Chapter Text
“La traición es una mancha que jamás envejece.”
—Elena Anaya.
[...]
La lluvia era cada vez más copiosa, más quejumbrosa y molesta. Los truenos ensordecían y el eco de los rayos daban cuenta de cuán lejos se encontraban de allí.
Sin embargo, ni la tormenta podía atestiguar a favor suyo. ¿Quién hubiera imaginado una situación de esa magnitud y hubiese actuado igual que él?
Ni siquiera el más tonto de todos los miembros de la ToMan se le hubiese cruzado algo semejante. Pero el error ya estaba hecho.
Nadie, absolutamente nadie tenía las agallas de tomar un puñal para quitarle la vida a otra persona. Mucho menos si esa persona era nada más y nada menos que el mismísimo Ken Ryuguji.
—¿¡Qué carajo hiciste, Hanagaki!? —gritó Peyan, en medio de la euforia que suponía ese enfrentamiento.
¿Cómo podría responder esa pregunta cuando ni siquiera él mismo entendía nada de lo sucedido?
—¡¡Yo no fui!! ¡¡Les juro que no lo hic-
Las palabras se volvieron un recurso inútil para esas personas que sólo hablaban mediante golpes. Y no era para menos, pues era Mikey quien estaba frente a Takemichi, con sus ojos inyectados en ira y decepción. Él estaba totalmente cegado y no oía absolutamente nada. Lo único que podía notar era el puñal que Hanagaki tenía en su mano y a Draken tirado en el suelo, desangrándose más y más.
El agua de la lluvia se llevaba gran parte de ella, lavando las culpas que Takemichi pudiera cargar desde ese momento.
—¿¡P-por qué, Takemitchy!? —inquirió en un tono quebrado, aún utilizando el apodo que le puso el día que se conocieron.
Todo frente a ellos se quebró en segundos...
—¡¡Te juro que no fui, Mikey!! —La desesperación se adueñaba de su ser y no había prueba a favor que lo absolviera de ese crimen.
La pelea que se había armado con los miembros de Moebius se había detenido al ver cómo la pandilla Tokyo Manji rodeaba a uno de sus miembros. Junto a él yacía el cuerpo de Draken, el más importante de todos los presentes después de Mikey. Nadie podía creerlo, ni siquiera Manjiro.
—No hay caso, está muerto. —afirmó uno de los miembros de Moebius, quien se ofreció cortésmente para tomar el pulso de Ryuguji.
¿Qué carajo hacía ahí? ¿Es que acaso no conocía el respeto ni los límites?
—¿Mhm? ¿Eso es todo? —murmuró y respiró profundo. Tenía que tomar una drástica decisión. —Si aún valoras tu patética vida, vete —espetó Mikey, dándole la espalda a Hanagaki. —. Juro que si vuelvo a verte, te mataré sin piedad... —amenazó.
¿Qué más podía hacer si la trampa había tenido éxito? Mikey estaba devastado, sin lugar a dudas. Él no tenía idea de que todo lo que sus ojos estaban observando eran una cruenta mentira de alguien más y que Takemichi era un chivo expiatorio, una víctima más de una persona que había planeado todo con frialdad.
—Mikey...—murmuró y soltó el puñal.
—¡¡Vete!! —gritó y dio media vuelta, exhibiendo la mirada que tanto intimidaba a los demás.
Y sin poder argumentar nada a su favor, Takemichi huyó de la escena. Corrió a tanta velocidad, que sus piernas a doloridas ni siquiera tenían tiempo de manifestar su molestia.
Su corazón estaba destrozado y su alma, resquebrajada. No sólo la de Takemichi, también la de Mikey.
Su vínculo era profundo y la confianza que Mikey depositó en Takemichi era envidiable. Ningún miembro fundador tenía el privilegio que Hanagaki gozaba en tan poco tiempo y eso se debía a su nobleza, a su determinación y su alma pura.
Mikey no podía creer que Takemichi pudiera traicionarlo de esa manera y tampoco deseaba cumplir con esa amenaza.
—Me asombra que no hayas tomado el toro por las astas como lo harías con cualquier otro, Mikey —expresó alguien detrás suyo. Sus amigos se habían encargado de trasladar el cuerpo de Draken y él únicamente se limitó a observar la escena. —. Si bien ese chico se fue con la cola entre las patas, tarde o temprano las pruebas lo condenarán. Si tú no lo ejecutas, la justicia lo hará. —añadió.
Mikey dio media vuelta para ver a los ojos de ese joven que afirmaba con seguridad sobre el futuro que le deparaba a Takemichi.
—¿Cómo supiste que esto pasaría? ¿Quién carajo eres? —Manjiro estaba agotado y realmente no deseaba continuar la conversación.
—¡Ya te lo dije anoche! —exclamó y acomodó sus lentes mientras se acercaba a él. —Tetta Kisaki, miembro de Moebius que podría brindarte muchísima información no sólo de esta pandilla, sino de muchas más. Por eso supe que hoy matarían a Ryuguji justo en este solitario lugar, mientras tu pandilla se enfrentaba a la nuestra. —afirmó. —¿Ahora me crees?
Extendió su mano y esperó que Mikey respondiera a ello. Pasaron algunos segundos y así lo hizo, pero su rostro aún mostraba desconfianza y desconcierto.
»—La muerte de Ryuguji no quedará así. Si me permites ingresar a la ToMan, Mikey, yo puedo atrapar a Hanagaki y hacerlo pagar por su crimen. A cambio de ello, te daré los secretos más oscuros, los planes y los escondites de las pandillas que quieras; también te podría poner en contacto con personas importantes para que la ToMan crezca más y más. —propuso con seguridad.
—¿Tan seguro estás de que podrás encontrar a Hanagaki y traerlo a mí para ejecutarlo? —inquirió con recelo. El uniforme de Moebius lo inquietaba, pero la propuesta era realmente tentadora para esa ocasión.
—Poseo muchos contactos que me ayudarían a localizarlo. Eso es suficiente. —respondió con frialdad. Sus ojos se entrecerraron y una ligera sonrisa se formó en su rostro. —¡Piénsalo y luego me avisas!
Kisaki dio media vuelta para regresar con sus compañeros y Mikey se detuvo a pensar rápidamente en lo que acababa de oír. La situación era claramente compleja y Takemichi estaba muy comprometido en la escena del crimen.
—¡Kisaki! —exclamó. El aludido giró su cabeza. —¡En una semana como máximo quiero que traigas a Takemichi! Yo mismo lo condenaré por esto.
Tetta sonrió y afirmó con su cabeza. Caminó con sus manos guardadas en los bolsillos, victorioso y su corazón latía con euforia al imaginar los gritos de angustia de Hanagaki.
«Esto apenas es el comienzo...» pensaron al mismo tiempo.
Lo que ninguno podía imaginar era que, en lo más profundo de su alma, Mikey sabía que Takemichi era incapaz de asesinar a Draken. No obstante, él debía actuar con cautela para hallar al culpable detrás de todo.
O al menos eso quería creer, pues el amor y la admiración que sentía por Takemichi le impedía discernir entre la traición y el afecto; la rabia y la pasión...
Pero era un hecho: existía un traidor entre ellos y Mikey no descansaría hasta encontrarlo. Aún si se tratase de Takemichi Hanagaki...
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¿
¿Qué quieren de mí??
Les traigo una historia que se me acaba de ocurrir y que debía plasmarlo lo antes posible.
¿Qué les pareció? Francamente me gustó mucho y estaré fuera feliz de ver sus comentarios ❤️🥰
Muchas gracias😍
Chapter 2: CAPÍTULO 1: ¿Traidor O Víctima?
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El funeral de Draken había resultado ser multitudinaria. Más allá de que los miembros de la ToMan fuesen los primeros en llegar, la realidad era que personas pertenecientes a otras pandillas se acercaron al lugar y le dieron sus condolencias a la familia adoptiva de Ken.
Un grupo de mujeres de diversas edades rodeaban el féretro, llorando sin cesar mientras de abrazaban entre ellas. Sus ojos, inflamados por tanto dolor, sólo reflejaban el gran amor que sentían por aquel niño que tuvo que crecer fugazmente para sobrevivir.
Y entre tanta congoja, nostalgia e historias en común, se hizo notoria una ausencia que dejó en evidencia a la persona con la que compartía más tiempo: Manjiro Sano.
El líder de la pandilla no se presentó al funeral y ninguno de los presentes se lo cuestionó, pues estaba claro que Mikey llevaría su duelo de un modo diferente al de los demás.
Manjiro se caracterizó por ser un joven que odiaba los eventos de despedida de seres queridos y no se sentía a gusto en medio de otros que lloraban sin cesar, pues sus lágrimas siempre se escondían en lo más profundo de su corazón.
No obstante, su rutina era salir con su motocicleta y recorrer aquellos lugares en donde compartieron momentos, recordando lo más lindo que hayan vivido hasta entonces. Por esa razón, Mikey manejó a gran velocidad hasta el paredón que Mitsuya había pintado años atrás, enseñando el diseño que Draken se tatuaría en su sien y así fuese reconocido entre los más grandes pandilleros.
Sano se acercó hasta el mismo y apreció la áspera textura donde lucía el magnífico dragón que tanto amaba Ken. Se detuvo un instante y cerró sus ojos, recordando la voz de su amigo al relatarle cuando se había tatuado.
«El día que vi ese dragón, Mitsuya había huido de casa. A lo mejor fue una coincidencia, pero me da gusto que lo haya hecho esa vez o nunca lo hubiera conocido y mucho menos, a este hermoso diseño que creó en esa abandonada y solitaria pared.»
Rió y luego abrió sus ojos para dejar caer algunas lágrimas. Sin embargo, estas no eran suficientes para dejar salir la angustia por la situación que estaba atravesando.
Su alma se retorcía entre la desilusión y la soledad, caminando a ciegas en la oscuridad que devoraba la luz de su corazón. Esa luz que huyó junto con Takemichi.
—Dime, Kenchin —Suspiró y llevó una mano a su pecho. —, ¿de verdad ha sido él? Porque francamente no quiero asumirlo y esto me destroza lentamente.
Al obviamente no tener una respuesta, dejó caer su cuerpo y apoyó la espalda contra la pared, fijando su mirada en el cielo.
»—¿Cómo podría ser posible que Takemichi hiciera algo así? No puede ser así... —murmuró y llevó sus manos a su rostro, conteniendo la frustración.
Se cuestionó todo el escenario, la advertencia de Kisaki y lo que sus ojos veían en ese momento. Se regañó por haberlo dejado ir sin siquiera preguntarle nada pero si no lo hacía, los demás acabarían con Takemichi en su presencia. Se sintió débil, aplastado por la cobardía de no haber tomado la decisión correcta.
Sin embargo, no se quedaría de brazos cruzados.
«Sé que alguien te emboscó y precisamente por esa razón, prefiero que tú creas que soy tu enemigo... Mientras tanto, revolveré la basura para hallar al hijo de puta que te inculpó, Takemichi.»
Aunque sus labios dijeran que él era el traidor, su corazón sostenía que Takemichi era una víctima. Sea error o acierto, Mikey no podría quedarse sin hacer nada...
[...]
Había pasado exactamente una semana después de lo sucedido y Mikey había acordado una reunión con los capitanes de las otras divisiones.
Mientras esperaba en el templo, Manjiro se había sentado en la parte más baja de la escalinata para reflexionar. El silencio era ensordecedor y sólo la compañía de Draken podía derrotarlo.
No obstante, ya no sería posible.
—Mikey... —La voz de uno de sus nuevos miembros lo alertó, volteando rápidamente. —Tal como lo prometí.
Kisaki sonreía con malicia mientras acomodaba sus lentes. Se acercó hasta Manjiro y le entregó un papel con una dirección escrita.
—¿Qué es esto? —Ni siquiera recordaba lo que Tetta mencionaba entre líneas.
—En esa dirección se encuentra escondido Takemichi Hanagaki. No pude traerlo hasta aquí pero debía darte la ubicación de ese traidor —afirmó y dio media vuelta. —. Si me lo pides, yo mismo puedo ejecutarlo.
—¡¡De eso me encargaré yo mismo!! —exclamó y se levantó rápidamente.
Bajó cada escalón y buscó las llaves de su motocicleta. Antes de subir, miró nuevamente a Kisaki.
»—Avísale a los demás que pospondré la reunión. Iré a ajustar cuentas con él. —Encendió la motocicleta y se alejó del lugar.
Kisaki, victorioso, salió en busca de los capitanes para comunicarle la nueva orden de Mikey. Estaba conforme con el resultado obtenido, pues el rostro del comandante era lo suficientemente serio como para imaginarse lo cruel que sería con Takemichi.
«Que no te tiemble la mano para vengar a Draken, Mikey...»
[...]
Después de varios minutos conduciendo, Mikey llegó a la dirección indicada. Se percató de que se trataba de un viejo hotel abandonado.
Los vidrios estaban resquebrajados, la puerta de entrada mostraba signos de humedad y deterioro. El hedor era molesto pero realmente quería ingresar.
Dio una fuerte patada para poder ingresar, ya que estaba trabada con otros objetos desde adentro. Cuando pudo hacer una abertura, ingresó y caminó lentamente entre los escombros.
Cada paso significaba un vidrio que rompía, mugre y más mugre. Ese sitio se veía exactamente igual a su mente desordenada, decepcionada y solitaria. El eco era ensordecedor, la visión se nublaba por el polvo...
—Mikey... —La voz grave de Takemichi captó su atención. Jamás lo había escuchado de esa manera, así que volteó de inmediato. —¿Qué haces aquí?
Takemichi se encontraba sentado entre una pila de escombros, libros y viejos muebles rotos. Su semblante había cambiado drásticamente, sorprendiendo a Mikey. Luego, Hanagaki bajó del lugar donde se encontraba y se ubicó frente a él.
—Vine por ti, para busc-
—Vete, Manjiro. —Era la primera vez que lo llamaba por su nombre. Se oía extraño, distante y doloroso. —¡¡Y ni se te ocurra volver por mí!!
—¿¡Tienes idea que todo lo que pasó con Draken te deja como un-!?
—¿Traidor? ¿Eso quieres decir? —interrumpió. Enarcó una ceja y pateó una silla rota que estaba cerca junto a su pie. —¡¡Si, yo maté a Draken!! —espetó con seguridad, golpeando su pecho.
Mikey no podía procesar las palabras ni la actitud de Takemichi. Él jamás se había mostrado a la defensiva ante una situación límite. Estaba claro que algo no marchaba bien. Ese no era el Takemichi que conocía.
—¡¡Deja de decir estupideces, Hanagaki!! —gritó y lo sujetó de su ropa para acercarlo más a él.
—¡¡Vete de aquí, Manjiro!! —exclamó con una extraña tranquilidad. —Ve y diles a los demás que me has asesinado, que has acabado conmigo de la manera más vil que se te ocurra. Estoy seguro de que estarán satisfechos y tú también.
—¿Qué mierda pretendes? —Mikey cada vez estaba más confundido.
—Yo asesiné a Draken para debilitarte, para quitar del camino al tipo que te abría los ojos en la vida. Ahora eres basura, un miserable mocoso como yo que no sabe a dónde correr —Takemichi le hablaba con sarcasmo, con sus ojos ardiendo por la ira. —. Y siempre serás un idiota manipulable...
Y sin poder imaginarlo, un fuerte golpe en la cabeza de Manjiro fue suficiente para dejarlo tirado en el suelo, inconsciente. El invencible Mikey yacía desmayado frente a sus ojos y la rabia desbordaba por los poros de Hanagaki. La respiración se agitaba más y más, dando cuenta que la adrenalina era muy intensa. Su puño dolía demasiado y jamás pensó que terminaría dando un golpe a la persona que más admiraba de la ToMan.
»—No puedo permitir que me vuelvas a encontrar, Mikey —Se colocó en cuclillas y corrió los mechones del cabello de Sano. —. Soy el traidor de la pandilla y así lo creerán todos, incluso tú. Y mientras tanto, yo haré justicia por Draken...
Una vez dicho esto, se alejó del lugar de prisa. Las ganas de llorar eran cada vez más fuertes pero se había prometido no volver a hacerlo. Takemichi Hanagaki, el héroe llorón, había muerto junto con Ken Ryuguji.
Ahora, esa misma persona con igual nombre, se convertiría en el traidor que le arrebató el corazón a la pandilla...
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Hola a todos!!! Cómo han estado???
Sinceramente amé todos sus comentarios y el buen recibimiento de la historia. Si bien tengo que culminar con otras, esta es una que deseaba escribir desde hace tiempo.
Así que, de corazón, espero que lo hayan disfrutado y también los invito a leer cualquiera de todas mis historias en este perfil.
Los amo!!!
Chapter 3: CAPÍTULO 2: "La decisión"
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No recordaba cuánto tiempo estuvo inconsciente en el suelo pero sí podía asegurar que estaba totalmente asombrado.
Ese Takemichi que estaba frente a él no se parecía en nada al risueño e iluso que conoció. El corazón puro de Hanagaki se contaminó de un espantoso veneno que lo orilló a convertirse en un monstruo.
¿Qué clase de infierno era aquel que visualizó? Si él hubiera vociferado su disconformidad respecto a las acusaciones, ¿hubiera cambiado algo?
La cobardía se había apropiado del líder de la ToMan y, extrañamente, llegó a la conclusión de que su debilidad fue más fuerte que las pruebas.
Mikey estaba seguro de que Takemichi era un pésimo actor. Él no podía mentirle, no sabía cómo hacerlo. Sus ojos, hundidos en la miseria y el dolor, suplicaban una salvación antes de que todo se tornase negro, silente y tétrico.
Mikey lo sabía mejor que nadie...
El rubio trató de incorporarse mientras sobaba su cabeza. El golpe sí que le había dolido y estaba sorprendido de que Takemichi tuviera tal fuerza para llevarlo a cabo.
¿Desde cuándo sabía utilizar su fuerza? Takemichi no dudó ni un instante en propinarle un fuerte golpe para destrozar por completo aquel vínculo que los unió de un modo mágico, como si el universo hubiera conspirado a favor de ambos para que se conocieran ese día. Jamás lo había visto peleando como él o Draken, pero podía apostar que ese golpe estaba prácticamente al mismo nivel que cualquiera de ellos dos.
Se puso de pie e inspeccionó rápidamente. Allí se percató de que Hanagaki había huido y no le asombraba, pues él mismo le dio a entender que para la ToMan estaría muerto.
¿Qué debería explicar sobre lo sucedido? Pues todos estaban expectantes tras el incidente.
«Ve y diles a los demás que me has asesinado, que has acabado conmigo de la manera más vil que se te ocurra. Estoy seguro de que estarán satisfechos y tú también.» esa había sido su sugerencia.
¿Es que acaso lo estaba ayudando a pensar en una estrategia? No, Takemichi no era bueno planificando cosas. Sin embargo, la muerte de Draken generó un rotundo cambio en él. Ya no se trataba del mismo muchacho que lloraba por todo. Era totalmente diferente.
Ken Ryuguji se llevó la inocencia de Takemichi a la tumba.
A Draken le arrebataron la vida a sus espaldas, tomando como chivo expiatorio a la única persona que gritaba su nombre en medio del caos. Imaginar que Takemichi sería capaz de algo así resultaba patético pero lo suficientemente lógico para llevar a cabo una puesta en escena que los dejaría en veredas opuestas, puesto que ellos tenían una química única.
Una química que generaba inconformidad en muchos otros miembros antiguos.
Mientras conducía, Mikey se replanteó todo lo sucedido y aunque le doliera en lo más profundo de su corazón, debía tomar la sugerencia de Takemichi para evitar que alguien más fuera tras él.
La soledad lo abrumaba y era justamente en ese momento cuando más necesitaba los consejos de Draken.
«Kenchin, si tú estuvieras en mi lugar, ¿serías capaz de condenar a la persona que no tiene ni una pisca de maldad en su ser?»
Se detuvo cerca de una colina y enfocó su mirada en el horizonte. Allí en el fondo, donde alguien de corazón noble podría llegar con facilidad, se hallaba la verdad. Su alma resquebrajada lo apuñalaba en su interior, reclamándole la razón por la cual permitió que su rabia le impidiera proteger esa mirada esperanzadora.
—Perdóname, Takemitchy~ —expresó y, después de algunos años sin recordar qué se sentía, rompió en llanto.
Se trataban de lágrimas que dejaban atrás un futuro próspero para su corazón colmado de cicatrices...
[...]
En la noche, Mikey organizó una reunión de emergencia con los miembros de la pandilla en el templo.
Mientras esperaba la presencia de todos los capitanes y subordinados, el líder se dedicó a rezarle a Draken. Agradeció su compañía, sus consejos y los buenos momentos a su lado. De no ser por él, su vida se hubiera desmoronado muchos años antes.
No obstante, su pérdida dejaría muchas secuelas en su ser y solamente debía ser fuerte ante el resto para no sucumbir en la soledad.
«¡¡Maldición, Kenchin!! ¿Cómo podré hacer todo esto sin ti?»
Ni siquiera sabía lo que su mente pensaba, pero era consciente de que todo se trataba de ese trágico suceso. Su corazón se hacía añicos al recordar la expresión de Takemichi antes de que sus ojos se cerraran esa última vez que se vieron y la rabia lo invadía más y más.
«¿Qué fue lo que pasé por alto para que tú hayas tomado esa drástica decisión sin siquiera haber oído mi versión, Takemitchy?»
Pero no podía demostrarlo así como así. Debía ser fuerte y mantener la calma.
El sonido de las motos se acercaban hasta el punto de encuentro y Mikey debía romper ese lazo por completo antes que los demás lo vieran. Suplicó la protección de Takemichi y que, algún día, el destino lo llevara nuevamente hacia él.
«Aunque las circunstancias sean difíciles, aunque el odio sea mayor... Sólo deseo verte una vez más.» La tristeza había formado un tedioso nudo en su garganta y lo único que quería era que le permitiera hablar sin quebrarse.
Apretó fuertemente sus puños y logró controlar sus emociones, ignorando nuevamente el dolor de perder a alguien que ocupaba un lugar muy especial en su corazón.
Cuando culminó su petición, suspiró y frunció el ceño para darle un toque de dramatismo a su mentira. Aquella falacia debía ser lo más real posible para que ninguno de sus amigos lo notara.
El discurso lo haría solo, pues nadie podría estar al nivel de Draken. Aún percibía su esencia, pero su ausencia física lo arrastraba cruelmente a la realidad.
Se ubicó en el mismo lugar de siempre, esperando la señal de Ken para iniciar con el comunicado. Nada sería igual desde ese momento y todos lo percibían.
—Tras el incidente que culminó con la muerte del vice comandante de la ToMan —Mikey tragaba saliva. Realmente le dolía todo, absolutamente todo. —, he tomado una decisión que cambiará por completo todo.
Los murmullos no se hicieron esperar y los rostros desconcertados daban cuenta de que muchos de ellos no estaban al tanto de la verdadera situación respecto a lo sucedido con Draken.
»—A cambio de la vida de Draken, he tomado la de quien fue acusado como el principal sospechoso de su asesinato: ¡Takemichi Hanagaki! —Sus gritos resonaron en los oídos de los presentes. —¡¡Takemichi está muerto!!
La mayoría de los capitanes habían sido testigos de la acusación e incluso se habían unido a ella. Pero el rostro que denotaba mayor satisfacción era el de Kisaki. Por un lado, no le asombraba porque sabía que ambos tenían algún tipo de recelo ajeno a la pandilla; pero por otro, algo no le cuadraba.
»—Además, les quiero comunicar que- —Tomó aire porque aquello simplemente lo había decidido hacía muy pocos minutos. —¡¡La ToMan se disolverá a partir de este momento!!
El silencio arrasó con cualquier cuestión derivada de las palabras de Mikey. Ni Mitsuya, ni Pachin... Nadie, absolutamente nadie se había atrevido a cuestionarlo.
El cabello rubio del comandante se mecía gracias al viento que comenzaba a soplar con más fuerza, acompañado de nubes que anunciaban un chaparrón que nadie pronosticó. La mirada de Mikey se dirigió hacia el cielo, suplicando la compañía de las dos personas que tanto apreciaba y que no podían estar presentes en ese mismo lugar.
No quiso hacer la espera más larga, más tediosa y molesta. Ya no quería ver los rostros de los posibles traidores. No en un entorno de falsedad en los cuales prácticamente todos se comportaban de manera obsecuente con tal de ascender en sus respectivas divisiones.
Mikey simplemente se adelantó y bajó la escalinata en completo silencio, oculto tras una máscara estoica que mantendría hasta alejarse de todos.
—¡¡Oye!! —Como era de esperarse, Baji no se mantendría al margen y buscaría la mirada de su amigo de la infancia. —¿¡Estás seguro de lo que estás diciendo!? —Sujetaba su chaqueta con fuerza y Mikey prefirió no responderle, sino soltarse para continuar adelante.
Baji estaba claramente ofuscado y encolerizado, pero optó por dejarlo ir. La muerte de Draken había abierto una herida muy profunda en la vida de Mikey y nadie mejor que él sabía que cuando se alejaba de todos era por una razón de fuerza mayor.
Chifuyu se acercó hasta Keisuke y palmeó su hombro. Cuando obtuvo su atención, negó con la cabeza, afirmando la idea de no seguirlo para evitarle más problemas a Mikey.
El comandante se dirigió hasta su motocicleta y subió en ella como lo hacía habitualmente. La encendió e hizo rugir el motor como nunca antes. Se retiró del lugar, abandonando no sólo a su pandilla sino a todo lo que alguna vez lo hizo feliz.
Eso incluía al cariño que Takemichi hubo instalado en su interior...
[...]
Los rumores corrían mucho más rápido de lo que pensaba.
Apenas habían pasado unas pocas semanas hasta que oyó una imprevista noticia: la disolución de la ToMan.
Cada miembro se había enfocado en su vida como solían hacerlo normalmente: Baji y Chifuyu asistiendo a la misma escuela, Pachin y Peyan estudiando para trabajar en sociedad en un futuro, Mitsuya y Hakkai eran vistos a menudo en las calles de Tokyo...
Cualquiera de los capitanes o sus subordinados eran vistos en actividades diversas de un adolescente normal. A excepción de uno: Mikey.
—¿Tú crees que has tomado la decisión correcta al dejarle una mochila tan pesada a Mikey? —inquirió un muchacho joven mientras miraba el semblante apagado de Hanagaki.
Takemichi tenía la vista perdida en los edificios lejanos de la ciudad. Bebía una taza de café amargo mientras escuchaba lo que su único compañero le comentaba.
—Aunque él se esconda del mundo, estoy seguro de que algún día nos volveremos a encontrar... —respondió en un tono de voz muy baja.
Cada vez que Takemichi mencionaba a Mikey, su voz creaba una grieta en su alma. Su fragilidad al pronunciar su nombre lo exponía ante la gran mentira de haberse alejado, dejando en su memoria la peor imagen de sí mismo.
—¿Podrás convertirte realmente en el traidor cuando regreses a Tokyo y todos comprueben que nunca has muerto? —El hombre insistía en preguntarle al mismo tiempo que analizaba sus gestos.
Se mantenía sereno, firme en sus convicciones. Aunque sus ojos cargaran un manantial, su determinación era lo suficientemente fuerte como para contenerlo.
—¿Acaso tienes una mejor idea? Yo pienso que si esa o esas personas están tranquilas, lo dejaré así hasta que me sienta completamente listo para regresar. —espetó con seguridad.
Al voltear a ver a su compañero, notó un leve destello de luz en sus orbes. Pese a que Takemichi también cargaba con la otra parte de la carga que Mikey llevaba consigo, él no perdía la esperanza en que todo podría resolverse. Aunque estaba dispuesto a luchar, a convertirse en la mejor versión de él mismo, la realidad volvería a dañarlo.
Sonrió, pues él también deseaba acabar con el asesino de Draken y no tuvo mejor oportunidad que aliarse a quien había sido acusado injustamente por el asesinato.
No obstante, el tiempo es tirano, siendo capaz de enseñarle lo peor de la esencia del ser humano al más puro de todos ellos...
❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️
Cuánto tiempo sin venir por estos lares???
Mil disculpas por mi desaparición pero tuve un fuerte y problemático bloqueo que provino de mi familia. Afortunadamente estoy luchando mucho para salir de ella para continuar escribiendo y por fin logré traerles una actualización que les debía.
Muchas gracias por su apoyo, por el cariño!! ❤️❤️❤️
Chapter 4: CAPÍTULO 3: "Renacer"
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Algunos años después...
Los años pasaron muy rápido y prácticamente se llevó todos aquellos valores de las personas que gritaban a viva voz sobre la justicia.
La adultez en los antiguos miembros de la ToMan los llevó por diferentes caminos, pero reencontrándose en ocasiones muy puntuales para recordar los momentos más bonitos de la adolescencia, como cumpleaños o fiestas de celebración.
Desde el anuncio de la disolución de la pandilla, cada uno de ellos sintió cómo el corazón de Mikey se había sumido en la tristeza y el rencor, al punto de alejarlos violentamente para evitar hablar del asunto. Principalmente Baji, quien era la persona que más conocía a Sano. Mikey y él habían sido amigos desde pequeños, compartiendo muchos recuerdos hermosos y dolorosos, lo cual lo convertía en la persona que más conocía todas las facetas del antiguo comandante.
Sin embargo, aquella última vez que se encontraron cuando ambos tenían 18 años, fue el mismo Mikey el que rompió por completo su vínculo.
«Si he disuelto la pandilla, es precisamente porque ya no quiero estar involucrado con ninguno de ustedes y si insisten en buscarme, tendré que hacérselos entender a golpes...»
Tras recordar sus palabras, Baji no pudo evitar suspirar porque pudo haber hecho más, soportado más e incluso, pelear más. No obstante, era imposible ganarle en un combate mano a mano a Mikey y si bien lo había visto entrenar en muchísimas ocasiones, la realidad era que la fuerza de Manjiro residía en la oscuridad de su alma, algo de lo que Keisuke carecía por completo.
—Oye, ¿te sientes bien? —Chifuyu llamó su atención al percatarse de la distracción de su amigo.
Baji, quien estaba ordenando la estantería de la tienda, regresó en sí para asentir. Volvió a trabajar al mismo ritmo, colocando los productos en orden antes de abrir el local.
Aquella tienda de mascotas en la que ambos se desempeñaban era su lugar seguro, en donde el futuro era próspero para ambos. Tras acceder a una herencia de parte de su padre, Chifuyu planificó y llevó adelante el proyecto que compartiría con su mejor amigo, lejos de la violencia en la cual ambos habían crecido. El amor por los animales los posicionó entre los grandes negocios de Tokyo y los clientes eran bastante frecuentes.
Estaba ubicado en el centro de la ciudad, prácticamente en un sitio en donde el tráfico y el contingente eran moneda corriente. Faltaban exactamente unos diez minutos antes de que levantaran la persiana cuando una extraña frenada los alertó.
Baji se alejó de la estantería y se ubicó cerca del mostrador, pero Chifuyu no pudo soportar la curiosidad de saber qué había ocurrido. En cuestión de segundos, el local que habían preparado con tanto esfuerzo se vio reducido a prácticamente nada y Baji, quien se salvó por muy poco, tuvo la mala suerte de presenciar el inminente accidente de su mejor amigo.
El conductor del micro había perdido el control y terminó chocando contra la tienda de mascotas, atropellando a Chifuyu. Los transeúntes, consternados, llamaban con desesperación a las autoridades policiales y también solicitaban atención médica urgente.
Mientras tanto Baji, atrapado entre el mostrador y el autobús, intentaba buscar una manera de ayudar a Chifuyu. Éste estaba desmayado por el fuerte golpe recibido. Keisuke se acercó lentamente hasta el conductor y se percató de que no se trató de un simple accidente, sino de algo peor que eso: el hombre presentaba un disparo en la cabeza.
Estaba absorto, realmente se trataba de un hecho que distaba de accidental y que ambos se vieron involucrados directamente. Afortunadamente, Chifuyu tosió con dificultad pero estaba con vida, lo cual era realmente lo importante. Intentó moverse con la intención de ponerse de pie pero era muy complicado debido a los dolores que sentía y el espacio reducido.
Sin embargo, el dolor más grande no era físico sino emocional, ya que todo el esfuerzo que realizó con Baji estaban hechas añicos.
—B-Baji-
—¡¡No te muevas ni hables!! Te suplico que te mantengas lo más quieto posible. —La preocupación de Keisuke hacía que su voz temblara. Sentía tanta frustración por no poder haberle advertido sobre lo que pudiera pasar.
Pero ninguno de ellos había imaginado ser víctimas de ese extraño accidente. Baji sabía que detrás de todo eso, había gato encerrado. Sin embargo, no podía preocupar a Chifuyu con sus especulaciones.
Minutos más tarde, las autoridades policiales se acercaron hasta el lugar para realizar los procedimientos correspondientes y Baji brindó su testimonio para que pudieran investigar sobre el hecho.
Chifuyu fue trasladado al hospital más cercano para poder evaluar su estado de salud.
—En breve nos estaremos comunicando con usted, señor Keisuke Baji.
Los oficiales se fueron, el micro en cuestión fue retirado y Matsuno tampoco se encontraba allí. Las personas que se habían acercado a ver lo que pasaba, tampoco estaban ahí y todo lo que quedaba era la desolación.
La brisa se tornó fría y el silencio, desgarrador. Al mismo tiempo, se convirtió en mensajero y al soplar con intensidad arrastró un trozo de papel que cayó frente a sus pies.
La curiosidad estaba arraigada en su ser así que no pudo evitar agacharse para tomarlo y así ver que se trataba de algo más que un simple papel.
«¿Qué significa esto?» pensó Keisuke al entender lo que estaba escrito con puño y letra, algo que sólo unos pocos podían comprender.
[...]
Mitsuya llevaba un buen tiempo ensimismado en su trabajo como diseñador. Prácticamente dormía muy poco y el tiempo libre que lograba conseguir lo utilizaba para visitar a sus hermanas y su madre.
A veces enviaba mensajes a sus amigos y se sentía muy culpable por no estar tan presente como en su juventud, mas la comprensión y las palabras de aliento lo motivaban a continuar creciendo en su profesión.
Después de casi 12 horas confeccionando un traje para una importante exhibición, Mitsuya decidió recostarse en el sofá. Encendió el televisor y comenzó a cambiar de canales con la intención de encontrar algo que le interesara.
Pero lo que captó su atención fueron las noticias, ya que la mayoría hablaban de un fatal accidente en el centro de Tokyo en donde un micro se incrustó en un local de mascotas y en el cual su conductor había fallecido producto de un impacto de bala.
Mitsuya estaba consternado, pues sabía perfectamente que allí trabajaban Baji y Chifuyu, así que no dudó un instante en marcarles. Sin tener conocimiento del estado de salud de ninguno de ellos, Takashi rezaba porque sólo fueran daños materiales.
—¿¡Hola, Mitsuya!? —La voz ronca de Baji le devolvió cierta tranquilidad.
—¡¡Qué alivio, amigo!! —exclamó y llevó una mano a su rostro, masajeando el entrecejo. —¿Cómo se encuentran ustedes? ¿Y Chifuyu?
—Él está en observación. Afortunadamente no pasó a mayores pero el golpe que recibió podía haber sido grave. Aún así, está bien y pensando en todos ustedes.
—¡Envíale saludos de mi parte y apenas tenga el alta, me gustaría verlos-!
—Mitsuya, perdóname que te interrumpa pero- —El cambio en su tono de voz lo había alertado. —Desde el accidente, he estado dando vueltas a un asunto y quiero confirmar algo.
—Dime, por favor...
—Revisa tu casillero o donde recibas las cartas y fíjate si alguien te ha enviado un sobre.
De inmediato, Mitsuya se dirigió hasta la puerta de salida, ya que no tenía nada parecido a un casillero. En efecto, había un sobre debajo de la puerta. La levantó del suelo y la abrió para leer el contenido.
—No puede ser... ¿Acaso es-?
—Mitsuya, creo que todos los antiguos miembros hemos recibido esto y me deja claro que el mensaje es por ese día, tú me entiendes...
Casi en cuestión de segundos, los recuerdos del día del asesinato de Draken lo dejaron con un fuerte nudo en su garganta que le impidió hablar. Los rostros de todos ellos, encolerizados, se enfocaban en Takemichi y cómo se negaba a asumir que era el culpable.
—¿Dónde estará Mikey ahora?
—Lo siento, hace mucho tiempo he perdido contacto y más desde que no se ha separado del lado de Kisaki...
El silencio fue sepulcral entre los antiguos miembros de ToMan y no había una respuesta más acertada que esa: Manjiro Sano se había alejado de todos desde ese día y el único que aún permanecía a su lado era Kisaki Tetta.
[...]
En algún lugar de Tokyo, una ciudad ruidosa que no daba chance de pensar en frío, se encontraba un lujoso edificio y en él, un enorme y luminoso departamento.
En lo alto, un hombre de traje oscuro disfrutaba de un vaso del mejor whisky importado que nunca antes hubiera pensado beber.
En su amplio escritorio se encontraba su computadora y en un extremo de la pantalla, la noticia más reciente era el tema más hablado: el accidente de la tienda de mascotas del centro.
Al reflejarse en el monitor, se dio cuenta que su prolijo cabello oscuro comenzaba a despeinarse así que buscó el peine en el bolsillo de su saco y procedió a acomodarlo.
La puerta de la habitación en cuestión rechinó e ingresó uno de sus compañeros más leales para ubicarse a su lado y oír lo mismo que él.
"El conductor recibió un impacto de bala antes de que se produjera el accidente, lo cual nos indica que esto es aún más complejo de lo que parece..."
—He enviado a todos los peones a dejar tu cartita de amor~ —El tono irónico era propio de él y disfrutaba al pensar en las expresiones de su aliado.
—Te lo agradezco, Kokonoi —respondió mientras dejó el vaso sobre el escritorio. —. Ahora dime, ¿qué has encontrado respecto de él?
—Tal parece que el niño se refugió en los brazos del imbécil llamado Kisaki-
Así como oyó el nombre, el hombre revoleó el vaso contra la pared, haciéndolo estallar en pequeñísimos fragmentos.
»— Oye, Hanagaki, ¿no crees que deberías hacer algo aún más glorioso para regresar ante ellos? Asustarlos no funcionará por mucho tiempo.
Takemichi Hanagaki, el hombre que aparentemente estaba muerto para los miembros de la ToMan, pensaba en el momento clave para llevar a cabo su mayor plan.
—Inui mencionó algo parecido ayer y pienso lo mismo que ustedes —confirmó y suspiró. —. El mensaje era claro y ellos son inteligentes. No faltará mucho para que él salga de esa alcantarilla podrida y allí podremos jugar a nuestras anchas.
—¡Me gustas! Eres cruel cuando te lo propones, aunque antes creía que eras un debilucho-
—Ese debilucho murió junto con Draken y lo saben. Inui me dio la última oportunidad antes de morir en vida y gracias a ambos hoy estoy en este trono, viendo correr sangre de gente de mierda —Se puso de pie y golpeó el escritorio con las palmas de sus manos. —. Prepárate, Kokonoi... ¡¡Regresaremos oficialmente a las calles de Tokyo y haremos temblar a Manjiro Sano y a ese hijo de puta de Kisaki Tetta!!
—¡¡Así será, onceavo líder de la legendaria pandilla Black Dragon!! Inupi y yo seremos tus perros más fieles~ —afirmó Hajime, reverenciándose ante Takemichi.
Con el ceño fruncido, su corazón ardiendo en ira y con un claro objetivo de convertirse en el más siniestro de los actuales líderes, Hanagaki Takemichi estaba dispuesto a volver a enfrentarse a quienes alguna vez llamó amigos y, principalmente, a Mikey.
Aunque su alma suplicaba fingir a la perfección, no podía dejar de recordar el dolor en los ojos de Sano cuando se habían visto por última vez.
Era momento de renacer de aquellas cenizas en donde incendió su alma años atrás y devolver con creces todo el dolor recibido.
«Yo haré justicia a mi manera, aún si tuviera que morir en manos de quien sea con tal de que tu asesino sea descubierto, Draken.»
❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️❤️
Hola a todos!!! Después de mucho tiempo en stand by, he regresado para actualizarles esta historia.
Como verán, hay muchos misterios detrás de los sucesos actuales y, ufff, este vengativo Takemichi me llena de inspiración 🥵🥵🥵
Espero que disfruten de la obra y apenas pueda volveré por más. El bloqueo y los sucesos en mi vida me tienen completamente atada, quitándome lo que tanto amo que es la escritura.
Muchas gracias a quienes esperan, comentan y siguen mis obras ❤️❤️❤️❤️❤️
Chapter 5: CAPÍTULO 4: "Retorno"
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Los tacones resonaban en la silente y fría habitación. Eran tan firmes, tan imponentes como su propia aura. Al mismo tiempo, los pasos que los acompañaban eran increíblemente vigorosos y emanaban una energía envolvente que dejaba al resto totalmente perplejos.
En aquel lugar se encontraba un tipo maniatado sobre una silla, chillando de rabia y descontrolado por los recurrentes golpes recibidos.
—Qué gracioso es invertir papeles, ¿no? —expresó Seishu, apuntando con un bate sobre su rodilla. —Esa jovencita que secuestraste gritaba menos, pese a que sufrió muchísimo más que tú, maldito marrano de porquería.
Dio media vuelta y se colocó unos guantes. Tomó nuevamente el bate y golpeó con fuerza ambas piernas. El quejido era realmente doloroso pero recordar que la amiga de su hermana había sufrido más que él le generaba repulsión y despertaba la oscuridad más profunda de su alma.
El crujido de sus huesos, en cierto modo, le despertaron una extraña y morbosa satisfacción. Aunque moralmente no era nada correcto, las circunstancias justificaban sus acciones.
—¡¡Esa sucia perra no sirvió más que para-!! —Antes que pudiera decir algo más, Inui lo golpeó en su rostro para que finalmente se callara.
La sangre caía como cascada en medio de la desolación. No obstante, Inui no sentía ni una pizca de culpa.
Nadie mejor que él entendía la injusticia de la justicia y que sus manos manchadas serían verdugos circunstanciales para poner a esa persona en su lugar. Si en algún momento él debía pagar por sus ideales, estaba dispuesto a hacerlo.
No esperó que continuara hablando, sino que propinó más y más golpes. La imagen que recordaba de la jovencita le dolía demasiado, así que no desaprovecharía la oportunidad que su jefe le había otorgado al llevarle al tipejo a un sitio donde nadie pudiera interrumpirlo.
Sus hombros se sentían pesados y sus muñecas temblaban al levantar el bate. Se tomó unos minutos para recuperar el aliento, mientras observaba el escenario frente a sus ojos: algunos dientes en el suelo, sangre y más...
—¡¡Imbécil!! —exclamó con rabia, sacudiendo su cabeza mientras intentaba salpicar a Inui. —¿Tú piensas que una insignificante zorra es capaz de pagarle a un matón como tú para-?
—¡¡Cierra la puta boca!! —exclamó con todas sus fuerzas. Su voz rasposa lastimó su garganta, pues no estaba acostumbrado a gritar, pero la desesperación se hizo presente en ese instante. —¿¿Acaso crees que ese es tu único crimen??
Lanzó el bate al suelo y se acercó hasta quedar a escasos metros de él.
»—Mi jefe sabe que trabajas para una rata de porquería y por eso me permitió hacerme cargo de ti... —De su bolsillo sacó una pequeña bolsa con un polvo blancuzco que agitó suavemente.
Seishu notó cómo la expresión del sujeto cambió por completo en cuestión de segundos. Su actitud arrogante se desvaneció y en sus ojos observó la desesperación, acompañado de movimientos involuntarios que intentaban huir de su inminente caída.
Un grito desgarrador escapó de lo más profundo de su ser y obligó a Seishu a retroceder. Inmediatamente, oyó pasos acercándose a ellos y volteó para ver de quién se trataba.
El humo del costoso habano lo delató. La elegancia que portaba ese hombre dejaba atónito a cualquier persona que lo viese a los ojos. Inui respiró aliviado, guardando nuevamente la bolsa que desestabilizó al prisionero.
—Estaba esperándote, jefe. —expresó Seishu y esbozó una leve sonrisa socarrona, cediéndole su lugar al recién llegado.
—Buen trabajo, Inui. Tómate un descanso, yo me encargo de lo que sigue. —Palmeó el hombro del rubio. Procedió a quitarse el saco y arremangar su camisa.
Inui dejó caer su cabeza hacia atrás, intentando recuperar la calma. Cerró sus ojos y recordó a la muchacha con mucha ternura, dejando caer sus lágrimas al verla completamente destrozada en cuerpo y alma en ese hospital. Suspiró y secó el sudor con el antebrazo mientras observaba a su jefe.
El rehén no tuvo reparo en escupirlo apenas lo tuvo cerca y estalló en carcajadas al ver que no se inmutaba ante la provocación. Al contrario, éste simplemente sacó un pañuelo y secó la saliva de su mejilla.
Luego, se arrodilló frente a él y exhaló una gran bocanada de humo. El hombre inmediatamente comenzó a toser y a sacudirse con dificultad.
—¿Aún no entiendes la posición en la que te encuentras? —inquirió en un tono sereno, enarcando una ceja. —Estoy seguro de que tu jefe está buscándote para matarte.
El rostro del aludido palideció. Takemichi se puso de pie y arrojó el habano al suelo, pisándolo con la punta de su zapato. Giró su rostro hacia Inui y lo invitó a acercarse.
»—En este mundo de mierda todos tienen sus lugares, cada uno de nosotros somos verdugos y rehenes de alguien más —Seishu se ubicó a su lado y Takemichi le pidió el bate que anteriormente había utilizado. —. Ahora responde —Una vez que se lo dieron, Hanagaki apuntó con el elemento hacia el abdomen del hombre. —, ¿Tú eres el verdugo o eres el rehén?
—¡¡Maldito hijo de puta!! ¡¡Suéltame de una vez y te arrepentirás de- —Seguidamente, el primer golpe fue dirigido al centro de su abdomen, cayendo junto con la silla a la que estaba amarrado.
El hombre tosía sangre y aún así no dejaba de balbucear.
—No te encuentras en las condiciones adecuadas para responder, así que lo haré por ti —Takemichi se agachó para levantar la silla y volver a dejarlo en la posición inicial. —. Tú creíste ser el verdugo de una inocente chica que cruzaste de casualidad, cuando tu única tarea era vender cocaína a los imbéciles ricachones con los que tratan a menudo...
El hombre, agitado, intentaba hablar pero sus heridas dolían más de lo que pudiera imaginar.
»—Y en este mundo liberado al crimen y a la venta de estupefacientes, existe una justicia invisible. Una justicia injusta para una minoría y criminal para una mayoría... Una justicia oculta en las sombras que está dispuesta a limpiar a los que dañan a inocentes, a los que hunden en la miseria humana a quienes no deben.
Takemichi le entregó nuevamente el bate a Inui y llevó su mano hasta el bolsillo trasero de su pantalón. De allí sacó un revólver y apuntó directamente en el rostro del rehén.
»—¡¡¡Nosotros somos Black Dragon, maldita escoria de la sociedad!!! —gritó y disparó al instante en su garganta.
El mar carmesí los estaba alcanzando y Takemichi aún no se acostumbraba a ese hedor. Algunas gotas de la sangre quemaban sobre su piel y las arcadas se hicieron presentes.
—¡Bien hecho, jefe! —Inui palmeó su espalda.
Luego, buscó su celular y sacó una fotografía del sujeto. Guardó el móvil en su bolsillo y sacó un sobre recubierto por un nylon que podría conservar su contenido. Lo colocó sobre el cuerpo de modo que pudiera ser fácilmente encontrado y luego se retiró junto con Hanagaki. Inui limpiaba los restos de sangre del bate con un pañuelo y después lo volvió a guardar en uno de sus bolsillos.
—¿Cómo te sientes, Inui? —preguntó el jefe mientras subían al automóvil.
—Tengo el estómago revuelto pero —Una vez que se acomodó en el asiento del acompañante, miró sus manos aún manchadas. — creo que hice lo correcto.
Takemichi sonrió y encendió el motor del vehículo.
—Estoy seguro de que tendremos buenos resultados de esto. Así que cuando lleguemos, le encargas el resto a Kokonoi. —indicó y comenzó a conducir a una velocidad moderada.
Por otro lado, Inui decidió descansar unos minutos y dejar salir la intranquilidad que lo invadió por tanto tiempo.
«Te has vuelto un hombre muy fuerte, Takemichi. Estoy seguro de que pronto haremos justicia por Draken, aunque eso nos termine costando la vida...»
[...]
En una ciudad lejana donde los ruidos mentales hacían eco de los hechos del pasado que lo obligaron a distanciarse de los demás, un hombre delgado y de cabellera rubia peinada cuidadosamente hacia atrás se encontraba observando cómo el hielo de su whisky se derretía lentamente.
En un escritorio a escasos metros suyo, su elegante colega fumaba habano y el humo llegaba hasta el rubio, provocándole largos ataques de tos.
—Perdóname, Mikey. Olvidé que aún no te recuperas de tu gripe. —Se excusó y procedió a apagarlo de inmediato.
—La próxima vez que se te ocurra intentar siquiera encender algo, haré que olvides cómo cagar, ¿¡te queda claro, Kisaki!? —amenazó y se puso de pie, arrojando contra el suelo el vaso que contenía la bebida alcohólica.
Caminó en dirección hasta la ventana más próxima, deteniendo su paso al notar que varios de sus subordinados bajaron corriendo de una camioneta. Frunció el ceño y esperó su llegada.
Kisaki se percató de su nerviosismo y rápidamente se puso de pie al oír los golpes en la puerta. Les otorgó el permiso para ingresar y dos de ellos se adentraron en la oficina, mientras el tercero se quedó afuera tras recibir una llamada telefónica.
—¿¡Qué es todo este alboroto!? —exclamó Kisaki, confrontando al encargado del grupo.
—La misión falló, jefe. El cliente está muy furioso y dijo que vendría por nuestra cabeza... —explicó el muchacho. Su rostro denotaba desesperación y el sudor daba cuenta de ello.
Kisaki, encolerizado, tomó al joven por su camisa y lo levantó apenas del suelo.
—¿¡Tienen idea siquiera del problema en el que acaban de meternos!? —espetó con rabia, apretando la prenda con mayor fuerza. —¡¡Les advertí que ese cliente era importante y que no podían fallar en absolutamente nada!!
Arrojó al joven contra el suelo y soltó un gruñido desde lo más profundo de su ser. Seguidamente, no dudó en sacar su revólver y apuntar directamente en su frente. Su compañero se interpuso para evitar su ejecución.
—¡¡Espere por favor!! —intervino el otro joven. —¡¡No fue error nuestro, lo juramos!!
Mikey no quitó la vista de los subordinados y notó algo muy particular en los ojos de ambos: la verdad en medio de la confusión. Esa misma mirada era la que Takemichi tenía en su rostro cuando todos los dedos apuntaban contra él, mientras intentaba explicar su inocencia.
La culpa aún lo torturaba y nadie más que él era consciente de que podía darle una oportunidad a alguien que realmente decía la verdad.
—¡Detente, Kisaki! —Mikey tomó la palabra en medio de la discusión y se acercó hasta los involucrados para adoptar un rol activo en la decisión final. —Permíteles hablar.
Su mirada fría e inquisidora se posó sobre su mano derecha, quien de inmediato bajó el arma y chasqueó la lengua ante la intervención inesperada de Manjiro.
El rubio se dirigió hasta el líder del grupo y extendió su mano para ayudarlo a levantarse.
—Quiero oír lo que tengas para decir y no quiero excusas ni omisiones, porque no me temblará el pulso para matarlos a ambos...
Los jóvenes tragaron saliva y asintieron. Luego, el líder le entregó un sobre de papel madera. Su expresión temerosa cambió a una mucho más decidida y firme.
—Estuvimos rastreando al intermediario y él, efectivamente, llegó al punto de encuentro. Sin embargo, el cliente nunca apareció y el hombre fue secuestrado —Mientras el muchacho hablaba, Mikey abrió el sobre y sacó su contenido con cuidado. —. Su rastreador fue destruido y no pudimos ubicarlo hasta que...
—Hasta que les enviaron este sobre, ¿estoy en lo cierto? —inquirió mientras observaba la fotografía y leía lo que estaba escrito detrás de ella. —¿Qué hay de la mercancía?
El compañero que se encontraba afuera de la oficina irrumpió al oír la pregunta.
—Disculpen la intromisión, pero tengo información al respecto. Los médicos constataron que arrojaron la cocaína sobre todas las heridas que tenía. Por ende, ya no podremos recuperarla.
Kisaki golpeó el escritorio con ambas manos al escuchar los relatos. Ese negocio era muy importante para él, pues traería muchos beneficios económicos e influencias que le permitirían dar un importante salto a la fama en el mundo de las sombras.
—¿Qué pasará con nosotros, jefe? —El líder, aún nervioso, decidió hacer la pregunta más incómoda para poder determinar su futuro más cercano.
Manjiro, en completo silencio, leyó el papel que venía junto con la fotografía. Sin solicitar la opinión de Kisaki ni siquiera pensar en las consecuencias ni en los beneficios, éste tomó la última decisión.
—"El traidor aún está entre ustedes. La justicia ha llegado. BD" —leyó Mikey en voz alta.
Desconcertado, Kisaki le solicitó la carta y, efectivamente, era lo que decía. Lo que no podía deducir era la firma, pues no conocía a nadie ni ninguna organización con las siglas B D.
—Está claro que se trata de una declaración de guerra y yo no estoy dispuesto a perderla. ¡¡Así que a partir de este momento, volveremos a Tokyo!! —exclamó con un deje de rabia.
Los subordinados respiraron con tranquilidad, pues gracias a su jefe que les perdonó la vida podrían actuar de otro modo y revertir la situación a su favor. Kisaki, por otra parte, sentía una profunda curiosidad y satisfacción al saber que por fin podría poner en juego sus estrategias para encontrar a las personas detrás del asesinato del intermediario.
Sin embargo, Mikey no sentía ni una pizca de ánimos de volver a Tokyo. Cada sitio le recordaba a su pasado, a sus errores y a Takemichi. Además, temía porque supieran que nunca llevó a cabo su asesinato y al mismo tiempo, ansiaba verlo, saber qué pasó con él después de esa última vez.
—¡¡Lo haremos pagar, Mikey!! —expresó Kisaki con una amplia sonrisa.
Sano asintió y su corazón se desgarró al percatarse de que así de feliz se veía al conocer la noticia de la muerte de Takemichi. A lo mejor, prefería continuar ignorando esos detalles y continuar a su lado, solapando sus delitos con la única finalidad de proteger a los suyos desde las sombras, adoptando un liderazgo peligroso en las solitarias calles de Japón.
«Draken, prometí proteger a quienes amas y así lo haré, aunque ellos al final me terminen odiando...
Takemichi, si volviéramos a vernos, ¿Serías capaz de tomar mi cabeza para vengarte?»
Chapter 6: CAPÍTULO 5: "Juez y condena"
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Los delitos eran cada vez más frecuentes en las calles de Tokyo. No obstante, las fuerzas policiales nunca llegaban a cada lugar porque, por una extraña razón, los delincuentes acababan muertos o prácticamente incapaces de hilvanar palabra alguna debido a los fuertes traumas sufridos.
El asesinato del intermediario no llegó a los medios de comunicación, pero su desaparición llenó de incógnitas a quienes alguna vez tuvieron contacto con él. Tampoco les sorprendía que algo más hubiera sucedido, pues todos los que se sumergían en las sombras de la ciudad, tarde o temprano conocerían al mismísimo dueño de la oscuridad.
Y no era para menos, pues quien tenía la llave maestra de esas penumbras era Black Dragon, la organización criminal que se encargaba de la limpieza en las calles donde reinaba la desesperación, las drogas, el dolor de muchos y el silencio forzado de otros... Rincones donde Kisaki Tetta tejía delgados y fuertes hilos para mover a su antojo, controlando no sólo los negocios sino las vidas de gente inocente y vulnerable que preferían huir a las profundidades de un abismo del cual jamás podrían volver.
No se trataba de justicia social; era una purga metódica y brutal que apuntaba directamente al flujo de efectivo de Kisaki, al corazón de su poder, porque el líder de Black Dragon era consciente de que su mundo giraba alrededor del dinero y el poder que éste le confería.
Y cuando pensaron que esos extraños y violentos sucesos por fin habían mermado, en una suite de hotel que Kisaki usaba como base temporal en Tokyo, los teléfonos no dejaban de sonar.
El ruido era un martilleo constante sobre su ya frágil autocontrol. Se volvió totalmente insoportable.
—¡Otro almacén!—gritó un subordinado, con el rostro cubierto de sudor frío. –¡Todo el inventario fue destruido! —Eso último colmó su paciencia. ¿Es que acaso ya no habían eliminado al posible enemigo?
—¡Y han liberado a la chica que secuestramos para ese cliente! ¡La que costó una fortuna! —exclamó otro, sosteniendo su celular en la mano.
Kisaki, con el puño cerrado, golpeó el escritorio. Su plan de regresar a Tokyo y consolidar su poder se estaba desmoronando en menos de cuarenta y ocho horas.
Ese enemigo no estaba peleando por territorio, estaba atacando el aire que Kisaki respiraba: el dinero.
—¡Mikey, tienes que hacer algo! —exclamó, dirigiéndose al hombre que estaba junto a la ventana, observando el horizonte con una quietud que a Kisaki le resultaba exasperante.
¿Cómo era posible que no le importara su estatus? ¿Cómo podía tomar una actitud indiferente después de recibir la declaración de guerra por parte de alguien a quien no pueden darle un rostro?
Mikey no respondió. Su mirada, oscura y vacía, absorbía la caótica vitalidad de la ciudad. Podía sentir la presencia de Takemichi en el aire, una oleada de poder y dolor que resonaba con su propia alma quebrada. Era una posibilidad, pero la idea de pensarlo corroía la poca cordura que aún conservaba gracias a él.
—¡Están diezmando nuestros recursos! —continuó Kisaki, su voz cada vez más aguda. Quería darle una bofetada, despertarlo de esa quietud molesta que lo mantenía al margen de su desesperación. —. ¡Esto es un ataque personal! Es la venganza de un traidor, un perro rabioso que quiere humillarte.
¿Venganza? ¿Traidor? Mikey finalmente giró y fijó su mirada amenazante en Kisaki.
Sus palabras se estaban convirtiendo en filosas armas que irían desgarrando lentamente su carne y el fuego en sus orbes terminarían por completar su trabajo.
—No. —Su voz era baja y tajante, un simple susurro que silenciaba la habitación. —Un ataque masivo solo generará más bajas. Y yo ya perdí más de lo que pensaba.
Kisaki podría interpretarlo fácilmente con lo material, pero era muy evidente que se refería a sus anclas emocionales. Y principalmente, a la persona que más confiaba desde que tenía memoria.
—¡Pero, Mikey! —Kisaki ya no entendía a Sano. Por más que intentara persuadirlo, lo único que lograba era que se interpusiera con más fuerza.
—Si Black Dragon quiere pelear, será una pelea de líderes. Yo mismo me encargaré del traidor. —La decisión de Mikey era irracional, impulsada por un dolor que Kisaki no podía comprender.
No quería la guerra; quería el juicio final. La muerte de Draken fue un punto de inflexión del cual nunca pudo regresar y si BD se convertía en su cazador, estaba dispuesto a dar su vida si fuera necesario.
Mikey guardó sus manos en los bolsillos y suspiró con tranquilidad. Una tan falsa que se volvió veneno para su interior.
»—Dales un mensaje, Kisaki. —ordenó Mikey, sus puños se apretaban dentro de sus bolsillos al pensar en cómo podría verse su oponente. —. El Invencible Mikey espera en la colina.
Kisaki sonrió y sus inseguridades se esfumaron cuando notó, por lo menos, un atisbo del viejo Manjiro Sano en ese delgado joven.
Mikey, por su parte, sentía una extraña pero profunda curiosidad por saber quién orquestaba toda esa puesta en escena con el fin de sacarlos de su zona de confort.
Sea quien fuera, esa persona estaba dispuesto a morir junto con él en un futuro enfrentamiento...
[...]
El aire se había vuelto irrespirable en la colina. El sol aún no había rasgado el horizonte, dejando el templo Musashi bajo una sombra profunda y helada, un escenario perfecto para la condena.
Mikey y Kisaki se encontraban montados en sus vehículos. La motocicleta de Manjiro, estacionada al borde del precipicio que daba a la ciudad, parecía un objeto funerario. Kisaki, a unos metros de distancia, jugueteaba con el seguro de su arma. Mikey suspiraba y se lamentaba.
Las brisas de Tokyo eran más hostiles de lo que recordaba. La ansiedad los había llevado hasta el punto de encuentro con varias horas de anticipación.
Mikey necesitaba prepararse y recordar quién había sido antes de partir de allí. Cuando lo hacía, los recuerdos de las sonrisas junto a la Tokyo Manji se convertían en finas y pequeñas curitas para sus profundas heridas. Sin embargo, solamente una persona podía cubrirlas y sanarlas. Pero ya no estaba, ya había muerto.
Al pensar en ello, no se percató de que finalmente llegaron esos enemigos a los cuales nunca pudieron identificar con anterioridad. Trabajaban demasiado bien en el anonimato, incluso escabuyéndose de los mejores investigadores del bajo mundo.
No fue posible darse cuenta del arribo porque no hubo rugido de motores, solo el suave deslizamiento de dos vehículos negros de alta gama.
La puerta del primer coche se abrió y de él descendió Hanagaki Takemichi. Su traje oscuro y elegante, tan alejado del uniforme de pandillero o del chándal de su adolescencia, era un testimonio de su renacimiento.
Iba flanqueado por la lealtad absoluta de Kokonoi Hajime e Inui Seishu, ambos con la misma expresión de fría resolución.
Kisaki no podía creer lo que estaba pasando en ese instante. Un escalofrío recorrió su cuerpo al ver su imponente aura acercándose lentamente hacia ellos.
¿Acaso era miedo? No, no podía permitirse sentir miedo. No de esa persona.
Por otro lado, los ojos de Mikey se clavaron en él, absorbiendo cada detalle: la dureza de la mandíbula, la ausencia de cualquier rastro de la antigua bondad.
Era un hombre hermoso, pero devastado por dentro. Mikey notó la pequeña línea blanca, apenas visible, justo encima de la ceja de Takemichi. No recordaba que estuviera allí. Era la única marca visible de su descenso al abismo. Una fecha grabada, un recordatorio silencioso de todo lo que había perdido. Un dolor crudo se alojó en la garganta de Mikey, un nudo que no era de miedo, sino de un anhelo irracional.
—Así que has venido del infierno, Takemitchy. —Mikey usó el apodo que alguna vez le otorgó, un dardo emocional que buscaba perforar la fachada del hombre.
Takemichi se ubicó a una distancia prudencial, pues sabía de las artimañas de Kisaki y su manera de actuar frente a lo imprevisible. Quería escucharlos y ser escuchado, obviamente sin arriesgarse demasiado. No obstante, estaba listo para pelear si fuera necesario.
—Yo no vine del infierno, Manjiro—La voz de Takemichi era un látigo, gélida y punzante.—. Yo fui enviado allí.
Mikey dio un paso adelante, sintiendo la rabia y la verdad de esa acusación. Él le había entregado el infierno. No hizo absolutamente nada por salvarlo y optó por seguir a la multitud que lo apuntó sin siquiera dudarlo.
—Tu fachada es admirable, pero patética. ¿Crees que por vestirte de traje y rodearte de estos... perros, has cambiado algo? Sólo eres el mismo traidor. —Kisaki finalmente tomó la palabra, ignorando el hecho de que Mikey les había mentido respecto a su asesinato.
La única respuesta de Takemichi fue un gesto de la mano a Kokonoi. Koko se adelantó, sosteniendo una pila de billetes manchados y semiquemados.
Takemichi se los arrebató y los lanzó con desprecio hacia los pies de Mikey.
Inui, detrás de Takemichi, sólo pudo apretar sus puños enfundados en guantes, sin poder apartar la mirada del dinero sucio. Era el luto por Draken, sí, pero ver esos billetes profanados era como ver el cuerpo de su amigo deshonrado una y otra vez.
—Ese dinero es el luto por el alma de Draken —Takemichi dio un paso más, su sombra cubrió la de Mikey. Él odiaba profundamente a Kisaki, pero necesitaba pruebas para exponer sus crímenes. —. Kisaki lo ha usado para financiar su imperio y tú lo has permitido. Lo único que hiciste bien fue disolver la ToMan para que esa rata pudiera robar en paz.
Kisaki, al oír su nombre y ver el dinero arruinado, gritó con desesperación: —¡Maldito mentiroso! ¡Esa es la venganza de un criminal celoso! ¡Mikey, no lo escuches!
Mikey, sin embargo, miraba detenidamente el rostro de Takemichi. Estaba viendo al hombre fuerte y capaz que siempre deseó, pero la realización de que él mismo había sido el catalizador de esa oscuridad lo partió por dentro.
La confrontación no se trataba de pandillas; se trataba de un juicio moral al cual sabía que perdería por goleada.
—Yo soy el traidor que tú creaste, Manjiro. —La voz de Takemichi resonó. Estaba juzgando, no retando. — Pero hoy, yo soy tu juez.
Mikey sintió un dolor agudo en el pecho, más intenso que cualquier golpe de un enemigo. La frialdad de Takemichi era un reproche a su cobardía.
En ese instante, Mikey no vio al líder de Black Dragon; vio al hombre que había abandonado, conoció el resultado de la destrucción de un ser bondadoso que abrió una puerta al infierno y decidió entrar, aún teniendo pánico de ella.
Mikey se inclinó, realizando un movimiento lento y pesado, como si el peso de todo el Toman cayera sobre su cuello.
Al recoger uno de los billetes manchados, su mano tembló; no por frío, sino por la vergüenza de tocar el dinero sucio y la verdad que representaba.
El Invencible Mikey estaba suplicando por la absolución que solo ese hombre podía darle, incluso si significaba la muerte.
Takemichi pareció notar la fisura. La vio en el temblor casi imperceptible del hombro de Mikey, en la lenta forma en que su rostro se contraía. No era miedo, era dolor. Y esa era su victoria.
Giró hacia Inui y Kokonoi, sin concederle a Mikey un segundo más de su mirada. Su voz, ahora una orden de guerra, era cortante como el cristal roto.
—A partir de hoy, Black Dragon será verdugo de las calles que ustedes les arrebataron a los pobres inocentes que duermen en la eternidad... —espetó con voz ronca y una expresión rígida que le permitía no quebrarse. —¡¡Te destruiré a ti si así lo deseas pero antes de eso, acabaré con el verdadero traidor que asesinó a Draken y a Takemichi Hanagaki!!
La declaración era contundente y no necesitaba aclarar más nada. Ante la inquietud de sus enemigos, Takemichi dio media vuelta y les ordenó a Koko e Inui que los vigilaran hasta que subiera al vehículo. Así lo hicieron.
Mientras Kisaki explotaba su ira contra la pared, Inui y Kokonoi no quitaron la vista de Manjiro. No había amenaza en sus ojos, solo una condena silenciosa.
Eran los nuevos escuderos del juez, y su mirada final comunicaba que ellos estuvieron allí cuando él lo dejó solo.
El líder de Black Dragon subió la ventanilla del automóvil, dándole fin a un encuentro fugaz y filoso, distante de un enfrentamiento como en los viejos tiempos. Abandonó el lugar, secundado por sus dos compañeros.
Cuando los tres se alejaron, Kisaki explotó su ira contra la pared, dándole un puñetazo tan fuerte que terminó lastimando sus nudillos.
—¿¡Quieres explicarme cómo es posible que ese tipo siga vivo!? ¿¡No se suponía que lo habías asesinado!? —reclamó de inmediato, exasperado por la imponente e inesperada presencia de Hanagaki.
Mikey optó por el silencio. No podía responderle.
Las palabras del líder de Black Dragon resonaron en su interior y tomaron sentido cuando se nombró a sí mismo como alguien ajeno. Estaba claro que ese joven había muerto y Mikey lo sabía.
Pero la traición tiene diversas matices, comenzando por la mentira que Manjiro Sano sostuvo por años y que se desplomó en segundos.
«¿En qué te has convertido, Takemitchy? ¿Cuánto tiempo hace que te hundiste en la miserable existencia y con qué fin? ¿Podré encontrarte nuevamente?»
Chapter 7: CAPÍTULO 6: Moralidad en jaque
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El olor a aceite rancio y metal oxidado, el perfume de un mausoleo para Seishu Inui, golpeó el ambiente frío del antiguo taller.
Aquel sitio donde la Primera Generación de Black Dragon rugió por primera vez, Kisaki Tetta había erigido una sucursal silenciosa para lavar su dinero sucio, una insoportable profanación que ardía en el alma de Inui.
Él acarició el cemento áspero y no pudo evitar evocar el recuerdo de Ken Ryuguji, la cual era tan palpable como la fría niebla de la noche.
La confidencia de Draken, entregada bajo el peso de un futuro incierto, resonó en su mente: —Hay un chico, Inupi. Se llama Takemichi. Es un líder natural, su espíritu... es idéntico al de Shinichiro.
La traición, esa mancha indeleble que se llevó a Draken, fue la señal. El golpe de BD al almacén de Kisaki fue quirúrgico. El onceavo líder no buscaba la pelea sino la verdad. Inupi por otro lado, ansiaba recuperar ese sitio seguro donde tan feliz fue en el pasado.
El almacén estaba cubierto por una noche espesa, sólo rota por el parpadeo de las farolas distantes. Inui, con la chaqueta de BD tan oscura como el techo, se movía con la precisión silenciosa de un fantasma.
Cinco hombres de la nueva generación de BD lo seguían, mientras sus pasos eran amortiguados por el aislamiento.
El plan de Koko era simple: entrar sin ser vistos, golpear el centro financiero y desaparecer.
La violencia era una mera herramienta innecesaria en este momento.
Los guardias de Kisaki, mercenarios sin causa, no estaban preparados para la disciplina de BD. Un guardia giró en una esquina tras sentir ruidos. Su linterna cortó la oscuridad solo para encontrarse con el puño cerrado de Inui. El impacto fue seco. No emitió un grito de rabia, ya que se trató de un golpe preciso e inesperado que lo dejó inconsciente antes de que pudiera caer.
Luego, el cuerpo fue arrastrado a la sombra, sin dejar rastro.
Mientras Inui aseguraba el perímetro con esa frialdad que lo caracterizaba, Kokonoi ya estaba en el corazón de la operación.
Se sentó ante un complejo de cajas fuertes digitales. La luz de su laptop se reflejaba en sus lentes con un brillo calculador. Generalmente no usaba la fuerza sino la mente.
Sus dedos danzaban sobre el teclado, desarmando la seguridad digital de Kisaki como si desdoblara una servilleta. Lo hacía ver demasiado fácil a ojos ajenos, pero francamente era una labor que ningún ser humano, excepto él, podría llevar a cabo con éxito.
En minutos, la "sangre digital" de la red criminal fue volcada en un USB blindado.
Kokonoi lo guardó en el bolsillo interior de su saco y, por último, esbozó una sonrisa que afirmaba una nueva victoria a su lista.
El golpe de BD al almacén de Kisaki fue la limpieza de un virus, no una batalla.
Inui por su lado, avanzó hacia el muro de la codicia, el cual estaba cubierto por un gráfico de ganancias.
Sus ojos ignoraron los números y se fijaron en las viejas manchas de grasa de motor, recuerdo de una época de sueños honestos, risas y anécdotas.
Con furia sagrada, roció pintura negra sobre el mural, ocultando el mapa de la miseria que le generaba repulsión.
Sobre los restos, dejó su sentencia, seca y concisa: "El Dragón limpia la mierda."
Koko, finalizando la revisión de los datos, sonrió con malicia, viendo la magnitud del golpe. Seguidamente, pulsó un botón en su oído izquierdo para contactar a Takemichi.
—Perdió millones, jefe —Exclamó Hajime a través del intercomunicador que llevaba consigo—. Pero lo que le duele es que tenemos su lista de invitados.
Takemichi, reclinado en la silla de su oficina, con su rostro era sombreado por la lámpara de escritorio, asintió.
—Sabemos lo que hará. Kisaki no vendrá tras nosotros de manera directa. Irá tras el eslabón más débil para demostrar su falsa fuerza y poder. Así que vamos a ubicarnos un paso delante suyo...—concluyó, masajeando su entrecejo.
Y claro que sabía cómo trabajaba Kisaki, pues en el pasado, el eslabón más débil fue él mismo...
Pues el recuerdo de esa vulnerabilidad era el único veneno que podía paralizar al Dragón que vestía en su renacido corazón.
[...]
Takashi Mitsuya conducía por la ciudad. Su mente estaba dividida entre los patrones de tela de su nueva colección y en cómo podría pagar la deuda con Kisaki para poder iniciar en su propio negocio.
Se trataba de un pacto con el diablo por la supervivencia de sus pilares.
Y lo peor de todo es que se aferraba a la idea de que, al final, todo era solo un préstamo para poder salir adelante junto a su familia.
El teléfono sonó. Al visualizar la pantalla de su móvil, se percató de que se trataba de un número desconocido.
—¿Hola? —Atendió con un deje de desconfianza.
La respuesta al otro lado fue un grito ahogado y el sonido del cristal estallando. La sangre se le heló, su respiración se entrecortó.
La voz de Luna, rota por el pánico, se escuchó al fondo: —¡¡Takashi, ayúdanos por favor!!
Mitsuya pisó el freno con tal fuerza que los neumáticos chirriaron y el cinturón lo asfixió. El rugido de su motor se perdió contra los chillidos de terror que venían del auricular.
Se llevó una de sus manos temblorosas a la boca, intentando contener un grito inútil de impotencia.
Una voz grave y desprovista de emoción tomó la línea, sonando más a un veredicto legal que a una amenaza de calle.
—Tu amigo, el Traidor que dejaste morir, te avisó. El dinero de Kisaki es más importante que los fantasmas.
—¡Maldito! —Mitsuya gritó con rabia, pero el sicario ni siquiera se inmutó.
—Dile a tu hermana que su costura es tan sucia como el dinero con el que la financiaron. —inmediatamente, el sonido de la tela siendo rasgada con violencia, como si desgarraran la bandera de su propio futuro, resonó en su oído.
Luego, un golpe sordo se adueñó del tortuoso silencio. Era claramente inconfundible ya que se trataba del sonido de la carne contra el suelo, seguido del gemido ahogado y espantoso de Mana. El corazón de Mitsuya se detuvo; ya no había rabia, sólo un terror paralizante.
»—Y dile a Mikey que la próxima vez iremos por algo que de verdad le importe.
La línea se cortó. Mitsuya quedó inmóvil, con la frente pegada al volante, respirando entrecortadamente. Había sido forzado a escuchar el tormento directo a la inocencia de sus hermanas y una revelación a medias que lo dejó totalmente a la deriva.
La culpa lo golpeó con la fuerza de un camión. Él las había expuesto al peligro desde el principio por querer un negocio honesto.
Sin darse cuenta, las había arrojado a la boca del lobo. Él era el único responsable.
¿Por qué los fantasmas de la ToMan volvían a ellos? ¿Quién se había tomado el atrevimiento de lastimar aquello que ama?
No podía quedarse cruzado de brazos...
[...]
Mitsuya llegó al taller minutos después. El lugar era un desastre de maniquíes caídos, rollos de tela destrozada y la brutalidad de un mensaje. Luna y Mana estaban aferradas la una a la otra, aterradas, pero ilesas.
Desde la lejanía, podía escuchar su respiración errática y la dulce voz de Mana intentando tranquilizar a Luna, quien se notaba mucho más afectaba psicológicamente.
—¿¡D-dónde están!? ¿¿Las lastimaron??—Mitsuya corrió hacia las chicas, casi tropezándose con todo lo que estaba a su paso.
El dolor oprimía su pecho, la desesperación por no saber qué sucedía en su ausencia lo llevó a imaginar escenarios catastróficos donde sus hermanas terminaban siendo daño colateral por culpa de alguien más.
—Se... se fueron. Vino alguien más y los asustó, creo... —dijo Luna después de tomar una bocanada de aire que le permitió poder hablar con cierta claridad.
—Dejó esto —añadió Mana, con la voz apenas un susurro, entregándole un sobre pequeño y elegante.
Mitsuya lo recogió y notó que tenía un peso extra que no correspondía a una simple hoja de papel.
Dentro halló un USB y una tarjeta con un dragón en relieve. Se trataba de, nada más y nada menos que del símbolo de Black Dragon.
El dolor que sintió al llegar no era físico, para nada. Sino que se trataba de la agonía de la lealtad podrida.
Kisaki lo había usado y atacado. Y el Dragón, el supuesto enemigo emergente, los había salvado.
Mitsuya se sentó en un rollo de tela rasgado mientras sostenía la tarjeta entre sus dedos. Sus manos aún no dejaban de temblar, pero no quería mostrarse débil ni vulnerable ante las chicas porque ellas la habían pasado muy mal.
Una vorágine de imágenes, pensamientos y decisiones lo abrumaron en segundos.
¿Qué debía hacer a partir de ahora?
Él no podía traicionar a Mikey, su hermano de alma.
Pero si este... este BD... los había salvado de Kisaki, ¿quién era el verdadero enemigo? ¿El que usaba el nombre de Draken para lavar dinero, o el que lo usaba para luchar?
Mitsuya quedó paralizado, mirando el usb en sus manos. Sabía que la verdad, la prueba de la verdadera razón del reciente ataque podría encontrarse dentro del USB.
Pero temía la traición moral que implicaba conectarlo y ver su contenido. El siguiente movimiento ya no era una opción; era una sentencia.
Y sus hermanas no serán las nuevas víctimas del mundo corrupto que desea burlarse una vez más de gente inocente...
Chapter 8: CAPÍTULO 7: "Pacto De Lealtad"
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El vehículo de Mitsuya se deslizó por las oscuras calles de Koenji. Había dejado a Mana y Luna al cuidado de una vecina mayor, inventando una excusa sobre una "emergencia de producción" en el taller.
Regresó al lugar que, se suponía, era su refugio más íntimo. Las luces de la calle que se filtraban a través de las ventanas destrozadas convertían los rollos de tela en espectros silenciosos.
Buscó el sobre que Mana le había dado y extrajo el USB y la tarjeta de Black Dragon.
Sus manos volvieron a temblar, pero esta vez por la rabia contenida en su corazón. El dolor de ver el rostro compungido de sus hermanas le dio la violenta motivación que había dejado encajonado en lo más profundo de su ser.
«Kisaki usó mi sueño, el mismo que financió ciegamente, para atacarme.»
La lealtad no era más que una cadena de plata oxidada. Cada vez que intentaba limpiarlo, las manchas no se quitaban.
No había forma de eliminarlo...
Respiró profundo y trató de serenarse. Su intención era buscar soluciones y no amargarse más de lo que estaba.
Por esa razón, se dispuso a insertar el USB en la laptop que utilizaba para trabajar, pero su teléfono zumbó.
No era una llamada, sino una notificación: un correo electrónico de remitente anónimo y apócrifo, con el asunto: "Cuidado con lo que ves."
Mitsuya abrió el correo con cierta desconfianza. El cuerpo del mensaje estaba vacío, pero contenía un único archivo adjunto. Al descargarlo y abrirlo, el aire se le escapó de los pulmones: una foto de Mana durmiendo plácidamente, sujetando un osito de peluche.
La imagen era de una inocencia pura, pero había un detalle horrendo: un corte limpio y profundo, hecho con precisión de bisturí, atravesaba el rostro de la niña. Debajo, superpuesta con una tipografía roja y agresiva, una sola palabra:
"AVISO"
Mitsuya se levantó de un salto, su asiento cayó de forma estruendosa.
El correo había llegado después del ataque de Kisaki, pero antes de que Mitsuya pudiera usar el USB del BD. Era una declaración de guerra personal y cruel.
Kisaki no solo quería el dinero; quería destruir su alma. Había estado dentro de su casa, había visto a sus hermanas durmiendo.
El miedo dio paso a una furia fría y absoluta: Mikey no podía ayudarlo, pues estaba cegado y perdido; la ToMan ya no existía.
Sólo quedaban fantasmas y la corrupción de Kisaki.
Sin embargo, una fuerza se había atrevido a enfrentarlo esa noche.
Tomó la tarjeta de Black Dragon. La observó detenidamente y notó que había un único número grabado.
Sus dedos, los mismos que minutos antes temblaban por el pánico, ahora estaban firmes con una resolución mortal.
Marcó el número.
El tono de espera era breve. Una voz tranquila y algo cantarina contestó.
—Sé por qué llamas, Mitsuya... —respondieron en un tono extrañamente dulce. Era Kokonoi Hajime.
—Quiero a Kisaki —La voz de Mitsuya era un susurro ronco, despojado de toda emoción, la calma que precede a la tormenta. No le importaba la formalidad ni nada, sólo la destrucción —. Quiero destruirlo por completo, a él y a su mierda de dinero.
Koko dejó escapar una pequeña risa. Esperaba ese llamado, pero no una respuesta tan tajante y tan acertada.
—Es bueno saber que pensamos del mismo modo, Mitsuya —espetó Hajime y suspiró. —. Déjame decirte que estábamos esperándote. El Dragón tiene sus métodos para todo, pero cuando se trata de Kisaki, no existe complacencias...
—No me importa el método —interrumpió el diseñador, formando un puño con su mano libre. —. Sólo quiero verlo metros bajo la tierra donde iré a escupirle personalmente.
Kokonoi saboreaba la victoria de su intervención en el contraataque de Kisaki, pues éste nunca esperó que ellos aprovecharan la oportunidad para realizar una jugada maestra para ganarse al alfil del ajedrez.
Y a partir de ahora, para Mitsuya la venganza tiene el mismo patrón que la tela más fina: una vez que empiezas a cortar, no hay vuelta atrás ni manera de restaurarla a su punto inicial...
[...]
En un hangar abandonado, bajo la débil luz de un par de bombillas intermitentes, se reunía el alto mando de Black Dragon.
—Mitsuya mordió el anzuelo. Hace un momento lo tuve en línea, jefe. —anunció Koko, tecleando velozmente en su laptop.
Inui Seishu se encontraba limpiando minuciosamente su motocicleta. Tras oír las palabras de Kokonoi, se detuvo de inmediato y su rostro era inexpresivo, sin un ápice de emoción alguna. Sus pensamientos a veces eran mucho más tortuosos y que Mitsuya haya caído a la trampa de Hajime es señal de que todo lo que habían pensado anteriormente, finalmente sucedió.
—Si Kisaki hubiera atrapado a Mana o Luna, el pánico de Mitsuya podría haberlo llevado directo a Mikey y todo se hubiera ido a la basura. —dijo Inui, su tono reflejaba una preocupación genuina que Koko siempre despreciaba.
No obstante, Hajime sonrió con una frialdad calculada. Pese al pronóstico inestable en el plan, todo salió mejor de lo que esperaba.
—El pánico es el mejor señuelo, Inui. Ahora, gracias a la existencia del USB, pudimos obtener los registros de cuentas offshore que Kisaki usó para mover fondos de lavado, disfrazados como donaciones —comentó, dirigiendo su mirada filosa a Seishu. Luego, extendió su índice y continuó: –. Es la prueba perfecta para destruir su reputación financiera, no sólo su pandilla.
Koko se recostó en su silla, jugando con un billete de cien yenes. Sus orbes brillaban como adolescente en su primer amor ante ese pequeño y tan importante papel.
»—A diferencia de otros en esta pandilla, no me muevo por la lealtad podrida. Para mí, Kisaki es solo una ecuación de pérdidas y ganancias. Él me ofreció el mundo para "salvar" a alguien...—masculló en un tono quebrado, uno que siempre intentaba ocultar ante el resto. —Alguien que ahora es una de las mayores pérdidas de mi vida. —Sus orbes se dirigieron hacia el techo y esbozó una ligera sonrisa. —Kisaki se benefició de mi desesperación. Ahora, voy a reducir sus ganancias a cero. Es una forma de equilibrar mi balance.—sentenció y acomodó su asiento.
Inui asintió. Entendía perfectamente la referencia.
Koko no mencionaba nombres, pero la "pérdida" de Koko siempre había sido su madre. El dinero de Kisaki había llegado tarde, con demasiadas ataduras y el dolor se había convertido en la rabia silenciosa que sólo el Inupi presente lograba calmar a veces.
Aquellas últimas palabras de esa mujer son el pilar que aún mantienen a Hajime de pie y su triste sonrisa es el frío recuerdo que enciende su rencor hacia Tetta.
Koko se había unido a Black Dragon por la oportunidad de destrozar a Kisaki desde dentro y recuperar el control sobre sus propias finanzas y su propia vida. Quería liberar las cadenas de la culpa, de su incredulidad y de su corazón.
En el centro de la sala, Takemichi se puso de pie, su presencia era ahora magnética y tensa. Inui a menudo lo destacaba y no podía dejar de admirar el crecimiento de Hanagaki, aún a costa de su bondadoso corazón.
—Mitsuya es valioso para este plan. Todo este asalto fue pensado con la intención de que los demás puedan tomar una decisión respecto al presente de la ToMan y, a pesar de todo lo sucedido, confío en que Mitsuya es un hombre inteligente y elegirá de manera correcta. Así que, Koko, organiza una reunión en el Punto de Reclutamiento. Sin rodeos.
Takemichi miró a Koko e Inui y aunque su voz era firme, una sombra de agotamiento rodeaba su ser. El antiguo héroe había sido reemplazado por la necesidad.
Por esa razón, aquel hangar no era una guarida de pandilleros, sino un quirófano oscuro donde Takemichi, con la frialdad de un cirujano, se preparaba para extirpar el tumor llamado Kisaki, sabiendo que la anestesia no era una opción.
[...]
Mitsuya llegó al punto de encuentro en un parque desolado, con la tarjeta del BD en su mano. Vio a dos figuras: Koko, fácilmente reconocible por su traje costoso e Inui, con su cabello rubio distintivo y su rostro con expresión rígida.
—Llegaste rápido —canturreó Koko, con una sonrisa de satisfacción. Sus ojos apreciaban a una de las piezas que podrían volver al juego más interesante. —. Eres bienvenido en la 11°va generación de-
—¿Dónde está su líder? Quiero la cabeza de Kisaki y tengo que verlo ahora, no tengo tiempo para perder con formalidades. —interrumpió y exigió Mitsuya, con la rabia contenida al límite.
Koko aplaudió, suspiró y se hizo a un lado. Una sombra se movió detrás de él con cautela.
Mitsuya se quedó petrificado al ver el rostro de quien se suponía era el cabecilla de BD. El aire vibró con el sonido de su corazón acelerándose.
Allí estaba él, más alto, más maduro, con una chaqueta negra que le daba una autoridad inconfundible, pero con los mismos ojos azules asustadizos que Mitsuya había intentado proteger en el pasado, justo antes de ver caer a Draken.
—Takemichi... —susurró Takashi. A pesar de su enfado, la incredulidad luchaba contra la furia.
—Hola, Mitsuya. —La voz de Takemichi era plana, casi profesional, desprovista de la vieja calidez que lo caracterizaba.
Mitsuya, superado por el shock y la adrenalina, corrió hacia él, no para abrazarlo, sino para golpearlo con todas sus fuerzas. Quería desquitarse la rabia de ver su estúpida expresión de inocencia mientras sostenía el arma homicida de Draken y también que se la devolviera para así darle un espacio a su cuerpo para liberar el veneno en su sangre.
—¡Maldito, te atreves a aparecer ahora! —El golpe de Mitsuya impactó de lleno en el hombro de Takemichi, pero este apenas se inmutó. —. ¿¡Dónde estuviste todo este tiempo si se suponía que estabas muerto!?—reclamó. —¡Mikey te necesita y tú estás jugando a ser un maldito líder de pandilla mientras Kisaki ataca a mis hermanas!
—¿Acaso piensas que todo gira alrededor de ustedes? —Takemichi masculló con un deje de molestia.
Ninguno de ellos puede imaginarse cuánto sufrió al sentirse como basura al ser acusado injustamente.
Las lágrimas de rabia se acumularon en los ojos de Mitsuya. —¡Tú, de todos, debiste saber el significado de proteger a los que amas! ¿¡Por qué Mikey aseguró haberte matado ese día!? Draken... —Secó sus lágrimas. —Él jamás se hubiera dejado vencer de manera tan mediocre...
Takemichi no se defendió. Solo bajó la mirada, dejando que el puñetazo de Mitsuya se hundiera aún más.
—Tienes razón, Mitsuya. Fallé en proteger a mucha gente en el pasado —Takemichi levantó sus ojos, y la frialdad que había en ellos era más inquietante que la de Kisaki. —. He tomado muchas decisiones desde ese día que, al final, solamente persigue el mismo objetivo. Por eso, el nuevo Black Dragon no pierde el tiempo. No jugamos.
Takemichi le extendió la mano, mostrando su móvil.
»—Acabamos de recibir dos llamadas. La primera es sobre un dealer de Kisaki. Yo me encargaré personalmente de él. Prontamente llevaremos a cabo su castigo para llegar a Mikey de alguna manera —Su mirada se tornó sombría tras nombrar a Manjiro. —. Sin embargo, tú tienes la evidencia para hundir a Kisaki. Necesitamos que uses tu mente para acabar con esta maldita mierda que instaló ese hijo de puta...
—¿Usarme? ¿Como Kisaki me usó? —escupió Mitsuya con desprecio.
—No. Usarte para la venganza que quieres. La de Kisaki es mi guerra, pero ahora es tuya también —explicó con tranquilidad. —¿Te quedas con los fantasmas de la ToMan, o luchas para que tus hermanas nunca más tengan miedo?
Mitsuya miró la pantalla del móvil y observó la imagen de un mapa con el Punto G-7 brillando. La idea de la venganza bruta de Takemichi y el uso frío de Mikey le repugnaba, pero la rabia por Mana y Luna era más fuerte.
—No estoy en tu pandilla, Takemichi, quiero que te quede muy claro —El aludido asintió. —. Solo estoy aquí por la cabeza de Kisaki y no me detendré hasta tenerlo en mis manos.
Mitsuya dio unos pasos hacia atrás y frunció el ceño. Estaba mucho más seguro de lo que haría.
—Para mí es suficiente, por ahora —respondió Takemichi y le dio la espalda a Mitsuya. Encendió un cigarrillo y exhaló la primera bocanada de humo antes de dar la siguiente orden. —. Koko, entrégale el plan de acción legal. De algún modo, Mitsuya ya eligió de qué lado luchará.
Ese día , Takashi Mitsuya no sólo había elegido un bando, sino que había enterrado para siempre al fantasma que asechaba su lealtad;hundiéndolo en la miseria de convertirse en un traidor sin vuelta atrás.

TeDeMenta on Chapter 1 Wed 09 Aug 2023 03:49AM UTC
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