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Language:
Español
Series:
Part 9 of Las vidas en sangre y fuego , Part 6 of El Nuevo Deleite del Reino
Stats:
Published:
2023-12-19
Updated:
2024-11-13
Words:
37,020
Chapters:
13/?
Comments:
337
Kudos:
1,064
Bookmarks:
199
Hits:
31,953

Levántate como la brillantina

Summary:

¿Por qué Lucerys tenía que vivir en un mundo así?
¿Por qué renació con sus recuerdos?
Era un Snow, tenía sangre Stark, pero su alma seguía siendo Targaryen y un Targaryen solo en el mundo era una cosa terrible.

O: Lucerys Velaryon, el Heredero de las Mareas, renace como Jon Snow, el bastardo de Winterfell.

Notes:

(See the end of the work for notes.)

Chapter Text

Era curioso cómo en su nueva vida seguía teniendo el rostro de su pasado y también era un bastardo.

Al menos en este tiempo lo era abiertamente y no tenía que luchar constantemente por demostrar que era lo contrario.

Se sentía extrañamente aliviado, pero ese alivio se borraba cuando recordaba su muerte y el destino de su familia.

¿Cómo podía estar en paz, viviendo en un mundo donde sus padres y la mitad de sus hermanos habían sido borrados de la historia? ¿Cómo podía soportar esta nueva vida, sabiendo que la Casa Targaryen no existía más?

La Danza de los Dragones –qué nombre tan tristemente apropiado– había sido el comienzo del fin de la Casa Targaryen, de los dragones.

¿Por qué Lucerys tenía que vivir en un mundo así?

¿Por qué renació con sus recuerdos?

Era un Snow, tenía sangre Stark, pero su alma seguía siendo Targaryen y un Targaryen solo en el mundo era una cosa terrible.

La mitad de su vida, de su antigua vida, no se había considerado un Velaryon, pero siempre estuvo seguro de ser un Targaryen. Su madre siempre había tenido razón en eso y al final, como ella, como Daemon, como Jacaerys y Joffrey, había muerto como un Targaryen, a fuego y sangre.

Qué irónico que su funeral fue el de un Velaryon.

—Jon, ¿cuánto tiempo llevas aquí escondido? —Robb se asomó detrás de la estatua de Cregan Stark, alumbrando a Lucerys con una antorcha.

Si había que creer en los textos de historia, Cregan Stark había sido uno de los aliados más fuerte de los Negros y había entablado una camarería sincera con Jace, lo suficientemente estable para que su hermano comprometiera una posible hija con el heredero del lord norteño.

Lucerys se sentía protegido cada vez que se escondía detrás de su estatua.

Era un tonto sentimental.

—El suficiente —se movió para dejar espacio a Robb.

Ambos se apretujaron en el espacio angosto. Su hermano mayor en esta vida chocó suavemente sus cabezas.

—Sabes que padre no te comprometerá, eres la niña de sus ojos y aunque se atreviera, todos en el castillo lo impedirán, eres la rosa de invierno de Winterfell.

Ambas cosas eran exageradas.

Lord Stark lo amaba, sí, pero nunca lo había favorecido. Su padre en esta vida lo trataba mejor de lo que se esperaría de cualquier hombre con su bastardo, pero él siempre mantenía cierta distancia con Lucerys. Tal vez le pesaba la mancha que Lucerys era en su honor.

En cuanto a ser el favorito de Winterfell, que Lucerys se hubiera ganado el cariño de la mayoría de los habitantes a lo largo de los años no significaba que alguno de ellos, y mucho menos todos, pondría las manos al fuego por él.

Era sólo un bastardo, después de todo.

—Lady Stark está contando los días para deshacerse de mí y si alguien es la rosa de invierno de Winterfell, es Sansa.

Robb hizo una mueca, pero no desmintió lo dicho sobre su madre.

—Sansa está creciendo para ser hermosa, pero nunca se comparará contigo —Robb jaló uno de sus rizos oscuros —. Lord Manderly lo ha dicho, ¿no? Que los alfas y betas, incluso los omegas, llorarán conmovidos por tu belleza una vez que alcances la madurez. Él ha visto a las bellezas de nuestro tiempo, así que me inclino a creerle.

Nunca nadie sería tan hermoso como Rhaenyra Targaryen, quiso decir. Su madre fue llamada el Deleite del Reino por una razón y aunque habían comenzado a llamar a Lucerys la segunda venida de tal título, él nunca lo creyó. Siempre pensó que los halagos y las alabanzas habían estado más relacionados a ganarse el favor de sus padres y abuelos que a la verdad. Lucerys había muerto siendo todavía un niño, ¿de qué belleza podría jactarse un chico de trece onomásticos?

Lucerys se encogió de hombros.

—Prefiero estar aquí que siendo visto como un trozo de carne allá afuera —se inclinó contra su hermano, buscando su calidez —. Es incómodo, Robb, tengo doce onomásticos.

La fiesta de la cosecha que se celebraba cada año en Winterfell era usada también como una fiesta para encontrar cónyuge. Una cacería de omegas, Lucerys la llamaba en su mente pues la mayoría de los lores y damas solteros preferían un omega como compañero.

Robb le sonrió con simpatía e intentó tranquilizarlo.

—Y es por eso que padre no aceptará ninguna propuesta por ti, estás a salvo.

Lucerys no lo estaba.

Una vida atrás aprendió que no existía lugar donde estuviera a salvo.

Él había estado a lomos de un dragón, pero eso no lo salvó de la muerte.

 

 

Lucerys se había presentado como omega a los once onomásticos.

En su vida anterior no se había presentado como nada, había sido un tardío y murió antes de que supiera si sería un alfa, un beta o un omega.

Su kepa, Daemon, siempre insistió que Lucerys se presentaría como omega, su tamaño pequeño y su naturaleza gentil le indicaban eso.

Lucerys siempre pensó que sería un beta. ¿Por qué sería algo tan especial como un omega?

La Casa Targaryen era famosa por sus alfas y escasos betas, y los omegas, cuando nacían, eran considerados regalos de las Catorce Llamas. Mientras la mayoría de Westeros consideraba a los omegas como bonitos úteros para adornar sus Casas, los Targaryen los atesoraban como la más preciada de las joyas.

La reina Rhaenys había sido una omega, el príncipe Viserys –hijo de Aenys y Rhaena Targaryen– también fue uno, al igual que la reina Alysanne, la abuela Aemma, el príncipe Rhaegel, la reina Naerys y, recientemente, la reina Rhaella.

Cada uno de ellos con un desenlace y una vida más triste que su predecesor.

Su muña y su kepa debían estar llorando lágrimas de sangre allá donde estuvieran, viendo lo que había sido de sus descendientes.

Que la sangre de su madre fuera la que prevaleciera en el Trono de Hierro era un triunfo agridulce, casi hueco, si no fuera porque significaba que sus hermanos pequeños sobrevivieron y que el legado de su madre había prevalecido por generaciones.

 

 

Escuchó la puerta de su habitación abrirse, los susurros y las risas.

Preparó su cuerpo para la avalancha de cuerpos que se lanzaron sobre él.

— ¡Feliz onomástico, Jon! —Arya gritó en su oído.

— ¡Felicidades, hermano! —Bran exclamó, enterrando un codo huesudo contra las costillas de Lucerys.

— ¡Ya casi eres un adulto! —Robb le pellizcó una mejilla.

— ¿Un adulto como tú, con esa pelusa que llamas barba? No gracias —logró sacar un brazo debajo del peso de Bran y talló la barbilla de su hermano mayor.

Robb sólo tenía casi quince onomásticos, pero estaba orgulloso de la poca barba que le había crecido hasta el momento.

—Lo broma es para ti, los omegas no tienen barba —replicó el pelirrojo, haciéndole cosquillas.

Arya y Bran se unieron al asalto.

Después de un rato todos se calmaron y se acurrucaron juntos bajo las pieles. Bran estaba sobre su pecho, Arya comenzó a babear sobre su brazo izquierdo y Robb era una línea de calor contra su costado derecho.

— ¿Estás feliz? —Robb lo miró con sus brillantes ojos azules.

Lucerys correspondió con una mirada tranquila y le sonrió suavemente.

—Sí, tengo catorce onomásticos.

Un año más de los que tuvo en su vida pasada.

 

 

—Fuera de aquí, chico —Lady Stark le frunció el ceño —. No quiero verte en el castillo hoy.

—Como dices, Lady Stark —asintió tranquilamente y dio media vuelta para irse.

Lucerys había sido menospreciado por Alicent Hightower, había sido amenazado por ella con un cuchillo, el desprecio de Catelyn Tully era nada comparado con eso.

—Quita esa cara, tío, ya deberías estar acostumbrado —dijo al hombre que lo había protegido desde la cuna cuando salieron al patio del castillo.

—Nunca me acostumbraré a que seas tratado con desdén —Arthur Dayne le subió la capucha a la cabeza para protegerlo de la nevada ligera de verano.

Ser el tío del hijo bastardo de Eddard Stark había salvado a la Espada del Alba de la muerte. Su presencia junto a Lucerys también significaba una piedra más en el menosprecio de Lady Stark, como si los ojos morados de Lucerys no fueran suficientes para recordarle que Ashara Dayne fue el primer amor de su esposo.

—No duele —enredó un brazo con el del caballero mientras pasaban por las puertas de las murallas —. Sé que la actitud de Lady Stark nace de la inseguridad, sobre todo hoy que es el onomástico de Sansa y no quiere que nadie le quite la atención.

—Eso no le da derecho a tratarte así. Tanto para su piedad.

—La hipocresía no perdona a nadie.

Un vestido verde, una cabellera rojiza y un rostro retorcido en una perpetua mueca desaprobadora brillaron en su mente.

—Debimos tomar los caballos —su tío cambió el tema, mirando al cielo nublado.

—La nieve no arreciará, llevas bastantes años en el Norte para saberlo. Y me gusta caminar.

Su tío puso esa expresión que indicaba que estaba suprimiendo un suspiro y, como era usual, cedió a los caprichos de Lucerys.

 —Wintertown no está lejos —fue su acuerdo.

El pueblo estaba a un kilómetro de Winterfell. Lucerys cargaba monedas suficientes para pagar una posada por algunos días.

 

 

 

 

— ¿Qué es todo este alboroto?

Lord Stark entró a la biblioteca, donde en ese momento Lucerys y sus hermanos estaban tomando sus lecciones con el maestre Luwin. Él, pese a la desaprobación de Lady Stark, fue firme en su postura de permitir que su hijo bastardo tuviera la misma educación que sus hijos legítimos. Así, Lucerys asistía con Robb a las lecciones que el correspondían como heredero y las de Sansa con la septa.

Lucerys nunca sería señor de nada, pero supuso que era el intento de Lord Stark de integrarlo a la dinámica familiar. Y aunque aprender a ser una esposa y administrar un castillo con Sansa era más realista, Lucerys las consideraba una pérdida de tiempo porque estaba decidido a ser un solterón.

Robb ya le había prometido que podría permanecer en Winterfell durante su gobierno, sin tener que casarse y ser un holgazán por el resto de su vida.

Además, fuera de las lecciones de historia, Lucerys ya sabía todo de memoria. Él había sido un heredero y ya que su madre había querido prevenir, tuvo que sentarse con Rhaena y Baela para aprender los deberes de una esposa. Rhaena había sido la única que disfrutó de tales lecciones.

— ¡No lo sabía, Lord Stark! ¡Nadie me lo dijo!

—Padre —corearon sus hermanos menores, excepto Sansa y el bebé Rickon que estaba en la guardería.

Lord Stark frunció el ceño como siempre hacía cada vez que Lucerys lo llamaba con formalidad.

— ¿Por qué nadie me lo dijo? —lo vio con grandes ojos desconsolados.

— ¿Decirte qué, Jon?

— ¡Que Aemon Targaryen es un maestre en la Guardia de la Noche!

¡Un pariente!

¡Un niño de la sangre de su madre! ¡Y tan cerca!

El rostro de Lord Stark se contorsionó en una expresión indescifrable. El tío Arthur, que estaba parado junto a la puerta, miraba a Lucerys con ojos ilegibles.

—No sabía que era algo que tenía que decirte —dijo por fin el lord de Winterfell.

—Por supuesto que sí —niveló su voz, disculpándose con una mirada con Bran por haberlo asustado con su último grito —. Sabes que amo las historias de dragones.

—Sabemos que estás obsesionado con ellos —Robb se ganó una patada en la espinilla.

Lord Stark torció un poco la boca. Él nunca había expresado su desaprobación, pero era obvio que le desagradaba el interés de Lucerys en la Casa Targaryen y en las bestias que consideraban míticas en ese tiempo.

Lucerys lo atribuyó a su participación en el derrocamiento de su Casa.

Por eso tampoco había podido crear una lazo fuerte y verdadero con su nuevo padre. No era sólo el distanciamiento del hombre para no molestar a su esposa. No que Lucerys lo culpara por ambas cosas. Eddard Stark había perdido a su padre, hermano y hermana a manos de los Targaryen. Y él no era el primer hombre que conocía que era dominado por su esposa. Viserys Targaryen era el ejemplo por excelencia de ello.

— ¡La reina Visenya fue una gran guerrera, estúpido! —Arya intervino a favor de Lucerys —. ¡Y la reina Rhaenyra fue la jinete de dragón más joven de la historia!

Arya amaba naturalmente a las mujeres poderosas de Westeros, pero Lucerys había nutrido ese interés. Él era absolutamente culpable de que ella también admirara a la Reina Negra.

—Princesa, Lady Arya. Rhaenyra Targaryen nunca fue registrada como una reina —corrigió el maestre Luwin, lo que le ganó una mirada molesta de Lucerys y una indignada de Arya.

—Tu interés todavía no explica tu arrebato, Jon —Lord Stark llamó su atención.

—Lo explica muy bien. He desperdiciado años que bien pude pasar aprendiendo de él.

—Acribillándolo con preguntas, querrás decir —Robb se ganó otra patada.

 —Lo dices como si alguna vez permitiera que conocieras al maestre Aemon.

El tío Arthur miró con descontento a Lord Stark por esas palabras.

— ¿Por qué no? —Lucerys frunció el entrecejo.

—Porque no voy a permitir que mi niño omega ponga un pie en el Muro.

—Mis tíos nunca dejarían que algo me pase.

Arthur nunca lo dejaba fuera de su vista y Benjen ya vivía en el Muro.

Lucerys también había sido entrenado por la Espada de la Mañana y era lo suficientemente hábil para defenderse. Como Lucerys Velaryon no había querido levantar una espada, perseguido por esa noche en Driftmark, pero para Jon Snow era diferente.

Morir y renacer cambiaba la mente de las personas.

—No, Jon —su tío hizo eco a la sentencia de Lord Stark.

Antes de que Lucerys pudiera replicar, Sansa, que había permanecido en silencio todo ese tiempo, habló.

— ¿Podemos continuar con la lección? Prometí a mi madre acompañarla al septo y no quiero tardar en encontrarme con ella.

Alicent Hightower estaría muy orgullosa de saber que su preciosa Fe se había instalado en el corazón del Norte.

Lucerys decidió ceder por el momento. Regresó su atención al maestre Luwin, lo miró con ojos entrecerrados y preguntó:

— ¿Qué más me han ocultado sobre los dragones, maestre?

 

Chapter 2

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

— ¿Sigues triste por el príncipe Viserys y la princesa Daenerys?

Miró a Arya cuando ella se sentó junto a él entre las raíces del arciano.

—Sí —la abrazó contra él por los hombros.

Fue tan terrible como maravilloso enterarse que dos Targaryen más seguían viviendo. Era devastador no saber si ellos estaban teniendo una buena vida o no en Essos. ¿Eran saludables? ¿Estaban felices? ¿Alguno de ellos había heredado algún rasgo de los padres o hermanos de Lucerys?

—Sientes mucho sobre todo, padre lo dice —Arya, con sólo ocho onomásticos, no entendía del todo lo que eso significaba, sólo que Lucerys había estado más silencioso y tranquilo desde que el maestre Luwin les habló de los últimos Targaryen sobrevivientes.

— ¿Soy muy llorón?

— ¡No! ¡Eres el más valiente de todos! ¡No le temes a la oscuridad! ¡Mi madre tampoco te asusta! ¡Y pones en su lugar a todos esos alfas estúpidos que te molestan!

Lucerys rio un momento, supuso que esas acciones eran suficientes para pintar una imagen poderosa a una niña pequeña.

—Bueno, si soy así de valiente es para proteger a mi hermana pequeña —la besó en la sien.

Arya refunfuñó, pero se inclinó más hacia él.

—Yo te protegeré un día, cuando sea grande y una alfa.

Recordó que Joffrey le hizo una promesa muy parecida cuando su familia viajó a Desembarco del Rey para defender la herencia de Lucerys contra Vaemond Velaryon.

—Bueno —apretó su abrazo.

Pasó un momento de silencio, ambos viendo las hojas, de los árboles que los rodeaban, moverse por el viento.

—Viserys y Daenerys Targaryen están bien, son descendientes de los Conquistadores, de la reina Rhaenyra y el Príncipe Pícaro. Seguro son tan fuertes y valientes como Daeron el Joven Dragón y Aemon el Caballero Dragón.

Los ojos de Lucerys ardieron por lágrimas contenidas.

Tragó en nudo en su garganta y dijo —: ¿Cómo te volviste tan sabia?

—Faltando a las lecciones de bordado.

 

 

Suspiró contento mientras se relajaba bajo las manos expertas, de la Vieja Nan, que cardaban su cabello.

La mujer de la que nadie sabía la edad lo había cuidado desde que Lord Stark lo llevó a Winterfell. Lady Catelyn no había permitido que el bastardo de su esposo compartiera la guardería con Robb y tampoco que fuera cuidado por las mismas niñeras. Lucerys estaba seguro que las mujeres, que habían llegado con el séquito ribereño, tampoco habían querido ensuciarse las manos con un bastardo.

Así, Lord Stark lo entregó a la Vieja Nan, la anciana que había cuidado a varias generaciones de Stark.

Nan no había estado sola en su nueva tarea pues la mayoría de los omegas y las betas mujeres que laboraban en Winterfell la habían ayudado a cuidarlo.

—Tu cabello se ha vuelto más grueso y se ha rizado más —comentó la anciana, untando aceite de romero en él —. Me recuerda al de alguien.

Él no tenía los aceites finos de Sansa, pero apreciaba mucho más el aceite que Hodor le preparaba con las hierbas que recolectaba del campo.

— ¿A quién?

—La Loba.

— ¿Mi tía Lyanna? —giró un poco la cabeza para mirar a la mujer que lo crió —. Pensé que había obtenido mi cabello de mi madre.

Lucerys compartía pocos rasgos con los Stark fuera del color oscuro de su cabello, e incluso eso era diferente. Su cabello estaba más cerca del negro que del castaño, como había escuchado que Ashara Dayne tuvo.

La Vieja Nana tarareó mientras lo miraba fijamente.

—Tienes mucho en común con ella, con Lyanna —la anciano lo hizo regresar a su posición y continuó peinándolo.

— ¿Soy salvaje?

Lucerys no se consideraba así. Era verdad que había decidido comportarse más como un Targaryen, ¿a fin de cuentas quién podría saberlo? Nadie prestaba atención a un bastardo y en última instancia las personas pensarían que Lucerys se estaba extralimitando al aprovecharse de ser un omega, uno bastardo, pero un omega con sangre Stark al fin y al cabo.

Aun así no creía estar a la altura de la leyenda que era Lyanna Stark en Winterfell.

Arya era la más parecida, el mismo Lord Stark lo comentaba seguido.

—No. Al contrario, eres muy dulce.

— ¿Ella también lo era?

Nan soltó una risotada.

—No había nada dulce en Lyanna Stark, demasiada sangre de lobo en ella para ser menos que una criatura furiosa —ella volvió a tararear —. Lyanna Stark era dueña de su mente y de su voluntad. Tú eres así.

Pero eso no la había salvado de su terrible destino.

Lucerys estaba avergonzado por lo que algunos niños de su madre se habían convertido. Nada mejor que Aegon el Usurpador. Cuando aprendió sobre Aegon Cuarto, Aerys y Rhaegar, Lucerys se preguntó si no había habido un error y la sangre que había prevalecido fue la de los Verdes.

 

 

— ¿A dónde vas, Snow?

—No te incumbe.

Theon miró el paquete de tela que Lucerys tenía en los brazos, una manta que envolvía una muda de ropa.

— ¿A las aguas termales? ¿Quieres compañía?

El maldito calamar le sonrió con lascivia.

Theon había sido un terror para Lucerys desde que Lord Stark lo llevó como rehén. Lucerys suponía que su actitud hacia él se debía a que, de entre todos los Stark, Lucerys era el más bajo en la cadena alimenticia y Theon no obtendría graves consecuencias por molestarlo. Lucerys había aprendido a ignorarlo con el tiempo, pero desde que se presentó como omega, Theon comenzó a tratarlo con lujuria.

Más que asustado, Lucerys se sentía cansado y aburrido. Además, Theon era puro ladrido y nada de mordisco; nunca se atrevería a hacerle nada a Lucerys, de lo contrario perdería la cabeza. Greyjoy ni siquiera vería venir a Dawn.

—Sólo si quieres morir.

Theon arrugó la nariz.

—Actúas tan puro, ¿pero no estás yendo a acicalarte para abrirle las piernas a los alfas que llegarán mañana?

El onomástico de Lady Stark se acercaba y su hermano, con un pequeño séquito de Casa Tully y algunas otras Casas ribereñas, llegarían al día siguiente para celebrarlo. Sería la primera vez que Lady Stark recibiría a su familia y, como era de esperar, Lucerys ya había recibido órdenes para desaparecer de Winterfell el tiempo que durara la visita.

Lucerys no estaba enojado con Lord Stark por no evitarlo.

Él había visto cómo su madre, una hija legitima y la heredera al Trono de Hierro, había sido tratada en su propia casa sin que su padre lo impidiera.

Además, prefería ahorrarse las miradas y las palabras groseras.

Estaba yendo a las aguas termales porque sería su última oportunidad en semanas.

— ¿Qué dijiste, Theon? ¡Cómo te atreves a hablarle así a Jon!

Robb apareció, enojado como una tormenta y mostrando los dientes a Theon como un lobo.

Lucerys suspiró y se resignó a posponer su baño, lo mejor era evitar que Robb matara a Theon y arruinara el onomástico de Lady Stark.

 

 

Tosió.

Nunca se acostumbraría a la cerveza norteña.

Las risas a su alrededor aumentaron.

— ¡Pequeño omega! ¿Seguro que eres un norteño?

—Soy mitad dorniense —Lucerys palmeó el brazo de su tío, quien estaba sentado junto a él en la mesa de la posada donde se estaban hospedando.

Su respuesta provocó más risas.

— ¡Salud por nuestra rosa del desierto, entonces! —brindó una mujer un par de mesas alejada.

La posada estaba llena de norteños, pero también había algunos sureños aventureros que no formaban parte del séquito Tully que había llegado una semana atrás a Winterfell.

Esos viajeros miraron a Lucerys con curiosidad.

— ¡No digas tonterías! —gritó Thom, el tabernero —. ¡Él es la rosa de invierno de Winterfell! ¡Es hijo del Lobo Silencioso y ha crecido aquí en el Norte desde que estaba en pañales!

— ¡Aye! —acordaron la mayoría de los presentes.

Nadie dijo nada sobre la bastardía de Lucerys.

Si era porque los norteños le daban poca importancia al lado de las sábanas donde nacían los niños o si era por el amor que le tenían a los Stark, Lucerys no lo sabía.

—Mi reino por ver la cara de Catelyn Tully si escuchara esto —el tío Arthur tomó un trago de su cerveza.

El caballero había sido más exitoso en inmunizarse a la cerveza norteña.

—Dulce rosa —llamó un anciano, él siempre vendía más barato a Lucerys las figurillas de madera que tallaba —. Calma a estas bestias con una canción, ¿quieres?

Pese a que su muña y su kepa habían tenido agradables voces de canto, Lucerys no lo había heredado. Jacaerys y Rhaena sí. Sin embargo, Jon Snow tenía una buena voz para cantar. Lucerys creía que había mejorado últimamente ya que Rickon pedía que le cantara cada vez que estaban juntos.

Si tan sólo pudiera cantar la canción de cuna valyria que Daemon cantaba a Joffrey, Aegon y Viserys, y que cantaba a sus hijastros mayores e hijas durante las noches de tormenta en Dragonstone.

Decidió cantar el enamorado y la muerte, una canción que Lady Dacey Mormont le había enseñado en la fiesta de la cosecha del año anterior.

Un sueño soñaba anoche,

anoche mientras dormía

soñaba con mis amores

que en mis brazos se dormían.

 

Vi entrar señora tan blanca,

más que la nieve fría.

¿Por dónde has entrado, amor?

¿Por dónde has entrado, mi vida?

 

Cerradas están las puertas,

ventanas y celosías.

No soy el amor, amante,

la muerte que Dios te envía.

 

Oh, Muerte tan rigurosa,

¡déjame vivir un día!

Un día no puedo darte,

una hora tienes de vida.

Terminó con un suspiro tembloroso y levantó la mirada de la mesa, donde se había concentrado sin darse cuenta. Esa canción siempre le recordaba Bastión de Tormentas, la bahía y Arrax.

Había silencio en la taberna y todos tenían expresiones suaves, tristes o solemnes.

Tío Arthur le sonrió con cariño, pero sus ojos eran nostálgicos.

¿Ashara Dayne había cantado? ¿Tal vez algún pariente de Starfall?

Lucerys sabía poco de su familia materna; era demasiado doloroso para el tío Arthur hablar de su hermana, supuso, considerando que ella se suicidó. La desilusión de que el hombre que amaba se casó con otra persona y tuvo un hijo le pesó más que el amor por su recién nacido.

Los Dayne tampoco estaban muy interesados en Lucerys, nunca había recibido cartas de ellos.

— ¡Jon! —un grito lo hizo voltear hacia la puerta de la posada.

Lord Stark y sus hermanos, excepto Sansa, estaban parados en la entrada cada uno con expresiones que delataban que habían escuchado a Lucerys cantar.

Rickon se retorció en los brazos de Lord Stark hasta que éste lo dejó en el suelo, entonces corrió hacia Lucerys.

—Te extrañé —dijo Bran cuando se unió al abrazo de su hermano bastardo y su hermano bebé.

—Y yo a ti —Lucerys besó su mejilla mientras acomodaba a Rickon en su regazo.

Mientras avanzaban hacia Jon, Lord Stark y Robb fueron saludados por los comensales.

Arya trepó al regazo del tío Arthur para estar cerca de Lucerys cuando Robb le ganó el asiento vació junto a Bran.

— ¿Cuándo te convertiste en un bardo de taberna?

Rickon empujó el rostro de Robb cuando éste se inclinó sobre Bran para hablarle de cerca a Lucerys.

— ¿Qué hacen aquí, Lord Stark? —el tío Arthur preguntó cuando Lord Stark se sentó frente a ellos al otro lado de la mesa.

— ¡Extrañamos a nuestro hermano! —Arya fue quien respondió.

—Lloramos hasta que padre prometió traernos —agregó Bran.

—Tú lloraste —Arya replicó.

— ¿También lloraste, Robb? —Lucerys vio a su hermano mayor.

—Casi.

— ¿Lady Stark te permitió traer a sus hijos?

Lucerys regañó a su tío por la púa.

—Yo también extraño a Jon —fue lo que dijo Lord Stark.

Thom se acercó para entregar cervezas a Robb y Lord Stark, dejó una jarra de agua para los más pequeños y un platón con pastel de riñón recién horneado.

— ¿Vuelves, Jon? —preguntó Rickon, mirándolo con sus grandes ojos azules Tully.

—Dentro de unos días, Rick —besó su nariz para distraerlo.

—Ojalá el tío Edmure y todos esos lores se vayan ya —Arya no se detuvo por el regaño de Lord Stark y continuó —. Winterfell es la casa de Jon, él no debería irse, ellos sí. Además, no me agradan.

—Tío Edmure la criticó cuando la descubrió disparando flechas —Robb explicó mientras cortaba un pedazo de pastel, lo colocaba en un plato y lo acercaba a Lucerys.

—Es la familia de tu madre, Arya —Lord Stark sólo recibió un encogimiento de hombros por sus esfuerzos.

—Tampoco me gustan, quieren que me case con sus hijos —Bran se vio muy desconcertado.

—El hermano de Lord Piper insiste que su sobrina es una belleza y sería una buena esposa para mí —Robb palmeó un hombro de Bran —. No eres el único al que han molestado.

Los esfuerzos de los lores sureños por aliarse con Casa Stark fracasarían, los lores norteños no estarían conformes con otra Lady Stark del Sur. Robb tenía que casarse con un omega o beta del Norte.

—Pero Robb se casa con Jon.

Robb casi se atragantó con un bocado de pastel.

Todos miraron a Rickon.

—A Jon le gusta la historia Targaryen, pero no es un Targaryen —las palabras de Arya hicieron que Lord Stark casi escupiera su cerveza y que el tío Arthur resoplara.

 

 

Antes de que sus hermanos regresaran a Winterfell, Lord Stark solicitó hablar en privado con Lucerys y el tío Arthur.

Los ribereños habían decidido extender su estadía.

Que Lucerys permaneciera tanto tiempo viviendo en una posada no era adecuado, por bastardo que fuera seguía teniendo sangre noble y era amado por su familia.

Así que iría a Puerto Blanco, donde sería criado por Lord Manderly durante un año.

 

Notes:

1. Si tienen curiosidad por la canción que canta Lucerys, en youtube la encuentran como "el enamorado y la muerte", por Alanna.

2. Fue interesante leer sus comentarios, es mágico leer cómo cada quién imagina lo que pasará.
Tengo un plan para esta historia y espero sorprenderlos, queridos lectores, aunque sea un poco.

¡Gracias por leer!

¡Gracias por comentar!

Chapter 3

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Le gustaba Puerto Blanco.

Era agradable ver tanta actividad y se sentía un poco como en Casa.

Lucerys no vivió mucho en Driftmark, pero el amor de su abuelo Corlys y su padre Laenor siempre lo habían hecho considerar la isla como su hogar aunque no se sintiera merecedor de heredarla.

También le recordaba a Dragonstone, así que estaba aprovechando al máximo su estadía con los Manderly ya que era poco probable que un día lograra visitar esas islas.

— ¡Jon, apresúrate! —Wylla entró de golpe al solar de Lady Leona, con sus trenzas verdes rebotando sobre sus hombros —. ¡Mi tío se va y nos dejará si no salimos ahora!

—Wylla, ¿qué te he dicho sobre interrumpir? —reprendió la mujer mayor.

Lady Leona Woolfield era una mujer beta a quien le gustaba el espíritu fuerte de su hija menor, pero que detestaba sus interrupciones.

—Lo siento, madre —bajó la voz, pero su expresión era para nada arrepentida —. ¿Puedes dejar ir a Jon? Llevan semanas trabajando en esa colcha y de todas maneras no la acabarán hoy.

Cuando la dama que dirigía la Nueva Fortaleza se enteró que Lucerys sólo sabía bordar al estilo sureño, tomó como misión personal enseñarle las técnicas de bordado del Norte. Una de las sirvientas de Winterfell había querido enseñar a Lucerys, pero él nunca se había interesado en la práctica y Nan no lo instó a hacerlo. Si sabía bordar al estilo sureño era por evitar problemas con Lady Stark, quien amablemente había ordenado a la septa Mordane que lo instruyera junto con Sansa y Arya.

Entre más artes aprendiera, más posibilidades había de que algún prospecto lo aceptara como esposo y Lady Stark estaba ansiosa por sacar a Lucerys de Winterfell que a esas alturas poco le importaba si él se casaba en el Norte o en su precioso Sur.

Así como Lady Leona tomó a Lucerys bajo su ala en los aspectos domésticos, Lord Wyman lo invitó a jugar cyvasse con él todas las tardes, Lord Wylis permitió que se uniera a él y a Wynafryd cuando trataban con comerciantes y Lord Wendel lo animó a seguirlo en sus recorridos por el puerto junto con Wylla cuando hacía sus rondas para asegurarse que no hubiera alborotos.

Ninguno de ellos trataba a Lucerys como menos que un hijo de la Casa Stark.

Lucerys nunca dejaba de sorprenderse por el respeto y amor que el Norte tenía por sus gobernantes.

—Lady Leona, ¿puedo? —miró suplicante a la dama.

Lucerys disfrutaba su compañía, pero estaba cansado de estar inclinado sobre telas.

—Esos ojos tuyos pueden hacer que hasta el más cruel de los hombres se doble —Lady Leona suspiró, cediendo —. Anda, vete. Vigílalo bien, Wylla. Lord Stark nos cortará la cabeza si dejamos que algún extranjero robe a su hijo.

—Eso es una exageración, mi señora.

—Te sorprendería lo que un padre es capaz de hacer por sus hijos, pequeña rosa.

Pero Lucerys sí sabía.

Había llorado por días cuando leyó sobre el final de la guerra de cuervos y sobre lo que ocurrió al hijo de su tía Helaena.

—Nada le ocurrirá conmigo, madre —Wylla prometió solemnemente dramática —. Ahora vámonos, pequeña rosa.

Lucerys le jaló una trenza verde por la burla, pero dejó que la chica lo sacara del solar.

 

 

Soportó admirablemente ser tratado como una muñeca en un momento donde debería estarse preparando para su calor.

—Siempre quise un hermanito omega para mimar —Wynafryd sostuvo listones de diferentes colores, por turno, junto a la cabeza de Lucerys.

Las nietas de Lord Manderly eran betas, por lo que ninguna de ellas se veía afectada por el olor de Lucerys. De otra forma, Lucerys no podría ser tan cercano a ellas para evitar malinterpretaciones.

—Estás desperdiciando mucho en mí, Wyn.

—Nada es un desperdicio cuando es para mi querido amigo. Me gustaría casarme contigo, es mejor un matrimonio sin pasión que uno sin amor.

Wynafryd no estaba entusiasmada por sus futuras nupcias y mucho menos por su cónyuge todavía inexistente.

—Una dama como tú no puede casarse con un bastardo.

—Es sólo un apellido. Tienes la sangre más noble de todo el Norte y te conozco, no eres sólo tu cara bonita. Cualquiera tendría suerte de tenerte —ella lo miró a los ojos, su expresión era amable —. Seguimos sin entender por qué Lord Stark no ha solicitado tu legitimación al rey. Ellos son buenos amigos, se criaron juntos cuando eran jóvenes, el rey podría ser persuadido a legitimar al hijo del hombre que considera un hermano.

¿Seguimos? ¿Quiénes? ¿Wynafryd y Wylla? ¿Los Manderly? ¿Todo el Norte?

—Sería una falta de respeto para Lady Stark.

Wynafryd frunció el ceño.

—Entiendo de dónde viene Lady Stark, pero es bien conocido que Lord Stark se enamoró de Lady Ashara Dayne antes de que él tuviera que casarse por necesidad —ella miró hacia la puerta, como asegurándose que no hubiera nadie más que ellos en la habitación, y bajó la voz —. Si me preguntas, Lady Stark es la intrusa, no tú.

—Qué bueno que no te lo pregunto —Lucerys se sentía conmovido y escandalizado a partes iguales.

Nunca pensó que una dama del Norte, una que había crecido influenciada por el Sur, tuviera una opinión tan pobre de Lady Stark. Wylla le había hecho comentarios, al inicio de su estadía, sobre el trato de Lady Stark hacia él; fue ahí que se dio cuenta que era un hecho conocido, más o menos, el cómo era su vida en Winterfell.

No sabía si sentirse angustiado o avergonzado.

—No te avergüences —Wynafryd levantó el rostro de Lucerys por la barbilla, él no se había dado cuenta que había agachado la cabeza —. La avergonzada debería ser ella, por actuar tan mezquina.

—Silencio, Wyn, si alguien se entera de tus palabras, si llegara a oídos de Lord o Lady Stark, serás castigada.

El silencio de Wynafryd le dio la impresión de que ella se estaba encogiendo de hombros. ¿Por qué Lucerys estaba rodeado de mujeres con tanta personalidad y opiniones fuertes? Esta chica, que era la segunda en la línea de sucesión de la señoría Manderly, no era diestra en las armas, pero su mente y carácter podían hacer toda la batalla por ella. Wylla tenía más carácter que sentido común, pero era entrañable; le recordaba un poco a Baela.

—Sin embargo, aunque fueras legitimado, no creo que Lord Stark te entregue a nadie —dijo ella después de un momento, guiándolo hacia el espejo para que viera un par de abrigos nuevos.

¿Para qué necesitaba Lucerys abrigos? Lo último que necesitaba cuando estaba en calor eran cosas demasiado abrigadoras.

—Te tiene bien escondido en Winterfell. En realidad, mi abuelo se sorprendió bastante cuando recibió un cuervo de Lord Stark, solicitando que fueras fomentado en Puerto Blanco.

—Siempre pensé que si me enviaba lejos, sería a la Isla del Oso.

—Exacto.

De hecho, Lucerys le había preguntado a Lord Stark sobre ello cuando le informó de su inminente viaje. Lady Maege siempre había sido amable con Lucerys, Lady Dacey lo trataba como un hermano pequeño y, en una ocasión que lo atrapó entrenando con el tío Arthur, le dijo a Lucerys que podría ser mortal con una maza.

¿Y acercarte al Muro? No. Había sido la respuesta de Lord Stark.

—Creo que temía que me escapara al Muro para conocer al maestre Aemon —cuando vio los ojos entrecerrados de su amiga, agregó —. Lo que es una sobrestimación total de mis capacidades, no tendría éxito.

Wynafryd claramente no le creyó. ¿Por qué su familia y amigos pensaban que Lucerys sería capaz de hacerlo? Claro, la intención la tenía, pero estaba consciente de sus límites. No tenía un dragón que le facilitara ciertas cosas, como viajes y protección.

Ella tampoco dijo nada sobre el maestre Aemon, habiéndose dado cuenta desde el inicio del interés obsesivo –palabras de Wylla– de Lucerys por los Targaryen y los dragones.

—Está bien —asintió cuando le probó un abrigo negro con líneas doradas en los dobladillos —. Y no culpo a Lord Stark, si tuviera un hijo como tú, también lo escondería lejos de los ojos del mundo.

Lucerys observó atentamente los colores del abrigo; eran los colores de su madre. Negro, como su facción, como uno de sus epítetos –la Reina Negra–, y dorado como Syrax. Estaba tan concentrado en eso que no escuchó lo siguiente que Wynafryd comentó.

—Gente moriría por ti, gente mataría por ti.

 

Pagó por dos bolsas de cacahuates, sonrió al vendedor y sonrió más amplio cuando la niña a quien regaló una de las bolsas gritó un gracias y salió corriendo para compartirla con un pequeño grupo de niños escondidos en un callejón.

—Regalas cosas como si tuvieras monedas de sobra —su tío lo reprendió sin intención verdadera.

—Te tengo, no me dejarás morir de hambre —compartió sus cacahuates con su tío cariñosamente exasperado —. Y tengo a Lord Stark, supongo —mientras durara —, entonces a Robb.

—El joven lord es como pergamino mojado en tus manos —comentó con sequedad mientras extendía el brazo para proteger a Lucerys cuando unos muchachos pasaron corriendo.

—Privilegios de ser el hermano menor, además, soy su hermano favorito —se detuvo cuando vio que su puesto predilecto tenía nuevas mercancías —. ¿No eras igual con mi madre?

Hubo un largo momento de silencio.

Lucerys estaba a punto de levantar la vista de las piezas de cerámica, pero su tío finalmente habló.

—Sí. Ashara sólo tenía que pedirnos lo que quisiera a mi hermano y a mí.

— ¿Y tú a tu hermano?

Lo único que Lucerys sabía de su otro tío, el hermano mayor Dayne y quien ahora era el Lord de Starfall, era su nombre. Aarón Dayne.

—También. Él me complació en varias ocasiones, sobre todo en las importantes, aunque pudiera costarle algo.

La voz de su tío se tornó extraña.

No logró preguntar más porque una cabeza con cabello azul entró en su espacio personal.

—¡Aquí estás! —fue la exclamación del recién llegado.

Lucerys dio un paso atrás, siempre lo abrumaba la energía desbordante del joven marinero.

—Pensé que ya te habías ido, joven Griff.

— ¿Me buscaste?

—No.

El chico hizo un puchero.

Lo había conocido en uno de los recorridos que hizo por el puerto con Wylla y Lord Wendel. Había llamado su atención el chico con cabello azul que había estado enseñando juegos de manos a unos huérfanos.

Lucerys pensó que de ahí había obtenido Wylla la inspiración para su propio cabello, pero el chico le dijo, cuando se acercó tras notar la mirada de Lucerys en su cabello, que era su primera vez en Westeros. Él, su padre, Griff, y la tripulación de la Doncella Tímida, sólo navegaban cerca de Essos, sin embargo, la mayoría de edad del joven Griff se acercaba e insistió a su padre para viajar a Westeros como regalo de onomástico.

Desde ese primer encuentro cerca de los muelles, Lucerys veía al joven Griff cada vez que acompañaba a Lord Wendel o visitaba el mercado.

El chico se había aferrado a Lucerys como una garrapata.

No era un tipo malo y ni una vez había sido grosero o se había sobrepasado, pero le desconcertaba su fijación.

También encontraba cierto grado de familiaridad con él por sus ojos azules purpúreos. Los ojos del joven Griff fueron los primeros que vio de ese color desde que nació en esta nueva vida; eran de un tono diferente a los que eran usuales en los Targaryen, pero todavía.

—Yo te busqué, pero los guardias del castillo del lord del puerto no me dejaron entrar, tampoco quisieron decirme nada cuando pregunté por ti.

Lucerys se sorprendió por el atrevimiento.

Nadie sería tan valiente o estúpido como para buscar a un bastardo en el castillo de un noble. Mucho menos cuando dicho bastardo era sólo un invitado.

—Estaba indispuesto —fue todo lo que Lucerys dijo.

El joven Griff se inclinó un poco y olfateó. Una acción que era tanto grosera como ridícula, el joven Griff era un beta; no podía oler gran cosa de Lucerys.

— ¿Pasaste por tu calor?

—Aléjate, chico —el tío Arthur casi gruñó, dando un paso al frente e interponiéndose entre ellos.

— ¡Lo siento, lo siento! ¡No era mi intención ofender! ¡Ni molestarte! ¡Lo juro!

Él era un marinero, pero eso no le daba excusa para acerarse a oler a un omega.

Robb ya lo habría enviado al suelo.

Lucerys estaba destinado a tener hermanos protectores.

Si él se hubiera presentado, a tiempo, como omega, Jacaerys habría sido insufrible.

—No vuelvas a hacerlo —aceptó la disculpa y se asomó por un lado de su tío.

—Lo prometo —dijo, solemne.

Lucerys no le creyó ni por un segundo.

— ¿Qué necesitas? Dices que me buscaste, ¿por qué?

—Para presentarte a mi padre —el joven Griff hizo caso omiso del gruñido del tío Arthur —. Esperaba invitarte a cenar a la Doncella Tímida para presentarte a la tripulación, quería que conocieran al omega más hermoso del mundo.

—No lo soy —pese a su negación, se sonrojó.

No era inmune a los halagos, especialmente a los que eran dichos de esa manera simple con que se decía que el cielo era azul. Simple, pero verdadero e innegable.

¿Qué pasaba con la gente que lo rodeaba?

Lucerys era más bonito que la norma, acercándose a hermoso, estaba consciente –finalmente lo había aceptado–, pero no era para tanto.

—Lo eres. Pero zarpamos hoy, de regreso al Essos que Griff extraña tanto.

—Bueno, tal vez nos volvamos a ver en el futuro —ofreció, aunque dudaba que sucediera.

¿Cuáles eran las probabilidades?

—Sí, tal vez.

Lucerys no se sentía orgulloso por el grito que soltó cuando el joven Griff lo agarró de la mano y lo jaló, echando a correr.

— ¡¿Qué haces?! ¡Detente!

— ¡Jon! —gritó su tío.

Lucerys volteó y alcanzó a verlo corriendo detrás de ellos.

— ¡Sólo quiero que mi padre te conozca! ¡Será rápido, prometo! —el condenado chico giró por un callejón, luego por otro y uno más –atajos, sin duda– hasta que finalmente llegaron a los muelles.

Se detuvieron justo frente a un barco que ya tenía las sogas desatadas y el ancla elevada.

Un hombre mayor, tal vez de la edad del tío Arthur o poco más, con cabello rojo y expresión molesta, esperaba a ras del tablón de abordaje de la Doncella Tímida.

— ¡Te dije que estuvieras aquí hace una hora!

— ¡Regáñame después! ¡Ahora mira aquí! —señaló a Lucerys, quien se zafó del agarre con un jalón —. ¿Es o no el omega más hermoso del mundo?

—Otra vez con eso —el hombre, un beta, siguió regañando a su hijo mientras dirigía su mirada a Lucerys —. No has conocido todo el mundo, no puedes decir que-

Se detuvo cuando miró el rostro de Lucerys.

El rostro del hombre pasó de sorpresa a incredulidad a algo indescifrable.

—Dijiste que su nombre es Jon Snow —dijo al joven Griff, pero seguía mirando a Lucerys —. El hijo bastardo de Eddard Stark, el perro del Usurpador.

Lo último fue dicho como si él estuviera escupiendo en todo lo que Eddard Stark y Robert Baratheon representaban.

Lucerys iba a defender a Lord Stark, después de todo seguía siendo su padre, pero Griff siguió hablando.

—No puedes ser hijo de Eddard Stark.

—Me parezco a mi madre.

Lucerys frunció el entrecejo. La expresión de Griff se volvió embrujada.

—Griff, deja de mirarlo —el chico de cabello azul e interpuso entre ellos, mirando con molestia a su padre —. Él es inocente. Es el hijo de Lady Ashara Dayne.

El mismo Lucerys le había contado eso, ¿pero por qué lo decía a su padre como si éste conociera a su madre? Padre e hijo eran extranjeros, no podían conocer muchas personas, nobles sobre todo, de Westeros. Sin embargo, ahora que lo pensaba, Griff no tenía acento como su hijo; se escuchaba como un sureño westerosi.

¿E inocente de qué?

Todo era muy extraño.

Un grito de su tío le impidió hacer sus preguntas.

— ¡Tío! —giró, buscándolo con la mirada.

Arthur Dayne corría hacia él y lucía a punto de desenvainar Dawn.

—Vámonos —Griff dijo de pronto, con urgencia.

— ¿Qué? ¡No! ¡Espera! —el joven Griff intentó resistirse a que lo subieran al barco.

—Debemos aprovechar el viento —Griff miró hacia el tío Arthur, que se acercaba rápidamente, y una vez más a Lucerys.

Cuando Lucerys lo miró a los ojos, el hombre apartó la mirada como si lo quemara.

— ¡No te olvidaré, Jon Snow! —el joven Griff agarró el extremo que colgaba de la cinta blanca con que Lucerys tenía atado su cabello en una típica trenza norteña, jalándola y llevándosela.

¿Qué, en el nombre de las Llamas, acababa de pasar?

 

 

La extrañeza de lo que sucedió por la tarde se evaporó en la cena, cuando Lord Manderly le informó que en unos días zarparían.

Saldrían de viaje a Driftmark.

Lord Manderly tenía negocios comerciales de los que hablar con Lord Velaryon, e iba a llevar a sus nietas y a Lucerys con él, ya que estaba bajo su cuidado directo. No se lo habían dicho antes para no causarle un estrés innecesario durante su calor.

—Los sureños son famosos por su trato a los bastardos, pero no tienes que preocuparte por los Velaryon —dijo Lord Manderly.

—Lord Monford tiene un medio hermano bastardo y es amable con él —Lord Wylis lo dijo como si eso explicara todo.

Lucerys apenas los escuchó.

Por eso Wynafryd le consiguió abrigos nuevos, para el frio del mar y para presentarse bien en una Casa noble sureña, pensó ausentemente mientras intentaba lograr que el corazón no se le saliera del pecho.

 

Notes:

1. Mi misión es que Lucerys sea la Helena de Troya de este universo.

2. Jon Connington tiene mucho en lo que pensar y, por otra parte, está aliviado de que el tinte de cabello azul funcione tan bien que Arthur Dayne (mejor amigo y aquel que estuvo prácticamente pegado a Rhaegar) no reconoció a "Aegon".

¡Gracias por leer!

¡Gracias por comentar!

Chapter 4

Notes:

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Chapter Text

Robb Stark

— ¿Otra vez estás suspirando por Snow?

Apartó la mirada de los capullos de rosas de invierno para mirar al estúpido calamar que llegó a interrumpirlo. Robb había ido al jardín de cristal porque Theon y ninguno de sus hermanos, excepto Sansa –pero ella estaba ahora en sus lecciones con la septa–, entraba nunca ahí.

Sólo Jon lo hacía, pero Jon no estaba.

—No digas tonterías, Greyjoy.

Theon se encogió de hombros.

—No es como si no fueras obvio, siempre lo estás mirando, babeando como un perro ante cualquier gesto que hace.

—Cállate.

No aceptó ni negó nada, cualquier cosa que dijera sería usada por Theon para molestarlo más.

Y decididamente se negó a sentirse avergonzado.

Él no veía a Jon como nada más que su hermano y por ello no había nada de lo qué avergonzarse.

Mentiroso, dijo una vocecita en su mente.

Una voz muy parecida a la de Jon porque, por supuesto, el omega tenía que estar presente no sólo en sus pensamientos, también en su consciencia.

E inconsciencia.

Había estado teniendo sueños bochornosos las últimas semanas, sueños de los que no se sentía orgulloso y por los cuales, si continuaban, sería incapaz de mirar a Jon a los ojos cuando regresara a Winterfell.

— ¿Por qué te asustas? Snow sólo es tu medio hermano. Muchos lores y damas del continente se casan con sus primos.

—Sí, primos, no medios hermanos — ¿por qué le estaba siguiendo la corriente? —. Y nunca he pensado en casarme con él.

Mentiroso, repitió la vocecita.

—Pero quieres —Theon dio un paso atrás cuando Robb lo miró con furia, pero su sonrisa de comemierda no desapareció.

—Y no estoy asustado de nada.

—El hijo de una mujer piadosa como Lady Stark tiene que asustarse por los sentimientos que tiene por su pariente.

—Deja a mi madre fuera de esto. Y no sigo a los Siete, sólo a los Dioses Antiguos —entonces recordó lo que Arya dijo esa vez en la posada de Wintertown —. Y ni Jon ni yo somos Targaryen para tener sentimientos románticos el uno por el otro.

— ¿Has ido tan lejos como para cuestionarte si Snow siente lo mismo por ti?

Robb realmente quería golpear su cara engreída.

Theon levantó las manos a modo de inocencia.

—Tranquilo, tus sucios secretos están a salvo conmigo. No es como si alguien me creyera. ¿El hijo del honorable Ned Stark, enamorado de su hermano bastardo? Mierda de caballo.

—No lo llames así.

— ¿Qué? ¿Bastardo? Pero eso es lo que él es. A Snow no parece molestarle.

Y más que enojarse porque la gente llamara a su hermano así, Robb odiaba que el mismo Jon no sintiera nada al respecto. Jon era indiferente al desprecio de la gente, ya acostumbrado, pero ser tratado tan pobremente por otros no era algo que él debería aceptar. Él era más que un apellido; era más hermoso y tenía más gracia que cualquier dama de la más alta cuna, era más inteligente y hábil que cualquier heredero, y era más amable y bondadoso que cualquier septa o septón.

Para Robb, Jon significaba mucho más que cualquier otra persona en el mundo.

— ¿Qué molestará más a Lady Stark, que su primogénito esté enamorado de un pariente de sangre o de un bastardo?

—Suficiente, Theon —advirtió con severidad.

Ambos salieron del jardín de cristal y se dirigieron al patio de entrenamiento.

Robb miró el sol de otoño, el día era tal como a Jon le gustaba.

La temporada también marcaba los cuatro meses que Jon llevaba lejos de Winterfell.

Robb amaba a su madre, pero no estaba de acuerdo con su actitud y trato a Jon. Él era inocente de cualquier cosa que ella pensara y no tenía ni un solo hueso ambicioso en su cuerpo.

Sus hermanos, Robb y cualquier herencia que poseyeran no estaban en peligro por Jon. Si su hermano tuviera el poder o la oportunidad, se iría a algún rincón del mundo a holgazanear sin preocupaciones, sólo leyendo historias de dragones y con Ser Arthur como única compañía.

Si había algo que asustara a Robb era que Jon decidiera hacer eso.

Y lo que lo asustaba más era que Jon fuera robado y llevado lejos por algún alfa sin rostro.

Robb derramaría sangre si eso ocurría.

No temía matar o morir por Jon, no temía las consecuencias, sólo temía perderlo.

Jon era su hermano, sólo podía ser eso, pero Robb estaba decidido a protegerlo.

Sólo lo quería feliz y a salvo, y si Jon podía serlo en algún lugar donde Robb pudiera verlo, bueno, estaría infinitamente agradecido con los dioses.

 

Wyman Manderly

Suspiró con indulgencia ante la vista que tenía en frente.

Sus nietas y su pupilo correteaban entre risas por la playa, estaban jugando un juego de simulación de dragones y conquistas como si fueran niños pequeños. El único niño pequeño de verdad, Monterys Velaryon, el heredero de cuatro años de su anfitrión, estaba encaramado en la cadera de Jon, luciendo absolutamente encantado cada vez que el omega le besaba las mejillas regordetas.

Era un niño adorable y Wyman suponía que eso apelaba a la naturaleza cariñosa de su pupilo omega.

Llevaba meses conociendo a Jon Snow, pero todavía no sabía si el hijo natural de Ned Stark era tan cariñoso por ser un omega o porque simplemente era así.

Y lo era muy abiertamente, algo inaudito para los sureños de alta cuna que consideraban indecoroso mostrar tanto afecto en público, incluso para los norteños que estaban más enfocados en enseñar a sobrevivir a sus hijos. Su bastardía, que debería empujarlo a bajar la cabeza, tampoco le impedía ser afectuoso y considerado, además de encantador.

Eso era otra cosa en la que Jon Snow era natural, ser encantador sin esfuerzo.

Eso definitivamente lo había heredado de Ashara Dayne.

Y de su tía paterna.

La Loba de Winterfell atraía la atención de cualquiera con sus maneras francas y salvajes; Lyanna Stark nunca fue tan suave o dulce como su sobrino, tampoco tan entrañable, pero siempre hubo algo en ella que hacía difícil no mirarla.

Reconociendo eso, Wyman entendía que Lord Stark mantuviera a su niño omega tan escondido.

Nadie deseaba que se repitiera lo ocurrido a Lyanna Stark.

Jon Snow era un bastardo, pero seguía teniendo sangre Stark y era un niño del Norte, cualquier cosa mala que le ocurriera no quedaría sin respuesta.

La prueba estaba en la caída de gracia de Catelyn Tully a ojos de todo el Norte.

Nadie había esperado mucho de la dama sureña, ¿pero ensañarse con un bebé? Era el colmo de la insensatez.

En el Norte, los niños eran sumamente apreciados, amados y protegidos. Considerando lo difícil que era la vida en tierras tan frías y difíciles de cultivar, que un niño sobreviviera más de dos años era considerado un milagro. Sin importar de qué lado de las sábanas nacían, los niños significaban la supervivencia del nombre familiar y la prosperidad de la Casa.

Los niños eran bendiciones.

Y arrastrar la mezquindad por tantos años no sólo demostraba que Catelyn Tully no era una mujer decente, sino que no había aprendido nada del Norte.

¿Pero qué se podía esperar de la mujer beta que estaba criando a su hija mayor, una niña Stark, para ser una dama sureña? ¿Dónde estaba el respeto por la Casa en que se casó? ¿Por la cultura que la rodeaba?

Nadie había esperado que ella se convirtiera en una norteña de la noche a la mañana, o nunca, tampoco que olvidara sus costumbres o cambiara su religión. Lo que los norteños sí habían esperado de su nueva dama suprema fue un esfuerzo por comprender la cultura del Norte, un mínimo respeto por las creencias y tradiciones.

El septo en Winterfell ni siquiera era el verdadero problema.

En las visitas que había hecho a Winterfell los últimos años, Wyman se dio cuenta que Lady Sansa se avergonzaba de sus raíces norteñas y ese, ese era el problema.

¿Qué estaba enseñando Catelyn Tully a los niños Stark?

Wyman creía en los Siete y en los Antiguos, sus hijos y nietas estaban influenciados tanto por el Norte como por el Sur. Ellos favorecían uno sobre otro, claro, pero nunca eran desdeñosos con el contrario.

—Él parece un joven feliz —comentó Lord Monford, sentado junto a Wyman a la sombra de un toldo.

Wyman frunció el ceño.

No le agradaba la atención que todos los Velaryon, excepto el pequeño heredero, tenían en Jon. Pasaron de mirarlo como si fuera un fantasma, cuando recién llegaron y entraron al Salón de los Nueve para saludar a sus anfitriones, a mirarlo como si fuera algo precioso y, a la vez, algo incierto.

Era extraño.

Arthur Dayne tampoco estaba contento con eso. Su vigilancia se había intensificado y no dejaba a Jon fuera de su vista en ningún momento, ni para atender sus necesidades o dormir.

El respeto de Wyman por el dorniense creció, él hacía honor a su leyenda.

De todas formas, se aseguró de agregar un par de guardias Manderly al grupo Stark que ya protegía al chico.

El pequeño omega era su pupilo, después de todo, y aunque tenía un temor saludable a lo que Ned y Benjen Stark le harían a Wyman y Casa Manderly si un sólo cabello de Jon Snow era lastimado, también lo hacía porque le tenía cariño al chico.

Era muy fácil de amar, como sus nietas le afirmaron a los pocos días de conocerlo.

—Es muy amado —dijo, viendo a Ser Arthur acercarse unos pasos más a donde los niños jugaban cuando Aurane Waters apareció y se unió a ellos.

El hermano bastardo de Lord Velaryon era un omega, pero también un mercenario.

Wyman, como un orgulloso norteño, no le importaba que los omegas y las mujeres pelearan, al contrario, lo consideraba admirable, pero hasta él pensaba que un omega se convirtiera en mercenario era ir un poco lejos.

—Debió heredar el encanto de su madre —la manera en que Lord Monford lo dijo dio la impresión de que no lo creía así.

Considerando la vieja lealtad de los Velaryon a los Targaryen y que posiblemente, como los dornienses, veían a Lady Lyanna como una instigadora en lugar de una víctima, Wyman dijo:

— ¿De quién más iba a sacarlo? ¿De su padre? —forzó una risa.

Monford Velaryon no apartó su mirada de Jon mientras tarareaba pensativo.

Wyman realmente sentía picazón en las manos por forzar físicamente al otro a quitar sus ojos de Jon. Si las negociaciones seguían sin ir a ninguna parte, a estas alturas sospechaba que Lord Velaryon estaba alargando el asunto a propósito, Wyman tomaría a sus tres niños y se iría de regreso a Puerto Blanco; a los siete infiernos con las pérdidas.

— ¿Por qué no de su abuela?

¿Lord Velaryon había conocido a la anterior Lady de Starfall? Seguramente sí, porque no existía posibilidad de que hubiera conocido a Lady Lyarra Stark, quien nunca puso un pie al sur del Cuello.

 

Aurane Waters

Colocó un par de pastelitos de limón en el plato de Jon y recibió una sonrisa deslumbrante como agradecimiento.

Desde que Monford descubrió que al joven omega le gustaban las delicias de limón, ordenó a los cocineros que las hornearan para que estuvieran disponibles en cualquier momento. Ahora, en cada comida había montañas de esos pastelitos en la mesa, también los servían con té o vino cada vez que las damas Manderly y Jon tomaban refrigerios.

A Jon le gustan mucho, había comentado Lady Wylla el primer día de su llegada, cuando el joven omega inhaló los pastelitos que ella y su hermana colocaron en su plato durante la cena, pero tiene poca oportunidad para comerlos porque en Winterfell están destinados a Lady Sansa y en la Nueva Fortaleza nunca los preparan porque Wynafryd es alérgica a los limones.

Eso y el rostro que había hecho que Monford sentara a un niño bastardo en su mesa, pusieron al Lord de Driftmark en marcha.

Y no era como si los cocineros lo consideraran una dificultad o que al resto de la familia y los sirvientes les molestara tanta indulgencia con un bastardo del Norte, ¿cómo podrían cuando el rostro de Rhaella Targaryen y de Lucerys Velaryon los saludaba como el primer sol de primavera?

Monford, Danylla y la tía abuela Laryssa eran los únicos Velaryon que recordaban a la última reina Targaryen, pero todos en Driftmark conocían el rostro de Lucerys Velaryon, el hijo de la reina Rhaenyra Targaryen y Lord Laenor Velaryon, así como el nieto de la legendaria Serpiente Marina.

Lo conocían porque había un retrato de los tres príncipes Velaryon colgado en la Sala de Pinturas del castillo. Corlys Velaryon había pagado al mejor pintor de la isla en ese tiempo para que pintara a sus nietos fallecidos y colgó el cuadro junto a los de la reina Alyssa Velaryon, el de la princesa Rhaenys Targaryen y el de sus hijos, Lady Laena y Lord Laenor.

Sólo la familia, los sirvientes y algunos invitados selectos podían entrar a esa sala, razón por la que la existencia de ese cuadro en particular era ignorada por todos en Westeros. La reina Rhaella había sido la última persona en saberlo, antes de que falleciera.

Así como sólo los Velaryon sabían de la existencia de un cuadro de la reina Rhaenyra, el príncipe Daemon y todos sus hijos. Los sirvientes de Dragonstone lo escondieron, junto con las pinturas y tapices de la dinastía Targaryen que lograron salvar a tiempo, cuando Stannis Baratheon se apoderó de la isla; y ahora permanecía custodiado en alguna caverna por las semillas de dragón.

—Si sigues comiendo así, engordarás, querido —la cuñada de Aurane comentó con delicadeza.

No era una crítica maliciosa, más bien un comentario preocupado porque ciertamente no era saludable que una persona comiera tantos dulces.

Jon pareció entenderlo porque le sonrió dulcemente, pero el comentario despectivo sobre sí mismo hizo que todos en la mesa se molestaran.

—Está bien, Lady Danylla, no es como si alguien me querrá más si permanezco delgado.

Era terrible que uno de los dos últimos dragones de Westeros pensara tan pobremente de sí mismo. Negro o rojo, a ningún Velaryon le importaba; Monford tomaba como una ofensa personal que el nieto de Rhaella Targaryen hubiera crecido sintiéndose una persona sumamente ordinaria y los demás detestaban que el chico con el rostro de un príncipe Velaryon estuviera acostumbrado a esperar lo peor del mundo.

Además, delgado o no, Jon Snow era la imagen de la belleza. Como otro omega, Aurane lo apreciaba objetivamente.

El peso que el joven omega había ganado los últimos días sólo lo hacían lucir saludable, no grotesco o alguna tontería como esa.

—Cualquier alfa o beta sería afortunado de tenerte —dijo Monford con fuerza.

Aurane notó la mirada oscura de Lord Manderly.

—Eso sólo si logran arrebatarlo de los brazos de Lord Stark —el lord de Puerto Blanco comentó con intención.

Dudó sobre eso. Por lo que había aprendido durante la estadía de sus invitados, Ned Stark estaba contento de permitir que su esposa tratara como quisiera a Jon.

¿Lo permitía porque el chico era el bastardo de su hermana y no suyo? ¿Tal vez como un castigo al príncipe Rhaegar y la Casa Targaryen por lo sucedido a Rickard y Brandon Stark? ¿Era indiferente porque Jon era producto de una violación o porque, a pesar de todo, era legítimo?

Monford aseguraba que el príncipe Rhaegar nunca sería capaz de hacer algo tan condenatorio, pero al final los únicos que sabían la verdad de lo que había ocurrido eran Ned Stark y Arthur Dayne. Este último era quien disipaba las dudas de la legitimidad de Jon, ¿de otra manera cómo podría estar tan dedicado a su protección?

Desde que Jon pisó Driftmark, Monford había insistido una y otra vez en su interrogatorio a la Espada del Alba, pero éste siempre se mantuvo en silencio. Arthur Dayne no afirmaba ni negaba nada, ¿y no daba eso suficientes indicios? Además de que sería una burla de los dioses que un niño bastardo se presentara como omega, la casta que era atesorada como la más valiosa de las joyas para los valyrios.

¿Era Jon, siquiera, el verdadero nombre del omega?

Lady Lyanna pudo haberlo nombrado así, pero Jon Targaryen no sonaba correcto.

¿Él sabía su verdadero origen? Todo parecía indicar que no. Jon estaba bastante convencido de que era hijo de Lady Ashara y Ned Stark. Su interés en la cultura valyria, en los dragones y los Targaryen, se veía como una inclinación académica, pero el respeto con que hablaba de todo ello y la reverencia con que inclinó la cabeza y oró por los Velaryon perdidos cuando Aurane llevó a sus invitados a la terraza donde despedían a sus muertos hacia el mar, hacía pensar a Aurane que tal vez inconscientemente Jon sabía la verdad.

Tal vez la sangre Targaryen que corría por sus venas era más fuerte que cualquier secreto.

—Lord Stark no debe preocuparse, planeo quedarme en Winterfell y ayudar a cuidar a los hijos de mi hermano —compartió sonrisas con las damas Manderly, parecía que era un tema que ellas ya conocían —. Como la Vieja Nan lo ha hecho desde el inicio de los tiempos.

—Tengo curiosidad, ¿me hablarás de esta Nan? —la tía abuela, una mujer seria por naturaleza, solicitó amablemente.

—Sí —entonces Jon miró a la anciana con timidez, parpadeando sus oscuros ojos morados, los ojos de Rhaegar Targaryen —. ¿Me hablarás de nuevo de la princesa Daella, Lady Laryssa? Por favor.

La princesa Daella Targaryen, la hija menor del rey Maekar, había sido la última Targaryen en casarse con la Casa Velaryon. Su huevo de dragón, el que se negó a entregar al rey Aegon Quinto para su ritual en Summerhall, todavía descansaba en el fuego, protegido en una de las habitaciones más seguras de Driftmark.

Cuando Monford lanzara la sensatez al viento, porque con su hermano –que se había vuelto más emocional a medida que envejecía– se trataba de tiempo y no de posibilidad, y hablara con Jon, ¿le entregaría el huevo?

 

Notes:

1. A veces pienso que ustedes me leen la mente. Algunos comentaron cosas que ya estaban planeadas para esta historia y que irán apareciendo poco a poco. No sé si soy predecible o sólo es que las grandes mentes pensamos igual.

2. No se asusten sobre lo que dije de Helena de Troya. Lo que quise decir es que la belleza de Lucerys será legendaria como la de ella, no que lo robarán (al menos espero que no).

3. No estoy segura si es canon o algo comenzado por los fans, pero he leído en varios fics que Rhaenyra es aficionada a los pasteles de limón. Entonces, como el niño de mamá que es, Lucerys heredó ese gusto.

4. Sobre el tema del peso, aquí ese asunto es respetado, todos los cuerpos son diferentes y no es incumbencia de nadie cómo es el cuerpo de su semejante. Lo abordo aquí porque como cualquier mujer cuyo cuerpo cambia tras uno o varios embarazos (aunque algunas sean las favoritas de los dioses y no padezcan eso), el de Lucerys (al ser omega) lo hará, como lo hizo Rhaenyra en el libro. Por ahora, su peso está acorde a su edad y estatura, aunque para los idiotas quisquillosos podría verse gordito.

5. Por supuesto que los Velaryon también consideran a Rhaenyra como reina. Y como descendientes de la hermana del maestre Aemon, recuerdan que él está vivo en el Muro.

6. No está claro con quién se casó la princesa Daella en canon, sólo que fue madre, así que aquí se casó con un Velaryon. ¿No es apropiado que el nombre que compartió la bisabuela del príncipe Velaryon que fue heredero de Driftmark, años después se casara ahí?
También quiero que empiecen a apreciar el hecho de que el chico reencarnado que fue bisnieto de la princesa cuyo nombre comparte con la última Targaryen que se casó con un Velaryon, tendrá el huevo de ésta.
Puede ser algo tonto, pero como la persona sentimental que soy, me siento bastante orgullosa de esos detalles.

7. Por último, pero no menos importante: el parecido de Aemma Arryn, Rhaenyra Targaryen, Lucerys Velaryon, Rhaella Targaryen y de nuevo Lucerys *beso del chef*

¡Gracias por leer!

¡Gracias por comentar!

Chapter 5

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Driftmark resultó ser menos doloroso de lo que pensó.

Ya que no había pasado tanto tiempo ahí le resultaba difícil ver tantos fantasmas. Sin embargo, cada vez que entraba al Salón de los Nueve imaginaba a su abuelo sentado en el Trono de Pecios, con la princesa Rhaenys y Baela paradas a su lado. Si se concentraba lo suficiente era capaz de escuchar el rugido de Vhagar respondiendo a los rugidos de Meleys y Seasmoke.

Qué triste que el dragón que su tía Laena tanto buscó y adoró fue utilizado para asesinar al niño que su hermano había reclamado como propio.

Laenor Velaryon no fue su padre de sangre, pero nunca flaqueó en su reclamo sobre Lucerys, Jacaerys y Joffrey. Los amó tanto como pudo y se mantuvo fuerte contra los susurros y señalamientos, incluso frente a su propia madre.

Al igual que Corlys Velaryon.

Su abuelo pudo haber estado impulsado en gran medida por la ambición, por el reconocimiento del nombre Velaryon unido al Targaryen, pero Lucerys nunca dudó de su cariño. Él nunca hizo sentir indigno a Lucerys, o insuficiente, o como un ladrón. Más que con su abuelo rey, que fue el hombre con más poder en esos momentos, Lucerys siempre se sintió protegido detrás de la gran espalda de la Serpiente Marina.

—Tu mente está errante de nuevo.

—Es el clima —rio cuando una nueva ola, más fuerte esta vez, mojó a su tío hasta las rodillas.

Para ser un hombre que creció jugando en el Torrentine, Arthur Dayne detestaba el agua de mar. Olía a pescado, aseguraba.

—No te divertirás tanto cuando Lady Laryssa y Lady Wynafryd te regañen por regresar empapado, de nuevo.

—No estoy empapado, sólo mis pantalones —además estaba usando uno de sus pares más viejos para que ninguna dama pusiera el grito en el cielo por el desastre en tela fina.

Y no era como si Lucerys fuera a pagar la amabilidad de su querida amiga y de sus anfitriones al arruinar los regalos que le habían dado.

De Wynafryd lo entendía; Lucerys era la responsabilidad de Casa Manderly y ella también gustaba de tratarlo como una muñeca, ¿pero Lady Danylla y Lady Laryssa? Suponía que las damas Velaryon sólo estaban siendo excesivamente amables, tal vez sentían lástima del bastardo norteño.

Fuera como fuere, Lucerys estaba agradecido.

La aceptación bondadosa de Casa Velaryon lo hacía sentir menos como un invasor en Driftmark.

Lucerys Velaryon había muerto, estaba muerto, no se suponía que anduviera caminando por los pasillos de la casa de su padre, abuelo y hermanas.

— ¿De dónde nació tu amor por los paseos en la playa? Nunca lo hiciste en Puerto Blanco.

Porque en Puerto Blanco no tenía recuerdos.

—El mar ahí es más frio, sabes que no me gusta enfermarme.

— ¡Jon! ¡Jon! —Wylla apareció corriendo con sus fieles guardias tratando de seguirle el paso.

Lucerys se alejó de la orilla del mar para alcanzarla a medio camino.

— ¿Qué ocurre? ¿Estás bien? ¿Wyn? ¿Lord Wyman? —preguntó con urgencia.

Wylla hizo un gesto desestimatorio con la mano.

—No ha pasado nada malo, no te preocupes.

— ¿Entonces por qué viniste corriendo y gritando? Acordamos que sólo harías eso en emergencias.

Con lo bulliciosa que era Wylla, Lucerys se había visto en la necesidad de organizar modos para que ella no le diera golpes al corazón sin motivo.

—Bueno, no es una emergencia de ese tipo, pero debes regresar al castillo para prepararte —comenzó a explicar, impenitente —. El barco del primo de Lord Velaryon atracó y se unirá a nosotros en la cena, Lady Danylla espera tu presencia.

A Lucerys le desconcertaba mucho que su presencia fuera bienvenida en la mesa de estos nobles.

—Pudiste enviar a un sirviente.

— ¿Por qué enviaría un sirviente a buscar a mi prometido?

La pellizcó en el brazo.

—Eso duele —Wylla se quejó.

—Bien. Tal vez el dolor te haga recordar que no debes decir eso.

Tontamente Wylla pensaba que los Velaryon eran tan amables con Lucerys porque pretendían  robarlo para ellos. Así, un día ella declaró que se casarían cuando ambos fueran mayores de edad. Él no sabía qué era peor, que sus anfitriones le creyeron o que Lord Wyman no refutó nada.

Y cuando Wynafryd, que siempre era la voz de la razón, dijo que si Lucerys se casaba con alguien sería con ella ya que heredaría la señoría Manderly, él había tenido que lidiar con el momento bochornoso por sí mismo.

—Pero te haré muy feliz, mi pequeña rosa, lo prometo.

Lucerys lanzó una mirada de muerte a su tío cuando lo escuchó reír.

— ¿Por qué me casaría contigo? Wyn tiene razón, ella es mejor prospecto; me mantendrá bien vestido y alimentado, y nunca temeré por la falta de un techo sobre mi cabeza.

— ¿Realmente prefieres eso a la aventura y la diversión?

—Siempre.

 

 

Vaemond Velaryon le estaba sonriendo.

Mejor dicho, Víctor Velaryon, el primo de Lord Monford, lo hacía.

¿Por qué de entre todos los rostros que alguno de estos niños pudo heredar, tuvo que ser el del hombre que perdió la cabeza bajo el filo de Dark Sister?

Por lo menos el beta, este nieto de Lady Laryssa, estaba demostrando ser un hombre decente. Sus hijas lo miraban con respeto y amor, y parecían muy cercanas a él. Y su esposo omega, Amos Celtigar, hermano menor del actual Lord de Isla Zarpa, lucía muy enamorado de él.

—Eres un joven muy bien educado, Lord Jon.

Lord Víctor había insistido en tratarlo con cortesía.

Lord Amos lo amonestó en voz baja y Lord Víctor se preocupó por un instante.

—No lo digo como ofensa. Me parece recordar que Casa Stark tiene seis hijos, es admirable que Lord Stark lograra criar tan bien a todos sin volverse loco. Amos y yo a veces no podemos con nuestras hijas.

Las aludidas expresaron su descontento por el comentario.

—Lord Stark ha tenido ayuda —eligió decir diplomáticamente —. Lady Stark no es más que diligente en la educación de sus hijos. Y Nan no ha sido más que paciente y cariñosa conmigo.

— ¿Nan? ¿Tu niñera? —fue Lord Amos quien preguntó esta vez.

—Una amable anciana que ha servido a los Stark por generaciones —Lady Laryssa respondió.

Ella no lo dijo de mala manera, pero Lucerys tuvo la impresión de que había una crítica escondida en alguna parte.

— ¿Una sirvienta? —Lord Víctor parecía descontento —. ¿No una septa o una institutriz?

—Soy un bastardo, mi lord.

La respuesta de Lucerys hizo que la mesa se silenciara por un momento. Miró a Lord Wyman, buscando algún indicio de haberse equivocado al hablar de los Stark, pero él simplemente le sonrió tranquilizador antes de volver a mirar oscuramente a Lord Monford.

¿Por qué a estas personas les importaba cómo trataba otra Casa a un bastardo?

—Mientras estábamos en Desembarco del Rey pude ver a la reina Cersei —Lady Cynthia, la hija menor de Lord Víctor, una niña de diez onomásticos, abrió una nueva conversación —. No parecía tan malvada como dices que son los leones, tío Monford.

—Que no te engañe su apariencia, querida. A veces las flores más hermosas son las más venenosas.

— ¿Jon es venenoso?

Lucerys, que había estado saboreando un pastelito de limón, tratando de emular la gracia con que había visto a su madre comerlos, casi se atragantó al escuchar la ocurrencia de Monterys.

Todas las damas presentes, además de Lord Wyman y del tío Arthur que estaba parado cerca de la puerta, rieron. El resto de los hombres se escandalizaron y Lord Monford fue tan lejos como regañar al niño.

—El más venenoso —Wylla asintió sabiamente e ignoró la amonestación de Wynafryd.

Fue el turno de Aurane de redirigir la conversación.

—Cersei Lannister ciertamente es una mujer malvada, ¿cómo se atreve a no darle hijos a su rey? —acompañó la declaración con un giro de ojos, haciendo reír a Lady Cynthia y Lady Corla, su gemela mayor.

Lucerys sabía eso, lo había aprendido durante sus lecciones.

Cersei Lannister no había tenido un solo hijo desde que se casó con Robert Baratheon. Se hablaba de infertilidad, pero también de té de luna y abortos provocados. No se sabía con seguridad nada al respecto, pero lo que los Siete Reinos sabían con certeza era que la Luz del Oeste no estaba avergonzada por eso.

Ella se mostraba impenitente por no cumplir su deber como esposa y reina. Al contrario, parecía regocijarse por no darles a Tywin Lannister y Robert Baratheon lo que querían. Las peleas de gritos con su padre y esposo eran legendarias, y para nadie era un secreto que ella detestaba a Lord Lannister por negarle la herencia que le correspondía como la primogénita alfa.

—Tywin Lannister nunca esperó que su ambición se viera truncada por sus propios hijos —Lady Danylla tomó un sorbo de su copa de vino —. Primero su hijo alfa, a quien eligió como su heredero, se convirtió en Guardia Real y después su única hija no le da los nietos deseados para que su sangre Lannister se siente en el Trono de Hierro.

El maldito trono por el que los padres y hermanos de Lucerys fueron asesinados, el mismo trono por el que, siglos después, los descendientes de su madre fueron masacrados.

Dulce princesa Rhaenys, pequeño príncipe Aegon; ambos cortados de sus alas antes de que pudieran volar.

Hermosa princesa Elia, profanada y arrebatada de la peor manera.

Los niños de su madre, aterrados y solos en sus últimos momentos.

— ¿Estás bien? —el susurro de Wynafryd lo sacó de sus pensamientos —. ¿Jon? —ella señaló su regazo.

Cuando miró hacia abajo, Lucerys se dio cuenta que había estado apretando la tela de su pantalón y lo hizo tan fuerte que cuando quitó sus manos, sintió dolor en sus muslos.

—Sí, no te preocupes por eso, Wyn —susurró a cambio —. Preocúpate por seguir sonrojándote bajo la atención de Lady Daenora.

La hija mayor, una alfa, de Lord Víctor no había dejado de mirar a Wynafryd desde que la cena comenzó. Wynafryd se había mostrado halagada por la atención.

—Ahí va tu matrimonio —Wylla se unió a la pequeña conversación y lo hizo con un volumen que llamó la atención de todos.

— ¿Matrimonio, Lord Jon? ¿Ya estás prometido a alguien?

¿Por qué la conversación siempre regresaba a Lucerys?

—Sí, a m-

—No, a nadie, mi lord —interrumpió a Wylla tan rápido como pudo.

 

 

—Quiero que veas algo.

Lucerys se agachó para estar a la altura de Monterys.

El cabello blanco ensortijado y la piel besada por el sol eran cosas que Lucerys había deseado tener en su antigua vida, ahora las veía en este adorable niño y no sentía dolor.

— ¿Qué es?

—Un secreto. Padre dijo que no te dijera, no sé por qué.

—Lord Monford debe tener sus razones, Monty.

—Pero es sobre ti.

Tío Arthur se movió entonces y miró al niño desde detrás de Lucerys.

— ¿Es peligroso, Lord Monterys?

El niño negó con la cabeza —. Es mágico.

— ¿Mágico? ¿Cómo es eso? —Lucerys comenzaba a pensar que tal vez sólo era un juego recién inventado.

—Sabrás si lo ves. Ven conmigo. Si mi padre se enoja, diré que es mi culpa.

Compartió una mirada con su tío. ¿Debería seguirle la corriente a Monterys? ¿Pero si era algo que de verdad no debía ver y Lord Monford enfureciera?

—Es un retrato—Monterys lo tomó de la mano y lo instó a levantarse.

— ¿Dónde está este retrato? —tío Arthur lo estabilizó con una mano en el hombro.

—En la Sala de Pinturas.

Lucerys dudó por un instante más al escuchar eso.

Sabía que esa sala se hizo prohibida para los extraños después de que Aegon el Usurpador asesinara a la madre de Lucerys; aunque desde que llegó a Driftmark deseó entrar ahí para ver los rostros de su padre y abuelo, se detuvo para no sobrepasar los límites ni faltar al respeto a Casa Velaryon.

Sin embargo, Monterys le estaba presentando una oportunidad única.

Todavía estaría tentando la ira de Lord Velaryon, después de todo aunque estuviera acompañando a Monterys, Lucerys estaba muy consciente de lo que estaba infringiendo.

Pero, ¿y si había un retrato de Baela y Rhaena?

La posibilidad de volver a ver a su padre y hermanas era más fuerte que cualquier miedo.

—Está bien, vamos —Monterys sonrió al oír su aceptación y comenzó a jalarlo en dirección a la Sala de Pinturas.

—Jon, ¿estás seguro?

—Me defenderás de Lord Velaryon, ¿verdad, tío?

—Siempre te defenderé. Incluso si no lo mereces por ponerte en esa posición primero.

—Mi padre no te hará daño —Monterys miró por encima de su hombro —. Verás por qué.

Después de caminar por varios pasillos, una vez dentro de la Sala de Pinturas, Lucerys lo entendió.

—Soy yo —sintió un fuego cálido apoderarse de su cuerpo.

Alguien, tal vez su abuelo o Baela, habían colgado un cuadro de Lucerys y sus hermanos. Tuvo que ser pintado después de que murieran porque Lucerys nunca supo de su existencia. Su abuelo y su hermana no los habían olvidado.

Lucerys tenía muchas ganas de llorar.

— ¿Ves? Mágico.

Tío Arthur hizo un sonido indescifrable, pero Lucerys apenas le prestó atención.

—No es magia.

— ¡Padre! ¡No te enojes! ¡Lo siento! —Monterys corrió hacia Lord Monford, quien entró en silencio a la habitación.

—No estoy enojado, hiciste lo que he querido hacer desde que Jon llegó a Driftmark.

Lucerys no sabía qué decir.

Él, que no sabía por qué renació con el mismo rostro, no podía dar alguna explicación a Lord Velaryon.

—Iba a guardar silencio porque pareces en paz con tu vida, pero es insoportable verte ignorando tu valor. Eres la persona más noble de Westeros, pero vives como un humilde bastardo. Incluso si eso es verdad, su nieto debería tener más.

—Lord Velaryon, qué-

Lord Monford ignoró al tío Arthur, interrumpiéndolo.

—No es magia —repitió —. Es sangre.

No estaba seguro si la generación actual consideraba a Lucerys y sus hermanos también bastardos. Después de tanto tiempo, tal vez, no importaba.

—No tengo sangre Velaryon, Lord Monford.

Ni antes, ni ahora.

—Claro que la tienes, pero no es a la que me refería.

Lucerys miró a su tío, ¿los Dayne se habían casado con un Velaryon en el pasado? Su tío le regresó la mirada, había una lucha en sus ojos, pero no dijo nada.

—Tienes sangre Targaryen —Lord Monford dio un paso hacia Lucerys, con Monterys todavía abrazado a su cintura —. ¿Sabes quién más compartió el rostro del príncipe Lucerys Velaryon? La reina Rhaella.

Eso era entendible. Rhaella Targaryen era descendiente de Rhaenyra Targaryen, de quien Lucerys había heredado el rostro desde la abuela Aemma en su vida pasada, ¿pero qué relación tenía con Lucerys?

Dyanna Dayne fue quien se casó con la Casa Targaryen, no al revés. Y ningún Targaryen se había casado nunca con un Stark. No había manera de que Lucerys, que Jon Snow…

Ah.

Un Targaryen nunca se había casado con la Casa Stark, pero un Stark había sido robado por un Targaryen.

—No eres hijo de Ned Stark y Ashara Dayne.

Lucerys acababa de darse cuenta de eso, muchas gracias.

—Eres hijo de Lyanna Stark y Rhaegar Targaryen. ¿No es verdad, Ser Arthur?

Una de las personas que le había mentido toda su vida parecía triste, pero también como si un gran peso hubiera sido levantado de sus hombros.

—Sí.

Fue entonces que Lucerys perdió la batalla contra sus lágrimas.

 

Notes:

1. Lo que Monford quiso decir con que Lucerys/Jon tiene sangre Velaryon es que, aunque muy diluida, tiene la de Valaena y Alyssa Velaryon. Fue hace siglos, pero una Casa orgullosa como los caballitos de mar siempre lo recordarían.

2. Lo bueno de que mis sobrinos vengan de visita a las casa de los abuelos para las fiestas es que puedo encerrarme en mi cuarto (y escribir) cuando el bullicio se vuelve demasiado. Así que gracias a ellos estos días los capítulos están saliendo como pan caliente.
También ayuda que cuando comienzo una historia nueva actualizo rápido porque me hiperfijo jajaja
Los que han estado conmigo desde que inicié aquí se habrán dado cuenta de eso.

¡Gracias por leer!

¡Gracias por comentar!

¡Felices fiestas!

Chapter 6

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Lucerys seguía siendo un niño de su madre.

Él seguía compartiendo la sangre de Rhaenyra Targaryen.

Pero sus hermanos no eran sus hermanos.

Y su tío no era su tío.

¿Cómo debería sentirse?

¿Triste? ¿Angustiado? ¿Feliz? ¿Devastado?

¿Asqueado?

—Nací de una violación —susurró acuosamente, sentado en el suelo con la espalda contra la pared donde colgaba el retrato que había dado pie a la revelación más increíble de su vida.

 —Tus padres estaban casados —su tío, ¿cómo podría dejar de considerarlo como tal tan rápido pese a las circunstancias?, se arrodilló frente a él —. Se casaron con la bendición de la princesa Elia.

Lord Monford se sentó en el suelo, haciendo un sonido de alivio, abrazando a un confundido Monterys y viendo atentamente al tío Arthur.

Lucerys no entendía nada.

— ¿Cómo pudieron-

Rhaegar Targaryen fue un hombre casado por años antes de eso.

— ¿La princesa Elia cómo-

¿Realmente estuvo de acuerdo? ¿Fue coaccionada?

—Se casaron a la manera valyria. Rhaegar pensó que casarse con cada una de sus novias bajo una religión diferente haría menos crítica la situación.

Eso no tenía ningún sentido.

—Las princesas Elia y Lyanna se amaban, Rhaegar no fue el único que pasó tiempo con la Loba en Harrenhall. Ellas hicieron planes, se casarían a la tradición rhoynar después de que el rey Aerys fuera depuesto.

Lyanna Stark y Elia Martell, ¿enamoradas?

¿Deponer al rey Aerys?

— ¿El príncipe Rhaegar estaba organizando su propia rebelión?

Tío Arthur no respondió a Lord Monford.

—La princesa Lyanna abrazó a la princesa Rhaenys y el príncipe Aegon, juró que los amaría como si fueran su sangre y carne porque ya los consideraba suyos de corazón. La princesa Elia hizo el mismo juramento; te adoró desde antes de saber que la princesa Lyanna estaba embarazada.

¿Cómo podría haberlo hecho? ¿Adorar una idea? ¿Una posibilidad?

—La princesa Rhaenys también. Ella era como su madre más que sólo en apariencia, tenía su corazón dulce. Aunque el príncipe Rhaegar creía que su primogénito con la princesa Lyanna sería una niña, una Visenya, la princesita estaba segura que serías un varón. Tendré otro valonqar, dijo cuando la princesa Lyanna se despidió de ellos al terminar el torneo, será como yo y se llamará Lucerys.

Los dioses se estaban burlando de él.

No había otra explicación.

— ¿Como el príncipe Lucerys Velaryon? —el rostro de Lord Monford estaba imitando bastante bien a un pez —. ¿Lucerys es el nombre del rey? —dijo eso mirándolo.

Lucerys no era el rey de nadie ni de nada.

—No. Su nombre es Aegon, Aegon Targaryen. La princesa Lyanna lo decidió cuando nos llegaron noticias del saqueo de la Fortaleza Roja; ella quiso honrar al príncipe Aegon.

¿Fue esa la verdadera razón o fue por culpa?

¿Ella se atrevió a ponerle a su recién nacido el nombre de un bebé que fue asesinado por sus acciones y las del príncipe Rhaegar? ¿Por su tórrido romance que mató a miles?

Pero Arthur Dayne no habló de amor, al menos no entre Lyanna Stark y Rhaegar Targaryen. ¿Por qué se casaron entonces?

¿Importaba? El reino todavía sangró.

Y él no quería saber nada más, no ahora.

Lucerys se puso de pie temblorosamente.

Sin decir nada y sin mirar a nadie, comenzó a caminar hacia la puerta.

—Jon, espera.

Evitó el toque de su tío cuando intentó detenerlo.

—Ese no es mi nombre, ¿no acabas de decirlo? —si su voz salió más venenosa de lo que fue nunca, entonces era culpa de las personas que le habían mentido toda la vida.

—Mi rey —Lord Monford también se acercó.

—No soy un rey —siguió caminando.

—Su Gracia —Arthur Dayne lo siguió más allá de la puerta, los pasos pesados de Lord Monford y los rápidos de Monterys le hicieron eco.

—Silencio —dijo con dureza, todavía dándoles la espalda y sin dejar de caminar —. Quiero estar solo.

—No puedes-

— ¿Primero me mientes y ahora me das ordenes? —sus palabras finalmente hicieron que los otros se detuvieran —. No me sigas.

Entonces apresuró el paso.

Necesitaba salir de ese castillo antes de asfixiarse bajo el peso de la reciente revelación.

 

 

Era curioso que el lugar donde la línea que dividía a las dos familias de Viserys Targaryen se trazó definitivamente, ahora era el lugar que mantenía a Lucerys conectado a tierra.

¿Qué era más terrible?

¿Haber cortado el ojo de su tío o ser uno de los últimos sobrevivientes de sangre Targaryen?

Aunque había sido un niño, Lucerys había tomado ese cuchillo, él había decidido defender a su hermano. Sin embargo, no fue su decisión ser el producto de una relación que fue el catalizador de una guerra.

¿Qué debía hacer ahora que todo su mundo cambió?

¿Cambió algo intrínsecamente dentro de él?

No. Jon Snow o Aegon Targaryen, él era Lucerys.

Sangre y apellido o no, nunca había dejado de ser Lucerys, el hijo de Rhaenyra Targaryen.

Pero todo dolía más.

Sus hermanos fueron asesinados en esta vida como en la anterior, la madre de sus hermanos había sido asesinada también, como lo fue su propia madre. Su abuela se perdió en el parto, igual que la reina Aemma.

Un lado de su familia había asesinado al otro.

Sus tíos a sus hermanos y padres.

Su abuelo a su otro abuelo y tío.

Visenya, Jacaerys, Rhaenys, Joffrey, Daemon, Rhaenyra, Rickard y Brandon.

Toda su familia, arrebatada por manos codiciosas de hombres que creían merecer más. Hombres que planeaban y se aprovechaban de la sangre de la familia de Lucerys.

El chico que fue criado como Hightower nunca podría haberse sentado en el Trono de Hierro si no fuera por su sangre Targaryen.

El hombre que fue a la guerra por la mujer que amaba no podría haberse convertido en rey si no fuera por su sangre Targaryen.

Alicent Hightower había despreciado las costumbres Targaryen, escupiendo en la cultura valyria, pero nunca vaciló a la hora de aprovecharse de todo ello.

Robert Baratheon, que maldijo a los Targaryen de ida y vuelta, se sentó en el trono forjado por las personas del mismo apellido.

Cuánta hipocresía.

Cuánta ambición.

Hightower.

Baratheon.

Lannister.

Al menos los leones no se escondían detrás de falsa piedad o de un corazón roto. Su crueldad estaba a la vista y pagarían por ello.

Lucerys se encargaría de que así fuera.

Se sorprendió por ese pensamiento.

¿Vengar a los Targaryen?

Como el bastardo de Eddard Stark no tenía ningún derecho a hacerlo, pero como el hermano de Rhaenys y Aegon Targaryen sí.

¿Sería capaz? ¿Cómo?

Si no hubiera sido el primero en morir, ¿habría hecho todo lo posible por hacer justicia contra los asesinos de sus hermanos? ¿Habría tenido el temperamento para ello? ¿El estómago?

Nunca habría podido hacer algo como Daemon, actualmente tampoco podría. No, nunca se desquitaría con inocentes.

Pero no había nadie inocente ahora, ¿o sí?

O podría ser como sus hermanitos, Aegon y Viserys, y contentarse con su vida como estaba. Aceptar lo que había ocurrido y seguir adelante independientemente del dolor y la tristeza que lo consumían.

Él era un Tagaryen de sangre y apellido ahora, pero podía seguir siendo Jon Snow. Podía quedarse en el Norte, con sus hermanos, y tener una vida común y tranquila.

Lucerys no tenía que empezar una guerra.

Él podría buscar al maestre Aemon, al príncipe Viserys y la princesa Daenerys, y formar su pequeño embrague de dragones.

Sin embargo, ¿qué deseaban ellos? ¿Tal vez ellos querían recuperar el trono? ¿Qué haría entonces Lucerys? ¿Apoyarlos o correr en la dirección opuesta?

Si Lucerys elegía el fuego en su sangre, las posibilidades de guerra eran grandes.

Si él elegía el hielo, las posibilidades de una vida en paz no eran improbables.

¿Pero realmente viviría en paz? ¿Estaría tranquilo sabiendo que sus parientes estaban lejos? ¿Estaría tranquilo con los asesinos de su familia paseando por el reino?

—Aquí estás —Wynafryd lo miró desde una roca al otro lado del arrecife poco profundo donde Lucerys estaba escondido —. ¿Qué te hicieron los Velaryon?

Ella estaba acompañada por sus dos guardias, pero ninguno hizo movimientos para disuadirla de meterse al agua para llegar a Lucerys.

— ¿Por qué piensas que los Velaryon me hicieron algo? —se tragó el regaño que quería darle por arruinar su vestido y sus zapatos.

Se concentró en mirar los peces que nadaban entre sus piernas desnudas por haber subido sus pantalones hasta las rodillas.

— ¿Quién más te iba a hacer algo? Wylla estuvo conmigo y las nietas de Lady Laryssa todo el tiempo —se sentó junto a él en una roca incómoda.

Estuvo tentado a insinuar su cercanía con Lady Daenora, pero era mejor ir directo al grano con Wynafryd.

—No me hicieron nada. En realidad fue mi tío —hizo una mueca —. Él me reveló algo sobre mis padres.

— ¿Finalmente decidió hablarte de Lady Ashara?

Lucerys soltó una risa involuntaria, esperaba no sonar tan desquiciado como se sentía.

—Algo así.

—Debió ser algo serio. Llevas todo el día desaparecido, si no fuera porque un sirviente vio a dónde corriste, Ser Arthur estaría en pie de guerra ahora mismo.

Lucerys no dijo nada a eso.

— ¿Estás enojado con él o por lo que dijo?

Esa era una buena pregunta.

¿Qué le molestaba? ¿El secreto y la mentira todos estos años o la verdad?

¿Habría cambiado algo el saberlo antes?

Es más, ¿Arthur Dayne y Eddard Stark se lo habrían dicho alguna vez? ¿Tenían planes para revelarle todo en algún momento?

—No lo sé.

Wynafryd aceptó su respuesta y no insistió más. Ella permaneció junto a él, en silencio. Lucerys se sintió menos solo.

 

 

Permanecer con los pies en el agua durante un día completo hizo que Lucerys enfermara. Incluso Wynafryd, que sólo lo acompañó desde el atardecer hasta que la marea comenzó a subir, atrapó un resfriado.

Su estado debilitado y febril lo hizo sentirse menos dolido con su tío, y aceptó que estuviera sentado junto a él, vigilando su sueño. Era difícil estar enojado y triste cuando su cuerpo temblaba y su mente era confusa.

—Tío… ¿cuándo… cuándo me… dirías?

—Lo siento, Su Gracia.

No quería disculpas, quería respuestas.

—No… Gracia. ¿Nunca… nunca me amas…te como tu… sobrino?

—Te amo, siempre te he amado.

¿Pero cómo? ¿Cómo familia? ¿Cómo amo? ¿Cómo el hijo de su querido amigo?

Él nunca había tenido esas preguntas antes.

Siempre estuvo seguro del amor de sus tíos y de sus hermanos.

En su vida pasada nunca dudó del amor de sus hermanos y padres, y nunca, nunca, de su madre.

—Madre. Ma… dre. Te… extraño.

—Tu madre te amaba. Tus dos madres te amaban.

Lucerys sollozó.

Lyanna. Elia.

Él tenía tres madres.

Rhaenyra.

—Mu..ña. Muña.

Escuchó que una puerta se abría, escuchó pasos.

No quiero… esto. Quiero… estar… contigo y… mis hermanos… y padre.

— ¿Está hablando en valyrio?

La voz era fuerte y profunda, como la del abuelo Corlys.

—Lo aprendió por sí mismo de los libros en Winterfell.

—Su sangre de dragón es fuerte.

—Su sangre de dragón no lo está sacando de esta terrible fiebre.

¿Por qué el tío Arthur sonaba enojado?

Lucerys debería ser el enojado, nadie más.

—Es preocupante. Lleva tres días así, empeorando cada vez más.

—Nunca debimos decirle nada, no era el momento.

— ¿Y cuándo sería el momento? ¿Cuándo Eddard Stark lo dijera?

—No sabes nada, Lord Velaryon.

—Porque no me dices nada. ¿Qué te hace desconfiar tanto? Casa Velaryon siempre ha sido leal a la Casa Targaryen.

—Que demasiadas personas lo sepan es peligroso.

— ¿Más peligroso que ser un bastardo omega?

Ja. Baela era muy divertida.

Tan divertida como cuando perdía en las carreras de dragones. Arrax era pequeño, pero veloz.

Volemos… hermana.

Sintió unas manos frías en su frente.

—Saber la verdad lo está atormentando. Está hablando a la princesa Rhaenys.

— ¿Eso es lo que dijo?

—Dijo hermana, ¿a qué hermana hablaría en alto valyrio sobre volar?

Hubo un resoplido apagado.

—Él ama las historias de dragones.

—Los dragones son más que historias. Eras el mejor amigo del príncipe Rhaegar, debes saberlo.

—Es difícil creer en criaturas mágicas cuando nunca las has visto. Lo último de ellos desapareció en el incendio de Summerhall.

—No todo.

 

Más tarde, Lucerys se sentiría más tranquilo, menos afiebrado, mientras abrazaba algo duro y cálido contra su pecho.

Y en lugar de dormir inquieto, soñaría con Arrax y todos los dragones de su familia.

 

Notes:

1. ¡Feliz año nuevo a todos! ¡Les deseo mucha salud, mucho éxito y mucha felicidad! ¡Los amo!

2. ¿Teorías sobre Lyanna y Rhaegar? ¿Sobre la princesa Rhaenys?

3. Por cierto, la pareja principal ha sido decidida. Robb es el ganador. Ya está en las etiquetas.

¡Gracias por leer!

¡Gracias por comentar!

Chapter 7

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Lucerys estaba dividido entre la maravilla de tener un huevo de dragón en sus manos y entre sentir que estaba traicionando a Arrax.

Una vida había pasado desde el asesinato de su amado dragón, pero la pérdida se mantenía como un dolor sordo en su pecho. Arrax siempre sería parte de él, de su alma y corazón, por eso sentía que estaba traicionando su recuerdo al desear que el huevo que encontró en sus brazos al despertar de la fiebre eclosionara.

Era peligroso que lo hiciera.

Él podía ser un Targaryen de sangre y nombre, como Arthur Dayne le había vuelto a asegurar mientras Lucerys se recuperaba, pero tener un dragón sería como convertirse en un objetivo andante.

¿Y si alguien se enteraba?

No sólo matarían a la cría, también a Lucerys y a todos los asociados con él.

Robert Baratheon pondría su cabeza en una pica y la mostraría en los muros de la Fortaleza Roja.

Por eso Lord Stark lo había nombrado su bastardo, por eso había mantenido la verdadera identidad de Lucerys en secreto.

Eddard Stark había hecho una promesa a su hermana; por eso vivía con una espada metafórica colgando de su cabeza, por eso manchó su honor, por eso mintió a todos, por eso nunca se conectó con Lucerys y por eso permitió que su sobrino fuera menospreciado por su esposa.

¿Lyanna Stark estaba agradecida con su hermano por mantener su promesa o estaba enojada por la manera en que la estaba cumpliendo?

Tal vez ambas.

Lucerys no estaba enojado con Lord Stark, estaba decepcionado.

Había estado cumpliendo la promesa a su hermana de la única manera que podía y lo hacía poniendo en riesgo a sus hijos, ¿pero era realmente necesario que Lucerys fuera maltratado por su piadosa esposa? ¿Por qué no dejar que alguien más lo criara? Pudo haberlo dejado con Arthur Dayne, que lo llevara lejos, o podría haberlo entregado a alguna Casa del Norte, como la Mormont o la Reed.

Por lo que su escudo juramentado, el tío Arthur –era difícil dejar de considerarlo como tal– había revelado ese detalle, le informó, Lord Reed había ofrecido acoger a Lucerys en Aguasgrises.

Pero no, Lord Stark decidió mantenerlo con él.

¿Fue genuina intención velar por el hijo de su hermana o fue vigilancia planeada para asegurarse que el único hijo vivo de Rhaegar Targaryen no se convirtiera en un peligro para el trono de su amado amigo?

Lucerys no sabía qué pensar.

Su mente iba de un pensamiento a otro, cada uno pintaba desfavorablemente las intenciones de Lord Stark, pero no podía evitarlo.

No era un secreto que Eddard Stark y Robert Baratheon se consideraban hermanos, que crecieron como tal durante varios años, que pelearon codo a codo, que fue él quien sugirió el matrimonio entre su hermana y el ciervo, que no se ablandó ni hizo caso a ella cuando repetía que no quería casarse.

Durante todos los años que Lucerys llevaba viviendo como Jon Snow, Lord Stark nunca flaqueó en su apoyo al Rey Ciervo. Condenaba los asesinatos de la familia real Targaryen, pero no criticaba la ascensión al trono de su hermano de crianza.

Robert Baratheon luchó por Lyanna Stark, pero aceptó un trono, el trono de la familia que tanto maldecía.

Y Lord Stark seguía apoyando al hombre que llamó engendros de dragón a los hermanos de su sobrino, a los hijos que su única hermana había reclamado como propios. Apoyó al hombre que se sentó en un trono obtenido por la muerte de inocentes.

— ¿Cuándo iban a decírmelo? ¿Me lo dirían alguna vez? —no levantó la mirada del huevo negro, pasando sus dedos sobre las vetas doradas que lo cubrían.

—Cuando cumplieras la mayoría de edad —respondió su tío.

— ¿Y entonces qué?

—Haríamos lo que quisieras.

— ¿Lord Stark estaría conmigo si decidía recuperar el Trono de Hierro? —levantó el rostro, mirando a los ojos de la Espada del Amanecer.

—No lo sé. Pero me aseguró que nunca se levantaría contra ti.

Lucerys frunció el ceño. ¿Entonces permanecería neutral?

—Suena demasiado fácil —casi ingenuo.

—Eres su sangre.

¿Y por eso lo había criado como su bastardo? Él debió saber que un mujer como Catelyn Tully nunca sería amable con el bastardo de su marido, ¿por qué no declarar a Lucerys como el bastardo de su hermano mayor o inventar algo más?

— ¿Y tú? ¿Esperas que recupere el trono de los Targaryen?

—Mentiría si dijera que no. Eres el último hijo de mi querido amigo, el heredero vivo de mi príncipe y el heredero al Trono de Hierro; he soñado con verte convertirte en rey. Sin embargo, sobre todo, te quiero vivo y feliz, a salvo, y sé que no será fácil que lo seas si decides luchar por tu herencia.

Arthur Dayne no se movió de su asiento, pero la mirada que le dirigía a Lucerys se sentía como un abrazo fuerte y cálido.

—No compartimos sangre, pero eres mi familia. No tengo derecho a sentir ni decir esto, pero te amo como si fueras mi propia sangre y carne.

Lucerys bajó el rostro, sus ojos ardían y un par de lágrimas cayeron sobre el huevo de dragón. Tras la revelación no había sentido odio por el hombre que lo había protegido y criado toda su nueva vida, y ahora que acababa de escuchar eso, sabía que todo secretismo y dolor había sido perdonado. Siempre había sido demasiado sentimental, demasiado suave e indulgente.

La nueva vida de Lucerys había dado un giro completo, la mujer que creía era su madre no lo era más, pero aunque no compartía sangre con el hombre que creyó era su tío, no tenía que dejar de considerarlo como tal. Además, él y los Dayne habían permitido que el recuerdo de uno de los suyos fuera utilizado para la protección de Lucerys.

Por eso Casa Dayne nunca se había acercado a Lucerys y por eso él nunca podría resentirse con ella.

Como tampoco podría resentir a su tío.

Después de todo, Arthur Dayne había sido más un padre que nadie en esta vida.

—Me has enseñado todo lo que sé —estaba seguro que su tío entendería el mensaje subyacente —. Una de las cosas que más me dolió de todo esto fue saber que tú y yo no somos parientes, y que todo este tiempo sólo has estado conmigo por deber.

—No eres un deber —su tío se levantó y se arrodilló frente a Lucerys, quien estaba sentado al borde de la cama —. Eres mi príncipe, mi rey, sí, pero sangre o no, también eres mi sobrino. Eres mi niño —envolvió sus manos sobre las de Lucerys, sobre el huevo —. Te he amado desde que estabas en el vientre de tu madre y ella me hacía contarles historias sobre Rhaegar, Elia, Rhaenys, Aegon y Dorne.

Lucerys sollozó, dejó el huevo a un lado y se lanzó sobre su tío para abrazarlo.

—No vuelvas a guardarme secretos y nunca me mientas, promételo.

—Lo prometo.

 

 

 

Habló de no guardar secretos, pero estaba guardando varios de todos los demás.

No podía contarles nada a Wynafryd y Wylla sobre su verdadera ascendencia ni sobre el huevo que descansaba entre las llamas de la chimenea de su habitación, así como no podía decirle a su tío, y a nadie, que estaba viviendo una segunda vida.

Sus queridas amigas le creerían porque había testimonios, ¿pero quién creería que era la reencarnación de Lucerys Velaryon?

—Estás pensativo de nuevo —Wylla se sentó junto a él para romper el ayuno.

—Siempre estoy pensando, Lala, deberías intentarlo —bromeó.

Lady Corla y Lady Cinthya rieron al otro lado de la mesa.

—Grosero —Wylla robó uno de los pasteles de limón del plato de Lucerys como represalia —. Has estado actuando raro desde hace varios días. Y pareces muy triste desde que saliste de la fiebre.

Wylla Manderly era más visceral que racional, pero muy observadora.

—Tuve una horrible pesadilla, eso es todo.

Decidió ignorar la manera en que los Velaryon adultos se tensaron.

Lord Wyman carraspeó, atrayendo la atención de todos.

—Lord Monford, me gustaría aprovechar el momento para agradecer su hospitalidad, pero ya que nuestras negociaciones no han llegado a ninguna parte y Jon se ha recuperado de la enfermedad, es momento de que mis niños y yo regresemos a Puerto Blanco.

— ¡Lord Wyman! ¡No se apresure! —Lord Monford se dio cuenta de su arrebato cuando el norteño le frunció el ceño, y moderó su voz —. Reconozco que he sido difícil en las negociaciones, pero lo estaba probando. Nunca podría confiar en un hombre que se rompe fácilmente.

Lord Wyman fluctuó entre lucir muy indignado y molesto.

—Ustedes los sureños y sus juegos —gruñó —. ¿Entonces qué? ¿Ahora llegaremos a un acuerdo?

—Por supuesto —Lord Monford lanzó una mirada a Lucerys.

Lord Wyman se dio cuenta de eso y su expresión se volvió muy oscura —. Será mejor que nos vayamos.

Wynafryd le había dicho que Lord Wyman no apreciaba la atención de los Velaryon en Lucerys y que pensaba que tenían intenciones nada puras hacia él. Lucerys se sintió conmovido por la protección, pero también pensó que toda la situación era ridícula.

¿Qué harían los Manderly si supieran la verdad detrás de la atención de Casa Velaryon? ¿Llevarían de inmediato a Lucerys de regreso a Winterfell o lo dejarían en Marcaderiva? ¿Tal vez lo entregarían a Robert Baratheon?

Cualquier cariño que sintieran por Lucerys no se compararía con la seguridad de su Casa y familia.

—Ruego que permanezca un poco más de tiempo, Lord Wyman —fue Lady Daenora quien intervino, levantándose graciosamente de su asiento —. Me gustaría hablar sobre un compromiso entre su nieta mayor, Lady Wynafryd, y yo.

La mesa quedó en silencio. Lucerys se dio cuenta que no había molestia por parte de los presentes, sino sorpresa. Era prácticamente una descortesía que una dama o lord propusiera directamente un compromiso con los padres de su intención, en lugar de que la cabeza de su Casa lo hiciera.

Lucerys miró a Wynafryd, quien miraba a Lady Daenora con admiración en los ojos y un dulce sonrojo en las mejillas.

—Nos gustaría hablar sobre ello, Lord Wyman —Lord Amos dio un codazo discreto a su marido.

—Daenora ha expresado su interés sincero por Lady Wynafryd —Lord Víctor se apresuró a hacer control de daños —, pero mi hija es demasiado impaciente para seguir las reglas del decoro. Mi primo y yo tenemos la esperanza de que tome en consideración una alianza entre nuestras Casas, y cumplir el deseo de nuestras hijas.

Podría ser presuntuoso insinuar que Wynafryd estaba de acuerdo cuando no había dicho nada, pero la forma en que ambas damas habían estado interactuando desde la llegada de la rama secundaria de los Velaryon no dejaba duda a nadie de que el interés era mutuo.

—Abuelo —Wynafryd colocó una mano sobre el brazo de Lord Wyman y lo miró con seriedad.

—Mi hermana nunca te pide nada, abuelo —por supuesto, Wylla tenía que dar su opinión —. Y has visto los ojos de borrego que las dos se hacen, es obvio que se quieren.

— ¡Wylla! —Wynafryd amonestó a su hermana.

El resto de los presentes rieron y Lady Daenora no se mostró avergonzada.

—Además, un matrimonio con Casa Velaryon será más favorable que uno con cualquier Casa en el Norte, excepto por Casa Stark.

Wylla no estaba del todo equivocada. Si bien era importante mantener alianzas con las otras Casas norteñas, una alianza con otra Casa comercial era muy valiosa. Si mencionar que los lores y damas norteños solteros eran muy jóvenes o mayores. Robb no era una opción para Wynafryd al ser ambos herederos y Bran era casi una década más joven que ella.

Wylla era una opción para Robb, pero ella detestaba la idea de casarse casi tanto como Arya. Lucerys estaba seguro que ambas escaparían de ese destino, a menos que estuvieran muy enamoradas. Sin embargo, Wylla prefería a las mujeres por lo que era poco probable que cayera presa del buen corazón y atractivo de Robb.

—Muy bien, hablemos sobre este compromiso —Lord Wyman cedió.

 

 

— ¿Crees que eclosionará? —Aurane se sentó junto a Lucerys en uno de los sillones del solar de Lord Monford, su tío estaba sentado a su otro lado.

—No lo sé —Lucerys acarició la superficie del huevo.

Era cálido, casi parecía un huevo recién traído por los Guardianes de Dragones, como los huevos de todos sus hermanos menores fueron. Sin embargo, los años que habían pasado lo hacían dudar. Se sentía vivo, sí, pero eso podía ser más una ilusión por el cúmulo de emociones que Lucerys estaba experimentando.

—La princesa Daella dijo que un día lo haría, por eso se negó a entregarlo al rey Aegon —Lady Laryssa acercó a Lucerys un platón de delicias.

Ella siempre lo estaba alimentando. ¿Lucerys realmente le parecía tan hambriento y desamparado?

—Pensé que se había negado por despecho —comentó Lady Danylla.

Lucerys conocía la historia de la princesa Daella y su intento de dar una poción de amor a Aegon el Inverosímil para que se casara con ella. Su muña estaría horrorizada si lo supiera, su kepa lo consideraría muy divertido.

—La princesa lo soñó —Lord Monford sirvió vino a su esposa y tía —. Por eso Lord Aethan sacó los diarios de la princesa Rhaenys y Lady Baela, para leer sobre la mejor manera de cuidar huevos de dragón.

— ¿La princesa Daella era una Soñadora? —inquirió el tío Arthur, pero Lucerys estaba pensando en otra cosa.

— ¿Lady Baela dejó diarios?

¿Podría volver a ver la letra de su hermana?

— ¿Te gustaría leerlos? —ofreció Lord Monford.

— ¿Puedo? —Lucerys lo miró con esperanza y abrazó el huevo contra su estómago.

—Puedes tener cualquier cosa, mi rey, sólo tienes que pedirlo.

El humor de Lucerys se agrió.

Lord Víctor negó con la cabeza a su primo y Lord Amos dio un trago largo a su vino. Como los únicos alfa y omega de los Velaryon adultos, pudieron darse cuenta de la molestia de Lucerys por su olor.

Tío Arthur permaneció impasible, era un alfa, pero estaba bastante acostumbrado al olor de Lucerys.

—No soy un rey, Lord Monford —su voz sonó más severa de lo que planeó —. El rey es Viserys Targaryen.

—Eres el último hijo vivo del príncipe Rhaegar, quien fue el hijo mayor y el heredero del rey Aerys. Tu derecho al Trono de Hierro es mayor que el del príncipe Viserys.

—La reina Rhaella nombró rey a Viserys y respetaré eso. Ella podría haber sido una reina consorte, pero era la matriarca de la Casa Targaryen y el miembro de mayor edad y rango en ese momento; su palabra era ley. No la deshonraré al proclamarme rey sobre su hijo.

Las damas Laryssa y Danylla miraron a Lucerys con algo parecido al orgullo.

—Ella no sabía que un hijo de su primogénito vivía —Lord Monford insistió.

—No cambia nada, no para mí —suficientes mujeres Targaryen habían sido ignoradas y Lucerys se negaba a hacer lo mismo.

Hacerlo sería traicionar todo lo que su muña representó, su derecho y su lucha.

—Para mí, Viserys Targaryen es el rey y Daenerys Targaryen su heredera —miró a su tío, con quien ya había hablado sobre esto, antes de volver su atención a Lord Monford —. Soy el tercero en la línea de sucesión. Y eso sólo si decido aceptar mi identidad de nacimiento.

Decía eso, pero estaba muy feliz de seguir siendo un niño de su muña. Saber que era un Targaryen se sentía más correcto de lo que nada se había sentido hasta el momento en su nueva vida. Aunque no aceptaba llamarse Aegon; entendía la intención de Lyanna Stark, pero Lucerys sentía que era incorrecto.

Además, ¿cómo lo tomarían Dorne y los Martell?

Tío Arthur le dijo que el príncipe Oberyn sabía de la relación de sus tres padres, la princesa Elia siempre confió en su hermano menor, pero no había quedado claro si apoyaba todo o no. Si lo había hecho en el momento, ahora debía ser diferente pues su hermana y sobrinos habían sido asesinados. Y cualquiera estaría inconforme con que el medio hermano de su sobrino se llamara igual, especialmente con la historia que los llevó a eso.

Si Lucerys decidía abrazar su identidad Targaryen, cambiaría su nombre.

— ¿Entonces buscarás al rey y a la princesa? —Aurane terminó con el silencio que se creó tras la declaración de Lucerys.

—Tal vez —se recargó contra el costado de su tío.

Él ya le había pedido que escribiera a sus hermanos de la Guardia Real que estaban en Essos para que duplicaran esfuerzos y encontraran a su familia.

Arthur Dayne no había sido el único sobreviviente de la Torre de la Alegría. Oswell Whent y Gerold Hightower seguían vivos, creando un ejército de mercenarios al otro lado del Estrecho.

Todos los que sabían la verdadera identidad de Lucerys tenían sus propios planes e ideales, unos lo querían cerca del Trono de Hierro y otros lejos, pero su tío le había asegurado que Ser Oswell y Ser Gerold estaban conscientes de que él podría decidir no ir por el trono. Estaban uniendo un ejército para que si un día Lucerys decidía dejar Westeros, tuviera un lugar a dónde ir y protección para estar a salvo. Y si lo peor sucedía y su identidad era descubierta, habría miles de armas y escudos que lo defenderían.

Lucerys lo agradecía, pero también le molestaba que la misma devoción no estuviera dirigida a Viserys y Daenerys. En lo que a él respectaba, el ejército del que su tío hablaba debería pertenecer a ellos.

—Ellos estarán contentos de conocerte —Aurane le sonrió.

¿Lo estarían? ¿Serían felices al no ser los últimos Targaryen del mundo? ¿O considerarían a Lucerys un bastardo y un intruso?

La incertidumbre era fuerte, pero no tanto como el deseo de reunirse con ellos, los últimos niños de su madre y su kepa.

Pero primero regresaría al Norte. Tenía mucho que hablar con Lord Stark y extrañaba a sus hermanos, sin mencionar que había un dragón con el que quería reunirse primero.

 

Notes:

1. Las vacaciones terminaron y regresé a la vida real. No extrañé para nada mi trabajo.

2. Cambié la historia de Daella y Rhae. Quería que la princesa con el nombre de la bisabuela de Lucerys en su antigua viva se casara con un Velaryon y simplemente me pareció divertido que ella hiciera "travesuras", pero también fuera parcialmente una Soñadora.

3. Un capítulo más, máximo dos, y dejaremos Marcaderiva. Hay un par de cosas que quiero que sucedan ahí antes de regresar a Winterfell.

4. Habrá múltiples povs en el siguiente capítulo.

¡Gracias por leer!

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Chapter 8

Notes:

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Chapter Text

Laryssa Velaryon

—Es inadecuado, muy inapropiado —escuchó repetir a Monford.

Laryssa estaba de acuerdo con él, pero la insistencia era molesta y no era el lugar de ninguno de ellos cuestionar las acciones del príncipe.

—Recuerda lo que dijo Ser Arthur, cariño —Danylla colocó apaciguadoramente una mano sobre el brazo de su esposo —. Las acciones del príncipe son su manera de mantenerse ocupado para no pensar en lo que le… preocupa.

Molesta, quiso decir.

Tanto como molestaba a Casa Velaryon que el rey legítimo no se reconociera como tal y dudara de su valor.

¿Qué le habían hecho los Stark al dulce príncipe? (Que Laryssa también lo considerara el rey no significaba que iba a irrespetar su decisión ni su pedido de ser dirigido, ya que insistían, como príncipe únicamente.)

—Puede ocuparse de otra manera, no atendiendo enfermos —Monford dio un trago brusco a su copa —. El nieto de Rhaella cuidando náufragos, dioses. Ese hombre podría ser la peor de las calañas por todo lo que sabemos.

Una tormenta había llegado desde mar adentro, azotando Marcaderiva y trayendo los restos de un barco que tuvo la mala fortuna de no soportar las inclemencias de la naturaleza. Cuando la tormenta amainó y todo estuvo en calma, todos salieron del castillo para evaluar cualquier daño que hubiera ocurrido. Los hombres, alfas y betas, viajaron hasta los poblados; las mujeres y omegas permanecieron cerca del castillo, apoyando a los sirvientes y limpiando el sargazo de la playa.

Los Velaryon eran nobles, pero no rehuían ensuciarse las manos.

Fue pura casualidad o designio de los dioses que el príncipe encontrara un náufrago inconsciente, pero respirando débilmente en los arrecifes que tanto le gustaba visitar. El príncipe pidió ayuda para el desconocido y como nadie en Marea Alta le negaría nada nunca, se apresuraron a cumplir su deseo.

Metieron al náufrago, un beta que podría ser un essosi o westerosi por sus características anodinas, en una habitación de la servidumbre y llamaron al maestre para que lo revisara. Si controlaban su fiebre y recuperaba el conocimiento, viviría.

El mismo príncipe se sentó junto a la cama, limpiando el sudor, cambiando las compresas frías y vertiendo tés en la garganta del enfermo. Tantas veces se le dijo que dejara que los sirvientes se encargaran y cada vez se negó.

Fui quien lo encontró, tengo el deber de verlo recuperarse o tomar su último aliento, había dicho el príncipe con tanta seriedad que no pudieron quejarse más, al menos no en su presencia.

La sangre era fuerte, sin duda. Laryssa sólo había visto esa voluntad en la reina Shaera y la reina Rhaella. El disfraz de bastardo nunca podría ocultar la dignidad y nobleza nata.

—Tiene un corazón muy amable —comentó.

Monford la miró, arrugando la nariz, un hábito que no había logrado detener desde la infancia. El sobrino de Laryssa y el esposo de éste siempre lo consideraron adorable y nunca lo obligaron a comportarse; ellos habían sido muy cariñosos.

—Demasiado amable, demasiado suave —casi se quejó su sobrino nieto.

—No lo digas como si fuera algo terrible, Monford —Danylla lo amonestó.

—No es terrible, per se, querida, al contrario, es muestra de que la gente le importa. ¿Hace cuánto tiempo tuvimos un gobernante que se preocupa por la gente? —su necio sobrino no había dejado de considerar al príncipe el heredero a pesar de las palabras de éste —. Pero por lo mismo puede ser presa de quiénes se aprovecharán nefastamente de su buena voluntad.

— ¿Cuántos Targaryen sufrieron por su buen corazón y amabilidad? —agregó Laryssa —. Aenys, Alysanne y la mayoría de sus hijos e hijas, Naerys, Rhaella.

¿Y no compartían varios de ellos semejanza en sus rostros?

Laryssa había visto los retratos de Dragonstone, esos que habían descansado en la Cámara de Sueños por generaciones antes de la Rebelión.

Daenys la Soñadora, Lord Maegon, Reina Rhaenys, Rey Aenys, Reina Alysanne, Princesa Daenerys, Reina Aemma, Príncipe Lucerys, Reina Naerys, Príncipe Aelor, Reina Rhaella.

Hermosos rostros, ¿pero malditos para sufrir calamidades?

¿Le deparaba algo más al príncipe de Laryssa?

Un silencio pesado se apoderó de ellos por un largo momento.

Tomando todo eso en cuenta, tal vez el príncipe estaba mejor lejos del Trono de Hierro.

Todavía, ¿vivir como un humilde bastardo bajo la gracia de sus parientes? ¿Una joya como él, escondida en el lejano y frio Norte, sin tener lo mínimo que merecía?

Laryssa debería esforzarse más en los días que restaban antes de que los Manderly partieran –quienes seguían negociando el compromiso de Daenora y Lady Wynafryd–, para convencer al príncipe de que permitiera que Monford solicitara a Lord Stark tomar al príncipe como pupilo en Marcaderiva. Después de todo, faltaba poco más de un año para que él alcanzara la mayoría de edad.

Podría reclutar a Monterys; el príncipe era muy indulgente con los niños.

—Disculpe, mi lord, mis damas —Iván, el paje que tuvo el honor de ser asignado para atender al príncipe, entró a la terraza —. El invitado de Su Gracia ha despertado. El maestre ya está en camino.

— ¿Dejaste solo a Su Gracia con él? —Monford se levantó rápidamente.

Laryssa y Danylla lo hicieron con tranquilidad.

—No, Lord Monford, Lady Wylla y Ser Arthur están con Su Gracia —como siempre, el educado joven no dijo.

Monford era demasiado aprensivo respecto a todo lo que rodeaba al príncipe. Laryssa no podía criticarlo, así como ella fue cercana a la intrépida Shaera, Monford lo había sido con la valiente Rhaella.

Además, ver el rostro del príncipe Lucerys Velaryon los volvía, honestamente, sentimentales y protectores.

— ¿El invitado dio algún nombre? —inquirió Laryssa.

— ¿Tal vez perdió sus recuerdos? —reflexionó anticipadamente Danylla.

No era anormal que los sobrevivientes de eventos como naufragios, o algo tan desafortunado como tales, no tuvieran recuerdos sobre algunas o todas las cosas antes del incidente.

—Sí, mi lady. Pudo hablar después de beber un poco de agua. Dijo que se llama Jaqen H’ghar.

Sonaba como un nombre essosi.

 

Robb Stark

Había escuchado que una carta había llegado desde el Sur, debía ser una carta de Jon. Así que estaba apresurándose a llegar al solar de su padre antes de que sus hermanos lo hicieran. Ellos siempre dejaban el pergamino arrugado, no por malicia, sino por entusiasmo; Rickon en una ocasión lo había manchado de baba. Robb no se molestaba al respecto, no realmente, sólo se sentía decepcionado por no poder apreciar apropiadamente la hermosa letra de Jon.

—Sansa, deberías tomar un descanso, has estado practicando durante horas —escuchó la voz de Jeyne Poole mientras pasaba afuera de la habitación de Sansa.

Iba a pasar de largo, pero el nombre de Jon lo hizo detenerse. Sabía que estaba mal, pero la puerta estaba entreabierta y necesitaba escuchar si su hermana hacía algún comentario malicioso sobre Jon como ya la había atrapada insultando a Arya.

—Ya lo haces muy bien —continuó Jeyne —. Espalda recta, barbilla en alto, mirada al frente. Caminas como una perfecta dama.

—Pero no como Jon. Has visto a mi hermano, Jeyne, camina con tanta gracia. Todo lo hace con tanta gracia.

Robb se sorprendió.

No había envidia u odio en la voz de Sansa, y ella acababa de llamar hermano a Jon. Ella había dejado de hacerlo varios años atrás, siguiendo la guía de su madre.

—Tiene modales impecables, es encantador y es hermoso.

—Es un bastardo.

Jeyne nunca se había atrevido a ser despectiva con Jon frente a nadie, ni siquiera la madre de Robb, quien seguramente la felicitaría. La amiga de Sansa estaba acobardada por el amor y la protección de todos en Winterfell –excepto Catelyn Tully, claro–, porque mientras nadie se atrevería a reprender a Sansa, sí a ella. Y los sirvientes de la fortaleza podían ser muy creativos con sus revanchas; Arya había aprendido mucho de ellos.

Sansa, para no sorpresa y continua decepción de Robb, no la reprendió ni corrigió.

—Él es mejor que yo en todo. Incluso es un omega.

Ella todavía no se presentaba, pero era muy probable que fuera una omega.

—Tú eres la hija mayor de Lord Stark y estoy segura que serás una omega, lo que te convertirá en el único omega legítimo de la Casa Stark. Arya nunca podría ser uno, es más probable que sea una beta, ordinaria como su cara.

—Arya se parece a tía Lyanna y ella fue una belleza, hubo una guerra por ella. Padre dice que Arya alcanzará esa belleza cuando florezca.

Arya no creía las palabras de padre, pero Robb sí; padre nunca mentía. Además, Jeyne seguía diciendo tonterías; Bran o Rickon podrían ser omegas también.

—Habrá guerras por ti también, Sansa. Los alfas que te vean te querrán, ya eres tan hermosa, lo serás más cuando florezcas y opacarás a todos cuando alcances la mayoría de edad.

—Espero ser la mitad de hermosa que Jon para entonces.

—Eso no importa, tú tendrás todo lo que él no. Además, él puede volverse feo en lugar de más bonito.

Imposible.

La nieve dejaría de caer para siempre en el Norte antes de que eso sucediera.

—Bran dice que Jon será más hermoso que el sol y la luna, y que usará una corona.

—Lord Bran es un niño que tiene sueños extraños. Un bastardo no puede tener una corona, la realeza nunca se casaría con alguien como él. Es tan tonto como cuando Lord Rickon dice que Jon se casará con Lord Robb.

Robb definitivamente no se sonrojó.

Sus hermanitos decían las cosas más extrañas.

Bran, de hecho, había comenzado a tener sueños extraños desde unas semanas atrás. La mayoría no los recordaba, pero los que sí siempre trataban de Jon. Al menos eran cosas agradables, improbables, pero lindas.

Tal vez Robb podría hacerle una corona a Jon algún día, aunque fuera sólo de flores.

—Si Jon se vuelve hermoso, por lo menos como las estrellas, la realeza lo querrá. Y él es muy amable, le agrada a la gente fácilmente.

—Eso es porque es un bastardo, recuerda lo que dice la septa, que los bastardos son criaturas codiciosas y tentadoras, dispuestos a robarle todo a los hijos legítimos.

Ese fue el momento de irse.

Era mejor alejarse antes de que lanzara las consecuencias al viento y entrara para poner en su lugar a Jeyne Poole y regañar a Sansa. No quería decir o hacer cosas de las que podría arrepentirse.

No se arrepentiría por defender a Jon, pero sí por hacer daño a su hermana y su amiga.

Sólo eran niñas tontas que creían la mierda que la septa les metía en la cabeza, no valían la pena.

 

Wylla Manderly

Masticó un caramelo de sal mientras veía a las sirvientas de Marea Alta empacar las cosas de Jon. Su adorable amigo había empezado antes que las jóvenes betas llegaran; sacaron las cosas de sus manos y lo guiaron a la mesita junto a la ventana, sirviéndoles dulces, asegurándole que ellas se encargarían de todo. Las protestas de Jon y sus intentos de ayudar morían por los pucheros que las sirvientas le hacían, es nuestro trabajo, joven. Todos los que se tomaban el tiempo de conocerlo se daban cuenta rápidamente de cómo conmoverlo.

Su abuelo estaba preocupado y molesto por la atención de todos los Velaryon, nobles o no, en Jon. Estaba convencido de que querían robarlo.

Wylla se divertía con todo.

Consideraba que tenían buenos instintos y éstos le decían que podía confiar en los caballitos de mar.

Además, Jon merecía ser mimado. Especialmente cuando estaría bajo el yugo de Lady Trucha durante años por delante.

Wylla esperaba nunca tener que ver su cara fea aunque era poco probable; se había salvado de acompañar a su abuelo a Winterfell, pero ya que tenía planeado no saltarse ningún viaje de ahora en adelante para poder ver a su mejor amigo, Lady Trucha y su cara pellizcada estaban en su futuro.

—Alguien salve ese pobre caramelo —volteó a ver a Jon, sentado al otro lado de la mesita —. ¿Qué te hizo para que lo muerdas con tanto desprecio?

—Nada. Sólo pensé en algo horrible. Brujas de río que salen a acechar a los niños inocentes.

Jon le lanzó una mirada que decía entendió la referencia.

Su amigo era muy inteligente.

Y muy sospechoso.

¿Por qué miraba tanto hacia debajo de la cama? ¿Había escondido una olla con un caballito de mar que quería llevarse de contrabando? ¿Y por qué no le decía nada a Wylla? Ella lo ayudaría a lograr cualquier cosa que su tierno y tonto corazón deseara.

Sí, muy sospechoso.

Tanto como la chimenea encendida mientras disfrutaban de los últimos días de calor antes de que el invierno llegara. Y Jon era norteño, el frio sureño no lo afectaba.

Definitivamente sospechoso.

—Si estás aquí haciéndome compañía —él siempre hablaba tan correcto —, ¿quién está acompañando a Wyn y Lady Daenora?

—Las gemelas y Monterys. ¿Qué? Sabes que los niños no se callan nada aunque los sobornes, Wyn y su amada no tienen oportunidad de caer en la depravación con ellos cerca.

—Besarse en las mejillas, sí, qué depravado —Jon rodó los ojos con una sonrisa divertida a juego.

— ¡Y tomarse de las manos! —Wylla se abanicó con la mano.

— ¡Escandaloso! —Jon la imitó y echaron a reír.

Vio a las sirvientas sonreír.

La risa de Jon le hacía eso a las personas, sonreír a cambio o encandilarse.

¿Por qué todo en Jon tenía que ser tan bonito? ¿No se daba cuenta que corría peligro de ser robado?

Wylla había perdido la cuenta de cuántos tontos había tenido que asustar en los mercados de Puerto Blanco y Marcaderiva.

Ser Arthur tenía un trabajo difícil y necesitaba respaldo.

— ¿H’ghar te seguirá hasta Puerto Blanco?

El náufrago que Jon salvó insistió que tenía una deuda para pagar a Jon, por eso no había seguido su camino ni aceptado la oferta de trabajo que Lord Monford le ofreció.

—Supongo —Jon frunció el ceño —. No sé qué respuesta darle, no estoy seguro de atreverme —agregó para sí mismo.

Wylla lo observó con atención.

¿Había algo más detrás de la deuda que Jaqen H’ghar quería pagar?

Debía ser, de lo contrario Jon no estaría tan molesto. Llevaba días en un estado meditabundo, mordiéndose la mejilla interior cada vez que Jaqen H’ghar estaba cerca.

Jon sólo hacía eso cuando estaba contemplando seriamente algo.

¿Por qué un náufrago, un guardia beta que había estado escoltando a su amo para comerciar en Westeros, provocaba eso en Jon? O, bueno, lo que sea que le hubiera preguntado.

De verdad, ¿por qué Jon no le contaba nada a Wylla? Podrían encontrar juntos una solución o por lo menos ella sería un oído atento para que él se desahogara.

Jon tenía derecho a sus secretos, obviamente, pero Wylla era de confianza. Nunca lo traicionaría.

Jon era como el hermano que nunca supo que quería hasta que se conocieron y Wylla sintió que siempre se habían conocido, que él era suyo.

No de una manera romántica o primitiva como los alfas u hombres en general llegaban a pensar al ver una cara bonita.

No.

Fue algo más inocente.

Como si su alma resonara con la de Jon.

— ¿Qué fue eso?

— ¿Escuchaste?

Las voces de las sirvientas la sacaron de sus pensamientos. Las vio mirar alrededor como si buscaran algo. Entonces hubo un crujido.

Jon se enderezó en su asiento tan rápido que a Wylla le pareció doloroso. Él estaba mirando hacia la cama, debajo.

Hubo otro crujido, como si algo estuviera rompiéndose.

Jon siguió mirando.

Hubo más crujidos.

Él se levantó y se apresuró a llegar junto a la cama, arrodillándose y asomándose debajo.

Él hizo una exclamación abortada.

Las sirvientas se miraron entre sí, miraron a la chimenea, entonces a Jon y otra vez entre ellas.

Oh mi amor, no puedo creerlo, realmente… —Jon comenzó a hablar en alto valyrio.

Wylla se puso de pie y se acercó, notó a medias que una sirvienta salía apresurada de la habitación.

—Jon, ¿tienes un caballito de mar ahí abajo? ¿Se rompió la olla? — ¿Jon había usado una olla de barro en lugar de una de hierro?

Fue ignorada.

Ven aquí, mi amor, acércate, no te lastimaré —siguió hablando, más bien susurrando como si estuviera hablando a un bebé.

Wylla se arrodilló y se asomó también.

Eso no era un caballito de mar.

Tampoco parecían pedazos de una olla.

 

Notes:

1. No lo sé, no estoy segura y no me atrevo a asegurarlo (porque, aunque soy la escritora, ustedes saben que los personajes y las historias tienen vida propia), pero no pude evitar pensar esto mientras escribía *esa* parte del pov de Wylla:
¿Y si ella es la reencarnación sin recuerdos de algún hermano o hermana de Lucerys? Me viene a la mente nuestra amada Visenya.
Pero como dije, no afirmo nada porque Lucerys no ha notado nada al respecto, ¿tal vez por lo mismo de que tiene recuerdos de su vida pasada no se da cuenta de otras cosas?
Tal vez más adelante encuentre las respuestas. Y les diré entonces.

2. Capítulo medio corto, pero con varias revelaciones. ¿Las notaron todas? Estoy segura que sí, tal vez hasta notaron cosas que yo no.

Como siempre, mis amores:
¡Gracias por leer!

¡Gracias por comentar!

Chapter 9

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

—Ned Stark nos engañó a todos —Lord Wyman se caer pesadamente en una silla —. No puedo creer que hiciera esto.

Sonaba enojado.

¿Cómo pudo Ned Stark ocultar a un Targaryen?

Que Lucerys fuera hijo de Lyanna Stark sólo podía influir tanto, esa parte de su sangre no perdonaba el otro lado que había hecho tantas transgresiones, ¿verdad?

Tal vez era peor saber que un Stark fue un participante activo en los sucesos que detonaron la Rebelión. Ese Stark por el que lucharon pensando que había sido una víctima.

— ¿Desde cuándo lo sabes? —volvió a preguntar Wynafryd, parecía estar asegurándose de que Lucerys no los hubiera estado engañando siempre.

—Desde la fiebre —resumió.

—Debiste decirnos, o al menos a mí —Wylla se cruzó de brazos.

Ella era quien mejor estaba tomando la situación, ella tampoco se había apartado de su lado desde que la cría eclosionó. Wylla incluso se había parado protectoramente frente a ellos cuando Lord Velaryon y las damas Laryssa y Danylla entraron.

El tío Arthur, que ya había entrado, dejó la sorpresa de ver a un bebé dragón en brazos de Lucerys a un lado y se acercó también, pero su protección fue diferente. Él se había dado cuenta de inmediato cómo tomarían los Velaryon la eclosión.

—No fue por falta de confianza, Wylla —la cría trinó descontenta cuando Lucerys dejó de acariciarla para tomar una mano de su amiga —. No quería poner a Casa Manderly en una posición incómoda —los tres Manderly le fruncieron el ceño —. Tampoco estaba seguro de aceptar mi identidad de nacimiento.

— ¿Y ahora? —Lord Wyman lo miró con seriedad.

—Soy un Targaryen —no había imaginado lo bien que se sentiría decirlo en voz alta —. Pero no quiero el Trono de Hierro.

Una vez más se sumieron en silencio.

Sólo eran él, tío Arthur y los Manderly en la habitación.

Había solicitado a sus anfitriones que lo dejaran hablar a solas con la familia que lo había cuidado durante meses.

Tío Arthur relató lo que sabía, dejando detalles personales fuera. Entonces Lucerys explicó cómo se enteró, el origen del huevo y la eclosión.

Una eclosión que había deseado, pero por la que tuvo pocas esperanzas.

Y que sucedió.

La cría era preciosa.

Escamas negras, vetas y cuernos dorados, y ojos brillantes como las llamas de una hoguera.

El peso en su regazo, las garras pellizcando la tela de sus brazos, la calidez de las escamas bajos sus manos, todo eso lo hacía sentir tanto ligero como pesado. Algo en su corazón y alma había sido llenado.

Era el vínculo, lo sabía.

Nada se había sentido tan correcto desde que nació en esta nueva vida.

—Tendrás un momento difícil escondiéndolo en Winterfell —Lord Wyman rompió el silencio —. No me mires así. No sé qué cosas pensaste, pero yo nunca entregaría un niño del Norte al Rey Ciervo. Ni siquiera me gustó que Lord Rickard comprometiera a Lady Lyanna con un sureño, ¿cómo podría dejar que su hijo sea asesinado por el hombre que ella nunca quiso?

— ¡Abuelo! —Wynafryd amonestó.

—Eso es lo que pasará, nieta, si un Baratheon o Lannister se entera de la existencia de Jon.

—Mi cabeza adornando las murallas de la Fortaleza Roja —Lucerys lo sabía muy bien —. Y la de todo aquel que esté enterado y guarde silencio.

La mano del tío Arthur apretó su hombro, como recordándole que él nunca permitirá eso.

—Si estás tratando de asustarnos, no funcionará —Wylla apretó dolorosamente su mano —. Ningún Manderly traicionaría a sus amigos, mucho menos a su familia.

—Wylla — ¿por qué esta chica tonta tenía que ser tan dulce?

—Nunca he estado más de acuerdo contigo, hermana —Wynafryd se levantó para acercarse a Lucerys, apenas estremeciéndose cuando la cría le siseó, colocado su mano sobre el agarre de Wylla y Lucerys —. Eres uno de nosotros, Jon. Sólo han sido unos meses, pero te amamos y los tritones nunca abandonamos a los que amamos. Eres el hermano de nuestros corazones.

Sintió lágrimas ardiendo en sus ojos.

—El hermano de mis nietas no puede ser otra cosa que mi nieto —Lord Wyman se frotó la barbilla, como si estuviera considerando el hecho, pero sus ojos eran suaves mientras los miraba.

—Estás siendo muy comprensivo, mi lord —habló el tío Arthur —. Los norteños no han tenido a los Targaryen en estima alta desde hace más de una década.

—Apellido Targaryen o no, en lo que a mí respecta Jon es el hijo de Lyanna Stark.

—Sigue teniendo sangre de dragón —la cría trinó fuerte y batió sus alas como para enfatizar lo dicho por tío Arthur.

—Y ella… ella no es inocente de todo lo que sucedió —agregó Lucerys.

El apellido Stark no podía ser suficiente para perdonar cualquier cosa, sobre todo cuando miles de personas murieron por su causa.

—Entonces será el primer Targaryen decente, el primero del que me enorgullezca hablar —Lord Wyman tomó un momento para reflexionar —. Y supongo que había algunos buenos; la reina Rhaella era de buen corazón y algunos otros Targaryen a lo largo de la historia también lo fueron.

Lord Wyman suspiró entonces.

—Y Lady Lyanna no está libre de culpa, pero la conocí y nunca haría algo por maldad. Por todo lo que la llamamos la Loba, ella era muy humana, sus errores costaron más que otros, pero los pecados de los padres no son de los hijos. Además, mucho de lo que he visto en ti, es lo bueno que veía en ella.

—Mucho de él también proviene del príncipe Rhaegar —por supuesto que el tío Arthur tenía que decir algo al respecto —. Y de la reina Rhaella.

Lord Wyman hizo una mueca.

—Bueno, si tengo que reconocer su lado Targaryen, entonces diré que es el nieto de Rhaella Targaryen.

Tío Arthur hizo un ruido descontento por la falta de respeto de Lord Wyman, especialmente cuando ya le había revelado que Rhaegar Targaryen no había sido un secuestrador ni un violador, pero los norteños siempre necesitarían a alguien a quien despreciar.

—Agradezco su comprensión, Lord Wyman —intervino Lucerys —, y su silencio.

—No lo hagas, niño tonto. El que debería agradecer es Ned Stark por tener abanderados leales, y que tu seguridad me obliga a no contarle nada al resto de los lores y damas. Créeme, si Maege Mormont y el Gran Jon lo supieran nada salvaría a Ned Stark de que le muerdan la cabeza.

Lucerys estaba enterado que Lady Maege había sido la amiga más querida de Lyanna Stark, mientras que Lord Umber había estado enamorado de ella, pero el abuelo Rickard nunca había aceptado su propuesta de matrimonio para la única dama omega Stark.

Wynafryd asintió con la cabeza, obviamente entendiendo lo que quería decir su abuelo.

—Lord Stark no ha cumplido como es debido la promesa a Lady Lyanna.

Lucerys tuvo el impulso de defender a Lord Stark pues, a pesar de todo, lo había mantenido a salvo de quienes querían muerto hasta el último Targaryen, pero la cría estirándose para escalar por su pecho le hizo recordar que un bebé inocente nunca debería sufrir ira inmerecida.

Muña había hecho todo lo posible para proteger a sus hijos hasta de las palabras maliciosas, Daemon había trabajado cada día para inculcarles valor como príncipes Targaryen de sangre y cortó la cabeza de quien los insultó, ¿por qué Lord Stark ni siquiera intentó proteger a su sobrino del desprecio de su esposa?

—Lo que daría por ver a Lady Maege poner en su lugar a Lady Trucha —comentó Wylla, aflojando su agarre, pero sin soltarlo.

Excepto Lucerys, todos soltaron risas.

La tensión finalmente abandonaba la habitación.

—Jon —Wynafryd hizo una pausa, también se apartó, regresando a su asiento —. ¿O prefieres que te llamemos Aegon en privado?

Soltó a Wylla, usando sus manos para apoyar el ascenso de la cría inquieta que ya estaba haciéndole cosquillas en el cuello.

—Aegon es el nombre de mi hermano. Sé que mi… madre quería honrarlo, pero no se siente apropiado —lanzó una mirada sobre el hombro al tío Arthur, quien lo veía tranquilo y comprensivo —. Aegon Targaryen, hijo de Elia Martell, es el único Aegon que habrá en nuestra generación.

— ¿Entonces serás Jon Targaryen? —Wylla frunció el ceño —. Aunque se oye extraño.

Ella tenía razón.

Lucerys nunca había sido Jon Snow.

Tampoco Aegon Targaryen.

—Hay muchos grandes nombres Targaryen que puedes elegir —tío Arthur se apartó cuando la cría llegó a los hombros de Lucerys y soltó un agudo rugido triunfante.

—Tiene que ser el de un Targaryen bueno y honorable —Wylla comenzó a lanzar nombres.

—Tal vez uno que también haya sido un omega —comentó Wyanfryd.

—Hubo pocos omegas masculinos —Lord Wyman miró al tío Arthur —. Si hubiera sido diferente, él sería la joya más preciada de la Corona, ¿no?

—Sí —la respuesta era corta, sencilla, pero contenía mucho significado —. El último omega masculino de la Casa Targaryen fue el príncipe Aelor y antes, el príncipe Lucerys Velaryon.

Escuchar su nombre, el nombre de su pasado, le hizo recordar que sólo había una opción para él.

—Lucerys Targaryen.

—Recuerdo de las lecciones que el príncipe Jacaerys iba a tomar el apellido Targaryen cuando ascendiera al Trono, pero el príncipe Lucerys era el Heredero de las Mareas. Él nunca iba ser un Targaryen de nombre —Wynafryd lo miraba con confusión, pero Wylla le estaba sonriendo.

Lucerys negó con la cabeza.

—Lucerys Targaryen —repitió —, ese es mi nombre, el nombre que elijo —miró a su tío, cuya sorpresa se reflejaba sólo en sus ojos, pero aceptación rápidamente se apoderó de todo su rostro.

Él siempre fue el hijo de su muña.

Hijo de Laenor Velaryon o no, nunca hubo duda de quién era su madre.

Él siempre había sido un Targaryen y un Targaryen seguía siendo.

Sobre todo, él siempre sería el hijo de Rhaenyra Targaryen.

—Lucerys Targaryen, el hijo de Rhaegar Targaryen y Lyanna Stark —parecía que su tío estaba probando el nombre, pero había calidez en su voz.

—Lucerys Targaryen, el hermano de Aegon y Rhaenys Targaryen —corrigió.

No se sentía conectado a sus padres en esta vida, más allá de las circunstancias que los rodeaban, pero sus hermanos eran diferentes. Cuando en años futuros su identidad se revelara, lo primero que las personas pensarían sería su parentesco; habría pocos que recordaran a los pequeños príncipe y princesa que fueron asesinados, ya había pocos que los recordaban.

Lucerys se negaba a permitir que ellos fueran olvidados, ignorados. También la princesa Elia Martell.

La cría olfateó una mejilla y mordisqueó lo que alcanzaba de su barbilla, ya enroscada sobre los hombros de Lucerys.

Él también tenía el nombre perfecto para ella.

—Y esta pequeña se llama Nyrax.

En honor a su muña.

Wylla soltó una risita, por supuesto que ella lo entendería después de pasar horas escuchándolo alabar a la Reina Rhaenyra Targaryen.

Incluso tío Arthur soltó un resoplido.

Lucerys se negaba a avergonzarse. Para ellos tal vez sólo era una fijación inofensiva e infantil, pero para él significaba mucho.

—Lucerys Targaryen y su dragón Nyrax, la Reina Negra —Wylla anunció como si fuera un heraldo.

Nyrax volvió a rugir, un rugido de bebé, pero un rugido no obstante.

Sonaba como un acuerdo.

 

 

—Realmente no podemos convencerte de permanecer, Su Gracia —Lord Monford lamentó.

Lucerys estaba agradecido con el lord por todo lo que había hecho y por el interés sincero en su bienestar, pero su insistencia era un poco irritante, sobre todo porque Lucerys sabía que Lord Velaryon lo consideraba un rey pese a la declaración y postura de Lucerys.

—Aprecio y agradezco todo lo que ha hecho por mí, así como su oferta de protección, Lord Monford, pero quiero hablar con Lord Stark.

Quería escuchar la versión de Ned Stark, además de cuáles eran sus planes cuando Lucerys se enterara de la verdad. Creía que obtendría la respuesta deseada con sólo ver su reacción cuando le dijera que estaba enterado de todo.

Si Lucerys hubiera decidido ir por el Trono de hierro, ¿cuál sería el proceder de Lord Stark?

¿Qué diría él, qué haría, cuando Lucerys le dijera que deseaba vengar los asesinatos de su familia? ¿Estaría a su lado cuando le dijera que apoyará los reclamos de Viserys y Daenerys Targaryen y luchará a su lado si deciden recuperar el Trono de Hierro?

Porque todo eso era lo que Lucerys decidió hacer.

El nacimiento de Nyrax le dio el empujón que necesitaba.

No quería el trono para sí mismo, pero sí lo quería para su familia.

Le habían robado el trono a su muña, ahora iba a hacer lo posible para que el trono regresara a sus legítimos herederos.

Resultado de la Rebelión o no, derecho de conquista o no, el Trono de Hierro fue creado por un Targaryen, lo Siete Reinos fueron unificados por Targaryens, y sólo un Targaryen podía sentarse en él.

Robert Baratheon podía tener una pizca de sangre Targaryen, pero había asesinado a sus parientes, niños además, y repudiaba todo lo relacionado a los dragones.

Él ni siquiera era un buen rey.

—Espero que obtengas las respuestas que buscas, príncipe Lucerys —el alfa brillaba de satisfacción cada vez que pronunciaba ese nombre.

Los Velaryon tomaron su elección de nombre como un honor propio.

Lucerys no lo condenaba, después de todo Casa Velaryon había mantenido vivo el recuerdo de su familia y protegieron un huevo de dragón. Y aunque no hubiera sido así, Lucerys siempre tendría un punto débil por esa Casa, la Casa de la que el abuelo que siempre lo amó y defendió provenía.

Lucerys siempre fue un Velaryon para su abuelo, su padre y sus hermanas, y los honraría en consecuencia.

—Por favor, recuerda que siempre serás bienvenido en Marcaderiva y que nuestros estandartes se elevarán por ti cuando llames.

Lord Monford estaba muy seguro de que habría un llamado.

No se equivocaba, no ahora, pero aún…

—Cuando mis tíos llamen —corrigió.

Hubo un momento de silencio, Lord Monford miró hacia Nyrax que estaba encaramada en una roca, fuera del alcance de Monterys y las gemelas de Lord Víctor.

Estaban rompiendo el ayuno, el último que tendrían juntos en mucho tiempo. Las damas y los lores estaban sentados bajo un toldo en la sección de la playa donde sólo los Velaryon podían entrar.

—Por supuesto —finalmente accedió Lord Monford.

—Quedamos tan pocos dragones en el mundo, Lord Monford, que cuando nos reunamos seremos como uno solo —los dragones eran más fuertes juntos, esa era la lección que dejó la Danza de Dragones, pero que muy pocos Targaryen entendieron después —. El llamado de mis tíos será mi llamado.

— ¿Estás seguro que tu llamado será suyo? —no había malicia o burla en la pregunta, más bien aprensión y preocupación.

Lord Monford conocía a Lucerys, pero no a Viserys y Daenerys Targaryen.

Lucerys tampoco conocía a sus tíos, pero esperaba que se parecieran más a Rhaenyra y Daemon Targaryen, más a los hermanos y hermanas de Lucerys, que al Rey Loco.

¿Era muy estúpido al esperar eso? ¿Demasiado ingenuo?

— ¿No tiene tres cabezas el dragón de la Casa Targaryen? —fue su respuesta, sonriendo con toda la esperanza que poseía, confiando en los descendientes de su muña.

—Casa Velaryon siempre ha sido leal a la Casa Targaryen y eso no cambiará —fue el acuerdo de Lord Monford.

 

 

El barco que los llevaría de regreso a Puerto Blanco zarparía pronto, pero Lucerys debía hacer algo primero. Tío Arthur estaba a su espalda, como siempre, mientras Nyrax estaba dormitando en el bolso de cuero que Lucerys tenía acunado en sus brazos.

Él no quería meterla en una jaula, cubierta para que nadie la viera, o en una caja, tampoco la quería lejos de él. Y aunque la lealtad de los guardias y marineros Manderly estaba asegurada, lo mejor era evitar que la existencia de Nyrax fuera conocida por muchas personas.

—Tengo un nombre —dijo mirando con firmeza a Jaqen H’ghar.

Se encontraban cerca del arrecife donde lo había encontrado después de la tormenta.

—Tywin Lannister.

Tío Arthur se movió, pero no avanzó ni dijo nada.

Jaqen H’ghar consideró lo escuchado por un momento.

Tenía entendido que los Hombres Sin Rostro evaluaban la prominencia del objetivo antes de aceptar llevar a cabo el asesinato. Jaqen no le estaba pidiendo oro a Lucerys, sólo era el pago por salvarle la vida, ¿pero el Viejo León estaba dentro del favor? ¿Al alcance de sus habilidades?

—Un hombre dará la vida de Tywin Lannister al Dios de Muchos Rostros.

Tensión abandonó el cuerpo de Lucerys.

Tywin Lannister sólo era uno de varios nombres en la lista de personas que habían dañado a la familia de Lucerys.

Gregor Clegane.

Amory Lorch.

Robert Baratheon.

Sin embargo, la muerte del Viejo León desestabilizaría el gobierno de Robert Baratheon, al menos revolvería las aguas en la Casa Lannister lo suficiente para quitarle algo de su influencia. Después de todo, era a Tywin Lannister a quien el reino temía.

Los otros tres tendrían su merecido a su debido tiempo, por manos de Lucerys y fuego de dragón. Quería ver los ojos de los hombres que habían asesinado a Rhaenys, Elia y Aegon, mientras morían. Quería que el hombre que llamó engendros de dragón a bebés inocentes viera vivos y prósperos a los Targaryen que tanto despreciaba.

—La reparación de vida será saldada —Jaqen H’ghar asintió con la cabeza, comenzando a irse.

—Espera, ¿volveré a verte? —no pudo resistir preguntar.

¿Y si él muriera mientras llevaba a cabo el asesinato? Lucerys no tenía dudas de que el asesinato sería exitoso, más bien, no podía permitirse pensar que Jaqen H’ghar fracasaría.

—No, pero tal vez un hombre verá a un príncipe de nuevo.

Lucerys no se inmutó por el conocimiento de su identidad.

Sin duda un Hombre Sin Rostro lo descubriría, especialmente mientras vivía en una Casa que estaba orgullosa de los dragones.

—Espero que no porque alguien te dé mi nombre.

El tío Arthur volvió a inquietarse.

Él sabía qué era Jaqen H’ghar, Lucerys nunca le ocultaba nada importante.

—Un hombre cree que un príncipe crecerá tanto que el precio por su nombre requerirá el tesoro de más de cien vidas.

— ¿Y si alguien se gana un favor de un Hombre Sin Rostro?

—Hay pocas personas en el mundo que son como tú, y se requerirá más de una vida para pagar la vida de un príncipe —el rostro de Jaqen permaneció inmutable, pero Lucerys tuvo la impresión de que le sonreía —. Valar Morghulis.

Con eso dicho, se fue.

 

Notes:

1. A partir de ahora la historia avanzará rápido.

2. Regresamos al Norte, a Winterfell, en el siguiente capítulo. Y creo que para el pov múltiple dentro de un par de capítulos más, sabremos de Dany y algunas personas en la Fortaleza Roja.

3. E iremos viendo si Robb finalmente se decide y comienza a conquistar a Lucerys.

¡Gracias por leer!

¡Gracias por comentar!

Chapter 10

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Una persona inesperada les dio la bienvenida a los Manderly y Lucerys cuando regresaron a Puerto Blanco.

Howland Reed era un hombre pequeño, de cabello castaño rojizo e inquietantes ojos verdes. La mirada del Lord de Aguasgrises era la de alguien que parecía ver más que los otros, como si poseyera un conocimiento que sólo podía obtenerse por largos años de vida.

Entendió que él, de hecho, estaba enterado de varios secretos cuando le presentó a Lucerys un cofre que contenía cartas y algunas pertenencias de Rhaegar Targaryen y Lyanna Stark. Lo que más lo impactó fueron un par de anillos y los retratos de sus hermanos.

Un anillo que había pertenecido a Rhaegar, entregado a Lyanna para que lo guardara para Visenya. Un recuerdo para la hija que deseaba en caso de que él no volviera. Tío Arthur le explicó que ese anillo había sido un regalo de la reina Rhaella para su primogénito cuando éste cumplió la mayoría de edad.

El otro anillo había pertenecido a la princesa Elia, quien lo entregó a Lyanna como una promesa de que volverían a estar juntas. Lyanna había fallecido con ese anillo en uno de sus dedos, lo había tocado todo el tiempo que estuvo agonizando y Elia había sido lo que pronunció con su último aliento.

Las lágrimas que se acumularon en los ojos de Lucerys tras escuchar todo eso cayeron finalmente cuando escuchó la historia de los retratos. La princesa Elia había sido una hábil artista, dibujando con carboncillo y pintando con pinturas que sus hermanos siempre consiguieron para ella.

La princesa había retratado a Rhaenys y Aegon para que su nuevo hermano conociera sus rostros, para que los reconociera cuando todos se reunieran.

—La princesa Elia nunca vaciló en su creencia de que todo saldría bien al final, ninguno de ellos dudó.

¿Realmente tuvieron tanta fe o sólo se convencieron a sí mismos porque la otra opción era terrible?

—Cuando la princesa Lyanna se enteró del saqueo de la Fortaleza Roja, montó un caballo, decidida a enterrarles espadas en la garganta a Tywin Lannister y Robert Baratheon. Tuvimos que encerrarla bajo llave después de que logramos alcanzarla.

—¿No se detuvo por su hijo? —Wynafryd miró con gran expectación al tío Arthur.

Los Manderly estaban con ellos, Lucerys sintió que les debía el enterarse de algunas cosas ya que lo estaban apoyando tanto. Ahora tiene sentido, ningún Stark ha sido así de bonito nunca, ni siquiera la Loba, había sido toda la reacción de Lord Wylis. Lord Wendel sólo le había despeinado el cabello y dicho mantén a tu dragón lejos de mí y estaremos bien.

Le desconcertaba lo comprensivos que estaban siendo.

¿La amistad que tenía con Wylla y Wynafryd era suficiente para que estuvieran de su lado? ¿No era mayor el riesgo?

¿Cómo podríamos traicionar a alguien tan puro como tú? Los Dioses Antiguos nunca más nos mirarían con amabilidad, Lady Leona había sonreído mientras le entregaba una bolsa de filetes de pescado crudo para Nyrax.

Es mi hijo, un poco de movimiento y venganza no lo lastimará, fue lo que ella dijo —tío Arthur completó sin expresión.

Él reflejaba lo que Lucerys sentía cada vez que presenciaba las travesuras más ridículas de Arya.

Los tres hombres Manderly asintieron en completo acuerdo, como si esa respuesta fuera perfectamente aceptable y esperada.

—¿Por qué tenía el cofre, Lord Reed? —finalmente preguntó lo que quería desde que pusieron el cofre frente a él.

—Lord Ned temía que fuera encontrado en Winterfell. Ser Gerold propuso llevarlo a Essos y resguardarlo para ti, pero estaría demasiado lejos para cuando te enteraras de la verdad. Entonces me ofrecí a guardarlo en Aguasgrises.

—Así como te ofreciste a llevarme contigo.

Lord Reed le sonrió con suavidad.

—Admiraba y respetaba mucho a Lady Lyanna, todavía lo hago. Pensé que cuidar a su hijo era lo mínimo que podía hacer para honrarla.

—¿Y también porque sabías que Lady Trucha sería mala con él?

La mitad de los presentes era escéptico sobre las habilidades de verdevidente que poseía Lord Reed, pero Wylla lo consideraba una explicación aceptable. ¿Cómo supo cuándo regresaríamos si no fuera por sus poderes verdes?

Lucerys que creció rodeado de magia en Dragonstone, arrullado por historias de hechicería de la reina Visenya, que tenía un dragón en los brazos y que tenía magia en sus venas, en su vida pasada y la actual, no podía no creer en las habilidades de Lord Reed.

—Nunca lo soñé, pero había escuchado sobre su carácter y pensé que no sería tan amable con quien creería el bastardo de su esposo, pero no pensé que Lord Ned permitiría algún daño al hijo de su hermana.

—Nadie lo pensó, Lord Howland —Lady Leona negó con la cabeza —. ¿Qué es peor? ¿Qué Lord Stark permitió tal maltrato a su sobrino o que lo habría permitido para su propio hijo?

Esa era la gran interrogante respecto al honorable Ned Stark. ¿Habría permitido la misma actitud de su esposa para un hijo suyo?

—Le voy a gritar mucho —Lucerys rascó entre los pequeños cuernos en la cabeza de Nyrax.

—Estás en todo tu derecho —Lord Wyman lo apoyó.

—Me gustaría gritarle también.

Nyrax inclinó a un lado la cabeza, de la misma manera que Lucerys, ambos mirando a Lord Reed. Parecía improbable que un hombre menudo como él pudiera elevar la voz.

 

 

El viaje a Winterfell fue tranquilo.

Lord Reed era escoltado por un pequeño grupo de hombres, quienes sólo habían mirado a Nyrax una vez y sin decir nada regresaron a lo suyo.

¿Lucerys era tan afortunado de estar rodeado de personas confiables o simplemente estaba rodeado de locura?

Y Wylla estaba protegida por Lord Wendel y los mismos guardias que los acompañaron a Marcaderiva. El resto de los Manderly permanecieron en su asiento porque pronto recibirían a la rama secundaria Velaryon. Lady Daenora haría su primera visita de cortejo.

Los guardias Stark también iban con ellos, por supuesto. Ninguno se había acercado a preguntar nada a Lucerys, pero tampoco le habían hecho daño. Tomando en cuenta que había una cría dragón volando libre sobre ellos, era más que probable que tuvieran sus conclusiones. Tío Arthur siempre estaba atento a ellos.

Lucerys estaba nervioso, pero no sentía temor.

Esos hombres lo habían visto crecer y aunque pudieran sentir rechazo hacia Lucerys por su verdadero parentesco, su lealtad a la Casa Stark era más fuerte. Ningún guardia o sirviente Stark haría nada que dañara a la Casa legendaria que gobernaba el Norte.

Y la Casa Stark sería más que dañada si Robert Baratheon y Tywin Lannister se enteraban de que Lucerys Targaryen existía.

—¡Jon!

—¡Hermano!

Fueron los saludos que lo recibieron en cuanto desmontó en el patio principal de Winterfell.

Arya fue la primera en estrellarse contra él, abrazándolo tan fuerte como podía.

Gracias a las Llamas tuvo la previsión de pasar al tío Arthur el bolso donde Nyrax descansaba.

—Hola hermanita, estoy muy feliz de verte —la besó en la frente cuando logró que apartara el rostro de su pecho.

—Te extrañé —Arya se sonrojó adorablemente por el beso, pero no se quejó como tendía a hacer.

Ella realmente lo había extrañado.

—También te extrañé, hermano —Bran llamó su atención jalando su capa de piel.

—Y yo a ti, Bran —se agachó para besarlo también —. ¿Te hiciste más grande?

—¿De verdad? —su hermanito lo miró con grandes ojos emocionados.

—Eres un enano, Jon sólo lo dijo para ser amable.

Interrumpió la pelea que estaba por desatarse, empujando a Bran hacia el tío Arthur para que lo saludara.

—¿Dónde está mi bebé?

—Con madre, aprendiendo sus primeras oraciones —Arya arrugó la nariz, pero se distrajo cuando vio a Wylla —. ¡Tienes cabello verde!

Iba a comenzar las presentaciones, pero de pronto fue abrazado y alzado del suelo.

—¡Estás de vuelta!

Reconoció el aroma a pino y a ventisca de nieve.

—¡Robb, bruto! ¡Bájame!

—¡Te extrañé! —su hermano simplemente comenzó a girar.

Lucerys rio, ¡Robb era tan ridículo!

—¡También te extrañé, pero estás mareándome!

Robb se detuvo de inmediato y lo bajó con delicadeza, todavía sosteniéndolo para evitar que Lucerys se tambaleara.

Sonrió al chico que, independientemente del parentesco, siempre consideraría un hermano.

—¿Conseguiste tres vellos más? —bromeó, tocando la barbilla donde estaba creciendo más barba de la que recordaba cuando se despidieron.

Robb era joven pero, como la mayoría de los alfas, se desarrollaba rápidamente. Él hizo un ruidito de aceptación y apretó el agarre que tenía en Lucerys, abrazándolo por la cintura.

—Tú te hiciste más hermoso.

Lucerys se sonrojó.

No era la primera vez que escuchaba cumplidos de Robb, todos sus hermanos excepto Sansa tendían a hacer comentarios sobre su belleza, pero por alguna razón sintió algo diferente ahora mismo.

—Sólo pasó un año, ¿cómo es eso posible? —Robb continuó hablando, recorriendo el rostro de Lucerys con sus ojos azules, todavía sosteniéndolo cerca.

Escuchó a Wylla hacer un sonido extraño.

—Parece que la brisa marina te sentó bien —Lord Stark llegó, con ojos suaves pero apenas sonriendo —. Bienvenido, Jon.

—Gracias, Lord Stark —Robb lo soltó por completo, pero no se alejó —. Me alegra verte bien.

Ned Stark no le agradaba mucho actualmente, pero eso no significaba que le deseaba algún mal.

El Lord de Winterfell miró con extrañeza a Lucerys, ¿tal vez sentía su frialdad?

Se salvó del escrutinio cuando Lord Reed se acercó para saludarlo, presentando también a Wylla.

 

Habían llegado pocas horas antes de que anocheciera, así que después de tomar un baño caliente y descansar, así como de convencer a Nyrax de que estuviera tranquila y permaneciera en la habitación del tío Arthur –nunca nadie se atrevería a entrar al territorio de la Espada de la Mañana sin permiso–, Lucerys se unió a sus hermanos en la cena.

Sansa estaba hablando con Jeyne sobre la tela que Lucerys le había regalado, un rollo de terciopelo blanco, por la Casa Stark, y uno azul para resaltar sus ojos. Había mirado a Lucerys con sorpresa, a la tela con deleite, y agradeció con un rígido gracias. Robb recibió un broche en forma de lobo huargo que parecía estar aullando a la luna; Lucerys no había sabido qué conseguirle a su hermano, así que cuando vio un puesto de figuritas de madera solicitó al tallador un pedido especial; su hermano ridículo ya lo tenía prendido a su jubón, mostrándolo orgulloso en el lado izquierdo de su pecho. Compró un libro de fabulas extranjeras, con dibujos detallados, para Bran. Rickon recibió varias figuras talladas, todas de diferentes animales. Y entregó a Arya un sencillo collar de hierro con una perla colgando en el centro.

Lucerys había sido afortunado de encontrar una ostra en su arrecife favorito en Marcaderiva, aún más afortunado que dicha ostra escondiera una perla en su interior. En cuanto la vio supo que sería el regalo perfecto para su hermanita testaruda. Hierro por la fuerte voluntad que las mujeres Stark tienen en su interior y una perla por la belleza que un día será encontrada por alguien especial, le había explicado a su hermana cuando ella replicó que algo tan bonito se desperdiciaba en ella, eres hermosa, Arya, y tu interés marcial no te hace menos una dama, y que te gusten algunas cosas femeninas no significa que seas tonta.

Después de dudarlo un poco, Arya lo había abrazado, murmurado un agradecimiento avergonzado y huyó. Sin embargo, se presentó a la cena con el collar brillando en su cuello. Sansa había mirado a su hermana con curiosidad y Lady Stark parecía sorpresivamente satisfecha; era la primera vez que veían a Arya usar algo delicado y bonito.

— ¿Un pretendiente te los regaló? —Bran señaló los anillos de Rhaegar y Elia que Lucerys tenía puestos.

El anillo de oro con el sello de sol había encajado perfectamente en el dedo índice de su mano derecha, el anillo de rubí con un dragón de oro tallado como si abrazara la joya estaba en su pulgar, el único dedo donde apenas encajó.

Estaba consciente de que era un riesgo mostrarlos, pero pocas personas recordarían las joyas que un príncipe y una princesa asesinados más de una década atrás portaron. Además era una declaración, estoy aquí, sé quién soy y no me quedaré en silencio para siempre. El mensaje llegaría a las personas correctas, como Lord Stark.

Eddard Stark había palidecido cuando le entregó una bolsa de granos de café como regalo, el Lobo Silencioso casi había dejado caer la bolsa. Ahora estaba sentado rígidamente junto a Lord Reed en la mesa principal, frunciendo el ceño a los impasibles ojos verdes del amigo que se suponía no debería haber dicho nada y lanzando miradas inquietas a Lucerys.

Lady Stark se molestaba cada vez más por la atención de su esposo al bastardo, apenas un poco más de leña a la hoguera que se había encendido cuando Wylla declinó sentarse en la mesa principal, al límite del respeto, para unirse a Lucerys, tío Arthur y los niños Stark en una de las mesas bajas. Lord Wendel estaba sentado junto a la Dama de Winterfell, pero no la entretenía, concentrándose en disfrutar de la comida.

—Dos pretendientes —intervino Wylla —. ¿Ves? Son dos anillos, fueron dos pretendientes diferentes.

Robb bajó con fuerza su jarra de cerveza.

Rickon respiró como si fuera lo más impactante del mundo.

— ¡Dos!

—No, no. Fueron más, pero sólo estos fueron suficientemente rápidos para no ser atrapados por Ser Arthur.

— ¿Cuántos? —Arya se unió al interrogatorio, no lucía nada feliz.

Su hermanita ya se consideraba el caballero protector de Lucerys.

—Muchos. Tantos que no puedo contarlos con los dedos de mis manos —Rickon miró sus pequeñas manos tras lo dicho por Wylla, abriendo mucho los ojos.

Diez dedos ya era demasiado para él.

—Recuerdo uno en especial, ese marinero fue tan valiente que se atrevió a robar la cinta del cabello de Jon. ¿Qué fue lo que dijo? Ah, sí. ¡Nunca te olvidaré, Jon Snow! Creo que ese chico podría regresar por Jon un día.

Nunca más le contaría sus infortunios vergonzosos a Wylla.

— ¡Se atrevió a qué!

— ¡Ese marinero no puede tener a mi hermano! —Arya se levantó de golpe y unió su grito al de Robb.

— ¿Era digno? —inquirió Bran.

— ¡No importa si es digno, nadie merece a Jon! —Robb asintió, apoyando a Arya.

—Tienes toda la razón, Lady Arya —Wylla asintió con sabiduría.

Lucerys le lanzó una mirada desganada a su querida amiga mientras jalaba a Arya de regreso a su asiento.

—El lugar de Jon es aquí en Winterfell, no viajando a destinos inciertos con un desconocido —gruñó Robb, tomando un trago brusco de su cerveza.

—Sí, Jon siempre en Winterfell con Robb —Rickon miró a Bran —. ¿Sí?

Bran lo pensó por un momento, ignorando el extraño sonido moribundo de Robb, así como Lucerys eligió no ver la expresión interesada de Wylla. ¿Qué había de extraño o interesante en lo que decía su hermanito? Lucerys había pasado años diciendo que permanecería en Winterfell para cuidar a sus futuros sobrinos.

—Sí, con coronas y bebés —Robb dejó caer su cabeza sobre la mesa, con fuerza, e hizo más sonidos extraños.

Wylla se echó a reír y Arya la miró como si estuviera loca. Bien, así nunca tendría ideas de tomar su ejemplo en ninguna cosa.

— ¿Por qué piensas eso, pequeño lord? —tío Arthur miró con una expresión demasiado seria a Bran.

—Porque lo vi.

—Viste, ¿cómo?

—No sé, sólo lo vi —Bran se encogió de hombros.

Tío Arthur miró hacia la mesa principal, a Lord Reed. No estaría pensando que Bran tenía habilidades como Lord Reed, ¿o sí?

— ¡Soñé! —Rickon exclamó, rebotando en el regazo de Lucerys y todavía agarrando su mano —. Había dragones y lobos, grandes y bebés. Leones, ciervos y flores. ¡Mucha nieve! ¡Soles brillantes! ¡Fuego bonito!

Lucerys compartió miradas con su tío y Wylla.

¿Sus dos hermanos pequeños eran verdevidentes?

¿Era posible?

 

 

Después de convencer a sus hermanos de que no lo siguieran a su habitación, prometiéndoles que podrían dormir juntos los próximos días, pero que esta noche estaba muy cansado por el largo viaje y por eso quería la cama para él solo, fue a buscar a Nyrax. Convenció también a su tío de que no había necesidad de que hiciera guardia, que Lord Stark no se atrevería a lastimarlo, y que descansara.

Lord Stark había mirado a Lucerys como si quisiera hablar con él, pero no se atrevió a acercarse y simplemente le deseó un buen descanso. Lucerys también quería hablar con él, pero sería Lord Stark quien tendría que buscarlo. Lo dejaría inquietarse por días, tratar de obtener información de Lord Reed, preguntarse si Wylla y Lord Wendel sospechaban o sabían algo.

¿Lucerys estaba siendo muy mezquino?

Mientras Nyrax exploraba la pequeña habitación, Lucerys se vistió con su camisón de dormir. La chimenea ya estaba encendida cuando regresó y la cama ya estaba preparada para que sólo se metiera y descansara. Al día siguiente saludaría apropiadamente a Nan y al resto de la servidumbre, y les entregaría los obsequios que consiguió para todos.

Justo después de eso buscaría a Lord Reed para hablar sobre Bran y Rickon. Si sus hermanos tenían habilidades proféticas, tan parecido pero diferente a los Sueños de Dragón, entonces tenían que trabajar para que estuvieran seguros. ¿Tendrían que aprender a manejar sus habilidades quisieran o no? ¿Sería peligroso no hacer nada al respecto?

Nyrax, lo siento, pero no puedes jugar con eso —se acercó a la cría que estaba sacando trozos de carbón encendidos —. No queremos que la habitación se incendie, ¿o sí, mi amor?

Agarró la palita de ceniza para recoger el carbón y regresarlo a la chimenea.

Sé que estás aburrida, pero prometo que mañana te sacaré para que estires las alas —dejó que Nyrax lo usara como una torre para escalar.

Encontraría la manera de que Nyrax tuviera tiempo al aire libre, al menos hasta que fuera imposible tenerla dentro. Lucerys ni siquiera estaba seguro de que podría permanecer en Winterfell después de hablar con Lord Stark. De cualquier forma, no pensaba quedarse en el Norte mucho tiempo, sólo el necesario hasta que supiera si Jaqen H’ghar había tenido éxito, además de conocer al Maestre Aemon.

— ¿Deberíamos secuestrar a Aemon Targaryen y viajar juntos para encontrar a Viserys y Daenerys? —Nyrax trinó su respuesta.

Ya le había pedido al tío Arthur que se comunicara con los demás Guardias Reales sobrevivientes para que buscaran a sus parientes. Una vez que supieran dónde estaban, Lucerys tenía la intención de unirse a ellos. Si ellos lo aceptaban entonces sería cuestión de descubrir si podrían hacer una vida juntos en Essos o si regresarían a Westeros con fuego y sangre.

¿Pero qué sería de sus hermanos y el tío Benjen? ¿Podría dejarlos fácilmente? Si lo peor sucedía, ¿podría enfrentarlos al otro lado del campo de batalla?

Nyrax mordisqueó su oreja.

Es mala costumbre mía preocuparme de antemano —la acarició debajo de la mandíbula.

Tal vez no saldría vivo de Winterfell, no si el amor de Lord Stark por Robert Baratheon era mayor que el que tuvo por su hermana. Si es que Lady Stark no se enteraba primero de la identidad de Lucerys y decidía que un peligro así no podía vivir cerca de sus hijos.

De pronto, Nyrax hizo un sonido amenazante y miró hacia la puerta.

¿Alguien se acercaba?

Lucerys reaccionó demasiado lento, apenas se puso de pie cuando la puerta se abrió sin que el visitante se anunciara.

¿Era Lord Stark?

—Sólo quería asegurarme que tuvieras pieles suficientes para cobijarte, un año en el sur podría haberte ablandado —Robb le sonrió con disculpa cuando giró tras cerrar la puerta, pero entonces se dio cuenta del dragón en el hombro de Lucerys.

— ¡No, Nyrax! —Lucerys intentó atrapar a la cría cuando ésta se lanzó contra Robb.

 

Notes:

1. El anillo de Elia:
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El anillo de Rhaegar:
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Chapter 11

Notes:

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Chapter Text

¿Era su sangre Targaryen o su sangre Stark lo que impedía que sintiera el frío con toda su fuerza? No importaba mucho, no cuando Robb se encargó de casi enterrar a Lucerys bajo capas de piel.

Sus hermanos menores se quejaban que Lucerys actuaba como una madre gallina con ellos, pero no sabían que Lucerys tenía una madre gallina propia, una mucho peor, en la forma de Robb. Debería sentirse molesto o incluso sofocado, pero Lucerys, que había vivido rodeado de hermanos y hermanas que no tenían sentido del espacio personal en su vida anterior, lo soportó bastante bien y lo consideró agradable. Además, el cuidado de Robb no nacía de pensar que Lucerys era incapaz de cuidar de sí mismo o que era frágil, él simplemente se preocupaba.

—Ella no incendiará el bosque, ¿verdad?

—Es una bebé, lo máximo que hará será quemar algunas ramas —contestó la pregunta de Robb sin apartar la mirada de Nyrax.

Su dragona era una sombra rápida que se movía entre los árboles, sólo vista gracias a la luz de la luna. Sólo de noche podía dejar a Nyrax volar libre y desde que Robb se enteró de su verdadero parentesco, éste decidió acompañarlos en su primera incursión.

—Y entonces el viento propagará el fuego.

—Si realmente te preocupa —no terminó su sentencia porque Robb lo interrumpió de inmediato.

— ¡No! ¡No quiero decir que le quitemos esto! —señaló a Nyrax en el momento preciso en que pasó volando sobre sus cabezas —. ¡Mírala, está muy feliz!

Ella lo estaba, pero no había manera de que Robb realmente supiera eso. Sin embargo, todavía hizo sentir cálido a Lucerys que su hermano también se preocupara por Nyrax.

—Tampoco quemaría nada a propósito, es un bebé. Pero si llega a haber un incendio se volverá difícil esconderla por más tiempo. Y porque es un bebé no podemos dejarla sola en la naturaleza.

—Yo iría con ella.

Robb le dio una mirada poco impresionada.

—No vivirás en la naturaleza, no importa que seas bueno cazando o que Ser Arthur esté contigo.

—Sabes que ella crecerá tarde o temprano, entonces no podrá permanecer ni cerca de Winterfell. Eso significa que me iré. No habrá lugar para mí aquí, Robb. Creo que nunca lo ha habido.

Robb quería contradecirlo, pero no había razones que lo respaldaran.

Él había visto de primera mano el trato que Lucerys recibía de Lady Stark y que seguiría recibiendo mientras viviera en Winterfell. Pasarían años antes de que Robb tomara la señoría y, de cualquier forma, Lucerys estaba siendo llamado lejos del Norte.

—Padre te ama, él encontrará una manera de-

— ¿De qué? ¿De quedarme a pesar del peligro que atraerá un dragón adulto, el peligro en que estarán sus hijos y todo el Norte? ¿De apoyarme en mi búsqueda de retribución por lo que su rey y aliados hicieron a mi familia? —Robb hizo una mueca cuando Lucerys reclamó tan naturalmente a los Targaryen como su familia.

Para él debía ser difícil entender cómo Lucerys se sentía ya tan conectado a la Casa del Dragón, que le importara tanto que estaba dispuesto a dejar atrás a la familia con la que creció mientras buscaba sangre por la familia que recién descubrió.

—Él es Ned Stark, nunca le daría la espalda a su familia, a su sangre. Su honor no lo permitirá.

Fue el turno de Lucerys de hacer una mueca.

¿Dónde había estado ese apoyo a Lyanna cuando ella rechazó casarse con Robert Baratheon? ¿Cuál era el honor en permitir que un niño fuera abusado bajo su techo y atención?

—Ned Stark considera a Robert Baratheon su hermano. Y el honor es una cosa Arryn, no Stark. Los Stark fueron reyes por milenios no por su honor, mira a dónde ha llevado el honor a los lobos los últimos años.

Ese honor había hecho que Ned Stark insistiera tanto en el compromiso de su hermana, él le había dado su palabra a Robert Baratheon y quería que Lyanna fuera honorable al cumplir con el compromiso. Luego ese honor se dividió entre mantener la promesa a su hermana y respetar el lugar y poder de su esposa.

Qué cosa tan curiosa era el honor.

Una cosa triste, además.

Por honrar el pacto matrimonial entre Casa Stark y Casa Tully, Ned Stark tuvo que dejar a su amor. La necesidad de la alianza para conseguir ejércitos perdía peso cuando Lysa Tully ya iba a casarse con Jon Arryn. Incluso si no hubiera sido así, la Casa Stark tenía mayor precedencia y si el Lobo Silencioso hubiera sido más listo, menos complaciente y más despiadado, habría logrado traer al redil a los Tully.

Una persona honorable, una persona buena, podía caer contra una persona ambiciosa, una mala, si no jugaba bien sus cartas.

Nada más había que mirar a muña.

Ella permitió tanto, perdió una y otra vez, hasta que fue forzada de la peor manera para superar a sus enemigos. Y al final todavía perdió en lo más importante.

—Casa Stark es fuerte —Robb apretó obstinadamente la mandíbula, tan confiado como un niño que creía que las estrellas concedían deseos.

—Lo es.

Hasta que lo impensable sucediera y sus miembros se dieran cuenta de lo terriblemente preparados que estaban para enfrentarlo.

Justo como había sucedido a los Negros.

— ¿Estás siendo condescendiente conmigo?

—Claro que no. Casa Stark es fuerte —tal vez no tanto como generaciones pasadas, pero no era débil —, pero podría ser más fuerte.

— ¿Cómo?

—Bueno, podría comerciar la madera no sólo en Westeros, también en Essos. El Norte es extenso, podrían buscar minerales y piedras preciosas, entonces venderlas. Con esas ganancias podrían construirse más casas de cristal para que el territorio se vuelva más autosustentable, minimizando la compra de alimentos a otros reinos. Incluso podrían restaurarse o construirse por completo nuevas fortalezas —que Lucerys nunca estuviera interesado en gobernar no significaba que nunca hubiera prestado atención a las lecciones del Maestre Gerardys para analizar las necesidades de un territorio y buscar cómo satisfacerlas —. Con tantos hijos e hijas, Lord Stark podría darles castillos propios; las chicas no tendrían que depender del favor de su cónyuge. Aunque dudo que Sansa quiera algo más que casarse con un galante lord sureño, a Arya le iría mejor sin obedecer a nadie. Y piénsalo, ella sería una fuerza a tomar en cuenta como dama gobernante de su propio castillo.

— ¿Y las alianzas? —Robb lo miraba con un brillo medio divertido y medio apreciativo.

—Los lores y las damas ya están salivando hasta por Rickon —arrugó la nariz, su hermanito era un bebé —. Con señorías y territorio propio, inclusive los sureños se humillarán por un matrimonio con nuestros hermanos.

—Has pensado mucho en esto —Robb sonrió.

Lucerys se encogió de hombros.

—Ya que iba a quedarme en Winterfell contigo, pensé en maneras de facilitar y hacer prosperar tu gobierno.

La expresión de Robb fluctuó entre molestia, decepción y regocijo.

— ¿Por qué no lo dijiste antes?

—Planeaba decírtelo cuando fueras mayor, cerca o cuando tomaras la señoría.

— ¿Qué hay de decírselo a padre?

—Mientras Lady Catelyn sea Lady Stark nada de lo que yo diga será tomado en cuenta —Robb no intentó protestar ni defender a su madre —. Una madre no tiene tanto poder como una esposa.

Viserys Targaryen y Alicent Hightower eran el ejemplo por excelencia.

Cuando tuvo todas esas ideas, Lucerys no tenía indicio de cómo sería el cónyuge de Robb, pero con suerte no lo odiaría por cosas fuera de su control y estaría más interesado en fortalecer su nueva Casa y familia. Ahora seguía sin tener idea, pero para entonces Lucerys seguramente ya no estaría en Winterfell.

Robb se acercó hasta acunar gentilmente una mejilla de Lucerys con su mano enguantada.

—Mientras dependa de mí, tu palabra siempre tendrá peso en Winterfell.

El corazón de Lucerys comenzó a latir fuertemente y ya podía sentir que sus mejillas se estaban sonrojando. Robb siempre era tan amable y considerado.

El aleteo que anunciaba el acercamiento de Nyrax lo hizo volver a la realidad, recordar la situación en que se encontraba.

—Te agradezco, Robb, pero no creo que logre disfrutar ese privilegio —se alejó de su hermano y fue hacia donde Nyrax aterrizó.

La dragona tenía un ave atrapada en sus fauces, una lechuza marrón que estaba dando su último ulular.

¿Cazaste, Nyrax? Mi amor, estás creciendo rápido —se lamentó tanto como se maravilló.

Siendo una cría y con Guardianes de Dragones que se encargaban de su cuidado, Arrax nunca tuvo que cazar por su cuenta, no hasta que su cuerpo creció suficiente.

Se acuclilló a una distancia prudente, viendo a Nyrax quemar a su presa. Incluso si hubiera destrozada a la pobre ave, Lucerys no habría sentido repulsión; como Jon Snow había desollado, destripado y cortado cuellos de bastantes animales para ayudar en la cocina.

Robb se acuclilló junto a él, miró en silencio a Nyrax por un momento. Entonces miró a Lucerys.

—Ya sea en el futuro o ahora, ya sea que estés aquí o no, tu voluntad es mi voluntad, siempre lo será.

—No puedes decir eso.

¿Cómo podía él decir semejante cosa?

—Te lo estoy diciendo —su voz era seria, inquebrantable, pero su mirada era gentil —. La situación es complicada, pero entre nosotros nada tiene que serlo. Olvídate de padres, reyes y cónyuges, sólo piensa en Robb y Jon, no, Lucerys.

Robb lo había sorprendido tomando demasiado bien el verdadero parentesco de Lucerys. No cambia nada, no mucho. Sigues siendo tú, sigues significando e importando lo mismo para mí. Estoy un poco molesto porque no me lo dijiste por iniciativa propia y que más de una decena de personas lo supieron antes que yo, pero entiendo que no tengo derecho a tus secretos. No sé cómo sentirme respecto a mi padre, pero tú… tú eres tú.

Y eso había sido todo.

—No sabes lo que dices. ¿Y si terminamos en lados opuestos de un campo de batalla?

—No me estás escuchando. Sólo piensa en nosotros dos.

—No es tan fácil.

Robb era tan joven, tan dolorosamente joven. No conocía lo cruel que podía ser el mundo, lo cruel que podían ser aquellos cercanos a ti, aquellos que compartían tu propia sangre, esa crueldad fuera a propósito o no.

—Yo decido que lo sea —entonces pasó de acuclillarse a arrodillarse enfrentando a Lucerys —. Siempre me tendrás, siempre estaré a tu lado y empuñaré mi espada por ti, nunca contra ti. Lo juro por los Antiguos Dioses y los Nuevos.

Si lo peor sucedía, ¿Robb dejaría a su familia, a los Stark, por Lucerys? ¿Levantaría su espada contra ellos? ¿Abandonaría todo para lo que nació, lo que estaba siendo criado para convertirse?

Él le dijo que no pensara en nada más, que sólo tomara en cuenta su relación como Robb y Lucerys. Sin embargo.

—No puedo jurarte lo mismo —dijo casi incrédulo, casi con desesperación.

Nunca se atrevería a dañar a sus hermanos, pero tampoco podía ponerlos en primer lugar.

Lucerys se había propuesto algo.

Vengaría a los niños de su muña, traería a los Targaryen de vuelta a la gloria o viviría en libertad con los dragones.

Y para bien o para mal, los niños de la otra parte de su nueva sangre no estaban incluidos en esos planes. No podía permitirse incluirlos. No podía ponerles objetivos en la espalda.

Y tener lo mejor de ambos mundos, por así decirlo, no sería fácil, no con su suerte.

Tampoco podía ser así de egoísta.

—No te lo pido. Sólo quiero que lo sepas y lo aceptes.

Robb le sonrió con su sonrisa de lobo. No iba a aceptar negativas ni replicas.

Y Lucerys era débil.

Siempre añorando la familia, buscando su calidez y protección.

—Sinceramente espero que no llegue el día en que te arrepientas.

—Nunca llegará. Primero moriré.

 

 

—Jon, hablemos —Lord Stark detuvo a Lucerys en su camino a las cocinas.

Los ojos sombríos y la mueca dura de su boca indicaron a Lucerys que había llegado el momento de su enfrentamiento.

Entregó a Hodor la canasta que había estado cargando, ambos habían estado cosechando algunas verduras del jardín de cristal, ayudando a los sirvientes de la fortaleza. Tío Arthur también dejó su carga al nieto de Nan y caminó detrás de Lucerys.

Podía sentir algunas miradas mientras atravesaban el patio. Sirvientes y guardias los miraban con atención; Wylla hizo ademán de acompañarlo, pero él negó con la cabeza, articulando sin sonido el nombre de Nyrax, confiaba en que su amiga vigilaría al dragón por cualquier agitación que sintiera a través del vínculo; Lord Howland le lanzó una mirada solemne y Lady Stark, parada en una de las terrazas, lo miraba con absoluto enojo.

—Sólo aquellos con sangre Stark pueden bajar a las criptas —anunció Lord Stark en cuanto llegaron a la entrada del lugar de descanso de la Casa de los Lobos.

—Está bien —Lucerys convenció a su tío Arthur de que permaneciera fuera, para gran descontento de éste.

Ned Stark no era un matasangre y Lucerys no creía que se atreviera a tocarlo violentamente.

Al menos esperaba no equivocarse.

Una vez dentro, Lord Stark tomó una antorcha y guio a Lucerys. Caminaron en silencio por un tiempo. Lucerys observó las lápidas que pasaban, algunas con nombres, otras con rostros tallados en la piedra, sólo para tener algo en lo que enfocar su ansiedad. Doblaron por el túnel contrario al que llevaba a la cripta de Cregan Stark y pararon cuando llegaron frente a la estatua de Lyanna Stark.

No era la primera vez que Lucerys la veía, pero entonces sólo había pensado en ella como su tía, la joven dama que había sufrido a manos de uno de los niños de muña. Lucerys se había sentido tan avergonzado, tan fuera de lugar, ¿cómo se atrevía a visitar las tumbas de la chica y los hombres que perecieron por obra de la familia que él todavía consideraba suya?

Todavía sentía algo de eso, una vergüenza mayor porque uno de sus abuelos mató a otro, y a un tío. Casi atormentado por las decisiones de su padre y su madre en esta vida, que llevaron a la ruina de todo, a que Lucerys se sintiera tan inadecuado de estar en estos túneles porque fue una parte de su sangre la causante de que tres Stark estuvieran enterrados ahí.

 — ¿Cómo lo descubriste?

—Tengo el rostro de la reina Rhaella, quien lo compartió con el príncipe Lucerys Velaryon.

—Lord Velaryon te reconoció —no fue pregunta —. Y te lo dijo.

—No lo hizo hasta que vi el retrato de los príncipes Velaryon. Y luego tío Arthur me explicó todo.

—Todavía lo llamas así.

—Es lo que es.

Arthur Dayne siempre sería familia primero y después escudo juramentado.

— ¿Y yo? ¿Todavía soy tu padre?

—Lo preguntas como si lo hubieras sido alguna vez —algo en el rostro de Lord Stark vaciló, ¿acaso se sentía herido? —. Un padre no descuidaría a sus hijos y no dejaría que recibieran malos tratos de otros.

—Jo-

—Tal vez porque soy tu sobrino has permitido que tu esposa y su gente me trate como si fuera la peor de las criaturas. Pero entonces no entiendo que permitas ese trato a tu sangre, especialmente cuando prometiste a tu hermana que me protegerías. Ah, pero esa protección sólo es por el Rey Ciervo, y mientras tu Lady Catelyn no me mate, puede hacer lo que quiera conmigo, ¿verdad?

— ¿Realmente piensas eso?

Lord Stark lo miró cómo si no pudiera creer lo que escuchaba, como si no reconociera a Lucerys. Sería difícil para él reconciliar al chico que nunca se quejó, guardó silencio y bajó la cabeza, con el chico que ahora estaba reclamándole. Tal vez Lord Stark ni siquiera pensó que Lucerys, que Jon tuviera queja alguna porque entendía su lugar como un bastardo.

—Es lo que he experimentado toda mi vida, Lord Stark.

Parecía que algo luchó dentro del hombre por un momento.

—Nada de esto es lo que esperaba, lo que deseaba para ti.

— ¿Entonces por qué no me entregaste a alguien más? La Guardia Real en Essos. O Lord Reed. Al tío Benjen si le hubieras dicho la verdad —había visto pocas veces a su tío menor, pero por la forma en que siempre habló de Lyanna, Lucerys no creía equivocarse al pensar que en lugar de unirse al Muro, habría cuidado al hijo de su amada hermana —. Pudiste dejar que cualquier Casa del Norte me criara, aunque fuera un bastardo no me habrían rechazado.

—Nada aseguraba que estarías a salvo.

— ¡¿A salvo como he estado aquí?! —ya no pudo resistir gritar.

—No podía, no quería enviarte lejos de tu familia. Ya habías perdido tanto.

— ¡¿Por culpa de quién?! ¡Nunca escuchaste a Lyanna! ¡El hombre que amas como un hermano mató a Rhaegar y luego se benefició de los asesinatos de las princesas Elia y Rhaenys, y del príncipe Aegon!

— ¡Lyanna y Rhaegar no están libres de culpa! —algo en Lord Stark finalmente cedió.

— ¡¿Así que castigas a su hijo?!

— ¡¿A quién si no?! ¡Lyanna sólo tenía que hacer una cosa! ¡Y Rhaegar era un hombre casado! ¡Siguieron sus propios deseos y los demás pagaron por ello! ¡Yo pagué por ello! ¡Perdí a mi padre y mi hermano! ¡Y perdí a Ashara!

¿Así que todo se reducía a afrentas percibidas como propias y a deseos incumplidos?

— ¡Mi abuelo y mi tío tomaron sus decisiones! —podía ser cruel pensar así, pero fue Brandon Stark quien actuó imprudentemente y Rickard Stark fue por su hijo consciente del peligro —. ¡Y perdiste a Lady Ashara porque no fuiste lo suficientemente fuerte para rechazar a un anciano ambicioso!

— ¡Silencio! ¡No hables como si tuvieras algún derecho!

— ¡Lo tengo, Lord Stark! ¡Si hablamos de pérdidas, soy yo quien más ha perdido!

Ned Stark dio un paso hacia Lucerys y éste estaba demasiado enojado para retroceder.

— ¡¿Qué haces?! —Robb apareció de pronto, interponiéndose entre ellos.

— ¿Robb? —Ned Stark miró con sorpresa a su hijo, entonces notó la postura protectora.

Estando a su espalda, Lucerys no podía ver la expresión que su hermano tenía, pero pensó que no podía ser tan diferente a cuando Theon o algún alfa molestaba a Lucerys.

—No sé qué pensaste —Ned Stark se alejó un par de pasos, pasando sus ojos tormentosos de Robb a Lucerys —, pero no iba a lastimarlo.

Robb no refutó la declaración ni estuvo de acuerdo con ella. Su silencio pareció ser peor para Ned Stark, quien apartó la mirada de ellos y la enfocó en la estatua de Lyanna.

— ¿Ya lo sabes? ¿Te lo dijo?

—Lo descubrí —respondió Robb a la par que Lucerys dijo:

—Lo descubrió.

Hubo otro momento de silencio. Cuando habló de nuevo, pese a que seguía sin mirar a ninguno de los chicos, fue obvio que Ned Stark habló a Lucerys.

— ¿Qué pasará ahora?

Lucerys salió detrás de Robb y se paró junto a él, mirando el costado del rostro del hombre que se supone debía protegerlo.

—Conseguiré justicia para mis hermanos, limpiaré el nombre de mi padre, honraré el amor que mis madres compartieron y encontraré la manera de proteger a los Targaryen que quedan —grandes promesas que estaba dispuesto a cumplir constara lo que costara —. Así que dime tú, Lord Stark, ¿qué pasará ahora?

Sabiendo las intenciones de Lucerys, ¿qué hará Eddard Stark al respecto?

¿Será el hermano de Lyanna Stark o el Perro del Usurpador quien decida?

— ¿Quieres el Trono de Hierro?

Ojos grises afilados se encontraron con ojos índigos llenos de fuego.

Y Lucerys rio. Una risa fea; incrédula y dolorosa.

Robb tomó su mano, pero Lucerys no le dirigió su atención.

— ¿Robert Baratheon es quien te preocupa? ¿Tu rey es todo lo que te interesa? —después todo lo que se acababan de decir, después de tanta muerte y de tanto dolor, ¿todo se reducía al amor y lealtad, o lo que fuera, que Eddard Stark sentía hacia el matasangre?

Porque eso era Robert Baratheon.

—No es así —algo como miedo se coló en la expresión de Eddard Stark mientras daba un paso hacia Lucerys, pero se detuvo cuando Robb volvió a interponerse.

—Apoyas al hombre que se regocijó por el asesinato de inocentes, de bebés, incluso cuando sabes que la razón por la que Robert Baratheon odia a Rhaegar, a los Targaryen, no es verdad. Rhaegar no es del todo inocente y Aerys ciertamente no lo es, nunca lo serán, ¿pero Elia, Rhaenys y Aegon? ¿Rhaella? ¿Viserys y Daenerys? El hermano que tanto amas se sienta en el trono que erigió la familia a la que tanto escupe, se llena el estómago de carne y vino mientras caza a niños inocentes.

—Jon-

—Ese no es mi nombre.

Eddard Stark vaciló, pero continuó hablando sin decir nombre alguno. ¿Era tan terrible reconocerlo como un Targaryen?

—Lo que quieres sumirá al reino en guerra.

—Robert Baratheon hizo lo mismo. Al menos yo lo hago por mi familia, no por una dama a la que no conocía realmente.

—Robert amaba a Lyanna.

— ¿De verdad? ¿O sólo estaba enamorado de una idea? ¿Él sabía que ella prefería pantalones a vestidos, que prefería montar a bailar, que tenía una lengua cruel y un espíritu indomable? Tú lo conoces, dime si él la amaba por eso o por la imagen que pintaste de una chica que tampoco conociste tan bien como creíste. Si Robert Baratheon de verdad amó a Lyanna Stark, ¿por qué temes tanto que asesine a su hijo? ¿El amor por ella no debería ser más fuerte que su odio por Rhaegar?

Eddard Stark apartó la mirada de Lucerys y la dirigió a la pared de piedra, hacia el lado donde no había estatuas.

—No quiero una guerra, Lord Stark, pero Robert Baratheon pagará por lo que hizo, como todos los que participaron en la destrucción de la Casa Targaryen —se movió hasta enfrentar de nuevo al Lobo Silencioso, obligándolo a mirarlo —. Si él te importa tanto será mejor que me mates aquí y ahora porque nunca lo dejaré en paz, esto te lo juro.

El agarre de Robb se hizo más fuerte, pero a Lucerys no le importó el dolor. Su hermano tampoco dijo nada, pero no lo culpó; debía ser difícil para Robb defender a su hermano pequeño contra su padre y viceversa.

Lo que Eddard Stark dijo a continuación no fue algo que Lucerys esperara.

—Realmente eres el hijo de Lyanna —cerró los ojos y simplemente respiró por lo que se sintió una eternidad.

—Padre —Robb llamó inseguro y todavía aferrándose a Lucerys.

—Eres mi sangre, eres el niño que he visto crecer durante casi la mitad de mi vida —Eddard Stark abrió los ojos, que eran decididos pese a que el resto de su cuerpo de pronto se notó cansado —, y nunca te pondré una mano encima. Nunca podría conducirte a tu muerte, pero tampoco me pararé junto a ti mientras caminas hacia ella.

A la sorpresa que Lucerys sintió le siguió el alivio.

La neutralidad era mejor que la alternativa.

 

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Chapter 12

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Vieja Nan

Pasó suave y metódicamente los dedos entre los hermosos rizos del niño que había criado los últimos años. Rizos oscuros y gruesos, idénticos a los de su madre, esa niña que prácticamente era un centauro y que poseía el alma más limpia que había visto en mucho tiempo. Este niño tenía un alma parecida, aunque vieja. Pero no tan vieja como ella.

—Lo malcrías —comentó al escuchar las risitas del niño, quien tenía al cachorro huargo en su regazo, rascándole la barriga.

Qué tiempos tan maravillosos estaba viviendo de nuevo.

El regreso de los dragones y de los huargos.

—Lo merece. Ha sobrevivido cuando todos dijeron que no lo haría —defendió el niño.

El lobo blanco era el enano de la camada, el más pequeño y frágil. Sin embargo, como su dueño ahora, como su compañero humano, había demostrado lo fuerte que en realidad era.

—Perseverante como un fantasma.

—No tú también, Nan. Robb lo defendió para entregármelo, es mío, pero fue Arya quien lo nombró.

La pequeña loba había comentado que el cachorro era tan blanco como un fantasma y después el bebé lobo no dejó de llamarlo así, ahora Ghost era el nombre oficial del cachorro.

—Le queda bien, supongo —el niño suspiró —, pero quería darle un nombre poderoso.

— ¿Poderoso como el de tu dragón?

El niño se quedó quieto frente a ella, entonces se levantó y dio media vuelta lentamente, enfrentándola con una expresión aprensiva y asustada.

Este niño no debería, nunca, poner una expresión así.

Los lobos y los dragones no conocían el miedo.

—No temas. ¿Crees que usaría esa información contra ti? —ella nunca dañaría a este niño, como nunca dañaría a ninguno de los niños con sangre de lobo que vivían en Winterfell, como nunca había dañado a ningún Stark en su larga vida.

Debería decirle que tuviera más cuidado cuando salía al bosque por las noches, en cambio dijo:

—Los dioses me lo mostraron.

— ¿Qué dices, Nan?

— ¿Cuáles son las historias sobre mí? ¿Que soy tan vieja que he vivido desde la época del último Rey del Invierno? ¿Que soy una bruja que hizo un pacto con los Stark para cuidar a sus hijos? —rio un poco y extendió una mano hacia el niño —. Hay algo de verdad en cada una de ellas. Ven, sabes que nunca te lastimaría.

El niño no dudó, ¿cómo iba a hacerlo cuando ella lo sostuvo en sus brazos desde la primera vez que llegó a Winterfell? ¿Cómo, cuando cambió sus pañales, cuando atendió cada enfermedad? ¿Cómo, cuando había amado a su madre como si fuera suya y lo amaba a él como si hubiera salido de su vientre?

— ¿Cuáles son las verdades? —el niño se sentó frente a ella, cara a cara.

El cachorro lamió la barbilla del niño.

—Soy muy vieja e hice un pacto —acarició al cachorro y se adelantó a las siguientes preguntas del niño —. Conocí a Bran el Constructor y el pacto fue el de la sangre. Tu antepasado se casó con mi hermano menor, mi único hermano. Cuando él murió, decidí permanecer y cuidar de sus bebés; lo he estado haciendo desde entonces.

El hermano que había llevado el corazón en la manga, justo como este niño.

— ¿Cómo puede ser? Nadie puede vivir tanto tiempo.

—Mi madre era un Niño del Bosque. Su sangre me hizo inmune al paso del tiempo —entonces arremangó la tela del brazo izquierdo, dejando al descubierto la muñeca.

Una runa pintada con sangre descansaba sobre el pulso. La borró con un dedo.

El niño hizo una exclamación ahogada.

Las canas, la palidez y las arrugas desaparecieron, dando paso a piel color avellana, pero más clara que los completamente puros aquellos que cantan las canciones de la tierra; cabello como el color de lianas maduras, orejas alargadas y ojos rojos.

Ojos de dragón la miraron entonces con asombro. Con la mirada, el niño pidió permiso para tocarla. Dedos gentiles acariciaron sus mejillas y se enredaron en un mechón de cabello.

—Eres mi muchas veces tía abuela, o algo así —los dedos se apartaron con suavidad.

—Algo así —concordó.

No había necesidad de definir el papel específico, ellos eran familia y eso era todo lo que importaba.

—Me hace feliz saberlo, ¿pero por qué me dices todo esto ahora?

—Porque quiero enseñarte algunas cosas. El camino que has decidido recorrer es peligroso, y aunque tienes un dragón y un huargo contigo, existen conocimientos que puedes usar para protegerte.

— ¿Los dioses te mostraron lo que planeo hacer?

—No era necesario. Eres el hijo de Lyanna Stark y nunca has dejado de ser hijo de Rhaenyra Targaryen —volvió a reír cuando el niño mostró sorpresa y desconcierto —. No eres la única alma reencarnada que he conocido.

Existían almas nuevas, por supuesto, pero la mayoría eran almas reencarnadas de otro tiempo. Tal era el ciclo del mundo y tal era la elección de campeones de los dioses.

—Ni serás la última. Sin embargo, sí eres la primera que mantiene sus recuerdos pasados.

Los dioses a veces eran así de crueles.

—Nan…

El niño luchaba con sus emociones. Él siempre sentía demasiado. Era una de sus cosas favoritas de él, pero también una de las más tristes.

—Te enseñaré magia rúnica —ella no tenía respuestas para las inquietudes del niño, pero sí habilidades que lo ayudarían —. Todo lo que pueda antes de que nos separemos.

Antes de que los dioses hicieran avanzar el juego.

 

Cersei Lannister

—Deberías mostrar un mínimo de aflicción, amada hermana.

— ¿Quieres decir como tú, valiente hermano?

No miró a Jaime. Mantuvo los ojos en el diablillo y el tío Tygett, ambos con expresiones solemnes de luto, pero con ojos que ya delataban conspiración. Como Cersei y Jaime, Tyrion no sentía ningún dolor por la muerte de su padre, como ellos, el enano debía sentirse liberado, pero también deseoso.

Sin Tywin Lannister, con Jaime juramentado a la Guardia Real y Cersei una mujer atada a un patán, ¿quién tomaría el señorío de Roca Casterly?

— ¿No sientes, al menos, curiosidad por la muerte de nuestro padre?

—Para nada. Él tenía enemigos. Lo único que admiro, digamos, es la habilidad del asesino.

Tywin Lannister había sido encontrado una mañana en su solario, con la garganta cortada y la ropa bañada en sangre. Nadie había visto ni escuchado nada durante la noche, ni siquiera el guardia que custodiaba su puerta. Tío Kevan había ordenado que contabilizaran a todo el personal de la Roca, pero todos los que debían estar, estaban, nadie faltaba, por lo que el perpetrador no fue nadie que hubiera estado ahí de antemano. Aunque bien podría ser un cómplice. De cualquier manera, no había respuestas.

—Además, nadie espera tristeza o dolor de mi parte. Todos saben que siempre he contado los días para la muerte de nuestro padre.

Y finalmente había cesado de contar.

Tía Genna le lanzó una mirada amonestadora cuando vio la sonrisa que Cersei se negó a suprimir. Su querida tía la conocía mejor que nadie y después de años soportando juntas vivir en la Fortaleza Roja, se volvieron aliadas más allá de la sangre. Gena Lannister no estaba molesta por la falta de respeto a su hermano, sino porque Cersei dejaba ver sus emociones.

Un buen jugador debe saber controlar y enmascarar sus emociones.

Cersei consideraba ese pedacito de sabiduría una pérdida de energía. ¿Por qué aparentar algo más cuando ser auténtica le había funcionado mucho mejor?

Prefería ser vista como una arpía que perder tiempo entreteniendo a los tontos. Además, ser gentil y sumisa la habrían hecho tener niños que habría odiado, ser callada la habría relegado a la sombra; todo eso la habría hecho olvidable, habría hecho que todos olvidaran que ella era la primogénita alfa de Casa Lannister y, como tal, su derecho era heredar el señorío.

Y Cersei nunca permitiría que su derecho legítimo fuera olvidado, arrebatado sin pelear.

Especialmente no ahora, cuando podía saborearlo.

Sobre todo no cuando su monstruoso hermanito era el nuevo contrincante.

—Eres la reina, Cersei.

Se abstuvo rodar los ojos.

Entendía lo que su gemelo intentaba decir, pero la fastidiaba que él no tuviera visión.

—No por mucho tiempo. Tyrion no tendrá el señorío, dudo que padre lo nombrara como heredero en su testamento —la única cosa en la que ella y su padre estuvieron de acuerdo fue su desagrado por el enano —. Tú no quieres ser Lord Lannister. Y mataré a nuestros tíos con mis propias manos si se atreven a tocar lo que me pertenece.

Kevan podría darle problemas, siempre el hermano fiel de Tywin, y no querría que Cersei tomara el lugar que le correspondía porque ese no había sido el deseo de su hermano. Tygett podría estar de su lado sólo para llevar la contraria a Tywin, incluso en la muerte, pero también podría apoyar a Tyrion porque eso también molestaría al Viejo León y dado que él y el diablillo se llevaban bien, tal vez lo apoyaría por cariño. Gerion seguía perdido en algún lugar de oriente, pero estaba tan abajo en la sucesión que no sería problema si apareciera.

—Por declaraciones como esas es que todos en Westeros deben pensar que tú estás relacionada con la muerte de nuestro padre. Y tu actitud todos estos años lo respalda.

Ella no estaba tan preocupada por esa percepción como, tal vez, debería estarlo.

—Ellos no tienen ninguna oportunidad, no con el patán real respaldándome.

—Sin Tywin Lannister, el rey se divorciará de ti sin tener que darte nada.

Al menos Jaime no era tan tonto.

—Lo hará si no quiere que sea una molestia para él por el resto de nuestras vidas —dependía de quién moría primero —. Encontraré la manera de hacer su vida y reinado un infierno más de lo que ya es.

Jaime hizo una mueca. Él la conocía bien, Robert también.

—Además, planeo negociar con la persona que el patán más respeta intercediendo por mí. Jon Arryn quiere un reino pacífico y quiere que su adorado pupilo prospere, y me compadece en cierta medida —odiaba eso, pero podía usarlo a su favor —. Y conmigo como Lady Lannister, Su Majestad tendrá al Oeste siempre apoyándolo.

Tampoco le gustaba, pero había que hacer sacrificios.

Tyrion podría apelar a lo mismo, pero la Mano conocía a Cersei. Más vale malo conocido que malo por conocer, iba el dicho, ¿no?

—Ya tienes tus planes, supongo que los pondrás en marcha en cuanto regresemos a la capital.

—Debe ser la única vez que el idiota me quiera de vuelta pronto.

Lo único que detenía a Robert de anunciar el divorcio mientras ella estaba en Roca Casterly era Jon Arryn. Pese a que su relación era bien conocida, todavía sería visto mal y desfavorable, para el zafo, divorciarse mientras la esposa no estaba, mucho más cuando estaba lejos por el funeral del padre.

—Los preparativos para invitar a los omegas elegibles de Westeros ya deben estar en marcha —comentó Jaime con media burla.

Su corazón no estaba del todo con Cersei en este asunto porque al blandengue le preocupaba el diablillo. Jaime seguramente quedaría en paz con cualquiera de ellos como gobernante de la Roca, en tanto ambos permanecieran vivos. Y como sabía que Cersei no dejaría respirar a Tyrion nunca más si él obtenía lo que ella deseaba, iba a ayudarla.

Tyrion era otro blandengue, nunca la mataría, no tenía el valor.

—Sólo por apariencias. Robert quiere a un cachorro de Ned Stark como cónyuge —la obsesión que el patán tenía por los lobos era patética —. La hija mayor floreció hace poco y se presentó como omega.

Cersei dejó tal impresión en él que no quería ninguna mujer alfa cerca de nuevo, y los betas no eran tan prestigiosos como un omega.

—Una belleza rumoreada. Se parece a su madre, dicen.

Ah, sí. Catelyn Tully cuya cara de mosquita muerta restaba cualquier atractivo que poseyera.

—Si quieres hablar de bellezas rumoreadas ahí está el bastardo de Ned Stark. ¿No lo llaman la Rosa de Invierno de Winterfell?

Ese rumor había salido de los puertos.

Muchos comerciantes, extranjeros y viajantes que iban de un lado a otro buscando trabajo, tenían historias y alabanzas de la belleza escondida en el Norte. Lo habían visto de primera mano, afirmaban, en Winter Town, en Puerto Blanco y Marcaderiva. Si algo de eso era verdad, era comprensible que Ned Stark mantuviera a su bastardo escondido y no hablara de él en las cartas que compartía con Jon Arryn y Robert.

—Qué terrible compartir el apodo de Lyanna Stark.

Terrible, de hecho. Mucho más si se parecía a ella.

Tal vez lo hacía, de otra manera Ned Stark no sería tan cuidadoso.

—Mejor que el rey no le ponga los ojos encima, podría convertirlo en su amante —Jaime hizo un gesto de simpatía.

O en su esposa.

Habría conflictos, incluso si el chico fuera legitimado, pero ese no sería el problema. El problema sería vivir como el premio de consolación para la obsesión de un hombre como Robert Baratheon.

 

Daenerys Targaryen

— ¡Levanta más la espada! ¡A la izquierda! ¡Cuida tus pasos, Dany!

En el siguiente ataque de Syrio, Daenerys cayó en la tierra sobre su trasero.

—Estás desconcentrada —Syrio dijo lo obvio.

— ¿Cómo puedo concentrarme cuando alguien me está gritando así? —lanzó una mirada mordaz hacia Cihan, quien la observaba desde un costado del patio con una enorme sonrisa y brillantes ojos.

Incluso si Cihan no hubiera estado gritando, su presencia habría sido suficiente distracción. Daenerys siempre era muy consciente de sí misma y de ella cuando estaba cerca.

—Nada debe perturbarte —dijo Syrio como si fuera una lección.

Conociendo al hombre, definitivamente lo era.

Suprimió una mueca mientras aceptaba la mano de su maestro para ponerse de pie.

—Otra vez —pidió, sacudiendo el polvo de los pantalones.

—No hoy, continuaremos mañana. Habla con ella, debe tener noticias importantes.

Era una ocurrencia típica de Cihan molestar sin malicia a Daenerys mientras entrenaba, pero al mirarla ahora, ella tenía esas arrugas en las comisuras de la boca que denotaban tensión. Una tensión que normalmente se mostraba cuando algo importante estaba sucediendo.

Nada escapaba al ojo entrenado de la Primera Espada de Braavos.

—Fueron vistos —Cihan no le dio tiempo a preguntar, ya acercándose a ella —. Se acercan desde el suroeste, están a unas dos horas del límite de la ciudad.

Dany hizo una pausa, no sabiendo cómo sentirse.

Una parte de ella estaba feliz por conocer a los últimos miembros de la Guardia Real que habían servido a su familia, pero otra parte estaba furiosa. Ninguno de esos hombres había buscado a Viserys y Daenerys antes, no hasta que su sobrino lo pidió. Sabía que no era tan simple como desinterés, sino una especie de salvaguarda para no llamar la atención de los cazadores del Usurpador sobre ninguna de las partes.

Aun así.

— ¿Mi hermano fue informado? ¿Ser Willem?

—Li Bao fue con Uiharu, ella tal vez lo esté informando al príncipe. En cuanto a Ser Willem…

—Yo hablaré con él —Syrio ofreció y tras un asentimiento de Daenerys, se retiró.

Lo vio irse mientras sentía una opresión en el pecho.

—Dany, princesa, respira —una mano cálida y callosa acunó su mejilla —. ¿Qué atormenta tu mente?

Cihan hablaba bastante educada y dulce para ser un ex corsario. Ella afirmaba que sólo fluía así cuando trataba con Daenerys. Esta beta sinvergüenza fue puesta en el mundo sólo para avergonzarla. Se suponía que Daenerys era una alfa, no debería caer por trucos baratos –como su cuñada los llamaba.

—Siento que, de pronto, todo está sucediendo demasiado rápido.

— ¿No querías conocer a tu sobrino?

—Sí, por supuesto que quiero —desde que tenía memoria, conocer al último hijo de su hermano Rhaegar fue su mayor ilusión, reunir finalmente a su familia era el deseo más sincero de su corazón —. Sólo temo todo lo que tendremos que enfrentar a partir de ahora.

—Entiendo —Cihan apartó la mano y pasó a sostener las manos de Daenerys —. Y tú debes entender que no enfrentarás nada sola. Tienes a tu hermano y a Uiharu, a Ser Willem y Syrio, tendrás a tu sobrino y, más importante, me tienes a mí.

—Lo sé. Me prometiste tu lealtad —por esa razón Daenerys se negaba a caer presa del encanto natural de la beta.

Cihan era tan gentil y dulce con ella porque juró servir a Daenerys, no porque tuviera sentimientos románticos por ella. ¿Cómo iba a tenerlos? Cihan era mayor, conocía el mundo, fue una de las mejores corsarias de Pentos, y una de las mujeres más hermosas que había visto en su vida. Daenerys era una princesa, pero aun así sentía que no era suficiente para llamar la atención de la beta.

—Te serviré y protegeré hasta mi último aliento —Cihan dijo con solemnidad, apretando el agarre de sus manos.

Daenerys tomó un momento más para disfrutar de la sensación.

 

 

—Adelante, hermanita —Uiharu abrió la puerta de los aposentos que compartía con Viserys —. Ya está al tanto.

Su cuñada se despidió entonces, sabiendo que Viserys y Daenerys debían hablar.

La alfa yitense tenía un extraño instinto para saber cuándo los hermanos requerían tiempo a solas. Había sido así desde que ella y su madre, la difunta Lady Su Su, los sacaron de las calles cuando vieron a Viserys intentando vender la corona de su madre para comprar medicinas para Ser Willem.

Bebé tormenta, tenemos que preparar las maletas —Viserys se puso de pie, alejándose del diván y acercándose a ella.

Amaba cuando su hermano hablaba en alto valyrio.

Como beta, Viserys no tenía aroma, pero los aceites con que se bañaba y peinaba llegaron a la nariz de Daenerys. Uiharu siempre estaba mimando a Viserys con ropa, joyas y aceites.

¿No las tienes listas ya? Porque yo sí —dejó que su hermano le acomodara el cabello, prácticamente acicalándola.

Un hábito desde que eran niños.

Tendrás que rehacerlas, no serán necesarios tantos abrigos ahora.

¿Viste algo nuevo?

Durante meses, casi a la par del sueño sobre su sobrino enviando a la Guardia Real por ellos, Viserys había soñado que irían al Norte. El encuentro con su sobrino se daría entre la nieve.

Lucerys viajará a Desembarco del Rey.

Daenerys se estremeció.

¡No! ¡No puede! ¡Es demasiado pronto! ¡Nyrax es un bebé! ¡Ni siquiera tenemos los huevos de nuestros dragones! ¡No tenemos los Inmaculados!

Dany, Dany, tranquilízate —Viserys le tomó el rostro, susurrando palabras tranquilizadoras.

¡No puede ir a la capital, hermano! ¡El Usurpador lo matará! —se agarró con fuerza a las muñecas de Viserys —. ¡No se suponía que sucediera así!

Viserys dijo que tomarían a Lucerys y a Aemon, que navegarían de regreso a Lorath y entonces planearían. Se harían fuertes juntos, sus dragones crecerían libres, formarían un ejército y recuperarían el trono de su familia. Verían a Lucerys convertirse en rey, ayudarían a la gente, unificarían realmente a Westeros y se prepararían para enfrentar la Larga Noche.

¿Qué iban a hacer ahora?

Escúchame, hermana —Viserys la hizo mirarlo —. Sigo viendo un ciervo muerto, el dragón de oro y obsidiana sigue sentado en el Trono de Hierro, y los dragones siguen cantando libres en el cielo.

¿Lo juras? —pidió en un susurro desesperado.

¿Te he mentido alguna vez? —su hermano la soltó cuando ella negó con la cabeza.

¿Por qué cambió?

Un león dejó de rugir y una leona es libre.

¿Cómo afecta eso a-

Oh.

Sin Cersei Lannister, el Usurpador buscaría una nueva esposa.

Lo mataré —juró con voz llena de veneno.

Daenerys haría sufrir a Robert Baratheon por cada toque que le hiciera a su sobrino. Ella ya sentía comezón en las manos por arrancarle los ojos ante el pensamiento de que el Usurpador siquiera mirara a Lucerys.

Un dragón se comerá el corazón del ciervo —Viserys le sonrió —, pero tú no eres ese dragón, Dany.

Daenerys respondió la sonrisa de Viserys con una propia.

 

Notes:

1. Maggy: ...te casarás con el rey. Serás reina por-
Cersei *la interrumpe*: ¿eso de qué me sirve? No lo quiero. Dime sobre Roca Casterly.

2. Viserys no soñó literalmente lo que Dany menciona, él sólo descifró todo lo que vio. Y no son sueños de dragón, es la vista verde. Aquí hará honor a su sangre de Primeros Hombres por su bisabuela Betha Blackwood.

3. Dany ama el valyrio de Viserys, pero cuando escuche a nuestro Lucerys caerá completamente enamorada (platónicamente).

4. Tardé tanto porque cambié buena parte de los futuros sucesos de esta historia. La recuperación del Trono de Hierro será muy diferente a cómo la planee originalmente.

5. Quiero que piensen esto:
Tres cabezas del dragón. Alfa, beta, omega. Guerrero, Soñador, Hechicero.

 

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Chapter 13

Notes:

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Chapter Text

—Por supuesto —tío Benjen sostenía el rostro de Lucerys entre sus manos, mirándolo con cristalinos ojos azul grisáceos —. Por supuesto que eres el hijo de Lyanna.

— ¿Te habrías quedado, tío, si lo hubieras sabido? —preguntó trémulamente.

Una parte de él quería saber si tenía un pariente de sangre que lo quería más que como una forma de desquite.

—Nada ni nadie me habría apartado de tu lado —juró, soltándole el rostro y arrastrándolo a un abrazo demasiado fuerte.

Lucerys le creyó.

Benjen Stark sólo visitaba Winterfell dos veces al año, pero cada vez se aseguraba de mostrar un cariño feroz a cada uno de sus sobrinos, especialmente a Lucerys, quien se acercaba naturalmente a uno de sus únicos parientes adultos que no le mostraba desprecio o mantenía distancia para no molestar a su esposa. Habiendo crecido, en su vida pasada, con padres y un abuelo de afectos táctiles y libres, Lucerys buscaba y esperaba atención; tío Arthur y tío Benjen siempre lo complacían en ese aspecto.

Más que eso, el tío Benjen siempre lo defendía de Lady Stark, una de las razones por las que la dama no tenía buena relación con él. Ella tampoco podía quejarse porque su cuñado nunca era grosero ni la criticaba por su mezquindad, al menos no en su cara.

— ¿Ni siquiera tu hermano?

—Nadie —repitió casi gruñendo.

Entonces lo soltó y le pasó las manos por el cabello, como si estuviera intentando alizar sus rizos. Lucerys lo dejó, estaba acostumbrado a la forma en que su tío lo marcaba con su olor, acicalándolo de una manera bruscamente maternal, algo un poco extraño ya que él era un alfa.

—Y hablando de hermano —su voz seguía sonando como un gruñido mientras miraba por encima de la cabeza de Lucerys.

Su tío lo besó en la cabeza y comenzó a caminar, dejando a Lucerys y dirigiéndose a las puertas del jardín de cristal. Al medio girar, Lucerys vio a Lord Stark acercándose. Tío Benjen abrió con brusquedad la puerta y siguió caminando a paso agresivo hacia su hermano. Tío Arthur, que había estado custodiando la puerta para que nadie entrara y escuchara la revelación de Lucerys, sonrió de oreja a oreja cunado el Cachorro de Lobo golpeó con un puño el rostro del Lobo Silencioso.

Lucerys juraba que escuchó el golpe.

Mientras veía a Lord Stark trastabillar hacia atrás por la fuerza del golpe, Lucerys permaneció tranquilo. No había esperado que eso sucediera tan pronto, de hecho había pedido a su tío que hablaran temprano en el jardín (ambos eran madrugadores y a esa hora la casa de cristal siempre estaba vacía) para evitar cualquier altercado; tal vez alguien le había informado a Ned Stark donde estaban su hermano y su bastardo, y por eso había llegado hasta ellos.

— ¿Debería hacer algo, Ghost?

El cachorro miró a Lucerys con sus ojos rojos y no se movió ni un ápice, lo tomó como un no y observó cómo el tío Benjen emparejaba la otra mejilla amoratada del Lord de Winterfell.

 

 

Un tirón de cabello, luego otro, y otro y otro. No dolían, pero era obvio que estaban siendo hechos a propósito.

— ¿Cuándo cesará tu enfado? —preguntó con resignación sin dejar de salar la carne que tenía en la palangana sobre su regazo.

Estaba realizando su parte del trabajo, preparando las provisiones que llevarían durante el viaje a Desembarco del Rey.

—Cuando digas que te vas a quedar —Robb ató una trenza y tomó un nuevo mechón de cabello.

Wylla le había enseñado a tejer trenzas valyrias, algo que ella y Wynafryd habían aprendido de Lady Daenora y sus hermanas, y que había perfeccionado practicando con el cabello de Lucerys. Por alguna razón, Robb quiso aprender. Lady Stark había sido insoportable al respecto, pero Robb la placó alegando que sería una habilidad útil para hacer feliz a su futuro cónyuge. Lucerys había ignorado hábilmente la sonrisa pícara que Wylla le envió en ese momento y también se desentendió de la mirada intencional de Robb cuando lo dijo.

—Vas a permanecer enojado demasiado tiempo, entonces —miró a través de la puerta abierta de la cocina hacia el patio, donde Wylla estaba jugando con Bran y Rickon, y los lobos.

La pobre Arya estaba atrapada dentro del castillo, siendo medida para que una costurera le hiciera nuevos vestido para usar en la capital. Sansa, por supuesto, estaba encantada. Aunque la Casa Stark era noble y suprema, debido a la cultura práctica y no pomposa del Norte, la mayor parte de la ropa que usaban los Stark estaba hecha por la misma Lady Catelyn; Sansa había comenzado a hacer sus vestidos y estaba muy orgullosa del último.

Muña y las gemelas nunca lo hicieron, ni siquiera Rhaena que era muy buena bordando. Ella sólo hacía pañuelos hermosos que regalaba a la familia. Al ser una princesa, una heredera, además, muña siempre tuvo a su disposición a las mejores costureras; kepa también decía que al ser Targaryen y Velaryon no tenían necesidad de hacer su propia ropa. Había escuchado que la tía Helaena bordaba casacas y mantas para Aegon y sus mellizos, Lucerys siempre pensó que debía amarlos mucho si se tomaba tanta molestia; después de la desastrosa última cena que los Negros y los Verdes compartieron, él pensó que sí, el amor estaba para sus hijos, pero que su tía bordara ropa para su esposo sólo era por deber.

— ¿Podrás soportarlo?

—Lo que no voy a soportar es el peligro que correrás.

—El único en peligro será Robert Baratheon —lo dijo sin enojo, como una realidad.

Admitía que estaba un poco sorprendido de sí mismo, no estaba asustado de que las cosas pudieran salir mal, no estaba asustado de encontrar su muerte. Él simplemente sabía que esto era algo que tenía que hacer sin importar nada.

Robb dejó de peinarlo y toda la cocina quedó en silencio.

Lucerys no temía que sus palabras traicioneras llegaran a oídos del Ciervo, las únicas personas en la cocina era los sirvientes leales a los Stark y sólo a los Stark, quienes ya habían expresado el mismo descontento de Robb y proclamado tanto amenazas como promesas de venganza si el maldito rey se atrevía a ponerle un dedo encima.

El rey quiere conocer al bastardo de tu padre, el omega sobre cuya belleza se cantan alabanzas en los puertos y mercados de Desembarco del Rey, Catelyn Tully había alcanzado un nuevo nivel de desprecio en su voz cuando le explicó a Sansa porqué Jon Snow iría con ellos.

Lucerys no se había sentido enojado o asqueado, contrario a sus tíos, Robb, Lord Wendell y Wylla (su querida amiga había querido secuestrarlo y llevarlo muy lejos). No, Lucerys se había sentido casi alegre. Robert Baratheon le estaba facilitando mucho las cosas; Ned Stark no podía negar la petición de su rey. Así que decidió que primero vengaría a los niños de muña y después se uniría a Viserys y Daenerys en Essos. El asesinato de Tywin Lannister le había infundido valor y confianza, además que sabía que la Espada del Alba no lo dejaría morir.

—No temas por mí, Arthur Dayne me protege.

Robb se arrodilló a su lado.

—Y tío Benjen —agregó Lucerys, tratando de aplacar las preocupaciones de su hermano.

Lo que había enfurecido más a Lady Catelyn.

Siempre debía haber un Stark en Winterfell y ya que Benjen no iba a dejar que el hijo de Lyanna estuviera en presencia del hombre que había detonado una guerra por ella (además de que era hijo del hombre y la dinastía que odiaba), ella debía quedarse atrás con Rickon. Su odio y desdén por Lucerys casi la hicieron actuar contra la palabra de su esposo, pero su obediencia e instinto maternal terminaron ganando.

—Y yo —Robb posó una mano sobre el brazo izquierdo de Lucerys.

Lucerys lo miró por un momento, analizando las emociones de esos ojos azules. Eran los ojos de Catelyn Tully, pero tampoco no. Amor, calidez, cuidado y promesas de protección eran cosas que no había en los ojos de la Dama de Winterfell cuando miraban a Lucerys, pero sí los había en los de Robb Stark.

—Y tú —concedió, tratando de evitar que la emoción se filtrara en su voz.

No podía alentar los sentimientos de Robb.

—Estaré bien, sé lo que hago —chocó suavemente un costado de su cabeza contra la de Robb, un gesto destinado a ser platónico —. Confía en mí.

La mano de Robb se aferró a Lucerys, un agarre feroz y, a la vez, temeroso.

—Confío en ti, no confío en Robert Baratheon.

Lucerys tampoco y por eso iba a eliminarlo tan pronto como fuera posible.

 

 

—No subestimes nada, tampoco sobreestimes demasiado.

El rostro de Nan era apacible como siempre, pero sus palabras estaban cargadas de advertencia.

—No soy tan tonto, Nan. Esperaré el momento oportuno.

—Palabra clave, tan.

Nyrax expiró humo contra el rostro de la descendiente de los Niños del Bosque. El vínculo de Lucerys con ella estaba demostrando ser tan fuerte como el que tuvo con Arrax. La acarició entre los cuernos de su cabeza cuando ella se posó sobre la mesa junto a la que él estaba parado.

Nan no se molestó, sólo ahuyentó el humo con una mano.

—Eres emocional, niño. Recuerda que no debes dejar que eso te gobierne; no debes permitir que el rencor, la justicia y la venganza nublen tu juicio. De lo contrario, morirás.

—Seré precavido. No quiero morir, no pretendo lograr nada a costa de mi vida —sobre todo no ahora que tenía razones para disfrutar completamente de su nueva vida.

Seguía conectado con su muña, tenía niños, de la sangre de sus padres y hermanos, para cuidar y tenía un pequeño dragón para proteger. No era que los Stark no fueran suficientes para sentirse contento, pero no tenía con ellos la conexión que tenía con los Targaryen.

Se sentía como en su vida pasada, cuando nunca se consideró un Velaryon; más allá de la legitimidad, además del amor y aceptación de su abuelo, nunca hubo nada que lo hiciera amar su lado caballito de mar. Tal vez fue porque siempre fue criado como un dragón, tal vez porque su padre falleció demasiado pronto, tal vez porque todos los demás le transmitían que ni siquiera se atreviera tocar ese lado sin importar que la Serpiente Marina lo defendiera. Y en esta vida no se pensó un Stark pese a que tenía la sangre; no fue criado como uno, no fue considerado uno por otros y mucho menos defendido por uno. Corlys Velaryon siempre lo llamó su nieto, siempre lo proclamó su heredero y siempre aseguró que era un Velaryon. Ned Stark sólo dijo que compartían sangre, ni una vez lo llamó hijo.

Y a Lucerys nunca le había importado esto, era un bastardo en toda regla esta vez, después de todo. En todo caso, se había considerado más un Dayne. Y desde que era bebé decidió que no dejaría de ser un Targaryen.

Así que no, él no respiraba por los Stark como lo hacía por los Targaryen.

Aunque  eso no significaba que no daría la vida por Robb, Arya, Bran, Rickon y Benjen, incluso Sansa que sólo era una niña ingenua; amaba a los individuos, no a la Casa. Y el detalle era que sí, moriría por ellos, pero sólo viviría por los niños de muña y la Casa del Dragón.

—Es más difícil vivir que morir —Nan sonrió con esa sonrisa imperceptible suya —. Más significativo, especialmente para seres como tú que recuerdan más de una vida.

—Entonces puedes estar segura que no me arriesgaré —al menos no irreparablemente —. No cuando todavía tengo que conocer a Viserys, Daenerys y el maestre Aemon.

Nyrax chasqueó las mandíbulas, enojada e indignada.

—Y nunca me atrevería a dejar a Nyrax.

Hubo otro chasquido.

—Tampoco a Ghost.

Nyrax aleteó y planeó hacia la chimenea encendida, aterrizando sobre el cachorro, quien aceptó su destino como percha con calma. Ambas crías eran grandes para su edad; Nyrax, con cuatro meses de vida, ya tenía el tamaño de un águila real adulta y Ghost, con un mes de nacido, ya era tan grande como un sabueso. La leyenda de los huargo respaldaba a Ghost, pero Lucerys no recordaba que Arrax o los dragones de sus hermanos fueran tan grandes como Nyrax a tan pocos meses.

¿Podría deberse a la vida sin cadenas que Nyrax llevaba?

—La magia en tu sangre es poderosa y tus vínculos con ellos también lo son —Nan le dio un golpecito a una de las trenzas de Lucerys, un nuevo diseño de Robb —. Tiendes a reflexionar en voz alta cuando te sientes cómodo.

Sintió un sonrojo avergonzado apoderarse de sus mejillas.

—Está bien, niño. Te sientes cómodo cuando estás con personas en quienes confías, y las personas a quienes honras con ese privilegio nunca podríamos burlarnos o criticarte, mucho menos usar tus palabras en tu contra —ella dio un golpecito más, esta vez a otra trenza —. Eres emocional y de buen corazón, pero no ingenuo. Tu asesinato te quitó toda ingenuidad. Ahora das el beneficio de la duda, pero eres cauteloso. Eres un buen juez de carácter y también eres afortunado, sólo las personas que te aman sinceramente están cerca de ti, sólo esas personas pueden estarlo.

Nan le acarició una mejilla con una uña larga y oscura.

—Tus antepasados te bendicen. Los dioses aman sus juegos, que su favor no te engañe porque son crueles incluso cuando quieren el bien. Pero tus antepasados te aman y sólo desean que estés bien.

— ¿Cómo sabes eso?

Los ojos rojos se llenaron de cariño.

—Soy uno de tus antepasados.

Lucerys se conmovió, pero también sintió que Nan no le estaba diciendo toda la verdad. Después de saber todo lo que ella era y los poderes que manejaba, él creería fácilmente que podía saber las intenciones de los dioses y los muertos, al menos de los Antiguos y los Stark.

—Toma esto —Nan se apartó de él y tomó dos bolsitas de cuero, ofreciéndolas a Lucerys.

Tomó una y la abrió, sacando un par de anillos de madera de arciano, ambos tallados con diferentes secuencias de runas. Los analizó detenidamente.

—Supervivencia, salud y… ¿crees que querrán envenenarme? —preguntó cuando terminó de entender las runas de un anillo.

—Sí, cuando todos sepan tu importancia —Nan tomó ese anillo y lo deslizó en el dedo medio de su mano derecha, junto al anillo de Elia y Lyanna —. Se calentará cuando entre en contacto con algo venenoso. Ahora dime sobre el otro.

Dejó de mirar el anillo cuyo color blanco encajaba con el oro, el acero valyrio y el oro de los otros anillos que lo acompañaban.

—Estas son las runas de verdad, relación, despertar… ah, para reconocer mentiras.

—Ni el mejor mentiroso engañará este anillo —ella lo colocó, también, en el dedo medio, pero de la mano izquierda —. Ahora está unido a tu corazón. Será instintivo para ti reconocer los engaños.

Sin esperar indicaciones, Lucerys tomó un cuchillo e hizo una pequeña incisión en su palma izquierda. Con un dedo tocó la sangre y la untó sobre las runas de cada anillo, tiñendo una parte de la madera blanca.

Era curioso cómo la magia rúnica, magia antigua, necesitaba sangre, muy parecido a las historias de hechicería valyria de la Reina Visenya.

Nan untó un poco de savia sobre la herida para detener el sangrado y acelerar la curación. Entonces le entregó la otra bolsita, pero le indicó que no la abriera.

—No es para ti. Debes entregar esto a quien te espera en el Ojo de Dioses. No la entregues a nadie más, tampoco la abras hasta que ellos te digan que puedes.

La bolsita pesaba casi nada y no era más grande que el tamaño de una palma. Tenía curiosidad, pero sabía que no podía desafiar las indicaciones de Nan. Todo lo que ella hacía y decía era por una razón.

— ¿Quién me espera? ¿Quiénes son ellos?

Ella miró la bolsita y luego a Lucerys, sus ojos brillaban como pequeñas gemas. Más que misterio, había serenidad y alegría en esa mirada.

—Cuidaré de ti y de los tuyos, como lo he hecho por siglos y como lo haré por años más.

— ¿Qué quieres decir?

La respuesta de la Vieja Nan fue cantar una canción en lengua antigua.

 

Notes:

1. ¡Estoy muy emocionada por lo que viene! Pensé en algo que espero no resulte demasiado inverosímil, en todo caso pondré una etiqueta de "crack" o algo así. (Ahí me comentan qué piensan al respeto cuando llegue el momento.)

2. Uno o dos capítulos en el Ojo de Dioses y finalmente estaremos en Desembarco del Rey.

¡Gracias por leer!

¡Gracias por comentar!

Notes:

1. El título proviene de la canción "Glitter and gold" de Barns Courtney.

2. No sé que hice jajaja, pero disfrútenlo.

3. ¿Con quién debería emparejar a Lucerys?
Robb es mi favorito, pero también estoy contemplando a Jaime y Willas.

4. Agregué a Rhaenyra en las etiquetas de personaje porque será mencionada mucho. Lucerys es un niño de mamá, después de todo, y ella sigue siendo perfecta a sus ojos.

¡Gracias por leer!