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Incomodidad

Summary:

Adora no recibe nada bien la noticia de que Cyra es solo una piel falsa para Catra. Ambas pasan su día tratando de lidiar con las emociones desatadas y llegan a un acuerdo con el que ninguna está comoda, pero no saben expresarlo.

Notes:

Hola!

henos aquí de nuevo. Esto se estaba volviendo un monstruo de capítulo simplemente por querer abarcar lo más posible en pocos caps XD. Mis respetos a los que manejan capítulos todavía más largos. Creo que mi límite para usarlo bien son trece mil palabras, más o menos. Aún así, solo es la parte uno y fingiré que no se dividió.

Chapter 1: Incomodidad.

Chapter Text

—¡Dora, ven, amor! —y Adora corrió, con sus piernas cortas y regordetas, intentando ser rápida.

Risitas salían de su pecho junto a chillidos excitados. Sus padres reían con ella. Sin fondo, sin contexto. Solo risas y brazos amorosos, una voz alegre y cosquillas de besos entre barbas.

Ese era uno de sus recuerdos más intensos con sus padres y estaba segura que el primero que tenía. No debía tener más de tres años. Su siguiente recuerdo definido e intenso era también de ella con sus padres, en lo que ahora podía nombrar como un avión.

Una fiesta de cumpleaños. Un salón de clases con más niños. Recordaba noches de cuentos. Y recordaba el horrible estruendo, el calor y el caos después de que un VEM de carga chocará contra el vehículo donde iba con sus padres. Pese a los escudos mágicos, ella fue la única sobreviviente. Desde entonces le guardaba un miedo casi fóbico a los VEM.

Tenía casi siete años cuando llegó al que sería su último grupo familiar.

Tardó un rato en adaptarse a la feroz rutina del lugar. A la falta de los cuentos por la noche, a la falta de sus padres y sus besos. Pero con los años solo fueron otros cuantos recuerdos que aprendió a atesorar. A llorar en silencio. Solo era otra niña más que cuidar después de todo. Algunos adultos eran amables, pero Adora sabía que estaba sola. Por lo menos hasta que la señora Weaver apareció en su vida. Ella la vio. Le tendió una mano cariñosa cuando nadie más le hacía caso.

Había sido una niña risueña, pero después de perder a sus padres, ya no sonreía mucho y hacer amigos se complicó. Un par de años después, mientras otros niños la molestaban, una de las mayores la defendió. Rara vez Adora se despegó de ella, en especial cuando la señora Weaver se desaparecía del lugar dos o tres días a la semana. Y a veces más.

Adora iba a la escuela en un edificio rural. Los demás niños la aislaban después de darse cuenta del trato relativamente mejor que recibía de los adultos, a quienes Adora solo intentaba agradar para no sentirse tan sola. Con su mejor amiga siendo unos años mayor, no podían convivir mucho en el horario por edades de la casa grupal y ella tampoco estaba algunos días.

Los demás niños la podían envidiar, pero ella también sufría castigos, y la señora Weaver pronto se dio cuenta que lo peor para ella era quedarse sola, sin nada que hacer. La oscuridad no solía asustarla hasta que empezó a asociarla con sus castigos. El resto del tiempo también estaba sola, pero en la misma habitación que algún otro, y la sensación menguaba un poco.

Sus amigos se volvieron los libros que leía con avidez en la escuela y sus ratos libres, y compartía sueños y aventuras con los protagonistas de los animes de las dos horas de televisión colectiva que la casa hogar les permitía. En esos momentos se olvidaba de todo y se perdía en los dibujos.

Cuando tenía solo diez años la señora Weaver la puso a cargo de los otros niños y Adora aprendió a imponer el orden con los recursos que tuviera, ya que cualquier falta de los otros, recaía en sí misma. Solo tenía problemas con niños mayores que ella, que no sentían que le debieran obediencia ni respeto, pero con los niños más chicos, solía ser amable y los pequeños la buscaban. La sensación de soledad disminuía en esos momentos. Con el tiempo, los mayores dejaron de meterse tanto con ella cuando aprendieron que Adora prefería sufrir una pelea con ellos que pasar el día encerrada por no lograr que cumplieran todos con sus obligaciones. Pero le costó moretones y profundas heridas de los therians con garras, que se sumaron a las cicatrices en su torso y brazos del accidente con sus padres. Un constante recordatorio de lo que perdió.

Se vestía siempre con mangas largas y la señora Weaver la miraba orgullosa unos segundos por su desempeño. Con los años las memorias de sus padres se desvanecían más y más, hasta que solo le quedaba ese puñado de recuerdos. Y una idea concisa. Los adultos le preguntaban qué quería ser de grande y no importaba lo que respondiera, sus padres le recordaban que debía estudiar mucho, esforzarse y ser buena para lograr lo que quisiera. Y cada día lo intentaba con todas sus fuerzas, aunque terminara sola, sin cena al cederla a alguien más o encerrada si al querer hacer un favor algún otro no cumplía.

Tenía algo más de trece cuando su amiga, Huntara, regresó de uno de sus viajes con la señora Weaver.

—¡Huntara, regresaste!

La sonrisa de la pequeña rubia era un alivio para la gran adolescente de largo cabello blanco. Un gruñido se le escapó cuando la niña la embistió con un abrazo.

—Lo siento. ¿Estás cansada? —preguntó la niña con preocupación.

—Algo, pequeña. Pero me alegra verte.

Adora la seguía como un cachorrito siempre que sus deberes se lo permitieran. Caminaban las dos a un extremo de la vieja propiedad, entre árboles aún más viejos, sentadas sobre un tronco caído, al abrigo de la noche. Huntara regresaba cada vez más tarde, entregada por la vieja VEM de carga a la entrada del camino rural que llevaba a la casa principal.

—Me gustaría que la señora Weaver me dejara ir y ayudarte.

Tan pronto Adora terminó de hablar, una cachetada la dejó en el suelo. No fue la fuerza del golpe, si no que no estaba nada preparada para recibirlo. Su mejilla se inflamó con rapidez y sollozó quedamente, pues ya sabía que los castigos se recibían en silencio. Y Huntara era mayor que ella. Pero no entendía lo que había hecho para merecer este castigo. En especial cuando nunca había recibido un golpe de Huntara que no fuera jugando.

—No vuelvas a decir eso. Lo siento, Adora… Pero no vuelvas a decir que quieres ir con Weaver a ayudarme. Ni a ella ni a nadie. ¿Entendido? —su voz temblaba y sus manos también cuando ayudó a la niña a levantarse.

Adora le prometió que no lo volvería a decir y Huntara volvió a disculparse por el golpe. Le consiguió hielo y la dejó por la noche.

Un mes después regresó otra vez tarde. Adora volvió a abrazarla para saludarla. La cachetada quedó totalmente olvidada, pues no era ni siquiera el único golpe que recibió ese día. No era personal, era común. Adora vio a la adolescente mayor con la mirada dura, la comisura de los ojos tensos. Iba a repetir que le gustaría ayudarla. Pero recordó su promesa.

—Me gustaría poder hacerte sentir mejor —terminó diciendo después de un rato de silencio.

—¿Lo dices en verdad? —respondió la gárgola que en otros momentos era una bocazas animada y exuberante.

—¡Sí! Quiero… que no te sientas mal. —Dijo deseosa de ser útil.

Huntara la miró un momento y Adora le sostuvo la mirada, segura de que podría hacer algo, si tan solo le dieran la oportunidad. Huntara se inclinó sobre ella y la niña no se movió, pues las dos estaban tranquilas y no había amenaza visible. La casa estaba muchos metros a lo lejos y los otros niños preferían jugar dentro o en la zona de juegos. Huntara acercó su mano a la cara de Adora, y le acarició donde la golpeó semanas antes, fue entonces que la mirada azul se volvió confusa.

Sin moverse de su lugar, Adora sintió los labios de Huntara sobre los propios. Se quedó muy quieta. Sabía lo que era un beso. Pero no lo esperaba. Y Huntara seguía presionando suavemente. Un sonido desconocido salió de su garganta y por alguna razón sintió calor en las mejillas. Tomó las muñecas de Huntara, pues sus manos le sostenían el rostro en lugar.

Los labios de la gárgola eran cálidos e insistentes. Se movían sobre los propios y poco a poco Adora intentó corresponder.

Cuando Huntara sintió los otros labios moverse contra los suyos, le soltó el rostro y la aferró por la cintura. Adora no la soltó de las muñecas y estaban sentadas lado a lado, pero según se iba oscureciendo más y seguían besándose, Huntara la sentó en su regazo casi sin esfuerzo, la diferencia de tamaños era notoria. Huntara le sostenía la cintura, o bajaba a su cadera, sentía las manos contrarias sobre sus costillas o sus hombros.

Adora se sentía bien. Quería que Huntara se sintiera bien también.

Después de más besos, se separaron y Adora estaba feliz de que Huntara se viera más relajada. Perdió el sentido del tiempo pero no dijo nada por volver al interior de la casa. Huntara se puso de pie y avanzó en silencio, deteniéndose un momento para que Adora la alcanzara. No dijeron nada. No hacía falta. Adora sabía que los besos no estaban permitidos, pero porque su mejor amiga se sintiera bien, rompería algunas reglas.

Los besos se volvieron habituales. Adora los deseaba pero nunca los pedía abiertamente. Huntara le acunaba el rostro y se encontraban con lentitud. La niña sentía cosquillas extrañas en la panza.

Huntara poco a poco la llevó de la mano a subir de nivel los besos y ella misma se atrevía a llevar más allá sus caricias. Hasta que le retiraba los pantalones y se servía de ella. Adora trataba de quedarse callada, pero la lengua de la mayor sobre y dentro de ella se sentía extraño y bien. Su cuerpo temblaba de sensaciones intensas y desconocidas frente a las caricias de su amiga.

Después de que Adora cumplió catorce lograron perderse un rato en uno de los cobertizos y después de tantos meses y momentos robados en la noche, Huntara la dejó hacerla sentir igual y con su lengua jugar entre los muslos de piel rosada.

Huntara la tomó entre sus manos después de un rato y sentir como su cuerpo se relajaba. La sentó en su regazo, igual que siempre cuando se besaban, la diferencia ahora que estaban desnudas. Huntara bajó sus labios a los senos incipientes y Adora se movía sobre su muslo porque le hacía sentir bien.

Lo hacían siempre que podían. Lo más rápido que podían. Lo más completo posible. Pero Huntara le enseñaba a hablar en clave, a disfrutar de cosas que en principio no se sentían bien, como las nalgadas con sus grandes manos, pero que igual la hacían mojar tanto como los dedos en su interior. A obedecer rápidamente. Huntara sabía y Adora aprendía rápido.

Sabía que un cejo fruncido significaba un cuerpo dolorido y que podría arrodillarse entre los muslos de su amiga para relajarla. Sabía que el fantasma de una sonrisa es que había logrado alinearlas para tener un verdadero momento a solas. Sabía que una mueca que dejaba entrever sus caninos desarrollados era una sesión violenta y rápida, seguida de los besos más dulces. Lo que no sabía es porqué seguía sin poder ir a ayudar fuera de la casa. Había niños más pequeños que se iban con la señora Weaver y Huntara.

La señora Weaver sabía también que el otro miedo mayor de Adora era subir a los VEM y mientras más pequeño el vehículo era peor. Por eso le insistió cuando cumplió 16 que debería aprender a manejar. La ansiedad de Adora se disparó, junto con sus castigos. Ya no era capaz de mantener la calma si debía estar sola. Su desempeño escolar bajó.

El tiempo que Huntara pasaba en la casa era menor también y hacerla sentir bien era lo único que calmaba a Adora, el único logro que Weaver no le podía quitar. Todavía disfrutaba de sus libros, pero la ansiedad no le dejaba concentrarse en las historias. Ocupaba su tiempo libre en arreglar armarios y otros vejestorios alrededor de la casa. Si estaba activa, si no se quedaba quieta, se sentía un poco mejor.

Pero después de largos meses, Adora pudo encender y mantener elevado un pequeño VEM sin llorar en el intento. Aprendió a esconder la ansiedad bajo una intensa concentración, convencida de que su total atención era lo que necesitaba para mantener el control. Además la señora Weaver le prometió después de otro de sus castigos que podría acompañarla si aprendía a conducir.

Poco antes de cumplir 17 lo logró. Con el miedo reptando por sus venas, era capaz de conducir suavemente. Se hacía cargo ya de todas las responsabilidades que involucraban llevar el VEM: ir por las raciones de la semana, hacer pequeños viajes a la ciudad y llevar a la señora Weaver a las otras casas, donde había más huérfanos. Adora entendía que la señora Weaver era responsable ante las autoridades de todos esos niños y estaba contenta de poder participar más activamente.

Huntara ya no era parte de los huérfanos pero seguía con ellos porque ahora era parte de los adultos que los cuidaban y hacía su trabajo principal en la ciudad. Pero un día llegó muy agitada con Adora. No la esperaba ese día. Pero si debía atenderla, estaba feliz de que acudiera a ella.

—No… No lo entiendes. Tenemos que irnos. Ven conmigo —le pidió la gárgola con voz trémula.

—¿Pero a dónde? ¿Qué pasa? —Adora nunca había visto así a su amiga.

—Ahora quieren que yo… que les enseñe y los lleve… No puedo —tenía la mirada desenfocada y parecía que había llorado. —Ven conmigo, Adora —suplicó.

—¿Pero a dónde? ¿Y Shadow Weaver? Ella podría…

—¡No! No le digas nada a ella. —La tomó por los hombros, con los ojos negros muy abiertos—. No puedo hacer lo que quieren que haga ahora, Adora.

—Pero no puedo irme… los niños y ¿a dónde iríamos?

—Eso no importa. Haré lo que sea para que estés bien, pero tenemos que irnos, ya.

Las dos voltearon hacia el pasillo al escuchar la puerta principal cerrándose. Era raro que alguien llegara a esa hora. Adora estaba lavando sola cuando Huntara la encontró.

—Vámonos ya —pero cuando la jaló de la mano, Adora no la siguió.

—No puedo irme así…

—Adora, por favor… No hay tiempo. Ya me están buscando. Después te lo explicaré todo, pequeña. Por favor.

La casa estaba más agitada. Era extraño para esa hora de la tarde y el nerviosismo de Huntara era evidente.

Pero Adora no podía irse solo así. Y lo lamentó los siguientes meses. Era la segunda vez que se le rompía el corazón. Huntara se fue, pero Adora le prometió que no diría nada y lo cumplió pese a tener años de no probar las lenguas de sombras sobre su piel.

La señora Weaver estaba enojada con ella, lo sabía, pero no podía defraudar a su mejor amiga. Costara lo que costara. Y en realidad no sabía nada, porque en todos esos momentos perdidos entre las dos, Huntara nunca le confío la naturaleza de su trabajo, y Adora jamás le volvió a preguntar. No tenía idea de a dónde podría haber ido tampoco. El mundo se oscureció después de años de mantener una luz estable. Weaver la tenía casi todo el día con ella. La ansiedad que le provocaba perder clases en la escuela era parte de sus constantes castigos, estaba segura.

Ahora era ella la conductora personal de la señora Weaver, y aunque hace unos meses estaría feliz, ya no era el caso. Debía llevarla a las otras casas, a extrañas bodegas, a un edificio limpio y lujoso en la ciudad. A veces usaban un VEM estándar o el viejo VEM de carga. Y una de sus razones para quedarse ya tampoco tenía sentido, porque al estar todo el día fuera con la señora Weaver, no podía cuidar de los niños pequeños que paliaban su soledad.

El VEM de carga era lo habitual cuando salían a las afueras de Luna Brillante a otras casas. En esas ocasiones, Adora no tenía permitido bajar del VEM, que debía estar encendido en todo momento.

Se entretenía con algún libro mientras esperaba, si es que podía aplacar la ansiedad para concentrarse, o con juegos en su nuevo glassight. La señora Weaver se lo había dado a regañadientes pero era necesario mantener algún modo de comunicación. No era un modelo reciente, pero Adora jamás había tenido uno propio y le sacaba todo el provecho que podía, incluso para atender clases o tareas si sus profesores se lo permitían. Ya se había atrasado mucho con sus clases y de seguir así, quizás tendría que repetir el ciclo.

Era otro día ya rutinario. Se despertó temprano con el resto de los adolescentes y niños que tenían tareas matutinas asignadas y salió a recoger a la señora Weaver a su casa de la ciudad para comenzar con su agenda. Por el tipo de itinerario sería el VEM de carga. Pasar a las bodegas, dejar que cargaran el vehículo y después un recorrido por el exterior. Después de diez años al fin Adora sabía en qué ocupaba todos los días la señora Weaver que no estaba en la casa.

Era el último punto de su recorrido y Adora tenía un examen al día siguiente. No podía concentrarse en nada y trataba infructuosamente de repasar el material del examen en su mente. Un estruendo en el interior de la casa la hizo salir de su ensimismamiento y por un momento abrió la puerta con los cristales oscurecidos, antes de recordar que no debía bajar del vehículo por ninguna razón.

Fue el tiempo suficiente para que viera correr a la otra chica, fuera de los brazos de dos lagartos grandes, fuera de las lenguas de sombras, para ver los inmensos ojos bicolores inyectados en sangre y la melena castaña antes de que las sombras la atraparan de nuevo y Adora sintiera el VEM moverse con la fuerza del impacto en la parte trasera. Las puertas del vehículo se cerraron con estruendo y Adora regresó a su lugar cerrando con cuidado su propia puerta. Solo podía ver al frente. ¿Por qué Shadow Weaver tuvo que encerrar a esa chica? Sus gruñidos y gritos la persiguieron las siguientes semanas. Mucho más cuando ya no pudo pensar que era alguien escapando de un castigo, porque la pudo escuchar luchando cuando regresaron al edificio del centro y alguien descargaba la cabina trasera.

Se dio cuenta de nuevas cosas al husmear por primera vez, aún presa del miedo de recibir más castigos. No llevaba solo paquetes, también llevaba niños. Nunca había visto que era así cómo los movían. ¿Así se llevaban a Huntara? Siempre asumió que iba en la parte delantera junto al chofer.

Era una pesadilla interminable que se hacía peor con cada amanecer.

Las palabras de Huntara se repetían una y otra vez en ella. "Quieren que yo les enseñe". Era inútil simular que era otra cosa lo que estaba pasando. Shadow Weaver y los demás adultos estaban traficando con los niños. Y la desesperación de Huntara no podría ser por menos que lo peor. Adora también tenía que irse de ahí.

—Después de cumplir 18, alguien del Estado me buscó… En realidad ya casi tenía 19 y se disculpó por el retraso. —Adora tenía una venda en la mano derecha y una taza nueva frente a ella con un fuerte té de lúpulo y menta —Me entregó los documentos de mis padres y el fideicomiso que dejaron a mi nombre.

—¿Y eso hace cuánto fue? —Catra estaba sentada frente a ella, con otra taza igual. Seguía sin creer todo lo que Adora le estaba contando.

—Hace casi cinco años…

Catra ya había calmado a las aves, que se agitaron cuando Poe reclamó otra vez su desayuno y ayudaron a alterar más a Adora.

Adora dirigió sus ojos acerados a Catra que se sintió igual de desnuda que frente a Doppler Morfer. No podía creer la absoluta falta de cuidado que tuvo al despertar. En su defensa, en esa casa jamás había dormido con otra persona.

Adora balbuceó disculpas unos minutos hasta que reaccionó. Diciendo incoherencias sobre que la recordaba, que la conocía, que se arrepentía tanto de no haber hecho nada. Le terminó explicando todo lo que la llevó a estar en ese momento, uno que Catra podría nombrar como uno de tantos.

Su estado la llevaba a ir con sumisión la mayoría de las veces, pero después de citas realmente malas, un régimen de hambre o castigos injustificados por las faltas de otros, todo el ser de Catra se rebelaba contra más castigo y luchaba porque no la llevaran. Si lograba que la hirieran lo suficiente, no se la llevaban porque así no sería entretenida para ningún cliente.

Catra no había dicho nada. No quería saber. No quería recordar. No quería imaginar que Adora había estado tan cerca. Pero no podía hablar. Y Adora la miraba con una intensa y extraña añoranza.

—Me fui… terminé la escuela y entré a la universidad… Y no hice nada…

—Adora, tú no podrías hacer nada contra ellos. Y no es tu responsabilidad.

—Pero…

—Y en realidad no quiero hablar de eso —soltó bruscamente.

Adora se detuvo y enrojeció.

—Lo siento —bajó la mirada y se quedó viendo la mano herida, dándole vueltas. —Lo siento por todo.

Las dos estaban sentadas en silencio, con el té olvidado entre ellas. Necesitaba tiempo a solas, pero Catra no tenía idea de cómo obtenerlo ahora.

La rubia tomó el té mientras el silencio se extendía y su glassight sonó. Lo sacó de su estuche en la cintura y miró la notificación.

—Me tengo que ir… —se terminó el té de un trago —Lo siento, Cy… D'riluth… Gracias por dejarme pasar la noche.

Catra encogía las orejas en cada palabra mal ubicada de Adora. Y recordó la noche; "No tengo a dónde ir". Quería estar a solas y pensar. Pero no quería que Adora se fuera. Y menos así.

—No tienes que irte…

—Lo siento. Tengo trabajo —se levantó de la mesa. Sonaba un poco más tranquila —Debo pasar por un cliente. Iré por mis cosas —añadió al final en voz baja.

La magicat asintió.

Los límites de su visión no estaban claros. Apenas percibía a la otra mujer que dejó su taza limpia y subía con pasos callados a la habitación. Catra se quedó en la mesa, tratando de terminar su té. De tener alguna certeza. Se durmió con la idea de hablar mejor en la mañana. Pero no tenía idea de lo que la mañana traería.

Adora aprovechó el tiempo a solas para llorar un poco y componerse en la habitación. Ya tenía en realidad su maleta lista y la cama tendida, solo necesitaba el momento.

Agarró la maleta y en el pasillo vio hacia arriba a la puerta cerrada. Después de suspirar regresó abajo.

—D'riluth, ¿Puedes ayudarme con la puerta? —dijo desde las escaleras y señalando hacia arriba con la mano lastimada.

—¿Puedes sentarte un momento? —preguntó sin mirarla.

Adora siempre era previsora. Tenía unos minutos todavía. Se sentó en el mismo lugar, poniendo su laptop sobre la mesa y la maleta en el piso.

—Catra, mi nombre es Catra —dijo con los ojos fijos en los azules.

—Gracias... por decirme —dijo después de unos segundos. —Yo no sé qué más decirte.

—No importa. Solo quería que lo supieras.

Catra inspeccionó la cara de Adora mientras esta miraba sus manos de nuevo. No quedaba rastro de los labios inflamados y suponía que tampoco de los rasguños en sus brazos, siempre cubiertos con sus mangas largas o la chaqueta. La rubia había sido cauta con ella las siguientes veces que se vieron después del incidente, por lo que Catra se había cuidado bien de mantenerse físicamente lejos de ella, mucho más de lo que su relación ya lo manejaba. Sus palabras también las cuidó.

La magicat no tenía mucha experiencia tratando con la gente de manera ordinaria pero tenía experiencia cuidando a sus aves. Sabía darles su espacio, pero que había que permanecer cerca para que se acostumbraran a ella. Constante para que confiaran. Porque no podía hablar con ellas, pero todavía podía comunicarse. Las aves respondían a la consistencia, la rutina y las intenciones sinceras. Adora no era un ave, pero Catra no tenía realmente más herramientas.

Se levantó y le indicó a Adora que la siguiera. En el panel interior de la puerta del techo, Catra configuró una opción que jamás pensó necesitar.

—Pon tu mano.

—De verdad, no tienes que hacer esto.

—No sabía lo pesada que eres, solo pon tu mano —gruñó la magicat. Las aves eran más fáciles de inducir.

—No puedo aceptar esto. —Era incómodo hablar en las escaleras. Adora bajó un escalón y no desvió la mirada. —Por favor, no quiero llegar tarde a mi cita.

Se quedaron trabadas. Catra sabía que no iba a llegar a ningún lugar y la tensión en el rostro de Adora solo aumentaba.

La magicat casi podía oler la ansiedad destilando de Adora. No sabía que fuera tan nerviosa. Con razón siempre llegaba a tiempo. Por un momento le dieron ganas de preguntarle a qué hora era su cita y comprobar si su ansiedad era porque en verdad iba tarde o solo era así. La desesperaba un poco en realidad pero no quería causarle problemas. Sin decir nada más, dejó de verla, abrió la puerta y se hizo a un lado.

—Gracias. Prometo regresar después de esto y hablar. ¿Sí? —Adora trataba solamente de encontrar un punto medio. En realidad no quería hablarlo, pero sus ansias le estaban ganando. La magicat la miró detenidamente otra vez. Esa era otra situación. En su mente todavía no terminaba de procesar que Cyra no existe y en su lugar se quedó Catra, una magicat con la que compartía un segundo en el pasado.

—Está bien —dijo al final la magicat y se apegó a la pared para abrirle paso.

—Regresaré en la tarde. ¿A las cuatro está bien? —dijo una vez estando en el piso superior.

—No estaré aquí. Te diré dónde encontrarme.

Adora asintió y se dirigió al VEM.

Catra fue al interior del aviario y se ovilló. Quería fundirse con la tierra y deseó que Adora jamás hubiera conocido nada de su pasado.

 

 

 

 

En un club, las últimas personas en salir de la cocina estaban listas para descansar y se despedían de la guardia de seguridad, una gran gárgola vestida de traje oscuro. Su cara adusta y su físico imponente bastaban para frenar en seco a algunos de los indeseables para el negocio.

La gran mujer dio un último rondín hasta que estuvo satisfecha con que no había nada fuera de lugar dentro de las instalaciones. Cerró el lugar y se fue a su pequeño restaurante favorito a unas calles de ahí. Le gustaba el lugar porque era tranquilo, incluso siendo un sábado por la mañana, todos los comensales solo se ocupaban de comer, algunos leían, algunos grupos de amigos reían ocasionalmente, pero las risas solo ayudaban a crear un ambiente agradable.

La mesera que la atendía ya era una vieja amiga, y desde hace algunos meses, un poco más. Huntara tenía cuidado con sus relaciones y aunque físicamente no sabía ir lento, con sus sentimientos sí. Ya conocía cada rincón del cuerpo de la bella carnera y varias cosas más, pero ella apenas empezaba a abrirse. Después de unas risas y algo de plática en lo que aquella atendía las mesas cercanas, Huntara salió para ir a su propio lugar, un pequeño y modesto departamento en una zona tranquila. Lejos de la realidad.

Después de descansar un rato, la gárgola se vistió con jeans oscuros, unas botas enormes con chapas, y un viejo chaleco de cuero y mezclilla que dejaba expuestos sus poderosos brazos. Con pasos ligeros y silenciosos caminó hasta una zona que dejaba de verse como un bonito barrio clasemediero. Solo unas cuantas calles y el ambiente cambiaba por entero, a veces solo hacía falta dar una mala vuelta. Los edificios se apretaban entre ellos, no existían casas en esta parte de la ciudad. Solo edificio sobre edificio, con estacionamientos aéreos, si es que alguien podía permitirse los VEM más básicos o viejos. Se metió a un edificio de apartamentos que tuvieron que demoler décadas antes pero seguía en pie y casi inhabitado. Los residentes persistían por un plan de rentas congeladas y las familias se hacinaban, porque la ciudad podría permitir muchas cosas, pero no la evasión de impuestos.

La planta baja y los sótanos estaban oficialmente vacíos. Huntara se hizo una pequeña cortada con su navaja favorita en la parte externa del antebrazo y ofreció su sangre para poder entrar a la apertura escondida tras un glamour. Las personas ahí dentro la recibieron con apenas un movimiento de cabeza, pero los niños corrieron hasta ella y no la dejaron ni respirar mientras la gárgola se dirigía a una cocina y les preparaba la comida.

 

 

 

 

 

Adora se dirigió con rapidez a su punto de encuentro. Iba a recoger a Asami Sato. No era de sus clientes frecuentes, ella misma le pedía entregar algunos paquetes y recogerla cuando iba a eventos tardíos e importantes. Y también la ocupaba para consentir a su novia. Eso sí era frecuente. Asami le pedía aunque sea una vez a la semana que le llevara flores, dulces o una comida entera a la Detective Arashi. Y la detective también se había vuelto su cliente, a veces no le gustaba conducir después de un día interminable y la contactaba para llevarla hasta su departamento.

Los edificios se sucedían y los drones de señalización pasaban también. Adora seguía pensando en lo que pasó. Se despertó a la misma hora de siempre. Pese al corto descanso que tuvo, su cuerpo agradecía dormir en una cama. El VEM no tenía malos asientos, pero la ergonomía no estaba diseñada para un cuerpo acostado. Trabajó un rato en el ensayo que todavía no terminaba y tenía que presentar el lunes, y conforme se acercaba la hora a la que debía irse, pensó que podría preparar algo para desayunar si tomaba en cuenta las palabras de Cyra. Y apenas estaban acostumbrándose al espacio.

Ver los ojos bicolores fue un shock.

Todavía se sentía en un trance.

Se había olvidado de esos ojos. Igual que se olvida una guerra en la que en realidad no puedes hacer nada. Y siguió con su vida. Si no podía ayudar, por lo menos no iba a ser partícipe. Se fue. Hizo su vida. Tratando de hacer lo mejor que podía con lo que se le dio.

Le terminó contando un montón de detalles a... "Catra". Tenía que cambiar su nombre en su mente. Y ni siquiera le preguntó si quería escuchar su historia. Y le prometió regresar. Pero todavía no estaba segura de querer hacerlo. No porque no quisiera estar con Cyra... Catra. Le encantaría llegar a conocerla mejor. Pero lo cierto es que no sabía cómo hacerlo. Con sus amigos era diferente. Convivían en la escuela, a veces en el gym. Pasaban tiempo juntos, a veces la invitaban a quedarse en sus casas. La invitaban a comer. Pero había límites, muy cuidados límites que Adora había puesto para no molestar a nadie.

Con Cyra también los había. Eran amigas en ese aspecto. Conocían algunos gustos. A Adora le encantaba escuchar sus opiniones acerca de algunos libros en común. Los comentarios sueltos en el camino. Las veces que habían salido a comer.

Esos límites ya no existían. Las habían arrojado a una intimidad forzosa de secretos compartidos y mentiras obvias. Ni siquiera estaba segura de que su incipiente amistad pudiera sobrevivir a eso. Volverse otra vez extrañas. Adora conocía multitud de secretos de completos desconocidos. Las llamadas de sus clientes mientras conducía le revelaban infidelidades, disgustos, traumas. Pero solo era alguien más que pasaba por su VEM.

Con Catra ya no era así. Era una amiga. Era la chica que había escapado de sus captores a unos pasos de ella, para que volvieran a encerrarla. Era la que le abrió los ojos a la realidad de lo que sus cuidadores hacían. Y la situación estaba tan enredada que todavía lo legal la alcanzaba. Sus papeles estaban en el sistema. Pero ella no había terminado como Catra o Huntara y ahora solo podía imaginar que los planes de Weaver tenía para ella eran peores. Pensar en aquella hechicera le daba escalofríos.

Casi se pasaba de la entrada para llegar a la Mansión Sato.

—Hola, Adora.

—Buenos días, Asami —saludó de vuelta con una sonrisa que no sentía.

Marcó el camino al destino establecido y cada quien iba en sus pensamientos.

—Te notó extraña, Adora. ¿Todo bien? —le preguntó la joven mujer en el asiento trasero.

Adora la vio por el espejo retrovisor.

—Sí, sí... solo estoy algo cansada.

Su relación era muy distinta a la que tenía con la magicat. Asami procuraba platicar con ella cuando tenía tiempo, y cuando no, se disculpaba por tener que seguir trabajando. Y siempre le preguntaba sobre su día o cómo había estado cuando la veía por sus encargos. Le parecía muy agradable y le tenía estima. Con ella nunca había ido a comer. Existía esa distancia. Y la conductora estaba cómoda.

—¿La escuela te tiene muy ocupada? —Esas eran las preguntas habituales.

—No. Ha estado muy bien este semestre.

—...Te ves... tensa. No quiero ser entrometida, Adora, pero puedes decirme si pasa algo... —las palabras de Asami sonaban sinceras.

Después de dos años recurriendo a Adora, le extrañaba mucho verla adusta. La rubia soltó un suspiro.

—Gracias... es solo que... Esta chica... Conocí a una chica —empezó inciertamente —No estoy segura de qué pasa con ella.

Una sonrisa triste adornó el rostro de Asami, la belleza de cabello negro y ojos verdes, aunque muy diferentes de los otros ojos verdes que le gustaban tanto a Adora. No es que los ojos turquesa y ámbar de Cy... Catra fueran menos hermosos. Las comisuras de sus ojos se estiraron con incertidumbre.

—¿Quieres platicarme? Ya sabes que mis inicios con Korra no fueron muy... amistosos ni románticos —se rió un poco. —Y todavía queda algo de tiempo. Vamos temprano. Eres muy puntual, como siempre —añadió deseando que fuera posible animarla algo.

—Es solo que... es complicado. Me gustaría conocerla mejor... pero no estoy segura de la situación.

—Después de todo lo que pasó con Korra, con nuestro amigo Mako y lo que siguió a eso, solo puedo decirte que la honestidad a tiempo siempre es lo mejor.

Asami era todo lo sincera que podía. Estaba muy feliz con Korra, pero sin duda todos pudieron manejar mejor la situación pasada. Ahora todo estaba tan bien que seguía considerando un amigo cercano a Mako y él era el compañero detective de Korra.

—¿Honestidad, eh? —Adora suspiró.

—No es sencillo, ni cómodo, pero a la larga es lo mejor. Te lo aseguro —la pasajera se quedó pensando un poco, evaluando la expresión tensa de su conductora. —¿Puedo agregar algo más?

Adora desvió un poco la mirada para centrarla en el retrovisor y los ojos verdes, asintiendo.

—Antes que ser honesta con los demás, tienes que serlo contigo —dijo con calma y sin quitar sus ojos verdes de los azules. Los labios de Adora se apretaron y regresó la mirada a la vía aérea.

Siguieron el resto del viaje en silencio. Asami la espiaba ocasionalmente pero no parecía haberla molestado. Su expresión se había relajado un poco y parecía inmersa en sus pensamientos, la joven mujer esperaba que la rubia pudiera resolver su problema. No recordaba nunca haberla visto tan afectada. La notaba nerviosa cuando le contaba que tenía exámenes, pero en general Adora le parecía tranquila y amable.

—Gracias por el viaje, Adora. Espero que todo se resuelva lo mejor posible —le dijo antes de salir del VEM.

—Yo también... —dijo dejando salir el aire.

—¿Te veo mañana?

—Sí. Yo paso por ustedes en la noche —aclaró despidiéndose con la mano.

Adora se aseguró a la distancia que Asami entrara en la estación del tren bala y hasta le pareció ver como se abrazaba con su novia. Volvió a suspirar sin darse cuenta y se dirigió a su siguiente compromiso. Ya que no tenía un solo lugar donde estar, procuraba tener su agenda lo más llena posible. Las palabras de su amiga le rebotaban en la cabeza. Sabía que ser honesta era lo mejor y no iba por la vida mintiendo, pero omitiendo... Adora era experta en la omisión. Consigo misma y con los demás.

Entendía que Catra tuviera sus razones para ocultarse o cambiar su apariencia. Y no se sentía traicionada. No creía que le hubiera mentido. Si de verdad tenía que ser honesta, sentía que había perdido a una amiga, a alguien que le había compartido partes de sí misma. Sabía que era una tontería, porque todos esos momentos seguían ahí, solo bajo un pelaje diferente.

Llegó antes de darse cuenta a su destino. Era un gran edificio y a dónde se dirigía estaba en los pisos centrales.

—¡Adora, por aquí! ¡Hola! —Una chica de baja estatura y cabello destellante le llamaba la atención agitando la mano.

—Hola, Glimmer, Bow ¿Cómo están? —Al lado de la chica estaba el muchacho, de piel oscura y sonrisa brillante.

—Nosotros muy bien... —se le quedó viendo el chico un momento —¿Tú estás bien?

¿Tan transparente era Adora?

—Ha sido un día largo —dijo para salirse por la tangente, pero sus amigos se vieron entre ellos.

—Adora, es mediodía.

—Y eso significa que ya deberíamos estar con Spinni y Netossa.

Los chicos volvieron a verse entre sí pero la rubia ya estaba avanzando hasta el lugar. Adora iba dos o tres veces a la semana; era un refugio de animales y además de ocuparse algunas horas, las dueñas ofrecían como pequeña retribución la comida a los voluntarios. Bow y Glimmer la acompañaban los sábados, y sí después no tenía trabajo, también pasaba el resto de la tarde con ellos.

Bow y Glimmer la siguieron para no llegar tarde a su turno de voluntariado y mientras ayudaban a limpiar, atender a personas que llegaban a preguntar sobre los diferentes animales, tratar con proveedores y jugar con los animales, trataron de animarla y cuestionarla a partes iguales. Durante el pequeño receso que tenían para comer realizaron su movimiento.

—Estás muy seria —dijo con puchero Glimmer.

—Solo estoy concentrada —desestimó la rubia con un movimiento de la mano y probó otro bocado.

—Queremos asegurarnos de que estás bien, Adora —insistió Bow.

—Gracias, amigos —la dejaron pensarlo un momento —Es solo que he estado pensando mucho en... donde crecí.

La cara de los dos cambió a una mueca de preocupación y entendimiento.

—Hay días que nos llegan esos pensamientos sin razón —dijo Bow.

La comida sobre la mesa era inmutable al estado de Adora, que siempre disfrutaba de los sencillos pero variados y sabrosos platillos que servían las dueñas. Y a pesar de que debiera de tener mucho más apetito, no era el caso. Ella sabía que las palabras de Bow eran sinceras y hasta ciertas. A veces pensaba sin razón en su vida en el sistema, pero hoy no era el caso. Todos los pecados de los que había participado sin saber amenazaban con aplastarla. Algo dejó entrever porque sus amigos se inclinaron más hacia ella con alarma.

—¿Adora? —le preguntó en voz baja.

—Estoy bien, Glimmer. No te preocupes —logró decirle con una sonrisa débil.

Después de insistirle, los distrajo contándoles de su salida en la noche y les presumió su nuevo Ursaluna con bola sombra. Eso la dejó pensando sobre la honestidad. Eran sus amigos y la apoyaban de todos los modos que podían, y más importante, en los modos que ella lo permitía. Su discreción tenía al menos un punto favorable. Adora les contó que salió otra vez con esa cliente que se había vuelto amiga, pero no decía su nombre ni muchos más detalles. No tendría que contarles que hubo un cambio de panorama. Pero recordar lo bien que lo había pasado toda la noche con Catra, le ayudó a controlar su humor. Seguía siendo la misma persona, y más importante, seguía siendo su amiga. No tenía que decirle su nombre real y lo hizo.

 

 

 

 

 

Despertó con el sol en el rostro y los suaves picoteos de Poe. Catra se estiró y por un momento se sintió bien, después recordó su mañana. El dulce sentimiento de alguien dándole las buenas noches y despertar con el suave sonido de otra persona en la casa se desvanecía ante el error que cometió. No dejaba de insultarse y estaba sumamente enojada consigo misma. Y también con Adora, por dejarla desnuda y vulnerable en sentidos que no sabía controlar. Pero más estaba enojada porque seguía sin comprenderla.

Se había alejado de todo ese bajo mundo en cuánto pudo juntar la cantidad suficiente como para que Hordak no pudiera negarse. El único contacto que le quedaba de esos días no eran más que Doppler Morfer y Entrapta, y esta última ni siquiera era parte directa, simplemente la conoció en esa época. Las llamadas directas y la libertad que se había ganado al ser de las mejores scorts que tenía la agencia con la que maquillaban todo, fue lo que le permitió comprar su pase de salida. Y procuró desaparecer. La casa era una de tantas propiedades de Entrapta, pero Catra la cuidaba y le pagaba alquiler. Era un acuerdo raro entre ellas. Le gustaba mucho y esperaba poder pronto ahorrar lo suficiente para comprársela. Aunque también estaba la opción de tomar todo lo que tenía e irse de la ciudad. Lo único que la había retenido era no conocer el mundo exterior y Doppler Morfer, pero ahora que eso ya no existía... Solo quedaría una razón.

Algunas lágrimas dejaron sus ojos. Se sentía tan estúpida. Adora habría confiado en Cyra. Seguramente no se habría marchado sin aclarar la situación... ¡¿pero qué pensaba?! No existiría qué aclarar. Podría seguir siendo solo Cyra para ella, aunque detestaba esa piel. Pero ni siquiera después de comprobar que Adora sabía lo que hacía por vida, sintió rechazó proveniente de ella. Era querer arrancarse la piel y los ojos de frustración.

Quería romperse.

No importaba ya, porque ni siquiera existía la opción.

Ahora solo quedaba Catra para ver. Quería romperse y con un gruñido ahogado que terminó en un grito furioso, hizo chillar y revolotear a las aves. Solo hizo eco para sentirse peor por molestarlas. Agarró un pequeño morral con su glassight y fue por la puerta principal. Puso su mano en la runa para abrir y salió. Caminar la ayudaría a pensar mejor, quemar energía. No tenía ninguna cita. No sabía por qué le dijo a Adora que no estaría en casa. ¿Quería hacerse la interesante? Se revolvió el cabello y sintió la punta de las garras contra la piel.

Respiró profundo y sus pies la llevaron hasta su segundo lugar seguro y favorito. Llegando a la cafetería recordó que no había comido nada, solo el té que preparó con premura al no saber qué más hacer en el monólogo rampante de Adora. Y aquella tampoco comió nada. Un nuevo nudo se instaló en su estómago. Adora sabía que tenía trabajo temprano y se levantó, seguro con la intención de desayunar algo y Catra con su descuido solo provocó una avalancha de la que todavía no conocía los verdaderos alcances. Adora podía no volver, aunque lo prometió. Las aves a veces no volvían.

—Bienvenida, Catra —la saludó con su usual jovial sonrisa la dueña del lugar. ¿Cómo se podía siempre estar tan alegre?

—Hey —dijo apenas separando los labios.

—Oh... ¿Te gustaría un moka caliente hoy?

—Sí, por favor.

—¿Te gustaría acompañarlo con algo? ¿Qué tal un muffin de chocolate... o quizás quieras una chapata de pavo? Scorpia preparó su salsa especial.

—Gracias, la chapata estaría bien —no podía dejar de comer. Tener el estómago vacío solo acentuaba su estrés y sus reacciones exageradas. Podía soportar días sin comer, lo que no podía controlar eran sus emociones volátiles y mal genio.

—Te lo tendré listo en un momento —volvió a sonreírle.

Catra se retiró a una mesa en una esquina rodeada de libros y lámparas, lejos de las vidrieras. Debía lucir horrible. Ni siquiera se había cambiado de ropa y en su cabello podría anidar Poe de seguro. Siendo que era tarde para desayunar y temprano para comer, en el local solo estaban algunas otras personas, con un café o té y sus glassights o libros, metidos en sus mundos o el mundo que la lectura les ofreciera. Catra exploró con pereza los títulos que tenía alrededor y un lomo con un lobo en contraste con las lunas le llamó la atención. Lo tomó y era "Colmillo Blanco". Sabía de lo que iba general el libro, ya que tenía muchísimas adaptaciones fílmicas, y saber que estaba lejos del romance y más cerca de la naturaleza le bastó.

—Hey, amor: tenemos una nueva orden. Un 28 con tu salsa especial, por favor. Es para Catra... se ve decaída —le comentó Perfuma a Scorpia alejándose del mostrador a la sección de parrillas.

—Entonces será un 28 especial con extra dosis de amor —sonrió Scorpia sosteniendo un cuchillo en una pinza.

—Estoy segura de que le sentará muy bien —Perfuma se le acercó para darle un beso.

La magicat terminó el prólogo y se había maravillado un momento con sus propios dedos y garras al lado de la hoguera donde pobre diablo que pronto probaría los colmillos de los lobos cuando la gran escorpioni se le acercó y se aclaró la garganta.

—Hey, Gata Montés. Una chapata con salsa especial para ti... y un moka extra espumoso —su tono era ligeramente alto para el silencio que reinaba en el lugar, pero nadie se inmutó al tener todos sus audífonos, de formas curiosas para ser ergonómicas a cada tipo de oreja u oído.

—Gracias, Scorpia —dijo apenas levantando la mirada. Scorpia parecía mucho más alta si Catra además estaba sentada. A veces la seguía sorprendiendo que alguien de su tamaño se dedicara a atender la cocina del lugar.

—Espero que los disfrutes mucho. Déjame saber si necesitas algo más, Gata Montés —dijo un poco más bajo.

La magicat asintió y sorbió el café, pero seguía muy caliente y se quemó la lengua. Prefirió dejarlo enfriar y se sumergió de nuevo en el libro mientras daba el primer bocado a la chapata. Cerró los ojos un momento, disfrutando de la carne tierna y la salsa abrazando su lengua. El mundo del libro era salvaje, frío y brutal, entre las fronteras de Luna Brillante y el País de las Nieves, mucho más al norte de la capital, donde ella misma vivía. Se maravilló del mundo con los cachorros y sintió su pérdida. Así tenía que pasar, no todos sobrevivían pero el pequeño cachorro gris prevaleció y salió al exterior, pasando el muro de luz, para descubrir que había mucho de lo qué cuidarse y había que estar alerta. Sentía su pelaje erizarse al igual que el cachorro ante la sombra del halcón, sentir el hambre y un gruñido bajo le subió a la garganta cuando la loba descubrió el rastro de la lince. Al llegar a la feroz pelea por la supervivencia se sintió amenazada y gruñó de verdad, salió de su ensimismamiento al sentir la mirada de los demás.

Un licántropo la veía con su feroz sonrisa al ver el título del libro, una joven sátira la veía un poco temerosa y un humano la miraba extrañado. Catra se estiró por su café y ya no se podría decir que estaba ni siquiera tibio. Después de un movimiento general cada quien regresó a sus asuntos. Estiró la mano para tomar otra mordida y ya no había nada en su plato. No sabía si pedir otra cosa. Pero dio otro tragó a su café y volvió al libro.

Perfuma se le acercó para recoger el plato vacío y le ofreció unos dulces nuevos que estaban introduciendo. Catra le asintió distraída. Cuando el cachorro se sentía seguro de sus capacidades y su mundo, cuando el hambre pasó y él y su madre salieron triunfantes de la pelea, cuando ya no sentía miedo de la sombra del halcón, algo llegó a cambiarlo todo. El hombre se presentó y con ello una nueva brutalidad.

El lobezno que había vivido por sus propios medios, feliz en la brutalidad del bosque, impersonal y justa a su manera, ahora era un forastero incluso entre sus semejantes, que no lo reconocían como un igual y lo hacían pagar por ello. Al menos tenía un refugio al cual volver. La lengua de su madre era tibia y cariñosa.

Y el lobezno luchó como pudo, pero al final lo separaron de su madre y le enseñaron con violencia que tenía un nuevo dueño. No, ya no era dueño de sí, de la vida que corría por sus venas y flexionaba sus músculos. Todo su ser debía someterse al orden que la extraña criatura llamada hombre imponía sobre lo animado e inanimado, prueba de su poder.

Catra cerró el libro con cuidado.

La historia que había buscado para distraerse estaba resultando demasiado personal. No esperaba sentir tanta comprensión por un lobezno. Y con la historia de Adora en la cabeza también parecía un ataque premeditado del autor ¿Cómo se atrevía a hacer una metáfora de su existencia? No dejaría el libro pero necesitaba otro lugar. La campanilla de la entrada sonó y recordó que debía avisarle a Adora dónde estaría. Pero no la vería en la cafetería. Tomó su glassight y vio que apenas eran las dos. Seguramente era pronto. La campanilla volvió a sonar, pero alguien salía. Perfuma estaba fuera del mostrador mirando a la que se acababa de ir, Catra la reconoció como el personal de apoyo de las tardes. Pero estaba muy abstraída para interesarse en lo que estuviera pasando. Se arrellanó y sintiendo el nudo interior formándose, siguió leyendo.

 

 

 

 

 

El interior de los tren bala magnéticos era utilitario y cómodo. Los vagones de primera clase eran privados pero los acabados y materiales eran los mismos que en las otras clases. Korra se acercó con dos vasos resistentes al calor en las manos, el buen té siempre le había gustado a Asami más que el café, en especial si solo era para disfrutarlos y no porque necesitara estar despierta.

—Toma, tenían té de jazmín blanco —le ofreció después de sentarse en el asiento frente a Asami.

—Gracias, linda —y Korra se sonrojo cómo siempre que la llamaba con motes delicados.

Tomarían unas pequeñas vacaciones en las cálidas y cristalinas aguas de las Salinas. El viaje en el tren apenas duraba tres horas y solo disfrutarían del trayecto y comerían en el vagón comedor.

—¿Crees que Mako pueda tener todo controlado por un fin de semana? —preguntó Asami después de recargarse y probar el té.

—No lo sé, pero más le vale no llamarme a menos que el presidente esté en peligro de muerte —pero la de ojos verdes la leía como un libro abierto.

A pesar de la aparente molestia de Korra en la incapacidad de Mako, estaba preocupada. Llevaba tres años trabajando en un importante caso donde al parecer varios miembros de la vida pública de la ciudad y el país estaban involucrados. La burocracia la volvía loca en el peor de los sentidos. Tenía que ir con mucho cuidado junto con Mako y tratar de conseguir todas las pruebas por los medios más limpios. No solo sus carreras estaban en juego. Casinos, casas de placer, agencias, políticos, magnates y otras tantas figuras estaban involucradas o mezcladas en el turbio sendero del placer por dinero.

Las leyes a favor del trabajo sexual imponían estándares, derechos y obligaciones para todas las personas que ejercían, pero enfurecía a Korra que eso diera paso a las siempre existentes lagunas legales que permitían permear las actividades dudosas de ciertas agencias y hoteles.

Mako, el compañero detective de Korra, provenía de ese bajo mundo de pandillas y crimen gris. Aún viniendo desde abajo y conociendo a mucha gente, debían andar con cuidado, no podían manchar la investigación con un mal paso. No daría ni un solo hilo del que tirar a los abogados defensores cuando la bomba cayera. Pero para eso todavía faltaba bastante. El trabajo de investigación era lento y tortuoso. Avanzar sin un mapa por un terreno escabroso, con cuidado y revisando a cada paso. Podría tardar meses o años.

Llevaban un tiempo tratando de encontrar un agente doble o infiltrar a algún miembro, pero todo estaba bastante entremezclado.

—Estoy segura de que te dejará descansar, amor. Así que vamos a relajarnos, ¿está bien? —Asami la sacó de sus pensamientos que regresaban al caso.

Korra se acomodó el cabello dejando el té en la barrita de la ventana y suspiró.

—Tienes razón como siempre, Sami —se amarró el largo cabello en una cola floja —¿Llamaste a Adora para que te trajera?

—Sí... Se veía un poco... triste o cansada. Me dijo que conoció a alguien —comentó soplando el té entre sus manos.

—¿En serio? ¿Crees que tenga problemas?

—No, solo dijo que quisiera conocerla mejor y que era complicado.

—Si es complicado, vale la pena ¿No crees? —le sonrió Korra y pasaba al otro lugar a lado de Asami para abrazarla.

—No creo que sea igual para todos los casos complicados, amor. Pero sería lindo que el suyo pueda resolverse bien —le dio un suave beso en los labios.

—¿Entonces mañana tendremos que regresar solas?

—No. Ya sabes cómo es Adora, muy confiable. Me dijo que irá a recogernos de vuelta. —Asami volvió a besarla y pensó un momento —¿Crees que se lo tomaría a mal si le ofrezco trabajo?

—Depende cómo lo hagas. Pero no creo que nadie se ofenda si Asami Sato le ofrece trabajo —la morena se burló —¿Pero no estaba estudiando también?

—Tiene sus ventajas ser Asami Sato —concedió con una sonrisa la abogada principal de Industrias Futuro —Sí, pero creo que solo le queda un año.

—Entonces todo depende de cómo abarques el tema —y se siguieron besando y tomando el té hasta que la comida fuera servida en el vagón comedor.

 

 

 

 

—¿Vamos a ver una película? —Glimmer propuso en cuanto salieron del refugio. Convivir con tantos animalitos era muy bonito pero también le gustaba divertirse sin responsabilidades —Yo invito —se apresuró a agregar.

—Lo siento, chicos. Vayan ustedes si quieren, yo tengo... tengo más trabajo —dijo Adora distante.

—¿Segura que todo está bien, Adora? Deberías descansar un poco... ¿Qué tal el nuevo lugar que encontraste? —preguntó Bow con intención.

—Todavía no estoy segura de que sea un buen lugar. Solo estaré ahí está semana. Pero los dejo, tengo que ir —ya caminaba hacia el estacionamiento.

Bow y Glimmer se despidieron. Querían apoyar a Adora mucho más, pero si así estaba bien ella, realmente no había mucho que ellos pudieran hacer. No les gustaba cómo tenía que buscar continuamente nuevos lugares en donde estar. Y entendían que el viejo hostal de Madame Razz era una opción temporal, porque estaba lejos de la universidad y de los centros financieros y turísticos de la ciudad donde Adora trabajaba la mayoría del tiempo.

La chica era ferozmente independiente y hacía repelar a Glimmer cuando con un muro de amabilidad, no aceptaba nada. Se las ingeniaban lo mejor que podían, aunque estaban seguros de que sí de verdad la estuviera pasando mal, les diría. Adora era una amiga increíble y ellos estaban para ella tanto como ella siempre había estado para ellos.

Llegando a su VEM Adora lanzó un gran suspiro. Le gustaría saber exactamente qué pensar. Tenía claro que no podía lamentarse por Cyra. Era estúpido. No se había muerto ni desaparecido. Solo resultaba que Cyra era en realidad Catra. Y eso estaba perfectamente bien. Pero Adora sentía el pecho arderle. Las lágrimas calientes de la mañana fueron más de shock. No las sintió, no las disfrutó. Ahora se quedaba sola y sola siempre fue su estado primario, el momento donde la realidad podía penetrar en ella y golpearla, para asumirla y digerirla. Las palabras de sus amigos le resonaban, incluida Asami. Las intenciones de Cyra -Catra- la confundían. Y el beso que le había robado hace semanas le quemaba los labios otra vez.

Su primer beso también se lo robaron. Y hasta el momento había sido el único que le había importado que le robaran. Sentía las manos de Huntara de nuevo en su cara. Los labios de C... Catra eran más suaves, sus manos pequeñas en comparación, pero igual de fuertes, y sus garras eran lacerantes. Adora no tenía problemas con el dolor. En vista de la pérdida de memoria de la magicat, y ahora la pérdida de identidad, cada vez importaba menos.

Ya no pudo contener las lágrimas.

En esas lágrimas iba el miedo de la noche del ataque de Catra. El miedo por ella y el miedo que le tuvo unos segundos. Lágrimas en la retrospectiva del primer beso, el único beso compartido, que no existía. No era un llanto bonito, era uno lleno de sentimientos, de sollozos, de ira y confusión. Adora lograba desapegarse de las cosas para que no le importaran y parecía que siempre, o muchas veces, cuando algo se abría paso hasta ella, simplemente se iba, se lo quitaban, lo perdía. Perdió a D'riluth.

Era tan tonta.

Sorbió y se secó los ojos con la manga. Era hora de llamar a C... atra. Sacó su glassight y le mandó un mensaje, sintiendo otra punzada ante el nombre en la pantalla del contacto. La magicat le respondió después de un par de minutos con la ubicación, y sin pensar en realidad lo que iba a pasar simplemente siguió a su destino.

 

 

 

 

 

Cuando se acercó a pagar, interrumpió otro momento meloso entre las dueñas, que estaban empalagosamente enamoradas desde que las conoció. Perfuma por sí sola era un remolino de alegría y entusiasmo, siempre con una sonrisa para recibir a los clientes. Aunque con los años se había dado cuenta que luchaba contra su propio genio cuando era un día pesado, o algún trabajador no era muy bueno o algún cliente se ponía estúpido o grosero. Pero si ella no era capaz de manejarlo, Scorpia solamente tenía que salir del área de cocina y estirarse en su altura, en esos momentos expelía una energía intensa y seria, sin dejar de sonreír. Fuera de eso, era toda risas nerviosas y malas bromas. Pero juntas eran capaces de generarle problemas en el hígado.

Con las orejas encogidas y las manos envolviendo el libro que compró, Catra caminaba por las calles conocidas cerca de la cafetería. La tarde avanzaba con una lentitud imposible. Sentía el estómago pesado, ya no quedaba nada de la picante y sazonada experiencia de la salsa especial de Scorpia.

El lobezno bautizado como Colmillo Blanco fue arrancado de su mundo por un hombre que se creyó con el derecho. Lo mismo había pasado con Catra. Y también fue repudiada entre sus pares, es decir, los otros niños que vivían y trabajaban en aquella casa a las afueras de quién sabe dónde. Catra nunca supo. Y las veces que intentó alejarse, antes de que la sometieran a esa otra vida aún más miserable, no encontró nada alrededor. Y con el tiempo la idea de escapar se desvaneció. Ya no había a dónde huir, pues la suciedad la traía encima aunque no la viera; la sentía. Los castigos y las crueles palabras de Hordak y Shadow Weaver entraron profundo con los años. Y ella también se volvió enemiga de todos ellos. Luchaba porque la dejaran en paz en su miseria, igual que Colmillo Blanco luchaba porque lo reconocieran aunque no pidiera la amistad de sus pares. Hasta la relación con sus amos era similar. Nutria Gris era salvaje y justo, Hordak aparentaba serlo.

Catra llegaba a experimentar satisfacción cuando sus cuotas eran las más altas. Cuando con los años su agenda siempre estaba llena. Hasta que un evento fortuito le recordó que allí no era más que otra prisionera, un pedazo de carne y nada más. Le hizo caso a las palabras envolventes de Doppler Morfer y consiguió salir de ahí. ¿Quizás era ahí donde su historia se partía con la del perro lobo? Aquel no tenía en realidad un libre albedrío.

Siguió caminando, pensando en el pasado y el presente. Definitivamente no estaba lista para hablar de su pasado con Adora, pero creía poder explicar porque usaba el glamour y necesitaba saber exactamente a qué se refería Adora con qué no tenía a dónde ir. Catra misma pasó unas semanas en la calle y hoteles de categoría muy diferente a la que acostumbraba con sus clientes cuando salió de la Agencia, usando cada centavo para lograrlo. El corazón se le endureció al darse cuenta de que la primera que le ofreció ayuda de verdad fue Entrapta. Sabía hacer cosas innombrables con su cuerpo, satisfacer los apetitos más dispares y extremos de sus clientes, analizarlos y clasificarlos, pero fuera de las paredes que los encerraban, se volvía ciega. Fueron tortuosos meses hasta que Catra logró decir lo más delicado de su situación sin que la tecnopata preguntara demasiado y llegaron al acuerdo de la casa. Doppler jamás fue su amigo.

Recibió el mensaje de Adora preguntando por el punto de encuentro y sintió alivio al comprobar que cumpliría con su palabra. No era momento de lamentarse. Le envió una ubicación y se apresuró a llegar ahí, aunque ya estaba cerca.

 

 

 

 

 

Cuando Adora estacionó el VEM en las plazas designadas cerca del parque, se sorprendió de nunca haber visto esa parte de la ciudad. En realidad era el único VEM a la vista a nivel de suelo. Solo una vía área estaba señalizada por drones, a unos veinte metros de altura. Había algunas casas grandes en las cercanías, pero casi todos los edificios a la vista eran departamentos y complejos con locales y tiendas, con VEMs estacionados fuera, en la altura. Grandes árboles llenaban el lugar, no solo en el parque, si no entre los edificios. Los cristales de energía que inundaban los Bosques Susurrantes todavía podían verse entre los troncos más anchos y antiguos. Adora sintió ganas de dejar salir a Lucario a explorar ese magnífico rincón natural dentro de la ciudad. Volvió a revisar la ubicación y exploró un poco con el mapa virtual, en el VEM no estaban a más de cinco minutos de la casa de la magicat, pero a pie quizás serían más de treinta. ¿Era este uno de los parques donde a Catra le gustaba pasar el tiempo como alguna vez le dijo?

Siguió el camino a pie, pues ese tipo de espacios estaban fuera de los límites legales para los VEM. Dentro del parque había senderos de tierra apenas marcados por el paso de los visitantes y la hierba crecía a la altura de su gusto, aunque delimitada por las zonas de pasto y helechos, en una armonía de civilidad y crecimiento natural. Adora se distrajo un poco de sus propios pensamientos admirando el entorno.

Llegó al lugar de encuentro en poco tiempo, pero no se veía por ningún lugar a la magicat.

—Hey, Adora —escuchó que la llamaban en voz baja.

Catra tenía un poco encogidas las orejas y parecía querer fundirse con las grandes hojas y helechos que la rodeaban, pues estaba fuera del camino, entre los árboles y plantas.

—Ho-hola —la rubia agitó un poco la mano.

La familiaridad de la noche previa ya no existía. Las dos estaban rígidas. Adora sintió una punzada al esperar ver el manto negro otra vez, encontrándose solo con las orejas oscuras y el pelaje naranja claro en su lugar. Lo que en la mañana no notó fue la ausencia del pendiente de serpiente, mismo que no estaba otra vez. No creía que fuera casualidad.

—¿Quieres... caminar o tal vez, sentarte? —ofreció Catra al pasar los segundos.

—Caminar. Me gustaría caminar —dijo Adora. Muchas horas se las pasaba sentada, así que prefería estirar las piernas siempre que podía.

La magicat avanzó entonces hasta el camino de tierra y Adora pudo ver el libro que traía en las manos. Las dos caminaron en silencio unos pasos, lo más lejanas que lo permitía el sendero entre sí.

—Este es un lugar muy tranquilo —volvió a decir Adora.

—Me gusta venir aquí cuando no tengo ganas de ir muy lejos —respondió Catra después de unos segundos, con lentitud.

La brisa soplaba a momentos. Algunas aves hacían ruido sobre ellas. Las dos se quedaron en silencio y sorprendidas cuando dos ardillas se pelearon en medio del sendero unos metros por delante y a Adora se le escapó una sonrisa y le regresó la incomodidad cuando la magicat la volteó a ver.

—Adora... No sé cómo comenzar. El asunto de Cyra...

La rubia sintió los ojos llenársele de lágrimas otra vez. ¿No se veía ya con los ojos hinchados? Pero era esa extraña presión alrededor de los ojos antes de que de verdad aparecieran las lágrimas, así que trató de luchar contra ellas.

—No pasa nada. Sé que no tiene nada que ver conmigo. Además ya me habías dicho que no te llamara Cyra —dijo de un tirón.

—¿Cuándo te dije eso? —preguntó sorprendida la de ojos bicolores.

—Fue... uuh... humm, la noche que perdiste tus cosas —dijo desviando los ojos acerados al cielo.

Adora empezó a caminar otra vez y el silencio se volvió a instalar sobre ellas. Catra no había pensando en lo que pudo decir de más esa noche. Su temor recurrente sobre el evento era si había lastimado a Adora. Si ella era la causante de sus heridas.

—¿Dije algo más?

—No en realidad...

—¿Qué pasó? —insistió.

—Estabas... creo que estabas asustada o confundida, y te llamé Cyra sin pensarlo —Adora estaba jugando con sus dedos y viendo el camino.

—Y te dije que no lo hicieras. —No había otra posibilidad. Simplemente así era cuando estaba alterada. Adora la vio de reojo y asintió un poco —No quería que tú me llamaras así.

—Fue sin querer.

Siguieron caminando y Catra sentía los nervios de Adora, y podía ver en la periferia como volteaba cada tanto hacia sí misma.

—Era el nombre de una de mis madres —dijo de pronto.

—Oh... Es bonito pero no creí que te quedara bien a ti —se le ocurrió decir a Adora, sin perder el tono contenido.

Otra vez sentía la ansiedad destilando desde Adora.

—¿Qué pasó después de que te fuiste? —preguntó volteando hacia la rubia y deteniéndose.

—¿Te refieres...? —Catra le asintió. Adora tomó aire y se alejó hacia un pequeño estanque que se veía entre la maleza y la magicat la siguió —Mis padres empezaron un pequeño fideicomiso cuando nací y cuando murieron no había mucho todavía, pero con el interés de los años se logró una buena cantidad. Yo nunca había trabajado... oficialmente, así que no sabía lo que era tener dinero para mí. Y menos tanto. Pero vi que era mi oportunidad de salirme de ahí, así que simplemente me fui. Creo que no tomé nada de ellos —La de ojos azules se sentó al borde del estanque, por donde pasaba un riachuelo y se veían algunos peces y un par de patos se bañaban a la lejanía y se acercaron hasta ellas despacio —Weaver intentó detenerme y me buscó varias veces —ella no notó el escalofrío que recorrió a Catra —cuando la amenacé con denunciar lo que sea que estuvieran haciendo, dejó de buscarme. La última vez que la vi fue hace unos cuatro años.

Adora se había sentado y Catra permanecía de pie. No comentó nada porque no quería entrar en detalles de lo que Shadow Weaver implicaba para ninguna de las dos. Recordó las cicatrices en los brazos de Adora y se preguntó la fuente, temerosa. En el pequeño morral donde guardaba su glassight siempre traía semillas para sus caminatas y los momentos que pasaba entre los árboles de la ciudad. Le lanzó unas cuantas a los patos que nadaban cerca de ellas.

—¿Te gustan todas las aves? —preguntó Adora viendo a los pequeños patos de colores pardos y grises, con un collar oscuro, pelear por las semillas.

—No todas —dijo sentándose a la distancia de una cola.

—Tuve que repetir el último año de bachillerato —continuo Adora después de un momento. Es una historia que Bow y Glimmer conocían también, salvo los detalles de Weaver que no tenía motivo no contarle a alguien que estuvo en una situación similar. Y Adora no sabía qué más decir, así que ante el silencio invitante de la magicat, siguió hablando —Mis padres siempre quisieron que estudiara. Es algo que recuerdo de ellos. Por eso entré a la universidad. Pero no sabía nada del mundo ni de dinero ni nada, en realidad —volteó a verla, con los ojos cristalinos y Catra no pudo rehuirle la mirada —Escogí administración y finanzas porque pensé que así aprendería... y todo fue bien los primeros dos años: tenía un trabajo de medio tiempo y la renta de un departamento, conocí a mis amigos. Pero el dinero del fideicomiso se estaba gastando más rápido de lo que pensé y el trabajo no era suficiente. Por eso decidí comprar el VEM y trabajar con la aplicación. Pero después vino la crisis de hace tres años y cuando iba a renovar el contrato de la renta...

Adora tuvo que detenerse un momento y reacomodar las ideas en su cabeza. La cola de Catra se movía entre las dos, y casi por accidente, cayó en el hueco que se formaba entre los muslos de Adora y su estómago, al tener las rodillas alzadas, rodeándolas con los brazos. La rubia fue capaz de regresarle una pequeña sonrisa.

—La renta subió demasiado para que pudiera seguirla pagando, más las cuotas del VEM y la escuela, los libros...

Los ojos de Catra se abrieron ligeramente al comprobar a lo que Adora se refería al decir que no tenía a dónde ir.

—Pero ¿y tus amigos? ¿No sales y hablas con ellos? —la pregunta de Catra era sincera, pero sin darse cuenta el tono de reclamo la impregnó. Adora se encogió como si la hubiera golpeado.

—Ellos no saben en realidad... A veces me quedo con ellos. Pero no tienen idea. Pasó temporadas con Razz en su hostal —Adora encaró a la magicat de soslayo, cuya cola bandeaba en su espalda.

—¿Y por qué no subiste tus precios? ¿Por qué no me cobraste más? —Catra plantó una mano en el piso, inclinándose hacia la otra, y también la encaró.

—¡Tú ya pagas más de lo que deberías! No podía cobrar más solo porque no tengo un lugar estable.

Catra soltó un gruñido de frustración. Le seguía pagando a Adora cuarenta dwarfnus por viaje, mínimo, aunque no la ocupara la hora entera y si eran citas cortas de apenas un par de horas o menos, prefería pedirle que la esperara y le pagaba el tiempo completo. Lo mismo cuando no tenía ganas de cargar sus paquetes y le pedía recogerla en el supermercado y llevarla a casa.

—No puedo creerlo —soltó la magicat, dejándose caer de espaldas.

—No iba a aprovecharme solo porque pareciera que podías pagar más —Adora se había girado un poco apoyando una mano en el suelo, emulando la postura anterior de la magicat, y bajó sus rodillas de lado, ya no más abrazándolas.

Catra la miró desde el suelo y se reincorporó con lentitud. En los ojos azules se veía la misma expresión sutilmente dura e intensa de la mañana en aquel viejo hotel. La única noche que durmieron en el mismo espacio y que Catra no recordaba. Pero esa mirada firme, sí la recordaba muy bien. Cuando le aclaró que su ayuda no iba condicionada con un pago. Otra diferencia con Doppler, siempre había dinero de por medio en sus interacciones. Con Adora también, pero Catra empezaba a sospechar que era porque así lo impuso ella misma.

—Puedes quedarte conmigo —dijo la magicat antes de que el silencio se extendiera demasiado, en voz baja.

—No sé si podría...

—¿Por qué eres tan orgullosa? —exclamó Catra con brusquedad y Adora se sonrojó.

—No soy orgullosa. No te quiero molestar —dijo mordiéndose la lengua, conteniendo las lágrimas por diversas razones.

—Ya viste que no uso esa habitación. No me vas a molestar. Dijiste que somos amigas, y estoy segura que si tus otros amigos tuvieran dos dedos de frente y se dieran cuenta, te ayudarían —Catra se movió para quedar con todo el cuerpo vuelto a Adora, la cola latigueando a su espalda, las orejas apretadas contra la cabeza y los ojos brillantes.

Adora se acomodó mejor y se encogió sin dejar de verla. Abrió la boca y la volvió a cerrar. Una pequeña sonrisa se empezaba a pintar en las comisuras de los labios de Catra. Adora volvió a abrir la boca pero se tardó en hablar, dejando más visible la sonrisa felina.

—Mis amigos no son tontos, pero yo no les digo todo —fue lo primero que se atrevió a decir —y te voy a pagar renta.

—Claro que no.

—D'riluth, por favor —le suplicó prácticamente.

—Cincuenta dwarfnus —dijo sin pensar.

—La noche —afirmó Adora sin duda. Era un poco caro pero bastante razonable teniendo en cuenta la zona, el estacionamiento y el exquisito baño.

—El mes —volvió a atacar rauda como solo los gatos.

—¡D'riluth! —volvió a suspirar Adora.

La cola de Catra volvió a bandear pero no dijo nada.

—¡Sabes que ese precio es muy bajo para una buena habitación! —dijo Adora sin pensar en el contexto.

—Pero esto no es un negocio —la magicat cruzó los brazos sobre el pecho y se sentó con las piernas cruzadas también.

—Mil dwarfnus —ofreció Adora, inclinándose hacia adelante.

—Quinientos —contrarrestó Catra mirándose una garra.

—Ochocientos.

—Trescientos.

—¡No debes regatear hacia abajo!

—Doscientos.

—¡Quinientos! Aceptaré quinientos, fue tu otra oferta —Adora levantó los dos puños a la altura de su pecho.

—Doscientos cincuenta es mi última oferta. Debiste aceptar antes —la sonrisa ya estaba totalmente pintada en Catra, y sus orejas seguían encogidas pero ya no apretadas a su cabeza.

—¡Bien! Doscientos cincuenta pero seguiré comprando yo todas mis cosas y te ayudaré con los gastos de la casa.

—De ninguna manera. Aunque tú no estés ahí, yo seguiría pagando de modo ordinario. Pero puedes hacerte cargo de tus cosas, por supuesto —Catra no iba a admitir que de todos modos no tenía ningún conocimiento práctico sobre productos para la piel y demás que Adora pudiera ocupar diferentes a los propios.

—Pero no te cobraré si necesitas que te lleve —Dijo Adora muy segura.

—Eso... —Catra volvió a apretar las orejas —Eso es trabajo y es aparte. Si necesito que me lleves, será como siempre —Catra no se dio cuenta en qué momento pasaron a decidir sus reglas de convivencia o qué es lo que estaba pasando en realidad. ¿Solo era el precio, no? Adora estaba dispuesta a volver a argumentar y Catra se le adelantó —Pero si hay que ir al supermercado...

—Hmm. Está bien. Trabajo es trabajo, pero para los asuntos de la casa no habrá dinero de por medio —admitió Adora. —¿Te puedo enviar el depósito? —preguntó después de un momento en voz baja.

—Adora, está bien que seas amable si me preguntas si quiero un café antes de un viaje, pero no tienes que ser una santa —la rubia volvió a sonrojarse —no quiero un maldito depósito. Dame el dinero cuando puedas.

—Tengo el dinero ahora... —comentó en voz baja y volvió a encogerse sobre sí misma —Se venció el contrato del almacén donde tenía mis cosas y estaba buscando otro...

—Oh... ¿por eso las traes contigo? —preguntó Catra.

—Sí... pero no son todas, algunas están con Razz. Realmente no es mucho...

Ya no supo qué más seguir diciendo. No tenía donde guardar muchas cosas y por eso trató de deshacerse de los pocos muebles que se había comprado cuando vivía sola y creyó que todo iría bien, o al menos sería manejable.

Catra se inclinó hacia adelante y puso sus manos sobre sus tobillos.

—Podemos ir por ellas. No es muy tarde —ofreció.

El cielo claro se extendía sobre ellas, faltaban al menos un par de horas para el atardecer. Adora intentó seguir el consejo de Asami. Ser honesta. La magicat la había desarmado completamente, así que solo siguió la corriente.

—Oh... sí, vamos. Creo que todo cabe si lo acomodamos —se puso a pensar.

Catra se estiró cual felina y se levantó. Ella solo estaba aliviada de que Adora seguía dispuesta a hablar con ella. Después tendría tiempo de hiperventilar por pensar que la tendría en la misma casa de manera más o menos constante. O no sabía qué pensar. Adora tenía ideas muy extrañas al parecer. Y debía recordar que no la conocía tan bien. Su parte ansiosa de verdad la sorprendió.

—¿Quieres pasar a vaciar la cajuela antes?

No porque entonces seguramente tendría un ataque de pánico si llegaba a quedarse sola un momento y era lo que menos necesitaba que le pasara frente a Catra, que ya la había visto demasiado vulnerable.

—No. Y siempre puedo volver después. Razz es... realmente agradable pero algo excéntrica —dijo Adora —Ella es la dueña del hostal de la otra vez.

—Entiendo —Sin saber dónde poner las manos, Catra se acercó hasta Adora un poco, y pareció pensarlo antes de ofrecerle la mano para que se levantara. Pero Adora la aceptó.

Deshicieron el camino andado a un ritmo casual todavía.

—Nunca supe que existía un lugar así en la ciudad —Adora y su incapacidad para soportar el silencio.

—Hay muchos más lugares así de lo que podrías imaginar.

La invitación colgando amenazante entre ellas. De ser Cyra todavía ¿Adora le preguntaría entusiasmada si se los mostraría? ¿Ella misma se atrevería a invitarla?

Una pareja las adelantó a un trote ligero y las dos recordaron que seguían siendo parte de un mundo que seguía girando así ellas participaran o no de los giros. Fueron en silencio hasta el VEM y Adora se adelantó ligeramente para pasar su maleta y la laptop a la cajuela, todavía con los contenedores y más mochilas. Catra se subió con la cola rodeándole una pierna en el asiento del copiloto y Adora inició el camino sin prestar atención a la bienvenida de Darla.

Adora tuvo otra punzada al recordar que hace algunas horas la persona que iba a su lado era una amiga a la que le entusiasmaba conocer, a la que quizás estaba planeando invitar a salir sino formalmente, al menos con más regularidad. Fuera del trabajo. La frase de Asami era muy concisa, no dejaba espacio a la interpretación. La honestidad a tiempo. Por supuesto, no servía de nada ser honesto y sincero una vez el asunto nos ha rebasado. Pero Adora no buscaba mentir. Si se guardaba algunas cosas, no era deshonesta ¿no? Además la mentira tenía entre sus requisitos lastimar a alguien. Mentir siempre lastimaba. Y Adora pretendía no incomodar ni molestar con su silencio y su privacidad.

—Está bastante alejado —comentó Catra, que se imaginaba a Adora con las orejas apretadas y la cola entre las manos si fuera magicat también.

—Conocí hace mucho el lugar cuando llevé a un pasajero. Razz a veces me llama Mara —le confió con una sonrisa tímida.

—No me parece que tengas "cara" de Mara —dijo Catra intentando ser ligera.

—Yo creo que solo le recuerdo a alguien.

Y el silencio regresó otra vez.

Catra quizás debería dejarlo ser. Pero lo sentía extraño. El silencio le agradaba, pero mientras Adora antes le transmitía tranquilidad con solo el sonido ambiente o una música suave, ahora sentía la tensión. No sabía qué hacer. No quería agobiarla por otra parte. Pero Adora no puso música, solo estaba sentada tan rígida que parecía que se iba a romper si hacía un movimiento demasiado brusco. Sin embargo, el desplazamiento del VEM era tan fluido y suave como siempre. Se encogieron las orejas negras al pensar en el entrenamiento que, más que clases de conducción, hizo mella en Adora tanto como los castigos que le infligieron a sí misma.

Llegaron al lugar y lo primero que reconoció la magicat fue el enorme árbol que cernía en la entrada, ocultando la recepción a la vista tras sus abundantes hojas y ramas colgantes y bajas. Bajaron del VEM y fueron hasta la entrada de la pequeña oficina, tan distantes entre sí como si el VEM siguiera en medio.

—Hola, Kyle —saludó Adora después de divisar a un muchacho rubio tras el mostrador—. ¿No está Razz?

—Hola, Adora —el chico le regresó el saludo con tono nervioso. Catra los miraba interactuar en silencio. Se sentía muy extraña —No, salió con Rogelio hace rato.

—Ya veo... Bueno, solo vine a sacar mis cosas. ¿No hay problema, verdad? —Adora apoyó las dos manos sobre el mostrador con suavidad y Catra podía ver como movía un pie —humm ella es —Kyle las miró intercaladamente. Adora se mordió la lengua: no tenía idea de qué decir o cuál nombre usar.

—Soy Catra, una amiga de Adora —dijo ésta dando un paso al frente.

—Mucho gusto, Catra —dijo Kyle con una sonrisa incierta. La magicat se preguntó cuál era el asunto del chico.

—Bueno, voy a pasar atrás por mis cosas. Gracias, Kyle —soltó la rubia sin en verdad recibir confirmación del chico y se llevó de la mano a la magicat sin pensarlo.

El pasmo repentino no dejó decir nada a la que era llevada sin contemplación de la mano a rodear el pequeño edificio y detenerse justo a la mitad de un camino de tierra apisonada, entre el enorme tronco y la pared de la oficina.

—Lo siento por eso, D'riluth —la soltó y la miraba desde abajo, aunque era más alta, un tanto sonrojada. —Nunca soy así. Debí preguntarte antes...

—Adora, Adora. No tenías que preguntar. Yo debí decirte. No mezclo mi vida personal y el trabajo —Catra estaba con una mano apoyada en la cadera. Una completa fachada —En realidad... D'riluth tampoco es mi apellido. —Vio la alarma crecer en la mirada azul —Pero puedes llamarme así.

—Lo siento, es solo la costumbre —lo único que le quedaba —... Catra —el nombre todavía sabía tan ajeno en sus labios.

—Deja de disculparte, por favor —suspiró la magicat.

—¡Disculpa! —exclamó Adora encogiéndose un poco —lo hago cuando estoy nerviosa.

—Vamos por tus cosas, Adora.

—Ep, sí... por acá.

Y la rubia siguió por el camino, rodeando la oficina y se abrió un espacio de más árboles retorcidos y antiguos, y una pequeña construcción de madera y concreto. Al lado de ello, estaba un cobertizo de lámina. La conductora se acercó ahí con sus largos pasos y sin que aparentemente el lugar estuviera en verdad cerrado, simplemente abrió la puerta doble y Catra pudo ver estanterías saturando las paredes y el suelo bien barrido con multitud de cajas y viejos contenedores. Adora se acercó a una de las estanterías, había algunas bolsas y cajas ahí que se notaban diferentes de las cosas a su alrededor, ya fuera por la falta de polvo o la apariencia más acorde al siglo XXXI. Catra había leído antiguos clásicos donde se describían lugares así, pero jamás había tenido delante una descripción gráfica de "almacén con cachivaches amontonados".

—Son estos tres estantes... Creo que sí caben en el asiento de atrás y el espacio vacío de la cajuela.

—Puedo llevar algo delante si hace falta.

La rigidez seguía imperando en la actitud y los movimientos de la rubia. Poco a poco estaba poniendo de los nervios a Catra también, pero no quería explotar contra ella. Llevaron en pocos viajes los bultos y demás. Catra solamente tendría que llevar un caja chica entre sus piernas, y eso porque Adora no se decidía a apretarla contra ninguna otra cosa.

Pasó a despedirse rápido de Kyle y pusieron rumbo a la casa. Adora ya se sabía tan bien el camino que no hacía falta que Darla le diera ninguna indicación.

Catra la veía de reojo, sin hablar nada. Los ojos azules estaban fijos en el camino como siempre y un bostezo se le salió.

—Oh, lo siento.

—Dormiste muy poco, ¿verdad?

—Lo normal —desestimó con rapidez Adora.

El VEM flotó con cuidado hasta el estacionamiento otra vez.

—¿Por qué no duermes un rato y después nos encargamos de esto? —preguntó Catra.

—No. Quiero desocupar el asiento... es sábado y a veces tengo trabajo en la tarde.

El que Catra saliera dos o tres veces a la semana por trabajo no era la realidad de otras personas. No sabía en realidad las horas que la rubia podía trabajar en la semana. Con la misma incomodidad de todo el día, que solo pareció desaparecer durante el momento que discutieron la "renta", vaciaron el asiento y Adora dijo que después se podía ocupar de la cajuela. El pasillo que llevaba de una habitación a otra era lo bastante ancho y estaba vacío a excepción de dos sobrios cuadros colgados en la pared. Adora no se había detenido a examinarlos. Dos mochilas quedaron dentro del armario.

—¿Estás segura que esto no te molesta aquí? Puedo meterlo todo a la habitación —dijo Adora mirando el desorden en el pasillo, con sus cosas pegadas a la pared.

—Ahí está bien, así te podrás mover mejor y acomodar dentro.

—Okey. Prometo limpiar todo esto pronto —la volteó a ver y ahí seguía esa tensión.

—En serio, no importa —se molestó en rodar los ojos bicolores. Se quedaron en silencio otra vez.

—Gracias, en serio... Catra —dijo la de ojos azules un momento después.

Catra no sabía qué decir ante la intensidad y la sinceridad repentina de Adora. Sintió los ojos como si estuviera a punto de llorar y las miradas estaban fijas, el cansancio de Adora se hacía más evidente con cada momento. Solo tenía que responderle de algún modo, separó los labios, y sin saber qué es lo que iba a salir de ellos, el sonido del estómago de Adora las distrajo y la sonrojó hasta el cabello.

—¿Quieres comer algo? Tengo... hay comida, iré a preparar algo —Catra se tropezó con sus palabras y sus pies, y se apresuró a bajar la escalera después de recuperar el equilibrio mientras las aves revoloteaban entre las ramas y se bañaban en la charca que nacía entre las raíces del fresno.

Las manos blancas se elevaron al rostro rojo y tuvo ganas de gritar algo. Buscó crear un momento honesto y la expresión sorprendida de la magicat era difícil de decir si era de sorpresa buena o mala. No sabía por qué tendría que ser mala.

Fue al baño que ya conocía y se lavó la cara y las manos, la herida de la mañana punzando un poco. Se detuvo a mirarse al espejo, algunos mechones se escaparon de su cola de caballo y se la acomodó de nuevo. En realidad sí tenía hambre. Solo que el memo no llegaba de su estómago a su cerebro. Se recostó un momento en la cama y recordó lo bien que había descansado. Todavía quedaba luz de día, y se empezaba a pintar de los tonos cálidos del atardecer. No había cortinas de las grandes ventanas de piso a techo con vista al curioso jardín, se levantó y se acercó a los ventanales. Tal vez no necesitaba cortinas, las frondosas plantas y las ramas del árbol dejaban entrever lo suficiente para tener algo de privacidad. Consideró también que simplemente no había cortinas porque Catra vivía sola y no las había necesitado.

La habitación estaba pintada de un profundo azul con molduras color crema. Las estanterías eran de maderas claras y el edredón era una pavorosa nube gris claro, casi blanco. Todo hablaba de un lujo que Adora solo había visto en películas y la casa de campo de los padres de Glimmer. El armario en la pared contraria al ventanal era amplio y tenía un pequeño pasillo interior, teniendo un espacio doble, uno arriba del otro, para colgar ropa a la derecha (con una sección pequeña para colgar ropa larga, como vestidos) y estanterías y anaqueles que Adora no adivinaba su propósito en concreto. Justo al final del pasillo, estaba un espejo de cuerpo entero con el marco ornamentado sin caer en el barroco. Todo el armario era casi del tamaño del almacén seccionado que rentaba Adora para guardar sus pertenencias. Había sido un lugar muy barato y cuando iba a renovar su plazo, el dueño le comentó que vendió el terreno y no podría renovar.

Se agachó a una de las mochilas que ya tenía ahí dentro y sacó una playera de manga corta, para quitarse su camisa de cuello alto y relajarse un poco. No le agradaba mucho como la luz dura y blanca del armario resaltaba las cicatrices de sus brazos en el espejo. Se quitó las viejas y un poco polvosas botas y se sintió mal por el prístino piso. Se quedó en calcetines. La cama la llamaba con su canto de sirena, pero seguro tenía que ayudar a Catra con la comida. Sin muchas ganas, pero dispuesta a convivir otro rato, abrió la puerta para bajar y el olor de algo apetitoso la golpeó.

 

 

 

 

 

Catra bajó corriendo las escaleras y Poe se le quedó viendo. La magicat se dirigió al refrigerador de doble puerta y lo abrió en toda su capacidad. No estaba lleno porque tenía casi dos semanas que fue de compras, pero todavía tenía lo suficiente para trabajar. Probablemente Adora no quisiera esperar por una comida completa. Catra se centró en lo que ya estaba preparado. Tenía pollo cocido y una sopa de verduras. Y también la hogaza de pan casi completa del día anterior. Sacó todo para ponerlo en la encimera. La sopa directo al calor de la plancha de ignición rúnica en su olla cromada. Encendió el horno y lo configuró. Picó el pollo en pequeños cubos para agregarlo a la sopa que ya empezaba a burbujear y mordisqueó un hueso. El pan al horno porque no había nada como un caldo con pan caliente.

Sacó dos tazones de la estantería sobre la estufa y se preguntó si sería mejor ponerlos en la mesa o en la barra. Se decidió por la mesa. Habían pasado poco más de diez minutos y escuchó la puerta abrirse. Un segundo de silencio. Ahora las pisadas suaves de Adora, seguro se quitó sus botas. Al llegar la vio moviendo la cabeza como si... estuviera oliendo la comida. La cola de Catra se esponjó cuando se dio cuenta que era la primera vez, no solamente Adora, si no que cualquier otra persona en el planeta probaba algo que ella hubiera cocinado.

—Eso... eso huele realmente bien —ofreció Adora, con una sonrisa de deleite —¿Te puedo ayudar con algo?

—No. Ya está casi todo listo —le dijo agarrándose la cola y tratando de alisarla. —¿Qué quieres de tomar?

—Humm ¿tienes café descafeinado? —la conductora se acercó despacio al lugar donde se sentó en la mañana y ahí se quedó.

—Sí. Aunque soluble nada más —un pequeño sonrojo inundó a Adora. Ella no tomaba café fino de grano que hubiera que moler o preparar de otro modo.

—Eso está bien —dijo en voz baja.

La magicat se movió en la cocina para llenar de agua una tetera y calentarla. Destapó la sopa para removerla, una nube de vapor salió, haciendo mucho más intenso el aroma. Vio que ya hervía completamente, bajó el calor y sintiéndose otra vez muy extraña, regresó a la mesa por los tazones. Adora veía sus manos y trataba de no prestarle atención. Catra volvió a la isla interior de la cocina y sirvió los tazones. Regresó dos veces para ponerlos con cuidado sobre la mesa de cristal y se sentía extremadamente autoconsciente. Regresó con las cucharas.

Adora se sentía como una niña esperando por la comida. Se sostenía las manos sobre las rodillas y estaba un poco encorvada en la silla. No sentía que fuera educado quedarse mirando a Catra, ni sacar el glassight, recordó que no había jugado en todo el día y procuraría hacerlo después de comer. Su anfitriona fue al refrigerador y sacó dos contenedores de cristal. Los destapó y a uno le metió una cucharita. Adora no podía ver bien de donde estaba sacando todas las cosas, pero tendría que preguntarle. Después los puso sobre la mesa, entre los dos tazones. La boca se le estaba haciendo agua. Era crema y cubitos de queso.

Unas vueltas más y la mesa lista, y el pan caliente en medio de las dos. Catra cortó rebanadas esponjosas.

Ninguna de las dos sabía si habría que decir algo, así que cuando Catra metió su cuchara al caldo, Adora lo tomó como permiso para empezar. El ambiente era el aroma de la sopa caliente, el queso, el pan caliente y esponjoso. Adora se llevó una rebanada a la boca y le abrió el apetito mil veces más. Lo metió a la sopa y lo probó. Sin terminar de pasarlo se llevó una cucharada a la boca.

—Esto está muy bueno —dijo yendo por otra cucharada. —¿Tú lo preparaste todo?

—Sí... —respondió la magicat que se había quedado quieta con la cuchara a medio camino, mirando a Adora devorar con gusto su comida.

Gracias a la playera de manga corta, que era roja, pudo ver por segunda vez los brazos de Adora, llenos de diversas cicatrices, que se centraban la mayoría en la parte superior de los mismos. Pero no solo apreciaba las cicatrices, si no los bíceps que se contraían con facilidad con cada ligero movimiento.

—Nunca pensé que cocinaras tan bien... —decía Adora con una sonrisa, pérdida en los sabores.

—Con algo tengo que matar el tiempo —le dijo recuperando el habla.

—Nunca he visto pan así... ¿también lo hiciste tú?

—Sí.

—¡Eres muy hábil!

Parecía que todo lo que Adora necesitaba desde el principio era comida caliente. Su rigidez se había esfumado y otra vez le hablaba con soltura, pero Catra todavía no estaba segura de que el terreno fuera estable. Pero sentía el pelaje ligero y esponjado. El problema de que nadie probara su comida es que no estaba segura de que tan buena era, pese a que ella le sabía bien. Recibir la aprobación de Adora era magnífico. Y eso que era una comida muy sencilla. Se encontró deseando preparar algo más elaborado y conocer su reacción. Con una pequeña sonrisa adornando la comisura de sus labios, siguió comiendo, viendo y escuchando a Adora alabar su comida. Cuando la rubia le preguntó tímidamente si podía repetir, la magicat fue con gusto a vaciar la olla para llenar otra vez el tazón.

La comida casi se sintió como las otras pocas que habían compartido. Muy distante de la cena pasada, pero unos pasos adelante de su primer desayuno a las dos de la mañana. Parecía que la noche era de ellas.

—D'riluth, todo estuvo delicioso —dijo Adora untando un poco de crema en el último pedazo de pan.

La magicat no encontraba su voz para confirmar o agradecer. Se preguntó por enésima vez si Adora no había comido nada en todo el día. No hubo necesidad de pensar una respuesta porque la rubia bostezo de nuevo y se estiró.

—Yo me ocupo de esto... deberías descansar si vas a trabajar después —dijo Catra sin levantarse.

—De verdad te lo agradezco. Dormiré un rato.

Por fin, Adora subió a la habitación y solo se quitó el pantalón y se dejó caer sobre la cama. Había muy poca luz para molestarla y con los últimos años durmiendo donde sea que pudiera, ya había superado esas vicisitudes cuando antes no podía conciliar el sueño si había demasiada luz o estaba demasiado oscuro.

En la planta de abajo, la magicat se hizo cargo de limpiar todo. Todavía no estaba segura de que era lo que sentía. Seguramente tendría una noche agitada porque siempre le pasaba cuando sus emociones se descontrolaban. Y aunque no se sentía al borde de un episodio, no estaba tranquila. Solo quieta.

Se acercó hasta el aviario y volvió a pasar ahí el tiempo. Poe y otros periquitos se le acercaron mientras ella los veía y jugaba con ellos. Cada uno de sus inquilinos tenía alguna herida que no los dejaba vivir en el exterior; patas pérdidas, alas rotas mal recuperadas, plumas mal cortadas, picos rotos, o el simple trauma de haber nacido y crecido siempre entre jaulas. De otro modo, no condenaría a ninguna criatura a una vida de encierro. Y todavía a veces tenía dudas si era lo suficientemente buena para tener a las aves encerradas. ¿Con qué derecho? Pero las encontraba en sus caminatas y exploraciones, y también Perfuma y Scorpia le habían hablado algunas veces para que se encargará de algunas, porque era una de las pocas cosas que les compartió con los años. Y las cuidaba hasta que estaban listas para volar o se quedaba con ellas.

 

 

 

 

 

Adora se quedó viendo hacia el techo. Estaba oscuro. Había sido un día muy largo y quería dormir otro poco, pero su alarma la despertó. No tenía más citas agendadas pero era sábado, algunos clientes regulares podrían hablarle en la madrugada y para que los recogiera de fiestas y parecidos sin previo acuerdo. Eran casi las nueve y tenía mensajes personales de Bow y Glimmer, además de una charla larga en el chat grupal con más amigos. No tenía ganas de responder a ninguno. Y todavía tenía que seguir trabajando en el ensayo para entregar el lunes. Suspiró y decidió tratar de trabajar un rato en la conclusión para la asignación sobre el trabajo mágico contra el trabajo técnico.

No era capaz de concentrarse, así que desistió de escribir algo coherente y se puso a revisar por enésima vez sus fuentes y citas. Pero a menos que fuera a cambiar algo de lo que ya tenía escrito, no era necesario. Intentó durante otros diez minutos trabajar en otra tarea más técnica, tenía que comparar varios datos duros de los últimos veinte años para generar un reporte estadístico sobre la economía basada en magia y la que estaba más orientada a la tecnología. Como una mayor en administración, también tenía que estudiar Teoría Mágica aunque ella misma no pudiera ejercerla, pues se esperaba que pudiera administrar cualquier entorno laboral o campo. El próximo semestre tenía que escoger su especialidad final y además buscar dónde realizar sus prácticas profesionales. Pero el presente se le hacía tan caótico que era impensable siquiera imaginar cualquier cosa a unos cuantos meses. Se cansó de tener la laptop sobre las piernas. No quería salir de la habitación y encontrarse otra vez con D'riluth.

Todavía estaba tensa y molesta por la situación. No tenía mucha idea de lo que estaba pasando. Era un problema del que estaba vagamente consciente. Se metía en situaciones y solo después era capaz de dilucidarlas. Así terminó siendo amiga de Bow y Glimmer, y al menos eso fue bueno. Pero después ya no sabía cómo zafarse si es que ya no estaba a gusto. También así encontró el refugio de animales. La solicitaron para llevar un animal para atenderlo de emergencia y todos estaban tan alterados que la habilidad de Adora para coordinar gente en una crisis salió a flote y las esposas, Spinni y Netossa le ofrecieron trabajar con ellas. Adora no podía trabajar ahí de planta, pero se comprometió con el voluntariado. Y al final también fue bueno porque se ahorraba algunas comidas a la semana y había aprendido mucho con ellas, y un profesor le había comentado que podía usarlo como experiencia profesional.

La mesita que tenía con patitas plegables para usarla de escritorio estaba en la cajuela del VEM.

Adora no quería salir de la habitación y enfrentarse a lo que estaba afuera. Tenía la mente mucho más despejada, no así el corazón. Pero no podía quedarse ahí por mucho más rato. Iba a terminar con un ataque de ansiedad sino lograba "concluir" algo. Tal vez solo necesitaba terapia de choque. Enfrentar que Cyra no existía ya. Se sentía ridicula por eso. Cyra no existía pero ahora había aceptado vivir con Catra. O al menos eso es lo que parecía ahora, con la mitad de sus pertenencias al otro lado de la puerta y el resto en el VEM estacionado sobre ella. Adora se puso a hacer flexiones, porque pensaba mejor mientras se movía. Los ojos ya no le ardían como más temprano. Pero era muy pronto. Peor ya era una adulta. No podía esconderse en el armario. O la habitación. Su habitación. La verdad es que sí tendría que agradecerle en serio a la magicat. Adora simplemente no sabía relajarse. Después de cansarse de los brazos y volver a lavarse el rostro, decidió que ya era hora de salir. Si acaso solo para recoger las cosas que más usaba y por eso estaban en su cajuela.

Parecía que no tendría llamadas. Tal vez debería salir un rato con la aplicación y ver qué conseguía. Era todavía muy incomodo en cierto sentido estar sobre el VEM y conducir y al mismo tiempo era algo que había aprendido a disfrutar. Estar tras el volante le daba sensación de control.

Salió de la habitación y se asomó por la vista que permitía el aviario, pero no se veía a la magicat. Las luces de la otra habitación estaban apagadas y no podía ver bien hacia adentro. La luz plateada y azulada de las lunas es lo que llenaba el pasillo y las otras habitaciones. Adora no había visto el resto de la casa. En el rellano de las escaleras había una tercera puerta. Pero antes de intentar espiar por la casa, simplemente tocó a la puerta de la otra habitación. No hubo respuesta. Suspiró y subió pero la puerta no se abrió automáticamente cuando se acercó a ella, por lo que sí necesitaría a D'riluth o que habilitara sus huellas, lo que la regresaba al mismo punto. Volvió a bajar hasta el comedor mientras se mentalizaba.

—¿Catra? —llamó y la palabra salió en casi solo una silaba. Se giró sobre sí misma, cómo si esperara verla salir de entre las paredes o quizás entre el hueco de la barra de servicio y el refrigerador de doble puerta.

Cuando estaba a punto de volver a llamar, las orejas negras de Catra salieron entre las hojas abundantes de un arbusto al pie del fresno y pudo verla por el repentino revoloteo de Poe. Sin controlarla, una pequeña sonrisa llegó a los labios rosados de la rubia.

—Catra —dijo otra vez con mayor aplomo.

Catra la volteó a ver entre un bostezo que medio cubrió con una mano. Adora la vio moviendo los labios pero ella no escuchó nada y trató de imaginarse la capacidad auditiva de la otra. Indicó que no la escuchaba con gestos y Catra asintió y se estiró para después salir del jardín.

—¿Qué pasa? —preguntó al cerrarse las puertas corredizas tras ella.

—Uh, solo necesito unas cosas del VEM —dijo Adora tratando de no reparar en el escote de la magicat. Se había cambiado por una simple playera de tirantes y no traía nada debajo.

—Bien. ¿Hacemos lo de la puerta de una vez? —preguntó volviendo a bostezar.

—Sí, sí, claro.

Catra la pasó de largo y siguió subiendo. Esta vez Adora aceptó colocar la mano sobre la runa y sintió que algo se sellaba.

—También puedes usar la puerta principal... Aunque supongo que tú casi siempre entraras por aquí —dijo la magicat. —¿Te ayudo con algo? —pero Catra solo lo dijo por decirlo, ya estaba detrás de Adora junto a la cajuela.

La ayudó a bajar más cosas y esta vez dejaron algunas más dentro de la habitación. También se llevó el libro que había dejado dentro del vehículo en la tarde. Las dos estaban siendo muy educadas, Catra consciente de que Adora la rehuía pero si había algo que sabía identificar bien era el deseo, y puesto que Adora jamás la había evitado de esa manera torpe, libre de la rigidez que la había acompañado todo el día, solo podía deberse al cambio de ropa que hizo antes de regresar a dormitar al jardín. Leer a la gente para saber si su cuerpo gustaba o tendría que buscar otras formas de complacer era una segunda naturaleza a este punto. Era un sentimiento extraño sentirse expuesta al saber que no traía el glamour y al mismo tiempo darle igual una desnudez real, porque Catra no conocía el pudor, si acaso algo de decoro.

La llevó por el resto de la casa, más nerviosa y consciente a cada paso. Pero Adora no podía quedarse con ella sin saber en dónde estaba la lavadora ¿cierto? La tercera puerta en el pasillo era para una sala de audiovisuales con un juego de sofás increíble y un holo de última generación, junto con una zona de botanas y bebidas, grandes persianas estaban abiertas, dejando ver el otro jardín. En la planta baja, se distribuían además del comedor y la cocina, otra sala sin audiovisuales, en su lugar una encantadora chimenea y paredes llenas de libros. Otra habitación, más al fondo y al lado del segundo jardín más pequeño, existía una pequeña biblioteca con estudio incorporado. Del otro lado estaba el cuarto de servicio. Y otro baño.

—Y eso sería todo —dijo Catra saliendo del cuarto de servicio y cerrando la puerta tras de sí —Puedes usar lo que quieras, cuando lo necesites.

—Realmente es una casa... encantadora —respondió Adora fijándose en las paredes pintadas de un purpura oscuro, elegante, las lámparas, tapices, alfombras y demás que le daban una sensación de lujo y calidad sin saturar el ambiente. —No puedo terminar de agradecerte lo suficiente.

—No necesitas hacerlo.

Catra pasó a su lado y su cola le acarició la muñeca levemente.

Ya no hubo más charla por la noche. Adora se refugió en su habitación y ya no salió a trabajar. Tampoco hubo más "buenas noches". Catra se quedó despierta dando vueltas en la cama, repasando todo lo que había pasado en el día. Una y otra vez. Preguntándose todo lo que habría de diferente si tan solo hubiera tenido cuidado, si siguiera siendo Cyra para Adora.

Adora volvió a llorar hecha bolita en la cama. Esto no podía terminar bien. Le tomaría la palabra a D'riluth una semana, pero se iría.

Catra se levantó temprano después de no poder seguir en la cama otra vez. Era más temprano que el sábado y no escuchaba ningún sonido de parte de Adora. ¿Se habría ido ya? No lo creía porque su sueño era siempre ligero. Era la primera vez desde que dejara la Agencia que compartía algún espacio vital con alguien más... y no tenía idea de cuáles serían los pasos a seguir. Durante la historia de Adora, nunca mencionó si vivió con alguien más. Y Adora no tendría que decirle ninguno de sus pasos, si es que volvían a platicar. La comida parecía relajar a la rubia y tal vez eso ayudaría a limar su nueva convivencia. Catra sentía la nostalgia de Adora, la había había visto buscando algo. ¿Sería posible que extrañara a la magicat de pelaje negro? Con esos pensamientos, fue a la cocina y preparó más masa para otra hogaza. Molió granos de café y su aroma ya llenaba la cocina. Estaba viendo que solo quedaban tres huevos y no parecía una cantidad suficiente para ella y Adora, cuando la puerta principal hizo ruido. El cuerpo se le relajó, listo pare reaccionar, y la cola se esponjó un poco pero en segundos alcanzó a ver a Adora llegando por el otro lado de la cocina, tras la barra y la pared falsa que dividía ese espacio de la entrada principal.

La rubia llegaba con la cara sonrosada, una playera de nylon de manga larga y shorts. Catra tenía el sueño ligero, siempre alerta, pero Adora había aprendido a moverse como un fantasma, sin ruido, evitando personas, castigos e incomodar.

—Buen día —saludó sorprendida cuando vio a la magicat viéndola como si fuera una aparición.

—¿Saliste a correr? —Catra se alisó la cola y sacó los huevos y demás del refrigerador.

—Sí. La zona es realmente tranquila y bonita —dijo mientras olía otra vez el aire. El café listo para servir y el pan horneándose.

—Voy a preparar algo... ¿Quieres desayunar? —dijo Catra sin saber cómo responder al comentario previo. A ella solo le interesaba la seguridad de la zona y las barreras mágicas que los múltiples cristales alimentaban. Si a Adora se le ocurriera no respetar la restricción aérea del lugar y tratar de alcanzar una vía desde el techo, recibiría una advertencia en el sistema automático y si insistía, la barrera simplemente impediría que el VEM siguiera flotando. Los mismo pasaba si querían intentarlo desde arriba.

—Sí, pero déjame ayudarte.

—Esto es fácil, ¿por qué no vas a refrescarte? —Adora la miró tentativamente y asintió.

En su habitación, Adora se cambió la playera por la misma roja de la noche y después de lavarse, bajó otra vez, oliendo los huevos con gusto.

Todavía sin estar segura de donde se encontraba todo, Adora ayudó con los trastes pero no se atrevió a manipular la máquina digna de una cafetería donde se preparaba el café. El pan que Catra estaba horneando todavía no estaba listo, pero tenía otras piezas de pan dulce, lo llevó a la barra, que era donde en realidad comía la mayoría del tiempo. Las dos se miraron entre sí, porque Adora estaba alistando la mesa y Catra tenía el pan en su cristalera en la barra. Adora se sonrojó y la magicat estaba muy segura esta vez que nada tenía que ver conque siguiera solo con una delgada blusa de tirantes.

—Podemos comer donde quieras —dijo la de ojos azules.

—Casi siempre ocupo la barra.

Después de trasladar los utensilios a la barra, Adora se calmó un poco, hasta que se dio cuenta que iban a estar lado a lado. Pero los huevos revueltos con verduras y una salsa picante, más el excelente y fuerte café obraron su magia. Comentaron un poco el clima y la rutina de Adora. Le comentó que tenía que terminar algunas tareas y que solo tenía un cliente en la noche. Catra le dijo que ella no tenía planes y que simplemente hiciera lo que tuviera que hacer sin preocuparse por ella. Esta vez Adora se encargó de limpiar todo y aprovechó para estudiar mejor los anaqueles y todo lo que la cocina escondía. Catra se escondió en la biblioteca con Poe por el resto de la mañana. De verdad era muy extraño escuchar a alguien andar por su espacio. Adora no paraba, cuando volvió a salir para ir a su habitación, ya no estaban los bultos en el pasillo.

Catra quería que estuviera lo más cómoda posible. Si debía hacer tarea para la universidad, lo mejor sería que no se hubiera escondido en la biblioteca para que la conductora pudiera concentrarse lo mejor. En la otra habitación solo estaba una cama individual, le harían falta un escritorio, una silla, un tocador quizá. Aunque nunca había visto maquillada a la rubia. Sabía lo desesperante que era no contar con un lugar, con las cosas necesarias. Y aunque Adora no había vivido tal cual en la calle, vivir en su auto tampoco era un paseo por el parque. Adora no tendría que preocuparse de pagar una renta si era una estudiante modelo. Catra simplemente no se la imaginaba faltando a clases y perdiendo el tiempo. Ella tenía suficiente dinero para que Adora no tuviera que preocuparse ni siquiera de comprar comida ni ninguna otra responsabilidad que exigiera la casa, pero ya se había topado con lo orgullosa y necia que era. Le costaba trabajo pensar que fueran simples y llanas ganas de no molestar.

Se volvieron a encontrar en el pasillo a la hora de la comida y pasó lo mismo de la mañana. Catra no la dejó ayudar a preparar una pasta y unas croquetas bien crujientes. Y por la noche, Adora dudó si debía despedirse antes de tener que salir a recoger a Asami y Korra. Se evitó la decisión porque se encontró a Catra dormida en el jardín de nuevo. Se fue sin hacer ruido y prefirió dejarle un mensaje en la app a su anfitriona. Cuando la magicat despertó y la casa estaba totalmente silenciosa, a no ser de las aves a su alrededor, sintió frío.

Fue a bañarse y buscó su glassight para poner algo de música mientras lo hacía, y se encontró con la notificación del mensaje de Adora, de casi una hora antes. No le decía a que hora volvería, solo que salió por su cita pendiente. Regresaría con hambre seguramente. Pero Catra cenó sola y como pocas veces, fue hasta la sala de audiovisuales y buscó una película. Estuvo pendiente de los sonidos que podían abarcar sus oídos, sin prestar atención de verdad a lo que reproducía el holo. Se acabó la película y Adora no regresaba. Catra estaba segura que podía preguntar casualmente a que hora volvería. Adora solía comentarle a Cyra su rutina, si es que ese día estaban en términos platicadores. Pero hoy el silencio real y virtual era su idioma.

La escuchó volver después de la una.

Y no la escuchó cuando volvió a salir. Se tomó la segunda taza de café, frío, cuando la media mañana llegó y Adora no salió de su habitación ni apareció por la puerta principal. No había mensaje qué revisar. Un ansia fría y acelerada le llenó la sangre y el pecho. Podía simplemente escribirle y preguntar, pero Adora no podía saber. Con pasos de ladrón se escabulló hasta la segunda puerta del pasillo que raramente usaba y la abrió conteniendo el aliento, con las orejas plegadas y las garras crecidas inconscientemente. La certeza absoluta de que encontraría la habitación vacía le invadió el pecho, y soltó el aire con un alivio brutal al ver una almohada azul que no era suya, un peluche de un caballo acomodado en la cama, una cosa negra al pie de la misma y otras tantas cosas en bultos en la entrada al pequeño pasillo que llevaba al armario. Además de la confirmación visual, el aroma de Adora llenaba la habitación. Con el mismo cuidado con el que abrió, cerró la puerta.

Se cambió la pijama por un atuendo casual y salió a respirar.

Adora tenía su propia rutina y no debía de decirle nada. Era iluso esperar que compartieran más que algunas comidas si acaso. Hambrienta de ver otras personas y despejarse, se dirigió a la cafetería y reparó que aunque era tarde, solo estaban Perfuma y Scorpia, ni rastro de la locuaz y animada chica polilla que las ayudaba. Comió otra vez ahí, pero esta vez no se quedó. Ya tenía suficiente con el libro que le trajo recuerdos con los que todavía no lidiaba. Fue a vagabundear largamente. Adora tendría que acostumbrarse otra vez a ella. Esperar junto a ella, hacerse notar pero sin ser exigente. Era mucho más sencillo hacerlo con las aves. Pasó por el escaparate de una tienda de muebles en una gran avenida y se quedó mirando. La rubia apenas le aceptaba una sopa sin querer hacer algo a cambio, no toleraría que le comprara algunas cosas. ¿Verdad?

Siguió caminando y se extrañó de recibir una notificación, ya que tenía todo silenciado. Era del juego de Pokémon. Lo abrió y se encontró con que su pequeño amigo había ganado un montón de caramelos por sus caminatas y además Adora le había mandado un regalo. Recordó la explicación de Adora sobre cómo subir de nivel su amistad. Caminó a la siguiente esquina con una pequeña sonrisa, apareciendo Pokémon aquí y allá, pero su meta era la estatua de un antiguo rey donde había una pokeparada y así consiguió su regalo, para mandarlo de vuelta a Adora. No debió sorprenderle que ya tuviera otra amiga registrada, Entrapta simplemente era imparable.

Hizo el camino de vuelta a casa con el juego abierto y rookidee haciéndole compañía. No capturó Pokémon pero fue deteniéndose en cada pokeparada y leyendo las descripciones que cada una ofrecía sobre los lugares que representaban. No estaba Adora de vuelta todavía, pero saber que el tonto peluche de caballo estaba en su habitación esperando por ella, le daba cierta tranquilidad. Se fue a dormir antes de que la pudiera ver, pero la escuchó esta vez. A la mañana siguiente, la encontró en la cocina, con los mismos shorts y playera roja. Le dio los buenos días y le mostró los waffles que estaba preparando.


Chapter 2: Persona

Summary:

Catra y Adora tratan de adaptarse a su nueva normalidad sin mucho éxito.

Notes:

Hey!

En vez de estresarme por otro capitulo super largo, decidí terminar este y terminó casi duplicando su tamaño inicial. En fin, otro día en mis esperanzas de ficker.

Ciertamente no sé cuándo vendrá el siguiente cap, pero vendrá.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Cuando Adora salió a correr, primero se preguntó si sería mejor ir a algún gimnasio cercano, pero después pensó que lo mejor era aprovechar la oportunidad de correr por un camino y no en una máquina fija. Fue hasta la cocina y se asomó tras la pared falsa que separaba el espacio de la gran sala y el recibidor. Aún con dudas, puso su palma sobre la gran puerta de acero y madera y se abrió sin ruido. Se encontró con otra pared enfrente. La salida real estaba a la derecha, en un ancho pasillo. Salió al fin hasta la calle, tras el muro que era la fachada infranqueable de la casa. Era bastante espacio sin usar.

Las grandes aceras daban un amplio camino para circular aún con los cristales, que servían como iluminación en la noche y los árboles que estaban por todas partes. Y si eso no le daba suficiente espacio, siempre podía andar por los caminos libres donde circulaban los VEM a nivel de piso, que eran en su mayoría espacios abiertos de hierba y pequeñas plantas y flores. El tráfico terrestre en esta zona se limitaba a los propios vecinos entrando y saliendo y algún que otro servicio de entrega.

Se sorprendió de ver a la magicat despierta tan temprano cuando regresó, pero el café y el pan horneándose era suficiente para abrirle el apetito y aminorar su cautela. Aunque todavía no estaba segura por qué estaba siendo cautelosa y regresó a moverse como en la vieja casa donde vivió hasta los 18. Se decía que solo no quería cambiar demasiado la rutina de su anfitriona.

Siguió con su rutina lo mejor que podía. Salir algunos días temprano para las pocas clases presenciales que tenía, pasar al gimnasio con Bow y atender sus citas con clientes frecuentes con los que ya tenía una rutina. En las noches o algunas tardes se encontraba a sí misma preguntándose en dónde pasaría la noche o trazando la ruta más cercana al hostal de Razz, para recordar que estaba a solo unos minutos del centro.

Ya había cambiado el nombre del contacto de Catra en su dispositivo y era cada día un poco más sencillo hacerse a la idea. Además, Catra la sorprendía cada día más. Sus habilidades en la cocina eran mucho mejores que las propias. Sabía hornear, de repostería. Sola le daba mantenimiento a sus jardines y aplicaba tratamiento a las aves que lo necesitaban. La recibía con una sonrisa reservada y sentía los ojos de enormes iris seguirla cuando estaban en el mismo espacio. Ya no se sentía tan extraña a su alrededor y pronto un par de días se hicieron una semana.

A veces le dejaba saber a qué hora se iba a ir o a que hora regresaría y la magicat solamente le asentía o le recordaba que podía ir y venir a su antojo. La interacción más constante compartir regalos en Pokemon Go, y era también su sistema de mensajería más frecuente.

Estaba dispuesta a solo tener una semana de "paz" y después buscar cualquier razón para poder salir de ahí, incluso le pasó por la mente aceptar después de años la habitación que Glimmer y Bow siempre le ofrecieron en sus casas, y ahora en el departamento que compartían juntos.

Pero fue una semana dura.

No solo por el asunto de descubrir que conocía y hasta era amiga de la chica que alguna vez no pudo ayudar, que la drenó emocionalmente como quizás solo el hecho de que Huntara se fuera logró antes. Ensayos y temarios qué preparar rumbo a las entregas finales del semestre. Además, Adora vivía absurdamente al día, teniendo que medir muy bien sus horas de trabajo contra las de estudio, contemplando un apretado presupuesto mínimo para lo que tenía que gastar, incluyendo comidas. Todo era dinero: para comer, para lavar su ropa, para estudiar, para tener dónde dormir. La cuota del gimnasio valía la pena porque podía usar esos estacionamientos el tiempo que quisiera, y diario podía ir por una rutina y ducharse, además del excelente tiempo que podía pasar con Bow y otros amigos. Por eso aprovechaba lo más las buenas rachas.

Por ese lado pasar la semana en la casa de Catra fue un alivio económico, pero el estrés emocional la estaba rebasando, por lo que cuando llegó otra vez el sábado, después de salir a correr por las calles que empezaban a ser familiares, pasó al jardín interior, donde la magicat parecía pasar la mayoría de su tiempo en la casa, continuamente la encontraba ahí, interactuando con las aves, jugando con Poe, leyendo o dormitando. La hierba era suave y fresca al sentirla con sus pies, pues entró descalza y cuidando bien que no se saliera ningún ave. Se sentó y era muy tranquilo. Se recostó y estaba viendo hacia el techo con florituras de madera, se podía ver entre los huecos las nubes y el cielo azul. Se quedó dormida.

Se despertó con el aroma del café recién molido, el pan recién horneado y la sensación de un peso ligero sobre su estomago y algo haciéndole cosquillas en la nariz. Un periquito azul le estaba mordisqueando la nariz y una urraca blanca la estaba usando de cama. Pero cuando se movió al despertarse, las dos aves revolotearon lejos de ella.

Salió al comedor y se acercó a la barra, donde Catra ya estaba alistando todo para un desayuno doble. Adora sintió una oleada de gratitud, con su silenciosa atención, la magicat la cuidaba tanto como Bow y Glimmer. Los panes que Catra preparaba eran de harina de arroz y con levadura de masa madre, por lo que no eran especialmente dulces, pero acompañarlos con mermeladas frescas u otros antojos los hacían lo doble de bueno, porque además eran muy saludables. Fue hasta al lavabo del baño bajo las escaleras y regresó para preparar la barra, donde compartir espacio con la magicat ya no era tan extraño.

Los desayunos de Catra eran deliciosos.

No era lo mejor lo que estaba preparando, pero a Catra le gustaba el modo en el que los ojos de Adora se iluminaban al oler su comida. Después de una semana conviviendo juntas, era un poco más fácil leer estas nuevas expresiones de la rubia, y ya no se movía con la misma rigidez a su al rededor. Parecía que la paciencia de Catra estaba siendo recompensada. Aunque fuera de compartir algunas comidas, en realidad no habían hecho nada juntas. No tenía expectativas, pero le gustaría tanto poder platicar como antes.

No era lo que estaba esperando de convivir con ella. Por otro lado, tampoco estaba segura de que esperar en absoluto.

Adora iba y venía, o solo iba, acostumbrada a estar todo el día en movimiento, sin tener un lugar al que llegar. Se iba temprano o a medio día y regresaba bien entrada la noche. Catra seguía con la intención de comprar los muebles necesarios para la otra habitación, pero no tenía ningún modo de traerlo a la mesa. Además debían de tratar un pequeño asunto.

De momento, se ocupó de servir el desayuno y las dos estuvieron en relativo silencio, y aunque Catra quisiera platicar más con la rubia, todavía no estaban listas para eso y lo tenía claro. Así que siguió leyendo una manoseada edición de una novela de ciencia ficción. Adora de pronto se movía a su lado, disfrutando de su comida, ella olía a sol, hierba y sudor fresco. Catra ya conocía perfectamente el aroma de Adora, pero olerlo intensificado por la actividad física era subir de nivel.

Como todo sábado, Adora se preparó para ir con sus amigos al refugio y pasar la tarde con ellos. Quizás no regresaría, pues sus amigos querían hacer una pijamada y salir el domingo. Catra estaba en el aviario y le comentó eso del modo más causal, aunque la magicat le recordó que no tenía que avisarle nada. Podía ir y venir como le placiera. Así que Adora regresó hasta el domingo en la noche y no supo qué decirle a Catra en el transcurso de esa noche, por lo que la pasaron cada una en sus asuntos. Catra estuvo leyendo, siendo molestada por Poe en la sala principal y Adora estaba a unos metros, usando el comedor como zona de estudio. Catra la miraba a veces, un poco conflictuada porque la falta de muebles en la otra habitación obligara a Adora a estar en las zonas comunes de la casa, pero todavía quería proveerla.

Adora estaba un poco preocupada, aunque poco a poco se sentía de nuevo más cómoda en la compañía de la magicat, se hacía a la idea de que Cyra no era más que otro nombre para la misma persona. Poco a poco. Porque no era lo mejor estarlas comparando. Al final Catra era tan tranquila como Cyra, los gustos de Cyra eran los de Catra, las lecturas, los paseos, eran actividades que realizaban las dos personas. Y no eran dos personas. Hasta ahora solo le había comentado a sus amigos que el lugar que había encontrado era barato, pero nada definitivo. Lo cierto es que con solo una semana sintió la diferencia en su economía.

No sabía explicárselo. Simplemente se estaba haciendo a la idea, parecía. Catra era Cyra.

Siguieron con esa tensa e incomoda interacción los siguientes días. Catra seguía saliendo para estar tranquila. La principal interacción entre ellas eran algunos desayunos, y el juego de Adora. Ahí era donde más "convivían" al intercambiar regalos y de eso algunos huevos que salían, es que Catra tenía más pokemon. Le causaba gracia como el pequeño holograma de su primer pokemon era capaz de poner celoso a Poe, así que ya no lo sacaba dentro de la casa.

La estudiante de finanzas no había reparado en algo, quizás demasiado ensimismada en juntar a Cyra y Catra en una sola persona. Pero en más de diez días, rumbo a las dos semanas, Catra no le había pedido que la llevara a ninguna cita, hasta que ese jueves en la mañana recibió un mensaje de ella en la app que usaban antes.

"¿Puedes llevarme más tarde? Tengo trabajo" escribió sin preámbulos y Adora sintió que el estomago se le encogía un poco cuando lo leyó.

Se pusieron de acuerdo con la hora, y Adora estaría un poco justa para llegar a su clase de la tarde pero era lo menos que le debía a la magicat.

Cuando llegó a la casa y le avisó que ya estaba fuera, fue vivir una especie de deja vu trastornado. Esto lo habían hecho cientos de veces anteriormente. Pero de pronto le empezaron a sudar las manos. Catra le dijo que ya estaba lista y saldría y cuando la vio salir detrás del muro que cubría la fachada, la respiración de Adora se cerró. No era Cyra, era Catra. No había magicat negra en exquisitas ropas, solo Catra en jeans y playera, como te encontrarías a cualquier mujer joven en un mall.

Catra no había vuelto a subir al VEM desde que trajeron las cosas de Adora. Dudó cuando llegó al lateral del vehículo, pero al final, se subió en el asiento del copiloto. Cuando vio a Adora temió que fue una mala idea. ¿Había que mantener las cosas bien diferenciadas?

—¿Adora, qué tienes? ¿Estás bien? —la rubia estaba pálida y sostenía el volante como si fuera a romperlo. El olor de sus nervios llegó hasta Catra.

—S-sí... lo siento, no pasa nada —safo los dedos del volante y los estiró un poco, pero al cabo regresó las manos al mismo, para usar los controles para elevar y nivelar el VEM.

—Si no quieres llevarme, está bien. Puedo pedir otro carro —pero no quería. No quería encontrarse con un desconocido.

—No, no es eso... Estoy bien, Catra —dijo más firme y se sumieron otra vez en un silencio incomodo.

El viaje terminó pronto, pero el silencio fue largo. Se detuvieron frente a una de las muchas entradas de un rascacielos, Adora no sabía si ahí existía algún hotel, pero esa no era su preocupación. Catra se despidió vagamente y Adora susurró que la vería más tarde. No sabía cómo decirle que no había pensado que cuando Catra volviera a trabajar, tendría que encontrarse con la visión de Cyra, para ella la magicat negra había desaparecido por completo. Y el duelo regresó con toda su fuerza. Fue a su clase solo medio presente y Glimmer, con quien la compartía, se preocupó mucho por ella. Adora debía detenerse. El mundo no se había terminado. Ni Cyra ni Catra le habían hecho nada, más que ayudarla. Es solo que tenía tan poca imaginación que no pensó que volvería a encontrarse con Cyra.

 

 

 

 

 

El camino por los pasillos del rascacielos fue el mismo de siempre. Era una de esas veces que Entrapta la llamaba para acompañarla. No era la primera vez que Adora la llevaba ahí, pero como ninguna dijo nada, no encontró modo de mencionarlo. Las veces anteriores, se aparecía ahí como Cyra y en los baños públicos del nivel inferior se cambiaba a Catra. ¿Hubiera sido mejor mencionarle desde antes a Adora? De verdad Catra no sabía lo que estaba haciendo. Adora parecía a punto de romperse o tener un ataque en los momentos que menos lo esperaba Catra.

Por lo menos tratar con Entrapta era un alivio. La tecnopata desarrollaba tecnología con magia para usuarios sin magia propia principalmente. Hasta donde Catra sabía, Industrias Darla competía tanto como colaboraba con Industrias Futuro, pero la aproximación a la magia es lo que le estaba dando tanta vanguardia a la primera. Industrias Futuro se apegaba mucho más al trabajo técnico y la conversión de cualquier energía a la electricidad, desarrollando materiales fotosensibles que eran capaz de captar la luz pura de las lunas y transformarla en electricidad, mientras que Entrapta estaba decidida a usar todo el potencial tecnomágico de la ciudad, siendo sus mayores apuestas la seguridad, espacios inteligentes y los VEMs. Pero había otra línea de desarrollo que estaban probando en contra posición a los implantes neurales, hechizos menos invasivos y que no necesitaban de conexión satelital para funcionar, lo que los hacía mucho más privados y ,de nuevo, seguros. Aunque todo tenía su pega, existían funciones que solo los implantes neurales de Industrias Futuro podía generar.

Pero Catra estaba aquí con Entrapta para funcionar como sujeto de pruebas, ya superada la primer fase de pruebas en sí misma. Y con objetos que no necesitaban ni siquiera conexión a internet.

El shock de ver el falo en una especie de urna sacó de su tren de pensamiento confuso y derrotista a Catra. Pocas veces trataba asuntos sexuales con Entrapta, mucho menos tan... en vivo.

—¡Hola, Catra! Que bueno es verte. Hace 48 ciclos que no nos veíamos —saludó la rica heredera tecnopata, con sus dos coletas actuando más de manos que las propias manos enfundadas en guantes.

—No... No me había dado cuenta que pasó tanto tiempo.

—No importa. ¡Me estaba preguntando quién sería la mejor opción para probar nuestra nueva línea de juguetes sensitivos y recordé que no nos habíamos visto y la conexión se formó! Tú trabajabas en una agencia antes de trabajar por tu cuenta —dijo rápido y soltando hechos.

Definitivamente no era un día tranquilo para Catra. Nunca se imaginó que Entrapta la llamaría para esto. A veces la ayuda a probar productos o simplemente platicaban mientras Entrapta estaba sobre sus máquina y runas. Ella decía que la estimulación adicional de generar una plática le ayudaba al pensamiento lateral cuando estaba estancada en un proyecto.

—Entrapta, tú no especificaste nada de esto en la llamada —le dijo Catra, que no sabía si mirar a su amiga o al falo sintético, que se adivinaba así por su forma y no por ser muy anatómicamente correcto.

—Oh, lo siento. Pero aquí está todo el papeleo. Acuerdo de confidencialidad, Acuerdo de Limites, Contrato, con anexo de seguro y compensaciones —dijo alegremente señalando una serie de folders alineados perfectamente sobre un escritorio. —Darla insistió en que todo esto es necesario y legal —se alejó de sus computadoras y se frotó las manos, insegura por alguna razón.

—No estoy hablando de eso... tú y yo no... Yo no hago este tipo de trabajos contigo —era la única amiga que tenía que sabía más o menos el todo caótico que era su vida y que parecía no importarle y que no la buscaba por su cuerpo.

Catra ni siquiera sabía que iba a hacer si es que en un par de semanas más Doppler la buscaba. Pero una chispa brilló otra vez en Entrapta y pareció recuperar un poco el ánimo.

—¡Pero no lo harás conmigo! —dijo alegre y dejó de encarar a Catra para rebuscar en el espacio —Lo siento si me exalté de nuevo, mi intención es que te lo lleves y lo pruebes, como tú quieras, dentro de los parámetros que señalan los documentos. Yo ya he usado la fase alfa, y esta es la fase beta. Espero que me ayudes con retroalimentación acerca del desempeño de la batería, de las velocidades, los ritmos y lo básico para estos juguetes, ¡pero la mayor innovación es la runa de conexión! —dijo sacando por fin un pequeño cofre de un material brillante en tonos discretos.

Lo abrió y dentro estaba lleno de lo que parecían simples papelitos apilados. Lo sostuvo con las manos mientras avanzaba con sus coletas otra vez hasta Catra, que seguía aturdida pero más receptiva. Debía de admitir que era una variante de su trabajo que no había vislumbrado nunca.

—Estas runas fueron dibujadas por un hechicero certificado y se activan al contacto con células cutáneas o quitinosas. El hechizo dura hasta tres horas y te permite conectarte con el falo y sentir —dijo con un tono exuberante y seductor, uno que Catra jamás le escuchó antes.

—¿...y quieres que yo lo pruebe? —respondió la magicat, moviendo la cola por primera vez en todo el rato.

—¡Sí! Darla había buscado otros sujetos de prueba...

—Probadores beta —corrigió amablemente la misma Darla.

—Eso, gracias, preciosa —Entrapta solo era así de cariñosa con su Inteligencia Artificial, la misma con la que Catra había escuchado hablar a Adora algunas veces, pues era el default para el sistema asistido de los VEMs.

—Darla buscó otros probadores beta, pero últimamente hay mucho revuelo en las agencias y no me pareció confiable y quiero que esto sea super secreto mientras no se desarrolle la fase final. Confió en ti y yo no iba a necesitar tantos documentos pero Darla insistió porque así sería más seguro para ti... —Catra solo sabía que era la primera vez en muchísimo tiempo que alguien le decía que confiaba en ella.

Después de escuchar toda la explicación de Entrapta, estudió los contratos y acuerdos que redactó la propia Darla, todo a nombre de Cyra D'riluth. Los Anexos eran la parte más gruesa de todo el papeleo. El pago inicial era bastante jugoso, incluso reducía el impacto de todos estos días que Catra no trabajó por estar pendiente de Adora y las "compensaciones" por algún incidente eran extensivas. ¿De verdad era necesario una clausula sobre accidente incapacitante? Después de firmarlos y quedarse con una copia digital, Entrapta le enseñó a usar el juguete, con las runas y su control. El falo era de colores purpuras con líneas rojas y tenía una segunda "cabeza" curvada hacia atrás y hacia arriba, que se aplanaba un poco.

 

 

 

 

 

Cinco horas después, Adora fue a recoger a Catra al mismo rascacielos y ésta regresaba con una bolsa más. Catra no tenía más energía para lidiar con la situación con Adora, así que se sentó en la parte de atrás y creyó ver un estremecimiento en la otra mujer. Era ya algo tarde, el final del día social y laboral para la mayoría de las personas. Buena hora para ir a cenar. De ser otro día, de ser otra situación, sería posible que Catra pensara en invitar otra vez a su otra única amiga a cenar. Pero no era así. Solo una vida de constante lucha, de situaciones que no deseaba y donde nunca se sentía cómoda. Así que solo reclinó más el asiento y se dedicó a ver el cielo entre el techo y la propia ventana. Ni siquiera de ese modo se le concedería descanso por el día, olía la ansiedad de Adora y sentía las miradas pesadas que le lanzaba por el retrovisor. Estaban a medio camino de la casa cuando sus nervios ya no estaban resistiendo. Cuando estaba a punto de decir algo, Adora se concentró en la pantalla del VEM. Bien, quizás fuera a poner algo de música y podrían pretender que solo era un viaje más de trabajo.

—Catra... —llamó un poco titubeante. —¿Crees que podríamos... te molestaría acompañarme a hacer una entrega?

Eso rompió totalmente los pensamientos de Catra.

—Seguro, solo estaré aquí.

Y acompañó a Adora a recoger un paquete cuadrado y un ramo de flores. Catra pretendía solo dormitar y dejar que Adora hiciera su trabajo, pero estaba interesada de pronto. Pero se puso algo nerviosa cuando el destino se reveló, era la estación de policía central. Adora aparcó en el techo en los espacios designados para servicios.

—Lo siento, Catra. ¿Quieres esperar aquí? Solo debo llevar esto al segundo nivel y vuelvo.

No, Catra no quería quedarse a solas sobre la estación de policía. ¿Pero no sería lo mejor? No definitivamente no.

¿Sería buen momento para comentarle a Adora que tenía cierta manía con los policías? No. Pero tampoco podría quedarse ahí sin intentar romper la ventana si Adora tardaba mucho.

—¿Puedo acompañarte? —Adora ladeó la cabeza en cierta forma que a Catra le recordó a un cachorro de Golden.

—Hum ¡Claro! No será mucho tiempo de todos modos. —Le sonrió y las dos salieron del VEM.

Adora rodeó el vehículo para tomar del otro asiento las flores y Catra le ayudó con el paquete medio cubico, principalmente para no sentirse tan fuera de lugar. La rubia traía sus usuales jeans, botas gastadas y playera blanca de manga larga, así que en realidad Catra tampoco desentonaba con ella al traer sopa casual.

Pasaron la caseta de ingreso del techo, Adora saludó familiar y ligera al oficial que la custodiaba y siguieron avanzando. Había mucha gente pese a ser tan tarde. Bajaron directamente tres niveles en las escaleras y Adora la llevó con seguridad por varios pasillos de oficinas y pura gente vestida de civil. Al final entraron a una pequeña ala que decía U.V.E. y a su vez a otra oficina más pequeña, con dos escritorios en distintas partes de la habitación.

—¡Adora! Es tan bueno verte. No sabes cuánto te agradezco —saludó una mujer joven, pero algo mayor que ellas, en cuanto Adora se asomó por la puerta después de tocar.

—Hola, Korra. ¿Está todo bien?

—Trabajo, trabajo, solo eso. Pero todavía nos queda un buen rato por aquí.

—¡Oh! Ella es Catra, una amiga que me acompañó hoy. Espero que no haya inconveniente.

—Para nada. Es un gusto, Catra. Es la primera vez que Adora trae a alguien —le sonrió Korra a la magicat, que se mantenía atrás, casi en la puerta todavía abierta.

—Hey —fue todo lo que pudo decir Catra.

—Jajaja eres cómo Mako, ¿No? Él tampoco dice nada cuando no conoce a nadie —y el hombre que estaba en el otro escritorio frunció el entrecejo y miró duramente a Korra, que solo se rio más.

—Hola, Adora —saludó cuando las tres lo miraron. —Hey —le ofreció el mismo saludo a Catra.

—Los dos son serios solamente —dijo Adora para calmar el ambiente.

—Si tú lo dices —Korra tomó las flores y las estaba acomodando sobre un archivero al lado de su escritorio. Catra se acercó para dejar el paquete sobre el poco espacio vacío del escritorio. —Por cierto, ¿Sami no te ha comentado que quiere verte?

—No, solo me pidió que les trajera la cena. Pero puedo ir a verla mañana...

—No, ella no está en la ciudad. Salió a Plumeria y estará allá un mes. Supongo que ya te dirá después.

Intercambiaron un poco más de plática, donde Korra molestó más a Mako y terminaron abriendo el paquete, que debía de contener unos seis rollos de sushi y arroz frito con verduras. Por lo menos no volvieron a decirle nada a Catra.

—Ella es la detective Korra. Su novia suele mandarle la cena si tiene mucho trabajo —le comentó Adora a Catra de vuelta al VEM. Y Catra volvió a sentarse al frente. Adora se notaba más relajada.

Para Adora, ver a Catra al lado de Korra fue como un parteaguas, como salir de entre una cascada de miedos, dudas e ilusiones. Korra era real, muy real con su animo fuerte, su cansancio, la suavidad de su expresión al hablar de Asami, con su humor fácil y bonachón. Haciendo participe en un mismo movimiento a Catra y a Mako, que sí parecían ser serios y reservados. Catra era una persona real también, de la que se podía hacer un pequeño chiste, que también se cansaba y reía, no el recuerdo de una pesadilla que seguía persiguiendo a Adora dormida o despierta. Eso fue un momento en el pasado de las dos y claro que también fue real, pero más tangible era Catra a su lado, ofreciendo su casa y sosteniendo un paquete de comida.

La magicat pensó por un momento que cualquier aplicación de envíos funcionaba para ello, pero se quedó callada mentalmente al darse cuenta que ningún mensajero en principio sería tan bueno con Adora, tan amable, atenta y detallista. Por eso es que Adora tenía a sus clientes habituales.

Las dos arribaron a la misma casa. Y fue mucho más sencillo esta vez preguntarle a Adora porque la acompañara a cenar. Y fue la primera vez desde aquella velada perfecta todavía en piel de Cyra que Catra recibió un tímido y cálido "Buenas noches... Catra."

 

 

 

 

 

Pasó una semana y otra, Catra impuso una regla tacita que Adora no estaba segura si le gustaba o no, pero tampoco sabía cómo decirlo, por lo que solo la dejó ser: Cuando Cyra tenía algún trabajo, porque los citas regresaron, se sentaba en la parte de atrás y apenas conversaban. No era igual a sus anteriores interacciones, pero al menos Adora ya no sufría un ataque de ansiedad cada que veía el pelaje negro. Y ya que se alejaban del sitio, a veces las dos juntas de regreso a casa, Cyra se quitaba el pendiente de serpiente y quedaba solo Catra en sus ropas holgadas y cómodas.

Adora poco a poco se acostumbraba a tener un lugar al cuál llegar. El tiempo que pasaba en la biblioteca, ahora lo pasaba en la casa amurallada, en su habitación o en el comedor, estudiando y haciendo tareas e investigación. Le gustaba la tranquilidad de la casa, la visión del jardín interior y el silencio roto por los cantos, chillidos y gritos de las aves. A veces se peleaban entre ellas o jugaban. Le divertía como el mochuelo asustaba a la urraca y Poe bajaba desde las ramas altas para separarlos. No se metía al estudio porque la intimidaba el ambiente tan solemne de esa habitación y en la mesa estaba bastante a gusto.

Catra una vez bajó soñolienta desde su habitación para encontrarse a Adora a la mesa, con un desastre de libros abiertos y trabajos impresos. Las impresiones podían ser caras si eran a color y de buena calidad. Y en esa casa no existía una impresora. Pero la magicat se dirigía a la cocina a preparar algo de comer y Adora se veía muy concentrada. No quería interrumpirla. Así que se giró un poco y entró al aviario, fue hasta entonces que Adora la notó, la saludó con la mano y siguió estudiando. Después de estar un rato ahí, la atención de Adora cambió un poco y Catra se dio cuenta que debía estar en una videollamada. Ya le estaba entrando hambre de verdad pero no se atrevió a salir del aviario hasta que Adora se despidió y pudo saber que fue una clase virtual.

—Hey, Catra. Disculpa mi desastre.

—¿Estás estudiando? —preguntó Catra sin hacer caso de la disculpa.

—Sí... mañana tengo una prueba importante.

—¿Y has comido algo?

—Nop. —Adora tenía el cabello desarreglado y parecía estar muy estresada.

—¿Quieres comer conmigo? Podemos usar la barra —ofreció Catra mirando más de cerca el revoltijo de objetos.

—Gracias. Te ayudo...

—Solo haré algo rápido. Sandwiches ¿está bien? —la rubia le asintió. Un sandwich con el pan casero de barra de Catra era delicioso.

Un día, regresando tarde de un trabajo, Adora se atrevió a invitar a Catra a cenar otra vez. Y Catra aceptó.

Bow y Glimmer ya no veían tan presionada a su mejor amiga como los meses anteriores. Y les decía que el lugar nuevo era realmente agradable.

—¿Entonces la semana de prueba salió bien? —Adora miró a Glimmer sin entenderla, mientras se comía uno de los panes de Catra en la universidad.

—Nos habías dicho que probarías unos días en ese lugar nuevo. ¿No te has cambiado, no? —explicó Bow probando el pedazo de pan que Adora le ofreció. —¡Esto está muy bueno!

—Ah, sí... Resultó mejor de lo que esperaba.

Adora todavía no se atrevía a usar la tina. Pero estaba menos ansiosa y hasta fue capaz de invitar por una vez a sus amigos al cine.

La ansiedad de Catra con respecto a Adora estaba disminuyendo. La primera vez que la vio lavar ahí su ropa. Las comidas que compartían ya dos martes seguidos. El desayuno los sábados. Poco a poco volvía la charla casual que tanto valorara y extrañara. Parecía que no había perdido a su amiga y el mundo parecía un lugar un poco más amable.

Notes:

Deseo que les haya gustado esta pequeña continuación de esta historia.

Nos vemos en alguna otra.

Gracias por leer. uwu

Carpe Diem

Chapter 3: Rastros del Pasado

Summary:

Mientras Adora disfruta de una nueva estabilidad y un respiro de sus apretadas finanzas, Catra cocina su propia crisis, pero también busca relajarse, tal vez no del mejor modo.

Notes:

Hola!

Comprobando por enésima vez que no puedo con caps cortos o tramas sin alargar, aquí otro cap que tuve que cortar.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Era una de sus dos noches libres en el club, la noche que dedicaba a su otro trabajo, a su arte y su liberación.

Tres semanas de juego previo y preparaciones cumplieron su cometido. Solo necesitaba un momento más. Tocó a la habitación con la clave pactada desde antes con la chica, aguzó el oído, esperando por la respuesta, pero no llegaba. Debió irse en ese instante.

De pronto, la puerta se abrió sin ceremonia, sin la respuesta acordada y la chica… no era la chica, era una gata negra de ojos verdes. Sí, debió irse en aquel instante.

—Lo siento, grandota. Esta habitación ya está ocupada —dijo la gata con cierto desdén.

La frustración dejó atrás lo mejor de su entrenamiento.

—No deberías estar aquí —gruñó con los colmillos descubiertos.

—Te estoy haciendo un favor. Esta habitación ya está ocupada —volvió a decir con mayor énfasis, cerrando ya la puerta, pero la grandota metió el pie en medio de la apertura a tiempo.

Tomó por la garganta a la gata y las metió a las dos a la habitación rápidamente y sin ruido.

Solo la luz de algunas lámparas y otras luces escondidas en los filos de los muebles y bajo la cama iluminaban la habitación, creando sombras extrañas.

La grandota encendió la luz general con la mano libre, sin soltar a la gata, que siseó e intentó liberarse del agarre pétreo. Todavía no la estaba ahorcando, puramente sosteniéndola y elevándola del suelo, pero el modo no era cómodo.

Sobre la gran cama con sábanas rojas ya estaba la escena lista. Su chica, la chica real, estaba recostada y demasiado lánguida al lado del otro cuerpo, un hombre grande y musculoso, casi tanto como la misma Huntara. Y en medio de los dos, una víbora y algunos escorpiones, que se seguían moviendo sobre los cuerpos. El resto de la habitación era un poema a las prácticas extrañas y juegos intensos.

—Parece que tu hombre tenía la agenda algo ocupada y varios amigos interesantes —habló la gata entrecortada, sosteniéndose del poderoso antebrazo para no colgar tanto del cuello.

—¿Qué hiciste? —dijo Huntara con un gruñido y apretó más.

El cuerpo entre sus manos se encendió en negro, la oscuridad se lo tragó y reptó por el brazo de Huntara, con la sensación de mil patas corriendo y una humedad fría, para que la luz negra volviera a adquirir masa y forma lejos de Huntara, pero no regresó a la forma de la gata negra, sino de la misma Huntara.

—Escúchame bien, grandota. Tú no viste nada, aquí no hubo nadie más que tu amiga y tu amigo… y sus amiguitos.

Huntara experimentó el poder de sus propios ojos negros fruncidos en una mirada peligrosa.

—¿Pero qué…?

—Te sugiero que te vayas cuánto antes, porque Seguridad ya viene —dijo su doble con una sonrisa arrogante y divertida que Huntara no estaba segura de que fuera su propia sonrisa arrogante.

Voltearon al mismo tiempo a la puerta cuando tocaron.

—Que buen servicio tiene este hotel. Debería probarlo en otra ocasión —dijo entre una risa apagada la copia para fundirse otra vez en negro y no volver a aparecer.

Volvieron a tocar a la puerta, con mayor insistencia.

—Maldita hija de puta…

 

 

 

 

 

Después de un nuevo mes, Catra ya no estaba tan ansiosa acerca de Adora. No parecía que fuera a tomar sus cosas de repente y desaparecer, como había creído esa noche que no llegaba a cenar. Muy al contrario. Alguna vez Catra entraba a la habitación para preguntarle sobre su día o sobre lo que le gustaría comer y las repisas vacías, ahora estaban llenas de las cosas de Adora, y las maletas y contenedores ya no estaban a la vista.

En las repisas descansaban figuras de los gustos frikis de Adora, los libros que había logrado comprar y juntar en los años que todavía tenía el dinero del fideicomiso, así como libros de administración y finanzas.

También ya descubrió que la cosa negra que podía ver a los pies de la cama, era la mesita plegable de Adora, lo bastante grande para poner la laptop y usar un mouse aparte. Hasta tenía un hueco para poner alguna bebida. Después de eso, su ansiedad acerca del escritorio disminuyó pero seguía fantaseando con comprarle alguno y esperar a que la rubia se emocionase tanto como con las comidas que le preparaba.

Catra no tenía idea de que cocinar para alguien más fuera tan gratificante. No era mentira lo que le dijo a Adora, que le ayudaba a pasar el tiempo, pero sí le gustaba ocupar las manos y preparar su propia comida. Lo disfrutaba, pero no se comparaba al genuino deleite de que Adora alabara su comida y repitiera el plato.

Volvieron a discutir animadamente sobre la compra de la despensa y volvía a salir a flote la feroz independencia de Adora.

—No me hagas ser grosera —dijo exasperada Catra.

—¡Yo no te hago ser grosera! No deberías ser grosera si no quieres —respondió en el mismo tono Adora, algo olvidada su amabilidad.

—Conste que yo no quería llegar a esto, Adora, pero no me dejas opción —dijo y se acercó más contra ella.

Adora no pudo retroceder porque el refrigerador estaba ya casi contra su espalda, pues estaban viendo la compra de la semana. Por un momento, Catra le recordó a Glimmer y su impetuosidad.

—Gano más dinero que tú y me gustan las cosas caras y no me importa compartirlas contigo —dijo tajante, exasperada, casi enterrando una puntiaguda garra contra el pecho de la rubia, y según ella misma, grosera.

Adora no supo qué responderle.

Era obvio que Catra ganaba más dinero que Adora y eso no lo envidiaba ni la hacía sentir menos. Pero Glimmer también tenía la noción de que hablar sobre la cantidad de dinero que tenía y podía gastar sin cuidado era grosero de algún modo. Sin embargo, Adora nunca había exasperado a este punto a Glimmer, sino seguramente viviría con ella y Bow desde hace años a fuerza de intimidación cariñosa y cosas como "los amigos se apoyan y se cuidan".

—Eso no quiere decir que yo no aporte —refunfuñó por lo bajo la rubia.

—Ugh. ¡Está bien! Yo pongo el 80% del total de la cuenta.

Catra no sabía qué le pasaba. Adora le generaba reacciones que no tenía con nadie más. Casi nunca discutía con nadie, ni con los clientes nuevos. Ella tenía una tarifa y ciertas condiciones. Estaba dispuesta a discutirlas si el cliente estaba dispuesto a pagar los cambios. Pero Adora quería discutir cuando tenía las de perder y debería quedarse calladita y agradecer. Bueno, quizás no eso, pero sería agradable que solo dejara que Catra le apoyara con algo tan mundano como la comida. ¡Es que la exasperaba!

—Catra —dijo Adora con facilidad, el nombre ya no se le atoraba en la garganta —¡Eso es demasiado todavía!

—Creo que es tonto tener cosas aparte si solo somos tú y yo. Además, apenas comes aquí. No tiene caso que pagues más —contraatacó Catra otra vez, dejando de apuntar con un dedo filoso, cruzando los brazos.

—70 y 30 y entonces comeré más veces en casa —dijo Adora acalorada, sin pensarlo, dando un pequeño paso adelante.

Catra sintió cómo se le relajaban las orejas y la cola, perdiendo la frustración de golpe. Adora dijo "en casa", ya pensaba como su casa a estos muros que las rodeaban un sábado temprano, después de su carrera matutina y antes de salir a donde quiera que saliera todos los sábados a medio día.

—75 y 25 y también puedes llevar algo a la universidad —susurró Catra.

—Hum —Adora suspiró —Está bien… a Bow, uno de mis amigos, le gustó mucho el pan que llevé la otra vez.

Catra estaba dividida ahora entre cierto enojo de que Adora compartiera la comida que era para ella, la emoción desconocida al saber que sus otros amigos conocían de ella misma, y el inesperado placer de que alguien más encontrara sabrosas sus creaciones.

—Pero queda fuera de la cuenta la comida para Poe y los demás —cerró Catra sin querer admitir que ya no podía seguir discutiendo. Tenía el estómago lleno de emociones que quisiera inspeccionar.

—Eres tan difícil, D'riluth —soltó Adora sin pensar.

La magicat sintió una punzada contra esas palabras, pero sabía que Adora no se refería a nada como Weaver ni Hordak. Aunque encontró una chispa de reconocimiento en la rubia que no quería enfrentar.

—¿Y ya te viste en un espejo? —dijo alejándose.

—Uh… lo siento. Lo de las aves es justo. Lo siento, de verdad, no estoy acostumbrada a discutir —dijo Adora un poco apenada.

No estaba acostumbrada a discutir ni a que la quisieran cuidar con tanta insistencia y presión. Se le escaparon de la lengua esas palabras. ¿Sería posible que Catra compartiera eso con ella…? La presencia de la hechicera roja se cirnió sobre ellas inadvertidamente.

—Está bien, Adora.

El sentimiento cálido se desvaneció un poco, pero Catra se contentó bastante cuando pudieron proseguir con un desayuno ligero con lo que quedaba en la nevera e hicieron la lista de la compra, porque aparentemente eso es algo que Adora hacía. Entre las dos revisaron lo que faltase, después se fueron al super y entre otras pequeñas discusiones sobre lo que le gustaba comprar a Adora, lo que prefería Catra, lograron tener despensa para dos o tres semanas. Varias veces la rubia se mordió la lengua al recordar las palabras acaloradas de la magicat "me gustan las cosas caras y no me molesta compartirlas".

Era claro que a Catra no es que le gustase lo caro por caro, si no por la calidad y ahí tampoco podía discutir mucho Adora.

Fue la primera vez que hacían la compra de forma conjunta y tratando de comprometerse entre las dos. Hubo momentos extraños y tensos donde Adora mencionaba cosas que le gustaban desde niña. El velo de lo dicho y lo vivido cayó sobre ellas. La misma mujer las atormentó, pero no vivieron lo mismo. La joven conductora pareció percibirlo un poco y se abstuvo de hacer más comentarios.

Cuando por fin estaban de vuelta en casa, la estudiante de finanzas se disculpó por no poder quedarse a acomodar la compra.

—Ya voy tarde al refugio —dijo con una disculpa.

—¿Refugio? —preguntó Catra distraída mientras acomodaba las últimas bolsas sobre la barra.

—¡Sí! ¿No te he dicho? Todos los sábados voy con Bow y Glimmer a ayudar en un refugio para animales, después vamos al cine o salimos con más amigos. Pero luego me voy a trabajar un rato.

Era claro que Adora sí quería ser una santa.

Se despidió y Catra volvió a quedarse sola en su casa. Dejo salir del jardín a varias aves para que hicieran ruido por la casa y siguió acomodando la compra mientras escuchaba las noticias en su glassight.

—Ese sería el clima para el día de hoy. En otras noticias, se encontró el cuerpo sin vida del importante empresario Lang Natsukawa dentro de una de las habitaciones del hotel…

Catra se quedó de piedra. Apenas pudo seguir escuchando la noticia.

—La causa de muerte, así como las circunstancias que la envuelven, no han sido develadas todavía por la policía. Una investigación se ha puesto en marcha. Aunque no se han dado mayores detalles, se rumorea que pudo ser un accidente que involucrara al Mundo de los Sauces.

No había más duda. El Mundo de los Sauces es el modo tradicional y eufemismo que se utilizaba para referirse en general al mundo de diversión y placer, que envolvía tanto a los trabajadores, como hoteles, proveedores y demás. Aunque no quisiera, Catra era parte del Mundo Flotante o de los Sauces. Y Lang Natsukawa fue el cliente que hace ya más de tres meses le causó ese mal episodio.

Ya no terminó con las compras.

Seguía nerviosa desde las palabras de Adora, con el sentimiento como una nube gris en la lejanía de su horizonte interno.

"¿Por qué eres tan difícil, Catra? ¿Por qué lo haces más difícil para ti y para mí? Sabes que esto no cambiará lo que va a suceder".

Tenía que salir y despejarse. Le dijo el nombre a Doppler Morfer, no tenía que significar otra cosa. Además, ese tipo tenía su reputación y Catra debió escuchar desde el principio y no aceptarlo. Pero tenía miedo reptando muy al fondo. Tenía plenitud de clientes regulares y casuales, pero ¿qué tal si un día se terminaban? ¿Por otro lado, alguna otra sufrió lo mismo que Catra? ¿Alguien más lo hizo? El tipo tenía mucho dinero y eso siempre despertaba envidias y pasiones. ¿De verdad habrá sido un accidente?

Salió de la casa y después de vagar un rato, terminó otra vez en la cafetería. La que era un refugio y casi un segundo hogar, donde podía sentirse relajada y a veces, cuando tenía un buen día interior, bienvenida también. Era ya pasado mediodía y para ser un sábado, estaba a mitad de lleno.

Perfuma la saludó con gusto cuando pidió en la barra un té y un panque. Catra pudo respirar libremente otra vez mientras se sentaba en la esquina más alejada, con la espalda rodeada de libros. Scorpia hoy estaba exultante y cantaba a viva voz desde la cocineta trasera, algún jazz que Catra desconocía. No acudió en un par de semanas por estar pendiente de Adora y agradeció la familiaridad del espacio. Y parecía que las dueñas por fin tenían nuevo personal.

Un joven de pelo verde y sonrisa jovial preparaba las bebidas y platicaba con soltura con Scorpia y Perfuma.

 

 

 

 

 

En una habitación cerrada, sin ventanas y con una de las paredes con un cristal de una sola vista, estaba sentada Huntara.

La realidad es que no sabía qué hacer.

Llevaba ya varias horas en esa habitación. Le habían dejado fumar y en algún momento le llevaron agua y café, pero más allá de eso no había comido. No pudo pensar en nada. No supo qué decirle a la seguridad del hotel, no estaba entre los invitados de la habitación y todo se fue al garete cuando se dieron cuenta que ninguno de los otros dos en la habitación despertaba. Habría sido mucho peor intentar escapar u oponer resistencia.

Pese a sus intenciones iniciales, ella no hizo nada. Era lo único que le daba algo de alivio.

Después no dejaba de pensar qué fue lo que pasó. Quién era esa maldita con la capacidad de transformarse. ¿Alguna hechicera, una invocadora? No parecían ilusiones tecnológicas. ¿Quién se le pudo adelantar?

Claro que tenía algo de experiencia con la policía. Lo mejor era estar callado el mayor tiempo posible. No precipitarse. Intentaron amedrentarla, sorprenderla, pero no tenía que decir nada. No tenían absolutamente nada, estaba segura por las preguntas sin razón y de rutina que le hacían.

Pese a todo, su mayor preocupación no era del todo la policía, existían maneras de arreglar eso. Siempre podía conseguir otro trabajo "normal", si hacía falta podía regresar a sus tiempos de obrera o incluso de peleadora semiclandestina, semiformal. Pero los niños que la esperaban… había otros que los cuidarían, pero Huntara era quien más se preocupaba de ellos.

Vivía y mataba por esos niños.

 

 

 

 

 

Netossa y Spinnerella se lucieron con la comida de ese día, aunque no tenía carne, los hongos y el queso hicieron las delicias de Adora. ¿A Catra le gustarían las setas y los hongos? Tenía que preguntarle para ver si podían incluirlo en su menú. La realidad de Catra, el que existiera como persona aparte de Cyra, ya no pesaba tanto. Adora estaba tan contenta comiendo y pensando en Catra, que no reparó en sus propios movimientos gustosos. Bow y Glimmer compartieron una mirada cómplice.

—Está buena la comida, eh —dijo Glimmer con la risilla subrepticia en la voz.

—¿Eh, hum? ¡Oh, sí! La comida está deliciosa —aseguró Adora una vez se dio cuenta que le hablaba a ella. —¿Verdad, Bow?

—Siempre está muy rico, pero hoy tiene algo especial —dijo el hombre con jovialidad pero acompañando también ese tonito especial que acompañaba las intenciones de Glimmer.

—¿Qué? ¿Tengo algo en la cara? —preguntó al cabo Adora, sintiendo las miradas de sus amigos.

Glimmer se rio de ella sin reparo, ensartando el último hongo cubierto de queso y fue Bow quien habló por los dos.

—Solo notamos que has estado más relajada y alegre las últimas… ¿dos semanas?

Realmente Adora había tenido un humor negro unos días y ellos trataron de animarla y cuidarla tanto como pudieron, pero entendían que todos estaban en temporada de examenes y tal vez eso explicaba un poco el mal talante de su amiga. De a poco su ánimo mejoró, hasta este radiante despliegue de despreocupación.

—Es que ya pasaron los examenes —dijo Adora sin comprometerse.

Todavía no estaba segura de cómo abordar el tema de Catra, si es que había que abordarlo. En general, sus amigos sabían que tenía algunos otros amigos relativos a su trabajo. Otros compañeros de la universidad de otras carreras que a veces contrataban a Adora, pero ella sabía lo importante que era la discreción en un trabajo así, por lo que no compartía nombres ni otros detalles personales, cómo los destinos. Pero quizás la bomba que tenía Adora para ofrecer haría que se olvidaran del otro tema un rato y la verdad es que sí era parte de lo que tenía a la rubia de tan buen humor.

Dejó que hicieran algunos otros comentarios mientras terminaban de comer y seguían con su última hora de voluntariado.

—Bueno, pero sí tengo algo más que decirles —les dijo en un susurro prometedor.

—¡Solo suéltalo, Adora! —Glimmer dio un pequeño salto.

—¡Pero no le pueden decir a nadie! Y más porque todavía no sé bien que será —dijo para alargar más la tensión —¿Saben quién es una de mis clientes?

—¡Adora, nunca nos dices nada! —se quejó Glimmer, provocando que Netossa los mirase con gesto severo.

—Asami Sato.

Por suerte, la impresión le borró las palabras a los dos. Quizás Adora debió esperar un poco más para decirles fuera del refugio, un lugar muy público. Así que mejor se alejó y se ocupó en cargar y darle su medicina a un cachorro de Golden.

El resto del tiempo, se la pasó escapando de sus amigos, ansiosos y emocionados de conocer más de la noticia. O sea, sí, en sí mismo, que Adora conociera a Asami Sato era una gran novedad. ¡Pero no para que los dejase con la She-ra en la boca!

Asami Sato era famosa por muchas razones: una de ellas que era la primera mujer billonaria a título personal del mundo tecnológico. Que justo antes de cumplir 30 entró al ranking de las cien personas más ricas. Pero esas solo eran las últimas noticias acerca de ella. Su cara y personalidad empezaron a sonar internacionalmente hacía doce largos años, cuando el trío de amigos quizás solo andaban pensando en andar en bicicleta o cuál sería el siguiente trending en el que basarían su personalidad por los siguientes meses. O no sufrir el siguiente castigo dispensado.

Cuando Asami Sato estaba pronta a la mayoría de edad, su padre le hizo el mejor regalo de todos: aparecer en primera plana de todos los noticieros como parte importante, sino que cabecilla, de una gran red de trata y explotación sexual.

Al final resultó que Hiroshi Sato no era la cabecilla, ni parte de la red de explotación sexual, pero sí tenía sombríos y grises tratos comerciales con demasiadas empresas fantasmas y otras personalidades involucradas directamente con la red. Además de que las investigaciones destaparon una serie de irregularidades de Industrias Futuro, entre ellas, sus poco validadas políticas de seguridad interna, en especial en su área de transporte, lo que se prestó a la red de trata y lo peor, una deuda casi billonaria con Hacienda.

La venta de varios rubros, activos y patentes apenas bastó para pagar las deudas e indemnizaciones. Hiroshi cumplía una condena continua de 20 años. La vergüenza cayó contra los Sato, pero entre Yasuko y Asami fueron capaces de mantener las empresas.

Asami ya era una ingeniero prodigio para ese entonces y estaba a punto de terminar la carrera en la Universidad de Luna Brillante. La gente sólo sabía que después de lograr contener la situación, Asami ingresó a la carrera de Derecho y se graduó en tan solo tres años siendo además la CEO de Industrias Futuro, para tomar posesión total apenas pasados sus 22 otoños.

Desde entonces su activismo por todo tipo de derechos era legendario. Fundó la Mancomunidad Empresarial en Pro de la Equidad, Desarrollo y Agregados (MEPEDA), junto con una de las empresas que más se benefició del duro par de años para las Sato: Industrias Darla. Su competencia más dura y directa. Pero la igualmente joven Fundadora y CEO era increíblemente intransigente con las prácticas desleales y era abanderada de las últimas políticas laborales y bienestar integral.

La prensa hizo sus delicias de la competencia entre ambas empresas, augurando que el hambre de poder de los Sato llevaría a que Industrias Futuro usaría su amplia mano para absorber a la todavía emergente Darla. Cuando en su lugar, unieron esfuerzos en los puntos en común y cada cuál siguió su camino con nueva ética y espíritu fresco.

La mancomunidad en sí fue un reto político y legal, pues atribuía poderes a las empresas que normalmente sólo competían al Estado. Pero sin duda tuvo sus ventajas fiscales y legislativas porque al final de seis meses de intensa campaña, además de Industrias Darla y Futuro, otras 33 empresas, cooperativas y sociedades económicas se unían a la iniciativa. En la actualidad, la meta de muchas personas de a pie era trabajar en cualquiera de las ya más de cuarenta empresas afiliadas o como pequeño empresario, entrar a ser parte de sus filas.

Asami Sato era una entidad en sí misma, el mundo la seguía y ella era fiera defensora de su vida privada, así que el mundo ni siquiera sabía que era novia de la más joven detective que participó en el caso Sato-Seok, una simple oficial en ese entonces.

Adora repasaba rápidamente los hechos para saber qué tanto podía contar de su cliente y amiga.

—¿Ya nos vas a decir? —preguntó con impetú Glimmer una vez salieron del rascacielos y estaban los tres en el auto de Adora.

—Adora, no puedo creer que conozcas a Asami Sato y no me dijeras nada —Bow hizo un puchero.

—No puedo ir diciendo con quién trabajo, chicos. ¡Y no pueden decirle nada a nadie o no diré más! —les dijo muy seria porque no jugaba con su trabajo.

—No le diremos a nadie. ¡Pero cuéntanos cómo la conociste y la verdadera noticia!

La cara de traición de Bow al enterarse que Adora llevaba más de dos años callándose que conocía a una de las eminencias tecnológicas del mundo, era todo un poema. Pero pronto los dos estaban tan emocionados y expectantes cómo Adora acerca de la cita personal que Asami le solicitó a la rubia para el lunes siguiente.

 

 

 

 

 

La tarde en la cafetería se extendía tan tranquila como de costumbre. Catra se creía a salvo de sus propios demonios por un rato. Subió a su nicho ante la mirada curiosa y recelosa de algunos comensales que Catra no reconocía como habituales y no le importó. Sacó el libro que llevaba cargando desde hace semanas en su morral habitual para leerlo.

La historia de Colmillo Blanco seguía en el campamento nativo. Catra se rio para sí misma. El cachorro de lobo tuvo la oportunidad perfecta de escapar y convertirse en solo otro lobo anónimo en los fríos bosques del norte, pero no pudo contra la soledad y eligió la esclavitud y la servidumbre. Catra se sintió doblemente reflejada. Ella también perdió las ganas de escapar y si tuvo alguna oportunidad, la perdió en el tiempo. Un impulso algo morboso la incitaba a continuar la lectura pese a todo lo que la hacía contemplar en su interior.

Tal vez es que era la primera vez en años que debía inspeccionarlo. Hacerlo a través de las líneas en el papel era un método indirecto. Someterse no era sencillo, pero era una preocupación menos cuando la supervivencia misma estaba en juego. El hambre… de los castigos más infames que Catra conoció. Hambre, siempre hambre. El nerviosismo, ese borde filoso rodeando todo su sentir regresó y se pidió algo más para comer y bajó a la mesa de la esquina. Pero estaba hipnotizada por las letras, no podía dejar de leer. El hambre se terminó y Colmillo Blanco volvió a servirle con gusto a su amo.

Siguió junto con el lobo el viaje por las indiferentes tundras hasta llegar a uno de los asentamientos tempranos de los Primeros en aquellas heladas regiones septentrionales. Smith "El Bonito", no le gustó para nada a Catra, menos su morboso interés por el lobo, que era en realidad el mejor perro de trineo y guardián que cualquiera pudiera pedir. Un buen perro. Con todo lo que esa frase podía tener de ambivalente para la magicat.

Los intentos de El Bonito por comprar al lobo le parecieron especialmente amargos. Los trucos para manipular al dueño, bajos y viles. Los golpes narrados era algo que podía soportar, pero el primer intento de secuestro le subió el pánico y la bilis por la garganta y tuvo que detenerse, para asegurarse que seguía dentro de la cafetería.

Recuerdos y pesadillas arremolinados de humo, calor, gritos y sombras llegaron a Catra. El quizá reconfortante olor de la madera quemándose, corrompido por el plástico y la carne también.

Se alteró un poco más al escuchar el estruendo que provocó el chico nuevo. Perfuma se disculpó profusamente y parecía que reprendió al chico tras la barra. Pero los nervios de Catra estaban alterados, demasiado. Pagó y se fue ante el rostro preocupado de la rubia platinada.

 

 

 

 

 

Las horas siguieron pasando lentas en la habitación sin ventanas.

Pero no podían retenerla ahí por demasiado tiempo sin motivo. Muy a pesar de que estuviera en el lugar sin razón aparente y sin excusa, por mucho era testigo de una escena turbia.

Y los detectives de homicidios encargados del tema, lo sabían.

—Tiene algunos cargos pasados por robo menor y robo a mano armada. Un año de condena por no resistirse al arresto. Salió con excelente conducta. Nada más en su registro. Trabaja como guardia de seguridad en el Dolphin Social desde hace dos años —recitó en tono calmado la alta mujer de cortos rizos.

La otra mujer en la oficina, tras su propio escritorio, se mesó el puente de la nariz y se reclinó contra la silla.

—¿Qué hay de la otra chica?

—Apenas despertó. Las toxinas coinciden con la víbora.

—¿Por qué ella sí despertó y el otro sujeto no?

—Todavía no están listos los resultados de la autopsia y el laboratorio, pero parece ser que ella es mitad fae y eso puede afectar su resistencia a ciertos venenos.

La detective que cuestionaba se puso de pie para pasearse por la gran oficina con más escritorios desperdigados, llenos de folios y equipos tecnológicos que necesitaban una actualización. Tras ella estaba la pared holo, con algunas imágenes de su último caso. La presión de la prensa ya se dejaba sentir.

—¿Ha dicho algo?

—Solo que quiere a su abogado. Pero ya la hemos identificado. Trabaja para la agencia Toque de Seda.

—Bueno, es hora de hacerles una visita. Iré con Sirenia. Llama a los detectives de UVE. Gracias, Hope.

—¿Te veré para la cena, Mara? —preguntó Hope.

—Ya sabes que sí, cariño —suspiró con una sonrisa la otra detective.

 

 

 

 

 

Le encantaba poder ir al cine con sus amigos y cooperar con los snacks, aunque Glimmer fue necia respecto a las entradas. Ni siquiera estaban viendo un estreno o una película reciente, sino una serie de reestrenos de cuando los tres eran niños, pero que Adora se perdió. Bow y Glimmer eran un año más joven que ella, pero no hacía tanta mella en su amistad.

Claro que su humor estaba mucho mejor.

Parecía que su trato con D'riluth iba a funcionar después de todo. Ya era totalmente seguro que los sábados y los martes desayunaban juntas y también dos o tres veces se quedaba en la casa para estudiar en vez de tener que desplazarse a la universidad o cualquier biblioteca. La comida de la magicat era deliciosa, a Adora le gustaba verla cocinar y el olor que inundaba esa parte de la casa.

También sus viajes por trabajo generaban su propio ritmo.

Catra solía solicitarla tres o cuatro veces a la semana, aunque igual podía ser ninguna. Últimamente solo dos o tres veces. No siempre estaba en la casa para esas salidas, que podían ser a cualquier hora, muy temprano en la mañana, a media tarde, por la noche y regresar hasta el otro día por ella. Eso era muy raro para Catra y ya tenía un tiempo que no sucedía, pero Adora no se sintió bien con la idea de regresar a la casa sin Catra, así que regresó a su costumbre de buscar algún estacionamiento o estación de carga y durmió en el VEM.

Esa mañana Catra, ya en chándal y sudadera, se subió en la parte trasera y se quedó dormida antes de que Adora pudiera preocuparse de iniciar alguna plática. La conductora tuvo la oportunidad de estudiar el rostro de pelaje negro en los altos, e incluso a llegar a casa, Adora la llamó con cuidado pero no despertó, por lo que bajó del VEM, fue hasta la otra puerta y tuvo que mover un poco a la durmiente belleza negra para que despertara. Ver el pelaje diferente ya no era una punzada. Poco a poco, Cyra y Catra se fundían en la misma persona, pensando en el cambio de apariencia como solo eso. Como si un amigo se cortara el cabello. Como ver a su otra amiga, Mermista, un día completamente maquillada y con ropa elegante y otros días escondida bajo la capucha de una vieja sudadera. Realmente podía parecer dos personas diferentes.

Además, si se quedaba con Catra, la posibilidad de ayudarla y cuidarla se presentaba. Tuvo tantas ganas de no despertarla y llevarla en brazos hasta la cama. Pero no lo hizo, porque sabía instintivamente que podía ser peligroso despertarla de improviso si no tenía cuidado. Con el pequeño añadido de que Adora todavía no entraba a la habitación de la magicat.

—Hey, Catra —llamó con cuidado al moverla.

—Ahm —masculló Catra al acomodarse mejor.

Adora le picó suavemente una mejilla, con una sonrisa furtiva, la magicat se restregó contra el contacto y un ronroneo creció en su pecho. Adora se quedó muda de la impresión. Nunca la había escuchado ronronear. El dedo se quedó congelado en el aire y Catra volvió a moverse para el otro lado, pero ya despertando y estirandose completa con un gran bostezo. La visión de los colmillos cortantes maravilló a Adora. "Con razón me cortó", pensó al recordar el violento beso que existía solo en su memoria y no en la de Catra. Apenas le dio tiempo de bajar la mano y al fin Catra la sentía.

—¿Adora? —preguntó la magicat negra parpadeando.

—Ya… Ya llegamos, Catra —dijo la rubia, alejándose del VEM para que la otra pudiera salir.

Catra vio su propio puño elevado y se confundió. Movió la oreja izquierda y ahí estaba el familiar peso del pendiente de serpiente. Se lo quitó y vio su mano recobrar el color de durazno o arena clara.

—¿Dormiste bien? —dijo Adora intentando ser juguetona y ocultando sus repentinos nervios.

—Ni siquiera sentí el viaje… No entiendo cómo logras eso —respondió avanzando hacia la entrada de las escaleras.

—Eh, tengo mucha practica… —Adora palideció un poco.

Entonces Catra recordó cómo Adora aprendió a manejar y quiso morderse la lengua. Otra vez un tema escabroso se interponía entre ellas. Pero Catra empezaba a saber cómo lidiar con ello o al menos sobrellevarlo.

—¿Quieres desayunar?

Ya tenía el escueto pago del siguiente mes y quería dárselo en mano a Catra. Así de rápido pasaron dos meses ya. Quería verla lo antes posible, pero tenía que trabajar un poco. Así que dejó a sus amigos en su departamento y empezó a aceptar viajes en la aplicación. Quizás podría trabajar unas horas y llegar a cenar con Catra. ¿Le gustaría? ¿Le contaría también de Asami Sato? No quería que creyera que hablaba de sus clientes como si nada, pero estaba emocionada. Quizás le pediría salir de nuevo a ver el eclipse. ¿En serio ya pasó un mes entero? Y pensar que Adora creyó que lo mejor era declinar la propuesta de la magicat. Ahora le estaba inmensamente agradecida por hacerla sentir que estaba flotando un poco en vez de solo hundirse y hundirse y apenas sacar la cabeza del agua.

 

 

 

 

 

Las calles solitarias de Luna Brillante eran hogar de almas añejas, que todavía disfrutaban de viajes a pie. Las aceras eran amplias y limpias diferente al resto de los viejos caminos cuarteados donde antes circulaban los automóviles terrestres, donde ahora crecía toda planta que pudiera abrirse paso entre el concreto y asfalto que tenía más de un siglo de no repararse. Pese a tener una composición que le permitía "regenerarse" con las lluvias, la capa aplicada era tan delgada que las raíces lentas pero seguras ganaban terreno cada año. Existían incluso árboles en medio de esos caminos.

Era diferente en los vecindarios y zonas donde los VEM se suponía que debían moverse a nivel de tierra. Los lugares más nuevos, como la zona residencial de Catra, tenían esos adoquines agujereados por donde podía crecer la hierba. Otros lugares, no tenían esos adoquines, en su lugar el gobierno simplemente se encargaba de que no crecieran árboles ni arbustos demasiado frondosos, pero no reparaba la pavimentación. En su momento, fue la silenciosa declaración del avance hacia los vehículos electromagnéticos. Los usuarios de autos rodantes se quedarían sin calles por donde circular lentamente.

Catra caminaba por algunas de esas calles, pérdida en sus sentimientos más que en pensamientos coherentes. Los árboles que crecían en medio de las viejas avenidas, eran igual de viejos, pero no tan juntos como en los parques. Se erguían solitarios. No había sufrido abusos en mucho tiempo. No por lo menos en el sentido legal y técnico de la palabra, todo fue consentido hasta que ese empresario quiso aprovecharse.

Se detuvo junto a uno de esos árboles y se trepó.

Tenía que ser una coincidencia. Doppler no la había buscado en más de un mes. Estaba… contenta con Adora, descubriendo lo que era vivir con otra persona. Preocuparse por otra persona. Ya sabía que Adora podía ser un fantasma con sus pasos sino quería ser escuchada, lo cuál la asombraba. Añoraba sus risas al contar algo durante sus desayunos juntas, mientras las dos se seguían relajando una al lado de la otra.

La maravilla de saber que alguien más estaba tan solo al otro lado del pasillo.

Catra no estaba consciente de lo mucho que anhelaba esa compañía. A lo mejor ni siquiera importaba que Adora conociera esa otra parte de su vida, la que no conocía nadie más, ni Scorpia, Perfuma o Entrapta. De la que Doppler Morfer solo conocía un lado de la moneda. Adora conocía el otro. La cara del abuso, del castigo. Y aún así… hablaba con Catra sin la sombra de lo que pasó. Al menos no todo el tiempo.

Al estar las dos en la cocina, no existían miradas pesadas. Pero a veces al existir en el mismo espacio, podía sentir la mirada acerada sobre sí misma. O por el retrovisor al ir o volver de una cita. No, Adora no olvidaba ni ignoraba su pasado y parte del presente, pero al menos podía dejarlo de lado. Mientras tanto, Catra podía fingir.

Ojalá pudiera seguir así indefinidamente.

Ojalá el tiempo no diera vueltas y la llevara otra vez a esos recuerdos de fuego y violencia. Nunca sabría si el olor de la carne quemada era el de los animales encerrados que no podían escapar o el de la madre que regresó por ella para después no lograrlo en el hospital.

Tanto tiempo sin visitar esos recuerdos.

Catra sabía que otros niños no lo recordarían, por la edad o por el simple trauma. Pero para los magicats era diferente. Y para Catra las lagunas mentales llegaron mucho después. Aún así, no tenía la certeza. Los recuerdos se confundían con las pesadillas y las cosas que una niña podía ver pero no identificar. El limbo la mantenía en agonía pero viva. La certeza tal vez la terminaría matando.

Recordar era lacerante y doloroso, pero todavía tenía algunas memorias limpias en medio del humo. Recuerdos de un coro de ronroneos. Recuerdos de voces y brazos amorosos envolviéndola. Era casi tan precioso como los "buenos días" y "buenas noches" compartidos ahora con Adora.

Necesitaba ese confort. Se sentía sucia y fría, despojada. Necesitaba calor y distraerse, pensar totalmente en otra cosa.

Con el cielo apenas empezando a cambiar su coloración a la noche, bajó del árbol y casi corrió de regreso a casa. Las barreras mágicas que rodeaban toda la zona le ayudaban a sentirse un poquito más segura y tranquila. El simple hecho de entrar en el pasillo de la fachada falsa, de estar unos pasos más cerca de su espacio, empezó a aligerarla otro poco. El suave susurro de la gran puerta de metal y madera abriéndose solo ante la silenciosa orden de su palma sobre el lector mágico era otro paso a la calma.

Los ruidos familiares; las aves chillando y cantando, el graznar de Poe, el correr del agua en la pequeña charca artificial donde las aves se bañaban y bebían, hasta el repentino caer de nuevos hielos en el depósito interno del refrigerador, ayudaron otro poco. La compra seguía desperdigada en la mesa y la barra. Adora no había vuelto entonces. Todavía con ese borde ansioso, pero más consciente de sus emociones, Catra terminó de guardar al menos lo que necesitaba refrigeración y tomó para ella las sales de baño.

Se fue a su habitación, entró a su baño y puso a llenar el jacuzzi, decidiendo que le daría a Adora una de las botellitas para su uso. Sabía que la tina del otro baño no se comparaba, pero esperaba que a la rubia no le importara tanto. ¿O debería dejar que usase el propio alguna vez? Podía compartirlo. Y al mismo tiempo existía algo importante en el hecho de que Adora todavía no pisara lo último de la casa.

"Hola, Catra." Llegó el mensaje de Adora.

"Hey, Adora" le respondió la magicat, relajándose en el agua caliente, con una tabla con pan, cortes de carne y queso, además de otro libro de ciencia ficción. Un merlot le embotaba los sentidos y los sentimientos.

Adora le dio mil vueltas al mensaje en la cabeza, después solo pensó en su Glimmer interior y escribió de una lo que quería decir:

"Te gustaría ir conmigo a ver el eclipse otra vez?" escribió.

El eclipse… parecía que toda una vida pasó desde esa noche mágica todavía en piel de Cyra para despertar y romper el encanto. Catra estaba demasiado relajada para querer salir, pero siempre podían ver el eclipse desde su habitación. El área del jacuzzi tenía el techo permeable a la luz. El techo sobre su cama igual.

"No quiero salir" escribió de vuelta y las palabras resonaron como una punzada en Adora. Un largo minuto después llegó otro mensaje. "Podemos verlo en casa".

A Catra le estaba costando un poco de trabajo encontrar las palabras en su glassight. No pensó en su desnudez. De toda manera, poco le importaba. Adora la conocía sin máscaras, sin Cyra. Su cuerpo desnudo era de cualquiera que pudiera pagarlo. No tenía razones para ocultarlo a la que le daba más satisfacciones que un simple y barato orgasmo.

El nuevo mensaje de su amiga peluda reavivó un poco el animo de Adora. Todavía podían pasar un buen momento juntas en la casa, sin tener que ver con sus comidas, ni trabajo, ni la lista de la compra. Sin que Adora estuviera estresada por sus tareas y exámenes. Las hamburguesas de la vez anterior le gustaron, según recordaba la rubia de cómo la comía la magicat con apetito.

"Okey! Pasaré por unas hamburguesas y te veo como en una hora. ️:D"

Catra no sabía qué hacer con la carita. Adora casi nunca enviaba emojis. Y Catra no conocía a nadie de su edad con quién escribir así. Algunos clientes los usaban de manera muy informal pero Catra simplemente los ignoraba con clase y seguía con sus mensajes profesionales. ¿Pero con Adora? ¡A veces era tan tonta e inocente!

Se acomodó mejor con el agua hasta el cuello y mando lo único que se le ocurrió: B)

Como a veces le pasaba, a Adora la llamaron de último momento para recoger a alguien de una fiesta. En realidad se tardó poco más de la hora en volver. Cuando se bajó del VEM y caminaba a las escaleras con el paquete de cartón con refrigerios y las hamburguesas, se fijó por primera vez que unas partes del techo, más allá de la bajada de las escaleras, se veía un poco diferente. Se asomó un poco y pudo ver que el material era ligeramente diferente del resto del piso del techo. Pero se apresuró a buscar a Catra.

—¡Catra, ya llegué! —dijo sin subir mucho la voz, porque sabía del excelente oído de la magicat y no quería molestar a las aves que tanto cuidaba.

Sin obtener respuesta, fue hasta la mesa y dejó el paquete. Catra no estaba a la vista. Se asomó a la sala con chimenea y tampoco estaba. Su dispositivo sonó y recibió un mensaje de Catra. "Estoy en mi habitación. No hagas ruido". Adora sintió una presión en el estómago. Pero tomó otra vez el paquete y subió.

La magicat escuchó llegar a Adora y su llamado, pero la humana no la escuchó y no quería salir del agua caliente. Dormitó durante su espera, dejando el vino de lado y el libro de lado. Tenía la cabeza un poco más lúcida.

—¿Catra? —llamó desde la entrada a la habitación, abriendo con cuidado después de no recibir respuesta al tocar.

—Acá, Adora —dijo la magicat con voz lenta y suave.

Adora no sabía lo que estaba pasando. No pudo evitar mirar un poco a la habitación, apenas iluminada por la luz que entraba por la abertura, el cristal, del techo directamente sobre la cama doble. De otra puerta interior salía luz diáfana.

—Adora —volvió a llamar la magicat.

La rubia avanzó como encantada. Se encontró con un baño el doble de espacioso que el suyo. La habitación de Catra ocupaba todo el espacio sobre la biblioteca, parte de la sala y el cuarto de servicio. De jardín a jardín aparentemente.

—¿Catra?

Vio la fuente flotando con algo de bocadillos todavía y la botella casi vacía de vino.

—Aquí podemos verlo —dijo la magicat con los ojos medio abiertos, señalando hacia arriba, al techo transparente.

Las lunas estaban casi totalmente alineadas, faltaban pocos minutos. El agua estaba llena de espuma y Catra tenía el cabello sostenido tras la cabeza con un largo palillo plateado. Una luz baja y cálida llegaba de una fuente incierta.

—Quítate la ropa y entra al agua. Ya va a empezar —se escurrió de los labios de Catra.

Adora seguía encantada. La magicat se incorporó un poco para estirarse y tomar el paquete con las hamburguesas, después de secarse la mano con una tela esponjosa revuelta tras su cabeza.

—Huele bien, dame —dijo otra vez, más claro y demandante.

—Sí, sí, toma… —Adora le tendió el paquete para que no se saliera más del agua.

Podía ver el nacimiento de los senos, seguramente esa distorsión que no quería reconocer eran los pezones oscuros entre ondas y espuma.

—Catra, ¿estuviste bebiendo…?

La dama de compañía logró sacar una de las hamburguesas y volvió a acomodarse, con los codos arriba para no mojar su comida y se sentó mejor.

—Solo un poco… Vente al agua, Adora. No está tan caliente ya.

Hasta entonces la estudiante no tuvo la oportunidad de ver el cuello desnudo de la magicat, con su cabello alzado para no mojarlo.

—Segura… ¿Segura que estás bien? —el encanto se rompió.

—Adora, por todas las estrellas solo es agua… un jacuzzi ¿ya me cambiaste la ropa una vez, no? —la mente de Catra iba algo lento detrás de sus palabras.

Dos meses. Dos meses desde que no se mencionaba esa noche fatídica todavía más atrás en el tiempo, ¿quizás cuatro meses? ¿Cinco? Catra no podía creer que se acercaban hacia el medio año.

—Pero sino quieres, te puedo prestar un traje de baño.

El jacuzzi era tan amplio que Adora tendría que echarse boca arriba y flotar como estrella de mar para rozar a Catra, así que las dos encogidas en un rincón no tendría que tocarse siquiera.

—¡Ese no es el problema!

—Ah, no, ¿entonces cuál, Grey?

—N-no-ninguno. ¡Solo me sorprendiste! —se dio la vuelta para desvestirse.

Catra estaba otro poco más lúcida, apenas se dio cuenta de lo que estaba incitando en Adora. Aunque no tenía intenciones reales de nada. No sabía en realidad dónde tenía la cabeza. Pero por supuesto que Adora tenía algo de pudor. O tal vez a ella sí le importaba que Catra la viera desnuda. Eso no era un comportamiento tan común entre amigos, creía saber. Apenas disfrutó de las piernas torneadas, el trasero trabajado y la espalda… la espalda llena de cicatrices cruzadas en la parte superior. El oscuro manchón de una quemadura descansaba sobre la cadera izquierda de Adora. Con rapidez, Adora soltó su cola de caballo para volver a recoger su cabello en un chongo flojo.

—Adora… —¿Qué decir? ¿Un simple "lo siento"? Catra pensando en la pureza de un cuerpo no corrompido por cientos y cientos de manos, y quizás solo Adora no quería revelar más secretos.

—No pasa nada, D'riluth —dijo metiéndose al agua que seguía bastante caliente en realidad.

Ninguna dijo nada un momento. Hasta que Adora vio flotar hasta ella la fuente con los bocadillos de carne.

—Lo siento… Tal vez estoy más tomada de lo que pensé —murmuró Catra.

—Está bien… No sabía que te gustara —comentó Adora, con la barbilla sobre sus rodillas.

—No mucho… ¿y a ti?

—Una cerveza a veces… pero es caro beber.

El silencio se instaló de nuevo. Adora elevó la mirada, las lunas ya iban por la mitad de su eclipse. Las luces de la habitación bajaron más y Adora ya solo fue capaz de distinguir los contornos generales de todo a su alrededor. La luz azul de las lunas llenó más la habitación y el vapor se elevaba en suaves formas. El espectáculo celestial terminó solo entre el sonido del agua movida por el lento movimiento de la cola castaña.

—Disculpa, Adora… Te hice perder tu noche de juego y… creo que no querías estar aquí… así… —señaló hacia su desnudez.

La cabeza de Catra todavía estaba un poco pesada, invadida por el alcohol, menos consciente de sus restricciones habituales.

—No… realmente es agradable, el agua y el calor…

—Si algún día quisieras… no lo uso mucho, por eso… se que la tina en tu baño no es tan grande —dijo Catra generando ritmo —y no tiene el hidromasaje. Puedes usar el jacuzzi cuando quieras.

Adora se removió en su lugar y se entretuvo haciendo burbujas soplando al raz del agua.

—¿Adora? —Catra se acercó más, moviendo el agua, que le entró un poco en la boca a la otra joven.

—Buagh, cgh.

—Adora.

—No he usado la tina, Catra —dijo en voz baja al final.

—¿Por qué? —preguntó con verdadera sorpresa la otra.

—No… no lo sé.

La magicat se quedó ahí cerca, sin saber qué decir otra vez. Las hamburguesas olvidadas fuera del jacuzzi.

—Lo siento —volvió a murmurar al cabo.

—No tienes que disculparte.

—Siento que solo te he obligado…

Adora se enfocó en la magicat, de orejas negras caídas y voz triste de pronto.

—Quizás… Quizás eso hacía falta… No sé cómo dejar que otros me ayuden, Catra. ¿Y esto? —dijo señalando a sus cuerpos vagamente, al magnífico espacio todavía con la luz muy tenue y ya sin la tonalidad azul —No me importa, sabes cómo eran las duchas en las casas comunales…

Catra se quedó de piedra.

—Lo siento, lo siento. Ya sé que dijiste que no quieres hablar de eso —dijo Adora y se abstuvo de intentar acercarse a la magicat como hubiera hecho con otro amigo para ofrecer consuelo —Solo no quería que pensaras que quiero aprovecharme… ¿está bien? La desnudez no me importa —agregó mucho más suave y dulce.

—No creo que lo harías, Adora —respondió Catra después de un largo momento.

La cola de Catra volvió a acercarse con cuidado a la mano de Adora y le rozó el antebrazo. Y ahí se quedó, incluso después de que Catra se estiró para tomar otro corte de carne de la fuente flotante.

Adora acarició con levedad la cola sobre su antebrazo, húmeda y con el pelo revuelto y lleno de espuma.

Esto era lindo. Íntimo, sencillo, todavía con bordes filosos y peligrosos, pero lindo. Adora se estiró para alcanzar su hamburguesa y Catra la imitó.

—¿Hoy tuviste mucho trabajo? Ni siquiera se que hora es… —preguntó la gatita después de casi terminar la comida.

—¡Sí, estuvo bien! Por cierto, ya tengo el pago del siguiente mes —dijo Adora con una sonrisa alegre, de esas que tanto le gustaban a cierta gatita.

—Eso no me preocupa, Adora.

—Bueno, pero ya lo tengo. Te lo daré en la mañana… ¡Y el lunes tengo una cita con Asami Sato! —dijo emocionada.

Lo único que de verdad Catra registró de eso fue "cita".

—¿Es tu novia?

—¿Eh? ¿Qué? ¡No! Asami Sato ¿No la conoces? —Adora estaba incrédula.

La cola de Catra revoloteó un poco sobre el agua, para afianzarse esta vez al antebrazo de la rubia con la suficiente fuerza como para que pudiera sentir la presión.

—No-no tengo novia —aunque a veces Glimmer la celaba tanto que sentía que sí. Pero eso no se lo iba a decir a Catra.

—¿Sato? —preguntó Catra, acercándose un poco más, sin desenredar la cola —Ya… la millonaria tecnológica que… —"que es la principal competencia de Entrapta" iba a decir. Su mente seguía inútil —¿la conoces?

—Eh… un poco. Es una de mis clientes —dijo Adora llanamente.

"Cliente". La consciencia se abrió pasó entre la niebla. Un pequeño gruñido creció antes de poder pararlo.

—¿Catra?

Pero pronto recordó que los "clientes" de Adora no eran iguales a los suyos. Y tratando de callar su gruñido, fue reemplazado por un ronroneo.

—¡Oh, Catra! Nunca… —la mano de Adora se adelantó hasta tocar por el hombro a Catra, distrayendo otra vez —nunca te había escuchado ronronear.

—Te voy a comprar un escritorio y una silla —soltó de la nada y sin venir a cuento la magicat, apagando un poco su ronroneo.

—¿Qué? No, no hace falta…

Se acercó más y la cola fue sustituida con una mano con garras. Catra no era una billonaria hermosa con maquillaje, pero también tenía dinero y podía proveer para Adora.

—Claro que sí, ¿qué más necesitas?

—No, no, nada. En serio —Adora se echó un poco de lado, tratando de mantener los ojos en los ojos de Catra, que ya se inclinaba demasiado cerca de ella. La mano con garras se sentía más caliente contra la piel pálida que el agua misma.

—¿Una impresora, cierto?

—Catra, de verdad, nada hace… —dijo Adora levantando las dos manos para negar, moviendo el agua y para callarse de la súbita acción de la magicat.

Catra inclinó la cabeza contra la palma húmeda de Adora y su ronroneo subió varios decibeles de volumen, callando muy efectivamente a la humana.

—Solo deja que me haga cargo, Adora —susurró con los ojos cerrados, acomodándose al lado de la rubia, hombro con hombro y ahora descansando ahí su mejilla, sin dejar de ronronear.

Adora se congeló, casi sintiendo el ronroneo, sin querer bajar la mirada, se distrajo viendo al rededor. La ropa que dejó bien doblada sobre sus botas, lo que parecía una toalla doblada que Catra había estado usando de almohada, la copa de vino más allá y la botella recta y simple con muy poco líquido.

Jamás se imaginó que el alcohol pudiera relajar tanto a la magicat, que se quedó en silencio y ronroneando a su lado, sobre su hombro. La estudiante miró al cielo, quizás buscando por respuestas, pero las lunas estaban inmutables, como siempre. Después de un rato de no decir nada, sintió más el peso de Catra contra ella. Adora creyó que se quedó dormida.

—¿Catra? —llamó en voz baja.

Nada. Solo el ronroneo apagándose. Adora respiró profundo y se acomodó para que la otra cabeza no fuera a caer al agua. Supuso que podía relajarse un rato mientras el agua se enfriaba.

Pero pasó el tiempo y el agua no se enfrió. Quizás Adora no sabía que el agua del jacuzzi se mantenía a temperatura constante gracias a un hechizo imbuido en el material de construcción.

También se quedó dormida sintiendo la cola de Catra envolverle un tobillo.

Notes:

El siguiente cap tendrá más acción en todos los sentidos y respuestas! Así como más escenas emotivas para acercar a estas dos useless lesbians!

espero que les haya gustado uwu

tengo que aprovechar el hype que traigo para escribir más jeje

Carpe Diem

Chapter 4: I wish that I knew what makes you think I'm so special

Summary:

El tiempo va y viene, igual que los recuerdos.

Notes:

Hey!

Nada, aquí tienen otro cap. No salía de corrido, solo escenas sueltas... y al final se quedaron así. Espero que no los revuelva mucho.

Recuerden que cada salto es un cambio de escena.

Los veo al final.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

—¿Korra, ya recibiste el mensaje? —llamó Mako a la detective por el pasillo por el que caminaban a prisa dentro de la comisaría. 

—Claro que sí, si no, no estaría apurándome, Mako. 

—Puedes dejar el sarcasmo para después —gruñó el hombre. —¿No te suena el nombre? 

—¿Cómo no va a sonarme si no hay otra cosa en las noticias? Me sorprende que Homicidios se tardará tanto en buscarnos. 

—¡Detente un segundo, Korra!

Mako la jaló del brazo y los dos se detuvieron de pronto en medio del pasillo. Otros policías y demás no les hicieron mucho caso porque todos estaban apurados. 

—No me refiero a la víctima. Sino a la detenida. 

—¿Ya tienen una detenida? —preguntó Korra poniendo atención a su compañero por primera vez en el día. 

—Una detenida que no seguirá así por mucho rato. Ya se van a cumplir sus 36 horas de “arresto”. Casi no ha dicho nada, y más allá de la circunstancia de que se encontraba sin explicación en la escena, no hay en realidad nada que la incrimine —los dos encararon a la mujer madura que les hablaba, con una doble cicatriz en la mejilla derecha. —Pueden entrevistarla en media hora, así que prepárense y no quiero preguntas tontas. 

—Entendido, Lin. 

Mako y Korra se apresuraron a su oficina y accedieron al expediente que les compartió Light Hope en su propia pared holo. 

Las diferentes fotografías se desplegaron en una cuadrícula ordenada de izquierda a derecha de arriba a abajo: como si estuvieran viendo una especie de comic morboso, la entrada a la habitación, con todas las luces encendidas, los cuerpos tirados en la cama, más cerca para ver a los animales ponzoñosos y venenosos que todavía se movían entre los cuerpos. Diversos acercamientos de diferentes ángulos a la misma escena principal de la cama, después más acercamientos a los otros rincones de la suite. Fotos de los animales resguardados en cajas acorde a su especie. 

El cuerpo del empresario siendo envuelto en un sudario forense. Las fotos movidas de los momentos donde descubrieron que la chica seguía viva. La llegada de los EME para atenderla. 

Mako fue el primero en revisar el reporte escrito. Se saltó las partes más técnicas sobre los cuerpos, las posiciones, los animales y la suite, hasta dar con su sospechosa. 

—A las 22:57 se ve entrar en el pasillo de la suite a Huntara Williams, tocar a la puerta con lo que parece una seña e ingresar a la habitación después de unos segundos y un aparente forcejeo. Seguridad arriba cinco minutos después, a causa de una llamada desde la misma suite. Las únicas huellas digitales encontradas corresponden con el cadáver, la dama de compañía, y solo en los apagadores y la manija, con la sospechosa. —Resumió Mako mientras dejaba una imagen de los cuerpos en la cama ya sin los animales y del otro lado, la imagen congelada de Huntara caminando en el pasillo del hotel. 

—¿Hora de la muerte? —preguntó Korra, amarrándose el cabello. 

—Se confirmó con un técnico nigromante a las 22:41. 

—¿No se le puede preguntar al occiso sus últimos recuerdos? 

—No. Tiene una negativa firmada en su seguro sobre emplear nigromancia o cualquier magia póstuma en su ser acerca de Invocaciones, Resurrección.. 

—Sí, sí… toda la letanía —dijo Korra. 

Mako se abstuvo de comentar sobre la interrupción y siguió. 

—La causa de muerte se confirmó en una combinación de los venenos, misma que se encontró en el cuerpo de la dama de compañía, su nombre es Bianca Terranova. 

—¿Por qué ella no murió? 

—Resistencia natural a uno de los venenos, aguantó a la implementación del antídoto. 

—¿Señales de abuso? 

—No de acuerdo a la inspección física. Fue contratada para una sesión BDSM con un contrato mágico vinculante por horas. Todo parece en regla. 

—¿Entonces por qué nos llamó la capitán Mara? Parece un accidente —Korra seguía estudiando diferentes imágenes. —¿Hay más rastros de magia?

—Negativo a hechizos de teletransportación, telequinesis, reducción… Nada que levantara los escudos de la suite y del propio contrato. 

—Parece demasiado un accidente… —dijo la detective ahora desplegando el holo tridimensional para pasearse por una recreación fiel de la escena. 

El detective siguió revisando el reporte, de varios documentos de grosor. 

—Por eso debemos eliminar… Hay dos marcas de incremento de actividad mágica después de la hora de muerte: a las 22:45 y las 23:00 —dijo Mako poniéndose de pie ante la emoción. 

En algunas circunstancias, todavía era gratificante tener un entendimiento superior con su compañero. Korra regresó al video de Huntara entrando a la habitación. Por motivos de privacidad, no tenían grabaciones dentro de, pero la marca de magia era cuando menos intrigante justo después de que la sospechosa ingresara a la suite. 

—Los niveles de magia se mantienen constantes desde las 19:30 hasta las 22:28, donde se redujo el flujo mágico hasta la hora de muerte —volvió a decir Mako. 

—¿Coartada de la sospechosa? 

—Solo ha dicho que iba a recoger a Bianca. 

—¿Entonces la prostituta y la sospechosa se conocen? —dijo Korra, y por alguna razón los términos crudos le daban algo de inquietud a Mako, en especial el primero. 

—Solo de manera casual, por lo que poco que han admitido.  

—¿Pero todavía no se confrontan ni hablan entre ellas? —preguntó Korra para estar segura. 

—No. Según el reporte, la señorita Bianca permanecerá en observación hasta… —Mako revisó su reloj —dentro de seis horas. 

—Creo que con eso tenemos para empezar; vamos con la detenida antes de que Lin nos diga algo —Korra sonrió retadoramente y cerró el puño generando una pequeña flama. 

Mako también sonrió, junto lo necesario y la acompañó hasta donde dormitaba la detenida. Cuando la vieron en vivo, a Korra también le recordó algo y sus sospechas se incrementaron. 

 

 

 

 

 

—Adora, que gusto es verte en persona después de tanto tiempo —la saludó Asami con una sonrisa sincera. Dos meses desde aquella plática en el VEM de Adora y las pequeñas vacaciones de las novias secretas. 

Eso ayudó a calmar los nervios de Adora. Todo el entorno contribuía a su estado como de ensueño. O quizá de desvelo. El ambiente no era opresivo, por el contrario, las plantas y la gama de colores ayudaban a relajarse. No era lo que Adora tuviera en mente para las oficinas principales de una de las empresas más poderosas de Luna Brillante. Parecían más los pasillos de algún hotel grande, espacios creados más para el disfrute que la productividad. 

—Buenos días, Asami… ¿Señorita Sato? —dijo con una sonrisa que jugaba en sus labios. 

—No, por favor, Asami está bien. Pero siéntate, por favor —dijo saliendo detrás de su escritorio, que quedaba en un lateral de la inmensa oficina, para todavía encarar la entrada y al mismo tiempo disfrutar de los ventanales de piso a techo. Fue hasta una zona de descanso, cerca de otra esquina. Un departamento entero cabía ahí. 

—Gracias… 

—¿Quieres algo de tomar? ¿Ya desayunaste? 

—¿Un café? 

—¿Quieres un café o eso desayunaste? —preguntó jugando Asami. 

—U-un café está bien, por favor —dijo Adora con un ligero rosa en sus mejillas. 

—Okey. Café y unas galletas increíbles que Korra compró en una cafetería que encontró hace una semana. 

—Gracias. 

—Adora, no me gusta que estés tan nerviosa. ¿Todo bien? —dijo Asami mientras preparaba el café.

—Solo… estoy algo cansada. 

—Se que es duro trabajar y estudiar al mismo tiempo. Korra me comentó que tienes una beca también. 

—Apenas me la otorgaron el año pasado… unos amigos me convencieron para tramitarla. 

El silencio se instaló un momento mientras las dos bebían. Adora trataba de no mirar a Asami. Sí estaba un poco cansada, pero también estaba incómoda y algo fuera de sí. 

—¿Y cómo te va con la carrera y el trabajo? 

Si Asami solo quería platicar, por Adora estaba bien. Quizás le ayudaría a tener otras cosas en la mente. Al menos tenía algo bueno qué decir y su sonrisa se afirmó. 

—Ya solo me falta un año. Bueno, terminar este semestre y un año más. Pero creo que ya pasó lo peor. El trabajo sigue como siempre, a veces algo flojo —se acomodó mejor el blazer, que pese a ser grande para Catra, a ella le quedaba justo. 

El pensamiento de Catra volvía a turbarla. Creaba en su interior emociones poderosas y contradictorias. Respiró profundo para regresar al momento y notó la fijeza de los ojos verdes de Asami. ¿Siempre fueron tan penetrantes? 

—Es impresionante hasta donde has llegado. 

Se le escapó una risa seca y despreciativa en el tono a la mujer más joven. Y se sonrojó de inmediato. Asami apretó los labios y se sentó más al borde del sofá. 

—Lo digo de verdad, Adora. Soy consciente de los privilegios que he tenido y admiro profundamente a las personas que son capaces de sobreponerse pese a cualquier circunstancia. 

—Lo siento, Asami. A veces solo… es demasiado. No quise sonar grosera. 

—No te preocupes… pero mira, eso me da entrada para decirte lo que de verdad es esto: una oferta de trabajo. 

Adora ni siquiera fue capaz de hablar, pero se quedó con la boca ligeramente abierta. La sensación de irrealidad que tenía desde que despertó en el jacuzzi se acentúo.  

—Adora, sé que la situación puede parecer un poco abrumadora, pero quiero que sepas que te ofrezco este trabajo porque confío en ti —dijo Asami, rompiendo el silencio con una voz suave pero firme. Se sentó junto a Adora, dejando su taza de café en la mesa de centro—. Quisiera que seas parte de mis asistentes. Siempre tengo alguien en prácticas como parte de mi equipo. 

Adora siguió con la mirada a la otra mujer desde que se levantó, sorprendida por la franqueza de Asami. Sentía un nudo en el estómago que no podía ignorar. La oferta era increíble, pero la presión que venía con ella también era innegable.

—Gracias, Asami… Realmente no sé qué decir —respondió Adora, tratando de controlar el temblor en su voz—. Es… es mucho. No esperaba algo así.

—Lo entiendo —dijo Asami, asintiendo con comprensión—. Es un cambio importante, pero no estarás sola. Tendrás apoyo, y quiero que te sientas cómoda con la idea antes de tomar una decisión. Además, el trabajo se ajusta a tus horarios de estudio, y hay flexibilidad si necesitas tiempo extra para tus exámenes o proyectos.

Adora asintió lentamente, pero la ansiedad seguía apretando su pecho. Sabía que esta era una oportunidad única, pero el miedo a no estar a la altura la estaba consumiendo. Bajó la mirada, evitando los ojos de Asami, mientras sus pensamientos giraban en espiral.

—Pero… ¿en serio? ¿por qué yo? —murmuró Adora, casi sin darse cuenta—. No soy lo suficientemente buena… No podría… no lo sé… pensaba buscar algún lugar durante las vacaciones. 

Incluso una pequeña partecita de sí creía que podría aceptar las indirectas de Glimmer sobre realizar las prácticas las dos juntas en la empresa de sus padres. 

Asami percibió el nerviosismo de Adora y se inclinó un poco más hacia ella, su voz ahora más suave.

—Adora, no te ofrecería esto si no creyera que puedes hacerlo —le dijo, manteniendo su tono calmado. —Sé que parece un gran reto, pero también sé que tienes la capacidad de lograrlo. Recuerda que todos hemos sentido esa duda en algún momento. Es normal sentir miedo, pero también es una señal de que la situación puede cambiar. Espero que para mejor. 

Adora sintió un leve calor en las mejillas, consciente de que la otra podía ver su vulnerabilidad. Las palabras de Asami eran reconfortantes, pero la ansiedad seguía ahí, haciendo que su corazón latiera con fuerza.

—Pero ¿cómo? En realidad no me conoces… ¿cómo sabes? —podría llorar. Sentía la presión en los ojos, en el estómago y en el pecho. 

—Se que eres confiable, puntual, dedicada y responsable. Tanto como para mantener una carrera, un trabajo donde tú te administras y una beca. 

Adora estuvo tan emocionada. Pero toda la situación con Catra cambió su punto de enfoque. No tenía la mente clara y la ansiedad seguía trepando por sus miembros. 

—Me gusta entrevistar personalmente a la mayor cantidad posible de gente que va a trabajar con nosotros. Te prometo que esto es normal y no tienes que aceptar justo ahora —Asami se preocupó un poco. No contempló que Adora tuviera esta reacción. Era cierto que no conocía de su ansiedad. —Y si no quieres, no te preocupes, todavía seguiría usando tus servicios como hasta ahora. 

—¿Qué tendría que hacer? —preguntó finalmente, necesitando más detalles para calmar su mente.

—Ayudarías a mis otras asistentes con la agenda y apoyarme a revisar reportes de acuerdo a tu área, a Finanzas —explicó Asami. —También tendrías la oportunidad de participar en otras áreas. Si te parece adecuado, serías parte de todo mi equipo personal. 

Adora tragó saliva, sintiendo cómo las expectativas la rodeaban. El trabajo sonaba como un sueño hecho realidad, pero también como una montaña que parecía imposible de escalar.

—Suena increíble, pero… no quiero defraudarte, Asami —admitió, su voz temblando.

Asami sonrió con calidez, atreviéndose a tomar la mano de Adora en un gesto tranquilizador.

—No me defraudarás, Adora. Confío en ti, y estaré aquí para apoyarte en cada paso del camino. No tienes que hacerlo todo sola.

Esa frase fue lo que la terminó de romper. Los ojos de Asami se abrieron con consternación. 

—¿Adora?

—Lo siento… no quería… fue un fin de semana largo —logró decir después de contener su llanto. 

—¿De verdad todo está bien? —Asami le puso una mano sobre el hombro y la sobó un poco. 

—Sí, sí… Gracias… por la oferta —dijo ya un poco más tranquila. 

Adora respiró hondo, dejando que las palabras de Asami calmaran un poco la tormenta en su interior. La oportunidad seguía siendo aterradora, pero ahora, la idea de trabajar para Asami Sato estaba entrando lentamente en ella. 

—Piénsalo tranquilamente. No tienes que responderme ahora —dijo la empresaria y abogada, tratando de sonar consoladora. 

Ahora Adora la sorprendió con una risa húmeda que terminó en un hipo contenido. 

—Mis amigos me matarían si les digo que rechacé una oferta de Asami Sato. 

—Tus amigos me caen bien —sonrió también, pero se puso firme de inmediato —pero es tu decisión y solo tuya. 

Pero mientras no sabía cómo se metía en muchas situaciones en su vida y a veces terminaba bien y a veces mal, por una vez la decisión parecía fácil y clara. ¿Podía tener el control de esto? ¿Podía tomar esta oportunidad? ¿Era aceptar ayuda? ¿Sería “ser difícil” no aceptarla? ¿Sería esta la “buena racha” que tanto insistía Bow? Primero su condición de vida mejoró como diez millones de veces desde que llegó con Catra… aunque el principio y este fin de semana fueran rudos. Ahora llegaba una nueva buena oportunidad. 

—¿Dónde… dónde firmo? —preguntó Adora con una pequeñísima sonrisa. 

—¿Segura? ¿Es un trato? 

—Es un trato. 

Y con una sonrisa profesional, Asami Sato estrechó su mano con Adora Grey, que casi vuelve a llorar cuando vio la retribución para los estudiantes en prácticas de Industrias Futuro. 

 

 

 

 

 

La luz baja de la habitación no ayudaba a ubicarla. Adora se despertó sintiéndose un poco mareada. ¿Dónde estaba? Algo la rozó cerca del pecho y su primer instinto fue apartarse, pero entonces más se rozó la… persona a su lado. La cabeza inclinada de Catra descansaba sobre su pecho, recordó a poco que estaban en su jacuzzi. El jacuzzi que no bajaba su temperatura. El agua era bastante más cálida que una alberca, pero no al punto de quemar o sofocar. 

Los contornos de su visión estaban borrosos y no creía que fuera por el vapor que seguía subiendo ni las luces bajas. Se sintió los dedos, o lo que pudo de ellos. Estaba sumamente hinchada con agua, su piel absorbió mucha, demostrando el rato que llevaba dormida. No era bueno. No estaba segura ni cómo ni porqué pero sabía que no era bueno permanecer en agua caliente durante mucho tiempo. No había otra razón para su mareo e inminente dolor de cabeza. Vaya, en ningún lugar muy caliente. El golpe de calor podía ser mortal. 

—¿Catra? —llamó con voz trémula y entrecortada. 

Sin reparar en cuidados, la movió, pero Catra no reaccionó de inmediato. 

—¿Catra? Despierta. 

Luchando contra su propio mareo, Adora afianzó los pies contra el área rugosa de las baldosas y se irguió sosteniendo a Catra, pero se resbaló y casi caen las dos hasta el fondo pero recuperó pie. Solo entonces Catra reaccionó un poco, apenas moviendo la cabeza y gruñendo. 

Adora la abrazó mientras la otra solo dormitaba para poder levantarse y salir del agua. No sabía si Catra de verdad estaba despertando o solo dejándose llevar. La rubia encontró su glassight pero no podía hacerlo reaccionar con los dedos tan arrugados. Se secó lo mejor que pudo con la toalla que usará Catra de almohada y al fin pudo al menos ver la hora. Pasaban de las dos de la madrugada, así que al menos estuvieron unas cuatro horas dormidas en el agua caliente. 

Solo la habilidad adquirida de Adora para dormir en posiciones incómodas y mantener la postura es lo que las salvó de un chapuzón completo. 

Por lo menos las dos tenían la cabeza y el cabello seco. Solo salir del agua alivió un poco el mareo de Adora, aunque se sentía con la pesadez y languidez de los miembros propia de haber pasado mucho tiempo en agua. Catra seguía acostada de lado cómo la dejó, casi sin moverse. Adora buscó como pudo por la habitación hasta que logró encender una luz mejor y las dos gruñeron ante la luminosidad repentina, lo que tranquilizó a la estudiante. 

—Catra, ¿estás bien? 

—...mm’ora. 

Y Catra solo se rodó para quedar bocarriba. Lo que volvió a marear a Adora al apreciar la desnudez muy completa de su acompañante, de la cual no sabía si seguía ebria, solo muy dormida (posiblemente también por el alcohol) o más afectada que ella misma por el calor. Lo más probable; una combinación de las tres. Adora fue hasta uno de los lavabos gemelos y se mojó la cara con agua fría. El vapor empañaba el espejo y cuando lo limpió, se miró cuán sonrojada estaba. 

—h’ora. 

Regresó su atención a la magicat, que luchaba por abrir los ojos. 

—Aquí estoy, Catra. Voy a refrescarte un poco y después a secarte —le dijo en voz baja. 

Catra parpadeó pero no enfocó a nada realmente. Adora volvió a mojarse y secarse la cara. Con el mareo un tanto contenido y el dolor de cabeza bien instalado, buscó por algo para llenar con agua. Pero no había nada así en el gran baño. En cambio encontró más toallas y un par de batas. Incluso un frigobar. Llevó a Catra más a rastras que cargando hasta la ducha y la mojó con la manguera de mano. La gata le siseó sin mucha energía pero se dejó hacer mientras la tenía recargada en su regazo. 

—Adhora —llamó otra vez. 

—¿Te sientes mejor?

Pero la magicat seguía sin responderle. Los ojos seguían sin enfocar. Le gustaría mojarle la cabeza y la cara, pero cuando acercaba el agua hacia arriba, Catra manoteaba y gruñía, buscando más por esconderse en el estómago de la rubia. 

—Está bien… ya no te siento tan caliente —se rindió Adora, sin impedir la sonrisa al ver la oreja de Catra temblar ante un chorrito de agua que logró llegar hasta ahí. 

 

 

 

 

 

Catra también estaba muy mareada, casi confundida, sintió la cabeza dar una vuelta completa cuando Adora la jaló fuera del jacuzzi. Solo veía luces y sombras. Pero el aroma familiar y cálido, denso, de Adora, estaba bien imbuido en su nariz. 

Catra estaba soñando. Soñando con Adora, con sus brazos, con su contacto. Era un buen sueño. Se sentía calentita y a gusto. Arropada. Adora la abrazaba y se sentía maravilloso. Pero se fue. ¿Por qué se iba? Pero seguía caliente. La llamó cuando encontró su lengua y su boca. Y Adora regresó, sus manos la envolvieron de nuevo. Era un buen sueño. 

Sombras se cernieron amenazantes y extrañas sobre ella y después una luz intensa las disolvió, pero era demasiado para Catra. Le siseó a la luz peligrosa como si fuera una niña pequeña otra vez. Llamó a Adora de nuevo y ella volvió. La luz ya no era tan mala. Pero tenía mucho calor. La luna mayor estaba muy caliente y luminosa para sus ojos. Era un buen sueño. Aunque algo extraño. 

Suave lluvia la refrescó. Pero no quería que se acercara a su cara. Le siseaba al agua cuando se atrevía a acercarse. No le gustaba el agua cerca de su rostro. No quería que el sueño se tornase pesadilla. ¿Dónde estaba Adora? Dijo su nombre y otra vez la escuchó. Adora seguía con ella. 

El sueño siguió volviéndose más extraño. El calor bajó y la lluvia se acabó. Adora estaba a su lado y la acariciaba. La acariciaba más suave que nadie jamás lo hizo. Los bordes del sueño eran más definidos. 

No era la primera vez que Adora la tocaba en sueños. Pero la dulzura y el cariño eran nuevos. Era un sueño increíble que dolería mucho cuando despertara. 

Adora terminó de acariciarla y le soltó el cabello. Le hablaba con paciencia y sonrisas. Su voz también la acariciaba. Catra también quería sentirla. Abrazarla. Un orgasmo no acompañó el fin de sus caricias, aunque Adora era tan suave y cómoda que no le importó. Pero Adora se iba. No quería que se fuera, no mientras el sueño siguiera. Se aferró a ella hasta sentir otra suavidad tocarla… no era alguien. Solo algo suave y cálido que la envolvía como los propios brazos de su cariñosa rubia. Ya no caliente, solo tibio. 

—No te vayas… —rogó en sueños mientras se aferraba al otro cuerpo. 

—Catra… 

—Quédate… —pidió. —Puedo… puedo hacer lo que quieras. 

Y sintió cómo Adora volvió a rodearla. 

Se quedó. 

 

 

 

 

 

Adora no podía creer lo que tenía en las manos. 

El primer contrato laboral completo de su vida. 

Por la idea que Asami tenía de ella, de calmada y profesional, esperaba que se tomara unos días para pensar sobre la oferta. Pero después de todo, era Asami Sato. Cuando Adora insistió que estaba segura, le ofreció el contrato para firmar de inmediato. Tuvo que disculparse un rato para tomar una junta, tiempo que aprovechó Adora para leer entero el contrato, casi sin creer las palabras que se deslizaban frente a sus ojos. 

Con 25 horas de trabajo en Industrias Futuro a la semana haría casi lo mismo que en 30 o 40 horas manejando. Lo que podría perder en dinero, lo ganaría en tiempo, experiencia y tranquilidad. Y la diferencia en realidad era nimia. 

Al regresar Asami a la oficina principal, discutieron los detalles. Cuando la empresaria habló sobre su “equipo personal” era de verdad su equipo primario, que involucraba dos asistentes de tiempo completo, otro chico en prácticas y dos guardaespaldas. Adora estaba segura que tenía otra clase a mediodía, pero cuando la abogada le preguntó si podía quedarse a conocer al resto del equipo, solo dijo que sí. 

Conoció a Feng, un hombre adusto y callado de mala cara con un bigote delgado, uno de los dos guardaespaldas. Saludó a Hunter y Amity, los dos asistentes principales. El primero muy tranquilo y la segunda muy carismática. Ya lo notó un poco, pero el código de vestimenta era bastante flojo. Ella misma se sentía algo sobrevestida, no en comparación a Asami pero sí a los demás. 

Si Adora estaba dispuesta, parte de sus tareas sería llevarla a algunos eventos a veces. Un satoVEM estaba a su disposición si lo requería para esas tareas.  

—Pocas veces los horarios y las vacaciones de Feng y Azula se entrecruzan, por eso es un alivio tener a otro miembro del equipo que sepa manejar tan bien como tú. Pero parte de los requisitos incluyen que completes un curso de manejo defensivo ¿Estás dispuesta? —le seguía explicando Asami mientras la llevaba a dar una vuelta por el piso dónde iba a trabajar regularmente. 

—Sí, por supuesto. Lo que sea —se apresuró a responder. 

—Excelente, Adora. Y no te dejes llevar por Hunter y Amity, los dos son determinados y te podrían sorprender en cualquier momento. 

Adora conoció el comedor de esos pisos. El que sería su cubículo abierto en la gran oficina que compartían el otro chico y los dos asistentes. Pronto dedujo que el término les quedaba muy corto. Entre Amity y Hunter reinaban con excelencia sobre los pormenores que no necesitaban la atención de Sato. 

Asami se despidió de ella cuando tuvo que salir rumbo a otra reunión con la MEPEDA. Adora se quedó a recibir su equipo de trabajo aunque no ingresaría como tal hasta dentro de dos semanas, después de recibir una intensiva capacitación y poner en orden sus horarios, tanto de disponibilidad como de trabajo en oficina y trabajo en casa, si tenía la opción. 

Al sentarse en su escritorio, recordó que Catra le dijo que iba a comprarle uno. La ansiedad la recorrió un poco. Otra vez no sabía cómo hablar con ella. No sabía si valía negarse. No sabía si la magicat lo recordaría siquiera. 

Pero esto era muy bueno. Asombroso. Quería contárselo a todo el mundo. A sus amigos, a Catra, aunque las cosas fueran raras otra vez, incluso a Korra que de seguro ya lo sabía desde aquella vez que le preguntó si Asami ya le había dicho que quería hablar con la estudiante. La vez que gracias a su radiante sonrisa y malos chistes pudo empezar a integrar a Catra y Cyra en una sola persona. 

 

 

 

 

 

Adora recordaba malas noches pero pocas como esta. 

Después de lograr refrescar y secar a la Catra soñolienta, ebria, enferma o todas las anteriores juntas, y llevarla a la sencilla pero mullida cama doble, ésta le aferró la muñeca con fuerza asombrosa para su estado alterado. 

—No te vayas… —le pidió con voz débil y afiebrada, tan frágil que parecía una niña pérdida. 

—Catra —dijo en voz baja más como una exclamación que nombrándola. 

—Quédate… —volvió a decir la magicat —Puedo… puedo hacer lo que quieras.

Y a Adora se le rompió el corazón con esas pocas palabras, algo en el tono bajo, urgente y algo desesperado de Catra le tocó una fibra muy profunda, una que se quedó en carne viva ante otra petición que Adora no atendió. 

La castaña la soltó de su férreo agarre cuando sintió que se acercaba en vez de alejarse. Adora las envolvió a las dos con el edredón y sin pensar en la mañana, en los cuerpos desnudos o qué era lo que sucedía, estrechó a la magicat contra su pecho. Catra se frotó contra ella, alzó la cabeza un momento, sus labios se rozaron mientras se frotaba contra su mejilla  y un suave ronroneo reverberó entre las dos. 

Adora no podía dormir, viendo lo frágil de Catra en esos momentos. Disfrutando apenas del ronroneo, con la mente corriendo en mil direcciones diferentes; sabía que Catra la reconocía, un rato su nombre fue todo lo que dijo, cooperaba torpemente cuando la manipuló para secarla. 

En algún momento cuando la secaba se quedó quieta sobre Adora, con la mejilla recargada en el hombro pálido. La rubia sentía el pelaje húmedo y fresco pero creyó sentir una humedad distinta contra su cuello, pero Catra volvió a quedarse quieta, gruñendo o murmurando incoherencias, apoyada contra ella, mientras le secaba la espalda, la cola y las piernas dobladas. 

Eran momentos que atesoraría. 

Pero… ¿qué tan normal era que Catra bebiera? ¿Que se quedase en el agua caliente ella sola? Adora apenas llevaba ahí un par de meses. Y las primeras semanas, incluso hasta la fecha, no pasaba realmente muchas horas en la casa. Era normal que llegara solo a dormir. Catra no agendaba varias citas el mismo día hasta donde llegaba el entendimiento de la estudiante, entonces trabajaba realmente poco tiempo. 

¿Necesitaba beber para lidiar con su trabajo? 

Tantas y tantas preguntas le llenaban la mente. La ansiedad estaba jugando netball con su cerebro y no parecía que fuera a detenerse pronto. Se quedo junto con Catra toda la noche, pero eso no tranquilizó su alma. 

Pero… Cada vez que Catra se retorcía en sueños, lograba calmarla de vuelta a un sueño plácido. 

Quizás… 

¿Esa era ya una pequeña victoria?

 

 

 

 

 

La segunda laguna que tenía con Adora. 

No tan absoluta como la primera. 

Todavía recordaba flashes de la noche del sábado. 

Sabía que el alcohol podía jugarle malas pasadas sino estaba en el clima mental correcto y definitivamente no lo estaba el sábado. Nunca se imaginó que Adora la buscaría para pasar el rato juntas. ¿No los fines de semana los pasaba con sus amigos? Luego recordó que ella misma quería contarse entre los amigos de Adora. 

¡Por supuesto que en sus cinco sentidos jamás le habría pedido que se metieran desnudas al jacuzzi! 

A lo mejor en traje de baño. 

¡Pero no mientras estaba alcoholizada y desnuda buscando relajarse, literalmente olvidarse de sus problemas unas horas!

Y pese a su cruda, a su genio, a sus gruñidos, Adora no dejó de ser tan linda y amable, por lo menos una vez comprendió que Catra no entendía nada de lo que estaba pasando. Incluso después de casi sacarle un ojo. 

¿Ahora qué iba a pensar de ella? ¿Qué era una alcohólica? ¿Qué no podía controlarse? ¿En realidad no era alguien con quién valía la pena compartir el día a día? 

Claro, Adora era una persona normal, con un trabajo que no la traumaba y destruía cada día más. Pero que no pagaba tan bien y tuvo que salir a trabajar cuando recibió las llamadas de sus clientes. 

No. Catra no estaba orgullosa de sus decisiones. Cada vez que se sentía más cerca de Adora, lograba hacer algo para alejarla y dañarla. Eso no era lo que quería. 

La pasó llorando y recuperándose de su resaca el domingo. No entendía porque estaba tan cansada. Normalmente las resacas no la afectaban así. No respondió cuando la estudiante tocó a su puerta mucho más tarde y fingió estar dormida cuando aquella entró pese al silencio. Le dejó una bandeja con un sándwich, jugo y agua. Era una noche que Adora no quería ser escuchada y por tanto no supo si fue a la otra habitación o salió. 

Los recuerdos borrosos entre luces y sombras, lo que creía que fueron sueños, fueron en realidad sus ilusiones febriles. Recordaba a medias la charla en el agua, lo satisfecha que se veía Adora de tener ya el pago del siguiente mes, del tercero que empezarían juntas. O al menos que lo pasaría en esa casa. 

Una casa que se volvió su refugio seguro contra el mundo. Donde la soledad se sentía menos, porque al estar ahí encerrada nadie la ignoraba. 

En algún momento de la noche recordó súbitamente que le preguntó si tenía novia. Quería gritar. Recordó su alegría al saber que tendría una cita con Asami Sato. Los celos volvieron a crepitar en el corazón. 

Sin embargo lo que más quemaba eran las caricias. Las caricias que no distinguía si fueron reales. ¡El beso! ¿La besó en verdad? Sentía el tacto de la piel contraria contra sus labios.  Recordaba, pero no sabía si era sueño o realidad, acurrucarse entre sus brazos en la cama y marcarla (¡marcarla!), besarla levemente, satisfecha, calientita y lánguida. Ronroneando como un gatito.

Todo era tan confuso. 

¿Obligó a Adora a algo? Aparte de imponerle entrar al jacuzzi, por supuesto. 

Pero también estaba la tranquilidad a su lado. La que siempre asoció con ella. Era cierto que no le creía capaz de aprovecharse. 

Esa noche fue mucho más difícil conciliar el sueño, sabiendo que entre los brazos de Adora no existían las pesadillas, solo la seguridad y el resguardo de su piel. 

 

 

 

 

 

Ya tenía lo que necesitaba. Adora salió del inmenso rascacielos con todo un nuevo equipo tecnológico, además de un uniforme que debía vestir cuando tuvieran citas a las zonas operativas o fábricas. Otro uniforme mucho más formal para cuando sirviera de apoyo en la movilidad de Asami. Fuera de eso, podía ir a trabajar con jeans y playera si quería. 

Seguía sin creerlo. Tenía que correr con Glimmer y Bow y Catra… La sombra que desapareció las últimas horas, por fin regresaba. Adora solo tenía que concentrarse y seguir adelante. Dejar de pensar en castillos en las nubes. 

Catra estaba confundida y lo único que jamás quisiera Adora es que aquella se sintiera amenazada o presionada por su presencia. Los besos no importaban. La magicat ni siquiera lo recordaba, y el segundo no fue siquiera a propósito. 

Pero tal vez se alegraría de sus nuevas noticias, del mismo modo que se alegraba cuando Adora le mostraba sus proyectos y calificaciones. Más ahora que la pausa entre exámenes llegaba a su fin, ya solo faltaba la última semana de evaluaciones, entregas y sería libre por el verano. 

Es decir, todavía tendría que trabajar pero con Asami y desde ya tenía derecho a vacaciones. ¿Por primera vez podría tomar algunos días libres? ¿Sin preocuparse si sería suficiente? Sin inventar historias para sus amigos. 

Sí, el asunto de Catra era delicado y la preocupaba. Pero quizás podría escuchar a Bow y disfrutar de algo sinceramente bueno por un momento. 

Con el ánimo templado y una pequeña burbuja interior de satisfacción, decidió que no podía hacer esperar más a sus amigos por las buenas nuevas. 

 

 

 

 

 

 

—No sé nada de lo que están hablando, oficiales —declaró por centésima vez más la alta mujer rosa. 

—¿Por qué te encontrabas en la suite? —presionó Korra sentándose con los codos apoyados en la mesa mientras Mako estaba de pie más atrás. 

—Sus compañeros ya tienen mi declaración. Y según mis cálculos, ya es hora de que me dejen salir de aquí. A menos que esté arrestada. 

Los dos detectives se quedaron en silencio. El plazo en realidad vencía dentro de treinta minutos, haciendo gala de los tecnicismos más ridículos. Huntara fue llevada en custodia desde la madrugada del domingo y ya era lunes por la tarde. 

—No está arrestada, señora Williams. Y solo queremos cerciorarnos de qué comprendemos bien lo que ocurrió el sábado por la noche en esa suite —dijo Mako adelantándose al lado de Korra. 

—Estoy segura que los reportes y lo que sea que diga ahí es suficiente. Si no estoy arrestada, quiero irme ahora. Ya he respondido a todas sus preguntas —dijo ya cansada, hambrienta y harta, mostrando los colmillos sin querer. 

Faltaba muy poco. No se podía descontrolar y darles una sola razón para retenerla. 

Mako y Korra se miraron. En realidad, no lograron sacarle nada nuevo. Pero los dos tenían esa corazonada. 

—Muy bien, señora. Enviaremos a un oficial para que la escolte fuera de la comisaria. La llamaremos si necesitamos su declaración más adelante nuevamente —se rindió Korra, poniendose de pie y estirando sus brazos. 

—Ya tienen todos mis datos y todo lo que tengo que decir —volvió a gruñir. 

Ninguno de los dos respondió y salieron de la habitación. Solo hasta que estuvieron lejos de ahí, es que hablaron. 

—He visto su rostro antes —dijo Korra. 

—Te lo dije. 

Korra hizo un mohín pero siguió hablando. 

—Tenemos que buscar dónde. 

—Y tenemos que ver a dónde nos lleva ella —agregó Mako. 

—¿Crees que Homicidios quiera colaborar? 

—Lin puede convencer a Mara. La prensa está hablando sobre este caso y querrán respuestas pronto. 

 

 

 

 

 

En sus noches de pesadillas, Catra a veces se retorcía en sueños hasta el amanecer, sufriendo sin saber porqué no se despertaba. Otras veces un horror súbito la sacaba temblando de la cama. Otras más una agonía lenta la despertaba entre lágrimas, gritos y confusión.

Pero esta mañana, al recobrar la consciencia y tener un ligero dolor de cabeza, creía recordar pesadillas entre sueños buenos, pesadillas que se terminaron muy pronto y sueños lozanos que se extendían con cálidez y tarareos.  

—¿Estás despierta? —le preguntaron y casi se le cae el pelo completo. 

Atacó con la cabeza retumbándole, con un siseo. Pero su golpe fue lento, torpe, aunque con las garras extendidas. 

—¡Woah, Catra! ¡Catra, soy yo! 

Y por fin miró a Adora, desnuda, hincada o algo al otro lado de la cama. Otra punzada le sacudió la cabeza y cerró los ojos, se llevó la mano a la cabeza. 

—¿Adora? —preguntó con voz débil. 

—¿Estás bien? —le preguntó a su vez con alarma. —Tranquila, debe ser la resaca —siguió hablando y se acercó muy lento. 

—No… ¿Qué… qué haces? 

Abrió los ojos y comprobó que estaba en su propia habitación en la cama. Con Adora, desnudas las dos. 

—¿Qué pasó? —volvió a preguntar con voz más firme. 

Las cejas de Adora bajaron y su mano se quedó a unos centímetros del brazo peludo. 

—¿No… no lo recuerdas? 

Catra se detuvo un momento, enfocó a Adora otra vez, solo su rostro, joven, bonito, amable… herido. ¿Qué hizo? 

—¿Adora? —pidió en medio de un maullido. 

—No, no, tranquila. No pasó nada. Solo… vimos el eclipse… en el jacuzzi. Y tenías pesadillas —explicó Adora, preocupándose por primera vez de taparse con algo, lo único en su cuerpo la pulsera del tonto juego. 

—¿El eclipse? —preguntó como estúpida. 

Nada tenía sentido. ¿De qué hablaba Adora? 

—Anoche… estabas… bebiendo en el jacuzzi y me invitaste. ¿No recuerdas nada? —escuchó la preocupación pero el filo de algo más estaba ahí. ¿La estaba juzgando? 

—No… no… —otra punzada la atacó y siseó. 

—Está bien, Catra… no te esfuerces —Adora estaba tan seria —Voy a preparar algo de desayunar. Descansa. 

—¿Adora? —llamó con urgencia. 

Adora ya estaba de pie, dándole la espalda. 

—No te preocupes. Está bien. Te aviso cuando esté listo —le respondió todavía un poco de espaldas, cubriendo su pecho. 

Catra intentó alcanzarla pero Adora se dirigió al jacuzzi y volvió a salir con cosas entre las manos, sin mirarla otra vez.

La magicat se llevó las manos a la cabeza y se dejó caer de lado en la cama. ¿Cómo era posible esto? No recordaba nada y lo intentaba y otra punzada la atacaba. No entendía nada. Después de lo que pareció una eternidad, se levantó buscando su glassight. Eran apenas las nueve. Dentro del jacuzzi seguían los restos de lo que llevó para comer, la botella casi vacía, la copa volcada, varias toallas extendidas en sus soportes que ayer no estaban ahí. Su libro estaba puesto con cuidado sobre una repisa. 

Todavía sin ropa, levantó la basura de una de las hamburguesas. 

¿Estuvieron comiendo y platicando desnudas en el jacuzzi? ¿Y después qué? 

Regresó a la habitación por el insistente llamado de Poe en el cristal. Le abrió la ventana pero no le hizo caso. Buscó en su tocador pastillas para el dolor de cabeza y se la tomó en seco, aunque sintió cómo se le atoraba la pastilla en la garganta reseca. Después fue a lavarse la cara y tomó directo del grifo. Se miró los ojos en el espejo y tenía la poca esclerótica visible inyectada en sangre. 

Presionó los controles para vaciar el jacuzzi y tuvo un destello, de Adora entrando al agua con ella. 

No. No. 

Revisó los últimos mensajes con ella. Adora le escribió para que salieran otra vez. Pero Catra ya estaba ebria y relajada en su jacuzzi. No quería salir. “Estoy en mi habitación. No hagas ruido”. Se dio escalofríos a sí misma. ¿Cómo es que Adora consintió a eso? 

Fue hasta su armario y se puso una playera y un short. ¿Tenía que decir algo, verdad? 

La cabeza le seguía punzando y a pesar de sentir que durmió como una roca, estaba muy cansada. Pero los nervios la estaban impulsando.  

—¿Adora? 

—Catra, ya tengo listo casi todo. ¿Te quieres sentar? —le sonrió amable, moviéndose con ligereza en el espacio de la cocina que normalmente era el lugar de la castaña. 

El café ya estaba servido, pan caliente y un desayuno alto en proteínas, con una salsa picante al lado. 

—Adora…

—Lo siento, Catra. Tengo que comer rápido e irme a trabajar. Ya tengo dos llamadas —le dijo con cierto ánimo. 

—Ok. Entiendo… que bueno que tengas trabajo. 

La rubia casi sorbió la comida. 

—Tengo que irme —dijo otra vez, mientras Catra la veía sin saber qué decir, algo impresionada de la velocidad a la que devoró —Cuídate, ¿sí? ¿Ya no te duele la cabeza?

—No… no tanto. Me tomé una pastilla. 

—Oh, que bueno —le dijo con una pequeña e insegura sonrisa y se despidió torpemente con la mano. 

Dejó a Catra en la barra sin saber qué hacer. Ella apenas iba a la mitad o menos del desayuno. Escuchó la puerta de la habitación. Otra vez. Las botas de Adora en las escaleras subiendo al techo. Y otra vez estaba sola. 

Seguía sin saber qué pensar, pero el estómago se le retorcía con vergüenza, culpa y una inseguridad que desconocía. 

 

 

 

 

 

 

Todavía podía dormir un par de horas y asistir a su turno normal en el club. Tal vez le preguntarían porque faltó a su turno de una de las noches más ocupadas de la semana. Pero de momento en lo que podía pensar era ir al restaurante con su chica y pedir dos menus completos para ella sola. 

Sabía que los polis no la dejarían en paz tan fácilmente así que tendría que cuidar sus pasos los siguientes días. Esperaba que la chica fae no cometiera ninguna tontería. Por lo menos le confirmaron que ella seguía viva. ¿Desde el principio fue intención de la estúpida que la dejó atrapada que no muriera? ¿O se le fue de los cálculos? Era muy peligroso. 

Huntara solo diría algo sobre esa otra parte en la habitación si es que la policía la acorralaba. Recibió el regaño de su superior en la noche, pero los besos de su chica todavía le calentaban la sangre y pudo hacerlo estoicamente. Todo se quedó en que tuvo un problema. Pero Huntara normalmente no tenía problemas. Era puntual y dedicada. Una excelente supervisora de seguridad. Así que no lo hicieron más grande y la dejaron volver a su trabajo. 

Fuera del club, Korra se acomodó en su VEM, dispuesta a empezar su turno de vigilancia. Era lo más aburrido de su trabajo. Pero hoy no tenía ánimos de ponerse a excavar en viejos archivos, carpetas o la base de datos. Mako se quedó a hacer ese trabajo. Kuvira, su otra compañera de U.V.E., estaba ocupada con su propio caso pero les prometió apoyo en cuanto tuviera un momento libre. 

Tal vez Mako lograría que la detective Hope lo ayudara con los archivos virtuales. Era una tecnopata, casi una telepata en cuanto a computadoras. Y Korra ya compararía notas con Mara y Sirenia en la mañana. 

Ojalá Asami haya tenido un mejor día con Adora, pensó al beber su primer café de la noche. 

 

 

 

 

 

 

Pese a todo, Catra se comió lo que Adora le dejó en la noche. Y la escuchó salir muy temprano como todos los lunes para su clase de la mañana. Ya podía recordar con claridad su sonrisa emocionada sobre la cita que tendría con Asami Sato. Ahora deseaba haberle preguntado más detalle sobre ello. Emocionarse con ella y no solo celarse como estúpida. 

Logró salir a trompicones de la habitación y alcanzar a la estudiante antes de que saliera de verdad. 

—¿Adora? —la llamó. Sentía que lo hacía mucho últimamente. Pero no era el momento de pensar en eso. La escuchó regresar. 

—Ho-ola ¿Qué pasa? —le preguntó algo ansiosa. Lo podía decir a este punto por el modo en que se tensaban las comisuras de sus ojos grises. 

—Quería desearte suerte con Sato... ¿No quieres que te preste un saco? 

Se llevó a Adora al inmenso armario. Hasta entonces la rubia descubrió que los huecos como repisas en su propio armario se intentaban para guardar bolsos, sombreros, zapatos y demás. La colección a simple vista de la ropa de Catra era... Demasiado. 

—Catra, te lo agradezco pero llegaré tarde a... 

—Ten. Este es grande. Debería quedarte —le tendió a Adora el blazer más fino que jamás tocó. 

De un gris azulado mate, realzaba su mejor camisa blanca (una de los regalos de Catra), sus mejores vaqueros y las botas brillantes por bolearlas. Muy diferente de lo que podía hacer por ella la sencilla y gastada chaqueta roja. Apretó los labios pero se lo puso. Le quedaba algo justo del pecho y los hombros pero en realidad se le veía bien. 

—Gracias, Catra. Ya debo irme —le dijo Adora todavía contenida. 

Al menos lo aceptó. 

Casi no durmió, pero Catra no se podía quedar en la cama. Atendió a sus aves y salió a caminar. Andar y andar.

Caminar. 

Hasta que los pies le dolieron y le sangraron por el terreno irregular. 

Adora le daba tanto sin saberlo. 

Catra le estaba quitando tanto. 

¿Cómo podía corresponderle? 

¿Cómo demostrarle que lo sentía? 

¿Que no sabía hablar de sí misma? 

¿Que quería sus brazos de nuevo? 

Siguió caminando hasta que llegó al lugar que no visitase desde la primera vez que tuvo libertad en años. Ni siquiera una libertad entera. Simplemente la libertad que ser una de las putas más dedicadas y exitosas de Hordak le daba. 

Estaba asustada. No sabía qué hacer. Tenía su propia habitación en la Agencia. Su propio horario. Podía quedarse con parte de las ganancias de su trabajo. 

Pero un día regresaba de una cita y vio a una chica correr, correr, como si su vida dependiera de ello. Porque seguramente era así. Un mitoran y un lagarto de seguridad la seguían. La acusaron de robo. Solo una fracción de segundo, cruzó los ojos azules de aquella chica desconocida con los suyos. Pero Catra reconoció la mirada desesperanzada y rabiosa de sí misma, cuando intentaba escapar y no lo lograba. El velo bajo el que vivió los últimos años cayó. 

Corrió al único lugar donde alguna vez se sintió segura. 

Este lugar quemado y derruido al que volvía ahora. 

Recordó la quemadura de Adora. ¿Fruto del accidente que le robó a sus padres? Quisiera preguntarle. Conocerla. 

Catra quisiera abrirse la piel y que viera su interior. 

Es el único modo que conocía de exponerse. 

Doppler Morfer podía crucificarla: llenarla de caricias, someterla, forzar un orgasmo tras otro hasta que su cuerpo no pudiera más y así, a carne viva, hablarle y Catra respondería, presa de un trance del que no sabía librarse por sí misma. Según su cuerpo se recuperaba, bebía lo que le ofrecía sin cuestionar. Solo de ese modo regresaba poco a poco en sí. 

Pero Adora no tenía esa malicia ni conocimientos. 

Adora no la diseccionaría vivía. 

Así que Catra le mostraría todas las llagas abiertas. Quizás entonces comprendiese. Por que no tenía la fuerza y la paciencia para esperar a que los años casualmente llenasen los vacíos, como con Scorpia, con Entrapta. 

Y Adora podía volar mucho antes de que eso pasara. No. Catra no tenía tanta fuerza. 

Siguió caminando, entre bosques, entre ríos y partes de la ciudad abandonadas hasta dejarla atrás y llegar a los campos fuera, perdidos entre los Bosques Susurrantes. Fuera de la vista del mundo, se dejó llevar por toda su ansiedad y dejó a su cuerpo expresarse de modos que le pedía y no dejaba salir del todo: se inclinó y corrió con manos y pies, saltando raíces, confundiendo ramas y el suelo, pues su agilidad era tal que podía volar. Dejar de sentir las cadenas tras ella.

Correr, porque caminar ya no bastaba, aunque doliera. Pero era libre. Aquí podía volar y perderse. Aquí podía soñar qué era valiente. 

No soportaría otro día en el que Adora la atendiera amable y lejana. 

Este era su punto álgido para fingir. No podía soportar que Adora fingiera así. Ya no mentiras. Ya no palabras. Porque no sabía hablar. No sabría contarle a Adora su historia. 

Porque Catra era fuego y cristal roto. 

El campo y el bosque se fundía bajo sus zancadas. Tenía tantos años de no venir, pero todo su ser reconocía el camino. 

A lo lejos, se alcanzaba a vislumbrar una estructura ajena al bosque, que poco a poco los años reclamaban para la naturaleza. En los límites, alguna reminiscencia de cercas o corrales. Y en el centro, dos edificios destruidos. Uno grande y el otro bastante pequeño.

Cimientos quemados. 

Apenas entró en la zona, se detuvo, presa del súbito miedo y reverencia. 

La hierba crecía más alta. Las vainas avanzaban por la tierra. Los árboles cobijaban la tierra con sus ramas y sombra, pero sin ser parte del bosque. 

Las orejas de Catra se movían en todas direcciones para captar cualquier sonido. Su pecho subía y bajaba rápido. Este no era el tipo de ejercicio al que estaba acostumbrada. 

Todo estaba quieto. 

“¿Puedes venir por mí aquí?”. 

Tendría que ser egoísta otra vez. Una vez más. 

Avanzó lentamente hacia su pasado y tal vez, hacia su futuro. 

 

 

 

 

 

 

El mensaje llegó sin problemas al dispositivo de Adora. Estaba con Bow y Glimmer, que la miraban tan contentos y orgullosos. ¡No podían creer las increíbles noticias! Estaban extasiados y bastantes conscientes de la confianza que Adora depositaba en ellos al contarles. Al resto de sus amigos solo les contaría que logró entrar como pasante al área de Finanzas de Industrias Futuro. 

Eso no quitaba que los dos amigos notaran esos cambios que Adora trataba de esconder. 

Glimmer estaba un poco contrariada porque esperaba que los tres realizarán juntos las prácticas, pero al final estaba muy contenta por Adora. Pero también estaba preocupada, el rato que la vieron el domingo, se veía muy decaída, después de estar tan emocionada el sábado.

Claramente existía algo que no les estaba diciendo. Pero era tan necia. ¿Así de frustrada se sentía su mamá? Quizás tendría que ser menos retadora. 

La mirada de Adora perdió el brillo animado y se puso tan seria como para un examen sorpresa. Pero con la expresión mucho más cerrada. Parecía que se estaba preparando para un castigo. 

—¿Adora, qué pasa? —preguntó Bow antes de que Glimmer pudiera. Eso comprobaba qué no estaba imaginando. 

—Oh, nada, nada. Bow… Es trabajo. Me están pidiendo recoger a alguien. 

—Vaya… Es bastante tarde. ¿No vas a dejar esos viajes también? —volvió a preguntar su amigo con cuidado. 

—Sí… Es solo que no he podido avisar a todas… —la expresión de Adora se frunció con intriga y manipuló el glassight con nuevo vigor, hasta que recordó que estaba hablando ella —...A todas las personas. 

—¿Estás bien, Adora? —insistió Glimmer. 

—Sí, sí. Es algo lejos… Será mejor que me vaya ya, chicos. ¿Los veo mañana, sí? —ya se estaba levantando de la mesa del comedor de la casa de sus amigos. Un lugar que no estaba ni a veinte minutos de la casa de Catra. 

—Adora —dijo Glimmer al tomarla de la mano —¿Podrías avisarnos qué todo está bien? 

La pregunta y el tono contenido de la chica brillante le sorprendió lo suficiente para que la nueva empleada de Sato se detuviera un momento. 

—Eh, sí, Glimmer… Yo les aviso. 

Bow la acompañó hasta la puerta y volvió al comedor. 

—¿Estás bien, Glim? 

—Tengo un… Presentimiento. 

—¿Crees que sea malo? ¿Debimos acompañarla? —se preocupó Bow. 

—No, no creo que sea malo, pero es fuerte. Solo quiero que esté bien. Se está exigiendo demasiado —suspiró al final. 

Adora caminó rápido al VEM y lo encendió incluso antes de terminar de cerrar la puerta y ponerse el arnés de seguridad. El mensaje de Catra no era apremiante ni nada, pero la ubicación estaba muy lejos. Más lejos que el hotel de Razz y fuera de los destinos turísticos de la ciudad, como las cumbres flotantes donde pasaron esa maravillosa cita antes de que todo se sintiera perdido. Todavía era una zona con magia y energía activa como para tener recepción, al menos. 

El sedán blanco con destellos turquesas avanzó raudo por las vías áreas dentro de la ciudad, sobrevolando el Lago Brillante, pasando los rascacielos, hasta llegar al límite de las vías marcadas con drones. Fuera de ahí, estabilizó la altura por sobre los árboles más frondosos y altos y voló en línea recta y casi al límite de velocidad de la máquina, confiando en que los repelentes automáticos alejaran a cualquier ave u otro ser que pudiera chocar con el VEM. 

Sentía la ligerísima turbulencia en el volante como nunca. Darla le marcó algunos puntos de interés y le recordó el mantenimiento del vehículo, pero Adora no la escuchó y siguió manejando, consciente solo del pequeño punto en el mapa que era Catra, se movía ligeramente en la misma área. ¿Iba a pie? 

Tardó casi 25 minutos en salir de la ciudad, pero después de eso, volando sin obstáculos en línea recta, apenas necesitó de otros diez para llegar hasta el punto marcado. Redujo la velocidad según se iba acercando, para mejorar su visibilidad. Encontró fácilmente el parche de tierra libre de la frondosidad de los Bosques Susurrantes. 

Visualizó de a poco las carcasas de los viejos edificios, recubiertos ya casi en su totalidad de enredaderas, ambos sin techo. En medio de cuatro árboles grandes y solitarios, cada uno separado de los otros bastantes metros, estacionó el VEM, comprobando de nuevo que al menos el glassight de Catra estaba cerca, asimismo de las ruinas. 

Un miedo precautorio la previno de llamar en voz alta. Se asomó hacia abajo, viendo la hierba creciendo a su antojo, matojos y arbustos frondosos. Pero el sistema de Darla era riguroso, el VEM estaba detenido a una altura cómoda de la tierra para descender sin casi tener que doblar la rodilla siquiera. Sin duda, Catra ya debería saber que llegó, puesto que volar no era precisamente silencioso y menos en medio del bosque. 

Adora descendió del vehículo cuidando bien la pisada inicial. Aplastó bastante pasto pero las botas estaban sobre terreno sólido. Dejó suspendido el VEM por ese mismo miedo que la invadía e incluso dejó la puerta abierta, como una extraña ala a medio plegar. Revisó sus alrededores por primera vez a detalle: 

Las cercas y los corrales estaban sucumbiendo a la naturaleza y el clima. Las grandes zonas de arbustos y hierba sin árboles hablaban de espacios civilizados alguna vez, pero tras y a los lados del edificio mayor crecían además lo que Adora reconoció como hortalizas, gracias a sus años en la vieja casa comunal y la escuela rural a las afueras en dónde estudió. Pero aquella era una zona habitada con caminos y senderos, campos de cultivos hasta donde podía alcanzar la vista. Esto era casi en medio de la nada, aunque el mapa mostraba alguna urbanización a unos siete clicks. 

Avanzó con pasos largos y firmes para evitar hoyos repentinos entre la hierba, madrigueras abandonadas solían abundar en ese tipo de suelo. La nostalgia comenzó a mezclarse con la prevención y Adora perdió un poco de sus suspicacia, preocupada más que cuidadosa. Siguió hasta el punto que era Catra, ahora la podía ubicar en dirección a la estructura más pequeña. 

Conforme se acercaba, podía ver que hace bastante tiempo hubo un incendio. Tocones negros se escondían bajo la maleza y las ruinas eran apenas los esqueletos no flamables de ambos edificios. Los bajos contramuros y huecos en la estructura era todo lo que quedaba. Adora todavía no adivinaba qué se supone que debía de ver. 

Sus pasos no eran silenciosos. La hierba crujía y tronaban ramitas a su paso, pero algo la detenía de llamar a Catra.

—¿Adora? —escuchó de repente y, al escuchar la voz, se sobresaltó, maldiciendo por lo bajo. Provenía del interior de la ruina más pequeña.

Los muros de piedra quemada no pasaban de su muslo, debería poder ver a Catra… a menos que no estuviera de pie. 

—Adora —la voz de Catra volvió a sonar, más fuerte esta vez.

—Catra, ¿Dónde estás? ¿Estás bien? —preguntó sin levantar la voz. Estaba tan aliviada de escucharla bien.

—Estoy acá. 

Sí, Catra estaba dentro de las ruinas. Adora estaba revisando por dónde saltar el pequeño obstáculo pero encontró una abertura entre los muros, probablemente el espacio para una puerta. Al pasar, acarició con cuidado el marco destruido, donde colgaban algunas vainas. Dentro de la ruina, sus pasos resonaron en un piso de piedra, con líquenes y pequeñas hierbas. Florecillas amarillas y blancas crecían en matojos entre las baldosas erosionadas. 

El miedo que había sentido al acercarse se fue disipando, sustituido por una extrañeza suspicaz. Los muros demarcaban una habitación amplia, y en una esquina descubrió el hueco donde alguna vez estuvo una chimenea. Mientras inspeccionaba el lugar, algo en su interior se removió, pero no fue hasta que vio a Catra, acurrucada en una esquina, que su corazón dio un vuelco.

Catra la miraba con esos inmensos ojos suyos desde su posición sentada. Adora se apresuró a su lado.

—Catra, ¿estás bien? 

Las imágenes de una Catra impedida por la fiebre y el alcohol llegaron hasta Adora. Sus manos se detuvieron antes de tocarla, incapaz de quitarse la sensación de que la tocó sin que Catra pudiera consentir, aunque solo la secara, la abrazara y la cuidara. Todavía no podía sacudirse el horror de encima al darse cuenta que Catra no recordaba nada de su noche juntas. 

El repentino pudor al saberse indeseada en la habitación. Que Catra la atacó como defensa. Todavía no se enfriaba de su abrazo juntas pero su corazón era un glaciar, uno que logró congelar incluso sus lágrimas y pudo concentrarse en vestirse, preparar el desayuno y agradecer las llamadas de trabajo que recibió el domingo temprano. 

La realidad de lo que hizo y lo que podía significar para la magicat la fue bañando todo el día hasta que llegó la noche. Entre culpas y preocupación, quiso asegurarse de que Catra estuviera mejor, y al encontrarla dormida, pidiendo perdón por perturbar otra vez su espacio, solo entró en silencio para dejarle una cena ligera y agua. La angustia la siguió consumiendo toda la madrugada. No le quedó más que ir a su clase sin dormir y después presentarse con Asami en el mismo estado. 

El cabello de Catra estaba revuelto y lleno de briznas y hojitas. Sus jeans tenían manchones verdes del choque con la hierba. Ella no sabía si eso era bueno. 

—¿Estás bien? —repitió Adora, con un tono más suave.

—Sí… estoy bien —respondió Catra en un susurro, su voz frágil.

Adora se arrodilló al lado de la magicat muy despacio. 

—¿Qué es este lugar? —preguntó, mientras su mirada recorría nuevamente las ruinas.

Catra le tendió lo que parecía un viejo peine de cerdas gruesas, de un material nacarado por un lado pero estaba húmedo y medio podrido del otro, todavía con rastros de moho y tierra húmeda. 

—Es mi casa. 

Adora dejó de ver el peine en su mano para levantar la mirada lentamente a Catra, con el entrecejo fruncido. La expresión se le suavizó poco a poco y se le abría la boca en sorpresa. La magicat tenías las orejas plegadas y Adora volvió a mirar a su alrededor. Después se fijó sobre dónde estaban las dos. Solo tomó por otro parche de tierra, pero en realidad parecía una vieja y gruesa alfombra chamuscada y carcomida por la plaga. 

—Tu casa… —dijo cerrando por fin la boca. —Aquí… ¿Aquí vivías con tus madres? 

—Hubo… un incendio. Había mucho humo y fuego… Ellas no lo lograron. 

Las manos con garras temblaban un poco. Adora olvidó su aprehensión y las tomó lentamente. 

—No tienes que decirme más si no quieres —murmuró con suavidad, tratando de transmitirle consuelo.

Catra asintió, pero se levantó con determinación.

—Tú me contaste cosas importantes de tu vida, Adora. Quiero que sepas lo mío también —dijo con firmeza, aunque su voz temblaba ligeramente.

Aquí yacía su infancia destruida. 

—Nadie sabe de este lugar, Adora… y ya recordé lo que pasó —la expresión asustada de la rubia la descolocó un poco —Digo, del fin de semana. No tienes que actuar como… como si fuera a romperme. 

“Ya lo estoy.” 

—No… Perdón, no quise que lo sintieras así. No pasó nada. 

—Solo que yo te incité y después te pedí que te quedaras —la magicat no la vio a los ojos y dio pasos hacia la “habitación” principal. 

Adora se apresuró a seguirla sin soltar el peine. 

—Solo estuvimos platicando y parecía que tenías una mala noche —intentó excusarse. 

—Eso no importa, Adora —dijo Catra. 

Se veía tan pequeña dentro de las ruinas. 

—Pero yo no lo llevaría tan lejos de decir que me “incitaste” —ofreció acercándose a la dama de la noche. —Y me ofreciste un traje de baño —dijo con una sonrisa conciliadora. 

—¿En serio? ¿Por qué no lo tomaste? 

—Entonces no recuerdas todo —dijo la rubia plenamente. 

—No, supongo que no.  Eso… tal vez debí decírtelo antes. A veces olvido cosas, no más que unas horas, pero es peor si bebo. —Catra se paseaba por la habitación, acariciando los muros bajos o jugando con la hierba con sus pies. —Pero no bebo mucho —aclaró después de un momento. 

—Gracias por decirme esto… y por mostrarme este lugar. Pero no comprendo del todo por qué me trajiste aquí —dijo, con sinceridad en su voz.

Catra se detuvo y se volvió hacia ella, con una expresión que oscilaba entre la confusión y la resolución.

—Quiero que lo sepas, Adora. No quiero que te escondas, que me trates como si… como si fuera una extraña a la que le estás haciendo un favor —dijo Catra algo enojada sin estar segura por qué o con quién. 

Oh. 

—Quieres… ¿Quieres que nos conozcamos mejor? —preguntó la rubia, todavía insegura pero con una bolita tibia creciendo en su pecho. 

Catra se volteó a verla, atrapada y arrebolada. 

Adora llegó a la ubicación marcada mucho más rápido de lo que Catra calculó y se encontró repentinamente asustada. Solo atinó a esconderse entre las ruinas de una vida que duró muy poco. Estaba totalmente congelada, esperando y escuchando. Pensó y pensó lo que iba a decir una vez Adora llegase. Hasta lo ideó como una especie de cuento. Luego todo se le olvidó. 

Pero sí era eso lo que quería.   

Conocerla. Que la conociera a sí misma también.  

—Yo… si tú quieres —dijo sintiendo la cola esponjada. 

—Catra, sí quiero. Me gustaría muchísimo —respondió Adora. La sonrisa le crecía incierta pero resplandeciente en su anhelo. —¿Estás segura que no estás molesta por lo que pasó? 

—¿Hablas del jacuzzi? —dijo Catra, encarando otra vez a la otra mujer, también con esa sonrisa pequeña, titubeante. —No estuve molesta contigo… Solo estaba sorprendida y me dolía la cabeza. 

Adora la miró dulce y comprensiva, atrapando a Catra como la luz a las polillas. 

—Perdón por portarme así. No eres una extraña para mí desde hace mucho tiempo. 

Catra sabía que eso no era del todo cierto. Pero las dos jugaban a esto, así que lo dejó ser. Adora paseó la mirada por las ruinas otra vez. 

—Catra, de verdad aprecio esto. ¿Lo recuerdas? —preguntó con cuidado. 

El sentimiento cálido creciendo en la magicat se detuvo un momento. Apenas recordaba los rostros de sus madres, pero tenía cientos de recuerdos aislados de ella entre este espacio. Casi podía superponer sus memorias al triste presente. 

—No tanto como quisiera… 

Salió de las ruinas, hacia una pequeña colina entre las estructuras. Ahí entre matojos y hierbas, flores silvestres, la tarde caía. La historia, el cuento que pensó, regresó a ella con la tranquilidad que Adora traía con su sola presencia:

Catra nació en una pequeña y acogedora casa de piedra, rodeada de campos verdes y bosques densos. La casa, aunque modesta, estaba llena de amor. Sus dos madres, Dande y Cyra, la criaron en un ambiente cálido, donde el canto de los pájaros y el susurro del viento a través de los árboles eran parte del día a día.

Dande era una mujer fuerte y sabia, con manos curtidas por el trabajo en la tierra. Se encargaba de cuidar los jardines y los animales que compartían su hogar: gallinas que picoteaban el suelo, cabras que balanceaban suavemente sus colas mientras pastaban, y un par de caballos que Catra adoraba. Dande siempre tenía una historia para cada planta, cada árbol, y cada criatura que vivía cerca. Enseñó a Catra a respetar la naturaleza, a entender el cielo y guiarse por las estrellas,  a ver la belleza en las cosas simples.

Cyra, por otro lado, era una mujer creativa y de mente abierta. Tenía una sonrisa que iluminaba cualquier habitación, y su risa era como el tintineo de campanas. Ella era quien se encargaba de la educación de Catra, enseñándole a leer y a escribir, a contar y a observar el mundo con curiosidad. Cyra llenaba su hogar con libros, música, y arte. Pasaba horas con Catra, mostrándole cómo mezclar colores en un lienzo, cómo encontrar formas en las nubes, y cómo escuchar las historias que el viento traía consigo.

La vida en el campo era tranquila, y Catra creció con la libertad de explorar el mundo natural que la rodeaba. Corría descalza por los prados, con sus pequeños pies dejando huellas en la tierra húmeda. Trepaba árboles con agilidad, balanceándose entre las ramas y riendo mientras las hojas se agitaban a su alrededor. Pasaba horas jugando con los animales, conversando con las gallinas y alimentando a las cabras, que siempre la seguían con cariño.

Las tardes las pasaban juntas, las tres. A veces trabajaban en el jardín, plantando flores o recolectando frutas y verduras frescas. Otras veces, se sentaban alrededor de la chimenea, mientras Cyra leía en voz alta y Dande bordaba delicados patrones en la tela. En las noches, antes de dormir, Dande le contaba a Catra historias antiguas sobre su pueblo, leyendas llenas de magia y coraje, que inspiraban a la pequeña a soñar con aventuras.

Los días eran largos y felices. Catra no conocía otra vida y no necesitaba más que la calidez de su hogar y el amor de sus madres. Sin embargo, la vida en la naturaleza también tenía sus desafíos. Las tormentas a veces azotaban con fuerza, y los inviernos eran fríos y duros. Pero Dande y Cyra siempre estaban ahí para proteger a Catra, enseñándole a ser fuerte y valiente.

Un día, cuando Catra tenía apenas seis años, ocurrió algo que cambiaría su vida para siempre. Una tormenta particularmente violenta se desató, con relámpagos que rasgaban el cielo y truenos que sacudían la tierra. La lluvia caía en torrentes, y el viento aullaba como una bestia enfurecida. La familia se refugió en la casa, mientras el fuego en la chimenea chisporroteaba con fuerza.

Esa noche, un rayo cayó cerca de la casa, prendiendo fuego a un árbol. El viento, en su furia, arrastró las llamas hacia la casa de piedra. El fuego se propagó rápidamente, consumiendo todo a su paso. Catra despertó en medio de gritos y humo, con el calor sofocante que llenaba cada rincón. Dande y Cyra intentaron desesperadamente salvarla, sacándola de la casa y llevándola a un lugar seguro, pero el fuego fue implacable. Las llamas devoraron la casa, y con ella, todo lo que Catra había conocido.

Cuando el incendio finalmente se extinguió, todo lo que quedaba eran ruinas humeantes. Los muros de piedra estaban ennegrecidos, y los muebles, los libros, las telas, todo había desaparecido, reducido a cenizas. Dande trató de salvar a los animales, se alejó de ellas cuando las creyó seguras y Catra no volvió a verla. 

Cyra se quedó con ella, gritando y llorando presa de la desesperación. Con Catra en brazos, cubriéndola del rugido del fuego, y quizás de algo más, luchó inciertamente. Eso no lograba recordarlo bien la gatita. La ayuda llegó tarde. Alguien la arrebató de brazos de su madre. Catra quedó sola, con la pérdida de su hogar y su familia pesando sobre sus pequeños hombros.

Fue llevada a un orfanato, donde creció sin el amor y la calidez que había conocido en su hogar. La memoria de sus madres y la vida que compartieron nunca la abandonó. Pero eran demasiado dulces y sagrados para rememorar en el lugar donde estaba ahora. Dolía mucho recordar el pasado y trataba de mantenerlo bien enterrado. 

Las ruinas de la casa de su infancia quedaron abandonadas, ocultas por la maleza y el tiempo. Para Catra, siempre serían un lugar sagrado, donde su vida comenzó y donde aprendió las lecciones más importantes de todas: el valor del amor, la fuerza de la naturaleza, y la importancia de recordar quién era, incluso en los momentos más difíciles. Trataría de recordar ahora. 

Adora la escuchó sin interrumpirla, sentada a su lado, abrazando sus propias piernas. Tratando de suprimir exitosamente su impulso de abrazarla y arroparla, de sostenerla como hiciera solo una noche antes. Las lágrimas en los ojos de acero, suaves, llegaron pronto. Catra también tenía los ojos brillantes, pretendía no ver a su acompañante. 

La voz se le quebraba en los momentos más extraños. 

Tenía algunos problemas con las lecciones de las fábulas y los cuentos de sus madres. Recordaba el amor, ¿pero cómo iba a amar ella? ¿Cómo alguien iba a amarla, con todo su pasado, sus heridas, su trabajo? ¿Cómo iba a recordar quién era sino lo sabía? 

Al menos Adora estaba a su lado. 

Una sola persona que logró llegar a algunas de las más profundas capas de su ser. 

—Tú sabes… también perdí a mis padres en un accidente. —Le sonrió tristemente Adora, con el mentón sobre las rodillas. —Tal vez estén felices de que nos encontramos —dijo en medio de más lágrimas silenciosas. 

Catra no pudo resistirse más; una sonrisa húmeda también la inundó. 

—Tal vez —concedió entre lágrimas. 

Notes:

Qué les pareció?

"Clicks" es la unidad de medida que usa Seahawk en el cap donde debuta XD

El siguiente será un cap transitivo, resolviendo otros asuntos que no traté aquí para no perder de vista a nuestras protagonistas.

Ojalá no tan largo.

Espero que hayan disfrutado uwu

Chapter 5: Esperanza

Notes:

Hey!

Nuevo cap! Algo ligerito uwu

Espero que les guste, igual mi ensayo de cuatro paginas sobre las invenciones de Entrapta.
La primer parte esta ubicada unas semanas atrás en el tiempo, en la siguiente ya regresamos a la actualidad.

TW por juguetes sexuales y masturbación.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

El falo doble llevaba dos semanas guardado en su urna en el armario de Catra. 

Tenía dos semanas desde que Catra vio a Entrapta por última vez. Le dijo que se tomara su tiempo con las pruebas del dichoso juguetito. El uso de juguetes era usual en su trabajo. De todo tipo. Si su cliente quería usarlos en sí mismo, Catra prefería que se adquirieran en el hotel mismo. Pero si eran para usarlos en ella, entonces prefería llevar los propios, que ya conocía y le resultaban cómodos y agradables. Sus clientes casi nunca objetaban. 

Catra todavía no decidía si Entrapta era snob o solo estaba acostumbrada a cierta calidad. La urna del juguete era de materiales exquisitos y durables. Era un viernes en la noche, que Adora solía pasar trabajando, por lo que tenía completa soledad. 

Tenía unos días de sentir más tranquila a su inquilina y los martes y los sábados se volvían sus días preferidos porque ya era casi seguro que Adora estaría ahí con ella para desayunar juntas, después de la salida a correr de aquella. 

Así que podía ocupar unas horas para completar un trabajo por el que ya se le pagó. 

Fue a lo profundo de su armario por la urna. ¡Por que eso era! ¡Una maldita urna transparente! Y en la base, se escondía un cajoncito donde estaba el control remoto y había espacio para guardar el cofrecito con los papelitos, así como unos lubricantes y limpiadores. 

Lo encendió y comprobó que las luces que corrían por las “venas” estilizadas indicaban una carga completa. Seis horas continuas sin el hechizo, tres con. Esto ameritaba una copa de vino. Catra regó las cosas sobre la cama mientras se quedaba desnuda y volvía a repasar el área de instrucciones de los diversos documentos que su amiga le dio: 

Las luces de las venas eran indicadores de diferentes cosas dependiendo de la intensidad y el color, siendo un amarillo dorado para la carga, rojo vibrante para el modo de juego, un azul profundo para indicar la conexión con el hechizo y un morado claro para intercambiar entre los modos de “inmersión” y plug. 

Eso último Catra no lo había entendido del todo, así que encendió el juguete todavía sobre su soporte. Se prendió primero la clara luz amarilla y después cambió a los suaves pulsos del color rojo. Personalmente, a Catra le gustaban más los juguetes sencillos y de colores planos. Esta… cosa, era muy llamativa. 

Apretó el botón de cambio de modo y observó con cierta curiosidad como la segunda cabeza perdía su aspecto algo plano para estirarse y combarse en un nuevo aspecto, quedando más bien cónico. Vaya. El plug. Por fin tomó de su soporte al juguete y se extrañó al sentirlo tibio. Volvió a presionar para el cambio de modo sintiendo al objeto retorcerse en su mano: debía tener alguna especie de esqueleto. 

Ella misma tenía un juguete parecido, para cuando ella debía penetrar a sus clientes. La cabeza más corta y con el ángulo más cerrado difería de la forma del juguete de Entrapta. Pero básicamente era lo mismo, el cuerpo largo para penetrar a la otra persona, una zona rígida central que se sostenía contra el hueso pélvico del penetrador y la segunda cabeza formando casi una “U” o “J”. 

La zona rígida del juguete de Entrapta era un poco más plana, alta y ancha que el propio cuando los comparó. También tenía unas ligeras protuberancias suavecitas que se aplastaban con facilidad. Oh. En la versión de Entrapta, el clítoris sería alcanzado y cubierto por la zona rígida de soporte. La estimulación sería interesante. 

La explicación de Entrapta sobre la ingeniería biológica y celular aplicadas a los hechizos de conexión solamente revolvió a Catra, que logró discernir al final que la runa era tan complicada para abarcar cualquier tipo de “exterior”, dígase piel, pelo o escamas. Ya rumbo a la segunda y última copa de vino de la noche, Catra probó a sacar uno de los hechizos. Realmente era solo un papel con un dibujo. 

Según el instructivo, debía de ponerlo sobre cualquier parte de su cuerpo y esperar cinco segundos para que su energía vital activase la runa y esta se transfiriera al receptor. Dando un sorbo al vino, se puso un papelito sobre el antebrazo contrario y esperó: después de cinco respiraciones profundas, la runa brilló y se quedó como una especie de tatuaje luminoso sobre el pelaje claro de Catra. No sentía nada, pero se cuidó de fijarse en la hora porque una de las observaciones que quería Entrapta era sobre la duración real de la runa. 

Las venas del juguete dejaron de pulsar en rojo y por unos segundos brillaron en azul. La conexión estaba lista, pero Catra seguía sin sentir nada. Se estiró para tomar el juguete otra vez… y lo dejó caer con una exclamación de sorpresa. Sintió la presión y el calor de su mano, como si se tocara el propio cuerpo… pero en un miembro nuevo. Se rio por el pésimo humor. 

Preparada esta vez para la sensación, volvió a tomar el juguete. Era extraño. Alienante en cierto sentido. Era como cargar su pie para sus estiramientos más profundos. Apretó el objeto con ambas manos solo por ver… fue como apretar su cola, pero al mismo tiempo algo le pulso en el vientre. 

En serio que las explicaciones de Entrapta no eran juego. La runa conectaba al juguete con su sistema límbico y el sistema nervioso periférico. 

Volvió a apretar y era agradable. Ella sabía cómo complacer a todos sus tipos de clientes. Pero nunca se planteó probar este tipo de sus habilidades manuales. Estaba más curiosa que excitada, pero por el bien de la ciencia… de Entrapta, se llevó la cabeza a los labios. Oh. La presión era muy diferente a sobre su pelaje. Solo una parte de su anatomía podía sentir así, libre del pelaje y nunca de sus propios labios… o lengua. 

El objeto seguía tibio. Y a su vez sentía el calor, presión y ligera humedad de su lengua. ¿Estaría dispuesta a quitarse algún parche de pelo y descubrir si su propia piel desnuda sentiría así la humedad? Otra vez una punzada en su centro la extrañó. 

Tomó uno de los lubricantes y dejó caer algo del líquido en la punta del miembro. Estaba fresco en comparación a su lengua. De verdad le asombraba que pudiera sentir esas diferencias. Ya se imaginaba que habría ciertos sectores de la población que estarían dispuestos a perder un miembro por adquirir este. Hasta donde sabía Catra, no existía ningún otro por el estilo. Y sabía bastante al respecto. 

Suponía que era hora de una de las pruebas de fuego. 

No era alguna de sus fantasías personales, pero sin duda sería toda una experiencia. ¿Es decir que sentiría al doble? Esto era trabajo. Pero aprendió de Doppler a disfrutar siempre que pudiera. El sexo le podía resultar satisfactorio, pero para ella era un medio, no un fin. En este caso, saciar su nueva curiosidad sería más intenso que las sensaciones. Dejó el juguete de Entrapta de lado por uno propio, más tradicional, para lubricarse y excitarse primero. 

De algún modo, el juguete era como tener otra cola rígida, que se quedó quieta sobre las sábanas. No le hizo caso mientras se tocaba e imaginaba ciertos dedos sobre ella. Cuando estuvo mojada, regresó su atención al juguete. 

Catra estaba de verdad comprometida con realizar un buen trabajo. 

A pesar de todo, usó un poco más de lubricante y lo expandió en la segunda cabeza, para después introducirla con cuidado en su canal. Efectivamente, sus sospechas fueron correctas. Podía sentir sus paredes contraerse contra el intruso y al mismo tiempo, al intruso siendo rodeado por sus paredes. Su interior estaba tan caliente y húmedo como el de sus clientes, lo sentía con sus dedos a veces, pero ahora no existía esa ligerísima capa de pelaje en medio. 

Ahora tenía un miembro propio en medio de las piernas. Brillando el maldito. Se rio de sí misma como pocas veces lo hacía. Curiosa, un poco más excitada, algo alegre, probó al modo de “inmersión”. El cambio de los pulsos rojos a morado le avisó del cambio tanto como lo sintió. Dentro de ella, la cabeza ovoide se contrajo para aferrarse más a su huésped, cerrando la pinza por dentro y por fuera. La presión no era incómoda, era justa. Estaba presionando muy cerca de su punto G. Pero con el movimiento… Catra casi no tenía orgasmos por penetración, pero esta cosa simplemente tenía la forma perfecta. 

No poseía juguetes para este tipo de anatomía, así que tendría que usar el método tradicional, supuso. Todavía muy curiosa, deslizó una filosa garra por la superficie satinada del juguete, con el lubricante de hace un rato seco. No le quedaba más que averiguar hasta donde Entrapta fue meticulosa. 

Se llenó la palma de lubricante y con un movimientos que había practicado cientos de veces sentada atrás o al lado de algún cliente, subió y bajó la mano por la longitud. Apretó la punta y sufrió un espasmo. 

Siguió masturbando el juguete… a sí misma. 

Perdida en las sensaciones. El movimiento de su mano repercutió en la base, masajeando su clítoris, moviendo un tanto el ovoide dentro de ella, ofreciendo una experiencia más que envolvente y completa. 

Catra normalmente no se corría tan rápido. 

Le sobraron dos horas y ni siquiera encendió la vibración. 








Siguieron sentadas un rato en silencio después de la historia de Catra. Adora se sentía más cerca de ella, creía que por primera vez con verdadera calma. Entendía lo precioso que era esto. Terminó de caer la noche e increíblemente fue el estómago de Catra el que les recordó que sería bueno volver a la civilización. 

—¿No has comido algo? —preguntó Adora ya las dos de regreso al vehículo. 

—...No —dijo de manera algo insegura la magicat, puesto que no recordaba nada de la mañana. 

—¿Quieres ir a cenar algo… conmigo? —aclaró aunque fuera innecesario. 

Catra bajó la mirada pero asintió. Su blazer estaba colgado de un gancho en la parte trasera del VEM. 

—¿Cómo te fue con Sato? —Catra de inmediato se alegró de preguntar porque fue como encender a Adora. 

Algo bueno y nuevo era justo lo que necesitaban ahora. 

—Era una entrevista de trabajo, Catra. ¡Voy a trabajar en Industrias Futuro, con Asami! 

El ánimo de la universitaria la contagió con una pequeña sonrisa, empezando a disipar la angustia del último día. Catra tenía mucho sueño de pronto. 

—Te ves muy contenta con eso. 

—Estaba un poco estresada por encontrar un lugar en dónde realizar mis prácticas el próximo semestre. 

—Entonces… Suena como que ya conocías a Sato. 

—Uh… Una vez la llevé en un viaje. Con la aplicación —respondió Adora, girando la mirada a su copiloto por un momento. —Es una de mis clientes habituales. 

—¿No tiene todo un equipo de seguridad para llevarla? —preguntó Catra. 

Se mantenía al tanto de ese tipo de cosas porque necesitaba temas actuales de conversación para sus trabajos de acompañamiento. No todos los clientes querían charlar, pero era parte del servicio de mayor calidad de Catra. 

—Casi siempre me pide que lleve cosas —Adora conducía con una velocidad de crucero más tranquila que su viaje de llegada. —¿La conoces? —preguntó sin estar segura de querer saber. 

—No en realidad… pero la he visto algunas veces. Eventos snobs y eso —dijo Catra quitándole importancia. De pronto, abrió mucho los ojos y Adora tuvo que devolverle la mirada por su intensidad repentina —Vas a trabajar en Industrias Futuro… en una oficina. 

—¡Sí! —dijo Adora un tanto confundida, pero sin perder del todo la sonrisa. 

¿Eso quería decir que Adora ya no necesitaría la poca ayuda que Catra le pudiera dar al ofrecer su casa? ¿Que ya no podría llevarla? Quizás podría acostumbrarse a usar otra vez la aplicación, pero Catra sabía instintivamente que perdería una parte de sí si Adora se iba de la casa. 

—Pero todavía voy a atender a unos amigos y clientes. No te preocupes por eso. Quería contarte —dijo Adora después de un momento de silencio, sintiendo un poco la preocupación de Catra. 

La emoción abandonó a la magicat otra vez y se recargó enteramente en el asiento. Siguieron en silencio un poco más, hasta que entraron a los límites de la ciudad y Adora ofreció ir a visitar su Waffle House favorito para celebrar con una comilona. Catra aceptó sin preguntar y se acomodó un poco el cabello, todavía lleno de naturaleza. La mesera saludó con ligereza y familiaridad a Adora, lo que impulsó celos de nuevo en Catra. Estaba tan perdida. 

—Hoy firmé el contrato y conocí a parte del equipo de Asami. Tengo que ir otra vez el miércoles para empezar con la capacitación. —Le contó animada una vez estuvieron sentadas y con la comida a la mesa. 

—Espero que su fama sea meritoria —dijo Catra picando un poco las moras sobre sus waffles sin trigo. 

—¡Es increíble! Parece más un gran hotel que un edificio de trabajo. Mañana lo tengo libre para organizar lo que necesite… ¿Podemos hablar otra vez de los horarios? —preguntó con cierta timidez. 

—¿Los horarios? 

—Sí… Como cuando empecé a tener más clases presenciales. Acordabamos las citas antes o comprobabas mi disponibilidad… para poder seguir llevándote, si nos ponemos de acuerdo, no habría problema. 

—¿Es realmente necesario? —preguntó Catra tratando de no sonar tan aliviada como se sentía. 

—Todavía me gustaría tener algunos viajes… El sueldo no es malo, pero me ayudaría a no desbalancear mucho mis ingresos —dijo Adora más concentrada en la comida que en sus palabras. 

—Adora, sabes que no necesito el dinero de la “renta”—Catra de verdad tuvo la osadía de hacer comillas con los dedos y la otra hizo un puchero. 

—No es porque lo necesites… —dijo necia. 

—Pero no tienes que darme nada —insistió. 

Catra entendía al hacer cálculos sencillos que los 250 dwarfnus no era mucho dinero en ningún caso, pero que Adora podría necesitar entre uno a tres días de trabajo para juntarlo, dependiendo del tiempo y la distancia de los viajes que hiciera. Los cuarenta que ganaba a la hora era apenas una aproximación que se alargaba con los meses y la inflación, por muy controlada que estuviera. A lo mejor 35 era una aproximación más acertada a la fecha. Pero eso no era ni la doceava parte de lo que generaba Catra en la misma hora. 

—Catra, por favor. 

—No los quiero, Adora. Si vas a trabajar y estudiar, no deberías preocuparte por dónde pasar la noche —dijo atrevida, por el cansancio y sentir cierta injusticia. 

—Catra… —pidió Adora, algo roja y dejando de comer un momento. 

—Déjame apoyarte con eso —dijo la magicat, agitando la cola —de verdad no es necesario. No tienes que preocuparte. 

—Solo quiero hacer mi parte también. ¡Incluso limpias antes de que yo pueda hacer algo! —susurró ahora, consternada. 

Catra tuvo que morderse la lengua. Este no era el modo de llegar a Adora. Presionarla funcionaba a veces, pero toda su expresión le suplicaba porque se detuviera. 

—Okey… disculpa. Pero yo no limpio, Adora —le dijo con una sonrisa bailando en la comisura de sus labios delgados y felinos. Tratando de regresar al ambiente animado y relajado que tenía Adora. Después de todo, estaban celebrando su nuevo trabajo. Funcionó un poco, Adora la miró con intriga —Ni siquiera entro a tu habitación si tú no estás. 

Solo un poquito. Una vez. 

—¿Entonces? —preguntó Adora, relajando visiblemente los hombros. 

—La casa tiene hechizos anti polvo y suciedad. No hay que sacudir ni nada —dijo encogiéndose de hombros y llevando otro pedazo de waffle a la boca. 

Adora no podía creer su propia ingenuidad. 

Sin embargo, la sonrisa filosa y algo petulante, burlona, de Catra, tenía algo de hermoso. 






 

Era una mañana algo fría, fresca y una inusual neblina cubría todavía las calles del residencial Valle Lunantis, porque además era muy temprano para que el calor de la Luna Mayor disolviera los dedos fríos de la neblina. Pero un poco de frío no era impedimento para Adora y salir a correr ese martes, así que en shorts y un ligero rompevientos sobre una de sus playeras de correr, salió animada ante el cambio de ambiente. 

Su trote regular la llevó por nuevas calles que seguía descubriendo cerca de la casa amurallada. El frío la caló más de lo que la mantenía caliente su movimiento. Decidió cortar su viaje y buscó la ruta más directa de regreso a casa. 

La ciudad tenía vida y movimiento todo el día. Diferentes therians preferían vivir de noche, igual que los elfos oscuros y hasta algunos humanos y fae también les agradaba más. El ritmo y el ambiente general cambiaban durante el día y la noche. Este era ese lapso de dos o tres horas donde se confundían esos mundos. Adora era largamente matutina, pero podía vivir perfectamente de noche, por lo que se sentía cómoda con ese cambio de ritmo. 

Diferentes negocios abrían y cerraban. También estaban los que se preparaban para recibir a otro tipo de clientela. Y en uno de esos negocios, una rubia tarareaba alegre mientras regaba las jardineras que adornaban la parte baja de los ventanales de la cafetería por fuera. 

—¡Buenos días! —le lanzó con alegría a Adora que pasó a su lado en un trote.

La rubia fresa se detuvo incluso, pues era extraño que un desconocido te saludara en plena calle. Creía que era una costumbre antigua que se estaba perdiendo. Adora miró casi confundida a la rubia platinada, que le seguía sonriendo y volvía de a poco a su actividad. Su sonrisa le llegó al fin y Adora también la saludó. 

—Buenos días —miró hacia dentro de las ventanas, a la cafetería de sillas y mesas desiguales, llena de plantas y luces de tonalidades bajas y cálidas. Las paredes llenas de libreros a rebozar. Le recordó desde ya la casa de Catra, aunque sin el aire de elegancia y distinción, sino algo más… familiar. 

Era un lugar para relajarse y no para pretender. Un escalofrío la recorrió y se le antojó el calor que la imagen tras la ventana transmitía. 

—Tú… ¿trabajas aquí? —le preguntó a la otra rubia. 

—Se podría decir —le respondió con la misma sonrisa soñadora —Mi esposa y yo llevamos esta cafetería. ¿Te gustaría pasar? —le dijo al dirigirse a la puerta que hizo sonar un colgante de cristales que resonaron con sus notas alegres y cristalinas. 

—¡Linda! ¿Qué tal las…? Oh, bienvenida —dijo rápido una escorpioni tras el mostrador principal. 

El olor del café recién tostado y de alguna carne asandose en su grasa golpeó a Adora con deleite. 

—Huele delicioso —se le escapó antes de que pudiera pensarlo. Pero sus dos anfitrionas solo siguieron sonriendo alegres y complacidas. 

No había otros comensales en el local y Adora entró completamente, atraída por el calor y los olores. Esto le encantaría a Catra. 

—¿Puedo pedir dos de esos para llevar? 

—¡Saliendo dos especiales! —respondió la escorpioni regresando a la cocineta en la parte trasera. 

—¿Puedo ofrecerte algo para beber mientras esperas? 

—¿Un vaso de agua? —respondió Adora y la rubia se deslizó tras el mostrador y le tendió a Adora el agua. —Gracias. 

Mientras bebía, se relajó y disfruto del calorcillo del interior, escuchando canturrear a la escorpioni y a la otra esposa moviendo cosas en las máquinas tras el mostrador. Revisó un poco el lugar y decidió que le gustaba mucho. Tal vez podría traer a sus amigos. Y si a Catra le gustaba la comida, quizás también se atrevería a invitarla. 

—¿Te gustaría un té de jazmín? La casa invita por ser nuestra primer cliente de hoy —le ofreció con una sonrisa comedida y ya con la tasa. —¿Azúcar? 

—Dos, por favor —aceptó con gusto y apenas iba a la mitad de la bebida caliente cuando la escorpioni salía con su pedido. 

Los dos sandwiches enormes olían y se veían muy bien. La esposa más pequeña, pese a ser más alta que Adora, los metió a sus contenedores, que los mantendrían calientitos hasta que regresara a casa. Se terminó el té y se acercó a pagar con el glassight porque no tenía efectivo. 

—Gracias… 

—Perfuma. 

—¡Y Scorpia! 

—Adora —se presentó y tomó su pedido. —¡Muchas gracias a las dos! 

Salió al fresco con los últimos dedos de niebla desvaneciendo. Era más temprano de lo normal, pero correr un poco menos no importaba. Deseosa de regresar al calor de la casa y compartir su desayuno con Catra, trotó con nuevo ánimo. 

Ni a ella ni a Catra les gustaban los ruidos fuertes inesperados. Y ya perdió un poco de su hábito de caminar de puntillas, segura cada día más acerca de la amistad de Catra. Que la quería en su casa y que su oferta no solo fue porque la vio en un momento de fragilidad. Entró a la casa a paso normal y mientras giraba un poco a su derecha para dirigirse al comedor, se encontró con Catra sobre la alfombra de la sala principal, dos largos escalones más abajo. 

La chimenea estaba encendida y su calor llenaba agradablemente toda esa parte de la casa. 

Catra estaba en una de sus playeras sin mangas y un apretado pantalón de deporte. Se movía deliberadamente de una posición a la siguiente en su rutina de estiramientos plumerianos, demostrando la sutil fuerza y gracia que poseía. Tenía el cabello sujeto y el movimiento de sus orejas le indicó a Adora que ya la había escuchado. Pero Adora estaba atrapada por la perfección del cuerpo que se estiraba en diversas posiciones. Después de terminar los últimos estiramientos para abrir sus caderas y regresar a estar de pie, Catra al fin la encaró. 

—Hey, Adora. 

—Hola —dijo la rubia fuera de sí. Catra era tan hermosa que llegaba a doler. —¡Traje el desayuno! —dijo de pronto de manera casi marcial y la habitación se iluminó más cuando Catra sonrió, relajada. 

—Llegaste antes… ya iba a preparar algo. 




 

 

No. Catra no estaba soñando. Adora realmente trajo el desayuno para las dos después de regresar temprano de salir de correr. Pero eso no era todo. El desayuno era uno de los especiales de Scorpia, lo descubrió tan pronto puso más atención a los paquetes y el olor de la comida. 

Antes de decidir cómo traerlo a la conversación, Adora ofreció la información. 

—Encontré esta cafetería bastante bonita. La dueña estaba regando unas flores y me ofreció un té. Creo que apenas iban a desayunar ¡y pedí de lo que estaban preparando porque olía muy bien! —parloteó Adora bastante animada, pero sin mirar a Catra, centrando su atención en preparar la barra y la comida. 

La estudiante estaba tratando de actuar normal porque parecía grabado en su cerebro la figura de Catra pasando de un split vertical a una sentadilla de dragón con delicadeza. 

Para Catra, la historia de Perfuma invitando por un té a Adora, sonaba muy familiar. 

Un día, vagando en un estado casi de ensoñación, pues Catra apenas había llegado a la casa de Entrapta y no tenía dinero más que para algunos tallarines hervidos. Recordaba que no había estado tan delgada en años y eso la preocupaba para que sus clientes no fueran a quejarse. Siempre estaban las preferencias, pero ni la propia scort se sentía cómoda sin sus curvas habituales. Con la cara tan delgada y sin pechos que mostrar, Perfuma la tomó por un muchachito magicat. 

Solo hasta que le ofreció algo de tomar, le puso atención y Catra dijo que no necesitaba nada con un gruñido contenido de miedo más que de agresión, fue que se dio cuenta que era una mujer. 

En ese entonces la cafetería no estaba llena de libros y tenía muchos menos sillones y mesas. Las plantas abundaban pero Catra suponía ahora que solo porque Perfuma era capaz de crearlas de la nada. No fue la gentileza titubeante de Perfuma lo que la llevó al interior, sino el olor de lo que cocinaba Scorpia y su alegría sin reparos lo que la hizo quedarse. Al final aceptó el té caliente y se dio cuenta que podía comprar un bonito pan que olía muy bien, casi por el mismo precio que una de sus sopas instantáneas. Y tenían una versión para celíacos que también era recomendada para ciertos therians. 

Y cuando recibió su pequeña orden, recibió unas galletas más, que supuestamente estaban en promoción. 

Después de otros días malos, Catra todavía temerosa de volver a cruzar camino con sus clientes dentro de la Agencia. Porque obviamente no podía seguir recurriendo a su agenda anterior, necesitaba nuevos. Y quizás Catra era experta en las artes amatorias, diferentes tipos de placer y dolor, incluso en diversos temas para ofrecer compañía interesante y podía encantar en una habitación cerrada a una o varias personas, pero no tenía el don de gentes. Sabía vender placer, pero no sabía venderse a sí misma. 

No quería recurrir a buscar alguna agencia de la competencia, que siempre la podía poner en la mala mirada de Hordak otra vez. Los lugares más bajos y peligrosos fueron su único recurso unas semanas, hasta que logró ahorrar de nuevo, mejorar su apariencia y sus atavíos,  regresó a los clubs importantes donde antes trabajó bajo otro nombre. Aún así, no podían ser lugares realmente buenos, porque no tenía los documentos necesarios. 

Las sesiones eran inclementes, peligrosas a veces, pero Catra sabía trabajar y era inteligente. Si quería dejar esa casta de trabajos, necesitaba los papeles y solo había una persona que ella conocía que quizás pudiera ayudarla. Todavía no lograba juntar el valor de volver a pedir su ayuda a Entrapta cuando Doppler Morfer la encontró en esos antros de mala muerte disfrazados de clubs de categoría. 

Le consiguió el pendiente que ocultaba su verdadera apariencia a cambio de dos sesiones completas sin paga. Y después, la recomendó con conocidos de gustos refinados y placeres exóticos. Le pagó una futura sesión por adelantado para que pudiera costear la ropa y el maquillaje necesario. Catra estaba de nuevo en la escena, pero no podía ser Catra. La encontrarían y quería estar lo más lejos y segura posible. 

Catra no podía ser Catra. 

Entrapta consiguió el RUC de sus madres y fue capaz de crear uno nuevo para Catra en base a sus iniciales, para no alterar tanto el registro. Los magicats negros no eran necesariamente comunes pero ocultar la heterocromia de la magicat sí era más importante. Así nació Cyra D’riluth para esconderse a simple vista. 

Perfuma y Scorpia no tenían idea de la existencia de Cyra. Catra no sabría decírselo a nadie más que a Entrapta. 

Adora solo pasó a conocer todas sus capas: la huérfana forzada a prostituirse, la puta que se vendía voluntariamente, la que conseguía libros de colección y a veces no tenía la energía de un viaje completo al supermercado pero estaba aterrada de poner su dirección en demasiados lugares. La mujer temerosa, solitaria, que solo sabía relacionarse a través de sexo y dinero. La persona rota que no podía tener una noche de paz. Ahora la niña que alguien alguna vez amó. 

Y Adora le sonreía como si fuera una persona completa. Después de su titubeo inicial, ahora le contaba animada de los muros de libros en la cafetería y la gran escorpioni que preparó sus alimentos. Una especie de calma inundó a Catra y no creía que fuera por sus estiramientos y respiraciones. 

Si todo cayera tan casualmente, quizás Catra no sentiría que debía abrirse la piel para exponerse. 

Teniendo a Adora para desayunar junto a ella… no era tan difícil decirlo. 

—¿Cosmos y Crisantemos? —preguntó Catra después de escuchar y asentir un rato. 

—¡Sí! ¿La conoces? No está muy lejos de aquí y se que te gusta caminar. 

—Perfuma y Scorpia son… mis amigas —se atrevió a decir. 

—Parecen maravillosas —asintió Adora, aceptando la noticia sin más, encantada con la salsa especial de Scorpia. 

Adora preguntó un poco más. Y Catra respondió. Porque las dos querían conocerse mejor. 





 

 

La estudiante se fue al cabo, pues aparentemente tenía mucho quehacer antes de empezar su capacitación en Industrias Futuro. Adora le pidió que no fuera a comentarle a nadie que estaba trabajando directamente con Asami, porque al parecer era algo muy privado. Pero Catra no tenía con quién platicarlo de todos modos. Su vida no se mezclaba. Cada sección estaba muy definida… hasta que un nuevo pilar parecía estar concentrándolo todo. 

El día seguiría fresco al parecer, así que Catra se llevó una gran taza de café, cobijas y Colmillo Blanco en la sala principal, donde se arrebujó lo más cerca de la chimenea y siguió leyendo. Tenía mucho más estomago hoy para enfrentar los abusos del lobo y se encontró al filo del asiento cuando el lobo no podía ganar la pelea más importante, cuando derrotó a enemigo tras enemigo. Todo indicaba que estaba a punto de asfixiarse por las mandíbulas del perro contrario, que no lo soltaba. Hasta que llegó un nuevo personaje y fue apenas salvado. 

Okey. Catra necesitaba un respiro. Otra vez querían matar al lobo y no lo toleraba. Sin muchas ganas de salir de su crisálida, prefirió seguir leyendo Harry Potter y la Cámara de los Secretos, porque Adora otra vez era su amiga y los amigos tenían puntos en común para platicar. 

















Notes:

Gracias por seguir la historia!

El siguiente cap ya es el último de esta parte y cerrara unas cosas, pero tiene que abrir para la siguiente parte... capitulo, prompt... espero que no se alargue lo que tenía que ser para un capitulo en 70mil palabras o más!

Lo bueno es que la inspiración no baja. Lo malo, quiero meter mucho más de Asami, Korra, Huntara y osh!!

En fin, que tengan bonito día uwu