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Un suspiro escapó de sus labios ante el recuerdo de su padre. Hacía ya un mes completo desde que Fugaku se había marchado de su hogar por un nuevo trabajo en la construcción en otra ciudad.
No estaba seguro sobre cuanto tiempo le tomaría permanecer lejos de su familia, pero ansiaba volver a verlo.
Fugaku siempre había sido un hombre amable y tranquilo. De hecho, él mismo había heredado esa misma personalidad. Además, el amor y cariño con el que trataba a ambos hijos solo lo hacía extrañarlo más.
Esperaba el día en que volviera para poder recibirlo con un abrazo mientras su padre le entregaba a escondidas los dulces que le había prometido si no lloraba cuando partiera. Esperaba que cumpliera con cada gramo que le había ordenado traer.
Podía observar desde la ventana de su cuarto a los niños jugar cerca de sus madres, un pequeño grupo de mujeres que se encontraban sentadas afuera de la casa de una de ellas mientras cosían las vestimentas entre sonrisas y charlas sin importancia.
Hacía casi un año que se encontraba viviendo en Luxemburgo junto a su familia. Siendo alguien que había llegado de Japón, un país con una lengua completamente distinta al igual que sus costumbres, aún no lograba encajar allí.
Los pasos de su hermano lo hicieron voltear la cabeza, para observarlo con una toalla de algodón enrollada en su cuerpo, justo por debajo de sus axilas.
—¡Sasuke, ven a bañarte de inmediato!—Gritó su madre en su idioma natal.
—¿Me bañas, Itachi? —Preguntó el infante, ignorando los gritos de su progenitora.— Madre suele tallar mi cabeza demasiado fuerte.
Una sonrisa apareció en sus labios antes de asentir en un cabeceo y acompañar a su único hermano a la bañera de madera que ocupaba gran parte del baño.
A pesar de no ser una persona muy sociable, odiaba no lograr comprender lo que las demás personas le decían. Pero sobre todo, odiaba que todos allí pudiera hablar tres idiomas y ninguno era japonés.
Los vendedores o incluso sus propios vecinos, aunque solo sea un saludo amable, lo hacían en alguno de los tres idiomas, logrando que él solo bajara la cabeza con amabilidad y una pequeña sonrisa sin saber que decir.
Luxemburgués, francés e incluso alemán. No lograba comprender ni una sola palabra que salieran de los labios de los habitantes que allí se encontraban y aquello lo frustraba aún más al sentirse un ignorante.
Observó de reojo a su madre apoyada en el marco de la puerta con sus brazos cruzados mientras observaba con una sonrisa de labios sellados a sus hijos convivir.
Itachi enjabonaba la cabeza de su hermano pequeño, creando espuma y realizando peinados extraños en su cabello mientras el infante reía al verse en el espejo de pie que permanecía a espaldas del mayor.
—Serás una excelente madre algún día, Itachi.—Habló la dama por fin.
Habría deseado que el joven tomara aquello como un halago, quizás, que una pequeña sonrisa asomara en sus labios sin que sea dedicada a su hermano.
Contrario a ello, Itachi solo bajó las comisuras de sus labios y mostró un rictus serio cuando volteó a verla mientras tallaba con delicadeza el cabello entre sus dedos.
—No creo poder conseguir pareja.—Confesó con desinterés.— Ni siquiera puedo comprender lo que me dice un simple mercader cada vez que salgo con usted a comprar, madre. ¿Cómo podría conseguir un esposo con el cual entenderme?
La dama frunció el ceño con molestia.
—Me he esmerado en que aprendas alguno de los idiomas que se hablan aquí, pero tu no pones de tu parte.
El chico volvió su vista al infante y tomó un poco de espuma con su dedo índice para dejar en la pequeña nariz de su hermano.
—Quizás tampoco me encuentre desesperado por conseguir esposo.—Comentó, vaciando un cuenco con agua tibia para lavar el cabello del niño.— Supongo que llegará cuando tenga que llegar.
La mujer no contestó de inmediato e Itachi hubiera preferido que solo se marchara del cuarto de baño. No quería discutir aquello del idioma, siendo que ya se encontraba lo suficientemente frustrado como para escuchar que era su culpa el no lograr aprender.
Era un chico inteligente. Amaba leer de la pequeña biblioteca que se encontraba repleta por los libros que había traído de Japón, aprendió a cantar y a bailar a pesar de que lo último no le agradara demasiado.
Aprendió a comportarse como un joven de la mismísima realeza aunque perteneciera a una familia humilde y solo por la insistencia de su progenitora.
Hablar aquellos idiomas era lo más importante en aquel momento y parecía, aún así, no ser suficiente para su madre.
—Eres un omega.—Comentó incorporándose en su lugar.— Está en tu naturaleza el dar a luz y para eso necesitas de una pareja. Un buen alfa que yo me encargaré de encontrar.—Sentenció antes de salir.
Itachi suspiró una vez más antes de estirarse para tomar la toalla de algodón.
—Ya estás listo, Sasuke.—Habló con suavidad.— Es hora de salir, el agua comienza a enfriarse.
El niño estiró sus brazos en su dirección y permitió que su hermano mayor lo alzara y caminara con él hasta su cuarto.
El ambiente fresco por el final del invierno se notó al entrar en la habitación que había permanecido con la puerta cerrada y observando como los dientes de su hermanito comenzaban a castañear, decidió por acercarse a la chimenea encendida para poder secarlo.
—Creo que madre tiene razón.—La fina voz de su hermano menor lo hizo detener sus manos al mirarlo a los ojos.— Serás una buena madre.—Asintió con su cabeza para darle mayor convicción a sus palabras. Una sonrisa fue lo que recibió de Itachi, antes de que el mayor plantara un sonoro beso en su mejilla, apretándola tanto que lo obligó a cerrar uno de sus ojos.— Me babeas, hermano.—Rio el niño.
Le colocó la camiseta blanca de su talla, su ropa interior y una pequeña bata que él mismo se había encargado de confeccionar a pedido de su hermanito, luego de haber visto a su padre utilizándola.
No pensaba permitirle salir estando el clima tan frío afuera, por lo que se levantó y buscó en la biblioteca el libro que Sasuke siempre pedía que le leyera.
Se sentó cuando volvió a su lugar y permitió que el menor se sentara en su regazo antes de comenzar la historia, esperando pacientemente a que el cabello húmedo del menor se secara con el calor del fuego.
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Un gruñido escapó de su garganta cuando sintió los rayos del sol atravesar los cristales de su ventana y dando de lleno en su rostro. Se incorporó con pesadez, entrecerrando sus ojos y arrugando su nariz ante la molesta luz, observando como su madre se encontraba de pie frente a él luego de correr las cortinas color vino.
Sasuke se giró escondiéndose un poco más contra el pecho de su hermano y soltando un suspiro, continuó con su necesitado sueño.
—Tienes que levantarte.—Habló la dama cuando fijó la vista en su hijo mayor, observando con paciencia como se restregaba sus ojos.— Te prepararás y comenzarás con tus clases de idioma.—Caminó hasta el mueble despintado donde se encontraba la vestimenta del joven y soltó un suspiro antes de voltear a verlo una vez más.— Debemos conseguir ropa para ti. No puedes continuar vistiendo con los atuendos que trajiste de Japón.—Itachi frunció el ceño.— Es un nuevo lugar, una nueva vida. Debes vestir acorde para que puedas conseguir el esposo que necesitas.
Itachi volvió a gruñir, ahora por la molestia ante la insistencia de su propia madre en que consiga un esposo.
Ya había visto como ella había cambiado y no solo su apariencia. Su personalidad se había vuelto mucho más fría a como era antes y parecía que la desesperación porque él contraiga matrimonio, salía cada vez más a la luz.
—¿Qué fue lo que hablamos ayer, madre? —Preguntó, solo para que recordara.
—Lo se, pero vistiendo como lo haces y siendo un ignorante de la lengua luxemburgués, es lo que provoca que ningún alfa se fije en ti.—Respondió con el ceño fruncido.— Tienes dieciocho años, Itachi. Esta es la edad exacta en la que los omegas contraen matrimonio y nadie a golpeado la puerta para pedir tu mano.
Se levantó de la cama y caminó hacia la puerta, donde se quedó de pie al oír las palabras de su primogénito.
—¿Piensa que con cambiar mi apariencia alguien se fijará en mi? —Preguntó molesto.— A pesar de que deje de usar los kimonos, todo de mi grita que soy japonés. Quizás sean mis ojos rasgados o el idioma en el que hablo siempre que camino por la calle junto a Sasuke. —Itachi se sentó en su cama y arropó a su hermano con cuidado, buscando no despertarlo.— No puedo olvidarme de Japón, sobre todo cuando usted me ha educado similar a como educan al señor Daimyo.
Aquella dama de cabello largo, negro y que alguna vez en su vida lo observó con una mirada comprensiva y amorosa, ahora solo lo miraba con furia.
Sin decir una sola palabra más, la mujer salió de la habitación rumbo a la sala, esperando que su primogénito se preparara para comenzar las clases.
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Las uñas de Itachi se clavaron en su cuero cabelludo y su frente golpeó la mesa de madera ante la frustración.
Su madre, Mikoto, tenía una perfecta pronunciación ante las palabras que utilizaba para que él las aprendiera. ¿El problema? Era que se molestaba cada vez un poco más cuando su progenitora le gritaba al no acertar tanto con la pronunciación como con el significado.
Además de eso, ella ni siquiera se centraba en un solo idioma, sino que pretendía que aprendiera los tres de una sola vez.
—¡¿Qué es lo que te resulta tan difícil, Itachi?! —Preguntó Mikoto al borde del colapso.
Sasuke giraba su cabeza de un lado al otro, ya con el ceño fruncido y molesto por como se dirigía a su hermano.
—Lo lamento, madre, pero usted tampoco me ayuda al no tener paciencia para enseñarme.—Habló con seriedad.
Mikoto apretó la pluma con fuerza y al instante, se levantó de su asiento decidida.
—Esto se termina aquí.—Dijo con firmeza.— No te estás esforzando en aprender y yo no tengo todo tu tiempo. A partir de hoy se prohíbe hablar en japonés. Utilicen luxemburgués, alemán o francés, no me interesa, pero no quiero oír otra palabra en japonés.—Finalizó saliendo de la pequeña cocina en la que se encontraban.
Sasuke se acercó con pasos calmos hacia su hermano y lo abrazó palmeando su espalda con suavidad.
Estaba molesto. No le gustaba que su madre le hable de aquella manera cuando Itachi siempre era respetuoso con ella.
Comprendía que a su hermano se le dificultara el idioma mucho más que a él. Cuando salieron de Japón y tomaron aquel enorme barco y carretas para llegar a donde se encontraban, él apenas lograba hablar con claridad. Además, de acuerdo a lo que su padre le dijo un día, era mucho más fácil para él al no tener tan claras las palabras de su idioma natal.
Aún así, en la actualidad Sasuke hablaba con fluidez aquel idioma que su hermano le enseñó con paciencia y amor. Siempre lo utilizaba para comunicarse con Itachi o su propio padre, mismo que nunca los había obligado en aprender un nuevo idioma además del que ya conocían.
Sin embargo, incluso antes de llegar a Luxemburgo, su madre jamás se esforzó por hacerlos aprender aquellos idiomas nuevos desde pequeños.
Según lo que le había dicho su hermano mayor, parecía ser que como Mikoto los sabía hablar, ellos debían saberlo también.
—No te preocupes, hermano.—Susurró en su oído.— Puedes hablar en japonés conmigo.—Dijo con una pequeña sonrisa, ganándose un abrazo de parte del mayor y el mismo fuerte beso que siempre dejaba en su mejilla.
—Eres un omega increíble.—Dijo Itachi con su boca pegada a su frente.
Nueva historia. Espero que la disfruten.
¡MUCHAS GRACIAS POR LEER!
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Aclaración para los siguientes capítulos: Siempre que las palabras se encuentren escritas en cursiva, será cuando hablen en algunos de los idiomas que se utilizan en Luxemburgo. En caso contrario, cuando se hable en japonés, se utilizará la letra normal.
—Buenos días, alteza.
La voz suave de una joven lo hicieron abrir los ojos con pesadez. La luz del sol iluminaba su cuarto por completo cuando las grandes cortinas azules fueron corridas y le costó un poco enfocar su vista en la joven que realizaba una reverencia cuando sus ojos azules se clavaron en ella.
—Buenos días para ti también, Izumi.—Murmuró con voz ronca. La joven castaña se acercó hasta la bandeja de plata que había sido colocada a un lado de su cama y se la acercó con cuidado de no tirar nada.— Lleva el desayuno al comedor, quisiera poder desayunar con mi padre.
Con un asentimiento de cabeza, la mujer dejó el cuarto en el preciso instante en el que otras criadas ingresaban a él.
El hombre respondió con un movimiento de cabeza a la reverencia que las mujeres hicieron y cuando ya se encontraba de pie, permitió que fuera vestido por ellas.
Desde pequeño había sido igual. Siempre eran las manos de las sirvientas sumisas quienes colocaban su ropa y la acomodaban de manera perfecta. Incluso, aún cuando solo era el heredero al trono.
Sintió las manos de las criadas en su cabello, queriendo peinar inútilmente su rubia cabellera y rindiéndose al instante en que aquellas zonas que querían mantener pegadas a su cabeza, se alzaban nuevamente a pesar de haberlas humedecido.
No iba a decirlo, pero siempre le divertía ver los rostros decepcionados de ellas al no poder cumplir correctamente con una simple tarea.
Salió de su cuarto antes que las mujeres, quienes permanecían inclinadas en una nueva reverencia hasta que lo vieron salir del lugar.
—Buenos días, padre.—Habló el hombre, sujetando la mano del mayor en cuanto el contrario se la extendió.— Espero que haya dormido bien.
—Así fue, Naruto.—Murmuró con una sonrisa.— Es maravilloso no tener tanto trabajo a mi edad.
El menor elevó una de sus rubias cejas y solo sonrió.
—No puede decir eso cuando ni siquiera a llegado a los cincuenta.—Dijo sentándose en su lugar con la espalda derecha y tomando la taza de porcelana brillante que se situaba frente a él. Bebió un poco del té de hierbas que desde pequeño le encantaba para desayunar.— Aún así, supongo que el hecho de poder encontrarse cómodo sin lidiar con tantas personas y quejas, es lo que lo tiene con ese buen humor constante.—Su padre sonrió ampliamente.— A su edad espero poder estar igual de relajado que usted, padre.—Bromeó.
Sin embargo, el hombre solo elevó una de sus rubias cejas mientras observaba a su hijo beber de su té con tranquilidad.
—No podrías si no tienes un heredero.—Comentó y sonrió aún más cuando vio el rostro de hastío de su hijo.— Vamos, hijo. A los diecinueve ya me había casado con tu madre y a los veinte naciste tú.—Dijo con tranquilidad.— Necesitas un heredero y sabes que no te puedes negar.
—Que en paz descanse.—Murmuró Naruto ante la mención de su madre, recibiendo una triste sonrisa del mayor a su lado y notó como el hombre dirigió una mirada hacia una de las paredes, justo donde se encontraba el cuadro de una bella alfa pelirroja de ojos grisáceos.— Con respecto a mi heredero ¿No cree que puede esperar ese asunto? —Preguntó solo para distraerlo.
El monarca consiguió lo que esperaba, observando como su padre volteaba a verlo y dirigía una mano hacia su rostro para acariciar su barbilla.
—Bueno, no lo sé...—Dudó y giró su mirada hacia el beta moreno que ingresaba con algunas hojas en sus manos.— ¿Tú que dices, Iruka? ¿Crees que sea conveniente que mi hijo espere aún más para tener a su heredero?
Naruto soltó un suspiro y se permitió relajarse recostando su espalda contra su sillón.
—Buenos días, alteza.—El beta se inclinó hacia Naruto y al instante, hizo una reverencia hacia el mayor de los rubios.— Buenos días, mi señor.
—Minato, puedes decirme Minato.—Murmuró el mayor agitando su mano para quitarle importancia.
—Lo lamento, pero nunca podría hacer algo así.—Respondió el moreno.— Y con respecto al heredero, creo que es el momento ideal.—Naruto rodó los ojos con cansancio, sabiendo que era un tema importante para ese beta que lo había cuidado desde niño.— Al menos podría tomarse el tiempo de escoger a una buena esposa para usted.
Naruto tomó la taza y la llevó hasta sus labios nuevamente, bebiendo el resto del contenido ante la mirada de expectación de sus acompañantes.
—Supongo que podría aceptar eso.—Comentó con desgano, notando sin querer la sonrisa que tanto su criado como su padre le dedicaban. Amplia y feliz.— Pero si ninguna me interesa, lo dejaremos pasar hasta que yo decida.—Advirtió.
Ambos mayores asintieron con velocidad y Minato apretó las manos de Iruka con emoción, logrando que una pequeña sonrisa se asomara en los labios de su hijo.
Le resultaba gracioso como su padre se encontraba realmente feliz ante su decisión y sin poder evitarlo, lo comparó con un pequeño niño que estaba a punto de abrir un obsequio que le fue entregado.
Minato recobró la compostura aún sin poder desaparecer su sonrisa y codeó a Iruka con suavidad para que hablara.
—Mire lo que son las casualidades.—Murmuró el beta y Naruto solo achicó sus ojos ante sus palabras.— Justo aquí tengo una lista de futuras candidatas para que conozca, alteza.
El monarca elevó sus cejas y tomó la hoja que el moreno le extendía, soltando en un suspiro la molestia que no se atrevía a liberarle a su padre.
—Realmente les salió bien todo ese teatro.—Murmuró, viendo como Minato abrazaba con fuerza al pobre beta que parecía que se sentía asfixiar ante el fuerte abrazo de aquel rubio omega.
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Minato era el ejemplo a seguir de su hijo. Se había casado con una hermosa mujer de nombre Kushina, quien la única vez en la que logró romper el corazón de su padre, fue en su lecho de muerte. La dama los había dejado a ambos luego de haber luchado contra una enfermedad en la que los doctores no habían logrado ayudarla.
Ambos lo educaron para cuando ocupara su lugar en el trono y aún así, siempre había recibido aquel amor intenso que los padres le pueden dar a sus hijos.
Minato era su ejemplo tanto en la vida familiar, como en su mandato.
Siempre había querido poder casarse con alguien que lo apoye y aconseje en cada paso que daba. Que pueda darle un heredero y no solo por obligación, sino por el hecho de querer formar una familia a su lado.
Además, observando los pasos que habían dado sus padres en todos sus años como duque y duquesa, podía notar el amor que les profesaban a ambos. Incluso a su madre, aún luego de su fallecimiento.
Su padre era un omega, de complexión algo pequeña, pero con un corazón bondadoso, fuerte y amoroso. Una persona que daba su vida por su gente y su familia. Aquellos eran los pasos que él quería seguir.
Naruto recuerda las últimas palabras de su madre en su lecho de muerte.
"Busca a alguien como yo, que te ame y dedique su vida a ti. Justo como yo lo hice con tu padre". Sin embargo, su personalidad era exactamente igual a como era la de aquella alfa que le había dado todo el amor que había podido en vida.
Quería a alguien como su padre. Atento, tranquilo, bondadoso y que dedique su vida no solo a él, sino a la familia que formaran.
Sin embargo, todo aquel deseo que Naruto tenía por ser como su padre en cuanto a su mandato se trataba, pareció morir en un instante cuando lo vio mirarlo con el ceño fruncido.
—Una.—Pidió Minato de pie frente a él, colocando sus manos en puño en sus caderas y recostándose hacia adelante para mirarlo. Era gracioso verlo molesto, queriendo intimidar a un alfa que le doblaba en tamaño.— Solo te pido que elijas a una. No puede ser que ninguna te guste, Naruto.
—¡Siguiente!—Pidió en voz alta, enfrentando la mirada de su padre, quien gruñó de impaciencia y volvió a tomar asiento a su lado.
—Lamento haberlo molestado, alteza.—Murmuró una joven de cabello largo y ojos perlados, reverenciando antes de salir del gran salón.
Una bandeja de plata con galletas fueron colocadas frente a él por una de sus criadas y Naruto se inclinó para poder tomar una.
—Sakura.—Llamó antes de que la joven se alejara.— Pídele a Chiyo venado para el almuerzo.
La joven de cabello rosado se inclinó y salió de la habitación en dirección a la cocina.
No quería voltear a ver a su padre, porque sabía que estaba enojado. Tampoco quería mirar a su lado, donde se encontraba Iruka de pie, porque también tenía el conocimiento de que no se encontraba diferente a su padre.
Solo faltaba una mujer para que se presentara y hasta el momento, ninguna le parecía lo suficiente como para tenerla a su lado.
No era una persona quisquillosa que tuviera un tipo de mujer u omega. Solo no lograba encontrar en ellas algo que le diera la iniciativa como para siquiera, querer conocerla un poco más.
Además, todo aquella situación le resultaba molesta. No tenía la intención de casarse con alguien que se presentara como si fuera a buscar un trabajo en su castillo, pero sabiendo que apenas si tenía tiempo para salir y recorrer las calles de la ciudad de Luxemburgo, era lo más alto que podría aspirar.
—Preséntate.—Pidió luego de observar a una mujer de cabello azabache inclinarse ante él.— Mejor no, creo que eres demasiado mayor para mi.
Minato frunció el ceño luego de sus palabras, sintiéndose ofendido. Observando a la dama, parecía tener su misma edad o cerca.
—Lo siento, alteza, pero no he venido para presentarme como candidata para ser su esposa.—Habló en un perfecto luxemburgués que logró que Naruto no dudara de su origen.— Mi nombre es Mikoto Uchiha y quisiera pedirle la oportunidad de que conociera a mi hijo.—Minato giró su mirada al monarca, quien observaba a la dama con una ceja alzada y una seriedad que no le decía nada en absoluto.— No ha podido venir a este encuentro, pero yo quisiera invitarlo...
—¿Invitarme? —Interrumpió con su pregunta.
Naruto la recorrió con su mirada. No parecía que perteneciera a una familia acaudalada, teniendo en cuenta que sus manos se encontraban callosas y su vestido estaba algo deshilachado en los bordes.
—Así es, alteza.—Murmuró apenas. Aclaró su garganta y elevó su mirada al rubio que permanecía sentado en su trono.— Su nombre es Itachi y es un omega.—Continuó.— Si podría darse la oportunidad de conocerlo, estoy muy segura de que no le disgustará. Ha sido educado de la mejor manera.
Naruto miró por un breve instante a su padre, observando como sus cejas se elevaban y giraba su cabeza en un claro "dejo la decisión en tus manos."
Era la primera vez en todo el día que alguien se presentaba de aquella manera, en busca de un esposo para su hijo.
Las jóvenes que habían ingresado al gran salón del trono, solo se mostraban superficiales, presentándose con todas y cada una de sus joyas para mostrar el dinero que poseían y halagaban absolutamente todo de él, hasta el punto de que lo consideraba un hartazgo. Cada una, con una belleza envidiable para cualquier otra mujer y ni aún así, habían logrado que Naruto quisiera conocer un poco más de ellas.
—Lamento que no haya venido. El día en que conocería a los posibles candidatos era hoy.
Minato lo vio con sorpresa. ¿De verdad su hijo no pensaba darle una oportunidad a ese joven? Independientemente de su situación económica, quería que por primera vez en todo ese bendito día, tuviera interés en alguien.
—Creo que sería una buena oportunidad, alteza.—Habló Iruka con seriedad. Elevó su mirada y observó a la dama que permanecía de pie con sus manos unidas a la altura de su estómago.— No se como ha descubierto que su alteza estaba en busca de una esposa, pero creo que podríamos darle la oportunidad. Aunque supongo que comprende que con ello no significa que se aceptará como la futura duquesa.
Mikoto negó al instante con una sonrisa.
—Lo comprendo perfectamente.—Se inclinó hacia adelante en una reverencia.— Le agradezco la oportunidad.
Naruto la observaba impasible, ocultando la ira por las atribuciones que se había tomado el beta.
—Dígale al guardia donde vive y mañana mismo la visitaremos.—El monarca giró con los ojos abiertos de par en par.— Puede retirarse.
Tras una nueva reverencia de parte de Mikoto, los tres hombres la observaron alejarse con pasos cortos pero apresurados.
Cuando la gran puerta principal se cerró, fue cuando Naruto explotó y obligó a Iruka a posicionarse detrás de Minato en busca de refugio.
—¡¿Cómo demonios se te ocurre decirle eso?!—Preguntó molesto.— Se suponía que las iba a conocer hoy y si nadie me gustaba, todo se terminaba. Yo nunca acepté. ¡Por los dioses, Iruka, te cortaría la lengua!—Sujetó su cabello entre sus dedos con desesperación, ganándose una pequeña risita de parte de su padre.—¿Qué le resulta tan gracioso?
Minato negó.
—Solo me rio por como pierdes la cabeza con solo unas palabras.—Comentó con diversión.— Te mostraste indiferente durante cada visita ¿Qué es lo que te preocupa ahora?
Naruto lo vio con algo de miedo y respondió sin dudar.
—¿Y si es feo? —Iruka apretó sus labios en un intento por no reír como su señor.— ¿Qué haré si es feo? ¿Si no me interesa? No creo que sea cordial dejar su hogar antes de que me diga algunas palabras siquiera.
Minato caminó hasta él y acomodó correctamente la banda que cruzaba el cuerpo de su hijo, desde el hombro derecho hasta su cadera.
—Por un lado, su madre es una bella mujer y no dudo que él lo sea también.—Comentó con tranquilidad.— Por otro lado, si no te resulta interesante, te retiras y ya. Nadie puede negarte nada. Después de todo eres el duque.—Finalizó con una sonrisa.
¡MUCHAS GRACIAS POR LEER!
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Naruto mantenía su vista fija en el espejo de pie con marco de oro pulido frente a él. Podía escuchar a Iruka comentarle sobre lo que podría hablar y lo que no, pero no se encontraba prestando verdadera atención.
Sus pantalones algo ajustados se amoldaban a sus piernas, de aquel color azul oscuro que tanto le gustaba y franjas rojas en los lados expuestos de sus piernas.
Su camisa blanca no se veía al portar el saco ajustado a su cuerpo del mismo color que su pantalón. El cuello de la prenda se cerraba completamente y los botones dorados con pequeños detalles se extendían desde aquella zona hasta su estómago.
Las criadas colocaron su banda dorada, asegurándola en su hombro derecho con las hombreras de hilo dorado, hasta caer en el lado izquierdo de su cadera.
Permitió que enguantaran sus manos con aquellos guantes de tela gruesa y blanca y finalmente, se dio la vuelta para observar al beta.
—Se ve perfecto, alteza.—Halagó a pesar de recibir un gruñido de parte del alfa.— No tiene nada de que preocuparse.—Comentó.— Puede marcharse cuando guste de la casa.
Naruto asintió, manteniendo en su cabeza aquella frase para recordársela a Iruka en el momento en el que la quiera cumplir.
Observó a su padre en el umbral de la puerta de su cuarto con un traje similar al de él, pero sin la banda y que marcaba su estrecha cintura. Suspiró con cansancio y caminó hacia su progenitor para salir de su cuarto.
—El carruaje está esperándonos y ya tenemos listo a los guardias. Será mejor partir cuanto antes.—Comentó el mayor, recibiendo un asentimiento de parte de su hijo.
—Yo... —Naruto dudó un momento, provocando que su padre tensara su mandíbula.— Lo lamento, pero no iré.
No estuvo muy seguro de si la mirada de su padre fue lo que provocó que su sentencia cambiara de un segundo a otro. Y es que, a pesar de ser un omega pequeño y tranquilo, sabía de lo que era capaz si se enojaba.
Refunfuñando, tomó la mano de Minato y caminó hacia el carruaje con pasos pesados, no queriendo subirse y teniendo en su cabeza, las actividades que debería postergar por esos momentos.
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A medida que se adentraban en las calles de Luxemburgo, Naruto observaba en silencio a las personas a través de las finas cortinas. Todas y cada una de ellas, inclinándose ante la presencia de su carruaje al pasar.
Se detuvo de repente y observó a Iruka abrir la puerta del vehículo.
Su mirada azulina paseó por la construcción simple de dos pisos que se ubicaba justo frente a él.
—¿Es aquí? —Preguntó señalando el lugar con su dedo índice y solo recibiendo un asentimiento de parte del beta, quien caminó con tranquilidad hacia la casa.
El moreno se detuvo de repente y Naruto presenció la salida de un hombre mayor de edad, quien se marchaba con el ceño fruncido y soltando improperios en uno de sus idiomas.
Sin embargo, el mayor abrió sus ojos con sorpresa y se inclinó ante él cuando estuvo a punto de chocar contra Iruka.
—Siempre es un gusto verlo, alteza.—Habló con voz gruesa.
—Igualmente.—Correspondió Naruto con un asentimiento.
Fue entonces, que el duque pudo observar el carruaje negro que se encontraba justo frente al suyo.
Le resultaba extraño que aquel hombre haya salido del hogar Uchiha, siendo que era de público conocimiento que no solía salir de su palacio.
Iruka, luego de incorporarse por haber reverenciado al conde, caminó nuevamente hacia la puerta y golpeó con suavidad.
Naruto apretó sus manos en un puño, sintiendo la mano de su padre dar suaves golpes en su espalda para tranquilizarlo.
No pasó demasiado tiempo cuando la puerta comenzó a abrirse y mientras lo hacía cada vez un poco más, la voz fina de un niño se escuchó.
—Mi hermano no se casará con usted, vie...jo.—Dijo el infante en alemán, con sus ojos abiertos más de lo normal y las palabras algo atoradas en su garganta.
Iruka volteó a ver a Naruto, quien observaba con el ceño fruncido hacia donde se había marchado el conde momentos antes.
—Buenos días, pequeño.—Saludó el beta con una sonrisa.— ¿Se encuentra la señora Uchiha?—El niño asintió y antes de correr al interior, agitó su pequeña mano indicándoles que lo siguieran.— Le recomiendo suprimir su aroma, alteza.—Comentó.
Los tres ingresaron y seguido de ellos, algunos guardias con la intención de proteger a su duque, consiguiendo que la casa parezca, incluso, aún más pequeña por la gran cantidad de gente.
Naruto y Minato ingresaron al hogar, siguiendo a Iruka quien caminaba con pasos seguros hacia donde el pequeño había corrido.
El duque olfateó el aire mientras buscaba discretamente la fuente de aquel dulce aroma. Aquel reconocido olor que tenía el té de hierbas que tanto le encantaba beber por las mañanas, mezclado con el chocolate más dulce que podría haber consumido. Una mezcla que para él le resultó perfecta, relajante y trajo demasiados recuerdos a su cabeza.
La cocina era pequeña, la mesa estaba algo inclinada por sus patas flojas y solo contaba con cuatro sillas. En el centro del lugar, se encontraba la dama que se había presentado el día anterior en el castillo, gritándole a una persona de cabello negro y largo atado en una coleta baja que caía por su espalda.
—Solo te pedí una sola maldita cosa, Itachi.—Dijo Mikoto con molestia, sin percatarse de la presencia de los hombres.— Solo debías ser amable y vestirte acorde al lugar en el que nos encontramos.
Naruto posó su mirada en la persona que le daba la espalda. Su cabello negro caía sobre su espalda hasta casi alcanzar la altura de su cintura. Vestía lo que parecía ser un extraño y largo vestido con una fina cinta que lo mantenía sujeto a su cuerpo.
Estaba seguro de haber visto alguna vez aquella vestimenta, pero no lograba recordar en donde y finalmente, al oír al joven hablar, lo supo.
—No me hable en ese idioma, madre, porque sabe que no logro entenderla.—Dijo en un claro japonés.
Itachi sintió la mano de Sasuke tirar de su ropa y al mirarlo, el pequeño apuntó hacia atrás con su dedo índice, logrando que finalmente girara.
Naruto elevó sus cejas, sorprendido al ver su rostro finalmente. Los mechones de cabello negro caían a los lados de su rostro, enmarcándolo a la perfección y acentuando un poco más sus rasgos delicados.
Grandes ojeras se situaban debajo de sus ojos rasgados que no le quitaban el atractivo en absoluto y sus ojos negros lo enfocaron a él por un instante antes de recorrer con su vista su vestimenta y al resto de sus acompañantes.
El joven se inclinó ante él y se incorporó al instante, volteando a ver a su madre que se mantenía con la cabeza abajo en una profunda reverencia.
—Lamento que haya presenciado todo esto, alteza.—Habló la dama y se incorporó para acercarse al omega.— Le presento a mi primogénito. Él es Itachi.
Naruto solo asintió sin saber realmente que hacer. Volteó la vista a su padre, quien le regalaba una pequeña sonrisa y volvió sus ojos azules hacia el joven de cabellera larga y negra.
El omega lo miraba con seriedad y aún así, el duque pudo observar la amabilidad en aquellos profundos ojos negros.
Su padre tuvo razón al no dudar de su belleza. Era muy parecido a Mikoto y al pequeño niño que aún se mantenía sujeto a su ropa.
—¿Puedo ayudarlos en algo, señores? —Preguntó en japonés y Naruto nunca estuvo más agradecido de que sus padres lo hayan obligado a estudiar aquel idioma, argumentando que podría necesitarlo al igual que el inglés.
No pasó desapercibido para él que el joven omega tenía conocimiento nulo sobre su posición jerárquica y observó a la dama apretujar su brazo con fuerza. Tampoco pudo ignorar el leve ceño fruncido que mostró en el momento en que sintió el fuerte agarre.
—Mi hermano ha preguntado si puede ayudarlos en algo, señores.—Repitió el infante en uno de sus idiomas.
Naruto observó al pequeño aún sin hablar y sintió en él, la mirada de Iruka y de su propio padre al no responder.
Itachi soltó un resoplido, consciente de que hablar en su idioma natal solo era un desperdicio de tiempo si los presentes no tenían idea de lo que quería decir.
—¿Piensa casarlo con el conde Danzo? —Preguntó de repente observando a Mikoto al recordar las palabras del pequeño. La dama separó sus manos del cuerpo de su hijo y las apretujó entre si con nerviosismo.— Se que es consciente de que es mayor que su hijo, demasiado, pero quisiera saber...—Sus manos se colocaron en puño detrás de su espalda.— ¿Qué busca en realidad con hacerme venir hasta aquí para conocerlo, si al llegar me encuentro con que alguien más vino con la misma intención?
Mikoto se inclinó avergonzada.
—De verdad lo lamento, alteza.—Habló con un nudo en su garganta.— Yo ya... había hablado con él previamente a tener conocimiento de que buscaba una esposa. Le ruego me perdone y le de una oportunidad a mi hijo para conocerlo.
—Parece desesperada por entregarlo a cualquiera.—Susurró Minato con molestia y Naruto no pudo estar más de acuerdo con esa afirmación.
Sasuke abrió sus ojos con sorpresa ante las palabras de los adultos y al instante, su oscura mirada se enfocó en su hermano mayor que lo observaba confundido.
—Él me gusta más que el viejo.—Dijo Sasuke a su hermano, con su dedo apuntando al alfa y una sonrisa que se extendía en su rostro.
Naruto esbozó una pequeña sonrisa y fijó sus ojos una vez más en los de Itachi, quien ahora lo miraba desconfiado al no comprender lo que sucedía.
Se inclinó hacia su hermano menor y lo elevó en brazos, sintiendo las pequeñas manos de Sasuke envolverse al rededor de su cuello.
—Bueno...—Murmuró el omega rompiendo el silencio que se había creado.— Teniendo en cuenta que no se de que están hablando... ¿Qué te parece si vamos a prepararte un baño? —Preguntó observando al infante, quien asintió con una sonrisa, recibiendo el acostumbrado beso en su mejilla.
Naruto dio un paso al frente, ganándose la mirada de los presentes y obligando a un desconfiado Itachi a aferrarse a su hermano con fuerza.
—He venido para conocerlo.—Comentó el rubio, sorprendiendo al omega por el perfecto japonés que manejaba.— Soy Naruto Uzumaki, duque de Luxemburgo.—Se presentó formalmente con un asentimiento de cabeza.
Itachi abrió sus ojos sorprendido. No lo conocía en absoluto, pero conocía el estado monárquico que dirigía su nuevo hogar.
Miró con dudas a su madre, quien apretaba con fuerza la tela de su vestido y lo miraba con ojos suplicantes para que no sea descortés.
Tras soltar un suspiro, miró a su hermano menor y besó una vez más su mejilla, recibiendo una sonrisa de su parte.
—¿Qué dices, Sasuke? —Preguntó intentando no sonar intranquilo.— ¿Le damos una oportunidad? —El pequeño asintió repetidas veces mientras observaba al alfa que le sonreía.— Supongo que no hay problema. Puedo hablar en mi idioma con usted.—Habló mirándolo finalmente a los ojos.— Con el anciano no hemos podido comunicarnos.
—¡Itachi! —Reprendió la dama.
—Lo siento, madre, pero ha sido verdaderamente frustrante escucharlo hablar por una hora sin parar y solo tener que asentir o negar por no entender.—Confesó encogiéndose de hombros.
No iba a admitirle a su madre que se contuvo para no tirarlo fuera de su hogar cuando se presentó con un ramo de flores de aroma fuerte que ahora permanecía en la basura.
Suficiente regaño había tenido por no ser amable a la hora de despedirse y él, consideraba que suficiente tortura ya había pasado al estar junto al conde.
Indicándole a Naruto que lo siguiera, caminó hasta el patio trasero de su hogar y se arrodilló en el césped, justo donde la luz del sol llegaba perfectamente para iluminar por completo su cuerpo.
Naruto lo miró aún de pie, sin saber donde ubicarse realmente e Itachi, solo palmeó el suelo a su lado para que lo acompañara, logrando que el alfa se sentara en completo silencio mientras observaban al infante correr de un lado a otro con una figurilla de madera en sus manos.
—Supongo que... Se dará la oportunidad.—Comentó Minato desde el interior del hogar Uchiha.
—Así es, mi señor.—Respondió el beta, sintiendo la indiscreta mirada de reojo que Mikoto otorgaba.— ¿Pero como es eso de que el joven le dio la oportunidad? —Iruka se oía realmente ofendido ante tales palabras.— Su alteza es quien le está dando la oportunidad a él.
Minato sonrió mientras inspeccionaba el hogar con cuidado y de vez en cuando, posaba los ojos en la figura recta de su hijo.
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Naruto podría asegurar que en su vida se había sentido tan ansioso y nervioso como en ese momento. No quería liberar su olor y demostrar su estado de ánimo, aquello lo veía como una debilidad, pero tampoco se veía con la confianza suficiente como para permitir que su aroma saliera anunciándole al omega su verdadera casta. Aún cuando sabía que Itachi ya lo había logrado reconocer.
Y es que el joven se sentía nervioso al tenerlo cerca. Pudo reconocerlo por su olor, algo amargo que se liberaba libremente en el ambiente abierto, aunque no lo suficiente para que la nariz del alfa no llegara a arder. Además, la postura recta del joven arrodillado a su lado, con la punta de sus pies dobladas y tocando el suelo, como si estuviera listo para correr hacia su hermano y protegerlo si notaba malas intenciones de parte del duque.
—Supongo que sabe el motivo de mi visita.—Comentó Naruto, después de considerar que se había quedado en silencio por demasiado tiempo.
Quería que el chico se relajara y no le parecía correcto que siendo un desconocido que había invadido su hogar, pudiera calmarlo con sus feromonas. Ansiaba poder relajarlo para que dejara atrás aquel olor amargo que le hacía sentir su garganta arder y volver a olfatear el suave aroma del té de hierbas y chocolate que había sentido en un inicio sin lograr reconocer a quien le pertenecía.
Itachi se removió algo incómodo en su lugar. Llevó una de sus manos hacía su cabello largo y atrajo la coleta hacia un lado, comenzando a jugar con un mechón sin saber que responder.
Duque o no, poco le importaba teniendo en cuenta que su madre ya le había presentado al conde Danzo. Un anciano con un parche en su ojo derecho y un olor desagradable que no se molestó en ocultar.
No le importaba que sean pertenecientes a la nobleza o que sean de familia acaudalada, quería terminar con la obsesión de su madre a encontrarle un esposo para él.
—Puedo imaginarlo.—Soltó en un débil susurro.
Claro que fue una sorpresa para él que ambos hombres llegaran en el mismo día y por la mirada atemorizada de su madre, supo que su intención nunca había sido que ambos se encontraran.
—¿Qué edad tiene?—La grave voz de Naruto lo hizo salir de sus pensamientos.
—Dieciocho.—Respondió con simpleza.— ¿Y usted?
—Veinticinco.—Naruto miró sus guantes blancos e impecables, dudando un poco en ensuciarlos al querer recostarse hacia atrás al sentir el dolor en su espalda y por un instante, observó la postura del chico preguntándose si sus piernas no se entumían al mantener su postura.
Sus piernas estaban flexionadas y pegadas entre si, con los talones pegados a su trasero y sus manos unidas relajadamente sobre su regazo, luego de haber soltado su cabello. Su espalda se mantenía recta mientras observaba con un semblante tranquilo y una pequeña sonrisa, a su hermano jugar en el pequeño jardín.
Un suspiro escapó de los labios del menor y Naruto, finalmente, pudo reconocer el aroma relajante que había sentido al ingresar a la casa. Si, aquella suave fragancia de sus cosas favoritas le pertenecían al chico que se mantenía a su lado, relajándolo por fin al no olfatear el amargo olor que se expandía por el aire.
—Sea sincero.—Pidió Itachi llamando su atención.— ¿Qué es lo que lo trae por aquí? Se que mi madre se está empeñando en encontrarme un esposo, pero... ¿Qué éste sea un duque? —Preguntó incrédulo, sin querer sonar grosero.— No me malentienda, es un honor que usted me haya considerado para darse la oportunidad de conocerme. Sin embargo, permítame dudar al creer que no es posible que no exista alguien de una buena familia que busque poder tener el lugar de duquesa.
Naruto soltó una pequeña risa que atrajo la mirada oscura del omega. Las rodillas del duque se elevaron y apoyó sus brazos en ellas, dejando a un lado todos los modales que siempre se esforzaba en mantener incluso en sus momentos de relajación.
Itachi volvió la vista al frente y Naruto pudo observar de reojo como el joven acomodaba sus pies, estirando las puntas de sus dedos y permitiendo que tocaran el suelo por completo. Por fin se notaba más relajado.
—No puedo negar que se han presentado frente a mi muchas jóvenes que buscaban dicho puesto.—Confirmó.— Como tampoco negaré que el hecho de buscar una esposa, es más que nada un deseo de mi padre. Aún cuando tengo el conocimiento de que necesito un heredero.
—¿Y si me elije y no puedo dárselo? —Preguntó con sus ojos negros clavados en él.
Naruto lo miró unos segundos antes de volver la vista al pequeño que comenzaba a formar montañas de lodo entre sus manos.
—Siempre he buscado a una persona que no solo me dé un heredero porque es su obligación, sino que también me acompañe en mi mandato y me ame como yo lo haría con ella.—Respondió, frotando sus dedos pulgares entre ellos.— Justo como mis padres lo hicieron.—Su azulada mirada enfocó los oscuros ojos de su acompañante.— He notado la atención que le da a su hermano menor y el cariño que le profesa. Tiene la misma mirada que mi madre siempre me dirigía a mi.—Comentó con nostalgia.— Como si fuera lo más valioso para usted y estoy seguro de que no solo lo siente como a un hermano, sino que lo ve como a un hijo.
Itachi sonrió ante sus palabras y asintió con su cabeza.
—Está en lo cierto.—Confirmó.— No estoy seguro de si eso sucede por ser un omega, pero... No puedo evitar pensar en que me comporto de la misma forma en la que mi madre se comportaba conmigo.—Naruto se mantuvo en silencio, esperando a que continúe. Aún así, no pasó desapercibido para él que el chico habló en pasado.— Suele pedirme que prepare sus comidas, lo bañe o le cuente cuentos. Me encanta hacerlo. Paseo con él por las calles o jugamos juntos todo el tiempo, aún cuando solo pretendo que no se sienta solo aquí.
Aquellos ojos negros y amables, mostraban un brillo de felicidad al hablar del pequeño con el que pasaba su tiempo constantemente y Naruto, no pudo evitar sentir un pequeño calor que envolvía su pecho ante la ternura que le invadía.
—Respondiendo a su pregunta...—Habló el alfa llamando su atención.— Si lo elijo y no puede darme un heredero, supongo que ya habría alguien que tome mi puesto algún día, porque puedo asegurarle que si se convierte en mi esposo, no le faltaría. Nunca lo humillaría de esa manera, ni a usted ni a mi.—Itachi lo miró sorprendido, notando como el alfa giraba su mirada hacia su hermano pequeño.— Es un niño feliz por lo que puedo notar y lo es aún más cuando pasa su tiempo con usted. Supongo que eso es también lo que busco en una esposa.
El omega abrió su boca con la intención de hablar, pero se vio interrumpido por el llamado de uno de los hombres que había acompañado al duque.
—Hijo...—Llamó el mayor, provocando que ambos giraran a verlo. Un hombre rubio y de ojos azules, muy similar a su acompañante.— Lamento interrumpir, pero es hora de irnos. Aún hay deberes que debes cumplir.
—Por supuesto, padre.—Ambos jóvenes se pusieron de pie y Naruto se giró a observar al omega.—Fue un placer conocerlo.
—Igualmente, Naruto.—Correspondió Itachi con una reverencia.
El joven rubio sonrió. Era la primera vez que oía su nombre de la voz de alguien más que no fuera su padre.
—Como te...—Iruka se interrumpió a si mismo cuando su alteza elevó su mano enguantada para silenciarlo con una mirada seria y Naruto recordó, que aquel que había sido su cuidador desde que era un niño, tampoco se dirigía a él de aquella manera.
—No te preocupes.—Dijo el alfa.— Con permiso.—Con un asentimiento de cabeza correspondió la reverencia del omega y se adentró al hogar para despedirse de la señora.
Mikoto lo abordó cuando colocó un pie en el interior de la humilde casa.
—¿Qué le ha parecido mi primogénito, alteza?—Preguntó con una reverencia y su mirada baja.
Naruto frunció el ceño con molestia y se giró para observar al joven de cabellos azabaches volver a tomar su lugar, dándole la espalda mientras vigilaba a su hermano menor.
—Tomé mi decisión.—Dijo sorprendiendo a los presentes y la dama por fin mostró una sonrisa. Misma que desapareció cuando lo vio asentir con seriedad a modo de saludo, antes de salir de la casa con sus acompañantes y los guardias.
Minato lo miraba esperando palabra, ya dentro del carruaje y Naruto sonrió en su interior al ver la desesperación en los ojos de su padre.
—Habla, hijo...—Pidió casi en un ruego.— Lo conociste, pensé que te había gustado.
—Oh, lo hizo.—Concordó.
Minato sujetó sus manos enguantadas con fuerza y las llevó hasta su pecho apretándolas.
—¿Entonces? ¿Qué decisión tomaste? ¿Por qué no hablamos sobre un posible matrimonio? —El alfa se veía a punto de colapsar y Naruto no pudo evitar soltar una pequeña carcajada.— No te burles de tu pobre padre.—Dramatizó.
El alfa menor se giró hacia Iruka, quien lo veía igual o más desesperado que su padre por una respuesta coherente a su forma de actuar.
—Sabemos lo que su madre está buscando.—Comentó.— En caso contrario, no se hubiera presentado en el castillo ni tampoco hubiera hablado con el conde Danzo. Si solo buscara un alfa respetable para su hijo, hubiera buscado dentro de las familias que aquí residen. Hay muchos de ellos.—Minato lo vio confundido y esperó pacientemente a que continuara.— Lo quiero en mi castillo.—Aseguró, viendo a su padre sonreír. Se giró hacia el beta y lo apuntó.— Mañana mismo vendrás a ofrecerle el oro que esa mujer quiere, asegurarás mi matrimonio y se que no se querrá separar de su hermano menor, así que haz lo necesario para que acepte.
Minato elevó sus brazos y contuvo el grito de emoción en su garganta. Por fin su hijo mostraba interés en una persona y no pudo evitar imaginarse como sería el castillo con sus nietos corriendo de un lado al otro.
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Una última caricia fue depositada en el cabello del niño. Cerró el libro que de cuentos que siempre le leía a su hermano para dormir y antes de levantarse, besó su frente con suavidad, observando como el pequeño respiraba con tranquilidad mientras movía de vez en cuando su boca y en consecuencia, su propia mano al chupar su dedo pulgar.
Caminó en silencio fuera de la habitación, sin estar seguro de si acercarse a su madre sería una buena opción.
Luego de la partida del duque, Mikoto había desaparecido durante todo el día, dejándolo a cargo de su hermano menor.
No podía recordar desde cuando había comenzado a alejarse poco a poco de su familia, saliendo durante demasiado tiempo, aún cuando ellos sabían que no poseía ni una sola amiga en el lugar.
Su padre tampoco se ocupaba de hacer preguntas al respecto, más interesado en llegar de su trabajo y pasar tiempo de ocio con sus hijos.
Apenas cuando estaba haciendo dormir a su hermano, fue que escuchó la puerta de entrada cerrarse con cuidado.
No había tenido la oportunidad de hablar con ella. Ni siquiera le dirigió la palabra cuando se marchó e Itachi, supo que en algún punto de aquella pequeña cita en la que se presentó el duque, algo había hecho mal.
—¿Madre? —Preguntó con suavidad.
Mikoto tenía sus codos apoyados sobre la destartalada mesa de la cocina y su cabeza agacha, frotando con sus dedos su cuero cabelludo.
—Primero el conde, luego el duque.—Comenzó a hablar en su idioma natal para que su hijo la entendiera.— ¿De verdad no te cansas de hacerme quedar mal? —Itachi elevó sus cejas, sorprendido ante la pregunta y su forma de hablar algo lenta que le indicaba que estuvo bebiendo.— Hice todo lo posible para que pudieras conseguir a un buen esposo. Alguien que nos pueda sacar de la pobreza en la que vivimos.—Un bufido escapó de su boca y elevó su cabeza para mirarlo con los ojos casi cerrados.— Pero te empeñas en ser un mal omega. ¿Crees que alguien va a venir a golpear nuestra puerta para pedir tu mano luego de conocerte? ¿Crees, realmente, que alguien puede enamorarse de ti cuando ni siquiera compartes las costumbres de este lugar?
Itachi se mantuvo en silencio, rememorando cada segundo del tiempo en el que compartió con ambos hombres.
El conde no le había agradado para nada. No solo por su aparente edad, la cual podría decir que le quitaba más de treinta años, sino por su forma de comportarse. El idioma le había resultado lo de menos cuando lo inspeccionó de pies a cabeza y había sujetado una de las mangas de su kimono con dos dedos, como si le diera asco siquiera el tocarlo.
Sin embargo, con el duque la situación no había sido para nada similar.
Independientemente del nerviosismo que sintió cuando se le había aproximado, por no mencionar cuando se encontraron a solas, no podía compararlo con el anciano.
Naruto había sido respetuoso en no invadir su hogar con su aroma, aún desconocido para él. Habían mantenido una conversación amena en la que pudo notar como ambos se habían relajado y estaba seguro de que hubieran permanecido más tiempo juntos si no se hubieran visto interrumpidos.
—Lamento defraudarla, madre.
Una risa seca se escuchó de parte de la dama.
—¿Defraudarme? —Preguntó mientras se ponía de pie y se acercaba a él con pasos torpes.— Hace tiempo que no espero nada de ti. ¿Cómo me defraudarías? —Se posicionó de pie frente a él y lo observó despectivamente, justo como había hecho el anciano.— Te pido que cambies tu apariencia, que te comportes como un buen omega, que trates bien a los alfas que vienen a conocerte y aún así, no haces absolutamente nada bien.
Itachi bajó su mirada a la vez que mordía su labio inferior con ansiedad. Podría asegurarle que con el duque se había comportado de la manera en que ella deseaba. Había sido la primera persona en todo Luxemburgo con la que se había logrado entender perfectamente.
—No se que pude haber hecho para desagradar al duque.—Dijo apretando sus manos.
—¿No lo sabes? —Preguntó con diversión.— ¡Todo en ti resulta desagradable para los alfas de este lugar!—Gritó con furia e Itachi se quedó estático al oírla. No elevó su mirada, dolido por sus palabras y pidiendo en voz baja porque su hermano no despertara.— ¡Te educamos de la mejor manera que pudimos, queriendo hacerte un omega respetable, pero no lo hemos logrado solo porque tu no pones de tu parte! —La dama exhaló con cansancio, frotando su frente con una de sus manos.— Alístate.—Pidió más tranquila.— Mañana mismo te recogerán los hombres del señor para llevarte a su palacio. Contraerás matrimonio con el conde Danzo.
Itachi se quedó estático, con sus ojos abiertos de par en par sin poder lograr que el aire entrara a sus pulmones.
Hubiera preferido permanecer soltero el resto de su vida, antes que casarse con aquel alfa de aspecto desagradable.
Sus hombros temblaron y finalmente, pudo buscar los ojos de su madre con los suyos queriendo transmitirle su descontento.
—Madre, usted no puede...—El sonido de la fuerte cachetada hizo eco en el silencioso lugar y el azabache logró escuchar un suave jadeo de sorpresa que supo que no salió de su madre.
No fue capaz de mirar atrás, queriendo evitar a su hermanito que bien sabía, se encontraba de pie en las escaleras asomando su rostro y escuchando su conversación. Aún así, la dama pareció no haberlo percibido.
—No estás en condiciones de negarte, Itachi.—Dijo con seguridad.— Me esforcé para que el conde te diera la oportunidad y no la vas a desaprovechar.—Se dio media vuelta y caminó de regreso a la mesa mientras sujetaba la pequeña bolsa de tela oscura que mantenía atada a su cinturón.— Alista tus cosas, solo lo necesario.
El omega salió de la cocina con la mirada baja y desde el inicio de las flojas escaleras, pudo escuchar con claridad los pasos apresurados de su hermano que se dirigían de nuevo a la cama.
Su mejilla quemaba por el reciente golpe y no estaba seguro de como enfrentar a Sasuke, a pesar de que el niño ya supiera, en el momento de su partida.
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La puerta fue golpeada, provocando un sonido lo suficientemente alto como para que lo pudiera escuchar desde su cuarto.
Alisó el kimono perfectamente doblado, con la intención de quitarle aquellas pequeñas arrugar que se le habían hecho, y se puso de pie para dirigirse a la salida.
Su hermano menor no había dejado de llorar en toda la noche, ya sabiendo que él debería partir temprano por la mañana.
Claro que Sasuke no tenía porqué conocer su descontento ante la situación. Suficiente había tenido con presenciar la discusión con su madre el día anterior.
Abrió la puerta con lentitud y con su mirada clavada en el descascarado marco, se inclinó en una reverencia ante la persona que tenía en frente.
—No haga eso.—La voz gruesa de un hombre hablando en un perfecto luxemburgués, lo hizo erguirse y con su espalda completamente derecha, observó al moreno que llevaba su cabello atado en una coleta alta.
Al reconocerlo, frunció el ceño confundido por verlo de pie en la puerta de su hogar. De fondo, el carruaje blanco con bordes dorados se mostraba orgullosamente detrás de aquellos hermosos corceles.
—Buenos días.—Habló el omega, mirando la mueca curiosa que se colocaba en el rostro del contrario.— ¡Sasuke!—Llamó al pequeño, sabiendo que era la única persona aparte de su madre que podría comunicarse.
El cabello azabache de su hermanito se asomó desde la puerta de su cuarto y bajó de inmediato, queriendo hacerse el fuerte ante la despedida.
Sus ojos hinchados y rojos por haber llorado hasta quedar casi sin lágrimas, volvieron a mostrarse brillosos cuando se acercó a Itachi.
—Te voy a extrañar.—Murmuró el infante enterrando su rostro en el estómago del mayor, sin prestar atención al hombre que los observaba con curiosidad.
—Tranquilo, aún no me voy.—Dijo acariciando su cabello.— ¿Recuerdas al señor?—Sasuke se alejó un poco para poder mirar al moreno que lo saludó con una sonrisa. El pequeño se inclinó con rapidez y asintió a la pregunta de su hermano.— Pregúntale que es lo que está buscando.—Pidió con amabilidad.
El niño se colocó entre ambos, aún temeroso de que aquel beta que se presentó el día anterior con el joven duque, pudiera estar allí para alejarlo de su único hermano.
—¿En qué lo ayudamos?
Un suspiro salió de la boca del hombre antes de sonreír.
—Estoy buscando a la señora Uchiha.—Habló finalmente. Sus ojos marrones se enfocaron en el cansado rostro del adolescente y no pasó desapercibido para él, la marca ya violácea en la blanca piel de su mejilla.— ¿Se encuentra? Soy el mensajero del duque Uzumaki.
Sasuke asintió. Tomó la mano de su hermano y lo hizo a un lado para que el recién llegado pudiera ingresar a su hogar.
Iruka lo vio alejarse con pasos cortos y apresurados. Giró su mirada al joven que lo miraba incómodo desde su lugar.
Itachi sujetó su cabello, comenzando a jugar con él sin saber que podría decirle al no conocer su idioma. No se veía cómodo con el pensamiento de dirigirse a su cuarto nuevamente y dejar a la visita solo en la entrada de su hogar.
—¿Puede entenderme? —Preguntó finalmente.— ¿Gusta tomar asiento?
El moreno lo miró por un momento e inclinó su cabeza hacia un lado, indicándole que no lograba comprender sus palabras.
Ante la frustración, Itachi se dirigió hacia el viejo sofá en el centro de la pequeña sala y lo señaló con una de sus manos. Acto seguido, se sentó en el esperando a que el mayor lo imitara.
El beta soltó una suave risa antes de negar con la cabeza, algo divertido por la forma en la que aquel omega intentó que comprendiera.
Mikoto apareció de un momento al otro, inclinándose ante Iruka y haciéndolo sentir incómodo al no estar acostumbrado a ese actuar hacia su persona.
—Sea bienvenido, señor.—Dijo la mujer con respeto.— ¿En qué puedo ayudarlo?—El beta giró su mirada a ambos chicos, esperando a que la dama captara su mensaje sin emitir palabra.— Vayan a la habitación.—Pidió con seriedad.— Termina de alistar tus cosas y baja, Itachi, no deben tardar los hombres del conde Danzo en recogerte.
Cuando los hermanos desaparecieron de la sala escaleras arriba, Iruka clavó sus ojos en la fémina que apretaba su vestido con nerviosismo.
—Lamento haber llegado sin avisar, pero quiero creer que sabe el motivo de mi visita.—Mikoto permitió que su mirada viajara al rededor de la pequeña habitación en busca de una respuesta.— El duque Uzumaki me envió como su mensajero para concertar su matrimonio.—Sus manos viajaron hacia su espalda y caminó al rededor de la mujer, notando el nerviosismo que recorría su cuerpo de repente.
—Yo...
—¿No está dispuesta a aceptar?—Preguntó interrumpiéndola.— Creímos que su intención era que su alteza encuentre en su hijo a la esposa que buscaba.
Mikoto negó con velocidad y bajó su mirada, clavándola en sus zapatos.
—Lo era, pero creí que su alteza no se sintió conforme con mi hijo.—Respondió finalmente.
Iruka caminó unos pasos más hasta acercarse a la mujer que permanecía de espaldas a él, provocando el sonido tintineante de las monedas de oro que se ataba en su cintura en una pequeña bolsa de tela.
—Lamentamos mucho que ese haya sido el mensaje que recibió cuando nos marchamos.—Comentó de repente.— Pero debe entender que el duque no tenía absolutamente nada que entregar en ese momento. Creyó conveniente enviarme el día de hoy para no perder la oportunidad de tener a un buen omega a su lado.—Halagó.
Mikoto mordió el interior de su mejilla. Ciertamente, el hecho de que su hijo se convierta en el esposo del duque era demasiado tentador, sobre todo cuando tenía la oportunidad de poder dejar aquella vida humilde al conseguir que Itachi se integrara en esa nueva familia.
Sin embargo, a pesar de que el título noble de Danzo era mucho menor que el del joven alfa, el conde ya había pagado por la aceptación de aquel matrimonio. Si aceptaba ¿Cómo le diría que no podría obtener a su hijo? Ya tenía pensado en que gastarse aquellas monedas que había recibido.
—Por favor, perdóneme.—Habló en un murmullo.— Pero no podré aceptar que mi hijo se case con el duque.
Iruka elevó una ceja y soltó una suave risa, más parecido a un bufido de fastidio por la situación.
Aclaró su garganta y caminó nuevamente a su lugar, quedando de pie frente a la fémina. Su duque le había pedido hacer lo necesario por tener a ese omega y estaba seguro de que se tendría que esforzar si quería complacerlo.
Por fin, después de tanto insistir, el monarca se había interesado en una persona con la cuál había decidido al instante concretar un compromiso. Demasiado tiempo había estado pidiéndole, siquiera, la oportunidad de conocer a un posible candidato con el cual dirigir en su mandato y no pensaba tirar a la basura la única oportunidad.
Clavó sus ojos en la mirada indecisa y culpable de la dama. Seguiría creyendo que para que alguien consiga la aceptación a que su propio hijo sea entregado en matrimonio, debería haber un esfuerzo demasiado grande. Aún así, las palabras de su duque llegaron a su memoria y vaya que no se equivocaba.
—Debo suponer que sus palabras significan que el joven omega ya se encuentra comprometido.—Aseguró recibiendo un asentimiento de Mikoto.— No me interesa el saber con quien, aún cuando estoy seguro de conocer a esa persona. Solo necesito conocer el valor por el cual lo obtuvo.
La dama apretó su mandíbula mordiendo con más fuerza su mejilla y sintiendo el sabor metálico de la sangre al mezclarse con su saliva.
Giró su mirada para no mirar al beta fijamente y aún así, Iruka no fue capaz de ver en sus ojos ni una pizca de culpabilidad o remordimiento.
—Cincuenta monedas...—Soltó a medias en un susurro.— El conde me entregó cincuenta monedas de oro para concertar un matrimonio.
Las cejas oscuras del beta se elevaron en dirección al inicio de su cabello y por un momento se quedó sin palabras.
¿De verdad había entregado a su hijo por solo cincuenta monedas? Teniendo en cuenta que a alguien de su humilde posición le servía demasiado, no podía entender siquiera como alguien podía darle un valor tan bajo a la vida de su propio hijo.
Sabía que al llegar al castillo, su duque le preguntaría por lo ocurrido y él no podría mentirle. Naruto odiaba las mentiras y siempre observaba con atención los rostros de todos aquellos a los que se dirigía por un asunto importante, solo para estudiar sus gestos.
Iruka sabía como era. Desde niño hacía lo mismo por la enseñanza que su madre le había dado y por su poder actual, no podía verse capaz de confiar en cualquier persona.
Si el duque llegaba a percibir su mentira, su lengua sería cortada justo como se lo había informado cuando él mismo aceptó conocer al joven omega. Siendo que lo conocía desde niño o no, no le interesaría. Jamás perdonaría un engaño y mucho menos, de alguien en quien confiaba tanto.
Que los dioses se apiaden de esa mujer cuando descubriera el valor que le habían puesto a la vida de ese joven que le interesaba.
—Le ofrezco el doble aquí y ahora.—Dijo con firmeza. Llevó sus manos a su cinturón y desató una cuerda de cuero que lo unía al trozo de tela.— Cien monedas de oro para asegurar el matrimonio de su alteza.
Mikoto abrió sus ojos con sorpresa y una pequeña sonrisa se asomó en sus labios.
Sus manos se movían con ansiedad, queriendo resistirse a quitarle la pequeña bolsas de las manos y verificar que aquella cantidad fuera la correcta.
Al diablo el conde. Le devolvería cada moneda y se disculparía con él por no haber cumplido.
Sería humillante para ella, pero tenía la oportunidad de que en un futuro pudiera tener la vida de riqueza que su familia merecía. Bien sabía que la única oportunidad de llegar a ella iba a ser por el matrimonio de su primogénito con un buen alfa.
—Yo...—Habló dudosa.— Supongo que puedo disculparme con el conde.—Una sonrisa de dientes se extendió en su rostro y tomó la bolsa con monedas que Iruka le extendía en su dirección.— Mi hijo tiene sus pertenencias preparadas, no habrá problemas si desea que lo acompañe para acostumbrarse a su nuevo hogar.
Iruka soltó un suspiro antes de asentir. Fue una verdadera sorpresa saber que el joven ya tenía todo arreglado para salir de su hogar y no pudo evitar pensar con molestia, lo rápido que esa mujer se movía.
Mikoto desapareció escaleras arriba y volvió a bajar con un largo cofre de madera tallada en sus manos que no parecía pesar demasiado. Detrás de ella, bajó Itachi cargando a su pequeño hermano.
—¿Eso es todo lo que llevará?—Preguntó luego de reverenciar al omega, quien lo miraba algo aturdido por las escasas palabras con las que su madre le había comunicado que se iría al castillo del duque.
—Lo más necesario.—Concordó la dama.
Iruka asintió y tomó el cofre para poder salir al exterior y entregárselo a uno de los guardias con la intención de que lo acomode en el carruaje.
Se acercó al par de hermano con cuidado y suavemente acarició la cabeza de Sasuke, quien se mantenía aferrado al cuerpo del mayor sin querer dejarlo ir.
—Todo está bien, pequeño.—Habló con suavidad.—Tu hermano vendrá conmigo hoy, pero puede visitarte cuando él lo desee e incluso, puedes ir tu a conocer su nuevo hogar.—Sasuke lo miró por un momento, con sus mejillas empapadas de lágrimas y sus ojos inundados ante el inminente despido.—Es un lugar muy grande y tu hermano estará feliz de verte allí. Además, tenemos muchos caballos, no dudo en que su alteza o tu hermano mayor te llevarán a dar un paseo en ellos.
El infante asintió con una débil sonrisa. Sabía que se debía despedir de él en ese momento y era lo que menos quería.
—Él ya no me preparará las comidas que me gustan.—Dijo con la voz quebrada.— ¿Quién va a jugar conmigo? ¿Quién me va a contar el cuento que tanto me gusta?
Iruka tragó saliva, queriendo hacer desaparecer el nudo que se había formado en su garganta.
Sus ojos enfocaron al omega mayor que mantenía su labio inferior apresado entre sus dientes para evitar que las lágrimas que ya se acumulaban en sus ojos, finalmente salieran.
Depositó en las regordetas mejillas de su hermano menor el mismo beso que siempre le daba, aquel sonoro que lo apretujaba con fuerza y lo obligaba a cerrar uno de sus ojos.
—Prometo que en cuanto me instale, vendré a verte u obligaré al duque a que venga a buscarte para que te quedes unos días conmigo ¿Te parece? —Dijo Itachi, queriendo transmitirle confianza y tranquilidad.
El niño asintió, con su boca formando un puchero y sus lágrimas derramándose hasta llegar a su mentón.
Sasuke infló su pecho al inhalar aire y lo soltó lentamente para poder calmarse. Su hermano merecía sonrisas, no lágrimas a pesar de que estas no las podía evitar.
—Se que mi madre dijo... que debe llevar lo necesario, pero le gusta mucho leer.—Comentó mirando a Iruka.— Puse todos los libros... en otro baúl porque nadie más los lee. ¿Podría llevárselos?—Dijo con dificultad.
El beta asintió con una temblorosa sonrisa y Mikoto se vio en la obligación de subir para buscar aquella caja que permanecía a un lado de la cama de su hijo.
Con un carraspeo, el moreno aclaró su garganta y suspiró para dejar ir la tristeza. No recordaba cuando fue la última vez que se había despedido de alguien, o siquiera, si lo había hecho en algún momento de su vida.
No tenía hermanos y siempre vivió en el castillo, incluso cuando Minato era el duque. Era triste tener que presenciar la despedida de esos hermanos que tanto se querían, aún cuando su alteza le había comentado aquello.
—Ya está todo listo.—Dijo Mikoto una vez que volvió, observando como el beta llevaba el segundo cajón hacia el carruaje. Sus brazos rodearon a ambos hermano y los apretujó hacia ella.— Espero que sepas comportarte, porque una oportunidad como esta no pasa siempre ¿Entiendes?— Habló en un susurro en el oído de su primogénito, quien solo asintió al oír la seriedad en la voz de su progenitora y la amenaza escondida.
Tras un último abrazo acompañado por el beso en la mejilla que le dio a su hermano, salió de su casa para dirigirse hacia el carruaje blanco.
—Espero que no se arrepienta de la decisión.—Dijo Iruka con seriedad antes de subir y sentarse a un lado del omega.
Itachi no prestó atención, simplemente porque por más que lo deseara, no entendía ni una sola palabra de todo lo que ese hombre había dicho.
Corrió la fina cortina que tapaba el cristal de la ventana y saludó con su mano a Sasuke, quien lo miraba de pie debajo del marco de la puerta y agitaba su mano con una triste sonrisa mientras observaba el vehículo alejarse cada vez más.
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Las grandes y verdes planicies se podían ver con claridad en los alrededores del castillo. Los árboles rodeaban el lugar, plantados estratégicamente en grupos y proyectaban la sombra perfecta para los animales.
El pequeño riachuelo de agua pura, recorría su camino un poco más alejado de la propiedad, hasta perderse de su vista y justo en el centro, se encontraba el castillo del duque.
Se podían observar a algunos guardias sobre el adarve del castillo mientras inspeccionaban el carruaje que ingresaba.
Los criados acomodaban los jardines tocando las flores de la forma más delicada posible, mientras que algunos se acercaban a Itachi, haciendo una reverencia ante su persona.
Todo aquello le parecía demasiado. Había oído al beta hablarle durante el camino hacia el castillo, pero todo había sido en vano y se limitaron al silencio cuando la frustración por no poder comunicarse, se presentó en ellos.
Ahora, todos los criados que salían de las enormes puertas que daban entrada al que sería su nuevo hogar, se inclinaban ante él con respeto y hablaban en aquel idioma que no lograba comprender.
Itachi realizó una reverencia como saludo, teniendo en mente sus costumbres y pudo notar como los presentes lo observaban sorprendidos y con sus cuerpos algo tensos.
—Nuestro señor no debe bajar la cabeza ante nadie.—El omega giró sobre su lugar, encontrándose con un hombre de cabello corto y plateado, que lo miraba con una sonrisa relajada.— Sea bienvenido, mi nombre es Kakashi y soy el tutor del duque Uzumaki.—Dijo con calma.— Y pronto seré el suyo.
Un suspiro de alivio salió de los labios del menor, ganándose una pequeña sonrisa del hombre.
—Creí que nadie más hablaría en japonés.—Dijo con alivio.— Yo... Esto es algo nuevo y no tengo idea de que hacer.
El hombre flexionó su brazo y esperó pacientemente a que el omega lo sujetara para comenzar a caminar.
Naruto le había informado la situación a su maestro y bien sabía Kakashi, que no solo debía enseñarle idioma. Su tarea era moldear a la perfección al futuro esposo del duque.
Tratándose de un joven japonés con sus raíces muy arraigadas, debía quitar toda educación que tuviera con respecto a su origen para dar paso al esposo de su monarca.
—Su alteza me tiene informado de su situación y déjeme decirle, que es un verdadero honor saber que su educación será mi responsabilidad.—Dijo mientras caminaban por el largo pasillo al aire libre que los separaban de las puertas.— Y debe estar perfectamente preparado para acompañar a nuestro duque en su mandato.
La mano de Itachi se apretó suavemente sobre el brazo del mayor, llamando su atención al notar lo tenso que parecía estar.
—No es como si se hubiera podido evitar.—Soltó en un susurro que Kakashi prefirió ignorar.
Los ojos negros del omega revisaron la puerta con nerviosismo, como si con tan solo una mirada, pudiera cambiar lo que sabía que ocurriría.
Se sentía completamente solo y desamparado. No tenía a su hermano menor a su lado, de su padre no tenía noticias y su madre solo le había pedido que no desperdicie aquella única oportunidad.
¿Cómo sabría si lo estaría haciendo o no? ¿Cómo sabría si estaría haciendo bien las cosas? ¿Qué ocurriría si aquel duque que se había mostrado tan amable cuando se presentó ante él, continuaría siéndolo ahora que se encontraba en su hogar? ¿Cómo resistiría en aquel gigantesco lugar sin la presencia de un solo familiar?
Las puertas fueron abiertas, mostrando a dos soldados que se inclinaron ante él sin permitir que sus miradas se fijen en su rostro.
Kakashi continuó su camino, tironeando con suavidad del brazo del menor que se había quedado de pie en la entrada sin querer moverse.
Las cortinas gruesas y de color vino se mantenían abiertas, permitiendo que la luz natural ingresara a través de los limpios cristales.
Dos largas y amplias mesas se extendían en el gigantesco salón, con dos sillones amplios y altos ubicados en la cabecera de una de las mesas y el siguiente, a su lado derecho.
Las banderas del mismo color que las cortinas y con el símbolo en dorado que caracterizaba al país, colgaban de una punta a la otra por el techo, cayendo elegantemente y balanceándose de vez en cuando por la suave brisa que ingresaba.
Permitió que Kakashi lo dirija a la siguiente habitación y al abrir la puerta de madera oscura, un fuerte olor llegó a sus fosas nasales, paralizándolo ante el temor que había invadido su cuerpo.
—¿Creíste que podrías robarme un caballo en mi propio castillo?
La mirada del omega se posó en el hombre que permanecía sentado sobre el sillón forrado de una suave tela, sorprendido por verlo comer con tranquilidad mientras tenía a quien parecía ser un sirviente de rodillas a sus pies, debajo de los escalones que elevaban al monarca.
—De verdad lo siento mucho, su alteza.—Respondió el criado. Su voz rota dejaba a relucir que se encontraba llorando.— No fue mi intención hacerlo.
El soberano limpió su boca con una servilleta antes de volver a posar sus ojos azules en el contrario.
—Oh, pero claro que esa fue tu intención.—Dijo con tranquilidad, aún cuando su propio aroma demostraba lo furioso que se encontraba.— Te di un lugar para ti y tu familia, un trabajo para que llevaras comida a tu mesa.—Se acomodó mejor en su sillón, dejando descansar sus brazos en los apoyabrazos del trono.— ¿Y así es como me lo pagas? ¿Queriendo robar uno de mis caballos? Esto es una locura.—Soltó una carcajada sin gracia que tapaba el lamento del hombre.— No me interesa que haya sido un animal, sino el hecho de que destruiste mi confianza. ¿Si Obito no te hubiera encontrado, hasta dónde hubieras llegado?
Naruto agitó su mano con despreocupación y observó con aburrimiento como su guardia cargaba al sujeto, quien pataleaba y gritaba intentando explicarse.
—¿A dónde lo llevan? —Preguntó Itachi en un susurro.
—Al calabozo.—Respondió Kakashi con simpleza.— Intentó robar uno de los caballos de su alteza, pero no lo consiguió. Aún así, el duque ya no confiará en él. Merece un castigo.
El omega miró una vez más al monarca, quien resoplaba con molestia mientras cerraba sus ojos ante los gritos del sirviente.
—Ya me lo había dicho mi padre que soy demasiado bondadoso.—Soltó en un murmullo.
Suaves pasos se escucharon en el silencioso salón y el mismo olor amargo que había sentido el día en que se presentó con el joven omega que había aceptado como prometido, ingresó en su nariz.
Giró su azulada mirada, encontrándose con que su tutor y un renuente omega se acercaban hasta el trono.
—Su alteza.—Habló Kakashi, inclinándose ante el rubio junto al menor de los presentes.— Esperaba poder encontrarlo tranquilo para darle la bienvenida a su prometido.
El cuerpo de Itachi se tensó aún más si eso era posible. Bien sabía cual sería su lugar desde que Iruka había llegado a su hogar, pero aún le resultaba extraño y lejano el hecho de reconocer que el hombre que se encontraba frente a él, se convertiría en su esposo.
El fuerte olor que había sentido en un inicio, fue reemplazado por el aroma a menta y pino que lo hicieron relajarse al instante y en consecuencia, permitir que su propio aroma invada la habitación también.
Naruto se incorporó con renovada energía y a paso rápido, bajó los tres escalones hasta acercarse al menor.
—Bienvenido, Itachi.—Habló con amabilidad a la vez que sujetaba con suavidad sus manos. El alfa respiró profundamente, inhalando aquel aroma que tanto lo relajaba.— Es un placer poder verlo de nuevo.—Dijo con respeto. Su mirada viajó hacia la marca que el menor portaba en una de sus mejillas y con atrevimiento, soltó una de sus manos y acarició con delicadeza la zona.— ¿A ocurrido algo malo? ¿Por qué tiene su rostro marcado?
Itachi sintió el calor en su piel y el nudo en la garganta por la vergüenza creciendo en él.
—Solo ha sido un accidente. No debe preocuparse.—Respondió luego de carraspear.
Naruto estrechó sus ojos menos de un segundo, antes de mirarlo de la misma forma amable en la que lo había hecho desde que lo vio caminar hacia él y Kakashi supo que el duque había encontrado la mentira en aquellas palabras.
—Pronto será mi esposo y es mi deber ver por su bienestar. Aún cuando solo sea un accidente sin importancia. ¿Verdad?
El omega solo asintió con un cabeceo sin saber que responder.
Era demasiado para su cabeza el saber que de la noche a la mañana había encontrado un alfa que lo desposara. El saber que a partir de ese momento, su hogar era un lugar en el que no conocía a nadie o al menos, no tenía a nadie de confianza. El saber que ya no dormiría junto a su hermano menor, sino que sería acompañado por aquel hombre de amable mirada pero fuerte carácter, por lo que pudo notar.
—Si su alteza está de acuerdo, llevaré a su prometido a su habitación.
Naruto asintió mientras se acercaba a su tutor.
—Por favor, busca su mayor comodidad.—Dijo en un susurro.— Pero que no tome la habitación como cuarto permanente. Pronto nos casaremos y compartiremos lecho.
—Así será, alteza.—Respondió Kakashi con una reverencia.
El alfa volvió a acercarse a su prometido y quitó el mechón de cabello azabache de su rostro, dejándolo detrás de su oreja.
—Lo dejaré en buenas manos. Todo lo que necesite, puede pedírselo a Kakashi por hoy.—Una sonrisa se apareció en su rostro cuando el joven asintió.— Aunque considero que lo mejor será que descanse, supongo que ha pasado por demasiado hoy al tener en cuenta que se ha tenido que separar de su familia. Mañana mismo daré la orden para que dos sirvientas lo acompañen en todo momento.—Kakashi se acercó unos pasos, esperando que el omega posara su mirada en él para pedirle que lo acompañara. Sin embargo, al no ver movimiento de su parte, Naruto preguntó.— ¿Gusta decirme algo?
—¿Por qué no me tutea? —Preguntó con suavidad, la curiosidad mostrándose en sus ojos negros.
Naruto lo vio sorprendido al no esperarse aquello.
—¿Quiere que lo haga?
Itachi torció su boca en una mueca de disgusto por la pregunta con la que le había contestado.
—Solo no lo entiendo.—Confesó.— Pronto seré su esposo y aún me trata de usted cuando con el resto no lo hace.
El alfa frotó su mano encima de su boca para no mostrar la sonrisa que se extendía involuntariamente en ella.
—Comprendo.—Afirmó.— Entonces comenzaré a hablarte de esa forma. Después de todo, estás en lo cierto.—Tomó sus manos una vez más bajo la atenta mirada del menor.— Pronto serás mi esposo.—Elevó las manos del chico y depositó un beso en el dorso de ambas, ganándose un sonrojo de su parte.— Descansa por hoy. Kakashi te ayudará a instalarte y yo debo retirarme.—Soltó sus manos y comenzó a caminar hacia la salida de la habitación.— Y mañana desayunaremos con mi padre, se alegrará de recibirte.—Confesó antes de salir del cuarto acompañado por sus guardias.
En cuanto el duque salió de la habitación, Itachi tomó el brazo de Kakashi una vez más, permitiendo que lo dirija hacia afuera mientras que él intentaba observar lo mejor que podía las partes del castillo por las que pasaban.
—Mañana mismo podrá conocer el castillo por completo.—Comentó el mayor.— Estoy seguro de que a su alteza le alegrará acompañarlo. Luego del desayuno comenzaremos con su instrucción y sus clases de idioma, debe comprender que nuestro señor no puede solo comunicarse en japonés.
Un suspiro salió de los labios de Itachi. Por supuesto que lo sabía, aquello había sido una de las tantas razones por las que había discutido con su madre incontables veces.
—Espero poder lograr aprender el idioma esta vez.—Murmuró.— Lo cierto es que mi madre me daba clases, pero... Puede notar que no he logrado nada.
Unas suaves palmadas fueron depositadas en el dorso de la mano que se encontraba sobre el brazo de Kakashi.
—No se preocupes por eso.—Dijo con tranquilidad.— Comenzaremos desde cero. Con paciencia y dedicación, podrá hablar en nuestros idiomas sin ningún inconveniente.
Itachi sonrió con su mirada clavada al frente y rogando porque ese sujeto le tenga mayor paciencia que su propia madre.
Comenzaron a subir las escaleras de piedra que dirigían a los pisos superiores, forradas con una alfombra roja de bordes dorados.
Itachi esperaba al menos que se hubieran sacado sus zapatos antes de pisarla. Sin embargo, debía hacerse a la idea de que esa no era una de las costumbres de aquel país como lo era en Japón. En su propia casa, solía caminar descalzo a pesar de que su madre se hubiera olvidado aquel detalle, como si nunca hubiera existido.
Pasos apresurados se oyeron al llegar al segundo piso, sin poder evitar que la persona que corría golpee contra el azabache haciéndolo jadear al haber dado contra su estómago.
—Oh, lo lamento.—Respondió un pequeño de cabello negro y ondulado.— Papi, te estaba buscando.—Habló con una sonrisa.
Itachi parpadeó un momento antes de girarse a ver a quien pronto sería su tutor.
—Shisui, debes ser más cuidadoso. Sabes que no puedes estar corriendo por los pasillos del castillo.—Regañó y a pesar de que su voz salió suave, el infante parecía haber tensado su cuerpo.— Lamento lo ocurrido, mi señor.—Itachi sonrió, quitándole importancia a la situación.— Él es Shisui, mi hijo.—Presentó.— Cariño, él es Itachi, el prometido de nuestro duque.
El menor se inclinó ante Uchiha, manteniendo su reverencia hasta el que contrario lo tomó de sus hombros y lo obligó a erguirse.
—Es un gusto.—Itachi habló con una sonrisa nostálgica.
Aquel pequeño le recordaba mucho a su hermano y a pesar de apenas haber llegado a su nuevo hogar, no podía evitar extrañarlo al saber que por donde mirara, Sasuke ya no se encontraría con él.
El cabello negro y ondulado del pequeño, se balanceaba con suavidad por la fresca brisa que ingresaba por los ventanales abiertos. Sus ojos negros lo miraban con curiosidad por las extrañas palabras que había soltado y aún así, le dedicó una sonrisa mostrándole sus blancos dientes.
—Ayudaré a nuestro señor a instalarse en su cuarto, ve a jugar afuera.— El menor asintió y bajó con cuidado las escaleras bajo la atenta mirada de Kakashi.
—¿Ganaron los genes de su pareja? —Preguntó con una sonrisa.
—No tiene ni idea.—Respondió el contrario rodando los ojos con un brillo de diversión en sus pupilas.— Pronto se lo presentarán, es uno de los guardias de su alteza. Me hubiera gustado que por lo menos naciera con mi cabello, pero no hay nada que pueda hacer e incluso las ondas que posee en ellos son de su abuelo paterno.
Apenas unos pasos los separaban de la habitación que Itachi ocuparía temporalmente.
Finas cortinas blancas tapaban las ventanas, permitiendo que el cuarto quede completamente iluminado. Un pequeño escritorio se encontraba a un lado con tinta, pluma y papeles.
La chimenea se mantenía encendida para apaciguar el frío de la habitación por el tiempo que tenía sin usarse y la cama le resultaba a Itachi demasiado grande para una sola persona.
Sus cajas se encontraban a un lado del lecho, esperando por ser acomodadas como debían.
—No he traído demasiado.—Comentó mientras se sentaba en la orilla de la cama.— Mi madre solo me dijo que trajera lo necesario.
—No se preocupe, mi señor.—Respondió Kakashi, sus manos entrelazadas detrás de su espalda.— Aquí le confeccionarán su nueva vestimenta. ¿Gusta que lo ayude a desempacar?
Itachi negó con una sonrisa.
—Le agradezco, pero no hace falta.—Habló con suavidad.— Aunque me gustaría poder asearme y descansar. Naruto tenía razón cuando dijo que era lo mejor hacerlo.
Itachi masajeó sus hombros mientras caminaba hacia una de las ventanas, corriendo las cortinas y observando el hermoso paisaje que rodeaba el castillo.
Kakashi, por su parte, se mantuvo en silencio unos momentos, sorprendido por la forma en la que se había referido al duque de Luxemburgo con aquella confianza.
Carraspeó antes de volver a hablar.
—Enviaré a que le suban una tina para que se sienta más cómodo.—Itachi asintió con una sonrisa agradecida.— Con su permiso.—Se inclinó ante él y salió del cuarto dejándolo en completo silencio.
Una nueva vida comenzaba, al menos sería la tercera desde que pudo respirar por si mismo al nacer.
Un nuevo país, nuevos idiomas, un hogar al que se había tenido que acostumbrar y uno nuevo al que tendría que comenzar a ver como propio.
Atrás habían quedado sus amigos, sus costumbres y su familia. Se había tenido que alejar de todo para rehacer su vida por completo.
El golpe en la puerta de madera se oyó y sabien
do que nadie más allí comprendía su idioma, caminó hacia ella y la abrió, permitiéndole la entrada a las jóvenes que llevaban los barreños con agua humeante.
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Sus ojos se abrieron con lentitud, sintiendo los párpados demasiado pesados y su vista nublada mientras intentaba enfocar el cuarto desconocido que lo rodeaba.
Se había dormido demasiado tarde el día anterior a pesar de decirle a quien sería su tutor, que solo deseaba descansar.
Sin embargo, lo único que anhelaba era tomar un baño y enredarse entre aquellas suaves y acolchadas telas que envolvían su cama para poder desahogarse como lo había querido hacer desde que se marchó de su hogar.
Dudaba de que ese día pudiera salir del castillo, siendo que sería apenas el primero que pasaría allí y necesitaba familiarizarse con el lugar y sus habitantes. Aún así, esperaba poder salir de ese lugar lo antes posible para visitar a su hermano menor.
Su pequeño y regordete rostro bañado en lágrimas, permanecía en su memoria.
Era un hecho de que tarde o temprano pasaría, aunque si hubiera sido por él, hubiera preferido permanecer soltero el resto de su vida o quizás, hasta que Sasuke consiguiera un esposo que sea digno de llevárselo para darle la vida que merecía.
Volver a Japón ya no era una opción, teniendo en cuenta que no tenía dinero ni para pagarle a un hombre porque lo lleve en su carreta hacia el muelle, mucho menos iba a tenerlo para pagar un pasaje en barco hacia aquel lejano destino.
Había pasado el día recostado en la cama, leyendo nuevamente el libro que a su hermano tanto le gustaba y uno de los primeros libros que su padre, Fugaku, le había regalado en cuanto supo que había comenzado a reconocer las letras.
La imagen de su padre llegó a su cabeza, preguntándose cómo tomaría la situación en la que Itachi ahora se encontraba.
Ciertamente, sabía que no pasaría mucho tiempo para convertirse en el esposo del duque y era muy probable, que al volver su progenitor, él ya se encontrara casado.
Hubiera deseado que él llegara en ese momento, cancelando el compromiso y llevándolo de nuevo a donde pertenecía, porque si de algo estaba seguro, era que Fugaku jamás hubiera aceptado casarlo con alguien a quien no conocía en lo absoluto.
Los suaves golpes en la puerta parecieron hacer eco en la gran habitación. Se sentó en su cama y talló sus ojos sintiendo el ardor por haber llorado durante todo el día anterior.
—Adelante.—Habló con suavidad.
Kakashi ingresó con una sonrisa, caminando de manera relajada igual que la primera vez e inclinándose ante él y a pesar de haber visto los ojos hinchados y colorados del contrario, decidió ignorarlo temiendo a que pudiera tomar a mal su intromisión.
—Mi señor, le hemos traído los barreños con agua caliente para que pueda comenzar a prepararse.
Itachi asintió, observando como varias mujeres ingresaban al lugar.
°
Iruka permanecía en silencio y con su cabeza agacha, no queriendo observar al alfa que permanecía de pie frente a él apretando los bordes de su escritorio de algarrobo pulido, provocando algunas pequeñas grietas ante la fuerza ejercida.
Minato lo observaba sentado en uno de los sillones que ocupaba la habitación, sin querer emitir palabras que pudieran enfurecer más a su hijo.
—En cuanto llegó, noté el golpe en su mejilla. ¿Cómo no hacerlo? Estaba morado.—Sus dientes se apretaron y fijó su vista en el beta.— ¿Fue ella, no es así?
Iruka apretó sus manos con nerviosismo. Podría jurar que la furia del alfa parecía golpear su cuerpo como el viento más violento que se pudiera desatar.
—No estoy seguro, su alteza.—Respondió con su vista baja.— No he podido comunicarme correctamente con él y por supuesto, su madre no ha dicho palabra alguna sobre eso. Pero podría arriesgarme a decir que si, es muy probable.
Naruto sentía la ira carcomerlo por dentro. El día anterior había estado demasiado ocupado con el conteo del ganado para la venta y quien había sido su cuidador, se había visto obligado en preparar todo para comenzar con la instrucción de su futuro esposo. Apenas lo había visto por cortos minutos.
Ahora, escuchando cada palabra que salía de la boca de Iruka, sentía sus instintos asesinos a flor de piel.
—¿Cuánto le has ofrecido para que acepte?—El moreno se quedó en silencio, temiendo hablar con respecto a ese asunto.— Iruka...—Aquella mención lo hizo temblar en su lugar. Había sonado más a una advertencia.
—Cien monedas de oro, su alteza. Fue el doble de lo que había aceptado para que se casara con el conde Danzo.
La mandíbula de Naruto se tensó.
—¿Ya lo había vendido? —Sus colmillos, ya largos, chocaban contra la piel de sus labios ante cada palabra que decía.— Estaba demasiado desesperada entonces.—Sus manos soltaron el escritorio y tomó sus guantes entre sus dedos, estrujándolos con fuerza. Soltando un suspiro, caminó hacia su padre y flexionó uno de sus brazos esperando a que el omega se sujetara de él.— No la quiero cerca de él nuevamente y por favor, prepara todo para mi boda lo antes posible.—Le dijo al beta, comenzando a caminar hacia la salida de su oficina con su padre a su lado.— No quiero que esa mujer cancele mi compromiso porque el conde le pague un poco más. Ya vimos que lo único por lo que se mueve con tal rapidez, es el oro.
Iruka asintió en silencio, repitiendo en su cabeza cada palabra que había escuchado.
—Su alteza.—Lo llamó antes de que se marchara. Naruto apenas se giró, esperando a que continúe con lo que quería decirle.— Él pretenderá ver a su hermano, no creo que podamos mantenerla lejos de él en esos momentos.
Naruto tiró su cabeza hacia atrás con cansancio.
Bien sabía que no podía mantenerse alejado mucho tiempo de su castillo sabiendo las actividades que debía realizar. Aún así y teniendo en cuenta por lo que había pasado aquel omega, tampoco le parecía justo prohibirle ver al único ser por el que sabía que daría su vida.
—Cuando quiera ir, solo avísame.—Habló más relajado.— Tú y Kakashi lo acompañaran junto con algunos guardias, así podrán mantener a su madre alejada de él. Sobre todo tú, Iruka.—El beta asintió.— Le haré saber todo esto a Kakashi y si lo desea, intenta que traigan al pequeño aquí.—Se acercó a la puerta y antes de abrirla, giró su mirada a los mayores que lo miraban expectantes.— Hagamos de su vida aquí, lo más cómoda y segura posible.
Naruto y Minato se retiraron mientras que Iruka permanecía inclinado ante su salida.
El duque miraba de reojo a su padre, observando como sus ojos giraban hacia un lado y al conocer aquella expresión, movió apenas su brazo para llamar su atención.
—¿No estás feliz por la decisión de casarme? —Preguntó el duque.— Pensé que era lo que querías.
—Por supuesto que si, cariño, es solo que aún no puedo entender como es que esa mujer pretendía casar a un joven de dieciocho años con un anciano.—Habló Minato cuando sus ojos chocaron con los de su hijo, idénticos a los suyos.— ¿Y venderlo por cincuenta monedas? ¿Por cien? —Susurró molesto.— No quiero pensar en lo que estaría dispuesta a hacer por un poco más.
Una sonrisa se posó en los labios del menor antes de depositar un beso en la frente de su padre.
—Es por eso que quiero que la boda se haga cuanto antes.—Dijo con firmeza.— No quiero que aparezca diciendo que se cancela el compromiso. Por primera vez me encuentro interesado y comprometido, no estoy muy dispuesto a dejarlo escapar.
Minato soltó una suave carcajada a la vez que llevaba su mano a su boca para amortiguarla.
—Lo se y eso me pone muy feliz.—Dijo sonriente.— Mira que hacerme esperar siete años para que lo decidieras... Por un momento creí que ibas a ser soltero toda tu vida y que el trono iba a finalizar contigo.
Naruto rodó los ojos. No estaba seguro de si era cuestión de que su padre era omega o simplemente, así era su personalidad, pero podía llegar a ser demasiado dramático a veces.
Frenó sus pasos, provocando un suave tirón en el brazo de su padre al haberse quedado atrás. Sus ojos enfocados al final de la escalera, observando a quien se convertiría en el nuevo integrante de su familia.
Portaba un kimono similar al que utilizaba en su hogar, de color celeste con pequeñas ondas de color blanco que ascendían desde el inferior de la prenda y se perdían antes de llegar más arriba de sus rodillas. Una vestimenta elegante y que combinaba a la perfección con el acostumbrado azul oscuro de sus pantalones y la blanca e impecable camisa que portaba.
La mitad de su cabello negro y brillante, se encontraba atado en una coleta ajustada a la mitad de su cabeza, mientras que el resto solo caía delicadamente por su espalda. Y a pesar del nuevo cambio, siempre permanecían los mechones azabaches enmarcando su agraciado rostro.
Lo observó balancearse de un lado al otro con sus manos unidas a la altura de su vientre, intentando ver un poco más allá de las gruesas paredes que bloqueaban la vista al gran salón.
Naruto carraspeó sobresaltándolo y en el instante en que Itachi volteó a verlo, un notable sonrojo se extendió en su rostro y se inclinó ante él como lo habían hecho todos los sirvientes hasta el momento.
—¿Cómo se encuentran, altezas? —Preguntó con voz suave y solo porque sentía la vergüenza invadir su rostro al haber sido atrapado husmeando donde nunca le habían permitido.— Lo siento, el señor Kakashi me ha dicho que volvería, pero...
—No tienes porqué disculparte.—Habló el monarca con una sonrisa.— Aunque se que ya lo haz conocido, no los he presentado correctamente.—Minato soltó el brazo de su hijo, intentando retener el grito que quería escapar de su garganta ante la manera en que Naruto se comportaba.— Él es Itachi, mi prometido.—Volteó su rostro para mirar al azabache antes de continuar.— Itachi, te presento a mi padre Minato.
El menor de los presentes se inclinó en una nueva reverencia antes de que Minato lo obligara a tomar su posición inicial.
—No tienes que hacer eso.—Sonrió, sacando un suspiro de alivio de los labios de Itachi al oírlo hablar en su idioma.— Ya eres parte de nuestra familia y te encuentras a la misma altura que nosotros.
—Oh, pero Naruto y yo no...
—Aunque aún seas el prometido de mi hijo...—Interrumpió Minato.— Ya eres parte de la familia. Y quien pronto se convertirá en duquesa para liderar Luxemburgo de la mano de Naruto, no debe bajar la cabeza ante nadie.
Itachi lo miraba entre aliviado y perplejo por sus palabras. Por un lado, sabía el respeto que los rubios frente a él se merecían por ser los líderes de aquel lugar, sin embargo, también estaba el hecho de que no podía deshacerse así como así de sus costumbres y enseñanzas.
—Debo mantener eso en mi memoria.—Rio apenas.— En mi país, utilizamos la reverencia incluso como un respetable saludo, sobre todo si es hacia alguien mayor que uno mismo.
Minato vagó su brillante mirada desde el joven omega hacia su hijo, antes de apresarlo entre sus brazos con afecto.
—Eres tan correcto.—Dijo con emoción.— Y quieren enseñarte a ser de la realeza. Eso es una tontería.— Soltó al chico que parecía perdido en la conversación sin comprender realmente cual era la finalidad de aquel abrazo. Aún así, sonrió sintiendo que era lo que más necesitaba en esos momentos.— Kakashi no tendrá nada que enseñarte aparte del idioma y tú...—Señaló a su hijo.— Te encargarás de ello. Lo quiero así, tal cual es ahora.
Naruto sonrió caminando la distancia que lo separaba del azabache y tomó su mano para pasarla al rededor de su brazo.
—No pensaba que fuera de otra forma.—Respondió el alfa.
Flexionó su brazo libre y comenzó a caminar una vez que su padre se había vuelto a colgar de él.
Itachi suspiró con una sonrisa surcando sus labios.
No podía negar que se sentía aliviado al haber agradado al padre de su futuro esposo y por lo poco que conocía de Naruto, sería una mentira decir que el hombre le presentaba un problema cuando pensaba en su futuro.
Aquella iba a ser su nueva vida y para bien o para mal, debía acostumbrarse a ella.
Quería confiar en que Naruto era tal cual se presentaba en esos momentos, atento y amable.
¿Le resultaba atractivo? Por supuesto, no podría mentir con respecto a ello.
Un hombre de veinticinco años, rubio de cabello corto y alborotado. Con los ojos tan azules como el cielo despejado en verano o el agua más pura de un lago.
Un hombre grande y fuerte, pudiendo apreciar su musculatura aún a través de aquella suelta camisa.
Si, en definitiva era un hombre atractivo, pero esperaba que sus sentimientos sean igual de bellos que su exterior.
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No fue necesario ingresar a la casa para darse cuenta de lo abandonada que se encontraba.
Las paredes de madera estaban descascaradas, las telas de las arañas invadían las esquinas del techo de lo que alguna vez fue una hermosa galería y los sillones de jardín que se encontraban sobre el piso de madera, tenía manchas de humedad sobre los cojines.
Aún así, bajó del carruaje en el que había llegado para inspeccionar de cerca el lugar.
La puerta de entrada se encontraba abierta y él no estaba seguro de si alguien se habría atrevido a ingresar para saquear lo poco que quedaba en aquella destartalada y pequeña casa.
La brisa removía con suavidad su alborotado y largo cabello negro, dándole a su hermano una vista demasiado melancólica desde su posición.
—No van a regresar, hermano.—Murmuró el joven a sus espaldas.— Ya a pasado casi un año y no hemos tenido noticias de ellos.
Las manos enguantadas se deslizaron por su cabello, intentando mantener la compostura que sentía que perdería en cualquier minuto.
—No me interesa.—Respondió el hombre, observando la vieja casa y sintiendo el olor nauseabundo de la humedad que había comenzado a destruir una de las columnas de madera que sostenía el techo de la galería.— Mikoto podía hacer lo que quisiera, pero no tenía que alejarnos de nuestros sobrinos.
—¿Crees que no me siento mal por esto, Madara? —Preguntó con su voz que parecía estar a punto de romperse.— Hemos buscado por todo Japón y no hemos tenido una maldita pista de ellos.
La furia comenzaba a aparecer en ambos hermanos, una vez más.
Tanto tiempo buscando rastros de su familia. Casi un año desde la última vez que los vieron y no habían logrado encontrar absolutamente nada.
Ni cartas, pergaminos... No había absolutamente nada e incluso, se habían encargado de hablar con las personas que sabían que eran amigos de Mikoto. Sin embargo, siempre obtuvieron el mismo resultado.
"—Es triste saber que se han ido, pero no puedo ayudarlos con lo que buscan. Nunca mencionaron hacia donde se mudarían."
Nuevamente quedaban en la nada, sin un camino que seguir, sin saber hacia donde partieron o que tan lejos se encontraban.
—No se como carajos le vamos a decir a nuestro padre que no hemos hallado nada.—Mencionó el mayor.— Y tampoco estoy de humor para sus arranques de furia, Izuna... Por favor, piensa con quien podríamos investigar.
—¿Crees que no me he dedicado a buscar?—Preguntó con molestia.— Quiero a mis sobrinos de vuelta, Madara. Mikoto no pudo haberse marchado tan lejos, no tenía dinero y bien sabes que papá le negó su herencia luego de irse con Fugaku.
Un suspiro molesto salió de los labios del mayor.
No querían pensar en que el tiempo se acababa, porque a pesar de pensar que pudieran tener el resto de su vida buscando a su familia, no quería perder lo que tanta felicidad les había traído hace años.
Y es que desde un inicio, el hecho de que Mikoto llegara anunciando su embarazo, no había hecho más que desatar la furia de su padre, Tajima, al descubrir quien era la persona con la que su hija se había emparejado.
Siendo una familia respetable y de poder dentro de Japón, no se podían permitir estar en la boca de todos, justo como el cabeza de familia sabía que pasaría. Y es que ¿Cómo se explicaría que su propia hija tuvo un hijo fuera de un matrimonio? Por no mencionar que el joven que había logrado dicho acto, era un simple trabajador por el que Tajima apostaba, no tenía donde caerse muerto.
Había sido una sorpresa para aquellos hombres de familias acaudaladas que de la noche a la mañana, Tajima haya dejado de mencionar a su hija. Aún así, tanto Madara como Izuna, habían presenciado la desastrosa tormenta que se había llevado a cabo en su hogar.
El padre de familia se había encargado de informarle a su hija que buscaría a un esposo que se quisiera hacer cargo del "pequeño bastardo" que ella llevaba en su vientre, alguien que acepte darle su apellido al niño. No había buscado su opinión, solo le había informado para que supiera como sería su futuro a partir de ese momento.
Y a pesar del miedo que siempre le había tenido la dama a aquel alfa, se negó rotundamente a que eso pasara.
Claro está que los gritos no se hicieron esperar, acompañados del llanto desesperado de Mikoto y la obligada intervención de Madara en cuanto vio que su padre estaba levantando su mano para golpear a su hermana.
Izuna se obligó a sacar a la joven del lugar, aún escuchando a su padre forcejear contra el mayor de los hermanos y dejándole en claro que no iba a ver un solo gramo de oro de su parte, y siguiendo las indicaciones de Mikoto, su hermano la había llevado hacia el hogar en el que residía su pareja.
Luego de aquel altercado, tanto Madara como Izuna se obligaron a mantener distancia con su hermana por pedido de ella, quien había argumentado que ya no tenía nada que ver con aquella familia que tanto la había lastimado.
Sin embargo, en el nacimiento de su primogénito, los hermanos Uchiha permanecieron en constante contacto con quien se había convertido en su cuñado y fue gracias a Fugaku, que habían tenido la oportunidad de poder conocer a Itachi, su primer y hasta ese momento, único sobrino.
Tiempo después y contrario a todo lo que se esperaba, Mikoto había aceptado que sus hermanos pudieran llevar al pequeño a su hogar, con la excusa de que sería bueno que su abuelo lo conociera. Y aún cuando Tajima no había perdonado a su hija por tal acto deshonroso, sus ojos brillaron por un cariño irreconocible para la familia en cuanto vio al pequeño de solo dos años, presentarse ante él y obligándolo a dejar atrás todo rastro de rencor hacia quien había denominado como "pequeño bastardo" desde que se encontraba en el vientre de su madre, convirtiéndose en una luz para sus ojos.
Años más tarde, el segundo hijo de Mikoto había nacido. Un pequeño omega de cabello negro y de mejillas rosadas y regordetas. Ambos niños ganándose el cariño de su abuelo y siendo pequeños consentidos de sus tíos al ser los únicos infantes en la familia.
A diferencia de lo vivido con Itachi desde un inicio, el padre de familia permaneció presente y expectante en el difícil parto que había llevado su hija con el segundo niño y recibiéndolo en brazos, se había jurado protegerlos de todo mal y procurado hacerlos tan felices como pudiera cuando estuvieran a su lado.
Los años habían pasado y aún cuando padre e hija no se dirigían la palabra, nada de eso fue un problema para que el abuelo dedicara por completo su tiempo a sus nietos.
Y actualmente, luego de haber creído que había una pequeña posibilidad de que la familia se pudiera unir como antaño, la mujer se había encargado de pisotear todo rastro de ilusión al largarse de su hogar junto a su familia sin decirle ni una palabra a nadie.
—Es hora de que comencemos a investigar afuera.—Sentenció el mayor, ganándose una mirada de Izuna.— Nuestro padre tiene colegas dentro y fuera de Japón. Si no hemos hallado nada aquí, significa que salieron.
—¿Sin dinero? Con suerte tenían para comer, Madara, ¿Cómo carajos pagarían un maldito barco siendo que eran cuatro?
Madara masajeó sus sienes.
—No lo se, hermano, pero si tenemos la posibilidad de encontrarlos, hay que contactarnos.—Dijo dándose la vuelta para subir al carruaje.— Vámonos, quiero llegar a casa cuanto antes.
°
Las criadas entraban y salían del gran salón. Algunas limpiando, incluso, lo que ya parecía brillar por lo pulido que se encontraba y otras simplemente, observando cada cierto tiempo si el monarca y su familia necesitaban algo más durante su desayuno.
Los temas de conversación en la mesa se mantuvieron durante el largo rato en que se encontraron allí y tanto Itachi como Naruto, no pudieron estar más agradecidos por ello.
Apenas si habían hablado algo luego de que el omega llegara al castillo, por lo que veían la oportunidad de conocerse e incluso, para Itachi poder conocer algo más del pasado de su prometido y de la vida de Minato.
Fue así que pudo comprender perfectamente las palabras de Naruto el día en que se conocieron y el sentimiento que albergaba cada una. La muerte de su madre era algo que aún les dolía tocar e Itachi no pudo evitar lagrimear ante la conmovedora historia de su final.
Por otro lado, Naruto por fin le encontraba contexto para el comportamiento del omega de cabellos negros. Su educación había estado a manos de su madre y teniendo conocimiento de la familia que tenían, entendía su forma tan correcta de comportarse ante ellos aún siendo un omega de clase baja.
Y no lo malinterpreten, no era algo que él considerara que no fuera posible. Es decir, Naruto sabía que el hecho de pertenecer a alguna clase social, no indicaba que tan educado sea. Aún así, era sorpresivo la manera en la que Itachi se dirigía a él, con frases elocuentes y un porte que le indicaría a cualquiera, que ya había sido educado para ser el omega del duque.
Conoció la historia de sus padres, como se amaron desde un inicio y los problemas que hubo en consecuencia.
Le reafirmó su idea del amor que le tenía a su hermano menor, observando una sonrisa que él consideraba maternal junto a un brillo de tristeza en sus ojos por tenerlo lejos.
Le habló de la relación que tuvo desde niño con su familia materna y expresó cuanto extrañaba a cada uno y aunque Naruto quiso preguntar un poco más por su padre, no estaba seguro de hacerlo.
No lo había visto en su hogar el día en que lo fue a conocer ya que, según su prometido, se encontraba trabajando en otra ciudad. Aún así, podría jurar que por la forma en la que hablaba de él y del cariño que les profesaba a ambos hermanos, era un hecho que era la clase de padre que no consideraba digno a ningún alfa que intente quitarle a sus tesoros.
Apenas si les quedaban restos de la comida en sus platos y aunque no quería levantarse de la mesa para buscar a Kakashi, Itachi sabía que Naruto debía continuar con sus deberes aunque agradecía que se haya tomado un largo tiempo para estar con él. Bien sabía que independientemente de que sea un matrimonio por obligación, siendo que no se enamoraron previamente a comprometerse, Naruto podía pasarlo por alto y seguir con su vida, solo atándose a él con la intención de obtener el heredero que con tanta necesidad le pedían.
Sin embargo, su atención por conocer su pasado, su confianza para hablarle del propio y las sonrisas que le dedicaba, lo hacían agradecerle a cualquier divinidad por haber sido elegido entre la gran cantidad de jóvenes que seguramente se habrían presentado allí para obtener el lugar en el que se encontraba actualmente, cuando bien sabía que si no hubiera sido por el duque, Itachi estaría sentado junto al conde Danzo en ese preciso momento.
—¡Sal de aquí, Kurama!—Los gritos de la cocinera hicieron eco en el silencioso salón, obligando que los presentes volteen la cabeza.
—Debías educar a ese perro, Naruto.—Dijo Minato, apretando el puente de su nariz entre sus dedos.
Itachi abrió sus ojos con un brillo de fascinación en ellos en cuanto vio al animal.
Un can de orejas grandes y caídas, de color gris oscuro y con el hocico de gran tamaño que acompañaba el resto de su cuerpo, salió de la cocina con lo que parecía ser un trozo de pan de cruzaba su boca de lado a lado, masticándolo en el camino mientras movía alegremente su cola de un lado al otro.
En cuanto terminó su comida, pasó su lengua por los bordes relamiéndose ante su amado y pequeño festín y le ladró alegremente a su dueño en cuanto lo vio.
Naruto se paró de su asiento, dispuesto a sacarlo y en cuanto fue a tomar su correa, el animal salió disparado hacia Itachi, sobresaltándolo en el momento en el que sus enormes patas se apoyaron contra su regazo y se elevó por completo, haciéndolo ver pequeño junto a la mascota.
Kurama le ladró una vez más antes de inclinarse sobre la mesa y terminar de devorar lo que quedaba del desayuno del azabache.
—Ven aquí, Kurama.—Pidió Naruto con voz firme.
El animal terminó tan rápido como pudo lo que restaba de comida y se bajó del azabache para caminar hacia su dueño, bajando su cabeza como si supiera que estaba a punto de recibir un regaño.
Naruto lo tomó del collar sin la necesidad de encorvarse para hacer aquel acto y cuando estuvo por salir del gran salón, Kurama ladró una vez más cuando vio ingresar al joven que se suponía, lo debía estar cuidando.
—Lo lamento, alteza.—Respondió el recién llegado.— Apenas llegamos de cazar y ha huido.
—No te preocupes, Konohamaru, todo está bien.—Respondió el rubio palmeando su hombro.— Encárgate de asearlo.—El castaño se inclinó ante su monarca y tomó la animal que salió queriendo robar un nuevo trozo de pan de camino al patio trasero.— Lo lamento.—Habló el duque volviendo sus pasos hacia la mesa.— ¿Te ha hecho daño? —Naruto se acuclilló frente a Itachi, buscando algún rastro de dolor que cruzara por su rostro. Sin embargo, solo se encontró con un brillo cautivador en sus ojos negros.
—Oh, no se preocupe, solo me sorprendió.—Dijo con una sonrisa.— Nunca vi un perro tan grande.
—Es un "Gran Danés".—Respondió Minato.— Aunque es menos educado de lo que debería.—Sus ojos azules se enfocaron en los de su hijo, en un silencioso regaño.
—Es algo bruto, pero es bueno.—Se excusó. Bajó su mirada hacia el kimono de su prometido observando las huellas de suciedad de las patas de su mascota.— Te acompañaré a tu cuarto para que puedas cambiarte y luego te llevaré con Kakashi para comenzar con tus clases.
Itachi tomó la mano que Naruto le extendía y se despidió del rubio omega con una reverencia antes de abandonar el salón.
—Supongo que fue una buena elección.—La voz de Iruka lo hizo sobresaltar y al girarse, solo le sonrió ampliamente.
—¿Verdad que si? —Sujetó las manos del moreno, apretándola entre las suyas con emoción.— Se ven tan lindos juntos que dudo que no haya sido la persona por la que Naruto estuvo esperando.
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Sus ojos se mantenían tan abiertos como le era posible.
La voz del joven hombre de pie frente a él con su libro de páginas amarillentas en mano, sonaba con la suficiente calma como para que sus párpados comenzaran a pesar de un momento a otro e Itachi, admitía que si se lo permitían, le pediría que aparezca en su recámara cada noche hasta el momento de su boda para que le contara cuentos. Podía comprender el porqué a su hermanito le gustaba tanto que él le leyera.
—¿Gusta que hagamos una breve pausa, mi señor?—Itachi parpadeó varias veces antes de asentir.
—Eso me...—Entrecerró sus ojos un momento en un intento por buscar en su memoria la palabra que quería decirle.— Gustaría.—Respondió con una perfecta pronunciación.
Kakashi asintió con una sonrisa de conformidad y se inclinó cuando el menor se levantó de su lugar y caminó hacia la salida. Podía ver el potencial en el jovencito de cabellos negros y a pesar de haberlo visto a punto de dormirse encima de la mesa, ponía su atención en la clase y no olvidaba las lecciones.
Apenas se había cumplido una semana desde que el muchacho había llegado al castillo.
Una semana donde había logrado conocer un poco más de su nuevo hogar, las personas que allí habitaban y había podido tener un acercamiento con Naruto.
La simple salida a la que el duque lo había invitado en su corto tiempo libre, había tenido lugar en las orillas del lago e Itachi, había podido ver una nueva parte del castillo mientras sus pies se sumergían en el agua cristalina.
Apenas tuvieron tiempo para finalizar con la merienda que la cocinera del castillo había preparado a pedidos del duque, antes de que Naruto tuviera que volver a sus deberes.
Aún así, le emocionaba poder continuar conociendo cada vez un poco más a su prometido, tanto de su pasado como del futuro que tenía previsto y sus diferentes facetas, como la que en ese momento se había mostrado tan divertido y con ganas de moverse de un lugar a otro como si fuera un niño.
Itachi saludó con un movimiento de cabeza a Tsunade, la cocinera del duque y una de las persona de confianza, recibiendo una de las tan acostumbradas reverencias que le hacían hacia su persona al ingresar a una habitación. Tomó una rebanada de pan con un trozo de queso que la mujer le extendió en su dirección y salió hacia el patio trasero llevando el alimento a su boca.
Aún le costaba demasiado el acostumbrarse a vivir en aquel lugar y es que, apenas si habían pasado unos cuantos días desde su llegada. Era todo nuevo para él y si bien lo habían educado tan similar a como se educaba al supremo de su país natal, era solo en cuestión de comportamiento.
Y es que, a pesar de la educación "noble" que recibió, bien sabía que en su anterior hogar no podía quedarse sentado con sus brazos cruzados esperando que alguien más hiciera los quehaceres. Por eso mismo, le resultaba complicado no hacer nada más que estudiar, dormir o pasar tiempo con su prometido y el padre del mismo.
Se aburría con facilidad las veces en las que Kakashi le daba un pequeño descanso y Naruto se encontraba revisando sus tareas junto con su padre. Además, si bien las personas que trabajaban en el castillo eran agradables, nadie hablaba japonés y él aún no dominaba completamente sus idiomas.
Extrañaba sentirse acompañado constantemente, pero bien sabía que no quería a cualquier persona allí. Necesitaba estar con su hermano y no había tenido la oportunidad de poder ir a verlo.
De acuerdo a Iruka, sus días y horarios estaban completamente acomodados y era gracias a su maestro, que tenía pequeños momentos de descanso, porque bien sabía que si fuera por el beta, no lo dejaría salir de aquella habitación.
Una joven de cabello castaño se acercó a él en cuanto lo visualizó.
—¿Cómo se encuentra, mi señor? —Preguntó con una amable sonrisa. Itachi respondió devolviendo el gesto y asintió con su cabeza en respuesta.— ¿Gusta que lo acompañe?
La mirada del omega viajó por su alrededor. Podía escuchar a los guardias practicar con las espadas y los gritos de guerra que salían de sus gargantas, a pesar de que se encontraban lo suficientemente alejados como para no ser un estorbo al caminar por el gran jardín.
La risa del duque llegó a sus oídos y pudo distinguirlo jugando junto a su mascota, quien lo perseguía mientras ladraba alegremente.
—Naruto.—Respondió al no estar seguro de como contestarle. Su dedo índice apuntó hacia la dirección en la que el rubio se encontraba.— Estaré allí. Gracias, Izumi.
La joven se inclinó ante él, mientras que el joven se marchaba hacia donde había visto al monarca.
Izumi era una joven beta que había sido asignada como una de sus criadas. No le molestaba su compañía y se sentía cómodo con ella, incluso cuando él se sentaba a leer uno de sus libros en silencio mientras permitía que la dama peine su cabello.
Era una mujer amable y tranquila, además, si bien no podía comunicarse con palabras, al estar a solas solían divertirse apuntando objetos o imitando las acciones que esperaban que el contrario hiciera. Parecían haber encontrado una forma perfecta de poder comunicarse con alguien más.
Aún así e independientemente de que tan bien le cayera la beta, no era de su agrado cuando era ella quien ingresaba para poder ponerle su vestimenta cada mañana.
No había creído correcto en comentárselo al duque, por lo que optó por la segunda opción y la más confiable. Kakashi.
A pesar de haberle comentado lo incómodo que se sentía siempre que Izumi ingresaba a su recámara, el tutor solo le respondió con una sonrisa tranquila y breves palabras.
—"Eres nuestro señor, es su deber."
Y aquello solo le frustraba. ¡Por Kami-sama! Era solo la ropa que debía ponerse y tenía extremidades funcionales para poder lograrlo. Le resultaba suficiente con el hecho de que no emitía palabra cuando Izumi debía acomodar su cabello.
De todas maneras, sabía que debía dejarse si no quería que la criada tuviera problemas con su soberano.
Itachi caminaba con su mirada clava en sus pies aplastando el verde césped. Sus viejos zapatos habían sido reemplazados al igual que algunos de sus kimonos en muy poco tiempo y a pesar de haber descubierto a Iruka pedirle a Kakashi que lo ayude a escoger el mejor atuendo para el omega azabache, fueron Naruto y Minato quienes se negaron, argumentando que no querían que se sintiera incómodo.
—¡Naruto!—Llamó en cuanto se acercó, levantando la vista quedándose congelado ante la imagen del mayor.
El alfa frenó de golpe con su respiración agitada. Su pecho subía y bajaba mientras lo miraba con una sonrisa amable que Itachi no pudo corresponder.
La vista del omega se encontraba fija en los pectorales del rubio que se hinchaban y volvían a la normalidad con rapidez. El sudor recorría la bronceada piel del duque e Itachi no perdió detalle de una pequeña gota de sudor que se deslizaba desde el cuello del alfa, recorriendo el centro de los marcados abdominales, hasta perderse en el borde del sucio pantalón que portaba por haber jugado con su mascota.
Naruto lo miraba expectante, observando el serio rostro de su prometido.
No podía encontrar algún rastro de asombro o agrado en sus facciones y sintiéndose algo incómodo, decidió hablar.
—Estaré esperando pacientemente a que centres tus ojos en los míos.—Bromeó y fue en ese momento, que pudo ver un cambio en el menor.
Itachi elevó su mirada casi asustado por haber sido descubierto inspeccionando el cuerpo de su futuro esposo y al instante, sintió su rostro sudar por el calor que lo había invadido.
Naruto sonrió observando el brillante sonrojo que se había apoderado por completo de su piel. Las manos del azabache se movían ansiosas y antes de que pudiera dar un paso para acercarse, los ojos oscuros se centraron en los suyos.
Ninguno habló y la cálida brisa pudo refrescar un poco el cuerpo del alfa.
Naruto esperaba pacientemente a lo que sea que el menor pudiera llegar a proponerle y solo lograba oír a Kurama correr de un lado al otro mientras ladraba fuertemente, pidiendo por la atención de su dueño.
Perdido en la oscura mirada del omega, frunció el ceño cuando Itachi abrió sus ojos sorprendido y solo sintió un empujón por su espalda haciéndolo caer de cara al suelo.
Su ancha espalda era presionada en dos puntos específicos y podía sentir pequeños piquetes alrededor de aquellas zonas.
—Kurama, bájate ahora mismo.—Pidió Itachi, acercándose al perro.
Dos nuevos ladridos y la presión en el cuerpo de Naruto desapareció por completo, siendo reemplazada por las lamidas que su mascota le daba en su sudoroso rostro.
El omega reprimió su risa en cuanto vio la mitad del rostro de Naruto manchado con tierra. No pensaba faltarle el respeto de aquella manera al duque.
Se acuclilló frente al contrario y como pudo, lo ayudó a incorporarse hasta quedar sentado en su lugar.
—¿Se encuentra bien?
Naruto asintió mientras le dirigía una mala mirada a su perro, quien no parecía importarle siquiera el hecho de haberlo hecho pasar vergüenza frente a su prometido.
—¿Esto no me quita puntos contigo, verdad?—Itachi sonrió.
—No, no lo hace.—Respondió. Miró al can que agitaba su cola con emoción.— Parece que tiene su energía. Usted es divertido y enérgico cuando se encuentra conmigo.
Naruto lo miró con sus ojos brillantes por un breve instante.
—Cuando era niño, mis padres me decían que estos animales son iguales a sus dueños.—Itachi se arrodilló a su lado y dirigió su mano a la cabeza del can que se recostó junto a él.— Me gusta pensar en que es como si... fuéramos nosotros mismos en nuestra versión animal.
La negra mirada viajó desde el alfa hacia el gigante can que lo observaba a su lado, ya cansado y jadeante por el juego que había tenido previamente.
—Creo que eso puede explicar muchas cosas.—Dijo al fin.— Aunque... de acuerdo a nuestro primer desayuno juntos, usted dijo que Kurama era algo bruto, pero era bueno.—Naruto sonrió, apoyando una de sus manos en sus costados quedando un poco más cerca del omega que se encontraba distraído observando al can.— ¿Usted se considera igual?
Itachi volteó a verlo, obligándose a elevar un poco la mirada al ver al alfa a escasos centímetros de su cuerpo.
—Me considero alguien bueno.— Su ojos azules recorrieron el rostro del menor sin perder detalle de sus facciones, de la misma forma en la que se había atrapado más de una vez viéndolo durante largos momentos sin que Uchiha se diera cuenta.— Con respecto a ser bruto... Supongo que tendría que ver en que circunstancias me encuentro. ¿No lo crees?
Itachi tragó saliva con nerviosismo.
El aroma del alfa estaba comenzando a sentirse con más fuerza y no creía que ninguna parte de su cuerpo respondiera a las órdenes que su cerebro les daba.
Naruto lo miraba con una sonrisa de lado, sus ojos azules y brillantes clavados en los suyos, y su cabello rubio alborotado. Una exquisita imagen a la que Itachi, definitivamente, no estaba acostumbrado.
Y es que, a pesar de saber que pronto serían esposos, nunca había llegado hasta aquel acercamiento con el duque. Siempre fueron miradas amables y sonrisas amistosas.
Estaba seguro de que era la primera vez que el joven duque lo observaba de aquella manera tan seductora. Además, podía notar como el alfa permitía que su aroma cubriera el ambiente, como si supiera lo que le provocaba.
—Supongo.—Se obligó a responder.
Naruto soltó el aire con rapidez, acompañando su sonrisa.
—Te invito a cenar solos esta noche.—Dijo de repente.— ¿Aceptas?
Itachi asintió sin creerse capaz de negarse a la petición de su prometido y cuando estuvo a punto de hablar, la voz de su tutor lo interrumpió.
—Mi señor, es hora de continuar.—Dijo Kakashi en cuanto se acercó por detrás y observando como el omega giraba su cabeza hacia el frente con rapidez, reverenció y comenzó a retirarse.—Lo espero dentro.
—Será mejor que vayas.—Naruto retomó la palabra una vez más cuando vio el cabello gris del maestro lo suficientemente alejado.— Iré a asearme y continuaré con mi trabajo. Aún me faltan documentos que revisar y mi tiempo de descanso también acabó.—Tomó las manos de Itachi y lo ayudó a levantarse.— Te buscaré por tu cuarto esta noche.—Apretó con suavidad las manos del contrario entre las suyas y se acercó al azabache para depositar un pequeño beso en su mejilla.
Con una última sonrisa, Naruto se alejó de regreso hacia el interior del castillo llevando consigo a su mascota y dejando atrás a un avergonzado Itachi que sentía su rostro arder y su corazón palpitar en sus oídos.
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Sus manos sudaban por el nerviosismo y sus ojos no se despegaban de su reflejo en el espejo de pie.
Izumi había elegido un kimono color vino con detalles dorados en los bordes. Las zapatillas del mismo color que la decoración de su prenda, se encontraban impecables.
Kakashi lo observaba sentado en el asiento de su escritorio a sus espaldas con una sonrisa surcando su rostro.
—¿Se encuentra bien, mi señor? —Preguntó mientras veía como la criada trenzaba parte de su cabello y lo ataba detrás, dejando los acostumbrados mechones al frente.
—Supongo que estoy algo nervioso por el acontecimiento.—Respondió frunciendo el ceño.
Kakashi se dedicó a mostrarle una sonrisa antes de levantarse de su asiento.
Se acercó con lentitud y observó la imagen de su señor en el objeto.
—Se ve hermoso y no tiene porqué sentirse nervioso. Después de todo, es su futuro esposo.
Itachi asintió. Claro que era su futuro esposo y eso lo tenía perfectamente claro.
Sin embargo, con lo que había ocurrido antes de su regreso a clases de idioma, no podía dejar de pensar en qué haría si volvía a actuar de aquella manera.
No es que no le gustara o siquiera, que le molestara el hecho de que intentara seducirlo. Bien sabía que tarde o temprano debían comenzar una relación real.
Aún así, le costaba verlo como a una pareja cuando durante su corto tiempo en el castillo, el duque lo había tratado más como a un amigo cercano que como a su prometido.
Entendía que desde un inicio, estaba priorizando el conocerse antes de unirse frente a su Dios y todo ello estaba bien para él. Ya pronto tendría el tiempo de meter en su cabeza que ese apuesto alfa se convertiría en su esposo y tendría un trato diferente al que tuvo hasta ese momento.
Sin embargo, el hecho de que el duque lo tratara como a un amigo para que de un momento al otro estuviera a punto de besarlo, era lo que lo inquietaba.
Claro está que si hubiera ocurrido, él estaba seguro de no haberse negado. Sin saber realmente si era por la atracción que había comenzado a sentir por el alfa o por el hecho de que en ese momento, su aroma había comenzado a presentarse con toda la fuerza que le fue posible.
Aparte de solo tomar sus manos, Naruto no había hecho nada que pudiera hacerlo sentirse presionado.
Quizás podía ser por el simple hecho de no haber experimentado nunca lo que era tener una pareja, quizás porque se había acostumbrado a su constante trato amable sin segundas intenciones.
—Adelante, alteza.— La voz de Kakashi lo hizo voltear hacia la puerta, encontrándose con un sonriente alfa que lo miraba a la espera de que llegara a él.
Sin querer hacerlo esperar más, caminó hacia el mayor y tomó la mano que le extendía en su dirección. Naruto besó el dorso de su mano antes de colocarla al rededor de su brazo para salir del cuarto.
Itachi hubiera esperado bajar las escaleras de piedra que se encontraban cubiertas por una alfombra, sin embargo, el rubio continuó su camino hacia el otro extremo del largo pasillo. Aquel donde se encontraban algunos guardias armados custodiando la entrada al siguiente cuarto.
La puerta fue abierta para ellos e Itachi no pudo evitar sentir el fuerte aroma del alfa que se alojaba allí dentro. Sus mejillas se sonrojaron y es que no había sentido su aroma lo suficientemente fuerte al estar en espacios abiertos o por el simple hecho, de que Naruto solía reprimirlo.
Las velas iluminaban gran parte de la habitación, permitiéndole ver la cama matrimonial ubicada en el centro del cuarto, justo dentro de una pequeña sección que se dividía del resto del lugar por largas cortinas doradas que se ataban a los extremos.
La alfombra afelpada con sus dibujos en patrones cuadrados y rectangulares, cubría la mayor parte del suelo.
Los sillones aterciopelados se encontraban a un lado al igual que el espejo de pie de oro pulido.
Sin embargo, en el centro de la habitación, se encontraba un gran espacio que le indicaba que algún objeto había sido quitado de su lugar.
—Cenaremos fuera.—Comentó el duque y sin soltar su mano lo guio hacia el balcón al cual tenían acceso al mantener un ventanal de doble hoja, completamente abierto.
Las criadas que no había visto, se inclinaron ante ambos y salieron del cuarto en cuanto su monarca se los pidió.
La noche se encontraba despejada, la luna a punto de llegar a su fase llena y la gran cantidad de estrellas que brillaban fuertemente, hacían que la noche fuera perfecta y si bien se sentía el fresco ambiente, las copas de los árboles apenas se movían.
Itachi fue guiado hacia su lugar, sonriendo como agradecimiento al acto de caballerosidad que Naruto tuvo con él al momento de alejar el sillón de la mesa.
—Espero que te guste la cena.—Comentó para romper el silencio.— Tsunade se ha esforzado porque todo quede perfecto.
—Todo lo que prepara le queda delicioso, así que no lo dudo.
Sus ojos negros se enfocaron en las manos de Naruto cuando lo vio cortar un trozo de pan junto al queso que se encontraba a su lado y al instante, lo extendió en su dirección.
Lo tomó tras un agradecimiento y esperó pacientemente a que termine de cortar su porción antes de comenzar a comer.
Aquella situación le resultaba extraña, siendo que bien sabía que en los momentos en los que se encontrara a solas con su esposo, era normal si le pedía que él lo alimente. No era algo que le gustara pensar que haría o siquiera, disfrutaría, pero era claro que no podía negarse a sus peticiones.
Quizás era por el hecho de que aún no se encontraban casados, sino comprometidos o también, podía ser que esa costumbre simplemente la siguieran en su país natal, pues Kakashi en ningún momento le comentó lo que debía hacer en dicho caso.
—¿No comerás? —La voz del alfa lo sacó de su trance y se vio obligado a quitar su mirada perdida del trozo de pan que el duque ya había dejado.
Miró con atención que la porción del contrario se encontraba intacta, no comprendiendo correctamente el porqué de la pregunta cuando él ni siquiera había comenzado.
Aún así, llevó su comida a la boca y saboreó el bocado sintiendo lo crujiente del pan recién horneado junto al queso salado, bajo la curiosa mirada del mayor.
—Está delicioso.—Habló luego de tragar.
Naruto asintió con un suave cabeceo y comenzó a comer también.
Le resultaba intrigante la forma en la que el joven había sido educado, tan distinto a él.
Sabía que las costumbres en Japón no eran las mismas que en Luxemburgo. Sin embargo, notaba que había demasiadas cosas en las cuales Itachi parecía hacer incluso sin darse cuenta.
—¿Quieres agua o vino? —Preguntó apuntando ambas botellas de cristales transparentes que se ubicaban a su lado.
—Creo que vino está bien, le agradezco.
Y nuevamente el silencio inundó el ambiente mientras que el duque llenaba la copa plateada de su prometido.
—Cuéntame como fuiste educado en tu país.—Pidió con amabilidad, comenzando a cortar la carne guisada que se encontraba en su plato.
Itachi tomó su copa, sosteniéndola entre sus manos y bebiendo un poco sintiendo el suave sabor del alcohol y la dulzura de la fruta.
—Ciertamente hay demasiadas costumbres aquí que me resultan extrañas en cuanto a la compañía de pareja.—Comentó dejando el objeto frente a él.— Como el hecho de que usted sea quien me ofrezca la comida y yo no ser quien lo alimente, o que espere a que yo sea el primero en comer. Que acceda a que me siente en la mesa con usted aún cuando estamos en compañía de alguien más, también es algo que no suele hacer la "alta sociedad" en Japón.—Naruto lo miró con una ceja alzada.— Hay demasiadas prohibiciones para los omegas, pero supongo que es algo a lo que uno termina por acostumbrarse.
Naruto sonrió, tomando la copa con vino frente a su plato y llevándosela a los labios. Antes de beber, habló.
—No es por desprestigiar su educación, pero creo que si me encuentro acompañado de mis hombres o quien sea, me gustaría que vean que tengo a mi lado a un hermoso omega.—Bebió del líquido con la intención de no sonreír al ver las mejillas sonrojadas del azabache.— Por otro lado, no me molesta que comiences a comer tu primero y con respecto a alimentarme, quizás podríamos intentarlo en una que otra ocasión.
Itachi lo escuchó con atención, pudiendo percibir la segunda intención que había en aquellas palabras. Quizás era solo su mente jugándole una broma o quizás no, no estaba seguro. Sin embargo, el brillo de diversión en los ojos azules que lo miraban mientras llevaba un trozo de carne a sus labios, lo hacía dudar de ello.
Tendría que aceptar en su cabeza aquella opción. Después de todo, por como lo había preparado su madre para ese momento, no tendría que siquiera sentir pena. Bien sabía que era su trabajo como el omega de un alfa.
Aún así, sentía sus mejillas arder al no lograr convencerse de que el alfa solo lo podría estar diciendo de manera inocente.
Tomó nuevamente su copa y bebió otro sorbo de su bebida.
—¿Por cierto, cuándo es tu celo?
La pregunta no solo lo avergonzó, sino que lo sorprendió. Naruto se levantó al instante de su lugar cuando Itachi comenzó a toser sin parar al sentir que el líquido se había desviado de su lugar y le dio pequeños golpes en su espalda.
—¿Disculpe? —Preguntó con voz rasposa.
Si ese alfa solo había preparado esa cena para hacerlo pasar vergüenza, lo estaba consiguiendo a la perfección.
—¿Dije algo malo? —Preguntó inocentemente cuando volvió a su sitio.— Realmente creo que es importante que lo sepa, además, no es como si fueras el único omega que entra en celo ¿No crees? Es algo natural para tu casta, como también lo es para la mía.
Itachi lo miraba con los ojos bien abiertos sin saber que responder realmente. Como bien había dicho el duque, era normal para ambos, pero eso no significaba que lo tuviera que andar ventilando.
Suficiente vergüenza sentía que pasaba con su familia cuando debía quedarse días encerrado en su habitación y luego salir como si nada hubiera pasado.
—Es solo que... No esperaba que lo preguntara como si nada.
Naruto sonrió divertido.
—Bien, recordemos.—Limpió sus labios con un trozo de tela blanca y fijó sus ojos azules en los contrarios.— Ahora eres mi prometido y pronto serás mi esposo. Como acabo de decir, es algo normal para ambos y creo que debo estar preparado para cuando ese momento llegue.
Itachi giró su mirada hacia el patio del castillo que era iluminado por las antorchas que recorrían el sendero hacia el interior del lugar.
Sentía su rostro a punto de estallar y sus manos se encontraban sudorosas.
—En siete días.—Respondió en un susurro.
Naruto tarareó.
—Bien... ¿Y cuánto dura?
—¡Oh, por Kami!—El duque soltó el aire con una sonrisa. Nunca habría creído verlo perder la compostura, pero le divertía aquello.— Tres días.—Respondió con voz cansina.
Naruto se levantó de su lugar y se acercó a su cama bajo la mirada curiosa del azabache, buscando debajo de su almohada y sacando de allí una pequeña caja de madera.
Volvió hacia el exterior e hincándose en una rodilla, elevó su mano y esperó pacientemente a que Itachi la tomara.
—No había tenido la oportunidad de darte un anillo.—Dijo el duque. Itachi lo miró entre confundido por el cambio de tema y maravillado en cuanto lo vio abrir la caja.— La situación no se dio como se hubiera esperado, pero no me arrepiento de haberte convertido en mi prometido y futuro esposo.—Deslizó la sortija por el dedo anular del omega y besó el dorso de su mano.— Y teniendo en cuenta que no sabemos con exactitud el momento del día en el que llegará tu celo, nos casaremos en seis días para festejar con nuestra gente y poder tomarte en cuanto estés listo.—Y con esas palabras, Itachi vio morir el romanticismo con el que el alfa le estaba hablando.
Aún así y con su rostro en una elevada temperatura, asintió con una sonrisa mientras lo veía besar una vez más su mano antes de levantarse y depositar un beso en su frente.
Naruto volvió a tomar asiento frente a él e Itachi, no lograba despegar su mirada de aquel anillo de oro con una piedra de topacio azul, tan claro que competía con los ojos del duque.
Ya había visto al alfa con diferentes tipos de joyas en sus dedos y de vez en cuando, siempre que Naruto no portara su acostumbrado atuendo ajustado, podía apreciar el collar de oro que según le había comentado, fue un regalo de su madre.
—Le agradezco por este obsequio.—Naruto sonrió.— Aunque no debería haberse molestado.
—No fue una molestia, serás mi omega y como tal, mereces todo lo que me sea posible darte.—Itachi apresó su labio inferior entre sus dientes, conteniendo una sonrisa emocionada.— Dime... ¿Hay algo que busques y yo pueda otorgarte?
Los ojos oscuros se enfocaron por un momento en la mesa antes de volver hacia el hombre que esperaba por su respuesta.
Naruto sonrió al ver la mirada determinada en aquel joven y al saber la respuesta, su alfa no pudo más que solo regocijarse al estar completamente seguro de no haberse equivocado con él.
—Deseo ver a mi hermano.—Habló con claridad y parecía no estar dispuesto a recibir una negativa.
Estiró su mano y tomó la mano en la que el omega ahora portaba el anillo de compromiso. Acarició con suavidad sus nudillos mientras sentía el suave apretón que el contrario le daba.
—Mañana mismo pediré que preparen el carruaje para llevarte.—Comentó. Itachi sonrió reforzando el agarre.— Le pediré a Iruka y a Kakashi que te acompañen junto con algunos guardias.—La puerta fue golpeada con suavidad, haciendo que ambos se levanten de sus lugares.— Saldrás mañana temprano ¿Está bien para ti?
Itachi asintió con emoción contenida. Sentía que si se dejaba llevar, comenzaría a saltar al rededor del duque sin vergüenza alguna.
—Le agradezco.
Las manos de Naruto se colocaron sobre sus suaves mejillas y con una dulce sonrisa habló.
—No me debes agradecer, te lo he dicho, mereces todo lo que me sea posible darte.—Los ojos negros del menor brillaron con alegría y llevó sus manos hacia las del duque para mantenerlas en sus lugares por un momento.— Y por favor, ya no me trates de usted.
Itachi asintió y se elevó en la punta de sus pies para depositar un corto beso en la mejilla del alfa.
—A pesar de que me lo has dicho, te agradezco por todo. Incluso por la cena, estuvo maravillosa.
El omega caminó hacia la puerta, despidiéndose del duque con una reverencia antes de salir de la habitación.
Por otro lado, Naruto solo caminó hacia su cama y se recostó en ella con una sonrisa que amenazaba con agrandarse cada vez más.
El suave calor en su pecho lo emocionaba y su alfa estaba realmente complacido con el acercamiento que había tenido con el joven.
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Primero que nada, tenía pensado escribir por la tarde y dejarlo listo, pero tuve un día muy ajetreado.
Por otro lado, les deseo un feliz San Valentín y si bien ya pasó la fecha, mejor tarde que nunca.
Kakashi miraba incrédulo el hogar que en un pasado, le perteneció a quien se convertiría en el esposo del duque.
Aquella fachada destartalada y despintada, la había visto en los lugares más bajos del ducado y si bien ya le parecía conocer perfectamente a Itachi, no podía evitar pensar en como había sido posible que alguien de su clase social supiera tanto sobre los modales de los de alta alcurnia.
Claro que aquello no iba a expresarlo en palabras, aún cuando sabía la educación que su señor tuvo. No era una persona que juzgue a los demás, pero el conocimiento entre una sociedad y otra, eran demasiado diferentes entre si.
Una mujer de cabello largo y oscuro, abrió la puerta con su rostro marcado por un ceño fruncido y fue el mismo Kakashi, quien sostuvo el brazo del azabache al ver sus intenciones por inclinarse ante su madre.
—¿Qué haces aquí? —La voz de la dama salió con firmeza.— ¿Por qué no estás en el castillo con tu prometido? ¿Le causaste algún problema?
Itachi parpadeó algo aturdido por el arrebato de su madre. Sin embargo, mantuvo su silencio cuando escuchó a Kakashi carraspear.
—Buenos días, señora.—La fémina cambió su mirada hacia el joven de cabello plateado que hablaba su idioma natal.— Nuestro señor deseaba visitar a su familia y por órdenes de su alteza, lo hemos acompañado.
Mikoto se inclinó hacia el frente de manera exagerada, mostrándole su respeto hacia los hombres que acompañaban a su hijo, más que a su primogénito.
—Lamento mucho la confusión.—Dijo finalmente.
Al incorporarse, volteó a ver hacia el inicio de las escaleras aún sin permitirle el paso a Itachi.
—Quiero ver a Sasuke.—Comentó con suavidad.
Mikoto ajustó el agarre en la puerta de entrada y fijó sus ojos oscuros en los del menor.
—No está, pero le diré que viniste.—La confusión en el rostro de su hijo, fue lo que necesitó para excusarse con rapidez.— Está jugando con un amigo, pero le diré que viniste.—Repitió.
Nerviosismo.
Aquello fue lo que sintió el único alfa que había acompañado a los visitantes como protección.
Sus ojos negros se enfocaron en la fémina, estudiando cada rasgo que pudiera advertirle sobre su emoción.
Su labio inferior era apresado con fuerza, sus hombros se notaban rígidos y por si fuera poco, sus ojos estaban lejos del rostro de su señor.
Estaba mintiendo.
—Sasuke no tiene amigos, madre.—Itachi, quien mantenía sus manos a sus espaldas, comenzó a apretarlas con la suficiente fuerza como para dejar sus uñas marcadas en sus palmas.— Y nunca ha salido solo.
—Pues lo ha hecho ahora.—Contrarrestó exaltada.— Quería a alguien con quien jugar cuando no estabas aquí. Puedes irte, le diré que has venido.
Iruka apretó su brazo con suavidad y sin mencionar palabra al notar el gesto cargado de tristeza de su próximo líder, lo acompañó de regreso al carruaje.
La puerta rechinó cuando Mikoto comenzó a cerrarla, siendo interrumpida por la mano del omega de cabello plateado.
—La boda de su alteza y nuestro señor, se realizará en cinco días.—Comentó.— Pronto le llegará la invitación al evento.—La mujer asintió con una suave sonrisa.— Y por favor, se comportará con su hijo de la misma forma en la que lo hará el resto del ducado. No olvide que es el prometido del duque y prontamente su esposo. Aún si es su madre, no puede darse tantas libertades como lo ha hecho hoy. Con permiso.
Mikoto abrió su boca para hablar y aún así, sus palabras quedaron atoradas en su garganta cuando vio al omega enrollar su brazo en el del guardia y comenzar a caminar hacia el carruaje.
Kakashi no tenía porqué decirle que sus palabras fueron una tontería inventada en el momento.
Ni siquiera el padre del duque lo trataba con formalismos. Sin embargo, le había desagradado la forma en la que esa mujer le había hablado. Culpándolo de algo o tratando de alejarlo sin escuchar la razón de su presencia.
°
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El viaje había sido silencioso y algo tenso. Kakashi no tenía idea de que decir para consolar al menor e Iruka, si bien no había logrado comprender lo que habían dicho en el antiguo hogar del joven, sabía que no había sido bueno al ver la mirada baja del contrario.
—Hemos llegado.
El anuncio del guardia los sacó de sus pensamientos y bajaron del vehículo, observando al menor de los presentes como se dirigía hacia el interior del castillo sin mencionar palabra.
—Luego me contarás que ocurrió.—Habló el beta.— Y tendrás que comentárselo a su alteza, por el momento debo retirarme.
Kakashi soltó un suspiro cuando sintió los brazos del guardia rodear su cintura.
—¿Qué planeas hacer? —Su nariz se hundió en el cuello del omega, sintiendo el aroma que tanto le gustaba.— Sabes perfectamente que estaba mintiendo.
—Lo se, pero no tengo idea del porqué.—Respondió a la pregunta.— No tuvo problemas en acusarle de haberle causado problemas al duque y si, se que no puede ser nombrada la madre del año.—Giró sobre su lugar para quedar de frente al alfa.— Pero que no lo deje ver a su hermano me resulta demasiado tortuoso para nuestro señor, Obito... ¿Cuál fue la finalidad de negárselo?
El alfa elevó sus hombros sin saber que responder a su pregunta y comenzó a caminar hacia el interior del castillo.
Acompañó a su esposo hacia la oficina del duque y él se alejó en busca de sus hombres para comenzar a entrenar.
Podía sentirse el fuerte olor a tristeza en el ambiente que emanaba el omega. El chico no se preocupaba en ocultarlo y bien sabía, que el siguiente aroma que se presentase iba a ser el de la ira de Naruto al saber la situación.
Kakashi golpeó la gruesa puerta de madera e ingresó al lugar luego de escuchar la voz del alfa permitiéndole el acceso, haciendo una reverencia en cuanto lo vio.
Tanto el duque como su padre, lo observaron confundidos al verlo en el castillo tan pronto.
Naruto dejó los documentos y se acercó con prisa hacia el omega que había sido su tutor.
—¿Qué ocurrió? —Preguntó el duque.— ¿Trajeron al pequeño?
—No, su alteza, su madre dijo que no estaba.—Habló con voz clara.— Aún así, estoy seguro de que nuestro señor se dio cuenta de la mentira.
Cuanto más hablaba Kakashi, el aroma de Naruto comenzaba a intensificarse.
Minato presionaba el brazo de su hijo temiendo que diera un paso fuera de la oficina para llegar junto a esa mujer.
—¿Cuáles son las probabilidades de que Itachi se deprima?
La pregunta confundió a ambos omegas por igual siendo que era bien sabido lo que le ocurría a un omega en cuanto era separado de su hijo.
La tristeza comenzaba poco a poco al recibir la negación por ver a su cachorro y en la mayoría de los casos, era casi imposible que los omegas salieran de la depresión en la que caían.
Sin embargo, Sasuke no era hijo de Itachi y ninguno estaba seguro sobre como reaccionaría el azabache al final del día. No podían comparar el ser alejados de un hermano a serlo de su propio cachorro.
—No estoy seguro, cariño.—Respondió Minato.— Puede ser triste para él, pero no creo que llegue al punto de deprimirse. El lazo de un omega con su cachorro no creo que pueda ser comparado con un lazo de hermanos. En cierto caso, no creo que ningún ser pueda alejarse de su familia si ese sería el resultado.
Naruto negó repetidas veces.
—No lo entiendes, padre.—Sus manos fueron a parar a su cabello, despeinándolo aún más.— Él lo ve como a su hijo ¿Eso puede cambiar las cosas o los omegas solo crean esos lazos con sus hijos de sangre?
Minato negó con su cabeza y apresó su labio inferior algo ansioso.
—No lo creo. Muchos omegas han tomado bajo su protección y cuidado a cachorros que no les pertenecían y el resultado es el mismo.—Naruto lo vio esperando que confirme a sus palabras.— Supongo que si Itachi lo ve de esa manera, puede que entonces actúe de la misma manera que un padre. En dicho caso, me preocupa si tenemos en cuenta que también se suma el lazo que los une como hermanos.
Naruto salió de la habitación y se dirigió hacia el cuarto en el que sabía que se encontraba su prometido.
—¿Usted cree que todo esté bien?—Preguntó Kakashi.
—Estoy seguro de que si.—Respondió el rubio.— Naruto no permitirá que nada malo le pase. Lo que podría preocuparme un poco es saber de qué manera lograría eso.
Kakashi asintió.
—Aún así, no puedo entender como es que nuestro señor se encuentra en este estado y en su momento, su madre no fue capaz de abrazarlo.
Minato se acercó al escritorio una vez más y tomó los documentos que había dejado para comenzar nuevamente.
—Ella lo vendió a mi hijo sin remordimiento.—Habló con molestia.— Y lo había entregado al conde Danzo en un inicio. Creo que ya nada me sorprende de esa mujer, aún sin conocerla.
°
Golpeó la puerta y a pesar de no oír nada del interior, ingresó al lugar encontrándose con el azabache de pie observando el paisaje a través de la ventana.
—¿Itachi?—Lo llamó con voz suave, recibiendo un sonido que el contrario había hecho con su garganta para demostrarle que tenía su atención.— ¿Cómo te encuentras?
Naruto se acercó con cautela, oliendo el aroma de la tristeza que desprendía el cuerpo del azabache.
Se colocó detrás de él y con algo de duda, rodeó la cintura del contrario y se inclinó hacia adelante para recostar su cabeza en el hombro del omega.
Quería olfatear aquel aroma a chocolate y té de hierbas que tanto le gustaban del joven. Sin embargo, solo encontraba su profunda tristeza que bien sabía, si se encontraba marcado, el duque la sentiría con mayor intensidad.
No prestó atención a nada más en cuanto vio de reojo las lágrimas bajar por las blancas y suaves mejillas del chico.
No le importó la posición en la que se encontraban a pesar de no tener la suficiente confianza con el menor, ni tampoco pensó en si el azabache pudiera sentirse incómodo con aquel toque tan íntimo.
Nada pasaba por su cabeza más que el hecho de saber que aquel chico se encontraba sufriendo.
—Me mintió.—Respondió con voz quebrada.— Tenía la ilusión de verlo hoy y no me lo permitió.
El alfa lo giró y lo apresó entre sus brazos con firmeza, sintiendo la calidez del rostro de Itachi al hundirse en su pecho, a través de su fina camisa.
Sus manos acariciaron con suavidad el largo y negro cabello del chico, y aún cuando no había podido lograr desaparecer su ira, se obligó a dejar salir sus feromonas buscando calmarlo.
Sabía que aquello era lo que más necesitaba en esos momentos y no estar lidiando con un alfa molesto por no conseguir lo que le había prometido.
Lo guio hacia la cama y se recostó en ella con el joven aún aferrado a su cuerpo.
Naruto sintió el dolor en su pecho cuando escuchó el sollozo que el omega estaba tratando de evitar y no supo hacer más que apretarlo contra su cuerpo y permitir que Itachi escondiera su rostro en la unión de su cuello en busca del aroma que lo tranquilizaba.
—Lo traeré ante ti.—Dijo el duque en un susurro.— Te lo prometo.
°
—¡Madara!
El alfa aferró con fuerza sus manos a la taza de té que estaba llevando a su boca y giró su cabeza en la dirección en la que había escuchado la fuerte voz de su hermano.
Izuna ingresaba al comedor con una sonrisa de oreja a oreja.
—Tu corazón debe estar latiendo demasiado rápido.—Comentó con tranquilidad aún cuando mantenía su ceño fruncido.— Relájate y bebe un poco de té.
Izuna negó con su cabeza y se arrodilló junto a su hermano, golpeando sus rodillas con fuerza en el suelo, logrando que el mayor hiciera una mueca ante el dolor que parecía no haber sentido.
—No hay tiempo para esa cosas.—Habló emocionado.— Tienen información de nuestra familia. Los han encontrado.
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Naruto llevó una de sus manos a su boca mientras mantenía su vista fija en las escaleras. A su lado, Minato observaba con aburrimiento los colores de las telas que habían escogido para la decoración de la boda.
No es que al omega no le emocionara que su hijo contrajera matrimonio, pero podía sentirse en el tenso ambiente que no era el momento y el hecho de encontrarse verificando los colores de las telas suaves y finas, no era su trabajo más importante. Se las habían entregado como si no fueran los mismos colores sosos y aburridos que estuvieron en su casamiento, o en el de sus padres e incluso, podía recordar que en el de sus abuelos también. Colores claros y reglamentarios para los duques.
—¿No crees que sería buena idea posponer la boda? —Preguntó el mayor, mirando con cautela a su hijo en cuanto puso sus ojos azules en su persona.
Naruto tensionó su mandíbula y se recostó contra el respaldo de su mullido sillón, restregando su rostro con sus manos como un gesto cansino.
—No lo creo.—Respondió soltando un suspiro.— No quiero correr riesgo a que su madre lo aleje como si fuera un maldito objeto que puede entregar a cualquiera.—Minato lo miró por un instante y Naruto se obligó a sonreír en modo de disculpa ante su lenguaje.— Solo quiero asegurarme de que él permanecerá aquí y cuanto antes lo marque, mejor.
El omega retiró las telas con fastidio y acercó su sillón un poco más hacia el de su hijo. Naruto supo que estaba igual de preocupado que él. Podía leer el miedo en los ojos azules del mayor.
—Me siento mal por no acompañarlo. No ha salido de su cuarto más que para tener sus clases con Kakashi, pero quiero darle tiempo.—Susurró su padre.— Solo no dejes que lo invada la tristeza, cariño.—Naruto asintió.
No quería que aquel chico caiga en la depresión a la que la mayoría de los omegas, si no es que todos, llegaban al verse obligados a alejarse de sus hijos.
Era la primera vez que podía presenciar un caso como el de su prometido, donde él se sentía un padre para su hermano.
No estaba seguro de que relación había tenido con su madre los últimos años, pero bien sabía que por la forma en la que lo trataba, no era nada buena.
¿Con Sasuke sería igual?
No iba a negar que aquella pregunta llegaba a aterrarlo. El pequeño tenía apenas siete años y no quería pensar en la vida de mierda que podría estar llevando.
Por otro lado, le entristecía la sola idea de pensar en que si Itachi se sentía como un padre para su hermanito, significaba que su madre no se encontraba haciendo un buen trabajo.
Demasiada responsabilidad recaía sobre los hombros de alguien que apenas comenzaba a ser un adulto o siquiera, se hacía idea de ello.
Minato se sobresaltó cuando su hijo se levantó de su asiento con brusquedad.
—Iré a buscarlo ahora.—Dijo decidido.— Esa mujer no podrá negarse.
—Alteza.—La sirvienta de cabellos rosados se presentó ante él con una reverencia.— El padre Yuto desea verlo para continuar con los preparativos de su unión.
La chica se vio obligada a esconder la sonrisa que quería asomar en sus labios cuando vio a padre e hijo girar sus ojos con hastío. Naruto era idéntico a Minato y ella no podía encontrar algo en el rostro del duque, que le indicara que rasgos había heredado de su madre más allá de su carácter.
Minato era un omega tranquilo y amable. Y a pesar de que su estatura era promedio a la de cualquier otro omega, se veía mucho más frágil y delicado. Quizás por su forma tan grácil de moverse dentro del castillo o los delicados gestos que hacía con sus manos e incluso, al momento de sostener las manos de su hijo, se podía notar la suavidad con las que las presionaba a menos que se encuentre emocionado. Iruka podía afirmar como había experimentado el fuerte dolor cuando Minato se había emocionado por lo ocurrido con su hijo e Itachi y de hecho, había imaginado su mano quebrada en distintos pedazos.
Kushina, su difunta esposa, era alta. Su carácter amable, pero algo temerario, hacía que hasta los guardias sintieran el deseo de ponerse a la defensiva por miedo a un inminente ataque. Era una alfa bastante impulsiva y gritona, demostrando siempre una efusividad que, se podría confirmar, era difícil de encontrar en el resto del ducado.
Naruto era como la combinación perfecta de ambos. Un alfa alto y musculoso, de cabello rubio al igual que su padre y sus mismos ojos azules.
Había demostrado siempre un carácter impulsivo y de pequeño, solía divertir a los sirvientes con los gritos emocionados durante sus juegos o contándoles historias cada vez que tenía un poco de tiempo libre. Se movía por todos lados como si fuera un pequeño cachorro que debía gastar energía para no romper todo a su paso de un solo mordisco.
Sin embargo, en cuanto tomó el ducado a la corta edad de dieciocho años, su carácter se vio obligado a mermar.
Un duque era serio cuando la situación lo requería y aunque no sea el caso, no podía continuar viviendo como si fuera un explorador, buscando cualquier cosa que le diera la excusa para salir del castillo sin ninguna tarea de por medio.
Naruto se había vuelto una persona seria, más temerario que su propia madre y más exigente con respecto a lo que quería en su ducado. Aún así, la amabilidad con la que ambos padres lo habían educado, aún permanecía arraigada a él sin la opción a desaparecer.
—¿Puedes ir tú, padre? —Preguntó casi en un ruego.
Quería marcharse lo antes posible y ansiaba poder traer al chiquillo por el que su prometido tanto pedía.
—Lo siento, alteza, pero quiere hablar sobre los votos que dirá en el altar.—Habló la joven.
¿Votos? ¿Para qué? Apenas y conocía a Itachi lo suficiente. No es que no quería que fuera una ocasión especial para el omega. ¡Vamos! Solo se casarían una vez en la vida, pero no podía llegar al altar y decir "te amo" mientras lo sostenía de las manos.
¿Le gustaba? Por supuesto que si. Se sentía encantado por la belleza del joven azabache y hechizado por su manera de sentir. Sin embargo, no podía afirmar que se encontraba enamorado y es que, bien sabía, aquel sentimiento no llegaba de la noche a la mañana.
Se había ocupado junto a su padre de la mayoría de los preparativos, aún cuando a él no le correspondía. No quería molestar a Itachi con esas cosas cuando el chico no se encontraba en el mejor momento.
Aún así, intentaba que todo saliera lo mejor posible y que sea lo suficiente como para que al menos, Itachi y él quisieran contárselo a sus cachorros en algún punto de sus vidas.
—No habrá votos.—Respondió, buscando la paciencia para no perder la compostura y lanzarse a correr por el castillo en busca de un caballo.
—¡¿Cómo que no?!—Minato preguntó y por sus gestos, parecía igual de horrorizado que la joven frente a ellos.— No puedes no decir tus votos matrimoniales en tu boda.
—¿Qué se supone que debo decir?—Se removió algo incómodo por la mirada incrédula de su padre.— No creo que haya un fuerte sentimiento entre nosotros por como ocurrió la situación y eso lo sabes bien, padre.
Un suspiro escapó de los labios de Minato a la vez que apretaba el puente de su nariz con dos dedos.
—No es solo presentarte ante tu pareja y decirle tus sentimiento. Teniendo en cuenta que no se conocieron previamente, no puedes mentir frente a las deidades.—Minato sujetó uno de los brazos de su hijo y frotó su mano de arriba hacia abajo en muestra de apoyo.— Son promesas que realizarás tú para él.—Explicó.— Como prometer protegerlo o hacerlo feliz y esas cosas, pero debes estar seguro de hacerlo. El padre Yuto te ayudará con eso.
Naruto se contuvo de dar un fuerte pisotón al suelo como berrinche y sujetó la mano de su padre que rodeaba su brazo.
—¿No puede ser en otra ocasión? —Preguntó con la esperanza de que Minato acceda.— Si voy primero a ver a Sasuke, podría ir con Itachi en busca del padre Yuto. ¿Qué te parece?
—Se supone que Itachi no puede saber tus votos antes de la boda, así que no.—Habló con firmeza.— Ve con el padre y soluciona esto. Cada vez falta menos para tu boda y luego no tendrás el tiempo necesario.—Palmeó con suavidad el hombro de su hijo cuando lo escuchó bufar con fastidio.— Cuando termines, puedes ir por el pequeño. Ahora, largo.
Naruto le dedicó una mirada molesta a su progenitor, quien miraba sus uñas ignorándolo, importándole poco el sentimiento negativo que desprendía hacia su persona.
Salió de la habitación murmurando sobre como era posible que un omega tan pequeño, pudiera mandarlo a hacer lo que le pedía con tanta facilidad.
Minato sonrió divertido escuchando como su unigénito seguía soltando un poco de veneno por verse obligado a cumplir con el padre que oficiaría la ceremonia.
Caminó hacia las escaleras y subió decidido con un destino en mente.
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Los golpeteos en la gruesa madera sonaron lo suficientemente altos como para sacarlo de sus pensamientos.
Itachi se levantó de su cama y se acercó a la entrada, abriendo con tranquilidad hasta encontrarse con la figura de Minato que lo veía con una sonrisa de labios sellados.
Antes de que pudiera reverenciar, el rubio lo atrajo hacia él y envolvió sus brazos al rededor del cuerpo del contrario.
—Lamento no haber venido antes, pero creí que querrías estar solo.
Itachi giró su cabeza de un lado a otro, limpiando sus lágrimas sutilmente en el hombro del mayor.
Se alejó para permitirle el acceso y él se dirigió hacia el escritorio donde permanecía el jarrón con agua que le habían llevado las criadas.
—No he estado solo de todas formas.—Comentó sirviendo el líquido dentro de las copas.— Naruto ha estado acompañándome este tiempo y se lo agradezco.
Minato lo miró con pesar. No podría decir que comprendía lo que sentía, pues jamás había pasado por una situación similar.
Sin embargo, sabía lo que ellos sufrían al verse obligados a alejarse de un hijo. Aún cuando no lo sean realmente, bastaba con que el omega lo considerara como tal.
Podía verse la tristeza en aquellos profundos ojos negros y a pesar de que Itachi no había comentado nada al respecto, tenía conocimiento sobre el vacío en su pecho que crecía con cada minuto que pasaba sin el niño a su lado.
Tomó la copa que el menor le extendía antes de sentarse a su lado en el borde de la cama.
—Lamento haberme mantenido aquí. Prometo que tomaré mi responsabilidad.—Minato parpadeó confundido.— Se acerca la boda y ni siquiera estuve presente para ayudar en los preparativos.
Una suave caricia en su cabeza lo hizo voltear a ver al rubio.
—No tienes que preocuparte por eso, cariño.—Dijo con suavidad.— Todo será perfecto en ese momento. Solo quería acompañarte un momento, temo que la soledad comience a invadirte.
Itachi sonrió agradecido.
—En realidad, creo que he hecho una montaña de un grano de arena.—Habló queriendo restarle importancia a la situación.
En más de una ocasión, había atravesado por su mente la idea de que tan exagerado podría ser por lo que estaba pasando.
Aún así, a pesar de querer dejarlo atrás y convencerse de que podría buscar a su hermano en algún otro momento, la sensación de cumplir esa posibilidad, se hacía cada vez más lejana.
El dolor en su pecho aumentaba, como un vacío que lo envolvía por completo hasta llevarlo a la oscuridad en la que podría permanecer si le era posible.
Las ganas de llorar se apoderaban de él y solo quería permanecer debajo de aquellas mantas hasta que su prometido llegue para acompañarlo en su pesar.
—No creo que esa sea la situación.—Comentó Minato.— Tu hermano estará contigo pronto. Ni Naruto ni yo permitiremos que sea alejado de ti ¿Sí?
Itachi asintió con una temblorosa sonrisa antes de lanzarse a abrazar al rubio, quien acariciaba su espalda como un padre lo haría al momento de consolar a su hijo.
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El hecho de que ya haya caído la noche, parecía no importarle a la servidumbre del castillo, quien se esforzaba por poder terminar los preparativos para la boda que se realizaría al día siguiente.
Las costureras habían trabajado sin parar desde que se anunció la fecha en la que el duque de Luxemburgo se uniría en sagrado matrimonio con su prometido. Horas ocupadas midiendo cada uno su propio traje para poder terminar con los detalles.
Desde la puerta que daba acceso al patio trasero, Itachi observaba con curiosidad como colocaban las largas cortinas semitransparentes de color blanco, justo en medio del altar.
Distintos ramos de flores rojizas adornaban el camino que recorrería hasta su lugar y los largos bancos, ocupaban gran parte del patio. Una boda algo íntima de acuerdo a su prometido, solo permaneciendo con ellos su familia y la servidumbre del castillo que ocuparían aquellos lugares.
Unas grandes manos rodearon su cintura y sintió un suave suspiro que salió de los labios del contrario, chocando contra su oreja, en el momento en el que una rubia cabellera se asomó a su lado. Naruto apoyó su mentón sobre el hombro de su prometido, observando con una sonrisa los decorativos para su boda.
—Tu shiromuku ya está listo.—Comentó el duque.
El alfa aflojó el agarre que mantenía cuando notó las intenciones de girarse del azabache.
—Creí que tendría un traje de bodas pertinente al esposo del duque.—Habló confundido.
Naruto acarició la cintura del contrario con sus pulgares antes de elevar una de sus manos y quitar uno de los mechones de cabello que enmarcaban el rostro del omega.
—Lo se, pero he hablado con mi padre y ambos creímos que no querrías perder tus costumbres en este momento.—Una sonrisa floreció en los labios del menor.— Te convertirás en el esposo del duque aún si te casaras con tu ropa de dormir.—Besó la frente del chico suavemente antes de volver a mirarlo a los ojos.
Las manos de Itachi juguetearon con los botones de la fina camisa blanca.
—¿Crees que mi madre y mi hermano vengan?—Mordió sus labios, ansioso por una respuesta segura y afirmativa.
—Estoy seguro de que no se querrán perder este importante día.—Dijo con una sonrisa.
Naruto no había querido comentarle nada a Itachi sobre su plan fallido.
No había logrado dar con el menor y Mikoto le había abierto la puerta una sola vez de todas sus visitas.
Ciertamente, algo estaba sucediendo con el pequeño. Algo que su propia madre estaba dispuesta a ocultar tanto de su hijo como del monarca.
Sabía que al día siguiente debía estar al lado del omega durante toda la festividad, pero necesitaba saber porqué problemas estaba atravesando aquella familia o si realmente había uno.
—¿La tela para qué es?
La pregunta lo sacó de sus pensamientos, obligándolo a observar una vez más los ojos negros que lo miraban esperando una respuesta.
—Solo es tradicional.—Comentó.— Tú te posicionarás de un lado y yo del otro. La tela nos separará hasta el final de la unión.—Besó su mejilla antes de alejarse al oír el llamado de Kakashi, dejando a Itachi más confundido que antes.
—Eso no me dice nada.—Susurró.
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Desde el momento en el que Minato se acercó a Itachi, supo que era la clase de chico al que le gustaba mantener la compostura.
No le gustaba mostrarse nervioso o asustado. Le gustaba mantener la calma ante las situaciones complicadas y solía abrirse con personas a las cuales ya les tuviera confianza. Justo como lo hizo con Naruto cuando su hijo le comentó que había estado llorando entre sus brazos.
Aún así, era un hecho que a pesar de querer mantener sus emociones a raya, no lograba controlarlas.
La pierna del chico subía y bajaba a la vez que sus manos se estrujaban entre si con fuerza, sintiendo los nervios envolver su cuerpo cada vez un poco más.
Apenas si había logrado dormir. No podía dejar de pensar en el poco tiempo que quedaba para que uniera su vida definitivamente a un alfa que lo reclamaría como si lo conociera de toda la vida. Como si le perteneciera.
En pocas horas su vida dejaría de ser solamente suya y alguien más exigiría ser el dueño de ella, justo como a él le correspondería ser el dueño de aquel joven rubio.
Las palabras de Naruto, aquellas donde le decían lo que pasaría esa noche, solo retumbaban en su cabeza una y otra vez. Parecía que su mente solo quería recordarle que en aquella noche de bodas, su unión estaría completa y en su cuello permanecería la marca que le indicaría a todo aquel que lo viera, que ya tiene un alfa.
—Ten un poco de té.—Itachi parpadeó confundido ante la frase que había sido soltada. Dirigió sus ojos hacia Minato, quien le extendía una pequeña taza humeante.— Es té de tilo y ayudará a relajarte.
Con una sonrisa agradecida, tomó la taza dándole pequeños sorbos. Inhalaba aire profundamente, buscando la tranquilidad que le había dicho su suegro y lo dejaba salir, y aunque pareciera no servirle en absoluto, agradecía el gesto que el mayor había tenido con él.
Por favor ¿Quién estaría tranquilo el día de su boda? ¡Su boda! Se casaría con el alfa que había llegado a su hogar para conocer a quien podría convertirse en su prometido. Le pertenecería solo a él, portaría aquel aroma a menta y pino que caracterizaba al alfa, y ocuparía su cama cada noche a partir de ese momento.
¿Tenía miedo? No estaba seguro de si ese era el sentimiento correcto. Quizás ¿Nervios?
Y es que a pesar de que Naruto se mostraba ante él como un alfa amable y respetuoso, debía ser sincero con él mismo y admitir que realmente no lo conocía en absoluto.
Sin embargo, quería creer que la educación que sus padres le habían dado, lo habían convertido en una persona honorable y honrada. No podía ser una mala persona si todos en el castillo parecían quererlo tanto.
Intentó centrar su mente en las manos de su criada y la manera suave y paciente con la que trenzaba su cabello.
—¿Podrías dejar los mechones? —Preguntó.
—Por supuesto, mi señor.—Respondió la castaña.— Es su característica manera de peinarse, no podría quitarlos.
Minato sonrió antes de llevar la taza a su boca.
—Cada día dominas mejor nuestros idiomas. Es bueno saber que te puedes comunicar con todos aquí.
Itachi devolvió el gesto.
—Kakashi me ha tenido mucha paciencia. Eso ha ayudado mucho, a decir verdad.—Observó su reflejo en el espejo, viendo como Izumi recogía el wataboshi y lo colocaba con cuidado sobre su cabeza.
Un suspiro escapó de sus labios antes de ponerse de pie al oír el suave sonido de campanas sonar.
—Ya es tiempo.—Anunció el rubio.
Itachi enredó su brazo con el del mayor y ambos salieron a pasos calmos con la sirvienta detrás, quien verificaba que el traje se encontrara en perfectas condiciones.
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Al llegar al patio, su mirada recorrió el lugar en busca del pequeño al que esperaba ver y allí, sentado en la primera fila de los bancos de madera y sujeto a la mano de su madre, su hermano menor le devolvía la mirada mientras una sonrisa crecía poco a poco en su rostro.
Itachi tuvo que soportar las ganas de correr hacia él para aferrar sus brazos al rededor del niño y besar sus mejillas incontables veces.
Le dedicó una sonrisa cargada de cariño y fijó su vista al frente, donde Naruto se mantenía de espaldas a él vistiendo un traje ajustado negro que marcaba a la perfección su trabajado cuerpo. Vio curioso la espada que se mantenía unida a su cintura, aún así no dijo nada al respecto y se dedicó a suspirar para calmar sus nervios.
Caminó de la mano de Minato, volviendo su vista de vez en cuando a su hermano menor y sin querer voltear a ver a su madre. No tenía ganas de que le dedique aquellas molestas miradas donde le exigía que no se equivocara.
La imagen de su padre llegó a su memoria. ¿Cómo reaccionaría al volver? ¿Su madre le habría informado de su compromiso o su boda? ¿Estaría feliz?
—Nos hemos reunido aquí, enfrente de nuestros dioses, para unir dos almas que desean estar juntas.—La voz del anciano lo trajo de nuevo a la realidad.— Sea o no que ambos se hayan propuesto a conocerse, nuestras deidades saben a la perfección que almas se merecen. El destino está escrito para cada uno de nosotros y la vida nos otorga la mejor manera de poder llegar a nuestra felicidad absoluta.
A través de la tela, Itachi notó la mano abierta de Naruto, quien permanecía con su cabeza en alto observando al hombre frente a ambos.
La mano abierta en su totalidad con la palma pegada a la tela, esperaba por el suave toque del contrario que no tardó en llegar.
—Si nuestras almas estuvieron destinadas a conocerse y a estar juntas en esta vida, así será en las siguientes.—Itachi habló cuando el anciano lo miró. Los ojos negros del omega, se mantenían fijos en las manos que se tocaban a través de la tela semitransparente.— En cada vida te buscaré para encontrar la felicidad a tu lado y si no logro hallarte, esperaré por ti el tiempo necesario. Porque hoy, frente a nuestro dioses, yo prometo acompañarte en cada paso que hagas. Prometo serte fiel y cuidar de ti. Prometo ser tu compañero en tus momentos de soledad, ser la luz que te guía cuando no sepas que camino tomar y prometo ser tu felicidad en tus momentos de tristeza. Prometo estar junto a ti en esta vida y en las siguientes, porque te tomo como esposo, como compañero y como mi alfa.
No se atrevió a levantar la vista. El silencio reinaba en el enorme patio y no estaba seguro de que reacciones tendría quien se estaba convirtiendo en su esposo o los espectadores de su boda.
Agradecía a Kakashi que lo haya ayudado a traducir correctamente sus palabras.
Naruto no había apartado su azulada mirada del azabache desde que había dicho la primera palabra.
Sus ojos picaban por las lágrimas que dificultaban su visión, su boca se mantenía levemente abierta y en su pecho, su corazón golpeaba con fuerza mientras que el alfa en su interior se regocijaba feliz y extasiado.
¿Eso era lo que sentía? Sus palabras se oían tan sinceras y la emoción recorrió su cuerpo como una corriente cuando recordó lo que su padre le había dicho.
"—Teniendo en cuenta que no se conocieron previamente, no puedes mentir frente a las deidades. Son promesas que realizarás tú para él. Como prometer protegerlo o hacerlo feliz y esas cosas, pero debes estar seguro de hacerlo."
Carraspeó para encontrar su voz y poder decir sus votos.
—En esta vida y en las siguientes, permaneceremos unidos. Porque nuestros dioses nos destinaron, porque frente a ellos y nuestra gente, acepto sus deseos de permanecer a tu lado y lograr nuestra felicidad absoluta.—Su mano se cerró con suavidad al rededor de la mano del omega, mientras que la otra, se dirigió hacia la empuñadura de su espada.— Porque prometo buscarte y encontrarte en cada vida, uniendo nuestras almas como lo estamos haciendo ahora. Porque anhelo tu presencia a mi lado. Porque deseo tu compañía cuando la soledad me resulte insoportable. Porque estoy decidido a seguirte cuando te conviertas en la luz que ilumine mis pasos y porque estoy dispuesto a dejar atrás toda la tristeza para devolverte la felicidad que estás dispuesto a brindarme. —Naruto desenvainó su espada y elevándola por encima de su cabeza, cortó la tela blanca que dividía a ambos jóvenes.— Prometo convertirme en tu protector y acabar con cada obstáculo que me aleje de ti.—Clavó la espada en el césped y llevó sus manos hacia las mejillas del contrario.— Prometo estar junto a ti en esta vida y en las siguientes, porque te tomo como esposo, como compañero y como mi omega.
Los ojos azules se encontraron con aquellos onix brillantes y dedicándole una suave sonrisa, se inclinó para poder, finalmente, capturar los labios de su reciente esposo.
Aclaraciones:
Shiromuku: Es el traje de bodas tradicional japonés de color blanco. Se complementa con el sombrero redondo llamado wataboshi.
Amo poder inventar historias de bodas como la situación de las almas o los votos que ambos se dijeron. Espero que les haya gustado.
¡MUCHAS GRACIAS POR LEER!
Chapter Text
Los aplausos de los betas y omegas, acompañaban los gritos de los alfas guerreros que habían presenciado la unión de su soberano con su esposo.
Las manos de la pareja de recién casados se mantenían entrelazadas mientras sus bocas unidas se movían al compás. Ambos compartiendo un mismo espacio, ambos compartiendo el aire que comenzaba a faltar en sus pulmones. Ambos probando por primera vez el sabor y la calidez del contrario.
Naruto sonrió en cuanto se alejó apenas, acariciando con suavidad las mejillas sonrojadas del omega que lo observaba con aquellos profundos ojos negros.
Itachi se movió apenas en cuando sintió un par de brazos cortos rodear su cintura y bajando la cabeza, se encontró con su pequeño hermano que lo miraba con una sonrisa y sus ojos brillantes.
Pasando sus manos por debajo de los brazos del menor, lo elevó hasta su altura y sintió las piernas de Sasuke rodear su cintura mientras sus brazos rodeaban su cuello con fuerza.
—Te extrañé, Itachi.—El mayor besó su cabeza antes de enterrar su nariz en el cuello del pequeño, olfateando el suave aroma que desprendía.
A pesar de no haber pasado tanto tiempo, podría jurar que estaba más alto. Aún cuando sus facciones seguían siendo igual de delicadas que la última vez en que lo vio. Aún cuando sus mejillas seguían siendo igual de regordetas o incluso, cuando su cabello no había crecido ni un solo centímetro.
Sasuke permanecía igual a ojos de cualquiera, pero demasiado cambiado a ojos de su hermano, e Itachi no quería pensar en el tiempo que pasó o en las actividades que el pequeño realizó en las cuales él no estuvo a su lado.
Naruto acarició la cabeza del niño con un suave toque y luego de besar la frente de su esposo, se alejó con pasos calmos hacia su padre, quien lo esperaba con los brazos extendidos mientras una sonrisa se apoderaba de sus facciones.
—Y tú no querías dar tus votos.—Sonrió el mayor en cuando envolvió a su hijo en un abrazo.— Fueron hermosos, mi niño.
Kakashi llegó a ambos acompañado de su esposo y su hijo. Los tres realizaron una reverencia ante los rubios.
La mano de Naruto se elevó y Obito la unió con una de las suyas, escuchando el sonoro golpe que se había realizado ante la silenciosa felicitación y demostración de camaradería.
—¿Quién diría que después de tanto tiempo de insistencia, finalmente encontraría a la persona con la cuál se uniría? —Una sonrisa se mostró en los labios del rubio.— Felicidades, alteza.
Naruto agradeció y tomó al pequeño que se mantenía unido a la mano de Kakashi para elevarlo, escuchando la suave carcajada por el zangoloteo. Lo sentó sobre sus hombros sin importarle que su impoluta camisa pudiera ensuciarse, mientras mantenía sus manos entrelazadas como protección.
Kakashi observaba al pequeño con una sonrisa, sin ser capaz de refutar los modales que pudiera tener el duque.
Independientemente de que tan importante sea el duque, aquello no le quitaba la amabilidad con la que trataba a las personas, sobre todo a los niños.
Más de una vez había visto a su hijo jugar con Naruto y su mascota. Momentos así, a los sirvientes les recordaba a aquel pequeño alfa rubio que corría y gritaba en el interior del castillo, queriendo encontrar la diversión por si solo al no tener amigos.
—Ha llegado un pequeño con el que podrás jugar, Shisui.—Habló el monarca. El niño sobre sus hombros se inclinó hacia un lado con una sonrisa emocionada, intentando encontrar la mirada de su alteza.— Es un omega, así que no debes ser brusco con él ¿Entendido? —El infante asintió repetidas veces.— Bien, te llevaré con él en un momento.
Kakashi le sonrió con la tristeza tiñendo sus ojos. No lo agradaba ver como los niños que habitaban las zonas aledañas y que con frecuencia rondaban por los alrededores del castillo, lo hicieran a un lado.
Shisui era un pequeño simpático y amable. Solía jugar con sus padres en el interior del castillo cuando alguno de los dos tenía tiempo libre o con el duque cuando se encontraba acompañado de Kurama.
Más de una vez, el omega de cabello plateado había visto a su pequeño jugar con los soldados o simplemente, acompañándolos en sus entrenamientos al no saber que más hacer.
—¿Ha venido su madre? —La pregunta de Minato, trajo al tutor a la realidad.
—Así es, no he querido quedarme mucho con ellos.—Comentó el alfa, sintiendo los piecitos de Shisui golpear con suavidad su pecho cada vez que los movía hacia adelante y hacia atrás.— Estuve por un momento cuando Sasuke se acercó, pero no vi que su madre lo hiciera también.
Los cuatro adultos giraron en dirección en la que se encontraba Itachi con su hermano en brazos. Las sonrisas que se dedicaban, acompañadas de los besos en las mejillas o los nuevos abrazos que llegaban una vez más, solo los hacían sonreír.
—¿Vas a hablar con alguno el día de hoy? —Preguntó su padre.
Un suspiro escapó de los labios del duque.
—Quiero hablar con Sasuke.—Respondió.— El pequeño no me mentirá.
°
—¿Es un buen alfa? —Itachi sonrió a la vez que asentía.
—Es un alfa maravilloso.—Respondió.— Se ha comportado muy bien conmigo. Es muy atento y amable.
El menor asintió mientras observaba la sonrisa que su hermano mayor tenía plasmada en su rostro.
Desde que se había marchado de su hogar, lo único que anhelaba saber era que el alfa con el que Itachi estuviera iba a ser la clase de persona que el omega merecía tener a su lado.
Sasuke podía confirmar que su hermano mayor era alguien especial. Un joven bondadoso, amable y protector.
Siempre sintió el amor que Itachi le transmitía con palabras o acciones e incluso a veces, solo con miradas. Siempre se sintió protegido entre los brazos de aquel omega, como cuando su madre se enojaba o también, lograba encontrar consuelo allí, tal como sucedió luego de la partida de su padre.
Ahora que no se encontraba Itachi junto a él, pudo comprender mejor el papel de su hermano dentro de su hogar. Era quien lo cuidaba, quien veía por él y lo protegía de los enojos que su madre solía tener sin que haya una situación de por medio. Itachi jamás lo había dejado solo en su hogar como Mikoto lo había hecho.
Una nueva sonrisa se mostró en los labios del menor. A pesar de mantener el wataboshi en su lugar generando sombra sobre la mitad del rostro del omega mayor, Sasuke podía notar con claridad el brillo de felicidad que su hermano tenía en sus oscuros ojos.
—Felicidades, Itachi.—La voz de su progenitora pareció hacer eco aún entre tanto bullicio, rompiendo la pequeña burbuja en la cual se habían encerrado ambos hermanos.
Itachi asintió en agradecimiento aún si la seriedad se había apoderado de su rostro.
—Te agradezco.—Respondió cortante.
Mokoto rodó sus ojos con hartazgo y extendió sus brazos en dirección del menor, quien cerró con fuerza sus manos arrugando la tela del shiromuku.
—Es hora de irnos, hijo.—Habló con suavidad.— Habíamos acordado venir a la celebración, más no quedarnos.
—Pero... Pero hace días que no veo a Itachi.—Dijo Sasuke con gesto afligido.— Solo un poco más ¿Si?
Mikoto cruzó sus brazos y negó en silencio.
—Puede quedarse esta noche en el castillo.—Propuso el azabache.
Las cejas de la dama se fruncieron con molestia al oír la contradicción que su hijo mayor hacía.
—Acabas de casarte, Itachi.—Comentó como si quisiera que comprendiera la situación.— Hoy será tu noche de boda. ¿Crees que pueden dormir juntos como en casa? Debes estar con tu esposo.
La mirada del mayor recayó sobre la de su hermano, notando la tristeza que invadía sus ojos en aquel día donde se suponía que todo debía ser felicidad.
—Se cuales son mis responsabilidades.—Dijo molesto.— Tenemos muchos cuartos acomodados en el castillo. Puede quedarse.
Mikoto se acercó a sus hijos e Itachi, se vio obligado a dejar a su hermano pequeño en el suelo en cuanto vio aquel peligroso acercamiento.
—Debes entender tu lugar.—Siseó furiosa, sin percatarse de que Sasuke ya no se encontraba con ellos.— No puedes tomarte las libertades de elegir en un lugar que no es tuyo. Tus decisiones están por debajo de las de tu esposo.—Su mirada recorrió de arriba a abajo a su hijo mayor, observándolo como si fuera menos que basura.— Tu deber es mantenerte a espaldas del duque, bajar la cabeza y solo obedecer a todo lo que te ordene.
Una sonrisa burlona se elevó en los labios de Itachi.
—¿Qué dices? Soy el esposo del duque, por supuesto que este lugar me pertenece.—Respondió con altanería.— ¿Crees que el duque no cumplirá mis deseos? Solo necesito decírselo y él hará lo necesario por conseguirlo.
Las manos de Mikoto se apretaron con fuerza, mientras que Itachi intentaba no bajar la mirada.
Necesitaba demostrar seguridad en sus palabras y si quitaba sus ojos de los de su madre, ciertamente quedaría en evidencia que no estaba seguro de cada una de las sílabas que habían salido de su boca. Porque si bien Naruto era el duque y también su esposo, no podría asegurar que fuera capaz de cumplir a sus caprichos.
Esperaba que no se negara a su petición frente a su madre.
—No puedes negarle a tu esposo lo que ahora le corresponde por derecho. ¿Crees que el duque permitiría que tu hermano se quede aquí en esta situación?—Dijo la dama.— Es tu noche de bodas y debes acompañar a su alteza en el lecho, claro está, si es que no lo haz hecho antes.
El ceño del omega se frunció con molestia.
—¿Cómo te atreves a insinuar algo así? —Habló molesto. Ciertamente, que insinuara que no había llegado puro a su boda, le resultaba ofensivo.— No olvides que desde que me convertí en el esposo del duque, soy tu señor. ¡No voy a tolerar una falta de respeto aunque seas mi madre!
Mikoto lo observó con la sorpresa tiñendo su rostro y antes de que pueda refutar a las palabras de su hijo, Naruto se acercó a ambos con Sasuke tomado de su mano.
Itachi se acuclilló frente al niño para envolverlo en un abrazo. Podía notar que estaba a punto de llorar y en su aroma, podía sentir el miedo que lo invadía.
—¿Puedo saber qué significa este alboroto?—Preguntó con tranquilidad y a pesar de que Mikoto estaba segura de que se lo preguntaba a su hijo, los ojos azules del alfa se encontraban clavados en su persona.
—Lamento la situación, alteza.—Respondió sonrojada a la vez que se inclinaba. El sonido de los alrededores habían cesado casi por completo.— Solo un pequeño intercambio de palabras.
Naruto observó a su esposo arrullar al pequeño en sus brazos, susurrándole palabras de las que estaba seguro, eran para tranquilizarlo.
—¿Un pequeño intercambio de palabras?—Su mirada se posó una vez más en la mujer frente a él.— Está alterando a mi esposo y Sasuke se encuentra asustado. No quiero que esta situación vuelva a ocurrir.
Mikoto jadeó entre sorprendida y asustada por la presencia imponente del duque. Sus manos apretujaron su vestido con fuerza mientras que bajaba su mirada sin querer hacerle frente al soberano.
—Te he pedido que Sasuke se quede por hoy. No lo he visto en días, lo quiero conmigo.—Dijo más tranquilo.
La fémina elevó su mirada en el mismo instante en que Naruto sujetaba una de sus manos entre las suyas, acariciando con cuidado sus nudillos. Su hijo menor se mantenía oculto en el cuello de su hermano mientras que sus brazos se aferraban con fuerza en él.
Los ojos oscuros de la omega, se posaron en el rubio que le regresaba la mirada, esperando por una negativa de parte del alfa ante tal descabellado pedido que no había sido consultado con su esposo.
—Tenemos cuartos libres en los que Sasuke se puede quedar.—Habló el duque y en su mirada, Mikoto pudo notar que no iba a recibir una negativa por respuesta.— Itachi ha estado queriendo tenerlo con él desde que llegó al castillo. No voy a negarme.
La omega apretó su mandíbula con impotencia y soltando un cansado suspiro, accedió.
—Lo quiero conmigo mañana temprano.—Sentenció antes de alejarse de la pareja.
Naruto la observó hasta que desapareció de su campo de visión, siendo acompañada de uno de sus guardias hasta la salida de castillo.
—Yo... Te agradezco esto.—Dijo Itachi, casi en un susurro.
El alfa sonrió envolviendo con sus brazos a ambos hermanos y depositando un beso en la frente de su esposo.
—Vamos a dejar pasar este encuentro y vayamos con los demás. Están esperando por felicitarnos.—El azabache sonrió acomodando en sus brazos a su hermano, quien salió de su escondite para poder secar sus lágrimas que habían descendido finalmente.— Tengo un pequeño que está esperando por jugar contigo ¿Qué dices, Sasuke?
El infante soltó un suspiro, ya más tranquilo y asintió, pidiéndole a su hermano que lo baje para tomar las manos de ambos mayores y permitir que lo guiaran.
°
El par de hermanos observaba con atención el camino que debían recorrer.
Las casas coloridas se mostraban cerca del muelle y los pequeños corrían de un lado al otro bajo la supervisión de sus padres.
—¿Estás seguro de que éste es el lugar?—Preguntó el alfa.
—Me dijeron que debemos ir a la capital.—Respondió el menor de los dos.— Allí encontraremos a nuestra familia, Madara.—Habló con una sonrisa.
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Itachi observaba a su alrededor sin saber que más hacer.
Naruto se había retirado a su despacho desde hacía tiempo y lo había dejado solo, ocupando el lugar que le correspondía al ser el esposo del duque.
No parecía encontrarse feliz cuando volvió a su lado, luego de haberle mostrado el castillo a Sasuke, e Itachi solo se preguntaba si su hermano había hecho algo para hacer enojar al alfa.
Sabía que el pequeño omega no era la clase de niño que pudiera dar problemas, aún así, no podía entender la seriedad que se plasmaba en el rostro del rubio. Y el hecho de que le haya dado un beso en su frente diciendo la frase "todo está bien", no lo había dejado tranquilo.
Su hermano pequeño se encontraba jugando con Shisui, ambos corriendo juntos por los pasillos del castillo sin perderse de la vista de los guardias, mientras que Itachi observaba que algunas personas se ponían de pie a la vez que tres alfas de su guardia se sentaban en una esquina con sus instrumentos listos para comenzar a tocar.
El sonido del Qanun, Derbake y Rebab, comenzaron a sonar alegrando el lugar. La música había comenzado suave, aumentando poco a poco su velocidad.
Los sirvientes que habían presenciado la boda, se movían de un lado al otro sin pena, recorriéndose entre ellos con una sonrisa plasmada en sus rostros.
Un ambiente divertido que Itachi podría disfrutar si no se encontrara pensando en su esposo.
—¿Sabes cuándo volverá Naruto? —Su mirada se dirigió a Iruka, quien solo negó con su cabeza y permaneció de pie a su lado mirando a sus compañeros bailar.
°
Naruto caminaba de un lado al otro dentro de su oficina. Minato y Kakashi solo lo observaban sin emitir palabra.
El aroma amargo se había expandido por todo el cuarto y a pesar de que el rubio omega a su lado se mantuvo inexpresivo durante largos minutos, el instinto de ambos solo gritaba que huyeran del alfa que parecía querer destruir todo a su paso.
—Sasuke vivirá aquí, ya lo he decidido.
Minato apretó sus manos con fuerza.
—Tienes que pensar cual será tu próximo movimiento.—Comentó el omega.— Nada te asegura que esa sea toda la historia.
Naruto clavó su azulada mirada en la idéntica de su padre y asintió dándole la razón.
Había llevado a Sasuke con la excusa de mostrarle el castillo, solo para poder hablar con él e intentar obtener información.
El niño, si bien se había mostrado algo renuente, comentó que las cosas en su hogar no estaban del todo bien y que a pesar de tener que soportar los gritos y el enojo de su madre, la mujer lo quería.
Naruto no quería pensar en que el pequeño le había ocultado algo y es que inspeccionó las reacciones que el niño tuvo ni bien comenzó a contarle.
Aún así, no podía evitar sentir que había algo mucho más allá de todo lo que había escuchado.
Sasuke podía no haberle mentido con respecto a los problemas de su hogar, pero eso no significaba que el niño no estuviera ocultando algo más.
—¿Y qué se supone que haga, padre? Sasuke volverá mañana mismo con su madre y no considero que esté seguro allí con ella.—Minato abrió la boca, más solo se vio interrumpido por su hijo que retomó el caminar exaltado que tenía desde que llegó al cuarto.— No quiero que Itachi vuelva a estar mal por no tenerlo y no puedo asegurar que su madre le permita la visita si se había negado a que el niño se quede aquí.
—Lo mejor será que lo mantenga vigilado, alteza.—Habló Kakashi.— Si no considera que se encuentre seguro y no puede traerlo con su hermano, algún guardia puede verificar que todo se encuentre en orden en cuanto se vaya.
Naruto asintió a la vez que soltó un suspiro. Siendo realistas, ya no le quedaba otra cosa que hacer.
A pesar de ser el monarca, no podía quitarle al niño como si fuera un objeto que le perteneciera a su familia. Ciertamente, no quería ver a Itachi encerrado en su cuarto una vez más cuando se vea obligado a alejarse del menor.
La puerta se abrió de golpe dejando ver a un Iruka demasiado sudado y nervioso. El ceño del alfa se apretó y esperó con paciencia a que le explicara el motivo de su interrupción.
—Mi señor está en celo. Obito lo llevó a su cuarto.
—Encárguense de Sasuke.—Fue lo último que dijo antes de salir de su oficina tan rápido como sus piernas se lo permitían.
A medida que avanzaba por el gran salón, notó que en el lugar solo quedaban los betas y omegas, quienes observaban hacia las escaleras con gesto preocupado y nervioso.
Aquel aroma al té de hiervas que tanto conocía, había quedado atrás para darle paso al segundo aroma natural de su omega. El olor al dulce chocolate se expandía en el ambiente y estaba seguro de que incluso, podía saborearlo en su lengua.
Subió los escalones de dos en dos, encontrándose con la puerta de su cuarto siendo custodiada por Obito.
—He sacado a todo alfa que se encontrara dentro del gran salón, alteza.—Habló en cuanto llegó. Su cabeza se mantenía abajo.
Naruto soltó un suspiro nervioso al imaginar lo que podría haber ocurrido si su hombre de confianza no se encontrara cerca.
Apretó el hombro del mayor con agradecimiento y esperó pacientemente a que se retire. No recordaba quienes se encontraban con ellos durante el festejo, pero agradecía que fuera ese hombre quien había intercedido, no viéndose afectado al encontrarse casado y con su pareja ya marcada.
Abrió las puertas que lo mantenían en el exterior y el aroma a chocolate que había sentido en el gran salón, se pudo apreciar con mayor intensidad al pasar el tiempo y mantenerse encerrado allí.
Cerró sus ojos con fuerza y paseó su lengua por sus dientes, sintiendo el filo de sus colmillos rasparla. Ingresó a la habitación, evitando inhalar el dulce aroma que sabía que sería su perdición.
Un jadeo se escuchó en la dirección en la que se encontraba su cama. Allí, Itachi permanecía recostado, moviéndose de un lado al otro en busca de comodidad y sus piernas lo suficientemente apretadas entre si para poder calmar el dolor.
El omega se incorporó en el lecho en cuanto escuchó la puerta cerrarse. Los mechones de cabello que caían por su rostro, se encontraban desaliñados y parte de ellos, pegados a su frente sudorosa. Su rostro estaba sonrojado, su pecho subía y bajaba en cada respiración, mientras que su cabello permanecía suelto y despeinado cayendo por sus hombros y espalda.
El delicado shiromuku se encontraba tirado a un lado de la cama, permitiéndole ver lo que parecía ser un camisón de seda que se pegaba a su cuerpo.
—No tenía que llegar... Hasta mañana.
La voz del omega salió entrecortada y jadeante.
Ciertamente su celo se había adelantado apenas un día y sabía que le iba a resultar una molestia al no poder finalizar el día con su hermano.
Sin embargo, aquello poco a poco dejaba de importarle en cuanto el calor se intensificaba en su cuerpo y el alfa no hacía más que quedarse de pie admirando la vista que su esposo le daba.
Naruto hubiera preferido tomarlo antes de que todo esto ocurriera. Quería que Itachi se encontrara en sus cinco sentidos para poder consolidar su unión como mutuo acuerdo y si bien ya estaban unidos frente a los dioses y su gente, hubiera preferido que no sean sus instintos los que lo guíen en el acto.
Se acercó al joven deseoso por atención mientras admiraba la manera en la que buscaba su mirada, arrodillándose sobre la cama a la espera de un beso que no tardó en llegar.
Sus colmillos raspaban con delicadeza los labios del azabache. Su lengua recorría todo lo que estuviera a su paso y la respiración caliente de ambos, se unían conforme sus manos recorrían el cuerpo del contrario, quitando la prenda que evitaba que tuviera la piel del omega a su alcance.
La curvatura que se generaba en su cintura, la suavidad de la piel de su abdomen, sus gruesas piernas. Naruto no evitaba recorrer el cuerpo del menor, apretando ligeramente los muslos del azabache en cuanto los tuvo al alcance.
No podían detenerse, no querían hacerlo. Los labios del alfa buscaron el cuello del chico y Naruto pudo notar como Itachi recostaba su cabeza hacia un lado para darle mejor espacio. Sabía lo que su omega buscaba. Sabía que esperaba que sus colmillos se clavaran en su blanca piel para reclamarlo como suyo y su alfa, anhelaba aquello con locura.
Aún así, deposito un beso en el lugar donde próximamente se encontraría y continuó su recorrido hacia el abdomen del chico.
Las manos de Itachi se enredaron en el cabello rubio de su pareja en el instante en que Naruto acariciaba su piel con sus dientes, demasiado cerca de su miembro que esperaba ser atendido.
Naruto solo elevó su mirada mientras continuaba con su labor, observando que el azabache tiraba su cabeza hacia atrás en cuanto su boca atrapó su miembro.
Los jadeos no tardaron en hacerse escuchar, su respiración se agitó aún más y la fuerza con la que cerraba su puño sobre su cabeza, se intensificó.
No podía negar que la simple imagen lograba hacer que su miembro palpite dolorosamente dentro de sus ajustados pantalones.
Se incorporó escuchando el quejido desconforme de su esposo y quitó sus prendas tan rápido como pudo, acercándose a la boca contraria al instante, siendo recibido con ansias.
—Quiero tomarte ahora.—Susurró contra su boca.
Itachi mordió con suavidad el labio inferior de su esposo y en cuanto Naruto se posicionó entre sus piernas, ingresó con lentitud en él.
Los dientes del alfa se apretaron con fuerza al sentir su miembro siendo apresado por el cuerpo del azabache. Su rostro se hundió en el cuello de su esposo absorbiendo su aroma y esperó pacientemente a que el chico se acostumbrara a él.
Su boca se abrió y sin apoyar sus dientes en la blanca piel, succionó con fuerza mientras sus caderas comenzaban a moverse.
Itachi gimió con placer, llevando sus manos a la cabeza del rubio a la vez que sus piernas apresaban las caderas del contrario.
Aún con sus ojos cristalizados y brillantes por el placer y su mente obnubilada por su estado, tenía la necesidad de sentir al alfa con él.
Necesitaba sentir su piel, que su aroma inunde sus sentidos por completo y perderse en el placer que el mayor estaba más que dispuesta a darle.
Rodeando la estrecha cintura con sus brazos, Naruto se recostó hacia un lado llevando consigo al omega, soltando un gruñido al sentirse aún más dentro del contrario al quedar debajo de él.
—Muévete.—Casi imploró.— Tu duque quiere que lleves el ritmo.
El omega se recostó contra el pecho del alfa, pasando sus manos hacia la espalda de su reciente esposo y clavando sus uñas en la piel de aquella zona en cuanto comenzó a mover sus caderas.
Las grandes manos del soberano no dejaron de moverse, apretando con suavidad sus glúteos y ayudándolo a guiar sus movimientos cada vez más veloces.
Sabía que no iba a resistir mucho más. La manera desesperada por alcanzar el ansiado clímax se lo advertía.
Los labios del duque besaron el pecho del contrario y en cuanto sintió su miembro ser apretado, tomó el cabello suelto del joven que caía por su espalda y lo hizo a un lado.
Itachi inclinó su cabeza, apoyando su frente contra el hombro de su esposo aún sin detener sus desesperados movimientos y cerró sus ojos con fuerza en cuanto sintió que los colmillos del alfa se hincaban sobre su cuello y se abrían paso a través de su piel.
Los grandes brazos del duque se aferraron con fuerza a la cintura contraria, sintiéndose liberarse por fin a la par de su pareja y a pesar de que Naruto se vio obligado a recostarse sobre el lecho debido al cansancio, Itachi no se permitió elevar su cabeza hasta recuperar el aire que necesitaba, aún con su frente pegada al hombro del rubio.
Sintió el tibio líquido recorrer su piel y la cálida lengua del alfa limpiar la herida, provocándole un ligero escalofrío.
—Finalmente me perteneces en cuerpo y alma.—Susurró el monarca mientras reforzaba un poco más el abrazo.
Itachi se acomodó como pudo sobre el cuerpo de su esposo, viéndose incapaz de moverse lo suficiente como para poder recostarse a su lado.
Una de sus manos paseó tímidamente por los pectorales del rubio y soltó un suspiro cansino a la vez que sus ojos se esforzaban por permanecer abiertos.
—Debemos darnos un baño.—Dijo con suavidad.— Me siento pegajoso.
Naruto soltó una risa e Itachi sonrió al sentir la vibración que el pecho de su esposo había hecho.
—Lo haremos cuando despiertes.—Respondió.— Ahora necesitas descansar.
Si tan solo pudiera levantar aunque sea un dedo, el omega lo habría obligado a llegar a la tina. El calor había pasado por el momento, pero podía sentir la esencia del alfa en su cuerpo y veía la suya en el vientre de su esposo, a quien parecía no importarle en absoluto.
Lo habría obligado a levantarse con él si tan solo tuviera la fuerza necesaria para hacerlo, si sus ojos no pesaran tanto como su cuerpo al sentir la calma llenar su alma y si la mano de Naruto no recorriera su espalda con tranquilidad, relajándolo lo suficiente como para cerrar sus ojos y descansar en los brazos de su esposo y alfa.
Creo que es la primera vez que hago una escena así de Alfa y Omega, y como ya he dicho, AMO hacer a Naruto el dominante en esta relación.
¡MUCHAS GRACIAS POR LEER!
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La brisa fresca de la mañana acarició su blanca piel, provocando un ligero escalofrío que recorrió su cuerpo por completo.
Podía sentir la calidez de las mantas que lo arropaban desde la cintura hacia abajo y el cosquilleo que su cabello le originó en su espalda en cuanto fue hecho a un lado.
Besos húmedos eran depositados allí, en el mismo lugar por el que su cabellera azabache descansaba previamente. Recorrían su espalda con parsimonia, tomándose el tiempo necesario para dejar una que otra marca y mordiendo suavemente su piel.
Itachi enterró su rostro en la almohada mientras una sonrisa se posicionaba en sus labios. Su cuerpo se estiró desperezándose y sus caderas se elevaron, sintiendo el peso que no había notado que estaba sobre sus piernas.
—¿Estás provocándome? —El grave susurro en su oído lo hizo soltar una suave risa.
—Me he despertado contigo besando mi espalda, no creo que yo haya logrado algo, duque.
Los labios de su esposo se posicionaron sobre su reciente marca, provocando que un sonrojo adornara sus mejillas.
—No te quites el mérito.—Los dientes del rubio rozaron contra la piel del azabache, justo debajo de su oreja.— Imagina lo que es para mi despertar junto a un hermoso omega, desnudo, que ahora me pertenece y que me ha entregado una noche maravillosa.
Unos suaves golpes en la puerta, obligaron a Naruto a levantarse y tomar su bata para ocultar su desnudez, mientras que Itachi se colocaba con cuidado el camisón que tenía la noche anterior.
Su cuerpo ya comenzaba a calentarse y estaba seguro de que su aroma ya se expandía en el aire.
—Hola Naruto.—La voz cantarina del niño sonó en sus oídos y el omega mayor, apresó su labio inferior entre sus dientes queriendo controlarse.— Vengo a despedirme de mi hermano. ¿Puedo pasar?
Naruto giró su mirada hacia su esposo, quien intentaba inhalar el aire puro que ingresaba por el ventanal abierto.
Apretó sus manos en un puño y ajustó un poco más su bata, no quiero darle al pequeño una vista que podría afectarle.
—Adelante.
Sasuke ingresó a la habitación y estiró un poco su cabeza hacia atrás, dejando su nariz en lo alto y olfateando el aroma que se extendía por el cuarto.
Le sonrió a su hermano mayor y corrió hacia la cama para lanzarse a sus brazos.
—Te voy a extrañar.—Susurró con su rostro hundido en el cuello del mayor.
—Prometo que te buscaré lo antes posible.—Sasuke le dio una sonrisa dubitativa y asintió al final, plasmando un beso en la mejilla de su hermano.
—Espero que sea pronto.—Susurró antes de bajar de la cama. Itachi lo observó extrañado. No había pasado desapercibida la clara duda en su mueca.— Adiós, Naruto.—Sasuke agitó su manito al salir por la puerta, siendo correspondido con la sonrisa del alfa.
Itachi se levantó del lecho y con pasos temblorosos, caminó hasta su esposo, tomando su mano para que voltee a verlo.
—Cúbrelo con tu aroma, por favor.—El alfa lo vio con un claro gesto que demostraba lo confundido que se sentía ante ese pedido.— Tiene mis feromonas y estoy en celo, no quiero que se encuentre con algún alfa.
Naruto salió de la habitación tan rápido como pudo, queriendo interceptar al niño en las escaleras.
Al bajar, se encontró con el infante en brazos de su hombre de confianza, quien al ver a su duque y sabiendo el por qué de su presencia, lo acercó a él para que lo alzara.
Sasuke lo miraba confundido, dejándose hacer y confiando en los alfas que le habían prometido mantener a su hermano a salvo.
—Obito irá contigo para verificar que llegues a salvo ¿Si?—Habló como una pequeña y sutil manera de excusarse el porqué del accionar de ambos mayores, mientras el menor era rodeado por el aroma de Naruto.— Sobre lo que hablamos... ¿Hay algo que no me hayas contado?—Sasuke negó y el guardia pudo ver con claridad el gesto que aparecía por un segundo en el rostro de su soberano. Sabía que mentía.— Bien, entonces te veré pronto.
Obito tomó al niño en sus brazos y observó al alfa frente a él.
Su mirada azulada la podía leer sin problemas y en ella, no solo le pedía que lo proteja, sino que él sufriría sin al infante le ocurría algo.
—¿Puede acompañarnos Shisui?
Una sonrisa apareció en ambos alfas y el azabache fue quien asintió a su pedido, llevándolo en sus brazos en busca de su unigénito.
Naruto se volvió sobre sus pasos y caminó hacia su habitación nuevamente.
No quería decirle a su esposo antes de tiempo, pero sospechaba de cualquier cosa que pudiera ocurrir en la casa donde solo habitaba su hermano menor y la madre de ambos.
No confiaba en que solo pueda llegar a tratarse de algún tipo de maltrato. Si bien su esposo había llegado a su castillo con una marca violácea en su mejilla, el infante no presentó alteraciones en la piel de su rostro. Aún así, no tenía idea con respecto a su cuerpo. ¿Qué tan difícil sería para su madre el marcar al niño en los lugares donde su ropa cubría?
No quería alterar a su esposo con sus suposiciones. No tenía idea de que era lo que el pequeño podría ocultar con tanto recelo ni tampoco estaba seguro de que tan grave sería.
Ingresó a su habitación una vez más, encontrándose a su omega apoyado sobre la balaustrada y jadeando en busca de aire.
—¿Te encuentras bien?
Itachi se volteó y se acercó a su marido, quien lo tomó entre sus brazos cuando se catapultó a ellos en busca de saciar la necesidad que tenía por su esposo.
—Vamos a continuar con lo de hace un momento.
Naruto besó sus labios y sujetó mejor las piernas del menor, sintiendo como intentaba moverse suavemente buscando la fricción que lo complacería.
Al alfa le gustaba poder estar junto al omega, calmando sus necesidades y ayudándolo durante su celo, como también, le complacía saber que en los suyos por fin podría estar con alguien. El chico se estaba convirtiendo, poco a poco, en todo lo que buscaba, tanto en su vida íntima como en el día a día.
Itachi, por otro lado, en sus momentos lúcidos en los cuales sus sentidos no se obnubilaban por el placer y la necesidad que le generaban el cuerpo de su esposo, podía sentir la vergüenza inundar su alma.
Desde su adolescencia, pasaba sus celos solo, encerrado entre las cuatro paredes que conformaban su habitación y callando sus gemidos a oídos de los demás. Tres días completos en los que se sentía casi desesperado y donde al finalizar el tiempo, debía salir y enfrentarse a los rostros de su familia que, si bien no decían palabra alguna, sabía que ellos eran conscientes de lo que le ocurría.
Como bien le había dicho Naruto, el tiempo del celo era algo normal, tanto en alfas como en betas. Sin embargo, eso no significaba que no fuera vergonzoso el hecho de que todos supieran la razón por la cual no había salido de su habitación en días.
No obstante, era demasiado diferente el pasar aquellos momentos solos a hacerlo junto a un alfa. Su alfa.
Aquel que lo complacía con su suave tacto, sus besos húmedos y palabras cursis que tanto a él como a su omega le encantaban escuchar.
De uno u otro modo, esperaba que la vergüenza durara poco tiempo, al menos hasta que se acostumbrara. Porque no podía decir que se sentía bien cuando recordaba la forma en la que pedía por su esposo o como lo buscaba desesperadamente, esperando que lo atendiera como era debido. Eso era demasiado embarazoso.
Un suspiro escapó de su boca cuando sintió la cálida lengua del duque recorrer el interior de sus muslos. Sujetó el cabello rubio del contrario y tiró de el con suavidad, sintiendo a Naruto sonreír sobre su piel antes de morder ligeramente.
Al carajo la vergüenza. No era algo que experimentaría mientras su soberano hacía sentir tan bien.
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El carruaje se detuvo en la entrada de la casa despintada y Sasuke se levantó de su asiento saludando a su nuevo amigo y a Kakashi, quien los había acompañado, en el proceso.
La puerta del vehículo se abrió y estiró sus brazos hacia el guardia para que lo ayudara a bajar.
—¿Tío Madara?—Preguntó al ver la larga cabellera que reconocía desde pequeño. El hombre se volteó junto a su compañía, quien le sonreía con felicidad.— ¡Tio Izuna!
Obito lo bajó siendo tan cuidadoso como el niño se lo hacía posible, pues el infante había comenzado a retorciese de un lado al otro con tal de tocar el suelo y correr hacia los mayores.
—Mi pequeño Sasuke.—Izuna lo elevó en brazos y entre ambos hombres, abrazaron al pequeño, quien recibía feliz los besos que su tío mayor dejaba en su rostro.— Los hemos buscado desde hace mucho tiempo ¿Cómo estás? ¿Y tu hermano?
Sasuke apretaba sus manos, emocionado por ver a su familia allí.
Madara lo tomó en brazos y con disimulo, olfateó el aroma a menta y pino que desprendía el niño, frunciendo el ceño al reconocer el olor de un alfa.
—Está con su esposo ahora.
Tanto Madara como Izuna lo observaron fijamente, esperando que el menor les diera un indicio de que solo estaba bromeando.
Sin embargo, solo encontraron la sonrisa emocionada del pequeño y ambos voltearon hacia el alfa que cargaba a Sasuke hacía solo unos segundos.
—¿Tú eres el esposo de mi sobrino?
La voz de Madara salió más grave de lo que hubiera querido y es que no podía comprender que había sucedido para que su hermana permitiera que Itachi, un joven de tan solo dieciocho años, se casara con un alfa que parecía doblarle la edad.
El hombre lo vio con el ceño fruncido, confundido al no comprender las palabras del azabache frente a él.
Kakashi bajó del carruaje, queriendo apaciguar la molestia que se notaba en la voz del desconocido.
—Lamento la confusión.—Habló el omega.— Obito es mi esposo.—Los hermanos fijaron su mirada en la marca sana y bien cuidada que portaba el muchacho de cabello plateado.— Nuestro señor, Itachi, se encuentra en el castillo del duque Uzumaki.
El par de alfas se vieron entre si y parpadearon un momento antes de volver su vista a las personas frente a ellos.
—¿Nuestro señor? —Preguntó Izuna, con sus ojos abiertos más de lo normal.— ¿En qué maldito momento se casó?
—Apenas ayer.—Comentó el niño.— Pero es un buen alfa, Itachi me lo dijo.
Madara apretujó al pequeño en sus brazos, intentando calmar la molestia que sentía mientras su sobrino lo abrazaba con emoción.
—Quiero hablar con él.—Sentenció.
Kakashi parpadeó. Por el atuendo que vestían podía notar que eran pertenecientes a una de las familias acaudaladas de Japón y aquello solo lo hacían preguntarse que había ocurrido para que la familia de su señor, terminara viviendo en una casa que parecía caerse a pedazos.
La manera en la que le habló no había sido de su agrado, aún así, podría comprender el porqué. El sujeto mostraba cariño genuino hacia el pequeño en sus brazos y era un hecho, que Itachi no quedaba fuera de él. El haber encontrado a su familia, sobre todo a sus sobrinos y descubrir que el mayor se casó con alguien que ellos no conocían, podía resultar en el enojo que el alfa experimentaba.
—Puede presentarse en el castillo cuando desee.—Dijo el omega y mirando al pequeño en brazos del hombre, aprovechó la oportunidad.— Si pudiera presentarse con Sasuke sería perfecto, a nuestro señor le agradará mucho tenerlo en el castillo una vez más.
La pareja asintió con su cabeza a modo de despedida y subieron al carruaje, despidiéndose del infante que los saludaba con una sonrisa.
—Vayamos dentro.—Madara lo bajó y observó a su hermano cuando apretó su hombro suavemente, encontrándose con una sonrisa emocionada de la que se contagió.— ¡Mamá, ya llegué!
—Ya era hora, Sasuke.—La voz de la dama y los pasos apresurados se escucharon en la cocina.— Ve a bañarte y ponte ropa linda, debemos ir a...
Mikoto se detuvo abruptamente al encontrarse con sus hermanos, ambos cruzados de brazos mientras la observaban molestos.
—Buenos días, hermanita.— La mujer tembló al oír la manera en la que Madara le habló, acompañando sus palabras de una sonrisa de lado.— ¿Ir a dónde? Acabamos de llegar.
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Izuna tomó a Sasuke entre sus brazos y caminó hacia el patio trasero de la casa.
Se podía sentir la tensión en el ambiente como también, el fuerte aroma que Madara dejaba salir sin considerar siquiera.
Sabía que su hermano estaba enojado y no podía negar que él también. Habían estado buscando a su familia durante mucho tiempo y sin saber como, ellos habían ido a parar a un lugar demasiado lejos de su hogar natal.
Mikoto se había marchado de Japón sin pensar en comentarles nada al respecto y si bien su hermana no tendría porqué darles información sobre lo que hacía o el porqué, se había llevado a sus sobrinos lejos de ellos.
—Estuvimos alejados por mucho tiempo, hermana.—Madara caminaba con sus manos unidas a su espalda, inspeccionando la casa que habitaban.— Ni siquiera conseguiste un buen lugar para vivir. ¿A esto estuviste exponiendo a mis sobrinos?
—No tienes ningún derecho como para decirme lo que puedo o no hacer.—Mikoto habló con sus dientes apretados.
El alfa negó en respuesta.
—Oh, no te equivoques, lo que menos me interesa es el pozo en el que caigas.—Sus manos acariciaron el barandal apolillado de la escalera y lo sacudió suavemente, notando el movimiento brusco que hacía con apenas un par de empujones.— Por otro lado, mis sobrinos son un tema completamente diferente. Si tan solo me hubieras comentado tus planes, yo te habría dado el dinero para que ellos no tengan que pasar necesidades, pero decidiste intentar todo por tus propios medios, escasos dicho sea de paso, sin considerar lo que ellos querían.
La dama podía escuchar la molestia en la voz de su hermano mayor junto a la burla mientras inspeccionaba el lugar.
No podía comprender como habían dado con ellos, como aparecieron en su hogar si ningún habitante del lugar en el que residían antes, tenía idea de lo que ocurrió con ellos.
—¿Por qué querría tener algo que les perteneciera a ustedes? —Preguntó molesta.— Nuestro padre nos trató de la peor manera cuando supo que estaba embarazada de Itachi. ¿Realmente crees que quería tener algo que ver con nuestra familia?
El alfa apretó sus puños aún cuando mantuvo sus facciones relajadas. Podía notar como su hermana estaba comenzando a enojarse con él al recordar el pasado y por muy malo que parezca, quería devolverle un poco de todo lo que ella les había hecho sentir.
—Tienes razón, nuestro padre fue una escoria contigo.—Comentó elevando sus hombros, restándole importancia a la situación.— Pero nunca lo fue con sus nietos. Amó a Itachi desde que lo conoció y siempre mantuvo un acercamiento con Sasuke. Creímos que todo estaba bien, pero imagina nuestra sorpresa cuando fuimos a buscarlos y lo único con lo que nos encontramos fue con su antiguo hogar vacío.—Una sonrisa apareció en sus labios.— Izuna y yo debimos enfrentarnos al enojo de nuestro padre, aún cuando no era un sentimiento dirigido hacia nosotros.
Mikoto caminó hacia el sofá y esperó pacientemente a que su hermano la imitara.
Sin embargo, Madara continuaba recorriendo la instalación, molestándose cada vez más al notar las ruinas de la casa. Su hermana expuso la vida de sus sobrinos a lo desconocido, sin saber realmente que podría pasarles allí, solo por su estúpido orgullo.
—No quería tener más problemas y sabía que si les comentaba sobre mi deseo de venir aquí, solo serían un impedimento. Fugaku trabaja y yo no necesitaba de su dinero.
Madara elevó una ceja al oír el nombre de su cuñado.
—A todo esto... ¿Dónde está Fugaku?—Preguntó con interés. Podía observar a su hermano jugar con Sasuke a través de la ventana sin cortinas.
—Trabajando, como bien dije.—Respondió escueta.— En otra ciudad.
—¿Y tú que has hecho desde que él se ha marchado?
La omega apresó los bordes de su vestido con fuerza, observando atentamente como sus nudillos se volvían blancos.
—He cuidado de mis hijos lo mejor posible.
La carcajada sin gracia proveniente de Madara, solo la tensaron. Su espalda se mantuvo recta, como si estuviera dispuesta a correr de allí ante el inminente ataque de su hermano.
—¿Cuidándolos lo mejor posible, eh? —Mikoto sintió las grandes manos del mayor sujetar sus hombros con algo de fuerza.— ¿Los has cuidado tan bien como para casar a tu hijo mayor con el duque Uzumaki? —La omega se levantó, viéndose retenida por las manos del azabache que la obligaron a tomar asiento una vez más.— Dices no querer el dinero que le corresponde a nuestra familia. Dices no necesitarlo porque tu esposo trabaja y resulta que casaste a tu hijo por esa razón.—Madara caminó hasta colocarse frente a ella, observándola desde arriba.— ¿Esa fue la razón, verdad? Necesitabas el dinero y vendiste a mi sobrino. Claro que solo son suposiciones, después de todo y teniendo en cuenta nuestras tradiciones, no podrías entregarlo sin que haya algo a cambio.
Mikoto se levantó de un salto y rodeó el sofá, dirigiéndose hacia la puerta para abrirla.
—Los quiero a ambos fuera de mi casa. ¡Ahora!
El alfa sonrió y haciendo oídos sordos al pedido de la mujer, se sentó en el mismo lugar que ocupó la omega hace pocos segundos.
—Pronto iré a ver a Itachi.—Comentó sin prestarle atención a su hermana.— Primero, Izuna y yo debemos conseguir una casa aquí, pero que sea mejor que esta.
—¿Se quedarán?
—¿Tan pronto esperabas que nos marcháramos, hermana?—El alfa se levantó y se dirigió a la cocina, escuchando los pasos de la dama detrás de él.— Quiero estar con Sasuke y ver Itachi. Necesito saber quien es el sujeto con el que se casó.
Los dientes de Mikoto chirriaron.
—No te atrevas a intervenir en su nueva vida. Te lo advierto, Madara.
Su hermano mayor la observó por encima de sus hombros antes de voltear una vez más hacia la ventana. Izuna cargaba a Sasuke en su espalda y la carcajada del pequeño por el zangoloteo era audible.
—Siempre fuiste alguien ambiciosa, hermana.—Comentó.— Entregar a mi sobrino por un poco de dinero ¿Cuánto fue? —La mujer se mantuvo en silencio.— Demasiado poco si no has podido mudarte a una casa mejor.—Respondió tocando con suavidad la descascarada pintura de la ventana.— Eres una mujer egoísta y despreciable si ni siquiera te tomaste el tiempo para conocer a quien se convertiría en el alfa de Itachi. Porque no lo haz hecho ¿Verdad?—La omega se mantuvo en silencio y Madara solo pudo sonreír con su mandíbula tensionada.— Debes saber que ahora que me encuentro aquí, Sasuke no seguirá ese camino.
Madara salió al patio trasero en busca de su hermano y una vez que se despidieron del pequeño, salieron de la casa prometiendo volver a verlo.
—¿Cuál es el plan ahora? —Preguntó el menor.
—Conseguir una casa y visitar a nuestro sobrino.—Respondió palmeando el hombro del contrario.
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Itachi estiró sus brazos hacia arriba, desperezándose.
Por fin sus días habían terminado y podía salir de su habitación.
Tenía pensado lo que quería hacer durante el día y si bien aún no lo había comentado con su esposo, estaba seguro de que el alfa no se lo negaría.
Sintió un beso en su mejilla y los fuertes brazos del rubio que lo rodearon, apretando su cuerpo contra el contrario.
—Buenos días.—Saludó con una brillante sonrisa.— ¿Has dormido bien? Yo estoy con toda la energía.
Itachi sonrió, acariciando los brazos de su esposo y presionando ligeramente sobre sus bíceps.
—He podido recuperar un poco la energía que he gastado.—Comentó. Sus mejillas ardían recordando lo vivido dentro de aquella habitación.
—Me alegra que sea así.—Apresó sus labios en un beso dulce y tranquilo.— Debo volver a mis labores, pero admito que no quiero salir de aquí.
La nariz de Naruto rozaba la piel del azabache, olfateando el aroma a chocolate que había comenzado a mezclarse poco a poco con el té de hierbas.
El duque se sentía extasiado, relajado y tranquilo. Apenas habían terminado los días de celo y no se había atrevido a abandonar su habitación, dejando a su omega allí.
Sabía que su padre podía ocuparse de sus deberes mientras él no esté, después de todo, el alfa se encontraba ocupando el lugar de su progenitor.
—He estado pensando.—Itachi atrajo su atención una vez más.— Quiero conocer como se encuentra el ducado y ver en qué hay que ayudar.—Naruto sonrió, besando su cuello en el proceso.—Yo... no estoy seguro...—Suspiró.— De si debo esperar a que me presentes como tu esposo.—Las manos del alfa acariciaron su cintura.— Oye, esto es serio.—Rio.
Naruto mordió la piel de su hombro con suavidad antes de alejarse.
Le resultaba algo increíble el pensar que lo había tenido durante días a pocos pasos de su cuarto y ni siquiera había pensado en lo que ocurriría dentro de aquellas paredes.
El joven, su omega, lo había hecho tocar el cielo en poco tiempo y no solo por haberse entregado a él. No habría imaginado que besar a una persona se sintiera tan exquisito y adictivo como lo provocaba su esposo.
—Es tu culpa que no ponga atención.—Itachi lo vio indignado.— No puedo dejar de besarte.—Mordió el labio inferior de su esposo y succionó con suavidad el mismo.— Y siento que aún no tengo suficiente de ti.
Naruto giró sobre su lecho, tirando a su esposo sobre él y acomodando sus piernas para que se posicione mejor, se sentó en la cama y una vez más, invadió su boca introduciendo su lengua.
Itachi se dejaba hacer, completamente hipnotizado por la forma en que su alfa demostraba con acciones, lo que había expresado en sus palabras.
—Alteza, necesitamos su presencia con urgencia.
La voz de Obito los hizo detenerse. Era la primera vez que interrumpía desde que ambos se habían encerrado en la habitación.
Itachi se levantó, ayudando al mayor a incorporarse.
—Voy enseguida.—Respondió el rubio, colocándose su camisa.
Una vez que consideró que estaba vestido decentemente, Naruto se dirigió al armario que se ubicaba a un lado del cuarto y sacó uno de los tantos kimonos que su esposo utilizaba, ayudándolo a vestirse.
—¿Crees que sea algo grave? —Preguntó Itachi, esperando a que el alfa termine de atar el listón que cerraba la prenda.
—No lo se, pero será mejor ir.—Besó la frente del azabache y tomó su mano para salir del lugar.
°
Madara estaba seguro de no haberse sentido tan humillado en toda su vida.
La espada apuntaba a su cuello con la intención de cortar su piel si llegaba a moverse solo un milímetro.
Su aroma se desprendía como advertencia y si bien los guardias los rodeaban, nadie se atrevía a meterse para calmar a lo que parecía ser un depredador dispuesto a asesinar a su presa.
¡Era insultante!
—Baja esa espada antes de que te cortes un maldito dedo.—Siseó con enojo.
Sus ojos negros brillaban con ira contenida y si bien aquel podría ser su último día, agradecía a los dioses porque su hermano no esté allí con él.
Estaba seguro de que Izuna se estaría burlando de él o quizás, lo habrían sometido de la misma manera.
Un fino mechón de cabello negro cayó a sus pies y el azabache, no pudo evitar que sus colmillos crecieran dispuesto a asesinar a aquel sujeto frente a él.
Los guardias alzaron sus arcos y tensionaron la cuerda. Podía ver el brillo de las puntas de metal que se iluminaban con el sol. Todas y cada una de las malditas flechas, apuntando hacia su cabeza.
—Cierra tu maldita boca porque te cortaré la lengua.
—¿Siempre sueles meterte con la casta superior? —Preguntó con sorna.
El alfa no habría esperado que se acerque a él con aquella rapidez. El filo completo de la espada estaba a un suspiro de rasgar su garganta.
—¿Y tú siempre sueles ser sometido por alguien de la casta inferior? —Madara gruñó al ver la sonrisa torcida que el contrario le dedicó.— Te apareces en mi castillo exigiendo como si tu fueras el duque ¿Quién demonios te has creído?
—¿Padre?—Minato se sobresaltó y Madara tragó saliva con esfuerzo cuando sintió la afilada hoja rozar contra la parte superior de su garganta.
Una sonrisa iluminó los rasgos del omega que sostenía la espada y bajó el arma aún cuando los guardias mantenían sus arcos cargados con las flechas fijas en su objetivo.
—Oh, cariño, al fin estás aquí.—El azabache parpadeó confundido. ¿Qué demonios le sucedía? Hacía solo un segundo había estado a punto de asesinarlo y ahora sonreía como si no hubiera ocurrido absolutamente nada.— Este señor llegó aquí, exigiendo ver a Itachi.
Naruto frunció el ceño, fijando su vista en el hombre frente a él. Pudo ver la similitud con su esposo en los ojos y cabellos negros. Sus rasgos eran mucho más maduros que los de su omega y a pesar de que no mostrara intenciones de hacer algún daño, podía verse la molestia en sus ojos.
—Solo quiero ver a mi sobrino.—Dijo con seriedad.
Minato elevó una de sus manos con su palma hacia el exterior y el alfa al que apuntaban, vio como los guardias bajaban poco a poco los arcos.
—¿Por qué no lo había dicho antes?
Madara apretó sus manos en un puño a la vez que sentía uno de sus ojos palpitar por el estrés.
—¿Podrías decir quien fue el que casi corta mi cuello cuando quise hablar? —El omega sonrió algo culpable y agitó su mano restándole importancia al asunto.— No entiendo como un omega tiene tan buena destreza con una espada.—Balbuceó mientras se acomodaba su atuendo.
—Quien fue duque debe saber como proteger a su familia cuando sus guardias no están a su lado.—Respondió Naruto, aún cuando la pregunta no fue hecha. Madara lo miró sorprendido antes de desviar su vista hacia la espalda del omega que se perdía al ingresar al castillo.— Por favor, sígame.
El duque miró a Obito por un momento y se adentró a su hogar con el recién llegado a sus espaldas y el guardia siguiéndolo por precaución.
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El líquido humeante era revuelto con tranquilidad dentro de la taza. De vez en cuando, se podía oír el sonido de la cuchara de plata golpear contra la cerámica.
Esperaba pacientemente a que su hijo estuviera de vuelta con su esposo, mientras tanto y habiendo agregado un nuevo lugar para su invitado, podía sentir la penetrante mirada del recién llegado clavada en su persona.
Sabía que estaba molesto, pero no podía culparlo a él cuando solo defendió su hogar.
Era alguien desconocido que ingresó con exigencias creyéndose el rey y Minato eso no lo iba a permitir.
Escuchó sus dientes chirriar ante el silencio que inundaba el gran salón y el omega ni siquiera levantó su mirada, continuando como si el alfa no estuviera a punto de saltar hacia su yugular.
Obito se mantenía detrás de él con su mano en la empuñadura de su espada.
—¿Ni siquiera te disculparás? —El rubio lo miró y podría jurar que sus largos cabellos negros estaban erizados por la ira.— Me atacaste sin razón.
—No fue sin razón.—Contestó con calma, llevando la taza con chocolate humeante hacia sus labios.— Y por favor, no me tutee.—Pidió.— No le he dado el consentimiento para hacerlo.
Madara estaba a punto de romper la gran mesa de madera por la fuerza que ejercía en el agarre.
El omega irrespetuoso estaba tan tranquilo como si no hablara con alguien que estaba a punto de escupir fuego por su boca, directo a su rostro.
Su semblante relajado y tranquilo solo lo alteraban más, y Madara pensaba seriamente en los pros y contra que había ante la posibilidad de atacarlo.
Aún cuando así lo quisiera, el alfa que se encontraba detrás del rubio lo cortaría la garganta en cuanto de un paso al frente. No tenía posibilidades y estaba seguro de que por más que el guardia no estuviera allí, Minato lo reduciría a la nada misma en cuanto tocara un solo cabello rubio.
—No me interesa si me has dado el consentimiento o no.—Dijo molesto. La mirada de Obito solo le advertía que se callara al no agradarle su tono de voz y poco le importó aquello.— Me atacaste, cortaste mi cabello y por poco mi garganta. No me interesa que seas un maldito rey, debes disculparte si sabes que estuviste mal.
Un suspiro escapó de los labios del omega. Elevó su mirada hasta el hombre frente a él aún con la misma tranquilidad que en un inicio.
Minato odiaba no poder desayunar tranquilo y ya de por si, su mañana se había alterado cuando escuchó los gritos de los guardias pidiéndole a ese alfa que mantuviera su distancia.
No pensó mucho cuando corrió hacia la entrada del castillo y desenvainó la espada del cinturón de uno de sus guardias. En cuanto lo vio inclinarse apenas, sin saber si era por una reverencia o si se estaba posicionando listo para un ataque, Minato se apresuró en llegar a él.
—En primer lugar, debió hacerle caso a los pedidos de mis soldados.—Comentó bebiendo otro sorbo de su chocolate.— Así que no considero que lo haya atacado. No sabía sus intenciones, solo actué. Por otro lado, el mechón de su cabello que corté estaba próximo a su flequillo, así que apenas y se nota. Y le informo, señor, que no soy un rey, fui un duque y a pesar de que mi título ahora le pertenezca a mi hijo, mereceré el mismo respeto que le dan a él hasta el día de mi muerte.—Madara abrió su boca dispuesto a refutar, más la mano alzada del omega solo lo obligaron a callar como si fuera un cachorro haciendo caso a su dueño.— Si todo quedó claro, quisiera desayunar en paz. Es invitado a hacerlo también.
Un gruñido escapó de la boca del alfa que murió al instante en que vio al omega levantarse para abrazar a los recién llegados.
—Lamento la demora.—¡Su voz! Pudo reconocerla al instante.
Madara se levantó de su lugar y se aproximó a ellos, aún con la mirada del guardia puesta en su persona.
Itachi se volteó a verlo con una pequeña sonrisa cordial que se amplió en cuanto su tío se colocó en su campo de visión.
Se catapultó a los brazos del mayor y rodeó su cuello con sus brazos, sintiendo sus pies en el aire cuando Madara lo apresó contra su cuerpo.
—Oh, mi niño.—Susurró con su voz estrangulada.— Estás tan grande.—Lo bajó con cuidado y se alejó apenas para poder verlo a los ojos. Recorrió con su mirada las facciones del menor y acarició con sus manos las pálidas mejillas del joven.— Estás tan hermoso, aunque te veo más delgado ¿Estás comiendo bien?
Itachi rio.
—Si lo hago.—Respondió con un brillo de felicidad centelleando en sus ojos negros.— Creí que no volvería a verte.—Hundió su rostro en el pecho del mayor y absorbió su aroma, sintiendo la nostalgia invadirlo.— ¿Cuándo llegaste? ¿Cómo me encontraste?
Un suspiro cansino escapó de los labios del alfa.
—Créeme que no fue fácil. Ya no los hallamos en su antiguo hogar y unos amigos de la familia dieron con ustedes.—Respondió.— He estado con Sasuke también, está igual de hermoso que siempre. De hecho, tu tío Izuna está con él ahora.—Itachi sonrió con emoción.
—¿Se quedarán aquí? ¿El abuelo como está? —Sus manos se aferraban al atuendo japonés del mayor y Madara se aproximó al chico para depositar un beso en su frente.— Tengo tantas preguntas que hacerte.
El alfa apretó sus manos con cariño y acarició el dorso con sus pulgares.
—Tu abuelo es un anciano cascarrabias, pero está bien. Y tú quédate tranquilo, podré contestar a cada una, tendremos tiempo. No creo que nos vayamos pronto.—Su ceño se frunció un instante antes de volver a sonreír.— No quiero que mi hermana vuelva a alejarlos de su familia.
Naruto fijó su mirada en el recién llegado al igual que su padre. Ambos voltearon a verse por un momento, queriendo saber si aquellas palabras habían llamado la atención de ambos.
El duque soltó un suspiro más tranquilo. No estaba seguro de que tanto sabía el desconocido, pero necesitaba hablar con él, sobre todo por Sasuke.
El amor paternal que expresaba en su mirada aún cuando era su tío, era demasiado notorio y quería creer que el sujeto de nombre Izuna sentía lo mismo que el alfa que abrazaba a su esposo.
Necesitaba asegurarse de que eran personas confiables y en dicho caso, podría sentirse mucho más tranquilo en cuanto a la seguridad de su pequeño cuñado.
Naruto carraspeó llamando la atención de ambos.
—Oh, lo siento.—La sonrisa ilusionada de su esposo se le contagió.— Tío Madara, te presento a mi esposo Naruto.—Dijo Itachi, sujetando el brazo de su alfa en un firme apretón. El azabache mayor reverenció, acostumbrado a sus tradiciones.— Y él es su padre, Minato.
Los ojos negros del recién llegado se clavaron en el omega al que había presentado.
—Si, he tenido el... Placer de conocerlo.
El menor de los presentes lo vio confundido por la pausa, mientras que el duque posó su mano en su boca, queriendo ocultar la sonrisa orgullosa por haber visto a su padre someter a alguien que parecía superarlo por dos cabezas.
Itachi se aproximó una vez más hacia su tío y envolvió sus brazos al rededor del cuerpo del mayor nuevamente.
Madara acarició la cabeza del chico con suavidad y corrió hacia un lado el cabello negro de su sobrino que caía en una coleta baja, permitiendo que su cuello quede expuesto.
Allí pudo ver una marca perfecta de mordida, apenas comenzando a curar. Los bordes rojizos y algo inflamados, le indicaban que el proceso de curación estaba siendo el adecuado.
—No quiero ver que esa marca cambie de color.—Dijo con tono serio.
Itachi solo asintió, aún cuando bien sabía que esas palabras no eran dichas para él.
Era sabido que las marcas se tornaban oscuras y poco agradables a la vista cuando los alfas que reclamaban a sus parejas, comenzaban a apartarlos, quitándole todo tipo de atención hacia sus omegas.
—Eso no sucederá.—Naruto respondió convencido, ganándose un asentimiento de parte del azabache.— Quisiera hablar con usted en privado ¿Es posible?
Madara lo vio desconfiado y asintió una vez más. Quería oír todo lo que ese sujeto tenía para decirle.
Observó la mano del duque apuntar hacia una puerta y luego de besar la frente de su sobrino una última vez, se dirigió hacia allí.
—No es nada malo ¿Verdad? —Preguntó el omega, quien se aferró al abrazo que su esposo le dio.
—No debes preocuparte por nada. Solo quiero que me conozca y que no tenga la presión de aceptarme porque estés tú.—Besó sus labios y se alejó de allí con una sonrisa.
Minato tomó la mano de Itachi.
—Vayamos a desayunar, cariño.—Sonrió despreocupado.
°
Madara observaba el paisaje a través de la ventana. Las colinas se veían a lo lejos con el césped demasiado verde y algunas zonas rocosas que cortaban el color de vez en cuando.
El lago se perdía de vez en cuando a través de las plantas y las flores coloridas se expandían a lo largo.
Era una vista maravillosa y relajante.
—Lamento haberlo separado de Itachi justo ahora, pero esperaba poder hablar con usted.
El alfa se volteó en cuanto oyó la voz del duque.
—Lo escucho.
—¿Qué es lo que sabe sobre la madre de mi esposo?—La pregunta lo tomó desprevenido.
—No es una mujer en la cuál volvería a confiar.—Respondió seguro.— Estoy convencido de que si vuelvo a Japón, hará todo lo posible para alejarse de Luxemburgo al haberla hallado aquí.—Madara tomó asiento cuando el rubio lo indicó.— De la noche a la mañana se alejó de nuestro país natal, sin decirle una sola palabra a nadie y nosotros nos vimos privados de continuar una relación con nuestros sobrinos.
Naruto apoyó sus codos sobre su escritorio y cruzó sus manos frente a su rostro.
—¿Cuál fue la razón por la que se marchó?
—No quería tener nada que ver con ningún miembro de su familia.—Contestó. Su mirada perdida en un punto de la pulida madera del escritorio.— Quedó embarazada de Itachi cuando aún no estaba casada y mi padre la trató como a una escoria por ello. Aún cuando mi padre no quería verla por lo sucedido, amó a su nieto desde el primer día en que lo conoció al igual que Sasuke.—Naruto lo escuchaba con atención.— Por favor, no puede decir nada de esto. Ninguno de mis sobrinos sabe la verdad.
El duque asintió comprendiendo. No pensaba decir nada que el supiera pudiera lastimar a su esposo.
—No lo ha tratado como es debido.—Comentó el rubio.
Madara soltó un suspiro cargado de molestia.
—Mikoto es una mujer ambiciosa que hará todo lo posible por obtener el dinero que nuestro padre le privó.—Hizo una mueca al recordar.— Incluso, casar a su hijo con un desconocido.—Sus ojos negros se enfocaron en los azules que lo veían con seriedad.— ¿Cuánto le ofreció para que accediera?
Naruto desvió su mirada con culpa.
—El doble de lo que había aceptado cuando el conde Danzo pidió el compromiso.—Su ceño se frunció con molestia a la vez que se ponía de pie.— Cincuenta malditas monedas de oro fue lo que le valió la vida de su hijo para casarlo con un alfa que era incluso, varios años mayor que su propia madre.—Dijo caminando de un lado al otro.
La mandíbula de Madara se tensó.
No tenía conocimiento sobre ello. Creyó que el joven frente a él había sido el único que había ofrecido.
¿Cien monedas? ¿Cien asquerosas monedas de oro era lo que Itachi valía?
Tiró su cabeza hacia atrás y movió sus hombros, queriendo quitar la tensión de su cuerpo.
—Mi sobrino ya está casado y marcado.—Soltó el aire por su nariz.— Y lo veo feliz con este matrimonio, aún cuando sabemos la manera en la que ocurrió. Solo le pido que lo cuide.
Naruto asintió firme, queriendo que el mayor supiera que aquel deseo se cumpliría.
—Itachi tampoco sabe de esto o al menos, eso es lo que creo.—Dijo inseguro. Por supuesto que el azabache tampoco iba a comentarle a su sobrino al respecto. No quería que se sintiera como un maldito objeto que podían vender y comprar a su antojo.— Ahora, mi siguiente preocupación es Sasuke.— La mirada del contrario se posó en su persona.— Lo quiero traer a mi castillo. Me ha comentado que la situación con su madre no es del todo buena, pero estoy seguro de que me ha ocultado algo. No quise presionarlo para que me lo diga.—Madara asintió comprendiendo.— Me tranquiliza el saber que usted estará aquí y podrá ver por él cuando no pueda venir. Itachi ha querido verlo los primeros días, pero su madre se lo prohibió. No quiero que vuelva a pasar por eso y tampoco quiero que caiga en depresión, debido a que él mismo me ha comentado que lo ve como a un hijo.
Madara lo sabía. Conocía la relación de aquel par, como también el instinto protector de su sobrino mayor y no como un hermano. Itachi siempre se había ocupado de Sasuke como un padre se ocupaba de su cachorro.
—Puede estar tranquilo. Yo mismo me encargaré de ver por él.—Sentenció.
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ATENCIÓN, A PARTIR DE ESTE CAPÍTULO NO HABRÁ DIFERENCIAS DE IDIOMAS.
Su estómago se apretó cuando el sonido de los pasos de los guardias se escuchó por el silencioso castillo.
Los sirvientes se movían de un lado al otro, casi corriendo, por las grandes habitaciones. Algunos preparaban la gigantesca mesa para recibir a los invitados, mientras que otros esperaban en la cocina para recibir los alimentos y las bebidas necesarias para tener todo listo.
Naruto se encontraba recostado contra el sillón de cuero de su oficina mientras leía uno de los documentos que Iruka le había entregado. Parecía tan tranquilo como siempre.
Por otro lado, Itachi se encontraba a punto de arañar las paredes por el nerviosismo.
Había sido coronado apenas el día anterior, presentándose como la duquesa de Luxemburgo y aunque no le agradara del todo el título, Kakashi le había informado que no podían existir dos duques en un mismo ducado. Era estúpido nombrarlo de esa manera cuando era un omega masculino.
Había sido una bienvenida cálida en el lugar, presenciando la felicidad de los lugareños al saber que su monarca ya se encontraba casado. La comida abundó y había podido hablar con muchas personas, conociendo el estatus de vida que allí tenían.
El padre Yuto, el mismo señor que los había casado, había sido quien le ofreció la corona a su esposo para que la colocara en su lugar. Una corona de oro puro con una piedra de topacio azul en el centro que hacía juego con su anillo y rivalizaba con los ojos de su alfa.
Itachi suspiró queriendo calmar el nerviosismo y alisó su kimono. Podía sentir la mirada de su esposo en su persona y estaba seguro de que si se volteaba a verlo, Naruto tendría una sonrisa burlona en su rostro.
Había conocido a demasiadas personas durante su coronación, pero apenas y había sentido algo de nervios o ansias. Demasiado diferente a lo que le estaba ocurriendo actualmente, porque estaba a punto de conocer a los consejeros y condes de los lugares aledaños.
Debía lucir bien, actuar perfectamente como se esperaba del esposo del duque. Porque si Naruto lo había elegido para gobernar a su lado, debía estar a la altura.
Sabía que no habría tantas personas como lo hubo al presentarse frente a toda la capital. Aún así, no podía cometer ningún error.
Un beso en sus labios lo devolvió al mundo.
—Debes estar tranquilo.—Naruto acariciaba sus mejillas con delicadeza.— Todo lo que haz hecho hasta el momento fue perfecto y te comportas estupendamente. Son solo personas, cariño.
—Personas con poder.—Susurró.
Naruto asintió.
—Pero no tanto como el nuestro.—Sus manos se aferraron a la cintura del menor y lo envolvió en un apretado abrazo.
La puerta de la oficina fue golpeada y pocos segundos después Obito ingresó.
—Altezas.—Reverenció.— Los señores han llegado.
El alfa tomó su mano con fuerza y le sonrió antes de caminar junto a él hacia el exterior del cuarto.
Esperaba poder encontrar algún rostro conocido. Ya sea a su suegro, Iruka e incluso Kakashi, pero ninguno estaba presente en el momento en el que llegaron al gran salón.
La mayoría eran alfas que portaban atuendos exageradamente caros. Todos se levantaron para realizar una reverencia cuando la pareja hizo acto de presencia.
Itachi los observaba a cada uno, encontrándose a pocos alfas jóvenes que habían tomado su título a la misma edad que Naruto.
—Es un placer conocer al fin al esposo de nuestro duque.—Un joven de cabello colorado y ojos turquesas, se acercó a ellos a la vez que pronunciaba sus palabras.— Ya era hora de que encontraras a alguien.—Dijo mirando al duque.
Naruto sonrió mientras su mano apretaba la de su esposo con suavidad.
Itachi, por otro lado, solo asintió sin saber que decir. Estaba agradecido de que Kakashi haya logrado lo que su madre no hizo en cuanto a sus enseñanzas. Estaba claro que no podía continuar siendo un ignorante en Luxemburgo, aún más sabiendo que estas clases de reuniones podrían convertirse en algo recurrente y él debía saber comunicarse con los presentes.
—¿Y qué me dices de ti, Gaara? —El mencionado rodó los ojos mientras fruncía el ceño. Era extraño para el omega ver a alguien que no tuviera cejas y si allí estaban, él no podía notarlas.— ¿Shira por fin se te declaró?
El chico elevó un poco la cabeza y lo vio de costado, como si Naruto fuera alguien con un título inferior.
—De hecho, lo hizo.—Comentó inspeccionando las uñas de su propia mano.— De todas formas no podía hacer mucho, estaríamos casados de una u otra manera.
El rubio palmeó el hombro del chico mientras le dedicaba una mirada de lástima.
Sabía que su amigo estaba comprometido desde niño, aunque nunca se hubiera esperado que el mismo joven que se convertiría prontamente en su esposo, hubiera dedicado su vida a entrenar para convertirse en el guardia del pelirrojo. Aún así, estaba feliz de saber que Shira había aceptado su destino.
La mano del joven se extendió en dirección a Itachi.
—Sabaku no Gaara. Conde del distrito del este y miembro del consejo.—El azabache apretó la mano del contrario y observó como realizaba una reverencia.
Itachi sintió las manos de su esposo en sus hombros cuando tuvo el impulso de responder de la misma manera.
Le dedicó una sonrisa apenada y cerró sus ojos cuando Naruto besó su frente.
—Itachi Uchiha de Uzumaki.—Se presentó obviando el título nobiliario que le correspondía.
Pudo observar de reojo la sonrisa orgullosa de su alfa y sintió un cosquilleo en su estómago.
Los tres se acercaron a la mesa y asintieron en forma de saludo.
Podía notarse que no todos se encontraban conformes con la unión de su duque e Itachi tenía la pregunta bailando en la punta de su lengua.
—"¿Cuál es su maldito problema? Ni siquiera me conocen."—Pensó.
El joven pelirrojo se sentó a su lado mientras que la pareja se unió a los presentes colocándose en la cabecera.
—Creí que no vendrías.—El omega observó a su pareja, quien veía a un chico azabache de coleta que se ubicaba sentado un poco más alejado.
—Quería conocer a tu esposo, rubio.—Naruto sonrió.— Y de paso ver al alfa de Gaara.
Itachi abrió sus ojos con sorpresa porque el pelirrojo que se había presentado con él, no parecía ser un omega. Quizás por su ropa holgada que no permitía notar su cuerpo, pues su estatura no era la misma que la de su pareja.
—No es mi alfa aún, Shikamaru.—El azabache sonrió con burla mientras tomaba la mano de su acompañante, quien asintió a Uchiha cuando notó que lo observaba.— Es una pena que Neji tenga a un alfa ignorante a su lado.
Itachi no quiso hacerlo, pero le causaron gracia las palabras de Gaara. Lo que menos quería era hacer quedar mal a su esposo y ahora tenía la mirada de los presentes en su persona por haber soltado una carcajada.
Su rostro se sonrojó y sus labios se apretaron en una fina línea mientras su pecho continuaba vibrando al reírse.
—Lo siento.—Susurró luego de inhalar aire.
—Oh, no te preocupes.—Gaara agitó su mano restándole importancia e Itachi se pudo tranquilizar al ver a Shikamaru negar con una suave sonrisa antes de besar el dorso de la mano del castaño que se ubicaba a su lado.
—Es una sorpresa encontrarte en este lugar.—El omega recorrió la mesa hasta encontrarse con aquel con quien su madre lo había comprometido en un inicio.— Digo, teniendo en cuenta del lugar de donde vienes.
Las sonrisas de los presentes por ver a los dirigentes molestarse mutuamente, desapareció ante las palabras del anciano. Se podía notar la burla en su voz.
Todos se mantuvieron en silencio, no queriendo abrir la boca al observar la seriedad que se mostraba en el semblante del monarca.
—¿Se refiere a mis orígenes o al lugar en el que vivía antes de llegar al castillo?—Preguntó llevando la copa de vino a sus labios para evitar que noten su desagrado al encontrarlo.
El alfa sonrió de lado.
—Supongo que a todo.—Respondió. Sus codos se apoyaron encima de la mesa y giró un poco su mirada hacia los monarcas.— Vienes de Japón y te conviertes en la duquesa de Luxemburgo. Vivías en una casa que se caía a pedazos y ahora tienes una corona de oro sobre tu cabeza. ¿Crees que eso es justo?
—Quizás es porque todo quedó en manos del destino y fue el quien quiso que su duque y yo estemos juntos.
Danzo lamió sus labios al enfocar su mirada en el omega.
La manera en la que se desenvolvía con las personas, tan elegantemente aún cuando todos los presentes eran poderosos, solo le llegaba a encantar. A pesar de siempre tener una mirada amable, no parecía dejarse de nadie y se defendía por si mismo, sin la necesidad de que su alfa hable por él.
Era un chico encantador y desde la primera vez en que lo vio, lo quiso a su lado.
Ahora ya no podría tenerlo porque podía ver con claridad la perfecta marca de mordida en su cuello al tener su cabello amarrado.
—¿Crees que tu hermano menor tenga el mismo destino?
Itachi golpeó la mesa con su puño logrando que los presentes se sobresalten. Naruto se recostó en su asiento sintiendo el filo de sus colmillos rozar contra su labio inferior.
—Le prohíbo hablar de mi hermano.—Dijo con sus dientes apretados.— No quiero que algo referente a él vuelva a salir de su asquerosa boca.
El conde elevó una ceja con un brillo divertido en sus pupilas.
—¿Crees que es la forma correcta de expresarte cuando le hablas a un conde?
—¿Y usted cree que es la forma correcta de hablarle a su duquesa? —Preguntó en respuesta.— Que no se le olvide mi título y poderío.—Dijo recordando las palabras de su esposo.
El conde abrió su boca para responder, sin embargo, se vio interrumpido por el grave gruñido del joven alfa que se encontraba en la cabecera de la mesa.
Los labios de Naruto se elevaron hacia arriba mostrando sus colmillos en una clara amenaza. Estaba dispuesto a saltar directamente hacia el cuello del anciano si continuaba con su falta de respeto.
Ninguno notó a los jóvenes alfas crear presencia ante la amenaza, aún cuando no fuera directo a ellos.
Shira se había acercado a Gaara en cuanto escuchó el gruñido, listo para enfrentarse en una batalla con cualquiera que sea una amenaza para su prometido.
Por otro lado, Shikamaru enderezó su espalda en cuanto notó el cambio de actitud del duque y sus colmillos se mostraron afilados al sobresalir de su boca.
Itachi tomó la mano de Gaara en un intento de tranquilizarlo en cuanto lo notó temblar. No pensaba interrumpir a su esposo si saltaba al ataque del conde.
—Felicidades por su boda, alteza.—La voz rasposa de otro alfa los descolocó.
Naruto dirigió su seria mirada hacia el anciano que había hablado, quien soltaba el humo de su pipa con tranquilidad.
—Le agradezco, Sarutobi.—Comentó tranquilizándose.
Tomó la mano de su esposo por debajo de la mesa y la apretó con suavidad antes de llevarla hacia sus labios para depositar un beso en ella.
—No dudo en que es un joven amable, pero considero que debería saber controlarse ante las palabras que lo puedan afectar.—Itachi frunció el ceño con molestia.— Aún así, lo felicito por su elección, alteza. Tiene un rostro agraciado y buen cuerpo para dar a luz a sus herederos, no esperaba menos para usted.
Naruto se levantó de su asiento bajo la mirada confundida del anciano. Shikamaru y Shira se pusieron alerta al notar la mirada furiosa del rubio.
Suficiente se había mantenido en silencio ante la falta de respeto de los ancianos que se creían capaz de dar sus opiniones, ya sea al hablarles con confianza o no. Aquello no importaba, sabían que el duque no iba a resistir mucho más e incluso, ellos también se estaban molestando ante la situación.
—De pie.—Los invitados reaccionaron cumpliendo con la petición.— No voy a permitir otra falta de respeto hacia mi esposo. Tiene mayor poder que todos aquí porque desde que nos hemos unido en matrimonio, el gobierna a mi lado. Aún así, parece ser que un conde no conoce su lugar y tampoco recuerda que puedo quitarle el título si así lo decido.—Danzo tensó su mandíbula y se inclinó a modo de disculpa, dejando su orgullo de lado.— Por otro lado, un consejero que no puede mantener su boca cerrada al tener una opinión tan desagradable tampoco es bueno.—Tomó la mano de su omega y tiró de él suavemente con la intención de que se ponga de pie.— Sacaré a mi omega de aquí porque no tengo ganas de que continúe escuchando tantas estupideces. En lo que vuelvo, quiero que piensen en la reunión que debíamos tener desde un inicio y ver que tan buenos son en sus labores.
La pareja se retiró del lugar mientras los presentes se mantenían en una reverencia.
Un suspiro escapó de la boca de Shikamaru en cuanto se volvió a sentar. Sabía que aquellas palabras no eran más que para los idiotas que habían decidido abrir la boca.
Giró su mirada hacia Gaara y le guiñó un ojo, queriendo transmitirle tranquilidad. Asintió con su cabeza hacia Shira que lo observaba y el guardia volvió a su lugar mucho más tranquilo.
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Naruto contenía las ganas de tirar los documentos y saltar encima de aquellos ancianos inoperantes.
Ninguno parecía tener ganas de realizar bien su trabajo y le molestaba saber que necesitaba del consejo para poder mantener el orden en su país.
—Creo que no deberíamos excedernos en esos gastos.—Habló Sarutobi.— El hospital de la capital tiene los suficientes ingresos como para poder reacomodar sus instalaciones. No es nuestra culpa que no se atrevan a hacer algo mejor con sus enfermos.
Naruto se recostó contra su sillón y con sus uñas arañaba la madera del apoya brazos.
—¿Está sugiriendo que dejemos morir a nuestra gente?
El anciano alfa fumó de su pipa a la vez que elevaba sus hombros restándole importancia.
—Lo que digo es que podemos ocupar el tiempo y dinero para avanzar en la economía ganadera.—Respondió con tranquilidad.— Entienda, duque. Si no lo hacemos así ¿Cuánto podríamos otorgarle al hospital?
—Y mientras intentamos hacer que la economía del país crezca, las personas se mueren por no tener una maldita cama donde descansar con sus enfermedades o siquiera, las medicinas que se necesitan.—Habló Shikamaru.— Si el hospital pide ingresos, es porque no los tiene. Me gustaría que pudiera visitarlo para saber en que condiciones se encuentra antes de hablar sobre ello. Han utilizado el dinero que su alteza les ha otorgado de la mejor manera, yo mismo puedo confirmarlo.
Naruto asintió satisfecho.
—Mientras avanzamos en la economía ganadera como bien propuso Sarutobi, nos apoyaremos con los distritos del Este y del Norte.—Dijo el duque, recibiendo un asentimiento de parte de Gaara y Shikamaru.
—¿No cree que si los lugareños lo saben perderán su fe en usted?
—No he hecho mal mi trabajo desde que se me fue entregado el título nobiliario, conde Danzo.—Respondió molesto.— Como tampoco lo ha hecho mi familia. Cada pequeño grano de oro que sea entregado a la capital, será remunerado.
—Alteza...
—Ya todo está dicho.—Naruto interrumpió al conde.
Le entregó sus documentos a Gaara antes de ponerse de pie y esperó pacientemente a que los invitados lo reverenciaran antes de salir.
Se sentía cansado y molesto. No le gustaba que pusieran en duda su mandato o que intentaran colocar situaciones como prioridad antes que a su propia gente.
La situación con su esposo tampoco había ayudado y si bien le gustó oír como él mismo se daba su lugar, sus dedos parecieron cosquillear ante las ganas de permitir que sus garrar salieran con la intención de desgarrar la garganta de los ancianos. Principalmente de Danzo.
El sujeto se retiraba con una pequeña sonrisa, como si pudiera leer su mente y saber lo que le molestaba.
No le importaba el viejo realmente, pero no iba a permitir que continuara humillando a su omega.
—Tu esposo tiene las uñas bien afiladas.—La voz perezosa de su amigo lo hizo sonreír.
—Se defendió como esperaba que lo hiciera.—Elevó sus hombros y miró a la pareja del conde del Norte.— ¿Cómo te encuentras, Neji? Hacía tiempo que no te veía.
El omega se inclinó con una sonrisa.
—Muy bien y por lo que veo, usted igual.—El rubio asintió suavemente.— Le doy mis felicitaciones por su boda. Es un hermoso omega el que tiene a su lado, aunque me hubiera gustado poder hablar un momento con él.—El castaño miró a su esposo un instante.— No es posible ¿Verdad?
—No, mi vida, debemos volver cuanto antes.—Respondió el conde.— Aún quedan asuntos que arreglar, así que la próxima pueden tener una tarde de té si así lo prefieres.—El omega asintió con una sonrisa.
Shikamaru rodó sus ojos con fastidio cuando vio la ceja elevada del duque. Un semblante burlón se mostraba en sus facciones.
Sabía que no debería tener tanta confianza con él al igual que Gaara, pero desde que Naruto asumió su título y comenzaron a tener reuniones con él al saber que el duque los nombraría conde y condesa, habían creado una bonita amistad a pesar de verse pocas veces.
—No puedes mirarlo así cuando te encuentras igual o peor por tu omega.—Regañó el pelirrojo obteniendo la risa de Shikamaru y su esposo.
—Touché.—Respondió el alfa elevando sus manos en señal de rendición.— Con Shikamaru estaremos esperando pacientemente para burlarnos de ti y Shira.—El rubio saludó con su mano al guardia, quien reverenció como saludo.
Los jóvenes se retiraron, no sin antes expresar sus saludos hacia su esposo y Minato.
Naruto soltó un suspiro y caminó hacia el patio interno del castillo.
Se podían oír el sonido de las espadas chocar en el entrenamiento de sus hombres y los gritos de Obito al explicar como serían mejores los movimientos.
Al salir al exterior, observó a Itachi recostado con un libro en sus manos bajo la sombra de un peral que aún no daba sus frutos.
El azabache lo observó por un momento antes de sonreírle, acción que fue devuelta con cansancio.
—¿Cree que pueda tomarse tiempo libre para estar con su esposo, alteza?
El rubio se arrodilló sin importarle manchar su pantalón blanco con el verde césped. Acunó las mejillas del menor y lo atrajo hacia él en un beso tranquilo.
—Nada impedirá que pase tiempo con usted.—Bromeó. Se recostó junto a él y colocó su cabeza en el pecho del contrario, sintiendo el brazo del azabache pasar por encima de sus hombros y acariciar su rubio cabello.— ¿Qué lees?—La escritura japonesa se mostraba de forma vertical, completando las páginas.
—La historia favorita de Sasuke.—El mayor sonrió.— ¿Quieres oírla?—El alfa cerró sus ojos y asintió, concentrándose en la voz de su omega.— Según cuenta la leyenda, durante el periodo Edo existió un ser que era capaz de poseer a cualquier persona. Todos aseguraban que aquellos que hacían el mal, fingían haber sido poseídos por el espíritu de un zorro de nueve colas que los obligaba a crear caos y destrucción...
Su mente se desconectó por completo. La voz suave de su esposo y las caricias que dejaba sobre su cabello, lo hicieron caer dormido casi al instante.
Luego le pediría que le leyera nuevamente la historia que tanto le gustaba a su cuñado, mientras tanto, quería descansar sintiendo el calor de su omega y su delicioso aroma que se extendía en el aire.
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Masajeó sus hombros con cansancio y estaba seguro de que sus pies se encontraban ampollados por la larga caminata.
Aún así, nada le interesaba. Ni su rostro colorado por las quemaduras del sol o el cansancio que se extendía en el resto de su cuerpo por el exceso de trabajo.
Una pequeña sonrisa adornaba su rostro al saber que después de tanto tiempo, por fin volvería a ver a su familia.
Las dos bolsas de oro se mantenían bien guardadas en su equipaje junto a los dulces que le había prometido regalarles a sus hijos en su regreso.
Sonrió con emoción al ver a los niños jugar fuera de sus casas. Los pequeños corrían de un lado al otro y él no había podido evitar imaginar que tan grandes se encontraban sus hijos.
Por fin pudo visualizar su hogar y en su cabeza, solo podía pensar en lo que podría arreglar de ella con parte del dinero que le habían pagado.
El pórtico era algo que siempre le había gustado a Itachi, porque allí solía sentarse a leer junto a Sasuke en las noches de verano, así que arreglarlo y colocar una hamaca para ambos no estaría de más.
Quería remodelar la cocina y la sala de estar para su esposa también. Dejaría las habitaciones para la paga del siguiente trabajo.
—¿Fugaku?—El hombre volteó hacia la voz que escuchó, encontrándose con un alfa unos pocos años menor que él.— Hombre, me da mucha alegría verte.
El mayor lo abrazó como pudo cuando el sujeto se abalanzó hacia él en un firme abrazo.
—Izuna...—Murmuró.— No sabía que estabas aquí ¿Cuándo llegaste?
El azabache le sonrió.
—Hace no mucho.—Comentó.— Pero luego hablamos de eso. Vamos juntos, iba para tu casa en este momento.
Fugaku asintió con una pequeña sonrisa.
No estaba seguro, pero suponía que su familia ya lo había recibido en su hogar.
Izuna lo ayudó a cargar sus pertenencias y entre charlas para ponerse mínimamente al día, llegaron a la casa.
Fugaku ingresó sin prestarle atención al semblante nervioso que su cuñado tenía.
—¿Mamá?—La voz suave de su hijo menor se escuchó desde el segundo piso.
El pequeño omega de cabello azabache se asomó desde lo alto de las escaleras y sus lágrimas comenzaron a caer al ver a su progenitor acuclillado en la entrada de la casa.
—¡Mi pequeño!—Sasuke corrió hacia los brazos de su padre, bajando las escaleras tan rápido como pudo para catapultarse a los brazos del alfa.— Estás aún más hermoso.
La espalda del niño temblaba por el llanto y las lágrimas del hombre no tardaron en salir.
Poco le importaba su cansancio si tenía a su niño en brazos, rodeándolo y expresando con su llanto cuanto lo había extrañado.
Izuna limpió una pequeña y traicionera lágrima que se deslizaba por su mejilla.
Bien sabía la falta que el padre le hacía a sus sobrinos, sobre todo al infante que con frecuencia visitaba al encontrarlo solo en su pequeño hogar.
—¡Te extrañé mucho!—Expresó con voz rota.
Fugaku se alejó, depositando besos en su rostro y permitiendo que su aroma se impregne en su hijo.
—Y yo a ti, mi niño.—Susurró.— ¿Tú madre dónde está? ¿Itachi está arriba contigo?
Sasuke se limpió sus ojos con la manga de su kimono e inclinó la cabeza hacia un lado, observando como la sonrisa de su padre desaparecía poco a poco.
—No, ninguno se encuentra en casa.—Comentó dubitativo.
—Fugaku...—El hombre giró su cabeza sin dejar de mirar a su hijo para que Izuna supiera que lo escuchaba.— ¿Por qué mejor no dejas tus cosas y te pones cómodo? Hablaremos con calma luego.
El mayor se puso de pie y se dio la vuelta para acercarse a Izuna.
Fugaku inclinó un poco su rostro hacia abajo para mirarlo a los ojos. Podía notar cierto temor en ellos y el aroma que comenzaba a desprender inconscientemente lo mantuvieron alerta.
—¿Tú sabes dónde se encuentran?—Preguntó con calma.
—Por favor, hazme caso.—Pidió.— Sasuke se encuentra detrás de ti y lo que menos quieres es molestarte ahora. Pasa tiempo con tu hijo, has estado lejos por mucho.
—¿Por qué crees que me molestaría?
Izuna lo miró con ojos suplicantes. No quería ser él quien le dijera la verdad porque no le correspondía y tampoco lo soportaría. Su hermana era quien debía hacerle frente.
El mayor soltó un suspiro antes de asentir. Su mirada solo le advertía al contrario que esa charla no había terminado y se dio la vuelta para tomar a su hijo en brazos.
De todas formas sabía que por más que lo pidiera, Izuna no le diría ni una sola palabra.
No podía entender su comportamiento. Bien sabía que si fuera Madara, el sujeto le diría a la cara cada palabra que tendría que escuchar.
Sin embargo, Izuna era completamente distinto. No solía enfrentarse a nadie como lo haría un alfa, también evitaba todo rastro de peleas o discusiones y solía dejárselo a su hermano mayor mientras que él solo se mantenía a una corta distancia por si era necesario alejar a Madara de cualquier alfa al que ataque.
Incluso, si no fuera por el aroma o su complexión, dudaría de que el azabache fuera de la misma casta que él, porque era más pequeño que los alfas comunes, pero no tanto como para ser confundido con un omega. Además, si había algo que podría definir a Izuna, la palabra "dominante" no era la apropiada.
—Tengo un regalo para ti.—Habló Fugaku a su hijo.
Lo cargó en sus brazos y tomó su equipaje para sacar los dulces, escuchando los pasos de su cuñado caminar detrás de él.
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¡Oh! Fugaku estaba hecho una fiera y Mikoto parecía una pequeña presa que esperaba su fin a manos del depredador más peligroso.
Sabían que se estaba conteniendo, pero el aroma que desprendía hubiera sido capaz de obligar a cien omegas a bajar su cabeza, completamente sumisos.
La venas de su cuello palpitaban y el rostro colorado por las quemaduras del sol, se encontraba completamente bordó de temperamento.
—¿Y tú no quisiste decirme nada?
Claro que podía entender su molestia, pero no debía ser él quien pague los platos rotos de la situación y si por Izuna fuera, se hubiera escondido detrás de su hermana para protegerse.
Poco le importaba que pudieran llamarlo cobarde en ese momento, bien sabía como esquivar las garras de un alfa furioso. Sobre todo cuando era más grande que él.
Madara se la había jugado en grande, comentándole que llevaría a Sasuke al palacio para que vea a su hermano por un momento.
Claro que Fugaku no se encontraba y Madara, al saber que su cuñado ya estaba de regreso, prefirió alejar a su sobrino de allí con tal excusa.
A su hermano no le había importado que él se quedara, después de todo, la idea fue del mayor con el estúpido argumento de que si tenía que ser él quien mediara el problema, la pareja iba a terminar con un maldito zarpazo de su parte.
Izuna estaba seguro de que no mentía, después de todo él siempre debió estar para que su hermano no arremeta contra ningún alfa que lo haga enojar.
Sin embargo, ellos apenas habían hallado nuevamente a la familia. ¿Cómo demonios iba a lograr bajar los niveles de ira de su cuñado?
Apretó sus dientes con fuerza cuando su espalda chocó contra la despintada pared y pudo sentir las garras de Fugaku rozar contra su garganta en cuanto lo sujetó del cuello de su kimono.
—Lo supe apenas... Llegué.—Habló con dificultad.
La nariz del mayor se arrugó cuando su labios se elevaron mostrando sus afilados colmillos.
Si ese era su fin, Izuna prometía volver del más allá para atormentar a su hermana y de paso, darle algunos sustos a Madara por dejarlo en esa situación.
Fugaku observaba los ojos oscuros de Izuna buscando la sinceridad en ellos o quizás, algo que le diga que las estupideces que había hecho su esposa eran una completa mentira.
Sin embargo, solo pudo hallar el miedo hacia su persona y desesperación. Una completa desesperación por no saber como calmarlo.
Lo soltó con lentitud y pasó sus manos por su rostro, en un intento por no atacar a la omega.
—Dime donde está.—Pidió entonces con la voz más calmada. Mikoto negó en silencio y aquello solo logró que una nueva ola de rabia naciera de su interior.— ¡Habla de una puta vez!
—Con el duque.—Respondió entonces, acuclillada y tapándose los oídos por el grito.— El duque lo desposó.
Fugaku cerró sus manos en un puño, clavando sus garras en sus palmas y sintiendo el tibio líquido deslizarse por sus dedos hasta gotear cerca de sus pies.
Miró hacia Izuna, quien negó al no conocerlo y se acercó con pasos tranquilos hacia la mesa.
Allí se encontraba una pequeña bolsa de tela que cabía en la palma de su sangrienta mano.
Su esposa la había dejado allí cuando llegó sin percatarse de su presencia y por el sonido del tintineo, pudo descifrar que se trataba de monedas de oro.
—¿Qué planes tienes con Sasuke? —Mikoto tembló y Fugaku se acercó a ella para acariciar su cabeza. Acto seguido, la tomó del cabello a la altura de su nuca y la obligó a verlo a los ojos.— Habla ya.
La mujer mordió su lengua con fuerza, negándose a decirle una sola palabra.
Miró de reojo a Izuna con ojos suplicantes, pidiéndole que intervenga entre ambos.
El alfa soltó un suspiro. Nunca le había agradado que los de su casta trataran de aquella manera a los omegas. Mucho menos que fuera su cuñado, aquel que tanto amor le profesaba a su hermana, quien estaría cometiendo aquellas acciones desagradables para él.
Se acercó con cautela, sabiendo que podía ser un blanco fácil para que Fugaku descargara su furia. Después de todo, dentro de esa casa era el único que podría hacerle frente a ojos de cualquiera.
—Fugaku, por favor...—Pidió tomando la mano de su cuñado y abriendo sus dedos con suavidad.— Vayamos a verlos.
El mayor vio a su esposa con asco, alejándola de él de un empujón mientras escuchaba su llanto desgarrador.
—No quiero que te vuelvas a acercar a mis hijos.—Sentenció.
—¡No puedes hacerme esto. Ellos son mis hijos también!
El hombre tomó las mejillas de la dama con una de sus manos y apretó con fuerza sintiendo las manos de la omega en su muñeca intentando soltarse.
—¿Tus hijos? Alejaste a Itachi de la casa entregándolo a un alfa al que no conocemos y poco te importó. Si te vuelvo a ver cerca de ellos, te puedo asegurar que Izuna no estará para salvarte.
El mayor se alejó tomando la mano de su cuñado para salir de la casa al notar sus intenciones por ayudar a su esposa.
Al salir del hogar, Izuna se alejó un momento para hablar con una de las vecinas y volvió junto a Fugaku para comenzar a caminar.
—Me dijeron que adentrándonos al bosque, podremos llegar más rápido al castillo.—Comentó.
El mayor asintió en silencio e Izuna no lo obligó a mantener una conversación.
Había sido realmente duro para el alfa el saber que su hijo había sido entregado a un alfa sin siquiera conocerlo.
Sabía como eran esas tradiciones en la familia de su esposa, después de todo, su suegro había intentado casarla con alguien acaudalado al descubrir su embarazo.
Aún así y sabiendo lo mucho que Mikoto odió aquello, no podía entender el porqué de sus acciones.
No sabían nada del duque más que el hecho de que era querido por los lugareños.
Sin embargo, aquello no lo tranquilizaba porque podría mostrarse como la mejor persona frente a su gente, pero ser una mierda en su vida privada.
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Su cabeza no dejaba de pensar y recriminarse.
No había estado para sus niños.
No estuvo cuando Itachi conoció al duque ni cuando Sasuke se vio obligado a alejarse de su hermano mayor.
No presenció la boda de su hijo mayor o siquiera, el momento en que haya informado que se enamoró de alguien.
No había pasado tanto tiempo, pero si el suficiente como para sentir que se perdió toda una vida junto a sus cachorros.
Atravesaron la primer hilera de árboles, esquivando algunas ramas que se encontraban en su camino junto a las hojas secas que estaban allí desde hace tiempo.
Sus ojos ardieron por las ganas de llorar y su garganta se cerró, doliéndole incluso tragar.
No estuvo para proteger a sus hijos de la persona que se suponía, debía cuidarlos mejor que nadie.
Itachi había sido entregado sin siquiera preguntar que era lo que opinaba al respecto y no quería pensar en los planes que Mikoto pudiera tener para su cachorro menor.
Se había marchado con la única intención de llevar comida a la mesa, sin imaginarse que su esposa haría tal acto.
Sintió los brazos de su acompañante rodearlo a la altura de su bíceps y al bajar la mirada, solo halló la cabellera negra de Izuna.
Fue entonces que ya no pudo soportarlo y se quebró allí mismo.
Su espalda temblaba con violencia al igual que sus hombros. Sus piernas se doblaron y Fugaku cayó de rodillas junto al alfa que previamente caminaba a su lado.
Se había aguantado lo suficiente y hubiera deseado que si alguien lo viera llorar, sean únicamente sus hijos.
Las manos del menor acariciaban con calma su espalda intentando darle el consuelo que no podía pero intentaba otorgarle.
Sin estar seguro de si funcionaría en un alfa, Izuna permitió que su aroma se extendiera en un intento por calmarlo.
Fugaku descansó su mentón en el cabello del muchacho e inhaló profundo el aroma a... ¿Canela? Si, estaba seguro de que olía a canela en el ambiente.
—No soy un omega ¿Sabes?—Habló con voz ronca.
Izuna lo mandó a callar.
—Nunca he consolado a un alfa, se comprensivo esta vez.—Murmuró.
El abrazo del azabache fue como apoyar un dedo sobre una ventana rota. El vidrio terminaría cediendo y finalmente se rompería con el primer roce, porque solo eso necesitaba.
Él había controlado sus emociones lo suficiente hasta sentir el abrazo que necesitaba, mismo que lo quebró como al cristal más frágil.
—Sabes que no tienes la culpa de nada.—Susurró el menor.— Tus hijos no te culparán si es lo que crees. Quieren volver a verte y para que te de tranquilidad, Madara me dijo que Itachi está muy feliz en su matrimonio.
Fugaku parpadeó alejándose.
—¿Él también lo sabe?
—Madara lo ha visitado. Yo me quedé junto a Sasuke porque aunque no lo creas, no confío en mi hermana.—Sonrió.— Oh, por cierto, Sasu también quiere a su cuñado.—Comentó elevando sus hombros.
El mayor rio mientras quitaba todo rastro de lágrimas de su rostro.
—No te ofendas, pero no te comportas como un alfa.—Bromeó.
Izuna golpeó su hombro con suavidad y sonrió.
—Ya, créeme que mi hermano suele molestarme con eso a menudo.—Respondió.— Solo soy bajito, no entiendo porqué se burlan.
—Lo decía por tu forma de ser, pero ahora que lo mencionas...
Izuna se puso de pie con una sonrisa sacudiendo la tierra de sus rodillas y tendió su mano.
—Deja de tomarme como el centro de tus bromas. Andando, que tus hijos querrán verte.
Fugaku se puso de pie con ayuda de su cuñado, soltando una carcajada pero sin comentar nada al respecto sobre lo gracioso que fue verlo esforzarse por contrarrestar su peso con el propio.
El bosque se hacía cada vez más oscuro por los frondosos árboles que apenas permitían el ingreso de la luz del sol.
El sonido de personas corriendo a su alrededor los alertó. No podía ver a nadie entre los gruesos troncos.
—Deben ser los guardias del duque.—Comentó el menor.— No estoy seguro de a que distancia nos encontramos.
Fugaku tomó el brazo del azabache antes de que diera un paso más. Podía escuchar las pisadas lo suficientemente cerca como para saber que si intentaban algo que les indicara peligro, no durarían un segundo más en el plano terrenal.
—Identifíquense.—Pidió una voz a sus espaldas.
Ambos elevaron sus brazos, dejando sus manos a la vista.
—Fugaku Uchiha.—Respondió el mayor.— Soy el padre de Itachi Uchiha y el que está a mi lado es Izuna, su tío.
Los guardias que se posaron frente a ellos, se miraron entre si y un alfa con una cicatriz que marcaba la mitad de su rostro, se acercó.
—Los acompañaremos hasta el castillo.
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No había sido difícil para los alfas llegar al castillo, aunque los guardias que los acompañaban mantenían sus espadas y arcos en lo alto con un solo objetivo. Terminar con ellos allí mismo si veían alguna extraña intención de su parte.
El castillo se alzaba con orgullo, manteniéndose tan firme como si lo hubieran construido hace poco, a pesar de haberle pertenecido a las generaciones anteriores.
El estado de los ladrillos mostraban lo antiguo que era, pero lo bien cuidado que se encontraba, al igual que el largo sendero hacia el interior.
El bosque detrás era iluminado por el sol, logrando que el lugar sea vea más pintoresco y las flores que se elevaban por las murallas, lo hacían recordar al hogar de su niñez en Japón. Su madre siempre amó tener flores coloridas por todo su patio y muchas de ellas, habían tomado su lugar en las paredes de su antigua casa.
Un omega se presentó en la puerta de entrada y esperó pacientemente a que los recién llegados le dedicaran una reverencia al igual que los guardias.
—¿Usted es el duque Uzumaki? —Preguntó Fugaku luego de carraspear.
El omega miró al guardia de la cicatriz, quien se acercó a hablarle y el alfa lo vio asentir a sus palabras.
Poco tiempo después, la mirada azulina se centró en su persona y los inspeccionó cuidadosamente al igual que a Izuna.
—Lo era.—Respondió el rubio.— Actualmente, mi hijo tiene ese título.
Con un ademán de manos, el omega les indicó que lo siguieran.
El silencio del castillo parecía ensordecedor. Apenas se escuchaban los pasos de sus acompañantes y el ladrido de un can se podía percibir a la distancia.
Un lugar demasiado tranquilo para lo que se había imaginado.
Los omegas que servían en el lugar, se inclinaban a medida que pasaba quien los había recibido y podía sentir la mirada de los sirvientes tanto en él, como en su cuñado.
Sabía que no sería a Izuna a quien juzgaran. El kimono elegante que portaba el azabache no se comparaba con el propio, siendo que era del estilo que utilizaría en el interior de su hogar para poder estar cómodo.
Izuna vestía tan bien como siempre, representando su estatus social como su padre le había enseñado desde niño. Su piel blanca y sin imperfecciones, resaltaba por su cabello negro.
Su espalda se mantenía en una postura perfecta y sus pasos eran relajados, pero seguros.
Por otro lado, en el rostro de Fugaku podían notarse apenas unas marcas por su edad alrededor de sus ojos. Su piel pronto comenzaría a tomar un color bronceado por un corto periodo de tiempo, al igual que cualquier persona que trabaje durante prolongadas horas al rayo del sol.
La vestimenta de los sirvientes eran muy similares a la clase de indumentaria que utilizaban sus vecinos. Algo tan común de ver allí, pero tan extraño en Japón al igual que su propia ropa en Luxemburgo.
Una suave carcajada que pudo reconocer al instante llegó a sus oídos. La risa de Sasuke se escuchaba cada vez más cerca y Fugaku se obligó a permanecer calmado hasta llegar a ellos.
Unas puertas con forma de arco se abrieron ante ellos gracias a los guardias que custodiaban la entrada y la luz del sol ingresó allí por un instante.
La escena que se presentó ante él, solo pudo reconocerla como una pequeña salida familiar que se contenía entre cuatros paredes del castillo.
Las flores en las esquinas se iluminaban con el sol y el césped verde brillaba intentando imitar una pequeña pradera.
Debajo de un gran peral que extendía sus ramas hacia arriba con grandes cantidades de hojas que creaban una amplia sombra, pudo ver a su hijo menor corriendo de un lado al otro con otro infante de cabello negro y ondulado.
Un omega de cabello corto y grisáceo los observaba desde su lugar, encima de una fina manta mientras hablaba animadamente con un alfa, a quien pudo reconocer como su cuñado mayor por su vestimenta y su cabello largo y salvaje.
Un poco más allá, finalmente lo encontró. Su hijo reposaba su espalda sobre el pecho de un joven rubio, quien se encontraba sentado contra el tronco del árbol. Itachi mantenía un libro en sus manos y sus ojos se encontraban cerrados al sentir las caricias que el contrario depositaba en su cabello.
Una pequeña lágrima descendió por su mejilla cuando vio a su niño correr hacia el rubio, lanzándose hacia él desde un costado y siendo atrapado por los brazos del mayor en un acto reflejo.
—Oye, eso no se vale, Sasu.—Reclamó el pequeño de cabello ondulado.
—Naruto...—El omega que los guio lo llamó, obteniendo la atención de todos al igual que sus diferentes reacciones.
Madara lo miraba con una pequeña sonrisa y por el contrario, el omega a su lado parecía desconfiar.
El duque se levantó con cuidado, dejando a Sasuke en el regazo de su esposo antes de interponerse protectoramente ante ambos.
—¡Papá!—Ambos omegas corrieron hacia uno de los recién llegados.
Naruto boqueó un momento, sin saber como reaccionar. El grito de su esposo lo había descolocado por un momento y desvió la mirada hacia su padre solo para verlo asentir.
Todo fue... Muy extraño. Porque el duque nunca se habría esperado ver a su suegro en ese preciso momento y podía entender la sorpresiva visita de Madara junto a su sobrino menor sin anunciarse.
Itachi dudaba de haber visto a su padre llorar en algún momento de su vida.
Fugaku era un alfa fuerte que controlaba sus emociones tan bien como podía y resultaba difícil que lágrimas cayeran de sus ojos.
Según su propia madre, su padre había llorado en su nacimiento y en el de su hermano, pero fue un evento que no pudo presenciar en persona al encontrarse fuera del cuarto.
Por tal motivo, resultaba extraño verlo de aquella manera mientras se aferraba a su cuerpo con fuerza.
Podía sentir los besos de su padre en su cabeza y el llanto que intentaba ocultar.
—Estás hermoso, mi niño.—Susurró con su boca pegada a la cabeza de su hijo.— Anhelaba poder verte.
Naruto podía sentir una mezcla de felicidad y tristeza que inundaba su pecho, gracias al lazo que mantenía con su esposo y Minato se interpuso en su camino cuando se intentó acercar a su omega en el momento en que soltó un sollozo que parecía desgarrar su garganta.
—Solo está feliz, tranquilízate.—Murmuró su padre.
—Yo... Necesito saber si eso es lo que le sucede.—Habló casi con desesperación.
Madara se acercó a ambos cuando un gruñido que salió del duque, lo puso alerta.
Minato apuntó a sus espaldas para que su hijo viera por él mismo.
Itachi se aferraba al recién llegado con necesidad, mientras que el desconocido lloraba con el rostro de su hijo mayor enterrado en su pecho y el infante en brazos aferrado a su cuello.
—Es mi cuñado.—Habló Madara.— Él no es capaz de dañar a sus cachorros.
Naruto se obligó a callar y a esperar a que los presentara.
Tuvo la intención de refutar las palabras del alfa, porque conocía a la perfección a alguien que era capaz de dañar a sus cachorros sin importarle nada. Todo sea por un poco de oro.
Sin embargo, se mantuvo en silencio sintiendo las distintas emociones por las que su esposo atravesaba y con sus sentidos alerta ante cualquier problema.
Su mirada se dirigió al alfa de pequeña estatura que lloraba sin vergüenza a un lado de los omegas, presenciando la escena con una pequeña sonrisa que no se borraba pese a las lágrimas.
Izuna giró su mirada hacia el pequeño grupo de tres personas que lo observaban, dos rubios algo confundidos y un alfa azabache con un semblante de aburrimiento.
Se acercó al grupo con su mirada fija en su hermano mayor.
—Eres un maldito desgraciado y mal hermano.—Madara bostezó.— Casi muero a manos de Fugaku.
—Calma, pequeñito, yo te veo muy bien.—Izuna limpió sus lágrimas y con sus garras fuera, las clavó en el bíceps de su hermano mayor. Minato sujetó a su hijo, como una pequeña defensa por si debían intervenir. Sin embargo, Madara solo miró a su hermano menor con reproche.— ¿Por qué hiciste eso? Bien te dije lo que ocurriría si yo me quedaba.
Como si fuera un niño, elevó sus hombros mientras un pequeño puchero se asomaba en sus labios. Se encontraba molesto con su hermano por lo que había pasado y feliz por el reencuentro de su cuñado con sus hijos.
Izuna se acercó a ellos nuevamente y abrió sus brazos en cuanto obtuvo la mirada de los omegas en su persona.
Minato se acercó hacia el alfa de cabello azabache que observaba cruzado de brazos, a su hermano se lanzado al suelo por el par de omegas.
—¿Se contuvo?—Preguntó con sincero interés.
No sería una sorpresa para nadie si Madara hubiera arremetido contra su hermano luego de su agresión.
El alfa observó al rubio junto a él antes de lanzar un suspiro.
—Es un hecho que no podría lastimarlo.—Dijo con los dientes apretados. Minato sonrió.
Su bíceps punzaba por el dolor. Su hermanito tenía las malditas garras lo suficientemente afiladas como para haber logrado traspasar su piel sin la necesidad de tomar un pequeño impulso. Bien sabía que quedarían sus marcas allí.
Madara no mentía. Nunca había tenido la valentía de enfrentarse a sus hermanos, aunque estaba seguro de que con Mikoto podría sacar sus instintos más primitivos si llegaba a saber que había lastimado a sus sobrinos.
Sin embargo, la situación cambiaba con Izuna. Bien sabía que el hombre amaba a ambos omegas y podía asegurar de que por más que su hermano le de una golpiza, él nunca podría devolver los golpes.
No estaba seguro de si era por el hecho de que era su hermanito menor, aún cuando contaba con pocos años menos que él, o simplemente porque fueron unidos desde pequeños.
Madara podía afirmar que ni siquiera su hermana despertaba en él el mismo instinto protector que tenía con aquel pequeño alfa que prefería correr antes que enfrentarse a una batalla.
Y al ver la manera en la que sus sobrinos se trataban, le traía recuerdos de su vida completa junto a Izuna.
—Supongo que ya no puedes volver a casa.—Murmuró Fugaku, quien observaba la marca en el cuello de su hijo.
—Lo lamento, pero ahora me pertenece.—Minato apretó el brazo de su hijo a la vez que el alfa castaño fruncía el ceño con molestia.— No me mal interprete.—Dijo el duque luego de soltar un suspiro.— Pero es mi esposo ahora y no puedo permitir que sea alejado de mi. Gobierna a mi lado desde que aceptó ser mi esposo.
Fugaku fijó la vista en su hijo. Era claro que debía hablar con el duque, pero no quería aceptar el mantenerlo lejos de él cuando apenas había vuelto.
Tampoco quería quitarle la sonrisa que plasmaba en su rostro, porque si bien dudaba de que hubiera amor entre ambos, no podía negar que la sonrisa de su primogénito era genuina al ver a su esposo.
Tampoco había pasado desapercibido para él la reacción del alfa cuando lo oyó llorar o la manera en que se comportaba cuando lo tenía entre sus brazos apenas había ingresado al patio interno del castillo.
Solo necesitaba hablar con Itachi y que él mismo le confirme que estaba bien con lo que vivía. En caso contrario, poco le importaría llevárselo lejos si descubría que mentía y sabía que sus cuñados lo apoyarían en eso.
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No sabía que demonios hacer con lo que había ocurrido.
Tenía que recuperar a su hijo, aún cuando sabía que Fugaku sería capaz de asesinarla si pasaba por alto su orden.
Otra opción que le quedaba era hablar con sus hermanos, sobre todo con Izuna.
Sus hijos eran los seres más importantes para ambos tíos, pero ella era su hermana y estaba segura de que no se negarían a ayudarla a recuperar a Sasuke.
Las cosas con Madara no estaban del todo bien, por lo que la mejor opción era su hermano menor, aquel mismo que alejó a Fugaku de ella.
Observó la bolsa de oro sobre la mesa. La misma cantidad que le habían pagado por Itachi, se encontraba sobre el objeto, como si fuera una burla a todo lo que había pasado.
Había quedado mal una vez, no podía ocurrir de nuevo. Habían prometido que su hijo menor iba a ser educado de la mejor manera y ella lo aceptó. No quería seguir dándole a Sasuke una vida de miserias, dónde tenga que privarse de distintas cosas si así lo quería.
No era una mala madre, era la mejor por ver siempre por el bienestar de sus dos cachorros.
Sin embargo, parecía que nadie de la casa estaba de acuerdo con ella.
Obligó a Itachi a casarse por su bienestar, porque sabía que a su hijo le importaba poco y nada el hecho de tener una pareja. Sin embargo, no quería que ellos pasen la misma vida que ella tuvo desde que ambos nacieron.
Y no es que los esté culpando, los ama profundamente al igual que a Fugaku, pero actualmente, se arrepiente de haber seguido su corazón para quedarse con el padre de sus hijos y la persona que amaba. Porque si no hubiera sido por dicho sentimiento al igual que su orgullo, hubiera sido mejor aceptar la propuesta de su padre y sufrir en silencio mientras sus hijos tenían una vida cómoda.
No obstante, nada podía hacer ya, más que trabajar sobre lo ocurrido.
Había asegurado una buena vida para Itachi y quería lo mismo para Sasuke. El conde se lo había prometido y estaba segura de que cumplirían.
Danzo ya había pagado la cantidad de monedas de oro que ella había pedido, el trato estaba hecho.
Educarían al infante como si fuera de la mismísima realeza, de la misma forma en que fue educado su primogénito, pero con diferentes costumbres.
Ya habían accedido a que ella lo visitara constantemente, porque un cachorro aún necesita de su madre. Todo estaba dicho y ella no necesitó más.
A medida que Sasuke fuera creciendo, Danzo encontraría a un buen alfa que pudiera comprometer con el omega y él tendría la vida que siempre mereció.
Apretó el borde del vestido con sus manos. Sus nervios comenzaban a dispararse, porque ahora no solo había fallado en el compromiso con Itachi, sino que tampoco estaba logrando algo con Sasuke.
Mikoto limpió sus lágrimas, acomodó su vestido y salió de su hogar en dirección a la casa de sus hermanos.
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El agua cristalina corría cerca de sus pies, el sol alumbraba sin alterar la temperatura del ambiente y las aves cantaban en conjunto.
Un hermoso ambiente que podía servir para relajar a cualquiera, solo se opacaba por los alfas alterados que se encontraban allí.
—He querido que Sasuke se mantenga en el castillo desde lo que ha ocurrido con Itachi.—Naruto no miró a su suegro, porque sabía que aún se encontraba molesto por todo lo que le habían informado.
Aún así, Fugaku no podía negarse cuando ambos, no solo se encontraban casados, sino que también, estaban enlazados por la marca.
Su hijo se había mostrado feliz y no solo por su presencia. Itachi había buscado múltiples veces el mantenerse cerca de su esposo como si eso fuera algo rutinario en ellos y no podía negar que, independientemente de como se dio todo, su primogénito se mantenía alegre por sus atenciones.
—No se que es lo que Mikoto tiene planeado para Sasuke, pero no voy a permitir que lo obligue a nada.—Dijo el padre.— He ganado lo suficiente para poder quedarme tranquilo un tiempo. No quiero alejarme de ellos ahora y mucho menos, dejar a mi hijo en manos de ella.
—Algo se nos ocurrirá para que pueda mantenerse aquí.—Habló Naruto.— ¿Ustedes piensan volver a Japón? Creo que les afectaría a ambos si se marchan.
Los hermanos se miraron por un momento.
Era cierto que su vida se encontraba en su país natal, pero no querían dejar a su familia completamente solos.
Ninguno tenía más familia por la que volver a parte de su padre, quien para el caso, le importaría poco y nada la presencia de los alfas a no ser, que sea necesario alguno de ellos para seguir con su negocio. Aún cuando ninguno estaba dispuesto a continuarlo.
Madara observó a su hermano. Sabía que Izuna haría lo que él decidiera, porque a pesar de que el sujeto era alguien que se valía por si mismo, solía dejarle las decisiones importantes a él e Izuna solo obedecía confiando ciegamente en su hermano.
—Sabes que te seguiré.—Habló el menor.— Estuvimos mucho tiempo buscándolos, hermano, no quiero alejarme tan pronto.
Madara sonrió.
—Supongo que nos quedaremos.—Comentó.— Le enviaremos una carta a nuestro padre para explicarle la situación, no creo que tenga problemas.—Miró a Izuna.— Tenemos la herencia que nos otorgó, no hay nada de qué preocuparse.—El menor asintió con una sonrisa surcando sus labios.
Naruto volteó para hablarle a su suegro.
—Mientras tanto, Sasuke y tú podrían quedarse con nosotros.—Izuna lo interrumpió a la vez que observó a Fugaku.— Pueden estar el tiempo que necesites. No creo que sea conveniente que se queden con mi hermana.
Un suspiro salió de los labios del mayor.
—Por supuesto, se los agradezco.
La molestia en ellos no menguaba y aunque tanto Fugaku como Izuna habían visto la pequeña bolsa con las monedas de oro sobre la mesa, ninguno había querido decir nada.
—Será mejor que vuelva para acomodar la habitación.—Madara levantó una ceja en dirección a su hermano.— No me veas así, trato de ser amable.—Susurró.
El alfa palmeó su espalda con una sonrisa divertida. No podía opinar nada al respecto cuando sabía como era Izuna.
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Izuna la observaba con nerviosismo. La noche estaba comenzando a presentarse para cuando llegó a su residencia y no estaba seguro sobre cuanto tiempo tardarían los alfas en llegar a la vivienda.
Mikoto se aferró a él como si su vida dependiera de ello y a pesar de que no la quería dejar ingresar, la insistencia de la omega lo cansó finalmente.
Se odiaba por ser tan permisivo, porque él no era quien debía hablar como mediador. Porque a pesar de que sus sobrinos estén entre medio de ese lío que solo había sido creado por la mujer frente a él, no le correspondía hacerse cargo de nada.
—Mikoto, nuestro hermano llegará pronto.—Comentó para romper el silencio en el que se mantenía la omega.
No lo soportaba más. Quería lo mejor para ambos menores y le molestaba que solo sean ellos quienes se preocuparan. Porque bien sabía que ninguno de sus sobrinos merecían pasar por toda esa mierda y el hecho de que sea su propia madre quien lo estaba logrando, solo lo afectaba aún más.
Mikoto tenía su mirada perdida en un punto vacío de la habitación. Soltó un suspiro entrecortado cuando las lágrimas volvieron a salir y finalmente, fijó su vista en la de su hermano menor.
—Necesito que me ayudes a recuperar a Sasuke.—Rogó.— Por favor, Izuna. Fugaku no querrá verme y no se que hacer para demostrarle que solo estoy haciendo lo mejor para mis hijos.
—¿Qué planes tienes con Sasuke?—Preguntó con paciencia, sin querer verse afectado por la situación.
Mikoto sonrió con esperanza.
—Lo educarán de la mejor manera.—Comentó.— Quiero una buena vida para mis hijos. Eso fue siempre lo que desee.
Izuna frunció el ceño.
—Ni siquiera te diste la oportunidad de conocer al duque.—Mikoto abrió su boca para decir algo, pero solo se vio interrumpida por el alfa.— Y no te atrevas a decirme que es bueno con su gente, porque bien sabes que las apariencias engañan.
La omega recordó a su padre y bien supo que su hermano no mentía.
Tajima era el claro ejemplo de lo que decía su hermano. Porque el alfa solía mostrarse amable cuando debía tratar con otras personas, pero dentro de su hogar, su actitud cambiaba completamente.
Y es que ¿Cómo alguien podría creer que ese hombre respetable, educado y amable, iba a ser un bastardo con las personas que se suponía, debía amar?
Y a ella se lo demostró en el preciso instante en que mencionó que su primogénito era un pequeño bastardo.
Aún así, luego de tanto tiempo y a pesar de que ambos omegas se habían convertido en la luz de vida del anciano, nunca le iba a perdonar la manera en que lo nombró. La forma en la que la trató y mucho menos, que haya intentado obligarla a casarla con alguno de sus socios.
Y es que a pesar de que ella se arrepentía el no haber seguido las palabras de su padre y haberse marchado con Fugaku, todo se centraba en la situación económica. Porque ella solo quería lo mejor para sus cachorros y a pesar de amar a su esposo, se arrepentía el no haberse arriesgado.
—Por favor, Izuna, no puedo negarme de nuevo.—Mikoto no entró en detalles e Izuna no esperaba que le explicara aunque se lo pidiera.— Tú mismo has visto que Itachi está bien y feliz. Está casado.—Suspiró.— Me aseguraron que Sasuke será bien educado, yo podré visitarlo siempre que quiera.—Lo tomó por los hombros.— Cuando crezca, encontrarán un buen alfa para él.
Izuna se zafó con fuerza. Sus ojos brillaban por las lágrimas de ira.
—¿Te estás escuchando? Ni siquiera te importa Sasuke mientras consigas hacer lo que quieres. ¿¡Qué carajos estás buscando!?
—¡Que mis hijos no tengan la misma vida de mierda que tuve yo!
El alfa rio.
—¿Vida de mierda?
Mikoto tensó su mandíbula con fuerza.
—¿Qué podrías entender tú? Nunca has formado una familia, ni siquiera has conocido a un omega con el que decidas comenzar una relación. No te creas que sigues siendo un niño, Izuna, porque pronto alcanzarás mi edad y será tarde para ti.—El azabache sentía sus colmillos rozar contra sus labios. Sus garras ya estaban a la vista y estaba haciendo todo lo posible para no lanzarse sobre ella.— No eres la clase de alfa que algún omega estaría dispuesto a tener a su lado. No eres, ni siquiera, parecido a Madara o a mi en todo caso y eso teniendo en cuenta mi casta.—Un suspiro escapó de la boca de la mujer.— No puedes juzgarme cuando no tienes a una familia, porque estoy segura de que si la tuvieras, harías lo mismo que yo para que ellos estén bien.
La puerta principal de la casa se abrió y entonces ocurrió.
Izuna se impulsó hacia adelante en un intento porque sus garras llegaran hacia el cuello de su hermana.
Había odiado cuando había sucedido aquella violenta situación entre su cuñado y Mikoto, pero no se sentía que pudiera controlarse. Su instinto solo lo guiaba a querer silenciarla en ese preciso momento.
Fugaku empujó a Mikoto hacia atrás y atrapó a Izuna en el aire, sintiendo sus brazos arder ante los zarpazos que el menor le otorgaba en ellos en un intento porque lo libere. Aún así, Fugaku no lo soltó y pudo ver no solo las lágrimas que empapaban el rostro de su cuñado, sino el semblante estupefacto que tenía su esposa.
—¿Dices que no quieres que tus hijos tengan... Una vida de mierda como tú? —Izuna sollozó.— Tenías a un esposo que te amaba y daba todo por ti, aún después de todo el maldito problema con nuestro padre. Formaste una familia que tú misma destruiste. No me vengas con esas mierdas.—Un nuevo zarpazo fue dirigido al brazo de Fugaku.— Jamás haría lo que tu haces, jamás entregaría a mis hijos a alguien que no conozco. No te atrevas a compararme contigo, porque no soy la misma mierda que eres tú.
Mikoto se levantó del suelo con dificultad.
—Fugaku...—Susurró.
—Lárgate.—El alfa volteó aún forcejeando en un intento por bloquearle la vista al menor.
—Quiero a mi hijo de nuevo, Fugaku.
El hombre presionó sus dientes cuando sintió el ardor en su brazo. Sentía las afiladas garras del alfa desgarrando su piel y no quería tener que lidiar con Mikoto cuando intentaba que las manos de su cuñado no llegaran al cuello de ninguno de los dos.
—¡Lárgate!—El grito la sobresaltó y la obligaron a salir de la casa, encontrándose a Madara en la salida, quien tenía a Sasuke en brazos.
La omega estiró sus brazos en su dirección, logrando que el alfa solo apriete un poco más el cuerpo del infante contra el propio. Sus colmillos solo le informaban lo peligroso que era insistir en ese momento.
—¡Mierda, izuna, cálmate!—Fugaku ejerció un poco más de fuerza para inmovilizarlo.— Ya se fue, debes tranquilizarte.
Un suspiro escapó de la boca del menor antes de relajar su cuerpo.
Fugaku lo soltó con cuidado y lo rodeó buscando su mirada.
Limpió con cuidado las lágrimas que no dejaban de bajar por las mejillas de su cuñado y tras oír sus suspiros entrecortados, el mayor lo rodeó con sus brazos y miró a Madara con semblante preocupado, quien apenas ingresaba a la casa.
El alfa de cabello largo no estaba mejor que Fugaku, porque había visto el intento de ataque que su hermano había lanzado hacia Mikoto y solo podía preguntarse ¿Qué demonios había hablado con la omega para terminar como lo hizo? Porque si bien conocía a su hermano como para saber que era un sujeto sensible, era la primera vez que lo veía intentar atacar con tal fiereza.
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—Encárgate de que me traiga a ese niño.—El hombre bebió un sorbo de vino de su copa.— Ya me negó a su primogénito, no quiero que me vuelva a ver la cara de idiota.
Su guardia realizó una reverencia antes de marcharse.
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Fugaku observaba las vendas que ocultaban las heridas que ahora se encontraban en sus brazos. Madara se había disculpado con él por el actuar de su hermano menor, aún cuando Izuna ya lo había hecho, y mientras lo curaba, le había comentado que estaba seguro de que quedarían las marcas.
Él lo sabía. Sintió cada zarpazo que el menor le dio cuando intentaba liberarse de su agarre, cada uno más profundo que el anterior.
Sus brazos sangraban y a simple vista, se podía ver la profundidad en ellas. El alfa que lo curó las cosió tan bien como pudo y vendó con todo el cuidado posible. Ya habían pasado casi cinco noches y la capa que protegía la herida aún no se caía.
La lumbre de la hoguera iluminaba sus ojos que se perdían en el movimiento que hacían las llamas al elevarse.
Podía escuchar el sonido que hacía la cucharita de plata al golpear contra la taza de porcelana en la que Madara bebía su té en la cocina, como también, la respiración acompasada de Izuna, quien se encontraba dormido en el sofá.
En esos días, había podido visitar a su hijo con regularidad, quien había mostrado su preocupación por las heridas con las que ahora contaba.
Sasuke se quedaba con él cada noche y acompañaba a su padre al castillo donde, luego de saludar a su hermano con el típico abrazo y beso en su mejilla, corría en busca del pequeño alfa con el que se había hecho una costumbre el pasar su tarde.
Madara no se había quedado atrás y si bien normalmente se encontraba en el castillo, solía verlo hablar con el duque o simplemente, bebiendo el té con el padre del mismo.
Izuna, por otro lado, se había comenzado a comportar extraño luego del ataque.
El alfa se había disculpado con él, pero luego de eso, todo había quedado en la nada misma o incluso peor. Porque el joven evitaba hablar con él o mantenerse dentro de una misma habitación, como también, evitaba mirarlo a los ojos y cada vez que se lo encontraba, el menor parecía huir tan rápido como le fuera posible.
Su esposa no había vuelto a dar señales. No la había vuelto a ver por los alrededores y ni siquiera sabía si salía de su hogar.
No la quería ver cerca de sus hijos, pero tampoco podía evitar preocuparse por ella. Después de todo, era la madre de sus hijos y la persona con la cual compartió más de dieciocho años de su vida.
La casa donde ahora se hospedaba se encontraba en un completo silencio.
Su mirada se enfocó en sus brazos por unos momentos antes de voltear a ver a su cuñado.
No había querido decir ni una sola palabra sobre lo que había ocurrido con su hermana, al menos no a él y si se lo había dicho a Madara, ninguno de los dos Uchiha había querido comentar algo al respecto.
—Siente culpa.—La voz del mayor de los hermanos rompió el silencio en la sala. Fugaku lo vio confundido.— Izuna.—Aclaró.— Siente culpa por la forma en que te lastimó.—El alfa caminó hasta llegar a él y se arrodilló junto a la lumbre con su taza de té en mano.— Por eso no te ha hablado o suele huir. Además, no se atreve a mirarte a la cara por la vergüenza.
Madara elevó los hombros restándole importancia, porque bien sabía como era su hermano menor.
—Pero ya se disculpó y le aclaré que no ocurría nada malo.—Contestó Fugaku.
—Aún así te atacó a ti y eso lo hace sentir culpable. Además, el hecho de haber querido atacar a tu esposa.—Bebió un sorbo de la humeante bebida degustándola.— Sabes como es, Fugaku, nunca habría hecho algo así. No se que fue lo que le dijo mi hermana, pero realmente lo afectó en ese momento.
Fugaku asintió. Entonces él tampoco tenía idea.
—Esperaba que te hubiera comentado algo.—Habló pensativo.— Se que fue algo relacionado a mis hijos, pero no se que han dicho previamente. Estaba completamente fuera de si cuando la enfrentaba.
Claro que lo sabía. Conocía lo suficientemente bien a la familia de Mikoto como para saber que Madara hubiera sido quien se hubiera lanzado en contra de su hermana sin importarle la casta. E incluso, aunque le avergüence admitirlo, él la había enfrentado también y no solo con palabras.
Sin embargo, el hecho de que haya sido Izuna quien hubiera estado dispuesto a desgarrar la garganta de la omega, siendo que había sido él quien intentó ayudarla cuando separó a Fugaku de Mikoto, le daba aún más intriga el saber que fue lo que habría provocado esa reacción.
Madara dejó la pequeña taza sobre su plato con el cuidado suficiente como para evitar que su hermano menor pudiera despertarse.
Bien sabía que si abría sus ojos, solo se marcharía a su cuarto en vez de quedarse cerca del calor del fuego, como también era un hecho, que Fugaku permanecía allí solo porque había llegado tiempo después de que Izuna cerrara sus ojos.
Le causaba cierta gracia los intentos de su cuñado por entablar, aunque sea, una mínima conversación con su hermanito, porque Izuna solo asentía a modo de saludo y se marchaba con el rostro bajo. Le resultaba gracioso ver el rostro sonrojado por la vergüenza del menor y si bien Fugaku había intentado en repetidas ocasiones el hablarle, el alfa se daba por vencido cuando el joven evitaba su mirada.
¿Era como un juego de niños? Posiblemente. Le hacía la ley del hielo a alguien que no había tenido nada que ver con su enfado, pero lejos de eso, Madara bien sabía que la culpa y la vergüenza inundaban el pequeño cuerpo de Izuna.
—Supongo que tendrás que tener paciencia con él. Tarde o temprano te hablará.—Sonrió.— No debes preocuparte de nada, pero... Aunque no te conteste, debes seguir hablándole para que vea que realmente no sucederá un problema con él.—Aconsejó levantándose de su lugar para llevar los utensilios que utilizó.
Oh, cuanto sabía el alfa sobre la culpabilidad y vergüenza de su hermano. Lo suficiente como para asegurar que el menor era capaz de llorar si notaba que Fugaku desistía de sus intentos por hablarle.
Le había pasado y ni siquiera eran niños. Ambos se estaban convirtiendo en hombres cuando Izuna golpeó con su puño la mejilla de su hermano mayor en un intento por alejarlo de una pelea.
Claro que para Madara había sido lo mismo que lo golpeara Mikoto, pero no se quejaría. Su hermano tenía la mano firme si así lo requería.
Izuna se había sentido lo suficientemente avergonzado y culpable al ver el moretón que se había formado en la blanca piel de su mejilla, que luego de haberse disculpado, evitó por más de dos semanas a su hermano mayor.
Claro está, que aquello hubiera durado más tiempo si Madara no se hubiera rendido con quien en su momento, era un alfa en sus últimas etapas de desarrollo.
El mayor había comenzado a aplicar la misma ley del hielo que su hermanito le hacía a él, sin saber la verdadera razón de su alejamiento. Recuerda el llanto de Izuna al pasar por su cuarto y solo necesitó conectar algunos puntos para entender las razones por la cual el chico se había distanciado.
Ni siquiera había notado como su hermano observaba su mejilla amoratada y apretaba sus manos con nerviosismo.
Mismas acciones que ahora tenía con Fugaku, porque siempre que lo veía ingresar a la misma habitación en la que se encontraba, sus manos comenzaban a retorcerse entre si y sus ojos no se despegaban de los brazos vendados de su cuñado.
—Eres un tonto.—Susurró Fugaku con una pequeña sonrisa.
°
Un nuevo beso fue depositado en su cuello antes de bajar a su espalda sin seguir algún tipo de patrón. Se sentía completamente relajado mientras escuchaba el sonido que hacía la leña al quemarse en la chimenea.
Su cabello estaba alborotado y sentía las manos de su esposo recorrer sus piernas con paciencia.
La lumbre se iluminaba en el hermoso anillo que le había dado en la noche de la cena, previamente a su casamiento.
—Últimamente has estado algo ocupado con el trabajo.
Su mano se elevó por encima de su hombro y acarició la rubia cabellera de su compañero cuando sintió su peso sobre su cuerpo.
Apenas había comenzado a regular su respiración, necesitaba unos minutos más.
—¿Quiere pedirme algo, señor Uzumaki?
Itachi sonrió.
—¿Una cena? —Habló con duda.— Solo hemos tenido una antes de casarnos. Quiero pasar una linda velada contigo.
Naruto llevó una mano hacia el mentón del menor y giró su cabeza para poder llegar a sus labios.
—¿Terminará con una noche como esta?
El duque elevó un poco su cuerpo y le permitió al joven poder acomodarse para mirarlo a los ojos.
—Eres insaciable, incluso ahora estoy sintiendo que quieres continuar.—El mayor asintió, porque no podía negar algo que era demasiado evidente.— Pero si, podemos terminar con una noche como esta.
Naruto se inclinó para besar sus labios y marcó un camino de besos hacia las clavículas de su esposo.
No podía evitarlo y tampoco pensaba negarlo. Se le había hecho una completa adicción el besarlo, poseerlo y sentir el calor que su cuerpo emanaba.
No quería alejarse y cada mañana estaba seguro de que Itachi podía oír las quejas que hacía por levantarse, porque simplemente, no quería salir del lecho donde se encontraba su esposo.
El omega se había convertido en algo necesario para él en su día a día.
Intentaba alargar tanto como pudiera sus horarios de comida, solo con la intención de permanecer más tiempo a su lado. Sus horas de descanso las utilizaba para poder pasar un poco de tiempo juntos y por las noches, mientras ordenaba los documentos en los que había trabajado, se le hacía difícil el permanecer tranquilo cuando solo deseaba apresar el cuerpo de su esposo entre sus brazos y hacerle el amor como cada noche desde que se casaron.
—No puedes culparme, tu me acostumbraste a esto.—El aliento de su omega chocó contra su oreja cuando un suspiro escapó de su boca.— Y tú también estas igual ¿Verdad?—Su mano bajó con lentitud, acariciando el suave vientre hasta llegar a su zona íntima.— Estás igual de duro que yo. Tú también quieres continuar con esto.—Se acomodó con cuidado entre las piernas del menor, sintiendo su miembro rozar contra el propio en el vaivén que hacía moviendo sus caderas.— Mañana tendremos una hermosa velada, donde acabaré haciéndote mío una vez más ¿Estás de acuerdo?—Itachi asintió con dificultad. Su mente obnubilada ante las sensaciones que su esposo despertaba en su cuerpo.— Pero ahora, quiero estar dentro de ti una vez más. Aún no me canso de ti, necesito hacerte mío.—Se introdujo con suavidad dentro de su esposo, sintiendo las uñas del azabache arañar su espalda al querer aferrarse a él.— Lo siento, corrijo lo que dije.—Sus palabras salieron en un jadeo al dar una embestida.— Nunca me cansaré de ti.
Naruto tomó las manos de su pareja y las posicionó a un lado de su cabeza, entrelazando sus dedos y arrugando la suave tela de las sábanas cada vez que el placer invadía su cuerpo.
Su esposo era todo lo que él necesitaba. Entrelazando sus dedos, embistiendo aquel punto que lo hacía retorcerse de placer debajo de su cuerpo, con su cabello suelto y enredado por la fricción que hacía su cabeza sobre las almohadas con cada movimiento que él hacía.
Era todo lo que necesitaba al finalizar el día, donde tenían charlas nocturnas que los hacían conocerse cada vez más mientras relajaban sus cuerpos luego del arduo trabajo.
Era todo lo que necesitaba para comenzar con sus labores al despertar cada mañana y verlo dormir entre sus brazos o con su rostro casi enterrado en su pecho.
Itachi era lo que había buscado y si bien sabía que aún faltaba tiempo para conocerse más, estaba completamente seguro de no arrepentirse de su elección.
Porque el joven omega ocupaba todo lo que él añoraba en un compañero de vida.
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Apoyado sobre el marco de la puerta, Madara observaba con atención la manera en que Minato afilaba su espada.
La piedra en sus manos era humedecida cada dos pasadas y retomaba el trabajo concentrándose en que la hoja de metal se encuentre afilada por completo.
—Es extraño ver a omegas que pueden hacer el labor de un alfa.—El rubio despegó la mirada de su arma para observar a su acompañante.
—No creo que sea algo tan difícil de hacer. No requiere fuerza.—Elevó sus hombros restándole importancia.
Podía sentir la oscura mirada sobre su persona. Sus manos continuaron moviéndose con lentitud, porque no podía evitar distraerse de vez en cuando al ver al azabache periféricamente. Sería verdaderamente humillante que la persona que había mostrado gran destreza con su espada desde que era un niño, terminara con su mano cortada por no poner la atención que se requiere.
—Nunca he utilizado una espada.—Comentó acercándose a él y tomando asiento en el tronco cortado que se encontraba frente al antiguo duque.— A pesar de pertenecer a una familia reconocida, mi padre no solía contratar guardias, por lo que nos obligó a entrenar en combate cuerpo a cuerpo.
El omega lo miró con atención por un momento, elevando una de sus rubias cejas mientras inspeccionaba con atención al alfa.
Su atuendo, siempre impecable y sin arrugas con la cinta bien atada a su cintura para que no se cayera. Sus colores oscuros hacían resaltar mucho más la blanca piel del azabache y combinaba a la perfección con su salvaje melena y ojos negros.
—Extiende tu brazo y muéstrame la palma.—Madara obedeció, sintiendo la mano húmeda y sucia del rubio, tocar el dorso de la propia.— No te ofendas, pero no pareces capaz de soportar una pelea. Tus manos son realmente suaves como para imaginar que eres capaz de hacer algo así.
Uchiha lo vio ofendido.
Había podido conocer a Minato desde su llegada y habían mantenido una buena relación a pesar de lo ocurrido en un inicio. Madara solía visitar a su sobrino constantemente y bebía el té junto al antiguo duque siempre que el omega lo invitaba. Por eso mismo, el alfa podía decir que si bien Minato era la clase de hombre amable y sonriente como siempre se mostraba, era un hecho que su sinceridad era lo que más peso tenía en su persona y decía todo lo que pensaba, aún si eran comentarios algo... Crueles.
—¡Oh! ¿Y como crees que deberían estar mis manos?
Minato le mostró su mano limpia. La piel endurecida se notaba casi en todo el largo de sus dedos al igual que por debajo de ellos, mientras que el centro de la palma se encontraba completamente suave al tacto.
—He practicado con mi espada desde que soy un niño y me imaginaba que si haz combatido cuerpo a cuerpo, tus manos deberían tener alguna marca.—Sus ojos azules se dirigieron a las manos del contrario una vez más.— Podrían ser en tus nudillos, pero no hay nada. Manos suaves y delicadas como las que suelen tener los omegas.—Comentó con burla.
Un rápido movimiento de parte del alfa hizo que Minato se aferrara a su arma con fuerza.
No tuvo la misma rapidez que había mostrado cuando conoció a Uchiha, donde su espada había llegado al cuello del hombre en un abrir y cerrar de ojos. Ahora, Madara había logrado mantener la hoja sobre la base de madera donde se apoyaba, dejándolo imposibilitado de levantarla.
—¿Debo mostrarte que tan bueno soy en esa área?—Preguntó con una sonrisa divertida. Minato inhaló aire con pesadez al observar el rostro del alfa tan cercano al propio.— No me creo que la persona que ha sido duque y casi corta mi cuello ni bien me vio por primera vez, pueda temerme.
—Yo... Me he enfrentado a muchos hombres a lo largo de mi vida, así que no le temo a nada.—Habló con gallardía.— Me cambiaré y combatiremos. Le recomiendo hacer lo mismo, no creo que le quede cómodo combatir con ese kimono.
°
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Sus dientes se apretaban con fuerza y el ardor que le habían provocado sus colmillos al golpear su labio inferior, ahora poco lo sentía.
Su espalda subía y bajaba con velocidad por el cansancio. Su mano convertida en puño, golpeó con fuerza el suelo de tierra donde se encontraba recostado.
Sentía molestia e impotencia al ver como ese sujeto se pavoneaba delante de él con una sonrisita de burla que elevaba su enojo.
—¿Acaso no me ibas a demostrar que tan bueno eras en esto?—Minato lo miraba desde arriba, asomado por encima de su cabeza.
Un gruñido grave salió de la garganta del alfa a la vez que se levantaba de su lugar.
La camisa que le había dado uno de los guardias le quedaba bastante apretada y esa prenda imposibilitaba sus movimientos. Hubiera preferido pelear con su atuendo y no haberle hecho caso al antiguo duque.
Minato elevó una ceja cuando lo observó desprender su camisa con calma.
—Continuemos con esto.—Habló con voz tranquila. Aún así, Namikaze pudo sentir una pequeña alarma que le advertía para que tuviera cuidado.
Madara dejó la prenda a un lado y al girar su mirada para volver al enfrentamiento, pudo notar a los guardias del duque aproximarse.
Sabía que era por protección hacia el omega, pero no tenía pensado lastimarlo. Al menos, no como lo había lastimado Minato, porque aún podía sentir en sus costillas el dolor que su puño le causó al impactar en aquella zona.
Entendía que debía tener cuidado, pero solo planeaba derribarlo y ya. No iba a cometer semejante bajeza de herir al duque.
Por un lado, bien sabía que su cabeza sería traspasada por una flecha cuando siquiera percibieran sus intenciones.
Por el otro, sabía el daño que podía causarle con un poco de su fuerza. Madara era visiblemente más grande y experimentado en cuanto a combate cuerpo a cuerpo que Minato y si bien el omega se defendía perfectamente, un pequeño descuido de su parte sería su perdición.
—Si no quieres que te ataquen, te recomiendo calmarte.—Comentó el rubio con seriedad. Sus manos apretadas en un puño y su cuerpo notablemente tenso.
Madara mordió su labio inferior con vergüenza. No había notado que su aroma había comenzado a salir demostrando sus emociones, por lo que pudo entender mejor la reacción de los alfas que custodiaban el castillo y la tensión que notó en el cuerpo de su contrincante.
Sabía por la propia boca de Namikaze, que había enfrentado a demasiados hombres y no tenía porqué dudar, por lo que estaba seguro de que aquella llamada de atención, había sido para protegerlo y para lograr ayudarlo a calmar su propio cuerpo. Porque Minato había sentido esas emociones en cada sujeto que había enfrentado a lo largo de su vida, pero el hecho de sentirlos en Madara, en quien confiaba que no le haría daño aún cuando estaban combatiendo, lo había alertado al instante.
—Lamento eso.—Habló con calma.— ¿Continuamos?
El rubio asintió elevando una de sus manos, haciéndoles entender a sus guardias que todo se encontraba bajo control.
Sus ojos azules intentaban concentrarse en la mirada del alfa, pero bien sabía que en aquellas situaciones debía mantener su vista en el cuerpo del contrario por el simple hecho de que debía prevenir los movimientos para evitar que lo derribe.
Sin embargo, no lograba concentrarse cuando su mirada viajaba por el cuerpo de su oponente, observando cada músculo marcado a través de su piel y las curvas de sus brazos cuando se tensaban, logrando que se pueda notar el trabajo que ha hecho por años al entrenar.
Ambos caminaban en círculos mientras estudiaban los movimientos posibles que podría hacer el oponente.
Minato fue el primero en atacar y Madara el primero en cubrirse.
Había experimentado la fuerza y agilidad que aquel pequeño cuerpo podía tener.
Que irónico resultaba ser que aquel omega que no le permitía tutearlo, ahora no solo le hablaba con confianza, sino que peleaba contra a él. Era un sujeto experimentado en cuanto a batallas y demasiado valiente, no iba a negarlo.
Minato observó el puño de su contrincante y sus brazos cruzados cubrieron su rostro. Jadeó con sorpresa cuando sintió sus piernas doblarse por el empujón de Madara.
El alfa sujetó sus manos inmovilizándolas en el suelo y lo miró desde arriba con una radiante sonrisa.
—Así es como debió ser desde un inicio. La camisa me apretaba, pero no te quitaré mérito, tienes un buen puñetazo.—Sonrió.
Minato se resignó a mirarlo desde su lugar. Había intentado zafar sus brazos con fuerza, pero solo sintió como la presión del agarre aumentó.
—¿Te enorgullece derribar a un omega?
Madara soltó una carcajada que provocó que un ligero escalofrío recorriera el cuerpo del rubio.
—No puedes hacerte la víctima ahora.—Sonrió acercándose a él.— Eres mucho más bravo de lo que pareces ser.
Minato giró su cabeza a un lado, completamente avergonzado.
Su voz no salió cuando intentó pedirle al alfa que se levantara de encima, porque bien sabía que si su hijo los encontraba en esa posición, donde el omega se hallaba recostado en la tierra con el alfa sentado sobre él mientras sostenía sus manos por encima de su cabeza, iba a haber problemas.
Madara elevó su cabeza de golpe, alzando su nariz tanto como pudo para poder olfatear el suave y refrescante aroma a cítricos que viajaba por el aire.
—¿Eso es olor a limón? —Preguntó inconscientemente.
Aflojó el agarre poco a poco y se puso de pie, extendiendo su brazo para ayudar al omega a levantarse.
Minato rio sin gracia y con su rostro sonrojado. Desde que era pequeño, no solía mostrar su aroma con tanta frecuencia, porque ya había escuchado muchas veces que extraño era su olor. Si lo decían de buena o mala manera no lo sabía, pero había creado una pequeña inseguridad en él que no había logrado superar.
A Kushina le gustaba porque decía que por alguna extraña razón, le recordaba a los veranos de su niñez y había sido la única con la que no había reprimido su aroma durante tanto tiempo.
Porque había distintos tipos de aromas y normalmente eran los mismos que creaban una sensación cálida y reconfortante. Minato no estaba seguro de que el suyo pueda crear tal sensación.
—Lo lamento, no me di cuenta de que lo había liberado.—Respondió. Comenzó a mover sus manos para poder disipar un poco el aroma.
—Es la primera vez que lo siento en ti.—Minato se tensó, porque nunca se hubiera esperado que el alfa se acerque a su cuello con tal rapidez.
Sintió el cálido aliento chocar sobre su cuello y como su cabello se movía cuando Madara intentaba sentir una vez más su aroma.
—Eres un desvergonzado, no puedes hacer eso.—Elevó su mano y empujó el rostro de su acompañante, alejándose hacia el interior del castillo.
Se sentió tímido de un momento a otro. El calor en su rostro continuaba aumentando y estaba seguro de que comenzaría a sudar.
Frotó sus brazos con suavidad para quitar la sensación de tener los vellos de punta.
Madara se quedó de pie algo confundido. Había logrado ver el sonrojo en las mejillas del antiguo duque.
No podía refutar las palabras del omega, porque ciertamente, no andaba de acá para allá hundiendo su nariz en el cuello de todos los que conocía solo para sentir su aroma. Sin embargo, era cierto que luego de conocerlo, era la primera vez que podía sentir el de Minato. E incluso, a pesar de ser suave, era lo suficientemente fuerte como para impregnarse en su rubio cabello.
Le había gustado, no pensaba negarlo. Un aroma exquisito que no le resultaba empalagoso ni mucho menos amargo.
—Un aroma que solo tú podrías tener.—Susurró recogiendo su camisa.
°
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Itachi se observó en el espejo con dedicación. Sus manos acariciaban su torso buscando aunque sea un indicio de que su vientre podría estar algo más hinchado que antes.
Sin embargo, lo único que encontró fue la misma piel suave y el estómago plano que tenía cuando llegó.
No quería pensar en las posibilidades de que no podía tener herederos, porque si ese fuera el caso, Naruto se habría unido a él para nada.
Sus caderas hanchas le indicaban lo bueno que sería su cuerpo para albergar a un pequeño ser dentro, tal y como su madre le había dicho. Pero había pasado el tiempo desde su boda y cada noche se unía a su esposo para convertirse en uno solo.
Debía ver a la doctora del duque, pero temía que aquella situación se convirtiera en las habladurías del reino. Porque era imposible de pensar que la esposa del duque no podía darle algún heredero a la corona.
Sus dedos se presionaban en su vientre, intentando buscar algo más que le indique que no debía preocuparse. Bien recuerda lo que Naruto le había comentado con respecto a ello cuando se conocieron, pero en ese entonces, él no tenía tales obligaciones hasta entonces como tampoco, sabía que existía un consejo que era capaz de creerse con el mismo poder que el duque.
Limpió sus lágrimas. Naruto lo esperaba cerca del lago para la velada que le había prometido y no quería presentarse ante él con los ojos rojos e hinchados.
Lo había decidido. Vería a la doctora y hablaría con su esposo de acuerdo a lo que le comente, porque no quería precipitarse, pero incluso se había unido a él en su periodo de celo y aún así...
Se sonrió al mirarse al espejo y alisó su cabello una vez más antes de salir de su cuarto.
¡MUCHAS GRACIAS POR LEER!
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Intentaba calmarse al oír el sonido de las aves que volaban libremente en el cielo. Intentaba hacerlo al oír el suave sonido que producía el agua al correr y golpear las piedras que se hallaban en su camino.
No quería que su esposo lo vea de mala manera, porque aún nada era seguro.
Quizás si debió pensar mejor en la propuesta del duque. Quizás debió asegurarse bien de que era capaz de ser el omega que el ducado necesitaba para obtener un próximo heredero, aún así ¿Qué le garantizaba que él podría darle familia a Naruto?
Ciertamente, con los avances que se obtienen lentamente en la medicina, no podría haber asegurado su fertilidad si el duque se lo pedía. Es por dicha situación que había salido a la luz su inquietud con respecto al tema en aquella cita.
Sin embargo, sabía que el consejo, pronto comenzarían a exigirle un heredero a su esposo si es que aún no lo hacían. Porque era un hecho que buscarían la manera de asegurar que el ducado continúe con el apellido Uzumaki.
No podía asegurar si su matrimonio terminaría, como tampoco podía asegurar, que tan correcto fue lo que le dijo su médica hace dos días.
Porque solo había comentado que debía ser paciente. Al parecer, era difícil que los omegas estresados pudieran quedar en cinta, pero él podía asegurar que se sentía completamente relajado.
Limpió sus lágrimas una vez más y continuó estirando el hilo que sobresalía de su manga.
Los bordes de la fina tela habían comenzado a abrirse mientras que los hilos que se mantenían unidos, ahora se separaban uno de los otros y caían por encima de su muñeca.
Poco le importaba el recordar que Kakashi le dijo que debía lucir impecable al ser la duquesa, si pasaba vergüenza o no por ello, no se comparaba a lo que sentiría cuando le dijera la verdad a Naruto.
Porque de una u otra forma, su esposo debía saber y a pesar de avergonzarle el decirle que era un omega inservible, la tristeza ocupaba gran parte de su alma.
Desde que Sasuke nació, él estuvo siempre para su hermano menor. Poco tiempo después, entre los cambios de actitud de su madre y los trabajos a los que su padre debía marchar por tiempo indeterminado, comenzó a tener un sentimiento paternal hacia el chico.
Si bien en un inicio no le agradaba del todo el pensar en tener un cachorro propio, le hacía ilusión poder formar una familia junto al alfa al que le pertenecía.
Porque había comenzado a ilusionarse con tener un pequeño que sea mimado por su padre y que lo acompañe en sus tardes de soledad donde Naruto no podía estar presente.
Lejos de la idea simple de darle un heredero a la corona, quería poder formar su familia.
A Sasuke lo sentía como a un hijo propio, aún a su corta edad, por lo que la idea de poder quedar embarazado y poco tiempo después pasear a su hijo en sus brazos, le hacía inmensamente feliz.
Intentaba ser positivo, pero no podía luego de la visita con su médica y a pesar de querer tranquilizar a su corazón con las palabras que su esposo le dijo cuando se conocieron, poco lograba conseguir algo similar.
Los fuertes gritos de una mujer llamaron su atención. Se puso de pie bajo la mirada de los guardias que custodiaban el castillo y lo vigilaban a lo lejos, para adentrarse a su hogar.
Podía oír los gritos de su esposo en la entrada y sus pasos se apresuraron sin siquiera notarlo.
—¡Sigue siendo mi hijo, su alteza!—Se detuvo en la puerta abruptamente al oír la voz de su madre.— ¡Con todo el respeto que se merece, me niego a que me saquen de aquí sin él!
Itachi se asomó por el costado de su esposo. Naruto se encontraba inclinado hacia adelante, como si estuviera listo para saltar hacia la fémina en cualquier segundo.
—No quiero verte cerca de él nuevamente.—Habló en voz baja y grave.— No te has aparecido desde mi casamiento ¿Qué vienes a buscar?
Mikoto apretó sus puños. Se veía desaliñada a diferencia de como acostumbraba.
Si bien no podía vestir telas finas, su madre solía mantener su atuendo limpio y cabello bien peinado.
Su rostro parecía manchado con tizne y su cabello estaba suelto y enmarañado.
—No puede negarme la visita, yo soy su madre.—Habló más tranquila.
—Y yo su esposo.
—¡Porque yo acepté su pago, alteza!—Mikoto suspiró, retomando su voz serena una vez más.— ¿Le recuerdo cuál fue el precio? Mi hijo está con usted porque yo así lo permití.
Itachi parpadeó y su mirada solo pudo enfocar la espalda tensa de su alfa.
Podía entender la razones. Si el alfa estaba dispuesto, podía pagar un buen precio por el omega que mejor le parezca.
Sin embargo, el hecho de saber que Naruto había pagado por él como si fuera una vasija que esperaba tener a su disposición, había clavado una aguja de decepción en él.
Ahora, solo debía aceptar que su matrimonio terminaría pronto, porque si ese alfa fue capaz de comprarlo para convertirlo en su esposo, era porque esperaba poder conseguir lo que todo omega era capaz de dar.
—Itachi, vayamos dentro.
Naruto tensó su cuerpo al oír la voz de su padre. Minato se escuchó justo a su espalda y él ni siquiera fue capaz de voltear.
Había buscado a su marido durante toda la tarde y al no encontrar a su guardia de confianza tampoco, supuso que habría salido en algún momento. Aún cuando le extrañó que Itachi no le haya comentado nada.
Escuchó los pasos alejarse y el duque se concentró nuevamente en la mujer que se encontraba delante de él una vez más.
Bajó los escalones de la entrada y se inclinó sobre ella mostrándose imponente.
—No quiero verte en mi castillo nuevamente. Itachi me pertenece te guste o no y no pienso permitir que llegues a él. Es mi esposo, mismo con el que tengo un lazo ahora y me niego a que vengas para traerle disgustos.
Mikoto tembló en su lugar. Aún así, elevó su cabeza para hacerle frente al monarca.
—No puede prohibirme verlo.—Dijo casi en un susurro.— Es un niño aún y necesita de su madre.
Naruto rio.
—¿Misma que lo vendió a un anciano solo para que se case? Te puedo asegurar que me importa un carajo su parentesco, él está bien y feliz si solo viene su padre. Te aseguro que en todo este tiempo, tu nombre no salió de su boca ni una sola vez.—El duque se volteó para volver al interior del castillo.— Y si solo viene a él para conseguir más oro, vaya a pedírselo al conde. Bien que vende a sus propios hijos por unas cuantas monedas.
Mikoto lo vio con sorpresa cuando el joven comenzó a caminar. Siendo empujada por uno de los guardias, abandonó el castillo antes de tener más problemas.
Naruto encontró a su omega sentado en su lugar de la mesa. Detrás de él, Minato observaba al chico con un semblante preocupado y Kurama apoyaba su hocico en una de las piernas del menor, como si supiera que necesitaba contención.
El hecho de que Itachi fue comprado, no era algo que su esposo debía saber. Había ocultado lo suficientemente bien la información, solo comentando que había sido de su elección.
No era un mentira, a Naruto le había agradado poder conocerlo y había decidido casi al instante. Sin embargo, también era un hecho que si debía competir contra el conde para obtenerlo, Mikoto quería recibir algo más a cambio.
Nunca se hubiera esperado que esa mujer se acercara a su castillo para gritar toda la verdad que había evitado y ahora, no estaba seguro sobre como hablarle a su marido respecto a ello.
—¿Cuánto fue?—Itachi tomó la palabra con voz baja y suave. Elevó su mirada para observar a su esposo con los ojos rojos e hinchados.— ¿Por cuánto me compraste?
Minato acarició una última el cabello del chico y se alejó junto a Kurama para poder darles privacidad. Sabía que eso era algo que debían hablar a solas.
Soltando un suspiro, el duque se acercó a su omega y se acuclilló a su lado. Tomó sus manos entre las propias y las acarició con sus pulgares antes de dejar un beso en el dorso.
—No es necesario que sepas esa información, pero quería tenerte conmigo y el conde estaba compitiendo también.
Itachi bajó su mirada, observando el anillo que Naruto le había dado.
De una u otra manera, se encontraba agradecido con él por haber logrado convertirlo en su esposo. En caso contrario, ahora se encontraría junto al anciano con cargo de conde que había conocido antes que el rubio.
Naruto había respetado su hogar y lo había tratado de la mejor manera desde su llegada. Ciertamente, eso era algo que agradecía porque era claro que no podía comparar a su esposo con aquel desagradable alfa que había ido por él.
Aún así...
—¿Cuánto fue?—Preguntó nuevamente.— ¿Cuál fue mi valor realmente?
Naruto apretó sus labios en una fina línea, queriendo negarse a decirle la verdad.
Sin embargo, sabía que Itachi continuaría insistiendo y si no era él quien se lo diría, buscaría la forma de hallar la respuesta. Incluso con su propia madre.
—Cien monedas de oro.—El menor jadeó.— Lo siento, no quería que supieras de esto.—Habló sincero.— No quería que sientas que te traté como a un objeto. Cariño, mírame.—Pidió. Itachi viró sus ojos negros hacia el mayor, comenzando a soltar nuevas lágrimas.— Eres todo lo que pude llegar a pedir ¿Entiendes? Lamento que esto haya ocurrido así y no esperaba que lo supieras. No quería que creas que no tienes valor, porque te has convertido en lo mejor que me pudo haber pasado.—Sus manos limpiaron las lágrimas que descendían por las pálidas mejillas del omega. Naruto sonrió.— Me he enamorado de ti, cariño.—Confesó. Se puso de pie y se inclinó para besar los labios de su pareja.— No pienso dejarte ir y espero que eso se grabe en tu cabeza.
Itachi se puso de pie con ayuda de su marido, quien sujetaba su cintura con fuerza mientras lo apegaba más a él.
Era claro que sus emociones eran iguales. No podía negar que ese hombre había llegado lo suficientemente hondo dentro de su corazón para hacerlo sentir aquellos maravillosos sentimientos.
—Naruto, yo...
—¡Alteza!—La voz de Sarutobi los obligó a separarse.
Detrás del anciano, los miembros del consejo se acercaban con el rostro serio junto a una joven a quien la pareja desconocía.
Naruto miró a Gaara. Su amigo parecía enojado con lo que sea que hayan hablado sin estar en su presencia.
—¿Ocurre algo, Sarutobi?—Preguntó el duque una vez que se separó de su omega.— No me han informado de ninguna reunión.
—Los dejo hablar tranquilos. Con permiso.—Itachi reverencio dispuesto a irse. Sabía que lo ideal sería que se quede para saber como se encontraba el ducado, pero la sola presencia del conde Danzo lo enfermaban.
—De hecho se trata de ti.—Retomó el anciano. El azabache frunció el ceño.— El conde Danzo se comunicó de urgencia conmigo y ha sido un alivio que me encuentre cerca.—Se apoyó sobre su bastón y soltó un suspiro.— Sabemos que se ha hecho ver con la médica de su alteza hace unos días.—El duque observó a su esposo por un momento. Se lo veía nervioso y avergonzado.— ¿Hay algo que deba decirnos?
Itachi apretó sus dientes con fuerza.
—Si se refiere a mi salud, solo debo comentárselo a mi esposo.—Respondió con molestia.
El anciano sonrió.
—No lo creo.—Sarutobi caminó al rededor de la pareja.— Su médica nos ha dicho la situación, después de todo, como consejeros debemos estar informados.
—Sarutobi...—La voz de Gaara le advirtió.
—Alteza, supongo que aún no lo sabe, pero su omega no puede tener hijos.—Itachi boqueó sin saber que decir.— Nuestra duquesa solo tenía un trabajo y era darle herederos a la corona, mismo trabajo que no es capaz de cumplir.
Sus puños se apretaron con ira y sus colmillos comenzaron a salir. Esa información era privada y solo a él le correspondía decírsela a su esposo en la privacidad.
Era por algo como esto que no quería presentarse, pero necesitaba sacarse la duda.
Danzo dio un paso al frente.
—Es por ello que hemos traído a esta jovencita. Su nombre es Shion.—Su mano se elevó y la fémina desconocida que los acompañaba, se sujetó del anciano.— Vive en mi castillo y está perfectamente capacitada para poder complacer a su alteza y darle el heredero que la corona exige.
La chica reverenció mostrando una suave sonrisa y dulce mirada.
—¿Cree que permitiré que alguien más comparta el lecho con mi esposo?—Itachi dio un paso al frente.
—No se ofenda... Mi señor.—Dijo el conde con una sonrisa ladeada.— Pero no puede oponerse cuando es incapaz de cumplir con su única obligación. Además, su Alteza no se ha negado y bien sabe lo que debe hacer.—Danzo elevó su mano y la joven caminó hacia el duque al interpretar correctamente la señal. Sin embargo, el omega la detuvo antes de que pasara a su lado.— No puedes oponerte, como consejeros tenemos la obligación de ver las mejores opciones para nuestro ducado.
El menor repasó a todos con su mirada. Quizás queriendo hacer algo de tiempo para que su marido pueda decir algo.
¿Pero qué podía esperar? Lo que había ocurrido con su madre no se comparaba a esto y se sentía en la obligación de mantener su malestar a raya. No había podido hablar con Naruto para confesarle la verdad y los ancianos decidieron que sería bueno traer a alguien más para que cumpla su trabajo.
¿Había a alguien a quien culpar realmente? Como lo quiera ver, su esposo tenía una obligación con su título y él no tenía ni voz ni voto en esa situación.
—Tiene razón.—Se rindió.— Su alteza es quien debe decidir.—Su mano se alejó liberando a la chica.— Si es capaz de poder otorgarle a la corona los herederos que tanto desean, es la mejor opción para el puesto de duquesa.
Itachi se giró con la vista fija en la puerta trasera del castillo. Necesitaba salir de ahí lo antes posible, porque no se veía capaz de retener sus lágrimas por más tiempo.
Con la cabeza en alto y pasos tranquilos, salió del gran salón dejando atrás aquellos de sujetos de poder.
Poco podía hacer en ese momento y bien había pensado en aceptar la realidad de que su tiempo como omega y pareja del duque, había terminado.
Su orgullo y dignidad fueron pisoteados cuando no pudo negarse a los pedidos de los ancianos.
Si tan solo le hubieran dado algo de tiempo... ¿Habría algún cambio?
Quizás esperar para saber si realmente era como la médica le había comentado y podía quedar embarazado. Quizás pensar en algo más que no llevara a terminar su matrimonio.
O quizás, simplemente, no hubiera cambiado nada y él aceptaría que ya nada continuaría, porque a pesar de saber la obligaciones, lo que menos quería era quedarse junto al duque cuando era consciente del engaño.
Se acercó a uno de los guardias que se mantenía firme de pie en el jardín y habló.
—¿Podría preparar el carruaje? Quisiera visitar a mi padre.
El alfa hizo una reverencia antes de cumplir con el pedido.
El menor quedó a solas en el gran jardín. Su mano jugueteaba con el anillo que su alfa le había obsequiado.
Soltó un suspiro e ingresó al interior una vez más, dejando la argolla sobre la mesada de la cocina y saliendo nuevamente para rodear el lugar y marcharse. No quería tener que presentarse ante los demás en ese momento. Necesitaba un abrazo de su padre y los mimos de su hermano, era lo único que pedía.
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Sentado en la cabecera de la mesa y oyendo a los ancianos discutir, Naruto masajeaba con lentitud su sienes. Sentía que su cabeza explotaría en cualquier momento y no faltaba mucho para que sus ojos se cerrasen de una vez por todas.
Intentaba mantener a raya su aroma porque no quería que todo se descontrolara si demostraba sus emociones.
Se sentía preocupado por su esposo y quería salir en busca de él. No quería que pensara que permitiría la falta de respeto hacia su persona, pero bien sabía que no debía ignorar a los idiotas con poder que pertenecían al concejo.
Estiró sus piernas con cansancio y se recostó hacia atrás, observando a todos con un semblante aburrido.
—Si nuestro señor no es capaz de cumplir con sus obligaciones, Shion es la indicada.—Danzo habló y el duque elevó una ceja.— Está capacitada para cumplir con las peticiones de su alteza y complacerlo en lo que desee.
Gaara imitó a Naruto, sin importarle que pudieran regañarle por su postura.
No le agradaba la situación en la que estaban metiendo a su amigo, porque no solo lo estaban queriendo obligar a estar con alguien que él no quería, sino que podía ponerse en el lugar de Itachi. Él tampoco permitiría que su futuro esposo esté con otro omega.
Había visto el semblante feliz que el rubio tenía en su última visita y después de tanto tiempo esperando por ver a quien seleccionaba como su pareja de vida, lo que menos quería era verlo mal por el abandono hacia su omega. Aún cuando sabía que no lo iba a permitir.
Naruto arrugó su nariz con asco cuando sintió el aroma que la joven rubia comenzaba a soltar.
—Díganos, alteza.—Sarutobi fijó su mirada en el joven rubio.— Lo veo algo perdido en sus pensamientos. ¿Ha escuchado nuestra opinión?
Naruto soltó un sonoro suspiro.
—He estado escuchando sus opiniones, Sarutobi.—Respondió.— Y solo quiero pensar en alguna razón para no cortar sus lenguas en este momento, pero nada se me viene a la cabeza.
Gaara rio.
—¿Le resulta gracioso, señor?—Preguntó Danzo, a lo que el pelirrojo solo pudo asentir.
—Les advertí que no lo hicieran porque ninguno de ustedes tiene el poder para obligar a su alteza a hacer algo.—Respondió con simpleza.
Naruto palmeó su hombro con una sonrisa agradecida.
—Los quiero a todos fuera de mi castillo ahora.—Sentenció.— Le han faltado el respeto a mi esposo y por lo tanto a mi ¿Creen que algo como eso se perdona?—Naruto se puso de pie y comenzó a caminar a lo largo de la mesa, captando la atención de los consejeros.— Lo que revelaron con respecto a mi omega, es algo que solo nos concierne a nosotros dos. Yo soy su esposo, su alfa y el duque de este ducado, no voy a permitir que ninguno de ustedes venga a querer dirigirme la vida.
—Pero alteza...—Hiruzen Sarutobi se puso de pie.
—No me interesa lo que tengan que decir.—Lo interrumpió abruptamente.— Solo decidieron aparecerse aquí con una omega para exigirme que me acueste con ella. No voy a tolerar este tipo de desacato.—El rubio miró a cada uno de los ancianos presentes.— Llegaron aquí a culpar a mi omega con no cumplir con su deber ¿Han pensado siquiera en que puedo ser yo el del problema?
El conde se puso de pie.
—Eso es algo inaudito.
—Pero existe la posibilidad.—Respondió con simpleza.— ¿Qué harían en esa situación? ¿Quitarme el ducado? Le ha pertenecido a mi familia por generaciones y he cumplido perfectamente con mi deber. Con respecto a mi familia o mi heredero, no quiero oír una palabra más de ninguno de ustedes, es algo que yo hablaré con mi esposo cuando sea el momento.—Sus manos se cruzaron detrás de su espalda antes de retomar el camino hacia su lugar.— En caso de no poder tener familia, solo me queda avisarles que ya tengo a alguien en mente que ocupe mi lugar en un futuro.
El golpe fuerte de un puño golpeando la madera de la mesa, hizo sobresaltar a la mayoría.
—¡No puede hacer algo como eso, alteza!—Sarutobi elevó la voz.— ¡No puede entregarle el título a alguien que es ajeno a la familia Uzumaki!
El duque sonrió.
—Pertenece a mi familia, así que no tienen nada de qué preocuparse. De acuerdo a como se den las cosas, van a conocer a mi sucesor.—Naruto se puso de pie dispuesto a buscar a su esposo.— Ahora, les pido por favor que se marchen y llévense a la omega. Su aroma me está causando repulsión.
Nadie se atrevió a decir una palabra más.
Gaara sonriendo por la manera en la que silenció al consejo, y los ancianos con los insultos danzando en sus lenguas.
Sabían que no podían enfrentarse a él si querían mantener su poderío, después de todo, fue el mismo duque quien les otorgó aquellos privilegios.
Además, el hecho de enfrentar al alfa causaba cierto temor, porque no solo iban en su contra, sino en contra de su propia gente.
—¡Naruto!—El mencionado giró su mirada para encontrar a su padre. Aquel semblante de superioridad desapareció para dar paso a un rostro preocupado.— Haz que se marchen ahora.—Susurró una vez que se acercó a su hijo.— Itachi se ha marchado.
El duque mordió su labio inferior cuando observó el anillo que su padre dejaba sobre su mano. Mismo que le había obsequiado en su primera cita.
—¡Obito!—El guardia se acercó.— Procura que se marchen y asegúrate de que los soldados de Gaara estén preparados para el viaje.—El guardia reverenció antes de dirigirse al consejo.
—¿Tú qué harás?—Preguntó Minato.
—Iré en busca de mi omega.
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Izuna se mantenía de pie en la entrada de la habitación mientras observaba a sus sobrinos recostados en la pequeña cama.
Sasuke, sentado con su espalda apoyada sobre la pared, acariciaba el cabello de su hermano con suavidad mientras le contaba una historia que iba inventando en su cabeza. Podía sentir los brazos de su hermano mayor aferrados a él, como si fuera su bote salvavidas en ese momento.
Ninguno había querido decir nada cuando lo vieron llegar. El carruaje en el que se transportaba había vuelto a su lugar una vez que el chico bajó en su destino y el guardia que lo acompañaba, había decidido quedarse allí por cualquier situación que pudiera ocurrir. Después de todo, las órdenes para todos eran claras: Acompañar y proteger a la duquesa.
—¿Le ha dicho algo a Sasuke?—Izuna se sobresaltó al oír la voz de su cuñado y solo atinó a negar con su cabeza.— ¿Cuánto tiempo llevo intentando que me hables? ¿No piensas dirigirme la palabra nunca más?—Los ojos negros del menor se fijaron en los brazos del contrario.— Ya te he dicho que no pasa nada, ya han sanado. Además, digamos que ahora se de que manera protegerme de ti.—Rio.
Izuna asintió. Era cierto que las heridas que le había infligido ya no estaban como antes, pero podía ver las costras horizontales que aún se mantenían en la piel, esperando a curarse para caerse.
—Lo lamento.—Dijo por fin.
Su rostro se ruborizó brillantemente cuando Fugaku besó su frente antes de alejarse para verlo con una sonrisa.
En un intento por ganar tiempo para que el calor de su rostro disminuyera, sus ojos viraron hacia sus sobrinos una vez más.
Ciertamente, algo malo había ocurrido, porque Itachi había llegado de la nada a su hogar y sin emitir palabra, alzó a su hermano para llevarlo con él a la habitación.
No le tomaba importancia a que no se anuncie antes de llegar. Bien sabía que su hermano visitaba el castillo cuando se le venía en gana y lo que menos pudiera molestarle a él, era que su familia se encuentre a su lado.
Sin embargo, había notado los ojos hinchados y colorados de Itachi, al igual que aquel semblante de tristeza que intentaba ocultar de los ojos de sus familiares.
—No soy bueno en estos casos y no se que debo decirle.—Fugaku pasó una mano por su frente a la vez que soltaba un sonoro suspiro.
—Nunca he consolado a alguien y tampoco se si es lo que debo hacer.—Respondió Izuna.
Itachi solo se mantenía allí. Con su cabeza recostada en las piernas de su hermano menor mientras sentía los suaves movimientos que el infante hacía al comenzar a trenzar su cabello.
Poco le importaba el arrugar su kimono o el no haberlo cambiado para evitar presentarse con la manga deshilachada. No tenía ánimo para nada.
Abrió sus ojos y observó a los alfas en la puerta de la habitación. Su mano se elevó y estiró su brazo en un claro pedido.
Izuna, comprendiendo lo que quería, empujó a Fugaku hacia su hijo y él se marchó del lugar, rogando a los dioses porque el omega contara lo que tanto parecía afectarle.
El castaño se sentó en el borde de la cama y se inclinó hacia su primogénito con los brazos abiertos, tomando a ambos omegas entre sus brazos para poder abrazarlos.
—¿Quieres contarme?—Preguntó en un susurro.
Itachi torció su boca, dudando en si hacerlo delante de Sasuke o esperar a que el pequeño se marchara. Sin embargo, no quería mantenerse lejos de él en ese momento. No con las palabras de la doctora y el consejo navegando en su cabeza.
—El consejo del ducado está pidiendo un heredero para la corona.—Susurró con suavidad, enterrando su rostro en el estómago de su hermano.— No puedo dárselos.
Fugaku frunció el ceño.
—¿Te refieres a...?
—Parece ser que no puedo tener hijos.—Dolorosas lágrimas cayeron por sus mejillas.— No se si es realmente la situación, porque la doctora me dijo que debo tener paciencia. Muchas veces, los omegas no pueden quedar en cinta cuando buscan y puede ocurrir por el estrés.
Fugaku tragó saliva con dificultad.
—¿Y no crees que pueda ser eso? —Su mano quitó con cuidado las lágrimas a su vista.— Puede que creas que no estás estresado, pero recuerda que todo esto aún es nuevo para ti. Un nuevo hogar, un esposo, la situación con...—A pesar de que el alfa se interrumpió para no mencionar a su esposa en presencia de su hijo menor, Itachi pudo comprenderlo.— Puede que pienses que estás tranquilo cuando estás con el duque, pero todo esto influye.
—No es solo eso...—Respondió.— Llevaron a... Una omega para cumplir con mi deber.—Sus manos se cerraron en un puño.
—¿Qué dice Naruto al respecto?—Preguntó con cuidado, temiendo que su hijo no dijera nada más.
El azabache alzó sus hombros en un claro gesto de que ya no importaba.
El sonido de la puerta principal siendo golpeada, interrumpió la conversación y Fugaku se puso de pie para dirigirse a la entrada del cuarto. Si llegaba a aparecer Mikoto, lo que menos quería era que viera a sus hijos. Mucho menos quería que presenciara el estado de Itachi.
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—¿Minato?—El alfa giró su mirada hacia las escaleras, esperando por que su sobrino no apareciera.— ¿Cómo conseguiste llegar aquí?
El omega alzó una ceja.
—Pregunté a la gente, Madara. Además, reconozco el traje de mis guardias y no fue difícil encontrar la casa cuando hay uno de pie en la entrada.—Respondió con obviedad. El alfa sonrió.— El caso es, que estoy reteniendo a mi hijo en el carruaje para que no destroce tu puerta en busca de su omega.—Su voz se ahogaba en el nerviosismo.— ¿Crees que pueda verlo?
El azabache mordió sus labios con ansiedad, porque no estaba completamente seguro de que tan bueno sería que se aparezca el duque.
No tenía idea de lo que había ocurrido y su hermano no fue de mucha ayuda tampoco con la poca información que tenía. Sin embargo, el hecho de que se haya presentado en la casa con aquel aspecto deprimente y ahora la presencia de duque, significaba que el problema era por él.
—¿Me dirás que ocurrió?
—Solo puedo decir que la culpa es de los ancianos decrépitos del consejo.—Murmuró volteando su mirada a un lado.— Si dejas que mi hijo pase para reencontrarse con su esposo y tú me invitas a beber el té, puedo contarte.
Los ojos negros se entrecerraron.
—Bien, no puedo desaprovechar esta oportunidad.—Respondió luego de soltar un suspiro.
Minato sonrió con esperanza y volvió al carruaje. Madara podía verlo hablar con Naruto y hacerle ademanes con sus manos en busca de que se calmara.
Al volver a la casa, el duque lo saludó y siguió las indicaciones del alfa azabache, quien rogaba porque las cosas no empeoraran o él terminaría siendo asesinado por su cuñado por haber permitido el ingreso del rubio.
Naruto avanzó con pasos firmes, viendo a su padre desaparecer en la entrada de la cocina junto a Madara y al llegar al final de las escaleras, pudo reconocer a su suegro, quien lo observaba con una mirada que no auguraba nada bueno.
Bien sabía que el sujeto solo podía soportarlo. Después de todo, él tampoco perdonaría el hecho de que el esposo de su hijo lo haya comprado como si fuera un objeto.
No obstante, no estaba seguro de si esa mirada era por esa situación o si Itachi ya le había contado la verdad a su padre.
—Si te atreves a herirlo de alguna maldita manera, te puedo asegurar que poco me importará tu título o los hombres que te protejan.—Murmuró el mayor al pasar por su lado.
Naruto asintió a la vez que tragó saliva con dificultad. Ya había notado que poco le importaba si era el duque, porque en primer lugar siempre estarían sus hijos como prioridad.
Sabía por su padre lo que un progenitor era capaz de hacer por sus cachorros.
Se adentró al cuarto, sintiendo el aroma a tristeza de su omega y una sonrisa elevó las comisuras de sus labios al verlo aferrado a su hermano menor.
—Sasuke...—Itachi se tensó.— ¿Me permitirías hablar con tu hermano?
El infante dudó al sentir como su hermano mayor lo aferraba con fuerza a su cuerpo. Acarició su cabello demostrándole una sonrisa para calmarlo y se arrastró por la cama para ponerse de pie.
Agitó su mano hacia el duque, quien se acuclilló a su lado para escuchar lo que el niño quería susurrarle.
—Tienes que alegrarlo. Ha estado triste.—El rubio sonrió y revolvió su cabello con suavidad.
—Prometo que lo arreglaré.—Respondió al susurro antes de besar su frente. Una vez que el pequeño salió cerrando la puerta detrás de él, Naruto se aproximó hacia su esposo.— ¿No piensas mirarme?—Preguntó al sentarse a su lado.
Itachi le daba la espalda, ahora aferrado a la almohada donde Sasuke mantuvo su espalda apoyada.
—¿Qué haces aquí?
—Vengo en busca de mi omega ¿Qué más?—Sacó del bolsillo de su saco el anillo de oro y topacio azul que le pertenecía a su esposo, colocándolo frente a los ojos de azabache.— Te lo quitaste y me abandonaste ¿Se suponía que debía esperar en el castillo a que mi esposo apareciera?
Itachi frunció el ceño.
—¿Cuál fue la razón para que te presentaras?—Preguntó enfrentándolo.— El consejo ya te dijo cual es la situación y te dieron una buena opción. Deberías tomarla y dejarme en paz.
Naruto mordió su labio inferior. ¿Era la primera vez que el omega se mostraba enfadado? No estaba seguro y aunque sabía que no era el momento, sintió la necesidad de tenerlo en su lecho hasta el siguiente día.
—¿Me preguntas cuál fue la razón? Creí que había quedado claro que estoy enamorado de ti.—El menor sintió sus ojos arder una vez más.— Pueden traerme a todos los omegas que ellos quieran y todos serán rechazados. Te lo he dicho, eres lo mejor que me pudo haber pasado y no estoy dispuesto a dejarte ir.—Tomó sus manos y entrelazó sus dedos.— Si lo que les preocupa es que no podamos tener hijos, ya dejé en claro que si esa es la situación, tengo a alguien más en mente que pertenece a la familia y puede tomar el cargo en un futuro.—El omega frunció el ceño confundido.— Por otro lado, podemos hablar con la doctora y saber que opciones nos quedan y sino, no pasa nada.—Comentó.— Ya tenemos una hermosa familia que está a nuestro lado.
Itachi sonrió, sintiendo como la tristeza se desvanecía poco a poco.
—Te amo.—Susurró.
El rubio se acercó a su esposo con rapidez, capturando sus labios antes de bajar con un camino de besos húmedos hacia el cuello del azabache.
Inhaló profundamente su aroma, como si quisiera grabarlo en su memoria por cualquier eventualidad.
—Y yo a ti, cariño. Te amo mucho.—Correspondió.
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Sus brazos se movían con delicadeza. Sus caderas sobresalían con el ritmo de la música, logrando que su cintura se marque aún más.
Se arrodilló sin dejar de mover sus caderas de manera circular mientras que la suave tela que llegaba justo a sus tobillos, se movía con delicadeza de un lado al otro.
El duque se recostó sobre su sillón, sintiendo las manos contrarias recorrer su torso, desde el cuello hasta su abdomen.
Naruto mordió su labio inferior, completamente concentrado en la belleza que danzaba frente a él en la privacidad de su habitación, mientras oía la música que los omegas que servían en su castillo, tocaban detrás de una larga cortina.
Itachi giró sobre su lugar y de pie, dobló su cuerpo hacia atrás con un delicado y elegante movimiento de hombros, hasta lograr tener al duque en su oscura mirada.
Se enderezó y una vez más volvió hacia su esposo, oyendo como la música iba parando poco a poco, hasta quedar de rodillas frente al rubio cuando el golpeteo del derbake se detuvo.
—Pueden irse.—Habló el duque. Su voz resonando sin fuerza en la amplia habitación.
Los omegas salieron del sitio con sus instrumentos en mano sin siquiera dirigirles una mirada a la pareja. Bien sabían que no debían hablar de absolutamente nada que tenga que ver con la privacidad de su monarca y su esposo.
—¿Te ha gustado?—Preguntó con una sonrisa.
Naruto llevó una de sus manos hacia el mentón del omega e inclinó su cuerpo hacia él.
—Oh, cariño, ni siquiera me creo merecedor de poder apreciar tu belleza.—Susurró con sus labios rozando la boca contraria.— Aún así, nuestras deidades me han beneficiado al ser un alfa con la suerte de poder hacerlo.
Itachi rio antes de que Naruto capturara sus labios en un beso hambriento.
Se inclinó un poco más y sujetó las piernas de su esposo para impulsarlo hacia arriba.
—Solo exageras.—Murmuró mientras se acomodaba mejor sobre las piernas de su alfa.
Naruto besó su cuello sin premura, olfateando el exquisito aroma de su marido mientras lo sentía estremecerse entre sus brazos.
—¿Eso crees?—Sus dientes mordieron con suavidad el lóbulo de la oreja del menor.— Eres hermoso, elegante, delicado.—Un nuevo beso fue depositado en su cuello.— Eres perfecto y eres completamente mío.
El duque se levantó con el omega en brazos. Podía sentir su cuerpo temblar ante su suave toque y los suspiros que llegaban a su oído, solo lo hacían excitarse aún más.
Aquel baile fue una verdadera sorpresa. ¿Quizás como una forma de desestresarse luego de toda la situación? ¿Quizás la emoción por volver a estar en su hogar?
Naruto no tenía idea, pero su esposo había ideado aquel maravilloso momento y lo había esperado en su habitación con los omegas preparados para comenzar con la hermosa melodía.
Ni siquiera había terminado su trabajo correctamente, pero no pensaba negarse a las peticiones de su marido. Mucho menos, cuando lo pedía en su cuarto.
Era la primera vez que lo veía vestido de esa manera e incluso, dudaba de haberle preguntado en algún momento si sabía bailar.
Aún así, su esposo lo maravilló con un hermoso atuendo casi traslúcido de tela fina y ligera, moviendo su cuerpo con gracia y elegancia.
Su cabello suelto danzaba en el aire cada vez que daba un giro y no se cree capaz de admitir lo mucho que le gustó el tenerlo de rodillas entre sus piernas.
—Podrías ser considerado un verdadero pecado ¿Sabías?—Naruto ayudó a su esposo a quitarse la parte superior de su atuendo antes de recostarlo en la cama.— Pero no me creo un santo, así que...
Itachi lo hizo girar hacia un lado y subió sobre él sosteniendo sus manos por encima de su cabeza.
—Bien, porque no lo soy tampoco.
Naruto jadeó cuando sintió la succión en su cuello. Su marido podía mostrarse tan amable y tierno como siempre, pero le encantaba poder experimentar aquellos momentos íntimos donde Itachi parecía ser consciente de lo feroz y ardiente que podía ser.
—¿No me dejarás tocar?—Preguntó el duque intentando soportar las ganas de lanzarlo al otro lado de la cama para poder hacer con él lo que quisiera.
—¿Te molesta si decido dominar al alfa?
Naruto negó al observar aquella sonrisa altanera. No podía pensar en algún tipo de escena donde pudiera continuar con la conversación sin tener la intención de poder hacer el amor con su esposo.
Necesitaba de él. Poder tenerlo debajo o encima suyo, eso poco le importaba mientras pudiera hundirse profundamente en su omega a la vez que sus manos pasean libremente por la suave piel desnuda del contrario.
—Solo te pido que seas rápido.—Soltó en un jadeo cuando el azabache se movió sobre su cadera.— Voy a pedirte que bailes para mi cada noche. Es más, supongo que...—Su voz se perdió por un momento al sentir una de las manos del omega meterse en sus pantalones.— Lo haré una ley ¿Te agrada la idea?—La madera de la puerta fue golpeada con algo de prisa interrumpiendo abruptamente el momento. Naruto liberó sus manos y sostuvo con firmeza las caderas de su marido— Si te detienes, arrancaré la cabeza del maldito con mis dientes.—Bufó.
Itachi palmeó su pecho antes de levantarse, dejando al alfa recostado con el ceño fruncido y su malhumor comenzando a aumentar poco a poco. Su omega no había tomado en serio la amenaza.
—Tenemos un problema.—La voz de Obito lo hizo volver a su realidad, notando que el azabache se encontraba de pie en la puerta cerrada, comunicándose con su guardia a través de ella.— La omega que trajo el conde Danzo ha vuelto.
Sus ojos negros se enfocaron en el duque. Su mirada pareció oscurecerse antes de aproximarse hasta su armario para buscar un kimono digno de una duquesa.
—¿Qué piensas hacer?—Preguntó con hostilidad.— Digamos que la razón de la interrupción fue ella ¿Le arrancarás la cabeza con tus dientes?
Naruto tragó pesado porque podía sentir la molestia en su tono de voz.
Ganas no le faltaban si con eso podía tener contento a su esposo, pero bien sabía que había cosas en las que era mejor que Itachi intervenga. Justo como ese momento.
—Te lo dejo a ti.—Dijo aproximándose al chico y atando correctamente la cinta de su atuendo.— Sé rápido, quiero hacerte el amor.
Uchiha golpeó su hombro con la mano abierta y lo hizo a un lado para caminar hacia la puerta.
A medida que bajaba las escaleras, el recuerdo de todo lo que había pasado con esa joven y el consejo se repetía en bucle en su cabeza.
El enojo se hacía cada vez mayor y a pesar de querer hacerlo, no podía culparla de nada. No si estaba bajo las órdenes de un ser tan repugnante como Danzo.
—¿Qué se le ofrece?
La chica se volteó con una sonrisa encantadora que se fue borrando poco a poco en cuanto lo vio posicionarse frente a ella.
—Lo siento, estoy buscando a Naruto.
El menor elevó una ceja.
—¿Naruto? ¿Desde cuándo tienes esa confianza con tu monarca?—Preguntó con burla.— Es duque Uzumaki para ti y todos los que no pertenecen a su familia.
Shion sonrió con verdadero esfuerzo. Su ojos lilas recorrieron el cuerpo del contrario y negó con desaprobación momentos después.
—Mira, no quiero ser irrespetuosa y tienes que saber que no te veo como a un rival.—Habló con suavidad.— Pero has dejado en claro que soy la persona ideal para poder cumplir con tus obligaciones y entre nosotros, te digo, no creo que seas la clase de omega que puede dirigir un ducado. Claro que esto lo comento por tus raíces.
Un suspiro escapó de los labios del azabache.
¿Qué no podía culparla? Una mierda. Esa muchachita no tenía porqué estar diciéndole esas estupideces y él no tenía porqué estarlas escuchando.
Sabía que debía darse su lugar y de acuerdo a Kakashi, lo que menos tenía que hacer era mostrarse como una persona mal educada. Sin embargo, tampoco se creía alguien comedido y no pensaba ser hipócrita con alguien que iba a decirle en la cara que quería tomar su puesto.
No después de que su alfa haya asegurado y demostrado lo mucho que lo amaba.
—Oh, recuerdo lo que dije, pero como verás me encuentro aquí y estoy casado con el duque. Eso significa, que soy la persona ideal para poder dirigir el ducado a su lado.—Una sonrisa arrogante apareció en su rostro.— En caso contrario tú estarías en mi lugar, pero... Como verás no es así.—Comentó mirando sus uñas con despreocupación.— Ahora dime ¿Te ha enviado el conde Danzo?
La rubia negó con su cabeza.
—No lo ha hecho, simplemente recordé que tampoco puedes darle un heredero al duque.
Itachi agitó sus manos restándole importancia al asunto.
—No te preocupes, eso lo resolveremos mi esposo y yo. Ni siquiera vives aquí como para querer considerar tu opinión y si eso es todo, puedes retirarte.—Habló con claridad.— Llegas aquí y te crees con el derecho a hablarme con confianza, a hablar de mi alfa como si fueran amigos de toda la vida.—Su voz se fue haciendo cada vez más amenazante y su aroma se liberó en una clara advertencia.— Lárgate ya, no quiero volver a verte ni que mi castillo huela a ti.
Shion apretó sus manos en un puño.
Bien le había dicho el conde que veía difícil el que ella pudiera ingresar al castillo con esa intención, pero estaba segura de que podría hacer cambiar de opinión al duque de Luxemburgo si se presentaba y hablaban en privado.
Sin embargo, no se esperó que el omega se presentara ante ella cuando había pedido exclusivamente ver al alfa.
—Quiero hablar con el duque.—Sentenció e Itachi no pudo evitar poner sus ojos en blanco con hartazgo.
El menor elevó una de sus manos confundiendo a la fémina y pocos segundos después, Naruto se presentó colocándose detrás de su marido. Había sentido su aroma lo suficientemente cerca como para saber que estaría allí escuchando la conversación.
—¿No he dicho que no quería que volvieras? Se lo dejé en claro al consejo.—Uchiha sonrió.
—Lo se, alteza, pero quería hablar con usted.—El azabache arrugó su nariz con asco al oír como su voz se había vuelto más dulce de lo normal.— Yo... He abandonado el palacio del conde y esperaba que me diera un lugar aquí.
Itachi no pudo evitar que su cuerpo se tensara. Sabía, o al menos esperaba, que su marido se negara. Sin embargo, no era un secreto la amabilidad que el duque tenía y no quería pensar en que pudiera aceptar una segunda oportunidad. Naruto no perdonaría algo como lo que sucedió.
La mano de su marido acarició con suavidad su cuello, justo por encima de la marca que le había hecho y que se encontraba perfectamente sana y bien cuidada.
—Es una lástima que haya abandonado aquel lugar.—Comentó el rubio acercando su rostro un poco más hacia el cuello del azabache en un intento porque el aroma de la omega se opacara por el de su marido.— Sin embargo y teniendo en cuenta lo ocurrido con el consejo, no tengo intenciones de darte un lugar para quedarte.—Shion abrió su boca dispuesta a rogar, aún así, se vio interrumpida por la mano en alto del monarca.— Te exijo que no te acerques a mi castillo y mucho menos a mi esposo. No te quiero ver rondando por los alrededores.—Dijo con firmeza.— Lárgate.
La mujer apretó sus manos en un fuerte puño y asintió antes para marcharse.
—La reverencia...—Itachi la detuvo al hablar.— Es una forma de demostrar respeto a su alteza y no lo has hecho.
Con el orgullo pisoteado, la omega se volteó a observarlos con molestia. Se podía notar a simple vista su mandíbula tensa y con lo que parecía ser un esfuerzo sobrehumano, se inclinó ante ambos antes de marcharse.
—Bien, una molestia menos.—Itachi jadeó con sorpresa cuando su marido lo alzó con facilidad.— Ahora continuemos en lo que estábamos.—Comentó el duque caminando hacia las escaleras.
Minato los observaba desde lejos mientras sentía las lamidas de Kurama en sus manos.
Una sonrisa iluminaba su rostro porque había estado esperando el momento en que ese tierno y tranquilo omega mostrara su personalidad fuerte.
Fue verdaderamente molesto verse interrumpido por Kakashi, quien le pidió amablemente que dejara que la pareja lo resolviera. Las ganas de sacar a la chica arrastrándola del cabello hasta la salida no le habían faltado, pero el hombre tenía razón, debía dejarle eso a la duquesa del castillo.
Después de todo, fue él quien la puso en su lugar.
—Aunque me hubiera gustado un golpe.—Susurró hacia el can mientras pellizcaba con suavidad sus mejillas colgantes.— Pero no me quejo porque estuvo buena esa humillación ¿Verdad que si, Kurama?—El animal ladró y continuó comiendo el alimento que el omega le daba de su mano.
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No se veía capaz de apartar su oscura mirada de la figura del contrario. Su rubio y corto cabello parecía danzar con el viento mientras que sus ojos azules se veían más claros al darles la luz del sol directamente.
Alcanzaba a oír sus murmullos que dirigía hacia el animal que se recostaba a su lado. Su estómago hacia arriba mientras movía su cola de vez en cuando y se dejaba acariciar por las manos del hombre.
El suave y refrescante aroma a limón invadía el aire, siendo consciente de que no se liberaba con tanta frecuencia como le gustaría sentirlo.
Su relación con Minato se había estancado desde hacía días. No habían vuelto a entrenar juntos y ahora eran escasas las veces en las que se sentaban juntos a beber el té de la tarde.
Madara podía entender que no se atrevía ni podía dejar de lado sus obligaciones. Sirviéndole a su unigénito como consejero y ambos intentando continuar con su labor hacia su gente de la mejor forma posible, no era algo de lo que se pueda deshacer por unos días.
Sin embargo, desde que todo quedó aclarado luego de reencontrarse con su sobrino mayor, Minato había estado presente en cada momento.
Compartiendo la tarde, pidiendo su opinión en cuanto a lo que su ducado se refería e incluso, más de una vez lo había invitado a recorrer el extenso campo en el que el lago intervenía.
Desde que Madara era joven, no solía negarse a nada que fuera beneficioso para él, mucho menos cuando se hablaba del placer que pudiera recibir.
No obstante, bien sabía que algo como eso no podría ocurrir o al menos, no de la forma tan fácil en la que siempre se presentó.
El alfa no había tenido una sola pareja en su vida, mucho menos tuvo hijos. No era algo que le desagradara, de hecho, le encantaban los niños. Aún así, nunca sintió el anhelo de ser padre al punto de querer buscar una pareja con la cual cumplir ese deseo.
Desde que se convirtió en un alfa adulto a la corta edad de dieciocho años, había aprovechado su vida lo mejor que pudo. Simplemente calmaba su deseo encontrándose con algún omega que quiera pasar una buena noche a su lado.
Y a pesar de que todos tenían el pensamiento de llegar puros al día de su boda, muy pocas fueron las veces en las que se negaron ante sus propuestas.
Les hacía pasar una buena noche, haciendo sentir especiales a los omegas por un momento y siempre teniendo presente entre ambos que solo sería una o algunas noches las que estuvieran juntos. Nada de romance, nada de cursilerías y solo entregándose el uno al otro con quien sea que estuviera en su cama en esos momentos.
Aún así, aquello no significaba que el alfa fuera incapaz de enamorarse.
Su padre, Tajima, había hecho todo lo posible por encontrar a un buen omega de alta cuna con el cual poder casar a su hijo mayor. Claro está, que aquello quedó solo en un anhelo del mayor, porque Madara nunca le permitió decidir sobre su propia vida y a pesar de lo que su progenitor le decía queriendo que intente centrar su cabeza en sus responsabilidades, poco le importaba en aquel entonces al joven de cabello negro que solo se encargaba de disfrutar tanto como fuera posible.
¿Quizás era una forma de retar a su padre para no seguir sus órdenes?
No podría asegurarlo, pero su cabeza estaba lo suficientemente centrada en no pensar siquiera en lo que su pareja de una noche pudiera sentir. Porque sabía que si había sentimientos de por medio, el casamiento y los herederos iban a ser el próximo paso que diera y él no estaba dispuesto a estancarse de por vida con una persona a la cual no estaba seguro de que amaría realmente.
Porque una cosa era el amor y otra muy diferente, la simple atracción.
Aprovechó de la mejor manera sus años de juventud, disfrutando de la plenitud que le traía el poder explorar de una manera más íntima el cuerpo de la persona que disfrutara con él y con su cabeza pensando en el siguiente movimiento de aquella noche.
No había conseguido enamorarse a lo largo de su vida, o al menos es algo de lo que estaba seguro, pero no estaba dispuesto a afirmar aquello.
Sin entablar una conversación al final del acto, sin querer conocer a fondo al omega que permanezca a su lado en las próximas horas, sin estar dispuesto a que todo eso se convierta en algo más. Prefería solo mantener aquellas situaciones como simple placer e incluso, algo ocasional en lo que duraban sus días de celo.
No prometía absolutamente nada porque no podría cumplirlo. No haría nada que el otro no quiera y solo disfrutaba de la mejor manera todo lo que se presentaría en las siguientes horas a oscuras.
Sin embargo, todo aquello quedó atrás en cuanto la punta de aquella espada fue a parar en el borde de su cuello.
Pudo conocer a un omega completamente diferente a los que estaba acostumbrado. Nada de amabilidad ni piel cubierta de maquillaje, mucho menos pudo hallar una cálida bienvenida en cuanto puso el primer pie en el castillo o encontrar a aquel rubio omega siendo protegido por sus guardias al ser lo suficientemente delicado como para cuidarse por si mismo.
Encontró a un hombre que demostraba la misma fiereza que sus expertos guardias, de ojos azules que le enseñaban una mirada peligrosa y sus manos sujetando magníficamente la empuñadura de su arma con toda la intención de asesinarlo allí mismo si le resultaba una amenaza.
No negaba que aquello lo ofendió. No iba a ser la primera vez en que peleara con alguien, pero si la primera vez en que alguien de una casta inferior a la suya lo detenía haciendo el menor esfuerzo.
El tiempo siguiente a eso, solo le sirvió para conocerlo mucho más.
Hablaron de su relación con quien fue su anterior alfa, siendo Madara lo suficientemente inteligente como para no decirle que se acostaba con quien se le cruzara.
Hablaron de sus familias, deseos y la realidad que se presentaba actualmente.
Minato había sido uno de los pocos omegas a los que había conocido en profundidad sin la intención de llevarlo a una cama, al menos en ese momento, porque luego del entrenamiento cuerpo a cuerpo, lo que menos podía pensar era en verlo como a un amigo.
Ellos eran simples conocidos que por situaciones de la vida que unió a ambas familias, entablaron una buena relación sin considerar al contrario como tal.
No obstante, Madara no se veía capaz de negar que aquel omega le resultaba lo suficientemente atractivo como para no despertar deseos carnales en él.
Minato no había aceptado estar a su lado por una noche, ni siquiera el alfa se lo propuso. Aquello sería una falta de respeto hacia quien había sido el duque de Luxemburgo antiguamente y no por el título que anteriormente tuvo, sino por el simple de hecho de que Madara se había atrevido a conocerlo con un pensamiento más profundo que solo llevarlo a su cama.
Conoció su penurias, su dolor al perder a su alfa y la fortaleza de continuar adelante por su hijo. Conoció su bondad y amabilidad. Conoció sus deseos y sueños. Conoció sus sonrisas genuinas y los brillos de sus ojos al hablar de lo que amaba. Conoció su amor hacia la naturaleza, su pasión por la cocina a pesar de que sus cocineros no le permitían la entrada luego de casi haber incendiado todo al querer hornear el pan y olvidarlo por charlar con su hijo. Conoció su gusto por los niños y su felicidad al ver a su unigénito e Itachi convivir. Madara había conocido de una forma tan íntima a Minato y aquella palabra había obtenido un significado completamente diferente a lo que había llegado a creer.
Su mente se dejaba llevar por aquellos pensamientos, algunos inocentes donde simplemente se encontraban él y Minato tomados de la mano, y otros no tanto al imaginárselo suspirando en su oído mientras sus delicadas manos se aferraban a su espalda.
Enamorado o no, le gustaba aquel omega y a pesar de querer tener un acercamiento distinto a como venía ocurriendo desde que llegó al castillo, no estaba seguro de querer arriesgar todo con él si el rubio se negaba, pero sentía la necesidad de declararse.
Porque estaba seguro de que aún con el paso del tiempo, Minato no había logrado superar a su antigua alfa.
Se acercó con pasos lentos hacia el hombre, procurando que captara su atención sin correr el riesgo a que le de un puñetazo, y se sentó a su lado manteniendo el silencio.
Notó apenas que el contrario lo miró por el rabillo de sus ojos antes de volver la mirada al frente.
Ninguno hablaba y Madara no estaba del todo seguro de iniciar una conversación cuando podía notar lo tenso e incómodo que el antiguo duque se sentía. Sin embargo, lo hizo.
—No reprimas tu aroma.—Le dijo en cuanto aquel olor a limón dejó de llegar a su nariz.
Minato se removió incómodo en su lugar y al instante, giró su cabeza hacia el otro lado para poner toda su atención en el animal que descansaba tranquilamente sin inmutarse de que una nueva presencia se encontraba con ellos.
No se atrevía a hablarle, ni siquiera se saludaron. Los nervios del rubio se disparaban de solo pensar en la cercanía que había tenido Madara hacia él al finalizar el combate cuerpo a cuerpo.
De hecho, si no hubiera sido por lo que había sucedido entre su hijo e Itachi por culpa del consejo, ni siquiera se hubiera presentado en la casa del azabache, bebiendo el té en completo silencio luego de haberle comentado lo sucedido.
Siempre mostrándose tan seguro de si mismo y tan calmo, como si lo que hubiera ocurrido entre ambos no hubiera sido la gran cosa.
—No es algo que me resulte muy cómodo.—Comentó.— Desde pequeño me han dicho que es un aroma extraño.
Uchiha asintió.
—Sin duda lo es.—Respondió mirándolo de reojo. Minato llevó sus piernas a su pecho y se abrazó a ellas, queriendo esconder su vergüenza ante las palabras del contrario.— Supongo que es otra de las cosas que te hacen único.
Una suave sonrisa de labios sellados acompañó sus palabras, reteniendo su risa al percatarse de la mirada sorprendida del omega. Se recostó hacia atrás apoyado en sus manos, queriendo admirar el paisaje y no dirigir su mirada hacia las mejillas sonrojadas del más bajo.
—¿Qué haces aquí? Esperaba que estuvieras con Itachi.
Madara torció su boca.
—Si, esperaba estar con él un rato.—Su ceño se frunció al instante en que recordó lo que vio al llegar.— El duque lo estaba besando cuando llegué al salón y ni siquiera se percataron de que yo estaba allí.
El omega sonrió.
—Supongo que estaban recuperando el tiempo perdido.
Un gruñido de parte del alfa lo hizo sonreír.
—No quiero pensar de que forma han recuperado el tiempo.—Murmuró molesto.— Es mi pequeño, tendría que estar con nosotros en nuestro hogar.
—Pero se aman.—Susurró entonces. Madara lo miró de reojo, observando la sonrisa que adornaba su rostro en esos momentos.
—¿Qué hay de ti?—Minato lo vio confundido.— Quiero decir, en cuanto a las relaciones ¿Estás completamente negado a que aparezca alguien más en tu vida?
Las manos del antiguo monarca se entrelazaron, comenzando a apretarse con nerviosismo.
—Supongo que mi tiempo ya pasó.—Susurró.— Formé a mi familia y no me veo compartiendo mi vida con alguien más.
Madara se acomodó de rodillas, acostumbrado desde pequeño a mantener aquella postura todo el tiempo que quisiera.
—Aún eres joven.—Contrarrestó.— ¿Quizás sea por lo que puedan pensar de ti?—Minato lo vio con duda.— Se que puedes creer que ya el tiempo de conocer a alguien más ha culminado, pero debes entender que eso no es así y puede haber una persona esperando por ti. No tomes a alguien más como a un reemplazo a tu antigua alfa, porque ella fue tu esposa, misma con quien pasaste los mejores momentos y con quien formaste una familia. Permanecerá siempre en tu corazón.—Sonrió.— Pero puedes hacer un espacio para volver a amar.—El azabache se puso de pie y le dio la espalda.— No tomes lo que te diré como una falta de respeto, pero solo si estás dispuesto, me gustaría poder intentar avanzar contigo un poco más que como simples conocidos o una amistad. Se que me has notado, has notado mi mirada, así que... Solo piénsalo.
Madara se alejó con pasos tranquilos, aparentando la calma que no sentía en su interior. Podía sentir su garganta cerrada y agradecía a cualquier ser divino porque no se le haya notado aquello mientras hablaba.
Minato, por otro lado, observaba la silueta del alfa alejándose cada vez más.
Su mente se mantenía en blanco mientras podía oír una y otra vez las palabras del aquel hombre, como si Madara continuara a su lado repitiendo cada frase antes de abandonar el lugar.
Sus mejillas estaban encendidas, sus ojos más abiertos de lo normal y el nerviosismo se apoderaba de su ser al igual que la ansiedad.
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Sus hombros dolían al igual que su espalda. Su cuerpo parecía haber olvidado hacerle notar lo tensionado que estaba desde que puso un pie en el hospital.
Había sido apenas su primer trabajo real sin contar el haberse enfrentado a los consejeros para llegar a un nuevo acuerdo con los condes de Luxemburgo.
Fue él quien preparó los documentos para poder cerrar el acuerdo que su esposo había propuesto. Fue él quien llevó a cabo el conteo del oro que el conde Shikamaru y Gaara le habían prestado al ducado para poder darle prioridad al hospital, aún cuando los ancianos se negaban.
Debía aceptar que fue sorprendente el haber congeniado tan bien con Neji, el omega de Shikamaru, cuando apenas era la segunda vez que lo veía. El joven hablaba con tanta confianza y firmeza de tantas cosas, que creía imposible no oírlo durante horas.
Aún recordaba la mirada que el conde Danzo y el anciano Sarutobi le dedicaban. El primero con burla y el otro con molestia, e Itachi sabía perfectamente el por qué de esos sentimientos.
Ya le habían dejado en claro con comentarios indirectos, o quizás no tanto porque Naruto intervino en más de una ocasión para que cerraran sus bocas, que no lo creían capaz de dirigir el ducado junto a su alfa. Sin embargo, poco podía importarle a Itachi cuando sentía la mano de su esposo acariciar la suya con delicadeza y la sonrisa orgullosa que había iluminado el semblante del mayor al asegurar que el préstamo se encontraba firmado.
Además, las reverencias y sonrisas agradecidas de tanto médicos como pacientes, llenaban su pecho de calidez y le aseguraban que las pocas cosas que había hecho, habían valido la pena aún si los ancianos decían lo contrario.
La sonrisa de los pequeños con los que había estado jugando mientras su esposo hablaba con los dirigentes del hospital, había sido suficiente para poder entender que a pesar de sus raíces, era bien recibido como su nuevo soberano, gobernando aquel ducado junto al hombre que lo había enamorado.
El sentimiento cálido de jugar con aquellos pequeños, solo lo habían dejado emocionado y preocupado en partes iguales ante su condición actual.
Naruto sonreía con alegría, logrando que sus ojos brillaras con una emoción que no creía entender, pero que había visto en más de una ocasión.
El alfa había dejado los acuerdos en manos de Itachi, confiando ciegamente en él porque, a pesar de no haber sido instruido de la misma forma que Naruto, confiaba en la inteligencia de su esposo y su capacidad por hacer lo correcto.
—¿En qué tanto piensas?—La voz del rubio lo hizo sobresaltar.
El silencio en el interior del carruaje lo relajaba poco a poco y aún cuando sentía su cuerpo adolorido por los nervios previos acompañados de una ansiedad que pocas veces había sentido, su párpados habían comenzado a pesar, sintiéndose arrullado por el suave sonido que las ruedas del carruaje hacían al pasar por encima de las piedras pequeñas del camino.
—Quiero tener un hijo.—Susurró bajando su vista hacia sus manos unidas. Naruto se acercó un poco más a él y besó su frente por unos largos segundos.— Se cual es la situación, pero si lo que la doctora dijo es verdad, no estoy seguro de cuando me podré tranquilizar para que el estrés no altere mi cuerpo.
El alfa lo escuchaba mientras con una de sus manos acariciaba su cuello con cariño, justo donde tenía la marca de su mordedura.
No sabía realmente que decirle o que era lo que Itachi podría desear escuchar. No se creía capaz de sincerarse con sus sentimientos en ese momento, siendo que era su propio omega quien más afectado parecía por la situación.
—No creo que debas preocuparte por eso ahora.—Susurró entonces. Sus labios rozando la sien del azabache.— Somos jóvenes aún, tenemos tiempo para agrandar nuestra familia.—Sonrió.
Itachi correspondió el gesto y se abrazó a la cintura de su marido, sintiendo las manos del alfa acariciar su cabello con parsimonia.
—Es solo que... No lo sé. Creo que es todo.—Soltó con una sonrisa triste.— Mi relación con Sasuke y tenerlo en el castillo de vez en cuando. Ahora los pequeños del hospital que se veían tan emocionados por poder jugar por un momento afuera.—Su mirada se elevó hasta encontrarse con la vista de su esposo.— ¿No has pensado en eso? Sin pensar en que necesitas a un heredero. ¿No te hace ilusión el pensar en que podemos tener un pequeño cachorro que corra por los pasillos, te moleste en tu oficina y te llame papá?—Naruto rio a la vez que lo elevaba para sentarlo en sus piernas.
—Será bien educado ¿Crees que me moleste en mi oficina?—Preguntó con un brillo divertido en sus ojos.
—Oh, por supuesto.—Respondió entonces.— Querrá tener a su padre cerca y deberás mantener tus papeles importantes fuera de su alcance, porque no los querrá para leer.—Itachi hablaba con emoción imaginando el momento.— Además, él será quien ponga en su lugar a los ancianos del consejo. Podrá jugar con Neji cuando venga a visitarnos junto al conde y estoy seguro de que arrastrará a Gaara con él.
El rubio escondió su sonrisa de la vista de su marido. Lo escuchaba tan emocionado e ilusionado por poder tener un hijo, que le dolía el solo pensar en que la situación era incierta.
Naruto no pensaba negarlo. Aquella emoción, era realmente contagiosa y en solo segundos, se pudo imaginar a un pequeño en los brazos de su esposo y pronto, corriendo dentro del castillo de un lado al otro mientras Kurama lo seguía de cerca.
Un pequeño cachorro, concebido por el fruto de un amor que continuaba creciendo día a día.
Un pequeño cachorro que llegaba para traer aún más alegría a la vida de la pareja. La mezcla perfecta de ambos en un pequeño ser que ansiaban llegado el momento.
No quería desilusionar a ambos con pensamientos negativos y esperaba de corazón que lo que la doctora le dijo a su esposo, fuera real.
No le importaba si era para poder heredar la corona del duque, solo quería poder hacer crecer su familia como tanto deseaban.
—Cuando acabemos con las responsabilidades más importantes, le dejaré el mando a mi padre por unos días mientras yo me concentro en embarazarte.—Murmuró sobre su oído antes de depositar un suave beso en el cuello del menor.
Itachi sintió su rostro hervir, porque había escuchado y entendido perfectamente el tono con el que se lo dijo. Sus mejillas se calentaban cada vez más y por la sonrisa que su marido tenía plasmada en su cuello, supo que había conseguido lo que buscaba.
Golpeó suavemente el hombro del alfa, quien acunó su rostro entre sus manos y besó suavemente los labios de su omega.
—Eres un desvergonzado.—Susurró.
—Bueno, eso es cierto.—Sonrió el contrario.— Pero eres mi esposo y mi padre no aceptará devoluciones. Es una pena por ti.
La risa que de pronto inundó el ambiente, cortó de golpe cuando el carruaje se detuvo de pronto frente a la entrada del castillo y ambos pudieron ver a su familia completa a la espera de que llegaran.
Al bajar, Itachi pudo ver a su padre sentado en el suelo. Su cabeza se mantenía escondida entre sus piernas mientras permitía que Izuna acaricie su espalda en un acto de consuelo.
Minato parecía casi desesperado por su llegada y era Madara quien lo retenía en su lugar para que el omega no salte hacia la pareja en cuanto los vio.
Los soldados se movían de un lado al otro. Algunos yendo en busca de sus caballos, con quienes salieron a galope en cuanto estuvieron preparados, mientras que otros comenzaban a avanzar su camino por el bosque.
Sabía que no eran ni la mitad de los guardias que tenían, pero no estaba seguro de que era lo que había ocurrido como para enviar a tantos alfas alrededor del castillo, mientras que los otros se mantenían custodiando su hogar y algunos de los que los habían acompañado al hospital, se acercaban a sus compañeros para hablar en voz baja.
—¿Dónde está Sasuke?—Preguntó Itachi entonces. No había visto a su hermano menor cerca de su familia y algo dentro de él se removió desagradablemente cuando su padre lo vio a los ojos.
Fugaku tenía sus ojos rojos e hinchados mientras las lágrimas bajaban por sus mejillas sin detenerse. Podía notar la desesperación y culpa en su ojos negros.
—¿Papá, dónde está Sasuke?—La voz de Naruto salió más grave de lo que hubiera querido. Su mano se aferró a la cintura de su omega mientras esperaba una respuesta que bien sabía, no quería oír.
Minato tembló cuando la vista de ambos se enfocaron en él. No había nada más que un vacío a la espera de su respuesta, siendo que era quien parecía encontrarse en calma.
Sin embargo, aquella deducción poco y nada tenía de razón, porque Minato sentía que en cualquier momento caería de rodillas con su ojos soltando lágrimas como si fueran cascadas.
—Mikoto se lo ha llevado.—La respuesta fría y contundente de Madara los dejó sin habla por un momento.
Naruto los veía a cada uno. Su padre parecía que se derrumbaría en cualquier segundo. Fugaku lo había hecho desde hace tiempo. Izuna trataba de guardar la calma aún cuando se encontraba casi desgarrado por el llanto, solo para serle de consuelo a su cuñado. Madara, quien parecía el más tranquilo al sujetar a su padre para contenerlo, mostraba sus colmillos afilados al mantener su labio superior elevado y sus uñas largas rozaban apenas la camisa que Minato vestía.
Itachi cayó de rodillas, abrumado por las emociones.
Su mente comenzó a trabajar con velocidad creando imágenes donde su hermano menor no se encontraba en su vida. Imágenes donde Sasuke desaparecía poco a poco de su niñez sin ser capaz de saber como se vería en un futuro.
Porque Mikoto ya había hecho desaparecer a su familia de un momento a otro, privando a su abuelo y a sus tíos de una vida junto a ellos.
Su madre era experta en desaparecer cuando así lo quería y no se sentía capaz de levantar la cabeza para pedirle a alguien que vaya por él. Su garganta dolía y sus ojos ardían sin retener el llanto que ya había comenzado a soltar.
—¡Obito!—La voz de su alfa lo trajo nuevamente al mundo real.— Envía hombres para que bloqueen el muelle y las salidas a pie.—Habló con voz fuerte una vez que tuvo a su hombre de confianza a la vista junto a un compañero. El nombrado asintió y envió al sujeto a su lado para que comience con la labor.— Quiero que vayas con los guardias a revisar la capital. No quiero que haya casa sin inspeccionar y asegúrate de que esa mujer no tenga un maldito lugar donde esconderse.
Naruto se acuclilló junto al azabache cuando lo escuchó murmurar.
—Que vayan por Danzo.—Susurró una vez que lo tuvo a su lado.
El alfa abrió sus ojos con sorpresa al no haber pensado en esa posibilidad.
—¡Quiero que investiguen al conde del distrito central!—Rugió con desesperación, sintiendo las manos de su esposo aferrarse a sus brazos con fuerza.— Lo encontraremos, cariño, debes mantener la calma.—Susurró al apretarlo entre sus brazos.— Te aseguro que si ese maldito lo tiene, yo mismo pondré fin a su título.
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—¡Su vida terminará en mis manos!
°°°
Tres días habían pasado desde la desaparición de Sasuke.
Los habitantes del castillo se preparaban como si fueran a enfrentar una guerra donde no permitirían que el enemigo salga vencedor o siquiera, con pocas bajas.
Naruto permanecía sentado en su trono, escuchando con un semblante imperturbable todo lo que sus hombres le comentaban.
No habían podido hallar rastro de madre e hijo y a pesar de que los días continuaban pasando, el duque dudaba de que ambos se pudieran haber marchado de la capital.
Naruto había sido claro al delegar sus tareas. Cada ruta de salida se encontraba bloqueada y cada carruaje o carreta que saliera del lugar, era perfectamente registrada.
Sus hombres hacían turno en las posibles vías de escape, no permitiendo que una sola persona escapara del ducado sin que su soberano no lo sepa.
Se removió incómodo en su asiento. Colocó su brazo a un lado del apoyabrazos del trono y recostó su mentón sobre su puño, sin darle importancia al ardor de la herida en su pecho.
Ciertamente, no era el único que se encontraba mal. Su padre se había encargado de cabalgar junto a Madara y los soldados, buscando minuciosamente en la zona para que no se cometa ningún error.
Fugaku e Izuna se unieron a la búsqueda junto a los alfas que protegían el castillo, siendo el menor de los nombrados quien se encargaba de que su cuñado no enloquezca o atacara a Mikoto si es que la encontraban.
Ahora, en el salón del trono, investigaban las mismas rutas que ya se habían inspeccionado con anterioridad en un intento por no dejar nada fuera de su vista.
—Papá...—Naruto soltó en un murmullo.
—No saldrá, Naruto.—Sentenció su padre sabiendo a lo que se refería.— No estará bien hasta que le traigan a su hermano.
Esa era otra situación.
Itachi había sido encerrado. Lo habían aislado completamente en una de las torres del castillo luego de haber atacado a su esposo en cuanto tuvo su primera crisis.
Allí, de pie en la entrada del castillo y luego de haber recibido la desagradable noticia, el omega parecía haber perdido la razón y en un intento por contenerlo, Naruto había intentado abrazarlo.
Eso fue un error de su parte y lo sabía. Itachi no se encontraba bien emocionalmente al saber que su hermano pequeño, aquel a quien él veía como a su propio hijo, había desaparecido por culpa de su madre.
La consecuencia de aquella crisis y el intento por contenerlo, había sido un desagradable zarpazo en su pecho que comenzaba desde su hombro derecho hasta el lado izquierdo de su torso, justo en sus costillas.
Una herida desagradable a la vista y demasiado dolorosa. Sus uñas habían perforado lo suficiente en su piel como para lograr que su blanca e impoluta camisa, se manche de sangre rápidamente.
Y a pesar de notar el gesto horrorizado con el que lo observaba, el menor no se había disculpado, al menos en ese momento. Aún cuando sus lágrimas bajaban con mayor velocidad por sus mejillas y la mirada se le teñía de culpa.
Los guardias que aún custodiaban el castillo se apresuraron en llegar a la entrada, derribando al chico y atando sus manos detrás de su espalda como si realmente hubiera sido atrapado cortándole el cuello a su esposo.
—¡No lo lastimen!—Su voz salió casi en un rugido desesperado y temeroso al verlo con su mejilla pegada a la piedra de la entrada.— ¡Les juro que les arrancaré su maldita cabeza del cuerpo si llega a tener una sola marca!
Su cuerpo se vio retenido tanto por Madara como por Fugaku. Ambos haciendo el esfuerzo necesario para mantener en su lugar al alfa que observaba como su esposo era, prácticamente, encarcelado.
Todo se había salido de control y él no tenía idea sobre como arreglarlo.
Le hacía falta su esposo a su lado. Necesitaba su contención, su calor y su mente para saber de qué manera continuar con aquel problema.
Sin embargo, sabía que no lo dejarían salir de la habitación por su estado. Su médica lo mantuvo sedado durante esos días, argumentando que les daría tiempo a encontrar al infante y retrasaría la depresión. Además, detenía las crisis en donde temían que el menor se lastimara.
Solo una vez había podido hablar con su marido. La única vez donde lo encontró lúcido en esos tres días y tuvo con hablar con él desde el otro lado de la puerta cerrada con seguro. Dónde le pidió perdón entre ahogados sollozos por haberle hecho daño y donde le imploró que regresara a Sasuke a su lado.
Tres días donde no había podido verlo, abrazarlo ni besarlo. Tres días donde despertaba sin su amado a su lado y tres días donde parecía sentir en carne propia, el dolor que su esposo estaba experimentando.
La revisión a Danzo tampoco había sido muy alentadora. No habían encontrado absolutamente nada en el castillo del conde, ni del pequeño, ni de su madre.
Mikoto había desaparecido de la tierra en un abrir y cerrar de ojos sin dejar algún rastro que la delate. Su hogar se encontraba completamente vacío de sus pertenencias y el miedo se instauró en su ser cuando Madara le comentó que había ocurrido lo mismo en Japón.
Porque si la mujer hizo eso una vez y sus propios hermanos pasaron tanto tiempo buscando a su familia, no podía evitar pensar en que eso ocurriría una vez más, ahora solo con Sasuke.
Mikoto parecía una experta cuando se trataba de desaparecer de todos aquellos que la buscaran y aún cuando su propio padre no perdió el tiempo en aguardar a la llegada del duque y emitió la orden a sus soldados, no habían logrado hallar absolutamente nada.
—Ingresarán una vez más al hogar del conde.—Habló Naruto con tono suave. El cansancio era notorio en sus ojos y la desesperación por tener al pequeño junto a su omega, parecía quemarlo como hierro caliente desde el interior de su ser.— Inspeccionarán cada maldito lugar que ya hayan registrado y mucho más.—Se puso de pie bajo la atenta mirada de los presentes y se acercó a Obito.— Quiero que tú registres si tiene alguna maldita habitación que haya pasado desapercibida.
El alfa asintió con solemnidad.
—¿Qué esperas hallar? —Preguntó Madara con curiosidad.— No han podido encontrar nada, aún cuando el propio conde les permitió la entrada.
Naruto revolvió sus rubios cabellos con nerviosismo.
—Lo se, pero desde hace cientos de años que los castillos se construyen con habitaciones secretas para poder resguardar al soberano de turno.—Respondió a la pregunta.— No dudo que Danzo tenga el propio. Le he arrebatado a Itachi aún cuando ya era una seguridad su compromiso y no dudo en que si quiere jodernos de alguna manera, será yendo por Sasuke.
—¿Izuna?
La voz de Fugaku llamó la atención del resto, quienes giraron hacia el hombre y observaron como se acercaba con cautela hacia el alfa que se encontraba sentado en el suelo.
Madara intentó acercarse también, viéndose paralizado cuando la voz de su hermano por fin salió de su garganta.
—Lo siento tanto...—Mordió su labio inferior con fuerza, reteniendo el sollozo que amenazaba con romper su voz y mostrando sus afilados colmillos.— Acabo de recordarlo.—Susurró.— Mikoto dijo que... Le habían prometido educar a Sasuke de la mejor manera.—Su ceño se frunció y las lágrimas de enojo e impotencia brillaban con la poca luz del sol que ingresaba por los ventanales.— Dijo que podía visitarlo siempre que ella quisiera. Cuando creciera, le encontraría un buen alfa con el cual casarlo.—Un suspiro escapó de sus labios cuando sintió la mano de su cuñado frotar su espalda con suavidad.
Los presentes escuchaban atento las palabras y pudieron sentir el aura peligrosa que parecía emanar el cuerpo del hombre más pequeño en estatura.
Izuna se puso de pie con ayuda de Fugaku, mostrando por primera vez ante el duque y quienes eran desconocidos hasta su llegada al castillo, una presencia imponente que no habían visto antes.
>>Dijiste que le arrebataste a Itachi.—Continuó con su mirada perdida en un punto fijo. Su ceño se fruncía cada vez más al recordar las palabras de su hermana menor.— Y ella dijo que no podía negarse nuevamente.—Naruto tensó su cuerpo al oír sus palabras.— ¡Mierda!
Izuna salió del lugar a paso veloz, dejando a los alfas y el omega de pie sin saber como reaccionar realmente ante su nueva forma de actuar.
—Está con Danzo.—Susurró el duque. Observó al padre de su esposo por un momento antes de hablar.— Fugaku, necesito que vaya a detener a Izuna. Se dirigirá al conde y yo mismo quiero encargarme de esto.
El alfa salió tan rápido como el duque terminó aquellas palabras, pidiéndole a los dioses que pudiera hallar a su hijo pronto.
—Salgamos ya.—Comentó Obito.— No perdamos otro minuto.
Madara y Naruto asintieron de acuerdo antes de salir del salón del trono en busca de sus caballos.
El duque se encargaría de traer al pequeño niño con él, arruinaría a Danzo y Mikoto quedaría encerrada en los calabozos, porque lo que menos quería, era que esa mujer continuara arruinando la vida de su esposo como lo estaba haciendo.
Luego se disculparía con él. Cuando ya esté tranquilo, con su pequeño hermano entre sus brazos y mostrándole aquella hermosa sonrisa que tanto le gustaba.
—¡Su vida terminará en mis manos!—Rugió con furia comenzando a cabalgar.
°
Fugaku sabía que aquella no era la primera vez en que veía a Izuna tan enojado. Su cuerpo temblaba ligeramente con cada paso que daba y a pesar de haberlo llamado durante un largo rato, el menor no detuvo su caminar.
Ya había visto algo de esa furia contenida cuando protegió a su esposa de las garras del alfa y él sufrió las consecuencias. Dudaba mucho de que algo similar ocurriera con su persona, porque estaba seguro de que Izuna no olvidaba el daño que le había hecho.
Sin embargo, bien sabía como podía cegarse un alfa ante la ira y no quería que el muchacho lo volviera a atacar, porque nada aseguraba que serían sus brazos los que volvieran a sufrir el daño y no su garganta.
Izuna Uchiha era la clase de hombre amable y tranquilo que, si Fugaku hubiera buscado una pelea con él en algún momento, hubiera desistido en cuanto el hombre se posicionara frente a él. Un alfa de contextura pequeña a lo que se supone que es lo normal en su casta y con una personalidad que no llegaba a indicar que aquel era su segundo sexo.
Era demasiado diferente a Madara, porque el mayor de los hermanos era la clase de alfa que le importaba demostrar su fuerza en una pelea brutal cuerpo a cuerpo. Bien entrenados estaban ambos como para saber defenderse.
A su vez, Izuna tampoco podía ser comparado con su hermana menor, porque bien conocía su personalidad y la manía que tenía por calmar a su gente para que las situaciones no empeoren.
Controlaba su carácter de la mejor manera y no era alguien impulsivo cuando su mente estaba concentrada en buscar una calma y paciencia que, para admiración de Fugaku, normalmente parecían ser eternas.
Aún así, todos tenían un límite y meterse con sus pequeños sobrinos a los que amaba tanto, era el de Izuna.
—Izuna, detente.
No lo hizo. Su mirada estaba fija en el caballo atado al poste casi al final del patio trasero, animal perteneciente al guardia que apenas había vuelto de su ronda de vigilancia.
Izuna necesitaba ir hacia el castillo del conde. Necesitaba encontrar a su sobrino, porque no podía asegurar que ese asqueroso hombre iba a cumplir las palabras que le había dicho a su hermana.
Se sentía un idiota por no haber recordado aquella situación antes y es que había ocurrido hace tiempo. Además, cada situación que se presentó después ante la familia.
—Por favor, cálmate.
El susurro llegó a uno de sus oído a la vez que sintió los fuertes brazos del mayor rodeándolo por completo, reteniéndolo con fuerza para inutilizar cualquier acción que quiera hacer.
Las manos de Fugaku habían sido rápidas en sujetar sus muñecas y obligarlo a abrazarse a si mismo con la intención de no correr riesgos ante sus garras.
El alfa lo sintió temblar con violencia entre sus brazos y finalmente, el llanto se escuchó. Un llanto tan lastimero que desgarraba la garganta de quien lo liberaba y apretujaba el corazón de aquel que lo oía.
—Tengo miedo.—Habló como pudo, con su cabeza agacha y tratando de mantenerse de pie aún cuando sentía que sus extremidades le fallarían en cualquier momento.
Fugaku lo volteó hacia él apretándolo un poco más entre sus brazos. Apoyó su mentón en la coronilla del contrario y acarició su cabello con calma mientras lo sentía aferrarse a él con fuerza, como si quisiera mantener aquel salvavidas a flote para no permitirse derrumbarse.
El mayor tragó saliva con dificultad en un intento por liberar el nudo que se alojaba en el centro de su garganta para no romper a llorar junto al hombre al que consolaba.
Izuna había sido fuerte por ambos en más de una ocasión, incluso cuando fueron en busca de la ayuda del duque para buscar a su hijo. Ahora era su turno de ser el apoyo firme entre ambos.
—El duque traerá a ambos y no dejará que el conde se libere de esto.—Dijo Fugaku con seguridad.— Demasiado daño le ha hecho a su esposo como para permitir que quede libre.—Acarició una vez más el cabello del joven antes de continuar.— Mikoto y Sasuke serán encontrados.
Izuna se alejó para verlo por un momento.
—¿Aún amas a mi hermana?
Fugaku lo miró con detenimiento. Sus ojos negros y algo colorados por el llanto, brillaban ante la luz del día que iluminaba todo a su paso.
Inhaló el aire por su nariz sintiendo nuevamente aquel extraño aroma a canela. Tan atípico, pero tan común en el joven que aún se encontraba entre sus brazos observándolo a la espera de que le respondiera a su pregunta.
—¿Qué tonterías dices?—Chasqueó la lengua antes de acercarlo una vez más.— Ese sentimiento murió el mismo día en que volví. No es la mujer que conocía y de la que me enamoré cuando era joven.—Respondió con seguridad.— Y lamento lo que diré porque es tu hermana y la madre de mis hijos, pero poco me importa si el duque decide exiliarla o encerrarla. Suficiente daño le ha hecho a nuestra familia.
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Las estrellas iluminaban el oscuro cielo, permitiendo que se sienta en compañía en aquella solitaria habitación.
No estaba seguro de cuantos días habían pasado, ni siquiera los había contado. Cada minuto que transcurría lo mantenían entre aquellas cuatro paredes, enviándole agua y comida solo para que no muriera.
No le habían permitido tomar un baño, ni siquiera cuando él mismo lo pidió. Sentía que su aroma ya no sería reconocible para nadie y la ropa comenzaba a molestarle. Su cuerpo picaba al igual que su cabeza y solo tenía la oportunidad de lavarse la cara con el resto del agua que aún quedaba en el cuenco luego de beber.
Su madre con suerte había ido a verlo en todo ese tiempo. Podía escuchar su voz cuando caminaba por el pasillo hablando con el conde Danzo, pero poco pensaba hacer.
No tenía ganas de que Mikoto ingrese a la habitación con la única intención de decirle que se comporte. Suficiente tuvo de sus gritos cuando pidió por un cambio de atuendo.
Las manchas de humedad en las paredes y el olor a encierro, solo le hacían arder su nariz. No podía sentir el aroma de alguien más para saber que tan cerca se encontraban de su habitación, aún cuando sus instintos estaban tan poco desarrollados.
Las ventanas no podían abrirse y solo notaba apenas el paso del tiempo de acuerdo a la posición del sol que alumbraba y remarcaba la suciedad de los cristales.
Una sola vez tuvo el infortunio de comunicarse con otra persona. Una alfa de cabello castaño y su flequillo tapando uno de sus ojos, se presentó con cuadernos y libros frente a él.
No fue la mejor experiencia que tuvo. Sus gritos no se hicieron esperar cuando quiso enseñarle sobre como se comportaba un omega para ser digno de un alfa de renombre.
Ni siquiera lo había saludado como para que comience con esa confianza y cuando Sasuke se lo hizo notar, lo único que recibió en el centro de su frente fue el golpe del lomo de uno de aquellos tantos libros.
Era la primera vez que alguien que no fuera su madre le elevaba el tono de voz. Ni siquiera su padre se había atrevido a regañarlo por cualquier tontería que haya hecho como travesura de niño, mucho menos Naruto teniendo el poder que tenía. Sin embargo, esa alfa sin nombre se había atrevido a remarcarle lo mal educado y molesto que era.
Poco le importaban sus palabras. Sabía que su hermano, su padre y sus tíos lo amaban tal cual era. Además, era común para él el comportarse y no solía cometer travesuras. Las pocas veces que lo hizo, siempre fue junto al pequeño alfa de cabello ondulado que solía echarse la culpa por lo ocurrido para que no lo regañaran.
Un suspiro escapó de su boca cuando observó que nubes esponjosas comenzaban a teñir el cielo. Aquel color casi negro, cambiaba a un morado oscuro que solo le indicaba lluvia y las nubes se movían con la suficiente velocidad para hacerle saber que el viento se presentaría en cualquier instante.
Extrañaba estar con su padre y sus tíos, sentados junto a la chimenea para dormirse gracias a las caricias que Fugaku solía hacerle en su cabello.
Extrañaba a su hermano y Naruto. Quería poder volver al castillo y sentarse debajo del peral mientras oía a Itachi contarle su cuento favorito una vez más y Naruto le alcanzaba los dulces que las cocineras le preparaban, aún si era regañado por su esposo.
Quería reencontrarse con Minato, acompañarlo en la hora del té como pocas veces lo había hecho junto a su tío Madara, porque solía aburrirse y comenzaba a jugar con lo primero que se presentara frente a sus ojos.
Extrañaba acompañar a Kakashi durante sus recorridos por el castillo. Extrañaba ver a Obito entrenar junto a los demás soldados y extrañaba jugar con Shisui cerca del lago.
Confiaba en que lo estaban buscando, porque sabía que su padre y su hermano no permitirían que él se quede junto a Mikoto. Sobre todo porque ya se había visto obligado a alejarse de Itachi el primer tiempo y no quería volver a eso.
Quería creer que lo extrañaban. Que su familia estaba haciendo todo lo posible por hallarlo, pero... ¿Cómo se suponía que eso fuera remotamente posible?
No podía hablar, no podía salir de la habitación y bien se lo había dejado en claro su madre que si llegaba a gritar, el castigo iba a ser severo. Debía ser un buen omega, callado y obediente.
Su hermano siempre fue su ejemplo. Buena persona, amable, callado... Tantas cualidades de un buen omega que no le sorprendía que Danzo hubiera querido desposarlo y para ser sincero consigo mismo, agradecía que eso no hubiera pasado.
Itachi tenía aquellas cualidades sin que nadie se las hubiera enseñado, o eso quería creer. De todas maneras, encontró un buen alfa para él que lo acompañaba y le daba su lugar cuando era necesario.
Sasuke, aún a su corta edad, podía comprender el por qué hacían todo lo hacían. La idea de mantenerlo callado, calmado, las lecciones...
Sabía que tarde o temprano le encontrarían a un alfa, aunque esperaba poder tener la edad de su hermano para poder decidir con quien estar. Poco le importaba pensar en un matrimonio cuando aún era un niño, pero si sabía que podían entregarlo a un anciano, era mejor intentar llegar al conde de buena manera para que no cometa una equivocación.
Sus ojos se dirigieron al horizonte. Las gotas comenzaban a caer poco a poco y aún cuando era de noche, las nubes no permitían que los terrenos se encuentren en una oscuridad total.
¿Una? ¿Dos? ¿Tres? No, cuatro luces tenues a gran distancia una de la otra se acercaban al palacio con velocidad.
Una sonrisa se asomó en sus labios cuando su mente comenzó a volar, permitiéndole imaginar que los hombres del castillo iban por fin a su rescate.
Se alejó de la ventana cuando escuchó la cerradura de la puerta correrse y el conde junto a su madre, ingresaron a la habitación.
La vela poco permitía ver más allá de lo que estuviera a unos cuantos pasos, pero prefería mantenerla cerca del cristal para que la oscuridad del cuarto no dejara ver con claridad hacia el exterior.
Caminó hacia su cama y esperó pacientemente a que comenzara a hablar cualquiera de los dos.
—No has tocado tu comida.—Sorpresivamente fue Mikoto quien tomó la palabra.
La bandeja de metal se encontraba a los pies de su cama. Poco y nada de apetito tenía cuando la comida le resultaba desagradable.
—Sabes que no me gustan las vísceras.—Habló con asco. El olor del hígado cocido llegaba a su nariz y las nauseas se presentaban de vez en cuando.
El alimento ya se encontraba frío y olvidado en aquel lugar. Esperaba que su madre no lo obligara a tragarlo, porque si llegaba a devolver la comida, poco le importaría a ellos y estaba seguro de que ni siquiera le entregarían un trapo para limpiarlo.
—Tienes que comer para convertirte en un omega fuerte y sano.—Habló el conde.— Tu cuerpo es demasiado pequeño. Es una suerte de que siquiera puedas mantenerte de pie con esas piernas tan delgadas.
Sasuke giró su cabeza, ignorando por completo las palabras del mayor.
—No hay problema, señor.—Habló la dama.— Se lo dejaremos y cuando tenga hambre comerá.
—Moriré de hambre, entonces.—Respondió en un susurro que fue escuchado.
Aún así, ninguno de los mayores dijo algo más. Danzo recorría la amplia habitación como si fuera capaz de ver a través de la oscuridad que no era posible borrar con la tenue luz de la única vela encendida.
El gesto de asco se lo podía imaginar a la perfección, porque ya lo había visto las veces anteriores en que fue a visitarlo y no podía negar que esa sería su propia reacción si tuviera que entrar a esa habitación luego de haberse acostumbrado al aire puro.
No se bañaba desde hacía días, no podía ventilar el ambiente y el aroma de la comida se mezclaba con el propio. Además, tenía suerte de que le entregaran una maldita y asquerosa bacinica cada vez que necesitaba ir al baño.
—Deberás acostumbrarte a estar aquí, Sasuke.—Habló Danzo cuando volvió a su lugar junto a Mikoto.— Este es tu hogar ahora y tu madre está aquí para acompañarte. Si te comportas y comienzas a cooperar, podrás ver pronto a tu hermano.
Sus manos apretaron las finas sábanas con fuerza, porque sabía que eso era una desagradable mentira.
—Mi hermano me espera.—Habló bajo. Elevó su mirada para encontrar la del conde en cuanto pudo.— Y se que Naruto vendrá por mi.
—Pequeño...—Danzo caminó hasta sentarse en la cama a una considerable distancia de él y su aroma.— Te puedo asegurar que no vendrá. Ya lo han hecho y no han encontrado nada. ¿Qué te hace pensar que algo cambiará?
Los adultos salieron de la recámara, cerrando la puerta con seguro después.
Se aproximó a la ventana nuevamente y aquellas tenues luces que había visto en un inicio, ya no aparecían por ningún lado.
Mordió su labio con fuerza, sintiendo el miedo y la frustración por no poder estar con su familia.
Sus ojos ardían con las ganas de llorar que intentaba evitar, porque de acuerdo a las palabras de su amigo, un lindo omega no debía llorar por nada ni nadie.
—Como si fuera tan fácil, Shisui.—Susurró a la nada.
Apagó la llama de la vela de un soplido y se recostó en la cama, cerrando sus ojos y pidiendo por volver a ver a su familia.
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Su cabeza punzaba y su frente se encontraba empapada de sudor. Podía oír los gritos de miedo de los sirvientes del castillo y notaba con claridad como se diferenciaba de los gritos de guerra de los soldados del conde. Tan guturales que sentía que su propio cuerpo temblaba ante el sonido.
Se aproximó a la ventana en cuanto notó la luz que iluminaba el techo del cuarto y cuando asomó su cabeza con lentitud, pudo verlo.
Obito le daba órdenes a los soldados a los gritos. Su cuerpo se notaba tenso y su rostro sudoroso brillaba ante la luz de las múltiples antorchas que se encontraban allí.
La felicidad de volver a verlo lo hizo temblar y comenzó a golpear el cristal con la esperanza de que elevara su cabeza y lo viera. Claro está que todo fue en vano, porque aún podía oír el grito desesperado de los sirvientes y los de batalla de los contrincantes.
—¡Danzo!
Su cabeza giró con velocidad hacia la entrada ante aquel rugido tan característico. No necesitaba volver a oírlo para saber de quien se trataba y corrió con velocidad para golpear la puerta con su cuerpo entero.
No sintió dolor. La adrenalina por la desesperación de hacer todo lo posible por llamar la atención de su cuñado, mantenían su cuerpo activo y a pesar de que sabía que podía quedarle alguna marca, poco le importaba.
Necesitaba que lo escuchara aún a través de todo el estruendo, por lo que sus puños comenzaron a golpear la madera sin detenerse.
No le importaba que Danzo apareciera. No le importaba que su madre lo castigara. Todo valía la pena si conseguía que el duque logre sacarlo de allí.
—¡Naruto!—Sus puños golpearon con más fuerza, consiguiendo que sus manos hormiguearan.— ¡Naruto, aquí estoy!
Sabía que no había gritado lo suficientemente alto y en cuanto escuchó los pasos alejarse del lugar, su cuerpo se paralizó.
No lo escuchó. El duque se había ido.
Su boca se abrió en busca de aire. Sus ojos se empañaron por las lágrimas y dio unos cuantos pasos hasta llegar a la pared a su lado.
Necesitaba calmarse. Necesitaba pensar en que hacer para poder salir de aquella habitación y volver con su familia.
La idea de romper la ventana con lo que sea que tuviera a mano, se presentó en su mente con un aspecto brillante. Podrían curarlo si llegaba a cortarse, pero pronto podría estar en el castillo junto a las personas que amaba.
—¡Sasuke, aléjate!
Sus ojos viajaron hacia la puerta y apenas tuvo tiempo de reaccionar cuando la madera se quebró de un solo impacto.
La cabellera rubia alumbrada por la luz de la llama de la antorcha que sostenía el soldado detrás de él, lo hizo jadear con sorpresa y alivio.
Sintió los brazos del duque rodearlo con fuerza, su aroma inundarlo para otorgarle calma y los susurros que llegaban a su oído con la esperanza de tranquilizarlo.
Sus lágrimas continuaban cayendo sin detenerse y se aferró con fuerza a la ropa del mayor, intentando buscar aire para volver a soltarlo en un sollozo desesperado.
Finalmente lo había encontrado. Finalmente volvería al castillo y vería a los demás en cuanto tuviera la oportunidad.
No debía seguir teniendo miedo. No cuando sabía que su familia iría por él a cualquier lugar en el que se encuentre.
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Vergüenza e ira. Aquellos dos sentimientos eran los que más apoderaban de su ser a medida que caminaba hacia el interior del castillo.
Sus manos pesaban al estar atadas delante de ella por una gruesa cadena, como si fuera el asesino más buscado de Luxemburgo. Uno de los soldados del ducado ingresaba por la entrada principal tirando de su cadena y a pocos pasos suyos, el conde se aproximaba preso de la misma manera.
Apenas se había dado cuenta de que su hijo había desaparecido del palacio del conde y aún cuando Mikoto había pedido ver al niño, poco hicieron los guardias por cumplirle ese capricho.
Sabía que no habría forma de conseguirlo, pero no perdía nada con intentarlo. Además, tampoco quería creer que fueran la clase de seres que le privarían de ver a su pequeño que tanto necesitaba de su madre.
Sin embargo, lo único que lograba escuchar de los soldados eran resoplidos cansinos y la indignación en sus voces cuando hablaban entre ellos luego de hacerles una nueva petición.
Entendía por completo el idioma y podía hablarlo con fluidez, por lo que poco servía que hablaran en su lengua natal o en suaves susurros. Las palabras siempre llegaban a sus oídos.
—¿De verdad cree que tiene el derecho a pedir algo?
—Su majestad a estado a punto de colapsar por su culpa.
—No quiere recibir lo mismo que ella ha provocado, pero nada podría importarme menos.
Sus dientes apresaron su labio inferior con nerviosismo y su cabeza se mantuvo abajo sin querer ver a las personas que parecían armar un pequeño sendero por el que ingresaba al castillo. Se sentía como si fuera la novedad de una feria, pero sin recibir miradas de pena o pequeñas sonrisas.
Sus presencias parecían congelar absolutamente todo y sus miradas se clavaban en su cuerpo como dolorosas dagas que perforaban su piel.
Sabía que no sería fácil salir de esta situación, pero era probable que si conseguía la ayuda de una sola persona siquiera, podría verse libre sin la necesidad de hablar directamente con el duque, porque no creía que el soberano la liberara sin problema alguno.
Elevó su cabeza. Su mentón estuvo tan alto como lo haría cualquier dama de alta cuna orgullosa de todo lo que había hecho en su vida.
Y entonces los vio. Su esposo se mantenía de pie cerca de la entrada del castillo junto a sus hermanos.
Parecía importarles poco que la lluvia se intensificara o que aquellas no eran horas para encontrarse fuera de la seguridad de su hogar, porque la noche sellaba con su oscuro manto todo lo que estuviera a su alrededor y viéndose solo apaciguada por las antorchas protegidas del agua.
A Fugaku poco le importaba correr riesgo de enfermarse cuando podía presenciar como la mujer a la que alguna vez amó, era dirigida hacia el interior del castillo con destino a los calabozos. Naruto había sido claro cuando le comentó el destino que tendría a partir de ese momento.
Tampoco les importaba quedarse allí el tiempo suficiente si sabían que Sasuke estaría pronto con ellos, viéndose en brazos de su padre y su hermano cuando el duque llegara junto a él justo como Obito les había comentado al ser el primero en llegar al antiguo lugar.
Sus miradas se reencontraron una vez más aún entre la tenue luz del fuego de las antorchas. Sus ojos se buscaron abriéndose paso entre la oscuridad y la lejanía con distintas emociones.
Fugaku pudo ver el arrepentimiento y el dolor por sospechar de su destino. Pudo ver las lágrimas acumularse en sus ojos y su boca temblar ante el deseo de poder dirigirle la palabra. Pudo ver la ansiedad y el miedo por tenerlo frente a ella una vez más.
Por otro lado, Mikoto pudo interceptar un dolor diferente al de ella en los ojos oscuros de su esposo. Pudo ver el rencor y la ira por la traición que cometió. Pudo ver como el amor y el cariño que más de una vez había visto en su mirada, se había extinguido por completo.
La omega buscó a su hermano mayor, quien no apartaba su mirada furibunda del conde que caminaba a sus espaldas. Estaba segura de que si el rubio omega que se encontraba a su lado no sujetara su brazo, Madara hubiera arremetido contra Danzo sin ningún tipo de culpa o arrepentimiento.
No recibió ni un solo vistazo del mayor de sus hermanos, pero dejó de buscar en él para encontrarse con Izuna en medio de ambos alfas. Aquel brillo de tristeza que inundaba su ojos negros solo le lograban contraer el pecho.
Sabía lo sentimental que su hermano menor podía llegar a ser. Lo cercano que era con Madara y la necesidad que tenía desde pequeño en protegerla. Aún cuando Izuna no tenía el mismo cuerpo o la misma fuerza que Madara y podría considerarse a si mismo como un cobarde, había dado la cara más de una vez en su nombre y en el de su hermano, justo como cuando la protegió de Fugaku la primera vez.
Izuna la protegería y ella lo tenía claro, al menos lo suficiente como para saber que a pesar de todo lo que había sucedido, aún teniendo en su cabeza la última discusión que tuvo con él, Izuna llegaría a su rescate si ella así se lo pidiera. Al menos eso quería creer.
Mikoto no notó la molestia en su hermano o como sus garras crecían al ver al conde caminar orgulloso detrás de ella. No notó como sus manos comenzaban a sangrar luego de haber clavado sus uñas en sus palmas para calmar la necesidad de lanzarse contra Danzo.
Ella solo veía una infinita tristeza que estaba segura, era por lo que presenciaba. Su amable y sentimental hermano menor estaba allí, dándole la oportunidad de ser la persona que necesitaba para ser liberada.
El llanto casi desesperado de Fugaku los hizo voltear a los presentes para encontrarse con el duque, quien cargaba a su hijo dormido entre sus brazos.
Su chaqueta lo cubría de la fuerte lluvia y cuando el alfa tuvo a su hijo en brazos, ingresaron al castillo sin esperar más tiempo.
Por fin se encontraba de nuevo en su hogar. Por fin el niño estaba junto a su amada familia, rodeado por los brazos de sus tíos y cerrando sus ojos con felicidad cada vez que su padre depositaba múltiples besos en sus sucias mejillas.
—¿Dónde está Itachi?—Preguntó el infante aferrándose con fuerza al cuello de Madara. Sasuke podía sentir las manos de su tío palpando su espalda y apretando con suavidad sus brazos y piernas en busca de algún gesto que le indicara que estaba lastimado. Su nariz se acercó a su cuello y algo incómodo recostó su cabeza hacia el mismo lado en que Madara olfateaba solo para alejarlo.— No hagas eso.—Pidió.— Hace días que no me baño y no quiero que olfatees.
Un resoplido divertido salió de la boca del alfa de cabello largo cuando las manos de su sobrino acunaron sus mejillas para que vea le verdad plasmada en sus ojos al decir aquellas palabras.
Madara podía comprenderlo, pero necesitaba asegurarse. Necesitaba saber que el aroma de su sobrino continuaba allí y que no existía ningún otro olor que le indicara que el pequeño estuvo cerca de algún adulto. Había visto a Fugaku e Izuna hacer lo mismo, aunque fueron más discretos que él para no alterar al pequeño.
Poco le importaba si aquello molestaba al infante, aún cuando sabía que lo que ocurrió con su madre podría ser traumático para él. Necesitaba asegurarse de que el aroma que ya estaba casi cubierto por el de la suciedad, seguía siendo el de Sasuke y no el de algún alfa, porque entonces a Madara poco le importarían las indicaciones del duque. Él se aseguraría de desgarrar la garganta de Danzo y de su hermana por haber permitido algo así.
—Bien, te dejaré en paz.—Respondió cuando se aseguró.
Naruto se acercó y acarició su cabello con suavidad.
—Tu hermano está descansando, pero estará feliz de verte.—Sonrió.— Vayamos para que te den un baño y podrás encontrarte con él.
El omega estiró sus brazos hacia el soberano, quien lo alzó con una sonrisa y caminó fuera del salón junto a su padre y el mayor de los Uchiha.
Naruto no se negaría a las peticiones del pequeño, porque era claro el poco cariño que recibió esos días en los que estuvo lejos de su familia y su necesidad de ser consentido al no haber visto a su hermano aún.
°
—Te agradezco por haber sido mi apoyo este tiempo.
El alfa elevó la mirada algo confundido. La soledad del salón solo indicaba que los sirvientes del castillo se encontraban descansando y los guardias no paseaban por el lugar a esas horas de la noche. El silencio solo era interrumpido por el sonido de la leña al quemarse en la chimenea y por las gotas de lluvia golpear contra los cristales de las ventanas.
—No debes agradecerme.—Respondió Izuna volviendo su mirada al fuego.— Has sido mi apoyo también cuando lo necesité. Digamos que estamos a mano.
Una sonrisa se asomó en los labios del mayor al oír aquellas palabras.
Era cierto que se habían apoyado mutuamente desde que él había vuelto de su trabajo, pero sentía que la forma en la que él acompañó a Izuna, no se acercaba a como lo había hecho el menor con él.
Porque Izuna estuvo allí cuando la situación con Mikoto pasó a mayores. Porque estuvo allí cuando volvió a ver a sus hijos en el castillo. Porque Izuna lo acompañó en su momento más débil y lo apoyó sin culparlo de la desaparición de Sasuke. Porque le había ofrecido un lugar en donde quedarse sin pedirle nada a cambio.
Ambos hermanos estuvieron a su lado cuando lo necesitó, pero Izuna había hecho todo lo posible porque él no sintiera la soledad luego de haber terminado de aquella manera con su esposa. Izuna calmó su malestar al saber la verdadera personalidad de Mikoto, lo controló cuando quiso arremeter contra ella al saber que su hijo mayor ya no se encontraba en su hogar y estuvo a su lado a pesar de que solo era el esposo de su hermana y padre de sus sobrinos.
Sus ojos negros brillaban ante la lumbre. Puede recordar como los ojos negros de aquella familia siempre le llamaron la atención. Tan oscuros como para diferenciarse de la pupila y viéndolos tan extraños cuando los iluminaba la luz del sol, porque ni así se hacían un poco más claros.
Era demasiado diferente a cualquier alfa que haya conocido y demasiado diferente a su propia esposa aún cuando ambos eran hermanos. Porque no eran similares ni en personalidades y mucho menos, en sentimientos.
La mirada de Izuna se encontraba tranquila y una sonrisa relajada se abría paso entre sus labios, como si hubiera desaparecido todo el estrés y miedo que pudo haber sentido desde que supo que Mikoto se había llevado a Sasuke.
Su cabello largo caía sobre uno de sus hombros atado en una coleta baja y el aroma a canela tan característico de su persona, inundaba la habitación sin pena.
No estaba seguro del por qué. No estaba seguro de si fue el momento relajante a su lado o el hecho de poner más atención a sus facciones. Fugaku no estaba seguro de si fue el recordar todo lo que había transcurrido con el alfa o si se vio hipnotizado por aquel aroma que ya lo había intentado tranquilizar antes.
No estaba seguro de qué fue lo que lo hizo impulsarse hacia el frente para sujetar a Izuna desde la parte trasera de su cabeza y unir sus labios en un beso casi desesperado. Solo estaba seguro de que lo anhelaba aunque no sabía desde hace cuanto tiempo lo hacía.
Era extraño. Demasiado.
En su vida se habría atrevido a besar a un alfa y aún así, no solo lo estaba haciendo, sino que era precisamente su cuñado.
Era extraño, porque simplemente no podía pensar en que eso estuviera mal, porque se sentía tan correcto el hecho de tenerlo entre sus brazos mientras sentía como Izuna jugueteaba con su cabello luego de salir de su sorpresa. Era extraño porque estaba seguro de que nunca había visto los labios de Izuna como para pensar en algún punto de su vida en lo suaves que podrían ser. Era extraño porque no era Mikoto quien estaba frente a él y eso poco le importaba.
No podía atreverse a comparar al alfa con la omega. Izuna era demasiado diferente a la dama y sentía que, a pesar de que Mikoto parecía haberse convertido en una desconocida desde que él llegó de su trabajo, el hecho de compararlos sería como una ofensa hacia el menor.
Porque Izuna era alguien amable y solidario. Un alfa que no se atrevía a pelear, pero que haría lo que sea con tal de cuidar a su familia y aquello, era algo que Mikoto no parecía capaz de hacer.
El aire escaseaba en sus pulmones y lo que menos quería en ese momento, era mirar los ojos oscuros del alfa al que acababa de besar. Podría deberse al miedo porque todo cambie a partir de ese momento, o por el hecho de que Izuna se molestara y decidiera mantener la distancia. No obstante, necesitaba saber que era lo que pensaba con respecto a ello para asegurarse de qué manera proceder.
Fugaku se alejó sin aflojar el abrazo. La calidez que había llegado a su pecho en el momento en que lo besó aún no desaparecía y esperaba que el menor pudiera haber sentido aunque sea un poco de lo mismo.
¿Estaba enamorado? Era demasiado pronto para sentirse así, aún cuando él mismo ya había experimentado dicho sentimiento. Sin embargo, el hecho de solo pensarlo lo hacía querer sonreír sin siquiera proponérselo.
Las mejillas de Izuna se encontraban sonrojadas y sus ojos negros lo miraban con curiosidad a la espera de una explicación.
—Admito que no se porqué lo hice.—Habló Fugaku.— Pero no me arrepiento. Siento... Demasiadas cosas en este momento, pero no siento que el haberlo hecho haya sido un error.
El menor bajó la mirada. Ciertamente no había esperado aquella acción de parte de quien aún era su cuñado y ni siquiera podría decir que no le había gustado.
Conocía su personalidad, tan salvaje y a la vez tan dulce como para enfrentar lo que sea por aquellos a quienes quería.
Izuna podía admitir que siempre se había visto algo cautivado por el alfa, aunque si se lo preguntaran él mismo lo negaría rotundamente. Porque Fugaku era alguien prohibido para él y no solo por ser el esposo de su hermana y padre de sus sobrinos, sino porque estaba seguro de que su padre desaparecería a cualquiera de los dos con tal de que algo así no sucediera.
Porque no era normal una relación entre alfas y mucho menos con alguien que se había convertido en parte de tu familia. Aún así, no podía evitar acercarse, cumplir sus obligaciones como tío y hermano de Mikoto, cumplir como un amigo más para Fugaku aún cuando deseaba algún tipo de acercamiento distinto hacia el contrario.
Sin embargo, el hecho de sentir que podía llegar a tener una oportunidad con aquel alfa tampoco lo tenía tranquilo. No cuando su propia cabeza le hacía pensar en que podía ser un buen sustituto de su hermana.
—¿Eres consciente de que somos alfas, verdad?—Una sonrisa se asomó en los labios del mayor antes de inclinarse hacia el joven y unir sus frentes.— Además, no ha pasado el tiempo suficiente desde que decidiste alejarte de mi hermana.
Izuna tragó con dificultad y se alejó de los brazos de Fugaku. Sabía que aquello podría sonar como un reproche, pero no lo consideraba como tal.
Quería asegurarse. Confirmar que no podría ser solo una clase de sustituto de su hermana con el cual el alfa podría sentirse bien consigo mismo al no tener a su esposa.
—¿Crees que algo como eso pueda importarme?—Preguntó el mayor.— No me interesa que ambos seamos alfas, te lo he dicho, no siento que ese beso haya sido un error.—Izuna lo miró con nerviosismo, aferrándose con fuerza a la tela de su kimono.— Y también te he dicho que lo que sentí por Mikoto ya no existe. No me interesa lo que suceda con ella, solo quiero que entiendas que lo que hice no fue un intento de olvidarla o lo que sea.—Fugaku acunó el rostro del menor entre sus manos, obligándolo a verlo a los ojos e impidiendo que se aleje aún más.— Además, no es como si fuera a querer meterme con cualquiera de su familia. ¿Te imaginas que bese a Madara?—La mueca de asco solo logró que una suave carcajada escapara de la garganta de Izuna.— Te puedo asegurar que a pesar de que no haya pensado en algo como esto, me siento... Feliz de haberlo hecho. Aún así, te daré el tiempo necesario para pensarlo si lo necesitas.
El alfa se alejó con lentitud de camino a la puerta, esperando quizás que el contrario lo llame y entonces, él voltearía para volver a estrecharlo entre sus brazos.
Sin embargo, a medida que se acercaba a la salida del salón, aquello que deseaba no estaba sucediendo. Le daría el tiempo que fuera necesario para pensar, porque quizás todo eso era demasiado para el alfa e independientemente de lo que le dijera, ya fuera una negativa o no, él intentaría permanecer a su lado como un buen amigo, apoyándolo como Izuna había hecho con él desde que lo conoció en Japón. Porque el hecho de haber sido quien los apoyó a él y su esposa aún en contra de su propio padre, tampoco podía olvidarlo.
Unos brazos lo rodearon desde atrás y pudo sentir el rostro de Izuna hundirse en su espalda. Fugaku soltó el aire que no sabía que retenía hasta ese momento.
—No quiero ser un intento por olvidarte de mi hermana.—Susurró.
El mayor tragó saliva con dificultad y se volteó para envolverlo entre sus brazos una vez más.
—Te aseguro que jamás pensé en hacer algo tan cruel.—Murmuró con su boca pegada al cabello del alfa y olfateando profundamente el aroma que desprendía.
¡MUCHAS GRACIAS POR LEER!
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Antes que nada, ya lo he hecho, pero quiero volver a agradecerles a cada un@ por sus saludos y hermosas palabras que me dedicaron el día de mi cumpleaños. Les mando mucho amor y cariño a cada uno de ustedes <3
Tantas emociones lo hacían sentir algo mareado. El alivio, la felicidad, la tristeza, el enojo... Eran demasiados sentires juntos como para experimentarlos a través del lazo que lo unía con su esposo.
Su padre lo miraba preocupado y no le sorprendía. Su médico le había recomendado que fuera Sasuke quien ingresara primero, queriendo evitar que las emociones sean tan fuertes en su estado, por lo que el hecho de encontrarse a un lado de la puerta escuchando los sollozos de su esposo mientras abraza a su hermano menor, solo parecía poner peor al duque.
—¿Por qué no vamos un momento afuera?—Preguntó Minato.
La luz del sol ingresaba por los grandes ventanales. Tan clara y con un ambiente tan tranquilo que no parecía que el cielo se estuviera cayendo la noche anterior.
—Quiero verlo antes.—Susurró molesto. Su cabeza golpeó contra la puerta de madera y un suspiro cansino escapó de sus labios.— Danzo quedará en la miseria. No lo quiero rondando en mis tierras de nuevo.
Minato asintió con comprensión. Bien sabía que aquellas órdenes las daba su rey, pero estaba seguro de que con la información necesaria, poco le importaría al soberano si Danzo no se encontraba en Luxemburgo.
—¿Sigue el mismo destino para Mikoto?—Preguntó en voz baja. No quería que sus hijos estuvieran escuchando lo que le deparaba el destino para ella.
—Si quieren verla, lo cual dudo, ella continuará estando donde está.—Aseguró.— No voy a tener contemplación por nadie que haya lastimado a las personas que son importantes para mi.
Minato lo observó con un brillo de orgullo plasmado en sus pupilas. Sabía lo peligroso que podría llegar a ser su unigénito ante los enemigos y lo que lograba tranquilizarlo, era saber que tenía a su lado a personas importantes, tanto dentro como fuera del consejo.
—El oro que nos fue prestado ya ha sido enviado.—Comentó el omega queriendo cambiar de conversación.
Naruto asintió y cerró sus ojos, concentrándose en el sonido que hacían sus uñas al marcar el suelo de madera en un vano impedimento por ingresar a la habitación.
—Ya, es todo.—Habló poniéndose de pie.
No le importó el reclamo de su padre por el pedido de la médico, no le interesó que Itachi pudiera volver a lastimarlo como lo había hecho, al llegar a sentirlo como una amenaza.
Ingresó a la habitación abriendo la puerta de golpe y lo siguiente que vieron sus ojos, fue a su esposo aproximarse a él a paso rápido.
No encontró una sonrisa en su rostro ni escuchó palabras dulces dándole la bienvenida una vez más, sino que se vio envuelto por los brazos de su omega y siendo apretujado contra su cuerpo.
Naruto no pudo reaccionar de otra forma que no sea rodeando a Itachi en un abrazo, enterrando su nariz en su cuello para olfatear su característico aroma que lograba tranquilizarlo y que tanto había extrañado.
—Muchas gracias.—Susurró el menor acariciando su cabello.— Me has devuelto a mi niño.
El duque se alejó un momento para admirarlo. Sus ojos negros brillaban de felicidad y alivio, su sonrisa temblorosa se mantenía aún cuando las lágrimas no dejaban de caer.
Su cabello se encontraba suelto y algo despeinado, pero poco podía importarle aquello cuando tenía la oportunidad de volver a tenerlo entre sus brazos una vez más.
—Es nuestro pequeño.—Susurró rozando su nariz con la contraria.— No iba a dejar de buscarlo.
Minato presionaba sus manos con fuerza en un intento por reprimir el grito de felicidad que quería escapar de su garganta.
Habían sido días difíciles desde la desaparición de Sasuke y ninguno se hallaba en condiciones de estar bien.
Aquel pequeño que se había ganado el cariño de todos allí en tan poco tiempo, ahora volvía a estar en el lugar al que pertenece.
Fue doloroso ver a Itachi caer en la desesperación al punto de lastimar a su esposo. Presenciar como los alfas enloquecían de ira al no saber el paradero del infante y aún peor, la impotencia que atravesó cada uno por no tener idea sobre como actuar.
Sin embargo, el hecho de saber que el pequeño omega se encontraba protegido y que aquellas personas que los habían dañado de una forma tan vil se encontraban en los calabozos, lo tranquilizaba.
—La familia ya está completa de nuevo.—El susurro llegó a los oídos del rubio antes de sentir una mano entrelazarse con la suya.
—Si, supongo que ya podemos estar tranquilos.
Sonrió cuando vio al pequeño saltar en brazos de su hijo, aferrándose a su cuello y agradeciéndole nuevamente por haber ido a buscarlo.
Ahora ya no se encontraba apenado porque lo tuvieran en brazos, su cabello lucía brillante y despeinado con sus mechones cayendo por encima de sus ojos, justo como siempre. Su piel se hallaba libre de manchas de tierra y sudor, y no le importaba que su hermano o su propio cuñado olfatearan su aroma.
Sasuke sonreía con la misma sonrisa tierna y amable que tuvo desde que llegó al castillo, como si nada de lo que hubiera ocurrido haya sido una situación desagradable para él. De todas maneras, Minato esperaba que nada de aquello fuera a afectarle en un futuro, porque no quería ver como sus sonrisas desaparecían al igual que el brillo en sus ojos.
—Oye...—El alfa volteó a verlo.— ¿Crees que sea un buen momento para tener una cita?
Madara parpadeó algo confundido. Ciertamente no esperaba que el omega le correspondiera tan pronto a lo que había comentado aquella vez, pero no iba a negar que le alegraba saber que estaba dispuesto a darle una oportunidad de adentrarse en su vida.
—Esta noche.—Susurró admirando el sonrojo en las mejillas del contrario.— Prepararé todo para esta noche.
Acarició con suavidad la piel ahora rosada del rostro del contrario y se alejó con prisa hacia la primera planta del castillo.
Si a Minato se lo preguntaran, negaría rotundamente que le había estado dando vueltas a la conversación que tuvo con el alfa a las orillas del lago. No quería sobre pensar mucho aquella situación, pero no podía evitarlo.
Era un omega joven que había perdido a su alfa hace años. No podía vivir en el pasado y si tenía la oportunidad de poder estar junto a alguien que le hiciera vivir las mejores sensaciones y momentos, no estaba dispuesto a desperdiciar la oportunidad. Aún si la espina de la culpabilidad por estar dispuesto a conocer a alguien más en un ambiente romántico que no fuera su primera alfa, punzaba en su ser.
Sabía que debía hablar con su hijo respecto al tema, pero tampoco quería apresurar las cosas cuando ni siquiera habían tenido una cita.
°
Eran tantas sensaciones distintas las que Izuna experimentaba en ese momento.
Nadie sabía absolutamente nada, por lo que no podían estar mostrándose frente a los demás en aquellos momentos como si fueran una pareja. Sin embargo, el hecho de encontrarse junto a aquel alfa que parecía hacer todo lo posible por alegrarlo en ese momento, le causaba un agradable cosquilleo en su pecho.
No iba a negar que le resultó sorpresivo y hasta el nerviosismo se presentó cuando Fugaku lo buscó en la habitación que el duque le había otorgado, con una cesta en una de sus manos mientras lo invitaba a tener una cita al aire libre.
El mayor se había arriesgado. Ni siquiera sabía si Izuna aceptaría algo como eso, pero aquello no lo iba a desalentar cuando sabía que tenía oportunidad con aquel joven alfa.
Era extraño en el buen sentido. Tan distinto a otros alfas que había conocido, tan amable, agraciado y simpático que Fugaku no podía pensar en otra cosa que no fueran las sonrisas que el menor de los hermanos Uchiha le regalaba a cada segundo.
Sentía aquella situación tan correcta en cuanto a lo que ocurría, que poco podría importarle que alguien más los vea y si llegaban a preguntar al respecto, Fugaku no negaría ni admitiría nada.
No lo negaría, porque aquello sería estar rotundamente en contra a sus propios sentimientos y tampoco lo admitiría, porque bien sabían que necesitaban tiempo, tanto para hablarlo con seriedad con sus hijos como con Madara.
No estaba seguro de lo que pensarían cualquiera de ellos, aunque podría apostar todo el oro que existiera a que sus hijos no se negarían a esa nueva relación a pesar de que pudiese molestarles. Sin embargo, Madara era otro tema.
Porque lo conocía, porque sabía lo protector que era el hombre con respecto a su hermano menor y no estaba seguro sobre como se tomaría el hecho de que él, siendo aún el esposo de Mikoto, esté intentando conquistar a Izuna.
El ambiente calmo lo tranquilizaba. El canto de las aves que permanecían en las copas de los árboles y el sonido del agua que corría por el canal, le daban un ambiente de paz que disfrutaba.
Su mano se mantenía unida a la del alfa a su lado. Algo pequeña comparada a la de él y la sostenía con tanta delicadeza, como si el menor no tuviera las garras lo suficientemente afiladas como para desagarrarle la piel si así lo quería. Ya lo había sufrido una vez.
Sus manos encajaban a la perfección, contrastando los colores de sus pieles ante la luz del sol. No podía quitar su mirada de ellas. La blanca y tersa piel de Izuna parecía aclararse aún más al permanecer cerca de la suya, que aún mantenía el color de un tenue bronceado que iba desapareciendo poco a poco.
Giró su cabeza observando el cabello negro de Izuna, quien se mantenía en un estado algo adormilado sobre su hombro luego de haber comido el alimento que se hallaba en la cesta. Su nariz se hundió entre los oscuros cabellos y aspiró el aroma a canela tan característico, sonriendo cuando sintió que el alfa se acomodaba y escondía su rostro en su cuello.
—Gracias por la cita.—Susurró.
—Lo he hecho con gusto.—Besó su frente con dulzura.— Es hora de volver al castillo.—Murmuró.
Ambos se levantaron, recogiendo la manta y todo lo que habían llevado para la ocasión.
En cuanto terminaron y comenzaron a caminar hacia el interior de aquella antigua instalación, un guardia los interceptó.
—Señor Izuna...—Titubeó con algo de nerviosismo.— Su hermana pide verle.
El menor frunció el ceño y asintió, viendo desaparecer al soldado quien volvió al castillo.
Se sentía algo molesto y culpable. Acababa de tener un cita con el esposo de su propia hermana, que independientemente de si se encontraban separados, aún continuaban con aquel título.
Todo rastro de felicidad se había borrado de su rostro y soltó un suspiro, algo indeciso y resignado en partes iguales.
—Lo que sea que te diga, no hagas caso.—Fugaku besó su mejilla en un intento por hacerlo mantener la calma.— Intentará algo para su propio beneficio y eso lo sabemos ambos. Sabemos cuales son las órdenes del duque y no puedes quebrantarla.
El alfa asintió aún en silencio y esbozó una pequeña sonrisa en cuanto su mano fue apresada y un beso fue depositado en sus labios.
—Iré a hablar con ella.—Murmuró como pudo sin dejar de corresponder aquella cariñosa acción de parte del mayor.
Fugaku asintió y ambos se adentraron al castillo con distintos destinos. Ambos alejados el uno del otro, como si hace unos pocos segundos o minutos, Fugaku no hubiera estado intentando alargar el tacto en aquellos labios.
¡MUCHAS GRACIAS POR LEER!
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El olor a encierro y humedad lograban que su nariz ardiera. Las paredes ya oscuras por el paso de los años le daban la bienvenida en la oscuridad que era interrumpida por la lumbre de las antorchas.
Podía oír los llantos de distintas personas, sus voces pidiendo por ser liberadas y los sonidos de las gruesas cadenas agitarse en un intento por recuperar la libertad de aquellos que permanecían en el lugar más recóndito del calabozo.
La simple idea de adentrarse un poco más allá, no le parecía buena. Al menos no estando en completa soledad, caminando entre las celdas del aquel lugar.
Se arrepentía de no haber hablado con su hermano para que lo acompañe, pero Mikoto había sido clara en pedir por su presencia.
Intentaba mentalizarse. No quería que sus sentimientos y pensamientos se vieran afectados al ver a su hermana mayor, por lo que intentaba mantener la compostura y su cabeza recordaba cada situación por las que la omega los había hecho pasar. No solo a ellos, sino también a su propia familia.
Su mente recordaba desde la primera pelea que tuvo con su padre, queriendo que la ira se apodere de sus sentires para evitar flaquear ante ella.
Sin embargo, solo existía una leve molestia en él que parecía impedirle aquello que tanto buscaba.
—Izuna...
Su voz salió en un susurro. No necesitó mucho más para poder oírla aún con los lamentos de los demás.
Sabía que cada uno había sido enviado allí por una grave falta, aunque no podía confirmar que estuvieran allí por el actual duque. Su mirada había encontrado a alfas, omegas y algunos betas de diferentes edades. Desde el más joven cubierto por suciedad y rugiendo por su libertad como si de esa manera pudiera seguir con vida, hasta el anciano que se ubicaba a mitad de camino. Permanecía en silencio, con su cabeza agacha y su espesa barba rozando su estómago. Parecía resignado a no salir de allí, poniendo su vida por completo en las manos de sus carceleros.
—¿Por qué pediste verme?
No iba a andarse con vueltas. Quería volver al castillo, alejarse de aquel olor que irritaba sus fosas nasales y encontrarse una vez más con el alfa que le había otorgado aquella maravillosa primera cita.
—Necesito que me ayudes.—Mikoto sollozó.— Se que no estuvo bien lo que hice, pero siempre fue por el bien de mis hijos.
Izuna resopló con cansancio.
Lo que ella había hecho fue... La muestra perfecta de la ausencia de sus sentimientos como madre.
El alfa se sentó frente a ella, con la gruesa reja de hierro separándolo de su hermana.
—¿A qué te refieres exactamente?—Clavó sus ojos en los de su hermana al exponer la pregunta.— ¿A casar a tu hijo mayor con un hombre que no conocía? ¿A alejarnos de nuestros sobrinos? ¿A marcharte con Sasuke para mantenerlo encerrado en una habitación privándole de su higiene y necesidades?
Cada palabra era soltada con la misma calma con la que comenzó a hablar. No necesitaba gritar para que su hermana supiera que se encontraba molesto. Porque simplemente esa era la emoción que Izuna demostraba con su aroma, sin querer mostrarse realmente como sus sentimientos le pedían.
Se encontraba iracundo. Si bien había intentado mentalizarse para no volverse débil ante su hermana, el hecho de que Mikoto le hable de aquella manera y haya expuesto tales palabras, habían logrado que todo lo que no pudo sentir mientras se dirigía a su celda, ahora aflore de su cuerpo.
—No lo entiendes.—Murmuró la dama. Su rostro bajo intentando que no vea las lágrimas que ya caían por sus mejillas.— Siempre hice todo lo que pude para darles lo mejor. Itachi ahora es feliz y Sasuke hubiera tenido la vida que merecía si ustedes no se hubieran metido en el medio.
Izuna sonrió con molestia. Su aroma comenzaba a expandirse en el aire y él solo intentaba concentrarse para que aquello no sucediera. Quería que Mikoto le diera una explicación y sabía que no lo conseguiría si la aterraba.
—¿Por qué cambiaste con Itachi? —La omega lo vio confundida por el cambio de tema.— Desde que supiste que estabas embarazada, te demostraste feliz por ello, pero... Conforme pasaba el tiempo e Itachi crecía, cambiaste de actitud con él y eso empeoró cuando Sasuke nació.
El silencio los envolvió a ambos, aún cuando de fondo podían escuchar a los guardias caminando de un lado al otro para revisar que todo se encontrara en orden.
—Fui muy feliz cuando supe que estaba embarazada.—Respondió con una triste sonrisa.— Siempre había querido una familia ¿Y qué mejor que con el hombre que amaré toda la vida?—Izuna bajó el rostro, sintiendo la espina de la culpa clavarse en su pecho.— Y cuando nació y finalmente lo tuve en brazos, fue lo mejor que me pudo haber pasado.
>Era tan pequeño y tan simpático.—La sonrisa se borró de su rostro y en cambio, un ceño fruncido se presentó.— Pero entonces, me di cuenta. Nuestro padre lo amó desde el primer momento y aún cuando dijo que era un pequeño bastardo, le dedicó todo su cariño a él en vez de a su propia hija.—Izuna la observaba con la sorpresa plasmada en cada uno de sus rasgos.— Itachi obtuvo la atención completa de nuestro padre y de Fugaku. Mi esposo se dedicaba a él casi por completo y yo sentía como me iba reemplazando poco a poco.
El alfa jadeó con sorpresa y molestia. ¿Había cambiado con él porque sentía celos? ¿Envidia? Daba igual, no podía entrar en su cabeza la idea de que alguien como ella pudiera sentirse de esa manera por su propio hijo.
—¿De verdad te molestaba que le dieran su atención? Papá era su abuelo y Fugaku su propio padre, por supuesto que iba a darle su atención por completo a un pequeño que dependía de ustedes.—Su ceño se frunció con molestia.— ¿En qué carajos pensabas?
—Solo quería algo de ese cariño que ambos le demostraban.—Respondió al borde del llanto.— Nuestro padre jamás me perdonó por haberme quedado con Fugaku, pero dedicó su tiempo a un niño que había nacido de nuestro lazo. ¿Qué se suponía que sintiera?—Un suspiro salió de su boca como un intento por mantener la calma.— Cuando supe que estaba esperando a Sasuke, pensé que todo volvería a ser como antes. Podía vivir sin ver a papá, pero no sin la atención de mi esposo.—Continuó.— Pensé que Itachi podría sentirse acompañado al tener un hermano y no buscaría tanta atención de parte nuestra, pero en cuanto Sasuke nació, el cariño hacia ambos se intensificó al igual que mi dolor.
>Porque podía notar que Fugaku pasaba cada vez menos tiempo a mi lado, Itachi se había mantenido junto a su hermano desde el primer momento y lo tomó como su prioridad.—Murmuró.— Además, cuando Itachi nos contaba lo que habían hecho en el hogar de su abuelo, me confirmaba una vez más que todo lo que una vez me perteneció, había quedado para ellos.
Izuna le demostraba una mirada incrédula. No podía entender el pensamiento de su hermana aún cuando lo intentaba analizar desde distintos puntos de vista.
Ninguno de sus sobrinos tenía culpa alguna. Ambos eran pequeños niños que necesitaban del cariño de sus padres y dependían de ellos para continuar con sus vidas.
—¿Quieres decir que comenzaste a comportarte mal con tu propio hijo por celos? ¿Por la envidia? Eres increíble...—Soltó acompañado de un suspiro. La molestia aumentó en él cuando observó a su hermana elevar sus hombros como si lo que él dijera poco le importara.— ¡Eran niños, carajo, no merecían un trato así! ¿Y si Naruto no fuera el alfa que es? ¿Qué hubiera ocurrido si descubrías que Itachi no era feliz en su matrimonio? ¿Qué hubiera ocurrido si descubrías que la vida que supuestamente siempre quisiste para tus hijos, era una mierda?—Izuna se levantó de su lugar dispuesto a salir.— Habías planeado casarlo con un maldito anciano y para colmo, no tenías ni puta idea sobre como era el duque. Entonces, no puedes decirme ahora que todo lo que hiciste fue por su bienestar, porque solo buscabas la manera de alejarlos de ti para volver a tener la atención que querías. ¡Eres una mierda!
Mikoto se abrazó a si misma, como si sintiera el peso del enojo que demostraba su hermano, golpeando contra su cuerpo como una fuerte ráfaga de viento.
Se sentía celosa de lo que sus hijos obtenían, eso no era mentira aún cuando ella no pensara en admitirlo. Sin embargo, también había tenido la intención de darles una vida a sus pequeños, porque independientemente de todo lo que ella sintiera, era su madre.
Podrían tener la vida que necesitaban, aquella que ella también deseaba y Mikoto dejaría de sentir aquel sentimiento de abandono contra el que había luchado desde el nacimiento de su primogénito.
—Permíteme resolver esto.—Imploró.— Por favor, hermano, quiero recuperar a mi familia. Necesito ver a mis hijos, estar con Fugaku y disculparme por todo lo que hice.
El alfa podía ver el dolor que se plasmaba en el rostro de su hermana. Las lágrimas habían vuelto a mojar sus mejillas y aún así, nada podría importarle menos en esa ocasión.
Izuna siempre había sido comparado con omegas, ya sea por su apariencia física o su forma de ser. Y aún así, él mismo siempre pensó que podía ser aún más hijo de puta de lo que era su hermano mayor cuando comenzaba a pelear.
No estaba acostumbrado a enfrentarse a los golpes como lo hacía Madara, pero sabía bien que sus palabras eran peores, porque sabía utilizarlas. Porque Izuna sabía perfectamente de que manera herir a los demás, rematando cuando se encontraban en los momentos más oscuros de sus vidas.
—¿Recuperar a tu familia?—Rio.— Mis sobrinos no quieren verte y a Fugaku poco le importas.
Mikoto sollozó.
—Por favor, ayúdame a salir de aquí.—Rogó.— Habla con el duque. Dile a Fugaku que quiero verlo.—La omega se arrodilló y se inclinó hacia adelante, dejando todo su orgullo a un lado.
Y él planeaba rematar a su hermana como una pequeña venganza por lo que les hizo vivir.
—El duque ha sido claro... No quiere que salgas de aquí y yo no tengo poder para sacarte. No tenemos el poder de nuestro apellido como cuando estábamos en Japón.—Habló mirándola de lado.— Y tampoco le diré a Fugaku que venga. Está conmigo ahora.—Mikoto lo vio confundida e Izuna sonrió.— ¿Recuerdas cuando dijiste que no soy la clase de alfa que algún omega quisiera tener a su lado? Supongo que tenías razón.—Sacudió su kimono para quitar el resto de polvo que se adhirió a su vestimenta al estar en el suelo.— Porque no estoy con un omega, sino con un alfa.
Mikoto abrió su boca sin saber que decir. Su mente parecía trabajar con velocidad, analizando las palabras que su hermano menor había soltado abruptamente.
—¿Estás diciendo que Fugaku y tú...?
—¿Somos pareja? Por el momento no, pero no creo que falte mucho para que él lo proponga.—Respondió comenzando a caminar.
Podía escuchar los gritos de su hermana al llamarlo enfermo, abominable. Poco podía importarle haber revelado aquello cuando su ira aún iba en aumento al recordar cada palabra de aquella plática.
¿Le había mentido? Por supuesto, porque nadie lo sabía. Porque apenas habían tenido la primera cita y ni él mismo estaba seguro de lo que ocurriría.
Sin embargo, bien sabía que su hermano mayor no la visitaría al igual que Fugaku o sus propios hijos y aseguraba que, en el caso de que lo hicieran, él tendría el avance con quien fue o aún es su cuñado y su familia ya sabría lo que ocurriría.
Abandonó el lugar con los gritos desesperados y furiosos de su hermana. Su voz rota le aseguraba que estaba llorando y aquello lo hacía sentir la satisfacción recorriendo su cuerpo.
No pensaba decirle a nadie más que a Fugaku, si es que se lo preguntaba, todo lo que había hablado con la omega. Porque no pensaba lastimar a sus sobrinos al exponerlo a aquella cruda y triste realidad en la que vivía Mikoto.
°
El golpe en la puerta lo hizo levantarse de la cama. Había permanecido allí, en aquella habitación de la torre donde aún se hospedaba Itachi, recostado junto a su esposo y el hermano menor del omega.
La voz de su pareja se había detenido y podía sentir la mirada de ambos en su persona, a la espera de que abriera la puerta para saber quien había interrumpido su tarde de lectura.
—Buenas tardes, Alteza.—Sasuke se sentó en la cama al oír la infantil voz familiar que habló en cuando la puerta se abrió.— Lamento molestarlo, pero papá me dijo que Sasuke volvió al castillo y quería jugar con él.
Naruto apretó sus labios en un intento porque una sonrisa no se extendiera en su rostro. Sabía lo mucho que al pequeño le costaba hacer amigos y de hecho, Sasuke había sido el único que se mantuvo con ese título.
Se movió hacia un lado cuando oyó el movimiento de la cama y los pasos cortos y rápidos de alguien que se acercaba.
Fue agradable para él ver como Shisui se aferraba al cuerpo de su mejor y único amigo en un abrazo que demostraba cuanto lo había extrañado.
Hacía bastante tiempo que no habían podido verse y el pequeño de cabello ondulado solo esperaba ilusionado el momento en que sus padres le dijeran que Sasuke había vuelto a su hogar.
El omega ni siquiera tuvo oportunidad de hablar. Solo alcanzó a agitar su mano en despedida cuando Shisui había comenzado a halarlo hacia fuera del cuarto para dirigirse al patio del castillo.
—Ni siquiera terminamos de leer.—Murmuró Itachi. Naruto cerró la puerta y se acercó al menor con una sonrisa surcando sus labios.
No necesitó de palabras al ver a su omega con los brazos abiertos, invitándolo a refugiarse en ellos.
—Mañana vendrá la anciana.—Susurró Naruto, pegando su nariz contra el cuello de su esposo y aferrando sus brazos alrededor de su cintura.— Si todo está en orden, podrás volver a nuestro cuarto.
Itachi torció su boca con disconformidad.
—No entiendo porqué no puedo volver ahora.—Respondió de igual manera mientras acariciaba el cabello rubio de su alfa.— Me siento bien y no he vuelto a tener otro ataque desde que Sasuke ha vuelto. Ni siquiera me tienen que sedar.
Naruto se alejó para verlo a los ojos antes de besar sus labios.
—Es solo para asegurarnos de que todo está bien.—Aclaró.
Itachi asintió a la vez que soltaba un suspiro. La camisa de su marido se había abierto un poco y tenía la vista perfecta hacia el pecho del mayor.
Aún así, no quiso despegar su mirada de los ojos azules que lo veían con alegría.
Porque se había disculpado múltiples veces con él por lo sucedido. Porque Naruto le había asegurado que nada malo pasaba. Porque aún si todo estaba bien entre ellos, no podía evitar la culpa. Porque la marca de sus garras continuarían en la piel de su marido aún cuando ya hayan sanado, quedando solo la cicatriz de su momento más débil y desesperante.
—Pediré que preparen el baño.—Habló Naruto de repente.— Quiero aprovecharte antes de que vuelva nuestro pequeño.
Con una sonrisa, Itachi aferró sus manos al rededor del cuello del rubio y besó con desesperación y deseo los labios contrarios, alejándose para que su marido cumpla con lo que dijo.
Se dejó caer sobre su cama en cuanto vio al alfa alejarse con una sonrisa, pasando su lengua sobre sus labios como si continuara saboreando el dulzor de aquella acción. Esperaría con ansias aquel baño para disfrutar con su pareja después de tantos días separados el uno del otro.
¡MUCHAS GRACIAS POR LEER!
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No estaba seguro sobre como describir aquellas emociones que sentía, pero si sabía que la que más se mantenía en su pecho, haciendo latir su corazón con fuerza, era la felicidad.
Podía sentir los brazos de su esposo aferrarse con fuerza a su cintura, aún cuando sus ojos se encontraban cerrados y su respiración era tranquila y profunda.
No quería molestarlo. Habían estado despiertos hasta que el sol comenzó a alumbrar parte de la habitación en cuanto comenzó a salir y el alfa decidió que aquel instante era el momento ideal para dejar en paz a su omega.
Había vuelto a estar entre sus brazos, enredando sus dedos entre los mechones rubios de su marido mientras el contrario lo hacía suyo una y otra vez, cambiando de posiciones de vez en cuando, pero siempre tomándolo de una manera dulce, lenta y hasta tortuosa.
Porque Itachi había experimentado aquella sensación de estar a punto de caer en el abismo al que lo empujaba aquella pasión, aquel deseo de poder liberarse en cada movimiento rápido que su marido hacía. Sin embargo, Naruto se detenía para empujar contra él de forma lenta, haciendo que su tortura se hiciera mucho más extensa.
No podría asegurar cuando fue que comenzó a ver con otros ojos al mayor, porque bien sabía que no era aquel amor a primera vista del que había oído hablar en más de una ocasión. Naruto lo había enamorado con todo lo que tenía.
Su comportamiento para con todos, su amor hacia su hermano menor, su paciencia con él. Aquel alfa había logrado encantarlo, hechizarlo con sus maravillosos sentimientos y el cariño con el que lo miraba.
Itachi no podía asegurar cuando fue que cayó en las manos del duque, pero aquello no podía importarle menos, porque podía jurar que si su marido lo tocaba de la forma en la que lo hacía, lo miraba con aquel hermoso brillo en sus ojos azules y le hablaba con tanto amor, el omega se arriesgaría a caer en sus manos una vez más, derritiéndose en su proceso.
Lo amaba. Lo había dicho casi en todos sus gemidos aquella noche, asegurándole que pase lo que pase, ese sentimiento perduraría para toda la vida y él esperaba recibir lo mismo.
Había caído en su encanto y se había visto arrastrado por el sentimiento hasta encontrarse de rodillas a los pies de su marido, esperando una sola mirada de su parte para lanzarse a sus brazos nuevamente.
Giró su mirada cuando lo escuchó suspirar y acomodarse restregando su cabeza en su pecho. Una sonrisa se asomó en los labios del menor y con su palma, acarició la musculosa espalda de su alfa.
Podía sentir las marcas en ella. Los rasguños que se formaban de manera vertical, se encontraban sobresaltados y algo colorados. Una consecuencia al verse en el borde de aquel abismo de lujuria en múltiples ocasiones.
Miró el techo de su cuarto y un suspiro de felicidad escapó de su boca esta vez. Había salido de aquella torre sin problemas, viendo a los súbditos con los que no había tenido la oportunidad de convivir desde que fue ingresado allí, abrazando a sus tíos, a su padre y a Minato. Itachi había vuelto a ser quien era, había vuelto a su vida diaria y a los brazos de aquel que tanto amor le brindaba.
Y aún cuando la vida parecía comenzar a corregirse, la inquietud por su futuro no desaparecía.
Sabía el compromiso que tenía con el ducado, aún cuando Naruto y Minato no habían hablado de ello, porque sabía la presión por la que estaba sometido desde que llegó al castillo. No tenía idea sobre lo que ocurriría con el duque al no tener herederos, pero quería dárselos.
Independientemente de que sea sucesor del actual duque, quería ser él quien le de una familia. Quería agrandar la familia que tenían hasta el momento.
No podía evitar sentirse un inútil en cuanto pensaba en que un bebé pudiera estar creciendo en su vientre, porque sabía que aquello por el momento no era real.
¿Lo soñaba? Por supuesto. Le encantaba la idea de estar embarazado para luego, tener entre sus brazos a un pequeño bebé que se parezca a su esposo.
Él era un omega. Aquellos seres que eran buscados por los alfas para crear una familia, aquellos que eran lo únicos que podían engendrar y uno que no lograba dicho cometido, era en pocas palabras, la desilusión más grande en la vida de todo alfa.
No quería pensar más en ello. No quería darle más vueltas al asunto y quería creer que solo era cuestión de tiempo, tal como la doctora se lo había dicho.
No obstante, tampoco estaba seguro de que todo fuera tan fácil. Sabía que había pasado por demasiadas cosas y era demasiado probable que se encontrara estresado por ello, pero se sentía casi desesperado por no lograr lo que soñaba en ese momento.
Su vida era magnífica, por ponerlo en palabras. Su alfa lo amaba, lo mimaba y lo acompañaba, por lo que no creía que hubiera mejor momento para quedar en cinta que ese.
Era un omega joven, por lo que tranquilamente podría descartar la idea hasta dentro de unos próximos años, pero también sabía que la responsabilidad de dejarle un heredero al ducado, recaía en él.
Ya tuvo problemas por esa misma situación. Los ancianos bastardos se pensaron con todo el derecho de casi meterle una omega en la cama a su esposo, justo frente a él.
Sabía que Naruto no se preocupaba por ello y siempre le decía que tenía a la persona ideal para encargarse del ducado, pero nunca le especificó quien era.
—¿Qué ocurre?—Los ojos azules lo miraban expectantes.— Te llamé cuando me desperté y nunca contestaste.
Su lengua humedeció la marca que el menor tenía en su cuello, provocándole una escalofrío al omega. La sangre seca había brotado un poco de la zona en la que sus colmillos se enterraron cuando él se liberó en el interior del azabache, experimentando una vez más la deliciosa sensación que siempre sentía cuando lo tenía entre sus brazos.
—Solo pensaba en el futuro.—Respondió el chico.
Naruto lo vio confundido y se recostó a su lado, atrayendo su cuerpo y acariciando su cabello con delicadeza.
—¿Qué es lo que te preocupa?
—Si no logro quedar en cinta...—Murmuró llamando la atención del mayor.— ¿Quién ocuparía tu cargo cuando decidas retirarte?
Una sonrisa se asomó en los labios del alfa.
—Oye, tengo casi veintiséis, no me quieras sacar mi título tan rápido.—Bromeó.— Te he dicho que no te preocupes por eso, bonito, ya tengo a la persona en mente.
Itachi se sentó en la cama. Sus ojos observándolo casi con desesperación.
—Sueles decirme eso a menudo, pero nunca me dices su nombre.—Habló con seriedad.— No estoy seguro de si podré embarazarme en un futuro y mi responsabilidad como tu omega, es darte...
Su voz se vio interrumpida por los labios de su esposo. Le encantaba que lo hiciera, no lo iba a negar, pero en ese momento quería sacarse muchas dudas de su cabeza para estar un poco más tranquilo.
—Es Sasuke.—Murmuró con una sonrisa.— La persona que tengo en mente para tomar mi lugar en un futuro, es Sasuke.—Itachi boqueó por un instante sin saber que decir.— Claro que eso ocurrirá si no podemos tener un hijo, porque si quedas embarazado, el trono le pertenecerá por derecho.—Explicó con calma.— Tu ves a Sasuke como a tu propio hijo y al casarme contigo, lo he visto como el mío también.
—Pero... ¿Eso está bien?—Preguntó aún sin salir de la impresión.— Quiero decir, no pertenece a tu familia realmente.
—No de sangre, pero es tu hermano menor y tú eres mi esposo.—Aclaró el mayor.— Tu familia es mi familia, cariño.
Un suspiro escapó de su boca. Se sentía un poco más tranquilo de saber que su esposo había llegado a aquella conclusión y de cierta manera, aquella preocupación había disminuido al no tener la presión de brindarle un heredero al ducado, aún cuando se mantenía su deseo.
No importaba realmente si Sasuke era un omega o un alfa. Sabía que de ser el elegido, comenzaría su instrucción para dirigir el legado que Naruto y su familia habían heredado durante años.
Su casta no tenía nada que ver en la tomas de decisiones o la manera en que dirigirían el país, después de todo, el mismo Minato era un omega que mantuvo su ducado en lo más alto.
—Vayamos a pasear.—Naruto retomó la palabra al verlo más relajado.— Podemos llevar a los niños, porque ambos sabemos que Sasuke no irá sin Shisui.
El menor asintió con una sonrisa, depositando un beso en los labios del alfa antes de levantarse.
°
Sus grandes manos se aferraban a su cintura, pegándolo a su cuerpo como si quisiera fundirse en él. Sus labios lo besaban con tanta dulzura que le resultaba increíble que fuera el mismo hombre con el que había practicado su combate cuerpo a cuerpo y al que casi le cortaba la garganta la primera vez que lo encontró en su castillo.
Pequeños y suaves besos fueron depositado en sus labios antes de alejarse definitivamente.
—Debo irme, Izuna debe estar esperándome.—Susurró el alfa.
Minato solo pudo asentir con su respiración acelerada. No podía emitir palabra alguna cuando se encontraba al borde del desmayo, con sus mejillas sonrojadas y luchando por recuperar el aliento que Madara le había quitado en esa dulce danza de labios.
—Te veo luego ¿Si?—El mayor obtuvo un asentimiento de cabeza por parte del omega y dejó un último beso antes de alejarse con una sonrisa.
Se sentía maravilloso. Sus labios aún hormigueaban y podía sentir el sabor dulce de la miel que Minato había probado en su desayuno.
Sus manos parecían rogar por permanecer un momento más en la cintura de aquel omega, mientras que su cuerpo se encontraba a punto de derretirse por él.
No podía permanecer un momento más allí, porque Madara sabía que si continuaba de esa manera, no iba a resistir más tiempo el tener a Minato tan cerca y a la vez tan lejos.
Apenas había pasado su primera cita hacía unos días, cuando el antiguo duque lo aceptó y si bien a Uchiha le hubiera gustado esperar a la segunda, no podía controlarse al observar sus sonrisas o la forma que tomaban los labios del omega cada vez que emitía alguna palabra.
Había arrinconado a Minato contra uno de los pasillos de la primera planta y no se contuvo un minuto más en acercarse a él, aferrar sus manos al cuerpo ajeno y hacer de su boca la suya propia.
—¿Todo en orden?—La voz de su hermano lo hizo sonreír aún más.
—Todo perfecto.—Contestó.— Vayamos a casa.
Minato, por otro lado, intentaba mantener la compostura. Era la primera vez, luego de haber estado con quien fue su alfa, que alguien más lo tenía de esa manera.
Su labio inferior era apresado con fuerza entre sus dientes y sus manos se agitaban frente a su rostro para refrescarse un poco con la brisa que las mismas generaban.
Sentía su piel caliente por la vergüenza y sus piernas flaqueaban de vez en cuando.
—Que alfa más atrevido.—Susurró intentando retener una sonrisa.
Quería volver a tener la oportunidad de enamorarse. De amar a alguien y ser la adoración de esa persona.
No quería pensar en su difunta esposa, porque entonces todo habría acabado. Porque la culpa caería sobre él y la felicidad que sentía en ese momento se arruinaría.
Había amado a Kushina con su vida entera y el hecho de permanecer a su lado para formar una familia, era la prueba de ello. Sin embargo, quien fue su alfa hacía años que no se encontraba junto a él, dejando su corazón completamente vacío y su cuello cicatrizado de una marca que apenas se veía.
Tenía la oportunidad de amar una vez más y no quería negarse a vivir esa maravillosa experiencia con alguien que lo hacía temblar con un solo acercamiento.
Sabía que pronto debía hablar con su hijo, pero no estaba seguro sobre como reaccionaría. Porque no quería que Naruto pensara que había olvidado a su madre y que planeaba comenzar una nueva vida con su recuerdo lejos de él. Cierto temor se presentaba, pero esperaba que todo saliera bien en cuanto mencionara sus sentimientos.
—Sin duda es un alfa demasiado atrevido.—Aquella voz que tan bien conocía lo hizo sobresaltar.
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—¿Qué tanto viste?
Minato estaba seguro de no haber visto nunca aquella sonrisa burlona. Al menos, no dirigida hacia su persona.
Ambos omegas se encontraban de pie, frente a frente. Uno con la clara intención de querer burlarse sin ser capaz de hacerlo y el otro, esperando una respuesta que deseaba no oír.
—Lo suficiente para saber que ya lo ha aceptado.—Minato palideció.— Puede estar tranquilo, Alteza, no pienso abrir mi boca.
El recién llegado elevó uno de sus brazos y esperó pacientemente a que el rubio lo tomara para comenzar a caminar hacia el gran salón.
—Confío en ti, Kakashi.—Habló con vergüenza.
Claro que confiaba, pero aquello no quitaba su pena. Porque no era normal que las personas se estén besando delante del resto. Bien sabía que a su hijo no le importaba. Entrara quien entrara, poco le molestaba estar aferrado a su esposo devorándole la boca en medio de la servidumbre.
Sin embargo, Naruto no era quien intentaba armar nuevamente su vida y el hecho de saber que aquel que había estado aún cuando Kushina vagaba por el castillo, lo había visto besarse con otro alfa, lo avergonzaba.
—Es bueno saber que se está dando otra oportunidad.—Kakashi acarició con cuidado la marca casi invisible en el cuello de su soberano.— Tiene la oportunidad y el tiempo. Estoy seguro de que el duque lo comprenderá.
Una sonrisa temblorosa se asomó en los labios del mayor, porque no podía asegurar que eso sea del todo cierto.
No sabía que reacción podría tener su unigénito, pero le imploraba a los dioses porque ambos sean aceptados por él.
Minato sabía que no debía importarle mucho ello. Después de todo, él sería quien se empareje con alguien más.
No obstante, Naruto era su único hijo y lo único que aún le quedaba de su antigua alfa. Ya había perdido a uno de sus más grandes amores, no quería perder al otro.
—Temo como vaya a reaccionar en cuanto se lo comente.—Habló con suavidad.— Supongo que también debo hablar con Itachi, después de todo es su sobrino.—El joven asintió.— Aún así, nada es seguro. Apenas hemos tenido nuestra primera cita y yo...
El antiguo monarca se quedó en silencio sin saber como continuar.
Claro que esperaba que los sentimientos sean correspondidos de la mejor forma. Una sola cita no significaba nada realmente, más allá de conocerse. Porque si bien habían tenido encuentros para beber el té y demás, nunca hubo algo en las acciones del contrario que le indicaran que Madara estaba dispuesto a ir un paso más allá.
Madara había sido claro cuando le preguntó y aún así, apenas comenzaban a verse de otra forma que no sea una amistad entre un alfa y un omega.
—Sus ojos brillan.—Comentó Kakashi ganándose una mirada de parte del mayor.— Creí que se había percatado. Los ojos del señor Madara brillan cuando lo ven.—Una suave palmada fue a parar en el dorso de la mano del soberano.— Las sonrisas que le dedica, las miradas fugaces, la intención de mantenerlo cerca de él. Todo fue notorio para mi.—Un suspiro escapó de sus labios y sus ojos miraron el techo por un momento.— Me recuerda mucho a Obito.
Minato mordió su labio inferior. Ciertamente, a pesar de haber notado las miradas que el alfa le dirigía, los pequeños detalles de los que su subordinado hablaba no habían sido notados por él.
Los nervios volvían a aparecer al pensar en el alfa y sus mejillas se incendiaron un vez más.
—Me siento un adolescente.—Rio el mayor.
Kakashi asintió.
—Es lo más bonito de ese camino.
Tanto tiempo sin experimentar esa sensación de felicidad o la adrenalina ante un beso secreto. Tanto tiempo sin experimentar los nervios vividos al verse reflejado en aquellos ojos negros, que por un momento creyó haber olvidado como se sentía.
—¿Me buscabas o solo nos encontraste accidentalmente?
—De hecho si, lo buscaba.—Respondió.— El rey aceptó la ejecución del conde Danzo, así que nuestro duque puede estar tranquilo.—Minato asintió.— Su majestad busca que no queden rastros de todo lo que sucedió con él. Después de todo, fue también quien aceptó la propuesta de su título y no está contento con todo lo que ha hecho.
Minato se limitó a escucharlo. Era momento de volver a la realidad y no caer nuevamente en su pensamiento de enamorado.
Necesitaban acabar con Danzo, terminar con su título y continuar con su soberanía sobre las tierras que serían liberadas una vez que el conde caiga.
—Se que luego tendrán la reunión, pero es muy probable que Naruto le entregue esas tierras a los Nara o Sabaku No.—Comentó el mayor.— Quizás puedan poner gente de ambos, eso nos dejaría más tranquilos.
Kakashi confirmó. Bien sabía el caos que se desataría luego de la muerte del conde e incluso el consejo podría ir en contra del duque.
A pesar de que el rey haya aceptado su ejecución, todos en el castillo aseguraban que la persona que se levante en contra del soberano de Luxemburgo no iba a ser alguien de Danzo, sino el mismo Sarutobi junto al consejo.
Ese anciano iba a pedir por las tierras de quien en su juventud fue su amigo y poco le importará lo que Naruto tenga para decir. Ya había demostrado que lo que menos respetaba eran los títulos de los nobles.
Aún así, Naruto debía preparar los documentos para que sean entregados, al menos en el momento de la reunión, donde aseguraría que Shikamaru y Gaara obtendría esas tierras que quedarían vacías.
Necesitaban ojos en todas partes y el duque debía colocar a sus mejores hombres para poder dirigir y arreglar la mierda de Danzo.
°
La risa de los infantes interrumpían la calma del ambiente junto al sonido del chapoteo en el agua.
Itachi y Naruto se encontraban sentados debajo de un árbol que les otorgaba una fresca sombra. Los rayos del sol traspasaban los pequeños huecos que se formaban entres las hojas e iluminaban el suelo con suaves destellos.
—No he visto a mi madre desde que Sasuke a vuelto a casa.—Naruto apretujó a su esposo contra su cuerpo y restregó su nariz contra el blanco cuello del menor.— ¿Crees que deba ir a verla?
No, el duque no quería que aquello sucediera, porque sabía que su omega no saldría bien de esa visita.
Quería que se recupere tanto como pudiera y dejara todo lo malo que había ocurrido, olvidado en los más recóndito de su mente.
Sin embargo, también sabía que no podía prohibirle nada, aún cuando tenía el poder y derecho como su esposo. No lo obligaría a nada y en caso de que Itachi le exija visitarla, el simplemente se mantendría a su lado dándole todo su apoyo.
—No creo que sea la mejor idea, pero sabes que puedes ir cuando gustes.—Comentó el rubio.— Se que debe haber muchas cosas que quieres preguntarle, pero no quiero que algo vuelva a afectarte.
El omega bajó el rostro, pensativo. Claro que había cosas que quería preguntarle.
¿Por qué? ¿Qué fue lo que él hizo para que Mikoto haya cambiado su trato con él? ¿Qué culpa tuvo Sasuke para pasar lo que pasó? ¿Por qué sintió tanto odio hacia su propia familia?
Tantas preguntas sin respuestas en su cabeza, porque por más que intentara justificar su accionar, nada llegaba a su cabeza que le indicara la verdadera razón de todo.
Se suponía que una madre amaba y protegía. Se suponía que una madre haría todo lo posible porque sus hijos no pasaran tristezas en su vida, aún cuando ello no fuera del todo posible.
—Supongo que tienes razón.—Respondió.
O quizás Itachi solo pensaba en lo que él haría al tener un hijo. Porque él amaba y protegía a Sasuke. Porque Itachi haría todo lo que estuviera a su alcance porque su hermano, su hijo, no pasara un solo momento de tristeza en su vida.
Elevó su mirada para enfocarla en el par de niños que previamente se encontraban jugando.
Sasuke contaba las pequeñas piedras de colores entre sus manos, mientras que Shisui lo aferraba a su cuerpo como si su vida dependiera de ello.
El ceño de Itachi se frunció antes de relajarse y sonreír, contrario a lo que ocurría con el duque.
—¿Le está impregnando su olor?—La molestia era notoria en la voz del alfa e Itachi solo negó, elevando su mano para acariciar la mejilla del mayor.
—En primer lugar, actúas como un padre celoso.—Rio el menor, ganándose un resoplido de parte del rubio.— En segundo lugar, creo que solo está intentando protegerle del frío. Sasuke está temblando.
Itachi se levantó, tomó la manta de piel que había quedado aun lado y caminó hacia la orilla, llamando a ambos pequeños para que se aproximen a él.
Claro que el infante tenía frío. El clima estaba agradable, pero no caluroso como para que estuvieran jugando en el pequeño lago detrás del castillo.
Sasuke temblaba. Su cuerpo se encontraba tenso por el temblequeo que agitaba sus extremidades en un intento de recuperar el calor. Sus dientes castañeaban y sus labios se encontraban azulados.
Por otro lado, Shisui permanecía tan relajado y sonriente como siempre. Como si el clima y el agua fría no hubieran entumecido sus extremidades.
Elevó la manta y tapó a ambos pequeños con ella. Acto seguido, acarició el cabello húmedo y ondulado del pequeño alfa antes de besar la cabeza de su propio hermano, girando apenas en su lugar para ver a su esposo recostado justo donde lo había dejado. No quería aceptar que Naruto había tenido razón, porque pudo oler con claridad como el aroma de su hermanito se mezclaba con el del alfa a su lado.
—Quédense en el sol hasta secarse.—Habló Itachi.— Si vuelven al lago, solo se enfermarán.
Ambos asintieron y se sentaron en la orilla, buscando con sus miradas más de las pequeñas y coloridas piedras que Sasuke tenía en sus manos.
Itachi volvió a su lugar, besando los labios de su marido. Una nueva faceta nunca antes presenciada por él, pudo encontrar ese día.
Si bien había hablado con Naruto respecto a Sasuke, era la primera vez que demostraba aquella faceta de padre celoso con su hermano menor.
Aún así, no podía evitar sentirse feliz en cierto modo. Porque Itachi casi había caído en la locura al no tener a su hermano, aquel a quien había visto como un hijo desde hace tiempo, cerca de él. Por otro lado, Naruto comenzaba a experimentar ese sentimiento que invadía a su esposo cada vez que veía al infante.
Claro está que eran sentimientos más intensos que los del omega, porque el duque solo podía apreciar a un pequeño que necesitaba de su protección en todo momento y al que haría lo que fuera por mantenerlo junto a su familia.
—Espero no tener que ejecutar a Shisui en un futuro.—Habló el mayor con seriedad.
Itachi golpeó uno de sus brazos a modo de reprimenda.
—Solo son niños.—Murmuró.— Y si en un futuro se aceptan, tú lo aceptarás también.
Y antes de que el mayor pudiera refutar, el omega besó los labios de su esposo para mantenerlo en silencio. Naruto ya no pensaba en nada más que no sean las manos de su marido jugueteando con su cabello.
Ansiaba poder hacer un momento familiar <3
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El tiempo pasó con rapidez, ocupando casi por completo el tiempo del duque.
Los documentos firmados permanecían sobre el escritorio y ya todo se encontraba preparado para el final de Danzo. Naruto quería deshacerse con rapidez del mayor de los males, aún cuando sabía las consecuencias que vendrían en poco tiempo.
Apenas lograba pasar su tiempo con su esposo. Se había encargado de pedirle a sus sirvientes que lo mantengan informado de todo.
Y es que el hecho de tener que estar acomodando el futuro de aquellas tierras que quedarían sin dueño, los documentos con el pedido de los préstamos para las instalaciones públicas y los encuentros con los hombres del rey para el momento de la ejecución, solo conseguían que salga de su cama ante el primer rayo del sol y vuelva a ella cuando su esposo esté en un profundo sueño.
El duque no se encontraba del todo bien. Suficiente tiempo había permanecido alejado de su omega como para tener que volver a pasar por ello e independientemente de que pueda abrazarlo por las noches, extrañaba pasar un poco de tiempo libre con él.
Naruto no recuerda haberse arrepentido de tomar el trono desde que cumplió sus dieciocho años. No obstante, dicen que siempre hay una primera vez para todo.
Porque el alfa se arrepentía al verse invadido de un momento a otro por su propio cargo. No podía disfrutar del tiempo con su pareja y le molestaba el hecho de tener que pedirle a los demás que lo mantuvieran informado con respecto a él, porque Naruto debía estar a su lado en todo momento.
No es como si no estuviera acostumbrado a dirigir su ducado, después de todo lo ha hecho durante años. Sin embargo, había quitado incluso el poco tiempo que tenía de descanso, viéndose encerrado entre las paredes de su oficina y las pocas veces que salía, solo era para continuar con su trabajo.
—El último préstamos ya ha sido enviado.—La voz de su padre lo trajo nuevamente al mundo real.— Y el consejo decidió que la junta será mañana. ¿Tienes todo listo?
El menor asintió en silencio, releyendo nuevamente el mismo párrafo donde se había atascado desde hace un buen rato.
—No creo que su Alteza lo haya escuchado.—Habló Kakashi.
Ambos omegas lo miraban con semblante agotado y es que el duque no era el único que debía lidiar con su trabajo. Su propio padre se ocupaba de ayudarlo en lo que necesite, solo para conseguir que su carga de trabajo sea menor y Kakashi organizaba las reuniones correspondientes, siendo él quien en más de una ocasión, tuvo que salir del castillo para hablar con el rey.
La situación estaba acabando con todos y no era para menos. Después de todo, con el final de Danzo tenían suficiente por un tiempo y es que el hecho de ejecutar a un noble por sus crímenes, no iba ser tan sencillo como creían.
—Serán los hombres del rey quien terminen con Danzo.—Comentó el duque.— Se lo ejecutará en la plaza central.
Claro que Naruto no estaba de acuerdo con ello, pero su Majestad había dado la orden y él no tenía el poder para dejarla estar. Porque el rey necesitaba demostrar tanto su poder, como el de la familia del duque que había sido elegida desde hace años.
Porque solo el supremo tenía la oportunidad de dar y quitar a su antojo, otorgando sus tierras a personas que consideraba las indicadas para dirigir allí donde él no podía.
Porque el soberano tenía que mantener el respeto hacia su puesto y dejar en claro que sus órdenes eran sagradas.
—Supongo que es lo mejor si no queremos un maldito levantamiento.—Habló Minato.— Por otro lado, es un hecho que tendremos problemas con Sarutobi, pero supongo que no hará nada en tu contra.
Naruto asintió con el ceño fruncido. Su padre ya le había dado su punto de vista con respecto a la situación y el duque no pudo estar más de acuerdo. Lo último que quería era que las tierras que antes pertenecían a Danzo, sean otorgadas a ese anciano que se creía con un poder superior al suyo.
La puerta de la oficina sonó dos veces y el cabello de Sasuke fue lo primero que los adultos vieron en cuanto Naruto dio el permiso de acceso.
—¿Quieren almorzar conmigo?—Preguntó el pequeño mientras se acercaba hacia el escritorio, escudriñando los documentos que se encontraban esparcidos sobre la madera.— Ita está durmiendo y no quiero molestarlo.
Sus manos alisaron las arrugas invisibles de su kimono y Naruto no pudo evitar sonreír al verlo.
Tan parecido a su hermano mayor y tan distinto al mismo tiempo. Ambos manteniendo sus costumbres tan arraigadas como el primer día en que los vio.
—Lo siento, pequeño, no puedo salir ahora.—Respondió el alfa con pesar.— Pero mi padre y Kakashi pueden acompañarte.
Ambos tomaron las manos del infante y salieron de la oficina, indicándole al duque que volverían a su lado en cuanto finalizaran.
—¿Sucede algo?—Preguntó Minato al notar al niño más callado y serio que de costumbre.
Sasuke solo hizo una mueca con su boca antes de negar a la pregunta. Su hermano le había pedido no comentar nada al respecto de su situación para no preocupar al duque, por lo que tampoco debía decirle a sus personas de confianza.
Ante la última visita al cuarto de Itachi, había sido su criada Izumi quien lo atendió. Se preocupaba por su hermano y desde hacía días que lo había visto más cansado de lo normal.
Sasuke sabía que todo aquello se debía a las posibles responsabilidades que los adultos tenían, tal como se lo había dicho Obito en una ocasión en la que le preguntó al no encontrar a Kakashi.
Sin embargo, se sentía solo y extrañaba que Itachi pasara su tiempo con él, siendo que las últimas veces que estuvo a su lado, su hermano permanecía en la cama con sus ojos cansados.
Lo había visto pálido y las marcas debajo de sus ojos parecían haberse oscurecido. No estaba seguro de lo que ocurría con él, pero esperaba que todo termine rápido para poder pasar su tiempo junto al omega.
—¿Naruto está bien?—La pregunta descolocó a los mayores por un par de segundos.
—Algo cansado por su trabajo.—Respondió Kakashi, haciendo ademanes con sus manos en cuanto vio a su hijo para que los acompañara.— Pero pronto terminará y podrá descansar.
Shisui llegó junto a ellos, tomando la mano de su amigo y adelantándose unos pasos de los adultos, quienes solo los observaban dirigirse al salón delante de ellos.
La mirada de Sasuke se mantenía baja, pensativa. Porque de acuerdo a lo que le había dicho su padre, los alfas y omegas podían tener una conexión a través de su lazo. A través de su marca.
Su cabeza no comprendía el porqué Naruto no se hallaba junto a su hermano o siquiera sentía algo malo cuando él mantenía una conexión con Itachi.
Porque había visto su marca, porque Naruto era su esposo y en su cabeza, aquello era suficiente para que el duque experimentara lo que su hermano sentía.
Sintió el tirón en su brazo cuando Shisui apresuró su paso, llegando junto a Kurama, quien se erguía en toda su altura con sus patas delanteras apoyadas sobre la mesa y olfateando el almuerzo que se encontraba alejado de su hocico.
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Poco y nada le importaba al duque la mirada molesta de Sarutobi. El anciano parecía querer abrir su boca y arremeter verbalmente contra su superior, aún cuando sabía que aquello iba a ser una falta de respeto hacia su título.
Arrugaba con sus manos el documento que su soberano le había entregado. Aquel donde confirmaba que las tierras sin dueño, ahora las dirigirían los Nara y Sabaku No.
—Es un honor saber que nos ha elegido, Alteza.—Gaara habló con respeto y una pequeña sonrisa se asomaba en sus labios ante la atenta y molesta mirada del anciano.
—Es un hecho que los tres estamos disfrutando esto.—Susurró Shikamaru hacia el duque, quien solo apretó sus labios sin querer dejar escapar una divertida sonrisa.
Sarutobi releía una y otra vez el papel en sus manos. Las letras se seguían distinguiendo aún cuando sus manos arrugaron el documento en diferentes lados y la ira tomaba lugar en su cuerpo con demasiada rapidez.
—No puede entregarles las tierras de Shimura.—Habló el anciano con voz gastada.— Danzo ha sido un buen conde, no puede quitarle sus tierras.
Naruto elevó una ceja y sus ojos azules se cruzaron con los del mayor.
—Es mi decisión, tanto como la de nuestro rey.—Dijo con calma.— No voy a permitirme tener a un hombre que usó sus influencias para secuestrar a un integrante de mi familia.
El anciano golpeó la mesa con fuerza, levantándose de su lugar y recostándose hacia adelante como si estuviera listo para atacar en cualquier momento.
—¡Usted está tomando represalias contra el conde por sus problemas personales!—La mesa quedó en silencio.— No soportó que el conde buscara casarse con quien ahora es nuestra duquesa, aún cuando su matrimonio no había sido acordado. Danzo no tuvo la culpa de que la madre de ese niño lo haya llevado a su palacio para darle una mejor vida. Toma represalias en contra de un buen conde cuando ese omega ni siquiera pertenece a su familia.
—¡Silencio!—Todos hubieran jurado que aquel rugido había hecho temblar las paredes de la sala.— Cuida tus palabras cuando te dirijas a mi o cuando hables de mi familia. Soy tu duque y eso ni tú ni nadie que no sea el rey puede cambiarlo.—Se recostó contra su silla y clavó su mirada una vez más en el anciano, notando como apretaba su mandíbula con fuerza.— No tienes idea sobre lo ocurrió realmente o como fue que encontramos a Sasuke. Hablas de él cuando es el hermano de mi esposo. Hablas del mismo niño al que veo como a un hijo y no voy a permitir que una maldita palabra más salga de tu boca si van a ser faltas de respeto directas hacia mi.
Sarutobi se mantuvo de pie sin querer dejarse amedrentar. Gaara sintió la presencia de Shira detrás de él, similar a como había ocurrido en una de las últimas reuniones que habían tenido con el consejo y Shikamaru enderezó su espalda, preparado para detener al duque si llegaba a arremeter en contra del anciano.
A ninguno de los dos le molestaría que Naruto ponga en su lugar a Sarutobi. Después de todo, era un hecho que debía aprender a controlarse cuando se dirigía a su superior.
Sin embargo, también sabían los problemas que podría tener el alfa si se descubría que había atacado al anciano sin una orden directa del supremo.
>>Si no tienes nada bueno que decir, te recomiendo guardar silencio.—Continuó el rubio.— Mis órdenes ya fueron dictadas y el rey ya decidió el destino de Shimura. Me importa poco y nada si tú o cualquiera que se encuentre en esta mesa, están de acuerdo o no. No tienes el poder para imponerte ante mi y espero que eso te quede claro.
—Alteza.—La voz agitada de Neji lo había hecho voltear. Sabía que el omega no interrumpiría la reunión aún si se encontraba junto a su esposo. Por otro lado, se había dirigido hacia el interior del castillo en busca de Itachi en cuanto llegó.— Su esposo no se encuentra bien.—Habló antes de volver por donde llegó.
Naruto se levantó de su asiento y dirigiéndole una mirada hacia su guardia, quien entendió que la reunión finalizó, corrió detrás de Neji en busca de su marido.
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Sus ojos azules no se despegaban del cuerpo de su esposo. Su mirada viajaba desde el rostro de Itachi, más pálido que de costumbre y algo sudoroso, hasta sus temblorosos pies.
No despegaba su vista de las zonas en las que la doctora palpaba con la intención de encontrar la razón por la cual se encontraba tan mal.
Neji le había informado que no se encontraba bien, por lo que había abandonado la reunión y se había dirigido hacia la cocina, donde sabía que ambos omegas estarían bebiendo el té a la espera de que la reunión finalizara.
Habría esperado ver al azabache recostado sobre la mesa o haciendo algún gesto que le indicara que sentía dolor en alguna parte de su cuerpo. Esperaba haber sentido algo como eso a través de su lazo.
Sin embargo, Itachi se encontraba junto al lavabo devolviendo todo lo que había ingerido durante el día.
Las veces anteriores lo había notado cansado, pero temía que pudiera estar enfermo al sumarse la situación actual.
Su respiración se encontraba agitada y parecía que sus extremidades estaban completamente débiles, porque permanecían tal cual la anciana las acomodaba para que no le estorbaran en su trabajo.
—¿Se encuentra bien?—Naruto no la miró.
No quería permitir que algo más pasara por alto de su vista, no quería dejar escapar nada de lo que aquella señora no logre darse cuenta.
—Lo estará, Alteza.—Respondió. Se acercó a la anciana tomando su mano y deteniendo su labor, a la vez que un gruñido escapaba de su garganta.— Debe dejarme continuar, Alteza. Usted está a su lado. Usted lo protegerá de cualquier cosa.
No quería permitir que alguien vea el cuerpo desnudo de su esposo y sin poder contradecir lo que la mujer le dijo, permitió que continuara sin dejar de observar como las manos arrugadas abrían poco a poco el kimono de su marido.
Con suavidad palpó desde la cintura hasta el centro de su vientre y frunció el ceño al voltear a mirar a su soberano.
—¿Qué ocurre? ¿Es algo malo? ¿Está enfermo?—Naruto se aproximó a su lecho y tomó la mano de su omega, queriendo tranquilizarse ante una posible mala noticia.
—¿Ha estado cansado? ¿Con náuseas? ¿Mareos?
El alfa la vio con el ceño fruncido sin saber que responder. Ciertamente había estado ocupado con su cargo, pasando el tiempo encerrado en su oficina o juntándose con la gente del rey.
No podía asegurar que su marido había estado sintiendo esos síntomas. Además, sus sirvientes tampoco habían comentado nada al respecto.
—Yo... No lo sé.—Dudó.— No me informaron de nada.
La anciana elevó una ceja. Intentaba comprender la situación, después de todo, había sido la doctora de esa familia desde que apenas había comenzado a ser adulta, atendiendo en primer lugar a quien en ese entonces se convertiría en duque, Minato.
Sabía la carga de trabajo, sabía cuanto le afectaba al soberano de turno y la presión con la que debían trabajar para que todo estuviera perfecto. Sabía que tan rápido podrían enfermar por dicha situación y que tan aislados llegarían a estar al enfocarse en su ducado. Porque no eran jefes que dirigían a diez personas para comenzar una labor. Eran soberanos que debían ver por el bienestar de miles.
Sin embargo, hubiera esperado que lo vea por un breve tiempo al descansar de su trabajo.
—¿Ha pasado algo de tiempo con él, al menos?—Preguntó con algo de temor.
Naruto bajó la cabeza y negó. Vergüenza, molestia y enojo comenzaron a invadirlo poco a poco.
No estaba orgulloso, porque había desatendido a su esposo, dejándolo al cuidado de sus criados cuando ese era su labor.
Se irguió en su lugar y depositó un beso en la frente del menor. Podía sentir su piel algo fría al tacto y en cuanto inspiró, pudo sentir el aroma.
Aquel aroma a té de hierbas y chocolate que tanto le encantaba de Itachi, ahora era mucho más fuerte y dulce de lo que solía ser. Le encantaba, pero apenas había notado el cambio.
La anciana sonrió con sus labios sellados al ver el gesto de sorpresa del duque.
—Su aroma cambió.—Susurró.
—¿Y sabe que significa?—Preguntó atando nuevamente el kimono para dejarlo tal y como estaba. El rubio la observó por un momento sin comentar nada, temiendo equivocarse al decir lo que pensaba.— Felicidades.—Habló finalmente.
Una sonrisa estiró poco a poco sus labios y sus ojos azules ardieron. Sintió el nudo en su garganta y las ganas incontrolables de soltar su llanto en un grito.
—Pero él...—Naruto limpió sus ojos con rapidez.— Pensé que no podría.—Rio y volteó a ver al omega.
Podía ver las ojeras oscuras debajo de sus ojos cerrados y a pesar de sentirse culpable por no haber puesto más atención en su persona, no podía evitar la sonrisa que se presentaba en su rostro.
—Le dije que lo lograría en cuanto deje el estrés atrás y parece que así fue.—Comentó la anciana.— Será una alegría para él cuando le de la noticia. Un omega embarazado necesita de atención, por lo que es muy probable que poco a poco comience a exigir más tiempo a su lado. Necesita estar con él tanto como le sea posible.
Y Naruto lo sabía.
Porque conocía lo difícil que había sido para su esposo toda la situación, porque sabía cuanto anhelaba poder tener una familia y el temor que sentía por no conseguirlo.
La doctora se levantó de su lugar y salió de la habitación luego de realizar una reverencia.
Naruto no le dio importancia a nada más. No quería salir de su cuarto en ese momento, no quería ver a nadie durante las siguientes horas del día. Deseaba quedarse junto a su amado a la espera de que despertara y poder comentarle la buena noticia que apenas ahora les habían dado.
Tanto tiempo. El miedo a no conseguir lo que más anhelaban.
Sintió el apretón en su mano y permaneció en silencio hasta que su omega abrió sus ojos.
Itachi lo miró confundido antes de permitir que su mirada viaje por la habitación. No podía asegurar cuanto tiempo había dormido, pero el cansancio en su cuerpo parecía no querer desaparecer.
—¿Qué hacemos aquí?—Acarició con suavidad la mejilla de su esposo antes de mirarlo con preocupación.— ¿Qué sucede? ¿Por qué lloras? ¿Nuestra familia está bien?
Naruto rio. Que irreal le resultaba todo.
Se casó con el amor de su vida, su familia crecía poco a poco y había hallado la felicidad de la que su padre tanto le había hablado al encontrar a su pareja.
—Te amo.—Susurró.
Las mejillas del menor tomaron color rápidamente antes de sonreír. Sus ojos cansados brillaban con emoción y su respiración se enganchó por un momento.
—Te amo mucho más.—Respondió del mismo modo.
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—¿Cómo está? ¿Cómo se encuentra?
Minato fue quien preguntó casi con desesperación. Podía verse el miedo en sus ojos, porque no era normal que una persona caiga en cama sin una razón aparente.
Había esperado durante horas a que su hijo saliera del cuarto y no había querido interrumpir.
Naruto se aferró con fuerza a su cuerpo y permitió que un sollozo escapara de su boca.
Minato lo abrazó al instante, aún cuando se le dificultaba un poco al ser más pequeño que su hijo, pero estaba realmente preocupado al oírlo llorar como lo hacía.
Parecía un niño en busca de un urgente consuelo.
—Seré papá.—Soltó con voz temblorosa. El omega pareció petrificarse ante aquellas palabras.— Itachi está embarazado ¿Puedes creerlo?
Naruto se alejó del mayor limpiando sus lágrimas sin permitir que su sonrisa desapareciera.
Sentía su cuerpo temblar de alegría, ansiedad, temor. Tantas emociones acumuladas que ya había experimentado poco a poco en ese día.
Estaba feliz porque finalmente los dioses los habían bendecido a ambos. Estaba ansioso porque anhelaba que el tiempo pasara rápido para recibir a ese pequeño ser que comenzaría a crecer en el vientre de su omega. Sentía miedo porque todo aquello era un mundo completamente desconocido para él, pero se esforzaría por traerles felicidad tal como su amado lo hizo con él.
—Oh, felicidades, mi niño.—Minato se aferró con fuerza al cuerpo del alfa, escuchando como el nuevo llanto salía y la fuerza del agarre que mantenía su hijo, se incrementaba.
—Aún no lo sabe, estaba descansando cuando la doctora lo revisó.—Susurró.— Y se que aún está cansado, pero organizaré una cena para ambos esta noche. Necesito darle la noticia a mi esposo de la mejor manera.—Murmuró.
Sus mejillas fueron apretadas con firmeza antes de sentir como su padre lo obligaba a bajar hasta su altura para depositar múltiples besos en cada una.
—Ve a acompañar a tu omega que yo me encargo de la cena.—Habló comenzando a caminar.
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Para Itachi todo le resultaba encantador y extraño en partes iguales.
Le gustaba poder tener una cita sorpresa con su esposo, pero no consideraba que aquel fuera el mejor momento.
No se sentía del todo bien. Su estómago se encontraba revuelto y el cansancio se apoderaba de cada una de sus extremidades.
No quería negarse. No cuando su alfa se veía tan feliz de poder tener ese momento a solas con él.
Sin embargo, hubiera deseado que la cita consistiera de cualquier otra cosa que no sea comida. Mucho menos que fuera aquella carne de venado asada que llegaba a su olfato provocando nuevamente las náuseas.
Naruto lo miraba sonriente a pesar de notar el gesto de asco que se instalaba en el rostro del contrario y a medida que la conversación fluía, observaba entre emocionado y apenado que el omega evitaba a toda costa la carne en el centro del plato.
—¿Puedo saber a que se debe esta cita improvisada?—Preguntó Itachi una vez que acabó con las verduras.— No digo que no me guste, solo me resultó extraño.
—¿No puedo consentir a mi esposo?—Preguntó en respuesta. Itachi asintió con una dulce sonrisa antes de observar su copa y estirarse para tomar la de su esposo.— No tienes permitido beber vino.—Habló el alfa alejando el objeto de las manos del menor.
El omega elevó una ceja. ¿De qué hablaba? No iba a ser la primera vez que bebiera y aún cuando su estómago no se encontraba del todo bien, no había sentido náuseas desde que el aroma de la carne asada se disipó en el aire.
—Pero me encuentro mucho mejor y no quiero beber agua.
Naruto se levantó de su lugar bajo la atenta mirada del omega. Caminó hasta él y se inclinó mostrándole una sonrisa en un intento por contener su emoción.
—Cuando comenzaste a sentirte mal, Neji fue por mi. ¿Lo recuerdas?—Claro que lo hacía. El chico salió desesperado en busca del duque.— Te veías tan pálido cuando la doctora te revisó y yo no tenía idea de nada. Mucho menos de que te habías estado sintiendo mal durante días.
Itachi frunció el ceño por un breve instante. Había intentado mantener a su esposo tranquilo y sin preocupaciones, porque sabía como actuaría Naruto si descubría que no se encontraba del todo bien y lo que menos quería en ese momento era darle más problemas cuando estaban con el tema del conde.
—Lo siento.—Susurró.— ¿La doctora dijo algo malo?—Sintió las manos de su marido acariciar sus manos antes de llevarla a sus labios y depositar un beso en el dorso.
¿Tan mala era la noticia?
—Lo esperamos por un tiempo...—Habló en un susurro, como si quisiera que la situación quede solo en un secreto entre esas cuatro paredes que los rodeaban.— Serás un hermoso papi.
Naruto lo soltó como mejor le pareció y pudo notar como segundo a segundo, la expresión de su amado cambiaba.
La sorpresa, el llanto, las sonrisas. Tantos gestos, tantas emociones.
—¿No estás jugando, verdad?
Naruto rio antes de negar y en un movimiento rápido, sintió el golpe en su espalda al chocar contra el suelo y los brazos de su esposo rodear su cuello con fuerza.
—Debes tener más cuidado de ahora en más.—Acarició con cuidado el cabello azabache del omega y se levantó como pudo para llevarlo a la cama.— Aún estás débil y tienes una vida creciendo dentro de ti.
—Seremos padres.—Soltó el chico en un susurro.
—Seremos padres.—Confirmó el mayor.
Naruto se aferró al cuerpo de su esposo sin apretarlo demasiado y enterró su rostro en el vientre del contrario, sintiendo el temblor de su cuerpo por el llanto y las caricias que su marido depositaba sobre su rubio cabello.
Si, era irreal para ambos. Porque ambos habían anhelado que esto pasara y a pesar de que el duque siempre se encontró tranquilo para calmar a Itachi, esperaba poder formar una familia a su lado.
Inhaló el aroma de su amado una vez más en un intento por asegurarse de que esa era su realidad.
—Te amo, Cielo.—Su voz salió amortiguada por su posición, pero la de Itachi...
—Yo te amo mucho más.—Salió completamente rota por el llanto y la emoción.
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¿Quién diría que todo cambiaría de la noche a la mañana?
El descubrimiento de su embarazo lo mantuvo en las nubes por días, recibiendo la felicitación de parte de su familia y los mimos que solo ellos les podían dar.
Sasuke se mantenía casi pegado a su piel. No solía separarse por mucho tiempo y cuando decidía jugar con Shisui, siempre procuraba volver de vez en cuando a su lado durante ese tiempo, como si quisiera demostrarle a su hermano que estaba para él cuando lo necesitara.
Itachi no diría nada, pero había notado la forma en la que su hermano menor colocaba su mano sobre su vientre cuando se encontraba a su lado. Su mirada podía estar posada sobre cualquier cosa a su alrededor, pero alguna de sus manos se encontraban acariciando con delicadeza la zona. No estaba seguro del porqué lo hacía, pero parecía un acto completamente inconsciente.
Naruto tampoco se quedaba atrás. Cada día despertaba con las caricias que eran depositadas en su vientre aún plano y la nariz de su amado olfateando su aroma, casi rozando la piel de su cuello. Sabía cuanto le agradaba aquel olor al duque, porque era una muestra de su estado mezclado con el aroma de ambos.
—¿No crees que aún es muy pronto para armarla?—Preguntó recostado sobre la cama mientras acariciaba el cabello de Sasuke con cuidado.
Grandes cantidades de regalos llegaron a ellos luego de la noticia. Juguetes con los que el futuro heredero podría jugar cuando ya sea un niño, mantas, prendas de vestir e incluso una cuna, siendo esta última el regalo de su padre.
No es que le molestara. Itachi se sentía verdaderamente feliz con cada presente e incluso, Shikamaru, Neji, Gaara y Shira le habían enviado demasiados animales de telas con los cuales decorar la habitación del pequeño.
Sin embargo, a pesar de que su embarazo era seguro y aún cuando dieron la maravillosa noticia, todo le parecía que estaba ocurriendo demasiado rápido.
—No, yo creo que es el momento perfecto.
Y a pesar de eso, Itachi no se negaba porque veía la emoción e ilusión de su esposo por comenzar a acomodar cada cosa que le pertenecía al bebé, tal y como lo estaba haciendo con la cuna en ese momento.
A sus ojos, su vientre ni siquiera se marcaba. Demasiado contradictorio cuando su alfa le comentaba que había crecido un poco. Apenas era el primer tiempo y él no veía diferencia en su cuerpo a parte del malestar que aún mantenía, viéndose obligado a correr al baño de vez en cuando para devolver los alimentos que había ingerido.
Simplemente lo dejaba ser, viendo la felicidad con la que se ocupaba de cada cosa o el brillo emocionado con el que admiraba las pequeñas prendas de vestir que ya le habían confeccionado, aún cuando no sabían si sería un niño o una niña.
Sasuke se mostraba demasiado contento. Siempre hablando de su nuevo "hermanito" con el que jugaría y al que mimaría desde el primer momento.
El niño casi había llorado al pedir porque el próximo miembro de la familia comparta la habitación con él y aún cuando Itachi sospechaba que el pequeño se molestaría al despertar en mitad de la noche por su llanto, no pudo negarse.
Obligándose a permanecer en la cama sin hacer esfuerzo alguno por pedido u obligación de su marido, veía día a día como el cuarto de su hermanito comenzaba a cambiar. Sasuke ayudaba a Naruto en cada cosa que podía, incluso moviendo con demasiado esfuerzo su cama hacia un lado del cuarto con ayuda de su cuñado para que pudieran tener mayor espacio.
Entonces... ¿Cómo fue que todo cambió de la noche a la mañana?
Porque en un momento estaban acomodando el cuarto y las pertenencias del aún no nacido, ilusionándose e imaginando la apariencia que tendría y al siguiente, enfrentando a cuatro adultos por los recientes acontecimientos.
Naruto se veía molesto e Itachi solo sorprendido. Parecía que la situación que le había comentado su esposo con respecto a Fugaku, aún no entraba del todo a su cabeza.
Podía entender la molestia de su alfa, como también, sentirla. Y es que a cada uno le había tocado ver algo completamente distinto.
Itachi había encontrado a su tío y a su suegro en una de las habitaciones, hablando demasiado cerca entre si y compartiendo besos de vez en cuando.
Por otro lado, Naruto había hallado a Fugaku e Izuna en lo que se podía considerar una cita.
—Entonces...—Itachi apretó sus labios cuando sintió la mirada molesta de su pareja. Sabía que lo debían resolver ellos solos, pero tampoco podía permitir que el silencio reinara en el gran salón como había ocurrido desde el inicio.— ¿Ustedes son pareja?
—No, no lo son.—Habló su alfa.— ¿Desde cuándo pretendes una relación con mi padre?—Sus colmillos se encontraban afilados y sus uñas crecían poco a poco, haciendo todo el intento por no arremeter contra el familiar de su marido.— Es mi padre, maldita sea. ¿Si quiera pensaste en eso?
Madara no respondió. Mantuvo su mirada en el joven rubio con un extraño semblante tranquilo y a pesar de que sería bueno ser un poco de ayuda para el antiguo duque, no estaba seguro de como lo tomaría Naruto.
Además, de su cabeza no salía el hecho de que su hermano había comenzado algo así como una relación con quien fue o aún es su cuñado.
Todo era demasiado extraño.
—¿Podemos hablar en privado?—La voz de Minato salió baja y su mirada azulina solo demostraba seriedad.
Naruto no parecía del todo convencido y en cuanto volteó para ver a su esposo, sabía que no podía negarse. No cuando su padre parecía molesto o quizás desesperado por dar su punto de vista. No podía negarse cuando su esposo parecía casi ido por la noticia de su padre.
—Si llego a sentir algo de tu parte, no dudaré en sacarte de aquí ¿Soy claro?—Habló cuando se acercó a Itachi.
El menor solo asintió antes de ver a padre e hijo salir del gran salón para hablar en privado, dejándolo completamente solo para enfrentar el siguiente tema.
—Luego será mi turno de hablar con el duque.—La voz de Madara se oyó fuerte y clara.— Ahora quiero saber de su relación.—Miró a su hermano menor con dureza antes de dirigirse a su cuñado.— Quiero saber por qué carajos estás con el hermano de tu esposa ahora.
Fugaku no pensaba admitir que temía por su persona. Sabía de lo que Madara era capaz y conocía perfectamente el riesgo que corría por haber tomado la decisión de estar con Izuna.
Podría perder a su familia por completo o verse obligado a alejarse del alfa, pero esperaba que pudieran entender su situación.
—Hermano...
—Espera afuera con Itachi.—Sentenció poniéndose de pie y caminando hacia la puerta para abrirla a la espera de que ambos salieran.
No importaba lo que dijera en ese momento e Izuna lo tenía perfectamente claro. No estaba seguro de si sentirse aliviado por enfrentar a su sobrino a solas, o nervioso por dejar a su hermano y a Fugaku en una habitación libre de todo guardia.
Su mano fue suavemente presionada por Fugaku y finalmente, salió del cuarto con el omega sin borrar el semblante aterrorizado que se instalaba en su rostro.
Madara esperó de pie frente a su cuñado, tratando de decidir si desgarrar su garganta en ese momento o esperar por una explicación de la que dudaba que pudiera hacerlo cambiar de opinión con respecto al contrario.
—Fui yo quien comenzó con esto.—Los ojos negros de Uchiha se abrieron con sorpresa. No es que dudara de su hermano, pero por un momento en su cabeza pasó la idea de que el menor pudo haber actuado de alguna forma con Fugaku para que el mismo acepte.— En el regreso de Sasuke me declaré.—Continuó.
Sus manos se mantenían aferradas a su regazo y sabía que no podía salir de esa situación. Había estado tratando de crear en su cabeza las palabras correctas con las cuales confesarse al resto de su familia, pero no había esperado que el duque los encontrara antes de que todo sucediera.
>>No pienso mentirte al respecto.—Su mirada se elevó hacia el mayor de los hermanos.— Me enamoré como un idiota de él, aún cuando todavía no somos pareja. No puedo decirte que Mikoto no me interesa en lo absoluto, es la madre de mis hijos después de todo y con la que compartí gran parte de mi vida, pero tampoco me importa lo suficiente como para negarme a lo que siento. Aún así, los sentimientos que tenía por ella murieron casi desde mi regreso.—Un suspiro escapó de sus labios. Cansado y nervioso en partes iguales.— Tampoco puedo decirte que quiero hacer algo por ayudarla, porque realmente creo que se lo merece. Me alejó de mis hijos y tomó decisiones por si sola que no le correspondían.
Madara apretó sus manos en un puño en un intento por controlarse.
—Te recuerdo que aún continúas casado con ella, Fugaku.
—En un matrimonio que puedo terminar con la aceptación del duque.—Murmuró.— Tu hermano siempre estuvo apoyándome en todo momento y poco a poco comencé a tener sentimientos por él, Madara. No te pido que me aceptes, sino que... Intentes no interponerte.
Los labios del alfa se elevaron en amenaza, mostrando sus colmillos y un gruñido escapó de su boca antes de darse la vuelta para evitar mirar a su cuñado.
—Ambos son alfas, no la tendrán fácil.—Comentó el azabache.
—Lo tengo claro y poco me importa. Solo necesito hablar con mis hijos con respecto a este tema.—Madara soltó el aire a través de su sonrisa. Conociendo a su hermano como lo hacía, sabía que ya se estaba ganando la aprobación de Itachi.
Tampoco podía negarse a la situación. Amaba a su hermano menor y haría lo que esté a su alcance con tal de verlo feliz. Aún si eso significaba tener que verlo con el mismo alfa que era el padre de sus sobrinos.
>>Solo puedo asegurarte que lo protegeré.—Habló con seguridad.— O quizás él me proteja a mi.—Murmuró mirando las cicatrices de su brazo.— Siempre han estado presentes en la vida de mi familia y se cuanto quiere a mis hijos. Es capaz de todo por mantenerlos seguros y sabes perfectamente que a tu hermana, a pesar de ser su madre, no le importó en lo absoluto.
Madara no pudo refutar nada de lo que dijo Fugaku. Después de todo, él mismo presenció la desesperación de su hermano menor cuando supo que la familia había desaparecido de Japón, como también, presenció su felicidad al encontrarlos.
Mikoto era una persona codiciosa que hizo todo lo que estaba en sus manos, como vender a sus hijos por unas cuantas monedas de oro, mientras que Izuna siempre intentó ver por su bienestar y su felicidad.
—¿Qué harás con respecto a la marca de Mikoto?—Preguntó el mayor.— Se que no puedes marcar a Izuna si así lo quieres, pero esto la afectará más de lo que crees.
Fugaku negó.
—No la marqué nunca.—Respondió ganándose una mirada sorprendida de parte del alfa.— Nos casamos, tuvimos hijos y una vida matrimonial, pero solo una vez le plantee la situación y ella se negó.—Su ceño se frunció recordando lo ocurrido en su noche de bodas.— Dijo que no quería ser emocionalmente dependiente de mi y yo lo acepté. Después de todo, no solo es la mordida lo que demuestra que está en pareja, sino su anillo de bodas también.
Madara no recuerda haber presenciado el momento en el que su cuñado había quitado su anillo, pero ahora que ponía atención, podía ver la marca sin broncear en su dedo anular que desaparecía poco a poco al recuperar su tono de piel natural. No había nada que pudiera decir que se encontraba en pareja, más que un pergamino con la firma de ambos.
—No quiero ver una maldita lágrima por tu culpa. Quedas advertido.—Fugaku lo vio con asombro antes de sonreír, logrando que Madara imitara el gesto como un acto de reflejo.
°
Izuna no estaba seguro de si era por el estado en el que se encontraba su sobrino. No podía asegurar que fueran las hormonas o quizás, el estado de shock ya había pasado, pero el menor se hallaba llorando en sus brazos mientras le pedía que haga feliz a su padre.
Era extraño, porque hubiera esperado algún grito, insulto o quizás un golpe. Tal vez, incluso, una mueca de asco que le indicara que no aceptaba una relación entre alfas.
Sin embargo, se encontraba utilizándolo como pañuelo humano, humedeciendo el hombro de su kimono mientras acariciaba con cariño su vientre.
Una escena que hubiera disfrutado si la sorpresa y el nerviosismo no permanecieran en su sistema.
—Yo se...—Itachi sorbió su nariz para impedir que la mucosidad se derramara.— Se cuánto nos han apoyado, tanto tú como el tío Madara.—Se alejó para verlo con una sonrisa mientras limpiaba sus lágrimas con velocidad.— Siempre tratándonos de la mejor manera, amándonos y ahora mimándonos tanto como a mi futuro hijo.—Izuna sonrió.— No pienso negarme a lo que sienten y se que podrá ser difícil el explicarle la situación a Sasuke, pero comprenderá también.
La imagen de sus padres y los momentos que compartieron con ellos, pasó por su cabeza. Tantos momentos felices junto a Fugaku, contándole historias, regalándoles dulces o simplemente, pasando sus días de descanso junto a ellos. Incluso cuando apenas llegaba y tan cansado como se hallaba, compartía su tiempo con ellos hasta el anochecer, cayendo rendido sobre su cama luego de mantenerse en acción durante tanto tiempo.
Su madre, por otro lado, había sido una persona lejana con la cual convivió bajo un mismo techo y quien lo había obligado a atar su vida con la de una persona completamente desconocida.
Podría estar agradecido con ella por haber conseguido que el duque se convirtiera en su esposo, pero también, había intentado comprometerlo con Danzo sin siquiera conocerlo.
No estaba seguro de lo que su madre sentía por él, pero Itachi podía asegurar que nada de eso era el amor que debía sentir una madre.
—¿Entonces...?—Izuna se sentía algo perdido por la situación, pero el alivio llegó a él al notar la sonrisa de su sobrino.— ¿Aceptas esto?
—Si ustedes se aman no tengo porqué negarme.—Respondió con los ojos brillantes.
La puerta junto a ellos se abrió en un segundo y los dos observaron a los alfas que acababan de salir del gran salón.
Madara se aproximó al omega rodeándolo con sus brazos cuando lo vio con los ojos colorados, hinchados y brillantes. No se preocupó de más, ni él ni los otros dos alfas, porque la sonrisa que se plasmaba en su rostro simplemente les indicaba que todo estaba bien.
—Iré a pedir unas fresas a la cocina. Curiosamente, tengo ganas de comerlas.—El omega se alejó de los brazos de su tío y caminó hacia la cocina bajo la mirada emocionada de su familia.
Por fin comenzaban a presenciar los antojos de un embarazo.
—Vayamos por un té.—Sugirió Izuna sin ver a su hermano. Ciertamente no quería hablar del tema aún, pero no sentía rechazo de su parte hacia ellos. Mucho menos cuando Fugaku posicionó una de sus manos sobre su cintura.— Esperemos que Minato termine de hablar con Naruto.—Comentó comenzando a caminar.
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Hombres armados se situaban sobre la plataforma de madera en el centro de la plaza. Los adultos comenzaban a llegar poco a poco sin permitir que algún pequeño se presentara con ellos, conociendo lo que ocurriría.
Los guardias tenían sus órdenes claras. Hacer de la ejecución de Danzo una advertencia hacia los lugareños y crear la mayor humillación posible para el antiguo conde.
La gruesa soga rodeaba su cuello y sus manos se mantenían atadas a su espalda. Aún así, nada de eso parecía asustarlo, nada parecía alterarlo cuando el anciano conocía su destino en ese entonces.
Danzo buscó con la mirada al duque y dedicándole una sonrisa soberbia, solo pronunció el nombre de aquella persona a la que el rubio amaba tanto.
El duque no demostró su molestia. Su semblante se mantenía tranquilo y sus ojos fijos en los del anciano, como si estuviera ansiando ser lo último que vea cuando el alma se desprenda de su cuerpo al jalar la palanca.
—¿No prefiere volver al castillo, mi señor?—La voz de Obito se escuchó casi en un susurro y Naruto volteó su mirada para encontrarse con el serio semblante de su padre.
—Quiero ver esto.—Sentenció.
Ciertamente, eran demasiado pocos los omegas y betas que se hallaban en la plaza central, aún cuando había sido casi una obligación asistir.
Tenían en claro que para la protección de sus compañeros de vida, muchos aceptaban presentarse solos para evitar un mal recuerdo y a pesar de que Minato era capaz de hacer danzar una espada en sus manos, aquello no quitaba el hecho de que aún seguía siendo un omega y el instinto protector de los alfas que eran sus guardias, aumentaba. Sin contar el simple hecho de que su padre no siempre era capaz de soportar ver a alguien morir.
Naruto volvió su vista hacia el anciano. No pensaba acercarse a su padre por el momento, teniendo en cuenta que la discusión que habían tenido no había terminado del todo bien y ni siquiera el intento de su marido por apaciguar la molestia, había servido.
Habían pasado cuatro lunas desde ese entonces y aún cuando el duque intentaba acercarse al mayor, todo su esfuerzo se perdía en un segundo al recordar la situación.
—¡Atención!—Frente a la multitud, uno de los guardias desenrollaba la hoja en sus manos.— Danzo Shimura, antiguo conde del distrito del Norte del ducado de Luxemburgo.—Su voz sonó clara a la vez que se acercaba al anciano.— Se lo acusa de mantener en su palacio a un infante que pertenece a la familia del duque. La manera en la que fue tratado ha sido inhumana, obligándolo a permanecer encerrado durante días, otorgándole agua y comida de vez en cuando solo para que no muriera y privándolo de su higiene.—Anunció el alfa.— Sus tierras han sido entregadas a la familia Nara y Sabaku No para obtener un mejor control.
Naruto escuchaba atentamente las palabras del guardia y la tranquilidad con la que se había mostrado Danzo desde un inicio, había sido olvidada para dar paso a la ira. Sus gritos resonaban desesperados por el lugar y los forcejeos que hacía solo conseguía que la soga se ajustara cada vez un poco más sobre su cuello.
—¡Tú y la zorra que tienes por esposo se pudrirán en el infierno!—Gritó hacia el duque. Sus maldiciones fueron detenidas abruptamente cuando el guardia del rey golpeó su estómago con fuerza.
La palanca fue jalada y las pequeñas puertas de la plataforma sobre la que el anciano se mantenía de pie, se abrió abruptamente consiguiendo que su cuerpo caiga de golpe sin que la soga le permita tocar el suelo.
Danzo murió casi inmediatamente por el impacto y se pudo escuchar un jadeo colectivo de quienes se hallaban observando la escena.
—Esto solo es una advertencia a todos aquellos que intenten ir contra el duque o nuestro rey.—Habló el alfa.— Cada uno que se atreva siquiera a refutar las órdenes de su majestad, tendrá el mismo destino que Danzo Shimura.
El duque asintió en su dirección y comenzó a caminar hacia su carruaje. Quería salir de allí, quería estar con su esposo y olvidar el desagradable recuerdo de aquel hombre siendo ejecutado.
No le sorprendió encontrarse allí a Sarutobi, mucho menos cuando el anciano pasó por su lado sin siquiera saludarlo. Después de todo, había sido decisión tanto suya como de su rey el destino de aquel sujeto. Mismo sujeto que era buen amigo de Hiruzen.
°
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Naruto sentía que pronto enloquecería.
No estaba acostumbrado a que su propio padre no le dirija la palabra. Mucho menos cuando se encontraban en la misma mesa junto a él y solo se dignaba a hablar con Itachi o ni siquiera elevaba la mirada de su plato.
Lo había visto entristecido por los pasillos del castillo y a pesar de saber que él era el causante de esa emoción, no estaba dispuesto a hacer mucho para finalizarla.
Lo amaba, por supuesto. Su padre era el único que le quedaba a su lado y haría todo lo que esté a su alcance para verlo feliz.
Sin embargo y a pesar de que Minato intentó poder explicarle sus sentimientos para que él pudiera comprender, sentía constantemente esa sensación de estar engañando a su madre. Tanto de parte de su padre, como de él mismo al aceptar como si nada que Minato se encontraba nuevamente enamorado.
No le correspondían ese tipo de decisiones, mucho menos tenía alguna razón por la cual enojarse. Aún así, no le agradó para nada el sentir que Minato comenzaba a olvidarse de Kushina de un momento al otro. Porque a pesar de que siempre la tendría en su memoria, Madara ocupaba gran parte del corazón de su padre.
Hundió su rostro suavemente contra el vientre de su pareja en cuanto sintió sus manos acariciar su rubio cabello.
—¿No vas a hacer nada por hablar con él?—Preguntó Itachi con voz tranquila.
Naruto permanecía en silencio, disfrutando de la dulzura con la que su marido parecía consolarlo y rodeándose tanto de su aroma como del de aquel pequeño que descansaba junto a su hermano en su parte de la cama.
—Ya hemos hablado lo que debíamos.—Murmuró fijando su vista en el hermoso paisaje que se veía a través de los cristales del ventanal en su habitación.
—Hablo de arreglar las cosas.—Naruto soltó un suspiro cansino.— Cariño, no puedes prohibirle que tenga sentimientos por alguien más, porque se que el problema no es que quiera a mi tío. ¿No es así?
Por supuesto que el problema no era que su padre se haya enamorado de Madara, sino que decida dejar atrás el recuerdo de su madre. No quería enterrar los momentos felices que habían tenido los tres en cada salida familiar, en cada tarde de juegos que su padre les otorgaba o en cada noche cuando ambos decidían acompañarlo hasta que durmiera.
No quería que Minato se olvide de tantos momentos lindos que había tenido junto a Kushina como si no valiera nada.
—No quiero que su recuerdo muera.—Susurró el rubio.
Itachi se incorporó en la cama para llegar hasta su esposo. Sus ojos se notaban cristalizados al recordar los momentos que había tenido con sus padres, porque a pesar de que Kushina había dejado el mundo terrenal hacía años, continuaba doliendo igual que los primeros días.
—¿Crees que Minato lo permitiría?—Naruto lo miró por un momento mientras permitía que su omega limpiara las lágrimas que ya rodaban por sus mejillas.— Minato jamás aceptaría que el recuerdo de tu madre desaparezca. Es la persona que le dio todo el cariño y el amor que merecía y es la misma persona que le otorgó la oportunidad de que el ser más maravilloso pudiera estar en sus brazos.—Sonrió.— Se que es difícil aceptar que tu padre pueda enamorarse nuevamente, pero eso no significa que vaya a olvidar a Kushina así como así. Su recuerdo perdurará hasta el final de su vida y de la nuestra, tanto él como tú le hablarán de su abuela a nuestros hijos y su recuerdo pasará a sus hijos en un futuro.
Itachi no estaba seguro de si su esposo lo estaba escuchando realmente. No quería continuar presenciando el dolor de ambos por mantener su distancia como lo habían hecho hasta el momento. Sin embargo, ya había hecho varios intentos porque su alfa y su suegro vuelvan a tener la relación que tenían antes, pero entonces descubrió dos cosas:
Naruto era demasiado orgulloso como para querer dar marcha atrás a su palabra y Minato no era lo suficientemente obstinado como para intentar nuevamente que su hijo acepte su relación.
Porque Itachi había notado el cambio que había entre el omega y su tío. Minato había dejado de intentar acercarse a él cada vez que se hallaba en el castillo y parecía huir de toda actividad que se quiera realizar en familia.
>>Supongo que a pesar de no hablarse, Minato ha decidido hacerte caso y alejarse de tío Madara.—Naruto lo vio sorprendido.— ¿No has notado que ya no habla con él ni pasan tiempo juntos?—El duque negó con su cabeza, consiguiendo que su esposo suelte un sonoro suspiro.— Ha estado triste desde su discusión y se que no solo a él le duele, cariño. Realmente creo que tienes que hablar con él.—Sugirió.— Además, desde la ejecución de Danzo no ha estado del todo bien.
El duque se levantó al instante del lecho y salió de la habitación luego de plantar un beso a su esposo y agradecerle por sus consejos.
Podía dejar su orgullo a un lado por esta vez. Había hecho hasta lo imposible por recuperar a su esposo cuando Itachi se había ido luego de que quisieran entregarle a una omega que le pueda dar los herederos que esperaban. ¿Por qué no era capaz de hablar con su padre luego de una estúpida discusión?
Golpeó la puerta del cuarto y esperó pacientemente a que se abriera. No parecía haber señales de que su padre se hallara dentro y cuando estuvo a punto de dar un paso para buscarlo en el resto del castillo, Minato abrió.
Su respiración era agitada, sus manos temblaban y su rostro se encontraba perlado por el sudor.
Observó a su hijo sorprendido por unos segundos antes de suspirar para poder calmarse.
—¿Necesitas algo?
El duque presionó sus labios en una fina línea, debatiéndose entre pedirle hablar sobre él y el alfa que había ganado su corazón o preguntarle si se encontraba bien. Decidió comenzar por la segunda opción, teniendo en cuenta lo agitado que se encontraba.
—¿Qué sucede? ¿Te sientes mal?—Minato negó, presionando con fuerza la perilla de la puerta.
—No he podido descansar bien, no es nada.—Naruto buscó su mirada a la espera de que le de una explicación.— Desde la ejecución he tenido pesadillas.—Comentó.— Nada que no termine con el paso de los días. Sabes que ya me ha pasado luego de las batallas, no es nada.
Naruto no lo aceptaría. Había sufrido junto a su padre luego de que peleaba en alguna batalla hace años cuando los lugareños estaban en contra de las órdenes del nuevo rey, había visto como sus sonrisas desaparecían y presenció en más de una ocasión, como se despertaba gritando por las noches cuando él los acompañaba a dormir en la cama de sus padres.
Se arrepentía por no obligarlo a retirarse. Se arrepentía por no haberle pedido a Obito que lo retirara del lugar solo porque no le apetecía hablarle.
Minato abrió sus ojos sorprendido cuando sintió los brazos de su hijo rodear su cuerpo con fuerza. Naruto escondía su rostro en el cuello del mayor como cuando era niño y buscaba consuelo en aquel aroma a limón que tan bien conocía, viéndose obligado a inclinarse un poco por la diferencia de altura.
—Lo lamento.—Susurró.— Por todo.
Minato pudo sentir sus ojos humedecerse y con la poca movilidad que aún tenía, porque el duque había apresado sus brazos también, apenas pudo elevar sus manos para devolver el gesto.
—Ya, olvidemos todo lo que pasó.
El menor tomó la mano de su padre y lo dirigió hacia la cama, sentándose ambos en el borde y siendo uno de ellos quien se mantuvo callado esperando a que el contrario comience a hablar.
—Lo siento.—Repitió.— Por no haberte obligado a que vuelvas al castillo para evitar ver la ejecución y por haberte gritado como lo hice cuando me hablaste de Madara. En mi cabeza solo se repetía que olvidarías a mi madre luego de haberme dicho cuanto la amabas incontables veces.
—Cielo, yo nunca...
—La olvidarías, lo sé.—Interrumpió.— Al menos ahora lo tengo claro y ha tenido que ser Itachi quien me lo aclare. Lamento no haber hablado contigo antes ni escuchar tus sentimientos. Temía que el recuerdo de mi madre muriera cuando comiences una nueva relación y para que quede claro, no estoy negándome. Eres mi padre y quiero verte feliz, lamento no haber hecho algo más antes.—Naruto jugueteó con sus manos, algo nervioso por tener que enfrentar al mayor.— Se que has dejado de hablar con Madara y si el simple hecho de tener que mantenerme alejado de mi esposo me duele, sin importar la marca, no quiero imaginar como te sientes tú.
>>Porque estás igual de enamorado que yo, con o sin lazo, el sentimiento es el mismo. Lamento haberte hecho pasar por todo eso y no haber sido capaz de darme cuenta antes.—Una sonrisa apareció en sus labios cuando elevó su mirada encontrándose con las lágrimas de su padre descendiendo por su pálida piel. Las limpió con cuidado y carraspeó para no quebrarse también frente a él.— Acepto el sentimiento que tengas por Madara y si es él quien te hace feliz, entonces lo acepto en la familia como tu pareja también.—Minato lo abrazó con fuerza, mientras le agradecía múltiples veces por sus palabras.— Ahora, quiero a mi padre de vuelta. Ese que me regaña por lo que hago mal y me acompaña en la oficina cuando tengo documentos que revisar.—Habló acariciando con cariño el cabello de su padre.— Y aprovechando que nos hemos reconciliado, me voy a quedar contigo para que puedas descansar.
Minato parpadeó descolocado por las últimas palabras. Ciertamente el tiempo en que podría tomar su siesta ya había pasado, pero sabía que su hijo no haría caso cuando él refutara por ello. Naruto se puso de pie y caminó hacia el lado de la cama que aún se encontraba perfectamente acomodado. Palmeó justo a su lado indicándole a su padre que se recostara con él y Minato se dirigió al lugar sin comentar nada.
Naruto apenas había notado las ojeras debajo de sus ojos. Su padre no había dormido bien y ya estaba seguro de que habían sido por las pesadillas que tenía desde la ejecución, hacía tres días atrás.
Apenas se había percatado de ello y eso era algo que no se iba a perdonar.
La puerta fue golpeada con suavidad en el momento justo en que Minato comenzaba a cubrirse con las finas mantas de su lecho.
—Adelante.—Anunció el duque.
Una sonrisa apareció en su rostro cuando notó el cabello negro y despeinado de aquel pequeño que veía como a su hijo. Sus ojos apenas se mantenían abierto por el sueño y un bostezo escapó de su boca mientras se adentraba al cuarto.
—Ita se fue con Kakashi.—Anunció el infante.— Y no quería quedarme solo en la habitación.
Minato quitó las mantas nuevamente y golpeó el lugar entre él y su hijo para indicarle al niño que podía dormir allí.
Sasuke sonrió. Una sonrisa cansada que demostraba que no había logrado descansar lo suficiente y se aproximó a paso rápido hacia la cama, subiendo por el borde contrario a la cabecera y adentrándose entre las mantas para ser nuevamente cubierto por la calidez.
>>¿Dormirás también?—Le preguntó a Naruto mientras se aproximaba un poco más contra Minato.
El duque solo sonrió antes de negar.
—No esta vez.—Respondió.— Protegeré sus sueños.
Sasuke asintió, completamente seguro y confiado de que el alfa así lo haría. Cerró sus ojos y permitió que la calidez de las mantas junto a los brazos de Minato que ahora rodeaban su cuerpo, le permitieran descansar un poco más.
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La tranquilidad invadió el castillo tal como el tiempo lo hacía. Los días que pasaban en familia eran tan importantes para el duque como su propio trabajo, y siguiendo las indicaciones de la doctora que llevaba el embarazo de Itachi, pasaba todo el tiempo posible a su lado.
El vientre de su esposo había crecido conforme el tiempo avanzaba. Naruto había sentido los movimientos de su hijo cada vez que una de sus manos se posaba sobre el cuerpo del contrario y le encantaba la sensación que experimentaba cuando las suaves patadas iban a dar directo contra sus manos.
La sonrisa del duque no desaparecía de su rostro, creciendo mucho más cuando encontraba a su pequeño cuñado hablándole al vientre de su hermano de vez en cuando, comentándole lo emocionado que estaba por su llegada.
La situación con su padre se había calmado luego de haber hablado con calma y finalmente, aceptó la relación en la que Minato y Madara estarían. Tal como lo hicieron Itachi y Sasuke con respecto a la situación de su padre.
¿Había sido difícil para el niño? Naruto hubiera deseado poder decir que no, pero sabían que el infante merecía una explicación y quedaba en él si aceptaba o no esa nueva relación. Sasuke se sentía algo confundido y nadie podía culparlo. Saber que Fugaku se había enamorado del hermano menor de su madre, su propio tío, y siendo que ambos eran alfas no era una situación que ocurriera a menudo.
Sin embargo, su hermano mayor estuvo junto al pequeño en todo momento, consiguiendo que comprendiera un poco más de todo lo que estaba ocurriendo.
Para Sasuke era realmente extraño. No por que ambos fueran alfas, sino porque había visto miles de veces la interacción entre ambos y nunca podría decir que vio o siquiera notó, alguna mirada entre los adultos. Tampoco era como si pusiera mucha atención a su alrededor cuando su cabeza estaba inundada de la felicidad de tener un nuevo hermano.
No obstante, apenas ahora era consciente de la manera en la que se trataban, como se hablaban y las sonrisas que se dedicaban. Algo que le hubiera gustado que ocurriera con su propia madre, estaba sucediendo con su tío y él no podía negar que le agradaba y le preocupaba en partes iguales.
Le preocupaba porque no había vuelto a ver a Mikoto y no estaba seguro de que tan lastimada podría estar al conocer el final de su relación.
Le agradaba porque Izuna siempre había estado para el par de hermanos al igual que su tío Madara. Ambos habían hecho todo lo posible para encontrarlos y lo que menos deseaba era que la sonrisa del menor de sus tíos desapareciera de su rostro.
Izuna siempre supo como tratar con ambos. Siempre había sido un hombre amable, tranquilo y simpático que había apoyado a su padre al saber del casamiento de Itachi y al descubrir que su propia madre lo había llevado hacia el palacio del antiguo conde.
—¿Sucede algo?—Sasuke parpadeó un par de veces antes de detener sus manos. Su tío lo miraba de reojo y había notado como Fugaku había elevado su mirada para verlo.
El ambiente se mantuvo en silencio por unos minutos, siendo interrumpido por el suave choque entre las hojas al ser movidas por la brisa.
Sus manos se alejaron suavemente del cabello de Izuna, al que había estado trenzando como lo hacía con su hermano mayor y al instante, sus brazos envolvieron el cuello de su tío en un apretado abrazo.
Sasuke nunca lo dijo, pero le preocupaba que Izuna se alejara de ellos ahora que había conocido lo que era estar en una relación con su padre. Y no es porque creyera que el problema era Fugaku, sino que no quería que se repitiera lo que había ocurrido con Mikoto desde el primer momento.
No quería que su personalidad cambie, mucho menos que lo obliguen a desposar a alguien tal como su progenitora lo hizo con su hermano mayor y pensaba hacerlo con él en un futuro. No quería que lo tratara de la misma forma en la que Itachi fue tratado por la dama cuando se había negado a hacer lo que quería.
—¿Amas a mi papá?
La pregunta descolocó a ambos alfas e Izuna pudo sentir como su rostro comenzaba a tomar color cuando la oscura mirada de Fugaku se posó en su persona.
—Si, lo hago.—Respondió en voz baja apretando el cuerpo del menor contra el suyo.
Sasuke asintió y se quedó en silencio un momento más.
No, Izuna no era como Mikoto.
A Izuna le gustaba pasar el tiempo con él, le gustaba acompañarlo en sus juegos, incluso cuando se encontraba con su padre y compartir con él las horas del té a las que se había acostumbrado por Minato.
Izuna le leía sus cuentos en la noche cuando se quedaba con el par de alfas en la casa de sus tíos y su hermano no estaba presente para leerle. Su tío le demostraba cuanto lo quería con abrazos casi asfixiantes, ayudándolo con sus baños donde se dedicaba a tallar su cabello como lo hacía Itachi cuando aún vivían juntos y contándole historias mientras el niño jugaba con las burbujas que se creaban en la tina. Muy diferente a su madre que solía enjabonar su oscura cabellera con rapidez y fuerza.
A Izuna le gustaba besar y apretar sus mejillas porque decía que eran adorables, le gustaba regalarle dulces aún cuando su padre decía que no era la oportunidad de comerlos, aunque luego desistía. Izuna había demostrado cuán importante eran ambos chicos para él, incluso cuando aún no era la pareja de Fugaku.
Por esas razones no quería perderlo. Sasuke no quería que su tío se convirtiera en Mikoto y aunque su hermano le había repetido hasta el cansancio que Izuna no sustituiría ni tomaría la personalidad de su progenitora, al niño aún le costaba aceptarlo.
Porque Sasuke no podía borrar de su memoria las miradas que su madre le dedicaba cuando se encontraba encerrado en el palacio. Aquella mirada de desprecio y asco que le hacían sentir la inseguridad que se suponía, no debía experimentar al encontrarse con aquella mujer que le dio la vida.
—Yo... Te quiero mucho.—Su voz salió en un suave y quebrado susurro. Su cuerpo apenas tembló cuando su tío reaccionó al instante y lo posicionó sobre sus piernas para poder sostenerlo con mayor comodidad.
—Y yo a ti, mi cielo.—Respondió Izuna.— ¿Pero por qué lloras? Esas lindas palabras no las tienes que decir mientras dejas que las lágrimas mojen tus mejillas.—Habló con suavidad, limpiando aquel líquido cristalino que escapaban de los ojos oscuros de su sobrino.— Te amo, mi niño.—Susurró manteniendo su vista fija en el infante para que note la verdad en sus palabras.— Te amamos.
Sasuke sintió un suave beso en su cabeza, encontrándose con la mirada preocupada de su padre.
No, Izuna no era como Mikoto y si llegaba a tomar su personalidad, ahora se encontraba su padre con ellos para obligarlo a mantener la distancia.
Cada vez más convencido, Sasuke intentaba recordar un momento en el que su madre le haya dicho siquiera que era importante para ella. No recuerda un abrazo, no recuerda que secara sus lágrimas cuando lloraba al lastimarse, no recuerda que Mikoto haya curado sus heridas o lo acompañe en sus sueños cuando tenía una pesadilla. Ante esas situaciones siempre estuvo acompañado y siempre fue su hermano o su padre quienes estuvieron con él.
Izuna prometía ser mucho mejor de lo que fue su progenitora y le rezaba a los dioses porque eso continuara tal y como estaba.
—Tu hermano necesita tomar un poco de aire.—La voz de su padre lo trajo de vuelta a la realidad.— ¿Por qué no vas por él? Puedes aprovechar y sacar al duque de su oficina también. Les gustará pasar la tarde aquí.
Sasuke sonrió a la vez que limpiaba sus lágrimas y con ayuda de Izuna, se puso de pie para salir corriendo en dirección al castillo.
—¿Crees que todo esto lo esté afectando?—Preguntó el menor con semblante preocupado.
—De hecho, creo que ya lo aceptó completamente.—Contestó Fugaku sentándose a su lado.— Ha pasado demasiado con Mikoto y eso si lo ha afectado. Se ha negado a saber de ella y supongo que todo esto solo puede causar más inseguridad en él.—El mayor rodeó con sus brazos a Izuna antes de depositar un suave beso en su mejilla.— Aún así, estoy seguro de que comprende que no eres como ella y no lo lastimarías de ninguna forma.
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Naruto no podía decir que había disfrutado de sus noches con su pareja.
Claro que en un inicio todo era maravilloso. La emoción por saber que el joven que amaba con todo su corazón lo convertiría pronto en padre, anestesiaba cualquier otro sentimiento negativo que pudiera experimentar durante todo ese periodo.
Solía pasar su tiempo libre junto a Itachi, hablando sobre posibles nombres que su primogénito pudiera tener y preguntándose a quien de los dos se parecería.
Había estado presente acompañando a su pareja, sobre todo en los momentos en que se presentaban las náuseas. Se había sentido impotente por no saber de que manera tranquilizarlo y a pesar de que soltaba sus feromonas queriendo calmar su malestar, parecía no servir de mucho cuando su esposo se encontraba con la cabeza casi metida dentro de la cubeta.
Naruto sabía que un embarazo no era algo simple y no porque su esposo haya sido diagnosticado como tal, sino porque él mismo pensaba en que no debía ser tan sencillo el hecho de llevar a una pequeña criatura que crecía dentro de su propio cuerpo. Su omega se lo demostró con el cansancio que siempre parecía invadirlo.
Itachi solía esforzarse por mantenerse de pie aún cuando su vientre no estaba tan abultado. Sin embargo, el cansancio comenzaba a presentarse en él diariamente. Un síntoma común en un embarazo, de acuerdo a su doctora.
Si era sincero consigo mismo, el periodo que menos disfrutó fue el de los antojos.
Su esposo lo despertaba a altas horas de la noche para anunciarle que se sentía hambriento y a pesar de querer quedarse en su cama sintiendo el calor del cuerpo de su omega, Naruto no se veía capaz de negarse cuando Itachi lo miraba con los ojos brillantes mientras acariciaba su vientre con suavidad.
El azabache solía pedirle cualquier tipo de comida y en más de una ocasión, había terminado devolviendo todo lo que tenía en su estómago antes de siquiera probar un bocado. Aquello hacía que Naruto simplemente se frustrara y el cansancio comenzara a pasarle factura.
Porque Itachi no le pedía que le avise a una de las cocineras, sino que prefería la comida de su alfa. Mismo alfa que a pesar de sentirse molesto por tener que dejar su lecho, no se negaba a consentir a su esposo en aquellos momentos.
Por otro lado, su periodo favorito del embarazo, había sido el apetito sexual que parecía haber aumentado en el menor. Naruto nunca se negó a los pedidos de su omega cuando era casi arrastrado a la cama por el azabache.
El duque se dejaba hacer gustoso, sintiendo los suaves roces de las manos contrarias recorrer su torso. Esperaba deseoso cada noche para oír los gemidos del chico justo en su oreja, sentir sus dedos clavados en sus hombros para poder aferrarse de algo mientras sus propias manos lo sostenían de sus caderas consiguiendo que Itachi hiciera los movimientos que él deseaba.
Su vientre había crecido considerablemente y aún así, no fue un impedimento para que él pudiera demostrarle a su esposo cuanto lo amaba mediante acciones. Acciones que terminaban en palabras cursis, suaves caricias y besos cargados de amor luego de haber dejado la lujuria de lado.
Ahora, mientras oía los gritos de su marido detrás de la puerta de su cuarto, aunque sea deseaba volver a la noche de los antojos de su esposo. Prefería tener que levantarse en mitad de la noche para cocinarle esas extrañas mezclas de alimentos que tanto quería el azabache, antes de tener que escuchar sus dolorosos gritos a través de las gruesas puertas.
Su llanto. Su voz pidiendo por él. Los gritos desgarradores.
No soportaba más la situación. Su hijo estaba a punto de nacer y ni siquiera podía estar presente en un momento tan importante.
Había visto como la doctora quitó algunas prendas de ropa de su armario, entregándoselas a Itachi antes de que la anciana lo sacara casi a empujones de su propio cuarto. A la señora no le importó que Naruto le enseñara sus colmillos, mucho menos que el rubio gruñera en amenaza justo en su rostro. La fémina estaba lo suficientemente acostumbrada a los alfas en aquellas situaciones y a pesar de conocer sus reacciones, sabía que debía ir con cuidado, porque si sienten que sus compañeros se encuentran en peligro, nada les importará más que protegerlos.
Un nuevo grito se escuchó del otro lado de las paredes y Naruto se puso de pie en un salto con los nervios a flor de piel.
—Naruto...
La voz de su padre llegó a sus oídos y ni aún así fue capaz de controlar sus instintos. Su omega lo necesitaba a su lado, sosteniendo su mano cuando sus dolores se presentaban y sintiendo sus feromonas para poder tranquilizarlo.
No comprendía del todo el porqué lo habían sacado del lugar. La anciana que iba a hacerse cargo del parto no le dio explicaciones y simplemente le cerró la puerta en su rostro antes de que él pudiera refutar su decisión.
—Necesitas calmarte.—Madara habló en su oído y apenas se dio cuenta de que sus brazos eran retenidos con fuerza.
—Te ordeno que me sueltes.—Su voz salió en un siseo peligroso al presionar sus dientes entre si con fuerza luego de escuchar un nuevo grito.
—No si tu intención es tirar esa maldita puerta abajo.
Por supuesto que esa era su intención. Suficiente tiempo se había quedado sentado fuera del cuarto mientras escuchaba una y otra vez los pedidos de su esposo. Pedidos que repetían su nombre una y otra y otra vez.
—Cariño.—Minato se posicionó frente a él y lo tomó de sus mejillas para conseguir su atención.— Se que duele. Se que te desespera no poder estar junto a él en este momento, pero es esta la razón por la cual no te permitieron quedarte.—Habló con calma.— Sientes el dolor de Itachi, sientes su miedo y temes que algo malo ocurra. Si hubieras estado dentro del cuarto, no hubieras permitido que nuestra doctora hiciera su trabajo.—Explicó.— Hubieras arremetido contra ella en el primer momento en que toque a Itachi. Tu ropa tiene tu aroma y eso lo ayuda aunque no lo parezca, pero necesitas mantener la calma para no alterarlo más a él.
Naruto suspiró con fuerza, cerrando sus ojos cuando un nuevo grito se escuchó del otro lado. No podía calmarlo, no podía estar a su lado, no podía apoyarlo o rodearlo con sus feromonas cuando quisiera. Se sentía frustrado e impotente por no poder apoyar de otra manera a su pareja, viéndose obligado a esperar fuera de la habitación como si solo fuera un familiar más y no el padre del pequeño que nacería.
Un llanto fuerte y algo agudo, se escuchó desde el interior de su recámara. Abrió sus ojos con sorpresa y la sonrisa comenzaba a aparecer poco a poco en su rostro.
No podía mover su cuerpo aún cuando su padre lo había abrazado. Sintió en sus hombros que Fugaku e Izuna habían palmeado la zona para felicitarlo y Madara finalmente, revolvió sus rubios cabellos dejándolo completamente libre.
La anciana salió del cuarto secando sus manos húmedas y miró al joven duque con una suave sonrisa.
—Puede pasar, Alteza.—Habló con calma.— Su pequeño tiene buenos pulmones.—Rio.
Naruto asintió con emoción y con lo que parecía ser un esfuerzo sobrehumano, dio el primer paso hacia la puerta.
Sus ojos azules se llenaron de lágrimas que bajaron rápidamente por sus mejillas, recorriendo el camino hasta perderse en su mentón.
Itachi lucía demasiado débil. Su rostro estaba sudoroso y los mechones de cabello suelto, se pegaban a su piel, permaneciendo húmedos por lo mismo. Respiraba con agitación y sus ojos parecían hacer toda la fuerza posible por no cerrarse mientras observaba el pequeño bulto de tela que tenía entre sus brazos.
El duque se aproximó a ellos con pasos calmos, sin atreverse a siquiera hablar al saber que su voz se rompería por la emoción.
—Se parece a ti.—Susurró el omega con una pequeña sonrisa y elevó a penas sus brazos para que su alfa lo cargara.
Naruto lo tomó con extremo cuidado, sintiéndose torpe de repente al no saber como sostener al diminuto bebé que ahora dormía tranquilo, como si no hubiera estado gritando hacía poco tiempo.
No estaba del todo seguro que se pareciera a él. No sabría decir de quien había heredado sus rasgos, pero por el momento, todo parecía indicar que eran de Itachi.
Apenas tenía cabello, pero era completamente negro y ni siquiera podía ver el color de sus ojos.
Una sonrisa apareció en su rostro y con suavidad, delineó los labios de su hijo. Su boca perfectamente delineada, el arco de cupido bien marcado y los labios tenían el mismo grosor que los de su omega.
—Por ahora solo considero que se parece a ti.—Susurró emocionado. Nada le generaba mayor emoción que tener un segundo pequeño que se pareciera a su esposo, considerando que Sasuke ya tenía sus facciones por demás desarrolladas siendo un infante.
La doctora ingresó poco después, pidiendo amablemente por el recién nacido y a pesar de que el duque no quisiera alejarlo, se lo entregó para que lo limpiara.
>>Agradezco a la vida y a todos los dioses existentes por ponerte en mi camino.—Susurró tomando una de las manos de su esposo.— Me diste una familia, aún antes de Ren.—Murmuró soltando sus lágrimas una vez más.— Fuiste un omega valiente por ambos, me entregaste tu amor y cariño, estuviste a mi lado en cada paso que hemos avanzado desde que nos conocimos y estoy eternamente agradecido.—Itachi acarició la mejilla de su alfa con suavidad y Naruto se vio en la obligación de carraspear al sentir que su voz se quebraba.— Mi corazón, mi vida entera te pertenece. Sin darme cuenta me he arrodillado ante ti, cayendo completamente rendido por tu belleza, por tus sentimientos. Te dedico todo de mi, mi amor, mi cariño, mi felicidad, mi gratitud por todo lo que has traído a mi vida desde el primer momento y cada una de esas emociones, siempre han sido creadas por y para ti.
Itachi sonrió con cansancio, soltando un suspiro de satisfacción cuando su amado besó sus labios en un suave toque.
—Te amo, Naruto.—Susurró con sus ojos entrecerrados.
—Y yo te amo a ti, cariño.—Contestó de igual forma.— Debes descansar, estaré aquí cuando despiertes.
Itachi cerró sus ojos, cayendo completamente rendido por el cansancio y Naruto solo se dedicó a observarlo a la espera de que la anciana volviera con su primogénito.
Acarició su cabello con suavidad, sus pulgares recorrieron sus mejillas y sus labios se pegaron a la frente de su esposo. Lo amaba y eso era algo que no pensaba negar, porque se había convertido en la razón de su vivir, en su sostén y en la luz que alumbraría su camino hasta el final de sus días.
—Eres lo mejor que me ha pasado.—Susurró.— Te amaré en esta vida y en la siguiente.
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—Necesito tu ayuda.—La voz de su esposo pareció hacer eco dentro de la silenciosa oficina.— Ha vuelto a escapar.
Naruto se levantó de su asiento restregando sus ojos. Había pasado prácticamente todo el día creando y releyendo los documentos para el evento que se llevaría a cabo para la venta del ganado. Se sentía agotado y su espalda dolía por encontrarse sentado durante horas, pero aquello no fue un impedimento para acercarse a su omega con la intención de cumplir su pedido.
—No es la primera vez que lo hace.—Comentó el duque luego de soltar un suspiro cansino.— Hubiera preferido que sea igual de aplicado que tú.
Itachi sonrió tomando su mano. Si era sincero, él hubiera preferido lo mismo. Bien sabía que Kakashi no estaría contento con el hecho de que su alumno haya tomado la costumbre de huir de sus clases, pero tampoco podía decir que le fastidiaba la situación.
Aún sabiendo que el infante necesitaba instruirse para tomar el lugar de Naruto en un futuro, no se atrevía a revelar que poco le molestaba cuando tenía el conocimiento de que su esposo había sido igual que su hijo en cuanto a sus estudios.
—Se parece a mi, pero tiene tu personalidad.—Comentó el azabache.
Naruto sonrió con diversión antes de pasar sus brazos por la cintura de su esposo y atraerlo hacia a él para besar sus labios.
Lo sabía. Si lo pensaba detenidamente, parecía ser un pequeño demasiado engañoso.
Físicamente, Ren era igual a su omega. Sus ojos y cabellos eran de un profundo color negro, su piel tan pálida como la de Itachi y debajo de sus ojos, se habían comenzado a notar las mismas marcas que su marido tenía. Incluso, el pequeño llevaba su cabello largo y atado en una coleta baja con el omega utilizaba
Sin embargo, aunque muchos pudieran pensar que el niño al ser tan idéntico a Itachi pudiera ser igual de tranquilo, había sido todo lo contrario.
Porque Ren había heredado su personalidad. Le encantaba deambular por los largos pasillos del castillo, corriendo de un lado al otro para divertirse en su soledad.
Amaba poder entrenar con Obito o su hijo, compartir las tardes de té con Minato y Sasuke o simplemente, acompañar a Shisui en sus labores como guardia. Sin contar, el hecho de que odiaba tener que permanecer quieto en un solo lugar para instruirse en sus labores futuros.
—Y me disculpo por eso.—Bromeó el mayor.
Naruto sabía donde podría encontrarse. Al niño le gustaba permanecer al aire libre, rodearse de los animales que se encontraban en el castillo y si podía ensuciarse era lo mejor.
—¡Uzumaki Ren!—El grito pareció paralizar al niño quien se encontraba de espaldas al duque.
Naruto no se había equivocado. El pequeño se encontraba practicando junto a Shisui con una espada de madera cada quien.
Su vestimenta, lo que antes solía ser una pulcra camisa blanca junto a unos pantalones azules, tal como usaba su padre, ahora estaban cubiertos de tierra y algunas zonas se encontraban rasgadas por las caídas que había tenido.
Shisui intentaba reprimir una sonrisa cuando vio los ojos negros del niño abrirse más de lo normal. Conocía perfectamente del respeto que aquel pequeño le tenía a su padre y aunque en un inicio hubiera jurado que podía notarse cierto miedo, pronto descubrió que no era más que respeto y admiración.
Para el guardia, era gracioso ver la manera en la que tanto padre como hijo se comportaban. Porque Naruto se mostraba demasiado imponente cuando hablaba con el infante, mientras Ren intentaba demostrarse lo más obediente posible. Sin embargo, aquello cambiaba cuando el pequeño de cabellos oscuros le dedicaba una mirada que hacía ablandar la postura del alfa.
>>¿Puedo saber por qué no estás en tus clases?—Su voz salió más grave de lo que se hubiera propuesto.— Sabes cuales son tus obligaciones y no quiero una queja de Kakashi con respecto a ti.
Ren ni siquiera volteó a verlo y le dedicó una clara mirada de auxilio a quien había estado entrenando con él.
Shisui soltó un suspiro que fue acompañado por una sonrisa. Si el duque llegaba a regañarlo por ponerse del lado del niño, no le iba a importar tener que culparlo por su excusa. Después de todo, no se creía lo suficientemente maduro como para tomar toda la responsabilidad. Al menos, no cuando se trataba de enfrentar a su soberano.
Aún así, decidió saltar en su ayuda.
—Lo siento, Alteza.—Habló el mayor.— Me pidió practicar un momento y el tiempo se pasó demasiado rápido.—Mintió.
Naruto entrecerró sus ojos en dirección a su joven guardia y al instante, volteó a mirar a su omega. Itachi presionaba sus labios mientras una sonrisa parecía hinchar sus mejillas.
El duque sabía que debía estar acostumbrado a la situación. Después de todo, no era la primera vez que Shisui intervenía para ayudar a su unigénito.
—Necesita la instrucción y él lo sabe.—Respondió con seriedad.— Tendrá tiempo de estar afuera después, ahora quiero que vaya con Kakashi.
El menor se dio la vuelta por fin, mostrándole a su padre un marcado puchero que bien sabía, le funcionaría para que accediera a su petición.
—¿No puedo continuar mañana?—Sus ojos parecieron brillar con tristeza.— Tengo que practicar, papá. ¿Cómo se supone que defenderé a mi hermano? ¿Cómo protegeré a papi?—Dramatizó.— El abuelo Madara me ha dicho que él es quien protege al abuelo Minato, yo debo hacer lo mismo. Es el deber de un alfa.—Una de sus manos se apretó en un puño y se apoyó sobre su corazón como si estuviera haciendo un juramento.
Naruto bufó cansado, viéndose obligado a relajar su postura. No pensaba admitirlo, al menos no de momento, pero le enorgullecía la ferocidad con la que protegía sus deseos.
—¿Desde cuándo sabe manipularme?—Le preguntó a Itachi.— ¿Acaso eso es algo que aprendió de ti?
—Nunca en mi vida te he manipulado.—Respondió el omega con calma.— Pero te recuerdo que Sasuke lo ha hecho muchas veces.
Oh, eso lo tenía completamente presente aún. Aquel chiquillo solía tenerlo en la palma de su mano, consiguiendo de él todo lo que pedía. Tal como cuando le permitió quedarse con la camada de gatitos que había encontrado en los límites del bosque.
Los animales estaban dentro de una caja sin agua y sin comida. Sasuke los había tomado entre sus manos y poniendo el semblante más tierno que el duque haya visto en su vida, le pidió quedarse con ellos.
Itachi le había dicho que no era buena idea y aún así, Naruto no se vio capaz de negarse cuando Sasuke lo miraba con sus grandes ojos negros cargados de una profunda tristeza al oír las palabras de su hermano.
Naruto aceptó y se había arrepentido esa misma noche, porque había oído llorar a los pequeños animales durante varios días, solo quejándose aunque se encontraran con su estómago lleno y el niño simplemente, se dedicaba a cuidarlos durante el día, sin importarle que el soberano no consiguiera descansar correctamente por la preocupación de que los animales no consiguieran vivir un día más al ser tan pequeños.
—Si, creo que le prohibiré juntarse con Sasuke por un tiempo.—Habló con cansancio.
No era algo que fuera a hacer realmente. Sabía perfectamente el cariño que su hijo le tenía al hermano menor de su esposo y no solo conseguiría ponerse en contra a Ren, sino que Sasuke no le perdonaría su decisión.
—¡Hermano!—El grito de su hijo sobresaltó a los presentes y la pareja volteó para encontrarse con el omega que traía una caja grande entre sus manos.— Papá me está regañando, dile algo.—Pidió en cuanto se abrazó a la cintura del azabache.
Sasuke acarició el cabello del infante con dificultad sin soltar el caja y elevó la mirada hacia el único rubio frente a él. No pensaba meterse esta vez, porque estaba seguro de que su hermanito había hecho algo como para que el duque tuviera su ceño fruncido en signo de molestia.
Itachi sonreía con sus labios sellados y Shisui, a pocos pasos detrás de ambos, simplemente cubría su boca para no soltar una carcajada.
—Sea lo que sea que haya ocurrido, estoy seguro de que lo resolverán.—Habló el omega con simpleza.— Dejando eso de lado, tengo un regalo para ti.—Sasuke alejó a Ren de su cuerpo y se acuclilló frente al pequeño para dejar la caja en el suelo.— En unos días cumples tus once años y me pareció que necesitabas un amigo aquí.
Naruto giró su cabeza con brusquedad hacia su esposo, quien solo elevó sus hombros sin saber que era lo que su hermano menor planeaba.
Ren abrió la caja con cuidado y sus ojos se abrieron sorprendidos en cuanto vio el interior.
Un pequeño cachorro de pelaje abundante y negro lo miraba desde su altura. Sus nariz moviéndose con suavidad mientras olfateaba la mano que el menor había acercado para que lo reconozca y su cola moviéndose de un lado al otro con velocidad, feliz de poder tener un nuevo dueño.
El infante tomó al animal entre sus manos con cuidado y lo acercó a su rostro, sintiendo la lengua del cachorro acariciando su mejilla con insistencia. Volteó hacia sus padres y los observó a ambos con una enorme sonrisa.
>>Su nombre es Pena.—Continuó el omega.— Es una cachorrita muy cariñosa, así que tienes que cuidarla y mimarla mucho. La encontré cerca del castillo.
Naruto soltó un suspiro cansino antes de hablar.
—Debiste preguntar antes, Sasuke.—Habló el alfa.— No puedes continuar trayendo animales que te encuentres en todos lados.
Tanto Sasuke como Ren, apresaron sus labios entre sus dientes con algo de vergüenza y al instante, un semblante triste se instaló en sus facciones.
—¿No puedo quedármela entonces?—Preguntó el niño con un marcado puchero.
El omega se puso de pie y juntó sus manos como si estuviera rezando, acercándose lentamente a su cuñado.
—Por favor, Naruto, estaba sola y quien sabe hace cuanto tiempo estuvo allí.—Habló frente al duque.— Es muy cariñosa y no dará problemas, al menos, no más de los que un cachorro da. Lo ayudaré a cuidarla, pero permite que se la quede.—El soberano frunció el ceño.— Además, la temporada de frío está comenzando y a quienes iban a ser sus dueños, no pareció importarles eso, porque la dejaron allí tirada a su suerte.—Sasuke apenas pudo ver la sonrisa de Shisui que extendía sus labios.— No dejes que pase por eso de nuevo.
Naruto apretó sus manos en un puño y no pudo evitar gruñir. Sabía lo que intentaba hacer con él y no quería aceptar la petición, porque entonces, eso significaba que ambos conseguirían lo que querían con una simple mirada.
Sabía de la responsabilidad al tener una mascota. Conocía la felicidad que dichos animales les traían y la tristeza al finalizar sus vidas.
Quería que su pequeño pudiera tener un compañero como lo tuvo él, pero no quería que experimentara el perderlo, tal como él había perdido a Kurama hacía años atrás.
Porque aquel que fue su mejor amigo, había dejado el plano terrenal al cumplir su ciclo y misión en esta vida, dejando en su dueño un vacío que le dolería por siempre y los permanentes recuerdos felices que el can le había otorgado.
El rubio balbuceó por un momento y finalmente habló.
—Bien, que se quede, pero deja de enseñarle a mi hijo como manipularme.—Habló con molestia. Misma que pareció evaporarse de su sistema cuando Sasuke lo abrazó con cariño.
—Bien, ya está decidido entonces.—Sonrió el omega menor.— Ahora, vayamos a almorzar al lago. Tío Madara nos acompañará junto a Minato y papá vendrá con tío Izuna. Iré a preparar todo.
Naruto despeinó su cabello con frustración y abrazó a su esposo, recibiendo un beso en sus labios que le sacó una sonrisa.
—Se que te molesta que haga lo que hizo, pero siempre que los veo interactuar, no puedo evitar pensar en que es tu hijo también.—Sonrió.— Lo tratas de la misma manera en que tratas a Ren y eso me encanta.
El rubio le devolvió la sonrisa y tomó la mano de Itachi para depositar un beso en el dorso. Haciéndole ademanes con sus manos a Shisui, comenzó a caminar hacia el interior del castillo siendo seguido por su hijo, quien no soltaba a su nueva amiga.
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Naruto se sentía feliz y agradecido con la vida por las cosas buenas que le había otorgado.
Mirando ahora a su esposo, no pudo evitar pensar en lo afortunado que se sentía por haberlo conocido. Por haberse permitido la oportunidad de verlo cuando la madre del omega había ido a ofrecerlo para el matrimonio.
Nuevas personas habían llegado a su vida para alegrarlo. Su padre se mantenía a su lado como siempre, siendo igual de amable y cariñoso como cuando él era un pequeño niño que apenas comenzaba a conocer el mundo.
Madara se había encargado de traerle felicidad a su padre y a su esposo. Tanto él como Izuna habían buscado la manera de encontrarlos para poder permanecer en sus vidas, siendo un pilar más para Itachi y adentrándose poco a poco al corazón de Minato.
Observaba a Fugaku e Izuna jugar con Ren. Ambos mantenían una relación igual de cursi que la de él e Itachi, siendo un gran apoyo el uno para el otro y complementándose mejor que cualquier pareja de alfa y omega que hubiera conocido a lo largo de su vida.
Su mirada recorrió a los presentes hasta encontrarse con Sasuke, aquel a quien consideraba un hijo más.
El azabache se encontraba sonriendo entre los brazos de quien había sido su único y mejor amigo durante su infancia, mientras oía lo que sea que el contrario le dijera al oído.
No iba a negar lo mal que se sintió cuando Sasuke le dijo que se encontraba en pareja con Shisui cuando el alfa apenas había cumplido dieciocho años. Conocía al chico desde que era un recién nacido y sabía lo importante que el omega era para él. Sin embargo, el hecho de sentir que le arrebataban a quien él consideraba su hijo mayor, lo había lastimado demasiado.
Porque para él, Sasuke seguía siendo el mismo pequeño omega de tan solo siete años que había conocido en el hogar Uchiha y con quien se había encariñado casi al instante, sintiendo la necesidad de protegerlo de todo el mal que se hallaba en el mundo, tal como le ocurría con Ren.
Ahora, solo quedaba esperar a que la pareja diera el si en el altar, lo cual sabía que no faltaría mucho. Teniendo siempre presente el hermoso anillo de compromiso que adornaba el dedo anular del omega.
La carcajada de Ren lo trajo de vuelta a la realidad y volteó a verlo con una sonrisa. El niño rodaba sobre el césped mientras que Pena mordisqueaba sus manos cada vez que las encontraba a su alcance.
Aquel pequeño alfa ocuparía su lugar en el trono y se encargaría de su ducado trayendo orgullo a su apellido, tal como había ocurrido desde hacía generaciones.
No permitiría que su sonrisa sea borrada de su rostro mientras él estuviera con vida y eso era algo que pensaba con respecto a sus dos hijos.
Los amaba a ambos por igual y lo que menos deseaba, era que el brillo de felicidad que se mostraba en sus ojos negros, se apagara.
Ni él ni Itachi y mucho menos Fugaku, permitieron que Sasuke viera a su madre antes de que muriera. No era algo que quisieran prohibirle, aún cuando el menor de los hermanos nunca haya tenido deseos de hablar con ella, pero al duque le había llegado la carta que Mikoto había escrito para su hijo menor y a pesar de que no quería que Itachi la leyera, el omega lo hizo.
Allí, descubrió los verdaderos sentimientos de su madre. La razón del cambio en su comportamiento y la idea enfermiza que tenía en cuanto a su plan de dejar a Sasuke en manos de Danzo.
Itachi había llorado durante días luego de descubrir que la persona que debía amarlo incondicionalmente, simplemente lo odiaba y ninguno había querido que Sasuke lo supiera, porque la idea de Mikoto era contarle toda la realidad a aquel que aún en ese momento, era un niño.
La mujer había muerto por una enfermedad que, a pesar de haber enviado a los médicos a revisarla, no pudieron hacer nada por ella. Su vida acabó en el interior de un frío y oscuro calabozo, como si ese hubiera sido el castigo que la vida le había otorgado por sus acciones.
—¿Todo en orden?—Preguntó Itachi.— Te veo algo distraído.
—Solo pensaba en todo lo que pasamos para poder estar donde estamos.—Respondió el mayor con calma, acariciando con su pulga la marca perfectamente cicatrizada que se encontraba en el cuello de su esposo.— Te amo como no tienes una idea.—Susurró con una sonrisa.
Itachi le devolvió el gesto antes de besarlo con tranquilidad.
—Y yo te amo a ti, cielo.—Respondió de igual forma.— Gracias por todo el amor, cariño y felicidad que me has traído a la vida.
Naruto se acomodó sentándose detrás de él. Sus brazos envolvieron con algo de fuerza la cintura de su esposo y su mentón se apoyó en uno de sus hombros mirando el panorama frente a él.
Si, definitivamente le agradecía a la vida por haberle otorgado una historia de amor maravillosa, por haberle enviado dos hijos increíbles y personas nuevas que habían agrandado a su familia.
FIN.
Este es el fin de esta historia. Espero que les haya gustado y como siempre, agradezco cada voto y comentario que me otorgan como apoyo.
Gracias por acompañarme en el transcurso de este escrito.
¡MUCHAS GRACIAS POR LEER!
Chapter 45: Extra: Shisui y Sasuke
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Shisui nunca había sido bueno para hacer amigos, mucho menos para mantenerlos. Acostumbraba a jugar con los sirvientes del castillo, con los soldados que protegían el hogar del duque e incluso, con sus propios padres cuando alguno de los dos se encontraba con tiempo libre.
Naruto también solía invitarlo para que lo acompañe en sus paseos junto a Kurama, más que nada, porque el duque observaba la soledad que acompañaba a aquel infante de cabello negro.
A su corta, no podía comprender cual era el problema en él. Había intentado ingresar en el grupo de niños que solían juntarse a jugar entre ellos en los alrededores del castillo.
Sin embargo, siempre terminaba de la misma manera. Aquellos chiquillos le hablaban mal y en más de una ocasión, fueron crueles al decirle que no lo querían junto a ellos.
Shisui era un pequeño alfa de brillante sonrisa, parlanchín y amable con todas las personas, mostrando así la educación que había recibido de sus progenitores.
Se entretenía con cualquier cosa que llamara su atención e intentaba no ser una molestia para los compañeros de sus padres, sobre todo con los soldados. Aquellos guardias siempre se mostraron amables con él, acompañándolo en sus juegos cuando se encontraba aburrido y en muchas ocasiones, invitándolo a practicar para que pudiera ser igual a su padre cuando sea un adulto.
Aquel era su sueño. Veía la valentía con la que Obito practicaba, oía las batallas que había enfrentado para proteger a su duque y eso solo aumentaba su admiración.
Aún así, sintiéndose acompañado por los demás, no podía evitar sentirse mal al recordar que no tenía un solo niño de su edad que deseara jugar con él. No quería que aquella situación se convirtiera en algo importante para él, pero teniendo en cuenta que era un infante de tan solo ocho años, la ilusión por encontrar a un compañero con el cual pasar su tiempo, se presentaba de vez en cuando.
Fue por esa razón que dejó el temor al rechazo de lado cuando su duque le informó que había un pequeño omega con el cual podría jugar.
No le importaba la casta del niño mientras no recibiera una mala mirada de su parte. Una mirada que le indicara que no era aceptado por el desconocido.
Sasuke era un omega de cabello negro y despeinado, ojos del mismo color y piel pálida con sus mejillas suavemente sonrojadas. El pequeño era el hermano menor de quien a partir de ese momento, gobernaría junto a su soberano.
Se había presentado con él mostrándole una sonrisa nerviosa mientras que sus manos se apretaban entre si con fuerza.
Sus ojos negros se encontraban rojos y brillantes, y aún cuando la curiosidad por saber que había ocurrido se presentó en su cabeza, lo dejó de lado cuando tomó su mano para acercarlo a la mesa con los dulces que la cocinera del castillo había preparado.
Aún cuando su atención se perdía en cosas sin importancia, supo leer el ambiente a la perfección. El final de la ceremonia de bodas entre Naruto y su esposo, parecía no haber terminado en la felicidad de la que sus padres le habían hablado, donde todos abrazaban y felicitaban a los recién casados por su unión.
En cambio, sus padres, la reciente pareja y Minato, se encontraban hablando con seriedad y había alcanzado a ver el ceño fruncido del duque más de una vez.
No tenía idea de que era lo que había sucedido, pero era un hecho que eso era lo que había hecho llorar al pequeño niño que ahora comía la barra de chocolate a su lado en completo silencio, mientras que sus ojos viajaban de un lugar al otro mirando con detenimiento la fiesta.
—¿Jugamos?
Su voz lo sobresaltó. No hubiera esperado que Sasuke sea quien comience una plática o siquiera, quien lo invite a jugar, pero allí estaba. Aceptó con una enorme sonrisa y extendió una servilleta hacia su acompañante para que limpiara los restos de chocolate que había embarrado en sus mejillas.
La tarde había pasado tranquila y Shisui podría jurar que nunca se había divertido tanto como con ese niño. Habían jugado con los animales del castillo, cepillaron a los caballos con ayuda de uno de los guardias, quien los alzaba en brazos para poder llegar a los lugares que antes no alcanzaban y corretearon junto a Kurama por las orillas del lago bajo la mirada protectora de los compañeros de Obito.
En cuanto la noche llegó, sus cuerpos se encontraban cansados y se había visto en la obligación de separarse de su nuevo amigo cuando el duque le pidió a Sasuke acompañarlo a conocer el castillo.
Aún así, se sentía feliz. Sasuke había sido el primero, por no decir el único, que había elegido jugar con él sin dedicarle miradas molestas o palabras cargadas de desprecio del que él nunca comprendió la razón.
Había hecho un nuevo amigo al que había acompañado a su hogar junto con sus padres a la mañana siguiente, donde habían prometido volver a verse para jugar en cuanto tuviera la oportunidad de volver al castillo.
Su vida había cambiado desde entonces. Solía ver a menudo al pequeño con quien compartía sus momentos libres, jugando con él o simplemente, acompañándolo de un lado al otro cuando no tenían nada más que hacer.
Le gustaba poder unirse al par de hermanos para que Itachi les leyera una de las tantas historias que tanto le gustaban a Sasuke o enseñarle a su amigo todo lo nuevo que había aprendido de su padre Kakashi cuando el adulto le daba clases.
Amaba meterse en el lago junto a su amigo, nadando entre las frías aguas para encontrar las piedras coloridas que al omega tanto le gustaban, pero que no alcanzaba a tomar por el temblor de su cuerpo.
En ese entonces, sus brazos lo rodeaban con fuerza mientras oía el sonido que los dientes del menor provocaban al chocar entre si cuando los escalofríos azotaban su pequeño cuerpo, mientras que admiraban las piedritas que el alfa le había conseguido antes de verse cubiertos por una gruesa piel que Itachi había colocado sobre ambos. Nunca se había percatado de como su aroma había rodeado a Sasuke hasta que Obito se lo había comentado al volver al castillo.
Su olfato no estaba lo suficientemente desarrollado y de hecho, apenas podía sentir algún aroma en su amigo que él pudiera definir. Fue por esa razón que le dedicó una mirada confusa a su padre al no haber sentido su propio aroma en el omega.
Se había sentido atemorizado de un momento al otro, porque recordaba como Obito le comentaba que cubría a Kakashi con su aroma como protección y en cierta manera, queriendo demostrar territorialidad. No estaba seguro de si el duque o su esposo pudieran llegar a molestarse por eso, pero había conseguido relajarse nuevamente cuando se había presentado en busca de Sasuke y ninguno de los dos había dicho algo al respecto.
De todas formas, no era como si lo quisiera hacer intencionalmente.
Existía en él aquella sensación de querer protegerlo, tal como sabía que los alfas hacían con los omegas. Shisui tenía más fuerza, era más alto y era mayor que su amigo, no podía permitir que alguien pudiera lastimarlo de alguna forma si él tenía la oportunidad de mantenerlo a salvo.
Pero esa oportunidad llegó y él no pudo protegerlo.
Había llorado durante horas y apenas podía dormir en las noches al ansiar la llegada de Sasuke.
Había oído a sus padres hablar al respecto y Shisui no comprendía el por qué la madre de quien él ya consideraba su mejor amigo, había decidido alejarlo de las personas que tanto lo querían.
Shisui no estuvo para proteger a Sasuke de su propia madre.
—"Un lindo omega no debe llorar por nada ni nadie"—Aquellas habían sido las palabras que él le había dicho a su amigo cuando lo vio lagrimear por una caída que había tenido.
Sin embargo, hubiera deseado estar para él cuando lloró dentro del palacio del conde, tal como Sasuke le había comentado. No estuvo para abrazarlo durante las noches en las que lloraba deseando poder volver junto a su familia, no estuvo para darle palabras de aliento, no estuvo para acompañarlo en esos tristes y atemorizantes momento.
Shisui no pudo protegerlo y aquello solo lo hacía sentir peor. ¿Qué clase de alfa y amigo era si no podía proteger a la única persona que decidió quedarse a su lado?
Lloró a pesar de no quererlo. Le rogó a los dioses que lo mantuvieran protegido y esperó ansioso cada noticia que pudiera obtener con respecto al menor.
Nada parecía funcionar. Sus ruegos no parecían ser escuchados y le aterraba no saber si se encontraba bien o siquiera, si en algún momento iba a volver con ellos.
Sus padres habían estado a su lado informándole de la situación de manera simple para que comprendiera y sin entrar en demasiados detalles. Y poco tiempo después, su amigo finalmente volvió.
Odiaba a la madre de Sasuke. Odiaba al conde por haberlo apartado de su lado de un momento al otro sin permitirle despedirse, pero se sintió tranquilo cuando Kakashi le comentó a la mañana siguiente, que el omega había vuelto al castillo.
No había tardado más que un par de minutos en prepararse y correr hacia la habitación en la que se hospedaba Itachi, pidiendo amablemente por el niño.
Sasuke apareció pocos segundos después y podía asegurar que su corazón se sintió ligero al envolverlo entre sus brazos antes de tomarlo de la mano y caminar fuera del castillo.
—Te extrañé mucho.—Susurró Shisui cuando lo tuvo entre sus brazos una vez más.— Creí que no volvería a verte.
—Creí lo mismo.—Respondió de igual forma.— Pero Naruto pudo traerme de nuevo.—Una sonrisa se instaló en su rostro cuando acarició suavemente el cabello ondulado de su compañero en un intento porque deje atrás la tristeza en su mirada.— Ahora estaremos juntos.
Shisui aceptó gustoso el corto beso que su mejor y único amigo había dejado en su mejilla, levantándose al instante en que lo vio correr hacia las caballerizas mientras lo llamaba a los gritos.
Por fin podía sentirse tranquilo y seguro. No habría nuevas preocupaciones que pudieran alterarlo durante las noches y nada le impediría encontrarse con Sasuke al día siguiente.
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El momento en que Sasuke descubrió que iba a ser hermano mayor, de acuerdo a lo que Itachi le había dicho, había estado saltando con una sonrisa que parecía no entrar en su rostro. Shisui solo se había dedicado a admirarlo mientras lo oía hablar sobre lo emocionado que estaba porque su hermano menor durmiera en el mismo cuarto que él.
Entre los dos, habían planificado de que manera acomodar el cuarto para que ambos tuvieran su espacio, habían pensado a lo que podrían jugar cuando el niño haya crecido y las cosas que les podrían enseñar entre ambos.
Sasuke se sentía pleno al pensar en el embarazo de su hermano y Shisui se regocijaba de la felicidad que irradiaba su mejor amigo.
En cuanto Ren nació, el omega lo había llevado con él para que lo conociera, argumentando que también era un miembro importante de su familia y debía estar presente para cuando el pequeño abra sus ojos.
—Todavía no puedo creer que sea hermano mayor.—Susurró Sasuke con una sonrisa tensando sus mejillas.
—Me alegro mucho por ti, Sasu.—Respondió el mayor de la misma forma antes de rodear los hombros del niño con uno de sus brazos.
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El tiempo había pasado con rapidez y Shisui no podía asegurar cuando fue que la situación entre él y su mejor amigo, había cambiado tanto.
¿En qué momento su corazón había comenzado a acelerarse, simplemente, por ver la sonrisa de Sasuke? ¿En qué momento había comenzado a invadir el espacio personal del omega solo para sentir su aroma? ¿En qué momento había comenzado a sentir el deseo de sostener su mano con una intención más íntima de lo que hacía cuando eran niños?
La relación entre ambos continuaba tal cual en un inicio, aunque sin los juegos tontos con los que solían entretenerse.
Ambos sabían todo el uno del otro, o quizás no tanto, porque Shisui se había encargado de mantener sus sentimientos bajo siete llaves en lo más recóndito de su corazón.
No quería arruinar su relación, mucho menos quería que Sasuke comenzara a sentirse nervioso cuando él estuviera presente.
Una sonrisa que Sasuke le dedicara y su corazón golpeaba contra su pecho con la misma fuerza con la que lo hacía al entrenar con la espada.
Sus brazos rodeaban en cuerpo del omega quien, acostumbrado a los abrazos que su amigo le deba desde niños, poco le molestaba. Sasuke no parecía darse cuenta y Shisui no pensaba decirle que solo anhelaba poder tener el aroma a jazmines impregnado en su ropa. No estaba seguro de cuando había comenzado a sentir el aroma del omega, quizás porque estaba acostumbrado a tenerlo a su lado constantemente, pero no quería dejar de olfatearlo.
En cada abrazo, el alfa sentía las suaves manos del menor acariciar las suyas con delicadeza. No podía decir que quería entrelazar sus dedos y mantenerlos allí mientras por su cabeza pasaba la imagen de él y Sasuke caminando por el exterior del castillo como una pareja, porque eso solo haría que su mejor amigo se alejara de él.
Prefería mantener su amistad, verlo sonreír y encerrar sus sentimientos para siempre. O al menos, ese era su plan desde que había comenzado a ver a Sasuke con otros ojos.
Nunca hubiera pensado que el menor cambiaría sus planes al revelarle sus sentimientos.
—Se que lo que te voy a decir puede afectar nuestra amistad, pero no creo poder continuar soportando esto que siento.—Ambos se encontraban sentados con sus pies dentro del lago. El sol calentaba sus cuerpos de una agradable manera, logrando que la paz inundara su alrededor.— Pero me gustas, Shisui, más que como un amigo. No se si comprendes lo que quiero decir.
El alfa no había contestado. Simplemente, decidió demostrarle con una acción que sus sentimientos eran completamente correspondidos.
El mayor había apresado las mejillas del omega entre sus manos y en un instante, acercó sus rostros para que sus labios se encontraran.
Fue un beso dulce y tranquilo, con emociones que habían estado guardando ambos durante demasiado tiempo.
Los brazos de Shisui acercaron el cuerpo de Sasuke en un abrazo cariñoso y por fin se permitió olfatear el aroma a jazmines tan característico del omega, hundiendo su nariz al cuello del menor.
Se amaban, lo sabía. Aún siendo unos adolescentes, conocían a la perfección la emoción que ahora inundaba sus corazones y se permitieron mantenerse entre los brazos del otro sin temor a separarse nuevamente.
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Shisui puede asegurar que había visto su vida pasar frente a sus ojos.
Hubiera comprendido que la amenaza llegara de parte de Fugaku, después de todo, el hombre era el padre del omega que amaba, pero nunca creyó que quien fuera a amenazarlo, hubiera sido el duque.
Sabía que lo quería como a un hijo, después de todo, había visto que el brillo en la mirada de su soberano que siempre se mostraba cuando observaba a Ren, era también provocado cuando sus ojos azules enfocaban a Sasuke.
Su omega había decidido darle la noticia a su familia en cuanto a su relación y a pesar de que todos los felicitaron, el hecho de oír del duque que lo ejecutaría si le hacía daño, lo había hecho sudar frío.
Aún así, nada lograría hacer que se arrepienta de cada decisión que había tomado con respecto a ese chico y le agradecía a la vida el haberlo encontrado. Se había vuelto su amigo, su compañero de juegos y pronto su prometido.
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—¿Hace mucho que estás despierto?
La voz de Sasuke lo hizo volver a la realidad y tomando un poco de impulso, giró sobre la cama colocándose sobre el omega, quien elevó sus brazos para acariciar su ondulado cabello.
—Hace poco desperté.—Susurró.
Podía ver en el cuello del menor la marca de su mordida. Los puntos rojos de su sangre ahora seca, sobresaltaban en su pálida piel al igual que las marcas rojizas que había dejado en el torso de su amado.
—Naruto nos esperará para almorzar en familia.—Habló Sasuke, recibiendo gustoso el beso que el alfa dejaba en sus labios.
—De acuerdo.—Murmuró girando su mirada hacia el ventanal.— Apenas está comenzando a salir el sol, por lo que tengo tiempo para hacerte mío una vez más.—Tomó la mano de su compañero y besó el hermoso anillo de oro que ahora adornaba su dedo anular.
Sasuke rio con alegría cuando sintió los besos de su pareja en su cuello. La suavidad con la que rozaba sus dientes sobre su piel, le causaban cosquillas y en cuanto Shisui pasó su lengua por su marca, un jadeo salió de sus labios.
El alfa se sentía completo. Había pasado la noche junto a su amado, entregándose en cuerpo y alma al otro luego de su boda mientras repetían entre suspiros y jadeos, cuanto se amaban.
Agradecía que haya llegado al castillo en ese entonces. Agradecía que lo haya invitado a jugar y agradecía que haya aceptado permanecer a su lado como un amigo, contrario a lo que habían hecho los mocosos con quienes él quería jugar en ese entonces.
Pero por sobre todo, agradecía que le haya confesado sus sentimientos y que haya decidido permanecer en su vida como su esposo y compañero, convirtiéndose por fin, en el amor de su vida.
¡MUCHAS GRACIAS POR LEER!
