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Language:
Español
Stats:
Published:
2024-07-01
Updated:
2025-06-23
Words:
138,082
Chapters:
13/31
Comments:
30
Kudos:
41
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7
Hits:
1,200

The Tortured Poets Department

Summary:

-¿Para alguien en especial?- volver a escuchar su voz es una maldita cachetada, algo le gritaba a Chuuya que no serviría de nada hacer un espectáculo, que se prometió esto a sí mismo y a Michizō, que durante años se estuvo preparando para este momento y que un imbécil de primera categoría no debía meterse hasta la última capa de su piel.

Pero su maldito tono dulce había roto su cordura, su presencia lo había descolocado tanto que no recuerda simplemente por qué está aquí. Tuvo que cruzar sus brazos en su pecho conteniéndose de matar al contrario a golpes. Volvieron los gritos de su cabeza y la ira desbordante en cada gota de su sangre. Volvió a ser un idiota de veinticuatro años cuando abre la boca.

-Tu ex novio. -

No esperaba un reconocimiento tan rápido de la situación de su parte y mucho menos la sorpresa expresada en los ojos del escritor. Cuando alza su mirada con el libro en las manos, se queda quieto viéndolo y siente que el corazón va a salirse de su pecho.

Mierda.

¿Después de todos estos años Dazai tenía que seguir viéndose tan condenadamente hermoso?

O

Dazai y Chuuya deben superar su antigua relación para que un proyecto literario no termine en desastre.

Notes:

UN POCO DE LA HISTORIA Y CRÉDITOS

Buenas buenas buenas.

He aquí la hija del soukoku intentando recrear una idea que ha carcomido su cabeza desde que empezó a leer fanficts de "Bungō Stray Dogs".

TTPD surgió de varias situaciones que imaginé mientras escribía I´m your man. , sabía que quería hacer un AU de escritores, sabía cómo quería diagramar los capítulos y la cantidad, pero salió Taylor a darme una cachetada en la cara y obligarme a escribir 31 capítulos basados en su álbum.

Todo se concretó cuando vi algunos tiktok de @cxmilleackerman , una increíble cosplayer francesa que me dio los permisos correspondientes para usar las ideas y algunos diálogos de su AU de escritores. Un abrazo grande y millones de gracias a ella por permitirme tomar sus propias palabras y llenarlas de letras para iniciar esta historia. Vayan a darle amor a su trabajo, es verdaderamente talentosa y su contenido es maravilloso.

Todos los derechos de personajes son cedidos a Asagiri Kafka, novelista y guionista de "Bungo Stray Dogs". Serán usadas referencias a dicho manga y novelas ligeras conjuntas.

El resto del contenido corresponde a mi autoría, no se permiten copias, pero sí la adaptación con otros personajes charlada de antemano. No hay ningún tipo de restricción a la traducción de la misma a otros idiomas si se dan los créditos de autor correspondientes: ¡sería increíble si pasaran los links para agregarlos en la descripción!

Siempre estoy activa en esta plataforma pero sino puede buscarme en Instagram como: dazaisheel

La historia será compartida además en Wattpad a cargo de mi usuario: Skay-floowers .

Comenten todo lo que se les ocurra, amo leerlxs, las críticas constructivas y el apoyo nos ayudan a crecer como escritores.

Chapter 1: My Boy Only Breaks His Favorite Toys

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

"But you should've seen him
when he first got me."

Yokohama,  2024.

Chuuya inició la mañana con un aparentemente inexplicable mal humor, Tachihara no dejaba de comentar de forma reiterada el evento de hoy, o como él lo había nombrado "el mejor día de su vida". El pelirrojo era un fanático empedernido de las novelas pero su debilidad y odio estaba fuertemente ligado a la corriente existencialista, era algo con lo que había tenido de convivir demasiados años de su vida, épocas pasadas que no valían el esfuerzo de memorar ni por asomo.

Tachihara Michizō, su novio, por el contrario a las ideas de Chuuya, estaba enamorado del trabajo de cierto autor que no había querido siquiera tocar. Lo cual era bastante extraño ya que Nakahara amaba con su alma la escritura, nunca se quejaba de leer algún género distinto al suyo a pesar de que tenía sus preferencias claras, pero se había negado completamente a intentar analizar la obra de su escritor favorito.

Era increíblemente rara la situación, ya que su relación había iniciado gracias a la literatura. Chuuya había impartido durante tres años distintas cátedras en La Sorbonne, principalmente cursos de poesía pero muchos otros eran referidos puramente a la historia de la literatura, algunos a los que Tachihara asistió para conseguir los créditos en su propia carrera universitaria y después porque su atención se había posado en unos ojos azules que brillaban a la hora de hablar de las letras.

Chuuya era considerado un prodigio, después de ser apadrinado por el reconocido poeta Arthur Rimbaud un año antes de recibir su título universitario, su obra se extendió no solo a las esferas literarias más influyentes de Europa, su trabajo era de tales características que había sido premiado a la corta edad de veintiséis años y en múltiples ocasiones posteriormente. El pelirrojo escribió verso tras verso como si su vida dependiera de ello todos los años venideros, inclusive mientras dictaba clases a alumnos antes de llegar a los treinta.

En una de esas aulas era donde ambos se conocieron, su historia había iniciado con una clara amistad ya que su diferencia de edad era prácticamente inexistente, tan solo dos años los distanciaban. Chuuya concluyó sus estudios universitarios a la velocidad de la luz, con veinticinco años fue tomado bajo el ala de otro prodigio y comenzó a trabajar como editor y escritor casi de inmediato, mientras que Tachihara se había demorado en iniciar su carrera priorizando varios trabajos de tiempo completo para mantener a su familia después de la muerte de su padre, su madre y hermanos tenían que comer antes de que él pensara en imprimir un libro de texto y asistir a una clase, pero gracias a su compromiso, esfuerzo y el paso del tiempo las cosas pudieron acomodarse y se permitió estudiar en el extranjero gracias a una beca completa.

Era como si el destino se hubiera propuesto encontrarlos a ambos, los dos eran nativos de la misma ciudad japonesa, Yokohama. La nostalgia y la distancia que los separaba de su hogar e infancia también era otro factor que los había unido profundamente. Las tutorías personalizadas en un primer momento, los cafés esporádicos y las copas después de un examen se extendieron durante un año. Pero fue natural cuando en unas vacaciones en Niza juntos, con el atardecer de fondo, el mar golpeando la arena y un buen vino acompañando su charla, Tachihara le propuso intentar iniciar una relación, de lo único que se arrepentía ese día era de no haber visto los ojos de Chuuya a causa de sus lentes de sol, con un suspiro el más bajo contestó un "¿Por qué no?".

No juzguen al pelirrojo, entró en pánico en el momento en que su supuesto mejor amigo le pidió intentarlo después de tres años de no comprometerse de una forma que no fuera sexual. Las heridas de su último enamoramiento todavía estaban latentes en su carne, pero Chuuya quería probar nuevamente. Sabía todas las complicaciones que implicaba empezar una relación con una persona cercana, los miedos durante los primeros meses no fueron más impactantes que las peleas entre ellos. Tratar de comprender, cuidar y amar a un ave herida después de volar libremente durante gran parte de su vida no fue un desafío simple para Michizō.

Chuuya no se arrepentía de haber dicho que si, Tachihara era un buen compañero, no tenía manías que lo hicieran odiarlo, le daba su espacio, lo comprendía y mimaba mucho, la convivencia no resultó un problema ya que pasaban de antemano la mayor parte del día juntos y el sexo era bueno en opinión del pelirrojo. En el pecho se asentaba una sensación armoniosa cuando llegaba a casa y alguien estaba esperándolo, cuando lo consentían con buenos vinos y cenas de cumpleaños sorpresa, cuando invitaban a casa a su hermano y su pareja, su padrino artístico, cuando entre sábanas su novio lo sostenía con tanta devoción como si fuera a romperse.

Pero...

Todo en la vida de Chuuya debía tener un maldito "pero" y el problema radicaba en que Tachihara no lo desafiaba, no lo empujaba cuando creía que su trabajo no era suficiente, era complaciente opinando que todo lo que hacía su novio era perfecto tal cual, sin ningún tipo de cambio. No solo se aplicaba a sus obras, era comprensivo en demasía con sus cambios de humor, con su forma de discutir, con sus malos hábitos. A veces no sabía si vivía con una pareja o si dormía con una especie de fanático que no quería contradecirlo bajo ningún punto. ¡Por favor! Ambos habían dejado toda su vida atrás en París hace menos de un mes porque Chuuya tenía un par de asuntos que atender y estaba falto de inspiración, su miseria era tanta que propuso volver a su ciudad de origen buscando las palabras que le faltaban.

Aun así lo quería, muchísimo. Eran un buen equipo, trabajaban bien juntos, la convivencia era buena, eran importantes el uno para el otro y bajo ningún punto traicionarían la confianza mutua, aceptaba cada defecto de Tachihara como él convivía con los propios, menos uno...

Un año de relación con Mich le enseñó muchas cosas sobre él y sus gustos, pero nada lo preparó cuando hace algunos meses le habló entusiasmado sobre una novela ligera que estaba leyendo, mientras le contaba sobre la misma Chuuya volvió muchos años atrás, a conversaciones de cama e ideas sin sentido expresadas con un cigarro en una mano y una botella de sake en la otra. Su garganta se quedó sin aire cuando sintió que el pasado estaba volviéndolo loco y que probablemente había otra persona en este mundo que tuviera las mismas ideas locas que el idiota que dejó atrás.

Mientras Tachihara le contaba con ojos brillantes como amaba "Flores de la bufonería" y cómo su autor era un ser que pertenecía a otro plano, que no se comparaba con ningún otro que hubiera leído, Chuuya tuvo miedo de preguntar por su nombre. Michizō se había enamorado profundamente de la forma de escribir del hombre, noche tras noche disfrutó todas sus obras mientras un pelirrojo se escondía de las conversaciones sobre su nuevo gusto adquirido.

Todo estuvo bien hasta que una tarde dejó de hacerlo.

-Tienes que leerlo Chuuya.- por fin había conseguido una versión en físico del bendito libro. - Te prometo que va a gustarte, es increíble, todo lo que hace es impresionante.- como una sentencia colocó el nuevo ejemplar entusiasmado entre sus manos.

Chuuya debería haber tirado el libro por la ventana apenas lo tocó, o mejor aún, debería haber roto el teléfono de Tachihara cuando su compañero de trabajo le pasó el manuscrito de dicha novela. Se arrepiente, todos los días de su vida lo hará.

Recuerda perfectamente cómo el tiempo se congeló mientras tomaba la tapa colorida con fuerza, el aire se escapó de sus pulmones de una forma tan angustiosa y quebradiza que creyó no poder volver a respirar nunca más. Pero el órgano que más se resintió esa tarde de Agosto fue su corazón, la forma en la que presionó contra su pecho como si pudiera parar de bombear sangre cuando quisiese, la forma en la que se rompió en miles de pedazos sería algo que el pelirrojo no podría olvidar.

Dazai Osamu.

No fue consciente de cómo sus manos tocaron los trazos sin relieve, no recuerda cuánto tiempo pudo mantener este estado frente a su pareja, la que no tenía idea que su mente estaba lejos, muy lejos en la ciudad que lo vió crecer.

Chuuya estaba en un piso compartido mirando como un idiota vendado se sentaba en una de las sillas de segunda mano de su pequeño balcón rodeado de rejas, con un cuaderno y una pluma entre sus dedos, ambos regalos suyos, solo vestía sus ridículas telas blancas y un pantalón deportivo negro, sus desordenados rizos castaños estaban moviéndose por la brisa contrastando con el agua a lo lejos y los hermosos rayos del amanecer cuando una suave mirada miel lo escaneó de arriba a abajo y sus labios tiraron hasta convertirse en una sonrisa perezosa. Volvió a casa, al día que sintió que había encontrado su hogar, lo que desde siempre había anhelado.

No sabe cuánto tiempo pasó hasta que devolvió el libro a las manos de su novio, pero si recuerda exactamente lo que dijo.

-Lo siento Mich, sabes que no soy muy fan del existencialismo, pero me alegra que hayas encontrado a tu autor favorito-

Por supuesto que supo a mierda.

Esa noche terminó borracho en un bar de mala muerte junto a Akutagawa Gin y Albatross, sus mejores amigos, con tanto vino barato y nicotina en su organismo que no pudo regresar a casa hasta el día siguiente. Nunca había pasado fuera la noche desde que estaba con Tachihara y eso lo llevó a tener una conversación incómoda cuando regresó, pero esa mañana Michizō tampoco lo contrarió.

Lo culpaba por eso, porque aquí estaba después de meses, estancado sin poder escribir medio poema decente desde que leyó un nombre, porque voló a través de medio mundo para volver a su antigua casa y poder inspirarse de alguna forma, porque le miente a su pareja todos los días como hoy cuando se arregla para ir a la primera firma de libros de su maldito exnovio.

Mientras se mira en el espejo medita sobre todas las malas decisiones que lo llevaron hasta hoy. Su reflejo le devuelve la mirada de unos ojos azules sin brillo. Si su voluntad se hubiera hecho, él estaría vistiendo un conjunto deportivo descuidado, pero Tachihara insistió en que usara ropa decente para ir a un café a celebrar después del evento.

Chuuya no tenía nada que celebrar, se sentía ridículo con la camisa blanca y el pantalón de vestir oscuro, odiaba su delineado y el bonito sobretodo que cubría sus hombros, quería gritar mientras se ponía sus guantes y notaba la cinta negra en su cuello.

Bueno... al menos no es el collar que me regaló ese imbécil.

Se conforma con ganar estas pequeñas batallas hoy, porque nunca ha estado tan cerca de implosionar, de traer nuevamente la ira que lleva guardada desde hace años. Chuuya es un hombre nuevo, ya no es ese niño malhumorado que lloró en terapia una y mil veces por sus problemas de ira y un corazón roto.

Él es un maldito poeta reconocido internacionalmente ahora, no un bebé inseguro que no deja de escribir sobre unos ojos marrones. Es el jodido Chuuya Nakahara, si Paul lo viera en este momento dudando de cada acción que realiza podría golpearlo, como el pelirrojo quería hacerlo ahora mismo.

Cuando llega a la planta baja encuentra a su novio al borde de explotar de alegría con una sonrisa plasmada en su rostro, en ese instante se da cuenta de la situación.

No puedo arruinar esto. No puedo arruinarlo todo hoy.

Le regala a su pareja la mejor de sus fachadas, lo besa mientras no puede dejar de parlotear sobre lo emocionado que está por conocer a Dazai y por todo lo que quiere decirle, en sus manos sostiene con cuidado dos copias de su último libro: "El Ocaso.".

-Una para mí y otra para Ryu.- había dicho.

Ryūnosuke era el hermano de Gin, un estudiante del programa de literatura cinco años menor que Chuuya, se habían conocido al llegar a Yokohama a pedido de su mejor amiga, noto el talento del chico con solo una charla y había decidido "adoptarlo" de alguna manera, por supuesto el pequeño punk también había amado la forma de escribir del idiota y lo consideraba su inspiración más grande.

Malditos traidores.

Dado que el evento era de carácter privado, sus lectores debían completar un formulario para asistir a la firma, Akutagawa y Michizō habían sido seleccionados para ingresar y tener un par de palabras con el demonio mientras hacía un garabato descuidado en sus libros. Lo que si le sorprendió fue la llamada del pelinegro rogándole que asistiera por él a causa de un inconveniente. No tenía por qué tener miedo, no era nada a lo que Chuuya no hubiese asistido antes.

Nada que no hubiera hecho antes con mis propios escritos.

Mantiene la calma mientras los colaboradores en las puertas escanean sus entradas y les permiten el paso. El salón mayor de la biblioteca está abarrotado de gente, Chuuya recuerda cuando era un lugar silencioso para realizar sus resúmenes de Lingüística antes de un examen. Está luchando contra las ganas de dar media vuelta y volver a su auto cuando Mich agarra su brazo y lo lleva hasta una larga fila.

Esto tomará tiempo.

Cosa que Chuuya odia con su vida, no quiere estar aquí, no quiere verlo, siquiera sabe por qué ha guardado tan celosamente el secreto de una relación que murió mucho tiempo atrás. Nadie en Francia conocía por su boca el nombre de Osamu Dazai, excluyendo por supuesto a Tross, al que consideraba su confidente más cercano.

Las mentiras tienen patas cortas, le dijo una y mil veces su mentor, pero sinceramente Chuuya no había prestado atención a estas palabras. ¿Cómo iba a saber él que un nombre y un apellido lo iban a seguir a través de dos continentes, a través de los años?

Michizō se olvida un poco de él mientras conversa con la chica que está antes que ellos en la fila para firmar el maldito libro. Ambos parecen adolescentes hablando de lo impresionante que es "El Ocaso" y citando sus partes favoritas como si su vida se tratara de ello.

Chuuya no escucha absolutamente nada, ha desarrollado una pequeña habilidad a la hora de cerrar su tímpano en el momento en el que alguien comienza a hablar de una obra de Dazai. No quiere escuchar nada, no quiere saber nada.

No puede encontrarse con alguna frase que él le haya ayudado a escribir, alguna idea que hayan plasmado en un papel en la madrugada o sentir algún tipo de conexión con ese pasado juntos. Porque va a quebrarlo, y Chuuya no puede permitirse romperse otra vez cuando todavía está juntando sus pedazos y pegándolos con delicadeza.

No quiere mirar más allá de sus guantes y el libro que sostiene en la mano, debe pedirle al idiota que lo firme a nombre de Aku y decirle que es un gran admirador de su obra. Por supuesto Chuuya no expresará lo último si puede evitarlo, en su mente reza porque Dazai se haya olvidado completamente de él y pueda volver a casa sin un hueco en el pecho.

La fila avanza rápidamente a través de la sala mientras contempla las galerías superiores, recuerda el lugar exacto en el que se encuentran algunos géneros y dónde están colocados sus libros favoritos, memora también como fue presionado contra esas estanterías miles de veces y los labios que lo tentaban a no volver a sus lecturas. Su alma da un vuelco cuando la nostalgia lo tira al suelo de una forma tan fuerte que lo hace estremecer.

Odio esto. Odio este lugar.

Su mente no deja de gritar que es una mala idea, que debe dar media vuelta e irse sin darle explicaciones a Tachihara, que puede tomar su teléfono, comprar un vuelo a París y dejarlo todo por segunda vez en su vida. ¿O es la tercera? Chuuya no lo sabe, solo cree que necesita un respiro, tal vez un litro de vino y una caja de cigarros.

Sus manos tiemblan mientras no nota como solo tres personas están delante de él, en secreto le da gracias a su altura de no permitirle ver más allá de la espalda de Michizō hasta que el propio da media vuelta.

-Gracias por acompañarme cariño, hoy es un día muy importante para mí- la alegría en sus ojos es tan grande que Chuuya no puede hacer otra cosa que sonreír. - Sé que estás muy ocupado, de verdad muchas gracias por venir conmigo.- un pequeño beso en su mejilla es suficiente para que crea que no será tan malo, que puede hacer esto por él.

-No es problema Mich, sé cuánto te gusta su trabajo.- ojalá el pudiera entender todos los sacrificios que Chuuya está realizando en este momento, la forma en la que está pisoteando su dignidad y corazón en el camino.

Simplemente le da un apretón de manos mientras se acerca a la mesa donde su escritor favorito está esperando del otro lado. Mientras comienzan una agradable charla en la que supone que su novio está llenando de elogios todos y cada uno de sus escritos, es cuando Chuuya lo ve.

Su mente se queda en blanco en el momento en que un jersey negro de cuello alto hace su aparición. Los rizos chocolate siguen siendo descuidados pero su lado derecho está tomado por unas horquillas para que no caigan y obstruyan su visión, su mandíbula es mucho más aguda que a mediados de sus veintes, su cuerpo parece más alto y mucho menos delgado que antes, su piel seguía sin tener signos de que el Sol llegara a ella y rivalizaba con las vendas que cubrían sus antebrazos. Un reloj negro adorna su muñeca y anillos sus dedos, le dan un aire mucho más sofisticado del que solía tener.

Lo peor, lo más horrible de todo el nuevo conjunto, eran sus ojos. El avellana de su iris seguía dejando a Chuuya igual de golpeado que la primera vez que lo vió. A la vista de cualquiera parecerían llenos de agradecimiento y alegría, pero la mirada azul lo conoce tan bien que sabe que no ha cambiado nada.

Están vacíos. Tan vacíos como la última vez que los miré.

No sabía qué esperar, definitivamente no pensaba que Dazai hubiera vencido a todos sus demonios en los últimos años pero también lo amarga. Lo sigue haciendo mientras ve a su novio reverenciarse y caminar hasta el costado de la sala. Lo sigue haciendo incluso cuando Chuuya se acerca con pasos decididos a la mesa, sigue en el momento que extiende el libro y puede sentir su mano a solo un centímetro de la suya, eso es todo lo que lo separa de la pérdida de su vida.

Chuuya Nakahara jamás pensó sentir odio por una persona pero frente a él se encontraba Osamu Dazai con su sonrisa suave, más relajado que nunca, sujetando el libro nuevo que tenía en su mano, siquiera se había dignado a levantar la vista.

-¿Para alguien en especial?- volver a escuchar su voz es una cachetada, algo le gritaba a Chuuya que no serviría de nada hacer un espectáculo, que se prometió esto a sí mismo y a Michizō, que durante años se estuvo preparando para este momento y que un imbécil de primera categoría no debía meterse hasta la última capa de su piel.

Pero su maldito tono dulce había roto su cordura, su presencia lo había descolocado tanto que no recuerda simplemente por qué está aquí. Tuvo que cruzar sus brazos en su pecho conteniéndose de matar al contrario a golpes. Volvieron los gritos de su cabeza y la ira desbordante en cada gota de su sangre. Volvió a ser un idiota de veinticuatro años cuando abre la boca.

-Tu ex novio. -

No esperaba un reconocimiento tan rápido de la situación de su parte y mucho menos la sorpresa expresada en los ojos del escritor. Cuando alza su mirada y se queda quieto viéndolo, siente que el corazón va a salirse de su pecho.

Mierda.

¿Después de todos estos años Dazai tenía que seguir viéndose tan condenadamente hermoso?

-¿Chuuya?- la pregunta está completamente de más, por supuesto que Dazai sabe quién es él, ni que alrededor de Japón pudiera encontrarse tanta gente con sus características occidentales.

-No lo leí, por cierto.- se arrepiente de sus palabras al instante pero su mirada se vuelve despectiva viendo el libro en sus manos, cuando la alza siente la bilis subir por su garganta.

La presión en su pecho es tan fuerte que puede gritar, la forma en la que Dazai lo está viendo es tan arrolladoramente íntima que solo quiere sacarle los ojos y la estúpida sonrisa socarrona de la boca a golpes.

Puede notar cómo su humor se vuelve más insoportable a medida que traza con la pluma dorada y negra la primera hoja de la novela. El mundo parece pararse cuando Chuuya reconoce su propio regalo, sus propias manos sosteniéndola antes de dársela a su contrario en su cumpleaños.

-Para cuando seas malditamente famoso y firmes tus propios autógrafos-

Quiere comerse todas y cada una de sus palabras mientras Dazai cierra el libro y lo devuelve a sus manos. No pasa inadvertida la forma en la que sus dedos se rozan en la cubierta del ejemplar durante un momento demasiado largo, como si quisiera que el tiempo se detuviera un poco más. Cuando Chuuya abre la tapa para ver que se le puede haber ocurrido garabatear al idiota tiene que bajar cinco tonos su voz para no gritarle en la cara.

PARA MI PERRO ;)
-D.

-Me estás jodiendo...- es todo lo que puede susurrar mientras lo mira con ganas de poner sus manos en el borde de su cuello y apretar hasta que no pudiera llegar aire a sus pulmones.

-¿Sabes? Deberías volver después de la firma.- nota el tono bajo y coqueto en sus palabras, los nudillos de Chuuya palidecen mientras aprieta con fuerza la tapa. A la mierda su novio, a la mierda el ejemplar de Ryu, a la mierda el control de la ira que mantuvo durante años.

Siente algunos jadeos ahogados antes de notar lo que acaba de hacer. Sin ningún tipo de consideración tiró el libro al escritorio en el que está sentado Dazai como si no pudiera sostenerlo entre sus manos, como si le diera asco tocarlo. Nota la sorpresa en el rostro del castaño, pareciera que jamás hubiese esperado esa reacción de Chuuya en absoluto, como si las palabras no hubieran cruzado las millones de líneas que existían entre ellos.

-Vete a la mierda Osamu.- lo dice fuerte y lo dice en serio.

-Chuuya, espera.- el sonido de una silla moviéndose llega a sus oídos mientras da media vuelta y comienza a andar.

Todo lo que puede hacer al caminar a la salida es sostener su frente en alto como si cada persona en la maldita sala no valiera ni la mitad de lo que valen sus zapatos. El sonido de sus pasos se escucha como si aplastara su dignidad y con cada pisada que da. No se permite pensar en cómo Tachihara lo llama por su nombre e intenta alcanzarlo. No se permite ver atrás y encontrarse con la mirada de nadie, ni la de su novio, ni las de los fanáticos indignados y mucho menos la de Dazai.

Quiere disparar a su cabeza cuando recuerda que por muchos años que pasen, las peores locuras siempre se cometen por amor.

.............................

Yokohama2016.

Chuuya ama la sensación de adrenalina en sus venas mientras Shirase arma una línea en la pequeña mesa improvisada dentro de la furgoneta de Yuan, están en un espacio llano cerca del puerto, el bullicio fuera del automóvil es tan fuerte que traspasa el metal.

Una de las carreras está a punto de empezar seguramente, pero no puede concentrarse en otro cosa que no sea el polvo blanco ingresando por su nariz y la sensación de éxtasis que viene luego de ello. Tiene algunos vasos de vodka barato en su organismo de antemano cortesía de Dostoevsky y su cabeza no deja de gritar que se relaje entre los almohadones que lo rodean.

Chuuya está jodido, toda su vida lo ha estado, a la corta edad de veinte años está perdido en el mundo. Necesita un maldito respiro de los dos trabajos con los que hace malabarismo mientras intenta estudiar para ser un buen escritor, son días como estos en los que se quita la máscara de estudiante ejemplar y cae en la aceptación de sus pecados.

No sabe cómo se mantiene cuerdo hasta el sábado, hasta que la adrenalina del alcohol y alguna que otra droga lo abraza, hasta que su mente calla y puede continuar sin sentir. Los sábados son sus días favoritos de la semana, siempre inician en el furgón de Yuan, siguen mirando drogado las carreras clandestinas que se realizan en esta parte de su ciudad, pasan la noche en algún club y si tiene suerte se despertará en la cama de Fyodor después de una buena sacudida.

Sí, definitivamente es todo lo que necesita después de toda una semana de existir, su mente sigue sin estimularse mientras recuerda que tiene que encontrar un compañero para su pequeño departamento antes de que el mes termine y se muerde fuertemente el labio.

La vida va en picada, siempre lo fue, pero el último año lo estaba consumiendo como ningún otro. Chuuya nunca había sido problemático, había terminado sus estudios medios con excelentes calificaciones, era la estrella del club de deportes a pesar de su altura y todo lo que se veía en él era un futuro claro, grandioso y brillante.

El único que podía arruinarlo era el propio Chuuya, y eso fue exactamente lo que hizo.

Cuando Nakahara Fuku lo adoptó a la edad de siete años, era un animal herido al que habían dejado abandonado en la puerta de una casa de acogida, no recordaba nada de esos días, solo las paredes grises y las ganas de volar fuera de esa jaula. La vida le dio una segunda oportunidad cuando su madre lo llevó a casa, le proveyó todas las comodidades existentes y creyó en él todos los días.

Ella y Kouyou eran todo lo que Chuuya tenía en el mundo, pagó con entusiasmo, esfuerzo y perseverancia su aceptación, fue un buen niño desde el día que le mostraron su cama y la lealtad se demostró en sus calificaciones y elogios. Nunca había sido amado como lo fue en esa pequeña casa en las afueras de Yokohama, y sería algo que agradecería durante toda su vida.

Pero todo en la existencia de Chuuya termina siempre de forma trágica, hace un año no sabe nada de su hermana, el poco efectivo que se llevó de casa luego de su pelea se terminó una semana después en el lugar de Shirase.

A veces podía sentir unas manos cálidas peinar su cabello y unos labios suaves en su frente deseándole buenas noches. Podía escuchar las risas en la vieja cocina y las batallas de almohadas en su sala de estar. Podía oír la voz de su madre tarareando una canción antigua mientras colocaba alguna bandeja en el horno.

Extraña esos días como ninguna otra cosa en el mundo, si pudiera rogar porque volvieran estaría de rodillas en menos de medio segundo pidiendo que le devuelvan lo que perdió.

Porque nunca regresaría a esa casa, porque la policía llamó una madruga a sus dieciocho años al teléfono de Kouyou pidiendo que reconociera un cuerpo, porque el auto en el que iba su madre estaba tan destrozado que no podría haber sobrevivido ni aunque lo intentara. El conductor contrario no tenía alcohol ni drogas en su sangre, sus análisis estaban completamente limpios, había sido un accidente, una falla en los frenos del viejo coche de Fuku. Chuuya odiaba no poder culpar a nadie, por lo que se culpa a sí mismo.

Toma todas las situaciones ilógicas y sin consistencia para flagelarse por permitir que su madre saliera por la puerta esa noche, los demonios le susurran tan cerca en el oído que es simple caer en sus tentaciones. Llena su organismo de sake y comienza a jugar con las pastillas, conoce a Shirase y Yuan en el camino, buenos socios en su juego de quién durará menos en esta vida, pasa por estadíos de inconsciencia durante un año, no ingresa a la universidad, siquiera recuerda si come o respira.

Cuando las botellas se convierten en adornos dentro de su habitación el día que se conmemora el aniversario de la muerte de la persona que más amó en su vida, su hermana adoptiva rompe su puerta. Gritan, se hieren mutuamente, desgarran con dientes afilados su carne mientras tratan de tener la razón de la situación. Chuuya no cede, no lo hace hasta que Kouyou saca de su garganta lo único en lo que estaban de acuerdo.

-Mamá no te sacó de ese horrible lugar para que te conviertas en esto.- se ve tan arrepentida cuando expulsa las palabras de su organismo que incluso trata de llegar hasta Chuuya.

Pero él ya se ha ido y no ha vuelto nunca más, se mudó con Shirase hasta que pudo conseguir varios trabajos, cuando encontró un departamento decente a un precio respetable para compartirlo con Kajii, tomó las pocas cosas que se había comprado con el dinero ahorrado, las desempacó en el frío suelo y se inscribió en la universidad.

Tuvo que estar lo suficientemente sobrio después de que lo echaran de dos lugares de comida rápida, se acostumbró a recurrir a sus vicios solo un día a la semana, menos sus amados cigarros y tal vez alguna que otra botella de vino. Nunca más volvió a tocar una gota de sake, jamás lo hará.

Pero eso no hace a Chuuya más sensato, en realidad debe adaptarse porque necesita comer, necesita mantener sus calificaciones y fachada de alumno estrella en sus clases, necesita sostener el equilibrio enfermizo de su mierda y tratar de no morir en el intento.

Todos los días se levanta del colchón en el suelo y piensa en su madre, se dice a sí mismo que está aquí por ella, haciendo esto por ella, que aguanta todas las malditas noches por ella y ruega porque algún día desde el lugar en el que esté pueda estar verdaderamente orgullosa de él.

Pero hoy no es ese día.

No mientras apenas puede coordinar sus pies cuando se acercan a los bordes de la pista improvisada, no mientras está tan ido del mundo que los colores lo entumecen y no puede enfocar sus ojos de manera correcta para ver quienes correrán hoy.

Se suelta del agarre de Fyodor y sus pies lo llevan lentamente a la multitud que trata de ver de cerca los automóviles, discuten sus modificaciones, la gracia de sus modelos y quien probablemente sea el ganador. A Chuuya increíblemente le gusta este mundillo, casi tanto como la literatura y el vino, incluso pensó en postularse como corredor un par de veces pero no puede renunciar a su dosis semanal por muy tentadores que fueran los premios de las apuestas.

Lo más bajo de Yokohama se encuentra en este sitio reunido esta noche y el pelirrojo no es la excepción, mira a su alrededor y siente las almas en pena, escapistas de realidades muy distinta a la suya tratando de encontrar un poco de adrenalina o una buena inyección de entretenimiento. Todos los que vienen al Puerto están perdidos, son cuerpos vagando sin espíritu intentando encontrar un lugar para ser parte, al igual que él.

El olor a comida lo marea pero es lo suficientemente embriagador combinado con el calor de los cuerpos de la multitud hablando de trivialidades o negocios. El lugar es tan depravado, pero tan lleno de vida que le gusta, le agrada, lo siente tan propio que puede estar cómodo por primera vez en toda la semana.

Se acerca al increíble Supra color negro de Eliot, silva mientras nota por millonésima vez las nuevas modificaciones del mismo. Cuando el dueño de semejante belleza lo mira, se acerca irremediablemente.

Aquí vamos de nuevo.

A Chuuya no le desagrada el corredor en sí, es interesante y su físico no está nada mal, pero él mismo puede buscar sus propias víctimas de cama, no necesita que nadie intente llevárselo cuando está drogado para tener una buena noche.

-Hey Chuuya.- todo se mueve demasiado rápido a ojos del pelirrojo antes de notar que está a su lado. - ¿Quieres que te muestre los nuevos juguetes del auto después de ganar?- antes de que pueda tocarlo, ya está cruzando sus brazos, particularmente molesto mientras bufa.

- Por favor T.S. tus frases para llevarme a la cama son horribles y lo único caliente que tienes es esta preciosidad.- la amplia sonrisa en su rostro decae y parece que está a punto de refutar cuando una conocida voz lo interrumpe.

-¿Nakahara Chuuya?- su nombre es dicho con un tono que denota sorpresa pero al mismo tiempo burla.

Por favor, por favor, por favor. No me jodas hoy. Él no.

Su cuerpo está tan asustado como enojado cuando da media vuelta y lo mira.

Sí, el destino probablemente me odia.

...................................

Yokohama, 2016.
Unos minutos antes.

Dazai está aburrido.

Todos los días son aburridos, los ve pasar como una película sin gracia uno tras otro. Ha hecho eso desde que tiene memoria por lo que se vuelve algo fácil con el tiempo. Su cabeza se encuentra bañada en una niebla gris que lo tapa absolutamente todo.

Vive en automático desde el día en que nació y está tan acostumbrado a las pastillas recetadas por su psiquiatra que cree que eso no cambiará nunca. Probablemente lo único que le ayuda a levantarse en las mañanas es el pequeño cuaderno donde escribe hasta que sus noches caen, siquiera la universidad es un desafío suficiente para su mente, pero los textos académicos y sus clases lo ayudan a ser un mejor escritor y eso es todo lo que necesita por ahora.

Además a Odasaku le enorgullece verlo cuando ingresa al edificio de Humanidades, cuando le cuenta sobre las cosas que aprende o las ideas que surgen en su mente mientras está mirando las pizarras. Le enorgullecen sus calificaciones y su "compromiso" con su carrera, suele poner esa sonrisa suave a la hora de hablar del tema y eso es suficiente para Dazai.

Oda Sakunosuke es su mejor amigo, su salvavidas personal en este horrible mundo, y también es el amor de su vida.

Tampoco iba a decírselo.

Su otra mitad estaba en otra liga, a pesar de ser la persona más cercana que tenía, Dazai nunca podría jugar con la idea de tener una relación amorosa, jamás sería suficiente para él. Nadie lo sería, Odasaku era un hombre de esos que existe entre millones, tan absurdamente bueno que parecía sacado de un cuento de hadas, tan inalcanzablemente amable, tranquilo y sabio.

Sakunosuke era una persona madura, cuatro años mayor que el castaño, tomaba sus últimas clases este semestre, probablemente recibiría su diploma con honores, era reconocido por todo el departamento, daba tutorías a los alumnos que lo necesitaban y es voluntario desde la escuela media en uno de los orfanatos locales. Verdaderamente podía ser considerado un ángel.

Y Dazai era un maldito desastre, una agrupación de pensamientos y conductas autodestructivas, un demonio salido de las profundidades del abismo. Por supuesto que su mejor amigo lo había adoptado como una de las cosas rotas y causas perdidas que intentaba arreglar desesperadamente, si eso era todo lo que significaba para él y lo único que obtendría del pelirrojo mayor, que así fuera.

Todos le decían que no había nacido para conformarse, el imperio que había construido su padre era lo suficientemente grande para sentirse el rey del mundo. Le gritaban que él debía tomar y pedir siempre más, hacerlo mejor, intentarlo fuertemente. Pero la cruda realidad es que Dazai había terminado con eso, se aferraría a las pocas cosas que le hacían sentir algo como si fueran la última gota de agua en un desierto, y no le importaría arrastrarse para conservarlas.

Casi nada lo hacía querer levantarse, en estos momentos las más fuertes eran la literatura y Odasaku, no podía pedir más. Las seguiría hasta que no quedase nada de él, hasta que sus huesos fueran polvo y su carne cenizas.

Pero una interesante tarde Tanizaki había comentado entre sus recreos sobre las carreras que se realizaban cerca del puerto de Yokohama, le contó sobre un amigo que participada de las apuestas y habló todo lo que sabía de ellas, las cosas que la multitud hacía allí y lo jodidos que debían estar para disfrutar un lugar como ese.

Según la descripción de su compañero, dichas carreras y sus seguidores parecían sacados de los círculos del infierno de Dante, representaban cada uno de los pecados capitales y probablemente el ambiente fuera similar al del Tártaro.

Mientras más hablaba Junichirō de esa pesadilla, más brillaba el iris de Dazai, su cabeza iba el triple de rápido de lo que suele y una pizca de curiosidad y adrenalina se colaba entre sus venas. Algo dentro de él lo empuja a seguir preguntando y con cada respuesta se encontró más maravillado.

Parece un lugar que podría ser el hogar de un demonio.

No duerme en toda la noche escribiendo sobre un llano entre sombras, tan cálido bajo la combustión de llamas negras que cuando sale el sol y lo hace, sueña con una figura encapuchada llamándolo y el sonido del motor de los automóviles, sueña con diablos llevándolo hasta las profundidades del puerto. Al día siguiente les comenta casualmente a Odasaku y Ango cuáles serán sus planes este sábado y ninguno de los dos se niega a pesar de las advertencias. Dazai les expuso que en caso de no querer salir de la barra del Lupin para acompañarlo, él mismo irá solo a ver la carrera.

Y aquí están hoy, caminando por el infierno de Yokohama como si no fuera la primera vez que lo conocen, huele a humo y cuerpos, se escuchan susurros de conversaciones tanto triviales como sentencias de las pandillas locales. Los vendedores de droga son una plaga, al igual que los puestos de alcohol y comida chatarra, está lleno de gente pero al mismo tiempo hay espacio para que caminen tranquilamente. A unos metros puede ver una serie de automóviles y furgonetas estacionados, seguramente de los visitantes habituales del lugar.

Está emocionado y sus pasos lo demuestran, Dazai nunca ha vivido algo así, no entre las paredes de la mansión de Mori, sus tutores particulares y sus salidas controladas a los lugares más concurridos de la ciudad. Mientras llena de aire sus pulmones puede sentir la libertad que lo abraza, y sabe a maldita gloria.

No puede esperar a tener una conversación con su padre mañana y contarle sobre todo esto, ver su ceño fruncido y su cara de asco será suficiente para mejorar la mañana de Dazai, probablemente su buen humor se extienda durante toda la semana si tiene suerte.

Se siente extasiado aunque apenas tiene encima algunos tragos de whiskey de la licorera que lleva en el bolsillo, mira los modelos de automóviles expuestos antes de la carrera y escucha susurrar a las personas cercanas a él sobre las mejoras de los mismos y los corredores de hoy.

Perdió a sus amigos hace unos minutos cuando dijeron que comprarían algo para comer antes de que empezara la noche, en otras palabras, antes de que Dazai consuma tanto alcohol que lo vomite sin ceremonias. A veces se queja de que lo cuidan demasiado pero ambos conocen todas las malas decisiones que toma el castaño cuando está lo suficientemente feliz o exasperantemente triste, tienen suerte de que hoy sea la primera.

Sus ojos se detienen cuando ve a una chica bajita acercarse despacio al impresionante Supra negro apartado a su derecha, la mira mientras toca el auto como si fuera una deidad y Dazai siente un deja vu.

Su cuerpo se tensa cuando nota que conoce ese tono de rojo, tan característico y raro, reconocería ese corte y esa altura en cualquier parte aunque no lo quisiera, su estómago se cierra con un fuerte tirón cuando se da cuenta que la chica no es precisamente una chica. Sus ojos se abren mientras una sonrisa se forma.

Hoy es mi día de suerte.

Chibi está a solo unos metros de él dándole la espalda, su maldito rival académico, el señor alumno perfecto, siempre tan alineado y recto que podría rivalizar con Kunikida. Por un segundo duda completamente que sea él, ese Chuuya jamás estaría en este infierno, ese pulcro, inocente y elegante imbécil jamás podría encontrarse viendo una carrera clandestina. Duda mucho más cuando esa persona abre su boca.

- Por favor T.S. tus frases para llevarme a la cama son horribles y lo único caliente que tienes es esta preciosidad.- es su voz, pero no su tono usual, jamás había escuchado algo semejante.

Lo había oído exasperado y algo alterado, pero siempre era respetuoso con las palabras, como si un paso en falso pudiera llevarlo a la ruina y ahora entiende por qué. Nakahara jamás había usado ese tono en clases, altanero, ruidoso y divertido, no va a mentir en absoluto, lo descolocó casi tanto como deseó que se dirigiera a él de la misma forma. Siquiera puede contener las palabras cuando sale de su boca.

-¿Nakahara Chuuya?- puede sentir como se tensa y cuando se da finalmente la vuelta, lo ve.

Este no es su Chuuya.

Sus hebras perfectamente ordenadas parecen más libres, su ropa siempre casual y pulcra es sustituida por una camiseta de rejilla y unos jeans negros ajustados, su cuello está adornado por una pequeña cadena. Donde había un rostro limpio, encuentra unos ojos maquillados y unas pecas iluminadas con algún producto cosmético, al igual que la punta de su nariz y el arco de sus labios. Unas gemas azules, sean benditas, le devuelven una mirada cargada de furia, hastío pero también algo parecido al pánico.

Estoy en el maldito infierno.

Y su demonio personal está viéndolo como si quisiera arrancar su cabeza de un mordisco o descuartizarlo hasta que no quede nada más que su sangre. Lo nota repasarlo de arriba a abajo, mirando solo la camiseta simple y los jeans que Dazai eligió esta noche, ruega porque no haya sentido como su respiración se cortó cuando se demoró un poco más en sus ojos.

¿Desde cuándo hace tanto calor?

Parece haber olvidado que estaba hablando con alguien porque cuando su acompañante carraspea se apresura a moverse hasta olvidarse del espacio personal de Dazai. Esa no es la peor parte por supuesto, su forma de caminar perfectamente demuestra que está borracho o drogado y sus sospechas se confirman cuando toma su mano con entusiasmo.

-Samu, te estaba esperando.- aunque sus movimientos no están muy bien coordinados, el pelirrojo se defiende arduamente, su cerebro acaba de entrar en cortocircuito ante el apodo y esta nueva faceta.- Estaba deseándole una buena carrera a Eliot, vayamos a buscar un buen lugar para verla.- Chuuya nunca le había sonreído así, jamás se había visto entusiasmado en su presencia, nunca había demostrado más que molestia mirando a Dazai, su mente está en shock mientras tira de él entre la multitud.

Caminan apresuradamente hacia otro lugar y debe soportar los saludos de cada maldita persona en el mundo que se cruzan hacia Chuuya, muchas caras que no reconoce en absoluto le preguntan sobre trivialidades de su vida, otras curiosean sobre su nuevo amigo, el pelirrojo solo contesta de forma simple pero cuando lo presenta brevemente sin pararse un segundo, su piel se eriza.

-Dazai Osamu, un amigo.-

Su cabeza no puede dejar de gritar: ¿Qué carajos?

Chuuya los conduce rápidamente hasta la zona de estacionamiento, siquiera se detiene en un lugar específico, mira a todos lados comprobando que estén solos o que nada más haya algún que otro borracho dentro de su automóvil, como si estuviera cometiendo un delito, todavía no ha salido de su estupor cuando la máscara de su acompañante cae.

Definitivamente debería ser actor.

-¡¿Qué mierda estás haciendo aquí?!- Chuuya le está gritando y lo único que puede hacer es quedarse con la boca y los ojos abiertos.

Todo el año Dazai había intentado sacar la mínima reacción de su perfecta personalidad, se había burlado de él y sus intentos por superarlo académicamente hasta el cansancio, hizo comentarios mordaces sobre su estatura una y otra vez, había querido llamar su atención sin parar tratando de que su máscara de niño ejemplar cayera y ni una sola de todas las veces lo había conseguido. Chuuya seguía estoico, ignoraba su comportamiento, le daba alguna que otra mirada de cansancio y simplemente seguía con su vida.

Y ahora Chuuya le estaba gritando, como si todas las reacciones que Dazai estuviera buscando se le presentaran en bandeja de plata juntas. No recuerda si sale del shock mientras busca las palabras.

- Vine con unos amigos a ver la carrera.- se golpea mentalmente porque siente que por un segundo se ha dejado encandilar por la nueva personalidad que ha descubierto en su compañero.

-No me jodas Dazai, nunca has venido antes a esta mierda, así que habla. ¿Qué se supone que estás haciendo aquí?- a pesar de lo ido que está su contrario puede encontrar las palabras para insultar una y otra vez, el corazón del castaño se siente emocionado después de estar en contacto con todos los ademanes tormentosos, sonríe ampliamente como si hubiera ganado el premio mayor.

-Tranquilo Chuuya, alguien podría pensar que estás alterado y que te da miedo que sepa lo que tú estás haciendo aquí.- no se arrepiente de su tono de burla y de ver al pelirrojo mirarlo con miedo un segundo antes de que la furia se presentara nuevamente.

- Escúchame bien imbécil.- acaba de dar un paso adelante intentado imponerse ante Dazai a pesar de su altura. - Ni una jodida palabra va a salir de tu boca sobre esto o si no...-

-¿O si no qué?- lo mira desde arriba mientras lo desafía a continuar. - Lo poco que entiendo es que tienes una reputación que mantener mientras que yo no tengo nada que puedas amenazar. Continúa...- está siendo cruel por supuesto, tiene claro desde el momento en que lo miró que no va a decir absolutamente nada fuera de su círculo íntimo, pero quiere ver como las emociones de Chuuya pasan por sus ojos.

-Escucha...- no sabe si es a causa de su estado, pero el fuego en él se apaga un instante e incluso lo oye suspirar antes de ceder.- Haré lo que me pidas pero no debes hablar de esto con nadie ni venir nunca más.- Chuuya sabe, siente que Dazai ha notado que está drogado, no solo eso, lo ha visto en este maldito agujero donde todos los demonios vienen a lamer sus heridas, entiende por qué está aquí y eso es suficiente para poner su fachada de cabeza.

-Pasa la noche conmigo.- el doble sentido en sus palabras no es inadvertido.

-¡¿Qué mierda acabas de decir?! - se encuentra tan alterado que Dazai solo puede reír a carcajadas.

-No en ese sentido chibi. Muéstrame un poco de esto, muéstrame que hace Nakahara Chuuya en este lugar.- el pelirrojo lo mira desconcertado como si una segunda cabeza le hubiera crecido. - Eso es todo.-

-¿Qué? - probablemente Chuuya crea que esto es una alucinación.

-¿Acaso no llega mi voz hasta ahí abajo?- sigue sonriendo mientras lo mira desconfiado.

-¿Por qué haces esto?- su tono es bastante más suave ahora.

-Porque estoy aburrido.- y no hay nada más que verdad tras esas palabras, aún sin creerle, Chuuya mira un poco más allá donde las carreras están iniciando.

- Seguirás mis reglas hoy, no quiero que me dejes en ridículo frente a mi gente.- la resignación y la molestia vuelve a su cuerpo como si nunca hubiera mandado a la mierda a Dazai o intentado amenazarlo hace apenas un segundo.

No es amable mientras comienza a caminar nuevamente hacia la multitud sin mirarlo, se mueve como si este fuera su patio de juegos desde que tiene memoria, como si reconociera cada rincón sin abrir los ojos. Le cuesta seguirle el paso ya que se está dirigiendo a un lugar específico.

Está fascinado con toda la situación, la nueva faceta de Chuuya le parece tan desconcertante y estimulante al mismo tiempo que no puede dejar de sonreír. Definitivamente la mejor decisión que tomó en su vida fue venir a este infierno hoy.

-Dazai.- la voz de Oda hace que ambos paren en seco, mientras el pelirrojo mayor y Ango se acercan aprovecha para demostrar lo emocionado que está con la situación poniéndose su máscara de payaso.

-¡Odasaku! ¡Ango! Él es Chuuya, estamos tomando las mismas clases este semestre.- su tono de voz se vuelve un poco más agudo mientras ve la sospecha en los ojos del pelinegro y la calma natural de Oda.

-Hola.- es todo lo que dice Chuuya, puede sentir su mirada analizándolo cuando se acerca a los recién llegados y lo sigue cuando comienza a explicarles cómo acaba de cruzarse con el pelirrojo y que él estaba mostrándole el lugar.

Se presentan los dos amablemente, Chuuya les explica que están dirigiéndose a la zona en la que generalmente están sus amigos. Mientras caminan sus acompañantes le obligan a tragar a Dazai algo de comida y nota al pelirrojo nervioso después de saber que Ango y Odasaku asisten a la misma universidad que ellos, pero más tarde le aclarará que ninguno dirá nada de la situación.

Le sorprende la forma en la que Chuuya se mueve por los espacios, cómo les explica a sus amigos un poco sobre el lugar y las carreras, no comprende cómo puede usar las palabras correctamente. Algunas personas siguen saludándolo, responde alegre, sin titubear, como si no estuviera drogado en absoluto. Eso lo hace pensar que tal vez solo consumió algo blando para pasar el rato.

Quiere resolver el misterio de quién es este nuevo Nakahara Chuuya, qué diferencias tiene con la contraparte remilgada que conoce de él. Quiere saber qué hace aquí, por qué alguien que parecía estar tan arriba en la escala estaba caminando por el Tártaro como si fuera su hogar. Dazai tiene curiosidad, demasiada, más de la que ha tenido en toda su vida.

Él no es quien para juzgar, más que nadie entiende la sensación de vacío, la necesidad de esconderse bajo los vicios para encontrar una momentánea liberación o para evitar una ruidosa caída. Pero quiere saber, quiere entender qué fue lo que lo llevó a considerar estos consuelos, cual es la razón de ocultarlos tan celosamente, por qué hace todo esto.

Pasan por debajo de un cordón para llegar a una zona más selecta que el resto del lugar, hay sillones y mesas dispersas, en ellos se sienta gente mucho más sofisticada que en los otros sectores, algunos tomando vino de botella en copas o tragos en vasos de cristal mientras la muchedumbre fuera de este espacio se conforma con algún envase plástico o la boca de las latas.

Dazai escanea todo mientras caminan, Chuuya sigue saludando personas por donde quiera que pasa, parece toda una celebridad dentro de este mundillo, en la mesa más apartada una mata de pelo blanco trenzado esnifa polvo junto a una pelirrosa divertida, casi gritan en el momento en el que notan al pelirrojo y sus rostros se vuelven curiosos cuando ven a las tres personas que lo acompañan, no parecen hostiles, se atreve a decir que se alegran de ver caras nuevas.

Chuuya se tira en uno de los sillones libres y empiezan las presentaciones. Los señala a cada uno como si los conociera de toda su vida a pesar de solo haber intercambiado unas palabras en unos pocos minutos y autoasignarse guía turístico por un par de metros.

-Oda, Ango y Dazai, conocidos de la universidad.- cuando comienza a nombrar a las personas en la mesa es que el moreno lo ve.- Shirase, Yuan, Nikolai y Fyodor... mis amigos.- su tono no demuestra incomodidad pero Dazai no lo mira a él si no a la persona frente a ellos. Se sienta al lado de Chuuya sin apartar sus ojos, Ango y Odasaku ocupan otro de los asientos y entienden que algo ha cambiado en el ambiente. Después de los amables comentarios tras las presentaciones es que escucha la voz de una rata agonizando.

-Vaya... jamás esperé encontrarme a Dazai Osamu en un lugar como este.- sabe cómo seguirle el juego al pelinegro anémico, lo ha jugado la mitad de su existencia.

-Dostoevsky.- su cabeza se mueve en señal de reconocimiento. - Pensé que estabas lo suficiente enfermo para que tu madre no te dejara salir de casa.- todos en la mesa miran a ambos sorprendidos, como si la conversación fuera un partido de ping pong, menos Chuuya que está viendo cómo los automóviles vuelan por la pista improvisada a su izquierda, parece que no tiene ningún tipo de interés en la conversación aunque Dazai puede apostar que es a causa de la influencia de los colores y ruidos en su organismo por las drogas.

- Nunca te invite a unirte porque pensé que Mori no te permitía visitar estos lugares, es agradable ver que estaba equivocado.- su sonrisa es tan mordaz que el resto mira las botellas acumuladas en la mesa, el primero en tomar el vino y servirlo en una copa grande de boca ancha es Chuuya, intenta no distraerse cuando lo reconce de reojo, Fyodor tiene su iris fijos en ambos, casi celoso, no reprime una sonrisa cuando continua su pelea.

- Chuuya me invitó a pasar el rato, no podía decirle que no.- la mirada del pelinegro se vuelve helada analizando al más bajo que acaba de tomarse todo el líquido de un trago y se acerca a la mesa para servirse un poco más. Anota rápidamente en su cabeza.

También tiene problemas con el alcohol.

-Pueden dejar de comportarse como perros meando el mismo árbol, quiero ver la carrera y están rompiendo el ambiente.- sus palabras parecen una sentencia clara, el chico con el pelo blanco y corto, Shirase recuerda, casi escupe lo que sea que estaba en su vaso, Yuan y Nikolai ríen, Ango y Odasaku parecen divertidos con el comentario y toda la escena, se relajan y se permiten llenar también sus vasos cuando siente una mirada sobre él.

-¿Tú no vas a beber?- la persona está a su lado escaneándolo, probablemente desafiando a Dazai de alguna forma, le sonríe mientras saca el envase de acero tintado de negro de su bolsillo, parece que los ojos de Chuuya se iluminan.- Ya veo... ¿tienes más trucos debajo de las vendas?- algo detrás del tono de burla del pelirrojo hace que el espacio se sienta más cálido.

Se atreve a relajarse contra el asiento casi tanto como su contrario, pasa un brazo por el respaldo justo atrás del lugar en el que apoya su cuello, puede sentir algunos mechones sobre sus vendas. Lo mira divertido mientras toma un trago largo del whiskey con miel que tiene dentro de la botella, los ojos de Chuuya se distraen con la acción y Dazai se da cuenta que tiene ganas de seguir probando sus límites.

-Si quieres puedo enseñarte un par más tarde.- sabe que se está ganando un buen puño de su parte pero increíblemente una risa suena cerca de los oídos de Dazai.

Por favor.

La risa de Chuuya también parece cambiar estando en este lugar, parece más libre, es ruidosa pero al mismo tiempo bonita, no es extraña o tosca, es simplemente como una canción que se reproduce una y otra vez en tu cabeza. Se ve tan etéreo así, con los ojos casi cerrados y una sonrisa divertida en su cara, como si Dazai le hubiera contado el chiste más gracioso del mundo.

Por favor hazlo reír un poco más para mí.

-Eres un imbécil.- aunque es un insulto se siente como una caricia, suena como algo íntimo y demasiado real, nada que tenga que ver con su relación de rivales entre clases, nada similar a la dinámica que prueban ahora.

-Por favor consíganse un cuarto, son insoportables.- la voz de Nikolai rompe una burbuja, después de ello siguen riéndose y hablando trivialidades entre todos, Dazai y Fyodor no se dirigen la palabra pero comentan al azar y hablan con sus amigos, con los que se sienten más cómodos.

El resto opina sobre la carrera mientras nota que Chuuya está algo callado, sigue rellenando su vaso una y otra vez pero no toca las pastillas ni el polvo que se encuentran en la mesa. Parece estar en otro lugar mirando cómo los pilotos pasan delante de sus ojos, escucha como personas continuas a ellos y los propios Nikolai y Shirase inician las apuestas.

Es algo divertido de ver como todos están dejando su dinero en un tal Eliot que supone debe ser el mismo piloto con el que encontró a Chuuya. Sigue concentrado sin atender el hilo de la conversación cuando Dazai empieza a ver lo que está mirando, un destello rojo pasa y se da cuenta que el pelirrojo lo sigue más allá de los bordes, queda solo una vuelta para terminar y el moreno acaba de elegir su caballo ganador.

-¿Quién es ese?- la pregunta parece sorprender a Chuuya, el auto está segundo en la formación siguiendo de cerca al Supra. Increíblemente su acompañante sabe de lo que está hablando.

- Charles Williams. No sé qué modificaciones habrá hecho en el GT-R para esta carrera pero se ve confiado.- se sorprende de que Chuuya a pesar del alcohol y lo que sea que tomó antes y sigue teniendo en su sangre, pueda responderle con tanta naturalidad sobre el tema.

-¿Vas a apostar por él?- cuando suspira no sabe por qué siente que hizo una pregunta equivocada.

-Yo no apuesto, pero probablemente todos estos idiotas pierdan su dinero.- antes de darse cuenta de lo que está haciendo saca un par de billetes de su bolsillo y lo tiende a la persona que está anotando las apuestas, cuando repasa el monto, sus ojos se abren, pero no llega a decir nada porque la voz de Dazai se escucha.

- Por Williams y el Nissan, a nombre de Nakahara Chuuya.- sus amigos están estupefactos, Fyodor lo mira con recelo, y el resto de la mesa parece a punto de saltar por el dinero de Dazai.

-¿Qué mierda estás haciendo?- Shirase reclama como si hubiera calculado cuánto podrían haber gastado en alcohol los nuevos del grupo si le hubiesen dado esos billetes. -¡Estás tirando dos malditos verdes a la basura!- a su lado Nikolai asiente una y otra vez, Ango y Odasaku no opinan sobre la situación, están acostumbrados a sus excentricidades.

-¡Pero si ganamos podremos tener alcohol gratis toda la noche!- su tono es juguetón mientras afirma, los ojos del pelirrojo lo siguen desconfiado mientras toda la mesa vuelve a lo suyo sin darle demasiada importancia.

Chuuya no deja de mirarlo cuando el resto se pone de pie para ver el final de la carrera, no aparta sus ojos cuando Dazai lo ignora y empieza a conversar con Odasaku, lo persigue cuando toma su whiskey o habla con sus nuevos conocidos. Chuuya no aparta sus ojos de él cuando el Nissan GT - R rojo con detalles negros cruza la línea primero, ni cuando sus amigos vitorean porque acaban de ganar tres meses de sábados de alcohol gratis, unos zafiros lo persiguen cuando se suben a la Ford E de Yuan y se dirigen a su club de confianza, o así lo llama Shirase.

Cuando entran al Gatsby, Dazai comprende por qué a la gente de su edad le gustan tanto los clubes nocturnos, puede ver cómo los grupos de amigos se divierten y las parejas se entretienen entre ellas. Mientras caminan a una mesa ya apartada a nombre de Dostoevsky sus pensamientos se mantiene en la nuca de Chuuya, no ha emitido una palabra desde que ganaron el triple de su apuesta, lo presionó hasta que aceptó solo la mitad del dinero y aseguró gastarlo esa noche en bebida, desde entonces ha estado inusualmente callado.

Por un segundo se pregunta si tiene que ver con el post del consumo de lo que sea que tenga en su organismo sumado al vino que tomó en el puerto. Las luces de colores bailan entre sus rasgos mientras se sienta al lado de Fyodor y se sirve algo de vodka redbull, el mismo castaño se ha quedado sin munición en su botella así que deja que Ango le prepare una de las bebidas.

Chuuya está de perfil mirando a la gente bailar mientras la conversación sigue su curso en la mesa, escucha a Yuan quejarse de su último novio y de lo idiota que es y a Nikolai divagando sobre si su vida sería más fácil si trabajara para la mafia, le hacen preguntas personales a Ango para que quite su máscara de seriedad, increíblemente lo logran.

Pero el pelirrojo sigue con la cabeza lejos, juega con los hilos de su camiseta mientras bebe, retocó su maquillaje hábilmente en la camioneta, colocó algo negro en sus pestañas que según Dazai las hicieron más largas, la punta de su nariz, su lagrimal y sus pómulos vuelven a brillar gracias a lo que le informó era iluminador. No entiende por qué no puede dejar de mirarlo, siente que sus ojos no pueden estar en otro lado además de Chuuya viéndose tan abatido.

Aunque verlo así es lo más hermoso que Dazai haya presenciado en sus veinte años, quiere volver a divisar las llamas bailando en su iris, quiere que peleen con palabras afiladas o le devuelva esa risa divertida que acaba de conocer.

Se levanta de la mesa despacio, dándole tiempo a Chuuya a reaccionar, pero no lo hace hasta que unas vendas están tapando su visión.

- ¿Qué quieres? - hasta su tono parece cansado en comparación con la forma de hablarle de hace una hora.

-Vamos, quiero fumar un cigarro.- parece a punto de replicar hasta que escucha la última palabra, como si hubiera visto a un dios, se levanta rápidamente.

Sin muchas ceremonias su mano alcanza el bolsillo trasero de Dazai, donde tiene guardada su botella, por un segundo se queda sin respiración mientras Chuuya vuelve a la mesa y rellena el envase con una bebida azul, la guarda en su propio jean y toma una lata de energizante entre sus manos.

El corazón de Dazai lo traiciona cuando el pelirrojo une sus dedos, como si lo hubiera hecho toda la vida, como si ese gesto no causara nada en él, agradece la intrusión cuando tienen que pasar en medio de tantos cuerpos pegados.

Se acerca a Chuuya lo suficiente para robarle la botella en menos de un parpadeo de sus pantalones y toma un trago que sabe a Gin. Con todo el valor que le da el alcohol, luego de guardar el metal nuevamente, la mano que no está tomando la del pelirrojo se posa en su cadera. Siente a su compañero tensarse pero solo se aferra un poco más a sus dedos y lo acerca.

Cuando el aire frío de la madrugada llega hasta su cabeza y sus manos están lejos de Chuuya, su mundo da un vuelco, se apoyan en una de las paredes, un poco apartados en el lugar más oscuro, lejos de un grupo de amigos que vinieron a lo mismo que ellos. Saca el paquete de cigarros y le tiende uno a su acompañante, busca en sus bolsillos un encendedor cuando escucha el ruido característico de un Zippo.

Debería considerarse divino ver como la llama azul del metal antiguo ilumina las pecas de Chuuya, exhala el humo y siente que el mundo ha sido hecho para que él realice ese ritual, cuando el tabaco prende, guarda el pequeño aparato en sus bolsillos.

No, retiro lo de dicho.

Sagrado es ver a Chuuya acercar con su boca la punta de sus cigarros esperando que Dazai inhale, sus ojos no están mirando los suyos, pero como lo desea, por ahora se conforma con ver sus pestañas largas y el contraste de la poca luz con el castaño rojizo de sus rizos. Está a punto de ahogarse cuando se retira de su espacio personal y coloca su espalda contra la pared.

Parece cansado, no solo por el bajón de la droga que haya consumido, parece mucho más agotado que cualquier chico de veinte años que haya conocido, como si llevara toda su vida sin tener un respiro. Dazai entiende el sentimiento pero cree que el cansancio de Chuuya no se debe precisamente a TDP diagnosticado.

-Gracias, necesitaba salir de allí.-

-Parecía que querías levantarte y bailar.- no va a explicarle sobre todo el anhelo que había en sus ojos.

-Quería, pero también necesitaba un respiro.- cada calada es como una pequeña tentación silenciosa, Dazai no puede dejar de mirar esos labios.

-Bueno, necesitaba un compañero de cigarros, nuestros amigos se estaban divirtiendo, no quería molestarlos. - mitad verdad, mitad mentira. En realidad quería saber que era lo que pasaba por la mente de Chuuya.

-¿Amigos?- la mirada es inquisitiva mientras lo observa, parece que se burla de la situación. - No creo que mires a Sakunosuke como un amigo particularmente.- el mundo definitivamente se para.

-¿Tan obvio es?-

El pecho de Dazai se hunde mientras intenta encontrar las palabras para hablar con Chuuya. Solo ha necesitado menos de medio día para dejarlo en una cirugía con el corazón abierto, lo puede sentir inspeccionándolo, tomándolo entre sus manos y negando en silencio.

-En realidad no tanto, solo no te ves vacío a su lado, como pareces siempre.- no entiende como alguien tiene el superpoder de ver debajo de todas las capas de Dazai y de entre todas las personas que podían poseerlo no sabe cómo terminó en manos de un enano pelirrojo.

-Ya veo, de todos modos no es como si fuera a pasar algo entre nosotros.- no lo dice con resignación, ni con angustia, es simplemente un hecho.

-Obviamente no.- por cómo traga el humo parece que quiere retirar sus palabras en ese mismo instante.

-Y eso porque...- quiere saber cuál de todas las excusas le dará Chuuya, tal vez si tiene suerte lo hará sentir tan avergonzado que se disculpara, por desgracia nada lo prepara para un suspiro y una verdad en palabras.

-¿Sabes que siente algo por Ango no?- bueno, no esperaba que agarrara el cuchillo enterrado en su carne y lo retorciera, pero aquí está.

Por supuesto que sabe que sus dos amigos están enamorados hasta la médula, por supuesto que día a día nota la tensión que crece entre ellos, es tan palpable cuando entra en su departamento que Dazai dejó de visitarlos regularmente. Hay algo agonizante que viene desde sus entrañas cuando está entre ambos, pero al mismo tiempo no cree poder irse de su lado. No es un maldito masoquista, solo no va a alejarse de las únicas personas que le sacan una sonrisa porque algo le duela, como si no le doliera vivir todos los malditos días.

- Créeme, lo sé.- mira el cigarro a punto de consumirse y saca un segundo, antes de que pueda continuar Chuuya lo roba de sus manos, se lo lleva a la boca y lo enciende, después de una calada larga lo devuelve a su dueño.

-Deberías conseguir más amigos, la cosa se pondrá difícil si ellos deciden tener una relación.- Dazai casi se siente ofendido con la afirmación.

-¿Qué te hace creer que no tengo más amigos?- no sabe por qué está tan hastiado con el comentario cuando entiende que es una realidad.

-Me refiero a amigos que te acompañan hasta el Puerto. Cercanos, si te gusta más ese título.- fuma y devuelve el pequeño cilindro a las manos de Chuuya.

-Supongo que tienes algo de razón.- duele dársela, porque Dazai tiene muchos conocidos, demasiados, le agrada a tanta gente que no sabe cómo su nombre está en boca de todos en la universidad mientras lo saludan camino a clases, pero ninguna de esas personas estarían para él en sus recaídas, ninguna de ellas sabe sus diagnósticos.

-Siempre la tengo.- no puede creer que en el medio de su agrio momento y afirmando su mala suerte, Chuuya vuelva a sonreír.

Se quedan en silencio con el humo como testigo, aunque lo parezca no es nada incómodo. Es casi natural la forma en la que sus manos se tocan para pasarse la nicotina compartida, después suman el amargo Gin junto con la lata que trajo el pelirrojo. Se siente cómodo con el fin de su conversación, como si nada doloroso se hubiera dicho entre ambos, como si la vida simplemente pasara en esos minutos, no resuena la ansiedad que generalmente recorre sus venas mientras miran los edificios frente a ellos.

Pocas veces Dazai se ha sentido a gusto compartiendo el silencio con alguien, sus interacción siempre estaban marcadas por su voz armando palabras sin parar, siendo infantil o coqueto, nunca enmudeciendo, nunca callando sus pensamientos y amarrando su lengua.

Hay algo nuevo en la forma en la que su tiempo se entrelaza con el de Chuuya, se siente como si debiera haber hecho esto antes, como si algo en él deseara compartir estos silencios con el contrario hasta el último de sus días. No sabe cómo llamar al sentimiento cálido en su pecho o más bien teme nombrarlo y que la magia de la situación se rompa, que cenicienta huya del príncipe o blancanieves muerda la manzana para dormir para siempre.

-Entonces... ¿por qué Literatura?- las pocas preguntas que hizo Chuuya en toda la noche pueden terminar rompiéndolo si continua.

-¿Qué?- es casi una reacción.

-¿Por qué elegiste los cursos del programa de Literatura?- parece una pregunta curiosa, como si su lengua hubiera sido mordida por intentar pronunciarla muchas veces antes.

-Tengo una biblioteca grande en casa, cuando terminé de leer todos los libros de ahí sentí que necesitaba algo más con lo que distraerme.- o al menos eso ha repetido una y otra vez a todos los que conocer, una bufonada, la mentira sabe dulce en sus labios hasta que Chuuya habla.

-No soy estúpido ¿sabes? Puedes decirme que no quieres compartirlo.- siquiera ha tenido que levantar la cabeza para notar que Dazai no fue sincero, no sabe que lo lleva a serlo después de unos segundos.

-Escribo desde que tengo memoria, o al menos lo intento. Supongo que estoy buscando las herramientas para hacerlo mejor. - cuando las palabras salen solas no recuerda por qué las guardaba tan celosamente. - Quiero dedicarme a escribir. ¿Tú?- un ramo de olivo, una ofrenda para una conversación tan personal como su cuaderno de ideas.

-¿Conoces esa sensación, como si tu cabeza no se callara hasta no dejar ninguna hoja en blanco?- su respiración se corta como si Chuuya acabara de escarbar entre sus pensamientos y hubiera sacado el ataúd que los encierra.

-Escribes poesía.- es un hecho, aunque lo intuía, no ha tenido que escucharlo de nadie, las propias palabras del pelirrojo acaban de susurrárselo al oído.

-Por ahora solo he trabajado en la corriente descriptiva.- una de sus manos vuelve hasta el espacio de Dazai reclamando la botella y toma un largo sorbo de esta. - Espero que se desbloquee mi etapa sentimental antes de escribir un poemario.- aunque parece algo que pesa demasiado en el pecho de Chuuya, lo ve sonreír.

- Pessoa estaría decepcionado. - no está preparado para escuchar su risa nuevamente, quiere tenerla otra vez, una y mil más.

-Adivino ¿novelas? Y por tu reconocimiento hacia el maestro P apuesto a que amas la decadencia y las temáticas oscuras.- Dazai intenta comprender como puede leerlo tan rápido mientras sonríe y lo mira así.

-¿Tanto se nota que dudo de mi existencia?- el tono es dramático y coqueto, el cielo lo recompensa nuevamente con las carcajadas de un dios.

-Definitivamente.- sigue mirándolo cuando se muerde el labio y le dirige una invitación. - Se ha terminado el Gin, te perdonare tu falta de gusto literario si me invitas algo más fuerte.- dice mientras se aleja de la pared y lo ve tiritar a causa del frío.

No tiene un abrigo, en ese caso podría haberlo puesto en los hombros de Chuuya, podría haber tenido una excusa para pedírselo a la mañana siguiente, podría haber hablado con él de literatura una vez más, se insulta mentalmente por no pensarlo de antemano.

Se alejan de las colillas de sus cigarros olvidados, una lata comprimida almacena los restos de la mejor conversación que tuvo con alguien, el metal de la botella tintinea en su bolsillo recordándole que los labios de ambos estuvieron sobre ella. Mientras caminan se acerca al pelirrojo, sus manos se mueven solas hasta los hombros de Chuuya y recorren una y otra vez la parte superior de sus brazos para darle algo de calor. Su cabeza no deja de susurrar.

Me gusta.

Este Chuuya me gusta.

Si hay cosas que Dazai nunca olvidará, una es la forma en la que dios lo miró sobre el hombro, con una sonrisa suave en sus labios y las yemas de sus dedos presionando los suyos, manteniéndolos en él.

.............................

Yokohama, 2016.
Unas horas después.

Lo primero que siente Chuuya cuando despierta es la gravedad causando estragos en su cabeza, los mareos son tan fuertes que cierra dolorosamente los ojos mientras cuenta hasta diez. Todos los domingos son iguales, la resaca parte su organismo mientras él intenta no romperse el resto de la semana.

A veces el día después de su noche libre empieza así, sin poder abrir los párpados y una mano en su cintura, anota mentalmente otra vez, que por mucho que le guste acostarse con Fyodor debe caminar dos kilómetros hasta su casa con un camión sobre su sien cuando pasan la noche juntos .

Pero esta vez es extraño, sus caderas no duelen como deberían y esta almohada no huele tan característicamente como las de Dostoevsky. El pánico se cuela en sus huesos cuando nota que está en su habitación, en el departamento que comparte con Kajii hasta el mes siguiente, la tela que lo tapa corresponde a sus sábanas y bajo ellas toda su ropa ha desaparecido.

Lo sabe antes de intentar levantarse, antes de dar media vuelta y confirmar quién es el desconocido que duerme tan cómodamente pegado a su espalda, Chuuya lo sabe. Las malditas vendas se sienten como pluma en su piel, como si hubieran sido creadas para abrazar su torso.

Necesita todo su autocontrol para no vomitar en su propia cama, para silenciar su mente que va a miles de kilómetros por hora mientras se sienta aunque se parta en dos, está a punto de gritar y no comprende si es por pánico o por ira. La persona reacciona a sus movimientos, cuando los ojos de Chuuya se encuentran con el iris chocolate cree que puede morir en este mismo instante.

¿Entre todos los hombres del mundo tenías que tener sexo con Osamu Dazai?

Una parte de él quiere empujar al diablo y tirarlo de su cama. La otra, menos sensata y casi adolescente, lo mira.

Una de sus manos talla sus ojos mientras intenta abrirlos, los rizos castaños adornan su almohada, las vendas cubren parte de su torso también desnudo, no nota ninguna marca en su inmaculado cuello. Persigue el rastro de su mandíbula cuando ve la soltura de alguna de sus telas blancas, su piel es pálida pero puede distinguir el rojo tintando su cara mientras se analizan. Si le preguntaran a Chuuya diría que es ilegal.

¿Cómo puede verse así de bien cuando acaba de despertar?

Recuerda vagamente la noche anterior. Dazai cumplió su promesa de proporcionarle más alcohol, sus amigos decidieron que estaban todos lo suficientemente drogados o borrachos para bailar, se divirtió y rió mil veces de las payasadas del grupo. Recuerda unos dedos serpentear por sus caderas atrayéndolo, unas preguntas incomprensibles en su oído, el cuero del Uber tras los agujeros de su camiseta, la puerta de su departamento cerrándose.

Las manos de Dazai en su cintura acompañando sus pasos, balbuceos incomprensibles, preguntas sin sentido, sacarse sus propias prendas de forma desesperada y tirarlas por toda la habitación, unos ojos sorprendidos mirándolo después de que sus labios se encontraran.

-Antes de que tu cabeza se queme, no ha pasado nada.- Chuuya debe mirarlo con su típica cara de: ¿crees que soy estúpido? - Hablo en serio chibi, no estabas sobrio anoche, empezaste a decir que querías volver a casa. Fue un buen espectáculo de strip-tease pero te puedo jurar que nunca te tocaría mientras estés drogado.- algo en su pecho deja de presionar y comprende por qué su parte inferior no duele.

-Tus labios no parecían de acuerdo con no tocarme.- todavía siente los estragos en su cabeza de la sensación, la necesidad marcada en el ritmo, sus dedos entre los mechones de Dazai, las manos apretando su cintura.- Y eso no me dice nada de por qué tú estás sin ropa.- no se atreve a mirar debajo de la sábana, su mente le juega una mala pasada al no poder recordar mucho más de la noche.

-Sí, bueno... intenté separarte cuando me besaste pero te pegaste a mí como una sanguijuela. - las manos de Chuuya pican por ahorcarlo, repasa mentalmente la mala idea que tuvo al ceder ante Dazai.- Y cuando te llevé a la cama, me arrastraste dentro y empezaste a llorar porque mis jeans te raspaban las piernas.- ahora siente la vergüenza posarse en sus mejillas.

Bien, eso no es lo más humillante que ha hecho en su vida. Para nada.

-Por favor, dime que es mentira y que nos acostamos.- sus palmas van a su cara y se plantea momentáneamente el suicidio cuando escucha la risa de Dazai.

Por favor, cállalo o no lo haré amablemente.

-La próxima vez no intentaré salvar tu honor.- lo dice en broma pero Chuuya está lo suficientemente avergonzado para enojarse.

-Vete a la mierda, no habrá una próxima vez.- hace malabares mientras se levanta, siente una mirada quemándole la piel cuando toma algo de ropa y camina hasta su baño con la cabeza a punto de explotar.

Él espera que no haya una próxima vez.

Mirándose al espejo le devuelve la mirada el desastre que causó la noche anterior, su maquillaje ha desaparecido de su rostro, su pelo termina en todas partes y está enredado. No tiene una sola marca en la piel, lo cual se siente como una victoria ganada, a Dostoevsky le gusta jugar con la idea de la propiedad, siempre es posesivo en sus encuentros y Chuuya no va a mentir, eso le agrada, pero está bien no haber caído en sus garras por un día.

Mientras se ducha hace una lista mental de todas las reglas autoimpuestas que ha roto en el lapso de unas horas, primero y principal, le dirigió la palabra a Dazai Osamu. Después de los meses ignorando sus burlas, comentarios y necesidad de atención, a Chuuya le había tomado un segundo de verlo en su lugar seguro para sacarlo de sus casillas. El moreno era su mayor rival académico, un verdadero dolor de cabeza, un engreído y adulador sin remedio. Mientras que él tenía que quemar sus pestañas para poder mantener su promedio, hacer malabares contra su mal humor y mostrar sonrisas ante las consultas de sus pares, Dazai parecía que no se esforzaba siquiera en tener resúmenes para sus evaluaciones.

Lo odiaba, aborrecía absolutamente todo de él, su actitud despreocupada, los rizos despeinados, la poca voluntad para verse presentable. Su sonrisa era casi tan falsa como la de Chuuya, entonces no comprendía cómo podía verse tan ligero de peso mientras él luchaba por respirar y mantener un papel.

A temprana edad había aprendido el arte de actuar. Si era ejemplar frente a los padres que visitaban a los niños para adoptarlos conseguiría un hogar. Si sus calificaciones eran buenas su madre lo llevaría a tomar helado o a comer su hamburguesa favorita. Si no se drogaba en la semana conservaría su trabajo y llegaría rasguñando a pagar el alquiler. Si se mostraba como un estudiante modelo en el campus sus profesores lo reconocerían, le darían herramientas extracurriculares sobre escritura, si tenía suerte alguno de ellos lo tomaría bajo su ala y se convertiría en su mentor.

Entonces no entendía, le molestaba infinitamente que Dazai pudiera actuar tan increíblemente bien sin parecer que una soga le está apretando el cuello. Sigue siendo inmoral, desordenado, mujeriego y poco receptor de la opinión ajena y aun así consigue lo que quiere. Incluso con las ridículas vendas sobre los brazos tiene lo que desea a su disposición. Chuuya no lo soporta porque ve en sus ojos todo el maldito tiempo, la misma mirada vacía que él mismo le da al espejo todas las mañanas. Ambos son tan parecidos que duele.

Por ello se concentró en ignorarlo, hacer como si su existencia no cambiara nada el rumbo de las cosas, tampoco lo haría en realidad. Cuando él buscara una reacción, Chuuya miraría a otro lado, cuando lo insultara, no respondería, cuando lo llevara al límite, respiraría hondo y contaría hasta que las ganas de descargar la furia con sus puños pasara. Porque había muchas cosas en juego para tirar todo lo que ha construido por un imbécil, porque su vida se terminaría en el momento en el que todos vieran lo que realmente era él.

Cuando su voz cantarina se hizo presente en el último lugar en el que lo quería ver en el mundo, quiso gritar de la impotencia, llorar del miedo, romper cada uno de sus huesos y suplicarle que cerrara la boca, todo al mismo tiempo. Sus pensamientos giraban en torno a empujarlo al río y dejar que su corriente lo llevara.

Pero las cosas habían ido mucho mejor de lo que esperaba y eso lo asusta de sobremanera. Sus amigos eran amables, había tenido una buena noche con sus compañeros de vicios, vieron la carrera en paz y el mismísimo diablo apostó en su nombre.

Después de eso no había podido apartar sus ojos de él, escaneo una y otra vez su figura, repasó sus acciones, tomó nota de su comportamiento y se sorprendió de las conclusiones a las que llegó. Leerlo como un libro había sido fácil para Chuuya, no sabía si era por la hiperfijación a causa de la droga o si su propia curiosidad le había gritado que siguiera mirándolo.

Sus ojos recibieron un enamoramiento unilateral hacia Oda Sakunosuke, un conjunto de máscaras que dejaba detrás con cada persona que hablaba como si su piel mudara para adaptarse a las circunstancias, una amabilidad indescriptible para ayudar a distraerlo cuando la cocaína empezó a dispersarse de su organismo y el cansancio se aferró a su cuerpo, tuvieron una conversación tan profunda y visceral que lo hizo estremecer.

Lo que no esperaba obtener fue la comodidad que el tiempo junto a él representaba, los silencios sin carga que recorrieron sus venas mientras compartían un cigarro, una botella de gin y sus secretos mejor guardados. No había previsto lo ligero que se sintió mientras las palabras salían de su boca, ni los escalofríos cuando lo ayudó a entrar en calor, ni la sonrisa suave mientras lo llevaba a casa.

No esperaba encontrarlo en su cama a la mañana siguiente, ni pasó por su cabeza imaginar que él sería considerado ante la vulnerabilidad de sus adicciones. Mucha gente se había aprovechado de los demonios que cargaba en sus hombros, pero nadie se atrevió a sostenerlos, ser paciente con ellos y no caer en sus propias tentaciones.

Dazai Osamu había sido la sorpresa inesperada en uno de sus días más oscuros, la calidez del sol luego de una semana de largas tormentas, el abrazo suave de un amigo cuando el mundo entero se cae a pedazos.

Y Chuuya lo odió. Se adaptó tan rápido a la bondad como un cachorro que es cargado por los brazos de su nuevo dueño mientras lo llevan a su hogar. No se permite bajo ninguna circunstancia compararlo con el momento en el que su madre le salvó la vida, ni con la sensación perdida de tranquilidad. No va a hacerlo aunque le paguen por ello y él se encuentra en la mismísima bancarrota.

Cuando sale del baño Dazai ya está vestido, revisando algo en su teléfono o enviando mensajes a alguien, Chuuya no quiere romper la burbuja de incomodidad que se ha formado en la habitación, supone que su contrario es más valiente que él.

-Tu departamento es bonito.- el pelirrojo no puede creer que alguien pueda catalogar a su pequeño y viejo hogar como algo más que práctico para el bolsillo de un par de universitarios en quiebra.

-No es gran cosa, pero el alquiler es barato.- es todo lo que se le ocurre responder mientras sale por la puerta hasta el pequeño espacio en el que se encuentra su cocina, una mesa, el modesto sofá y el mueble de pared medio vacío donde se asoman sus tesoros más preciados. Dazai por supuesto lo sigue.

-Me gusta tu biblioteca.- Chuuya no hace otra cosa más que mirarlo mientras repasa los títulos de sus libros como un analista.

No puede evitar que las palabras se escapen mientras lo observa.

-¿Qué quieres desayunar?-

.............................

Yokohama, 2024.

Dazai está aburrido.

En unos minutos empieza su primera firma de ejemplares y en todo lo que puede pensar es la miseria que le corroe la piel, no deja de rascarse sobre las vendas, como si las cicatrices no dieran ningún tipo de tregua y picaran hasta el cansancio. Todavía no ha empezado y ya quiere irse a casa, su terapeuta desaconsejaría destapar una botella de sake y tomársela de un trago, pero es en lo único que Dazai puede concentrarse.

Según Kunikida venir borracho a su primer evento sería irrespetuoso para sus lectores, una vergüenza para él mismo y la decepción de la editorial para la que trabaja, pero sus dedos no dejan de tamborilear sobre la mesa, puede sentir los impulsos representados en tiritones que le gritan que tome la botella de metal que se encuentra en su bolso a unos metros.

Sus demonios le susurran que un trago más no será notado en su organismo, como si hiciera alguna diferencia después de la incontable cantidad de alcohol que recorrió sus venas anoche. Está luchando con la tentación desde que se despertó adolorido en la alfombra de su sala, la misma lo acompañó hasta la ducha, lo miró fijamente en su espejo y en cada una de las calles por las que condujo hasta llegar a la biblioteca. Fue mala la decisión de realizar el evento en un lugar tan íntimo, donde no tenía recovecos donde esconderse del pasado ni aunque quisiera, si continuaba de esta forma iba a volverse loco.

La pluma entre sus manos pesa como si toda la gravedad descansara en ella, se siente un traidor mientras la mira, no sabe por qué razón se atrevió a traerla hoy, pero se aferra a ella como si fuera el único salvavidas que puede mantener su cordura. Dazai quiere gritar, levantarse de la maldita silla, cancelar toda la función, bajar el telón y volver a casa entre botellas y manuscritos.

Jamás pensó que iba a sentirse tan vacío, creyó completamente que la realización de su primer libro iba a llenar tanto su alma que no debería volver a preocuparse por las sombras que lo perseguían nunca más. Mintió, se engañó todos los días de su vida mientras estudiaba en el programa de literatura, en todas y cada una de las noches de sueño que perdió intentando que su trabajo fuera satisfactorio, en cada mañana en la que se prometía que podía hacerlo un día más mientras tuviera las letras de su lado.

Apostó todo a una sola carta y lamentablemente perdió lo poco que tenía, jamás creyó que podía decepcionarse de sus elecciones, pero cuando la puerta de la habitación se abre y una fila empieza a formarse frente a él, se plantea cuáles fueron las malas decisiones que tomó para llegar hasta aquí hoy y cómo puede revertir todas y cada una de ellas.

Se coloca la misma máscara que se ha puesto millones de veces, desde que tiene memoria hace uso excesivo de ella, la necesita para comunicarse con el resto de las personas como necesita respirar. Sonríe y acepta los cumplidos con vehemencia, da consejos y responde a las preguntas como cree que al resto le agradaría, las respuestas son dadas con palabras dulces y comentarios agradecidos.

La sala está abarrotada pero concentra todos sus esfuerzos por mirar solo a la persona que se coloca frente a él, tal vez es un pequeño acto de fijación para mantener su ansiedad domada. No puede dejar de mover las manos y pisar con un ritmo nervioso, necesita toda su concentración para no salir corriendo, dejar a toda la multitud de pie esperándolo, volver a la comodidad de las paredes de su habitación y desmayarse por los excesos.

Durante años ha sido así, tal vez fue esa la razón por la que demoró tanto en presentar un manuscrito en la ADA, tardó años en intentarlo, quemó borradores completos, rompió hoja tras hoja como si cada palabra escrita fuera un insulto, trazo líneas una y otra vez hasta que sus manos tiritaron, tipeó sin parar párrafo tras párrafo y luego los vió arder.

Detrás de su nuca puede sentir una mirada decepcionada y severa, unos brazos cruzados demostrando enojo y unas hebras naranjas burlándose de su fracaso. Si él estuviera aquí estaría completamente enojado con su actitud, le incitaría a que hiciera esto mejor, diría que nadie se merece el descaro de una mentira porque su vida sea una mierda.

Esa persona también lo habría abrazado antes de iniciar con esta situación, le dejaría claro que está orgulloso de su progreso y mencionaría que la existencia son pequeños pasos que tenemos que seguir por inercia y este sería uno más. Prometería llevarlo a casa cuando saliera, tomarían café en su cama mientras toman "El Ocaso" en sus manos y se reirían de quién lo considerase una obra maestra.

Pero su departamento compartido ya no existía, las palabras de aliento están contenidas en una garganta a kilómetros de Yokohama, no ha tenido el placer de ver esos ojos desde hace cuatro años y su fantasma personal lo persigue desde entonces.

Suele verlo más seguido después del incidente hace tres años atrás, es cómo si la maldición detrás de él lo encontrara en cada rincón de la casa, de su mente y de su corazón. A veces se materializa en un abrazo de un cuerpo ajeno en una cama que tampoco es suya, otras simplemente no puede tocar a nadie porque un iris azulado lo mira desde algún lugar de la habitación.

No es como si quisiera dejarlo ir, Dazai cree que es la única cosa que lo mantiene cuerdo algunos días, su fantasma y su poesía. Cientos y cientos de escritos recopilados durante los años, todos tan personales que solo puede leerlos lo suficientemente borracho para olvidarlos al día siguiente.

No tiene forma de contestarle a su autoproclamado enemigo, por lo que escribe. Día tras día, noche tras noche, se ahoga en las letras, bordea las palabras, las quema, y vuelve a empezar. Una y otra vez lo hace, como si su vida dependiera de ello, como si sintiera que en el momento en el que pare, todo se termina. Todo esto lo llevó a presentar su borrador a la ADA, a conseguir su trabajo, a seguir trazando párrafos, hacer su primer libro, llenarse de fieles lectores que aman su obra y la promesa de firmar sus ejemplares.

Le agradece al fantasma por ello, por seguirlo empujando hacia todo lo que él había deseado, aunque ya no esté a su lado y no vaya a estarlo nunca.

La interminable fila cada vez se vuelve más corta, y sus pulmones pueden respirar nuevamente, falta poco para que pueda salir por esa puerta, solo tiene que aguantar una media hora más y será completamente libre de su castigo.

El siguiente chico parece de su edad, pelo cobrizo pero mucho más oscuro que el color que le gusta, sonríe con entusiasmo y Dazai está seguro que le dirá las mismas palabras que sigue escuchando constantemente mientras divagaba en sus pensamientos.

-Soy un gran admirador de su trabajo sensei. Espero seguir leyendo mucho más de usted.-

Cuando le hace una pequeña reverencia y le extiende el libro, el castaño ya tiene la pluma preparada para firmar.

-¿Para alguien en especial?- su tono es cantarín mientras lo mira.

-Tachihara Michizō. Soy un gran admirador de su trabajo sensei. Probablemente el mayor de todos, no he dejado una sola persona en París sin saber de sus escritos. - el fantasma de Dazai se inquieta al igual que su corazón.

- De verdad muchas gracias, me alegra que lo hayas disfrutado.- no debería mostrar una gota de interés sobre la situación pero no puede evitarlo.- ¿Eres de Francia?- quiere hacer una pregunta completamente distinta pero no se atreve.

¿Conoces a un tal Nakahara Chuuya?

Por supuesto no lo hará, hace años que su boca no ha pronunciado ese nombre y ha prometido no hacerlo nunca más ante todo lo sagrado que conoce.

-Mi novio y yo nos mudamos hace poco a Yokohama, pero nacimos aquí. Ojalá podamos seguir leyéndolo durante muchos años más sensei.- la respuesta y sus deseos verdaderamente no le interesan pero debe poner su mejor sonrisa a la hora de contestar.

-Espero que encuentren mucha felicidad en la ciudad.- le devuelve el libro con tranquilidad, lo ve hacer una reverencia pero antes de que se aleje está mirando suavemente la pluma en su mano, le pide toda la fuerza que pueda darle para continuar.

La siguiente persona en la fila se coloca frente a él y siente que no puede hacer esto ni un segundo más, sigue mirando los tonos dorados y negros, mientras el extraño le tiende el ejemplar que ha visto cien veces y quiere quemar apenas llegue a casa. Aprieta el cilindro en su mano como si fuera el cigarro que necesita, lo sostiene para aferrarse a algo y no hacer nada estúpido como levantarse de la silla y huir, en vez de eso se obliga a repetir las palabras que ha dicho toda la hora.

-¿Para alguien en especial?- la máscara está nuevamente colocada sobre su cabeza, usa su tono dulce para no tener que insultarse a sí mismo. Siente a la persona frente a él removerse incómodo y nada ni nadie nunca pudo haberlo preparado para lo que escuchó a continuación.

-Tu ex novio. -

Los cielos caen cuando escucha una voz que no ha cantado en años, con los ojos completamente abiertos teme que su fantasma esté jugándole una mala pasada o esté padeciendo algún tipo de episodio esquizofrénico.

Su tono ha madurado con el tiempo, es el de una persona con renombre grabado en hierro. Lo primero que nota es que su pelo está un poco más largo que la última vez que se vieron. No ha crecido un centímetro en altura, pero sus rasgos son mucho más afilados y adultos, su ropa es bastante más refinada que antaño, una gargantilla negra se posa en su cuello y Dazai siente que olvidó como respirar.

Por su cabeza pasan millones de momentos compartidos como si estuviera viendo una película a la velocidad de la luz, su pecho se contrae como si uno de sus órganos quisiera escapar de él o estuviera a punto de sufrir una afección cardíaca.

Cuando mira a sus ojos es que lo reconoce, es él, no una copia de su imaginación, no un maldito fantasma, lo que está frente a él son los iris lapislázuli que observó millones de veces antes de hoy y que no se ha permitido ver en cuatro años, están revestidos con una furia tan antigua que una llama baila en ellos y Dazai cree que podría llorar.

No sabe de dónde saca las fuerzas para susurrar como si estuviera realizando una plegaria.

-¿Chuuya?- el nombre se siente como miel en sus labios pero volver a pronunciarlo envuelve espinas en su corazón.

-No lo leí, por cierto.- su mirada se vuelve despectiva viendo el libro en sus manos, pero Dazai no puede apartar los ojos de su cara por miedo a que todo esto sea un sueño que llegó a él en un día de borrachera.

Sonríe ante el comentario como si no pudiera creer que después de tantos años separados lo primero que quiere decirle sea una broma. Siente el júbilo en su cuerpo cuando se da cuenta que ha leído el libro, si lo hizo sabe que hay detrás de él, si llegó hasta el final del mismo conoce todo lo que está pasando por su cabeza.

Con un humor completamente renovado traza algunas palabras con la pluma en la primera hoja de su novela, ha querido hacer esto desde que tiene veinte años, bromeó con su compañero millones de veces sobre lo que escribiría en su primera dedicatoria de firma para él. No puede creer que lo esté haciendo en este momento, su emoción quiere salir de su cuerpo, quiere tomar la mano de Chuuya, dejar todo esto a medias y correr lejos.

Siente alivio y completa seguridad cuando cierra el libro y lo devuelve a las manos de su dueño, sus dedos se rozan en la cubierta del ejemplar durante un momento más del necesario, a opinión de Dazai, demasiado corto. Cuando Chuuya abre la tapa solo tiene expectación del reconocimiento del pelirrojo, quiere que todo esto termine y puedan hablar después, no quiere otra cosa en el mundo más que eso.

PARA MI PERRO ;)
-D.

-Me estás jodiendo...- es todo lo que susurra después de un segundo de shock, luego de ello lo mira con todo el enojo que lo caracteriza.

-¿Sabes? Deberías volver después de la firma.- el tono que está utilizando es bajo, el típico canto de sirena que ha pronunciado para él una y otra vez y no ha llegado a sus oídos en mucho tiempo.

Se da cuenta que ha dicho algo equivocado cuando los nudillos de Chuuya palidecen mientras aprieta con fuerza. Por un segundo piensa que tal vez sus palabras hayan sido ciertas y él no ha tocado el interior del libro, pero en ese caso ¿qué haría aquí si no?

No reacciona en un primer momento cuando los jadeos ahogados del resto de la sala lo devuelven a la realidad. Ve la ira recorrer el cuerpo de Chuuya mientras tira el ejemplar sin ningún tipo de consideración al escritorio, como si de la peste se tratase.

Por favor dime que es una maldita pesadilla.

No puede esconder lo suficiente sus emociones y la sorpresa se revela en él, jamás hubiera imaginado ni en sus más locos sueños que Chuuya podría tirar un libro como si no valiera nada, como si no fueran todo lo que ama, como si no le importara en absoluto.

-Vete a la mierda Osamu.- comprende en ese instante que la ha cagado, que esto es la realidad y no un sueño recurrente, se da cuenta que Chuuya no ha leído una maldita página de " El Ocaso", se da cuenta que no entiende absolutamente nada tras sus palabras.

Cuando se da la vuelta y empieza a caminar el mundo de Dazai cae en pedazos.

No, no, no. Por favor, no te vayas.

-Chuuya, espera.- se levanta de la silla para seguirlo pero sus pasos son demasiado rápidos, con la frente en alto como si llevara el orgullo como una corona.

Se queda indescriptiblemente quieto cuando la persona a la que le firmó el libro antes que al pelirrojo empieza a correr tras de él y gritar su nombre. La cabeza de Dazai va a mil por hora. Ellos se conocen se repite, el chico le dijo que había venido con su novio desde Francia susurra su mente.

Por favor, dime que me equivoco.

Mientras los ve salir por la puerta, la furia emanando del primero y la desesperación cruda del segundo por entender que acaba de pasar, es que Dazai lo traga.

Vuelve a sentarse en la silla y respira hondo tres veces. Cuando Kunikida se acerca para saber si está todo bien, Dazai siquiera lo mira, le pide a la siguiente persona en la fila que se acerque. Vuelve a cambiar de piel, rota su personalidad nuevamente como si nada hubiese pasado.

A pesar de la incomodidad logra calmar el ambiente, a pesar del cansancio puede mantenerse erguido, a pesar del dolor en su pecho sigue escribiendo palabra tras palabra como si su vida se acabara mañana, como siempre hace, mientras su cuerpo agoniza, su mente pelea por correr tras el amor de su vida y su corazón grita sin parar.

Por favor, no te vayas de nuevo.

"En mi existencia ya no existe la felicidad o el sufrimiento.  Todo pasa. "

Dazai Osamu

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"My Boy Only Breaks His Favorite Toys" y el sentimiento abrasador de romper todo lo que amas.

Notes:

Terminado 13.05.2024
Corregido: 22.07.2025

Bueno el mejor regalo de cumpleaños que tuve fue realizar este capítulo, probablemente no vea la luz hasta dentro de unos meses cuando la historia esté un poco más avanzada. Fue un placer escribirlo y la liberación que sentí con estas 17 mil palabras no me la quitará jamás nadie.

Aclaraciones, curiosidades y notas a pie de páginas:

La Sorbonne: la reconocida Universidad de París, creada en épocas del medioevo es de las instituciones más antiguas e importantes de Europa.

Niza: ciudad de la Rivera Francesa cercana a Mónaco (guiño guiño)

El Ocaso o El Declive (título original: Shayō, 1947): una de las novelas más reconocidas del autor japonés Osamu Dazai. En esta obra aborda con crudeza y melancolía el declive de una familia aristocrática después de la Segunda Guerra Mundial, explorando temas como la decadencia social, la desilusión y la lucha por encontrar significado en un mundo cambiante.

Nakahara Fuku: nombre real de la madre de Chuuya.

Supra: Por supuesto que tenía que nombrar el Toyota Supra como uno de los protagonistas de estas carreras, no quise arriesgarme a hablar de modelos porque en 2015 estaba en plena adolescencia y no tenía idea de autos más allá de lo básico (todavía solo sé eso)

Eliot: Si queridxs, tenía que reconocer al poeta, ensayista, editor y crítico literario T.S. Eliot, soy fanática de "The Waste Land" y de todo su trabajo.

Williams: Charles Williams poeta y novelista contemporáneo al anterior nombrado, ambos eran autores influyentes en el entorno literario inglés del siglo XX, se los considera rivales y amigos. William también formó parte del famoso  "Inklings", un grupo literario junto a C.S. Lewis y J.R.R. Tolkien.

GT-R: No podía dejar de nombrar la belleza encarnada Nissan GT-R, un clásico en las "hashiriya", no me animé a utilizar el nombre de las carreras clandestinas niponas porque no sé utilizar/traducir bien los artículos del japonés.

Ford - E: Yuan tiene una preciosa furgoneta Ford E-150 gris de los 2000.

Gatsby: Tributo a "El Gran Gatsby", libro del increíble F. Scott Fitzgerald, el cual también es dueño del bar y otros negocios en esta historia.

"Gin azul": Por supuesto que era un guiño a una botella de Bombay Sapphire, los niños ganaron muchos billetes esa noche. Otro dato de color: la marca de vodka implícita es Skyy.

Zippo: marca famosa de encendedores de metal recargables que funcionan con un líquido combustible y una mecha. ¿Hace falta que diga qué cigarros fuman? Por si tienen curiosidad tenía unos Marlboro en la mano mientras escribía, no puedo pensar en otros.

TDP: Transtorno Depresivo Persistente, antiguamente Distimia, depresión crónica que se caracteriza por síntomas presentes la mayor parte del tiempo y que duran al menos dos años. Los síntomas son menos severos que los de la depresión mayor, pero son más persistentes. Cuidemos nuestra salud mental, siempre busquen ayuda profesional, si necesitan cualquier tipo de guía sobre ello mi chat está abierto, como diagnosticada espero ser de utilidad.

Programa de Literatura: durante toda la historia me voy a referir cuando estemos en Japón a sus estudios como "Programa de Literatura", ya que en dicho país se estudia en la universidad una carrera de carácter general, por ejemplo en este caso: "Artes y Humanidades" y de acuerdo a ello se complementan una serie de cursos según el programa elegido, pero para poder profesionalizarse específicamente en Literatura debería realizarse un postgrado.

Pessoa: Fernando Pessoa es una de las figuras literarias más importantes de la literatura portuguesa y universal. Es conocido por su obra multifacética y compleja, lo que lo distingue especialmente es su uso de heterónimos, es profundamente introspectivo y a menudo se centra en temas de identidad, la naturaleza del ser y la angustia existencial.

ADA: Agencia de Detectives Armados esta vez versión editorial.

Si, Chuuya y Dazai tienen muchos trastornos asociados, espero representar de una manera decente las adicciones, la necesidad en las mismas, la ansiedad, el control de la ira y la depresión. Intentaré hacerlo de la forma más madura posible pero siempre que no estés de acuerdo o sientas que la información no es correcta, tu comentario será bien recibido y revisaré/corregiré la situación. Somos humanos, nos equivocamos, estoy aquí para aprender y todos los comentarios constructivos son bienvenidos.

Este se lo dedico al 13 de Mayo del 2024, mi mejor cumpleaños.

-Skay, fuera.