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Draco Malfoy and the Mortifying Ordeal of Being in Love

Summary:

Hermione se encuentra entre el mundo mágico y muggle como una investigadora médica y Sanadora a punto de hacer un gran descubrimiento. Draco es un Auror asignado para protegerla de amenazas desconocidas para el disgusto de ambos.

Tenemos a una Hermione súper competente y apasionada, y un flojo pero peligroso Draco. Slow burn.

Notes:

¡Hola! Somos Valeria, Raquel y Ari :) Este es nuestro primer proyecto conjunto y envuelve todo aquello que nos une, a pesar de estar a la distancia. Es una traducción creada con mucho amor, trabajo y amistad de por medio.

Hemos elegido esta historia porque es una gran obra, así que agradecemos a la autora por haberla escrito. Así que, ojalá que puedan disfrutarla y sufrirla tanto como nosotras (en el buen sentido de la palabra).

Les deseamos un gran viaje a través de la página. ¡Y esperamos su apoyo para futuras traducciones!

Con cariño,
Fic Chicks

Chapter 1: Un Ataque Inesperado

Chapter Text

Draco Malfoy and the Mortifying Ordeal of Being in Love Poster

arte hecho por catherine7mk, poster hecho por nikitajobson

Como hombre adinerado, Draco Malfoy pudo haber elegido una vida de ocio, intromisión política y chantaje casual como hizo su padre antes que él. Sin embargo, la solución propuesta por el Wizengamot fue que el joven Malfoy hiciera algo por el bien común, el altruismo, y la redención pública.

Así que, después de un par de años en el Continente, Draco regresó a Londres y terminó en tiempo récord el programa de entrenamiento de Aurores –tres años reducidos a año y medio, gracias– y se unió a la Oficina de Aurores. Por supuesto que Draco había sido estratégico en su elección de profesión: ser Auror le ofrecía suficiente heroísmo cubierto por los medios y suficientes asesinatos aprobados por el Ministerio para mantenerlo interesado en su trabajo.

Draco era un excelente Auror – algo sobre casi convertirse en un Mago Oscuro le ayudaba a entender las mentes de magos y brujas revoltosos. El problema con dicha habilidad, por otro lado, es que se veía recompensado con casos exponencialmente complejos por la Jefa de Aurores, Madame Nymphadora Tonks.

Nuestra primera escena: un lunes por la mañana, enero. Entre los cubículos grises de la oficina de Aurores, Tonks repartía las asignaciones tipo A del mes a sus mejores agentes como un Santa Claus vengativo tras la Navidad. 

–Montjoy, te vas a Hethpool. Tres niños muggles fueron encontrados muertos y sin hígados. El aquelarre de brujas de Stow pudo haber resurgido –Arrojó una carpeta con el contenido del caso sobre el escritorio de Montjoy.

–Buckley. Rumores de necromancia y otros hechos. Isla de Man –Buckley aceptó el reporte con una mueca–. Lleva a Humphreys contigo. Sé un buen mentor y no la traumes demasiado.

Tonks avanzó a los siguientes cubículos. 

–Potter, Weasley, deben continuar con los vampiros en Yorkshire Dales. Si no presentan avances, me involucraré personalmente. A este paso, Yorkshire se quedará sin sangre. Goggin, un idiota está experimentando con Tortura Transmogrifiana en prostitutas muggles en Glenluce. Me hare de la vista gorda si lo traes de regreso con menos extremidades.

Tonks se detuvo frente al escritorio de Draco. –Malfoy, como te fue tan bien con el Lunático de Lanark la semana pasada, te dejaré elegir tu veneno.

Draco miró a Tonks con cautela, su elección de palabras seguro no era exageración. –¿Cuáles son mis opciones?

Tonks arrojó dos folders en el escritorio de Draco. –Opción 1, un mago acusado de actos inapropiados con troles, un deleite para los sentidos. Y, opción 2, una solicitud del Ministro para proteger a alguien de alto perfil.

–¿Actos inapropiados? –repitió Draco, tomando las carpetas entre sus manos.

–No sé cuál sea tu nivel de tolerancia, pero yo perdí el apetito –Tonks apuntó con su barbilla a la carpeta de la derecha–. Hay fotografías.

Draco cometió el error de abrir la carpeta de los troles. La cerró rápidamente con un ruido de disgusto. –Tomaré la solicitud de protección.

–Perfecto –dijo Tonks, alejando la carpeta de troles y su horrible contenido del escritorio de Draco–. El amante de troles va para Fernsby. ¡Fernsby, ven acá!

Fernsby salió de su cubículo. Tonks le arrojó la carpeta al pecho. –Vas para Morpeth. He escuchado que el Mar del Norte es hermoso en esta época del año.

Si Fernsby tenía reservas sobre lo hermoso que sería el clima del mar en enero , se las guardó. Raramente valía la pena discutir con Tonks.

–Quiero ver sus reportes de avances en mi escritorio para el lunes por la mañana –anunció Tonks a toda la oficina. Hubo un murmullo de confirmación a dicha orden.

Tonks miró a Draco. –Estoy ansiosa por leer el tuyo, Malfoy. Tengo algo de curiosidad, parece que esta persona está trabajando en un proyecto súper secreto. Ni siquiera a mí me dijeron sobre qué trataba.

Tonks camino de regreso a su oficina, consiguiendo pisar únicamente a uno de sus empleados en el camino.

Draco, ahora con más curiosidad, abrió la carpeta de documentos. La solicitud de protección venía directamente de la oficina del Ministro. Shacklebolt había solicitado una auditoría de seguridad, hechizos de protección, toda medida de confidencialidad conocida por magos, escoltas, y vigilancia protectora; en resumen, una tarea del demonio.

Draco comenzaba a sentirse anticipadamente irritado, esto sonaba como mucho trabajo.

¿Quién merecía semejante esfuerzo?

Pasó varias páginas de exigencias ministeriales hasta encontrar la principal.

Y era Hermione. Maldita. Granger.

Su fotografía estaba encima de una nota con su biografía, como si hoy en día nadie la conociera a ella y su cabello. Miró seriamente a Draco, parpadeó, y salió del cuadro.

Draco tomó la carpeta y se dirigió a la oficina de Tonks. Raramente valía la pena discutir con ella, pero esta solicitud ameritaba un esfuerzo especial.

–Tonks, no puedo tomar este trabajo. Tendrás que dárselo a alguien más.

Tonks levantó la vista del documento que estaba atacando con su pluma. Su cabello cambió de color a un curioso tono malva. –¿Y por qué no?

–Es Granger. El activo. ¿No lo habías visto?

–¿Y?

–No nos llevamos muy bien que digamos –dijo Draco restándole importancia a la situación.

–¿Me estás diciendo que los roces que tuvieron en la escuela hace quince años van a interferir con tu capacidad para cumplir con el trabajo? –preguntó Tonks.

En el Vidrio de Enemigos detrás de ella, siluetas borrosas se movían, como si quisieran escuchar la dramática conversación.

–Tenemos algo de desafortunada historia –dijo Draco.

–¿Peor que tú y Potter?

Draco lo consideró por un momento. Finalmente, respondió. –En algunos aspectos, sí.

–De acuerdo –respondió Tonks–. Intercambia con Fernsby. Estoy segura de que estará muy feliz de cambiar una cómoda solicitud de protección por el aficionado de troles.

–¿No hay algo más que pueda tomar?

Tonks le lanzó una mirada penetrante, enfatizada por sus ojos que iban tornándose a un color amarillo, como los de un halcón. –Acabo de asignar las misiones del mes, Malfoy. Y no toleraré que tu complejo con Granger interfiera en ello.

–Granger no me acompleja.

–De acuerdo. Entonces te irá bien. Anda, vete.

Tonks hizo un ademán con la mano y la puerta de su oficina se cerró lentamente, sacando a Draco de ahí.

Draco regresó a su escritorio, con la intención a medias de pedirle a Fernsby cambiar carpetas. Sin embargo, el sonido de arcadas proveniente del cubículo de este fue suficiente para hacerlo cambiar de parecer.

Está bien. Haría este trabajo con Granger. Por lo menos no era porno de troles.

 


 

Draco le envió a Granger una nota fríamente profesional detallando que estaría complacido de reunirse con ella lo más pronto posible para discutir la solicitud de protección del Ministro.

Granger respondió con una nota igual de fría y profesional indicando que la solicitud del Ministro era una exageración, ella se encargaría de ello a la brevedad y que hiciera el favor de ignorarla.

Draco no respondió, pero disfrutó de una tarde sin pendientes en lugar de informar a Tonks de este avance.

Después, Granger arruinó todo al escribirle de nuevo diciendo que, para su decepción, el Ministro no había cambiado de parecer e iba a continuar con este (desproporcionadamente ilógico, en su opinión) plan de acción. Le preguntaba si estaría disponible para reunirse el jueves a las 9 de la mañana. En su laboratorio. En la universidad Trinity, Cambridge.

Cuando arrojó su respuesta al fuego, Draco pensó ‘ Cambridge, por supuesto’. ¿Por qué esperaría menos de Hermione Granger?

 


 

El jueves, Draco llegó a Trinity a las odiosas 9 de la mañana. El guardia de la entrada no le prestó atención a él, ni a su capa. Muchos de los muggles en el campus también vestían capas largas de color negro. Pero, si le dio una segunda mirada cuando mencionó que estaba ahí para ver a Granger.

–La Doctora Granger –dijo el guardia–. ¿Tiene cita?

–Sí

–¿Nombre?

–Malfoy –dijo Draco.

El guardia consultó la información entre sus muchos documentos. Y aparentemente encontró lo que buscaba porque dejó a Draco pasar al patio de Trinity. (– No es un patio , en Cambridge les decimos ‘ explanada’ –dijo el guardia a unos turistas. Pero, Draco no le prestó atención, sabía lo que era un patio cuando lo veía).

La nota de Granger incluyó ciertas indicaciones sobre como entrar al lado mágico de la universidad. Condujo a Draco a una puerta mágicamente escondida en la parte sur del patio. Una placa muggle indicaba que King’s Hall alguna vez estuvo ahí, pero que había sido destruido en el siglo XVI. Draco tocó la placa con su varita, tal como había indicado Granger, y el King’s Hall (supuestamente destruido) apareció frente a él. Draco decidió que Granger recibiría una calificación de 2/10 en su evaluación inicial de seguridad, al menos los muggles curiosos no podrían encontrarla. Y con ese pensamiento tan generoso, se adentró en el Cambridge mágico.

Para ser entre semana, a las 9 de la mañana, King’s Hall era un bullicio de magos y brujas escolares en búsqueda de sabiduría mágica avanzada. Draco había pasado años en la Universidad de París para obtener su título en Alquimia y su maestría en Magia Marcial (Duelos), pero jamás había puesto un pie en una institución de estudios superiores en Gran Bretaña. King’s Hall mantenía su aura del siglo XVI, oscura, con exceso de madera tallada, y velas. En cuanto a decoración, vacilaba entre algo gótico y renacentista.

Conforme veía pasar a la multitud frente a él (varios estudiosos de finta excéntrica), Draco se preguntó qué tanto de la inteligencia de Gran Bretaña se encontraban en los pasillos. Sabía que, cuando menos, había un gran cerebro en el edificio. Perdido entre las cinco escaleras del primer piso, decidió pedir indicaciones para llegar a dicho cerebro.

–Tú ahí –dijo Draco, apuntando con la barbilla a un chico joven. Se veía de unos veintidós años, era serio y sostenía en sus brazos un libro de Aritmancia Teórica Avanzada. 

–¿Sí? –preguntó el chico.

–Estoy buscando a Granger –dijo Draco.

El chico frunció el ceño. –La Profesora Granger . Sus oficinas están en el tercer piso, con el resto de los académicos.

–Gracias –respondió Draco, preguntándose cuántas veces más sería corregido en cuanto al título de la apreciada Granger el día de hoy.

Subió las escaleras y caminó por los pasillos viendo cosas interesantes: aulas, salas, áreas de lectura, oficinas, una botica, una cafetería, y lo que parecía ser un pequeño zoológico. Finalmente llegó a una puerta que decía “GRANGER. Tocar para abrir.”

¿Ven? Así de simple. Sin títulos adicionales.

Draco tocó la puerta.

Se asomó por una pequeña ventana al costado de la puerta y estaba a punto de irse porque el laboratorio se veía demasiado muggle y seguramente se había confundido, pero en la puerta se podía leer “GRANGER”.

Su llamado fue respondido por un ser en bata blanca y extrañas cosas traslúcidas que le cubrían el rostro.

–¿En qué puedo ayudarle? –pregunto el ser.

–Estoy buscando a Granger –respondió Draco.

–La Sanadora Granger no atiende sin cita –dijo el ser–. ¿Lo está esperando?

–Sí –dijo Draco, agregando este nuevo título a la ridícula lista.

–Está bien –dijo el ser, con una mirada algo sospechosa que Draco no podía asegurar por los goggles que traía puestos–. Su oficina está al fondo a la derecha.

El ser se apartó de la puerta. Por la voz, Draco estaba relativamente seguro de que era una mujer, aunque era difícil decirlo. En cualquier caso, ya estaba dentro. La evaluación inicial de las medidas de seguridad de Granger habían caído a un 1/10.

Le complació darle a Granger una calificación baja bien merecida; lo que no le complacía era pensar en el trabajo que involucraría subir dicha calificación.

Tocó a la puerta de la oficina.

–Pase –respondió Granger, transportándolo al pasado al escuchar su remilgada, clara e impaciente voz.

Draco entró a la oficina. Granger estaba sentada detrás de un escritorio organizado, aunque lleno de papeles.

Se miraron el uno al otro haciendo el momento verdaderamente incómodo; algo que Draco, siendo un Auror altamente calificado y peligroso, no estaba acostumbrado a sentir y, a juzgar por la ligera mueca en su rostro, tampoco Granger.

El tiempo cura las heridas, pero entre él y Granger había mucho por sanar. Y, en ese momento, quince años se sentían relativamente poco desde que pelearon en lados opuestos durante la guerra. Draco no podía recordar la última vez que le había hablado directamente y con certeza podía decir que jamás había estado a solas con ella.

Granger se puso de pie para saludarlo como muestra de elocuencia: –Malfoy.

–Granger –respondió Draco de igual manera.

Hizo un ademán a la silla frente a su escritorio. Al acercarse, Draco se sintió juzgado por ella. Su mirada pasó de su cabello, a su cara, a la insignia de Auror que ostentaba en el pecho, para seguir por su túnica negra hasta llegar a sus botas.

Ya que contaba con esa cordialidad, Draco la analizó descaradamente de pies a cabeza: cabello (recogido), cara (más delgada y severa de lo que recordaba), la misma bata blanca rara que el ser, jeans negros (tan muggle de su parte), y tenis casuales.

Draco abrió la boca para hacer un comentario banal sobre Cambridge, Potter, Weasley o algo por esa línea, pero Granger fue directo al grano.

–Esto es un desperdicio de recursos para los Aurores.

La falta de tacto era algo típico de Granger. Algunas cosas nunca cambian.

Draco se acomodó en su silla. –Dame un poco más de contexto para que pueda ir con Shacklebolt a cancelar la solicitud. No tengo más ganas que tú de estar aquí.

Granger frunció los labios. Draco se preguntó cuándo McGonagall se había aparecido en el lugar de Granger.

–Bien –respondió Granger–. Hace quince días actualicé a Shacklebolt sobre mi avance en un proyecto de investigación. Un proyecto que no se encuentra bajo jurisdicción del Ministerio, ni recibe fondos de ellos. Estaba compartiendo lo que yo consideraba una buena noticia con un amigo y mentor desde hace años, que coincidentemente es el Ministro de Magia. Al parecer, la noticia era demasiado buena. Ahora Shacklebolt teme que pueda haber repercusiones, ya que el proyecto implica a un segmento específico de la población.

–¿Qué clase de implicaciones? –preguntó Draco–. ¿Para qué segmento?

–Preferiría no decir nada más, espero que no te involucres más allá de esta reunión. Shacklebolt está exagerando. Hablaré con él está semana y lo convenceré de que ponerme bajo la protección de los Aurores es completamente innecesario. 

–Protección de un Auror –corrigió Draco. Los Aurores de su calibre no recibían esta clase de asignaciones de protecciones.

–Llámalo como quieras –dijo Granger.

–Shacklebolt podrá tener fallas, pero la tendencia a exagerar no es una de ellas –dijo Draco. (No había simpatía entre él y el Ministro, pero sí cierto nivel de respeto).

–No, no tiende a serlo. Por eso me sorprendí por su decisión de involucrar a tu departamento.

–¿Y es posible que no esté exagerando?

La mirada que le dirigió Granger fue decididamente antipática. 

–No.

–¿No crees que este descubrimiento puede ponerte en peligro de alguna manera?

–No en este momento. En primera, nadie sabe de este avance, salvo Shacklebolt y, hasta cierto punto, mi equipo, en quienes confío plenamente. Y segundo, aunque haya logrado un avance, no he resuelto todo el problema. Ese será un trabajo que tomará, al menos, otro año. Por lo pronto, no apareceré mañana en la primera plana de El Profeta pidiendo que me asesinen.

La ceja de Draco se arqueó considerablemente. –¿Shacklebolt cree que podrías ser asesinada?

–Piensa que ciertas personas no compartirán la misma emoción sobre este proyecto.

Draco decidió que necesitaba hablar con Shackebolt. Tal vez él sería menos cauteloso que Granger y compartiría algo de utilidad con el Auror que habían asignado para ella. Se encontró con mucha curiosidad sobre la naturaleza de este supuesto avance y descubrimiento.

Su siguiente pregunta fue cuidadosamente formulada. No quería insultar el contexto que tuvo Granger al crecer (de por sí, todo sobre ese tema era delicado), pero podría haber cosas que ella no supiera siendo hija de Muggles. –¿Podría Shacklebolt estar consciente de algunas predilecciones o inclinaciones de los magos que tú no, y que esa sea la razón de su preocupación?

Granger respiro hondo, como si estuviera reuniendo hasta el último fragmento de paciencia que le quedaba. –Si te dijera que he resuelto el hambre mundial, o algo así de maravilloso, ¿te detendrías a preocupar por las acciones de quienes estén en contra?

–Una persona en contra sería suficiente para deshacerse de una investigadora, especialmente una que mantiene su laboratorio con la seguridad de un candado para niños.

Una de las rodillas de Granger comenzó a moverse. Le recordó a la manera en que los gatos mueven la cola al desesperarse.

–¿Y lo has hecho? –preguntó Draco.

–¿Hecho qué?

–Resolver el hambre mundial.

–No es algo tan grande. Eso fue solo un ejemplo.

–¿Dónde guardas tu investigación? –preguntó Draco.

Ahora la ceja de Granger se arqueo dando respuesta por sí sola.

Draco señaló la oficina a su alrededor y el laboratorio del otro lado de la puerta. –He identificado al menos doce vulnerabilidades, y eso fue solo en los 5 minutos que tomó caminar hasta aquí. Si quisiera descubrirlo, probablemente lo haría.

–¿En serio?

–Sí.

Ver la sonrisa burlona de Granger le provocó… algo. Aunque, desapareció rápidamente. –Si estamos hablando de seguridad física, no he tenido necesidad de aumentarla hasta hace poco. Puedo asegurarte que soy perfectamente capaz de proteger mi laboratorio más allá de un hechizo candado y mantener mi investigación segura.

–Perfecto –dijo Draco–. Sigue con ello, regresaré en unos días y las probaré. Si lo logras e implementas las medidas adicionales que sugiera, podríamos convencer a Shacklebolt de que tú y tu investigación se encuentran seguros y dejar esto atrás.

Este desafío fue presentado con un mínimo de arrogancia por su parte.

La mirada de Granger se tornó fría: había reconocido su reto y lo había aceptado –. Está bien. ¿Y cuándo será esta prueba?

–No te avisaré –dijo Draco poniéndose de pie–. ¿Crees que una amenaza real lo haría?

–Perfecto –dijo Granger, también levantándose de su silla. El sarcasmo agregó peso a sus palabras–. Me encantan las sorpresas.

No se dieron un apretón de manos y ella no se molestó en acompañarlo a la salida.

 


 

Draco agendó una visita con el Ministro de Magia para esa misma semana. Pasó junto a su asistente con cara de pocos amigos, preguntándose quién la habría sacado de quicio.

Shacklebolt fue tan reservado en los detalles como Granger, pero le dejó en claro a Draco la importancia de mantenerla a salvo hasta completar su proyecto, para el beneficio de toda la población mágica. Todo parecía muy grandioso, pero exageradamente vago.

La mejor parte fue ver la evidente satisfacción de Shacklebolt con que fuera Draco el asignado para ese trabajo. –Sé que no dudarás en hacer lo que sea necesario si alguien intentara dañarla., Malfoy.

Draco aceptó el cumplido de doble filo con una reverencia. –Hace que mi corazón se acelere, Ministro.

Shacklebolt solo movió la cabeza antes de recuperar la compostura. –Ella podría cambiar la vida de cientos, quizás miles de personas.

–Y, aun así, ni ella, ni usted están dispuestos a decirme algo más sobre ese proyecto. ¿Le hizo hacer un maldito Juramento Inquebrantable antes de compartir sus avances con usted?

Shacklebolt solo levantó las manos, sin confirmar ni negar nada, respondiendo así la pregunta de Draco.

–Solo ella hubiera pensado en hacer algo así –dijo Draco lanzando polvo Flu en la chimenea–. Cambridge.

Ese era el momento. Le había dado suficiente tiempo para prepararse.

 


 

Era lunes por la tarde, King’s Hall estaba callado. Draco supuso que Granger estaría en su casa cenando o regañando estudiantes inocentes. Parado frente a la puerta del laboratorio, tocaba su barbilla con la varita pensativo. Sin embargo, antes de siquiera hacer un encantamiento revelador, Granger apareció a la vuelta del laboratorio.

–Malfoy –dijo sin aliento y un poco agitada. Draco guardó en su mente la oportuna llegada de para un futuro análisis. Ella era demasiado inteligente para que su presencia fuera una coincidencia, pero no había hecho ningún hechizo que pudiera delatarlo.

Granger había optado por una túnica verde de Sanadora en lugar de su típico atuendo muggle. Se veía irritable e impaciente, cosa que confirmó con sus siguientes palabras: –Es hora de tu prueba, ¿verdad? ¿Cuánto te tomará?

A Draco no le agradó que su tono sugiriera tiempo en horas. –Eso dependerá de tu habilidad con los hechizos de protección, estoy pensando que no me tomará más de 15 minutos.

Las cejas de Granger se arquearon ante semejante osadía.  –Bien. Recién terminé un turno en Urgencias y estoy agotada.

Agitó su varita y, en una demostración impresionante de Transfiguración (ante la cuál Draco no mostró asombro alguno), transformó un pasador en una silla de madera en la que procedió a sentarse.

A Draco no le molestaba tener público, especialmente cuando iba a desmantelar las tácticas de protección de dicha audiencia y, de paso, enseñarle algo de humildad.

Draco volteó a la puerta. –¿Urgencias? Pensé que trabajabas en la investigación.

–A San Mungo siempre le hace falta personal. Tomó ciertos turnos para ayudar, así mantengo frescas mis habilidades de Sanadora.

–Que bien.

–Mhmm.

Después de un par de hechizos de revelación, Draco debía concederle un punto a Granger por haber hecho su tarea. Lo cual no era sorpresa realmente. Los hechizos de protección que ahora cubrían la puerta de su laboratorio eran muchos, complejos y bien ejecutados.

Draco se puso a trabajar, pero no sin guardarse lo que pensaba. –¿Un encanto chillón? Que insulto.

–He aprendido a trabajar desde abajo –fue la respuesta que recibió a su espalda.

Los hechizos básicos de intrusión fueron descartados con algunos movimientos de varita. Salvio Hexia fue un buen calentamiento. A partir de ahí, Draco comenzó con los buenos: Foribus Ignus, Custos Portae, un Confundo delicado que apuntaba directo a su cabeza, revelado solo cuando estaba quitando otros dos encantamientos, un maleficio cegador furtivo, un hechizo de calvicie que simplemente fue grosero, y un Confringo escondido en la manija de la puerta para cualquier persona lo suficientemente estúpida como para tocarla.

Draco desarmó todo eso con un poco de delicadeza y cuidado, pero sin sudar en ningún momento, recordándose a sí mismo que si algo le pasaba a su cara, al menos había una Sanadora cerca.

La puerta se desbloqueó. Le había tomado cuatro minutos y, aun así, Granger no se veía impresionada.

Al abrir la puerta, se reveló una pared de piedra.

–Muy graciosa –dijo Draco.

Su rostro no mostraba ninguna señal de disgusto por haber perdido tiempo en un señuelo impecable. Movió su varita a un lado de la pared y la verdadera puerta apareció.

Granger encogió los hombros. –Necesitaba que mi equipo pudiera entrar. No son expertos en desarmar encantamientos, pero pueden manejar un Finite Incantatem.

Draco entró al laboratorio para continuar con su auditoría, podía sentir la tensión en su cuello. Su audiencia regresó la silla a la forma de un pasador y lo siguió.

–Normalmente insistiría en seguir los protocolos de equipo de protección del laboratorio, ya que Trinity me lo impone –dijo Granger–. Pero, ya hemos terminado por el día. No creo que te vayas a lastimar con algo aquí.

De nuevo, a Draco no le agradaba su tono que ahora sugería que pudiera matarse por accidente.

Ignoró las superficies blancas y de acero que constituían la mayor parte del espacio y se dirigió a las repisas y armarios situados en una de las paredes del laboratorio , parecían ser la mejor opción para almacenar información de un laboratorio en uso. Sin embargo, el organizado contenido que encontró no le servía en lo más mínimo. Eran principalmente libros muggles científicos, incluyendo publicaciones de Granger. Ciertos términos le llamaron la atención, aunque no entendía sus significados: citocinas, anticuerpos monoclonales, receptores de antígenos quiméricos, células T…

–Sé que el propósito de esta prueba es ver que tanto logras avanzar y descubrir sobre mi investigación, pero regresa las cosas a su lugar –dijo Granger irritada.

Draco, dándole la espalda, se permitió voltear los ojos. Había un libro que estaba una pulgada fuera de lugar, lo empujo y movió su varita por toda la colección de libros para revelar si alguno tenía transfiguraciones o hechizos de ocultación, pero no había ninguno. Después hizo lo mismo con el resto del laboratorio, buscando huecos, espacios escondidos o, por lo menos, algún rastro mágico. Comenzaba a molestarse, pues no había nada mágico salvo el contenido de algunos envases y tubos de ensayo acomodados en las distintas estaciones del laboratorio.

–Si me robara alguno de estos y los mandara a analizar, ¿qué descubriría? –preguntó Draco.

El destello de su hechizo reveló los envases de su interés. Granger caminó hacia ellos y apuntó. –Células T gamma delta. Antígenos: MART-1, Tirosinasa, GP100, Survivina. Todos son de origen mágico, por eso tu hechizo los revela, pero nada fuera de lo común.

–Ya veo –dijo Draco, que no veía nada.

–No sé quién haría este análisis hipotético, pero si fueran robados para descubrir en lo que estoy trabajando, debo decirte que muy pocas personas en Gran Bretaña serían capaces de sacar conclusiones significativas.

Draco sintió la falsa modestia en sus palabras: pocas personas, es decir, ninguna porque estoy rodeada de idiotas y soy la única que puede entender todos estos términos tan complicados.

–¿Y esos? –preguntó Draco, apuntando a unos envases vagamente familiares en la última fila.

–Tu analista hipotético descubriría un lote perfecto de Sanitatem –dijo Granger–. Es una poción curativa, agregó innecesariamente.

–Un hallazgo de suma importancia en el laboratorio de una Sanadora –dijo Draco pasando de la molestia al sarcasmo.

Había indicios de una pequeña sonrisa en la esquina de la boca de Granger, diversión que rápidamente fue suprimida.

Draco estaba haciendo su propia supresión, pero en su caso era de exasperación. Ella le había hecho perder el tiempo con los hechizos de la puerta, sabiendo que no había nada útil en el laboratorio, a menos que tuviera algo como doce doctorados.

Sabía que ella tenía que estar registrando sus hallazgos, era demasiado metodológica y meticulosa como para no hacerlo.

Draco avanzó hacía la esquina del laboratorio que había ignorado. Era el espacio más muggle de todo el lugar, un escritorio de esquina con cajas iluminadas. Casi hubiera sido mejor que Granger le pusiera un hechizo de ignorancia a esa sección. ¿Lo había hecho? No, su hechizo de detección no demostró nada. Eso era a causa de sus propios hábitos, su mirada usualmente evitaba todo lo no mágico, lo mundano, lo terriblemente muggle. Tenía que revisar eso, era claramente una debilidad.

Caminó hacia el escritorio. Y por primera vez desde que Draco entró al laboratorio, Granger demostró verdadero interés en lo que estaba sucediendo. Ahora sí sentía que estaba llegando a algo.

–Computadoras –dijo Draco, recordando el término de su clase de Estudios Muggles.

–Bien hecho –dijo Granger, con un tono que usaría para un niño que había identificado un animal de granja.

Draco le lanzó una mirada antipática. Su cara no denotaba emoción alguna, pero sus ojos la delataban, tenía curiosidad sobre lo que haría ahora.

Y claro, no tenía ni la más remota idea sobre cómo proceder, más allá de lanzarle a las computadoras un hechizo de sumisión. Pero, por lo que recordaba, estos aparatos no tenían conciencia propia. Se paró frente a las cajas brillantes, donde podía ver líneas moviéndose lentamente en patrones al azar.

–Necesitaría traer a alguien que sea hijo de Muggles –dijo Draco.

–Claro, ese sería un buen inicio –dijo Granger mirándose las uñas–. Necesitarías a alguien que fuera un hacker decente, también. No estoy segura de que existan muchos entre los magos, pero al menos sé que debe haber uno o dos en Gran Bretaña.

–Un hacker.

–Sí –dijo Granger sin ofrecer más explicación sobre el violento término.

–Y sí, como sospecho, tu investigación está en estas cosas, ¿qué me detendría como villano de destruirlos y detener tu investigación? –preguntó Draco.

Granger se encogió de hombros. –No importaría. Está todo en la nube.

–La nube.

–Sí. El único problema sería el costo del equipo, es todo.

–Entonces, tu mago tenebroso estándar no tendría mucho que descubrir aquí.

–Me temo que no –dijo Granger.

–Los hechizos en la puerta fueron un rompecabezas interesante. Gracias por hacerme perder el tiempo.

–Quería ver si eras tan bueno como dicen.

Draco la miró rápidamente, queriendo saber quién había dicho eso porque vaya que le gustaba escuchar sobre lo bueno que era.

Granger no aportó a la causa.

–Tenía otras ideas para maleficios –agregó apuntando a la puerta–. Pero, no tuve tiempo.

–Entonces, si no hay evidencia a la vista, hallazgos escritos, computadoras, nubes… –Draco volteó a ver a Granger–. Si soy alguien malo buscando información, ¿qué haría después?

Granger lo observó inquisitivamente. –¿Qué harías?

–Iría por ti –dijo Draco.

Alzó la varita y en un segundo su hechizo le dio en el pecho.