriendo inocentemente cuando Magnus le lanzó una mirada dura y evaluadora. ─ Por cierto, gracias. Me divertí mucho haciendo esas tareas. ─
Había esperado que Magnus estuviera enojado, o su versión sin emociones de enojado. Pero la mirada del hombre era casi… ¿agradecida?
─ Lo hiciste, ya veo, ─ dijo Magnus, sin mucho más.
Alec asintió. Quería impresionarlo. No, no trataba de impresionarlo, se dijo a sí mismo. solo quería ser promovido a verdadero aprendiz. Sí. Solo era eso.
─ No estaba seguro de que hacer al principio, ─ Admitió Alec. ─ Simplemente me dijiste que conozca los secretos de otras cinco personas sin que me atrapen, pero no sabía que método querías que usara. Nunca he sido bueno leyendo las mentes de las personas, así que estaba un poco frustrado. ─
Eso no era nada. Había estado furioso, pensando que Magnus quería que fallara. Teniendo acceso a sus registros académicos podía ver lo mal que le había ido en lectura mental. Pero cuando se calmó, se dio cuenta de que Magnus solo quería ver como manejaba esa tarea. Solo otra prueba más.
─ Así que usé tu reputación, ─ dijo Alec, observando cuidadosamente la reacción de su Maestro. ─ Todos los iniciados te tienen miedo. Todo lo que tenía que hacer era implicar que debía entrar en sus mentes por órdenes tuyas, y que si se resistían, no estarías contento, ─ casi se echó a reír. Alec había elegido los iniciados más horribles que había conocido, los que siempre molestaban a los omegas y a los más pequeños. No podía negar que lo había disfrutado. ─ Me dejaron entrar en sus mentes, obviamente, y después de que averigüe su secreto más vergonzoso, borré sus recuerdos de nuestra conversación, cosa en la que soy bastante bueno, ─ terminó, concentrándose en mostrarle esas conversaciones a su Maestro a través de su vínculo de entrenamiento.
La expresión de Magnus permaneció impasible, y el corazón de Alec se hundió. No parecía impresionado. Quizá el problema era su solución…
─ El problema no es tu solución, Alexander, ─ dijo Magnus, con voz suave. ─ Usar todos los recursos disponibles para ti fue algo inteligente. Tengo un problema con el hecho de que elegiste a cinco chicos que no te agradan. Dejas que tus emociones dominen tus acciones. ─
─ Bueno, así soy, ─ Alec apretó los dientes. ─ Ya te dije que no esperes que me convierta en un robot sin emociones. ─
─ No espero que te conviertas en un “robot sin emociones”, Alexander, ─ dijo Magnus, dándole una mirada firme. ─ Pero espero que no seas tan aprensivo. Cuando finalmente te conviertas en un experto mental de Edom, será parte de tu trabajo aprender los secretos más sucios de otras personas, y no tendrás el lujo de elegir solo a las que no te gustan. ─
Alec se tragó su molestia, odiando que Magnus tuviera razón. Y odiando sentirse complacido por las palabras de Magnus “cuando te conviertas en un experto mental”.
─ Así que fallé tu prueba─ dijo Alec, abatido.
─ Si y no, ─ dijo su Maestro. ─ Te daré la oportunidad de rehacer tu tarea, solo que esta vez elegirás a cinco personas que te gusten. Tus amigos más cercanos. ─
Una risa salió de la boca de Alec. ─ Entonces no tienes suerte. No tengo exactamente amigos, ─ dijo Alec, intentando no sonar molesto, aunque sabía que Magnus tenía acceso a sus emociones.
─ ¿Por qué no? ─ Magnus lucía algo perplejo. ─ Eres bastante extrovertido y físicamente atractivo. Los chicos como tu suelen ser populares. ─
─ Soy un omega, ─ la cara de Alec se calentó, pero sostuvo la mirada de Magnus. Se negaba a avergonzarse por ello. ─ Lo sabes, ¿no? ─
Cuando el hombre asintió, se relajó un poco y continuó.
─ Siempre ha sido algo sobre lo que otros se burlan de mi, y desarrollé una especie de lengua afilada en respuesta a todas sus burlas. Y tampoco ayudó que todos supieran sobre tu reclamo preliminar sobre mi, ─ sonrió sin humor. ─ No ayudó con los amigos. ─
Magnus asintió, su expresión difícil de leer. Curiosamente, Alec se asomó en la mente de su Maestro. No lo había hecho antes, así que no sabía que esperar.
Encontró… inmensos escudos mentales. No eran muros, la defensa mental buena era como una niebla, densa y difícil de esquivar, siempre cambiante y confusa. Cuando Alec intentó entrar a esa niebla, se dio cuenta que no sabía ni por donde entrar o salir. Esas defensas eran diseñadas para que los intrusos se perdieran sin remedio.
Eso le hubiera pasado si no fuera por el camino débil, la pequeña brecha que era su vínculo. Sabía que el Maestro siempre tenía más control sobre el vínculo que el aprendiz, pero eso no significaba que el aprendiz no pudiera usarlo. Aunque no era algo que los Maestros “permitían”. Y dudaba que Magnus fuera la excepción. Aun así, con curiosidad, Alec siguió el vínculo, hasta que finalmente pasó las defensas mentales de Magnus.
Detrás de ellos, su mente era increíblemente ordenada. Nada estaba fuera de lugar. Todos sus recuerdos encerrados detrás de innumerables puertas mentales. Ninguna emoción se filtraba. De repente fue expulsado bruscamente de la mente de Magnus, sintiendo un terrible dolor de cabeza.
─ La curiosidad no es un mal rasgo, ─ dijo Magnus, ─ Pero uno que podría haberte matado si fueras otra persona. ─
Alec aun tenía los ojos cerrados por el dolor de cabeza, y las nauseas que esto le provocaban. Escuchó a Magnus superar y caminar a su lado.
─ Que esto sea una pequeña advertencia, Alexander, ─ dijo, con su mano, presionando el punto telepático de Alec. Empujó y Alec gimió de alivio cuando la fría presencia mental de su Maestro alivio el dolor punzante en su cabeza. ─ Si intentas entrar de nuevo en mi mente, no seré tan misericordioso. ─
Alec asintió aturdido, demasiado perdido en el placer como para discutir con su maestro sobre la injusticia de eso.
─ No, ─ se quejó sin aliento, cuando Magnus comenzó a retirarse. ─ Solo un poco más. Por favor, Maestro, ─ dijo Alec a través del vínculo, empujándolo más profundamente en su mente. Necesitaba más…
Magnus se retiró abruptamente, quitando su mano. ─ Suficiente. ─
Todavía aturdido, Alec se esforzó a abrir sus ojos.
─ Pero Maestro…─ dijo con un puchero, agarrando la mano de Magnus sin pensar.
─ Necesitarás desarrollar tolerancia a nuestro contacto mental. Eso fue inaceptable. No puedo tener un aprendiz que se drogue con nuestro vínculo de entrenamiento. ─ Se congeló al ver la mirada helada que Magnus le estaba dando.
─ ¡No es mi culpa que se sienta tan bien! ─
─ Chico tonto, ─ dijo Magnus. ─ ¿tienes idea de cuan vulnerable te haces cuando me invitas a entrar como lo hiciste hace un momento? ─
─ Eres un telépata Clase 7 que tiene acceso directo a mi mente a través de nuestro vínculo, ─ Alec frunció el ceño, confundido. ─ No se puede ser más vulnerable que eso. ─ Sin mencionar que no creo que realmente te importe que me haga vulnerable a ti.
No había expresado eso último en voz alta, pero estaba seguro que Magnus lo captó a través de su conexión.
─ Podría ser un Clase 7, pero tu eres un Clase 5, lo suficientemente fuerte como para proteger tu mente de una invasión profunda si realmente te enfocas. Al invitarme a entrar me das poder ilimitado para hacer lo que quiera en tu mente, ─ Magnus ladeó la cabeza ligeramente, la esquina de su boca se curvó. ─ Tienes razón en que realmente no me importa que te estés haciendo vulnerable a mi. Pero esa… sensibilidad es una debilidad que puede ser y será explotada por otros telépatas con los que podrías ser mentalmente compatible. Nunca podría confiar realmente en ti si te reduces a un desorden de hormonas y placer cada vez que alguien compatible toque tu mente. ─
Alec le miró de forma escéptica. La compatibilidad mental era algo sumamente raro, todos lo sabían.
─ ¿De verdad crees que podría conocer a alguien más con quien sea tan compatible? ─
─ Nuestra compatibilidad es fuerte, pero no perfecta, ─ Magnus se pellizco el puente de la nariz. ─ La compatibilidad perfecta es rara, pero puede suceder, y no puedo dejar que seas una responsabilidad si lo hace. Por lo que deberás dejar de ser tan patético y desarrollar tolerancia al placer mental. ─
─ ¿Y como se supone que debo hacer eso? ─ Alec se cruzó de brazos.
─ Exposición controlada, ─ Magnus se veía disgustado. ─ Tendré que pasar una cantidad de tiempo limitada dentro de tu mente todos los días hasta que deje de ser tan intenso para ti. ─
Alec parpadeó un par de veces, inseguro. ─ No tengo nada que decir sobre eso, ¿cierto? ─
Magnus le miró fijamente. ─ Puedes hacerlo. Pero al menos que controles esto, no podrás convertirte en mi verdadero aprendiz. No podría confiar en ti ahora, sería como confiar en un adicto. ─
Alec se enojó. No era un adicto.
─ ¿Cómo es que a ti no te afecta esta compatibilidad? ─
Magnus le miraba inexpresivo. ─ Porque a diferencia de ti, no dejo que mis emociones me controlen. Como ya te dije, mi capacidad de emoción en limitada. ─
Alec le miró con recelo, no le creía del todo. Las emociones y el placer no eran lo mismo ni se ubicaban en zonas cercanas en el cerebro. Si no sintiera placer, Magnus no querría tener relaciones sexuales. Cosa que, de acuerdo a Imasu, no era el caso…
─ Está bien, Maestro, ─ dijo Alec, bajando la mirada y dándole la razón para que Magnus no quisiera ver que pasaba por su mente en ese momento.
─ Puedes irte, entonces, ─ dijo Magnus.
Alec se levantó y caminó hacía la puerta, pero se detuvo. Esta vez no se separarían por mucho tiempo, por lo que no se esperaba de él que besara algún objeto de su Maestro. En esas ocasiones algunos Maestros preferían solo una leve inclinación.
Quizá eso debió hacer Alec. Realmente quería ser su aprendiz y era la mejor decisión.
Lástima que Alec no era bueno haciendo lo más inteligente. Algo sobre Magnus Bane hacía que Alec quisiera inquietarlo lo suficiente para romper su exterior perfecto.
─ Buenas noches, Maestro, ─ dijo Alec, lanzándose hacía adelante para rozar sus labios sobre la mejilla de Magnus.
Cuando se retiró, casi se rio de la expresión de Magnus. Alec puso su expresión más inocente, se inclinó, y luego salió rápidamente del estudio.
Solo se permitió reír hasta llegar a la privacidad de su habitación
Chapter 6: Día del Nombre
Summary:
Como casi todas las novelas de esta mujer, las relaciones pueden llegar a ser algo tóxicas xD
Pero a mi en lo personal me encanta como una persona "incapaz de sentir emociones" va sintiendolas poco a poco (:
Chapter Text
Si Alec había pensado que ser elegido preliminarmente por Magnus le había aislado, no era nada comparado con lo que se sentía ser aprendiz de prueba. Ahora no era ni aprendiz ni iniciado. Los celos tóxicos eran insoportables en el ambiente de los iniciados.
Y los aprendices le menospreciaban, ya que no era aun lo suficientemente bueno, además de que desconfiaban de él por haber sido elegido por el gran y terrible Magnus Bane. todo era bastante confuso y agotador.
A decir verdad, él prefería pasar el tiempo con su Maestro, algo que nunca había imaginado que podía pasar. Pero realmente disfrutaba su tiempo con él, aunque aun no estaba muy seguro de como sentirse al respecto.
Magnus no era un buen hombre. Sabía que era un bastardo manipulador y despiadado. Entre más le conocía, más veía su lado cruel. Despreciaba los sentimientos de las otras personas, no parecía sentir culpa o remordimiento al lastimar a otros. Aunque quizá eso tenía que ver con que ni siquiera se daba cuenta cuando sus palabras lastimaban a otros. Solo le interesaban las personas cuando las necesitaba para algún objetivo.
Alec sabía que debía despreciarlo. Parecía ser la persona más horrible que había conocido hasta el momento. Pero no podía. Decidió culpar a su vínculo por ello. En los últimos cinco meses se había vuelto tan fuerte que siempre podía sentir vagamente a su Maestro al otro extremo del vínculo, algo que debería ser espeluznante, pero no lo era. Su vínculo era extrañamente reconfortante, sobre todo porque sabía cuanto le desagradaba a su maestro.
A Magnus no le gustaba todo lo que no pudiera controlar, y Magnus parecía ya no poder controlar esa conexión tan grande entre ellos. De todos modos, había sido culpa de Magnus y su “exposición controlada” lo que había fortalecido el vínculo. Y el problema de la “adicción desagradable” de Alec no había mejorado en lo más mínimo, para disgusto de Magnus y diversión de Alec.
Aunque a veces esto le preocupaba, porque, aunque amaba divertirse a su costa, odiaba decepcionarlo también. Una de las pocas emociones que se permitía mostrar Magnus. Y era lo peor. Odiaba sentirse pequeño, inadecuado. Indigno.
Sabía que no debería sentirse así. No debería querer la aprobación de una persona tan horrible, pero no podía evitarlo. Un elogio de Magnus siempre le ponía de buen humor y una decepción siempre le arruinaba el día a Alec.
En ese momento, sintió un empujón a través del vínculo.
─ Ven aquí, ─ dijo la voz de Magnus dentro de su cabeza
Alec frunció el ceño, pero permitió que el vínculo le condujera a Magnus, al estudio. Alec entró a la habitación un poco ansioso, a Magnus regularmente le gustaba fingir que el vínculo no existía, a menos que estuvieran entrenando. Así que era raro que lo usara.
─ ¿Me necesitas, Maestro? ─ dijo Alec, intentando leer la inescrutable cara de Magnus.
─ Siéntate, ─ le dijo.
─ Pensé que tenías una reunión con la Asamblea hoy, ─ dijo Alec, mientras se sentaba en su lugar habitual.
─ Terminó temprano, ─ dijo Magnus, mirándole con una expresión extraña. ─ Hoy es el día de tu nombre. ─
Oh, lo había olvidado por completo. En Edom no se celebraban los cumpleaños, ya que la mayoría de los iniciados ni siquiera conocía el día de su nacimiento, como Alec. Solo sabía que había tenido tres años cuando llegó. Así que se celebrara el día que habían sido oficialmente nombrados parte de la Orden. Ahora tenía dieciocho años.
Alec se sintió algo patético. Que no se hubiera dado cuenta que ese era el día de su nombre evidenciaba que no tenía amigos que lo felicitaran. Por eso Alec odiaba ese día.
─ Te convoqué para discutir tu progreso, ─ dijo Magnus.
A Alec se le cayó el estómago. Había sido estúpido pensar que su Maestro le había llamado para felicitarle. Magnus Bane obviamente era una persona que no le importaban esas cosas.
─ Tu progreso en la mayoría de los temas ha sido satisfactorio, ─ dijo Magnus. Alec hizo una mueca. Satisfactorio era solo un “bueno” para Magnus. ─ Tu habilidad para leer la mente no está donde me gustaría y todavía eres malísimo para meditar sin mi. ─
─ Pero Maestro, ─ dijo Alec. ─ No es mi culpa. No puedo concentrarme sin que me guíes. Es una condición. ¡no es algo que me invente! ─
Magnus le lanzó una mirada fría. ─ Vas a aprovecharte de eso todo lo que puedas ¿no? ─
─ Por supuesto, ─ Alec sonrió. ─ El sanador confirmó que sufro de una forma leve de trastorno por déficit de atención e hiperactividad. ─
─ Y la “forma leve” es la clave de tu diagnóstico, ─ dijo Magnus, secamente. ─ En cualquier caso, no puedo perder mi tiempo meditando contigo. Por lo tanto, he decidido que de ahora en adelante el Maestro Alaric. ─
─ ¡No! ─
─ ¿Disculpa? ─ los ojos de Magnus se cerraron peligrosamente
Alec tragó saliva, consciente de que el Maestro tenía todo el poder sobre su educación. Alec no podía objetar. Pero…
─ Maestro, no quiero a nadie más en mi mente, por favor. Solo tú, ─ dijo Alec, arrodillándose frente a la silla de Magnus.
─ Eso no funcionará, Alexander, ─ dijo al fin, después de un momento de mirarle fijamente. ─ Puedes dejar de batir tus pestañas, no voy a cambiar de opinión. ─
─ No estoy “batiendo mis pestañas”, esta es mi cara, ─ dijo Alec, indignado.
Los labios de Magnus se torcieron. ─ Si, lo sé. ─
─ Maestro, por favor, ─ intentó Alec suavemente, mirando directamente a los ojos dorados de Magnus. ─ Realmente odio la idea de que un extraño toque mi mente. Me da asco. ─
─ Esa es precisamente la razón por la que necesitas que alguien más te guíe. Estas demasiado acostumbrado a mi. El Maestro Alaric se especializa en la meditación. El podrá ayudarte mejor que yo. ─
─ No quiero que me ayude, ─ se quejó Alec.
─ Alexander, deja de ser un niño. Es mi decisión final. Tienes una clase programada con el Maestro Alaric mañana a las ocho de la noche. ─
Alec frunció el ceño y salió de la habitación, olvidando toda etiqueta. Si su Maestro tenía problema con eso, que se joda. ¿Por qué debería importarle su opinión si a él no le importaba la suya? ¿Qué tan ansioso estaba por dejar que otro Maestro se metiera en su mente?
Le picaban los ojos, y se intentó convencer qué eran lágrimas de ira, no dolor.
La clase con el Maestro Alaric fue tan desastrosa como Alec había esperado. Realmente lo intentaba, pero tan pronto como él intentaba tocar su mente, Alec bajaba sus escudos para que no pudiera entrar.
─ ¡Iniciado Alexander! ─ dijo el Maestro.
Alec apretó los dientes. Odiaba que le dijeran iniciado y no aprendiz. Claramente el Maestro Alaric le intentaba bajar de rango con ello.
─ Lo intento, Maestro, ─ Alec gruñó.
Pero simplemente se sentía mal. Alec no lo dijo. Sabía que no era normal que un aprendiz se apegara a la mente de su Maestro. Lazos de apego tan fuertes solo estaban permitidos entre las parejas del Planeta Idris, lazos formados por un especialista en mentes. Los lazos de entrenamiento debían ser más superficiales. Pero aun así no soportaba la idea de tener a otra persona dentro de su mente.
Intentó relajarse. Pero cada vez que sentía a Alaric entrar en su mente, las nauseas subían a su garganta. Mal, mal, mal. Bajo nuevamente sus escudos a su lugar.
─ No puedo hacerlo, ─ dijo, con voz ronca. ─ No me toques. ─
─ Me sorprende que el Maestro Magnus tolere un alumno tan desobediente como tú, ─ dijo el Maestro Alaric, sacudiendo la cabeza. ─ Le informaré de esto. No creo que llegues a ser su verdadero aprendiz así. ─
─ Haz lo que quieras, ─ dijo Alec, y salió corriendo de la habitación. Se sentía… sucio. Violado. Aunque Alaric a penas había tocado su mente. El quería…
Quería a su Maestro.
Alec frunció el ceño. ¿Qué le pasaba? Todo esto era culpa de Magnus. Magnus había hecho esto. Y, aun así, le quería para aliviar el malestar en su mente.
Alec suspiró exasperado consigo mismo. Sus pies le habían llevado al castillo de Edom. Podía sentirle en algún lugar cercano. Claro, la Asamblea se reunía ese día.
Debería irse, pero quería a su Maestro.
Se mordió el labio. Magnus era un bastardo sin corazón, no debería necesitarlo. Además, cuando descubriera su conducta con el Maestro Alaric, solo se enojaría más. Quizá hasta lo mandaría al departamento de servicio. Porque Alec solo era una prueba. Y claramente había fallado.
Así que salió a la terraza y se sentó en un antiguo banco de piedra. Acercó sus rodillas al pecho y abrazó sus piernas, mirando la luna en el cielo oscuro.
Todos estos años se había dedicado a mejorar solo para mostrarle a Magnus Bane que era lo suficientemente bueno. Pero claramente era un inútil, emocional, demasiado temperamental, orgulloso y aprensivo. Nunca sería un experto mental si algo tan simple como un extraño le hacía querer vomitar y correr hacía su Maestro como un bebé.
─ ¿Alexander? ─
Alec se estremeció, girando su cabeza y mirando sorprendido al ver a su Maestro caminando rápidamente hacía él.
─ ¿Qué está mal? ─ le preguntó el hombre, mirándole de arriba para abajo.
─ ¿Qué quieres decir? ─
─ Proyectabas tanta tristeza que probablemente todos en esta área la podían sentir, yo mucho más, ─ Magnus le miró impaciente. ─ ¿Cuál es el problema? ─
Alec se encogió de hombros y bajó la mirada. ─ El Maestro Alaric probablemente se quejará pronto. No tiene sentido hacerte escuchar esto dos veces. Deberías volver a la Asamblea, Maestro. ─
Podía sentir la mirada fija de Magnus sobre él. ─ ¿Supongo que tu meditación con el Maestro Alaric no salió bien? ─
─ Algo así, ─ Alec resopló sin humor, poniendo su barbilla sobre las rodillas. ─ Probablemente te dirá que me abandones, y probablemente tenga razón. ─
Silencio. Después de varios momentos, sintió a su Maestro sentarse a su lado.
─ Me mirarás cundo te hable. ─
De mala gana, Alec lo hizo. La expresión de Magnus era tan ilegible como siempre, pero podía sentir algo como desagrado a través del vínculo.
─ ¿Te lastimó? ─ Magnus lo dijo con rigidez. ─ Te sientes… extraño. ─
─ No me hizo daño. Simplemente lo odié. Me sentí sucio por dentro, ─ dijo Alec.
Magnus apartó la vista y suspiró. Después puso su mano sobre la nuca de Alec, y presionó su centro telepático. Alec se estremeció, necesitado. Finalmente, Magnus empujó dentro, y Alec se relajó al sentir la fría presencia de su Maestro.
─ Maestro…─ hizo un ruido de protesta cuando Magnus se retiró.
─ Tengo que volver a la reunión, ─ dijo Magnus. ─ Vuelve a casa y espérame. Necesitamos hablar. ─
Alec lo miró confundido. A veces no lo entendía en absoluto. Aunque Magnus no era un hombre amable, a veces podía ser casi… amable. Alec no entendía porque lo había sido ahora, Magnus no se beneficiaba en nada con esto. Aunque quizá las reprimendas vendrían después.
─ Está bien, Maestro, ─ dijo, sonriendo un poco, finalmente.
La mandíbula de Magnus se tensó y se alejó de Alec, quien volvió a casa.
Casa. Se sentía extraño que ya pensara en la mansión de Magnus como casa. Quizá no era lo mejor, pero ya lo consideraba su lugar seguro. Ahí nadie se burlaba de él o lo menospreciaba. Aunque eso se debía a que casi siempre estaba solo.
Alec caminó al estudio de Magnus y se acurrucó en la silla junto a la chimenea. El calor era reconfortante. Sentarse junto a la chimenea a ver las montañas a través de la ventana se había convertido en el pasatiempo favorito de Alec. Y a su Maestro no parecía importarle mientras estuviera callado.
No estaba seguro de cuando se quedó dormido, pero lo siguiente que supo fue que Magnus le sacudía para despertarlo.
─ Alexander. ─
─ Maestro, ─ Alec abrió los ojos cansados, murmurando por el sueño, y estirando su mano para pasar los dedos sobre la firme mandíbula de Magnus. Sintió que se le erizaba la piel. ─ ¿Estás enfadado conmigo? Te sientes enojado. ─
Magnus dio un paso atrás, alejándose del toque. ─ Nunca estoy “enojado”, Alexander. ─
Alec bostezó, y se enderezó, poniendo los ojos en blanco.
─ Así que estás disgustado conmigo. ─
─ Eso sería correcto. El Maestro Alaric me habló. ─
─ No lo dejaré entrar en mi mente otra vez, ─ Alec frunció el ceño, viendo fijamente a los ojos de Magnus. ─ Si sigues insistiendo en ello, mejor envíame al departamento de servicio ahora mismo. No voy a hacerlo de nuevo, ¿okey? ─
─ Eres un mocoso insolente, ─ dijo Magnus, aunque le veía con dureza, su voz era algo suave. ─ Parece que fui demasiado indulgente contigo o no te atreverías a hablarme en ese tono, ¿sabes lo que sucederá si terminas en el departamento de servicio? ─
Alec frunció el ceño y cruzó los brazos sobre su pecho. ─ Hay algunas profesiones no tan malas. ─
─ Estás delirando si crees que te darán una opción, ─ los labios de Magnus se torcieron. ─ Con tu cara, pasarás todo el tiempo de rodillas o boca abajo, atendiendo Maestro tras Maestro. ─
Alec se sonrojó. Se sentía obsceno que su Maestro le hablara sobre sexo. No es como si Alec alguna vez le hubiera dado a entender a Magnus que era una persona sin mucho conocimiento.
─ Imasu me dijo que los sirvientes tienen una opción, ─ dijo Alec, levantando la barbilla.
─ ¿Quién es ese? ─ Magnus frunció el ceño.
─ ¿Tu sirviente? ─ Alec parpadeó confundido.
─ ¿Ese es su nombre? ─
─ ¿Ni siquiera sabes su nombre? ─ Alec le miró boquiabierto. ─ Tu, ¿lo usas por placer, pero no sabes ni su nombre? ¡Ha sido tu sirviente más tiempo que yo tu aprendiz! ─
Magnus no hizo ningún gesto. ─ Es un sirviente, Alexander. No necesito saber su nombre para usar sus servicios. Solo que se desempeñe adecuadamente. ─
Alec lo miró incrédulo. ─ ¿Cómo lo elegiste si no sabes su nombre? ─
─ Eso no es relevante para el tema en cuestión. Pero si quieres saberlo, elegí su foto. Lo que prueba mi punto: no quieres ser un sirviente, Alexander. ─
─ Imasu me dijo que eligió su especialización. No puede ser cierto que no me darán una opción. ─
─ La mayoría la tienen, ─ dijo Magnus, sonriendo sin humor. ─ Pero en tu caso, el Coordinador ni te preguntará. Tu cara ridícula alcanzaría un precio demasiado alto para que se te permita hacer otro trabajo. Eres ingenuo si piensas lo contrario. ─
Alec frunció el ceño, no podía negar que le gustaba que su Maestro lo considerara atractivo.
─ No cambia nada, Maestro, ─ dijo mirándose las manos. ─ No dejaré que el Maestro Alaric vuelva a mi mente. Si no puedes aceptarlo, puedes dejarme. De todas formas, no soy tu verdadero aprendiz. Alaric lo dejó muy claro hoy. ─
Silencio. Demasiado, que Alec no pudo soportarlo y tuvo que levantar la vista. Magnus le miraba de forma extraña, con una mezcla de emociones a través del vínculo que Alec no podía descifrar.
Entonces Magnus caminó al escritorio y abrió uno de los cajones.
─ Ven aquí, ─ le dijo, de espaldas a Alec.
Alec frunció el ceño, pero lo hizo. Se quedó sin aliento cuando vio lo que Magnus tenía en manos.
El thaal era bastante simple pero hermoso. La cinta azul contenía una sola piedra de color dorado con forma de lágrima. La gema era preciosa, brillaba tenuemente bajo la luz del fuego. Alec podía sentir la energía telepática que emanaba la piedra, tan familiar después de compartir un vínculo con su dueño.
Alec le miró directamente a los ojos, sin poder decir nada.
─ Date la vuelta y arrodíllate, ─ dijo el hombre, sin dejar de verle a los ojos.
Alec lo hizo. Miró fijamente la chimenea mientras las manos de Magnus pasaban la cinta por su pelo antes de dejar que la piedra descansara sobre el cuello de Alec. No pesaba, pero su energía pulsaba de forma que calentaba a Alec.
Sabía que era algo que los otros aprendices llevaban con orgullo, las marcas de sus Maestros. Pero nunca lo había pensado realmente. Ahora cualquiera que se acercara a Alec sentiría la marca de Magnus. Y se la había dado. Él era parte del linaje de Magnus. Ahora si tenían que llamarle Aprendiz Bane, no solo el Iniciado.
Alec sentía un nudo en la garganta.
─ Mírame, ─ dijo Magnus.
Alec se dio la vuelta, aun arrodillado, levantando su rostro.
─ Te queda bien, ─ dijo Magnus, tocando la piedra preciosa en el cuello de Alec, rozando su piel.
Alec se estremeció y atrapó la mano de Magnus entre la suya, besándola suavemente. No era la primera vez que lo hacía, pero esta ves se sentía correcto.
─ No te defraudaré, ─ dijo suavemente. ─ Lo prometo. ─
Algo parpadeó en los ojos de Magnus, quien solo asintió.
─ El thaal tiene el beneficio adicional de ayudar a concentrarte y combatir la nausea que sientes al contacto de otro telépata, solo concéntrate en mi marca. Lo que sucedió hoy con el Maestro Alaric no volverá a suceder, el thaal te protegerá. ─
Alec mordió su labio y asintió. Era la primera vez que cedía tan fácil a doblegarse a las reglas, pero porque Magnus también había cedido.
─ Gracias, Maestro, ─ dijo Alec, con voz más ronca de lo que le hubiera gustado.
Los ojos dorados aun le miraban fijamente, antes de que Magnus se diera la vuelta y caminara a la ventana.
─ Todavía espero que dejes de confiar en mi en el futuro. Ahora vete a la cama. Es tarde. Y Alexander, ─
Alec se detuvo en la puerta. ─ ¿Si, Maestro? ─
─ Llama a mi sirviente y dile que venga. ─
Alec frunció los labios, solo viendo la espalda de Magnus. A esa hora estaba seguro que Imasu ya estaba dormido. Pero también sabía que a Magnus no le importaba despertarle.
─ Si Maestro, ─ dijo Alec, sintiendo una furia irracional.
Todavía estaba furioso cuando despertó a Imasu, y cuando llegó a su habitación y se metió a la cama. Furioso al pensar en lo que probablemente estaban haciendo en ese momento.
Con esa cara, pasarás todo el tiempo de rodillas o boca abajo.
¿Así pasaba su tiempo Imasu? Alec cerró los ojos, pero no podía dejar de pensarlo.
Lo importante era que ahora era un verdadero aprendiz. Nunca sería un sirviente. El primer aprendiz del Maestro Magnus. Tomó la piedra entre sus manos e inmediatamente se sintió más tranquilo.
Imasu nunca tendría eso.
Chapter 7: Una fusión
Summary:
A Magnus ya le cuesta controlarse y no tener "emociones" (:
Notes:
Ya hay nueva adaptación!! Uno/a de los que me lee, me sugirió continuar adaptando más libros de Alessandra, que quedan con el Malec, así que ya traje otro de mis favoritos
https://archiveofourown.info/works/47933725/chapters/120853990
Chapter Text
Seis meses después
─ ¿Por qué estás de mal humor, Alexander? ─
Alec miró a Maia, y luego a los otros aprendices a su lado. Maia era la que más le agradaba, pero, aun así, no sentía que podía hablar de ello con ella. Con ninguno. Probablemente se reirían de él.
Alec frunció los labios, sintiéndose aun muy solo. A pesar de ser uno de ellos, aun sentía que no encajaba del todo. Sobre todo, cuando su Maestro salía de Edom y Alec tenía que convivir más con ellos
─ Estoy seguro de que está deprimido porque extraña al Maestro Bane. ─ se burló Camille, otra Aprendiz.
Alec sonrió inocentemente. ─ No hay necesidad de sonar celosa, Camille. No es mi culpa que le importes una mierda a tu Maestro. ─
Sara se puso roja de furia. Todos eran unos hipócritas que actuaban como si fueran mejor que él.
─ Estás delirando si crees que el Maestro Magnus se preocupa por un fracasado como tu. Todos sabemos como conseguiste que te eligiera, ─ ella se burló. ─ Debes ser excepcionalmente talentoso para chupar pollas…─
Algo caliente explotó en el pecho de Alec, antes de darse cuenta de lo que hacía, Sara se retorcía en el suelo, con sus manos agarrando su garganta, ahogándose. Todos gritaban.
─ ¡Aprendiz Bane! ¡Para! ─ gritó un Maestro.
Alec miraba la oficina del Gran Maestro, sin mucho asombro.
─ Esta es tu cuarta transgresión, Aprendiz Bane, ─ dijo el Gran Maestro Víctor con gravedad, cerrando el archivo de Alec.
Alec resistió poner los ojos en blanco. Odiaba que Víctor quisiera actuar como el “agradable abuelo Ragnor”, que en realidad si había sido abuelo y viejo, y un poco agradable. Alec extrañaba al anciano que recientemente había fallecido.
─ Si, Gran Maestro, ─ solo contestó. Alec despreciaba al hombre, pero había aprendido de Magnus a tratar a la gente así, debía actuar como educado.
─ Veo que en el pasado el Gran Maestro Ragnor dejó que el Maestro Magnus manejara tu castigo. Pero yo no seré tan indulgente. ─
─ ¿Cuándo volverá el Maestro? ─ Alec preguntó. Víctor le miró de forma fulminante, y Alec bajo su mirada dándose cuenta de su error. ─ No quise interrumpirle, Gran Maestro, ─ quería poner los ojos en blanco. ─ Solo estoy… algo preocupado. El Maestro dijo que regresaría en un mes, pero aun no ha regresado. ─
─ Mmm, ─ dijo Víctor, viendo a Alec con ojos astutos. ─ Ahora entiendo a los que dicen que estas demasiado apegado a tu Maestro. Alexander, quizá, deberías ser reasignado a un nuevo Maestro para corregir tu comportamiento. ─
Alec sintió pánico, pero intentó sonar tranquilo mientras hablaba. ─ Ningún Maestro querría un aprendiz que ya tenga un vínculo de entrenamiento. ─
─ Esos vínculos se pueden romper. Estoy seguro que si habría Maestros dispuestos, ─ Víctor sonrió, pasando su mirada por el cuerpo de Alec. ─ Quizá yo pueda encontrar tiempo para ti. ¿Cuántos años tienes? ─
Alec se sintió sucio por la mirada.
─ Dieciocho, su Excelencia, ─ dijo Alec. Demasiado mayor para ti, pervertido.
─ No los aparentas, ─ Víctor alzó las cejas
Alec frunció el ceño, sabiendo que muchas personas lo consideraban bonito, por su maldición de ser un omega. Alec sabía que parecía de quince, lo cual no era ideal, considerando los rumores de Víctor y sus gustos por los niños y niñas. Alec no sabía que tan real era eso, pero tampoco quería averiguarlo.
Alec puso su expresión más severa, intentando lucir mayor. Sabía que Víctor odiaba a Magnus, así que tranquilizarse usando su thaal no era una opción, quizá solo empeoraría las cosas. Alec nunca había escuchado algo como lo que proponía Víctor, pero tampoco quería ponerlo a prueba.
─ Si ya tienes dieciocho años, tu transgresión es aun más grave, Alexander, ─ dijo, intentando sonar dulce, que solo le hacía sonar espeluznante. ─ Tal vez sí debería manejar tu castigo yo mismo…─
─ Eso no será necesario, ─ dijo una voz familiar desde la puerta.
Alec no pudo evitar sonreír al ver la figura alta y orgullosa de Magnus. Tampoco dejó de sonreír cuando Magnus le lanzó una mirada fría y de advertencia.
─ Maestro, ─ suspiró Alec. Magnus se colocó detrás de la silla de Alec.
─ Tu aprendiz estuvo a punto de matar a otro aprendiz hoy, Bane, ─ dijo Víctor, con amargura, y llenando el aire de odio contra Magnus, sin importar lo mucho que quisiera ocultarlo.
Alec no sabía porque Magnus había permitido que Víctor se convirtiera en el Gran Maestro después de la muerte de Ragnor. Todos sabían que Magnus era el Maestro Mental más poderoso de Edom. Sin embargo, no se había presentado como candidato. Lo que había desconcertado a todos.
─ ¿Lo ha hecho? ─ dijo Magnus, impasible. ─ Me aseguraré de castigarlo, Gran Maestro. ─
Víctor resopló.
─ No estoy seguro de confiar en tu juicio al respecto, Bane. no parece que el niño haya aprendido la lección de las veces anteriores. Tal ves debería tomar el asunto en mis propias manos…─
─ Muy considerado, ─ dijo Magnus, y Alec sintió que su estómago caía, antes de que Magnus continuara. ─ Sin embargo, tienes tantas responsabilidades que no podría pedirte eso. Gracias por su oferta, y ya he enviado mi informe a su oficina. Alexander, vámonos. ─
Sin esperar respuesta de Víctor, Magnus salió de la habitación y Alec corrió para seguirlo.
─ Maestro yo…─
─ No ahora, ─ dijo Magnus, sin mirarlo.
Caminaron en silencio. Alec miraba con curiosidad el monasterio, no iba muy a menudo y sabía que era el lugar a las afueras de Edom donde se recibían a los forasteros.
Idris era el planeta que constaba de Doce Grandes Clanes, cada uno con un representante en el Consejo, quienes pensaban que controlaban los planetas de la galaxia. Pero no podían estar más equivocados, los que realmente tenían el poder era la Asamblea de Edom, ya que ellos controlaban a la realeza y políticos. En opinión de los extraños, Edom solo eran un grupo de monjes dedicados a la curación mental y poco ambiciosos.
Mientras caminaban, varias personas le miraban. Alec bajó la vista, sabía que todos le conocían como el iniciado problemático, mientras que su Maestro era el más respetado de Edom, todos sabían que era el más poderoso, aunque no muchos sabían que era un Clase 7.
Todos querían ser su aprendiz. Pero Magnus era suyo, solo de Alec. Alec enrojeció y reforzó sus escudos mentales, con la esperanza de ocultar sus pensamientos posesivos de Magnus.
Finalmente llegaron a la cámara de transporte, donde Magnus le dio las indicaciones y esta comenzó a moverse.
Alec lo intentó de nuevo. ─ Maestro yo…─
─ Ahora no. ─
Alec frunció los labios, pero bajó la cabeza. Bajaron de la cámara y llegaron al autonave de Magnus. Sería un viaje largo, e incluso más si Magnus continuaba ignorándolo. Después algunos minutos finalmente le habló.
─ ¿Era realmente necesario? ─ Magnus dijo, poniendo el rumbo a la ciudad.
─ Bueno, ya me conoces, Maestro. No puedo evitarlo cuando la gente dice estupideces, ─ dijo Alec, como si no fuera la gran cosa.
Magnus siguió mirando al frente, su expresión un poco tensa. ─ Víctor tiene razón. Soy demasiado indulgente contigo. ─
─ Esa imbécil se lo merecía, ¿no me enseñaste que un insulto nunca debe quedar impune o pensarán que soy débil? ─
─ La fuerza bruta no es la respuesta, Alexander. Todo lo que mostraste fue que tus emociones te gobiernan aún. ─
─ ¿Podemos no hacer esto? ─ Alec suspiró, suavemente. ─ Te has ido por treinta y nueve días. Te extrañé. ─
La mandíbula de Magnus se tensó, aun sin mirar a Alec.
Alec miró su regazo. No se arrepentía de decirlo, pero las reacciones de su Maestro siempre le confundían. Magnus decía no soportar las muestras de afecto, pero realmente nunca le había prohibido a Alec expresarlas. Era desconcertante.
─ ¿Cómo estuvo tu viaje? ─ Alec dijo cuando el silencio se extendió.
─ Lleno de acontecimientos, ─ respondió, frunciendo levemente el ceño. ─ Los informes han sido confirmados. ─
Alec le miró confundido. ─ ¿Quieres decir que el Clan Jade realmente quiere unirse al consejo? ─
Magnus solo asintió.
Fuera de Edom, el vínculo era usado para unir a dos personas desde su nacimiento, mentalmente, con quien te casarías y compartirías el resto de tu vida, para evitar tantos problemas que había antes de la ley de Vinculación.
El Clan Jade eran los rebeldes que habían huido del Segundo Gran Clan después de negarse a cumplir con la Ley de Vinculación, y si el Consejo de los Doce Grandes Clanes les perdonaba y permitía su reintegro, eso solo podía traer problemas para Edom. En lo que respectaba a la gente del Planeta Idris la Ley de Vinculación era para protegerlos, pero en Edom se sabía que era una ley que se había puesto para que solo Edom tuviera el gran poder.
Cuando dos personas se vinculaban desde pequeños no podían volverse más poderosos que un Clase 2. Una persona sin vínculo podía llegar a convertirse en Clase 5, telépatas que ahora solo existían en Edom.
Y si esto se llegar a descubrir….
─ ¿Qué planeas hacer? ─ Alec frunció el ceño.
─ Mañana se hará una reunión de la Asamblea, ellos decidirán como manejar esto. No yo. ─
─ Por favor, ─ Alec resopló. ─ No pretendamos que la Asamblea no hace lo que tu dices. ─
─ No soy el Gran Maestro. Víctor lo es. ─
─ Espera, ¿ya lo sabías cuando Ragnor murió? ─ Alec abrió los ojos. ─ Por eso dejaste que Víctor tomara el cargo. Por si sucedía lo peor. ─
El rostro de Magnus era inescrutable, pero no lo negó. Alec se maravillo, sabiendo que Magnus siempre iba un paso delante de todos.
─ ¿Cómo lo supiste antes que los demás? ─ Alec preguntó.
─ Tengo mis propias fuentes, ─ Magnus dijo, con su rostro ilegible, pero una emoción pasó demasiado rápido por su vínculo.
─ ¿No confías en mi? ─ Alec preguntó, exasperado.
─ Tanto como puedo confiar en alguien, ─ dijo, con sus ojos fijos en las montañas. Alec hizo un puchero. ─ Deja de poner esa cara, ─ dijo Magnus.
─ Ni siquiera me estás mirando, ¿Cómo sabes que cara estoy poniendo? ─
Magnus no se digno a responder. Alec frunció el ceño, jugando con su thaal distraídamente. A veces lo hacía cuando Magnus era demasiado distante, para recordarse que Magnus lo había elegido a él, entre cientos de iniciados.
Pero ¿realmente significaba algo?
Su estado de ánimo mejoró un poco al llegar a la mansión. A su hogar. O lo más cercano que tenía como hogar. A veces sentía que recordaba a una mujer llamándole “mi angelito”, y otras veces a un niño mayor, que parecía su hermano. Pero todo siempre era demasiado confuso.
Y no importaba. Esas personas le habían abandonado. Alejó ese pensamiento y miró la sala de estar. Llevaba casi un mes sin estar aquí. Magnus había insistido en que cuando saliera de Edom, Alec debía quedarse en la casa que se le había otorgado en el distrito de los aprendices. Alec prefería estar aquí, y si Magnus estaba, tampoco parecía importarle.
Salió a la terraza. La vista era impresionante. El sol se estaba escondiendo. Alec sabía que era la mejor vista de Edom. Además del castillo. Sabía que lo más probable era que Magnus hubiera adquirido esta casa no por sus vistas, si no por ser la mejor. Un juego de poder.
─ Dime porque perdiste el control, ─ dijo Magnus, acercándose a él. Tan malditamente perfecto, su compostura, todo. A veces hacía que Alec quisiera gritar y hacer algo ridículo solo para ver esa compostura helada quebrarse.
─ No hay nada que explicar, Camille fue una imbécil, ─ dijo, enojado.
─ Lenguaje. ─
Alec giró los ojos y se acercó a su Maestro.
─ No quiero hablar de Camille cuando te acabo de recuperar, ─ apoyó su hombro contra el de Magnus, respirando el aroma familiar. Te extrañe. No se atrevió a decirlo en voz alta otra vez.
Alec miró al cielo, de repente sintiéndose un poco patético. ¿Y si Camille tenía razón? ¿Y si a Magnus no le importaba en absoluto?
─ El Gran Maestro dijo que podría reasignarme a otro Maestro. ─
Sintió a Magnus tensarse. ─ ¿Qué? ─ dijo bruscamente.
Alec lo estudió, un poco sorprendido por la reacción tan visible. Normalmente su Maestro era tan difícil de leer a pesar de haber compartido el vínculo por tanto tiempo, pero no ahora. ¿Entonces si le importaba?
La cara de Magnus era de piedra cuando dijo. ─ No perdí estos años enseñándote para darte a alguien más. ─
Oh. Alec se desinfló, sintiendo un nudo en la garganta.
─ Estuve fuera por un poco más de un mes, y claro que te las arreglaste para meterte en problemas, ─ dijo Magnus, con un toque de irritación. ─ ¿No te dije que te alejes de Víctor? ─
─ Pero tengo dieciocho años, seguramente ya soy demasiado mayor, ─ Alec dijo.
─ Serás demasiado mayor para él cuando lo parezcas. A Víctor no le importa tu edad. Te he mantenido alejado de él por una razón. El se obsesiona. El hecho de que seas mi aprendiz, solo te hará más deseable para él. Serás como un trofeo. ─
─ ¿Pero que puede hacer él? ─ Alec dijo, frunciendo el ceño. ─ ¿Puede hacer eso? ─
Magnus se quedó callado, viendo el agua debajo de ellos. ─ No lo sé. ─
Nunca había escuchado a su Maestro admitir que no sabía algo. Nunca.
─ Hay precedentes, muy raros, pero los hay. ─
─ Pero ¿realmente se tomaría esas molestias? ─ Alec sonaba escéptico. ─ Quiero decir, hay muchos jóvenes sin reclamar en los que puede poner sus manos espeluznantes más fácilmente. ─ aunque se encogió al pensarlo de esa forma. Alec tenía suerte al haber estado protegido por Magnus.
─ El querrá lo que es mío. Es un juego de poder, Alexander. El poder de Víctor no es tan absoluto como él quisiera. No tiene ni la mitad de respeto que tenía Ragnor. Pensará que quitarme mi aprendiz, hará que la Asamblea lo respete más. ─
Alec hizo una mueca. Claro que todo era por poder. La Asamblea era un pozo de serpientes venenosas, todos dispuestos a apuñalarse para ganar. Quizá si había algunos decentes, pero era difícil saberlo.
─ Todavía creo que estás siendo algo paranoico, Maestro, ─ dijo Alec. ─ Estoy seguro que Víctor tiene cosas más importantes que hacer, como lidiar con lo del Clan Jade. ─
─ Quizá, ─ Magnus lucía pensativo. ─ O quizá solo haga que se obsesione más. Hay poco que podamos hacer contra los rebeldes, además de plantar semillas de desconfianza contra ellos. Y esas cosas las harían Maestros de menor rango. Víctor necesitará algo en que distraerse y eso podrías ser tu. ─
Alec tragó saliva. Finalmente, giró su cabeza, para encontrar a su Maestro viéndolo con una expresión extraña e intensa. Magnus levantó la mano y pasó el pulgar sobre la mejilla de Alec.
Alec se estremeció, quedando aturdido. Era raro que Magnus le tocara voluntariamente, en lugar de solo tolerar sus afectos. Alec se lamió los labios.
─ ¿Maestro? ─
─ Deberías dejarte crecer la barba, ─ dijo Magnus, con leve irritación.
─ ¿La barba? ─ repitió sin comprender. Los ojos de Magnus se veían tan oscuros en ese momento.
─ Si, ni siquiera tienes un poco. Tu cara sigue siendo asquerosamente bonita y juvenil. No es de extrañar que Víctor te quiera, ─ Magnus hizo una mueca.
─ Bueno lo siento, Maestro, ─ Alec hizo una mueca, aunque continuaba disfrutando demasiado del tacto de Magnus en su piel. ─ Por tener la audacia de nacer con mi cara. ─
─ No te pongas en esa actitud, Alexander, ─ dijo Magnus, con ojos brillantes.
Alec bajó la mirada, no queriendo hacerle enojar.
─ Sabes que tengo razón, ─ dijo en tono más neutral. ─ No puedo evitarlo, soy un omega, ¿recuerdas? ─
─ Si, lo sé. Lo que indudablemente solo alimenta la fascinación de Víctor. A él le gustan, ─ Magnus dijo, con desdén.
─ No se que es peor: las personas que nos fetichizan o las que nos encuentran repugnante. ─
─ No me disgustas, Alexander, ─ Magnus sonrió de forma irónica.
Alec parpadeó, inseguro de como tomarlo. Dime que te importo necesito que me digas que te importo.
Se apoyó contra la mano de Magnus, frotando su mejilla contra ella. Magnus lo permitió, mirándole fijamente.
─ Te extrañé, Maestro, ─ murmuró Alec, cerrando los ojos.
─ Deberías hacer amigos de tu edad, ─ dijo Magnus, con voz cortada. ─ Estás hambriento de tacto. ─
─ Tu tampoco tienes amigos, ─ dijo Alec.
─ Yo no los necesito, ─ el dedo de Magnus rozó el punto telepático de Alec, haciendo que este gimiera por la necesidad. Había pasado tanto tiempo
─ Por favor, solo un poco, ─ susurró encontrando la mirada de Magnus.
─ Siempre dices eso, pero una es solo un poco. Eres adicto, Alexander, ─
─ No lo soy. Si lo fuera, sería un desastre después de estar un mes y medio sin ti. Pero estoy bien, Maestro, ─ era una mentira, había estado muy lejos de bien.
Tener a Magnus dentro de él era su cosa favorita en el mundo. Era lo único que lo hacía sentir que se preocupaba realmente por él. Aunque Magnus nunca bajaba sus escudos, era lo más cercano de honestidad y cariño que Magnus le permitía.
Finalmente sintió el empujón. Y Magnus estaba dentro de él, deslizándose con una facilidad. Alec gimió, agarrando la oscura túnica de su Maestro para mantenerse de pie. Se sentía increíble después de tanto tiempo, el toque mental de su Maestro calmaba cada dolor dentro de él, la soledad.
Los escudos de Magnus no eran tan impenetrables esta vez y Alec podía sentir deseos de avaricia y oscura posesividad. Finalmente tuvo la sensación de que su Maestro tenía tanta sed de él como Alec. Su cuerpo temblaba de euforia y placer. Sus rodillas se debilitaron, por lo que se hundió contra Magnus, su cuello en el hueco de la garganta de su Maestro, mientras este se deslizaba más dentro.
─ Maestro, ─ gritó, cuando el placer finalmente alcanzó su punto máximo, enviando ondas de éxtasis a través de su mente y cuerpo.
Aturdido, intentó no quejarse cuando Magnus salió de su mente. Alec intentaba enfocar su mente.
─ ¿Satisfecho? ─ Magnus preguntó.
─ Gracias, ─ Alec se sonrojó, pero sonrió, lanzándose hacía delante, besando la mejilla de Magnus. ─ Eres el mejor Maestro de todos los tiempos. ─
Magnus tenía una expresión bastante tensa cuando se apartó. ─ Buenas noches, Alexander. ─ Y con eso desapareció en la casa.
Alec permaneció en la terraza un rato más, tratando de calmar su corazón acelerado. Magnus nunca había estado tan profundo y Alec le había encantado
Ahora quería más.
Chapter 8: La asamblea
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Las sesiones en la Asamblea solían ser asuntos cerrados. Por ello estaba tan sorprendido cuando Magnus le dijo que lo tenía que acompañar a la reunión de emergencia. Al principio Alec no sabía que esperar de su Maestro, después de lo sucedido, pero Magnus se comportaba completamente normal. Claramente no había pasado nada y Alec se había imaginado lo íntimo entre ambos. No tenía sentido fijarse en eso.
─ Sabes que odio las reuniones de la Asamblea. Son aburridas y duran demasiado, ¿estás seguro de que me quieres ahí? ─ preguntó Alec, mientras caminaba detrás de Magnus hacía la sala de reuniones.
─ Es por eso que necesitas acostumbrarte a ellas, si quieres parte de ella algún día. ─
─ ¿Por qué iba a querer serlo? ─ dijo Alec, arrugando la nariz.
─ Tu falta de ambición es inaceptable, ─ Magnus le miró lleno de desaprobación. ─ De todos modos debes aprender como funciona la Asamblea. ─
─ Admítelo. Es mi castigo por asfixiar a Camille, ─ Alec rio entre dientes.
─ No es un castigo, es un privilegio. ─
─ Privilegio mi trasero, ─ murmuró Alec, por lo bajo. ─ Preferiría limpiar los inodoros en el Salón de iniciados a ir a esa reunión. ─
Una hora después Alec tenía que admitir que se había equivocado acerca de esa reunión. No era nada aburrida. La noticia sobre el Clan Jade les tenía en un debate bastante acalorado. Era divertido ver a los Maestros Mayores perder sus fachadas imperturbables y algunos hasta verse casi asustados. Suponía que esos serían los primeros en huir si las cosas se ponían mal. Tomo nota de ello sabiendo que quizá Magnus le preguntaría sobre la reunión.
Una mano en el cabello hizo que Alec se quedara quieto. Magnus continuaba viendo la reunión, pero su mano le acariciada cuidadosamente el cabello, de forma distraída. Alec miró sus rodillas, intentando no inclinarse al tacto. Los demás Maestros estaban demasiado distraídos para notar la extremadamente rara muestra pública de afecto de Magnus.
Aunque quizá simplemente su Maestro le estaba tratando como su divertida mascota. Teniendo en cuenta que Alec se encontraba sentado a los pies de Magnus, eso no era tan descabellado.
La mano en su cabello dejó de moverse y Alec se sintió decepcionado. Pero su atención logró volver al gran debate.
─ … Necesitamos algo que le recuerde al resto de Idris que los rebeldes son criminales. Un crimen de alto perfil que los arrestaría de inmediato si los del Clan Jade se acercaran al Consejo. Un asesinato. ─ dijo el Gran Maestro Víctor.
Una gran oleada de murmullos le siguió a esa declaración. A su lado, Magnus estaba callado.
─ ¿A quien sugieres? ─ dijo la Maestra Catarina, viendo agudamente a Víctor.
─ El Clan Jade sigue siendo parte de la colonia del Tercer Gran Clan. Creo que deshacerse del Príncipe heredero Jem y culpar a los rebeldes sería la solución perfecta, ─ dijo Víctor. ─ Sería un gran golpe para la Tercera Casa Real, ya que el Príncipe aun no tiene un heredero. Y pondría de nuestra parte a la Reina, su madre jamás apoyaría a las personas detrás de la muerte de su hijo. ─
─ Me gusta, ─ dijo el Maestro Lorenzo, sus ojos brillaban con Malicia.
Alec miró a su alrededor, viendo como todos los Maestros parecían estar de acuerdo con el plan, ¿Cómo podrían simplemente decidir quitarle la vida a alguien a sangre fría? Ahora menos que nunca quería formar parte de ello.
─ Maestro, tienes que hacer algo, ─ murmuró Alec, solo para los oídos de Magnus.
─ Necesitas superar tu aprensión, Alexander, ─ Magnus suspiró. ─ Tu corazón blando será tu ruina algún día. ─
─ Por favor, Maestro, ─ Alec tomó la mano de Magnus y presionó su boca contra ella.
Los labios de Magnus se adelgazaron, y miró a Alec un largo momento. ─ Si puedes darme una razón buena y racional por la que debería detenerlos, podría hacerlo. ─
Alec le lanzó una mirada exasperada. Todo era una prueba para su Maestro. Su mente corría.
─ Matar al Príncipe heredero es innecesario y arriesgado, ─ dijo, ─ ¿Por qué no solo hacer parecer que lo mataron? Desintegrar su vínculo funcionaría igual de bien. Podría haber otras oportunidades para las que podría ser útil vivo. ─
─ ¿Cómo? ─ Magnus dijo.
Alec intentó acomodar sus pensamientos, acariciando la mano de su Maestro. ─ Su autorización de seguridad, por un lado. Su vínculo con la Reina también te daría la clave para la mente de la Reina, para influenciarla más fácilmente. ─
─ Pasable, ─ dijo Magnus. Cuando Alec sonrió, su Maestro agregó. ─ Pero tendrás que trabajar en no permitir que tus emociones afecten tu juicio, Alexander. ─
─ Claro, Maestro, ─ dijo Alec, inocentemente.
Magnus le miró de forma exasperada, pero finalmente levantó la mano para que todos le prestaran atención.
─ No seamos apresurados, ─ dijo Magnus.
Todos quedaron en silencio para escucharlo
─ ¿Qué quiere decir, Maestro Bane? ─ preguntó alguien que Alec no reconocía.
─ La Maestra Alina me informó esta mañana que la esposa del Príncipe Jem, la Princesa Tessa, se acercó a ella quejándose de sus sentidos anormalmente elevados y su telepatía errática cuando esta lejos de su esposo. Le preocupa que hubiera algo mal con su vínculo matrimonial. ─
─ ¿Por qué la Maestra Alina te informaría eso a ti y no a mi? ─ preguntó Víctor bruscamente.
Hubo un murmullo en el salón. Magnus solo se encogió de hombros.
─ Me preguntaba lo mismo, Gran Maestro, ─ dijo suavemente, haciendo que el rostro de Víctor enrojeciera.
Alec tuvo que morderse el labio para no reír. La Maestra Catarina se inclinó hacía delante.
─ Eso no es lo relevante ahora, ─ dijo ella, frunciendo el ceño. ─ ¿Estás diciendo que el vínculo matrimonial entre ellos es defectuoso, Magnus? Si es así, ¿Qué tiene de relevante? Y ¿por qué en ves de arreglarlo, solo te lo informó? ─
─ Ella lo intentó, ─ dijo Magnus. ─ Pero el problema empeoró. El vínculo se debilita rápido. No se pudo arreglar, sin importar que hiciera. Y Tessa terminó sospechando de ella y de Edom en general. ─
Los murmullos eran más fuertes. Alec tuvo que levantar sus escudos por la sensación de inquietud en la sala.
─ La Princesa Tessa es una omega, si no recuerdo mal, ─ dijo el Maestro Lorenzo, con tono burlón. ─ No es inusual que sean defectuosos de alguna manera. ─
Las manos de Alec se cerraron en puños. A la maestra Catarina tampoco pareció impresionada por el comentario.
─ Es cierto que los omegas tienen la tasa más alta de falla en la vinculación, pero no tiene nada que ver con que sean defectuosos, ─ dijo ella. ─ Si no que ellos están naturalmente predispuestos a tener un compañero de elección. Los lazos artificiales no son naturales para ellos. ─
─ Es cierto, ─ dijo Magnus. ─ En cualquier caso, es irrelevante. La Princesa debería ser tratado, y pronto. ─
─ Muy bien, ─ dijo Víctor, alzando la voz, claramente. Alec casi robada los ojos, el ego de ese hombre era demasiado frágil. ─ Podemos cambiar al Príncipe por la Princesa, en mi plan. No hace mucha diferencia. ─
─ Si bien es una buena solución, ─ dijo Magnus. ─ requiere algunas mejoras. El plan es sólido; hacer que Idris odie a los rebeldes por el aparente asesinato de un miembro de la realeza. Pero no es infalible, Maestro. ─
Un músculo se crispó en la mandíbula de Víctor. ─ Por favor, ilumíname porque, Magnus, ─
Magnus lo miro con tranquilidad, su calma como una burla a la falta de compostura de Víctor. Alec tenía que aceptar que le encantaba ver como su Maestro reducía a ese imbécil arrogante.
─ Cada plan tiene la oportunidad de fracasar, ─ dijo Magnus, con voz tranquila. ─ Su plan asume que los rebeldes de Jade no decidirán revelarse al Consejo de Idris, o que no podrán probar que son inocentes, pero ¿y si logran que alguien importante los escuche? ¿Y si tiene un juicio justo? Algunos Clanes usan telépatas que puede detectar si alguien miente en sus juicios. Entonces todo el plan se vendría abajo, lo que eventualmente llevaría al Consejo a sospechar de nosotros. ─
La cámara estaba en silencio y Alec podía sentir el evidente miedo.
─ Entonces, ¿qué sugieres, Bane? ─ Víctor espetó.
─ Un plan de contingencia. El testimonio de la supuesta víctima. Si la Princesa Tessa testifica que los del Clan Jade la tuvieron secuestrada y torturado para obtener información y que a penas escapó con vida, nadie escucharía una palabra de los rebeldes. ─
─ Se requeriría una limpieza completa de la personalidad para engañar a los detectores de mentiras, ─ dijo la Maestra Catarina, frunciendo el ceño. ─ Ya no hay limpiadores en la Orden. Bueno, hay una iniciada, pero es demasiado joven por el momento, su talento aun es errático. ─
Alec hizo una mueca. Había oído hablar de ella. Todos lo habían echo. Los telépatas con talento de limpiar eran increíblemente raros.
─ Conozco a un limpiador cuyos servicios podemos usar, ─ dijo Magnus.
Todos se quedaron en silencio.
─ Si te refieres al Maestro Elias, ya no es parte de Edom, ─ dijo Víctor, ─ Se fue. ─
─ Sabes tan bien como yo que uno nunca abandona la Orden de Edom, realmente, ─ Magnus levantó las cejas, su tono sonaba como una advertencia.
Nadie habló. Alec se estremeció. Era obvio que Magnus también había notado los pensamientos traicioneros de algunos Maestros. No se perdía nada.
─ Sin embargo, ─ Víctor se aclaró la garganta. ─ Mi punto sigue siendo que el Maestro Elias hace mucho que dejo de comunicarse con nosotros. Ha dejado en claro que ya no quiere ser parte de esta organización.
─ Elias me debe un favor, ─ dijo Magnus. ─ Lo hará. ─
Alec había escuchado del hombre. Había dejado la Asamblea antes de que Alec se convirtiera en el aprendiz de Magnus. Solo había escuchado rumores, cada uno menos creíble que el anterior. Se preguntó que clase de favor le debía Elias a Magnus. Debe haber sido algo enorme si el hombre pudo mudarse de planeta y cortar lazos con Edom.
Cuando la reunión finalmente terminó, Alec siguió a Magnus, aun sumido en sus pensamientos de lo poco que conocía el pasado de su Maestro.
─ ¿No estás satisfecho? ─ dijo Magnus, cuando regresaron a casa.
─ ¿De qué debería estar satisfecho? ─ Alec hizo una mueca. ─ El lavado de cerebro a penas es mejor que matar. ─
─ El lavado de cerebro se puede arreglar. La muerte no. Así que deja de hacer berrinches, Alexander. Conseguiste lo que querías. ─
─ Por favor. Si interviniste no fue por mi, ─ Alec rio sin humor mirando el severo y guapo perfil por un momento, antes de preguntar. ─ ¿Para que me llevaste a la reunión? Casi nunca lo haces. Y no me digas esa mierda de que fue por aprendizaje. ─
─ Fue idea de la Maestra Catarina, en realidad, ─ dijo Magnus. ─ Ella me llamó esta mañana y me dijo que ciertas personas han expresado inquietudes sobre tu conducta, cuestionando si soy el Maestro idóneo para ti. ─
Alec frunció el ceño. ─ Mi conducta no es peor que la de la mayoría de los aprendices. ─
─ Estoy seguro que es el trabajo de Víctor, ─ Magnus suspiró, una arruga formándose entre sus cejas. ─ El problema es que otros Maestros solo te ven cuando te portas mal. Así que la Maestra Catarina me aconsejó que dejara de mimarte y te llevara a más reuniones. ─
─ No me mimas, ─ Alec bufó.
─ Desde cierto punto de vista, podría parecer que si, ─ Magnus tomó asiento en el sillón junto a la chimenea, mirando las llamas.
Parecía preocupado. Cansado. Algo raro para Alec quien consideraba a su Maestro como alguien indestructible. Pero en ese momento parecía una persona normal.
Algo molestaba a Magnus, Alec podía sentirlo al pasar los escudos de su Maestro. Caminó en silencio y se sentó en el suelo frente a Magnus.
─ Mi thaal esta empezando a soltarse, Maestro, ─ murmuró, presionando su mejilla contra la rodilla de Magnus. ─ ¿Me lo arreglas? ─
Magnus lo miró por un momento, antes de asentir. Alec cerró los ojos al sentir las fuertes manos de Magnus trabajando cuidadosamente en su cabello. Era una de sus actividades favoritas en el mundo, siempre le tranquilizaba, y esperaba que tuviera el mismo efecto en Magnus.
Excepto que, desde la noche anterior, su mente aun estaba hipersensible, haciendo que Alec estuviera desesperado por una conexión más profunda con su Maestro.
─ No, Alexander, ─ dijo Magnus, cuando Alec comenzó a empujar el vínculo.
─ Solo una vez más, Maestro, ─ dijo, casi lloriqueando. ─ Has dicho que no era una fusión por lo que no cuenta, ¿verdad? No tenemos que profundizar si no quieres. ─
Magnus terminó de trenzar el thaal. ─ Dije que no. Ve a tu habitación y medita. ─
Mirándose desconcertado y algo enojado, Alec salió de la habitación. Al entrar a su cuarto, cerró la puerta de golpe. Cayó en la cama, con un gemido de frustración y necesidad
─ Te odio, ─ gruñó en su almohada, antes de voltearse sobre su espalda y bajar sus pantalones. Estaba duro y adolorido.
Se acarició con fuerza y rapidez, intentando satisfacer la necesidad.
Definitivamente no estaba pensando en Magnus. Su Maestro era un imbécil cruel y manipulador. Alec lo odiaba, y a sus estúpidos ojos dorados, sus anchos hombros, su pecho musculoso…
Alec gimió, sintiéndose más húmedo. Metió dos dedos en su agujero y gimió. Casi esperaba que de repente entrara Magnus y le encontrara así, follándose con sus dedos. Magnus probablemente le daría una mirada nada impresionada y diría algo como: Eres patético, pensé que te había enseñado mejor que eso. Eres como todos los omegas, solo un agujero húmedo.
Los ojos de Alec giraron al correrse, gimiendo sin control.
Cuando el placer se acabó, miró al techo con el rostro ardiendo. ¿Se había masturbado pensando en que su Maestro lo criticaba y humillaba?
Chapter 9: El Sirviente y el Aprendiz
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Los siguientes meses pasaron borrosos. La noticia de la muerte de la Princesa Tessa llenó el planeta, aunque solo las personas cercanas a la Asamblea sabían la vedad.
Magnus continuaba siendo tan difícil de leer, a veces casi cariñoso, a veces frio y duro. Alec se la pasaba alternando entre enojarse con él y sentir cosas que ningún aprendiz debería sentir por su Maestro.
También había desarrollado una vergonzosa e irracional animosidad hacía Imasu, algo que intentaba controlar, pero aparentemente no pudo, porque un día Imasu lo confrontó.
─ Mira, ¿Cuál es tu problema? ─ dijo Imasu, frunciéndole el ceño desde el sofá.
Alec se cruzó de brazos. ─ No hay problema. El Maestro simplemente no está en casa, ─ dijo con falso tono alegre.
─ Me dijo que lo esperara, ─ dijo Imasu, mirándolo con curiosidad.
─ Has estado esperando por más de una hora, ¿no tienes nada mejor que hacer que esperar que tu empleador te folle? ─
─ Ah, ya veo, ─ Imasu ladeó la cabeza y relajó los hombros. ─ No eres el primer aprendiz que se ha vuelto un poco posesivo e inseguro con su Maestro. Sucede. ─
─ No soy posesivo, ─ Alec frunció el ceño, ─ ¿y por qué estaría inseguro? Yo conozco mi lugar. Soy el primer y único aprendiz de mi Maestro. Tu no eres ni su primer sirviente. ─
Imasu le miró de forma compasiva, y Alec se sonrojó, profundamente incómodo. No lo digas. Si no lo decían no se volvía real.
─ Tienes suerte que me caigas bien, Alexander, ─ dijo Imasu después de un momento. ─ Pero ten más cuidado, otros no serán tan comprensivos. ─
─ No se de que hablas, ─ dijo Alec.
─ No se si escuchaste de un tal Wylan. Fue transferido al departamento de servicio unos meses antes de que tu fueras Aprendiz, ─ dijo Imasu. ─ El era aprendiz antes. ─
─ ¿Qué? ─
─ El escándalo se calmó, así que no me sorprende que no escucharas de él, ─ Imasu hizo una mueca. ─ Wylan fue descubierto en una situación íntima con su Maestro. Aunque dijeron que fue consensuado las consecuencias no fueron bonitas. El Maestro Jesper fue degradado a Maestro Acólito y se le prohibió contacto con él. ─
Alec arrugó la frente. Sabía que estaba mal, pero no se había dado cuenta que las consecuencias podían ser tan malas.
─ Eso parece poco duro si fue consensuado, ¿solo por la diferencia de edad? ─
─ La diferencia de edad no fue el problema, ─ dijo Imasu, ─ El Maestro Jesper prácticamente había criado a Wylan, así que básicamente preparó a un niño. ─
─ Muy bien, quizá eso si es un poco asqueroso, ─ Alec hizo una meuca, dándose cuenta de la razón por la que le estaba contando la historia. ─ Pero eso no tiene nada que ve conmigo. Mi Maestro definitivamente no me crio. Me ignoró hasta los diecisiete años. ─
─ Lo se, pero el caso del Maestro Bane es bastante único. Es el más joven de la historia y te reclamó aun bastante joven. La mayoría de Maestros les llevan casi cincuenta años a sus Aprendices. El desequilibrio de poder solo hace que cualquier relación íntima sea poco saludable…─
─ Lo siento, pero que lo diga alguien que…─ Alec soltó una risa amarga.
─ ¿Qué? ¿Un sirviente? Puede que venda mi cuerpo, pero mi mente es mía. Si mi empleador quiere que haga algo que me incomode puedo decirle que se vaya a la mierda. Un aprendiz no tiene ese poder, por eso no es saludable. ─
─ Por favor, no seas ingenuo, ─ Alec se burló. ─ Estás hablando como alguien que no conoce la Asamblea. Apuesto a que eso solo fue una excusa para sacar al Maestro Jesper de la Asamblea. No sabes como funcionan. ─
─ No te creo, ─ Imasu frunció el ceño.
─ Desearía tener tanta fe en la Asamblea como tú, pero créeme, a ellos no les importa lo correcto. Y, por cierto, te equivocas en que los aprendices no tienen ningún poder sobre sus Maestros. ─ Alec sonrió. ─ Te lo demostraré, ya verás. ─
─ ¿Cómo? ─ Imasu le miró escéptico.
─ Tu mira, ─ Alec se dejó caer en el sofá junto a Imasu, mirando la puerta. ─ El Maestro ya viene a casa. ─
No tuvieron que esperar mucho. Magnus parecía tenso cuando entró al lugar. Se detuvo abruptamente al verlos a ambos. Su mirada pasó en ambos antes de decidirse por Alec.
─ Te dije que no me esperaras, Alexander. ─
Alec frunció el ceño. Si, porque querías usar los servicios de Imasu.
Pero reprimió su molestia y sonrió. ─ Quería meditar contigo, ─
─ ¿Meditar? ─ Magnus le miró fijamente. ─ ¿Tú? ─
Alec asintió, dándole su mejor mirada de inocencia. Magnus le seguía mirando con recelo.
─ Y tienes que meditar ahora mismo, supongo. ─
─ Me he sentido extraño todo el día. Apagado. Mi mente se siente borrosa y desorganizada. ─ Alec bajó la mirada por un momento
─ ¿Has visto un curandero mental? Sabes que esos son síntomas de intrusión extraña en tu mente─ Dijo, presionando el punto telepático de Alec.
─ ¿Para que hacerlo si te tengo a ti? ─ Alec se inclinó al tacto, el núcleo telepático latiendo con anhelo. ─ Maestro…─
Magnus lo miró fijamente. ─ Vete. ─
Alec parpadeó inseguro. ─ ¿Maestro? ─
─ Vete, ─ repitió Magnus, mirando a Imasu.
Cierto. Alec se había olvidado de él y el punto que estaba probando. Imasu le miró de forma extraña, mientras se inclinaba hacía Magnus, y se iba.
Tan pronto estuvieron solo, Magnus retiró la mano y lo miró con frialdad.
─ ¿Qué fue eso? ─
─ ¿Qué fue qué? ─ Alec dijo, fingiendo inocencia.
─ Sabes que me mentiste, ─ un músculo se contrajo en la mandíbula de Magnus. ─ No hay nada malo en tu mente. Me aseguré que no pueda ser manipulada. ─
─ ¿Qué? ─ Alec le miró confundido.
─ ¿Pensaste que dejaría desprotegida la mente de mi aprendiz? ─ Magnus frunció los labios. ─ Tu mente es una fortaleza, nadie puede entrar. Está protegida por decenas de trampas mentales. ─
─ Eso no puede ser vedad, ─ Alec frunció el ceño., ─ Tengo meditaciones con el Maestro Alaric y nunca ha tenido problemas. ─
─ Tus meditaciones con él son superficiales. Le advertí que no fuera demasiado profundo, que solo te enseñara paciencia y tranquilidad, ─ Magnus se veía irritado.
─ Deberías haberme dicho, ─ dijo Alec. De cierta forma se sentía seguro sabiendo que su mente estaba llena de trampas para protegerle. Pero, por otro lado, le hubiera gustado que le hubiera preguntado su opinión.
─ No tengo nada que decirte, ─ Magnus no lucía nada arrepentido. ─ Eres mi aprendiz, sabes demasiado. Proteger tu mente era una necesidad, no una opción. Y deja de fingir que eso es lo que te molesta. No estás contento que descubriera tu mentira. No me gusta que me mientan y manipulen, Alexander. ─
─ Entonces, ¿Por qué jugaste? ─ Alec le miró confundido.
─ No tenía sentido discutir nuestros asuntos privados frente a un sirviente.
Alec no pudo evitar sentirse cruelmente complacido. Nuestros asuntos. Eso era prueba de que era más importante que un sirviente. Pero Alec quería toda la atención. Debería ser solo suyo, de Alec, siempre.
─ Entonces ilumíname de que se trataba, ─ dijo Magnus.
─ Quiero que lo despidas, ─ dijo Alec, finalmente, mirándole a los ojos.
Magnus le miró fijamente. Su rostro se puso en blanco, el vínculo quedó totalmente en silencio, al Magnus levantar sus escudos. El silencio era sofocante. Alec sintió que se sonrojaba.
─ No quieres que lo despida, confía en mi, sería una idea terrible, ─ dijo finalmente Magnus, mirándole a los ojos.
─ ¿Por qué? ─ Alec tragó saliva, ¿finalmente iban a hablar de la cosa no dicha que existía entre ellos? ¿O se lo estaba imaginando? ─ No me digas que tienes miedo de romper las reglas Maestro, porque no me la creo. Tú haces las reglas. ─
─ Algunas reglas están ahí por una razón, ─ los dedos de Magnus rozaron el thaal de Alec.
Alec le tomó de la mano y la apretó con la suya, haciendo que su cuerpo temblara.
─ Eso es pura mierda, ─ dijo con voz ronca, sosteniendo la mirada de Magnus. ─ No lo necesitas. Puedo darte todo lo que él te da y más. ─
─ No sabes de lo que estás hablando, Alexander, ─ su voz era fría. ─ Esta conversación se terminó. ─
─ No, ─ dijo Alec. Sintió que el aire se cargaba de ira de Magnus.
Alec llevó la mano de Magnus a su boca, la besó suavemente, antes de deslizar el pulgar en su boca. Y chupó, mirando a los ojos de Magnus, desafiante. Alec casi gimió de lo bien que se sentía, sintió que la sangre le subía a la entrepierna, la excitación. Chupó más fuerte el pulgar de su Maestro, saboreando la sensación.
─ Para de inmediato, ─ Magnus dijo, con la mirada fija en la boca de Alec, y sus ojos oscuros, casi negros.
─ ¿Por qué? ─ dijo Alec, a través del vínculo, chupando el pulgar de Magnus. ─ ¿Por qué de repente adquiriste conciencia, Maestro? ─
─ No se trata de conciencia, mocoso insolente, ─ dijo Magnus, sacando el dedo de la boca de Alec con un pop obsceno. Presionó el pulgar mojado contra el labio inferior de Alec, su mirada con una mezcla de fascinación y asco. ─ Si fuera una cuestión de conciencia, o falta de ella, te habría llenado con mi polla hace años. ─
Alec se estremeció, apretando los muslos. Había algo tan excitante en su Maestro, el gran y poderoso Maestro Bane, diciendo algo tan vulgar como “polla”.
─ ¿Entonces cual es el problema? ─ Alec dijo sin aliento, sacando la lengua para lamer el pulgar de Magnus.
─ El problema es que sería extremadamente idiota a lago plazo, ─ a pesar de las duras palabras, la mirada de Magnus permaneció fija en la boca de Alec. ─ Ahora detén esta ridiculez. Es la última vez que hablaremos de esto. ─
Alec lo fulminó con la mirada. ─ ¿Cómo tener sexo conmigo es “extremadamente idiota”, pero no lo es con Imasu? ─
─ No pruebes mi paciencia, Alexander, ─ Magnus frunció el ceño. ─ Cuida tu tono y lenguaje. ─
─ Por que, Maestro, simplemente estoy confundido, ─ Alec le miró con falsa inocencia. ─ Soy más guapo, más poderoso y más compatible contigo que él. ─
─ Y más humilde, ─ Magnus dijo, secamente.
─ Pff, la humildad está sobrevalorada, ─ dijo Alec, mirándole a los ojos. ─ Ya te encanta joder con mi cerebro, no lo niegues, ¿Qué te detiene ahora de joderme con tu polla? ─
Las fosas nasales de Magnus se dilataron. ─ Vas a controlar tu boca. No se de donde has sacado ese lenguaje tan vulgar. Ya he tenido suficiente de tu descaro, Alexander, ─
Respirando con dificultad, Alec se inclinó hacía el espacio personal de Magnus.
─ ¿Y que vas a hacer conmigo? ─ dijo con una sonrisa burlona, sabiendo que su insolencia haría enojar a Magnus. Quería que Magnus se enojara, la ira era buena, mejor que la distancia fría. ─ ¿Por qué no me callas con tu polla? Sabes que lo quieres, Maestro, lo has querido por años, admítelo, ─ Alec sonrió. ─ Imasu se parece un poco a mi, ¿es por eso que lo elegiste? Apuesto que me imaginas en su lugar cada vez que le clavas tu polla. ─
─ Estás delirando, no solo eso, también eres tonto, ─ dijo Magnus, y Alec le miró furioso. ─ Si hubiera querido follarte, lo hubiera hecho. Es tan simple como eso. Nadie me hubiera detenido, porque eres mío. ─ algo frio y malo parpadeó en sus ojos. ─ Si, te quiero físicamente, pero estas delirando si piensas que eso significa algo. Soy un hombre sano y tu eres asquerosamente bonito. Eso es todo. Tu, Imasu, alguien más, no me importa. No seré un esclavo de mis necesidades básicas. Si elijo no tocarte es por una razón. ─
─ Ilumíname, entonces, ─ dijo Alec. ─ Si no hay diferencia entre Imasu, yo o alguna otra puta, ¿Qué te impide usarme como tu los usas? ─
─ Eso no es de tu incumbencia, ─ algo parpadeó en los ojos de Magnus. ─ No te debo una respuesta. Esta conversación ha terminado. ─
─ Bien, ─ dijo Alec, sonriendo brillantemente. ─ Creo que encontraré alguien más para entretenerme. Mi cara “asquerosamente bonita” es buena para algo. ─
─ Estoy seguro que lo es, ─ dijo rotundamente. ─ Excepto que tu y yo sabemos que no pues desear una relación sin sentido con un extraño. Eres un omega. ─
─ Jódete, ─ Alec lo fulminó con la mirada. ─ Soy más que mi biología. ¿Crees que no puedo tener sexo solo porque soy un omega? Puedo, ¡Y lo haré! ─
Salió furioso de la casa, sintiendo furia, dolor, rechazo y su pecho apretado.
Que le jodan. Lo odiaba.
Chapter 10: Capítulo 10
Summary:
Advertencia: intento de abuso.... pero no pasa, que tranqui (:
Chapter Text
Alec a penas recordaba haber llegado a su casa en el distrito de aprendices. Busco su mejor ropa, unos pantalones ajustados y una camisa negra medio transparente que nunca había tenido ocasión de usar. No tenía amigos, por lo que nunca había ido a alguno de los clubes nocturnos. Alec sabía que los Maestros sabían de ellos, al final ellos también habían sido aprendices, solo decidían ignorarlos. Además, sospechaba que en el distrito de los Maestros también debía haber lugares así.
Se peinó suavemente, y miró un largo momento la piedra dorada en su cabello. Quizá debería quitarla, la marca telepática de Magnus era bastante evidente. Pero, por otro lado, no quería acostarse con alguien que le tuviera miedo a su Maestro.
La sola idea de acostarse con un extraño hacía que se le revolviera el estómago, pero Alec ignoró esa incomodidad. El podía tener sexo si quería. Aunque las investigaciones decían que la mayoría de los omegas necesitaban intimidad emocional para tener relaciones sexuales. Quizá Alec era de la minoría que no entraba en esa regla.
Desde que Alec recordaba, había odiado ser un omega. Los niños podían ser crueles y los sobrenombres humillantes solo habían empeorado al pasar los años. A veces deseaba que esos sobrenombres fueran verdad, pero Alec nunca había tenido impulsos sexuales hasta que se convirtió en aprendiz de Magnus.
Alec intentó no pensar en eso. No significaba nada. Deja de pensar en él, maldita sea, se dijo, molesto. El podía tener relaciones sexuales con un extraño, le iba a demostrar a Magnus que estaba equivocado, llegaría a casa oliendo a sexo y a un extraño. Aunque se le agitaran las entrañas.
El club se llamaba Príncipe de Hielo. Hizo una mueca cuando entró al club. Nunca se había sentido cómodo entre grandes multitudes, su empatía mental era una gran desventaja. Las emociones de otras personas lo empujaban, haciéndole sentir claustrofóbico.
Instintivamente tocó su thaal, para poder reforzar sus escudos mentales. Mierda. No debería necesitar la comodidad de su Maestro, tan pronto se encontrara fuera de su zona de confort. Estaba ahí para demostrar que no lo necesitaba.
Se forzó a soltar su thaal, y caminó a la barra. Ordenó una bebida y se giró. Había bastante gente en el club. No parecía ser un club de solo iniciados y aprendices, quizá también había gente de servicio. Como todos vestían de forma casual era difícil saberlo. Ahí no parecía importar el rango.
─ Pareces nuevo, ─ dijo un chico a su lado, haciendo que Alec se estremeciera.
Giró la cabeza y miró al tipo. Parecía un poco familiar, pero estaba seguro que nunca habían hablado. Se veía un poco más mayor que Alec. Pelirrojo de ojos claros, mandíbula fuerte. Era bastante guapo y se veía decente, pero no era el tipo de Alec. No es que tuviera un tipo, en teoría quería acostarse con alguien … mayor. Además, no le gustaba el pelo rojo.
─ No me interesa, ─ dijo Alec, girándose a la multitud. Y viendo a otro hombre que le miraba, un poco más alejado. Era guapo y fuerte, pero su cara… demasiado amigable.
─ ¿Alguien te ha dicho que necesitas trabajar en tus habilidades sociales? No todos lo que te hablan quieren ligarte, amigo. Además, tu lenguaje corporal está todo mal. Parece que has venido aquí por una tarea desagradable. ─
─ ¿Cuál es tu nombre? ─ Alec dijo, mirando de nuevo al chico, sintiendo curiosidad. Había una historia ahí.
─ Wylan, ─ dijo el chico, ─ ¿El tuyo? ─
─ Alexander, ─ dijo, intentando ocultar su sorpresa. Era una coincidencia bastante extraña que se encontrara con este tipo justo cuando Imasu le acababa de contar sobre él. Aunque bueno, Edom era un lugar pequeño.
─ Así que has odio hablar de mi, ─ Wylan resopló.
─ ¿Tu Maestro realmente se aprovechó de ti? ─
─ No, no lo hizo. Es una mierda, ─ La mandíbula de Wylan se apretó. ─ ¿Has conocido a mi Maestro? Es el hombre más gentil y amable de todo este jodido lugar. Y no, el tampoco me jodió. En todo caso, fui yo el que se aprovechó de él.
─ ¿Qué quieres decir? ─ Alec le miró con internes.
─ Literalmente me subí desnudo a su cama y puse su polla en mi boca mientras dormía, ─ Wylan suspiró. ─ Si hubo coacción, fui yo. Pero a la Asamblea le importó una mierda porque ya tenían una agenda. Mi Maestro molestó a muchos de esos imbéciles con sus reformas. ─
Alec solo podía escuchar: Me subí desnudo a su cama y puse su polla en mi boca mientras dormía.
La mera idea era indignante. Incorrecto. Equivocada. Excitante…
─ Es más que curiosidad ociosa, ¿Verdad? ─ dijo Wylan, probablemente notando la mirada especulativa en sus ojos.
Alec vaciló, aunque luego pensó que Wylan sería la última persona que lo reportaría a la Asamblea, considerando todo.
─ Yo también quiero acostarme con mi Maestro, pero está siendo un imbécil. ─
─ ¿Quién es tu Maestro? ─ Wylan no parecía sorprendido, mientras tomaba de su bebida.
─ Magnus Bane, ─ Wylan se atragantó con su bebida y comenzó a toser. ─ ¿Le conoces?
─ ¿En serio? ─ Wylan sonaba aun estrangulado y Alec le veía un poco divertido. ─ Se de él ¿Quién no? Ni siquiera pienses intentarlo con él ¿estás loco? Mi Maestro me perdonó porque es un buen hombre, amable, demasiado amable para su bien. El Maestro Bane definitivamente no es nada de eso. ─
Ale casi se rio. Nadie se atrevería a llamar a Magnus amable, estaba seguro que ni siquiera le era familiar el término.
─ Tienes razón, ─ murmuró, pero la idea se quedó en su cabeza, negándose a irse.
Todavía pensaba en ello cuando dejó el club horas después, con su virginidad intacta, para su molestia. No por falta de ofertas. Había coqueteado con cinco tipos diferentes, pero ninguno le había despertado interés. Los hombres mayores con los que se encontraba miraban su thaal y mejor se alejaban. Que molesto.
Solo intercambió numero de teléfono con Wylan. Estaba tan ocupado pensando en lo mismo que le tomó un tiempo darse cuenta que lo seguían. Alec se tensó, pero antes de poder decidir que hacer, una voz ronca dijo.
─ Alto. ─
Alec se dio la vuelta lentamente. Su estómago se hundió al ver al guardia. Los guardias en Edom eran como los policías. Pero peor aun, servían al Gran Maestro.
─ Su Gracia te está convocando, ─ dijo el guardia.
─ ¿Ahora? ─ Alec preguntó, mirando hacía atrás y viendo a otro guardia. ─ Es la mitad de la noche. Iré a verlo por la mañana. ─
─ Ahora, ─ dijo el guardia, tomándole del brazo y jalándole.
─ Suéltame, puedo caminar, ─ dijo Alec con frialdad. El guardia lo soltó, pero lo empujó hacía la cámara de transporte más cercana.
Alec iba con temor, pensando que podría querer Víctor en la mitad de la noche. Sus ideas no eran particularmente reconfortantes. Cuando llegaron al castillo, Alec era un desastre de nervios, con el corazón latiendo rápido.
─ Maestro, ─ gritó mentalmente, pero el vínculo continuaba en silencio. Quizá estaba demasiado lejos de Magnus para que el vínculo funcionara
Fue llevado al ala personal del Gran Maestro, los guardias empujándolo a una habitación donde nunca había estado. Había esperado una oficina, pero eso era un dormitorio.
─ Déjenos, ─ dijo Víctor, mirando a Alec.
El estómago de Alec se desplomó. Los guardias se fueron cerrando la puerta. Alec dio un paso a tras, pero sin a donde ir.
─ Su Gracia, ─ dijo inclinándose. Tal ves si pretendiera que no había nada malo, Víctor se portara decentemente. Pero esa esperanza fue aplastada cuando sintió su mirada en su cuerpo. Ahora lamentaba su vestimenta provocativa.
─ ¿Tu Maestro sabe que niño travieso tiene como aprendiz? ─ dijo Víctor.
─ Mi Maestro estará aquí pronto, ─ mintió Alec, sin pestañear.
Eso sorprendió a Víctor un momento, luego sacudió la cabeza. ─ Si Bane supiera de esto, no te hubiera dejado venir solo. Siempre intentó mantenerte alejado de mi. ─ Alec frunció el ceño. ─ A decir vedad, si él no estuviera tan decidido a esconderte, quizá no estaría tan interesado en ti. Hace años que me pregunto que podría estar ocultando. Algunos de mis asociados piensan que solo te esta protegiendo de mis… atenciones, pero no lo creo. Magnus es muchas cosas, pero no un sentimental. Eso no le importaría. No, él oculta algo y creo que tiene que ver con tu pasado, ─ dijo, mientras se acercaba a Alec.
¿De que hablaba? Alec frunció el ceño. Pero no lo pensó mucho, ya que Víctor le rodeaba como un depredador.
─ Eres asombrosamente hermoso, ─ dijo, acariciando su barba. ─ Incluso para un omega. Me hace pensar que eres el producto de ingeniería genética muy avanzada y costosa de los miembros de familias reales, ─ dijo Víctor.
¿Qué? Alec se rio.
─ ¿No te parece curioso que haya un niño de la realeza de tu edad que desapareció cuando Bane te trajo a Edom? ─
Alec le miró sin comprender. ─ ¿Mi Maestro me trajo a la Orden?
─ ¿No lo sabías? ─ Víctor se rio. ─ Pobre niño. ─
─ No soy un niño, ─ Alec le fulminó con la mirada. ─ Y si mi Maestro no me lo contó, tendrá sus razones. No tengo porque interrogarlo, ─ claro que iba a interrogarlo, pero ese no era asunto de este imbécil.
─ Tu lealtad es admirable, ─ dijo Víctor, tomando la mandíbula de Alec de forma dolorosa. ─ Y estúpida. Me dirás lo que está planeando. ─
─ No entiendo, ─ dijo Alec.
─ No te hagas el idiota, ─ Víctor lo fulminó con la mirada. ─ Bane ni siquiera luchó por ser el Gran Maestro, ¿Por qué? ─
─ Es solo un título, ─ dijo Alec. ─ ¿Para que necesita el título si ya todos lo tratan como el Gran Maestro? ─
El puñetazo en su estómago no fue inesperado, pero si doloroso. ─ Eres un mocoso impertinente, tal vez debería darte una lección. ─
Antes de que Alec pudiera preguntarse a que se refería, Víctor golpeó su boca contra la de Alec, empujando su lengua dentro de ella. Con náusea, Alec mordió la lengua, haciendo que Víctor gritara y se alejara.
─ Tu, pequeño pedazo de mierda, ─ siseó Víctor, agarrándole del cuello y comenzando a morderlo, haciendo que Alec gritara de dolor. Víctor se echó a reír y lo empujó contra la pared. ─ Llora. Me gusta cuando los niños pequeños lloran, ─ restregó su erección contra el estómago de Alec. ─ No puedo esperar a meterme en ti.
─ ¡MAESTRO! ─ Alec gritó a través del vínculo. ─ ¡MAESTRO! ─
─ Él no vendrá. ─ Víctor se echó a reír. ─ No te escuchará. Cuando termine contigo estarás tan lleno de mi que él solo te arrojará. ─
El pánico, la ira y el asco llenaron su cuerpo, la visión se puso roja, y antes de que Alec supiera que estaba haciendo, Víctor estaba haciendo ruidos estrangulados, mientras se agarraba la garganta, luchando por aire.
Cuando todo volvió a sus sentidos, no sabía si habían pasado segundos o minutos, pero Víctor era un peso muerto en el piso. Alec miró el cuerpo inmóvil. ¿Estaba…?
¿Acababa de estrangular al Gran Maestro de Edom hasta matarlo?
¿Estaba muerto? No quería ni podía tocarlo para comprobar su pulso, ni tampoco podía sentir la marca telepática de Víctor. ¿Eso significaba que estaba muerto?
El sonido de la puerta abriéndose le hizo congelarse.
─ ¿Alexander? ─ dijo la voz de Magnus
Alec exhaló, sintiendo que el alivio le bañaba. Estaría todo bien. Magnus estaba aquí. Su Maestro se encargaría de todo.
Sus piernas ya no le sostenían, Alec se dejó caer al suelo, temblando. Quizá estaba en estado de shock. Cerrando los ojos, se abrazó a sus rodillas, y se balanceó de un lado a otro. No quería pensar. No quería mirar… el cuerpo ¿muerto? Quizá solo estaba inconsciente.
Lo peor era no saber que opción prefería. Había deseado matar a Víctor. Por ese breve momento lo había odiado lo suficiente. Pero ¿ser amenazado con una violación justificaba quitar una vida?
Se le revolvió el estómago. Se sentía sucio. Escuchó pasos y luego Magnus se agachó frente a él.
─ Levántate, ─ dijo, poniendo sus manos sobre los hombros de Alec. ─ Necesitas irte. Ahora. ─
Alec se mordió el labio, sabiendo lo que significaba. Víctor estaba muerto. Había matado a una persona.
─ Alexander, muévete. ─
─ Fue en defensa propia, ─ susurró sin moverse, cerrando los ojos. ─ Fue en defensa propia. ─
─ Lo sé, ─ escuchó a Magnus suspirar. ─ Mírame. ─
Alec abrió los ojos, encontrando la mirada de Magnus en su cuello. Cierto, los moretones.
─ A la Asamblea no le importara si fue en defensa propia, ─ dijo Magnus, finalmente quitando la vista de los chupetones. ─ Aun mataste al Gran Maestro. Tienes que irte. ─
─ Pero ¿qué hay de… ¿qué pasa con los guardias? Saben que estuve aquí, y las cámaras de seguridad…─
─ Yo me encargare de todo, ─ dijo Magnus, poniéndolo de pie. ─ Vete a casa. Toma una ducha, usa el regenerador dérmico en el cuello. Y duerme un poco. ─
Alec asintió mecánicamente, una parte de él agradecido por tener instrucciones tan simples que podía seguir. Podía hacerlo. Todo iba a estar bien.
─ Alexander, ─ dijo Magnus, su voz más dura. ─ Espabila. ─
Alec solo miró a su Maestro sintiéndose perdido. Una emoción cruzó el rostro de Magnus antes de suspirar y abrazar a Alec contra su pecho.
Alec se congeló por un momento antes de meter el rostro en el cuello de Magnus y fundirse en él. Cerró los ojos y respiró profundamente, permitiendo que el aroma familiar de su Maestro le llenara los sentidos, haciéndole sentir seguro. No quería dejar sus brazos.
Pero demasiado pronto, Magnus le separó.
─ Vete a casa, ─ dijo, volviéndose hacía el cuerpo. ─ Ahora, Alexander. ─
Y Alec obedeció.
Chapter 11: Lugar Seguro
Summary:
Cortito pero bonito (:
Chapter Text
Alec despertó con un jadeo, su corazón aun latía con fuerza, pánico, ira y asco. Respiró dentro y fuera. Estaba bien. Nada malo había pasado.
Excepto que había matado a una persona. Una persona mala y pervertida, se recordó Alec. Aunque no ayudó mucho. Quitó una vida. Era un asesino.
Alexander corrió al baño y vomitó tan pronto como llegó. Luego se enjuagó y miró su reflejo. Sus grandes ojos azules eran el único color en su pálido rostro. Incluso las feas marcas en su cuello ya no estaban, como si nada hubiera pasado.
─ Era un violador, ─ se dijo. ─ Y un pedófilo. Mierda, se lo merecía. ─
Se sintió un poco mejor después de decirlo, pero aun sentía el malestar en su estómago. Quería que le dijeran que no había hecho nada malo y que todo estaría bien.
Quería a su Maestro.
Suspirando, Alec se centró en el vínculo. Magnus ya estaba en casa, su mente se sentía distante, como solía ser cuando estaba dormido. A juzgar por el color del cielo era un poco más de la madrugada. Magnus debía estar cansado después de limpiar el desastre de Alec.
Pero Alec aun lo necesitaba. Odiándose por ser tan bebé, Alec siguió el vínculo hasta la habitación de su Maestro. Esta se abrió sin hacer ruido.
Magnus dormía boca arriba. Su rostro un poco más suave, pero no por mucho, ya que aun tenía un pequeño ceño fruncido. Llevaba puesta ropa oscura de dormir, pero la camisa no estaba abrochada, mostrando su amplio y musculoso pecho.
Alec se humedeció los labios secos, su infantil necesidad se transformó en algo diferente.
“Me subí desnudo a la cama de mi Maestro y puse su polla en mi boca mientras dormía”, las palabras de Wylan volvieron a sonar terriblemente tentadoras.
No, era una locura. Magnus seguramente enloquecería. Pero solo de pensarlo… de lamer la polla de su Maestro… chuparla hasta que Magnus se pusiera duro. Solo de pensarlo le dolía la parte inferior de su cuerpo.
En su imaginación, después de poner duro a Magnus, se sentaría a horcadas y se hundiría en él, devorando al hombre. Se sentiría tan bien finalmente tenerle dentro, apagar ese anhelo. Claro que Magnus despertaría eventualmente, pero sería demasiado tarde para detenerse. El miraría a Alec, diría algo mordaz, pero no lo detendría. Lo rodaría y se estrellaría contra él, una y otra vez, follándolo hasta que Alec gritara por más. Su maestro quizá le llamaría una puta, pero también le diría que lo amaba…
Alec fue sacado de su fantasía, tragando una risa amarga. Su Maestro llamándole puta era bastante probable, que le dijera que le amaba no era nada realista. Diablos, era demasiado patético. Sabía que Magnus jamás le podría dar eso. Se lo había dicho, que no era capaz de emociones profundas. ¿Entonces para que estaba ahí?
─ ¿Alexander? ─
─ Lo siento Maestro, ─ Alec bajó la mirada sonrojado, bajándose la camisa para esconder su bulto y reforzó sus escudos mentales. ─ No quería perturbarte. Me iré. ─
─ Ven aquí. ─ Sin alzar la mirada, Alec obedeció. ─ ¿Porqué no estás dormido? ─
Me sentía mal te quería, sonaba demasiado patético, así que mejor dijo. ─ Me preguntaba si todo estaba bien, ¿la gente ya se enteró de…? ─ Ni siquiera podía decirlo.
─ ¿La muerte de Víctor? ─ Magnus completó. ─ Si, hubo una reunión de emergencia. ─
Alec finalmente le miró. Magnus estaba sentado en la cama mirándole, y Alec solo quería enterrar su rostro en el pecho desnudo de Magnus y poder respirar
─ ¿Sospechan de mi? ─
─ No hay nada que sospechar, ─ dijo Magnus. ─ Les dije que Víctor murió de un ataque al corazón. ─
─ Pero… ─ Alec le miró confundido. ─ Pero ¿no van a realizar una autopsia? ─
─ Solo el Gran Maestro puede ordenarlo, y no tengo intención de hacerlo. ─
─ ¿Qué? ¿Quieres decir…? ─
─ Me presenté como candidato para el puesto y fui elegido por la mayoría de votos. ─
─ Pero, aun no querías ser el Gran Maestro, ─ Alec se mordió el labio confundido. ¿lo había hecho solo para… protegerlo?
─ No era el curso de acción que hubiera elegido, pero mi mano fue forzada. Después de encubrir la muerte de Víctor, soy un cómplice. No tuve elección, ─ el rostro de Magnus era ilegible.
─ Claro, ─ dijo Alec, abrazándose a si mismo. ─ Supongo que, ¿felicitaciones? Su Gracia, yo… siento perturbar tu sueño. ─
─ Tranquilízate Alexander, ─ dijo su Maestro, con irritación. ─ Tu culpa es ilógica. Víctor se lo merecía. Te habría violado cuerpo y mente. Hiciste lo que tenías que hacer. ─
La tensión dentro de su cuerpo disminuyó por primera vez en horas. Magnus no había dicho nada que ya supiera, pero necesitaba oírlo.
─ Lo sé, ─ dijo Alec, suavemente. ─ Buenas noches, ─ rio mirando el cielo, ─ O más bien, buenos días, ─ se giró para irse.
─ Puedes dormir aquí, ─ Magnus le detuvo. Alec le miró con los ojos muy abiertos. ─ Solo por esta vez. Métete a la cama y duerme, Alexander. Será un día largo. ─
Sonriendo un poco, Alec se metió a la cama de su Maestro. Aunque fuera muy grande, no iba a dejar pasar la oportunidad de algunos abrazos.
─ Gracias, Maestro, ─ dijo, rozando su boca contra la mejilla de Magnus. Eres mi lugar seguro.
Magnus se puso rígido. ─ Duerme, ─ dijo secamente, sin abrir los ojos.
Alec se acurrucó al lado de Magnus, metiendo la cabeza debajo de su brazo y respirando su aroma familiar.
Después de un momento, la presencia telepática de Magnus lo envolvió, tranquila y relajante, ahuyentando cualquier sentimiento de error y sanando suavemente las grietas en la mente de Alec. Alec sonrió adormilado, sintiendo los efectos de la curación mental avanzada. Cerró los ojos, confiando en su Maestro para cuidarlo.
Estaba a salvo. Estaba en casa. Estaba con Magnus. Todo estaría bien.
Chapter 12: El Gran Maestro
Summary:
Perdon por desaparecer, pero la vida ha estado bastante ocupada
Mañana subo otro (:
Chapter Text
Era extraño lo diferente que ahora lo miraban siendo el aprendiz del Gran Maestro.
Se sintió aliviado cuando finalmente abandonó el ala pública del Castillo de Edom y entró a la parte privada. Parte de él esperaba ser asaltado por los recuerdos de la noche anterior, pero no había nada. Estaba tranquilo. Era bueno saber que la curación avanzada de su Maestro había funcionado.
No tocó cuando llegó a la gran oficina. Magnus estaba de pie junto a la ventana, mirando sin realmente ver las montañas. Llevaba la gran túnica blanca del Gran Maestro.
─ El blanco no es tu color, Maestro, ─ dijo Alec.
Magnus se giró hacía él. Bueno quizá había mentido. Magnus se veía realmente bien. Aunque siempre se veía bien. Su piel morena y sus ojos dorados resaltaban con el color.
─ ¿Cómo te sientes? ─ le dijo Magnus, estudiándolo.
─ Estoy bien, ─ dijo Alec con sinceridad, encogiéndose de hombros. ─ ¿Por qué me llamaste? Pensé que hoy estarías muy ocupado. ─
─ Estoy ocupado. De hecho, voy al monasterio. El servicio se llevará ahí. ─
El funeral del Gran Maestro, claro. Los miembros del Consejo de Idris estarían ahí.
─ ¿Quieres que vaya contigo? ─ Alec dijo con un nudo, esperando que no fuera el caso. Asistir al funeral del hombre que había matado, no era su definición de diversión.
─ No hay necesidad. ─
Alec suspiró, intentando no parecer aliviado. Por la larga mirada de Magnus, estaba claro que no había engañado a nadie. Afortunadamente en ese momento sonó el comunicador de Magnus.
─ Llegaré pronto, Dorothea, ─ contestó, pero sin dejar de mirar a Alec. ─ Hubo algunas circunstancias imprevistas con las que tuve que lidiar. ─
─ ¿Quién es Dorothea? ─ preguntó Alec.
─ Una sirvienta, ─ dijo Magnus, apagando el auricular. ─ Mi secretaria, para ser precisos. Una de las desventajas de ser el Gran Maestro es que tendré bastantes reuniones con los miembros del Consejo. Y necesito una secretaria para llevar el calendario de ellas, recibir las llamadas y dar explicaciones si no puedo acudir. ─
─ Mmm, ─ Alec contestó, caminando a la ventana, mirando el hermoso paisaje. ─ Si no era para acompañarte, ¿para que me llamaste? ─
─ No tuvimos tiempo de hablar ayer, ─ Alec sentía la mirada de Magnus fija en su rostro. ─ ¿Qué quería Víctor contigo? ─
─ ¿No es obvio? ─ Alec rio amargamente.
─ Víctor no se habría atrevido a tocar a mi aprendiz por algo tan sin sentido como la lujuria, ─ dijo Magnus, acercándose y levantándole la barbilla para que le mirara a los ojos. ─ ¿Te dijo que quería? ─
Alec ladeó la cabeza, confundido. Magnus podría saberlo fácilmente a través del vínculo, leer la mente de tu aprendiz no era una violación a las reglas. Pero Magnus había evitado profundizar en su mente desde su última no fusión.
─ Me preguntó que estabas planeando, por que no habías solicitado el puesto de Gran Maestro, ─ Alec dijo. ─ No me dijo mucho. Estaba demasiado ocupado babeando por todo mi cuello. ─
Las fosas nasales de Magnus se dilataron, al ver el cuello de Alec. Ya no había nada ahí, Alec había usado el regenerador dérmico tres veces para asegurarse que los chupetones desaparecieran.
─ Si te quedaras en casa en lugar de deambular por la noche tratando de probar un punto, nada de esto habría sucedido. ─
Alec frunció los labios, recordando la fea pelea con Magnus la noche anterior. A juzgar por la expresión dura de Magnus, este no la había olvidado tampoco.
El silencio se alargó, hasta que finalmente Alec suspiró. ─ No quería pelear, ─ dijo en voz baja. Realmente ya no quería pelear.
─ Está bien, ─ dijo Magnus, para sorpresa de Alec, acariciándole el cuello, sorprendiéndolo aun más. ─ Todavía te ves cansado. Duerme hasta que regrese. Meditaremos juntos y trabajaremos para extinguir cualquier culpa restante por la muerte de Víctor. ─
─ Gracias, Maestro, ─ Alec sonrió débilmente, inclinándose y presionando sus labios contra la mejilla de Magnus, inhalando su aroma reconfortante.
Finalmente sentía que todo estaría bien.
*
Algo cambio en su relación después de la muerte de Víctor. Alec notó que Magnus era un poco más… amable. Más tolerante a Alec invadiendo su espacio personal.
Sabía que ya no era por el trauma. Gracias a las curaciones mentales con su Maestro, el asalto y la muerte de Víctor se sentían como algo que había pasado hace muchos años.
Y tampoco era algo de lo que se iba a quejar. Alec era demasiado codicioso con la atención y el afecto de Magnus, que no pensaba arruinarlo. De acuerdo, probablemente, según los estándares de la gente, Magnus aun era frio y distante. Pero para Alec, que lo conocía, notaba la mano de Magnus en su hombro, o en su espalda, la forma en que su marca telepática le seguía aun cuando estaban separados. La forma en que casi siempre estaban juntos, incluso en sus reuniones. Si Alec no lo conociera mejor, diría que Magnus se comportaba un poco… posesivo.
No hablaron de eso, al igual que no hablaron de la discusión antes de la muerte de Víctor. Y Alec se dijo a si mismo que no importaba, que no iba a suceder. Magnus tenía sus razones para no tener sexo con él y Alec no quería humillarse nuevamente.
Pero a pesar de todo, Alec podía sentir la tensión no resuelta entre ambos. Estaba seguro que era algo bilateral. A veces atrapaba a su Maestro mirándolo de forma hambrienta.
Justo como en ese momento.
─ Veo que te gusta tu habitación, ─ dijo Magnus, mirando a Alec que estaba tumbado en su cama de su nueva habitación.
Alec le sonrió, disfrutando la forma en que los ojos de Magnus se movieron hacía su boca.
─ Así es. Esta es la cama más suave que he tenido. Aunque voy a extrañar la mansión. ─
─ La mansión sigue siendo de mi propiedad, ─ Magnus se encogió de hombros, sus ojos azules recorriendo el cuerpo de Alec. ─ Pero como Gran Maestro ahora debo vivir en el castillo. Lo retrasé lo más que pude, pero ya era hora. ─
Alec asintió, sintiendo que su respiración se aceleraba. Estaban en su habitación. Estaba en su cama, y Magnus le miraba como si quisiera comérselo.
Finalmente, Magnus se aclaró la garganta y miró su reloj. ─ Necesito irme. Tengo una cita, ─ y salió de la habitación rápidamente, cerrando la puerta.
Alec miró al techo, antes de bajar sus pantalones y sacar su duro miembro. Ni siquiera le importaba sí su Maestro podía escucharlo. Que escuche, pensó. Eso incluso lo excitó más. Su agujero dolía por ser tocado, llenado. Ya estaba resbaladizo. Lo había estado desde que Magnus había entrado a la habitación. Acarició su polla, imaginando los ojos de Magnus mirándolo, duro por él. Se imaginó a su Maestro ordenándole que se hincara y le chupara la polla.
Alec gimió, metiendo sus dedos a su boca, imaginando que era la polla de su Maestro, imaginando como sería que se corriera en su boca. Lo tomaría todo, cualquier cosa que Magnus le diera.
Alec se corrió con un gemido ahogado. Ya ni siquiera se sentía culpable. Se sentía maravilloso.
Chapter 13: La Reina
Summary:
Alec descubre la verdad ):
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Al final de cuentas todo lo bueno llegaba a su fin, y esta vez llegó de una manera que Alec nunca había esperado.
Esa mañana, Magnus le dijo que debía acompañarlo a una cita. Nada fuera de lo común. Alec aprendería curación mental, al observar el trabajo de su Maestro. Pero cuando le preguntó a donde iba, la respuesta le sorprendió.
─ Tengo una cita con el Príncipe Jem, ─ dijo Magnus. ─ Soy el que trata su vínculo matrimonial roto. ─
Alec hizo una mueca. Magnus le había enseñado como establecer y romper los lazos matrimoniales que unían a todos en Idris, y sabía que un vínculo roto era doloroso. Esos vínculos eran distintos al que compartía con su Maestro. Y esos solo se rompían de forma natural cuando un compañero de vínculo moría. Por supuesto, la Princesa Tesa no estaba realmente muerta, pero aun así había dolor, por lo que el Príncipe necesitaba tratamiento profesional.
─ Nunca has visto un vínculo matrimonial roto. Las simulaciones no son lo mismo, ─ dijo, mientras lo conducía a la cámara de transporte, con su mano en la espalda de Alec. ─ Por supuesto, no se te permitirá entrar a la habitación mientras examino al Príncipe, pero te permitiré ver lo que veo en su mente. ─
El transporte comenzó a moverse hacía el Palacio Real del Tercer Clan. Antes de que Alec pudiera pedir más detalles, llegaron al lugar. Alec le siguió a través de los vastos y lujosos castillos del palacio, mirando alrededor con curiosidad. Aunque Alec estaba acostumbrado a cosas lujosas, el Castillo de Edom era igual de lujoso, este se sentía diferente. Este palacio se sentía viejo, con tantas marcas telepáticas de cientos de generaciones de la familia real.
─ Es por la sangre, ─ explicó su Maestro, probablemente sintiendo la confusión. ─ Los telépatas estrechamente relacionados tienen marcas telepáticas similares. Ese es el origen de los lazos familiares: los hermanos y padres los comparten porque son lo suficiente similares para crear una conexión. Y las marcas telepáticas similares dejan impresiones más fuertes a medida que pasa el tiempo. ─
─ Su Alteza real se unirá enseguida, su Gracia, ─ interrumpió la IA del palacio. ─ Por favor, espérelo en su oficina. ─
Los labios de Magnus se fruncieron y Alec hizo una mueca, sin envidiar al Príncipe Jem en lo más mínimo. Su Maestro odiaba la tardanza.
─ Espérame ahí, ─ le dijo Magnus, señalando la terraza, antes de desaparecer en la oficina del Príncipe.
Suspirando, Alec hizo lo que se le dijo. No supo cuanto pasó hasta que finalmente Magnus abrió el vínculo entre ellos.
─ Observa, ─ le dijo Magnus, cuando Alec pudo ver lo que Magnus veía en la mente del Príncipe.
Era bastante extraño y desorientador, por lo que Alec cerró los ojos. Esta técnica era algo bastante rara: ya que solo era posible en mentes altamente compatibles.
Su Maestro observaba los restos marchitos del vínculo matrimonial. Podía sentir una chispa de interés en su Maestro, como si hubiera encontrado algo inesperado. Alec también pudo sentir la inquietud del Príncipe, como si no quisiera que Magnus viera algo en su mente. Alec sintió una punzada de simpatía por el Príncipe. El hombre había perdido recientemente a su esposo, su mente estaba en mal estado, ¿seguramente merecía algo de privacidad?
Frunciendo el ceño, Alec salió de la conexión y suspiró. Su Maestro iba a estar enojado con él por ser demasiado “blando”, pero eso no sería nada nuevo. Así que salió de la terraza, abrió la puerta de la oficina y asomó su cabeza.
─ ¿Maestro? ¿ha terminado? ¿Podemos irnos? ─
La mirada llena de irritación de Magnus se fijó en Alec.
─ Te dije que esperaras afuera, Alexander. ─Alec hizo un puchero exagerado, haciendo que la irritación de Magnus creciera. ─ Mis disculpas por mi aprendiz, su Alteza, ¿Dónde están tus modales, Alexander? ─
─ ¡Oh! ─ Alec le sonrió al Príncipe de forma tímida, y sonrojada, haciendo una reverencia. ─ Salud y prosperidad, Alteza. ─
─ ¿Eres el aprendiz del Maestro Bane? ─ El Príncipe Jamil dijo, mirándole sorprendido.
─ Lo soy, ─ Alec sonrió inocentemente, ─ Y también soy la ruina de su existencia. Es usted aun más impresionante en persona, su Alteza. ─
─ Alexander, ─ espetó Magnus. ─ Espérame afuera. ─
─ Si, Maestro, ─ dijo Alec, poniendo los ojos en blanco. ─ Pero date prisa, ¿quieres? Estoy aburrido. Sabes que el aburrimiento y yo nunca somos una buena combinación. ─
Cerró la puerta y sonrió para si mismo. Misión cumplida, aunque ahora le esperaban un mundo de problemas por eso.
Tratando de retrasar lo inevitable, Alec se alejó, caminando por el lugar con curiosidad. Hasta que una voz femenina le detuvo.
─ ¿Estás perdido, querido? ─
Alec se dio la vuelta y se inclinó rápidamente.
─ Su Majestad, ─ había visto a la reina Jane solo en las noticias, pero era imposible no reconocerla. Era bastante hermosa a pesar de los hijos y los años.
Al levantar el rostro, y para su sorpresa, se encontró a la Reina frunciendo el ceño, con el rostro pálido.
─ ¿Su Majestad? ─ Alec preguntó, confundido. ─ ¿Hay algo mal? ─
─ No, no─ La Reina Jane sacudió la cabeza, aun frunciendo el ceño. ─ Por un momento pensé que estaba viendo a una querida amiga mía que murió hace mucho tiempo. ─ ella sonrió con tristeza. ─ El parecido es extraordinario. ¿Cómo te llamas niño? ¿Eres un Adepto de Mente? ─ dijo ella, mirando su uniforme.
Antes de que Alec pudiera decir algo, Magnus le alcanzó. ─ Su Majestad, ─ dijo, con una pequeña reverencia.
─ Su Gracia, ─ la Reina devolvió la reverencia. ─ Salud y tranquilidad. ¿Tuvo una cita con mi hijo? ─
Magnus asintió, con la mano en el hombro de Alec. Había una extraña cautela sobre él.
─ ¿Cómo está? ─ dijo la Reina. ─ ¿Mejor? ─
─ Su vínculo a penas duele ya, ─ dijo Magnus. ─ Pero entienda que no puedo decir más, su Majestad. Confidencialidad entre sanador, paciente. ─
─ Por supuesto, ─ ella asintió, y su mirada curiosa volvió a Alec. ─ ¿Es tu joven aprendiz? ─
Magnus asintió bruscamente, su mano sobre el hombro de Alec se apretó.
─ Si nos disculpa, tenemos que irnos, su Majestad, ─ se inclinó y se llevó a Alec.
─ ¿Qué fue eso? ─ siseó Alec. ─ ¡Fuiste tan grosero! ─
Magnus no respondió, su rostro como piedra. Solo pareció relajarse hasta que llegaron a Edom.
─ Ve al Castillo, ─ le dijo, sin mirar a Alec. ─ Todavía tengo trabajo que hacer. ─
Alec asintió, mirando a su Maestro más que desconcertado. Magnus ni siquiera le había regañado por interrumpirlo a él y al Príncipe Jem.
¿Simplemente lo olvidó?
*
Alec ingresó al castillo todavía confundido y algo molestándole en el fondo de su mente. Caminó a su habitación y se sentó en su esfera de meditación, cerrando los ojos.
Le tomó un tiempo, pero finalmente lo logró, hundirse en su mente, buscando la fuente de ese sentimiento molesto.
Me parece curioso que haya un niño de la realeza de tu edad que desapareció cuando Bane te trajo a Edom.
Pensé que estaba viendo a una querida amiga mía que murió hace mucho tiempo. El parecido es extraordinario.
Alec se quedó quieto. Antes, las palabras de Víctor habían sonado ridículas, pero ahora… junto con la cautela y tensión de Magnus…
Respirando profundamente, Alec se dijo a si mismo que eso no probaba nada. Necesitaba pruebas reales. Así que cerró los ojos y volvió a meditar, llegando hasta los recuerdos esquivos y medio olvidados de su infancia.
Un chico larguirucho con ojos claros, llenos de lágrimas.
─ Están muertos, Alec. No volverán. ─
Un Magnus mucho más joven, mirándolo atentamente.
─ ¿Cómo te llamas, niño? ─
Los ojos de Alec se abrieron de golpe, su corazón latiendo con fuerza. Magnus realmente lo había traído a Edom. Víctor no había mentido en eso, ¿en que más pudo haber sido honesto?
Intentó recordar más, pero fue difícil. No era sorpresa. Cuando te volvían parte de Edom, los lazos familiares y de compromiso se rompían, para ayudar al niño al soltar su apego anterior y adaptarse a su nueva vida. Eso volvía borrosos los recuerdos.
Mordiéndose el labio, Alec tomó su tableta. Podía buscar si había algún niño de la realeza de tres años de edad que desapareció cuando fue llevado a la Orden.
Una hora después dejó la tableta en el suelo, sin comprender. La foto un niño: el Príncipe heredero Jace Lighwood del Quinto Gran Clan desapareció hace dieciséis años, al igual que su hermano de tres años, el Príncipe Alessandro.
No hubo fotos posteriores del niño, ya que estaba prohibido fotografiar a niños pequeños de figuras de alto perfil a menos que fuera algún propósito oficial. La única foto era la de un bebé cuando la pareja real había anunciado el nacimiento del niño.
Alec miró a la Reina Maryse. Su cabello negro y ojos azules como los suyos…
Pensé que estaba viendo a una querida amiga mía que murió hace mucho tiempo. El parecido es bastante extraordinario.
Luego miró al Príncipe Jace de diez años. Al mirar su foto, algo se apretó dentro de su pecho. Estaba seguro de que lo recordaba. ¿Podrían ser su familia?
Aunque si lo fueran, todos estaban muertos de todos modos. El Rey y la Reina habían muerto poco antes de la desaparición de sus hijos. El Príncipe Jace se presumía muerto, supuestamente a manos de los rebeldes.
Pero Alec detuvo sus pensamientos. Alec sabía que los rebeldes eran realmente inofensivos. Pero de haber estado vivo, el Príncipe ya habría aparecido.
Su hermano estaba muerto, al igual que sus padres. Y Alec no pudo llorar como un estúpido, por extraños de sangre que no recordaba. No era el Príncipe Alessandro. Era solo Alexander, un aprendiz de Edom.
El aprendiz de Magnus.
Alec frunció el ceño. Su Maestro le estaba mintiendo. O omitiendo la verdad. Porque nunca le había dicho que él lo había traído a Edom, donde lo había encontrado… los informes decían que los Príncipes habían sido atacados por los rebeldes en el bosque cerca de las Grandes Montañas, lo cual no estaba lejos de la entrada de Edom. Era posible que Magnus hubiera estado viajando hacía el Monasterio cuando… ¿encontró un niño perdido y decidió robarlo?
Eso no tenía sentido. Sabía que Magnus no soportaba a los niños y no se imaginaba ayudando a uno perdido, al menos que…. Magnus supiera quien era.
La mente de Alec se aceleró. Sabía que Magnus nunca hacía nada por capricho, cada uno de sus movimientos siempre estaban cuidadosamente planeados. Siempre había tenido un reclamo temprano, pero sin mostrar real interés en él… ahora todo comenzaba a tener más sentido.
Alec sintió un horrible nudo en su garganta.
─ No seas demasiado apresurado, ─ se susurró a si mismo. ─ Puede haber otras razones. ─
Pero en el fondo sabía la vedad. Magnus siempre había sabido que un día iba a usar a Alec como una pieza más en su juego, así que no había punto en apegarse.
Alec lloró, enojado consigo mismo por lo mucho que le dolía. Que estúpido era. Siempre había sabido la clase de hombre que era su Maestro, fue Alec quien siempre deseo más.
Y comprendía el plan de Magnus. Con su familia muerta, Alec era el verdadero Rey del Quinto Gran Clan cuando cumpliera los veintitrés años. Tener a su propio ex aprendiz como Rey de uno de los Grandes Clanes de Idris sería una gran bendición. El plan era bueno, cínico y despiadado, pero bueno.
Y dolía. Dolía saber que su Maestro nunca lo estuvo protegiendo de otros Maestros, solamente no quería que descubrieran quien era Alec. Incluso el rechazo de Magnus comenzaba a tener más sentido. Necesitaba un aprendiz leal, que fuera capaz de usarlo como un rey títere, y no lo iba a arruinar con una relación física innecesaria.
Alec lloró al recordare diciéndole a Imasu que conocía su lugar. Pero no había sabido nada. Solo era un peón más en el juego de Magnus.
Posiblemente no podía esperar para finalmente deshacerse de él y conseguir un aprendiz al que realmente quisiera enseñar.
Idiota. Había sido un idiota por desear el amor de un hombre incapaz de amar.
La pregunta era, ¿Qué iba a hacer ahora?
Chapter 14: Confrontación
Summary:
Cortito ):
Chapter Text
Alec aparentaba más o menos tranquilo cuando Magnus llegó a casa. Su mundo había quedado al revés, y nunca se había sentido tan impotente en su vida.
Edom era todo lo que había conocido en su vida, la idea de convertirse en un miembro de la realeza era, francamente, más que aterrador. Descubrir que su Maestro lo había elegido solo para usarlo como una pieza en un juego político hacía que ardiera de dolor y rabia.
Pero pretendía estar tranquilo. No lograría nada gritando furioso. Magnus levantó la vista de su comida cuando Alec entró al comedor.
─ ¿Ya comiste? ─ le dijo, mirando al robot que servía.
─ No tengo hambre, Maestro, ─ dijo, lo cual era verdad. Probablemente vomitaría si comía algo.
─ ¿Por qué te estás protegiendo? ─ las cejas de Magnus se fruncieron.
─ ¿No me dices siempre que mis emociones ruidosas y desagradables te distraen? ─ Alec sonrió torcidamente.
Magnus le miró por un largo momento antes de decir. ─ ¿Qué pasa, Alexander? ─
La garganta de Alec se cerró. Una parte de él quería golpear a su Maestro y luego correr. Otra parte de él quería abrazarse a Magnus y que le dijera que no había nada mal.
─ Lo sé todo, Maestro, ─ dijo en voz baja.
─ ¿Perdón? ─ Magnus se quedó muy quieto y cauteloso.
─ Se quien soy, ─ dijo Alec en voz ronca. ─ Sé porqué me elegiste como tu aprendiz. ─
Había pensado que Magnus al menos tendría la decencia de lucir culpable, pero no, solo esa misma extraña tensión que sintió en el palacio. Magnus le miró con calma.
─ Siéntate. ─
─ No quiero, ─ dijo Alec, cruzándose de brazos.
─ Supongo que estás enojado, ─ Magnus dijo, mirando su ensalada.
─ Podrías decirlo. ─ Alec rio sin gracia. ─ Me siento como un idiota. Supongo que es mi culpa por pensar que puedo confiar en ti, y que yo te importaba. ─
─ Nunca te he mentido, Alexander, ─ Magnus hizo una mueca, aun mirando su comida. ─ No es mi culpa que me hayas atribuido cualidades que no tengo. ─
─ Tienes razón, ─ Alec sonrió con dolor. ─ Estoy enojado, pero principalmente conmigo mismo. No te preocupes. No te molestaré más con mis emociones repugnantes e ilógicas. ─
Los hombros de Magnus se tensaron, finalmente levantando la vista para verle. ─ ¿Qué quieres decir? ¿Te vas? ─
─ ¿A dónde iría? ─ Alec resopló con amargura. ─ ¿Con mi familia muerta? ─
Algo parpadeó en los ojos de Magnus. Pero no dijo nada.
─ Quizá al Quinto Palacio real, a intentar reclamar mi herencia. Pero aun no tengo la edad necesaria y a puesto a que solo quedaría a merced mi tío, que probablemente tuvo algo que ver con la muerte de mis padres y mi hermano, ─ Alec hizo una pausa, para poder respirar. ─ Me quedaré aquí hasta que sea mayor de edad, y luego me iré. Tal como lo planeaste todo el tiempo. ─
La cara de Magnus era ilegible, pero su presencia telepática era tensa y agitada.
─ Podría borrar tus recuerdos de esto, ─ finalmente dijo.
─ Podrías, ─ dijo Alexander, odiándose a si mismo por aun confiar en que ese hombre no le lastimaría. ─ Pero ¿para qué? Seguiré tu plan al pie de la letra, después de todo. No has perdido nada, Maestro. Nada más que mis estúpidos afectos. ─
La mandíbula de Magnus se apretó. ─ Alexander…─
─ No te preocupes, Maestro, ─ dijo. ─ No te faltaré al respeto en público. De ahora en adelante prometo respetar tus límites y tratar de imitar el comportamiento de otros aprendices. Estaré tan callado que a penas me notarás, ─ sonrió ligeramente. ─ Finalmente obtendrás el aprendiz respetuoso y sin emociones que siempre quisiste. ─
Obtuvo un extraño y retorcido placer al ver el cambio en la expresión de Magnus. Bien.
Aunque sabía que lo más probable era que Magnus estuviera contento por ello, pero esto era lo único que le podía quitar. Tal vez no le importaba a él, pero si a Alec. Así sería menos duro cuando finalmente su Maestro lo tirara como algo usado.
Tal vez la distancia ayudaría a erradicar ese anhelo terrible e irracional dentro de su corazón.
Por favor, pensó, suplicando a cualquier deidad que pudiera escuchar. Por favor.
¨*
Dorothea POV
Dorothea se estaba desesperando. Su jefe estaba de muy mal humor.
Algunas personas podrían burlarse diciendo que Magnus Bane no tenía humor. Pero Dot ya sabía mejor. Durante los meses transcurridos desde que se convirtió en la secretaria del Gran Maestro, había visto a Magnus en diferentes estados de ánimo. Aproximadamente el setenta porciento estaba tranquilo e imperturbable. El veinticinco porciento estaba ligeramente irritado. Y el cinco por ciento de las veces, Dot tenía miedo de acercarse a su jefe por miedo a que le arrancara la cabeza.
El Maestro Bane rara vez mostraba la ira en su rostro, pero cuando estaba de mal humor, su presencia telepática se volvía tan oscura y opresiva que era difícil respirar en la misma habitación que él.
Dot había aprendido a evitarlo cuando estaba así. Desafortunadamente en los últimos meses, la proporción de días malos a días buenos se había vuelto decididamente anormal. Esta creciente agitación en su jefe solo iba creciendo y creciendo cada día y temía por el día en que tanta tensión finalmente encontrara una salida.
No entendía que nada. Al asumir su puesto, había sido un hombre notablemente calmado, tranquilo incluso para los estándares de Edom. Pero algo debía haber sucedido. A medida que pasaban los meses, ella notó pistas visibles: la creciente tensión en sus ojos, la forma en que seguía a su aprendiz con los ojos.
Y hablando del aprendiz. El niño también había cambiado drásticamente. Alexander solía venir al monasterio todo el tiempo a molestar a su Maestro mientras trabajaba, pero ahora, a penas si lo veía. Cuando lo hacía, siempre estaba callado y retraído. Las pocas veces que lograba que hablara, Alexander siempre le decía que todo estaba bien.
La parte más inquietante era cuando le veía interactuar con su Maestro, Alexander solo decía “Si, Maestro” o “No, Maestro”. Un cambio sorprendente con el niño que constantemente se la pasaba criticando y hablando sin parar de su Maestro al principio.
Y Dot podía sentir como ese comportamiento solo servía para irritar al Maestro Magnus.
De echo, estaba seguro que su mal humor, estaba completamente relacionado con su aprendiz.
Dot no sabía que pensar. Había bastantes rumores sobre ellos dos, algunos más inapropiados que otros. Pero ella nunca había pensado que el Maestro Magnus y su aprendiz tuvieran una relación inapropiada. No porque pensara que el Maestro Magnus no era capaz, ella sabía que hombres así tomaban lo que querían, sin importar la moral. Si no porque podía sentir la tensión no resuelta entre ellos, simplemente por estar en la misma habitación.
Los días se convirtieron en meses, hasta que pasó medio año. Podía sentir que las cosas estaban llegando a un punto crítico. No tenía idea de lo que sucedería, pero sabía que tanta tensión dentro de Magnus, finalmente haría que se rompiera, y no sería bonito.
Solo podía esperar no estar ahí cuando sucediera.
Desafortunadamente lo estuvo, y sucedió de una manera que no había esperado en absoluto. Alexander fue secuestrado directamente en los jardines del monasterio.
Eso en si no fue suficiente para hacer que el Maestro Magnus reaccionara.
Pero cuando las cámaras de seguridad capturaron la imagen del secuestrador, Dot hizo una mueca tratando de protegerse de la furia helada y penetrante que llenaba la habitación.
─ Bloqueen el área alrededor de las montañas, ─ ordenó Magnus a los guardias de seguridad, sus ojos fríos aun fijos en la imagen del hombre alto que se llevaba a su aprendiz inconsciente.
Chapter 15: Algo Perdido
Summary:
Alec conoce a su hermano
Chapter Text
Alec no recordaba haber sido noqueado. Recordaba haber estado caminando en los jardines cuando… nada.
Lo siguiente que supo fue que estaba despertando dentro de una pequeña habitación, atado a una silla y amordazado, con dos extraños, un hombre y una mujer, discutiendo sobre él.
─ ¿Es realmente necesario amordazarlo? ─ dijo el hombre bruscamente. ─ Estamos en medio de la nada. ─
El hombre era de cabello rubio, joven, de ojos azules. Parecía un poco mayor, como de veinte o treinta años. La mujer era pequeña, bastante hermosa y rubia, probablemente de la misma edad que el hombre.
─ Podría haberse despertado mientras lo transportábamos, ─ dijo ella, encogiéndose de hombros. ─ El niño no habría guardado silencio si lo hubiéramos pedido amablemente. ─
─ ¡Desátame! ─ Alec intentó gritar a través de la mordaza, pero solo salieron murmullos.
Sus secuestradores se giraron hacía él y le miraron con curiosidad. Alec les fulminó con la mirada. La mujer se acercó y le quitó la mordaza.
─ ¿Qué mierda creen que están haciendo? ─ Alec escupió.
─ Que mal lenguaje para un monje, ─ dijo la mujer, chasqueando la lengua.
Alec abrió la boca, pero luego la cerró la boca al darse cuenta qué, estas eran personas extrañas y no alguna estúpida broma de los aprendices. Estas personas pensaban que era un monje, y solo les llamaban así la gente fuera de Edom. Y su acento era diferente, también observó.
─ ¿Cuántos años tienes? ─ dijo el hombre, con ceño fruncido. ─ Pensamos que serías mayor. ─Su acento era menor que el de la mujer.
─ No es asunto tuyo, ─ dijo Alec. ─ Libérenme de inmediato. ─
La mujer rio entre dientes. ─ Adorable, ¿No es el más lindo, Jace? ─
Alec se estremeció por el nombre familiar. Era ridículo, el nombre no era tan raro. Posiblemente había miles de personas con el mismo nombre.
─ Cállate, Lydia, no es divertido, ─ El hombre apretó los labios. ─ ¿Qué se supone que debemos hacer con él? ─
─ No eres divertido, ─ ella suspiró exageradamente, mirando a Alec. ─ Supongo que no hay daño en decirle. Eres el aprendiz del Gran Adepto. Estás aquí porque queremos hablar con tu Maestro. ─
─ Entonces deberías haber hecho una cita, como todas las personas normales, ─ dijo Alec, con sarcasmo.
─ Vas a ser un dolor de cabeza, ¿verdad? ─ dijo Lydia. ─ Al menos esto promete ser entretenido. Me habría matado de aburrimiento si hubiera tenido que estar atrapada en esta pequeña casa con este aburrido gruñón, ─ ella señaló a Jace.
El “aburrido gruñón” la fulminó con la mirada. ─ ¿Qué vamos a hacer con él? Podríamos estar aquí atrapados por años. No podemos mantenerlo atado a la silla. ─
─ ¿Por qué no? No me digas que sientes lástima por él, ─ dijo ella.
─ Es solo un niño, ─ Jace frunció el ceño. ─ No puede ser mayor de dieciséis años. El informante debió mentir sobre su edad. ─
─ Un poco de incomodidad no lo matará, ─ Lydia se encogió de hombros. ─ Toma el primer turno. Me voy a dormir. Despiértame en seis horas. ─
Jace la fulminó con la mirada. Y Alec se tensó, ladeando la cabeza y extendiendo sus escudos. Ambos eran telépatas poderosos, el hombre más que la mujer. Estaban bien entrenados.
Sabía que eso no sucedía dentro del Idris, no se entrenaba a la gente fuera de Edom. Así que ellos debían de ser rebeldes.
─ ¿Qué quieren de mi Maestro? ─ Alec dijo, reprimiendo la inquietud.
─ Sabemos sobre lo que está haciendo Edom, ─ dijo Jace. ─ Queremos que dejen de manipular la opinión pública contra nosotros. ─
─ Nosotros, ¿eh? ─ dijo Lydia, luciendo encantada por alguna razón.
Jace le miró de forma asesina. ¿Eso significaba que Jace no era un rebelde? Alejó el pensamiento y continuó.
─ No tengo idea de lo que están hablando, ─ dijo Alec, dándoles su mejor mirada de desconcierto. ─ Esta es la cosa más ridícula que he escuchado. ─
─ Claro, ─ Lydia dijo sin creerlo. ─ Despiértame en seis horas, Jace. Y vigila la comunicación. William podría contactarnos. Si tenemos suerte, el bloqueo se levantará pronto y podremos irnos. ─
─ ¿El bloqueo? ─ Alec preguntó, cuando la puerta se cerró tras ella. Jace gruñó algo, sentándose junto a la ventana, mirando fuera con el ceño fruncido. ─ ¿Qué bloqueo? ─ dijo, adoptando su voz más inocente. El hombre parecía tener una aversión a lastimar niños, por lo que actuar como uno podría ayudar.
─ El bloqueo que tu preciosa Orden ha puesto alrededor de los puntos ciegos de la montaña, evitando que podamos tele rasportarnos─
¿Puntos ciegos?
Luego recordó que había escuchado antes que, por las grandes montañas, se formaban algunos puntos ciegos donde la gente podía teletransportarse sin ser detectados por las autoridades de Idris. Los rebeldes creían que eran los únicos que los conocían, pero Alec sabía que en Edom estaba al tanto de ellos.
Hace años le había preguntado a Magnus porque Edom no los bloqueaba simplemente. Todavía recordaba su respuesta: “La falsa sensación de seguridad lo hace a uno descuidado y vulnerable”.
En ese momento Alec se había reído de ello. Pero ahora entendía que quería decir. Les habían cortado su forma de transporte, dejándoles expuestos.
─ ¿Eres un rebelde? ─ Alec preguntó. Conocer a sus secuestradores no era mala idea. Jace no dijo nada, aunque Alec pudo sentir una fuerte emoción negativa saliendo de él. ─ No lo eres, ¿verdad? ─
─ Deja de hablar o voy a ponerte la mordaza de nuevo, ─
─ Por favor, ─ Alec resopló. ─ No puedes esperar que te crea si ni siquiera puedes mirarme sin sentirte culpable. ─
─ Te estoy mirando, ─ Jace giró la cabeza, y le fulminó con la mirada. ─ Y no me siento culpable. Eres un miembro de un malvado culto psicópata que lava el cerebro de millones de personas. ─
─ ¿Malvado culto psicópata? ─ Alec resopló. ─ No seas ridículo. ─
─ Pero no niegas la parte del lavado del cerebro. ─
─ Ni confirmo, ─ Alec le miró de forma inocente.
Jace hizo una mueca, y Alec se quedó callado un momento. Siempre había tenido… dudas sobre la fuente del poder de Edom y como funcionaban. Pero por otro lado… no eran malvados. No siempre. La Asamblea eran personas ambiciosas y hambrientas de poder, si. Pero ¿no eran así todos los políticos? Alec conocía a suficientes políticos de Idris para saber que no eran tan diferentes a los de Edom: codiciosos y ambiciosos con su agenda propia.
─ En primer lugar, incluso si tienes razón sobre Edom, y no digo que la tengas, ¿realmente crees que la Orden lava el cerebro de millones de personas? Es imposible, teniendo en cuenta la relación entre Adeptos Mentales y la población en general. ─ Alec se burló
─ Aun así obligan los vínculos a todos los de Idris, ─ Jace frunció el ceño.
─ Eso no es lavado de cerebro, ─ dijo Alec. ─ Sus mentes siguen siendo suyas. Uno podría argumentar que si hubiera muchos telépatas poderosos corriendo por ahí, habría mucho más lavado de cerebro. ─
─ Por supuesto que pensarías eso, ─ Jace sonrió burlón. ─ También te lavaron el cerebro. ─
─ Si, los Maestros de la Orden no tienen nada mejor que hacer que lavarles el cerebro a los niños. Vamos pueden ser unos imbéciles, pero eso es ridículo. ─
─ No hablas como un aprendiz del Gran Adepto, ─ Jace le miró curioso. A Alec le parecía curioso como llamaban a Magnus fuera de Edom.
─ ¿Y como sabes como son los aprendices? Apuesto a que soy el primero que conoces. No andamos por la vida planeando la dominación del mundo. Solo somos personas. Edom no es el epítome del mal. Claro, hay personas malvadas. Así como hay maldad en todas partes. Tu vecino amigable podría ser un asesino en masa, y tu pariente amoroso estar planeando tu muerte. ─
Jace miró a otro lado. ─ Eso no hace a tu preciosa Orden buena. Le quitan la elección a la gente de encontrar el amor, dándoles un compañero desde niños. ─
─ ¿Elección? ¿Te refieres a cuando elegían engañar o lastimar a sus parejas? Si, el vínculo matrimonial debilita la telepatía, pero también les da un sentido de pertenencia, no puedes dañar a tu compañero sin lastimarte a ti mismo. Eso no es tan malo, ─ miró hacía otro lado, odiando la melancólica que sonaba su voz. ─ Idris tiene la tasa más baja en homicidios que cualquier otro planeta por una razón. La mayoría de los asesinatos en otros planetas son por causas pasionales. Esto es un hecho. ─
Jace abrió y cerró la oca, luciendo molesto de no encontrar una respuesta a ello. Alec sonrió para si mismo.
─ ¿Cuál es tu nombre? ─ finalmente preguntó, rompiendo el silencio.
─ Alexander, ─ respondió, pensando que no haría daño a nadie.
Jace se giró a la ventana, con los hombros rígidos. Alec le miró curioso por su reacción. Nunca le había gustado entrar a mentes de otras personas, la única mente que realmente disfrutaba tocar era la mente ordenada de Magnus.
Magnus.
El estómago de Alec se retorció. Se preguntó si estaría preocupado. El bloqueo era para evitar que los rebeldes sacaran a Alec del planeta, lo cual tenía sentido. Alec era su activo, después de todo. Alec sonrió amargamente.
Su relación se había vuelto terriblemente tensa durante los últimos meses. Alec había puesto distancia entre ellos. No hubo más besos en la mejilla, no más abrazos furtivos. Eran Maestro y Aprendiz, nada más.
Se suponía que eso ayudaría a disminuir su… fijación. En cambio, se sentía solo como un castigo para él. En lugar de ayudar, solo extrañaba su anterior relación, la comodidad, la seguridad, la compañía. El orgullo de ser el aprendiz de Magnus, sentirse importante para él. Pero ¿Cómo podía echar de menos una mentira?
Y aunque Magnus no parecía agradarle el cambio, tampoco hizo nada. Como si Magnus simplemente no extrañara su afecto.
Deja de pensar el él, Alec se regañó. ¿Cómo lo vas a superar si todo lo que haces es pensar en él? Mejor hay que pensar en como salir de esta situación.
Así que de nuevo se centró en Jace. Con cuidado, tocó los escudos mentales del tipo. Podía sentir su enojo, mezclado con dolor y arrepentimiento. Fue más profundo, preparándose para las nauseas habituales al tocar otra mente.
Pero no llegaron. Confundido, Alec pensó que quizás sus mentes eran compatibles. Pero era definitivamente una sensación muy diferente a cuando tocaba la mente de Magnus.
Frunciendo el ceño, Alec miró a Jace. Había algo tan familiar en él. Finalmente, la idea inicial que tuvo volvió. Lo poco que había recolectado del hombre… encajaba.
Se presumía que el Príncipe Jace había sido secuestrado y asesinado por rebeldes. Lydia había dado a entender que Jace realmente no era un rebelde. El hombre se llenó de tristeza cuando escuchó el nombre de Alec, similar al del Príncipe Alessandro.
La apariencia física coincidía, aunque el rostro ya era de un adulto. Pero todo era circunstancial. Y Alec no sentía ningún vínculo familiar con él. Aunque era normal. Edom los había roto cuando se unió a la Orden.
Pero, eso no debía importar… ¿cierto? Los lazos familiares eran naturales, le había dicho su Maestro. Se supone que los hermanos tenían marcas telepáticas similares.
Cerrando los ojos, y con el corazón acelerado, comenzó a meditar profundamente, extendiendo sus sentidos. Confirmando que había dos personas más en esa pequeña casa con él. Fuera de la casa podía sentir otras mentes más apagadas. Animales. Estaban en un lugar aislado, tal vez un bosque. Estiró sus sentidos, pero no logró encontrar a Magnus. Debían estar demasiado lejos.
Así que concentró sus sentidos en Jace. Con trabajo, diseccionó la marca telepática de Jace, para poder compararla con la suya. Fue un trabajo largo y tedioso, sobre todo separar su marca telepática que esta irremediablemente entrelazada con la de Magnus. Los fuertes lazos tendían a hacer eso.
Finalmente, después de lo que parecieron horas, logro hacer una replica de su propia marca y la comparó con la de Jace. Eran … tan similares, algo que solo podía existir entre parientes cercanos.
Alec dejó de meditar y miró al hombre que todavía miraba tristemente la ventana
Hermano. Su hermano.
Parecía imposible. Una coincidencia ridícula. Pero las marcas no mentían. Eran más seguras que un análisis de ADN. Ese hombre era su hermano. Alec sentía una horrible mezcla de emociones desde la euforia hasta la ira. Parte de él quería explotar.
¿Dónde has estado todo este tiempo? ¿Por qué me abandonaste? ¿Por qué no volviste por mi?
Alec aplastó el impulso, tratando de borrar el dolor en su pecho. La sangre no significaba nada. Ese hombre era un extraño que lo había abandonado a los tres años.
─ ¿Tienes familia? ─ Alec se escuchó decir, haciendo una mueca, molesto consigo mismo.
─ ¿Qué te importa? ─ Jace le miró con el ceño fruncido.
─ Solo me preguntaba, ─ Alec se encogió de hombros. ─ Sabemos muy poco acerca de los rebeldes. ─
─ No soy un rebelde, ─ dijo Jace, girándose de nuevo a la ventana.
Alec miró su perfil vagamente familiar. Se dijo a si mismo que esa sensación era su imaginación. Pero la parte de él que siempre había deseado pertenecer, no pudo evitar sentir algo cuando miró al hombre de rostro sombrío.
Lo que Alec recordaba era una risa brillante y contagiosa, un niño que le permitía montar sobre sus hombros. Ese hombre con rostro endurecido no era eso.
─ ¿Entonces quien eres? ─ dijo Alec.
Jace quedó en silencio por tanto tiempo que pensó que no iba responder.
Pero lo hizo
─ No lo sé, ─ dijo, y había algo dolorosamente familiar en sus ojos ahora.
El estómago de Alec se apretó al reconocer esa mirada
La había visto muchas veces al mirarse al espejo.
Chapter 16: Reunión
Summary:
Alec es rescatado
El próximo capitulo por fin pasa lo que tantos han estado esperandoooo!!
Chapter Text
Los días pasaron y la tensión en la casa cada vez era más evidente. Jace y Lydia discutían cada vez más. Alec no estaba seguro de su historia, pero cuando bajaron la guardia, Alec logró leerlos.
Parecía que Jace había sido criado con el primo de Lydia, William. Pero a pesar de todo, Jace se negaba a llamarse rebelde, a pesar de haber vivido casi toda su vida ahí. Lydia lo llamaba ingrato y Jace le decía que se ocupara de sus asuntos. Alec hubiera estado muy interesado si no sintiera un golpe en el estómago cada vez que mencionaban al tal Will, que aparentemente era como el hermano de Jace.
No debería doler. Pero lo hizo. Quería irse a casa. Y odiaba necesitar a su Maestro. Pero no podía evitarlo. Incluso cuando peleaban, ese seguía siendo su hogar.
Extrañaba demasiado a Magnus, esos últimos meses habían sido horribles. No quería mucho, solo acurrucarse a su lado, mientras Magnus trabajaba, engañándose con la idea de que era amado.
No estar atado en esa habitación como una especie de animal. Alec había tratado de escapar varias veces, por lo que los había vuelto bastante paranoicos y ya no le soltaban.
Y lo peor es que no podía usar su don para estrangularlos, porque, a pesar de todo, no se atrevía a lastimar a Jace. Tu corazón será tu ruina algún día, Alexander. Su maestro siempre tenía razón.
─ ¿Por qué estás de mal humor, mocoso? ─
Alec se encogió y miró a Lydia. ─ No estoy de mal humor. Estoy cansado de escucharlos quejarse de el otro. ¿Qué querías? ─
Lydia miró a Jace, quien estaba junto a la puerta, mirando de forma extraña a Alec.
─ Decidimos terminar de esperar. No parece que tu gente se vaya a rendir pronto y terminar el bloqueo. Tendremos que actuar. Jace y yo nos vamos a matar si continuamos atrapados aquí por otro mes. ─
¿Un mes? ¿Realmente había pasado tanto? Alec frunció los labios.
─ ¿Qué van a hacer? ─
─ Nos pondremos en contacto con el Alto Adepto, o mejor dicho, tu lo harás, ─ Lydia sacó el comunicador de Alec de su bolsillo y lo encendió. ─ Desbloquéalo y llámalo. Nosotros haremos el resto. ─
Alec miró su comunicador. Sabía que debía negarse a cumplir el plan de los rebeldes, pero la idea de ver a su Maestro, de escuchar su voz… era demasiado. Así que asintió.
─ Huh, pensé que te pondrías de fastidioso como siempre, ─ dijo Lydia. ─ Aunque si esperas que tu gente te rastree con eso, no te hagas ilusiones. Tomamos las medidas necesarias. ─
─ Acabemos con esto, ─ dijo Alec, ─ Desátame. ─
Lydia lo hizo y Alec suspiró, frotándose las muñecas, antes de tomar el comunicador y desbloquearlo. Inmediatamente, sonó con las notificaciones de llamadas perdidas y mensajes. Ignorándolas, tocó el comunicador personal de Magnus, y esperó, sin aliento.
─ No hablarás con él, solo podrá verte. ─ dijo Lydia, arrebatándole el comunicador, atando sus manos y poniéndole la mordaza nuevamente.
Alec la fulminó con la mirada, pero la mujer, solo colocó el comunicador sobre la mesa para que estuviera frente a él.
En ese momento la llamada se conectó, y su corazón traidor saltó cuando la cara de Magnus apareció en la pantalla.
Parecía cansado, fue lo primero que pensó, mirando de forma hambrienta a su Maestro. También parecía enojado, aunque pobremente nadie que no lo conociera lo notaría. Para Lydia, probablemente parecía impasible, como siempre.
Magnus miró el rostro amordazado de Alec, antes de preguntar. ─ ¿Qué quieren? ─
─ Me gusta un hombre que va directo al grano, ─ dijo Lydia, poniendo el blaster sobre la sien de Alec, quien se quedó quieto, solo mirando a los ojos de Magnus. ─ Nuestras demandas son las siguientes: quitarás a tu gente del bosque. No encontrarás allí mañana, solo y desarmado. Encenderás la baliza de tu chip de identificación en el momento en que llegues. Si intentas engañarnos, tu aprendiz morirá. No estoy bromeando, su Excelencia. Francamente, ha sido un fastidio, no sería problema para mi matarlo. ─
─ Bien, ─ Magnus dijo.
Alec parpadeó sorprendido. No era nada típico de Magnus ceder a las demandas de alguien. Su Maestro quizá tenía la intención de traicionar a los rebeldes de alguna manera, no había otra explicación.
Lydia debía pensar lo mismo, porque también emanaba confusión. Claramente no había esperado que fuera tan fácil. Después, apagó el comunicador.
─ Es una trampa, ─ dijo Jace, bruscamente.
─ Cállate, fue tu idea, no mía, ─ dijo ella, pero Alec podía sentir su inquietud. ─ Ese hombre es jodidamente espeluznante y sin emociones, ¿son todos así? ─
─ Algunos son más emocionales que otros, ─ Jace se encogió de hombros. ─ El que trabajaba con nuestra familia era más normal…─ se detuvo, haciendo una mueca, antes de salir de su habitación.
Lydia suspiró, despotricando contra Jace y siguiéndolo fuera, dejando a Alec atado y amordazado. Pero esta vez no había incomodidad.
Mañana iba a ver a Magnus.
*
William, el pseudo hermano de Jace, no le gustaba a Alec. Era un hombre alto, de piel pálida y penetrantes ojos negros.
William miró a Jace y luego a Alec, hizo doble toma, frunciendo el ceño.
─ ¿Cuántos años tiene? ─ dijo William.
─ Se niega a decirlo, ─ contestó Jace, encogiéndose de hombros.
─ Lo suficiente mayor para ser un dolor de cabeza, ─ dijo Lydia, frunciendo el ceño.
Alec le fulminó con la mirada. Y William le miró con curiosidad.
─ ¿Estamos seguros que es el aprendiz del Gran Maestro? Pensé que en ese lugar no expresaban emociones. ─
Alec le miró aun más enojado. En ese momento Lydia echó un vistazo a su tableta de rastro que se había activado
─ ¿Todo despejado? ─ William le preguntó a Jace.
─ Lo revisamos, ─ Lydia contestó. ─ Su gente realmente se fue. Todos menos el Gran Maestro. ─
─ No significa que no sea una trampa, pero vamos, ─ Jace dijo, empujando suavemente a Alec para que caminara.
El aire fresco le puso de mejor humor, después de estar un mes dentro de esa casa. Además de saber que cada paso que daba le acercaba a Magnus.
─ ¿Puedes sentirlo, Jace? ─ William dijo, después de un rato.
En los puntos ciegos, no podían rastrear a Magnus, por lo que tenían que seguir la mente. Jace asintió y cambió un poco la dirección de donde iban. Parecía que Jace era el telépata más fuerte de los tres, aunque era difícil saberlo con telépatas entrenados que usaban escudos mentales.
─ ¡Maestro! ─ dijo Alec, con una sonrisa, cuando entraron al claro y antes de poder detenerse. Ni siquiera recordó que estaba enfadado con Magnus.
El rostro inexpresivo de Magnus no cambió, aunque su firma telepática se extendió hacía Alec, a su alrededor. Sus ojos dorados le recorrieron de pies a cabeza, antes de pasar al hombre que le agarraba del brazo. Algo cambió en los ojos de Magnus cuando vio a Jace.
¿Lo había reconocido? ¿Sabía que Jace era su hermano? ¿Lo conocía?
Alec siempre había asumido que Jace lo había abandonado en el bosque, pero ¿y si la historia era otra? ¿Y si Jace lo reconocía? Jace miraba a Magnus con ceño fruncido, no veía cambio en su expresión. Era difícil saberlo.
La mirada de Magnus pasó por el trio, y se detuvo en William.
─ Y bien, ¿Qué deseas? ─
Alec frunció el ceño, sin saber porque Magnus se dirigía a William, quien ni siquiera había estado involucrado en el secuestro. Sentía que le faltaba algo.
─ Sabes quien soy, ─ dijo William, ─ Estoy seguro de que puedes juntar dos y dos. ─
─ Si, pero no estoy aquí para hablar de mis sospechas. Estoy aquí par recuperar lo que robaste. ─ Magnus dijo, con el rostro en blanco, ─ Ven aquí, Alexander. ─
─ ¿En serio crees que voy a dejar ir al chico así de fácil? ─ William suspiró. ─ Mira, no queríamos involucrarlo, pero era la única forma de lograr que nos hablaras en nuestros términos. ─
─ ¿Y que te hizo pensar que secuestrar un simple aprendiz me haría cooperar? ─ Magnus dijo. ─ Es solo un niño, uno de los cientos de iniciados ansioso por aprender de mi. Puedo remplazarlo en cualquier momento. ─
Alec bajó la mirada. Sabía que eso era la verdad. Pero dolía escucharlo.
─ Entonces, ¿Qué haces aquí? ─ dijo William, ─ Si es tan inútil para ti─
Alec levantó la mirada, Magnus seguía viendo directamente a William.
─ No dije que no valiera. Sería una pena haber perdido años de mi tiempo para luego tomar otro aprendiz. Pero estás delirando si crees que no lo voy a sacrificar si intentas usarlo en mi contra. ─
Alec sabía que Magnus tenía que decir esas cosas, para no dejarse chantajear. Pero una parte de su mente le decía que todo eso era verdad. Que así era como le veía Magnus.
─ Está mintiendo, ─ Lydia rio entre dientes. ─ Oh lo hace muy bien. Te hubiera creído si no fuera porque tengo el don de saber cuando alguien miente. Siento que creerte sería un gran error. ─
─ Entonces, ─ William se aclaró la garganta. ─ ¿Lo intentamos de nuevo? ─
Los labios de Magnus se adelgazaron, esperando un momento, antes de decir, ─ ¿Qué quieres? ─
Alec lo miró atónito, pero Magnus seguía sin verle.
─ Deja de torcer la opinión pública contra nosotros. Esa es la primera demanda. ─
─ La primera, ¿supongo que hay una segunda? ─
─ Limpiarás nuestros nombres del asesinato de la Princesa Tessa, ─ dijo William. ─ Mientras se nos culpe por el asesinato de un miembro de la realeza, el Consejo ni siquiera nos escuchará antes de arrestarnos. ─
Magnus miró a William por un largo momento, y Alec sintió el cambio en la presencia telepática de Magnus.
Estaba transformando su telepatía para imitar la de William. Alec le veía con morbosa fascinación, eso era algo imposible, algo que nunca les habían enseñado. Las implicaciones de esto eran… aterradoras, porque al imitar la marca telepática de William, podía pasar por sus escudos mentales como si no existieran, sería como luchar contra su propia mente.
William podía sentir que algo estaba mal, pero no sabía que. No duró demasiado, antes de que Magnus volviera a la normalidad. Alec notó diversión a través del vínculo. Alec sintió lástima de William, sabía que el sentido de humor de Magnus era bastante retorcido, no era bueno que algo le divirtiera.
─ Muy bien, ─ dijo Magnus, ahora más relajado. ─ Ahora deja ir a mi aprendiz. ─
─ No tan rápido, ─ dijo Jace, cuando Alec intentó liberarse. ─ No lo recuperarás hasta que cumplas con tu parte del trato─
La expresión de Magnus se volvió de piedra. ─ No me voy sin mi aprendiz. ─
El corazón tonto de Alec dio un brinco ante esas palabras, aunque su parte racional le decía que era porque Magnus no estaba dispuesto a cumplir su parte del trato.
─ Lo siento, pero no podemos confiar en ti, ─ dijo Lydia.
─ Yo tampoco puedo confiar en ustedes, ─ dijo Magnus. ─ ¿Cómo se que dejaran a mi aprendiz incluso si hago lo que me dicen? ─
─ No lo haces, ─ dijo William, ─ Pero la diferencia es que no harás nada contra nosotros. No te interesa decirle al Consejo donde está la base rebelde. No quieres que nos encuentren. Si los habitantes de Idris ven lo fuerte que somos sin el vínculo de matrimonio, se asustarán. Probablemente habrá una guerra, e Idris ya no querrá el vínculo de matrimonio si eso les ayuda a ganar la guerra. Edom perdería el poder ilimitado que tienen ─
─ Entonces, ─ los ojos de Magnus se volvieron más fríos. ─ ¿Por qué debería hacer algo por ti si todo termina de la misma manera? ─
─ Podríamos ayudarnos mutuamente, ─ dijo William, para sorpresa de todos. ─ La diferencia es que, si nos ayudas a restaurar nuestra reputación, no le recordaremos al Consejo la razón original por la que nuestros antepasados se rebelaron. No les recordaremos de la sed de poder que tenían tus antepasados de Edom, que hicieron que muchos se rebelaran. No iniciaremos una guerra, y sin guerra, la gente de Idris no tendrá razones para querer terminar con los vínculos de matrimonio. Dejaremos a Edom en paz, y si juegas bien las cartas, podrás conservar su poder. ─
Lydia hizo un ruido de protesta, Jace miró a William, pero este decidió ignorarlos. Alec estaba confundido, ¿Quién era William para negociar eso?
Magnus parecía saber con quien estaba tratando, ya que veía que realmente estaba considerando su oferta.
─ Como muestra de buena voluntad, dejaremos ir a tu aprendiz, ─ dijo William, ignorando el ruido de protesta de Jace. ─ Piensa en mi oferta. Trabajar juntos sería beneficioso para ambos. Es la única que implica que nadie pierda. ─
─ Lo pensaré, ─ Magnus asintió, antes de finalmente mirar a Alec. ─ Alexander, ven aquí, ─ dijo suavemente a través del vínculo.
Alec no pudo evitar sonreír. Sus pies se movieron sin pensarlo, hasta tomar la mano de Magnus. El contacto le hizo temblar.
Magnus activo el transportador, y ambos se fueron.
Chapter 17: Quiebre
Summary:
Finalmente toda la tension explota (;
Chapter Text
Alec no estaba seguro de que había esperado cuando aparecieran en el monasterio, pero no era que Magnus le dijera con frialdad.
─ Ve al Castillo. Tengo trabajo aquí. ─
Y luego se fue. Alec le miró irse, con el corazón en los pies. Se sentía estúpido y él era el único culpable. ¿Cuántas veces tenía que dejarle claro que Alec no le importaba? ¿Cuántas veces debía de tratarle como basura para que Alec dejara de necesitarle?
La ira lleno sus sentidos. La ira era mejor que sentir el patético dolor.
Que se vaya a la mierda. Lo odiaba. Lo odiaba. Lo odiaba
*
Alec estaba tan enojado, que cuando Magnus regresó al castillo, ansiaba una confrontación. A la mierda el tratamiento frio, eso no había funcionado en meses. No, eso no era suficiente. Ardía por una pelea.
─ ¿Qué quieres, Alexander? ─ Magnus dijo, mientras entraba a su propia habitación, sin mirar a Alec.
─ Jódete, Maestro, ─ dijo Alec, enojado. Disfrutando la forma en que los ojos fríos de Magnus se entrecerraron un poco.
─ Veo que estás de mal humor, ─ dijo.
─ No puedo imaginar porque, ─ dijo Alec. ─ Es tan difícil decir: me alegra que hayas vuelto. Estaba tan preocupado, ¿Cómo te trataron? ¿Estás herido? ─ se rio sin gracia. ─ Pero no, eso requeriría que realmente te importara. ─
─ No pruebes mi paciencia, Alexander. ─
Alec se acercó, mirándolo furioso. Magnus era una cabeza más alto que él, pero no importaba, quería hacer que Magnus perdiera esa máscara de emociones.
─ Te odio, ─ dijo, mirándole a los ojos. ─ No puedo creer que realmente estuviera esperando verte. Soy un idiota, ─ y lo que más odiaba, era lo vivo que se sentía ante la proximidad de Magnus.
Su cuerpo ardía en una mezcla de hormonas, su vínculo hambriento de necesidad. Una mano grande le tomó de la barbilla, y Alec tembló.
─ Revisé la mente de la mujer, ─ dijo Magnus, mirándolo con una expresión extraña y fija. ─ Se exactamente como te trataron, entonces, ¿para qué haría preguntas redundantes? ─
─ ¡¿Para hacerme sentir mejor!? ─ Alec le gritó, pero su dolor disminuyó un poco al saber que Magnus se había preocupado lo suficiente para comprobarlo. Pero todavía quería más. Lo quería todo. Quería ser el mundo de Magnus, así como Magnus era el suyo.
─ Eres un mocoso mimado, ─ Magnus dijo, pero su voz era engañosamente suave. ─ ¿No es suficiente que me hayas puesto en desventaja al ser secuestrado? ¿Qué tuve que permitir que esas personas me chantajearan? Si los rebeldes no necesitaran mi ayuda tan desesperadamente, podrían haber pedido más cosas, y yo hubiera tenido que cumplir. Tuvimos suerte de su desesperación. ─
─ ¿De verdad tienes el descaro de culparme por ser secuestrado? ¡No fue mi culpa! ─
─ Por supuesto que lo fue. Si no fueras tú, si fueras un aprendiz ordinario, nadie lo notaría, nadie se molestaría en secuestrarte. ─
Alec apretó los puños, lleno de ira. Siempre era su culpa, nunca era lo suficientemente bueno, apropiado o perfecto.
─ No he sido más que un aprendiz ordinario y respetuoso durante seis meses. Así que jódete, ─ Alec espetó
─ Cuida ese lenguaje, Alexander, ─ dijo Magnus, con voz fría, su presencia oscureciéndose.
─ ¿O qué? ─ Alec se acercó más, casi hablando contra la boca de Magnus, saboreando su ira. Era tan estimulante. ─ ¿Qué me vas a hacer? ¿Qué paso con la mierda de “no puedo sentir emociones? ─
Magnus le jaló del cuello y estrello su boca contra la de Alec.
Alec gimió. Se sintió como tocar un rayo. Un beso enojado y hambriento, años de deseo reprimido y resentimiento, el cuerpo firme de Magnus tirando de él con fuerza, mientras le saqueaba la boca hambriento.
Su cuerpo hormigueaba por todas partes, su mente giraba, la lengua de su Maestro le enviaba olas de deseo entre las piernas, endureciendo su polla y humedeciendo su entrada.
─ Maestro, ─ Alec gimió.
La boca de Magnus se movió a su cuello, chupando y mordiendo, sus manos acariciaban el cuerpo de Alec, quien solo podía temblar y presionarse más cerca, necesitando más. Se sentía tan bien, tan correcto, Alec era de Magnus, de nadie más.
─ Maestro, ─ jadeó, sintiendo como su entrada goteaba por la gruesa polla de Magnus. ─ Te quiero. ─
Magnus se puso rígido contra él, su cuerpo vibró con tensión. Alec podía sentirlo tratando de controlar sus emociones y alejarse. Pero no, esta vez no lo dejaría.
─ Fóllame, te necesito, ─ Alec le susurró al oído, mordiéndolo.
Magnus le arrojó sobre la cama. En un segundo, Magnus estaba sobre él. Las fuertes manos le levantaron la túnica, luego le quitaron los pantalones y la ropa interior, dejándole desnudo.
Al oír la cremallera bajando, Alec gimió de placer. Mierda, no podía creer que finalmente esto iba a suceder. Su Maestro civilizado y compuesto iba a clavarle su polla. La idea era tan excitante.
Alec presionó su mejilla sonrojada contra las sábanas y levantó el culo. Algo grueso empujó contra su resbaladiza entrada. La polla de su Maestro. Alec jadeó y retrocedió.
─ Muy impaciente, ─ dijo Magnus, mordiendo su cuello, antes de empujar lentamente hacía él.
Alec gimió al sentirse lleno. ─ Imaginé que me criticarías incluso mientras me follabas, Maestro, ─ se las arregló para decir, tratando de sonar normal, y no loco de placer como realmente se sentía. La polla de Magnus se sentía tan gruesa, mientras lo continuaba estirando para terminar de entrar en él. Siempre supo que Magnus sería grande.
─ Todavía no te estoy follando, ─ Magnus gruñó.
Mierda. Sentía la polla de su Maestro hasta el estómago, pero tomaría todo lo que su Maestro le daba. Finalmente, Magnus tocó fondo, presionando la tela de sus pantalones contra las nalgas desnudas de Alec.
Magnus se retiró, y luego volvió a entrar. Fuerte y duro.
Alec gritó, su visión borrosa. Alec era vagamente consciente de que estaba siendo follado, fuerte y sin control. La polla de su Maestro golpeaba su interior. Pronto solo hubo sonidos obscenos de la polla de Magnus entrando en él, y el hombre musculoso contra su espalda, jodiéndolo deliciosamente, su mente gritaba finalmente.
Se perdió en la sensación, sus gemidos aumentaron, los empujes de Magnus se volvieron más duros, rápidos, su polla golpeando su próstata una y otra vez. No podía, no podía más. Magnus acarició su polla dura y Alec se corrió, echando la cabeza hacía atrás y gritando de placer.
El agarre de Magnus sobre su cadera se tensó, golpeando aun más fuerte, haciendo que Alec continuara gimiendo, ya sin fuerza hasta que finalmente Magnus se corrió dentro de él, llenándole. Nunca se había sentido tan bien en su vida.
Alec no sabía cuanto tiempo había pasado, hasta que finalmente abrió los ojos. El pesado cuerpo contra su espalda había desaparecido. Algo corría entre sus muslos, saliendo de él, y Alec se sonrojó al darse cuenta que era el semen de su Maestro. Magnus le había follado.
Se sintió aun más surrealista cuando Alec se giró, y vio a Magnus ya impecable, completamente vestido, sin un pelo fuera de lugar, parado junto a la ventana, viendo el cielo.
─ Deberías ir a tu habitación, Alexander, ─ su voz sonaba extraña. No miraba a Alec.
Si Alec no sintiera el semen de Magnus y el agradable dolor en sus caderas, pensaría que todo había sido un sueño.
─ Claro, ─ dijo Alec, torpemente, subiéndose los pantalones e intentando ignorar los fluidos corporales en sus muslos. Podría lavarse más tarde.
Sintiéndose fuera de balance, Alec caminó a su habitación. Una vez ahí, se apoyó contra la puerta, aturdido, su cuerpo doliendo deliciosamente en todas partes.
¿Ahora qué?

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