Chapter 1: ────zero,
Chapter Text
00, PROLOGUE !
🥀 🪐 ♟ 📜
H
ATE ME,
a fanfiction written
by cam !
DÓNDE Deianira Targaryen y Jacaerys Velaryon se odian a muerte
o
DÓNDE ninguno de los dos sabe identificar en qué momento sus sentimientos hacía el otro cambiaron...
────── 🥀 ──────
DEYANIRA , DEIANIRA.
❝ MAN DESTROYER. ❞
.
Jacaerys Velaryon y Deianira Targaryen estaban destinados a ser enemigos desde el día de su nacimiento, el odio y la repulsión que uno sentía por el otro aumentaban las llamas de dragón en sus interiores. Siempre fueron el agua y el aceite, el fuego y el hielo, y nunca planearon cambiar eso. Pero cuando la madurez golpea sus puertas y despierta deseos oscuros en sus mentes ninguno puede ignorar la tensión que se forma en el aire cada vez que se ven...
El dilema es si decidirán sucumbir antes los susurros de sus almas ignorando las advertencias que les envían sus cerebros, o si seguirán pretendiendo que siguen odiándose mutuamente.
MAIN CHARACTERS !
DEIANIRA TARGARYEN
❛ enemy, rogue princess, last daughter ❜
──Antes de arrodillarme ante un bastardo como tú y llamarlo mi rey, prefiero que me ejecutes por traición.
JACAERYS VELARYON
❛ enemy, the heir, first son ❜
──Ojalá te hubiera asesinado esa noche, lamento no haber empujado la daga con un poco más de fuerza.
PLAYLIST !
Él se acercó más a ella, de forma brusca y rápida, sus narices se rozaban y sus alientos cálidos golpeaban las mejillas del otro. El rostro del príncipe estaba rojo por la ira. O tal vez, por la palpitante sensación de necesidad que crecía en su pecho
──Llámame bastardo una vez más, y juro por los dioses que haré que lo grites ──amenazó, pero Deianira sonrió, como si estuviera tentada a provocarlo.
──Bastardo ──repite la chica de cabello color plata, esta vez con un poco más de fuerza y la voz cargada de burla.
HATE ME, Ellie Goulding, Juice WRLD.
NUMB TO THE FEELING, Chase Atlantic.
I CAN SEE YOU, Taylor Swift.
REMINDER, The Weeknd.
CASTLE, Halsey.
BAD ROMANCE, Halestorm.
+ on Spotify.
WARNINGS !!
01. NO SOY escritora profesional, por lo tanto puedo cometer errores. Si ven alguno no duden en dejarlo en un comentario y lo corregiré <3
02. Trataré de que las actualizaciones sean una vez por semana, pero si veo que le va bien al fanfic puede que actualice dos veces a la semana.
03. No odio a ningún personaje, entiendo sus acciones y reacciones para con los protagonistas. Y ustedes deberían tratar de entenderlas también, no se tolerarán faltas de respeto hacía mí o los personajes.
04. No soy team Green, al contrario, mi apoyo esta con Rhaenyra y su sucesión, pero sepan entender que Deianira al ser hermana de Aegon e hija de Alicent ve todo desde otro punto de vista. Aclaro desde ahora que no comparto sus opiniones acerca de Aegon y su "derecho" al trono.
05. Este fanfic contiene;
- Contenido explícito sobre violencia física y mental, Contenido +18/+21, incesto, problemas familiares, etc.
No apoyo ni mucho menos apruebo algunas "costumbres extrañas de los Targaryen" pero sepan que están en el fanfic por el contexto histórico.
GRAPHIC AREA !!!
COVER, 01.
COVER, 02.
COVER, 03.
COVER, 04.
COVER, 05
COVER, 06.
COVER, 07.
COVER, O8.
BOARDS !!
TARGARYEN-HIGHTOWER
SIBLINGS.
⚔
TARGARYEN-VELARYON HALF-SIBLINGS.
(Se agregarán más cosas eventualmente <3 )
Dicho esto, disfruten la historia !
Denle apoyo, así sabré si les va gustando o no, los tqm <333
──cam !
Chapter 2: ────one,
Chapter Text
01 , THE PINK DREAD !
──────── 🥀 ────────
EL NACIMIENTO de la princesa Deianira Targaryen fue uno de los peores días de la reina Alicent Hightower, el parto había durado horas y había sido uno de los más complicados para la jóven pelirroja. Y cuando la niña se le entregó en los brazos a su madre, a ésta le llegó la noticia de que la princesa Rhaenyra había dado a luz a un príncipe...un varón.
Los dos bebés habían nacido con minutos de diferencia, siendo Jacaerys Velaryon el mayor de los dos. Un niño de cabello castaño y ojos cafés, un bastardo ante los ojos de la reina verde. En cambio la hija recién nacida de Alicent era una personificación de los rasgos Valyrios en persona, su escaso cabello era tan pálido como la nieve, y el primer brillo que la reina vió en los ojos de Deianira fue de color amatista. El rey Viserys tomó la noticia de los partos como una señal divina enviada por los dioses, y tal vez sí lo fue...
El hombre Targaryen partió a los aposentos de su primogénita, a conocer al futuro heredero...dejando a su esposa e hija solas durante la mayor parte del día. Cuando al fin el rey Viserys se aproximó hacía su reina se encontró con una Alicent dormida, abrazada a la bebé. Pero no se atrevió a hacer nada para despertarlas.
Al día siguiente el mayor ordenó que los niños recién nacidos compartieran una nodriza, para así fortalecer su vínculo e intentar reparar la creciente grieta que separaba a su familia. También le ofreció un trato a las madres de los príncipes, un compromiso entre ambos niños...así Deianira sería la reina consorte y Jacaerys el rey, cuando llegara su momento de gobernar. La princesa Rhaenyra se mostró más que encantada con la idea, pero Alicent rechazó la oferta, sin poder siquiera imaginar a su pequeña hija en manos de un bastardo.
Y así los años pasaron en la fortaleza roja...El odio de la reina verde hacía su hijastra y ex mejor amiga se hacía tan ardiente como las llamas de un dragón, y cada vez que su hija menor era menospreciada por la presencia del príncipe Jacaerys, su tolerancia ante los bastardos disminuía.
Que Rhaenyra siguiera teniendo hijos de forma deshonrosa no mejoró la situación.
Alicent pasaba sus tardes hablando con sus hijos, advirtiéndoles sobre su media hermana y sus hijos bastardos, especialmente al mayor, Aegon. De esta forma, Deianira cultivó un resentimiento hacía su sobrino, Jacaerys. Quién le robaba toda la atención de su padre, incluso hubieron varios onomásticos donde el rey olvidó a su hija menor...haciendo banquetes y festejos para su nieto. Sin recordar, muchas veces, que ambos niños habían nacido el mismo día.
Pero el peor de todos esos días fue la mañana en la que Jace y Nira cumplieron seis onomásticos de edad. El rey Viserys, como todos los años, había hecho una fiesta para el futuro rey...pero en esa ocación, ni siquiera se había percatado de felicitar a su hija también. Deianira vió como su padre pasaba la tarde jugando con el castaño y, sentado en el trono, puso a Jacaerys en sus piernas. Proclamando que ese sería su asiento al crecer, y que ese día era motivo de festejo porque él estaba junto a ellos.
Luego de eso, la relación entre padre e hija solo se fue deteriorando, Nira se alimentó de la ira hacía su progenitor por meses y meses, lo que la llevó a desarrollar actitudes rebeldes y violentas. La gota que colmó el vaso para el rey fue cuando, durante una discusión en la cena, Deianira arrojó un tenedor hacía el rostro de Jacaerys. Clavándole las puntas del utensilio en la frente y dejándole una pequeña cicatriz.
Viserys trató de hablar con su hija menor, pero la princesa Rhaenyra le dijo que ella debería ser severamente castigada por su comportamiento hacia el futuro rey, lo que causó una disputa entre ambas progenitoras...cada una tratando de defender a sus respectivos hijos.
La pelea no paró hasta que Ser Criston interfirió, sugiriéndole al rey que la princesa podría mejorar su comportamiento y calmar su enojo a través de entrenamientos disciplinados, practicando junto a sus hermanos mayores Aegon y Aemond. Una propuesta que el rey pensó detenidamente y terminó aceptando.
De esta forma la vida de la princesa peliblanca cambió por completo, se pasaba todas las mañanas entrenando junto a sus sobrinos y sus hermanos, sus tardes haciendo actividades recreativas junto a su hermana Helaena, y sus noches leyendo o aprendiendo alto valyrio junto a Aemond. Ambos niños eran muy unidos, tanto que Alicent pensó en comprometerlos...pero por algún motivo, jamás lo hizo.
Esa mañana en específico la menor estaba junto a su hermano mayor, tratando de hablar en su idioma paterno con los dragonkeepers, los hombres asentían o negaban las preguntas que los príncipes les hacían. No fue hasta que Aegon llegó junto a sus dos sobrinos castaños que el humor de Deianira cambió.
──¿Por qué tienen que venir estos? ──le susurró la niña a Aemond, quién la pellizco al oírla.
──Sé más amable, son nuestra familia también ──le dijo, y se encaminó hacia Aegon. Nira frunció el ceño y se acercó a duras penas, sin querer hacerlo del todo.
──Buen día, Deianira ──dijo el niño más pequeño, viendo a su tía caminar arrastrando los pies, la princesa le asintió con la cabeza.
──Buen día también, Lucerys ──dice y trata de sonreír, pero su mueca la delata. Luego mira a su otro hermano ──. Aegon...
Dice, en forma de saludo, pero ignora a Jacaerys. El castaño pone los ojos en blanco al ver su actitud.
──Jacaerys también está aquí, Nira ──murmura Aemond.
──Lo sé... ──dice esta. Y luego no vuelve a hablar.
Jace siente enojo al verla comportándose de manera tan infantil, pero no le presta atención. Los príncipes se meten en la fosa junto a los mayores, y del fondo sale el dragón Vermax...un animal de color verde con cuernos dorados tirando a anaranjado. Aparentemente era un dragón macho, ya que cada año crecía de manera abrupta, como si se estirara y agrandara cuando no lo miraban.
Deianira y Aemond eran los únicos que no poseían un dragón propio, el huevo del príncipe no había eclosionado y el dragón de la princesa había perecido unos días después de nacer, pues era muy débil y pequeño...incluso sus alas eran finas, tan finas que si hubiera sobrevivido jamás habría sido capaz de volar.
Los dragonkeepers incitaron al mayor Velaryon a acercarse a su dragón, y este fue hacia la bestia, algo temeroso. El animal fue desencadenado y se encaminó hacia su futuro jinete.
──Llame a Vermax, príncipe Jacaerys ──indicó uno de los mayores, hablando en alto valyrio.
──¡Atención! ──exclamó Jace, pero retrocedió cuando el dragón se acercó a él rápidamente, como si quisiera atacarlo ──¡Alto!
Vermax obedeció a Jacaerys, y el hombre a su lado sonrió débilmente.
──Bien hecho ──murmuró el mayor, luego unos cuidadores trajeron un pequeño cordero, Deianira abrió los ojos al ver como lo acercaban hacía la ronda.
──¿No van a...? ──las palabras de la niña fueron interrumpidas por su sobrino mayor, quién le ordenó a su bestia detenerse pues el dragón se había dirigido hacía el inocente animal. Vermax gruñó, pero hizo lo que su jinete le dijo.
──Debe mantener el control de su dragón, mi joven príncipe ──un joven dragonkeeper tradujo las palabras del mayor, pues los príncipes aún no eran tan avanzados en el idioma, excepto Aemond y Deianira, quiénes entendieron cada palabra──. Como el príncipe Aegon lo tuvo con Sunfyre. Una vez que esté unido a usted, se negará a recibir órdenes de alguien más.
El dragón soltó un gruñido desesperado, viendo al pálido animal, Jace se volteó hacia el líder.
──¿Puedo decirlo? ──cuestionó, y recibió un asentimiento por parte del moreno, el castaño se giró hacía sus tíos. Aegon tenía la mirada perdida, Aemond miraba con un toque de interés y Deianira tenía una mueca de disgusto. Esa expresión era algo casi característico en la princesa. O al menos, algo que Jacaerys siempre notaba cuando él estaba cerca. Y siempre, sin importar qué, el castaño deseaba impresionarla. Aún no sabía por qué, pero quería que ella lo respetara. Cosa que siempre terminaba saliendo mal.
──¡Dracarys, Vermax! ──gritó el menor y el dragón escupió fuego por su boca, quemando vivo al cordero, Nira soltó una exclamación casi inaudible y se aferró al brazo de Aemond. No por miedo, sino por indignación. ¿Era difícil sacrificar al animal antes de dárselo a un dragón? ¿No podían ahorrarle el sufrimiento de una muerte dolorosa? Deianira odiaba la crueldad hacía los inocentes, en especial, hacía los animales.
El cordero chilló de dolor mientras las brasas se aferraban a su cuerpo y la princesa se obligó a no apartar la mirada. Vermax fue hacía el cadáver del animal que antes era blanco y se lo devoró de unos bocados, luego los dragonkeepers se lo llevaron a su fosa, dejando a los príncipes solos. Nira apretó el agarre que tenía sobre el brazo de su hermano mayor.
──Aemond, Deianira ──los llamó Aegon ──. Tenemos una sorpresa para ustedes.
Nira giró los ojos, sabiendo que nada bueno podía venir del primogénito de su madre. Pero no dijo nada porque notó el brillo de emoción en los ojos de Aemond.
──¿Cuál es? ──preguntó el platinado.
──Algo muy especial ──dijo Lucerys con tono burlón, y la chica miró al niño con fastidio. Pensando que tan lejos volaría si le daba una patada en ese preciso momento, pero al verlo irse corriendo prefirió reprimir sus deseos.
──Ustedes son los únicos que no tienen un dragón ──habló Aegon.
──Es tu culpa, elegiste los peores huevos para nosotros ──murmura la menor, sintiendo como su hermano la tomaba de la espalda y comenzaba a avanzar con ellos a su lado.
──Es cierto, es tu culpa ──aporta Aemond, recordando que los huevos de ellos habían sido escogidos por Aegon antes de sus nacimientos.
──Bueno, ya...cierren la boca ──interrumpe el príncipe, sintiéndose atacado ──. Me siento mal por mis malas elecciones, ¿de acuerdo? Bueno...todos nos sentimos un poco mal, así que encontramos algo para ustedes dos.
El ceño de la platinada se frunció, incapaz de creerle.
──¿Tú...encontrar un dragón, en serio? ──dice, su tono lleno de incertidumbre ──Ni siquiera puedes encontrar tus notas de alto Valyrio, ¿cómo vas a encontrar un dragón?
──Los dioses proveen, hermanita ──susurra ──. Los dioses proveen.
Aemond y Deianira miraron como Luke se acercaba...junto a un cerdo, con un arnés hecho de cuerdas color cafe y plumas falsas que pretendían imitar dos alas.
──¡Admiren al Terror Rosado! ──exclama Aegon riendo, las carcajadas de los bastardos inundan los oídos de los príncipes. Aemond se siente humillado, siente como su corazón se hunde en su pecho, en cambio Deianira siente odio, e ira. Es como si un huracán se estuviera por desatar en su estómago ──Tiene espacio para dos monturas, pero tengan cuidado...el primer vuelo suele ser algo difícil.
Nira aprieta los puños, pero no hace nada. Aegon y Jacaerys comienzan a hacer sonidos imitando a un puerco y la princesa siente un inmenso impulso por arrojarse sobre su hermano y arrancarle los pelos de la cabeza uno por uno, en cuando al asqueroso bastardo de su hermana...las palabras no podían describir lo mucho que quería herirlo. Quería verlo sangrar.
Unos minutos más tarde Aemond sigue petrificado junto a Deianira, los niños ya se habían ido y la chica miraba a su hermano.
──Ahora sí van a saber quién soy ──declaró la princesa, antes de salir de la fosa como alma que llevan los siete diablos, Aemond suspiró al verla salir...era como si una nube negra se posara sobre su cabeza.
──Esto va a terminar mal ──susurra, y se da la vuelta, comenzando a introducirse en las profundidades de la fosa dragón.
Aegon se sostenía la nariz, mientras esta sangraba a montones. A su lado estaba sentada Deianira, quién tenía los hombros bajos, esperando el castigo. Jacaerys se tapaba el ojo, sintiendo como comenzaba a hincharse. Lucerys era el único que estaba intacto, Nira no había podido lanzarse sobre él pues sus pies y manos estaban ocupadas golpeando a los dos mayores.
La primera en llegar fue Rhaenyra, mirando a Jace atónita.
──¡¿Quién hizo esto?! ──preguntó, arrodillándose para ver el rostro de su hijo, su ojo derecho estaba morado. Deianira a su lado le sonrió.
──Ese es un regalo mío, querida hermana ──musitó, mirando a su media hermana, quién endureció su mirada cuando vio los delicados rasgos de la niña intactos. La princesa heredera tomó los hombros de Nira con fuerza y en ese momento entró Alicent, que al ver la escena corrió a separar a su hija de las manos de Rhaenyra.
──¡Basta, detente! ──gritó la reina verde, y sostuvo a su niña entre sus brazos. Luego su mirada se posó en Aegon ──¿Qué sucedió, Aegon?
El adolescente giró los ojos.
──Fue tu preciada hija, madre ──soltó, la sangre goteaba de su nariz pero algunas partes estaban secándose sobre su piel, dejando manchas carmesí ──. Deianira nos atacó sin motivo alguno.
La niña trató de zafarse de los brazos de Alicent, deseando arrojarse sobre Aegon nuevamente.
──¡Eres un mentiroso, Aegon, juro que te voy a...! ──gritó, pero una voz se alzó sobre la de ella.
──¡Ya basta! ──exclamó el rey, llamando la atención de todos, un Aemond todo cubierto de lo que parecía ser polvo estaba a su lado. El niño caminó hasta los brazos de Alicent, refugiándose en su calor ──¡Éstas disputas deben acabar, somos familia!
──Padre ──habló Rhaenyra, y Alicent tomó a sus hijos menores debajo de su manto al intuir cuáles serían sus siguientes palabras ──. La princesa Deianira ha llegado muy lejos, atacó a dos príncipes esta vez, ella es...incontrolable.
Alicent suspiró, sonriendo sin fuerza.
──Sé que mi hija ha tenido reacciones impulsivas antes, pero no creo que esto haya sido sin un motivo, majestad ──dice la pelirroja, mirando al rey.
──Aemond estaba encerrado en la fosa dragón... ──susurró Ser Criston Cole ──. Los príncipes fueron encontrados peleando fuera de este lugar.
Viserys mira a Aegon, luego a Jacaery, pidiendo explicaciones.
──Estábamos saliendo tranquilos de la fosa, padre, y Deianira se avalanzó sobre nosotros ──explicó Aegon ──. Tenía esa cara de loca que tiene siempre que pierde la cabeza...
El silencio se apoderó de la sala, y Aemond se quebró. Sintiendo sus ojos arder.
──¡Nos dieron un cerdo! ──gritó, con la voz rota, los presentes en la sala miraron al niño y Deianira posó sus orbes en el suelo, sintiendo la tristeza de su hermano mayor ──Dijeron que tenían un dragón para nosotros, se burlaron y nos dejaron allí.
Rhaenyra miró a su media hermana, y luego a Jacaerys, sintiendo decepción al saber las cosas que hacía su hijo en su ausencia.
──¿Un golpe, por una broma? ──preguntó la princesa heredera, pero su voz se hundió en las profundidades de su garganta. Nadie tenía palabras para lo sucedido.
Viserys fue el primero en hablar luego de un rato.
──Pidan disculpas, y olvidemos la situación ──propuso el rey, pero Deianira negó.
──¿Cuántas situaciones podremos olvidar, padre? ──murmuró ──¿Vas a seguir fingiendo que esta familia no está rota desde hace años?
Aemond le tomó la mano a su hermana menor, tratando de callarla.
──¿Qué has dicho? ──cuestiona Viserys, acercándose a su hija, quién no baja la mirada ni se inmuta.
──Lo que oíste ──dice ──. Un día llegará una situación que ningún miembro de esta familia podrá olvidar, y no hay nada que puedas hacer al respecto.
El mayor no pudo decir nada ante las palabras de su vástago, sin embargo endureció su expresión.
──Vete a tus aposentos, Deianira, no tengo deseos de verte la cara el día de hoy ──habla, su tono frío hace que Alicent sienta como su pecho se hunde.
──Viserys...es tu hija──susurra, pero su voz se quiebra, el rey mira a su esposa y comprende que sus palabras fueron demasiado duras. Pero no iba a retractarse.
──No te preocupes por mí, madre ──Nira trata de tranquilizarla ──. He dejado de ver al rey como mi padre hace tiempo...
Tras esto, la joven princesa cruza el umbral de la puerta y se marcha, dejando que la tensión en la sala aumente. Rhaenyra mira a Alicent y luego a Aemond, pero ni una palabra sale de su boca. Y así, la brecha sigue abriéndose, separando aún más a todos..
────cam's note !
Primer capítulo y la relación entre Viserys y Nira ya está hecha percha.
Bueno, Alicent mi protegida en este fanfic.
No se enojen con Rhaenyra, es razonable que no quiera mucho a Deianira. Bueno, espero les haya gustado, los tqm <3
Chapter 3: ────two,
Chapter Text
02, BASTARD !
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DEIANIRA SINTIÓ sus pulmones arder cuando Aegon la arrojó bruscamente al suelo, era obvio que su hermano trataba de vengarse por el golpe que la niña le había dado el día anterior, y el entrenamiento era su oportunidad perfecta para salirse con la suya sin ser castigado.
Ser Criston observó las actitudes del príncipe contra su hermana y pensó en cambiar los compañeros.
──Princesa Deianira, vaya junto al príncipe Jacaerys ──indica, y la platinada bufa antes de levantarse y caminar hacia el castaño. El hombre se acerca al adolescente ──. No sea rudo con su hermana, mi príncipe.
Aegon gira los ojos, y se va, comienza a atacar al muñeco de tela con la espada de madera, intentando mejorar sus tácticas pero se distrae fácilmente con las sirvientas, sonriendoles y haciéndose el interesante. Por lo que el guardia de ojos oscuros lo invita a enfrentarlo, con ayuda de sus hermanos menores. Aemond, Aegon y Deianira comenzaron a intentar derribar al hombre, pero Ser Criston esquivaba sus movimientos con facilidad. La espada se le resbalaba de las manos a la platinada, mientras que la desesperación se apoderaba de ella, ¿cómo era posible que un hombre pudiera contra tres? La menor puso más esfuerzo en sus ataques pero estos eran inútiles, así que cuando terminó en el suelo ni siquiera se molestó en volver a levantarse. Y trató de recuperarse, tomando aire y sentándose en la tierra sobre las piedras.
Fue allí cuando levantó la cabeza y sus ojos se encontraron con los del rey, quién la veía desde una de las escaleras, a su lado estaba su mano, lord Lyonel Strong. La hija menor de Viserys le sostuvo la mirada unos segundos antes de entrecerrar los ojos.
──Parece que los más jóvenes necesitan más de su atención, Ser Criston ──dice una voz, y la princesa gira la cabeza hacía Harwin Strong, sintiendo su corazón acelerarse al ver al fuerte y apuesto comandante de las capas doradas. Arrojó sus pensamientos hacía otro lado y se levantó, tomando la mano que le extendía Aemond.
──¿Cuestiona mis métodos de enseñanza, Ser? ──pregunta Ser Criston, Aemond y Deianira cruzan una rápida mirada de curiosidad y vuelven a poner sus ojos sobre los mayores.
──Solo sugiero que ese método se aplique a todos los pupilos.
Nira notó una tensión entre ambos hombres, cómo si pelearan por algo entre líneas, algo que solo ellos comprendían.
──Muy bien ──murmura Criston Cole, y se acerca al hijo mayor de Rhaenyra, tomándolo de la armadura de manera brusca ──. Jacaerys, ven. Pelea con Aegon.
Los tres peliblancos ríen ante la escena y el mayor se encamina hacía su sobrino. Deianira acerca sus labios al oído de Aemond.
──Aegon va a hacerlo pedazos ──susurra con diversión, y su hermano suelta una leve risita.
──Hijo mayor contra hijo mayor ──dice el hombre de cabello lacio. Jacaerys mira a Ser Harwin en busca de algún tipo de ayuda.
──No es una pelea justa ──declara el de rulos. Los ojos de los dos hermanos Targaryen van de uno a otro, sin perderse ni una mueca o un suspiro. Aegon golpea la espalda de Jace con burla, y se posiciona frente a él.
──Usted nunca ha estado en una batalla ──interrumpe Criston Cole ──. Al desenfundar una espada, no se debe esperar una pelea justa.
Esas palabras fueron captadas por los oídos de Deianira y se quedaron en su mente, rondando entre sus pensamientos. El mayor de ojos oscuros dió la orden de comenzar la pelea y los dos muchachos empezaron a combatir.
Jace sentía que Aegon se lanzaba contra él y lo único que podía hacer era tratar de esquivar sus ataques, sintió su corazón acelerarse cuando vio por el rabillo del ojo como Nira le susurraba algo a Aemond, y este se reía. Fue cómo si supiera lo que la rubia le estaba diciendo, cómo se burlaba de él a sus espaldas, y Jacaerys sabía lo que ella decía de su persona, Deianira decía lo que todos pensaban y callaban. El castaño estaba tan desconcentrado que cuando el brazo de su tío se estiró hacía su cuerpo ni siquiera pudo correrse para evitar el impacto. Su cuerpo cayó al suelo de forma violenta. El enojo subió a su cabeza cuando Aegon le dió la espalda, riendo. Jace se levantó rápidamente y, bajo la mirada atenta de Harwin Strong, se embistió contra el platinado. El rubio se vió acorralado por el menor y cuando no pudo defenderse, le lanzó uno de los muñecos de tela encima.
──¡Juego sucio! ──aclaró el mayor, defendiendo a su hijo ilegítimo. Criston Cole se encaminó hacía Aegon.
──Yo me encargaré ──murmuró. Harwin se acercó hacía Jacaerys, sosteniéndolo con delicadeza de la armadura.
──Plante el pie, use la ventaja de su altura. Avance hacía él ──indicó el hombre Strong, su mano subió a la barbilla de Jacaerys, apretándola suavemente. Él sonrió ──. Mirada al frente.
El príncipe mayor se acercó a su sobrino, gritando, sus espadas chocaron y sus pasos se volvieron torpes, ahora Ser Criston exclamaba formas en las que Aegon podía atacar al castaño. Cuando Jace estuvo arrinconado su tío lo pateó y su cuerpo volvió a chocar contra la tierra. Deianira y Aemond sonreían y soltaban risas cortas al verlos.
──Que no se levante ──decía el de cabello lizo, y Aegon atacaba a Jacaerys en el suelo, ahora con movimientos más descontrolados y rápidos. El hijo mayor de Rhaenyra podía sentir la espada escapando de su agarre ──¡Continúe el ataque!
El brazo de Jacaerys cayó a un lado de su cuerpo, y cuando el adolescente alzaba su arma para darle un último golpe Ser Harwin lo interrumpió, tomando su brazo con fuerza.
──¡Suficiente! ──dice, y lo aparta para ayudar a su vástago, Aegon gritó desesperado al sentir como lo tomaba entre sus brazos.
──¡Se atreve a tocarme! ──exclamó. Viserys miró a su hijo y suspiro.
──¡Aegon! ──advierte.
──Olvida su lugar, Strong. Es el príncipe ──interrumpe Criston Cole, Nira se aferra al brazo de su hermano mayor, y Aemond aprieta la mano que ella tenía sobre él en forma de apoyo, sus ojos siguen clavados sobre los hombres.
──¿Es lo que enseña, Cole? ──responde Strong, usando el mismo tono que el guardia real, se inclina para tomar los instrumentos del suelo y lo vuelve a mirar a los ojos ──¿Crueldad por un oponente más débil?
Cuando el castaño pasa junto al mayor de ojos oscuros este tira una espada de madera a sus pies, los hijos menores de Alicent observan el espectáculo atentamente.
──Que inusual es su preocupación por la educación del príncipe, comandante ──insinúa el de blanco, Harwin le da la espalda pero escucha cada una de sus palabras ──. La mayoría de los hombres solo tendrían esa devoción por un primo...o un hermano. O un hijo.
En menos de un segundo el castaño se dió la vuelta y golpeó al guardia, los menores retroceden ante la escena y el agarre de Nira sobre Aemond se endurece, enterrando sus dedos en la tela de la ropa de su hermano. Criston Cole cae al suelo y Harwin Strong se arrodilla a su lado para seguir pegándole, Deianira lleva su mano a su boca cuando ve sangre en el rostro del guardia de su madre. Ser Criston jadea mientras sigue recibiendo golpes, el sabor metálico no tarda en aparecer en su boca. Tres guardias separaron a los hombres, pero Harwin Strong se resistía, exigiendo que el hombre repita sus acusaciones. Aegon ríe, los dos castaños miran la escena atónitos y Aemond tira de Nira.
──Vamos, Nira, vamos ──murmura, jalando la ropa de su hermana menor quién quedó estática mirando la disputa entre ambos caballeros ──. Deianira, dije vámonos.
La atención de la princesa se enfoca en su hermano y lo sigue por las escaleras, el rubio toma la mano de la niña y la lleva hasta la sala de su madre, en donde Alicent trata de entablar una conversación con Helaena. Quién se veía distraída contando las patas de un cienpies.
──¡Mamá, mamá! ──dice la peliblanca, corriendo hasta su progenitora con una sonrisa ──¡No vas a creer lo que acaba de pasar!
Aemond gira los ojos, y Alicent sonríe, creyendo que era algo bueno.
──¿Que pasó, mi dulce niña?
──Ser Criston insinuó durante el entrenamiento que Ser Harwin Strong era pariente de Jacaerys. Pero esa no es la mejor parte, ¡luego Ser Harwin se dió la vuelta y le dió así, y así! ──la princesa comienza a imitar vagamente los movimientos del hombre de cabello ondulado y la reina verde abre los ojos al verla tan emocionada por lo sucedido ──¡Y lo último que ví antes de que Aemond me arrastrara por las escaleras fue la cara llena de sangre de Ser Criston! ¿Qué te parece? ¿Divertido, cierto?
Alicent mira a Aemond, aún sin creer del todo las palabras de su hija menor por lo locas que sonaban, el rubio apretó los labios y le asintió a su madre. La reina consorte se llevó una mano a la frente y suspiró.
──Que los dioses nos ayuden...──murmura la pelirroja.
──¡No me lo pongas en la cara, Deianira! ──chilla Aegon y la niña ríe, alejando la oruga del rostro de su hermano mayor.
──Eres un llorón ──dice con diversión, y le pasa el animal a Helaena. Las manos de Nira estaban llenas de tinta por los garabatos que había estado haciendo junto a su hermana durante la tarde, Aemond le había pedido que se la quitara pero simplemente no le habían dado ganas de hacerlo.
──Deianira, ve a lavarte las manos ──murmura Helaena, Nira asiente y cuando está a punto de usar el baño de la sala su hermana mayor la guía hasta la salida ──. Usa el de tu habitación.
──Pero mi habitación está lejos, Hela ──la menor hace un puchero y trata de poner sus mejores ojos de cachorro para la platinada, pero la chica niega. Sus ojos se pierden en alguna parte del espacio.
──Deberán coexistir juntos, ya que uno no podrá ser sí mismo sin la ayuda del otro ──balbucea, la niña abre la boca pero la cierra, sin saber qué decir. Busca la mirada de Aegon y este se encoge de hombros.
──Ignórala, está loca ──comenta el mayor, pero la menor gira los ojos. Nira aprieta el brazo de Helaena con dulzura y le sonríe.
──Yo no creo que estés loca, Helaena ──susurra, acercándose un poco a ella ──. Aegon simplemente es muy tonto para comprenderte.
──¡Oye, te escuché! ──vociferó el adolescente y Deianira salió corriendo de la sala mientras reía. Un rato después se cruzó con Aemond, el chico le dijo que su madre no llegaría a cenar con ellos y que deberían empezar solos. También la apresuró para que no tardara tanto y Nira sintió, corriendo por los pasillos...pero antes de llegar a su habitación se encontró con Jacaerys.
El castaño bufó al verla caminar hacía su lado.
──¿Vienes a molestarme? Porque te aviso que no estoy de humor para soportarte ──afirma él, y la chica pone una sonrisa falsa en sus labios.
──Nunca estás de humor, parece que vives de luto ──dice, burlona. Su tono solo hace enojar más al Velaryon.
──Eres una... ──Jace se calla de repente, mordiéndose la lengua. Deianira entrecierra los ojos.
──Dilo.
Jace la mira a los ojos y ambos sientes como un fuego crece en sus interiores, las cejas del príncipe bastardo se juntan un poco de forma inconsciente.
──Una malcriada ──termina, retándola con la mirada.
──Prefiero ser eso antes que una bastarda ──suelta, al principio su intención no era herirlo, pero después sintió una extraña satisfacción cuando notó tristeza en la cara de su sobrino. Se alejó de él despacio, caminando tranquila, el castaño siente sus pasos y se gira para verla.
──Ahora entiendo porque tu padre no te quiere ──dice, los pies de Deianira se detienen en seco, pero no voltea ──. Si fueras mi hija yo tampoco te querría, yo jamás podría quererte.
Nira se ríe de él, y sigue su camino, pero el sentimiento de haber ganado la disputa contra Jacaerys se amarga en su boca.
──Que bueno que el sentimiento sea mutuo, querido sobrino... ──expresa, y desaparece de la vista del príncipe.
Jace baja la cabeza y siente como su estómago se revuelve, la única palabra que deambula por su mente es bastardo. Sus puños se aprietan y sus dientes emiten un chirrido molesto cuando se presionan entre ellos. El odio hacía su tía arde con ferocidad dentro de su pecho.
────cam's note !
Háganse mierda entre ustedes nomás Jace y Nira, los lectores y yo sabemos como van a terminar JAJAJAJAJAJA
Chapter 4: ────three,
Chapter Text
03, HAPPINESS & TROUBLE !
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DEIANIRA HABÍA tenido el mejor día de su vida...por una hora y media. La noticia de que su media hermana Rhaenyra y sus hijos se habían marchado a Dragonstone hizo que la princesa se levantara sonriendo, escogiera su mejor vestido y faltara al entrenamiento matutino. Pero toda esa felicidad llegó a su fin cuando avisaron que Laena Velaryon había muerto, y que deberían viajar a Driftmark para su funeral. Lo que significaba volver a ver a sus sobrinos....y a su hermana.
Su madre le cambió su lindo vestido rosa crema por uno negro, que tenía un cuello alto y ajustado. También le puso una capa con bordes verdes oscuros, durante todo el viaje se fue quejando y rascándose la nuca, pues la tela de su ropa era rígida y raspaba la delicada piel de su cuello. Al llegar a la isla el viento frío le congeló la nariz, por lo que estuvo casi la mayor parte de la mañana estornudando, y esa zona del rostro se le puso roja.
Alicent tenía a Nira y a Aemond entre sus brazos, mientras que Rhaenyra sostenía a sus castaños de la misma forma. Ser Vaemond Velaryon dedicó unas palabras en valyrio para despedir a su sobrina, pero sus oraciones eran extrañas...como si intentara insinuar algo entre los presentes. Los mayores se percataron de ello, y el príncipe Daemon soltó una risa cargada de burla para desviar la atención que todos le estaban dando a Rhaenyra, o mejor dicho, a sus hijos. Deianira entrecerró los ojos al ver al hombre platinado, y creyó que este había perdido por completo la cabeza. Aunque tampoco tenía la apariencia de ser alguien cuerdo...
Luego de la incómoda situación, el ataúd de lady Laena Velaryon fue arrojado al mar, junto a sus antepasados. Los presentes se reunieron en un balcón, donde muchos dieron su pésame y sus mejores deseos para la familia. Aemond y Deianira arrojaban pequeñas piedras al mar desde las alturas mientras que Jace, Baela, Rhaena y Lucerys los observaban de lejos.
Los menores se acercaron a Aegon y los tres vieron a Helaena hablar sola, al parecer tenía un insecto en sus manos.
──No tenemos nada en común ──dijo el platinado y Nira vió con sospecha la copa en sus manos.
──Es nuestra hermana ──comenta Aemond.
──Cásate con ella, entonces ──expresa el mayor, con una mueca de disgusto. Deianira le pisó el pie de manera disimulada y este se balanceó, soltando un casi inaudible gemido de dolor.
──Cumpliría con mi deber, si madre nos hubiera comprometido ──explica Aemond, y su hermana menor sonríe al oírlo. El primogénito suelta una risa por lo bajo.
──Si los hubiera comprometido ──susurra, llevando el líquido de su vaso a sus labios nuevamente.
──Fortalecería a la familia ──sigue diciendo el menor ──. Mantendría la sangre de Valyria pura.
──Ella es una idiota ──dice Aegon.
──Lamento informarte esto, querido hermano ──interrumpe la platinada, mirando a su hermano mayor con fastidio ──. Pero ese título en la familia ya te lo has ganado tú.
El adolescente bufa, y se lanza sobre una sirvienta para dejar su copa y tomar una nueva, la niña nota un líquido color carmesí en el interior de esta.
──De hecho, creo que ella y yo sí tenemos algo en común ──balbucea y se gira hacía sus hermanos ──. A ambos nos gustan las criaturas con las patas largas...
El rubio sonríe y se marcha, dejando a los menores confundidos.
──¿A qué se refería con...?
──No lo sé, pero algo me dice que no queremos saberlo, Nira ──la interrumpe Aemond, llevándola de nuevo hacía el borde del balcón, donde ambos estuvieron mirando las olas y parloteando de temas sin sentido por un tiempo que les pareció eterno.
Deianira se acercó a la fogata, a calentarse los dedos, que estaban fríos como la nieve. Cuando levantó la vista vió a Jace y Baela tomados de las manos. Y decidió acercarse.
──Lo siento mucho, Baela...Rhaena ──dice, tratando de sonreír...pero la mirada llena de odio de su sobrino sobre ella la hace dudar. Jacaerys se aleja de las chicas y Deianira reprime las ganas que tiene de poner los ojos en blanco. Baela estira su mano y entrelaza sus dedos con los de la platinada.
──Gracias, Nira... ──murmura la mayor de las hermanas, las manos de la hija de Alicent le aprietan despacio los antebrazos a las hijas de Laena. Acariciando un poco. Después Rhaenys se acerca y la niña Targaryen se aleja, dejándolas a solas.
──Tú no deberías estar aquí ──manifiesta Jacaerys, y Nira se gira para mirarlo. Su cara roja, pecosa y enojada era un poema digno de ver.
──¿Por qué no?
──Los Velaryon no son tu familia ──dice el castaño, y la rubia tiene que morderse la lengua para no soltar un comentario peor. La princesa se da la vuelta y se aleja de príncipe bastardo, busca a Aemond con la mirada pero no lo encuentra, así que se acerca a su madre. Pero antes ve como el príncipe rubio, que parecía loco, se va del lugar...y poco segundos después de eso la princesa Rhaenyra lo sigue, sin molestarse siquiera en disimular.
Deianira lo ignora y mueve sus pies hacía adelante, luego enreda sus brazos sobre las caderas de la reina y esta la pega a su cuerpo en un abrazo, moviendo su mano sobre su espalda para brindarle calor.
Su padre se acerca a ellos, jadeando un poco mientras su bastón choca contra la piedra del suelo.
──Me voy a la cama, Aemma ──la mirada de Alicent se pierde en el rostro de su marido cuando escucha esas palabras salir de sus labios, su hija la mira confundida.
──¿Cuido a la reina Alicent y a la princesa Deianira, majestad? ──pregunta Ser Harrold, y Viserys ve los oscuros ojos de su esposa, percatandose de su error. Su mirada viaja rápidamente hacía la niña que se aferra a la anatomía de la pelirroja.
──No, Ser Harrold.
Tras eso, el anciano se va.
──Tiene la guardia de la noche, Ser Criston ──comunica el hombre de barba, el guardia nombrado responde, y la niña mira a Alicent.
──Mamá...──susurra, y la reina verde baja la cabeza para verla a la cara ──. Aegon está tomando un líquido raro...creo que es vino.
Alicent cierra los párpados y luego sonríe, se acerca al rostro de su hija menor y le besa la frente.
──Yo me encargaré de eso, mi niña ──dice, sus manos acariciándole la cara──. Ahora ve a la cama...tus mejillas están frías, mi cielo.
Deianira asiente y entra en el castillo de Driftmark, preguntándose que haría su progenitora para encontrar a Aegon, dondequiera que este esté...
──Psss...──sisean en su oído, Deianira se retuerce en la cama pero no abre los ojos. Las manos comienzan a moverla con más fuerza ──. Deianira, despierta.
La niña se chilla, abrazándose a las mantas.
──Harwin Strong le dió una paliza a...──murmura medio dormida, y Aemond la empuja de la cama para callarla, lanzándola al suelo ──¡Auch!
La platinada se levanta con enojo, su vestido de dormir aún está arrugado. Su cabello despeinado parece la melena de un león.
──Encontré algo, vístete y acompáñame ──dice su hermano mayor, y sale de la habitación, sin darle otra opción. Nira suspira y se frota los ojos, comenzando a ponerse su ropa de entrenamiento. Tenía unos pantalones oscuros gruesos y una camiseta color verde, las acompañó con sus botas más cómodas y una trenza improvisada, y salió junto a su hermano, quién expresó haberla esperado una eternidad.
Luego de un viaje largo en donde sus pies se llenaron de arena, su nariz se puso roja y Aemond tuvo que levantarla del suelo varias veces, Deianira vió a la enorme bestia.
──No, no, no ──comienza a decir la niña, deteniendo el paso ──. No quiero ser desayuno de dragón, gracias.
──Entonces quédate aquí.
Su hermano gira los ojos y se aleja de ella, siguiendo el camino. Nira tiene un mal presentimiento, pero no cuenta con la valentía suficiente como para dejar a Aemond solo, así que corre tras él. Alcanzandolo.
──Oh...──murmura Deianira, cuando ve al animal atado, el rubio suelta una maldición y la mira.
──Quédate aquí ──dice, y comienza a bajar por la colina de arena, su hermana menor observa todos sus movimientos con miedo, su corazón palpitaba con fuerza en su pecho cuando Aemond se paraba cerca del dragón. La bestia de piel esmeralda parecía dormir, y era tan grande que seguramente sería capaz de comerse a un dragón y su jinete de un mordisco.
Aemond ve la montura en el lomo del animal y suspira. Sabiendo que, si algo salía mal, moriría...pero si salía bien, entonces sería jinete, y nadie volvería a burlarse de él. Y con ese dragón, se encargaría de encontrar uno para su hermanita, o compartiría a la bestia...si las cosas no se daban como deseaba.
El menor Targaryen acercó sus manos a las sogas, pero el dragón despertó, girándose hacía él con una mirada llena de fuego. Deianira abre los ojos y se levanta del suelo, lista para distraer a la bestia para que así le diera tiempo a Aemond de correr lejos. Pero entonces, la temible Vhagar vuelve a su lugar, sin herir al niño. Aunque en el segundo intento, la bestia esmeralda abre su hocico y el fuego en su garganta ilumina el rostro del príncipe. Quién comienza a comunicarse con ella en alto valyrio, y esta...se calma. Dejando que el platinado suba por su lomo cuando lo intentó una tercera vez. Nira sonríe y los observa desde lejos.
Aemond se sienta sobre la montura y ve a su hermana menor alzar los brazos al aire y saludarlo. Él le hace una seña, para que ella se acerque. La hija de Alicent niega, pero luego de unos minutos lo hace...algo temerosa. El dragón gruñe al verla caminar hacia ellos.
──Tranquila, Vhagar, tranquila... ──murmura su hermano en valyrio, acariciándole la piel dura a la bestia, y así ésta deja que la niña trepe por su espalda. Aemond sostiene la mano de Deianira y la ayuda a sentarse detrás de él, la platinada siente su corazón volverse loco y se aferra al rubio ──¿Lista, Nira?
──Aemond, no creo que sea buena ide...──comienza a decir, pero Vhagar se levanta, sacudiendo su cuerpo, y ellos se tambalean. Justo antes de que el dragón comience a correr y a alzar vuelo.
Los hermanos gritaron pero pronto unas sonrisas aparecieron en sus rostros, el sentimiento de volar no era nada parecido a algo que ninguno de los dos hubiera experimentado antes. Las risas brotaron de los labios de los Targaryen cuando la bestia movió las alas y voló de forma más tranquila. El sonido de los rugidos y el viento colándose entre las extremidades del animal eran todo lo que podían oír, junto a sus risitas descontroladas.
──¡Guau! ──vociferó Aemond, alargando las letras y levantando un brazo en el aire, su hermana imitó su acción.
La vista de Driftmark ahora era tan preciosa, los dos niños estaban sintiéndose desbordados de felicidad. Y, cuando Deianira vió cómo Aemond maniobraba las cuerdas para guiar el camino del dragón, supo que esa noche su hermano se había convertido en un jinete. Un digno jinete Targaryen...
La luz de la luna les iluminaba las cabezas, y el platinado siempre giraba su rostro hacía atrás para ver que su hermana estuviera bien, sonriendo y sintiendo las manos de la princesa apretando el agarre que tenía sobre su estómago. Nira sonrió y apoyó su cabeza en la espalda de Aemond, cerrando los ojos un momento. Su cabello le pegaba en el rostro pero no le importó, porque en ese momento solo sintió paz.
Cuando el dragón pisó el suelo, los hermanos bajaron, riendo y jugando, adentrándose en el castillo. Pero su buen humor no duró mucho porque frente a ellos venían Jacaerys, Baela, Rhaena y Lucerys.
──Son ellos ──decía la hija mayor de Laena, sin poder creerlo.
──Sí, somos nosotros ──contestaba el rubio, sacándose la capa verde de encima.
──Vhagar es el dragón de mi madre ──dijo Baela. Aemond se encogió de hombros.
──Tu madre está muerta.
Deianira pellizca con fuerza el brazo de su hermano al escucharlo.
──Aemond, detente ──susurró su hermana.
──Vhagar tiene un nuevo jinete ahora ──manifestó, el mayor Targaryen, pasando de largo las advertencias de la platinada a su lado.
──¡Yo tenía que reclamarla! ──grita Rhaena.
──¡Entonces debiste hacerlo! ──contraataca el príncipe ──Tal vez tus primos podrían encontrarte un cerdo para volar, te quedaría bien.
Deianira no puede evitarlo...y sonríe. Rhaena se lanza sobre Aemond y este la empuja, luego Baela le da un puñetazo y la platinada al ver esto le devuelve el golpe, con más fuerza.
──Detenganse ──dice Nira.
──¡Vuelve a golpearme, y mi dragón te devorará! ──exclama el niño. Jacaerys se lanza sobre él, y ambos forcejean, cuando el platinado se tambalea su hermana toma al castaño de los hombros y lo derriba, pero Jace la agarra por la camiseta y ambos terminan en el suelo, donde comienzan a intentar separarse usando la violencia.
Luke es tomado por el cuello cuando intenta herir a Aemond, y luego chilla en el suelo. Jacaerys empuja a Nira lejos y corre hacía su tío de nuevo. Haciéndolo caer... cuando la princesa ve como todos se abalanzan hacía su hermano mayor y comienzan a golpearlo sin piedad siente su sangre hervir. Cómo si pudieran lastimar a Aemond frente a ella sin recibir su merecido... Nira se encamina con rapidez hacia Jacaerys y Baela y los tira hacia atrás, donde los tres comienzan a pelear. Deianira esquiva los golpes con facilidad, y los devuelve de forma brusca. Arrancando el pelo de Baela y Jace, pegandoles en el rostro y pateandoles las piernas. En el momento no sintió ningún dolor pero luego su cuello comenzó a arder, sintió como la piel se abría y se separaba, y retrocedió. Su mano viajó hacía la zona lastimada y al sacarla vio la sangre manchando sus dedos, levantó la vista y notó cómo Jacaerys dejaba caer un cuchillo al suelo...parecía sorprendido, y asustado por lo que acababa de hacer. La voz de Aemond gritando vuelve a llamarles la atención y los niños voltean a verlo.
──Morirán gritando en llamas como lo hizo su padre, bastardos ──escupe con asco e ira, Deianira ve como con una mano sostiene el cuello de un Lucerys herido y con la otra lo apunta con una roca.
──Mi padre sigue vivo... ──balbucea Luke, chillando. La hija de Alicent clava sus orbes moradas en su sobrino mayor.
──Él no lo sabe, ¿verdad, lord Strong? ──cuestiona Aemond, con su tono cargado en burla y crueldad. Nira siente como su cuello comienza a llenarse de sangre de a poco, el líquido carmesí es tan espeso que cae y resbala por su pecho lentamente, manchando su ropa.
Jace levanta la navaja, y el platinado arroja a su hermano menor a sus brazos, pero el castaño lo esquiva. En un movimiento ágil y rápido Aemond golpea con la roca la cabeza de Jacaerys, y el heredero bastardo termina en el piso. Sintiendo la sangre caer por su frente. Cuando el niño Targaryen se dispone a atacar de nuevo a su sobrino, Nira niega...más por los problemas que eso podría traer que por lastimar al castaño.
──¡Deténganse, ya ha sido suficiente! ──grita la princesa, pero entonces el tiempo pasa en cámara lenta ante sus ojos. El primogénito de Rhaenyra arroja un puñado de tierra a los ojos de Aemond y Lucerys le corta la cara, haciendo que el rubio caiga y se sostenga el rostro, gritando de dolor ──¡Aemond!
Deianira corre hacía su hermano antes de que los guardian entren pero la sangre ya cubría todo el suelo, el líquido caía por la mano de su hermano como una cascada. La chica lo toma entre sus brazos y se aferra a él, temiendo lo peor, mientras Ser Criston y Ser Harrold se acercan a ambos Targaryen.
Ahora tenían problemas.
Chapter 5: ────four,
Chapter Text
04, A SCAR FOR A SCAR !
──────── 🥀 ────────
──NO PODRÁ llevar puntos, majestad. Lo lamento ──informa uno de los maestres, observando la herida en el cuello de la princesa más pequeña de la casa Targaryen. Otro hombre está terminando de curar a Aemond, su ojo derecho había desaparecido por completo y en su cara había una larga herida. La carne estaba roja y unida por pequeños hilos. Deianira miró el suelo y evitó la mirada de su padre, que la veía como siempre, con los ojos llenos de decepción.
──Pero...¿y si mi hija se desangra? ──pregunta la reina consorte, su voz quebrada a causa de la inquietud y la desesperación de ver a sus vástagos menores heridos.
──Mamá, estaré bien ──susurra la niña, dejando que el mayor vende su cuello, apenas podía voltear la cabeza por el dolor, pero no lo demostró. Jacaerys le había cortado el cuello de un extremo al otro, dejando una herida larga pero fina, y no muy profunda. Lo que no la ponía en riesgo mortal.
El príncipe castaño observaba a sus tíos desde lejos, abrazando a su hermano menor. Al principio se había atemorizado por lastimar a Deianira, había estado aterrado con la idea de matarla. Pero ahora no, incluso se arrepentía de no haber presionado el cuchillo con un poco más de fuerza, para al menos cortarle las cuerdas vocales y no volver a oír su odiosa voz jamás.
Miraba con odio a la platinada mientras sentía su nariz ardiendo, lo último que recordaba antes de sacar el cuchillo era el puño de Nira impactando sobre su cara. Era cómo si ella tuviera una obsesión con lastimarlo. Primero el tenedor en la cena, luego las patadas fuera del pozo dragón, y ahora esto. Esa niña iba a sacar lo peor de él algún día.
──¿Cómo permitió que esto pasara? ──cuestionó el rey, interrumpiendo los macabros pensamientos de Jacaerys acerca de lo mucho que quería hacer gritar a Deianira ──Quiero respuestas.
──Los príncipes debían estar en la cama, mi rey ──repetía Ser Harrold.
──¿Quién tenía la guardia? ──pregunta.
──Los jóvenes príncipes fueron atacados por sus primos, majestad... ──agregaba Ser Criston, sus ojos vagaron hacía los hijos menores de Alicent con preocupación.
──¡Juraron proteger y defender mi sangre! ──exclama Viserys. La tensión en la sala era palpable, todos aguardaban en silencio y la ausencia de la princesa heredera ya había levantado algunas sospechas entre los verdes. Más que nada, en Deianira.
──Lo lamento, majestad ──balbucea el guardia barbudo.
──La Guardia Real no defiende príncipes de príncipes, su majestad ──Criston Cole trata de explicar, pero solo logra que el anciano se enoje aún más.
──¡Esa no es una respuesta! ──grita el rey, levantando la voz.
──Pero, ambos van a sanar...¿verdad, maestre? ──las manos de la reina estaban sobre las de sus hijos y no las soltó, ni dudo en su agarre, con la izquierda sostenía a Aemond, y con la derecha a Nira.
──La piel de ambos sanará, solo quedarán las cicatrices ──comienza ──. Pero el príncipe ha perdido el ojo, majestad.
Alicent reprime un grito ahogado y lord Corlys Velaryon entra en la sala, junto a su esposa la princesa Rhaenys. Los dos adultos consolaron a Baela y Rhaena mientras pedían explicaciones al aire. Medio segundo después entra Rhaenyra, llamando a sus hijos, y al verlos corre con desesperación hacía ellos.
──¿Quién hizo esto? ──pregunta la heredera con dureza, e instintivamente mira a Deianira, la niña tiene el cuello vendado y le sostiene la mirada.
──Ellos nos atacaron ──dice Aemond, y cuando se gira hacía su media hermana esta ve su rostro, una gran herida que parecía recién hecha cruzaba su pálida piel.
Los niños comenzaron a defenderse unos de otros, gritando y haciendo un escándalo. Nira apretó la mano de su madre, y fue la única que se mantuvo callada.
──¡Silencio! ──exclama el rey, y todos se callan abruptamente, mirando al anciano perder de a poco la paciencia.
──Aemond y Deianira nos llamaron bastardos ──susurra Jace, mirando a su madre. Había dicho la verdad...pero no a ciencia cierta, ya que incriminó a su tía menor por algo que ella no había hecho, al menor, no en el incidente ocurrido esa noche.
Rhaenyra apretó los labios y se paró frente a sus hijos.
──Aemond, quiero la verdad de lo sucedido ──pide el rey, acercándose al niño ──. Ahora.
──¿Qué más hay que oír? Uno mutiló a tu hijo, y el otro pudo haber asesinado a tu hija si hubiera cortado con un poco más de fuerza ──habla Alicent, defendiendo a sus vástagos ──. Sus hijos son los responsables.
──¿Cuántas veces Deianira ha lastimado a Jacaerys? ──interrumpe Rhaenyra.
──Arrojar un tenedor a la frente no se compara con empujar una daga al cuello, solo uno de esos ataques es mortal ──continúa la reina verde, acercándose un poco para que la mujer rubia la viera a la cara ──. Uno de mis hijos ha perdido un ojo. Un ojo, Rhaenyra. El príncipe Jacaerys llevó una navaja a una emboscada, quería matar a mis hijos.
──Son mis hijos los que fueron atacados nuevamente y se vieron obligados a defenderse ──contraataca la mayor Targaryen ──. Tus hijos los agredieron con insultos repugnantes.
Viserys gira su cabeza hacía su primogénita.
──¿Qué insultos? ──pregunta.
──La legitimidad del nacimiento de mis hijo ha sido puesta en duda por el príncipe Aemond y la princesa Deianira.
──¿Qué?
──Nos llamaron bastardos ──agrega Jace, mirando de reojo a la niña de cabello plateado. Alicent observó a su hijo menor y negó con la cabeza al escuchar al castaño, Viserys en cambio puso toda su atención en Nira. Creyendo saber de lo que su hija sería capaz.
──Mis hijos serán los herederos al trono de hierro, majestad ──dice la primogénita del rey ──. Ya lo he dicho en otras ocasiones, pero estos comportamientos por parte de los príncipes son de tal magnitud que serían consideradas como traición. Aemond y Deianira deben ser severamente cuestionado para saber dónde escucharon tales calumnias.
El varón mencionado se gira hacía su media hermana, con cara de pocos amigos, pero la niña ni siquiera le corresponde la mirada.
──¿Una cicatriz, por un insulto? ──murmura Alicent, y Rhaenyra endurece su expresión. Los presentes observan la situación pero no se entrometen, y Viserys recuerda las palabras de Deianira, dónde la niña le remarcaba la creciente enemistad entre sus familiares.
──Jacaerys ya tiene la marca de tu hija en su cuerpo ──dice la heredera, levantando un poco el cabello del castaño, mostrando una cicatriz en su frente que aún estaba sanando. No era muy grande, pero estaba allí ──. Ya era tiempo de que Deianira también tuviera la de él. Una cicatriz por una cicatriz.
Alicent ríe, al escuchar las tonterías salida de los labios de la mujer.
──¡Mi hija tiene el cuello rebanado de extremo a extremo! ──exclama la pelirroja, pero el anciano alza las manos en el aire.
──Aemond, dime...¿dónde escucharon tu hermana y tú tal mentira? ──cuestiona el rey, y el orbe del príncipe se pierde entre su madre y Deianira. Decidiendo que hacer.
──Fue una bravata en el patio durante el entrenamiento ──aclara la reina verde, recordando cómo su hija le había contado el incidente entre Ser Criston y el difunto Ser Harwin ──. Tonterías de niños.
Viserys la ignora y esta vez se gira hacía su último descendiente.
──Deianira, les hice una pregunta.
La joven princesa no contesta los llamados de su padre, y los ojos de Alicent viajan hasta su vieja amiga.
──¿Dónde está Ser Laenor, el padre de los niños? Tal vez él tenga algo que decir...──expone.
──Sí, ¿dónde está? ──el rey se gira hacía su heredera, Corlys y Rhaenys se miran el uno al otro.
──No lo sé, majestad ──dice la mayor ──. Yo no podía dormir y...salí a dar un paseo.
──Mentirosa ──susurra Deianira, en un tono tan bajo que solo es captado por su progenitora a su lado.
──Debe estar entreteniendo a sus jóvenes escuderos ──murmura la pelirroja, y Ser Criston rompe el silencio con una risa que se ahoga cuando la mirada de su superior se posa en él.
──Deianira, mírame ──ordena el rey, y las orbes color amatistas de su hija se clavan en las suyas, por una fracción de segundo Viserys nota su propio reflejo en ella. Recuerda la rebeldía adolescente de Rhaenyra y los dolores de cabeza que le ocasionó, y no puede evitar comparar a sus dos hijas ──. Tu rey exige una respuesta, ¿quién les dijo esas mentiras?
La princesa mantuvo su expresión dura, sin dudar ni vacilar en sus palabras.
──Fue Aegon.
──¿Yo? ──dice con sorpresa el mayor, el anciano le sostiene la mirada a su hija durante unos segundos que se le hicieron eternos y después caminó hasta el rubio.
──¿Y tú, chico? ──cuestiona ──¿Dónde escuchaste estas calumnias?
Cuando el muchacho peliblanco no responde, el rey grita cerca de su oído, sobresaltándolo.
──Lo sabemos, padre ──dice el primer hijo varón del hombre, luego de un silencio tenso ──. Todos lo saben, solo míralos...
Viserys le dedica una mirada a Rhaenyra y a los niños castaños escondidos bajo su manto. La duda se cuela en sus huesos, recuerda las veces en las que Alicent le advirtió sobre la situación de la heredera, y las palabras de Deianira el día de la pelea fuera de la fosa dragón vuelvan por su mente.
──¡Estas disputas interminables deben cesar, para todos! ──grita el rey, hablando para cada ser vivo en esa sala, siente la mirada de su último vástago pegada a él, pero lo ignora ──. Somos una familia. Ofrezcan disculpas, y muestren buena voluntad. ¡Su abuelo, su padre, su rey lo exige!
Deianira sonríe, y niega. Su odio a su media hermana crece al ver a su hermano mayor, Aemond baja la vista, con su rostro herido...
──La buena voluntad no curará a Aemond, rey Viserys ──soltó la niña de pálido cabello, el vendaje en su cuello se había manchado sutilmente de un color bordó. Su padre se giró para verla a la cara.
──Lo sé, Deianira ──musita ──. Pero no puedo hacer que recobre el ojo.
──¡Lo sé, eso es porque se lo arrancaron! ──exclama la menor, alzando la voz sobre los susurros de Viserys.
──¡¿Qué más quieres de mí, Deianira?! ──vuelve a gritar, ahora de forma furiosa.
──Mi querida hermana Rhaenyra ya lo dijo ──remarcó, mirando a la rubia, y Alicent entiende lo que su hija desea insinuar ──. Aún hay una deuda que debe pagarse...
Alicent asiente la cabeza, los ojos opacos de la princesa heredera vagan de ella a su padre.
──Una cicatriz por una cicatriz, eso es lo que querías, ¿cierto, Rhaenyra? ──repite y cuestiona la reina verde, sin desear verdaderamente una respuesta ──Deianira ya ha pagado la deuda que tenía con Jacaerys, ahora Lucerys debe pagar la que tiene con Aemond.
──¿Qué...quieres decir? ──susurra Rhaenyra.
──Tomaré el ojo del príncipe Lucerys ──anuncia Alicent, manteniendo sus orbes oscuros sobre los de la mujer de la cuál solía ser confidente. Luke se acuna entre los brazos de su madre y todos los presentes reprimen un grito.
──Mi querida esposa...
──Ellos son tus hijos, Viserys ──lo interrumpe, su voz se quiebra, y esa fachada de rectitud y autocontrol cae sobre sus pies ──. Tu sangre.
──No dejes que tu talante sea el que guíe tu juicio ──termina el anciano, dando la palabra final. Y le da la espalda a su familia.
──Si el rey no buscará justicia, la reina sí. Ser Criston ──habla, y el guardia real siente sus músculos tensarse bajo la plateada armadura ──, traigame el ojo de Lucerys Velaryon. Que la madre escoja con cuál se quedará, un privilegio que mi hijo no tuvo.
──No harás tal cosa ──impone la princesa.
──No se mueva, Ser ──pide el rey, a un estático Criston Cole.
──¡Él es leal a mí, y a mis hijos! ──intervino Alicent, gritando. La desesperación se acumulaba en su ser con cada segundo y cada palabra salida de los labios de los presentes. Ser Harrold miró al hombre de cabello lacio y este tragó saliva a duras penas. Sus ojos encontraron a la reina, y a los dos niños heridos tras ella.
──Como su protector, mi reina ──reconoce ──. Y usted sabe que moriría por defenderlos, a usted...y a los príncipes. Pero no puedo...
El silencio cruza la habitación, y el hombre castaño siente los ojos decepcionados de la pequeña platinada sobre él, lo único que puede hacer es clavar la mirada en el suelo. Incapaz de subir la cabeza por la vergüenza de haberles fallado cuando más lo necesitaban.
──Alicent, este asunto ha acabado. ¿Queda entendido? ──la pelirroja mira a su esposo y luego él se aleja ──¡Y escúchenlo todo! La lengua que cuestione el nacimiento de los hijos de la princesa Rhaenyra, será cortada.
Rhaenyra trata de sonreír, y observa a su hermana menor por un momento.
──Gracias, padre ──expresó la mayor. Y la palabra le revuelve el estómago a Deianira, ¿hace cuánto tiempo ella no lo llamaba así? ¿Hace cuánto los hilos que sostenían su vínculo se había podrido, cortándose sin piedad alguna? El hombre frente a ella no era nada parecido a una figura paterna, ni para sus hermanos ni para su persona, y en ese instante la realidad la golpea sin previo aviso. Destruyendo la tenue luz de esperanza que alguna vez tuvo en reparar el daño ocasionado por ambos lados, en olvidar...en volver a amar al hombre que la engendró. En ese momento, sabe que ya no hay marcha atrás. Y que nada ni nadie podría salvarlos del tortuoso linaje familiar.
Alicent se abalanza sobre su marido, arrebatando la daga que este sostenía en su cinturón, y con los gritos desesperados de los presentes se arroja sobre la princesa mimada, quién aprieta su mano sobre la muñeca en la que ella empuñaba el cuchillo.
Deianira avanza entre sus hermanos con rápidez, pero es detenida por Aemond. El niño la toma con cuidado en un abrazo y la mantiene a su lado, para evitar que se meta en la disputa de los adultos o se lastime queriendo ayudar a su madre. Algo que la menor probablemente haría si tuviera qué.
──Ya has ido demasiado lejos.
Los ojos de la reina consorte se clavan en los de la heredera, esas orbes oscuras reflejaban desesperación y miedo...allí la platinada ve la misma inestabilidad que demostraba siendo solo aquella lady hightower que lastimaba sus dedos de manera inconsciente, en los años donde ambas solían ser unidas.
──¿Yo...? ──cuestiona la pelirroja, su voz débil se atasca en su garganta ──Solo he hecho lo que se espera de mí. Siempre protegiendo al reino, a mis hijos, a la ley. Mientras tú desobedeces todo, ¿dónde está el deber, el sacrificio?
──¡Alicent, suéltala! ──exige Viserys. Rhaenyra nota la daga a centímetros de distancia de su rostro, su mano temblaba por la presión que ponían ambas partes en el agarre, jamás había visto a Alicent así...ni siquiera en las noches donde ambas peleaban, donde ella dudaba de sus verdades, cuando ambas se amaban. Ahora aquella pelirroja que conquistó su corazón se había marchitado por completo, debajo de un manto invisible de rectitud.
──Todo eso está aplastado debajo de tu preciado pie ──dice, Otto Hightower la incita a bajar el arma, pero la reina consorte no lo escucha. Lo único que siente es ira y su palpitante corazón que amenaza con salir disparado a través de sus costillas──. Ahora le quitas el ojo a mi hijo, y hasta de eso crees tener derecho.
──Es agotador, ¿no es así? ──murmura, casi en un susurro ──Vivir pensando en lo que no fue.
──Cierra la boca ──balbucea la pelirroja, sabiendo hacía que sitio se dirigía la pelea.
──Es una gran coincidencia que Jacaerys y Deianira hayan nacido el mismo día, ¿no? ──susurró, en un tono en el que solo ambas pudieran oírse ──Cuando supe que habías entrado en labor de parto me forcé a darlo a luz antes de lo previsto, porque sabía que mi hijo era un varón...y sabía que odiarías eso.
El corazón de la reina verde se hundió al escuchar las palabras de la rubia.
──Te odio...──musitó.
──Cuando ves a Jacaerys, ¿recuerdas al hijo que planeabamos tener, no es así?
Alicent suelta un quejido y se deshace del agarre de la princesa, lanzando la daga hacía su cuerpo, el filo del metal resbala en el antebrazo de Rhaenyra y corta la piel. Cuando ambas se alejan, Alicent se percata de esto y deja caer el arma al suelo. La platinada la mira a los ojos, sin apartar la vista, mientras siente la sangre gotear por la punta de sus dedos.
Aemond se acerca, aún con su pequeña hermana en brazos.
──No te preocupes por mí, madre ──el menor mantuvo una expresión seria, Deianira se sostenía de él ──. Perdí un ojo, pero gané un dragón.
────cam's note !
OPA, cambié el "ojo por ojo" pero igual me gustó mucho el resultado, y espero que a ustedes también. Aquí hay una confirmación de que Rhaenicent existió, les prometo profundizar el tema a medida que avance el fanfic. Pero para este punto la relación de ambas ya no existe, y no volverá a existir.
Chapter 6: ────five,
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05, BLOOD IS THICKER THAN WATER !
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DEIANIRA SE acercó a Aemond, envolviendo a su hermano en sus brazos. El barco se mecía suavemente mientras se marchaban de Driftmark, las cosas se habían calmado pero aún quedaba esa molestia interna e incesante entre los de sangre verde. Aegon miró a sus hermanos desde la otra punta del camarote, Helaena parecía estar con los pies en la tierra, por primera vez en mucho tiempo.
La menor todavía sentía dolor en la garganta, por lo que no se molestó en hablar, sabiendo que su hermano mayor sabía lo que pensaba, y la entendía. La segunda hija de la reina consorte se levantó de su asiento y caminó hasta los dos platinados, para acurrucarse junto a ellos. Aegon fue el siguiente en sumarse, sus pies torpes avanzaron por el suelo de madera y, como el mayor, tomó a los tres niños para rodearlos con su manto.
──Todo estará bien ──murmuró el rubio, de pronto todas las advertencias de su madre hicieron eco en su mente, Aegon entendió de una vez por todas lo que Alicent trataba de enseñarle cada vez que le gritaba...una vez que Rhaenyra accediera al trono y se proclamara como reina, él y sus hermanos morirían. De una forma u otra. Su media hermana iba a asegurarse de ello ──. No dejaré que los lastimen de nuevo, a ninguno.
Fue en ese mismo instante que el primogénito del rey Viserys comprendió que, al crecer, él debía ser el que se sentara en el trono de hierro. Para mantener a su familia a salvo. Y lo haría, aunque eso desatara una guerra de fuego y cenizas...aunque eso significara su propia muerte, traicionaría al reino solo para mantener a Helaena, Aemond y Deianira seguros.
Con la sangre empapando su rostro el último vástago varón de Viserys Targaryen enterró su cara entre los brazos de sus hermanos, sintiendo calidez y amor. La reina verde entró en la habitación y escuchó los sollozos débiles de sus hijos, quiénes se encontraban fundidos en un solo abrazo. Juntos, llorando. Esa noche los bandos se terminaron de formar, ahora eran los verdes contra los negros. Unidos por sangre, y separados por ambición... Rhaenyra era la heredera por palabra, Aegon por derecho de nacimiento. Y ambos planeaban recamar lo que creían les pertenecía.
Todo se transformó en algo mayor, más allá del poder, más allá del odio. Rhaenyra también lo supo, ese día todo terminó de sincronizarse, los dioses acomodaron las fichas y pusieron en marcha el juego. Un juego de tronos, donde un hermano moriría...y otro gobernaría.
Así la heredera le propuso a Daemon Targaryen unir su linaje, para fortalecer su sucesión a la corona. Y él aceptó, para la mañana siguiente ambos intercambiaron votos y sangre, sellando su destino y su futuro. Para ser la reina y su rey consorte, los primeros en toda la historia de Westeros.
Las lunas pasaron y los dos bandos fortalecieron sus uniones por separado, ganando aliados y enemigos en el camino, Rhaenyra dió a luz a dos hijos legítimos del príncipe Daemon los años posteriores, llamados Aegon III y Viserys II Targaryen. Pero la mancha que sus tres primeros hijos crearon seguía allí, sin importar a cuántos niños de cabello plateado diera a luz... Jacaerys siempre sería el heredero bastardo. Un Strong que no fue reconocido.
Rhaena Targaryen creció junto a su padre, siendo criada por él y Rhaenyra, pero Baela lo rechazó, incapaz de ignorar el hecho de que los dos príncipes de cabello color plata se habían casado cuando todos seguían de luto por la muerte de Laena Velaryon. Rhaenys se hizo cargo de su nieta, junto a lord Corlys.
Jacaerys pasó días de su adolescencia pensando en sus tíos, arrepintiéndose un poco por cómo habían acabado las cosas entre ellos, pero una parte de sí mismo se sentía orgulloso por lo que pasó aquella noche. Porque lastimar a Deianira y a Aemond le dió placer y satisfacción, aunque jamás lo había admitido en voz alta. Él sabía que el color de su cabello lo ponía en una mala posición para ser el heredero al trono de hierro, por eso se formó como un joven fornido, inteligente políticamente, amable, respetuoso y maduro para su edad. Rechazaba con frecuencia los problemas, siguiendo las indicaciones de su lado consciente, apagando sus emociones y alejándolas al momento de tomar decisiones. Se había convertido en un buen príncipe de rocadragón, un buen primogénito, un buen hermano...y sabía que sería un buen prometido. Incluso ya tenía en mente a la esposa perfecta para él, Baela Targaryen.
Ambos se habían conocido de pequeños, y habían tenido algunos encuentros en lugares públicos, donde él la percibió como una chica devota, con honor y valentía. Y eso era todo lo que podía pedir para la futura madre de sus hijos, y su reina consorte. Sus tardes las pasaba aprendiendo Valyrio, el idioma de su madre. Pero le resultaba demasiado complicado, lo que lo llevó a presionarse a aprenderlo por la fuerza. Pasando noches en vela junto al fuego recitando y transcribiendo palabras y oraciones.
Lucerys era el que trataba de romper su burbuja, siempre buscaba motivos para sacarlo de la biblioteca y obligarlo a respirar aire fresco. Con frecuencia entrenaban y volaban juntos en Vermax y Arrax, sus dragones. Joffrey era el menor, él se pasaba el día entero cerca de su madre y sus hermanos platinados.
Rhaenyra y Daemon habían notado el interés que Jacaerys mostraba por ser un digno heredero, y lo apreciaban. El matrimonio era feliz y amoroso, preocupándose pocas veces por los problemas que acechaban fuera de la isla de Dragonstone. Pero esos problemas tenían nombre y apellido.
Aegon II Targaryen había madurado, convirtiéndose en un hombre con gustos...desfavorables para su rango. El príncipe verde encontró diversión en las calles de seda, pasando noches e incluso días encerrado en casas de placer, durmiendo con mujeres y bebiendo hasta el cansancio. Pero también era un hermano amoroso y protector, mostrando una devoción sin límites por su madre y sus hermanos menores.
El hijo varón del rey Viserys se había casado con su hermana, Helaena Targaryen, y ella había tenido tres hijos dentro de ese matrimonio, pero...lo que nadie fuera de la fortaleza roja sabía, era que los niños platinados no habían sido engendrados por Aegon, sino por Aemond. Quién llevaba una relación ilícita con la con la rubia desde jóvenes. Este secreto solo era compartido por los cuatro hermanos Targaryen y Alicent Hightower.
Helaena seguía siendo una soñadora, pasando su tiempo en las nubes y diciendo cosas incoherentes de vez en cuando. Cada vez sus susurros eran más complicados de entender, y muchos la veían como alguien poco cuerda. Una princesa que había perdido la cabeza...
Aemond y Deianira, sin embargo, seguían siendo las joyas de su madre. Sus niños menores... Ambos eran inseparables, estudiaban, leían y entrenaban juntos. Pero después de los catorce años de edad, el príncipe tuerto comenzó a apegarse a Helaena, lo que al principio enojó a su hermana menor. Pero luego lo comprendió, aunque eso no significó que no se hubiera sentido apartada y rechazada.
Deianira había florecido como una mujer preciosa físicamente, inteligente y graciosa, con una mente activa y una lengua llena de veneno. Muchos caballeros habían pedido su mano, y todos terminaron siendo humillados y rebajados por la princesa rebelde. La pesadilla viviente del rey Viserys... Deianira aprendió que podía usar su aspecto para conseguir lo que quería de los hombres cuando Ser Peter Lannister, un caballero don nadie, estuvo un mes entero rogándole para que volviera a hablarle, o a posar sus ojos en él. Ambos adolescentes habían tenido una disputa leve pero la rubia se había sentido tan ofendida que cortó toda comunicación con él. Y el muchacho no lo soportó...
Y aunque Deianira adoraba su atención, no lo toleraba en lo más mínimo. Ni a él, ni a sus estúpidos ojos que siempre venían con una expresión de idiota típica de su persona.
La voz dulce y seductora de la princesa menor de la casa Targaryen era como un engaño tramposo para cada persona a su alrededor, incluso las mujeres caían encantadas por su belleza y carisma, muchas le entregaban las manos de sus hijos en matrimonio apenas conocerla. Pero Nira rechazaba cada oferta cortésmente, negándose en privado a la idea de convertirse en una esposa sumisa que solo serviría para crear herederos y obedecer a un hombre. Ella tenía sus propios deseos y aspiraciones, y un matrimonio solo arruinaría por completo su vida. La reina consorte apoyó su decisión, y por eso cada vez que el rey sugería a un nuevo candidato para su hija, Alicent declinaba toda posibilidad de que un compromiso pudiera llevarse a cabo.
Pero a medida que pasaban los años, la curiosidad aumentaba dentro de la hija menor de la reina verde, su mente llena de preguntas solo pudo pensar en una person que tendría todas las respuestas, y ese era Aegon. Así que una noche, él se ofreció para mostrarle un lugar donde las mujeres eran tan libres de sentir placer como los hombres. Y allí lo vió, le costó mucho no sucumbir ante los pensamientos intrusivos, que la incitaban a arrojarse a los brazos de cualquier hombre atractivo en esa casa de placer para que la complaciera, pero pudo controlarse. Y solo observó... algo sorprendida, pero no disgustada. Las voces sonaban divertidas, nadie parecía enfadado o asustado, todos se lo estaban pasando bien. Así que ella se permitió relajarse y aprender, sin actuar. Esa noche solo pudo pensar en lo enojado que estaría su padre si se enteraba, pero eso la hizo sonreír durante horas.
Los hermanos Targaryen-Hightower eran unidos y eso muchas veces sacaba de quicio al viejo y enfermo rey, quién maldecía y gritaba que le sacarían canas verdes entre los cuatro. Pero eso no podía ser de menor importancia para ellos. Aegon y Deianira eran los más desconfiados, por eso la presencia de Otto Hightower los molestaba profundamente. Y el anciano se sentía de la misma forma con ellos, los repudiaba.
A Aegon por ebrio, y por esa forma tan "vulgar" que tenía para hablar, el rubio parecía siempre soltar comentarios con doble sentido para incomodar a las personas. Sin contar su falta de interés en las actividades reales de un príncipe, pues el primogénito varón de Viserys se la pasaba todo el día junto a Sunfyre y toda la noche junto a sus prostitutas.
Y a Deianira...¿por dónde empezar con ella? La menor no solo era la pesadilla de su padre sino que de su abuelo materno también, ella era todo lo que Alicent no fue en su juventud. No era sumisa, no era débil de mente, y mucho menos fácil de manipular. Lo que complicaba la tarea del anciano verde. La rubia parecía disfrutar de la atención que todos podían darle, y no le importaba ser llamativa o despampanante con sus atuendos y joyas caras, en muchas ocasiones usaba vestidos ajustados con los colores de su casa y con escotes "atrevidos". Nira había tomado mucho de la personalidad de su hermano, el primer hijo de la reina consorte. Se habían vuelto cercanos, tan cercanos que incluso había secretos que solo conocían el uno del otro, cosas que no se atrevían a compartir con nadie más. Y juntos eran un dúo caótico, peligroso y poderoso, la sangre del dragón era fuerte en ambos, y habían sido capaces de demostrar que el color verde corría de forma escasa por sus venas...
Chapter 7: ────six,
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06, BITTER TRUTHS !
──────── ⚔ ────────
DEIANIRA SE mantiene callada, sus dedos se deslizan por los bordes de su armadura, ajustandola.
──Esto es una pérdida de tiempo, madre ──dice, después de reprimir varias palabras en el medio de la frase. Mira a la mujer de cabellos color cobrizo a través del espejo, dudando en sí debe continuar o no ──. La sucesión de Lucerys al trono de Driftmark ya está pactada, y aunque todos sepamos que es un bastardo no hay nada que podamos hacer. Lord Corlys y Ser Laenor lo reconocieron como un verdadero Velaryon, por la ley...el niño tiene un derecho de nacimiento.
El silencio se abre paso en los aposentos de la princesa rebelde, siendo las respiraciones, y alguna que otra pisada a lo lejos, lo único que se lograba escuchar.
──Déjame ayudarte con eso ──balbucea la mayor cuando la ve batallar con su peinado, y camina hasta su hija. El cuerpo de Deianira había dejado de caber entre sus brazos hace tiempo, lo que significaba que ya no era una niña. Y Alicent es la que está más consciente de ello. La pelirroja comienza a trenzar el cabello de Nira, su pelo había tomado color con los años. Aún poseía ese tópico brillo plateado de los Targaryen, pero ahora parecía más un destello rubio, muy pálido.
La madre sonríe y trenza el pelo de su vástago, cuando una trenza firme y bien armada estuvo lista ella posó sus manos en los hombros de la joven princesa.
──No lo escuches, madre ──murmura Deianira, girándose para ver a Alicent, la pelirroja frunce el ceño al oírla ──. Otto Hightower es una víbora, solo planea manipularte.
La confesión de la platinada deja confundida a la reina consorte, la muchacha aprieta los labios y se levanta de la silla, encaminándose hasta la salida.
──Deianira ──dice, en voz alta. Su hija se detiene en el marco de la puerta, pero no se voltea ──. Hablaremos de esto luego...
La princesa suspira y se va, alejándose por los pasillos. Su mente está llena de pensamientos e ideas que vagaban sin un fin preciso. Apresuró sus pasos y llegó al patio de entrenamiento, donde había un murmullo constante entre los presentes. Deianira miró a Ser Vaemond aproximarse hasta la entrada del castillo, junto a sus caballeros y escuderos, sosteniendo en alto las banderas de la casa Velaryon. Ella ríe cuando el mayor desaparece de su vista.
──Pobre infeliz ──murmura, con una sonrisa en su rostro. Y se acerca hasta el único peliblanco en el lugar ──¿Debo disculparme por la tardanza?
Ser Criston sonríe al verla, y Aemond gira su orbe azul.
──Siempre llegas tarde ──dice el tuerto, fingiendo fastidio.
──No siempre ──corrige la princesa, y toma su espada de la armería, era un arma fina y delicada. Tenía amatistas pequeñas incrustadas en el mango y una frase tallada en el acero valyrio "sangre debe tener sangre" no cualquiera podría leerlo, ya que estaba en el idioma de su padre. El alto valyrio.
Ambos chicos Targaryen eran observados desde lejos por sus sobrinos, quienes tenían una mirada seria.
──¿Esa es...? ──la voz de Luke se ahoga, viendo a la mujer. Jacaerys asiente, sabiendo lo que su hermano quería decir.
──Sí, es Deianira ──afirma, sus ojos cafés van al collar en el cuello de su tía. Era un lazo de color negro, algo grueso, y Jace se percató rápidamente de que ella estaba tratando de cubrir su cicatriz. Aquella que él le hizo cuando eran menores.
──Es hermosa ──susurra el ojiverde, y el príncipe heredero ríe. Si bien era verdad, Jacaerys jamás iba a decirlo en voz alta.
──Tal vez por fuera...pero ya la conoces ──dice, con la voz monótona y sin emociones ──. Por dentro siempre será una princesita malcriada.
Lucerys, sin saber que decir, se queda callado. La relación entre su hermano y su tía nunca fue buena, y al parecer las cosas no iban a cambiar ahora.
La rubia sostiene su espada y pelea con su hermano, riendo, ambos jóvenes eran habilidosos y ágiles. Los golpes eran duros y rápidos, casi sin piedad alguna. Jacaerys y Lucerys apenas podían reconocer los ataques antes de que estos cambiaran. Ambos Targaryen eran guerreros excepcionales, y ver a Nira luchando era algo poco común en personas de su estatus. Es decir, muchas princesas ni siquiera tocaban una espada en su vida, y cuando lo hacían a penas podían sostenerlas.
Cuando Deianira era joven odiaba entrenar, era muy mala con las armas y ni siquiera se esforzaba en mejorar sus habilidades. Dándose por vencida cuando la derribaban. Pero eso había cambiado bastante, ahora sus ambiciones eran mayores, y su fuerza también. Adoraba ver los rostros de los caballeros cuando una mujer los derrotaba, sabía que los hacía sentir inútiles y avergonzados, y para ella no existía una recompensa mejor.
No por nada su nombre significaba destructora de hombres.
Cuando Aemond cae al piso, todos contienen la respiración, la menor sonríe de lado y lo mira, con burla y diversión.
──Eso no fue justo ──exclama, pero la hija menor de Alicent le había ganado de forma honesta. Merecía su victoria.
──Al desenfundar una espada, no se debe esperar una pelea justa ──dice, repitiendo las palabras que una vez escuchó de Ser Criston. Las cuales aún recordaba a la perfección.
El guardia sonríe y se acerca a los hermanos, sosteniendolos de los hombros. Deianira le saca la lengua a Aemond, quién reprime una risa. Los hijos de la reina consorte habían sido entrenados, y casi criados, por el hombre de cabello lizo. Su relación era buena, incluso mejor que la que sostenían con el hombre que en verdad los había engendrado.
──Es todo por hoy, mañana el entrenamiento durará el tiempo necesario ──dice Criston Cole, y Nira frunce el ceño. Cuando la princesa está a punto de preguntar el por qué, Aemond gira, y sonríe falsamente.
──Sobrinos, que bueno es verlos de nuevo ──expresa, y Deianira ríe por lo bajo, Jacaerys aprieta la mandíbula y el castaño a su lado vacila.
──Han...crecido, tíos ──comentó, el niño de ojos verdes. La chica de cabello color plata se acercó a él y tomó sus mejillas entre sus dedos, sujetándolas.
──Mírate, que adorable te ves, Lucerys ──susurra, usando su encanto femenino, era obvio para Aemond y Jacaerys que ella no hablaba en serio. Pero Luke no pudo evitar sonrojarse.
──Gra...Gracias, Nira ──habla chocando con sus propias palabras, nervioso por el repentino calor en su rostro. La deslumbrante presencia de su tía era abrumadora, con sus rasgos sofisticados y sus ojos color morado.
──Ya déjalo ──interrumpe el príncipe castaño, mirando a la rubia sin expresión alguna. Deianira se gira hacía él, sonriendo, y se acerca de a poco... Jacaerys era más alto, por eso tuvo que levantar un poco la barbilla para mirarlo a los ojos.
──¿O sino...qué? ──murmura, en un tono tan bajo que solo él puede oírla. La ira cruzó por el rostro de Jace, y algo en su interior se encendió...un fuego abrasador.
──No querrás saberlo ──dice, por un segundo todo a su alrededor desapareció. Solo eran él, ella, y su odio recíproco.
La princesa sonríe, aún más, aparta la vista sin poder evitarlo, sus ojos se clavan en Lucerys...
──¿Tú quieres que me aleje? ──pregunta, el hijo mayor de Rhaenyra mira a su hermano, con una advertencia en sus orbes oscuras. Luke se ve presionado por ambos, sintiendo que debía escoger un lado de la balanza.
──Yo...em... ──Aemond se hace del tonto cuando el niño lo busca en señal de auxilio ──. Digo...s-somos familia.
El heredero de rocadragón siente el pulso acelerado y cierra los párpados, maldiciendo en su interior. Su voz se vuelve gélida cuando vuelve a ver a la chica.
──Bien, tú quédate con tus adorados tíos ──responde. Y comienza a caminar lejos de los tres, sus puños apretados hacen que sus nudillos pierdan color. Deianira ve a Aemond y los dos sonríen, sabiendo exactamente lo que el otro pensaba.
El chico toma a Lucerys de los hombros y lo lleva hasta la armería, mientras que la muchacha va detrás del mayor Velaryon.
──¿Por qué te molesta tanto? ──dice sonriendo, y camina junto al muchacho de capa azul. Lo escanea rápidamente, su mandíbula marcada, su figura fuerte, su altura...No iba a mentirse a sí misma, él era jodidamente atractivo. Pero eso no le quitaba lo idiota, y Deianira seguía odiandolo cómo cuando eran niños. Aunque tal vez un poco más...
──No juegues tus juegos sucios con mi hermano menor ──advierte, en forma de amenaza. Su rostro se mantuvo serio, sin mirarla ──. He oído los rumores acerca de ti, y al verte ahora sé que son verdad.
Deianira oculta el dolor punzante en su pecho al escucharlo, las palabras no dolían porque vinieran de él sino porque todos hablaban de ella como si la conocieran, sin embargo pone una expresión divertida. .
──¿Ah, si...? ──balbucea ──¿Y qué se dice de mí?
La platinada imaginaba lo que se decía en las calles sobre su persona, pero quería ver si Jacaerys era lo suficientemente valiente cómo para recordárselo.
Él sonríe, y se voltea a verla, deteniendo el paso.
──Creo que sabes bien lo que se dice de ti, Deianira ──cuando el castaño dice su nombre, cada músculo de su cuerpo se tensa. Se quedó muda de repente y el Velaryon tomó eso como su victoria ──. Te quedas callada porque sabes que es verdad, sabes que eres una mujer infame.
Jacaerys siente cómo su mano impacta contra su mejilla, la zona arde y el calor sube por su cuello. La princesa lo mira con furia y el castaño sostiene su cara. Pero esboza una sonrisa.
──Te enfadas, pero no lo niegas ──agrega, mirándola ──. Terminarás como tu madre, casada con un hombre mucho mayor que tú, llevando una vida miserable y vacía.
Las palabras se clavan como un puñal en la chica con el cabello plateado y cuando vuelve a alzar la mano para golpearlo Jacaerys la detiene, sus dedos se presionan en su muñeca con fuerza. La tensión de ambos abomba el aire, sus respiraciones chocan entre sí, y sus ojos brillan con odio.
──Ya no soy el niño al que puedes golpear a tu antojo ──habla, acercando su rostro al de ella.
──Eres un bastardo asqueroso ──la voz de la chica suena temblorosa, mientras intenta zafarse de su agarre, sin romper el contacto visual.
──Eres igual de asquerosa que yo, querida Deianira ──responde, triunfante. Jace mira la mano que tenía sobre ella y la suelta bruscamente ──. No vuelvas a tocarme.
Ella se ríe, pero su risa es ronca, ahogada.
──Como si alguna vez quisiera tocarte...
Jace la mira una última vez y se aleja, dejándola sola, Deianira lleva sus dedos a su muñeca, viendo la zona roja. Su enojo aumenta y levanta la barbilla, comenzando a caminar hacía sus aposentos, en el camino no puede evitar comenzar a pensar en su madre...en las palabras que ese repugnante bastardo dijo sobre ella.
Sus pasos se vuelven lentos y torpes, casi inseguros. Sus ojos van clavados en el suelo y su respiración se acelera, sintiendo sus ojos arder. Cuando abre la puerta y ve a la reina consorte esperándola allí se paraliza, Alicent tenía una mueca severa pero su expresión se suaviza cuando ve el rostro de su hija. Parecía pálida y preocupada por algo.
──¿Deianira, qué suce...? ──las palabras de la pelirroja se ven interrumpidas por el inesperado abrazo de la menor, quién hundió la cabeza en el cuello de su madre y comenzó a llorar. Alicent le correspondió el gesto, envolviendola en su cálido manto materno. La princesa pensó en muchas cosas en ese instante, una de ellas era la poca diferencia de edad que tenía Alicent con su hijo mayor, Aegon. Ella había tenido solo dieciséis años cuando se convirtió en madre del primer vástago varón del rey Viserys, la misma edad que Nira tenía hoy. La reina sostuvo la cabeza de su hija mientras sus lágrimas le manchaban el vestido.
──Lo siento, madre, lo siento ──suelta con un sollozo, su voz sale rota y ahuecada, la mujer siente su pecho hundirse al verla tan desesperada.
──Está bien, mi cielo, está bien ──la tranquiliza, acariciando su trenza desordenada con una mano y su espalda con la otra. Jamás la había visto tan vulnerable, sabía que mayormente se guardaba las cosas para sí misma, y odiaba eso...pero esto era tan nuevo para la reina de cabello cobrizo ──. Todo estará bien, mi niña...
Deianira se aferra a su madre, su respiración es cada vez más descontrolada y siente el peso de la verdad sobre sus hombros. Odiaba el hecho de que Jacaerys tenía razón, pero detestaba aún más la crueldad que los dioses habían tenido con su progenitora. Dándole una vida horrible... siendo obligada a casarse con Viserys, sabiendo que sus hijos corrían peligro por la corona, por el trono...
──Lamento lo que te pasó... ──susurra, llorando y Alicent siente un nudo formándose en su garganta. La mujer de sangre verde sabía de lo que hablaba.
──Tranquila, Deianira... ──dice, en voz baja, tratando de no sonar insegura ──Si las cosas no hubiesen sido así no te tendría a ti, o a tus hermanos...
Los dedos de la mayor acarician los mechones rubios de su hija y besa su cabeza.
──¿Eres feliz..? ──pregunta, tan despacio que la reina consorte debe acercarse para oírla.
Alicent duda...durante varios segundos, pero después asiente. Y sostiene a su hija con fuerza contra su pecho.
──Sí, los tengo a ustedes a mi lado, por supuesto que soy feliz ──aseguró, siendo honesta. Su vida no había sido lo que ella deseó, nunca pudo ser libre, su verdadero amor nunca pudo ser suyo. Pero, a pesar de todo, jamás podría arrepentirse de sus hijos, nunca desearía una vida en donde ellos no estuvieran consigo. Y si tuviera que pasar por todo ese dolor de nuevo, lo haría. Repetiría cada mínima acción por ellos.
────cam's note !
JACAERYS HIJO DE PUTAAAAAAA, AAAAAHGSDHGAS TE ODIO, TE ODIO, TE ODIO.
Chapter 8: ────seven,
Chapter Text
07, HEIR OF DRIFTMARK
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ALICENT SOSTENÍA las manos de su hija menor, Deianira miraba a Otto Hightower y contenía bostezos de aburrimiento. Helaena le sonreía amablemente a su media hermana, mientras Aemond trataba de enfocar su vista en su abuelo, pero siempre terminaba posando su orbe en su tío Daemon. Aegon, el mayor de los cuatro, tenía una horrible jaqueca y se cuestionaba sobre si sería muy dramático correr hacía la salida y desaparecer de la sala en ese preciso momento.
──Aunque todos aquí compartimos el deseo de que lord Corlys Velaryon sobreviva, nos reunimos para hacerle frente a la amarga tarea de decidir la sucesión de Driftmark ──dice el hombre castaño, y todos escuchan ──. Como mano, soy la voz del rey en este y todos los asuntos que lo ameriten. Ahora la corona escuchará sus peticiones. Ser Vaemond, de la casa Velaryon.
Jacaerys tenía la vista clavada en el moreno, pero cuando éste avanzó hacía el centro no pudo evitar notar que el rostro de la menor Targaryen detrás de él. Al verla el castaño sonrió, su mejilla aún le dolía, pero había valido la pena. De pronto, el príncipe heredero sintió su corazón acelerarse precipitadamente, lo asoció con los nervios del momento. Aunque tal vez fue por otra cosa...
──Mi reina, milord mano ──comenzó el hombre Velaryon, y Deianira trató de reprimir una sonrisa, pero no pudo. Jacaerys se sintió confundido al ver la mueca divertida en su rostro, pero se convenció a sí mismo de que su tía estaba loca, y lo dejó pasar ──. La historia de nuestras casas va más allá de los Siete Reinos hasta los días de la antigua Valyria. Mientras la casa Targaryen ha gobernado los cielos, la casa Velaryon ha gobernado los mares. Con la caída de Valyria nuestras casas se volvieron las últimas de su clase. Nuestros antepasados llegaron a esta tierra sabiendo que, si fallaban, significaría el fin de sus nombres y nuestras líneas de sangre... He pasado toda mi vida en Driftmark, defendiendo es escaño de mi hermano. Soy el pariente más cercano de lord Corlys, su propia sangre.
La princesa rebelde ve el momento perfecto, y se ríe, en voz baja.
──Aquí va... ──susurra ella, su murmullo solo fue captado por Aegon.
──La sangre verdadera e impecable de la casa Velaryon corre por mis venas ──termina el hombre y el primer vástago de Alicent esboza una sonrisa, mirando a su hermana más joven.
──Al igual que por la de mis hijos, los frutos de Laenor Velaryon ──interrumpe la heredera, captando la atención de los presentes. Su voz suena molesta, casi gruñona ──. Si le importa tanto la sangre de su casa, Ser Vaemond, no se atrevería a suplantar al legítimo heredero. Habla por sí mismo y su propia ambición.
──Ya hará su petición, princesa Rhaenyra ──dice Alicent, mirando a la rubia a los ojos por primera vez. Sus respiraciones se aceleraron al encontrarse, pero la heredera rompió la conexión con rapidez ──. Permita que Ser Vaemond sea escuchado.
Aegon y Deianira sonríen nuevamente, al unísono, mirando a su media hermana. Aemond los observa y trata de esconder su propia tentación de repetir sus acciones. Jacaerys clava sus orbes cafés en Nira y levanta la barbilla, tratando de contener la ira. La tarde anterior se había dejado llevar por sus emociones, por primera vez en mucho tiempo, y sabía que eso estaba mal...pero no pudo hacer nada para evitarlo. No cuando la platinada frente a él tenía una facilidad impresionante para sacarlo de quicio.
──¿Qué sabe de la sangre Velaryon, princesa? ──Ser Vaemond se voltea para ver a la heredera y se regocija al verla callada, evitando su mirada ──Me cortaría las venas para mostrársela, y aún así no podría reconocerla. Esto se trata del futuro y la supervivencia de mi casa, no de la suya.
El mayor Velaryon se vuelve para darle la cara a Otto Hightower, no sin antes lanzarle un vistazo a Lucerys, viendo lo débil que el niño aparentaba ser.
──Mi reina, milord mano... ──agrega Vaemond, Deianira siente los pulgares de su madre acariciando el dorso de su mano y baja la vista, para ver sus extremidades unidas. La chica aprieta su agarre y le devuelve la caricia ──Este es un asunto de sangre, no de ambición. La supervivencia de mi casa y mi linaje está por encima de todo. Humildemente, me propongo como sucesor de mi hermano, amo de Driftmark y señor de las mareas.
──Gracias, Ser Vaemond ──expresa el anciano en el trono, y su nieta menor lo mira fijamente, la osadía de ese hombre era abrumante ──. Princesa Rhaenyra, ya puede hablar por su hijo, Lucerys Velaryon.
Rhaenyra se acerca un poco al centro, tratando de lucir confiada pero la única persona en la sala que notó su nerviosismo fue la reina consorte. Aegon le codea las costillas a Deianira y Aemond niega cuando escucha la risa de su hermano mayor.
──Hagan silencio, eso es una falta de respeto ──dice Helaena en voz baja, pero los tres ríen un poco más.
──Si voy a seguir con esta farsa con una respuesta, empezaré por recordarle a la corte que hace casi veinte años, en este salón... ──comenzó Rhaenyra y en ese instante las puertas fueron abiertas, cuando los hermanos Targaryen vieron a su padre sintieron un hueco en el pecho. La hija mayor no podía creerlo, todos hicieron una reverencia ante el rey cuando él avanzó a duras penas por los pasillos de la sala del trono.
──El rey Viserys de la casa Targaryen, primero con el nombre, rey de los Ándalos y los Rhoynar, y los primeros hombres ──anunciaron ──, señor de los Siete Reinos y protector del reino.
Deianira ni siquiera pudo mirarlo a la cara, manteniendo la cabeza baja todo el tiempo, hacia casi un año que no lo visitaba en sus aposentos, y eso la perseguía cada noche, pero aún así seguía pretendiendo que su padre no existía. Como si el viejo rey fuera invisible para ella.
El anciano caminó de manera lenta, los ojos de la platinada estaban en su progenitor, recordando el llanto desconsolado de la noche anterior, en donde le rogó por ayuda. Viserys miró a su hija y trató de sonreír. Pero ella vió como él volteó hasta su último vástago.
──Deia...nira ──murmura, pero la rubia no le corresponde la mirada, y solo repite la reverencia.
──Rey Viserys...──dice, con la voz en un tono bajo. El rey anciano siente una punzada de arrepentimiento en el pecho al oírla, deseando poder escucharla llamarlo papá al menos una vez más. Rhaenyra mira la escena y traga saliva, dándose cuenta de la preferencia que su padre tenía entre los hijos nacidos del vientre de Alicent Hightower.
El rey avanza hasta el trono, rechazando la ayuda en el camino, pero al sentarse se le resbala la corona. Deianira aprieta los labios al ver que nadie se acerca y sale del agarre de su madre, caminando hasta la pieza de oro. La princesa la sostiene y sube por el trono, sintiendo su corazón rebotar en su pecho con una fuerza inhumana. Por un breve instante solo son él y ella, en una sala llena de sombras cuyas presencias no son importantes.
La chica de ojos morados mira al hombre, viendo su rostro desfigurado por la vejez y le coloca la corona sobre la cabeza, sintiendo un nudo en la garganta.
──Gracias, hija... ──susurra Viserys.
──No es nada, rey Viserys ──responde la chica y vuelve junto a su madre rápidamente, tomándole la mano. Jace entrecierra los ojos, analizando el repentino cambio de actitud de la princesa rebelde, pero sonríe con burla. Alicent siente las manos de su hija temblar y la sostiene con fuerza, evitando las miradas confundidas de Otto y Vaemond.
Deianira levanta la cabeza y ve a su abuelo materno, de repente siente una oleada de satisfacción al ver la cara del anciano castaño, y esboza una falsa sonrisa burlona, sabiendo que él la estaba viendo.
──La víboras no deben ocupar el asiento de un dragón ──susurra y Aegon suelta una carcajada en voz alta, estando de acuerdo.
──Debo admitir mi confusión. No entiendo porqué se escuchan peticiones de una sucesión que ya está acordada ──la pelirroja mira de reojo a Nira, recordando las palabras que ambas compartieron la mañana en que la princesa heredera llegó a King's Landing. Deianira tenía razón ──. La única presente que podría ofrecer una noción sobre los deseos de lord Corlys es la princesa Rhaenys.
Todos voltearon a ver a la reina que no fue, y Baela puso sus orbes oscuras sobre la Targaryen más joven, su odio hacía ella no había disminuido con los años. Y al verla allí, junto a Aemond, las imágenes de esa noche se acumularon en su mente. Detestaba el hecho de que todos la percibían como una chica amable, encantadora e inocente, obviamente su apariencia física tenía mucho que ver con estas características con las que la asociaban. Porque tanto Jacaerys como Baela creían saber que por dentro era horrible y despiadada.
Deianira sonríe de nuevo cuando percibe los ojos de Baela sobre ella, pero no se molesta en mirarla, ni una vez.
──Es cierto, majestad ──dice la mujer, y mira a su primo ──. Siempre ha sido el deseo de mi esposo que Driftmark sea heredado de Ser Laenor a su legítimo hijo, Lucerys Velaryon. Su deseo nunca ha cambiado, y tampoco mi apoyo a él.
Jacaerys miró a Deianira y sonrió de forma burlesca, cómo refregándole en su delicado rostro su victoria, ella lo mira y le sostiene el contacto visual, de pronto el corazón de ambos se acelera y el castaño aparta la vista, incómodo por la forma tan extraña en la que su cuerpo reaccionó al ver esas brillantes amatistas en sus ojos.
──De hecho, la princesa Rhaenyra recién me informó de su deseo por comprometer al príncipe Lucerys con la nieta de lord Corlys, Rhaena ──sigue diciendo la princesa Rhaenys ──. Una propuesta que he pensado detenidamente y consideré más que apropiada.
Luke sonríe y Jace mira a Baela por un instante, su madre le había ofrecido pedir la mano de la hija mayor de Laena también pero él lo rechazó, teniendo fé en que podría ganar el corazón de la morena con un poco de dedicación. Jacaerys quería que su futura esposa lo amara, no que se casara con él por política o beneficios sociales. Pero eso era algo que no se atrevía a decir en voz alta, temiendo lo cursi y empalagoso que sonaría, sabiendo que lo haría parecer un tonto inmaduro.
Aegon sonríe, sintiendo la tentación de volver a reír, al ver cómo su padre le había salvado el pellejo a su hija favorita...otra vez.
──Bueno, el asunto está resuelto. De nuevo ──comienza el rey, intentando poner fin de una vez por todas a esa reunión ──. Por lo tanto, reafirmo al príncipe Lucerys de la casa Velaryon heredero de Driftmark, al trono de Driftwod, y futuro señor de las mareas.
Los negros estaban sonriendo, aliviados. Deianira miró a Ser Vaemond y levantó las cejas, incitándolo en silencio a oponerse. Sus ojos profundos cayeron en el alma del hombre y, como si lo hubiera hipnotizado, el Velaryon avanzó hacía el centro de la sala.
──Rompió la ley y siglos de tradición al nombrar a su hija heredera ──interrumpe, tomando valor mientras se enfrentaba al anciano en el trono de hierro ──. Y ahora se atreve a decirme quién merece heredar el nombre Velaryon, no...no voy a permitirlo.
──¿Permitirlo? ──cuestiona Viserys, la rubia abre los ojos con diversión mientras enfoca su atención en su padre ──No olvide con quién habla, Vaemond.
El hombre endureció la mirada, y la ira hizo temblar su cuerpo, mientras contenía las ganas de gritar. Al menos, por unos segundos...
──¡Él no es un verdadero Velaryon! ──exclama, con fastidio, apuntando al ojiverde con el dedo índice ──Y mucho menos mi sobrino.
Deianira, Aegon y Aemond sonríen al unísono.
──Ya ha dicho suficiente ──expresa la princesa mimada, y se voltea hacía sus vástagos ──. Vayan a sus aposentos, ahora.
Luke y Jace no la obedecen, y se quedan a su lado.
──Lucerys es mi nieto legítimo ──declaró el rey, con la cabeza ladeada ──. Y usted solo es un segundo hijo de Driftmark.
La hija menor de Viserys observó la escena con interés, tratando de adivinar que pasaría luego.
──Usted puede llevar su casa como le plazca, pero no decidirá el futuro de la mía ──el rey ve como sus dos hijas, la mayor y la menor, ponen sus orbes moradas en él...sorprendidas por la osadía de Ser Vaemond ──. Mi casa ha sobrevivido a la Perdición, y a mil tribulaciones posteriores. Y por todos los dioses, no veré cómo termina por este...
El moreno vacila en sus palabras, callándose de pronto, Daemon lo observa, tocando ligeramente el mango de su espada.
──Dígalo ──murmura el príncipe platinado y Vaemond se gira hacía su persona.
──¡Sus hijos son bastardos! ──gritó el mayor, sobresaltando a todos los presentes. Luego voltea hacía Rhaenyra ──Y ella...es una zorra.
Los tres vástagos de Viserys sonríen aún más, siendo Helaena la excepción, la mujer tenía una mirada de preocupación y acariciaba su hinchado vientre. El rey se levanta de su trono y desenvaina su daga.
──Tendré su lengua por eso ──dice el anciano, pero antes de que puedan reaccionar la cabeza de Ser Vaemond se parte en dos, salpicando sangre hacía los presentes, la mitad superior del cráneo del hombre cae junto a los pies de Aegon y Deianira quienes tienen una mueca entre sorpresa y asco. Aemond se colocó frente a Helaena, protegiéndola a ella y a su bebé.
──Puede quedarse con su lengua ──expresa, el sanguinario Daemon Targaryen, sosteniendo a Hermana Oscura en sus manos. Deianira no puede moverse, sus ojos están fijos en los ojos inertes de Vaemond Velaryon. Aegon a su lado estira el pie y empuja la cabeza, alejándola de ellos.
──Que asco... ──susurra el rubio. Los gritos de los guardian intentando desarmar al príncipe los llevan de nuevo a la realidad, el hermano del rey levanta las manos, y se va...pacíficamente.
Deianira siente como su madre le suelta la mano y se aleja, Rhaenyra y Alicent ayudaron a Viserys a bajar del trono, y junto a los guardias reales lo escoltaron hasta sus aposentos.
Unos minutos después las personas se fueron retirando, quedando los príncipes y algunos guardias allí, junto al cadáver del moreno. Deianira suspira y comienza a caminar hasta la salida, rodeando al muerto.
──Otro día, otro drama ──dice, y se detiene frente a sus sobrinos, mirándolos ──. En vez de arrancar lenguas, deberían arrancar ojos, así al menos no veremos lo obvio frente a nuestras narices.
Ella sonríe y se marcha, pero antes de salir escucha un murmullo.
──Bruja ──susurra Baela, y Deianira se detiene.
──Que insulto tan encantador, tal vez para la próxima pienses en uno más ingenioso ──comienza ──. Como el que me dijo Jacaerys ayer...¿cómo era, querido sobrino?
Nira se gira hacia el castaño fingiendo haber olvidado lo que le dijo, una carcajada estaba a punto de brotar de sus labios. Jace, sin embargo, la miró manteniendo su expresión seria. Todo lo contrarío a Aegon, quién disfrutaba de la disputa con una mueca divertida.
──Mujer infame ──repite él.
──Exacto, eso ──agrega la rubia, y pone sus orbes moradas en Baela ──. Tal vez puedas pensar en algo como eso después, mi adorada Bae...
Sus palabras estaban llenas de sarcasmo y burla oscura, como si se creyera mejor que todos en esa sala. Dicho eso, se fue...dejándolos solos. Jacaerys ve el rostro rojo de Baela y aprieta la mandíbula, sintiendo que no pudo protegerla de Deianira.
Entonces comienza a caminar detrás de la rubia, a toda velocidad, dispuesto a enfrentarla de una vez por todas.
────cam's note !
Bueno, como dijeron Nira y Taylor Swift; another day, another drama (drama!)
Comenten, voten, y no sé...qsy, tiren teorías de lo que creen que podría pasar en el futuro, sería divertido leer sus opiniones también. Para charlar un rato !
Chapter 9: ────eight,
Chapter Text
08, THE DARK BEAST !
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JACAERYS CAMINÓ con apuro detrás de la pálida cabellera de la princesa, sintiendo como cada uno de sus músculos se contraían por la ira que sentía por ella. Deianira no había oído los pasos de su sobrino y se dirigió al patio, divagando entre qué hacer. Ya que desde que Aemond y Helaena estaban enamorados sus días eran más solitarios.
Jace se detuvo en seco y solo la vió marcharse, cuando ella estuvo lejos suspiró, y apretó el arco de su nariz.
──¿Qué haces, Jace, qué haces? ──se susurra sí mismo, con frustración. No podía creer que se estaba dejando llevar por sus emociones de nuevo, se suponía que debía ser responsable y tomar las cosas con seriedad y madurez. Seguir a Deianira para enfrentarla y volver a pelear no era lo correcto ──No dejes que ella te controle, enfócate en lo importante.
Luego de dudarlo el príncipe heredero decide volver al salón del trono, allí solo estaba Baela, y el cuerpo de Vaemond ya había sido retirado.
El castaño se acercó a la morena y le apretó el brazo con delicadeza, dedicándole una sonrisa cálida y amigable. Baela sintió su corazón acelerarse, y le devolvió el gesto.
──¿Quieres...? ──pregunta el chico, pero ante la inseguridad se calla. Baela asiente, sabiendo lo que él quería preguntar.
──Claro, ¿quieres caminar un rato? ──cuestiona y Jace sonríe.
──Me encantaría, Baela.
La tarde pasó volando para ambos jóvenes, los dos estuvieron hablando de forma animada, conociéndose mejor, Jace llegó a la conclusión de que Baela era todo lo que él había creído. La mujer perfecta para ser su esposa, y su futura reina. Al volver a sus aposentos en la noche, el hijo mayor de Rhaenyra tenía una mueca alegre, y sentía su cuerpo ligero. Si bien le gustaba Baela, aún no la amaba...pero eso sería solo cuestión de tiempo, ya que no tenía duda alguna de que al pasar más tiempo con ella terminaría completamente enamorado. Su personalidad era llamativa para el chico, ella era amable, sensata y respetuosa.
Baela decía todo lo que el príncipe heredero necesitaba oír, como si sus mentes se conectaran y compartieran sus pensamientos, y Jace se sentía perfectamente bien a su lado. Rhaenyra adoraba a la hija mayor de Daemon, y la idea de que Jace la cortejara la hacía estallar de felicidad, y los dos sabían que el príncipe canalla no soportaba la idea de que su vástago se casara con alguien desconocido. Y en secreto, el rubio deseaba que Baela abriera su corazón para Jacaerys.
No había nada que pusiera en duda lo que pasaría entre ambos, nada...excepto una pequeña cosa. Jacaerys comenzaba a notar cómo su pecho subía y bajaba rápidamente cuando Deianira estaba cerca, se percataba de que, sin poder evitarlo, sus ojos siempre se encontraban con su persona, el órgano en su pecho bombeaba sangre con desesperación cada vez ella ponía sus orbes amatistas en él. Y Jace odiaba eso.
Odiaba mirarla.
Odiaba que ella existiera.
Odiaba haber perdido la oportunidad de matarla cuando eran niños.
Odiaba la forma en la que hablaba, la forma en la que caminaba, la forma en la que actuaba.
Pero odiaba aún más el hecho de que no podía negar que era preciosa.
Que sus labios carnosos, su piel pálida, su cabello dorado y sus malditos ojos eran la perfección encarnada en la tierra. Jacaerys no podía negar, por mucho que lo intentara, que Deianira parecía un ángel.
Pero sabía que esto que sentía solo era por su apariencia, o creía saberlo, porque por dentro ella tenía todas las malas cualidades que el castaño repudiaba. Odiaba la audacia con la que manifestaba sus pensamientos, odiaba su vocabulario, odiaba verla entrenar...porque era tan buena que lo hacía sentirse patético.
Odiaba, odiaba, odiaba con toda sus fuerzas a Deianira Targaryen.
Y de esa forma se durmió, maldiciendo el nombre de su tía entre murmullos incoherentes, ni siquiera quería recordarla, pero ahí estaba...en las profundidades de la oscuridad de su habitación, metido entre las sábanas, con el ceño fruncido y pensando en lo hermosa que era la princesa rebelde.
Deianira despertó cuando una de las criadas le tocó el hombro, había oído su insistencia antes pero abrir los ojos parecía una tarea mortal en ese momento. La rubia se levantó de la cama, y le agradeció a la adolescente.
──¿Quiere que la ayude con su baño, mi princesa?
──No... ──murmura la mayor, con el corazón acelerado por la repentina pregunta ──No, gracias, Alyssa.
La muchacha se marchó y la platinada se metió en el baño, despojándose del fino vestido que usaba para dormir, cuando sus manos alcanzaron su cuello y retiraron el collar de tela sus ojos se clavaron en aquella horrible cicatriz.
Nira contuvo el aire y las yemas de sus dedos trazaron la piel herida, se había hecho más fina con el correr de los años, pero seguía pareciendo grotesca ante los ojos de la princesa. Si la apretaba con fuerza suficiente podía sentir la carne herida de la parte interior chocar contra los huesos de su garganta. Deianira suspira y da vuelta el espejo, para evitar volver a verla por error. Entonces se da un baño rápido pero relajante, por momentos deseaba no volver a la superficie pero debía hacerlo. Cuando salió lo primero que hizo fue volver a ponerse la gargantilla, y luego la acomodó para que cubriera la zona indeseada.
Un vestido color carmesí cubrió su cuerpo luego de haberse secado, tenía un escote un poco más revelador de lo recomendado para las señoritas de su edad, pero poco le importó, no usaba collares ya que desde aquella noche en Driftmark solo se ponía la tela oscura alrededor de su cuello, y tampoco tenía la costumbre de vestir anillos; a pesar de que le encantaba como le quedaban, siempre parecían incomodarla después de un rato. Lo único que decoraba sus extremidades eran unas finas pulseras de oro que Aemond le había regalado cuando cumplió los catorce onomásticos de edad.
Y así salió de la habitación, siendo seguida por un guardia, el chico caminaba con una risa invisible sobre los labios.
──Mi princesa... ──murmuró.
Deianira giró los ojos con diversión.
──Ser Peter Lannister ──suelta, fingiendo el mayor de los desprecios ──¿Será que la fortuna me detesta?
El rubio arruga el entrecejo, y ambos siguen caminando, ya estaban a pocos pasos del comedor real.
──¿Por qué lo dice?
──Es que encontrarlo tan temprano merodeando cerca de mí me hace creer que debo tener la peor de las suertes ──dice sonriendo, y se mete en la sala, dejándolo afuera completamente anonadado por sus palabras. Una mueca de disgusto se asoma por su rostro a ver a todos sus parientes sentados en la gran mesa, todos menos el rey. La rubia nota que Baela está sentada en su asiento pero decide no decir nada, para no arruinar su escaso buen humor ──. Buenos días.
Algunos se quedan estupefactos al escucharla, pero nadie menciona palabra alguna, nadie...excepto el castaño.
──¿Te caíste de la cama al despertar, cierto? ──pregunta Jacaerys, llevando la copa a sus labios, y mirándola a los ojos mientras lo hacía. Los presentes los observan y Rhaenyra aprieta los párpados, sabiendo que ninguna interacción entre los dos adolescentes podría conducir a algo bueno.
──Desearía haberlo hecho, así ahora no tendría que estar frente a tu rostro ──responde, bebiendo agua y evitando el contacto visual.
El príncipe heredero sonríe al notar ese detalle.
La familia desayuna en silencio por un rato, cada uno de ellos deseando que toda la comida en sus platos desaparezca para ya marcharse de ese lugar. Las miradas volaban de unos a otros, una rubia y una pelirroja trataban de comer sin alterarse, estando sentadas una junto a la otra. Lucerys miraba de reojo a sus tíos, y la única presente que tenía una expresión de felicidad genuina era la princesa Helaena, quién se alimentaba a base de frutas y acariciaba su vientre, sintiendo las patadas del bebé que crecía allí.
──¿Qué pasará con Vaemond Velaryon, hermana? ──cuestiona Aemond, posando su orbe azul en la hija primogénita de Viserys. La platinada traga saliva y mira de reojo a su esposo.
──Si, hermana, ¿qué haremos con el muerto? ──Deianira se ahoga con el té cuando escucha la voz de Aegon y trata de no ponerse roja bajo la estricta mirada de la reina consorte ──¿Haremos dos funerales? Ya sabes...uno para el cuerpo, y otro para la cabeza.
Un estruendo llama la atención de todos y Rhaenys sale del comedor a toda velocidad, Baela se levanta arrojando su servilleta de tela sobre el plato del chico de cabello plateado.
──Eres encantador, Aegon, muy encantador ──expresa la morena, con sarcasmo, y luego se va del salón detrás de su abuela. Aegon mira a Deianira y ríe, luego Jace deja su asiento también, pensando en ir junto a su futura prometida.
──Las reuniones en esta familia son un espectáculo ──menciona el castaño ──. En sentido literal y figurado.
Lucerys ve a Deianira riéndose en voz baja mientras Jacaerys sale de la sala, el silencio inunda el comedor y todos parecen tener la vista clavada en sus propios platos, luego de unos segundos Aegon pellizca el brazo de la rubia.
──Esta noche, tú y yo...pasillos secretos ──susurra el rubio, sonriendo y disimulando su conversación.
──Oh, no, no ──murmura la menor ──. No me metas en tus cosas raras de nuevo, Aegon.
El mayor se ríe y se levanta, dejando la sala.
Deianira suspira y abandona su asiento, disculpándose con su madre para poder partir tranquila. Al salir del comedor, alguien tiró de su brazo y la llevó hasta los jardines. La princesa solo pudo correr tras la figura para evitar caer.
──¡Por los dioses, Aegon! ──chilla, golpeando el brazo de su hermano mayor, quién ríe por su reacción.
──Vamos, no seas aguafiestas ──dice el rubio, su brazo pasa por los hombros de la menor y ambos caminan por el pasto, a pasos lentos. Mientras ella intentaba calmar su respiración ──. Oí que el teatro ha llegado a las calles de King's Landing, y sabes que adoro la obra del borracho y la zorra.
Deianira ríe, sin poder evitarlo.
──Nunca he oído esa ──confiesa, a lo lejos Baela y Jacaerys los ven avanzar, sin poder escuchar de lo que hablaban.
──Creeme, te encantará. La dama gorda hace una imitación excepcional de nuestra querida media hermana ──informa, con un toque de burla. La hija menor de la reina consorte se ríe por las expresiones faciales que se asoman por su rostro.
Jace frunce el entrecejo al verlos hablar de forma tan animada.
──Son unos idiotas ──murmura Baela, mirando fijamente al primer vástago varón de Viserys. Sus puños se aprietan contra la áspera tela de su vestido. El príncipe castaño asiente, pero sus orbes café siguen en Deianira. Sus dientes se veían debajo de sus labios, mostrando una sonrisa cálida que el joven bastardo jamás vió en ella. En ese instante su mente se inundó de pensamientos ──. Él es un borracho inútil...y ella una puta.
──Basta, Baela ──musita el chico, y cruza una mirada con la morena. Luego de unos segundos se percató del insulto vulgar que había salido de los labios de su prima, y se estremeció ante la idea de oírla maldecir de tal forma. Jacaerys no se había permitido llamar así a la rubia, por lo fuerte y despiadada que sonaba esa palabra, pero viniendo de la hija de Daemon parecía como algo más fácil de admitir. Algo natural.
──¿Acaso miento?
──Supongo que no, pero aún así... ──susurra, sin poder aclarar sus ideas, ¿era algo tan malo insultar a Deianira...? ¿llamarla de esa forma era justo? Aegon le preocupaba poco, porque era un hombre, y al final del día las acusaciones contra él serían olvidadas por todos.
El príncipe bastardo empujó su lucha interna a un lado de su cabeza y miró a la chica a su lado, ella trató de sonreírle.
──¿Quieres que Moondancer y Vermax vuelen juntos un rato? ──cuestionó la primogénita de Daemon, y Jacaerys sonrió, sus mejillas se tornaron levemente de un color carmesí.
──Claro ──comenta, asintiendo. El heredero de Rhaenyra tenía la ilusión de que ambos dragones pudieran formar un vínculo, para que él y Baela fueran compañeros de por vida.
El viento se coló por las alas de Vermax, emitiendo un sonido zumbante de baja frecuencia. El joven heredero alzó la vista para ver a Baela y Moondancer a su lado, los dragones se habían conocido y entrelazado de forma peculiar. Mostrándose cómodos cerca del otro.
La dragona de alas color perla era pequeña pero ágil a la hora de volar, esquivando aves y evitando vientos bruscos. Vermax gruñía y aleteaba despacio, cómo si esperara para que la bestia a su lado lo alcanzara junto a su jinete.
El cielo estaba teñido de un color dorado, las nubes eran casi pálidas y transparentes. El sol comenzaba a ocultarse, y la gente de King's Landing caminaba de un lado a otro como pequeñas manchas movedizas a varios metros de distancia. Jacaerys se permitió relajarse sobre la montura del animal alado, mientras que la morena reía y agitaba los brazos.
──A Vermax le agrada Moondancer ──exclama el príncipe, mirando a la chica, ella sonríe y asiente.
──A Moondancer también parece agradarle Ver... ──comenzó a decir, pero luego su rostro se puso de un color claro, sus ojos se abrieron y Jace notó que contenía la respiración ──¡Jacaerys, cuidado!
El grito de Baela le erizó la piel, y cuando se volteó hacía donde ella estaba señalando lo primero que vió fue el hocico de un enorme dragón abierto, listo para tragárselo vivo. El príncipe bastardo tomó con rapidez las sogas que sostenían a Vermax y lo obliga a bajar, pero su compañero ya había atacado. Arrojando fuego hacía el animal desconocido.
El sonido de los dientes del gran dragón chocando dejó los oídos del primogénito de Rhaenyra ardiendo, sus alas emitían una vibración tan fuerte al aletear que Jace no pudo compararlo con nada que haya sentido antes. En su lomo no había ninguna montura, ni sogas, o señales de haber sido domado. Era un dragón salvaje.
El tamaño de la bestia era indescriptible, el príncipe heredero ni siquiera pudo verlo en su totalidad, Vermax se alejó de la escena sin darle tiempo a pensar. Jacaerys buscó a Baela con la mirada y la encontró a lo lejos, tratando de ordenarle a su dragona seguir a Jace. Pero Moondancer se negaba, pues el enorme dragón había ido tras el príncipe heredero y Vermax.
Jacaerys siente su respiración congelarse y sabe que, si el animal desea atacarlo, él no tendrá oportunidad alguna de defenderse. La bestia parecía, incluso, mucho más grande que Vhagar. Si es que había una posibilidad de ello.
Así que lo único que pudo hacer fue volver a pozo dragón, con el animal pisándole los talones, gruñendo y abriendo la boca. Jace vió su hocico doblado en lo que parecía ser una sonrisa, su color oscuro era opaco, y los cuernos sobre su cabeza eran de color carmesí. Igualando a la sangre.
──¡Acelera, Vermax! ──exclama el chico, en alto valyrio, sintiendo su corazón asomarse por su garganta,
Chapter 10: ────nine,
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9, THE DRUNK AND THE WHORE !
──────── ⚔ ────────
DEIANIRA MOVIÓ su mano por la espalda de Helaena, brindándole calor, la chica lloraba desconsoladamente mientras escondía su rostro entre sus manos.
──Pero él tiene razón, Nira...tiene razón ──sollozó la platinada, su respiración era irregular y sus mejillas estaban teñidas con tonos carmesíes. La rubia la abraza, envolviendo su brazo en los hombros de su hermana mayor.
──Lo sé, pero no hay nada que podamos hacer, ya no...──susurra, y le besa la frente, sus dedos rozaban la tela del vestido de color verde opaco. Nira siente sus ojos arder, pero no se permite llorar, porque Hela la necesitaba fuerte.
──Aemond jamás podrá reclamar a nuestros hijos como suyos, ellos jamás podrán llamarlo papá...──repitió, algo que había dicho hace unos minutos antes de comenzar a llorar. La princesa rebelde se aferra más a ella, deseando poder consolarla, pero esto no tenía solución. Si la verdad se sabía, los hijos de Helaena serían tachados de bastardos, serían rechazados por todos...
En ese momento Aegon interrumpe en la sala, arrastrando a Aemond, Helaena y Deianira se sorprende por la escena y se quedan estupefactas al ver al a los mayores.
──¡Suéltame! ──exclamó el de cabello largo, saliendo del agarre del mayor. Helaena mira al hombre que ama y levanta la barbilla, cuando Aemond la ve a la cara siente la culpa presionando sobre sus hombros. Los ojos morados de Helaena estaban cubiertos de lágrimas húmedas, su nariz roja y sus manos temblando ──Hela...
Deianira se levanta y pasa junto a su hermano mayor.
──A ella también le duele esto, Aemond ──murmura, y los dos hijos menores de la reina consorte cruzan una mirada. El rubio asiente y baja la vista, avergonzado. Aegon tira del brazo de la platinada y la saca de la habitación, antes de que ella se ponga a darle un sermón al tuerto.
Ambos Targaryen salen por los pasillos y Nira entrelaza su brazo con el de su hermano.
──Aemond puede ser un idiota a veces ──agrega la princesa rebelde, el chico a su lado esboza una sonrisa.
──Bueno, es hermano mío... ──bromea él, sacándole una risa a la más joven ──¿Escuchaste lo que le pasó al bastardo de nuestra hermanita?
Deianira lo mira, sonriendo.
──¿Qué pasó?
──Un dragón salvaje lo atacó esta tarde, a él y a su dragón ──comienza a explicar ──. Vermax está malherido, y nuestro adorado sobrino aún no ha despertado. Al parecer cayó desde las alturas, Baela lo rescató antes de que tocara el suelo.
──Que lástima ──se burla ella, pero se sorprende cuando una parte de sí misma se encuentra preocupada. La sensación es abrumante, pero decide ignorarla ──Pero...¿está grave?
El primer vástago varón del rey Viserys se encoge de hombros, dudoso. Poco le importaba el estado del adolescente, así que no se molestó en seguir escuchando la información que le dieron.
──No lo sé, pero el dragón nuevo ha sido aprisionado. Al parecer intentó comerse a otros de su especie, tenía hambre.
Deianira asiente, pensando vagamente en Jacaerys, pero decide cambiar de tema. Su cuerpo se estremece ante la idea de sentir preocupación por ese bastardo, y al recordar el incidente que tuvieron el día anterior sus entrañas se llenan de odio. Jace había insinuando que era una puta, y luego, insultó a su madre. Lo que la enojó todavía más. Su muñeca ya no dolía, pero la princesa platinada tenía el deseo de devolverle el gesto.
──¿Tiene jinete? ──cuestiona, después de un largo silencio.
──Al parecer no, es muy violento...los dragonkeepers dudan que alguna vez haya sido domado por alguien ──informa el príncipe, y frunce el entrecejo cuando la rubia sonríe ──. Oh, no, no, no, no.
Repite, una y otra vez, sabiendo las intenciones de Deianira. Pero era tarde, porque cuando algo se le metía en la cabeza a la hija menor de Alicent Hightower, era más fácil arrancarle la cabeza que la idea.
──¿Por qué no? ──dice, con un tono cargado de diversión ──Dijiste que atacó a Jacaerys e intentó comérselo, ese dragón en mi alma gemela.
Aegon esboza una sonrisa, y niega ligeramente la cabeza, sosteniendo los hombros de su hermana menor.
La noche se abría paso en las largas y alborotadas calles de King's Landing, las luces doradas iluminaban las cabezas de los pueblerinos, y dos príncipes escondiendo sus cabelleras plateadas reían y bailaban con los brazos entrelazados.
Aegon pisó el pie de Deianira, y ésta chilló de dolor pero luego volvió a soltar una sonora carcajada. El alcohol ya había hecho efecto en el mayor, quién titubeaba con sus pasos y se sostenía de las manos de su hermana para evitar resbalar. Algunas personas se habían reunido para ver su agitada danza, en momentos como ese ambos Targaryen se desconectaban de su realidad, permitiéndose a sí mismos olvidar a su familia y sus problemas con ellos.
Los dedos de Aegon se deslizaron por la muñeca de la platinada delicadamente y la hizo dar una vuelta, para notar una sonrisa tatuada sobre sus labios. El primer vástago varón del rey no podía evitar ver a una pequeña niña herida cada vez que observaba a Deianira, y el sentimiento de querer protegerla de todo daño aumentaba a cada día. Al igual que a todos sus hermanos, a quienes amaba intensamente, pero siempre sentía culpa por no poder demostrarlo de la manera en la que quería.
Cuando un golpe estruendoso rebotó entre las paredes de piedra de la ciudad, los dos príncipes encubiertos se acercaron emocionados hacía la multitud, viendo el precario escenario en donde tres actores tomaron sus puestos rápidamente.
Deianira sonríe cuando ve a un anciano pretendiendo ser su padre, sentado en un trono de madera hecho con una silla y retazos de tela pintadas de color acero cubriéndolo. A un lado de él, estaba otro personaje, un hombre de apariencia gorda e higiene dudosa, sobre su cabeza reposaba una tela blanca pretendiendo ser el típico cabello de los Targaryen. Al otro extremo había una mujer, alta y rellena, pretendiendo mirar hacia arriba. Cómo si se creyera mejor que los otros dos.
──¡Te lo dije! ──murmura Aegon, estirando los brazos, con una sonrisa amplia ──Igual a nuestra querida hermana, ¿no es así?
Deianira ríe pero niega con la cabeza.
──Insultar la apariencia física de Rhaenyra sería insultar la mía ──dice, bajando la voz ──. Madre me ha dicho muchas veces que me parezco mucho a nuestra hermana cuando era joven.
Aegon pone una mueca, de disgusto y burla. Cuando intenta responderle a la princesa a su lado la obra comienza, causando que los murmullos de los pueblerinos desaparezcan, dejando un frío silencio en el aire.
Unas velas brillan detrás de la cabeza del impostor de Viserys. Y el show comienza. Los actores de Aegon y Rhaenyra empujan de un lado a otro al rey falso, tambaleándolo en su trono. Luego el hombre gordo le arrebata la corona, y la mujer intenta quitarsela. Por varios segundos la pieza de madera se mueve d aquí para allá, en un vaivén. El Aegon real ríe y la escena termina.
Deianira mira los rostros divertidos de las personas y se relaja, viendo sus miradas tranquilas. Sabía que observar ese tipo de espectáculos sería irrespetuoso, y que seguramente a su madre se le pondrían los pelos de punta al escuchar la voz rota en carcajadas de su hijo mayor al ver esa obra teatral, pero en ese instante la princesa rebelde solo quiere olvidar la creciente preocupación en su pecho. El pensamiento de Jacerys herido genera un sentimiento de satisfacción y miedo al mismo tiempo...creía que poco le importaba, pero mientras más se repetía de que el bastardo se merecía lo que le pasó, más culpable se sentía por ello.
Un grito desesperado alertó a la rubia y se sobresaltó, pero la mano de Aegon estaba en su brazo mientras la sostenía cerca.
──Está bien ──susurra el chico, y sonríe dulcemente. Tranquilizando a su hermana menor. Cuando los orbes color amatista de Deianira se volvieron a clavar en el escenario, vió al actor mayor tirado en el suelo, y a la mujer regordeta que fingía ser Rhaenyra llorando a su lado. La princesa rebelde frunce el entrecejo, y se aferra al primogénito de Alicent. Una oleada de enojo recorre su cuerpo al darse cuenta de que estaban haciendo los adultos.
──¿Están interpretando la...?
──¡El rey Viserys ha muerto! ──exclama uno de los teloneros, vestido de bufón y Deianira siente sus mejillas arder, mientras su mandíbula se apretaba ──¿Quién será el primero en tomar el trono, el borracho o la zorra?
A la princesa se le forma un nudo en la garganta, y al ver a su hermano, él tiene una mirada seria. Casi distante, como si se hubiera alejado de la realidad por un momento.
──Aegon... ──susurra la chica de cabello plateada, intentando llamar su atención ──¿Vas a usurpar el trono, cierto?
La voz de la menor siente como su voz se rompe en medio de la oración, y entonces el platinado la mira, su expresión seria era algo nuevo en él.
──No voy a usurparlo ──dice ──. El trono es mío desde mi nacimiento, soy el primogénito varón de Viserys. Por ley y tradición, el heredero al trono de hierro soy yo.
Un escalofrío recorre la espalda de Deianira y, aunque quiso negarlo, sabía que el rubio a su lado tenía razón. Incluso pasó antes, cuando la corona estaba dividida entre Rhaenys y Viserys, cuando el pueblo y el rey eligieron a su progenitor para ser el futuro señor de los Siete Reinos. La historia se iba a repetir.
──Esto podría causar una guerra.
──Lo sé ──interrumpe Aegon, tragando saliva a duras penas ──. Pero no dejaré que ella tome el trono, no cuando sé que lo primero que hará será matarnos. Incluso a ti y a Helaena, si Rhaenyra se convierte en reina tendrá que asegurarse de que su legado no se vea afectado. Tarde o temprano lo hará...por decisión propia, o por presión.
──Rhaenyra jamás nos lastimaría ──comenta la platinada, pero no está segura de sus palabras.
──Tal vez ella no, pero con Daemon cómo su consorte Aemond, Helaena y tú no estarán a salvo ──Aegon clava sus orbes moradas en Deiani, viendo la duda en los ojos de ella ──. No hace falta que lo entiendas, Nira. Yo tampoco lo comprendí, al menos, no hasta que fue obvio.
Y dicho esto, el príncipe se alejó de la menos, abriéndose paso entre la multitud. La princesa rebelde lo ve desaparecer y entonces observa por última vez a los actores, sabiendo lo que debía hacer. Deianira salió a toda prisa hacía la fortaleza, corriendo por las calles, sintiendo su corazón bombear con fuerza en su pecho.
Los gritos alegres, los murmillos compartidos entre prostitutas y clientes, e incluso las peleas de los ebrios fueron desapareciendo a medida que la joven platinada se alejaba de las muchedumbres. Pasó corriendo cerca de varias taberna, donde vió a niños delgados durmiendo en las calles, pero por más que deseó detenerse supo que ese no era el momento. Pero se prometió a sí misma volver a ese lugar.
Cuando llegó a su hogar, corrió por los pasadizos secretos, llegando al pasillo que daba a la habitación de la reina consorte. El primero en verla fue Ser Criston Cole, quién hacía la guardia nocturna.El hombre de cabello lizo abrió los ojos, al notar su ropa. La princesa tenía una camiseta de seda de color beige, tirando a un amarillo opaco, y unos pantalones de tela gruesa de color café. En ese momento parecía una campesina, sin contar que su cabello plateado estaba cubierto por un gorro de lana. Y cuando Deianira sintió los ojos de Criston Cole en esta prenda, se la sacó, dejando que su pelo cayera sobre sus hombros.
El hombre tuvo un déjà vu al tenerla enfrente, y sintió cómo su cuerpo comenzaba a temblar. La princesa Targaryen estaba intentando recuperar un poco de aire mientras se acercaba al mayor.
──Ser Criston ──habló, con la voz descontrolada por la agitación ──. Necesito hablar con mi madre.
──¿Cómo pudiste ser tan insensata, Deianira? ──cuestiona la reina verde, con desesperación. Aún tiene puesto su vestido de dormir, mientras se sostiene el pecho. La princesa rebelde tenía una taza de té en sus manos, le había dado un par de sorbos pero el sabor era amargo y disgustante.
──No he hecho nada malo, madre ──aclara, dejando la bebida sobre una de las mesas de la habitación de Alicent ──. Aegon y yo solo nos divertíamos, solo...salimos a dar un paseo. No pasó nada malo.
Por mucho que la pelirroja quisiera creerle, no podía. Larys Strong le había contado los rumores acerca de sus hijos, todos en King's Landing afirmaban que el hijo mayor de la reina estaba conduciendo a la princesa hacía el mundo del pecado y la lujuria, llevándola a bares y burdeles.
──Nira, ya he oído las peculiares costumbres que tienen tu hermano y tú ──menciona la mujer, con un tono bajo, y la adolescente siente cómo su corazón se presiona con fuerza entre sus costillas. Ser Criston, que estaba en una de las esquinas de la habitación, abrió los ojos con sorpresa.
──¿Q-qué? ──susurra, con la voz hecha un hilo, por medio segundo se cuestiona si su progenitora la escuchó o no ──No, madre...todos esos rumores asquerosos no son ciertos, créeme.
La reina consorte la mira a los ojos, viéndolos cristalizados, los orbes morados de Deianira brillaban con pequeñas lágrimas que se asomaban por sus pestañas inferiores.
──Aegon es mi hermano, siempre será mi hermano... no lo veo como algo más, y él tampoco me ve de esa forma ──agrega, y la siente la presión de confesar ──. Sí, me llevó a una casa de placer hace unos meses, pero fue porque yo se lo pedí...tenía curiosidad, y sé que fue estúpido e irresponsable de mi parte. Pero te lo juro, madre, nada pasó esa noche...ni con Aegon, ni con nadie.
La princesa rebelde estaba hablando con toda la honestidad que poseía, podía soportar la decepción y el desprecio de su padre, pero no el de su madre. Ella jamás podría vivir con su rechazo.
Alicent va hacía su hija, y la abraza con fuerza, llorando por haber dudado de ella. Por breves momentos, mientras la sostenía entre sus brazos, recordaba el calor de otra platinada. Viendo a Rhaenyra en su propia hija.
────cam's note !
Buenooooo, Deianira preocupándose por Jacaerys, ¿qué?
Alsoooo, la relación entre Aegon y Nira es >>>
Prometo que en el próximo cap hay contenido Jaceanira/ Deiacerys (pónganle nombre al shipp *llora* )
Chapter 11: ────ten,
Notes:
───── WARNING ! ──────
Contenido explícito +18, menciones de sexo, etc.
Chapter Text
01, WEIRD DREAMS !
──────── ⚔ ────────
JACAERYS APRETÓ los párpados con fuerza, intentando volver a dormir y sacar las imágenes de su reciente sueño de su mente. Pero simplemente no podía, el calor inundaba su cuerpo y sentía su rostro arder. Probablemente era por la fiebre, o por el pensamiento de tener a Deianira sobre él.
El chico suspiró con frustración, sintiendo su entrepierna endurecida por las malas jugadas que le dieron sus fantasías. Hace menos de diez minutos había tenido el peor, o el mejor, sueño de su vida. Deianira se había aparecido en sus aposentos, con un vestido fino de color morado, luego de una charla incoherente. Por los efectos de estar dormido. Ambos habían comenzado a besarse,y entonces la tenía sobre él. Desnuda.
La imagen era tan clara que le causaba escalofríos, aún podía sentir la piel ardiente de la princesa rebelde debajo de las yemas de sus dedos, podía sentir cómo sus manos se presionaban a sus caderas mientras la ayudaba a moverse y saltar sobre su miembro que estaba empapado de los jugos que salían de su feminidad. Los gemidos de la chica, y la forma en la que sus pechos rebotaban justo frente a su rostro lo obligó a ponerse boca abajo y meter la cabeza debajo de la almohada.
Nunca había tenido un sueño así, y ni siquiera tenía experiencia, así que se frustró cuando se dió cuenta de que no sabía de dónde su inconsciente sacó esa idea. Jacaerys suspira de nuevo, sintiéndose sin aire. La fiebre y el dolor de cabeza aumentaron cuando otra imágen volvió a golpear sus pensamientos, se vió a sí mismo sobre Deianira, sosteniéndole las manos sobre la cabeza mientras sus labios se cerraban sobre sus pezones, chupando y mordiendo ligeramente la piel.
──Maldita sea ──murmura, notando que la erección aumentaba en lugar de disminuir, el príncipe heredero cierra los ojos y se maldice internamente, antes de introducir una de sus manos entre las sábanas ──. Mierda.
Los dedos de Jacaerys se envuelven alrededor de su masculinidad, y el castaño cierra los ojos con fuerza, pensando en cualquier cosa menos en Deianira. Los movimientos de su mano al principio fueron lentos, permitiéndose acariciar su zona íntima desde el comienzo hasta la hinchada punta, pero después aumentaron de velocidad, y el chico soltó un gemido ahogado en la oscuridad de la habitación. Cuando el calor inundó su cuerpo y un líquido caliente y espeso goteó de su polla, Jacaerys abrió los labios y exhaló el aire que no sabía que estaba conteniendo.
──Maldita Deianira ──susurra, levantandose de la cama para tomar un baño, a pesar de que el sol aún no había salido y que cada músculo de su cuerpo dolía por el mal estado en el que estaba ──. La odio, la odio.
Repite en voz alta y en su mente, mientras se va a la ducha, sin saber que volverá a repetir la misma acción de hace un momento. Cuando su mente vuelva a refregarle en la cara la fantasía de cómo la rubia saltaba sobre su masculinidad, haciéndola desaparecer dentro de su apretada entrada una y otra vez.
Jacaerys soltó un quejido, y se sacó las sábanas de encima de la cara, mirando a Lucerys. El sol ya había salido por completo, y la habitación estaba iluminada por rayos de colores dorados. Los ojos verdes de Luke brillaban viendo a su hermano mayor.
──¿Te sientes mejor? ──pregunta el chico de rulos, y Jace esboza una sonrisa.
──Sí ──miente, y se levanta de la cama, sintiendo cómo sus músculos se tensaban ante el mínimo movimiento. Pero lo soportó, y se sacó la camisa de dormir, reemplazandola por una negra de mangas largas ──. Es hora de entrenar, Lucerys.
Luke gira los ojos, pero sonríe.
──Lo sé, pero no creo que debas entrenar hoy ──agrega, y las cejas del príncipe de Dragonstone se juntan, formando una mueca de confusión.
──¿Por qué?
En los ojos color oliva del niño se marcó una expresión conocida para el castaño, una mirada que le decía "no te hagas el tonto".
──Jacaerys, caíste desde una altura increíble, si Baela no hubiera estado ahí con Moondancer hubieras... ──la voz del heredero de Driftmark se quiebra, sin poder terminar la oración Lucerys baja la vista, apretando suavemente los labios. Jace se acerca a él, sentándose a su lado en la cama y poniendo una de sus manos sobre el hombro de su hermano menor.
──Estoy bien, Luke ──le afirma, manteniendo el contacto visual para que él viera la verdad en sus ojos ──. No me pasó nada malo...
El chico asiente y suelta un suspiro lento. Ambos se levantan de la cama y salen del cuarto sin mencionar palabra alguna, pero su silencio no dura mucho pues durante todo el viaje hacía el patio de entrenamiento fueron intercambiando bromas sin sentido y chistes que solo ellos pudieran comprender.
Sus risas resonaron por los vacíos pasillos y cuando bajaron las escaleras vieron las cabelleras plateadas de Aegon y Aemond, junto a Ser Criston. Ambos hermanos luchaban con sus respectivas espadas, el mayor reía con un tono burlón mientras trataba de esquivar los golpes del tuerto, quién se veía concentrado.
Aemond era mucho más habilidoso que Aegon y lo venció rápidamente, Jacaerys sabía que el rubio de cabello corto no hacía nada más que volar en su dragón y frecuentar lugares de mala muerte, así que no se sorprendió cuando se dió por vencido al primer golpe.
──Iré a ver cómo está Sunfyre ──agrega, soltando la espada en medio del suelo, pero Ser Criston lo detiene ──Oh, vamos hermano.
Aegon suspira cuando el guardia lo toma del hombro y le vuelve a poner el arma en la mano, obligándolo a quedarse. Al menos, hasta que él nota la presencia de los castaños, y sonríe. Viendo su oportunidad para escapar.
──¡Mis sobrinos favoritos! ──exclama el mayor y va hacia ellos para envolverlos con sus brazos, apretandolos contra su pecho ──Ayudenme, mocosos.
Jacaerys giró los ojos ante el susurro del hombre, y Lucerys se rió nerviosamente.
──¡Tío! ──respondió el chico de ojos verdes, sonriendo a la fuerza. En cambio, Jacaerys se alejó de él, empujándolo despacio. Ser Criston se fue del lugar sin decir nada, cómo si algo le disgustara, y Aemond se acercó a ellos.
──Deja de fingir, Lucerys ──menciona el peliblanco, y el príncipe suelta a Aegon, separándose de su tío mayor ──. No puedo creer que seas tan haragán, Aegon.
El mencionado sonríe ante las palabras de su hermano, como si se sintiera orgulloso de eso. Luego de un corto silencio, Lucerys vió como el tuerto miraba hacía los costados repetidas veces, buscando algo o a alguien.
──Ser Criston se ha marchado ──comenta el heredero al trono de hierro, colocándose una armadura suelta para comenzar con su entrenamiento. Lucerys va junto a él e imita sus acciones.
──Lo sé ──murmura el Targaryen de un ojo, y clava su orbe color oceánico en el primogénito varón del rey ──¿Has visto a Deianira, Aegon?
El simple nombre de la princesa rebelde hace que las mejillas de Jacaerys quemen, y siente tanta vergüenza por lo que pasó la noche anterior en las profundidades de la madrugada que deseó, por breves instantes, desaparecer de la faz de la tierra. Pero aún así prestó atención a la conversación entre los dos rubios.
──Emm...no ──balbucea Aegon, mirando las espadas y fingiendo interés ──¿Por qué?
──No vino a entrenar. Creí que llegaría tarde, como siempre, pero esta vez no se presentó ──señaló el ojiazul.
──Ya conoces a Deianira, Aemond ──dice el hijo mayor de la reina consorte, restándole importancia, tratando de no pensar en cómo dejó a su hermana menor en las calles de King's Landing la noche anterior. Por un momento, Aegon temió que Deianira no hubiera vuelto a la fortaleza y los vellos de su nuca se erizaron ante la idea de que algo malo le hubiera sucedido. Pero descartó esa posibilidad, porque sabía que su madre estaría alterada si su hija menor no se hubiera presentado en el castillo ──. Tal vez anda por ahí, molestando a algunos caballeros.
Jacaerys gira los ojos ante la risa de aegon, y Lucerys lo nota, pero no dice nada.
──No ──interrumpe Aemond ──. No, Deianira no faltaría a un entrenamiento a menos de que sea por algo de suma importancia.
Aegon siente cómo cada uno de sus músculos se tensan ante la mirada fría y sospechosa de su hermano menor, en ese momento él se da cuenta de que el platinado sabe más de lo que está diciendo.
──Hora de irnos, Aegon ──agrega, y sin dar explicaciones toma al primogénito de Alicent Hightower del cuello de la camisa y se lo lleva, casi a rastras. Lucerys ríe inocentemente por la escena y mira a Jace.
──Ellos son muy raros ──expresa, sin deseos de ofender, sonriendo de oreja a oreja.
Jacaerys se da tiempo de volver a girar los ojos, y luego comienza a luchar con su hermano menor. Lucerys notó el mal humor del castaño así que no dijo nada, ni siquiera preguntó a qué se debía su entrecejo fruncido durante toda la tarde. Él parecía tan distraído que sus golpes eran más torpes de lo normal, y cuando algo salía mal le gritaba a Luke, señalando sus errores.
El ojiverde se limitó a oírlo y obedecerlo sin protestar, sabiendo que cuando Jacaerys estaba enojado no había nada que pudiera tranquilizarlo, y sólo debía aguardar unas horas ─o unos días─ para que volviera a ser sí mismo.
La tarde pasó lenta y de forma tortuosa para el menor Velaryon, quién terminó con dolor de cabeza y ganas de correr lejos de Jace, así que cuando su hermano le pidió un descanso el chico de cabello ondulado se apresuró a desaparecer en las profundidades del castillo, dejándolo sólo sin saber si eso lo enfadará más o si le servirá para tranquilizarse.
Jacaerys suspiró y cuando se volteó vió que Lucerys ya no estaba.
──¿Luke? ──pregunta, hablándole al aire. Cuando no recibe una respuesta suelta un bufido ──Maldito enano, hijo de...
──Se fue por tu humor de mierda ──escuchó, una voz dulce pero con un vocabulario espantoso, y al instante supo de quién se trataba.
──Tú cállate, Deianira ──habló el castaño, sin querer verla. Su simple presencia detrás de él lo hacía querer correr y meter la cabeza debajo del suelo.
La princesa rebelde suelta una risa y se posiciona junto a él.
──No es mi culpa que te hayas levantado con el trase...
──Ya entendí, ya entendí ──la interrumpe, antes de que dijera una palabra que él no quisiera escuchar.
Cuando Jacaerys posó sus orbes en Deianira tuvo el reflejo de sostenerse la mandíbula, pero no lo hizo...o sería muy obvio. Deianira tenía su ropa de entrenamiento, que constaba de una camiseta negra ajustada al cuerpo y unos pantalones del mismo color, que se pegaban a sus muslos como si estos estuvieran mojados ──¿Qué haces aquí?
La pregunta fue tan tonta que el príncipe bastardo quiso darse un golpe en la cabeza.
──Déjame ver, emm... ──comienza, fingiendo pensar su respuesta ──Tengo ropa de entrenamiento, estoy en el patio de entrenamiento. Creo que vine a tomar un poco de té.
Jacaerys esboza una sonrisa, y niega.
──Fue una pregunta estúpida, lo sé.
──¿Y si sabías que era estúpida, por qué la hiciste? ──cuestiona, claramente burlándose del chico.
──No lo sé ──se excusa, sacándose la armadura. Mientras que la chica peliblanca toma una espada de la armería, era un arma tan delicada que no le sorprendería si fuera de ella ──¿Es tuya?
Ella asiente, despejando sus dudas. Jacaerys reprime las ganas que tiene de preguntarle dónde estuvo, y por un momento teme que la respuesta sea que ella estuvo en la compañía de alguien más.
──Apuesto a que puedo cortar un par de cabezas con esto, ¿eh? ──afirma, y mira a Jace, con burla haciendo referencia a lo sucedido en la sala del trono con Daemon y Vaemond ──¿Quieres ponerlo a prueba? Puedes ser el primero.
Jacaerys levanta la mano y aleja la espada que Deianira había acercado a su cuello, mirándola sin diversión.
──No, gracias ──dice, serio ──Prefiero conservar mi cabeza sobre mis hombros.
Deianira sonríe.
──Le quitas lo divertido a la vida.
La rubia se da la vuelta, y se va, balanceando la espada entre sus manos. Jacaerys siente el impulso de seguirla, pero esta vez no lo ignora, y va tras ella. Ignorando su voz interior que le grita que se aleje.
──¿Dónde vas? ──pregunta, con curiosidad. Pensó que ella le gritaría y lo alejaría sin contestar, pero en vez de eso Nira levantó la mano, para señalarle el centro del lugar ──¿Puedo...?
Las palabras mueren en la garganta del príncipe heredero, sabía la respuesta pero...¿estaba dispuesto a pedírselo hasta que ella aceptara?
──No.
──Agh, vamos Deianira ──susurra, y de repente sonríe ──¿Acaso me tienes miedo?
El paso de la princesa rebelde se detiene y se voltea para mirarlo.
──¿Miedo....? ──cuestiona, y cuando ve la sonrisa de Jacaerys siente sus músculos tensarse. Así que lo toma del brazo y lo lleva hasta la arena, el castaño siente sus uñas enterándose levemente en su piel por encima de la camiseta. Jacaerys suelta un leve quejido pero no se aparta.
──¡Oye! ──exclama y cuando la ojimorada lo suelta se tambalea intentando recobrar el equilibrio.
Deianira le extiende una espada, su rostro sin expresión le demuestra a Jacaerys que se tomó el chiste de forma personal. Cuando el primogénito de Rhaenyra vió que un grupo de guardias entraban en el patio, junto a algunos caballeros, se sintió inseguro ──Era una broma, Nira...
La hija menos de la reina verde sonríe.
──No tengo miedo.
Luego de eso levanta su espada, frente a Jacaerys, y él suspira, imitando sus acciones. Sabiendo que iba a humillarlo. Ambos comienzan a luchar, al principio Jace esquiva sus golpes sin problemas, pero a cada segundo que pasaba sus ataques eran más precisos y definitivos. El castaño sintió el acero de la espada rozando su brazo, y al girar la cabeza vió su camisa rasgada.
El primogénito de Rhaenyra ladeó la cabeza y se movió sutilmente hacia atrás cuando el arma de Deinira se acercó mucho a su cara. Con el corazón bombeando sangre a mil por hora, Jacaerys tomó la muñeca de Deinira con firmeza, y la miró a los ojos, antes de sentir cómo ella lo apartaba de una patada en el pecho.
El impacto lo dejó sin aire por unos segundos, y cuando vió a la rubia de nuevo ella tenía una sonrisa en la cara.
──¿Qué sucede, bastardo? ──murmura, y la palabra hace que el corazón de Jacaerys se presione contra sus costillas ──¿Te rindes?
Jace aprieta el mango de su arma y, sin pensarlo mucho, la lanza contra la princesa para un ataque rápido que ella logró detener con su espada, el sonido de los metales chocando llama la atención de más personas. Pero ambos adolescentes están perdidos en el deseo que tienen de ganarle al otro, así que no notan el pequeño espectáculo que estaban dando. Pronto ambos se pierden dentro de la tensión que sienten en el aire y la pelea se vuelve más brusca y violenta.
Baela y Rhaena, junto a Lucerys, se aproximan entre los cuerpos de los guardias solo para ver a Deianira y Jacaerys pelear. Luke temió que estuvieran batallando de verdad, pues sabía que Jace estaba de mal humor y Deianira siempre podía ser la bomba que lo hiciera explotar de rabia.
Pero cuando el ojiverde nota una sonrisa en el rostro de su hermano mayor, mientras su arma choca contra la de la princesa rebelde, todo ese miedo desaparece. Luego de varios segundos forcejeando, golpeando y esquivando el príncipe de cabello color café cae al suelo. Los presentes se quedan callados y la hija menor de Alicent pone su espada en el cuello de su sobrino.
──Perdiste ──murmura ella, esbozando una sonrisa. Jacaerys ve sus ojos morados brillando en su dirección, siente tanto enojo porque lo llamó bastardo, pero eso no le impide sentir atracción hacia su persona.
──Perdí.
Ante su confesión, la chica de cabello color plata baja el arma, y entonces...le extiende la mano. Una acción inquietante viniendo de ella.
Jacaerys duda, pero ve su oportunidad perfecta, así que estrecha su palma contra la suya y la atrae hacia él en un rápido movimiento. El príncipe heredero quería que la ojimorada cayera junto a él pero en vez de eso Deianira tropezó con los pies del castaño y cayó entre sus piernas. Chocando su pecho contra el de él y sintiendo su respiración encima de sus pálidas mejillas. Sus ojos se conectan por unos breves instantes antes de que la rubia soltara una exclamación y saliera de esa posición tan extraña e íntima en la que estaban.
──Asqueroso bastardo ──maldice, levantándose del suelo. Siente su corazón acelerado y sus mejillas ardiendo, y lo odia. Lo odia porque jamás sintió algo así, al menos...no por Jacaerys.
Un cosquilleo extraño se extiende por sus extremidades, y siente partes de su cuerpo palpitando. Sabía lo que significaba, y se sintió enfadada con Jacaerys por haberla hecho sentir así, por hacer que su cuerpo reaccione de manera abrupta ante su cercanía. Ante su calor.
El príncipe heredero tarda unos segundos en recomponerse, sintiéndose nervioso por el peso de la platinada sobre su cuerpo, se había sentido justo como lo había imaginado. Y se insultó a sí mismo por pensar de forma tan sucia, cuando otra imágen se asomó por sus pensamientos.
Deianira se abrió paso entre la multitud, empujando y exclamando palabras cortas y malsonantes. Baela, Rhaena y Lucerys se acercaron al chico de ojos color miel, y lo levantaron del suelo, pues Jace parecía estar en shock.
──¿Te lastimó? ──cuestiona Baela, con una expresión de preocupación. El rostro del primogénito de Rhaenyra estaba blanco como papel, y parecía contener aire en sus pulmones.
El castaño clava sus ojos en la dirección donde desapareció la hija menor de Alicent, quiere correr tras ella, preguntarle qué demonios hizo para que su mente se nublara de tal forma que le fuera imposible pensar en otra cosa que no fueran sus labios sobre los de ella.
──No, ella... ──las palabras mueren en su garganta, mientras su corazón amenaza con salir por su boca ──. No, no me ha lastimado.
De solo pensar Deianira siente que quiere gritarle, quiere maldecirla, quiere hacerle la vida un infierno...pero más que nada quiere sentirla junto a él de nuevo. Para que sus extraños sueños dejen de ser sólo fantasías...
────cam's note !
JACAERYS COCHINOOO AJDHHASJDJAHA
noooo, mentiraaaa.
Also, aaaaaaaah, ya se quieren dar y no consejos.
PLUS, no se sorprendan por esta tensión rara y sexual entre ellos. En el prólogo dice que ambos comienzan a sentirse atraídos hacía el otro por estos DESEOS OSCUROS que se despiertan en sus mentes, así que ahí les cae la ficha.
No se enamoran, primero se desean y con el deseo físico llega el afecto emocional.
Chapter 12: ────eleven,
Chapter Text
11, FIRST KISS & PROPOSAL !
──────── ⚔ ────────
HABÍA PASADO una semana desde que Rhaenyra llegó a King's Landing, y su presencia fue un alboroto para los otros hijos del Rey. En especial, para Aegon, quien tuvo que soportar los largos discursos de su madre sobre cómo comportarse honorablemente mientras su media hermana estuviera en la capital.
El rubio pasaba horas volando junto a Sunfyre, y en las noches visitaba a Deianira. La menor estaba teniendo un humor algo agrio esos últimos días, parecía como si algo la molestara profundamente, y se la pasaba con la cabeza metida entre libros que hablaban de diferentes especies de dragón.
Buscando algo que pudiera ayudarla a acercarse a la bestia misteriosa y salvaje que estaba metida en las profundidades de pozo dragón.
Aegon nunca la había visto tan callada. Incluso, hace tres noches, le arrojó un cuaderno a la espalda cuando él quiso bromear con ella sobre la nube negra que tenía encima. Pero pronto descubrió que su mal humor se debía a una discusión que tuvo con Alicent, no supo mucho al respecto, pero algo estaba claro. La peliblanca y la reina consorte estaban distanciadas. La pelirroja siempre buscaba la mirada de su hija menor, pero ella clavaba sus orbes moradas en el suelo.
El Rey Viserys se había recuperado, tomando fuerzas, desayunaba y cenaba con ellos cada noche, sonriendo al ver a toda su familia unida. Mientras que todos los demás tenían que fingir soportarse. Los únicos que no pretendían caerse bien eran Jacaerys y Deianira, quienes se lanzaban comentarios de doble fijo durante cada encuentro que tenían en las "reuniones" familiares. A nadie le pareció extraño o inusual ese comportamiento, pues no era un secreto que ambos adolescentes se habían odiado desde, prácticamente, su nacimiento. Y por eso nadie notó que, más allá de sus peleas infantiles, crecía la tensión y que cada vez que se veían sus fantasías en donde se entregaban a los brazos del otro aumentaban.
Deianira había comenzado a pasar tiempo con Lucerys y Rhaena, formando una amistad estable. Al principio había rechazado cada interacción que ellos intentaban tener con ella, pero con el paso de los días se rindió...pues su mejor amigo estaba ocupado con Helaena. Quién estaba a punto de dar a luz. Y la princesa rebelde estaba tan aburrida que hasta pensó en arrojarse de una torre para ver si eso le acomodaba las "tontas" ideas que tenía en su mente.
La princesa cerró el gran libro sobre su regazo y Lucerys tosió, tragándose el polvo. La hija menor de Daemon rió al ver a su prometido y Deianira esbozó una sonrisa.
──Lo siento, Lucerys ──murmura, compartiendo una mirada corta con la morena.
──Lo hiciste a propósito ──bromea el chico de ojos color oliva, riendo también, y los tres jóvenes se sientan en ronda sobre el césped.
──Tal vez si hubieras tenido la boca cerrada no te habría entrado polvo ──ataca, con un comentario astuto ──. Pero estabas babeando por Rhaena, y con tu mandíbula rozando el suelo es difícil que no se meta algo dentro.
Rhaena estalla en risas por el comentario de su prima, y el rostro del príncipe se torna tan rojo que iguala el color de un tomate, Lucerys comienza a tratar de defenderse, tropezando con sus propias palabras. La hija menor de la reina consorte siente una mirada tan agobiante que endereza la espalda, y recorre el patio con sus ojos. A lo lejos, junto a unas de las puertas de la entrada a la fortaleza, había un hombre delgado y encorvado. Su apariencia parecía inofensiva, y la platinada supo que si intentaba atacarlos sería fácil de vencer, contando que tenía un bastón en sus manos. Pero aún así, no bajó la guardia. Debía estar atenta, para poder defender a Luke y Rhaena si la situación lo ameritaba.
Deianira vió su espada a un lado del árbol y se levantó, tomándola para colocarla "disimuladamente" en el cinturón que le rodeaba la cintura. Los menores a su lado notaron ese ligero movimiento e intercambiaron una mirada confusa.
──¿Sucede algo, Nira? ──cuestiona Rhaena. Y los ojos morados de la chica se clavan directamente en el hombre, pero no dice nada al respecto, solo se voltea hacia ellos y sonríe. Haciendo su mejor esfuerzo para que noten nada.
──Olvidé que debía llevarle unos chocolates a Helaena ──comentó, caminando lentamente hacía atrás ──¿Los veo más tarde?
Ambos chicos le devuelven la sonrisa, y asienten, musitando algunas palabras de despedida, y entonces la hija de la reina verde se encamina hasta el hombre, pero él ya no estaba ahí. Deianira suelta un bufido y procede a avanzar por la estructura, buscando alguna señal del extraño.
──Maldito lisiado ──murmura, sintiendo sus orejas arder.
Jacaerys sonríe y cruza una rápida mirada con la morena a su lado, Baela estaba anotando algo en su diario, el castaño observa con atención los aposentos de la chica una vez más. Apenas estaban establecidos allí pero la hija de Daemon ya le había dado su toque especial, colocando escudos con el logo de la casa Targaryen pintados a mano y alguna que otra arma de características particulares.
De pronto, la mano de la peliblanca roza la de él, y sus dedos acarician los suyos. Jace la mira, y no aparta la vista...ni su mano. Pero no siente nada. Y no puede evitar cuestionarse el por qué su corazón no se acelera, ni por qué su mente no divaga en preguntas tontas, como cuando está cerca de otra persona.
Una persona cuyo nombre le causaba dolor de cabeza.
El silencio se hace presente entre las cuatro paredes, Baela no siente la incomodidad, al contrario. Espera ir más allá con el príncipe heredero, pero el castaño ni siquiera se atreve a moverse, por lo tenso que se sentían sus músculos. Jace aparta la mano, cuando el sudor comienza a cubrir su palma, demasiado avergonzado como para abrir la boca y defenderse.
La morena esboza una amplia sonrisa, creyendo que Jacaerys se encontraba nervioso, y en ese momento se acerca más a él. La cama se mueve, hundiéndose ligeramente mientras la chica avanza, el hijo mayor de Rhaenyra siente su respiración atascarse en su garganta y teme toser para poder respirar con normalidad. Una voz en su cabeza no para de gritarle que se levante, abra la puerta y huya lo más lejos posible. Pero se resiste, usando la razón antes que el sentimiento.
Las manos de Baela ahuecan su rostro y entonces, cuando la ve acercarse, él se aleja. Todo su peso le juega en contra y cae por la cama, chocando su espalda contra el suelo en un golpe seco. La chica de cabello rizado abre los ojos y se acerca al borde del colchón, mirándolo casi anonadada por su reacción.
──Jace...¿estás bien? ──murmura, y el príncipe bastardo siente la vergüenza cubriendo su rostro, así que rápidamente se incorpora, caminando torpemente hacia la salida.
──Sí, yo...eh....yo, sí ──balbucea, incapaz de formar un conjunto de palabras de manera coherente ──. Lu-Lucerys está....creo que está con Daemon, ellos...ellos me pidieron que fuera, y sí, sí...Se me está haciendo tarde.
Baela baja los hombros, suspirando. Y arrepintiéndose por haber querido ir demasiado lejos con Jace.
──Jacaerys...yo, lo siento.
El heredero se queda paralizado ante las palabras de su chica ideal, y la culpa cae justo encima de sus hombros cuando ve su rostro. Así que se aproxima a ella a pasos alargados, tomándole la mano.
──No, Baela, no tienes que sentirlo ──expresa, con la mayor honestidad posible ──. Yo...solo...No sé si estoy listo para todo esto.
La hija mayor de Daemon baja la vista, y Jacaerys vuelve a disculparse, cuando el silencio se apodera de la habitación el príncipe se va, con la mente llena de dudas...pero sintiendo alivio.
Alivio de que ella no pudo haberle dado ese beso. Su primer beso.
Deianira sostuvo la espada cerca, caminando por los oscuros pasillos, estaba segura de que el hombre extraño estaba por allí, ya que había visto su reflejo entre las paredes. La rubia sentía que lo conocía de algún lado, pero no podía descifrar de quién se trataba. Él había estado espiándola, y la princesa rebelde quería respuestas, aunque tuviera que sacárselas a la fuerza.
Cuando el hombre de aspecto descuidado atravesó las paredes Nira apretó la mandíbula, percatandose de que alguien más conocía los pasadizos secretos. Pero ese no era cualquier pasadizo, sino que era el que te llevaba directamente a los aposentos de la reina consorte. La princesa rebelde no perdió tiempo y caminó detrás del extraño, lista para asesinarlo si debía hacerlo.
Dudando de cada detalle, la mente de la chica se llenó de preguntas ¿Cómo conocía ese hombre aquellos pasadizos? ¿Qué hacía ahí, acaso estaba tan demente como para espiar a la esposa del rey? De esta forma, Deianira llegó al final del pasillo, escuchando unos raros murmullos.
Uno de los susurros le pertenecía a su madre, y el último vástago del rey suspiró, sintiendo como los vellos de su brazo se erizaban. La ojimorada apoyó la frente contra la fría roca, oyendo como Alicent intercambiaba palabras con el hombre extraño.
──¿Y entonces? ──cuestiona la reina.
──Me temo que la princesa ha comenzado a sospechar ──informa una voz de hombre, algo fina y lenta ──. No creo que me haya visto antes, pero ahora sí.
Deianira siente un escalofrío bajar por su columna vertebral cuando esas palabras y se tapa la boca, sintiendo un nudo extraño en su garganta. Su cuerpo se estremece ante la idea de que alguien la hubiera estado espiando sin que ella se diera cuenta, y sin darse cuenta su respiración se acelera.
──Debe ser más discreto entonces, lord Larys ──dijo Alicent, con la voz monótona. El nombre le suena muy conocido a la princesa y comienza a divagar entre distintos rostros y apellidos. Conectando sus ideas. ──. No queremos que Deianira piense mal de esto. Ni que se entere.
──Larys Strong...──susurra la menor, y entrecierra los ojos, a pesar de que casi no puede ver nada en la oscuridad de su escondite .
──Lo comprendo, su majestad ──murmura el castaño ──. Pero, con todo respeto, no creo que la princesa haga nada malo en su tiempo libre. Parece solitaria y enfadada la mayor parte del tiempo.
Deianira frunce el ceño, y Alicent también, ambas tenían la misma expresión de confusión, a pesar de que no podían verse la una a la otra. La reina verde endurece su expresión, mirando al hombre delgado sentado frente a ella.
──¿Qué quiere decir?
──No quiero sonar irrespetuoso, pero... ──la voz del Strong se calma, quedando en silencio por unos segundos ──. Necesita un esposo, tal vez quiera...afecto masculino.
Los labios de la rubia se abren, y su mandíbula cae con sorpresa. Sus dedos abrazan el mango de su espada, y sus nudillos se ponen blancos por la fuerza ejercida. Sus dientes rechinan al apretarse entre ellos y la hija de Alicent cierra los ojos, tratando de calmarse para no entrar en la habitación y decapitar de un solo golpe al asqueroso tipo que estaba en el cuarto de su madre.
El rostro de la pelirroja se pone pálido al oírlo, y niega levemente.
──¿Qué insinúa? ──pregunta, sabiendo que detrás de cada pequeña cosaque hacía el castaño había algo aún mayor.
──Comprométala conmigo ──sugiere, y la chica retrocede tanto que su espalda choca contra el final del pasillo. Su corazón late con fuerza en las cavidades de su pecho, su respiración aumenta de velocidad y siente que el aire se desplaza violentamente por sus fosas nasales, para abandonarla por completo.
──No, madre...──murmura, temerosa por una fracción de segundo al ver que su progenitora guarda silencio. Como si estuviera considerando la propuesta──Por favor, no.
──Mi lealtad ha estado con usted desde que la princesa Rhaenyra la traicionó, desde aquel día en el que ella huyó con el príncipe Daemon ──agrega el único Strong, y la boca de la menor se reseca ──. Le prometí que mantendría a sus hijos seguros, y que haría lo que sea por el futuro rey.
Estaba hablando de Aegon...
Era muy obvio ahora, cuando las cosas se aclararon en la mente Deianira todo se acomodó. Y eso le permitió entender una multitud de cosas que parecían inofensivas hasta hoy.
──No puede hablar en serio, ¿verdad? ──la voz de la mujer Hightower se quiebra, y sus ojos cristalizados se clavan en los de Larys ──No puede estar pidiéndome que le de a mi niña...mi Nira.
──Deianira ha dejado de ser su niña desde hace tiempo, su majestad. He estado viéndola...su cuerpo, su rostro, su forma de caminar, todo en ella es delicado y al mismo tiempo fuerte ──interrumpe ──. Ya es una mujer, y como una...tiene deberes a los que debe enfrentarse. Y conmigo como su esposo, sus actitudes rebeldes serán reprimidas, eso se lo aseguro.
Deianira negó, repetidas veces, a pesar de que nadie podía verla. Se llenó de ira y asco hacía aquel hombre, deseando romperle el otro pie a golpes. Quería quemarlo vivo, incluso pensó en entrar en la habitación, arrastrarlo hasta la fosa dragón y dárselo de almuerzo a la bestia oscura. El dragón salvaje al que la platinada estaba intentando llegar.
Y lo hubiera hecho, de no ser por las palabras de su madre.
──Debería dejar de decir estupideces y pensar antes de hablar, lord Larys ──dice la mujer de cabello cobrizo, usando una voz fría y cruel poco común en ella ──¿Acaso cree que le entregaría a mi hija como si fuera un pedazo de carne sin valor alguno? Recuerde que soy su reina, y usted sigue mis comandos.
──No, su majestad, yo no..
──Cállate ──dice Alicent, alzando su voz sobre la del hombre ──. Esto se termina aquí. Dejará de seguir a mi hija, y si lo veo cerca de ella le juro por los dioses ya no le quedarán ojos con los que pueda mirar, o lengua con la que pueda seguir hablando de Deianira.
La amenaza de la reina fue clara y firme, y el castaño no pudo hacer nada más que asentir, impotente ante el comportamiento de la pelirroja. Sabía que estaba tocando un punto débil en Alicent si mencionaba a la princesa rebelde, pero lo ignoró y ahora debía asumir las consecuencias de haberse metido con el vástago favorito de la esposa del rey.
Deianira esboza una sonrisa al oír a su madre y siente sus ojos arder, mientras su pecho comienza a subir y bajar de forma normal, sus manos habían comenzadoa temblar en algún punto de la conversación que estaba escuchando a escondidas. Un suave suspiro de alivio abandona sus pulmones y acaricia la piedra frente a ella, como si estuviera acariciando las manos de su madre.
──¿Ella le recuerda mucho a la princesa Rhaenyra, no es sí? ──pregunta, con un tono suave, como si temiera enfadarla aún más ──Es por eso que su debilidad es por ella... no me malinterprete, sé que ama a todos sus hijos. Pero su amor por su última hija es algo más significativo.
La mujer de cabello ondulado levanta el mentón, sin decir nada. No había nada que pudiera decir, él ya lo sabía... Larys sabía que cada vez que Alicent veía a Deianira, veía al futuro que pudo haber tenido con la primogénita del rey. Porque a pesar de que ellas siempre hablaron de ser madres de un varón juntas, eso sería imposible, aunque hubieran seguido unidas....aunque el destino y los dioses no las hubieran separado de la forma más cruel y lenta, ambas no hubieran podido tener algo que viniera de ambas.
Pero Deianira era especial para la reina verde. Porque su similitud con Rhaenyra era casi impresionante de ver, se parecía en demasiadas cosas y no solo en lo físico, pero había salido de su vientre. Tenía la sangre de Alicent corriendo por sus venas, y a veces a la mayor le gustaba creer que los dioses la habían bendecido con ese bebé por el amor que ella le tenía a Rhaenyra Targaryen.
Le habían dado algo para conservarla junto a ella, porque nunca podría estar con su primer y único amor verdadero...
────cam's note !
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH, LLORO, GRITO, QUÉ HAGO?????
Bldddddddddd, cuando sepan lo que pasó entre Alicent y Nyra van a chillar (como yo estoy chillando)
Por si no entendieron la última parte: Alicent ve a Deianira como la hija que no pudo tener con Rhaenyra, pq obviamente es FÍSICAMENTE imposible que ambas tengan un hijo con la sangre y las características de ambas, pero Deianira al ser MUY parecida a Rhaenyra y al haber nacido de Alicent le genera algo de nostalgia. Y por eso se apega a ella más que a sus otros hijos.
Also...Alicent sólo amó a Nyra :(
ella es lit la"right where you left me" girl JAHDJSAHDJAHDJAAJ *cry*
RHAENICENT DE ESTE FANFIC ME DESTRUYE CTM. Y que no se note que Jace y Deianira son variantes de Alicent y Rhaenyra (pero no tendrán el mismo final, lo prometo *kiss, kiss*)
DE HECHO, HAY UN EDIT QUE LO EXPLICA AJJAJAJAJJAJAJAJ les dejo el link acá.
Chapter 13: ────twelve,
Chapter Text
12, FLOWERS, SPIDER & LETTERS !
──────── ⚔ ────────
LA TIERRA cubría los bordes inferiores del vestido de la princesa platinada, el sol le pegaba justo en el rostro y estaba demasiado lejos de los pasadizos secretos. Su estómago se revolvía de solo recordar las palabras de aquel hombre desagradable, y su cabeza siempre se volteaba hacia atrás, como si sintiera que la sombra de Larys Strong continuaba acechándola.
Unas flores silvestres de diversos colores que fueron recogidas hace minutos colgaban de su mano izquierda, mientras que en la otra había una copa dorada, dentro de ella había un insecto de ocho patas. La araña parecía observar a la princesa rebelde con pena, aunque no podía saber cuál de sus ojos estaban sobre su persona. Deianira vio a al animal.
──No eres tan feo, ¿sabes? ──murmura, con los hombros bajos ──¿Quieres casarte conmigo? Digo, eres más placentero de ver que Larys "idiota" Strong.
La araña trata de huir, trepándose por el borde de la copa, pero Deianira la baja suavemente empujando el tallo de una de las flores contra su cuerpo.
──¿Eso fue un no, en serio? Dudo que obtengas una oferta mejor que la mía, piensalo ──agrega, alzando las cejas. Una de las criadas de la princesa Rhaenyra pasa junto ella, y aunque trató de disimularlo, la vio como si estuviera loca. Y luego se la princesa rebelde se da cuenta de que está, literalmente, parloteándole a una copa ──¿Qué estoy haciendo de mi vida?
Con un suspiro cansado la hija menor de la reina verde se encamina hasta los aposentos de su hermana, y con una exclamación de aviso atraviesa la puerta, empujando la madera pesada con su cuerpo. El rostro de Helaena se ilumina al verla y sonríe ampliamente.
──Nira... ──balbuceó, e intentó incorporarse de la cama pero la adolescente le extiende la mano, indicándole que no se moviera ──Viniste...
──Me llamaste... ──responde, con la misma voz dulce y calmada. Aegon no había parado de repetirle lo mucho que Hela la mencionaba, a veces en oraciones coherentes y otras veces...bueno, en pequeñas frases sin sentido. Pero eso era algo recurrente en ella...
La rubia esboza una sonrisa, dejándole las flores sobre la mesa de luz y usando su mano libre para acariciarle el estómago hinchado. Luego le extiende la copa, dejando que la mayor viera al animal dentro, Helaena abre los ojos con sorpresa.
──Deianira....esa araña es...
──¡Lo sé! ──exclama la menor, sonriendo feliz ──Es hermosa, le pedí matrimonio pero se ha negado.
Helaena estaba pálida y negaba.
──No, Deianira ──comienza a decir, sentándose en el colchón y alejando la copa de su hermana ──. Es venenosa.
Los ojos de Deianira se abren con sorpresa y entonces suelta un grito, arrojando la copa lejos de ellas. El diminuto animal sale disparado y desaparece, como si estuviera hecho de polvo, los gritos llaman la atención de Ser Criston, quién estaba a unos metros de distancia del cuarto.
──¡Princesa! ──grita el guardia, aproximándose a la puerta al reconocer la voz de la joven Deianira ──¡¿Princesa, dónde está?!
Helaena cierra lo ojos y trata de reprimir una carcajada al ver a la chica de ojos morados tratando de trepar una de las columnas de la cama, envolviendo las piernas alrededor de la madera.
──¡Ser Criston, por favor, ayudeme! ──vuelve a soltar un grito, como si alguien estuviera intentando atacarla, su voz despavorida alertó al mayor quien entró en los aposentos dándole un golpe fuerte a la puerta. Con su espada en alto, pero al no ver a nadie extraño bajó el arma, y vio a Helaena riéndose en silencio junto a una Deianira casi en la cima del techo de la cama, completamente pálida. Luego extiende una mano y le señala algo al lado de su pie ──¡¡Ser Criston, cuidado!!
El hombre baja la vista y ve una araña, si bien era pequeña tenía colores brillantes en su lomo y el guardia supo que era venenosa, así que la pisó. Y luego de eso el silencio se apoderó del aire.
──Ya puede bajar, princesa Deianira ──informa, y la rubia lo obedece...aún dudosa. Cuando se da cuentade que el animal estaba aplastado debajo del pie del mayor, ella lo envuelve en un abrazo, con sus manos alrededor de la cintura de Criston Cole.
──Muchas gracias, Ser Criston, es mi salvador ──murmuró, con la cara aplastada contra su plateada armadura ──. Pídame lo que quiera, y se lo daré, porque acaba de salvarnos la vida.
El hombre jamás creyó oír algo así salir de los labios de la princesa rebelde, y si hubiera paso, seguramente hubiera sido con un tono sarcástico o burlón. El mayor envolvió el cuerpo de la chica con uno de sus brazos y le acarició la espalda por unos breves momentos.
──Está bien, mi princesa ──dice ──. No tiene que agradecerme.
Aegon y Aemond estallaron a carcajadas, mientras la platinada les contaba los acontecimientos sucedidos esa tarde. La mesa estaba vacía, y solo los cuatro hermanos estaban allí, esperando a que llegaran los demás para cenar. Deianira puso su mejor cara de pocos amigos y juntó las cejas.
──Digan lo que quieran, no me importa ──interrumpe, alzando el mentón ──. Ese insecto era realmente enorme.
Eso no era cierto. Pero Helaena no dijo nada para exponer su mentira, así que la Targaryen más joven lo agradeció. Pocos segundos después entraron Lucerys y Rhaena, y Deianira sonrió, pero su mueca se desvaneció al ver sus rostros evitando su mirada. Detrás de ellos venían Jacaerys y Baela, quienes si le sostuvieron el contacto visual a la hija menor del rey.
La rubia apretó la mandíbula cuando se dió cuenta de lo que estaba sucediendo entre ellos. Luke se sentó junto a su hermano mayor, y Rhaena hizo lo mismo, tomando la silla que estaba a un lado de Baela. La hija de Daemon alzó la vista y clavó sus orbes oscuros en el último vástago del rey, y entonces sonrió hipócritamente.
Aegon prestó atención cuando notó que Nira trata saliva a duras penas, y se quedaba callada. Quiso levantarse, tomar a su niña y sacarla de allí pero el sonido de las puertas abriéndose de nuevo le impidió hacerlo. La reina verde caminó hasta la mesa, musitando un suave susurro en forma de saludo y tomó asiento junto al espacio escogido para Viserys.
Todos guardaron silencio, excepto Baela y Jacaerys, pues ambos hablaban en voz baja, y reían de vez en cuando.
Deianira intentó captar la mirada de Lucerys pero no obtuvo respuesta, y al hacerlo con Rhaena la morena le negó suavemente la cabeza, señalando a los mayores con el pulgar.
La princesa rebelde soltó un largo y sonoro suspiro.
──¿El rey va a tardarse? ──cuestiona, viendo a la pelirroja. Siente un ligero enojo por el hecho de que ella haya mandado a alguien a espiarla, pero aún así no puede evitar querer ir hacía su madre y abrazarla fuertemente.
──Ya debe estar en camino ──dice Alicent, y entonces esboza una triste y débil sonrisa hacía su vástago, quién le devuelve el gesto. Cuando Deianira está a punto de volver a abrir la boca, el rey y la mano entran por la puerta, rápidamente la rubia menor nota como su progenitor sostiene un par de cartas. Todos hacen una pequeña reverencia mientras Viserys se sienta en la mesa, y es ayudado por Otto Hightower y Ser Criston.
Cuando el comedor vuelve a esta en silencio, el hombre de barba le arroja a Nira los sobres encima de la mesa, ella lo mira sin decir nada y toma los papeles, leyendo algunos nombres en ellos. Aegon y Aemond instintivamente intentan quitarle algunos pero el rey alza una mano, deteniendolos. Un escalofrío recorre la espalda de la reina consorte mientras niega la cabeza, con los ojos sobre su padre.
──¿Qué es esto? ──cuestiona la princesa rebelde, pero en realidad ya lo sabía. Había recibido cientos de cartas así desde que la madurez golpeó su puerta, y se había encargado de deshacerse de cada una de ellas desde entonces.
──Ya sabes que es.
Las palabras del anciano peliblanco fueron directas y monótonas, sin dejar lugar a dudas o contradicciones. Deianira traga saliva a duras penas deposita las cartas donde estabas, sin molestarse en abrirlas.
──No quiero ──murmura, pero entonces un golpe seco se escucha entre las paredes, el rey había golpeado la mesa, sobresaltando a sus hijos y nietos. La ojimorada siente su corazón acelerarse, y cada músculo de su cuerpo se retuerce mientras intenta mantener la postura. Una aguda punzada de vergüenza recorre su estómago cuando se da cuenta de que las miradas de todos los presentes estaban sobre ella, podía ver por el rabillo del ojo como Baela Targaryen se esforzaba inútilmente por reprimir una sonrisa.
──¡Eres mi hija! ──exclamó Viserys, alzando la voz con un tono de irritación ──¡Tienes deberes a los que debes atender, ya no puedo verte así!
──¡¿Así cómo?! ──pregunta la hija menor del hombre, mientras el enojo le nubla la razón, en ese momento Rhaenyra y Rhaenys entran en la habitación, y Deianira utiliza esa pequeña distracción para suspirar y hundir su sonrojado rostro entre sus manos. Los únicos que vieron ese movimiento de debilidad fueron Ser Criston y Jacaerys. Luego de unos breves segundos vuelve a levantar el mentón, pero sus orbes amatistas se ven más brillantes que antes.
──¡Has estado enojada... ──contraataca el anciano, mientras ambas mujeres platinadas toman asiento sin decir una palabra ──enojada, y sola!
La rubia niega con la cabeza, el sutil gesto hace que el collar oscuro le apriete el cuello. Pero no le resulta doloroso, pues ya estaba acostumbrada al roce de la áspera tela. Su pecho se mueve de manera rápida, tomando aire y soltandolo antes de poder percatarse de ello.
──¿Y qué con eso? ──menciona, sin darse por vencida. Padre e hija ya habían tenido varias conversaciones así, pero la peliblanca sigue sin poder creer que él le estaba haciendo este espectáculo frente a los ojos de todos sus parientes ──¿Acaso crees que un hombre, que tenga deseos de usarme como tapete, mejorará mi humor?
Un silencio incómodo se hace presente en el gran comedor, pero si algo tenían en común el rey y su último hijo eran que ambos eran tercos. Y ninguno iba a dar el brazo a torcer.
──Escoge uno ──murmura el rey, soltando un suspiro. Deianira pone un ojos sobre Otto Hightower y reprime las ganas de arrojarle algo cuando lo ve sonriendo.
──¿Está fue tu idea, verdad? ──pregunta la adolescente, con un tono casi amenazante, su abuelo paterno ladea la cabeza.
──Princesa, tanto su padre, como su madre consideran que ya ha cumplido la edad apropiada para cumplir con sus deberes como mujer ──dice el castaño, como siempre...hablando por su hija. Siendo su voz y voto en las conversaciones. Deianira mira a su madre, creyendo las palabras de la mano, y Alicent ve los ojos doloridos de la princesa rebelde buscandola. Entonces, cuando la reina consorte baja la cabeza, Nira sabe que está sola en esto...
Jacaerys reprime las ganas que tiene de negar con la cabeza cuando la ve tomando los sobres entre sus manos nuevamente, y su pecho se contrae. Como siempre, el único en notar estos gestos en el príncipe bastardo es Lucerys.
Deianira toma la primera carta, que tenía el nombre de Cregan Stark. La chica esboza una falsa sonrisa y deposita el sobre frente a su padre, sin interés alguno en abrirla.
Luego la siguiente, que venía de parte de Aegar Arryn. Una mueca de diversión se asoma por las facciones de la princesa, sin poder evitarlo. Ya había conocido al famoso Aegar, un chico con gustos muy...especiales. Deianira dudaba que la carta fuera para ella, porque sin dudas lo había visto echándole el ojo a Peter Lannister una que otra vez en alguna fiesta.
Entonces mueve la carta en el aire, y le guiña el ojo a su padre, solo para fastidiarlo.
──Creo que Aegar prefiere pasar tiempo con los caballeros, su majestad ──menciona, y Aegon se ríe, en voz alta.
──Es cierto, una vez intentó coquetearme y yo estaba tan ebrio que...
──¡Aegon! ──el grito del rey interrumpió la anécdota del platinado, pero Deianira rió. Viendo como el anciano comenzaba a sonrojarse por el enojo ──Deianira, continua. Y sin bromas.
El tono severo del hombre Targaryen no asusta a su hija, pero aún así trata de ponerse seria. Sabiendo que no podía escapar de ésta esta vez.
La siguiente carta era de Ser Peter Lannister, y ella no se esfuerza por dejarla junto a las otras. Entonces toma la última carta...Henry Baratheon. Esta carta estaba escrita con una letra prolija y delicada, y entonces una sonrisa se escapó de los labios de Deianira.
Un recuerdo cruzó por su mente, el día que ella conoció al chico quedó encantada con su personalidad amable y caballerosa. En ese tiempo la princesa rebelde no era conocida como tal, sino que solo era Deianira...una niña de solo doce años de edad. Mientras que él tenía catorce.
La hija de la reina Alicent aún puede sentir lo rápido que latió su corazón, y el calor abrasador que envolvió su cuerpo cuando el chico posó sus ojos color miel sobre ella.
Entonces se quedó con la carta, sin ponerla junto al resto. Jacaerys notó como ella mantenía el sobre pegado a su cuerpo y sintió una oleada de sensaciones nuevas...pero no desconocidas.
──¿Puedo retirarme, rey? ──pregunta, su voz burlona y desinteresada había cambiado a una suave. El anciano asiente, y entonces la chica se levanta de la mesa, y sale de la sala, ansiosa por leer la tinta sobre el papel.
Jacaerys soltó un suave suspiro al escuchar como la puerta se cerraba, y sus puños se apretaron sobre los pliegues de su ropa.
──Bueno...parece que lo hemos logrado ──musitó el rey, alzando un poco los brazos ──. Hagamos un brindis, por la fortuna del joven Baratheon.
Todos levantan sus copas, y el hijo bastardo de Rhaenyra reprime las ganas que tiene de poner los ojos en blanco, su hermano menor clava su codo entre las costillas de Jacaerys para sacarlo de su trance. El príncipe heredero lo mira por un segundo, con un brillo de enojo en sus orbes avellana. Y entonces estira la mano para tomar su copa, y alzarla junto a la del resto. Su rostro era una mezcla de varias muecas juntas, pero la que más se notaba era una de irritación.
──Sí...──murmura, y sabe que las próximas palabras dejarán un mal sabor en su boca ──. Por el afortunado Baratheon.
────cam's note !
Ni modo, Jacaerys haciéndose el coqueto con Baela y ahora le va a caer el karma.
"Karma is real" *leer con la voz de Taylor Swift*
Porque este chaboncito LE VA A DAR COMPETENCIA DE LA BUENA.
En fin, este Baratheon es un amor loco, Baratheon los amo, son muy buenos. (ignoremos a cierto bastardo de cabello dorado en esta frase, por favor)
Chapter 14: ────thirteen,
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13, I WAS ENCHANTED TO MEET YOU !
──────── ⚔ ────────
QUERIDA DEIANIRA;
Ha pasado mucho tiempo desde que nos vimos por primera y última vez, y quiero que sepas que mi aprecio por ti ha crecido con el pasar de los años. No he dejado de pensar en tus pequeños y brillosos orbes morados desde entonces, o en tu deslumbrante sonrisa. A penas he terminado mi entrenamiento, he estado lejos de mi hogar y creí que sería buena idea encontrarnos para charlar y recuperar el tiempo perdido. Claro, eso si a ti te gustaría recibirme, aunque tal vez no me recuerdes... Mi intención es cortejarte, lo diré ahora para no generarte dudas e incertidumbre. Si luego de leer esto, tu respuesta es afirmativa, siéntete libre de enviarme una carta, pero si no es así no te preocupes, porque no guardaré rencor ni resentimientos hacia ti o hacia tu familia.
Por último, solo quiero decir que estuve encantado de conocerte.
Henry Baratheon.
Aegon abrió los ojos con sorpresa cuando Deianira le leyó la carta en voz alta, con una mirada de intriga y desconfianza. No era por el muchacho, pero sin dudas el primogénito del rey Viserys no estaba listo para que alguien corteje a su pequeña hermana. Entonces negó.
──Creo que él puede esperar, ¿no? ──menciona, alzando los hombros ──Solo digo, que si esperó todos estos años, una década más no le hará daño.
──Aegon ──murmura Helaena, en forma de regaño, sacándole al rubio un suspiro. Los niños de cabello pálido jugaban en el suelo con unos caballos de madera y unas telas coloridas. Entonces la esposa de su hermano mayor se acercó a ella, con una mirada perdida y tomando su mano entre las de ella ──. Deianira, tu destino está sellado junto al dragón. Deberán coexistir juntos, ya que uno no podrá ser sí mismo sin la ayuda del otro...
La hija menor de la reina consorte frunció el ceño a oírla, las palabras se le hicieron tan familiares que no pudo evitar quedarse en blanco al escucharlas saliendo de su boca nuevamente.
El chico sacó las manos de la pálida mujer de encima de Deianira y la alejó suavemente, luego de unos segundos el rostro de Helaena volvió a tomar sus colores normales y miró a sus hermanos, como si hubiera despertado de algún trance. Después se giró hacía el primer vástago de Alicent.
──Aegon, deja de molestar a Nira ──agrega, como si se hubiera quedado en sus últimas palabras antes de hablar incoherentemente. La princesa se levanta y camina hacía Jaehaerys y Jaehaera, para acariciar sus cabellos plateados con dulzura. Aegon y Deianira giran sus cabezas lentamente para conectar sus miradas, ambos con una expresión de confusión.
──Emh... ──murmura la rubia, cerrando los párpados por unos segundos para acomodar sus ideas ──¿Dónde está Aemond?
──A salido a dar un paseo con Vhagar ──responde Helaena, sonriendo al recordar al padre de sus hijos ──. También dijo algo sobre libros y un huevo para el bebé.
Deianira sonríe y Aegon sigue su gesto, el vientre hinchado de la platinada parecía a punto de estallar, incluso se le dificultaba caminar o levantarse, ya faltaba poco para que cumpla las nueve lunas de gestación.
La carta en las manos de la princesa rebelde se balanceó suavemente por la brisa y entonces ella la guardó en los bolsillos de su vestido, levantándose del sillón.
──Iré a la biblioteca ──anunció, caminando hacía la puerta y apoyando su mano en el pomo de esta ──. Hay algunos libros sobre dragones extintos que aún no he podido encontrar.
El primogénito varón del rey Viserys suspiró.
──¿No crees que has leído suficientes libros sobre ese dragón? ──cuestiona, sin malas intenciones, pero preocupado por el hecho de que su hermana se pasaba sus días leyendo esos tomos antiguos y polvorientos. Lo único que hacía era leer y entrenar, entrenar y leer, y Aegon temía que eso pudiera afectar su salud.
──¿Y qué más se supone que debo hacer? ──pregunta, dandose media vuelta para ver al muchacho a la cara ──Jacaerys y Baela han alejado a Lucerys y Rhaena de mí como si tuviera lepra, si antes estaba sola, ahora ni siquiera las arañas quieren hablar conmigo.
Dicho eso, sale de la habitación, cerrando la puerta detrás de ella. Los pasillos eran largos y solitarios, aún era temprano y el sol no había caído, así que la mayoría de la gente estaba cumpliendo con sus deberes en la fortaleza.
La princesa rebelde entró en la biblioteca, su vestido carmesí tenía un escote en forma de triángulo invertido que dejaba a la vista su pecho, pero sin mostrar sus senos, pues eso sería demasiado. Incluso para Deianira. Aunque ella sabía que la tela se apegaba a su figura, marcando sus curvas. Aún así el tul mejoraba la exposición, dándole un aspecto más elegante que revelador.
Sus pasos relajados hicieron eco en el silencio de la habitación, y se aproximó hasta uno de los estantes del fondo, tomando varios libros con rapidez. Su tarde pasó lenta y definitivamente aburrida, leyó alrededor de tres libros en menos de cinco horas y ninguno de ellos mencionaba a una bestia con las características que estaba buscando. Las personas entraban y salían de la sala, haciendo ruido y silencio, cuando el sol cayó y la oscuridad se hizo presente en la biblioteca Deianira tuvo que encender varias velas. Cuando creyó que estaba completamente sola, una voz áspera se hizo presente a su lado.
──No sabía que podías leer ──dijo, Jacaerys.
La rubia alzó el mentón para verlo y apretó la mandíbula, cuando ella lo ignoró y volvió su atención al libro la sonrisa del príncipe bastardo se hizo más grande. Entonces sus ojos vagaron por su cuerpo, recorrieron su cabello dorado desde las raíces hasta las onduladas puntas, vió el collar oscuro en su cuello y sus clavículas descubiertas. Pero apartó la vista antes de que su mente le jugara una mala pasada y terminara mirando su pecho, porque no quería ser irrespetuoso con ella ni quedar como un asqueroso pervertido.
Aún así se acercó, y frunció el ceño al verla leyendo sobre dragones antiguos. Sus orbes color café volvieron a posarse en el rostro de ella, recorriendo el arco de su nariz y el ligero tono rosado de sus pómulos. Entonces esbozó una sonrisa.
──¿Vas a seguir ignorándome?
La forma en la que esas palabras salieron de los labios del castaño causaron que el corazón de la princesa se acelerara, y entonces respiró hondo, fastidiada con su presencia. El aliento cálido de Jace le golpeaba las mejillas, y entonces él se sentó junto a ella, con sus muslos rozando la tela de su vestido. El chico parecía haber terminado de entrenar, por su aspecto sudado y la manera en la que su camiseta oscura se pegaba a su torso húmero. Las manos de Jacaerys avanzaron hacia el libro y se lo arrebató en un ágil movimiento.
──Te estoy hablando ──volvió a decir, ahora más serio. Deianira soltó un suspiro de frustración y volteó su cuerpo hacia él, con la cara roja por el enojo, pero lo encontró sonriéndole con sus ojos sobre los de ella. Entonces le pegó en el pecho, con la palma de la mano abierta y sin usar mucha fuerza ──. Auch.
Jacaerys lleva su mano a la zona, y comienza a acariciarse el pectoral izquierdo, el golpe no le había dolido para nada pero quería fastidiarla.
──No tengo tiempo para tus juegos, y lo digo en serio ──comenta, con un tono severo y extiende su mano frente al castaño ──. Devuélvemelo.
Jacaerys se levantó de la silla, alzando el libro en su mano y poniéndolo fuera del alcance de la rubia, quién se acercó a él y comenzó a dar pequeños saltos para intentar tomarlo.
──Vamos, quítamelo ──agrega, con una mueca divertida, y teniendo una sonrisa que casi nunca se posaba en su rostro.
──¡Basta, no es divertido! ──exclama la ojimorada, sin darse por vencida, odiaba que él fuera más alto que ella. Era como si fuera inferior, y lo detestaba, lo detestaba profundamente.
──Si me das la carta, te lo devolveré ──propone, manteniendo el contacto visual, y causando que la chica se quede paralizada, con los pies pegados al suelo.
──¿Qué? ──balbucea, sin entender sus palabras.
¿Por qué Jacaerys querría la carta? La respuesta, según ella, solo era una. Quería hacerla enfadar, como siempre. Pero él no creía lo mismo.
Desde la noche anterior esa maldita hoja de papel no sale de la mente del príncipe bastardo, de solo pensar en Deianira leyéndola y sonriendo le daban ganas de vomitar. Sentía como su sangre hervía y su estómago se contraía de solo imaginar las palabras que había escritas en ella. Y miles de sentimientos distintos le nublaban la mente, quería arrebatarle el sobre y arrojarlo sobre las llamas de la chimenea, pero no sabía el porqué.
De solo pensar en que otro chico quería tener el derecho a cortejarla su enojo lo hacía más inestable, ni siquiera razonar con claridad, no podía pensar en una razón suficiente para quedarse con los brazos cruzados. Así que esa mañana se propuso a sí mismo alejar a ese maldito Baratheon de Deianira, cueste lo que cueste.
──Ya me oíste ──dice, con determinación. Su voz sale ronca y áspera de su garganta, su pecho se mueve lentamente, ambos estaban tan cerca que la respiración de la chica le pegaba en el cuello, enviando un cosquilleo desconocido a cada músculo de su cuerpo. El heredero de Rhaenyra no pudo evitar comparar sus reacciones y lo diferente que eran cuando Baela estaba cerca. Cuando estaba con la chica morena su mente estaba tranquila, usaba su cerebro para articular cada frase que decía, sin embargo ahora era todo lo contrarío. En los momentos en que estaba junto a Deianira, era como si una sensación sobrehumana se adueñara de él, como si se dejara llevar por una fuerza magnética que lo obligaba a actuar como un tonto. El chico estira un dedo, y señala un pedazo que papel que sobresale del bolsillo de la rubia ──. Dámela.
Jace planeaba pedírsela de forma tranquila, pero su petición sonó más como una orden, y él supo que eso no le gustaría para nada a la ojimorada. Entonces la chica ladeó la cabeza, y esta vez le sonrió.
──No te atrevas a ordenarme nada ──contrataca, de forma brusca. El castaño aprieta la mandíbula, y el agarre que tiene sobre el libro se intensifica. Su brazo se estaba durmiendo por estar hacía arriba, pero aún así no lo movió.
──Tendrás que acostumbrarte a obedecerme ──explica, ya no sonríe, y su interacción vuelve a tomar la misma tensión de siempre. Era como si fueran a golpearse en cualquier momento, pero él no quería hacer eso, no quería porque sus ojos vagaban hacia los carnosos y rosados labios de la chica que era doce minutos menor que él. Entonces fue cuando sintió ese impulso por primera vez, tuvo el deseo de tomarla de la nuca y envolver con fuerza sus labios sobre los de ella. Pero no lo hizo, en cambio agregó:──. Voy a ser tu rey algún día, y tendrás que arrodillarte ante mí.
Esa frase solo hizo que la sangre de la Targaryen comenzara a correr desesperadamente por sus venas, fue como un golpe de euforia, como el estado de adrenalina más puro que haya sentido jamás.
──Antes de arrodillarme ante un bastardo como tú y llamarlo mi rey, prefiero que me ejecutes por traición.
En ese instante, Jacaerys perdió por completo el autocontrol que tenía sobre su cuerpo. Tomó a Deianira de los brazos, soltando el libro, y la empujó hacía uno de los estantes, dejándola aprisionada entre los libros y la pared. Su pecho rozaba el de ella, pero la chica no se inmutó ante su cercanía, seguía teniendo esa mirada temeraria en sus ojos. Como si nada ni nadie pudiera asustarla o hacerla dudar. La piel de sus brazos desnudos estaba tibia, y las manos de Jacaerys estaban frías, su toque fue casi intoxicante. Tan adictivo como una droga, su piel tersa y suave parecía llamarlo a gritos, el príncipe sentía su corazón volverse loco, amenazando con salir por su garganta en cualquier momento. Quiso más que nada arrojarse sobre Deianira y comenzar a explorar su cuerpo con sus labios, tomarla y hacerla suya, y solo suya. Para que nadie más pudiera reclamarla.
Él se acercó más a ella, de forma brusca y rápida, sus narices se rozaban y sus alientos cálidos golpeaban las mejillas del otro. El rostro del príncipe estaba rojo por la ira. O tal vez, por la palpitante sensación de necesidad que crecía en su pecho.
──Llámame bastardo una vez más, y juro por los dioses que haré que lo grites ──amenazó, pero Deianira sonrió, como si estuviera tentada a provocarlo.
──Bastardo ──repite la chica de cabello color plata, esta vez con un poco más de fuerza y la voz cargada de burla.
El príncipe bastardo se muerde la lengua, lo hace con tanta fuerza que duele. Sus pulmones se abrían y cerraban sin darle tiempo a darse cuenta de tomar oxígeno. Entonces una mano abandonó el brazo de la princesa rebelde y fue hasta su cuello, donde tocó la gargantilla oscura. Pudo sentir como Deianira se retorcía debajo de su toque, como si fuera una zona a la cual estaba prohibido acercarse. Jace alzó la vista, apartando sus orbes de su cuello y la miró, con una mezcla de seriedad y diversión.
──Ojalá te hubiera asesinado esa noche, lamento no haber empujado la daga con un poco más de fuerza.
El silencio consumió la habitación y las llamas en el cuerpo de ambos se extienden de manera desesperada y furiosa, los dos pueden sentir como sus almas se queman. Desgarrándose entre ellas. Fue una sensación tan extraña y nueva, que ninguno supo qué hacer, así que mantuvieron silencio.
Al menos, hasta que el muchacho notó el peso que sus palabras habían tenido sobre la chica de ojos color amatista, porque vió como parpadeaba rápidamente para evitar que sus ojos se cristalizaran, y sintió el sonido de su saliva bajando a duras penas por su garganta. En ese instante fue como si una oleada de arrepentimiento cayera sobre sus hombros, y él se alejó.
──No, Nira yo... ──balbucea, pero no hay nada que pueda decir o hacer para arreglar lo que acababa de hacer ──. No quise decir eso, Deianira.
La platinada ni siquiera puede verlo a la cara, mientras lleva su mano hacía el collar que cubría la cicatriz, entonces se aleja. Recoge el libro del suelo y desaparece detrás de la puerta de la biblioteca sin decir una palabra al respecto, el príncipe bastardo se queda tan perplejo que tarda varios minutos en reaccionar, pero cuando lo hace sale corriendo por donde ella se fue.
──¡Dei...! ──comienza a decir, en un grito, pero entonces Baela aparece enfrente de él, haciendo que se sobresalte y que su voz se atasque en su garganta.
──Jace, necesitamos hablar ──comentó, tranquila pero seria al mismo tiempo, el bastardo de la heredera ladea la cabeza y en el fondo del largo pasillo ve la cola carmesí del vestido de Deianira rozar el suelo y desaparecer, así que él suelta un suspiro y baja los hombros.
Pudo jurar que no existía palabra alguna que definiera lo idiota que era.
Cuando se giró a ver a la morena, frunció el ceño.
──Perdona...¿qué? ──pregunta, dándose cuenta de que no había prestado atención a nada de lo que le dijo.
──Tengo que hablar contigo, Jacaerys ──repite y lo toma de la muñeca, arrastrándolo de nuevo hacia las profundidades de la biblioteca ──. Es importante.
El muchacho alzó las cejas, y negó.
──No, es una locura ──menciona, procesando la idea que Baela acababa de presentarle ──. No, no, no...
La hija mayor de daemon gira los ojos, soltando un suspiro.
──Rhaena aún no tiene un dragón, esta sería su oportunidad de ser una jinete ──dice, encaprichada ──. No va a ser la única Targaryen sin un dragón, eso sería humillante.
Jacaerys aprieta los labios y se encoge de hombros, moviendo sus manos a medida que comenzaba a hablar.
──Deianira tampoco tiene un dragón ──señaló, y el nombre de la chica hace que Baela ponga su mejor mueca de desagrado.
──¿Acaso crees que esa zorra me importa? ──cuestiona, pero el insulto hace que el pecho del príncipe castaño se hunda, las palabras de la morena hacía la princesa de cabellos plateados suenan tan crueles y despiadadas. Pero él no la trataba mejor, y eso lo hizo sentirse peor ──Si no ha conseguido un dragón, es porque ha estado montando otras cosas en vez de preocuparse por lo importante.
Las mejillas del castaño se tiñen de rojo ante la indirecta de Deianira "montando" otras cosas, y recuerda su sueño, en donde ella estaba encima de él. Se preocupó por la rapidez con la que entendió el mensaje.
──Por los dioses, Baela. No digas esas cosas ──murmura, muy avergonzado como para mirarla. Su corazón se acelera y trata de recomponerse tomando un poco de agua de la copa cercana a él. Podía jurar que había comenzado a temblar, creyendo que Baela sospecharía algo.
──No es una mentira ──argumenta la chica de cabello rizado, alzando las cejas ──. Medio Westeros ha estado metido entre sus piernas, y no dudo que ella no tardará nada para llevar a este chico Baratheon a su cama. Es asquerosa...
Jace baja la mirada, y escuchando sus palabras siente una punzada en el pecho. Sabía que lo que decía Baela era cierto, pero aún así, deseaba con todas sus fuerzas que no lo fuera. Porque, a pesar de que los rumores eran terribles y crueles, la mayoría de ellos eran verdad.
Su mente comenzó a perderse entre las probabilidades de que sucediera lo que su compañera de mesa estaba diciendo, pero antes de volverse loco sacudió su cabeza, arrojando esas ideas lejos.
──Okay, volvamos a lo anterior ──propone, clavando su dedo sobre la madera de la mesa ──. El dragón salvaje es indomable, Baela. Daemon me contó que desde que llegó se ha comido a cuatro dragon keepers, quiso devorarse a Vermax e intentó matarme en el proceso.
──¿Y...? ──susurra la adolescente de ojos oscuros, y Jacaerys mantiene una cara de poker.
──¿No me escuchaste? ──pregunta.
──Que te haya querido devorar a ti, no significa que también quiera devorar a Rhaena.
Las palabras fueron estúpidas, pero no quiso decirlo, para no sonar irrespetuoso o atrevido.
──¿Por qué no? ──cuestiona, juntando las cejas en una mueca de confusión.
──Porque tú te ves delicioso, Jacaeyrs ──dice, con un tono coqueto, mientras su mano va hacia la de el chico. Jace observa sus movimientos, pero no la detiene.
Y por mucho que intentó, no pudo comprender a qué se refería.
──¿Delicioso, qué quieres decir con...? ──comienza a decir, pero cuando alza la vista ve como Baela lo está mirando con ojos seductores. Ninguna chica o mujer lo había visto así antes, era como si intentara tentarlo a hacer algo. Pero no funcionó ──Oh...
Luego él aparta la vista, pensando en algo, el tacto de la los dedos de la morena contra el dorso de su mano es casi incómodo para el príncipe bastardo, pero no se aparta, con miedo a molestarla.
──Bien, debería intentarlo ──termina, dándose por vencido ──. Mientras no termine carbonizada, supongo que será algo bueno.
────cam's note !
EPA, a Jacaerys ya se le está zafando la rosca. Also...dioseeeees, la referencia a new romantics, espero que la hayan captado cheee.
Also, les explico brevemente, hay muchos rumores acerca de la doncellez de la "princesa rebelde", algunos dicen que se acuesta con Aegon en casas de placer (lo que es totalmente falso, porque ninguno se ve de forma romántica o sexual, es más Aegon ha expresado más de una vez que cada vez que ve a Nira la ve como una pequeña niña herida, como la noche del incidente en Driftmark. Pero eso solo lo saben ellos, y nosotros, los lectores), otros dicen que se acuesta con todos sus pretendientes, y que incluso ha seducido a varios guardias de la fortaleza. Pero de que es virgen, dicen que no lo es. Afirmando que es una "puta" y que le encanta "provocar" a los hombres para obtener beneficios a su favor.
Ahora, les dejo ya en ustedes si creen esto o no, si creen que sí bueno, y si creen que no, bueno también. Se revelará la verdad en el futuro pero ojo, porque puede ser que sí o puede ser que no.
AAAAAALSO, el capítulo 13 se abre con referencia a Taylor y mucha tensión. Pq? pq soy swiftie JAJAJAJAJAJAAJAJ
Chapter 15: ────fourteen,
Chapter Text
14, AUGURIES !
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LA NOCHE había caído, el sol sol se había marchado hace horas y el frío de la noche congelaba los dedos de la princesa rebelde. Deianira observó la carta recién escrita que descansaba sobre su escritorio, su respuesta hacía Henry Baratheon había sido afirmativa. Por otro lado, había encontrado eso que estuvo buscando por semanas. Información sobre el dragón salvaje.
Había un libro, el que Jacaerys le quitó esa tarde, que contenía datos sobre dragones que se habían extinto ─o se creían extintos─ desde hacía años, incluso antes de la conquista.
La bestia al parecer cumplía con todos los requisitos para ser una furia oscura. Aegon el conquistador había buscado uno por años, pero nunca pudo lograr su cometido. La información de las amarillas y viejas páginas decía que los huevos de estos dragones eran sumamente delicados y difíciles de conseguir, varias leyendas y mitos relataban que solo podían eclosionar en el continente de Ulthos, por la humedad de la tierra y la densa oscuridad generada por sus bosques. El clima lluvioso también era de ayuda.
Por eso tenía sentido que muchos creyeran que estos dragones estaban extintos, pero en realidad, aún quedaban pocos de ellos. El tamaño de estas bestias era impresionante, incluso el libro decía que las hembras crecían más que los machos, debido a que eran las únicas que eran capaces de portar los huevos de sus crías.
Con esa poca información, la princesa rebelde se sacó su vestido de dormir, lo reemplazó por su ropa de entrenamiento, junto a unas botas largas y salió fuera de la fortaleza. Cuando estuvo cerca de los establos se aproximó a una yegua de cabello blanco, que era conocida por ser veloz y ágil en terrenos desconocidos. La princesa preparó la montura del animal, y salió del castillo. Aunque casi pierde su oportunidad, porque los guardias de la puerta la interrogaron demasiado, pero al final simplemente le cumplieron el capricho. Cuando Nira amenazó con decirle al rey que quisieron golpearla. Incluso casi se ríe ante el pensamiento de que Aegon estaría orgulloso de ella por su exitosa extorsión.
Y así, la rubia se adentró en los bosques reales, buscando alguna oveja que sirva como la presa perfecta. Poco tardó en encontrar una, y con mucha pena la sacrificó, casi tuvo miedo de romper a llorar por lo que acababa de hacer. Pero se convenció de que al final valdría la pena. Aunque eso no mejoró su cargo de conciencia.
A toda velocidad la princesa cabalgó en el lomo de la yegua hasta pozo dragón, donde unos dragons keepers la miraron con las cejas fruncidas por la confusión. Deianira bajó de animal plateado, sonriendoles, y luego desató a la oveja que colgaba detrás del caballo.
──Aegon me ha pedido que le deje esto a Sunfyre ──mintió, usando su carisma para fingir inocencia. Su acento en alto valyrio no impresionó a los mayores, quienes estaban acostumbrados a oírla hablar en ese idioma a ella y a su hermano Aemond desde que eran niños.
El hombre calvo asintió, y la dejó pasar.
──Vaya con cuidado, mi princesa ──le advirtió, pero ella sonrió y le agradeció, luego de rechazar cortésmente su ayuda para llevar a la oveja.
A pasos lentos, pero seguros, se acercó hacía las cuevas donde los dragones reposaban, durmiendo plácidamente con sus alas envueltas a su alrededor. Todos y cada uno de ellos eran criaturas preciosas, dotadas de gracia pero también de poder. En una de las fosas oscuras, Nira pudo escuchar un gruñido, casi adolorido. Se detuvo por un segundo, y al ver al joven dragón lo reconoció como Vermax.
Su aspecto hizo que la respiración de la princesa rebelde se congelara, sus patas estaban cubiertas de vendajes manchados de sangre, y había un agujero en su lomo, hecho con un objeto punzante...o con un diente enorme de otra bestia. Deianira sintió pena por el pobre animal, pero siguió caminando, hasta el final de la fosa. Donde había un hoyo enorme, que estaba cubierto de barrotes de metal, había una puerta pero tenía cerradura.
La rubia miró a los costados y, a un lado de la pared, estaba colgada la llave. La tomó en silencio y luego observó al enorme dragón allí, durmiendo sin problemas. Su tamaño era colosal, de solo observar su cráneo Deianira sentía que era más grande que su cuerpo entero, pero no sintió temor. Así que abrió la puerta, y entró.
La bestia oscura levantó su cabeza, y gruñó al verla acercándose, pero no la atacó. Al menos, no todavía.
──Tranquilo ──murmura, hablando en alto valyrio y alzando las manos ──¿Tienes hambre?
Tras recibir otro gruñido de parte del animal, la princesa arroja suavemente el cuerpo de la oveja cerca del hocico del dragón, el calor de las antorchas iluminaba la cueva, y el corazón de la ojimorada latía tan fuerte que sentía que en cualquier momento saldría rebotando de su pecho.
Deianira esbozó una amplia sonrisa cuando la bestia bajó la guardia y comenzó a comer a su presa, fue entonces cuando ella se acercó y extendió su mano lentamente hacía las escamas oscuras del animal. Con un fuerte rugido el dragón se dió la vuelta, mostrándole los dientes de forma amenazante, pero ella hizo un gesto de paz. Alzando las manos nuevamente.
──Solo quiero tocarte...¿puedo? ──pregunta, con un tono tranquilo, cuando por dentro quería gritar, saltar e incluso correr. La gran masa de color negro puso sus orbes sobre ella, entrecerrando los párpados, pero luego dio vuelta la cabeza y la princesa rebelde no pudo ignorar la emoción cosquilleando en cada centímetro de su cuerpo.
Entonces sus dedos tocaron las gruesas y duras escamas de la piel del animal, notando cada pequeño detalle con ojos maravillados. Podía oírlo masticando y respirando, y sintió como el tiempo se ralentizaba, como si estuviera justo donde debía estar. Pero toda su felicidad se desvaneció cuando notó las flechas enterradas en el lomo del animal, un sentimiento de profunda tristeza se coló en su pecho y ella miró a la bestia.
Las flechas eran largas, y en la punta de ellas colgaba un retazo de tela, con colores dorados y la figura de un ciervo parado en dos patas.
El aliento de Deianira se quedó atascado en su garganta, y entonces caminó hacía donde estaban las armas, pero cuando tomó una entre sus manos el dragón se retorció de dolor. Fue casi insoportable escucharlo sufrir, la punta metálica de las flechas estaba incrustada entre las escamas del animal, hundidas en su dura piel.
──No voy a herirte ──le dice, manteniendo el contacto visual, su mano libre lo acaricia gentilmente ──. Necesito sacártelas, te están lastimando.
La furia oscura abrió su hocico, como si intentara devorarla, pero la adolescente no se movió, quedándose estática en su lugar. La bestia se recostó sobre la piedra del suelo, y emitió un sonido casi inaudible de dolor, y de repente cerró los ojos. Confiando en la hija menor del rey. Este pequeño gesto de su parte solo le dió más confianza a la platinada para seguir ayudándolo.
Deianira saca las flechas con cuidado, evitando romperlas y que estas queden atrapadas en la piel del dragón, cuando su lomo está libre ella toma los pedazos de madera con una mano, y se acerca a su rostro, sin dejar de acariciarlo. El animal respira ligeramente, y Nira no puede evitar sonreír. Entonces apoya su frente en la mejilla de la bestia.
──Te tienen encarcelado como si fueras un esclavo ──murmura, para sí misma, hablando en la lengua común. Cuando el dragón abre los ojos, y ella separa su cabeza de este, el brillo en las orbes oscuras del animal le revela la verdad ──. Dioses, eres una hembra...
La bestia gruñe, pero a diferencia de las otras veces, este fue un sonido suave, como si confirmara sus palabras. Deianira asiente suavemente, y se aleja.
──Vendré a verte, no dejaré que te tengan aprisionada ──dice, de nuevo hablando en valyrio. Alejándose sin darle la espalda, con las flechas de los Baratheon en sus manos, y entonces el animal se acerca rápidamente hacia los barrotes mientras la rubia cierra la puerta con la llave. Un resoplido cansado sale del hocico del dragón, como si no quisiera que ella se alejara ──. No te preocupes, yo seré tu jinete. Lo prometo.
Ambas comparten contacto visual por unos instantes, antes de que la bestia baje la cabeza y la mueva hacía arriba suavemente. Como si asintiera, o hiciera una reverencia. Entonces la princesa rebelde abandona pozo dragón, con una sonrisa brillante y la felicidad brotando por sus poros.
El golpe secó ni siquiera importó, pues Nira seguía sonriendo. Aemond puso una mueca de confusión, y la ayudó a levantarse.
──Estás distraída ──comenta, y le sacude la ropa mientras vuelve a extenderle la espada. La menor había estado con una sonrisa desde que comenzaron a entrenar, incluso se movía de forma lenta, como si estuviera bajo el efecto de alguna sustancia ──¿Estás ebria?
La pregunta hace que una suave risa escape de los labios de la rubia, y niega, encogiéndose de hombros.
──Tengo noticias, muy buenas noticias ──dice, alegre. Aemond jamás la había visto fan feliz, a excepción de la vez en la que Jacaerys se cayó de cara al suelo cuando tenían siete días del nombre.
El príncipe tuerto estaba a punto de preguntar algo más pero una criada se acercó a ellos, a pasos apresurados.
──Mis príncipes, el desayuno está casi terminado.
Los dos Targaryen le agradecen y entran en la fortaleza, después de dejar sus armas en sus respectivos lugares. Se separan luego de cruzar por varios pasillos parloteando sobre nuevas técnicas para sus clases como guerreros. La princesa toma una corta ducha, tarareando una canción de cuna valyria, y se pone un vestido de color azul. Un vestido que casi nunca usaba.
Luego bajó al comedor y vió a algunos de sus familiares allí reunidos, pero nada pudo arruinar su humor, ni siquiera los ojos suplicantes del príncipe bastardo buscando los suyos mientras ella caminaba por las baldosas relucientes del lugar. Baela estaba sentada junto a Jacaerys, pegada a él como si fuera un chicle. Rhaena y Luke estaban callados, y con las miradas en el suelo. Aunque Aegon definitivamente era el que tenía el peor aspecto, estaba gimoteando con la frente pegada a la mesa. Deianira fue hacía él y se sentó en la silla de enfrente.
──¿Resaca? ──pregunta, y el rubio se cubre los oídos. Debajo de sus ojos había unas grandes bolsas de color morado.
──Nira, por favor, no grites ──murmura, y la rubia ríe. Los ojos color avellana del príncipe castaño no se apartan de ella, mientras Baela le aprieta la mano y le habla de cosas sin sentido, las cuales no podían importarle menos.
──Tengo algo que contarte ──le susurra Deianira al mayor de cabellos alborotados.
──Si es algo sobre tu novio Baratheon, por favor, ahórratelo ──balbucea, entre bostezos ──. Ya no puedo aguantar oírte hablar de lo perfecto, dulce y caballeroso que es.
El primogénito de Rhaenyra aprieta la mano de la hija de Daemon, sin percatarse de ello, y Baela retira sus dedos de los de él, quejándose.
──Oh, lo...lo siento, Baela ──dice, tomando de nuevo su mano con delicadeza, y dejándolas juntas entrelazadas sobre la mesa, mirando de reojo a la hija de la reina consorte. Buscando alguna reacción de su parte, pero no obtiene nada, ni el más mínimo detalle──. Tuve un calambre.
Nira sonríe y niega levemente la cabeza, sin prestarle atención a nada más que a su hermano mayor.
──Primero que nada, no es mi novio ──murmura ──. Y segundo, es sobre algo muy importante.
Aegon levanta la cabeza, con un terrible dolor, pero al ver a su niña tan emocionada se esfuerza para mantenerse atento a sus palabras.
──¿Qué es? ──pregunta, con la curiosidad ahora carcomiéndole la mente.
──Les diré cuando estemos todos juntos, necesito que Aemond, Helaena y nuestra madre lo sepan también ──responde en voz baja, y la cara del chico se pone pálida, temiendo lo peor ──. No tiene nada que ver con bebés, Aegon.
El ojiazul suelta un suspiro aliviado, sosteniéndose el corazón.
──Vas a causarme un infarto ──expresa ──¿Por qué tanto misterio, no puedes decirlo y ya?
La princesa rebelde sonríe, negando.
──Es algo muy importante para mí ──explica, jugando con sus dedos ──. Además sé que Aemond se pondrá furioso si te lo digo a ti antes que a él.
El chico de cabello plateado suelta una carcajada, arrojando su espalda contra el respaldo de la silla, y asiente.
──Eso lo hará más interesante, vamos, dime ──insiste, y las criadas comienzan a servir los platos de comida. Algunas frutas, leche, y cosas necesarias para el desayuno. Pocos segundos después cada asiento queda ocupado por los miembros de la familia, y el barullo aumenta. Helaena acaricia su vientre y Deianira sonríe al verla, moviéndose para tomar el lugar junto a ella.
──¿Se mueve mucho? ──pregunta, con la emoción tangible en su tono de voz, sus manos ahuecan el estómago de su hermana mayor y la acaricia con suma delicadeza, como si temiera lastimarla con el más mínimo roce. La peliblanca asiente como respuesta.
──Esta mañana ha estado particularmente descontrolado ──comenta, sacándole una sonrisa a Aegon y a Alicent.
──¿Cómo van a llamarlo? ──cuestiona la princesa rebelde, y cuando siente una patada su boca se abre por la sorpresa y sus ojos brillan ──Sigo creyendo que el nombre de Rhaegor es muy hermoso. Digno de un niño Targaryen.
Aemond ríe en voz baja, y Helaena lo mira de reojo.
──Si es niño, creemos que sería buena idea llamarlo Maelor ──explica la mujer de cabello rubio. Deianira asiente y luego deja un beso sobre el vestido de Helaena.
──Bebé Maelor ──murmura, sentándose derecha en su silla ──. Es bonito, bien... mejor dejénme el nombre de Rhaegor para mi primogénito.
Los hermanos Targaryen-Hightower ríen juntos, y en ese momento los demás pueden notar lo estrecha que parece su relación. Lo unidos que eran los hijos de la reina consorte le causó cierta incertidumbre e incomodidad a Rhaenyra, quien los observaba desde la otra esquina de la mesa.
──Creí que no querías hijos ──dice Aemond, inseguro. Había crecido escuchándola hablar sobre lo tedioso que era el matrimonio y los hijos, y que no quería terminar siendo un medio para expulsar herederos, pero ahora que lo piensa mejor...Nira siempre amó a los niños, podía hacerlos reír y calmarlos. Y sin dudas, sería una madre excelente.
──No ahora ──corrige la ojimorada, sonriéndole ──. Pero definitivamente sí algún día...
En ese momento, Helaena se pierde completamente, sus ojos se vuelven opacos y su vista se clava en la chica de ojos color amatista.
──Rubios serán sus cabellos, y temerosa su actitud hacía los peligros del mundo, nacido entre el caos y la muerte llegará para marcar unión en la casa del dragón ──las incoherentes palabras de la princesa dejan a todos paralizados, pero los que más afectados se vieron al oír aquel augurio fueron el príncipe bastardo y la princesa rebelde. Quienes sintieron un escalofrío bajar por su columna vertebral y, por instinto, ambos voltearon a verse el uno al otro. Como si sus ojos se llamaran por ondas magnéticas.
En menos de un segundo, la mujer suelta un grito agudo de dolor y agarrando su vientre. El último vástago del rey siente el sonido del agua golpeando el suelo, y entonces nota que el vestido y las piernas de Helaena estaban completamente empapados.
──El bebé ya viene... ──solloza la embarazada, sosteniéndose del brazo de Aemond, el platinado no tardó mucho en cargarla y salir por la puerta. Siendo seguido por su hermano mayor y su hermana menor, mientras la reina consorte observaba a Rhaenyra, y le pedía que le dijera al rey lo sucedido cuando llegara a la mesa, para luego irse junto a sus hijos.
Sin saber que Viserys no llegaría al desayuno tampoco, pues no había podido levantarse de la cama y su condición había empeorado considerablemente...
────cam's note !
HELAENA MENCIONANDO A RHAEGOR AAAAAAH *cry*
Rhaegor mi protegido, yo te amo, y te voy a defender siempre (los que vienen de tiktok seguramente ya lo conocen, y los que no...bueno, esperen para conocerlo muajaja *inserten risa malvada* JAJAJAJJAJJA)
Also, se está yendo todo a la mierda pero como que no? no sé, es todo un lío.
Chapter 16: ────fifteen,
Chapter Text
15, NEWBORN SON !
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LA PRINCESA Helaena había pasado la mañana encerrada en sus aposentos, gritando de dolor mientras que las parteras intentaban ayudarlo. Deianira no pudo quedarse quieta, avanzaba de un lado a otro por los pasillos, sacudiendo la cola de su vestido sobre la cara de Aegon, quien se quejaba en chillidos agudos. Aemond estaba dentro de la habitación, y Ser Criston acompañaba a la reina consorte.
El primer hijo varón del rey giró los ojos cuando su hermana menos comenzó a chocar los pies contra el suelo, generando una serie de sonidos estorbosos. Entonces tomó a Deianira de los hombros y la sacudió levemente.
──Nira, ya. Cállate ──le pidió, y se sostuvo la cabeza entre las manos, presionando su cráneo. El dolor había aumentado notablemente desde el incidente en la mesa, la princesa rebelde lo miró de reojo.
──Lo lamento ──murmura, comenzando a morderse las uñas. Su pecho subía y bajaba con velocidad y su corazón se estaba volviendo loco entre sus costillas, la reina consorte caminó hacía ella y entrelazo su mano con la de su hija, tratando de tranquilizarla. Los sollozos de dolor de Helaena le ponían los pelos de puntas a los Targaryen, por una de las esquinas llegó Rhaenyra.
Ella también tenía su vientre hinchado, pero era más pequeño, muy reciente. La princesa heredera avanzó a pasos lentos hacia su antigua compañera, sintiendo cada músculo de su cuerpo tensarse.
──Rhaenyra... ──susurró Alicent al verla,y se levantó para acercarse a ella. Las manos de la reina verde reposaron sobre las de la platinada, y ambas compartieron un contacto visual corto, hasta que la rubia apartó la vista.
──¿Cómo está Helaena? ──cuestiona, pero al sentir las yemas de los dedos de Alicent rozando el dorso de su mano casi olvida sus propias palabras, trabandose ante la mirada atenta de Deianira. Quién estaba atenta a la interacción entre las dos mujeres.
──Estará bien ──dice Aegon, reincorporándose de su asiento y posicionándose frente a su media hermana. Los ojos azules del príncipe van hacía el contacto físico entre su madre y la hija primogénita de su padre, y luego alza el mentón ──. No sabía que te preocupabas tanto por el bienestar de tus hermanos...
La mujer de cabellos plateados ignora al chico a su lado y ve a Alicent.
──Debería irme cuando Helaena de a luz ──dice, en voz baja ──. Los niños extrañan Dragonstone...
Los ojos oscuros de la reina verde se iluminaron con tristeza, y se acercó más a ella.
──Pero, Nyra...──comienza, pero su voz se corta, atascandose en su garganta ──Rhaenyra, acaban de llegar.
Deianira siente una oleada de emoción al enterarse de que ya no tendría que soportar a los intrusos en la fortaleza, y más que nada, no tendrá que volver a ver el estúpido rostro de Jacaery. Pero como siempre, nunca se debe mencionar al diablo...porque este puede asistir a tus llamados.
Por eso, cuando el castaño apareció desde la esquina de los pasillos, la princesa menor soltó un suspiro y giró los ojos, apartando la mirada. Jacaerys respira pesadamente al verla y va junto a su madre.
──Majestad... ──murmura, haciendo una corta reverencia ante la pelirroja ──¿La princesa Helaena está mejor?
Por todas éstas interrupciones, nadie notó que los gritos habían cesado y que la calma volvió a apoderarse del aire, Deianira se levanta y mira la puerta expectante. Al instante uno de los maestres salió de la habitación, sonriendo.
──Mi reina ──dice, con las manos entrelazadas enfrente de su cadera y una posición encorvada, pero su rostro amable y sonriente causaba seguridad ──. La princesa Helaena ha dado a luz a un hijo varón, sano y fuerte.
Aegon y Deianira cruzaron una mirada y entonces la menor saltó a los brazos del rubio, para envolver su cuerpo junto al de él. Y él la alzó y comenzó a girarla mientras ambos soltaban exclamaciones de felicidad. Los hermanos, junto a la reina entraron en la sala. La pelirroja se fue mirando hacia atrás, viendo a Rhaenyra tomar los hombros de su hijo mayor y depositar un corto beso sobre la cabeza de Jacaerys, yéndose por donde llegaron.
Helaena tenía el rostro sudado, junto a un vestido de lino claro que parecía haber pasado por una batalla mortal. Las mantas estaban salidas del colchón, y en sus brazos había un pequeño bulto. Aemond tenía una de las sonrisas más brillantes que un hombre pudiera poseer, Deianira dio algunos saltos de felicidad a medida que se acercaba y notaba los rasgos valyrios del niño.
La peliblanca tomó asiento en la suavidad de la cama, recostándose con cuidado a un lado de su hermana mayor.
──¿Puedo sostenerlo? ──susurra, su voz es tan débil que la princesa soñadora tarda en responderle, y sonríe, extendiéndole al niño. Cuando el pequeño Maelor pasa a los brazos de su tía, esta no puede evitar regocijarse ante la imagen del bebé. Su escaso cabello era rubio, y su diminuta nariz estaba respingada. Aún estaba cubierto de líquido transparente y algunas manchas de sangre, pero seguía siendo precioso. Su rostro estaba hinchado y las yemas de sus deditos estaban marcadas con arrugas producidas por su estadía en el agua de la bolsa materna ──No puedo creerlo...es un angelito.
Alicent ríe suavemente, junto a Aemond, y Aegon se acerca.
──¿Este es mi nuevo hijo? ──pregunta, en broma. Pero el tuerto le pegó en el brazo, con fuerza ──¡Auch, oye...!
──No grites frente al bebé, Eggon ──lo regaña su hermanita menor, acariciando la mano del recién nacido, sin despegar sus orbes amatistas de él.
──¿Qué, no creen que se parece a mí? ──cuestiona, pasando un brazo por los hombros del chico de cabello largo, quedando en una posición incómoda por la diferencia de estatura entre ambos. Al no recibir respuesta de nadie, ni siquiera de Ser Criston, que estaba parado junto a la puerta. Aegon agregó:──Mi padre una vez tuvo una yegua...
Ante las palabras todos rieron, incluso el guardia real soltó un sonido proveniente de una carcajada que fue retenida. En los momentos como ese, el tiempo parecía congelarse, permitiéndole a la princesa rebelde conservar cada pequeño detalle para obtener un recuerdo vívido en un futuro. La risa áspera de Aegon... La forma en la que Aemond sostenía a Alicent, como Helaena estaba lúcida y feliz con una sonrisa brillante de oreja a oreja en su rostro. Todo se plasmó en la mente de Deianira.
Y podría decir sin duda alguna, que algún día recordaría todo demasiado bien...
──Oh, debo contarles algo ──susurra Nira, recordando lo que quería decir hace horas y mirando a su familia con una expresión risueña ──. Seré la jinete de la bestia salvaje.
Rhaenyra negó con la cabeza, hundiendo su cara entre sus manos. Daemon estaba del peor humor posible, Luke y Rhaena habían desaparecido hace horas y Baela no pudo encontrarlos.
Pero Jacaerys sabía que los menores solo huían de él y de la morena, porque desde que les prohibieron acercarse a Deianira ambos habían comenzado a comportarse de forma distante con ellos. El príncipe bastardo temía que los adolescentes conocieran un lado de Deianira que él no... El lado amable, y dulce. Había oído cientos de maravillas sobre la hija menor de la reina consorte, así como cosas horrendas. Pero casi todos decían que era encantadora y graciosa, aunque Jacaerys jamás lo había creído. Pues ella nunca fue así con él, ni cuando eran niños, ni ahora.
Su odio hacía la peliblanca lo había cegado, pero todo estaba cambiando. Porque cuando la veía emocionada...abrazando a Aegon, o acariciando el vientre de Helaena mientras reía y de sus labios solo salían las palabras más preciosas que Jacaerys haya oído jamás, las propias comisuras de la boca del chico temblaban. Amenazando con revelar una sonrisa.
Daemon avanzó sobre sus pies, poniéndose enfrente de Jace.
──Viserys ha recaído y la triarquía ha vuelto ──dijo, con su seriedad quebrando cada fibra de duda en el cuerpo del joven castaño ──. Si la Serpiente Marina muere, estaremos en problemas.
──Podemos volver a Dragonstone ──propone Rhaenyra.
──No ──interrumpió Jace casi de manera inmediata, sin poder evitarlo. Su corazón se aceleró cuando su madre y el príncipe pusieron sus ojos sobre él ──. Digo...no podemos abandonar la capital si el rey está tan enfermo. Es mejor estar alertas, por si...
Jacaerys se calla, temeroso de decirlo, pero no hace falta que termine su frase porque los adultos ya saben lo que intenta expresar. Aunque en sí...las razones del príncipe no son solamente de estrategia política, porque no puede ─y no quiere─ abandonar King's Landing hasta que estar seguro de que ese estorbo apellidado Baratheon esté lejos de la órbita de la princesa rebelde. No sabe porqué lo detesta tanto si ni siquiera lo conoce. Pero sigue sintiendo ese fuego en su pecho cada vez que alguien lo menciona...
Los celos eran algo poco común en el castaño, nunca los había experimentado con tanta fuerza. Pero desde que vió la sonrisa en el rostro de la hija del rey Viserys al leer el nombre escrito en tinta oscura sobre esa carta, todo su mundo amenazó con colapsar. Sabía que muchos caballeros seguramente consideraban a la rubia como una mujer hermosa, porque lo era, y ciertamente no tenía duda alguna de que la mayoría de los hombres en Westeros pelearían por el honor de desposarla, y sin embargo cuando todo eso pasó frente a sus narices...se sintió irreal.
Fue como un túnel que lo arrojaba abruptamente de un lado a otro, y cientos de inseguridades se acumularon dentro del príncipe de cabellos oscuros. La primera, fue la más clara. Aquella que la mismísima Deianira le refregaba en la cara siempre que tenía oportunidad desde que eran niños. Él era un bastardo.
Sí, tal vez la ley no lo veía como uno, pero todos sabían la verdad. Negarlo era en vano, Ser Laenor Velaryon no era su padre biológico. Y por mucho que su madre intentara defenderlos, jamás iba a poder borrar el linaje de sangre que los unía con los Strong. El primer paso que Jacaerys enfrentó fue la negación...
Hubo semanas, e incluso meses, en los que se negó a hablar con Harwin Strong. Le irritaba que él fuera tan apegado a Rhaenyra, detestaba de que sus gestos y rasgos faciales fueran similares, pero más que nada odiaba el hecho de que cada vez que se veía al espejo el fantasma de aquel hombre lo perseguía. Mirándolo a través de sus propios ojo. Los mismos ojos.
Lo que siguió fue la depresión. La enorme tristeza de saber que jamás sería lo suficientemente bueno, ni para el trono de hierro...ni para el apellido Targaryen. Pasó noches enteras llorando entre las sábanas de su cama, aguantando los sollozos que pudieran abandonar sus labios, y descubrió que era muy bueno para sufrir en silencio. Manteniendo sus emociones en las profundidades oscuras de su alma, enterrando las migajas que lo hacían humano. Deseó con desesperación que su cabello fuera plateado, o que sus ojos hubieran sido del típico color amatista que poseían los portadores de la sangre del dragón. Quiso cortarlo, pero cuando su madre lo encontró enfrente del espejo con las tijeras en la mano, su rostro se quedó grabado en sus memorias por siempre...
La expresión de Rhaenyra fue de confusión, miedo e incluso enojo...pero la emoción más tangible fue la pena. La pena por algo que ella misma había generado, y que no podía revertir. Luego de esos años, su mente se llenó de preguntas que nunca obtuvieron una respuesta.
¿Qué pasa si la gente de los Siete Reinos no lo aceptaba como su rey solo por ser un bastardo? ¿Sería suficientemente bueno para el puesto, o decepcionaría a todos...? ¿Aegon y Aemond tenían más derecho que él, solo por sus rasgos valyrios?
Cada cuestionamiento que se hacía a sí mismo solo empeoraba su humor y autoconfianza. Lo que lo llevó a pasar tiempo junto a su tío mayor, acosando a Aemond y Deianira por estupideces sin sentido, rebajándolos y haciéndolos sentir miserables por no ser jinetes a su corta edad. Aunque en eso, el príncipe bastardo encontró un poco de consuelo...
Vermax había nacido fuerte, y crecía rápidamente, y a pesar de que él nunca se creyó digno...el pequeño animal lo escogió para ser compañero de por vida. Algo que los dos últimos hijos legítimos de la reina y el rey no tuvieron. Ellos no tenían dragones, a pesar de que sus caras eran dignos retratos de lo que podría considerarse un verdadero Targaryen. A pesar de sus ojos claros, y sus finos cabellos plateados con tonos amarillos. A pesar de ser los hijos nacidos del rey, aún así...ellos no poseían algo que Jacaerys sí.
Y eso, a pesar de que años después supo que estaba mal, lo hizo sentir bien consigo mismo.
El último enfrentamiento que el príncipe heredero tuvo contra esta inseguridad fue la aceptación... Comenzó a tomarle cariño al hombre con quién compartía sangre, y se atrevió a cuestionar a su madre sobre sus raíces, recibiendo vagas respuestas. Incluso, en secreto, pensaba en cómo hubiera sido su vida si él fuera un Strong. Si Harwin hubiera podido reclamarlos como sus vástagos, y hubieran podido ser felices...fuera de las cuatro paredes a las que estaban aferrados.
Pero entonces todo se desvaneció en menos de lo que un suspiro abandona los labios. La muerte de Ser Harwin fue un peso que Jacaerys nunca pudo sacar de sus hombros, arrepintiéndose de haber perdido tiempo negando a su familia en vez de apreciarla, y tomar las oportunidades que tuvo de haber estado cerca de su padre...
──Jacaerys tiene razón ──afirmó Baela, sacando al mencionado de su trance. Daemon posa sus ojos sobre su primogénita y suspira.
──Si, es lo mejor ──agrega, caminando hacía la salida ──. Si a esa puta se le ocurre envenenar a mi hermano, será mejor estar atentos a sus movimientos.
Y dicho esto, el rubio abandona la sala, poco después su hija lo sigue. Dejando a Rhaenyra junto a su hijo mayor. La madre sonríe dulcemente, acariciando su vientre y acercándose a su hijo, poniendo una de sus manos detrás de la nuca de Jacaerys. Luego une su frente a la de él, y el chico cierra los ojos, suspirando pesadamente. Había tantas cosas que quería decirle, pero prefería mantenerse callado, temiendo preocuparla con sus tontos sentimientos. Pero, a pesar de que omitió muchas preguntas, una logró colarse entre sus cuerdas vocales y articularse.
──¿Lo amabas? ──cuestiona, en un suave susurro que es apenas audible ──A mi padre.
Rhaenyra esboza una leve sonrisa, sin abrir los ojos, manteniendo su cabeza contra la de su primogénito.
──He amado a varias personas, y cada una de ellas ha dejado su marca en mí ──dice, con esa delicadeza que es característica en ella ──. Harwin ha sido de las marcas que se han quedado marcadas sobre mi piel, aquellas que son imposibles de borrar.
Jacaerys sintió su pecho hundirse al escuchar el nombre del caballero de cabello ondulado, siente un nudo en su garganta y una oleada de emoción. Por primera vez, Rhaenyra asoció la palabra padre con el nombre de Harwin Strong... y eso significó más de lo que el adolescente pudo haber imaginado.
──¿Qué sentiste...cuando lo conociste? ──pregunta, y la peliblanca separa su frente de la de él, abriendo los párpados para que sus orbes moradas iluminen su rostro ──¿Cómo supiste que lo amabas?
──Fue tan extraño, mi dulce niño... ──murmura ──Mi corazón siempre estaba saltando cuando estaba a su lado, y sin poder evitarlo me encontraba sonriendo cada vez que lo veía. Un día desperté, y...lo supe. No pude hacer nada para evitarlo o predecirlo. Lo amaba, y de haber sabido que mis sentimientos por él serían tan fuertes, no hubiera aceptado el matrimonio con la familia Velaryon.
La respiración de Jacaerys se quedó en su garganta, y tardó largos segundos en volver a hablar.
──¿Quieres decir que...?
El asentimiento de Rhaenyra lo interrumpió, y entonces el príncipe bastardo sonrió.
──Me habría casado con tu padre, su hubiera sabido que lo amaría y que juntos tendríamos a tres maravillosos niños...──confiesa, perdida entre los pensamientos de lo que pudo haber sido ──Lo habría hecho sin dudarlo, y creéme que hubiera entregado el cielo y la tierra para poder tenerlo a mi lado al menos cinco minutos más y decirle que él jamás hubiera sido un extraño para mí. Ni aunque nos separáramos un día o mil años.
────cam's note !
RHAENYRA HABLANDO DE HARWIN. BLD, MIS PADRES...
Harwin yo te amo mucho, nyra y vos merecían criar juntos a sus niños fuertes y dulces.
Sé que en este fic Rhaenicent es canon, pero esto no hace que el amor de Rhaenyra hacía el padre de sus hijos sea de menor importancia. Los que vieron la serie, estoy segura de que notaron las miradas cargadas de amor que tenían cada vez que se veían el uno al otro. Y en su despedida, fue como si una parte del otro se fuera al saber que tendrían que alejarse de la persona que amaban.
La verdad amo mucho este shipp, y merece mucha valoración, pq la verdad es hermoso.
Gracias Harwin, por dejarnos a los Strong Sweet Boys <333
ALSOOOOO, GENTEEEE, SE VIENEEE NIRA COMO JINETE Y LA APARECIÓN DE LOS BARATHEON, AAAAAAAAAAAAH !!!
Chapter 17: ────sixteen,
Chapter Text
16, THE KING'S HEALTH !
──────── ⚔ ────────
LA NOCHE había caído con mucha rapidez y la reina consorte se había retirado de los aposentos de su hija mayor, pero Deianira se había quedado...Aún estaba preocupada por Helaena y por el niño, y a pesar de que Aemond se encontraba junto a ella, no vio el problema de quedarse en el pasillo leyendo. Aunque al rato sus piernas se acalambraron y decidió irse a la biblioteca, para reposar en uno de los sillones.
Cuando entró, el lugar estaba vacío como de costumbre, la rubia avanzó hacía la chimenea y se sentó en el gran sofá de color verde esmeralda, en su mano había un diario que estaba lleno de notas y datos sobre heridas en los dragones. Había varios dibujos que catalogaban las lesiones de peor a mejor grado de cicatrización... Sobre el regazo de la princesa había otro libro, uno sobre remedios caseros creados a base de plantas y hierbas.
El calor del fuego le sonrojaba las mejillas, y sus dientes chocaban contra la piel de sus labios, luego de ponerse más cómoda se encontró recostada sobre la tela gruesa y suave del sillón. No se percató en qué momento el libro saltó de la página cuarenta a la ciento veintiuno, un bostezo hizo que se diera cuenta de que ya había pasado mucho tiempo en la biblioteca. Pero cuando quiso levantarse para irse, escuchó el sonido de la puerta arrastrándose sobre el suelo.
Deianira abrazó el libro y se quedó muy, muy quieta. El respaldo del sofá la cubría por completo, por eso la persona que entró en la habitación no la vió. De pronto, la princesa rebelde escucha esa voz odiosa que hace que sus oídos sangren. No literalmente, pero casi...
──Vamos, Jace, puedes hacerlo ──se dijo a sí mismo el castaño, sentándose frente a una vela, y con los enormes libros abiertos justo frente a él ──. Aegon ordenó que los árboles fueran... ¡Asesinados! Sí.
La chica de cabellos plateados no pudo evitar soltar una queja al oír la voz del chico, su acento era espantoso. Horrible era el adjetivo más suave que podía darle. Le daba énfasis a las sílabas incorrectas, al escuchar tal falta de respeto a su idioma paterno la princesa se reincorpora en el sillón, quedando sentada.
──Por los Dioses ──murmura, viéndolo a la cara ──. Tu valyrio es horrendo.
Las mejillas del príncipe bastardo ardieron al verla, su boca estaba ligeramente abierta, y tuvo que pestañear varias veces para asegurarse de que ella estaba realmente ahí.
──¿Deianira? ──cuestiona, un un susurro, a pesar de que está cien por ciento seguro de que lo que está viendo es una persona y no un producto de su imaginación.
──La traducción correcta es talados, no asesinados ──lo corrige, volviendo la vista a su libro ──¿Qué clase de demente ordenaría asesinar a un árbol?
Jacaerys sonríe, asintiendo ante la burla que hizo a princesa rebelde. Tenía sentido, asesinar a un árbol era un término...extraño. Entonces el de ojos cafés toma uno de los libros entre sus manos y va junto a ella, el silencio se extiende por la gran habitación y cuando Jacaerys apoya su peso sobre el sillón la chica suelta un suspiro.
──¿Deseas molestarme de nuevo? ──dice, sus palabras eran claramente una pregunta pero Jace sabía que la ojimorada no quería una respuesta. Al menos, no una directa. El varón ladea la cabeza, mirando de reojo las páginas que ella sostenía entre las yemas de sus dedos.
──Es mi pasatiempo favorito, ¿lo sabías? ──agrega el heredero bastardo.
──¿Venir a la biblioteca de noche?
──No ──niega, y entonces acerca su rostro al hombro de ella, su cálido aliento choca contra las mejillas de la hija de la reina consorte──. Molestarte, es una actividad que me fascina.
Los ojos color café del adolescente vuelven a bajar hasta el cuello de la chica, la gargantilla oscura siempre estaba ahí, sin falta. Como si no se la quitará jamás... Jacaerys deseó hacer una pregunta al respecto, pero entonces Deianira dijo algo más.
──Si usaras tu tiempo para aprender valyrio, en vez de molestarme, tal vez serías decentemente bueno hablándolo ──atacó la peliblanca, y fue un golpe bajo. Muy bajo.
──Oye, me esfuerzo bastante ──comenta, perdiendo la confianza coqueta que había tomado hace unos breves instantes, y se sienta derecho, alejando su rostro del espacio personal de la princesa ──. No es mi culpa que las palabras sean tan complicadas, la mayor parte del tiempo no sé si estoy hablando coherentemente o invocando a algún ser sobrenatural.
Entonces Deianira ríe.
La vibración de su risa llenó los oídos del príncipe bastardo, y en ese preciso momento, juró que ese sonido era el más dulce que alguna vez haya oído. Parecía una melodía que lo envolvía, atrayéndolo como si fuera el canto de una sirena. Y él estuvo dispuesto a ser el estúpido marinero que lo seguía.
Jacaerys estuvo dispuesto a morir oyendo esa risa.
──Aún así, tu pronunciación es asquerosa ──dice la rubia, y pone sus orbes amatistas sobre el castaño, ese simple movimiento hizo que el corazón del hijo de Rhaenyra se acelerara desenfrenadamente. Quiso controlar a su propio cuerpo, pero no pudo, y ni siquiera supo que le estaba pasando. Porque se encontró a sí mismo sonriéndole.
──Gracias, lo he notado ──murmura, apartando la vista de ella, a pesar de que no quería dejar de verla. Deianira mueve su rostro para ver el libro del chico, y nota la letra prolija y delicada del papel.
──¿Esas son tus notas? ──pregunta, curiosa. Jacaerys siente que ambos rompieron su propio récord, pues hasta ahora no habían comenzado a pelear. Y se sintió bien... Estar así junto a ella, se sintió correcto. Como nunca antes se había sentido.
Jace niega, permitiéndole ver un poco el diario. Nira toma el cuaderno con cuidado, notando lo frágil que parecía la cobertura, estaba hecho a mano y ella se percató de ello. Así que fue cuidadosa.
──Es de Baela ──confiesa él. El nombre de la morena lo pone nervioso, porque siente que Deianira cambiará de actitud al oírlo, pero no fue así. La hija de Alicent sonrió, asintiendo.
──Supuse que era de una chica ──admite, orgullosa de su intuición ──. Es delicado y está bien cuidado, jamás podría pertenecerle a un muchacho.
Su voz suena relajada y casi bromista, pero sin ser cruel.
──Sí, bueno... ──comienza, pero no puede argumentar nada. Tenía razón, la mayoría de los chicos no cuidaban algo con tanta determinación. Jacaerys recordó como a casi todos sus cuadernos se le salían las hojas luego de algunos viajes en bolsos llenos de otras cosas, como dagas, piedras recogidas de la playa de Dragonstone o tonterías.
Luego de su silencio, la adolescente alzó la vista para verlo.
──¿Qué hiciste tú para ganarte el privilegio de que Baela te preste sus notas? ──pregunta, con la voz llena de diversión y sonriendo. Jace la mira, sin poder evitar devolverle la mueca risueña. Era tan extraño para él verla así, emocionada en su presencia.
──Bueno... yo... ──vuelve a decir, pero se calla. Sin saber cómo responderle.
──Eres afortunado ──expresó, con un suspiro. Leyendo algunas páginas más ──. Baela es una mujer inteligente, y sus notas son increíbles...
La princesa rebelde estaba maravillada con la tinta marcada sobre el papel, su prima había incluso escrito las pronunciaciones correctas de cada oración. Parecía ser un trabajo corregido por su excepcional perfección.
Por otro lado, Jacaerys estaba sorprendio y confundido. Había escuchado a Baela hablar de Deianira, y ella usó muchos adjetivos para describirla, pero nunca uno bueno. Sin embargo, la chica frente a él dijo "mujer inteligente" como si incluso sintiera respeto hacía la morena.
──¿Crees que Baela es inteligente?
──No seas idiota ──dice severa, viéndolo a los ojos. El insulto lo tomó desprevenido, pero a fin de cuentas estaba hablando con Deianira, era obvio que en algún momento iba a insultarlo ──. Por supuesto que Baela es inteligente, también es una gran luchadora y una jinete impresionante.
Jacaerys no supo qué decir, así que prefirió quedarse con la boca cerrada, notando como los ojos de la princesa rebelde brillaban al hablar de la hija mayor de Daemon.
──No sabía que pensabas eso de ella ──murmura Jace, con honestidad, y entonces ríe, pasando una mano por su frente ──. Sinceramente creí que la insultarías o algo por el estilo.
Deianira esboza una sonrisa, devolviéndole el diario.
──Jacaerys ──comienza. Su nombre saliendo de su boca con ese tono bajo hace que las rodillas del castaño tiemblen, desea oirla repetirlo una y otra, y otra vez ──¿Por qué insultaría a alguien que no puede escucharme?
El chico frunce el ceño, como si despertara de un trance cuando ella menciona eso.
──¿Huh? ──balbucea, con el corazón acelerado.
──Aprende esto ──anuncia, y se reincorpora del sofá, parándose frente al príncipe bastardo ──. Si quieres insultar a alguien, hazlo de frente. No de espaldas. Así te aseguras de que te oiga.
Jacaerys asimila sus palabras y luego la mira, alzando el mentón. Seguía sin entender.
──No te entiendo ──confiesa.
──Si quisiera insultar a Baela, lo haría frente a sus narices, no contigo en esta húmeda y oscura biblioteca ──explica, como si le hablara a un niño.
──¿Por qué frente a sus narices, por qué no de espaldas, en secreto? ──cuestiona, todavía dudando de la audacia de las ideas de su compañera.
──Para que se defienda ──responde, segura de sus palabras ──. Insultar a alguien a sus espaldas es como patear a alguien que está en el suelo durante una lucha. Es un juego sucio e injusto.
El primogénito de la heredera sigue cada pequeño detalle en la anatomía de la princesa mientras ella le habla, de pronto un calor inunda su pecho, y un solo pensamiento cruza por su mente. Deianira es realmente increíble. El pecho de la chica sube y baja lentamente, mientras ella expresa su punto de vista, con orgullo y sin temor.
Su vestido era de color oscuro, Jacaerys no podía identificar si era azul o negro con las tenues luces de las velas. La tela abrazaba su cuerpo, mostrando sus clavículas y hombros pero ocultando sus brazos y sus piernas. Se veía hermosa, como de costumbre.
Y no solo hermosa en el sentido de la palabra, porque físicamente era muy atractiva, pero había algo más... algo fuerte y mágnetico que te obligaba a poner tu atención en ella, tal vez era su confianza, o su carisma, pero sin dudas había algo.
En menos de un segundo, la realidad golpea a Jacaerys de forma brusca y violenta.
Le gustaba. Y le gustaba demasiado.
Su corazón rebota entre las cavidades de su pecho ante sus propios pensamientos, pero antes de molestarse en hablar, la ve caminando hacía la salida. El chico se gira, deseando que ella no note su desesperación al verla partir.
──¿Donde vas? ──susurra, con la voz débil. Pero ella logró oírlo, y se detuvo, girando levemente.
──A dormir, a donde más ──responde, sonriendo. Y frunce el ceño ──¿Por qué?
La interrogación de la chica lo toma por sorpresa, y aparta la vista, abriendo la boca mientras pensaba en una excusa coherente.
──Por nada ──agrega, rápidamente ──. Solo...creí que irías a ver al rey.
Deianira alza una ceja.
──¿Por qué iría a ver al rey a estas horas? ──cuestiona.
──¿No lo sabes? ──pregunta, torpemente. Era obvio que ella no lo sabía, por su mueca confundida ──Viserys ha recaído, los Maestres y la reina están en sus aposentos.
El rostro de la princesa rebelde se pone pálido, y entonces Jaacaerys la ve darse media vuelta y salir sin decir palabra alguna. Quiso detenerla de nuevo, pero sabía que no debía hacerlo. Así que le dió su espacio.
Cuando estuvo solo en la gran sala, en su cara se posó una amplia sonrisa y apoyó su espalda contra el respaldo del sillón, mientras las comisuras de sus labios seguían elevadas por la pequeña interacción que había tenido con la platinada.
Aegon bostezó, el sol le pegaba en la cara y las mantas se abrazaban a su cuerpo. Aún así pasó su brazo detrás de su cabeza y observó a la chica mientras se vestía de nuevo, poniéndose el vestido color gris.
Quería decirle que se veía hermosa, sin embargo de sus labios salió otra cosa.
──¿Ya te he dicho que eres muy buena en la cama? ──pregunta, divertido. Esta era la segunda vez que dormían juntos, y ella lograba impresionarlo cada vez más.
──Cállate ──murmura la platinada, subiendo el cierre de su vestido y caminando hacía la puerta. El corazón del hijo del rey se acelera abruptamente al verla yéndose, así que se levanta, sujetado las sábanas contra su cuerpo desnudo.
──Baela, espera... ──suplica, con los ojos llenos de duda, la adolescente lo ve, casi irritada ──No te vayas...puedes quedarte, podemos quedarnos aquí juntos. No tenemos que hacer nada, puedo...abrazarte un rato.
La morena suelta una risa ahogada, apartando la vista de Aegon.
──Ya lo hablamos ──interrumpe, con un tono serio ──. Solo follamos, no es como si fueras mi prometido.
El muchacho cierra los ojos, reprimiendo un suspiro, y retrocede. No sabe qué demonios le sucede ¡Él jamás persiguió a una chica! ¿Por qué entonces tenía este deseo de ir detrás de Baela? Ya no lo soportaba, odiaba la forma en la que ella lo ignoraba...
──¿Solo follamos? ──repite, mirándola ──Baela...yo...no sé que siento por ti, pero definitivamente no eres una mujer que solo uso para complacerme.
Aegon jamás creyó que diría eso, las palabras sonaron tan cursis que dejaron un sabor amargo en la boca del primogénito de la reina verde. La chica de tez oscura suelta otra de sus risas, y esta vez suena mucho más cruel que antes.
──Qué lástima ──murmura, alzando las cejas ──. Porque para mí no eres más que esto.
El pecho del ojiazul se hunde, y la hija de Daemon se da cuenta de que lo lastimó. Su mano descansa sobre el pomo de la puerta, y baja la cabeza.
──Entonces no acudas a mí cuando te sientas sola de nuevo ──contraataca el Targaryen, no solo sintiéndose herido sino humillado. La chica aprieta la mandíbula y sale de la habitación, aún era muy temprano así que nadie estaba en los pasillos.
Aegon se queda parado, procesando todo, hasta que decide vestirse e ir a ver a la única persona que lo comprende a la perfección.
Su Deianira.
────cam's note !
Jacaerys y Deianira teniendo una conversación sin matarse, va a llover.
ALSOOOO AAAH, YA SE DIÓ CUENTA DE QUE LE GUSTA, ESTOY CHILLANDO.
OPA, Baela tratame bien al nene que este Aegon no es como el de la serie ni como el del libro.
Chapter 18: ────seventeen,
Chapter Text
17, PROVOCATION !
──────── ⚔ ────────
DEIANIRA SALIÓ de la cama a la velocidad de la luz, su cabello estaba hecho una maraña y la gargantilla se ajustaba demasiado a su nuca, avanzó a paso lento hasta la puerta y la abrió, viendo a Aegon en el pasillo.
El chico le sonrió y ella frunció el ceño, con una expresión irritada y cansada. Lo dejó pasar y el rubio procedió a acercarse a su cama, para arrojarse sobre las sábanas frías.
──No vas a creer lo que acaba de suceder ──murmura, mirando a su hermana. Deianira se acerca al espejo y con cuidado acomoda la tela negra en su cuello, para que no le apriete y cubra la cicatriz. Había decidido tomar un baño en la noche, debido a que su sangrado lunar había llegado para fastidiarla, y por eso tenía el cabello algo húmedo.
──¿Otto Hightower murió?
──¿Qué? Claro que no, por lástima ──interrumpe, notando como su hermana tomaba el peine y comenzaba a cepillarse el cabello platinado. La observó por unos segundos, hasta que tomó el valor suficiente para abrir la boca ──. Me acosté con Baela...
El silencio se hizo presente en la habitación, y luego de una incómoda tensión la hija menor de la reina consorte estalló en carcajadas, creyendo que era una broma de mal gusto. Típico de Aegon.
──Espera, espera, por un momento me lo creí ──balbucea Nira, entre risas torpes, causando que las palabras se escuchen algo distorsionadas ──. Nunca me cansaré de tu humor, Aegon, lo juro. A penas sale el sol, y ya vienes a contarme un chiste.
Aegon sonrió de lado. Alzando inconscientemente un lado de su boca más que el otro.
──De hecho, no es una broma ──dice, poniéndose serio ──. Ella me coqueteó, le seguí el juego y luego estabamos en mi cama.
El rostro de la princesa rebelde se puso pálido, mientras miraba a su hermano con sorpresa.
──No, eres un mentiroso ──lo acusa, caminando hacía él para tomar una almohada y golpearlo en el costado de su cuerpo, haciéndolo caer de espalda sobre la cama. Aegon rió y negó ──. Creí que Baela estaba detrás de Jacaerys, ¡ella no se va a acostar contigo si le gusta Jacarys!
──Bueno, tengo dos opciones ──comienza el mayor ──. La primera, es que ese bastardo no puede complacerla como ella desea. Y la segunda, es que Jacaerys ni siquiera sabe cómo usar su verga, es decir... No sabría donde meterla aunque tuviera el agujero enfrente.
Deianira abrió los ojos con sorpresa al escucharlo. Puede que se hayan criado juntos, y que fueran compañeros de travesuras al crecer, pero ella nunca iba a acostumbrarse a su forma de hablar tan directa. A veces a Nira se le ocurría que su hermano la veía como un muchacho más, un mini Aemond al cual pudo domesticar a su antojo.
──¡Por los Dioses, Aegon! ──exclama la chica, dándole otro golpe con la almohada, esta vez más fuerte ──Cuida tu lenguaje, olvidas que soy una dama. ¡Y tu hermana!
Aegon suelta un quejido, pero sigue con esa sonrisa enorme en su cara.
──Okay, okay, lo lamento ──se disculpa con rapidez, y luego suspira, soltando una risa ──. Pero ya, en serio, ¿crees que Jacaerys la tiene tan pequeña que no puede hacer su trabajo?
Deianira siente un escalofrío al escucharlo, y bufa. Tirando del pie de su hermano para sacarlo de la cama.
──Deja de decir tonterías ──murmura, con la respiración agitada por estar haciendo fuerza. La chica tenía su cuerpo doblado mientras tiraba de Aegon, pero este se sostenía de la cabecera de la cama, impidiendo que ella lo saque de encima del colchón ──. Nunca sabrás eso, así que ya cállate.
El platinado ríe.
──Podría preguntarle ──las palabras por un momento le causan gracia a Deianira, por eso deja de hacer lo que estaba haciendo y se tapa la boca con la mano. La idea de que Aegon le preguntara eso a Jacaerys era graciosa, y más porque la rubia sabía que su hermano era perfectamente capaz de hacerlo.
──No seas tonto ──dice, reprimiendo una carcajada ──. Además, no creo que él te diga nada, es muy serio y retraído como para hablar de esas cosas.
──Aún así, sigue siendo un hombre ──comenta el primer vástago varón del Rey, reincorporándose en la cama y mirando a la adolescente ──. Podría sacarle una respuesta, o incluso podría ver su verga con mis propios ojos.
Deianira se pone pálida, y un ligero calor sube por su rostro, sintiendo ganas de reír pero al mismo tiempo de callar a su hermano.
──¿Cómo planeas ver su...esa cosa? ──murmura, muy avergonzada como para siquiera mencionar el nombre del miembro, y no va a llamarlo "aparato reproductor masculino" porque sabe que si lo hace Aegon no dejará de reírse por los próximos tres días ──¿Lo secuestrarás y le bajarás los pantalones? Eso sería muy poco heterosexual de tu parte.
Aegon gira los ojos, levantándose de la cama. De pronto, Deianira comprendió que su hermano estaba celoso...por eso hacía todo este escándalo respecto a los tamaños. Temía que Jacaerys fuera más preciado por Baela que él. Aegon tenía miedo de que ella lo eligiera al castaño.
──No, no haré eso ──dice y voltea a verla ──. Lo emborracharé y lo llevaré a una casa de placer, para que una de las chicas le de un buen masaje con su boca. ¿Crees que Alenna le parezca atractiva?
Deianira pone una mueca de asco y le pellizca el brazo. Con más fuerza de la debida. La chica se sorprende ante el enojo que le provocó la idea de que una mujer ponga sus manos sobre el bastardo de su hermana, de solo imaginar al príncipe castaño en las garras de una de esas prostitutas desalmadas sentía deseos de patear a Aegon.
Si Jacaerys llegaba a ir allí, y alguna de las mujeres lo reconocía como el heredero al trono, podrían mentir y decir que él las embarazó. Y eso traería demasiados problemas, no solo para Jacaerys sino también para el reino y la dinastía Targaryen.
El rubio soltó un pequeño grito de dolor y se acarició la zona herida, mientras miraba a la ojimorada con el ceño fruncido y los labios separados.
──No lo llevarás a ningún lado ──dice, severa ──. Recuerda cuando llevaste a Aemond a esos lugares, madre dijo que el pobre salió corriendo asustado y con los pantalones en los tobillos.
Aegon estalló en una carcajada, pero fue callado por un golpe en su vientre.
──¡Auch! ──gritó, y miró a la rubia ──¿Acaso hoy es el día de golpear a Aegon? Además, también te llevé a ti, y te desapareciste toda la noche. La pasaste bien.
──Pero olvidas que yo soy yo ──murmura, empujándolo fuera de la habitación ──. Y a mí nada me asusta.
Aegon escucha como su hermana le cierra la puerta en la cara y pone una mueca de indignación, el platinado supuso su actitud irritable seguramente tenía algo que ver con sus cosas femeninas y ni siquiera sospechó que la chica se había ofendido por lo que él insinuó. No se percató de que su hermanita estaba celosa.
──Loca ──murmura, y se va, caminando despacio por los pasillos.
El desayuno estaba siendo tranquilo, lo cual era nuevo hablando de la familia Targaryen. Baela estaba de un humor divino, charlando con Rhaena y Lucerys, el último le prestaba muy poca atención pues su preocupación por la salud de la Serpiente Marina lo mantenía estresado.
Rhaenyra, Rhaenys y Daemon estaban manteniendo una conversación acerca de la flota Velaryon, aprovechando a ausencia de la reina consorte y de algunos de sus hijos. Jacaerys estaba comiendo con la mandíbula apretada, ya que hace más de quince minutos Aegon no paraba de decirle cosas en voz baja.
──Solo cállate de una vez ──murmura Jace, tragando un pedazo de pan a duras penas, teniendo que tomar el liquido blanco de su copa para no ahogarse.
──Aún no me has respondido ──le recuerda, frunciendo el ceño ──¿Sabes al menos como se hace el acto?
Jacaerys cierra los párpados y en es instante la puerta se abre, Deianira avanza por el comedor, sentándose enfrente de Aegon, cuando el rubio vio a la chica se separó del príncipe bastardo, y Jace notó ese detalle.
──¿Dónde está Aemond? ──cuestionó la princesa rebelde, con la mirada fija en su hermano mayor, como si lo estuviera carbonizando a través de sus profundos y brillosos orbes color amatista.
──Le pedí a nuestro hermano que acompañara a mi esposa esta mañana, porque tengo asuntos que atender ──mintió, aclarándose la garganta. Deianira capta el mensaje, pero no fue la única en hacerlo pues Daemon también se dio cuenta de la forma en la que ambos se miraron, como si ocultaran algo.
Todos comieron en silencio, las cosas aún seguían tensas entre los adolescentes, así que Lucerys y Rhaena fueron los primeros en marcharse. Evitando a Baela y Jacaerys, como solían hacer con mucha regularidad estos días. Que Luke lo ignorara era nuevo para el primogénito de Rhaenyra, normalmente el que siempre acudía a él era el ojiverde.
──Alenna tiene unos pechos enormes ──susurró Aegon, causando que Jacaerys suspirara. Al no ser correspondido su murmullo los minutos pasaron en silencio, al menos, hasta que los tres mayores Targaryen se fueron de la mesa, dejando solos a los dos muchachos, Deianira y Baela ──. Podría dejarte que le toques las tetas si le preguntas, incluso puedes usarlas para mastur...
Jacaerys se cansó y golpeó la mesa con el puño, haciendo que algunos utensilios se movieran de su lugar. Las dos chicas que estaban ahí abrieron los ojos y se miraron entre ellas, como si se preguntaran de que se perdieron. Jace levanta la vista y sus ojos se encuentran con los de Nira, su corazón se acelera y siente sus mejillas arder por las palabras que el hijo del rey estaba mencionando hace minutos.
──Hazte el bufón si quieres ──dice ──, pero cuida las palabras que usas frente a las damas.
Baela sonríe y Deianira frunce el ceño.
──¿Qué palabras? ──cuestiona la rubia, curiosa y al mismo tiempo furiosa con el primer vástago de su madre.
──Solo le decía a Jace lo bien que le haría tomar aire fresco ──se excusa el muchacho, mirando a Baela y sin querer ver el rostro de su hermana, sabiendo que ella lo mataría pronto ──¿Verdad, Baela? ¿No es cierto que al encantador Jacaerys le haría bien divertirse un poco?
Baela, sin saber que decir, mira al castaño. Jace tenía sus ojos en la mesa, jugando con su labio inferior. La hija de Daemon no lo notó, pero el chico trataba de no quedarse mirando fijamente a la princesa rebelde, pues el vestido carmesí que ella llevaba puesto lo había puesto aún más nervioso que todo ese escenario junto a Aegon.
Jace desea que tanto la morena como el platinado desaparezcan de la sala, para que él pueda sentarse junto a Deianira y simplemente tomarla de la nuca y besarla. Los deseos de hacerlo son tan fuertes que incluso piensa, con todas sus fuerzas, cómo se sentiría hacerlo de todas formas, sin importarle nada ni nadie más, ¿habría algún problema si hacía eso? ¿Quién podría juzgarlo?
Entonces sube los ojos, viendo a Nira, sus orbes color avellana recorren su rostro. Como si quisiera grabar cada detalle en su mente, la forma de su nariz, el rubor en sus pómulos, sus carnosos labios pequeños. La forma del escote en su vestido era provocativa pero no demasiado, aunque el castaño pudo ver el borde de sus pechos, la piel de encima. Parecía tan suave que tuvo un breve impulso de tocarla, solo para comprobarlo.
Deianira, por otro lado, estaba enojada con Aegon. En cualquier momento iba a arrojarle un tenedor a la cabeza, pues ya tenía práctica haciendo eso. Su hermano ni siquiera la miraba, pues sabía lo que estaba pensando, Aegon era consciente de que estaba caminando por un terreno peligroso.
──Bueno...sí ──murmura Baela ──. No le haría mal salir a tomar aire fresco.
La ojimorada giró su rostro hacía su prima, haciendo que la vista de Jace se moviera también. Ambos adolescentes miraron sorprendidos a la hija del príncipe canalla pero ella solo se encogió de hombros. La morena no sabía a lo que se refería el chico de cabello color plata, pero ninguno de los presentes se dió cuenta de eso, y Jace creyó que Baela estaba sugiriendo que él hiciera lo que Aegon le pedía.
──¿Ves? ──dice el mayor, con un tono de victoria ──A Jacaerys le parece bien, ¿cierto, Jace?
El chico de ojos cafés miró a la rubia, como si le pidiera ayuda, Deianira sintió esa chispa en el aire, pero cuando se preparaba para abrir la boca e impedirle a Jacaerys pisar una casa de placer, la puerta se abrió.
Ser Criston entró en la sala, algo agitado.
──Princesa Deianira ──llamó, y la menor Targaryen se levantó de su silla, alerta ──. El rey y la reina desean su presencia en el patio delantero.
──¿En el patio? ──pregunta la chica, confundida. Seguía sintiendo una pizca de celos, y ni siquiera sabía porque. Por alguna razón, le enfermaba la idea de que Jacaerys buscara consuelo en los brazos de una mujer, odiaba pensar que tal vez él se convirtiera en un hombre que frecuentaba esos lugares. Porque, a pesar de que amaba a Aegon con toda su alma, Deianira no quería que Jace fuera como él.
──Así es, mi princesa ──continúa Criston Cole ──. Lord Borros Baratheon y su hijo han llegado.
Jacaerys sintió que su cuerpo dejaba de responderle, un escalofrío recorrió su espalda cuando Nira simplemente avanzó hacía el guardia, sin siquiera despedirse. Él sabía que en realidad no hacía falta que ella dijera adiós, pero aún así no estuvo listo para verla marcharse sin mirar atrás.
Cuando la rubia estuvo fuera de la habitación Jace bajó los hombros, viendo a Aegon, y se separó de él. Su corazón latía con tanta fuerza que ni siquiera pudo hablar de nuevo, se quedó callado, terminando de comer lo que quedaba de su desayuno. Y entonces una pregunta azotó su mente, ¿a Deianira le gusta Henry Baratheon? ¿Qué pasa si ella se siente atraída por él? ¿El estorbo Baratheon es guapo?
──Baela ──dice, alzando su voz en el silencio. La chica lo miró sin comprender ──¿Conoces a Lord Borros y este hijo suyo...Harry?
──¿A Henry Baratheon? ──cuestiona ella, con una sonrisa. Aegon observa la conversación entre ambos con una mirada curiosa ──Sí, de hecho, lo he visto alguna que otra vez.
──¿Tú crees que...? ──comienza, pero se atemoriza, así que respira hondo. Vamos, Jace, se dice a sí mismo, sólo pregúntale ──¿Crees que él es guapo?
Baela se ríe, jugando con la fruta en su plato, y pone sus orbes oscuras sobre Aegon.
──Muy guapo ──comenta ──. Cabello café claro, ojos celestes. Personalidad amable, respetuoso. Es todo un caballero.
El príncipe bastardo suspira, frustrado. Y Baela, en un momento de debilidad, cree que al fin logró ponerlo celoso. Creyó que él temía que ella lo viera. Aunque estaba equivocada.
──No más guapo que yo ──bufa Aegon, y eso hace que la morena sonría.
──En realidad, él no es mi tipo, Jace ──suelta, viendo al hijo de Rhaenyra, el chico parecía estar en trance. Muy perdido en sus pensamientos como para hablar.
──Ah...──balbucea, volviendo a bajar la vista a su desayuno. Las palabras de la chica sentada frente a ellos no lo tranquilizó, sino que hizo todo lo contrario, solo lo puso más nervioso.
Amable. Respetuoso. Todo un caballero.
¿Esos chicos eran el tipo de Deianira?
Si la respuesta era un sí, entonces Jacaerys debería demostrar más su lado amigable con la hija de la reina verde. Sino, iba a perderla. Y la idea lo aterrorizaba. Pues no quería que nadie más la tuviera, quería que ella correspondiera sus sentimientos, pero a pesar de ello se sentía muy asustado como para hacer algún movimiento.
¿Y si Nira lo odiaba? Ella seguramente lo odiaba, después de todo, siempre lo hizo. El sentimiento de incertidumbre fue demasiado, sintió que caía en un hoyo oscuro donde no obtendría respuestas. No sabía si la princesa rebelde si quiera sentía afecto hacía su persona, y eso lo hizo sentir miserable.
Esto estaba mal...muy mal, nada jamás podría suceder entre ambos. Los dos tenían demasiada historia como para olvidarla de un día para otro. A pesar de eso, a Jacaerys se le hacía más difícil controlar sus emociones cuando estaba frente a ella, y cada segundo que pasaban lejos se sentía como una tortura.
Quería tenerla siempre a su lado, quería tomar su mano, acariciarla, besarla incluso. Dioses. Las cosas que el príncipe bastardo daría para sentir los labios de la princesa rebelde corresponder alguno de sus besos...
Su cuerpo ardía de anhelo por su toque, su corazón se derretía entre sus costillas ante las sonrisas que Deianira daba, cada centímetro de su piel parecía un continente nuevo y él deseaba ser el primero en explorarlo. Aunque sabía la reputación de la chica estaba dispuesto a olvidar ese detalle, pues no le importaba si todos decían que ella había hecho algo malo.
De repente, comprendió las maravillas que todos decían sobre ella, comprendió porqué cada hombre, adolescente y niño se perdía en la belleza de sus ojos. Deianira Targaryen era hipnotizante, y no solo por sus cualidades exteriores, sino por su temeraria actitud, su carisma encantador y esa forma que tenía de usar las palabras...e incluso de mirarte. Como si te incitara a actuar, a hacer algo. Como si sus orbes color morado fueran brújulas a un tesoro perdido, precioso pero maldito.
────cam's note !
( MARATÓN 1/4 )
Jacaerys deja de sobrepensar y chapala, flaco.
Estado: desesperada.
ALSO, AAAAAAAAAAAAAH, EN EL PRÓXIMO CAP APARECE HENRY, REPITO. APARECE HENRYYYYYY.
Chapter 19: ────eighteen,
Chapter Text
18, HENRY AND DEIANIRA !
──────── ⚔ ────────
SER CRISTON caminó junto a la princesa, viendo como ella jugaba con sus labios y alisaba su vestido color carmesí. La imagen de la niña le recordaba a aquellos tiempos en donde fue guardia de Rhaenyra, cuando la escuchaba hablar acerca de lo mucho que Alicent le gustaba, o de todas las veces en las que ella le sacaba sustos de muerte mientras él estaba vigilando su puerta.
Sin dudas, Rhaenyra Targaryen había sido una de sus mejores amigas. Pero cuando sucedió el incidente en las casas de placer, Criston Cole tuvo que escoger un bando, elegir a una de sus amigas. Alicent, o Nyra.
──¿Cree que este vestido resalta mis ojeras, Ser Criston? ──pregunta la menor, con un ligero tono de preocupación.
──¿Huh? ──balbucea, por un segundo ──No, mi princesa. Se ve completamente espléndida, como cada día.
Deianira asiente, pero aún así está demasiado nerviosa, y se detiene, sosteniéndose el pecho.
──¿El escote es muy revelador? ──cuestiona, con la voz aguda. Ser Criston niega con la cabeza, y detiene a la muchacha cuando ella planea huir ──Me pondré el azul, es más cerrado de arriba.
El hombre sintió deseos de reír por la forma tan rara en la que la niña estaba actuando pero se contuvo, la rubia siente su cuerpo cosquillear y sus manos estaban cubiertas de sudor. Mientras el pelinegro la toma con cuidado del brazo y la guía hasta los jardines, un enorme nudo se posa en su vientre.
Cuando salen, y la brisa cálida de verano le pega en las mejillas, sus ojos se posan en la pequeña aglomeración a unos metros de distancia. Ser Criston le roza la espalda con la mano, brindándole apoyo.
A lo lejos, un señor con barba y un traje oscuro hablaba con la reina, Viserys a su lado trataba de sostenerse de pie, respiraba con dificultad pero tenía una sonrisa en el rostro. Deianira avanza a paso lento, con el guardia de cabello lizo siguiendola desde atrás. Un chico joven se posó en su vista, al lado de lord Borros.
Tenía el cabello corto, como si lo hubiera recortado hace poco. Sus ojos ahora parecían más claros que la última vez que ella lo vió. Cuando Nira se acercó, Alicent sonrió.
──Madre, rey ──menciona, haciendo una reverencia. Y al ver a lord Borros finge su mejor sonrisa ──. Lord Baratheon, que placer tenerlo en la fortaleza al fin.
Sus palabras eran sarcásticas, pero usó un tono tan suave y delicado que logró disimular muy buen su verdadera opinión. Henry posó su vista en la joven, sonriéndole.
──Mi princesa, el placer es nuestro ──dijo, hablando por él y por su hijo ──. Es muy bueno verla sana y con una sonrisa en su rostro.
Por arte de magia, como si estuviera todo planeado, Viserys alzó su mano derecha.
──Borros, puede venir conmigo y Otto Hightower, nos encantaría presentarle a los demás miembros del consejo real ──propuso el anciano Targaryen, y poco después todos los adultos estaban apartados de ambos adolescentes.
Henry sonrió, viendo a los mayores marcharse y luego se giró hacia Deianira, quien se veía callada.
──Estás más alta, creciste desde que nos conocimos ──dice, en un tono divertido. La rubia sonríe y lo observa parado frente a ella, él era más alto por al menos una cabeza y media de diferencia ──. Y debo confesar, que los rumores que he oído acerca de tu belleza no le hacen justicia.
La hija de la reina verde sintió sus mejillas arder, quiso salir corriendo y simplemente gritar, con una almohada pegada al rostro. Pero no lo hizo, solo se quedó allí, manteniendo el contacto visual. ¿Henry estaba simplemente halagándola o ya había comenzado con su coqueteo?
A la muchacha le pareció correcto devolverle el gesto.
──Gracias ──agrega, con las comisuras de los labios inclinadas ──. Aunque tú también has crecido. Te has vuelto más fuerte...
El chico alza las cejas, soltando una risa corta y suave. Entonces extiende su brazo, hacia la ojimorada, y ella lo toma, enredándolo con el suyo.
──¿Me mostrarías tu hogar, dulce princesa? ──murmura el castaño, con un tono que fingía elegancia. A Deianira le alegró saber que, a pesar de los años que habían pasado, Henry seguía teniendo ese humor característico de su persona. Él era gracioso, pero sin ser irrespetuoso, a diferencia de Aegon. Nira ríe, en voz baja.
──Claro, es usted mi invitado milord ──responde, imitando su tono burlón. Y así, la rubia comienza a guiarlo por la fortaleza.
──Lo siento, no tengo idea ──dice el chico, sentado sobre el césped, a su lado Nira tenía el cabello extendido sobre el suelo. Habían pasado horas hablando, contando chistes y recorriendo el castillo de punta a punta. Deianira se sintió tan cómoda con él que incluso le habló de la dragona y sus heridas causadas por la casa del muchacho ──. Pero puedo preguntarle a mi padre.
Ella duda, insegura sobre esa idea. Era un tanto descabellada, conociendo el temperamento del hombre Baratheon. Muy enojón.
──No creo que tu padre reaccione bien si supiera que sospecho de él.
──Pero son nuestras flechas ──comenta Henry, interrumpiéndola ──. Mereces saberlo... mi padre debe prometer que ni él ni nuestra casa volvería a lastimarla. Al menos, no si te vinculas con ella.
Deianira sonríe, mirándolo a los ojos mientras yacía en el pasto suave, él estaba con las manos apoyadas detrás de su espalda, sosteniendo su cuerpo. Entonces, Henry saca una pequeña caja de su bolsillo.
──Casi lo olvido ──agrega, pasándole el objeto ──. Traje esto para ti.
La muchacha se reincorpora, alcanzando el regalo. Era una pequeña caja de color celeste, con un moño en miniatura. Al abrirla la rubia vio una gargantilla de color azul, transparente y con un encaje que parecía haber sido bordado a mano. Fue un gesto lindo, muy lindo, en realidad.
──No hacía falta ──expresa, esbozando una sonrisa cálida. Aun así se siente un poco mal, pues a pesar de que el accesorio era delicado y precioso, no podía usarlo. Era muy transparente y fino, la cicatriz podía verse si se lo ponía ──. Muchas gracias...
Henry le sonríe, encogiéndose de hombros.
──No sabía que regalarte ──confiesa, con una risita saliendo de sus labios ──. Cuando nos conocimos llevabas una gargantilla oscura, creí que te gustaban y esperaba que siguiera siendo así. Por eso pensé en traerte esta, la última vez noté que el color azul resaltaba el color de tu cabello...
Deianira siente sus mejillas ardiendo, cuando ambos se conocieron de niños ella atraía un vestido que su madre le había obligado a usar, uno azul con tonos plateados. La hija menor del rey estaba acostumbrada a recibir cumplidos, comenzó a obtenerlos cuando empezó a crecer. En cierta forma, le gustaba ser el centro de atención. Amaba que todos la miraran y escucharan, pero junto a Henry se sentía distinto... Era casi como si se avergonzara. Sabía que él seguramente sabía de los rumores acerca de ella, todos lo sabían. Quería preguntarle muchas cosas al respecto, pero se contuvo, sin querer molestarlo.
El collar era bellísimo. Totalmente hermoso. Solo estaba este pequeño detalle acerca de la tela, porque era muy fina, sus dedos se translucían desde el otro lado mientras lo sostenía entre ellos. Sabía que su herida quedaría expuesta si lo usaba, y aún así no podía simplemente jamás ponerselo, sería de mala educación.
──¿Crees que el azul me queda? ──cuestiona la chica, en un tono entre el coqueto y el divertido. El castaño ríe, asintiendo.
──El rojo también ──acota él, viendo su vestido, pero sin ver en lugares comprometidos. Manteniendo sus ojos en las mangas y la falda larga.
──¿Ya tienes dieciocho días del nombre, cierto? ──pregunta, a lo que él afirma con la cabeza. Había una diferencia de varias lunas entre ellos, teniendo la peliblanca solo dieciséis días del nombre aún.
──Oh, iba a regalarte la gargantilla en tu próximo onomástico ──comenta, como si hubiera olvidado decírselo antes. Parecía estar haciendo eso seguido, olvidando sus propios pensamientos, y a Nira se le hacía divertido. Ya faltaba poco para que Deianira cumpliera otro año de vida, lo sabía debido a que el solsticio de invierno había comenzado hace una luna llena.
Pero también era consciente de que Jacaerys seguía en King's Landing, lo que significaba que ambos compartirían una celebración, como solían hacer cuando eran niños. Deianira esperaba que no la hicieran de lado como cuando era pequeña, pues Viserys y los demás siempre preferían poner al varón en primer lugar, justificando que Jacaerys había nacido doce minutos antes que ella.
Lo que era estúpido.
──¿No pudiste esperar, cierto?
Él ríe. Su voz es suave para oír, no llega a ser molesta o irritante, lo cual es bueno, porque Deianira solía irritarse mucho oyendo voces.
En especial la de Jacaerys. Su voz era terriblemente fastidiosa.
De repente una oleada de curiosidad invadió su cuerpo cuando se encontró pensando en el bastardo de su media hermana, su corazón comenzó a bombear sangre de forma rápida y volvió a recostarse, viendo como el cielo se tornaba en una mezcla de colores dorados y anaranjados.
Una vista brillante a la cual podría apreciar por horas, pero por lástima el atardecer solo duraba por momentos efímeros, antes de que la oscuridad de la noche pueda apoderarse del espacio sobre sus cabezas ambos comenzaron a caminar de regreso al castillo, no estaban lejos y se la pasaron hablando sobre lo malo que era Henry para esperar.
Cuando avanzaron por los pasillos y observaron a las criadas, ellas les indicaron que el rey y los demás estaban en el comedor, así que los dos jóvenes se dirigieron al salón indicado. Al llegar, Deianira notó que solo había tres lugares libres. Uno junto a Rhaenyra, quien estaba al lado de Daemon. Otro en el lado izquierdo de lord Borros, y el último a un lado de Jacaerys, quién hablaba en voz baja con Lucerys. El príncipe bastardo parecía estar malhumorado.
Deianira le sonrió a Henry, el muchacho de cabello castaño claro fue hacía su padre y se sentó en la silla libre a su lado. Deianira tomó toda su fuerza de voluntad y entonces tomó asiento a un lado de Jace, quien no se percató de su presencia por estar regañando a Luke.
La hija menor de la reina recorrió la mesa con los ojos, viendo a cada uno de los integrantes, solo faltaba Baela. Los ojos color oceánico de Aegon estaban clavados en Henry, mirándolo como si fuera a examinar cada uno de sus rasgos visibles e invisibles. Jacaerys seguía demasiado enojado, y cuando Lucerys comenzó a hacerle señales raras con los ojos, solo se enfadó más.
──¿Por qué haces así los ojos? ──cuestionó, alzando un poco la voz pero no lo suficiente como para ser oído por los demás.
──Deianira está sentada junto a ti ──susurró el ojiverde, y entonces notó como las mejillas de su hermano mayor se enrojecían levemente, el muchacho de cabello castaño se movió ligeramente en su lugar, enderezandose. La cercanía de la princesa rebelde lo puso nervioso, y fue en ese instante, que Jacaerys notó la presencia de un chico junto a lord Borros.
Henry Baratheon. Era mucho más apuesto de lo que el primogénito de Rhaenyra pensó, tenía el cabello perfectamente recortado, de color café con algunos cabellos dorados. Sus ojos eran claros, tal vez verdes o azules y parecía tener músculos. Por la forma de sus hombros y brazos. Jacaerys se sintió intimidado. Por el rabillo del ojo vió como Deianira hablaba con Aemond, animadamente. Aegon ni siquiera disimuló la mirada severa y seria que tenía sobre el joven Baratheon.
Baela cruzó el umbral de la puerta con una mirada perdida, y cuando vió a Deianira en su asiento se detuvo en seco. Deianira estaba junto a Jacaerys. Buscó la mirada del príncipe bastardo pero él parecía evitarla, bebiendo de su copa. Con un bufido, la morena se sentó en el único lugar libre, a un lado de Rhaenyra.
La peliblanca creía que Jacaerys estaba enamorado de ella, o al menos, que ella le gustaba. Pero él ni siquiera se acercaba a su persona, no era romántico ni íntimo. Evitaba el contacto físico, y la hija de Daemon comenzaba a creer que mal entendió las señales. Aún así no quería alejarse de él, Jacaerys no era perfecto, claro. Pero era el heredero al trono.
Y eso era más importante para Baela, porque así pondría su sangre en el poder, si se casaba con el hijo mayor de Rhaenyra, se apresuraría a darle un hijo para que su línea siga en la dinastía Targaryen.
El rey se levantó de la silla, con algo de esfuerzo y dificultad, la mitad de su rostro estaba siendo cubierta por una pieza de oro, que imitaba una cara seria. Viserys se veía demacrado, ya no era el hombre que solía ser. Deianira posó sus orbes en Rhaenyra, notando sus rasgos, su nariz, su persona...y luego se volteó hacía Aegon, el muchacho era muy parecido a su madre, pero tenía el cabello plateado y ojos azulados.
──Me gustaría informarles acerca de las celebraciones que estaremos llevando a cabo durante este periodo de tiempo ──comienza, mirando a todos en el comedor ──. Mañana iremos a los bosques reales, para festejar el nacimiento de un nuevo miembro de la casa del dragón.
Helaena sonríe, viendo a su padre.
──El día siguiente a ese, habrá una fiesta de bienvenida para nuestros invitados, los Baratheon ──agregó Viserys, Henry conectó sus orbes con las de Nira, sonriéndole al verla. Un gesto que no pasó desapercibido para Jacaerys.
──Muchas gracias, su majestad ──dice, el hombre regordete con barba. La cena avanza de maravilla, al menos, para el anciano Targaryen. Viendo a todos compartiendo y riendo.
Deianira estaba más animada que de costumbre, tenía una sonrisa brillante en su rostro mientras hablaba con sus hermanos y con Henry, Otto Hightower charlaba con su hija Alicent, y Rhaenyra acariciaba su vientre mientras que Daemon le pedía nombrar al niño en honor a sí mismo. Una petición que fue rechazada múltiples veces por la princesa heredera.
La paz duró, al menos, hasta que el menor Baratheon se levantó y caminó hasta la hija de la reina consorte, pidiéndole su mano para un baile. Jacaerys apretó la mandíbula y bebió un trago del vino que había en su copa, preguntándose cuántos vasos tendría que tomar para poder olvidar la imagen de Deianira sonriéndole a otro.
Lucerys observaba a su tía con cariño.
──Se ve feliz...
──Cállate ──murmura el castaño, con ira en su voz.
Los ojos color oliva del menor recorren cada detalle de la danza.
──Oh, oh...la está tocando ──le dice, a su hermano, en un susurro. Informandole. Jacaerys utiliza toda su fuerza para no voltearse a ver la escena que ocurría a sus espaldas. La sangre le hirvió en el cuerpo al instante.
──¿Encima de la cintura, o debajo?
──Encima ──comenta el ojiverde. Y Jace no puede soportarlo más, su cuerpo se pone rígido y cuando se levanta la silla se arrastra por el suelo, causando un sonido chillante que llama la atención de los miembros de la cena.
──Discúlpenme ──anuncia, mirando a su madre y al rey, haciendo una reverencia ──. Su majestad, me siento mal... me retiraré a mis aposentos. Fue un placer conocerlo, lord Borros.
El hombre barbón asiente, con una sonrisa. Viserys hace lo mismo. Cuando ya tiene la aprobación de irse, Jacaerys se da la vuelta y desaparece por la puerta, evitando por completo ver a Deianira o al estorbo junto a ella.
Sus músculos se ponen tensos, y suspira con frustración cuando llega a su cuarto, dispuesto a dormirse para dejar de pensar por un rato.
────cam's note !
( MARATÓN 2/4 )
el siguiente cap es la bomba MUEJEJEJE.
Chapter 20: ────nineteen,
Chapter Text
19, ROYAL'S WOOD !
──────── ⚔ ────────
JACAERYS ESCUCHÓ a Baela, sin prestarle mucha atención. LLevaba veinte minutos hablando de lo mismo, cosa tras cosa, detalle tras detalle. Estaba obsesionada con el dragón salvaje, y ni siquiera era para ella, sino para Rhaena.
La menor estaba a un lado de Lucerys, escuchando atentamente todo, aunque tenía esa mirada de irritación que también poseía Luke. Ninguno estaba dispuesto a oírla hablar de nuevo. Jacaerys respiraba con dificultad, había decidido despertar temprano para entrenar junto a su hermano antes de la partida hacia el bosque real, pero no contaba con que las chicas los seguirían.
Baela lo miraba como si fuera una presa, y Jace comenzaba a sentirse intimidado. Tenía la misma ropa que siempre usaba para entrenar, camiseta y pantalones gruesos oscuros. Pero por el sudor, la tela de lo que llevaba puesto se le pegaba al torso. Sus pectorales estaban formados por músculo, junto a sus brazos y vientre. Nunca le había agradado la idea de presumir, y tampoco le gustaba ser el centro de atención, así que siempre usaba ropa que no pudiera delatarlo. Solo que, por algún motivo, este día había estado sudando más de lo normal.
A lo lejos, vio como Aegon, Helaena y Aemond salían de la fortaleza, la mujer tenía un pequeño bulto en los brazos y Aegon iba hablando sobre una yegua que le perteneció al rey. Todo estaba tan fuera de contexto que el príncipe bastardo no logró entender sobre qué hablaban.
Los tres chicos Targaryen avanzaron hasta ellos.
──¿Aún no están listos? ──cuestionó dulcemente la mujer de pálidos cabellos ──Padre ha insistido en que no quiere que lleguemos tarde, desea aprovechar el día entero...
Jace asiente, y toma a Lucerys del hombro. Baela y Rhaena ya estaban listas, tenían vestidos de colores azules oscuros, con capas con bordados de la casa Velaryon. Cuando Jacaerys se alejó de su hermano, se metió en su cuarto y se cambió los pantalones, reemplazandolos por unos de la misma tela pero de un color más claro. Un azul opaco. Luego se sacó la camiseta, usandola para limpiarse el sudor del pecho, de tener más tiempo se habría dado una ducha.
Tomó otra camisa de lino de color blanca, era fresca y le permitía moverse con facilidad. Entonces lo único que le faltaba era un saco, y encontró uno del mismo color, con algunos detalles en hilo dorado y rojo.
El príncipe bastardo salió de la habitación, buscando al ojiverde con la mirada. Cuando no encontró al niño, decidió volver hasta el patio de entrenamiento, allí estaban Baela, Rhaena, Lucerys... Henry y Deianira.
La última tenía una camiseta de mangas largas de color rojo, unos pantalones oscuros que se pegaban a sus piernas y un chaleco que le llegaba hasta la cadera. No pasó desapercibido para el príncipe el gran dragón de color carmesí con tres cabezas bordado en la espalda de esta prenda. Su largo cabello rubio estaba recogido en una coleta y en su cuello estaba la gargantilla, como siempre.
Los pies de Jacaerys se movieron a paso lento, y cuando llegó junto a los demás miró a todos menos a la princesa rebelde. El muchacho sentía que su corazón se aceleraba al estar en su presencia. El Baratheon estaba junto a ella, muy cerca, de vez en cuando se giraba y le susurraba algo que nadie más llegaba a oír pero que ─por algún motivo─ le causaba risa a la menor Targaryen.
El castaño se paró entre Lucerys y Baela.
──¿Qué estamos esperando? ──preguntó el hijo mayor de Rhaenyra, impaciente. En ese momento llega Viserys, con ser Harrold detrás de él.
──Mis nietos, sobrinas, hija... ──murmura el hombre, sonriendo ──. He notado que se han vuelto unidos estos días.
¿Unidos?
El abuelo ya está sufriendo de alucinaciones, pensó Lucerys, con preocupación.
──Por eso, he decidido que ustedes nos acompañen, pero en caballo ──anuncia, los adolescentes fruncen el ceño, sin comprender a qué se referia.
──Su majestad, solo hay... ──comenzó a decir el guardia, pero solo se ganó un siseo molesto de parte del anciano.
──Como dije, les hará bien pasar tiempo juntos, ¿y qué mejor que una cabalgata en grupo para conocerse mejor? ──propone, sonriendoles. Ninguno de los presentes dice nada, y cuando lo ven marcharse, suspiran.
──Genial ──bufa Baela, con enfado. Y se da media vuelta para comenzar a caminar hacia los establos, detrás de ella va Rhaena, tratando de hacerle ver el lado positivo de las cosas.
Deianira pone una mueca al ver los establos.
──Es demasiado viaje, nos dejará el trasero doliendo ──murmura, y Henry ríe. Jace observa como el chico comienza a caminar de espaldas, para no dejar de ver a la rubia. Entonces se encoge de hombros y abre los brazos.
──¿Dónde está tu deseo de aventura? ──pregunta, sonriéndole ──Vamos, será divertido.
Nira esboza una sonrisa, pero no avanza, Lucerys comienza a seguir al joven Baratheon y Jacaerys pone sus orbes color avellana en la chica a unos metros de él.
──Esto será una porquería ──dice el príncipe bastardo, y se va caminando junto a los demás.
──Totalmente ──coincide la ojimorada.
──¿Solo hay tres malditos caballos? ──cuestiona Jacaerys, a punto de caer en un brote psicótico. Esto tenía que ser una broma.
──¡Oye! ──le dice Deianira, pellizcándole el brazo. El chico abre la boca, y se frota la zona herida, sintiendo un agudo dolor. La chica de ojos color amatista podría tener dedos pequeños pero sus uñas eran afiladas.
──¡Auch! ──exclamó ──¡Deja de hacer eso!
Lucerys y Rhaena rieron, mientras que Henry y Baela observaban la escena, viendo que esos dos realmente se llevaban como perro y gato.
──No insultes a los caballos, si te escuchan se enfadarán contigo ──Jacaerys giró los ojos al oírla, suspirando. La hija mayor de Daemon fue la primera en tomar un caballo, sacándolo del establo. Rhaena se apresuró a ir con ella, subiéndose detrás y sosteniéndose de la cintura de la morena.
Henry Baratheon la siguió, reclamando al segundo caballo y Jacaerys tuvo que conformarse con el último, una yegua...
Bufando, el príncipe bastardo se subió sobre la montura del animal, cabalgando hasta el patio. Lucerys estaba conversando animadamente con Deianira, el chico de ojos cafés podía escucharlo balbuceando acerca de cosas sin sentido. Jace siente una oleada de celos al darse cuenta de que la princesa rebelde iría con el estorbo Baratheon, podía imaginarlos sobre el caballo, ella abrazada a él. Un escalofrío le recorrió la espalda, y sacudió su cabeza para sacarse ese horrible escenario de su mente. Sin dudas, este día sería una pesadilla...
──Lucerys, muévete ──dice Jacaerys, y sin querer usa un tono mucho más severo del que tenía planeado. El chico de cabello ondulado mira a su hermano, luego a Nira, y entonces se acerca a la yegua.
──Un día vas a agradecerme esto... ──murmura, y el castaño frunce el ceño, sin comprenderlo. Es entonces cuando Luke corre hacía Henry, subiéndose detrás de su espalda y aferrándose al muchacho ──. Hola, soy Luke.
Jacaerys se queda pálido ante lo sucedido frente a sus narices, su corazón rebota entre sus costillas cuando Lucerys clava sus pies en los muslos del caballo de Henry y entonces, ambos se van detrás de Baela y Rhaena. Henry tenía una expresión de sorpresa, pero no dijo nada.
Deianira vió como Luke se robaba a su cita y se rió.
──Maldito enano ──dicen ambos, al unísono. Lo que causa que los dos intercambien una mirada rápida.
La hija de la reina consorte entonces sube sobre la yegua blanca, reconociendola como aquella que tomó la noche en la que fue a buscar la oveja para la dragona, pero no dijo nada. Cuando estuvo sobre la montura, movió sus caderas para acomodarse. Jace sintió la pelvis de la chica rozándole la la espalda baja y apretó las cuerdas del corcel, cuando su corazón bombeó sangre con una velocidad sobrehumana. Nira asomó la cabeza sobre el hombro de jace, aferrándose a la cintura del chico, sus manos tocaron el vientre del castaño y al sentir su estomago alzó las cejas. Pero no dijo nada acerca de los músculos que sintió allí.
──¿Vas a avanzar, o no? ──le pregunta, su aliento cálido choca contra la oreja de Jacaerys, mientras la muchacha lo mira. El príncipe bastardo aprieta un poco las sogas y la yegua avanza, el movimiento del animal los hace saltar levemente sobre la montura. Jace puede sentir como el pecho de Deianira se pega en su espalda, y sus manos lo envuelven. La palma derecha de la chica se encontraba debajo de la costilla izquierda del bastardo, estaba encima de la camisa pero dentro del saco, lo que hacía que el calor de él le calentara los dedos.
Pocos minutos después se encuentran con los demás, Lucerys sonríe al ver a su hermano con las mejillas rojizas y la mandíbula apretada mientras la princesa de cabellos dorados estaba sentada detrás de él.
Entonces un largo suspiro sale de los labios del príncipe de cabello castaño, y siente un pellizco debajo de la axila.
──¡Auch, Deianira deja de hacer eso! ──grita, con la voz algo quebrada por el dolor.
Baela giró los ojos, Rhaena estaba con la cara apoyada en su espalda, había pasado una hora desde que salieron de King's Landing y Jacaerys no había dejado de gritar, mientras Deianira se reía detrás de él.
──Ya, detente ──le pidió, deseando dejar de oír su voz carcajeándose en su oreja.
──Obligame ──responde, burlona. Henry suelta un bufido, le dolía la cabeza de tanto escucharlos pelear, sabía que su relación era mala, pero nunca creyó que tanto.
──¿Podrían dejar de pelear, por favor? ──pregunta el muchacho de ojos azules.
──¡Tú cállate! ──exclama el príncipe bastardo, con la voz llena de enojo. Deianira vuelve a pellizcarlo, el muchacho ya había perdido la cuenta de cuántas veces le hizo eso ──¡Auch!
──Deja de gritar, pareces demente.
Jacaerys gira los ojos, lleva su mano a la zona sintiendo un dolor agudo y entonces dirige sus dedos a los muslos de la ojimorada, apretando la carne.
──¡Ay! ──gritó la adolescente ──¡No hagas eso!
──¡Tú empezaste!
──¡¡Por los Dioses, ya, cierren la boca!! ──gritó Rhaena, dejando a ambos jóvenes sin palabras, ella solía ser una persona tranquila. Tanto Jace como Nira se callaron, el castaño sintió como la rubia se sostenía de su cintura y ponía su cabeza contra su espalda.
Deianira sintió el aroma del príncipe bastardo, era de sudor, pero no llegaba a ser disgustante. La chica posó su mano encima de la camisa de Jacaerys, haciendo pequeños círculos con los dedos.
──Perdón, es que es muy divertido oírte chillar ──le susurra al oído, haciendo que el príncipe esboce una sonrisa, los demás iban algo adelantados, así que Jacaerys se atrevió a hacer un movimiento. La mano derecha del chico bajó hasta el muslo de Deianira, acariciando la tela de sus pantalones donde antes la había pellizcado también. Podía sentir el calor que emanaba de su cuerpo y deseó subir la mano para poder explorar el camino que llevaba a sus caderas, pero no lo hizo.
──No te perdono ──le dice, en voz baja, girando un poco su cabeza para verla. Ella estaba sonriendo. Esperó que ella supiera que él estaba bromeando, y al parecer, lo supo...
El contacto que creó la mano de Jace hizo que el cuerpo de Deianira ardiera, su cercanía la estaba volviendo loca, sentía que podía enredar sus piernas alrededor de la espalda de él y no soltarlo jamás. Su fuerte espalda la había tentado a acariciarlo, pero temía hacerlo y que él gritara.
La palma del chico apretó suavemente su muslo, haciendo que sus músculos ─los cuales no sabía que estaban tensos─ se relajaran, fue como si desbloqueara algo dentro de ella. Nira mueve su cadera más cerca de la espalda de él y recuesta uno de los costados de su rostro sobre el omoplato de Jacaerys. Cerrando los ojos.
──Despiértame cuando lleguemos ──pide.
──¿Qué? No, no vayas a dormirte ──se apresura a decir, pero la ojimorada ya estaba bostezando ──. Si te duermes, te vas a caer. Y te advierto que antes de levantarte del suelo voy a reírme de ti, Deianira.
Pocos minutos después Jace deja de oír la voz de la rubia, su mano vuelve a apretarle el muslo, pero nada. Ninguna respuesta. Entonces, cuando el heredero está en silencio, siente un pinchazo en la pierna, las yemas de los dedos de Deianira estaban presionando su carne.
──¡¡Auch!! ──volvió a gritar, pero esta vez la yegua se asustó, levantando las patas delanteras y echándose a trotar con todas sus fuerzas. Los adolescentes vieron como el caballo blanco huía a toda velocidad, con la peliblanca y el castaño sobre su montura.
──¡Jacaerys! ──exclamó Baela, comenzando a trotar detrás de ellos. Henry hizo lo mismo, mientras Luke se aferraba de sus brazos como si temiera caerse en cualquier segundo.
Los jóvenes a penas pudieron ver el reflejo del plateado animal antes de que este desapareciera entre las profundidades del bosque, llevándose a sus dos jinetes consigo. La morena detuvo el corcel y soltó un bufido.
──Sabía que este viaje iba a ser un asco... ──murmura la chica, dándose la vuelta. Rindiéndose.
──¿No iremos tras ellos? ──pregunta el muchacho Baratheon, con un tono de preocupación en su voz ──Si los dejamos por su cuenta por mucho tiempo terminarán asesinándose mutuamente.
Luke se ríe, observando el camino entre los grandes árboles. Tiene un buen presentimiento, pero no puede asegurar nada. Sabe que Jacaerys siente algo por Deianira, pero lo conoce demasiado bien, y él jamás le confesará nada. Mucho menos algo relacionado con los sentimientos.
──Tal vez no lo hagan ──agrega, esperanzado.
Rhaena frunce el ceño, mirando a su prometido de ojos color oliva.
──¿Bromeas, Lucerys? ──cuestiona, con diversión ──Estamos hablando de Jace y Nira. No durarán ni dos minutos sin pelear.
Henry sonríe, negando con la cabeza.
──Deberíamos seguir el camino, ir con los demás e informarle al rey ──propone, viendo a las chicas y al pequeño tras su espalda ──. Él sabrá qué hacer...
────cam's note !
( MARATÓN 3/4)
WOAAAH, SE PRENDIÓ!
resumen del cap:
Deianira: *pellizco*
Jace: ¡AAAAH!
Deianira: AJAJAJAJAJJA
Also, ¿Deianira y Jacaerys solos, perdidos en el bosque? Eso puede salir muy bien, o muy mal.
Chapter 21: ────twenty,
Chapter Text
20, THE WHITE DEER !
──────── 🖤 ────────
LA YEGUA blanca corría con todas sus fuerzas, Deinira gritaba en el oído de Jacaerys pero el chico no podía diferenciar si sus gritos eran de pánico o de risa. Lo más probable es que fuera la última opción. Las manos del príncipe bastardo se aferraban a las sogas del caballo mientras este cruzaba saltando rocas y terrenos imperfectos. La rubia estaba aferrada a la cintura del muchacho, y con las piernas alrededor del animal pálido para evitar caer.
Jacaerys perdió la cuenta de cuantos minutos la yegua estuvo corriendo sin detenerse, parecía sentir algún peligro y las exclamaciones incoherentes de sus dos jinetes alterados no la tranquilizaban en lo más mínimo.
──¡Jacaerys, cuidado! ──gritó Deianira, el castaño sintió como ella se agachaba, pero fue muy tarde para él, pues pequeñas ramas lo golpearon en el rostro, dejando rasguños y marcas en la piel.
La cara le ardió y, en un reflejo, llevó sus manos a las heridas, soltando el agarre que tenía sobre el corcel. El animal corrió en dirección a una enorme lago, la chica intentó tomar las cuerdas pero fue demasiado tarde. Jacaerys jaló de la soga que estaba atada al hocico del animal en el último segundo y este dió una vuelta brusca, arrojando a los adolescentes que estaban encima de su lomo.
Jacaerys y Deianira cayeron al agua, hundiéndose en las profundidades por los primeros segundos, hacía frío y la chica sintió desesperación al ver que no podía tocar el fondo con los pies. El castaño vio que la menor estaba luchando para mantenerse en la superficie y su corazón se aceleró, en otro momento de su vida hubiera dejado que se ahogara un rato, pero ahora no.
El primogénito de la heredera nadó hasta la ojimorada y la tomó en sus brazos, poniendo una mano en su espalda y la otra debajo de sus muslos, acercando su cuerpo hacía el borde del lago.
Deianira salió del agua, tosiendo y arrastrándose sobre el césped. Jacaerys se aproximó hasta ella y puso una de sus palma contra su espalda mojada, dándole suaves palmaditas. La muchacha, completamente avergonzada y enojada lo apartó golpeándole la mano.
──¡Auch! ──se queja ──¿Y eso por qué?
──¡Hiciste que nos arrojara al agua! ──le reprocha, con las mejillas rojas, mientras intenta enfocar su vista en la cara de Jacaerys y no en su pecho, donde la camisa mojada se había pegado a su torso. El chico sonríe.
──Tú me pellizcaste ──dice, y las palabras suenan repetitivas, entonces se levanta del suelo, viendo hacia dónde se fue el animal ──¿Deberíamos ir tras ella?
Deianira se reincorpora, quedándose a su lado, mientras su cuerpo tiembla ligeramente por la brisa fresca y fría.
──Esa era la yegua más veloz de la fortaleza, créeme, no la alcanzaremos jamás ──murmura, poniendo sus manos a los costados de su cintura, el sol había bajado un poco, pero aún faltaba mucho para que cayera la noche ──. Sigamos el camino, encontraremos a los demás pronto.
La platinada comienza a caminar y Jacaerys ve como la luz solar le pega en el pálido y mojado cabello, creando brillos dorados y plateados. Comienza a trotar detrás de ella, sonriéndole. Por algún motivo, el dolor de los pellizcos había desaparecido.
Tras una larga caminata, parecía que la salida del bosque se alejaba más y más, dejandolos prisioneros en el medio de la nada, habían pasado un par de horas y los dos estaban cansados.
Jacaerys miraba las ramas de los árboles cada vez que se encontraba a sí mismo viendo a Deianira, no quería que ella lo descubriera mirándola, o sino iba a tener problemas. Aunque sentía como ella lo observaba, no fijamente. Pero lo observaba.
Ese detalle hizo que el vientre del chico ardiera, casi provocando dolor, y se preguntó si esas eran las famosas mariposas en el estómago de las que todos hablaban. Trataba de no prestarle atención a la forma en la que su ropa se le pegaba al cuerpo, marcando sus muslos y su vientre.
El príncipe castaño podía sentir como su cuerpo se volvía loco, era como si no pudiera controlarse, y él no tenía la menor idea de que la muchacha se sentía igual.
Deianira avanzaba a paso lento, notando los detalles del camino por el que avanzaban, porque su compañero se encontraba demasiado interesado en las hojas que colgaban de las ramas. O eso le pareció, porque siempre que se volteaba a verlo él tenía la cabeza hacía arriba.
El cuerpo de Jacaerys parecía ser fuerte, la primera vez que lo vió luego de todos estos años, tuvo un pensamiento en específico. Es atractivo. Y lo era, si era del todo honesta, el bastardo era claramente su tipo. Pero había algo más allá de su figura que le llamaba la atención. La forma en la que sonreía, como siempre tenía preguntas idiotas que hacerle, el deseo que parecía poseer para molestarla. Cada maldita cosa en Jacaerys la volvía loca, pero no como siempre... ya no.
Antes lo aborrecía, sentía odio y repulsión al verlo, su mera existencia le causaba asco y rechazo. Sus pensamientos dirigidos hacia él eran crueles y despectivos, deseaba no tener que volver ver su cara jamás, quería que por algún motivo aquel bastardo asqueroso desapareciera de la faz de la tierra, y cuando se fueron a lejos la vida de la princesa rebelde mejoró.
Pero Jacaerys tuvo que volver para arruinarlo todo.
Y volvió con ese estúpido y bonito rostro, con esos hombros anchos y brazos fuertes, con esa actitud que la hacía detestarlo cada vez él la desafiaba. Cuando eran niños, el castaño no le seguía el juego, él prefería ignorarla y ella a él. ¿Pero ahora? Ahora ambos tenían deseos de jugar. Y esta vez, las reglas iban a cambiar.
──Así que... ──comienza a decir la chica ──¿Tú y Baela...?
Jacaerys sonríe, girando el rostro para verla mientras caminaban. El muchacho tenía la sensación de que estaban yendo en círculos, pero en este momento no podía importarle menos, ni siquiera se preocupaba por su ropa mojada. Solo existía Deianira...
──No, no ──se apresura a aclarar, encogiéndose de hombros ──. Bueno, quise cortejarla al principio pero, ya sabes...supongo que no somos compatibles.
La ojimorada asiente, posando su vista en cualquier lado menos en él. Siente una oleada de felicidad al escucharlo decir eso.
──¿Tú y....el idiota de Baratheon, eh? ──dice, sin esconder su desagrado hacia el muchacho, lo que hace que ella ría.
──No lo llames idiota.
──Claro, discúlpame, imbécil le queda mejor ──corrige, la rubia lo empuja suavemente y Jacaerys suelta una risa.
──Él es agradable, deberías intentar conocerlo antes de hablar ──sugirió y se adelantó, Jace frunció el ceño, viéndola partir. Entonces volvió a correr tras ella.
──¿Lo ves guapo, cierto? ──cuestiona, los celos en su voz son notorios pero la chica no se percata de ellos ──Porque dejame decirte que ves mal...
Ella puso los ojos en blanco, riéndose de él. Jacaerys se mordió la lengua, antes de decir otra cosa que pudiera exponerlo a él y a sus sentimientos. De nuevo sinitó esa necesidad de hablar, cuando estaba con Deianira era como si las palabras brotaran por su propia cuenta fuera de sus labios. Antes de percatarse de algo ya había dicho una tontería frente a ella, no se sorprendería si ella lo viera como a un tarado.
──Es guapo ──afirma la menor Targaryen, haciendo que el chico a su lado casi se resbale con las hojas sueltas de los abetos.
──¿Qué? ──balbucea, tartamudeando ligeramente ──Claro que no.
Deianira soltó una exclamación, muy parecida a un grito lleno de irritación y enojo, Jacaerys giró los ojos, sentado sobre un tronco. La noche había comenzado a caer, el cielo estaba de un color opaco y Nira se había quejado toda la tarde acerca de lo mucho que le molestaba llevar la ropa mojada, y cuando Jacaerys hizo un chiste al respecto ella se puso como loca.
──No fue para tanto ──dijo él, riendo ──. Ven, siéntate.
La chica, a regañadientes caminó hasta el castaño y se sentó junto a él, apoyando la espalda en el tronco seco y hueco. Por algún motivo habían vuelto al lago, estaba claro para ambos que ninguno de los dos contaba con una buena percepción de su alrededor, pues habían pasado la tarde caminando en círculos.
El muchacho de ojos color avellana se levantó y comenzó a juntar hierba seca, junto a algunas ramas, cuando la hija de la reina consorte se dió cuenta de lo que Jacaerys intentaba hacer empezó a ayudarlo, buscando unas rocas afiladas y paja para hacer fuego.
Cuando Jacaerys la vió llegar con la rocas esbozó una sonrisa.
──¿Vas a usarlas para hacer fuego, o para golpearme en la cabeza? ──cuestiona, burlón. Y cuando la ve sonreír por eso, su pecho se llena de calor, enviando olas de emoción a cada centímetro de su columna vertebral.
──Tal vez ambas ──menciona, raspando las rocas una contra la otra, generando chispas de color dorado y anaranjado ──. Es una piedra multiusos.
Jacaerys no puede evitar reír, y en ese momento el fuego se enciende sobre la hierba, ambos adolescentes soplan el suave fuego que se estaba creando entre las ramas y luego de unos segundos la atmósfera a su alrededor se siente más cálida. Los dos vuelven a apoyar sus espaldas sobre el tronco, casi al unísono.
──¿Cómo hiciste eso? ──le pregunta, con la curiosidad aumentando, sus ojos van hacia la platinada, observando su perfil. Deianira le extiende una de las rocas y Jace la toma en su mano, era áspera y de un color oxidado, tocarla generaba incomodidad.
──¿Ves los pequeños destellos plateados en la piedra? ──señala, y el príncipe bastardo asiente. ──Es hierro. Sin eso, no se crea el fuego. No es como si pudieras tomar una piedra común y corriente y hacer chispas, necesitas una roca que sea dura y otra que contenga este mineral.
Jacaerys ríe de nuevo y asiente.
──Claro, suena lógico ──murmura y se vuelve hacia ella ──. Eres realmente inteligente, ¿lo sabías?
Deianira sonríe, es una sonrisa nueva para Jacaerys, nunca antes la había visto en ella. Perecía genuina y real. El halago del chico había hecho que las mejillas de Nira se sintieran calientes, pero como estaban frente de las llamas Jace no lo notó. Este era el primer cumplido que escuchaba viniendo de él, y sintió su corazón acelerarse cuando lo que mencionó fue su inteligencia y no su belleza externa. Lo cual era lo más frecuente cuando le hacían halagos a la princesa.
──Sí, lo sé, pero si quieres repetirlo es bienvenido ──bromea, y Jace niega, sin poder sacarse la sonrisa de la cara. Entonces observa el lago, no era tan extenso pero sí profundo.
──¿Quieres nadar? ──le pregunta.
──No sé nadar ──le dice, en un tono agudo, era obvio que ella no sabía, sino no se hubiera ahogado esa mañana.
──Te ayudaré ──asegura, levantandose del suelo nuevamente. Entonces se quita el saco, dejándolo sobre una rama cerca de la fogata y cuando Deianira ve que las manos de Jacaerys avanzan hacia su camisa ella se paraliza. Una ola de calor recorre su vientre, como si algo estuviera hirviendo en sus entrañas y comienza a sentir la boca seca.
──¿Qué estás haciendo?
──Me quito la ropa ──explica, viéndola con una mueca divertida ──. Tranquila, no voy a morderte.
Ella gira los ojos y comienza a sacarse el chaleco. Jacaerys sonríe, y no aparta la mirada, Nira deja la prenda extendida frente al fuego y entonces sus dedos van a los bordes de la camiseta húmeda. Comienza a tirar de la tela hacia arriba y se la saca, quedando con un sujetador de color blanco con pequeños detalles en los bordes. Jacaerys recorre su torso con los ojos, pero gira la cabeza cuando siente que ha ido demasiado lejos, su cuerpo grita en deseo a ella. Quiere tocarla, besarla, pero no sabe si ella quiere lo mismo. El sentimiento de anhelo le oprime el pecho, y siente las mariposas en el estómago, aunque más que mariposas parecían náuseas.
El muchacho camina hacia el borde del lago y se arroja en al agua, salpicando a la chica. La noche era cálida y el frío de la mañana había desaparecido por completo, cuando Jace se voltea hacia Deianira la ve parada frente a él, dudando.
El castaño extiende sus manos hacia adelante, sonriendo.
──Confía en mí ──le susurra.
Deianira quiere mencionar algo acerca de cómo él había sido el que le cortó el cuello cuando eran niños, pero decide no arruinar el momento y se sienta en el borde del lago, dejando que el agua le moje los pies descalzos y los pantalones. Jace la observa con una sonrisa, viendo su vientre, sus clavículas y cada pedacito de piel que ella dejó expuesta.
Entonces el príncipe bastardo nada hasta ella y pone sus manos en la cintura desnuda de Deianira, sus dedos mojados acarician la piel caliente de la chica haciendo que ambos sientan una corriente de aire a través de sus espaldas. Nira baja al agua despacio, y suelta un jadeo cuando se da cuenta de que está más fría de lo que pensaba, Jace se ríe en voz baja por las expresiones que ella estaba poniendo. Mover el cuerpo de la chica se le hace fácil, entonces enreda su brazo alrededor de ella y le toma uno de los muslos, guiándolos hacia su cadera.
──Sostente de mí ──le dice, al oído. Su aliento le roza el cabello y su calor baja por el cuello de la Targaryen. Ella lo mira, queriendo sonreír, pero solo frunce el ceño.
──Si me sueltas, te mato ──lo amenaza, y el heredero al trono de hierro no pude evitar reír.
──No te soltaré, lo prometo ──agrega. Y entonces sus ojos se conectan, el sonido de los búhos a lo lejos llena el aire, junto al ruido generado por el viento colándose por las hojas de los pinos y los abetos.
Deianira sube sus piernas debajo del agua, capturando la cadera de Jace. Él siente su peso contra su cuerpo y se abraza a ella, apoyando su rostro en el pecho desnudo de la chica. La ojimorada sostiene el aire, y Jacaerys siente el corazón de la adolescente acelerarse. Sus respiraciones se chocan entre ellas cuando él alza el mentón, sin cortar el contacto visual.
Entonces baja sus orbes cafés al cuello de Nira, sus dedos se acercan a la zona, acariciando la tela de la gargantilla. Su mano libre baja, lentamente, recorriendo la piel desnuda de su cintura hasta su cadera. El movimiento es tan lento y suave que le da escalosfríos a la princesa rebelde.
Su frente se pega contra la de ella, mientras ambos respiran de forma irregular.
La hija de la reina consorte siente como el castaño la sostiene con fuerza, entonces lo miraba, esperando que él diera el paso. Que se atreviera a romper la tortuosa tensión que se estaba formando alrededor de ellos. De pronto, Jace hunde su rostro en el cuello de Deianira y medio segundo después de eso los labios del bastardo comienza a besar la piel, la chica de cabello plateado suelta un jadeo, moviendo su cadera contra la de él.
El roce contra su entrepierna hace que Jacaerys suelte un gemido ronco, presionándola más contra su cuerpo. El primogénito de Rhaenyra abre la boca y comienza a lamer la piel delicada de la rubia, succionando y mordisqueando cada vez que sentía como su respiración se aceleraba. Deianira cerró los ojos por el placer y sensación nueva en su cuerpo, la lengua caliente del castaño moviéndose por su piel la hacía temblar. Ella aprieta los labios con fuerza para evitar gemir, pero falla.
──Te deseo, Deianira ──jadeó Jacaerys, las palabras fueron suficiente como para hacerla ceder, pero aún había un gramo de duda en el cuerpo de la chica. Eran enemigos, siempre lo fueron...ambos se odiaban. Y no podía hacerle esto a Henry, no cuando él siempre había sido amable con ella. Entonces Deianira mira hacía un costado, mientras Jacaerys bajaba la boca a su clavícula, besándola. La yegua estaba a un lado del río, bebiendo agua.
──¡Jacaerys, la yegua! ──exclama la chica, haciendo que el príncipe bastardo levante la vista, antes de poder percatarse de algo la mujer de rasgos valyrios salió de sus brazos, colgándose del borde y fue tras el animal, no sin antes tomar su camiseta. Que se había secado por el calor del fuego.
Jacaerys suelta un suspiro, cuando el calor de su cuerpo desaparece. Entonces va detrás de ella, saliendo del agua y tomando su camisa.
Quería decir algo, tenía el sentimiento de que la había asustado.
¿En serio tenías que decirle que la deseabas, Jacaerys? ¡En que demonios estabas pensando!
Su mente se llenó de palabras bruscas y groseras hacia su persona, y a lo lejos, el sol comienza a salir.
──Deberíamos volver, nos están esperando ──dice, su tono de voz ahora era más serio. La lujuria seguía ahí, aún la quería y no iba a dejar de hacerlo. Pero temía arruinarlo todo, así que se quedó callado.
Deianira sintió una punzada de culpa al verlo caminar hacia la ropa, tomar su saco y el chaleco de ella, mientras la hija de Alicent se ponía la ropa de color rojo, y él le extendió la tela oscura con el bordado del dragón. Nira trató de verlo a los ojos, pero Jacaerys miraba hacía otro lado, ella tomó el chaleco y se lo puso.
──Gracias ──murmura, y entonces se sube a la yegua, descansando los pies descalzos sobre los estribos. Jace le pasa las botas y ella sonríe, poniéndose tambíen esa prenda. Sus dedos se sentían húmedos y seguramente estaban llenos de pedacitos de césped, pero no le importó. Su cuello ardía, mientras las huellas de los besos que Jaacaerys le dió seguían marcados sobre su piel.
El primogénito de Rhaenyra toma la soga del corcel y comienza a guiarlo, con pasos lentos.
──¿No subirás conmigo? ──le pregunta la chica, viéndolo. Pero el bastardo le estaba dando la espalda, mirando hacia el camino.
──No tengo muchas ganas de montar ──contesta, poniendo una excusa. No estaba enojado, pero tampoco quería subir detrás de ella porque creyó que la haría sentir incomoda.
Luego de un rato de viaje, donde ninguno de los dos habló, ambos llegaron a un acantilado, desde allí se veían las carpas reales, la gente iba y venía pero estaban muy lejos. El sol se asomaba entre las nubes grisáceas y la brisa había vuelto a ser fría. Entonces,de entre los árboles, salió un gran ciervo de pelaje blanco como el cabello de los Targaryen.
Deianira se quedó pasmada al verlo, su presencia era imponente y se veía tan misterioso como mágico. Jacaerys, por otro lado, sentía que su cuerpo vibraba, era un sentimiento de anticipación.
El enorme animal miró al muchacho, y luego giró su hocico hasta la rubia.
──No te muevas ──murmuró Jacaerys, creyendo que tal vez el ciervo iba a sentirse amenazado e intentaría atacarlos. Pero en vez de eso, él agachó la cabeza, como si hiciera una elegante y delicada reverencia.
Ante ambos muchachos con la sangre del dragón...
────cam's note!
( MARATÓN 4/4 )
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAH !
BLD, NO SE BESARON PERO LES JURO QUE FALTA RE POCO PARA QUE SE DESCONOZCAN.
(La escena del lago la verdad no sé de donde salió, yo no lo tenía planeado pero estos dos hdp hacen lo que se les da la gana. Estoy de decoración acáyo)
Chapter 22: ────twenty-one,
Chapter Text
21, THE GREEN DRESS !
──────── 🖤 ────────
ALICENT NEGÓ, mirando la delicada prenda en la caja, era un vestido de color verde esmeralda, con brillos y un escote elegante. Era muy parecido al que ella usó el día de la boda de Rhaenyra y Laenor, sintiéndose enfadada con su supuesta pareja por abandonarla.
──Deianira jamás usará esto ──le dice, mirando al hombre. Otto sonríe, con una astuta idea en mente.
──Lo usará si tú se lo pides ──le asegura, creyendo que la princesa rebelde cedería ante los deseos de su progenitora, como varias veces había hecho en el pasado.
La reina consorte siente incertidumbre ante la propuesta, la fiesta de esta noche era importante. Era la celebración de bienvenida de los Baratheon, y sabían que si todo salía como lo esperado, Henry pediría la mano de la hija menor del rey en matrimonio.
Por eso, Otto quería que los lores que asistieran al evento vieran a su nieta usando los colores de la casa Hightower. Así Borros sabría a quién apoyar cuando Viserys muriera.
──Tú no la conoces ──murmura la madre ──. Es terca y orgullosa, nunca portará estos colores. No son los suyos...
Deianira, junto a Aegon, eran los que más se entrelazaban con las costumbres valyrias. A diferencia de Helaena y Aemond, que cuando Alicent comenzó a tomar la fé de los siete ellos la siguieron. La mujer de cabello color cobrizo sabía que ninguno de los primeros mencionado se doblegarían ante una casa que no fuera la suya, jamás adorarían a los siete dioses ni usarían símbolos religiosos. Todo eso era porque la sangre del dragón era más espesa en ellos, más marcada y poderosa.
A pesar de que Deianira aún no tenía un dragón, su carácter, determinación y valentía la volverían una Targaryen que quedaría en la historia de todo Poniente. Y Alicent lo presentía, en el fondo de su pecho.
──Es una mujer, Alicent ──comienza a decir ──. Debe hacer lo que le digas, tus deseos deben ser sus órdenes.
La reina duda, y entonces suelta un suspiro, levantandose para tomar la caja. Era grande y con un moño de color oliva, Otto ve a su hija salir de la sala y esboza una sonrisa. Con el presentimiento de que todo saldría como él quería.
La pelirroja camina hacía la habitación de su último vástago, desde la salida al bosque real Deianira se veía mucho más apagada que de costumbre, cuando volvieron al campamento tanto ella como Jacaerys estaban en sus peores estados. Ambos mojados y con una expresión pensativa y distante. La consorte del rey asoció todo esto con que los dos estuvieron peleando y que, al final del día, simplemente se cansaron.
Cuando estuvo frente a los aposentos de Nira, golpeó suavemente sus nudillos contra la madera rojiza de la puerta, segundos después esta fue abierta por la rubia. Quién sonrió al ver a su madre, la menor tenía su traje de entrenamiento, junto a una trenza bien armada. Alicent supo el porqué de su buen humor.
──¿Entrenarás con Aemond? ──le pregunta, suavemente. La deslumbrante mueca de alegría en el rostro de su hija la delataba.
Su favoritismo hacía su hermano mayor era algo que siempre existió, cuando eran niños solo eran ellos dos, Helaena era muy distraída y Aegon... bueno, Aegon era Aegon.
Por eso, Nira se apegó al niño peliblanco y él a ella, formando un vínculo inquebrantable entre ambos hermanos Targaryen. Todos sabían que, a pesar de que con los años se habían distanciado, Aemond seguía amando a su compañera de aventuras, y sus sentimientos eran recíprocos de parte de la ojimorada.
──Así es ──responde, sentándose en su cama y mirando a su madre ──. Él y Hela estuvieron ocupados con el tema del nuevo bebé, pero al fin está libre, y podremos pasar tiempo juntos de nuevo.
La chica parecía muy contenta por ese hecho. Sabía que el tuerto tenía una familia, y que debía estar junto a la mujer que amaba, pero eso no le impedía extrañarlo. Era el único con el que sentía esa conexión que iba más allá de todos sus conocimientos, antes solían estar todo el día juntos. La noche en Driftmark el día del incidente iba a ser una de las cosas que la princesa rebelde jamás podría olvidar, desde el momento en el que Aemond domó a Vhagar, hasta cuando estuvieron en el barco de vuelta a su hogar.
Podía recordar cada detalle.
El cabello del rubio pegándole en la cara al cabalgar a la gran bestia, la forma en la que los niños lo golpearon en el suelo, el ardor en su cuello y el sentimiento de su piel abriéndose debajo del cuchillo de Jacaerys, los gritos y el llanto.
──Me alegra saber eso ──agrega la reina consorte y entonces, posa la gran caja sobre el colchón. A un lado de Deianira ──. Para ti...lo mandé a hacer para esta noche.
La chica sonríe y abre la caja, pero cuando ve la tela su sonrisa se transforma en una mueca.
──¿Verde? ──murmura, en un tono bajo y casi incoherente.
──Resalta tus ojos.
──¿Cómo puedes saberlo? Jamás uso este color ──dice, ahora un poco a la defensiva. Tiene el presentimiento de que alguien más estaba detrás de esta notoria coincidencia, y no fallaba ──. Gracias, madre. Lo usaré con gusto.
Mintió, y por supuesto que mintió. ¿Cómo podría cometer tremendo acto de traición hacia su propia casa, su propia sangre? Además, prefería morir antes de darle esa satisfacción a Otto Hightower, quien suponía era la mente detrás de este plan. Entonces, cuando se madre partió de la habitación con una sonrisa alegre en su rostro, Deianira tomó el vestido de la caja y luego de encender la chimenea lo arrojó al fuego ardiente. Se sentó frente a este y lo observó incinerarse, al menos, hasta que se redujo a un montón de cenizas.
Inmediatamente se fue hacía la puerta y se encaminó hasta el patio de entrenamiento, con una mueca enorme de suficiencia.
Aemond cayó de espaldas, chocando contra la tierra polvorienta del suelo. Miró a su hermana menor con una expresión de sorpresa, y sonrió. Deianira estaba de pie frente a él, con su espada en la mano y la frente algo húmeda por el sudor.
──Bien, suficiente por hoy ──dice, reincorporándose ──. Has mejorado, en serio.
La sinceridad inundaba la voz del rubio, pocas mujeres ─e incluso hombres, o escuderos principiantes─ habían logrado tener las habilidades que veía en la platinada, sabía que en cierta parte la fuerza venía de su deseo por ser mejor que ella misma. Era como si estuviera jugando una competencia contra su propio ser, buscando siempre hacer algo para avanzar. Y sabía que, el día que Deianira esté quieta, sería porque algo andaba mal. Muy mal.
──¿En serio? No he practicado tanto ──miente, tratando de que él no lo notara. Pero Aemond lo notó. Deianira practicaba siempre, cuando tenía horas libres se la pasaba leyendo o aprendiendo algo nuevo. Su obsesión con el alto valyrio a sus seis onomásticos de edad la habían llevado a ser una hablante brillante, a los doce tenía conversaciones coherentes e interesantes con los dragons keepers. Luego descubrió su pasión por la lucha tanto con espada como a puños cerrados, el tuerto jamás olvidaría la emoción en el rostro de la niña cuando logró vencer a Ser Criston por primera vez.
Su orgullo hacía ella no tenía límite alguno.
──¿Ese es Henry? ──preguntó Aemond, apartando su orbe color océano de su hermana para posarlo en el chico que se acercaba a ellos a paso lento pero seguro. Con una sonrisa en su rostro. Al verlo la chica sonrió, pero su mueca vaciló ligeramente al recordar lo que sucedió en el lago junto a Jacaerys la noche anterior. Si bien no eran nada, aún así sentía que le estaba mintiendo.
──Chicos ──exclama, con su usual tono amable y carismático. Aemond le palmea el hombro y alza las cejas ──¿Entrenando?
Ambos rubios sonrieron y entonces Aegon apareció cerca.
──¡Helaena está desquiciada! ──soltó, exasperado ──Comenzó a balbucear incoherencias acerca de una bestia debajo del suelo de nuevo.
El mayor respiraba con dificultad y tenía las mejillas rojas, por su condición, se podía deducir que corrió hasta llegar ahí. El tuerto asintió y vio a su hermana menor, quien solo le sonrió débilmente. Entonces se fue, con el primer vástago de la reina verde detrás de sus pies, Aegon iba haciendo muecas y rostros extraños mientras ─seguramente─ hacía todo más dramático de lo que en verdad era.
Henry soltó una risita.
──Helaena es...una mujer especial ──comienza, tratando de encontrar las palabras correctas para explicarse, pues no era malo desde su punto de vista. La rubia lo entendió.
──Lo es ──dice, su cuerpo se siente pegajoso y pesado a medida que pasan los segundos──. Ella es especial, un ser poco común en estos tiempos. Tan amable y amorosa, mi dulce, dulce hermana...
El chico de cabello color miel se queda mirando a la princesa rebelde y cuando esta siente sus orbes sobre ella sonríe, sintiéndose nerviosa ante su presencia. Sin saber mucho el porqué.
Entonces el Baratheon pone una mano en la nuca de la chica, con delicadeza, acariciando su cabello.
A lo lejos Lucerys ponía una mueca, mientras que el castaño delante de él apretaba la mandíbula. Habían ido a entrenar, como cada mediodía pero esta escena hizo que la sangre del príncipe heredero hirviera en su cuerpo, su corazón parecía moverse con una velocidad sobrehumana.
──Déjame entenderlo ──le pide el ojiverde, en voz baja, aún mirando a ambos adolescentes ──¿Qué pasó anoche entre ustedes dos?
──Nada.
Luke bufó, sin creerle. Presentía que algo había sucedido, pero sabía que Jacaerys era muy cerrado como para decirle algo.
Deianira se sintió incómoda, no por el muchacho, sino porque su cuerpo estaba asqueroso. Todo mojado por el sudor, con la cara de color rojizo y el cabello desordenado, se alejó con cuidado.
──¿Me esperas aquí? ──le pregunta, sacando la mano del chico de la zona cerca de su gargantilla oscura, pero sosteniendola entre las suyas ──Iré a cambiarme, seré breve.
Antes de que ella pudiera terminar, él ya estaba asintiendo mientras esbozaba una pequeña mueca parecida a una sonrisa, no pasó mucho para que la hija menor de Alicent huyera por la puerta que daba al interior de la fortaleza. Dejando solo a Henry por un rato.
Detalle que Jacaerys no desaprovechó.
De forma rápida, el castaño le sacó la espada de la mano a su hermano y fue hacía el estorbo Baratheon, a pasos firmes y sonoros. Cuando estuvo frente a él le arrojó el arma a los pies, con una expresión fría.
──Tómala.
──¿Qué? ──cuestiona el nuevo, dudando. No comprendía las actitudes del muchacho, creía que eran al azar pues, según su perspectiva, Jace no tenía nada contra su persona.
──Toma la espada ──repite, con un tono severo. Luke siente como los nervios le ponen los pelos de punta y juega con sus manos, nervioso ante la actitud del mayor.
Henry, con un presentimiento malo, niega. Lo que solo hace que Jacaerys sienta el enojo recorrerle el cuerpo, no tolera su rostro ni su comportamiento suave, como si no quisiera dañar a nadie.
──No.
La mandíbula del bastardo se tensa, y sus nudillos se ponen blancos alrededor del mango de la espada, lo apretó con tanta fuerza que sintió como el frío metal se incrustaba en la palma de su mano.
──Entonces no podrás esquivar los golpes ──dice, de forma tranquila, ignorando el fuego que por dentro incineraba sus entrañas ──¿Quieres eso?
Entonces una sonrisa se forma en el rostro de Jacaerys, y deja que sus orbes color avellana se posen en el chico. El castaño era tan alto como Henry, a pesar de que sabía de su diferencia de edad no le tenía miedo, ni a él ni a su reputación como buen guerrero.
El Baratheon ladeó la cabeza y se inclinó, tomando el arma que estaba sobre el suelo polvoriento y áspero. No pasó ni un segundo desde que se reincorporó cuando el hijo mayor de Rhaenyra se apresuró para soltar el primer golpe, logrando desestabilizarlo.
El sonido del acero de las armas chocando una contra la otra causó que Lucerys retrocediera, perdiendo el equilibrio. Jacaerys atacaba de forma rápida y brusca, casi sin piedad alguna por su oponente. Era un buen luchador, Daemon se había encargado de que lo fuera. Henry, a pesar de su entrenamiento, se alertó ante la agilidad con la que el Velaryon manejaba la espada. Parecía estar dispuesto a herirlo de verdad, a humillarlo.
El ojiazul le devolvió los golpes, aunque solo estaba esquivando sus movimientos. Un lado de él quería vencerlo y demostrarle que era un niño tonto por siquiera atreverse en retarlo a este duelo sin sentido, pero temía que eso le trajera problemas con la casa Targaryen. Con la familia de Deianira...
A cada minuto que pasaba la pelea se intensificaba, Henry sentía como Jacaerys comenzaba a poner más fuerza en sus golpes pero aunque tratara de igualarlo no podía. El príncipe bastardo se sintió ciego, por varios segundos, fue como si su furia hacia el muchacho le cegara todo sentido ajeno. Nunca le había pasado eso, a excepción de todas las veces en las que discutía con la princesa rebelde. Solo ella lograba ponerlo de los nervios, hacerlo perder los estribos e introducirlo a un estado donde parecía solo obedecer a una fuerza omnipotente que le recorría el cuerpo e ignoraba cada mandato enviado por su cerebro.
Ella lo estaba volviendo loco, y Jacaerys lo sabía.
Era consciente de ello con cada fibra de su ser, y aún así no luchó contra el sentimiento, solo se dejó perder en él. Porque estaba dispuesto a perder la cordura por Deianira Targaryen.
Fue entonces cuando Lucerys notó como el rostro de su hermano se oscurecía, y corrió lejos, hasta los aposentos de una rubia que era lo suficientemente valiente como para hacer lo que el niño no podía. Enfrentar al príncipe bastardo.
Cuando Nira escuchó las palabras entrecortadas de Luke llamando a su puerta, no dudó en tomar la espada que antes sostenía en su cintura, aún no había entrado a ducharse así que su ropa seguía siendo la misma.
Ambos corrieron hasta el patio, con la incertidumbre goteando a cada paso que daban, cuando llegaron allí la imagen que vieron fue algo casi impresionante. Henry había caído y Jacaerys estaba a punto de golpearlo con la espada, pero antes de que esta pudiera estrellarse con el arma en las manos del Baratheon Deianira se metió. Logrando esquivar el golpe que iba para el ojiazul, los ojos perdidos de Jace parecieron recobrar color cuando se enfocaron en la platinada, pero su mueca enfadada no cambió.
La hija menor de Alicent tomó la muñeca del chico con fuerza, enredando sus dedos alrededor de ella y obligándolo a bajarla. Apuntando la espada al suelo. Pero el primogénito de Rhaenyra repitió sus acciones, agarrando la mano con la que la chica sostenía su arma y manteniéndola en el aire. Ambos sosteniéndose con fuerza el uno del otro. Sus rostros estaban a centímetros, mientras que sus respiraciones chocaban para mezclarse como una sola.
Deianira notó como algunos botones de la camisa de Jacaerys estaban desabrochados, dejando que ella, desde su posición, viera un poco de su torso desnudo. La mandíbula marcada del chico estaba apretada, mientras él tenía sus ojos sobre el contacto entre su mano y la de la princesa.
──¿Viniste a rescatar a su novio? ──pregunta él en voz baja, su tono sale ronco y agitado, haciendo que la mente de la mente de la ojimorada se pierda entre distintas fantasías oscuras.
──No me obligues a hacer esto ──susurra Deianira, con sus ojos sobre los de Jacaerys. Estaban forcejeando y ninguno de los dos iba a ceder, sus muñecas temblaban por la resistencia que ambos ponían.
El castaño intenta mover su muñeca, pero entonces siente como la mujer de rasgos valyrios le da una patada en el pecho, apartándolo bruscamente y dejándolo sin aire por unos breves instantes. El bastardo de la heredera se tambalea, abriendo los ojos por la sorpresa y ve a una Deianira agitada frente a él.
──Eres... ──comienza a decir el chico, pero se calla, el dolor agudo en sus pectorales casi envió un reflejo de acariciar la zona, pero se contuvo. Aunque su lengua no ──Eres una maldita molestia.
──Podría decir lo mismo de ti ──responde, sonriéndole. Entonces hace una reverencia, cargada de burla. No bajó la cabeza, siguió con sus ojos sobre los de él mientras su cuerpo se inclinaba y abría las manos, sosteniendo su espada. Jacaerys notó una frase tallada en el acero del arma, pero lo que más le llamó la atención fue como la tela de la camisa de la chica se abrió cuando ella se inclinó hacía adelante, pudo ver sus pechos por una fracción de segundo. Y ese detalle le calentó las mejillas.
Cuando Deianira se dió la vuelta, tomó a Henry y se lo llevó lejos ─luego de agradecerle a Lucerys─ una amplia sonrisa apareció en la cara del castaño.
Luke lo observó, con preocupación, pero Jacaerys parecía estar en un trance.
──¿Con que no pasó nada, eh? ──dice el ojiverde, recogiendo su espada del suelo y mirando al mayor con falsa desaprobación ──Mentiroso..
Jace río, y entonces se tocó el pecho, masajeando un poco la zona. Por algún motivo, ahora su cuerpo ardía más ante el anhelo de Deianira.
──Bueno, puede que haya pasado algo...
La gente reía, charlaba, bebía y bailaba. Apenas estaba comenzando la diversión y Jacaerys estaba agobiado, nadie se había enterado de lo sucedido esa tarde. Lo cual era raro pues los rumores corrían rápido en Desembarco del Rey.
Daemon estaba sentado junto a él, le había dado una charla antes de entrar al salón, el platinado y su madre lo habían cuestionado acerca de cuando le pediría matrimonio a Baela. Y Jacaerys tuvo que dar una excusa, porque ni siquiera sabía si eso algún día llegaría a suceder.
Baela si era la esposa perfecta para él y probablemente siempre lo sería. Pero él ya no quería la opción perfecta. No deseaba vivir en un matrimonio condenado a la monotonía, a la aceptación o a la falta de emoción.
Esa noche se percató de que, si se casaba con la hija de Daemon, su vida estaría vacía.
Lord Borros parecía mucho más animado de lo usual, y Henry no podía dejar de ver la entrada principal. Estaba claro que esperaba a Deianira, al igual que Jacaerys. El castaño sintió algo de celos ante la idea de que él tendría que conformarse con mirarla de reojo a diferencia del Baratheon, que sería libre de oírla hablar durante toda la velada.
Por otro lado, no pasó desapercibido para Rhaenyra y Daemon la presencia de varios individuos poco comunes en la fiesta, como por ejemplo los Hightower. Ambos sospecharon que eso se debía a una sucia artimaña que pronto lo descubrirían.
Fue en ese instante que las grandes puertas se abrieron, el rey Viserys fue el primero en voltear la cabeza hacía allí. Seguido de todos los demás... La presencia de Deianira dejó a muchos en un estado de sorpresa. Entre las reacciones más destacadas estaban las de Otto y Alicent.
La rubia avanzó por la sala lentamente y sin ningún apuro, la multitud se había hecho a un lado para despejar su camino. Su andar era recto y elegante, con el mentón en alto, su belleza esa noche parecía hacerla destacar entre cada persona del lugar. Jace reprimió una sonrisa al verla pero Lucerys logró ver su mueca antes de que el destello desapareciera.
El último vástago de la reina verde tenía puesto un vestido carmesí, que dejaba a la vista sus hombros y tenía un tul enredado en sus brazos. El color de la casa Targaryen brillaba ante la mirada atenta de todos. Fue entonces cuando Deianira se acercó al espacio vació junto a su madre y su abuelo, sonriendo.
──Muchas gracias por el presente de esta mañana, abuelo...pero el verde no es mi color ──murmura con dulzura fingida, mirando a Otto Hightower. La sala estaba en silencio, así que su voz logró hacer eco entre las inmensas paredes de roca fría y sólida. El anciano tragó saliva a duras penas y Aegon se rió, sin vergüenza alguna.
──Ciertamente, hermana ──afirma. El rubio llevaba un traje con un bordado en el pecho, era un dragón rojo de tres cabezas ──. El rojo resalta sus ojos.
La chica rió junto a su hermano mientras el hombre de barba apartaba la vista de sus nietos, la princesa rebelde tomó la copa que estaba frente a ella y se sirvió un poco de vino, su hermano mayor siguió sus pasos.
──Brindemos ──exclamó la chica, sonriendo de forma carismática y poniéndose de pie. Cuando alzó el objeto de bronce éste brilló por las luces que emitían las velas cercanas. Todos los presentes hicieron lo mismo que la hija del rey, levantando sus copas al compás, Jacaerys tuvo su vista fija en la hermosa mujer, deleitándose ante su presencia ──. Por la casa del dragón...
──Por la casa del dragón ──repitió el príncipe bastardo y heredero al trono de hierro, al unísono con los demás, los orbes color amatista de la chica estaban sobre él, y ninguno de los dos apartó la mirada mientras llevaban las copas a sus bocas. Con una sonrisa compartida.
La noche apenas había comenzado...
────cam's note !
Jace y Nira se quieren dar de todo menos consejos.
Also, Aegon y Deianira demostrando que su lealtad siempre será para con su casa es tan >>>
Chupate esa Otto, fukin viejo verde
Chapter 23: ────twenty-two,
Chapter Text
22, WHOREHOUSE !
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LA NOCHE había pasado con rapidez, a pesar del pequeño escenario que revolvió a la sala cuando Deianira hizo el brindis, todos se habían relajado y parecían disfrutar. En especial el viejo Baratheon, que se emborrachó y salió bailar al centro del salón. Henry estaba completamente ruborizado, mientras Deianira a su lado reía y bebía vino de su copa dorada.
Baela estaba coqueteando descaradamente con Ser Peter Lannister, el joven y apuesto guardia juramentado de la hija menor de la reina y el rey. La morena estaba tratando de poner celoso a Jacaerys, para presionarlo, pero el muchacho no la había mirado en toda la noche. Ni siquiera de reojo. Y eso la enfadó.
Rhaenys tenía la vista fija en Rhaena y Lucerys, quienes bailaban inocentemente en la pista, junto a los enamorados y algún que otro lord. Entonces Aemond se acercó a Deianira, extendiéndole su mano.
La chica sonrió ampliamente al ver al tuerto, tal vez fue el efecto del alcohol, pero hasta ahora le parecía que el rubio era el hermano más dulce de la tierra. Ella aceptó su mano, y ambos se fueron a bailar. Jacaerys la siguió con los ojos, sonriendo de lado, su vestido se le ajustaba a la cadera y el dobladillo rozaba el suelo cada vez que Deianira caminaba.
Entonces bebió un trago más, mientras a su lado Aegon mencionaba algo sobre la mujer de pechos grandes que trabajaba en un burdel que él frecuentaba. Parecía estar decidido a llevarlo allí y Jace no sabía por qué. El platinado le sirvió más vino cuando lo que estaba en su vaso se acabó, los orbes color avellana del príncipe bastardo fueron hasta él con desconfianza.
──Es vino producido por los Lannister ──le dice, haciéndose el tonto ──. El mejor que probarás, aunque...bueno, el del burdel es mucho más dulce.
Jacaerys negó y volvió a voltear su cabeza hacía el centro de la sala, donde todos bailaban, su atención se centro en la mujer rubia que tenía sus deseos más profundos en la palma de su mano. Viéndola ahí, sonriendo, mientras todos a su alrededor parecían percatarse de la confianza y el carisma que poseía, Jace se dio cuenta de porque todos la adoraban.
Por fin comprendió las maravillosas cosas que decían sobre su persona, ¿cómo puedes ignorar a alguien así? Simplemente, es imposible. Aunque quieras hacerlo, no puedes, su energía es como un imán. Atractiva, poderosa y llamativa.
Mantener tus ojos lejos de ella era un reto difícil, y el heredero de cabello oscuro había perdido la competencia hace demasiado tiempo.
Entonces tomó todo el contenido de la copa y se puso de pie, alejándose de la larga mesa.
──¿A dónde vas? ──pregunta Aegon, frunciendo el ceño. Jace esboza una sonrisa amplia y se encoge de hombros.
──A donde está lo que quiero ──responde, y se encamina hasta la pista de baile. El lugar estaba tan aglomerado que nadie podría reconocerlo entre la multitud, a lo lejos vió como Deianira reía mientras su hermano mayor la hacía girar, pero poco después esa danza acabó y el tuerto desapareció de la vista del castaño. Cuando el primogénito notó que la princesa rebelde comenzaba a irse por el mismo lugar se acercó a ella, tomándola de la muñeca y tirando de ella hacia él.
Cuando Nira sintió esto se volteó y su cuerpo quedó contra el del muchacho, sus ojos parecían hambrientos y se dió cuenta de que sus pupilas estaban ligeramente más dilatadas de lo normal.
──¿Te ibas a algún lado? ──cuestiona, en un suave susurro y con un tono coqueto. Una de sus manos se deslizó sobre la tela del vestido, posando su palma sobre la espalda baja de ella, pero permitiéndose sentir su carne en el camino. El toque le envió una oleada de calor a la rubia, y sonrió.
──No ahora ──responde, en voz baja. Su corazón estaba acelerado y la sangre corría a través de sus mejillas haciéndola arder en su propio cuerpo. Deianira tomó la nuca de Jacaerys, las yemas de sus dedos rozando la piel y el cabello del chico. Deseó romper la distancia entre ambos y besarlo, pero se quedó en su posición, solo observándolo.
──¿Te he dicho que ese vestido te queda precioso? ──confesó pero ella rió, notando el suave aroma que salía junto al aliento del castaño.
──Estás ebrio ──dice, acusándolo, sin romper el contacto visual que se había creado entre ambos. Jace sonríe.
──Eso no significa que esté mintiendo.
Aegon a lo lejos se movió en su asiento, levantando la cabeza para encontrar a su sobrino, pero no lo vió. Ni aquí, ni allá. Había demasiadas personas alrededor, era como tratar de buscar una aguja en un pajar.
Jacaerys acercó su rostro al de la platinada, sonriéndole.
──Ven conmigo... ──susurra en su oído, haciendo que un escalofrío recorra la columna vertebral de la menor.
──¿Qué? ──murmura, viéndolo a los ojos. No sabía si lo que decía era un efecto colateral del alcohol, o si verdaderamente estaba hablando en serio.
──Ya me oíste ──comienza, y entonces la toma de la mandíbula, alzando un poco su rostro para que ella lo viera a los ojos. Sus movimientos eran suaves pero firmes, sus narices se rozaron pero nadie los estaba viendo. Todos estaban sumergidos en sus propios mundos. ──. Me cansé de hacer siempre lo que esperan de mí, por primera vez quiero hacer algo por mi propia voluntad. Sin pensar en los demás o en las consecuencias, y te quiero a ti. Te quiero con desesperación, Deianira...
Las palabras salieron como una corriente de aire, no pudo detenerse a pensarlas, solo lo dijo. Pero no se arrepentía, porque era lo único que quería y lo decía en serio. Con cada fibra de su ser.
La respiración de la hija del rey se quedó atrapada en su garganta, mirando al chico a los ojos. El mundo a su alrededor pareció congelarse, dejándolos a ambos encerrados en una burbuja que los separaba de todo lo ajeno. Jace movió su pulgar sobre la mejilla de la chica, acariciándola, y subió su mano libre para ponerla en el otro costado de su cara, ahuecando suavemente su rostro.
Los ojos del primogénito de Rhaenyra bajaron hasta los labios de la mujer con rasgos valyrios. No podía soportar estar lejos de ella, no deseaba verla en brazos de alguien más. Quería que ella lo besara a él, que lo abraza y lo tocara a él. Que lo amara a él, y sólo a él.
Estaba bajo su merced, colgando de sus manos, pero no planeaba detenerse.
Aegon pudo ver cómo Henry Baratheon observaba algo en la pista de baile, entonces enfocó su vista en hacía el lugar donde el ojiazul estaba mirando y la escena que presenció entre ambos adolescentes le cayó encima como un balde de agua fría. Sus ojos se abrieron con sorpresa y entonces comenzó a alzar la voz.
──¡Fuego, hay fuego! ──exclamó, alterado. Por su estado tan frenético la gente comenzó a alertarse, comenzando a correr, gritar y atropellarse entre ella para poder salir.
El hijo mayor de Alicent corrió hacía ambos jóvenes y entonces tomó al castaño del brazo, arrastrandolo hasta afuera, mientras que Aemond había corrido para sacar a Helaena y Deianira.
El príncipe bastardo trató de zafarse del agarre del platinado, pero nada funcionaba.
──¡Aegon, suéltame! ──exigió, con un tono severo. Pataleando y tratando de sacar los brazos del mencionado de alrededor de su cuerpo ──¡Deia...!
Su voz fue callada por un gran puñetazo en el rostro, el primer hijo de Viserys lo había golpeado y cuando Jace se percató de ello le devolvió el golpe. Ambos comenzaron a forcejear pero fueron separados por Ser Criston y Daemon, quienes parecían confundidos ante la actitud de ambos.
Jace estaba en un estado irreconocible, cuando el hombre de cabello blanco que lo había criado comenzó a arrastrarlo el castaño logró salir de su agarre y lo miró, respirando con dificultad. Su expresión era seria, sus mejillas estaban sonrojadas por el calor y el enojo, y sus puños apretados. Entonces se volteó hacia Aegon.
Tras un segundo de silencio, el hijo de Rhaenyra abandonó el salón, suspirando. Su oportunidad se había arruinado y todo por culpa del rubio.
Las primeras horas de la madrugada fueron silenciosas en la fortaleza, Jacaerys estaba en su habitación, sentado frente al espejo. Su labio inferior estaba partido por el golpe que recibió hace algunas horas y estaba tratando de curar la herida, pero cada vez que trataba de acercar el paño húmero el dolor invadía la zona.
El castaño soltó una respiración agitada cuando el agua tibia entró en la cortada y apretó la mandíbula, soportando el ardor. Pocos segundos después un golpe bajo en su puerta le llamó la atención, se preguntó quién estaría en su pasillo a estas horas y cuando la imágen del rostro de Deianira cruzó por su mente se levantó de la silla de un salto. Caminando hacía la salida del su habitación a pasos largos, tomó el frío pomo y lo abrió. Pero la cabellera corta, rubia y despeinada de Aegon fue lo único que logró ver en la penumbra del castillo.
Jace giró los ojos.
──¿Qué haces aquí? ──cuestiona, con irritación palpable en su tono de voz. Aegon sonríe y le extiende una botella de vino, el Velaryon ahuecó el cristal en la palma de su mano y lo miró confundido.
──Quiero compensártelo, ¿okay? ──balbucea, demasiado rápido, y entra en la habitación. Sin siquiera pedir permiso antes.
Jacaerys suspira, y sigue al muchacho con los ojos, este se sienta en su cama. Como si fuera suya. El primogénito de Rhaenyra siente los hombros pesados y cierra la puerta, sabiendo que esa noche sería una pesadilla.
Media hora después, ambos estaban sentados en el suelo, Aegon le estaba contando historias acerca de Sunfyre y Jacaerys escuchaba con atención. Perdió la cuenta de cuantas copas había tomado, pero el vino se había acabado. Su boca estaba seca y había perdido la sensibilidad en la herida del labio, lo que fue un alivio.
El mayor se levantó, sacudiéndose la ropa y le extendió una mano a su sobrino. Él aceptó su ayuda y ambos se levantaron.
──¿Y ahora qué? ──pregunta el chico de ojos cafés, mirando la botella vacía que descansaba en su mano. El ojiazul sonríe y lo toma del hombro, dándole un suave apretón.
──¿Recuerdas que te hablé del vino del burdel, y de la hermosa, hermosa Alenna? ──Jace asintió ante sus palabras, recordaba lo mucho que lo había fastidiado con eso ──Bueno, que suerte tienes, porque esta noche ella está ahí.
El príncipe bastardo frunce el ceño.
──¿Y eso por qué debería importarme a mí?
──Por favor, Jacaerys, no seas estúpido ──dice, con un tono divertido. El mencionado estuvo a punto de contradecirlo, pero Aegon agregó:──¿Nunca te han chupado la verga?
La forma en la que lo dijo, como si fuera de lo más normal, hizo que el corazón de Jace se acelere mientras la sangre se acumulaba en su rostro.
──¿Qué? ──murmura, casi con un tono alterado ──Por los Dioses, no puedes estar preguntándome eso.
Se sentía avergonzado, más que nada. Ni siquiera sabía que se pudiera hacer eso, nunca antes lo había pensado. Su falta de experiencia lo hizo sentir tonto.
──Genial, ¿eso es un no? ──pregunta, y Jacaerys pone los ojos en blanco, agradecía que había poca luz en la habitación porque el fuego que recorría sus mejillas era demasiado fuerte como para ignorarlo.
──Por supuesto que no ──espeta, a la defensiva ──. Ni siquiera sabía que...
Jacaerys se calla, cuando se percata de que estaba por decir algo tonto, Aegon suelta una risa y lo sacude por los hombros.
──Bien, vamos ──comienza, arrastrándolo hasta la puerta. Pero el castaño se detiene.
──¿Qué? Claro que no ──se niega, zafándose de su agarre. La idea de ir allí no le agradaba, a pesar de que la curiosidad era grande, prefería omitir los problemas. Como hacía cada vez que tenía la oportunidad.
──¿Estás preocupado por Deianira? ──cuestiona Aegon, poniendo sus manos en sus caderas y mirando al adolescente. Jace lo mira, sin decir nada, y él se ríe ──No lo estés...
Jacaerys frunce el ceño.
──¿Por qué no?
──Porque antes de venir aquí vi como Henry Baratheon se metía en su habitación ──mintió y el príncipe castaño sintió como su pecho se oprimía ante esa noticia. No quería creerlo, pero Aegon no iba a mentirle con algo así, ¿no es cierto? ──. Sabes lo que ella seguramente está haciendo, así que, ¿por qué no te relajas y te diviertes?
Jace dudó, tenía intriga por saber qué causaba tanto revuelo en las calles de seda, pero pensó en qué diría su madre si lo descubría. Daemon seguramente estaría orgulloso de él, pero...¿Rhaenyra?
Arrojó esos pensamientos a un lado, mientras una imágen de Deianira junto a ese asqueroso estorbo cruzaba por su mente. Recordó la forma en la que él la tocó esa tarde en el patio, la tomó de la nuca con tanta confianza. Y Jacaerys sentía su sangre hervir cuando pensaba en ello.
Así que alzó la vista y, luego de unos segundos de puro silencio, asintió.
──Tienes razón...
Deianira estaba sentada en la biblioteca, su cuerpo estaba rígido pues había estado allí las últimas horas. Se había quedado preparando un ungüento para las heridas de la dragona oscura, había buscado en cada manual, hablado con cada Maestre y dragon keeper y pudo crear una crema para que el dolor de la bestia desaparezca. Era una crema de color verde, con algunas hierbas cortadas en la mezcla, la chica tomó el frasco y sonrió, saliendo del salón. Caminaba despacio y con dificultad, sus piernas estaban dormidas y los pies le cosquilleaban cada vez que daba un paso.
Se metió en su cuarto y dejó el frasco encima de la mesita de luz, fue en ese momento cuando escuchó su estómago rugiendo. Casi no había comido nada en la fiesta de bienvenida, así que la princesa rebelde volvió a salir, dirigiéndose hasta las cocinas...pero algo la detuvo.
Una escena peculiar.
Aegon y Jacaerys se metieron en uno de los pasadizos secretos, ambos vestían ropa común...ropa que su hermano mayor solo usaba cuando frecuentaba las calles. Y entonces la rubia recordó lo que el platinado le había dicho hace un par de días, su intención de llevar a Jace a las calles de seda solo para saber cómo era su miembro. Esa idea le perturbaba, no sabía por qué Aegon quería hacer eso, y que él fuera capaz de llevar a cabo ese plan demostraba que era un maldito terco.
Deianira recordó a Alenna, una prostituta grosera y malhablada que trabajaba en uno de los burdeles favoritos de Aegon, era uno de los caros, pero eso jamás le importó a su hermano. La mujer era de tez blanca, con senos de un tamaño sumamente exagerado y una nariz puntiaguda, aunque lo que más se destacaba de ella era su expresión de irritación. Era como si siempre estuviera oliendo mierda.
La hija de Alicent, enfadada con Aegon ─y un poco también con Jacaerys, por ser tan idiota─ se dirigió al pasillo y se metió entre el hueco secreto de la pared, comenzando a seguirlos.
Cuando llegó a las afueras de la fortaleza roja vió las cabelleras de ambos a lo lejos, caminaban rápido y algo torpe, como si estuvieran tambaleándose. Aegon era el del caminar más gracioso, se tropezaba contra las rocas.
──Lo emborrachó ──musitó, con una expresión de sorpresa. Esta vez el rubio estaba yendo muy lejos, aunque Jace parecía ir por su propia cuenta, y eso la enfadó aún más, ¿cómo podía decirle que la quería y luego irse a un burdel cualquiera? ¿es idiota? ──. Son unos bastardos malnacidos.
Maldijo en voz baja todo el camino, siguiendolos desde lejos, cuando los vió acercarse a las calles donde estaban las casas de placer sus mejillas se pusieron rojas y su mandíbula se apretó. Iba a abofetearlos a los dos cuando los tuviera enfrente.
Jacaerys observó el lugar con ojos curiosos, la gente en las calles se divertía, era cómo si no tuvieran ninguna preocupación encima. En una de las esquinas había una señora con la cara deforme, que se cubría con un pañuelo oscuro y tenía una mesa junto a cartas con dibujos extraños.
──¿Qué es eso? ──preguntó curioso, señalando los artefactos. Aegon le palmeó el pecho con el dorso de la mano, negando.
──Son patrañas, solo quieren sacarte tu dinero ──la anciana rió ante las palabras del príncipe dragón y miró a Jacaerys, con unos ojos blancos y vacíos.
──¿Quieren saber cómo morirán, niños? ──cuestionó, con una sonrisa que hizo que los vellos de la nuca del castaño se erizaran. La mujer tenía un aura oscura, Jace quiso avanzar, pero Aegon comenzó a discutir con la mujer.
──Ja, como si usted pudiera saber eso, vieja bruja y parlanchina ──dijo y el príncipe bastardo abrió los ojos con sorpresa entonces la mujer soltó una risa macabra. Jace sintió su respiración acelerada, mientras el sudor parecía acumularse entre los pliegues de sus manos.
──El fuego te consumirá, mi príncipe ──susurra la anciana, señalando a Aegon con su dedo fino y huesudo, su rostro parecía demacrado. Entonces una de las estatuas de dragón que colgaba de la pared arrojó llamas, cerca del rostro del rubio, pero este ni siquiera se inmutó──. Con el remordimiento y la culpa carcomiéndote al final de tu camino.
Jace la escuchó con atención, pero Aegon giró los ojos, metiéndose en uno de los lugares cerca de allí, en la entraba habían mujeres con curvas notorias y prendas brillantes. Pero la atención del bastardo de cabello oscuro siguieron sobre la mujer.
──¿Qué me pasará a mí, milady? ──pregunta, en un susurro. Sabía que seguramente no debería estar preguntando eso, pero su curiosidad estaba matándolo. La bruja esboza una sonrisa, mientras un escalofrío recorre su espalda llena de moretones y huesos salidos de lugar.
──Largo y próspero será su reinado, su majestad ──habló, con respeto y suavidad, como si le hablara a un rey ──. Pero tenga cuidado, pues cuando la muerte golpee su puerta, el mayor de sus hijos ascenderá a su trono. Con una corona oscura manchada con la sangre del dragón sobre su cabeza y con él, llegará el fin del legado Targaryen...
Las palabras fueron vagamente oídas por Jacaerys, pues su tío había salido para arrastrarlo al burdel.
Dentro del lugar había una sala llena de personas charlando y bebiendo,en el centro varios hombres y mujeres danzaban, completamente desnudos. Jace abrió los ojos y frunció el ceño, apartando la mirada.
──La diversión está atrás ──le dice el platinado y se aleja, Jacaerys camina detrás de él, tratando de seguirle el paso. Unas mujeres muy atractivas los recibieron enfrente de una puerta roja de madera, Aegon entonces le guiñó el ojo a una de ellas. Cabello café, ojos de un color pálido. Era muy bonita, casi preciosa, pero por algún motivo Jace no se sentía mejor. Ninguna de aquellas mujeres podrían ser comparadas con Deianira. Su Deianira...
Las dos chicas abrieron la puerta y unos murmullos llenaron el aire mientras ambos príncipes se introducían en la sala, había habitaciones sin puertas, dentro de ellas había algunas camas grandes. En uno de los cuartos Jace notó una escena entre dos mujeres y un hombre. El tipo estaba encima de una de las chicas, los tres desnudos y con sus cuerpos uniéndose, él se movía de adelante a atrás haciéndola gemir. La mujer que estaba libre, tocaba el espacio entre las piernas de la prostituta que estaba siendo penetrada.
Al final del pasillo había una mini sala, donde había gente simplemente teniendo relaciones unas con otras, el lugar era oscuro y poco iluminado. El corazón del bastardo bombeó con violencia entre las cavidades de su pecho, una mujer de cabello oscuro se acercó a ellos, tomando a Aegon del cuello.
──Volviste ──susurra, con sus labios cerca de los del príncipe platinado. Ella iba solo en ropa interior, tenía varias marcas en el cuello.
──Maenna ──murmura Aegon, tomándola de la cintura. Hace tiempo que no la veía, ella era una de sus favoritas. Entonces se giró hacía Jace ──. Oh, Mae él es Jacaerys mi sobrino virgen.
El título que usó para describirlo fue humillante, sus mejillas estaban rojas mientras evitaba el contacto visual, mirando al suelo. Pero no podía evitar oír los gritos de placer que parecían invadir el aire, algunos maldecían, otros pedían por más y Jace no sabía qué hacer. Su cuerpo estaba ardiendo pero no se sentía cómodo ahí.
La prostituta extendió su mano hacía él y Jace la tomó, tímidamente.
──Es un gusto, Jacaerys ──expresa, Jace mira sus ojos mientras asiente pero vuelve a bajar la vista.
──Lo mismo digo, milady ──balbucea, causando que la mujer riera. Ella era un poco mayor que ellos, pero estaba en forma y era atractiva.
──¿Podrías decirle a Alenna que lo atienda esta noche? ──pregunta Aegon, acariciando las caderas de la pelinegra. Jacaerys jamás experimentó tanta vergüenza en toda su vida...
──Eggon, no estoy segu...──su voz fue callada cuando una mujer caminó hacia ellos, era un poco más alta que él, sus pechos estaban desnudos y ocupaban la mayor parte de su torso. El bastardo presentía que se trataba de Alenna, por las descripciones que Aegon le dió.
──¡Alenna! ──exclamó Aegon, con una sonrisa. El alcohol en la sangre de Jacaerys desapareció cuando vio los senos de la mujer y apartó la vista rápidamente.
──Aegon ──dice ella, girando los ojos ──. Maldito, me debes una copa, no lo olvides...
Maenna rió y entonces comenzó a alejarse, tomando la mano de Aegon.
──No esta noche, Lenna ──exclama la mujer de ojos pálidos, la sala estaba llena. Los gemidos parecían intensificarse cada vez que Jace observaba a los demás integrantes. Cerca de ellos había un hombre sentado sobre un pequeño sillón, con las piernas abiertas y una mujer sin ropa agachada. Su cabeza se movía de forma extraña y el tipo soltaba insultos que Jace nunca escuchó antes ──. Te quedarás con Jacaerys...
Luego de unos segundos ellos desaparecieron entre la multitud y el primogénito de rhaenyra sintió como el ambiente se ponía incómodo.
──Así que... ──comienza, demasiado intimidado por la mujer como para decir algo coherente ──¿Te gusta leer?
Su pregunta no fue respondida, la mujer le señaló a una pareja que estaba en el suelo. El masculino tenía su virilidad entre los senos de la mujer, mientras se masturbaba. Jace tragó saliva y sintió su cuerpo quemando, la sensación de calor en su cuerpo estaba haciéndolo sudar, sus extremidades cosquilleaban mientras observaba.
──Eso es lo más barato ──explica ──, sexo oral es un precio bastante razonable, pero la penetración está más cara. Y si quieres a dos mujeres, tendrás que pagar el doble.
Jace frunció el ceño.
──¿Qué? No, yo no...yo ──empezó a tartamudear, y chocó la palma de su mano contra su frente ──. No quiero eso, no...
No tenía ningún deseo en hacer algo con alguna mujer de allí, no quería estar ahí en primer lugar. Se dió cuenta de que fue algo irresponsable de su parte acompañar a Aegon.
──¿Sólo quieres ver, qué quieres hacer? ──cuestiona la mujer alta, a la defensiva. No quería perder al muchacho como cliente, pues sabía que Aegon no era tacaño con sus compañeras de cuarto y si el castaño vino con él significaba que podría pagar ──Mira, dejame enseñarte algo, luego decides que harás.
Jacaerys se quedó paralizado cuando la prostituta bajó sus manos y comenzó a desabrocharle el cinturón, quiso detenerla pero temía hacer algo que la enfada. Entonces, una pequeña y delicada mano tomó la de la mujer, con fuerza y firmeza.
El príncipe bastardo alzó la mirada y vió a Deianira allí, verla entre todo ese escándalo lo hizo sentir más confiado. Como si su presencia fuera un lugar seguro.
──Aparta tus manos de él ──dice la menor Targaryen, con sus brillantes orbes moradas mirando directamente a la mujer de pechos grandes. Alenna pone una expresión de enfado y aleja las manos.
──Él no me pidió que lo hiciera ──argumenta, los ojos del Velaryon van de la princesa a la trabajadora, y de la trabajadora a la princesa. Sabía por propia experiencia que era malo hacer enojar a Deianira.
──¿Acaso te pregunté? ──dice, altaneramente ──Te dije que quitaras tus manos...
──¿Por qué? ──cuestiona, alzando el mentón. La mujer castaña era más alta que Nira, pero ella siempre fue valiente, casi al extremo, rozando a ser temeraria. Ni una pizca de intimidación se asomó por el rostro de la princesa rebelde, sin embargo, sonrió.
──Porque nadie toca lo que es mío ──responde, seria. Jace sintió como su respiración se aceleraba al oírla y sin poder evitarlo, esbozó una sonrisa. Alenna, completamente irritada se dió la vuelta y desapareció entre los amantes que descubrían sus cuerpos en la penumbra del lugar.
Jacaerys alzó sus manos y las posó en la nuca de la chica, atrayéndola cerca de él. Deianira posa sus manos en los brazos de él, acariciando la piel encima de la camiseta.
──Gracias ──susurra, manteniendo el contacto visual. No sabía lo que hubiera pasado si ella no llegaba.
──Eres un tarado ──murmura, enfadada, lo que causa que Jacaerys riera en voz baja. Luego apartó un poco la vista, mientras las respiraciones de placer los rodeaban. De nuevo ese sentimiento tan conocido le llenó el cuerpo, el deseo ardía en su pecho.
──Lo sé ──agrega, y sin esperar una respuesta aprieta sus labios contra los de ella, uniendolos en un beso suave y lento. El calor de su piel lo sonrojó aún más. Jace sintió como la piel del interior de su labio inferior se pegaba contra la de la rubia y abrió la boca, lamiendo su piel. Pidiéndole permiso para entrar.
Cuando Deianira separó los pliegues de sus labios, Jacaerys no perdió tiempo e introdujo su lengua en el interior de su boca, dejando que sus salivas se mezclen. Ambas lenguas parecieron bailar entre ellas, y cuando escuchó el gemido que salió desde la garganta de la mujer con rasgos valyrios su mente estalló...
La empujó con rapidez contra una de las paredes, bajando las manos por los costados de su cuerpo y apretándose contra la princesa rebelde. Deianira respiró de forma lenta, separándose un poco del beso cuando su espalda tocó la fría piedra, sus dedos comenzaron a desabrochar la camisa de Jace y él sonrió. Los gritos de placer de los demás amantes llenaban sus oídos, pero solo podía oírla a ella... deseando hacerla sentir bien, queriendo escucharla gemir por su toque de la misma manera en la que las otras damas lo hacían.
Una risa estúpida abandona los labios del príncipe cuando él comienza a deshacer los botones de la blusa de Deianira, pero entonces la realidad parece expulsarlo de su pequeña burbuja de fantasía. Esto estaba mal...
Estaban en un maldito burdel, besándose contra una de las paredes. Como animales...
Esto estaba mal.No podía hacerle esto a ella, deshonrarla de esta manera. Usándola como si solo fuera un objeto para satisfacer su propio placer. No iba a hacerle eso.
Deianira siente cómo Jacaerys se aleja de repente, sin mirarla a la cara...
──¿Qué sucede? ──pregunta la ojimorada, en un susurro.
──Yo...no puedo hacer esto ──balbucea y luego posa sus orbes sobre ella. La muchacha respiraba con dificultad, su blusa estaba ligeramente abierta en la parte superior, dejando al descubierto una parte de su sostén.
El príncipe bastardo se da la vuelta y, chocando a todos, sale corriendo por donde entró. La princesa rebelde siente cómo su pecho se hunde, su cuerpo estaba cosquilleando por la excitación pero él se había dio. ¿Por qué demonios se fue?
Su mente estaba llena de confusión y de anhelo, cerró los párpados por unos segundos y luego bufó. Ya estaba cansada de este juego de idas y vueltas, Jacaerys debía escoger un lado de la balanza. Tenía que elegir su destino, la quería o no la quería. Era así de simple...
────cam's note!
4493 palabras, esto cada vez está más largo. En este cap pasó de todo.
YA SE CHAPARON AAAAAAAAAAAH, AGARRENSE LA COLA PQ A PARTIR DE AHORA SE VIENE CON TODAAAAAAAAAA.
Jace pinche bruto no se la quería voltear ahí pq era "poco digno" y "poco romántico" y lo peor es que TIENE RAZÓN. O sea, su primera vez no puede ser contra una pared, así que hagan café y tomemos unas tazas mientras la espera nos mata.
Not me escribiendo esto a las dos de la madrugada cuando mañana tengo un parcial a las 12, en fin. Deseenme suerte.
LA PREDICCIÓN que dió la bruja para Rhaegor 🧍♀️(el primer hijo de Nira y Jace)
Rhaegor: Todavía ando nadando en los huevos de mi papá pero ya me spoilearon la vida.
Chapter 24: ────twenty-three,
Chapter Text
23, THE DRAGONRIDER !
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LUCERYS TENÍA los ojos abiertos de par en par, Jace lo miraba expectante, esperando alguna reacción diferente a la que el niño tenía plasmada desde hace ya veinte minutos. La biblioteca estaba vacía, como siempre. Nadie parecía acudir a esa lúgubre y oscura sala, ni de día ni de noche, por eso era un gran lugar para hablarle a su hermano sobre esto.
──No te creo... ──musitó Luke, aún viendo al vacío, su tono pareció estar cargado de incertidumbre. Jacaerys hundió su cabeza entre sus manos.
──Lo sé, lo sé ──dice, frustrado. Se sentía entre la espada y la pared ──. Pero no te pido que me comprendas, solo necesito un consejo. Necesito que alguien me diga si debo alejarme, porque siento que estoy perdiendo la cabeza...
El ojiverde pone sus orbes color oliva en el adolescente castaño, y entonces esboza una sonrisa, Jace se veía vulnerable. Sentado aquí, en un sillón esmeralda viejo y feo, con el pelo revuelto. Dejando al expuesto sus emociones...
Jamás había pasado esto antes.
Lucerys no estaba para nada acostumbrado a oír los pensamientos de su hermano mayor, Jace siempre era objetivo y solo buscaba usar su lado racional ante cualquier problema, haciendo que muchas veces parezca alguien frío y distante. Pero muy maduro. Eso era lo que él quería, quería ser digno para el trono y para su madre. Pero estaba perdiendo esa pizca de humanidad al hacerlo, aquella incertidumbre que todos poseían ante sus propios sentimientos. Solo con Deianira, y todo lo que ella ocasionaba, parecía que su lado más sensible aparecía en la superficie. Se volvía tonto, irracional, poco calculador. Genuino.
Y Luke no quería que su hermano dejara de ser así, quería verlo feliz.
──La amas...
──No ──se apresuró a decir el chico de ojos cafés, algo alarmado, la palabra amor pareció hacer un hueco en su vientre ──. No la amo, solo...
──No te estaba preguntando ──interrumpe el menor, sonriéndole. Jacaerys gira los ojos y aparta la vista, sintiendo como su corazón comenzaba a saltar desde un lado de su pecho al otro, como si el órgano estuviera sobre un trampolín. Enamorado de la vida.
──¿Creés que ella me odie ahora?
──Siempre te odió ──bromeó Luke, causando que el primogénito de Rhaenyra riera. Él tenía razón, ella siempre lo odió.
──Buen punto ──murmura y suelta un suspiro casi inaudible ──. Ella es tan...no lo sé, ¿cómo se supone que sabré si la amo o no? ¿Acaso hay alguna señal?
Lucerys se encoge de hombros, sonriendo.
──No tengo ni la menor idea ──respondió, honesto ──. Solo lo sabes y ya, no necesitas una señal para darte cuenta de ello. Sigue a tu corazón, Jace. Hazlo y te guiará hasta la verdad.
Jacaerys puso su atención en su hermano menor, y alzó las comisuras de los labios.
──Gracias, Luke ──dice, después de varios segundos en silencio ──. Eres mi mejor amigo.
Cuando el menor se disponía a responder una Baela agitada entró corriendo a la biblioteca, su cabello estaba desordenado y se movía con tanta irregularidad que ninguno de los hermanos Velaryon pudo distinguir que sucedía.
──¡Jacaerys, Luke! ──gritó, desesperada. Los mencionados se levantaron y caminaron hacía ella en un segundo, alertados por su estado tan frenético y aterrado.
──¿Qué es, Baela, qué sucede? ──interrogó el príncipe de dragonstone, la morena tenía los ojos cristalizados y su pecho subía y bajaba de forma brusca y torpe.
──Es Rhaena ──susurró, un escalofrío recorrió la espalda de Lucerys y su rostro empalideció, cada fibra de su cuerpo tembló por un escaso momento ──. Quedó encerrada junto al dragón salvaje...
No hizo falta que dijeran mucho más, Jace sabía que si la bestia no la había atacado era porque tal vez no pudo hacerlo, los tres corrieron por los pasillos, mientras Baela los guiaba a pozo dragón. Jacaerys envió a Lucerys hacía los aposentos de su abuela, para que Rhaenys acudiera en su ayuda. El castaño presintió que, sí algo salía mal, necesitarían a todos los guerreros de la capital para poder detener al dragón oscuro. El chico avanzaba de forma determinada, manteniendo la compostura y la tranquilidad, a pesar de estar preocupado.
Cada segundo que tardaban en llegar al lugar era un peso oscuro encima de los hombros de la hija mayor de Daemon, pues ella había insistido para que Rhaena entrara a la fosa y ahora todo había salido mal. Ninguna de las chicas contaban con que el animal estaría encerrado en una celda en las profundidades de pozo dragón, y cuando la menor entró la puerta se trabó, dejándola allí. Sin escapatoria.
Jacaerys sintió como su pecho se oprimía cuando escuchó los gruñidos que resonaban en el aire, su piel se erizó al recordar el día en el que ese dragón trató de comerselo. La maldad en sus ojos, el color carmesí en sus cuernos y la forma tan siniestra en la que su hocico se torcía, simulando una sonrisa macabra. Sin dudas, era una bestia que lo asustaba demasiado.
Aún estaban lejos pero pronto ambos jóvenes notaron la aglomeración de personas ─todos ciudadanos─ que observaban la colina de Rhaenys con asombro, pues esta parecía temblar por los alaridos que salían del interior de la fosa. Jace supo que era ese dragón el que los estaba causando, su voz era lo suficientemente fuerte como para que los oyeran desde la distancia.
Encima de sus cabezas pasaron Meleys y Caraxes y aterrizaron a pocos metros de pozo dragón, Jacaerys tomó la mano de Baela solo para jalarla y avanzar más rápido, para alcanzarlos. La chica estaba jadeando y dando pasos torpes y lentos. Los dos adolescentes llegaron hasta los dragones, dando con Daemon y Rhaenys.
──¿Dónde está? ──cuestiona el príncipe canalla, con la voz severa y sus orbes pálidos encima de su hija mayor, Baela tiene los ojos llorosos y en ese instante una explosión hace que el suelo tiemble. Jacaerys se agacha, llevándose a la chica con él hacía el suelo, algunos ciudadanos gritaron y al instante comenzaron a correr. De la fosa había salido el dragó salvaje, soltando gruñidos enojados, de su lomo colgaba Rhaena pero ella no lo montaba...no. La chica estaba intentando no caer, no lo pudo domar.
La bestia extendió sus enormes alas oscuras y se movió de arriba a abajo, intentando librarse del extraño encima de su espalda.
Al escuchar los gritos de la hija menor de Laena Velaryon los cuatro presentes se aterraron, el dragón comenzó a dirigirse hacía el castillo. Hacía la colina de Aegon.
──¡Suban, rápido! ──gritó Rhaenys, y en menos de un segundo Baela se fue con ella, en Melerys. Jacaerys avanzó hacía Caraxes ágilmente y se subió en la montura libre detrás de su padrastro.
──Destruirá todo a su paso... ──susurró Jacaerys, con una opresión en el pecho. Podía visualizar a la bestia oscura quemando todo, cada casa, cada torre de la fortaleza roja, cada persona...
──No si nos deshacemos de él antes de que lo haga ──termina el platinado y entonces el dragón rojo se abrió paso entre los cielos, Caraxes soltó un chillido agudo mientras perseguía a Rhaenys y Baela.
Jace notó como la bestia oscura trataba de sacarse a Rhaena de encima cueste lo que cueste, parecía como si se negara a recibir órdenes, la chica morena encima de su lomo parecía hablarle a gritos mientras que trataba de aferrarse al cuerpo del animal pero por la distancia en la que estaban, Rhaena no parecía mucho más que una mancha borrosa.
Cuando la fortaleza estuvo cerca el dragón nuevo comenzó a sobrevolarla, en círculos, ahora iba más despacio pero seguía siendo muy peligrosos como para descuidarse de el. Los dos jinetes, junto a sus acompañantes se detuvieron en una de las colinas, mirando al salvaje. El rey, junto a los baratheon, la reina y algunos caballeros ya estaban ahí.
Jacaerys notó a Deianira a lo lejos, observando la escena que daba paso en el cielo con una mueca preocupada. El muchacho se acercó a ella, sin importarle nada, pero entonces notó a Henry, Aegon y Aemond a su lado.
Deianira sentía como si cada parte de su cuerpo le ardiera, la adrenalina la consumía mientras seguía parada allí. Estática.
Entonces notó como la dragona comenzó a acelerar la velocidad mientras tomaba más distancia del suelo, y como si supiera lo que ella iba a hacer, Deianira negó.
──¡No! ──exclamó, y buscó a Rhaenys con la mirada ──¡Rhaenys, va a arrojarla!
La princesa mayor vió como el dragón oscuro comenzaba a cerrar las alas, como si se envolviera entre ellas. Entonces la mujer se subió a Melerys, seguida de Daemon y Caraxes. Rhaenyra y Luke llegaron en el momento exacto en el que ambos abandonaban la tierra, la dragona salvaje comenzó a girar aún con sus enormes alas alrededor de ella y de un momento a otro, las desplegó.
Dejando caer a Rhaena al vació.
El grito de la adolescente se escuchó entre la multitud, pero Melerys fue el primero en llegar al lugar, y Rhaenys logró tomar a su nieta antes de que esta estrellara contra el suelo. Entonces Deianira sintió un dolor punzante en el cuerpo, no venía de ningún lado y al mismo tiempo de todas partes, la chica soltó un jadeó que fue callado por el chillido de la bestia que estaba en los aires.
La princesa rebelde olvidó su propio dolor y alzó la vista, solo para ver cómo los soldados de los Baratheon comenzaban a disparar sus flechas hacia el animal.
──¡No, deténganse! ──gritó, avanzando hasta ellos, Viserys frunció el ceño, casi tan confundido como los demás ──¡No la lastimen!
Cuando Deianira intentó sacarle la ballesta a uno de los soldados este la empujó, pero medio segundo después el príncipe bastardo se había lanzado sobre el hombre derribándolo al suelo de forma brusca, cuando otro de los guardias intentó apartar a Jacaerys Aegon acudió en su ayuda, golpeando al tipo en la armadura que reposaba en su pecho y haciendo que este retroceda.
Mientras que ambos chicos forcejeaban contra los guerreros Deianira observó como la dragona gruñía, podía sentir su dolor atravesando cada fibra de su cuerpo, sentía la impotencia y la fuerza. Entonces el tiempo pareció congelarse justo ahí, Aegon se volteó a ver a su hermana menor.
──Ve a reclamarla ──dijo el rubio, con sus orbes oceánicos en ella ──. Sé un dragón, Deianira...
Tras esas palabras la hija menor de la reina Alicent Hightower comenzó a correr hacía la punta de la colina, sus pies se sentían pesados y la sangre rugía en sus oídos. Su corazón bombeaba sangre y lo único que podía escuchar era su respiración, corrió con todas sus fuerzas, olvidando cada detalle detrás de lo que estaba sucediendo justo ahora. Las plantas de sus pies ardían mientras que su traje de entrenar se aferraba a ella, el viento le alejaba algunos mechones de cabello de la cara y su trenza estaba despeinada.
Cuando llegó al acantilado se detuvo casi al final de este, algunas rocas se desprendieron del suelo, cayendo al vació. Nira notó como la dragona también había sentido lo mismo que ella, y había comenzado a volar cerca del acantilado.
──Está loca ──dijo Baela, mirando a su prima en el acantilado. Todos se habían quedados callados, casi conteniendo la respiración.
──Demasiado ──agrega Aegon, pero sonríe ──. Esa es la mejor parte.
Entonces todos observaron como Deianira se daba la vuelta y retrocedía, Jacaerys sintió una pizca de alivio al verla. Creyendo que estaría fuera de peligro.
──No lo hará ──murmura, parpadeando.
──Se está rindiendo ──dijo Baela, y en el fondo pudo sentir satisfacción ante esa idea.
Aemond soltó una risa áspera, y negó.
──No...
──Deianira no se rinde jamás ──terminó el primogénito de la reina verde, sonriendo.
La princesa rebelde observó cómo el cielo se unía con la tierra, y entonces soltó un largo suspiro, tomando velocidad.
Hazlo, se repetía a sí misma, ¡no eres una cobarde!
Y entonces, volvió a correr, esta vez preparada para saltar por el acantilado. Ya nada le importaba, por un segundo todo fue así. Conseguiría un dragón, o moriría en el intento.
Cuando sus pies abandonaron el suelo, su cuerpo se sintió infinito. Su respiración se entrecortó, pero no estuvo muchos minutos cayendo al vacío pues el dragón oscuro voló hacia la única Targaryen que reconocía como a su jinete y dejó que esta aterrizara en su lomo. El contacto de su cuerpo contra el de su dragona fue algo que jamás había sentido antes. Sus manos se posaron en dos de los cuernos rojos de la bestia y se aferró a ellos, mientras el animal abría sus grandes alas para llevarla. A pesar del dolor en su cuerpo y de las flechas clavadas en sus escamas.
Deianira bajó la cabeza, apoyando la frente encima de la piel áspera del dragón y esbozó una sonrisa.
──Eso es, Annemys...eso es ──murmuró en alto valyrio, cerrando los ojos mientras su mano derecha la acariciaba con cariño. La dragona sacudió suavemente las alas, y la princesa rebelde pudo sentir la felicidad de su compañera ──. Nadie volverá a lastimarte, Anne...
Entonces alzó la cabeza, mientras el viento le movía el cabello y recordó lo que ella y Aemond hicieron cuando él domó a Vhagar. Así que alzó un brazo en el aire y gritó, vitoreando.
Desde el suelo Aegon y Aemond festejaron y se unieron en un abrazo, Henry Baratheon no podía dejar de aplaudir mientras sus orbes fascinadas seguían el camino del dragón.
Daemon observó la escena con escepticismo, pero aún así le fue imposible negar el potencial que corría por las venas de esa muchacha, y eso fue una alarma. Viserys negaba con la cabeza mientras que Otto Hightower tenía una mueca, pero Alicent estaba sonriendo mientras acompañaba al chico castaño de la casa aliada con los aplausos.
Rhaena y Lucerys estaban chillando de emoción por su amiga, Baela buscaba cómo esconderse de la mirada de su progenitor y Jacaerys tenía la boca abierta, observando con una sonrisa como la enorme bestia se balanceaba alrededor de la fortaleza. Por un instante se permitió olvidarse de como ese animal había intentado devorarlo y solo se concentró en la felicidad de Deianira.
Entonces lo supo...
Sin importar cuánto tratara de ignorar el sentimiento, no iba a cambiar nada. Se estaba enamorando de ella.
Todos parecían tranquilos y algunos muy alegres, pero lord Baratheon tenía una mueca, fue entonces cuando el dragón oscuro aterrizó frente a ellos. Deianira se deslizó por una de las alas de su compañera y cuando tocó el suelo mantuvo una expresión seria, con sus ojos clavados en Borros.
──La próxima vez que levante un dedo para lastimar a un dragón será la última vez que posea dedos ──dice, de forma brusca. Fue como si un instinto protector e instantáneo se instala en su pecho, no le importó que él fuera un lord ni que fuera el padre de Henry, debía ponerlo en su lugar.
──¿Estás amenazándome? ──cuestiona el hombre barbudo, el rey siente como sus nervios se ponen de punta cuando ve a su hija menor ladear la cabeza.
──Lo dije como advertencia, pero si quiere tomarlo como una amenaza sigo sosteniéndolo ──declaró, sin miedo.
Daemon miró a Rhaenyra, quien solo asintió levemente. El rey Viserys respiró de manera agitada mientras se acercaba al Baratheon.
──Su hija es una insolente, su majestad ──dijo Borros, con firmeza, Henry observó la escena con algo de temor, pero no mencionó palabra alguna. Entonces Deianira sonrió.
──Que concepto vago tiene acerca de la insolencia, lord Borros, porque créame...si hubiera querido ser insolente con usted le habría dicho muchas cosas más ──Daemon soltó una risa, al igual que Aegon. La enorme bestia oscura estaba parada detrás de Nira, como si cuidara sus espaldas.
──Henry debió haberme oído, debió hacerle caso a todos esos asquerosos rumores que rondan sobre su persona ──atacó el mayor y la garganta de la princesa rebelde se secó, pero ella mantuvo el mentón en alto.
──No creí que usted fuera tan tonto como para creer tales calumnias, pero veo que me equivoqué, lord Baratheon ──dice y entonces hace una reverencia, sonriendo ──. Si eso es todo lo que tiene por decirme me gustaría dar por terminada esta charla.
La hija menor de la reina verde se dió la vuelta, dándole la espalda a todos y comenzó a caminar hacía la dragona. Pero Daemon habló, captando su atención.
──Ese iba a ser el dragón de mi hija ──dijo, hablando en alto valyrio.
──Iba ──repitió la menor, su voz sonaba mucho más ronca en su idioma paterno. Jacaerys sintió como la respiración se le atascaba en la garganta al escucharla, Aegon a su lado lo miró de reojo pero no dijo nada, a pesar de que estaba lleno de preguntas por la reacción tan peculiar de su sobrino mayor ──. Un dragón no es propiedad de nadie, a pesar de ser o no su jinete. No es mía, ni tuya, ni de ninguna persona presente aquí.
El príncipe canalla soltó una risa áspera, avanzando hacía su sobrina.
──¿Crees que podrás domarla por mucho tiempo? ──cuestionó, de forma tranquila pero sus intenciones no lo eran. Planeaba intimidar a la hija de la reina verde, sin saber que no lo lograría.
──¿Crees que no podré hacerlo? ──responde, usando el mismo tono. Jace llegó a comprender algunas de las palabras que se dijeron pero el acento que ambos tenían le dificultaba la tarea de poder traducirlo.
──Solo eres una niña jugando a...
──La mayor parte de los Targaryen se convirtieron en jinetes a corta edad, que sea una niña ante tu punto de vista no es un obstáculo en mi camino, he reclamado a la dragona. Soy su compañera desde ahora ──interrumpió Deianira, con firmeza. Entonces le dió un última mirada a el hombre, y le dió la espalda.
Henry notó como ella comenzaba a caminar hacía él, entonces la rubia posó su mano en la muñeca del muchacho y comenzó a guiarlo hasta donde estaba Annemys. Lord Borros intentó quejarse pero Otto Hightower negó con la cabeza.
Jacaerys vió como la menor se alejaba, sus orbes color avellana clavados en la espalda de ella, viendo la trenza desordenada que estaba compuesta de sus mechones largos y pálidos. Un suspiro abandonó sus labios y entonces se marchó, cuando se percató de que la intención de Deianira era llevar a Henry Baratheon junto a ella en el lomo de la bestia oscura.
Luke fue detrás de él, pero dándole espacio, sabía que su hermano necesitaría hablar.
Henry tragó saliva cuando estuvo sentado encima de la piel del dragón, se sostuvo de la cintura de Deianira mientras que una oleada de temor cruzaba por su espina dorsal.
──Yo...no sé cómo montar un dragón ──confesó, temeroso. La princesa rebelde sonrió.
──Nadie sabe...
El animal desplegó sus enormes alas y alzó a los dos adolescentes en el aire, mientras la chica reía y el muchacho gritaba detrás de su oído.
────cam's note !
No sé qué decirles...
Deianira contra el mundo = yo contra el mundo.
Jacaerys ya anda enamoradísimo pero Nira no lo va a querer ni ver después de lo que le hizo en el cap anterior, la verdad, estuvo bien pendejo. Tuvo la oportunidad, y la tiró por la borda.
Chapter 25: ────twenty-four,
Chapter Text
24, THE SCAR !
──────── 🖤 ────────
HENRY RIÓ sentado en el césped, su padre se había encerrado en sus aposentos y no había salido desde ayer, cuando Deianira lo humilló frente a todos. De cierto como, al muchacho le generaba paz no tener que estar junto a su progenitor. Eso era algo que él y la princesa rebelde tenían en común. Malas relaciones paternales.
Deianira negó con la cabeza, con una sonrisa en sus labios.
──Claro que no ──comenzó a decirle al chico, mirándolo a los ojos ──. No la llamé Annemys por eso.
El chico puso una mueca, entre confusión y diversión.
──¿Entonces por qué la llamaste Annemys si no era para decirle Anne? ──cuestiona, burlón.
──El annemys es un poder mítico de la antigua valyria, se dice que sólo los dioses antiguos podían controlar tal fuerza ──relata, con su mentón en alto y sus orbes amatistas en el cielo gris que amenazaba con comenzar a soltar gotas de agua violentamente en cualquier momento ──. Hasta que se cansaron y tomaron a un mortal para tomar el poder, se dice que crearon a una bruja inmortal y omnipotente pero que su existencia amenazó tanto a los dioses que estos se vieron obligados a arrebatarle el annemys, y con él, la vida también.
Henry observó a la chica con atención, su historia acerca del nombre de la dragona era mucho más interesante de lo que creyó. Pero no fue una sorpresa, Deianira era muy inteligente y estar con ella siempre significaba aprender algo nuevo. El Baratheon deseó que todo el mundo la conociera como él lo hacía, a la genuina mujer detrás de los rumores y las apariencias.
──La llamaste Annemys por el poder ──dijo, con un sentimiento de orgullo creciendo en su pecho.
──Es bonita, poderosa y fuerte. Digna de su nombre ──agrega la platinada, arrebatándole una sonrisa al muchacho de cabello oscuro. A lo lejos el ojiazul vió como Jacaerys y Baela se acercaban al patio, parecían discutir por algo, pero más que nada la morena. Ya que el hijo de la heredera solo seguía su camino, con los hombros bajos y la mirada perdida, sin cuestionarla ni responderle.
Henry apartó la mirada de ellos y se volvió a su compañera.
──No has tenido la oportunidad de usar la gargantilla, ¿no es así? ──pregunta, deseando cambiar de tema antes de que los demás escucharan. Pues quedó claro que la hija de Daemon quedó algo afectada por lo sucedido, en la cena de anoche no dejó de ver a la rubia mientras apretaba el cubierto en su mano derecha. Henry se pasó toda la velada temiendo que fuera a arrojarlo directamente al rostro de alguien.
Deianira pareció incomodarse por la pregunta, el castaño notó cómo su pecho se encogía, como si ella se hiciera más pequeña.
──No... ──murmura ──Lo siento, la verdad es que no suelo cambiar mucho el collar.
Henry asintió, no llegaba a comprender porqué la chica parecía tan distante al hablar de su gargantilla, pero no fue algo que le molestara. Después de todo, solo era un detalle.
──Creo que te quedaría bien ──comentó, pero por el rabillo del ojo notó a la otra chica Targaryen acercándose más a ellos, mientras Jace parecía tomarla del brazo para que Baela no pudiera llegar hasta donde ambos estaban.
──Oh, mi dulce, dulce Deianira ──dice Baela, con la voz ronca y cargada de un humor poco agradable. La mencionada frunce el ceño al verla y Henry se pone de pie, percatandose de que la morena no estaba en su mejor condición, pues se tambaleaba al caminar y olía a vino.
──¿Baela? ──musitó Nira, levantandose del suelo. Justo en ese instante una fría brisa recorrió el ambiente, moviendo las hojas anaranjadas del suelo y un rayo alumbró el cielo ──¿Qué estás haciendo?
Cuando Deianira pudo darse cuenta de cómo Jacaerys sostenía a Baela del brazo ya era tarde, la hija mayor de Daemon había comenzado a hablar.
──¿Le has contado?
La rubia frunció el ceño, sus ojos fueron hasta Jace y él evitó su mirada. Deianira pudo sentir como su pecho se hundía, mientras su mente se llenaba de preguntas sin sentido, no sabía qué hacer en ese momento, ni a qué los llevaría todo esto.
──¿De qué hablas? ──vuelve a cuestionar, pero esta vez siente como una gota fría de agua resbala por su mejilla izquierda, y al instante ve cómo una tormenta se desata a su alrededor. El agua golpea el césped con fuerza pero ninguno de los presentes se mueve ──Baela, no te comprendo...
──¿Le has contado a Henry que eres una puta? ──la voz de la adolescente sale con tanta rabia de sus labios que la princesa rebelde pudo presentir que un golpe de su parte habría dolido menos. Los dedos del muchacho Baratheon se enredan en la muñeca de la rubia con cuidado, como si esta fuera lo suficientemente débil como para quebrarse bajo su tacto. Nira siente el nudo formándose en su garganta junto a su corazón acelerándose a medida que los segundos parecen correr alrededor de las manecillas del reloj ──¿Le has contado que la mitad de King's Landing te ha follado como a una prostituta?
──Baela, cierra la boca ──ataca Jacaerys, sintiendo como la sangre en su cuerpo comienza a hervir, el agarre que tiene sobre el brazo de la morena se intensifica, apretando su piel.
La chica suelta una risa, mientras la lluvia le resuena en los oídos y ve cómo el rostro de aquella princesita mimada continúa pálido.
──¿No vas a decir nada, no vas a defenderte? ──musita, cuando intenta avanzar hasta Deianira la mano de Henry se interpone en su camino, alejándola de un suave empujón.
──No tiene sentido pelear contigo si estás así ──termina pero entonces Baela estira su mano, el movimiento fue tan rápido que nadie pudo captarlo, los dedos de la platinada se enredaron en la gargantilla de Deianira y entonces jaló de ella. Arrancandola.
Cuando el vástago menor de la reina sintió como la zona de su cuello quedaba al descubierto llevó una de sus manos hasta ahí y retrocedió, a pasos torpes, mientras la lluvia los mojaba por completo. Henry y Jacaerys observaron la reacción de la chica con confusión, mientras que la mujer Targaryen soltó una risa.
──¿Es horrorosa, no es así? ──pregunta Baela, esbozando una sonrisa en dirección a la chica de cabello pálido como la nieve, un sonido ensordecedor cruzó los cielos y el color azulado cubrió las siluetas de los adolescentes en el patio mientras un nuevo rayo se dibujaba encima de las nubes grisáceas ──La cicatriz... es por eso que la cubres, porque da asco.
Nadie dijo nada por varios segundos que parecieron eternos, los dedos de Jacaerys abandonaron el brazo de su hermanastra, su pecho subía y bajaba con lentitud mientras que sus orbes avellana se encontraban sobre la princesa rebelde. Parecía tan vulnerable justo allí, debajo de la lluvia mientras sostenía su cuello y miraba el suelo.
En ese preciso momento Jacaerys supo que no dejaría que nadie más la tratara así, sin importar quién fuera. Nadie jamás volvería a lastimar a Deianira mientras él estuviera con vida.
──¿Cicatriz?
La voz de Henry está cargada de confusión, no sabe si se perdió algo en la discusión o si la dama frente a él comenzó a decir cosas incoherentes.
──¿Nunca te lo dijo? ──comienza de nuevo, la hija mayor de Daemon. Jacaerys siente como sus músculos se tensan al oír su voz, aquella voz que alguna vez consideró educada, suave...se había transformado en una lengua larga de serpiente que solo arrojaba veneno a quien estuviera cerca ──Jacaerys le cortó el cuello cuando éramos niños, supongo que ha usado esta gargantilla desde entonces, para cubrir su deformidad.
El ceño del príncipe bastardo se frunce, negando. Observó cómo una lágrima sale del ojo de la ojimorada, cayendo por su mejilla. Si no fuera porque la estaba viendo, seguramente habría pensado que era la lluvia.Baela arroja el pedazo de tela al suelo, dejándolo caer sobre la tierra mojada que se había convertido en lodo.
──No...yo...──balbuceó el ojiazul, Deianira subió su vista para observarlo pero luego se volteó y comenzó a correr hacía el castillo. El castaño sintió como se llevaba su palpitante corazón consigo y no dudó en ir tras ella, la ropa mojada le pesaba pero nada le importó.
──¡Deianira! ──exclamó, cruzando de pasillo en pasillo, chocando a criadas confundidas y a algún que otro caballero que lo miraba de reojo como si estuviera loco. Cuando dobló en una de las esquinas pudo ver un destello plateado entre las paredes, avanzó hacía la piedra rojiza y apoyó la palma de su mano sobre esta, empujándola hacia adentro. Para su sorpresa la pared se hundió, abriendo una entrada a un pasadizo secreto, muy parecido al que usó Aegon cuando lo llevó a las calles de seda.
Cuando estuvo dentro de ese agujero cerró el espacio libre que quedó detrás de él y tomó una de las antorchas encendidas que colgaban en una de las paredes. En la penumbra del lugar sintió como si, detrás de toda esa oscuridad, solo estuvieran sus peores pesadillas acechándolo para poder atacarlo en cualquier momento de debilidad. Avanzó por el pasillo, a pasos lentos, sólo podía oír cómo su corazón palpitaba entre sus costillas y un suave sollozo.
Tras unos minutos pudo ver a lo lejos una figura apoyada contra una de las paredes, pudo reconocer ese color dorado de cabello entre la oscuridad más espesa de todas, el príncipe castaño esbozó una sonrisa y se acercó a la rubia, pasando la antorcha a su mano izquierda.
──Deianira... ──la llamó, en un susurro, pero ya estaba lo suficientemente cerca de ella. Su cuerpo quedó frente al de la muchacha, y sus dedos subieron hasta la mejilla de la menor. Cuando las orbes moradas de Nira se posaron en las suyas Jace pudo sentir cómo su cuerpo se calentaba, enviándole una oleada de sentimientos nuevos y desconocidos. El hijo mayor de Rhaenyra pasó el pulgar sobre la piel de la platinada y le limpió las lágrimas húmedas de las mejillas.
Deianira sintió que su pecho se hundía al verlo allí, se sintió impotente acerca de lo que acababa de suceder en el patio, de como fue estúpida y débil. Pero Jacaerys no estaba pensando en eso... sus ojos bajaron hasta el cuello de la chica, y por primera vez en años, sintió como la culpa se presionaba contra su piel como un cuchillo a punto de perforarlo.
──Muéstrame...──pidió, sus dedos viajaron hasta hasta la zona y el simple toque le envió escalofríos a la ojimorada. Su aliento cálido sobre su rostro fue como un abrazo invisible a su piel. Jacaerys corrió el cabello mojado de la princesa rebelde con suavidad, su expresión era serena y tranquila.
──Es...horrible, no.
El corazón de Jacaerys se rompió al oírla, sintió como sus sus costillas se cerraban en su pecho para aprisionar su órgano latiente y hacerlo desangrarse. Sus ojos ardieron cuando se percató del daño que había causado aquel día en Diftmark, la había marcado de por vida...y ni siquiera se había preocupado por eso, al menos, hasta hoy.
──Jamás será horrible para mí... ──susurró, y sus orbel volvieron a conectarse con los de su amada Deianira. Fue entonces cuando ella bajó la mano que tenía sobre su piel, Jace acercó levemente la antorcha, dejando que el fuego chispeante ilumine su camino. Cuando su vista se enfocó en la cicatriz que cubría el cuello de la chica, el castaño sintió como las lágrimas comenzaban a arder alrededor de sus globos oculares.
La herida era más pálida que el resto de la piel, se notaba como el corte había sido hecho rápidamente pues no había uniformidades en la textura del cuello de la Targaryen más joven, Jace llevó su pulgar a la suave carne del cuello de la rubia y la acarició con cuidado. La cicatriz era fina pero larga, se extendía desde un extremo del cuello al otro. Deianira contuvo su respiración cuando él la tocó, nadie jamás se había acercado allí, ni siquiera ella misma. Incluso verse en el espejo con esa imperfección tan notoria le causaba escalofríos, pero Jace no se inmutó. No pareció encontrarla asquerosa, y eso quedó claro cuando acercó su rostro hasta la herida y comenzó a repartir leves besos encima de la cicatriz.
Deianira sintió como una oleada de frío le bajaba por la columna vertebral.
──Jacaerys ──dijo y el mencionado subió el rostro para que sus caras queden a pocos centímetros de distancia.
──Perdóname ──pidió, en voz baja y ronca, dejando la antorcha en una de las bases metálicas cercanas ──. Perdóname por todo, por herirte, por dejarte en aquel lugar la otra noche, yo...
Deianira negó, mirándolo a los ojos y logrando que la respiración del castaño quede atascada en su garganta.
──Si tuviéramos que pedir perdón por cada cosa que nos hemos hecho no acabaríamos en días ──dice y el chico suelta una risa baja, sin apartar su vista de ella. Le resultaba embriagadora la forma en la que sus ojos brillaban bajo el color anaranjado del fuego sobre sus cabezas, la amaba...lo sabía y no lo dudaba, pero temía decirlo. Temía que ella no fuera a corresponder sus sentimientos con la misma intensidad, así que prefirió callarse.
Sin embargo, decidió actuar.
──¿Estás callándome? ──cuestionó, en broma, sus manos fueron hasta los hombros de la chica, acariciando la delicada tela de su vestido empapado.
──Sí, así que sólo cállate y bésame ──responde la rubia, haciéndolo reír. Jacaerys obedece sin decir nada más, pega sus labios con los de ella y la sostiene de la nuca, para atraerla más hacia el beso.
Cuando la platinada abre levemente los labios el príncipe bastardo sonríe, introduce su lengua en la boca de ella y recorre cada espacio libre cerrando los ojos para permitirse sentir cada detalle. Su respiración se hace cada vez más torpe cuando el calor comienza a subir, una de sus manos baja por la nuca de Deianira hasta su espalda, desatando el hilo que apretaba ambas partes del vestido. Se toma su tiempo, mientras ella lo besa con el mismo amor que él usa para tocarla.
La chica retrocede pero Jacaerys no se aleja, ambos avanzan hasta una de las paredes sin despegar sus labios y Nira empuja suavemente una de las paredes, abriendo un nuevo pasadizo. Ambos entran, tropezando con algunos objetos desconocidos en el suelo. Jace abre los ojos por unos segundos y ve una habitación, la lluvia chocaba violentamente contra las ventanas y una vela iluminaba escasamente el lugar. El chico sonríe y entonces ve la cama, la emoción recorre cada fibra de su cuerpo y toma a la chica de la cintura para acercarlo a él nuevamente.
Deianira pasa sus manos detrás de la nuca de él y siente como el castaño comienza a bajar las mangas de su vestido mojado, ella lo ayuda a remover esa prenda y Jacaerys desplaza la tela debajo de la cintura de la chica mientras la pone en dirección al colchón y la guía hasta allí.
La espalda de la princesa rebelde choca choca contra la cama y una sonrisa aparece en su rostro cuando ve que Jacaerys se sube encima de ella, él toma el final del vestido y lo saca por completo dejando a la vista una enagua de color rosa perlado. El muchacho ríe y la mira con una ceja alzada, tocando uno de los tirante de la prenda, que era muy parecida a un vestido fino para dormir. La rubia la palmea la mano y él niega, sin borrar su sonrisa.
Su rostro vuelve a acercarse al de Deianira y la besa, incluso con más pasión que antes, dejando que sus lenguas choquen y se entrelacen entre ellas, soltando suaves jadeos. Las manos de Jacaerys bajan hasta los muslos de la ojimorada y acaricia la piel desnuda que la enagua deja a la vista, sus dedos suben y bajan por la piel caliente de la chica de forma provocativa, deseando llevarla hasta el borde. Justo donde lo tiene a él.
Cuando Deianira le muerde suavemente el labio inferior Jacaerys suelta un gemido ronco y desabrocha los primeros tres botones de su camisa para luego levantarla y sacársela de un tirón, dejando a la vista su torso húmedo y musculoso. Nira baja los ojos por un segundo para verlo, notando unas cuantas cicatrices en él, eran pequeñas por lo que no les prestó mucha atención. Jace tomó la cintura de Deianira y entonces la dió vuelta, poniéndola encima de él. La princesa rebelde sonríe y lo mira, solo para verlo sonriendo.
El príncipe bastardo se sienta, sin moverla de su lugar y vuelve a unir sus bocas, esta vez de forma más necesitada pero entonces Deianira se separa suavemente, negando. Su respiración está agitada y su corazón late con fuerza.
──¿Qué sucede? ──susurra el muchacho, con una mano en el costado del rostro de la rubia y la otra en su muslo, pasando los dedos por su piel. Subiendo por debajo del vestido color rosa perlado. Su mano toca el interior de la pierna y la aprieta suavemente.
Deianira se muerde el interior de la mejilla y entonces suspira, viendo al castaño frente a ella. Sabía que debía decir la verdad, de lo contrario quedaría como una tonta. Al observar a Jacaerys viéndola atentamente siente como su corazón se derrite.
Entonces suelta un largo suspiro.
──Nunca he hecho esto ──confiesa, hablando rápido. Jace siente sus mejillas arder al oírla hablar, por un momento no puede creerlo, después de todo lo que escuchó, todos esos rumores... pero cuando enfocó su vista en ella de nuevo, supo que no estaba mintiendo.
El castaño esbozó una sonrisa.
──¿Quieres que paremos? ──le pregunta, amablemente. A pesar de que su cuerpo ardía, y que anhelaba su toque más que cualquier otra cosa en la tierra, no haría nada si ella no se sentía cómoda con eso. Le importaban más sus sentimientos que la estúpida lujuria ciega por la que estaba pasando.
──No... ──responde la mujer de rasgos valyrios, sonriéndole. Deianira deja sus manos en la nuca de Jacaerys y ajusta sus caderas alrededor de la de él, moviendo su cuerpo ligeramente encima del muchacho.
Jacaerys sonríe y asiente, besándola de forma suave y lenta...
──Seré amable, lo prometo ──le dice y eso la hace reír ──. Avísame si deseas parar, en el momento que sea, ¿okay?
El primogénito se puso serio por una fracción de segundo, viéndola con atención. No quería volver a lastimarla, y necesitaba saber que ella comprendía eso. Deianira asiente y Jacaerys vuelve a voltearla, sosteniéndola firmemente de la cintura y poniéndola debajo de su cuerpo, entre él y el colchón.
Afuera de la fortaleza la noche había caído y la lluvia solo se había intensificado, los truenos chocaban unos contra otros en el aire espeso y los rayos plateados parecían marcar dibujos ajenos a la comprensión humana encima de las oscuras nubes.
El bastardo llevó sus manos al borde del vestido rosado y, luego de cruzar una mirada rápida con la rubia, comenzó a subirlo. Cuando sacó la prenda su corazón se aceleró al verla completamente expuesta sobre la cama, su boca estaba abierta y no se había percatado de que su respiración circulaba a través de ahí.
Los dedos de Jacaerys recorrieron la piel aterciopelada de Deianira, quería conocer cada rincón, cada marca o lunar. Quería tenerla, y por fin los dioses se habían puesto de acuerdo para cumplir uno de sus deseos. Sus ojos vieron los pechos desnudos de la rubia, notando como sus pezones estaban erectos. Alcanzó uno de ellos entre los pliegues de su mano y lo tocó con suavidad, mientras que con la otra mano libre comenzaba a desabrocharse el cinturón. Deianira se percató de ello y comenzó a ayudarlo, desabotonando la prenda.
Jacaerys se sacó los pantalones mientras subía de nuevo encima de la muchacha, ahora ambos estaban sin nada que separara sus cuerpos. El castaño posó sus orbes en la chica y le corrió el cabello pálido del rostro.
──Eres la mujer más hermosa que he visto en toda mi vida ──murmura, con honestidad. No mintió, y estaba seguro de que más de un hombre podría decirle eso a Deianira, pero no le importó. Su mano izquierda se entrelazó con la de ella mientras se acercaba para besarla de nuevo, era como si sus labios fueran una adicción. Una vez que probó de ellos, estuvo condenado a ser consumidor por el resto de sus días en la tierra.
Sus dedos se entrelazaron alrededor de su miembro, guiandolo hasta la entrada de la chica, Deianira soltó un gemido cuando sintió el roce de la rígida masculinidad de Jacaerys contra su entrepierna, sus piernas estaban separadas encima de los muslos del castaño y su nariz estaba contra la de él. Jace la besó, introduciendo su lengua en la boca de la chica y presionando su pelvis contra la cadera de ella, de forma lenta.
La rubia soltó un quejido y su mano libre se sostuvo de la espalda del príncipe castaño, Jace sintió como su corazón se aceleraba y subió los labios para dejarle un suave beso en la frente. Apretó el agarre que tenía en su mano al mismo tiempo en el que se adentraba completamente en ella, Deianira soltó un gemido ronco y sintió como los músculos de sus piernas se tensaban. Sus cuerpos se unieron en uno y Jacaerys se mantuvo estático, sin moverse, para que la platinada pudiera acostumbrarse a su tamaño. El primogénito de Rhaenyra besó a la mujer que amaba, dejando un camino de besos húmedos desde la mandíbula de la princesa hasta su cuello.
Su lengua recorrió la cicatriz, lamiendo y chupando la piel. La muchacha soltó un jadeo y cerró los párpados justo cuando sintió que el chico comenzaba a mover sus caderas. El ritmo era lento y constante, Deianira apretó sus dedos alrededor de los de él cuando la molestia se transformó en placer. A medida que pasaban los segundos el sentimiento se intensificaba y las embestidas también, ambos comenzaron a respirar con dificultad mientras la pelvis del castaño chocaba con fuerza contra el interior de los muslos de la mujer de rasgos valyrios. Jacaerys soltó un gemido ahogado y hundió su cara en el cuello de la chica, sus manos recorrieron los costados de su cuerpo mientras se pegaba más a ella. La cama rechinaba debajo de ellos por la brusquedad con la que se movían.
Deianira sintió como una oleada de calor bajaba por sus piernas, seguido de un gemido alto que escapó desde su garganta. La princesa se aferró al cuerpo de Jacaerys, mientras los músculos de su cuerpo se ponían rígidos, su cadera se inclinó hacía arriba al mismo tiempo que el príncipe bastardo arrojaba la cabeza hacia atrás y jadeaba. Deianira observó la mandíbula del chico apretarse mientras las manos de Jace tomaban sus piernas y las pegaba más contra los costados de su cuerpo. La hija de la reina verde llevó una de sus manos al bicep del chico, acariciando la piel y sosteniéndose de él como si temiera perder el equilibrio. Los movimientos fueron ralentizándose cuando ambos estuvieron al borde, Jacaerys soltó un último gemido cuando se liberó dentro de ella.
Deianira sonrió y miró al muchacho, Jace imitó su gesto y la besó de nuevo, saliendo de su interior despacio. Cuando el castaño abandonó sus profundidades la rubia sintió como un líquido espeso goteaba por su entrada, pero no se molestó en observar que era.
Jacaerys la tomó entre sus brazos, sin ninguna intención de alejarse y con una mano abrió las sábanas. La platinada río y se metió en la cama, seguida del chico. Jacaerys pasó sus brazos alrededor de la cintura de la ojimorada, sus pulgares acariciaron la suave piel de sus curvas mientras su cabeza se posó en el pecho de la mujer. Deianira enterró sus dedos en el cabello del príncipe heredero y ninguno de los dos habló. La calidez de sus cuerpos aún seguía allí, mientras sus corazónes comenzaban a tranquilizarse.
El primogénito de Rhaenyra cerró los ojos, escuchando el latido en las cavidades del pecho de la rubia y sonrió. Sintiéndose seguro allí, justo entre sus brazos. Jacaerys sintió que podría morir en ese mismo instante y nada más le importaría.
────cam's note !
AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAHHHHHHHHH!
soy esa.
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Chapter 26: ────twenty-five,
Chapter Text
25, THE BIRTH RIGHT !
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LA MADRUGADA era fría pero el príncipe bastardo tenía una sonrisa de oreja a oreja en su rostro. Había tomado una ducha caliente y reemplazado la ropa húmeda por algo oscuro, se recostó en su cama con un brazo detrás de la cabeza. La tenue luz que provenía de una vela, que ya estaba a punto de ser consumida, iluminaba un poco de la habitación.
Aunque aún había una pizca de preocupación en su cuerpo pues, antes de que Deianira lo saque a rastras de sus aposentos, el castaño había logrado ver una mancha de sangre en las sábanas de la princesa rebelde. Quiso preguntarle al respecto, pero ella lo echó antes de que siquiera pudiera abrir la boca.
Un golpe bajo en su puerta lo sacó de su trance, el bastardo se sentó sobre el colchón y luego de soltar un suspiro avanzó hasta la puerta y la abrió, detrás de esta se encontraba Baela. Ella aún tenía la ropa que usó bajo la lluvia y en su rostro había una expresión de pena.
──Lo lamento ──murmuró, cuando vió que el castaño no la dejaba pasar y mucho menos cambiaba su mirada seria. Jacaerys apretó los párpados con fuerza y posó una de sus manos en su cadera.
──No es conmigo con quien debes disculparte ──escupió, y su voz sonó mucho más enfadada de lo que creyó. No volvería a permitir que Baela hablara mal de Deianira frente a él, no entendía como antes la había dejado hacerlo ──. Fuiste cruel y desagradable, y espero no tener que ver esa faceta de ti de nuevo, Baela...
Jacaerys se dió cuenta de que en ese instante sonaba como un padre regañando a un niño por una travesura. Pero él no era un padre, y la morena claramente era consciente de que lo que hizo estuvo mal. Cuando el primogénito de Rhaenyra recordó cómo las lágrimas de la princesa rebelde se camuflaban con la lluvia sintió el calor subiendo por su cuello y la ira causando caos dentro de él.
Sabía que sus palabras disparaban a matar cuando estaba enojado, así que prefirió mantenerse callado.
──Lo sé ──sollozo la platinada, alzando su vista para verlo a los ojos ──. Solo quiero que sepas que lo estoy intentando.
──No he visto que lo intentes, Baela ──acusó, fríamente ──. Solo te veo a ti señalando a los demás con el dedo y acusándolos de rumores que ni siquiera sabes si son ciertos o no, los apuntas como si fueras el dios encargado de exponer sus pecados.
──¡Jacaerys, por favor! ──exclamó, bajando los hombros. Sus ojos se había cristalizados pero no derramó ni una sola lágrima.
Jacaerys mantuvo sus dedos alrededor del helado pomo de metal, no estaba lo suficientemente abierta así que Baela solo podía verlo a él. El chico cambió su peso a su pie derecho y apoyó el costado de su cuerpo contra el marco de la puerta.
──No quiero ser cómplice de esto, ya no... ──agregó, luego de varios segundos de silencio. Su voz sonó mucho más tranquila ──Nunca debí darte la confianza de que hablaras mal de ella conmigo.
Baela sintió como su pecho se hundió, no en sí por las palabras sino por la forma en la que el príncipe castaño se comportaba. Algo había cambiado en él, y la chica pudo notarlo. Ella bajó la vista nuevamente, de pronto estar cerca de Jace se sintió como estar junto a un extraño.
──Lo sé ──repitió ──, pero créeme, me arrepiento mucho de lo que he hecho.
──Solo porque estabas ebria ──la acusa, sin mantener el contacto visual ──. Te apena porque quedaste mal frente a ese Baratheon, frente a mí...pero no te retractarías de lo que dijiste porque en serio piensas eso.
La morena frunció el ceño.
──No solo lo pienso yo, es la verdad ──comenta, poniéndose a la defensiva ──. Además, ¿por qué te interesa tanto? No es como si los demás no supieran que a la hijita del rey le encanta abrir las piernas por atención.
Jace sintió como la sangre subía de golpe a su rostro, sus dedos apretaron el pomo de la puerta con fuerza y pudo sentir sus dientes chocando entre ellos, como si lucharan para reclamar su lugar. El mayor clavó sus ojos en la morena, y Baela pudo ver una chispa nueva en ellos. Algo que no había visto antes.
Jacaerys acercó un poco su rostro al de ella, estirando el cuello.
──Tú no sabes nada, Baela.
Su voz sonó llena de odio, mucho más cruel y despiadada de lo que planeaba, le habló como le hablaría a un enemigo. Nunca había tenido esa actitud con nadie, a excepción de Deianira.
Baela se puso pálida pero el primogénito de la princesa de dragonstone no se molestó en seguir viéndole la cara, pues solo cerró la puerta frente a sus narices y apagó la vela de la habitación de un soplido para por fin meterse en las sábanas y dar por acabada la conversación.
Aegon soltó un quejido y se pasó las manos por la cara, bufando. Otto Hightower bebía en una fina copa de bronce, su madre estaba a su lado y frente a ella, Larys Strong conformaba el pequeño grupo de cuatro que habían formado esa noche.
Estaban sentados allí hace horas pero nada se había resuelto.
──No lo haré ──interrumpió el rubio, había tomado la decisión hace poco. Desde que se percató de que su corazón había sido robado cruelmente por la morena de cabello rizado.
Alicent abrió los ojos con sorpresa pero, aún así, sintió el alivio recorrer su columna vertebral.
──Hijo ──susurró, sonriendo débilmente y estirando su mano hacía la de Aegon. Enredó sus dedos en el dorso de esta y acarició con suavidad la piel de su primogénito.
──No puedes negarte ──interrumpió el viejo Hightower.
──No puedo hacerlo ──volvió a decir ──¿Qué clase de hermano robaría el derecho de nacimiento de su hermana?
El mayor soltó una risa áspera y negó, llevó el pequeño vaso hasta sus labios secos y tomó un trago del contenido. Larys Strong era un miembro nuevo en la sala, Aegon jamás lo había visto antes, o al menos, no con la suficiente atención. Pero ahora no olvidaría su rostro.
──¿Cree que la princesa Rhaenyra tendrá la misma benevolencia por usted y sus hermanos? ──preguntó el castaño, su cabello parecía sucio y revuelto. El rubio clavó sus orbes en él, poniéndose recto en su silla.
──Somos hermanos...después de todo.
Recibió un suave apretón en la mano de parte de su madre, quien se encontraba conforme con las cosas que salían de la boca de su hijo mayor.
──Eso no cambiará nada ──interrumpe Otto ──. Sé que lo sabes, Aegon. Cuando Rhaenyra ascienda al trono tendrá que poner el cuello de tus hermanos debajo de la espada, no le quedará otra opción. Si quiere mantener su sucesión y a sus hijos en el linaje deberá hacerlo...
Aegon lo sabía, comprendía eso pero aún tenía una chispa de esperanza de que eso no sucediera. Sabía que Daemon sería una pieza clave en esa decisión de parte de su media hermana, no es como si su tío fuera el más empático después de todo.
──Son años de tradición, mi príncipe ──dijo Larys ──. El pueblo escogió a Viserys sobre Rhaenys cuando tuvieron que hacerlo, ellos harán lo mismo con usted. Si les da a elegir, siempre elegirán al hombre, así funcionan sus mentes.
El primogénito de la reina soltó un suspiro y guardó silencio, por muchos minutos.
──¿Cuál es el plan, entonces? ──cuestionó, dándose por vencido. No había escapatoria.
El desayuno familiar estaba siendo tranquilo, Aegon estaba callado... y Deianira supo que eso era algo extraño. Porque su hermano, usualmente, no podía mantener la boca cerrada por mucho tiempo. Jacaerys estaba del otro lado de la mesa, enfrente de su silla y, aunque él trataba de disimular, cada vez que la princesa rebelde levantaba la mirada se encontraba con que la vista del muchacho estaba sobre ella.
Cuando la rubia se percató de su falta de cautela estiró su pie hacía el de él y lo pisó con fuerza, el príncipe bastardo soltó un quejido en voz alta, ganándose varias miradas confundidas de parte de los presentes sentados a su alrededor. Cuando los ojos fríos de Aegon se clavaron en su persona Jace apretó los labios y miró a su madre.
──Me dió un calambre ──dijo, excusándose torpemente, pero estaba sonriendo. Su mueca alegre estaba marcada en su boca y Deianira sentía que no iba a poder quitársela, ese detalle hizo que su estómago ardiera en llamas. Se recompuso en su lugar, en su cuello había una gargantilla de terciopelo de color morado oscuro y, para su mala suerte, era horrenda.
La había usado brevemente durante su adolescencia por lo que ahora le quedaba algo ajustada e incómoda, sentía que podía arrancarse la piel con las uñas. Los minutos pasaron con lentitud, Daemon hablaba con Viserys y lord Borros acerca de algo que estaba fuera de contexto, Helaena comía despacio con su mano entrelazada a la de Aemond debajo de la mesa. Aegon casi no daba bocado alguno y tenía la vista perdida en su plato. Baela también se veía particularmente callada, estaba sentada lejos del primogénito de Rhaenyra mientras que Rhaenys charlaba con su nieta menor, Rhaena.
Lucerys por otro lado estaba manteniendo una plática muy fluida con Henry, ambos parecían hablar acerca de tácticas a la hora de entrenar y Jacaerys se sintió algo celoso. ¿Porque su hermano menor le pediría consejos a otro chico mayor que no fuera él?
Primero Deianira, y ahora Luke. En la mente de Jace, el ojiazul tenía una fascinación particular por las personas que eran más importantes para él. Lo único que faltaba era que un Baratheon intentara usurparle el trono de hierro.
Cuando la gente se fue retirando, el castaño pretendió seguir comiendo, esperando a la rubia frente a sus ojos. Ya casi todos estaban afuera, a excepción del muchacho de la casa ajena y el ojiverde, quienes parecía que nunca dejarían de parlotear.
La princesa rebelde bebió algo de jugo, intentando ocultar la sonrisa que se asomaba por su rostro, y luego se levantó de su silla.
──Que tengan un buen día ──dijo, risueña. Luke sonrió y junto al Baratheon a su lado le respondieron el saludo, Henry se sentía algo culpable y deseaba hablar con ella por lo sucedido el día anterior. Pero ninguna de sus extremidades correspondió sus pensamientos y cuando pudo moverse un centímetro ella ya se había marchado.
Cuando la ojimorada salió por la puerta del comedor logró escuchar como las patas de un asiento se arrastraban ligeramente sobre los pisos brillantes del lugar, supo al instante de quien se trataba pero no hizo nada al respecto. Solo caminó lentamente y tomó el pasillo menos transitado, sabiendo que él iría tras ella.
Y así fue...
En menos de un minuto Jacaerys se había acercado y había colocado sus manos en los codos desnudos de la chica, girándola para verla a la cara. El bastardo sonreía y sentía como sus nervios se ponían de punta, como si nunca le hubiera hablado antes. No comprendió ese sentimiento, era demasiado nuevo pero se sentía emocionante de cierto modo.
Las yemas de sus dedos tocaron la piel tersa de la platinada y él ladeó la cabeza.
──No respondiste mi pregunta ──repite, algo que le había dicho la noche anterior, sus ojos estaban enfocados en el rostro de la princesa. Temía parpadear porque presentía que si lo hacía ella se desvanecería en el aire, como polvo de estrellas desplegándose entre los pliegues de sus manos ──. Vi sangre, ¿acaso...?
Su voz se cortó, fue incapaz de terminar esa frase, bajó un poco la vista y notó el nuevo collar en el cuello de la mujer de rasgos valyrios.
──No me heriste ──susurra ella, acercando un poco su rostro al de Jacaerys para que pudiera escucharla con claridad. Él asiente y suspira, entonces apoya su frente contra la de ella. Un gesto que el vástago menor del rey no vio venir, pero no le disgustó.
──Gracias a los dioses... ──murmura el hijo de la heredera, sonriendo ──. No he dejado de pensar en ello.
La mano de la menor se alza y Jace siente el toque de Deianira en su nuca, una oleada fría recorre su columna vertebral y se aferra más a ella. No tenía ninguna intención de soltarla pero sabía que sería malo si los encontraban así.
Sentía que podía darle el mundo si ella lo pedía, pero debía estar seguro de que algo cambió. Al menos, algo mínimo. No podía vivir sin tener clara la idea de su enemistad, no quería más ese término entre ellos. Quería otra cosa.
Sus ojos color avellana recorrieron el vestido de la chica, notando lo hermosa que se veía desde su perspectiva. Sus brazos eran pálidos, tenían una textura suave y carnosa, y se sentían frescos debajo de sus manos. Lo que solo lo hacía desear apretar delicadamente su piel durante más tiempo.
──A veces te veo y me cuesta creer que si quiera eres real ──dice, aún con sus frentes unidas. Había puesto cada pizca de sinceridad en esa oración, lo decía desde lo más profundo de su alma. No solo por su resplandeciente belleza física sino por su audacia, su valentía y su fuerza. Era una mujer completamente atrapante y conocerla implicaba amarla, y por fin Jace estaba aceptándolo.
La chica suelta una suave risa que llena los huecos vacíos en el aire, haciendo que los latidos del corazón del príncipe bastardo se aceleren mucho más. Jacaerys pensó que, si su órgano palpitante salía disparado de su pecho en cualquier momento, no sería una gran sorpresa.
Nira negó y movió su cabeza, para depositar un corto beso en la mejilla del chico, Jace esbozó una sonrisa en respuesta.
──No deberías decir eso.
──¿Por qué no?
──Porque te odio, y me odias. Siempre fue así ──comenta, de manera tranquila. Aunque podía sentir su cuerpo temblar ante su cercanía.
El chico alzó las cejas.
──Dudo que lo que siento por ti sea eso, porque si el odio se siente así entonces las guerras se acabarían en la cama y no en el campo de batalla ──bromeó, ganándose un pellizco entre las costilla ──¡Ay!
──No digas cosas así...
──Aegon dice cosas peores ──se defiende, aunque no estaba enfadado por el dolor en la zona izquierda de su costilla, todo lo contrario. Tenía una actitud bromista y coqueta.
──Oh, lo sé ──murmura la princesa rebelde, girando los ojos ──. Creo que se te olvida que crecí junto a él durante su pubertad.
Jacaerys suelta una risa y, en el borde del pasillo, una de las damas de compañía de la princesa Rhaenyra se asomó caminando. Ambos jóvenes se alejaron abruptamente pero la muchacha ya había logrado verlos. El castaño se rasca la nuca, notando quién era la mujer.
──Elinda... ──murmura el bastardo, sintiendo como el calor de mil antorchas le subía por el cuello. La mencionada hace una reverencia ante los dos y pone sus manos encima de su estómago.
──Mi príncipe...su madre ha solicitado su presencia ──dijo, su voz fue suave y amable, como de costumbre. Jacaerys asintió, de forma tonta y puso sus orbes avellana sobre la princesa rebelde por un segundo.
──Claro, iré enseguida ──informa y la dama se va, dejándolos solos de nuevo. El mayor hace un movimiento rápido y osado antes de que su mente le juegue en contra. Besa los labios de Deianira ──. Te veo más tarde...
El beso fue corto pero bastó para hacerle saber a la platinada que en realidad no quería tener que marcharse. Y dicho esto, el Velaryon se fue por donde había desaparecido la joven acompañante. Nira sintió el fuego recorrer su pecho y sonrió, pero al voltearse vio a quién menos esperaba encontrarse.
──No... ──musitó, con los ojos abiertos de par en par ──. Puedo explicarlo.
──¡Lo sabía! ──gritó Aegon y, sin esperar ni un segundo por una explicación, salió a correr detrás de su sobrino mayor. No parecía enojado pero la ojimorada supo que nada bueno pasaba cuando su hermano mayor comenzaba a trotar, porque era tan perezoso que nada ni nadie lo hacían correr.
──¡Aegon, espera! ──exclamó la menor y fue detrás del rubio, suspirando pesadamente.
────cam's note !
Aegon tiene pase vip para saber que el shipp de jace y nira se hizo canon JAJAJAJAJ
Also, disfruten de estos cortos períodos de paz. Mijiji, como dijo la Taylor.
Y hablando de Taylor, vayan a escuchar Out Of The Woods Taylor's Version aka el tema más personal de Jacaerys y Deianira.
Chapter 27: ────twenty-six,
Chapter Text
────capítulo extra────
historia del shipp rhaenicent, en el canon del fanfiction.
si gustan, puede saltarse la lectura.
26, LOVERS THAT WENT WRONG !
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LA CERCANÍA tan estrecha entre lady Alicent Hightower y la princesa Rhaenyra Targaryen había comenzado a levantar algunas sospechas en la corte real, aunque el único que se veía claramente disgustado acerca de esto era el progenitor de la adolescente pelirroja.
Otto pasó días cuestionando a su hija pero no recibía ninguna respuesta clara de su parte, ya que ella solo afirmaba ser una gran confidente de la platinada, aunque nunca mencionó que esa confidencia venía acompañada de grandes emociones. Como por ejemplo la forma desesperada en la que su corazón se aceleraba cada vez que veía a la princesa bajar del lomo de Syrax, y rechazaba cada oferta que le proponía para volar junto a ella en los aires.
La idea de estar encima de un animal tan majestuosamente grande siempre la llenó de terror e inseguridad pero, por algún motivo, se sentía mejor sabiendo que Nyra siempre estaría ahí para cuidarla.
Su relación había florecido con una particularidad especial, la primera persona en intentar que esta amistad se desarrolle fue la reina Aemma Arryn, quien acogió bajo su manto a la joven de cabello cobrizo y la crió como su hija propia desde que Alicent perdiera a su madre. Pero, conforme pasaban los años, aquella mujer de cabello plateado notó la verdad. Que, detrás de esas dulces interacciones de la infancia, había un fulgor intenso de chispas rojizas que capturaba los corazones de ambas niñas entre un afilado hilo dorado.
Se querían la una a la otra...
Aunque, poco después de descubrir este hecho, la reina fue asesinada. Por su propio esposo, en la cama en la que había dado a luz a su segundo vástago Baelon Targaryen. Su vientre fue abierto de par en par para poder sacar al niño tan ansiado de sus entrañas pero, a pesar de los esfuerzos del rey, el niño era demasiado pequeño. Ni siquiera tenía alguna posibilidad de sobrevivir por sus propios medios y por eso, esa misma tarde, el príncipe acompañó a su madre para regocijarse nuevamente entre los cálidos brazos de ésta fuera de la vida terrenal.
La pérdida de la reina y el principito dejó a todo el reino en penumbras, con sombras que albergaban sólo malos augurios para Viserys y su descendencia. La mente del rey estaba llena de culpa y no dejaba de ver el rostro de su amada en cada persona, pero más que nada, en Rhaenyra. Su única hija...
Nunca le mencionó nada acerca de lo que sucedió en esa habitación, y jamás lo haría, porque sabía que si lo hacía ella no volvería a hablar con él. Y su familia sería destruída.
Aunque ya había sido destrozada por sus propias manos, su propia ambición cegada. Había arruinado lo más preciado que consiguió.
Por otro lado, la joven princesa se vió acorralada entre las miradas penosas de la gente a su alrededor, todos le decían que lo sentían y que la comprendían. Pero eso no era cierto, nadie en esa fortaleza la comprendía del todo...a excepción de Alicent Hightower que, luego de lo sucedido, se fundió junto a ella en un abrazo que duró el tiempo que necesitó.
Cuando se vio entre el calor de la pelirroja, Rhaenyra sintió sus piernas flaquear y cayó al suelo de rodillas. Pero su compañera la siguió sosteniendo, acariciando su plateado cabello entre sus finos dedos heridos y sangrantes.
──Estoy aquí, Nyra...──le había dicho, con suma delicadeza. Su voz era apenas un murmullo que llegaba a sus oídos antes de desaparecer en el aire ──No tienes que temer.
Las lágrimas de la princesa bañaron el vestido oscuro de la dama, sus sollozos fueron contenidos por su aterciopelado cabello rizado y se aferró al mundo con la misma fuerza con la que se sostuvo de la mujer.
Los días pasaron, y con ellos la pena se movió, si bien el dolor seguía presente, Rhaenyra se consolaba con la idea de que su madre ya no sufría con la presión de darle más hijos al rey. Su muerte dejó en la rubia una idea amarga acerca del matrimonio y los hijos, por eso le gustaba hablar con Alicent acerca de cómo sería su propio "vástago" compartido. Sabiendo que nunca podría suceder de verdad y que solo se podía atribuir a fantasías divertidas y alejadas de la tortuosa realidad.
Pero todo se vió afectado cuando Daemon robó el huevo de Baelon, para dárselo a su bastardo ilegítimo con Mysaria. Rhaenyra sintió su sangre hervir cuando se enteró y, a pesar de los gritos de Alicent que le pedían contenerse, la joven princesa ─ahora heredera al trono de hierro por proclamo de su padre─ subió a lomos de su dragón y partió hacía Dragonstone.
Encontrandose allá con su tío mayor.
──Hazlo, tío ──le exigió, una vez estuvo frente sus narices ──. Mátame, y entonces el trono será tuyo...
──Rhaenyra... ──había susurrado, pero fue rápidamente interrumpido.
──Estás en mi castillo, con el huevo de mi hermano, estás traicionándome. A mí y a mi reclamo...
Daemon negó, con sus ojos brillantes posados en esa criatura tan osada y valiente que desgarraba su pecho cada vez que veía.
──Sabes que yo jamás movería un solo dedo para herirte.
Aquellas palabras hicieron que el corazón de la heredera se acelere, y el sentimiento se sintió profano, pues sabía que en la fortaleza roja una dulce y comprensiva muchacha de cabello cobrizo la esperaba. Pero no pudo evitarlo, no pudo ignorar el fuego dentro de su cuerpo ante el pensamiento de Daemon Targaryen.
──Entonces demuéstralo ──le exigió, con el mentón en alto ──, pruébales a los demás que se equivocan contigo, y no seas tan estúpido como para darles el gusto de verte haciendo las tonterías que ellos esperan que hagas.
Dicho esto, el príncipe rebelde se dió media vuelta y comenzó a partir de nuevo hacía el castillo de rocadragón, su alejamiento dejó un espacio frío en el aire. Pero antes de que Rhaenyra perdiera la esperanza, el huevo teñido de manchas doradas voló hasta sus manos y con él, la lealtad del hombre.
Ambos siguieron teniendo contacto a través de cartas que cada vez se hacían más íntimas y confidenciales, Rhaenyra se encontró a sí misma pensando en Daemon cuando abría los ojos por la mañana y cuando los cerraba por las noches. Sabía que estaba hiriendo a Alicent al no contarle, pero no quería perderla. No cuando ella había estado a su lado en sus peores momentos.
Pero, aunque se resistió, el enamoramiento que sintió ante el hombre sobrepasó cada célula de su cuerpo que aún latía en dirección a la pelirroja. No dejó de quererla, pero algo cambió. Y Alicent lo notó con el tiempo, aunque antes de que pudiera reclamarle algo, la noticia de que ambos Targaryen estaban divirtiéndose en las casas de placer en las noches llegó hasta sus oídos y, más enfadada que nunca, la Hightower se dirigió hacia la platinada.
──¿Cómo pudiste hacerme esto? ──le preguntó, con los ojos cristalizados y la voz quebrada por el llanto que amenazaba con escapar en cualquier momento. Su ira era demasiada, pero su tristeza sobre lo sucedido parecía hundirla en lo más profundo de su triste y miserable agonía.
Rhaenyra ni siquiera pudo mirarla a los ojos, no podía mentirle.
──Lo siento ──dijo, negando. Su labio inferior temblaba ligeramente ante cada oración salida de su boca ──. Lo amo, Alicent...lo amo.
Aquellas palabras se incrustaron en su pecho como dagas que dispararon a matar, la chica de cabello cobrizo sintió que se mareaba y que su pulso aumentaba, un gusano frío escaló por su columna vertebral mientras retrocedía.
Quiso gritarle, refregarle en la cara a la heredera lo mucho que la lastimó, decirle que la odiaba y que esperaba jamás volver a verla en su vida. Pero sabía que la mayor parte de las cosas que diría no serían verdad porque, a pesar de que Nyra la hirió como nadie antes lo había hecho, ella seguía siendo la primera persona que le enseñó lo que verdaderamente era amar. Le mostró que el amor no era difícil, ni agobiante, no era de es color rojo ardiente que quemaba. Sino que más bien era de color dorado, como las tenues luces del sol irrumpiendo en la habitación en la mañana, o las chispas que salían de la madera que se quemaba en la chimenea. El amor era puro...
A medida que pasaron los meses, ambas chicas se distanciaron más y más. La joven pelirroja encontró algo de consuelo en conversaciones pasajeras con el rey, quien le contaba historias de la conquista y anécdotas de él y la difunta reina Aemma. Mientras que la princesa se aventuró a las luchas en batalla, acompañando a su tío y a La Serpiente Marina a los Peldaños de Piedra, para batallar contra la triarquía. Obteniendo su victoria...
Pero, cuando volvió, recibió la amarga noticia de que su padre había desposado a lady Alicent Hightower como su segunda esposa y que esta estaba en la espera de un hijo. Un varón.
Su sangre hirvió y la impotencia de ver a su antigua mejor amiga y confidente con el vientre hinchado por la llegada de un nuevo heredero la llegó a la soledad. La princesa heredera se alejó de todo y todos, incluido de su tío mayor.
Durante ese tiempo el príncipe Daemon cayó rendido ante las flamas del amor, cuando conoció a la hija de lord Corlys, Laena Velaryon. Él peleó por su mano y, poco después, la desposó. Con la responsabilidad invadieron cada parte de su ser Rhaenyra tomó la decisión de que era hora de cumplir su deber como heredera y desposó a su primo, Laenor.
La llegada del pequeño Aegon II marcó un antes y un después en la fortaleza roja, todo el reino musitaba que él sería el futuro rey y que Viserys cambiaría la sucesión, pero eso no sucedió. Rhaenyra vió como, después de ese milagroso bebé, le llegaban otros dos. Helaena y Aemond.
Ante la llegada de tantos nuevos niños, la rubia se decidió a tener su propio primogénito, pero Laenor no pudo dárselo y entonces recurrió a otros medios. Ser Harwin Strong fue una nueva faceta en su vida, la sacó de ese agujero de soledad y miseria, le mostró que no todos los placeres se llevaban a cabo en una cama y le regaló a su primer hijo. A Jacaerys...
Aunque, pocas semanas luego de enterarse de que llevaba un niño en sus entrañas, la reina verde anunció que estaba embarazada de nuevo. Cuando las lunas pasaron y Alicent entró en labor de parto, Rhaenyra se vió tan cegada por sus emociones que comenzó a forzar a su propio cuerpo para comenzar a dar a luz. La salud de su vástago no se vio afectada pues, a pesar de nacer unos días antes, el niño estaba dirigido para ese mismo mes. Y así, logró que Deianira, la nueva hija de la Hightower, y Jacaerys nacieran en la misma fecha.
Con solo doce minutos de diferencia...
Siendo su hijo el mayor de ambos, la princesa heredera ganó la carrera imaginaria que se desarrollaba en su mente pero no se percató de qué, de esta misma forma, había entrelazado los destinos de ambos bebés.
────cam's note!
cap corto acerca de lo que pasó entre Alicent y Nyra, era más que nada para que tuvieran contexto. La primera en poner los cuernos fue Rhaenyra JAJSHDAJDAJ
Pero bueno Ali, cocodrilo que se duerme, cartera.
En un rato, o tal vez mañana, subiré el siguiente capítulo :D
Chapter 28: ────twenty-seven,
Chapter Text
27, THE BOND !
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EL ESTRUENDOSO golpe llamó la atención de la joven dama, quien se giró sorprendida hacía atrás y pudo ver como el príncipe Aegon se lanzó encima de Jacaerys. Ambos estaban en el suelo, mientras el platinado sacudía al primer vástago de su media hermana. Pocos segundos después la princesa Deianira llegó, con el rostro rojizo y la respiración agitada.
Jace estaba aturdido por el impacto, su espalda chocaba contra las frías baldosas del suelo, sus puños estaban tomando la camisa de su tío mayor pero a pesar de sus intentos Aegon no dejaba de moverlo.
──Maldito bastardo ──le dijo, en voz baja. Su tono tranquilo marcó en contraste entre su actitud tan alterada ──. Cuando te dije que debías tocar a una mujer no me refería a mi...
──¡Aegon! ──exclamó la rubia y, tomando con fuerza los hombros de su hermano, lo sacó de encima del príncipe bastardo. Jacaerys sintió el alivio recorrer su cuerpo y cuando se levantó se percató por el rabillo del ojo que Lucerys estaba en una esquina, mirando la escena.
El primogénito de la reina verde alzó el dedo índice y, con una mirada que pareció atravesar cada músculo de su cuerpo, apuntó a Jacaerys.
──Hay una línea muy fina entre el amor y el odio ──comienza a decir, su pecho sube y baja con rapidez, pues no estaba acostumbrado a correr ni mucho menos a los combates físicos. Su voz salió áspera desde su garganta y sus siguientes palabras se quedaron estancadas en la mente del heredero castaño ──. Si vas a cambiar de lado, asegurate de reclamar tu lugar.
Dicho esto, Aegon se zafó del agarre de Deianira y, tras mirarla sin decir una sola palabra, abandonó los pasillos.
El corazón de Elinda bombeaba a mil por segundo, su mente cubría varias preguntas que quedaron en blanco y evitaba el contacto visual con el hijo de Rhaenyra. Lucerys se acercó a su hermano, con una mueca bañada de preocupación.
──Jace, ¿estás bien? ──cuestionó, Jacaerys vió a Nira, con un nudo en la garganta. No sabía lo que acababa de pasar, procesarlo le costó más de lo que creyó. Había una gran neblina de incertidumbre alrededor de toda la situación, no estaba seguro en si podían confiar en Aegon para mantener el secreto. Después de todo, él nunca fue muy reservado.
──Sí...yo...──balbuceó, tratando de recomponerse. No le dolía nada pero sabía que se debía a la adrenalina y qué, luego, tal vez alguna parte de su cuerpo ardería por el dolor del golpe ──. Deianira...
La chica mencionada solo suspiró, con sus orbes violáceas clavadas en alguna parte del suelo.
──Deja que yo hable con él ──dice, y se acerca a los hermanos Velaryon con los labios apretados, uno de sus dedos se enreda en la palma del castaño mayor. Luke nota este movimiento justo ante sus ojos y mira a la rubia, con una sonrisa ──. Aegon siempre me escucha, al final del día...
Lucerys ríe, asintiendo, Jacaerys ve a la Targaryen menor con un brillo en sus ojos que el ojiverde a su lado nunca vió antes. Parecía admirarla, como si fuera algo preciado frente a su vana existencia.
──¿Él no te lastimará? ──preguntó, inquieto ante la idea de que ella fuera a hablar a solas con el platinado en aquel estado. Deianira sonrió, negando.
──Aegon es mi hermano ──comentó, estableciendo contacto visual con el primogénito de su hermana ──. Nunca me lastimaría.
Jacaerys asintió lentamente, sabía que era mejor dejarla ir pero aún así su mano apretó con suavidad la de la princesa rebelde, acariciando el dorso de esta con su dedo pulgar.
──¿Por qué siento como que estoy interrumpiendo algo? ──cuestionó Luke, sonriéndole a ambos. Los dos chicos tomados de las manos rieron y entonces el castaño sintió como Deianira soltaba su agarre.
──Eres muy gracioso, Lucerys ──dice la rubia, con un toque burlón. Jacaerys esboza una sonrisa nuevamente y la ojimorada besa la frente del niño ojiverde ──. Adiós...
──Adiós ──repitió el menor tomando el brazo de su hermano mayor para arrastrarlo con él, pues el primogénito de la princesa heredera parecía estar en un trance.
──¿Te veo más tarde? ──preguntó esperanzado el muchacho de orbes avellana, con las mariposas golpeando los bordes de su estómago desde adentro. La risa de la chica llegó a sus oídos mientras ella se alejaba por el pasillo.
──Tal vez...
Jacaerys rió.
──Esa fue una respuesta vaga, Nira ──exclamó, para que pudiera escucharlo, Luke seguía tirando de su brazo. Pero lo estaba escuchando reír en voz baja, así que el primer vástago de Rhaenyra sabía que no estaba enfadado por su tardanza al patio de entrenamiento ──. Lo tomaré como un sí.
Annemys se balanceaba por los aires con suma delicadeza, las heridas en su lomo habían sanado con rapidez, las manos de la princesa de cabello platinado estaban en la piel del animal. Ya había una montura donde podía sentarse y pasar horas en el cielo. De hecho, ya había perdido la cuenta de hace cuántas horas salió de King's Landing.
Deianira bajó la vista, viendo el océano debajo de sus pies, criaturas marinas salían a la superficie y volvían a sumergirse como si danzaran entre las saladas ondas marinas de color turquesa. El viento le pegaba en la cara y alborotaba su trenza, dejando los mechones de pelo que colgaban desde los bordes de su cara tan rígidos como una hoja seca en otoño.
La dragona soltó un rugido que hizo que varios pajaros a su alrededor comenzaran a volar a toda prisa, la princesa rebelde soltó una risita al ver a su compañera intentando cazar a uno de esos pequeños animales alados. Su mano osciló entre las escamas oscuras de la piel de Anne y entonces apoyó su frente en ella.
──Parece que estás hambrienta ──dijo, en su idioma paterno ──. Vayamos a casa, a ambas nos ruge el estómago...
La bestia, como si comprendiera a la perfección cada una de las palabras de su jinete, comenzó a volar hacía la capital que, desde donde estaban ahora, se veía como un diminuto punto a lo lejos. La hija menor de la reina verde soltó una risa y se aferró a la dragona, con una sonrisa plasmada en su rostro.
A los pocos minutos se adentraron en la ciudad, las enormes alas oscuras del animal hacían que partes de Desembarco del Rey quedara a oscuras por los breves segundos en los que ella las sobrevolaba. Cuando Annemys aterrizó en la fosa dragón los dragon keepers más jóvenes retrocedieron, asustados ante la presencia de aquella salvaje e inmensurable criatura.
──Es inofensiva... ──exclamó la rubia, alegre, bajando de la montura para deslizarse sobre la cola de la enorme bestia y tocar el suelo.
El chico, de aspecto flacucho y aterrado, asintió rápidamente ante su princesa. Deianira sonrió y se acercó a ellos.
──¿Quiere que la alimentemos, princesa? ──cuestionó el otro muchacho, se veía más grande y experimentado que el otro, Nira asintió.
──Sí, por favor, si no es mucha molestia ──agregó, entonces un alarido de dolor interrumpió, la piel de la ojimorada se erizó ante el sonido. Annemys se removió inquieta, espantando a los dos guardianes junto a su jinete, Deianira levantó los brazos y la dragona gruñó, como si reclamara algo que no se le concedió ──¿Qué fue eso?
Los dos dragon keepers se miraron entre ellos, con incertidumbre acerca de lo que deberían hacer o no.
──Son Vermax y el príncipe Jacaerys, mi princesa ──respondió el flacucho, encogiéndose en su lugar ──. El joven dragón no ha podido sanar las heridas causadas por la bestia salva...por Annemys, mi princesa.
La dragona volteó la cabeza, como si estuviera ofendida por el brusco apodo que se le otorgó. Deianira observó la fosa y luego a los muchachos.
──El ungüento que les dí hace un par de días, ¿aún lo tienen? ──pregunta la chica, el mayor asiente y se va para buscarlo, luego vuelve hacia ella y le extiende un pequeño contenedor de bronce. La ojimorada lo toma y les sonríe débilmente. Entonces comienza caminar hacía la entrada de la fosa, pero antes se detiene y, dándole la espalda a ambos jóvenes, dice:──Annemys está realmente hambrienta, será mejor que encuentren algo que darle antes de que los devore.
Su tono era de diversión, tirando a una broma oscura. Los dos chicos tragan saliva a duras penas y la dragona gruñe, como si compartiera el mismo humor que el vástago menor del rey. Los dos dragon keepers ven como el hocico del animal se tuerce hacía arriba, como si sonriera burlonamente.
Tras dar unos pasos tranquilos la princesa se dirige hacia el lugar de donde provienen los quejidos del animal, al llegar lo primero que ve es la cueva oscura y solitaria, un par de antorchas iluminaban el lugar pero el brillo que otorgaban era escaso. El calor en la fosa era sofocante, casi no se podía respirar por el vapor en el aire.
Vermax, el dragón verdoso con cuernos anaranjados, estaba contra uno de los rincones. Mientras que Jacaerys intentaba acercarse a él, su torso estaba desnudo, Deianira pudo ver su espalda y hombros anchos contra la luz del fuego.
El animal soltó un gruñido cuando vió a la princesa, sintiendo el olor del dragón que lo atacó en ella, Jace se volteó con rapidez hacia donde su dragón estaba chillando y cuando vió a la princesa rebelde ahí su pecho se hundió.
──No, Vermax, detente ──comenzó a decir, pero el dragón se acercó a la rubia con brusquedad, arrojando a su jinete a un lado. Nira vió como Vermax se aproximaba a ella, con los ojos llenos de enojo, pero no se movió. Cuando estuvieron frente a frente, el animal gruñó en su dirección. Su hocico quedó a la altura de su rostro y su aliento ácido le pegó en las fosas nasales, adentrandose en sus pulmones y movió su cabello.
Jacaerys sintió como su corazón se aceleraba ante la imagen, se acercó a ellos, corriendo hacía la ojimorada y se posó frente a ella, cubriendola con su cuerpo del dragón herido. Su pecho subía y bajaba con brusquedad y, si era totalmente honesto, estaba aterrado de que Vermax pudiera herir a la mujer a la que amaba.
──Tranquilo ──murmuró Deianira, su rostro había quedado detrás de la cabeza de jace, así que su susurró chocó contra su oído. Él negó, sus ojos avellana estaban clavados en su dragón, podía sentir su ira, su impotencia pero no la comprendía.
Antes de que el primogénito de Rhaenyra pudiera reaccionar Deianira estiró su mano hacia Vermax, este la miró desconfiado, su respiración hacía que los agujeros sobre su hocico se abriera y se cerraran de forma irregular.
──Puedo ayudarte, Vermax ──dijo la platinada, en alto valyrio. Y, por primera vez, Jacaerys logró comprender lo que estaba diciendo. El animal entonces soltó un bufido y, tras un segundo de duda, en donde ninguno de los dos príncipes sabía que estaba a punto de pasar, Vermax agachó la cabeza y dejó que la mano de la ojimorada tocara sus escamas. Jace sintió que el corazón crecía entre sus costillas y sonrió, entonces vió como Deianira le extendía un pequeño recipiente brillante de color dorado.
El castaño lo tomó, sintiendo el metal frío chocar contra la palma húmeda de su mano, su nariz estaba cerca de la de ella.
──¿Qué es?
El dragón verde se movió, alejándose de los dos enamorados y volviendo a su rincón. Ambos vieron con preocupación como el animal se iba para estar solo. Jacaerys se volteó, para estar frente a la platinada.
──Es un ungüento, lo preparé para Annemys y sus heridas cicatrizaron casi instantáneamente. Curará a Vermax ──le dice, mirándolo a los ojos. Jace ve sus orbes amatistas y entonces alza la mano, para ponerla sobre su mejilla. Ella sonríe y acaricia el brazo del chico.
Ella alzó las cejas, señalándole a Vermax, Jace asiente y va de nuevo hacia él. Esta vez parece mucho más tranquilo, menos hostil y dispuesto a recibir ayuda y el príncipe bastardo agradece en su mente la presencia de Deianira. El muchacho abre el recipiente, notando una crema espesa de color oliva, olía a un perfume raramente particular, como algo que ya ha sentido antes. Toma un poco de la crema entre sus dedos y, mientras el dragón agacha la cabeza ante su jinete, Jace comienza a esparcir el ungüento sobre los dos agujeros en el lomo de Vermax. Las heridas se veían mal, muy mal, si era sincero.
Temía que él no pudiera recuperarse y sentía el dolor de su compañero calándole los huesos con cada alarido de dolor que soltaba en las noches. Vermax de a poco se fue tranquilizando más y más, llegando casi a un estado somnoliento, el joven animal se recostó en el suelo de la fosa mientras Jacaerys terminaba de atenderlo. Luego se quedó arrodillado frente a él, acariciándole el hocico. Vermax cerró los ojos y disfrutó de las suaves caricias proporcionadas por su jinete.
Nira se acercó despacio, si querer perturbar el sueño del dragón, se arrodilló a un lado del castaño y estiró su mano para masajear la piel áspera y rígida de Vermax. Jacaerys posó su vista en ella y sonrió, sentía el olor de dragón en ella. Así que, atando cabos, pudo comprender porqué el animal de cuernos dorados pareció rechazarla al instante que la vió.
Entonces, el primogénito de la heredera, se percató de que nada cubría su pecho. Estaba prácticamente semidesnudo a un lado de ella, sus mejillas ardieron y buscó su camisa en un rápido movimiento ocular. La encontró arrojada en la esquina de la cueva, manchada de algo de tierra. Deianira se rió, suavemente, captando la atención del castaño de regreso a ella.
──¿Qué? ──preguntó, esbozando una sonrisa también.
──Nada ──respondió ella, pero siguió manteniendo esa mueca risueña en su cara, entonces el príncipe de dragonstone la tomó de la mandíbula y apretó sus labios contra los suyos. Deianira se sorprendió al principio, pues no se lo esperaba, pero le correspondió tan pronto como pudo. Sus manos viajaron hasta la nuca de Jace, acercandolo más a su boca. Y, a mitad de ese beso desprolijo, lo sintió sonreír.
Él apretó el labio inferior de la rubia entre los suyos, saboreando cada pizca que pudiera obtener. Sus lenguas chocaron y se entrelazaron, hasta que ella cortó el beso.
──No aquí, Jacaerys ──le dice, tratando de mantener una postura severa. El mencionado baja la cabeza y comienza a besar el cuello de la chica, dando suaves mordiscos de vez en cuando. Sus labios rozaban la áspera tela de su nueva gargantilla ──¿Tú no sabes nada sobre disimular, no es cierto?
Jacaerys se aparta, con el ceño fruncido y entonces Deianira ríe.
──Por supuesto que sé disimular ──contraatacó, tratando de no reírse también pero se le estaba dificultando. Ni siquiera se creía a sí mismo.
──Pues lo haces muy mal, para tu información ──agrega, él pone sus manos sobre su cintura, apretándola suavemente. Deianira nota como el borde derecho de su labio sube con cuidado.
──Bueno, tal vez puedas darme algunas lecciones para aprender a disimular mejor, ¿no crees? ──dijo, con un tono de picardía. A veces, cuando se lo proponía, Jacaerys podía llegar a ser muy osado con sus palabras. Ella le pellizcó la costilla, y ya que su torso estaba desnudo pudo hacerlo sin problemas. El castaño soltó un quejido, frotándose la piel.
──Deja de bromear, Aegon va a matarte en cualquier momento si se entera de lo que pasó ──dice, poniendo sus manos sobre los hombros del príncipe bastardo. Jacaerys suspira, volviendo a acercarse más a ella, entonces apoya su rostro en el cuello de la rubia, respirando su aroma y relajándose entre sus brazos, se permitió olvidar todo el estrés del día. Sentía como si una carruaje lo hubiera pasado por encima y solo quería dormir un rato, pero si tenía a Deianira cerca intuía que sus sueños serían mucho más dulces y su noche mucho más pacífica.
──Quiero quedarme aquí por siempre──susurró, luego de una breve pausa.
──¿En la fosa dragón? ──cuestiona la princesa rebelde, frunciendo el ceño, sus dedos se entierra en el cabello del castaño, acariciándolo con delicadeza. El calor de su respiración chocaba contra su piel, podía sentir su pecho desnudo pegado al de ella.
──No ──niega ──. En tus brazos...
────cam's note !
DISCULPENME... ESE ÚLTIMO DIÁLOGO ?!?!?
Me dicen eso a mí y no vivo para contarla, en fin, Jacaerys ya está re enculado (soy ese)
Quiero pedir brevemente una disculpa por la tardanza con las actualizaciones, mi vida está algo caótica estos meses y tuve que tomar las riendas antes de que se fuera todo a la mierda. Prometo que después de este cap habrá, al menos, una actualización semanal.
Chapter 29: ────twenty-eight,
Chapter Text
28, BROKEN SWORD !
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EL DÍA comenzó con un gran alboroto, como era costumbre últimamente en la fortaleza roja. Lord Borros había partido repentinamente en la noche debido a que, en Storm's End, un altercado que involucraba a sus hijos mayores había causado un gran revuelo. Al parecer, estos dos muchachos habían luchado entre ellos por un dilema desconocido para los ajenos de la casa Baratheon y uno resultó herido.
Deianira estaba en el comedor sentada junto a Aegon quien, entre susurros, le contaba los pocos detalles que sabía sobre el tema. Aún estaba algo enfadado con ella por no haberle contado nada pero, después de todo, no podía prohibirle a quien o no amar...
Eso, si es que realmente amaba a Jacaerys.
Henry no se había presentado en el desayuno y eso preocupó a la rubia, entonces apoyó su cuerpo encima de la mesa, mirando directamente a Luke.
──¿Has visto a Henry, Lucerys? ──preguntó, mientras la mesa comenzaba a llenarse. Por el rabillo del ojo vió a Rhaenyra junto a Daemon, ella caminaba con pesadez, sosteniendo su hinchada barriga. Detrás de ellos venía Jacaerys, con unas ojeras que cubrían la mayor parte de sus ojos.
Luke también parecía preocupado por el estado del único Baratheon en Westeros, entonces se apresuró a hablar con la ojimorada antes de que su hermano mayor llegara para ocupar el asiento a su lado derecho.
──Lo ví hace un rato ──explica, con los ojos grandes y brillosos ──. Parece que es un tema serio, se veía bastante mal...
Deiania sintió como el pecho se le oprimía ante las palabras del castaño, su pulso se aceleró y los pensamientos en su mente gritaban que debía hacer algo al respecto.
──¿Sabes dónde está?
──En los jardines traseros de la Fortaleza ──dijo y, sin decir nada más, la princesa se levantó de la mesa y salió a toda prisa por la puerta del comedor. Jacaerys la vió salir y no comprendió que sucedía, sus cejas se juntaron y miró al niño mientras se sentaba junto a él. Luke tomó un trago de jugo, mirando para otro lado mientras los ojos avellana de Jace se clavaban sobre él como puñales. Sabía que ocultaba algo, pero no podía preguntarle nada. No ahora. No frente a todos. No cuando Baela lo miraba como si quisiera arrastrarlo hacia afuera y recitarle la historia de los conquistadores verso por verso.
El mundo amenazaba con caer sobre su espalda.
Deianira, por otro lado, corrió hasta el patio. Su vestido era de un suave color carmesí, casi rosado, y la tela era tan liviana que a cada paso que daba danzaba sobre sus piernas con suma delicadeza. Al llegar al extenso jardín logró notar una figura sentada sobre las raíces del árbol de hojas bordo. La ojimorada se acercó a él y se sentó a su lado, mirandolo a la cara.
──No asististe al desayno...──musitó, en voz baja. El único sonido que irrumpía su silencio agobiante era el canto de las aves que atravesaban los cielos sobre sus cabezas.
──No tenía hambre ──dijo, sin ánimos. No tenía esa radiante sonrisa que siempre solía usar, ni esa chispa de amabilidad. Era como si solo estuviera allí, vacío en un cuerpo que no podía dejar salir sus emociones.
──Comprendo ──murmuró, y no habló de nuevo. Al menos, durante varios segundos. Deseaba que él dijera algo más pero al mismo tiempo no quería presionarlo, quería hacerle saber que ella estaría a su lado para lo que necesitara ──. Estoy aquí, Henry. No tienes que acumularlo...
Los ojos vidriosos del chico se posan en la hija menor de la reina, Deianira nota sus orbes oceánicas mirándola, y cuando quiso volver a decir algo más. Los fuertes brazos de Henry la sostuvieron contra su pecho, sus manos se aferraban a ella con desesperación y entonces escuchó los débiles sollozos a su lado. Sus manos fueron a la espalda del muchacho, dándole algunas caricias para demostrarle que se quedaría allí. Mientras el castaño lloraba en su hombro, y sus lágrimas manchaban el hombro de su vestido, en lo único que pudo pensar la ojimorada fue la carencia de quejidos.
Henry lloraba en silencio, como si hubiera sido entrenado para hacerlo, como si no se permitiera molestar a los demás ni siquiera en su momento más vulnerable. Y cuando la platinada se percató de eso, se aferró al abrazo con más fuerza que nunca, dejando que su frente quedara contra los hombros de él.
──Estoy aquí... ──repitió, en voz baja y muy suave.
El castaño lloró un rato más, sin despegarse de la princesa, ninguno lo hizo. Ni siquiera cuando el cielo comenzó a llorar y las nubes trazaron patrones oscuros sobre sus cabezas, las gotas de agua caían sobre sus cuerpos unidos. Al cabo de unos minutos Henry se disculpó y, con una excusa torpe, se abrió paso entre los adolescentes que salían por las puertas traseras y se marchó. Lucerys lo miró preocupado, quiso seguirlo pero no se movió, luego él y Rhaena fueron hasta la princesa rebelde.
──Deianira... ──la llamó el ojiverde, Nira levantó la vista, poniendo sus orbes morados sobre el niño ──. Los hermanos mayores de Henry fueron atacados por un oso,mientras cazaban en los bosques. Ambos están muy malheridos...
Deianira sintió que su pecho se oprimió al oír lo que en verdad pasó, sintió como su mente comenzaba a llenarse de hilos y la preocupación comenzaba a causar caos en su estómago.
Tras un asentimiento de cabeza el vástago más joven de la reina verde se fue, con la lluvia empapando su ropa y cabello, el viento frío le helaba los huesos y sus músculos se torcían en contracciones involuntarias cada par de segundos. Caminó por los pasillos largos, buscando algún pasadizo que la llevara directamente a su cuarto, para no tener que hablar con nadie.
Fue entonces cuando escuchó unos murmullos, reconoció la voz de Jace con facilidad, él suspiró pesadamente. Al acercarse a lo que era la biblioteca logró ver a través de la puerta abierta al chico sentado sobre una silla frente a un escritorio, frente a él estaba Rhaenyra.
──Lo sé, madre ──dijo, monótono. La rubia notó como su voz parecía mucho más seria y formal cuando estaba con otras personas, como si solo fuera una capa exterior que decidía mostrar al mundo ──. Lo haré cuando pueda.
──Debe ser pronto, Jacaerys ──impuso la mayor, con las mano sobre su vientre ──. Baela está desesperada.
──¿Lo sabe? ──preguntó, con los ojos abiertos mientras sentía como el sudor helado comenzaba a caer por su frente.
──Lo supuso... ──comentó la heredera.
Nira sintió una punzada en el pecho, como si estuviera escuchando algo que no debía. Se sentía mal estar allí, detrás de la puerta mientras ellos no la veían. Se sintió injusto de su parte.
Cuando estaba por seguir su camino volvió a escuchar la voz del príncipe bastardo.
──Es inteligente ──suspiró, bajando los hombros y hundiendo su cara en sus manos por breves segundos.
──Lo es, por eso será una buena esposa ──agregó Rhaenyra, sonriéndole a su primer vástago. Deianira sintió como un nudo pesado se hacía presente en su vientre, desgarrando sus entrañas como si garras traspasaran su piel. Su vista se nubló ligeramente al mismo tiempo que un líquido caliente parecía subir por su garganta.
──Lo sé, madre...
La princesa rebelde cruzó por el pasillo, corriendo. Sus pasos hicieron eco en el gran lugar y cuando Jacaerys escuchó aquel sonido su cuerpo ardió.
──¿Quién anda ahí? ──preguntó la heredera pero al asomarse por la puerta de la biblioteca no pudo ver nada ni a nadie.
Deianira avanzó hasta su habitación, al abrir la puerta se tropezó con varias cosas, entre ellas su espada. El arma chocó contra el suelo creando un sonido estruendoso, detrás de ella Ser Peter Lannister entró preocupado. La hija menor de la reina Alicent fue hasta el baño y se inclinó sobre el retrete justo antes de que el vómito saliera de sus labios. El fluido caliente le raspó la garganta y las arcadas no tardaron en llegar, cuando terminó el caballero de cabellos dorados estaba parado en la puerta. Con una expresión de horror.
La chica lo miró, con cara de pocos amigos.
──Mi princesa... ──saludó, bajando la cabeza en una reverencia, Deianira se percató de que él sostenía la fina espada que le pertenecía. El arma estaba quebrada, el fino metal tenía una grieta y la ojimorada supo que con cualquier movimiento terminaría por romperse. Un escalofrío recorrió su espalda y tuvo la intuición de que eso era un mal presagio ──. Lo siento...
La platinada se levantó, sus rodillas se sentían pesadas y todo a su alrededor daba vueltas. Su cráneo se sentía muy liviano.
──No se preocupe, Ser. No fue su culpa ──musitó y cuando el rubio estuvo por responderle ella volvió a inclinarse para vomitar de nuevo, esta vez sobre los pies del guardia.
Alicent sostenía una copa con agua, al lado de la cama de la princesa. El maestre se había mostrado preocupado pero cuando Deianira le comentó que no había comido nada desde la mañana es anciano se sintió más tranquilo y solo le recomendó reposo por unos días, para estar seguros.
Cuando el hombre se fue, la reina verde se sentó sobre el colchón de su hija menor y estiró la mano para acariciar sus suaves cabellos. Una débil sonrisa apareció en el rostro de la pelirroja y besó la frente de su último vástago.
──Está rota...──murmuró Deianira, con la voz casi inaudible. Su garganta aún dolía por el vómito, el sabor que le había dejado era amargo y, a pesar de que se había lavado la boca repetidas veces, parecía seguir impregnado en su boca.
──Conseguiremos otra ──aseguró la madre, sabiendo que estaban hablando de la espada que ahora estaba en el suelo, a un lado de la cama. La grieta en ella era muy notable.
──Significa algo malo, lo sé...──dijo. Alicent negó con la cabeza, aún dándole cálidos masajes en el pelo.
──No debes creer todo lo que dicen las leyendas, Deianira.
──No es una leyenda, madre ──interrumpió, había unas bolsas oscuras debajo de sus ojos violáceos ──. La espada de un guerrero es su alma, su corazón, cuando se rompe se destruye lo que se ha construido a su lado. Las batallas ganadas se vuelven guerras perdidas...
──Tú nunca perderás la guerra, mi cielo ──afirmó, notando el estado de ánimo tan decaído de la princesa ──. Eres fuerte...
──No tanto como me gustaría ──contradice. Si bien su apariencia era fría y desinteresada por dentro la ojimorada siente que cada palabra tiene la potencia suficiente como para derrumbarla. Sabía que podía hundirse en una fosa oscura con tan solo la compañía de sus pensamientos, su interior era demasiado suave como para sobrevivir a la gran incertidumbre.
Tras un nuevo beso en su frente, Deianira siente como su madre se levanta de la cama, su mano toma la suya.
──No te vayas ──le pide, sin soltarla. Alicent le sonríe despacio, y se arrodilla a su lado.
──Tu padre me necesita ──murmura, la noche había caído y la platinada sabe que el rey Viserys seguramente necesitaría la ayuda de la reina, pero aún así no puede evitar sentir esa pizca de egoísmo que le impide desaferrarse del agarre de su progenitora.
Entonces, tras unos segundos que le parecieron eternos, su mano se deslizó fuera de la de la pelirroja. Alicent le besa la parte superior de la cabeza, con cariño.
──Vendré en la mañana a ver si te encuentras mejor... ──le propone, con una mueca de tranquilidad en su cara, el pálido rostro de la princesa rebelde parece calmarse ante esas palabras. Luego de que asintiera con la cabeza, la reina verde comienza a caminar hasta la puerta.
──¿Podrías traerme una manzana? ──pregunta Deianira, sintiendo su estómago rugir ──Pero no una roja, ni amarilla. Quiero una verde.
Alicent esboza una sonrisa y afirma con la cabeza.
──Le pediré a Anastasia que te la traiga enseguida ──responde, la mujer sale y la menor deja caer su cabeza en la almohada. No pasaron muchos minutos de silencio, en la gran habitación iluminada con las velas, cuando un golpe rompe la calma del aire. Se logra oír un chillido de dolor y poco después Jacaerys sale por el pasadizo secreto, moviendo la pared de ladrillo hueco y sosteniendose la nuca.
──¿Qué estás haciendo aquí? ──cuestiona la rubia, sintiendo como su piel comenzaba a arder. Jace notó el tono enfadado de su voz pero creyó que solo era porque entró haciendo un escándalo, el castaño se acercó hasta ella, mirándola mientras ella se sentaba en el colchón.
──Vine a verte ──dice, su cabeza dolía por el golpe que se dió contra la antorcha que estaba dentro de los pasillos secretos de la fortaleza ──. Escuché que estabas descompuesta, me preocupé...
Las palabras del príncipe bastardo fueron sinceras, no podía explicar con todos los detalles el sentimiento que se coló en su pecho cuando escuchó las noticias. No pudo evitar sentirse culpable porque mientras ella estaba aquí, en su cuarto junto al maestre, él estaba pasando tiempo con la hija mayor de Daemon.
Deianira giró los ojos, el gesto le era muy familiar a Jacaerys. La había visto girar sus orbes moradas de esa forma desde que eran unos niños, cuando ella no le dirigía la palabra a excepción de que fuera para insultarlo y viceversa. Conocía cada mueca de enojo en ella.
──Estoy bien ──le dijo, su voz fue distante y grosero. Jace frunció el ceño.
──¿Qué te sucede? ──preguntó, confundido. Deianira tomó una almohada y se la arrojó a la cara, con fuerza. El chico evitó el impacto cubriéndose con las manos ──¡Ey!
──Vete ──exclamó la princesa, con las mejillas sonrojadas mientras se mordía la lengua para no soltar lo que había escuchado esa tarde fuera de la biblioteca ──. No quiero verte.
Jace sintió que su pecho se hundía ante aquella sentencia, fue como si cada parte de su músculo se tensara en un doloroso calambre. E incluso peor.
──¿Por qué haces esto, por qué estás alejándome? ──cuestionó, pero en vez de irse se acercó más. Ella se levantó de la cama, tenía un vestido largo de seda, color rosa perlado ──No puedo comprender tus malditos cambios de humor, ¿sabes?
──Por supuesto, por un momento olvidaba el hecho de que no puedes comprender nada ──atacó ella, su mente estaba hecha un desastre. Quería gritarle, arrojarle la almohada en la cabeza y echarlo a patadas. Pero no pudo. No pudo porque al mismo tiempo quería tenerlo cerca. Y lo odiaba, detestaba el hecho de que ahora le parecía difícil incluso respirar si estaba lejos de él...Jamás había experimentado un sentimiento tan abrumante como este. El amor.
──Entonces explicame, deja de ser infantil.
──¡No me llames infantil! ──exclamó la menor Targaryen, Jacaerys suspiró mientras apartaba la vista.
──Entonces deja de tratarme como si fuera un idiota ──pidió, con la voz llena de desesperación mientras volvía a mirarla. Sus ojos captaron cada rasgo de su rostro, como ya hacían habitualmente. Pero incluso ahora, mientras ella le gritaba, le seguía pareciendo la mujer más hermosa de los Siete Reinos. Jace se acercó, tomó los brazos desnudos de la princesa con suavidad y la aprisionó contra su pecho antes de que ella pudiera rechazarlo.
Como era de esperarse, Deianira intentó zafarse, moviendo sus brazos para que Jacaerys la soltara. El príncipe bastardo la sostuvo con más firmeza en el abrazo, dejando que su cara se hundiera en el hueco entre su hombro y su cuello.
──¡Suéltame! ──exigió, pero el calor del chico la cegó. A pesar de los impulsos que tenía de sostenerlo también supo que no debía hacerlo. No lo haría, porque él ya había elegido a alguien más. Y se lo estaba ocultando...
Un golpe en la puerta hizo que él se separara de ella, la voz de la criada de la reina llamó el nombre de la chica de orbes amatistas. Jacaerys la miró por un momento, deseando escucharla pidiéndole que se quede, sin embargo Deianira ni siquiera lo miró.
──Vete ──dijo, monótonamente. Jace la vió alejarse y caminar hasta la puerta, sintió que su pecho se oprimía ante el tono de su voz. Había oído muchas cosas crueles salir de su boca, pero podía confirmar que ninguna de ellas le había dolido tanto como lo que le acababa de pedir.
El primer vástago de Rhaenyra bajó la cabeza y, mientras trataba de hacer que su corazón volviera a su velocidad normal, se dirigió hasta el mismo lugar por el que entró. Así, cuando Deianira volvió a abrir su puerta, él ya se había marchado...
────cam's note!
SE VIENE CON TODA, GENTE 😭
A Deianira ya le cayó el espíritu santo (la bendición)
Jace preocupándose por su mujer, me encanta, pero papito decile a tu mamá que vos querés tocar la guitarra y no el bajo, NO SEAS GIL!!! (ni le va a decir 😭)
Also, se acerca el cumpleaños número 17 de Jacaerys y Deianira, habrá cap para eso c:
Chapter 30: ────twenty-nine,
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29, THE BELLY !
──────── 🖤 ────────
dos semanas más tarde,
LAS RISAS inundaban el jardín de la fortaleza roja, había un gran festejo entre los lores de las casas cercanas. Entre ellos lord Borros, quién había vuelto hace unos días con sus hijos mayores. Para la fortuna de todos, ambos chicos se recuperaron con rapidez y se encontraban fuera de peligro pero debían volver a su hogar antes de la luna nueva.
Hoy, el príncipe Jacaerys y la princesa Deianira cumplían otro día del nombre, esta ocasión era su decimoséptima celebración. Ninguno de los dos se había hablado desde aquella noche en la que él fue a buscarla, la rubia lo ignoraba por completo y, a pesar de los esfuerzos del chico de encontrarla a solar, Deianira siempre buscaba estar en compañía de alguien más. Por eso, su relación con Henry comenzó a ser más cercana.
La princesa rebelde tenía un vestido de color celeste, con tonos dorados en las puntas, sus brazos estaban al desnudo por el calor. La gente parecía estar feliz y el rey charlaba animadamente con su nieto mayor, el anciano parecía una hoja de papel arrugada debajo del sol de verano. Jacaerys sonreía y asentía,la forma en la que Viserys lo miraba hizo que el vientre de Deianira se sintiera pesado. No recordaba ni una sola vez en la que su padre la haya mirado así, o a sus hermanos.
La ojimorada caminó hasta una de las mesas, tomando una rodaja de naranja caramelizada de una bandeja. Tras darle un mordisco sintió el sabor ácido y dulce recorrer sus papilas gustativas, nunca le habían gustado esos caramelos pero últimamente parecía comerlos con regularidad. Se encontraba babeando cada vez que pensaba en uno.
Henry hablaba con Anthony y Harry, sus hermanos mayores. La princesa los miró a lo lejos, notando lo atractivos que eran. El mayor era muy parecido a Henry, pero más maduro. Seguramente tenía entre veinte y veintitrés años de edad, mientras que el que le seguía era mucho más delgado. Su cabello era color azabache, aunque sus ojos seguían siendo del mismo color que el de los demás Baratheon, un azul oceánico precioso.
Baela estaba admirando lo mismo que ella, se acercó a su lado y soltó una suave risa.
──No sabía que los Baratheon podían llegar a ser tan guapos ──comentó, sirviéndose un poco de vino blanco en una copa de bronce. Le ofreció a la platinada pero ella negó con la cabeza, terminando de tragar la rodaja de naranja.
──Deben ser parecidos a su madre ──agregó la hija menor de la reina ──. Lord Borros deja mucho que desear...
Tras esas palabras la chica de ojos oscuros rió, asintiendo.
──Feliz día del nombre, por cierto ──agregó la morena, notó como en el cuello de la adolescente había una gargantilla color turquesa, que combinaba con su delicado vestido. Baela detestaba con firmeza la forma en la que sus ojos parecían adorar a la princesa rebelde.
──Gracias ──musitó la rubia, sonriéndole ──. Eres la primera persona aquí además de los Baratheon y mi familia que me lo ha dicho. El rey y los demás parecen olvidar mi existencia cada vez que Jacaerys está presente, creo que la mayoría de los lores aquí ni siquiera saben que también es mi celebración.
Baela la miró, sabiendo que cuando hablaba de familia se refería a Alicent y sus hermanos.
──Lo lamento ──se disculpó, luego de un par de segundos que se sintieron eternos.
──No lo hagas, me he acostumbrado ──interrumpe, tomando un trozo de budín y oliendo el dulce aroma a manzana en el ──¿Sabes si las manzanas que le pusieron son de las verdes?
La hija mayor de Daemon frunce el ceño, extrañada ante aquella inusual pregunta. Entonces se percató de la forma tan poco común en la que el vientre de la ojimorada se hinchaba, era como una leve montaña en la parte inferior de su estómago. Vió como la chica llevaba a la boca el pastel, saboreandolo.
──¿Subiste de peso? ──le preguntó, alzando un ceja. Tuvo un presentimiento, y sintió algo de culpa al sentirse feliz cuando el pensamiento de que Deianira cargaba con un sucio bastardo en su vientre cruzó por su cabeza.
La platinada casi se ahogó al escucharla, su tos llegó hasta oídos de todos los presentes. Jacaerys fue el primero en voltear la cabeza hacia ambas mujeres y al ver a Baela tan cerca de Nira sintió su corazón acelerarse. De solo ver a la princesa rebelde de espaldas podía sentir sus mejillas ardiendo.
──¿Por qué me preguntas eso?
──¿Has visto tu barriga? Se ve extraña ──atacó la morena, esbozando una sonrisa. De solo imaginar los problemas que tendría la chica de ojos morados si sus sospechas fueran ciertas su estado de humor mejoraba. Deianira se sintió muy atacada por el comentario.
──¿Y tú no has visto la tuya? ──cuestionó, sin levantar la voz pero cambiando su tono calmado.
Baela se acercó rápidamente a ella, tomando su muñeca con firmeza. Jace, del otro lado del patio, se levantó de su silla de forma brusca y comenzó a caminar hasta las chicas al ver lo que estaba sucediendo.
──¿Cargas a un sucio bastardo en tu vientre, no es así? ──preguntó la morena, pero parecía más una afirmación. Deianira sintió como su sudor comenzaba a caer frío cuando se percató de que había una posibilidad de que esa acusación fuera posible, sus ojos divagaron entre los de Baela justo antes de que el castaño llegara hasta ellas y separara a la hija de Daemon de su lado.
Nira observó como el primogénito de Rhaenyra se alejaba con la chica de cabello rizado, verlo caminando solo hacía ella hizo que su corazón intentara escapar por las cavidades de su pecho, apretándose entre sus costillas. Aegon, que acababa de llegar, vió como su hermana menor comenzaba a caminar hacía el otro extremo del jardín, chocando a los invitados y entrando a la fortaleza como si huyera de alguien o algo. El platinado encontró rápidamente la causa de su huída, Baela y Jacaerys estaban a pocos metros de él, el castaño la sostenía de los brazos, hablándole y mirándola a la cara. A pesar de que parecía que la estaba regañando, Baela tenía una sonrisa en su rostro.
El hijo mayor de la reina verde avanzó hacia ellos, pero no hizo nada, solo miró a su sobrino con odio.
──Confié en ti ──dijo. Los ojos de Jacaerys parecieron decaer, el chico negó con la cabeza, soltando a la morena y poniendo sus orbes sobre él.
──Aegon, no...
Sin escucharlo, el ojiazul se fue, dejándolo hablando solo. Aegon corrió detrás de los pasos de su hermana, tras recorrer varios lugares la encontró en la biblioteca, sentada en el suelo entre los grandes estantes poblados de libros viejos y polvorientos.
──Deianira... ──la llamó, suavemente. Avanzó hasta su lado y se sentó junto a ella, en el piso. Notó como tenía la cabeza hundida entre sus brazos y las piernas pegadas a su pecho. Su mano fue a la espalda de la menor y comenzó a darle suaves caricias ──¿Qué sucede, mi niña?
──Lo he arruinado... arruiné todo ──balbuceó y cuando la menor targaryen levantó la vista, Aegon se percató de las lágrimas acumuladas en sus ojos. Amenazando con romper a llorar en cualquier momento.
──Cuéntamelo todo...
Mientras que afuera se festejaba uno de los eventos más esperados para la princes heredera Rhaenyra y el rey Viserys, dentro del cuarto de Helaena, la hija menor de Alicent lloraba desconsoladamente. Aegon corría de un lado a otro, abriendo cajones, volando ropa y revolviendo papeles y dibujos. La rubia de ojos azules suspiraba con pesadez.
──Te dije el cajón derecho ──repitió, entonces Aegon soltó un sonido de victoria y sacó de entre la joyería de su hermana una bolsa pequeña con hierbas.
A un lado de la cama de Helaena, sobre la mesita de luz, había una taza con agua caliente. El rubio llegó hasta ahí y vació el contenido en el recipiente, dejando que las hojas y las flores tiñeran el líquido de un verde esmeralda.
──¿Funcionará? ──preguntó, con la voz rota y débil. Sus mejillas rosadas estaban cubiertas de lágrimas, Aemond y Alicent probablemente estaban siendo distraídos por Henry, quien se ofreció a hacer un espectáculo frente a ambos para que los Targaryen ayudaran a su hermana con su malestar. Pero él tampoco sabía del todo lo que estaba sucediendo.
──Sí, es totalmente efectivo ──tranquilizó Helaena, con una mano en la espalda de su hermana menor. Aegon le pasó la taza con cuidado, como si cualquier movimiento pequeño amenazara con romper a su pequeña niña ──. Limpiará todo, resolverá el problema.
Las lágrimas de la menor se intensificaron cuando la rubia soltó esas palabras, clasificando a lo que estaba en su vientre como un problema. Y si bien sí lo era, se sintió mal escucharlo.
──¿Ves? ──cuestiona Aegon, mirando a la ojiazul.
──¿Qué?
──Para ser una chica, tienes los sentimientos de una roca ──dijo, girando los ojos. Luego sentó junto a Deianira, pasando su brazo sobre sus hombros ──. Esto no es un problema, Deianira, tranquila. Tú tampoco lo eres.
La platinada apoyó su cabeza sobre el hombro del chico, sosteniendo la taza caliente sobre la palma de su mano mientras el calor de esta comenzaba a quemarla.
──Lo siento, Nira... ──susurró Helaena, con pena. Su cabeza fue al hombro de la menor de los cuatro hermanos y acarició la rodilla de la ojimorada.
──Está bien, no importa ──murmura, con la voz demasiado débil como para formular algo comprensible ──¿Pueden darme privacidad?
Helaena asintió rápidamente, levantandose de la cama. Aegon fue el que más tardó en alejarse, siendo arrastrado por la chica con las trenzas. Cuando ambos salieron de la habitación, dejándola sola, Deianira sintió como el peso de la culpa golpeaba sus hombros sin piedad alguna. Su mano fue hasta su boca para callar los sollozos rebeldes que buscaban huir por su garganta. Trató de tranquilizarse pero todo fue en vano, vió el líquido en la taza y no pudo evitar preguntarse si estaba esquivando una bala o arruinandolo todo.
Sus ojos viajaron hasta su estómago, observando la forma en la que este creció, no era muy notoria pero sabía que se haría más grande, tarde o temprano. Entonces acercó sus labios al té, pero no pudo evitar pensar en Jacaerys. Si había un bebé en su vientre, era de él...
No había ninguna dudo en eso, y se cuestionó si acaso no era injusto hacer esto sin preguntarselo primero, ¿cambiaría de opinión si lo hacía? ¿Acaso Jacaerys sentiría algo hacía el niño en sus entrañas, o preferiría ignorarlo y acceder a deshacerse de él? Su mente era una mezcla de ideas retorcidas y crueles, las voces de su consciencia le gritaban todo tipo de insultos a medida que el líquido comenzaba a tocar la comisura de sus labios. Supo en ese momento que no quería hacerlo...no quería tomar aquel té y olvidarlo todo.
No sabía qué hacer, había muchos contras en esta decisión, muchas cosas que podrían salir mal. Ella no quería casarse, no quería vivir destinada a una vida expulsando herederos, pero la idea de hacerlo junto a Jacese sentía menos amarga. De pronto, una palabra se trabó en su mente, paralizando cada pensamiento ajeno.
Lo amaba.
Estaba enamorada de Jacaerys. Amaba su risa, la forma en la que su mandíbula se marcaba debajo de sus mejillas, el color café y avellana que nadaba entre las orbes de sus ojos. Su valentía, su terquedad y su enojo. Odiaba cuando él odiaba, amaba cuando él amaba y extrañaba cuando él extrañaba.
Entonces bajó la taza, dejándola justo donde antes había estado. Su atención se desvió hasta su estómago y dirigió una mano hasta allí, el movimiento se sintió extraño debido a que jamás se imaginó haciéndolo, pero de todas formas lo llevó a cabo. Se acarició el vientre despacio, soltando un suspiro.
──Lo siento... ──susurró, con la voz hecha un hilo y sintiendo las lágrimas calientes caer por sus mejillas de nuevo ──Lo siento, no volveré a pensar herirte de nuevo....
Jacaerys tenía un mal presentimiento, ya había caído la noche y no había visto a ninguno de los hijos de la reina verde, a excepción de Aemond. Él se encontraba junto a Otto Hightower, charlando en susurros en una esquina del salón. Su madre y Daemon lo miraban expectante desde sus asientos, no sabía que hacer para huír de esa situación. No quería proponerle matrimonio a Baela, era lo menos que deseaba en este momento. Su mente estaba enterrada en la existencia de la princesa rebelde, no se imaginaba una vida lejos de ella, lejos de su calor y de su voz. Pero aún así sentía que no podía contradecir a Rhaenyra...
Ella quería que se casara, que asegurara a su casa con herederos legítimos, y la morena estaba más que dispuesta a cumplir con ese requisito. En cambio, Jacaerys sabía que Deianira nunca aceptaría ser su esposa. La conocía demasiado bien, era muy terca e independiente como para aferrarse a él bajo una fé en la cual no creía. Ella no había nacido para ser una esposa, y ambos lo sabían.
Aún así, no podía evitar perderse en su imaginación, pensando en como sería tomarla como suya frente a los dioses nuevos y viejos. Cómo sería que sus hijos tuvieran sus ojos, su cabello dorado y su dulce carisma. No existía nada más bello que aquella imagen.
Baela se encontraba bailando en la pista, Aegon la miraba desde una de las mesas, tenía el ceño tan fruncido que parecía que sus dos cejas se habían unido para crear una sola. Helaena se había retirado con sus hijos, pues el bebé Maelor lloraba del sueño. Jacaerys se metió entre la multitud, esquivando a todos los presentes, su vista estaba enfocada en la salida.
Para su suerte, nadie se percató de que salió, se cruzó con Henry en los pasillos de la fortaleza. Los dos cruzaron una mirada por pocos segundos y entonces el ojizaul bajó la cabeza, en una pequeña reverencia.
──Mi príncipe... ──lo saludó y siguió su camino, Jacaerys se quedó paralizado pero se volteó antes de que fuera demasiado tarde y, sin poder contener sus palabras, preguntó:
──¿Has visto a Nira?
El castaño se detuvo, entonces lo miró por el rabillo del ojo.
──Está en sus aposentos, no se ha sentido bien desde la mañana ──informó. El príncipe bastardo asintió.
──Gracias ──musitó, sin esperar una respuesta comenzó a dirigirse hasta su cuarto. A pasos rápidos y bruscos, abrió la puerta y corrió hasta su cama, sacando el regalo de debajo del colchón. Era un paquete largo y fino, pesado. El muchacho de ojos avellana observó su chimenea y cruzó por el agujero de esta, entrando en uno de los pasadizos. Luego de varios minutos en donde temió perderse, logró hallar la salida.
Empujó la pared de piedra azulada y ésta se movió debajo de su mano como si estuviera hecha de papel, cuando entró en el cuarto de la princesa rebelde sus ojos viajaron por la habitación. Notó el bulto sobre la cama y la forma en la que las velas estaban a punto de ser consumidas por la cera derretida, se acercó a ella y se arrodillo frente a la rubia. Observó sus ojos cerrados, parecía tan tranquila. Como si fuera un ángel que traía paz a su atormentado interior.
Su nariz estaba roja, al igual que sus mejillas y cuando Jace acercó sus labios a su frente se percató del calor que estaba irradiando. Él dejó el obsequio a un lado de la mesita de luz, tomó un lápiz que estaba en el cajón y anotó una corta frase sobre el papel que lo envolvía. Luego se acercó más a ella, acarició sus pálidos cabellos sintiendo su suavidad bailar entre sus dedos y entonces le besó la frente.
──Si tuvieran una idea de cuanto te amo, Deianira... ──susurró, viéndola dormir. Supo que no podía quedarse por mucho tiempo, pues lo mejor sería volver a la fiesta y avisarle a Aegon que la rubia tenía fiebre, para que los maestres la atendieran lo más pronto posible. Así que se alejó despacio, encendió una vela nueva para que no se despertara en la oscuridad y se fue.
Aún así su pecho ardía, su corazón estaba acelerado y el solo hecho de verla por esos breves momentos lo había hecho sentir mejor. Como si su presencia sanara cada herida en su inerte corazón, cuyos movimientos latientes se debían sólo a ella.
────cam's note !
Jace no sabe que va a ser papá, lloro.
Also, no tengo mucho que poner acá, me agradaron las pequeñas interacciones que hubo entre Baela-Nyra/Jace-Henry. Y qué decir de Aegon, yo lo amo. Also, todos los hermanos sabía que era mejor no decirle a Aemond pq ese sí se moría y de paso mataba a Jacaerys y a todos los demás antes de hacerlo JASJDHAJDHAJAH
Chapter 31: ────thirty,
Chapter Text
30, THE BURDEN !
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LA PRINCESA rebelde despertó a duras penas, sintiendo su cuerpo sudado. Se levantó de la cama despacio y no perdió tiempo para dirigirse al baño, la noche anterior varios maestres estuvieron en su cuarto controlando su temperatura, al parecer había tenido fiebre toda la noche.
El agua ayudó a que la pesadez de sus músculos desapareciera momentáneamente, aunque salir de aquel recipiente lleno de agua tibia pereció ser una cruel tortura contra su persona. A pasos lentos se encaminó hacía la salida, envolviendo su cuerpo en una toalla, pero al salir no pudo evitar fijarse en el espejo frente a ella. La cicatriz en su cuello fue lo primero que captó su atención, como cada día. Ignoró el sentimiento de querer cubrir la herida y sacó la tela de alrededor de su piel, quedando desnuda frente al metal brilloso.
En aquel espejo lo primero que pudo ver fue su vientre, si bien seguía plano, ahora estaba más abultado. Como cuando comes demasiado y el estómago se te hincha por algunas horas, pero esa barriga no era nada relacionado con la comida. La ojimorada fue hasta su clóset, tomando un vestido más suelto de lo normal. Era de color rojo fuego, con un escote bastante simple para su gusto. Cuando terminó de vestirse se percató de la caja a un lado de la mesa de luz. Era larga y fina...
Se acercó a ella y con cuidado la tomó en sus manos, percatandose de lo pesada que era. En el papel de color café había una palabra escrita con una letra desprolija y borrosa.
Avy jorrāelan, Deianira.
La chica sintió como su corazón comenzaba a acelerarse en su pecho, pudo percibir con nitidez el calor que recorrió su cuerpo desde la planta de los pies hasta la cabeza. Entonces sacó el envoltorio, con movimientos torpes. Dentro había un estuche de color bordó, con un dragón dorado dibujado sobre la tela aterciopelada. Cuando abrió la caja se percató de que dentro de ella había una espada, sus ojos se abrieron con sorpresa ante la imagen, era muy parecida a la suya pero esta parecía mucho más resistente. La tomó en sus manos, notando lo delicada pero pesada que era, en el mango tenía varios símbolos tallados, y un rubí estaba en la punta, con forma de óvalo.
Se sintió tan desconcertada, como si comenzara a creer que estaba soñando, guardó la espada con rapidez. No existía nadie que pudiera darle algo tan caro, algo con lo que sabían que se sentiría involucrada emocionalmente, en la única persona que pudo pensar fue Aegon. Aunque aún así tenía sus dudas.
Tras dar unos pasos apresurados se encaminó hacía los aposentos de su hermano, abrió la puerta sin importarle lo que encontraría dentro pero, para su sorpresa, no había nadie allí. La cama estaba hecha, sin ni una arruga en sus finas sábanas. Caminó por el lugar, asomándose por la ventana, fue entonces cuando vio la cabellera corta y alborotada de Aegon. Él estaba en el patio, luchando contra un muñeco de paja inmóvil. La princesa rebelde aún tenía su ropa de dormir, era un vestido color rosa perla, sin mangas y que le llegaba hasta los tobillos. Sus pies descalzos tocaban la fría roca del suelo, pensó en volver a su cuarto y vestirse pero no encontró motivación para hacerlo.
Bajó las escaleras a pasos lentos, sin apuro, era tan temprano en la mañana que casi nadie vagaba por los pasillos de la gran y vacía fortaleza roja. Cuando llegó a la puerta que daba al patio se detuvo antes de que sus pies tocaran la tierra, miró a su hermano mientras éste practicaba. Se sintió extraño verlo, no recordaba haber presenciado alguno de sus entrenamientos desde que ambos eran niños.
──Eggon... ──lo llamó, suavemente pero con la fuerza suficiente para que pudiera oírla.
El rubio se gira hacia ella, soltando la espada y corriendo a su lado.
──¿Qué sucede? ──pregunta, preocupado. El primer hijo de la reina verde estiró su mano y la pasó por la cabeza, los brazos y el cabello suelto y despeinado de Deianira, como si buscara alguna herida ──¿Te sientes bien, te cayó mal el té, funcionó? ¿Cómo te sientes?
La platinada párpado un par de veces, sin poder comprender todas sus preguntas, las cuales salieron de su boca de forma rápida y torpe.
──No, tranquilo, estoy bien... ──musitó y el muchacho suspiró, aliviado. Deianira miró a su hermano y luego a su alrededor, notando que no había nadie a su alrededor ──No bebí el té.
El ojiazul suavizó su expresión, tomando sus brazos con delicadeza, entonces una de sus manos fue al vientre de su hermana menor.
──¿Lo conservarás? ──cuestionó, con cuidado. La rubia asintió, percatandose de cómo la mano de Aegon se movía sobre su estómago, dando caricias cortas.
──No sé lo que haré, ¿qué le diré a nuestra madre? ──la voz de Deianira sale rota, expresando su incertidumbre acerca del futuro. El primer vástago varón del rey ladeó la cabeza, mirándola.
──¿No vas a decirle a Jacaerys? ──le pregunta, con una pizca de indignación ──Él debe hacerse responsable, debe reclamar al bebé como suyo y casarse contigo. Es lo correcto...
La chica negó, bajando la cabeza ligeramente. Sintió como la carne de su garganta se pegaba, formando un nudo que ni siquiera dejaba pasar la saliva.
──No...──dice, alzando el mentón para ver a su hermano mayor ──Jacaerys se casará con Baela.
Tras esas simples palabras la princesa rebelde se percató de cómo el rostro de Aegon perdió color, el rubio pudo sentir cómo su pecho se oprimía ante el pensamiento de la morena junto a alguien más, pudo ver como todas sus esperanzas y deseos desaparecían en un suspiro que fue arrebatado de sus labios. Él dejó caer sus manos a los costados de su cuerpo y entonces la realidad golpea los hombros de la platinada, recordando por una milésima de segundo la situación entre la hija de Daemon y su hermano.
Los sonidos de unos pasos apresurados golpearon sus oídos y entonces, sin que le dé tiempo a girarse, ve el rostro risueño de Lucerys y supo que Jacaerys venía con él. Ni siquiera hizo falta voltear para notar su presencia, su aroma había llegado hasta sus fosas nasales.
──¿Qué sucede? ──cuestiona Jace, posando su vista en su tío y luego en Deianira, con un brillo de preocupación en sus orbes avellana. Cuando la vió allí descalza, con un vestido suelto y sencillo, con su largo cabello suelto y sin peinar, supo que algo andaba mal. Porque Deianira siempre se presentaba de forma elegante y esto era algo que no pasaba todos los días. Aegon ni siquiera lo mira y se va, Luke no dice ni una palabra y le da una mirada de reojo a la platinada para después seguir al hijo del rey Viserys.
Jace puede tocar con sus manos la tensión que cae entre ellos dos cuando se quedan solos, siente unas inmensas ganas de abrazarla y dejarla en sus brazos por el resto de sus días en la tierra, pero se contiene. Da unos pasos hacía adelante, posándose frente a ella. Su cabeza estaba inclinada hacia abajo, sin intentar siquiera mantener el contacto visual con él.
──¿No vas a mirarme? ──dice, con la voz baja. Su tono es tranquilo, a pesar de que su corazón amenaza con salir disparado de su pecho en cualquier momento.
──Conozco tu rostro mejor que el mío ──susurra, había una pizca de vergüenza deslizándose por su columna. Se sentía tonta por estar allí descalza, se sentía patética. Quería culparlo, quería hacerlo responsable por el estado tan vulnerable en él que la puso, en la persona tan débil en la que la convirtió su amor. Pero no pudo...
──Yo también conozco el tuyo ──respondió, dió un último paso adelante, llevando sus manos a la nuca de la platinada y levantandola con delicadeza para que ella pudiera mirarlo a la cara. Entonces, cuando sus orbes color amatista chocan contra las suyas, siente como el calor recorre su piel. Su corazón se detuvo momentáneamente solo para volver a latir de forma aún más desenfrenada contra las cavidades de su tórax ──. Pero eso no me impide desear volver verlo a cada minuto de mi vida.
La respiración de la rubia se atasca, las yemas de los dedos de Jacaerys acariciaban lentamente su nuca, perdiéndose entre sus mechones dorados y plateados. Fue en ese instante cuando, sin esperarlo, Jace la abrazó con fuerza. Deianira se quedó estática, sintiendo como la nariz del castaño se pegaba a su hombro desnudo. Sus brazos la sostenían con firmeza y anhelo.
Jacaerys sintió sus ojos arder cuando olió el aroma que emanaba de la chica, tuvo que morder su lengua para evitar que las palabras más desesperadas y devotas para con ella salieran de su boca. No sabía lo que había hecho para ganarse su rechazo, nunca le había importado ser el objeto de su odio, de su ira, de su violencia pero ahora, cuando Deianira lo ignoraba, su alma se sentía como si estuviera siendo desgarrada por mismísimo fuego infernal. No podía vivir sin ella, jamás podría vivir sin su Deianira...
La ojimorada alzó los brazos y los envolvió alrededor del príncipe bastardo, aferrándose a él. Sus manos se sostuvieron de la espalda del chico, sintiendo su piel caliente debajo de la fina camisa que tenía puesta, ella respiró hondo, inhalando su esencia como si pudiera llevarla consigo a donde sea. Incluso, cuando estuvieran alejados.
──¿Qué pasa? ──pregunta Jace, con la voz quebrada, su mano sostiene la nuca de la rubia con ternura mientras besa repetidas veces la piel de sus hombros, sus labios chocando contra sus clavículas con suavidad. No había lujuria en esas caricias, no había necesidad física, solo emocional. La amaba, no solo en cuerpo, sino en mente y alma también ──Dime...
Deianira niega, y el primogénito de la heredera no vuelve a abrir la boca. No quiere presionarla pero no puede evitar sentir que algo malo está sucediendo, tiene una opresión en el pecho que amenaza con derribarlo en cualquier momento.
Él levanta la cabeza, alejándola de ella por un segundo.
──Deianira... ──agrega y cuando ella lo mira puede sentir las palabras intentando deslizarse por su lengua, deseando salir para que sus verdaderos deseos fueran escuchados.
──¿Por qué no me dijiste que te casarías con Baela? ──cuestiona la princesa rebelde, alzando el mentón para dar con él. Jacre abre ligeramente los párpados al escucharla, su saliva se atasca en su garganta y él se apresura a negar ──No te atrevas a mentirme, Jacaerys.
Jace reprime una sonrisa al oírla, su voz sonó enfadada e irritada, como si lo regañara. Tal y como solía hacerlo antes. Se forzó a mantener una postura seria, a pesar de que lo único que quería hacer era entrelazar sus labios contra los de ellas de nuevo.
Entonces no lo pensó, no calculó las palabras antes de hablar y siguió a su corazón. Aquel que había estado en las sombras por mucho tiempo, pero que ahora parecía renacer cada vez que Deianira estaba cerca, e incluso cuando estaba lejos.
──No le pediré a Baela que sea mi esposa ──dijo, con un tono duro y severo, su voz sonó ronca mientras le hablaba a la chica en voz baja. Pero pensaba cada una de las cosas que estaba diciendo ──. No lo haré porque tú eres a la que quiero, Deianira.
Los ojos violáceos de la chica brillaron mientras enfocaba su vista en las orbes de él, entonces Jace la tomó de las mejillas, ahuecando su rostro, y le plantó un beso. Fue suave y delicado, sus labios parecían encajar a la perfección, como si hubieras sido creados para unirse desde siempre. Su lengua acarició la comisura de su boca y ella aceptó su petición, dejándolo entrar en su boca. El chico fue el primero en reclinar la cabeza, para que su beso pudiera ser más cómodo, sus lenguas bailaron la una con la otra hasta que ella se separó, cuando sus mejillas se pusieron ligeramente rojas y su respiración comenzó a ser más irregular.
──Debo irme... ──le informó, mirándolo. Jace negó, suspirando, sin separarse mucho de ella. Aún la sostenía de la nuca y la punta de su nariz rozaba la de ella, el castaño le beso la comisura de la boca, moviéndose rápidamente hacia una mejilla y luego hacia la otra, dejando un camino de besos cortos.
──Es muy pronto ──susurra, tratando de convencerla para que se quede, con un solo segundo más junto a ella sus problemas sería opacados por su brillante luz. Por su cariño y su amor.
──Tengo cosas que hacer ──le dice, y entonces suelta una risita casi inaudible, que voló por el aire hasta los tímpanos de Jace, regocijándolo con su melodioso sonido. Él asintió, aunque por dentro solo quería arrastrarla hacia algún lugar alejado y abrazarla durante horas y días.
Cuando ella se separó y se marchó, Jacaerys mantuvo su vista sobre el vaivén de sus suaves rizos balanceándose por el movimiento de sus caderas al caminar. Una sonrisa escapó de los labios del hijo de la princesa Rhaenyra y, cuando Deianira desapareció entre los pasillos, el castaño hizo un gesto de victoria disimuladamente. Apretando un puño y agitándolo en el aire. Sentía las mariposas revoloteando es su estómago y la mueca de felicidad se quedó pegada en su rostro. Entonces suspiró y salió hacia el patio de entrenamiento, para encontrarse con Luke y Aegon.
Jacaerys suspiró pesadamente, Baela seguía hablando mientras él rellenaba su cuaderno de notas en alto valyrio. Las palabras se mezclaban con las que decía la morena y se volvían una bola de confusión en la mente del príncipe bastardo.
Sus pensamientos, en un inútil intento de concentrarse, vagaban hacía la única dueña de sus anhelos. Se preguntó por severos minutos cuál fue el motivo del estado en el que se encontraba la hija más joven del rey, la conocía demasiado bien. Quizás por el odio que ambos solían sentir el uno por el otro, esa rivalidad siempre le permitió leer sus emociones con claridad, pero esta vez no era igual. Había algo más, algo que la estaba preocupando y, por ende, también le preocupaba a él.
Cuando Baela comenzó a sacudir su mano frente a su cara él giró su rostro hacia ella, confundido.
──¿Huh? ──cuestionó, alzando una ceja.
──¿Siquiera estás escuchando lo que te estoy diciendo? ──preguntó el vástago mayor del príncipe rebelde, Baela ya sabía que no estaba obteniendo la atención de Jacaerys.
──Sí, por supuesto ──afirmó, esperando que la morena le creyera. Pero no lo hizo.
──¿Qué fue lo último que dije?
Jace sintió un suspiro escapar de sus labios, inconscientemente. Trató de recordar algo pero no obtuvo nada en su memoria, al menos, nada relacionado a la chica frente a sus narices.
──Eh... ──balbuceó, rascándose la nuca ──¿Te estabas quejando de algo?
Baela giró los ojos, sintiendo frustración. Sabía que no podía juzgarlo, no podía exigirle algo cuando no tenían nada. Ni siquiera sabía si todas las afirmaciones de Rhaenyra acerca de su compromiso con su hijo mayor se cumplirían.
La morena no dijo nada y se fue, dejando la biblioteca en silencio mientras Jace la observaba. A pesar de sentir un poco de culpa el alivio se sintió mejor y fue mayor al otro amargo sentimiento, el castaño se apresuró a cerrar los libros y juntar sus cosas para salir por la puerta. Afuera la lluvia chocaba contra las ventanas, empapando los cristales y generando un ambiente de calidez y tranquilidad.
El chico dejó sus libros en su cuarto, desparramados sobre la cama, y caminó hasta la chimenea. Pasó por encima de la madera carbonizada, ensuciando sus bocas y dobló hacía la izquierda, encontrándose con una pared de ladrillo oscura hueca. Empujó las rocas y una puerta pesada se abrió, él se metió en un pasillo escondido que daba a los pasadizos secretos y trató de buscar algún camino en la profunda oscuridad.
Tras unos largos y tortuosos minutos de avanzar en la nada misma una pequeña chispa dorada llamó su atención, se dirigió a aquel brillo, encontrándose con una antorcha que estaba a punto de consumirse. Tomó el metal en su mano y lo sacó de su estante, iluminando las entradas a su alrededor. Ya había estado en esos pasillos antes así que logró localizarse, se encaminó por una esquina y luego por otra, trazando un mapa en su mente para cuando tuviera que volver.
Llegó hasta una de las paredes, reconoció su color anaranjado casi amarillento, en el silencio del lugar Jacaerys logró oír un débil sollozo. Era la voz de una mujer, reconoció su tono al instante, era Deianira. Supo que estaba afuera de sus aposentos pero no se movió, dejó la antorcha en uno de los candelabros y esperó, no sabía si debía irrumpir su paz o dejarla tranquila. Su tono era callado, como si buscara no ser escuchada por nadie, luego de unos largos minutos que se sintieron como una eternidad, Jace empujó suavemente la pared.
La roca fría se deslizó bajo sus palmas, abriendo una entrada a la habitación. Cuando vio su cuerpo en la cama, iluminado con un tenue resplandor provocado por una vela solitaria, sintió que su pecho se oprimía. Se acercó hacía ella, y se sacó las botas. Deianira lo había oído desde que abrió la puerta del pasadizo así que sabía que era él...
Cuando Jacaerys se metió en las sabanas y la abrazó, la platinada se volteó y hundió su rostro en el cuello del príncipe bastardo, el castaño pasó su mano por su espalda y besó la parte superior de su cabeza.
──Estoy aquí... ──susurró, con la cara enterrada en el cabello dorado de la princesa. Ella lo rodeó con sus brazos, aferrándose a él.
El primogénito de Rhaenyra entonces supo que algo estaba pasando. Lo sintió en lo más profundo de su estómago, sabía con suma certeza que había un detalle que mantenía a la chica preocupada. Y estuvo dispuesto a descubrirlo para poder ayudarla con esa carga...
────cam's note !
No tengo palabras... el cap de hoy estuvo muy dulce. Se viene la tormenta.
Chapter 32: ────thirty-one,
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31, THE FRAYS !
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AEGON GIRÓ los ojos, mientras Baela aleteaba sus pestañas mientras disimulaba notar la mirada del caballero Lannister. Ser Peter no le prestaba atención, pero al parecer ella creía que sí. El rey Viserys veía como los muchachos más jóvenes y fuertes de todo Poniente se batían en luchas bruscas y violentas. Todas las damas parecías admirar a los hombres que participaban en dichas actividades, el muchacho de cabellera larga tocó suavemente el brazo de su hermana menor por un segundo, para llamar su atención.
──Esos movimientos parecen tan desorganizados ──señala Aemond, con una sonrisa. Deianira asiente, correspondiendo su gesto.
──Parece que lo único que usan son los brazos, y no el cerebro ──agrega la rubia, notando la mala calidad de las luchas. Los muchachos parecías embestirse con las lanzas de forma tonta y con mala puntería. La princesa rebelde no podía creer que aún así ellos siguieran sintiendo orgullo por sus habilidades.
──Estoy seguro de que lo harías mejor que todos ellos ──dice el rubio, sin dudarlo. Confiaba en las estrategias de su hermana porque había sido él el que la había entrenado desde que eran niños ──. Si hubieras nacido hombre los Siete Reinos enteros estarían a tus pies, serías el guerrero más amado de Poniente, sin importar las cosas que hicieras. Buenas o malas.
Deianira sonrió, pero no pudo evitar sentir una pizca de nostalgia por el hecho de que lo que decía el platinado era verdad.
──El rey jamás me dejaría participar en uno de estos combates ──murmura, Aemond mira de reojo a su padre sentado en su silla y suspira.
──¿Recuerdas cuando tenías catorce días del nombre e intentamos disfrazarte para participar juntos en la lucha? ──comenta, con una sonrisa de lado. La ojimorada ríe, asintiendo. Ese día quedaría marcado en su mente, por el increíble regaño que les dió su madre esa misma tarde. Ser Criston también se enfadó, pero unos días después les confesó con orgullo que su plan habría sido exitoso si Aemond se hubiera percatado de ocultar el largo cabello de Deianira de forma correcta dentro del casco de la armadura.
──Nunca olvidaré como la cara de mamá pasó de estar pálida a roja ardiente ──bromea la chica y su hermano mayor suelta una risa suave. Luego de unos segundos Aemond se levantó de su silla en el palco, apretando el hombro de Nira y besando la parte superior de su cabeza.
──Iré a prepararme, pronto será mi turno... ──le informa, parado detrás del respaldo del asiento de la princesa, ella asiente y lo sigue con los ojos.
──¿Contra quién? ──cuestiona, curiosa.
──Lucerys ──responde, por una fracción de segundo Deianira logra ver el resentimiento brillando en su única orbe oceánica, siente como su corazón se acelera rápidamente, apretándose entre sus costillas.
Trata de pedirle que tenga piedad con el niño pero él se va antes de poder oírla, la hija menor de la reina enfoca su vista en los caballos que descansaban sobre el suelo rocoso, mientras los preparan para sus jinetes. La ojimorada observa a su alrededor, Rhaenyra parecía hablar con Rhaena, Baela solo miraba hacía el lugar donde se llevaría a cabo la pelea y, cuando volteó a ver a Rhaenys esta ya tenía sus ojos sobre su persona. Ambas mantienen el contacto visual por un par de segundos, hasta que la princesa rebelde lo rompe, pero puede sentir sus orbes azules clavadas en su perfil.
Tras soltar un suspiro se inclina hacia atrás en la silla, cruzando las piernas y tratando de ignorar el creciente nudo en la boca de su estómago. Sus náuseas parecían empeorar a medida que pasaban los días y solo tenía deseos de una cosa.
──Iré por una manzana... ──dijo, viendo a Helaena, quien sostenía al pequeño Maelor dormido entre sus brazos. La mayor sonrió y asintió. Pero cuando vió a su hermana marcharse fuera del palco sintió un peso en sus hombros, junto a un sentimiento oscuro de repetición. Como si estuviera viviendo ese preciso momento por segunda vez, cada pequeño detalle era igual en sus ojos y entonces miró el rostro de su hijo menor, antes de depositar un suave beso sobre la cabeza platinada del niño.
──Veo destrucción, Maelor ──susurró, en voz muy baja para no ser escuchada por nadie ──. Junto a muerte y sangre.
Daemon ajustó la armadura de Jacaerys, quien reprimió un quejido, podía sentir el metal de su pecho clavándose sobre su piel a través de la ropa. Recordaba el contraste del recuerdo de los suaves brazos de Deianira a su alrededor, deseó por un momento haberse quedado metido con la cara oculta en su cuello para siempre.
──¿Ya sabes lo que le dirás? ──cuestionó Daemon, con un tono tranquilo pero severo.
Jacaerys reprimió un suspiro y estiró su torso, sintiendo sus músculos rígidos estirarse con dificultad. Sentía una oleada de nervios recorrer su espina dorsal ante el pensamiento de todos mirándolo en la arena.
──Oh, lady Baela ──comienza, arrastrando las palabras sin emoción ──. Me concedería el honor de obtener su favor para esta lucha.
Daemon golpeó el hombro de su hijastro, apretando su brazo.
──Eso es, Jacaerys ──dice, animándolo.
Entonces salen a las afueras, Jacaerys observa a los pueblerinos vitoreando en las gradas, todos impacientes por verlos luchar y enfrentarse de forma violenta y desastrosa los unos contra los otros. Los ojos avellana del joven príncipe escanean el palco real, notando a su madre primero que nada. Luego sus orbes corren instantáneamente hacía Aegon, sabiendo que cerca de él estaría Deianira. Y no se equivocó. La princesa platinada comía una manzana verde mientras cuchicheaba con su hermano, y este se reía a carcajadas escuchándola hablar.
El príncipe bastardo alzó el mentón, tomando el casco que le extendía Daemon.
──Estoy muerto de miedo ──le confesó en voz baja, a lo que el hombre sonrió.
──Entonces hazlo con miedo, pero hazlo ──anima, y le palmea la espalda antes de volver a los vestidores.
Un caballero le extiende una lanza y Jace la toma, sintiendo el metal pesado entre sus guantes. Fue en ese preciso momento cuando se percató de la presencia de su oponente, Henry Baratheon.
──Esto tiene que ser una broma ──murmura entre dientes, y entonces ambos se acercan con sus caballos. El chico de ojos azules le extiende su mano libre y Jace la toma, dándole un apretón mucho más brusco de lo normal.
Los dos jóvenes mantienen en contacto visual, y por primera vez Jacaerys logra ver como las orbes oceánicas de aquel chico dulce se oscurecen. Henry sonríe de lado, devolviendo la fuerza en el saludo del hijo de Rhaenyra, luego lo suelta, ladeando la cabeza.
──Pídele el favor a tu dama ──dice el castaño, acercándose al palco real con su corcel ──. Lo necesitarás.
Jacaerys siente su sangre hervir, su puño se aprieta alrededor del mango de la lanza y sus dedos se enredan en la cuerda que sostiene al caballo, se aferra con las piernas a la montura y se acerca al palco. El rey había obligado a las chicas a pararse frente al borde del balcón, Rhaena buscaba a Lucerys con la mirada, Baela sonreía con la vista fija en Jace y Deianira comía su manzana, con los ojos clavados en los caballeros que sostenían las espadas. Jacaerys supo en ese mismo segundo que los estaba juzgando en su mente y una sonrisa escapó de los labios del príncipe castaño.
Entonces carraspeó la garganta, llamando la atención de las chicas, su pecho arde con anhelo de mirar a la mujer de sus sueños y pedirle su favor, sin embargo reprime ese deseo. Sabe que Deianira no tomará muy bien lo que está a punto de pasar, pero debe hacerlo, porque su madre estaba esperándolo.
──Milady ──anuncia, mirando a Baela, pero siente la mirada de las tres damas en su persona. Siente como los ojos violáceos de Nira perforan su alma, como si quisiera arrojarle ese pedazo de manzana directamente en la cabeza ──. Me daría el honor de darme su favor para esta lucha.
Él estiró su lanza y Baela sonrió, sabía que Aegon detrás de ella estaba mordiéndose el labio y frunciendo el ceño y adoró saber que tenía ese poder sobre el chico platinado. Aunque se sintió mal por estar concentrándose en él y no en Jace, así que agitó su cabeza suavemente y le prestó atención al primogénito de la princesa heredera.
──Claro, mi príncipe ──dice, con la voz llena de dulzura. Mientras ella se da la vuelta para tomar la pequeña corona de flores Deianira gira los ojos, bufando. Jacaerys sonríe, sin poder evitarlo.
──¿No va a desearme suerte, mi princesa? ──cuestiona Jace y la platinada lo mira, con sumo desprecio. Deianira sentía durante pocos segundos que apenas podía tolerar verlo a la cara, de pronto odiaba todas sus facciones, sus dulces ojos, sus suaves labios, sus mandíbula marcada. A pesar de que lo amaba sentía rechazo.
──Rompete una pierna ──le responde, sonriéndole de la forma más falsa posible. Pero para Jace, esa sonrisa fue suficiente para alegrarlo.
Baela volvió y colocó las flores en la lanza del príncipe de Dragonstone, quien asintió con la cabeza en forma de agradecimiento. Deianira lo observó y suspiró.
──Tarado... ──murmura, y ese susurro es captado por los oídos de la morena, quien decide ignorar a la amargada princesa.
Henry se acerca al palco también, con el corazón rebotando entre las cavidades de su pecho, entonces estira su arma hacia arriba. Poniéndola frente a la hija menor de la reina verde. Jacaerys aprieta la mandíbula, pero ya se veía venir ese movimiento de parte del estorbo Baratheon, así que lo soportó.
El castaño contuvo un suspiro pesado, Deianira miró al chico y entonces noto un pequeño envoltorio en la punta de la lanza, clavó sus ojos en el muchacho y Henry asintió, entonces la platinada tomó el paquete. Estaba hecho únicamente de un papel muy claro, que casi no se notaba encima del metal plateado del arma, con pequeños dibujos dorados. La gente guardó silencio, sin saber que se estaba llevando a cabo entre el joven de la casa Baratheon y la princesa Targaryen.
Deianira siente sus manos vacilar y, cuando abre el paquete, ve un anillo fino de oro, que tiene un rubí redondo encima. La piedra parecía tallada con suma delicadeza y la ojimorada, pronto se percató, del pequeño dragón de plata que rodeaba el cristal. Jacaerys sintió su pecho contraerse ante la imagen de la chica sosteniendo algo, pero decidió apartar la mirada al nota que Daemon lo estaba viendo desde lejos. Sus nervios se disparan y siente sus manos sudar dentro de los guantes.
Deianira toma el anillo, mirándolo con atención, sabía lo que significaba y por ende, conocía el peso de aceptar o rechazar la oferta. Su mente divagó demasiado antes de hacer algún movimiento, pensó en la relación de Jacaerys con Baela sabiendo que, a pesar de que él ahora lo niegue, no se opondría a los deseos de su madre. Y, probablemente, tomaría a la hija del príncipe canalla como esposa.
También pensó en la vida que crecería en su vientre y en las probabilidades de que crezca más y más a medida que pasen las lunas.
Sabía que no podría ocultarlo por siempre...
──Mi princesa ──anunció, con una mirada esperanzada ──. Me convertía en el caballero más afortunado de esta lucha el llevar su favor conmigo.
Entonces la chica de ojos color amatista asintió y tomó el anillo, a pesar de que todo en su mente le gritaba que no lo hiciera.
La rubia avanzó hasta la canasta y tomó una de las coronas, pero las flores de esta parecían marchitas, de colores claros opacos y poco cuidados. Dejó que el objeto resbalara por el arma de Henry.
Los hermanos Baratheon en las gradas gritaron y festejaron, abrazándose entre ellos con felicidad, y la gente al verlos comenzó a festejar, vociferando palabras de ánimo para el hijo menor de lord Borros.
Daemon volteó la cabeza hacía Jacaerys, sólo para encontrarlo con la mirada perdida en el suelo, pero con los ojos oscuros a través del casco.
Cuando ambos adolescentes se pusieron en posición, el primero en atacar fue el príncipe bastardo. Con un movimiento bien equilibrado de su arma logró hacer que el ojiazul cayera de forma brusca de su caballo, las personas soltaron una exclamación de sorpresa pero Jacaerys no podía oír nada más allá de la sangre golpeando en sus oídos gracias al enojo.
El mayor se levantó, volviendo a ponerse encima del lomo de su corcel. Deianira suspiró, sintiendo un nudo en su estómago. Pudo sentir el líquido caliente subiendo por su garganta pero trató de ignorarlo, prestando atención a la pelea en la arena.
Henry en la siguiente vuelta se defendió, estiró la lanza directamente hacia el pecho del castaño y el impacto logro hacerlo perder la respiración por unos breves segundos. Jacaerys llevó su mano hacía sus costillas cuando estuvo lejos de él, a pesar de que solo podía sentir el metal, fue como si su carne se sintiera magullada debajo de la armadura.
Tras soltar un jadeo bajo, Jacaerys tiró suavemente de las cuerdas de su caballo, obligándolo a darse la vuelta para volver a cruzar la línea recta de nuevo. Sus ojos viajaron hasta la princesa rebelde, quien se veía notablemente más pálida que se costumbre y tenía sus ojos sobre su persona. El hecho de que ella lo estuviera mirando a él lo hizo sentir mejor, entonces, casi de manera instantánea, relacionó el dolor en su costado con aquella vez en la que Deianira se pasó todo un viaje pellizcándole las costillas.
Cuando el corcel comenzó a trotar de nuevo hacía su rival, una arcada sonora atravesó el aire, y aunque estaba rodeado se miles de sonidos diferentes Jacaerys se giró primero hacia donde estaba el palco real. Notando a Deianira inclinada hacía adelante, como si abrazara sus piernas.
El momento pareció congelarse y la preocupación causó un escalofrío en su columna vertebral, y fue allí mismo cuando lo sintió. Sintió el golpe.
Henry había apuntado su lanza hasta el centro de su pecho y, por la fuerza que ambos ejercían sobre las armas, el cuerpo de Jacaerys salió disparado hacia atrás. Su espalda chocó contra la piedra áspera de la arena y rápidamente se volteó, quedando boca abajo. Intentó pararse pero los músculos estaban tensos, el impacto fue tan brusco e inesperado que parecía haber dolido el doble. Jacaerys tosió y miró hacia el palco, notando que nadie los estaba viendo, la reina Alicent había tomado a su hija por los hombres y, con la ayuda de Rhaena, parecían llevársela.
──Nira...──susurró el castaño, y entonces bajó la cabeza, apoyando el casco sobre el suelo para poder tomar algo de aire. Sintió los pasos de Henry viniendo detrás de él e inconsciente se levantó, su cuerpo se sentía débil, como cuando apenas te despiertas y no puedes cerrar el puño sin sentir la falta de fuerza.
El chico lo miraba sin expresión alguna, y se sacó el casco, arrojándolo a un lado. Jacaerys imitó su acción y sólo negó con la cabeza, sin bajar la guardia ni suavizar su expresión dura.
──Solo ríndete, Jacaerys ──dijo, con la voz áspera y severa. Pero el hijo mayor de Rhaenyra negó, y entonces sonrió de lado.
──No ──musitó, y se sacó los guantes, alzando los puños ──. No lo creo.
Chapter 33: ────thirty-two,
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32, THE FATHER GIFTS !
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JACAERYS ATROPELLÓ a los demás caballeros, saliendo de la arena hecho un montículo de furia y preocupación. Su nariz sangraba y sentía su cuerpo doliendo a cada paso que daba.
Al parecer, el favor de Deianira sí le había traído suerte al estorbo Baratheon...
Se había asegurado de que nadie haya ido detrás de él y se encaminó hacía los pasillos del palco real, fue hasta uno de los baños cuando notó a la cabellera larga y pelirroja de la reina verde.
──¿Cómo está? ──preguntó el chico, de forma apresurada y brusca, como si las palabras se tropezaran dentro de su boca para ver cual de ellas salía primero. Para su suerte, ninguna de las dos mujeres parecía confundida, pero sí sorprendidas.
──Ha estado así últimamente, ya no sé qué pueda estar causándole malestar ──informa Alicent, y Jace asiente con la cabeza, la puerta del baño estaba cerrada pero se lograban escuchar las arcadas mientras la rubia vomitaba.
El príncipe bastardo tuvo que reunir toda su fuerza de voluntad e ignorar el deseo de querer abrir la puerta y entrar para estar al lado de Deianira. Su pecho dolía pero no era por los golpes ni por las heridas, sino por la angustia. Jacaerys apoyó su espalda en la pared, alzando la cabeza y suspirando, hasta que de pronto su ángel personal llegó por la esquina.
Aegon.
──¿Qué mierda está pasando? ──cuestionó, alzando la voz, y fingiendo no comprender a pesar de que sabía mejor que todos los presentes la causa de las náuseas de su hermana menor.
──Deianira se siente mal ──explicó Rhaena, quien se veía notablemente preocupada. Sus ojos analizaban todo y a cada rato llevaba sus manos a su estómago, un gesto que Jace reconocía en ella, solía hacerlo cuando estaba nerviosa...
──Yo la cuidaré, ustedes vuelvan al palco ──dijo el rubio, con un toque de autoridad en su voz. Jacaerys asintió, siguiendo su estrategia.
──¿Estás demente, Aegon? ──preguntó la pelirroja, sin gracia ──No dejaré a mi hija sola...
──Padre necesita tu ayuda, se ha sentido mareado ──miente, sin vacilar, causando la duda en la joven reina ──. Yo cuidaré de Nira, sabes que no hay nadie mejor para velar por au seguridad que yo.
Jacaerys lo escuchó y sintió una oleada de orgullo correr por su cuerpo, jamás había oído a Aegon hablar tan serio y con tanta firmeza. Nunca lo había visto cuidar así de sus hermanos.
Alicent duda pero al final decide asentir, sabiendo que su deber iba antes y que debía estar allí para el rey si él la necesitaba.
──Claro, Eggon ──murmura, viendo a su vástago mayor ──. Dile a tu hermana que si no se siente bien no es necesario que se vea obligada a asistir a la velada, puede descansar...
Aegon asintió y entonces, cuando la pelirroja se fue, miró a Rhaena.
──Tu hermana está loca ──le dice, con toda la paciencia del mundo, la morena frunce el ceño pero luego se encoge de hombros.
──Supongo que es algo de familia ──agrega y luego mira la puerta del baño, para después volver a posar sus orbes oscuros sobre el rubio ──¿Puedes decirle a Nira que iré a verla?
El primogénito varón del rey asiente y Rhaena se va, creyendo que Aegon también echaría a Jacaerys en cualquier momento. Cuando ambos chicos estuvieron solos, el rubio golpeó bruscamente el hombro del castaño, haciéndolo retroceder un poco.
──¿Y eso por qué fue? ──cuestionó el menor, con la voz algo sorprendida. Su cuerpo dolía y su nariz seguía sangrando, pero prefirió ignorar el ardor de su piel. Aegon alzó las cejas, abriendo sus ojos con interés fingido, como si se burlara de él de una forma muy brusca.
──Esto es todo culpa tuya ──acusa y entra al baño, Jacaerys rota el hombro en círculos y luego suelta un corto suspiro, caminando detrás del platinado.
El baño estaba vacío, el castaño notó el cabello rubio de la princesa rebelde cayendo por su espalda como una cascada, se aproximó hacia ella en un instante, arrodillándose a su lado. Sus manos se posaron en la cintura de la chica, como si tratara de mantenerla firme bajo su toque, a pesar de que estaba sentada en el suelo. El hermano mayor imitó la acción del primogénito de Rhaenyra, apoyando su trasero junto a Deianira y soltando una maldición en voz baja cuando se percató de que las baldosas estaban frías y húmedas.
──¿Cómo te sientes? ──cuestiona Jacaerys, preocupado. Lo único que recibió como respuesta fue la mirada irritada de ambos hermanos, sus rostros eran tan similares al igual que sus expresiones ──¿Qué?
──Una arcada más y se le salen hasta los intestinos, ¿cómo crees que se siente? ──ataca Aegon, señalando el inodoro a unos metros de ellos con la tapa cerrada. Deianira suelta una risa, alivianando la presión en el pecho del príncipe de rocadragón. La mano de Jacaerys sube y baja suavemente por la espalda de Nira, acariciando la tela del vestido y sintiendo el calor de su piel debajo de esta.
──Sí, lo lamento. Fue una pregunta tonta ──admitió, con una pizca de gracia y otra de vergüenza. Sintió sus mejillas quemando pero poco le importó, entonces Deianira notó el borde carmesí en una de sus fosas nasales.
──¿Baratheon te lastimó? ──preguntó, su lengua afilada y su voz sonando fría. Jacerys miró a Aegon por un segundo antes de volver a clavar sus orbes en Nira, quien parecía haber dejado toda la diversión de lado. La rubia podía sentir su sangre hirviendo ante la idea de que alguien, quien sea, pusiera sus manos encima de Jace para herirlo. La idea le repugnó, llevándola a sentir ira hacia el joven de ojos azulados.
El castaño sabía a lo que ella se refería, a los golpes de puño. Pero no podía decirle la verdad, no quería alterarla sabiendo que se encontraba tan débil fisicamente, Deianira ante sus ojos era como una muñeca de porcelana en este momento y él se aseguraría de que no recibiera ni un rasguño. Entonces negó, manteniendo firme su voz.
──No ──miente, buscando tranquilizarla ──. Fue un golpe torpe al caer del caballo.
La rubia lo miró, buscando alguna pista de que estuviera mintiéndole, Jacaerys siente como ella lo escanea, su sudor parece recorrer su espina dorsal como si esta se tratara de una cascada de agua helada. El mayor se endereza, con la idea fija de no causarle una preocupación innecesaria, pero cuando está a punto de hablarle para argumentar su engaño un grito ahogado resuena entre los pasillos, fue demasiado alto como para ser de una sola persona y los tres príncipes ni siquiera tuvieron que abrir la boca para ponerse de acuerdo y salir del baño a pasos apurados.
Los tres caminaron de vuelta al palco, mientras los gritos parecían callarse y volver a resonar, Jace se percató de que esos gruñidos provenían de la gente. Del pueblo. Cuando llegaron junto al rey la escena que vieron fue caótica, Daemon y Rhaenyra no estabas, Viserys estaba a punto de colapsar mientras que Alicent lo sostenía del brazo, con el rostro lleno de temor. Jace se abrió paso entre sus familiares, empujando a cualquiera que estuviera en su camino y cuando se acercó al balcón se quedó paralizado.
Aemond estaba atacando a Lucerys.
Los ojos del bastardo se abrieron con sorpresa y comenzó a correr hacía la arena, con el corazón palpitando en sus costillas a una velocidad que se sentía inhumana. Deianira soltó una exclamación al ver a su hermano mayor, los gritos de la gente eran de apoyo, como si estuvieran regocijándose ante la escena. Aunque nadie podía culparlos, después de todo, esto era lo que venían a ver.
Aegon gritó, le pidió a Aemond que se detuviera, al igual que la platinada. El ojiazul tenía la niño debajo de él, la pelea se había ido a las manos, y Lucerys parecía asustado pero valiente, pues se defendía con fiereza. Jacaerys llegó y se lanzó sobre su tío, derribándolo en el suelo. Detrás de él estaba Daemon, quien sostenía a Ser Criston, ambos forcejeando para evitar que el otro defendiera a su respectivo aprendiz. Pocos segundos después, Henry Baratheon ─quien había estado en los vestuarios todo este tiempo─ avanzó hacia Jacaerys y le dió un puñetazo en la cara. El castaño estaba cegado por la ira hacia Aemond que al principio creyó que el ataque había llegado de parte de él, pero cuando sus orbes oscuras se enfocaron en su antiguo rival sintió como su enojo creció dentro de su cuerpo, como si se tratase las salvajes llamas de una hoguera que estaba siendo avivada por alcohol puro.
Los cuatro chicos se habían envuelto en una pelea sucia y agresiva, ya no era una simple lucha competitiva, sino algo por pura rabia personal. Por venganza y rencor.
Viserys tenía el pulso acelerado y cuando vio a Rhaenyra tratando de separar a Daemon y Ser Criston, para buscar la ayuda de su esposo con los niños, sus nervios se lanzaron hasta el cielo. El rey anciano se desplomó en los brazos de la reina verde, los aldeanos al ver tal escena comenzaron a gritar, algunos temieron de que todo se estuviera escapando de las manos de la guardia real y empezaron a huír, golpeándose y empujándose unos a otros.
Aegon sintió su alma cayendo a sus pies, temió lo peor y corrió hasta su padre, para sostener su cabeza antes de que esta tocara el suelo.
──¡Papá! ──exclamó, con la voz hecha un hilo por el miedo del momento. Deianira se mareó y fue hasta su familia, Rhaenys y Rhaena también se aproximaron a ellos en ese segundo. Pero Baela fue inteligente y prefirió correr hacia fuera del palco, para ir a la arena e informarle a su padre y a Rhaenyra lo que estaba sucediendo con el el rey ──¡Papá, despierta!
Los gritos de Aegon fueron calmados con Ser Harrold, el hombre tomó al rey junto a la ayuda de Ser Peter Lannister, y procedieron a sacarlo de la aglomeración y el desastre. Alicent, Aegon y Deianira fueron detrás de sus espaldas, demasiado preocupados como para cuestionar o preguntar algo.
Entonces Deianira sintió como su piel se erizaba y un golpe frio golpeo su pecho, supo que el rey ya estaba envejeciendo, ya perdía fuerza y cada vez era más incapaz de mantener el control sobre su gente, entonces recordó aquellas palabras que su hermano mayor le había dicho, esas frases ajenas al razonamiento de Deianira que insinuaban el plan de Aegon acerca de usurpar el trono, para arrancar el derecho de nacimiento de Rhaenyra de sus manos sin piedad ni remordimiento alguno.
El pensamiento la hizo temblar y su mente se nubló, la desgarradora escena del posible fallecimiento de su padre congeló sus venas, sus ojos parpadearon varias veces para evitar que las lágrimas se acumulen en ellos. Pero no quería llorar por la idea de la muerte de Viserys, aunque suene mal decirlo, no. Se angustiaba por el futuro incierto que los esperaba si aquellas palabras de Aegon resultaban ser ciertas, si sus deseos eran tan ambiciosos como para permitirle derramar su propia sangre, la sangre que corría por los cuerpos de sus hermanos...
Una tos seca salió de los labios del rey, Helaena bajó la copa, alejándola suavemente de los labios de su padre. Los hijos del rey estaban en sus aposentos y los fantasmas grisáceos que rondaban la penumbra de las habitaciones del anciano no se comparaban en nada a la tensión creciente y palpitante que había entre Aemond y Rhaenyra, quienes estaban a pocos metros de distancia.
Aegon estaba sentado junto a Deianira, sosteniendo su mano entre las de él, como si buscara protegerla de todos en el lugar. Helaena volvió a su lugar, dándole una dulce mirada a su media hermana antes de posar su vista en Aemond.
Viserys vio a sus hijos, uno por uno. Como si tratara de retratar sus rostros en lo más profundo de su mente, como si buscara entre ellos algún destello de él, alguna pizca de esperanza que le asegurara que ─si se iba de ese mundo esa noche─ no dejaría entre ellos una rivalidad incesante.
Notó como Aegon, al que creía el más egoísta y desinteresado de sus hijos, se aferraba a su hermana menor con fuerza. Sin soltarla ni por una milésima de segundo. Aemond se veía distante, el rey creyó que seguramente se sentía avergonzado por el regaño y discurso que le dió luego del incidente en la arena esa tarde, y sin embargo, Helaena lo apoyaba. Pasando su mano por la espalda del chico. Su único vástago que parecía alejado de todos los demás era Rhaenyra, su Rhaenyra.
Viserys soltó un suspiro, seguido de una nueva tos profunda que salió desde su garganta.
──Solo quería verlo a todos juntos una vez más ──anunció, con la voz baja pero que, por el silencio crudo del lugar, resonaba entre las paredes. Aegon suspiró pesadamente, girando los ojos y manteniendo un caparazón que ocultaba sus verdaderas emociones.
──No vas a morirte, padre ──le dijo, pretendiendo estar harto del tema. Deianira notó la fina capa de sudor en la mano del rubio y la apretó suavemente, como si quisiera recordarle que ella seguía a su lado.
El rey anciano asintió, la máscara de oro seguía cubriendo la mitad deshecha de su rostro, cuya deformidad no había sido vista por ningún miembro de su familia. El mayor los miró y le pidió a Helaena una caja que estaba junto a su mesa de luz, la mujer de vestido esmeralda se acercó y la tomó entre sus delicadas manos, para dejarla sobre el regazo de su padre. Viserys le agradeció, con una suave sonrisa.
Los hijos del hombre Targaryen lo veían confundidos, la mayoría de ellos creía que su progenitor estaba perdiendo la razón, que decía y hacía cosas inusuales. Fue entonces que Deianira comprendió que no valía la pena guardar rencor u odio hacia aquel que solía llamarse a sí mismo su padre, pues la persona que se encontraba ahora agonizando en esa cama no era ni la sombra del hombre al que conocían...
Viserys entonces sacó una daga, una que cada uno de sus descendientes reconoció al instante. Pero todos por diferentes motivos, Rhaenyra recordaba que esa arma contenía la profecía del príncipe prometido, un secreto que su padre le reveló hace más de una década al nombrarla heredera. Mientras que los adolescentes peliblancos solo asociaban ese cuchillo al fatídico día en el que Aemond y Deianira fueron heridos, Aegon apartó la vista cuando vió como su padre le extendía esa daga a Rhaenyra. Como si fuera una tortura o una broma cruel en su contra, incluso si eso significaba que lo hacía de forma inconsciente.
──Gracias, padre ──murmuró la mayor de los cinco hermanos, aceptando el regalo. Ninguno de los vástagos de Alicent tenía esperanza de recibir algo parecido, de hecho, ni siquiera esperaban obtener algo de su padre. Por eso, cuando el rey Viserys sacó un objeto redondo de plata y se lo pasó a su primer hijo varón, este lo tomó algo dudoso e inseguro.
──¿Para mí? ──preguntó, alzando las cejas. El anciano asintió, con una débil mueca de alegría que se desvanecería entre las ampollas de su rostro herido y magullado por la despiadada vejez. El ojiazul miró la insignia con curiosidad, esta poseía un emblema de un dragón sin color de tres cabezas, alrededor de este estaba tallada la frase sangre y fuego pero Aegon no pudo reconocer las letras valyrias. Aún así decidió tragar el nudo en su garganta y asentir un poco ──. Gracias, rey.
La siguiente fue Helaena, ella recibió un cuadro miniatura de cristal, dentro de él había una criatura alada. Parecía una mariposa pero era mucho más bella, sus alas eran afiladas y holográficas, como si reflejaran la tenue luz para formar miles de pequeños arcoiris en las ondas su cuerpo disecado.
La mujer soñadora y risueña sonrió, emocionada ante el regalo de su padre.
──Muchísimas gracias, mi rey ──dijo, con su voz dulce e inocente.
El siguiente fue Aemond, quien recibió un zafiro de color azul profundo, el chico miró la piedra con curiosidad pero no dijo nada. Sabía a dónde iba esta suave indirecta de parte de su padre, sabía que su progenitor estaba intentando hacer que el chico reemplace el diamante verde esmeralda que tenía en la cuenca de su ojo perdido, justo debajo del parche, aquella joya preciosa que le regaló Otto Hightower cuando cumplió dieciséis días del nombre.
──Lo consideraré ──ofrece, sin darle una respuesta firme, sin embargo el anciano sonrió cuando él guardó el zafiro dentro de los bolsillos de su atuendo ──. Gracias...
Y, por último, Viserys miró a su hija menor. La dueña de sus dolores de cabeza, de sus canas verdes, de su malhumor durante varios años. Cuando la miró solo pudo ver el reflejo de Rhaenyra en los ojos de la adolescente, ella no le devolvió la mirada por unos minutos, dejando que el silencio vagara sin rumbo por los aposentos. El rey, con manos temblorosas, sacó de la caja el último objeto de valor sentimental que poseía, era una cadena de plata que solía pertenecerle a su padre.
Baelon Targaryen, El Valeroso.
La cadera parecía un cinturón pero era más largo de lo que podía esperarse de un objeto para sostener ropa, cuando Nira lo tomó en sus manos sintió el peso de la plata pura, era el esqueleto de un dragón de tres cabezas, con los huesos del cráneo y una cola larga que se conectaba con estos.
──Va sobre los hombros ──indicó el rey, y se sentó sobre el colchón de su cama, con esfuerzo pero de forma lenta. Él ayudó a su hija a ponerse el accesorio, y al verla, solo pudo divisar el resplandor de su legado en ella. Incluso se olvidó de todos los demás presentes y observó los ojos de Deianira, su color morado era idéntico a la única orbe que poseía su madre. El anciano sintió como la nostalgia y el arrepentimiento lo golpeaba sin previo aviso, recordándole todos sus errores como padre. Pues, si hubiera prestado atención antes, se habría percatado de que cada uno de sus hijos contenían su sangre y, por ende, el rastro de sus antepasados viajaba dentro de sus venas ──. Le perteneció a mi padre...
Deianira lo miró, sin saber cómo sentirse ante tal regalo, por un momento pensó en devolverlo, sin sentirse merecedora. Pero estaba paralizada, no pudo moverse. Viserys recordó las historias que su padre le contaba cuando era joven, recordó las hazañas que cometía desde temprana edad, aquellas que le habían pasado a él en forma de anécdotas graciosas que se quedaron en su mente como recuerdos agridulces a medida que crecía. Su padre había sido un niño imprudente, pero valiente. Y el espíritu de él parecía residir en Deianira.
El rey anciano sentía que, aquella frase dicha por Ser Sam el amargo, contada por los labios de Baelon años más tarde, también definía a la princesa rebelde.
"o está loco, o es bien valeroso" habían dicho, y el día en el que Viserys vió a su hija saltar de un acantilado para poder convertirse en jinete solo pudo repetirse a sí mismo esa frase en su mente, una y otra vez, minuto tras minuto.
Deianira poseía la sangre espesa del dragón.
──Gracias, padre...
────cam's note !
BLD, ESTUVE LEYENDO A BAELON Y NO PUDE EVITAR RECORDAR A NIRA, LIKE GRANDFATHER LIKE GRANDDAUGHTER !!!
AMO ESTE CAP CON MI VIDAAAAA, se acerca el caos y espero que estén ready for it...
Por si no se acuerdan cual es el accesorio, acá les dejo una foto, es usado por Daenerys en Got pero acá lo puse como algo que Baelon le dió a Viserys y él a Deianira, para que sea coherente.
Chapter 34: ────thirty-three,
Chapter Text
33, THE ENGAGEMENT !
──────── ⚔ ────────
LUCERYS SE quejaba, mientras Rhaena mojaba el paño y lo pasaba por sus nudillos heridos. La habitación estaba callada, nadie se atrevía a mencionar palabra alguna para romper el silencio abrasador que rodeaba a los jóvenes en una atmósfera tensa bajo los sonidos tenues de la tormenta que se desataba fuera de la fortaleza roja.
Seguramente era muy tarde, más de lo que tenían permitido quedarse divagando entre los pasillos del castillo, pero hoy fue una excepción. Jacaerys estaba con la vista baja, parecía sumergido en sus pensamientos mientras se vendaba la mano, al igual que su hermano menor, sus nudillos estaban rasgados, con la fina piel despegada y la carne de color rosa salmón.
──¿Deseas que te ayude? ──le pregunta Baela, pero lo hace de mala gana, como si la estuvieran obligando a hacerlo, así que Jacaerys niega.
──Puedo solo ──responde y su voz sale más seria y distante de lo que hubiera preferido, mira a la morena, como si se disculpara a través de sus orbes avellana. Ella solo asiente, sin tomarle mucha importancia tampoco. Pasan pocos segundos en silencio, lo único que se escucha en la sala es la madera crujiendo dentro del fuego, siendo consumida por las flamas anaranjadas, y los suaves quejidos de Luke cuando Rhaena le limpiaba las heridas.
De pronto la puerta se abre, Jacaerys reconoce la larga cabellera platinada y se endereza, soltando la venda de su mano. Deianira entra a pasos lentos, con la mirada en Lucerys, como si estuviera entrando en un terreno enemigo que requería de su concentración en caso de que en cualquier momento la atacaran. Jace nunca la había visto así.
──Vine a ver como estabas, Luke ──expresa, sus manos estaban entrelazadas frente a su estómago, usaba un vestido claro de color celeste, era largo y tenía mangas abullonadas. El primogénito de Rhaenyra reprimió una sonrisa cuando notó que ese era un color de la casa Velaryon, uno que él mismo tenía en una de sus capas.
──Que lindo de tu parte ──interrumpe Baela, ganándose una mirada harta de parte de los dos castaños y su propia hermana. Su voz bañada de sarcasmo solo hizo que la paciencia de Deianira se agotara, aunque últimamente era mucho más fácil hacerla enojar ──. Mejor deberías ver cómo está tu hermano, ese demente de un ojo.
──No justificaré las acciones de Aemond, y no puedes hacerme responsable de ellas ──escupe, de forma seria y audaz. No hay ni una pizca de miedo en su tono y la morena la notó mucho más firme que todas las veces anteriores. Más a la defensiva ──. No vuelvas a decirme qué hacer y, si tienes algún problema con mi hermano, te recomiendo decírselo a él cuando lo tengas de frente. Seguramente Aemond te escuchará atentamente...
Jacaerys miró a Baela, con las cejas alzadas, entonces no pudo evitarlo más y sonrió. Sus músculos faciales se movieron solos, ignorando cualquier sentimiento ajeno a la satisfacción que sintió en ese momento.
Una oleada de orgullo le llenó el pecho cuando la hija mayor de Daemon se quedó callada, dejando que la rubia avanzara, Jace vio al ojiverde, quien lo miraba con una expresión divertida. El mayor negó con la cabeza y bajó la vista, ocultando su mueca de alegría.
Deianira se acercó a Lucerys, con los ojos llenos de preocupación se percató unas cuantas heridas en su rostro. Su labio inferior estaba partido y sus mejillas raspadas, aunque no sabía si eso se debía a los puños de Aemond o a las rocas en el suelo de la arena. Había algunas partes de su cara que tenían colores distintos a los de su tez, manchas rojizas y algunas de azul violáceo. Su mano fue a una de las mejillas pero Luke apartó el rostro.
──Estoy bien, Nira, no te preocupes ──dice, buscando tranquilizarla, el niño toma la mano de su tía y la aprieta suavemente, regalándole una dulce sonrisa ──. No me lastimó tanto...
──De todas formas, él no debió hacerte esto ──interrumpe, con frustración. Pero en el fondo tampoco puede culpar a Aemond, porque lo comprende. Entiende su odio hacia Lucerys mejor que cualquier otra persona, pues ella fue la única que creció a su lado, que pasó por todos los maltratos que Aegon y los niños Strong descargaban sobre él, sobre ellos. Entonces soltó la mano de Luke, alejándola de él ──¿Hay algo que pueda hacer por ti?
La ojimorada sentía la orbes de Jacaerys contra su espalda, como si estudiara cada costura y punto de su vestido, o como si contara cada cabello que caía por su espalda. No quería hablar con él tampoco, estaba enfadada y no sabía porqué. Tampoco soportaba ver a Henry, por eso lo ignoró durante toda la tarde. Sin duda alguna, el embarazo la estaba tratando mal.
Al único que quería tener cerca ─pero tampoco tanto─ era a Aegon.
──No, Nira ──murmura, pero mueve la cabeza hacia un lado, señalando a Jacaerys ──. Pero Jace no quiere recibir ayuda de nadie, sigue siendo testarudo y está tratando de cerrar ese nudo hace media hora.
Jacaerys ríe, negando suavemente, viendo como la tela beige colgaba de sus nudillos. La hija menor de la reina verde bufa y se sienta frente al castaño, tomando su mano con fuerza, casi como si deseara arrancarle los dedos en vez de vendar sus nudillos.
──¡Auch! ──exclama el príncipe bastardo, su piel arde bajo las manos de la princesa pero su sonrisa no vacila. Rhaena se ríe ante la imagen y sigue cuidando las heridas de Luke, en cambio Baela solo se cruza de brazos y aparta la mirada, enfocándose en cualquier cosa menos en la presencia de la Targaryen menor.
──Mantén la boca cerrada ──ordena, a lo que Jacaerys asiente, fingiendo ser obediente para su chica. Pasan los segundos y la tormenta se desata sin piedad fuera de la biblioteca, con viento violento y gotas de agua que chocan contra los ventanales y amenazan con con romper los cristales en cientos de pedazos.
Jace notó un anillo en su dedo anular, en la mano izquierda.
──¿Quién te dió ese anillo? ──cuestionó, en voz baja. Su tono fue captado solo por ella y la pregunta le heló la sangre, la princesa de cabellos pálidos como la nieve subió su vista solo para encontrar los ojos del padre de su hijo allí, mirándola esperando una respuesta que no obtendría.
Deianira comenzó a vendarle los nudillos, pasando de largo su pregunta, aunque puede sentir su atención fija en su persona, esperando alguna palabra que logre callar su debate interno, su anhelo por una respuesta que no ahogue sus esperanzas sin piedad alguna.
──Fue un regalo ──mintió. Pensó que, de todas formas, él se enteraría tarde o temprano. Pero la ojimorada no quería estar cerca de él cuando Jacaerys descubriera la verdad, prefería estar a millas de distancia. A universos de distancia si era posible.
El silencio volvió a hundir la fría habitación, nadie mencionó nada pero de a poco las sombras a su alrededor comenzaron a oscurecerse, difuminando los tenues brillos causados por las velas más débiles del lugar. Baela se marchó, nadie dijo nada ante su ausencia y luego los dos pequeños adolescentes la siguieron, despidiéndose de la rubia y el castaño antes de desaparecer en los largos pasillos de la fortaleza.
Los minutos parecieron correr con suma lentitud, cuando las heridas de Jace en su mano terminaron de ser vendadas la princesa soltó su mano con suavidad.
──¿Viene de parte de ese estorbo Baratheon? ──pregunta, con la voz severa. Deianira se sintió intimidada por pocos segundos, cuando notó como las orbes color chocolate de Jace se habían oscurecido hasta casi igualar el negro de su pupila.
──No lo llames así.
──Es un estorbo ──interrumpe, mirándola. Su tono es ronco, como si saliera desde su garganta, como si fueran palabras dichas por su instinto ──¿Qué puede darte él, qué puede entregarte a comparación de todo el mundo que yo te concedería si fueras mía?
El pulso de la rubia se acelera, su corazón bombeante rebota entre las cavidades de su pecho, queriendo ser lanzado al abismo solo para que él lo sostuviera en sus manos. A pesar de que la ojimorada quería corresponder los sentimientos que dictaba su corazón, supo que nada podría pasar entre ellos dos. Al menos, nada bueno. Nada que sea fácil como lo fue la forma en la que ella se enamoró de Jacaerys.
──No hagas esto ──musita, levantandose de su asiento. El príncipe heredero se pone de pie rápidamente, rodeando el escritorio y posándose frente a ella para evitar que huya de su presencia. Las orbes brillantes de color amatista de la platinada se chocan contra las del bastardo, como si sus almas se combinaran en un solo anhelo, en un solo deseo de unión que parecía más que imposible ──. Jacaerys, basta...
──Él es solo un tercer hijo ──dice, tomando con cuidado los brazos de la chica, para mantenerla en su lugar sin parecer controlador, pero la desesperación en su habla era notoria y palpable ──. Yo soy el primogénito de la heredera, seré el rey, mis hijos heredarán el trono.
Un nudo enorme pareció apretarse en las entrañas de su vientre cuando él mencionó su descendencia, la vida creciente en su estómago aún era prematura pero estaba allí, y la princesa rebelde parecía sentir el calor del pequeño corazón de su hijo en sus entrañas. Quiso hablar, quiso contarle todo, pero solo sabía que eso haría las cosas mucho más difíciles para ambos.
Porque Jacaerys jamás desobedecería a su madre, y Deianira nunca elegiría a Rhaenyra y los suyos antes que a su propia sangre.
El último vástago del rey sabía a donde llevaba esta conversación, no era tonta. Sentía que en cualquier momento él se arrodillaría y le diría lo que tanto ella esperaba y repudiaba al mismo tiempo.
──Baela, o la mujer con la que tu madre elija casarte, te dará hijos dignos de tu trono ──menciona y el castaño siente como su pecho se oprime, nota el brillo tan poco familiar de las lágrimas en los ojos de la rubia, sus manos se aferran con más firmeza a los brazos de Deianira y niega con la cabeza, negándose a seguir escuchandola ──. No serviré como esposa, no serviré como esposa para nadie. Conoces mi reputación, sabes lo que se dice de mí y no puedes tener a una mujer como yo a tu lado. No te serviré.
La garganta del príncipe bastardo se aprieta, mientras las palabras de la chica parecen clavarse en su corazón como dagas profundas y afiladas.
──No te quiero para que me sirvas de algo, no deseo eso para nosotros Deianira ──expresa, con la angustia manchado cada rasgo de su rostro ──. No me importa lo que digan los demás, pasé toda mi infancia escuchando los murmullos detrás de mi espalda, quiero esto y te quiero a ti. Me cansé de ser el hijo perfecto cuya voz no tiene voto, quiero que los dioses me den lo que verdaderamente deseo por una vez en mi vida, por una vez...
──Lo que quieres es imposible, Jacaerys. Incluso para los dioses ──declara, y lo mira. Entonces sabe que está por arruinarlo todo, conoce su destino y su futuro y en ninguno estaba Jacaerys presente ──. Porque yo jamás me casaría con un hijo bastardo.
Los ojos color avellana de Jace se quedan paralizados en el rostro de la mujer, su corazón parece sangrar y la sangre rebota en sus oídos, entonces mueve la cabeza de un lado a otro de forma lenta.
──Mientes ──susurra, con un hilo en la voz, Deianira ve por primera vez como las lágrimas se acumulan en los ojos del chico frente a ella. El arrepentimiento la golpea con fuerza, lo único que quiere hacer es abrazarlo y disculparse, pero sabe que no debe hacerlo. Lo mejor para todos era que Jacaerys volviera a odiarla, que la detestara a tal punto de ser cruel con ella y destrozar sus tenues esperanzas sin piedad. Pero Deianira sabía que para lograr que él sea así entonces ella debería serlo primero, tendría que romperlo para que Jace pueda romperla después, se forzaría a destruir la torre que construyeron juntos estas semanas para que los escombros entierren su desdichado amor.
──No lo hago.
──Mientes ──repite él, pero sus manos la sueltan, dejando el calor de su piel apagarse.El frío golpea su carne y la culpa nubla sus pensamientos ──. Sé que mientes, aunque intentes negarlo, te conozco.
──No lo suficiente... ──lo interrumpe con un susurro cruel ──¿En serio creíste que elegiría la vergüenza de ser la esposa de un bastardo, pensaste que dejaría que mi sangre se mezcle con la tuya?
Deianira se apartó, mientras notaba como el príncipe de cabellos ondulados comenzaba a quebrarse por sus palabras, el labio inferior de Jacaerys se movía ligeramente y entonces una lágrima solitaria recorrió su mejilla. La ojimorada nunca lo había visto llorar. Jamás, de hecho. Nunca había logrado perforar esa fachada de chico ejemplar y calmado, estable ante los baches de la vida. Al menos, hasta ahora.
Supo que él la amaba en ese preciso momento, cuando su boca tuvo el poder suficiente como para hacerlo sentir miserable y dolido. Para destrozarlo sin esfuerzo alguno. Comprendía la profundidad de su vínculo y cómo, al igual que ella, él había dejado que su corazón se entregara por completo a estos sentimientos en común.
Entonces la princesa tomó una decisión, se dió la vuelta y se marchó, dejándolo solo con aquel agobiante peso en su pecho...
Jacaerys no la miró, al menos, no hasta que estuvo lo suficientemente lejos de él. Su mano fue hasta su rostro y se limpió la cara, pero un sollozo rebelde escapó de sus labios y, tras él, llegaron una avalancha de pensamientos que solo atormentaron su decaído estado de ánimo.
A pesar de esto, el príncipe de Dragonstone no era capaz de sentir ni una pizca de odio o rencor hacía Deianira Targaryen. No sentía nada que no fuera la tristeza bajando por su cuerpo en forma de escalofríos y sudor helado.
Deianira sonrió forzadamente y se rió con esfuerzo de una estupidez dicha por el hombre regordete frente a ellos, Henry sostenía su mano como si esta se tratara de un regalo precioso cuya valía era irrecuperable. El aire golpeaba sus rostros mientras las criadas se movían por el patio, cargando bandejas de plata con comida dulce y salada. El rey había insistido en tener una cena con todos allí, a pesar de su estado de salud, que dependía de un hilo fino a estas alturas.
El día fue largo y agobiante junto a los Baratheon, Deianira no soportaba la risa de los hermanos mayores de su prometido y las bromas de mal gusto de lord Borros, quien ya había criticado su peso tres veces esta tarde. En respuesta a sus chistes la hija de la reina verde le vomitó los pies y, a pesar de que no pudo controlar sus náuseas, se sintió orgullosa de haberlo hecho cuando vió la cara de disgusto del hombre.
──Anunciaremos el compromiso esta noche al rey, y a la reina ──dice Borros, sonriendo. Deianira asiente y ve de reojo la mueca sonriente del ojiazul a su lado.
──El rey y mi madre reciben visitas antes de medianoche, si gusta ir a sus aposentos a comentarles el compromiso ellos...
──Oh, no, no ──interrumpe el mayor, negando con su dedo índice ──. Se lo diremos a todos en la cena, será una grata sorpresa para ambas familias.
El pánico recorrió la columna vertebral de la menor y entonces negó rápidamente, sintiendo como un escalofrío bajaba por su espalda al recordar el rostro de Jacaerys la noche anterior. No iba a lastimarlo de nuevo, lo último que necesitaba ahora era ver su rostro al escuchar esa noticia.
──No, mi lord, dudo que esa sea una buena...
──¿Alguien te ha dado permiso para cuestionar mis decisiones? ──interrumpe el castaño, deteniendo su mirada en la princesa Targaryen. Él sabía los rumores acerca de la audacia de la menor pero no iba a dejar que ella pasara sobre su autoridad, si Deianira iba a ser la esposa de su hijo, debería entrenarla para que aprenda a mantenerse callada. Como se espera de una mujer.
La ojimorada miró a Henry en busca de algún tipo de ayuda pero solo lo encontró mirando al suelo, al igual que sus hermanos mayores. La Targaryen más joven alzó su mentón y mantuvo su atención en el lord.
──¿Alguien le ha dado el permiso para hablarme de esa forma? ──cuestiona, repitiendo sus palabras ──No olvide que sigo siendo su princesa, una hija nacida de la carne y la sangre de su rey, por ende debe respetarme al igual que a él.
Los Baratheon alzaron la vista y observaron la disputa entre la adolescente y el hombre, Henry sintió su respiración volverse irregular cuando el rostro de su padre se tiñó de un rojo carmesí que igualaba el color de las cerezas, el barbón bufó y se marchó entonces sus vástagos estallaron a carcajadas.
──¡Lo viste, parecía un tomate! ──exclamó Harry Baratheon, sosteniéndose el estómago.
──Veo que tendremos una hermana rebelde ──murmura Anthony, poniendo sus ojos sobre la platinada y manteniendo una actitud calmada, a pesar de tener una sonrisa burlona en su rostro ──. Me parece bien, papá necesita un par de canas verdes en su cabellera, ¿no crees eso, Henry?
El mencionado sonríe suavemente, afirmando con la cabeza.
──Solo espero que no esté muy enfadado durante la cena... ──expresa y entonces suspira, tendiendo su mano hacía la ojimorada ──Vayamos al comedor, seguramente ya estén dentro...
La princesa asiente, con un nudo en el pecho y toma la mano de Henry para comenzar a dirigirse a la cena, con los nervios punzantes carcomiendo cada pensamiento en su cabeza.
────cam's note !
Sé que les prometí un maratón de 10 caps pero bue...seamos honestos, son un montón diez caps. Quiero desearles un buen año y los tqm, muchas gracias por los 100k en el fic y todo el apoyo que ha recibido desde que ha sido publicado.
Les tengo mucho aprecio a ustedes y a esta linda y caótica historia que me hace fangirlear a gritos, les juro que me emociono con ustedes, me río y lloro también. Ha sido un camino emocionante escribir este proyecto y, aunque falta bastante para el final, quiero darles las gracias de nuevo por todo.
Les doy mi palabra para publicar un maratón en el futuro, tal vez de tres o cinco caps (porque sino tardaría un montón en hacer 10 y ustedes los leerían en dos horas JAJAJASJDHA) Mejor estamos equilibrados así, trataré de darles algunas actualizaciones seguidas este mes.
Chapter 35: ────thirty-four,
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34, THE LAST SUPPER !
──────── ⚔ ────────
AEGON RESOPLÓ a un lado de Deianira y entonces giró los ojos, indignado ante un comentario de Aemond. Helaena sonrió ante la pequeña discusión de sus hermanos y la ojimorada imitó su gesto, incapaz de mantenerse seria ante tal situación.
──No me molestaría ──comenta el mayor de los cuatro, encogiéndose de hombros ──. Placer es placer...
Deianira estalló en una suave carcajada, negando con la cabeza. Sus mejillas ardían de vergüenza ante la audacia del ojiazul, estaba acostumbrada a sus comentarios sin filtro pero él cada día lograba sorprenderla más.
──Es el hermano mayor de Henry ──musitó el último vástago de la reina consorte, ganando una mirada burlona y desinteresada de parte de su hermano mayor.
──Un Baratheon para ti y otro para mí ──expresa, divertido. Mirando a Anthony, quien se encontraba en la otra punta de la mesa, hablando con su familia ──. Todos ganamos.
Aemond rió, mirando a Helaena, pero Deianira movió su cabeza hasta el otro lado del comedor. Rhaena, Luke, Baela y Jacaerys hablaban animadamente, aunque el castaño mayor siempre giraba sus orbes hacia el lugar donde se encontraba la princesa rebelde, intentado chocar su mirada con la de ella. Al menos, por unos segundos.
Pero no fue así.
Cuando el rey fue traído por algunos caballeros reales los Targaryen, junto a los invitados Baratheon, se levantaron de sus sillas. El anciano se veía demacrado y vacío, Deianira no recordaba haberlo visto tan débil antes, era como si de a poco toda su vitalidad hubiera sido consumida por el paso de los años.
La platinada menor vio a su padre con pena y, cuando todos volvieron a sentarse, se percató de que Baela había tomado su lugar a un lado de Jacaerys, muy cerca de él. La hija menor de la reina verde respiró hondo y, en un movimiento involuntario, acarició suavemente su vientre debajo de la mesa. Aunque ese gesto fue captado por Aegon, quien al instante miró hacia el lugar donde se encontraban la morena y el castaño.
La cena comenzó y todos parecían estar animados, la risa suave de Rhaenyra resonaba mientras Daemon le acariciaba el brazo con las yemas de sus dedos. La mujer de cabello cobrizo sintió como su corazón se aceleraba y tomó una copa para intentar tragar el nudo en su garganta, a pesar de que el destino las había separado, Alicent siempre iba a guardar a la princesa heredera en el fondo de su mente. Como si su recuerdo fuera un tesoro preciado que deseaba conservar fuera de la vista de cualquiera, la melodía de sus carcajadas que antes solían pertenecerle.
Cuando ambas eran hijas de nadie...
Aemond tenía la mirada sobre la tabla de madera cubierta de comida, desde su punto de vista todo este espectáculo era un desperdicio. Pero no diría nada, porque Viserys aún seguía creyendo que con una pequeña convivencia familiar remediaría todos sus errores. El pensamiento se amargó en su mente, llenándolo de recuerdos que prefería ignorar. Él alzó el mentón y, de frente, a metros de distancia, Lucerys tenía su vista fijada en él.
El vástago del rey, al verlo con el ojo ligeramente morado, sonrió burlonamente. Pero su mofa fue en vano, ya que a los pocos segundos un par de criados llegaron a su lado con un gran cerdo horneado, dejándolo justo frente a sus narices. La risita de Lucerys, ahogada en su garganta, hizo que la sangre subiera por su cuello de forma abrupta. A su lado Deianira posó su mano sobre la de él al notar lo que sucedía, buscando brindarle apoyo de forma discreta.
Como solían hacer cuando eran niños.
Su madre acostumbraba a tener sus pequeñas manos entre las de ella, como si con su manto pudiera protegerlos de la barbarie del mundo, pero no fue así siempre. Porque sus dedos dejaron de caber entre los de la reina, y ya nunca volvieron a estar en ese espacio seguro que ella había construido especialmente para ellos dos. Sus niños menores.
Aemond sonrió suavemente, viendo el rostro de su hermana, últimamente Deianira se veía mucho más hermosa que de costumbre. Como si un aura pura y delicada se hubiera posado sobre sus rasgos para hacerla pasar por un ángel, una princesa cuya belleza solo podía ser atribuida a los cuentos de hadas. El platinado solo recordaba haber visto esa belleza en Helaena, cuando ella cargaba con Jaehaera en su vientre...
Aegon observó la interacción entre Daemon y Rhaenyra, como ambos parecían disfrutar de la compañía y el afecto del otro. Los ojos azules del primogénito de Alicent instintivamente fueron hacía su hermana, su esposa. Nunca hubo amor entre ambos, nadie jamás lo había mirado con brillo en sus ojos y muchos menos le había guardado afecto. Siempre existió ese vacío en su pecho pero, ni siquiera con todas las mujeres del mundo y todos los litros de vino que hubiera en King's Landing, fue capaz de llenarlo.
──Hay una bestia debajo del tablero ──musitó Helaena, dibujando los bordes de su copa con su dedo índice ──. La unión del color verde desaparece.
Los cuatro vástagos de la reina consorte miran a su hermana pero, acostumbrados a tales oraciones incoherentes, solo lo ignoran. Aemond pasa su mano por la espalda de la mujer, acariciando con delicadeza la tela aterciopelada de su vestido.
Viserys posa su única orbe sana en cada miembro presente, desde los invitados Baratheon hasta sus hijos, nietos y esposa. La mayoría de ellos sonríe y el ambiente parece volver a ser tan alegre como hace tantas décadas atrás. No recordaba una cena familiar tan tranquila en años, excepto por la vez en la que Jacaerys y Deianira discutieron cuando eran niños, aunque después de eso los tenedores volaron y la paz se fue. Como era costumbre cuando ellos dos estaban cerca.
El rey anciano se pone de pie a duras penas, pero cuando la reina trata de ayudarlo él se niega, intentando hacer algo por sí mismo de nuevo.
──Me alegra...y al mismo tiempo me llena de pesar, ver sus rostros en esta mesa. Los rostros más queridos para mí, y que tanto se han distanciado estos años ──expresa, jadeando entre palabras y manteniendo una respiración atascada. Con una mano huesuda y temblorosa el rey comienza a desabotonar las cuerdas de su máscara de oro, retirandola de su piel y dejándole ver a su familia un rostro completamente consumido por la enfermedad y la vejez. Su ojo derecho había sido reemplazado por un agujero que revelaba una cuenca vacía y oscura ──. Mi rostro tampoco es ya tan agraciado, si es que alguna vez lo fue...
Nadie rió ante su inocente burla pero cuando el rey miró a su hija menor ella le dedicó una leve sonrisa. Su mejilla izquierda tenía una apertura cicatrizada, y unos dientes marrones y podridos podían verse sobresaliendo de sus labios.
──Pero ahora quiero que todos me vean como soy ──agregó, continuando con su discurso. A medida que hablaba los ojos de sus seres queridos iban hacia él ──. No como rey, sino como padre, como hermano, como esposo y como abuelo. Porque sé que no andaré mucho tiempo más caminando entre ustedes...──la piel de Aegon se erizó ante sus palabras y un escalofrío helado recorrió su espalda, reaccionando de forma negativa ante las palabras de su progenitor ──Les ruego que no guarden rencor en sus corazones, la casa del dragón se debilitará si sigue dividida. Olviden sus diferencias, si no lo hacen por la corona entonces haganlo por este anciano...que los ama a todos ustedes, profundamente.
El gran comedor quedó en silencio ante las palabras del rey Targaryen, Aegon miró de reojo a Deianira y ella en respuesta apretó su muñeca debajo de la mesa. Con movimientos bruscos y pesados el anciano de cabellos blancos volvió a sentarse en su silla, siendo ayudado por su esposa, unas palabras de agradecimiento salieron de sus labios heridos y Rhaenyra se puso de pie, tomando su copa y viendo a Alient.
Cuando ambas miradas se cruzaron parecieron paralizarse en el tiempo y el espacio, recordando aquellos años donde ambas fueron confidentes y enamoradas. Los corazones de las dos parecieron palpitar a la misma velocidad, sincronizándose entre las profundidades de sus pechos. Los ojos de Rhaenyra fueron los primeros en abandonarla, fijando su vista en la mesa a la altura de sus caderas.
──Quiero alzar mi copa por su alteza, la reina ──dice, y las palabras no suenan tan amargas como se sintieron al escapar de su boca, la respiración de la pelirroja se atasca en su garganta y sus ojos arden, pero no lo suficiente como para llorar ──. Amo a mi padre, pero reconozco que nadie lo ha acompañado tan devota y fielmente como su esposa. Se ha mantenido a su lado con inquebrantable fuerza, amor y honor...y por ello le ofrezco mi gratitud, y mis disculpas.
Al oír sus palabras Alicent sabe que la última frase no va dirigida hacía su trabajo para con su rey, sino que para ella. Por la terrible separación de su amor que comenzó con aquella grieta causada por la rubia, y por fin después de toda esta agobiante espera, Rhaenyra se disculpaba por sus acciones. Ya no era esa niña que defensivamente expresaba no arrepentirse por haber herido su corazón, sino que era una mujer que reconocía sus errores y buscaba aceptar el amor que se tuvieron. Alicent sintió que todo esto se desprendía de ella, como un peso injusto que había pasado mucho tiempo alimentándose de sus pensamientos llenos de culpa, porque la pelirroja había pasado la mitad de su vida amando a Rhaenyra y la otra mitad ocultando cuando la amaba. Y eso ya no se sentía correcto.
──Su generosidad me conmueve, mi princesa ──dice, cuando su voz vuelve a ser lo suficientemente estable como para poder formular una respuesta ──. Ambas somos madres, y amamos a nuestros hijos. Tenemos...más en común que lo que reconocemos.
Rhaenyra asintió, aún incapaz de verla a los ojos mucho tiempo debido a la vergüenza de sus acciones... cuando le destrozó el corazón a esa dulce chica de cabello cobrizo Rhaenyra solo era joven, y no sabía nada. A pesar de que Alicent parecía saberlo todo en esos años.
La reina consorte se levantó de su asiento y alzó su copa.
──Así que brindo por ti, y por tu casa ──manifiesta, sus ojos oscuros se posaron en las brillantes orbes de la princesa heredera, viendo a través de todo y todos. Deianira entonces se percató de un inmenso amor y aprecio que jamás había visto en su madre, ni siquiera cuando veía al rey Viserys ──. Serás una gran reina.
Ante sus palabras la platinada sintió una inmensa ola de alivio recorrerla, cuando la pelirroja volvió a sentarse una sonrisa escapó de los labios de la princesa, mientras respiraba y trataba de hacer que su corazón volviera a su velocidad normal.
Tras un corto silencio, el mayor Baratheon se levantó de su asiento también y el pecho de Deianira pareció oprimirse, su mano fue rápidamente hacía una copa de agua y bebió un trago largo. Lord Borros sonrió y alzó su mano, en un brindis.
──Si me lo permite, su majestad, me gustaría compartir una gran noticia con ustedes ──comienza y el rostro de Jacaerys arde, mientras sus ojos van hacia Henry, el ojiazul lo mira y alza el mentón, sonriendo de forma burlona. Instantáneamente su peor pesadilla parece hacerse realidad frente a él, cuando gira la cabeza y ve a Deianira la encuentra con la mirada baja, viendo su plato y la desesperación parece pinchar su estómago desde adentro ──. Me encuentro feliz por un nuevo compromiso entre nuestras casas. Nuestra sangre será una...
Aegon y Aemond levantan sus copas encima de sus cabezas, sonriendo por la inminente revelación que está a punto de romper cada pieza del corazón del príncipe bastardo. Baela pone su vista en Jacaerys, quién no aparta sus ojos de Deianira, la morena nota como el pecho del castaño sube y baja con rapidez y su mandíbula se aprieta.
──Mi hijo menor, Henry, se casará con la hija más joven del rey ──continúa Borros, con una sonrisa en su rostro ──. Deianira...
El hombre bebe de su copa, viendo a la reina Alicent. La princesa rebelde cruza una mirada con su madre y asiente, pero eso no tranquiliza a la mujer. Jacaerys baja la vista mientras siente cómo sus pulmones empiezan a fallar, quitándole aire en vez de proporcionárselo. Sus puños se aprietan sobre sus rodillas y cuando la mano de Baela se pone sobre la de él lo único que puede hacer es alejarse de su toque, como si la mano de la chica quemara su piel, y nota como va perdiendo ligeramente el control de sus emociones.
Todos brindan, llevando sus copas a sus labios pero Jace no, él enfoca su vista en Deianira, quién lo miraba como si tuviera mil palabras en la punta de la lengua. Su rostro parecía lleno de angustia y sus ojos brillaban frente a las luces de las velas. En el fondo de su pecho Jacaerys se sintió traicionado, su pulso bombeaba en sus oído y cuando Aegon se asomó hacia él todo pareció empeorar.
──Genial, Jace...sé lo mucho que te agrada Henry y estoy seguro de que estás muy feliz con la noticia, ¿no? ──pregunta, en voz baja, con la voz bañada de crueldad y apatía. Odiaba la forma en la que la hija de Daemon prefería a su sobrino, pero siempre sería más fácil descargarse con él que aceptar sus propios sentimientos ──Estoy seguro que de, en su noche de bodas, Henry se la pasara muy bien.
──Puedes hacerte el payaso todo lo que quieras ──escupe Jace, incapaz de seguir tolerando sus palabras, los celos ardían en su cuerpo y se sentía completamente cegado, como si alguien estuviera arrebatándole lo que es suyo por derecho de nacimiento ──, pero si vuelves a hablar de ella como si solo fuera un trozo de carne voy a cortarte la lengua.
Aegon alzó las cejas, sonriendo, sabía que estaba insultando a su hermana menor pero lo emocionaba la idea de poder enojarlo con esa facilidad. Encontrando el punto dulce en él, un punto débil.
──¿Tú acaso sabes donde poner la verga? ──cuestiona, y a cada segundo la paciencia del castaño parecía desvanecerse, sus puños estaban tan apretados que sus nudillos se encontraban blancos ──¿O Deianira hizo todo el trabajo?
En un movimiento casi involuntario Jacaerys se paró de la mesa y sus puños chocaron contra la madera, estrellándose encima de las astillas y lastimando su piel. El dolor físico ni siquiera lograba compararse con el sentimiento de impotencia, Daemon miró al chico y en cuestión de segundos logró comprenderlo todo. Aquellas señales que volaban sobre sus narices parecieron brillar con total nitidez cuando Jacaerys respiró hondo y alzó su copa, mirando a Deianira...
──Por nuestra adorada Deianira ──anuncia pero su voz sale cargada de enojo, como si le estuviera hablando al peor de sus enemigos, sus ojos avellana parecieron oscurecerse mientras su atención se enfocaba en la platinada y su pupila estaba dilatada, mientras que su respiración se descontrolaba a cada segundo que pasaba ──. Estoy completamente seguro de que tu esposo será el hombre más feliz a tu lado, eso si es que logra controlar ese temperamento de yegua que tienes...
Deianira suspiró, girando los ojos mientras Jacaerys parecía tentado a hacer una escena, su falta de reacción solo lo enfadó más. Aunque en el fondo sabía que no estaba enojado con ella, sino con sus acciones.
──Mírame cuando te esté hablando ──agrega el chico, con la voz ronca. Todos los presentes, incluso Rhaenyra, se quedaron atonitos al oírlo. Daemon ve a Baela en busca de alguna explicación pero ella niega, confundida al igual que los demás. La platinada voltea la cabeza y le da toda su atención al padre de su hijo, sintiendo como su corazón amenazaba con salir disparado por su garganta. Deianira siente como sus manos aprietan suavemente su vestido, mientras el sudor resbala por sus palmas
──No sé qué quieres que te diga ──dice y, a pesar de estar temblando por sus palabras, logra ocultar sus sentimientos de todos menos de él. Jacaerys siempre parecía perforar su alma, logrando ver más allá de esa máscara de confianza y rebeldía. Incluso cuando eran niños, él siempre supo que decir para destruirla y ahora presentía que iba a devolverle el favor.
──Un agradecimiento basta ──sigue, inclinando suavemente la cabeza hacía ella. Entonces una risa amarga sale de su boca y sus manos aprietan la copa ──. Aunque, bueno...el que debería estar agradecido es tu prometido. Una mujer con tanta experiencia en la cama como tú seguramente lo complacerá a la perfección.
En el mismísimo momento que sus palabras lo abandonaron él supo que había sido el peor error que pudo haber cometido, la imagen de la primera vez que tocó a Deianira cruzó por su mente, la forma en la que ella parecía tan vulnerable entre sus brazos, tan ajena al sentimiento. Su enojo flaqueó cuando ella bajó la cabeza, él pudo ver como pestañeó varias veces y tragó saliva, acomodándose en su asiento. Él supo que todos esos rumores que viajaban de boca en boca eran sucias calumnias, y aún así lo usó para lastimarla.
El sentimiento de vergüenza que lo golpeó fue mucho peor que cualquier otra herida externa que pudieron haberle hecho jamás, en ese instante sintió que ni siquiera merecía el derecho de llamarse a sí mismo hombre. Deianira sentía su cuerpo húmedo cubierto por un sudor helado, podía sentir los ojos de los Baratheon clavados en su persona y ella conocía lo que estaban pensando en ese momento.
Ellos pensaban lo mismo que todos los demás...
Pero esta vez fue diferente, porque ahora sí era impura, ya no tenía su honor de su lado y la persona a la que se lo había confiado pareció no importarle lo suficiente. Se percibió de una forma tan asquerosa que quiso arrancarse la piel con las uñas, deseo cambiar de cuerpo o desaparecer allí mismo. El dolor en su pecho era inmenso y no abrió la boca temiendo llorar si lo hacía, se sintió débil y lo odió. Detestó ese sentimiento más que a nada.
Pero se sentía mucho peor haber escuchado a Jacaerys diciendo eso, su alma parecía desgarrarse y su corazón se enfrió tanto que ella creyó que en cualquier momento se quebraría. En un pensamiento egoísta deseo arrancar la vida en su vientre y alejarla de su mente, de sus preocupaciones. Supo que esta decisión de ser esposa solo se debía a ese bebé y no pudo evitar sentir rencor hacia él. Porque esto no era lo que ella quería para su vida, no deseaba ser madre y serlo solo significaría tener que soltar todos sus sueños.
Porque, si no estuviera embarazada, nunca se casaría con Henry Baratheon. Nunca lo utilizaría como salida de escape, como lo estaba haciendo ahora.
Se sintió como el ser humano más horrible...y algo le decía que esta cena apenas estaba comenzando.
────cam's note !
El increible guiño que les tiré cuando Aemond dice que Deianira tiene la misma belleza que cuando Hela tenía a Jaehaera en el vientre. Pero igualmente, madurar es aceptar que ese bebé nunca debió haberse concebido, aunque me duela decirlo...
Chapter 36: ────thirty-five,
Chapter Text
35, THE SOULMATE !
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AEMOND SE levantó de su asiento al instante que las palabras dichas por el bastardo de su media hermana resonaron en sus oídos, al igual que Henry Baratheon. Sus movimientos fueron casi unísonos. Jacaerys miró a Aemond y apretó la mandíbula pero entonces, tras una larga exhalación, su copa se elevó hacia el tuerto.
──Y por mis tíos ──continua, sabiendo que solo está arruinándolo más y más, cavando su propio pozo porque, insultando a Aemond, también volverá a herir a Deianira. Y Jacaerys es muy consciente de que ella jamás lo elegiría antes que a él ──. Porque solo conservo divertidos recuerdos de nuestra niñez, y como adultos espero que podamos ser amigos...y aliados.
Su discurso iba teñido de sarcasmo, una burla molesta y casi invisible para los que no conocieran su infancia juntos. Una época que se distinguía por las peleas y el tormento generado por Aegon, Jacaerys y Lucerys contra los dos hijos menores de la reina consorte. Las burlas eran crueles y las bromas no eran graciosas, al menos, no para Aemond y Deianira.
El rubio sintió como su pecho se contraía pero, cuando la mano de su hermana menor se posó sobre su muñeca, el mundo a su alrededor pareció calmarse. La mirada preocupada de Alicent lo mantenía controlado pero sabía que no podría ser así por mucho tiempo. El muchacho suspiró y tomó asiento, cubriendo las manos de Nira con las suyas y mirándola como si le pidiera disculpas por no defenderla. Los ojos de la chica estaban opacos, carentes de aquel brillo alegre que tenían al inicio de la velada. Jace tomó el vino de su copa de un solo trago pero nadie lo acompañó en el brindis, mientras su corazón bombeaba rápidamente él no podía dejar de repetirse una y otra vez que la estaba perdiendo.
Deianira se estaba transformando en agua cristalina y, por más que intentara cerrar sus manos alrededor de ella, no había forma de retenerla. Era algo delicado y estaba quebrandola. Y él lo sabía. Se estaban convirtiendo en una melodía triste y se suponía que debía detener esto antes de que sea demasiado tarde como para salvarlos. Pero, de cierta amarga forma, comprendía las decisiones de Deianira...Porque Jacaerys tampoco se casaría consigo mismo. Un príncipe que siempre buscaba complacer a las personas, ganar su aprobación y seguir sus ideales antes que los de su propia persona. Un complaciente patológico...que solo deseaba que ella lo viera, al menos, una vez más.
Henry levantó su vaso y prefirió ignorar a los demás caballeros para hablar solo con su corazón. Un corazón que le pertenecía inmensamente a la mujer a la que iba a llamar esposa algún día, el pensamiento le llenó el pecho de orgullo y se prometió a sí mismo que siempre cuidaría de ella y la protegería de todos y todo. Deianira sería su única y primera opción.
──Quiero...hacer un brindis por mi prometida ──dice, suavemente, sus ojos oceánicos encuentran los de Nira y, a diferencia de todos los otros, la mira con la dulzura más pura que haya visto jamás ──. Por su salud, su felicidad y su generosidad. Porque es y será siempre la mujer más hermosa que he conocido en mi vida, tanto por fuera como por dentro. Y, como su prometido, le juro a ella y a sus padres siempre velar por su bienestar. Por cada día de mi vida y hasta el fin de esta...
La platinada sintió como su vista se nublaba, se odio por no amarlo como él la amaba a ella pero supo que lo mejor que podía hacer sería intentarlo. Sus ojos amatistas fueron calmados por la sonrisa de Henry, que cuando llevó la copa a sus labios, contó con el apoyó de la mayoría de los presentes allí. La ojimorada quiso decir algo, mencionar al menos un gracias, pero sabía que nunca contaría con las palabras suficientes como para agradecer la existencia de Henry Baratheon.
Al ver a la rubia sonriendo débilmente Jace volvió a sentir esa punzada de celos, a pesar de que no era merecedor de ello, de nuevo el castaño parecía demostrarle a todos que era mejor que él. Y lo estaba logrando a la perfección, arrebatándole lo único que siempre anhelaría en el fondo de su mente, su cuerpo y su alma. A Deianira.
No la merecía, nunca la merecería. Pero quería tratar de hacerlo, porque se estaba dando cuenta de que no quería una vida sin ella, no soportaría tener un destino donde la rubia no estuviera a su lado, donde él no fuera el hombre al que llamara esposo, al que le dedicara sus sonrisas y le regalara sus caricias. No quería ver como su vientre se hincharía con hijos a los cuales no podría llamar suyos, niños que seguramente serían hermosos e inteligentes, pero que nunca lo reconocerían como su padre.
Una vida así solo sería miserable y vacía...
Entonces, cuando la música comenzó a sonar a un volumen tenue detrás de ellos, Jacaerys se levantó con determinación de su lugar y, se acercó a Deianira. Su corazón estaba volviéndose loco y podía sentir los ojos de Daemon y su madre a cada paso que daba pero en ese instante, nada parecía importar lo suficiente.
Él se paró frente a ella, obteniendo su atención y extendió su mano para que ella pudiera tomarla. Por unos segundos pudo notar un ligero temblor sobre sus dedos y solo deseaba que no lo rechazara, sus ojos se encontraron y la chica, a pesar de estar herida, decidió no seguir haciendo el problema más grande.
Su mano fue a la de él y se levantó, mientras Jace la guiaba hasta un espacio libre y alejado de los demás. Con firmeza el agarre del castaño fue hasta su cintura y la inmovilizó allí, frente a él, mientras ambos comenzaban a bailar como si nada estuviera pasando. Como si sus mentes no estuvieran repletas de cosas que querían confesarse el uno al otro.
──No te cases con él ──susurra entonces, cerca de su oído mientras cambian de posición. Su voz tiene un toque de desesperación y súplica. Los dedos de la rubia flaquean contra los del príncipe bastardo, la mano que él sobre su vestido parece atravesar la tela, acariciando su piel ardiente con su palma.
──¿Qué? ──cuestiona y su pregunta parece viajar junto a un suspiro ahogado, por la sorpresa y la emoción que viajaban por debajo de su piel.
──Me escuchaste ──dice él, apretando la mandíbula y evitando mirarla a los ojos por mucho tiempo mientras sus brazos se enredan y giran en círculos sobre sus pasos. El bastardo toma valor y entonces escupe lo que hace tanto tiempo quería decirle ──. Cásate conmigo.
──Jacaerys...──comienza pero su voz muere en su garganta, su vista está sobre él, adorando sus orbes color avellana y, cuando él gira el rostro para verla, lo único que desea hacer es aceptar su propuesta.
──No te cases con él, él nunca va a poder comprenderte como yo, jamás va a poder hacerte feliz, y lo sabes ──murmura, en voz baja, intentando ser cuidadoso para que nadie más que ella pudiera escucharlo. Su voz sale brusca pero temblorosa, llena de incertidumbre ──. Sé mi esposa, mi reina...la madre de mis hijos.
──No hagas esto ──susurra, pero el castaño vuelve a tomarla de la cintura, acercando su cuerpo al suyo y entrelazando su mano libre con la de ella. Sus movimientos eran suaves pero llenos de confianza, como si conociera cada centímetro y cicatriz en la princesa.
──Eres mía, desde el día que vinimos a este mundo estamos destinados a esto, naciste para mí y yo para tí, Deianira ──súplica, mirándola, sus rostros estaban cerca y las palabras parecían abandonarlo antes de procesarlas pero eso no se sentía en contra de su voluntad, como antes. Esta vez se sentía correcto, como si fuera justo lo que tuviera que decir, como si sus sentimientos se apoderaran de su boca y comenzara a actuar en base a lo que quería y anhelaba ──. Cásate conmigo. Te daré el mundo, te daré cualquier cosa que me pidas, nuestros hijos serán los niños más amados de todo Poniente.
Ella quiso negar, pero cada vez que él mencionaba esa palabra todo su sistema nervioso parecía colapsar. Entonces Jace posó su mano sobre su vientre y un escalofrío recorrió su espalda de arriba a abajo, quiso romper a llorar en ese mismo instante al sentirlo porque, tan solo por un segundo, le pareció que no estaba sola en esto.
──Te amo, Deianira ──susurra, mirando sus hermosas orbes color amatista.
La platinada se queda paralizada y no responde, de pronto todo en su mente hace click, los puntos se conectan. La espada en su cuarto, la letra desprolija sobre el envoltorio, el regalo tan acertado a su personalidad. Todo este tiempo fue Jacaerys...
Lo único que quiere hacer es abrazarlo, hundirse entre sus brazos y agonizar allí, que nadie la separara de su calor tan familiar y amoroso. Los dedos de Jace se mueven ligeramente encima de su estómago, esperando algo. Cualquier respuesta que pudiera ser capaz de calmar su conciencia, pero no obtiene nada.
El rey Viserys, quien había estado observandolos con una sonrisa, comenzó a toser y a respirar con dificultad, lo que causó que la música se detuviera y ambos adolescentes caminaran de regreso hacia la mesa, tratando de ver que estaba sucediendo.
El anciano estaba tan demacrado, ya parecía ser solo una sombra del hombre que alguna vez fue. Los guardias lo levantaron junto a su asiento y se lo llevaron, para que descansara en sus aposentos. Deianira no pudo evitar seguirlo con la mirada, mientras su pecho se oprimía al ver su cabeza meciéndose debido a los suaves movimientos de los pasos de sus leales soldados. Cuando él desapareció del comedor todo el ambiente pareció oscurecerse, las miradas tranquilas y felices se transformaron en tenues expresiones de desconfianza y odio.
La platinada buscó la mirada del padre de su hijo y lo encontró viendo a Aemond, quién tenía su única orbe puesta en Luke. El niño ojiverde le mantenía la mirada y sonreía burlonamente, como si se burlara de él a través de su propio lenguaje corporal. Con algo que solo el platinado podía comprender.
Entonces el tuerto se levantó dando un golpe en la mesa, su mandíbula estaba apretada y sus fosas nasales se dilataban con cada respiración brusca que daba. La princesa rebelde lo miró, tratando de comprender que estaba sucediendo. La mano de Aemond se levantó junto a su copa y, con una mirada de fastidio hacia los bastardos de su media hermana, sonrió.
──Un tributo final ──expresó, mientras su pecho subía y bajaba, el silencio entre sus palabras solo le daba más tensión a la situación ──. Por la salud de mis sobrinos...
──Aemond ──advirtió Deianira, con la voz hecha un hilo.
──Jacaerys, Luke y Joffrey ──siguió el ojiazul, ignorando las peticiones de su hermana menor, su rostro se giró para enfrentar al primogénito de Rhaenyra ──. Tres muchachos impulsivos, apasionados y fuertes.
Jacaerys apretó su mano en un puño y se puso de pie, sin alejarse de la silla, Baela posó su mano sobre el brazo del castaño pero él se alejó de su toque rápidamente, sin apartar los ojos de su tío mayor.
──Aemond ──repitieron a su lado, esta vez su madre. Con un tono de advertencia que ya preocupaba a sus otros hijos, la princesa heredera sintió corazón acelerarse cuando vió en su hijo el reflejo de Harwin Strong.
──¿Saben qué es lo irónico? ──continua el rubio, con una risa amarga escapando de sus finos labios. Jacaerys se había acercado y él, en respuesta, también movió sus pies, dejando su silla de lado ──Que esas cualidades son muy especiales para la casa Strong, ¿no crees que es así, sobrino?
Jacaerys alzó su brazo y, con fuerza, golpeó el rostro del rubio. Todos los presentes soltaron una exclamación de sorpresa y se pusieron de pie, Aemond lo miró y, aún sonriendo, lo empujó. Apartandolo de forma brusca. Debido a que Aemond era más alto en estatura Jace se tambaleó hacia atrás, cayendo sobre sus pies. Deianira se paró y, en un movimiento guiado por su instinto, fue hacia su hermano mayor, tratando de buscar en su mirada algo que pudiera ayudarla a tranquilizarlo.
──¿Qué crees que estás haciendo? ──cuestiona, poniendo sus manos en el pecho del tuerto y tratando de llevárselo lejos del castaño, el príncipe bruscamente quitó a su hermana del camino y cuando Jacaerys observó como Aemond hacía esto fue como si alguien hubiera encendido una chispa dentro de sus entrañas. El bastardo se aproximó hasta donde estaba el rubio y se lanzó sobre él sin cuidado, tirándolo al suelo en un golpe seco.
Deianira posó sus manos sobre Jacaerys y usó toda su fuerza para intentar sacarlo de encima de Aemond, los guardias se acercaron e hicieron lo mismo, un golpe resonó detrás de ellos y, cuando Nira puso sus ojos sobre la mesa, logró ver como Aegon había estrellado a Luke contra la madera de esta y lo mantenía inmovilizado mientras le decía algo en voz baja. El corazón de la princesa rebelde parecía a punto de explotar, Aemond sentía los golpes de Jace en el rostro, uno tras otro y, en un reflejo para alejar a su hermana menor de la pelea, estiró su mano y la empujó con fuerza.
Deianira cayó sobre su espalda al suelo, a unos pocos metros de distancia, Jacaerys movió su cara para verla, con el temor de no saber si fue un golpe suyo el que la lastimó. En ese segundo Amond aprovechó su falta de atención y alzó el pie para golpearlo en el estómago, arrojándolo lejos de una patada.
El castaño tocó el piso de forma brusca, sus pulmones parecieron detenerse momentáneamente por el impacto, con la mirada buscó a Deianira y la encontró a unos pasos de él. Así que se obligó a sí mismo a ponerse de pie para ir con ella a pesar de que su cuerpo ardía como los siete infiernos, cuando llegó a su lado la tomó por las piernas y la alzó sobre sus hombros, mientras el caos entre los Targaryen parecía intensificarse. La platinada, confundida, se sostuvo de su espalda mientras él la alejaba de todo el alboroto. Cuando estuvo casi en la entrada del comedor Jacaerys la bajó y la miró severamente, como si estuviera regañando a un niño.
──Quédate aquí. Quieta ──exige,con la voz ronca debido al esfuerzo físico y el pelo pegado en la frente. Ella estaba en shock así que no pudo hacer nada más que asentir ante su orden. Tras eso él volvió hacia Aemond pero, cuando quiso seguir con la pelea, dos guardias lo sostuvieron de los brazos, mientras que Alicent trataba de calmar a su hijo. No fue hasta que Daemon se paró entre ambos que tanto Jace como el tuerto se quedaron sin decir nada, la mirada del ojiazul estaba llena de un deseo desafiante hacia su tío mayor pero, tras girar su única orbe oceánica, se marchó del lugar a pasos agigantados. Él pasó junto a Deianira pero ni siquiera la miró y eso hizo que el corazón de la chica se contrajera en un calambre doloroso.
Su respiración era acelerada y no escuchó nada más hasta que vió el rostro de un castaño frente a ella, Henry la tomó suavemente de los brazos y trató de consolarla pero cuando Jacaerys se detuvo junto a ellos ni siquiera hubo vacilación alguna. Ella sabía a quién quería, por quién su pulso siempre se aceleraría y su cuerpo y alma anhelarían.
──¿Estás bien? ──preguntó ella, en un murmullo tembloroso. Jace apretó la mandíbula y asintió, sin sacar sus ojos de ella. Entonces fue muy obvio para Henry darse cuenta de que él era el tercero allí, que todo este tiempo el comportamiento de Jacaerys para con él no era irracional sino que se debía a algo mucho más grande. El ojiazul observó a ambos, mientras notaba como se tragaban las ganas de acercarse, de fundirse contra el otro y abrazarse.
El hijo de Rhaenyra asintió y sus ojos bajaron al suelo por unos segundos, quería tomarla con desesperación y llevársela lejos de ahí. Porque todo parecía estar en calma cuando solo eran ellos dos, sin nadie en el medio.
──Debería irme ──susurró, sin poder mirarla a la cara, no mientras podía notar como las manos de Henry estaban donde se suponía que debían estar las suyas. Acunando sus brazos y manteniéndola cerca, entonces con una sonrisa amarga miró al Baratheon ──. Espero que sepas el valor del tesoro que tienes entre manos...
Entonces, sin decir nada más, Jace se marchó. Comprendiendo que Deianira no lo había escogido, pero sintiendo como su alma se quedaba en ese comedor, cuando él aún era el chico al que ella quería. Pero algo en su interior le gritaba que no se diera por vencido, porque era imposible que Deianira lo mirara así si no lo amaba... estos sentimientos jamás podrían ser tan fuerte e intensos si solo fueran unilaterales.
Lord Borros se acercó a su hijo mayor y, tras rodear uno de sus hombros y despedirse de la princesa, les informó que en la mañana se marcharía de nuevo a Storm's End, junto a sus vástagos mayores.
Cuando la habitación estaba casi vacía sus ojos pálidos de color amatista fueron hasta su madre, quien sostenía con firmeza la mano de Rhaenyra, la imagen fue tan ajena a todo lo que conocía que tuvo que parpadear para asegurarse de no estar imaginandolo.
──Pero acaban de llegar ──dijo la reina verde, continuando con una conversación que Nira no había oído desde el principio. Rhaenyra tenía sus orbes sobre ella, llenos de sentimientos mezclados, una de sus manos acariciaba dulcemente su estómago hinchado y Deianira no pudo evitar quedarse observando el bulto debajo de su vestido. Tan redondo y, de alguna forma, tan precioso. Se imaginó a sí misma con el vientre hinchado, sintiendo los movimientos de su hijo dentro de ella, sentir su pequeño corazón latiendo junto al suyo. El sentimiento que la abordó fue agridulce, pero sonrió a pesar de ello.
──Yo...volveré en dragón ──termina la rubia y, tras un largo y suave suspiro, suelta a la pelirroja y se retira, dejando a ambas mujeres allí. La princesa rebelde fue hasta su madre, en busca de consuelo y Alicent rápidamente enredó sus brazos alrededor de ella, abrazándola contra su pecho protector.
La madrugada había caído con rapidez, la espada pesaba en las manos de la princesa rebelde mientras afuera de la fortaleza todo parecía oscuro y solitario. La piedra brillaba en el mango del arma y Deianira se sintió patética por no haber notado que un regalo así venía de parte de Jacaerys. Todo este tiempo había creído que Aemond la había dejado allí, como siempre solía dejarle pequeños regalos escondidos a medidas que crecían.
Un estruendo resonó por los pasillos y pronto un Aegon tambaleante se adentró en su cuarto, el olor a vino puro quemó sus fosas nasales e instantáneamente ella sintió náuseas. El rubio se acercó a su hermana menor mientras ella se levantaba de la cama y dejaba la espada a un lado de la mesa de noche, caminando hacía el platinado para tomarlo de los brazos y ayudarlo a mantenerse de pie.
──Oh, guau ──musitó, al verlo en tal estado, Aegon siempre había sido lo más parecido a un alcohólico pero siempre mantenía la compostura, sí, decía tonterías y hacía bromas de mal gusto. Incluso a veces solía jugar con fuego, cuando tenía diecisiete años le quemó el vestido a una criada cuando ella lo sorprendió encendiendo un papel tapiz y él, por el miedo y la sorpresa del momento, había dejado caer su obra maestra sobre el uniforme de la pobre chica. La noche en la que Deianira vió el rostro pálido de Aegon asustado y la cara aterrorizada de la criada fue el mejor día de su vida, sus expresiones eran tan reales que fueron extremadamente graciosas ante los ojos infantiles de Aemond y Nira.
──¿Tú...quieres? ──cuestiona, arrastrando las palabras y cuando la rubia pone una mueca de confusión su hermano saca un pedazo de pastel de su bolsillo. Aplastado y quebradizo. Ella ríe suavemente mientras niega y lo lleva hasta su cama, él se desploma sobre el colchón y parece caer dormido pero cuando empieza a balbucear esa suposición abandona la mente de la princesa rebelde ──¿Vamos a las calles de seda?
──Estoy embarazada ──le recuerda Deianira, alzando las cejas. Aegon suelta un suspiro de comprensión, pero aún así se siente algo desanimado.
──Podemos ver obras de teatro, siempre hacemos eso... ──dice, mirándola mientras estira el cuello.
──El teatro ya no está en la ciudad ──le recuerda.
──Yo puedo actuar, yo seré la zorra y tú el borracho ──propone, esperanzado. Sus emociones parecían atascarse en su garganta, mientras buscaba una salida fácil a sus problemas ──. Será como una despedida de soltera para ti.
Deianira suelta una suave risa, negando con la cabeza. Aegon al ver su respuesta deja escapar un jadeo decepcionado y hunde su rostro en la almohada, ahora sí quedando dormido sobre el colchón de su hermana menor. Deianira acercó sus dedos a los muslos gordos de Aegon y los pellizcó, pero no obtuvo reacción alguna de él.
──Agh, genial... ──murmura, sarcásticamente, intentando empujar al rubio fuera de su cama para arrojarlo al suelo, pero casi no tenía la fuerza suficiente. En ese momento, un golpe seco se escucha desde el otro lado de la pared y entonces un grito ahogado. Reconoció la voz al instante y, mientras el calor parecía subir por sus mejillas y la gargantilla le apretó el cuello, Jacaerys entró a la habitación por el pasadizo oculto ──. Lo que me faltaba.
El castaño se acerca a ella, casi listo como para hablar y confesar o repetir lo que sea para convencerla pero entonces nota a Aegon dormido en la cama, apestando a licor y con un aspecto terrible.
──¿Qué hace él aquí? ──pregunta, ocultando su preocupación.
──¿Qué haces tú aquí? ──repite, retorciendo sus palabras para enviarle un contraataque. Jace la miró, sus orbes color avellana parecían teñirse del color más claro que haya visto jamás, y sus pupilas crecieron lentamente mientras enfocaba su atención en ella.
──Quiero hablar contigo ──dice, acercando su cuerpo para acariciar sus carnosos brazos. Sus manos se sentían cálidas y la diferencia de temperatura causó que un escalofrío recorriera la espina dorsal de la menor. Aegon levantó la cabeza, con los ojos entrecerrados y rojos, parecía haber comenzado a llorar.
──Lamento ser un mal tío, mi niño ──lloriquea, sorbiéndose la nariz. Jacaerys lo mira confundido, creyendo que se refería a él, su único sobrino en la habitación. Pero lo que no sabía el castaño era que el primogénito de la reina le hablaba al bebé en el vientre de su hermana.
──Uh...no es nada, tío ──musitó, tratando de tranquilizarlo. El rostro del ojiazul toma una expresión confundida, mientras empieza a notar la presencia del bastardo de su media hermana.
──¿Cuando llegó éste? ──cuestiona, con una mezcla de fastidio y molestia en su voz, luego mira a la princesa rebelde y las lágrimas vuelven a aparecer en sus ojos oceánicos, mientras suelta otro sollozo ──¿Puedo ser el padrino de tu bebé, Nira?
Deianira siente una oleada de miedo recorrerla cuando su hermano decide abrir su bocota, los ojos de Jace viajan a ella instantáneamente, mirándola con la mente hecha un alboroto.
──Claro, Eggon ──dice la rubia, con dulzura ──. Serás su padrino...
──Gracias ──lloriquea el chico y, dándose vuelta sobre la cama, vuelve a caer en un sueño debido al alcohol. Sus tenues ronquidos son callados por la almohada y Deianira hace una mueca al imaginar su saliva cubriendo sus sábanas.
──¿Qué quiso decir con ser el padrino de tu bebé? ──pregunta Jace, mirándola a los ojos, sus orbes amatista contra las de él parecían llenar por completo su pecho.
──Está ebrio ──contesta, la mentira sale de forma tan calmada de sus labios que por un momento hasta ella se lo cree ──. No deberías tomar tan en serio todo lo que dice...
Jacaerys asiente pero sus ojos divagan hasta el vientre de la princesa, su corazón parece hincharse de calor cuando imagina a sus hijos creciendo allí. últimamente la idea parecía golpear cada pensamiento en su mente, hacerla su esposa y vivir su vida a su lado. Y, si tan solo ella aceptara, él sería capaz de tirar todo a la basura por esto. Por ellos.
No se casaría con Baela, como deseaba su madre. No tenían nada en común, le tenía un gran aprecio y la quería...pero no de la misma forma en la que quería a Deianira. Su amor por ella era diferente, cuando estaba a su lado su corazón se aceleraba, sus manos sudaban y su estómago parecía retorcerse. Sentía la necesidad de tocarla, en todos los sentidos. De abrazarla, acariciar sus manos e incluso hacerle el amor. Ese deseo en él nunca despertó con nadie más pues, a pesar de que Baela era todo lo que podía pedir para una esposa, ella nunca sería todo lo que él querría en un alma gemela. Y aunque lo intentara, jamás iba a ser capaz de forzar esos sentimientos.
Su orgullo desapareció por completo en ese momento cuando, al verla allí frente a él, con un fino vestido de color beige para dormir, hincó la rodilla y se puso a sus pies. La respiración de la platinada se atascó en su garganta al verlo en el suelo, sus ojos escanearon su rostro buscando alguna señal que le indicara que esto era una broma. La sangre del príncipe bastardo hervía mientras subía por su cuello y se esparcía por sus mejillas, en un sonrojo que era tan opaco como el color de las cerezas.
──Cásate conmigo ──súplica, su voz está hecha un hilo y la desesperación de sus palabras la deja desconcertada, él aferra sus manos a los muslos de Deianira, alzando el mentón para mantener sus orbes sobre los de ella ──. No me casaré con Baela, no me casaré con ninguna otra mujer que no seas tú, a la mierda todo...
──Jacaerys ──musitó, pero sus palabras fueron cortadas por él.
──Te amo ──expresa, sus ojos se cristalizan por la emoción mientras comienza a balbucear, tratando de decir todo lo que su corazón le pide revelar ──. Te amo más de lo que he amado a alguien, Deianira. Dejaría todo por ti, decepcionaría a todo el mundo con tal de tener tu amor y tu devoción de mi lado.
El pecho del castaño se contrae al no escuchar ninguna respuesta, los segundos pasan lentos y tortuosos para ambos, la tensión en el aire es tan desconocida que corta las esperanzas del castaño. Siente que de sus labios saldrán las palabras que nunca desea oír viniendo de ella, pero Jace estaba seguro de que lo amaba, o al menos, esperaba que su seguridad estuviera sostenida bajo una base real.
──Ya deja de rogar, bastardo ──murmura Aegon, somnoliento pero lo suficientemente consciente como para oír y formular algunas oraciones temblorosas. Jacaerys ni siquiera lo mira, no quiere dejar de ver a Deianira temiendo que ella desapareciera en cualquier instante, que se deshiciera entre sus dedos junto a todas sus ilusiones ──. Por los dioses, estás dándome pena aje...
──¡Aegon, cállate! ──exclamó el príncipe castaño, su voz quebró la tenue suavidad que se había formado en la habitación, sentía sus manos temblando en los muslos de la ojimorada y su corazón latía con tanta ferocidad que parecía estar subiendo por su garganta. Sus ojos se suavizaron cuando volvió a ver a la mujer que amaba, el anhelo y la agonía parecían palpables en sus orbes color miel ──Deia...
Sus palabras fueron calladas por un golpe en la puerta y alguien más terminó su oración.
──Nira ──llamó Aemond y el pánico recorrió los huesos del vástago menor del rey, ella tomo los brazos de Jacaerys y los jaló para ponerlo de pie, mientras que corría hacía su cama y le daba un golpe a Aegon con el almohadón.
──¡Váyanse, váyanse ya! ──gritó, en un susurro, sabiendo que los problemas solo serían mayores si Aemond llegaba y encontraba a Jacaerys aquí, aunque también quería deshacerse de Aegon.
Jace tomó al ojiazul, puso su brazo casi inerte alrededor de sus hombros y lo levantó de la cama, tomándolo de la cintura. Al instante el castaño soltó una queja.
──No te veías tan pesado ──murmura, mientras Deianira abría el pasadizo secreto, Jacaerys metió a Aegon, dejándolo recostado contra una de las paredes mientras este se quejaba entre balbuceos incoherentes acerca de cómo Jacaerys lo había llamado gordo. Cuando sus ojos encontraron los de la platinada rápidamente la tomó de las mejillas y la acercó, manteniéndola cerca ──. Necesito una respuesta, Deianira...
La rubia siente un nudo en su garganta y evita su mirada.
──Sabes mi respuesta ──dice y, tras vacilar, alza el mentón mientras su rostro sigue sobre su agarre. El pecho del príncipe bastardo se oprime, y sus manos se deslizan suavemente desde su barbilla hasta su cuello, donde sus orbes recorren la gargantilla morada, parecía ajustarle la piel y por primera vez Jace pensó en lo incómodo que debería ser llevarla todos los días. Ocultando la cicatriz.
Él pasa los dedos por la tela aterciopelada pero luego simplemente deja caer sus manos lejos de ella.
──Te amo ──repite, Deianira siente como una ola de calor recorre sus músculos, en la punta de su lengua bailan las mismas palabras, deseando con toda su alma poder decirselas de regreso. Desea contarle que su hijo estaba creciendo dentro de ella, que seguramente sería un bebé con sus rasgos y sus hermosos ojos cafés. Con su sonrisa y su espíritu determinado y apasionado. En cambio solo baja la vista, mientras Aemond vuelve a llamar a la puerta.
Jacaerys sabía que ella sentía lo mismo, en el fondo de su pecho resonaban las palpitaciones de su corazón confirmando sus sospechas, conocía que esos ojos violaceos que parecian amatistas en bruto nunca podrían brillar de la forma en la que lo hacían ahora si ella no lo amara. Pero no dijo nada, porque estaba más que dispuesto a seguir luchando por esto, a pelear contra toda creencia y opinión con tal de tenerla a su lado. No era simple posesividad, era algo más, su alma parecía haber sido desgarrada en dos pedazos desde que supo que la amaba. Y nunca estaría tranquilo porque, donde sea que esté, ella tendría esa parte que siempre le faltaría.
Cuando Jace se va por el pasillo, llevándose a Aegon casi a rastras, ella suspira y trata de respirar hondo para no llorar. Su mano viaja hasta su vientre luego de cerrar el pasadizo y, cuando abre la puerta, un Aemond con una cara de arrepentimiento se hace presente ante sus narices.
──Lo siento ──susurra, pero solo es correspondido por un fuerte abrazo de su hermana menor, mientras ella comienza a llorar suavemente en su hombro.
──── cam's note !
QUE CAPITULAZO PAPÁAAAAAAAAAA, PASÓ DE TODO (also, se viene toda la verga, agarrense pq desde ahora empiezan a llover chingazos para todos muejeje *risa malévola*)
Chapter 37: ────thirthy-six,
Chapter Text
36, THE KING IS DEAD !
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ALICENT NEGÓ con la cabeza, su mente estaba nublada y sus manos temblaban ligeramente mientras trataba de calmar sus emociones. El día que menos ansiaba había llegado y lo inminente estaba a punto de hacerse realidad. Mientras el caos comenzaba a presentarse en el pequeño consejo la reina consorte solo podía ver horrorizada el cadáver de aquel lord que había afirmado que su lealtad seguiría con Rhaenyra, mientras que todos los demás presentes parecían haber estado planeando meticulosamente la coronación de su hijo mayor a sus espaldas, como serpientes que esperaban el momento adecuado para atacar a la corona.
Aegon no era el mejor candidato para sentarse en el trono, ni siquiera era un posible candidato. No serviría para el deber, era un holgazán y un borracho, cuyas preocupaciones solo rodeaban el bienestar de sus hermanos y algún líquido que llenara su copa. Ahora mismo seguramente estaría dormido por la borrachera...
Ser Harrold se acercó a la mesa y con movimientos lentos retiró la capa blanca e inmaculada que cubría sus hombros. Su lealtad estaba con el rey, pero mientras la casa del dragón estuviera pendiendo de un hilo él no movería ni un solo dedo para desequilibrar la balanza. Pues, mientras más miembros tuviera esta disputa, mayor sería la sangre que correría.
──He jurado defender y honrar al rey, o a la reina ──expresa, poniendo sus ojos sobre Otto Hightower cuando su última sentencia fue formulada ──. Mientras no haya ni uno ni otro, no hay nada que yo pueda hacer.
Tras esas palabras el hombre abandonó la sala, pero Ser Criston fue detrás de él, para apresarlo en los calabozos. Los presentes guardaron silencio, la pelirroja podía oír su respiración agitada y su corazón bombeando en su pecho, haciendo que la sangre recorriera cada una de sus venas de forma rápida y brusca, enviando oleadas de calor a cada rincón de su anatomía.
Las palabras de Rhaenyra llegaron a su mente, aquella promesa que le hizo pocas horas antes de volver a Desembarco. Entonces el temor la consumió, supo que si iban a hacer algo entonces tendrían que apresurarse y ser discretos. La mano de la reina se alzó, pero su vista se mantuvo baja, como si no sintiera siquiera el derecho de alzar la mirada. Viserys le había pedido coronar a Aegon, con su último aliento pareció haber cambiado de decisión. Pero algo no cuadraba, algo no estaba bien, no se sentía correcto. El rey tuvo veinte años para nombrar heredero a su primer vástago masculino, sin embargo nunca lo había hecho, nunca expresó cariño y afecto por el tan ansiado varón que alguna haber había anhelado con todas sus fuerzas.
Parecía no importarle.
──Todos se han ido ──dice Alicent, con la voz suave pero que, de alguna forma, pareció sonar firme a pesar de el temblor que se extendía por sus piernas. Era casi incontrolable y, mientras más deseaba detenerlo, solo se intensificaba ──. Pero Rhaenys sigue aquí, al igual que Melerys. Debemos mantenerla a ella y a su dragón bajo control, Rhaenyra no puede enterarse de nada y hay que actuar ya mismo.
Otto asintió en respuesta, el orgullo se extendió por su pecho como una ráfaga de calor húmedo...pero no lo sentía hacía su hija. Sino hacia su propio deseo egoísta. Aquel que lo había perseguido como un fantasma en pena cada noche y día de su vida, la ambición de ver a su sangre sentada en el trono de hierro.
Y aunque su nieto no era la mejor opción, todo valdría la pena al final.
La reina verde alzó la cabeza, sus ojos fueron directamente hacia la puerta cuando esta se abrió levemente, dejando ver a su guardia de confianza. Ser Criston. Los pasos del hombre parecían serenos, pero había un nerviosismo palpitante en cada respiración que daba, todos parecían estar siendo consumidos por los mismos pensamientos y reacciones. Pero Alicent conocía a alguien que sabría que hacer, que encontraría la solución a cada dilema que se le presentara. Una mujer cuya presencia imponía el respeto y la admiración que podría esperarse de un verdadero Targaryen.
──Ser Criston... ──musitó la mujer, con un nudo en la garganta pero ahora más decidida que antes ──Tráigame a Deianira.
Con esa orden directa el hombre volvió a irse, caminando por los largos y penumbrosos pasillos de aquella fortaleza. Por primera vez, en toda su vida, el castillo le parecía un lugar oscuro y desolado. La ausencia del rey se sentía en el aire, el destino incierto de cada habitante del reino y de los propios príncipes parecía agonizar en un mar de preguntas sin respuesta. En un profundo y depresivo agujero.
Cuando la gran puerta de madera estuvo frente a él su corazón se detuvo, sus labios se apretaron ligeramente cuando pensó en el rostro de la princesa a la cual había acompañado durante tantos años teñiste de dolor. Porque sabía que, a pesar de que Deianira nunca fue unida a su padre, su pérdida dejaría un vacío. Uno que nunca podría llenar. Pero lo peor de eso era saber que esa carencia siempre estuvo allí, para cada hijo del rey, pues ninguno de ellos podía afirmar que el anciano fue alguien presente en sus vidas. De una forma u otra, Viserys el pacífico había fallado como padre, a pesar de haber sido adorado como monarca.
Él entró, la oscuridad de la habitación lo cegó por breves momentos antes de que sus ojos se ajustaran al ambiente, un bulto en la cama llamó su atención y el castaño se acercó allí. Criston Cole se arrodilló junto a ella y encendió una de las velas apagadas que reposaba en la mesa de luz, su mano fue hasta el hombro de la platinada y lo apretó suavemente. El contacto de la seda de su vestido contra el cuero de sus guantes blancos, ahora manchados de sangre, solo le recordó lo diferentes que eran sus posiciones. Lo hizo recordar cómo su honor había sido manchado años atrás, como su inocencia había sido desgastada por la muerte que se desplegaba entre sus dedos.
Cuando la princesa despertó y se giró hacía él, con un suspiro agonizante en la garganta, no hicieron falta las palabras para entender lo que había pasado. Lo que estaba pasando. Los ojos oscuros del mayor parecían reflejar pena y angustia, y ella se hundió en esos mismos sentimientos en menos de un segundo. Su rostro se contrajo en una mueca, mientras sus orbes violáceas se veían opacadas por el agua que parecía crecer lentamente en sus ojos, formando lágrimas sin derramar.
Cole solo asintió y ofreció sus consuelos, mientras la cabeza de la princesa rebelde se inclinaba ligeramente contra su hombro y su pecho se oprimía al mismo tiempo que trataba de tragar sus emociones. El hombre la acunó entre sus brazos, todavía podía ver en ella a aquella niña inquieta e hiperactiva, una niña enfadada cuyo deseo siempre había sido seguir sus aspiraciones. Podía palpar con las manos su futuro, tan brillante como polvo de estrellas recién caído del cielo. Ya fuera una guerrera, o una madre, los dioses ya habían lanzado su moneda para Deianira Targaryen. Y Criston Cole estaba seguro de que la cara que había salido fue la de la grandeza.
Sus ojos ardían, el sol había salido y la silla del consejo estaba fría y dura. Tanto que sus músculos se habían acalambrado hace horas. Sus manos vagaban por la mesa, recorriendo el helado marfil de la mesa frente a ella, en su mente los pensamientos estaban tan confundidos y alborotados que su consciencia se había desplegado, haciéndola olvidar incluso su presente.
Dos nombres inundaba cada sensación y memoria en su pecho; Jacaerys y Aegon.
Por un lado, Aegon era su hermano. Había estado junto a ella desde que eran niños, a veces peleando y otras veces acompañándose. Pero siempre estuvo allí, y Deianira sabía que hiciera lo que hiciera siempre contaría con su lealtad. Y él contaba con lo mismo de su parte.
Sin embargo, del otro lado de la balanza se encontraba Jacaerys. El dueño de sus sueños más sinceros y sus pesadillas más tormentosas, aquel que había robado su afecto con tanta rapidez que ella ni siquiera pudo percatarse en qué momento había comenzado a amarlo con tanta fuerza. Pero ahí estaba, el hombre que era padre de su hijo, aquel cuya sangre ahora mismo crecía dentro de su vientre.
Y ella no podía escoger, pues si elegía a uno eso significaría traicionar completamente al otro.
Cuando su madre tocó su muñeca con delicadeza, ella se puso de pie y la siguió a través de los pasillos. La antigua reina hablaba y le indicaba órdenes sutiles a su hija, pero su atención no estaba en el lugar, y ella lo notó. Asoció su estado de ánimo a la pérdida, y así era, pero no del todo.
Al llegar a la habitación donde la princesa Rhaenys se encontraba cautiva el estómago de la menor fue oprimido por un nudo, bajo la sombra de su madre ambas se adentraron en el cuarto silencioso. Deianira podía sentir la mirada de la mujer sobre ella, su simple presencia la hacía sentirse vulnerable y ─para la princesa rebelde─ no había un sentimiento peor que ese.
El miedo.
Lo aborrecía, detestaba la idea de que una emoción tan banal y superficial controlara sus acciones o sus decisiones. Por eso solía ir en contra de la corriente, solía ignorar la voz en su mente que trataba de hacerla vacilar, eso la había llevado a ser una temeraria. Pero, a fin de cuentas, seguía siendo humana. Y el temor siempre la acompañaría, hasta su último día en la tierra, a pesar de que intentara hundirlo en el fondo de su ser, esa sensación jamás dejaría de colarse en sus huesos.
──Te daré la cortesía de suponer que hay una buena razón por el indignante trato de esta mañana ──dice la mujer, su voz es dura y clara. Rhaenys no era tonta, sabía que algo estaba pasando porque, sino fuera así, nunca la había mantenido allí. Encerrada como si fuera una amenaza.
──Mis sinceras disculpas por la falta de ceremonia, mi princesa ──habla la reina, su tono es calmado y lento, contrastando el carácter de la mujer platinada. Los ojos de Rhaenys viajaron hasta su sobrina menor, viendo a la niña que siempre solía mostrarse confiada hundida en su lugar, como si fuera un espíritu en pena. Sus ojos estaban rojos y húmedos, como si estuvieran irritados por el llanto. De pronto la verdad se presentó ante sus ojos con tanta claridad como la que poseía el agua en los mares de Driftmark.
──El rey ──musitó, sintiendo el peso de lo que estaba sucediendo a su alrededor ──. Estás usurpando su trono...
Las palabras hicieron que un escalofrío recorriera la espalda del vástago menor del difunto rey, sus manos temblaron ligeramente y tuvo que entrelazar sus dedos detrás de su espalda para que no fuera notorio. Ni siquiera podía mirar a esa mujer a la cara, no con la vergüenza que conllevaba lo que estaban haciendo.
──Fue el deseo de mi esposo moribundo ──dice Alicent, sus palabras eran sinceras pero las expresaba con dolor, Rhaenys ante tal oración no pudo hacer más que soltar una suave risa frustrada y suspirar, su mente divagando entre todas las posibilidades que tenía bajo su manga ──. Lo creas o no, no tiene consecuencia. Aegon será rey, y he venido aquí para solicitar tu apoyo...
Antes de siquiera oír la opinión de la mayor, Deianira sabía que su respuesta no sería positiva para su progenitora. Rhaenys no iba a traicionar a Rhaenyra, no cuando abogó por Lucerys y lo remarcó como legítimo ante el rey. No cuando ellos eran así de leales, a pesar de todo...
──Bueno, debo darte crédito por tu audacia ──expresa, pues nunca había creído que Alicent sería capaz de tal cosa. Siempre con su fachada de honor y decoro. La pelirroja se acercó unos pasos, decidida a obtener más aliados para fortalecer el reclamo de su hijo al trono de hierro.
──La casa Velaryon se ha aliado por mucho tiempo con la princesa Rhaenyra, ¿y qué les ha conseguido...? ──cuestionó, el nombre de la ojimorada hizo que su corazón se aplastara entre las cavidades de su pecho. Nuevamente estaba traicionándola, primero lo hizo por su padre y luego por su hijo. Siempre buscando proteger o ganar el orgullo de un ajeno, rompiendo a la única persona que había amado ──Tu hija murió sola en Pentos, tu hijo engañado. Los herederos de Rhaenyra no son suyos, es tu esposo el que se aferra desesperadamente al trono. Incluso él te ha abandonado, se fue por seis años a pelear una batalla insensata regresando gravemente, sino mortalmente, herido...dejando a la señora de Driftmark buscando su curso sola.
Aunque la expresión de la princesa mayor se había teñido de angustia, su firmeza o su lealtad no había flaqueado ni por una sola vez, ninguna trampa había logrado capturarla. Ni las garras más afiladas lograrían romper su voluntad para con la legítima heredera nombrada por Viserys.
──La palabra de mi casa no es voluble ──murmuró, alejándose de ellas. Alicent, en un movimiento rápido la siguió, apoyando sus manos en los brazos de ella para voltearla hacía su rostro.
──No, pero tú mejor que nadie comprendes lo que estoy diciendo ──sigue, con sus ojos oscuros en los de Rhaenys, Deianira se acerca de a poco, la luz de la mañana parece cegar su vista por unos breves segundos que parecieron eternos. Su corazón estaba acelerado desde hace horas y nada parecía poder hacerlo volver a su velocidad normal ──. Princesa Rhaenys, yo amé a mi esposo pero hablaré la verdad que ambas conocemos.
──Madre ──susurra la menor, su voz sale en un tono mucho más bajo de lo que quería y sus palabras se ahogan entre las de la reina consorte.
──Tú debiste haber sido reina ──expresa, la mujer la ve a los ojos, notando la honestidad en sus palabras. Deianira a pesar de no entendía su opinión, comprendía que su madre tenía sus propios pensamientos y que, seguramente, buscaba la mejor manera de ayudar a su hijo mayor.
──Jamás pensé oír esas palabras de ti ──admite Rhaenys pero cuando enfoca su atención en su sobrina ésta se aparta la vista, como si se avergonzara. Instintivamente, al verla allí, acompañando a su familia en ésta traición a su propia casa, no puede pensar en nadie más que en su nieto. En Jacaerys.
Rhaenys se percataba de las cosas mucho más rápido que los demás y, desde aquel día en el palco real, mientras el bastardo de Rhaenyra veía a la hija menor del rey pensando que nadie lo notaba, la platinada supo que había algo allí. Un sentimiento florecía entre ambos, uno demasiado fuerte como para ocultarlo.
Pero no podía culparlos, incluso ahora, cuando una guerra podría avecinarse por este engaño, ambos solo eran dos jóvenes que se estaban adentrando en la vida adulta. Y, aunque Deianira lo ocultaba mejor que Jacaerys, aún así Rhaenys pudo ver sus ojos brillando al verlo. Como si detrás de toda la indiferencia que intentaba mantener se ocultara el más puro orgullo y devoción por él.
──El trono de hierro era tuyo por sangre y por temperamento, Viserys habría vivido sus días como un señor de campo contento con cazar y estudiar sus historias pero...aquí estamos ──dice la antigua reina verde, cuando Rhaenys intenta zafarse de su agarre solo logra que ella ponga más presión sobre sus manos, manteniendolas enterradas entre las de ella. Como si fueran garras afiladas ──. No reinamos, pero podemos guiar gentilmente a los hombres que lo hacen. Lejos de la violencia y la destrucción, y encaminarlos hacia la paz.
La mayor se soltó bruscamente de la mujer de cabello cobrizo, un dolor punzante se posó en el vientre de la rubia y soltó un suave jadeó que no fue oído. Su estómago pareció apretarse contra sus pulmones, y reprimió el instinto que tuvo de tocar su pequeña barriga. Rhaenys volvió a alejarse de ellas, siendo seguida nuevamente por Alicent, Deianira agradeció de cierto modo que siguieran su conversación sin prestarle atención a ella. La hija menor del difunto rey respiró pesadamente, soltando un suspiro caliente que pareció apretar su garganta.
──¿Me has aprisionado en el nombre de la paz? ──cuestiona la rubia, con sarcasmo, luego se voltea hacia la mujer y de forma brusca pregunta:──¿Y dónde está mi dragón?
──Si somos superados Rhaenyra estará tentada a atacarnos y se desatará una guerra ──comienza a explicar la pelirroja, su plan parecía estar perfectamente ordenado y planificado, como si hubiera estado pensando en esto desde hace bastante tiempo. Entonces una pregunta voló por la mente de Rhaenys, ¿hace cuánto tiempo fue la muerte de su primo? ──. Sin tu dragón ella podría ser persuadida a negociar. Si es Driftmark lo que quieres, lo tendrás. Para ti y tus nietas, para heredarlo como te parezca.
Ante tal oferta Rhaenys no pudo evitar sentir que había subestimado a la mujer, siempre había parecido una joven idiota y manipulable, pero los papeles parecían haber cambiado. La víctima se había convertido en el victimario.
──Eres más inteligente de lo que creí, Alicent Hightower...
──Una verdadera reina cuenta el costo para su pueblo ──añadió, la Targaryen mayor no pudo evitar sentir una pizca de decepción ante tal pérdida. Una mente brillante, guiada bajo creencias limitantes que solamente oprimían su potencial. Una mujer fuerte criada entre hombres que siempre iban a creerse superiores por el simple hecho de haber nacido así.
──Y aún así estás al servicio de los hombres ──mencionó, con ligera ironía. Deianira no pudo evitar darle la razón con ese comentario, a pesar de amar incondicionalmente a su madre, sabía que siembre había escogido el lado fácil pero doloroso como mujer. Siempre había seguido deseos ajenos ──. Tu padre, tu esposo y ahora tu hijo...Tu deseo no es ser libre, sino hacer una ventana en la pared de tu prisión.
Luego, la platinada se inclinó sobre el oído de la pelirroja y susurró algo que la princesa rebelde no pudo oír, pero supo con claridad que esas palabras habían incomodado profundamente a su madre porque después de eso ella solo balbuceó y se marchó, dejándola sola allí con Rhaenys.
Cuando la mujer estuvo a solas con su sobrina, que seguía con la mirada fija en la puerta por donde se había ido su progenitora. La mujer se acercó a ella y posó su mano en el brazo de Deianira, apretando suavemente su piel encima del vestido color azul oscuro que portaba la princesa.
──¿Acaso sabes lo mucho que lo lastimarás haciéndole esto? ──la voz de su tía hace eco en su mente, pero no sabe cómo procesar las palabras, su corazón se acelera al percatarse de quién estaba hablando. Pero...no había forma de que ella lo supiera, ¿o sí?
──No sé de qué estás hablando.
──No finjas ser tonta, Deianira, ambas sabemos que ese título no te queda ──dice, y cuando la menor intenta zafarse ella solo aprieta su agarre, sus dedos enterrándose encima de la tela gruesa de su manga ──. Jacaerys jamás te perdonará si le haces esto, si le arrebatas la oportunidad y su derecho de nacimiento.
──No sabes de qué estás hablando.
──¿No lo sé? ──pregunta, sin querer realmente una respuesta a eso ──Tú lo has escondido bien, pero él no es demasiado bueno en eso. Cuando se entere de lo que está pasando, de la forma en la que lo estás traicionando a sus espaldas, créeme que nunca va a olvidarse de esto.
──Jacaerys no tiene porqué perder su derecho al trono, él podría ser heredero luego de Aegon, podría encargarme de ello ──mencionó y sus palabras dejaron helada a la mayor, quien la soltó en respuesta. Deianira posó sus orbes violáceas sobre ella, el nudo en su garganta parecía apretarse a cada segundo que pasaba ──. Él nació para reinar, lo merece más que cualquiera en este momento, será uno de los mejores reyes que Westeros haya conocido y tú y yo lo veremos ascender a su trono.
Rhaenys entonces notó que, a pesar de apoyar a su hermano, Deianira seguía manteniendo a Jacaerys en su mente. No estaba olvidándose de él, ni dejándolo de lado por esto, iba a pelear por él. Incluso ahora, cuando el silencio se esparció a través del aire y la tensión de incomodidad parecía pinchar cada músculo de su cuerpo, Deianira volvió a abrir la boca para defenderlo.
──No me acuses de traición hacia Jacaerys, mi lado de la balanza no será el mismo que el tuyo, pero eso no signifique que sea el incorrecto ──expresa, su voz toma un tono más severo y Rhaenys puede ver la chispa Targaryen brillando en sus oscuros ojos amatista ──. No quiero que vuelvas a cuestionar mi lealtad, porque claramente no sabes con quién está.
Habían pasado dos días desde la muerte del rey, el cadáver comenzaba a descomponerse en los aposentos y el olor a putrefacción ya alertaba a las criadas que caminaban por los pasillos. Aegon no estaba por ninguna parte, no había rastro de su paradero y, después de buscar infinitas veces por los burdeles ─desde el más estimado hasta los de mala muerte─ no había ningún indicio de que el príncipe se haya refugiado allí.
La desesperación de la reina era palpable y Aemond había salido a las calles en un intento de encontrar a su hermano pero aún no había vuelto, eran las primeras horas del día y Deianira se encontraba junto a Helaena, su hermana mayor. La rubia también se veía bastante preocupada e inquieta, balbuceaba incoherencias mientras Maelor era amamantado por una nodriza.
Jaehaera y Jaehaerys por otro lado buscaban la atención de su tía, en especial el niño mayor. Nira se permitió jugar con ellos mientras el ambiente se tensaba, no quería que ellos se vieran afectados por lo que estaba pasando. Eran inocentes y libres de pecado, alejados del caos creado por los adultos. Deianira no podía evitar ver a su hermano mayor cuando veía a esos pequeños, ambos eran la viva imagen de Aemond, con sus orbes oceánicas brillantes enfocadas en las maravillas que el mundo parecía ofrecerles.
──Dos dragones, una pérdida ──susurra Helaena, con los ojos vacíos mirando hacia algún punto del suelo, Nira besó las cabezas de sus sobrinos antes de levantarse e ir junto a la mujer Targaryen de cabellos platinados ──. La bestia verde perdiendo el control antes lo recuerdos de la guerra...
Deianira frunció ligeramente el ceño, su mano intentó acariciar el hombro de Hel pero ésta la apartó de forma brusca, fue un gesto sorpresivo porque su hermana nunca había huído de su toque. La sensación la hizo retorcerse, como si un hueco se abriera dentro de su estómago.
──Helaena...──musita, pero su voz se apaga.
──No es tu primogénito, no...es una ella ──dijo, dejando solo aún más aturdida a su hermana. Sus palabras eran vagas, casi como si las dijera para todo el mundo y para nadie al mismo tiempo, pero su mirada estaba sobre la ojimorada, clavando su vista como si atravesara cada emoción que recorría su cuerpo ──. Rubios serán sus cabellos, y temerosa su actitud hacía los peligros del mundo, nacido entre el caos y la muerte llegará para marcar unión en la casa del dragón.
Deianira suspiró, sabía que la había oído decir eso antes pero no recordaba cuándo, aún así escucharla hablar sobre un primer hijo la alertó, recordando la creciente vida que se establecía en sus entrañas. Con pesadez se levantó del sofá, su vestido comenzaba a parecer incómodo y su mente no podía concentrarse por demasiado tiempo. Miró a la sirvienta y, con una oración silenciosa, le indicó que cuidara de los niños. Deianira besó por última vez la frente de Maelor y salió del cuarto, mientras ellos se quedaban alejados de la situación que estaba alterando a los Targaryen de la fortaleza roja. Fue hasta su cuarto y se cambió, poniéndose un vestido de color azul marino opaco, con mangas largas y escote cerrado.
Tras una larga caminata llegó hasta las afueras del palacio, caminó por las calles de la ciudad mientras Ser Alwyn la seguía por atrás. Su guardia juramentado había insistido en acompañarla y por más que la peliblanca quisiera estar sola, no tenía permitido salir sin nadie de la guardia real. La capa blanca del hombre contrastaba con el dorado de sus cabellos, tan brillantes como los rayos del sol que hoy se habían marchado. El cielo estaba gris y una fría pesadez agobiaba la atmósfera, era como si en cualquier momento los dioses estuvieran dispuestos a lanzar el más violento diluvio sobre King's Landing.
Cuando la gran estructura del templo de la fe estuvo frente a sus ojos la hija menor del fallecido rey Viserys soltó un suspiro pesado, no sabía qué estaba haciendo, ni porqué su instinto parecía guiarla hasta aquel lugar. No creía en los nuevos dioses, pero sus esperanzas estaban amenazando con colapsar. Aegon podría haber sido herido, tal vez estaba en problemas. Sabía que él no había huído, no había escapado de la capital. Su hermano mayor nunca los abandonaría.
Cuando abrió las puertas de la estructura sus ojos se posaron en Ser Alwyn.
──Espere afuera, Ser ──indicó, su voz fue tranquila y suave, a pesar de que su ansiedad parecía pellizcar cada nervio dentro de su piel. El hombre asintió, aunque en su mirada había una tinte de preocupación por su princesa.
Deianira entró al lugar, cerrando las grandes puertas detrás de su espalda, el lugar estaba vacío y oscuro, la iluminación estaba compuesta por un par de velas que seguían encendidas sobre un altar. A pasos lentos la princesa rebelde se acerca a uno de los bancos para inclinarse pero antes de llegar a la gran mesa una estatua esbelta llama inmediatamente su atención, un cuerpo con siete rostros tallados a manos, cada uno representando una emoción y dirección diferente.
El rostro del Desconocido le heló la sangre, pues estaba carente de algún rasgo facial humano, parecía una mezcla de manotazos sobre cerámica aporcelanada. La representación de lo inexplorado y incógnito palpable en aquella cara. Las estrellas de siete puntas parecían quemar su piel a medida que se iban haciendo más presentes, estaban por todos lados, en las paredes, los techos, talladas en los banquillos y garabateadas sobre la cera de las velas.
Cuando el rostro de la Madre se presentó ante sus ojos Deianira no pudo evitar cerrar los ojos, la mujer parecía tener una expresión serena, junto a una sonrisa misericordiosa. Aún así, cuando se arrodilló ante ella, se sintió como si estuviera traicionando cada una de sus creencias.
──Madre...──susurra, el tenue murmullo se pierde en el eco del enorme lugar, sus manos se entrelazan y su mentón queda abajo. La vida en su vientre era lo suficientemente importante como para obligarla a hacer esto ──Perdona mis pecados y olvida mis ofensas, cuida a mi hijo...o a mi hija, del destino tortuoso que depara el mundo.
Su voz se quiebra en el silencio, un nudo aprieta su garganta y se obliga a callarse, un jadeo arrastrado se escucha detrás de su cuerpo y por un momento se queda paralizada, preguntándose si había alguien más en aquel lugar. Alguien de quién no se haya percatado antes. La incertidumbre golpeó sus huesos y cuando se giró no pudo ver nada, ni a nadie. El templo seguía tan vacío como cuando entró, el ambiente seguía siendo sombrío y tenebroso. Trató de convencerse a sí misma de que su estado de ánimo alterado estaba comenzando a jugarle una mala pasada, que su temor reprimido por tantos años estaba queriendo salir de la jaula en la que lo había encerrado para hacerla completamente vulnerable ante cualquier pequeño incidente. Detestó ese pensamiento así que carraspeó para eliminar el malestar en su cuello, la gargantilla era mucho más incómoda que antes pues al ser unos centímetros más corta que su antiguo collar perdido le apretaba la carne. Quiso llevar sus dedo a su garganta y arrancarla, sacarse la piel con las uñas y eliminar la molestia, pero no lo hizo.
De nuevo, un gemido ahogado rompió el silencio, su espina dorsal fue invadida por un escalofrío cuando aquel sonido llegó a sus oídos. Ahora más fuerte que antes.
Deianira se levantó y, con pasos lentos y sigilosos, recorrió el lugar. Los quejidos eran continuos, uno seguido de otro separado por una corta duración de pocos segundos. Al final del camino, el altar redondo y enorme parecía ser el creador de estos ruidos. La ojimorada no habló ni emitió ningún murmullo, sabía que si era alguien peligroso siempre sería mejor tener el factor sorpresa de su lado, no podía divulgar su localización en el templo. Recorrió la estructura con cuidado hasta que encontró una escotilla en el concreto del altar, con un movimiento rápido la abrió de par en par, notando una figura algo regordeta escondida allí. Olía mal, como a vino añejado y transpiración, pero lo que más captó su atención fueron los mechones blancos sobresaliendo de una capa. Los pálidos cabellos brillaban incluso en la pesada oscuridad dentro de aquel escondite, su corazón se aceleró y, sin poder evitarlo, una sonrisa se escapó sus sus labios.
──Aegon... ──susurró y estiró sus manos para jalar del cuerpo de su hermano mayor, quien se quejó, la ropa que tenía puesta no eran los usuales harapos que solía usar cuando salía a sus "escapadas de placer", estaba vestido con sus mejores prendas. Usando joyas en su cuello y sus dedos y Deianira, honestamente, no sabía como éstas no habían sido hurtadas dada la condición tan delicada en la que se encontraba ──Tranquilo, Eggon...tranquilo, te llevaré a casa.
El pueblo entrando en Pozo Dragón solo aumentó la creciente molestia que se colaba por los huesos del vástago menor de Alicent Hightower. Algunos estaban confundidos, otros presentían lo que estaba pasando y lloraban en silencio, incapaz de escapar del futuro que se aproximaba frente a sus narices. Si bien, la mayoría no parecía contento con lo que se estaba llevando a cabo, ninguno puso resistencia y siguieron las órdenes de los guardias reales. La reina se mantenía erguida, con el mentón en alto, mientras que sus tres hijos menores se quedaban estáticos a su lado. Ser Criston Cole estaba junto al septón, quién sostenía la antigua corona de Aegon, el conquistador.
El corazón de Deianira palpitó con fuerza cuando la cabellera rubia de su hermano comenzó a acercarse, entre el estrecho pasillo creado por las espadas de los guardias que juraban lealtad a su rey. La escena pareció casi de un mundo de fantasía, el dragón rojo de tres cabezas ─símbolo que siempre fue portado con orgullo sobre su pecho de su hermano─ había sido reemplazado por uno dorado. Destruyendo el fino hilo que lo unía a su casa, a su familia...a Rhaenyra.
Aegon tenía la boca seca, todos los ojos estaban sobre él, algunos temerosos, otros con pena y pocos con admiración. Nunca en su vida había recibido tanta atención y se sentía bien, pero la pesadez en su estómago no le permitía disfrutar esa sensación. Su mente divagaba en lo que estaba haciendo, repletándose la idea de escapar justo allí, ante las miradas de todo el mundo. Quiso tomar a sus hermanos menores y alejarlos de la capital, de la corona y del trono. Nada de esto era lo que quería, pero sí debía hacerlo.
Tal vez Rhaenyra sería misericordiosa con su sangre, pero nada podía asegurarle eso. No podía darse el lujo de darle el beneficio de la duda, tarde o temprano ─lo desee o no─ su media hermana tendría que poner sus cuellos contra el acero. Sino, su reclamo nunca sería totalmente seguro. Sus hijos bastardos nunca podrían ascender como herederos si los demás vástagos del rey seguían con vida. Los primeros en morir serían Aegon y Aemond, los varones. Luego seguirían Jaehaerys y Maelor. Pero tampoco podía asegurarse de que sus hermanas y su hija estarían seguras.
Daemon era capaz de hacer atrocidades, Aegon lo sabía, él podría asegurarse de que todos y cada uno de ellos sufra accidentes sospechosos a lo largo de los años. Siempre fue bueno para eso, y nunca había sido castigado por sus crímenes.
Tomar el trono era su única opción, siendo el rey se aseguraría de que sus hermanos estén seguros. Podría mantenerlo a salvo, sin derramar sangre inocente ni mucho menos generar una guerra. Sabía que con Deianira a su lado él podría mantener todo en orden, guiar a su pueblo por un camino de armonía y paz.
Cuando sus pasos llegaron a las escaleras, sintió su cuerpo temblar ligeramente, sus manos apretadas a los costados de su cuerpo. Sus ojos encontraron los de sus hermanos, Helaena tenía una lágrima rodando por su mejilla, sus ojos violáceos parecían temerosos. Aemond, como siempre, parecía ajeno de cualquier sentimiento conocido. Su única orbe azul estaba enfocada en Aegon y, cuando ambos cruzaron mirada, él asintió en forma de apoyo. Aegon no se percató en qué momento sus propias lágrimas lo habían vencido, solamente sintió el sabor salado de la tristeza cayendo sobre su labio inferior.
Por último estaba Deianira, a un lado de su madre, ella tenía una mirada severa pero sus ojos reflejaban una mezcla entre orgullo y preocupación. Entonces, suavemente, bajó la cabeza e hizo una reverencia ante su hermano. Su pecho se calentó ante aquel gesto, la lealtad de Deianira estaba con él, Aegon lo sabía. Su confianza pereció reafirmarse, estaba haciéndolo todo por ellos. Estaba haciendo todo esto por amor.
La imagen del rostro de Baela se coló en su mente, un punzante dolor se instaló momentáneamente en su corazón, pero se obligó a despedirse de él. Porque, si antes no había esperanzas de que nada surgiera entre ellos, luego de que esa corona estuviera en su cabeza todo anhelo sería en vano.
Otto Hightower sonreía, orgulloso de su nieto. Aegon sintió como si estómago se revolvía ante el sentimiento, quería borrarle esa mueca de la cara y se aseguraría de hacerlo cuando tuviera el poder suficiente. Cuando estuvo frente a su madre ésta tomó sus mejillas y plantó un suave beso en su frente, los guardias se movieron para cerrar el camino, creando un muro humano entre ellos y las personas presentes en Pozo Dragón.
El rubio se hincó sobre una rodilla frente al septón Eustace y su mirada quedó divagando en la nada, mientras el pulgar del anciano recorría su frente y la humedecía con los santos óleos, su voz senil mencionó una bendición pero esta no fue dirigida en nombre de sus dioses, sino en el de los Siete. Cuando la corona del antiguo conquistador fue puesta sobre su cabeza por Ser Criston Cole, el mundo pareció colapsar dentro de él. No había retorno ahora...
Se levantó y observó a la multitud, casi esperando algún rechazo de su parte, como estaba acostumbrado. Su padre no lo quería en el trono, nunca lo quiso, tuvo veinte años para nombrarlo heredero y no lo hizo, pero el bienestar de su familia significaba más que cualquier deseo que tuviera su difunto progenitor. Sus hermanos y su familia hicieron una reverencia ante él, mientras sus ojos los recorrían.
──¡Larga vida a su alteza, Aegon! ──anunció Eustace, en voz alta y firme, sin vacilar en sus palabras ni en su lealtad hacía quién había sido coronado ──Segundo con el nombre, rey de los Ándalos y de los Rhoynar y los primeros hombres. Protector y señor de los Siete Reinos.
Hubo un corto silencio, antes de que las personas comenzaran a vociferar y aplaudir. Aegon se quedó en blanco ante tal reacción, los vellos de su nuca se erizaron y una oleada fría bajó desde sus hombros hasta su cadera. Ser Criston le extendió a Fuegoscuro, la espada de Aegon I cuya apariencia combinaba con su corona. Ambas portando un rubí tan rojizo como la sangre de dragón que corría por sus venas. El platinado la alzó y entonces la elevó en el aire, la seguridad era palpable mientras que el pueblo parecía recibir gustosamente al nuevo gobernante. Con las manos abiertas Aegon aceptó las ovaciones que inundaban sus oídos y sonrió.
La alegría del momento se rompió con crudeza cuando, de un segundo a otro, una gran explosión que salió de debajo del suelo ocasionó caos. Las cenizas y los escombros nublaron la vista del ojiazul y Aegon, instintivamente, retrocedió para poner su brazo frente a su hermana menor. Deianira se sostuvo de él, mientras los gritos de los aldeanos desesperados se propagaban y las personas se chocaban entre ellas para escapar del Pozo Dragón. El rugido de un dragón rompió el aire y entonces ambos hermanos vislumbraron a su tía sobre Melerys, el corazón de Deianira se aceleró pero entonces otro rugido, mucho más fuerte y brusco interrumpió cada pensamiento que volaba por la mente de los dos hermanos.
Annemys se alzó por el agujero, moviéndose bruscamente para buscar la salida, Deianira sintió la determinación de su dragona por protegerla. El tamaño de la bestia había aumentado estas últimas semanas, con la comida y los tratos adecuados pudo crecer varios metros más. Ahora era casi tan enorme como Melerys. El animal oscuro se posó frente a su jinete y sus hermanos, rugiéndole al otro dragón y respirando vapor caliente por sus dilatadas fosas nasales.
Cuanto Rhaenys vió como el dragón se detenía frente a ella supo que no había forma de atacar sin que su propio dragón resultara herido, Vermax había sido trasladado a Dragonstone todavía con heridas sin curar por la profundidad en la que los colmillos de aquella bestia se clavaron sobre sus escamas, perforando la piel, la grasa y el músculo. Si bien la pelea podría estar en igualdad de condiciones, el futuro no era seguro.
La mayor solo miró a Alicent, su mirada decía más de lo que cualquier discurso podría expresar. Esto no iba a acabar aquí, no iban a salir ilesos ante tal traición hacía la legítima heredera al trono de hierro. La mujer solo se marchó, su dragón voló hacía los cielos y desapareció entre las espesas nubes grises del día. Deianira negó con la cabeza.
──No...──murmuró, en un suspiro ahogado ──Alertará a Rhaenyra.
Aegon la miró, sus manos se movieron hasta los brazos de su hermana y trató de calmarla, mientras los guardias se movilizaban para retirar a la familia real del Pozo Dragón.
──Vamos a negociar con ella, Nira... ──le asegura, con honestidad. Él no deseaba una guerra, ni quería ser rey de las cenizas, solo anhelaba el bienestar de sus hermanos y la seguridad que la corona sobre su cabeza podía proporcionarles.
Al volver a la fortaleza el camino se sintió incómodo, Otto no dejaba de hablar sobre los tratados que podían hacer y las casas que tenían su lealtad con su causa. Aegon y Deianira solo compartían miradas silenciosas, cuyos mensajes eran captados por el otro con naturalidad.
Cuando Aegon vió el trono frente a sus pies un escalofrío recorrió su cuerpo, su sudor se sentía frío y los latidos de su corazón resonaban entre sus costillas. El anciano castaño sonreía a un lado del trono, mientras la insignia de mano brillaba sobre su pecho, el rubio se acercó y de forma brusca le arrebató el dije, arrancandolo de sus prendas.
Su abuelo se sorprendió ante tal acción, sus ojos abiertos de par en par mientras el ojiazul le arrebataba aquel puesto que tanto había luchado por mantener. Sabía que Aegon no lo apreciaba, pero no esperaba esto, no cuando él fue quien movió las piezas sobre el tablero para poner su trasero sobre el acero del trono.
Aegon se volteó hacía Deianira, el pecho de la chica se oprimió al ver a su hermano, el muchacho extendió la mano hacía ella y le ofreció aquella pieza de metal de color dorado brillante. La ojimorada se quedó en blanco por unos segundos, las dudas acerca de sí debía tomar el objeto o no se instalaron en su mente. Al ver su vacilación Aegon asintió suavemente, acercándose un poco más.
El peso de aquel título era demasiado pesado para sus hombros, ella no estaba segura de sí lo haría bien o sí siquiera tenía los conocimientos necesarios para manejar un reino junto a Aegon. Pero la confianza que brillaba en las orbes de su hermano mayor al verla solo la hacían sentir mejor, porque si él le ofrecía esto, era porque ella era la persona en la que más confiaba. No se lo ofreció a Aemond, ni a Helaena. Se lo ofreció a Deianira.
──No podré hacerlo sin ti, Deianira ──susurra, su voz sale débil y casi temblorosa, traga saliva en busca de más estabilidad y entonces agrega:──Acepta ser mi mano, y acompaña mi ascenso al trono...
Una oleada de diferentes sentimientos golpeó a la menor con una fuerza inhumana, otra vez estaba dudando. No sabía si estaba esquivando una bala, o si estaba perdiendo al amor de su vida. Porque sabía que, cuando Rhaenys llegara a Dragonstone y todos supieran que Aegon tomó el trono, entonces Jacaerys sabría que ella no lo escogió. Pensaría que Deianira lo había traicionado y, aún así, la platinada no podía rechazar a su hermano mayor. No ahora, no en esto.
Ella asintió, sonrió levemente y permitió que su cuerpo se relajara mientras el ojiazul se acercaba y ponía la insignia sobre aquel vestido azul oscuro, una vez estuvo allí Aegon sonrió de oreja a oreja, con un sentimiento de orgullo llenandole el pecho.
──Ahora que soy el rey ──dice, ignorando las miradas de su familia y, en especial, la del progenitor de su madre. Cuyo rostro estaba manchado de indignación, sorpresa y enojo. Entonces Aegon soltó una carcajada brusca, solo para molestarlo aún más ──¿Que deberíamos hacer primero, querida hermana?
Deianira, como siempre, entendió su burla disfrazada. Alzó la barbilla y sonrió, con esa mueca vanidosa y engreída que solían tener ambos hermanos Targaryen.
──Enviar a Otto Hightower al exilio ──responde, en voz lo suficientemente alta como para ser oída por todos, casi podía palpar como el rostro de su abuelo materno se ponía pálido detrás de sus espaldas. Entonces, con asco, recordó todas las veces en las que el viejo castaño y barbón se había sentado en el trono, creyéndose mejor que cada uno de ellos ──. No más víboras en el trono del dragón, hermano...
──── cam's note !
SIETE MIL PALABRAS QUEEEEEEEEEEEEEEEE, el cap más largo en la historia de Hate Me.
A partir de ahora damos inicio a la Danza, oficialmente la guerra civil entre los miembros de la casa del dragón ha comenzado con la usurpación al trono. Prepárense para llorar y leer MUCHO desde este capítulo, ya han comenzado los que yo creo son los períodos más tristes y desgarradores del fanfic.
Chapter 38: ────thirty-seven,
Chapter Text
37, THE LOYALTY !
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LA MIRADA de Rhaenyra se suavizó, sus ojos brillaban cálidamente ante las palabras de su vástago. Deseaba alejarlo de todo el estrés y la preocupación que sus cargos le generaban, pero sabía que para lograr eso debía acompañarlo en su camino. Un largo camino que se sentiría menos pesado con su ayuda.
──¿De qué forma, dulce niño? ──pregunta, su voz tenía esa dulzura tan usual que usaba cada vez que tenía que hablar con él. Los ojos verdosos de Lucerys fueron hasta los de ella, viendo aquellas orbes que siempre consolaban sus miedos y calmaban sus temores más profundos.
──No soy...perfecto ──expresa, comparándose con ella porque, a sus ojos, su madre solo era la perfección reencarnada en persona. Ella siempre poseía las respuestas necesarias, las soluciones a cada dilema y una forma tan cortés de hacerle saber que su ansiedad no debía sobrepasarlo.
Rhaenyra se acercó, plantó un beso en la parte superior de la cabeza de Luke y lo observó, parecía que fue ayer el día en el que escuchó su llanto por primera vez, su calor entre sus brazos. Aún recordaba como el dolor se disipó por completo al vislumbrar su rostro...
──Soy todo menos eso ──negó la platinada, con una tenue risa amenazando con salir de sus labios. La atmósfera pacífica fue interrumpida por la entrada de su primogénito, seguido de Daemon. Jacaerys tenía la espalda tensa, mientras inhalaba aire a bocanadas profundas, como si esperara algo impacientemente. Había estado así desde que volvieron de Desembarco y, por alguna razón, todos los días se levantaba preguntando si volverían.
──Madre ──dijo, casi tropezando con sus propias palabras. Rhaenyra suspiró y se acarició el vientre, con su mano libre le dio unas suaves palmaditas en la espalda a su hijo menor, indicándole que era libre de irse si gustaba. Luke asintió y le sonrió una última vez, para luego dejarlos solos.
Jacaerys ya sabía que Daemon se había percatado de su desesperación, era palpable, tan notorio que parecía un dragón debajo de una alfombra. Por más que lo intentara no podía ocultarlo, su pecho se oprimía cada vez que recordaba aquellas palabras que le dijo a Deianira en la cena. Si bien se había disculpado, aún así se marchó de King's Landing sin una respuesta a su propuesta. Ella no le dijo que sí, pero tampoco le dijo que no.
──Los dragones siguen cansados por el vuelo, Jace ──explicó la heredera, mirándolo a los ojos. Daemon estaba con los brazos cruzados sobre el pecho, estaba serio pero Rhaenyra presentía que quería sonreír, como si buscara burlarse o simplemente algo le causara gracia ──. No podrás ir con Vermax, él aún está herido y...
──Vermax puede volar ──interrumpe, aunque en el fondo sabe que eso no es cierto, puede que el dragón aguante pero no hay forma de que vaya desde Rocadragón hasta Desembarco sin hacer algunas paradas en el camino.
──Aunque pueda hacerlo o no, te necesito aquí. Tus hermanos estarán aquí ──agrega la madre, acercándose a su vástago mayor, con el ceño ligeramente fruncido ──¿Qué está sucediendo contigo?
Tras esa pregunta Jacaerys suspira y la mira, entonces sabe que debe hablar, aunque no sepa por dónde comenzar. ¿Qué pensaría su madre de él, acaso perdería su confianza luego de confesarle lo que pasó? Su honor y su deber como príncipe de Dragonstone tenían que ser su prioridad y, por eso, sabía que debía tomar a Deianira como su esposa. Él le quitó su doncellez, a pesar de los rumores falsos que rondaban a la princesa rebelde, Jacaerys había sido el que tomó su pureza. Por lo tanto, por su honor y el de ella, debían unirse en matrimonio.
No se sentía como una obligación, todo lo contrario, era un punto a favor. Él la amaba y, lo que más deseaba era poder hacerla su esposa, ser el hombre al que sus hijos llamaran padre. Amarla, respetarla y honrarla hasta el fin de sus días en la tierra. E iba a hacerlo...
──Debo decirte algo, madre...
Su voz fue cortada por el sonido de las puertas arrastrándose por el suelo al ser abiertas, los guardias estuvieron a punto de anunciar la presencia de quien fuera que estaba entrando pero el rostro preocupado de Rhaenys calló cualquier palabra que pudiera decirse. La respiración de la mujer era agitada, su pecho subía y bajaba rápidamente a medida que se acercaba a ellos. Rhaenyra acunó su vientre con una mano y se alejó de Jace, con el ceño teñido de preocupación.
──Princesa Rhaenys ──dice, suavemente ──. Espero que traiga noticias positivas acerca de la recuperación de Lord Corlys...
──Viserys está muerto ──dijo y todo pareció paralizarse en cuestión de segundos. El sonido se disparó entre cada rincón de la sala e incluso las respiraciones de los presentes parecieron estancarse en sus gargantas, temiendo que cualquier mínimo respiro pudiera interrumpir. El rostro de Rhaenyra se vió opacado, sus ojos se llenaron de lágrimas retenidas y la saliva bajó por su cuello como si se tratara de una roca. Parecía que el calor se había desvanecido de su cuerpo, reemplazado por un frío invernal que nunca antes había sentido, sus manos temblaron mientras se aferraba a la poca esperanza que tenía.
Daemon observó a su prima, su expresión fue una mueca desconocida para Jacaerys. Había empalidecido y, por un breve momento, Jace notó como su labio inferior temblaba...antes de que cerrara abruptamente la boca.
──Lamento esta perdida contigo, Rhaenyra. Mi primo, tu padre, poseía un corazón amable ──se apresuró a agregar, cuando ninguna palabra salió de los labios de los platinados presentes, la mayor se acercó solamente para estar frente a frente con su legítima reina ──. Pero hay más...
Rhaenyra la miró, como si ya conociera lo que estaba a punto de salir de sus labios, negó suavemente con la cabeza pero supo que no podía hacer nada para evitar escucharlo. Uno de sus peores miedos acababa de hacerse realidad y sabía que su linaje familiar pagaría el precio por esto, cuando la sangre de su familia se mezclara en una sobre el helado acero del que estaba hecho el trono. Una guerra entre dragones y hermanos.
──Aegon ha sido coronado.
La mujer de cabello platinado soltó un jadeo de dolor, balanceándose sobre sus pies con poca estabilidad, Jace fue a su lado y le tomó el brazo para ayudarla a mantener el equilibrio, su corazón rebotaba entre las cavidades de su pecho como nunca antes lo había hecho. Podría sentir el aliento escapando de sus labios, arrebatando el poco aire que sus pulmones podían tomar.
──¿Lo coronaron?
──¿Cómo murió Viserys? ──cuestionó Daemon, poniendo sus manos sobre la mesa pintada, apretando la madera hasta que sus nudillos estuvieron blancos. Estaba triste, sí, pero más que eso estaba enojado. La rabia ardía en sus venas, haciendo que su sangre hirviera hasta calentar cada una de sus extremidades. Sentía que podía hacer arder King's Landing hasta los cimientos por esta traición, por esta pérdida.
──No lo sé...
──¿Hace cuánto? ──la voz de la primogénita del rey salía quebrada, débil. Jace posó sus orbes avellana en su madre, con preocupación, tenía el presentimiento de que algo muy malo iba a suceder. La mano de Rhaenyra se aferraba a su brazo, clavando sus uñas en la piel de su hijo mayor a través de la tela de su camisa oscura.
──Hace un día, tal vez dos, fue aprisionada en mis habitaciones mientras la reina hacía los preparativos ──explica Rhaenys, rápidamente.
──El rey fue asesinado ──espetó Daemon, casi como si hablara para sí mismo, llevando sus manos a su barbilla y rondando alrededor de la mesa. Jace supo que en su mente ya había cientos de planes e ideas, órdenes y movimientos bélicos, aliados y enemigos, territorios y cualquier cosa que pudiera ayudar.
──¿Alicent...? ──susurra la heredera, pero su voz se corta, Rhaenyra se obliga a tragar el nudo en su garganta mientras se contiene para poder formular sus palabras ──¿Demandó que declararas a Aegon?
──Lo hizo ──continúa la mujer, entonces sus orbes violáceas se mueven hasta el castaño en la habitación. El brillo de las redondas amatistas en sus ojos le recuerda tanto a la princesa rebelde que tiene que dar una bocanada de aire solamente para no romperse en ese mismísimo instante y aún así falla, porque las siguientes palabras que dijo la rubia solamente empeoraron todo:──. Deianira estaba con ella.
Jacaerys sintió cómo su estómago se hundía, un calor abrasador se extendió por su pecho y su corazón ─por un segundo─ pareció detenerse. Él solo la miró, la expresión que tenía Rhaenys dejaba en claro que sabía más de lo que decía, que conocía lo que el príncipe bastardo había estado ocultando desde hace meses.
──Te rehusaste, ¿y aún así estás viva? ──cuestiona Daemon, con la voz impregnada de sospecha y desconfianza.
──El septón supremo coronó a Aegon en la fosa de dragones, yo misma lo atestigüe antes de volar con Maelys ──expresa, sin ponerse a la defensiva y tratando de mantener un tono calmado.
──¿Lo coronaron ante las masas? ──preguntó la princesa heredera, su cuerpo estaba flexionado sobre sí misma, sosteniendo su vientre mientras sentía como unas manos invisibles comenzaban a jalar de su estómago, como si quisieran arrancarle la vida que cargaba en ese momento.
──Para que las masas lo vieran como su legítimo...
──La puta de la reina asesinó a mi hermano y se robó su trono ──interrumpió Daemon, Jacaerys observó su reacción y se percató de que nada podría calmarlo ahora, Rhaenyra también fue consciente de ello. Su preocupación aumentó cuando comenzó a sentir un líquido caliente cayendo lentamente desde el interior de sus muslos, gotas espesas que dejaban un camino húmedo ──. Pudiste haberlos quemado a todos en ese momento.
──No fue tan fácil, sino lo habría hecho ──dice Rhaenys, mirándolo, no tenía duda alguna de que habría lanzado a su dragón sobre todos los traidores de haber tenido la oportunidad ──. La bestia salvaje, el dragón de Deianira, se presentó ante mí. Es el doble de grande que la última vez que lo vimos, me atrevería a decir que es mucho más grande que Melerys. Se posó frente a los verdes y me enfrentó solo porque Deianira estaba junto a Aegon, estaba defendiendo a su jinete...
Jacaerys sintió que sus palabras golpeaban su estómago, casi como si se tratara de un puñetazo, la mano de su madre apretaba con tanta fuerza su brazo que Jace sentía como su piel comenzaba a ponerse helada. El rostro de Deianira pasó por su mente con total nitidez, recordaba su voz, su calor y lo dulce que era su toque. Su presencia sola era reconfortante y ahora ya no estaba, el castaño parecía un fantasma en pena vagando por lo único valioso que alguna vez había poseído.
──Los verdes vendrán por ti, Rhaenyra. Y por tus hijos ──susurra, en forma de advertencia. Su mirada se posa sobre Jace de nuevo y solamente niega con la cabeza ──. Deianira es la sangre del dragón, pero para tu mala suerte, esa misma sangre que ella posee está mezclada con la de Aegon. Su lealtad siempre estará con su hermano.
──No... ──musita Jace, su voz sale mucho más temblorosa de lo que hubiera deseado y entre sus costillas había un hueco que parecía crecer a cada segundo ──. Ni siquiera la conoces, Deianira no me haría esto...
Daemon alzó la vista, entonces sus sospechas fueron confirmadas, ya no había duda alguna de el asqueroso plan que los Hightower habían creado a sus espaldas, moviendo las piezas del tablero a su antojo solo para que su bando fuera el más afectado. Lo hicieron bien, atacando directamente hacia adentro, hacía Jacaerys.
──¿Acaso creíste que no lo haría? ──pregunta, acercándose a su hijastro, quedando frente a frente. Daemon estaba siendo despiadado, quería hacer que la realidad cayera sobre los hombros de Jace ahora para evitar que el dolor se propagara. Quería inundar cada pensamiento acerca de la hija de la reina verde con veneno para que, cada vez que la simple idea de ella llegara a Jace, él solo sintiera rechazo ──Es igual que su madre, que sus hermanos, es una bruja puta y traidora que te endulzó los oídos, ¡y tú caíste directo en su trampa como un niño!
Los gritos del hombre hicieron que un sudor helado bajara por su espalda, Jace tomó la mano de su madre y suavemente la alejó de su brazo, mientras levantaba el mentón para mirar a Daemon. Sus ojos ardían pero se negó a llorar frente a él, no se perdonaría a sí mismo si se permitía ser así de vulnerable, a pesar de estar sintiendo como todo su mundo se derrumbaba a su alrededor.
──No vas a volver a hablar así de ella, nunca más ──dice, desafiándolo con firmeza. Daemon notó determinación en sus ojos colo miel, una determinación que pocas veces había podido sentir con tanta fuerza como ahora. Sintió orgullo por una milésima de segundo, antes de que la ira volviera a cegar cualquier otra emoción, como si fuera una nube espesa que desvanecía cualquier cosa que se encontraba en su camino.
──¿La amas? ──cuestiona y suelta una risa amarga que inunda la sala, la atención de Rhaenyra va hasta su primogénito e ignorando todo dolor en su cuerpo se acerca a él para protegerlo. Cuando su esposa se pone frente a Jacaerys, Daemon aparta la mirada, frotando su sien con su mano derecha ──No puedo creerlo...
Rhaenyra tomó las manos de su hijo, buscando su mirada mientras Jace trataba de mantener la vista fija en el hombre de cabello platinado
──Mírame ──susurra la mujer, poniendo una mano en la barbilla de su hijo mayor para captar su atención. Los ojos del castaño fueron hacia ella y, en ese color miel brillante, Rhaenyra pudo saber todo lo que necesitaba y más. Un suspiro tenso salió de sus labios mientras su mano libre acunaba su vientre y sentía como la gota bajaba más y más, casi llegando hasta la parte trasera de su rodilla.
──Madre, Deianira me ama ──murmura y, por un momento, desea que eso fuera verdad. Pero ni siquiera él lo sabía, ella nunca lo confesó, nunca admitió sus sentimientos por él. El príncipe bastardo no tenía nada para probar sus palabras pero confiaba en que estuviera en lo correcto porque, si sus sentimientos resultaban siendo unilaterales, entonces perdería parte de su alma en un amor que no le correspondía ──. Y yo la amo, más de lo que podrías imaginar.
La ojiazul no supo qué responder, no quería darle falsas esperanzas a su vástago y asegurarle algo que ella desconocía, no podía consolarlo diciéndole que Deianira traicionaría a su familia, porque eso parecía poco creíble y casi fantasioso. Conociendo los rumores, todo indicaba que la rubia había seducido a Jacaerys, quería tenerlo envuelto en su dedo. Y lo logró.
Deianira tenía a Jacaerys.
Pero la incertidumbre de Rhaenyra rondaba alrededor de los motivos de su media hermana para hacer esto, ¿acaso quería el trono? ¿Quería que Jacaerys se inclinara sobre Aegon y, por su amor a ella, decidiera no luchar por su reclamo? Muchas dudas rondaban en la mente de la primogénita del fallecido rey Viserys I, pero ninguna de ellas tenía respuesta o solución. Solo podía hacer una cosa ahora, proteger a sus hijos.
Cuando Daemon volvió a acercarse fue detenido por su esposa, ella posó su mano en el pecho del platinado y lo mantuvo alejado del castaño.
──Daemon, basta ──intervino, con la voz firme y severa. La sangre seguía goteando por sus muslos, pero la falda larga y oscura del vestido lo ocultaba, sin embargo sus piernas ya habían comenzado a fallar y las conocidas contracciones hacían que cada vez fuera más difícil concentrarse en algo que no fuera el dolor ──. Debes comprender...
──¡¿Comprender qué?! ──gritó, completamente fuera de sí. Se acercó a la rubia, elevándose levemente sobre su cuerpo y señalando al príncipe bastardo con el dedo índice ──Tu hijo se dejó seducir por una serpiente, y cuando ésta se dió vuelta para morderlo se entristeció.
──¡Daemon! ──exclamó Rhaenys, notando como la discusión comenzaba a salirse de control. La princesa avanzó hacía Rhaenyra y se puso a su lado pero, antes de que pudieran hacer algo la mayor cayó al suelo de rodillas, jadeando de dolor.
──Madre ──musitó el menor, inclinándose junto a su progenitora, su rostro estaba pálido y sus labios se apretaban como si quisieran reprimir los peores gritos de dolor. Entonces Jacaerys notó la sangre carmesí manchando los bordes de su vestido, extendió su mano hacía la falda y la levantó un poco solamente para ver las piernas de su madre manchadas de sangre ──. El bebé...
Habían pasado dos días desde la coronación de Aegon, segundo con el nombre, y los verdes parecían organizar a sus aliados con una agilidad admirable. El consejo estaba lleno, Aemond, Aegon, Deianira y Alicent escuchaban las palabras de los lores junto a ellos. Ser Criston, por otra parte, tenía su atención en el vástago menor de la reina verde. A medida que pasaban las horas Deianira parecía más y más desconectada de la realidad, se perdía en sus pensamientos y sus ideas eran ineficaces. La determinación que mostró el día de la coronación pareció esfumarse, ahora solo era un fantasma de la mujer que solía ser. Su apetito era escaso, no bebía agua, no comía y solo parecía alimentarse de manzanas. Y parecía tener una preferencia por las verdes.
A pesar de que la princesa Helaena le había insistido comer más ella se negó.
Aegon miró a su hermana desde el otro lado de la mesa larga, la luz tenue de los primeros rayos del sol iluminaban su rostro haciéndola parecer una figura espectral, como si fuera un ángel o un alma en pena. El rubio quería negarlo, pero en el fondo de su mente sabía perfectamente a qué se debía su estado de ánimo y, cuando en el consejo mencionaron a los hijos de su media hermana, todas sus sospechas se confirmaron.
──Sus hijos son bastardos, su Majestad ──dijo uno de los ancianos, repitiendo un discurso que ya había mencionado las últimas horas ──. Dejar que el primogénito de su hermana se siente en el trono ocasionaría la ira de los dioses.
──Por supuesto ──suelta Deianira, a la defensiva, sus palabras estaban bañadas de sarcasmo ──. Supongo que sabe demasiado acerca de qué podría ocasionar la ira de los dioses, ¿no es usted adúltero?
El aliento del viejo se atascó en su garganta, no había nadie en esa habitación que no supiera que el lord había tenido numerosos amoríos durante su matrimonio con su legítima esposa, su reputación estaba tan manchada como la de la princesa rebelde.
──¿Disculpe?
──Me escuchó ──dice la rubia, alzando el mentón, Alicent soltó un suspiro y hundió su cara entre los pliegues de sus manos ──. Jacaerys Velaryon es un hijo legítimo de la casa Velaryon, su padre Laenor Velaryon y su abuelo Lord Corlys lo han dejado en claro numerosas veces. Aún así usted tiene el descaro de hablar de bastardía cuando la mayoría de sus hijos no tienen su apellido.
──Deianira ──advierte la madre, causando que un bufido bajo abandone los labios de la menor. Aegon sonrió y la miró, asintiendo suavemente con la cabeza. No había mejor manera de confirmar que Deianira amaba a alguien, o a algo, que viéndola defenderlo.
──No pondré el cuello de mis sobrinos contra la espada, ni el de mi hermana ──menciona Aegon, haciendo que todos le presten inmediata atención. Era la primera vez en su vida que obtenía esta clase de satisfacción, normalmente nadie lo oía con demasiado interés, pero ahora cada una de sus palabras y órdenes eran atendidas ──. La casa del dragón se destruirá si comienza a desmoronarse desde dentro, tenemos que alejar a los enemigos, no convertirnos en uno con los de nuestra propia sangre.
Deianira sonrió suavemente pero Aemond apartó la vista, sin entusiasmo ante las palabras de su rey.
──Tengo una idea ──anuncia la ojimorada, enderezando la espalda y mirando al platinado, como si solamente le hablara a él. Aegon asintió, dándole la palabra ──. Que Jacaerys tome el trono, como tu sucesor.
──¿Qué? ──interrumpe el tuerto, pero su hermano mayor sonríe. Él no tenía herederos, al menos, no uno que fuera verdaderamente suyo. No le importaba entregarle el trono a su sobrino luego de su reinado.
──Rhaenyra podrá ceder si sabe que sus hijos estarán a salvo, antes que nada es una madre ──sigue la rubia, la confianza que tenía al hablar llenaba el pecho de su hermano de orgullo ──. Que Jacaerys siga siendo príncipe de rocadragón, que Lucerys tenga Driftmark y que haya lugares especiales para Joffrey, Aegon, Viserys y su nuevo bebé en las cortes. Rhaenyra no quiere una guerra, tú tampoco, hermano....
──Es cierto, no quiero ser rey sobre las cenizas de lo que alguna vez fue un reino.
──No están hablando en serio, ¿no? ──cuestiona Aemond, pero no obtiene respuesta alguna. Aegon se pone de pie y posa sus manos en la mesa, sonriendo ampliamente.
──Envíen una tropa a Dragonstone, a negociar con mi hermana.
Los caballos se movieron, los guardias y el septón Eustace se movilizaron antes de que la noche cayera sobre sus espaldas. Aegon quiso acompañarlos pero Aemond indicó que no sería favorable, pues no tenían idea acerca de cómo reaccionaría su hermana mayor.
Otto Hightower estaba encerrado en las mazmorras, era alimentado dos veces al día y Alicent aún trataba de convencer a su hijo de que su abuelo debía ser liberado pero el rey seguía negándolo.
El rubio entró en los aposentos de Deianira, a pasos lentos y suaves, la vió sentada en una de las esquinas de su cama, con su espada en las manos. Parecía que ese objeto de acero valyrio se había transformado en algo mucho más valioso estos últimos días, mientras los ojos color amatista de la princesa escaneaban cada detalle y brillo del arma. Aegon se acercó a ella y se sentó a su lado, dejando que una de sus manos descansara sobre las de ella. Al instante su rostro se giró para encontrarlo, su mirada tenía esa nostalgia que comenzaba a ser familiar.
Era como si le faltara algo esencial, como si parte de su alma se hubiera desvanecido entre sus dedos, dejando un caparazón de lo que antes era. Sin la presencia de Jacaerys cerca parecía que su corazón siempre estaría buscando en cada rincón algún destello cálido de amor que le recordara a él.
──Nunca me perdonará por esto... ──susurra y su voz se hace un hilo a mitad de la oración, la rubia traga el nudo en su garganta y vuelve a bajar su vista hasta que sus orbes chocan de nuevo con la espada.
──Él te ama, créeme ──le asegura el mayor, una de sus manos acaricia la espalda de su hermana menor.
──Eso no cambia nada.
──Sí que cambia ──interrumpe ──. Lo defendiste esta mañana, protegiste su reclamo al trono y a sus hermanos, sin importar si los demás pensaban lo mismo o no. Lo amas también y, si tú no lo admites de una vez, entonces su rey va a obligarte a decirlo.
Ella ríe suavemente por la broma de su hermano, una lágrima solitaria baja por su mejilla pero alzó su mano para alejarla.
──Ve con ellos ──agrega Aegon ──. Ve como mi mano, expresa nuestro tratado de paz y deja que Jacaerys vea que defiendes su reclamo.
Un tenue brillo de esperanza golpea a la princesa, miles de dudas diferentes inundan su mente, haciéndola vacilar. Su mente divaga entre cada pequeña reacción que podría causar su presencia, imaginó cosas malas y cosas muy malas. Aegon notó la duda en sus ojos y entonces se levantó y la puso de pie, luego caminó hasta el armario y sacó el traje de montar de la rubia, junto a la cadena que le dió su padre poco antes de morir.
──Aegon...
──Irás ──dice él, sin darle tiempo a terminar ──. Eres la mano del legítimo rey, debes estar presente junto al septón, para demostrar que vamos en paz.
Deianira lo miró, pero entonces Aegon se marchó sin si quiera querer oír sus quejas.
Jacaerys estaba en la arena, el entrenamiento junto a Luke no había sido cancelado y, para su mala suerte, estaba desquitando sus frustraciones con el niño de nuevo. No era que le gustara hacerlo, simplemente era más distante y estricto que de costumbre, eso si alguna vez fue gentil...
El cielo grisáceo parecía amenazar con lanzar una tormenta sobre ellos, el clima frío junto a la costa le helaba los huesos. Aunque, siendo honesto, Jace prefería estar afuera. Adentro el llanto de Visenya era tan descontrolado que hasta los dragones emitían chillidos. La niña nació sana, algo delgada y pequeña, pero sana. Sus gritos fueron oídos en la madrugada, mientras su madre sufría por los dolores del parto.
Jacaerys suspiró y extendió su mano ante Lucerys, el ojiverde lo miró y se levantó con su ayuda. El mayor le palmeó la espalda y lo miró, aún era tan joven que Jace no podía evitar sentirse culpable cada vez que era duro con él.
──Lo haces bien, Lucerys ──admitió, forzando una sonrisa.
Dudaba poder sonreír genuinamente ahora, incluso si le pasaba la mejor de las maravillas, la amargura que sentía en el pecho era tan espesa que le impedía disfrutar de cualquier otra cosa. Luke le sonrió, sus orbes color oliva brillaron al verlo, pero luego su atención se desvió y abrió los ojos de par en par.
──Jace ──susurra y señala algo detrás de su espalda, cuando el castaño se gira puede notar a Vermax volando hacía el castillo. Un gruñido escapó de su hocico, fue lo suficientemente fuerte como para erizarle la piel al instante. El mayor palmea el hombro de su hermano y comienza a adentrarse en Dragonstone, subiendo escaleras y topándose con gente yendo y viniendo de un lado para otro.
Cuando estuvo en la entrada notó como su dragón parecía alarmado, a la defensiva, como si detectara un peligro cerca de ellos. El príncipe bastardo se acercó a él y le acarició una de las alas heridas, los orificios parecían haber cicatrizado pero seguían supurando, haciendo que una pus de olor putrefacto saliera de la carne.
Entonces el primogénito de Rhaenyra alzó la cabeza y lo que vió lo dejó completamente helado, un enorme dragón de alas oscuras atravesaba los aires, su expresión casi despiadada y brutal. Sus cuernos puntiagudos parecían mucho más carmesíes de lo que alguna vez le parecieron. Era una bestia. Los guardias avanzaron junto a su madre, Jace vio la expresión seria de la mujer que lo crió, Daemon la seguía casi como si estuviera pegado a ella. El hombre notó su presencia y se detuvo.
──Querías que viniera, y lo hizo ──soltó, presionando un botón dentro de él que sabía le dolería. Empujó en la herida solamente para hacerla más profunda ──. Ven, mírala a la cara mientras escuchas de su boca lo que quiere.
Jace bajó la cabeza, sabiendo a quién se refería. Su pecho se oprimió cuando Annemys aterrizó al otro lado del puente que conectaba un extremo de la isla con el castillo, en su montura brilló con nitidez una de las cabelleras platinadas de los Targaryen.
Cuando ambos bandos estuvieron frente a frente Jacaerys notó el rostro de Deianira, ella tenía un traje oscuro y largo, sobre su pecho una cadena plateada estaba conectando su hombro derecho con la parte izquierda de su cintura. Y, junto a su corazón, había una insignia de una mano dorada.
──Hermana... ──musitó, poniendo sus orbes sobre Rhaenyra, en su cabeza la falta de corona era notoria. El rostro de la mujer era frío como una piedra, Jace sintió una mano sobre su brazo y cuando giró la cabeza vió a Baela. Deianira también fue consciente de la proximidad que la morena tenía sobre el castaño, pero no dijo nada, ni siquiera se atrevió a mirar al padre de su hijo a la cara.
──Soy tu reina ahora, Deianira ──interrumpe, y ladea la cabeza ──. Y todos ustedes son traidores al reino, a mí.
La rubia menor mantuvo su atención en su media hermana, temiendo romper en llanto si sus ojos se encontraban con los de Jace, que la miraba como si todavía creyera que todo esto era un mal sueño.
──Aquí el único rey reconocido y que porta una corona es Aegon ──dice. Ser Criston junto a ella parece evitar mirar a su antigua amiga ──. He venido en paz, mi hermano no quiere una guerra, no desea tu muerte...ni tampoco la de tu familia.
Jacaerys sintió como esas palabras lo aplastaban, su sudor caía en cascadas congeladas, deseaba pellizcarse y poder despertar, que le dijeran que todo era producto de su imaginación y que, en este momento, no estaba perdiendo al amor de su vida.
Rhaenyra avanzó bruscamente hacía el vástago menor de la reina verde, sus manos le arrebataron el colgante que estaba sobre su pecho, arrojó la insignia de mano hacía el vacío y luego la miró a los ojos.
──Eso no te pertenece, tu no eres la mano y Aegon no es el maldito rey ──exclamó, las orbes amatista de Deianira brillaron cuando la enfocaron a ella, su expresión era tranquila pero había distancia entre ambas. No eran unidas, nunca lo fueron, ambas se sentían como extrañas unidas por un apellido y un lazo de sangre que se pudría a cada minuto ──. Puta traidora.
──No estoy aquí para pelear ──murmura, un dragón de escamas amarillas voló sobre ellos, Syrax se acercó hasta su jinete y se posó a una distancia prudente, pero al parecer a Annemys eso no le gustó. La dragona de la princesa rebelde soltó un estruendoso gruñido en forma de advertencia, sus ojos sangrientos parecían perforar cualquier cosa que se le pusiera enfrente y Deianira casi pudo sentir su sangre calentarse en ese instante. Como si sintiera la impotencia y la desconfianza que su compañera le transmitía. Sus ojos fueron a Jace, por primera vez, pero luego volvió a ver a Rhaenyra ──. Aegon quiere un trato entre ambos, un símbolo de paz para mantener a la casa del dragón en armonía.
──Un símbolo de paz y una mierda ──dice Daemon, con sus manos descansando sobre la espada en su cadera. Deianira no portaba armas, pero el hombre platinado estaba seguro de que si alguien le ponía un dedo encima la enorme bestia a sus espaldas no dudaría en atacar ──. Tu hermano es un hijo de puta, tu madre una perra y tú sigues su camino.
──Deberías controlar tu lengua mientras la tengas, tío ──expresa Deianira, su mente volviendo a aquel día donde Daemon asesinó a Vaemond Velaryon en la sala del trono. Cuando el rubio estuvo a punto de responder la menor agregó:──. Reconozcan a Aegon como soberano supremo e hinquen su rodilla ante él, jurándole lealtad. A cambio, dejará que Dragonstone sea tuyo y Jacaerys heredará el trono de hierro después de su muerte, y los hijos de él luego.
Jacaerys bajó la vista al suelo, su corazón palpitaba con una fuerza inhumana en su garganta, su pulso se había acelerado y sus ojos ardían. Sintió tanta ira al percatarse del poder que ella tenía sobre él, como siquiera una sola palabra podía hacerlo sentir así de vulnerable, Deianira podía derrumbar su mundo entero si se lo proponía.
Esta mujer sería su divina salvación, o su perdición entera.
Pero, de lo que estaba remotamente seguro, era de que la amaba. Incluso ahora sabiendo que lo traicionó, que su lealtad no estaba a su lado. Aún así no amaba a nadie más en el mundo entero en la forma en la que amaba a Deianira Targaryen.
──Tampoco se ha olvidado de Lucerys, ni de Joffrey ──agrega la ojimorada ──. Mucho menos de tus hijos con Daemon, Luke heredará Driftmark como estaba acordado, Joffrey y los menores podrán tener lugares en la corte al crecer, ser escuderos y coperos para el rey. Y los lores y caballeros que han conspirado contra él serán perdonados.
Daemon soltó una risa amarga y la mira, alzando las cejas, como si quisiera oír que todo lo que dijo era una broma.
──Preferiría alimentar a los dragones con mis hijos en vez de que sean escuderos y coperos para el borracho usurpador de tu hermano.
Deianira no se atrevió a bajar la vista, no permitió que nadie viera la forma en la que la estaba matando sentir la mirada de Jace sobre ella.
──Aegon está sentado en el trono, tiene la corona de Aegon el Conquistador sobre su cabeza, al igual que su espada en su mano e incluso su nombre ──anuncia, mirando a su media hermana ──. Lo ungió el septón supremo de la fe frente a miles de testigos, declarándolo rey y protector del reino, todo los símbolos de legitimidad le pertenecen.
──Los Stark, los Tully y los Baratheon me juraron lealtad cuando el rey Viserys me nombró su heredera.
──Los lores que te juraron lealtad...──repite Deianira, asintiendo suavemente con la cabeza ante las palabras de la mujer de cabellos plateados ──La mitad de ellos están muertos y la otra mitad son tan viejos como para siquiera recordar algo que prometieron hace más de veinte años, ¿no es así, hermana?
Ambas mujeres estaban a pocos metros de distancia, casi una frente a la otra, los rasgos de las dos eran casi idénticos. Deianira parecía una encarnación de la princesa que alguna vez fue la Delicia del Reino. Ser Criston se acercó hasta la menos, sacando una hoja vieja de su armadura y extendiendola hacía la mujer a la que alguna vez juró proteger.
──La reina no ha olvidado el amor que alguna vez se tuvieron ──susurra el hombre, cuando Rhaenyra desdobla la hoja y ve aquella página con la que alguna vez rieron, un símbolo de los días donde la pelirroja aún sentía la devoción que la princesa heredera le tenía ──. Ella espera que la paz perdure, y que vuelvan a los viejos tiempos...
Las palabras del moreno parecieron tranquilizarla, aunque de sus ojos cristalizados una lágrima resbaló por sus mejillas pálidas. Su vientre antes redondo se había achatado y, a pesar de que la ojimorada lo notó, le pareció que no sería conveniente preguntar.
──King's Landing tendrá mi respuesta mañana temprano ──susurra luego de un par de minutos que parecieron la mismísima eternidad y mira a Criston Cole, asintiendo con delicadeza.
La mujer les dió la espalda y se marchó, Deianira la siguió con los ojos hasta que Jacaerys se posó frente a ella, sus ojos color miel eran las perlas más hermosas jamás encontradas, cada contorno de su rostro era digno de admirar. La rubia deseó ser envuelta por sus brazos y permanecer allí de por vida, agonizar para siempre entre la calidez que él podía proporcionarle.
Quiso estirar sus manos y ahuecar sus mejillas, decirle que lo amaba también, con desesperación. Quería confesar que cada uno de sus suspiros, deseos y anhelos contenía su nombre. Que su sangre estaba creciendo dentro de su vientre y que, a pesar de estar nerviosa, lo único que quería hacer era tener a ese bebé entre sus brazos para cuidarlo de la crueldad del mundo.
Deseó poder gritar a los cuatro vientos que estaba completamente feliz solo sabiendo que tendría un pequeño Jacaerys corriendo junto a ella, tomándole la mano y llamándola su madre. Y, más que a nada en el mundo, quería que él fuera aquel al que su hijo conociera como su padre.
──Debí haberlo sabido antes ──susurra, su voz pareció tan temblorosa como nunca antes, sus ojos se pusieron vidriosos casi al instante ──. Tu lealtad nunca estuvo conmigo...
Deianira abrió la boca para responder pero él se marchó, Baela notó la reacción de ambos, como tanto la platinada como el castaño parecían perder una parte vital de sí mismos al separarse. Lo último que la ojimorada vió antes de que Ser Criston la tomara suavemente del brazo fue la dolorosa imagen de Jace dándole la espalda.
────cam's note !
No tengo palabras. Me destruye. Al menos no maté a Visenya, no me funen...
Chapter 39: ────thirty-eight,
Chapter Text
38, THE BLACK QUEEN !
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LA OSCURIDAD consumía cada parte de la habitación, los ecos de los pasos caóticos fuera de los aposentos del antiguo rey Viserys llenaban los tímpanos de la princesa rebelde, y aún así no pudo sentir nada. No sentía ansiedad, ni tristeza. Ni siquiera el pulso de su propio corazón parecía asomarse por su pecho para intentar ser oído. Era como si se hubiera transformado en una pieza rota de cristal, un cuerpo sin alma y un reloj cuyas agujas no volverían a moverse. No avanzarían y se quedarían estancadas en aquel momento donde dejaron de funcionar.
Todo lo que podía hacer era sangrar, mientras intentaba ser el mejor soldado de un ejército que necesitaba su apoyo, en frente de las tropas enemigas cuya sangre también corría por sus venas. Por su cuerpo.
Su piel estaba fría, al igual que cada parte rincón de la fortaleza desde que el rey fue llevado por el Desconocido. Pero aún así su presencia parecía acecharla a cada paso que daba, era un fantasma que la cazaba y que conocía cada uno de sus secretos y debilidades más profundas. Listo para usarlas para desmoronarla en cualquier momento.
Nunca fue cercana a su padre, sabía que estaba hecha de su carne y que incluso sus rasgos estaban teñidos de su presencia, sin embargo no había nada cálido en su vínculo. No confiaba en él y no sentía comodidad cuando estaba a su lado, solamente podía palpar la barrera que los años habían impuesto entre ellos. La separación y la distancia. Ni siquiera lo conocía ni un poco, no sabía nada acerca de él ni de su infancia, al menos, nada que haya salido alguna vez de su boca. Durante su infancia su madre le contó historias acerca del pacífico Rey, pero ni una sola de esas anecdotas habían sido relatadas por el hombre que la engendró. Incluso antes, cuando apenas era un vástago que dependía de sus progenitores, su presencia dejaba un vacío.
Todas las noches cenaba junto a su madre y sus hermanos en los aposentos de la reina verde, y el asiento de él siempre estuvo vacío. El rostro de la pelirroja reflejaba pena al ver a sus hijos y Deianira supo que las invitaciones no le faltaron al hombre Targaryen pero que, a pesar de eso, él mismo había escogido no involucrarse.
Sin embargo, Viserys nunca pareció estar más cerca de ella como en este momento, cuando su cuerpo frío y putrefacto descansaba envuelto en un paño, con su corona sobre el estómago. El oro brillante de la joya le golpeaba los ojos, haciendo que sus orbes ardieran. Cada vez que veía ese simbólico halo de poder solamente podía imaginarlo posado sobre una cabeza que realmente lo mereciera.
Una cabeza cuyos cabellos no eran de color hielo, sino que de color tierra. El color de la vida y de la muerte, el color de todo lo que rodea la naturaleza y que refleja la paz.
Esa corona solo merecía estar sobre la cabeza de Jacaerys.
La rubia se acercó, a pasos lentos e inseguros, el olor era insoportable y le quemaba las fosas nasales. Ni siquiera las hierbas quemándose en el recipiente debajo de la mesa amortiguaban el asqueroso y fétido aroma. Las manos de la princesa rebelde viajaron hasta la corona pero antes de tomarla la puerta fue abierta, su corazón pareció hundirse hasta lo más profundo de su vientre y los latidos de este subieron hasta su garganta. Cuando se giró el color esmeralda cubrió su vista.
──Madre... ──musitó, sintiendo como el nerviosismo abandonaba su sistema. La mujer se acercó a ella, su expresión parecía vacía y sus ojos fríos no hicieron nada para ablandar su mirada ──¿Sucedió algo?
Su pregunta fue respondida por una acción que no vió venir, Alicent caminó frente a ella y se detuvo, su mano viajó hacía adelante y entonces se posó sobre el vientre de su hija. El pecho de la menor pareció aplastarse y sus costillas apretaron su torso. El único tacto que pudo sentir fue aquella mano que durante toda su vida le había parecido maternal pero que ahora hundía su estómago hacia adentro.
──No te preocupes, mi niña ──susurró la mujer, su voz era débil y temblorosa ──. Lo vamos a sacar de ahí, no va a seguir creciendo.
Esas palabras la hicieron sentir algo que nunca sintió. Miedo.
La sensación era desconocida y su cuerpo la rechazó instantáneamente, podía sentir un sudor frío recorriendo su columna vertebral y su corazón amenazando con abandonar las cavidades de su pecho para salir disparado entre sus costillas. Miles de pensamientos diferentes recorrieron su mente, fueron demasiado rápidos como para siquiera captar cada uno de ellos, pero todos parecían intuir lo mismo. Peligro.
Deianira negó, sin poder abrir la boca para mencionar algo en su defensa. Las orbes oscuras de la antigua reina consorte eran perforantes y heladas. Parecían llenas de disgusto y decepción, su expresión estoica le caló los huesos hasta las raíces.
──No...madre ──balbuceó.
──Ese bastardo, ¿como pudo herirte así, como pudo arruinarte de este modo? ──interrumpió la reina, sus preguntas no buscaban una respuesta, simplemente querían expresar todo el odio que sentía hacia aquellos hijos ilegítimos ──Le advertí a tu padre, durante toda su vida, le dije que esos bastardos eran salvajes, que eran peligrosos.
Deianira sintió sus ojos quemando, el rostro de su progenitora se volvió borroso y las lágrimas inundaron su vista.
──No, madre. Jacaerys no me lastimó, nunca me lastimaría ──dijo, desesperada por cambiar esa percepción que su propia madre tenía acerca del amor de su vida, el hombre cuyos brazos siempre serían un lugar donde podría encontrar consuelo y seguridad. Nunca le gustó la idea de que la protegieran pero, desde que sus sentimientos por Jacaerys comenzaron a alborotar su mente y su corazón, el hecho de simplemente hundirse en su protección parecía demasiado tentador como para ignorarlo ──. Lo amo, madre. Lo amo...
Alicent negó, sus ojos se abrieron ligeramente mientras escuchaba a su hija, era imposible que ella estuviera diciendo algo como eso. La Deianira que conocía nunca habría amado a Jacaerys, era la confirmación más incoherente que pudiera haber salido de sus labios.
──¿Qué te hizo? ──preguntó la mujer, completamente confundida. No supo en qué momento su hija dejó de ser suya, parecía la misma de siempre y, sin embargo, no lo era.
──Madre...
Su voz fue cortada por un golpe busco, los dedos de su madre se clavaron en su barbilla como un objeto hirviendo sobre la madera fresca, la piel quemó y las uñas de la reina se incrustaron contra sus mejillas. Su corazón pareció alertar a cada músculo de su cuerpo, sus piernas pedían correr, sus manos pedían defenderse pero no pudo hacer nada más que quedarse inmóvil.
──No vas a tener a este bastardo ──susurró la reina, su voz era indiferente y en ese momento creyó que sus acciones justificarían su decisión final. Desde su perspectiva su hija necesitaba esto, tenía que sacar a ese engendro de su vientre antes de que fuera demasiado tarde.
La puerta se abrió y por ella entró un maestre cuyo rostro no era familiar, detrás de él venían dos guardias que no portaban espada pero que seguían vestidos con las capas blancas de la guardia real y dos mujeres de corta edad. Deianira negó con la cabeza, su respiración se atascó en su pecho mientras su mente le gritaba que corriera.
──No, madre...por favor ──suplicó, pero sus labios se sentían pesados, el agarre de la mujer en su barbilla se apretó a tal punto que el hueso de su mandíbula comenzó a arder de dolor. Un leve jadeo abandonó los labios de la princesa y sus ojos se clavaron en la puerta mientras las mujeres la cerraban detrás de ella.
Alicent giró la cabeza de su vástago para que la mirara y entonces sus ojos inexpresivos dejaron en claro que no iba a dar marcha atrás, iba a hacer esto incluso si Deianira no lo quería.
──En el momento que salgas por esa puerta dejaré de ser tu madre ──advirtió, sin una pizca de piedad. Buscando desechar cualquier deseo que su hija tuviera de huir. La peliblanca la miró, su expresión seguía siendo tan vacía como la mismísima oscuridad, su voz estaba cargada de una tormentosa crueldad cuyas espinas se insertaron en lo más profundo de su alma.
En ese instante supo que hablaba en serio. Alicent había querido decir cada palabra que salió de su boca.
Unas manos le tomaron los brazos de forma brusca y la arrastraron hasta la cama del antiguo rey, sus gritos desesperados inundaron el silencio de la habitación y sus piernas buscaban patear y correr pero los guardian eran mucho más fuertes y grandes. La sostenían de un brazo cada uno, llevándola sin problema a pesar de sus vanos intentos de zafarse.
──¡No, madre, por favor! ──gritó, su tono salió mucho más débil y desesperado de lo que creyó, sus ojos se movían por los rostros de cada uno de los presentes pero en ninguno encontró misericordia. Cuando su espalda tocó el colchón sus chillidos aumentaron ──¡¡Aegon, Aemond, por favor!!
Deseaba que cualquiera de los dos platinados entrara por esa puerta para ponerle fin a esta pesadilla, las mujeres intentaron tomarle las piernas pero ella pateó de nuevo, uno de sus pies impactó contra la nariz de la chica que estaba del lado derecho, ella se echó hacía atrás jadeando de dolor. El maestre tomó un pequeño vaso y se acercó a ella desde el otro lado de la cama, Deianira tuvo que alzar la vista para notarlo. La presencia de su madre seguía en el cuarto, pero no intervino. Sus súplicas pasaron a ser gritos desgarradores que rogaban piedad, perdió la cuenta de cuántas veces dijo el nombre de sus hermanos y el de Ser Criston. El anciano tomó sus mejillas y las apretó, tal y como había hecho su madre pero mucho más fuerte, entonces puso la copa sobre sus labios y de ella comenzó a caer un líquido marrón espeso. Deianira cerró la boca pero entonces unos dedos finos le separaron los labios, su progenitora estaba junto al maestre. Las lágrimas manchaban el rostro de la princesa, el líquido bajó por su lengua pero ella trató de escupirlo. Tenía un sabor amargo y quemó su garganta en el momento en el que hizo contacto con la saliva.
La puerta fue golpeada con brusquedad mientras unos gritos casi inaudibles se escuchaban desde afuera, Deianira no pudo concentrarse en ellos por mucho tiempo pues cuando la mujer a la que golpeó pudo tomar su pierna con éxito sus piernas fueron abiertas. Tenía puesto un vestido de color azul marino, demasiado fino y sencillo como para tener capas debajo, por lo que fue fácil para las mujeres exponer la entrada de su útero. El maestre la soltó bruscamente y se movió con rapidez para posicionarse entre sus muslos, en sus manos tenía una aguja gruesa cuya punta era redonda, un objeto muy parecido a una cuchara.
Deianira gritó una vez más y entonces la puerta fue abierta, su vista se nubló por unos segundos antes de que el rostro de Aegon apareciera frente a ella, él empujó al maestre y a las mujeres y golpeó a los guardias con una destreza que nunca antes había tenido. Sus manos fueron hasta el torso de su hermana y de un tirón la puso de pie detrás de él, a su lado Ser Criston y Henry estaban respirando pesadamente. Los tres habían abierto la puerta a golpes hasta romper la madera y entrar. Deianira sintió el olor putrefacto del cadáver de Viserys detrás de ellos, su corazón latía con tanta fuerza que la vibración se había extendido por todo su pecho. Sus manos temblaban y su boca se sentía ácida.
──Vete ──le susurró su hermano mayor, al mismo tiempo que Aemond llegaba detrás de ellos. Su rostro estaba teñido con una mueca de enfado y sus mejillas estaban rojas y con marcas de golpes, entonces Deianira notó que Henry también estaba herido, su labio inferior se encontraba partido en una línea vertical que comenzaba desde la parte interior de su boca y terminaba justo debajo de su piel rosada. Sus ojos fueron hacia el platinado y, ni siquiera un millón de vidas, la habrían preparado lo suficiente como para ver todo el odio que tenía la mirada de Aemond cuando sus ojos se posaron sobre ella ──. Deianira, vete.
Aemond se lanzó sobre ellos pero Aegon lo bloqueó, la rubia no podía creer la escena que se estaba desarrollando frente a ella. Henry la tomó del brazo y jaló suavemente de ella, las mujeres y el maestre escaparon cuando el caos se desató en la habitación, la mano de Deianira se extendió hacia el cuerpo sin vida de su padre y tomó la corona que alguna vez le había pertenecido.
Luego salió del lugar corriendo con el chico Baratheon a un lado de ella, su mente apenas podía procesar todo lo que estaba pasando y todavía parecía estar encerrada en una pesadilla que buscaba agobiarla. Solamente quiso despertar de este macabro sueño, quería sentir la calidez materna de la reina consorte, quería ver la suavidad y el amor en los ojos de Aemond de nuevo cuando la mirara. Pero sabía que eso no iba a pasar. Sabía que lo estaba perdiendo todo en ese instante.
Un dolor punzante en su vientre la hizo detenerse en seco, su útero se estremeció en un calambre que casi la hizo caer, Henry la tomó de los brazos y se movió con ella por los largos y desolados pasillos de la enorme fortaleza. Cuando la fuerza pareció volver la princesa comenzó a correr de nuevo, ni siquiera sabía hacía donde estaban yendo pero cualquier lugar parecía más seguro que este castillo.
Uno pasos se escucharon detrás de ellos y Henry sintió su pulso acelerarse.
──Deianira, por favor, corre ──suplicó, su voz parecía asustada pero no por su seguridad, sino que por la de ella. La ojimorada no pudo responder, sus piernas aceleraron el paso junto con las de él, podía sentir cómo su estómago se retorcía de dolor pero nada la hizo parar esta vez.
Entonces, a lo lejos, el rostro de Aemond apareció en su campo de visión. Los iba siguiendo, corriendo detrás de sus huellas. Deianira soltó un suave jadeo de dolor pero solo miró hacia adelante, su boca ardía y el sabor amargo bañaba sus papilas gustativas. Podía sentir la bilis subiendo por su garganta, su cuerpo estaba rechazando el líquido que habían derramado en su boca. Cuando salieron de la fortaleza Deianira pudo oír los gruñidos ensordecedores de Annemys, la enorme bestia sobrevolaba encima de pozo dragón. Una ola de alivio la recorrió al ver a su compañera pero toda esa sensación se desvaneció cuando Henry desapareció de su lado, Aemond los había alcanzado demasiado rápido y ahora el joven Baratheon se había detenido para darle tiempo a la peliblanca de huir.
Deianira escuchó su voz gritandole que siguiera, sus tímpanos vibraron dentro de sus oídos y ella siguió corriendo pero entonces un jadeo espantoso la hizo temblar. Giró el rostro para ver quién o qué había generado ese sonido y solamente pudo ver el cuerpo de Henry inclinado sobre Aemond, entonces su hermano movió su mano hacía abajo y hacía arriba un par de veces, incrustando su daga cada vez más profundamente en el pecho del Baratheon. Deianira sintió como el calor de su cuerpo se evaporaba hasta las plantas de sus pies cuando lo vió. Quiso gritar pero ninguna palabra salió de su boca, el temor paralizó cada uno de sus músculos pero sus piernas no dejaron de correr y la figura de Aemond pareció alejarse cada vez más. Su miedo había estado reprimido por tantos años que cuando volvió explotó sobre cada una de las demás emociones, tiñendo todo a su paso.
Su atención viajó hasta su dragona quien pareció verla desde la distancia y comenzó a aterrizar cerca de donde su jinete estaba. Las lágrimas le nublaron la vista, se giró hacía atrás y entonces sintió como el peso de otro cuerpo caía sobre ella, Aemond se posó encima de su hermana, en su mano derecha estaba su cuchillo. La hoja de este estaba manchada de sangre hasta el mango, la vista del líquido carmesí goteando por el arma le dió escalofríos y cuando su hermano alzó la muñeca supo que suplicar sería en vano. Deianira corrió la cabeza justo a tiempo antes de que la daga de Aemond se estrellara justo a un lado de su rostro, el filo le cortó la mejilla y el platinado había usado tanta fuerza que la punta del cuchillo quedó incrustada profundamente sobre la piedra del suelo.
Deianira se escabulló entre sus brazos y logró salir mientras él tiraba del margo para sacar el arma de las rocas. La princesa vió el cuerpo inerte de Henry en el suelo a lo lejos, no se movía y no pudo observar su rostro. Una oleada de pavor la invadió y sintió un nudo apretando las paredes de su garganta. Corrió unos metros más mientras Annemys parecía gruñir de desesperación y enfado pero entonces las manos de Aemond volvieron a alcanzarla, esta vez tirando de su tobillo. Deianira cayó al suelo en un golpe seco, su vientre chocó contra una de las piedras del piso y el dolor que invadió su abdomen fue insoportable, soltó un grito de dolor e instantáneamente sintió como un líquido caliente comenzaba a caer desde sus muslos. Fue como si se hubiera orinado pero el líquido era mucho más espeso y se esparció en su ropa interior con rapidez.
──Eres una maldita traidora ──exclamó Aemond, su voz era ronca y agitada, sus manos se movieron hasta el cuello de su hermana menor y de un tirón le arrancó la gargantilla morada que se posaba sobre su cicatriz, el viento chocó contra su piel caliente y la presión que imponía la venda desapareció al ser liberada. Los dedos de Aemond se cerraron alrededor del cuello de Deianira y comenzaron a apretar su garganta, las manos de la menor buscaron sacarlo de encima con todas sus fuerzas pero sus brazos estaban débiles y temblorosos. El dolor en su vientre le nublaba todos los sentidos ──. Preferiste abrirle las piernas a ese asqueroso bastardo antes que a tu familia.
Esas palabras parecieron clavarse en su pecho, cualquier herida externa fue menos dolorosa que aquella última sentencia que salió de los labios de Aemond, su hermano favorito. El aire comenzó a desaparecer de sus pulmones pero entonces Aegon apareció detrás de ellos y se arrojó sobre Aemond para sacarlo de encima de su hermana menor. Deianira se arrastró sobre el suelo en busca de aire pero cuando logró recomponerse lo primero que pudo fue tocar su entrepierna, cuando sus dedos se alejaron de la tela de su vestido la princesa notó el color carmesí manchando su piel. Su pecho se hundió y los gritos de Aegon le exigían que se fuera, que huyera lejos de allí.
La hija menor de la reina consorte comenzó a correr de nuevo, esta vez más lento, su cuerpo entero temblaba y cuando llegó a un lado de Annemys la dragona tenía una mueca de dolor. Pero no físico. Sus ojos estaban ligeramente cerrados y su cabeza cabizbaja, como si estuviera lamentando una pérdida. Deianira subió a la montura y se acomodó sobre ella, el dolor en su entrepierna era punzante y todo su vientre parecía estremecerse ante cualquier mínimo movimiento. La bestia alzó vuelo y se alejó de la capital, yendo hacía un lugar donde sabía que su jinete estaría a salvo.
Jacaerys clavó los ojos en la daga, el calor del fuego había iluminado la hoja del arma y ahora unas palabras en alto valyrio parecían brillar sobre el metal. El castaño frunció el ceño y observó la profecía bajo la mirada atenta de su madre.
──De mi sangre viene la princesa prometida ──dijo, leyendo aquellas palabras cuyo significado había sido revelado a él hace pocos minutos ──, y suya será la canción de hielo y fuego.
La sangre se le heló en ese momento, su madre caminó detrás de él y tocó su hombro, pero no lo corrigió. En su momento ella había creído que la daga mencionaba a un príncipe, sin embargo la traducción de su primogénito también era correcta. La profecía podría tratarse de un príncipe, o de una princesa.
──Ahora eres mi heredero, la daga es tuya ──susurró la madre, sonriendo suavemente.
La noche cayó como una avalancha sobre el bando de Rhaenyra, Daemon estaba desquiciado, no paraba de dar órdenes a cada guardia. Todos estaban parados alrededor de la mesa pintada, Baela observaba a Jacaerys preocupada, el chico parecía un fantasma vagando sobre las penumbras de lo que alguna vez tuvo. Su rostro estaba distante y apagado y parecía que no estaba prestando atención a nada de lo que su padrastro decía. Lord Corlys también había notado eso, su nieto parecía ser el caparazón del muchacho que antes era.
Todos esperaban más de él en ese momento, más ideas o determinación, algo que implicara que le importaba. Que seguía allí y que no iba a darse por vencido, sin embargo él no dijo nada.
──¿Alguna idea, Jacaerys? ──preguntó Rhaenys, los ojos color avellana del chico se movieron hacía ella y su expresión se mostró confundida al principio pero luego la pena tiñó sus facciones.
──No, lo siento ──murmuró.
Cada uno de sus pensamientos estaba siendo invadido por recuerdos de Deianira, su corazón parecía sangrar a cada segundo que pasaba. Solamente la quería aquí, a su lado. La desesperación consumía su cuerpo a cada hora que pasaba, la guerra se asomaba por la vuelta de la esquina y él la conocía muy bien. Sabía que iba a pelear si le daban la oportunidad y, con un dragón como el de ella, Aemond sin duda alguna la usaría para pelear por su bando.
La idea de ella en guerra lo aterraba, el pensamiento de que alguien la hiriera perturbaba su sueño. Pero más que nada temía que esta situación los llevara a enfrentarse mutuamente, nunca sería capaz de volver a odiarla y menos de lastimarla. No podía imaginar ningún escenario donde ambos tuvieran que estar el uno contra el otro.
No de nuevo.
Ser Erryk Cargyll entró a la sala, su pecho parecía pesado y estaba nervioso pero aún así alzó el mentón para hablar con la reina.
──Su Majestad, la princesa De...
Sus palabras fueron interrumpidas por la presencia de una mujer, Deianira entró detrás de él, tenía puesto su traje de montar y una bolsa colgada de su hombro. Jacaerys sintió como su corazón se derretía al verla, su cabello estaba desordenado en una trenza, su rostro estaba pálido y había un corte en su pómulo. Su garganta, por primera vez en toda su vida, estaba desnuda. La cicatriz larga y fina fue lo primero que captó la atención de todos, pero Jacaerys solamente pudo observar sus ojos color amatista. Sus orbes estaban cargadas de pena y miedo a pesar de tener una expresión seria. Entonces ella caminó hacía él, el príncipe bastardo sintió que todo lo demás desaparecía a su alrededor. Solo eran ella y él.
Temió que esto fuera otro sueño, temió que su desesperación le estuviera jugando una mala pasada, quiso extender sus manos para tocarla y corroborar que sí era ella. Que su presencia no era un fantasma que lo acechaba para recordarle lo que perdió. Jacaerys sintió sus ojos ardiendo, quiso romper en llanto en ese momento y sintió como la sangre hervía en su cuerpo al verla herida.
La rubia tenía sus ojos sobre él, no le importaba nadie más en la habitación ni lo que pensaran. Fue en ese instante cuando al estar frente a frente ella hincó la rodilla y se arrodilló frente a Jacaerys, sus orbes no abandonaron las del castaño ni una sola vez.
──Mi lealtad está contigo ──musitó, lo suficientemente alto como para que él la escuchara. Jacaerys sintió su corazón hundirse al verla, su rostro parecía tan vulnerable e inocente que él quiso cerrarse sobre ella y protegerla de todo lo que pudiera hacerle daño ──. Siempre ha estado contigo...
Jacaerys no esperó a que ella siguiera hablando, no pudo hacerlo, la tomó entre sus brazos y la pegó a su pecho con firmeza. Fue entonces cuando las manos temblorosas de la princesa rebelde se aferraron a su espalda, cuando su calor lo inundó y pudo hundir su rostro en el aroma de su pelo. La tomó con fuerza, temiendo que si la soltaba su figura pudiera desvanecerse entre sus brazos como polvo.
──Lo sé, siempre lo supe ──le susurró al oído, su voz temblorosa y al borde del llanto. El chico se alejó un poco para besarle la frente repetidas veces, una de sus manos le sostuvo la parte trasera de la cabeza mientras la guiaba hacia su pecho para acunarla en sus brazos.
Luego de un par de segundos donde ninguno de los presentes se movió, ni mencionó palabra alguna, Deianira se alejó un poco de él y entonces de la bolsa que colgaba de su hombro derecho sacó la corona del fallecido Rey Viserys.
Rhaenyra sintió como su respiración se detenía al ver la joya en las manos de su media hermana y Daemon solamente pudo observar como la hija de la reina verde le extendía el objeto de oro al primogénito de su esposa.
──Decidas lo que decidas, te apoyaré ──dice Deianira, con firmeza. Si Jace elegía los términos de Aegon y lo proclamaba como su rey ella lo iba a aceptar, sino lo hacía y decidía apoyar a su madre con su reclamo, entonces la princesa rebelde se quedaría a su lado igualmente. Estaba escogiendo su bando, y ese era Jacaerys ──. A donde vayas, iré. Y mi lealtad estará contigo hasta que mi corazón deje de latir.
Jacaerys observó la corona y luego a ella, en sus ojos pudo ver que decía sus palabras con honestidad. La devoción que vió en esas orbes moradas le devolvió a su cuerpo el calor humano que había perdido estos últimos días, su determinación endureció su mirada y Jace asintió, tomando la joya de sus manos con cuidado pero con firmeza. Entonces miró a su madre y Rhaenyra sintió un escalofrío al ver los ojos color avellana de su hijo, parecía que había vuelto a ser él, a ser el Jacaerys que todos habían conocido.
──Recuperemos nuestro trono, madre.
La coronación se hizo esa misma mañana, frente a testigos, Daemon colocó la corona de su hermano sobre la cabeza de su esposa y la proclamó reina de los siete reinos. Todos se inclinaron ante ella menos dos personas, Rhaenys y Deianira eran las únicas dos de pie.
Rhaenys la miró con orgullo, mientras los ojos de Rhaenyra permanecían firmes pero llenos de pena. Por otro lado, Deianira no se inclinó porque no la veía como a su reina. Su corazón reconocía a Aegon como el legítimo rey y, aunque apoyaba la decisión de Jacaerys y no haría nada para interponerse, tampoco pelearía por el bando de su media hermana.
Esa mañana la reina negra fue reconocida ante los dioses.
Jacaerys tenía su mano sobre la espalda baja de Deianira, sosteniendola cerca, no se habían separado desde la noche anterior en la que ella apareció con su dragona en la isla. La platinada parecía perdida, no se sentía cómoda en Dragonstone pero la presencia del castaño fue suficiente como para calmarla. Jace notó su piel pálides y la tristeza en sus orbes y en el fondo de su pecho sintió como si le hubieran arrebatado algo. Era un sentimiento profundo que no tenía explicación razonable, pero aún así el príncipe supo que algo había pasado, algo muy grande. Había un nudo en su estómago cada vez que miraba a la platinada y cuando su mirada bajaba hasta su vientre las ideas parecían aclararse y lo supo. Pero no mencionó palabra alguna, solo la apoyó en silencio, asegurándose de que ella supiera que siempre estaría a su lado. Hasta el final de sus días en la tierra.
────cam's note !
Este capítulo me destrozó, les juro que estuve todo el tiempo con el corazón en la garganta mientras lo escribía. Al menos mis nenes ya están juntos de nuevo, y ya nada los va a volver a separar.
Chapter 40: ────thirty-nine,
Chapter Text
39, THE MARRIAGE !
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EL SOL se asomaba por los bordes de las colinas, la noche había sido larga y lenta. Pero Jacaerys estaba más que dispuesto a ayudar e idear planes y alianzas para beneficiar al bando de los negros. El cambio en su comportamiento fue demasiado notorio para la mayoría de los presentes, ya no era el chico callado que había estado ahogándose en su miseria hace pocas horas. Ahora, con Deianira a su lado, parecía haber recobrado su fuerza y confianza usual.
──Los dragones son más rápidos que los cuervos, y más convincentes ──señaló el castaño, con sus ojos sobre los de su madre y sus manos apoyadas con firmeza sobre la mesa pintada ──. Envíanos.
Deianira lo miró pero cada uno de sus gestos reflejaba una fuerza de voluntad y un deseo colosal de recuperar lo que les fue arrebatado. La rubia apenas podía mirar a nadie a la cara, se sentía como una intrusa y este castillo frío no era su hogar. No era nadie aquí, solamente una mancha de la que querrían deshacerse cuando tuvieran oportunidad. El dolor en su vientre aún seguía allí, aunque ya no sangraba. Jacaerys la había interrogado innumerables veces pero finalmente cedió al darse cuenta de que ella no respondería ninguna de sus preguntas.
Luke alzó el mentón, con una expresión titubeante. Quería ser tan valiente como su hermano mayor pero no podía evitar sentir una pizca de miedo. Así que decidió reprimir el temor y adoptar una postura más segura.
──Nuestro tío nos acusa de ser Strong bastardos, pero cuando los señores nos vean a lomos de dragones, se darán cuenta de que es una falacia ──expresó el niño de ojos color oliva, parándose recto frente a los presentes y hablando con a voz más sólida y dura que pudo formar ──. Tan solo los Targaryen somos jinetes de dragón.
Deianira sonrió suavemente al escucharlo y también Lord Corlys que, además de disgustado por el insulto, se mostró orgulloso de Lucerys.
──Ustedes son tan Velaryon como lo soy yo ──gruñó el anciano, negando con la cabeza. Estos niños eran sus nietos, por sangre o no, eran suyos.
Rhaenyra miró a su primogénito y asintió, su cuerpo aún estaba débil por el parto así que no tenía mucho para objetar, a partir de ahora solamente debería confiar que sus hijos serían capaces de afrontar cualquier adversidad que pudiera presentarse en sus caminos. Ya no eran niños, y eso debería comenzar a aceptarlo más pronto que tarde.
──Bien ──musitó, y miró a Luke ──. Pero no irán como guerreros, solo mensajeros.
Jacaerys asintió y observó a su padrastro, quién tenía sus orbes frías clavadas en Deianira. La chica estaba a un lado del castaño, tan callada que parecía camuflarse en el ambiente, el príncipe bastardo sacó una de sus manos de la mesa y la posó en su cintura, sosteniéndola cerca de él y moviendo el pulgar para acariciarla amorosamente. No iba a dejar que nadie más volviera a lastimarla, y tenía que dejarle claro a Daemon que intentar cualquier contra ella sería traicionarlo a él también.
──Tenemos los dragones suficientes para ir a ese nido de víboras y quemarlos a cada uno de ellos ──escupió Daemon, su tono era duro y cruel, parecía desesperado por desatar sangre y fuego sobre el usurpador y su familia ──. Tenemos a Caraxes y Syrax, Rhaenys tiene a Melerys. Tus hijos tienen a Vermax y a Arrax, Baela tiene a Moondancer. Y Deianira tiene a Annemys.
Deianira alzó la vista casi por instinto.
──¿Disculpa? ──murmuró, alzando las cejas y moviendo sus orbes violáceas hacía su tío ──. No vas a usar a mi dragona para iniciar una guerra contra mis hermanos.
El hombre clavó su atención en ella, la tensión entre ambos parecía atravesar la piel y el aire, Daemon sabía que Deianira no pelearía en su bando, ella nunca iba a revelarse contra los verdes y eso la hacía un peón del cual debía desconfiar. Por otro lado, Deianira sabía que Daemon intentaría doblegarla, iba a querer ponerla en contra de su sangre. De Aegon.
Pero no iba a lograrlo. Jamás iba a poder hacer nada para que ella luchara en contra de su hermano mayor.
El príncipe canalla tomó su espada y caminó hacia ellos, el agarre que Jacaerys tenía en la cintura de la ojimorada se apretó por instinto y se mantuvo a su lado.
──Ven conmigo ──dijo, de forma brusca ──. Voy a enseñarte el verdadero significado de la maldita lealtad.
Tras esas palabras el hombre Targaryen comenzó a salir de la sala, Deianira suspiró y se alejó de Jace pero este dio un paso adelante para seguirla, Lucerys tomó el brazo de su hermano y negó con la cabeza. Como si le indicara que la dejara sola en esto. El castaño vaciló notablemente, no confiaba en nadie cuando se trataba de Deianira, estaba paranóico y creía que cualquiera querría herirla y ─a pesar de que sabía que ella podría defenderse sola si era necesario─ no quería volver a dejarla a su merced. No deseaba que ella sufriera a manos de otros mientras él estaba allí para protegerla.
Tras unos segundos de duda, el príncipe heredero la soltó suavemente, dejando que ella fuera detrás de su padrastro.
Deianira siguió a Daemon fuera del castillo, sus pasos eran apresurados y brutos, subieron por una colina y dos de los antiguos guardias los acompañaron. Guardias que aún no habían reafirmado sus juramentos hacia la legítima heredera, y Daemon iba a encargarse de demostrarle a su sobrina lo que pasaría si se atrevía a traicionarlos.
Cuando estuvieron frente a frente con los hombres Caraxes se aproximó hacia ellos, la bestia de cuello largo tenía sus orbes sobre la Targaryen menor pero ella no se inmutó, como tantas veces antes, su cuerpo parecía repeler cualquier sentimiento de miedo. Su corazón no se aceleró, su sudor no se congeló y todo en su cuerpo funcionaba con normalidad.
La lengua afilada del príncipe canalla comenzó a interrogar y a hablar con los guardias, quienes en ningún momento se mostraron reacios a su comportamiento. Aunque la presencia del animal alado sí les generó inquietud.
──Agradezco su largo servicio a la corona, así que les presento una elección ──propuso Daemon, su propósito principal era advertir a la hija de su hermano, quería que ella mirara como interactuaba con los guardias y que sintiera temor. Pero no lo logró, y eso solamente lo frustró ──. Hagan de nuevo su juramento a Rhaenyra como su reina, y al príncipe Jacaerys como heredero al trono de hierro. O, si apoyan al usurpador, hablen ahora. Y tendrán una muerte limpia y honorable, pero si eligen traición...si eligen lealtad ahora solo para luego dar la espalda sepan que van a morir gritando.
Deianira movió el mentón para ver el rostro de los hombres, quienes solo asintieron y volvieron a afirmar a su media hermana como reina y a Jace como el heredero. Hicieron nuevos juramentos hacía ella y hacía su primogénito, así como lo hicieron con el antiguo rey Jaehaerys y con Viserys. Solo luego de que ellos hicieron esto, Daemon los dejó marchar, y luego volvió a acercarse a su sobrina. Caraxes parecía acechar alrededor de ellos como si esperara que su jinete le diera el permiso de atacar pero Deianira no se movió ni se inmutó, mucho menos cuando escuchó un rugido familiar resonar por los alrededores. En menos de un minuto el voluminoso cuerpo de Annemys se hizo visible sobrevolando Dragonstone, como si tuviera alguna clase de instinto para saber donde y cuando aparecer.
La rubia sintió que el pecho se le llenaba de orgullo cuando su dragona voló hacia ellos, pero Anne no aterrizó a su lado sino que siguió por los aires, como si quisiera hacer notar su presencia al otro dragón allí.
──Eso es lealtad ──señaló Daemon, refiriéndose a cómo ambos guardias mantuvieron sus promesas firmes a pesar de estar siendo amenazados por el príncipe canalla.
──Sé lo que es la lealtad, tío ──respondió la menor, con sus orbes color amatista sobre las de él ──. Que la mía no esté de tu lado, no significa que no sepa el valor de esta.
Daemon soltó una risa amarga y luego observó a la dragona oscura, sabía que esta niña podría ser una buena pieza en este combate si solo lograba ponerla completamente de su lado. Él bajó la vista y la miró, notando los rasgos valyrios en su rostro y su propio carácter en la mocosa. No era la primera vez que ella lo enfrentaba, siempre se mostró imprudente e intrépida. Eso lo llevó a preguntarse si alguna vez se había acostado con Alicent Hightower...
No recordaba haberlo hecho, pero la hija de su hermano parecía más suya que de Viserys.
──La sangre del dragón es espesa en ti, lo he admitido antes y ahora te lo repito a ti ──dice el mayor, mirándola directamente a los ojos ──. Escoge con cuidado de qué lado de la balanza quieres estar, porque sería una pena tener que asesinarte.
Sus palabras salieron en tono de amenaza, pero hablaba en serio. Matar a un jinete tan audaz, a un guerrero con esa chispa tan brillante, no sería algo que él disfrutaría por completo. Cuando el rubio creyó que ella se quedaría callada entonces Deianira volvió a sorprenderlo;
──No arrojes la moneda muy encima de tu cabeza, tío ──murmura, y luego observa a Annemys ──. Tal vez el Desconocido decida llevarte antes que a mí.
Esta vez, Demon no pudo reprimir una sonrisa.
El ardor de su palma y el olor a humo eran fuertes, aún así sus ojos seguían sobre los de Jacaerys. Él tomó con cuidado la daga, su corazón estaba acelerado y sus dedos se movieron para acunar el rostro de la rubia. Acercó el filo hasta el labio inferior de Nira y con mucho cuidado hizo un corte que no fuera muy profundo pero lo suficiente como para sangrar. Luego ella repitió su acción. Mientras el maestre recitaba las palabras ambos unieron sus manos juntas, su sangre se mezcló en una y las gotas que caían al suelo estaban compuestas de ambos.
Luke y Rhaena eran los únicos presentes junto a ellos, a pesar de que casi todos sabían que la ceremonia se estaba llevando a cabo. Daemon estaba a lo lejos, con los brazos cruzados y una mirada expectante. Jace decidió ignorarlo y solo se concentró en Deianira, su Deianira, su esposa.
Aunque debían mantenerse serios, el castaño no pudo evitar soltar una sonrisa al verla. Sus hermosos y brillantes orbes color amatista estaban sobre los de él y, cuando ella también sonrió en respuesta, su pecho se llenó de una oleada de calor y orgullo.
──De fuego somos, y al fuego iremos ──habló el gran maestre Gerardys, usando alto valyrio para unirlos en matrimonio ──. Jacaerys y Deianira Targaryen, marido y mujer. Ante los dioses antiguos y nuevos, ante la fé de los siete y la fé valyria.
Jace tomó el hilo rojo que colgaba de su muñeca y comenzó a enredarla alrededor de sus manos unidas, Nira hizo lo mismo de su lado. Cada vez era más difícil para el heredero reprimir su sonrisa, ni siquiera el dolor de su labio herido fue suficiente como para detenerlo. No podía creer que, por una vez, iba a tener lo que quería. Que Deianira sería su esposa.
──Prometo cuidarte y honrarte hasta el fin de mis días ──murmuró el príncipe y, aunque su acento era bastante descuidado, su esposa lo entendió. Deianira sonrió, sus dedos estaban sobre la piel caliente de jace, una gota de sangre estaba cayendo por su labio inferior pero no le importó ──. Lo mío es tuyo, todo lo que poseo y todo lo que soy. Hasta mi último aliento te perteneceré.
──Prometo honrarte y protegerte hasta el fin de mis días ──repitió ella, mirando aquellas orbes cafés que parecían brillar cuando la luz del sol las golpeaba, su voz se quebró y sintió un nudo en la garganta pero aún así siguió con su promesa ──. Los hijos nacidos de mi vientre serán tuyos. Para amarte, honrarte y enorgullecerte. Cada uno de ellos te pertenecerá, así como mi eterna devoción.
Siempre había creído que no quería ser madre, que ese destino sería un castigo que solo atormentaría su verdadera pasión. Pero ahora, cada vez que sentía su vientre vacío, solo era un recordatorio acerca de lo mucho que estaba equivocada.
Nunca temió ser madre...siempre había temido ser su madre.
Había estado aterrada de darle a sus hijos un padre como lo era Viserys, de tener que criar a sus niños en soledad así como Alicent los crió a ellos. A que cada vez que sus vástagos vean a su progenitor solo observaran a un extraño cuya presencia parecía ser nula incluso mientras estaba a su lado. Pero Jace no sería así, y eso ahuyentó el pánico y el temor que la maternidad siempre había impuesto sobre sus espaldas.
Y en ese momento, con el estómago carente de vida ─de una vida que perdió─, se percató de lo mucho que quería ser madre. Ya no le importaban las luchas, no le importaba demostrar que a pesar de ser mujer tenía la misma fuerza y habilidad que un hombre, no le importaba lo que dijeran los demás ni lo que pensaran. Porque ser la madre de los hijos de Jace sería una recompensa lo suficientemente dulce y valiosa como para dejar de nadar contra la corriente.
Las palabras que salieron de su boca parecieron llegar al interior del príncipe bastardo, quien la miró con los ojos ligeramente cristalizados y asintió, mientras tragaba el nudo de su garganta.
──Príncipe de rocadragón, y princesa consorte ──habló Gerardys, pero ambos chicos seguían con sus ojos fijos el uno en el otro, demasiado metidos entre las palabras silenciosas que estos se decían como para responder cualquier otro llamado ──. Felicidades...
Luke exclamó un sonido de felicidad y comenzó a aplaudir, Rhaena a su lado también hizo lo mismo, mientras luchaba contra las lágrimas en sus ojos oscuros. Jace y Nira rieron suavemente y entonces el castaño tomó a su esposa de la mejilla y unió sus labios con los de ella.
El sabor metálico inundó sus papilas gustativas y sus bocas sellaron el matrimonio. Sus manos entrelazadas seguían goteando sangre, mientras que sus ropas blancas con tonalidades carmesíes los destacaba en el frío y oscuro entorno. Aún faltaba para que el sol se ocultara pero las nubes grises y espesas hacían que todo se sintiera mucho más helado.
Jace rompió el beso pero no se separó de ella, apoyó su frente a la de su esposa y cerró los ojos, sosteniendo su rostro con su mano libre y entrelazando sus dedos con las manos que aún tenían unidas.
──Avy jorrāelan, Deianira ──susurró, haciéndola sonreír por el tono tan dulce que tuvo su voz.
──Avy jorrāelan, Jacaerys ──respondió ella, con el mismo amor que él usó para decirlo.
────cam's note !
ESTOY LLORANDO, CHILLANDO, VOMITANDO, CONVULSIONANDO EN EL PISO.
😭😭😭😭😭
Está bastante corto este cap pero al menos quería subirles algo, esta semana entro a la u y no sé cuánto tiempo libre me quede para escribir así que sería normal que las actualizaciones se atrasen un poco, aún así intentaré escribir una tanda entera e ir subiendo de a poco.
Chapter 41: ────forty,
Chapter Text
40, DEBT OF BLOOD !
──────── 🩸 ────────
LUKE TENÍA el rostro enterrado entre las manos, su llanto había sido peor pero ahora estaba calmándose. Deianira le había contado a Daemon acerca de cómo Aemond asesinó a Henry, ahora el hombre estaba buscando una forma de conseguir una alianza con los Baratheon. Jace estaba contra el umbral de la puerta, con los brazos cruzados sobre el pecho pero aún así manteniendo una expresión de simpatía. Su esposa estaba junto al niño, acariciándole la espalda. Se habían casado hace pocas horas y pronto partiría hacia las tierras lejanas pero se negó a dejarla.
No confiaba en nadie en Dragonstone y, aunque tal vez Deianira pueda estar en compañía de Rhaena, Jace prefería mil veces llevarla consigo antes que dejarla aquí sola. Sabía que estaría más tranquilo si ella estaba cerca de él.
──Lo siento mucho, Lucerys ──susurró Deianira, pero Jacaerys notó que su voz estaba cargada de culpa. La muerte de Baratheon no fue su responsabilidad pero ella lo sentía así, el castaño pudo percatarse de que el incidente dejó un sabor amargo en la princesa rebelde.
Jace se acercó a ambos y se arrodilló ante ellos, el niño y la mujer estaban sentados en la cama del príncipe heredero. El castaño tomó una de las manos de su hermano y otra de su esposa, apretándolas con suavidad.
──Fue su decisión, Luke ──dije el mayor, mirando las orbes color oliva de Lucerys ──. Baratheon protegió a Deianira, sabía los riesgos y aún así fue valiente y decidió cumplir sus promesas.
La rubia observó al chico, su cabello castaño oscuro caía levemente sobre sus ojos, el color café le daba un toque especial a los pequeños rizos que comenzaban a formarse en las puntas de su cabello. Deianira estiró su mano libre y acarició el hombro de Jacaerys, quien apreció el gesto y le sonrió con delicadeza de regreso.
Jace besó el dorso de la mano de su esposa y se levantó para tomarlos a ambos entre sus brazos, sosteniendo sus cuerpos cerca de su pecho. El mayor besó la cabeza de ambos y tanto Luke como Nira se aferraron a él. Rhaena entró en la habitación, seguida de Baela, las dos observaron la escena con ternura a pesar de todo.
La morena mayor tenía un bolso con ropa extra que Jacaerys le había pedido, ella se acercó y se la extendió a Deianira. La rubia asintió en forma de agradecimiento y aceptó el morral, luego miró a su esposo. Los tres chicos salieron de los aposentos y fueron hacía donde los esperaba Rhaenyra, la corona de Viserys estaba sobre su cabeza y ─aunque Deianira no quisiera admitirlo─ la portaba con orgullo y devoción.
Annemys se quedaría en Dragonstone debido a que dos dragones serían considerados una amenaza para los señores y, además, ni Vermax ni la dragona de Deianira eran un buen par juntos. Por eso habían decidido viajar juntos a lomos del dragón verdoso y anaranjado del castaño, para dejar que Anne descanse desde el viaje tan largo que hizo desde King's Landing.
Jacaerys tenía su mano alrededor de la de la rubia, sosteniéndola cerca. Cuando llegaron hasta su madre ella procedió a obligarlos a hacer un juramento y, aunque Luke se mostró más abierto al tema, Jace lo hizo más a regañadientes. Rhaenyra miraba al menor con dulzura y benevolencia, pero a su primogénito lo observaba con una advertencia ilícita danzando entre sus orbes océanicas.
Era casi como si lo regañara y le pidiera mantenerse responsable y pasivo en este viaje.
──Lo juro ──terminó el castaño mayor, con la palma de su mano sobre el libro de la estrella de siete puntas. Deianira tenía sus ojos sobre aquel símbolo, la última vez que recordaba haberlo visto era en la iglesia. Aquel día donde todo parecía perdido y, en la desesperación de la incertidumbre que la rodeaba, solamente pudo rogar por la vida de su hijo.
Y aún así, aquí estaba ahora.
Con la fé hecha cenizas y el vientre vacío, carente de la promesa que le habían dado los dioses. Ya no habría una boca cálida sobre su pecho, ni un primogénito al cual acunar y proteger. No había nada...
No quería culpar a la fé, pero su creencia en ella había vuelto a ser nula y penumbrosa. Sus dioses habían vuelto a tomar esa aura mística y desconocida, casi aterradora. La madre, cuyo nombre era dicho con gozo y regocijo por las mujeres y los niños, se había desquitado con ella y le había dado la espalda en el peor de sus momentos. Y ahora, a pesar de sentirse desierta de toda dogma, escogía alzar el mentón y volver a conectar con los dioses cuya presencia siempre le habían provocado consuelo.
Los dioses antiguos, aquellos que eran venerados en Valyria y por su gente.
Esos cuyas alas aún volaban por este mundo, cuyos sus nombres seguían resonando en los labios de las personas cada vez que veían a las enormes bestias que se abrían paso sobre el cielo.
Syrax, Vhagar, Meraxes, Balerion y Annemys.
El cielo grisáceo los despidió mientras que los tres dragones se alejaban juntos, separándose en el lugar donde las nubes se mezclaban con las tonalidades azules y celestes. Donde la barrera entre la tierra y el espacio parecía desaparecer momentáneamente mientras te dejaba deslumbrar el hermoso paisaje y el agua cristalina que brillaba justo debajo de sus pies. Jacaerys estaba detrás de ella, con sus manos alrededor de su cintura y su rostro a centímetros de su hombro.
──Estaremos bien ──susurró su esposo y, a pesar de no creer completamente sus palabras, éstas le trajeron a la princesa consorte el alivio más intenso que ha sentido durante estas últimas lunas.
──Lo sé... ──murmuró, y Jace sonrió suavemente. Se acercó y le plantó un beso en la frente, dejando que la palma cálida de su mano acariciara el vientre de su mujer.
El castillo era mucho más frío de lo que el niño esperó, las paredes eran largas y sus pasos hacían eco como si se tratase de un palacio infinito oculto en las penumbras de Bastión de Tormentas. La acogedora bienvenida que su madre le había previsto parecía carecer de realidad y sentido. Su cabello estaba húmedo y su cuerpo también, se sentía tan gélido por dentro y por fuera que el ojiverde solo quería marcharse de nuevo hacía su hogar, para dormir cerca del fuego y de los amorosos brazos de su progenitora.
La rabia lo hacía mantenerse de pie, tenía una misión y la cumpliría. No por él, sino por la memoria de Henry. Los Baratheon no podían ayudar al hombre que había asesinado a su amigo, a uno de los miembros de su casa. Su lealtad debía de estar con su legítima reina, la protectora del reino y la dama de los Ándalos y los Rhoynar.
Jacaerys y Deianira tenían la misión más pesada, pero eso no significaba que a suya fuera irrelevante. Iba a probar que era digno de ser el señor de las mareas y que era un Targaryen que merecía respeto y reconocimiento.
Tu hermano será el rey algún día ─le había dicho su madre antes de partir─, pero tú, mi dulce niño. Tú serás igual de valioso e importante.
Y ahora el castaño planeaba hacerla sentir orgullosa.
Cuando estuvo frente a frente con lord Borros nuevamente sus ojos se dirigieron hacía una presencia que parecía sobresalir entre todas las cabelleras oscuras. El cabello rubio platinado de los Targaryen brillaba bajo la atmósfera azulada y solamente un orbe de color oceánico estaba enfocado sobre él, con una mirada penetrante y oscura. Luke sintió como su corazón se aceleraba, pero no por miedo, sino por rabia.
¿Cómo se atrevía a estar aquí, con qué descaro creía que tenía el derecho de venir y reclamar algo? Sus manos se dirigieron a la daga que colgaba de su cintura pero no la desenvainó.
──Milord, lamento informarle que está acogiendo a un traidor en la misma sala en la que reposa su trono ──acusa, con la voz afilada e inestable. La sonrisa que salió de los labios de Aemond no hizo nada para calmar la tempestad que se estaba desatando entre las cavidades de su pecho.
──Lord Strong, ¿admite aquí entre todos que los de su estirpe y sangre son traidores a la casa Baratheon? ──cuestionó el rubio.
El ceño del niño se arrugó y entonces el anciano barbón habló, con la voz cargada de enfado e irritación:
──¿Cómo se atreve tu madre a enviarte aquí? ──Luke tragó saliva a duras penas y enfocó su vista en Borros mientras él parecía comenzar a desquitarse ──Vuelve a casa, niño...y dile a la puta de tu tía que la casa Baratheon se asegurará de cobrar la deuda de sangre que nos debe.
Un escalofrío recorrió el cuerpo del menor, el sudor que bajaba por su columna dorsal se enfrió a tal punto que parecían ser gotas de hielo rozando su piel. Entonces comprendió todo. Aemond había mentido y, como era de esperarse, los Baratheon le habían creído.
Luke no sabía qué había dicho para que el hombre barbón se encuentre tan cegado por la ira, que falacia había sido inventada por su lengua para envenenar los oídos de lord Borros.
──Milord, cualquier cosa que haya oído de la boca de este tuerto traidor no son más que engaños torcidos para su conveniencia ──ataca, aunque ya presentía que la alianza con los venados estaba perdida.
Lord Borros alzó las cejas pero, antes de que pudiera responderle Aemond alzó su voz en la oscura sala.
──La zorra de mi hermana asesinó a su prometido para huir con tu hermano bastardo ──anunció, con la voz llena de disgusto. Parecía que se lo había repetido tanto que hasta él mismo había comenzado a creer esa versión, pero el niño notó la pesadez en el pecho de su tío cuando la mención de Deianira resonó por los pasillos y en los oídos de todos los presentes ──¿O no es así, Strong?
──Miente, milord ──musita Luke y siente tanta impotencia que sus ojos comienzan a arder y un nudo se apodera de su garganta. Deianira jamás hubiera lastimado a Henry, el ojiverde sabía que ella lo amaba. No de la misma forma en la que su corazón adoraba a Jace, pero sin dudas sí en la misma forma en la que la rubia lo quería a él también. Nira veía a Henry con los mismos ojos cariñosos y suaves que tenía cada vez que se dirigía a Lucerys, o a Rhaena. Lo amaba como a un hermano ──. Aemond asesinó a Henry, él estaba protegiendo a Deianira y lo mató para sacarlo de su camino.
El hombre sintió como su corazón se hundía y giró el mentón para ver al muchacho Targaryen, quien estaba parado tranquilo y con las manos detrás de su espalda. Como si escuchara la mejor de las historias o el más gracioso chiste.
──¿Es eso cierto? ──cuestionó Borros, pero sus palabras fueron pasadas por alto.
Lucerys miró al tuerto con una rabia que parecía hervir en sus venas, sus puños estaban cerrados con tanta fuerza que sus nudillo se habían teñido de un color pálido.
──Él era mi amigo, y tú lo asesinaste ──escupió con asco, sus orbes color oliva estaban inundadas de lágrimas que se negaban a caer. Aemond rió con burla y miró al hombre, su rostro había dejado de ser estoico y ahora estaba bañado de emociones mezcladas de las cuales Borros no podía identificar ni una.
Él no respondió, no dijo nada. Pero sacó una daga y la arrojó a los pies de su sobrino y luego, sin esperar respuesta alguna se lanzó a atacarlo. Lucerys, en lugar de retroceder, reconoció que ya era lo suficientemente mayor como para acabar con este asunto pendiente entre ambos. Así que tomó su cuchillo y también se lanzó sobre el rubio, ambos forcejearon por varios segundos mientras las hijas de lord borros huían y los guardias se apresuraban a separarlos tras oír los gritos del señor de Bastión de tormentas. Luke sintió un profundo dolor en la muñeca y notó como la tela que cubría su antebrazo estaba abierta y su piel se había separado. Un grueso hilo de sangre goteaba desde sus venas hasta sus dedos, cayendo al suelo.
Tras sostenerlos los hombres lo escoltaron hacía afuera, el papiro con las palabras escritas de su madre seguía en su cintura. Cuando salió de la fortaleza notó como la lluvia golpeaba contra la superficie de la tierra, generando ecos en los cuales ni siquiera podía oír sus propios pensamientos. Arrax gruñía bajo el agua, como si presenciara peligro. La cálida promesa de una bienvenida ahora parecía una despiadada broma que habían usado para no tener que darle la excusa de ser cruelmente honestos con él.
La enorme bestia de escamas verdosas se alzó por los aires y, por primera vez, el miedo paralizó al menor.
──¡Tranquilo, Arrax, tranquilo! ──exclamó el ojiverde, gritando en alto valyrio para que su compañero pudiera oírlo, le acarició el hocico suavemente antes de subir en la montura y ajustar las correas a su cintura. Las ató mucho más firmes y fuertes que de costumbre, temiendo caer al vacío en medio de la lluvia y los violentos vientos ──¡Obedece, Arrax, respira, escucha, obedece!
El pequeño dragón desplegó sus alas y alzó vuelo, las corrientes de aire brusco y frío parecían empujar su cuerpo. Los nervios del niño estaban de punta, sentía que desde las sombras, detrás de las nubes grises, el peor de los augurios acechaba para ponerle fin a esta lucha interminable.
En ese preciso instante el abrumador deseo de estar en casa lo inundó, quería correr y desaparecer, quería agonizar en el manto cálido y materno que le proporcionaban los brazos de su madre. Y, mientras la lluvia caía encima de su rostro y ropas, el niño comenzó a llorar.
Lloró de miedo, de impotencia y de rabia. Lloró porque sabía que ya no había salida y que luchar sería en vano. Entonces la gélida risa de Aemond rompió la atmósfera, su voz sádica y llena de diversión parecía regocijarse ante el temor que sentía el niño. Se divertía con esto. El sonido de unos enormes dientes lo hizo gritar y Arrax escapó a duras penas del intento de Vhagar de morderlo. Ver el enorme hocico de la bestia abierto frente a sus ojos fue una desgracia y una maravilla al mismo tiempo, tal animal era una reliquia y un arma de guerra que podía matar y cuyos dientes ya estaban manchados con sangre enemiga. Y en ese instante, Luke era el enemigo.
Que su dragón intentara defenderse no mejoró las cosas sino que las empeoró. El joven alado lanzó una bocanada de fuego y aliento al rostro del animal viejo y la dragona gruñó.
──¡Tienes una deuda conmigo que debe ser pagada, niño! ──exclamó el rubio pero al percatarse de lo que acababa de pasar se llenó de pánico, Arrax comenzó a volar lejos y Vhagar lo siguió, ahora enfadado y con un instinto que el tuerto jamás había visto en ella ──¡No, Vhagar, no!
Lucerys subió hasta la cima de las nubes y, cuando Arrax se sintió a salvo, se detuvo.
El sol iluminó su rostro y las lágrimas se detuvieron en un pacífico segundo que prometió el mejor de los paraísos frente a sus ojos. El color dorado bañaba el cielo y la lluvia y el frío habían desaparecido casi por completo. Sus músculos temblaban por el calor que comenzaba a colarse entre su carne húmeda e incluso su respiración pareció ralentizarse, como si algo le hubiera asegurado que estaba a salvo... pero eso no fue cierto.
En menos de un pestañeo Vhagar salió de la nada, su hocico abierto ahora no era una advertencia sino un ataque directo. Luke intentó desatar las correas que lo ataban a la montura de Vhagar pero, en el último minuto, lo único que pudo hacer fue llamar el nombre de su madre y cubrir su cabeza con sus brazos. Como si eso fuera capaz de disminuir el impacto o el dolor de lo que estaba a punto de venir.
Vhagar mordió el lomo del pequeño dragón, mientras Aemond gritaba y le pegaba en la espalda. La golpeó tan fuerte que sus nudillos sangraron y se abrieron, hasta que las escamas de color esmeralda de incrustaron sobre sus dedos. Los gritos de dolor de su sobrino se intensificaron cuando su pequeño cuerpo quedó entre la maraña de dientes y saliva, podía sentir al niño luchando por salir. Por escapar de la prisión de colmillos y sangre. Su carne se mezcló con la de su dragón, un conjunto de ropa, músculos heridos y cuero. La bestia anciana se tragó todo, sin ni siquiera inmutarse y, cuando el diminuto cuerpo de Lucerys Velaryon bajó por su garganta Aemond supo que lo arruinó todo de vuelta.
Desde ese momento la guerra había comenzado, sin remedio alguno ni intención o tratados de paz. Los cuervos perderían sus plumas y serían reemplazados por las enormes bestias que escupían fuego.
La destrucción de la casa Targaryen solamente fue posible cuando los pilares de ésta se derrumbaron desde adentro, y esa colisión comenzó en ese instante. Cuando Aemond Targaryen asesinó a Lucerys Velaryon, el segundo vástago de la reina negra. Su fuerza y consuelo.
────cam's note!
no diré nada.
Chapter 42: ────forty-one,
Chapter Text
41, THE EYRIE !
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EL VIENTO CÁLIDO golpeaba su rostro, las alas del dragón verde se desplegaron en una última sacudida antes de aterrizar, Jacaerys bajó de la montura y observó el castillo frente a ellos, antes de decir algo se giró para tomar a su esposa de la cintura y ayudarla a bajar. La rubia gimió de dolor y su cuerpo se inclinó ligeramente hacía adelante, colocando una mano sobre su estómago. Una oleada de pavor invadió al castaño, quien se apresuró a sostenerla con más firmeza y cuidado.
──Nira...──susurró, pero solo obtuvo como respuesta una negación de parte de la chica, ella respiró hondo y se preparó para evadir el insoportable sentimiento que se posaba en su vientre, el dolor seguía allí pero era mínimo, la princesa rebelde sentía esa reacción física de su cuerpo como un recordatorio punzante de su pérdida. Como si le restregaran la tragedia contra sus narices.
──Estoy bien, solo...mareos ──dice, ingeniando una excusa de último minuto.
Jacaerys quiso preguntar, las palabras colgaban de la punta de su lengua pero supo que nada abandonaría la boca de su esposa, sus labios estaban sellados. Deianira no estaba lista y, si era completamente honesta, dudaba algún día llegar a estarlo. No quería seguir pensando en ello pero era difícil cuando cada calambre la hacía consciente de lo sucedido.
El heredero al trono asintió, no muy convencido, alzó la cabeza y murmuró unas palabras en alto valyrio a Vermax, indicándole que no debía moverse del lugar sin antes recibir su orden. Entonces las puertas del lugar se abrieron, encontrandolos a medio camino, una mujer con un vestido de terciopelo azul avanzó hacía ellos con una mirada firme y un andar sin titubear. De su cintura colgaba un cinto y una espada que relucía tan brillante como la luz de la luna llena. Parecía mayor, al menos, mayor que ellos. Su cabello castaño caía sobre su espalda en una cascada perfectamente ordenada, su mera presencia le generó ansiedad al castaño, quien mantuvo en mente la urgencia de las alianzas que debía conseguir lo más pronto posible para asegurar el reclamo de su madre.
──Lady Jeyne...──anunció, manteniendo una postura formal y respetuosa, intentando generar una buena impresión. Los ojos de la mujer se balancearon de él a Deianira, quien estaba pálida y callada, aferrándose a su brazo como si buscara calor o un pilar ──. Mi nombre es Jacaerys Velaryon, heredero de la reina Rhaenyra, la legítima sucesora del rey Viserys. Ella es mi esposa, Deianira.
La mayor asintió perezosamente pero, antes de que Jacaerys pudiera seguir hablando, cortó sus palabras.
──Sé lo que has venido a buscar, joven príncipe ──dice lady Arryn, su tono era cálido pero con una severidad afilada detrás, como si estuviera hablando con un lobo escondido bajo la piel de una oveja. Jacaerys llenó su pecho de aire, incapaz de apartar la vista de aquella mujer y con los nervios corriendo dentro de sus venas ──. El apoyo de mi casa estará con la causa de su madre, sangre de mi sangre, sin embargo, necesito algo a cambio. Una garantía, en caso de que la guerra se desate y la muerte cubra nuestros lazos de alianza.
Deianira sintió que se le helaba la sangre. Su cuerpo, tan ajeno al sentimiento del miedo, parecía estremecerse con cada pequeño recordatorio de aquella sensación. Por mucho tiempo había sido inmune al temor, tan inmune que eso la llevó a ser intrépida, pero esa barrera parecía hacerse cada vez más fina... ahora temía, y temía tanto que eso la volvía vulnerable.
──Lo que pida lo tendrá, milady ──aseguró el castaño.
──Dragones ──dijo, instantáneamente, como si su decisión ya hubiera estado tomada desde mucho antes de su llegada ──. No temo a los ejércitos, muchos conocieron su final al atacar mi Puerta de la Sangre, y es bien sabido que el Nido de Águilas es inexpugnable. Pero ustedes descendieron desde el cielo, al igual que la reina Visenya durante la Conquista, y no habría podido hacer nada para detenerlos. No me gusta sentirme indefensa. Envíenme jinetes de dragón.
Deianira alzó la vista y la observó, sus palabras habían encontrado oídos que la comprendían a la perfección. El recuerdo de las múltiples manos sobre sus muñecas, sus piernas pataleando y la desesperación que cruzó por su cuerpo aquel día cuando quisieron herirla y a su bebé la golpeó brutalmente, aún sentía las plegarias que se desplegaron por su lengua, gritos de auxilio. El nombre de Aegon, y el de Aemond, abandonando sus labios con el deseo de que la protegieran. El mismo sentimiento que relataba la mujer de cabello oscuro la había hecho sentir impotente y pequeña, indefensa ante las amenazas que su propia sangre había volcado sobre ella.
Su mano apretó con suavidad la de Jacaerys, como si quisiera decirle algo que solo él comprendió, sus ojos avellana la miraron por un efímero segundo que se sintió como una eternidad para ambos y, finalmente, miró a la dama de ropas azules y asintió con seguridad.
──Considérelo hecho, milady ──afirmó y, seguido de eso, la mujer se hincó en una rodilla desenvainando su espada. El aliento de Jacaerys se atascó en su garganta, y un ligero sentimiento de orgullo le llenó el pecho cuando los soldados de la mujer ─que habían estado observando el intercambio desde un lado─ repitieron sus acciones. Nadie nunca se había inclinado ante él antes, siendo Deianira la primera persona en toda su vida que se arrodilló para afirmarle su lealtad, pero en ese instante supo que haría todo lo que estuviera en su poder para ser un monarca digno de portar la corona y proteger al reino para guiarlos a la paz y a la seguridad.
La noche había caído demasiado rápido y la mujer de cabello castaños se había ofrecido para darles asilo por el tiempo que necesitaran, Jacaerys aceptó la propuesta pero solo por una noche, para dejar que Vermax se alimente y recargue energías para seguir con la travesía. La peliblanca, por otro lado, había quedado callada durante la cena. La única voz que resonó en la sala de la dama de azul fue la del heredero, quien se encargó de endulzar aún más sus oídos para no dejar en ella ni un atisbo de duda.
Ahora, en la penumbra de la habitación de huéspedes en el Nido de Águilas, el silencio parecía susurrar incoherencias mientras viajaba por las tenues brisas que se colaban por las rendijas de las paredes, causando un hilo caótico en la cabeza de la princesa rebelde.
Deianira volteó la cabeza para observar a Jace, quien dormía sobre su estómago y con un brazo envolviendola para mantenerla cerca y proporcionarle calor. Ella se alejó con cuidado para no despertarlo y salió de la cama, sus pies desnudos se encontraron con la helada bienvenida del suelo piedra.
La herida en su mejilla había comenzado a cicatrizar, no era más que un rasguño, se suponía que no debía doler. Pero en la nada, el dolor se había presente como un viejo amigo. La ojimorada avanzó hacía la puerta de la habitación y se escabulló fuera de esta, el calor de la noche bajó por sus extremidades como una oleada de llamas. Deianira avanzó por los peldaños del pasillo, bajando hacia un pequeño jardín donde diminutas y coloridas flores brillaban bajo la luz lunar.
Sus ojos fueron hacia el cielo, el color oscuro de este dejaba que las millones de constelaciones flotaran sobre el vacío del espacio y que los recuerdos azotaran la mente de la menor. Todo había pasado tan rápido, lo que alguna vez conoció como un hogar se había marchitado y las personas que amaba se habían vuelto contra ella como si todo lo que alguna vez habían compartido no existiera.
No le dolía estar lejos de casa, sino saber que ya jamás podría volver.
Seguiría a Jace, iría del este al oeste, del sur al norte y del norte devuelta al sur una vez más. Pero ya no podría volver a su casa, con su familia. A aquel espacio seguro dentro del cual creció. Y le dolía saber que, de algún modo, eso era su culpa.
Adoraba a Jacaerys, pero también extrañaba a su madre y sus hermanos. Y no le quedaba nada que hacer más que recordarlos y desear que no la hubieran condenado al exilio de su afecto solo por haberse enamorado de su esposo...todo se sentía como apostar por un jugador que sabías que perdería.
El odio de Aemond seguía calándole la piel, la rudeza de su agarre y la brutalidad de sus palabras. Y luego...la sangre. Aún sentía la calidez dentro de su estómago, pero esta vez solo era su imaginación. Quería llorar, romperse en mil pedazos y adormecer la nostalgia hasta que de alguna forma u otra ésta desapareciera por completo. Pero era en vano.
Unos pasos sigilosos y adormilados sonaron detrás de su espalda y cuando volteó los ojos color avellana de Jace la estaban mirando directamente, como si comprendieran con exactitud lo que estaba sintiendo. Sus manos se movieron para acunar sus brazos desnudos y un nudo se abrió paso en su garganta.
──No tienes porqué cargar con esto sola, Deianira ──susurró el castaño, con un sentimiento pesado sobre el pecho. Quería protegerla, incluso si la persona que la lastimaba era ella misma. Quiso decirle que no era estúpido, que la conocía como si fueran una sola persona y que se había percatado de todo lo que sucedió. De todo...
La peliblanca aún estaba dándole la espalda, sus pulmones llenándose de aire con lentitud mientras intentaba contener las lágrimas. Jace bajó las manos desde sus brazos hasta su vientre, acunándolo entre sus dedos, como si aún tuviera deseos de que siguiera creciendo a pesar de que estaba consciente de que no lo haría.
──Estoy aquí, amor ──musitó, pero su voz sonó mucho más débil de lo que esperaba. Nira se dió la vuelta y se hundió contra su pecho, sollozando en silencio. Él la sostuvo con fuerza, como si temiera perderla en cualquier momento, sus lágrimas le mojaban el pecho y el heredero sintió como su corazón se hundía hasta el fondo de su estómago.
Deianira era suya ahora, su esposa y su futura reina, no dejaría que nada ni nadie volviera a creerse con el derecho de ponerle una mano encima o de arrebatarle algo que solo les pertenecía a ambos. Las manos del chico le acariciaron la espalda, manteniéndola dentro de su calor y susurrando en su oído palabras de apoyo para no hacerla sentir sola.
La mañana siguiente ambos guardaron sus pocas pertenencias, cambiaron sus ropas por algunas que la dama azul les había ofrecido y emprendieron de nuevo viaje hacia el norte, donde ninguno sabía cómo les iría o sí conseguirían las alianzas deseadas para el bando negro. Jacaerys cruzaba los dedos y se preparaba para hacer uno de los movimientos políticos más importantes que podría ofrecer como heredero para con su madre.
Deianira se aferró a él sobre el lomo de Vermax, mientras el viento cálido comenzaba a transformarse de a poco en algo más gélido y poco húmedo. Sus capas no eran capaces de mantener el calor de sus cuerpos y, solo cuando el príncipe sintió a su esposa temblando contra él, se apresuró a hacer un aterrizaje en Villahermana donde lord Borrell y lord Sunderland le rindieron sus servicios y se reverenciaron frente a él; jurándole lealtad y prometiéndole que las Tres Hermanas apoyarían la causa de su madre, la legítima heredera.
Y, la mañana siguiente a esa noche gélida, ambos partieron hacía Puerto Blanco. Lord Desmond Manderly los recibió, junto a su esposa, quien se mostró muy complacida con el hecho de tener a dos príncipes Targaryen bajo su techo. Mientras Jace se encargaba de negociar con el hombre de cabellos oscuros, ofreciendo un compromiso a cambio de hombres para batalla, Deianira se encontraba confinada en una sala de té, bebiendo un líquido casi hervido mientras sus pies helados se calentaban contra la chimenea.
La mujer alzó la vista, observando a la princesa.
──He oído mucho sobre usted, mi princesa ──mencionó la mayor, Deianira esperó oír comentarios pasivo agresivos, o ligeros cumplidos disfrazados para encubrir comentarios condescendientes pero la mujer tenía una mirada llena de dulzura ──. Lamento decir que no asistí a su boda con el príncipe porque no obtuve una invitación.
Nira sonrió, negando con la cabeza mientras tomaba pequeños sorbos de té.
──No hubo boda, milady...solo un pequeño ritual valyrio ──explicó, cortésmente.
──¿Pero harán una, no es así? ──cuestionó la mujer de cabellos castaños, parecía realmente interesada. La menor la miró, pensando en si estaba preguntando eso con seriedad o no. Una guerra estaba a la vuelta de la esquina, una batalla no solo bélica sino con dragones, bestias enormes que podrían destruir los siete reinos si se lo propusieran. Una boda, en estas circunstancias, parecía una burla a todo lo que estaba sucediendo.
──Sí, milady...si todo se da como se espera ──dijo, pero ni siquiera ella estaba segura de ello. La idea de casarse con Jace vestida de blanco, bailando con él toda la noche y que todo el reino supiera que eran marido y mujer era un pensamiento casi divino, pero no podía ignorar como su casa se estaba rompiendo desde los cimientos.
Entonces Jace y lord Desmond salieron de la sala de justicia del Tritón. El menor cruzó miradas con su esposa y asintió con la cabeza, una pequeña mueca de suficiencia colgando de sus labios y solo eso fue suficiente para darle a saber que había ─una vez más─ conseguido lo que se propuso.
Ahora, con la mitad del viaje cumplido, el norte sería la siguiente parada.
────cam's note !
no me aguantaba una semana más para publicar esto, sé que dije el 30 pero ya fue, mejor temprano que tarde.
los tqm <33
Chapter 43: ────forty-two,
Chapter Text
42, A SON FOR A SON !
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EL HILO SE movía sobre la tela con rapidez, la aguja se había clavado en sus dedos varias veces pero Helaena se encontraba incapaz de sentir siquiera el ligero dolor que le proporcionaban aquellos pinchazos, no dejaba de repetir una y otra vez incoherencias que parecían ser las profecías más oscuras y crudas que hayan cruzado por los oídos de las criadas de la fortaleza roja.
El castillo estaba en silencio desde hace días, la muerte del rey y el anuncio del asesinato de Lucerys habían dejado un ambiente tenso y frío entre los verdes. Alicent parecía consumida por el fantasma de su hija menor, las dudas y el arrepentimiento carcomiendo cada pensamiento que cruzaba por su mente, llevándola a aislarse lejos de los demás.
Aegon cruzó el umbral de la puerta, viendo a su esposa y a su hija pero sus orbes oceánicos buscaban a su primer vástago.
──¿Dónde está Jaehaerys, hermana? ──cuestionó, la rubia alzó la mirada, sus ojos cristalizados iban acompañados por una mueca ligera de temor.
──Con madre...──responde, pero había una pesadez de inquietud a lo largo de su caja torácica ──Aegon, tengo miedo.
El mayor posó su atención en ella, pocos segundos después se puso de cuclillas y le tomó la mano, la mujer de cabellos platinados no se alejó ni se rehusó al toque. Aegon también temía, no solo por su propia persona o por el reino sino por sus hermanas, tanto por la que estaba frente a él como por la que se encontraba lejos. No soportaba la idea de que una guerra azotara a la familia, sabiendo que su Nira no estaba cerca para protegerla.
──No lo tengas ──susurra, con la voz suave ──. Vhagar está custodiando los alrededores, y Rhaenyra no vendrá a la capital solo para iniciar una batalla.
──No temo a los dragones ──murmuró, y bajó la vista momentáneamente solo para luego mirar el cojín vacío en el que antes estaba reposando su primogénito ──. Sino a las ratas.
Aegon frunció el ceño, ¿las ratas? Quiso cuestionar, pero no lo hizo, Helaena no era muy conocida por decir cosas que contengan algo de sentido. El mayor alzó el mentón y miró a las criadas, casi preguntando si habían oído lo mismo que él, las mujeres solo cruzaban miradas entre ellas.
El ojiazul se levantó, soltándole con suavidad la mano que antes reposaba junto a la suya, y se acercó a la niña menor, besándole la cabeza para después salir en busca de su hijo. De algún modo todo se sentía más vacío y aburrido desde que su compañera de travesuras no estaba, en cada rincón podía verla, como si divagara por allí solo para molestarlo.
Había escrito una carta pero dudaba en si entregarla a un cuervo sería una buena idea, no sabía dónde estaba Deianira, aunque tenía algunas sospechas, pero de todos modos no creía que un mensaje de su parte fuera bien recibido por su media hermana. No habían muchas opciones, solo la guerra. Con Luke muerto, Aemond enloquecido y un reino quebrado a la mitad solo le quedaba la esperanza de poder recoger cada pedazo para con ello rehacer al legado Targaryen. Sabía que si un desastre se desataba sobre ellos no sería solo bélico, sería cuestión de tiempo y lunas para que sus dragones se involucraran y con eso la catástrofe llegaría sin dudarlo.
El dragón de Deianira era grande, tanto como Meleys, incluso más si no estaba equivocado. Daemon lo usaría para su favor si podía, aunque Aegon sabía que su hermana no era tan ilusa como para caer en engaños disfrazados. Cuando llegó a la sala donde se encontraba el Consejo Verde vió a Jaehaerys allí, sentado junto a Aemond mientras él jugaba con él. La vista de su primogénito con el hombre que lo engendró le retorció las entrañas y, aunque se había acostumbrado al sentimiento de saber que no eran suyos, ver a sus niños con la verdadera persona que le dió vida le hacía sentir el pecho insatisfecho. Como si Aemond se hubiera apropiado de algo que estaba creado para pertenecerle a él.
──¿Qué hace el niño aquí? ──preguntó, confundido de ver a su vástago en aquella sala, llena de señores.
──Ahora Jaehaerys es heredero al trono, encontré conveniente dejarlo participar del consejo de vez en cuando, para que aprenda de su padre...¿no estás de acuerdo, hermano? ──contraatacó Aemond, su única orbe brillante posada sobre su rey, perforando su alma hasta lo más profundo.
Aegon miró a su madre, como si buscara alguna explicación, pero ella solo bajó la cabeza para ver sus manos entrelazadas sobre la mesa.
──Jaehaerys no es mi heredero, Jacaerys lo es ──afirma el mayor, recordando el tratado que habían hecho con su media hermana. Aegon no planeaba nombrar a sus vástagos herederos a la corona, ni al niño ni a la niña.
──Pero Rhaenyra rechazó la propuesta que volvería al príncipe su sucesor, mi rey ──interrumpió el Lannister y toda la sala se consumió en su silencio agobiante. Aegon miró el mapa y luego a su madre, Larys Strong cruzó una mirada con él y el rubio tuvo que avanzar, tomando una de las bolas del consejo que representaba su asiento como monarca. Ésta era de color verde agua.
Aegon suspiró, la colocó en su lugar y se sentó, con las manos entrelazadas en frente de sus labios. Sus ojos fueron a su madre, y se quedaron allí.
──¿Hay alguna noticia de Deianira? ──preguntó y Aemond sintió como su sangre comenzaba a correr de forma helada, como un golpe de agua congelada. Alicent miró a su vástago menor, apretando la mandíbula. Larys Strong se aclaró la garganta.
──Oí...que la princesa hizo una parada en una pequeña aldea costera, hace un par de días luego de dejar la capital ──comenzó, por primera vez él hombre no se veía seguro de compartir lo que sabía, como si hacerlo implicara un riesgo ──. Algunos aldeanos afirmaron haberla visto sangrando, y una mujer le dió un cambio de ropa.
Aegon clavó su atención en Aemond, su enfado estaba haciendo que su corazón latiera a mil por segundo, iba tan rápido que el mayor temía abrir la boca y que el órgano abandonara sus labios abruptamente. Su hermano levantó el mentón, como si fuera inmune a su mirada, pero el platinado no pudo ocultar la chispa que se encendió en su único orbe, una enorme punzada le invadió el pecho y el pesar de la culpa se hizo más fuerte que antes.
Otro silencio se abrió paso entre los presentes, el primer vástago de la reina viuda tuvo que contener la respiración para no lanzarse sobre Aemond y sacarle el maldito ojo que le todavía le quedaba.
──Si me entero de que Deianira está herida ──comenzó, poniéndose de pie, mirando a las víboras a su alrededor ──, aunque sea algo mínimo. Créanme que no habrá lugar en la tierra donde puedan esconderse de la ira de su legítimo rey.
Aegon nunca fue alguien por el cual las personas sintieran temor, su apariencia regordeta y bromista siempre los había mantenido con la guardia baja a su lado pero, en ese instante, más de una persona se encogió en su asiento ante su mirada fría y seria. Nadie dudaba la devoción que el rey poseía con sus hermanos, los hijos de su madre, pero más que nada todos conocían y sabían que; mientras Aegon viviera, Deianira siempre tendría un leal protector en la corona.
El trono brillaba bajo la luz de la tormenta que entraba por las ventanas, el ambiente frío y ensordecedor lo hizo sentir más solo que nunca. Siempre tuvo esa soledad carcomiendo su pecho, como un monstruo que arrancaba cada parte de sí y lo condenaba a la oscuridad de sus peores pecados, pero antes ─cuando era niño─ había tenido la inquebrantable y fiel compañía de su hermana menor.
Una niña hiperactiva que lo obligaba a salir de su zona de confort, que no dudaba en meterse en líos y peleas con tal de protegerlo, una niña por la cual él tenía el apreció más precioso que había poseído por una persona. Un amor tan grande que ahora, junto al silencio y su ausencia, parecía consumirlo hasta los huesos.
Un suspiro pesado abandonó sus labios, Aegon estaba en el trono, él en su consejo y su vástago sería heredero a la corona...todo salió como lo quería y, a pesar de ello, nada se sentía correcto. No se sentía como sí mismo y aquella promesa que había hecho cuando era un niño, sobre proteger a Nira, se había podrido entre las cavidades de su pecho.
Desearía que ella no hubiera escogido al bastardo de su hermana, quería poder traerla de vuelta y que ella fuera la misma niña que él juró cuidar y enseñar. Pero sabía que ambos habían escogido su camino, y él no había sido la opción que Deianira eligió.
──¿Valió el costo? ──una voz resonó detrás de él y, al girarse, Helaena estaba allí. De pie y con el juguete de Jaehaerys en su mano, quiso abrazarla y lloriquear, tal y como lo hacía cuando era un niño precoz...pero no pudo abandonar la máscara de piedra que se había posado sobre su rostro. Todavía veía a su hermana menor, su expresión de terror mientras él se abalanzaba sobre ella todavía estaba allí, en el fondo de su mente. Todo el tiempo
Un nudo se posó en su garganta, la frialdad en la voz de la rubia lo golpeó como un puñetazo en el estómago. Se sentía como un traidor, y sabía que de algún modo lo era.
Cerró su puño alrededor de algo delicado, y destrozó lo más preciado que había poseído. A Deianira.
Aún la extrañaba, cuando el sol bajaba y golpeaba las torres. Cuando el sonido de las espadas chocando y el canto de los pájaros se oían a través de sus cortinas en la mañana, cuando miraba el campo de entrenamiento en el cual pasaban horas desde que eran adolescentes. Una y otra vez, estaba sentado aquí, cuestionando dónde se había ido su dulce Nira.
Se preguntaba si ella perdonaría su alma, cuando se convirtiera en una mujer lo suficientemente sabia como para confiar en él y demasiado mayor como para que siguiera importándole.
──No... ──susurró, negando con la cabeza ──No lo valió.
El llanto se mezcló con los gritos de horror, intentó forcejear pero el cuchillo se pegó aún más contra su piel; abriendo una herida y dejando que la sangre caliente bajara hasta su clavícula.
──No, por favor ──imploró, con la voz rota y temblorosa. Los ojos asustados de Jaehaera y Jaehaerys la miraban, abiertos de par en par. Maelor lloriqueaba en el suelo, aún con su juguete en mano. El asqueroso hombre acercó su nariz hacía la mejilla de la reina verde, oliendo el temor que bajaba en forma de sudor y llanto desde su frente y ojos.
──Escoge ──susurró.
──No...no, por favor ──repitió, y en su mente solo aparecía el nombre de Aemond, de Aegon, deseando que alguno apareciera; cualquiera de ellos ──. Mátenme a mí.
Queso soltó una risa burlona, que resonó por las paredes y generó un eco que le heló la respiración. Jaehaerys se aferró a la mano de su hermana, a pesar de que chillaban y gritaban nadie parecía venir en su ayuda y abrir la boca comenzaba a parecer en vano.
──Tenemos órdenes directas ──musitó Sangre, mirando a los niños y de nuevo a Helaena ──. Una esposa no es un hijo.
El corazón de la madre se hundió hasta las profundidades de su estómago y el llanto solo empeoró, sus ojos ardían pero sabía que debía pensar, debía escoger a uno para salvar a los otros dos. Jaehaerys era el heredero, el hijo biológico de Aemond, no podía entregarlo. Y Jaehaera...ella era su única niña, ella era completamente suya. En cuanto a Maelor...
El pensamiento la hizo estremecer y un dolor insoportable apretó las cavidades de su pecho, dejarlo ir era como matar a una parte de sí misma, hacer esto sería algo de lo que se arrepentiría durante años. Pero los dioses habían hablado y, aunque las voces le habían susurrado incoherencias que concordaban con este suceso, nunca había pensado que estaría lista para verlo suceder frente a sus ojos.
Su dedo índice se estiró hasta que señaló al niño menor, los ojos del bebé la observaron y el vacío en su vientre se hizo presente de nuevo. Queso soltó una risa y se inclinó frente al niño, Helaena sollozó y apretó los párpados mientras la garganta se le cerraba, como si unas manos invisibles la estuvieran ahorcando.
──¿Oíste eso, niñito? ──le preguntó, con una sonrisa torcida y los dientes podridos debajo del bigote descuidado ──Tu mami te quiere muerto...
Helaena sintió que las últimas palabras terminaban de ser la daga que se incrustó en su corazón, había oído esas palabras cuando tenía doce años, en forma de un susurró que viajó por el aire y la había hecho llorar y ahora, cuando al fin descubría que parte de su vida encajaba con aquella profecía espantosa, quiso morir.
Ella susurró un último por favor, implorando por piedad, y entonces un sonido espantoso y el llanto de horror de los niños le llenó los oídos. Queso había cortado la cabeza de Jaehaerys, el llanto de su hijo y el ruido del cuchillo cortando la carne, moviéndose para arrancar su pequeño cráneo de su cuerpo la paralizó.
──No... ──susurró, el cuerpo de su primogénito cayó al suelo y los ladrones corrieron, llevándose su cabeza consigo. Helaena gritó y se arrodilló, en el baño de sangre que cubría las alfombras esmeralda del suelo de su habitación, sostuvo a su niño y se aferró a él, mientras las puertas se abrían de golpe y los guardias entraban.
Lo demás pasó rápido, todo fue nebuloso y oscuro mientras aquella profecía se repetía una y otra vez en su mente.
Un hijo, por un hijo...
────cam's note !
Un cap super importante, que espero lean con pañuelos a un lado.
Chapter 44: ────forty-three,
Chapter Text
43, HOUSE STARK !
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EL FRÍO LE helaba los huesos pero el calor de la chimenea lo hacía muchísimo más llevadero, Cregan Stark estaba sentado en la punta de la mesa, mientras miraba expectante. A su lado había dos personas; una mujer y un hombre, ambos compartían rasgos faciales parecidos a los del lord de la casa Stark pero no llevaban su apellido.
Jacaerys apretó la mandíbula cuando los ojos del castaño vagaron sobre su esposa, no sabía porqué se sentía así pero tenía la necesidad de recalcar el hecho de que él era su esposo.
──Puedo suponer que no ha recibido ninguna de mis cartas, mi princesa ──dijo el mayor y Deianira se sintió incómoda, desde hace varios onomásticos las propuestas de matrimonio del lord no faltaron sobre su mesa, sin embargo ella jamás respondió ninguna, ni las de él ni las de nadie.
La rubia sonrió y negó.
──Lo lamento, milord...
El hombre sonrió, bebiendo de su copa, pero no se mostró enfadado o resentido. Jace alzó el mentón y apretó ligeramente su puño cuando Cregan ojeó de nuevo a la peliblanca, tuvo que evitar llevar su mano a la espalda de su mujer para marcar su territorio pero no sabía cuánto tiempo más podría hacerlo.
──Sé lo que han venido a hacer aquí, la noticia se ha esparcido peor que una peste ──menciona con desagrado, dejó su vino sobre la mesa y se levantó. Jacaerys tomó una bocanada de aire y lo imitó, sabía que necesitaban esta alianza y no iba a darse el lujo de perderla tan fácilmente.
──Mi madre no desea una guerra, milord. Solamente quiere su trono de regreso, evitando el derramamiento innecesario de sangre ──explicó, podía sentir los ojos de su esposa en su espalda.
Cregan soltó una risa amargada, aunque el muchacho comprendió que esta no iba dirigida a él sino a la situación. El mayor enderezó la espalda y giró la cabeza para ver al heredero de la reina dragón.
──No hay forma de evitarlo, mi príncipe...una guerra se desatará por esta traición ──dijo en voz baja. El hombre parecía severo y Jace no pudo ignorar como sus ojos se dirigian a los dos presentes detrás de ellos; sus hermanos bastardos. Él parecía incómodo y frío ante sus miradas penetrantes y carentes de reacción.
Jacaerys no confiaba en nadie de esa habitación, a excepción de su esposa, lord Stark era un vasallo fiel a la corona pero se suponía que Aegon también lo era y aún así usurpó el trono. James Snow, el moreno de apariencia esbelta tenía ojos oscuros y una firmeza que lo hacía sentirse a la defensiva. Y Sara Snow...su mirada le daba escalofríos, era bella por fuera pero había algo en su persona que hacía que Jace la rechazara por completo. No quería tener nada que ver con ellos.
──Permítame demostrarle que mi madre preservará la benevolencia en el reino y que abogará por la paz ──dijo. Sus ojos avellana sobre la mirada pensativa del lord, la habitación parecía cerrarse sobre sus hombros. No estaba seguro de qué diría Cregan y, cuando abrió la boca, Jace esperaba oír un trato saliendo de sus labios. Pero no fue así. Él solo dijo:
──Quédense por unos días, el norte estará feliz de recibir a dos miembros de la corona ──Jacaerys apretó la mandíbula, sintiendo la sangre correr disparada por sus venas, ¿acaso creía que tenía tiempo para quedarse a vacacionar? Quiso responder pero entonces el lord agregó: ──. Les daremos dos habitaciones, una para usted y otra para su tía...
──Mi esposa ──corrigió, casi hablando sobre las palabras de Cregan. El hombre frunció el ceño ligeramente pero entonces sonrió de lado, asintiendo. El castaño no pudo evitarlo, de nuevo su boca se abrió antes de pensar ──. Una habitación estará bien, aunque no hemos de quedarnos por mucho tiempo. La reina nos necesita junto a ella.
Jacaerys jadeó y soltó un gruñido de frustración, la madera chispeando en el fuego era el único sonido que llenaba la pequeña cabaña en la que se alojaban, Deianira lo miraba desde el otro lado de la cama. La ansiedad lo estaba carcomiendo vivo; no quería perder tiempo aquí sin hacer nada más que convencer a un lord pero sabía que, si debía hacerlo, entonces solo tendría que soportarlo.
──Es un idiota ──murmuró, a lo que Deianira posó su mano sobre la de él, retirandola de su frente.
──No lo conoces ──dijo ella, acariciando la muñeca del castaño. Jace se sentó y la abrazó, hundiéndose en el calor de su agarre para intentar alivianar el estrés que le producía todo esto. Podía ver la nieve cayendo afuera a través de la ventana, como una suave lluvia que cubría todo de un color pálido que le recordaba a los suaves cabellos que descansaban sobre los hombros de su esposa.
Estar junto a Deianira parecía ser el mismísimo paraíso, todo se desvanecía a la nada cuando la miraba.
──Porfavor, nunca te alejes de mí ──susurró, sus palabras parecían más una queja que un pedido. Su cuello desnudo dejaba ver la cicatriz que se dibujaba sobre su piel, jace estiró la mano y dejó que su pulgar acariciara su garganta, su frente contra la de ella.
──No lo haré, lo prometo ──respondió ella, Jace estaba tan enamorado que dolía físicamente, no quería pensar en un futuro donde no la tuviera. Su Deianira, su luz y su oscuridad, su felicidad y su rabia. Aún así, sabía que ninguno de los dos estaba completamente bien.
Algo le había sucedido pero aún no se lo dijo, no quiso presionarla pero la opresión en su pecho lo hacía sentirse asfixiado. Su mano bajó de su cuello hasta su estómago y en ese momento sintió como ella se estremecía, su labio inferior tembló y se aferró a él. No hicieron falta las palabras para que comprendiera que había pasado, la conocía demasiado bien como para saber que no debía preguntar, no podía.
Luego de varios minutos en silencio, donde solo se limitaron a sostenerse el uno al otro, Jace se separó levemente, besándole la frente.
──Ven ──murmuró y se levantó de la cama, caminando hacía el sillón que reposaba frente a la chimenea. Lo movió hasta que este chocó contra la pared y siguió corriendo los muebles para hacer espacio en la pequeña cabaña. Deianira frunció el ceño sin comprender, la pesadez en su garganta seguía allí pero no quería seguir llorando. Aunque le doliera aceptarlo aquel hijo que había cargado en su vientre ya no estaba, y no podía sostenerse a la idea de lo que pudo haber sido.
Cuando el castaño hizo un espacio frente a la chimenea le extendió su mano y la rubia la tomó, sus pies descalzos tocaron el frío suelo de madera antes de sentir la alfombra de piel y el calor del fuego contra sus mejillas. Su rostro tenía una expresión decaída y sus ojos amatistas ardían pero entonces vio a Jace intentando sonreír y supo lo que estaba tratando de hacer.
Su mano le sostuvo la cintura y comenzó a moverse junto a ella, en una danza inexperta mientras balbuceaba una melodía. La hizo girar y su esfuerzo causó que una risa abandonara los labios de la princesa, el calor de sus brazos intentando animarla le causó un escalofrío en la espina dorsal. Sus dedos se entrelazaron con los de ella y sus ojos miraban su rostro, buscando aquel brillo que solía marcarse sobre sus orbes. Por un segundo solo fueron ellos dos allí, sin preocupaciones ni temor, sin remordimiento ni dolor. El mundo se desvaneció a un segundo plano mientras Jace buscaba hacerla sonreír, sabía que él no era tonto y que ─seguramente─ dedujo lo que sucedió. Sabía que también le había dolido.
Jace sonrió, sintiéndose mucho mejor ahora que había logrado hacerla feliz, al menos, por un momento. Lo que era suyo le pertenecía a ella, para tomarlo o dejarlo, para hacerlo de ambos. Y aunque este dolor les pesaba a los dos por igual, Jace sabía que hoy más que nunca su esposa lo necesitaba.
Jace se rió de su propio comentario, tratando de establecer algún vínculo entre su persona y el lord. Cregan esbozó una mínima sonrisa y lo miró, los rayos del sol eran tan tenues que al príncipe le costaba creer que aún era mediodía .
──Al menos tú tuviste la delicadeza de no amenazarme con tu dragón ──contraatacó el Stark y la sonrisa de Jace se borró en un instante, desapareciendo como un copo de nieve en una tormenta de invierno.
Mala idea, pensó el castaño menor, tomando nota de no volver a comparar a sus antepasados.
El frío le helaba la nariz y la punta de los dedos, el calor que el cuerpo de Deianira le había proporcionado al suyo durante toda la noche ya se había desvanecido. El príncipe había salido de la cama refunfuñando y hasta había oído a Vermax quejarse cuando amaneció y el sol ni siquiera se asomó entre las nubes grises para calentar sus heladas alas.
Jace caminó detrás de Cregan, teniendo cuidado de no resbalar sobre la capa de hielo que se había aferrado al suelo. No sabía cuánto tiempo había pasado pero, juzgando la forma en la que su estómago rugía, suponía que ya sería mediodía.
──¿No crees que deberíamos volver? No quiero dejar a mi esposa sola por mucho tiempo ──dijo y el lord notó el ligero tono de preocupación arraigado en su voz. Comprendió la inquietud que estaba sintiendo así que solo le palmeó el hombro con ligereza.
──No te preocupes, envíe a alguien de confianza para que le haga compañía ──respondió, esbozando una sonrisa. Jace se sintió débilmente aliviado mientras asentía, Cregan avanzó y caminó hacía uno de los balcones del muro. Jacaerys suspiró y apretó la mandíbula cuando un pensamiento cruzó por su mente, de pronto apretó el mango de la espada que colgaba de su cinturón.
──Espero y sea otra mujer ──murmuró de forma gruñona para sí mismo antes de seguir al lord.
──cam's note !
super corto pero no tengo mucha inspiración, perdón ajsndaj
en el próximo aparece Bellaera aaaaaaaaaaaaah !!!!
Chapter 45: ────forty-four,
Chapter Text
44, THE OLD QUEEN'S GRIEF !
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HABÍA SIDO SUMERGIDA por la agonía que por naturaleza conllevaba la maternidad; siempre estuvo en ese pozo, viendo la luz desde abajo, pero ahora esa luz se había desvanecido. Como cada pizca de esperanza a la que aún se aferraba. Se preguntaba qué había hecho mal, qué pecado la había encaminado a tal tortuoso destino. Maldita a ver como su torre se derrumbaba justo frente a sus pies.
El mayor solo suspiró, cuando su hija volvió a vagar por la habitación, sus pasos contenían una inmensa cantidad de inquietud. Aegon posó su vista en el pequeño dragón de madera que reposaba en sus manos, aquel simple y diminuto juguete con el cual su hijo había jugado días atrás y que ahora, como si fuera una burla, no poseía dueño alguno para volver a usarse.
──Deianira no puede amarlo, no puede... ──susurró la antigua reina, con la voz rota. Su padre y su primogénito no podían hacer nada para calmar la agonizante angustia que la consumía ──Ella sabrá que no lo ama, y volverá a nuestro lado.
Aegon la miró y, a pesar que quería negarlo, que quería contarle lo mucho que Deianira apreciaba al bastardo de su media hermana, solo se quedó callado. Las acciones que tomó la platinada expresaron más de lo que mil palabras podrían.
Deianira había escogido a Jacaerys...
Este castillo ya ni siquiera se sentía como su hogar. Estaba vacío y silencioso. Sin Deianira, sin los niños...sin nadie. Aegon quería volver a ser un infante, para poder sostenerlos a todos con más fuerza y aferrarse a los pequeños momentos de gloria y felicidad que ahora parecían teñirlo con una nostalgia lo suficientemente fuerte como para derribarlo. Recordaba las noches danzando sobre la mesa, con una pequeña Nira taladrando su cabeza con cientos de regaños y golpes, una Helaena desorientada e inocente y un Aemond que todavía parecía ser humano.
Se preguntó en qué momento las cosas cambiaron de forma tan drástica, ¿cómo no pudo notar la fragilidad de los hilos de los cuales pendía toda su dicha? Quería gritar y desquitarse pero nadie parecía oirlo. Su corazón palpitaba con fuerza y ahora la corona le aplastaba las sienes con una responsabilidad brutal.
Creía esperar algo, o a alguien. Y sabía a la perfección quién era ese alguien.
Se perdió en un laberinto oscuro, aconsejado por la maquiavélica soledad que solo lo guiaba hasta el tortuoso destino del cual había deseado escapar durante años con una desesperación abismal. El trono lo acogió como un viejo amigo, como si siempre hubiese estado destinado para concretar el desastre que su inminente reinado traería sobre su casa. Parecía que la casa Targaryen estaba maldita y que, condenando a cada miembro de ésta, la profecía se concretaba al antojo de los dioses.
──Está hecho, madre ──murmuró, sus ojos estaban fijos en el juguete de Jaehaerys ──. Finalmente obtuvieron el trono que tanto deseaban, sin importar cuál fue el precio que pagaron por ello. Espero que habernos destruido haya sido suficiente para ti....
Alicent se quedó pasmada, sintió como el corazón le cayó con pesadez hasta el fondo del estómago pero no fue capaz de pronunciar palabra alguna para defenderse. Sus ojos color café se posaron en su primogénito, la melancolía en sus orbes oceánicas la golpeó como si se tratase de un puñetazo. Otto se quedó callado también, nada salió como lo planeaban pero creía saber que aún había remedio, incluso cuando su mente le gritaba que no era así.
Estaban colgando en las manos de la incertidumbre, con el Desconocido acechando los pasillos de las torres y devorándolos a través de sus penas en la oscuridad.
──Nunca quise esto ──balbuceó la antigua reina, pero Aegon se levantó y le dió la espalda. Mientras se alejaba de ella Alicent avanzó, lágrimas rodaban de sus hinchadas y adoloridas mejillas ──¿Acaso crees que no me dolió perderla, perder a Jaehaerys?
El platinado se fue, dejándola con las palabras brotando de sus labios como una cascada violenta de remordimiento. Aegon no era tonto, sabía que de entre todos sus hijos la reina verde sostenía un aprecio notablemente más estrecho por sus vástagos menores; Aemond y Deianira. Sus dos pequeñas luciérnagas que se apagaron bajo el manto de su inestable maternidad.
Aegon quería odiarla, más que a nada ni nadie, pero no podía. Sin importar cuánto tratara de hacerlo. Ella era su madre y, aunque sintiera desprecio cada vez que la viera a la cara, su corazón aún tenía el instintivo reflejo de defenderla.
Después de todo, un dragón no podía morder su propio cuello.
Deianira rió ligeramente, el agua caliente creó un agradable vapor que volvió a darle calor a sus frías mejillas. Jace sonrió, pasando las yemas de sus dedos sobre los hombros de la platinada. No quería abandonar este pequeño momento junto a su esposa pero sabía que pronto tendría que separarse de ella y, aunque fuera algo momentáneo, no podía evitar rechazar el sentimiento.
──Cregan dijo que pronto habrá una celebración, al parecer es algo cultural ──le informó, con una media sonrisa tirando de sus labios. Deianira alzó las cejas, mirándolo con esos ojos color amatista que parecían envolver las llamas de su palpitante corazón.
Estaba convencido de que jamás amaría a otra persona tanto como amaba a Deianira Targaryen.
──¿Le agradas? ──se atrevió a preguntar, sus dedos se entrelazaron con los de su esposo y él apretó su mano en respuesta.
──Eso creo...aunque es difícil leerlo a veces ──susurra el castaño y se incorpora junto a la tina, pasando su mano libre por el cabello húmedo de la princesa. Sus ropas estaban ajustadas a la perfección, tenía puesta pieles que lo cubrían del gélido clima del norte, incluso se percató de la forma en la que lucía tan similar al señor de la casa Stark ──. Siento que le agrada mi presencia y dos minutos más tarde su sarcasmo me demuestra que solo intenta tolerarme.
Nira sonríe, negando con la cabeza. La idea de Jace tratando de formar un vínculo con el distante Cregan Stark era algo que nunca creyó presenciar, pero sabía que el castaño era alguien de palabra y que su honor prevalecerá sobre cualquier acuerdo que lleguen a discutir.
──Confío en ti ──dijo.
El príncipe sonríe y se inclina para besarle suavemente la frente a su esposa antes de marcharse. Deianira suspiró cuando volvió a estar sola de nuevo, la cabaña era silenciosa y últimamente se percató de la horrible forma en la que la melancolía parecía atacarla cuando no había nadie a su alrededor. Quería volver a ser ella misma, aquella que no temía de nada ni nadie, aquella que sin importar qué siempre tenía una actitud firme y valiente. Pero ahora se sentía como una cobarde sin remedio.
Se levantó y procedió a vestirse, colocándose algunas ropas que le habían entregado las criadas de la casa Stark. Un par de minutos luego, cuando estaba a punto de perder la cabeza por el silencio, un golpe en la puerta causó que se sobresaltara. Se acercó y abrió, viendo una cabellera oscura y otra pelirroja.
Sara Snow venía en compañía de una joven que Deianira no había tenido el placer de conocer aún, la pelinegra sonrió con cortesía mientras señalaba una canasta que reposaba en sus manos.
──Hemos traído algo de pan y té, debido a que la nevada ha aumentado esta mañana y que Cregan y su esposo han salido de cacería.
──¿Cacería? ──preguntó, Jacaerys era terrible cazando. Si quería impresionar a Cregan entonces tendría que aprender, y eso tardaría ──. Disculpen, pasen...han de estar heladas.
Sara asintió y ambas mujeres entraron, sacándose las pesadas capas de encima de los hombros. Nira se percató de cómo la pelirroja parecía encogerse en sí misma, no había pronunciado palabra alguna desde que entró. La pelinegra acomodó el desayuno en la mesa pero por algún motivo había algo que hacía que la princesa rebelde sintiera desconfianza, sus movimientos se veían desabridos y demasiado calculados como para provenir de un gesto de gentilidad.
Cuando Sara Snow se sentó en uno de los bancos junto a la mesa, sin siquiera invitar a la pelirroja, Deianira aceptó el hecho de que no iba a presentarla. Se acercó un poco y estiró su mano hacía la mujer, que pareció desconcertada ante el gesto, como si ni siquiera lo esperara.
──Soy Deianira ──dijo, esbozando una sonrisa. La pelirroja le tomó la mano, estrechandola con algo de duda y cuidado.
──Un gusto, mi princesa ──susurró ──. Soy Bellaera Snow...
Deianira sonrió más, la voz de la chica era dulce y suave, carente de cualquier mala intención encubierta. Bellaera era el nombre más hermoso que la hija de la reina verde haya oído jamás, se preguntó porqué nunca hubo alguna princesa llamada así.
──Hermoso nombre, Bellaera...
La sala estaba llena de risa y celebración, Cregan había cazado un gran ciervo y, según las tradiciones, era una buena premonición que algo así pasara justo antes del festival del solsticio de invierno. Jacaerys estaba sentado frente a Deianira y, aunque la distancia era mínima, no le gustaba en lo absoluto.
Cregan estaba en la cabeza de la mesa, mientras los demás se acomodaban. Sara Snow se acercó a la princesa de cabellos plateados y, pasando su mano por su espalda, se sentó a su lado. Jacaerys no pudo evitar notar la forma en la que la pelinegra la ojeó y lo detestó. Podía sentir la falsa amabilidad como si ésta fuera un olor nefasto cubierto por rosas, apretó los puños bajo la mesa y se quedó mirando a la bastarda fijamente.
Deianira lo miró y, al verlo mirando a la mujer, sintió un pinchazo de un sentimiento extraño. Como si fuesen celos. Pero en menos de un segundo, cuando él apretó la mandíbula, se percató de que su mirada era distante, desafiante y desconfiada.
Él también había visto la insinceridad en los ojos de la mujer de cabellos oscuros.
La rubia se enfocó en una charla ajena, hasta que algo de la conversación captó su atención, distrayéndola de la mujer a su lado.
──¿La noche del príncipe, es un cuento o algo así? ──preguntó, con curiosidad. La sala se invadió por el silencio y Cregan sonrió de lado suavemente.
──La noche del príncipe es una leyenda del norte, mi princesa ──explicó el mayor, casi con orgullo derramando de sus labios. Parecía que todos los Starks eran así de vanidosos con su honor y tradiciones ──. En esa noche celebramos el liderazgo, la valentía y el espíritu del príncipe prometido...
Las palabras de Cregan hicieron que un escalofrío recorriera la columna vertebral de Jacaerys de punta a punta, recordó con claridad las palabras talladas en la daga que sostenía ahora mismo en su cinturón. La princesa prometida, la dueña de la canción de hielo y fuego. Sus ojos por instinto fueron hasta su esposa, pero sabía que Deianira no era consciente de aquella vieja profecía.
La rubia sonrió, Bellaera se acercó detrás de ella y le tendió los cubiertos. Deianira frunció ligeramente el ceño, Sara y James Snow se encontraban en la mesa pero al pareces Bell no se sentaría con ellos.
──¿No...comerás aquí? ──susurró. A lo que ella sonrió suavemente, pero había algo detrás de esa sonrisa que Deianira no pudo leer. Cregan Stark pareció tensarse ante la presencia de la pelirroja y Jacaerys tomó su copa para darle un trago mientras fingía ocuparse de sus asuntos, pero en realidad estaba al tanto de cada movimiento a su alrededor.
──No es mi costumbre, princesa...no se preocupe por mí.
Su voz tan delicada hizo que Nira se sintiera peor, giró la cabeza solo para ver a Sara con el mentón en alto y, aunque no quiso cultivar algún sentimiento de furia no pudo evitar sentir enfado. ¿Por qué ellos sí se sentaban allí pero Bellaera no?
Volteó para ver a Jacaerys y lo encontró mirándola, con un disimulado asentimiento le dió a entender todo lo que necesitaba oír. Algo en este lugar parecía estar a punto de colapsar.
────cam's note !
HOOOOLA, ya sé, ya sé, no me he aparecido por aquí en un largo rato. He estado con un bloqueo terrible y me ha costado horrores poder siquiera escribir más de quinientas palabras pero intentaré estar mucho más activa estos días. Also, he creado un grupo de difusión donde estaré actualizando el proceso de los caps y las actualizaciones, no solo de Hate Me sino también de TTPD y mi nuevo fic Haunted (todos de Jacaerys). Si gustan unirse les dejaré el link en el comentario bajo este parrafo.
Con mucho amor, cam <3
Chapter 46: ────forty-five,
Chapter Text
45, THE NIGHT OF THE PRINCE !
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POR PRIMERA VEZ, cuando Deianira entró en la sala de los Stark, encontró a una multitud allí. Todos parecían parlotear y la mesa había sido alargada, se preguntó en qué momento de la madrugada habían llegado tantas personas, muchísimas más de las que ya había días anteriores. Sus ojos por instinto buscaron el único rostro confiable en la habitación.
Jacaerys se encontraba de pie a un lado de la chimenea junto al señor de Invernalia, Cregan soltó una risa y el castaño sonrió casi como si se regocijara en el simple hecho de haberlo hecho reír. La rubia sonrió, sabiendo cuantos chistes su esposo había estado practicando la noche anterior solo para lograr esa pequeña victoria.
Cregan era alto y de espalda ancha, casi hacía que Jacaerys a su lado luciera minúsculo. El hijo mayor de Rhaenyra había crecido con un buen porte, era alto y fuerte, pero aquel hombre del norte realmente era inmenso.
El muchacho más joven notó la cabellera plateada de su mujer entrando en la habitación y, con una seña al mover su mentón, le indicó que se acercara. Habían llegado de cazar hace poco, Cregan estaba decidido a conseguir otro ciervo antes de que concluyera el día, pero Jace había tomado la oportunidad para guardar un asiento frente al fuego para Deianira.
Ella se acercó y le sonrió, Cregan asintió y los dejó solos por un momento. El mayor tomó con delicadeza el brazo de su esposa y la ayudó a sentarse en el sillón, a un lado de ellos habían un par de mantas y acogedoras cunas donde yacían algunos bebés. La Targaryen frunció el ceño, pero no borró su sonrisa y miró hacía arriba, como si le pidiera alguna explicación a su esposo.
──Celebrarán esta noche, llegaron muchas mujeres con bebés ──dijo él, posando su mano sobre la túnica de piel de la chica y sacándosela suavemente, para que el calor del fuego no la agobiara. Nira le sonrió en agradecimiento.
──Si tuviera un bebé no lo sacaría en estas temperaturas por nada del mundo ──respondió y Jace sonrió. La ojimorada clavó su vista en una pequeña bebé, sus mejillas rosadas y sus grandes ojitos curiosos hicieron que su corazón pareciera derretirse. Eran de un color azulado que, sin dudas, se parecían mucho a los de Aegon.
Jacaerys notó su mirada y un sentimiento extraño le invadió el pecho.
──Ella se llama Arya, es hija de Jon, un herrero especializado en espadas y dagas ──le susurró y se aseguró de plantar un beso en la sien de la chica antes de caminar hacía el hombre que había mencionado. Deianira lo miró curiosa pero no dijo nada cuando, luego de pocos segundos, vio a ese tal Jon asentir y a Jacaerys volver.
──¿Qué fuiste a hacer? ──le preguntó, pero el príncipe se acercó a la pequeña cuna y tomó a la bebé en brazos solo para luego colocarla en brazos de la rubia, quien sintió una mezcla de nostalgia y felicidad en su estómago. Los ojos le ardieron pero sus mejillas le dolieron de tanto sonreír.
Jace se arrodilló frente a ella, viendo sus delicados rasgos en la luz naranja del fuego. Estiró la mano y, con la punta de sus dedos, recorrió con suavidad su mejilla.
──Algún día tendremos uno así, o varios, si eso quieres ──dice con seguridad, pero con una pizca de dulzura, dejando en claro que no la forzaría si sus deseos no eran aquellos ──. Quiero darte todo lo que quieras, Nira. Solo pídelo.
Ella lo mira, notando los orbes color avellana que la observaban con tanto amor. Era un amor tan grande que por un segundo todo se sintió en paz. Solo él había logrado hacerla olvidar de las heridas que aún se escondían debajo de la armadura que seguía cargando...
Si hubiese sido alguien más entonces el vacío seguiría allí, pero estando con Jacaerys la soledad parecía volverse inexistente. No había ni un fragmento de tristeza tiñendo su alma cuando él estaba cerca.
Ella entonces asiente, despacio y sin apuro, mientras la pequeña bebé enganchaba sus diminutos dedos en el cabello rubio casi blanco de la princesa.
──¿Varios? Creo que sí me gustarían varios ──susurra, y él sonríe.
Nira se rió, Bellaera a su lado le acarició el cabello a la bebé que reposaba en el regazo de la rubia. Ambas se veían muy entretenidas con los niños mientras que, las demás mujeres, estaban afuera en el helado invierno. Deianira no tenía intención alguna de salir, al menos no hasta que Jacaerys volviera. Todos los hombres se habían marchado nuevamente, por orden de Cregan, a cazar.
La princesa podía apostar que su esposo estaba maldiciendo a cada paso helado que daba.
Los Targaryen y el frío no van de la mano. Claro está.
Las únicas personas presentes eran Bellaera, Deianira y una mujer que estaba amamantando a sus mellizos. La rubia siempre había tenido una paciencia un tanto fina pero, desde hace poco, parecía haberla consumido una fiebre por los bebés.
Tal vez el hecho de haber cargado uno por unas semanas la acercó a ese sentimiento tan agridulce que conllevaba la maternidad. Nunca conoció a aquel bebé que había llevado consigo pero, cada vez que pensaba en ello, no podía evitar sentir una mezcla de nostalgia y amor.
Sara Snow se acercó a donde estaban Bell y Nira, sacándolas de su pequeña burbuja.
──¿Van a quedarse ahí sentadas toda la noche? ──preguntó, Deianira notó como quería fingir amabilidad pero la hostilidad en su voz era demasiado firme como para ser flaqueada.
La pelirroja a su lado pareció intimidarse al instante, bajando la mirada y apretando los labios. La rubia miró hacía arriba, sus orbes color amatista brillaron con una tonalidad lila contra la luz de la chimenea frente a ellos.
──Hay pocas mujeres aquí dentro, los niños no pueden quedarse solos ──dice Deianira, casi recalcando lo obvio. La mujer que estaba amamantando junto a ellas parecía exhausta mientras tenía los dos brazos ocupados con dos recién nacidos.
Sara sonrió, asintiendo. Su sonrisa era tan falsa que le generó una ligera pizca de irritación a la princesa.
──Solo digo que su ayuda sería mejor recibida en los preparativos ──agrega, su mirada se movió hacía Bellaera, había un toque de condescendencia en sus ojos cuando miraba a su media hermana ──. Bellaera, ve afuera.
La pelirroja estuvo a punto de ponerse de pie y acatar las órdenes de la pelinegra pero Deianira la detuvo, posando su mano sobre su muñeca.
──No, Bell, siéntate ──susurra, suavemente. La bebé en sus brazos miró la escena expectante, como si aquellas pequeñas orbes color café supieran lo que estaba sucediendo. Deianira posó su vista en la bastarda Snow, quien ahor tenía sus manos frente a su estómago ──. Mi esposo me dijo que me quede aquí hasta que él vuelva, y Bell fue muy amable al hacerme compañía. No tengo deseos de que se marche.
Sus palabras iban, muy sutilmente, cargadas de un silencioso desafío. Hasta donde la Targaryen sabía Sara no tenía más poder que Bellaera, ambas eran medias hermanas que compartían el mismo padre, las dos tenían el apellido Snow y ─si Nira era honesta─ era irritante ver como la pelinegra intentaba sobreponerse sobre la tímida Bellaera y soltar órdenes tras órdenes.
Sara forzó otra sonrisa.
──Dudo que sepa cómo son las cosas aquí, princesa.
Deianira le devolvió el gesto, esbozando una sonrisa que no llegaba hasta sus ojos.
──Creo que sé perfectamente cómo son las cosas, Sara.
Entonces las puertas se abrieron de golpe, el ruido de risas y festejo llenó la habitación y la rubia notó cómo varios hombres cargaban un enorme ciervo negro. Éste era muchísimo más grande que el habían traído el día de ayer, sus astas eran gruesas y tan oscuras como su pelaje. Tenía una pata herida y ya estaba muerto, había algo raro en aquel animal que la hizo estremecer.
Estaba tan distraída mirando todo que apenas notó cuando Jace se aproximó a ella, posando sus manos sobre los hombros de la chica. La niña en sus brazos sonrió, reconociendo el rostro del príncipe heredero, Jacaerys pasó su dedo índice sobre el regordete cachete de la bebé y miró a su mujer.
──¿Sucedió algo? ──preguntó, pero cuando Deanira volteó la cabeza la bastarda snow ya no estaba allí.
──Te cuento luego...
La risas llenaban el bosque y generaban un melodioso eco entre los árboles, la calidez de las fogatas y el baile de las damas hacían que el calor corriera con fuerza por sus cuerpos. Jacaerys estaba sentado, junto a Cregan, pero sus ojos se encontraban admirando como los mechones de color rubio plata de su esposa se movían con la briza mientras danzaba. Estaba completa y terriblemente hipnotizado.
No podía creer que él, dentro de todos los hombres del reino, había tenido la suerte de haber sido su esposo. Y deseaba, de corazón, que este momento pudiera durar para siempre.
Cregan le puso una mano en el hombro, el hombre estaba mucho más relajado de lo que lo había visto desde que el príncipe puso un pie en el norte, Jacaerys intuyó que el tarro en su mano tenía mucho que ver con su deslumbrante buen humor. En ese momento fue como si le cayera un poco mejor.
──Sabes, ésta es una hermosa noche para procrear...
Jace soltó una risa, su propia boca sabía picante y ardiente. Su cuerpo mucho más ligero y cálido de lo que lo había sentido en mucho tiempo. Sus orbes color avellana volvieron a Deianira, su pecho latía por ella con una pasión ferviente. La amaba más de lo que amaba cualquier cosa en esta tierra y no podía imaginar una vida sin ella.
──Estás muy ebrio como para darme consejos ──dijo, sonriendo y alzando las cejas.
Cregan sonrió, pudo ver todos sus dientes reluciendo en su mueca, una sonrisa ancha y larga.
Deianira caminó hacía Jace, quien estaba muy concentrado en qué diría su compañero.
──Hablo en serio ──protestó el lord, entre risas ──. La madrugada será larga, la luna estará llena durante tres días y las mujeres serán más fértiles.
Jacaerys negó y soltó una risa, girando los ojos. Los hombres del norte eran bastante pasionales en cuanto a sus mujeres, en el poco tiempo que el castaño pasó con ellos aprendió cosas que jamás se habría imaginado en cuanto a los asuntos maritales.
──¿Por qué festejan la noche del príncipe, si no es más que una leyenda? ──preguntó Deianira, sentándose junto a su esposo. Jace se sobresaltó un poco, pues no la había visto llegar, pero en un segundo envolvió su brazo alrededor de ella para cuidarla del frío.
Cregan, quien parecía encantado ante la pregunta, dijo:
──La noche del príncipe no es solo una leyenda ──entonces alzó su copa y, varios hombres y mujeres que habían estad atentos a sus palabras alzaron las suyas en sintonía ──. Desde ahora cada niño nacido, o concebido bajo el manto de la luna llena, será bautizado con el espíritu de la valentía.
La gente vitoreó y Jacaerys miró a su mujer, quien estaba completamente inconsciente de la tormenta que se generaba en el estómago del príncipe castaño. Su agarre alrededor de ella se hizo más firme, entonces fue muy obvio porqué todas aquellas damas que recién habían dado a luz se reunían a bailar esta noche, porque habían hecho que Deianira danzara con ellas y porque los bebés estaban reunidos en la ceremonia.
Todos querían que sus hijos quedaran bajo la gracia de las cualidades que aquél príncipe frío y esperanzador...
────cam's note !
wtf no he actualizado desde hace 5 meses 😭
perdónenme ahbhsa, pero como ya sabrán (los que están en el grupo de difusión) a partir de este cap se vienen capítulos con regularidad, todos los miércoles subiré uno para que ya estemos todos más conectados para los últimos capítulos.
Chapter 47: ────forty-six,
Chapter Text
46, CARESSES AND SNOW !
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EL CLIMA FRÍO de la noche anterior, mezclado con el baile, le habían producido a la peliblanca un ligero dolor de piernas así que se negó a abandonar la cama cuando los primeros rayos de sol le pegaron en la cara. Jace se encontraba aferrado a su cuerpo, con las piernas entrelazadas y sus brazos pesados alrededor de Deianira. Su cabeza descansaba sobre su pecho, aprovechando el calor que se generaba entre ambos.
La princesa podía escuchar los gruñidos de Vermax fuera de la pequeña cabaña en la que estaban, las alas del animal generaban un sonido estruendoso cuando se desplegaban, como si quisiera sacarse los restos de nieve de encima. Jacaerys, como si pudiera sentir la molestia de su dragón, se movía incómodo entre los brazos de su esposa.
La caza por suerte había acabado, ya habían logrado conseguir el ciervo negro que con tanto desespero habían buscado. Nira recordaba como Jace llegaba tan agotado que apenas podía preguntarle algo antes de encontrarlo bostezando. Cregan Stark se había asegurando de que la alianza le costara. Según lo poco que el castaño le contó caminaban más de diez kilómetros en la mañana y en las tardes vagaban alrededor de Invernalia. Jacaerys estaba más que cansado, pero al menos ahora podía volver a descansar.
La rubia bajó la vista y, con ojos pesados, observó las facciones en el rostro de su esposo. Su mano derecha acarició la parte posterior de su cabeza, que estaba adornada con delicados rizos de color café. Siempre se había burlado de esos rizos, perpetuamente los señalaba con condescendencia pero ahora ─al tenerlo tan vulnerable junto a ella, siendo el dueño de su corazón─ solo podía desear tener un pequeño vástago que recalcara cada uno de sus adorados rasgos.
Se acordó de todas las veces en las que pelearon desde pequeños, cuando una vez él le jaló el pelo y ella lo pateó en las rodillas, o cuando la llamó bruta y ella le respondió arrojándole un tenedor en la cabeza. Si pudiera decirle a esa jóven Deianira que ahora Jacaerys era su esperanza y consuelo probablemente se le reiría en la cara.
Jace se despertó con pereza, como si se estuviera forzando a abrir los ojos en primer lugar pero, cuando la vió, todo el agotamiento pareció desaparecer de su rostro. Una sonrisa apareció en sus labios y su mano subió hasta el cuello de Deianira, acariciando su cicatriz con la punta de su pulgar. Ella se estremeció al tacto, él era la única persona que la había tocado allí en toda su vida.
──Está nevando demasiado, Cregan debe estar maldiciendo ──murmuró, casi entre risas.
Deianira soltó una suave carcajada, sus manos subieron por la espalda del chico, acariciando la piel debajo de la camisa que tenía puesta. Aún se preguntaba cómo su cuerpo podía estar siempre cálido, como si fuese una manta acogedora que la cubría del helado norte.
──Creo que ya está acostumbrado, no como otros──susurró, pero en su voz había una ligera tonalidad juguetona, como si se burlara del castaño. Jace se rió, alzando las cejas.
──No actúes como si tú fueras una amante del frío.
Ella sonrió.
──¿Lo notaste?
──Es bastante obvio ──dice, encogiéndose de hombros ──. Siempre le digo a Cregan que tengo una bestia gruñona que detesta la nieve, él sigue pensando que hablo de Vermax.
Deianira no puede evitar reír, era reconfortante escucharlo bromear luego de todo lo que pasó, la rubia se mueve ligeramente, subiéndose encima del regazo de su esposo. Las mantas se movieron un poco sobre ellos pero el contacto entre sus pieles les dió el calor suficiente.
──¿Ah, sí? ¿Una bestia gruñona?──dijo, sonriendo.
Jace la miró hacía arriba, en ese instante pudo ver cómo sus ojos brillaron, parecía ser un niño a punto de recibir un gran dulce. Sus manos cálidas se posaron sobre las caderas de su esposa y Deianira sintió como la presionó con suavidad ─pero firmemente─ hacia abajo, haciendo sentir el bulto que quedaba justo en medio de sus muslos.
Un leve escalofrío la recorrió de arriba a abajo y alzó una ceja, casi retándolo a hacer algo.
Jacaerys entendió la mirada en sus ojos y sus manos se movieron hacía las tiras de vestido de Deianira, sus labios encontraron su paso en la curva de su cuello. La respiración ardiente del castaño hizo que su puño se cerrara alrededor de la tela de su camisa.
──Vivo para ti ──susurró entre besos, su mano derecha se metió debajo del vestido de la rubia para agarrarle el muslo ──. Soy tuyo hasta el fin de mis días.
Un inaudible gemido abandonó los labios de la chica y sonrió. Deianira movió sus manos hacía los botones traseros de su ropa, su toque estaba ligeramente dominado por una sensación de desespero. Y Jacaerys lo notó.
El mayor se movió ligeramente, quería tocarla hasta que su piel quedara marcada en las yemas de sus dedos pero, sin embargo, decidió dejarla explorar el placer por sí misma. Así que se recostó nuevamente y colocó sus manos detrás de la cabeza, mirándola sobre él.
──¿Con que muy buena jinete, eh? ──dijo, en burla, pero su voz estaba cargada de lujuria ──Muestrame que tan buena eres.
Sus palabras la hicieron sentir una punzada de deseo en el pecho, una cascada caliente bajó por su estómago y ─con rapidez─ se subió la falda del vestido. Jace no se movió, ni siquiera desabrochó sus pantalones.
──¿No vas a ayudarme?
──No, mi amor... ──murmuró, podía oírse a leguas la sonrisa en su voz. Podía jurar por los dioses que moriría si ella llegaba a poner sus manos sobre aquellos botones, sus pantalones se sentían tan ajustados ahora mismo que le resultaba intensamente irritante ──Hazlo tú.
Ella se rió, para su suerte no le arrojó nada a la cabeza. Los dedos de Nira desabrocharon el cinturón de su esposo, se sorprendió por la forma tan ansiosa en la que quería sentarse sobre él de nuevo. Su centro se contrajo con dulzura y deseo cuando notó lo duro que estaba.
Jacaerys gimió cuando los dedos de su esposa lo sostuvieron, la punta hinchada y rojiza de su miembro goteaba mientras ella se concentraba en posicionarse sobre este. En menos de un minuto Deianira se hundió alrededor de él, dejando que el calor de su húmedo coño apretara su verga mientras lo montaba.
Ella lo hizo suave al principio, permitiéndose a sí misma acostumbrarse a la sensación de tenerlo dentro. Pocas veces había tenido el placer de disfrutar el toque de su esposo, pero su longitud era lo suficientemente familiar como para hacerla estremecerse de placer al instante.
Jace sonrió mientras la miraba, había tenido fantasías sobre este preciso momento, pero la realidad era muchísimo más entretenida que las imágenes en su cabeza.
──Dioses, quiero verte ──gruñó, desabrochando los pequeños botones en el vestido de su mujer para sacarlo del camino y ver sin barreras sus pechos. Se sintió sucio y algo desvergonzado, como si le estuviera faltando el respeto, pero el deseo y la lujuria nublaron toda otra sensación.
Su mano subió, apretando uno de los suaves senos y acariciando el duro pezón con su pulgar. Su polla palpitaba mientras Deianira la montaba con fervor, haciendo que el castaño sintiera que con cada empuje hacia abajo llegase al cielo.
La rubia gimió, entonces Jace se acercó y tomó una de sus tetas en su boca, el calor y la humedad contra su pezón ─combinado con el suave traqueteo que generaba su pene chocando contra sus paredes─, la hicieron ver las estrellas.
Una ola de calor la invadió y pronto dejó de controlar su propio cuerpo, la forma en la que lo montó se volvió más descoordinada y brusca, casi saltando sobre su cuerpo para empalarse alrededor de su goteante verga. No supo que se estaba corriendo hasta que un escalofrío dulce y cálido bajó desde su espalda hasta sus piernas y sus movimientos se hicieron lentos. Jacaerys continuó chupándole el pecho, sobreestimulando las sensaciones de placer que recorrían cada rincón de su cuerpo.
Una de sus manos le tomó el muslo y, con una rápida sacudida, la puso debajo de él para dejarla descansar del orgasmo.
──Buena chica ──susurró y en el éxtasis lo repitió varias veces más, soltó el pezón se su esposa en un sonido mojado y colocó una mano alrededor de su garganta, sus pulgares acariciándole la cicatriz. Siguió moviéndose pero fue cuidadoso, no queriendo causarle alguna molstia mientras su coño estaba tan sensible alrededor de él ──. La mejor de todas.
Deianira gimió antes los jadeantes halagos del príncipe castaño, sus manos le acariciaron la espalda y cerró los ojos, sintiendo como el deleite volvía a subir y aquél nudo tan delicioso comenzaba a formarse nuevamente en su vientre bajo. Sentía que podía explotar en cualquier momento y oír la voz de Jacaerys gimiendo mientras hundía su cabeza entre sus senos solamente la acercó más y más al borde.
Había tantas cosas que quería decir, mucho que quería pedirle y, en ese segundo, no pudo hacer más que jadear su nombre.
La pelinegra se sentó en la cama, con las piernas casi entumecidas por el frío. A su lado, James se ponía la ropa. Sara miró la precoz chimenea donde el fuego danzaba sobre la carbonizada madera, el calor era casi imperceptible a estas horas de la mañana. El plan que habían trazado era arriesgado pero valía la pena intentarlo, de todas formas no había nada que pudieran perder.
James soltó una risa áspera, poniéndose de pie y caminando hacía su hermana. Su mente estaba nublada pero estaba listo para acatar cualquier orden que saliera de los labios de la pelinegra.
──Si todo sale según lo planeado lograremos nuestro cometido; la corona, el trono...y a nuestros hijos en el legado del bastardo ──susurró, su hermano asintió.
El adorado príncipe bastardo parecía demasiado cómodo en territorio desconocido, paseándose junto a su delicada esposa como si fuese dueño del lugar, y eso lo enfurecía. ¿Qué lo volvía diferente de ellos? ¿Porqué el bastardo de la reina usurpada tenía más derecho que otros hijos ilegítimos?
──No hay amenaza que pueda impedirlo ──terminó.
Sara pasó sus manos por la espalda del pelinegro, soltando un suspiro. A su parecer ambos príncipes no eran más que mimadas criaturas ignorantes de las malas intenciones que crecían a su alrededor y, por lo tanto, se merecían lo que sea que estuvieran dispuestos a hacerles.
──Hay que apresurarnos, deben estar muy cómodos en la cabaña que Cregan les ofreció, gozan de privacidad suficiente para hacer cualquier cosa ──escupió, casi con resentimiento, apretando el agarre que tenía sobre James.
Él sonrió de lado, ladeando la cabeza.
──Si la perra se embaraza antes que tú entonces ya sabes que hacer.
Sara se rió.
──Por supuesto.
Aegon sentía que su cabello plateado quedaría cubierto de canas verdes si todo en Desembarco seguía como estaba ahora, Deianira era caótica pero su ausencia era mucho más desastrosa. El mayor creía que, si se arrojase de la torre más alta del castillo en este momento, tendría muchísimos menos problemas.
Helaena estaba enloquecida, murmuraba incoherencias tras la muerte de su hijo que le helaban la sangre a las criadas y, en consecuencia, todas huían despavoridas al tenerla cerca. Aegon sentía pena y se vió obligado a no abandonar su lado ni por un minuto, temiendo que pudiera hacer una locura si se quedaba sin supervisión.
Por otro lado, Aemond no desaprovechó la oportunidad de tenerlo lejos. Se proclamó a sí mismo príncipe regente en su consejo y envió a sus hombres en busca de alianzas, ignorando el deseo de Aegon de evitar una guerra entre hermanos. Y ahora la responsabilidad de la masacre en Sharp Point estaba en sus manos.
El silencio se interrumpió cuando la puerta se abrió, su madre entró en la sala con una expresión oscura teñida de preocupación.
──¿Qué hizo? ──exclamó y, antes de que su primogénito pudiera responder, Aemond apareció detrás de ella. Aegon en un segundo se abalanzó sobre él, agarrándolo por el cuello de la camisa y empujándolo contra la pared. Su sangre parecía hervir y, aunque había prometido proteger a sus hermanos, no podía evitar sentir que él se reía de su debilidad por ellos.
──¿Quién demonios crees que eres, eh? ──le gritó, su cara ardía con el calor de la rabia ──¡Había niños en esa ciudad, mujeres y gente indefensa! ¡La quemaste hasta los cimientos!
──¡Aegon, por favor! ──exclamó la reina viuda.
──La casa Bar Emmon era leal a Rhaenyra, jamás doblarían la rodilla, mi rey ──murmuró Aemond, lejos de ser respetuoso casi parecía llamarlo con su título solo para hacerlo sentir presión; como si quisiera doblar la situación y poner la deuda de sangre sobre su espalda.
Alicent jadeó y se llevó la mano a la boca, sus dedos temblaban y sus ojos estaban llenos de un sentimiento que Aegon ni siquiera pudo descifrar.
El mayor apretó su agarre en su hermano, quiso golpearlo y hacerlo pagar por cada palabra que salía de su boca. Aegon sabía que, desde ahora, debía mantener la guardia alta. Ya no era su hermano, solo otra víbora que anhelaba aquella maldita corona que le había arrebatado todo.
──No necesitamos aliados, no lucharé contra mi hermana ──dijo, firmemente.
Alicent lo miró y luego a su hijo menor, el zafiro en el ojo vacío de Aemond reflejó un destello azulado antes de que soltara una risa fingida.
──Rhaenyra enviará a alguien por su corona o por tu cabeza, hermano ──susurró y, entonces, decidió golpear en el punto débil del rey ──. Y Deianira la acompañará.
Aegon deseó estrellar su puño contra la cara del rubio pero, antes de que siquiera pudiera reaccionar al nombre de su hermana, su madre salió de la habitación como si hubiese visto al fantasma del mismísimo conquistador. Aemond suspiró, sintiendo como el pecho se le hundía de golpe. La culpa carcomía a cada persona en este castillo.
──Alicent aún conserva amor por nuestro enemigo... ──dice el menor, fingiendo que el peso de sus acciones no lo atormentaban por la noche.
──Nira jamás será nuestro enemigo.
Aemond no musitó palabra alguna, quería creer que todo volvería a estar bien pero eso era imposible, ni siquiera el mejor de los milagros podría alejar a esta familia de la podrida maldición que pesaba y arrastraba la sombra que tenía su nombre.
Los Targaryen estaban condenados a la destrucción.
────cam's note !
No sé ustedes pero yo soy Aegon defender de por vida <3
Chapter 48: ────forty-seven,
Chapter Text
47, SILENT THREATS !
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EL AIRE EN la mañana pesaba como si se tratase de kilos y kilos de hierro puro, Jacaerys podía sentir como sus pulmones se encogían en su pecho ante el helado clima. Creyó que las salidas matutinas con Cregan habían acabado cuando la caza terminó pero, al parecer, se equivocó.
Las pieles sobre sus hombros lo mantenían cálido pero aún así no podía evitar anhelar estar entre los brazos de su esposa.
El ascensor subía de forma rápida y algo brusca, las cuerdas tensas rechinaban contra el acero. Odiaba esta parte del viaje siempre que se dirigían al muro. El príncipe castaño por un momento temió que toda la estructura fuese a colapsar pero la voz de Cregan a un lado lo distrajo de sus catastróficos pensamientos.
──He estado pensando en las propuestas que me has hecho ──empieza, haciendo que los nervios de Jace se ericen ──. Pero no son suficientes.
──¿Qué?
El ascensor frena abruptamente y el señor del norte sale, dejándolo perplejo. Jace se apresuró para seguirle el paso. Le había propuesto armas y protección, incluso lealtad y acceso a parte de la flota Velaryon y ─aún así─ lo rechazaba.
──Poder, lealtad, me ofreces cosas que ya poseo ──dice Cregan, cuando el heredero vuelve a estar en su campo de visión. Ambos se detienen en el balcón y Jace se queda callado viendo el gran muro de hielo frente a sus ojos. A pesar de que ya lo había visto, en repetidas ocasiones desde que llegó al norte, no pudo evitar volver a sentir admiración y un ligero tinte de recelo.
──¿Qué es entonces lo que quieres pedirme? ──cuestiona.
──Una unión, algo que sobrepase los ámbitos políticos.
Jace, sabiendo a dónde iba todo esto, negó suavemente la cabeza.
──Nunca hubo un Stark casado con un Targaryen ──susurró.
──Tu reinado podría traer esa conexión, mi príncipe. Sería un evento histórico para todo Poniente ──dijo, viendo la duda danzar sobre los rasgos del primogénito de la reina negra.
──Yo estoy casado. Mi hermano Lucerys está comprometido, se casará cuando llegue a la madurez de edad ──comienza a decir ──. Joffrey está comprometido también y mis dos hermanos menores aún son demasiado jóvenes. Supongo que mi madre y Daemon escogerán sus compromisos, no tengo poder ni voto sobre sus hijos.
Cregan sonrió suavemente.
──Pero sí lo tendrás con los tuyos ──musitó.
Jace lo miró y finalmente cayó en cuenta de lo que el señor de Invernalia le pedía. De inmediato su mente divago hacía Deianira, intentando imaginar cuál sería su reacción si llegaba diciendo que le había entregado la mano de uno de sus vástagos no nacidos a Cregan.
──Debería hablarlo con mi esposa...
──Seguramente estará de acuerdo ──dice Cregan, confiado y sin sentir ni una pizca de nerviosismo ──. No te pido una hija, no alejaré a tus niñas de casa, sino un hijo.
Jacaerys apretó la mandíbula, vacilando.
──¿Por qué? ¿Por qué mis hijos?
──Volveré a casarme y, eventualmente, engendraré una hija mujer. Quiero que se comprometa con uno de tus hijos en el futuro porque su madre, Deianira, es una de las descendientes de valyria más interesantes que he conocido ──expresó ──. Y tú, eres de los pocos hombres más determinados y leales con los que he tenido el placer de tratar. Son jóvenes pero sé que ambos criaran hijos varones con valores y respeto admirable. Cualquiera de mis hijas estaría bien cuidada siendo parte de su familia...
Jacaerys asintió, comprendiendo que el pedido de Cregan no venía de parte del deseo por el poder, sino por el temor al futuro que pudiera depararle a sus vástagos femeninos. Solo entonces el mismo temor cayó sobre los hombros de Jacaerys, había oído rumores sobre mujeres atrapadas en matrimonios sin amor, con infidelidades y, en el peor de los casos, violencia.
No le deseaba ese destino a ninguna mujer.
──Bien ──susurró el príncipe ──. Trato hecho.
Bellaera se rió, sosteniéndose el estómago que comenzaba a dolerle por la risa.
──¿Por qué le pediste matrimonio a una araña? ──preguntó, entre carcajadas. Era una de las cosas más locas que ha oído en su vida.
──En mi defensa, creí que iban a casarme con un hombre decrépito. La araña era mi mejor partido ──responde la princesa, sonriendo. Aún recordaba esos pequeños momentos de ligereza y alegría que había compartido con su familia, cuando estaba completamente inconsciente de cómo se retorcerían las cosas. Su sonrisa se desvaneció suavemente cuando se dió cuenta de que, por desgracia, ya no podría volver a casa.
Un suspiro suave abandonó sus labios, mientras doblaba la ropa que la pelirroja le había traído. Bellaera notó su expresión y creyó que la ─casi imperceptible─ reacción se debía a los vestidos. La tela era áspera y dura, para cubrirla del frío, seguramente muy diferente a los tejidos de seda a los cuales una princesa estaba acostumbrada a usar.
──Lamento si...es muy simple, son los mejores que he encontrado ──se disculpó la menor, captando la atención de la rubia. Nira sonrió y se sentó a su lado.
──No te preocupes, son muy lindos...es solo que extraño un poco mi hogar ──susurró, la mano de la pelirroja fue hacía su espalda y la acarició con cuidado; intentando brindarle algo de consuelo. Todos sabían que Deianira era hija de la antigua reina Hightower y que, la inminente guerra entre hermanos, los había separado. Pero ni Bellaera, ni nadie, conocía realmente la magnitud que esta separación había causado en los corazones de los hermanos Targaryen-Hightower.
──Tendrás un nuevo hogar, mi princesa, un hogar mucho mejor que el que antes tenías ──dijo, logrando hacer que la expresión nostálgica de Deianira se transformara en una mueca de agradecimiento. La peliblanca estiró la mano y la posó sobre la de Bell, apretando un poco su agarre en un gesto que emanaba gratitud.
La puerta de la cabaña se abrió y Sara Snow apareció a la vista. La pelirroja frunció ligeramente el ceño al ver a su media hermana entrando con dos tazas que emanaban vapor.
──Oh, Bellaera, no sabía que estabas aquí ──dijo, fingiendo una amabilidad que hizo que las dos chicas en el sillón cruzaran una mirada. La pelinegra se acercó y dejó una bandeja sobre la pequeña mesa frente a ellas, junto a las prendas de ropa recién dobladas. Deianira rápidamente supuso que una de las tazas no estaba dirigida a su compañera.
──Me he visto gratamente complacida por la compañía de Bell, la verás conmigo con regularidad ──expresó Deianira, dejando en claro su afecto por la pelirroja.
Sara sonrió, apretando los labios.
──Lo he notado ──susurra, entonces señala las tazas que trajo ──. Para ti y tu esposo.
Entonces hizo énfasis en que la taza oscura era para Deianira y la clara para Jacaerys, lo cual le pareció extraño a la peliblanca. Sus orbes moradas se posaron en Sara Snow, casi como si estuviese estudiándola. No había manera en la que esta muchacha se ganara algo más que su tolerancia, había una amenaza silenciosa en su persona que hacía que todas las alarmas de Deianira se encendieran.
──El príncipe se marchó con Cregan ──dijo Bellaera, pero la pelinegra la interrumpió.
──Ya han vuelto ──anunció y luego le hizo una seña a su media hermana ──. Vámonos, Bellaera, el esposo de la princesa ya está por volver.
Bell se levantó del sillón, dudosa. Deianira le sonrió suavemente y se levantó para acompañarlas a la puerta, luego de susurrarle dulcemente una despedida vió como Jace se acercaba a lo lejos, su cuerpo parecía una silueta oscura en el blanco escenario. Ella sonrió, cuando él llegó temblando y sacudiendo la nieve de su cuerpo. Sus brazos la envolvieron y el castaño escondió el rostro en el cuello de su esposa, la punta helada de su nariz contra su piel le causó escalofríos.
──Ven, ponte frente a la chimenea ──susurró, con suavidad. Jace asintió y ambos se acercaron al sillón, los ojos de Jacaerys inmediatamente fueron hacía las bebidas calientes sobre la mesa. Quiso tomar uno e inmediatamente tragar el cálido y dulce té pero el castaño recordó a las dos chicas que abandonaron la cabaña poco antes de que él entrara.
──¿Quién trajo el té? ──preguntó, tomando la copa oscura y levantandola hacía su nariz. El olor era dulce y fuerte, casi como si estuviese ahí para ocultar otro aroma.
──Sara ──respondió Deianira, con una mueca que él captó. La mandíbula del príncipe se apretó y, en un arranque de desconfianza, tomó ambas tazas y abrió la puerta, arrojando el líquido sobre la espesa nieve blanquecina.
Deianira abrió los ojos de par en par pero no lo detuvo, cuando Jace volvió la rubia se percató la forma en la que sus ojos avellanas parecieron oscurecerse.
──No tomes nada que ella te de ──ordenó, con la voz firme.
No fue grosero pero no dejó lugar a ninguna duda, su esposa asintió, sabiendo que ambos tenían este mal sabor de boca a causa de la bastarda Snow.
Los hombros de Cregan se tensaron cuando Bellaera entró en su oficina, trayéndole una taza con té. El mayor apartó la mirada de inmediato, nunca habían sido particularmente unidos y eso los había llevado a ser casi desconocidos. Pero la pelirroja siempre había sido una persona servicial y dulce, como si estuviera en su naturaleza. A veces, Cregan sentía que era una bastarda no correspondida de su padre, alguien tan inocente y delicada no podía ser un vástago del estricto y desalmado Rickon Stark.
Pero, expresar que Bellaera no era hija de su padre, la habría exiliado del castillo y la vida fuera de su cuidado no dudaría en aplastar a una flor como ella. Así que prefirió callarse. Por años y años...
──Muchísimas gracias, Bellaera ──dijo, con sinceridad.
Fuera de la habitación Jacaerys se encontraba caminando con prisa cuando, de golpe, alguien choca contra él. El bastardo mellizo de Sara estaba allí, caminando con tanta rapidez como él. En cuanto sus miradas se cruzaron ninguno pudo disimular la desconfianza, Jacaerys se enderezó, ambos eran casi de la misma altura pero el príncipe era algunos centímetros más esbelto.
Jace ni siquiera podía verlo a la cara, el rechazo inexplicable que sentía por él y su hermana hervía en su pecho, se sentía al borde de la irritación.
──Deberías fijarte por donde vas ──escupe, de forma brusca. Sus ojos entonces bajaron hacía el cuello del moreno y notó unas marcas moradas en su piel, marcas de besos. Por la mente de Jacaerys solo cruzó la pregunta, ¿cómo alguien podría besar a este imbécil? Le dió asco y se separó, siguiendo su camino.
Pero, entonces, lo escuchó murmurando.
──Fijate tú.
El príncipe se detuvo en seco, soltando una risa que carecía de gracia, se giró y lo observó.
──¿Qué dijiste? ──cuestionó, su puños se apretaron ligeramente, las palmas le cosquillearon y, de no ser porque la puerta de la oficina de lord Stark se abrió, seguramente se habría lanzado sobre él ──Cuida tu tono cuando te dirijas a mí, no hablas con uno de tus amigos.
Cregan salió de la habitación, seguido de Bellaera, ambos observaron le intercambio entre el príncipe y el bastardo. El mayor se acercó a Jace y, mirando a su medio hermano, le hizo un gesto.
──Discúlpate con el príncipe, James ──ordenó ──. Ahora
El moreno apretó la mandíbula y luego sonrió, tenía la misma sonrisa pretenciosa y fingida que Sara Snow. Ambos parecían dos caras de una misma moneda, no solo por sus similitudes físicas sino por sus gestos y personalidades. Jacaerys los encontraba detestables a los dos por igual.
──Discúlpeme, su gracia ──dice y, aunque el heredero pudo palpar el sarcasmo en su voz, sabía que seguir discutiendo solo haría las cosas peores. Él se fue, pegando la vuelta y caminando hacía el lado contrario de donde venía.
Jacaerys suspiró con fastidio y miró al mayor.
──Debo hablar contigo ──le dijo, el hombre intercambió un vistazo con la pelirroja y ella asintió, comprendiendo. Entonces miró al príncipe.
──Está nevando demasiado, le llevaré algo de comer a la princesa para que no salga en el frío ──ofreció, haciendo que los hombros de Jace se sintieran menos tensos mientras asentía.
──Claro, Bellaera, muchísimas gracias...
La pelirroja se fue, casi alegre de volver a encontrarse con la esposa del heredero. Jacaerys y Cregan entraron a su oficina, el castaño colapsó sobre el sofá frente a la chimenea, hundiendo su rostro en sus manos mientras sentía el enfado comenzando a desvanecerse de su cuerpo.
──La adora ──dice Cregan, hablando sobre el afecto que la muchacha de cabellos cobrizo tenía en la mujer de Jace ──. Nunca la había visto ser tan cercana a alguien, siempre fue un poco solitaria.
Jace asintió, observando el fuego chisporroteando sobre la madera carbonizada.
──Sí, lo noté ──comenta ──. Me alegra que Deianira tenga a alguien que pueda distraerla, al menos mientras no estoy cerca.
La preocupación y el amor que el castaño tenía por su esposa le recordaba al amor que su madre Gilliane le solía tener a su padre, una devoción tan inquebrantable que solo parece aparecer en ciertas épocas. No todos los hombres amaban así a sus mujeres.
──¿Qué te preocupa, amigo mío? ──preguntó, sentándose junto a él y posando una mano en su hombro. Jace lo miró y apretó la mandíbula, sintiendo sus dientes chocando unos junto a otros.
──La bastarda de cabello oscuro ──comienza a decir ──¿Qué tan confiable es?
────cam's note !
diganme si ya están más felices con las actualizaciones 😭
estoy terminando este cap y al mismo tiempo tengo casi acabado el 48, aunque bueno, cuando ustedes lean esto seguramente esté escribiendo el cincuenta y algo. Les aviso, desde ahora, que la próxima actualización (cap 48) está fuerte, leanla con cuidado si son sensibles.
Plus, si ya vienen siguiendo el hilo sabrán que tuve problemas con el link del canal de difusión en whatsapp, por eso voy a dejarles el qr aquí abajo para que los que no pudieron ingresar con el link tengan otra opción
Los amooo, muak <333
Chapter 49: ────forty-eight,
Chapter Text
48, GROW WINGS !
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LOS FUNERALES SIEMPRE le habían parecido entretenidos, suponía que la despedida de este mundo era una bienvenida a la liberación del alma, pero nunca creyó que tendría que preparar un funeral para su propio hijo. Y ahora, mientras bordaba un pequeño dragón en la ropa que llevaría por última vez, todas sus profecías parecían burlarse de ella con una broma esotérica que nadie más podía comprender...
Se preguntó porqué los dioses no le habían avisado sobre esto, esos susurros que le habían dicho la muerte de cada persona a su alrededor omitieron advertirla sobre la crueldad que los ajenos tendrían sobre los vástagos nacidos de su vientre. Sentía que se volvía loca, que cada parte de sí estaba peleando para que, al menos, alguno de sus gritos de ayuda pudieran ser oídos. Pero el silencio había desgarrado su garganta de lado a lago, junto a aquellos augurios que jamás llegaron a ser verdaderamente escuchados por nadie.
No podía ver el rostro de Maelor, sabiendo que su boca había sido la traicionera dueña de la lengua que quiso arrebatarle la vida. Se sentía perdida y divagante, su mundo se había detenido y la culpa la estaba pudriendo desde dentro.
Esa noche se sintió como una tortuosa y larga prisión, la sombra del amoroso Aemond se desvaneció y su ausencia pesó como toneladas de dolor de más. Él también lamentaba la muerte de su hijo, sabía que le había afectado. Lo había visto llorando en sus aposentos, en silencio, como siempre.
Pero él se refugió en la ira y el resentimiento, sentimientos que ─incluso ahora─ le eran en su totalidad ajenos.
Temió dormir, sentía algo colándose en la estática del aire, apretando su pecho y su vientre como si quisiera asfixiarla. Pasó la madrugada caminando por la habitación, musitando insultos para el cruel Desconocido, por arrebatarle a su niño, y a la irónica Madre, por darle el despiadado lujo de tener que despedirse de la vida que creó.
Aegon fue el único que, al llegar la mañana, la envolvió en una manta y trató de detener el espectáculo que su abuelo materno había planeado para causar empatía entre los ciudadanos de la capital. Pero, a pesar de tener la corona sobre la cabeza, sus órdenes pasaron de largo.
Y así terminó, sobre un carruaje mientras miraba fijamente el cuerpo pálido e inerte de su primogénito. La gente a su alrededor la miraba con pena y ceños fruncidos, pero su expresión no se suavizó. No estaba enfadada pero, por primera vez en su vida, se sentía totalmente vacía.
Estaba aquí, apostando en una carrera perdida. Dando todo de sí solamente para obtener desgracia a cambio. Fue entonces cuando sintió una mano aferrándose a su brazo, el mero contacto le estremeció la piel y la vista se le nubló, lo único que pudo divisar fue un rostro deforme y borroso junto a gente que se acercaba a ella.
──Lamento su pérdida, mi reina ──susurraron pero la voz se escuchó lejana y gutural, sus oídos pitaron y de pronto su ropa se sintió incómoda, como si se ajustara con cada respiración que daba. Soltó un grito despavorido, aferrándose a Alicent en busca de escape y consuelo, pero su manto maternal se había vuelto mucho más delgado de lo que recordaba cuando era pequeña.
Fue allí, en medio de la desesperación, que un tomate se estrelló contra su rostro, salpicando la salsa de éste sobre su ropa. Los gritos se volvieron más violentos y estruendosos, aclamando el nombre de Rhaenyra con fervor. El carruaje se tambaleó cuando la agresividad de los ciudadanos aumentó, Helaena solo podía ver siluetas y pequeñas orbes danzando sobre la poca nitidez.
Había algunas pocas personas que se pusieron en los lados del carruaje, intentando protegerlas. Entonces la peliblanca notó, en medio de la oscuridad de su visión, pétalos blancos que caían desde las terrazas. Mujeres y niños estaban allí, sus expresiones de piedad fueron como una caricia cálida entre los golpes de los alimentos podridos contra su cuerpo. Vio entonces, entre el caos, como el cuerpo de su hijo se caía del féretro en donde había sido colocado con tanta impunidad. Y sintió como el corazón se le hundía hasta el estómago.
──¡Jaehaerys! ──gritó, con desamparo, como si su hijo pudiera aún oírla.
Alicent la observó escapando entre la multitud, lágrimas resbalando sobre sus mejillas mientras se arrodillaba en las calles lodosas de piedra, su vestido verde quedó manchado mientras se aferraba al débil y flacucho cuerpo de su primogénito.
Helaena sintió que los brazos le temblaban pero se repetía a sí misma que no podía dejarlo solo en el frío de nuevo. No así. No podía dejar a su hijo morir una segunda vez.
Entre sollozos quiso sostener al niño, sus extremidades estaban rígidas y, solo cuando su madre la levantó, pudo volver a retomar conciencia de su alrededor. La subieron a otro carruaje, penumbroso y cerrado, pero no soltó el cadáver de Jaehaerys ni por un segundo.
Su mano le acarició el plateado cabello que le caía sobre la frente, mientras lo acunaba contra su pecho como si intentase transmitirle su calor corporal.
──Tranquilo, mi niño, ¿tienes miedo? Mami está aquí. No voy a dejarte solo ──balbuceó, fuera de sí.
Alicent se sentó, observando la escena con pavor y estremecimiento. Un grito ahogado abandonó sus labios y se cubrió los labios cuando el llanto comenzó a caer por sus mejillas.
Aegon entró a la habitación, preocupado. Helaena estaba parada frente a la chimenea y a su lado, estaba el cuerpo de Jaehaerys. Los guardias no habían podido zafar al menor del agarre de su madre, quien comenzó a perder la cordura desde que llegaron del funeral.
──Hermana ──susurró con cautela, evitando sobresaltarla. Las flores sobre la ropa del niño ya no cumplían su propósito de enmascarar el olor putrefacto que comenzaba a desprender tras su muerte.
──Shhh ──interrumpió, repetidas veces. Su cabello estaba cubierto de pedazos de pescado y tomate, los anillos de sus dedos habían sido arrancados y su cuello estaba cubierto de arañazos rojizos que resaltaban sobre su piel pálida. Se arrodilló frente al niño y le acarició la cara ──. Está dormido, está demasiado frío, necesito más leña para la chimenea...
La piel del mayor se erizó y sus ojos ardieron al ver las orbes celestes de Helaena abiertas de par en par, con el pulso tembloroso.
──Hela...──la llamó.
──¡Necesito más leña! ──gritó, histérica. Se levantó bruscamente y tomó algunos pergaminos que tenía sobre el escritorio, había escrito esas páginas sobre pequeños bichos que vió a lo largo de su vida ─eran una de sus posesiones más preciadas─ pero, en un segundo, despreocupadamente los arrojó sobre el fuego. Un humo negro y espeso comenzó a esparcirse por los aposentos.
──Hermana, por favor ──le rogó, caminando hacía ella y tomándole las muñecas con fuerza. Los ojos comenzaron a llorarles, las lágrimas le nublaban tanto la vista que no podía seguir conteniéndolas. La rubia lo miró y luego a Jaehaerys. Se salió del agarre de su hermano y fue hasta su hijo, asomándolo más cerca de la chimenea mientras movía sus manos sobre su pequeña espalda.
──Estás asustándolo, tiene frío ──dijo, vagamente.
Aegon se acercó y la abrazó, sosteniendolos a ambos en sus brazos.
──Está muerto, Helaena...debes dejarlo ir, tiene que descansar ──sollozó el ojiazul, sus hombros temblaban. Estaba tan cansado pero no tenía más opción que seguir. Pasaron varios minutos, donde ambos lloraron con el vástago en medio de los dos. Finalmente, luego de una eternidad que pareció haber consumido cada pizca de esperanza en la peliblanca, su agarre sobre el niño se suavizó.
Observó sus ojos cerrados y los puntos que le habían hecho para pegar su cabeza al cuerpo, la carne ni siquiera se había cicatrizado. Lo miró con detenimiento, sus diminutos rasgos imitando los suyos, quiso disculparse y cerrar los ojos para irse con él. Donde sea que vaya.
──Van a crecerte alas, Jaehaerys ──susurró y plantó un beso en la frente del niño. Un último beso antes de dejarlo caminar hacía los brazos del Desconocido...
La mañana era fría, como nunca antes había sido. Helaena se acercó a la hoguera y, antes de encenderla, colocó una pequeña oruga sobre el hombro de su hijo. El dolor seguía presente, sus manos temblorosas querían aferrarse a su primogénito pero las palabras de Aegon volvían a su mente como una gélida rafaga de aire.
Aemond no estaba. Como de costumbre. Su ausencia parecía llenar el jardín, las flores se habían marchitado y el sol no caía sobre ellos. Incluso esas pequeñas cosas parecían haberla abandonado. Dreamfyre había sido liberado y ahora volaba con sus inmensas alas sobre el cielo gris, pero se mantenía cerca de Helaena y sus niños.
La mujer se alejó del féretro y observó al pequeño Maelor en brazos de su hermano mayor. Jaehaera, en cambio, se aferraba a Alicent. Sus rasgos eran tan parecidos a los de Deianira que por un segundo la ojiazul se atrevió a imaginar que era ella. Que todos seguían aquí juntos.
Sus brazos se extendieron y tomó a su hijo menor, quien hundió su cabeza en la curva de su cuello. Sus delicadas extremidades la envolvieron, recordándole que aún ─en su inocente corazón─ seguía confiando en ella como su madre. Así que lo sostuvo con más fuerza, mientras sus ojos ardían con lágrimas. Quiso hablar, pero su voz se quebró antes de siquiera mencionar palabra alguna. Sunfyre sobrevoló a un lado de su dragona, las escamas doradas del animal parecieron imitar los rayos del sol y, por un segundo, pareció darle la fuerza necesaria para seguir.
──Dracarys ──exclamó y, acatando sus órdenes, Dreamfyre lanzó fuego. Incinerando a su primogénito.
El tiempo pareció detenerse, mientras el manojo de madera y flores se quemaba, junto al cadáver de Jaehaerys. El calor de la hoguera le calentó las mejillas, estaba tan ocupada llorando y sosteniendo a Maelor que ni siquiera notó que Vhagar había aterrizado, junto a Aemond; quién corría hacía ella.
El muchacho se acercó a Helaena y la abrazó por detrás, sosteniendola a ella y a su hijo. Jaehaera se zafó del agarre de su abuela y corrió hasta su padre, agarrándose de la pierna de Aemond. Helaena cayó de rodillas, entre sollozos desesperados. El peso de la culpa atormentaba a todos los que estaban alrededor y Alicent ya no podía escapar de la mirada de Aegon, quién silenciosamente parecía recalcarle que cada tragedia colgaba de sus manos. De sus decisiones.
La casa del dragón estaba hecha pedazos y, sin importar qué, parecía que no volvería a reconstruirse.
────cam's note !
estoy destrozada. De mis capítulos preferidos hasta ahora.
Chapter 50: ────forty-nine,
Chapter Text
49, WHO'S GONNA HOLD YOU LIKE ME !
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LAS MANOS DEL príncipe subieron por la espalda de su esposa, mientras el calor llenaba la cabaña. Sus días en el norte estaban por llegar a su fin, solo quedaban algunos arreglos para el éjercito de Cregan y entonces podrían marcharse de nuevo hacía Rocadragón. Aunque, si era sincero consigo mismo, tampoco tenía muchas ansias de volver. En estas cuatro pequeñas tenía todo lo que quería; a Deianira. Pero tampoco podía ignorar su deber, su familia lo necesitaba y él debía estar allí.
Mientras la rubia dormía, los ojos color avellana del príncipe bajaron hasta su vientre, notando como la parte inferior de este ahora tenía una leve hinchazón. A penas se notaba pero Jace conocía demasiado bien el cuerpo de la platinada como para no percatarse de ello.
Y, si bien podría ser un poco de peso extra, dudaba que esa fuera la razón ya que apenas comía. No era fan de la carnes rojas y, en Invernalia, eso era prácticamente el almuerzo y la cena de cada día.
Pensó en todo el tiempo libre que tuvieron durante su estadía, todas las noches que han pasado enredados el uno con el otro. No le sorprendía para nada el hecho de que ahora su vientre estuviese creciendo. Pero, esta vez, no estaba dispuesto a apartarla de su lado ni por un segundo. El mero pensamiento de que alguien pudiera volver a herirla le causaba el peor de los temores y al mismo tiempo hacía que la sangre en sus venas corriera con fervor.
La ojimorada abrió los ojos un poco, sintiendo la respiración caliente de su esposo chocando contra sus mejillas. Su mano se movió hacía el brazo del castaño, suspirando y moviéndose más cerca, aprovechando el calor corporal del mayor.
──¿Ya has empacado? ──susurró el varón, besando suavemente la frente de la peliblanca.
──No tengo nada que empacar, de todas formas ──respondió.
Jace sonrió, pensando en algo para hacerla sonreír. Se moría por ver su sonrisa.
──Podrías empacar a Bellaera ──bromeó y Deianira se rió con suavidad, pellizcándole el brazo juguetonamente. El castaño apretó su agarre alrededor de ella, mirándola como si fuese la responsable de cada pequeña cosa buena que sucedía a su alrededor.
Había una lealtad y devoción implícita en su mirada, algo que le recordaba a la princesa rebelde que, sin importar qué, él siempre le cuidaría las espaldas.
Nira alzó la mano y la colocó sobre la curva de su mandíbula, pasando el pulgar sobre su mejilla. Sus ojos almendrados de color avellana eran los más hermosos que alguna vez haya visto, la luz del sol que se colaba entre las cortinas lo bañaba de un resplandor que generaba un brillo de color miel en sus orbes. No estaba segura de haber visto aquel precioso dorado ni siquiera en sus mejores joyas...
──¿Por qué me ves así? ──pregunta, con una sonrisa asomándose por la comisura de sus labios. Las pupilas de su esposa estaban dilatadas, haciendo que el arco amatista de sus ojos se volviese más fino.
Deianira encogió los hombros, sin romper el contacto visual entre ambos.
──Es que eres precioso ──confesó.
Jace fue el primero en apartar la mirada pero no pudo ocultar como la sonrisa en su cara se ensanchó, junto a la cascada de calor que subió desde su garanta hasta el centro de su cara. Sabía que seguramente estaba terriblemente rojo pues el rostro le hervía.
──Tú eres la linda del matrimonio ──murmuró, casi queriendo evitar que ella notara como lo había hecho sonrojar.
──Lo sé, pero eso no quita que eres jodidamente bello ──repitió, adorando el hecho de que lo estaba poniendo nervioso.
Se acercó más a él y Jace la envolvió con fuerza entre sus brazos, la caza y el alimento del norte le había ayudado a volverse aún más fuerte. Deianira podía jurar que sus brazos estaban más anchos de lo antes eran y le encantaba ese detalle. El castaño prácticamente se colocó encima de ella, sintiéndose como un pegajoso cachorro que estaba desesperado por su amor mientras su espalda los cubría por completo.
──¿Quién va a sostenerte como yo...? ──susurró, luego de unos segundos en silencio, repartiendo diminutos besos sobre cara de su mujer. Sabía que Deianira era merecedora de todo el cariño que había en el mundo, y que merecía nada más que felicidad y afecto y, aún así, dudaba que alguien pudiera llegar a quererla tanto como él.
Su amor lo había consumido por completo. Su vida entera era de ella, su respiración, su sangre, su corazón. Le había entrago cada parte de sí mismo y, si pudiera volver al pasado y repetirlo todo nuevamente, lo haría sin pensarlo dos veces. Entregaría su propia alma para ser merecedor del amor de Deianira Targaryen.
Jacaerys sonrió, asintiendo ante las palabras de Cregan mientras se ajustaba el cinturón que tenía en el pecho, Vermax estaba sobrevolando Invernalia, casi extasiado por saber que volverían a casa. Deianira se había retirado hace unos minutos para despedirse de Bellaera y, sabiendo que charlatanas podían llegar a ser, Jace no se apresuró para que volviera.
Pero, cuando el cielo se volvió más oscuro y el frío se hizo más intenso, la ausencia de su esposa y de la pelirroja se volvió tan notable como una mancha de vino sobre una camisa blanca. La gente comenzó a buscarlas en el castillo y luego, como último recurso, en los bosques alrededor. Jacaerys sentía que iba a perder la cabeza y Cregan no supo cómo calmarlo, así que envió a sus soldados a recorrer los perímetros del territorio.
──¿Crees que se perdieron en el bosque? ──preguntó el príncipe, sintiendo un nudo en el estómago y las manos temblorosas. Se seguía repitiendo que sólo la había perdido de vista por un segundo. Un maldito segundo.
Se sentía como un jodido imbécil.
──No, no lo creó...Bellaera creció en esos bosques ──murmuró el lord e, incluso en este momento, a Jace le fue sencillo dudar de la pelirroja. Se habían vuelto cercanas muy rápido y, aunque Deianira no era tonta, el castaño sabía que estaba vulnerable. Quiso golpearse a sí mismo por haber sido tan idiota, por haber confiado ciegamente en cualquier desconocida que parecía tener buenas intenciones.
──Ella se la llevó ──escupió, con ira.
Cregan lo miró, casi sorprendido por las palabras que habían abandonado sus labios, entonces negó.
──No ──dijo, con firmeza ──. Bellaera sería incapaz, es un alma pura, no hay maldad en ella.
Jacaerys estaba a punto de perder la cabeza, y le fue fácil reírse de las palabras del lord.
──En todos hay maldad.
Cregan apretó la mandíbula, sabía que si seguía escuchándolo terminarían en malos términos así que se limitó a rendirse.
──Ve a mi oficina, le diré a alguien que te lleve un café...luego tú y yo saldremos a hacer otra búsqueda.
Jace quería negarse pero los hombros le pesaban y la cabeza le dolía. Luego de murmurar unas palabras incoherentes comenzó a caminar de regreso al castillo. Tenía las botas llenas de barro y nieve, lo que hacía que sus piernas se sintieran pesadas. Cuando llegó a la oficina comenzó a buscar algo para afilar su daga, que era la única arma que tenía a mano en el momento. Tenía que prepararse para lo que fuese y, si Cregan estaba conspirando en su contra, no dudaría en mandar la alianza a la mierda.
Pocos minutos después Sara entró en la oficina cargando una taza de café. Jacaerys se levantó de golpe del sillón, dispuesto a beberse el líquido de golpe y salir lo más pronto posible. Entonces, de forma estúpida, tomó la taza de las manos de la pelinegra y bebió el café de golpe. La cafeína le quemó la garganta pero también había un sabor amargo que hizo que sus papilas gustativas le palpitaran.
──¿Que carajos le pusiste? ──cuestionó y cuando alzó la vista vio a la bastarda sonriendo, frunció el ceño y quiso caminar hacía la puerta pero, sin poder controlar sus propios pasos, cayó al suelo en un golpe seco y brusco.
No, no, no. Se repetía.
Tosió e intentó ponerse de pie pero su cuerpo se sentía como un pesado saco de papas. Entonces sintió las manos de la bastarda en su cadera. Su primer temor fue que le quitara el arma, pero lo que hizo fue sin dudas muchísimo más confuso, le desabrochó el cinturón y ella misma empezó a desabotonarse el vestido.
Una oleada de frío le recorrió la espalda. Sus párpados se sentían pesados y su sudor helado. Quiso hablar pero la lengua se le había dormido por completo, por dentro estaba gritando y, de sus labios, solo salían murmullos arrastrados. La maldijo en miles de formas, el rostro de Deianira le pasó por la cabeza cuando Sara comenzó a bajarle el pantalón. Uno de sus brazos fue hacia ella, deseando empujarla, pero notó que su fuerza era inútil.
──No pelee o será peor, su gracia ──dijo la mujer, con ese mismo tono de voz que había oído en James ──. Que bonito escenario en el que nos encontrarán, ¿no, Jace?
Jacaerys apretó los labios cuando la mano de la mujer se enredó en su miembro, el corazón se le caía al estómago y un sollozo gutural le abandonaba la garganta. No estaba sintiendo nada excepto la necesidad de huir.
Su respiración se entrecortaba y, mientras más peleaba contra los síntomas de lo que sea que tomó, peor se sentía. Jacaerys sólo pudo murmurar lo que se escuchó como el nombre de su esposa, casi como una súplica para que, de donde sea que estaba, fuese por él.
──Oh, no se preocupe su gracia, su esposa y bastardo estarán bien. Bueno, eso si James se apiada de ellos, tiene un carácter algo impaciente ──dijo la mujer de cabellos negros, casi burlándose. Se tiró en el suelo a su lado y, levantando a Jacaerys, lo puso con algo de dificultad sobre ella. Sus cuerpos no se habían entrelazados, pero la posición era muy comprometedora. La sangre del príncipe castaño le estaba hirviendo cuando se percató quién estaba detrás de todo esto, se preguntó por qué, cuál era la necesidad de llevar esto a cabo.
Quiso advertirle, avisarle que se metieron con la persona equivocada pero sus labios se movían inútilmente. Si Deianira volvía con un solo rasguño iba a quemar el mundo, si ella volvía siquiera con lágrimas y miedo en los ojos, Jacaerys sabía que era capaz de hacer lo que sea.
Se acordó de las palabras que le había dicho Cregan hace pocos días, la advertencia sobre ésta mujer. Egoísta y mentirosa, al igual que su gemelo, si ve una oportunidad de arrebatar algo lo hará. No confien en ella.
──Si les pasa algo... ──balbuceó, tardando varios largos segundos en formar una simple oración ──. Los mataré.
La mujer le sonrió, mirándolo a los ojos.
──Oh, dulzura ──dice ella ──. Ni siquiera vas a recordar esto.
Entonces comenzó a gritar, con desespero, como si él estuviese atacándola a ella. No bastaron muchos minutos para que varios guardias y el mismísimo Cregan entraran en la oficina. Los hombres lo sacaron bruscamente de encima de ella, haciéndolo jadear de dolor. El lord, sin embargo, solo se quedó mirándolo. Atónito.
Rezaba para que él pudiera ver la mentira en esta situación pero, con Sara Snow hiperventilando mientras sollozaba como el príncipe se había lanzado sobre ella cuando simplemente le estaba sirviendo el café, dudaba en que alguien siquiera pudiera considerarlo inocente.
Sintió impotencia, ira y una agobiante sensación de desespero. Solamente quería recuperar a su esposa, ¿no era acaso ya suficiente todo el martirio que habían pasado?
Fue entonces, cuando Cregan abofeteó con fuerza a Sara, dejando a los guardias y al heredero sorprendidos. La vista de Jacaerys se volvió nublada, sentía que todo el cuerpo le temblaba, como si la presión se le estuviese bajando con rapidez.
En un segundo su cabeza cayó inconsciente hacia adelante, mientras aún estaba de rodillas siendo sostenido por los guardias. Lo único en lo que pasaba por su mente eran Deianira y el bebé. Debía protegerlos a ambos, ya no podía dejar que les siguieran haciendo daño.
Jacaerys se sentó de golpe, con el corazón latiendo con fuerza en su pecho. Aún estaba en la oficina, frente al fuego, el cuerpo le dolía pero no dudó en ponerse de pie. Afuera de la habitación se escuchaban murmullos altos y temerosos fue entonces cuando un rugido se coló en el aire. No hizo falta que el príncipe hiciera mucha memoria para recordar a quién le pertenecía semejante gruñido, uno que parecía enfadado y listo para destrozar a quién sea que se le pusiera enfrente.
El príncipe salió de la oficina, viendo a los hombres, mujeres y niños acurrucados en una parte del gran salón, siendo tranquilizados por el lord del norte. Cuando Cregan vio a Jace se encaminó rápidamente hacía él.
──Jacaerys
──Yo no fui, te juro que no le puse un dedo en...──sus palabras fueron interrumpidas cuando Cregan le palmeó el brazo, asintiendo.
──Lo sé, hermano, lo sé ──dijo, con seguridad.
Jace sintió alivio y, solo entonces, volvió a concentrarse en lo que debían hacer. Los rugidos de Annemys resonaban entre las paredes de piedra, el castaño jamás había escuchado a un dragón gruñir con tanto enfado, las ventanas vibraban por la fuerza con la que las alas de la bestia empujaban el aire.
El menor apretó la mandíbula y, buscando a Sara entre la multitud, no la encontró.
──¿Dónde está? ──preguntó, con la paciencia hecha un hilo.
Cregan pareció vacilar en hablar, como si no supiera si ayudaría o no.
──Huyó, poco ante de que llegue ese dragón, corrió hacía el lado norte del bosque ──le informó.
Jacaerys asintió y luego miró hacía abajo, notando la daga que colgaba de su cadera.
──James está ayudándola, ellos tienen a Deianira y Bellaera, ella me lo dijo ──dice, Sara Snow era una idiota si creía que él iba a olvidar alguna pista que lo llevara con Deianira ──. Cuando los encuentre voy a...
──Haz lo que debas hacer ──le aseguró el lord, dejándole claro que estaba con de acuerdo con cualquier decisión que tome. Buena o no.
────cam's note !
Cagaron James y Sara.
Pls, Cregan sabiendo que Jace NUNCA haría la cosa con la que Sara intentó incriminarlo 😭
Chapter 51: ────fifty,
Chapter Text
50, ENVY !
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LA CABEZA LE zumbaba, el dolor era casi insoportable, tenía los brazos entumecidos y ─al mirar hacia arriba─ vio sus manos atadas a una viga oxidada. Cuando quiso ver a su alrededor los ojos le ardieron y, mientras se adaptaba a la penumbra del lugar, comenzó a notar que estaba en una especie de cabaña, sin ventanas ni chimenea. Una pequeña hoguera dentro de un cuenco de metal proporcionaba un ligero calor que no era suficiente para mantener cálido el lugar ni iluminarlo lo suficiente.
Solo había un pequeño colchón en el suelo, viejo y desgastado. Sintió algo tocándole la espalda e inmediatamente saltó del susto. Pero, al girar la cabeza, notó la cabellera color cobrizo de su amiga.
──Bell... ──susurró. No podía recordar nada, las imágenes en su mente no eran nítidas. Lo último que podía recapitular eran los cálidos labios de Jace sobre los suyos antes de que ella partiera a despedirse de Bell.
Pero después de eso todo estaba en blanco.
La lengua le ardía, era como si algo cosquilleara sobre sus papilas gustativas. También las tripas se le retorcían y un líquido caliente le quemaba la garganta y la boca del estómago.
Jadeó y tiró la cabeza hacía atrás, su espalda estaba contra un pilar y del otro lado se encontraba Bellara, quien empezó a despertar y toser, ahogándose con su saliva. Nira quiso hablarle pero la puerta se abrió de golpe y una figura alta entró, la rubia sintió una pizca de esperanza cuando creyó que se trataba de Jace, pero no.
James se adentró en la cabaña, con leña en los brazos y un ceño fruncido. El pelinegro lanzó las maderas en el fuego pero, en vez de aumentar la flama solo la hizo más débil.
──La madera está húmeda, tarado ──dijo una voz femenina. Sara entró en la cabaña sacudiéndose la nieve de la capa, Deianira apretó la mandíbula. No entendía qué carajos estaba sucediendo.
──¿Qué estás haciendo aquí? ──preguntó su gemelo, algo alterado y sorprendido. Bellaera y Nira observaron la escena, intercambiando miradas de vez en cuando.
──Cregan no me creyó ──susurró Sara.
James soltó un gruñido y le dió una repentina patada a una de las paredes de madera, el sonido hueco del golpe demostró lo podrida que estaba la estructura. Sus ataques a la pared se repitieron, la violencia con la que arremetía los objetos a su paso le dió a Deianira la sensación de que la siguiente patada iría dirigida hacía alguna de ellas.
──¿Lo hiciste como te dije, no? ¿Lo pusiste duro? ──exclamó.
──¡Sí, mierda, lo toqué pero el bastardo se resistía! ──le gritó la mujer. Todo se le salía de las manos, no estaban controlando nada y sus planes se fueron a la basura por culpa de alguien al que habían subestimado.
James soltó un suspiro y se pasó una mano por la cara, Deianira se sintió mareada y, lo único que atinó a hacer antes de vomitar, fue inclinarse hacia un lado. Los omoplatos le dolían, como si hubieran pasado horas y horas desde que las colgaron en esa viga.
El hombre se rió, mientras la princesa soltaba arcadas. Luego de ignorarla simplemente miró a su hermana.
──¿Ahora qué hacemos? ──le preguntó.
Sara tenía la vista fija en la rubia, sus ojos bajaron hasta el pequeño bulto en su estómago. Estaba tan enfadada, tan frustrada porque ─esta vez─ sus ideas habían fracasado. Se cuestionó por qué Cregan no le había creído, ¿por qué estaba tan seguro de la inocencia del príncipe heredero?
──El bastardo es un problema ──afirmó, cruzándose de brazos. Deianira sentía el líquido que le salía por la garganta quemándole la piel con cada esfuerzo que hacía para vomitar, su mente estaba dividida entre el malestar físico que experimentaba y la necesidad de saber de quién estaban hablando ──. Deshazte de él, yo me encargaré de estas dos, nos vamos al amanecer.
James asintió tomando un cuchillo de un bolso que reposaba en el suelo entonces, antes de salir, él tomó a sara de la nuca y la besó. Bellaera y Deianira abrieron los ojos de par en par al mismo tiempo y luego cruzaron una mirada de confusión. Todo esto era tan extraño que, de no ser por el dolor, la peliblanca había creído que se trataba de otro de sus sueños raros.
Cuando se quedaron solas las tres Deianira alzó la mirada, sabiendo que Bellaera era demasiado tímida como para enfrentarse a su media hermana.
──¿Por qué mierda nos trajeron aquí? ──dice, limpiándose la comisura de los labios contra el hombro. Sus muñecas ardían contra la viga y la soga pero, aún así, el nudo no era lo suficientemente fuerte.
──Ya no importa ──escupió la mujer, negando con la cabeza y descansando las manos sobre su cintura ──. Tienes un perro muy leal detrás, no se dará por vencido.
Deianira sintió como la sangre le hervía cuando se percató de que, efectivamente, estaban hablando de Jacaerys. No hacía falta decirlo, todas allí ya sabían que el heredero llegaría hasta donde estaban tarde o temprano. No había barrera en el mundo que Jace no cruzara por su esposa.
──Si le hacen algo te juro que los mataré ──amenazó, con firmeza. La simple idea de que Jacaerys pudiera estar ahí afuera, a la intemperie de cualquier peligro, la hacía sentir impotente. Sabía que él podía cuidarse solo pero de todas formas no quería que lo hiciera, no deseaba que algo le sucediera.
Sara se burló, riendo. Se acercó hacía la mujer de cabellos plateados y se posó frente a ella, mirándola con una mezcla de irritación y fastidio.
──Es gracioso que él haya dicho exactamente lo mismo sobre ti ──musitó, se sentía un poco celosa por la forma en la que era tan notable que ambos se querían el uno al otro. Odiaba que parecieran tan perfectos y, en respuesta, solamente quería arruinarles aquello que tenía.
La peliblanca bajó una mano y entonces una hoja de plata brilló, captando la atención de Bellaera. La respiración de Deianira se atascó en su garganta cuando sintió el cuchillo reposando contra su vientre bajo, apretó la mandíbula tan fuerte que la quijada le dolió, quiso alejar el filo de ella con una patada pero sabía que eso sería demasiado estúpido.
──Amor, lealtad...──comenzó ──Tiempo para hacer bebés, ¿lo tienen todo, no es así?
──No sabes una mierda ──dijo comenzando a mover la muñeca despacio para librarse del nudo que la mantenía inmóvil.
Bellara se estremeció cuand el miedo le recorrió las venas, notó el ligero bulto en el estómago de la princesa pero también se percató de lo que estaba intentando hacer, así que ─queriendo ayudar─ comenzó a distraer a Sara.
──Sara, por favor ──susurró ──¿No ha sido ya suficiente? Dejanos ir, no le diré a Cregan nada sobre ti y James.
Su voz estaba inundada en desespero, actuando mucho más asustada y vulnerable de lo que ya estaba. Deianira intercambió una mirada con ella y, sin decir nada, se dió cuenta. Sara, por completo confiada, cambió su atención hacía la pelirroja.
──¿Acaso crees que me importa lo que el idiota de Cregan piense? ──exclamó y por el enfado en su voz Bellaera supo que había dado en el blanco ──¿Crees que me controla, o a James? Todos ustedes no son más que unos hipócritas, nos tratan como escorias por haber nacido bastardos y le dicen a otro su gracia.
De pronto todo le hizo sentido a la princesa. Era envidia. Sabían acerca de los rumores sobre Jacaerys y querían lo que él poseía. La rubia logró sacar una mano del nudo y luego, con dificultad encubierta, la otra. Pero no se movió. Recordó todas las veces que entrenó con Aemond, las tácticas que él le enseñó, el factor sorpresa en la lucha siempre sería su aliado.
──Jacaerys se ganó su reconocimiento. La sangre de su madre corriendo por sus venas le da el derecho directo al trono y su actuar político le da el derecho a ser llamado por su título con orgullo ──escupió, defendiendolo ──. Que tú y el imbécil que tienes de hermano solo sean buenos para intentar robar lugares que no les corresponden no es culpa suya.
Sara, en un arranque de ira, quiso apuñalarla. Deianira se sostuvo de la soga que estaba alrededor de la viga y, levantando las piernas con rapidez, le pateó el pecho para empujarla hacia atrás. La pelinegra se tambaleó, quedándose momentáneamente sin aire. La rubia recordó, con lujo de detalles, todas las indicaciones de Aemond con las que había crecido como guerrera.
Deianira se abalanzó sobre la mujer, envolviendo los brazos detrás de los suyos y jalandolos. Sara jadeó y se lanzó hacia adelante, bloqueando el agarre de la rubia. Deianira sintió como su cuerpo se deslizó sobre la espalda de la bastarda y luego su espalda chocó contra el suelo. Gruñó de dolor y sintió como Sara se posaba sobre ella, con la cara roja de la ira.
──¡Eres una...! ──gritó, aferrándose al cuchillo e intentó clavarlo en el pecho de la ojimorada. Deanira con prisa levantó el pie y usó toda su fuerza para golpearle el mentón, el sonido que hizo cuando se estrelló contra el hueso hizo que la mujer de cabello oscuro lloriqueara de dolor. Bellaera estaba gritando y sacudiendo los brazos, intentando desatarse y detenerlas.
Los pulmones le ardían y tenía las piernas débiles pero sabía que debía ponerse de pie, no podía quedarse esperando a la mínima posibilidad que que alguien viniera a rescatarlas cuando lo más probable fuera que no sucediera.
¡Jamás le des la espalda al enemigo! La voz de su hermano le gritaba en los oídos
Sara estaba en el suelo, sosteniéndose la mandíbula e intentando agarrar el arma que se le había resbalado. Deianira se apresuró para tirarse encima para evitar que se parara, forcejearon y la rubia sintió el filo del cuchillo pasando sobre la palma de su mano, abriendo un tajo. No tuvo tiempo siquiera de quejarse cuando vió la hoja acercándose con una rapidez sorprendente hacia su cara.
Su mano le agarró la muñeca, deteniendo el filo a centímetros del puente de su nariz. Sara alzó un pierna y estrelló su rodilla contra el estómago de la rubia, Deianira sintió el golpe seco y se alejó inmediatamente, llevando una mano hacía el bulto en su vientre bajo. No fue el dolor lo que la mantuvo quieta sino el miedo.
Esa sensación de pavor que todavía le resultaba extraña y nueva.
Sara aprovechó su distracción, cambió de lugar y se puso sobre ella, trabando los brazos de la princesa bajo sus piernas y alzando el cuchillo. La expresión en el rostro de la mujer reflejaba completamente su desequilibrio mental, había algo roto y podrido en sus ojos, una maldad ciega.
──¡Todo esto es culpa tuya! ──le gritó, fuera de sí.
La rubia vio como alzó las manos, dispuesta a finalmente acabar con todo de una vez. Pero Deianira no podía morir. No podía. Entonces, cuando el filo estaba peligrosamente cerca, corrió de golpe la cabeza. El cuchillo se incrustó en la madera putrefacta del suelo y, antes de que pudiera sacalo, la peliblanca tomó todas las fuerzas que le quedaban y le dió un cabezazo.
Le dolió como la mierda pero una oleada de alivio le recorrió el cuerpo cuando el cuerpo de Sara colapsó sobre el de ella, débil e inmóvil.
La apartó de golpe y tomó el cuchillo, se puso de pie y se acercó a la pelirroja con algo de dificultad. Le cortó las sogas que la tenían atada y Bell con cuidado envolvió los brazos alrededor de ella.
──Vamos, hay que irnos ──susurró, palmeándole la espalda con delicadeza.
La chica asintió y caminó hacia la puerta pero Deianira se acercó al cuerpo de Sara. Entonces, viéndola vulnerable, alzó el arma.
──¿Nira...? ──musitó Bell, sacando del trance en el que estaba. Ella la miró y luego a sí misma, el corazón le latía con fuerza, aún sintiéndose a la defensiva. El cuchillo se le resbaló del agarre cuando se percató de lo que estaba a punto de hacer, dió un vacilante paso hacía atrás.
Ya no valía la pena.
Tomó a Bellaera de la mano y la condujo hasta la puerta.
──Vámonos ──dijo.
Cuando salieron de la cabaño lo único que se lograba vislumbrar era nieve y pinos, y luego nieve y más pinos. La desesperación la consumió, sin saber siquiera donde estaba parada. Pero también había una sensación extraña en su pecho, una opresión que pocas veces había sentido.
──Sé donde estamos, hay un lago cerca ──le avisó Bell, dándole esperanza.
Ambas comenzaron a caminar por la nieve, la noche estaba helada y la nieve caía en grandes cantidades. Deianira no reconocía nada pero la pelirroja se movía sobre el territorio como si se tratara de su campo de juego. Avanzaron por largos minutos que se sintieron como interminables horas en el gélido clima.
Sus manos estaban firmemente entrelazadas, la rubia sentía que el cuerpo le flaqueaba y sus pies se arrastraban sobre la capa espesa de hielo. Luego de ir por un camino penumbroso y desolado la ojimorada vió el lago que mencionó su compañera, el agua estaba casi congelada por completo.
Bell estaba a punto de decir algo pero entonces Deianira sintió como algo la tiraba hacia atrás, por un momento creyó que eran sus propias piernas jugándole una mala pasada pero entonces volvió a sentir un golpe directo a la cara. Sara la había pateado y, estando de rodillas, pudo ver como comenzaba a forcejear con la muchacha de cabello color fuego. Nira notó como Bell deseaba ir hacia ella pero, de repente, Sara la empujó hacía el lago.
Un grito desesperado salió de los labios de la princesa cuando el hielo se quebró bajo el peso de la pelirroja, haciendo que se hundiera. Sabía que debía ir por ella de inmediato, con la baja temperatura solo le tomaría pocos minutos quedarse sin movilidad y podría morir de hipotermia incluso antes de ahogarse por completo.
Se levantó, en contra de la voluntad de su cuerpo. Los músculos le ardían y el frió le resultaba muchísimo más dificultosa la tarea de moverse. La bastarda Snow se acercó hasta ella con el cuchillo en mano, Deianira sintió como el corazón amenazaba con saltar fuera de su pecho. Entonces, sin poder evitarlo, Sara clavó el cuchillo en su vientre bajo.
Deianira jadeó de dolor, sintiendo el metal perforándole la piel. La pelinegra sacó el arma de la herida y Nira miró hacia abajo, viendo como la sangre se le dispersaba por el vestido. Un pavor desesperante le recorrió la columna y miró a Sara, ella estaba a punto de volver a incrustar el filo en la princesa pero los ojos se le abrieron de par en par y, antes de que Deianira pudiera comprender que sucedía, la pelinegra se dió la vuelta y comenzó a huír del lugar.
La peliblanca quiso dejarse caer en la nieve y simplemente dejar de sentir el dolor pero no podía simplemente dejar a Bellaera en el agua. Se arrastró hacía la orilla del lago, con el vientre punzándole a cada paso que daba. Podía oír gritos pero parecían muy lejanos y distorsionados.
Al acercarse vio que la pelirroja estaba luchando por salir a la superficie, le extendió los brazos y, repitiéndose que sólo tenía que hacer un poco más de fuerza y el dolor acabaría, la jaló hacía arriba. Su cuerpo cayó de espaldas sobre la nieve, con la vista nebulosa y el dolor extendiéndose sobre su abdomen. Bell tosió a su lado, su cuerpo temblando por el frío pero, cuando notó que Nira comenzaba a cerrar los ojos se percató de la mancha oscura en su vestido.
Deianira escuchó como los gritos se intensificaban y entonces unos brazos firmes la levantaron, sujetándola cerca. Pudo reconocer de inmediato el calor corporal de Jacaerys pero no lo veía, todo se volvió negro justo cuando él la encontró.
────cam's note !
Nira casi se nos petisuis, recenle a dios
Chapter 52: ────fifty-one,
Chapter Text
51, LET THE WORLD BURN !
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LA NOCHE HABÍA caído y con ella la desesperación del príncipe había ido en aumento. Se sentía a la defensiva y había enviado a Vermax a sobrevolar el territorio sur mientras Annemys volaba por el lado norte. Fue difícil darle órdenes a la dragona pero, como si supiese que Deianira los necesitaba, solo había gruñido antes de obedecerlo.
Jacaerys se separó de Cregan porque, luego de haber buscado a las chicas durante horas, le sugirió que sería mejor esperar a que amaneciera. Pero Jace no podía simplemente sentarse a esperar, no sabía si su esposa estaba bien o si tenía frío, no podía dejarla sola cuando lo necesitaba. Así que se negó y siguió solo.
Había perdido la cuenta de cuanto había caminado, parecía vagar en círculos y el frío despiadado había que las extremidades le quemaran con cada paso que daba. Los huesos le temblaban y la nieve caía en grandes cantidades, cubriendo sus huellas.
Fue entonces cuando vio una cabaña escondida entre los abedules, casi haciendo que la estructura pareciera invisible. El castaño apresuró su andar y cuando llegó abrió la puerta de golpe con un empujón. Dentro de la casita solamente habían ruinas de lo que alguna vez pareció imitar un refugio, un colchón fino y viejo descansaba junto a un cuenco de metal que aún tenía algo de leña encendida.
El corazón el príncipe latió con fuerza cuando notó dos pedazos de soga que colgaban de la viga. Uno estaba intacto y el otro había sido cortado, el aroma tan familiar que irradiaba su esposa parecía impregnado en el lugar junto al olor de la madera húmeda. Supo que habían estado allí así que salió decidido hacía afuera y fue entonces cuando se percató de una casi imperceptible irregularidad sobre la capa blanquecina de nieve. Como si fuesen huellas que comenzaban a desparecer por la nevada. Le llamó la atención que parecían ser de una sola persona pero eso no le impidió seguirlas.
De golpe algo lo embistió con fuerza, el impacto fue tal que lo arrojó de frente hacia el suelo. Cuando alzó la vista vio el rostro de James y un cuchillo en medio de ambos. Jace rápidamente se puso de pie y se arrojó sobre él, impidiendo que volviese a levantarse a tomar el arma. El chico jadeó e intentó zafarse de su agarre pero el príncipe se negó a soltarlo, recordó las palabras de Sara y, la mera idea de que él pudiese haber sido el culpable de herir a Deianira lo llenó de una ira ciega.
──¿Dónde están? ──le gritó, envolviendo sus manos alrededor del cuello del muchacho y apretando lo suficiente como para que no se moviese. James, en lugar de parecer intimidado, solo se rió. Fue una risa hueca y gutural, algo que le heló la sangre. No estaba seguro de qué estaba mal con los bastardos Snow pero sabía, sin duda alguna, que no estaban totalmente cuerdos.
──Tarde ──musitó, casi con un tono victorioso. Las manos de Jacaerys temblaron y entonces le dió un puñetazo, las manos del chico le apretaron los hombros y la cara, queriendo contraatacar, pero el heredero ya estaba comenzando a ver rojo por el enojo. La posibilidad de que le hubieran hecho algo a Deianira lo hacía sentir errante, como si fuera a perderse a sí mismo si ella ya no estaba.
No. No podía.
Lo golpeó de nuevo, ya ni siquiera controlando la fuerza de sus golpes. Quería sacarle la sonrisa de la cara, quería hacer que le temiera, que lo respetara. No recordaba haber sentido una sensación tal de enojo jamás en su vida.
──¡¿Dónde mierda están?! ──exclamó de nuevo, con la voz rígida y firme que resonaba entre el vacío bosque. James se rió más fuerte, como si se forzara a sí mismo a mantener la máscara de despreocupación. La boca y la nariz le estaban sangrando, gotas color carmesí caían sobre la nieve.
──Si no las encontraste ahí es porque Sara ya se deshizo de ellas ──dijo, de nuevo condescendiente, como si supiese más que Jacaerys. Como si fuese el dueño de la vida de quién sea que se cruzara ──¿Estaba embarazada, no es así?
La voz del pelinegro le heló la sangre, la forma en la que habló en pasado casi lo volvió loco. Jacaerys comenzó a pegarle, no podía ver nada excepto el enojo que sentía. Sus nudillos se incrustaron contra los huesos del bastardo en cada golpe, puñetazo tras puñetazo. Al principio él se quejaba y trataba de luchar pero eventualmente dejó de hacerlo; aún así Jace no se detuvo, no paró.
Le pegó y le pegó hasta que notó como la carne de su mano se comenzaba a desprender y a sangrar, mezclándose con la de James. La cara se le había desfigurado, sus brazos estaban caídos a los lados, inertes. Jace se estremeció cuando no lo asaltó ni una pizca de arrepentimiento.
Incluso viéndolo muerto, viendo su rostro de color carmesí vibrante, no sentía nada. Lo dejó caer, sintiendo como el cuerpo le temblaba por la fuerza. El cadáver del bastardo permaneció allí, una parte del rostro se le había hundido como si el hueso de su cráneo se hubiese roto. Jacaerys jadeó, limpiando sus heridos nudillos en su pantalón.
──Se los advertí... ──murmuró, casi de forma incoherente.
Fue entonces, en un segundo, cuando un grito lleno de desesperación cortó el aire. Los vellos en la nuca del casto se erizaron cuando reconoció la voz de Deianira, sin pensarlo dos veces comenzó a correr hacía el lugar de donde provenía el grito, notó más voces cerca y se percató de que Cregan y los demás guardias lo habían estado siguiendo. Entonces, a lo lejos, vio el resplandor plateado de la cabellera de su mujer.
──¡Deianira! ──la llamó con desespero pero ella no se volteó, parecía desorientada y notar eso hizo que el corazón se le hundiera hasta el fondo del estómago. Sara estaba frente a ella, muy cerca pero, cuando notó a Jacaerys y a lo demás, comenzó a correr lejos del lugar. Jace sintió un golpe de horror cuando notó el brillo del filo de un cuchillo en la mano de la bastarda──¡No, Deianira!
Ella no lo oía, vió como se acercó al lago a su lado y se inclinó. Temió que fuese a caer así que se apresuró para correr más rápido, sintiendo la sangre palpitándole en los oídos. Pero entonces Bellaera salió del agua con su ayuda, completamente empapada. Las dos estaban allí.
Jace llegó y cayó de rodillas al lado de su esposa, tomándola entre sus brazos.
──Deianira ──la llamó, pero sus ojos comenzaron a cerrarse, su cuerpo se sentía frío en el agarre del castaño y cuando bajó la vista vio manito posada en su vientre. Bellaera lloraba en silencio junto a ellos, el abdomen del vestido de su esposa estaba húmedo y una mancha color carmesí había cubierto la tela de color gris ──. No, no, despierta...
Cregan y sus hombres llegaron, observando al príncipe sollozando junto al cuerpo de su esposa.
Jacerys se inclinó, sosteniendola contra su pecho para proporcionarle calor, su manos sangrientas y temblorosas buscaban la forma de mantenerla segura. Aún respiraba, de forma lenta y suave, pero lo hacía. Así que Jacaerys se negó rotundamente a la idea de dejarla ir sin intentar salvarla.
La alzó en sus brazos y comenzó a caminar de regreso hasta el castillo de los Stark, apresurandose para llegar a tiempo. Los brazos le flaqueaban y le ardían de tan congelados que estaban pero su agarre en su esposa no se debilitó.
──Estás bien, te tengo ──le susurraba, confiando en que ella podía escucharlo, deseando que se sienta segura sabiendo que ya estaba con ella ──. Te encontré, estás bien...
Jacaerys estaba sentado en el borde de la cama, mientras un maestre norteño cosía la herida en el estómago de Deianira. Se veía delgada pero no sabían qué tan profunda era, la peliblanca no había despertado desde que llegaron y el príncipe no se había despegado de su lado ni por un segundo desde entonces.
Bellaera estaba bien, se había bañado con agua caliente para quitarse el frío del agua y, fuera de unos moretones en sus muñecas, no había otros golpes que fuesen de mayor magnitud.
Los guardias aún estaban buscando a Sara, quien había escapado.
Jace observó cómo el hombre anciano terminaba de hacer las puntadas en el vientre de su esposa y luego lo miraba, con una mezcla de pena y empatía, como si le estuviera dando su pésame entre líneas. Jace le agradeció y lo observó marcharse.
El castaño bajó la vista hacía la rubia, viendo sus ojos cerrados y su palidez, se sentía histérico e inútil. Sentado allí mientras ella moría en la cama y la causante de su dolor estaba aún suelta. Se arrepintió con todas sus fuerzas haberla traído aquí, inconsciente del peligro en el que estaba. También se maldijo a sí mismo por no ser más precavido, por dar por sentado que nadie se atrevería a lastimarla.
¿Cómo pudo ser tan tonto? Se seguía repitiendo, castigándose en sus propios pensamientos. Debió haberla cuidado mejor. Ya la habían herido antes cuando él no estaba allí para cuidarla, a ella y a su bebé, ¿por qué confió en que no volverían a intentarlo?
Parecía que tenían una maldición encima, como si cada uno de sus vástagos estuviera destinado a la muerte incluso antes de nacer.
Un sollozo abandonó sus labios, apoyando cuidadosamente la frente contra el estómago de Nira. Las lágrimas cayeron y, siendo sincero, estaba aterrado. Deseaba ser él quién estuviese herido, se preguntó si esto le sucedió por haber lastimado al bastardo, como un castigo divino que se burlaba de él.
──No me dejen, por favor ──rogó, sin saber qué más hacer. Si ella moría él moriría con ella, aún si su corazón siguiera latiendo. Su vida entera era Deianira, ella era su esperanza y su consuelo, su tristeza y anhelo. Sin su esposa quedaría vacío, un envase sin un alma ──. No puedo vivir si no estás aquí.
Un rugido resonó por la habitación, Annemys no había dejado de lloriquear desde que vio a su jinete. Jace jamás había oído a un dragón sufrir así, sus rugidos se podían comparar con sollozos. Vermax estaba volando detrás de la inmensa bestia, cabizbajo. Parecía hacerle compañía, incluso si la dragona rechazaba su cercanía una y otra vez, el pequeño animal verde la seguía como si fuese un cachorro.
Verlos le rompía el corazón al príncipe heredero.
Entonces, después de unos minutos, Bellaera entró apresuradamente a la habitación y se quedó paralizada cuando vio a Deianira. La mirada en sus ojos color cielo hizo que Jacaerys se sintiera culpable por haber dudado de ella en algún punto, la pelirroja miraba a su esposa con una preocupación y afecto enorme.
──Estará bien, ¿no es así? ──preguntó, acercándose a pasos vacilantes.
Jace no respondió, tenía un nudo en la garganta que le quemaba la piel y le impedía hablar. Aún con las mejillas empapadas de lágrimas le asintió, apretando los labios para evitar seguir llorando frente a ella.
──Es fuerte ──le respondió, con la voz quebrada y hecha un hilo.
Bellaera lo miró pero el sonido chillante de las puertas abriéndose hizo que mirara hacia atrás, Jace se limpió la cara con la palma de la mano y tomó una bocanada de aire. Cregan entró, con la vista baja y pasos suaves. Instantáneamente Jacaerys supo que no habían encontrado a Sara, lo que lo hizo querer llorar más y maldecirla a gritos.
──No está, la nieve está cubriendo todas las huellas ──informó el lord.
Bellaera frunció el ceño, sintiendo como el pecho se le oprimía y los puños se le cerraban.
──¡No pueden dejarlos escapar! ──exclamó la mujer y Cregan se sorprendió por el enojo en su voz. Bell jamás se había enfadado, nunca había expresado nada más que comprensión y dulzura.
──¿De qué hablas, Bellaera? ──le preguntó el mayor.
──Sara y James huirán al amanecer, lo dijeron frente a nosotras ¡Si los dejan irse no van a volver a encontrarlos! ──respondió, a gritos.
Jace miró a Deianira tras oír a la chica de cabello cobrizo, la expresión de paz en su mujer seguía allí aún sin despertar. El castaño ni siquiera sabía si volvería a mirarla a los ojos y eso generó que una oleada de furia lo consumiera.
Notó su espada reposando contra los pie de la cama en la que estaba Nira. Se puso de pie y miró a los ojos a Bell, sabiendo que podía poner en sus manos la seguridad de la ojimorada. Ella, leyendo la expresión del príncipe, asintió enseguida.
──No abandonaré su lado ──prometió.
Jacaerys tomó su espada y se acercó a la rubia, besándole la frente con suavidad. Su pulgar le acarició la mejilla y se tomó un minuto para beber cada uno de sus delicados rasgos con sus ojos. No podía dejar que Sara escapara, no se permitiría darle el lujo de seguir respirando cuando su esposa y su hijo estaban pereciendo en una cama, cuando no sabía si sobrevivirían la noche.
Se dió la vuelta y se encontró con Cregan frente a frente.
──No intentes detenerme ──le advirtió. No le importaba nada en este momento, ni su alianza ni su amistad era más importante para él de lo que Deianira era.
Cregan, comprendiendo el sentimiento del castaño, se limitó a asentir.
──Haz lo que debas hacer ──repitió, tal y como le había dicho hace horas. Sabiendo que esto ya no estaba en sus manos.
Jacaerys se apresuró a salir, dispuesto a cazar a Sara y a hacerle pagar por todo lo que le había hecho. Cuando volvió a salir el cielo se estaba aclarando, casi amaneciendo. Annemys pareció verlo desde lejos y, como si oliera su determinación, aterrizó a pocos metros de distancia. Jace observó los ojos negros de la bestia, llenos de una exasperación que imitaba sus propios sentimientos. Fue entonces cuando el dragón rugió y comenzó a caminar por la nieve, clavando sus patas y espolones en la nieve. Sus enormes alas se chocaban contra los abedules y pinos, arrasando con todos y cada uno de los que se posaban en su paso.
Jace apretó la mandíbula y, sin decir nada, lo siguió.
────cam's note !
¿Qué opinan del cap? 😭
Pobre Jace auch, no solo detesta a Sara por lo que le hizo a Nira sino también por lo que le hizo a ÉL, pobrecitooo 😭😭😭😭😭😭😭😭
Chapter 53: ────fifty-two,
Chapter Text
52, BLOOD MUST HAVE BLOOD !
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LA DRAGONA AVANZABA por la nieve, gruñendo y destrozando todo lo que se le interponía en el camino. Sus alas oscuras se comparaban con la mismísima penumbra del bosque y, por primera vez, parecía tolerar que Jace andaba cerca de ella. Seguía siendo imponente y salvaje, eso no había cambiado ni una pizca, pero ahora parecía mucho más grande, como si se hubiese alargado mientras ellos estaban en el norte.
──Sōvēs, Annemys ──ordenó y la bestia sacudió las alas antes de alzar vuelo sobre la altura de los abedules y pinos, su mirada enfocada en cualquier cosa que pudiera moverse sobre la superficie blanquecina.
Jace podía sentir las palmas de sus manos cosquilleando, su corazón latiendo con fuerza dentro de sus costillas. Vermax apareció en el oscuro cielo, posándose a un lado de Anne. Su tamaño tan diminuto a un lado de la bestia parecía casi cómico, sus alas color esmeralda se veían más oscuras bajo la sombra de la dragona de su esposa.
Fue entonces cuando Annemys gruñó y bajó el vuelo con una determinación agresiva, Jacerys comenzó a correr hacía donde se dirigía sabiendo que había encontrado lo que estaban buscando. Vermax la siguió de inmediato. La cabellera de Sara Snow se llegó a divisar en la tenue luz de la noche, mientras sus pasos se hacían más profundos sobre el espesor de la capa blanca que cubría el suelo. Ella vió a ambos dragones y el vello de la nuca se le erizó, se había cambiado de ropa y ahora tenía un arco improvisado sobre la espalda, un arma que James apenas había logrado improvisar hace un par de días, cuando su plan parecía algo más que una desdichada fantasía sin sentido.
Lo sacó y apuntó hacía la bestia del príncipe, las flechas le chocaron contra las escamas hasta que una se incrustó en el tejido blando justo al borde de su cuello. Jacaerys sintió su propia piel quemándolo y un jadeó de dolor abandonó sus labios;detuvo su paso, llevando una mano a su cuello intacto. Casi podía palpar la herida invisible sobre su carne y, a pesar de que no sangraba, podía sentir el calor recorriendo cada uno de sus músculos.
Annemys rugió una vez más, sus alaridos retumbaron entre la maleza de los árboles y se puso enfrente de su compañero, cubriéndolo con sus oscuras alas. El animal más pequeño se encorvó contra las escamas negras del mayor y cuando se acurrucó contra el lomo de Annemys Jacaerys pudo notar las orbes de Vermax brillando con las pequeñas lágrimas que el dolor le había provocado.
──Umbās, rȳbās ──exclamó Jacaerys, caminando hacia ellos. El cuello le ardía y la dragona ya lucía harta de escucharlo, la mirada en sus ojos casi le recordó a la forma en la que Deianira solía mirarlo cuando eran niños. Con esa silenciosa irritación que parecía estar a punto de desbordarse ──. Demātās.
Los dragones gruñeron, no conformes con su orden, pero aún así obedecieron. Jace vió como Annemys le arrancó la flecha del cuerpo a Vermax y le lamió la herida, haciendo que incluso la piel de Jacaerys dejase de sentirse caliente y lastimada. Pero, sin importar cuanto comfort le trajera verlos así, la ira seguía fervientemente incrustada en su pecho. El rostro de su esposa no paraba de aparecer en su mente y la idea de perderla lo estaba guiando al borde de la locura, por eso, cuando su vista se posó en Sara, no pudo ver nada más que su propio rencor.
Recordaba las palabras que le había dicho pocas horas antes, como se había burlado mientras él estaba inmóvil en el suelo, su risita seguía abarcando cada pensamiento que se le cruzaba, como una tortuosa e incesante melodía que no hacía más que volverlo ciego ante sus susurros por clemencia. Ella lo llamó príncipe, tal vez una o dos veces, pero su voz no era lo suficientemente alta como para ser oída en la inmensidad de la nada misma. No sabía donde demonios estaba, había dado vueltas en este lugar durante toda la noche y, si era honesto, la nieve y el frío le complicaban la tarea de poder reconocer en que parte de Invernalia estaba parado.
Fue entonces cuando la mujer bajó la vista a las manos del primogénito de Rhaenyra, Jacaerys tenía los nudillos cortados y machucados, manchados de sangre que ya no goteaba. El pobre calor que aún tenía en el cuerpo le cayó en picada, como una lluvia de invierno que la empapó con escalofríos. Dudaba que hubiese golpeado a Cregan, teniendo en cuenta que su medio hermano confió más en el heredero de la reina que en ella, la hija de su padre. Por eso, la única opción era clara, y sin embargo no quiso reconocerlo.
Jacaerys tendría clemencia, quería creerlo. Perdió la cuenta de cuantas veces se repitió a sí misma que un príncipe de su estatus, un muchacho que era aclamado por su sensatez y razón, nunca se dejaría llevar por el sentimiento más primitivo del ser humano: la rabia.
Pero la verdad era que no lo conocía en absoluto, y esta madrugada pavorosa se lo había demostrado con lujo de detalles.
──¿Qué has hecho? ──jadeó, arrastrándose hacia atrás. Las palmas de sus manos contra la nieve comenzaban a sonrojarse y a arder, ninguna flecha estaba ya a su alcance y ─aún si hubiese tenido alguna─ las agallas para volver a disparar se habían disipado. Ahora no solo la aterraban los gruñidos de aquellas bestias de antaño, reservada para los dioses y los reyes, sino que la mirada del príncipe frente a ella era tan férvida como la de los dragones mismos. Incluso parecía ser notablemente menos controlada, como si estuviese a punto de estallar ante el más mínimo movimiento que hiciera.
Y la asustaba.
Los dioses sabían que estaba completamente atemorizada del castaño al que osó subestimar.
──Lo mismo que has intentado sin éxito ──susurró Jacaerys, la que estaba inmóvil ahora era ella, con los ojos ligeramente abiertos y una expresión de terror. Jacaerys no planeaba golpearla, a pesar de que la quería muerta; una vida ya era suficiente para él. Una muerte era mucho más de lo que cualquier persona sana pudiese haber soportado, y no iba a seguir manchando sus manos con la sangre de insignificantes bastardos.
──No...
La pelinegra comenzó a sollozar pero ya no era merecedora de ninguna pizca de misericordia, no sabía si su bebé sobreviviría la noche ─si siquiera Deianira lo haría─ entonces, ¿por qué tenerle clemencia? La odiaba, y los dioses eran conscientes de que, en el fondo de su pecho, el resentimiento estaba abarcando cada rincón.
Entonces se acercó a ella, tan rápido que la bastarda no tuvo tiempo a reaccionar, ni a arrastrarse, con una mano la tomó de la mandíbula y con la otra le sostuvo la nuca; asegurándose de que no pudiera zafarse de su agarre. Sus ojos estaban más oscuros que nunca y su rostro carecía de emoción alguna, como si hubieran apagado cada rastro de humanidad del príncipe castaño.
──Te llevaré con tu amante ──le susurró, mientras ella lloriqueaba. Si esto le hubiera pasado bajo otras circunstancias tal vez la hubiera perdonado, pero no ahora, no cuando ambos habían atentado contra lo más preciado que Jacaerys alguna vez pudo poseer. Él apretó la mandíbula y la miró, mientras la pelinegra estaba de rodillas en la nieve ──. Y vas a quedarte frente a su inerte cuerpo hasta que tu maldito corazón deje de latir...
Ella negó, lágrimas espesas resbalando por sus mejillas, ¿cómo podía rogarle y llorar cuando horas antes había intentado hacerle cosas que él ni siquiera se permitía a sí mismo volver a recordar? La impotencia, el temor y la rabia habían cambiado de lado en el tablero y, así como ella no se había echado para atrás en su plan, Jacaerys se prometió ─por su esposa e hijo─ que no iba a tener compasión.
──No quiero pelear ──suplicó, el heredero la tomó por el cuello de la capa y la arrastró por la nieve cuando ella se negó a avanzar, podía ver unas huellas que la nieve había cubierto casi por completo y tuvo el presentimiento de que estaban cerca de la cabaña, a pesar de su carente sentido de orientación.
──Tarde ──respondió el príncipe.
Pronto pudo divisar aquella podrida estructura, mientras los copos de nieve caían con lentitud pero constantemente, Jacaerys ya era indiferente al frío y a los helados escalofríos que le recorrían la piel. Cuando se estaban acercando al lugar el príncipe sintió un dolor punzante en el muslo y, por instinto, soltó a la bastarda mientras jadeaba. Al bajar la vista vio como su pantalón comenzaba a mancharse, la tonalidad oscura de la tela le impidió ver el color de aquél líquido pero la molestia era tan aguda que le fue imposible no percatarse de que lo había herido.
Él apretó la mandíbula, Sara comenzó a gatear con rapidez hacía el lugar donde yacía el cuerpo de James, pálido y con el rostro desfigurado por los golpes. Al verlo soltó un grito de horror y se reclinó sobre él, Jace sintió como el pecho se le oprimía pero de inmediato el rostro pálido y el vientre abultado de su mujer le aparecieron en la mente como un recordatorio de la crueldad que ambos bastardos le habían mostrado. Las heridas en las muñecas de Deianira, la forma en la que se desvaneció en sus brazos y el notable hecho de que cargaba a su bebé solo lo endurecieron; si no habían tenido piedad con ella ─se repitió a sí mismo─ entonces no merecían ningún acto de misericordia.
Aún con el muslo herido caminó hacía la mujer e intentó arrebatarle de las manos la navaja que uso para lastimarlo, el cuchillo era demasiado pequeño como para que él se hubiera percatado que lo tenía desde antes. Ella forcejeó, sus jadeos comenzaron a mezclarse con sus lágrimas y su fuerza pareció aumentar; pero todavía no era suficiente para enfrentarse a la de Jacaerys.
──Sabía que eras una arpía, lo sabía y Deianira no quería creerlo ──susurró, inclinándose para que pudiera oírlo, a pesar de que en el silencio del bosque incluso el murmullo más débil podría ser escuchado a millas. Su respiración salía por su boca como un humo translúcido que se expandía en el gélido aire invernal, su mano seguía sosteniendo la muñeca de la bastarda Snow mientras ella se aferraba al arma. A pesar de estar de rodillas frente a él algo en su mirada parecía haber cambiado, la presencia del cadáver de James la hundió en una desesperante alarma que el heredero de la reina comprendió ──Te llevaré con tu hermano al amanecer, le pedirás disculpas por ser una perra.
Ella escupió mientras lo miraba, con sus oscuros ojos embarrados en un ferviente odio que Jacaerys correspondía con cada fibra de su ser.
──Prefiero morir.
Jace sonrió de lado. Tal vez solo para molestarla.
──Oh, créeme ──comenzó a decir ──, si mi esposa no despierta, me aseguraré de que lo hagas.
El castaño estaba a punto de volver a ponerla sobre sus pies y arrastrarla hacia Invernalia, donde se aseguraría de obligarla a disculparse con Cregan y encerrarla, pues no mentía diciendo que su destino dependía de la vida de Deianira y el bebé. Pero, en menos de un segundo, incluso antes de que Jacaerys pudiera prevenirlo, Annemys salió de la nada y sobrevolando sobre sus hombros ─arrasando con los troncos de los pinos por la longitud de sus alas─ arrancó la cabeza de Sara de un mordisco brusco.
Jacaerys la soltó y se echó hacia atrás, su espalda impactó contra el suelo y la nieve se tiñó de rojo mientras el cuerpo decapitado de la bastarda Snow caía de rodillas y, posteriormente, sobre el piso. La bestia salvaje mordisqueó el cráneo y el príncipe pudo oír los huesos crujiendo entre sus dientes, pero ella no lo tragó; como si se tratase de basura el dragón escupió los restos de la mujer y, cuando Vermax se apareció gruñiendo, como si la regañara, se apresuró a engullir lo que quedaba de cuerpo.
El castaño sintió como el corazón se le desbordaba por en el pecho, la dragona de Deianira soltó un gruñido y se alejó a pie, su cola empujó el cuerpo inerte de James y lo hizo resbalar del tronco dónde había estado apoyado. Así, sin más, desplegó sus alas y alzó vuelo, con las extremidades de la bastarda colgando de la punta de su hocico.
El silencio de la noche lo golpeó como una avalancha, finalmente todo se estaba acabando. ¿Cómo carajos se suponía que le explicaría esto a Cregan? Sus dudas fueron tan abrumantes por una milésima de segundo que su compañero alado se acercó a él y le acarició el brazo con la cabeza, Jacaerys lo miró y, tras darle unas palmadas en el cuello, se puso de pie para subirse al lomo del dragón.
──Sōves, Vermax ──ordenó y el animal alzó vuelo para volver hacía la fortaleza de los Stark.
El viento helado le golpeó la cara y la ira se desvaneció para solo dejarlo acompañado de la incertidumbre, un sentimiento mucho más agobiante que el enfado. Pudo divisar a la bestia salvaje sobrevolando los alrededores, sus ojos oscuros y aquellos dientes amarillentos, que ahora estaban cubiertos con pedazos de carne y sangre fresca, jamás le habían parecido tan aterradores como lo eran ahora. Se seguía preguntando cómo aquella cosa estaba vinculada con tanta intensidad a su dulce esposa.
────cam's note !
No puedo creer que no he actualizado desde Julio. Han pasado 84 años...
Chapter 54: ────fifty-three,
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53, MY BRAVEST COMPANION !
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EL SUELO PARECIÓ haber sido arrancado debajo de sus pies al entrar en la habitación y, cuando vio aquellas orbes amatistas llenas de temor, solo sintió el ardiente deseo de protegerla. Se acercó a grandes zancadas, sus manos acunaron el rostro cálido de su esposa y Bellaera ─quien había estado junto a ella durante toda la noche─ dió un paso atrás para dejarlos solos.
Nira sollozó cuando Jacaerys la tomó en brazos, los nudillos del muchacho estaban machucados y manchados de sangre, su tacto se sintió frío y calloso pero el afecto estaba tan presente como siempre. La nieve seguía cayendo contra la ventana, mostrando el inevitable e imparable paso de las horas pero, en ese momento, algo pareció estancarse en el tiempo; como si todas las desastrosas emociones que los habían abarcado durante esta horrible experiencia se mezclaran para transformarse en un recuerdo que se quedaría marcado en ambos. Para bien o para mal.
Una mancha de tinta sobre un manto que solía ser blanco e inocente.
La rubia lloró por un buen rato, con el vientre ardiendo y la herida punzando junto a cada bocanada de aire que tomaba. Pero Jace no se movió, no dejó su lado incluso cuando Cregan apareció junto al marco de la puerta, o cuando sus dragones danzaron juntos en el oscuro cielo de la madrugada, mientras el sol se asomaba tímidamente por el gélido horizonte.
Sabía que algo en sí mismo se había quebrado esa noche, era consciente de que sus manos pesarían por el resto de sus días en la tierra con el pecado de haber arrebatado una vida pero, si era honesto consigo mismo, preferiría hacerlo de nuevo y ser arrastrado por los siete infiernos cuando el Desconocido viniera por él antes de permitir que alguien volviera a herir a Deianira.
Le había prometido que la cuidaría y, antes de fallar a su palabra, sería mejor morir de agonía en el frío.
Sus labios llenaron la frente de su esposa con suaves besos y palabras de cariño mientras la acunaba cerca. No se atrevió a abandonarla y agradeció que Cregan no exigió explicación alguna ante la falta de sus hermanos. Un maestre llegó a la habitación a medio día, dejó algo para que su esposa se alimente y le indico que, una vez pudieron puntos en la herida del abdomen de la princesa, no se manifestó ninguna hemorragia de entre sus piernas. Lo cual podría significar que el bebé estaba sano, pero que le recomendaban quedarse en Invernalia durante unos días más para monitorear su estado de salud.
Jacaerys quería salir corriendo de allí, tomar a su esposa y largarse, pero no iba a hacerlo sí eso podía lastimarla. Lo más coherente en ese momento sería esperar y no someterla a un viaje de regreso a Rocadragón en un transporte como lo era el lomo de un dragón.
Por eso, esa misma noche, mientras Deianira dormía, Jacaerys se dirigió hacia el despacho del lord y le informó todo lo sucedido. También, aunque fue un poco hipócrita de su padre, le ofreció sus condolencias. A pesar de todo, la sangre lo seguía uniendo a James y Sara, y Jacaerys comprendía si el señor sostenía aprecio por los bastardos de su padre.
Para su sorpresa, Cregan no se mostró conmovido por las muertes de ambos mellizos, le explicó que siempre habían sido un dolor de cabeza constante, que su confianza en ellos jamás había sido naturalmente plena y que ─por más cruel que sonase─ incluso se relajaba ante la idea de no tener que seguir viviendo alerta por alguno de sus egoístas planes. No era la primera vez que hacían algo así, según Jacaerys había comprendido, también habían tenido actitudes agresivas y maleducadas con varios señores del norte, y siempre habían sido mucho más petulantes que cualquier otro bastardo bajo su propio juicio debería ser.
Jacaerys entendió, aunque le pareciera algo retorcido, que en cierto modo con todo lo sucedido le había hecho un favor al lord. Y así Cregan le ofreció que pidiera lo que quisiera, sin tratos ni promesas.
──Dos mil de mis hombres serán enviados a pelear por la causa de tu madre ──le dijo, con firmeza y determinación, algo que al parecer ya tenía decidido desde hace tiempo ──. Pelearán por el reclamo de nuestra reina, y por el de nuestro heredero...
Así, al cumplirse el quinto día y cuando su esposa estuvo en condiciones suficientes, el príncipe compró un barco en la parte costera y le indicó al capitán navegar hasta la isla de Dragonstone, Bellaera había insistido en marcharse con ellos y ─aunque Cregan lo dudó por tiempo suficiente─ al final ninguno había podido negarse. Deianira parecía feliz junto a ella, el príncipe ya había notado como su ánimo mejoraba siempre que estaban juntas y, conociendo su falta de amistad con la mayoría de las personas en Rocadragón, se negó a dejar que pasara sus días solas en su ausencia.
Pero al llegar a la isla, junto a parte de los hombres que formaban su ejército, su esposa y una triunfante sensación de victoria, la realidad lo aplastó como si no fuese más que un bicho acorralado en un rincón.
El aire se sintió diferente en el preciso momento en el que pisó el castillo, incluso parecía que le costaba respirar y, cuando entró en los aposentos de su madre junto a su mujer, Baela ya estaba allí con la reina. En un silencio sepulcral la morena se puso de pie y se acercó a Deianira, Jacaerys frunció el ceño cuando ella la tomó con cuidado del brazo y la guió para que ambas salieran de la habitación. Quiso preguntar a qué se debía todo esto, pero la ausencia de la alegre y vivaz presencia de Lucerys fue suficiente como para revolverle el estómago y callarlo.
Su madre no dijo nada, tenía los ojos hinchados y rojizos de tanto llorar. Jace quiso empujar sus sentimientos atrás, como se había acostumbrado a hacer durante toda su infancia, pero esta vez no pudo.
──Lord Cregan Stark me ha prometido dos mil hombres, cien han venido conmigo en barco y... ──explicó pero la voz se le quebró antes de terminar la oración, ahora comprendía porque las miradas de los guardas se desviaban de él mientras avanzaba por los pasillos, porque las criadas solo cargaban ojos oscuros manchados con pena y amargura ──. Y...yo...
Su madre se levantó y caminó hacía él, sin exigirle mantener la compostura solamente lo envolvió en sus brazos y lo dejó llorar. Rhaenyra jamás había sido una persona que se regocije en bromas de mal gusto, nunca sería capaz de bromear con algo tan delicado, no sería posible que su hermano no estuviese allí; teniendo en cuenta que su distancia a Bastión de tormentas era mucho menor que el tiempo que le tomó al príncipe primogénito recorrer el norte.
El calor de su madre lo consoló. Momentáneamente. Se sintió avergonzado por estar sollozando en su pecho como un niñito y, al mismo tiempo, no pudo evitar desear volver a los días cuando no era más que eso: un infante que al final de un día lleno de juegos volvía a los brazos de su madre.
Pero ese tiempo efímero había quedado en el pasado y ahora, con el peso de la culpa y el remordimiento sobre sus hombros, no pudo evitar percatarse de que ahora el protector de un niño que buscaría consuelo en sus brazos era él. Que su etapa como hijo acababa justo en ese instante en el que se convertía en padre.
Deianira despertó en medio de la noche cuando, al girar hacia un lado, la cama en la que estaba se encontró vacía. El aire salado que invadía la isla y el frío característico de aquellas paredes de piedra eran un recordatorio constante de que habían vuelto, pero ya nada aquí se sentí igual. La mujer se puso de pie y, avanzando descalza por la habitación, no encontró nada.
Una punzada de preocupación le abarcó el pecho y abrió la puerta para asomar la cabeza y observar los desolados pasillos. Un guardia estaba parado en una de las esquinas de piedra, vigilante e inmóvil. La princesa se arrojó un abrigo sobre los hombros y salió de los aposentos, cuando vió esos familiares ojos verdes del guardia no pudo evitar fruncir el ceño.
──¿Ser Alwyn? ──murmuró y él hizo una reverencia, tan respetuoso como siempre lo había sido, pero el anillo en el dedo de la peliblanca hizo que aquellas sonrisitas que él solía dedicarle no volviesen a aparecer en ese momento.
──Mi princesa ──dijo.
Ella volteó hacía los lados y dió un último paso hacía adelante.
──¿Has visto donde se ha marchado mi esposo? ──preguntó, temiendo que Jacaerys tal vez hubiera tomado a Vermax y hubiese ido hasta Desembarco para buscar a Aemond, una idea descabellada pero que sin dudas podría ser posible ──Desperté y ya no estaba en la cama...
El temor en la voz de la muchacha no pasó desapercibido ante el guardia, quien la había visto durante años comportándose como una niña mimada e indiferente ─que solía preocuparse solo por sus joyas y vestidos─, pero ahora estaba parada allí, tan pequeña y vulnerable como nunca antes la hubiese visto.
──Sí, mi princesa, déjeme llevarla con él ──dijo, ofreciéndole ayuda. Deianira lo siguió a través de los pasillos, tan oscuros que casi le daban un aspecto deshabitado a todo el castillo, nunca le había gustado esta isla; era demasiado fría y solitaria para alguien como ella.
Fue entonces que un sonido tenue y débil le llenó los oídos, un suave sollozo que provenía desde una habitación con una puerta de madera, adornada con marcas talladas con algún objeto con punta y un caballo de mar en bronce reposando en medio. Cuando Deianira se percató a quien le pertenecía aquel cuarto el estómago se le hundió con brusquedad y le agradeció a Ser Alwyn antes de indicarle que podía marcharse de nuevo.
La peliblanca empujó la puerta y se adentró en la oscuridad, donde el llanto sonaba más cercano y quebradizo. Jacaerys estaba arrodillado junto a la cama de Luke, aferrado a un pedazo de tela y con la cara hundida en ella. La menor sintió como los ojos le ardían y se acercó, sin perturbarlo pero con intenciones de hacerle saber que no estaba solo. Se puso de rodillas a su lado, pasando una mano por la espalda de su marido mientras él sollozaba fuertemente. Ni siqueira podía imaginar lo que debería estar sintiendo, la impotencia y el dolor que ahora nublaban su mente. No quiso hablar, no quiso decirle que todo estaría bien porque sabía que si alguno de sus hermanos moría ella se encontraría en el mismo estado, y oír un simple ¨todo estará bien¨ no la consolaría de ninguna manera.
──Es mi culpa ──balbuceó el castaño, haciendo que el corazón de su esposa se hundiera hasta su estómago, la garganta se le apretó con fuerza y ella negó repetidas veces mientras se acercaba más y lo envolvía entre sus brazos ──. Era muy pequeño, no debía haber puesto en su mente la idea de probarse a sí mismo por la causa de nuestra madre, es mi culpa.
Deianira sintió como las lágrimas comenzaron a caer por sus mejillas también, una acompañante silenciosa de su propio dolor. Sus puños se cerraron contra la camisa de Jacaerys y volvió a negar, mientras trataba de escupir cualquier palabra que pudiera calmar algo de la fervente pena del castaño.
──No, no es tu culpa, no sabías que esto pasaría ──susurró, e incluso eso se sintió inútil.
¿Cómo pretendía consolar un dolor tan profundo, como lo era la pérdida de un hermano, con ese simple gesto?
──Soy el mayor, debería haberlo sabido, debería haberlo impedido ──negó el príncipe, causando que su esposa volviese a negar y a aferrarse con más fuerza a él. Estos pequeños aposentos aún tenían un baúl inundado de juguetes que Luke había abandonado demasiado pronto, Jacaerys se maldijo a sí mismo por haberlo presionado a entrenamientos y reuniones en vez de preservar su efímera e inocente infancia. Un sollozo lleno de dolor volvió a escapar de entre sus labios, incapaz de seguir reteniendo las lágrimas. Fue entonces cuando se giró bruscamente y se aferró a Deianira, intentando anclarse a la poca esperanza que aún le quedaba.
La rubia le acarició el pelo y acunó su cuerpo contra el de ella mientras los dos lloraban, Jacaerys siendo más ruidoso y desastroso, sintiendo que el mundo se le derrumbaba en pedazos.
──Estoy aquí, Jace, puedes llorar todo lo que necesites ──le indicó ella, queriendo hacerle saber que no lo juzgaba por derramar lágrimas, ni mucho menos que dejaba de estimarlo con la misma fuerza. Él hundió su rostro húmedo y caliente en la curva que se generaba entre el cuello y el hombro de la peliblanca, sus brazos firmemente envueltos alrededor de su cintura y sus rodillas junto a las de ella sobre el empedrado suelo.
Su mente le jugó una mala pasada y le recordó el grito que Sara Snow había soltado cuando vio el rostro de su hermano, desfigurado por él. Eso solo hizo que Jacaerys llorara con más fuerza y se aferrara a Deianira como si ella, su compañera más valiente, pudiese salvarlo de sus pecados y de su propia oscuridad.
──Los dioses me están castigando ──sollozó, mientras su pecho subía y bajaba con toscas bocanadas de aire, luchando para obtener una pizca de oxígeno a través del llanto ──. Asesiné al bastardo Snow, y luego llevé a su hermana para que lo vea. Los dioses me lo están cobrando, me castigan por ser un desalmado.
El arrepentimiento en la voz de Jacaerys la cortó como un cuchillo y su sangre se congeló, como si le arrojaran una cascada de agua helada sobre los hombros. Ella negó, esta vez con más firmeza, no podía y no permitiría que nadie hablase de Jacaerys de esa forma, ni siquiera él mismo.
──No digas eso, no te dejaré ──dijo, apartándose solo un poco para observar su rostro embarrado con pérdida y tristeza, entonces acercó una de sus manos y la posó en su pecho, sintiendo las aceleradas palpitaciones de su corazón debajo de su palma y el calor característico dentro de su cuerpo; una sensación que, sin importar qué, siempre la llevaba a su hogar. Un hogar que siempre sería junto a él ──. Tienes un corazón de acero, Jacaerys Velaryon, y posees el alma más valiente y pura que jamás antes ha podido ser imitada. Entonces, si los dioses castigan esto, estarían castigando al mejor hombre que haya pisado la tierra; al hombre más devoto y abnegado. Estarían castigándome a mí también, porque tu dolor es el mío, y tus pecados los cargaré con igual de fuerza si eso significase alivianar tu carga.
────cam's note !
NO ME HABLEN. 😭.
Chapter 55: ────fifty-four
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54, THE DUTY OF A FATHER !
─siete lunas después─
BAELA MALDIJO POR lo bajo y se apresuró a ir detrás de su hermana menor, habían estado fuera del castillo toda la mañana y estaba segura de que cuando volvieran Jacaerys tendría la cabeza llena de cabellos blanquecinos por el malestar que le estaban causando.
Cuando encontró a Rhaena parecía que ─junto a Deianira─ estaban en un universo paralelo, recolectando tocas y caracolas en una esquina de la playa. La más joven sostenía una bolsa de tela, que le había tejido Rhaenyra durante su niñez, y la rubia se agachaba para tomar los pequeños tesoros del agua salada. Baela gruñó y se acercó a zancadas, detestando como sus pasos comenzaron a sentirse pesados al momento que sus botas tuvieron contacto con la arena caliente.
──Deianira, por los dioses, deja de hacer eso ──exigió, pero su voz salió tan desesperada que parecía estarle implorando. Sin dudas la muchacha de ojos amatista era tan hiperactiva como su esposo la describía ──. Si Jacaerys llega a saber que estuviste agachándote me arrancará la cabeza, y a Bellaera también.
La princesa giró los ojos y se rió, su estómago había crecido notablemente durante las últimas lunas y las mejillas se le habían hinchado ligeramente, dándole una apariencia más suave y juvenil. Los aires de la maternidad parecían haberla bendecido en ese aspecto.
──Jacaerys se preocupa demasiado.
Rhaena soltó una risita ante ese comentario y Baela inconscientemente dirigió su atención a ella, sintiendo cómo el pecho se le oprimía. Pocas veces la había oído reír desde la muerte de Lucerys y agradecía de todo corazón que Deianira tuviera esa facilidad para brindarle felicidad, aunque sea por unos momentos.
──El otro día casi se desmayó cuando Aegon saltó a los brazos de Nira ──recordó, entre carcajadas ──¡Deberías haberlo visto, se puso tan blanco como los cabellos de nuestro padre!
Baela esbozó una sonrisa, sin poder evitarlo.
Deianira acarició con ternura su estómago, sintiendo como el bebé dentro comenzaba a moverse. Aún no nacía pero ya sabía que sería un niño inquieto y, notando la rudeza de sus patadas, también parecía que sería fuerte.
──Y tiene razón, Deianira tiene que cuidarse, está por entrar a su último trimestre ──agregó la morena, estando de acuerdo con el castaño por más exageradas que fuesen sus reacciones.
Jacaerys había cambiado desde la muerte de Luke, ahora parecía estar alerta de todo y de todos, como si quisiera anticipar cualquier error que fuese a suceder y prevenirlo. La mayoría de las veces se sentía como si batallara mano a mano con el destino mismo para torcerlo a su favor.
──Es lindo... ──murmura Nira, sonriendo para sí misma, a lo que Rhaena vuelve a reír.
──Por supuesto que tú lo encuentras lindo, te embarazó ──bromeó, girando los ojos y comenzando a caminar de nuevo hacia el castillo, siendo seguida por sus dos hermanas al instante.
──Que sea lindo no tiene nada que ver con el hecho de que me haya embarazado ──contradijo Deianira, solo generando que ambas chicas se carcajearan al unísono.
──La mitad del tiempo parece un pato haciendo puchero ──se burló Baela, el sonido de las olas chocando contra el borde de la playa y las caracolas bailando dentro de la bolsa eran la única melodía que acompañaba sus risas. El aire parecía ser más ligero y, como si estuvieran en una pequeña y delicada burbuja, todo se sintió perfecto por una milésima de segundo.
La pena y la sofocación que se sentía dentro del castillo ─dentro del reino entero─ se apiadó de ellas durante esos efímeros y preciados momentos.
──Tú tampoco puedes opinar, a ti también te gustaba ──dijo Deianira.
──Ey, a mí no me gustaba de esa forma ──aclaró, compartiendo sus nuevas perspectivas de sus pasados sentimientos con sus compañeras ──. Tenía que gustarme sí o sí, siempre me dijeron que sería su esposa...pero pensar en él de esa forma ahora me da escalofríos.
Deianira se rió ante su gesto.
Baela había comprendido que su fortuito resentimiento había sido inútil. Era mala con Deianira, con Rhaena, con su padre; nadie parecía escapar de su venenosa lengua hasta que se mordió a sí misma y comprendió que el problema estaba más allá de los errores de los demás. Y por supuesto, sus forzosos intentos para formar un vínculo con Jacaerys, eran otra faceta de su autoexigencia. Comprendió que, el muchacho con el que había crecido, jamás la vería con ojos de amor. Y ella tampoco lo hacía.
Lo quería, por supuesto, pero no había nada en Jacaerys que hiciera que su pecho se sintiera embestido por los latidos de su corazón. No había deseo en su toque ni devoción en su mirada, no como el ferviente afecto que era tan notorio entre él y su esposa, o como el creciente aleteo dentro de sus costillas cada vez que ella veía a Addam.
Simplemente, no.
Entonces, recordando a su hermanastro, fue que lo vió; cuando cruzaron el gran umbral de la puerta donde estaba la mesa pintada. Jacaerys estaba con un pie en la cuna de Visenya y con la vista fija en Joffrey, quien a su vez intentaba hacer que Aegon y Viserys le prestarán más atención a un libro en vez de a los juguetes de madera con forma de dragón.
El muchacho tenía una mueca en su rostro que se desvaneció en el momento en el que las vio entrando, de inmediato se alejó con cuidado de la bebé dormida y caminó hacia ellas.
──¿Dónde estuvieron toda la mañana, tienen alguna idea de lo preocupado que estaba? ──cuestionó y, primero que nada, posó una mano en la mejilla de su mujer y comenzó a examinarla, como si quisiera asegurarse de que no había ningún rasguño cubriendo sus suaves mejillas ──Te fuiste sin desayunar, no puedes estar sin desayunar, ¿qué pasará si te desmayas y te caes?
Las hermanas Targaryen tuvieron que apretar los labios para contener la risa ante la dramatización de Jace porque, viendo la expresión seria y severa del joven, era obvio que lo decía en serio.
──Ya comí una manzana, además solo estuvimos caminando en la playa ──lo tranquilizó Deianira, acercando una de sus manos para posarla en la curva de su mandíbula, Jace suspiró ante su toque y por instinto se inclinó contra los dedos de su esposa.
──Aún así, me desperté y ya no estabas...
──Te dejé una nota en la almohada.
──Una nota no es lo mismo, Nira ──se quejó, con el tono petulante de un niño. Entonces soltó un largo suspiro y bajó la vista al vientre de la rubia, bajando sus manos para acariciar la curvatura de su piel ──¿Segura que no tienes hambre?
Y entonces, Baela y Rhaena a sus costados ya no pudieron contener la risa. Fue entonces que Bellaera entró en la habitación, seguida por Addam, la pelirroja parecía tan preocupada como lo estaba Jacaerys pero al ver la cabellera rubia blanquecina de su amiga sus hombros se relajaron. Ambos chicos se acercaron y Jacaerys se percató de cómo el muchacho le dirigió una sonrisa a Baela, ese pequeño gesto entre ambos le recordó los momentos donde Deianira lo miraba de reojo y lo encontraba con su vista ya puesta en ella, y eso lo hizo sonreír también.
Sus ojos volvieron a las mejillas regordetas de su esposa, con una mirada mucho más suave ─si es que aún era posible─ y sintió a su hijo patalear dentro de su vientre. El pequeño movimiento solo hizo que el pecho se le llene de orgullo, mezclado con una sensación de responsabilidad, tanto por ella como por el bebé.
──Vamos, a recostarte ──le dijo, con suavidad pero lo suficientemente firme como para no dejar lugar para que lo contradiga. Baela y Rhaena compartieron unas risitas mientras la pareja abandonaba la sala. Los pasillos estaban invadidos por el calor del sol que seguía brillando en el cielo, creando un brillo hipnótico y delicado que entraba a través de los enormes vitrales y los bañaba a ambos en diferentes tonalidades de plateado.
Los ojos amatistas de su esposa se enforcaron en esos pequeños detalles del vidrio, mientras la mano de Jace se deslizaba por su espalda y descansaba en su cintura. Las curvas de la princesa se habían vuelto más suaves, su cuerpo más relleno y sus pechos se habían hinchado, preparándose para la llegada de su primogénito. Jace no podía encontrarla más que preciosa, siempre le pareció divina ─como la reencarnación de alguna diosa del amor; destinada a ser creadora de las cosas hermosas de la vida humana─ pero ahora, cuando su cuerpo estaba haciendo algo tan increíble como crear una vida, simplemente se encontraba absoluta y completamente hechizado por ella.
Cuando llegaron a los aposentos él se apresuró para acomodar las almohadas y ayudarla a sentarse, su largo cabello pálido caía sobre sus hombros y tenía el rostro más maternal que Jacaerys alguna vez haya podido divisar. El castaño pudo formar en su mente la maravillosa imagen de Nira cargando un bebé, que luciera igual que ella, riendo y jugando. No podía esperar para que esa fantasía se hiciese realidad, deseaba más que nada en esta tierra tenerlos a ambos en sus brazos y acunarlos para protegerlos del temor y la tristeza.
Y que los dioses lo compadecieran si tenían una niña, una diminuta bebé con el cabello y los ojos de su amada Deianira, lo volvería loco de amor en el momento que posara su vista sobre ella. Un varón sería igual de amado y Jace se encontraba felizmente expectante ante cualquier posibilidad. ¿Pero una niña? Una hija para cuidar y mimar sería el mejor regalo que podría serle otorgado. Una sonrisa se asomó en sus labios y su mano volvió a posarse en la mejilla de Deianira, acariciando la aterciopelada y cálida piel como si se tratase de frágil porcelana.
──Tengo ganas de comer una manzana verde... ──susurró entonces, haciéndolo reír.
──¿Una verde?
Ella asintió.
Pero, justo cuando él estuvo a punto de alejarse hasta la puerta para pedirle a una de las criadas que le trajera el antojo de su esposa, Bellaera entró sin tocar. Los cabellos despeinados de la pelirroja y su respiración agitada le dieron a entender que venía apresurada, pero ni una palabra salió de sus labios cuando sintió la mirada de Deianira sobre ella, solo se limitó a mirar a Jacaerys y apretó la mandíbula.
──Príncipe, su madre solicita su presencia en sus aposentos.
Jace frunció el ceño y notó como Deianira reflejó su expresión casi al unísono. Cuando su esposa comenzó a intentar ponerse de pie él la detuvo, descansando su mano sobre su hombro. Luego la miró, cas implorandole que no se levantase de nuevo, con un largo suspiro ─y en contra de su buena voluntad─ Jace se alejó de Deianira.
──De acuerdo, Bellaera ──murmuró asintiendo y luego le clavó una mirada un poco más firme ──. Que se quede en cama, por favor, no quiero más paseos secretos.
Bell asintió, Deianira observó como su esposo le dedicaba una última mirada y luego salía del cuarto, dejando a ambas mujeres solas en un silencio que se sintió cargado de nerviosismo. La rubia conocía a la muchacha como a la palma de su mano, sus manos estaban aferradas a la falda de su vestido y sus ojos se movían de esquina a esquina, queriendo mantener su vista lejos de la princesa.
──¿Por qué Rhaenyra solicitaría la visita de mi esposo, Bellaera? ──preguntó.
Desde que su embarazo se hizo notable su media hermana casi había enloquecido, Jace recibió muchos sermones y miradas de decepción, y para sorpresa de nadie la reina no estaba muy complacida con tener a Deianira aquí; y menos cargando el primogénito de su vástago. Por lo que la relación entre Jace y su madre se volvió un poco tensa, él seguía siendo un buen hijo, siempre lo había sido, pero ahora Rhaenyra apenas lo tenía en cuenta. Lo dejaba de lado en asuntos que, políticamente hablando, también eran de su incumbencia.
──Em...──ella balbuceó, dudando y llevando una de sus manos a su nuca. Entonces se acercó a la cuna vacía y comenzó a doblar las pequeñas mantas, queriendo fingir estar ocupada ──No lo sé, tal vez....tal vez cambió de idea y decidió felicitarlo por el bebé. Un hijo es algo que debería traer felicidad, más para un príncipe.
Sus palabras salieron de su boca de forma apresurada, llenado el silencio entre ambas, Deianira le había dicho esa misma frase a su esposo repetidas veces pero en el fondo de su pecho sabía que no era cierto. Si algo tenían en común los hijos del difunto rey era la inquebrantable terquedad que les recorría las venas. Pero la rubia no quiso insistir, sin importar cuánta curiosidad le diera, sabía que tarde o temprano Jace le diría la verdad.
Cuando el príncipe castaño puso un pie en los aposentos de su madre la oscuridad de la habitación lo envolvió, Rhaenyra estaba sentada junto a la mesa, sosteniendo su cabeza entre sus manos; su pálido cabello le caía sobre los hombros. Cuando levantó el mentón para mirarlo él apretó la mandíbula, su relación se había deteriorado pero aún así seguía siendo su madre y su lealtad siempre seguiría de su lado.
──Madre, Bellaera ha dicho que me llamabas ──dice, caminando hacia ella. Fue entonces cuando Jace se percató del cristal roto en el suelo, el vino derramado y, por supuesto, en la ausencia de Daemon ──¿Dónde está?
──Se marchó ──exclamó su progenitora, poniéndose de pie y dándole la espalda, un pequeño hábito que tenía cuando no quería llorar frente a sus hijos pero Jace siempre fue lo suficiente mayor ─incluso de niño─ para notar sus lágrimas. Todo primer hijo era demasiado consciente de las emociones de su madre.
──¿A dónde? Lo necesitamos aquí, estás tú, están los niños y Deianira, ante cualquier ataque debemos estar preparados ──se quejó, apretando los puños y gruñendo. Podría estrangular a ese hombre si ahora mismo se le presentaba enfrente.
Su madre negó con la cabeza suavemente, casi para sí misma.
──Se fue a Harrenhall ──susurró y su primogénito sintió como el estómago se le retorcía.
──Harrenhall es ceniza y ruina, ¿qué demonios fue a hacer allí? ──exclamó pero se arrepintió al ver el estado afligido de su madre, tomó una gran bocanada de aire y posó las manos tensas en su cadera, junto al cinturón que sostenía su espada ──¿Quieres que vaya a buscarlo?
Un silencio invadió la penumbra, Rhaenyra no se lo pediría directamente, ¿cómo podría mirarlo a los ojos y decirle que vuele hasta el lugar donde murió su padre? Jace deseó, por años, nunca vivir para llegar a visitar las Tierras de los Ríos, pero al parecer el destino tenía un irónico sentido del humor para con él.
──No sé qué estará haciendo allí ──explicó la reina ──. No sé si pelea por mi causa o por la suya propia.
Jacaerys frunció el ceño y dio un paso adelante, Daemon era impredecible, eso era cierto y, a diferencia de Deianira ─con quien compartía muchas características─, su lealtad carecía de raíces. Su esposa, nacida en el bando enemigo, se había puesto de rodillas por él frente al consejo y le entregó la corona en mano; pero la relación de Daemon con Rhaenyra era tambaleante, en un momento luchaba por ella y al otro en contra.
El príncipe castaño no preguntó, no hacía falta cuestionar nada para darse cuenta de que su madre desconfiaba del hombre al que llamaba esposo. Entonces solo asintió con firmeza, con la quijada apretada y la punta de los dedos incrustadas en la palma de su mano.
──Iré... ──le aseguró y cuando ella se dió la vuelta, con los ojos aguados pero resguardando sus emociones, Jace ya estaba dirigiéndose hacia la puerta de nuevo. Él podía leerla como a un libro abierto, ocultarle algo sería más que en vano ──. Me aseguraré de sus intenciones y volveré lo más pronto posible, le dejaré en claro que cualquier traición hacia su reina no será perdonada.
Rhaenyra apretó los labios y bajó la vista pero asintió, dejar Dragonstone no era una opción para ella; luego de la muerte de Luke apenas se despegaba de Joffrey, Aegon y Viserys. Los tres pequeños ya casi parecían ser parte de su sombra.
──¿La llevarás contigo? ──le preguntó y Jace se detuvo en seco. Deianira había dejado atrás la práctica de montar el lomo de Annemys debido a que el tamaño de su vientre lo había vuelto incómodo y casi doloroso, no podía llevarla incluso si ella se lo pedía.
──Ya entró en la primera luna de su tercer trimestre, será mejor si descansa y guarda reposo ──le dijo, su madre podía notar la ferviente devoción que sostenía en su voz siempre que hablaba de la hija de Alicent, o del bebé que ahora cargaba en el vientre ──. Bellaera la cuidará, pero... por favor, madre, no la hagas sentir como una intrusa cuando yo no esté; ella no me lo dice, pero lo noto.
La mujer suspiró, enderezando la espalda. Había tratado de hacerse con la idea de Deianira viviendo aquí pero había sido difícil, no existía ningún tipo de afecto fraternal entre ambas y ninguna de las dos parecía lo suficientemente cómoda con la otra.
──Nunca la he tratado mal.
Eso, a lo mucho, era cierto.
──Tampoco has sido del todo cordial.
Eso también.
Con un suave portazo la puerta se cerró detrás de su heredero y la reina volvió a hundir su rostro entre las palmas de sus manos, no tenía un buen presentimiento de todo esto y las palabras que le dijo a su esposo ─antes de que se marchase enfadado a las Tierras del Río─ tampoco habían dejado las cosas entre ellos serenas. Todo se sentía como una avalancha de responsabilidades y esperanzas rotas que caían sobre sus hombros; al principio ser heredera al trono le pareció un reto pero la carga se había vuelto más pesada de lo que podía sostener.
────cam's note !
DAMN, jace en harrenhal es un concepto que, de hecho, me interesa bastante para desarrollar.
Lo había implementado antes en mi fanfic The Tortured Poets Department (sí, ya sé, les debo actualización) pero la personalidad de los dos Jacaerys es muy diferente y quisiera experimentar con este; que es, en efecto, mucho más maduro y experimentado que el otro.
Anyway, ¿Nira y Nyra juntas en Dragonstone? Veamos que pasa
Anna Clara28 (Guest) on Chapter 5 Thu 08 May 2025 09:54PM UTC
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Carol_sss on Chapter 6 Fri 03 Nov 2023 12:12AM UTC
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CamilaD534 on Chapter 6 Fri 03 Nov 2023 02:43AM UTC
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Snh96 on Chapter 7 Fri 03 Nov 2023 04:34AM UTC
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CamilaD534 on Chapter 7 Fri 03 Nov 2023 10:35PM UTC
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CamilaD534 on Chapter 8 Fri 03 Nov 2023 10:33PM UTC
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FungiSapiens on Chapter 10 Wed 10 Jul 2024 05:49AM UTC
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Carol_sss on Chapter 11 Tue 07 Nov 2023 01:25PM UTC
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FungiSapiens on Chapter 11 Wed 10 Jul 2024 06:01AM UTC
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FungiSapiens on Chapter 21 Wed 10 Jul 2024 04:45PM UTC
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titikawai on Chapter 21 Tue 13 Aug 2024 12:13PM UTC
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CamilaD534 on Chapter 45 Sat 10 May 2025 04:01PM UTC
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