Actions

Work Header

El amor, según Draco Malfoy

Summary:

Donde Draco descubre por primera vez lo que es el amor (y ayuda a Harry a descubrir lo que no es)

O una historia donde Harry acepta las migajas de amor que Cedric Diggory le ofrece, hasta que Draco le demuestra que merece más que eso.

Notes:

(See the end of the work for notes.)

Chapter 1

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Primera parte, antes. Otoño de 1994.

 

1. El error de un hombre es la información de otro, (o sobre cómo Draco estuvo presente en el momento adecuado en el lugar adecuado)

 

La fría noche había caído sobre Hogwarts como solía hacerlo, envolviendo el castillo en el manto habitual de oscuridad y silencio. Y Draco Malfoy, con la túnica ondeando detrás de él, deambulaba por los pasillos desiertos. No podía dormir, como también era costumbre, así que había salido de sus aposentos para dar un paseo que despejara su mente. Todo el tercer año lo había hecho y, ahora que el nuevo ciclo escolar había comenzado, no podía deshacerse de esa rutina con tanta facilidad. Estaba en un punto sin retorno donde parecía que jamás podría conciliar el sueño de nuevo sin realizar una caminata nocturna. 

 

Se movió con maestría entre los corredores sin ser encontrado ni una sola vez por algún prefecto, jefe de casa o cualquiera con la autoridad suficiente para meterlo en problemas por salir después del toque de queda. Consciente de que debía elegir un lugar seguro donde detenerse un momento antes de volver a su habitación, caminó hasta la Torre de Astronomía. Ya no estaba tan lejos de su ubicación y, lo más importante, era un lugar que bien sabía estaba desierto a esas horas de la noche. Ni siquiera la gata astuta del cascarrabias de Filch se aventuraba a subir hasta allá.

 

A medida que subía los escalones y se acercaba a la puerta, Draco escuchó voces cuchicheantes provenientes del interior. Se detuvo y se acercó sigilosamente, pegando su oreja derecha a la puerta de madera. Las voces eran inconfundibles: Harry Potter y Cedric Diggory. No había alma dentro de ese castillo que -de estar en su lugar- no pudiera reconocerlas.

 

–Es que simplemente no puedo creer que te veas con Cho Chang en público–la voz de Harry estaba llena de frustración, aunque Draco aún no podía descifrar la razón de que lo estuviera. Hasta donde sabía, Diggory era una persona estúpidamente blanda y gentil. Era un Hufflepuff después de todo. De no serlo, Draco cuestionaría seriamente la sabiduría y efectividad del sobrero seleccionador.

 

–¡Harry, por favor, entiende!–Cedric respondió, su tono más desesperado–. No podemos dejar que nadie sospeche. Si alguien descubre lo nuestro, todo se arruinará.

 

Draco sintió su corazón latir con fuerza y su boca abrirse sin permiso. No podía creer lo que sus oídos estaban escuchando. Se quedó inmóvil, sin atreverse a hacer el más mínimo ruido. Ni en sus sueños más disparatados habría imaginado tal situación.

 

–¿Arruinar qué, Cedric? ¡Estoy harto de esconderme!–gritó Harry. Esta vez, con la voz sonando ligeramente quebrada– : ¡Tú no sabes lo que es verte con ella y fingir que no me importa!

 

Hubo un silencio tenso antes de que Cedric hablara de nuevo, como si estuviera preparándose a sí mismo de lo que estaba a punto de decir en voz baja:– Harry, no tienes idea de lo que está en juego. Si alguien descubre que... que soy gay, todo terminará para mí. No puedo permitir que eso pase.

 

–Es que no lo entiendo, ¿por qué significaría algo tan terrible para ti?

 

–¡Porque soy Cedric Diggory, maldición!–rugió el chico, de una forma tan inesperada que incluso Draco saltó en su lugar. Nunca había escuchado a un Hufflepuff vociferar con tanta rudeza, con una exasperación digna de un Gryffindor defendiendo su honor o un Slytherin que se está quedando sin opciones y ha cedido ante la ansiedad.

 

La tensión en la habitación era palpable, y Draco casi podía sentir el dolor de Harry a través de la puerta. Un sonido sordo indicó que alguien había sido empujado contra la pared, seguido por un susurro furioso:– No puedes decir ni una palabra, Harry. ¡Ni una sola!–entonces Draco escuchó un sollozo ahogado y supo que Harry finalmente estaba llorando, pero no parecía ser un factor suficiente para detener la disputa. Pues el mayor continuó de inmediato–. Puede que para un don nadie como tú sea de todo menos importante, pero yo estoy destinado a la gloria. Al honor. No puedo dejar que un par de besuqueos sin sentido tras las puertas cerradas me lo arrebaten. Voy a ganar el cáliz de fuego, pondré el nombre de Hufflepuff en lo alto y no permitiré que tú lo eches a perder. Así que ni siquiera lo pienses.

 

La puerta crujió ligeramente cuando Cedric la abrió de golpe, saliendo a paso apresurado. Aún vestía con el uniforme escolar, aunque tenía la camisa desfajada y la corbata floja sobre ella. Se detuvo un momento para peinar su cabello alborotado y entonces sus ojos se encontraron con los de Draco por un breve instante.

 

–¿Problemas en el paraíso?–preguntó Draco con sorna, antes de que Cedric se alejara despavorido y desapareciera en la oscuridad del pasillo. Bufó por la falta de respuesta, pero se quedó allí. Todavía en ligero shock por lo que había presenciado, tanto como divertido. No podía esperar para mirar la cara descolocada de Harry en cuanto lo mirara entrar por la misma puerta por la que había salido el Hufflepuff. Finalmente, empujó la puerta y entró en la Torre de Astronomía. El chico Gryffindor estaba contra la pared, ocultando en la penumbra el rostro manchado de lágrimas:–Vaya...

 

Harry no levantó la vista al escucharlo entrar, pero supo reconocer la voz mezquina del rubio de inmediato.

 

–Malfoy–murmuró en respuesta, su voz temblando–, ¿qué... qué haces aquí?

 

Draco no supo qué responder. Había descubierto un secreto que no esperaba, uno que cambiaba todo lo que pensaba saber sobre Cedric Diggory y Harry Potter. Y uno que, además, lo divertía muchísimo. Pero ver al morocho tan mal por ese mismo le hizo reconsiderar seriamente si debería encontrarlo gracioso para empezar. Parecía más bien doloroso.

 

Finalmente, susurró:– Sólo estaba dando un paseo.

 

Harry asintió débilmente, y Draco se acercó unos pasos más. Como quien trata de no asustar a un hipogrifo herido en el bosque.

 

–¿Qué tanto escuchaste?

 

–Lo suficiente para escuchar cómo Diggory te hacía mierda–respondió Draco, sin pensarlo dos veces. No lo había dicho con intención de sonar tan burlesco, pero había salido de él de una forma tan natural como respirar. Y el morocho, por supuesto, apretó sus puños con rabia.

 

 –Cierra la boca, Malfoy–dijo Harry. Hasta ese momento no se había dado la vuelta para mirarle, pero Draco pudo distinguir fácilmente la forma en como se tensó en su lugar a pesar de las sombras.

 

Draco tuvo que reprimir una sonrisa en cuanto escuchó su intento de defensa, hasta que percibió como el morocho sacaba un quejido que no supo categorizar y esas ganas de sonreír desaparecieron. Caminó un poco más a paso inseguro hasta él y, con la mano sudándole en frío, hizo un amago de girarlo por el hombro. 

 

–Por el amor a Merlín, Potter. Es que todavía no concibo la idea de cómo puedes dejar que ese idiota de Diggory te hable así. Quiero decir, es sólo un Huffle...–masculló burlesco, callando en seco cuando Harry comenzó a reír, sonriendo ampliamente mientras sus ojos se llenaban de agua. Poco después de eso rompió en llanto nuevamente y se aferró a Draco en un abrazo. 

 

–Lo odio, lo odio. ¡Lo odio! 

 

El rubio entreabrió los labios y los ojos con infinita sorpresa, logrando susurrar un simple:–Entonces, rompe con él y deja de exigirle cosas que ni siquiera le importan.

 

–No lo entiendes, Malfoy–dijo Harry en cuanto rompió el abrazo, hipando entre cada palabra.

 

–Pero por supuesto que lo entiendo, ¡no quieres ponerle un alto a ese imbécil! Eso no hace más que convertirte en un cobarde.

 

Harry resopló, para después asegurar:–No soy ningún cobarde.

 

–Entonces, demuéstralo–le retó, con la comisura izquierda de su boca levantándose maliciosamente en su rostro–. Rompe con él.

 

–¡No voy a romper con él!

 

Draco frunció el entrecejo confundido, intentado entender las razones de Harry para no querer hacerlo. Después de todo, Diggory había sido bastante agresivo al empujarlo a la pared y gritarle a la cara su falta de valía.

 

–¿Por qué?

 

–Porque... lo amo. 

 

El platinado analizó las palabras del menor, soltando una carcajada sarcástica mientras se cruzaba de brazos. Enarcó una de sus cejas perfiladas y miró a Harry con algo similar a la pena:– ¿Que lo amas? ¡Por Salazar, tienes 14 años!

 

Harry arrugó el ceño en un gesto de querer explotar al oír sus palabras.

 

–¿Y? 

 

–¿Y? Eres aún un niño, Potter–sentenció mientras se daba la vuelta y se dirigía tranquilamente a la salida del salón en desuso, no podía ayudar a alguien que no quería ser ayudado–. Ni siquiera sabes lo que es el amor. 

 

El pequeño morocho apretó la mandíbula como siempre hacía cuando peleaban en los pasillos y coloreó su rostro de un borgoña tan intenso que parecía brillar. 

 

–¡Estoy seguro que sé lo que es, más de lo que tú sabrás en toda tu vida!

 

Draco río un poco, parando su caminata y dándose nuevamente la vuelta para mirar al pequeño, tembloroso y aún frágil cuerpo del niño Potter. Enfundó las manos en los bolsillos de su túnica y pensó en una respuesta ingeniosa que darle. Algo que expresase por sí mismo lo muy equivocado que Harry estaba y cuan ignorante era. Algo que dijera "Sé perfectamente lo que es el amor, idiota" con una frase que derrochase mucha más clase y elegancia que la idea principal, un buen insulto que lo hiciese cabrear. O mínimamente avergonzar.

 

Pensó durante unos segundos en ello y enlistó los distintos tipos de amor que conocía: el que compartías con tu familia, el que le entregabas a tus amigos, el que tenías hacia algún tema, el que conservabas por un lugar, el que sus padres se tenían, el cariño hacia una mascota. Fue entonces cuando pensó en lo que sería amor para Harry, quien parecía estar más que seguro de padecerlo (el mismo "padecer" que tendría que ver con una enfermedad, se limitaba a creer).

 

Sabía que Harry no tenía mucha familia de la cual jactarse, ni muchos amigos que lo invitaran a sentarse a su lado en el gran comedor. Así que, ¿qué era el amor para Harry Potter? Estaba seguro que era alguna bobería pacifista que Dumbledore le había inculcado y de la que se había aferrado por ser la única cosa firme en su vida, por muy cruel que sonara aquello.

 

No obstante, aún no tenía una respuesta fija de lo que era para él. 

 

Conocía el amor con el que Snape siempre hablaba de la difunta Lily Evans, con esa sincera admiración y respeto. Un mal nombrado amor que a Draco le parecía más bien agradecimiento y cariño, antes que cualquier cosa que involucrase romance. También conocía del amor que tenía Hagrid por el trío dorado, ese cariño que le hacía poner las manos sobre el fuego por ellos. Sabía sobre el amor fraternal que su aristocrático padre y Severus se tenían. Olía a kilómetros el amor que Greg y Crabbe le tenían a la comida. El amor que su tía Bella tenía por su madre. Incluso sabía sobre el amor pasional entre padres. Sin embargo, ninguno de esos ejemplos le removían la sensación que le dictaba la única verdad a la cual no quería resignarse: el hecho de que realmente no conocía lo que era el amor romántico. No más allá de vivencias de otros o sentimientos ajenos que eran casi palpables. 

 

Draco Malfoy, muy a su pesar, no tenía la menor idea sobre algo tan mundano como el romanticismo. Y eso lo irritaba de un modo sobrehumano. No era la primera vez que le daba vueltas al asunto en busca de una respuesta aceptable; en realidad, este mismo debate le venía sucediendo desde que cumplió su décimo segundo cumpleaños, cuando había oído a su amiga Pansy tan sedienta por un primer amor. Ocurrió cuando había asistido a la boda de su tía Bellatrix y el señor Lestrange durante vacaciones del tercer año. Luego cuando había regresado a Hogwarts para su cuarto curso, charlando con Pansy y enterándose en primera estancia de la relación que había en entre Cho Chang de Ravenclaw y el tan cotizado Cedric Diggory, el que ahora sabía usaba a la chica para ocultar su preferencia por el salvador del mundo mágico. Después, cuando observó a Angelina Johnson y uno de los gemelos Weasley (de los cuales Draco aún no podía diferenciar) prácticamente devorándose el uno al otro en medio de los pasillos menos transitados, temiendo que Molly Weasley se hiciera abuela antes de que la comadreja menor se graduará de Hogwarts. Meses después, durante una salida a Hogsmeade, miró a la ya antes mencionada Ginevra Weasley muy acaramelada con Michael Corner para su gusto, preguntándose qué demonios ocurría con el mundo durante esos meses. 

 

¿Realmente se sentía tan bien estar enamorado? Tenía la ligera sensación de que no era así. No después de contemplar la expresión de dolor en la cara de la comadreja al ver a Granger pasando tanto tiempo junto a Viktor Krum, no cuando Severus seguía tan fielmente rencoroso con el padre de Potter por haberse llevado a la chica Evans. Jamás al haber visto a su tía Andrómeda tan necesitada por su difunto esposo. No cuando era él quien abrazaba a su madre hecha llanto durante toda la noche después de que ella discutiera con Lucius.

 

Simplemente, Draco no podía encontrarle un lado bueno al estar a merced completa de algún individuo. No es que menospreciara ese sentimiento, la mayor parte de su vida había tenido curiosidad ante aquel, incluso algunas veces deseó ser parte de los ilusos enamorados para saber que es lo que realmente sucedía, sin embargo, el paso de los meses y las circunstancias por las que pasaba le había arrebatado todo el antojo que alguna vez pudo tener sobre el amor. Aunque es completamente consciente de que aún le faltaba crecer, conocer, odiar, sentir, besar, disfrutar y vivir más de lo que había hecho a lo largo de sus pocos años.

 

–¿Sabes qué?–Draco rompió el silencio, algo exasperado y muriendo de impotencia, sobresaltando a Harry con su repentino cambio de humor– Tienes razón. No tengo la menor idea de qué es el amor, pero sí sé lo que no es: y eso que el idiota está haciendo, créeme, no lo es.

 

El rubio giró sobre sus talones, decidido. Y dejó que sus pasos lo guiaran hacia la puerta del salón, apenas frenando unos segundos cuando escuchó la vocecita frágil de Harry preguntando:–¿Les dirás?

 

–No diré nada, Potter–prometió en voz baja, sorprendiéndose a sí mismo por la sinceridad en sus palabras–. Tu secreto está a salvo conmigo.

 

Harry cerró los ojos con alivio, y Draco salió de la habitación, dejando a un confundido y roto Potter.

Notes:

¡Hola de nuevo, pequeños saltamontes! Aquí Lexy Gray escribiendo desde la comodidad de su cama a las 3 de la mañana, (aunque seguramente publicando esto un día después).

Les presento nuevamente una propuesta de fanfic drarry: drama, romance y más drama. Como siempre me ha gustado. Espero de corazón que lo disfruten tanto como yo estoy disfrutando escribirlo.

Ya saben que les debo una disculpa enorme por abandonar el bote por tanto tiempo, pero las cosas se pusieron serias desde que comencé la universidad (quien diga que estudiar periodismo no consume tu tiempo, créeme que no tiene idea). Además, entre escribir reportajes para la carrera y explotar mi vida social universitaria, realmente no hay tantas horas muertas como parece. Pero, al menos, tengo más anécdotas que me inspiran a escribir historias más reales (no como mi yo de 13 años imaginaba lo que era estar en una fiesta, ir a un antro o tener sexo).

Pienso seguir con las historias pausadas, sí. Pero, por el momento, quiero relajarme con esta historia que me parece tierna y fácil de leer. El reto de hilar lo viejo y lo nuevo será para después. No me maten, mejor díganme lo que piensan de esta nueva historia.

Besos,

~Lexy_Gray☪️

Chapter 2

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Segunda parte, antes. Otoño de 1994.

 

2. Para bailar tango se necesitan dos, (o cómo Draco hizo la buena obra del día)

 

a.

 

Esta vez, el sol se alzaba lentamente sobre Hogwarts, iluminando el Gran Comedor con sus rayos dorados. Draco no había dormido mucho, pese a su caminata rutinaria la noche anterior. Pero no podía culparse cuando fue el resultado de la misma lo que le hizo dar vueltas en la cama hasta que su alarma sonó y todos sus compañeros de cuarto comenzaron a alistarse para un nuevo día.  

 

Aunque se resistió, no pudo permanecer mucho tiempo más entre las sábanas. Con sus amigos tenía acordado un itinerario diario para ducharse y, conociendo su larga rutina de cuidado de piel y cabello, realmente no podía darse el lujo de que alguien más tomara su turno. De lo contrario, jamás terminaría a tiempo para tomar el desayuno que lo esperaba ese día: un par de huevos estrellados y tocino bien cocido, acompañados por una montaña de manzana verde picada en yogurt. Estaba tan hambriento que su estomago rugió por décima vez en la última hora, pese a ya encontrarse sentado frente a su plato. 

 

Las mesas estaban llenas de estudiantes desayunando y charlando animadamente, emocionados de que el fin de semana finalmente hubiera empezado. Pero Draco, siempre atento a los movimientos que ocurrían a su alrededor, no pudo evitar fijarse específicamente en Harry Potter, quien estaba sentado en la mesa de Gryffindor, mirando con una tristeza dolorosa hacia la mesa de los tejones. Pero, ¿y quién no lo hacía? Cedric Diggory, rodeado de sus amigos y Cho Chang, reía y coqueteaba escandalosamente sin preocuparse por nada más. 

 

Para ese punto, la cara de Harry reflejaba una mezcla de dolor y resignación, una expresión que Draco no podía ignorar aunque quisiera.  A pesar de su naturaleza sarcástica y su tendencia a disfrutar de las desgracias ajenas, algo en la crueldad de la situación le molestaba profundamente. Así que picoteó su desayuno, aferrándose a su sitio tanto como pudo. Pero no fue suficiente. Se levantó de su asiento en la mesa de Slytherin, ignorando las miradas curiosas de sus compañeros, y caminó con determinación hacia donde se encontraba el morocho. 

 

Un murmullo de sorpresa recorrió el comedor cuando los estudiantes se dieron cuenta de su movimiento. Aunque tampoco podía culparlos, apenas un día antes a la misma hora habría estado horrorizado de encontrarse haciéndolo tan voluntariamente.

 

–Potter–dijo Draco, con un tono más suave de lo habitual, mientras se acercaba. Ese que tenía reservado para cuando reconfortaba a Pansy de su última decepción amorosa–, ¿te importa si me siento aquí?

 

Harry levantó la vista, sus ojos aún brillantes por las lágrimas no derramadas. Parpadeó, visiblemente sorprendido, pero asintió lentamente. Sin darle crédito a los ojos desorbitados de Ron y sus hermanos, con quienes no había hablado mucho por peleas sin sentido.

 

–Supongo.., Malfoy. ¿Puedo preguntar qué estás haciendo?

 

El rubio sonrió, una sonrisa que era más amable de lo que él mismo esperaba:– Pensé que sería un buen cambio de escenario para ambos–dijo, sentándose a su lado–.  Además, me preguntaba si te apetecería un poco de ayuda.

 

Harry alzó una ceja, su tristeza momentáneamente eclipsada por la curiosidad.

 

–¿Ayuda? ¿Para qué exactamente?

 

–Para que no te coman vivo.

 

El morocho, ansioso, se removió en su lugar con el ceño fruncido. Y preguntó:– ¿Es tan obvio?

 

–Tanto que duele verlo–Draco bufó con una suave negación de cabeza, poco acostumbrado al nuevo peinado que había estado intentando llevar ese año. Era demasiado suelto para su gusto, pero su madre siempre decía que le daba un aspecto más maduro.

 

–¿Y tú quieres ayudarme a evitarlo?

 

El chico Slytherin se inclinó un poco más cerca, bajando la voz para que sólo Harry pudiera escuchar:– Bueno, digamos que me gustaría distraerte de tus pensamientos. Y tal vez hacer que alguien en particular se sienta un poco... incómodo–Harry tardó un momento en entender, pero cuando lo hizo, sus ojos brillaron con una chispa de diversión. 

 

–¿Estás sugiriendo que finjamos coquetear para molestar a Cedric?

 

–No veo por qué no–Draco se encogió de hombros con una sonrisa ladina–. Podría ser divertido.  Además, creo que podrías disfrutar de un poco de atención. La suficiente para que ese imbécil se de cuenta que no eres tan irrelevante en el castillo como él cree.

 

Tal vez no era el chico dorado de Hufflepuff, pero era difícil olvidar que Harry Potter era el niño que vivió. Y aunque Diggory no lo notara, todos estaban al pendiente de sus últimos movimientos. Sin importar si el crédito de la muerte del Señor oscuro lo cargaba Lily Potter y no él, ¿qué importaba si no era El salvador? Era más famoso de lo que Diggory podría soñar, así que iba a demostrárselo.

 

Para sorpresa de Draco, Harry le siguió el juego con una sonrisa traviesa:–Está bien, Malfoy.  Veamos hacia donde nos lleva esto.

 

Draco se acercó un poco más en cuanto lo oyó, dejando que sus dedos rozaran suavemente la mano de Harry sobre la mesa. Sabiendo a la perfección que pocas personas podrían ignorar un movimiento tan íntimo, especialmente viniendo de un par tan controversial como ellos.

 

–Entonces, Potter, ¿qué te parece la idea de pasar el día conmigo? Podríamos... explorar algunos rincones ocultos del castillo.

 

Harry rió con un nerviosismo difícil de ocultar, un sonido que Draco encontró inesperadamente agradable. Era divertido verlo tan tembloroso y no por encontrarse quebrado en llanto, sino por el toque de alguien al que no estaba acostumbrado. Incluso sus mejillas rojas le empezaban a resultar adorables, aunque en otra situación fueran más que nada irritantes. Supuso que era la falta de alimento la que estaba haciendo estragos en su mente.

 

–Supongo que podríamos empezar con un paseo por los terrenos después del desayuno...

 

Las miradas a su alrededor se intensificaron, especialmente la de Cedric, quien ahora observaba con una mezcla de confusión e incomodidad. Cho Chang también parecía intrigada, pero era la reacción del rubio cenizo la que Draco estaba buscando. Estaba ansioso por verlo ardiendo de celos.

 

–Perfecto–dijo Draco, levantándose y extendiendo una mano a Harry–. Vamos, Potter. Tenemos mucho que explorar.

 

–¿Hablas de ahora?

 

–Ahora.

 

Harry, asombrado, dejó sus cubiertos sobre la mesa y tomó la mano de Draco sin vacilar. Todo se sentía tan extrañamente atrayente, que ni siquiera le importó tener que explicarle todo a Hermione en cuanto la viera.  Aunque no sabría cuanto tendría que esperar para eso, considerando la cantidad alarmante de tiempo que pasaba en la biblioteca con Viktor Krum ese año. No es que Harry pudiera juzgarla, por supuesto. Él sabe a ciencia cierta que de estar en su lugar, que de tener una relación oficial con Cedric, no podría separarse de su lado ni por error. Pero, como el Hufflepuff le había dejado en claro, eso era imposible que ocurriera. En su lugar, Cho Chang se aferraba del brazo del que él soñaba sostener fuera de los salones en desuso.

 

Caminó con los nervios a punta hasta la entrada y juntos salieron del Gran Comedor, todo bajo la atenta mirada de sus compañeros. Draco no pudo evitar una sensación de triunfo, pero también una extraña mezcla de empatía y preocupación por Harry. Tampoco quería que se sintiera obligado a llevar a cabo una idea que no le convenciera. O que le trajera más problemas que ayuda real.

 

A medida que avanzaban por los pasillos, Harry parecía más relajado, y Draco sintió algo nuevo formándose entre ellos. Quizás este juego podría resultar más refrescante de lo que esperaba.

 

–Gracias por esto–dijo Harry de repente, rompiendo el silencio:–Realmente necesitaba salir de ahí.

 

Draco asintió, sorprendido por la calidez que crecía en su propio pecho. No sabía que así era como se sentía ofrecerse a ayudar en una buena causa. O estar cerca de Harry, realmente no lo sabía.

 

–Ni siquiera lo menciones, parecías Longbottom viendo a su boggart convertirse en el profesor Snape. Debía hacer algo por el bien de mis ojos.

 

El morocho rió con sinceridad por primera vez en el día, suspirando un poco al terminar. Había pasado las primeras semanas sin saber qué hacer con esa situación ni a quién recurrir para hablarlo. Y aunque definitivamente Draco Malfoy jamás habría su primera opción para hacerlo, no se arrepentía en absoluto de que lo hubiera sido.  A veces el azar trabajaba de maneras misteriosas, pero no se sentía quién para cuestionarlo. Por el momento, todo lo que debía hacer era dejar de obsesionarse con la relación entre Cho y Cedric. Y recordar que no estaba solo.

 

Después de todo, para bailar tango se necesitaban dos.

 

b.

 

A pesar de ser octubre, el sol brillaba intensamente mientras Draco y Harry caminaban por los terrenos de Hogwarts. Las hojas de los árboles habían comenzado a teñirse de naranja y los paisajes de Escocia se veían aún más hermosos que durante verano. Faltaba muy poco para que las temperaturas empezaran a bajar en el castillo y los magos de los pueblos aledaños se prepararan para la próxima temporada navideña.

 

Por el momento, la atmósfera era ligera y despreocupada, una especie de tregua tácita entre dos enemigos de años. Draco, por primera vez, sentía que podía bajar la guardia y disfrutar de la compañía de Harry. Y Harry, que no había dejado de pensar en las palabras de Draco un día antes, se sentía menos solo que entonces. Era bueno ser real con alguien en ese aspecto.

 

–Entonces, Malfoy–dijo Harry, rompiendo el silencio mientras caminaban junto al lago– ¿Ya me dirás por qué decidiste hacer esto? Ambos sabemos que el altruismo no es lo tuyo.

 

Draco se encogió de hombros, mirando hacia el agua. Realmente no lo había pensado con tanta profundidad:– Tal vez me canse de seguir el mismo guion. O tal vez...–hizo una pausa, sus pensamientos oscureciéndose brevemente antes de escupir maliciosamente:– Tal vez no me guste ver que alguien que no sea yo te haga sufrir sin razón.

 

Harry lo miró, tan sorprendido como divertido por sus palabras. Era extraña esta nueva faceta de Malfoy, donde lucía casi desesperado por no parecer demasiado interesado o amable.

 

–Que considerado–dijo, con ironía coloreando su voz.

 

Draco se detuvo y se volvió hacia Harry, sus ojos grises llenos de una intensidad que Harry no había visto antes. ¿Siempre habían sido tan plateados?

 

–Dime que lo vas a dejar–susurró, casi como quien no quiere que nadie más escuche que algo como eso salió de sus labios.

 

–¿Por qué te importa, Malfoy?

 

–No soy un maldito villano, Potter–Draco puso los ojos en blanco, metiendo sus manos a los bolsillos de su pantalón de forma despreocupada. Aunque dentro suyo todo se sintiera lejos de la despreocupación:– Hay muchas cosas de mí que no conoces.

 

Harry sostuvo su mirada, sintiendo que algo profundo estaba cambiando:–Supongo que eso es algo que tengo que aprender.

 

Ambos continuaron caminando, sumidos en sus pensamientos. El tiempo pasó rápidamente y pronto se encontraron en uno de los jardines menos visitados del castillo, un lugar lleno de flores exóticas y árboles frondosos que habían comenzado a tirar sus hojas, pintando el césped recortado con colores anaranjados y rojizos.

 

–Es bonito aquí–dijo Harry, rompiendo el silencio nuevamente–. Nunca había venido.

 

Draco asintió. 

 

–Es uno de mis lugares favoritos. Tranquilo y apartado. Un buen lugar para pensar.

 

Se sentaron en un banco de piedra, disfrutando de la tranquilidad del jardín. El silencio entre ellos era cómodo, una tregua poco explícita que ambos apreciaban. Realmente no querían sacarlo a colación en caso de ser algo meramente unilateral y, hasta el momento, les estaba funcionando.

 

–Potter–dijo Draco finalmente, con voz extrañamente débil:– Lo que pasó anoche en la Torre de Astronomía... No puedo sacarlo de mi cabeza.

 

Harry miró hacia abajo, hacia sus manos, comenzando a jugar nerviosamente con una flor cercana:–Debió serte... inesperado. Complicado.

 

–Inesperado es un eufemismo–dijo el Slytherin con una sonrisa torcida–, pero no me parece complicado en absoluto. Desde mi punto de vista, nada ni nadie merece la pena de estarse ocultando. Nadie debería sentir que tiene que hacerlo. Menos si eso lo hace sufrir así.

 

Harry suspiró. 

 

–No es tan fácil. Cedric tiene razón. Si la gente supiera... todo cambiaría. No estoy seguro de que esté listo para eso.

 

Draco asintió, comprendiendo más de lo que le gustaría admitir en voz alta:–Pero esconderse no siempre es la solución.  A veces, enfrentar la verdad puede ser liberador–dijo, y Harry levantó la vista para mirarlo con interés directamente a los ojos. 

 

–¿Y tú? ¿Qué verdad estás enfrentando?

 

El rubio se quedó en silencio por un momento, luchando con sus propios pensamientos. Tampoco era algo de lo que le gustaba hablar abiertamente, pues de hecho ni siquiera lo había intentado.  Pensó que tal vez era justo hacerlo ahora que había información tan sensible de Harry en sus manos. Así que suspiró y se armó de valor suficiente para decir:–Tal vez la verdad de que no todo es blanco o negro. Que hay más matices en la vida, y que las personas no pueden ser tan simples para no tener toda una escala de grises.

 

Harry sonrió, una sonrisa genuina que iluminó su rostro. Pensando que tal vez sería eso algo que su padrino diría:– Supongo que tienes razón. Tal vez todos estamos aprendiendo algo nuevo.

 

El tiempo transcurrió entonces, y pronto se dieron cuenta de que era hora de regresar al castillo para tomar el almuerzo del medio día. Mientras caminaban de vuelta, Draco sintió la conexión creciente con Harry hacerse más fuerte, una conexión que no había anticipado y que lo inquietaba profundamente. Pues realmente no se suponía que esta existiera en primer lugar.

 

Cuando finalmente llegaron al Gran Comedor, Cedric y Cho ya no estaban allí. Las miradas curiosas de sus compañeros seguían sobre ellos, pero Draco y Harry las ignoraron sin mucho contratiempo. Se despidieron brevemente, sin prometerse encontrarse de nuevo pronto. Pero sabiendo, sin razón aparente, que era cuestión de tiempo para que eso terminaría ocurriendo.

 

Esa noche, mientras Draco se recostaba en su cama, no pudo evitar pensar en Harry. En sus ojos tristes, en su risa, y en la extraña pero reconfortante sensación de cercanía que había sentido. Era apoyo, era romper la soledad que ambos estaban sintiendo dentro de sus pechos. Algo que ambos necesitaban desesperadamente. Mientras tanto, al otro lado del castillo, Harry también pensaba en Draco. En su inesperado interés y en su sonrisa sarcástica que ahora parecía menos amenazante. Cerró los ojos y se permitió soñar con la posibilidad de que, después de todo, las cosas podrían cambiar para mejor.

Notes:

Hola, hola. ¡Aquí otro nuevo capítulo de la historia! Un poco soso, sí, pero necesario para que la conexión entre Harry y Draco vaya tomando forma. Lo siguiente será diez veces más interesante.

Quizás por eso estoy tan ansiosa por publicar el resto de capítulos que tengo listos, para que vean el rumbo real que está siguiendo. Nunca he sido buena escribiendo extra e ir racionando las publicaciones, así que lo más que haré será resistir el impulso de publicarlo todo junto e ir actualizando día con día.

Nos vemos mañana,

~Lexy_Gray☪️

Chapter Text

Tercera parte, antes. Otoño de 1994.

3. Nada se hace nunca por la razón correcta, (o sobre cómo Draco no comprende porqué le importa tanto la tristeza de Harry)

El ambiente en Hogwarts ese día era sombrío, con nubes oscuras cubriendo el cielo y el frío otoñal que finalmente se había desatado, colándose por los corredores de piedra. Como si apenas una semana atrás el sol no hubiera estado en su punto más alto. Harry Potter, sumido en su tristeza, apenas salía de su habitación. Hermione, ya preocupada, intentaba animarlo, pero nada parecía funcionar.  Y Ron, aún molesto, prefería ignorar su presencia en el cuarto que hablar con él. Había pasado tanto desde su última pelea, que Harry ya ni siquiera recordaba la razón de su distanciamiento. El peso de sus emociones era abrumador, y su aislamiento solo profundizaba su desesperación.

Draco Malfoy, observando desde la distancia, no podía soportar ver a Harry en ese estado.  A pesar de su reputación y su naturaleza hostil, algo en la situación de Harry lo conmovía profundamente. Trató de alejarse un poco al notarlo, pero viendo como continuaban las cosas, decidió que ya era hora de intervenir nuevamente.

Una tarde esa semana, después de la clase de Encantamientos, Draco interceptó a Harry en el pasillo. Harry tenía la cabeza gacha y los hombros caídos, por lo que no notó su presencia hasta que Draco se colocó directamente en su camino.

–Potter–dijo Draco, tratando de sonar casual–, necesito hablar contigo.

Harry levantó el rostro, dejando a la vista sus ojos apagados y carentes de la chispa inocente habitual.

–¿Qué necesitas, Malfoy?–preguntó con voz cansada. Parecía tan ajeno a su emoción habitual, que Draco suspiró. Estaba decidido a dejar de lado cualquier pretensión.

–Quiero que estudies conmigo esta tarde.

–¿Estudiar contigo? ¿Por qué?–Harry lo miró con incredulidad, a sabiendas de sus calificaciones apenas aceptables en la mayoría de las clases. Si Draco necesitaba ayuda en alguna, Harry bien sabía que no era el indicado.

Draco se encogió de hombros, tratando de parecer despreocupado cuando dijo: –Tal vez porque necesito ayuda con algunas cosas y pensé que podrías ser útil–Harry arqueó sus dos cejas, poco convencido. Por lo que el rubio continuó:– Además, te hará bien.

–¿Cómo se supone que encerrarme en la biblioteca me hará bien?

–Vamos, Potter, no tienes nada que perder. Y podría ser útil para que subas de una vez ese promedio en pociones, tu boleta de evaluación debe estar gritando por ayuda.

Harry dudó por un momento, con los ojos entrecerrados. Se cruzó de brazos, pero finalmente asintió.

–Tu ganas, Malfoy. ¿Cuándo?

–Hoy, después de la cena–respondió Draco, con una sonrisa triunfal–. No llegues tarde. Odio la impuntualidad.

Esa noche, Harry llegó a la biblioteca. Sin nada de ánimos, pero un poco interesado en el nuevo plan que la cabeza de Malfoy debía estar hilando. De lo contrario, jamás lo habría invitado a estudiar tan espontáneamente. Lo conocía lo suficiente en ese aspecto para saberlo.

No llegó tarde, por primera vez, pero Draco ya se encontraba esperándolo con un montón de libros esparcidos sobre la mesa. Y Harry no podía comprender cómo podía hacerlo todo tan rápido. Se sentó en silencio y aceptó el libro que Draco le deslizó a su lado del escritorio sin siquiera alzar la vista, listo para comenzar a estudiar acompañados.

Al principio, la conversación fue mínima y la tensión masiva. Pero, poco a poco, la atmósfera se volvió más relajada. Aunque ninguno dijo nada. No hasta que después de un par de horas Draco cerró su libro de golpe, llamando la atención de Harry.

–He estado pensando, Potter–inició, y aunque Harry se sintió tentado a bromear con ello, no juntó ánimos suficientes como para siquiera intentarlo–. Los chicos de Durmstrang están organizando una fiesta de Halloween...

Harry, sabiendo lo que estaba por venir, cerró su libro también. Comenzando a negar con la cabeza antes de que siquiera la pregunta fuera lanzada. Ahora sabía lo que Draco estaba tramando algo.

»Por favor, cara rajada. Creo que deberíamos ir.

El morocho negó con la cabeza con aún más vitalidad, ligeramente irritado por el apodo:–No creo que sea una buena idea, Malfoy. No estoy de humor para una fiesta.

Draco se inclinó hacia adelante, con una expresión mortalmente seria.

–Precisamente por eso necesitas ir. Necesitas distraerte, divertirte un poco y bailar–trató de convencerlo, moviéndose como lombriz sobre su silla. Harry rió en respuesta.

–Ni tú ni yo sabemos bailar.

¿Excusez-moi?–gimió Draco, luciendo ofendido mientras reposaba una mano extendida sobre su pecho y dejaba la boca abierta–. No sabrías reconocer lo que es bailar ni aunque te curaran de una vez por todas esa jodida miopía. Honestamente, ¿cuándo te hechizarás la vista?

Harry rió, poniendo los ojos en blanco.

—Cuando dejen de ser la ventana del alma, muchas gracias.

El rubio sonrió de forma torcida al escucharlo, agitando la cabeza. Sabía de los magos que se negaban a un buen tratamiento de corrección de vista por esa misma razón, pero todos ellos eran ancianos y anticuados. Harry tenía el alma de un viejo.

–Venga, Potter. Divirtámonos un poco–continuó– Si es por el imbécil de Diggory, ni siquiera tenemos que verlo. Y si sí, no tienes que enfrentarlo solo. Yo estaré allí, contigo.

Harry lo miró, dudando:– En verdad, ¿por qué te importa tanto? No entiendo–dijo, haciendo que Draco se tomara un momento antes de responder. Tratando de ocultar que él tampoco entendía el porqué.

–¿Qué importa la razón, Potter? Sólo confía en mí por una vez–Draco respondió, sacando un suspiro profundo del morocho, la resistencia en su expresión ya estaba disminuyendo–. Además, ¡será divertido! Escuché que la cita es en el buque del Lago Negro. ¿No sientes curiosidad por ver su interior?

–Está bien, está bien–se apresuró Harry, moviendo ambas manos frente al rubio. En el intento de calmar su brote de emoción antes de que Madame Pince los echara–: Iré. Pero sólo porque no quiero que me molestes más con esto.

Draco sonrió ampliamente, aliviado.

–¡Perfecto! Será una noche sensacional–exclamó, asintiendo repetidas veces como dándose la razón. Emocionado por el plan hasta que Irma Pinche los amonestó con un "¡Shh!" entre sus labios. Draco sonrió inocentemente hacia la mujer antes de voltear hacia el morocho de nuevo y susurrar:–Te prometo que no te arrepentirás.

–Bien...

–Sólo hay un pequeño detalle–recuerda Malfoy, como una idea de último minuto:– No tenemos invitación.

–Malfoy, qué diablos–gruñó Harry–¿Estás bromeando?

–Relájate, todo lo que necesitamos es esa capa de invisibilidad que ambos sabemos que tienes–miró de forma conocedora, enarcando una de sus cejas en caso de que Harry pensara en negarlo todo–, y estaremos dentro mucho antes de lo que se dice Quidditch.

Harry levantó ambas cejas, incapaz de enarcar una sola como Draco estaba haciendo:–¿En serio vamos a colarnos?

–Exactamente–Draco asintió, con una chispa de travesura en sus ojos–: Te recogeré en la torre de Gryffindor.

Con ese acuerdo, ambos volvieron a enterrar las narices en sus libros. Totalmente inconscientes de la nueva chispa de esperanza que brillaba en los ojos de Harry. Aún había dolor y tristeza en su corazón, claro, pero la perspectiva de la fiesta y la compañía de Draco le dieron un pequeño rayo de luz en medio de la oscuridad. Además, la noche de Halloween se acercaba rápidamente, y con ella, la promesa de ser el primer aniversario luctuoso en que no lloraría culpándose por la muerte de sus padres.

 

Notes:

¡Hola de nuevo, pequeños saltamontes! Aquí Lexy Gray escribiendo desde la comodidad de su cama a las 3 de la mañana, (aunque seguramente publicando esto un día después).

Les presento nuevamente una propuesta de fanfic drarry: drama, romance y más drama. Como siempre me ha gustado. Espero de corazón que lo disfruten tanto como yo estoy disfrutando escribirlo.

Ya saben que les debo una disculpa enorme por abandonar el bote por tanto tiempo, pero las cosas se pusieron serias desde que comencé la universidad (quien diga que estudiar periodismo no consume tu tiempo, créeme que no tiene idea). Además, entre escribir reportajes para la carrera y explotar mi vida social universitaria, realmente no hay tantas horas muertas como parece. Pero, al menos, tengo más anécdotas que me inspiran a escribir historias más reales (no como mi yo de 13 años imaginaba lo que era estar en una fiesta, ir a un antro o tener sexo).

Pienso seguir con las historias pausadas, sí. Pero, por el momento, quiero relajarme con esta historia que me parece tierna y fácil de leer. El reto de hilar lo viejo y lo nuevo será para después. No me maten, mejor díganme lo que piensan de esta nueva historia.

Besos,

~Lexy_Gray☪️