Chapter Text
El único sonido sordo en medio de aquel rincón de la biblioteca es el golpeteo suave de tenues gotas de lluvia contra los ventanales, una llovizna breve y ligera, los vestigios de una tormenta cercana que no fue lo suficientemente larga, o fuerte, para llegar hasta el campus de la universidad. Pronto se vuelve un eco hasta que lo único que queda de ella son gotas, pequeños diamantes de agua que se adhieren a los cristales de las ventanas, Adam extraña por un momento el sonido de la lluvia, ligero y rítmico, un compañero funcional que al menos había sido de gran ayuda para mantenerse ligeramente despierto mientras terminaba su lectura. Ahora, con los tenues rayos de sol acariciando el piso y las paredes de ese escondite, se pregunta si necesitará de alguna fuerza superior para que las horas de sueño faltantes de la noche, no empiecen a cobrarle con creces y termine por quedarse dormido sobre los libros. No sería la primera vez, de todas formas.
—Adam —y por supuesto, ahí estaba su implorada fuerza sobrenatural que lo mantendría despierto—. Ya son las tres.
Adam toma una larga respiración, levanta la mirada de su libro y se saca los lentes solo para frotarse ligeramente los párpados, como si se estuviera estirando después de una siesta breve, que podría ser más probable de lo pensado, si no descartaba la idea de haberse quedado medio dormido con los ojos aún medio abiertos sobre las líneas de texto. Gira el cuello con un par de movimientos a un lado y al otro, lo que provoca que Blue haga una ligera mueca cuando el sonido de un calambre deshecho sale de golpe.
—¿En verdad quieres que vaya? —Adam vuelve a ponerse los lentes con cuidado, mirando a su mejor amiga con la intensión oculta de persuadirla de que hiciera de lado sus intensiones.
—No es que yo quiera —Blue por otra parte, está decidida a no dar su brazo a torcer—. Es que tú debes hacerlo. No me dejarás ir sola con todo eso, ¿verdad?
Adam resopla y deja caer su cabeza hacia atrás sobre el respaldo de la silla, está a punto de decirle a Blue que sabe perfectamente que sus únicas intenciones con todo eso son que salga de una maldita vez de ese rincón de la biblioteca ubicado en el segundo piso del edificio, y que él había tomado como su escondite para poder estudiar, y también tomar una siesta de vez en cuando. "Los simples mortales te extrañan, Parrish" había dicho ella hace un par de días, aunque él no le había dicho que sabía que los simples mortales constituían a ella y su novio, Gansey, eso hubiera desencadenado alguna discusión. Y no está muy seguro de que cualquier discusión pudiera funcionar con Blue. Casi ninguna lo hacía.
—Bien —Adam suspira y aparta la silla intentando hacer el menor ruido posible para levantarse, empaca el par de libros, su libreta y el lápiz en su bolso y sigue con gesto rendido a Blue que ya se ha adelantado un par de pasos y avanza por las escaleras hacia el primer piso, su collar de tapas metalicas de botella produce un brillo casi cegador cuando atraviesa los rayos de sol que se han colado por los ventanales laterales—. Pero solo será un rato, ¿de acuerdo?
Blue no contesta, ya está fuera del edificio de la biblioteca, caminando hacia el exterior y deteniéndose un momento para que el sol ligero y agradable de esa tarde, fresco debido a la llovizna de hace tan solo unos minutos, le acarcie el cabello y el rostro, como si ella fuera alguna especie de planta que resiente la sombra de cuatro paredes y extraña los rayos de sol sobre su piel morena. Adam puede entenderlo, de alguna forma, al cruzar la salida, el toque de la calidez solar hace maravillas con sus terminaciones nerviosas, casi provocando un adorable estremecimiento en la piel de sus brazos que ha quedado desnuda más abajo de las mangas de la camiseta.
Sígue a Blue de cerca, la facultad de ciencias ambientales es la que está junto al edificio de la biblioteca así que no tendrán que ir muy lejos, no es la primera vez que Adam va allí de todas formas, en sus ratos libres, que eran muy pocos a decir verdad, se dejaba arrastrar por Blue hasta el vivero ubicado a un lado del edificio y la escuchaba quejarse de sus compañeros, hablar con una pequeña sonrisa acerca de la nueva planta que había traído y últimamente también de Gansey, e incluso a veces la ayudaba a tomar sus notas mientras ella ennumeraba detalles sobre los especímenes que estarían en su trabajo de final de semestre, a los que revisaba eventualmente.
Adam siente el cambio súbito en el ambiente cuando entra al vivero, la sensación cálida sobre la piel es más intensa y la humedad caliente repentina le hacen sentirse un poco mareado por apenas un segundo, que también puede deberse a su falta de sueño o al aroma tranquilizante y bochornoso que hay en medio de todas esas plantas, algunas ocupando pequeñas macetas y otras luciendo altas y fuertes en tierra firme.
—Son éstas —Adam nota que se ha quedado mirando un bello y alto girasol cuando la voz de Blue habla detrás de él, sonando sólo un poco sofocada, está sosteniendo una caja de madera donde asoman hojas y tallos de distintos tonos de verde, con algún destello de color dado por pequeñas flores silvestres. Adam se apresura a tomar la caja, es mucho más fuerte que Blue, por supuesto, pero aún así siente como sus brazos se tensan por el peso. Un vistazo más cerca, ya teniendo la caja de plantas en sus manos, le dejan ver que varias de las macetas tienen pintadas curiosas líneas de colores, decoraciones de papel maché, retazos de encaje pegado a los bordes y hasta cristales de fantasía—. Más le vale a Lynch que ésto sea suficiente, no voy a llevar más de mis bebés a su cueva. Solo dos semanas, ese es el trato, después volverán a casa.
Eso le recuerda a Adam la razón por la Blue le había pedido ayuda para llevar algunas de sus plantas desde el vivero de su facultad hasta la de Bellas artes, al parecer ella y el mejor amigo de su novio habían hecho un trato, que Adam aún no había terminado de entender, y ella permitiría que sus plantas estuvieran un par de semanas en uno de los talleres de pintura de Bellas artes, para fines artísticos y conceptuales de Ronan Lynch.
"Es para su estudio naturalista, o lo que sea" le había dicho Blue hace unos días, mientras le retiraba la maleza a una curiosa planta de flores purpureas, a su lado, Gansey había soltado una risa encantadora y modesta, como todo parecía tratar de ser en él y le había explicado a Adam: "Está estudiando el efecto de la luz solar y las sombras sobre los entornos naturales. Es para su cuadro final". Adam había tratado de imaginar parte del taller de Bellas artes convertido en una especie de vivero improvisado, con caballetes y lienzos y brochas dispersas como vigías entre las macetas, y había tratado, porque no tenía la información suficiente de Ronan Lynch para hacerse una idea concreta de cómo sería la escena. No conocía a Ronan más que por lo que Blue y Gansey decían, Blue se quejaba constantemente de él, aunque Adam la conocía lo suficiente para saber que le tenía cariño, ese curioso afecto que ella podía dedicar. Por otro lado, el apego que Gansey tenía por Ronan era mucho más deliberado, casi natural, después de todo y por lo que Adam sabía, habían sido mejores amigos desde el colegio, todo genial si no fuera por "ese pájaro del demonio", mascota de Ronan, y del que Gansey se quejaba a veces.
Aún con todo ello, Adam no se había atrevido a colocarle matices a la imagen de Ronan Lynch, más que la leve idea de que se trataba de alguien caótico y extrañamente atrayente.
—¿Para Gansey? —pregunta Adam mirando a la planta que ha tomado Blue de una repisa para colocarla en la caja que cargará ella. A simple vista puede ver que se trata de una planta de menta, la maceta lleva decoraciones de hojas hechas de tela, enredaderas y cristales haciendo como capullos de flor.
Blue asiente con un resoplido y una pequeña sonrisa.
—Es la menta que llevó a su casa, pero sufrió de un… pequeño accidente. Estuvo conmigo un tiempo y ahora se irá con él, pero no sin algunas advertencias —mientras sigue a Blue por la salida del vivero, Adam casi quiere reír por la forma en que habla de la planta de menta, como si se tratara de la custodia compartida de un hijo de Gansey y de ella.
Mientras salen de la facultad de ciencias ambientales y toman el camino de ladrillo rojizo que bordea la universidad para llegar a la facultad de Bellas artes, Blue le cuenta, no sin el aire molesto de una madre, acerca del "pequeño accidente" que había sufrido la desafortunada menta, algo sobre Ronan y Noah, que eran los compañeros de apartamento de Gansey, apostando por cuantas cosas podrían super poner y que se mantuvieran en equilibrio. En ausencia de Gansey, la planta de menta había corrido la mala suerte de ser una de las elegidas y también la prueba de que no se podía equilibrar el grueso diario de Gansey, un zapato, unas gafas, un calcetín, una galleta, una taza, una bola de cristal llena de purpurina y la planta de menta sin que esta última cayera a su inminente ruina.
—Que la mantengan alejada de Lynch, esa es mi condición, o sino se va conmigo.
Adam sonríe de lado, en verdad se escucha como la custodia compartida de un hijo, aunque bien no podría estar muy lejos de la realidad, ya que técnicamente Blue le había ayudado a Gansey a plantarla y cuidarla correctamente desde que era nada más un esqueje sacado de otra planta de menta, después de que ella le hubiera dado el mayor sermón de su vida acerca de querer comprar como si nada una de las que estaban en el vivero. Sus mentas no se iban a ir con un desconocido, había dicho, así que después de que Gansey se disculpara, ella le había ayudado a sembrar su propia planta y había supervisado personalmente su cuidado -aunque Adam apostaba a que una pequeña parte de Blue había usado lo último como excusa para ver a Gansey-. Así se habían conocido.
Al llegar a la Facultad de Bellas artes, aún siguiendo a Blue, Adam se da cuenta de que en realidad pasaba todos los viernes cerca del taller de pintura, ya que el espacio donde había mesas cubiertas y espacio de estudio y descanso que estaba frente al taller, era un atajo que él tomaba para llegar a una de sus últimas clases en la Facultad de Humanidades, pero jamás había detallado con cuidado el inmenso bloque de tres pisos con paredes frontales de cristal en el que consistía aquel taller y que además ocupaba gran parte del lugar. Con un pequeño levantamiento de sus cejas, Adam admite que es impresionante y probablemente, piensa, cualquiera de las tres plantas daba una vista magnífica, sobretodo las dos superiores, con los rayos del sol atravesando los cristales y la lluvia cubriendo con una nube pálida sobre algunos edificios y el bosque que bordeaba más allá los límites de los terrenos de la universidad.
Blue abre con el hombro la puerta de cristal, Adam la sigue de cerca, deteniendo con el pie el lento avanzar que hace el cristal queriendo volver a su lugar original, para poder seguir. Al entrar a la estancia, sin dar una mirada detallada puede determinar lo que está haciendo, o harán, el grupo de estudiantes que rodean parte de una larga mesa ubicada a la izquierda donde un hombre mucho mayor que lleva el cabello canoso atado en una coleta, sostiene con el brazo levantado un trozo de material rojizo entre sus dedos manchados del mismo color, mientras explica algo ante la atenta mirada del resto: cerámica.
El aroma terroso y húmedo de la arcilla mojada le hace cosquillas de una agradable forma a sus fosas nasales, es un olor orgánico que recuerda a la orilla de un río o a un bosque en la lluvia, además de eso, el ambiente se divide en otros tonos aromáticos parecidos al picor sintético de la pintura, vinilo, resina y pegante, volviendo a mezclarse con el matiz vivo de lo que parece madera recién cortada; en una esquina del fondo puede ver lo que parece una gran cantidad de ese mismo material arcilloso y rojizo recién humedecido, y más allá, dispuestos en fila y expectantes al uso están lo que Adam reconoce como tornos de alfarero
—Hey —Adam vuelve su mirada hacia Blue, quién, con las manos ocupadas, ha hecho un pequeño asentimiento con la cabeza a modo de saludo hacia alguien en el grupo de estudiantes, Adam entrecierra los ojos detrás de sus lentes, queriendo alcanzar a ver a la persona que ha saludado a su amiga, cuando un chico a la orilla del grupo le devuelve la mirada con una pequeña sonrisa de labios cerrados. Noah, si Adam no se equivoca, esa existencia titilante, con su cabello rubio cenizo, la piel pálida y un sueter de hilo de color blanco azulado encima, parece un tímido fantasma que se ha escabullido a la clase de cerámica de esa tarde.
Adam le devuelve la sonrisa como un destello breve antes de seguir a Blue por las escaleras que llevan al segundo piso, el aroma a bosque del primero se ve ahogado de forma tenue con uno mucho más notable que parece intensificar esas notas de madera, hojas caídas y pintura fresca. Adam toma una larga y tenue respiración al terminar las escaleras, en parte por sus brazos cansados y también porque de alguna forma el ambiente le recuerda a su rincón de la biblioteca, solo que en lugar del aroma mezclado de hojas, tinta y cubiertas de cuero saturadas por polvo, una forma de vida antigua, aquel segundo piso del taller también olía a vida, pero de un tipo caótico y fulgurante, que casi se podía palpar.
—¡Jane! —Gansey habla desde su lugar en un sillón que parece muy fuera de época, sus lentes se han deslizado milímetros más abajo del puente de su nariz y los levanta con un dedo mientras sonríe hacia los recién llegados, deja su conocido diario en el sillón y se levanta para caminar hacia ellos con esa sonrisa encantadora y apasible a la que, sin darse cuenta, Adam se había acostumbrado tan fácilmente, como si ese fuera su propósito—. Hola Adam, que bueno que viniste.
Adam deja la caja de plantas en el suelo y devuelve la sonrisa ante la palmada amigable que le da Gansey en la espalda lo que luego se convierte en su brazo alrededor de sus hombros, está a punto de decir algo cuando Blue suelta un suspiro fuerte y deja su caja sobre una larga mesa, un poco más pequeña que la del segundo piso, pero igual de abarrotada con bocetos, papel, pinceles y lápices y otras cosas que forman un caleidoscopio de colores que casi le marea.
—Logré que saliera de esa cueva suya, un minuto más allí y Virgilio iba a poseer su cuerpo.
—¿Virgilio? —Gansey se gira hacia Adam con un brillo interesado y entusiasta en sus ojos, como lo hacía cuando alguien hablaba de alguna de esas grandes pasiones suyas: clásicos, historia y reyes galeses. Adam le había hablado solo por encima de su proyecto final, un estudio académico que tomaba como fondo varias obras clásicas para el análisis de obras actuales, "o algo así" hubiera dicho Blue. Gansey se había mostrado interesado, y en verdad parecía estarlo al escuchar algo más detallado de ello.
—Gansey. No —Blue miraba a su novio como si ya hubieran tenido una conversación amplia acerca del tema. Y Adam suponía que después de haberlo soportado a él mismo hablar casi toda la mañana de eso, no iba a permitir que Gansey continuara con ello, por mucho que le gustará escucharlo.
Gansey suelta una risa suave mirando a Adam, por su parte él se encoge de hombros con una sonrisa antes de inclinarse, como si quisiera susurrar algo solo para el otro.
—Cuando llegué a casa te diré como va, encontré unas cosas que te pueden interesar.
—¿En serio? —Adam asiente, alegre de ver esa ilusión renovada que parecía ser contagiosa. Gansey aprieta su agarre y le da esa sonrisa confidente, prima hermana de aquella que usaba casi siempre, pero mucho más privada—. Te lo agradecería demasiado.
—Hablando de los bichos raros que se mantienen en sus cuevas, ¿donde está Lynch? —Blue pregunta con los brazos cruzados, antes de dirigirse a una puerta que Adam recién nota en el lateral de la estancia, que parece llevar a otra taller un poco más pequeño. La chica lo indica con la cabeza y gesto interrogante, lista para empujar la puerta—. ¿En la suya?
—Jane, sabes que a Ronan no le gusta que entremos ahí.
—Si, ya sé. Es terreno minado.
—Igual que su habitación en Monmouth —Gansey susurra con una pequeña sonrisa, como toda explicación hacia Adam, antes de darle otra palmada breve en la espalda casi por reflejo, para dirigirse a revisar ociosamente la caja de plantas que ha puesto Blue en la mesa. Algo parece llamar su atención y su gesto dibuja una expresión sorprendida y deleitada—. ¿Esa es-?
—Sip —Blue sonríe casi orgullosa antes de sacar a la planta de menta, la sostiene contra su cuerpo como si la estuviera protegiendo, antes de volverse hacia Gansey—. ¡Pero con condiciones!
—De acuerdo, de acuerdo…
Adam sonríe ante la escena de discusión familiar antes de desviar la mirada hacia el resto del lugar, escuchando de forma lejana la conversación de sus dos amigos, se puede tomar un poco de libertad para examinar el taller, como lo suponía, la amplia barrera de ventanales del frente muestra una vista magnífica en el horizonte, el sol atraviesa los cristales con un poder inigualable, iluminando el piso lleno de franjas desgastadas de pintura, donde han pasado innumerables pasos y donde se han apoyado miles de caballetes, algunos aún lucen de pie en una esquina del lugar, desnudos, sin un lienzo en sus soportes pero cubiertos de innumerables símbolos de uso. Con pasos tranquilos se interna más allá, un mesón pegado a la pared a su izquierda muestra pinceles secándose y vasos de cerámica y vidrio vacíos pero al igual que el resto de elementos, las manchas de pintura, huellas dactilares marcadas en vinilos, declaran el uso constante de centenas de manos.
Ahora sus dedos palpan apenas pasando por la pared cubierta de bocetos, hay líneas desiguales, carboncillo y acuarela que se mezclan en una danza caótica, no parecen ser de la misma persona, la representación, la técnica, los conceptos son tan disonantes entre sí que es más que obvio el hecho de que son trabajos dejados como muestra de clases y estudiantes pasados. Avanza un poco más y se devuelve hacia la mesa, bordeandola desde el lado donde el sol acaricia sus pies y parte de sus pantorrillas, al otro extremo, cerca de lo que parece ser el taller privado que, teniendo en cuenta lo que había dicho Blue, se trataba de la cueva de Ronan Lynch, puede ver un par de repisas de madera donde descansan algunas de las plantas de su amiga, sabe que son de ella porque Adam ha pasado el tiempo suficiente en el vivero para reconocerlas, además, la llamativa decoración de las macetas debería ser prueba suficiente. Está a punto de avanzar cuando algo curioso llama su atención, a simple vista la disposición de las macetas no implicaría importancia alguna, pero nota con una segunda mirada que el orden dado tiene una intención aparente: las plantas han sido colocadas de forma que los rayos del sol juegan con las hojas, las sombras y los colores de las flores de una sola planta y de varias en conjunto, tanto sombras naturales impuestas por la misma planta como la sombra dada el lado interno de la habitación. Dependiendo de la hora del día y la posición del sol, las formas obtenidas y los ángulos iluminados serían distintos, además, unas delicadas partículas de tierra dejadas sueltas en lugares vacíos de las repisa y fantasmas circulares de humedad, le hacen pensar que las plantas eran movidas de un lugar a otro constantemente. Con una pequeña sonrisa, Adam se pregunta quién podría tener aquel nivel de dedicación para observar y casi evaluar cada uno de los detalles. Está a punto de avanzar hacia algunos caballetes ubicados donde el sol los acaricia, a diferencia de los otros, estos están separados y ocupados por algunos lienzos, la curiosidad de Adam puede con él y apenas ha dado un insignificante vistazo cuando un sonido repentino de crujido le hace desviar su mirada hacia la derecha. Observa con una ceja levantada como una cesta llena de papeles arrugados cae y un borrón negro intenta meterse en ella, enfoca la mirada y esta vez puede darle forma a esa masa oscura: un cuervo.
—Sierra despertó.
—Nunca duerme.
—No me sorprende que sea de Lynch.
Por el pequeño intercambio entre Blue y Gansey, Adam puede deducir quien es Sierra, que ahora ha dejado la cesta de papeles y mira con curiosidad y esa brillante cabeza negra ladeada hacia las plantas de la caja que dejó Adam en el suelo. Él se acerca y levanta la caja en sus manos, se siente extremadamente protector con las plantas, aunque esta vez el interés del cuervo parece más voluble, suelta un graznido y sus ojos de cristal negro pasan fácilmente de las macetas decoradas a Adam.
Si, Sierra definitivamente debía ser "ese pájaro del demonio", como lo llamaba Gansey.
Detrás de él, una puerta se abre con un crujido, Adam levanta la mirada justo cuando ve a un chico salir del otro taller. Parpadea una vez y luego otra, sus ojos rápidamente se encuentran con los del otro, dos cristales azules hechos de hielo y glaciar, luciendo tan fríos que la sola sensación podría morder. Se ven como una amenaza no dicha, pero evidente.
Si, definitivamente ese debía ser Ronan Lynch.
—Ah, ¡Por fin! —Blue se adelanta y se coloca a un lado de Adam, señalando con sus manos hacia la caja de plantas—. ¿Es suficiente verde para tí?
Adam puede ver como Ronan intercala su mirada entre ella y él, es curioso, pero por apenas una décima de segundo parece dudar, no ante la pregunta de Blue sino ante la presencia de un extraño, Adam puede sentir como la intensidad de esos ojos le detallan, desinteresados, pero no lo suficiente para un observador como él, que a lo largo de los años se ha vuelto casi un experto en leer tanto desprecio como lástima en las miradas que la gente le dedica. Le intriga darse cuenta que no entiende, ni un solo atisbo, de lo que Ronan piensa de él.
—Ya veremos, Sargent —la duda de la mirada de Ronan se vuelve en certeza en el lapso de un parpadeo, vuelve a su estado natural, pero Adam casi puede sentir como los vellos de sus brazos se han erizado en señal de advertencia. Ronan se acerca a él de repente, Adam espera, una expectativa ansiosa en la boca del estómago, irrazonable a su modo de ver—. Eres Parrish, ¿cierto?
Un nudo de incertidumbre en la garganta de Adam se afloja y asiente, sus ojos bajan de golpe hacia la carga en sus manos, el ceño fruncido, puesto a la defensa, cuando percibe la cercanía de Ronan y éste coloca sus manos en las agarraderas de la caja y la lleva hacia él. El movimiento fluido, casi natural, en medio del que Adam suelta su agarre, siente su propio pulso y percibe un aroma de perfume masculino mezclado con algo parecido a lluvia, que deja un fantasmal aroma en sus sentidos antes de alejarse tan rápido como ha llegado.
—Lynch, supongo.
Ronan asiente con un gesto vago y media sonrisa peligrosa, antes de alejarse.
Adam apenas se da cuenta que casi ha estado conteniendo la respiración.
No lo admitiría, probablemente jamás en voz alta, pero la primera vez que Adam mira a Ronan, maldice a su suerte, porque no puede permitirse ser tan generosa con él.
Ronan es atractivo, eso es algo que sí podría admitir, dejando de lado su sensación de molestia irracional, ¿por qué? Quizá por lo ruidosa que es su presencia, el impacto de su sola existencia, indudable y orgullosa, un acto rebelde contra el mundo, no era como el encanto afable de Gansey, que te hacía confiar en él, lo de Ronan era más como la incertidumbre de peligro que te hace estar siempre alerta, siempre mirándolo por el rabillo del ojo, ya sea por mantenerte a salvo o por lo nocivamente atrayente que resulta.
Es atractivo, eso cruza por la mente de Adam mientras ve a Ronan darse la vuelta con la caja de plantas en sus mano, para caminar en dirección de la puerta de donde salió, los surcos afilados y agresivos de un tatuaje son visibles entre su camisa sin mangas, cruzan desde su nuca y acarician sus hombros, los músculos tensos juegan con las formas, alas, picos, garras y espinas.
Es atractivo, de la forma en que era atractivo un incendio forestal o una tormenta eléctrica. Belleza viciosa, tenaz y absorbente, igualada sólo por el extremo peligro que representa.
—Parece ser suficiente —Adam parpadea rápidamente y su instinto se recompone por inercia cuando ve a Ronan salir de nuevo, con una sonrisa mitad burla mitad peligro, hablando en dirección de Blue—. Al menos por ahora.
—Ni creas que voy a permitir que tu trasero husmee entre mis plantas —Blue habla de forma resuelta y decidida, mirando como Ronan toma la otra caja—. Solo dos semanas, es el trato.
Ronan se aleja con un gruñido de aceptación, esta vez deja la caja cerca de la repisa y comienza a colocar las plantas en los tablones, Blue se le acerca murmurando algo sobre luz solar suficiente y lo idiota que es Ronan, cuando Adam siente la mano firme de Gansey sobre su hombro.
—Te quedarás un rato, ¿cierto?
—¿Estoy invitado?
—No seas tan modesto, hombre —Gansey sonríe con esa confianza contagiosa tan suya, el cariño dibujado en sus ojos, no sería difícil para Adam aceptar quedarse, su amistad con Gansey aunque no data de mucho tiempo, se siente cómoda y familiar como si existiera desde hace mucho, sin embargo, aún puede recordar la mirada tensa de Ronan, como si pudiera ver a través de él.
"No, no lo hace. No lo ha visto." Se dice. No ha visto las señales de dolor pasado que aún se sienten frescas, el abandono de la casa familiar ni el polvo y el aire rústico de su tierra natal, que aún guarda en algún rincón de su ser y que se manifiesta rara vez, últimamente, en su acento.
Aún así, acepta quedarse, entre la conversación de Gansey sobre su proyecto final sobre cierto Rey Gales, su interés por la investigación de Adam, las bromas entre Blue y Ronan en las que Gansey hacía de mediador y luego, mientras Ronan vuelve a su trabajo de bocetos y pintura de miles tonos de verde, frente a uno de los caballetes junto a la repisa de plantas, Noah hace aparición con esa sonrisa tenue y las manos manchadas de arcilla roja y blanca.
Adam entiende el cariño que Blue siente por ellos, es electrizante su vínculo y aún más cuando se siente parte de él. No le cuesta sentirlo, es más, le gusta ser una parte de ese gran espíritu que forman.
En algún punto de la tarde, con Noah de vuelta a su clase, Ronan en su taller y Blue y Gansey distraídos con una discusión sobre las ballenas, Adam siente un jalón de ansiedad en su estómago. Los pequeños vistazos de los cuadros junto a la repisa de las plantas, que ahora podía decir que eran bocetos y pinturas de Ronan, no han sido suficientes para satisfacer su curiosidad.
Ahora camina hacia ellos como si se tratara de algo prohibido, un secreto a voces que está llamando a sus ojos, apenas el primero el suficiente: un azul imposible en el lienzo, pétalos que casi parecen terciopelo al tacto, plumas y alas de un negro intenso que resalta en el mar de zafiro que forman las siluetas de una especie de flores que Adam jamás ha visto. Flores y cuervos, volátiles y bellos, en el fondo una lluvia de estrellas, casi parecen querer salir del lienzo.
—¿Qué es…?
—Un sueño —Adam apenas se sobresalta cuando escucha eso detrás de él, pero siente como su cabello se eriza en la nuca. Mira de reojo a su lado, Ronan le devuelve la mirada con el destello de una media sonrisa, algo indescifrable en esos ojos de hielo. Si sus cuadros parecían secretos, el artista debía ser el mayor de todos.
Y Adam siempre pecó de curiosidad, un hambre voraz por descifrar lo indescifrable, que era él mismo.
Y ahora definitivamente también lo era Ronan.
