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The Prince's Prize

Summary:

Dos rejentes batallan por la supervivencia de sus naciones.
Uno es un joven Leona que guiado por sus ansias de conquistas y poder termina al otro lado del continente con sus tropas sembrando el terror a un reino en el lejano oriente donde tendra que decidir si mantiene su codigo de honor o se deja caer bajo sus mas oscuros instintos. El otro es un heredero a sultan que se enfretara entre mentener en alto el legado de su familia o seder ante su enemigo.

[Remix mi primer fic, por que estoy aburrida y no hay nada mejor que contibuir a la OTP]

Notes:

!Buenas gente, volvi!, solo una crisis financiera-politica y social en mi pais podria sacarme de mi foso de procrastinacion.
pero bueno mas contenido (?) lean bien los taggs porque hay cosas que cambieron, otras se quitaron y algunas se perdieron. Espero me disculpen por eso.

Solo como un mero dato, aqui Kalim tiene 18-19 años y Leona 21-22

(See the end of the work for more notes.)

Work Text:

En medio de la helada noche con solo las dunas de testigos, el eco de rugidos de feroces acompañados de tambores de guerra; retumbaron entre las altas murallas del gran palacio. Los alaridos desesperados de auxilio llamaron al caos y confusión entre los residentes, la mujeres corrían aterradas con sus hijos en brazos para ser capturadas al instante, siendo los escoltas una vaga barrera para sus invasoras.

La sala principal entre sus paredes de blanco mármol esculpido contuvo las suplicas de los rehenes, quienes eran confinados y amordazados bajo la atenta mirada de las feroces guerreras. Revelarse era una sentencia suicida; sus captoras eran altas como el Jabal Bil Ays, poseían una musculatura fuerte digna de su raza bestial y dientes tan afilados como la obsidiana.

El genio detrás de tal despliegue militar sonrío para sí mismo con admiración la invasión mientras se paseaba por los pasillos decorados con relieves geométricos de vibrantes colores y en medio de su caminata se percató de los grandes decorados en estilo bizantino con la hermosura de sus fuentes, sin duda su esplendor no tenía nada que envidiarles a las mezquitas de Naghsh-e-Jahan o Kairuán. Incluso el Madrasa al-Mustansiriya se quedaba corto ante su esplendor.

Al entrar a la habitación acecho mordaz a la multitud paralizada, se elevó sobre el trono céntrico con una sonrisa complaciente.
Cualquiera sospecharía que ante tal ilustre palacio le sería acompañado una seguridad a su nivel, pero en absoluto, entrar y tomarlo todo fue pan comido. Las guardias armadas con sus lanzas pusieron en pequeños grupos a los capturados.

Horas antes dio la orden de no herir, ni matar si no era estrictamente necesario; al fin y al cabo serian sus nuevos peones y debería evitar cualquier intento de rebelión en un futuro.

«Y nadie es malagradecido a quien le perdona la vida». Pensó una vez vio los resultados.

Se relamió los colmillos coqueto. Nuevamente obtuvo un logro que lo alzaba como un candidato digno para pelear la sucesión; apreciaba a su hermano pero Fareena era una marioneta más a merced de intereses extranjeros y no los de su propia nación, tan obsoleto como esos ancianos hipócritas del consejo, pero eso no será una preocupación nunca más, ya no necesitaba a esos fósiles para llegar al poder. El pueblo requería otro gobernante y con gusto se encargaría de representarlos en la roca del rey.

No obstante sus orejas giraron al captar el crujido pesado de las puertas principales, un escalofrió lo recorrió como un rayo; poniéndole la piel de gallina, esto hizo que extendiera la mirada atento a cada moviendo extraño. De la entrada salió su capitana al mando con lo que presumió son los ultimo sirvientes reales del sultán, un grupo conformado por un joven alto con largo pelo negro y aspecto de cobra, un anciano con sus cabellos tan blancos como la luna y una figura extrañamente cubierta por un largo velo rojo mate.

—Tráiganlos aquí adelante. —ordeno señalando al centro de la sala, frete al usurpado trono.

Las guardias rodearon aún más al grupo con una clara negativa por parte de los hombres, ellas procedieron a desenvainar sus armas listas para atacar y los pobres diablos trataron de defenderse entre forcejeos con nulos resultados, siendo apaleados hasta estar frente a frente con el nuevo regente.

—Mi rey. —hablo la capitana Nala, leona veterana del escuadrón siendo pasada de alto por este.

Los comportamientos erráticos de esos canallas eran divertidos, tal cual como presenciar una suricata y un cerdo batallar contra una mamada de hienas hambrientas.
Al verse ignorada gruñó llamando su atención y al momento de lograr su cometido se acercó al oído de su majestad y susurro palabras que el escuadrón solo pudieron deducir como un buen augurio por la cara confiada de su líder, que sin perder un segundo apunto a la más joven del escuadrón.

—Kiara, haz lo. —ordeno firme.

La guardia procedió a reducir al muchacho contra el piso, el filo de sus garras había dejado un camino carmín que se deslizo por el suelo haciendo un contraste con los azulejos blancos del salón. Congelándole la sangre a todos los presentes.

No era grato someter a un indefenso civil pero el joven se lo había buscado, aburrido de la escena, unos toques de su guardia le indicaron que prestara suma atención y sus ojos felinos se enfocaron en dirección marcada por las filosas uñas; recorrió atento a ese montículo de harapos que temblaban sin consuelo a la par del joven.

—¡Espera! Por favor… ¡Espera! —suplico arrodillada contra el suelo, sobre la base del trono. Ese hombre le acompañaba un aura maligna, su parche solo lograba hacerlo más amenazador.

En consecuencia por la osadía, la capitana bajo hasta posicionarse cerca de su costado derecho, levanto su arma que consistió en un sable de marfil pulido entre sus manos en forma de reverencia y con su permiso, apunto su filo hacia la sometida.

—¡Tunaye mkuu! —grito alto en tanto las guardias el escuchar esto, alzaron sus lanzas al unisonó.

Ojeo intrigado desde lo alto como se desenvolvieron los hechos, bajo peldaño por peldaño con paso lento hasta que llego a la figura que se doblega piadosa; las guardias con una patada levantaron a la mujer, sujetándola segura desde los brazos.

—¡Déjenla! ¡Llévenme a mí! —brindo batalla contra sus ataduras con voz ronca pero débil, la sangre aun goteaba salpicando el piso.

Camino seguro hasta quedar a la altura de la joven, percibió como se tambaleaba como gelatina y al estar frente, la sensación de picor invadió sus palmas como si hubieran estado horas al fogón; retracto sus garras escabulléndose dentro del velo sedoso, acaricio el contorno del rostro mapeándolo desde la mandíbula hasta el mentón, palpando esa piel tan suaves al tacto, manteniendo su pulgar entre la comisura de esa boca.

—No te quiero a ti, consejero Viper —señalo a las guardias que se alejaran, asomando sus largas garras.
—¡Por favor!, ¡No lo hagas! —grito el anciano débil.

—Lo quiero a él—afirmo rasgando la tela por la mitad—. Príncipe Kalim Al-Asim, he oído mucho de ti. Es un gusto conocerlo —sostuvo su mentón en lo alto.
«Esto no puede ser cierto…» pensó deslumbrado.

Finalmente frente suya hallo: una piel canela acariciada por el sol, el aroma delicioso del coco matizado con aceites esenciales florales, un cabello plateado como las perlas preciosas de las costas de Mali y unos ojos rubí sangre que lo miraron asombrados acompañados por un fuerte sonrojo.

Una descarga eléctrica lo atravesó desde la puntas de sus orejas, pasando por su columna vertebral hasta la última hebra de su cola, su corazón latió a la velocidad de sus mejores caballos de carreras, bombeando sangre caliente a su cara y calentado su cuerpo.

La invasión al palacio fue la mejor idea que se le pudo ocurrir; sus posibilidades de accionar eran ilimitadas para ese punto del juego pero luego de dar con el paradero del al príncipe solo había una rondando en su cabeza.

—Estaba bien, ellos se van —se rio con sus guardias, mientras se acercó sujetándolo en un agarre doloroso y propuso con voz gruesa—. Pero tú te quedas, aquí… conmigo, como mi amante.

Sus miradas se conectaron a expectativas de la multitud, Kalim agradeció ser sostenido porque sus piernas se encontraron débiles cual potrillo ante la propuestas. Sabe todo lo que implica la dominación de un reino y conoce que su captor también; busco entre la multitud a su padre que lo miro con lastima y a Jamil de quien solo podía apreciar furia contra el intruso, sabía que debió irse cuando se lo ordenaron pero la voz de Najma suplicando ayuda lo desoriento en medio de la emboscada.

—¿Como puedo confiar en ti?, ¿Por qué nos ayudas? —cuestiono confuso, todos su captores sin excepción quisieron eliminarlo.

«¿Porque este forastero de tierras vecinas sería diferente?» analizo inmóvil.

Al momento la sala se sumergió en un total silencio por segunda vez consecutiva; esperando impacientes una respuesta.

—Oh sultán —acaricio su mejilla con su pulgar— Los leones no traicionamos a nuestra manada…,no cuando la encontramos.

—¡Kalim!, ¡Aléjate de él! ¡No lo hagas!

Ya estaba cansado ¿Cuánto más iba a seguir haciendo este circo? Aun fijo en el príncipe, desfundo su espada con su otra mano y apunto al consejero molesto. Solo el sollozo y el temblor de los labios provenientes de su compañero lo detuvieron mientras el tipo peleaba contras las guardas.

—¡Lo haré! Pero por lo que más quieras ¡No lo lastimes! —suplico entre lágrimas y sollozos.

Un verde intenso se encendió ante tal demostración de obediencia, bajo su arma ante la negativa de sus guardias, deslizo sus dedos hacia su cinturón y guardo su espada. Con su mano libre emito un silbido que reunió a todas en el centro ante él.

—Ya escucharon al sultán, liberen a todos los demás —dirigió a las mujeres bestia—. En cuanto a ti, nos veremos más tarde —dejando a Kalim en manos de su escuadro personal. Y un vacío en su corazón.

En los días siguientes comenzaron las remodelaciones, decenas de nuevas personas bestias arribaron al palacio: pintores, cronistas, científicos; todo tipos de eruditos se asentaron con libertad en el gran palacio, pero este ya no poseía su característico bullicio infantil. Los dos primeros meses desde le ataque la mayoría de los residentes fueron relevados de su puesto, a excepción de los sirvientes más leales de los Al-Asim.

A la inversa dentro la habitación del harem se encontraba el joven sultán recluso, el cuarto no estaba muy lejos del gran salón y poseía un decorado seductor, sus arcos sostenían la gran cúpula dorada arriba de sus cabezas, aunque para él, la del gran salón siempre sería la más esplendida de todas. Camino entre las telas colgantes transparentes de colores vibrantes, que danzaban por el viento fresco filtrado desde el balcón; le transmitió un sentimiento viejo de hogar, similar a los días de su infancia que danzaba con su madre para el resto de las concubinas...

Sus dedos jugaron con los rayos del sol cuales rebotaron en sus pulseras doradas siguió así por varias minutos hasta que se levantó alertado por pisadas apuradas que corrían rápidamente hacia él desde el pasillo.

—¡Kalim! —exclamo Najma contra él, quien cayó como un yunque entre lágrimas—. ¡Pensé que estabas muerto!, ¡Gracias a Quzah estas vivo! —lo abrazo con fuerza aun en el suelo.

Ante esto le acaricio suavemente los cabellos desordenados por el grato encuentro, en tanto su mirada se enfocó en Jamil que se encontraba oculto entre las zonas más oscura de la habitación con unas vendas de lino que rodeaban su garganta y unas ojeras oscuras difíciles de tratar, su mirada inquieta no dejo de moverse entre las esquinas del cuarto y sus uñas perfectas ahora estaban todas roídas.

“Acaso está asustado…” es lo primero que surco por su mente.

—Todo estar bien Najma ¡El príncipe Leona y yo hemos hecho un trato! —aseguro en un pobre intento de calmar el ambiente tenso pero su amiga lo vio con una incredulidad aplastante.

—¡Espera!, ¡Espera!, ¿Leona? —levanto una ceja acusatoria— ¿Acaso ustedes hablaron?

Al instante a pesar del fuego acusatorio en sus mejillas lo negó con la cabeza. En primer lugar jamás hubiera confesado en voz alta los sucesos de esa noche y en segundo lugar Najma se enteraría en otras circunstancias o por otras bocas pero no por él.

—¡Kalim no seas tonto! Confiar en ese tipo no es una buena idea...—Jamil aseguro pero se vio asaltado por toques sorpresa en la entrada.

Unas tres mujeres bestias conformadas por: dos leonas y una hiena, todas ellas repletas de cicatrices en su piel oscura como la noche, entraron de entremiso en la habitación, Leona apareció al flaco derecho de la que ha escuchado nombrar como Nala, la que mas marcas de guerra posee.

Le agradaba mucho Nala aunque no la conociera del todo, era una mujer muy seria pero a veces contaba uno que otro chiste, su cabello corto afro con toques rubio ceniza era simplemente hermosos, pero parece que representaba un cuidado importante. A las semanas se dio cuenta que no había ninguna guerrera que no poseyera algún tipo de peinado diferenciado. Un día hablando con las escoltas de su habitación, se enteró que eran por sus diverso reinos de origen; aun siendo parte del ejército de la Sabana se les permitió mantener esa costumbre.

Por su parte Leona solo vino a disculparse por su larga ausencia, trato por todos los medio pasar algo tiempo con su destinado, sin embargo la reorganización de un palacio entero si resulto un trabajo importante y para serle sincero no sabía cómo acercarse del todo. A pesar de eso lo bueno fue lo rápido que el rumor de su conquista se extendió en la sabana, lo suficientemente veloz para considerarlo por una gran parte de la sociedad como una oposición importante a Fareena. Solo necesitaba de un último movimiento para asegurar su puesto y el trono seria suyo, pero para su cometido se serviría del joven sultán.

—Buenos tardes, vengo a recordarte nuestro trato —entrecerró los ojos al ver a una jovencilla abrazada de su prometido—. Sobre todo, estaré feliz que los hermanos Viper nos honren con su presencia en la ceremonia.

—¿Cuál ceremonia...?—interrogo Jamil posicionándose como un muro delante de Najma y Kalim.
«Ceremonia…(?)» interrogo internamente.

—La de cortejo, por supuesto —contesto Nala—. Tu líder acepto el trato, las personas bestias tienen que reclamar a su pareja —arrugo la cara mientras mostraba los dientes—. Son las tradiciones y eso algo no entenderías herbívoro.

—¿¡Vas a exhibir a nuestro sultán así?! ¡Frente a tu gente!

Si tan solo hubiera sabido que se despertaría para escuchar un escándalo a la hora de la siesta, preferirá volver a la cama.

No obstante le dio la derecha al quejumbroso, no lo malentiendan, no está contra la cultura ancestral solo que algunas son obsoletas a su criterio. Acorde a su punto los ancianos siempre justificaron su desprecio a las virtudes de las ciencias por prevalecer sus dogmas y así sus privilegios, su gente no merecía sufrir por lo que unos pedazos de hueso pensaran.

—No he preguntado tu opinión, pero supongo que la señorita nos acompañara —bostezo aburrido agitando su cola.

—Iré solo, no metas a mi hermana en esto —enfurecido se marchó junto con Najma, siendo escoltados por las guardias. Dejando la habitación a su disposición.

Hasta ahora nunca habían estado en una habitación completamente solos los dos, su cerebro no comprendió todavía del todo ¿Cómo un simple herbívoro fue elegido para ser su pareja? Al inicio pensó que era un error, tal vez Nala tenía razón y comer carne de búfalo a la madrugada si producía malestar o simplemente algún bicho raro lo pico. Pero cuando lo vio. No, cuando sintió su presencia supo que algo tiraba hacia él y al ver su rostro supo que quería verse reflejado en esos ojos una y otra vez hasta el fin de sus días.

Entonces todas la charlatanería de su hermano cobro sentido, si así se sentía el amor comprendía por que Fareena cumplía los caprichos estrambóticos de su cuñada.

Durante estos últimos meses no encontró forma de justificar por qué no lo había reclamado en el acto, podría haberlo hecho esa misma noche e incluso días posteriores; y tal vez así se hubiera ahorrado varios regaños. Los ancianos y hasta su padre habían aplaudido su accionar hasta que se enteraron que no había marcado al enemigo; esto era una deshonra militar sin precedentes. Pero ¿Cómo podría? Kalim era su destinado, no iba a ganarse su odio… tan rápido. Solo gracias a los testimonios de su escuadrón y dar a conocer que era compañeros, logro recuperar su confianza pero solo bajo la amenaza que se hiciera conforme a las costumbre del reino.

—Bienvenido ¿Que te-te trae por aquí? —tartamudeo al ser acorralado contra uno de los pilares, su corazón por razones que desconocía latía rápido las pocas veces se encontraba con aquel hombre.

—¿Acaso no puedo ver a mi prometido? —respondió como si fuera una obviedad.

—En mi cultura es de muy mala-la suerte hacerlo antes de la boda —contesto nervioso, conteniendo la respiración por el acercamiento invasivo.

—En la mía es un requisito para vivir un largo matrimonio —dijo para su mismo, verle sometido despertó un cosquilleo en su estómago, sujeto levemente su mano derecha, la dirigió hacia su boca y beso los nudillos uno a uno con delicadeza.

Simultáneamente lo empujo sobre la cama más cercana enjaulándolo debajo de él, al momento admiro como su pelo blanco perla brillaba contra los rayos del atardecer, como su piel canela combinaba perfectamente con el cielo anaranjado y el dorado de las dunas, como se sonrojo cuando abrió sus piernas y se posiciono entre ellas.

Sus miradas chocaron al igual que sus ingles, las respiración humeante del príncipe hizo que Leona se enfocara en esos labios rozados que lo tentaban como un hombre hambriento pero debía ser paciente, no podía perjudicar a su amante solo por un deseo que no duda que fuera correspondido pero era egoísta.

Los pequeños gemidos emitidos por Kalim fueron causa suficiente para continuar hurgando sin avanzar más de lo debido, su cara se quedó descansando en el pecho ajeno, en tanto percibió el olor espeso a leche de coco acompañado del leve vestigio de otra colonia; no le gustaba ese aroma a dátiles…, olía al consejero y lo hizo notar cuando su pecho vibro en desagrado.

—¿Pasa algo? —pregunto con inocencia mientras surco el cabello marrón chocolate.

—No, nada… Solo quédate quieto así un rato —lo abrazo y por fin se quedó profundamente dormido. Ya no había militares, ni sangre, y sobre todo no había gritos contra su persona; solo la calidez de un presencia que olía a coco dulce.

Kalim estuvo algo curioso, su captor resulto más compasivo de lo que sus anteriores secuestradores fueron jamás. En consecuencia después de ese día fue invadido casi todas las tardes hasta el anochecer solo para platicar sobre sus vidas o simplemente acurrucarse mientras cantaba en el balcón las viejas canciones de su madre, acariciarle era como mimar Rajah: el tigre mascota de su primo, le agradeció fervientemente por todas esas interminables sesiones de pedicura a los felinos de la familia.

Leona a diferencia de Rajah era muy tranquilo, tal vez se debía a que eran especies completamente diferentes y que los leones eran los felinos más vagos de todos pero después de ahí no eran muy distintos. Era algo ególatra pero no era un mal hombre. Durante los últimos seis meses le había dado todo clase de regalos: joyas nunca antes vistas, animales exóticos y diversos platillos de su reino cocinados por los chef más experimentados, por supuesto todos llevaban carne o eran solo carne.

Lo más curiosos de la invasión, fue que en su encierro; su comida no le represento una amenaza, sus preocupaciones por ser secuestraron mermaron significativamente y ya no tuvo la necesidad de llevar consigo antídotos ni pociones raras.

Pero no comprendía del todo las razones detrás de aquellos actos, hasta que en uno de sus paseos nocturnos por las afueras del palacio, su anillo de jade que reciéntenle le había regalado se deslizo de su índice, con intención de buscarlo quedo atrapado entre las espinas de los arbusto y entre los intentos por librase, escucho como testigo de un crimen la charla de las guardias. Por esta razón contuvo su respiración lo mejor que pudo.

—Nala, ¿Por qué el jefe no marca al chico de una buena vez? —se quejó en medio de una batalla implacable contra un pedazo de carne atorado entre sus dientes.

—¿No te das cuenta que los está haciendo? Shenzi —miro con asco como la hiena siguió combatiendo—. Nosotros los leones proveemos todo a nuestra manada, solo que el chico lo tiene difícil. Su compañero tiene de todo.

—¡¿Viste su baño?! ¡Es de oro macizo! Demonios creo que estamos trabajando para las personas incorrectas, Nala —río la hiena codeando a su compañera.

—Ojalá lo enamore pronto. Tal vez así logre ver a ese muchacho reinar...—ignoro los chistes de su acompañante.

La hiena no estuvo muy convencida y con una ceja arqueada le respondió.

—Entonces ¿Cómo hará para decirle al chico sobre la marca? Nuestros hombre pueden aguantarlo pero ¿El? ¿Un simple herbívoro, podrá? —no es que le preocupara el heredero o algo así, solo le surgió la duda; no era muy común ser emparejado con otra especie mucho menos con un humano.

—Si los dioses Lisa y Mahu le han dado su bendición al muchacho, no creo que sufra más de los debido —termino la conversación reanudando su vigilancia nocturna.

Una vez que se alejaron a una distancia prudente, tiro con todas sus fuerzas de los matorrales, en consecuencia la sangre broto como resultado del forcejeo, algunas espinas pequeñas se quedaron aun prendidas en su piel. Sus ojos ardieron, sintió las lágrimas a punto de salir y un nudo en la garganta le impedido respirar con normalidad ¿Acaso Leona solo quería usarlo? Usarlo como un maldito tonto para luego reírse y dejarlo abandonado apenas lograra su cometido.

«¿Todas sus caricias fueron falsas desde un inicio?» no tuvo fuerzas para correr sin rumbo pero con el miedo a sus espaldas logro esquivar con éxito a las guardias restantes hasta dar con la dirección a su habitación y una vez ahí se encerró en esa gran jaula dorada.

Un mes y dos días fue lo que duro su confinamiento.

Leona estaba consternado al principio, pensaba que todo marchaba de maravilla y de pronto Kalim no solo no contesto la puerta, ni atendió los llamados, sino que además solo les respondió a las guardias de su entrada. ¡Esto no tenía sentido alguno! Trato de mantener su orgullo por una semanas pero termino consultando con Nala, contaba con su amplia en experiencia en la guerra y en la vida, algo debía saber pero fue decepcionante cuando solo le dijo:

—Dale tiempo, ¿Talvez solo extraña a su familia? —aconsejo mientras terminaba un rico bistec— Lo he oído llorar durante la noche, no me sorprende; si tuviera que estar todo el día contigo también me echaría unas lágrimas y vete a pegar un baño, cada vez luces peor.

—Vieja fósil, serias más útil en un museo que aquí —respondió de mala gana.

La leona cansada solo le dio una mirada de aburrimiento mientras agito su cola espantando a las moscas cercanas.

—El que invadió su hogar, corrió a su gente y por poco mata a su mejor amigo. Eres tú —apunto con el estómago lleno.

—¿Entonces qué?, ¿Dejo que se encierre como una ostra hasta el fin del mundo? —cuestiono molesto.

—Para nada pero el amor lleva tiempo, no es de la noche a la mañana. Incluso si son destinados —finalizo dejándolo solo en el comedor general.

Si quería un tiempo afuera, se lo daría pero quería su rutina de nuevo, simplemente no podía funcionar sin su rutina, su mal humor lo dominaba desde la mañana hasta la noche, contestaba a la mínima provocación y sus peleas con Nala incrementaron significativamente. Solo quería escuchar esas canciones que no entendía el absoluto pero si salían de su boca no le importaba, deseaba volver a sentir esas manos delgadas acariciar su cabello o tal vez era su necesidad de corroborar que su destinado no estuviera en peligro.

Las semanas siguieron avanzando y los preparativos para la ceremonia se adelantaron más de lo esperado. Al inicio de la primavera con sus flores, el gran día por fin había llegado; el palacio era una estrellas más en medio de la noche, pero las horas siguieron corriendo y casi todo está listo para el gran espectáculo, excepto por un elemento esencial: El novio.

Entre el caos de zapatos, vestidos y joyas, los últimos retoques a su maquillaje ya estaban por terminar, pedrería dorada recorrían su traje shalwar qameez ceñido a su figura esbelta, sus manos presumieron unos detallados tatuajes de henna y lo último accesorio que faltaba era su gargantilla heredada por su madre.

No podría estar más agradecido con guardias personales que le toco, no era común que mujeres adornaran al novio, más bien no era habitual que el novio fuera alistado con la delicadeza de una doncella pero demostraron no solo ser máquinas de matar perfectamente aceitadas sino también mujeres muy hábiles con la brocha, incluso Nala; que al ser la líder se limitó a dar las intrusiones: desde que broches combinaban mejor con su corona de flores blancas hasta si el barniz de la pedicura era el ideal para su color de piel.
—Buena suerte chico, que los dioses te acompañen en tu camino. —se despidió con sus mejores deseos.

Eso y unas palmadas en la espalda fue lo único que recordó en la habitación mientras todas se marchaban a sus puestos.

Después de todo el barullo giro sobre sus talones hacia una pequeña caja hecha de madera con detalles viejos y algo rota, abrió su interior encontrado dentro la gargantilla de su madre; recordó como le dijo que fue heredada por una princesa de un reino antiguo. El collar era dorado y completamente lizo, la sostuvo contra su cuello sin colgarla y poso en el espejo hasta que alguien llamo a la puerta.

Sin voltearse una voz rasposa lo nombro a sus espaldas; quieto en su lugar, sus ojos no pudieron evitar abrirse asombrado.

—Hijo mío… perdónanos, por favor —suplico lloroso el anciano mientras lo envolvió en un fuerte abrazo en compañía distante de Jamil— ¡Que te han hijo!, ¡Te ves más delgado!, ¿Acaso te matan de hambre?

—¡Babá! ¡Jamil! Solo… los he echado tanto de menos —lagrimas traicioneras brotaron como una fuente inagotable.

—Escucha hijo mío —movió la cabeza a los costados—. El príncipe nos permitió verte por la boda, nosotros creemos que hay una posibilidad de acabar con todo esto…

—Podemos huir de aquí, es lo que quiere decir el sultán, Kalim —lo observo directamente—. Ven con nosotros ¡Ese bárbaro solo traerá caos al reino!

La propuesta lo desconcertó, en verdad su felicidad siempre estaba donde fuera su familia, en medio de su confinamiento; añoro volver a ser libre junto a Jamil, danzar hasta el cansancio con sus hermanos y contar miles de historias a Najma.

Pero ese anillo verde jade le recordó todos los días que había un contrato por cumplir, Leona era un hombre testarudo, no le temblaría el pulso en utilizar las tácticas que fueran necesarias para conseguir sus metas, además poseía un ejército con las mejores guerreras que los superaban cien a uno, así que con pesar tomó la decisión que considero la ideal para la supervivencia de su bando.

—No, baba; debo quedarme —beso con cariño las manos arrugadas del anciano. Tal vez Leona lo mataría cruelmente después de la boda o le dejaría vivir tranquilo a su lado, en cualquiera de los dos escenarios mantendría a su gente a salvo—. Cuiden a mis hermanos hasta que nos volvamos a encontrar —ofreció a ambos con confianza.

La conversación se apagó con fuertes golpes contra la madera.

—La visita termino sultán Al-Sim —Leona apareció en la entrada y automáticamente fijo su mirada divertida al consejero—. Espero lo hayan disfrutado —continuo su camino hacia el centro de la habitación.

El viejo sultán miro preocupado a su hijo en busca de respuestas, con consuelo Kalim movió la cabeza indicándoles que se retiren, pero solo ante la presión incesante de las guardias el anciano cedió.

El medio del camino hacia la salida, fueron detenidos por un rugido de advertencia que resonó entre las gruesas paredes haciéndolos conscientes del peligro a los tres hombres.
—¿Quién le dio la orden de marcharse, consejero? Tú te quedas —gruño enojado cruzado de brazos—. Tengo un lugar especial para ti Viper, no faltes —amenazo con los rayos del cielo ocultándose en las arenas de fondo.

Ya con el frio golpeado sus estañas, recorrió el cielo estrellado con la mirada dormida, acorde a la secuencia natural de los astros; la luna llena desde lo más alto marcaba la media noche, recordó momentáneamente si Leona no había invadido el palacio a la misma hora(?)

¿Qué haría ahí adentro?, ¿Por qué ni siquiera lo miro cuando confronto a su padre? Divago entre incógnitas por un buen tipo durante los preparativos finales.

Al entrar fue recibido por una gran multitud de personas bestia repartidas por todo el gran salón, plantas colgantes y flores de diversos colores y formas decoraron toda su extensión, pero lo que se robó su atención era esa gran plataforma de madera similar a un teatro que se encontraba en el centro rodeada de asientos por sus cuadro caras, varias de ellas ya ocupadas y en la primera fila se encontraba sentado Jamil, luciendo ajeno a todo el bullicio.

Jamil siempre le había resaltado su torpeza, hoy no podía echarlo a perder, por lo que sabia los padres y el hermano de Leona no vendrían a la ceremonia pero si la aristocracia de la Sabana. Sin embargo esto no detuvo su ansiedad, dándole ganas nauseabundas de huir; pero no quería arruinarlo, no podía arruinarlo y que Leona en consecuencia rompiera su parte al igual que sus cuello si no cooperaba. Así que cuando una anciana vestida con un conjunto de diversos patrones coloridos y tranzas largas canosas lo llamo a subir, el obedeció sin dudarlo.

En la otra punta de la plataforma se encontraba Leona portando su característico collar dorado y pulseras a juego, una corona de flores hechas de lilios rosas y cubierto con solo una tela blancas de lino que le llegaba hasta el ras del suelo adornado con hilos dorados amarrada a la cintura. No mirar sería un ilícito, su torso estaba completamente expuesto, su espalda se marcaba a cada exhalación y sus brazos cruzados le daban una imagen imponente.

Vio cómo se acercó audaz pero cuidadoso aquellos ojos verdes que resaltaban con unas ojeras prófugas del maquillaje, esos largos colmillos que se asomaron en la comisura de sus labios y las garras lijadas en punta listas para marcarle la piel o rebanarlo es cubitos. No tenía ni idea lo que debía hacer, nadie le había indicado lo que sucedería pero lo intuyo apenas esas manos callosas recorrieron su mandíbula mientras acomodaba algunos mechones rebeldes.

La anciana de hace unos momentos atrás recito unas palabras que le fue difícil de descifrar, vio como animo con la mano a la multitud a ponerse de pie y ante la presencia de todos vertió un líquido rojo en dos cuencos de arcillas con patrones geométricos de arena blanca, se lo paso a ambos y les indico que lo bebieran hasta el fondo. A esto conectaron sus miradas un instante tomando simultáneamente de un trago.

El sabor era dulce como las cerezas y algo empalagoso pero no lo suficiente para significar una molestia, espeso como el alquitrán y difícil de tragar por esta misma razón, pero más allá de eso, lo más llamativo era su olor a granada o así lo percibía le daba una sensación de calor que se trasporto desde su esófago hasta el estómago.

El acto realizado en consecuencia desencadeno miles de aplausos que llenaron la sala de gritos de felicidad, las guardias se veían contentas, lanzando ovaciones y los aristócratas cuchicheaban entre ellos en medio de los festejos.

El brebaje solo necesito de algunos minutos para surtir efecto, pronto se vio mareado, el piso de roble macizo había perdido completamente su firmeza y por alguna razón el aroma a granadina lo atraía. El cosquilleo de su cuerpo combinado con la ropa ceñida simplemente resulto un estorbo, por ende se quitó todo aquello que pudo desde las joyas doradas hasta los aretes cuidadosamente seleccionados, dejando intacta la gargantilla. Quiso proseguir a deshacerse de su conjunto, empezando por su pantalón, pero Leona con una expresión hostil evito que se desprendiera de ellos por el momento.

Ambos se miraron destrozados por las hormonas, sus respiraciones eran pausadas por el fulgor insoportable que brotaba por sus poros. El primero en caer fue Kalim, quien al tocar la piel bronce de Leona le entrego un alivio momentáneo, tentado persiguió esa tranquilidad con su boca.

Leona por su parte se resistía a las incoherencias de su cabeza, los espasmos de su cuerpo y su erección alzada dentro la tela delataban su estado, ignorando las voces de su mente cedió a los besos caprichosos de su esposo, abrió su boca deslizando su lengua por la cavidad bucal de Kalim que sabía a leche de coco, a cerezas, a granate; a todo lo que le fascinaba a eso sabia él.

En medio de su sección de besos unas garras se deslizaron inquietas, estrujando su trasero vestido, recorriendo su pecho hasta posarse en su abdomen, sintió como ambas palmas acariciaron su vientre, siguiendo el movimiento con la mirada atenta a la zona. De pronto el peso de Leona cayo en sus hombro, sus cabellos marrones sepia eran casi tan negros como noche.

—Por favor, permíteme. si tu no me dejas es imposible seguir. —lo abrazo escondiendo aún más su rostro en el cuello ajeno buscando su olor.

Desde un principio no pensaba en negarse a ese hombre, pero verlo destrozado y manteniéndose firme al deseo, le movió en sus adentros.

—Hazlo…—con la sangre acumulada en sus mejillas susurro con claridad para ambos.

Kalim candente por el estímulo puso su pelvis contra la de Leona, rozando sus miembros y al percatarse de la erección bajo serpenteante esparciendo pequeños besos por el torso cincelado. Al llegar a su destino desato la tela con cuidado mientras agarro los bordes con fuerza de no revelar demasiado al público; para dar comienzo a su parte del trato.

Culpo a la bebida por la repentina posesividad, realmente no quería que nadie más tuviera el privilegio de ver a su marido en ese estado necesitado.

Su interior ardió al dar con el falo erecto, froto sin decoro el glande hinchado mientras lubricaba todo el tronco, deslizo su lengua por la extensión haciendo círculos después levanto la mirada y vio a Leona con la cabeza echada hacia atrás; los gruñidos por debajo lo motivaron a seguir su accionar. Lo metió lento, engullendo la cabeza roja, las náuseas se acumularon sobre la base de su garganta, el sabor dulce se fusiono con el salado del pre-semen mientras subía y bajaba por el pene que a duras penas contenía, ahueco sus mejillas creando fricción y gimió mirándolo a los ojos.

Sus cabellos fueron tirados de la nada con fuerza desde atrás, dejando un sentimiento momentáneo de vacío en su boca para ser atacado nuevamente de forma contundente.
—Si, cariño, siegue así —ronroneo crenado vibraciones que pasaron directo por la columna vertebral de Kalim.

Para entonces estaba empapado en sudor, su nariz picaba contra el vello púbico a cada estampada feroz y a los veinte minutos el ritmo se aceleró hasta que el chorro tan buscado salió disparado llenando su boca de semen espeso que se desbordaba, evito torpemente contener el desastre tragándolo ante la mirada hambrienta que lo sujetaba firme.

Momentos después unas cuantas lamidas ásperas se abrieron paso a su boca, saboreando el sabor del semen ajeno y la bebida mágica que los había orillado a esto.

Por su parte el público solo logro apreciar como la cabeza del heredero aparecía y desaparecía entre la tela y de la nada se paralizo un momento mientras gotas de líquido blanco cayeron contra la plataforma.

Kalim ya extasiado se desbotona su camisa liberando sus pezones al aire fresco ante la atenta mirada de su amante, quien no perdió la oportunidad de juguetear con ellos como un cachorro. Estaba completamente avergonzado, aparto de su seno al intruso con sus manos en un intento de cubrirse, pero los pequeños toques circulares en su espalda baja lo hicieron ceder.

Leona con su garra izquierda froto un pezón mientras que con su mano derecha lo mantuvo en su lugar erguido permitiendo a sus colmillos morder como quisiera los pectorales, la espereza familiar provoco un embrollo en su zona baja. Leona se percató de este detalle y se deshizo de los pantalones y los zapatos al mismo tiempo, dejando intacta solamente la parte superior del traje; con todo afuera masajeo el pene erecto de su pareja. Le endulzo el oído mientras beso sus mejillas amoroso.

Kalim se derritió ante los toques tan relajados como energéticos, su mente obnubilada se dejó llevar y perdido ante el placer miro hacia las tribunas, las mismas que le clavaba la vista como flechas ardientes mientras gemía sonoro. Chillo al unisonó hasta que se dio cuenta de unos ojos negros arrugados que en desagrado lo juzgaban desde la primera fila.

«Jamil… ¿Está aquí?, ¡¿Viéndome?!» Se agito con sorpresa ente la idea.

Entonces la palabra “impregnar” entro en su cabeza como una proyectil ¡¿Acaso Leona va a llenarlo en frente de todas estas personas?! ¡Frente Jamil! Por inercia el pánico invadió su cuerpo al instante, pataleando asustado como un cervatillo se retorció con valor en un intento de alejar al león hambriento. Busco a los lados desesperadamente alguna escapatoria pero al alzar la mirada lo único que se encuentro fue los iris esmeralda de un depredador brillando con intensidad, resaltando su vieja cicatriz.

Por el frente Leona se acercó un poco más arrebatándole el aliento, beso esos labios esponjosos, de forma conjunta deslizo su puño aún más rápido liberando más gemidos de su contraparte y ante la oportunidad, introdujo su lengua explorado deseoso. Logro en pocos movimientos con caricias delicadas reducir a su presa, divirtiéndose por los pequeños espasmos que provocaba, excitándolo como nunca antes había estado.

En una silla cercana se sentó y guío a su esposo hacia su regazo, indicándole que se acueste boca abajo sobre él, dejando sus pierdas y cabeza colgando a los costados.
Un ronroneo en agradecimiento le revolvió el corazón mientras a su vez unas garras intrusivas se deslizaron levemente por la curvatura de su espalda sacándole un escalofrió. Nalguearon su trasero una y otra vez hasta que tomo un color más oscuro y ante el dolor, un dedo se asomó con cuidado tanteando la entra.

Kalim chillo por la intromisión repentina, el dedo anular grueso aparecería y desaparecía siendo tragado a la vista de los invitados, gimiéndole piedad al aire denso.
Leona con una sonrisa pícara le murmuro palabras dulces sobre su cabello plateado y como se ve tan bien en el atardecer, su cintura estrechar lista para ser tomada, sus muslos suaves como almohadas finas. Relajando el músculo, por tal razón meneo su trasero contra su amado animándolo a continuar su cortejo.

Por su parte Leona estaba embelesado por la invitación descarada, siempre pensó que los destinados era una cosa de fantasía, si bien hace cientos de años se murmuraban eran un cotidianidad, al día de la fecha quedaron mi pocos, la mayoría conformándose a elegir entre ellos. Pero la verdad, tocar el cuerpo de tu compañero, sentir su respiración ahogada contra tu piel y oír tu nombre de sus labios era un vicio. Y como todo vicio, no se compartía…

Por eso cuando se percató que el consejero robo la atención de su pareja no le dejo otra alternativa que actuar. Ver su mirada enojada mientras abrió como quiso a su sultán en toda su cara, inflaba su pecho de orgullo y más cuando Kalim se olvidó de él alentándolo a continuar y se dejó hacer entre sus dedos.

—No te contengas. —bromeo con voz entrecortada.

Para Leona el sentimiento era tan adictivo, tan dulce a su paladar que le dificulta esperar, quería marcar a su pareja, hacerlo suyo. Debe hacerlo así ese entrometido jamás podría tener a su destinado en su poder.

Con la tercera intromisión supo qué estaba listo, hizo bien al contenerse de romper en mil pedazos el traje. Así que levantó a Kalim al estilo nupcial, beso su frente y lo recostó boca abajo contra la madera dura. Elevo su trasero arqueando su espalda recibiendo un chillido de sorpresa por los pezones aplastados contra la superficie fría.

Acto seguido Leona masajeo las nalgas ansioso separándolas de vez en cuando, desplazo besuqueos deseosos por toda la columna vertebral, encima sujeto firme las caderas manteniéndolas elevadas con las piernas juntas. Después deslizo su lengua por el músculo estirado sacando sollozos dulces mientras se masturbaba con su mano libre.

Sus piernas temblaron por la respiración húmeda contra su entrada, ante la introducción repentina grito desesperado arañando el piso de madera por el vaivén contante; hilos de saliva escurridiza caen de sus piernas dejándolo al borde del desmayo y antes de perder la cordura un gruñido furioso lo trajo a la realidad para ser enjaulado de pecho lleno contra el suelo, las trenzas de Leona colgaban arriba de su cabeza y pudo palpar el bulto grueso de su marido colgando entre sus nalgas, asomando el tronco pesado en el hueco de sus muslos. Leona se movió rozando desesperado su agujero con embestidas ansiosas.

Los alaridos del publico hicieron eco en sus oídos, mareado por la acción su mirada vago como naufrago hasta volverse a encontrar con la mirada oscura imposible de ignorar, estiro su mano hacia la multitud para alcanzarle pero la presión de unos dientes afilados clavados en su hombro lo inhibe de esa idea.

—No mires a nadie más que no sea a mí. —advirtió con un gruñido celoso.

Su espada trono al ser empujada contra el superficie tibia y pegajosa, con las piernas abiertas en forma de v sobre la plataforma por fin admiro las miles de flores y el hermoso candelabro que colgaban de la cúpula dorada.

Así mismo observo detenidamente esos ojos verde como los oasis, verde como su anillo, verde como las algas del mar en sus paseos nocturnos y lo atrae hacia él lo mejor que puede conectando sus bocas y deslizando su lengua en un intento de apaciguar la ira de su esposo. El aroma adictivo de la sabana que desprendía era más intenso que antes, retumbando en su pecho respiraciones bruscas.

A pesar de todo lo anterior trago ansioso al ver como ese falo grueso se erguida duro entre su entrepierna, con ese tronco surcado de venas y la punta preparada para introducirse dentro de él.

—Por favor, yo-yo-o... No frente de Ja- —fue interrumpido por un rugido furioso acompañado de una nalgada dolorosa provocando un eco en la sala.

—Si eso es lo quieres, bien —escupió mordaz.

La amabilidad de antes se había esfumando por completo, su pecho fue mordido sin piedad, nuevos moretones adornaron su cuello, piernas y brazos, los besos siguieron siendo sueves pero voraces; y con ese miembro amenazando en entrar a la mínima chance, al instante sus piernas fueron dobladas por la mitad con los muslos paralelos al pecho ajeno. Ahora era imposible ignorar el semblante tosco de su esposo.

Maldijo a su subconsciente, por culpa de su estupidez el aura de Leona había cambiado radicalmente. En otras palabras su sentido común haciendo equipo con su instinto le gritaban que huyera rápidamente de ese sitio, que tan solo era una pequeña presa frente a un gran felino que había tenido el torpeza de enfurecer.
Su mente no le dio tiempo a reaccionar por que sin esperar, unas estocadas certeras lo llenaron sin piedad.

Intento mantener la calma ante la intrusión repentina, el ritmo era marcado pero tortuoso y su interior no se acomodaba con velocidad que deseaba a las exigencias de su amante pero de seguir así… iban a partirlo por la mitad.

Sus quejidos resonantes con el choque de sus pieles dieron una sincronía obscena, las embestidas duras pero directas lo llevaron como un loco al picó del dolor y el placer a la vez. En tanto se sujetó de donde puedo, rascuñando la madera que lo mantenían aun cables a tierra.

—Ah, ah, Por favor más —aulló placentero, sintiendo una pelota formándose en la base del tronco.

—Díselo al público, cariño —susurro seductor aun amasándose en el interior estrecho, para después dirigir la mirada escarlata hacia el invitado de honor.

Kalim hipnotizado por el placer que rebozaba desde su interior, siguió la orden ignorando el cuchicheo inicial, logrando posicionarse de pie, a espaldas del felino se acacho por la
cintura, valiéndose del banquillo alzo su glúteos azotados y le dijo mirándolo deseoso:

—Tómame frente a todos —reto audaz, separando las piernas un poco más.

Frete a este galanteo atrevido algo en el subconsciente se quebró. Como consecuencia lo sujeto del cabello arqueando su pecho casi fuera de la plataforma y levantando más sus nalgas contra su pene dejándolo en puntillas, sujeto sus brazos detrás de su espalda y comenzó sus embestidas voraces acompañados de gemidos a cada intromisión, divertido por la mirada perdida de su tierno compañero.

«No es suficiente» penso para sus adentros.

Es entonces que las largas piernas de Kalim se elevaron hasta sus orejas como pendientes, dando como resultado una vista vulgar de su trasero bañado en una mezcla de fluidos desconocidos, estaba expuesto a los cuatro vientos a disposición de las miradas curiosas. Nervioso vio el grueso y largo miembro siendo absorbido tortuosamente en su interior marcando la marcha frenética a su compas. Sus pies se enroscaron con cada acomodo al igual que rasguñaba los brazos fuertes que mantenían cautivo en su lugar.

—Agárrate fuerte de mí. —señalo aumentaba lo velocidad unos minutos y volvía lento masajeando su interior.

Ambos gemían al unísono a la par de sus ansias salvajes, el deseo desbordaba sus cuerpos cansados y sus bocas conectadas por sus lenguas se enroscaban necesitadas. Los sonidos dulces producidos por el heredero eran callados entre besos largos y hambrientos.

Kalim rebotaba placido en medio del aire mientras unos colmillos mordisqueaban su nuca casi como un juego, produciéndole picor por toda su piel, por ende deslizo una mano hacia su ingle buscando su liberación pero en su camino se encontró con una protuberancia extraña, bajo curioso la mirada encontrándose con sorpresa un bulto que sobresalía de su vientre a cada vaivén.

Temeroso movió su pelvis en forma circular con la intención que no le llegara tan afondo, siendo esto interpretado de buena forma por su contraparte que gimió feliz, deslizándose más hondo, aumentado el aire caliente que erizaba su nuca y la pelota que se movía hacia su entra le advertían que todo iba a terminar pronto.

En tanto Leona al borde del clímax lengüeteo el cuello persiguiendo ese sabor a leche de la piel morena, mordisqueo los hombros en una forma de advertencia y subió la velocidad de las embestidas hasta que se corrió, manchando su interior de blanco y reclamando simultáneamente su cuello, mientras el más bajo gime por las descargas que se escapaban de su entrada.

La sangre que brotaba de su nuca se deslizaba hacia las clavículas solo detenida a base de lengüetazos suaves y constante, su cuerpo entumecido estaba agotado, así que se desplomo con la cabeza contra el hueco de cuello de quien lo mantenían aun en el aire. Sin antes dar un último beso a la cicatriz que atravesaba el ojo derecho, a su par toda la habitación se oscureció acompañado de un ronroneo constante.

Por otra lado el consejero no pudo creer lo que acababa de pasar.

Ese misma noche en la habitación principal del palacio, la pareja se encontraba descansando sobre el colcho matrimonial, Leona admiraba con ojos alegres como su esposo jugaba con su cola aun dormido en tanto el juzgaría la calidad los regalos de boda. Personalmente no se esperaba la cantidad de presentes por parte de la familia Al-Sim y de sus antiguos guardias, después mandarían a Nala a quemarlos si fuera necesario por el momento comenzaría por sus invitados que la mayoría consistía en cosas que realmente ya tenía o no necesitaba, pero no se iba a quejar; porque con el patrimonio de su esposo ya obtenía lo suficiente para jubilar a medio reino.

Luego de un mes, con algunos raños del sol asomándose por la ventana, las guardias le informaron que el consejero tiene un mensaje importante del sultán, él divertido les indica que lo dejen pasar. Una vez adentro y solo iluminado por una farola de aceite dorada, Jamil se deshace de su semblante cortes.

—Ese no era el trato, Príncipe Leona —arremetió con furia, ganándose un bostezo del rey.

—¿A qué te refiere con exactitud?—sonrío reluciendo sus grandes colmillos que aun tenían algo de sangre por la cena—. No tengo tiempo para tus acertijos.

—¡Tu tenías que matarle! —apunto hacia la cama donde yacía una melena blanca descansado plácidamente— ¡A todos los Al-Sim! —sus manos arrugaron los documentos de la ira.

Este hombre tenía la facilidad de sacarlos de sus casillas igual a su hermano, y hubieran seguido la pelea si no fuera por un bostezo cansado proveniente de la cama, alertado a ambos interlocutores.

Kalim despierto por la discusión pero aun adormilado con sus cabellos hecho un desastre y su camisón de una pieza transparente, camino tambaleante hacia el regazo de Leona acurrucándose entre el hueco de su cuello para dormir pegado sus latidos. Leona lo abraza y gruñe en consecuencia al detectar miradas fugaces a su esposo.

—Como veras, he cambiado de planes —besando la cabellera perla despeinada—. Gracias a ti encontré a mi compañero.

—¡Eres un maldito hijo de p…! —susurro con odio.

—Soy un rey, el mismo que tomo tu hogar, tu poder y a tu sultán y los hice míos, eso es lo que soy Viper —mostrando sus iris verdes filosas.
—Como reaccionara Kalim cuando sepa la verdad de tu llegada —amenazo con una sonrisa.

—Oh, el que debería cuidar sus verdaderas intenciones, no soy yo— sacando una moneda de oro y lanzándola hacia el consejero—. Y espero que mi familia y yo podamos confiar en tus servicios de ahora en adelante —acaricio el vientre de su amado.

Ante lo dicho ignoro el sonido del metal cayendo contra el piso y el azote en la puerta, observando en que no perturbara el sueño de su amado esposo. Total ya casado y con un heredero en espera el trono era legalmente suyo.

Notes:

No se si en estos meses mi redacion mejoro o emperio pero de algo estoy segura, le hice tremenda lobotomia a los personajes pero no me arrepiento en lo absoluto. Al contrario espero que me perdonen por poner OCS femeninos, vi la Mujer Rey seguida de Black Panther y no pude sacarme la idea de Leona como jefe militar al mando de las Agohie.