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Bless the Day Our Heartbeats Aligned ʚɞ Traducción

Summary:

Junto a su madre, Louis seguía congelado en su sitio. Era vagamente consciente de que Doris estaba manchando su ropa con migas, pero estaba demasiado preocupado por pensar demasiado. Harry sabía ahora que era un omega. Era imposible que no lo supiera. ¿Se sentiría decepcionado? ¿Pensaría mal de Louis? ¿Y si ni siquiera recordaba a Louis?
Louis contuvo el aliento cuando Harry se giró hacia él, sus ojos verdes se fijaron en el omega y lo miró con atención. Estaba acostumbrado a estar constantemente bajo la mirada de la corte, a que cada uno de sus movimientos fuera criticado y juzgado. Pero la forma en que Harry lo examinaba le ponía los pelos de punta y se le cortaba la respiración.
Lentamente, Harry se inclinó ante él y miró a Louis con una expresión ilegible en sus ojos. Volvió a levantarse en toda su altura y un hoyuelo se hundió en su mejilla mientras arqueaba sus labios en una sonrisa. "Hola, Grillo".

~

O donde tras años de ausencia, el caballero Harry regresa con su mejor amigo sólo para descubrir que Louis está comprometido con otro.

Notes:

Thank you so much my sweet Kee for allowing me to translate this work <3

Gracias sunnies por apoyar mis traducciones,

All the fucking love

-Lu♡

Chapter Text

 

La primavera era una celebración muy esperada en Lillidale, y aún más en palacio. Era la estación de los nuevos comienzos, de la vida y el amor, y de la belleza. En todo el reino, el campo florecía de color y las calles bullían de entusiasmo por el nuevo cambio de estación. Los vientos se perfumaban con las flores de los jardines de palacio y abundaban los arrullos de las criaturas recién nacidas. Era la época más maravillosa del año, sin duda, en Lillidale, y no pasó desapercibida para la familia real.

En la cúspide de la primavera, la reina había dado a luz a dos hermosas niñas. Su nacimiento fue esperado con impaciencia por el reino y, en el momento en que esas dos pequeñas vidas llegaron al mundo, las campanas repicaron desde los campanarios de las iglesias y los pregoneros anunciaron su llegada a las doce y media del mediodía.

Fue como si todo Lillidale se hubiera detenido al sonar las campanas, congelado en las calles, las tiendas y los carruajes. Por un momento, incluso los animales se quedaron en silencio antes de regocijarse en las calles, las mujeres y los niños riendo de alegría. Su reina había sobrevivido y los bebés estaban sanos.

Era un día maravilloso, en verdad.

Por el sinuoso sendero que serpenteaba colina arriba, extendido de un lado a otro entre los árboles y sobre el río, se alzaba el palacio. Su exterior de piedra blanca era como un faro en la ladera, llamando la atención de toda criatura en su órbita a la luz del día, las tejas grises de nácar brillando bajo el sol. Era un espectáculo digno de ver, un castillo tan hermoso que parecía como si el cielo lloviera y bendijera el mismo suelo sobre el que estaba construido.

Los salones de dicho castillo estaban llenos hasta los topes de todas las damas y caballeros de la corte, sus volantes y enaguas, encajes y terciopelo como amapolas en los jardines del palacio. Rosas, azules, amarillos y verdes salpicaron las pasarelas de mármol y corrían por el Gran Salón en una carrera por ver la puerta del dormitorio de la reina. Era un gran honor tener el privilegio de echar un vistazo a las nuevas incorporaciones a la familia real, y no había que desperdiciarlo ni desaprovecharlo.

Escondida en los aposentos de la reina, yacía una mujer muy cansada pero feliz. Sus rizos castaños se pegaban a su frente sudorosa y el sudor le goteaba por la frente, pero brillaba con la alegría de haber traído una nueva vida al mundo.

Un golpe en la puerta la sacó de su ensueño, su mirada pasó de los rostros dormidos de sus hijas a la mujer que entró primero. Sólo tenía unos treinta años, pero las canas le llegaban a las sienes y su piel era rolliza y redonda. En la mano llevaba una mucho más pequeña que la suya.

"Cariño", tarareó la reina, sonriendo suavemente a su hijo mayor. "Ven, mi amor".

El joven príncipe miró a su cuidadora, con los ojos azules brillantes de incertidumbre y un pequeño chirrido escapando de sus labios. El joven nunca había visto así a su madre. Era demasiado joven para recordar cuándo nacieron sus otras dos hermanas y no se había perdido la forma en que su madre se había lamentado, con sus gritos resonando por todo el palacio. Le había asustado incluso más que la más ruidosa de las tormentas y las huellas de las lágrimas seguían pegadas a sus redondeadas mejillas.

"Vamos, mi Príncipe. Ve a conocer a tus hermanas", le animó su niñera, empujándolo suavemente hacia delante.

Se dio la vuelta, con las manos entrelazadas frente a él y los dedos retorciéndose en nudos mientras avanzaba silenciosamente. Se acercó sigilosamente, con sus pequeños pies pisando la alfombra extendida alrededor de la cama. Desde donde estaba, podía distinguir a las pequeñas criaturas que se retorcían acurrucadas contra el pecho de su madre.

"¿Mamá?"

La reina sonrió ante la curiosidad de su hijo y le hizo señas para que se acercara. "Ven, mira. Querido, te presento a tus hermanitas".

Tenían las mejillas regordetas y rosadas y los ojos arrugados, demasiado jóvenes para ver el mundo. Eran bastante movedizas y sus dedos eran tan pequeños que parecían muñecas.

"¿Cómo es llaman?” preguntó el niño, acercándose a un lado de la cama y estirando el cuello para verlas más de cerca.

"Cómo se llaman", corrigió la reina y apartó un suave mechón de cabello de la frente del príncipe. "Se llaman Daisy y Phoebe".

El niño tarareó, examinando sus caritas blandas. "Hola. Soy su hermano, Louis". Extendió la mano y frunció el ceño cuando los bebés se limitaron a arrugar la cara y llorar a gritos. "¡Mamá!" Jadeó alarmado.

"No pasa nada", se rió la reina y se movió para tenerlas más cerca, apretándolas contra su pecho y perfumándolas cariñosamente. "Ya, ya", susurró.

El joven príncipe se rodeó con los brazos y puso mala cara. "No creo que me quieran mucho, mamá".

"Cariño, claro que te quieren. Te quieren mucho, sólo que son un poco quisquillosas. El nuevo mundo les da mucho miedo y necesitan un poco más de cariño. Tú eras igual cuando no eras más que un cachorro, y lo mismo con tus hermanas".

Louis miró a las recién nacidas por encima del hombro de su madre y acercó tímidamente el dedo a la mejilla de una de ellas. Sonrió cuando ella arrulló y soltó una suave risita. "Son muy movedizas", observó y apoyó las manos en el colchón, empezando a subirse a la cama cuando una de las enfermeras de su madre se acercó corriendo.

"¡Alteza!" regañó, tratando de agarrarlo para que no empujara a las delicadas bebés.

La reina frunció el ceño y negó con la cabeza. "Déjalo ser. Déjalo ver".

Ignoró el murmullo de la enfermera y ajustó las mantas a su alrededor para que su hijo pudiera acurrucarse cerca de ella. Se arrastró con cuidado hasta el lado de la reina y se envolvió en la manta. Mientras miraba a sus hermanas gemelas, sonrió e inhaló el fresco y suave aroma de los bebés mezclado con el olor a rosas de su madre. "No se preocupen, hermanas. Siempre las protegeré. Seré el mejor hermano mayor", susurró y acercó la nariz al camisón de su madre.

 

⊱ꕥ⊰

 

Las agujas de pino goteaban con las gotas del rocío matutino, sosteniendo las perlas temblorosas en sus puntas y haciéndole cosquillas en el cuello al pequeño príncipe mientras reprimía una risita. Sus dedos helados le cubrieron los labios mientras esbozaban una sonrisa, y un escalofrío le recorrió la espalda mientras se agazapaba bajo el imponente árbol. El crujido de las pisadas sobre el césped helado hizo callar al príncipe con un pequeño grito ahogado.

Con la respiración contenida, se rodeó las rodillas con los brazos e ignoró el material frío y húmedo que se le pegaba a la piel. Debía guardar silencio. Estaba bien escondido, con su pequeño cuerpo pegado al tronco de un pino situado en el extremo este de los jardines. Desde su escondite, Louis podía oír las huellas de alguien que acechaba cerca, alguien que podría encontrarlo si no se callaba.

Bajo las ramas cubiertas de rocío, aparecieron un par de botas de cuero. Estaban embarradas y un poco gastadas, pero significaban captura, así que el pequeño príncipe contuvo la respiración y las miró con los ojos muy abiertos. Si lo atrapaban, huiría. Si lograba desviarse hacia la izquierda, encontraría una hilera de setos que le proporcionarían una amplia cobertura para escapar y, desde allí, los rosales estaban a sólo unos metros de distancia.

Sus piernas se tensaron bajo él y sus manos se apoyaron en la corteza del árbol, el musgo suave bajo las yemas de sus dedos. En su pecho, el corazón latía rápidamente por la emoción de la persecución. La electricidad palpitaba en sus brazos y piernas y respiraba entrecortadamente el aire frío de la primavera.

Los pies se detuvieron justo delante de su escondite. Se giraron lentamente. Las punas de las botas de cuero apuntaban hacia él y supo que lo habían encontrado. En lugar de esperar a que su buscador lo alcanzara, el príncipe se puso de pie y salió corriendo.

Sólo había recorrido unos tres metros cuando un cuerpo más grande le pisara los talones y unas manos le agarraran la parte trasera de la túnica. En un último esfuerzo, se tambaleó hacia delante y se zafó del cuello de la túnica. Cuando volvió a estar libre, se escabulló por la tierra mojada y corrió a lo largo de los setos.

Los zapatos que cubrían sus pies chapoteaban en el barro y seguramente le caían motas de barro por la parte trasera de las mallas y el material de seda de la túnica, pero aun así corrió.

No había llegado muy lejos cuando lo alcanzaron. Un peso se abalanzó sobre él y entonces estaba cayendo, dando tumbos hacia delante en el césped y ensuciando aún más su ropa. Las manchas verdes le llegaban hasta los brazos y las rodillas estaban marrones cuando se deslizó de frente y se plantó de cara en las prímulas.

Su madre lo mataría.

Rodando sobre su espalda, a pesar del gran peso que tenía encima, Louis resopló. "¡Harry!" gimoteó y pataleó de mal humor.

El chico que tenía encima se rió, todo hoyuelos profundos y rizos rebeldes que le caían sobre la frente. "¡No puedes esconderte de mí, pequeño Lou!" cantó, riendo a carcajadas. "¡Eres terrible escondiéndote!"

"No lo soy", insistió Louis, contoneándose en el agarre del mayor y frunciéndole el ceño. "Dejo que me atrapes".

"No, es que tienes las piernas demasiado cortas. Corres como los perros de tu madre", se burló y tiró las muñecas del príncipe al suelo.

Louis resopló y miró fijamente al chico, con un rostro inocente demasiado dulce para resultar amenazador. "¡Suéltame!"

El chico abrió la boca, seguramente para burlarse un poco más de Louis, cuando se oyó un fuerte grito ahogado.

"¡Harry! ¡Príncipe Louis!"

Oh, vaya.

Los niños se miraron aterrorizados, con los ojos muy abiertos y las bocas abiertas de espanto. Se pusieron de pie, golpeándose la frente con un ruido sordo.

"¡Auch!", Louis hizo una mueca de dolor y se frotó el lugar de la frente donde habían chocado, sintiendo ya el comienzo de un moretón.

"Alteza", exclamó Meredith, frunciendo el ceño. "¿Qué hace aquí fuera? Se supone que debería estar en clase".

Louis bajó la cabeza avergonzado y movió la punta de su zapato en el barro. "Lo siento, Meredith", murmuró. Harry le había deslizado una nota esa mañana, empujando un pequeño trozo de pergamino bajo el borde de su plato de pasteles con una sonrisa descarada y la promesa de ayudarlo a escapar de su lección esa tarde.

No es que a Louis no le gustaran sus clases, disfrutaba de las que eran divertidas como esgrima, baile y geografía, pero le habían programado la asignatura que menos le gustaba. Etiqueta. Era tan aburrido, e increíblemente frustrante tener que sentarse con la espalda rígida como una tabla y sólo permitirse dar pequeños mordiscos a su comida. La clase sólo duraba dos horas, pero cada minuto parecía pasar lentamente, un ritmo tortuoso para un niño de doce años.

Envidiaba a su amigo mayor. Harry no tenía que pasar horas y horas sentado ante un viejo gruñón que no paraba de parlotear sobre cómo comer adecuadamente o a quién dirigirse primero en una situación social. Tampoco se veía obligado a sentarse en silencio, practicando su caligrafía una y otra vez hasta que se le acalambraban los dedos y le dolía la muñeca. Tuvo suerte de que a los catorce años aún le permitieran correr alocadamente por el campo, montar a caballo y saltar rocas por los estanques de los jardines más alejados del castillo.

"Debe entrar enseguida. Mire qué desastre se ha hecho", resopló su cuidadora, acercándolo y tomando un trapo hasta las rodillas de las medias.

Louis se arriesgó a mirar de nuevo a Harry, sonriendo cuando su mejor amigo le sacó la lengua y cruzó los ojos, luciendo bastante ridículo. No pudo evitar soltar una risita, apretándose los labios con la mano y conteniendo el aliento cuando Meredith lo miró desde su posición agachada y lo fulminó con la mirada, intentando en vano quitar las manchas de barro de su ropa.

"Y tú", regañó Meredith, señalando a Harry con su pañuelo sucio. "Ya lo sabes. Ahora vete, creo que tienes caballos que atender. Tendrás suerte si no le cuento esto a tu padre".

La amenaza hizo que la expresión tonta cayera inmediatamente de la cara de Harry y sus hombros se desplomaran. "Sí, señora", murmuró, resignado y educado mientras inclinaba la cabeza.

Meredith había conocido a Louis desde que no era más que un cachorro y había actuado como la principal cuidadora de Louis y sus hermanas desde que el príncipe podía recordar. Ella estaba presente en sus recuerdos, sosteniéndolo cuando se caía y se raspaba las rodillas, tomándole las manos cuando aprendía a andar y leyéndole cuando no podía dormir. Era como una figura materna para él.

Su verdadera madre estaba tan ocupada todo el tiempo, asistiendo a bailes y organizando diversos actos sociales, que no tenía mucho tiempo para el cuidado diario de sus hijos. Pasaba el tiempo que podía con ellos en el desayuno y la cena, pero estaba muy preocupada por ayudar al rey a gobernar el reino. Cuando Louis podía verla, pasaban el tiempo bebiendo té juntos y acurrucándose en los aposentos privados de la reina para leer poesía. Había días en que la reina jugaba con Louis y sus hermanas, acostados en el césped de los jardines o sentados en el suelo de las alcobas reales de los niños, jugando con juguetes de madera tallada y persiguiéndolos juguetonamente por sus aposentos.

Ésos eran los momentos favoritos de Louis.

Harry casi siempre estaba allí. Era una constante en la vida de Louis y lo había sido durante años. En los momentos en que era más feliz, su mejor amigo estaba allí, con el brazo sobre los hombros de Louis y una amplia sonrisa con hoyuelos que se dibujaba en sus labios. Su propia madre había fallecido cuando Harry era muy joven y, con la presencia de su padre en palacio, Harry había conseguido encajar con bastante comodidad en la familia real. El resto de las hermanas de Louis lo adoraban e incluso los guardianes reales de Louis sentían cariño por el chico.

Cuando no estaba metiendo al príncipe en todo tipo de problemas, claro.

"Ven, mi Príncipe, tenemos que asearte. Ya has hecho esperar bastante a tu tutor". Su mano agarró la de Louis, áspera de callos y firme.

"Espera, déjame despedirme primero", se quejó Louis, con el labio inferior sobresaliendo en un mohín y los ojos mirando suplicantes a Meredith.

Hace tiempo que ella era inmune a sus encantos, pero por suerte se apiadó de él y asintió tras dudar un momento. "De acuerdo. Pero date prisa".

Louis sonrió y soltó su mano para correr hacia Harry y abrazarlo. Cayó en él con facilidad, con la cara pegada a su cuello y sus pequeños brazos rodeando la cintura de su mejor amigo. Olía a cerezas y bálsamo, un aroma reconfortante que Louis siempre reconocería como su hogar. "¡Gracias por jugar conmigo, Harry!"

Su amigo mayor sonrió y le despeinó juguetonamente el largo flequillo, con unos hoyuelos cada vez más profundos. "Nos vemos en la biblioteca después de cenar. Tengo una sorpresa para ti", susurró y pellizcó la mejilla de Louis antes de soltarlo. "Adiós, Grillo. Disfruta de tus lecciones". Gritó más alto para que Meredith lo oyera y agarró su sombrero de tres esquinas de donde se había caído en su juego del escondite.

El príncipe ocultó su emocionada sonrisa y volvió a tomar la mano de su cuidadora para regresar a palacio. Ansiaba correr por los jardines durante horas y horas, hacer vallas con palos que arrancaban de los árboles junto a Harry, y reírse hasta quedarse sin aliento, pero por el momento tenía lecciones que atender. Tendría que esperar a que se pusiera el sol y sus invitados se retiraran a dormir para poder escabullirse y ver qué le tenía preparado su amigo. 

 

⊱ꕥ⊰

 

A los quince años se presentó Harry. No era ninguna sorpresa que fuera un alfa, tenía todas las características de un alfa; voz grave, cuerpo fuerte y devoción por sus seres queridos. Harry siempre había sido el protector de los dos amigos y, a medida que crecían, era él quien vigilaba a Louis y lo ayudaba a mantenerse alejado de problemas graves. Una vez salvó a Louis de tropezar y caer en los resbaladizos senderos del jardín en pleno invierno, salvándolo no sólo de la vergüenza de tropezar delante de los vizcondes, sino de magulladuras peores que un ego herido.

Se había emocionado mucho cuando se presentó, sonriendo tanto que Louis estaba seguro de que se había metido un arco de violín en la boca, y levantaba la cabeza con orgullo y dejaba al descubierto su cuello para que su aroma flotara abiertamente. Seguía oliendo a cerezas y bálsamo, pero ahora era más intenso. Estaba teñido del almizcle del alfa, pero era tan reconfortante como siempre.

Los cambios se produjeron rápidamente. En los dos primeros meses de la presentación de Harry, había crecido mucho más y ahora sobresalía por encima de Louis. Ya era dos años mayor que el príncipe y tenía la estatura para demostrarlo, pero ahora su cuerpo era más ancho y era al menos una cabeza y media más alto que Louis. Su cabello era menos suave ahora, los rizos salvajes y rebeldes que normalmente eran esponjosos y saltarines se calmaban en ondas que él ataba hacia atrás y su suave cabello castaño era más oscuro ahora.

Louis estaba celoso.

Él mismo aún no se había presentado, pero anhelaba ser un alfa. Parecían divertirse mucho más, siempre montando a caballo y correteando. No tenían que asistir a horas y horas de clases de etiqueta y baile. Ser un niño sin presentación era sencillamente muy aburrido. No se podía estar mucho tiempo sentado sin volverse loco.

El padre de Harry estaba muy orgulloso de su hijo. Louis miraba desde las ventanas de la biblioteca cómo Desmond le enseñaba a su hijo a luchar en los campos de entrenamiento, deseando no tener que vivir entre los muros del palacio y las obligaciones de ser príncipe para poder vivir tan libremente como Harry.

Al crecer, nunca había entendido por qué a Harry no se le exigía asistir a clases o por qué no comía con Louis cuando había invitados de visita. No tenía sentido para él que faltara su mejor amigo en el mundo y también su entretenimiento. Se veía obligado a sufrir la presencia de los estirados y bastante pomposos lores y damas que recorrían el castillo como una corriente interminable de enaguas de colores y peinados ridículos.

En las noches tranquilas, sin embargo, Harry y Desmond se reunían con ellos para cenar. Desmond y el propio padre de Louis eran muy cercanos, como hermanos. A Louis le contaron que habían crecido juntos, igual que Louis y Harry. Louis comprendió que Desmond no pertenecía a la realeza y, por lo tanto, Harry tampoco. No los acompañaban a las cenas formales en el gran salón porque no eran nobles. Desmond era caballero, y aunque era un cargo honorable, que el rey William tenía en la más alta estima, no era apropiado.

A medida que crecía, Louis aprendía que no le importaba mucho la forma correcta de hacer las cosas. Era demasiado aburrido.

Como lo era ese banquete interminable en el que estaba atrapado. Los únicos niños presentes eran él y la mayor de sus cuatro hermanas, y Harry no había sido invitado a las festividades. Louis estaba increíblemente aburrido y el primer plato acababa de empezar. Si Harry estuviera aquí, sin duda haría algún tipo de broma sobre los pequeños entremeses o le susurraría sobre lo tonta que parecía Madame Dufont con su peluca blanca empolvada y los gigantescos pájaros de peluche que su estilista había metido en los numerosos e imponentes rizos. Nunca llegó a entender el estilo que las mujeres de la corte parecían pensar que estaba de moda.

"Louis", susurró Felicite, moviéndose incómoda en su asiento junto a él. "¡Louis, me aburro!"

"Shh", susurró Louis, frunciendo el ceño mientras miraba a su alrededor para ver si Meredith se había dado cuenta del contoneo de su hermana pequeña. No lo había hecho, por suerte, así que Louis apoyó una mano en su hombro y se inclinó para susurrarle al oído. "No debes llamar la atención".

"Pero Louis", volvió a quejarse ella, resoplando y sacando el labio inferior. "¿Por qué tenemos que estar aquí? Daisy y Phoebe no tienen porqué estar".

Con un suave suspiro, Louis hurgó en sus divertidos pasteles de hojaldres y se encogió de hombros. "Porque mamá y papá dijeron que debíamos y las gemelas son demasiado pequeñas para asistir".

"¿Y por qué Harry no tiene que estar? No es demasiado joven", señaló Felicite.

"Harry no es un príncipe ni una princesa. No tiene que estar aquí porque no es de la realeza, hermanita".

Felicite frunció los labios, disgustada con su respuesta y cruzó los brazos sobre su pequeño torso. "Ojalá lo fuera. Siempre hace las cosas más divertidas".

Louis también pensaba igual. Si Harry perteneciera a la realeza, nunca tendría que quedarse atrás cuando Louis tuviera que ir a actos sociales tan aburridos con sus padres y siempre estaría entretenido. Los dos podrían inventar juegos tontos para mantenerse ocupados y a Harry siempre se le daba muy bien inventar historias extravagantes sobre las personas peculiares que parecían entrar y salir del palacio. Qué divertido sería. "Yo también, Felicite. Pero al menos me tienes a mí".

Hizo un mohín cuando ella puso los ojos en blanco y bebió un sorbo de agua de su copa. "No eres ni de lejos tan divertido como Harry".

"Oye", gimoteó Louis, sonrojándose cuando un noble miró con odio a la mesa de los niños. Era igual de vergonzoso que a los doce años Louis siguiera desterrado a la mesa con los niños más pequeños. Pero hasta que no se presentara, no se le permitiría estar en la mesa de los adultos. "También lo soy", murmuró, esta vez mucho más bajo.

Charlotte soltó una risita a su lado y también sacudió la cabeza. "Querido hermano, no eres tan gracioso como Harry. Es el que mejor cuenta historias y tiene la imaginación más extravagante".

"Creo que las dos están siendo malas", espetó Louis y se metió otro entremés en la boca. "Quiero que sepan que Harry piensa que soy muy divertido".

Su hermana menor puso los ojos en blanco y alisó las manos sobre el satén rosa de su vestido, que brillaba bajo las velas parpadeantes de las lámparas de araña que colgaban en lo alto. "Simplemente se apiada de ti. Sabe que no tienes más amigos", bromeó.

Su hermana soltó una risita y se cubrió la sonrisa con la manga de encaje de su vestido amarillo pálido.

Louis resopló ante el aislamiento, aunque no se equivocaban al decir que no tenía más amigos. No le molestaba la mayoría de los días, después de todo, sólo necesitaba a Harry para que le hiciera compañía. Tenía a su mejor amigo y a sus hermanas, nadie más era necesario para mantenerlo feliz y entretenido. Nunca había anhelado tener otro amigo, su corazón estaba lleno y contento como estaba. "Silenco ya. Coman sus pasteles".

Las chicas estallaron en risas, el sonido llamó la atención de su cuidadora y en unos momentos, Meredith se abalanzó con una expresión de regaño en sus rasgos y una palabra cruzada en sus labios. La cena no fue muy divertida después de eso.

Cuando toda la charla, la puerta giratoria de los diversos platos y el alegre trabajo de cuerda del violinista y el violonchelista se desvanecieron en el silencio. Los niños fueron conducidos por el pasillo de los espejos, las coloridas sedas y tafetanes de sus ropas reflejándose en las paredes con toda la vitalidad de las flores de verano. El palacio aún no dormía, el leve murmullo de los invitados procedía del salón de fumadores y los sirvientes seguían pululando por los pasillos.

Su habitación estaba lejos del ajetreo de las salas comunes, escondida en un rincón del castillo reservado a los niños y lejos de los ojos vigilantes de los lores y damas visitantes. Su habitación estaba decorada en tonos azules, cortinas de terciopelo cubrían las ventanas que daban a los establos y tapices minuciosamente detallados, bordados con los más finos hilos dorados, colgaban orgullosos de la pared sobre su cama. Era una habitación muy bonita, pero Louis estaba demasiado distraído con el chico mayor que estaba acostado en la tumbona junto a la chimenea de su habitación, con las largas piernas colgando y el abrigo de lana verde oscuro arrugado por el descuido.

"¡Ah, Louis! ¡Por fin has vuelto!" se entusiasmó Harry, con sus ojos verdes brillantes de alegría. "Estaba tan aburrido que pensé que podría arrancarme los ojos por algo de emoción".

Louis resopló, tan principesco de su parte, y se quitó los zapatos. "Dios mío, y dices que soy dramático", se rió y se abalanzó sobre el recién presentado alfa, dándole un golpecito en la frente con el dedo corazón y el pulgar. "Habrías odiado la cena. Fue muy aburrida y la comida estaba asquerosa. Hubiera preferido quedarme contigo y jugar en los jardines".

Se sentó a los pies de Harry y se apoyó en los lados de la tumbona, apartándose el flequillo de la cara y suspirando. "¿Qué hiciste mientras no estaba?".

Harry se encogió de hombros y pinchó el costado de Louis con el dedo del pie. "Espié entre todas tus cosas y arranqué cada botón de tus túnicas favoritas".

"Eres muy raro, ¿sabes?".

Con una amplia sonrisa, Harry se limitó a asentir. "Hoy hablé con papá. Dijo que debo empezar a tomar cursos para aprender a convertirme en caballero".

Louis no debía sorprenderse. Sabía que era muy probable que Harry se convirtiera en caballero una vez que lo designaran alfa, pero no esperaba que fuera tan pronto. Sólo habían pasado dos meses desde la presentación de Harry, pero seguía sin parecerle tiempo suficiente. "Oh", murmuró e hizo lo posible por ocultar su decepción. "Supongo que ahora estarás bastante ocupado".

Los labios de Harry se curvaron hacia abajo y tiró de sí mismo para sentarse junto a Louis. "Estaré ocupado, sí, pero nunca demasiado para ser tu amigo. Somos tú y yo contra el mundo, ¿recuerdas? Los mejores amigos".

Las dulces palabras no sirvieron de mucho para calmar el martilleo del corazón de Louis en su pecho, pero asintió y esbozó una leve sonrisa con la comisura de los labios. "Para siempre". Levantó la mano y sacó el meñique.

"Para siempre", asintió Harry y enganchó su meñique alrededor del de Louis. "Además, ahora los dos podemos quejarnos de nuestras terriblemente aburridas clases y unirnos  sobre lo horribles que son".

Una risita brotó de los labios de Louis y empujó juguetonamente a Harry lejos de él. "Qué alegría me dará", bromeó. "Y cuando yo también me presente como alfa, podremos volvernos locos y causar un alboroto en las cacerías".

Harry inclinó la cabeza hacia atrás en un ladrido de risa y asintió. "¡Haremos que se arrepientan de habernos enjaulado en los salones!". Juró y levantó el puño en el aire. "¡Por causar caos y vivir salvajes y libres!".

"¡Aquí, aquí!" gorjeó Louis, riendo alegremente y levantando su propio puño.

 

 ⊱ꕥ⊰

 

En verano, los jardines estaban llenos de vida. Las flores florecían en todos los rincones, trepaban por los enrejados y brotaban alrededor de las estatuas de mármol esparcidas por todo el recinto. Los jardines estaban mucho más concurridos que en cualquier otra estación, lo que a menudo llevaba a Louis y Harry a correr entre la multitud, sorteando a las nobles que siempre parecían deambular en bandadas y evitando a los condes que sólo les gritaban.

Juntos, a Louis y a Harry les encantaba gastar bromas y hacer travesuras en medio de las fiestas. Muchas veces Meredith se había enfadado a causa de ellas, pero el castigo bien valía la pena cuando veía a Harry sonreír tan orgulloso y cuando ambos se reían tanto que sus pulmones resollaban. Se salían con la suya más de lo que probablemente deberían, pero incluso la reina excusaba su mal comportamiento, alegando que no eran más que niños y que Harry era un alfa revoltoso. Tenían que quemar su energía de alguna manera.

Sin embargo, no todo eran travesuras y problemas. Por mucho que Louis disfrutara causando problemas, también disfrutaba relajándose en los jardines más apartados. No eran tan grandes ni tan lujosos, no había estatuas de mármol que observaran a los transeúntes ni fuentes en las que las damas pudieran arrojar monedas. Eran pequeños, rodeados de altos arbustos de lilas y repletos de la flor favorita de Louis: el lirio de los valles. Le encantaba acostarse de espaldas en medio de ellos, cerrar los ojos e inhalar el dulce aroma de las diminutas flores y flotar hacia un mundo diferente. Harry solía llamarla su cama de ensueño.

"¿Harry? Si pudieras ser un príncipe, ¿te gustaría serlo?". preguntó Louis, con una voz que no era más que una suave melodía en los silenciosos jardines.

A su lado, Harry levantó la vista del bloque que estaba tallando con su daga. "¿Querría ser un príncipe?". Preguntó para aclararse y tiró de su labio inferior entre los dientes cuando Louis asintió. "No estoy seguro. Parece que no lo disfrutas mucho y no creo que me gustaría sentarme en clase tan a menudo como tú. Creo que no me gustaría ser príncipe".

Louis se quedó mirando las nubes y extendió los brazos entre los lirios, tocando las diminutas flores en forma de campana y suspirando. "Sí, es muy aburrido. No sé si seré un buen príncipe".

"¿Por qué dices eso?" Harry frunció el ceño, girando para encarar al chico más pequeño. "Creo que serás un gran príncipe".

Ser príncipe era desalentador. Por ahora, Louis no tenía ni una sola responsabilidad, ninguna obligación del reino y ya podía sentir la presión de su título pesando sobre sus hombros. Sólo tenía doce años, pero era muy consciente de las expectativas que debía cumplir. Por ahora, sólo se le exigía que fuera callado, educado y que aprendiera todo lo que pudiera, pero su futuro se cernía sobre su cabeza.

"No lo sé", admitió Louis. "No estoy seguro de querer ser Rey con el tiempo. Papá siempre está tan ocupado e incluso mamá habla de que le dan pavor las interminables fiestas y compromisos sociales. Parece tan aburrido".

Dejándose caer a su lado, Harry pasó el brazo por el de Louis y tomó una flor del suelo. "Sí que parece aburrido. Pero al menos cuando te presentes podrás participar en las cacerías. Ahora es aburrido, pero cuando seas alfa podrás hacer muchas más cosas y quizá algún día dirijas una gran batalla. Como las de los cuentos de hadas. Creo que algún día serás un rey muy valiente", decidió y colocó la flor detrás de la oreja de Louis.

Una pequeña sonrisa se dibujó en los labios de Louis.

"Sé que tú y yo haremos un gran equipo. Yo seré el mejor caballero que este reino haya visto jamás y tú serás el rey más valiente y fuerte de todas las tierras", declaró Harry, moviendo sus manos hacia las nubes y sonriendo. "Ningún hombre de la tierra podrá con nosotros".

Era una fantasía, Louis lo sabía. Ser rey era algo más que dirigir batallas y ser fuerte, pero a veces era divertido fingir. "¿Y si me presento como beta?" Preguntó, torciendo el cuello para mirar a su mejor amigo.

"Entonces serás el beta más impresionante que jamás haya reinado, lo sé". Harry tarareó, como si eso no cambiara nada. Pero lo hacía.

Louis se presentara como se presentara marcaría una enorme diferencia en su futuro. Lo ideal sería que se presentara como alfa, pero podía vivir siendo beta. Los betas no provocaban tanto miedo en el corazón de tus enemigos, pero se les respetaba por su conducta tranquila y su corazón paciente. A Louis no le gustaba pensar mucho en cuál sería el resultado si se presentara como omega, pero a un pequeño rincón de su mente le gustaba sacarlo a relucir en los momentos más inoportunos. Los omegas eran los encargados de proporcionar apoyo y amor al rey y el reino no funcionaba sin ellos. Pero no eran impresionantes. No eran grandes ni fuertes, ni conocidos por su astucia y conocimientos.

Louis apartó esos pensamientos de su mente y sacudió la cabeza. "¿Quieres jugar en el campo?".

Los ojos de Harry estudiaron las facciones de Louis durante unos instantes antes de ponerse de pie con una sonrisa de satisfacción. "Haré una carrera contigo hasta ahí. El último tendrá que enfrentarse a la ira de Meredith". Gritó y corrió hacia adelante, consiguiendo una ventaja decente sobre el joven príncipe que estaba haciendo pucheros y luchando por ponerse de pie.

"¡No es justo!" Gritó Louis y echó a correr tras su amigo, con el abrigo verde pálido y las mallas blancas manchadas de césped y suciedad.

 

⊱ꕥ⊰

 

Louis se quedó mirando la ventana, con la mandíbula apretada y los labios curvados en un ceño fruncido. Observó cómo las gotas de lluvia resbalaban por el cristal y su aliento empañaba la superficie, oscureciendo su visión. Era un día frío y lúgubre, los cielos estaban nublados y todo lo que se veía estaba envuelto en sombras de niebla gris. El tiempo era tan sombrío como Louis se sentía.

No era justo.

Harry era su único amigo, a su madre le gustaba bromear diciendo que era la otra mitad del alma de Louis. ¿Cómo se puede vivir sin alma? No sabía cómo iba a arreglárselas sin su mejor amigo. Cuando Harry le dio la noticia a Louis, no le fue nada bien. Louis lloró durante días e incluso se negó a hablar con Harry.

Lógicamente, sabía que no había sido decisión de Harry. Él no había pedido que lo enviaran a entrenar. Harry no tenía elección en el asunto, Louis era consciente de ello, pero aun así le dolió como una traición. Le hubiera gustado que Harry se hubiera enfrentado a su padre y se hubiera negado a ir, pero Harry había agachado la cabeza y había accedido a marcharse sin luchar.

Incluso las chicas habían estado bastante tristes, sus risas habituales habían sido sustituidas por el silencio y los desayunos eran inquietantemente silenciosos. Puede que las gemelas más pequeñas solo tuvieran seis años, pero sabían que algo iba mal, y no eran capaces de comprender la marcha de Harry de palacio mejor que Louis.

Por mucho que intentara explicarle que volvería, Harry se había dado cuenta de que Louis no iba a ceder. Era tan testarudo como siempre y, como su mejor amigo, Harry sabía que Louis necesitaría tiempo para aceptarlo.

El único problema era que debía marcharse en menos de veinticuatro horas.

Por supuesto, en lugar de pasar todas las horas que estaba despierto con Harry, Louis había recurrido a hacer pucheros e ignorar a la única persona a la que no debía dejar de lado. Sólo estaba molesto y ligeramente enfurecido porque se quedaría completamente solo y tal vez nunca volvería a ver a su mejor amigo.

Sólo era un entrenamiento, eso le había dicho Harry, pero incluso el entrenamiento era peligroso. Había oído relatos desde la cómoda tortura de los grandes banquetes reales de nuevos reclutas que eran masacrados incluso en combates o ataques que se realizaban en las expediciones en las que participaba la guardia real. Era joven, pero no era tonto. Conocía los riesgos.

Louis dejó escapar un suspiro tembloroso y volvió a centrar su atención en su tutor, que estaba en medio de la explicación del conflicto de siglos entre Lillidale e Illuria. Era una de las asignaturas que menos le gustaban y el dolor que sentía en el pecho y la falta de concentración no hacían más que empeorar la situación. Golpeó el escritorio con los dedos y trató de no encogerse cuando el anciano se puso a parlotear y su labio inferior goteó saliva.

Aquel anciano le recordaba a Louis a todos los demás duques, condes y vizcondes. Tenía un aire arrogante, como si supiera que era la persona más inteligente de la sala y que el resto del mundo tendría suerte de ser agraciado con sus conocimientos. Eran los mismos hombres que se mofaban de los omegas en las galas y miraban por encima del hombro a los niños.

Louis tomó su pluma a la orden de su tutor y rascó el rollo de pergamino, tomando notas que sólo olvidaría más tarde y garabateando un pequeño abejorro en una esquina cuando estaba seguro de que Sir William no le prestaba atención. No pasó mucho tiempo antes de que su mente volviera a divagar y empezara a vagar por el país de los sueños.

Después de sus clases del día, Louis se retiró a la biblioteca. Seguía lloviendo a cántaros y su estado de ánimo era tan sombrío como el del mundo exterior. En momentos así, a Louis le gustaba acurrucarse en la biblioteca frente a la chimenea. Le gustaba leer de vez en cuando, pero normalmente estaba demasiado tenso para relajarse. Pero cuando estaba triste, nada le hacía sentirse mejor que el olor de los libros y el sonido del fuego crepitando en la chimenea.

Tenía los dedos de los pies helados y todo el castillo estaba fresco, casi como una cueva, en la penumbra del comienzo de la primavera. Con el cumpleaños de las gemelas a la vuelta de la esquina, había criadas y escuderos trabajando duro por todas partes. El palacio bullía con el ajetreo de los sirvientes, pero la biblioteca estaba en silencio. Caminó por la alfombra persa y se rodeó con los brazos mientras se arrodillaba frente a la chimenea. No era más que una pequeña llama, demasiado pequeña para crepitar o desprender verdadero calor, pero a él le gustaba mirarla.

Louis colocó con cuidado otro leño en el fuego, apartando las mangas para no prenderse fuego, y se balanceó sobre los talones. Podía percibir el leve aroma del papel gastado y de las páginas bien cuidadas de libros que habían sido leídos y releídos por la familia real y por generaciones pasadas. Su bisabuela había amueblado esta biblioteca. Al principio había causado un gran escándalo, ya que la mayoría de la corte no estaba de acuerdo con la idea de que un omega leyera, pero había sido una labor de amor.

Él respetaba eso de ella. Según las historias que le había contado su madre, la reina Marie y su alfa, la reina Luisa, se habían unido a través de los libros. Juntas habían creado una sinfonía de historias, de vidas a las que podían asomarse y de amor impreso en las páginas. La reina alfa la había apoyado y animado a continuar con su trabajo, prometiendo que cambiaría las leyes para permitir a su reina ser ella misma.

Y al final, lo hizo.

Louis se llevó una almohada al pecho y frunció el ceño. No estaba preparado para nada de eso. Sólo quería ser un niño. Quería correr por los prados que rodeaban el castillo, montar a caballo todo el día y no sentir el peso de su futuro pesando sobre sus hombros. Harry sólo tenía diecisiete años, era demasiado joven para morir. Louis no quería conocer el dolor de perder a su mejor amigo.

Probablemente era impropio de él, pero le encantaba acostarse en el suelo con la cabeza apoyada en el brazo o arrastrar un puñado de mantas de su dormitorio para hacer un fuerte junto al salón. Se acostaba boca arriba, con los brazos abiertos y la cabeza inclinada hacia atrás, mientras cerraba los ojos y respiraba el olor de la estufa de leña.

Por supuesto, Harry lo conocía mejor que nadie. Sabía adónde iba Louis cuando se enfadaba y sabía adónde huía cuando el mundo se enfadaba. Así fue como lo encontró Harry, acurrucado en el suelo con los pies metidos debajo de uno de los cojines del sofá y las manos metidas en las axilas para mantenerlas calientes.

El alfa estaba en la puerta, con el labio apretado entre los dientes y los brazos cruzados contra el pecho. "Louis", dijo en voz baja, balanceándose sobre las puntas de los pies, con el cuero de los zapatos chirriando.

Tenía ganas de decirle a Harry que lo dejara en paz, lo apartara y siguiera ignorándolo obstinadamente. Pero Harry siempre tenía un don con él. Giró la cabeza hacia un lado y suspiró al ver el gesto de inseguridad y el ceño fruncido de Harry. Louis asintió y se sentó para dejar espacio a Harry para que se sentara a su lado.

Harry era cálido y acogedor, su simple presencia y su aroma reconfortaban al príncipe. Era más alto que Louis, siempre lo había sido, y su hombro estaba a la altura perfecta para que Louis apoyara la cabeza en él y se fundiera con él.

"¿Has terminado de evitarme?" preguntó Harry, con voz baja y suave.

Louis asintió y apoyó la sien en el hombro de la chaqueta de Harry. "¿Todavía te vas mañana?"

Con un suspiro, Harry acarició la rodilla de Louis y apoyó la mejilla en la parte superior de su cabeza. "Sí, me voy. Eres mi compañero más cercano y siento mucho tener que marcharme. Me hubiera gustado avisarte con más antelación, pero éste es mi destino. Soy un caballero, Louis. O lo seré, una vez que haya completado mi entrenamiento".

"Pero ¿y si te extraño?", se quejó Louis, pellizcando el costado de Harry.

Harry dio un manotazo a la mano de Louis y resopló. "Detente, amenaza". Le revolvió el cabello a Louis y volvió a mirar el fuego que parpadeaba en la chimenea de piedra. "Sé que lo harás. Te extrañaré muchísimo y tú a mí, pero hay cosas que debemos hacer. Soy un caballero y necesito servir al reino. Es mi destino luchar por Lillidale y tú tienes que quedarte aquí para convertirte en el mejor futuro rey. Este es nuestro destino, Louis. No podemos huir de él".

Tenía razón. Por todos los cielos, Louis sabía que Harry tenía razón. Le dolía admitirlo, así que se limitó a fruncir el ceño y a acurrucarse más contra el costado de Harry.

 

 

Por la mañana, Louis se despertó con la suave insistencia de Harry. Habían acordado pasar la mañana juntos como siempre hacían, paseando por los jardines antes de que el resto del mundo despertara de su sueño. Ninguno de los dos encontraba las palabras para decir lo que pensaban, contentos con pasear por el césped cubierto de rocío y escuchar a las lechuzas despedirse de la noche. Harry se marchaba en menos de unas horas y el deseo de disfrutar hasta el último minuto de la presencia de su mejor amigo tenía a Louis con el estómago hecho un nudo.

Caminaron en silencio durante la mayor parte de la mañana y observaron cómo el sol se despegaba lentamente del horizonte, derramando rosas y dorados sobre todo Lillidale. Louis se metería en problemas por no estar en su cama cuando su mucama fuera a despertarlo y probablemente llegaría tarde a sus clases del día, pero nada de eso importaba.

A las puertas de los establos, Louis se despidió de Harry con un abrazo y hundió la cara en la maraña de rizos que habían crecido lo suficiente como para rozar los hombros de Harry. Se balanceaban de un lado a otro, demasiado asustados para separarse y demasiado preocupados para decir las palabras que llevaban en el corazón. ¿Y si era la última vez que Louis lo abrazaba? ¿Y si nunca volvían a verse?

La voz del padre de Harry rompió el silencio, diciendo que era hora de que Harry se fuera, así que Louis se dejó sacar de los brazos del alfa. Observó con un dolor en el pecho y el cuerpo entumecido cómo Harry montaba a caballo. Las chicas estarían molestas por haberse perdido la partida de Harry, pero aún era temprano y ellas también tenían clases que atender. Con una última mirada al hombro, Harry desapareció más allá de las puertas de hierro forjado del castillo, convirtiéndose en nada más que una mancha en el horizonte mientras dejaba atrás a Louis. Ahora estaba solo, abandonado a su suerte y a encontrar su camino en el mundo.

 

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Louis aprendió muy pronto que la vida no era justa. No era justo que a los catorce años se presentara como omega. No era justo que pasara años esperando y deseando ser alfa solo para despertarse una mañana y llenarse de pavor. Era bastante joven para presentarse, pero su madre le aseguró que todo estaría bien. El primer celo siempre era frustrante. 

Siendo tan joven como era, el cuerpo de Louis aún no pedía a gritos un alfa y todavía no producía lubricante. Le dolía todo, las articulaciones rígidas y los huesos crujiendo con cada movimiento. Todo se había vuelto sensible, incluso la ropa era demasiado áspera para su carne viva y estuvo enfermo del estómago durante días.

Durante cinco largos días y tortuosas noches, Louis dio vueltas en la cama, pateando las sábanas y llorando hasta que se quedó dormido. Sus hermanas no podían acercarse a él y el único contacto que tenía era con las mucamas y su madre, que lo visitaba sólo para asegurarse de que su precioso hijo estaba bien.

Eso no era lo peor.

Ni mucho menos.

La peor parte de toda la situación fue cómo todo su mundo cambió de rumbo cuando salió de su habitación. Ya no era la misma persona que había sido antes de ser designado. Ya no era un niño. Era un adulto. O al menos sería considerado un adulto.

Cuando salió de su habitación, fue recibido por su madre. Iba vestida de azul cielo, con cuentas de plata cosidas en el ribete del escote y flores bordadas decorando el lujoso satén de sus faldas. Sonrió suavemente y acarició el cojín del sofá que tenía al lado. "Ven, mi amor. Siéntate conmigo. Tenemos que hablar".

Uh oh.

Louis jugueteó con las mangas de su camisón, con los dedos jugando con el ribete de encaje y las rodillas un poco temblorosas mientras se sentaba cautelosamente junto a ella. Su madre parecía indecisa, con los labios fruncidos y las cejas cuidadosamente fruncidas, como si estuviera eligiendo sabiamente sus próximas palabras.

"Louis, ahora que te has presentado, es hora de que hablemos de tu futuro", tarareó y puso su mano sobre la de él.

Había estado temiendo esto. Era el momento que Louis temía, su madre diciéndole que ya no iba a ser Rey. "Sí, mamá".

La Reina Josephine suspiró suavemente y se apartó un mechón de cabello que sobresalía en un ángulo extraño. "Creo que sabes que ahora que eres omega, no podrás gobernar tú solo". A Louis se le hundió el estómago. "Como todos los demás príncipes y princesas omega de la familia Tomlinson antes que tú, te casarás con un alfa de otro reino. Sé que ser alfa era tu deseo, pero la posición que ocupas es un gran honor. Representarás a todo nuestro reino. Serás el diamante de Lillidale, mi amor".

La forma en que lo dijo hizo que a Louis se le hiciera un nudo en el estómago. "Oh", murmuró y pellizcó la tela de su camisa de dormir entre el pulgar y el índice.

"Tu destino es tan brillante. Vas a ser el omega más hermoso y sé que me harás sentir orgullosa". Sonrió y estampó un suave beso en la sien de su hijo.

Louis asintió, con la mente en blanco y el corazón subiéndole por la garganta. Sentía el pecho apretado y la boca seca. "Debo escribirle a Harry de inmediato. Se va a llevar una gran decepción. Se suponía que íbamos a ser alfas juntos", murmuró, con la vergüenza punzándole en la nuca.

Josephine hizo una pausa, apretó los labios formando una fina línea y respiró hondo. "Cariño, creo que debemos hablar de eso. Ahora que eres un omega designado, hay algunas cosas que ya no puedes hacer. Nunca quisiera dañar tu amistad con el chico Styles ni con ningún otro de tus amigos, pero ya no es apropiado que estés a solas con un alfa."

Louis se quedó con la boca abierta y se le cortó la respiración. "¡Pero mamá! Es mi mejor amigo. No puedo..."

"Louis", le interrumpió su madre, apretándole la rodilla. "Está bien que tengas amigos alfa, pero a partir de ahora, debes tener un acompañante contigo. Aunque sólo sea Felicite o Charlotte, tienes que estar atendido".

"¿Por qué?" Louis frunció el ceño, cruzándose de brazos. La amargura se estaba instalando en su lengua y la vena testaruda que heredó de su padre estaba asomando su fea cabeza. "Nunca fue un problema antes, ¿por qué tiene que cambiar ahora? Soy la misma persona, ¿por qué tiene que importar?".

Con un movimiento resignado de los labios, la reina negó con la cabeza. "Porque, querido, no estabas designado. No eras más que un niño, pero ahora eres un omega maduro".

Seguía sin tener sentido para él. Ya era bastante difícil para Louis estar solo ahora, con su mejor amigo lejos en el entrenamiento durante meses, pero incluso cuando regresara no se le permitiría reanudar su amistad. No era justo que su mejor y único amigo en el mundo se alejara de él por un simple título. Se sentía igual, quizá un poco más dolorido por el falso calor, pero por lo demás igual. Se sentía como Louis. "Pero mamá", continuó.

"No, Louis. Nada de peros. No es mi decisión, sino las leyes de la naturaleza las que debes escuchar", dijo la reina Josephine con firmeza.

Su madre había hablado, y aunque a Louis le habría encantado insistir más en el tema, sabía que sería en vano. Ella había expresado sus deseos. Louis bajó los hombros e inclinó la cabeza mientras se miraba las manos. 

Nunca había odiado su propio cuerpo. Era sólo un recipiente para su espíritu, pero en ese momento lo odió. "Sí, mamá", susurró.

"Ahora", Josephine sonrió ligeramente. "Dentro de unas horas vendrá la costurera a tomarte las medidas. Ahora que estás listo, debemos conseguirte ropa adecuada para el hermoso omega de nuestro reino". Le dio un beso en la sien y le acarició la mejilla. "Te amo, mi amor más dulce. Y estoy muy orgullosa de ti".

Las palabras eran amables, estaban destinadas a calmar sus nervios y aliviar la ansiedad que bullía en su vientre. En lugar de eso, Louis se sintió lleno de temor y aprensión ante el giro del destino. Nada volvería a ser igual y decir adiós a la vida tal y como la conocía era lo más difícil a lo que se había enfrentado en sus catorce años de vida.

La mente de Louis aún no le había alcanzado mientras se dejaba vestir por su dama de compañía. Ella también era nueva, se la habían asignado sólo unos minutos después de que su madre lo dejara para prepararse para el día y, aunque Louis se había acostumbrado a que extraños lo presenciaran toda su vida, aún se sentía un poco incómodo. Nunca había tenido a nadie más que a Meredith para ayudarlo a vestirse. Suaves sedas en tonos blancos, crema y pastel flotaban ya a través de las puertas de sus aposentos, los colores de omega llenando su habitación y barriendo los juveniles tonos brillantes de su antigua ropa.

Mientras Elizabeth lo ayudaba a ponerse los trajes, le informó que sus nuevos apartamentos estarían preparados para él. Él no sabía que se mudaría, pero, al parecer, era más apropiado que un príncipe omega recién presentado viviera en una habitación más grande y alejada de las princesas más jóvenes de la casa. Eran un montón de tonterías, en opinión de Louis.

Le pincharon, le pellizcaron y le retocaron hasta que su atuendo fue perfecto y su cabello estaba tan peinado que no se movía. Era el primer día que lo verían después de la presentación y debía estar perfecto. Vestido de azul pastel y encaje blanco, Louis se puso delante del espejo y entrecerró los ojos al ver su reflejo. Apenas se reconocía. Atrás había quedado el joven revoltoso de cabello desordenado y túnicas arrugadas de colores brillantes. Delante de él había un chico que no conocía, un chico cuidado hasta la perfección, pero que parecía perdido.

Los zapatos de Louis resonaron en los suelos de mármol mientras lo llevaban a comer, con el estómago dolorido por el hambre. Esperaba que Harry volviera pronto y había recibido un puñado de cartas suyas en los tres meses transcurridos desde que se había marchado, pero ni una sola vez le había dado una pista de cuándo regresaría a palacio. ¿Se sentiría Harry raro con él ahora que era un omega? ¿Le gustaría menos Louis? ¿Estaría tan enfadado como Louis por no poder estar juntos a solas?

Las cosas iban a ser diferentes, eso era innegable.

Los almuerzos eran un acontecimiento informal en palacio. No se parecían en nada a las opulentas cenas que organizaban los reyes con bebidas alcohólicas y decadentes comidas de seis platos a las que podían asistir amigos de la familia que no fueran nobles. El desayuno y el almuerzo siempre habían sido las comidas favoritas de Louis, ya que eran las que solía compartir con sus hermanas y Harry. Ahora, eran lúgubres recordatorios de lo terriblemente solo que estaba.

Incluso a través de la pesada puerta de roble que separaba el vestíbulo del rincón del desayuno, podía oír a sus cuatro hermanas pequeñas discutir sobre algo. Louis no tuvo tiempo de prepararse antes de que una de las criadas abriera la puerta y su presencia se hiciera notar.

Sus hermanas se quedaron calladas, con los ojos muy abiertos al contemplar su nuevo aspecto.

Louis retorció la tela de su blusa entre los dedos, esperando a que alguna de ellas dijera algo. Se sentía ridículo, ataviado con sedas de colores pastel y con unos pantalones que le ceñían el cuerpo y dejaban a la vista sus clavículas. La ropa le resultaba extraña, extraña en su cuerpo.

"Louis", habló primero Charlotte, con los ojos azules muy abiertos y los labios rosados entreabiertos por la sorpresa. "Te ves tan bonito".

Arrastrando los pies, Louis tragó saliva y agachó la cabeza para mirar su propia ropa.

"¿Por qué estás vestido así?" preguntó Daisy, frunciendo el ceño ante el drástico cambio de sus típicas túnicas de colores y su encanto infantil.

"¡Daisy!" regañó Felicite, dándole un codazo a su hermana pequeña.

"Porque es un omega", explicó Charlotte, apartándose para dejar sitio a Louis en la mesa.

"¿Omega? Creía que sólo era Louis". resopló Phoebe, haciendo rodar una gorda uva morada sobre el mantel.

Louis suspiró y le arrebató la uva de su pequeña mano. "Sigo siendo yo mismo, hermanita".

"Sigue siendo el mismo hermano mayor vergonzoso", intervino Felicite, soltando una risita en la palma de la mano. "Sólo que ahora mejor vestido".

"Oye, antes no vestía mal", se quejó Louis y robó un croissant del plato de Charlotte. "Además, esto no se ve mucho mejor que mi antigua ropa".

"Quizá no mejor, pero definitivamente diferente".

"Sí, bueno, ahora la vida va a ser diferente", suspiró el príncipe y se metió en la boca un trozo de hojaldre. La conversación cambió rápidamente y las gemelas se distrajeron con los perros de la reina, que entraron en la habitación contoneándose con sus colitas cortadas.

Mientras Louis se deslizaba por los pasillos del jardín, bajo la atenta mirada de los demás nobles, pateó una piedra con desgana. Todo el mundo lo miraba ahora, le prestaban atención ahora que se había presentado y ser el centro de atención era mucho más solitario de lo que Louis pensaba. Si Harry estuviera aquí, seguro que haría algún comentario sobre las miradas lascivas que le dirigía el duque de Henrick.

Las estaciones iban y venían, siguiendo el ritmo de los árboles que brotaban y las hojas que caían. La escarcha se cristalizaba en las hojas de los setos y la grava bajo sus pies se helaba con la advertencia del invierno. Las cartas de Harry eran cada vez más escasas y finalmente dejaron de llegar. Louis no podía culparlo, debía ser difícil encontrar tiempo para escribir mientras uno luchaba de sol a sol y no es que Louis estuviera mucho mejor. Después de presentarse, tenía demasiado miedo de contárselo a Harry. Sus cartas eran cortas y vagas, sin ningún detalle o significado real y poco a poco Louis se dio cuenta de que no tenía sentido responderle a Harry.

Ahora eran personas diferentes. Louis era un omega, blando y dócil, y Harry era un alfa. Aunque Harry volviera a Lillidale, nunca volverían a ser los amigos de antes. No podrían serlo.

Solo y frío, Louis flotaba por el castillo y sonreía suavemente a los cortesanos, aunque su sonrisa no le llegaba a los ojos. No estaba seguro de si volvería a sonreír, pero con el tiempo se le dio mejor ocultar el dolor. Se le daba tan bien que hasta se convencía a sí mismo de que estaba bien.

Cuando su madre y su padre le informaron de que su futuro esposo había sido elegido, incluso consiguió sonreír. Una sonrisa vacía y fría, pero una sonrisa al fin y al cabo. Su futuro estaba ante él y por fin vislumbraba el resto de su vida. Mientras escuchaba a su madre hablar maravillas de su futuro esposo de Illuria, la mente de Louis vagaba a miles de kilómetros de distancia. Encontrar un alfa con el que casarse era su destino, era el futuro de Lillidale y todo lo que había aprendido y por lo que había trabajado incansablemente le había llevado hasta ese momento. Entonces, ¿por qué se sentía como el final de todo lo que había conocido y no como el principio?

Chapter 2: II

Chapter Text

Louis se despertó con los suaves susurros de sus damas de compañía, mientras las crinolinas de sus faldas se agitaban al entrar en su habitación y empezar a preparar su ropa para el día. Con una maniobra, Elizabeth abrió las cortinas, dejando que la luz cayera en cascada sobre los suelos de mármol y brillara en las lámparas de plata que colgaban del techo.

Aunque estaba acostumbrado a despertarse temprano, Louis gimió y se acostó boca abajo, hundiéndose más en las gruesas mantas y enterrando la cara en la almohada de plumas.

"Buenos días, príncipe Louis", tarareó Elizabeth, retiró las cortinas de la cama y las ató con un cordón de seda. Su sonrisa era cortés pero reservada y llevaba el cabello rubio recogido en un moño tan apretado que Louis estaba seguro de que le estaba tirando de la piel de la cara hacia atrás. "Su Majestad ha requerido su presencia".

Por supuesto que sí, pensó Louis con amargura mientras se cubría los ojos con el brazo y suspiraba. Ya no solía desayunar, optaba por tomarse su tiempo para arreglarse por las mañanas. A veces disfrutaba de una taza de té en la biblioteca, lejos de la constante vigilancia de la corte. Lo prefería así, pero cuando su padre se lo pedía, debía obedecer. Tal vez debería estar agradecido por una pausa en lo ordinario, algo que animara su día, por lo demás monótono, lleno hasta los topes de lectura, pianoforte y horas y horas de asentir cortésmente mientras las baronesas y duquesas divagaban una y otra vez sobre las cosas más frívolas.

Cuando Louis salió de la cama y se metió en la bañera, dejó escapar un silbido al sentir el agua caliente que le erizaba la piel. El aceite de rosas y lavanda se arremolinó en el agua, perfumando suavemente su piel y enmascarando su olor natural. Le limpiaron la piel y le pasaron un peine de cerdas finas por el cabello para peinarlo a su gusto. Pomadas, aceites, perfumes y rubor se pasaban por su cabello y se esparcían por su piel con precisión, convirtiéndolo en la mejor y más presentable versión de sí mismo, mientras Louis permanecía inmóvil en el taburete de su tocador.

Las mucamas y damas de compañía volaban por la habitación, girando unas alrededor de otras, sin chocar ni una sola vez. Era fluido y sin esfuerzo, como una sinfonía de faldas de colores y enaguas con volantes, y Elizabeth era su directora, dirigiendo el espectáculo mientras preparaban al príncipe y limpiaban su habitación, ya impecable.

Fue un día como cualquier otro, en lo que a Louis se refería: un aluvión interminable de mujeres revoloteando y voces en voz baja discutiendo sobre el color que debía usar Louis y si sería mejor un chaleco o una blusa que dejara al descubierto su escote. No era nada especial, salvo por el hecho de que hoy era el día en que los Reyes darían su aprobación al compromiso de Louis.

Era curioso, en realidad, que a pesar de que Louis sabía desde hace seis años que ese día llegaría, seguía sin parecerle real. Inmediatamente lo habían sacado de las clases de esgrima y tácticas de guerra y lo habían metido en cursos que enseñaban Principios Omega, preparándolo para su futuro. Un futuro de ser vigilado, de encarnar el omega ideal y de ser una pareja obediente. Durante seis años lo habían convertido en una flor delicada, podada a la perfección para un momento como éste.

Louis se sentó frente a su padre en la mesa del gran comedor, con las mejores copas de plata y cristal puestas ante ellos para celebrar el curso oficial de compromiso que iniciaban, e inclinó la cabeza en señal de respeto. "Buenos días, padre", dijo en voz baja.

"Buenos dias, hijo mío", le dio la bienvenida el rey Guillermo, rompiendo su característica frialdad exterior y dibujando una sonrisa de simpatía al mirar a su hijo. Le pasó una jarra de crema fresca para el té de Louis y cruzó las manos frente a él sobre la mesa. "Te ves bien".

Al mirarse, Louis se encogió de hombros y tiró del dobladillo inferior de su corsé. "Gracias", murmuró en voz baja y vertió un poco en su taza, removiendo lentamente.

La Reina tardó unos minutos en reunirse con ellos, pero cuando las bandejas de pastelitos estuvieron sobre la mesa, entró a toda prisa con un mechón de cabello suelto cayéndole sobre la frente. "Me disculpo por llegar tarde", dijo.

"No pasa nada, cariño. Estaba a punto de darle la buena noticia a Louis", tarareó William y le agarró la mano al pasar, tirando de ella para darle un casto beso en la mejilla.

"¿Qué buenas noticias?” preguntó Louis, frunciendo el ceño. Un sentimiento enfermizo y retorcido se arraigó en su vientre y la duda y la preocupación le rondaron por la mente.

La reina Josephine se sentó a su lado y le puso una mano en el antebrazo, con los labios fruncidos. Durante unos instantes, se limitó a poner cara de aprensión, como si estuviera decidiendo cuidadosamente sus próximas palabras. "Mi amor, hemos estado debatiendo sobre quién debería ser tu futuro esposo y estoy segura de que sabes que hemos elegido a uno. Hay un alfa en Illuria que creemos que sería un buen partido para ti. Brahm es el segundo en la línea de sucesión al trono y por las cartas del Rey Fredrick, será un buen partido. Una pareja digna para nuestro dulce niño".

Brahm. Louis y Brahm. Brahm y Louis. Se sentía extraño en su lengua, desordenado y vibraba en su boca como un idioma extranjero.

"Sí, es un buen alfa para ti", asintió William y sonrió alegremente. "Pronto te escribirá y harías bien en responderle. Es un momento emocionante para los dos y decisivo para el futuro de su relación. Cuando cortejé a tu madre por primera vez, nuestras cartas eran lo mejor de mi día. Cada una me traía más alegría que el más audaz de los arco iris o la mejor música que nuestros juglares pudieran tocar. Sé que serán lo mismo para ti, si se lo permites".

Esperaba que su padre tuviera razón. Con cada centímetro de su cuerpo, Louis esperaba poder aprender a amar al alfa que no era más que un extraño. El extraño con el que estaba destinado a casarse.

Louis asintió y tragó grueso. "Sí, padre. Lo haré". Bajando la mirada hacia la mesa brillante, Louis enrolló los cordones de su corsé alrededor de sus dedos y tiró con fuerza hasta que su piel palideció.

"Escuché que le gusta cazar", añadió la madre de Louis, con los ojos azules llenos de esperanza clavados en él. "Sé lo mucho que te gusta estar al aire libre y creo que tú y el duque de Henford se llevarían de maravilla".

Era ridículo pensar que el hecho de que a ese alfa le gustara cazar significara que él y Louis se llevarían bien, pero sabía que su madre sólo intentaba animarlo. En realidad, Louis sabía que eso formaba parte de su futuro. Era su deber para con su reino proporcionarle un futuro estable y estaba en su derecho de nacimiento casarse con un alfa que reinaría con él sobre Lillidale.

En cierto modo, le resultaba más fácil aceptar casarse con un completo desconocido. Estaba cumpliendo su propósito como el omega mayor del rey y la reina. Era algo que debía hacerse.

Ella lo miraba con expectación y una pequeña sonrisa adornaba sus labios rojo rubí. Estaba esperando a que él dijera algo o le diera la razón, así que Louis asintió y puso cara de satisfacción. "Sí, estoy seguro de que será un alfa digno. Gracias", exprimió las palabras con los pulmones y los dientes apretados.

Satisfechos con su respuesta, la reina Josephine y el rey William asintieron con amplias sonrisas. "¡Excelente!" La Reina aplaudió y tomó su taza de té, dejando ya atrás la conversación. Louis no escuchaba el zumbido de sus padres, con la mandíbula apretada y los dedos metidos en las mangas de la blusa para no mover la pierna con nerviosismo.

Sentía que se movía entre melaza, las piernas pesadas y un peso asentado en el pecho mientras deambulaba con sus hermanas a su lado por el pasillo en dirección a los jardines. Las dos gemelas más pequeñas, de sólo dos años, se contoneaban y se tambaleaban torpemente sobre sus diminutos zapatos y se agarraban con fuerza a las manos de Louis mientras caminaban. Phoebe y Daisy estaban extasiadas ante la posibilidad de que su hermano encontrara pareja y no paraban de hablar de lo romántico y hermoso que era que por fin le hubieran elegido un esposo.

Incluso Charlotte parecía interesada en el duque de Henford, aunque hacía todo lo posible por ocultarlo. Seguía en su fase gruñona y distante, algo que Louis no podía reprocharle del todo. Hizo todo lo posible por responder a las preguntas que pudo sobre el alfa de Illuria, aunque se dio cuenta de que esquivaba más preguntas de las que respondía. No sabía cómo era su futuro esposo, ni cómo era su personalidad o si tenía buen sentido del humor. Cazaba, eso era todo lo que Louis sabía.

Louis se sentía rígido y desarticulado, como si tuviera que forzar un pie delante del otro, haciendo un esfuerzo consciente para sonreír y asentir cuando su cerebro estaba plagado de un millón de preguntas propias. Siempre había soñado con ser un omega como su abuela, fuerte y sabio más allá de su edad, pero los alfas que cumplían sus deseos eran escasos. 

¿Y si lo único que se esperaba de él era que se pegara a la cadera del alfa y se riera como un pequeño omega tonto con el único propósito de engendrar hijos? 

Siempre había querido ser madre, el deseo arraigado en su propia naturaleza de estar lleno del cachorro de un alfa. Aunque no quería que eso fuera lo único a lo que estaba destinado.

Podía hacer mucho más, podía sentirlo en sus huesos.

Bajo el sauce, en la esquina sureste del jardín, Louis se acostó boca arriba y escuchó a sus hermanitas gritar y perseguirse por los macizos de flores. Doris y Ernest metían las manitas en la tierra y sacaban lombrices, las alzaban orgullosas para que Daisy y Phoebe las vieran y se reían cuando sus hermanas mayores chillaban y retrocedían ante las criaturas que se retorcían. Incluso Charlotte parecía más relajada que de costumbre, con su típica cara de fastidio sonriendo mientras observaba a los pequeños desde su asiento junto a las fuentes.

Era todo tan nostálgico ver a su hermano y a sus hermanas pisotear las flores, le recordaba a cuando era joven. Tenía tantos buenos recuerdos de cuando era un cachorro y jugaba en los jardines con su amigo, pasando horas y horas susurrando secretos y haciendo todo tipo de travesuras. Parecía que hace toda una vida que no se sentía tan libre como entonces.

A su lado, Felicite suspiró y se golpeó la barbilla con la pluma, mirando el pergamino que tenía en el regazo. "Louis", tarareó, manteniendo la voz baja mientras dibujaba cuidadosamente una rosa en una esquina. "¿Emocionado estar prometido?".

Louis tuvo que hacer una pausa. Emocionado no era la palabra que elegiría, pero tampoco estaba enfadado. De todos sus hermanos, Felicite era la más fácil de hablar. Era lenta para juzgar y rápida para escuchar, mientras que Daisy y Phoebe eran demasiado jóvenes para comprender las dificultades de la vida y Charlotte era demasiado nerviosa para ver más allá de sus propios problemas. “No creo que "emocionado" sea la palabra adecuada", dijo Louis, mirando las ramas del sauce que se balanceaban.

"Entonces, ¿cuál sería la palabra adecuada?".

"Nervioso", suspiró Louis.

Felicite asintió, frunciendo el ceño. "No puedo ni imaginarme estar casado con alguien a quien no conoces. No estoy segura de cómo puedes aceptarlo, si te soy sincera. ¿No te dan ganas de gritar?".

Louis se permitió una sonrisa irónica y se encogió de hombros. "A veces", admitió. "Pero luego recuerdo que esto es algo que tengo que hacer por mi gente. Es lo que tengo que hacer para servirles mejor y daría cualquier cosa por ser el gobernante que necesitan que sea."

"Sí, pero ¿no te gustaría poder hacerlo por ti mismo? ¿Por qué tienes que tener un alfa para ser un buen gobernante?". Refunfuñó su hermana, arrancando matas de césped de al lado de su manta.

Felicite era tan independiente, decidida a dejar su huella en el mundo a pesar de tener dieciséis años. Tenía suerte de haber nacido beta, habría odiado ser omega, pensó Louis. "Así son las cosas, querida hermana. Fui designado como omega y los tribunales han decidido que un omega no debe gobernar solo. No siempre me gusta, pero tengo que respetarlo. No tiene sentido que me ponga así", murmuró.

"Creo que deberías cambiar eso", decidió Felicite, con una firmeza en su voz que hizo que Louis frunciera el ceño mientras una sensación de inquietud le retorcía las entrañas. "Los alfas son estúpidos y estoy segura de que este duque de lo que sea no es diferente. Deberías matarlo después de casarte y tener el reino para ti solo", sonrió y se acostó de espaldas junto a Louis.

"¡Fizz!" jadeó Louis, dándole una golpe en el brazo. "¡No puedes decir esas cosas!"

"Claro que sí", soltó Felicite con una risita y señaló hacia el cielo. "¡Acaba con él! Toma todo lo que ese bastardo posee y sé el mejor gobernante que este reino haya visto jamás", declaró en voz alta, atrayendo la atención de unos cuantos sirvientes que pasaban por allí, ignorando descaradamente las miradas que le lanzaban.

"¡Silencio! ¿Y si se muere de verdad y creen que fui yo?". Louis se rió y le dio un codazo juguetón en el costado. "Yo nunca podría matar a nadie. No tendría las agallas para hacerlo".

La princesa se limitó a soltar una risita y se acercó a Louis para tomarle de la mano, dejando la pluma y el pergamino olvidados a su lado mientras contemplaban las nubes. "Si eso pusiera en peligro mi libertad, creo que podría".

A veces a Louis le preocupaba lo decidida que estaba su hermana pequeña a ser independiente. Le preocupaba que se metiera en más problemas de los que valía la pena. Ella debería seguir su ejemplo y aceptar que el sacrificio es necesario. Haces lo que sea por los que quieres.

 

⊱ꕥ⊰

 

Después de sus clases de baile de la tarde, Louis regresó a sus aposentos para prepararse para la gala de la noche. Era el tercer gran acontecimiento del mes, y sólo era la segunda semana de agosto. El verano estaba repleto de fiestas y banquetes constantes, un flujo continuo de vestidos de tafetán y trajes de seda que entraban y salían bailando el vals por las puertas de palacio y, con la llegada del final del verano, Louis se había cansado de las fiestas. Por suerte, se suponía que la reunión de esta noche sería más reducida que las demás y Louis podría esperar estar metido en la cama a las nueve, si jugaba bien sus cartas.

Se había convertido en un experto en los bailes reales que se celebraban en palacio, elaborando cuidadosamente una fórmula que le permitiera llegar pronto a la noche y hacer los eventos más llevaderos. 

Comenzaba saludando a los invitados y daba una vuelta alrededor de la sala, lo que solía llevarle una hora, entrando y saliendo de las conversaciones que mantenían los invitados. Un rápido receso para tomar un pequeño plato de petit fours le daba tiempo para reagruparse e intentar recordar los nombres de los invitados que le habían presentado. Dos rondas más por la sala y tres canciones bailadas con varios alfas y, dependiendo de la multitud, tal vez incluso un discurso para brindar por el evento o grupo que estaban celebrando.

Las chicas disfrutaban más que Louis de los banquetes reales, pero Louis lo atribuía a que ellas disfrutaban viendo los hermosos vestidos y las lujosas telas que los omegas se ponían para los eventos. Él también lo había disfrutado, cuando era un omega recién presentado, y hasta el día de hoy seguía sintiéndose un poco maravillado por el arco iris de tonalidades que llenaba el Gran Salón.

Con el tiempo, llegaron a cansarle. Los corsés que llevaba le apretaban y le resultaban incómodos, el maquillaje ligero que le aplicaba su estilista le resultaba espeso y pastoso en la piel, y las zapatillas de tacón que llevaba le dolían los pies después de horas de baile. Por no hablar de los molestos alfas a los que les gustaba pegarse a su lado y aburrirlo con interminables historias de sus aventuras.

Esta noche no sería diferente.

Louis tiró de su corsé, haciendo una mueca de dolor al ver que los rígidos armazones que formaban la estructura de la prenda le oprimían las costillas y le dificultaban respirar por completo. La belleza duele, como tantas veces le habían dicho su madre y sus damas de compañía, así que se aferraría y sonreiría a pesar de todo.

No estaba seguro para qué era el evento de esta noche, pero Felicite estaba armando bastante alboroto para toda la familia Tomlinson. Evidentemente, le horrorizaba que se esperara de ella que guardara el cuaderno y se pusiera un vestido de noche. Había momentos en los que Louis estaría más que dispuesto a intervenir y defender a su hermana, pero ya estaba agotado de madrugar y perseguir a sus hermanos pequeños.

"No puedo creer que tenga que ir a esto", resopló la joven princesa, pateando las capas de seda y organza de su falda y cruzando los brazos sobre el pecho. "No es justo. No tengo ningún interés en encontrar pareja".

"Por favor, Fizz. Nadie te va a mirar", se burló Charlotte y se pasó las manos por las faldas de terciopelo rosa. "Con un vestido así, todos me mirarán a mí", sonrió.

Louis tuvo que reprimir las ganas de poner los ojos en blanco y se pasó los dedos por el flequillo, retocando los mechones hasta que quedaron bien pegados a su piel y enmarcaron sus ojos azules. Charlotte se había convertido en una hermosa omega y a menudo acababa eclipsando a su hermana pequeña. No es que Felicite tuviera problemas con eso. Parecía más que feliz de dejar que Charlotte fuera el centro de atención para poder desaparecer en las sombras y que la dejaran en paz.

"Charlotte, el orgullo no te sienta muy bien", suspiró Louis y se apoyó en el alféizar de la ventana, observando cómo los criados se afanaban en colocar los faroles y las cadenas de claveles para decorar los paseos de los jardines.

"No, por supuesto, sigue hablando de la perfecta princesa que eres", resopló Felicite y se miró al espejo con el ceño fruncido. "Con un poco de suerte, todos estarán tan enamorados de ti que me dejarán en paz".

Charlotte puso los ojos en blanco y se puso un poco más de rubor en las mejillas. "Fizz, de verdad que no entiendo por qué tienes que ser tan hostil. ¿No quieres encontrar pareja y tener una familia algún día? Si sigues así, serás tan amargada y fría que todos pensarán que eres estéril".

"Bien."

Apartándose de la ventana, Louis cruzó la habitación y tomó un libro vacío de su estantería. "Toma, lleva esto contigo. Puedes escribir historias para todos los invitados que asistan. Piensa en el escándalo de la duquesa de Casmeade que acude a su mozo de cuadra en busca de consuelo cuando su esposo está ausente. O el vizconde que hace tratos secretos con una bruja de la parroquia para poder vivir eternamente".

Sus cejas se alzaron ante la sugerencia, y sus labios esbozaron una sonrisa. "Interesante, querido hermano", tarareó e hizo girar la borla en el extremo de una de las almohadas de Louis. "Más bien creo que Lord Stephen sería del tipo que tiene una guarida secreta donde tortura gatitos y planea vengarse por la traición de su omega".

Louis la miró fijamente, con la boca entreabierta por la sorpresa y las cejas fruncidas. "Tu mente es un lugar aterrador, Fizz", murmuró y sacudió la cabeza. Siempre había sido un poco... excéntrica y oscura, buscando las novelas de misterio que sólo los alfas solían leer y escribiendo historias retorcidas sobre pérdidas y brujas malvadas. A veces resultaba inquietante.

Felicite se encogió de hombros con una pequeña sonrisa irónica y aceptó el libro de su hermano, guardándolo en el bolsillo de su falda azul marino junto con una pluma estilográfica. "Díselo a todos los jóvenes que pregunten por mí esta noche, hermano. Espántalos a todos para que me quede solterona para siempre, encerrada en mi castillo para escribir a gusto".

"Realmente eres una tragedia", refunfuñó Charlotte y dirigió a su hermano y a su hermana en dirección a la puerta. "Vamos, no lleguemos tarde a nuestra propia fiesta".

"Oh, no. Sería un desastre".

Louis soltó una risita en el dorso de su muñeca, divertido por el humor seco de su hermana menor. "Creo que Phoebe y Daisy están ayudando con los gemelos, ya deben estar listos. Ya sabes cuánto odian mamá y papá que lleguemos tarde", tarareó, guiándolos mientras salían de sus aposentos en dirección a los aposentos de las princesas más jóvenes y el príncipe.

Tras reunir a Ernest, Doris y las niñas, Louis bajó los escalones con Doris apoyada en una cadera y la mano de Ernest en la otra. Juntos, los siete marcharon hacia el Gran Comedor, con las faldas agitándose contra el brillante suelo.

La fiesta acababa de empezar y la sala estaba vestida con los colores de la familia Tomlinson: cortinas azules cubrían las ventanas y lilas púrpuras y glicinas colgaban de las paredes. En las puertas dobles que daban acceso a la sala se exhibían armaduras plateadas y el escudo de armas de Lillidale colgaba de las paredes detrás de los tronos del Rey y la Reina. Aún no habían llegado, lo más probable era que estuvieran esperando para entrar con toda la grandeza y fastuosidad que requería la realeza.

Inmediatamente, Daisy y Phoebe se escabulleron para ver al cuarteto de cuerda que tocaba en un rincón y Felicite se escabulló para escribir desde un asiento apartado de los focos. Charlotte entró en la sala y se acercó bailando un vals a un grupo de jóvenes lores y damas con los que había entablado amistad, gravitando hacia el centro del grupo como siempre hacía. Era popular entre casi todos los miembros de la corte. El drama y el escándalo que circulaban en las filas de Lillidale la emocionaban de un modo que el propio Louis no comprendía.

Estaba tan solo como hace seis años. Nunca había encontrado a la gente adecuada, a nadie que lo hiciera sentir como en casa o que hiciera que sus días de lluvia se sintieran como tomar el sol. Así que se centró en su familia. Pasaba la mayor parte del tiempo con sus hermanos pequeños, sobre todo cuando nacieron Doris y Ernest. Ellos dos eran la luz de su vida.

Doris se retorció en sus brazos, señalando emocionada la mesa del banquete y Ernest tiró de su mano.

"¡Loulou, mira!" jadeó Ernest."¡Delicioso!" Doris soltó una risita y se acurrucó contra la mandíbula de Louis. "¿Podemos? Por favor".

Y realmente, ¿quién era Louis para decir que no a los ojos suplicantes de los cachorros más dulces del mundo?

Louis sonrió con cariño y asintió con la cabeza, dándole un beso en la coronilla a la joven princesa y apretando suavemente la mano de Ernest. "Muy bien, vamos a ver lo que Arthur nos ha preparado esta vez, ¿de acuerdo?” Tarareó.

Las carnes, los quesos y las montañas de suculenta fruta fresca hicieron que a Louis se le hiciera la boca agua nada más verlos. Los pastelitos rellenos de carne y hierbas estaban cuidadosamente colocados en bandejas de plata y los pequeños cubos de tarta por los que era conocido el chef Albert se veían demasiado buenos para comérselos. Claramente no para los gemelos, que se hacian gestos con las manos queriendo agarrar lo que se mostraba ante ellos.

Les llenó los platos, preguntándoles suavemente qué querían y sonriendo dulcemente cuando señalaron petit fours, galletas saladas y su pudin favorito. Eran dulces. Incluso sin un alfa, uno que Louis hubiera conocido al menos, anhelaba tener sus propios hijos. Hasta entonces, era feliz acurrucándose con su hermana y su hermano y mimándolos con cariño.

Al otro lado de la habitación, las puertas del salón se abrieron y entraron los Reyes. La sala se quedó en silencio, sólo la melodía de los instrumentos de cuerda animó el ambiente cuando entraron. Fue como un efecto dominó. A medida que avanzaban entre la multitud, tanto lores como damas se inclinaban ante ellos. Louis hizo lo mismo, inclinándose al paso de sus padres antes de conducir a los cachorros hacia el frente para que ocuparan sus puestos junto al Rey y la Reina.

"Buenas noches", dijo el Rey, levantando una copa de vino en señal de brindis. "Les agradecemos que hayan venido a este banquete. Esta noche, damos la bienvenida a casa a los valientes alfas que lucharon por nuestro reino. Sus esfuerzos por proteger nuestras tierras y fortalecer nuestro amado reino son una verdadera muestra de su dedicación y devoción a esta nación. Sin ellos, habríamos perdido a Frieste. No todos pudieron volver con nosotros. Algunos no tuvieron la suerte de volver a casa, y les damos las gracias por sus vidas. Por su honor. Esta noche, pensamos en sus familias que han perdido tanto. Pero también pensamos en los que lograron regresar. Unámonos para dar las gracias a estos alfas que arriesgaron sus vidas para que nosotros podamos seguir viviendo. ¡Celebremos!".

La multitud vibró en vítores y Louis pudo oír el tintineo de las copas mientras los hombres y mujeres de la corte brindaban por los caballeros. Era costumbre que el Rey y la Reina ofrecieran un banquete de bienvenida para dar las gracias a los soldados del ejército del Rey, pero habían pasado muchos años debido al conflicto que había estallado en la frontera norte de Lillidale. El reino estaba de celebración junto con la familia real para dar la bienvenida a casa a sus alfas.

Como era tradición, el rey William entregó al comandante Desmond una espada ceremonial, bañada en plata y decorada con las más bellas inscripciones grabadas en la hoja. Louis fue capaz de no prestar atención a la mayor parte del discurso, aunque su interés se despertó cuando el cuarteto volvió a sonar y los cortesanos inundaron la pista de baile.

"Me alegro mucho por ti, Desmond. Puedes estar seguro de que Harry está en casa sano y salvo. Has criado a un gran joven".

La cabeza de Louis giró tan rápido que por un momento el mundo le dio vueltas. Las palabras de su padre le recorrieron la espalda y se le quedó la boca completamente seca. ¿Harry? ¿Había vuelto? Tenía los pies paralizados y los labios tan apretados que era incapaz de emitir sonido alguno.

"Gracias, Alteza. Su regreso me llena de alivio. Significa mucho para mí que hayan aceptado mi petición de que se reúna conmigo aquí", dijo el comandante y palmeó el hombro del rey. "Le pido disculpas por su tardanza. Al parecer, su caballo sufrió un incidente y tuvo que curarse un esguince de tendón. Ya sabe lo devoto que es de su caballo".

La atención de Louis fue arrancada de la conversación de su padre cuando Doris tiró de sus pantalones con el ceño fruncido. "Loulou, Ernie se cayó y se lastimó la rodilla", gimoteó y señaló en dirección a su hermano, que estaba sentado en la base de la gran escalera con lágrimas en los ojos. Por la forma en que se le contraía la cara, Louis se dio cuenta de que se pondría a llorar a gritos en unos instantes si no lo consolaban.

Se apresuró a atravesar la multitud con Doris a cuestas y murmuró sus disculpas mientras pasaba entre los hombres que holgazaneaban y las faldas que le bloqueaban el paso. Llegó al lado de Ernest antes de que el pequeño príncipe empezara a armar alboroto, agachándose ante él.

"Oh, mi pequeño insecto. ¿Te caíste y te hiciste daño?" Murmuró suavemente y le secó las mejillas regordetas con dedos suaves.

El niño asintió y se señaló la rodilla. "¡Me duele!"

Louis hizo un ruido de disculpa y abrazó al niño. "Tranquilo, tranquilo. Todo estará bien", tarareó. El dulce olor a cachorro de Ernest era fuerte y Louis pudo deducir por el olor que su rodilla no estaba gravemente herida. El pobre chico sólo estaba nervioso y necesitaba que lo abrazaran, así que acunó a su hermanito y le dio un beso en la mejilla.

A Doris no le gustaba que la dejaran de lado cuando se trataba de su hermano, así que se metió en su abrazo y apretó la cabeza contra la de Ernest, juntando sus mejillas. Los dos cachorros eran tan dulces a su edad, que se convertían en los niños más adorables y mimosos cuando no estaban causando problemas.

Louis acercó la nariz a la cabeza de Ernest y olfateó a los cachorros, abrazándolos con fuerza y ronroneando en voz baja para calmarlos. Los meció suavemente de un lado a otro y sonrió cuando notó que la tensión desaparecía de sus cuerpecitos.

Tardó unos minutos en mimarlos, pero al final Ernest se apartó y se secó los ojos. "¿Te encuentras mejor, cariño?” preguntó Louis, levantándole suavemente la barbilla para examinarle la cara. Cuando Ernest asintió, Louis sonrió y le apretó la naricita. "Bien. ¿Quieres ir ahora a jugar con Doris?".

Sacudió la cabeza, con el labio inferior aún extendido en un mohín. "¿Abrazo?"

Ernest lo dijo en voz tan baja, tan suave, que Louis no pudo negarse. "De acuerdo. Ven aquí, podemos ir por más bocadillos y luego veremos si mamá tiene algún abrazo superespecial que te ayude a sentirte mejor. Sabes que sus abrazos son mágicos, ¿verdad?" tarareó Louis, poniéndose de pie con los dos gemelos en cada cadera.

Mientras Louis se distraía con su hermano y su hermana, fue ajeno al alfa que había estado observando todo el tiempo. Observó cómo el príncipe Louis se paseaba entre las damas y los caballeros de la corte, concentrándose por completo en los cachorros mientras se dirigía al bufé.

Cuando los gemelos estaban felices comiendo sus propios petit fours, Louis se los llevó al Rey y a la Reina. Estaba a punto de explicarles lo sucedido cuando miró por encima del hombro en dirección a la escalera y se quedó helado. Al borde de la multitud había un rostro que no había visto en casi seis años.

Tenía un aspecto muy diferente. Su cabello había sido cortado en algún momento, habían desaparecido las ondas sueltas que le hacían cosquillas en los hombros y en su lugar había una cabeza de cabello corto y oscuro. Ahora era mucho más ancho. La extensión de sus hombros se extendía hasta la tela de su abrigo y, en cierto modo, era incluso más alto que la última vez que Louis lo vio. Parecía un completo desconocido.

A medida que se acercaba, Louis pudo distinguir una cicatriz tallada en la frente y un mechón de cabello le salpicaba las mejillas y la mandíbula. No se parecía en nada al chico que Louis conocía. Era un hombre. Un alfa. Iba vestido de verde bosque y burdeos, los colores de la familia Styles. Aunque el abrigo era más sencillo que el de la mayoría de los lores presentes, estaba entallado a la perfección y confeccionado con la tela más hermosa que jamás había visto.

Louis se dio cuenta de que estaba mirando. Era vergonzoso y descortés, pero se dio cuenta de lo mucho que había cambiado Harry. Podía vislumbrar al joven alfa que solía conocer, el suave arco de sus labios y el fantasma de los hoyuelos en sus mejillas, pero este hombre era un extraño para él. Estaba seguro de que Harry sentía lo mismo. Louis nunca se había armado de valor para admitirle en sus primeras cartas que se había presentado como omega y con el tiempo casi había olvidado a Harry. Fue hace toda una vida que eran amigos.

"¡Harry!" Gritó la Reina, su sonrisa se ensanchó y sus ojos brillaron al darle la bienvenida. "¡Oh, es tan bueno verte de nuevo!"

El alfa se inclinó ante la Reina Josephine y agachó la cabeza en señal de respeto. "Yo también me alegro de volver a verla, Majestad".

La reina Josephine soltó una risita y sacudió la cabeza. "Harry querido, no hace falta que me llames así. Eres de la familia, puedes llamarme Josephine", tarareó y se adelantó para abrazarlo. "Has crecido. ¿Quién es este alfa alto y guapo que veo?".

Louis pensaba lo mismo.

"Se parece a su padre", declaró el rey William con una sonrisa. "Un buen joven caballero".

"Gracias", murmuró Harry y se inclinó también ante el rey. "Y gracias por permitirme quedarme aquí".

"No es ningún problema. Como dijo mi esposa, eres de la familia. Siempre serás bienvenido aquí".

Junto a su madre, Louis seguía congelado en su sitio. Era vagamente consciente de que Doris estaba manchando su ropa con migas, pero estaba demasiado preocupado por pensar demasiado. Harry sabía ahora que era un omega. Era imposible que no lo supiera. ¿Se sentiría decepcionado? ¿Pensaría mal de Louis? ¿Y si ni siquiera recordaba a Louis?

Louis contuvo el aliento cuando Harry se giró hacia él, sus ojos verdes se fijaron en el omega y lo miró con atención. Estaba acostumbrado a estar constantemente bajo la mirada de la corte, a que cada uno de sus movimientos fuera criticado y juzgado. Pero la forma en que Harry lo examinaba le ponía los pelos de punta y se le cortaba la respiración.

Lentamente, Harry se inclinó ante él y miró a Louis con una expresión ilegible en sus ojos. Volvió a levantarse en toda su altura y un hoyuelo se hundió en su mejilla mientras arqueaba sus labios en una sonrisa. "Hola, Grillo".

 

⊱ꕥ⊰

 

Harry lo recordaba. En realidad recordaba a Louis y el pequeño y tonto apodo con el que solía llamar al chico más joven. Tal vez no debería haber sido un shock para el príncipe, pero el hecho de que Harry estuviera aquí, vivo y sano, tenía su mente tambaleándose. Era un poco surrealista ver al alfa frente a él, a sólo unos metros de distancia.

Así que, por supuesto, Louis pasó el resto de la noche evitándolo.

Era infantil y ridículo, Louis era consciente de ello, pero había una parte de él que estaba aterrorizada de estar cerca de Harry. Él no era la misma persona que Harry solía conocer cuando se fue a entrenar y estaba seguro de que Harry tampoco lo era. Puede que ahora estuvieran bajo el mismo techo, pero seguían sintiéndose a kilómetros de distancia. Fiel a su costumbre, Louis desapareció al cabo de unas horas, aunque no bailó ni socializó como solía hacer. En lugar de eso, se retiró a sus aposentos y se sentó en un baño caliente, mirándose las rodillas en el agua jabonosa hasta que se le arrugaron las puntas de los dedos.

Louis consiguió pasar dos días enteros sin volver a cruzarse con Harry. Le ayudó el hecho de que aún tenía cursos a los que asistir y té con otros omegas de la corte, un montón de distracciones que le impedían pensar en el alfa que tan repentinamente había vuelto a su vida.

Tal vez había podido evitar ver a Harry, pero desde luego no había podido evitar oír hablar de él. Era de lo único que Charlotte podía hablar ahora. No paraba de hablar del guapo alfa en el que se había convertido y de su aspecto maduro. Charlotte estaba claramente cautivada por Harry, lo que hizo que a Louis se le retorciera el estómago. Harry siempre había sido como un hermano para las chicas cuando eran más pequeñas. Las había visto cubiertas de barro de tanto jugar en los jardines y había sido él quien les había traído a escondidas golosinas prohibidas de las cocinas.

A Louis le resultaba extraño que ahora estuviera tan cautivada por él. No le parecía correcto. Harry era cinco años mayor que ella y Charlotte era demasiado joven para pensar en emparejarse. Al menos en opinión de Louis. Pero Charlotte parecía empeñada en llamar la atención de Harry.

A Felicite le parecía absurdo que Harry cortejara a una omega tan joven como Charlotte, bendita sea, y ponía los ojos en blanco cada vez que su hermana mencionaba sus fuertes brazos o su mirada ardiente. Louis no tenía una hermana favorita, pero había momentos en los que estaba seguro de que, si la tuviera, sería Felicite.

Después de comer con sus hermanas, Louis se escapó al jardín en busca de un poco de paz y tranquilidad. Charlotte había parloteado sobre Harry mientras Daisy y Phoebe escuchaban ansiosas. Eran unas románticas empedernidas de corazón, como demostraba su obsesión no sólo por el compromiso concertado de Louis, sino también por el interés de Charlotte en Harry. Louis se había pasado toda la comida intentando ignorar el fastidio que le subía por la garganta.

Los jardines de palacio no estaban vacíos, pero sí lo bastante tranquilos como para proporcionarle un respiro del caos de sus hermanos. Las peonías estaban empezando a morir y los jardineros ya las estaban podando para dejar sitio a los nuevos rosales que estaban plantando. A Louis le encantaba ver los jardines florecer y florecer con nuevas flores a medida que cambiaban las estaciones, encontrando un gran consuelo en pasear por los retorcidos senderos y oler cada flor por la que pasaba.

Era uno de sus lugares favoritos del mundo y solía venir aquí cuando necesitaba escapar.

Louis tarareó para sí mismo, pateando una piedra por el sendero hacia el laberinto de setos que la reina había instalado el año anterior. Había visto uno en su visita a Versalles y lo había adorado tanto que quiso instalar uno propio. Se preguntó qué reformas haría cuando le tocara gobernar. Tal vez otra biblioteca o un estudio de pintura, siempre le había gustado pintar. O tal vez un albergue de animales.

Pateó la piedra una vez más, viéndola rebotar y caer por el sendero hasta chocar con un par de botas. Louis levantó la cabeza y entreabrió los labios en señal de disculpa cuando se dio cuenta de a quién pertenecían las botas. "Oh", suspiró, con los ojos muy abiertos.

Harry llevaba el cabello más alborotado que hace unos días en el banquete de los caballeros, y vestía de forma más informal, con un sencillo chaleco verde oliva y unos pantalones. "Buenas tardes, Alteza".

Louis se sonrojó, sintiendo el calor de la vergüenza en sus mejillas. "Hola", dijo, y sus ojos parpadearon para ver si había alguien cerca. Una de sus damas de compañía permanecía a una distancia lo bastante segura como para darles intimidad, pero lo bastante cerca como para ser considerada una chaperona.

"¿Cómo estás? No tuve la oportunidad de ponerme al día contigo en el banquete de la otra noche", tarareó Harry y se metió las manos en los bolsillos, con una sonrisa confiada jugueteando en sus labios.

"Ah, sí", balbuceó Louis y se miró los pies, con las manos revoloteando para alisarse la blusa y tirarse del corsé. "Bueno, yo... Los gemelos estaban bastante cansados y se ponen quisquillosos cuando están tan agotados, no quería que montaran una escena. Simplemente estaban abrumados", explicó débilmente.

Harry tarareó y asintió con complicidad. "Bien. ¿Se encuentran mejor hoy? ¿Ahora que han tenido tiempo de adaptarse?". Levantó una ceja, como sugiriendo que en realidad no estaban hablando de los gemelos. Evidentemente, Harry lo conocía mejor de lo que pensaba después de todos estos años.

"Sí.” Louis tragó saliva contra un nudo en la garganta y se retorció los dedos con ansiedad. "Creo que sí".

"Bien.”

Louis echó un vistazo al rostro de Harry y se sonrojó cuando éste le sonrió. Sus diferencias de estatura habían aumentado en ausencia de Harry, y el alfa se cernía sobre él por casi medio metro. Estando tan cerca de Harry, Louis apenas podía oler su aroma. Cerezas, vainilla y bourbon, tan reconfortantes como siempre. Su omega ronroneó al recordar aquel aroma.

Harry juntó las manos detrás de la espalda y miró por encima del hombro. "Príncipe Louis, ¿te gustaría dar un paseo conmigo? Nunca he visto un laberinto de setos tan impresionante como el de tu madre y esperaba que pudieras hacerme compañía".

Asintiendo con la cabeza, Louis aceptó.

Juntos, Louis y Harry se adentraron en el laberinto de vegetación con la criada de Louis siguiéndoles a una respetuosa distancia. Había tantas cosas que Louis quería preguntarle a Harry. Tenía un millón de preguntas sobre por qué Harry no había regresado enseguida del entrenamiento y qué le había ocurrido en los últimos seis años. En lugar de hacer alguna de ellas, Louis se inquietó junto a Harry mientras paseaban por el laberinto.

Harry rompió el silencio primero. "Entonces", se aclaró la garganta y miró a Louis por el rabillo del ojo. "¿Eres omega?".

No era tanto una pregunta, sino un pobre intento de romper el hielo.

"Sí.”

"Ya veo. Um. Felicidades entonces, supongo".

Louis se encogió ante la incomodidad. Esto era doloroso. "Siento no habértelo dicho", murmuró. "Yo también tenía miedo".

"¿Miedo?" Harry frunció el ceño.

Louis asintió. "Sí. Cuando éramos más jóvenes siempre hablábamos de que yo también sería alfa. Cuando me presenté como omega pensé que ya no querrías ser mi amigo. Hace las cosas más complicadas de lo que eran cuando éramos niños y no estaba seguro de cuál sería tu reacción."

"Louis", Harry suspiró y sacudió la cabeza. "Lo habría aceptado. Nunca me importó cómo te presentarías, no habría supuesto ninguna diferencia para mí. Eras mi mejor amigo y nada habría cambiado eso. No necesitabas mantenerlo en secreto".

Ahora estaba en el pasado. Harry probablemente había seguido adelante y, durante los últimos seis años, Louis había aceptado su clasificación. A veces incluso le gustaba. "Lo siento.”

Los guijarros crujían bajo las botas de Harry mientras caminaban.

"¿Escuché a alguien decir que tienes un alfa?" preguntó Harry despreocupadamente, con las cejas inclinadas en una muestra de inocencia.

Louis resopló e hizo una mueca ante el sonido poco atractivo que escapó de sus labios. "Todavía no es mi alfa".

Harry tarareó y asintió con la cabeza. "Ya veo. ¿Y cómo es?"

"No lo sé. Nunca lo he conocido y aún no he recibido ninguna carta suya. Mamá dice que es inteligente y que le gusta cazar, pero eso es todo lo que sé de él. Se llama Brahm".

"¿Brahm?"

"Sí. Me han dicho que es el duque de Henford. Mi madre cree que haremos buena pareja", explicó Louis. "Me gustaría saber más sobre él. Es extraño pensar que ya me han prometido, pero ni siquiera conozco a ese hombre. Sé que todos los demás omegas de mi familia lo han hecho antes que yo, pero es un poco preocupante. ¿Y si no nos llevamos bien? ¿Y si no le gusto?".

Harry sacudió la cabeza y sonrió con fuerza. "Imposible. Claro que le gustarás, ¿cómo no ibas a gustarle?".

La seguridad en la voz de Harry hizo que Louis se sonrojara. ¿Cómo podía Harry saber que Louis le gustaría a su futuro esposo? Louis era demasiado tímido, demasiado aburrido y no lo bastante bonito como para que alguien se enamorara de él sin conocerlo de verdad. Charlotte era mucho mejor cortejando a las masas. Sabía conquistar el corazón de los cortesanos y Louis nunca había sido capaz de seducirlos como ella.

Louis sacudió la cabeza y cambió rápidamente de tema. "¿Y tú? ¿Algún omega captó la atención de Harry Styles?".

Harry no tardó en reírse y poner los ojos en blanco. "Dios mio no. Ni siquiera he tenido tiempo de conocer a nadie. La guerra no es precisamente el mejor lugar para enamorarse".

"Cierto", Louis se encogió de hombros. "Lo siento."

"No lo sientas", tarareó Harry. "De todas formas no estaba buscando un omega. Mi deber es con mi reino ante todo. Haría cualquier cosa por Lillidale y renunciaría a cualquier cosa por mi pueblo. Hay cosas que debemos hacer por los que amamos, sacrificios que debemos hacer."

Louis se ablandó. Lo comprendía perfectamente. Puede que no hubiera ido a la guerra, pero estaba familiarizado con renunciar a todo para hacer lo necesario por el bien del reino. "Sí", estuvo de acuerdo. "Conozco el sentimiento".

"No sabía que la reina Josephine tuviera más hijos", habló Harry tras unos instantes de silencio.

"Oh, ¿te refieres a Doris y Ernest?" preguntó Louis, quien se animó de inmediato al oír hablar de sus hermanos más pequeños.

Harry asintió y sonrió suavemente mientras miraba a Louis. "¿Cuántos años tienen?”

"Dos años. Son tan dulces que creo que podría estallar. Nunca pensé que tendría un hermano después de tantas hermanas, pero cuando nació Ernest me alivió saber que no sería hijo único. Phoebe y Daisy estaban tan emocionadas de tener otra hermanita para jugar a disfrazarse y tener fiestas de té fingidas, deberías haber escuchado los chillidos que soltaron cuando la vieron por primera vez. No les agradó que mamá nos dijera que nunca volvería a tener otro hijo, pero creo que se han hecho a la idea. Ahora me están molestando con el tema de los cachorros, y ni siquiera estoy emparejado todavía”, divagó Louis. Nunca se cansaría de alardear de sus hermanos. La familia lo era todo para él y amaba a su hermano y hermanas con cada centímetro de su corazón. Eran su mundo.

“Felicite, sin embargo, es bastante divertida. Ella es lo opuesto a Phoebe y Daisy. Ella nunca desea casarse o tener hijos. Creo que ella cree que solo obstaculizarían sus sueños. Ella quiere ser escritora, ¿sabes?”

Harry tarareaba mientras Louis hablaba de cada uno de sus hermanos, asintiendo y sonriendo cuando Louis se emocionaba particularmente.

“Y, Charlotte, bueno, parece decidida a casarse joven. Ella ya está hablando de ser cortejada. Creo que todavía es demasiado joven, pero es tan testaruda como Felicite. No se le dirá qué hacer, incluso si fuera lo mejor”. Louis hizo una pausa y miró a Harry, levantando una ceja ante la mirada en el rostro de Harry. "¿Qué?"

"Nada", Harry se rió entre dientes y se encogió de hombros. “Es solo que pareces pensar que no eres también testarudo. ¿Olvidas la forma en que solías escabullirte de tus lecciones para jugar en los jardines?

Louis se rió. “Yo era más joven en ese entonces. Eso fue antes de que aprendiera a ser un buen omega.”

“Creo que ese pequeño alborotador todavía está ahí en alguna parte. No es cuestión de ser un buen omega o no. Es el fuego en tus venas y la pasión en tu corazón lo que te hizo testarudo. Tal vez simplemente olvidaste cómo mostrarlo”. Harry sonrió suavemente y lo miró. “De todos modos, disfruté bastante de tu lucha.”

Nunca se le había ocurrido a Louis que alguien pudiera apreciar la personalidad de voluntad fuerte que él se esforzaba tanto en esconder del mundo. Ser un buen omega era ser suave y agradable, obedecer lo que te decían y ser amable en todo momento. Ese era el omega que la mayoría de los alfas deseaban. —Oh —murmuró.

Harry buscó en su bolsillo y sacó su reloj de bolsillo, con el ceño fruncido. "Lo siento, pero tengo que irme", tarareó y lo cerró de golpe. "Llegaré tarde si no me voy ahora".

Louis tuvo que luchar contra la sensación de hundimiento de la decepción que se asentaba en su estómago. "Por supuesto", dijo en voz baja y se obligó a sonreír. No se había dado cuenta de lo mucho que había estado disfrutando ponerse al día con Harry hasta que el alfa se fue de repente. Se detuvo y miró a Harry, mordiéndose el labio mordaz. Había extrañado sentirse conectado con otra persona. Hablar con Harry todavía se sentía como hablar con un viejo amigo que lo conocía mejor que nadie. Era como despertar de años de soñar y nada había cambiado entre ellos.

"Desayuno", soltó Harry.

"¿Qué?"

Harry rió y se pasó los dedos por sus cortos rizos. “Um. ¿Desayuno, mañana por la mañana? ¿Me preguntaba si podría unirme a ti?

"Oh", Louis se rió y asintió. "Sí. Desayuno."

Harry sonrió y asintió. "Excelente. Te veré en nuestro lugar favorito”. Dudó, casi como si fuera a dar un paso adelante antes de pensarlo mejor. Con una reverencia, Harry se dio la vuelta y regresó en la dirección de donde habían venido, dejando a Louis atrás en medio del laberinto sintiéndose perdido en más de un sentido.

 

⊱ꕥ⊰

 

La primera semana de tener a Harry de regreso pareció volar en un abrir y cerrar de ojos. Se sentía bien tenerlo de regreso, como si volviera a caer en su lugar sin problemas en el agujero del tamaño de Harry que quedaba en la vida de Louis. No esperaba que se sintiera tan bien tenerlo en casa y después de unos días era casi como si Harry nunca se hubiera ido.

Después del desayuno del primer día, Harry siguió uniéndose a Louis y sus hermanos para desayunar, para gran entusiasmo de Charlotte. Felicite pronto se unió a Harry por su amor mutuo por la aventura y fácilmente le sacó historias y escuchó con toda su atención mientras cautivaba a todos los hermanos Tomlinson con historias de batallas épicas, bromas pesadas y momentos sinceros con sus compañeros caballeros.

La primera carta llegó cuando Louis estaba desayunando. Había tardado más de lo que Louis pensaba y casi había podido convencerse de que se había inventado lo de Brahm y toda la situación. Pero entonces Benjamin se había colado en el rincón del desayuno con una pequeña bandeja de plata en la mano. Harry estaba contando otra historia dramática que había hecho que Phoebe y Daisy se inclinaran ansiosamente hacia delante en sus sillas, pero se quedó helado cuando Louis recibió un sobre con un sello de cera estampado en la parte delantera.

"¿De quién es?" preguntó Harry, con una arruga en el entrecejo mientras miraba el sobre.

Louis miró la carta que tenía entre las manos, hojeando la letra desordenada que aparecía en el exterior del sobre. Su nombre estaba escrito en el frente. Parecía extraño, escrito por la mano de un extraño y con la tinta manchada en los bordes por descuido. Dejó escapar un suspiro tembloroso y rozó con los dedos el sello rojo con el escudo de armas de los reyes de Illuria. "El Duque de Henford".

Daisy jadeó y saltó de su asiento al otro lado de la mesa. Phoebe y ella se abalanzaron sobre Louis, estirando el cuello para echar un vistazo a la primera correspondencia entre Louis y su futuro esposo. "¡Louis, ábrela! Ábrela, rápido". le exigió Phoebe.

Ernest se rió en el regazo de Louis, dando palmas mientras Phoebe y Daisy suplicaban a Louis que abriera la carta. "¡Abre, abre!" Se alegró y se retorció en el regazo de Louis.

"Chicas", resopló Felicite, poniendo los ojos en blanco y metiéndose una uva en la boca. "Dejenlo llorar su soltería a solas".

"Fizz", suspiró Louis. "¿Puedes llevar a las niñas a sus clases, por favor?".

"Louis..."

"Ahora", ordenó Louis, apretando un beso en la parte superior de la cabeza de Ernest y luego en la de Doris.

Felicite resistió el impulso de oponerse a las órdenes de Louis y sacó en manada al príncipe y a las princesas del desayunador, con Charlotte siguiéndolos de cerca. Cuando sólo quedaron Louis, Harry y una de las damas de compañía de Louis, Harry se inclinó hacia delante y apoyó los codos en el borde de la mesa. "¿Quieres estar solo?"

Curiosamente, Louis no quería. Quería la intimidad de no tener a sus hermanas pequeñas asomándose por encima de su hombro mientras leía las primeras palabras de su futura pareja, pero de alguna manera la idea de tener a Harry cerca aplacaba el filo de la ansiedad que se le enroscaba en el estómago. "Puedes quedarte, si quieres", murmuró Louis. "O si tienes algo más que hacer, puedes irte".

"Louis", tarareó Harry, rodeando el borde de la mesa para tomar asiento en la silla contigua a la de Louis. "No tengo que ir a ningún otro sitio. Pero sólo me quedaré si me quieres aquí".

"Bien, um, no me importaría que te quedaras", dijo Louis en voz baja y encorvó los hombros, acurrucándose sobre sí mismo mientras miraba la carta. "Me gustaría que lo hicieras. No estoy seguro de poder leerla solo".

Harry sonrió y asintió. "De acuerdo." Sirvió otra taza de té con un chorrito de leche y una cucharadita de azúcar y colocó la taza y el plato delante de Louis, hecho tal y como siempre le había gustado.

Louis se sonrojó, con una punzada de calor en la nuca y un rubor que se extendía desde las orejas hasta las mejillas. "Gracias.

¿Cómo podía una carta, un simple trozo de papel con un poco de tinta salpicada por los papeles, ponerlo tan nervioso?

"Léela en voz alta", murmuró Harry y apoyó los brazos contra la mesa. "Estoy aquí contigo".

Louis asintió y tragó grueso, sintiendo la lengua como papel de lija en la boca y la garganta más seca que la arena. Con cuidado, pasó el dedo por debajo del borde del papel y rompió el sello de cera. Le temblaban las manos y sus feromonas se disparaban a medida que la ansiedad y el miedo rezumaban de sus glándulas de olor.

Casi se estremeció cuando Harry apoyó la mano en la muñeca de Louis y apretó suavemente. Al instante, el calor de Harry se filtró en su piel a través de la manga de su camisa y calmó el pánico. 

La suave sonrisa y la tranquilizadora inclinación de cabeza de Harry le dieron a Louis el valor para desdoblar la carta y mirar fijamente el perezoso garabato.

" Príncipe Louis ", leyó el omega, relamiéndose los labios resecos y aclarándose la garganta. " Mi nombre es Brahm, duque de Henford y futuro alfa de Lillidale. Te escribo para iniciar nuestro proceso de cortejo. Esta unión es muy emocionante y estoy agradecido por la oportunidad de fortalecer nuestros dos reinos y unirnos en matrimonio. Me han dicho que eres un joven omega de buena educación y naturaleza respetable ", Louis no pudo evitar encogerse ante las palabras escritas en el papel.

“Me gustaría contarte algunas cosas sobre mí para que tú y yo podamos conocernos antes de casarnos y consumar nuestro vínculo. Tengo veinticinco años, mido 1.87 centímetros y soy rubio. Me gusta mucho la caza y montar a caballo. He traído a casa el preciado ciervo tres años seguidos de nuestras cacerías reales y mi corcel ha engendrado muchos descendientes exitosos.

Estoy interesado en las actividades recreativas de tu reino. ¿Participa la corte en la caza? Prometo llevarte el jabalí más grande que mate en mi primera cacería en Lillidale para que puedas disfrutar de un manjar de Illuria. También me divierte mucho el polo y me han dicho que lo hago muy bien. Espero invitarte a uno de mis partidos para que me veas jugar. Espero que lo encuentres tan agradable como yo”.

A su lado, Harry estaba en silencio. Tenía las cejas juntas y los labios apretados en una fina línea mientras escuchaba a Louis leer la carta.

Te pido que me respondas y me hables de ti. ¿Cómo te ves? Por favor, dame los detalles de tu apariencia y algunas cosas que disfrutas hacer. Gracias. Espero conocerte y unir a nuestros grandes países. Atentamente, el duque de Henford.”

Louis se quedó mirando la letra desordenada, apretando los puños alrededor de los bordes de la carta hasta que se arrugó en su agarre. Por un momento, se quedó sin palabras. "Oh, Dios mío", espetó, una risa burbujeando de sus labios. "¡Oh, dios mío!" Se rió, dejando caer la carta sobre la mesa y cubriendo su sonrisa con los dedos. "Tienes que estar bromeando."

Harry pareció desconcertado por la reacción de Louis al principio, la arruga en su frente desapareció cuando comenzó a reír junto con Louis. Sus hoyuelos se formaron en sus mejillas mientras soltaba una carcajada y sacudía la cabeza, sus ojos verdes brillaban como los azulejos esmeralda de la sala de desayunos.

¡La carta era absurda!

"¿Puedes creerlo?" Louis resopló, sacudiendo la cabeza en una mezcla de asombro y sorpresa. “Él es – ¡Es aburrido!” Gritó, cayendo en un ataque de risitas. "¡Oh, Dios mío, es tan aburrido!"

La cabeza de Harry se inclinó hacia atrás, la columna de su garganta a la vista mientras se reía hacia el techo. "Cristo, acaba de darte una lista de viñetas", se rió entre dientes y sacudió la cabeza. “Pero al menos tendrías un jabalí del arreglo. No hay nada mejor que un cerdo del bosque. ¿Crees que el jabalí se simboliza a sí mismo?”

Louis chilló de risa, sus ojos se llenaron de lágrimas por lo fuerte que se estaba riendo y sus mejillas estaban sonrojadas como un pétalo de rosa. "¡Harry!"

"Me pregunto si apesta como un cerdo". reflexionó Harry, sonriendo mientras se frotaba la barbilla pensativamente. "Escuché que los ilurianos no se bañan a menudo, así que eso tendría sentido".

"Detente", Louis soltó una risita y sacudió la cabeza, empujando a Harry juguetonamente. "¿Quizá no es muy bueno con las palabras?".

Harry resopló. "Claro. Probablemente no es muy bueno con muchas cosas".

"¿Qué se supone que significa eso?".

Sacudiendo la cabeza, Harry se rió entre dientes y se cruzó de brazos, echándose hacia atrás en la silla. No contestó a Louis, con su sonrisa ladeada y su cálido olor a cerezas y bourbon haciéndole cosquillas en las fosas nasales.

Louis miró a Harry con el ceño fruncido y dio un sorbo a su té. Había imaginado muchas veces cómo sería leer las primeras palabras de su prometido. Se imaginaba largas cartas llenas de bellas palabras y confesiones de sus secretos. Había imaginado poesías sencillas o incluso un simple retrato de su compañero para aprender a amarlo. Lo que no había imaginado era que el hombre fuera tan... rancio. 

¿Cómo se suponía que iba a aprender a amar al alfa a través de estas cartas? Palabras vacías y frías notas garabateadas sin sentido. 

Louis necesitaba escribirle una carta a ese alfa para llegar a conocerlo, pero lo único en lo que podía pensar era en la horriblemente seca personalidad que se filtraba a través de su desordenado garabato. 

"Maldito aburrido Brahm", resopló Harry y le robó un bocado al croissant de Louis.

Louis soltó una risita, cubriendo su sonrisa con los dedos fríos. "Aburrido Brahm", estuvo de acuerdo.

Chapter 3: III

Chapter Text

La noticia de que Louis había recibido su primera carta se extendió rápidamente por todo el palacio. Tal era la naturaleza de tener al menos diez sirvientes, nobles o damas de la corte alrededor en cualquier momento dado. Sólo los secretos mejor guardados permanecían ocultos. Aquella tarde, a la hora del té, Louis podía oír el murmullo de las conversaciones en los salones de mármol.

Louis estaba acostumbrado a que su vida personal no fuera personal. Cada momento vergonzoso, cada celo y cualquier apariencia de un suceso interesante que hubiera ocurrido en la vida de Louis era de dominio público en el castillo. Incluso cuando se había presentado, la noticia se había extendido por la corte como un reguero de pólvora.

Con los años, Louis había desarrollado una piel dura. Ya no se inmutaba fácilmente ante los rumores, los chismes o las agudas miradas que parecían seguirlo donde quiera que vaya. No les prestó atención mientras se sentaba junto a Lady Tanbury, alisando la tela de su blusa que sobresalía de su corsé y dibujando una dulce sonrisa en sus labios.

"Buenas tardes, Alteza", tarareó Henry de Plackendown, con un brillo travieso en los ojos. "Escuché que ha sido una mañana agitada para usted".

Louis cruzó las manos sobre el regazo, con la espalda rígida como una tabla y los tobillos cruzados delicadamente a un lado mientras observaba cómo uno de los sirvientes le servía el té en una taza de porcelana. "Supongo que sí".

Lady Tanbury pasó el dedo índice por el borde de su taza de té, con los labios pintados de rosa pétalo fruncidos en un mohín retorcido. "¿No va a contarnos la historia de su amado prometido?"

Amado . Qué ridículo.

"Oh, dudo mucho que quieran aburrirse con los detalles de mi relación con el duque", rió Louis, agitando la mano desdeñosamente.

"Todo lo contrario", interrumpió Bernadine. "Nada nos gustaría más".

Henry sonrió y aplaudió. "Por favor, Alteza. Resulta terriblemente aburrido no tener nada interesante de qué hablar", soltó una risita. "Está comprometido, ¡es el momento más emocionante de su vida!".

No se equivocaba. Aunque emocionante no es la palabra que Louis usaría.

Ojalá lo fuera.

Louis dudó, con un picor en la garganta y un cosquilleo en la piel. "La carta llegó esta mañana", empezó lentamente, observando cómo la mesa de jóvenes nobles se inclinaba ansiosamente hacia delante en sus asientos. Eran como pollitos, suplicando que les dieran cualquier información. "Estaba desayunando con mis hermanos y nuestro visitante Sir Styles cuando llegó".

"¿Qué decía?" Bernadine preguntó.

"Bueno, no les contaré todos los detalles", tarareó Louis, eludiendo el hecho de que no había mucho que contar. "Pero he llegado a conocerlo un poco mejor. Se llama Brahm, le gusta cazar y parece que es un experto jinete".

"¿Brahm?"

Louis asintió, con los músculos de las mejillas doloridos por el esfuerzo que le costó obligarse a sonreír. "Sí. Es de Illuria, y estoy seguro de que algún día será un Rey maravilloso". Las palabras sonaron extrañas, amargas en su lengua y torpes en su boca.

Henry parpadeó expectante. "¿Eso es todo?"

"Bueno, era sólo la primera de muchas cartas", dijo. Fue involuntario, un muro de actitud defensiva se levantó en su pecho y el pequeño destello de vergüenza cobró vida. Deseó que hubiera más que contar. Deseaba que Brahm se hubiera esforzado más en su primera carta y se avergonzaba de no haber hablado maravillas de su futuro esposo.

Charlotte, que había permanecido en silencio todo el tiempo, se sentó un poco más derecha en su asiento y se quitó unas migajas inexistentes de las faldas azul rey de su vestido. "Hablando de primicias", tarareó y se arregló el largo cabello rubio, metiendo un rizo suelto en el complicado montón de giros que llevaba sobre la cabeza. "Creo que Sir Styles podría estar a punto de cortejarme".

La respuesta fue inmediata, y el té caliente que Louis había estado sorbiendo se fue de repente por la tubería equivocada al atragantarse con su té. Una sensación incómoda se retorció en sus entrañas.

"¿En serio?" preguntó Bernadine entusiasmada, con el rostro iluminado por la intriga.

¿Sí, en serio? Louis no había visto ni una sola vez a Harry dirigirle una mirada a Lottie, ¡y mucho menos que diera a entender que estaba interesado en ella! La trataba como siempre lo había hecho desde que eran cachorros, como a una hermana pequeña.

"Oh, es un hombre tan guapo", se rió Henry. "Si no estuviera ya reclamado, me encantaría desnudarme ante él".

Henry !" Bernadine se rió.

"¿Qué? Todavía sé apreciar a un alfa guapo cuando lo veo", dijo Henry, con una amplia sonrisa en los labios. "Sólo que no puedo actuar en consecuencia".

"¡Estás bromeando!" espetó Louis, tosiendo contra la sensación de el té le obstruía la garganta. Debe estar bromeando. ¿ Bien ? Era imposible que Harry estuviera interesado en la hermana pequeña de Louis. Estaba... mal. "¡Lottie, él es cinco años mayor que tú! ¡Y tú eres demasiado joven para estar pensando en cortejos!"

"¡No es cierto!" insistió Charlotte, con sus afilados ojos azules entrecerrados hacia su hermano mayor. "Creo que Harry es un hombre guapo, ¡y muy bueno! Es amable y divertido, sería un buen alfa".

No estaba del todo equivocada. Harry realmente sería un buen alfa para cualquier omega afortunado que llamara su atención, pero no su hermana. "Seguro que sí, pero es demasiado mayor para ti".

Charlotte levantó la cabeza en señal de desafío. Oh, vaya.

La familia Tomlinson era muy obstinada. El propio Louis tenía una terrible vena terca, pero había aprendido a controlarla. Había aprendido a reprimir ese sentimiento y a encerrarlo para representar una mejor versión de sí mismo. Charlotte era menos disciplinada que Louis, sus emociones se apoderaban de ella y, a veces, se dejaba llevar un poco.

"Harry es sólo cinco años mayor que yo. Y, si no me equivoco, hay exactamente cinco años entre tú y Brahm. Así que dime otra vez, querido hermano , por qué Harry es demasiado mayor para mí", espetó la princesa, y su rostro, normalmente hermoso, se torció en una mueca de desprecio. En el mejor de los casos, era testaruda; en el peor, maliciosa y perversa.

El impulso de arremeter contra Charlotte y exigirle que se mantuviera alejada de Harry era abrumador, le picaba la lengua para formar palabras de las que luego se arrepentiría. Louis quería decirle que Harry nunca la vería de esa manera, que siempre sería como una hermana pequeña para él. Nada le gustaría más que aniquilar su sueño de ser la pareja de Harry, pero sólo provocaría una escena.

En lugar de eso, Louis se tragó la amargura y cerró las manos en puños a los lados hasta que las uñas le dejaron marcas en las palmas. "Aún eres joven, Lotts. Te queda mucho por aprender y hacer antes de emparejarte", habló, pisando con cuidado sobre aguas traicioneras. "Simplemente no quiero que te enredes demasiado con un hombre que no tiene las mismas intenciones en mente".

Charlotte puso los ojos en blanco y enarcó una ceja. "No sabes que él no siente lo mismo. Cree que soy hermosa, me lo dijo. Y me regaló una concha marina de sus viajes al extranjero, fue un regalo de cortejo".

Era irracional que a Louis le importara. Lógicamente, Harry sería una gran pareja para su hermana pequeña. Era muy amable, sensato y paciente; la conocía lo suficiente por los años que habían pasado juntos. Una unión entre la princesa y un estimado caballero de la Guardia Real sería ampliamente aceptada. Tenía sentido que ambos siguieran un noviazgo, pero a Louis seguía sin gustarle la realidad.

Pero Harry le había dado a Charlotte un regalo de cortejo. Por mucho que Louis quisiera fingir que su hermana pequeña estaba siendo dramática e ingenua, no podía negar que darle un regalo a una omega de la edad de Charlotte era una señal de interés. No tenía por qué gustarle, pero no podía ignorarlo.

"Ya veo", dijo Louis con fuerza, apretando los dientes posteriores hasta que le dolió la mandíbula. No habló más del tema, demasiado absorto en su propia mente. A su alrededor, sus compañeros omegas se deshacían en elogios por el regreso de Harry y la noticia del compromiso de Louis con el duque.

Por más que lo intentaba, no podía concentrarse en ninguna conversación en particular. Se quedó mirando su té, revolviéndolo lentamente con una cuchara dorada mientras se enfriaba y su cabeza se llenaba de preocupación. 

 

⊱ꕥ⊰ 

 

Louis miraba fijamente el lienzo que tenía delante, con la paleta cubierta de manchas de morados intensos, verdes musgosos y azules profundos. Tenía las manos manchadas de pintura y no estaba seguro de cómo lo había conseguido, pero tenía una mancha blanca en la mejilla. Sin embargo, el lienzo estaba vacío. Llevaba casi una hora pasando el pincel por los colores y lo único que había conseguido era ensuciar la tabla de madera que tenía en la mano y a sí mismo.

Hace tres días que Louis sentía un picor bajo la piel. Era el tipo de sensación molesta que no podía rascarse y que empeoraba cuanto más pensaba en ello. No había dormido bien y, cuando conseguía descansar unas horas, el sueño era agitado. Cuando se despertaba, estaba casi tan agotado como cuando se durmió. El ciclo daba vueltas y vueltas, un bucle interminable de sueño vacío y cuerpo tan cansado que Louis no podía arrastrarse a las cenas formales o al té de la tarde con los demás omegas de la corte.

Pasaba el tiempo acurrucado en la cama, escondido en los jardines privados fuera de la mirada indiscreta del personal de palacio y los visitantes, o jugando con sus hermanos pequeños en las habitaciones infantiles. Doris y Ernest eran su consuelo, sus caras dulces y su alegre exuberancia le daban alegría cuando más la necesitaba. Eran demasiado pequeños para preocuparse por su hermano recién comprometido, a diferencia de Phoebe y Daisy, que parecían estar bastante cautivadas con la idea de que Louis se casara. Era un alivio apartar todo el asunto de su mente, escapando al mundo de mentira que se inventaban sus hermanos más pequeños cuando jugaban con sus juguetes o leían libros a los dos niños pequeños.

Mientras Louis evitaba a los demás nobles del palacio, también evitaba a Harry. Se sentía raro desde que Charlotte había mencionado las insinuaciones de Harry y no estaba preparado para enfrentarse al alfa. Harry había sido su mejor amigo y, aunque no estaban tan unidos como cuando eran niños, aún sentía el fantasma de la conexión que una vez tuvieron. No podía imaginarse a Harry y a su hermana pequeña manteniendo una relación. Era tan extraño e incomprensible que su cerebro no podía asimilarlo. Había visto a Harry una vez en los últimos tres días y su mente inmediatamente trató de imaginárselo con la hermana pequeña de Louis.

Se había sentido tan incómodo que había dado media vuelta y se había retirado a sus apartamentos privados.

La pintura y la lectura lo ayudaban a escapar a otro mundo. Historias de brujas malvadas y valientes alfas que rescataban a la damisela en apuros se arremolinaban en su cabeza como la niebla, elevándolo y alejándolo de su vida en el castillo y transportándolo a otra dimensión. Una dimensión en la que no era más que una rana, posada en el centro de un lirio, viendo cómo las historias que leía cobraban vida a su alrededor. Cuando pintaba, imaginaba el aspecto del cielo y extendía un mosaico de verdes y azules sobre el lienzo.

Sabía que estaba haciendo el ridículo. Louis era plenamente consciente de que actuaba de forma irracional y de que su preocupación por su situación actual no tenía sentido. Era el omega mayor de los Reyes de Lillidale. En el mismo momento en que se presentó, supo que su futuro estaría marcado por el alfa con el que estaba comprometido. Sabía desde hace años que ese momento llegaría, no debería molestarlo. No debería causarle nudos en el estómago.

Louis suspiró, frunciendo el ceño. Quería sacudirse y decirse a sí mismo que se tranquilizara, que dejara de ser tan cobarde .

Detrás de él, una de sus damas de compañía correteaba por la terraza acristalada. Sus faldas rozaban el suelo y el tintineo de la vajilla llenaba la habitación mientras limpiaba el té que Louis había tomado ese mismo día. Louis nunca estaba realmente solo a menos que estuviera encerrado en sus apartamentos personales y, después de casi veinte años, apenas le molestaba la constante supervisión de los sirvientes.

"Príncipe Louis", interrumpió la omega, manteniendo la voz suave y la cabeza agachada cortésmente. "¿Cree que se unirás a los Reyes para cenar esta noche?".

Louis arrugó la nariz ante la sola idea de ponerse a la vista del público y enfrentarse a un aluvión de preguntas sobre su prometido para las que no tenía respuesta. Era vergonzoso no saber nada del hombre con el que estaba destinado a casarse. Sólo sabía las cosas que Brahm le había escrito en su breve y bastante insulsa carta; había muy poco que contar. "No lo creo", dijo Louis con un suspiro. "Puedes decirles a mis padres que cenaré en el balcón".

La joven asintió y permaneció en posición firme junto a la puerta, con la mirada clavada en las ventanas que daban al pesado bosque que se extendía al este del castillo.

"Elizabeth", comenzó Louis, dejando sus pinturas. "¿Alguna vez te han cortejado?"

En el momento en que la pregunta salió de los labios de Louis, sintió que el calor blanco de la vergüenza le cosquilleaba en las mejillas, tiñéndolas de rosa oscuro. Siempre le había gustado conocer a las omegas asignadas a su servicio, pero siempre había existido un delgado velo de privacidad entre ellas. No era propio de un príncipe hacer preguntas tan inquisitivas a alguien de su personal, pero sentía curiosidad. Y no era como si ella fuera a contarle a todo el mundo en palacio que él se lo había preguntado.

Enarcó una ceja, pero pareció relajarse un poco cuando se adelantó para colocarse junto al asiento de Louis. "¿Por qué lo pregunta, Alteza?".

Louis se encogió de hombros y desvió la mirada al suelo. "Sólo tengo curiosidad".

Elizabeth lo miró un momento antes de asentir. "Así es".

"¿Pero no lo elegiste?". La voz de Louis apenas superaba un murmullo.

"No". Miró el desorden de pinturas que había ante Louis y sonrió con ironía. "Era un hombre muy generoso, me daba muchos regalos y me colmaba de atenciones. Mis padres lo aprobaban y les habría encantado que me emparejara con él".

"¿Por qué no lo hiciste?"

Elizabeth se encogió de hombros y se acomodó el cabello castaño, alisando los cabellos sueltos. "No había chispa".

Chispa . Una brasa de pasión, algo así era sólo un sueño para Louis, estaba convencido.

"Él no era adecuado para mí", continuó. "A través de todos los regalos de cortejo y las horas que pasamos conociéndonos, simplemente no se sentía bien. No lo amaba".

Louis tomó el pincel y miró la pintura azul oscuro que manchaba las cerdas. "¿Crees que hay una chispa para cada todos?".

Con las comisuras de los labios inclinadas hacia abajo, Elizabeth limpió la pintura blanca de la mejilla de Louis. "No estoy segura de lo que quiere decir, Alteza".

Las rayas de pigmento azul marino brillaban a la luz parpadeante del candelabro colocado junto a la silla de Louis, vivas y ásperas contra el fresco marco blanco. "Pasión, fuego, amor. Parecen mitos", murmuró. "¿Es el destino de todo el mundo experimentar eso? ¿O es sólo para los pocos afortunados que encuentran la otra mitad de su alma?". Gruesas gotas de pintura goteaban y manchaban los vestidos de Louis, destacando sobre la seda gris pálido como manchas de sangre.

Las manos de Elizabeth vacilaron. "Alteza", tartamudeó, arrugando el pañuelo en sus manos. "¡Oh, mire qué desastre! Tengo que limpiarlo", exclamó con brusquedad y desapareció más allá de las puertas de hojas de oro.

Louis suspiró, con los hombros caídos, mientras dejaba caer el pincel en la pintura roja, salpicando de carmesí sus manos, faldas y pantuflas. Arrastró el dedo por la pintura, fría y resbaladiza en sus dedos mientras mezclaba los colores en su paleta. Era impropio. Si alguien viera a Louis haciendo semejante desastre, se horrorizaría.

Pero así era mucho más divertido.

Las huellas dactilares salpicaban sus manos, cubiertas de azules y morados mezclados. Louis arrastraba los dedos formando líneas, como garras rasgando el lienzo. Se encontró sonriendo, con la pintura resbaladiza aplastándose entre sus dedos y dejándole las uñas teñidas de púrpura.

Cuando Louis era niño, Harry y él pasaban horas afuera, en los jardines. Después de una tormenta, salían corriendo descalzos y sentían cómo el barro se deslizaba entre los dedos de los pies. Antes de que alguno de los dos se hubiera presentado, dibujaban con barro sobre los adoquines de mármol blanco de los jardines. Una vez incluso habían dibujado bigotes y barbas en las estatuas encaramadas en lo alto de las fuentes. Louis había tenido problemas durante semanas después de aquello, pero había valido la pena ver a Harry sonreír tan ampliamente.

Cuando Elizabeth regresó, Louis había cubierto por completo el lienzo de huellas de manos desordenadas. "¡Alteza!" Jadeó, con la boca entreabierta por el horror que le producía el estado de la ropa de Louis. "¡Sus manos! ¡Su ropa!".

Louis se miró a sí mismo, haciendo una mueca de dolor por la pintura que salpicaba su regazo. "Oh.”

Una risita baja hizo que Elizabeth y Louis giraran la cabeza en dirección a la voz, con los ojos muy abiertos. Harry tenía el cabello peinado hacia atrás y las mejillas y la mandíbula recién afeitadas. Se veía bien. "Ya veo que vuelves a causar estragos otra vez. Hay cosas que nunca cambian", tarareó divertido, guiñando un ojo juguetón mientras se apoyaba en el marco de la puerta.

"Señor Styles", exhaló Elizabeth, inclinando instintivamente la cabeza y haciendo una leve reverencia. "Buenas tardes".

"¿Lo es?" Harry rió entre dientes, mirando a Louis y a Elizabeth de un lado a otro. Sus ojos se fijaron en el desorden en el regazo de Louis y entonces ese hoyuelo estaba haciendo su aparición. "Buenas tardes a ti también, príncipe Louis".

Louis parpadeó, dándose cuenta de repente de que estaba mirando al alfa con la boca abierta y los ojos muy abiertos. Cerró la boca de golpe, apretando la mandíbula mientras tomaba un trapo que tenía sobre el caballete. "Mhm", murmuró, retorciendo el trapo entre las manos.

Elizabeth se encogió cuando Harry entró en la habitación, alejándose de los dos y volviendo a su posición fija contra la pared. Harry le ofreció una cálida sonrisa, sus ojos verdes y musgosos, un bosque oculto en sus iris que contenían la familiaridad del hogar. "Los colores son preciosos”, comentó Harry señalando el cuadro con la cabeza.

Un rubor rosado se extendió por las mejillas de Louis, profundizando el rubor pintado en sus mejillas. "Oh. Um, gracias. Es sólo un cuadro tonto, no es muy bueno".

"Tonterías", discrepó Harry. "Me gusta bastante. Es divertido y libre. Nada que ver con esos horribles retratos elegantes a los que todo el mundo es tan aficionado ahora. Esto es honesto. Me gusta lo honesto".

Louis se encogió de hombros. "Supongo que sí". Juntó las manos en el regazo y se movió nervioso. "¿Qué haces aquí?” El salón estaba abierto a los invitados pero, debido a su ubicación en el extremo más alejado del palacio, no era muy frecuentado. Hace siglos que nadie más que Louis entraba en el salón y, al ver a Harry bajo el candelabro, resplandeciente con las llamas de cien velas, Louis sintió una opresión en el pecho.

"Estaba paseando por el castillo. Ha pasado mucho tiempo desde que estuve aquí, pero apenas ha cambiado algo", explicó Harry, acercándose al codo izquierdo de Louis. "¿Recuerdas cuando nos escondíamos de Meredith aquí?".

Una pequeña sonrisa se dibujó en el rostro de Louis y asintió lentamente. "Sí, me acuerdo. Nos escondíamos detrás de los tapices".

"Pero ella siempre nos encontraba. Supongo que escondernos detrás de los tapices con los pies asomando por debajo no le hacía muy difícil encontrarnos, pero en aquella época era como si fuera un sabueso. Siempre fue muy buena olfateando nuestra ubicación, ¿verdad?". Louis volvió a asentir, hundiendo sus dientes en su labio inferior para reprimir la sonrisa. "Por cierto, ¿qué pasó con ella? No la he visto desde que volví".

Louis asintió con la cabeza, rascándose la pintura azul de las cutículas. "Creo que ahora vive en Donholm. Hace unos años estaba teniendo dolor en las articulaciones. Empezó a dolerle cuando se agachaba a recoger a las niñas y, por supuesto, mamá y papá hicieron que la examinara el médico. Dijo que tenía algún tipo de problema óseo. No recuerdo exactamente de qué se trataba, pero me han dicho que ahora está mejor. Pasa mucho más tiempo con sus sobrinos".

Harry tarareó y se balanceó sobre sus talones. "Pero, ¿a quién puede castigar ahora?

"¿Perdón?" Louis rió, con una breve bocanada de aire escapando de sus pulmones en señal de sorpresa.

Harry rió y se encogió de hombros. "Nada. Debe estar muy aburrida sin nosotros dos a los que gritar". Sonrió ante la mueca de Louis y entrechocó sus anillos. "¿Extrañas eso?"

Louis ladeó la cabeza y se mordió el interior de la mejilla, con las yemas de los dedos temblando de deseo de morderse la uña. "¿Extrañas que te griten?” Soltó una risita y sacudió la cabeza: "No, prefiero pensar que no extraño que Meredith me grite".

Por un momento se quedó callado. El gran reloj que estaba en la esquina de la habitación sonaba con fuerza en la silenciosa estancia, sin señales de que hubiera nadie más en el palacio. No se oía el zumbido de la música del salón de baile, ni el sonido de los tacones contra el mármol, ni el parloteo de los invitados. Al menos, no que Louis pudiera oír desde la comodidad del salón. "Pero extraño meterme en problemas contigo".

Elizabeth se aclaró la garganta.

La vergüenza tiñó las mejillas de Louis y las puntas de sus orejas se calentaron al darse cuenta de las implicaciones de sus palabras. "Eh, quiero decir, extraño la libertad. Poder hacer lo que quisiéramos. Aunque nos metiéramos en problemas".

Harry soltó una risita con sus dos grandes dientes delanteros asomando entre sus labios y haciendo que Louis sonriera a su vez. "Sé lo que querías decir", tarareó y acercó una silla junto a Louis. "¿Tienes un lienzo de más?".

Lo tenía, estaba a la vista apoyado contra el pie del caballete esperando, suplicando ser utilizado. Harry estaba pidiendo permiso.

Louis lo miró extrañado. Él mismo era un desastre, con la pintura manchada por todas partes y el cabello enmarañado: difícilmente la imagen de un buen omega. Entonces, ¿por qué Harry seguía queriendo estar cerca de él? La mayoría de los alfas se habrían dado la vuelta y se habrían marchado al ver a un omega, y mucho menos al príncipe, en un estado tan desquiciado. No era apropiado ni correcto. Y la mayoría no le pediría a Louis si podían pintar con él.

Harry se agachó y tomó el lienzo de su lugar de descanso, apoyándolo junto al de Louis. "¿Qué colores? Creo que el verde y el negro quedarían muy bien".

"Um."

Con los ojos muy abiertos, Louis vio cómo Harry vertía pinturas hechas de malaquita y carbón en la paleta de Louis. Y luego hundía los dedos en la pintura y los pinchaba en la pizarra en blanco.

Louis había aprendido algunas cosas desde el regreso de Harry a Lillidale. Se había enterado de que Harry tenía una cicatriz en la ceja que no tenía antes de irse a entrenar. El color favorito de Harry seguía siendo el azul, aunque vestía sobre todo de verde y rojo oscuro, ya que eran los colores de la familia Styles. A Harry le gustaba el té amargo, sin leche ni azúcar, y se chupaba las yemas de los dedos después de comer, un hábito que Louis estaba seguro que había adquirido de su estancia en los campos de batalla. También había aprendido que Harry se movía con confianza.

Sus dedos palmeaban el lienzo, salpicándolo de manchas verdes. Tenía las cejas fruncidas, dejando entre ellas una arruga de concentración. Sin vacilar, Harry pasó al negro y mezcló el verde y el negro donde acababa de pintar.

"¿Sólo vas a mirarme o también vas a trabajar en el tuyo?". tarareó Harry, con una sonrisa juguetona, y dirigió una mirada a Louis.

Louis parpadeó al ver a Harry, aún aturdido por el silencio. Tenía la cabeza caliente y congestionada, como si tuviera algodón calentado por el sol pegado entre las orejas y el corazón le martilleara contra las costillas. Le resultaba familiar, aunque tenía la sensación de pertenecer a otra vida. Una vida anterior a su destino como Soberano Omega. Cuando él era sólo un niño y Harry era sólo un muchacho.

La pintura resbaló contra la paleta cuando Louis finalmente recogió un poco de azul en sus dedos y los rozó sobre su pintura a medio secar. Con la nostalgia en las venas, Louis pasó las manos por el lienzo resbaladizo, azules, morados y rosas cubriendo cada centímetro. Harry y él pintaron durante lo que parecieron horas sin tener que dirigirse la palabra bajo la atenta mirada de la dama de compañía de Louis.

 

⊱ꕥ⊰

 

La biblioteca era cálida y acogedora cuando Louis cruzó las pesadas puertas dobles. El fuego crepitaba en la chimenea y proyectaba un suave resplandor amarillo sobre los sillones. Olía a libros, a páginas gastadas, arrugadas y descoloridas por el amor. A pesar del calor que desprendía la chimenea, Louis se envolvió aún más en su chal y tiritó en su camisa de seda y sus finas medias.

Aún era muy temprano y el sol apenas empezaba a asomar por el horizonte, tiñendo el cielo de un lechoso color lavanda mientras el mundo comenzaba a moverse. Era uno de los momentos favoritos de Louis. El verano se estaba convirtiendo en otoño y con él llegaban las mañanas heladas en las que a Louis se le helaban los dedos de los pies y le castañeteaban los dientes.

Aunque le resultaba extraño ver la chimenea encendida, Louis agradeció su calor y no tardó en acurrucarse en la tumbona frente a las llamas. Había estado leyendo una novela de una autora omega bastante maravillosa, encontrando consuelo en las páginas de un libro escrito por alguien muy parecido a él. Su obra era hermosa, sugerente, inteligente y familiar.

Rápidamente se sintió consumido por el guión de la autora, sus ojos devoraban cada uno de los puntos sobre las íes que aparecían en las páginas. Tenía un don con las palabras que Louis sólo podía desear y sus ideas eran geniales. Traspasaban los límites de las normas sociales y Louis estaba seguro de que si alguien se enteraba de que había estado leyendo su obra, no estaría muy contento con él. Era un secreto sólo para él, un placer culposo que sólo se permitía en los rincones poco iluminados de la biblioteca a primera hora de la mañana.

Había estado tan embelesado con la novela que tenía en el regazo, que había hecho oídos sordos al mundo. Sólo cuando una sombra oscura se movió en su periferia, captada por el rabillo del ojo, fue capaz de apartar la mirada de su libro, con los labios entreabiertos por la sorpresa.

Por un momento, Louis pensó que podría tratarse de un invitado que se había perdido al volver de la fiesta de la noche anterior, o de un intruso que acechaba en las sombras del castillo. No era fácil tropezar con la biblioteca y Louis casi nunca estaba acompañado, sobre todo tan temprano por la mañana.

Cuando la figura se hizo más visible, la expresión de Louis se suavizó. Sólo era Harry.

"Oh, eres tú", susurró Louis, con la voz baja en el apacible silencio de la oscura habitación.

Harry sonrió y sus dedos juguetearon con los botones de su holgada camisa, cubriendo la extensión de su pecho que Louis sólo había podido ver de pasada. Tenía la piel bronceada, salvo por la pálida cicatriz que asomaba por encima de la camisa, medio oculta por una suave mata de vello en el centro del pecho. 

"Príncipe Louis", tarareó y se pasó los dedos por el cabello. Parecía dormido, más joven. "Te levantaste temprano".

Louis se encogió de hombros, tirando de su chal más cerca, de repente muy consciente de su falta de ropa. No era apropiado que un omega se dejara ver con nada más que una fina camisa y un chal tejido, y mucho menos estando solo en una habitación con un alfa en su estado actual.

"Supongo que yo también", suspiró Harry y se acomodó en el sillón junto a la tumbona en la que Louis estaba acurrucado. Se frotó los ojos y se quedó mirando las llamas.

"¿No podías dormir?

Harry negó con la cabeza, mientras el resplandor del fuego le rebotaba en la nariz y le proyectaba sombras en la cara.

"Yo tampoco", murmuró Louis y escondió su libro bajo la tela de su camisón. Acercó las rodillas al pecho y las rodeó con los brazos. "Aquí me siento en paz. Me ayuda en las noches que no puedo dormir".

"Lo sé", dijo Harry en voz baja, con una sonrisa suave y reconfortante. "Lo recuerdo."

Louis asintió con una risa tranquila. "Supongo que algunas cosas nunca cambian".

"Eso es cierto", estuvo de acuerdo Harry y se inclinó hacia delante, apoyando los antebrazos en las rodillas. "Pero el tiempo nos ha cambiado a los dos".

"Así es”.

Había partes de Harry que eran extrañas para Louis: sus hombros anchos, sus músculos gruesos y su voz grave y profunda. Pero Louis podía sentir que seguía siendo el mismo chico que siempre había conocido. El mismo hombre que ahora estaba sentado frente a él había sido la persona que mejor lo conocía: su mejor amigo.

Harry observó a Louis detenidamente, frotándose con los dedos la barba áspera que empezaba a crecerle en la barbilla. "¿Por qué te levantaste tan temprano?".

Louis hizo una mueca y agachó la cabeza, acariciando la fina tela de su camisón. "Intentaba escribir mi carta. Está resultando más difícil de lo que había pensado en un principio. ¿Cómo pueden las palabras expresar el conflicto que siento? No sé nada de él y su primera carta fue ridícula. ¿Qué voy a decirle a un hombre con el que estoy destinado a casarme pero por el que no siento nada?".

"Aún es pronto", dijo Harry con suavidad, frunciendo los labios mientras consideraba cuidadosamente sus palabras. "Tienes tiempo para conocerlo y llegar a sentir algo por él".

"¿Pero qué pasa si no lo hago? Sé que hasta ahora sólo he recibido una carta, pero parece tan vacío. Puede que me esté adelantando, pero ¿y si nunca llego a sentir algo por él? O peor, ¿y si él nunca siente nada por mí? Se supone que debemos emparejarnos y tener hijos juntos, pero yo no lo amo".

Los sueños de un matrimonio sin amor y de traer cachorros a una vida vacía de afecto llevaban días atormentando a Louis. Cada vez que se sentaba a escribir a su futuro esposo en respuesta, se atascaba en la posibilidad de que no funcionara. Quería mantener la mente abierta, y lógicamente sabía que no era probable que se enamorara de Brahm con una sola carta. Pero las historias de sus propios padres encontrando las otras mitades de sus almas sólo con palabras escritas en pergamino susurraban en el fondo de su mente.

No estaba seguro de lo que esperaba. Se había dicho a sí mismo una y otra vez que le diera tiempo, que los sentimientos se desarrollarían con cada carta que pasara. Esperaba que al principio se sintieran incómodos mientras se conocían. Esperaba que le costara poner su alma por escrito. Pero no esperaba sentir desdén.

Había una parte de sí mismo que detestaba a Brahm.

"¿Qué harás si no aprendes a amarlo?". preguntó Harry.

Con un pequeño encogimiento de hombros, Louis hizo girar el grueso hilo de su chal alrededor del meñique. "No tendré más remedio que hacerlo de todos modos. Es mi destino".

Harry miró la alfombra que tenían debajo y las sombras de la madrugada ocultaron su expresión. "Louis, eres una de las personas más fuertes que he conocido. Haber aceptado tu destino con tanta gracia y dignidad dice mucho de tu valentía. Desde que volví, me ha sorprendido la persona en la que te has convertido".

Con los ojos muy abiertos y las mejillas calientes, Louis estaba muy agradecido por la tenue luz de la biblioteca que enmascaraba su rubor. "Harry", murmuró.

"No", habló Harry y sacudió la cabeza. "Por favor, déjame terminar".

Louis tragó grueso, con la vergüenza punzándole en la nuca.

"Has sido mi mejor amigo desde que éramos niños. Siempre he admirado tu fuerza y tu seguridad, y veo que, a medida que has ido creciendo, te has vuelto aún más honorable. Puede que no te conozca tan bien como antes, pero tengo claro que no estabas hecho para la mediocridad . Esto puede parecer condenatorio, no te culpo por ello, pero creo que el universo tiene algo más para ti que ser un omega de un alfa. Vas a hacer mucho más por este reino. Aunque Brahm sea el alfa más aburrido e intolerable del planeta, sé que brillarás".

Recibía cumplidos todo el tiempo, no quería sonar arrogante, pero era parte de la familia real. Todo, desde su aspecto, su ropa y su forma de tocar el piano, estaba sujeto a la opinión de la corte y, por tanto, a sus elogios. Louis se sonrojaba y agradecía tímidamente el cumplido, pero no se le quedaba grabado.

Harry siempre había sido el que podía ver más allá de cualquier muro, colándose entre las mejores defensas de Louis. Conocía a Louis mejor que nadie. 

La apariencia era fácil de halagar, pero apreciar el alma de alguien era algo totalmente distinto. Era algo íntimo.

Un cosquilleo desconocido recorrió la columna vertebral de Louis, y el aire de sus pulmones se hundió en su estómago. "¿Me ayudarás?" Se lamió los labios con nerviosismo, agradeciendo que la oscuridad de la habitación ocultara sus rasgos.

Sus cejas se alzaron, arrugando su frente mientras Harry parpadeaba. "¿Quieres mi ayuda?"

Louis asintió, con el flequillo tapándole los ojos mientras agachaba la cabeza. "Por favor. No sé cómo contestarle y tú mismo lo has dicho. Eras mi mejor amigo, me conoces mejor que casi nadie. Me vendría bien toda la ayuda posible".

Harry no dudó antes de asentir, sus manos frotando arriba y abajo sus muslos. "Será un honor".

Louis agradeció que no hubiera nadie más cerca, con la cara caliente al tacto y las palmas de las manos sudándole nerviosamente. Iba contra las normas que estuvieran solos en la misma habitación y si alguien se enteraba de que Harry le había ayudado a redactar una carta para su futura pareja, rodarían cabezas. No estaba explícitamente establecido que no se le permitiera tener ayuda para escribir a Brahm, pero sabía muy bien que su madre y su padre se enfadarían con él si lo supieran.

Se suponía que debía escribir esta carta desde el corazón. Debía acercar sus almas, pero Louis no sabía qué decirle a un desconocido al que debía amar. De algún modo, parecía más llevadero con la ayuda de Harry.

Louis sacó unos cuantos trozos de pergamino del cajón del escritorio junto con una pluma y un tintero antes de sentarse, cruzando delicadamente los tobillos y manteniendo el chal bien envuelto alrededor de los hombros. Su camisa era fina, apenas suficiente para abrigarlo en esta fresca noche de otoño, y casi transparente si no fuera por la poca luz. La piel de sus brazos y piernas se le pusieron de gallina.

Harry se frotó la mandíbula y los vellos de la barbilla se le erizaron bajo las uñas. "Entonces, ¿qué quieres decir?".

Mientras preparaba el tintero, desenroscando la tapa y sumergiendo la punta de la pluma en la tinta negra, Louis hizo rodar su labio inferior entre los dientes. "No estoy del todo seguro. Sé que él quería que me describiera a mí mismo, pero no estoy seguro de cómo decirlo".

Louis empezó a escribir el nombre del duque. Parecía tan estirado y demasiado impersonal referirse a su futuro esposo como el duque Brahm de Henford, pero era de buena educación referirse a él como tal a menos que le informaran de lo contrario. Escribió cuidadosamente con su mejor caligrafía, haciendo un bucle en la F, y añadió una floritura al final de su nombre con gracia.

"Bueno, ¿qué es lo que más te gustaría retratar de ti?".

Se encogió de hombros y se golpeó la barbilla con el mechón de la pluma blanca de avestruz. "Supongo que debería hablarle de mis aficiones. Y me pidió que le diga cómo me veo. Pero, ¿cómo lo hago sin parecer arrogante?".

"Creo que deberías decirle que eres un hada. O una sirena o algo por el estilo", tarareó Harry, apoyando los pies en una otomana de terciopelo.

"Harry", se quejó Louis, arrugando la nariz. "No puedo hacer eso".

"¿Por qué no? Seguro que al aburrido Brahm le haría mucha gracia".

"Pero yo no parezco un hada", señaló Louis.

"Claro que sí. Eres hermoso y delicado como un hada, y estoy bastante seguro de que podrías convencer a un viejo y feo alfa como Brahm para que se tirara de cabeza al agua como una sirena", dijo Harry, encogiéndose de hombros con despreocupación.

"¿De verdad crees que es feo?

"Yo diría que es un alfa feo, con la piel caída, el cabello grasiento y los dientes podridos", reflexionó Harry. "O eso, o tiene un pene increíblemente pequeño".

Harry !" jadeó Louis, tapándose la boca con el dorso de la muñeca para no reírse. Era refrescante que alguien hablara tan libremente con él, aunque se tratara de algo tan ridículo como el tamaño de los genitales de su futuro compañero. "No puedes decir tal cosa", soltó una risita.

"Oh, pero acabo de hacerlo", Harry rió y se encorvó en su sillón, sacando una pipa del bolsillo de su chaleco. "Además, no es como si nunca hubieras visto uno antes. No estoy corrompiendo tu inocencia".

Eso no era del todo cierto. Claro que Louis había visto uno antes, pero sólo el suyo. La pureza era de suma importancia para un futuro Soberano Omega gobernante y a Louis nunca se le había permitido participar en ningún acto de intimidad con otra persona antes de casarse. No había dado su primer beso y la única mano de un alfa que había sostenido antes era la de Harry cuando eran jóvenes. "Claro", susurró Louis.

Louis se encorvó sobre su carta, con los dedos de los pies curvándose contra el frío suelo de madera, y trazó una flor en la esquina de su pergamino. "¿De verdad crees que será tan horrible?", preguntó, con voz suave y tranquila. 

Louis temía que Harry tuviera razón. Por lo que Louis sabía, podría estar casándose con el hombre más repulsivo del mundo. Le gustaba pensar que el aspecto no importaría, que se enamoraría tan fácilmente del alfa que, independientemente de su imagen, sería feliz. Pero a juzgar sólo por la primera carta, Louis no estaba tan convencido de que Brahm fuera su alma gemela.

La mirada de Harry se detuvo en el labio inferior rojo y mordido de Louis, observando la piel rosada y preocupada donde se hurgaba las cutículas. "Espero que no lo sea".

Louis asintió. "Yo también", murmuró.

Durante unos instantes, Harry observó a Louis en silencio. El aire estaba cargado de palabras no dichas, del pánico de Louis y de sus temores hacia el extraño con el que estaba prometido. Se preguntó qué estaría pensando Harry. ¿Consideraba patético a Louis por estar tan preocupado? ¿Se sentía frustrado por la indecisión de Louis y su falta de optimismo en que las cosas saldrían bien?

"Bien. Creo que deberías incluir un retrato tuyo", habló Harry por fin, aclarándose la voz y sentándose más erguido. "Sólo uno pequeño que puedas incluir con tu carta para que no parezcas engreído o arrogante. El otro día me fijé en uno bastante bonito en el comedor del desayuno, ese en el que estás usando lavanda."

Louis parpadeó y sus mejillas volvieron a sonrojarse. "De acuerdo."

 

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Louis caminaba de un lado a otro, con el aire fresco de la tarde pesado en los pulmones y húmedo en los labios. Se suponía que debía estar preparándose para el baile, pero Felicite había insistido en detenerse en los jardines para relajarse antes de que empezara la fiesta. Tenía el labio inferior apretado entre los dientes y la piel alrededor de la uña del pulgar en carne viva de tanto hurgarse un padrastro. Se iba a meter en tantos problemas.

Una cosa era que ya fueran a llegar tarde a la gala. Sólo eso bastaría para meterlo en serios problemas con su padre, pero si veía a Louis y a Felicite ahora, desterraría a Louis a su habitación para siempre. Louis jugueteaba con las mangas de su blusa, enrollando el encaje entre los dedos y tirando de un hilo suelto que tendría que remendar ahora. Observaba, bastante ansioso, a una de sus damas de compañía y a las asistentes de Felicite mientras su hermana menor estaba sentada en un banco, fumando en pipa.

"Lou, relájate", tarareó, chupando el borde de la pipa con los labios alrededor del tallo. Se apartó y exhaló lentamente, con una sonrisa perezosa en la comisura de los labios. "Nadie va a pasar por aquí. Están demasiado ocupados adulando a la querida Lottie con su odioso vestido rosa".

"Exactamente," Louis siseó, rebotando sobre las puntas de sus pies. "¡Que es exactamente donde deberíamos estar ahora!"

Felicite se encogió de hombros, cerrando los ojos mientras inclinaba la cabeza hacia atrás y echaba humo al aire. "Prefiero estar aquí que allí. Odio estas fiestas. Son una ridícula pérdida de tiempo".

Por mucho que a Louis le encantara enfadarse con ella en ese caso, no pudo evitar soltar una risita entre sus dedos. "Fizz, sé lo mucho que te disgusta asistir a las galas, pero debemos ir. Es parte de nuestro deber asistir y mostrar nuestro apoyo".

Nunca le habían gustado las lujosas fiestas que organizaban los reyes, y Louis no podía culparla por ello. Era una chica joven y bonita, igual que su madre, pero no le gustaban los vestidos elaborados ni los tocados opulentos que llamaban la atención de los cortesanos. Le gustaban las cosas más sencillas, como un buen libro, una pluma nueva para añadir a su colección y pasar horas a solas para escribir. La vida social no era su mundo. Quizá disfrutaría más si hubiera gente de su edad que compartiera su aversión por los bailes reales, pero a menudo acababa sola en un rincón del salón de baile con una copa de vino mientras los asistentes a la fiesta adulaban a su hermana mayor.

Siempre había vivido a la sombra de Charlotte. A Louis se le partía el corazón, podía ver lo hermosa que era el alma de Felicite. Era compleja y la protegía con todas sus fuerzas. Pero una vez que lograbas atravesar su duro exterior, podías ver lo maravillosa que era.

Felicite puso los ojos en blanco. "Deber, deber, deber. ¿Por qué tienes que ser tan aburridamente responsable, hermano?". Suspiró y acarició con los dedos la pipa de porcelana delicadamente tallada.

Louis sonrió suavemente y se sentó a su lado, rodeándole la cintura con un brazo y apoyando la sien en su hombro. "Yo soy aburrido para que tú seas excelente".

Durante los años siguientes a su clasificación, Louis había trabajado incansablemente para ser el príncipe omega perfecto. Trabajó duro en sus estudios, practicando y aprendiendo todo lo que podía para complacer a sus padres. Si lograba ser la encarnación del soberano omega ideal, podría evitarles a Charlotte y Felicite las presiones de la corte. Louis esperaba que su unión con el duque de Henford proporcionara la estabilidad necesaria para que sus hermanos y hermanas menores pudieran ser quienes quisieran ser.

"Excelente", se burló Felicite, poniendo los ojos en blanco mientras daba otra calada a su pipa. Sacudiendo la cabeza y exhalando humo al aire, tarareó y se enredó un mechón de cabello en el dedo. "¿No piensas en lo que te estás perdiendo?".

Claro que sí . Pensó en las noches que pasaba sentado en su balcón, intentando reflejar el cielo en pinturas y lienzos. Pensó en que su libertad, la poca que tenía, se había esfumado y pensó en la posibilidad de un matrimonio sin amor. 

"No", mintió. "He sabido durante muchos años que esto pasaría. Es algo bueno. Cumplo con mi deber".

Durante unos instantes, Felicite lo miró fijamente, sus ojos se entrecerraron y la mirada omnisciente que llevaba con demasiada frecuencia hizo su aparición. Louis estaba convencido de que era demasiado sabia para su edad, casi demasiado para su propio bien. Era una chica increíblemente inteligente con sólo dieciséis años y, a veces, Louis estaba convencido de que tenía la mente de una treintañera.

"Estoy segura. Y estoy segura de que tú tampoco crees que estás sufriendo", Felicite suspiró y tapó la cazoleta de su pipa con el pulgar para apagar el tabaco. "Bueno, supongo que ya hemos matado bastante tiempo aquí sentados. ¿Vamos a torturarnos con charlas triviales y a consolarnos con comida engañosamente deliciosa?".

Burlándose, Louis puso los ojos en blanco. "Eres ridícula".

"Soy ridícula, pero también digo la verdad". Sus ojos azules parecían brillar a la luz de la tarde, como piedras lunares sobre su piel pálida y su cabello castaño oscuro. Guardando su pipa en los bolsillos de su vestido, Felicite sacudió un poco de tabaco del satén arrugado de su vestido y acarició la rodilla de Louis. "¿Apostamos a ver cuánto tarda Charlotte en quejarse de que Sir Harry aún no ha escrito su nombre en su tarjeta de baile?".

Louis refunfuñó, arrugando la nariz y torciendo los labios con disgusto. "Es demasiado joven para él. Solo tiene dieciocho años, no tiene por qué estar persiguiendo alfas. Le quedan dos años antes de que tenga que preocuparse por encontrar esposo", murmuró y se sacudió la parte trasera de sus pantalones de seda.

Felicite tarareó y esbozó una sonrisa de satisfacción. "Pero Harry es un buen joven, ¿no crees?”

Louis señaló con el dedo a Felicite y entrecerró los ojos. "No la animes. Es demasiado joven".

"Lo que tú digas, querido hermano. Aunque creo que protestas mucho por la unión de tu mejor amigo y tu hermana pequeña. ¿Quizás hay más de lo que parece?" musitó Felicite, riéndose ante la expresión horrorizada de Louis. "¿Quizá eres tú a quien le gustaría que Harry escribiera su nombre en tu tarjeta de baile?".

"¡Fizz!" graznó Louis, con los ojos prácticamente desorbitados. "¡ No es así!"

Ella sonrió tímidamente y sus ojos brillaron como si pensara que sabía más que Louis. En muchos casos, sí. Pero no en este. Louis no quería que Harry escribiera su nombre en su tarjeta de baile. No es que no creyera que Harry fuera un buen bailarín -estaba seguro de que era maravilloso- o que no disfrutara de la compañía de Harry. Sería el compañero perfecto para acompañar a Louis a las galas reales; era inteligente, divertido, amable y muy encantador.

Louis se había sumergido en una cueva, imaginándose que se pasaba todo el baile al lado de Harry riéndose de los llamativos tocados que llevaba la duquesa y de los desvergonzados pretendientes que perseguían a Charlotte para bailar. Apenas se había dado cuenta de que Felicite seguía sonriéndole hasta que levantó la vista de sus pies mientras caminaban de vuelta al palacio y se dio cuenta de que seguía mirándolo divertida.

"Oh, silencio. Si no me dejas en paz, encontraré a todos los solteros disponibles y los arrastraré hacia ti para bailar toda la noche", siseó Louis.

La sonrisa de Felicite desapareció de su rostro de inmediato para ser reemplazada por un ceño fruncido. "¡No te atreverías!"

"¡Mírame!" Tarareó, acelerando el paso y corriendo por los brumosos jardines hacia el castillo. 

 

⊱ꕥ⊰ 

 

La segunda carta llegó unas semanas después de que Louis escribiera la primera a Brahm. Durante tres semanas, Louis había esperado ansiosamente su llegada, con la mente agitada por las posibilidades de lo que podría decir. Había tardado horas en escribir la carta con la ayuda de Harry y lo ponía nervioso imaginar lo que su futura pareja podría pensar de él. La presión de causar una buena impresión sobre el papel era un poco abrumadora y nada parecía lo correcto para decir. Harry había sido genial en todo momento.

Louis había aprendido rápidamente que la táctica de Harry para aliviar sus nervios consistía en hacer bromas, a menudo a costa de Brahm. Louis se sentía un poco mal, riéndose cuando Harry se burlaba del otro alfa, pero todo era por diversión. No era como si Brahm llegara a enterarse de lo que Harry decía y Louis no dejaría que eso le estropeara la visión que tenía de su prometido, simplemente lo ayudaba a levantarle el ánimo.

Harry arrancó la carta de las manos de Louis cuando la recibió, sonriendo ampliamente cuando Louis no se molestó en contraatacar. Dejó que Harry rompiera el sello de cera y vio cómo se acostaba de espaldas sobre la manta extendida en el jardín. Los ojos de Harry recorrieron la carta, y su hoyuelo se hizo más profundo a medida que leía.

" Mi querido Louis ”, habló Harry, poniendo un acento tonto. " Me complace mucho saber que tu reino tiene bosques fértile s-".

"¿Bosques fértiles?" Louis resopló, interrumpiendo a Harry y poniendo los ojos en blanco. "No puede hablar en serio".

"Oh, sí que habla en serio", rió Harry. " Tengo muchas ganas de explorar tu tierra - oh, apuesto a que le encantaría explorar tu tierra", bromeó, moviendo las cejas sugerentemente. "¿Crees que sabe cómo hacerlo? Parece el tipo de persona que no sabría qué hacer si se le diera la oportunidad de tener un omega".

A Louis se le calentaron las mejillas y agachó la cabeza. "Harry, ya basta".

"Mis disculpas, Grillo. Estoy seguro de que tiene mucha experiencia y ha aprendido a arreglárselas con lo poco que tiene", soltó Harry entre risitas, ignorando el resoplido de desaprobación de la ayudante de Louis. "Los pocos cinco centímetros que tiene".

Una de las mayores bromas entre ellos había sido el tamaño del nudo de Brahm. Harry se había dado cuenta de que mencionar esos temas tabú era la forma más fácil de sacar a Louis de cualquier horrible estado de ánimo en el que se encontrara y había aprovechado el nuevo conocimiento. Al parecer, pensaba que Brahm parecía el tipo de alfa bruto que era todo músculo, nada de cerebro y aún menos pene. Había conocido a muchos alfas en el ejército que encajaban en ese tipo y, evidentemente, Brahm era como ellos.

Louis soltó una risita y sacudió la cabeza. "Continúa, Harry.”

Harry se rió, se puso boca abajo y apoyó la mano bajo la barbilla. " Me da mucho gusto ver cómo luces. Eres muy agradable a la vista y estoy seguro de que serás una novia preciosa. Gracias por enviarme el retrato, enviaré uno en consecuencia con mi próxima carta ". Resopló, sacudiendo la cabeza: "Cristo, es aburrido".

No se equivocaba. El resto de la carta continuaba de forma similar, las palabras garabateadas en la página parecían rígidas. La primera había sido incómoda, pero Louis comprendía que Brahm tuviera dificultades para escribir a su futuro omega. La segunda había sido aún peor. Brahm había divagado durante casi media página sobre su caza más reciente y el ciervo que había matado, prometiendo enviar la cornamenta a Louis como regalo. Harry se lo pasó en grande con eso.

Al final de la carta, Louis estaba prácticamente llorando de la risa, le dolía el estómago y le zumbaba la cabeza de tanto reír. Estar cerca de Harry era como un soplo de aire fresco, comparado con los estirados cortesanos y los muros de palacio. Era refrescante y ligero, y nunca dejaba de hacer sonreír a Louis.

Louis no se había dado cuenta de lo solo que se había sentido hasta que Harry regresó.

Años sin su mejor amigo lo habían insensibilizado ante el vacío de estar solo. Ahora que Harry había vuelto, empezaba a sentir los cálidos efectos de su presencia. De niños, Harry había sido su protector y su confidente. En él se había apoyado Louis cuando estaba enfermo y lo había animado en sus peores días. Había estado presente en todas las vicisitudes de la vida de Louis. Bueno, hasta que se marchó.

Harry había sido su mejor amigo durante años antes de desaparecer. Cuando se marchó, a Louis se le rompió el corazón y se quedó sin la persona más cercana a él. Sólo hace poco más de un mes que Harry había regresado, pero Louis sentía que era él quien volvía a casa.

 

⊱ꕥ⊰

 

No tardaron en llegar los regalos. Una parte importante del proceso de cortejo consistía en que el alfa enviaba regalos de cortejo al omega que tenía su afecto. Con ello se pretendía demostrar no sólo su estatus social y probar que el alfa podía mantener a una omega, sino también que un alfa conocía los deseos del corazón de un omega. Los regalos podían ser cualquier cosa. A Louis le contaron que cuando sus padres empezaron a cortejarse, su padre le regaló un reloj de bolsillo a su madre. Parecía un regalo insignificante, como para que los duques y duquesas fruncieran el ceño, pero la carta que envió con él lo hizo aún más especial. En ella, el rey prometía dedicar cada hora, minuto y segundo de su vida a ser el alfa que la madre de Louis merecía. El tiempo era precioso y él apreciaría cada momento de su vida con ella.

Era el tipo de romance con el que soñaba Louis.

El primer regalo había sido un retrato del duque. Durante semanas, casi meses, Louis había intentado imaginar cómo sería Brahm. En su mente, imaginaba a un bruto con gruesos brazos velludos, una gran frente y una gran barba. Pero el cuadro que recibió le impactó: el duque era sorprendentemente guapo .

Tenía el cabello rubio, tal y como lo había descrito, recogido con una cinta a la moda común de la alta sociedad, y su ancha figura iba vestida con un abrigo rojo carmesí con un corbatín que parecía ahogar al alfa. Tenía la mandíbula afilada, los labios finos y la nariz un poco torcida. No parecía muy amistoso en el retrato mientras miraba a quienquiera que hubiera sido el artista.

Era un cuadro bastante discordante.

Cuando Louis miró al hombre del óleo con el ceño fruncido, no vio a su futura pareja. Vio a un extraño, que le era tan ajeno como las profundidades del océano. El duque era un misterio para él y a Louis no le gustaban los misterios. Ansiaba la comodidad y la familiaridad.

El día que Louis recibió el retrato, su madre envió a alguien a colgarlo en su dormitorio, frente a su cama, para que " pudiera contemplar a su futuro alfa y soñar con el futuro ". Louis lo contempló, pero no con reverencia. No lo dejaba dormir, se sentía observado mientras intentaba conciliar el sueño. Sólo duró unos días antes de que lo quitaran y lo colgaran en otro sitio, donde no lo viera a menudo. A partir de entonces, su sueño mejoró notablemente.

Recibió perlas, cintas de seda, anillos de diamantes, perfumes y joyas. Todos eran regalos preciosos, excepto la cornamenta, que Louis había ordenado inmediatamente mantener fuera de sus aposentos. Estaba seguro de que el duque había gastado más dinero en él que Louis en cualquier cosa en su vida. Sus joyeros estaban llenos a reventar y no sabía qué hacer con todos los lujos caros que Brahm le enviaba casi todos los días. Era muy amable de su parte enviar tantos regalos de cortejo, y Louis debía sentirse halagado, pero aún así estaba un poco decepcionado. Ya había enviado muchas cartas a Brahm, intentando por todos los medios mostrarle quién era a su prometido para que no se sintieran tan extraños cuando por fin se conocieran en persona. Y aún así, ninguno de los regalos parecía que Brahm lo conociera en absoluto.

A Louis le gustaban las cosas bonitas. Adoraba las sedas suaves, los encajes delicados y las joyas delicadas. Le encantaba sentirse bonito y suave con su ropa, pero los regalos que le había enviado el duque eran brillantes y chillones. No se sentía él mismo vestido con colores tan vivos, así que todos los collares, pulseras, pendientes y anillos estaban sin usar, escondidos en una caja fuera de la vista con las cartas escondidas debajo.

Por supuesto, a Charlotte le parecía romántico que el duque no reparara en gastos para cortejar a su omega. Louis se daba cuenta de que estaba celosa, lo notaba en la forma en que sobresalía su mandíbula inferior y entrecerraba los ojos, levantando la nariz cada vez que llegaba otro sirviente con un regalo envuelto en una tela preciosa. Quería la grandeza de todo eso, los grandes gestos, los regalos exóticos y la atención que le proporcionaban.

Incluso las gemelas se emocionaban cuando veían una pequeña bolsa de seda, que sin duda contenía una reluciente joya o algo brillante y dorado. Daisy y Phoebe acunaban las joyas en la palma de la mano, con los ojos muy abiertos mientras examinaban las piedras. Siempre les había gustado el romanticismo, aunque eran demasiado jóvenes para experimentarlo.

Louis estaba eternamente agradecido por sus dos ángeles, Doris y Ernest. No les importaba lo más mínimo el duque de Henford ni los rituales de cortejo. Las joyas, el oro y las sedas no les impresionaban y no entendían por qué su hermano recibía tanta atención. Se contentaban con acurrucarse con Louis y pasar horas jugando en el jardín, aunque Louis no tenía tanto tiempo para jugar con los gemelos como desearía.

Siempre había algo que requería su atención, ya fueran las tediosas lecciones, el té con los omegas de la corte, ayudar a su madre a planear galas o aprender de su padre a gobernar las aldeas de su reino. Los impuestos resultaron ser mucho más complicados de lo que Louis había imaginado, llenos de complejidad y cálculos minuciosos que Louis se esforzaba por comprender. Le gustaba estar ocupado, prefería tener el día repleto de cosas que hacer y gente a la que ver que no tener absolutamente nada que hacer salvo sentarse todo el día a tomar el té con las personas más aburridas de la corte. Estaba aprendiendo a disfrutarlo, aunque había días en los que extrañaba pasar interminables ratos con sus hermanos. Podía estar ocupado, pero siempre sacaba tiempo para acurrucarse con los cachorros y ayudar a Phoebe y Daisy con sus labores.

Louis sonrió suavemente para sus adentros, mientras la música melódica y envolvente del arpa lo arrullaba en un estado de satisfacción. Aquella noche sólo cenaba con su familia, los nueve apiñados alrededor de la mesa mientras un músico tocaba en un rincón de la sala y los criados se alineaban a lo largo de la pared. El corsé le apretaba las costillas de forma casi incómoda, pero estaba contento.

"Así que, mi querido muchacho. ¿Cómo van las cartas?" preguntó el padre de Louis cuando les pusieron la cena delante, cubierta de cúpulas de plata. Las cúpulas se levantaron, la luz de las velas rebotó en la brillante plata y reveló el delicioso pescado al horno y las papas cortadas en rodajas tan finas que casi podían ser cristales: el chef John se había superado una vez más.

Ahí estaba . Por supuesto, sus padres estaban intentando averiguar cómo iba la unión entre su hijo y su futura pareja. Era natural. Louis se había guardado muchos detalles para sí mismo, avergonzado por la realidad de su no tan impresionante vida amorosa. "Van bien. Parece... responsable. Educado", tarareó.

"Lo es", asintió William. "Es muy educado y su padre me ha asegurado que va increíblemente bien en sus estudios. Con un poco de formación y más años de experiencia, sé que será un digno sucesor al trono. Aparte de eso, es un alfa fuerte y muy capaz. Será un compañero maravilloso para ti".

A Louis le llamó la atención. "¿Lo has conocido?"

El rey asintió, dando un bocado a su pescado. "Sí".

Esto era nuevo para Louis. Nunca supo que su padre había conocido al alfa. Su alfa. Se había pasado meses preguntándose cómo era el hombre, aparte del puñado de cartas que no eran más que palabras cuidadosamente elegidas y garabateadas en un trozo de pergamino, sin personalidad real. "¿Es divertido? ¿Agradable?", preguntó, retorciendo las finas bandas de oro alrededor de sus dedos.

William inclinó la cabeza levemente, su cabello cuidadosamente rizado y recogido sin un mechón fuera de lugar. "No llegué a conocerlo bien, sólo cenábamos juntos después de una cacería, pero parecía simpático. Era un joven muy educado y de una estatura impresionante. Creo que te gustará".

Louis asintió y se apretó el labio inferior entre los dientes.

Su madre levantó la ceja y se llevó la copa de vino a los labios. "¿Te gusta?"

No . "Sí". Louis bajó la mirada. "Ha sido un placer conocerlo". Las mentiras le pesaban en la lengua, se le enroscaban torpes y amargas en la boca. Era un mentiroso terrible.

Un resoplido interrumpió la tensión que atenazaba los huesos de Louis. La mirada de Louis se desvió hacia Felicite, que estaba sentada al otro lado de la mesa. Ella estaba poniendo los ojos en blanco, una sonrisa irónica curvando sus labios hacia arriba.

"Felicite, querida, por favor, guarda el libro", suspiró la reina Josephine, con las manos elegantemente entrelazadas en el regazo. "Estamos pasando un rato en familia".

"Lo siento", murmuró Felicite, cerrando el libro encuadernado en piel y dejándolo caer sobre su regazo. "Entonces, ¿por qué exactamente estamos teniendo una cena familiar?"

"Bueno", empezó la reina. "Su padre y yo tenemos algo muy importante que deciros".

"No estarás a punto de decirnos que también casaste a uno de nosotros, ¿verdad?". murmuró Felicite.

"¡Felicite!" Josephine resopló, un lapso momentáneo en su fachada cuidadosamente construida fallando sólo por un momento antes de obligarse a sonreír una vez más. "Tu padre y yo queríamos reunirlos a todos porque queríamos hacerles saber que tendremos un invitado".

"¿Quién?" preguntó Charlotte, su interés finalmente despertado.

A su lado, Ernest y Doris se retorcían, molestos porque los ignoraban. "Shhh, quédate quieto, poppet", murmuró Louis. Se inclinó hacia él, le dio un beso en la cabeza a Ernest y apartó un rizo rojo de la frente de Doris.

"Hemos invitado al duque a quedarse con nosotros".

Louis se congeló.

"¿Qué?” exclamó Charlotte, frunciendo el ceño mientras se cruzaba de brazos. "¿Por qué tiene que venir aquí?".

"¿Qué quieres decir con ' por qué '?" preguntó Daisy.

Phoebe sonrió. "¡Qué emocionante!"

Louis era vagamente consciente de que le sudaban las palmas de las manos. "¿El Duque?"

El rey William sonrió y se secó la boca con el pañuelo. Asintió con la cabeza y señaló con el pulgar el tallo de su copa de vino. "Sí. Aceptó nuestra oferta de visitarnos y llegará dentro de unas semanas".

"¿Cuánto tiempo? preguntó Louis, mirándose los dedos inquietos en el regazo. Su abrigo estaba bordado con suaves hilos de color pastel en un intrincado estampado floral, perfecto para distraerlo de la revolucionaria noticia que acababa de caerle justo sobre los hombros.

"Cariño, estará de visita durante unos meses", le aseguró su madre, sonriéndole con dulzura. "Creo que llegará dentro de cuatro semanas. Tendrás tiempo de sobra para prepararte para su visita, pero tenemos que ponernos a trabajar en encargar nuevas piezas para que las uses durante su visita. Creo que necesitas un vestido nuevo para el baile de compromiso. Algo en azul cielo", musitó.

Lo único que Louis pudo hacer fue asentir, con los dedos temblorosos y los nervios a flor de piel. Seguro que esto no estaba pasando. ¿ Brahm va a ir ? ¿Qué pensaría de Louis? Y lo que era más importante, ¿cómo reaccionaría Harry ante esta noticia?

Chapter 4: IV

Chapter Text

El palacio era una obra de arte. Las eternas estatuas de mármol se erguían orgullosas en las alcobas, sus ojos vacíos seguían a sus admiradores y parecían escrutar el alma. De día, la luz del sol se colaba por las vidrieras y salpicaba los brillantes suelos de madera para dar nueva vida a la grandeza del lugar que Louis llamaba hogar. Le encantaba el castillo, con toda su intimidante arquitectura y la formalidad de sus pasillos llenos de espejos desde el suelo hasta el techo. A la mayoría le parecería desconcertante lo imponente que era el palacio, pero Louis encontraba en él una extraña sensación de familiaridad.

Tenía recuerdos de jugar al escondite detrás de la estatua de Artemisa, de romper accidentalmente el dedo índice de la princesa Elizabeth y esconderlo en las cortinas del estudio. Meredith se había puesto furiosa con él cuando descubrió lo que Louis y Harry habían hecho. No los había acusado con la reina Josephine, no, había optado por castigarlos ella misma. Durante casi tres horas, había sentado a los dos chicos y se había negado a dejarlos hablar, obligándolos a practicar su caligrafía durante lo que pareció toda una vida.

El oro brillaba en todas las superficies y los cristales goteaban de los candelabros como gotas de rocío. Louis se quedó mirándolos, el sol de la tarde se refractaba en su superficie y derramaba arco iris sobre las lujosas paredes empapeladas y las lujosas superficies acolchadas. Era bastante peculiar la forma en que la luz parecía filtrarse a través de los cristales y salir por el otro lado más espectacular de lo que era al entrar. Se preguntó brevemente en qué lado del cristal se encontraba. ¿Era él la belleza o el vacío inacabado?

"Lou-wee".

La voz llegó desde detrás de él, justo más allá de la coronilla de Louis, fuera de su vista. Era un quejido, pronunciado a través de unos labios fruncidos y Louis estaba seguro de que el dueño de dicha voz se cruzaba de brazos y le fruncía el ceño.

"¡Lou-wee!" gimoteó Ernest, dando pisotones contra las baldosas de mármol. Cuando estaba frustrado o enfadado, el joven cachorro pronunciaba su nombre como si la primera y la segunda sílaba fueran dos palabras distintas. El cabello rubio y salvaje y dos ojos sorprendentemente azules aparecieron al revés en su visión. "¡Lou!"

Louis parpadeó sorprendido, sacado de sus lejanos sueños de bailar ingrávido entre las estrellas por un cachorro necesitado cuyo aliento olía sospechosamente a cerezas dulces. "¿Hmm?"

Dos manos pegajosas le acariciaron las mejillas e hicieron que el omega arrugara la nariz y quitara las pequeñas manos. "Ernest", refunfuñó Louis. "Por favor, no me digas que tomaste de nuevo las jaleas".

La risita que brotó de Ernest fue suave y dulce, como siempre era el joven cachorro. Siempre había sido el más tranquilo de los dos herederos más jóvenes. A menudo optaba por dormir la siesta y jugar con pinturas con Louis, mientras que Doris disfrutaba jugando con los corgis reales y, la mayoría de las veces, metiéndose en todo tipo de líos. A Louis le recordaba a sí mismo cuando era joven. Harry sacaba a relucir su lado rebelde.

Los labios manchados de rojo esbozaron una sonrisa vertiginosa, enmarcada por dos mejillas regordetas. "No lo haré", soltó una risita Ernest, pinchando la nariz de Louis. "Pero no puedo mentir. Mamá dice que las mentiras son malas".

Louis tarareó y se acostó de lado en el sofá. Apenas se había dado cuenta de que se había quedado dormido mientras Ernest le contaba una historia sobre hadas y pájaros mágicos cuyas alas estaban hiladas con plata. Tenía una imaginación muy activa. "¿Oh? ¿Así que no me dirás que te comiste las jaleas pero no puedes decirme que ciertamente no te las comiste?".

Ernest agachó la cabeza, ocultando su sonrisa detrás de sus dedos pegajosos. "No lo sé".

"Mhmm", tarareó Louis con un bufido. "Estoy seguro, pequeño".

"¿Louis?" preguntó Ernest, ladeando la cabeza y apoyándose en el cojín de terciopelo del sofá.

Estirando el cuello, Louis miró a su hermano pequeño. "¿Sí?"

"Estoy aburrido.”

"¿Estás aburrido?"

El joven cachorro asintió, con el labio inferior saltado hacia delante y las cejas fruncidas.

"Bueno", empezó Louis, estirando la mano y acomodando un mechón de cabello dorado detrás de la oreja de Ernest. "¿Qué te parece si buscamos a tu hermana y exploramos los jardines? Le escuché decir al jardinero que han añadido un flamenco a la colección", susurró con aire de conspiración y sonrió al ver la expresión de pura emoción que iluminó la cara del principito.

"¿Un lamenco?” jadeó Ernest.

Louis sonrió y sus ojos se suavizaron. "No, dulce cachorro". Se sentó y se arregló el flequillo. Debía estar hecho un desastre, con el cabello revuelto y su chaleco crema suave arrugado y desaliñado. " Fla menco".

"¿Qué es un flamenco?"

"Son las criaturas más maravillosas. Son pájaros, pero no pájaros cualquiera. Tienen las patas largas y las plumas de color rosa". explicó Louis, poniéndose de pie y alisándose la ropa.

La cara de Ernest estaba coloreada de incredulidad, con los labios entreabiertos por el asombro y los ojos muy abiertos. "¿ Rosa ?"

"Rosa", confirmó Louis, tomó al niño en brazos y le dio un beso en la mejilla. "Creo que a Doris también le gustarán, ¿no crees? Seguro que está jugando en el salón con Daisy y Phoebe".

Llevó a su hermano pequeño desde la sala de juegos repleta de juguetes de madera y cojines de colores a través de los largos pasillos, bajó la gran escalera y entró en el salón de paredes con paneles de madera y ricas cortinas vestidas del más grueso satén. Daisy y Phoebe estaban sentadas en el suelo con Doris, sus faldas en magenta y cobalto cuidadosamente dispuestas a su alrededor como los pétalos de una flor.

"Hola, chicas", saludó Louis, sonriendo cuando dos caras casi idénticas y una mucho más joven se giraron hacia él. "¿Cómo estamos esta tarde?"

"¡Louis!" Doris soltó una risita alegre y se levantó de su asiento en la alfombra. Prácticamente se lanzó sobre él, rodeándole las rodillas con sus cortos brazos y mirándolo feliz. "¡Lou!"

Tuvo que agacharse para no caerse con el impulso de su pequeño, pero sorprendentemente compacto cuerpo. "Cuidado, amor. Casi nos haces caer a los dos". Louis se rió y acercó la nariz a la de ella.

Ella sonrió y ronroneó suavemente, cerrando los ojos al corresponder al gesto de amor. El dulce jazmín y el azúcar impregnaron sus sentidos. Perfumarse era instintivo tanto para los alfas como para los omegas, aunque fuera de la intimidad de sus aposentos privados, no era apropiado. No obstante, Louis le dio un beso en la sien y dejó que su propio aroma se filtrara en el espacio circundante y cubriera a su hermana. Phoebe y Daisy no tardaron en unirse a ellos hasta formar un gran nudo de extremidades y sonrisas.

Louis se permitió unos minutos para disfrutar del momento antes de dar un beso en la frente a cada uno de sus hermanos y separarse del montón de jóvenes princesas y un principito. "Bueno, mis amores, por mucho que me guste abrazar, no vine aquí para pasarme el día abrazado. ¿A quién le gustaría acompañarnos a dar un paseo por la colección de animales?".

No le sorprendió que todos insistieran en ir. Caminaron por los sinuosos senderos de los jardines, rodeados de lilas, tulipanes y glicinas que caían en cascada por los enrejados en rocios de color azul aciano y púrpura pálido. Daisy y Phoebe saltaban delante de ellos, revoloteando entre las anémonas, mientras Doris caminaba tras sus hermanas mayores. Ernest se acurrucó más cerca de Louis, apretando la cara contra el pliegue de su cuello en busca de consuelo.

Los jardines se extendían por varias hectáreas alrededor del castillo, la imagen de la perfección, con todos los setos perfectamente recortados en rectángulos perfectos y topiarios uniformes. Los jardineros estaban repartidos por todo el recinto y se dedicaban a recortar los setos, deshierbar los jardines o regar las rosas. Pronto las flores se marchitarían y las hojas se encenderían en un atardecer de naranjas, rojos y amarillos, cayendo finalmente para que los jardineros las barrieran.

A Louis le gustaba el otoño y estaba deseando que todo fuera acogedor y otoñal. Tras el solsticio, el castillo y sus habitantes comenzarían a pasar del verano al invierno. Había muchos preparativos para el invierno y todo lo que traería consigo. Los leñadores salían al bosque en busca de leña suficiente para calentar los veintitrés salones, las quince bibliotecas y los ochenta y siete dormitorios que se habitaban en ese momento.

Luego estaba el baile anual del solsticio de otoño, en el que todos los nobles de notable mención eran invitados al gran salón de baile del palacio para una velada de baile, bebida y festín con la cosecha. Era uno de los eventos favoritos de Louis que organizaba el palacio, si no fuera por los cientos de calabazas que se llevaban al palacio o los tonos ámbar, burdeos y salvia que se impregnaban en la moda de la temporada. Sólo rivalizaba con la fiesta de primavera y el baile de Navidad. Estos acontecimientos requerían meses de cuidadosa planificación y, este año, Louis asumiría un papel más destacado en la coordinación de los eventos para prepararse para el futuro, cuando gobernara como Soberano Omega.

Al pasar junto a los establos, se cruzaron nada menos que con Harry, montado sobre un gran andaluz gris moteado. Al ver el caballo, Ernest dio un grito ahogado y se retorció en los brazos de Louis para ver mejor al enorme semental de largas crines y cola ondulada. "¡Mira! ¡Caballo!"

"Mhmm", tarareó Louis, resoplando un poco mientras reajustaba al cachorro que se contoneaba en su cadera. "Es un caballo muy especial. Es el poderoso corcel de un caballero".

Doris volvió al lado de Louis y se puso de puntillas para echar un vistazo a lo que señalaba su hermano pequeño. "¿Caballo?" Hizo un mohín cuando no pudo ver por encima de los arbustos bajos que bordeaban el prado.

"¡Caballo grande!" exclamó Ernest, aplaudiendo con una sonrisa tan brillante que podría cegar. Sus ojos azules siguieron al semental mientras galopaba por el recinto, levantando tierra suelta bajo sus cascos.

"¡Arriba, por favor!"

Louis se agachó y levantó al otro niño, con los brazos doloridos por soportar el peso de dos cachorros que crecían rápidamente. "Ya está, amor. No hace falta que hagas pucheros", tarareró. Daisy y Phoebe no estaban tan interesadas en los caballos, pero Louis y los dos cachorros observaron cómo Harry y su semental daban algunos saltos.

Harry era un jinete muy hábil. Cuando eran más jóvenes, él y Louis daban paseos durante horas por el bosque bajo la atenta mirada de los guardias reales. Corrían por los prados y se turnaban para llevar a sus ponis hacia los árboles caídos para ver quién era capaz de saltar los más grandes. Al recordarlo, Louis estaba seguro de que los ponis se sintieron agradecidos cuando los dos crecieron más que los pequeños Shetland. 

Los movimientos de Harry eran fluidos, como si su caballo pudiera leerle la mente y apenas necesitara que Harry lo guiara a través de los obstáculos. Sus fuertes piernas tiraban contra el material de sus pantalones de montar, definidas pero no voluminosas, mientras se agarraba a la silla y se elevaba sobre otro salto. Cabalgaba con la confianza de un jinete experimentado, maniobrando sin esfuerzo sobre los saltos y en las curvas cerradas. El título de caballero había definido claramente sus habilidades. Louis se quedó mirando la expresión de concentración grabada en su frente. No era la primera vez que Louis se sorprendía de lo guapo que era el alfa.

Los gemelos vitorearon cuando el caballo de Harry saltó con facilidad un salto especialmente alto, riendo y aplaudiendo, atrayendo finalmente la atención de Harry hacia el pequeño público que se encontraba en el lado norte del recinto. Sus labios torcidos se transformaron rápidamente en una sonrisa, mostrando su hoyuelo incluso a través del vello facial que le brotaba en las mejillas y la mandíbula. Louis se ruborizó cuando el alfa lo saludó con la mano, dando media vuelta para guiar a su semental hacia ellos. Le habría devuelto el saludo si no fuera porque los dos cachorros le dificultaron sostenerlos a ambos.

"¡Buenas tardes!" gritó Harry cuando estaba a pocos metros de distancia. Su sonrisa se ensanchó cuando los cachorros lo miraron asombrados, con los ojos brillantes de admiración.

"Hola", murmuró Louis, bajando la cabeza instintivamente cuando el alfa se acercó. Intentó que su mirada no se detuviera en los musculosos brazos del hombre mientras desmontaba, aunque no pudo evitar apreciar la facilidad con la que bajó al suelo y se acercó a la valla.

Se detuvo frente a Louis y sonrió a los cachorros. "¿Cómo están el Príncipe y la Princesa en esta hermosa tarde?", tarareó e hizo una reverencia, con una sonrisa juguetona en la comisura de los labios.

"¡Caballo!" gritó Doris, señalando con entusiasmo al semental que se cernía sobre ellos.

Louis soltó una risita y le acarició los suaves rizos pelirrojos con la nariz. "Creo que tu corcel los ha vuelto incapaces de responder a esa pregunta”, bromeó.

Harry sonrió, mirando por encima del hombro. "No los culpo. Excalibur es un caballo hermoso, aunque parece estar comiendo demasiadas manzanas del palacio. Me preocupa que la silla de montar le apriete demasiado". Rebuscó en su bolsillo antes de sacar de su chaleco dos pequeños bocadillos de avena horneada. "¿Les gustaría darle uno?".

Los ojos de Ernest se abrieron de par en par y, a su lado, Doris asintió con entusiasmo. "¿Qué decimos?" preguntó Louis, pegando la nariz a la sien del cachorro.

"Por favor", se hicieron eco ambos cachorros, incapaces de apartar la mirada del caballo que olisqueaba la mano de Harry.

"De acuerdo", tarareó Harry y tomó sus pequeñas manos. "Deben poner sus manos planas, así. Mantengan los dedos juntos para que no los mordisquee. Ya está, así". Los gemelos siguieron sus instrucciones al pie de la letra, extendiendo las manos hacia Excalibur y manteniendo las palmas estiradas y planas tal y como Harry les había enseñado.

"¡Cosquillas!" chilló Doris, y su nariz de botón se arrugó cuando los bigotes de Excalibur le rozaron la palma de la mano al buscar un segundo bocadillo. En cuanto Excalibur tomó el bocadillo de la mano de Ernest, la retiró inmediatamente y la colocó contra su pecho de forma protectora. Louis sonrió con cariño a sus hermanos y les dio a cada uno un beso en la frente en señal de elogio.

"¿Y usted, Alteza? ¿Le gustaría darle también un bocadillo?". preguntó Harry, frunciendo una ceja hacia el omega.

"Oh", Louis se sonrojó y negó con la cabeza. "Estoy bien. No me gustaría ser el responsable de que nuestro Guardia Real no pudiera sujetar su silla de montar".

Harry soltó una risita y se encogió de hombros, acariciando el ancho cuello del semental: "Si insistes". Le quitó tiernamente a Excalibur un poco de tierra de debajo del ojo y jugueteó con la brida. "Entonces ¿Qué están haciendo ustedes cinco? ¿Vinieron a causar problemas?” Asintió a Daisy y Phoebe y sonrió.

"Vamos a la colección de animales a ver el flamenco". explicó Daisy entusiasmada, acercándose a la valla del prado pero con cuidado con la suciedad que pudiera manchar sus guantes de seda.

"¿Nos acompañas?" preguntó Phoebe, mirando expectante al alfa. "¡Por favor, lo haría aún más agradable!".

Harry sacó la lengua para mojarse los labios y miró a Louis. "Sería un honor, pero sólo si tu hermano lo permite. No quisiera interrumpir su paseo familiar".

Louis arrugó la cara y puso los ojos en blanco. "Tonterías. Por supuesto que puedes unirte a nosotros. Tu presencia siempre es bienvenida".

"De acuerdo", aceptó Harry, con una sonrisa en las mejillas una vez más. "Entonces estaré encantado. Sólo tengo que devolver a Excalibur a su establo y luego me reuniré con ustedes".

Cuando Harry regresó unos minutos más tarde, iba adornado con un abrigo más formal, apropiado para un paseo por los jardines, y llevaba el cabello recogido y apartado de la cara, todavía un poco húmedo por el agua que había utilizado para domar sus rizos salvajes. Sonrió alegremente a los niños y les entregó un caramelo envuelto en papel encerado que llevaba en el bolsillo. Siempre parecía tener algún dulce para los cachorros y Louis estaba convencido de que intentaba sobornarlos para que lo quisieran más que a su propio hermano. Aunque Louis no podía culparlos si Harry les parecía más divertido que él mismo: Harry era encantador.

Juntos, el grupo de seis caminaba por el sendero, con las gemelas mayores liderando el camino, Doris y Ernest tomados de la mano y Louis y Harry atrás. Louis observaba, con una pequeña sonrisa de cariño en los labios, cómo Doris y Ernest caminaban a paso lento. Parecía como si hubiera sido ayer cuando daban sus primeros pasos con sus piernecitas regordetas, tambaleándose de un lado a otro precariamente. Ahora estaban explorando el mundo de la independencia. Pronto insistirían en caminar en lugar de ir en brazos, y Louis no estaba seguro de estar preparado para ello.

"Hoy te ves muy bien, príncipe Louis", tarareó Harry, con las manos entrelazadas a la espalda. "Te extrañé la semana pasada".

Louis se sonrojó y sintió que el calor le subía por las mejillas y le bajaba por el cuello. "Gracias", dijo en voz baja, "Yo también". 

Su celo lo había sorprendido la semana pasada, cuando empezó a sentir los primeros síntomas de irritación y malestar en el estómago. Durante cinco días, Louis se había perdido en sus fantasías, soñando cómo sería ser tocado tan suavemente, acariciado, sostenido y complacido sin medida.

A Harry se le torcieron las comisuras de los labios.

Aclarándose la garganta y empujó al fondo de su mente los recuerdos del celo contra sus sábanas, Louis jugueteó con los volantes de encaje que rodeaban las muñecas de sus guantes y se ajustó su tocado. "Entonces, Sir Styles, ¿qué me perdí en mi ausencia?

"Nada de mucho interés, si soy honesto. El vizconde de Brener parece haberse encariñado bastante con tu hermana Charlotte. La sigue a todas partes como si fuera un cachorro perdido", se rió Harry. "Aunque ella no parece nada interesada en sus avances".

Louis tarareó, señalando con la cabeza la grava que había bajo sus pies. "No lo está. Por desgracia, está interesada en otro".

"¿Oh?" Harry sonrió, dándole un codazo juguetón en el hombro a Louis. "¿Y quién, por favor dime, es el objeto de sus afectos?"

Charlotte lo mataría si Louis le contaba a Harry sobre su pequeño enamoramiento. Lo mataría si lo supiera. Pero había algo en Louis, algo feo y mezquino, que quería decírselo y advertirle. Suspiró, apretándose el labio inferior entre los dientes. "Bueno,  en contra de mi consejo, se ha visto atrapada en la idea de que tú y ella forman una pareja".

Los dos pares de gemelos saltaron delante de ellos, fuera del alcance del oído y ajenos a como Harry se congeló en su lugar. "¿Ella qué?" Con los ojos muy abiertos y el ceño fruncido, Harry miró a Louis con la consternación dibujada en el rostro.

Louis asintió, tragándose la punzante bola de envidia que tenía en la garganta. "Se ha encaprichado".

"Pero... pero eso no puede ser posible", espetó Harry, pasándose los dedos por el cabello. "Es como una hermana para mí, ¡la conozco desde que tenía tres años! Es una chica encantadora y estoy seguro de que cualquier alfa tendría suerte de haber captado su atención, pero..." Tal vez Louis no debería estar tan satisfecho como lo estaba con la respuesta de Harry. Debería querer un alfa como Harry para su hermana, pero en lugar de eso, estaba luchando contra la alegría egoísta que se instalaba en su pecho. Harry sacudió la cabeza y se burló de la idea de que Charlotte y él estuvieran juntos. "Sencillamente, nunca ocurriría".

"Espera un momento", intervino Louis, cruzándose de brazos. "¿No le trajiste un regalo de cortejo?".

"¿Regalo de cortejo?" se burló Harry. "¿De qué demonios estás hablando?".

"Dijo que le trajiste una concha marina".

Harry se quedó con la boca abierta, perplejo. "¿La concha marina? ¿Pensó que era un regalo de cortejo?" Se tapó la boca y desvió la mirada hacia las puertas de hierro forjado de la colección de animales. "Dios, no puedo creer que pensara que iba a cortejarla. Traje un regalo para cada uno de tus hermanos. Dios mío", soltó una carcajada.

Cuando Louis separó los labios para responder, Daisy se acercó corriendo, con los ojos azules brillantes y las mejillas sonrosadas. "¡Vamos, ustedes dos! Dense prisa".

Louis esbozó una sonrisa y asintió. "Ya vamos, no te preocupes". Miró una vez más a Harry, compartiendo una pequeña sonrisa antes de dejarse empujar hacia delante por su hermana con un apretón de mano.

Ernest y Doris estaban absolutamente enamorados de los animales. Pájaros de todos los colores del arco iris revoloteaban de árbol en árbol y Doris se obsesionó enseguida con un bebé mono en particular que se acurrucaba contra la barriga de su madre. Harry y él siguieron a Daisy y Phoebe hacia el recinto favorito de Louis, el de los pandas. Por los senderos se arrastraban lagartijas, escarabajos gigantes y una criatura diminuta que Louis estaba bastante seguro de que una vez le habían dicho que era una chinchilla.

Hacía calor en ese lugar, con suficiente calor y humedad en el aire como para que la luz del sol se filtrara por el techo de cristal y las ventanas y creara una fina niebla que salía de debajo de los helechos. Era hermoso y brumoso, pero Louis se sentía un poco ruborizado bajo las capas y capas de tela que llevaba. Sacó el abanico del bolsillo del abrigo y se abanicó con él el cuello al descubierto, mientras la piel le brillaba por el sudor.

Casi se sobresalta cuando sintió una mano rozar su espalda, ligera y fugaz, pero cálida incluso a través del abrigo. Una sonrisa se dibujó en las facciones de Harry cuando Louis levantó la vista hacia él y Louis estaba casi seguro de haber visto cómo se le ensanchaban las fosas nasales. "¿Harry?” Su voz era suave y tranquila, insegura.

Harry apartó los ojos de su cuello. "Lo siento", murmuró y agachó la cabeza. Tenía los hombros tensos mientras arrastraba los pies, el labio inferior rojo e hinchado de tanto mordérselo. Un tirón desconocido en el estómago le retorcía las entrañas, haciendo que Louis se retorciera bajo la mirada de Harry.

"Brahm viene", soltó Louis, mientras sus dedos tanteaban sin descanso el delicado abanico de encaje.

Ernest soltó una risita mientras él y sus hermanas se agazapaban ante una mamá pavo real y sus pequeños, sonriendo emocionados ante el hermoso plumaje en ricos tonos esmeralda, azul vibrante y púrpura. Aún eran tan inocentes. Louis sabía que su vida podría haber sido mucho peor. Podría haber nacido en una vida mucho menos cómoda, lo sabía. Se sentía culpable por dar por sentado su privilegio.

"Eso escuché". La cara de Harry era prácticamente ilegible. Si Louis no conociera mejor a Harry, pensaría que se mostraba indiferente ante la inminente llegada del duque. Pero Louis sí lo conocía, y pudo ver cómo su pulso se aceleraba ligeramente mientras tragaba saliva. A Harry le molestaba.

Louis enroscó los dedos alrededor de su abanico e inhaló en los pulmones el rico olor a tierra y a fuerte humedad. "Debería estar aquí en sólo una semana". Los nervios le debilitaban las rodillas y le temblaban las manos. "Creo que nunca me he sentido tan nervioso en mi vida".

Si pudiera, Louis se desmoronaría y se hundiría bajo la superficie. Se escondería como los topos que torturaban a los jardineros cada primavera. Seguro que a Brahm nunca se le ocurriría buscarlo en un túnel bajo la tierra. Y tal vez Harry se escondería con él.

Un músculo de la mandíbula de Harry se agitó. "¿Por qué estás nervioso?"

"¿Cómo podría no estarlo?". Louis suspiró, mirando al suelo mientras caminaban. "Este hombre va a ser mi esposo, y hasta ahora no he sabido prácticamente nada de él. Es un misterio para mí, un misterio muy aburrido, pero un misterio al fin y al cabo. Es como si cada momento que estoy despierto me preocupara lo que me depara el futuro. Por lo que sé, podría ser una persona terrible. No puedo comer ni dormir. Estoy tan preocupado".

Doblaron la esquina y se detuvieron frente al nuevo recinto que albergaba al flamenco. No se parecía a nada que Louis hubiera visto antes, con sus llamativas plumas rosas y sus largas patas en forma de bambú. Sonrió y asintió cuando Doris se volteó para mostrárselo emocionada.

"Estás bajo una gran cantidad de estrés", tarareó Harry, manteniendo la voz baja mientras ambos observaban a los niños maravillados por el fantástico pájaro. "No es bueno que te preocupes tanto. La tensión vive en el cuerpo".

A Louis se le escapó un bufido y no pudo evitar poner los ojos en blanco. "Sí, bueno, no es que no haya intentado relajarme. He probado de todo, desde siestas hasta baños y masajes. Nada ha funcionado y sigo igual de nervioso. Todo se siente tenso, como si me estuvieran tensando cada vez más como la cuerda de un arpa”, explicó Louis mientras se movía inquieto.

Harry lo miró por un momento, con una expresión de cierto peso que Louis no pudo descifrar. Sus musgosos ojos verdes recorrieron sus preocupados labios rosados y el sonrosado rubor que Louis acababa de aplicarse aquella mañana, como si intentara despegar las capas de protección para buscar lo que había debajo. Era un poco como estar atrapado en un estado a medio vestir. "Hay otras... maneras", murmuró, "que se pueden tomar para relajarse".

"¿Oh?" Louis se burló. "¿Cómo cuáles? He probado el vino e incluso un vaso de leche caliente antes de acostarme". Cruzó los brazos sobre el pecho y golpeó el dedo del pie contra el camino empedrado.

"No estaba pensando en comida, Grillo," Harry rió suavemente, mirando a sus hermanos para asegurarse de que no pudieran escucharlos. "Estaba pensando en algo que no sólo te ayudaría a dormir por la noche, sino que podría ayudarte a relajarte".

Sus palabras eran vagas, elegidas cuidadosamente para no parecer demasiado atrevido, pero a Louis aún le costaba traducir exactamente lo que Harry estaba tratando de decir. Louis frunció el ceño y miró a Harry confundido: "No entiendo".

Carraspeando, Harry se rascó la nuca. "Ya sabes", susurró, alzando las cejas en señal de sugerencia. "Llenar el vacío para satisfacer tus necesidades más íntimas". Al ver los ojos perdidos y los labios fruncidos de Louis, apretó la mandíbula y se inclinó hacia él. "El tipo de necesidades que sólo pueden satisfacerse con los dedos".

“¿Dedos?"

Shh !" Los ojos de Harry se abrieron de par en par y le tapó la boca a Louis con una mano, haciéndolo callar de inmediato.

El omega resopló molesto y arrancó la mano de Harry de su boca. "¿Qué se supone que significa eso? ¿ Dedos ?"

Harry se quedó de piedra. Seguro que Louis no hablaba en serio. "Sí", dijo con cuidado, mirando a Louis con suspicacia. "¿Nunca has tenido un celo antes?".

La pregunta hizo que a Louis se le entrecortara la respiración en la garganta y se le apretara el pecho con un aleteo ante la simple mención de un celo. Ese tipo de conversaciones entre un alfa y un omega, sobre todo entre dos no emparejados, eran tabú. Su mirada se dirigió a los asistentes, pero estaban demasiado ocupados ayudando a los principitos y princesas a sujetar a los patitos que habían estado nadando en las fuentes. 

"Claro que sí", siseó. "Pero no he hecho nada con los dedos".

Por un momento, Harry se limitó a mirar abiertamente a Louis, con los labios entreabiertos y el verde musgo de sus ojos tornándose de color esmeralda. Se lamió los labios, el pecho subiendo y bajando rápidamente mientras apoyaba una mano en la cintura de Louis y le murmuraba al oído: "La próxima vez que te sientas muy tenso, te sugiero que recuerdes tus celos. Déjate llevar por tus fantasías". Sus labios rozaron su oreja. "Explórate. Especialmente el lugar entre tus piernas donde tu centro duele".

Louis sintió como si le hubieran arrancado el aliento de los pulmones. Su cuerpo reaccionó antes que su mente, sus labios se separaron con una fuerte bocanada de aire y el cosquilleo de la excitación le subió por la nuca. "Harry”, respiró, sintiéndose un poco fuera de sí mientras algo se agitaba en su estómago.

Harry se apartó del omega y retiró la mano, metiéndola en el bolsillo. "Oh, mira los osos", tosió al sentir el fuerte olor de un omega, arrancándose del lado de su mejor amigo y dirigiéndose a grandes zancadas hacia la gran jaula. Louis se quedó solo en medio del camino, con las manos agarrando con fuerza su abanico y una neblina instalándose entre sus orejas.

 

 ⊱ꕥ⊰

 

Las palabras de Harry se habían enconado en la memoria de Louis, negándose a irse y acomodándose en su cerebro. Por la noche, cuando estaba solo, las sílabas sedosas y el timbre grave de la voz de Harry resonaban en sus pensamientos. Louis soñaba con unos labios de cereza rozándole la oreja. Déjate llevar por tus fantasías. Eran como suave terciopelo acariciándole la piel, poniéndole la piel de gallina e inundándole los sentidos de calor.

Al principio, Louis había conseguido ignorar el tirón que sentía en las entrañas. Cuando recordaba la forma en que Harry le había hablado, enterraba la cara en la almohada y sacudía la cabeza, negándose a rascarse el picor que asolaba su mente inquieta. Había funcionado durante un tiempo, pero entonces los pensamientos de Louis empezaron a divagar.

Louis se miró en el espejo, enmarcado con filigranas doradas y zafiros que brillaban a la luz de la luna. No tenía ni idea de qué hora era, pero ya no oía los pasos de sus damas de compañía ordenando sus aposentos ni las voces apagadas de los betas para el cambio de guardia. Debía haber pasado la primera hora del nuevo día y aun así la mente de Louis seguía sin calmarse.

Jugueteó con el dobladillo de encaje de su camisón y ladeó la cabeza mientras se miraba. Nunca se había considerado feo, pero tampoco creía que fuera muy atractivo. No comparado con la belleza de su hermana menor, Charlotte. La consideraban el diamante de la familia, con mechones de oro, labios carnosos y una piel pálida propia de la heroína de un cuento de hadas. En comparación, Louis siempre se había sentido bastante simple. No tenía unos hermosos labios rosados y su piel no parecía de porcelana como la de ella. Era más bronceado que la mayoría de los miembros de la realeza, aunque sólo podía culparse a sí mismo por ello. Pasaba más tiempo que cualquiera de sus hermanos al aire libre, disfrutando del aire fresco y tomando el sol, lo que hacía que las pecas le salpicaran el puente de la nariz y le espolvorearan las mejillas.

El pensamiento surgió de la nada, colándose en su mente mientras estudiaba el reflejo que le devolvía la mirada. ¿A Harry le parecía hermoso?

Louis ni siquiera debería preguntarse tal cosa; no importaba si Harry pensaba que era hermoso o no. Sacudió la cabeza y se frotó los ojos con cansancio, maldiciéndose en silencio. En lugar de mirarse un momento más, Louis giró sobre sus talones y se tiró en el colchón de almohadas. Se hundió en el edredón de plumas de ganso y contempló las molduras ornamentadas y las nubes pintadas del techo.

Explórate.

Sus manos se torcieron al agarrar las sábanas de seda.

Fuera de su celo, Louis nunca perseguía el cosquilleo que sentía bajo la piel ni escuchaba la llamada de su omega interior. Incluso en las profundidades del celo, lo máximo que Louis había hecho hasta entonces era estrujarse contra la almohada hasta que una oleada de placer lo inundaba, evitando la desesperación sólo durante unos minutos antes de volver a gritar desesperado. No estaba seguro de lo que Harry había querido decir con usar los dedos, pero cuanto más reflexionaba sobre las palabras de Harry, más caliente empezaba a sentirse en su vestido de algodón y sus medias.

Louis se mordió el labio y, vacilante, levantó la mano para apoyarla en el esternón. Podía sentir el martilleo de su propio corazón en el pecho, que subía y bajaba con cada respiración. Lentamente, Louis se acarició el centro del pecho y el vientre tembloroso con dedos inseguros. Sintió algo agradable, casi cosquillas, mientras trazaba una línea por su torso.

Casi se sintió culpable, como si estuviera haciendo algo que no debía hacer. No había recibido las lecciones más descriptivas sobre lo que cabía esperar de las relaciones conyugales, pero recordaba que su tutora había mencionado brevemente la desaprobación del autoplacer. No había entendido qué había de malo en ello, teniendo en cuenta que era su propio cuerpo y que seguramente se le debía permitir sentir su propio cuerpo, pero no se había atrevido a cuestionar a la mujer mayor.

Tal vez debería detenerse, quitarse la curiosidad de la cabeza y darse la vuelta para dormir un poco. Pero entonces estaba Harry -sus palabras se deslizaron por sus venas, cálidas y febriles en sus extremidades al recordar el calor de la mano de Harry en su cintura-. Explórate. Sobre todo el lugar entre las piernas donde tu centro duele . Louis se estremeció en la noche, conteniendo el aliento mientras el deseo cobraba vida.

En sus bragas, su pequeña polla se estremeció. Si tenía que detenerse, tendría que hacerlo ahora. Podía dejar el vaso de agua sobre la mesilla y obligarse a alejar la excitación que le hervía bajo la piel. En lugar de eso, respiró hondo y se pasó un dedo por la polla. Louis se estremeció y reprimió un gemido.

Se sentía divino.

Al envolverse con sus delgados dedos, se estremeció y los destellos de fuertes bíceps y grandes manos se le grabaron a fuego en la parte posterior de los párpados. Se subió la parte de abajo del camisón por las piernas, lo recogió bajo las axilas y lo apartó del camino, sintiendo cómo se endurecía en su agarre. Ya lo había hecho antes, pero nunca había sido tan coherente. No estaba aturdido por el calor y su mente estaba llena de imágenes de un alfa fuerte que le hacía sentir que su cuerpo ardía en llamas.

La primera gota de lubricante que se derramó entre sus mejillas hizo que la cara de Louis se pusiera roja. Unos pequeños dedos rodearon la cabeza de su polla y untaron el resto de esta con el presemen que se había acumulado en la punta. Louis tarareó y cerró los ojos mientras inclinaba la cabeza hacia atrás. Su mente estaba felizmente vacía, aparte de las fantasías de un alfa que pasaban por su cabeza.

La parte de atrás de sus calzoncillos no tardó en empaparse, y la dulce lavanda y los arándanos azucarados brotaron de sus glándulas como una niebla espesa en el aire de sus apartamentos. Tenía suerte de que su habitación estuviera apartada de las zonas públicas del castillo, protegida por un laberinto de pasillos que ocultaban su delicioso aroma. Louis podría haberse perdido en las sensaciones de su mano en su polla, pero algo que Harry había mencionado lo dejó con una sensación molesta que no podía quitarse de encima.

Tragando grueso, Louis se soltó con un gemido y pasó los dedos por su borde agitado. Apenas rozó la sensible piel con las yemas de los dedos, Louis se estremeció contra el colchón y se quedó con la boca abierta mientras una onda expansiva recorría su interior. Nunca había sentido nada igual. Con curiosidad, arrastró los dedos por la cálida capa de lubricante que cubría sus mejillas y contuvo e aliento cuando se apretó alrededor de la nada, rezumando más de su propio placer.

"Joder", gimió Louis y se bajó de un tirón los calzoncillos por las piernas, sacándolos de la cama de una patada para permitirse un mejor acceso. Palpó el borde resbaladizo, la punta de su dedo se deslizó por el anillo muscular y sorprendió al omega con un gemido. Era increíblemente maravilloso.

Louis presionó lentamente el dedo índice hacia el interior, las paredes aterciopeladas y calientes de su yo más íntimo le resultaban extrañas. Sus movimientos fueron vacilantes al principio, sintiendo lo que le gustaba y siguiendo sus instintos mientras se introducía el dedo hasta el fondo. El flequillo le caía sobre los ojos y una gota de sudor le rodaba por la nuca, pero no le importaba. No cuando se sentía tan bien sentir que algo lo llenaba.

Tenía dedos bastantes pequeños, perfectos para tocar el piano y su retratista real le había dicho que eran hermosos, pero no lo llenaban como su omega interior pedía a gritos. No eran lo bastante largos ni gruesos para satisfacer sus deseos, no eran como los de Harry . Louis jadeó al pensar en el alfa. Sus mejillas con hoyuelos, su nariz grande y sus hombros anchos, pero sobre todo sus dedos largos. Apostaba a que se sentirían de maravilla enterrados en su interior.

Louis agarró su polla con la mano libre y se estremeció al sentir la sensación. Los labios sonrientes y los ojos verde oscuro de Harry le incitaron a seguir tirando de su polla, con los dedos de los pies curvándose. Se preguntó cómo se sentiría la barba incipiente de la mandíbula de Harry contra su propia piel suave, si le haría cosquillas cuando el alfa apretara la cara contra el cuello de Louis. Gimió, intentando evocar el recuerdo del olor de Harry. 

Como hacían todos los alfas y omegas, Harry cubrió la mayor parte de su olor hasta que sólo quedó en su ropa el vago aroma de algo agrio pero amaderado, pero Louis recordaba que solía oler a cerezas y tabaco cuando era más joven. Gimió, levantando las caderas contra su mano y jadeando cuando empujó el dedo dentro de su dolorido agujero. Había vislumbrado el cuerpo que permanecía oculto bajo camisas ondeantes y gruesos abrigos, un pecho definido y unos brazos musculosos que Louis ansiaba sentir bajo sus palmas.

El calor se acumulaba en su vientre, su agujero se apretaba alrededor de su único dedo y el lubricante se colaba entre las sábanas. Se preguntó cómo habría sabido Harry animarlo a probar esto, si habría visto a algún otro omega acostado así. Un gruñido resonó en su pecho, sorprendiéndose a sí mismo mientras se mordía con dureza el labio inferior. No quería que Harry viera a alguien más así. Quería ser él quien se desnudara para Harry, estar a su merced.

"¡Harry!" Louis gimió en la noche, todo su cuerpo se tensó antes de salir disparado hacia su mano, pintando de blanco su vientre y su pecho agitado. Se sentía como si flotara, ondas de placer celestial bañándolo mientras maullaba necesitado. Deliraba, como si su sangre se hubiera convertido en jarabe y sus extremidades en gelatina. Se sentía glorioso. Al bajar de su nube de placer, su mente seguía vacía de preocupaciones y su cuerpo zumbaba de felicidad. Se durmió en pocos minutos, con la piel pegajosa contra los muslos y un dolor en la muñeca, pero la ansiedad había desaparecido.

 

⊱ꕥ⊰



" Louis ".

Las sábanas que lo rodeaban eran cálidas, suaves contra su piel como el mejor abrazo del mundo. Louis tarareó, hundiéndose más en el abrazo de su edredón. Olía como un campo de flores silvestres con miel y bayas aromáticas, como la seguridad y el hogar.

" Louis ".

Estaba enterrado en una nube, con el sueño pesado y delirante. Era como moverse entre melaza. Louis ronroneó, sonriendo soñoliento contra sus sábanas de seda.

"Grillo", susurró una voz, sacando a Louis de su estado medio dormido.

Los ojos de Louis se abrieron de golpe, parpadeando entre la niebla borrosa del sueño. Su habitación seguía a oscuras, la luna brillaba en los cristales que colgaban del candelabro sobre su cama. "Qu-ue”, balbuceó, mirando a su alrededor hasta que su mirada se posó en una figura alta cerca del armario. Inhaló una bocanada de aire, se incorporó en la cama y se apretó las sábanas contra el pecho.

"Shh", murmuró Harry, entrando en el haz de luz plateada que se colaba a través de las cortinas. Tenía las manos levantadas, las palmas hacia Louis y una expresión suave, inofensiva. "Sólo soy yo, Lou".

"¿Harry?" exclamó Louis, con las mejillas sonrojadas al asimilar la gravedad de su situación. Harry estaba en una habitación privada, a solas , con el príncipe. Y Louis estaba prácticamente desnudo. "¿Qué demonios haces aquí?

Harry apartó la mirada del cabello despeinado de Louis, sus ojos suaves como el sueño y el escote de su camisón deslizándose por su hombro. "Siento interrumpir. Es que pensé..." Harry sacudió la cabeza y se frotó los ojos con la mano. "Dios, ¿qué demonios estoy haciendo aquí?".

Los dos se quedaron callados, Harry intentando no mirar a Louis y Louis intentando no pensar en el hecho de que sus calzoncillos seguían en el suelo junto a su cama. Se sentía expuesto al tenue resplandor de la luna y las estrellas, su edredón y una fina camisa eran lo único que ocultaba su forma desnuda de la mirada de Harry. Era extrañamente emocionante y aterrador.

Los recuerdos de sus actividades de la noche anterior le invadieron. El olor del lubricante pegándose a sus dedos y manchando sus sábanas, sus fantasías de Harry inclinándose sobre él con sus largos dedos sustituyendo a los de Louis, y los gritos que soltó por el alfa hicieron que el rubor se le extendiera desde las mejillas hasta el pecho. Oh Dios, realmente se había excitado pensando en su mejor amigo. Estaba soñando con Harry y no con el alfa con el que estaba destinado a aparearse. Era un omega terrible.

"¿Pensaste qué?", preguntó, con el pecho agitado por la respiración entrecortada y los pelos de la nuca erizados.

Con una risita seca, Harry se encogió de hombros. "¿Recuerdas cuando éramos más jóvenes? ¿Cómo nos escapábamos en mitad de la noche?". Arrastró los pies y se pasó los dedos por sus cortas ondas. Si Louis no lo supiera, pensaría que Harry estaba incluso avergonzado tras la sombra que se proyectaba sobre su rostro. Le consolaba saber que al menos ambos sentían la incómoda tensión.

Louis asintió, aflojando el agarre de las sábanas. "Lo recuerdo".

La sonrisa de Harry era suave, una reminiscencia de su pasado compartido. Solían reírse el uno del otro, agazapados detrás de los tapices de los pasillos cuando oían llegar a los guardias, haciéndose reír el uno al otro mientras intentaban no hacer ruido para que no los atraparan. No importaba si era verano o invierno, se colaban en los jardines del palacio y corrían tan rápido como podían. Corrían hasta que se les cansaban las piernas y les dolían los pulmones.

"Vamos", susurró Louis, la sonrisa de Harry se estiró hasta convertirse en una amplia sonrisa.

"¿En serio?"

Louis se pasó los dedos por el cabello en un intento de domar su cabeza incluso sin espejo. "Date la vuelta. Voy a vestirme".

Se vistió rápidamente, con un cómodo vestido de algodón amarillo pálido, guantes de seda, pantuflas y una capa azul noche. Mientras tanto, sentía un cosquilleo en la piel al saber que Harry estaba a sólo unos pasos de distancia. Podía estar simplemente imaginándolo, pero casi podía sentir una carga en el aire, como un crujir electrostático alrededor de ambos.

Cuando terminó, Louis se puso delante de su tocador y se pasó un peine por el cabello, pellizcándose las mejillas para devolverles un poco de color y vida, y se roció con un spray de perfume para cubrir su olor. Antes de darle permiso a Harry para darse la vuelta, Louis recogió sus calzoncillos del suelo y los guardó bajo las mantas. "Bien. Ya estoy listo".

Escabullirse de sus apartamentos resultó ser más difícil de lo que Louis recordaba. En cierto modo, era estimulante volver a escabullirse con Harry como cuando eran más jóvenes, pero ahora había mucho más en juego. Si los descubrían, Louis se metería en un montón de problemas por escabullirse sin supervisión con un alfa y Harry podría ser castigado por sus acciones. Pero Harry estaba sorprendentemente tranquilo para alguien tan grande. Eludió fácilmente a los guardias estacionados en los pasillos, manteniéndose en las sombras y moviéndose silenciosamente por los suelos de mármol. Con la ayuda de Harry, Louis se escabulló por la puerta de servicio al final del pasillo fuera de sus apartamentos, sin aliento mientras bajaban apresuradamente los escalones.

Tomaron el mismo camino que habían seguido de niños, por los pasillos de los criados, a través de la cocina hasta el sótano, y salieron por la puerta del sótano, detrás de la casa del pozo. El aire fresco de la noche se filtró en sus pulmones, refrescante y bienvenido después de pasar tanto tiempo en palacio. El otoño estaba sobre ellos, evidente por los colores que invadían el follaje de los árboles y el picor que ahora arrastraba la brisa. Louis se estremeció, la escarcha que se pegaba al césped mojaba los dedos de sus pantuflas de seda.

Envolviéndose la capa con fuerza, Louis siguió a Harry por la curva de la torre hacia el pequeño jardín trasero en el que jugaban tan a menudo cuando eran cachorros. La mano de Harry agarró la suya y lo detuvo detrás de una rama redonda. Era cálida alrededor de la mano de Louis, los callos ásperos de años de entrenamiento como caballero arañando la suave carne del omega. La amplitud de la mano hizo que el omega interior de Louis se estremeciera, casi ronroneando de lo agradable que era ser sostenido por un alfa. Harry consideró que no había moros en la costa y guió a Louis a través del seto arqueado y por el sendero, sin soltarlo ni una sola vez.

Sólo cuando estuvieron en un pequeño jardín familiar rodeado de crisantemos y calabazas, Harry soltó la mano de Louis. Sacó una fina manta de su abrigo y la extendió sobre el suave césped verde como el rocío antes de girarse hacia Louis. "Grillo", tarareó y ayudó a Louis a sentarse sobre la manta, tomando asiento a su lado. "Es una noche preciosa".

"Lo es", asintió Louis, estirando el cuello para contemplar el cielo. Por encima de sus cabezas, un millón de estrellas brillantes se extendían hasta donde alcanzaba la vista. "¿Te has preguntado alguna vez qué son?", preguntó, con voz suave por el asombro.

A su lado, Harry se apoyó sobre sus codos y asintió con la mirada clavada en el cielo.

Louis sonrió, pasando la mano por encima de la falda de su vestido. "Meredith solía decir que eran alfileres en el velo que nos separaba del cielo. Son para que nunca olvidemos la promesa que Dios nos hizo y para que los ángeles se asomen desde el cielo para cuidarnos." Miró a Harry, con el pecho apretado: "¿Tú qué crees?".

Harry se encogió de hombros, con una arruga entre las cejas. "He oído muchas explicaciones de soldados sobre las estrellas. Algunos creen que son las almas caídas de los santos, otros dicen que las estrellas no son más que relámpagos atrapados en el cielo. Por lo que sabemos, podrían ser espejos flotantes", tararea. "Para mí son un misterio, pero me han salvado la vida más de una vez".

"¿En serio?" Los ojos de Louis se abrieron ligeramente. "¿Lo han hecho?"

Desde que Harry había vuelto a Lillidale, había sido muy reservado sobre sus aventuras como caballero. Contaba historias de sus viajes a otros reinos, pero nunca de los peligros de la guerra. Tenía los labios apretados y la musculatura de la cara tensa por los recuerdos. 

Lentamente, Harry asintió. "Hace unos años, yo y otros tres caballeros nos separamos de nuestro regimiento después de una batalla. Había soldados caídos por todas partes y el humo del fuego de los cañones era tan denso que no podíamos ver nada. El humo y la niebla se extendían por kilómetros, era como estar atrapado en una nube sin final a la vista. Cuando se disipó la niebla, estábamos varados en el bosque sin comida".

Louis frunció el ceño y se mordisqueó el labio inferior con los dientes, percibiendo el sutil cambio de olor cuando Harry recordó la batalla. Era casi imperceptible, apenas una pizca de cereza ácida manchando la brisa. "¿Cómo encontraste el camino de vuelta?

Harry miró al cielo y movió la cabeza asintiendo. "¿Ves esa estrella justo más allá de la punta del pino más alto?".

Desde su asiento actual Louis no podía, así que se acostó junto a Harry, sólo un palmo los separaba mientras buscaba en el cielo de estrellas. "¿Cuál?", preguntó, con la voz apenas por encima de un susurro. La mano de Harry tomó la suya, levantándola para señalar un alto pino que se alzaba por encima de los demás.

"Esa", susurró Harry, desviando la mirada hacia el perfil del rostro de Louis. "Es la que brilla más que todas las demás. La estrella más hermosa".

Su aliento se detuvo en su pecho, un aleteo bajo su esternón cuando el aliento de Harry se abanicó sobre su mejilla. "La veo", exhaló.

"Es Polaris. Hay grupos de estrellas que forman constelaciones, basadas en la mitología griega y los cuentos de hadas, pero esta estrella en concreto forma parte de lo que se llama Osa Menor. Si sabes leer las constelaciones, puedes seguir a esta estrella, ya que siempre te llevará hacia el norte. Se llama la Estrella Polar”, explicó Harry, sin apartar los ojos de los delicados rasgos del perfil de Louis. "Durante cinco días seguimos esa estrella hasta que dimos con uno de los fuertes del norte".

"Vaya", murmuró Louis.

"No importa dónde estés, si sabes leerlas, las estrellas te llevarán a casa", susurró Harry, tragando grueso.

Ojalá las estrellas pudieran salvar a Louis ahora. "¿Crees que podrías enseñarme?" preguntó Louis, girando la cabeza para mirar al alfa, con las mejillas encendidas bajo su atenta mirada.

Harry asintió, rozando su mano contra la de Louis y frunció el ceño. "Tienes frío”, murmuró, acariciando suavemente la suave piel del dorso de la mano de Louis.

Louis apenas se había dado cuenta del frío que hacía esta noche, demasiado absorto en la voz suave y aterciopelada de Harry y en su reconfortante presencia como para reconocer realmente el frío que tenía. Se estremeció, tirando de su capa a su alrededor. "Supongo que sí", soltó una risita, agachando la cabeza. "No me había dado cuenta”.

"Ven aquí", tarareó Harry y entrelazó los dedos con los de Louis, rozando los frágiles huesos de su mano. "¿Te parece bien?"

Más que bien, era agradable. La mano de Harry envolvió la de Louis y era tan cálida, como el calor de un fuego crepitante. Sentía un hormigueo en la piel donde se unían sus dedos, un latido en sus venas como el murmullo de un arroyo. Louis asintió, sintiendo la cabeza ligera como una pluma de ganso y el calor irradiando de su mano: "Si".

Deseó poder ponerse de lado, caer en el abrazo de Harry y absorber el calor del alfa. En lugar de eso, Louis inhaló temblorosamente mientras miraba la Estrella Polar, muy consciente de cada centímetro de la piel de Harry que podía sentir. "¿Harry?"

El hombre que había sido su mejor amigo desde que tenía memoria miró hacia él, con los ojos verdes iluminados por la luna del color de la salvia. "¿Sí?" Murmuró.

"Tengo miedo."

Podía sentir el peso de los ojos de Harry sobre él, el cuidadoso análisis de cada uno de sus movimientos, cada respiración y cada pensamiento. Harry le apretó los dedos, ofreciéndole una sonrisa triste. "Lo sé”.

Le partía el corazón pensar que algún día, un día que llegaría más pronto que tarde, ya no tendría a Harry a su lado. Una vez emparejado, ya no sería apropiado estar cerca de un alfa que no fuera el suyo sin la supervisión de su compañero. Extrañaría las bromas de Harry y su amable sonrisa que parecía reservada sólo para Louis. "¿Y si no me gusta? ¿Y si nos odiamos?"

No había palabras perfectas para decir. Por muy bueno que fuera Harry haciendo que Louis se sintiera mejor y levantándole el ánimo, esto era lo único que Harry no podía arreglar. Se limitó a mirar sus manos unidas y suspiró. "Lo siento mucho. Espero con todo mi ser que sea un buen hombre. Sé que tienes miedo. Siempre estaré aquí para protegerte. Si me necesitas, llámame y allí estaré".

Louis sorbió, parpadeando para contener la punzada de lágrimas que amenazaba con derramarse. "Me preocupa que no sea amable conmigo. Nunca he estado con nadie y tengo tanto miedo de tener una caída. ¿Y si no tiene paciencia conmigo?".

"Si te pone una mano encima, debes decírmelo. Nunca permitiré que alguien te haga daño. Eres demasiado maravilloso para que te traten mal. Te mereces el sol, la luna y las estrellas", dijo Harry, con una firmeza que demostraba lo mucho que esas palabras significaban para él. Era una declaración de lealtad.

"Gracias”, susurró Louis, inhalando temblorosamente mientras le temblaban las manos y un escalofrío recorría su cuerpo.

El calor lo envolvió cuando Harry tiró de él para acercarlo, rodeando al omega con el brazo y envolviéndolo con el confort de su aroma. Louis agradeció el abrazo, secándose una lágrima y apoyando la cabeza en el hombro de su mejor amigo. Su pecho floreció como un capullo de rosa empapándose de los primeros rayos del sol primaveral, una sensación cálida y placentera se instaló en su pecho. Debería haber sido inapropiado, pero no lo fue. 

Durante más de una hora, los dos se acostaron en el césped del jardín y contemplaron las estrellas colgadas por los propios ángeles, inhalando el mismo aire y respirando el aroma del otro. Cuando el cielo empezó a aclararse en el suave púrpura de la amatista, Harry ayudó a Louis a ponerse de pie y lo condujo a su habitación antes de escabullirse sin decir una palabra más.

 

⊱ꕥ⊰ 

 

Fue una cosa después de eso. Louis daba vueltas en la cama durante unas horas, los nervios lo dejaban inquieto hasta que no podía más. Con imágenes de los labios afelpados, el cabello rizado y el cuerpo sólido de Harry revoloteando por su cerebro, Louis se revolcaba boca arriba, con los labios entreabiertos mientras se aplastaba contra la almohada. Con uno o dos dedos, Louis se abría y gemía con el nombre de un alfa en los labios. Por la mañana tendría que enfrentarse a las caras inexpresivas de sus sirvientes mientras lo ayudaban a prepararse para el día, sabiendo que había manchado las sábanas con su semen y su lubricante la noche anterior. Pero ninguno de ellos diría una palabra. No se atreverían a hacerlo.

El domingo, Louis se despertó antes de lo habitual. Enterró la cara en la almohada, confuso y con los ojos desorbitados, mientras Elizabeth abría las cortinas y empezaba a encender las velas del candelabro. "Buenos días, Alteza", dijo con voz tranquila y educada.

"Mmmf", murmuró Louis, sacudiendo la cabeza y llevándose las rodillas al pecho. No era una buena mañana. Era la peor de las mañanas.

"Su Alteza Real ha pedido desayunar con usted", explicó Elizabeth, agachándose ante la chimenea y añadiendo con cuidado leña para devolver la vida a las moribundas llamas. "Su baño está siendo preparado, ¿prefiere aceite de rosas o lavanda?"

Louis prefería que lo dejaran en paz.

"Lavanda", murmuró el príncipe, y finalmente rodó sobre su espalda, parpadeando somnoliento a la luz parpadeante del candelabro.

Era un día terrible. Como si el universo estuviera de acuerdo con él, el cielo había decidido abrirse y ahogar al mundo en sus penas, las gotas resbalaban por las ventanas y los truenos retumbaban a lo lejos. Resultaba bastante apropiado, de un modo sombrío y algo deprimente, que el cielo estuviera oscuro y las nubes se arremolinaran con una tormenta otoñal el mismo día en que Louis iba a reunirse con su prometido.

No había pegado ojo la noche anterior y ni siquiera su nuevo mecanismo de supervivencia lo había ayudado a conciliar el sueño. Era una lástima, porque ahora tenía ojeras y era consciente de lo agotado que se veía. Demasiado para causar una buena impresión a su futura pareja. Louis suspiró, se frotó los ojos y reunió la energía necesaria para levantarse de la cama. Con un gruñido, apartó de una patada las cálidas mantas y bajó de la cama con dosel, estremeciéndose al sentir la fría madera bajo sus pies.

Elizabeth lo ayudó a quitarse el camisón, sin mencionar el olor a excitación que desprendía. Otro criado ya le había preparado el baño y el vapor se elevaba en el aire, atrayendo a Louis hacia su calor con aroma a lavanda y miel. Elizabeth le preparó la ropa para el día, colocándole un precioso vestido azul con una cinta de seda para atárselo al cuello y un par de finas medias blancas. Su madre le había ayudado unos días antes a elegir un vestido más extravagante para ponérselo más tarde, por la noche, para dar la bienvenida a Brahm a su casa.

William, otro de sus ayudantes, lo frotó con un cepillo de cerdas, dejándole la piel rosada y sensible, pero suave como un pétalo. Le lavaron el cabello con el más fino de los jabones y le prepararon una pasta especial para levantar su piel cansada y sus ojos hinchados. Para cuando lo habían lavado a fondo y lo consideraron apto, el agua estaba fría y se le ponía la piel de gallina en brazos y piernas. Louis fue conducido a su habitación, las gotas de agua fueron rápidamente secadas por un tercer criado mientras Elizabeth le ayudaba a ponerse los calzoncillos, luego el corsé, la falda de aros y, por último, las enaguas. Hace mucho que no lo vestían tan elegantemente, aunque aún se veía cansado.

Louis cerró los ojos mientras lo peinaban con esmero y le aplicaban rubor rosa peonía en las mejillas. Cuando todo estuvo dicho y hecho, estaba peinado a la perfección, la imagen de un perfecto príncipe omega. Se veía bien, muy bien. Cuando Louis se miró en el espejo, casi no se reconoció. Se sentía seguro de sí mismo, a pesar del cansancio, y el toque final fue una rociada de perfume para cubrir su olor natural.

Fue una decepción que no cenara con Harry esta mañana, sino que lo llevaran al salón de té, donde su madre estaba sentada primorosamente en su silla. El salon de te estaba decorado en tonos rubor, lavanda y azul empolvado, con un papel tapiz de estampado floral de color crema que hacia juego con la tetera de porcelana finamente elaborada. En el centro estaba sentada la Reina Josephine, vestida de plata y cubierta de cristales.

"Oh, buenos días, querido", tarareó, sorbiendo su té y sonriendo cálidamente. "Hoy te ves precioso".

Con una sonrisa tensa, Louis se sentó frente a su madre y cruzó las manos sobre su regazo. "Gracias”.

Dejó que uno de los sirvientes pusiera unas hojas de té en su taza, observando cómo vertían el agua humeante sobre las hojas y las dejaban reposar. Sus manos sin guantes se agitaban en su regazo, hurgándose un padrastro con nerviosismo, mientras su propia madre lo miraba atentamente.

"Cariño, te ves enfermo de los nervios. ¿Estás bien?", preguntó la reina, acercándose para apoyarle suavemente la mano en el brazo y apretarle la muñeca. Las arrugas entre sus cejas y las comisuras de sus ojos se hicieron más profundas.

Louis se encogió de hombros. "Estoy bien. Supongo que estoy nervioso. Esta noche lo conoceré por primera vez y aún no sé casi nada de él. ¿Estabas así de nerviosa cuando se conocieron papá y tú?".

Josephine sonrió suavemente y asintió. "Estaba fuera de mí", tarareó. "La noche anterior no pude pegar un ojo, ¡apenas podía comer!".

No se lo podía imaginar. Su madre siempre había sido tan serena, tan sabia y majestuosa. Imaginársela de otra manera que no fuera educada y correcta era como imaginarse a un toro en bombachos... ¡era ridículo! "¿En serio?"

"Por supuesto. Es un acontecimiento trascendental. Conocer a quien será tu roca y tu ancla para siempre te cambia la vida. Recuerdo el momento en que vi a tu padre por primera vez. Estaba tan guapo, vestido con su capa de lana y los colores de la familia. Venía con el ramo de lirios más grande que había visto nunca, era increíblemente romántico. Estoy segura de que el duque de Henford no te decepcionará. Lo ha hecho bien hasta ahora y ha demostrado ser un alfa maravilloso".

La presión era insuperable, casi paralizante.

"Cariño, no te muerdas las uñas", reprendió la reina con ligereza, sonriendo tranquilizadora mientras sorbía su té.

Las mejillas de Louis se encendieron. "Correcto", murmuró, bajando la mano y agachando la cabeza con timidez. Estaba hecho un desastre, lo cual era vergonzoso teniendo en cuenta los años de entrenamiento y las clases de etiqueta que había soportado. Echó un chorrito de crema en el té con una cucharada de azúcar y se llevó la taza a los labios.

"Pero debes estar emocionado, va a ser una velada maravillosa. He preparado la cena con todos tus favoritos y esta mañana eché un vistazo al salón de baile, se ve maravilloso. Esta noche va a ser todo un éxito".

Louis se encogió de hombros, con la cabeza dándole vueltas a un millón de pensamientos. "Mamá, ¿y si no le gusto? Aunque hace mucho que intercambiamos cartas, aún siento que no sé nada de él. Seguimos siendo extraños el uno para el otro".

"Querido, claro que le gustarás. Eres dulce, cariñoso y amable. Eres todo lo que él necesitaría en un omega, sería tonto si no te amara al instante", prometió la reina Josephine, pasándole una pequeña bandeja de bizcochos.

"¿Y si no me gusta?" preguntó Louis, bajando la voz hasta un murmullo.

La reina se quedó inmóvil, con una expresión de perplejidad en el rostro mientras lo estudiaba. "Bueno, todavía hay mucho tiempo para formar un vínculo. No todo el mundo se enamora a primera vista, a algunos les lleva tiempo ver la belleza de su pareja. Pero, cariño, estoy segura de que tú y el Duque se llevarán muy bien".

No se dice que Louis deba llevarse bien con él. Si no lo hacía, estaría condenado a odiar a su pareja por el resto de su vida. Era aprender a amar al duque o desperdiciar sus días anhelando algo que nunca podría tener. 

"Sí, mamá", susurró. Era una tontería, pero Louis deseaba que hubiera otra opción. "¿Puedo pedirte algo?"

Ella asintió. "Por supuesto, puedes. Cualquier cosa que tu corazón desee".

"¿Puede Harry estar allí esta noche?" preguntó Louis, haciendo rodar el labio inferior entre los dientes. Le reconfortaría tener a su mejor amigo y querido compañero a su lado esa noche. Aunque no pudieran bromear como de costumbre, al menos la presencia de Harry y su cálida personalidad le aliviarían los nervios.

Su madre sonrió, sus labios rojos perfectamente pintados se dibujaron en una sonrisa. "Absolutamente. Será un honor que nos acompañe esta noche".

Suspirando aliviado, Louis rozó con los dedos el borde dorado de su taza de té y asintió. Podía hacerlo. Había perfeccionado el arte de representar al omega perfecto y tenía esperanzas de que todo acabara bien esta noche. Si todo lo demás fallaba, al menos tendría a Harry.

A pesar de los esfuerzos de su madre por mantenerlo ocupado, Louis pasó el resto del día al borde del pánico y la frustración. Se había enterado de que Brahm llegaría poco después de comer, pero aún no le permitirían verlo. Evidentemente, Brahm había insistido en tomar una siesta y luego ser escoltado por el bosque para explorar los senderos y cotos de caza de Lillidale antes del baile de esa noche. Aquello molestó mucho a Louis, pero mantuvo los labios apretados en una sonrisa cortés y alejó su exasperación.

Trabajó en su labor de costura con Charlotte en la sala de día durante unas horas y luego pasó un rato con sus hermanos más pequeños jugando en los pasillos con sus pequeños juguetes de caballos y carruajes, corriendo arriba y abajo por los suelos de madera agarrados a las cuerdas que tiraban de las figuritas con ruedas. No los habían dejado entrar en los jardines, para que Louis no ensuciara su vestido.

A las cuatro de la tarde, Felicite apartó a Louis de la algarabía de sus compañeros omegas tomando el té y se apoderó de uno de los balcones. Louis agradeció el respiro de las preguntas que le hacían sus compañeros omegas de la corte. Siempre podía contar con que Felicite le proporcionaría un puerto seguro y tranquilo. Juntos, se sentaron en el balcón que daba a los establos, sin dirigirse la palabra.

Louis cerró los ojos, inhalando el rico aroma a tabaco de cerezo de la pipa de Felicite y escuchando los lejanos sonidos de los cortesanos parlanchines que paseaban por los jardines y recorrían los pasillos. Charlotte llevaba todo el día regañándolo, haciendo comentarios sarcásticos con la intención de incomodarlo. Sólo estaba celosa, aunque Louis no podía imaginar por qué prefería ser ella la prometida de un completo desconocido. La ignoró la mayor parte del tiempo, confiando en que Felicite actuara como un amortiguador entre él y su hermana, y apreciaba su reconfortante compañía.

Observó cómo el sol empezaba a ocultarse en el cielo, y su inquietud no hacía más que empeorar a medida que se hundía. Elizabeth no tardó en salir al balcón con una reverencia. "Príncipe Louis, es hora de que se prepare. Los invitados llegarán dentro de unas horas", tarareó.

Apagando el tabaco de su pipa, Felicite suspiró y recogió sus cosas. "Que comience el espectáculo", murmuró, y dirigió a Louis una mirada compasiva antes de volver a entrar en el palacio.

Y vaya que sería un espectáculo.

Los criados parecían enloquecidos, corriendo frenéticamente de un lado a otro para dar los últimos toques a los arreglos florales que salpicaban los pasillos, y las damas de compañía de Louis se arremolinaban a su alrededor acicalándolo y regañándolo. Al parecer, había conseguido despeinarse, arruinarse el maquillaje y ensuciarse las pantuflas lo suficiente como para que el estilista real tuviera que ir corriendo a sus aposentos a arreglarle el desorden.

Se sentía como una exhibición en una galería, mirado y examinado, pinchado y perfeccionado hasta que se ajustaba a los estándares de un omega real sin casar. Los invitados seguían llegando y la algarabía se extendía hasta el salón, donde Louis esperaba paseándose de un lado a otro. Normalmente, él era uno de los primeros de su familia en llegar a los actos sociales, acompañado de sus hermanos pequeños, mientras que su madre y su padre eran de los últimos en llegar. Esta noche, sin embargo, esperaría hasta que casi todos estuvieran allí antes de hacer su debut.

Era la anticipación lo que lo ponía nervioso. Preferiría haber terminado con todo de una vez, pero la corte tenía un don para el dramatismo. Se quedó mirando el bosque por la ventana, con las gotas de lluvia deslizándose por los cristales empañados. Ojalá pudiera correr, sentir cómo la lluvia le escocía los ojos y el viento le azotaba el cabello... para ser libre.

Detrás de él, la puerta chirrió. Si el ama de llaves lo hubiera oído, estaría fuera de sí hasta engrasarlas. "¡Oh!"

Louis se giró y frunció el ceño al ver a Harry congelado en el umbral. Parecía sorprendido mientras miraba fijamente a Louis, con las cejas fruncidas y los ojos muy abiertos. "¿Qué? ¿Tengo algo en la cara?", preguntó, girando la cabeza hacia el espejo. Si había estropeado su maquillaje otra vez , Elizabeth cortaría su cabeza.

"¡No!", balbuceó Harry y se adentró un poco más en el salón. Miró hacia la dama de compañía de Louis y se tiró de la corbata. "Por supuesto que no”.

Louis resopló y jugueteó con las faldas de su vestido, haciendo todo lo posible por no morderse el labio inferior y estropear sus labios cuidadosamente pintados. "Lo sé, es demasiado. Me veo ridículo, ¿verdad?". Suspiró, agachando la cabeza tímidamente.

Harry negó con la cabeza, alcanzando la mano enguantada de Louis pero deteniéndose antes de que pudiera capturar sus dedos. "Claro que no", insistió y retiró la mano. Se pasó los dedos por el cabello y se frotó el vello facial de la mejilla. "Te ves... te ves hermoso, Grillo".

Louis nunca había agradecido tanto el rubor que le cubría las mejillas. El pigmento rosa ocultó su rubor mientras agachaba la cabeza y miraba su vestido. Era de un rosa pálido, con pedrería tan detallada y delicada que parecía hecha por las propias hadas. El vestido era exquisito, Louis nunca había usado algo tan hermoso. Deseó no tener que usarlo con el llamativo collar que Brahm le había regalado. Su piedra de rubí parecía fuera de lugar combinada con la fina pedrería de su vestido, pero su madre había insistido en que usara el regalo de cortejo.

"Gracias", susurró Louis, y al instante sus manos fueron a despeinarse el flequillo con nerviosismo.

Con una suave sonrisa, Harry le sirvió un vaso de agua de la jarra del carrito de servir y se la entregó al inquieto omega. "Estoy seguro que se le caerá la barbilla al suelo. Tendrá la boca tan abierta que sus queridos jabalíes podrán entrar".

Una risita brotó de los labios de Louis. "Harry", se rió y sacudió la cabeza. "Si sigues haciendo bromas sobre él, no podré ni mirarlo sin pensar en tus burlas".

La sonrisa de Harry se transformó en una mueca y sus hombros se encogieron. "Sólo lo hago para levantarte el ánimo. ¿Niegas que ayuda?"

"Claro que no", tarareó Louis, dando un sorbo a su agua y tocando el pie de la copa. "Has sido la única persona capaz de evitar que perdiera la cabeza. Gracias, Harry. Eres el mejor amigo que podría pedir".

Harry no dudó en abrazar a Louis, y el abrigo de terciopelo azul noche que llevaba le acarició la mejilla. Su olor era tenue pero aún detectable entre las fibras de su ropa. Con cada inhalación de cerezas y tabaco caliente, la tensión que se había ido acumulando en los hombros de Louis se desvanecía. Cada nervio y cada preocupación que tenía por conocer a Brahm se escabulleron en el fondo de su mente. "Te quiero mucho, Grillo. Haría cualquier cosa por proteger tu felicidad", murmuró en el cabello de Louis, con su aliento cálido.

Si tan sólo Louis pudiera hundirse en su abrazo. Si pudiera quedarse allí para siempre con los brazos de Harry rodeándolo y su aroma cubriéndolo para calmarlo. Si tan sólo.

Cuando llamaron a la puerta, tanto Louis como Harry dieron un paso atrás. "Alteza, es hora", dijo la sirvienta, haciendo una reverencia hacia el suelo antes de acercarse al príncipe. Le colocó una corona de oro sobre la cabeza y le arregló el flequillo una vez más antes de sonreír. "Está listo".

 

⊱ꕥ⊰

 

El salón de baile estaba lleno hasta los topes cuando Louis entró y todas las caras se giraron hacia él. Harry se había escabullido antes de que Louis fuera presentado, pero no sin antes prometerle que volvería a encontrarlo más tarde en la velada. Louis deseaba que Harry se quedara a su lado toda la noche para mantenerlo tranquilo, pero no era propio de un caballero hacerlo. Louis empezaba a odiar la etiqueta.

Todo pasó un poco borroso cuando bajó la cabeza en respuesta a la reverencia de los asistentes y se dispuso a reunirse con sus padres cerca de la parte delantera del salón. El corazón le latía con fuerza en los oídos y apenas podía respirar con el corsé. Sólo esperaba que su perfume no dejara escapar su olor; no había nada más desagradable que un omega aterrorizado y no quería que esa fuera la primera impresión que el duque tuviera de él.

Cuando se detuvo junto a los Reyes, se giró hacia la multitud, buscando el rostro familiar de Harry entre ella. Debía de haber cientos de invitados abarrotando el salón de baile, cada uno de cuyos rostros lo observaba atentamente. Sus ojos encontraron una cara conocida, pero no era la de Harry.

Llevaba el cabello rubio recogido en una coleta y la cara bien afeitada dejaba ver las afiladas líneas de su mandíbula y sus pómulos, mientras unos ojos marrones le devolvían la mirada. El hombre dio un paso al frente, con la espalda erguida y el pecho hinchado de confianza cada vez que se acercaba a la familia real. Era mucho más grande de lo que Louis había previsto.

El alfa se detuvo frente a los reyes e hizo una reverencia, sin dejar de sonreír. "Excelencias, es un placer conocerlos".

Su voz era grave, tan profunda y grave que parecía que les estuviera gruñendo. El hombre era intimidante y Louis no pudo evitar tragar saliva, pasándose los dedos enguantados por el cabello y haciendo una mueca de dolor cuando Elizabeth resopló frustrada detrás de él por haberlo vuelto a estropear. Louis se quedó helado cuando el hombre se volvió hacia él.

"Príncipe Louis", tarareó el hombre, y su reverencia hacia Louis no fue tan profunda como la que había hecho hacia los reyes. Levantó la cabeza y le tendió la mano expectante. "Es un placer conocerlo".

Por un momento, Louis no supo qué debía hacer. Su mirada se desvió hacia la multitud, donde vislumbró a Harry merodeando a un lado de la multitud, apoyado contra una pared y con el ceño fruncido mirando al otro alfa. Harry asintió, levantando la mano. "Oh," Louis respiró, sus mejillas calientes de vergüenza mientras se apresuraba a deslizar su mano en la de Brahm.

"Este es el Duque de Henford", explicó la Reina Josephine, sonriendo ampliamente mientras observaba a su hijo.

"Tu retrato no te hacía justicia", se rió el Duque, levantando la mano de Louis hacia su boca y presionando con un casto beso el encaje que cubría sus nudillos. "Eres un omega muy hermoso".

"Gracias", dijo en voz baja y retiró la mano para agarrar con fuerza su abanico.

El duque pasó a saludar al resto de la familia real, haciendo una reverencia a sus hermanas y sólo echando un vistazo a los cachorros más pequeños mientras se retorcían en los brazos de su cuidadora. Mientras Charlotte se reía detrás de su abanico por algo que había dicho el Duque, Louis dejó que sus ojos se desviaran hacia donde había visto a Harry por última vez, sólo para hacer un mohín cuando ya no estaba allí.

"Louis, querido", habló el rey William, inclinándose para hablarle al oído. "¿Por qué no acompañas a Brahm a los aperitivos?". Así tendrían intimidad para conocerse de un modo menos formal, pero Louis seguía sintiéndose nervioso y tenso.

Asintió de todos modos y se colocó tímidamente al lado de Brahm mientras Charlotte movía las pestañas y le reía al alfa. Tenía los ojos muy abiertos y ansiosos y las mejillas sonrojadas bajo la capa de rubor que se había aplicado en las mejillas. Estaba coqueteando con el duque, pero Louis se dio cuenta de que no le importaba.

Cuando Brahm por fin lo miró, Louis esbozó una sonrisa y le tendió la mano. "¿Te apetece tomar algo conmigo?".

"Será un honor", aceptó el duque y se quitó el sombrero ante Charlotte. "Encantado de conocerla, Princesa Charlotte."

"Igualmente", rió ella, ocultando su sonrisa vertiginosa tras su abanico y bajando la mirada con recato. "Hasta luego".

Juntos, Louis y el Duque se dirigieron a la mesa del bufé, con los ojos de la multitud fijos en ellos y siguiendo cada uno de sus movimientos. Era terriblemente incómodo.

"Dígame, Alteza, ¿qué le parece Lillidale?” preguntó Louis, con las manos temblorosas al aceptar el brazo del duque. El tacón de sus zapatillas repiqueteó contra el reluciente suelo de mármol, resonando en la silenciosa estancia. Por suerte, ahora que Louis y Brahm se habían encontrado, el maestro levantaría su batuta y reanudaría la pieza que la orquesta había estado tocando.

"Es precioso. Un paisaje muy bonito", tarareó Brahm.

Louis asintió, esperando a que dijera algo más. Cuando se quedó callado, Louis frunció el ceño y lo miró. El alfa tenía la mirada fija hacia delante y parecía bastante orgulloso de sí mismo. "Sí, siempre me ha parecido encantador esta época del año, aunque mi estación favorita es la primavera. ¿Tienes alguna estación favorita?"

Se detuvieron frente a la mesa de comida y Brahm miró los bizcochos de crema y los montones de fruta fresca antes de tomar una ostra y ponerla en su plato. "Me gusta el otoño. Es la mejor estación para cazar".

Aunque no tenía hambre, ni siquiera creía que pudiera obligarse a tragar si daba un bocado. Louis tomó un macaron del montón y lo puso en su plato. Tal vez Brahm sólo estaba nervioso, había mucha presión en su reunión, pero si Louis conseguía que se relajara, tal vez sería más fácil hablar con él.

"Tengo que admitir que estaba nervioso por conocerte", murmuró Louis, siguiendo al alfa mientras apilaba comida en su plato y observaba los decadentes postres que había preparado el chef. "Aunque nos escribimos tantas cartas, siento como si apenas te conociera. Quizá podríamos tomar juntos el té de la tarde para conocernos un poco mejor".

"No me gusta mucho el té", descartó Brahm sin pensárselo dos veces y se volvió para buscar una mesa adecuada en la que sentarse.

Louis frunció el ceño y lo siguió, teniendo que caminar a paso ligero para seguir el ritmo de las largas piernas del alfa. "Está bien, no tenemos que tomar el té".

Se detuvieron junto a una mesa al lado de los Reyes y Brahm ni siquiera retiró su silla, sino que se dejó caer en su asiento y se llevó una ostra a los labios. Louis tuvo que usar todo su autocontrol para no arrugar la nariz al oír a Brahm sorber el músculo de la caparazón. Cuando Brahm no dijo nada más, Louis sonrió con fuerza y sacó su propia silla, sentándose en el borde de la misma. Se quedó mirando su único macaron y pasó un dedo enguantado sobre el mantel.

Louis descubrió muy pronto que Brahm masticaba muy fuerte. No es que fuera un comensal especialmente desordenado -no lo era-, es que nunca habría pensado que algo tan simple como masticar fuera tan desagradable. Hacía todo lo posible por ignorar el sonido de los dientes al morder un filete tierno y el chapoteo de las judías verdes al vapor, pero no podía aguantar más.

Por suerte, un olor familiar a cerezas interrumpió el festín de su prometido y levantó el ánimo de Louis. Giró en su silla, la ansiedad desapareciendo de sus huesos y cada músculo destensándose lentamente bajo la presencia de Harry. "Harry”, susurró.

"Hola, espero que no les moleste que interrumpa", tarareó Harry y se inclinó, sólo la mitad de lo que se consideraría apropiado. Era un desaire, muy sutil, pero un desaire al fin y al cabo. "Sólo quería pasar y presentarme".

A su lado, Brahm se reclinó en su silla y se secó los labios grasientos con el pañuelo. "Ya veo. ¿Y quién eres exactamente?"

"Harry Styles, caballero del primer batallón". Tenía la mano extendida, los anillos brillaban en sus dedos callosos y sonreía al Duque. Era arrogante, casi irrespetuoso, y también extrañamente atractivo.

Louis se mordió el labio inferior y observó con los ojos muy abiertos cómo Brahm se levantaba y se limpiaba los dedos en la servilleta antes de aceptar la mano de Harry. Tenía los nudillos blancos al agarrar la mano de Harry y parecía que debía dolerle, aunque Harry no dio ninguna señal de que así fuera.

"Brahm, duque de Henford. Qué amable de tu parte pasar a conocer a tu superior", Brahm habló en una octava más baja. "Esta es toda una fiesta de bienvenida".

"Sí, bueno. Nos encanta una buena gala aquí en Lillidale", murmuró Harry y estrechó la mano de Brahm una vez más con firmeza. Volvió la mirada hacia Louis, el borde se suavizó al ofrecer la copa de champán al omega. "Aquí tienes, Grillo. Sé cuánto adoras el champán".

"Gracias, Harry", sonrió Louis y la aceptó tímidamente.

"¿Grillo?" cuestionó Brahm, cruzándose de brazos y frunciendo el ceño hacia Louis. "¿Qué es eso, algún tipo de apodo?".

"Oh, Louis y yo somos mejores amigos desde hace años. Nos conocemos desde que éramos cachorros", explicó Harry, sin apartar los ojos de Louis.

Las mejillas de Louis estaban calientes por el alcohol y el calor de la mirada de Harry, pero asintió de todos modos. "Yo solía hacer ruidos de cachorro", admitió, riendo en su copa de champán. "Harry siempre se burlaba de mí por eso, diciendo que sonaba como un grillo. Después se quedó el nombre".

Brahm gruñó y murmuró en voz baja: "A mí me parece un apodo tonto".

"Tal vez, pero a mí siempre me ha parecido bonito. Es nuestra tradición desde hace quince años", dijo Louis, sonriendo a Harry y riendo cuando éste le guiñó un ojo juguetonamente.

"Así que, Duquee", tarareó Harry, quitándose un poco de pelusa del abrigo despreocupadamente. "¿Cómo estuvo el viaje?"

Los ojos del duque se entrecerraron y se irguió un poco más en presencia de Harry. Huh . ¿Se sentía amenazado ? "El viaje estuvo bien. Fue un viaje largo y arduo, pero creo que valió la pena para llegar a evaluar mi futuro reino y omega. Admitiré que estoy harto de sentarme en carruajes, así que cualquier cosa sería mejor que estar atrapado en uno aunque sea un minuto más."

Los engranajes parecían girar en la mente de Harry, escrito en la forma en que sus labios se curvaron lentamente en una mueca y sus ojos brillaron con picardía. "Mmm. Sí, me imagino que sería agotador. Estar atrapado en un carruaje sería increíblemente aburrido Brahm". Habló como si estuviera enfatizando las dos últimas palabras, fundiéndolas en una broma que sólo Louis entendía.

Resopló, vergonzosamente poco atractivo mientras una risa sorprendida brotaba de sus labios. Las mejillas de Louis enrojecieron de color y sus ojos se abrieron de par en par, pero sus hombros temblaron de la risa. Aburrido Brahm . Oh, qué listo era Harry. Harry estaba muy satisfecho consigo mismo, balanceándose sobre sus talones y sonriendo abiertamente mientras Brahm miraba entre los dos interrogativamente.

"Lo siento", soltó Louis, cubriéndose los labios con el dorso de la mano.

Al único que no le hizo gracia fue a Brahm. No se reía ni sonreía como Louis o Harry, sino que miraba fijamente al alfa del otro lado de la mesa, con su aroma a naranja amarga y tomillo penetrante en la nariz de Louis. "¿Me perdí algo?", siseó, con la mandíbula levantada en señal de desafío.

"No, en absoluto", Harry se rió y sacudió la cabeza. "Debería irme de todas formas, pero ha sido un placer conocerte, Brahm. Estoy seguro de que nos veremos mucho más. Que pases una buena velada", le dijo alegremente. Con una última mirada a Louis, se dio la vuelta y se retiró entre la multitud, dejando atrás a un omega risueño y a un alfa molesto.

Chapter Text

Louis miró el marfil bajo sus dedos, sintiendo su suave superficie fría contra las yemas de los dedos. Tocó una de las teclas, un tono grave que sonó y sobresaltó al perro dormido de su madre. El corgi resopló, refunfuñó, se puso de pie y salió de la habitación. 

Louis golpeó la tecla una y otra vez, marcando un ritmo en el extremo inferior del pianoforte antes de subir la mano derecha para bailar por las notas más agudas. Cerró los ojos, aislando el mundo y concentrándose en el frío ébano; su mundo no era más que blanco y negro mientras deslizaba los dedos por las teclas.

Poco a poco fue marcando el ritmo y sus dedos captaron un nuevo ritmo que recordaba del banquete que sus padres habían organizado para dar la bienvenida a Harry y a sus hombres. Era una pieza animada, un himno triunfal que resonaba en las paredes de color rosa rubor e inundaba los suelos de piedra bajo sus zapatillas como ondas en el agua. 

Se perdió en ella. 

El palpitar de su corazón en el pecho era su metrónomo y el balanceo de su cabeza era su director de orquesta, que se inclinaba mientras fruncía las cejas cuando pasaba los dedos por las teclas agudas y fruncía el ceño cuando tocaba las apenadas notas del tenor.

Lo que comenzó como una melodía orgullosa y exuberante se fue convirtiendo poco a poco en algo más suave. Los dedos de Louis se ralentizaron, arrastrándose sobre el marfil como miel, y bajó la cabeza hasta que la barbilla casi le tocaba el pecho. La música parecía fluir desde su corazón a través de sus venas, recorriendo sus brazos y brotando de las yemas de sus dedos. Sintió frío, un escalofrío le recorrió la espina dorsal dejándole una sensación desvencijada y cruda.

Se estremeció cuando una mano se posó en su hombro, sacándolo del flotante espacio mental en el que se había perdido. Un revoltijo de notas chocó contra las teclas y sus dedos tantearon torpemente. Dio un respingo y apartó las manos del instrumento.

"¿Estás bien, Grillo?"

Louis exhaló el aliento que había atrapado en sus pulmones bruscamente, sus hombros se hundieron con el peso del mundo presionando sobre ellos. Estaba bien. Estaría bien, aunque no lo pareciera. Superaría todo esto y cumpliría con su deber para con el reino.

"Estoy espléndido”, susurró, obligándose a sonreír cuando la mano en su hombro se detuvo, el contacto fugaz y suave.

Harry, sin embargo, siempre parecía saberlo mejor. Podía leer a Louis como una novela, estudiando cada una de sus páginas y memorizándolo de principio a fin. "Sí, bien. Claro que sí. Porque no pasa absolutamente nada, y siempre tocas como si las teclas te hubieran ofendido personalmente", tarareó y se sentó junto a Louis en el banco. "¿Quieres hablar de eso?".

Louis negó con la cabeza. "La verdad no. No hay mucho que decir, ¿verdad? Simplemente es lo que es".

"¿Supongo que sí?".

"Sólo quiero decir que no tiene sentido quejarse por ello. Me voy a casar con él. No hay nada que pueda hacer más que encontrar alguna manera de aprender a amarlo. O aceptar que mi destino es estar emparejado con un hombre que no significa nada para mí por el bien del reino."

Harry frunció el ceño, frotando círculos entre los omóplatos de Louis para aliviar la tensión. No había nada que decir que pudiera aliviarlo. Nada aliviaría el dolor de su pecho o el miedo que se instalaba en su médula, la presión de la mano de Harry y el manto de cálido tabaco de cereza calmaban sus nervios. El alfa rodeó los hombros de Louis con el brazo y lo estrechó contra su pecho.

El calor del cuerpo de Harry se filtró a través de su abrigo y de la blusa de Louis, su presencia y su brazo firme pero suave lo reconfortaron. Con un resoplido, Louis exhaló y se desplomó contra el costado de Harry, sintiendo su propia cabeza demasiado pesada para su cuello y sus extremidades demasiado débiles para hacer lo que realmente quería.

"Todo va a estar bien", susurró Harry. "No estarás solo, te lo prometo".

Aunque ambos sabían que no era probable que Brahm permitiera a Louis permanecer tan cerca de otro alfa, posaron juntos, los costados apretados y la nariz de Harry enterrada en el cabello de Louis como si no hubiera un reloj que se cerniera sobre sus cabezas. Las cerezas y la lavanda se fundían, y sus aromas empañaban la mente de Louis mientras los párpados se le hacían pesados.

Podría haberse quedado dormido así si hubiera permanecido más tiempo envuelto en los brazos de Harry, pero tenía un lugar al que ir. No podía quedarse mucho más y su omega lloriqueaba ante la perspectiva de tener que alejarse del lado de Harry. "Tengo que irme", murmuró. "Tengo una cita con Brahm".

El brazo que le rodeaba el hombro se tensó. "De acuerdo”.

Louis cerró los ojos y apretó con los dedos la gruesa tela del abrigo de Harry. "Me ha pedido llevarme de picnic a los jardines". Pudo sentir el temblor del pecho de Harry mientras gruñía y se encogía de hombros. Era una cita perfectamente aceptable para la etapa de cortejo en la que se encontraban, y si no hubiera sido Brahm quien lo llevara, estaba seguro de que en realidad estaría emocionado. Suspiró y se llevó los dedos fríos a las mejillas. "Bien, bueno. Supongo que debería irme entonces".

Con el amargo sabor de la decepción en la lengua, Louis se zafó del abrazo de Harry y se pasó los dedos por el cabello. Inhaló profundamente por la nariz y se aferró al olor del alfa mientras se daba la vuelta y se deslizaba por el suelo hacia la puerta.

"Espera", soltó Harry. En un instante, estaba al lado de Louis, con la energía nerviosa irradiando de su cuerpo. Su mirada pasaba de los ojos de Louis a sus labios y sus manos. Louis se quedó sin aliento por un momento, con la mente en blanco mientras Harry lo estrechaba contra su pecho.

Vainilla. El olor era sutil, por debajo de su aroma habitual a cerezas y humo. Lo envolvió, penetrando en su piel y envolviéndolo como un hechizo. Harry lo abrazó con fuerza, estrechándolo contra sí y hundiendo la nariz en el cuello de Louis en una demostración que éste agradeció increíblemente que no hubiera visto. Oh, cómo hablarían los cortesanos si lo hubieran visto.

"¿Nos vemos esta noche?” murmuró Harry, con los labios rozando la piel bajo la oreja de Louis, poniéndole la piel de gallina en los brazos y provocándole un escalofrío en la espalda.

Louis asintió mudamente. "Sí", aceptó, lamiéndose los labios y luchando contra el impulso de inclinar la cabeza y exponer el cuello. "Esta noche”.

Se tragó un gemido cuando Harry se apartó de Louis y desvió la mirada hacia el suelo. "Que te diviertas", murmuró el alfa y se marchó apresuradamente: vainilla, cerezas y humo era todo lo que quedaba en la habitación.

Louis prácticamente flotó hasta llegar a su apartamento. Se sentía ligero y etéreo, como si una ráfaga de viento pudiera soplar sobre él y llevárselo. Era una sensación peculiar, combinada con el bajo zumbido de soledad que resonaba en las cavidades de su pecho y que Louis había llegado a conocer cuando extrañaba a Harry.

Con la ayuda de sus sirvientes, Louis se vistió con un par de pantalones de seda rosa pálido, una blusa que dejaba al descubierto su cuello y clavículas, y un corsé que cubría la blusa y acentuaba su figura. Añadió un delicado colgante que colgaba sobre el hueco de su garganta y se arregló el cabello rápidamente en el espejo, mientras ignoraba las extrañas miradas que Elizabeth le dirigía.

No era del todo inusual que lo miraran embobado como un príncipe, aunque Elizabeth solía ser un poco más sutil al respecto. Él no le hizo caso.

El clima era perfecto para un picnic, el sol brillaba y una ligera brisa que evitaría que los bichos los molestaran mientras comían lo mantenía fresco mientras paseaba por los jardines. Brahm había insistido en elegir el lugar para su picnic y había escogido un sitio cerca de las fuentes para que pudieran ver a los pájaros azules sentarse en el borde y bañarse. Era un poco más público de lo que Louis hubiera preferido, la zona se levantaba un poco y los dejaba a la vista de cualquiera mientras paseaban por los senderos, pero no estaba dispuesto a discutir con el duque.

Se le revolvió el estómago cuando vio al hombre, vestido formalmente con un chaleco negro tinta y unos pantalones carmesí con un espectacular sombrero de copa en la cabeza. Louis no pudo hacer mucho más que sonreír cortésmente e intentar ignorar lo inquieto que se sentía.

"Buenas tardes, príncipe Louis. Te ves bien hoy", saludó el alfa, con una mano a la espalda y la otra apoyada en la cabeza decorativa de su bastón. Sonrió con satisfacción al levantar la mirada, y una mano enguantada se acercó para inclinar su sombrero de copa hacia el omega.

Los labios de Louis se torcieron en una sonrisa tensa, enrollando ansiosamente la cinta de su abanico alrededor de su dedo índice una y otra vez. "Gracias, señor. También se ve bien". 

Le resultaba terriblemente extraño llamar a su futura pareja con un título tan formal, pero aún estaban en las primeras fases del cortejo. Tendría que seguir refiriéndose a él formalmente hasta que el alfa le diera permiso para dirigirse a él por su nombre de pila. Era casi como hablar con los caballeros mayores de la corte, simplemente se hacía por obligación y resultaba incómodo.

"¿Nos sentamos?"

El príncipe asintió, metiendo el labio inferior entre los dientes mientras se acercaba a la manta extendida en el suelo. El duque había preparado un banquete bastante extravagante para los dos, con camarones, petit fours, ternera y coles con una botella de vino. Era bastante agradable, supuso Louis, aunque prefería comidas más ligeras a esas horas del día.

Contuvo el aliento cuando la mano de Brahm rozó la piel desnuda de la parte superior de su espalda, el calor de sus dedos demasiado cálido y sus manos demasiado sudorosas. Al confundir la inhalación de Louis con una muestra de timidez, Brahm sonrió y se acercó un paso más, el aroma de las naranjas y el tomillo llenó audazmente el aire entre ellos antes de que el duque se quedara inmóvil.

"¿Ocurre algo?" preguntó Louis, frunciendo el ceño ante el ceño fruncido y los labios hacia abajo de su prometido. El alfa parecía confundido y ligeramente molesto, si el sutil cambio en el olor era algo a tener en cuenta.

Brahm tenía la mirada clavada en su cuello, observando tan abiertamente el lugar de unión de Louis que sintió como si lo hubieran desnudado. Sentía la mano más pesada en la espalda de Louis, sólo las puntas de sus dedos presionando más firmemente en la carne de su omóplato. "¿Por qué hueles a él?"

"¿A quién?"

"A ese caballero ", gruñó Brahm, arrugando la nariz. "Apestas a él".

Louis abrió los ojos de par en par, presa del pánico, se zafó de Brahm y se llevó la muñeca a la nariz. Inhaló profundamente, percibiendo apenas un leve rastro de bálsamo, cerezas y tabaco.

"Tu cuello", dijo el alfa apretando los dientes.

"Lo siento mucho", jadeó Louis, llevándose las manos a las glándulas de olor y sonrojándose como un loco. "¡No me di cuenta!" Pensó en lo que había pasado antes, en cómo Harry lo había abrazado con fuerza y le había apretado la nariz contra el cuello. 

Cristo, ¡Harry lo había perfumado !

Brahm miró con el ceño fruncido al nervioso omega, disgustado y furioso mientras agarraba su bastón. "¿Te hizo esto sin tu permiso?".

El flequillo de Louis cayó sobre sus ojos mientras negaba frenéticamente con la cabeza. "¡No! ¡Claro que no! Quiero decir, no era su intención. Sólo fue un accidente, lo juro. Estaba tocando música y tenía frío, así que me prestó su abrigo", mintió. Era una mentira débil en el mejor de los casos, pero de repente se sintió muy agradecido por la falta de conocimiento de Brahm sobre él. Apenas se conocían y Brahm no podía leer a Louis con tanta facilidad. Al menos, todavía no.

"¿Te prestó su abrigo?" murmuró Brahm, apartándose de Louis y negando con la cabeza. "No me gusta que lo que es mío huela a otro alfa. La próxima vez prepárate mejor y trae tu propio chal".

"Por supuesto", estuvo de acuerdo Louis, relamiéndose los labios y apretando firmemente su abanico contra el pecho. "Lo siento mucho, no pretendía faltarte al respeto".

"No importa. No debemos dejar que algo tan ridículo como ese soldado arruine un almuerzo perfectamente bueno. Siéntate, por favor".

Instintivamente, la nariz de Louis se arrugó ante la fría indiferencia y la flagrante falta de respeto de uno de los mejores caballeros del rey. Hizo falta mucha fuerza, pero Louis se contuvo. Tenía los hombros encorvados hasta las orejas y en los labios le picaba el deseo de defender a Harry e informar a aquel alfa lo importante que era para Louis, pero guardó silencio. 

Se sentó despacio, se hundió en el suelo y metió las piernas debajo de él, dejando bastante distancia entre él y Brahm.

Brahm se encargó de servir el vino, derramando unas gotas sobre los pantalones de Louis que seguramente dejarían una mancha y luego levantó su copa en un brindis. "Por la unión de nuestros grandes reinos", tarareó y luego se bebió la copa de un trago.

Louis se quedó de piedra cuando Brahm soltó un pequeño eructo, con los ojos muy abiertos y los labios apretados. "Salud", murmuró y dejó el vaso sin beber un sorbo. 

Brahm se estaba sirviendo la comida que había repartida por la manta de picnic; su plato estaba repleto de cebolletas, camarones y espárragos, pero el apetito que Louis había tenido antes se había esfumado. Se preguntó si Brahm había elegido intencionadamente los alimentos más apestosos para el picnic y trató de no mostrar su desagrado cuando Brahm empezó a devorar la comida.

Reprimió un suspiro y desvió su atención hacia un abejorro que había cerca de donde estaban sentados. Era un día relativamente tranquilo en los jardines y, en días como aquel, Louis deseaba acostarse en el suave césped verde y extender los brazos como solía hacer de cachorro. Deseaba sentir el sol en las mejillas y el viento en el cabello.

"Así que ese caballero", tarareó Brahm, hablando con la boca llena de espárragos verdes malolientes y lamiéndose la mantequilla aceitosa de los dedos. "¿Cuál es la historia con él?"

"¿La historia?"

Brahm se limpió el aceite de los labios con un pañuelo y asintió. "Sí. Tenía curiosidad por saber por qué había regresado a palacio. ¿No debería seguir luchando?"

"¿Por qué iba a luchar? La guerra ha terminado", dijo Louis, con la confusión grabada en las cejas. "Ha vuelto a casa porque luchó bien".

"Sí, pero seguro que volverá. Ninguna guerra se gana para siempre. Habrá más levantamientos y actos de rebelión que lo llevarán de nuevo al frente, es inevitable".

Por mucho que Louis odiara admitirlo, Brahm tenía razón. Louis sabía en el fondo de su mente que Harry probablemente volvería a irse, su lealtad y su deber para con la corona eran demasiado fuertes como para ignorar la llamada si alguna vez llegaba. Era un hombre demasiado bueno para actuar de forma tan egoísta, a pesar del dolor que sentía Louis en el pecho ante la idea de que Harry volviera a abandonarlo. Acababa de recuperar a su mejor amigo, no sabía si podría soportar perderlo. "Supongo que tienes razón", susurró.

"¿A menos, claro, que tenga un omega?".

Louis negó con la cabeza, con el sabor de la amargura en la lengua. "No. No lo tiene”. 

Si Harry lo tuviera, no tendría que volver a los peligros del frente de batalla. La mayoría de los alfas emparejados elegían servir en puestos menos precarios, optando por patrullar las aldeas o vigilar el palacio. Incluso a los que optaban por volver al frente se les permitían visitas más frecuentes a casa para asegurarse de que los omegas que dejaban atrás no decayeran por las privaciones. Si Harry tuviera un compañero, no necesitaría irse, y sin embargo Louis todavía palidecía ante la idea de que Harry tomara un omega.

"Hmm", reflexionó Brahm, con los dientes rechinando mientras masticaba un bocado de ternera. "Es una pena".

El tono de voz del duque era poco genuino y, si Louis no hubiera estado prestando atención, podría haberse perdido la sutil sonrisa que se curvó en sus labios. Había algo en la forma en que Brahm entrecerraba los ojos ante su plato de comida con una mirada de profunda contemplación que hizo que el omega de Louis se sintiera inquieto y agitado.

"Entonces, príncipe Louis. Dime, ¿cuántos cachorros quieres tener? Si te soy sincero, no me gusta demasiado tener niños corriendo por todas partes. Yo mismo prefiero familias más pequeñas, siempre que tenga un heredero".

"Oh", murmuró Louis, levantando la mano para morderse las uñas, pero se detuvo. Era un hábito desagradable que su madre intentaba desesperadamente que dejara, y sabía que no era propio de él morderse las uñas cuando se sentía inseguro o molesto. Pero a veces no podía evitarlo. Sobre todo cuando al hombre con el que debía aparearse no le gustaban los niños. Estaba en la naturaleza de Louis desear tener sus propios cachorros. Estaba escrito en sus raíces, corría por sus venas y bombeaba en su sangre.

¿Cómo iba a amar a un hombre que no valoraba la familia tanto como Louis?

"Siempre he querido tener algunos cachorros. Mis hermanitos son la luz de mi vida", dijo Louis en voz baja pero sincera. "No puedo imaginar no tener los míos. Aunque sólo sea uno, sería una bendición ser madre".

"Supongo que eso es bueno. Puedes cuidar de nuestros cachorros, y yo entrenaré al mayor para que sea el mejor rey que Lillidale haya visto jamás", dijo Brahm con orgullo, sus dientes blancos y brillantes asomando entre sus labios.

"Sí, por supuesto", susurró Louis, con los ojos punzantes mientras parpadeaba rápidamente.

 

 ⊱ꕥ⊰

 

"Fizz, por favor", suspiró Louis, dejándose caer sobre el brazo del sofá. "Lo digo en serio".

Su hermana soltó una risita, se llevó la copa de bourbon a los labios y bebió un sorbo. "Sé que lo dices en serio. Eso no lo hace menos gracioso".

"No es gracioso".

"En realidad", interrumpió Harry, cruzándose de brazos mientras se apoyaba en la lisa chimenea de piedra. "Es condenadamente gracioso".

Louis gimió. Probablemente le parecería mucho más gracioso si no fuera él quien estuviera sometido a la vergüenza del último regalo de Brahm. Se habría reído a carcajadas si hubiera sido cualquier otra persona la que hubiera recibido el regalo, pero en cambio tenía las mejillas sonrosadas y temblaba ante los ojos brillantes que lo miraban fijamente. "¿Cómo puede pensar que esto es romántico? Es espeluznante", murmuró.

Felicite soltó una risita en su vaso y se quitó las zapatillas, observando a Harry mientras se acercaba a la cabeza disecada. Los ojos vacíos del ciervo parecían perlas de ónice que seguían todos sus movimientos y a Louis le producían náuseas en el estómago. Harry la agarró con facilidad, sus cejas se curvaron en contemplación antes de levantarla y sostenerla frente a su cara, inclinada hacia Louis.

“¿Espeluznante? ¿Cómo puedes decir que una criatura tan elegante como yo es espeluznante, omega? ¿Acaso no amas a tu futuro alfa?" bromeó Harry, poniendo una voz grave y monótona que sonaba inquietantemente parecida a la de Brahm. "¡Te aseguro que soy fuerte y que seré el mejor rey que este reino haya visto jamás! Pregúntale al jabalí que maté esta mañana".

Al otro lado del círculo, Felicite soltó una carcajada y levantó su copa. "¡Por el Aburrido Brahm, Rey de Lillidale!", se rió y devolvió la cucharada restante de licor que se arremolinaba en el fondo de su copa.

"¡Dios mío, son los peores!". Louis rió, agarrándose el estómago mientras Harry procedía a dar zancadas por la habitación sosteniendo la cabeza disecada del ciervo, con las piernas arqueadas y el pecho hinchado a modo de imitación. "Nunca debí decirles lo de su regalo. Debí haber sabido que ustedes dos serían unos mocosos al respecto".

"¡Oh, por favor! Sabes que nos amas por eso", tarareó Felicite y se llevó la pipa a los labios. "Sabías dónde te metías cuando me hablaste del aburrido Brahm. Un ingenioso juego de palabras, Harry. Me impresionó tu creatividad".

Dos días después de la llegada de Brahm, mientras trabajaban juntos en su bordado, Louis le había revelado a Felicite su broma interna con Harry, y ella se había partido de risa hasta que se le humedecieron los ojos de lágrimas. Había sido bastante divertido, aunque ella y Harry sólo se animaban mutuamente con sus bromas a costa del pobre Brahm. No es que él alguna vez lo supiera, si es que Louis tuviera algo que decir.

Harry bajó la cabeza de ciervo y la apoyó contra la pared, de espaldas a Louis, con una sonrisa dibujada en los labios. "Gracias, Fizz. Deberías haber visto la cara que puso ese bruto".

"Estaba demasiado ocupada viendo a mi hermana hacer el ridículo, haciendo ojitos a cada alfa que pasaba a su lado", murmuró Felicite. "Estuvo haciéndole ojitos a Brahm toda la noche y, cuando no estaba mirando a Brahm acechar como una especie de lobo hambriento, estaba mirando a Harry. ¿Acaso no piensa en otra cosa que no sea una polla alfa?".

Louis inhaló bruscamente, atragantándose con las migas de un bizcocho y Harry se congeló en sus pasos, con los ojos muy abiertos por el shock que le produjo su descarada elección de palabras. "¡ Felicite !" siseó Louis, mirando preocupado alrededor de la habitación para ver si alguien más lo había oído.

"Oh, silencio." Felicite puso los ojos en blanco y apoyó los pies en la otomana. "No es que la palabra en sí sea íntima. Es sólo una palabra, deja de ser tan dramático Louis".

"¡No lo soy!"

Harry se aclaró la garganta y se frotó la nuca. "Ehm, Fizz, creo que estoy de acuerdo con tu hermano. Quizá no deberías ir por ahí gritando pollas", tosió.

Felicite se limitó a hacerles un gesto con la mano, con la indiferencia plasmada en sus labios respingones. "Soy libre de hacer lo que me plazca. Ni que fuera una omega que necesita ser emparejada".

"Cierto", estuvo de acuerdo Louis, con las mejillas teñidas de rosa por la vergüenza. "Pero eso no significa que nunca lo harás".

"Espero que sí. Espero no casarme nunca y no encontrarme atada a una sola persona. Qué vida más aburrida". Ella levantó la cabeza, el humo goteando de sus labios. "Nunca quiero sentir que no puedo ser quien quiero ser sólo por estar emparejada con alguien".

Louis miró su regazo. No la culpaba, Brahm sólo llevaba unos días en Lillidale, pero Louis ya empezaba a sentir las ataduras enredándose a su alrededor.  Fue apenas ayer que Louis había propuesto que Brahm y él cabalgaran juntos por el bosque, pensando que sería una buena forma de estrechar lazos y conocerse, pero Brahm había rechazado la idea. Era un firme partidario de preservar la capacidad de un omega de tener cachorros y algunos científicos creían que montar a caballo reducía las posibilidades de concebir de un omega. Una vez emparejados, Louis no podría volver a montar a caballo.

Por mucho que lo intentara, Louis no podía evitar comparar a Brahm con Harry. Ambos eran fuertes y protectores, como cualquier alfa, pero su naturaleza parecía diferente. Brahm era todo negocios y nada de diversión, haciendo honor al apodo que Harry le había puesto, mientras que Harry era divertido, dulce y cariñoso. Louis no podía dejar de pensar que Harry nunca le haría eso, nunca le prohibiría a Louis hacer algo que disfrutaba por una conspiración relacionada con su salud reproductiva. Nunca encadenaría así a Louis. Y menos si a él mismo no le gustaban los niños.

"Hablando de estar atado el resto de tu vida", Felicite bostezó. "¿Qué tal tu salida de ayer con el señor Aburrido?".

El sonido que salió de los labios de Harry fue de todo menos encantador, era algo entre un bufido y una burla pero de todas formas hizo que Louis soltara una risita. "Estuvo bien", respondió Louis, luchando contra la amplia sonrisa que amenazaba con asomarse. "En realidad, ¿no tienes una clase con Madame Brennings a la que correr?".

La joven princesa se encogió de hombros y estiró las piernas perezosamente. "No sería la primera vez que me salto una lección".

"Felicite", advirtió Louis, levantando una ceja. "Creo que lo sabes bien".

"Sabes qué, querido hermano, he cambiado de opinión. Quizá tú y el duque sean perfectos el uno para el otro. Los dos son tan aburridos", murmuró ella. A pesar de su disgusto por las lecciones que tenía que soportar, se levantó y se quitó la ceniza de la pipa de las faldas. "Harry, por favor, haz que se relaje. Y quítale el palo del trasero, ¿quieres?".

Louis la miró estupefacto, con la boca abierta y un rubor avergonzado coloreándole las mejillas. "¡Fizz!"

Harry soltó una carcajada, con los ojos arrugados y la cabeza inclinada hacia atrás. "Había olvidado lo mucho que disfruto de tu familia, mi Príncipe", se rió. Sus rizos se movieron mientras sacudía la cabeza y los hoyuelos de sus mejillas se hacían más profundos.

Era cautivador. Hoy tenía el cabello más suave, libre de productos, y una ligera capa de vello le cubría las mejillas y la mandíbula. Louis se preguntó cómo se sentirían sus rizos entre los dedos o los gruesos bigotes contra su piel. No le interesaba conocer a Brahm de ese modo, sus curiosidades se limitaban al alfa mirando por la ventana.

Cuando Felicite se hubo marchado, Louis recogió su trabajo de costura y se puso la almohada a la espalda hasta que se sintió cómodo. Llevaba semanas trabajando en la pieza, tomándose su tiempo para perfeccionar los detalles de la escena, con toques de rojo amapola y verde salvia para representar los jardines de su casa en invierno. Se suponía que era un regalo para Brahm, un obsequio para corresponder al interés que el duque le había mostrado.

Quería arrojarlo a las llamas de la chimenea.

"El duque me dijo algo interesante ayer", empezó Louis, humedeciendo el extremo de su hilo con la lengua y torciendo el extremo deshilachado en punta, enhebrando cuidadosamente su aguja. "Al principio me sorprendió bastante, teniendo en cuenta que apenas me había dado cuenta. ¿Sabes lo que me dijo?"

Harry hizo una pausa, enganchando el dedo en el cuello de su camisa y aflojando el nudo de su corbata. "No lo sé. ¿Quieres compartirlo?"

El omega volvió la vista a su costura y alisó los dedos sobre los hilos que entraban y salían de su tela. "Me dijo que olía a ti". Le temblaban los dedos, pero no se detuvo. "Lo cual es curioso, porque incluso me había puesto algo más formal para nuestra salida. Habría pensado que eso bastaría para suavizar las huellas del tiempo que pasamos juntos, así que imagínate mi sorpresa cuando me dijo que no era mi ropa ni siquiera mi muñeca lo que olía a ti. Era mi cuello".

"Louis", murmuró el alfa, relamiéndose los labios.

En lugar de dejar que Harry continuara, Louis pinchó con su aguja la tela extendida sobre su telar. "Me perfumaste". Al príncipe no le molestó, sino todo lo contrario.

"Lo siento mucho. No debería haberlo hecho", se arrepintió Harry. Debajo de sus pestañas, Louis pudo ver el ansioso retorcimiento de sus manos. Lo que Harry había hecho era totalmente inapropiado. Louis podía denunciarlo de inmediato a cualquiera de sus guardias y en cuestión de minutos su padre lo sabría. Perfumar al príncipe omega sin emparejar podía castigarse con la muerte.

Si Harry no hubiera sido su mejor amigo, Louis lo habría denunciado de inmediato. Pero Louis no estaba enfadado ni molesto por su atrevimiento. Sentía curiosidad, incluso emoción. Le daba vueltas el estómago mientras cosía una pequeña flor y tenía los dedos tan sudorosos que apenas podía mantener quieta la aguja.

"No tienes que disculparte".

Harry se le quedó mirando unos instantes, como si sopesara mentalmente el resultado de sus actos. "Siento como si tuviera que hacerlo", dijo con cuidado. "Me permití sobrepasarme. Fue una tontería perfumarte para demostrarle que me preocupaba por ti. Pensé que si podía olerme en ti, sabría que alguien te vigilaba y cuidaba de ti, y no podría salirse con la suya haciéndote daño".

Por muy arcaico que fuera, Louis se encontró sonriendo suavemente. Harry había intentado protegerlo. Louis llevaba meses quejándose de Brahm, la preocupación de que le hicieran daño o de no llevarse bien con su futura pareja era lo único en lo que podía pensar y ahí estaba Harry, haciendo todo lo que se le ocurría para que Louis se sintiera seguro.

"Harry", le dijo Louis, dejando el aro de bordar en el suelo. "Ven aquí".

Observó al alfa dudar un momento, como si estuviera nervioso por ser reprendido por su comportamiento, antes de acercarse. Louis palmeó el asiento a su lado y acercó las piernas a su pecho. El cojín se hundió bajo el peso de Harry y Louis no perdió ni un momento más antes de rodear al alfa con los brazos y abrazarlo con fuerza.

Harry se tensó, pero se relajó al cabo de unos segundos, y sus brazos rodearon tímidamente la cintura de Louis. Su tacto era el mayor consuelo que Louis había conocido, firme pero suave y siempre cálido. Su acogedor aroma aliviaba la ansiedad que casi siempre estaba presente en el pecho de Louis y despejaba las telarañas de dudas de su mente. "Gracias", susurró Louis. "Por estar siempre pendiente de mí".

"Por supuesto, Grillo. Te lo he dicho una y otra vez, siempre te protegeré. Eres muy querido para mí y antes moriría que verte sufrir".

Culpa de las hormonas o a la cantidad de presión que Louis sentía desde hace algún tiempo, pero estaba a punto de ponerse a llorar. Apoyando la frente contra el hombro de Harry, Louis se apretó contra el costado de éste y parpadeó para contener la amenaza de lágrimas. "Eres el mejor amigo que he tenido. No creo que pueda volver a perderte, Harry. Significas demasiado para mí".

Louis se inclinó hacia él, ignorando el revoloteo de su estómago, y estampó un suave beso en la mejilla de Harry. Sintió como si le hubieran dado una descarga, su cuerpo se estremeció mientras su omega gemía y pedía más. De repente sintió el deseo de arrastrarse hasta el regazo de Harry, sin importarle lo inapropiado que fuera, y sentir de nuevo el suave rasguño de su vello en los labios de Louis. No había pensado que algo así fuera a sentirse tan bien, pero Harry siempre parecía desafiar sus pensamientos.

Desvió la mirada y agachó la cabeza. Había sido demasiado atrevido al mostrar su afecto tan abiertamente, pero a Harry no pareció importarle. Sus manos seguían apoyadas en la espalda de Louis, cálidas y pesadas contra su columna incluso a través de la ropa. Louis se retiró tímidamente, pero su interior le gritaba que no se apartara. "Gracias por ser tan maravilloso", susurró.

Las manos de Harry se apretaron cuando Louis se apartó, cerrándose en puños cuando el alfa se sentó un poco más erguido y se aclaró la garganta. "Es un honor, mi Príncipe".

Y si Louis volvía a sus apartamentos esa noche y cerraba las puertas con llave, dos dedos dentro suyo y la mejilla apretada contra el colchón con el nombre de un alfa que no era el de su prometido goteando de sus labios, bueno, eso no era asunto de nadie más que suyo.

 

⊱ꕥ⊰

 

Pasaron tres semanas en un abrir y cerrar de ojos, un borrón de vestidos nuevos, galas, paseos por el jardín y noches enteras charlando con su mejor amigo. En esas tres semanas había creado algunos de sus recuerdos favoritos con Harry y se había reído más de lo que lo había hecho en años. Harry era su puerto seguro, el lugar al que volvía cuando las cosas con Brahm se volvían demasiado abrumadoras para soportarlas por sí solo.

Al mismo tiempo, el inevitable desenlace del matrimonio se cernía sobre la cabeza de Louis, cada vez más cerca. Tuvo su primera prueba para el vestido de novia, en la que pasó toda la hora y media que duraron las medidas, retorciéndose las manos e intentando no hiperventilar. Su madre lo atribuyó a los nervios previos a la boda e hizo todo lo posible por consolarlo. Pero Louis se había dado cuenta de que nadie podía conseguir que se calmara como Harry. No había nada comparable al tacto suave pero firme de su alfa favorito o a su cálido aroma a cerezas, tabaco y bálsamo.

Louis y Harry habían pasado casi cada momento que estaban despiertos el uno con el otro, o al menos cada minuto que podían cuando Harry no estaba entrenando a los nuevos reclutas y Louis no estaba preocupado por Brahm. Debería haberse sentido culpable por haber preferido ver a Harry antes que a su futuro esposo, pero la amplia sonrisa y la alegre exuberancia de Harry borraron cualquier duda o culpabilidad de la mente de Louis.

Harry no había vuelto a perfumar a Louis después de la última vez, para decepción del príncipe. Sabía que estaba mal, pero el olor de Harry lo envolvía en comodidad como una manta suave en una noche fría de invierno. Era lo mejor, Louis lo sabía, sobre todo teniendo en cuenta que Brahm había decidido que Harry no le gustaba. Si Louis veía a Harry después de una salida con Brahm, su prometido se llevaba la mano a los labios y le daba un beso en los delicados nudillos, dejando su propio olor para que Harry lo percibiera. Si Louis volvía de disfrutar de la compañía de Harry y Brahm se cruzaba con él, cubría el olor de Harry con el suyo propio.

Era una competencia constante entre los dos alfas, que Louis no acababa de entender.

En la cena, Louis se sentó entre Harry y el Duque, después de haber convencido a su madre y a su padre de que ampliaran las invitaciones a la cena para incluir también a Harry. No le había costado mucho convencerlos, ya que la reina Josephine siempre había apreciado a Harry desde que era un cachorro, y el rey William nunca rechazaría al hijo de su mejor amigo, que además era uno de sus mejores caballeros. Todas las chicas estaban muy emocionadas con la idea de que Harry se uniera a ellas para cenar, y parecía que la única persona que no estaba encantada con la incorporación era Brahm.

Ahora que Harry era un asistente habitual a las cenas, Brahm se había encargado de vestirse con sus mejores trajes y exhibir su masculinidad. Ya casi no se molestaba en disimular su olor, y siempre tenía una mano apoyada en la muñeca de Louis, en su espalda, o apretando sus rodillas. Era suficiente para que Louis se sintiera asfixiado.

Louis se agitó en su asiento, sintiéndose tremendamente incómodo con el corsé apretándole la cintura y el pesado colgante de joya que Brahm le había regalado hace poco sintiéndose como una soga alrededor del cuello. Su madre ya lo había mirado preocupada dos veces durante el primer y el segundo plato, pero él había asentido diciendo que estaba bien. Se sentía tan inquieto, como si quisiera levantarse y correr sin mirar atrás. Había días en que deseaba escapar de esta vida, vivir libremente en el campo.

Una vez le había contado su secreto a Harry, susurros hablados a las estrellas para que sólo Harry los oyera. Había llegado a conocer a Brahm lo suficiente desde su llegada como para saber que no lo amaba y que nunca lo amaría como había deseado. 

Al principio le había estrujado el alma saber que nunca estaría en un matrimonio lleno de amor y lealtad. Su única esperanza era que, después de consumar su matrimonio, pudiera pedir habitaciones separadas para él, lejos de Brahm. Una vez que tuviera un heredero, esperaba no tener que acostarse nunca más con el Duque.

"¿Me pasas la sal, por favor?" preguntó Louis a Harry en voz baja, sonriendo suavemente a su querido amigo.

Harry asintió y agarró el cuenco, sólo para que Brahm lo agarrara también. Por un momento, Brahm miró fijamente a Harry, como si lo desafiara a hacer algo para detenerlo. No era raro que Brahm insistiera en ser él quien se ocupara de Louis, aunque se estaba convirtiendo en algo agotador. En lugar de resistirse, Harry puso los ojos en blanco y se recostó en su asiento, dejando que Brahm levantara el cuenco de sal y lo pusiera delante del plato de Louis.

Louis contuvo un suspiro, apretando los labios en una sonrisa tensa, y utilizó la cuchara de plata del plato para espolvorear una pequeña cantidad sobre su filete. "Gracias".

"De nada, Omega", tarareó Brahm, su voz prácticamente un gruñido con lo bajo que hablaba, el timbre alfa colándose en su tono. Louis quiso poner los ojos en blanco, pero se conformó con suspirar suavemente y mirar la comida.

Louis había aprendido de sus citas que a Brahm no le gustaba mucho charlar. Era más bien melancólico y serio, prefería sentarse en silencio mientras comían y, cuando hablaba, se pasaba horas y horas hablando de caza. Apenas hablaba de otra cosa que de cacerías y, de vez en cuando, de su pasión por el polo. Odiaba admitirlo, pero a menudo se encontraba a sí mismo desconectando del alfa y vagando en su propio país de los sueños.

La cena continuó a su alrededor, con su madre y su padre charlando con Sir Desmond sobre algunos de los nuevos reclutas y sus hermanos menores riéndose cuando Harry les hacía muecas. Eso hacía sonreír a Louis, feliz de ver a los cachorros reírse de las tontas travesuras del alfa a su lado, pero deseaba que Brahm también se interesara por los hermanos de Louis. Como de costumbre, Felicite se sentó al final de la mesa, lo suficientemente lejos de Charlotte y del bullicio de su burbuja social, mientras bebía un sorbo de vino y escribía en su diario. 

Louis envidiaba su capacidad para pasar desapercibida, para no tener que ser el centro de atención y complacer a un alfa bastante bruto. Esperaba que algún día encontrara un compañero tranquilo y dulce que le permitiera hacer lo que quisiera y le diera la seguridad necesaria para ser ella misma. Tal vez ella podría tener lo que él no podía.

Cuando los criados retiraron los platos y trajeron el último plato, llevándose el filete que Louis apenas había comido, se cruzó de brazos y se giró hacia su prometido. "Brahm, ¿te gustaría acompañarme mañana a los jardines? Quiero pintar y he pensado que quizá sería divertido pintar juntos", preguntó con optimismo.

Brahm se apresuró a responder encogiéndose de hombros. "No soy pintor", dijo con un gesto despectivo de la mano. "Mañana tengo una cacería y no creo que pintar sea tan agradable como pasar el tiempo en el bosque. Pero puedes pintar por tu cuenta".

"Oh", dijo Louis con una sonrisa controlada, sus labios se movieron ligeramente hacia abajo en una mueca. "Supongo que estaría bien".

"Louis, si no te importa, ¿podría acompañarte?". preguntó Harry, con un ceño tan sutil en los labios que nadie lo notaría si no lo conocieran como Louis.

Harry . El dulce, maravilloso y cariñoso Harry que conocía a Louis por dentro y por fuera. Louis se mordió una sonrisa, curvando los labios entre los dientes y mordiéndolos. Asintió, con su omega interior acicalándose, y miró a Harry. "Gracias, Sir Styles. Me gustaría mucho".

Aún se sonrojaba al pensar en la vez que Harry y él pintaron juntos, recordando lo mucho que se habían reído el uno con el otro, cubiertos de pintura y despreocupados del mundo que les rodeaba. Seguía siendo uno de sus cuadros favoritos. Después fue idea de Harry que intercambiaran, Harry se llevó el cuadro de Louis a la habitación de invitados en la que se alojaba y Louis tomó el de Harry y lo colgó en sus aposentos. Le encantaban sus imperfecciones, las huellas dactilares manchadas que salpicaban el lienzo y los colores que Harry había elegido. Era desordenado y quizá feo para cualquier otra persona, pero para Louis era perfectamente imperfecto.

A su lado, Brahm resopló. Su olor estaba teñido de enfado mezclado con ira, un olor que hizo que el omega de Louis saliera de su estado de ensoñación, repentinamente nervioso y atento. Oler a un alfa enfadado bastaba para hacer temblar a cualquier omega. 

"Louis, querido", gritó el Duque, forzando una sonrisa poco convincente en sus labios. "¿Puedo traerte más cordero? Sé cuánto te gusta y apenas has comido". Levantó la mano y los ojos de Louis se abrieron de par en par cuando la llevó a sujetar la nuca de Louis. Era atrevido, descarado y posesivo. Era casi inapropiado mostrar un toque tan íntimo a su prometido, pero el rey y la reina estaban demasiado preocupados para darse cuenta.

"En realidad", intervino Harry, con los ojos pegados a la mano en la nuca de Louis y los nudillos blancos mientras agarraba los brazos de su silla. "Louis odia el cordero". Su mandíbula se apretaba y se desencajaba y Louis nunca había visto tanto fuego en sus ojos, su aversión por Brahm más que evidente en su rostro mientras miraba al otro alfa.

El cuello de un omega era delicado, todo líneas suaves y piel tersa. Era una parte íntima del cuerpo, ya que en ella se guardaba la marca de la pareja. Muchos omegas mostraban sus cuellos con recato, acentuándolos con collares y escotes redondeados para indicar a un alfa que no estaban casados. Algunos omegas más modestos optaban por cubrirse el cuello con corbatas o cuellos altos de distintos estilos.

El propio Louis solía llevar vestidos que le colgaban de los hombros o blusas que dejaban ver su cuello sin marcar, más cómodo así. Al menos, hasta que tuvo la mano de Brahm presionándole la nuca y pudo sentir cada dedo apoyado en su piel. Ahora deseaba haber llevado un collar.

Podía sentir los dedos tensos en su nuca, firmes a pesar de que le acariciaban detrás de la oreja. Louis miró a Harry con los ojos muy abiertos y el corazón acelerado, no por el miedo, sino por la conmoción y el pánico. Negó con la cabeza, pidiéndole a Harry que se detuviera. "No", dijo temblorosamente, maldiciendo sus nervios por hacerlo sonar tan pequeño. "Está bien, me encantaría un poco más. Gracias, Brahm".

La sonrisa de satisfacción que se dibujó en los labios del duque hizo que a Louis se le revolvieran las entrañas y no estaba seguro de ser capaz de tragar un solo bocado de cordero, pero si eso conseguía que Brahm dejara de tocarle el cuello, se comería un bufé entero de cordero. 

"Te traeré un poco, Omega", tarareó y Louis tuvo que evitar suspirar de alivio cuando Brahm por fin soltó a Louis de su agarre y se alejó para traerle más comida.

Harry !" siseó Louis, girándose para estrechar los ojos hacia su mejor amigo. "¡Detente!"

"¿Detener qué? ¿Detenerme en conocerte mejor que él? ¿Detenerme en tratarte como te mereces, con respeto y jodida dignidad ?" susurró Harry con dureza, con un desagradable gruñido curvándole el labio superior. "Es un imbécil, Louis. Te mereces algo mejor".

El cuerpo de Louis se puso rígido con el familiar escozor de las lágrimas amenazando con derramarse. "Por favor, déjalo, ni siquiera le agradas. Si empeoras las cosas, no me dejará volver a verte. No puedo soportar no tenerte en mi vida, Harry". Habló en voz baja, lanzando una mirada a Brahm mientras examinaba el bufé.

Casi se levantó de golpe de su asiento cuando sintió la mano de Harry rozar la suya, levantando la cabeza para mirar a Harry y no ver más que culpa y tristeza ocultas tras unos ojos verdes. 

"Grillo", susurró Harry, sacudiendo la cabeza mientras miraba las manos de Louis. Parecía a punto de decir algo, pero se lo pensó mejor. En lugar de eso, cubrió discretamente la mano de Louis con la suya y apretó suavemente. "Haré todo lo posible por llevarme bien con él. No quiero que esto te resulte más difícil de lo que es".

"Gracias."

El calor de la mano de Harry pronto desapareció, dejando la mano de Louis fría mientras Brahm volvía hacia ellos con un plato de cordero con papas. Louis se obligó a comer unos bocados de cordero, asintiendo con la cabeza mientras fingía escuchar a Brahm divagar sobre la cacería a la que iba a ir al día siguiente. A su lado, se daba cuenta de que algo preocupaba a Harry. No era capaz de levantar los ojos para mirar a Louis, ni siquiera cuando éste empujaba su pie contra el de Harry, y las ojeras parecían aún más oscuras de lo normal.

Louis sabía que Harry tenía problemas para dormir, era parte de la razón por la que pasaban tiempo juntos por la noche. Harry le había dicho una vez que la presencia de Louis lo ayudaba a calmarse y que normalmente dormía un poco mejor después de verlo. Estaba seguro de que tenía algo que ver con la batalla, pero Harry nunca se sinceraba con él al respecto. Era demasiado oscuro y doloroso para el alfa sacar el tema, así que Louis se conformó con hacer todo lo posible para calmar a su alfa.

Deseaba poder acercarse a Harry y tomar su mano o darle un abrazo.

Mientras terminaban de cenar, Louis hizo todo lo posible por permanecer presente. Se reía cuando era oportuno e incluso se las arreglaba para contar un chiste o dos, pero la mayor parte del tiempo permanecía callado. Su mente era un torbellino de emociones y pensamientos, que le distraían de socializar con Charlotte y Brahm. Se alegró de que los dos se llevaran tan bien y se permitió entrar y salir de la conversación sin que ninguno de los dos se diera cuenta.

Esa noche, Louis se excusó temprano y optó por no reunirse con Charlotte, Brahm y sus padres en el salón para tomar una copa. Estaba agotado y el corsé le resultaba tan incómodo que lo único que quería era desplomarse desnudo en la cama. Besó a Felicite en la mejilla y se arrodilló para abrazar a Doris y Ernest, dejando un beso en sus cabezas y susurrando "los amo" antes de irse. Harry estaba a su lado, sonriendo ligeramente mientras también deseaba buenas noches a los gemelos.

"Te acompaño a tu recámara si te parece bien". Harry se ofreció, extendiendo el brazo para que Louis lo tomara.

Harry tenía el cabello alborotado de tanto pasarse los dedos por los rizos, como hacía siempre que estaba enfadado o ansioso, y parecía que necesitaba evadirse unos momentos. 

"Eso sería maravilloso, gracias”, aceptó Louis con facilidad y deslizó la mano por el pliegue del codo de Harry. Se giró hacia sus guardias y sonrió. "Sir Styles me acompañara a m recámara. Pueden retirarse antes si lo desean".

Los hombres asintieron, inclinándose respetuosamente antes de darse la vuelta e irse.

La mayoría de los invitados se quedaban esa noche, charlando durante horas y bebiendo hasta emborracharse cuando los niños se iban a la cama. Louis nunca había disfrutado de aquella escena y casi siempre se retiraba a sus aposentos antes de que la noche hubiera empezado de verdad. No sería extrañado.

Con la mayoría de sus invitados en el comedor, los pasillos estaban casi vacíos. Louis y Harry se dirigieron hacia el ala este, siguiendo el sonido de los músicos mientras recorrían lentamente los pasillos abandonados y alejados de las zonas comunes. Pasaron por el pasillo de ventanas que se extendía desde el suelo hasta el techo, las llamas de los candelabros parpadeaban en los cristales de las ventanas, dificultando la visión del exterior. El otoño había llegado de verdad, y los árboles pasaban de los amarillos y naranjas brillantes a los burdeos intensos.

Este año, el otoño era agridulce.

A Louis le encantaba sentarse afuera al atardecer y escuchar a los búhos y la melodía de los grillos bajo su balcón. Era su época favorita del año, pero también significaba que su boda estaba cada vez más cerca. Su madre y su padre habían mantenido correspondencia con el padre de Brahm y se había decidido que celebrarían una boda de invierno a finales de febrero. Louis lo estaba temiendo.

Doblaron la esquina que conducía a los apartamentos privados de Louis y les sorprendió no ver a ningún guardia ante las puertas dobles. Debe haber sido un cambio de turno o los guardias se habían retirado un momento. No era raro que los guardias se relajaran un poco cuando Louis no necesitaba protección en sus aposentos.

Louis apretó el codo de Harry y se mordió el labio inferior. "¿Harry?"

"¿Hmm?" El alfa tarareó.

Con un suspiro, Louis se detuvo junto a la puerta de su habitación. "¿Crees que podremos seguir siendo amigos incluso una vez que me haya emparejado?". Bajó la vista al suelo y se quedó mirando los dedos de sus zapatillas. La pregunta lo había estado atormentando desde hace semanas, la inseguridad de que Harry no pudiera acercarse a él una vez que estuviera casado y marcado empeorada por las acciones de Brahm.

Harry hizo una pausa y palmeó ligeramente el dorso de la mano de Louis. "Por supuesto. Ya hemos hablado de esto, Lou. Siempre estaré aquí para ti y nunca dejarás de ser mi mejor amigo".

"¿Pero y si Brahm no lo permite? Me temo que él es más tradicional que yo, no quiere que monte a caballo porque podría dificultarme tener cachorros, aunque ni siquiera le gustan los cachorros. ¿No es ridículo? ¿A quién no le gustan los cachorros? Todo lo que quiere es un heredero y ni siquiera quiere criarlos él mismo. ¿Lo sabías?” divagó Louis, con un gemido atascado en la garganta. "Si ni siquiera me permite montar, ¿cómo es posible que me deje ser tu amigo?".

"Louis, silencio. Está bien", susurró Harry, su pulgar rozando la barbilla de Louis mientras levantaba la cara de Louis para mirarlo a los ojos. "Te prometí que siempre estaría aquí para ti. ¿Crees que no soy un hombre de palabra?".

"No-"

"Entonces no te inquietes", tarareó Harry, impidiendo que Louis protestara. "Te he dado mi lealtad y no romperé mi promesa".

Louis sintió las mejillas calientes cuando la gran mano de Harry le acarició la barbilla, la diferencia entre el tacto de Harry y el de Brahm era como la noche y el día. Se sentía acariciado por la mano de Harry, como si fuera a romperse en mil pedazos si Harry no fuera lo bastante suave, mientras que el agarre de Brahm en la nuca había sido como una marca, su nombre grabado a fuego en la carne de Louis.

Louis asintió sin decir nada y tragó saliva. Entre ellos no se hablaba de que algún día llamarían a Harry para que volviera a luchar. Siempre habría otra guerra, otra batalla y otro enemigo que lo separaría de Louis. Él protegería a Louis para siempre, pero para siempre podría no ser suficiente si lo mataban en el frente.

Louis levantó la mano del codo de Harry y rozó con los dedos la cicatriz grabada en la frente de Harry. Era un recordatorio de que, a pesar de la valentía y la fuerza de Harry, podían hacerle daño. Había luchado por su reino y, al fin y al cabo, arriesgaría la vida por la Corona.

"Tienes los botones desabrochados", murmuró Harry por lo bajo, con los ojos fijos en el puño de la manga de Louis. "¿Puedo?", preguntó, y pasó la mano de la barbilla de Louis a la suya, donde se detuvo sobre la cicatriz de Harry.

Sin aliento y sintiéndose un poco flotante, Louis asintió y vio con los ojos muy abiertos cómo Harry levantaba la muñeca de Louis y deslizaba lentamente la pequeña perla por los ojales, sus grandes manos empequeñeciendo los botones. Su tacto era ligero y suave, recordándole a Louis la sensación de las alas de una mariposa revoloteando contra tu dedo. Louis intentó en vano no dejar que su mirada se posara en los labios de Harry. Parecían tentadores, cálidos y suaves, y Louis se preguntó cómo se sentirían.

Harry sujetó la muñeca de Louis con delicadeza, rozando los frágiles huesos mientras terminaba de abrocharle los botones de la manga cubierta de encaje. Como una polilla a la llama, Louis se sintió atraído cada vez más hacia el alfa, su omega deseoso de avanzar y hacer lo que Louis tenía demasiado miedo de hacer.

La lavanda y el tabaco de cereza formaban una combinación encantadora, pensó Louis débilmente mientras se acercaba poco a poco. Se dio cuenta de que Harry también se estaba acercando y el corazón le retumbó en el pecho. Apenas sabía lo que hacía, casi como si estuviera en trance, cuando miró a Harry a los ojos y vio que le devolvía la mirada. Tenía una arruga en la frente que Louis casi quería alcanzar y alisar.

La tensión entre ellos se rompió como una cuerda de cuero que se estira más allá de su límite cuando una sonora carcajada resonó en el pasillo, arrancando un grito ahogado de la garganta de Louis. Harry apartó la mano de donde había estado acariciando la muñeca de Louis y retrocedió bruscamente, la distancia que los separaba parecía kilométrica.

"Tengo que irme", soltó Harry, con las manos cerradas en puños a los lados y los ojos más verdes que la salvia.

Louis no quería que el alfa se fuera. En su confusión, quería tomar la mano de Harry y acercarlo. "De acuerdo", respiró, con el cuerpo tembloroso.

Nunca había conocido ese sentimiento de desesperación, su omega gritando y suplicando por más. Mordiéndose el labio inferior para no gemir, Louis observó la espalda de Harry mientras se apresuraba a dejar a Louis solo, nervioso y de pie a las puertas de sus aposentos, con las botas de los guardias cada vez más cerca.

 

⊱ꕥ⊰

 

La mañana siguiente Louis se encontró exhausto en su cama, apenas había pegado ojo esa noche y tenía todos los huesos quebradizos y los músculos doloridos. Había dado vueltas en la cama toda la noche con el recuerdo de las suaves caricias de Harry y sus labios tentadores persiguiéndolo. ¿En qué había estado pensando? Estaba prometido a otro hombre, uno que tendría la cabeza de Harry si supiera con lo que Louis había estado fantaseando. Durante semanas, Louis se había convencido a sí mismo de que no significaba nada que se imaginara a Harry cuando se daba placer a sí mismo, que era sólo su cuerpo musculoso y su buen aspecto lo que estimulaba a Louis.

Pero anoche, Louis casi había besado a Harry. Ya no podía decirse a sí mismo que eso no significaba nada. Durante horas, Louis repitió ese momento una y otra vez en su cabeza, desde el momento en que había tocado la cicatriz de Harry hasta la forma en que Harry había acunado su muñeca. Era una tontería dejarse llevar por un contacto fugaz, pero había algo en la forma en que los ojos de Harry se habían suavizado que encendía un fuego en el pecho de Louis.

Sólo deseaba saber qué significaba.

Cuando Elizabeth vino a despertarlo, Louis ya estaba mirando al techo, con el labio inferior atrapado entre los dientes e hinchado por la preocupación. "¡Oh, príncipe Louis! ¿Ya está despierto?" tarareó Elizabeth sorprendida, apresurándose a inclinarse ante los pies de su cama.

Louis asintió.

"¿Y todavía lleva puesto el vestido de anoche?".

Apenas se había dado cuenta, demasiado distraído con los pensamientos que se arremolinaban en su mente y se preparaban como una poderosa tormenta. "Supongo que sí", suspiró Louis, haciendo una mueca de dolor cuando el corsé se le clavó en la cintura al sentarse. "Elizabeth, ¿podrías prepararme un baño? No me encuentro bien y deseo remojarme".

"Por supuesto, Alteza. Haré que preparen uno enseguida. ¿Prefiere hoy aceite de lavanda o de rosas?", le preguntó y sacó del armario una fina bata junto con ropa interior limpia.

"Lavanda está bien".

Mientras le preparaban el baño, Elizabeth ayudó a Louis a quitarse la ropa y la dobló cuidadosamente en un cesto que luego bajaría a lavar. Sus aposentos no estuvieron en silencio durante mucho tiempo, los criados entraban y salían de su habitación para poner orden y preparar a Louis para el día.

Por una vez, Louis temía ver a Harry. Después del momento que habían compartido la noche anterior, Louis estaba nervioso por cómo actuaría Harry. Estaba seguro de que Harry también se había acercado con las mismas intenciones que Louis, pero ¿se arrepentiría? ¿Pensaría que había sido el momento o el instinto omega de Louis el que reclamaba atención? Había estado deseando cualquier tipo de cercanía y afecto -no era ningún secreto-, tal vez Harry pensaría que simplemente estaba proyectando.

Cuando Louis se sumergió en el agua humeante, siseó por el calor y se fue metiendo poco a poco. Le gustaría saber cómo se sentía Harry, si se sentía avergonzado o si se arrepentía de haberse inclinado. Se preguntó si una parte de Harry también quería saber cómo habría sido si no los hubieran interrumpido. Aún podía recordar la corriente bajo su piel, cada vello de su cuerpo erizado cuando Harry lo tocó con tanta ternura.

No era la primera vez que Louis se preguntaba si podría sentirse así con Brahm. No estaba seguro, teniendo en cuenta que Brahm nunca lo había hecho sentir como Harry. No sintió el manto de seguridad, el suave abrazo de unos brazos fuertes ni los kilómetros de apoyo que el otro alfa le había proporcionado.

De cachorro, Louis había sabido que no era probable que se casara con su media naranja, se había resignado a saber que sólo se casaría por beneficios políticos o monetarios. Antes no le preocupaba, pero ahora Louis sentía el pecho apretado y el estómago revuelto ante la idea de pasar el resto de sus años con Brahm.

Estaba destinado a una vida de soledad, criando solo a sus futuros cachorros mientras Brahm gobernaba el reino que Louis había llamado hogar durante toda su vida. Había oído decir a las otras damas de la corte que a menudo los alfas podían ser bastante duros en la noche de bodas, que podía doler si tu alfa no se preparaba adecuadamente para la velada, y la idea aterrorizaba a Louis. ¿Realmente podía confiar en que Brahm tuviera en cuenta sus intereses, que se tomara las cosas con calma y fuera amable cuando su alfa lo estaba empujando a morder, marcar y reclamar? Louis no estaba seguro.

Estaba más asustado de lo que le gustaría admitir por la noche en que perdería su virginidad. Harry le había enseñado, o más bien inspirado, a buscar su propio placer. Louis nunca había sabido que tener algo dentro de sí pudiera sentirse tan bien, pero Harry había tenido razón. Por un momento, Louis se preguntó cómo había sabido Harry de los placeres omega, algo oscuro y amargo retorciéndose en su interior ante la sola idea de que Harry estuviera con alguien.

Louis sacudió la cabeza, frotándose los ojos con cansancio. No debía permitirse estar tan celoso. No tenía derecho a sentirse así. No se entretuvo en el hecho de que le daba lo mismo que Brahm hubiera estado con otro omega. No le importaba si lo había hecho, apenas le dedicaba un segundo pensamiento. Pero con Harry, odiaba la idea y su omega aulló desafiante.

Cerrando los ojos, Louis se hundió bajo la superficie de su bañera hasta que todo su cuerpo quedó sumergido, el agua caliente le escocía las mejillas y el mundo a su alrededor se calmó. Cuando sus pulmones no pudieron aguantar mucho más, Louis levantó la cabeza y aspiró una bocanada de aire fresco de la mañana. Le aterraba la sensación de soledad en sus huesos.

Permaneció allí sentado más tiempo del que debería, hasta que se le arrugaron las yemas de los dedos y el agua del baño se puso tibia. Una vez limpio, Elizabeth lo ayudó a ponerse una bata y lo sentó ante el tocador para prepararlo para desayunar con sus hermanos. Normalmente no se sentiría tan nervioso por asistir al desayuno, pero una parte de él estaba nerviosa ante la perspectiva de que Harry pudiera estar allí.

Louis estaba vestido con sus sedas favoritas, el material suave y flexible contra su piel recién hidratada. Alisó las manos sobre la blusa púrpura pálido y los pantalones nacarados que había elegido para ese día. Como todos los días, Louis se metió en un corsé de encaje y suspiró mientras se miraba en el espejo. Por enésima vez aquella mañana, jugueteaba con su flequillo y fruncía el ceño cuando no quedaba bien.

Era una tontería que estuviera tan nervioso. Ni siquiera recordarse a sí mismo que sólo era el desayuno lo hizo sentirse mejor.

A pesar de todo, Louis se dejó acompañar por el palacio hasta la sala de desayunos. No fue el primero en llegar, así que ya había té en la mesa y la luz del sol se filtraba por las vidrieras. Se reflejaba en las baldosas esmeralda y creaba un resplandor mágico en la habitación del que nunca se cansaba. Sonrió a Felicite, encorvada sobre un libro, y se sentó a su lado mientras sus hermanos iban llegando uno a uno para desayunar.

Harry nunca se unió a ellos, para decepción de Louis.

Louis pasó la mañana acurrucado con Ernest y Doris, riendo y luchando con los dos cachorritos y olvidando todo lo que le molestaba. Le daban más alegría que cualquier otra cosa en el mundo, y le dolía pensar que sus propios cachorros nunca llegarían a sentir el amor y el afecto de su propio padre.

Por la tarde, Louis pasó una vez más por sus aposentos para refrescarse, con los nervios a flor de piel mientras se aplicaba un poco de rubor en las mejillas y se ataba una cinta al cuello. Iba a pintar. Simplemente iba a sentarse con Harry en los jardines y pintar. Ni siquiera necesitaba hablar. Podía hacerlo.

Poniéndose de pie, Louis echó los hombros hacia atrás y sacudió las manos para librarse de la ansiedad. "Sólo es Harry", susurró para sí.

"¿Hmm?" tarareó Elizabeth, levantando la vista de su trabajo de quitar el polvo de los marcos de los cuadros colgados en la pared. "Lo siento, ¿dijo algo, Alteza?".

"No", Louis se sonrojó y tomó su abanico. "Sólo hablaba solo. No fue nada". Ignoró la mirada inquisitiva de su dama de compañía y resopló, apretando la mandíbula con determinación. "Bien, me voy. Volveré esta tarde".

Elizabeth se apresuró a dejar sus quehaceres y a hacer una reverencia cuando Louis salió de la habitación. "¡Diviértase, Alteza!"

Era una tarde fresca pero soleada, el día otoñal perfecto para pintar, y Louis estaba deseando sentarse unas horas en un rincón tranquilo de los jardines. Había elegido una parcela de calabazas que quería pintar, con sus cortezas de un naranja brillante a juego con las hojas cambiantes de los árboles detrás de la parcela de calabazas. Sería un cuadro precioso y, con suerte, el ligero frío del aire disimularía el tímido rubor de sus mejillas.

Uno de sus ayudantes había tenido la amabilidad de llevarle el material de pintura y lo había ayudado a colocar el caballete, la silla y la caja de pinturas frente al huerto de calabazas. Por suerte, Harry no estaba ya allí cuando él llegó, así que pudo tomarse su tiempo para situarse y encontrar un buen ángulo del paisaje sin sentirse observado.

Se le había pasado por la cabeza que Harry podría no aparecer después de la vergüenza de la noche anterior, pero Harry siempre era un hombre de palabra. Si decía que iba a estar allí, contra viento y marea, allí estaría.

Después de unos veinte minutos, Harry finalmente hizo su aparición. Al percibir el aroma ahumado y boscoso del alfa, la cabeza de Louis se levantó de inmediato y su atención fue arrancada de la lona que tenía delante. Harry no iba vestido de forma extravagante, sino con una sencilla túnica blanca metida dentro de unos pantalones grises y un chaleco de color burdeos oscuro. Estaba tan guapo como siempre, pero hoy la mirada de Louis se detuvo más tiempo. Se sonrojó cuando Harry levantó una ceja y agachó la cabeza tímidamente.

"Buenas tardes", saludó Louis.

"Hola, Grillo. Empezando sin mí, ¿verdad?" tarareó Harry, con voz suave de afecto. Louis ya había empezado a trazar su cuadro con un pequeño trozo de plomo, demasiado ansioso como para sentarse a esperar a que Harry apareciera.

Las mejillas de Louis se calentaron y sus dedos juguetearon con su plomo. "Lo siento..."

"Sólo bromeo", se rió Harry. "¿Trajiste uno de repuesto?" Se sentó junto a Louis y se pasó las manos por los rizos mientras Louis tomaba el lienzo de repuesto y lo colocaba en el segundo caballete.

Louis se dio cuenta enseguida de que había sido un tonto por pensar que las cosas serían raras entre él y Harry. En cuestión de minutos, Harry lo hizo reír tontamente en su puño, le dolían los costados de la risa y se le levantó el ánimo al instante. Debería haber sabido que Harry nunca dejaría que las cosas se pusieran raras entre ellos, ni siquiera un casi beso podría arruinar el vínculo que compartían. No podía estar seguro de si Harry se había preocupado tanto como él al aparecer hoy en el jardín, pero la normalidad parecía haberse restablecido.

Al menos, tan normal como podían ser las cosas cuando Louis no podía dejar de mirar los labios de Harry o de observar la forma en que sus manos sostenían un pincel.

 

 ⊱ꕥ⊰

 

Era casi medianoche cuando llamaron a la puerta, apenas un silencioso golpeteo en la pesada madera que Louis podría haber pasado fácilmente por alto de no haber estado atento. Vestido con la misma ropa de antes, pero con la adición de su capa, Louis se apresuró a abrir la puerta. Los guardias estaban cambiando de turno, lo que les dejaba sólo unos segundos para sacar a Louis de su habitación y llevarlo al vestíbulo. Abrió la puerta de un tirón y sonrió a Harry sin aliento.

"¡Vamos, tenemos que darnos prisa!" susurró Harry, con la mirada clavada en el pasillo. Tomó la mano de Louis y envolvió en calor los fríos dedos del príncipe.

Juntos, Louis y Harry corrieron por el vestíbulo, con las capas fluyendo tras ellos. Bajaron por el camino familiar hasta la escalera de piedra, conteniendo la risa y con los dedos entrelazados. Irrumpieron por la puerta que daba al exterior con la risa en los labios y estrellas en los ojos.

"De acuerdo, ahora tienes que decirme cuál es la sorpresa", Louis soltó una risita y giró en círculo, con los brazos extendidos mientras miraba a la luna. "¡Simplemente no puedo pasar ni un minuto más sin saber qué secretos tienes guardados!".

Harry sonrió, observando al omega bailar por los jardines sin ninguna preocupación. "¡Pensé que te enseñaban paciencia en esas lecciones a las que siempre asistes!", exclamó.

Louis resopló y negó con la cabeza.

"¿No?" tarareó Harry. "Si no, ¿entonces qué demonios te están enseñando?".

Con la cara inclinada hacia el cielo, Louis sonrió y cerró los ojos. El aire era fresco, con un toque que indicaba la llegada del invierno. Bajo sus pantuflas, la escarcha crujía en el césped. "Cómo engañar a los tribunales. Sonreír como si tuvieras un secreto, esconder una risa detrás de tu abanico, y el arte de seducir a un alfa. Todo lo necesario para un omega real", bromeó y giró entre los arbustos de acebo.

"¿Ah, sí?"

Louis asintió con la cabeza y se detuvo, riendo entre dientes mientras casi se caía hacia delante por el mareo. "Ups", rió y se giró para mirar a Harry. "Entonces, ¿vas a mostrarme? Me tienes impaciente".

Metiendo la mano en su capa, Harry sonrió juguetonamente y movió las cejas antes de sacar un palo de aspecto misterioso. Era delgado y largo, como si estuviera recubierto de algo. Louis parpadeó, ladeando la cabeza con curiosidad. "¿Qué es eso?” Se acercó, con las cejas fruncidas, mientras examinaba los palos que Harry tenía en las manos.

"Recuerdos de mis viajes", explicó Harry y sacó a continuación una caja de cerillas. "Toma, te mostraré".

Louis observó absorto cómo el alfa acercaba la cerilla al extremo del palo. Al principio era sólo humo, pero luego salieron estrellas disparadas del extremo ardiente del palo. Louis lanzó un grito ahogado: "¡¿Qué es eso ?!".

Eran como pequeñas explosiones, que estallaban y chisporroteaban con una luz peculiar. Nunca había visto nada igual. Louis estaba absolutamente hipnotizado por el palo, incapaz de apartar la vista de él. Se estremeció cuando Harry lo acercó, aferrando su capa entre las manos.

"Son bengalas". Harry agitó la varita en el aire, lanzando cascadas de luz. "Vienen de una tierra tan lejana como el este, las vi cuando viajamos a un reino oriental. Me recordaron a las varitas de brujas y magos, como los cuentos que me leías cuando éramos cachorros".

"Increíble", respiró Louis asombrado. "¿Son seguras?"

Harry asintió y se la tendió a Louis. "Completamente. Ven, toma ésta".

Louis aceptó la bengala, con los ojos muy abiertos mientras examinaba la brillante luz que estallaba en el extremo opuesto. "Fantástico, esto es increíble", murmuró y la agitó en el aire. Estaba perplejo, fascinado con las chispas cuando no lo quemaban.

Cuando Harry le dio otra, Louis tomó una en cada mano y rió alegremente, dibujando formas en la noche. Era mágico.

"¡Mira esto!" dijo Harry y giró en círculo. Unas estelas de luz dorada flotaron en el aire antes de atenuarse y caer sobre el césped mientras las cenizas se apagaban. "¡Inténtalo, vamos!"

Louis volvió a sentirse como un niño, dando vueltas con las bengalas en las manos mientras Harry y él saltaban por los jardines y bailaban entre las luciérnagas. Incluso cuando las bengalas se quemaron, Louis continuó brincando por los senderos, Harry justo detrás de él con la sonrisa más amplia que Louis había visto nunca creándole hoyuelos en las mejillas.

El crujido de una rama hizo que Louis se quedara inmóvil, con los ojos muy abiertos, mientras giraba en la dirección del sonido. Harry lo agarró sin vacilar y tiró de él entre dos topiarios, sus cuerpos juntos mientras se apretujaban en el pequeño espacio.

"No, te digo que se resistió. Apenas cabía en sus dos manos" . bramó una voz.

Otro hombre se burló, sus botas repiqueteando a menos de metro y medio de donde Louis y Harry estaban escondidos. "Richard, estás más lleno de mierda que la letrina real. No me sorprendería que aún fueras virgen".

"¡No lo soy! ¡Esta chica me dijo que era el más grande que había visto! Te lo digo Will, ¡realmente lo dijo!"

El aliento de Harry pasó como un fantasma sobre la oreja de Louis mientras le susurraba: "Ese es Richard Peterson, y puedo dar fe de que no podría ser más grande que mi pulgar".

Sorprendido, Louis soltó una sonora carcajada, con los ojos desorbitados por el ruido que acababa de hacer. Por suerte, Harry no tardó en actuar y le tapó la boca a Louis con la mano para que no se riera.

"¿Escuchaste algo?"

"No escuché nada, tonto. Ahora cállate y déjame terminar mi historia, ¿eh?".

Louis intentaba no reírse en la mano de Harry, y Harry no lo hacía mucho mejor, con los ojos brillantes y los hombros temblorosos por el esfuerzo de no dejar que la risa se le escapara de los labios. Juntos, pecho contra pecho y riendo como niños, Louis se sintió cálido y confuso. Con la proximidad, Louis podía oler el rico aroma a tabaco de cereza y bálsamo incrustado en la ropa de Harry y el calor que irradiaba su cuerpo. Casi no le importaría que los guardias no se marcharan nunca y tuviera que permanecer en brazos de Harry.

Mientras escuchaban el pesado pisotón de las botas militares, Louis dejó caer la cabeza contra el pecho de Harry, su cabeza encajaba perfectamente bajo la barbilla de Harry mientras esperaban a que pasaran los guardias. Un escalofrío le recorrió la espalda cuando sintió la nariz de Harry presionándole la coronilla y sus labios apretándole el cabello.

Louis podría haber cerrado los ojos y haberse quedado dormido; la presencia tranquilizadora y el aroma relajante de Harry eran casi suficientes para llevarlo al sueño. Lentamente, Harry apartó la mano de los labios de Louis y deslizó los dedos por su cabello, apartando los enredos azotados por el viento.

"Creo que no hay moros en la costa, pequeño", susurró a Louis.

Aunque le habría encantado quedarse congelado en el tiempo con la cabeza apoyada en el pecho de Harry, Louis se obligó a levantar la cabeza y mirar a Harry. Incluso a la tenue luz que sólo proporcionaban la luna y las estrellas, Louis pudo ver la suavidad de la expresión de Harry. Tenía los labios curvados en una sonrisa y los ojos de un verde apagado que Louis no creía que un pintor pudiera igualar jamás.

Louis asintió y se lamió los labios, inhalando un fuerte suspiro cuando la mirada de Harry se inclinó para seguir el movimiento. Aquella extraña sensación de la noche anterior volvió, comenzando en la base del vientre y creciendo hacia el pecho y los pulmones. El pulgar de Harry presionó el hueco que había justo debajo de la oreja de Louis, y el más simple roce le produjo un hormigueo.

Por un momento, Louis pensó que Harry iba a inclinarse hacia él, pero entonces el alfa le dio un beso casto en la frente y soltó la mano para agarrar la de Louis. "Ven, no me gustaría que te picaran las arañas que viven en estos arbustos", se aclaró la garganta e hizo el primer movimiento para salir de entre los topiarios al claro del jardín.

Se sentía tonto por haberse dejado atrapar de nuevo por el momento, permitiendo que los deseos de su omega nublaran su visión. Pero cuánto deseaba ser tonto.

Harry lo condujo a lo largo de los setos hacia el jardín favorito de Louis. La noche era fresca, así que los corderitos estaban acurrucados contra sus madres en el corral, con su suave vellón que parecía algodón salpicando el césped. A Louis le encantaba sentarse con los corderitos recién nacidos en primavera, acunarlos en su regazo y cantar canciones con Doris y Ernest. La temporada de partos había terminado hace meses, pero los corderos aún eran lo bastante pequeños como para que Louis los tomara en brazos. Cuando llegara el invierno, los trasladarían a otro recinto para que crecieran y tuvieran sus propios corderos.

Louis se sentó junto a Harry en la banca de hierro forjado, envolviéndolo con su capa mientras observaban a las ovejas. "Gracias por esta noche", murmuró, sin apartar los ojos de los animales dormidos. "Era exactamente lo que necesitaba. No sé cómo lo consigues, pero parece que siempre sabes cómo quitarme el peso del mundo de encima, aunque sólo sea por una noche. Esta noche ha sido mágica".

En unas horas, Louis sería despertado por sus sirvientes y tendría que ponerse la máscara del príncipe perfecto, sin mostrar nunca lo roto que se sentía por dentro. Interpretaría el papel de un omega real y se obligaría a reírse de las horribles bromas de su futura pareja, pero por esta noche, era simplemente Louis.

"Escucha, Louis", suspiró Harry, inclinándose hacia delante para apoyar los codos en las rodillas y mirar fijamente el césped escarchado. "Esa no fue la única razón por la que te pedí que nos viéramos aquí".

Louis frunció el ceño. "¿No lo es?"

Harry negó con la cabeza y se frotó los ojos cansadamente con la punta de las palmas de las manos. "No", murmuró. "Te pedí que vinieras por otra razón, por muy egoísta que sea. Sé que no debería decirte esto, y que puede cambiarlo todo entre nosotros, pero no sé si puedo estar un minuto más mintiéndole a mi mejor amigo."

Sentía como si toda la sangre de su cuerpo se hubiera enfriado, la calidez desapareciera de su rostro y la preocupación se sembrara en su cabeza. Eso es todo . Harry estaba a punto de decirle que se marchaba para volver a la batalla o, peor aún, que había encontrado un omega.

"Yo sólo..." Harry se pasó los dedos por el cabello y cerró los ojos. Parecía dolido, como si cada parte de él quisiera huir del dolor de lo que fuera que estaba a punto de decirle a Louis. "Me duele verte con él y saber que no te ama como yo. No soporto cómo te trata, cómo te ignora como si no fueras nada. Porque no eres nada, Louis, lo eres todo . Eres el sol, la luna y las estrellas, y él no lo ve. Es un tonto por no ver tu valor. Aunque supongo que los dos somos tontos, porque llevo años enamorado de ti".

Harry soltó una risita sombría, maldiciéndose a sí mismo al revelar el dolor de su corazón. Era abrumador y Louis no estaba seguro de poder siquiera formar palabras. Se suponía que debía casarse con un alfa de la nobleza, un matrimonio formado no por amor sino por ventajas políticas, y en toda su vida, nunca se había permitido soñar con otra cosa.

Al ver la expresión de asombro de Louis, Harry apretó los labios en una sonrisa enseñada que más bien parecía una mueca. "Me disculpo si esto hace las cosas raras. Sé que ha sido egoísta por mi parte decir esto, pero necesitaba que al menos lo supieras. Te amo y siempre te protegeré, aunque tú no sientas lo mismo".

Louis abrió y cerró la boca, con la cabeza borrosa y espesa como si se la hubieran rellenado de algodón. Separó los labios para hablar, pero la respiración se le entrecortaba en el pecho. No encontraba palabras para expresar lo que sentía, así que agarró a Harry por el cuello y se abalanzó sobre él.

Fue un beso terrible. Louis aplastó sus labios contra los de Harry, lo bastante fuerte como para magullarlos, y Harry se quedó demasiado sorprendido para responder, con los ojos aún abiertos cuando Louis se echó hacia atrás de un tirón. A pesar de lo terrible que era, Harry alargó la mano y acunó la mejilla de Louis. "Grillo", suspiró.

"No quiero vivir solo. No quiero vivir una vida de pérdida y vacío", resopló Louis, parpadeando para contener el escozor de las lágrimas. "No quiero a Brahm".

Los labios de Harry se curvaron en una sonrisa triste y asintió. "Lo sé”

La yema del pulgar de Harry estaba áspera por el trabajo pero cálida al limpiar la lágrima de la mejilla de Louis. Louis tragó grueso e inhaló un suspiro tembloroso. "Bésame. Por favor” -su voz apenas era un susurro, cargada de emoción y preocupación.

La sensación en el estómago se le enroscó en las costillas, el corazón le latía con fuerza cuando Harry se inclinó hacia él. Esta vez, fue lento y suave, el aliento de Harry se abanicó contra los labios y las mejillas de Louis mientras él acercaba su nariz a la de Louis y presionaba el más suave de los besos contra sus fríos labios.

El primer beso fue horrible, pero el segundo dejó a Louis sin aliento.

Los dedos de Louis se aferraron a la capa de Harry, su cuerpo temblaba por la sensación de ser arrastrado. Los labios de Harry sabían a cerezas, cálidos, húmedos y flexibles contra los de Louis. Nunca lo habían besado antes de esta noche, pero la forma en que Harry lo abrazaba, rozando suavemente sus labios, parecía el tipo de beso que Louis había leído en los cuentos de hadas.

Se sentía como si volara.

Harry fue paciente con él, guiando los labios de Louis mientras se besaban y tarareando apreciativamente cuando Louis separó los labios y aspiró a Harry. Era embriagador: la vainilla, las cerezas y el humo le empañaban la mente y le llenaban los pulmones de deseo. Ronroneó, el sonido reverberó en su pecho y sus mejillas se sonrojaron tanto que Louis temió que se tiñeran de rosa para siempre.

Dos besos se convirtieron en tres y luego en cuatro. La mano de Harry seguía acunando la mejilla de Louis y acariciándole suavemente el pómulo mientras inclinaba la cabeza y pasaba la lengua por el labio inferior de Louis. Besar a Harry era adictivo. Cada roce de sus labios y cada suave caricia eran como un fuego que consumía cada centímetro del cuerpo de Louis de la forma más maravillosa. Nunca había imaginado que besar a alguien pudiera sentirse así.

Louis gimió cuando tuvo que apartarse, su omega gemía pidiendo más, pero necesitaba aire. "Wow", respiró, con el pecho agitado mientras su aliento salía en bocanadas. Se sentía aturdido y un poco flotante, pero la sensación era sublime.

La profunda risita que soltó Harry hizo que las entrañas de Louis se hicieran papilla, y temió derretirse en un charco con la forma en que miraba a Louis. Era la misma forma en que los poetas miraban el cielo y los artistas el sol poniente. El asombro se reflejaba en las arrugas de sus ojos y en la curva de su sonrisa. "Sí", asintió. "Wow”.

Con una risita, Louis agachó la cabeza y retiró las manos de su agarre mortal sobre la capa de Harry. "Nunca había hecho eso antes", admitió.

"Eres increíble", prometió Harry, rozando con sus dedos la frente de Louis mientras le ajustaba el flequillo. "Me siento como si estuviera en una especie de sueño. Como si en cualquier momento fuera a despertarme y esto nunca hubiera ocurrido. ¿Cómo puedes ser real?"

Louis se sonrojó, mordiéndose el labio inferior. "Soy real, lo prometo. Soy tan real como la luna y las estrellas".

"Y aún más hermoso", susurró suavemente el alfa. Se inclinó una vez más, acariciando el rubor rosado de la mejilla de Louis mientras tomaba sus labios entre los suyos y lo besaba de nuevo.

Aunque nunca lo habían besado, Louis estaba seguro de que nunca podría volver atrás después de saber cómo se sentían los labios de Harry contra los suyos. Era celestial, lo calentaba por dentro y por fuera con las caricias afectuosas y la sonrisa de adoración que Harry siempre parecía tener para él. Nunca antes se había permitido pensar en tener sentimientos por otro alfa, esa parte de su cerebro había permanecido dormida durante años, pero Harry la estaba despertando de nuevo. Aún no sabía si amaba a Harry, pero sabía que el alfa era un tesoro que no quería perder nunca.

Se besaron hasta que los labios de Louis se entumecieron e hincharon, la luna se desvanecía en el cielo y sus corazones latían al unísono. Cuando Louis ya no pudo sentir sus labios y ambos quedaron envueltos en el aroma del otro, Harry condujo a Louis de vuelta al palacio y lo guió hasta sus aposentos, dejándolo con un último beso antes de desaparecer en los oscuros pasillos del castillo.

Chapter 6: VI

Chapter Text

Louis no podía dejar de sonreír. Era casi vergonzoso lo mareado que se sintió al despertarse a la mañana siguiente. No podía dejar de recordar lo que había sentido al tener los labios de Harry sobre los suyos, tan cálidos, agradables y seguros . Se sentía completamente seguro con Harry, como si nada pudiera tocarlo o hacerle daño mientras tuviera los brazos de Harry a su alrededor. Tal vez estaba siendo un omega tonto, pero no le importaba ni un poco.

Cuando llegó al desayuno al día siguiente, sonrió al ver quién lo esperaba. Harry se veía tan guapo como siempre, pero hoy parecía menos agotado, como si por fin hubiera descansado bien. Al oír los pasos de Louis, Harry se había levantado de un salto de la silla y sonreía ampliamente al omega.

Lo que Louis quería era correr hacia Harry y rodearlo con sus brazos, sentir su consuelo y afecto como la noche anterior, pero no estaban solos. Elizabeth los había acompañado y en poco tiempo llegarían las hermanas de Louis. Harry estaba tan emocionado como él, sus ojos verdes brillaban a la luz de la mañana y sus hoyuelos se mostraban orgullosos. Parecía más joven cuando estaba feliz.

"Buenos días, príncipe Louis", dijo Harry, inclinándose y mirando a Louis con una pequeña sonrisa. "¿Dormiste bien anoche?”

Era descarado, eso estaba claro. Louis soltó una risita y se tapó la boca con los dedos. "La verdad sí. Uno de los mejores sueños de mi vida", dijo despreocupadamente, con ganas de ponerse al lado de Harry, pero sin hacerlo. "¿Y tú? ¿Dormiste bien?"

La sonrisa de Harry era prácticamente cegadora. "Más que bien", tarareó. Con un gesto de la mano, Harry apartó la silla que tenía al lado para Louis. No debería haber hecho que el estómago de Louis diera volteretas pero, sin embargo, allí estaba Louis con mariposas en el estómago y las mejillas sonrosadas.

Louis se sentó con elegancia, pasando sus manos sobre sus pantalones de terciopelo y sonriendo tímidamente al alfa. No se lo diría a nadie, pero había pasado casi una hora intentando decidir qué ponerse para desayunar esta mañana. Todo era demasiado formal o demasiado vulgar. Pero al final se había decidido por un par de pantalones azul aciano de un lujoso y suave tejido de terciopelo que se ceñía muy bien a sus piernas. Una blusa gris pálido y un corsé a juego completaban su atuendo y le ceñían la cintura. Se sentía bonito, delicado como una flor de primavera y se sentía nervioso por la forma en que la mirada de Harry lo recorría.

"Gracias”, murmuró Louis, cruzando sus manos sobre su regazo cuando se sentó. El aroma de Harry le llegó a la nariz cuando el alfa se acercó a él para servirle el té, su olor era más intenso y fuerte de lo normal. Estaba claro que Harry no se había molestado en cubrir su olor esta mañana.

Sin tener que pedírselo, Harry preparó la taza de té perfecta para Louis, con dos cucharadas de azúcar y sin leche, y sus dedos rozaron brevemente la espalda de Louis. A Louis le hormigueaba la piel.

"¿Qué planes tienes para hoy, Grillo? ¿Alguna aventura emocionante que hayas planeado?"

Si por aventuras emocionantes Harry se refería a buscar todas y cada una de las oportunidades de escabullirse con Harry para probar sus labios y poder hablar por fin de lo de anoche, entonces sí. "Estaba pensando en visitar los establos, en realidad. Aunque no pueda montar, me gustaría ver a los caballos y darles de comer terrones de azúcar", dijo en su lugar, ocultando la sonrisa tras su taza de té.

"¿De verdad? Estaba pensando en ir allí a practicar un poco. ¿Quizá podríamos ir juntos?" propuso Harry, recostándose en la silla. Tenía las piernas ligeramente abiertas y el pecho parecía más ancho, más dominante. Era tremendamente atractivo de la forma más instintiva, algo en su postura segura de sí mismo hacía que el omega de Louis deseara estar cerca de él.

"Sería estupendo", aceptó Louis. "Suena divertido".

Se estremeció cuando sintió que algo le tocaba la pierna antes de darse cuenta de que era Harry. Soltando una risita, el omega agachó la cabeza tímidamente. Era una locura el efecto que Harry tenía sobre él.

Las puertas de la sala de desayunos se abrieron y el rostro malhumorado de Felicite los miró mientras entraba en la habitación y se dejaba caer sobre la mesa con un resoplido.

"Buenos días, Fizzy", rió Harry, con los dedos golpeando la rodilla de Louis bajo la mesa.

Felicite refunfuñó y se frotó los ojos con cansancio. "No es un buen día. Por favor, aparta tu asquerosa cara de felicidad, me enferma", murmuró.

"Fizz", la regañó Louis.

La mano de Harry apretó su muslo una vez antes de retirarla. "¿Estás bien esta mañana, pequeña?".

Felicite se encogió de hombros, agarró la tetera y se sirvió una taza. Suspiró y se encorvó en la silla, acunando la taza entre sus manos. "La verdad no".

No era habitual que su hermana se sintiera realmente disgustada. Siempre había tenido un sentido del humor sarcástico y era pesimista la mayoría de las veces. Hasta cierto punto, Louis estaba acostumbrado a su malhumor general, pero hace años que no la veía tan alterada. "¿Qué pasó?" Preguntó Louis suavemente, levantándose de la silla para sentarse junto a su hermana pequeña.

"Nada, es sólo algo que dijo Charlotte".

Louis frunció el ceño y posó una mano en el hombro de Felicite. "¿Qué dijo?"

Charlotte podía llegar a ser bastante desagradable, y no era ningún secreto que Felicite y ella no se llevaban bien. A Charlotte le importaba más su imagen y su posición social en la corte que mantener su relación con Felicite; nunca había sido capaz de entender a su hermana pequeña. Eran demasiado diferentes.

Desgraciadamente, eso solía dar lugar a discusiones entre las hermanas y a que una de ellas saliera herida en sus sentimientos.

Esta vez parecía que era el turno de Felicite.

"Prefiero no repetir exactamente lo que dijo, pero fue algo así como que yo no tenía talento suficiente para ser una escritora de éxito y que tendría que encontrar a un hombre que me mantuviera", murmuró Felicite.

Por desgracia, aquello sonaba como algo que diría Charlotte. Nunca entendería el afán de Felicite por hacerse un nombre en algo que no fuera simplemente ser princesa o desenvolverse en los círculos sociales.

"Fizz, lo siento mucho. Sabes que eso no es verdad. Lograrás tantas cosas grandes, Lottie es sólo..." Louis hizo una mueca de dolor, acomodando un mechón suelto del cabello de Felicite en su peinado recogido. "Bueno, ya sabes cómo puede ser".

Felicite apartó la mano de Louis con un gruñido, encogiéndose de hombros. "Está bien, Louis. Obviamente sé que no es más que una mocosa mezquina, insegura y egoísta. Sus palabras no significan nada", resopló y dio un trago a su té, sin inmutarse ante el agua casi hirviendo.

Harry frunció las cejas, sacando a relucir su lado protector. "Pequeña, si estás herida..."

"Dije que estoy bien", espetó Felicite, dejando la taza de té con un ruido seco. "Ahora, si me disculpan, tengo clases extra con Francis esta mañana. No me gustaría hacerla esperar".

"Fizz", dijo Louis, tratando de agarrarla de la mano, y se encogió cuando ella pasó junto a él y se fue con una ráfaga. Apretó los ojos y se pellizcó el puente de la nariz. Quería ayudar y sabía que eso era lo único que Harry quería también.

Una mano reconfortante, cálida y sólida, se posó en su hombro cuando Harry se colocó detrás de él. Su aroma intenso y amaderado penetró en la piel de Louis. Louis deseó poder inclinarse hacia el tacto, enterrar la cara en el abrigo de Harry y fundirse en su abrazo. Se debatía entre querer estar más cerca de Harry y perseguir a su hermana para asegurarse de que estaba bien.

El pulgar de Harry rozó la unión de su cuello y su hombro, fugaz y discreto bajo la atenta mirada de sus criados. "¿Crees que está bien?" preguntó en voz baja y metió las manos en los bolsillos de su abrigo, Louis haciendo todo lo posible por no lloriquear.

"Eso espero". Louis apoyó su codo en la mesa, apoyó su barbilla en la palma de la mano y exhaló bruscamente. Despreciaba que lo ignoraran tan descaradamente, pero Felicite aún era joven y temperamental. Intentó no darle mucha importancia.

 

⊱ꕥ⊰

 

Seguía un poco tenso después del desayuno, pero una invitación a pasear por el invernadero con Harry bastó para animarlo. Caminaron juntos, lo suficientemente cerca como para apenas sentir el calor que irradiaba el uno del otro, pero aún a una distancia respetable.

Louis recorrió lentamente los pasillos del castillo, abriendo y cerrando distraídamente el abanico mientras observaba a los invitados. No podían hablar aquí, todavía no. No con los ojos y oídos de la corte fijos en cada uno de sus movimientos. La mayoría de la gente tendía a evitar los invernaderos, alegando que eran demasiado cálidos y olían a suciedad; era el lugar perfecto para que Harry y él tuvieran algo de intimidad y, si tenía suerte, incluso podría convencer a sus damas de compañía de que les dieran algo de espacio.

Había varias cosas que Harry y él probablemente deberían discutir. Principalmente el hecho de que Harry le había dicho a Louis que lo amaba, y Louis estaba sufriendo una crisis de identidad intentando comprender la oleada de emociones que sentía cada vez que Harry estaba cerca.

En otro mundo, si Louis hubiera nacido como un simple aristócrata hijo de algún conde de algo menos importante, sus sentimientos no serían tan complicados. Habría sido libre de enamorarse de alguien independientemente de su título; no estaría prometido a un duque al que no soportaba y atado a un futuro decepcionante.

Harry le abrió la puerta del invernadero, y la comisura de sus labios se crispó hacia arriba cuando Louis pasó. La humedad del edificio con ventanas se pegó a los pulmones de Louis, rodando en olas de niebla alrededor de sus pies. En el aire se oía el zumbido de las abejas que flotaban de flor en flor, pero por lo demás, los pasillos estaban tranquilos.

En el invernadero, los jardineros almacenaban las plantas de primavera y verano para evitar que se congelaran durante los meses más fríos, suministrando flores vibrantes durante todo el año para los jarrones que llenaban los salones del palacio. Sólo había unos pocos betas esparcidos entre las hileras e hileras de lirios, rosas y peonías, pero por lo demás estaban solos, salvo por William, su dama de compañía.

"Anoche", tarareó Harry, mirando hacia atrás para asegurarse de que William estaba fuera del alcance de sus oídos. "Anoche fue..."

Louis se sonrojó, y sus ojos se movieron nerviosos. "¿Anoche fue qué?" preguntó, con más aliento que palabras.

Su corazón martilleaba en su pecho, resonando en sus oídos mientras miraba al alfa. "Increíble", continuó Harry, sonriendo suavemente. "Sé lo mucho que se complicaron las cosas anoche, probablemente arruinó mucho las cosas, pero creo que no lo cambiaría por nada".

Asintiendo, Louis se aclaró la garganta y miró el adoquín bajo sus pies. "Desde luego, hace que la naturaleza de las cosas sea más desconcertante", estuvo de acuerdo, con el labio inferior entre los dientes.

"Así es", murmuró Harry. "Y quiero que sepas que, aunque decidas que lo de anoche fue un error o que necesitas que volvamos a ser como antes, no me arrepiento en absoluto. Ni un poco". Las palabras se hundieron en el cráneo de Louis, hormigueándole en la nuca mientras miraba a Harry sorprendido. "No me arrepiento porque al menos ahora lo sabes. No podía soportar la idea de pasar un día más, ni siquiera un minuto más, sin decirte la verdad. No puedo mentirte, nunca he podido".

"¿De verdad?" Estaba asombrado, con las entrañas volviéndose papilla.

Harry asintió con la cabeza. "Por supuesto. Sus nudillos rozaron el dorso de la mano de Louis, poniéndole la piel de gallina. "Fue una de las mejores noches de mi vida".

Fue sincero, crudo y vulnerable. Louis no podía imaginarse que fuera tan bueno besando como para merecer el puesto de una de las mejores noches de la vida de Harry. Pero los ojos de Harry eran del mismo color verde que el césped escarchado por las mañanas, suaves y tranquilizadores, y tenía una sonrisa tan llena de adoración que Louis se quedó sin aliento.

"Sé que ya lo mencioné anoche, pero nunca había hecho algo así antes", admitió Louis tímidamente, retorciéndose las manos alrededor del delicado abanico de encaje. "Fue aterrador, nuevo y maravilloso. No sabía que besar pudiera ser tan divertido".

"Oh, puede ser muy divertido", rió Harry entre dientes.

Riendo, Louis se cubrió los labios con el abanico y se detuvo para inclinarse y olear las rosas. "¿Y no te molesta que no te lo dije de vuelta?".

Harry frunció los labios, alzando los hombros. "Supongo que te refieres a la confesión de amor", preguntó con ironía, arrancando un lirio y colocándolo detrás de la oreja de Louis. Sonrió al ver el rubor en las mejillas de Louis y bajó la mirada hacia sus labios. "Cuando te dije eso, no lo hice con la intención de presionarte para que me respondieras. Ni siquiera esperaba que dijeras algo. Te lo dije porque quería que supieras cómo me sentía. Disfruté, inmensamente, pero que nos besáramos no significa que tengas que corresponderme".

Había momentos en los que todo parecía un sueño, momentos en los que respiraba polvo de hadas y caminaba sobre las nubes. Harry era un sueño del que Louis no quería despertar nunca.

"Escucha", Louis miró por encima de su hombro, por una vez sin ver a su cuidador. "Puede que no sea capaz de decirte que te amo, pero eso no significa que no sienta algo por ti. He estado sintiendo... algo . Desde hace unas semanas, en realidad. Todavía no tengo palabras para describirlo, pero lo que pasó anoche fue una de las mejores noches de mi vida también".

Admitir sus sentimientos, o al menos los sentimientos que Louis era capaz de descifrar, era liberador. Se sentía bien tener algo que era suyo. Sus propias emociones, su propio secreto y sus propios deseos. Eran para que él los cuidara y los guardara, y era su decisión compartirlos con Harry.

Las manos de Harry estaban en su cintura en un instante, cálidas y grandes, rodeando su cintura ceñida mientras lo empujaban detrás de un arbusto de lilas particularmente grande. Jadeó, inhalando el aroma de Harry y se tragó un gemido cuando los labios de Harry estuvieron de repente sobre los suyos. Era estimulante, que le arrancaran la respiración a besos.

"¿Esto está bien?" susurró Harry, arrastrando los labios por la mejilla de Louis y mordiéndole la mandíbula.

Louis asintió frenéticamente con la cabeza, y el resto de su cuerpo se puso a su altura cuando levantó la mano y deslizó los dedos entre los suaves rizos de la nuca de Harry. "Por favor”, exhaló. Unas ondas de choque se agitaron bajo su piel y su estómago dio un vuelco, la emoción de su abrazo prohibido empujó a Louis hacia delante.

Sus dedos se enroscaron en el cabello corto de la nuca de Harry, acercando al alfa a su cuello y deseando más que nada volver a sentir aquellos labios contra los suyos.

El bigote de Harry arañó la sensible piel del cuello de Louis, con los latidos de su corazón palpitando bajo sus labios. Febrilmente, Harry deslizó las manos por la espalda de Louis, golpeando con sus dedos los apretados cordones de su corsé.

Los ojos de Louis casi se le pusieron en blanco cuando la lengua de Harry lamió su pulso, con su aliento caliente y húmedo abanicándose sobre su piel resbaladiza por la saliva. Era erótico, los labios resbaladizos se apresuraban a acariciar cada centímetro de Louis antes de ser atrapados. Luchando por reclamar, marcar, amar y apreciar, Harry jadeó en su oído y le pellizcó el lóbulo de la oreja.

"Harry", gimió Louis en voz baja, cada vez le costaba más callarse cuando Harry lo besaba de aquella manera. Si los atrapaban, Harry sufriría un cruel castigo y Louis podría resultar en un suicidio social. Pero los labios de Harry eran abrasadores y sus manos mágicas, Louis simplemente no podía preocuparse por nada más.

"¿Hmm?" Harry tarareó contra la garganta de Louis, provocándole un escalofrío. La lavanda y la miel brotaron de las glándulas de olor de Louis y arrancaron un gemido silencioso de los labios de Harry. "Joder, bebé", susurró, clavando los dedos en los costados de Louis.

No iban a poder continuar mucho más, pero la sola idea de alejarse de Harry hizo que un sentimiento enfermizo de rabia y petulancia le invadiera el pecho. "Bésame, por favor”. Si había algo que los príncipes no hacían era suplicar. Pero, oh, cómo Louis deseaba gemir, rogar y suplicar por sólo unos minutos más de esto.

Los rizos rozaron la frente de Louis y luego sus labios se posaron en los suyos, frenéticos y apresurados, pero perfectos. Harry no estaba dispuesto a perder el tiempo que no tenían, separó los labios y mordisqueó el labio inferior de Louis. Bajo las caricias de Harry, Louis se sintió débil y las rodillas casi le fallaron ahora que por fin tenía sus labios donde los quería.

Harry tenía mucha más confianza en sus movimientos que Louis, pasaba la lengua con facilidad por los labios de Louis y le chupaba el labio superior mientras Louis intentaba seguirle el ritmo. Era un novato, y eso se notaba en la forma en que se excitaba con sólo besarse un poco. Por suerte, las flores que florecían a su alrededor y su aromático olor cubrían el olor de la excitación cuando Louis empezó a sentir cómo su cuerpo reaccionaba a los labios ardientes del alfa en el que no podía dejar de pensar.

Jadeó cuando Harry separó hábilmente sus labios, rozando los pómulos de Louis y deslizó la lengua en su boca para probar. Louis se balanceó y cayó sobre el pecho de Harry al perder el equilibrio, pero Harry lo atrapó y le rodeó la cintura con el brazo.

El sonido de unos pasos acercándose hizo que Louis se alejara de Harry, con el pecho agitado y un agradable rubor que le bajaba desde las mejillas hasta el cuello y se le extendía por las clavículas. Harry no estaba mucho mejor y tenía el cabello hecho un desastre. Louis miró a Harry con los ojos muy abiertos, todavía un poco excitado y confuso por la magia de la boca de Harry, y se obligó a sonreír cuando William dobló la esquina.

"¡Oh, ahí está, Alteza!". William suspiró aliviado. "Creía que lo había perdido".

Harry se aclaró la garganta en un intento de ocultar lo fuerte que respiraba, arreglándose el cabello despreocupadamente. Era un actor sorprendentemente bueno, se dio cuenta Louis mientras se ajustaba los anillos de los dedos y tiraba de las solapas de su abrigo.

"¿Se encuentra bien, Alteza? Luce un poco, eh, ¿febril?". William frunció el ceño y se acercó a Louis.

"¡No!" soltó Louis, dando un pequeño paso atrás. "Quiero decir, sí. Estoy bien. Sólo un poco acalorado", rió nervioso y sacó su abanico, escondiéndose detrás de él mientras intentaba refrescarse.

William asintió y miró su reloj de bolsillo. "Sí, hace bastante calor aquí. Quizá deberíamos conseguirle un poco de agua". Sonrió cuando Louis asintió y giró bruscamente sobre sus talones para traerle algo de beber al príncipe.

"Si que te ves un poco caliente", asintió Harry, mostrando un hoyuelo al sonreírle al nervioso omega.

Louis no pudo evitar poner los ojos en blanco, golpear a Harry con su abanico y reírse por lo bajo. "Eres una amenaza", susurró y pasó rozando a Harry, no sin antes guiñarle un ojo tímidamente.

"Ya lo creo".

Los dos siguieron a William por los retorcidos pasillos del invernadero de vuelta al castillo, compartiendo miradas secretas y suaves sonrisas. La excitación de Louis se había desvanecido, dejándole un leve olor a arándanos y lavanda, y sólo una pizca del aroma de Harry se aferraba a su ropa. Le encantaba. Había algo en llevar el aroma de Harry que hacía que su omega se acicalara y su pecho se hinchara de orgullo.

Cuando estaban a pocos pasos del palacio, la sonrisa de Louis desapareció de su rostro y se le secó la garganta. Brahm estaba de pie en la puerta, con los ojos entrecerrados y una sonrisa arrogante en los labios.

"Brahm", tarareó Harry, mirando a Louis con un deje de confusión en la mirada. "¿A qué debemos el placer?".

El duque enarcó una ceja y agarró su bastón con la mano. "Styles, te agradecería que te dirigieras a mí con propiedad".

La ceja con la cicatriz se enarco, la irritación se reflejó en el rostro de Harry, apretó los labios y asintió secamente con la cabeza. "De acuerdo. Mis disculpas, señor".

A Harry le mataba que le hablaran con desprecio, sobre todo otro alfa. En lo que a Louis concernía, Harry se había ganado el derecho a ser respetado por Brahm, y era frustrante verlo menospreciado por no tener un título. "Brahm, ¿necesitas algo?" Louis suspiró.

Había estado de tan buen humor, pero Brahm y su complejo de superioridad le habían bajado los humos. Ahora, Louis simplemente quería alejarse de él lo antes posible. Era insufrible.

"Venía a extender una invitación", tarareó Brahm, haciendo girar su bastón entre los dedos.

Louis asintió, enderezándose y obligándose a sonreír. "Por supuesto. ¿Vamos a comer juntos?".

Brahm sacudió la cabeza con una risita, bajó la mirada hacia la ornamentada cabeza tallada de un león que formaba la empuñadura de su bastón y la golpeó contra la palma de su mano. "No, querido. La invitación no era para ti, era para Sir Styles".

"¿Qué?" Harry y Louis hablaron al unísono, igualando expresiones de confusión. Brahm apenas hablaba con Harry si podía evitarlo, y mucho menos lo invitaba a hacer algo. Odiaba al caballero y Harry lo odiaba a él también. Pasar tiempo juntos sencillamente no era algo que interesara a ninguno de los dos.

"No te sorprendas tanto", resopló el duque y puso los ojos en blanco. "Estaba a punto de prepararme para una cacería. Me gustaría que Harry me acompañara".

Louis se quedó helado, con los ojos muy abiertos mientras miraba a Harry y a Brahm. Esto era, en el mejor de los casos, inusual y, en el peor, sospechoso.

Harry abrió la boca, probablemente para rechazar a Brahm, cuando el duque sonrió y golpeó el pecho de Harry con el bastón. "¡Excelente, nos vemos allí! Espero que tengas buena puntería, me han dicho que soy el mejor cazador de Illuria". Giró sobre sus talones con una sonrisa arrogante y golpeó su bastón contra los escalones de mármol del palacio con cada paso.

"¿Qué diablos acaba de pasar?" preguntó Harry en voz baja cuando Brahm desapareció tras las pesadas puertas de caoba con un poderoso ruido sordo.

Louis negó con la cabeza y se mordió el labio inferior. "No lo sé, pero no me gusta".

 

⊱ꕥ⊰

 

Los dos alfas estuvieron fuera durante horas.

En general, Louis no se consideraba tan dramático. Charlotte siempre había sido la dramática, y tanto Phoebe como Daisy tenían sus días de ser jovencitas excéntricas. Entre los tres, Louis no tenía mucho margen para asustarse.

Pero saber que Harry y Brahm estaban solos y armados en el bosque ponía nervioso a Louis. Era irracional y ridículo, pero una vocecita en el fondo de su cabeza seguía susurrándole que era una idea terrible.

Se había enterado de que Brahm era un hombre posesivo al que no le gustaba que nadie tocara sus pertenencias. Así lo había expresado, advirtiéndole a Louis que no pasara demasiado tiempo con Harry y fulminando con la mirada al otro alfa cada vez que podía.

Se había paseado por los pasillos del palacio, mordiéndose el labio inferior y jugueteando con su abanico. Por supuesto, Charlotte había pasado con su grupo de compañeros omegas y se había burlado de su vergonzoso hermano mayor, que parecía estar a punto de desmoronarse.

Louis no le hizo caso, al menos lo intentó, y contó sus pasos por los largos y resonantes pasillos. ¿Y si Brahm lo sabía? ¿Era posible que hubiera percibido la tensión entre Louis y Brahm? Probablemente no, pero los nervios seguían recorriéndole.

Al final, Elizabeth vino a prepararle la cena, lo sacó de los pasillos y lo llevó a su despacho, insistiendo en que iba a llegar tarde si no se daba prisa. No había oído ni una palabra sobre si Brahm y Harry habían regresado o no de su cacería y estaba enfermo de preocupación. Ni siquiera creía que pudiera comer con el estómago tan revuelto.

Louis hizo un gesto de dolor y se agarró con fuerza al marco de la cama mientras Elizabeth le ajustaba los cordones del corsé. Odiaba aquella prenda, a pesar de lo bien que le quedaba a la cintura, y añoraba los días que solía pasar de cachorro corriendo sin nada más que una túnica y un par de pantalones, descalzo y feliz.

"¿Elizabeth? ¿Has ido alguna vez de cacería?" preguntó Louis, inhalando temblorosamente mientras su dama de compañía le ataba los cordones del corsé de un fuerte tirón.

Ella se rió, negando con la cabeza. "¿ Una cacería ? Pido disculpas por reírme, Alteza, pero ¿por qué motivo cree que yo habría estado alguna vez en una cacería?".

Era ridículo, por supuesto, pero Louis había sentido curiosidad. "Por nada. Supongo que me preguntaba lo peligrosas que son. Montar a caballo con mosquetes parece terriblemente peligroso, ¿no crees? Alguien podría resultar herido fácilmente”, explicó, mordiéndose la uña del pulgar y frunciendo las cejas.

Al ver su incomodidad, la sonrisa de Elizabeth se convirtió en una sonrisa de cariño y se acercó a él para arreglarle un mechón de cabello. "Es muy amable de su parte preocuparse por su prometido, pero, príncipe Louis, estoy segura de que puede arreglárselas solo. ¿No dijo que era el mejor cazador de Illuria?".

Louis hizo una mueca. Cierto. Brahm . Debería preocuparse por Brahm, no por el hombre al que estaba besando en secreto hace apenas unas horas. "Lo dijo", dijo con cuidado. "Pero sigo preocupado. ¿Y si pasa algo y uno de ellos se mete en problemas? Están los dos solos ahí fuera y podrían perderse o algo peor". No quería pensar en las cosas terribles que podrían pasar entre dos alfas tan decididos y con tanta fuerza de voluntad. Si se añadía un omega a la mezcla, nada bueno podía salir de ello.

"Su Alteza, ¿le importa si soy franca con usted?"

Louis asintió a pesar de lo poco común de la petición.

Elizabeth hizo una pausa y sus labios se tornaron contemplativos. "Creo que el estrés de sus inminentes nupcias lo está haciendo reaccionar de forma exagerada. Sólo están cazando, no les pasará nada. Creo que es muy dulce por parte del Duque invitar a Sir Harry a cazar. Sabe lo unidos que son y está haciendo un esfuerzo por acercarse a la gente que más le importa para conocerlos mejor. Si no se está sobrepasando, creo que debe relajarse".

Puede que tuviera razón. Louis necesitaba relajarse.

Harry era un alfa, un alfa inteligente, ingenioso y fuerte que podía cuidar de sí mismo si las cosas se le iban de las manos. Era un caballero, después de todo.

"Tienes razón", suspiró Louis y se pasó las manos por los ojos cansados. No estaba tan seguro de que ella tuviera razón sobre las intenciones de Brahm al pedirle a Harry que lo acompañara a cazar, pero al menos podía estar seguro de que Harry probablemente podría patearle el trasero a Brahm cualquier día si lo necesitara.

La mujer tarareó, haciendo una mueca cuando Louis corrió su rubor. "Soy mucho más sabia de lo que me dan crédito, así que deje de estropear mi duro trabajo", resopló, con un brillo juguetón en los ojos, mientras tomaba el pigmento rosa para refrescarle el maquillaje.

Al otro lado de la ventana de Louis, el sol se ponía, proyectando rayos rosas y naranjas sobre el suelo de su habitación y salpicando de color las paredes blancas. Observó a los pájaros que revoloteaban a la vista de su dormitorio y sonrió al ver a uno especialmente pequeño que saltaba por el balcón.

Con una maniobra y un movimiento de muñeca, Elizabeth dio una palmada y le sonrió. "¡Ya está, está listo!"

"Gracias, Elizabeth”. Louis se levantó, se quitó las faldas y se miró al espejo. Su costurera, Francine, se había superado a sí misma, confeccionando un hermoso vestido de suave terciopelo verde, suave al tacto y lo bastante cálido como para evitar que pasara frío a medida que se acercaba el final del otoño. La tela llevaba bordadas delicadas hojas en tonos anaranjados, burdeos, dorados y tostados que parecían caer en cascada por la falda de volantes y acumularse donde el vestido llegaba al suelo.

Elizabeth sonrió, inclinando la cabeza mientras le ajustaba el corsé y se aseguraba de que el escote de encaje le quedaba justo sobre el pecho. "Es un vestido precioso, Alteza. Me imagino cómo será su vestido de novia".

El estómago de Louis se estremeció con sólo mencionarlo. Francine era una de las costureras con más talento que había visto el reino, sus diseños y telas únicas atraían a clientes de todo el país y se ganaban grandes elogios. Le encantaban las hermosas prendas que le confeccionaba, siempre se sentía muy especial con sus diseños, pero temía tener que ponerse el vestido blanco aunque fuera el más exquisito que hubiera visto jamás.

"Sí, bueno". Louis frunció los labios y giró sobre sus talones para tomar su abanico del tocador. "Supongo que lo mejor será que si nos vamos".

Era curioso cómo Harry tenía la capacidad de limpiarle la mente, quitándole las telarañas y dejándole sólo el dulce aroma de las cerezas y el rico aroma del tabaco. Hacía que Louis olvidara el dolor y el miedo al futuro con sólo su sonrisa cariñosa y sus dulces ojos verdes.

Louis habría jurado que era mágico. No había otra explicación para la habilidad que parecía tener para hacer que Louis se olvidara de su propia boda.

Hasta que Elizabeth había vuelto a sacar el tema, Louis apenas había pensado en el día en que prometería estar con Brahm para siempre.

Cuando llegara el día en que Louis se presentara ante la corte vestido todo de blanco y jurara ante su reino pasar el resto de sus días con el duque, ya no podría estar con Harry. Siendo realistas, no era raro que los miembros de la realeza tuvieran un amante secreto mientras estaban casados, pero seguía estando mal visto. Louis había crecido sin querer ser el tipo de persona que miente y engaña, incluso si eso significaba causar su propia infelicidad.

Por muy feliz que lo hiciera Harry, no engañaría a su esposo.

Nunca había pensado que hacer lo correcto dolería tanto. Le dolía el pecho y sentía que se le encogían las costillas cuando pensaba en cortar las cosas con Harry. Aunque volvieran a ser simplemente amigos y nada más, no sabía si podría soportarlo después de conocer el toque del alfa. Sólo habían compartido unos pocos besos, pero ya era adicto a ellos.

Louis levantó la mano, rozó sus labios con los dedos enguantados y frunció el ceño. No volver a sentir los cálidos y suaves labios de su mejor amigo sería más de lo que podría soportar. Era una tontería sentirse tan apegado a la nueva naturaleza de su relación cuando solo ayer Harry le había confesado sus sentimientos. De algún modo, parecía como si siempre hubieran sido así.

El príncipe había estado tan absorto en sus propios pensamientos que apenas se había dado cuenta cuando llegaron al comedor, con los ojos abiertos de sorpresa cuando las puertas se abrieron y, de repente, había dos pequeños pares de brazos rodeándole las piernas.

"¡Oh, hola!" Louis soltó una risita, con el corazón hinchándosele en el pecho. "¿Cómo están mis dos cachorros favoritos del mundo?", preguntó y se agachó para rodear a sus hermanos con los brazos.

"¡Bien!"

"¡Lou-wee!"

El cariño floreció en su interior, provocando la mayor de las sonrisas en Louis mientras enterraba su cara en el salvaje cabello rojo sobre la cabeza de Doris. "¿Tienen hambre? Yo estoy absolutamente hambriento. ¿Vamos a ver si podemos robarle un panecillo a uno de los camareros antes de que lleguen mamá y papá?".

Ernest sonrió, asintió con entusiasmo y tomó la mano de Louis entre las suyas. "¡Mmm! ¡Comida, comida, comida!", tarareó y tiró de la mano de Louis mientras Doris le agarraba la otra.

"¡Muy bien, muy bien!" Louis se rió. "¡Paciencia, pequeños!"

Sus hermanos pequeños tiraron de él a través del comedor, prácticamente saltando de emoción mientras se acercaban a la comida. Louis les agarró a cada uno un panecillo de granos germinados, guiñándoles un ojo mientras les entregaba la comida y hacía ademán de esconder uno en el bolsillo de su vestido para más tarde.

Louis estaba sentado con los gemelos en el regazo cuando se abrieron las puertas y entró Brahm. El omega se agitó en su asiento, pero no porque estuviera agradecido de ver a Brahm. El duque no parecía haber matado a nadie, no había sangre a la vista ni signos evidentes de que se hubiera producido una pelea. Observó a Brahm entrar en la sala de banquetes, escudriñando la sala hasta que vio a su futuro compañero.

El duque parecía engreído, con una sonrisa de satisfacción en los labios y el pecho hinchado. Tenía un aspecto ridículo cuando se acercó a la mesa de Louis, sin apenas mirar a los cachorros que tenía en el regazo, y se inclinó para agarrar su mano.

"Omega", tarareó y apretó los labios contra los nudillos del príncipe. "Estoy seguro de que te alegrará saber que hoy maté un jabalí para ti".

Ja . Como si eso fuera a impresionar a Louis.

"Ya veo", tarareó Louis. Miró hacia la puerta, esperando a que Harry se uniera a ellos también. "Gracias."

La sonrisa de Brahm parecía a punto de convertirse en un ceño fruncido, pero pareció contenerse, una sonrisa falsa estirándose en sus labios. "Mataría mil jabalíes y todos los ciervos del reino por ti, mi Omega".

Louis intentó no tener arcadas. "Muy dulce de tu parte", murmuró y se acercó a la sien de Doris, inhalando su dulce aroma para calmar sus nervios.

Por el rabillo del ojo, Louis vio movimiento en las puertas. Giró la cabeza, conteniendo una sonrisa vertiginosa cuando Harry atravesó las puertas dobles vestido con un elegante abrigo burdeos y unos pantalones negros, con el aspecto de un apuesto caballero. Podía sentir el peso de los ojos de Brahm sobre él, así que volvió a centrar su atención al hombre y le ofreció una sonrisa cortés.

Sin embargo, su atención no se centraba por completo en Brahm, sino que seguía discretamente los movimientos de Harry y sentía un hormigueo en las venas a medida que el alfa se acercaba a la mesa en la que estaba sentado Louis. Se había afeitado en algún momento, había perdido todo el vello facial y llevaba el cabello peinado hacia atrás, como solían hacer muchos hombres de la corte. Louis prefería sus ondas naturales, que eran suaves entre los dedos y le hacían cosquillas en la piel cuando Harry le besaba el cuello, pero se veía muy elegante con este peinado más formal. Louis estaba seguro de que Harry le resultaría atractivo sin importar lo que usara.

Louis finalmente levantó la vista cuando Harry se detuvo ante su mesa, haciendo todo lo posible por ocultar su emoción al ver a Harry. "Hola, Sir Harry", tarareó y pasó los dedos por el cabello de Ernest, besándole la frente. "¿Cómo estuvo tu cacería?"

Aunque Harry abrió la boca para contestar, Brahm lo cortó rápidamente con un gesto desdeñoso de la mano. "No le disparó a una sola cosa. Uno pensaría que los caballeros del rey tendrían mejor puntería", se burló y tomó asiento junto a Louis, colocando su brazo sobre el respaldo de la silla de Louis.

Harry cerró la boca y su espalda se puso rígida cuando se sentó al otro lado de Louis, irradiando irritación. Louis no lo culpaba, Brahm tenía tendencia a ser un idiota. "Mi puntería es buena", murmuró y se bebió de un trago su vaso de agua.

Louis apartó los ojos de Harry y se mordió el interior de la mejilla. Podía oler el aroma de Brahm en su nariz, un olor demasiado penetrante y rico para ser reconfortante, sobre todo desde que había dejado de intentar cubrir su olor en un intento de reclamar a Louis cada vez que Harry estaba cerca.

"¿Lo es? Porque eres un cazador horrible para ser alguien que supuestamente mataba gente en la batalla", Brahm se rió y engulló su cerveza, tapándose la boca mientras eructaba.

Aquella conversación era demasiado oscura para los inocentes oídos de Doris y Ernest. Eran demasiado pequeños para conocer la muerte, y mucho menos para oír a alguien hablar de ella tan a la ligera, así que Louis les besó la coronilla y les susurró que se fueran a buscar a sus padres. Los observó alejarse antes de volver la mirada hacia Brahm. "No hables de cosas tan horribles delante de mi hermano y mi hermana", siseó. "No tienen por qué conocer la muerte y el dolor tan jóvenes".

Brahm seguía fulminando a Harry con la mirada, con una sonrisa degradante en la comisura de los labios. Parecía como si no hubiera oído nada de lo que Louis decía, demasiado consumido por el odio hacia el otro alfa que se sentaba a su mesa.

El músculo de la mandíbula de Harry tembló mientras Harry le devolvía la mirada, con el pecho subiendo y bajando temblorosamente. "Tiene razón. No necesitan saber nada de la guerra. He visto más dolor y sufrimiento del que puedan imaginar. Hombres a los que he llegado a conocer como hermanos llorando en la noche porque perdieron las piernas y los brazos en la batalla. Alfas que enloquecieron con imágenes de cadáveres persiguiendo sus sueños por la noche. He visto cosas que ningún hombre debería ver jamás. Causar dolor a otra persona no es impresionante. Llevarse el alma de un hombre de este mundo no es un honor".

Las manos de Harry estaban cerradas en puños debajo de la mesa, con los nudillos blancos. "Por eso, Alteza ", espetó, con los labios temblorosos y un aroma tan amargo que hizo temblar al omega de Louis, "es la razón por la que no cazo. Matar por entretenimiento es el deporte de cobardes y tontos. No participaré en ello".

Louis se estremeció cuando Harry empujó su silla hacia atrás, las patas de madera raspando ruidosamente contra el suelo y atrayendo la atención de la sala hacia la mesa de Louis. Deseaba agarrar la mano de Harry y pedirle que se quedara, el deseo de ponerse al lado de Harry y calmarlo era tan fuerte que Louis tuvo que agarrarse a los brazos de la silla para no levantarse de un salto y seguir a Harry.

Decepcionado y apenado, Louis vio a Harry girar sobre sus talones y salir del comedor, dejando su comida olvidada junto a la de Louis sin probar bocado.

"Pues bien", resopló Brahm, ajustándose la corbata. "Creo que alguien se avergüenza de que le haya vuelto a ganar".

"¡Basta!" soltó Louis. Tenía los ojos llorosos y cada célula de su cuerpo le gritaba que buscara a Harry y tratara de calmarlo. "Te has burlado de un caballero de la corona y, lo que es peor, has menospreciado a mi mejor amigo".

La nariz de Brahm se arrugó con disgusto, abriendo la boca para hablar.

"¡No quiero oírlo! No puedo creer que seas tan insensible y tonto", habló Louis, cortando al alfa. "Deberías avergonzarte de ti mismo porque ciertamente me has avergonzado".

Con eso, Louis se levantó de su asiento y se pasó las manos por las faldas, erguido mientras miraba al alfa. Se sentía tan libre de decir lo que pensaba, aunque estuviera faltando al respeto al hombre con el que se suponía que iba a casarse. Hablar fuera de lugar y alzar la voz había sido tan reivindicativo, mejor de lo que Louis jamás hubiera imaginado.

No se molestó en mirar por encima del hombro, con la barbilla levantada y la adrenalina bombeando en sus venas, mientras abandonaba el salón del banquete. Louis deseaba saber dónde estaba la habitación de Harry para poder alcanzarlo, pero no sabía dónde estaban los aposentos del caballero. En lugar de eso, se retiró a sus aposentos con el estómago vacío pero el pecho lleno de orgullo. Por una vez, se había defendido a sí mismo y era más satisfactorio que cualquier otra cosa que hubiera conocido.

 

⊱ꕥ⊰

 

Habían pasado semanas desde la última vez que Louis había visto a Brahm. Había entrado en celo dos días después del incidente de la cena, pero incluso cuando su celo había pasado y sus sentidos habían vuelto a él, no vio al alfa. Louis pasaba los días riendo a carcajadas en la biblioteca con Harry, paseando por los jardines vacíos cubiertos de escarcha y escabulléndose por el castillo, siendo arrastrado a rincones ocultos para besos apresurados y momentos prohibidos.

Ser amado por Harry era su mayor alegría. Podría haberse olvidado por completo de Brahm si no fuera por las historias que Charlotte le contaba sobre Brahm en las cenas a las que Louis había evitado ir y las noches largas con el resto de los cortesanos en el salón de fumadores. Su mente estaba llena de suaves labios rosados, manos amables y profundos ojos verdes. No había lugar para que Brahm entrara en sus pensamientos con la presencia de Harry ocupando su tiempo y llenándole el pecho de una sensación peculiar.

Louis no lo tendría de otra manera.

En cierto modo, Louis estaba agradecido por su discusión con Brahm. Le proporcionaba la excusa perfecta para no ver a aquel alfa durante unos días y lo liberaba para pasar todo el tiempo posible con Harry. No había día en que no viera a Harry, aunque tuvieran que encajarlo entre las clases de Louis y las sesiones de entrenamiento de Harry con los nuevos reclutas. Cada segundo que pasaban juntos era mejor que el anterior.

Harry bostezó, moviéndose bajo la cabeza de Louis mientras estiraba los brazos y hacía lo posible por no empujar al somnoliento omega entre los suyos. Era una de esas mañanas tranquilas, en las que el mundo parece contener la respiración y todos los seres vivos están quietos. La escarcha había cubierto las hojas y el césped del reino, dejando un resplandor blanco en el paisaje que se veía por la ventana de Louis. Habían pasado la noche en vela, hablando y besándose hasta altas horas de la madrugada.

Seguramente más tarde se arrepentiría de no haber dormido, pero por el momento Louis se sentía en el paraíso. Si pudiera detener las manecillas del tiempo y quedarse acostado para siempre en su cama con el aroma de Harry envolviéndolo, correría el riesgo de colapsar de felicidad.

"Probablemente debería irme", susurró Harry, con su aliento soplando mechones de cabello de Louis en sus ojos. Era lo último que cualquiera de los dos quería, pero no se equivocaba. El cielo aún estaba oscuro pero, en tan solo unos minutos, el cielo negro tinta se desvanecería en azul marino y traería un nuevo día sobre ellos.

Louis frunció el ceño, gimoteando mientras se apretaba más al lado de Harry y enterraba la cara en el cuello del alfa. "No", murmuró. "No quiero que te vayas. Me gustaría quedarme aquí contigo para siempre".

El bajo ruido del pecho de Harry vibró contra la mejilla de Louis y sus manos grandes y cálidas se frotaron arriba y abajo por la extensión de la espalda de Louis. Qué no daría por sentir la piel de Harry contra su carne, por ser conocido tan íntimamente por otro que pudiera memorizar la sensación del cuerpo de Harry contra el suyo.

"Lo sé. Nada me gustaría más, pero creo que le daríamos un buen susto a Elizabeth cuando viniera a despertarte", tarareó Harry. "Además, necesitas descansar como es debido".

"No, no lo necesito", Louis hizo un mohín y miró a Harry, con la barbilla apoyada en el pecho. Los rizos de Harry estaban sueltos, suaves y ondulados contra la almohada y sus labios parecían demasiado besables. ¿Qué otra cosa podía hacer Louis sino inclinarse, apretar sus labios contra los de Harry y suspirar de satisfacción? "Nunca volveré a dormir. Quizá me volveré tan feo y demacrado que ni siquiera el Aburrido Brahm me querrá".

Harry soltó una risita. "Cariño, no hay ningún mundo en el que seas feo. Siempre has sido el omega más hermoso en el que he puesto mis ojos. Ninguna privación de sueño podría cambiar eso". Sus dedos rozaron el flequillo de Louis y se deslizaron sobre la inclinación de su nariz, como si estuviera trazando los rasgos de Louis para memorizar cada centímetro de su rostro.

Tenía las mejillas calientes por la cantidad de atenciones que estaba recibiendo, la piel rosada y dulce mientras agachaba la cabeza. "¿Cómo lo haces?"

"¿Hacer qué?"

Louis suspiró y sonrió a Harry. "¿Hacerme sentir como si no existiera nada más que nosotros dos?".

La sonrisa de Harry era lenta y lánguida, como la miel que gotea de una cuchara. Encendió un sentimiento en el pecho de Louis que sentía como si su caja torácica fuera demasiado pequeña para contener su corazón, la sensación casi dolorosa por lo mucho que adoraba a este hombre.

"Es un regalo", bromeó Harry, acercando la mano a la mejilla de Louis para darle otro beso. "Un regalo de Dios”.

En el silencio de la noche, el gemido de Louis fue como el toque de trompetas. Los labios de Harry se movieron contra los suyos y la ligera capa de vello que cubría su labio superior fue áspera contra la piel de Louis en el mejor de los sentidos. Ya llevaban horas besándose, pero Louis se quedó sin aliento cuando Harry le mordió el labio inferior. Louis no opuso resistencia y separó los labios para permitir que la lengua de Harry jugueteara contra los suyos.

Louis estaba seguro de que el cielo debía oler a bálsamo y tabaco y saber a cerezas.

Incluso cuando las manos de Harry revoloteaban hasta la cintura de Louis, jugueteando con los cordones de su corsé, Louis anhelaba más, más, más... siempre más. Era insaciable cuando se trataba de Harry. Nunca en su vida Louis había deseado acostarse con él antes de casarse, ni siquiera se le había pasado por la cabeza hasta que Harry lo besó. Durante años había pensado que quería mantenerse puro para su alfa, absteniéndose de cualquier actividad de ese tipo. Pero, ahora que conocía a Brahm y había conocido la adicción que eran los labios de Harry, de repente se dio cuenta de que no le importaba. Sólo había pensado en Harry durante su celo, llenándose a sí mismo y llorando en sus sábanas por el alfa que estaba capturando su corazón y ni una sola vez pensó en Brahm. Quería a Harry .

Louis deslizó la mano por el pecho de Harry, sintiendo el temblor de su respiración incluso a través del chaleco y la camisa. "Alfa", murmuró, con las palabras atrapadas en los labios de Harry. Bajo sus dedos, el pecho de Harry retumbó con un gruñido. Louis sabía lo que estaba haciendo. Sabía el efecto que sus palabras tenían en Harry y se deleitaba con el poder que ejercía con una sola palabra.

"Cristo, bebé. No puedes llamarme así", jadeó Harry, tan guapo con las cejas fruncidas y los ojos de un verde bosque oscuro. Sus manos se aferraron a los costados de Louis y sus dedos se clavaron en su carne.

"¿Por qué no?” Louis tarareó y bajó aún más la mano hasta que se posó justo sobre los broches de los pantalones de Harry. Ya habían tanteado antes en la oscuridad, ambos demasiado ansiosos por no restringirse, pero siempre habían sido interrumpidos de algún modo.

Los ojos de Harry estaban desorbitados mientras miraba a Louis con hambre, el olor almizclado de su creciente excitación recorriendo las fosas nasales de Louis. "Porque no soy tuyo", gruñó Harry. Tenía la mirada clavada en la mano de Louis que jugueteaba con su cintura y los pantalones empezaban a aflojarse.

"Pero, ¿y si fingimos? ¿Y si, por esta noche, fingimos que él no existe? Yo soy tu omega y tú eres mi alfa", respiró Louis. No fue hasta que lo dijo en voz alta que se dio cuenta de lo fuertes que eran sus sentimientos. Harry no era simplemente un alfa que Louis encontraba atractivo. No era simplemente su mejor amigo, y no era sólo un flechazo. Era algo más, algo más fuerte.

"Grillo..."

"Por favor", susurró Louis, con las manos temblorosas.

Los ojos de Harry se ablandaron y se llevó la mano de Louis a los labios. "Mi príncipe, nada me gustaría más que poder llamarte mi omega, tenerte como mío y abrazarte. Pero, no puedo".

Louis negó con la cabeza, arrastrándose más cerca de Harry, en su regazo, y juntando sus narices. "Sí que puedes. Quiero que lo hagas", dijo con voz suave y suplicante. "Sólo tienes que tocarme".

Era atrevido y bastante audaz para un omega hacer semejante proposición, pero Harry lo hizo sentirse valiente. Sin embargo, tuvo el efecto deseado: sus pestañas batientes y sus mejillas rosadas hicieron que los ojos de Harry se clavaran en sus labios. "Joder", juró el alfa, relamiéndose los labios y sacudiendo la cabeza.

El omega soltó una risita y el corazón le dio un vuelco. Nunca había estado así en el regazo de un hombre, con las piernas abiertas mientras se sentaba a horcajadas sobre Harry y su gruesa camisa de invierno enrollada alrededor de las rodillas, dejando al descubierto sus delicados tobillos. En un acto de valentía, Louis se agachó para morder la mandíbula de Harry, sintiendo el pulso en su garganta saltar bajo sus labios.

Una de las manos de Harry seguía sujetando la muñeca de Louis y la otra le agarraba la cintura, con el pulgar frotando círculos en el hueso de la cadera de Louis. En cuanto el aroma de la excitación de Louis llegó a la nariz de Harry, el alfa aspiró y cerró los ojos. "Desearía más que nada poder tomarte aquí y ahora para demostrarte cuanto te amo. Si pudiera, lo haría".

La frustración burbujeaba en las venas de Louis, que se sentía acalorado por la irritación. "Bien", murmuró. "Entonces no tienes que tocarme para nada. Puedes simplemente mirar".

Con toda la elegancia que tenía, Louis se sacó la camisa de debajo del trasero y metió la mano por debajo del camisón, todavía sentado en el regazo de Harry. Había experimentado un poco en la intimidad de su alcoba por la noche, y después de varias noches se había dado cuenta de que lo más satisfactorio era mover los dedos mientras aún estaban dentro de él. Pero nunca lo habían observado.

Apartando la inseguridad y las dudas sobre sí mismo, Louis lanzó una mirada cautelosa a Harry, aspirando una bocanada de aire al descubrir los ojos de Harry clavados en el lugar donde su mano desaparecía bajo su camisón. Louis miró a Harry por debajo de las pestañas, tarareando mientras rozaba con sus dedos la sensible piel de debajo de sus mejillas.

Lubricante se deslizaba por su agujero, lavanda empalagosamente dulce, mientras recorría con los dedos su propio desorden y se estremecía ante la sensación. Se sintió tímido y la piel se le erizó ante la mirada fija del hombre por el que sentía tanta pasión.

Louis jadeó suavemente cuando rozó su agujero con los dedos y un gemido salió de su boca. No perdió el tiempo y deslizó el primer dedo por el borde, inclinando la cabeza hacia atrás con un largo gemido y una serie de maldiciones silenciosas.

El creciente bulto que tenía debajo, grueso y caliente bajo la tela de los calzoncillos de Harry, lo hizo aún mejor. El olor de Harry era fuerte y se mezclaba con el suyo para formar una combinación única. Louis deseaba poder atrapar aquel aroma en su cama y crear un nido para mantenerlo cerca.

Deslizó el dedo índice hasta el nudillo, con los muslos temblando y la polla doliéndole entre las piernas. "Dios", susurró Louis, mordiéndose el labio inferior y gimiendo en voz baja mientras el lubricante resbalaba por su muñeca y caía sobre los pantalones de Harry, manchándolos con su propia excitación.

La mano que tenía en la cintura aferraba con fuerza la bata de caballero, y Harry apretaba el material con los dedos mientras observaba a Louis con una mezcla de asombro y sorpresa. Se sentía mucho más grande que Louis, a juzgar por el bulto de sus pantalones, y Louis sentía curiosidad. Nunca había visto la polla de otro hombre, sólo la suya, y sabía por sus limitados conocimientos de anatomía que las de los omegas eran más pequeñas que las de alfas. Experimentalmente, Louis apretó contra la gruesa línea de su polla.

Cuando Harry respiró agitadamente y sus ojos se abrieron de par en par, Louis volvió a hacerlo. "Harry", maulló, con la boca abierta cuando añadió otro dedo. "Alfa”.

Algo debió estallar en el interior de Harry, y el alfa se abalanzó sobre los labios separados de Louis, dándole un beso abrasador que le dejó los labios magullados. Era el mejor tipo de dolor, el que persistiría al día siguiente, cuando Louis tuviera que fingir que Harry era sólo un amigo. Harry agarró a Louis con fuerza, con los ojos del tono esmeralda más maravilloso. "Provocador", siseó.

Louis dejó escapar un grito y Harry le quitó los dedos cuando lo empujó hacía atrás. Cayó del regazo de Harry y aterrizó entre las mullidas almohadas de su lujosa cama, con el cabello abanicándose sobre el colchón como un halo. "Por favor”.

Los labios de Harry se transformaron en una sonrisa, y su hoyuelo izquierdo se hizo más profundo. "Joder, eres de otro mundo, mi amor. Hueles increíble y te ves aún más hermoso", gruñó, el sonido reverberando en su pecho mientras lamía una línea desde la clavícula de Louis hasta su oreja. "Tan necesitado".

Demostrando el punto de Harry, Louis asintió con entusiasmo y desnudó su cuello. "¡Sí, por favor! Te necesito, Alfa". El lubricante se deslizó en gotas entre sus mejillas, manchando su camisón y dejando rastros de sí mismo incrustados en sus sábanas.

"Pequeño príncipe desesperado, ¿verdad?"

Las palabras hicieron que Louis sintiera un escalofrío y que la piel de sus brazos y sus piernas se pusiera de gallina mientras Harry se cernía sobre él, apoyándolo contra el colchón. Louis jadeó cuando las manos de Harry le agarraron el trasero, apretando la carne. Una parte de él esperaba que hubiera moretones, algún tipo de prueba de que aquello estaba ocurriendo de verdad, porque seguramente por la mañana pensaría que había sido sólo producto de su imaginación.

Los dedos de los pies de Louis se curvaron con el primer roce de los dedos de Harry entre sus mejillas, las yemas mucho más ásperas que las del propio Louis. Era diferente en el sentido más embriagadoramente bueno. No tuvo que esperar mucho más, pues Harry no tardó en arrastrar su tacto hasta donde el borde de Louis se apretaba y aflojaba en torno a la nada, ansioso por ser llenado.

"Dios, Grillo", gimió Harry, apoyando la frente en la clavícula de Louis. "¿Cómo puedes ser posible?"

Le habría encantado responder con una respuesta rápida que probablemente tendría a Harry poniendo los ojos en blanco, pero entonces su mente se quedó en blanco cuando Harry deslizó el primer dedo dentro. Entró con facilidad, aunque Louis notó inmediatamente la diferencia de tamaño. Sus dedos siempre habían sido delgados y pequeños, como los de la mayoría de los omegas, pero las manos de Harry eran anchas y sus dedos largos y mucho más gruesos que los suyos.

El omega que Louis llevaba dentro ansiaba abrir las piernas todo lo que pudiera, desnudar el cuello y suplicar que lo reclamaran. Adoraba todo de Harry, desde su humor, su ingenio y su encanto hasta su hermoso corazón y, actualmente, sus dedos. Se conformó con deslizar las manos por el cabello de Harry y girar el cuello hacia un lado, dejando que Harry le besara la columna de la garganta.

Nunca había visto a Harry tan incentivado, la pasión encendiendo un fuego en su alma mientras lamía y chupaba la yugular de Louis y bombeaba su primer dedo en el cálido y apretado calor del agujero de Louis. Era más erótico de lo que jamás había visto o imaginado.

Un segundo dedo presionó su borde, el estiramiento aumentó con una nueva oleada de lubricante. Sentía calor, mucho calor, y estaba mareado. "Harry", jadeó, con las manos temblorosas mientras se tiraba del camisón y gemía. "Caliente".

"Te tengo, bebé."

La mano libre de Harry bajó, tirando del material por las piernas de Louis y alrededor de su trasero, arrancando un siseo de los labios de Louis cuando el aire frío se encontró con su lubricante caliente. El camisón se le amontonó bajo las axilas, dejándolo desnudo desde los pezones hacia abajo, salvo por el fino par de medias que se aferraban a sus piernas. Habría estado contento, de no ser por la molesta capa de ropa que seguía obstruyendo el paso entre ellos.

"¿Tú también?" preguntó Louis, con un sonido a medio camino entre la pregunta y el gemido, mientras Harry torcía los dedos.

Las reservas que Harry había tenido antes se habían esfumado, junto con la camisa y el chaleco que llevaba puestos. Había tardado un poco más de lo que a Louis le hubiera gustado, pero al final Harry y él consiguieron quitar la ropa con una buena cantidad de forcejeos y maldiciones.

Ahora que estaba libre de sus pantalones, la polla de Harry se sentía aún más grande donde estaba presionada contra el muslo de Louis. Era al menos el doble de grande que la de Louis, si no más, y más gruesa que todo lo que Louis había metido en su interior hasta entonces. Louis estaba prácticamente babeando con el olor almizclado del cuerpo de Harry contra el suyo.

Piel resbaladiza contra piel resbaladiza se deslizaban juntas en la fricción más gloriosa, poniendo los nervios de punta a Louis cuando un tercer dedo empezó a pincharle el borde. Arrugó la frente y frunció el ceño, confuso. Sólo había metido dos dedos en su agujero, nunca pensó que podría meter tres. "¿Alfa?"

"Shh, Omega. Te tengo. Eres tan perfecto, cachorro", gruñó Harry, con los labios rozando la oreja de Louis.

Los años de infancia habían enseñado a Louis que podía confiar en Harry para cualquier cosa y, desde que Harry había vuelto a Lillidale hace tan sólo unos meses, eso no había hecho más que reforzar la fe de Louis en que Harry siempre cuidaría de él. Confiaba plenamente en él. Louis asintió, relamiéndose los labios y mirando hacia abajo.

Se quedó inmóvil.

"¿Qué?” respiró Harry, deteniendo inmediatamente sus acciones cuando sintió que todo el cuerpo de Louis se ponía rígido, la punta de su dedo anular apenas pasando el primer anillo del músculo.

Louis tragó grueso, lubricante cubriendo los dedos de Harry y apretando su agujero. "Tú, tú eres tan, wow. Eres grande", balbuceó, avergonzado de admitir que se había quedado boquiabierto ante el enorme tamaño de Harry. Su polla era gruesa y venosa, de un rojo oscuro hasta la cabeza bulbosa que era de un púrpura de aspecto doloroso. Parecía tan tentadora, brillante de presemen y balanceándose pesadamente entre los poderosos muslos del alfa.

Harry lo observaba atentamente, con una sonrisa apenas disimulada jugueteando en sus labios. Dejó que Louis mirara unos instantes antes de introducir lentamente el tercer dedo. "Puedes tocar, si quieres", murmuró, con los dientes mordisqueando la mandíbula de Louis lo bastante ligero como para no dejar marcas.

El aire entre ellos estaba cargado de excitación y sólo el olor ya hacía que la cabeza de Louis flotara y se sintiera desesperada. Tal vez fue eso lo que le dio valor para asentir con la cabeza y meter la mano entre los dos, con los ojos muy abiertos mientras rodeaba a Harry con la mano. Estaba caliente al tacto y Louis imaginó que le dolía, así que hizo lo que hacía consigo mismo cuando su propia polla estaba dolorosamente dura. Deslizó la mano hacia arriba, esparciendo el semen por el eje y acarició la cabeza.

"Mierda", gimió Harry. "Dios, te amo".

Amor . Louis cerró los ojos y gimió, con un gemido agudo en la garganta, mientras subía y bajaba la mano, aunque torpemente. Su mano no llegaba a envolverse del todo y tenía un ángulo un poco incómodo, pero estaba decidido a hacer que Harry se sintiera tan bien como él se sentía.

A pesar de que el ángulo no era el ideal, Louis giró la muñeca y se apoyó en los dedos de Harry. Era increíble que los tres dedos de Harry cupieran en su interior, y mucho más que se sintieran tan bien. Estaba fuera de sí por las emociones que se agolpaban en su cabeza.

No aguantaría mucho más.

"Sólo tengo que encontrar..." Harry gruñó, esa pequeña arruga entre sus cejas haciendo su aparición mientras Harry retorcía y metía sus dedos en el agujero de Louis. Entre el empuje en la mano de Louis y el bombeo de sus dedos, Harry estaba haciendo la mayor parte del trabajo mientras Louis yacía allí, abrumado y más excitado de lo que nunca había estado en su vida.

No estaba seguro de a qué se refería Harry cuando dijo que necesitaba encontrar algo, pero Louis lamió una gota de sudor que caía desde la mandíbula de Harry hasta su cuello.

De repente, una oleada de euforia y felicidad absoluta invadió a Louis. Fue arrastrado por la ola de excitación y se dejó llevar por la corriente cuando los dedos de Harry tocaron algo en lo más profundo de su ser y lo hicieron saltar de la cama.

"¡Alfa!" Louis jadeó, su mano apretando la polla de Harry y ondas de choque recorriendo sus venas mientras rayas blancas se derramaban de su propia polla rosada.

"Ahí está. Tan buen chico, tan bueno para mí. Mi buen omega", gruñó Harry al oído de Louis, con su aliento abanicándose sobre la fina capa de sudor que se pegaba al cuello y al pecho de Louis. Empujó tres veces contra el cuerpo de Louis, sin detener ni una sola vez el movimiento de sus dedos que llenaban a Louis mientras se corría, derramándose sobre el estómago de Louis.

Tal vez fueran sólo sus instintos primarios, pero una parte de Louis deseaba estar cubierto del semen de Harry, apestando a alfa - reclamado - para que nadie más en el mundo soñara jamás con tomarlo.

Jadearon, el aliento se mezclaba entre ellos mientras Louis luchaba por volver a sentir los dedos de los pies y Harry esperaba a que el chorro constante de su semen recorriera la piel desnuda de Louis. No había anudado, y no lo habría hecho a menos que estuviera enterrado en el agujero de un omega, pero aún así se había corrido tanto que dejó la piel de Louis cubierta de blanco.

"Eso fue", respiró Louis, con el pecho agitado.

"Increíble", coincidió Harry, con una sonrisa amplia y sin aliento y los ojos brillantes.

Louis asintió, sonriendo suavemente al alfa. Se alegraba de que Harry pareciera saber lo que estaba pensando, porque ciertamente no tenía palabras para expresarlo.

Durante unos minutos más permanecieron enredados el uno en el otro, escuchando los latidos de sus corazones y su respiración superficial. Al final, la postura se volvió incómoda y Louis no pudo seguir ignorando el calambre en el cuello, así que Harry le ayudó a levantarse de la cama para apartar las sábanas sucias y tirarlas al cesto.

Antes de irse, Harry besó a Louis sin aliento contra el poste de su cama con docel, bajando las manos hasta su trasero y dándole un suave apretón antes de separarse. Louis lo observó, con el corazón latiéndole contra las costillas y el cariño que sentía por aquel hombre creciendo en su pecho. Cuando volvió a la cama, se quedó dormido en un instante, con una dulce sonrisa curvándole los labios mientras bailaba en sueños entre las nubes.

 

⊱ꕥ⊰

 

El invierno había llegado con toda su fuerza, los vientos azotadores barrían la nieve formando montículos frente a las ventanas de la biblioteca y un frío se instalaba en los pasillos del castillo. Con sus noches tempranas y mañanas tardías llegó la excusa perfecta para que Louis abandonara cenas, fiestas y horas sociales tan pronto como el sol se había puesto, alegando agotamiento. A la gente no le resultaba difícil creerlo, teniendo en cuenta las bolsas oscuras que tenía bajo los ojos por haber dormido poco. Harry y él estaban juntos casi todas las noches, besándose a la luz de la luna o soñando bajo las estrellas.

Harry era su consuelo, la única persona con la que podía ser completamente él mismo y que lo abrazaba después de un día duro con Brahm. Volvió a hablar con el alfa, ya no podía escapar de su presencia grosera y sus puntos de vista tradicionales. Durante las dos semanas que no habló con Brahm, había oído que Charlotte y él habían entablado una especie de amistad que agradecía. Al menos ella podía distraerlo para que Louis pudiera seguir escabulléndose para ver a Harry.

A base de trasnochar y besos suaves, Louis empezó a comprender las llamadas de su corazón. Le resultaba imposible ignorar la forma en que su cuerpo se sentía más ligero cuando Harry estaba cerca o el aleteo en su pecho cuando lo sorprendía mirándolo hacer las cosas más mundanas.

Louis no era tonto. Sabía que Harry tenía un pedazo de su corazón en sus manos, que si lo perdía, su corazón se rompería en mil pedazos y nunca volvería a ser la misma persona. En la mente de Louis, Harry siempre sería su alfa. Incluso el trece de marzo, cuando Louis iba a casarse, él siempre sería el hombre que el corazón de Louis deseaba. Aunque se rompiera en el proceso.

Doris y Ernest correteaban por sus apartamentos, con los brazos extendidos y sonrisas que iluminaban sus rostros de alegría mientras fingían volar. Elizabeth hacía todo lo posible por no ser atropellada y Daisy y Phoebe se peleaban por el espejo para arreglarse el maquillaje y revisarse el cabello mientras Felicite estaba sentada en su sofá, con un libro en una mano y una pipa en la otra. La única persona que faltaba en el caos era Charlotte, que había optado por arreglarse con sus amigas en sus propios apartamentos y, por supuesto, Harry.

Era el acontecimiento social más esperado de la temporada, cada detalle cuidadosamente pensado y planificado para llevar a cabo tan grandioso evento. Su costurera le había confeccionado el vestido más hermoso para el Baile de Nochebuena, de terciopelo teñido de un intenso tono de bayas con diminutos copos de nieve cosidos a la tela. Lo llevaría con un broche verde esmeralda sujeto al cuello, un regalo de cumpleaños anticipado del Duque.

Temía tener que bailar con Brahm. Era un buen bailarín y sabía todos los pasos correctos, pero era aburrido y su aliento siempre olía a cerveza. Louis prefería sentarse solo en un rincón del salón de baile a tener que bailar una canción tras otra con Brahm respirándole en la nuca y poniéndole las manos sudorosas encima. Se había planteado mentir diciendo que no se encontraba bien, pero prefería no tener que perderse el baile.

Sufriría unas horas de baile con Brahm con tal de disfrutar de las fiestas de invierno.

Cuando todos los Tomlinson estuvieron vestidos, Louis y Felicite condujeron a los niños por el pasillo hacia la sala de banquetes, donde ya se oía el alegre punteo de las cuerdas de la orquesta. Las guirnaldas colgaban de gruesas cuerdas a lo largo de las barandillas de la gran escalera y las flores de pascua llenaban todos los rincones del palacio, bañándolo de verdes y rojos. El espíritu navideño había hecho sonreír alegremente hasta al más gruñón de los nobles, y los cachorros estaban fuera de sí de emoción, prácticamente vibrando mientras Louis los guiaba hacia el vestíbulo.

La primera parada fue la cabina de registro, donde un beta repartía las tarjetas de baile a todos los jóvenes omegas y damas de la corte. Hace tiempo que Felicite se negaba a participar en tales tradiciones, alegando que eran arcaicas y degradantes, así que Louis aceptó su tarjeta y se la ató a la muñeca. Las gemelas mayores eran aún demasiado jóvenes para participar, aunque su momento llegaría dentro de pocos años, por lo que Louis y Charlotte serían los dos únicos miembros de la realeza disponibles para bailar. Louis ya sabía que Brahm escribiría su nombre junto a casi todas las canciones.

Mientras se dirigían a la sala en busca de la niñera de los cachorros, Louis no perdía de vista a la multitud, buscando los característicos rizos y la alta estatura de Harry. Cruzaron la pista de baile vacía y encontraron a Mary hablando con los Reyes, cuya sonrisa aumentó al ver a los cachorros.

Doris llevaba un vestido azul marino con un lazo verde recogiéndole el cabello y Ernest vestía de carmesí, con un aspecto adorablemente elegante en su trajecito. Louis podía garantizar que se quitaría la chaqueta antes de que empezara el segundo baile.

Felicite no tardó en desaparecer para esconderse hasta que terminara la fiesta, probablemente buscando un rincón tranquilo para observar a los invitados y charlar con aquel joven con el que había entablado amistad en las últimas semanas. Daisy y Phoebe se unieron a Charlotte junto a la escultura de hielo para conversar con las damas de su fiesta del té, dejando a Louis solo deambulando.

Louis se mantuvo en las afueras de la sala, apartado de los focos durante un rato más, hasta que llegó Brahm. Pasó junto a la pared con cortinas que separaba la entrada del servicio del salón de baile y jadeó cuando, de repente, se vio arrastrado entre las cortinas rojas. Estaba oscuro tras las cortinas, pero el olor a bálsamo y tabaco lo delató.

"Harry", se rió Louis, golpeando juguetonamente el pecho de Harry. "¡Me asustaste hasta la muerte!"

Cuando sus ojos se adaptaron lentamente a la escasa luz, Louis pudo distinguir el ancho hombro de Harry y el destello de los dientes blancos cuando el alfa sonrió.

"Lo siento, principito. Tuve que arrastrarte antes de que nadie más pudiera hacerlo", tarareó Harry, sacando algo de su bolsillo. Era una rama de acebo, un poco aplastada por estar en el abrigo de Harry, pero eso no importaba. La sostuvo por encima de sus cabezas, mientras las campanillas que colgaban del manojo de hojas verdes tintineaban.

El calor floreció en sus mejillas, reprimiendo una sonrisa vertiginosa mientras Louis miraba a Harry. "¿Muérdago?"

Harry asintió, con la otra mano apoyada en la cintura de Louis. "No podría soportar la idea de perder la oportunidad de besarte bajo él. ¿Me harías el honor?"

Por supuesto, Louis no necesitó que se lo dijeran dos veces, así que se inclinó hacia delante y tiró de Harry por las solapas de su chaqueta, sus labios presionándose desordenadamente en la oscuridad. Le habría encantado rodear al alfa con sus brazos y profundizar el beso, pero ninguno de los dos podía arriesgarse a oler demasiado al otro. De mala gana, Louis se apartó unos instantes y suspiró con la frente apoyada en la de Harry.

"Feliz cumpleaños, mi amor", susurró Harry y besó la punta de la nariz de Louis. "Sé que no es mucho, pero es lo mejor que podía hacer".

Incluso en la oscuridad del pasillo de los criados, Louis pudo ver el pequeño bloque de madera tallado en forma de corazón con una H tallada en él. Era un poco más pequeño que la palma de la mano de Louis y lo habían lijado hasta dejarlo completamente liso. "Oh, Harry", suspiró Louis.

Harry lo apretó contra la mano de Louis y lo rodeó con los dedos, tarareando, “Eres la persona más increíble del mundo, Louis. Te mereces el sol, la luna y las estrellas, pero como sólo soy un hombre y no puedo darte el universo, espero que aceptes mi corazón en su lugar. Es tuyo para siempre".

A punto de llorar, Louis asintió, con los dedos temblorosos en la mano de Harry. "Lo hiciste, Harry. Me diste el universo. Me lo diste todo", exhaló y se incorporó sobre las puntas de los pies, besando a Harry con firmeza en la boca. Debería decirlo ahora, sería la oportunidad perfecta para dejar que esas tres pequeñas palabras que había estado pensando durante una semana salieran de sus labios.

"No podemos quedarnos aquí mucho tiempo", tarareó Harry, arreglando el tinte labial que había manchado el labio inferior de Louis. "Sólo quería un momento para que habláramos los dos".

"Harry", resopló Louis, sonriendo húmedamente al alfa. Antes de que pudiera decirle sus verdaderos sentimientos, Harry alcanzó su tarjeta de baile y sonrió con satisfacción. "¿Qué haces?"

"Anotando mi nombre. Supongo que alguien debería salvarte del aburrido Brahm, aunque sólo sea por unas canciones", rió el alfa. Cuando terminó, soltó la muñeca de Louis y le dio un beso en el guante de satén que cubría sus nudillos.

Harry había escrito su nombre en casi todos los espacios, dejando sólo tres canciones sin reclamar. "Te va a matar", resopló Louis y puso los ojos en blanco con cariño. Como buen descarado, Harry se limitó a reírse y se guardó el muérdago en el bolsillo.

"Me gustaría ver cómo lo intenta".

Harry lo arrastró de nuevo a la contienda del baile, quitando la mano de la cintura de Louis y cerrándola detrás de su espalda. Al parecer, la confesión de Louis tendría que esperar.

Con la luz, Louis pudo ver a Harry con más claridad, observando su sencillo pero bien confeccionado abrigo de color verde intenso y sus pantalones negros que se ajustaban bien a sus piernas. Tenía el cabello suave, tal y como Louis lo adoraba, y se había dejado una ligera pincelada de vello facial sobre el labio superior y la mandíbula. El omega se sonrojó, recordando la quemadura que le había dejado en los muslos la última vez que Harry lo había lamido y volvió a dirigir su atención hacia el alboroto que había cerca de la entrada.

Brahm había llegado hace sólo unos instantes y ya estaba siendo acosado por cortesanos que le estrechaban la mano y omegas batiendo sus pestañas hacia él. Bien por él, pensó Louis con indiferencia. No le importaba que Brahm tuviera omegas y betas por igual adulándolo y ocultando mal sus intentos de coquetear con él. ¿Por qué iba a importarle si Harry lo estaba esperando en su habitación?

El corazón de madera que llevaba escondido en el bolsillo rebotaba contra su pierna mientras caminaba, como un recordatorio constante del amor que Harry sentía por él. Era bastante agradable sentir la presencia de Harry incluso cuando el alfa no podía tocarlo. Louis probablemente debería haber ido al lado de Brahm inmediatamente, pero en su lugar, él y Harry encontraron su camino a la mesa de refrescos. Había cuencos con varios ponches y una pirámide de copas de champán llenas hasta los bordes. Todas tenían un aspecto delicioso y especialmente festivo.

Sin necesidad de pedírselo, Harry tomó una copa de champán para Louis y luego tomó un poco de ponche de huevo para él, con nuez moscada fresca espolvoreada por encima. "Gracias, H", tarareó Louis con una sonrisa. Se llevó la copa a los labios y bebió un pequeño sorbo, tarareando alegremente. "Está bueno".

Louis se dio cuenta en cuanto Brahm se acercó por el cambio en la expresión de Harry. Sus ojos pasaron de ser suaves y cariñosos a fríos, se entrecerraron mirando a alguien por encima del hombro de Louis y su espalda se puso rígida. Que empiece la fiesta.

Girando sobre sus talones y esbozando una sonrisa cortés, Louis se giró e inclinó la cabeza. "Buenas noches, Brahm”.

El alfa, que llevaba un traje rojo chillón con una corbata ridículamente gruesa y un bastón de filigrana de oro, sonrió a Louis e ignoró la presencia de Harry. "Hola, querido. Te ves deslumbrante, como siempre. Veo que estás haciendo buen uso de mi regalo", tarareó, casi gruñendo.

Su mirada se clavó en el pecho de Louis, con los ojos brillando por la cantidad de piel que Louis estaba mostrando. Era un vestido bastante escotado, con un escote tan profundo que apenas cubría los pezones de Louis, y había pensado en Harry cuando se lo puso esta mañana, no en Brahm.

Intentó no estremecerse bajo la mirada del Duque. "Sí, gracias. Es precioso".

Harry tosió, con un destello de fastidio en los ojos cuando otro hombre se quedó mirando el pecho del omega. "Alteza, es bueno verlo", habló, metiendo la mano en la de Brahm y haciendo lo posible por apartar la atención de Louis. "Se ve bien".

Louis pudo ver cómo la nariz de Brahm se torció y su labio se curvaba ligeramente. Controlando su expresión, Brahm asintió con la cabeza y estrechó la mano de Harry con la cara comprimida. "Gracias”. Se volvió hacia Louis y le agarró la muñeca. "Creo que debo reclamar lo que es mío, ¿verdad, Omega?".

No necesitó siquiera mirar a Harry para saber que el alfa estaría sonriendo satisfecho cuando Brahm tomó la mano de Louis y le arrebató su tarjeta de baile, con el ceño fruncido en sus labios. Si no hubieran estado en público, estaba seguro de que Brahm se habría vuelto loco, apretando la mandíbula y frunciendo las cejas. Su olor, amargo y oscuro, era la única señal que delataba su enfado. Louis se estremeció y se le erizaron los vellos.

Brahm escribió su nombre en la tarjeta de Louis en los espacios que quedaban, hizo ademán de inclinarse y besar la mano de Louis, apretando los labios en cada nudillo y agarrando con fuerza la muñeca de Louis. "No sabía que dejaran bailar a la gente común con la realeza", siseó, entrecerrando los ojos hacia el caballero. "Supongo que tengo que acostumbrarme a algunas cosas en Lillidale".

"Harry no es común", respondió Louis con facilidad, apartando discretamente su mano y juntándolas. "No sólo es el hijo del amigo más cercano del Rey, sino que es el caballero más consumado de la guardia real de Su Majestad. Diría que es más honorable que al menos la mitad de la corte. ¿No le merece eso un baile con el príncipe?".

Aunque a Harry se le daba fatal aceptar elogios, Louis podía sentir la suficiencia que irradiaba de él mientras miraba fijamente a Brahm. Louis levantó la barbilla y sonrió dulcemente. "Me lo imaginaba". Se giró y extendió el brazo hacia Harry. "Creo que la primera canción empezará en breve. ¿Salimos a la pista de baile, Sir Harry?".

Harry se inclinó y ofreció su brazo a Louis. "Como desees, Grillo".

Dejaron a Brahm de pie, con las manos en las caderas y un feo ceño fruncido que le tiraba de las comisuras de los labios hacia abajo. Una vez fuera del alcance del oído, Louis se cubrió los labios con la mano y soltó una risita, mirando a Harry con regocijo. "¿Viste la cara que puso?".

"No tiene precio", rió Harry, sacudiendo la cabeza y sonriendo al chico. "Me sorprende que no se le reventara un vaso sanguíneo".

Louis asintió con la cabeza y soltó una risita: "Estoy seguro de que si no tuviera a toda una corte observando cada uno de sus movimientos, lo habría hecho". Tomó a Harry de la mano y tiró de él hacia la pista de baile, que se iba llenando poco a poco, con las mejillas calientes por el champán y las venas vibrando de emoción. Nunca antes había tenido la oportunidad de bailar con Harry.

La banda tocó un ritmo, un alegre número de apertura para calentar a la multitud y poner a la gente de pie. Louis ya había bailado ese baile miles de veces, pero se sentía como si fuera la primera vez cuando la mano de Harry se apoyaba en su espalda y sus manos se unían para que toda la sala lo viera. Era todo lo que Louis siempre había deseado, poder tomar la mano de Harry delante de los demás y no tener que ocultar el amor que sentía por el alfa. Aún no era perfecto, pero hacía que el corazón de Louis cantara.

Al final resultó que Harry no era el mejor bailarín. Conocía algunos de los pasos pero se tambaleaba torpemente con otros, haciendo que algunos cortesanos cercanos se burlaran de su inexperiencia. A Louis no le importó lo más mínimo, feliz de que el alfa lo abrazara y de poder disfrutar con él de la velada festiva.

Sus faldas se arremolinaban a su alrededor, la tela rojo baya besaba el suelo mientras Harry le daba vueltas y su vientre se abatía. Nunca se había sentido tan enamorado en su vida, cada mirada que Harry le dedicaba le producía mariposas en el vientre y le sonrojaba las mejillas.

Bien podría haber estado bailando en la luna.

Después de unas cuantas canciones, Harry empezó a improvisar, añadiendo un pisotón o una maniobra dramática con la mano mientras sonreía ampliamente. Louis ya había disfrutado bailando antes, pero nunca le había parecido tan divertido. Se echó a reír, inclinando la cabeza hacia atrás y sonriendo al titilante candelabro, extendiendo los brazos mientras bailaban Galopade.

Era impropio y estaban haciendo el ridículo, pero Louis se sentía demasiado libre y feliz como para preocuparse. Harry le hizo una mueca, abriendo mucho los ojos e hinchando las mejillas como un pez, dando patadas con los pies como si estuviera bailando una giga. Era vagamente consciente de las miradas de desaprobación de su madre y Charlotte le sonreía desde donde estaba, junto a Brahm, en un lateral de la pista de baile, sin hacerles caso.

Louis soltó una risita mientras Harry le agarraba la mano, aferrándose a él con fuerza mientras sumergía al príncipe de forma espectacular. "¡Harry!", chilló, agarrando los hombros de Harry y riendo sin aliento. "¡No te atrevas a dejarme caer!"

"Nunca podría, Dios sabe que tendrías mi cabeza si te dejara caer sobre tu bonito y pequeño trasero", Harry rió y levantó a Louis para ponerlo de pie de nuevo.

"¿Pequeño?" Louis jadeó, golpeando el pecho de Harry. "¡Mi trasero no es pequeño!"

La sonrisa de Harry se hizo más profunda y miró sutilmente el cuerpo de Louis. "En eso tienes razón", asintió y se inclinó hacia él para murmurarle al oído, "no hay nada de pequeño en ese trasero regordete tuyo. Es grueso y jugoso, el postre perfecto ".

El omega tragó grueso y sus ojos se desviaron hacia las parejas que bailaban alrededor. No podían oírlos, no con lo bajo que hablaban los dos, pero aun así hizo que Louis se sonrojara y su omega se acicalara ante el cumplido. Ansiaba estar en la cama.

Cuando la canción llegó a su fin, Louis soltó la mano de Harry y levantó las pestañas hacia el alfa. "No me importaría que tal vez pudiéramos encontrar un momento a solas esta noche. Tengo algo que quiero mostrarte", murmuró, sonriendo inocentemente.

"Dios santo, mi principito, no voy a poder verte bailar con él si sigues hablando así", gimió Harry y miró las clavículas expuestas de Louis, arrastrando la mano por la barbilla mientras se rascaba el vello facial.

Louis separó los labios para continuar, pero cerró la boca cuando un olor familiar llegó a su nariz. Se encogió sobre sí mismo, encorvando los hombros y hundiendo el estómago, mientras Harry hacía lo contrario, levantándose en toda su estatura y levantando la barbilla desafiante.

"Creo que es mi turno", siseó Brahm con los dientes apretados, entrecerrando los ojos hacia el otro alfa.

Charlotte estaba detrás de él, con los labios fruncidos y las mejillas sonrosadas. Parecía disgustada, aunque Louis no sabía por qué. "Sir Styles, ¿quiere acompañarme a dar una vuelta por la sala?". Señaló por encima del hombro y enarcó una ceja bien cuidada.

Claramente le dolió irse del lado de Louis, el ceño de Harry se arrugó y su pecho se infló, pero finalmente asintió, arrancando los ojos de Louis y forzando una sonrisa. "Por supuesto."

Brahm no tardó en estrechar a Louis entre sus brazos, con la mano más fuerte que la de Harry y un poco sudorosa al agarrar la suya. Louis agradeció que no fuera uno de los bailes más lentos y románticos de la noche, lo que le evitó tener que mirar a Brahm a los ojos y fingir que lo adoraba. En lugar de eso, Louis pudo mirar justo por encima del hombro del alfa y observar cómo Harry caminaba con Charlotte desde la mesa del bufé hasta las afueras del salón, pegados a la pared.

Se daba cuenta de que Brahm estaba frustrado con él por el aleteo de sus fosas nasales y la firme línea que formaban sus labios. Sin embargo, no podía culparlo. Probablemente él también estaría molesto si el omega con el que se suponía que iba a casarse estuviera unido por la cadera a otro alfa.

Debería sentirse peor por lo que estaba haciendo, yendo por ahí a escondidas a espaldas de Brahm. Pero la verdad era que no. No le importaba estar mintiéndole a su prometido porque sabía que ni él ni Brahm se querían de verdad. No se parecía en nada al vínculo entre Louis y Harry.

Eso era amor de verdad.

Louis sólo necesitaba encontrar el momento perfecto para decírselo.

Después de su baile con Brahm, Louis volvió al lado de Harry una vez más y los dos salieron a la pista de baile. El resto de la velada transcurrió de forma similar, Louis y Harry bailaron juntos unas cuantas canciones antes de que Louis tuviera que volver a los brazos de Brahm para bailar una vez, su ánimo se hundía cada vez que estaba en brazos del alfa.

A mitad de la noche hicieron una pausa para los aperitivos, en la que Louis tuvo que separarse de Harry para visitar a sus padres y ver cómo estaban los cachorros. Tal como había sospechado, Ernest se había deshecho de su abrigo y Doris dormía la siesta contra el hombro de su niñera, con su dulce rostro relajado en un suave mohín. Poco después llevaron a los gemelos a sus habitaciones y los acostaron, pero no sin que su hermano mayor les diera un beso en la mejilla.

Louis bailó hasta que se le hincharon los pies, le dolían las mejillas con su amplia sonrisa y su risa fácil cada vez que le tocaba a Harry bailar con él. Al final de la noche, Louis se reía en su copa de champán y estaba desesperado por ponerle las manos encima a Harry. Llevaba toda la noche deseándolo.

Como siempre, Louis se excusó pronto y se marchó justo antes de que los criados acompañaran a todo el mundo al balcón para ver los fuegos artificiales. Era la oportunidad perfecta para despedirse, así que besó a sus hermanas en la mejilla y miró a Harry con una tímida sonrisa en los labios.

Subió la gran escalera solo y se dirigió al rincón apartado del palacio donde residían sus aposentos, apresurándose a volver a sus aposentos y prepararse para la velada. Quería que fuera perfecta. 

 

⊱ꕥ⊰ 

 

En la tranquila seguridad de su alcoba, Louis se desabrochó apresuradamente el corsé, maldiciendo en voz baja a Elizabeth por haber hecho tan bien el trabajo de atarle los cordones. Casi tropezó consigo mismo en su prisa por quitarse el vestido, tan exquisito como era, y se quitó las zapatillas. En unos minutos Harry lo seguiria, tomándose su tiempo para no llamar la atención de ningún asistente a la fiesta.

Louis quería que esta noche fuera perfecta y había pasado horas ese mismo día recogiendo velas, formando su nido y planeando la velada. Vestido únicamente con su fina bata de gasa, Louis se apresuró a encender las velas que cubrían el tocador, la cómoda y las mesas auxiliares, así como la chimenea, para crear un suave resplandor amarillo que calentaba la habitación. Sólo deseaba tener tiempo de darse un buen baño para calmar los nervios.

Los tres golpes agudos y familiares en la puerta le cortaron la respiración y sintió las palmas de las manos húmedas. Era el momento.

Enderezando los hombros y respirando hondo, Louis se acercó a la puerta y la abrió. Los ojos de Harry se abrieron de par en par al ver el estado de desnudez del omega, cuyo aroma se intensificó de inmediato. "Lou", respiró, mirándolo fijamente.

El omega sonrió y agarró la mano de Harry, llevándolo a su habitación y cerrando la puerta tras de sí. Se giró y se apoyó en la puerta, con las manos jugueteando con el lazo de su bata. "Hola”, susurró.

Harry se acercó y le apartó el flequillo de los ojos. "¿A qué viene todo esto?", preguntó en voz baja e hizo un gesto con la cabeza hacia las velas, pero sin apartar la mirada de los ojos de Louis.

Louis se relamió y soltó una risita cuando los ojos de Harry se posaron en sus labios. "Bueno," tarareó y tomó la mano de Harry entre las suyas. "Tengo algo que decirte. Ven, siéntate conmigo".

Llevó a Harry al sofá que había a los pies de la cama y se sentó con los tobillos cruzados y las manos en las de Harry. Harry parecía un poco confundido, pero por lo demás sonreía y observaba a Louis con cariño. "¿Qué te preocupa, Grillo? ¿Está todo bien?"

"Bastante bien", tarareó Louis, pasando el dedo por los anillos que adornaban los dedos de Harry. "No sé si podré pasar otro día sin decirte lo que siento. Llevo toda la noche intentando encontrar el momento adecuado para decírtelo y no he encontrado el momento perfecto, así que lo hago ahora. Harry, eres el hombre más increíble que he conocido. Eres dulce, pero fuerte, y me haces sentir seguro. Me olvido del resto del mundo cuando estoy contigo, y has cambiado mi vida para mejor".

Los ojos de Harry se suavizaron y sus labios se curvaron en la sonrisa más dulce, escuchando atentamente como siempre hacía cuando se trataba de Louis. Ni una sola vez ignoró al chico o habló por encima de él como hacían tantos alfas. Le daba espacio para brillar y apreciaba todo lo que hacía único a Louis.

Louis continuó, con el corazón latiéndole fuerte en el pecho: "No puedo imaginar una existencia sin ti. No tenía palabras para expresar lo que sentía el día que me dijiste que me amabas, pero ahora sí. Harry, te amo tanto que siento como si mi corazón pudiera estallar".

"Bebé", susurró Harry, con los ojos brillantes de lágrimas no derramadas.

La dulce vainilla y el reconfortante bálsamo irradiaban de la piel de Harry, filtrándose en los pulmones de Louis como niebla. Se instaló en sus venas y le llenó la cabeza, delirante de adoración. "Te amo, Harry Styles", repitió Louis, acercando la mano de Harry a su corazón. "Todo lo que soy y todo lo que tengo es tuyo".

Los labios de Harry se posaron en los suyos en un instante, cálidos y suaves y tan perfectos. Louis suspiró contra sus labios, sonriendo mientras se besaban. "Yo también te amo", rió húmedamente el alfa, pasando con ternura el pulgar por el pómulo de Louis. "Más que a nada en este mundo".

Entonces llegó la segunda parte del plan de Louis.

Louis se mordió el labio y miró a Harry por debajo de sus pestañas, con el corazón retumbándole en los oídos. "Quiero que seas el primero", murmuró.

"¿Qué?" Los ojos de Harry casi se le salieron de las órbitas, su olor se hizo más profundo incluso a pesar de su incredulidad. "Louis, no puedo hacerte eso".

Risueño, Louis tiró de los lazos de su bata, dejando que un lado se deslizara por su hombro derecho. "Sí que puedes. Te lo pido porque quiero que mi primera vez sea con alguien a quien ame. Alguien que me trate bien y me enseñe lo bien que se puede sentir. Siempre me cuidas tan bien, Alfa. Por favor, cuida de mí".

De salvia a esmeralda, los ojos de Harry se oscurecieron y la respiración se le entrecortaba en la garganta. Observó hambriento cómo Louis se quitaba el otro lado de la bata y la fina tela le rodeaba la cintura. Louis estaba desnudo excepto por los calzoncillos de encaje y las medias altas atadas con cintas alrededor de los muslos.

Harry dejó de dudar, se abalanzó sobre Louis y lo besó una vez más. La mano de Harry se deslizó desde donde descansaba sobre el corazón de Louis, bailando a lo largo de la curva de su cintura y dejando la piel de gallina a su paso. Louis tarareó feliz, respirando el aire de Harry mientras el alfa le acariciaba el labio inferior con la lengua. Su cuerpo anhelaba a Harry, suplicando que lo abriera y lo extendiera para él, con el lubricante acumulándose entre sus mejillas por el simple hecho de besarlo.

Harry gruñó al sentir el olor del lubricante de Louis, mordisqueó su labio y le agarró la cadera con fuerza. "¿Cama?”

Asintiendo, Louis se levantó de su asiento y corrió hacia la cama mientras Harry se reía de su emoción. El resplandor de las llamas proyectaba sombras parpadeantes sobre la cara de Harry y hacía brillar los botones de su chaqueta. Eso simplemente no funcionaría.

Louis se sentó en el borde de la cama y tanteó los botones; los dedos le temblaban nerviosos mientras desabrochaba la chaqueta de Harry. Aunque ya habían jugueteado mucho antes, Louis estaba lleno de excitación nerviosa por sentir por fin cómo Harry lo llenaba. Había conocido el placer de los dedos y la boca de Harry, se había corrido con la lengua de Harry enterrada en su trasero, pero nunca había experimentado lo que era tener completamente a un alfa.

"¿Estás nervioso?" preguntó Harry suavemente, poniendo sus manos sobre las de Louis para calmar sus acciones.

Él se sonrojó y se encogió de hombros tímidamente. "Un poco. Pero en el buen sentido. Deseo esto más que nada, pero es difícil imaginar que encajarás en mí", admitió Louis.

Las manos de Louis se alzaron hasta los labios de Harry una vez más, un tierno beso fue presionado en cada nudillo y luego en las puntas de sus dedos. "Encajará. Pero si en algún momento quieres que paremos, lo haremos. Quiero que disfrutes de esto, ¿de acuerdo, Grillo?".

El omega asintió.

"Muy bien, ahora recuéstate en la cama. Lo haré despacio", murmuró Harry y empezó a desvestirse. Se quitó los anillos uno a uno, los dejó en la mesilla junto a las velas y se desabrochó los puños de la camisa.

Louis lo observaba desde donde estaba acostado, apoyado en los codos y con el pecho subiendo y bajando con la respiración acelerada. Le costaba comprender cómo había llegado su vida hasta ese punto, pero era innegablemente feliz.

Harry apoyó la mano en la rodilla de Louis, todavía desabrochándose la camisa. "Quiero que te toques, ¿de acuerdo? Mójate bien, bebé", le dijo, acariciando la suave tela de las medias de Louis.

Estremeciéndose, Louis se mordió el labio inferior y deslizó los dedos por su pecho, con un tacto ligero y fantasmal. Lo hizo como Harry, provocándose lentamente mientras rodeaba un pezón con un dedo y suspiraba.

"Buen chico", tarareó Harry, apartándose para aflojarse la corbata pero sin apartar la mirada. "¿Sabes cuánto te amo? Amo cada centímetro de ti. Amo tus dulces pezones, tus labios suaves como pétalos, la carne de tus caderas. No creo que haya una sola parte de ti que no ame".

Las palabras de Harry giraban a su alrededor, como terciopelo en sus oídos.

"Amo tu suave vientre, vivo por el azul de tus ojos, y tu bonito agujero rosado es mi mundo", continuó Harry, relamiéndose los labios mientras observaba cómo Louis se retorcía sobre la cama. "Pellízcalos, cariño".

Louis hizo lo que le decían, conteniendo el aliento ante el cosquilleo de dolor que brotaba de sus pezones. Su polla se retorcía dentro de las bragas, goteando sin parar por la punta y lo bastante dura como para presionar la tela con volantes. "Harry", suspiró.

"Lo estás haciendo bien, Grillo". Harry se quitó la camisa por encima de la cabeza y se peinó el cabello con los dedos.

Se sentiría más frustrado de que Harry se tomara su tiempo, alargando el proceso de desvestirse, si no estuviera disfrutando tanto del calor de su mirada. Las mariposas le revoloteaban en el estómago y el lubricante caía sobre su greta. Volvió a pellizcarse los pezones, esta vez con más fuerza, y estiró una pierna ante la sensación.

Harry sonrió satisfecho. "¿Se siente bien, cachorro?" Se burló cuando Louis sólo asintió, tomándose su tiempo para doblar cuidadosamente su camisa y apilarla encima de su chaqueta. "Palabras, pequeño. Dímelo con palabras".

"Sí", susurró Louis, luchando por mantener los ojos abiertos y mantener el contacto visual con Harry. "Se siente bien".

Con un movimiento de cabeza y un tarareo, Harry ladeó la cabeza y se aflojó el cinturón y la vaina. "¿Por qué no intentas tocar tu polla? Sin acariciarla, sólo tócala ligeramente para mí".

Parecía poderoso, dominando a Louis y rezumando confianza y superioridad. Era terriblemente sexy. La garganta de Louis se estremeció al tragar saliva, y su pecho y sus mejillas se sonrojaron de un suave color rosado. Con los dedos saltando sobre su piel, Louis colocó la mano sobre sí mismo y soltó un gemido, sacudiéndose contra su mano.

El alivio lo inundó mientras se palmeaba, lo justo para aliviar el dolor entre las piernas, pero no lo suficiente para correrse. El deseo de ser bueno era abrumador e instalándose hasta la médula mientras miraba a Harry en busca de orientación.

Las manos de Harry arrastraron los pantalones por las piernas, su pesada polla se soltó y le colgó entre las piernas mientras los doblaba también y los añadía al montón. No habló durante unos instantes, sin perder de vista al chico, pero, por lo demás, se preocupó de ordenar la ropa que Louis había dejado tirada en el suelo y de guardarla ordenadamente en su armario.

"Qué chico tan desordenado", comentó, sacudiendo la cabeza. No había malicia ni decepción tras su tono, pero Louis seguía sintiéndose culpable. Quería ser bueno . "¿Qué voy a hacer contigo?"

" Alfa ", gimoteó Louis, haciéndole un mohín.

"Shh", murmuró Harry y volvió al lado de Louis, apretándole la rodilla. "¿Qué te tiene tan enfadado?"

Louis resopló y resistió el impulso de poner los ojos en blanco. "Tú. Te deseo".

El decadente tabaco de cereza había hecho gemir a Louis, con el lubricante brotando de su agujero y la boca haciéndosele agua de deseo. La mano de Harry lo acariciaba justo por encima de la rótula, ni de lejos lo bastante cerca de donde Louis quería que estuvieran esas manos. "Sé que lo haces. Me tendrás. Pero primero, ¿por qué no me enseñas lo que hay debajo de esas bonitas bragas tuyas?".

Su estómago se agitó, le recorrieron escalofríos por los brazos y le temblaron los dedos. Louis asintió y enganchó los dedos en la cinturilla de sus calzoncillos, pasándolos por encima de la protuberancia de su trasero y arrugando la nariz cuando la tela húmeda rozó la parte posterior de sus muslos.

Los ojos de Harry se oscurecieron y sus labios brillaron con saliva. "Tan bonito. ¿Sabes lo bonito que eres, cariño?", preguntó e inclinó la cabeza, acariciando la pierna de Louis y ayudando al chico a arrastrar la ropa interior por las piernas y tirarla al suelo. Sonrió cuando Louis se ruborizó y volvió a mirar la polla de Louis. "Qué cosita tan bonita, ¿verdad? Y es sólo para mí. Mi príncipe".

"Tuyo", convino Louis, asintiendo con la cabeza ansiosamente. "Te lo prometo, soy tuyo. Eres mi alfa, siempre lo serás".

Ninguno de los dos pensó en la verdad del asunto: Louis seguía comprometido con otro hombre y algún día llevaría su marca, condenando a Harry a ser su único secreto. Por esta noche, fingirían que no había ningún Brahm, ningún sistema judicial que le dijera a Louis con quién casarse, sólo estaban Harry y Louis.

Harry sonrió y asintió. "Y tú eres mío, mi maravilloso omega”, susurró, dejando caer una línea de besos desde la rodilla de Louis.

Louis inclinó la cabeza hacia atrás, con el pecho agitado cuando los labios de Harry rozaron sus medias. Cuando los labios de Harry rozaron la piel de los muslos de Louis, justo por encima de las cintas que sujetaban las medias, Louis se estremeció al sentir el roce del vello facial contra su piel sensible. Había aprendido que era una de sus sensaciones favoritas.

Dio un respingo cuando el aire caliente se abanicó sobre la humedad pegada al interior de sus muslos, abriendo los ojos de golpe. "¡Oh!"

Riendo, Harry apretó los labios contra la carne resbaladiza e inhaló profundamente. "Tan dulce. Nunca me cansaré de tu olor, cachorro".

Puede que el alfa nunca se cansara de cómo olía Louis, pero Louis se estaba cansando de esperar, así que resopló y giró las caderas en el aire, desesperado por obtener algún tipo de alivio. Sintió que las almohadillas de los labios de Harry se convertían en una sonrisa y que la lengua salía disparada para probar el lubricante.

"Paciencia. Cuidaré de ti... siempre cuidaré de ti".

Louis respiró hondo y miró hacia abajo, donde Harry estaba agachado entre sus piernas, arrodillado en el suelo con las manos agarrando los muslos de Louis y los labios brillantes de lubricante. Louis había tenido a mucha gente arrodillada ante él, alabando su nombre e inclinándose en señal de respeto, pero Harry ganó.

Jadeó cuando Harry le mordió la parte más carnosa del muslo, se mordió el labio y maulló mientras Harry chupaba, lamía y mordía. Un hermoso moretón oscuro floreció en su piel cuando Harry se apartó, el alfa sonrió satisfecho antes de arrastrar la lengua por el interior del muslo de Louis y tararear por el sabor.

Su omega se acicaló al verse marcado, deseando que hubiera sido en un lugar más visible, pero se distrajo rápidamente cuando Harry le subió las rodillas hasta el pecho y dejó al descubierto su agujero goteante. Gimió, volviendo a dejar caer la cabeza sobre el colchón y agarrándose a las sábanas con la primera presión de los labios de Harry contra su borde.

Louis ya había sentido antes el placer de la boca de Harry sobre él, bastante en las últimas semanas, desde la primera vez que se habían tocado, pero nunca se acostumbraría. Su espalda se arqueó sobre la cama y sus muslos temblaron al soltar más lubricante.

"Chico desordenado", gruñó Harry, rozando con los dientes el pliegue del muslo de Louis. "Estás tan mojado por mí, ¿verdad?".

Sin palabras para expresar la euforia que sentía, Louis asintió y bajó las caderas, frunciendo el ceño cuando Harry le agarró las caderas y lo sujetó. Podía sentir a Harry cada vez más cerca, su aliento abanicando el agujero de Louis y su fuerte aroma envolviéndolo.

El vello facial le arañaba los muslos y le hacía cosquillas en el borde, un aviso de lo que estaba por venir. Louis gimió con la primera pasada de la lengua de Harry por su agujero, el anillo de músculos agitándose y sus entrañas ardiendo. Deseaba apretarse contra la cara de Harry, pero el alfa seguía agarrándole las caderas para impedirle moverse. No tuvo más remedio que aceptarlo.

Al principio, Harry aplicó movimientos largos y amplios, extendiendo el lubricante de Louis por su mancha y ensuciándolo aún más con saliva. Después de comprobar que su chico estaba completamente empapado, Harry apuntó con la lengua y la presionó contra el borde, introduciéndola y provocando punzadas de placer en la espina dorsal de Louis.

Louis se había dado cuenta de que a Harry le encantaba hacer eso con sus compañeros. Harry le había asegurado, por supuesto, que Louis era el omega que mejor sabía y que nada era tan bueno como Louis. El omega se inclinaba a creerle, sobre todo cuando Harry se lo comía con tanto vigor y pasión. A Louis le encantaba tanto como a Harry, y en cuestión de minutos, cuando Harry alternaba largas caricias con rápidos golpes de lengua, Louis era un caos de gemidos.

"Joder, bebé. Sabes tan bien", gimió Harry, apartándose para lamerse los labios e introducir el dedo corazón. "Dulce, como a fresas y miel".

Podría desmayarse si Harry no se daba prisa.

"Harry, por favor ", gimió Louis, anudando los dedos en los rizos de Harry. "Lo necesito”.

Las manos anchas separaron las mejillas de Louis, que casi gritó cuando Harry escupió en su agujero y lo mezcló con su lubricante. Era sucio y erótico y tan perfecto... era como ser reclamado . "Lo sé, cariño. Dame unos minutos para abrirte".

El dedo que tenía dentro se curvó y acarició sus paredes, acariciándolo desde dentro hacia fuera mientras Harry ponía su boca sobre la marca que había dejado antes en el muslo de Louis. Pronto, Harry añadió otro, metiéndolos en forma de tijera para aflojar a Louis y hacer que fuera más fácil empujar su polla más tarde. Louis estaba ansioso por saber cómo se sentiría. Conocer el estiramiento de ser llenado.

Los siguientes minutos estuvieron llenos de dedos resbaladizos que le pinchaban, moviendo tres dígitos entre las mejillas de Louis y escuchando los gemidos desesperados que salían de sus labios. El caballero se tomó su tiempo para asegurarse de que Louis no sintiera más que un placer abrumador, haciendo de cada momento una experiencia que debilitaba sus rodillas.

Cuando Harry llegó a los tres dedos, Louis temblaba y sudaba entre las sábanas, respirando entrecortadamente.

"No", gimoteó Louis, frunciendo el ceño cuando Harry volvió a sacar los dedos y lo dejó vacío.

"Shh, cariño. Todo va a estar bien. Te vas a sentir bien", le dijo Harry, subiendo por el cuerpo de Louis hasta que se cernió sobre el chico y le acarició la mandíbula. "Eres un omega maravilloso. Soy el hombre más afortunado del mundo".

Harry lo besó suavemente, haciendo rodar su lengua contra la de Louis y acariciando sus mejillas sonrojadas. Louis casi se perdió en él, un ronroneo resonó en su pecho mientras se besaban.

Inclinándose hacia abajo, Harry se agarró a sí mismo y arrastró la cabeza de su polla contra los muslos resbaladizos de Louis. Su longitud estaba caliente al tacto, irradiando un calor sensual que Louis ansiaba, y su borde se estremeció cuando la punta apenas lo rozó.

Louis la quería dentro. Su omega se agitaba inquieto, con el deseo ardiendo en sus entrañas.

Lentamente, Harry empujó la cabeza contra el agujero de Louis y aspiró cuando sólo la punta se deslizó dentro. "Dios, Grillo. Estás tan jodidamente apretado".

Con una mano junto a la cabeza de Louis y la otra agarrada a su muslo, Harry se movió con dolorosa lentitud, empujando centímetro a centímetro. Era como si abrieran a Louis, le abrieran el pecho y exhibieran su corazón para que Harry lo tomara. Quería darle a Harry cada parte de él. Lo bueno, lo malo y lo feo, todo pertenecía al alfa. Era como si todo fuera como debía ser.

Louis tardó unos instantes en recordar cómo respirar, pero a medida que su cuerpo se adaptaba a la gruesa circunferencia de la polla de Harry en su interior, Louis fue capaz de encontrar de nuevo las palabras. "Harry", exhaló, subiendo las manos temblorosas para aferrarse a los hombros de Harry. "Me siento tan lleno”.

Harry sonrió, con los ojos un poco vidriosos. "Lo sé, bebé. Lo estás haciendo muy bien. Qué buen omega. Te amo tanto".

"Yo también te amo."

Cuando Harry se dio cuenta de que Louis estaba relajado, arrastró las caderas hacia atrás y luego las empujó hacia adelante, comenzando suave y superficialmente al principio. El deslizamiento de la polla de Harry fue perfecto, haciendo que Louis pusiera los ojos en blanco y separara los labios en un gemido de felicidad. Era la mejor sensación que Louis había sentido nunca.

Poco a poco, Harry aumentó la velocidad hasta que bombeó dentro y fuera de Louis con vigor, el sonido resbaladizo de sus bolas golpeando las mejillas de Louis llenando la habitación. Golpeó la mandíbula de Louis con la boca y hundió los dedos en la carne de sus caderas, manteniéndolo en su sitio mientras follaba al chico.

Louis se había ido felizmente. Seguramente debió haber muerto e ido al cielo, porque estaba seguro de que nada de este mundo podía sentirse tan dolorosamente maravilloso.

Con la cabeza inclinada hacia atrás y la boca abierta, Louis gemía desesperadamente. Pequeños gemidos y jadeos salían de sus pulmones, los ruidos caían de sus labios como música para los oídos de Harry.

"Joder, Harry", maulló Louis, con la mente vacía de todo excepto de la polla de Harry entrando y saliendo de él. Teniendo en cuenta que era su primera vez, no debería sorprenderle que ya estuviera a punto de correrse, al borde del deseo de más y de la euforia total.

Harry gruñó, con el sudor goteándole de la frente mientras follaba a Louis. "Sí, cachorro, lo estás haciendo muy bien. Tan buen chico para mí... suenas tan bonito. Mira como tomas mi polla, tan jodidamente perfecto ."

El lubricante salió del agujero de Louis y se derramó sobre la ropa de cama, empapando el colchón y manchándolo. No le importaría que ensuciaran todas las superficies de su habitación.

Louis se estremeció y arqueó la espalda cuando la mano de Harry le rozó la polla. "¡ Oh !” Gimió, apretando las piernas alrededor del cuerpo de Harry.

"Vamos, cachorro. Déjalo ir, está bien. Muéstrame lo bien que te sientes", jadeó Harry, introduciendo sus caderas a un ritmo realmente impresionante mientras arrancaba gemidos de Louis. La base de su polla se hinchaba, y su grosor hacía que Louis rodara los ojos hacia atrás.

No aguantaría mucho más.

Louis arqueó la espalda, apretando el pecho contra el de Harry, y sus ojos se cerraron con fuerza cuando Harry movió su muñeca y le golpeó la próstata al mismo tiempo. Explosiones de color rosa, amarillo y verde estallaron como fuegos artificiales detrás de los párpados de Louis mientras pintaba sus pechos de blanco, caliente lubricante brotando de alrededor de la polla de Harry, todo su cuerpo temblando.

"¡Harry!"

El alfa maldijo, apretando la mandíbula con fuerza mientras enterraba la cara en el cuello de Louis e inhalaba su aroma. Sólo cuatro empujones más y Harry salió del agujero de Louis con un grito de dolor. Se agarró a sí mismo por la base y gimió al correrse, su semilla salpicando el estómago, la polla y el pecho de Louis.

"Jodida mierda , cachorro", maldijo Harry, con el pecho agitado y el sudor goteando por su cuello.

Sus sábanas estaban sucias de semen y lo cubrían todo, pero Louis nunca se había sentido tan completo. Se sentía bien. Abrió los ojos lentamente y una sonrisa perezosa se dibujó en sus labios mientras miraba al alfa. La polla de Harry tenía un color morado oscuro y parecía dolorosa.

"¿Alfa?" preguntó Louis en voz baja, acariciando la mejilla de Harry.

"Estoy bien", prometió Harry, dejando escapar una respiración temblorosa. "Sólo me duele un poco no poder anudar. Estaré bien, sólo necesito un minuto".

Louis asintió. Por muy decepcionante que fuera, ambos sabían que era mejor que Harry no lo anudara. Sin un nudo, las probabilidades de que Louis se quedara embarazado eran increíblemente escasas, pero con un nudo, esas probabilidades aumentaban exponencialmente. Louis quería sus propios cachorros, cachorros nacidos del amor compartido entre él y Harry, pero nunca podría tenerlos.

Por el momento, Louis se acostó debajo de Harry y le pasó los dedos por el cabello con sueño, sintiéndose caer en un nebuloso estado medio dormido mientras esperaba a que Harry recobrara el aliento y se recuperara. Se movió, aspirando el dolor que sentía entre las piernas.

"¿Estás bien, amor?" murmuró Harry, frunciendo el ceño al examinar la mueca de dolor en el rostro de Louis.

"Sí", aseguró Louis, apartando el cabello de Harry de sus ojos. "Me siento maravilloso".

Harry sonrió, lento y soñoliento, mientras presionaba con un beso la punta de la nariz de Louis. "Qué bien. Me alegro de que te hayas sentido bien. Sólo te mereces lo mejor", susurró. "Me encantaría dormirme ahora mismo, pero probablemente deberíamos cambiar las sábanas y llevarte al baño. Mañana apestarás a mí".

Louis se rió, tocó el hoyuelo de Harry y se encogió de hombros. "No me importaría ni un poco".

"A mí tampoco. Ojalá pudieras ir por ahí oliendo y llevando mi marca en el cuello el resto de tu vida. Te verías precioso", murmuró Harry. Pasó los dedos por la suave extensión del cuello de Louis y suspiró. "Pero no podemos. Ven, yo te llevaré".

Con cuidado, Harry levantó a Louis de la cama, procurando no hacerle daño en el trasero mientras lo llevaba hacia la bañera.

Se sentaron juntos en el agua tibia, besándose suavemente y riendo en la noche mientras sus dedos se enrojecían y el agua se enfriaba. Cuando terminaron, Harry cambió las sábanas y se metieron bajo las mantas, con sus cuerpos desnudos apretados y sus corazones latiendo al unísono.

Louis sonrió y le dolió el pecho de tanto amor que sentía por Harry. "Te amo", gorjeó, haciendo el ruido que no había hecho desde que era un cachorro.

"Yo también te amo, Grillo", susurró Harry.

Chapter 7: VII

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Louis soñaba con amplias sonrisas, ojos siempre verdes y vientres hinchados. Las marcas de apareamiento y los cachorros brillaban como relámpagos tras sus párpados y llenaban su corazón de calor y felicidad. Anhelaba conocer la alegría de tener su propia pequeña familia, una familia con sus ojos azules y los rizos de su padre. Eran pensamientos que no se atrevería a pensar a plena luz del día, pero por la noche su mente vagaba por los lugares a los que nunca la dejaba ir. Pensó en lo que podría haber sido su vida.

Aún era de noche cuando Louis despertó de su sueño, parpadeando sin fuerzas y haciendo una mueca de dolor entre las piernas al moverse. Louis bostezó y estiró los brazos por encima de la cabeza, entrecerrando los ojos en la oscuridad y buscando al alfa. Unas sábanas frías rozaron sus palmas y no pudo oír la respiración constante que lo había adormecido esa noche.

Frunció el ceño.

Sentándose derecho y dejando escapar un gemido silencioso, Louis agarró la almohada de la cama de al lado y la apretó contra su pecho mientras miraba la habitación vacía. No pudo evitar dar rienda suelta a su mente. ¿Harry se fue porque Louis no había sido bueno? ¿Había decidido que Louis no valía el riesgo de ser descubierto y castigado?

Un sentimiento hueco de insuficiencia e inseguridad se enterró en su corazón, las raíces se le engancharon en el pecho y le absorbieron toda la confianza que había acumulado. Se sentía como si hubiera cometido algún tipo de error o hubiera hecho algo para alejar a Harry. Al fin y al cabo, Harry no lo habría dejado frío y solo si no hubiera sido culpa de Louis.

Louis sorbió, tragando saliva por el cosquilleo que sentía en la garganta y parpadeando ante la amenaza de las lágrimas. Hundió la nariz en la almohada, inhalando el aroma incrustado en las plumas. Olía tanto a Harry, a alegría, a amor y a plenitud. Era todo lo que había llegado a asociar con Harry y, sin embargo, seguía sintiéndose tan vacío sin el hombre a su lado.

Harry había sido maravilloso toda la noche, alentador pero desafiante, suave pero firme y siempre cariñoso. Era la primera vez con la que Louis siempre había soñado y estaba más que agradecido de que pudiera ser con Harry y no con Brahm. A pesar de lo contento que estaba, seguía añorando el tacto de Harry y el calor de sus brazos.

Un sonido procedente del balcón hizo que Louis dirigiera la mirada hacia las puertas francesas. No podía ver nada a través del cristal empañado por los primeros signos del invierno. Otro ruido le aceleró el ritmo cardíaco y le temblaron los dedos. Su habitación estaba en el cuarto piso del palacio, apartada del resto de los huéspedes y protegida, sería difícil que alguien entrara, pero no imposible.

Louis se mordió el labio y se tapó con las mantas, inseguro de qué hacer. Podía llamar a los guardias, pero ¿cómo explicaría las sábanas manchadas de semen y la ropa amontonada junto a su cama? No, no podía arriesgarse a que nadie viera el estado de su habitación hasta que hubiera tenido la oportunidad de limpiarla.

Tal vez solo era un animal.

Armándose de valor y respirando hondo, Louis dejó caer sus pies a un lado de la cama y se estremeció al sentir el frío de la madera bajo sus pies. Metió los pies en un par de pantuflas, se envolvió el cuerpo con la manta y se acercó a la ventana. No veía nada que le pareciera amenazador.

Louis presionó su cara contra el cristal y su aliento lo empañó. Una forma oscura enroscada en la base de las ventanas le llamó la atención y frunció el ceño. Las puertas pesaban al abrirlas, silenciosas sobre sus bizagras, y se estremeció al sentir el aire frío que entraba en su habitación.

"Dios mío, está helando", susurró Louis para sí mismo, temblando bajo sus gruesas mantas mientras echaba un vistazo alrededor de las puertas.

Era Harry, sentado a medio vestir con sus pantalones y una camisa suelta contra la pared del palacio, con la cabeza enterrada entre las manos y la piel de gallina cubriéndole los brazos y la parte expuesta de las piernas. Tenía un aspecto horrible, el cuerpo tembloroso y el penetrante aroma de la angustia enroscándose en la nariz de Louis.

Louis contuvo el aliento, sus pulmones se llenaron de aire helado. "¿Harry?”, respiró.

El alfa se encorvó aún más sobre sí mismo, sacudiendo la cabeza. Ni siquiera podía mirar a Louis. Lo que sea que Louis había hecho mal, había sido lo bastante malo como para que Harry no quisiera verlo. El estómago se le revolvió, la inquietud se instaló en su vientre.

La primera lágrima estaba caliente contra su piel, recorriéndole la mejilla helada por el viento y nublándole la visión del hombre al que amaba. Se la secó en cuanto cayó. Un dolor en el pecho se retorció, apretando su corazón como un tornillo y haciéndole sentirse perdido.

Sus dedos se curvaron contra las piedras heladas mientras arrastraba los pies alrededor de las puertas, parándose a sólo unos metros de Harry. Su olor era inquietante y sólo sirvió para que Louis se sintiera más nervioso que antes. Tragándose sus emociones, Louis se acercó a Harry y se aclaró la garganta.

"¿Harry?”

Louis se sorprendió cuando Harry levantó la cara. Tenía los ojos enrojecidos y el labio inferior sangraba, atrapado entre los dientes de Harry. Louis había llegado a conocer a Harry como una de las personas más fuertes que había conocido. Era divertido, encantador, inteligente y valiente. Era la luz de Louis. Verlo en un estado tan frágil era conflictivo y lo hizo sentir mal.

"Oh, Harry", respiró Louis, con las cejas fruncidas. "¿Qué pasa?”

Se arrodilló junto al tembloroso alfa y le puso una tímida mano en el antebrazo. La piel de Harry estaba fría pero húmeda por el sudor, y se estremeció cuando Louis lo tocó. Debe estar helado.

Harry se detuvo, con el labio entre los dientes. Por un segundo, pareció que no iba a contestar, pero luego cerró los ojos y bajó la cabeza, suspirando. "No podía dormir. Desde que volví, he tenido pesadillas. Algunas noches son mejores que otras, pero a veces son tan malas que no puedo dormir en absoluto, ni siquiera puedo quedarme quieto."

A Louis se le hundió el estómago y se le hizo un nudo en la garganta. "Lo siento", susurró. Quizá era culpa suya. Podría haber sido mejor, haber hecho algo para aliviar el dolor que Harry sentía. Pero no lo hizo. Se había dado cuenta de que Harry estaba cansado y no había hecho nada para ayudarlo. Era culpa suya. "¿Te gustaría hablar de eso?"

Harry se encogió de hombros. "No lo sé. Es un poco oscuro, no quiero ser una carga para tí con mis demonios".

"¿Carga?" Louis frunció el ceño. "Harry, ya deberías saber que no eres, ni serás nunca una carga para mí. Si tienes problemas, quiero estar aquí para ti. Te amo más de lo que mi corazón puede soportar a veces, ¿no harías tú lo mismo?" sugirió, ofreciendo una pequeña sonrisa cuando Harry lo miró. "Además, has sido mi roca los últimos meses. No sé si habría podido sobrevivir a todo esto sin ti. Por favor, permíteme devolverte el favor".

Dudó al principio, pero se arrastró hacia él, se sentó en el regazo de Harry y deslizando su pulgar por el sangrado de Harry. Los ojos de Harry se encontraron con los suyos, un mar de dudas nublando su mirada. "Sólo son sueños. Hay sangre, sudor y muerte por todas partes. Hombres con los que luché -hombres que me habían salvado la vida- yacen como muñecos de trapo en campos de sufrimiento."

"Eso suena horrible", murmuró Louis. Abrió los brazos, con el cuerpo temblando en la fresca mañana de invierno, y cerró la manta en torno a él y a Harry. "No puedo ni empezar a imaginármelo. Contener esos horrores debe ser una tortura".

Era egoísta, pero una parte de Louis se sentía aliviada. Se alegraba de que Harry no hubiera perdido el sueño por su culpa o por lo que habían hecho la noche anterior, pero tenía el corazón roto por su amante. Las cosas que había visto y hecho eran insondables.

Si pudiera, robaría los recuerdos de la guerra de la mente de Harry y los sustituiría por toda una vida de felicidad. Haría cualquier cosa por Harry.

Harry asintió, con los ojos vacíos y una expresión sombría. "A veces”.

Louis se agachó y tomó las manos de Harry, las puso sobre sus propias caderas y se estremeció al ver lo frías que estaban contra su piel desnuda. En cualquier otro momento le excitaría estar sentado desnudo en el regazo de Harry, pero en aquel momento lo único que quería era ver sonreír a Harry. "Eres tan fuerte, Harry. Y tan valiente. Puedes contarme cualquier cosa, aunque creas que puede ser demasiado oscura. Puedo soportarlo. Estar ahí para ti y ser lo que necesitas es todo lo que deseo. Te amo más de lo que la luna ama la noche”, susurró, inclinando la frente para apoyarla en la de Harry.

Un aliento cálido le recorrió los labios cuando Harry exhaló bruscamente y las manos que tenía en las caderas apretaron su flojo agarre. Estaba temblando. "Yo también te amo", murmuró.

Inclinándose, Louis acarició con la nariz la columna del cuello de Harry, dejando escapar suaves ruidos para calmar al alfa y empezó a dejar rastros de su olor en la piel del alfa. No estaba acostumbrado a calmar a un alfa angustiado, pero sabía cómo consolar a sus hermanos cuando estaban asustados y perfumar siempre funcionaba. Se sentía íntimo y privado, casi vulnerable en cierto modo.

Peinó con los dedos los rizos salvajes de Harry y le besó suavemente la piel, con un ronroneo bajo resonando en su pecho.

Los minutos se alargaron mientras Louis acercaba su nariz al cuello de Harry, aspirando el aroma de maderas cálidas y las reconfortantes notas de cereza mientras impregnaba a Harry con su propio olor. Cuando sintió que las articulaciones de su cuerpo se relajaban, Louis estaba medio dormido y aturdido por el olor.

"¿Has intentado hablar con alguien al respecto?". preguntó Louis tras un largo rato de silencio. No estaba seguro de qué se podía hacer en una situación como la de Harry, si había algún médico que se ocupara del cerebro o si existía algún tipo de hierba para aliviar las pesadillas.

Harry se encogió de hombros, con los ojos cerrados y la cabeza reclinada contra la pared del palacio. "No hay nada que puedan hacer. No hay magia en el mundo que pueda quitarme la realidad de lo que he visto. He encontrado algunas cosas que ayudan a controlarlos. La bebida solía ayudar, pero siempre me sentía como si caminara entre la niebla. Correr, leer y montar a caballo me ayudan a salir de mi mente y concentrarme en otra cosa", murmuró, con los pulgares frotando en círculos la cintura de Louis. "Pero lo que más me ayuda eres tú".

Louis se sonrojó y sus labios se curvaron en una suave sonrisa. "¿Yo?"

Harry asintió. "Normalmente estar cerca de ti me ayuda a calmarme, y duermo mejor después de verte. Tienes un poder sobre mí que no comprendo, pero es innegable lo mucho que me has ayudado, aunque no seas consciente de ello."

"¿Por qué anoche fue diferente?". Louis se mordisqueó el labio inferior, mirando las marcas de arañazos en la piel de Harry de aquella noche. Pasó un dedo por la cicatriz del pecho de Harry, preguntándose qué historia habría detrás.

Con un suspiro, Harry abrió los ojos y miró las estrellas. "No podía dejar de pensar en que nunca sería suficiente. Nunca podré tenerte como desea mi corazón".

Tenía razón, la naturaleza de su relación probablemente nunca llegaría a ser lo que ambos deseaban. Louis daría cualquier cosa por poder tener a Harry como su alfa y no tener que esconderlo, pero nunca podrían abrirse. Aunque anhelaba más, nunca renunciaría a Harry. Nunca podría dejar ir lo que tenían ahora.

"Lo sé", susurró Louis, bajando la cabeza. "Ojalá pudiera tener tus cachorros y llevar tu marca. Ojalá pudiera despertarme cada día contigo y construir un hogar contigo".

A Harry se le hizo un nudo en la garganta al tragar saliva. "Louis, no sé si puedo hacerlo".

Louis se congeló, sus manos agarraron el material de la manta y su espalda se puso rígida.

"No puedo verte con él. Me duele saber que él tiene todo de ti y que yo sólo seré un secreto por la noche, que sólo existo cuando hay luna. No puedo ver cómo finges ser feliz con él", admitió, con la voz quebradiza mientras sacudía la cabeza y exhalaba temblorosamente. "Nunca dejaré de querer un futuro contigo, y me mata que nunca lo conseguiré".

"Pero Harry, podemos seguir como hasta ahora", susurró Louis.

Harry volvió a negar con la cabeza. "¿Y qué voy a hacer cuando tengas a sus hijos? ¿Cuando te entregues a él y luego me metas a escondidas en tus aposentos, todavía apestando a él? ¿Se supone que debo aceptar lo que pueda obtener? ¿Ignorar el dolor y simplemente estar agradecido?".

El omega se quedó mirando el pecho de Harry, con un frío que le subía por la espalda. Había pensado en lo difícil que sería ocultar a Harry durante el resto de su vida y en el precio que le costaría a él mismo, pero no se había dado cuenta de lo difícil que podría ser para Harry. ¿Realmente podía esperar que Harry nunca se emparejara o tuviera su propia familia mientras Louis estaba formando una familia con Brahm e intentando gobernar un reino? ¿Era justo esperar que Harry lo viera llevar los hijos de otro hombre?

"No puedo hacerlo, Louis. Te amo tanto que me duele. Me destrozaría. Anoche fue maravilloso, pero quizás cometimos un error. No debería haberlo hecho, debería haber sido más fuerte y lo siento mucho. Te fallé".

"¿Me fallaste?" espetó Louis, fulminando a Harry con la mirada. "¿Crees que me has fallado? Harry, fui yo quien te pidió que lo hicieras. Fue mi decisión".

"Te quité la virginidad, Louis. ¡Eso es algo por lo que podría perder la cabeza! ¿Conoces las consecuencias de profanar a un omega prometido a otro alfa?".

Louis se sentó en silencio. No sabía exactamente cuál era el castigo, pero sabía que no podía ser bueno para semejante ofensa.

"Brahm podría dejarte de lado por no estar intacto y hacer lo que quiera conmigo. Tú y yo sabemos que desprecia mi existencia, y tengo el maldito presentimiento de que no me perdonaría", gruñó Harry, con la ira burbujeando y el calor irradiando de su cuerpo.

"¡Pero fue mi decisión!" interrumpió Louis, empujando los hombros de Harry. "Era mi virginidad y puedo decidir a quién se la doy. ¿De verdad te arrepientes de lo que hicimos anoche? ¿Fue realmente tan terrible?"

"¡Claro que no!" siseó Harry, agarrando las muñecas de Louis. Su agarre era firme pero suave. "Esto es tan jodido Louis. ¿Cómo no puedes verlo? Tu familia desfila por ahí con oro colgando de la ropa y diamantes cubriéndolo todo pero Dios te libre de tener una emoción. Por el amor de Dios Louis, ¡mira lo que le está pasando a tu propia hermana!"

"¿Mi hermana?"

"¿No ves lo rota que está Fizz?"

"¿Qué? No está rota", insistió Louis, entrecerrando los ojos hacia Harry y moviéndose hacia atrás para conseguir algo de espacio entre ellos. "Sólo es pesimista".

Harry se burló. "¡Como el infierno que no lo está! Bebe más que cualquier adulto que yo haya conocido y fuma constantemente; esa chica está tan rota y herida como yo".

Louis se quedó mirando, los engranajes de su mente girando lentamente mientras pensaba en ello. Harry tenía razón, Felicite siempre parecía tener una copa en una mano y una pipa en la otra, y Louis no era ajeno al rencor que sentía por el mundo. Pero seguramente se habría dado cuenta de que la perseguía la tristeza. Seguramente le habría quedado claro que ella no estaba bien.

"Lou," Harry habló, más gentil esta vez. "Ella no está bien."

Se quedó sin habla. Louis sintió que se le llenaban los ojos de lágrimas y se le encogieron los hombros. ¿Qué clase de hermano era? Era un fracaso. Desde que nacieron sus hermanas, se había prometido cuidarlas siempre, velar por ellas y hacer todo lo posible para protegerlas. Pero había fracasado.

"¿Cómo no lo supe?" Susurró Louis, cerrando los ojos con fuerza. Harry podía ver el dolor que sentía y Louis ni siquiera se había dado cuenta de que algo andaba mal.

Harry suspiró, tomando las manos de Louis y presionando besos en sus nudillos. "Perdóname si soy presuntuoso, pero eres feliz. El amor nos ciega a muchas cosas. Es difícil ver el dolor de otra persona cuando eres feliz".

"Lo siento mucho", Louis se derrumbó, con lágrimas derramándose mientras prácticamente caía sobre Harry. Tabaco, bálsamo y cerezas llenaban sus pulmones mientras lloraba en su camisa. "Lo siento por todo, lo arreglaré todo. Te lo prometo."

 

⊱ꕥ⊰

 

Felicite era mucho mejor escondiéndose de lo que Louis había previsto. Era como si se hubiera dado cuenta de que la había estado buscando durante casi todo el día. Había buscado en todos sus escondites habituales: la biblioteca, el estudio, incluso el salón de fumadores, y sin embargo no la encontraba por ninguna parte. Louis había recorrido cada rincón del palacio y estuvo a punto de toparse con Brahm. Por supuesto, se había escondido detrás de una armadura gigante hasta que el duque desapareció de su vista.

Louis casi había renunciado a intentar encontrarla, resolviéndose a acorralarla después de la cena con la esperanza de discutir por fin lo que Harry le había señalado aquella mañana. De regreso a sus aposentos para cambiarse para la cena, Louis se paseó por la galería de retratos. Era una parte tranquila del castillo, lejos de las zonas comunes y mucho menos acalorada.

El aire frío y húmedo flotaba pesadamente cuando Louis se deslizó a través de las pesadas puertas de caoba y entró en la sala poco iluminada. Los rostros de cientos de miembros de la familia lo observaban, sus ojos apagados y sus bocas sin sonrisas parecían mirarlo fijamente. Le dieron escalofríos.

Envolviéndose con los brazos, Louis tragó grueso y siguió adelante, con las suelas de los zapatos repiqueteando contra los oscuros suelos de mármol. La habitación estaba en silencio y las partículas de polvo se iluminaban con el sol que entraba por las vidrieras. El propio retrato de Louis estaba colgado cerca de la parte delantera de la galería, un sencillo cuadro de él mismo cuando era un joven cachorro. Era de antes de presentarse, acunado en brazos de su madre y con las mejillas regordetas por la juventud. Algún día se añadiría otro retrato, uno de él el día de su boda con Brahm a su lado. Su infelicidad sería inmortalizada al óleo.

Un suspiro llamó la atención de Louis, procedente del fondo de la galería.

Cuando Louis se acercó, vio a su hermana sentada en el suelo, con la cara girada hacia las ventanas y la pipa colgando de los labios. Tenía los ojos cerrados y la luz verde se filtraba a través del cristal de colores, salpicando sus pómulos y coloreando sus labios.

"Ahí estás", habló Louis en voz baja, sonriendo suavemente mientras se acercaba.

El humo salía de los labios de Felicite, con la indiferencia escrita en sus rasgos. Tarareó, abrió la boca y lanzó anillos de humo al aire. Si Luise, su retratista, la viera, se pondría furioso.

Louis se sentó cautelosamente junto a su hermana, acercando las rodillas a su pecho mientras examinaba su perfil. Con sólo un pie de distancia entre ellos, Louis podía ver las ojeras que se ensombrecían bajo sus ojos y la pálida piel de su rostro parecía apagada y vacía. Había dolor tenso bajo su piel, pellizcando sus cejas y líneas sombrías asentándose en su rostro.

¿Cómo había podido pasar por alto la evidencia que apuntaba tan claramente a su tristeza?

"Te estuve buscando esta mañana", murmuró Louis. "No es fácil encontrarte".

Los hombros de Felicite se encogieron y volvieron a caer. Parecía como si el peso del mundo pesara sobre ella. "Sólo necesitaba un momento lejos de todo. Charlotte está en otro de sus alborotos y Brahm no para de dar vueltas. Esos dos son insufribles".

Podría haber resoplado si no estuviera tan preocupado por ella. "Fizz, ¿estás bien? Aparte de necesitar un descanso de ellos, ¿está todo bien?".

"Estoy bien."

Louis vio cómo su cuerpo se tensaba y ella abría los ojos para mirar fijamente al frente. "Amor, está bien que no estés bien. Harry y yo estamos preocupados por ti".

Felicite resopló, dando otra calada a su pipa. "No lo estén."

"Estás bebiendo. Mucho. Y los dos nos hemos dado cuenta de lo mucho que has estado fumando. Sabemos que estás sufriendo y sólo queremos ayudarte. Soy tu hermano mayor Fizz, sólo quiero asegurarme de que estás bien. Haré lo que sea para ayudarte", susurró Louis y puso una mano tentativa en el antebrazo de Felicite. "Te amo. Sólo dime qué pasa".

El gran reloj que había en una esquina de la habitación sonó con fuerza, el segundero dio dos vueltas alrededor de la esfera del reloj antes de que Felicite abriera por fin la boca para hablar. Respiró entrecortadamente y le temblaron los labios. "Es difícil.”

Su rostro se arrugó, las emociones se apoderaron de ella y las lágrimas brotaron de sus ojos. Al instante, Louis le rodeó los hombros con el brazo y la atrajo hacia sí mismo. Enterró la nariz en su cabello, la cinta y la pluma de avestruz entretejidas en sus rizos le hicieron cosquillas. Lentamente, frotó su mano por su espalda.

"Joder, no es justo. Lo único que quiero es ser escritora. Quiero ser mi propia persona y, sin embargo, se espera que me case".

"Puedes seguir siendo una escritora maravillosa si estás casada", señaló Louis. "Que estés comprometida no significa que no vayas a tener éxito".

"¿Y si no quiero eso? ¿Y si sólo quiero ser yo?", murmuró ella. "Louis, seguro que no eres tan tonto como para no haberte dado cuenta de que no me interesa el amor".

Louis parpadeó.

Se había dado cuenta de que Felicite nunca parecía interesada en ninguno de los hombres o mujeres de la corte, ni siquiera en ninguno de los visitantes que pasaban por allí, pero supuso que simplemente había esperado que algún día encontraría a la persona adecuada. El humor de Felicite y su actitud indiferente hacia el mundo eran un gusto adquirido para algunos, pero Louis se había imaginado que ella simplemente encontraría a alguien que encajara con lo que buscaba. 

"Yo... bueno, pensé que tal vez lo desarrollarías", cuestionó con las cejas fruncidas. 

Felicite negó con la cabeza y suspiró. "El amor no es algo que quiera nunca. Al menos, no ese tipo de amor. Te amo a ti y a nuestra familia, pero no deseo casarme nunca. No me siento atraída por nadie de la forma en que tú o Charlotte lo están".

"Oh."

"No puedo ser quien soy, al menos no libremente. Me siento fuera de lugar, como un impostor".

"Puedes serlo, Fizz. Puedes ser tu propia persona, nadie espera que seas alguien que no eres", dijo Louis con suavidad.

La mirada de Felicite le hizo cerrar la boca de golpe. Lo miró con los ojos entrecerrados y frunció el ceño.

"Eso no podría estar más lejos de la verdad, sólo que estás demasiado cegado por la responsabilidad para verlo", siseó y se burló, con la mandíbula sobresaliendo mientras negaba con la cabeza. "Tienes la idea de que si cumples el papel de su perfecto hijo omega el resto de nosotros podemos hacer lo que queramos, pero lo único que haces es ponérnoslo más difícil. Creas la expectativa de que el resto de nosotros seamos perfectos y en realidad estás haciendo lo contrario de lo que pretendes".

Se frotó los ojos y miró el remolino de humo que salía de su pipa. "Louis, ¿durante cuánto tiempo vas a seguirles la corriente? ¿Hasta cuándo vas a fingir que no tienes elección? Estás jugando con el mismo sistema que te está imponiendo a Brahm y estás perjudicando a Harry en el proceso".

Los labios de Louis se entreabrieron, sorprendido por la idea.

"No eres tan discreto como pareces creer, querido hermano. Todos sabemos que Harry y tú se aman. Hasta Brahm lo sabe".

Bueno, mierda.

"¿Lo sabe?"

Felicite puso los ojos en blanco. "Estoy bastante segura de que la mayoría de la gente de palacio lo sabe. Los criados chismorrean, Lou, y tú deberías evitar dejar tus trapos sucios para que los recojan las criadas. Además, no se te da muy bien fingir que te gusta Brahm. Me sorprende más que nadie lo supiera antes".

Huh. Louis se quedó estupefacto. Pensaba que Harry y él habían sido discretos, que habían hecho bien en ocultar su relación a todo el mundo, pero evidentemente él también había fracasado en eso. "Mierda", respiró, gimiendo mientras se pasaba las manos por la cara.

Llevaba meses viviendo con el dolor y la frustración de intentar ser el príncipe perfecto, haciendo todo lo posible para garantizar un futuro seguro a sus hermanos, pero sin hacer nada más que complicarles la vida. Debería haber sabido que Felicite se sentía así, que les estaba haciendo daño a ella y a Harry con su farsa. 

Con los brazos alrededor de su hermana, Louis decidió que ya era suficiente. Su incapacidad para escuchar a su corazón no sólo lo afectaba a él. Felicite, Harry, Daisy, Phoebe y los cachorros se merecían algo mejor. Antes había sido un cobarde, demasiado temeroso de pasarse de la raya, pero no volvería a cometer ese error. 

 

⊱ꕥ⊰

 

"¡Lo saben!" Soltó Louis nada más irrumpir en su despacho. Durante toda la cena con su familia Louis había estado hiperconsciente de todo lo que decía, paranoico de que pudiera decir algo que delatara que él y Harry estaban enamorados. Por una vez, estaba agradecido de que Harry no hubiera estado allí, porque seguramente no sería capaz de mantener el contacto visual o incluso mirar a Harry sin sonrojarse.

La mayor parte de su familia parecía ajena a su agitación interior, parloteando sobre los chismes que corrían por palacio acerca de la duquesa Cleary y su hijo ilegítimo. Charlotte y Brahm eran los que más hablaban, mientras la reina y el rey se distraían con un conde que buscaba consejo. Era una velada de lo más normal y, sin embargo, los nervios de Louis estaban a flor de piel y la ansiedad se apoderaba de él. 

"¿Saben qué?" preguntó Harry, con la camisa desabrochada y los rizos cayéndole en la cara mientras se desataba las botas de montar. 

Louis había corrido prácticamente todo el camino de vuelta a sus aposentos y aún le latía el pecho mientras intentaba recuperar el aliento. Parpadeó, mirando la piel brillante de Harry, sus pectorales moviéndose y sus abdominales apretados donde se agachaba. Después de un día entrenando a los nuevos reclutas, el alfa solía regresar a la habitación de Louis a altas horas de la noche con sudor en la frente y la adrenalina recorriéndole por dentro. Era una distracción terrible.

Sus ojos recorrieron los voluminosos músculos, atónitos por el estado de desnudez de Harry, y su cerebro tuvo un lapsus momentáneo. "Lou," Harry rió con una sonrisa burlona. "¿Quién sabe qué?"

"Cierto," respiró Louis, sonrojándose mientras quitaba su mirada del pecho de Harry y retorcía los dedos ansiosamente. "Mi familia. Saben lo nuestro".

Las manos de Harry se congelaron, los cordones de sus botas aún colgando en sus manos. Miró fijamente a Louis, la sonrisa burlona se le había caído de la cara y se le había formado una arruga entre las cejas. "¿Cómo?", frunció el ceño y apoyó el antebrazo en la rodilla, desplazando el peso hacia delante.

Estaba nervioso, y con razón. Si los descubrían, las consecuencias podrían ser mortales para Harry.

Era frustrante pensar que si sus géneros secundarios estuvieran invertidos, si Louis fuera un alfa y Harry un omega, nadie pensaría dos veces en que el príncipe tuviera a alguien al lado. De hecho, se consideraría normal y no habría puesto a Harry en peligro.

Louis se encogió de hombros, jugueteando con su flequillo nerviosamente. "Felicite dice que es obvio. Que casi todo el mundo sabe que tú y yo estamos juntos, aunque no estoy seguro de que mi madre y mi padre lo sepan. Me cuesta creer que no se enfrentarían a mí si lo supieran”, suspiró y se cruzó de brazos, abrazándolos a su alrededor.

"Joder", murmuró Harry. "Mierda, esto es malo. Maldita sea." Gruñó y golpeó el suelo con el puño. Parecía doloroso, el crujido de los nudillos contra el suelo de madera, pero el alfa ni se inmutó. "Debería irme".

Louis negó rápidamente con la cabeza. "No, por favor, no te vayas", suplicó. "No tienes que irte".

"¡Sí que tengo! Louis, podrían venir en cualquier momento y detenerme. Podrían meterme en la cárcel por esto".

La dureza de las palabras de Harry picó como un millar de avispas. Harry siempre había sido amable con él, siempre cariñoso y nunca amargado. Su tono ahora tenía al omega de Louis gimoteando y con el labio tembloroso. "Alfa", susurró.

Louis se estremeció cuando Harry se puso de pie, encogiéndose ante la muestra de frustración. "Cariño, nada me gustaría más que poder amarte públicamente, pero no puedo hacerlo si estoy muerto. ¿Lo sabe Brahm?" Sus ojos se cerraron cuando Louis asintió. " Joder ".

"Voy a hablar con mis padres", dijo el omega en voz baja, agachando la cabeza. "Tenías razón sobre Felicite, y no soporto seguir haciéndote daño a ti o a mis hermanas. Tengo que confesar. Hablaré con mi madre y le diré que no puedo casarme con Brahm". Louis cuadró los hombros y puso las manos en las caderas. "Lo resolveré", dijo con firmeza. 

Haría cualquier cosa para arreglar las cosas. Las mentiras, el dolor y el sufrimiento ya habían durado demasiado. Era hora de defenderse. 

"¿Estás seguro?" murmuró Harry. Se pasó la mano por la mandíbula, y la áspera barba hizo un ruido de arañazos bajo las uñas. "¿Y si te obligan a casarte con él de todos modos? ¿Estás seguro de que funcionará?"

No lo estaba.

"A los omegas no se les permitió leer durante años. No les enseñaban a escribir y la educación no se consideraba apropiada para un omega. Pero mi abuela aprendió a escribir en secreto y, con el apoyo de su alfa, luchó por los derechos de los omegas a leer y escribir. Era lo bastante fuerte como para enfrentarse a los tribunales y cambiar las cosas. Si ella pudo cambiar las cosas, quizá yo también pueda".

Louis se acercó más al alfa, deslizó su mano entre las de Harry y las acercó para besar las cicatrices grabadas en su piel. "Sólo quiero que tengamos una oportunidad".

Los ojos de Harry se ablandaron al mirar a su chico. "Lo sé, Grillo. Yo también". Su dedo índice recorrió la curva del labio superior de Louis. "Te amo infinitamente.”

"Yo también te amo.”

Con una larga exhalación, Harry cerró los ojos y asintió a regañadientes. "De acuerdo. Confío en ti", susurró y apoyó sus frentes, acariciando suavemente la mejilla de Louis. Se tragó su miedo y cada gramo de duda mientras rodeaba al chico con sus brazos. 

Durante unos minutos, permanecieron de pie en medio de la habitación de Louis, balanceándose lentamente de un lado a otro. Afuera nevaba, delicados copos se arremolinaban en frías ráfagas de aire y cubrían el mundo de blanco. Louis los miraba caer a través del cristal esmerilado, con la mejilla apoyada en el hombro de Harry mientras el alfa lo abrazaba con fuerza. 

"¿Harry?" Preguntó Louis suavemente, acercando la nariz a la cálida piel del pecho de Harry, la madera de cerezo irradiando de su glándula de olor. 

"¿Hmm?"

Louis sonrió cuando Harry entrelazó sus dedos, meciéndose de lado a lado como si bailaran al compás de la sinfonía de sus corazones latiendo. "Quiero estar contigo para siempre. Quiero llevar tu marca en el cuello y exhibirla con orgullo para que el mundo la vea. Tener tus cachorros y formar una familia contigo sería mi mayor alegría. Anhelo un amor sobre el que se puedan escribir libros de cuentos.”

Sus palabras fueron pronunciadas en voz baja, apenas un susurro que podría haberse perdido en el viento. En el silencio de la noche, Louis podía oír y sentir los latidos del corazón de Harry, que se alineaban con los suyos. La nariz de Harry se hundió en su cabello, inhalando el aroma tranquilizador de Louis mientras bailaban. 

"Yo también lo anhelo, mi amor". Harry le dio un beso en la coronilla y suspiró en voz baja. "Tal vez podríamos tener nuestro cuento de hadas. Si tu plan sale bien, por fin podríamos estar juntos a la luz del día. Ya no tendríamos que escondernos. ¿Te lo imaginas?”

Louis asintió. Lo más triste era que podía imaginarlo. Había pasado horas, días y semanas imaginando cómo sería pasear por el palacio del brazo de Harry, besarlo bajo la cálida luz del sol y conocer la alegría que conllevaba formar una familia. "¿Qué harías primero? ¿Me besarías?"

Calmantes caricias fueron frotadas en su espalda con el vaivén de sus cuerpos. Podría dormirse de pie de lo relajado que estaba. "No lo haría", tarareó Harry. 

"¿No?" preguntó Louis sorprendido, inclinando la cabeza hacia atrás para mirar al alfa.

Harry se rió y negó con la cabeza. "No, no lo haría. Aunque puede que sea la segunda cosa".

Intentó no sentirse decepcionado, aunque no entendía por qué Harry no lo besaría. Las muestras de intimidad en público solían desaconsejarse, aunque de vez en cuando se aceptaban los besos inocentes o los abrazos cariñosos. Harry nunca había parecido de los que descuidaban sus propios sentimientos e instintos en aras del decoro. Era el mismo hombre que había bailado como un niño en las galas más extravagantes y se había metido zanahorias bajo el labio superior para parecer una morsa y divertir a los cachorros. Había luchado en muchas batallas y tenía cicatrices que lo demostraban; no le faltaba valentía.

Unos dedos suaves alisaron la arruga de preocupación de su frente y le acariciaron el labio inferior, deslizándose sobre la piel rosada. Debía estar frunciendo el ceño. "Grillo, yo no te besaría", murmuró Harry con una sonrisa de adoración. "Porque no sería suficiente para expresar mi alegría. Podría gritar desde las colinas, cabalgar kilómetros gritando mi amor y quemar la tierra con las palabras de mi corazón y aun así no sería suficiente."

Sin aliento, Louis se sonrojó y bajó la mirada. "¿Qué harías?"

"Te propondría matrimonio".

Los ojos de Louis se abrieron de par en par y sus labios se entreabrieron, el shock lo recorrió como si lo hubiera alcanzado un rayo. "¿Lo harías?", jadeó.

Harry asintió con una risita. "Sería la única forma de expresar lo que siento por ti. No soy el más paciente de los hombres, y me conozco lo suficiente como para saber que no podría perder otro momento de mi vida sin estar casado contigo."

" Harry ."

"Sé que aún tendría que esperar a la boda, pero pasar otro día más teniendo que ocultar mi afecto por ti podría matarme", Harry rió torpemente y se rascó la barba, el más leve rubor tiñendo sus mejillas. "Podríamos esperar si fuera necesario por el bien de los tribunales o lo que sea, pero deseo ser tu alfa... si me aceptas".

Louis no podía pensar en nada que deseara más. Tiró de Harry y lo besó, rodeó sus hombros con los brazos y se inclinó hacia él con la fuerza de su beso. No era un buen beso, no con la firmeza con la que apretaba sus labios, pero no podía contenerse. Sentía que el corazón se le iba a salir del pecho.

Harry casi tropezó hacia atrás, envolviendo inmediatamente a Louis en su abrazo y devolviéndole el beso. Acarició con las manos las mejillas de Louis, acariciando con los pulgares la estructura redondeada de los pómulos del omega mientras ralentizaba el beso. Se tomó su tiempo con Louis, saboreando el momento como si estuviera trazando cada curva de su cara. 

Al final, Harry se apartó, sonriendo al oír el gemido que había provocado. "Supongo queestás de acuerdo con eso".

Louis asintió con una risita. "Estoy más que de acuerdo, Alfa. Estoy deseando que llegue el día en que podamos estar juntos".

"Yo también, dulce príncipe".

 

⊱ꕥ⊰ 

 

En un giro inusual de los acontecimientos, cuando Louis bajó a desayunar dos días después, se sorprendió al encontrar a un alfa que no era Harry sentado en el desayunador. Brahm parecía fuera de lugar con su chaleco carmesí formal y su corbata almidonada, parecía increíblemente incómodo mientras sorbía con cautela su té y miraba con desdén los panecillos de salvado que eran los favoritos de Harry. 

Por un momento, Louis se quedó congelado sobre sus pasos, con la mente acelerada tratando de encontrarle sentido a qué hacía exactamente Brahm sentado en la sala de desayunos. Ni una sola vez había querido compartir el desayuno con Louis y sus hermanos. Cuando Brahm llegó por primera vez a palacio, Louis incluso lo había invitado, pero el alfa lo había rechazado alegando que no le gustaba desayunar.

Y, sin embargo, allí estaba sentado con la espalda rígida como una tabla y con cara de preferir estar en cualquier otro sitio. 

"¿Brahm?" Louis finalmente habló, con los labios fruncidos mientras se acercaba. "¿Qué haces aquí?”

El alfa levantó la vista de su té y miró fijamente a Louis, como si estuviera contemplando algo. "Louis. Vine a verte".

Louis no sabía qué decir. Brahm no solía desviarse de su camino para ver a Louis nunca y sus interacciones se habían vuelto más moderadas en las últimas semanas. De hecho, no recordaba la última vez que él y Brahm habían ido a algún sitio los dos solos, sin que Charlotte o Harry los acompañasen para hacerlo menos incómodo. Más o menos habían renunciado a intentar conocerse, aceptando el hecho de que su matrimonio nunca sería un matrimonio por amor. Y con la evolución de la relación entre Louis y Harry, Louis se había alejado de Brahm de todas las formas posibles.

No creía que Brahm se hubiera dado cuenta. El alfa no había hecho ningún intento por tratar de ver a Louis más a menudo y cuando estaban juntos en cenas o fiestas para diversas celebraciones, pasaba la mayor parte del tiempo comparándose con Harry y quejándose de él. A Brahm le importaba más su rivalidad con Harry que Louis.

"¿En serio?" preguntó Louis, pasando sus manos nerviosamente sobre el material aterciopelado de sus pantalones.

Brahm asintió y se puso de pie con cuidado, cerniéndose sobre Louis. "Así es. Ve por tu capa y demos un paseo".

Era una orden, no una petición. Como príncipe, Louis había pasado gran parte de su vida recibiendo órdenes sobre qué hacer y cómo hacerlo, pero no era frecuente que alguien le ordenara hacer algo. El timbre dominante de la voz de Brahm le erizó la piel y apretó los dientes posteriores para no soltar una rápida réplica. Asintió secamente con la cabeza y giró sobre sus talones con un gesto brusco para que Elizabeth lo siguiera.

La irritación le hervía bajo el cuello de la blusa y la frustración le atenazaba la tráquea hasta que sintió que se ahogaba. Los tacones de sus zapatos repiquetearon contra el suelo de mármol mientras caminaba hacia sus apartamentos, con las manos en puños a los costados y la rabia desprendiendose de él en oleadas.

Hace tiempo que Harry había desaparecido en la noche, pero Louis casi podía percibir su olor al cruzar las puertas francesas de su dormitorio. Los sirvientes ya habían tendido la cama y puesto sábanas limpias, eliminando cualquier rastro de la compañía de Harry la noche anterior, pero aún quedaba en el aire el persistente olor a cerezas y tabaco caliente. Sólo el olor ya había calmado los nervios de Louis.

Elizabeth sacó su capa del armario y lo ayudó a vestirse para el frío, deslizándole los guantes por las manos y envolviéndole el cuello con una bufanda para abrigarlo. Ninguno de los dos hizo mención al moretón morado que se le estaba desvaneciendo en el cuello, ocultándolo con la gruesa bufanda de punto. Louis tendría que llevar blusas de cuello alto durante días para cubrirlo, pero en el fondo le encantaba que estuviera ahí, reclamándolo encubiertamente. 

Le reconfortaba mientras caminaba al lado de Brahm en el frío aire invernal, con un escalofrío que le recorría la espalda cuando salían a los jardines cubiertos de nieve. Brahm ya no lo llevaba a menudo a pasear por los jardines, y menos con el frío que había hecho el mes anterior. En silencio, Brahm lo alejó del castillo y pasó junto a la gran fuente que yacía vacía y olvidada. 

Cuando estuvieron a una distancia segura del palacio, Brahm redujo la marcha y se metió las manos en los bolsillos con un resoplido. Estaba claro que algo le molestaba, y Louis ya había aprendido que si Brahm se molestaba por algo, sólo empeoraba. Fuera lo que fuera, debía ser algo que no se sentía cómodo con que nadie oyera, de ahí el paseo por la nieve helada con sólo un guardia siguiéndolo a una distancia respetable. 

"¿Por qué estamos aquí?" preguntó Louis cansado. No tenía energía para fingir una conversación trivial o intercambiar cumplidos. Sólo quería volver al calor del castillo y tomar el té con sus hermanos y su alfa.

Brahm dio un golpecito con el bastón en los adoquines helados y miró a Louis con los labios apretados en una línea sombría. "Te pedí que vinieras porque ya he tenido suficiente. Sé lo que está pasando y no me dejaré en ridículo", respondió con frialdad.

Si Louis no estuviera ya helado hasta los huesos, estaba seguro de que la mirada que le dirigía Brahm lo habría congelado en un instante. Su estómago se hundió, respiró hondo y bajó la mirada al suelo. "Brahm, no sé qué...".

"Sí, lo sabes", lo interrumpió Brahm. "Creo que sabes exactamente a qué me refiero. Al principio podía ignorarlo y fingir que no estabas con otro hombre a mis espaldas, pero ha durado demasiado. Tenía la esperanza de que a medida que nos conociéramos descubrirías que yo era un alfa satisfactorio, que dejarías de relacionarte con gente como un humilde caballero una vez que vieras lo que yo podía ser para ti."

Por ridícula que fuera la idea de que Harry no era más que un humilde caballero, Louis se dio cuenta de que no podía culpar del todo a Brahm. Había sido él quien había visto a Harry mientras estaba comprometido con otro hombre y fue él quien había dejado de lado a Brahm sin pensárselo dos veces. Casi se sentía culpable por haber mentido al alfa con el que se suponía que iba a casarse.

Brahm continuó, flexionando los músculos de su mandíbula. "Ignoré lo que hacías porque el beneficio supera el coste: yo iba a ser Rey algún día y tus divagaciones podían explicarse con un capricho pasajero de afecto prohibido. No era para tanto. Pero entonces empezaste a aparecer en nuestras citas oliendo como él. Claramente intentabas mantener un nivel de discreción que yo apreciaba, pero te has vuelto perezoso"

"Brahm, te juro que no pretendía hacerte daño", susurró Louis, inseguro de si le temblaban las manos por su propia ansiedad o por el frío que le invadía.

Una vez más, el alfa lo hizo callar con un gesto despectivo de la mano, con expresión aburrida. "No necesito tus promesas vacías ni que intentes explicarte. Me di cuenta enseguida de que no te interesaba, aunque lo intentaste. Estaba dispuesto a seguirte la corriente en tus intentos de encontrar una pareja amorosa entre nosotros y ni siquiera te culpé por recurrir a otra persona cuando finalmente te diste cuenta de que se trataba de un matrimonio para obtener beneficios políticos. Nunca tuve la intención de que fuéramos cercanos, no es que los encuentros amorosos en la monarquía funcionen bien de todos modos, pero entonces me avergonzaste delante de toda la corte en el baile de Navidad. ¿Te imaginas cómo me sentí? ¿Que mi prometido y futuro omega se pasara la mayor parte de la noche deambulando con un plebeyo mientras yo miraba desde un costado totalmente humillado?".

Para ser justos, Louis no había estado pensando en casi nada aquella noche, excepto en Harry y sus planes para aquella noche. Había estado aturdido e insensato, demasiado concentrado en pasarlo bien con Harry y en reírse tan fuerte que le dolían los costados como para pensar de verdad en cómo habría hecho quedar a Brahm. Por frustrante que fuera, ambos tenían una imagen que mantener a los ojos de la familia real, y las acciones de Louis habían hecho casi imposible que Brahm pudiera hacerlo. 

Suspiró, mordiéndose el labio inferior. "Lo siento mucho. Nunca quise avergonzarte ni herir tus sentimientos. Supongo que no pensé en cómo te haría sentir", admitió Louis.

Brahm se burló, la indignación tirando de los músculos de su cara hacia abajo. "¿Mis sentimientos?", rió amargamente y sacudió la cabeza. "No me sentí herido. Louis, yo no te amo y tú no me amas. No te estoy pidiendo que encuentres en tu corazón la forma de amarme, te estoy diciendo que dejes a un lado este asunto con Harry. Es hora de que empieces a actuar como mi prometido. No eres un pequeño omega ingenuo que puede salirse con la suya desfilando con ese hombre. Madura."

"¿Que madure ?" Louis siseó, lanzando las manos al aire con incredulidad. "¡Creo que ya he madurado bastante! No pedí que me casaran con un alfa que no conozco. Esto no es nada que yo quisiera. Sabía que era inevitable que tuviera que encontrar un esposo, pero desde luego no quería esto. Aún así intenté que funcionara. Traté de conocerte, traté de amarte, ¿y para qué? ¿Para que estés distante? ¡¿Que fueras tan aburrido?!"

"¿Aburrido?"

"Sí, aburrido", se mofó el omega y se paseó por la acera, con la capa empolvándose sobre la nieve fangosa bajo sus pies. "¡Te pasaste cada minuto de nuestro tiempo juntos hablando sólo de cazar y de lo mucho que odiabas a Harry! No te importo en absoluto ni quién era yo, y por eso me enamoré de Harry. Él se preocupa por mí, me ama y me respeta. Es más hombre de lo que tú podrías ser jamás".

"¿En serio?"

Si las miradas mataran, Louis estaría a dos metros bajo tierra. En los ojos de Brahm ardía fuego y su labio formaba un gruñido desagradable. Era la intimidación personificada, apestando a ira y frustración que goteaba de sus poros mientras acechaba a Louis. "No te atrevas a tocarme", le espetó Louis.

Brahm se rió sombríamente, se pasó las manos por su cola de caballo, normalmente bien peinada, y se frotó las mejillas bien afeitadas. "¿De verdad crees que te pondría la mano encima? Puede que piense que eres un omega suelto que avergüenza a la corona con tus discrepancias, pero nunca golpearía a un omega. Ni siquiera a ti".

"Brahm, ya no puedo seguir con esto", habló Louis con firmeza, erguido y levantando la barbilla para mirar por debajo de la nariz a Brahm.

"Bien. Creo que ya es hora de enviarlo de vuelta al frente. He oído que hay un levantamiento en el oeste, sus servicios serían mucho más adecuados allí, y tal vez tú y yo podamos llegar a algún tipo de acuerdo", divagó Brahm, alisándose el abrigo y golpeando con su bastón las piedras heladas. 

"No". Louis se frotó los ojos y miró cansado al cielo. Los cielos estaban grises de penumbra y las nubes surcaban el firmamento, con una desagradable tormenta gestándose en medio de ellas. "Ya no puedo seguir con esto, con nosotros. No puedo seguir así".

Admitir que no podía seguir fingiendo era liberador, a pesar del riesgo que implicaba. Podría arruinar su futuro si rompía con Brahm. Podría avergonzar a toda su familia y no volver a gobernar si rompía el compromiso, pero ya no importaba. No había nada que pudiera salir de un matrimonio con Brahm que hiciera que valiera la pena seguir comprometido. Prefería renunciar al trono que estar atrapado para siempre en un matrimonio sin esperanza con un hombre al que no le importaba lo suficiente como para siquiera intentar amarlo.

"¿Qué quieres decir con que ya no puedes seguir con esto?"

"¡Esto!" exclamó Louis, haciendo un gesto entre él y Brahm. "¡Esta farsa de compromiso! Creo que puedo hablar en nombre de los dos cuando digo que esto no es lo que queremos. Vivir los próximos cincuenta años emparejado con alguien a quien mi alma no desea suena insoportable, y creo que ambos nos debemos a nosotros mismos poner fin a las cosas."

Brahm suspiró, estupefacto y consternado, pero no necesariamente en desacuerdo. "Iba a ser Rey", murmuró, pasándose una mano por la cara y exhalando pesadamente. "No es como si no pudiera encontrar un amante al que tener aparte. Aún podría tener todo lo que quisiera".

La bilis subió a la garganta de Louis ante la simple sugerencia. Qué típico de un alfa pensar sólo en sí mismo. Vivían en una sociedad tan injusta en la que los alfas no se avergonzaban de tener innumerables amantes secretos, pero se esperaba que los omegas fueran fieles.  Loenfermaba. 

"Podrías", aceptó vacilante. "Pero te pido que no lo hagas. Piensa en tu felicidad: la corona nunca será suficiente para satisfacerte si eso es lo único que te importa. ¿No quieres amor? ¿No quieres despertarte con la persona que adoras en tus brazos y ver el sol en sus ojos cuando sonríe?".

Algo cambió en Brahm. Su mirada se suavizó y la tensa musculatura de su rostro se relajó, todo su cuerpo se hundió un poco mientras miraba al suelo. 

"Piensa en lo que perderías si continuamos con nuestra farsa. Claro, puede que tengas el trono, pero serás un hombre diferente al actual. La edad te alcanzará y tu juventud se habrá perdido para cuando mi padre renuncie para que tú asciendas al trono. Nuestros cachorros habrán crecido y tú habrás sufrido durante años sin nada que demostrar. ¿De verdad quieres malgastar tu vida con un matrimonio que no deseas? ¿O prefieres tener ahora la vida que siempre has deseado? Aunque eso signifique alejarte de Lillidale".

Louis vio cómo la lucha se escurría de los ojos de Brahm. "Podría haberlo tenido todo", murmuró Brahm sacudiendo la cabeza. "No puedo creer que perdí ante ese bastardo. Soy el Duque de Henford, no puedo perder. Cómo voy a volver a casa y admitir ante mi padre que el omega que me prometieron eligió a un hombre inferior antes que a mí".

Con una sonrisa tensa, Louis puso una mano en el antebrazo de Brahm. "Aún puedes tenerlo todo. Puedes tener una familia, una pareja sentimental y un futuro que nunca supiste que podrías tener. Sólo que no será aquí. No me perdiste por un hombre menor; me perdiste por mí mismo. No estoy eligiendo otro alfa, estoy eligiendo mi propia felicidad. Es mi destino y pretendo tomarlo en mis manos por una vez".

 

⊱ꕥ⊰

 

El fuego se había encendido en su interior, ardiendo por sus venas y espoleándolo hacia delante mientras abría de par en par las puertas del palacio. No podía detenerse ahora, no con la adrenalina bombeando en su corazón y su alma empeñada en hacer las cosas bien. Tras su discusión con Brahm, regresó al palacio e irrumpió en la biblioteca en busca de una respuesta. 

Durante horas, había hojeado los libros cubiertos de polvo, con un pergamino a su lado que pronto se llenó de garabatos en tinta y una mancha de té oscureciendo la esquina de sus apuntes. Apenas se había dado cuenta del tiempo que llevaba estudiando hasta que Elizabeth se había colado en la biblioteca con una bandeja de comida, rompiendo la concentración que había acumulado. A través de las ventanas esmeriladas, se dio cuenta de que el sol ya se había puesto y él había trabajado durante toda la cena. 

"Alteza, debería comer”, dijo Elizabeth en voz baja, haciendo ondear sus faldas mientras se acercaba y dejaba la bandeja en una mesa junto al escritorio cubierto de libros, manuscritos y pergaminos. "Su madre preguntó por usted esta tarde.”

"¿Ah, sí?" preguntó Louis distraídamente, sacando la lengua mientras terminaba de escribir sus pensamientos sobre el último libro que había leído. Se sentía bien con lo que había descubierto hasta el momento, los detalles de su plan se iban perfilando a medida que investigaba y estudiaba los documentos legales que regían el tribunal. 

El sabroso pollo y las papas con hierbas aromáticas le llegaron a la nariz y le hicieron rugir el estómago. Estaba más hambriento de lo que pensaba, y su nariz se agitó al aspirar el rico aroma de la comida caliente a pocos metros de distancia. 

Elizabeth asintió y juntó las manos delante de ella. "Así es. Creo que tenía algo importante que decirle, pero quería hablarlo con usted primero. ¿La acompañara a tomar el té mañana por la mañana o debo pedirte que elija otro momento?".

Louis se recostó en su silla, con los hombros doloridos y un nudo en la espalda que no podía aliviar mientras estiraba los brazos y suspiraba. "Mañana por la mañana estará bien. Puedes decirle que estaré allí".

Deslizándose hacia atrás de su asiento en el escritorio, Louis se puso de pie y se estiró sobre las puntas de los pies, arqueando la espalda con un bostezo. Ya estaba deseando volver a su habitación y pasar horas acostado con los brazos de Harry a su alrededor. 

Louis se acercó a la comida y tarareó: "Se ve delicioso. Gracias por traérmela".

"El placer es mío, Alteza". Elizabeth inclinó la cabeza e hizo una reverencia, bajando cortésmente la mirada.

Mientras Louis comía, Elizabeth echó un vistazo a sus materiales de estudio y se acercó tímidamente. Echó un vistazo a los libros y frunció las cejas mientras pasaba los dedos por encima del texto. "Príncipe, si me estoy excediendo, por favor, corrígame, pero espero que no le importe que le pregunte qué está leyendo".

"¿Hmmm? Oh", tarareó Louis, echando un vistazo al escritorio. "Son documentos legales".

"Parecen difíciles de leer.”

"Lo son. A veces tengo que buscar las definiciones de las palabras en diccionarios y hay muchas leyes que no tienen mucho sentido". Louis se encogió de hombros, mordisqueando una judía verde. "No se parece en nada a los cuentos de hadas que leo". Elizabeth se quedó mirando las páginas, moviendo los labios pero sin emitir sonido alguno mientras fruncía el ceño al ver la tinta. "¿Has aprendido alguna vez?"

"¡Oh! No", rió Elizabeth sonrojándose. "Sólo sé unas pocas palabras, nada que ver con las novelas que lo he visto leer. No tuve oportunidad de aprender cuando era niña".

"Creía que ofrecíamos clases a nuestro personal".

Elizabeth agachó la cabeza y se llevó las manos a la espalda, bajando de nuevo la mirada al suelo. "El palacio ha sido muy complaciente, príncipe Louis. Agradezco las oportunidades que me ha dado su familia y sólo desearía tener tiempo para aprender. Me mantengo muy ocupada, mis obligaciones no me dejan tiempo para asistir a clases".

Era un mundo que Louis no podía imaginar. Vivía para sus libros, encontraba consuelo en ellos cuando estaba triste y una vía de escape cuando más lo necesitaba. "Tal vez podamos encontrar la manera de hacer un espacio en tu agenda para que aprendas, si te apetece".

Una lenta sonrisa se dibujó en sus labios, sus mejillas se sonrojaron. "Gracias", murmuró. "Me encantaría".

Louis regresó a su habitación una hora más tarde, con los huesos cansados y los músculos flojos. Bostezó, parpadeando somnoliento mientras dejaba que Elizabeth le aflojara los cordones del corsé. En cuanto se vistió con el camisón, sus damas de compañía recogieron su ropa y desaparecieron tan silenciosamente como habían aparecido. 

Como todas las noches, Harry entró sigilosamente en su habitación desde la entrada de un criado una vez que los pasillos se aquietaron y sonrió en cuanto puso los ojos en Louis. "Mi pequeño príncipe", tarareó Harry, acercando su nariz a la de Louis y presionando un beso en su frente. "Cómo te he extrañado".

Cuando Louis despertó por la mañana se encontró con una cama vacía. No era la primera vez, pero Louis esperaba que los días en los que Harry tenía que escabullirse de su habitación antes de que saliera el sol estuvieran llegando a su fin. Si su plan funcionaba, en tan sólo unas semanas podría besar a Harry libremente y demostrarle sus verdaderos sentimientos por él sin miedo a quien lo viera. 

Se estiró, gimiendo suavemente por el dolor en el trasero y el calambre en el cuello. No podía quejarse: le encantaba el tirón de los músculos tensos y el ardor de la barba entre sus mejillas porque eran rastros de Harry que no se borrarían. Se quedarían con él y le recordarían lo que le esperaba más tarde esa noche.

Tenía el estómago pegajoso de semen y el lubricante se le había secado en los muslos, dejándolo apestando a sexo y cubierto del olor de Harry. Estaba bastante seguro de que tenía semen seco en el cabello de la mamada bastante entusiasta que le había hecho a Harry la noche anterior, y sabía que realmente debía salir de la cama y limpiarse un poco antes de que las damas de compañía vinieran a despertarlo para el día. Por otro lado, también le apetecía quedarse acostado durante horas, mirando al techo mientras imaginaba su vientre hinchado con los cachorros de Harry.

La noche anterior, Harry casi lo había anudado, derramando semen por todo el omega mientras salía de él, gimiendo tan fuerte que seguramente los guardias lo habían oído. Louis había llorado, luchando contra las punzadas de tristeza de que Harry no pudiera anudarlo, al menos no todavía. Soñaba que lo anudaban, y las imágenes de su estómago hinchado y las sensaciones fantasmales de un nudo enterrado en su interior le impedían conciliar el sueño. Algo de la noche anterior había despertado una bestia, un deseo carnal de estar embarazado y tener los cachorros de Harry. No podía dejar de pensar en ello.

Incluso mientras estaba acostado boca arriba, con los dedos trazando formas alrededor de su ombligo y los ojos cerrados a la luz de la madrugada, Louis ansiaba tener su propia familia. Harry y él habían hablado durante horas sobre su futuro, fantaseando sobre cómo serían sus cachorros y si tendrían o no la nariz de Louis y los ojos de Harry o los rizos de Harry y la barbilla de Louis. Durante horas soñaron juntos, inventando nombres diferentes y riéndose de los que sonaban más ridículos. Se habían sentido tan bien.

Con un suspiro, Louis se arrastró desde el nido de su cama, haciendo una mueca de dolor al sentir el frío de la madera bajo sus pies y entrando rápidamente de puntillas en el cuarto de baño con la bata colgada sobre los hombros. Siempre le había gustado bañarse con Harry y sentir su calor mientras se limpiaban el uno al otro, pero esta vez habían optado por pasar horas abrazados en la cama. Quizá algún día pudieran hacer ambas cosas y no tuvieran que vivir con el temor de ser descubiertos.

Sentado en la bañera caliente, con los pétalos de rosa arremolinándose a su alrededor y el vapor saliendo del agua perfumada, oía los susurros de sus damas de compañía que llegaban para prepararlo para el día. Al principio, se habían sorprendido de ver a Louis ya despierto, pero en las últimas semanas se habían acostumbrado a que el príncipe se despertara antes de que ellas llegaran y ninguna había dicho una palabra sobre los mordiscos que tenía en el estómago, los muslos y la espalda. 

Levantó los pies, sacando las piernas del agua y presionando con las yemas de los dedos los suaves moretones de los muslos. Louis les sonrió, hundiéndose aún más en la bañera al recordar la forma en que Harry lo había agarrado los muslos, doblándolo prácticamente por la mitad y llevándolo al orgasmo no una, ni siquiera dos, sino tres veces diferentes. 

"Buenos días, Alteza", murmuró William, inclinándose cortésmente antes de acercarse a la bañera. "Parece contento esta mañana".

Louis asintió, enjabonándose las piernas y enjuagándose los restos de lubricante. "Lo estoy", respiró y se sumergió en el agua para enjuagarse el jabón del cabello. Cuando salió, William estaba a su lado con una bata limpia y un bote de aceite hidratante. "Hoy tengo un presentimiento maravilloso".

"¿Sí?"

"Sí", tarareó Louis y salió con cuidado de la bañera, aceptando agradecido el cálido albornoz. Los nervios le bullían en el estómago, las manos le temblaban a los lados y el corazón le latía rápidamente en el pecho. Aunque antes estaba asustado, ahora sólo se sentía decidido a hacerlo, a encontrar la manera de evitar que su vida se convirtiera en una espiral de miseria y arrepentimiento. 

Impaciente, Louis siguió la rutina matutina de vestirse con su delicada ropa interior de encaje, cada capa de seda cuidadosamente colocada sobre su cuerpo y sus enaguas artísticamente dispuestas, mientras luchaba contra el impulso de arrancar la ropa de las manos de Elizabeth y ponerse lo primero que encontrara. Las piernas le rebotaban y golpeaba ansiosamente con los dedos el espejo de mano mientras le arreglaban el peinado y el maquillaje, y casi gritó de alivio cuando por fin lo soltaron de la silla frente al tocador. 

Louis tuvo que hacer acopio de todo su autocontrol para no correr por los pasillos del palacio en busca de su madre y exigirle que pusiera fin a su compromiso. En lugar de eso, se tomó su tiempo, inhalando lentamente por la nariz y exhalando por la boca, como hacía Harry cuando estaba enfadado o nervioso. Descubrió que aquello le ayudaba y, cuando llegó al salón de té favorito de su madre, respiró hondo y se alisó las manos sobre el vestido antes de entrar. 

Como siempre, la reina estaba tan correctamente sentada en su silla que parecía pertenecer a un cuadro al óleo, con los dedos sosteniendo delicadamente una pequeña taza de té y la espalda tan recta como una vara. Tenía un aspecto tan pulcro y correcto que su compostura intimidaba un poco. Louis no estaba seguro de poder llegar a ser tan majestuoso como ella, y sólo esperaba ser algún día la mitad de increíble reina que era su madre.

"Buenos días, madre", dijo Louis en voz baja, haciendo una reverencia e inclinando la cabeza. "Elizabeth me dijo que deseabas verme".

La reina levantó la vista del pequeño libro que tenía en el regazo y sonrió cálidamente. "Mi querido muchacho, pasa. Toma asiento y una taza de té". Señaló el asiento de enfrente e inmediatamente un sirviente le acercó la silla a Louis y una taza de té apareció frente a él. 

"Gracias", tarareó Louis. Añadió el azúcar y un chorrito de crema, removiendo lentamente con las cucharas de té grabadas que le habían regalado a su madre durante las fiestas.

"¿Cómo estás?”

Louis se encogió de hombros, mordiéndose el labio inferior. "Estoy bastante bien, supongo. Tengo algunas cosas de las que quería hablarte, la verdad, y estoy bastante nervioso".

"Antes de que digas algo, tengo algo de lo que debemos hablar". Las mariposas en la barriga de Louis volvieron pero las aplastó, forzándose a formar una sonrisa tensa y asentir mientras su madre hablaba. "Bueno, he estado debatiendo con tu padre durante unas semanas sobre qué curso de acción deberíamos tomar, y creo que por fin hemos llegado a un consenso, pero ambos estuvimos de acuerdo en que primero teníamos que planteártelo a ti."

"¿De acuerdo?" Louis frunció el ceño, jugueteando nerviosamente con su cuchara.

La reina se aclaró la garganta y dejó la taza de té y el plato sobre la mesa, juntando las manos delante de ella. "Bueno, hemos estado pensando en encontrar una forma de agradecer a Sir Harry su contribución a la Guardia Real. Al principio pensamos en ascenderlo a general, pero nos dimos cuenta de que no le haría mucha gracia estar tan lejos de casa. Barajamos la idea de una buena recompensa monetaria, pero parecía demasiado impersonal. Pensamos que la mejor manera de demostrarle nuestro aprecio era otorgarle un título".

"¿Un título?"

"Sí. Creo que conde Styles de Cottonswood suena muy bien", rió suavemente la reina Josephine, sonriendo amablemente al omega que tenía enfrente. "Pero lo dejaremos en sus manos. Si le ofrecemos el título a Harry, es probable que abandone el palacio para gobernar su propio patrimonio y me temo que lo verías con menos frecuencia. Cottonswood no está muy lejos de aquí, pero estaría muy ocupado, y odiaría que sintieras que has perdido a un amigo."

Louis estaba conmocionado. Había esperado que su madre quisiera hablar con él para algo relacionado con la boda, como elegir las flores o asignar las damas de honor, pero no esto . Por un momento, sólo pudo parpadear ante la reina con la boca abierta y los ojos desorbitados. "N-no sé qué decir", jadeó. 

"Bueno, esperaba que eligieras pronto. Todavía tenemos mucho que hacer para planificar la boda, y a tu padre y a mí nos gustaría ofrecerle el título a Harry en los próximos días."

Louis asintió con la cabeza, exhaló con fuerza y se llevó las manos a la barbilla mientras se inclinaba sobre la mesa. Los engranajes giraban en su cabeza. Su plan inicial no funcionaría si Harry era ascendido, pero tal vez había un plan aún mejor por urdir. "Sí, yo... Dios. Me parece una idea encantadora".

La reina Josephine sonrió alegremente y aplaudió. "¡Oh, qué encantador! A tu padre le hará mucha ilusión oírlo".

"Espera, mamá. Antes de que te emociones demasiado hay algo mío que debo contarte", comenzó Louis, tomando un largo sorbo de té para calmar sus nervios. "Siento que te he fallado, pero no puedo seguir así. Madre, desprecio al duque", suspiró. 

Si la reina estaba sorprendida, no dio ninguna señal. Lo observó, con el rostro vacío de cualquier expresión mientras escuchaba y se llevaba un macaron a los labios. 

Louis continuó lamiéndose los labios con nerviosismo. "Lo intenté, de verdad. Durante meses intenté conocerlo, dejar mi corazón abierto a la idea de casarme con él, pero cuanto más lo conocía, menos lo quería. Es bruto, frío y terriblemente aburrido. Sé que es mi deber casarme con él, pero no sé si puedo. Mamá, no lo amo y nunca le amaré".

Louis se había dicho a sí mismo que no lloraría. Durante todo el camino hasta el salón de té, Louis se lo había repetido una y otra vez en su cabeza. No lloraré, no lloraré, no lloraré . Y ahora empezaba a sentir la familiar punzada detrás de los párpados. "Ojalá pudiera honrar al reino y hacerlo de todos modos, pero no puedo seguir haciendo daño a la gente que quiero. Felicite es tan infeliz y sé que a Harry se le rompería el corazón si me casara con Brahm". Sus mejillas se calentaron. "Anhelo ser la persona que el reino necesita, ser un buen gobernante para nuestro pueblo, pero no puedo hacerlo si tengo que casarme con Brahm para gobernar".

Limpiándose la gota de su mejilla, Louis continuó. "No puedo casarme con él. No cuando mi corazón pertenece a otro, y prefiero abdicar a vivir sabiendo que rompí el corazón de Harry y el mío propio por convertirme en Soberano Omega. Si es un matrimonio con Brahm o la pobreza, elijo la pobreza".

Una mirada de perplejidad se dibujó en el rostro de la reina Josephine, sus labios perfectamente pintados se torcieron ligeramente hacia abajo y una pequeña arruga se formó entre sus cejas. "Louis", murmuró. "Sé que Harry y tú han formado una especie de... vínculo, pero ¿estás seguro de ello?".

El omega asintió con firmeza. "Lo estoy. No amo a Brahm y no lo amaré. Estoy enamorado de Harry, y no puedo seguir por este camino del matrimonio con El Duque si estoy haciendo daño no sólo a Harry, sino también a mí mismo. He tomado una decisión al respecto".

Sin decir nada, vio como su madre se levantaba y se golpeaba el labio inferior pensativamente. Su té estaba olvidado en la mesa, el vapor subiendo lentamente. La reina Josephine se paseaba de un lado a otro, aparentemente concentrada, y Louis no se atrevió a interrumpirla. Llevaba toda la vida confiando su futuro a sus padres, poniendo ciegamente su destino en sus manos y confiando en que harían lo mejor para él. Por una vez en su vida, quería poner las riendas en sus propias manos y tomar por fin las riendas de su destino. 

No importaba lo que dijera su madre, Louis estaba decidido a seguir a su corazón. Aunque perdiera el trono, lo echaran del castillo y lo destinaran a vivir una vida de miseria, no se doblegaría. Podía enfrentarse a cualquier cosa mientras tuviera a Harry y, si no ponía fin a la proposición con Brahm, no estaba seguro de si Harry sería capaz de soportar el dolor de quedarse. 

"¿Estás seguro?", le preguntó su madre por última vez.

Louis movió la cabeza en señal de afirmación. "Completamente. Mi lugar es con Harry". Lentamente, se puso de pie y sacó el pergamino de notas que había tomado la noche anterior. "Tengo una idea."

 

⊱ꕥ⊰

 

Habían sido necesarias muchas horas de cuidadosa planificación y reuniones con el consejero real de los Reyes, trasnochando durante casi una semana antes de que Louis tuviera un plan impenetrable. Todavía no se lo había contado a Harry, no hasta que las cosas estuvieran grabadas en piedra, pero poco a poco las cosas iban tomando forma. Aunque extrañaba a su alfa, estaba decidido a encontrar la solución a su problema, y estaba dispuesto a sacrificar unas cuantas noches con Harry si eso significaba que al final ganaría toda una vida con él.

Por fin, Louis estaba seguro de que su plan iba a funcionar. No se había dado cuenta de lo intrincado que era el funcionamiento interno de la corte y estaba agradecido de tener a alguien tan sabio como Fredrick para guiarlo por el camino. Toda la investigación de Louis y toda su cuidadosa planificación habrían sido en vano de no ser por Fredrick, y no podía agradecérselo lo suficiente, aunque intentaba mostrar su agradecimiento cada vez que podía.

Resulta que para otorgar un título había que hacer mucho más de lo que Louis había pensado. Tenían que encontrar un lugar para construir la propiedad, establecer el cargo de conde con la gente de Cottonswood y luego estaba el asunto de los tutores. Aunque, técnicamente, Harry podría casarse con la familia real con su nuevo título de conde, seguiría sin estar preparado para gobernar el reino sin una formación adecuada. Si algún día iba a ser coronado rey, tendría que aprender lo necesario para desempeñar ese papel. 

El rey William había accedido con gusto a que Harry asistiera a los procedimientos de la corte y se sentara con él en el gabinete, y sus padres ya estaban buscando varios instructores para ayudar a Harry en sus estudios. Pasarían años antes de que Harry tuviera que asumir el papel de rey, lo que dejaba mucho tiempo para prepararlo para ser el futuro rey. 

De algún modo, se las arreglaron para mantenerlo en secreto para Harry, aunque se puso de muy mal humor cuando Louis llegó a sus aposentos mucho más tarde de lo habitual. Le mataba ocultarle la verdad a Harry, pero no quería hacerse ilusiones hasta estar completamente seguro de que podrían conseguirlo. 

Un día, después de desayunar, Louis finalmente había hablado con Harry y se había retirado al invernadero para evitar miradas indiscretas y oídos indiscretos. Se lo había contado todo, desde el principio del plan hasta el final. La mayor parte del trabajo detrás de escena ya estaba hecho, sólo tenían que finalizar el compromiso roto y entonces podrían seguir a sus corazones.

Harry, comprensiblemente, se quedó de piedra. Se había imaginado que si Louis rompía su compromiso, podría perder el derecho al trono, que pasaría a quien se casara con Charlotte como segundo mayor de los Tomlinson. Eso, o tal vez Louis podría ascender al trono, pero nunca podrían casarse oficialmente. Ni en un millón de años habría pensado que la solución a sus problemas podría ser que él mismo fuera Rey. Durante casi diez minutos, Harry contempló atónito las altas ramas de glicinas que se cernían sobre ellos, con la boca abierta y los ojos desorbitados, mientras empezaba a procesar la información que Louis le había proporcionado. 

Louis se imaginaba que era mucho para asimilar. No es como si todos los días el amor de tu vida te revelara que algún día heredarías el trono. Observó cómo Harry se frotaba la mandíbula, rascándose el vello que le crecía, y se apretó contra el costado de Harry con la cabeza apoyada en el hombro del alfa.

La conversación ya se había tenido con el duque entre Louis y la reina y, para su crédito, Brahm aceptó la separación con mucha más gracia y aplomo de lo que Louis hubiera pensado que lo haría. Brahm regresaría a Illuria al día siguiente, y Louis no podía estar más emocionado de liberarse del control del alfa sobre él. 

"¿Somos libres?" jadeó Harry cuando por fin encontró las palabras, con los ojos brillantes de lágrimas no derramadas. 

Louis asintió, con el corazón desbordante. "Lo somos", susurró. "Se marcha mañana por la noche.”

Harry había esbozado una sonrisa tan amplia que Louis temió que le partiera la cara por la mitad. Con un movimiento fluido, Harry se dio la vuelta y arrancó una enredadera del árbol más cercano, girando para que Louis no pudiera ver lo que hacía y, cuando volvió a girar para mirar a Louis, se arrodilló. 

Sabía que Harry iba a proponerle matrimonio, Harry se lo había dicho, pero aun así sus manos volaron para taparse la boca y las mariposas le estallaron en su estómago. Louis observó con los ojos muy abiertos cómo Hary le sonreía, tan increíblemente guapo con su abrigo azul, su camisa blanca y sus sencillos pantalones de lana. 

"Louis", tarareó Harry, tomando la mano de Louis y acariciando el dorso con el pulgar. "Mi querido Grillo".

"Sí, Harry. Sí", soltó Louis, con las manos temblorosas en las de Harry. 

Riéndose, Harry puso los ojos en blanco y apretó los dedos de Louis. "Cariño, ni siquiera me has dejado terminar. Cierra esa preciosa boca tuya para que pueda hacer esto como es debido", bromeó y esperó a que Louis asintiera antes de continuar. "Nunca pensé que este día sería posible. Cuando me di cuenta de lo que sentía por ti, estaba destrozado. Pensé que estaba condenado a una vida en la que ansiaría tu contacto y tu amor mientras te veía casarte con otro. Las palabras no pueden hacer justicia a las emociones que sentí cuando me dijiste por primera vez que me amabas. Eres mi luna y mis estrellas, siempre un consuelo y siempre un hogar para mí. Aunque nuestro amor ahora puede ser visto por el sol, siempre serás mi luna. Tu belleza, tu gracia, tu inteligencia y tu dulce risa me atrajeron, pero es de tu alma de quien me enamoré. Siento como si dos corazones se hubieran convertido en uno y bendigo el día en que nuestros latidos se alinearon. Cariño, ¿me harías el absoluto placer de casarte conmigo?".

Las lágrimas no dejaban de correr por el rostro de Louis, dejando huellas húmedas en sus mejillas, y su nariz goteaba de la forma menos atractiva, pero era tan feliz. Con cada inhalación, los pulmones le temblaban y el corazón le retumbaba en los oídos, las manos le sudaban mientras Harry hablaba. 

Cada palabra que caía de sus labios se sentía como magia, arremolinándose en el aire y llenando el pecho de Louis. Todos aquellos años atrás, cuando Louis había imaginado su futuro compromiso, esto era lo que había soñado. Había soñado con tanto amor que no podía contenerlo y una alegría tan pura que no pudo evitar que se derramara en forma de lágrimas. Cada fibra de su ser le gritaba que cayera en brazos de Harry y gritara desde la torre más alta del palacio.

"Ya puedes hablar", Harry rió suavemente.

"¡Sí!" se atragantó Louis, sintiendo por fin que podía respirar. "¡Mil veces más, sí, sí, sí!".

Mientras miraba la enredadera retorcida que se deslizaba por su cuarto dedo, soltó una carcajada húmeda y saltó hacia delante, besando a Harry hasta que sus labios se hincharon y magullaron, hasta que se mancharon de amor.

La noche en que Brahm abandonó el palacio, Louis y Harry lo observaron desde el balcón, una sonrisa de satisfacción no abandonó ni una sola vez los labios de Harry y Louis no pudo evitar sentirse aliviado. El Parlamento acababa de aceptar que Harry actuara como una especie de aprendiz del rey para conocer el funcionamiento interno y parecía que todo iba a salir según lo planeado sin el menor contratiempo. Louis nunca se había sentido tan libre.

Mientras se recostaba en el pecho de Harry, el calor de su alfa filtrándose a través de sus ropas y con el latido constante de su corazón contra el suyo, observaron cómo el carruaje que transportaba al duque se hacía cada vez más pequeño hasta desaparecer en el horizonte. Era algo extraño, haber soñado con esto durante tanto tiempo y, sin embargo, nunca pensó que por fin llegaría el día en que sería libre para estar con Harry.

"Se fue", tarareó Harry, la mezquindad colándose en su voz. 

Louis asintió. "Finalmente.”

El pecho de Harry retumbó con su zumbido satisfecho y sus labios estaban calientes contra el cuello de Louis cuando apretó un beso en la piel expuesta. Su aroma reconfortante y familiar fluyó abiertamente y cubrió a Louis de cerezas y tabaco. "El aburrido Brahm ya no existe".

Sonriendo, Louis apoyó las manos sobre el estómago de Harry y miró por encima del hombro. "Casi extraño sus modales aburridos", bromeó juguetonamente, riéndose al oír el gruñido que brotaba del pecho de Harry.

"Más vale que estés bromeando", refunfuñó el alfa.

"Por supuesto".

Louis se giró en los brazos de Harry y le rodeó los hombros con los brazos. "Tengo que pedirte algo", admitió, el rubor de sus mejillas aumentó. 

"Cualquier cosa.”

Sus dedos patinaron sobre la mandíbula de Harry, con la piel erizada bajo las yemas de los dedos mientras trazaba la pronunciada curva de la mandíbula. Nunca dejaba de asombrarle lo guapo que era Harry, desde su hermosa estructura ósea hasta la ligera curvatura de la nariz que se había roto en combate; cada cicatriz y cada peca eran como la pintura sobre el lienzo del artista más hábil del universo. Louis sonrió y se inclinó para darle un beso en la mejilla. "Hazme el amor", susurró.

Las manos en la cintura de Louis se tensaron y él soltó una risita mientras Harry inhalaba bruscamente, con los ojos verdes cada vez más oscuros y una mueca en los labios. "Joder, de acuerdo”, aceptó Harry con facilidad y lo tomó en brazos, con una mano debajo de su trasero y la otra agarrando la nuca de Louis mientras los llevaba adentro. Casi tropezando con el marco de la puerta, Harry corrió a ciegas hasta la cama y apretó a Louis contra el poste de su cama, mirándolo hambriento.

Tonos cálidos de rosa, morado y naranja se filtraban por las ventanas de la habitación de Louis, cayendo en cascada sobre las lustrosas tablas de madera del suelo y proyectando sombras púrpuras sobre sus rostros. Ver a Harry tan de cerca, de pie en medio de su dormitorio resplandeciente por el sol poniente, parecía un momento sacado de un soneto. Esperaba no olvidar nunca el privilegio que suponía poder ver los pequeños detalles del rostro de Harry, que ya no se ocultaba tras puertas cerradas y habitaciones oscuras. 

El cabello de Harry le hacía cosquillas en el cuello cuando se agachó para acariciar la garganta de Louis, tan gentil como siempre, mientras arrastraba una serie de suaves besos desde la peca de la mejilla de Louis hasta el lugar de enlace vacío que temblaba bajo sus caricias. Louis inclinó la cabeza hacia atrás y tarareó en voz baja, bañándose en la calidez de la atención de Harry. "¿Cómo tuve tanta suerte?”

Una risita resopló contra su piel mojada de saliva, y Harry esbozó una sonrisa. "Yo soy el afortunado", ronroneó y le pellizcó la mandíbula. "Podrías haber tenido a cualquiera en el mundo y aun así me elegiste a mí, sólo un pobre caballero perdidamente enamorado de su mejor amigo".

A los ojos de Louis, no podría haber tenido a nadie. Nunca había querido a nadie más que a Harry y nunca había tenido realmente elección. El universo los había vuelto a unir y él no era capaz de resistirse a su destino. Fue el destino. 

"¿Qué tal si", murmuró Louis, deslizando los dedos entre las ondas sueltas de Harry, "te muestro lo afortunado que me siento?".

La expresión de la cara de Harry era cómica, pero en lugar de reírse, Louis se arrodilló lentamente delante de Harry y lo miró desde debajo de sus oscuras pestañas. Nunca había conocido el placer de ser un provocador hasta que Harry y él se habían acostado juntos por primera vez, pero estaba empezando a adorar absolutamente la poderosa sensación que le producía y la confianza que sentía cuando Harry estaba tan desesperado como él. 

"Jesús, Grillo", murmuró Harry, relamiéndose los labios mientras lo observaba.

Lentamente, Louis acarició su rostro contra la línea de la polla medio dura de Harry a través de los pantalones y hundió los dedos por debajo de la cintura para bajarlos poco a poco por las piernas de Harry. Una de sus cosas favoritas en el mundo era lo espeso y seductor que era el almizcle de Harry, especialmente cuando estaba excitado. Louis no perdió tiempo en quitarle los pantalones a Harry, y pronto tuvo una mano alrededor de la base de la polla de Harry y su boca presionando ligeros besos a la cabeza bulbosa. 

Encima de él, Harry sonreía y sus dedos acariciaban el cabello de Louis, rascándole agradablemente el cuero cabelludo. Golpeó la cabeza contra sus labios y sacó la lengua para untar líquido preseminal sobre sus papilas gustativas, gimiendo por el sabor. Era todo varonil y alfa, rico y poderoso en su lengua. 

Sus labios se acomodaron alrededor de la polla, arrastrando la lengua contra la parte inferior mientras chupaba lánguidamente la cabeza, tarareando alegremente para sí. Conocía a Harry lo bastante bien como para saber que no aguantaría demasiado, porque tiraría de Louis y lo empujaría sobre la cama, incapaz de apartar las manos de Louis y desesperado por follárselo hasta dejarlo sin sentido.

Por el momento, Louis se hundió más abajo en su polla, lamiendo y chupando mientras tomaba descuidadamente la polla de Harry. Su mano libre agarraba el eje, acariciando ligeramente lo que no podía meterse en la boca y retorciendo la muñeca como sabía que volvía loco a Harry.

"Joder, cariño", gimió Harry, mordiéndose el labio inferior. "Te ves tan bien, te sientes como el cielo".

Louis asintió con la cabeza, chupando la punta y respirando agitadamente por la nariz antes de chupar la polla de Harry todo lo que pudo, con algunas arcadas cuando intentó tomar demasiado. Harry murmuraba palabras dulces y lo animaba suavemente, sin apartar la mano del cabello de Louis y con los ojos fijos en su cara. 

Al final, Louis tuvo que apartarse, con la mandíbula dolorida y los labios brillantes y rosados por la saliva. "Oh, vaya. Te ves tan hermoso, Grillo", gimió Harry, con la polla sacudiéndose y goteando presemen por la punta. 

Louis se limpió la boca con el dorso de la muñeca, se sentó sobre sus piernas y batió sus pestañas hacia Harry, manteniendo el contacto visual mientras se desataba lentamente la parte delantera de la bata y dejaba al descubierto su pecho liso y pálido. Bajo la acalorada mirada de su amante, Louis se despojó de su ropa capa a capa hasta quedar sentado, desnudo y vulnerable, frente a Harry. "Alfa".

No necesitó esperar ni un segundo más, sus brazos temblorosos fueron calentados por las manos de Harry y sus pies despegados del suelo cuando Harry lo levantó con facilidad. Louis siempre había apreciado lo fácil que le resultaba a Harry levantarlo y había aprendido muy pronto que le encantaba que lo manejaran. 

Cuando lo depositaron en la cama, Louis abrió las piernas y miró a Harry con los ojos muy abiertos y los labios hinchados, siguiendo al alfa mientras se quitaba los pantalones y se quitaba el abrigo de los hombros. Harry no se molestó en tomarse su tiempo, dejando un rastro de ropa hasta la cama de Louis, y luego se arrastró hacia Louis con cariño en los ojos. Su cuerpo tonificado y firme pero suave como las estatuas de granito que se erguían en el Gran Comedor, pertenecía a un museo, para ser maravillado y apreciado por las masas, aunque se alegraba de ser el único que podía ver a Harry así. 

"Te amo mucho, dulce príncipe", susurró Harry, pellizcando los dedos de los pies de Louis y sonriéndole. "Me encantan tus tobillos", besó los delicados huesos del tobillo de Louis. "Y tus espinillas". Depositando otro beso en la mencionada parte del cuerpo. "Tus rodillas, tus muslos, tu polla", enumeró Harry, apretando suaves besos mientras subía hasta las clavículas de Louis y, finalmente, sus labios. "Pero sobre todo, me encanta tu preciosa sonrisa y tus ojos en los que puedo perderme".

La emoción tiró del corazón de Louis, llenando su pecho de sol y bañándolo como una ola. "Harry", exhaló, acercándose a Harry y tirando de él con una mano en la nuca. "Te necesito.”

"Estoy aquí. Te tengo."

Louis negó con la cabeza, inclinando las caderas hacia arriba para rozar su polla contra el abdomen de Harry. "Necesito que me anudes".

Un escalofrío recorrió la espina dorsal de Harry, que bajó los ojos para contemplar la belleza que yacía bajo él. "¿Anudarte? Cariño, aún no estamos casados. ¿Y si...?

"Estamos comprometidos. Y eso es suficiente para mí. Llevo tanto tiempo deseándolo y, ahora que soy tuyo -verdaderamente tuyo y de nadie más-, quiero sentir tu nudo. Por favor, Harry".

Mientras asimilaba las palabras de Louis, Harry cerró los ojos y asintió con la cabeza, besándole la frente, la punta de la nariz y la barbilla antes de acostarse boca arriba y tirar de Louis. Unos muslos suaves y lechosos rodeaban la cintura de Harry y su piel brillaba en tonos melocotón y dorados a medida que el sol bajaba más y más, colándose por las ventanas. "Te ves hermoso ahí arriba, Grillo. Un trono apropiado para un príncipe", tarareó.

El bufido que soltó Louis fue de todo menos atractivo, pero Harry le sonrió de todos modos y pasó las manos por los muslos de Louis, apretando la carne. "Eres terrible", le informó Louis poniendo los ojos en blanco. 

"Todavía me amas".

"Eso hago", tarareó y se inclinó para besarlo, apoyándose con una mano plantada junto a la cabeza de Harry y la otra descansando sobre el pecho fuerte y musculoso de Harry, su corazón latiendo contra la palma de Louis. "Más de lo que puedas imaginar.”

Las manos sobre sus muslos se deslizaron por la curva de sus caderas, tanteándolas suavemente antes de deslizarse sobre la parte baja de su espalda y posarse en sus mejillas, el ajuste perfecto. Harry le sonrió perezosamente, con una expresión de embriaguez amorosa en el rostro, y Louis no tuvo más remedio que besarlo de nuevo, rozando sus narices y suspirando satisfecho. Ya se imaginaba despertándose así todas las mañanas, maldito sea el aliento matutino. 

Louis besó a Harry lentamente ahora que tenían todo el tiempo del mundo, mordisqueando suavemente el labio inferior atrapado entre los suyos y riendo cuando Harry apretó la carne de sus nalgas en represalia. Poco a poco, los besos se hicieron más profundos, pasando de lánguidos roces de labios a ansiosas succiones y fuertes respiraciones en bocas abiertas. Las lenguas se deslizaban juntas en una maraña de saliva caliente y húmeda, y entre sus mejillas empezaba a acumularse lubricante.

Unos dedos cálidos y ásperos le rozaron el agujero y un escalofrío recorrió su cuerpo mientras separaba los labios con un suave jadeo y sacudía las caderas contra las de Harry. La larga y dura línea de la polla de Harry se encajó perfectamente entre sus mejillas, caliente y pesada mientras Louis la aplastaba. El delirio se apoderó de él al sentir a Harry tan cerca de donde lo quería, Louis casi babeando de deseo. 

"Huele bien, bebé", susurró Harry, arrastrando los dedos por su lengua resbaladiza y llevándoselos a los labios. Descaradamente, el alfa lamió el lubricante de sus dígitos con un tarareo de aprobación.

Esto hizo que un rubor calentara las mejillas de Louis, aunque no pudo apartar la mirada. Más bien, apretó sus labios contra los de Harry y gimió al sentir su propio sabor en la boca del alfa, balanceando las caderas. 

El primer dígito se deslizó con facilidad y el segundo no tardó en seguirlo, con el estiramiento suficiente para que el omega se mordiera el labio inferior. Con el pecho apretado contra el de Harry, arrastró la polla contra el fuerte torso que tenía debajo y gimió suavemente. 

La necesidad iba apareciendo poco a poco, junto con el deseo de ser llenado y anudado. Como la niebla, la sensación se fue apoderando de él y pronto Louis se revolcaba abiertamente contra los abdominales de Harry, moviendo las caderas contra los dedos largos y gruesos que tenía dentro. El deseo insistente de hacer algo muy vergonzoso rondaba por la mente de Louis, con palabras obscenas en la punta de la lengua. 

Fue el tercer dedo el que lo hizo jadear, con la cara pegada al cuello de Harry y las manos tensas mientras se estremecía.

"¿Se siente bien? preguntó Harry, con voz grave y seria al oído de Louis, con la mano que no estaba metida entre las mejillas de Louis acariciándole la columna vertebral de forma reconfortante. Sin levantar la cabeza, Louis asintió y se acurrucó más cerca del alfa, con los labios fuertemente apretados. "¿Vas a decirme lo que quieres?".

Pon tus cachorros en mí.

Louis aspiró y movió la cabeza una vez más, sacando la lengua para rozar el cuello de Harry, donde los latidos de su corazón golpeaban su piel. "Te deseo", susurró, maullando cuando la punta de un meñique rozó su borde resbaladizo.

Harry torció los dedos y los movió en forma de tijera, arrancando un maullido ahogado al chico que estaba a horcajadas sobre su cintura. "¿Sí? ¿Quieres mis dedos?" Louis se encogió de hombros. "¿Quieres mi boca?"

Aunque sonaba bien, Louis se encogió de hombros, concentrado en la dura polla que se deslizaba por su grieta. 

"Quieres mi polla, ¿verdad, cachorro?".

Al oír esa palabra, Louis cerró los ojos y pudo sentir cómo se estremecía entre los dedos de Harry. No necesitaba mirar para saber que Harry estaría sonriendo, con sus labios rosados dibujando una sonrisa arrogante y sus hoyuelos dibujándose en sus mejillas.

El dedo meñique que jugueteaba con el borde se introdujo, colándose entre los apretados músculos del borde de Louis. "Así que eso es lo que deseas, ¿verdad?

"Sí", jadeó Louis, con la polla goteando lastimosamente contra el estómago de Harry.

"Muy bien, siéntate", tarareó Harry y deslizó los dedos suavemente, aunque Louis no pudo evitar hacer una mueca ante la repentina pérdida. Le gustaba estar lleno y, sin los dedos de Harry, se sentía demasiado vacío.

No tuvo que esperar mucho más para que la polla de Harry le rozara el borde, resbaladiza, ayudándole a deslizarse mientras introducía la cabeza de su polla en el interior del tembloroso omega. La sensación de ser llenado tan exquisitamente nunca envejecería, el placer chisporroteaba en las yemas de sus dedos mientras Louis inclinaba la cabeza hacia atrás y gemía con cada centímetro. 

Con los muslos apoyados en los costados de Harry, Louis se apoyó en la gruesa polla y los maullidos brotaron de sus labios como miel. Nunca había conocido una euforia tan grande como la de estar lleno, y estaba casi seguro de que no había mejor sensación en el mundo que tener a su alfa dentro de él, sintiendo cada cresta y cada vena contra sus paredes. 

Una vez que estuvo completamente sentado, Louis tuvo que morderse el labio para contener un gemido, con el pecho agitado mientras su cuerpo se adaptaba lentamente al tamaño de Harry. Cuando miró hacia abajo, le sorprendió lo que vio. Su vientre, normalmente plano, estaba ligeramente distendido, con apenas un indicio de un bulto que le empujaba el interior donde la polla de Harry le presionaba. 

Con curiosidad, Louis levantó una mano temblorosa y la apoyó sobre la hinchazón de su vientre. Su vientre casi parecía embarazado. "Oh”, respiró, clavando los dientes en la carne rosada de su labio mientras se miraba el abdomen.

"Pareces..." Harry tragó saliva y se lamió los labios. "Joder, bebé".

Con los ojos muy abiertos, Louis levantó la mirada y gimió, deseando más que nada que aquello fuera real. "Alfa", maulló, clavando las uñas en los abdominales de Harry y sacudiendo las caderas hacia delante. 

Harry gimió, apretando con más fuerza la cintura de Louis. "Dios, parece que estás embarazado". El agudo jadeo que soltó Louis hizo que los ojos de Harry se dirigieran hacia su cara, atónito y asombrado ante el espectáculo que tenía encima. "¿Eso es...?"

Louis asintió.

Por un momento, ambos se quedaron mirando la suave curva del vientre de Louis antes de que la mano de Harry se posara junto a la suya, cuyo tamaño empequeñecía la de Louis. Louis podía imaginárselo, el hinchazón gradual de su vientre a medida que la vida crecía en su interior, su cuerpo cambiando y adaptándose para albergar a su futuro cachorro, y se dio cuenta de lo mucho que deseaba tener una pequeña familia propia.

"Lo quiero", susurró Louis, con su agujero retorciéndose alrededor de Harry. "Quiero estar lleno de tus cachorros".

Y justo así, un interruptor se encendió. 

Los ojos de Harry se oscurecieron, sus pupilas se dilataron mientras inhalaba profundamente, y su otra mano agarró con fuerza la cadera de Louis. "¿Sí? Serías una buena mamá, Grillo".

Joder . Louis se estremeció, apretándose contra Harry y gimiendo cuando la cabeza de la polla de Harry le presionó el estómago. Soltó un ruidito de desesperación y se le doblaron los dedos de los pies. Por razones que no podía explicar, la idea de que Harry lo llenara le hacía sudar las palmas de las manos, que rezumaban en gruesas gotas.

Era una sensación que nunca había sentido antes, pero el deseo le erizaba la piel y le recorría la espina dorsal. Quería ser reclamado, anudado y criado hasta que su vientre se llenara de cachorros. Incluso a pesar del shock de ver la polla de su alfa empujando contra su vientre, Louis seguía girando las caderas y balanceándose sobre el hombre que tenía debajo.

"Serías tan hermoso, todo gordo e hinchado con mis cachorros", continuó Harry, usando su agarre en el costado de Louis para ayudarlo a levantarse antes de tirar de él hacia abajo, arrancando un gemido de los pulmones del omega. "Me muero de ganas. Mi dulce y pequeño creador de bebés".

Sus caderas se levantaron, el sonido húmedo de la piel golpeando resonando en la habitación y llenando a Louis con el calor de la excitación. "Lo deseo. Quiero tener tus cachorros dentro de mí".

Harry asintió, con los moretones presionando la carne de la cintura de Louis. "Te los daré. Voy a convertirte en madre, tan buen omega. Ojalá pudiera mantenerte embarazado y lleno siempre. Mereces ser criado y mimado todo el tiempo, tan hinchado con mis cachorros que no puedas ni moverte".

Dios, Louis lo deseaba. Era lo único que deseaba, ser la madre perfecta para sus cachorros y darle a Harry tantos hijos como quisiera. Gimió, moviendo las caderas con cada embestida y maullando cuando Harry le dio de lleno en ese punto de su interior. "Pon un bebé dentro de mí, alfa, por favor", gritó. 

"Lo haré, te lo daré". Gruñendo, Harry plantó los pies y folló al omega, con el sudor brillándole en la frente y los músculos abdominales bajo los dedos de Louis temblando por la necesidad de empujar hacia arriba y hacia dentro hasta que estuvieran atados.

La mano en el estómago de Louis acarició su vientre, de algún modo suave y cariñosa a pesar del rápido ritmo con el que Harry golpeaba la próstata de Louis con su polla. "Vas a estar tan bonito y redondo. Joder, vas a estar tan ancho y grueso", gimió mientras veía al omega rebotar ansiosamente sobre su polla, la diminuta polla de Louis roja y rezumante mientras se mecía, su lubricante goteaba en el vello pulcramente recortado de Harry.

Aunque estaba cada vez más cansado, Louis se obligó a seguir, balbuceando tonterías mientras Harry pronunciaba palabras obscenas en la noche, con la mente llena de imágenes de sí mismo llevando a los cachorros de Harry y luciendo la marca púrpura oscuro de un omega apareado en el cuello. Era la vida que iba a vivir ahora, la vida con la que había soñado durante meses. 

El orgasmo lo sorprendió y lo inundó de repente cuando Harry lo embistió y lo hizo inclinarse hacia delante, contra el pecho del alfa, gimiendo y maullando al ritmo implacable. Sus muslos temblaban y su espalda se arqueaba obscenamente, la imagen de todos los sueños húmedos que Harry había tenido.

"Joder, bebé, tan bueno. Mi omega bueno. Te voy a llenar tanto".

Cuando estaba demasiado agotado para hacer otra cosa que no fuera quedarse allí acostado, Harry puso a Louis boca arriba y cubrió al chico con su aroma, acunando con las caderas el culo de Louis mientras lo penetraba una y otra vez. Acariciando el vientre cubierto de semen de Louis, Harry chupó una marca oscura en su hombro, lamiéndola posesivamente con un gruñido. "Mío. Mi precioso chico embarazado".

Louis asintió, con la respiración entrecortada mientras bajaba de su euforia. La barba de Harry le arañaba el cuello y el borde le palpitaba alrededor de la gruesa polla que entraba y salía de él. No le importaba el riesgo, deseaba el dolor entre las piernas y un vientre tan lleno y pesado que tenía que caminar como un pato. Al diablo con los tribunales y las buenas costumbres, quería formar una familia con Harry.

Con las piernas rodeando la cintura de Harry y los dedos clavándose en los músculos de su espalda, Louis gimió, con la cabeza inclinada hacia la derecha para exponer su cuello. Se estaba presentando, extendido y dispuesto a tomar el nudo de Harry y su marca, Harry sólo tenía que tomarlo a él. "Hazme tuyo", jadeó, maullando en el fondo de su garganta. 

"J-joder", gruñó Harry, con los ojos clavados en la piel en blanco que tenía delante. "¡No puedo!"

En cierto modo, Louis lo elogió por mostrar tanta contención. Hacía falta mucha disciplina y autocontrol para rechazar la oferta de un omega dispuesto, pero él había acabado con la contención. Se había cansado de fingir que no le mataba no ser de Harry en todos los sentidos de la palabra. Ya no descuidaría sus propios deseos, no cuando sabía lo felices que podían ser. 

Unos ojos llenos de lágrimas lo miraban fijamente, enmarcados por unas pestañas húmedas, y en el puente de la nariz tenía una tenue mancha de pecas que normalmente tapaba con polvos. Cuando Harry se acercó a su nudo, Louis levantó la mano para agarrar la nuca de Harry y acercarlo. El aliento caliente se abanicó sobre su cuello y el sudor de los brazos y la frente de Harry goteó sobre sus clavículas. 

"Por favor, Harry", gimoteó Louis, esforzándose por dejarle espacio suficiente. "Ya hemos esperado bastante. Dame tu marca". 

Las poderosas embestidas se volvieron descuidadas mientras los labios de Harry se arrastraban contra el cuello del omega, brillantes de sudor. "¿Estás seguro?", gritó, con la base de la polla hinchada.

"Más seguro que nunca. Eres la persona por la que canta mi corazón. Por favor .”

Con tres empujones más, Harry estaba empujando su nudo dentro, su gruñido resonaba en las paredes mientras agarraba el muslo de Louis contra su cintura y le sujetaba la cabeza con una mano suave pero firme. A Louis se le subió el corazón a la garganta y soltó un grito ahogado cuando los dientes de Harry le rozaron la piel. Usando el talón, Louis empujó a Harry más cerca y gimió, un sonido profundo y desesperado que le desgarró el cuerpo. 

El nudo se cerró en su lugar y Harry finalmente hundió los dientes en la delicada piel que ya no quedaría sin decorar. El dolor y el placer le recorrieron el cuello, le subieron al pecho y le llenaron el corazón. Era el éxtasis. Cada célula de su cuerpo parecía arder, su alma ardía por la magnitud del momento. Mientras Harry unía sus núcleos y bombeaba su semilla, Louis se corrió por segunda vez, provocándole un hormigueo desde los dedos de los pies hasta la coronilla. 

Cuerda tras cuerda de semen llenaron al chico, dejándolo sin aliento y flexible en su sitio. Un momento así nunca podría olvidarse, quedaría grabado en la parte posterior de los párpados de Louis y grabado en su mente para el resto de su vida. Louis no lo aceptaría de otra manera. 

Harry lamió la marca cuando lo soltó de su agarre, acarició los costados de Louis y murmuró elogios en su piel húmeda. Louis había perdido la noción del tiempo mientras esperaban a que el nudo de Harry bajara, saciado en un estado medio dormido y somnoliento por los abrumadores acontecimientos que habían tenido lugar. Por la mañana se enfrentarían a la realidad de su decisión, pero Louis sabía que no se arrepentiría, no con Harry.

Cuando Harry finalmente se retiró, Louis gimió, retorciéndose mientras el semen se derramaba entre sus mejillas. "Alfa, estoy sensible", maulló mientras los dedos de Harry se introducían entre sus piernas y trataban de recoger el semen. 

"Lo siento, lo siento", murmuró Harry, aunque no se detuvo. La necesidad carnal de asegurarse de que su nuevo compañero quedara embarazado se sobreponía a la decencia que le quedaba. Con la otra mano extendida sobre el vientre hinchado de Louis, una estruendosa sensación de satisfacción inundó sus extremidades mientras observaba su trabajo.

La marca de su cuello era brillante, destacaba audazmente sobre la pálida piel de Louis y presentaba con orgullo el símbolo de un omega recién apareado. Era impresionante. Besos suaves salpicaron la piel brillante del joven príncipe, bajando hasta su estómago mientras Harry se cernía sobre su ombligo. "Mío", susurró, acariciando la suave protuberancia de su vientre, hinchado de semen. "Viviré y respiraré por ti para siempre".

 

⊱ꕥ⊰

 

Louis se paseaba arriba y abajo por el pasillo, los nervios temblaban bajo su piel y su estómago se retorcía con cada paso. Hace más de un día que Harry y él no se hablaban y extrañaba a su amado. Si tan sólo pudiera hablar con él, verlo una vez más y besar los labios con los que había soñado la noche anterior.

No había sentido las ásperas yemas de los dedos de Harry recorriéndole los pómulos y rozando sus labios, ni había sido agraciado con el destello de los dientes blancos y los hoyuelos cada vez que sus miradas se cruzaban o sus manos se rozaban demasiado tiempo. Las lentas manecillas del gran reloj parecían estar mirándolo fijamente, torturándolo con sus lánguidos círculos giratorios mientras Louis contaba los minutos. 

La última vez que había visto a Harry habían estado demasiado ocupados para despedirse el uno del otro, perdiéndose en la interminable lista de tareas pendientes y abrumados por las responsabilidades. Harry había sido arrastrado a los campos de entrenamiento mientras Louis seguía en la sastrería, sin ni siquiera un beso que les sirviera de consuelo hasta que volvieran a verse. Cómo extrañaba la suave caricia y el arrullador timbre de la voz de su alfa. 

El ruido de unos pasos lo sacó de su abatimiento y casi lo derribaron dos pequeños cuerpos que se desplomaban sobre él, con risitas escondidas en sus faldas. "Cuidado", se rió Louis, apoyándose en la barandilla del pasillo y poniendo los ojos en blanco. "¿Por qué están tan emocionados? ¿Hay algún tipo de desfile hoy?".

Doris hizo un mohín con el labio inferior ante la burla de Louis y se puso las manitas en las caderas. "¡No!"

"¿No? Hubiera jurado que hoy había algo especial". Louis se golpeó el labio inferior, luchando contra el impulso de sonreír.

"¡Loulou!" Ernest gimió, cerrando los ojos y sacudiendo la cabeza. Doris y él se veían adorables con sus conjuntos a juego, Doris con una bata lila y Ernest con un chaleco y unos pantalones de un púrpura pálido más dulce. 

La cola del abrigo de Ernest sobresalía, casi como la cola de un pato. Louis alargó la mano para recogerla y le dio un beso en la coronilla. "Debo estar imaginando cosas".

Los gemelos pusieron los ojos en blanco. "¡Lou-wee!"

"Alteza", jadeó una Elizabeth de aspecto muy cansado, con el cabello antes bien peinado ahora un poco encrespado y los labios curvados en un ceño fruncido. "¡Ya es hora!"

En un revuelo de enaguas, pétalos y princesas demasiado emocionadas, Louis fue conducido por el pasillo hacia las grandes puertas dobles que daban a los jardines. Había sido una decisión inusual, pero obvia para él y Harry. Al fin y al cabo, fue allí donde se enamoraron. 

El corazón de Louis era un colibrí revoloteando en su pecho, palpitando con la emoción que zumbaba en el aire y las palmas de las manos húmedas en sus guantes de encaje. Llevaba meses esperando este día y no podía creer que por fin hubiera llegado. Ni en un millón de años habría soñado que se encontraría vestido con el traje blanco más hermoso que jamás había visto y con su jardín favorito lleno hasta los topes de duques, duquesas, condes y condesas. Era mágico. 

Afuera, el cuarteto tocaba una pieza suave y romántica de un director de orquesta local, y él podía oír el sordo murmullo de los invitados que se arremolinaban en los jardines. Era todo lo que Louis había soñado, aunque aún habría sido feliz con nada más que un sacerdote, su familia y Harry. Levantó la mano para ajustarse la corona que llevaba en la cabeza, soltando un largo suspiro mientras intentaba deshacerse de los nervios que le quedaban.

Uno a uno, los dos pares de gemelos salieron por la puerta doble, seguidos de Felicite y, por último, Charlotte, dejando a Louis solo con sus damas de compañía. 

"Te ves hermoso", sonrió Elizabeth, con los ojos arrugados y llenos de lágrimas. "No creo que Sir Styles pueda apartar los ojos de ti. Puede que se olvide de sus votos".

Louis soltó una risita, escondido detrás de su ramo de glicinas azules y moradas de ensueño, con las mejillas sonrosadas de alegría. "Espero que no. Lleva semanas fuera de sí preparándose para hoy. Sé que esto significa mucho para él, y se sentiría desolado si los olvidara". Se asomó a las puertas francesas y miró a través de las ventanas con una suave sonrisa. "Sólo tiene que hablar con el corazón".

A los dos les habían dado la opción de leer los votos estándar que les había dado el sacerdote, pero ninguno de los dos había elegido ese camino. Los votos guionizados les resultaban demasiado rancios y extraños en la boca, como si fuera otra persona la que hablara en lugar de Louis y Harry. Sin embargo, esa decisión conllevaba la presión de encontrar las palabras para expresar sus sentimientos, y Harry se había puesto más nervioso de lo que Louis jamás lo había visto. Era terriblemente entrañable.

La multitud enmudeció cuando las cuerdas del cuarteto se desvanecieron en la nada.

Elizabeth esponjó la cola del exquisito vestido y sonrió orgullosa al príncipe. "Es tu turno, mi príncipe. Adelante", le instó y se apartó mientras los guardias situados junto a las puertas saludaban a su príncipe. 

Con una última respiración profunda, Louis cuadró los hombros y se adelantó, sintiendo el suave césped bajo sus zapatillas. Detrás de los topiarios, apenas pudo distinguir la silueta de su alfa frente a la fuente donde solían jugar de niños. Veinte años de recuerdos se habían forjado en estos jardines, pero este día triunfaría sobre todos ellos.

Cuando Louis salió de entre los árboles florecidos de lilas, sólo era vagamente consciente de la multitud que lo miraba fijamente, su única atención se centraba en el hombre que estaba al final del pasillo, con un traje atractivo y una espada brillante sujeta a la cadera. Los detalles dorados brillaban a la luz del sol y el azul intenso de su uniforme era bastante elegante, aunque Louis no pudo dejar de sonreír como un tonto cuando vio que Harry intentaba secarse discretamente una lágrima de la mejilla.

El cuarteto empezó a tocar la canción de la procesión y todos se pusieron de pie. Era como si estuviera flotando en las nubes, porque no sentía los pies y el corazón le cantaba. Aunque llevaban poco más de dos meses emparejados, este día había sido esperado con impaciencia por todos los nobles, clérigos y campesinos del reino de Lillidale, y Harry era el que se había empeñado en que el día fuera perfecto.

Louis se detuvo junto a sus padres, aceptando un beso en la mejilla de su madre y un casto beso en la frente de su padre antes de girar hacia su compañero y futuro esposo. Incluso a tres metros de distancia, Louis podía ver el temblor del labio inferior de Harry y el movimiento de su garganta al tragar saliva. Se debatía entre querer burlarse de él por estar tan nervioso y rodear a su alfa con los brazos en señal de consuelo.

Te amo , articuló Louis, reprimiendo una sonrisa cuando Harry tuvo que meter el labio entre los dientes para no sollozar.

Lo hizo bien durante la mayor parte de la ceremonia, aunque Louis estaba bastante seguro de que se debía a que no prestaba atención a la mayor parte de lo que decía el sacerdote, demasiado absorto en contemplar atónito a su novia. Cuando llegó el momento de los votos, los nervios volvieron a aflorar: las manos del alfa temblaban mientras sacaba un trozo de papel con los votos garabateados en el pergamino.

"Louis", le crujió la voz, con la garganta seca. Aclarándose la garganta, Harry levantó la vista del papel y parpadeó para contener las lágrimas. "Te he amado desde que éramos niños. Siempre fuiste un sol radiante, nunca te faltaba una sonrisa y alegrabas todas las habitaciones en las que entrabas. Los años que pasé sin ti fueron los más oscuros de mi vida. Sin tu dulce sonrisa y tu amabilidad, me sentía perdido".

Harry inhaló profundamente, balanceándose sobre las puntas de los pies. "En el último año, he encontrado un hogar en tu presencia. Prometo desde ahora hasta la eternidad que siempre protegeré ese hogar, haciendo todo lo que esté en mi mano para mantenerte a ti y a nuestra futura familia fuera de peligro. Prometo pasar mi vida siendo el alfa que necesitas y mereces, siempre fiel y siempre comprensivo. Seré rápido para escuchar y lento para hablar, respetándote y honrándote mientras viva", dejó escapar un largo y tembloroso suspiro, y se lamió los labios mientras deslizaba el anillo de plata en su dedo. "Prometo amarte eternamente".

Cuando le llegó el turno a Louis, el omega miró a Harry y tocó la cicatriz del dorso de su mano. "Harry. Mi corazón y mi alma laten por ti. Siempre soñé con un hombre como tú, pero nunca pensé que encontraría a alguien tan maravilloso, cariñoso y genuino como tú. Destrozaste mi mundo, derribando todos los muros que había levantado y arruinándome para cualquier otra persona. Siempre fuiste tú".

"Prometo ser solidario pero fuerte en los momentos difíciles, alegre y cariñoso en los buenos, y siempre comprensivo. Puedo prometerte que las cosas van a ser difíciles, que vamos a estar tan enfadados el uno con el otro que querremos gritar, que vamos a pelearnos, pero también te prometo que te amaré a pesar de todo. Prometo ser tu puerto seguro y tu hogar hasta mi último aliento".

Louis y Harry se tomaron de la mano con anillos de plata trenzados en forma de enredadera, imitando el tallo y la flor con los que Harry se había declarado hace tantos meses. Se miraron con sonrisas vertiginosas y ojos enamorados, ansiosos por abrazarse después de haber estado separados incluso por un día.

"Con el poder que me han conferido el Padre y el Espíritu Santo, ahora los declaro casados. Que se honren y se cuiden el uno al otro mientras vivan. Pueden besarse", anunció el sacerdote.

Louis se inclinó hacia delante de inmediato, abalanzándose sobre los brazos de Harry y juntando sus labios con entusiasmo.

Los pedazos rotos de sus vidas parecían fundirse por fin, todo lo que siempre habían querido o necesitado finalmente a sus pies. Mientras se besaban, el corazón de Louis se hinchó en su pecho, una risita salió de sus labios. "Lo logramos", susurró.

"Claro que lo logramos, Grillo. El amor lo conquista todo".

Después de la ceremonia, la pareja de recién casados fue arrastrada junto con la multitud al palacio para la recepción, un aluvión de felicitaciones cayendo sobre ellos mientras hombres y mujeres nobles luchaban por ser los primeros en hablar con la nueva pareja. Durante horas, Louis y Harry charlaron con sus invitados y les agradecieron su presencia, con las mejillas doloridas de tanto sonreír. El champán fluía con facilidad y las risas llenaban el salón de banquetes decorado con delicadas flores y suave vegetación que goteaba de todas las superficies.

Para cuando lograron encontrar una escapatoria, a Louis le dolían los pies de tanto bailar y el corsé empezaba a apretarle. Había sido un día largo, pero hermoso, y estaba impaciente por escaparse a Cottonswood Estate para pasar la luna de miel.

"¿Champán?" ofreció Harry cuando encontraron un rincón apartado, sonriendo sin aliento mientras ofrecía una flauta de la espumosa bebida al omega.

Louis negó con la cabeza, con una tímida sonrisa curvándole los labios. "No puedo", soltó una risita ante la confusa inclinación de cabeza de Harry y apoyó la mano en su vientre plano, acariciándolo suavemente. "Estoy bastante seguro de que dicen que el alcohol es malo para los cachorros".

Harry estuvo a punto de soltar la copa de champán, con la boca abierta y los ojos casi saliéndosele de las órbitas. Sorprendido, miró hacia abajo, donde las manos de Louis acunaban su estómago. "Tú..."

"Lo estoy.”

"Dios mío", se atragantó Harry, con los ojos inmediatamente llenos de lágrimas. Esta vez, no pudo contenerlas, gordas lágrimas rodando por sus mejillas mientras su cara se arrugaba. Por un momento, Louis no pudo saber si Harry estaba contento o no, pero entonces el alfa cayó de rodillas allí mismo, en la esquina del salón de banquetes. Con manos temblorosas, Harry alargó las suyas para apoyarlas sobre las de Louis y apoyó la frente en el bulto apenas existente.

No sólo se había casado con el hombre que no habría podido reunir ni en sus sueños más salvajes, sino que también le había contado por fin su secreto al alfa. Lo había estado carcomiendo desde la noche anterior, pero ésta era la primera oportunidad que tenía de contárselo a Harry. Acariciando con los dedos los rizos salvajes de Harry, Louis sonrió suavemente y tarareó. "Vamos a ser una familia".

 

⊱ꕥ⊰

 

En pleno verano, Louis se asomó a su balcón e inhaló profundamente, el exuberante aroma floral le llegó a los pulmones y una brisa le despeinó el flequillo. Sonrió suavemente, cerró los ojos y se sumergió en los cálidos rayos del sol poniente. Dicha. Era la única forma de explicarlo.

Un par de brazos fuertes le rodearon la cintura, tirando suavemente de él hacia un pecho ancho, y un murmullo le retumbó en la espalda. Cerezas y tabaco: el olor del hogar le llegó a la nariz y se nubló a su alrededor. Los labios de Harry le rozaron el cuello mientras le daba un beso fugaz en su marca morada, rozando con la nariz el nacimiento del cabello de Louis.

"Hola", tarareó Louis, recorriendo perezosamente con los dedos el antebrazo de Harry.

"Mmm. Hola, dulce amor", susurró Harry, "te ves hermoso". Sus manos recorrieron el vientre de Louis, acariciando la firme protuberancia que sobresalía de su túnica y retumbando alegremente cuando su cachorro pataleó contra su mano. Louis estaba convencido de que iban a tener un niño, pero Harry deseaba una niña. En cualquier caso, su hijo era muy activo, siempre en movimiento y especialmente activo por las mañanas.

Al parecer, su cachorro había heredado el amor de Louis por las mañanas, se movía a primera hora del día y trataba sin descanso de impedir que su madre durmiera bien. A pesar de lo frustrante que resultaba despertarse a las cinco de la mañana todos los días, Louis había llegado a adorar las horas que pasaba tarareando canciones para su cachorro por nacer. Tenía la sensación de que cuando naciera su hijo dormiría aún menos, pero aun así se moría de ganas de conocerlo y tenerlo en sus brazos.

Apoyando la cabeza en el hombro de Harry, Louis suspiró feliz y miró por encima de su hombro. "¿Yo? Ni siquiera estoy vestido", se rió.

"Mejor aún".

Unas manos grandes se deslizaron bajo su bata, acunando el gran vientre del omega y frotando círculos relajantes bajo su ombligo. Desde que Louis había empezado a mostrar su barriga, el alfa se había mostrado insaciable, siempre necesitando tener algún tipo de contacto con su barriga. No le gustaba dejar a Louis solo más de unas horas seguidas y se había vuelto aún más protector con sus apartamentos privados.

El otro día, Louis estaba en pleno proceso de anidación y Elizabeth llamó a la puerta, sobresaltando a Harry, que se había quedado observando a Louis con los pelos de punta. Por supuesto, Elizabeth se había disculpado profusamente, pero Harry estaba aún más avergonzado por su reacción salvaje. Louis sólo se sintió querido por la reacción exagerada de su alfa.

"Harry", gimoteó Louis, empujando las manos de Harry. "No tenemos tiempo, llegaremos tarde".

Podía sentir a Harry hacer un mohín contra su cuello, un suave suspiro saliendo de sus labios. "De acuerdo. Será mejor que te vistas antes de que finja una enfermedad y te suplique que te quedes a cuidarme", bromeó.

Con un bufido, Louis se zafó de los brazos de Harry y se ciñó la túnica alrededor de los hombros. "Si juegas bien tus cartas, dejaré que me comas cuando lleguemos a casa".

"Trato hecho".

Vestido con un vestido de intrincadas cuentas en un tono amarillo pálido con guantes a juego, Louis siguió a Harry por la escalera de caracol del palacio, resoplando un poco cuando llegaron abajo. Su resistencia ya no era la de antes, y menos con el cachorro empujándole los pulmones y pateándole la vejiga todo el tiempo. A los ocho meses de embarazo, Louis estaba a punto de estallar y su caminar era más como un pato en ese momento.

Se alegraba de que la atracción que Harry sentía por él nunca desapareciera, ni siquiera cuando su barriga era tan grande como una roca. El alfa hacía todo lo posible por ayudarlo, siempre tenía una mano apoyada en la columna vertebral y un sinfín de masajes en la espalda para aliviarle los músculos doloridos. Louis era el omega más afortunado del mundo.

Debería haber sido raro ver a su hermana pequeña casarse con el hombre con el que él había estado prometido, pero era demasiado feliz como para preocuparse. No había pensado ni un segundo en el aburrido Brahm en los últimos diez meses desde que se había marchado, pero evidentemente Charlotte y él habían mantenido la comunicación. Habían intercambiado cartas durante un tiempo y, de algún modo , Charlotte se había enamorado de él. Incluso Louis podía admitir que hacían buena pareja, a pesar de lo molestos que podían llegar a ser ambos.

A veces el destino tenía un peculiar sentido del humor.

Caminando por el sendero de grava hacia los carruajes, Louis suspiró y se acarició la barriga. "Este pequeño pesa mucho. Me sorprendería poder entrar en el maldito carruaje", gruñó.

Milagrosamente, sí cabía en la caravana, aunque no sin la ayuda de Harry para subir a ella. Una vez sentado dentro, Harry pasó los dedos entre los de Louis y le besó el dorso de la mano. "¿Te he dicho alguna vez lo ridículamente enamorado que estoy de ti?".

Louis soltó una risita: "Una o dos veces".

El carruaje se puso en marcha de un tirón, y Louis estuvo a punto de levantarse de su asiento antes de que Harry lo agarrara y tirara de él hacia su regazo con una sonrisa pícara. "Cuidado ahí, Grillo. Ya te enamoraste de mí una vez".