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Devil May Care

Summary:

Wakasa Imaushi sonríe de una manera que provoca escalofríos hasta en el mismísimo Diablo.

Notes:

(See the end of the work for notes.)

Work Text:

Un niño vino el otro día al club de Wakasa y no era la primera vez que lo hacía. Wakasa se había fijado en él en contadas ocasiones porque era un tremendo grano en el trasero. Siempre estaba molestando al portero, ocasionando peleas con aquellos que hacían la cola y buscando problemas sin ton ni son. Pedía, o más bien, requería, hablar con Wakasa porque tenía una oferta entre manos que ninguna persona con dos dedos de frente sería capaz de rechazar.

Wakasa le terminó haciendo caso, pero solo porque lo cogió de sorpresa y, ahora, tiene sobre el escritorio de su despacho un pendrive con una mezcla musical que el niño le había entregado. Le pidió que lo escuchara. No te vas a arrepentir, le había dicho, si me contratas tu club multiplicará las entradas. Wakasa parecía un poco escéptico al respecto. Sin embargo, no tenía ninguna opción y tuvo que meter el pendrive en el bolsillo de su chaqueta. La situación le da un poco de coraje. ¿Desde cuándo se deja manipular por niños? ¿Desde cuándo los simples mocosos van un paso por delante de él? Debe haber perdido facultades; Los tiempos ya no son los mismos a los de antes.

Él ya no es un delincuente de pacotilla y Black Dragon, la banda que formó junto a sus amigos, no es más que un borroso recuerdo que cada día cae más olvidado en su memoria.

Ahora es un hombre de negocios. Tiene un club en el centro de Shibuya y le va genial. Es nuevo y llama la atención de un montón de jóvenes, tanto de la zona como extranjeros, y en la pista de baile se reúne gente con todo tipo de bolsillos. Hay muchísimas cosas pasando a la vez y parece ser que está encantando. El público adora su club y Wakasa adora lo rápido que aumentan los dígitos en su cuenta bancaria. Sabe perfectamente que si la situación sigue de esta manera no tardará en abrir un segundo establecimiento—es esta su meta para los siguientes tres años—.

El niño le dijo que el pendrive contiene la pieza clave para el auge de su club, pero Wakasa se permite dudar ante las palabras de un adolescente que, lo único que tiene, es un sueño muy grande. Agarra el aparato y pasa el plástico entre sus dedos, pero una mano aparece detrás de él y se lo arrebata al vuelo. Wakasa apoya la cabeza en el respaldo de su silla y sube el mentón, mirando a la persona que acaba de aparecer por la ventana.

—Vaya, que sorpresa —dice Wakasa y sonríe sin enseñar los dientes, casi con burla. —No te esperaba aquí.

—Oh, calla. Morías porque apareciera.

Senju tiene las mejillas sonrojadas porque, seguramente, ha subido las escaleras de incendio de dos en dos y con prisas. Su cabello corto está recogido en una coleta y tiene un montón de mechones por fuera. Toma asiento sobre el escritorio y cruza las piernas. Todavía tiene el uniforme de la escuela, así que la falda se le sube un poco por el muslo. Wakasa mira la piel expuesta, pálida y suave, y con una inusual facilidad para que le salgan moretones.

—¿Es esto lo que querías que escuchara? —pregunta. Ha dejado su mochila a un lado de la silla y tiene los ojos puestos sobre el pendrive. —¿Qué es?

Wakasa se encoge de hombros y arrastra la silla hacia atrás, lo suficiente como para extender las piernas sobre su escritorio e inclinarse con la silla.

—Me han dicho que es el nuevo estilo de los jóvenes de hoy en día —responde Wakasa con indiferencia. Ahora que Senju está aquí, poco le importa el pendrive o el niño, incluso si fue ella la principal razón por la que aceptó la propuesta de aquel mocoso. —Pensé que tú sabrías decirme si es así, o si me han mentido.

—¿Mentirte a ti? —Senju resopla, risueña, y levanta las piernas sobre la mesa. Las cruza, sentadas, la una sobre la otra. Deja a la vista su ropa interior, pero parece que no le importa. —¿Quién te lo ha dado?

—Un niño muy, pero que muy malcriado, que ha estado rondando la entrada del club estas últimas semanas.

Senju alza una ceja como si no creyera lo que sus oídos escuchan.

—¿Y lo has aceptado? ¿Así, sin más?

—No, princesa. —Wakasa gira el mentón y bebe de la reacción de Senju; Siempre le avergüenza que la llame por motes. —Me han chantajeado.

—¡Venga ya! —Senju le tira el pendrive, molesta, y Wakasa lo coge al vuelo. Lo vuelve a dejar sobre el escritorio. —No me sueltes tonterías. Dime qué ha pasado en realidad.

—Es la realidad —suspira Wakasa. Palmea su regazo y, de esta manera, le pide a Senju que se acerque. —El niño tiene un hermano que sabe cosas. Cosas que ha utilizado en contra de mí.

Senju frunce el ceño, pero acepta la mano de Wakasa y termina sentada sobre su regazo. Sus rodillas caen juntas sobre uno de los reposabrazos y abraza el cuello del hombre con sus delgadas manos.

—Me cuesta creer que tengas algo que la gente pueda utilizar en tu contra —admite Senju, intentando adivinar con qué habrán chantajeado a alguien como Wakasa. Wakasa puede ver el tren de pensamiento en el cerebro de la chica como si sus músculos y huesos fueran transparentes; le parece genuinamente divertido que, después de todo, Senju no se de cuenta del poder que tiene sobre él, incluso sin quererlo.

—Todos tenemos algo —responde Wakasa con simpleza. Una de sus manos se instala en el muslo de Senju y su dedo pulgar comienza a hacer círculos sobre la piel ajena. Senju se estremece, pero no dice nada al respecto. Ya debería estar más que acostumbrada a las muestras de afecto, pero reacciona de la misma manera en la que lo hacía el primer día. A Wakasa le parece adorable.

Ojalá pudiera tocarla un poco más. Ojalá… Ojalá pudiera permitir que su mano caminara hacia el interior de la falda de Senju, que rozaran la tela de su ropa interior y que viajaran hacia la cara interna de sus muslos. Tocaría ahí donde su entrada se encuentra y presionaría un poco, no demasiado, pero lo justo como para que Senju note la tensión. Sentiría la punta de sus dedos mojándose por los fluidos calientes de la chica y no habría vuelta atrás cuando hiciera la tela a un lado e introdujera su extremidad hasta su tercer nudillo.

Ojalá pudiera sentirla un poco más, pero sabe que no puede. Por ahora, lo único que es capaz de hacer es fantasear.

—Waka-chan… —Senju está avisando porque, a causa de su posición, ella es la primera que se da cuenta de la reacción que Wakasa ha tenido a costa de sus propios pensamientos. Senju está aún más enrojecida que a causa de la carrera. Este tipo de cosas le da vergüenza. La intimidad es algo para lo que ella no está preparada y lo ha dicho mil veces. Wakasa lo sabe perfectamente. Por eso no puede permitir que sus más primitivos instintos dominen el control de sus sentidos.

Wakasa respira sobre el cuello de Senju e inhala su fragancia. Huele a cerezas, como siempre.

—Shin-chan está a punto de caer —avisa Wakasa ignorando la erección que comienza a doler en sus pantalones. —Deberías haberme dicho que ibas a venir.

Senju finge un puchero: —¿Tu novio viene de visita?

Wakasa sonríe. A Senju le gusta tomarle el pelo. Le gusta meterse con él y llamarle nombres, sacarle la lengua o ponerle en aprietos frente a Takeomi. Wakasa nunca ha permitido que le pisen de la misma manera en la que Senju lo hace. Durante su adolescencia tuvo un montón de problemas con imbéciles que se creían mejor que él y les probó lo contrario con sudor y sacrificio. Ahora, sin embargo, prefiere tirar todo su crecimiento al garete, si es que esto significa hacer que Senju estalle en carcajadas.

—Mi novia eres tú.

Supone que es esto lo que significa estar enamorado. Aunque lo que Wakasa siente por Senju no es amor… Al menos, no es solo eso. Es… algo mucho más fuerte que el simple amor. Es algo más intenso y mucho más salvaje. Es incluso primitivo. Algo que se remonta al principio del universo cuando las normas sociales no existían y uno reclamaba lo que quería sin importarle nada ni nadie. Y se volvía suyo. Senju le pertenece desde que la vio por primera vez y es un sentimiento tan animalístico que nunca será de explicar en voz alta pues, si lo hiciera, la gente creería que ha perdido la cabeza. Lo encarcelarán en un psiquiátrico, le darán la pena de muerte y terminará alejado de Senju hasta el final de sus días.

Y esto es algo que él no puede permitir.

Senju sonríe y junta su nariz con la de Wakasa, dándole un beso esquimal.

—¿Lo soy?

—Lo eres…

Wakasa quiere besarla, pero tampoco puede, así que sus labios terminan en la carnosa mejilla de Senju y los deja ahí hasta que le parece suficiente. Algún día, el primer beso de Senju le pertenecerá, de la misma manera en la que lo hará su primera vez. Ya es su primer novio y ya se ha convertido en su primer amor, pero no es suficiente. Quiere ser el primer todo de Senju y también quiere ser el último. Se casarán tan pronto como a Senju le apetezca y vivirán el resto de su vida al lado del otro. Porque Senju le pertenece. Es suya, recuerda, y no hay nadie que sea capaz de decirle lo contrario.

Incluso si, en el futuro, la pelea con Takeomi sea inevitable.

Vale la pena, se dice, pues es por Senju.

Así que también vale la pena dejarse chantajear por un par de mocosos que, de alguna manera, han descubierto su relación con Senju y que le han amenazado con contárselo a todo el mundo. A Wakasa no le importa. Se lo cuentan ellos o se lo cuenta él mismo, pero el planeta entero sabrá que Senju es suya—si es hoy, o mañana o dentro de un par de años, carece de interés—. Sin embargo, Senju quiere esperar. Todavía es una niña, ha dicho mil veces, y desea tener la mayoría de edad antes de confesar cuán enamorada está de Wakasa.

A Wakasa le parece una estupidez, pero si Senju lo quiere así, ¿quién es él para impedírselo?

El teléfono en el escritorio suena repentinamente y llama la atención de ambos jóvenes. Wakasa resopla y pone los ojos en blanco. Está seguro de que es su asistente afirmando que Shinichiro está a punto de abrir la puerta de su oficina. Así es, pues cuando Wakasa se alarga para contestar, escucha los pasos de su amigo sonar estridentes por el pasillo. Senju, sobre su regazo, se encrispa como un gato.

—Oh, mierda. ¿Ya está ahí? ¿Qué hago?

—Métete debajo del escritorio y no hagas ningún ruido.

Senju lo hace. Cuando le interesa, es muy buena acatando órdenes. Wakasa no deja de imaginar escenarios al respecto.

Ni un minuto más tarde, la puerta de su oficina se abre con tanta rapidez y fuerza que la madera choca contra la pared. Shinichiro Sano entra y parece tan preocupado que no se da cuenta de las inconsistencias que habitan a su alrededor. Wakasa agradece que su amigo viva dentro de su propio mundo.

—¿Qué coño haces aquí?

Shinichiro resopla y se deja caer sobre uno de los sillones.

—Te dije que venía, ¿no? —Echa la cabeza hacia atrás y se pone a mirar el techo. —Además, necesito un amigo y no puedo encontrar a Omi-kun por ningún lado.

—Ah. Me agrada saber que soy tu primera opción —rechista Wakasa y apoya los codos sobre la mesa. Ha bajado las piernas del escritorio y ahora Senju juguetea con los cordones de sus zapatos.

—De hecho, eres mi tercera. Kei-chan estaba ocupado —explica Shinichiro. Wakasa lo puede entender. De necesitar un amigo, él también iría a por Benkei. —Colega, te quiero, pero eres la última persona a la que pediría consejo.

—Vaya, ¿y eso por qué? Me ofendes.

Realmente, no está ofendido. Por no estar, no está ni interesado. ¿Cómo hacerlo? Senju está escondida debajo del escritorio y, desde aquí, puede oler su dulce fragancia como si la tuviera al lado. Su erección va a tardar en desaparecer y eso que la chica ni siquiera le está tocando de manera sexual. Está claro que está aburrida; está haciendo nudos con sus cordones.

—Pues porque tu percepción sobre lo que está bien y lo que está mal es muy difusa. —Shinichiro mueve sus manos a modo de justificación. —Para ti, lo que está bien es lo que a ti te hace sentir bien.

Wakasa se encoge de hombros pues no ve nada malo en su método de pensamiento.

—Supongo que esto está relacionado con el amiguito de Mikey, ¿no?

Shinichiro endereza la espalda con ímpetu.

—¿Ves? No he dicho ni una sola palabra y ya sabes de qué va el tema —resuella abatido y se pasa las manos por el cabello. —Es solo que… Ugh, me saca de quicio.

Wakasa coge el paquete de cigarros de la mesa y enciende un cigarro. Luego, lanza el paquete en la dirección de Shinichiro, quien lo coge al vuelo e imita su acción. Quizás el olor a tabaco apacigue un poco el olor de las cerezas.

—A ver, ¿qué te ha hecho ese pobre demonio ahora?

—Nada y, créeme, eso es lo peor. Keisuke… Keisuke simplemente está ahí. Siempre.

Senju parece reaccionar ante la mención de Keisuke pues jala con un poco más de fuerza del cordón. Claro, se dice Wakasa, nadie sabe nada sobre los sentimientos en los que Shinichiro y Keisuke se ahogan cada vez con más rapidez.

—¿Persiguiéndote como un perrito faldero?

—Es… Es difícil actuar con lógica cuando lo tengo pegado a mi trasero.

—Pues no actúes con lógica —dice Wakasa como si fuera así de simple. Para él lo es. —No sé por qué no cedes de una vez por todas. Tienes al chiquillo muriéndose por tus huesos.

—¿Estás loco o qué te ocurre? ¡Kei-kun no es más que un niño!

—Tiene diecisiete años —aclara Wakasa—. De niño no tiene nada. Te lo he dicho mil veces. Keisuke es un lobo con piel de cordero. Si no actúas rápido, te comerá vivo.

Shinichiro suelta el humo del cigarro y observa a Wakasa como si él acabara de asesinar a toda su familia.

—Es precisamente por esto por lo que nunca te pido consejo —se queja—. Solo piensas en el sexo.

Ah, si Shinichiro supiera.

—Ajá, pero te lo quieres follar, ¿a que sí?

—¡No lo digas así! —Shinichiro está escandalizado y tiene los ojos tan abiertos como platos. —Quiero… Quiero tocarlo, sí, pero no… No es solo eso, ¿vale? Lo quiero tocar de la misma manera en la que uno quiere tocar a la persona por la cual tiene sentimientos.

Wakasa tararea. Mueve su piel y toca el muslo de Senju, pidiéndole que escuche. ¿Lo ves, princesa? El sexo es natural cuando dos personas se quieren. Senju le golpea la canilla. Wakasa prácticamente la puede escuchar diciendo que deje de pensar en obscenidades.

—Que bonito —suspira Wakasa—. Por fin has tenido la decencia de confesar en voz alta tus sentimientos por Keisuke. Felicidades, ya iba siendo hora. Cada día te encuentras un paso más cerca de descargar tu frustración sexual en ese agujero apretadito.

—Cierra la puta boca, desgraciado. —A Wakasa le encanta sacar de quicio a Shinichiro. Es muy, pero que muy fácil, ¿qué le vamos a hacer? —Esto… Esto me ha sido lo suficientemente difícil por su cuenta, ¿vale? ¡Y deja de ser un guarro! Es precisamente por este motivo por el cual Senju pasa de tu trasero.

—¿Qué?

—¿Qué de qué? —Salta Shinichiro y apaga su cigarro contra el cenicero. Se lo ha acabado muy rápido, debe estar la mar de estresado. —¿Realmente crees que Senju-chan no se ha dado cuenta de cómo te la comes con los ojos? Todo el mundo lo ha hecho… Menos Omi-kun, claro. Y da gracias a que está en su propio mundo, porque si se llega a enterar de cómo hablas de su hermanita…

—Shin…

—Está bien, Waka-chan. Mira, sé que en el fondo no vas en serio. Solo quieres lo que quieres y si no has actuado sobre Senju-chan es porque ella, realmente, no te interesa en donde realmente importa —dice Shinichiro y para enfatizar su punto se lleva una mano al corazón.

Senju ha dejado de jugar con los cordones de su zapato.

—O, a lo mejor, lo que estoy es comportándome como un adulto y pensando con la cabeza. —Wakasa da otro golpe en el muslo de Senju para comprobar que sigue ahí, escuchando. —Y si no he actuado es, porque como tú has dicho, ella no es más que una niña. Tiene un año menos que tu querido Keisuke, ¿no es así? Así que… Oh, espera. Ya veo.

—¿Uh? ¿Qué ves?

Wakasa niega con la cabeza.

—Quieres que actúe sobre Senju —dice Wakasa y todo parece cobrar sentido. —Quieres usarme como excusa. Si yo muevo ficha, a nadie le importará que la muevas tú, porque yo siempre seré peor.

—¿De qué hablas? —Shinichiro está colorado y es que Wakasa le acaba de pillar con las manos en la masa. —¡No inventes historias!

Lo que le faltaba. Ahora hasta uno de sus amigos más íntimos le intenta manipular. ¡Vaya semana que lleva! Necesita algo para mejor ese día como, por ejemplo, que Senju decidiera dar un paso más allá en su relación… Vaya, quizás sí que solo piensa con la polla.

Wakasa se termina riendo.

—Siempre has sido un cobarde. Y un llorón. —Para meter más cizaña, añade: —Y además, un poco imbécil.

—Oye, vale ya…

Shinichiro hace un mohín mirando al suelo.

—¿Quieres mi consejo? Te lo voy a dar, así que escúchame bien, Shin-chan. Keisuke y tú, y Senju y yo… Somos diferentes en todos los sentidos habidos y por haber. No es solo que no tengamos nada que ver como personas, sino que todo por lo que hemos pasado y la manera en la que nos hemos tratado entre nosotros… Todo es distinto. Keisuke hace todo lo que tú le pides. Yo… Yo hago cualquier cosa por Senju. Con esto no quiero decir que tus sentimientos sean menos, pues creo firmemente que bajarías la Luna por él si te lo pidiera. La cosa está en que tú… —Wakasa toma una calada de su cigarro antes de continuar. —Tú te pones barreras. No permites que tus emociones se expandan y que exploren lo que esa relación te puede ofrecer.

—Guau. Parece que olvidas que es un ni…

—Adolescente. Es un adolescente, por el amor de Dios, Shin-chan, ¿qué crees que hacen los adolescentes cuando nadie les mira? —Wakasa mira a Shinichiro, esperando una respuesta que nunca viene, y luego entrecierra los ojos. —¿Qué hacíamos nosotros cuándo nadie nos miraba?

Shinichiro debe apartar la mirada de Wakasa porque le parece demasiado. La clava en el suelo y hay un montón de cosas que le pasan por la cabeza. Sin embargo, no dice nada al respecto, sino que se levanta de un salto del sillón.

—Bien, gracias por meterme un montón de tonterías en la mente —suelta, así, sin más. —Ahora, me debo ir. Mikey ha traído al grupo al taller y querían que le comprara dorayakis.

—Tú sigue mimando a los niños —resopla Wakasa. —Ya sabes, cría cuervos y te sacarán los ojos.

Shincihiro pone los ojos en blanco y se da media vuelta. Sin embargo, antes de salir de la habitación, observa a Wakasa por encima del hombro.

—Waka-chan… Puede que seas más listo de lo que pensaba. Siempre creí que Kei-chan era el más inteligente del grupo.

—Ala. ¿Y quién soy yo?

—¿La cara bonita?

—Anda y vete a la mierda —se queja Wakasa.

Shinichiro se ríe: —¡¡Adiós, adiós!! Te quiero, pásalo bien.

Cierra la puerta tan pronto como sale, pero ni un segundo más tarde, la vuelve abrir, solo para enseñar su cabeza y una sonrisa de lo más diabólica.

—Y adiós a ti también, Senju-chan.

Y se larga.

Senju salta debajo del escritorio y está tan impresionada que se da un golpe en la cabeza. Wakasa frunce el ceño sin entender cómo es posible que el imbécil de Shinichiro se haya dado cuenta de que Senju estuviera ahí, pero lo deja estar por el bienestar de ayudar a Senju a salir de su escondrijo. Está ruborizada a más no poder y seguro que no va a ser capaz de mirar a Shinichiro a la cara durante un tiempo.

—¿Cómo lo supo? —pregunta Senju asombrada.

—Ni idea —responde Wakasa de mal humor. Shinichiro le ha tendido una trampa para que dijera las cosas que dijo sobre Senju… Vaya gilipollas. Lo quiere matar.

Senju rompe la tentativa de homicidio de Wakasa volviéndose a sentar sobre su regazo.

—Así que harías cualquier cosa por mí —tararea, divertida. Tiene una mueca traviesa y a Wakasa se le olvida el enfado. Agarra a la muchacha de la cintura y la arrastra hacia él.

—Bueno, espero que te haya gustado el espectáculo.

—No tenía ni idea de que Shinichiro tuviera sentimientos por Baji…

Wakasa arquea una ceja. —Entonces eres una niña muy, pero que muy ingenua.

—Niña, dices —resopla Senju y enreda sus dedos en el cabello de Wakasa mientras frunce su ceño. —Ya no soy una niña.

—¿Ah, no? ¿Y qué eres?

Senju se hace un poco para atrás y así puede mirar a Wakasa a los ojos. Está un tanto avergonzada, pero Wakasa no está seguro de si es a causa del descubrimiento de Shinichiro, o si es por otra cosa. A Senju se le traba la lengua y su respiración se altera un poco. Parece que le está costando buscar las palabras que quieren salir por su garganta. Wakasa le da todo el tiempo del mundo y más. Coloca sus manos en la cadera de la chica y continúa haciendo círculos tranquilos sobre su piel.

—Yo… Soy una adolescente —explica Senju. Se ha vuelto tan rosada que su piel se confunde con su cabello. Se pasa la lengua por los labios y Wakasa duda ser capaz de procesar un pensamiento lógico. —Quiero saber algo.

—Todo lo que quieras —responde Wakasa en un susurro.

—¿Qué…? —Senju traga saliva con nerviosismo. —¿Qué hacías tú cuando nadie miraba?

Wakasa sonríe, relajado. Debería estar preocupado. Sus actos le van a llevar al infierno y lo tiene más que claro, pero… No puede evitarlo. Senju es suya. Senju es suya para querer, para mirar y para proteger.

—Dime tú primero, princesa —le pide y sus manos se mueven, diestras, por la circunferencia de su trasero. Senju tiembla sobre el regazo de Wakasa, pero no se aparta. No comenta nada. —¿Qué haces cuando nadie te mira?

Senju es suya para tocar.

Senju es suya para romper.

Notes:

Hola, holita. Vaya sorpresa que me gusten estos dos. La verdad es que no sé ni cómo sucedió. Vi un fan-art y dije, pues mira, me he obsesionado. Y aquí estamos. Lo que suele pasar. Espero que os haya gustado. No tiene demasiada trama, la verdad, y es que solo quería escribir un encuentro entre ambos. Además de meter leña en la hoguera en cuanto a la relación de Shinichiro y Baji, que son otro par que me consume.

Mi Twitteraquí por si quieres chillar conmigo.

Gracias por leer y muchos besos y saludos. <3

 

PD: Quien adivine de quién habla Wakasa al principio le doy una golosina.

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