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Total Drama: Owen And Noah's Amazing Road To Alaska!

Summary:

El dúo favorito de la televisión. ¿Quién no se ha sentido cautivado por la curiosa amistad entre el divertido Owen y el sarcástico Noah?

¡Buenas noticias! Luego de años en el anonimato, este par regresará al foco público con su propio reality show lleno de acción, obstáculos que superar y apariciones entrañables de nuestros personajes favoritos de la franquicia.

(Advertencia: Los personajes en este programa accedieron voluntariamente a participar, incluso si no parece.)

Notes:

(See the end of the work for notes.)

Chapter 1: We didn't Hit. Why Should We Run?

Chapter Text

Cuando despertó y sintió un punzante dolor en la cabeza, supo que no había dormido tan bien como siempre. Lo primero que notó mientras iba despojándose lentamente de su somnolencia era como la cama se sentía especialmente mojada, y eso lo incomodó. Para peor, el hedor metálico en el aire hacía que los vellos en su cuerpo se erizaran en una mezcla de incertidumbre y asco.

 

Noah se sentó perezosamente en el borde y movió a su pareja, quién descansaba a su lado con un sueño profundo al que ya estaba acostumbrado. No obstante, cuando escuchó un gruñido como respuesta, supo que había tenido éxito al despertarlo. Luego, encendió la lámpara que estaba en la mesita de luz, ya que la oscuridad que llenaba la habitación lo ponía un poco nervioso, y le costó acostumbrarse al brillo.

 

— ¿Qué hora es? — Dijo el rubio, mientras se cubría el rostro con la manta y se quejaba en voz baja. Si bien solía costarle despertar, esta vez le era especialmente complicado. Con una migraña abrumadora y dolor en todo el cuerpo, sentía que había corrido una maratón, y él no era para nada una persona deportiva. No obstante, cuando no recibió otra respuesta más que un chillido ahogado, asumió que el culpable era algún insecto que se había metido al cuarto (Desde que se mudaron, habían tenido varios incidentes así, y él se encargaba de liberarlos y evitarles una muerte inminente por parte del zapato de un muy asustado Noah), pero cuando volteó a verlo, recién allí notó como los cobertores estaban manchados con un distinguido tono rojizo.

 

— ¡¿Noah?! ¡¿Estás bien?! — Preguntó Owen, mientras se revisaba el cuerpo, tan solo para asegurarse de que no fuera suya. 

 

Entonces se levantó de inmediato, a pesar de que el malestar parecía pedirle a gritos que se quedara acostado. Aún así, al escuchar el chapoteo de sus piés al tocar el piso, tuvo la suficiente curiosidad como para encender la luz del cuarto y encontrarse con una imagen grotesca, ya que era tanta cantidad de líquido que volcó hasta el suelo, enchastrando la madera crujiente de forma dramática y exagerada. Noah contuvo la respiración por un instante, y su primera reacción fué acercarse a su pareja y levantarle el pijama, sorprendiéndose al no encontrar ninguna herida notoria.

 

Exhaló de alivio, pero no por mucho tiempo.

 

— ¿Qué... qué está pasando, Owen? — Dijo, con una extraña sensación en el pecho. Sin embargo, cuando buscó la mirada ajena y vió su rostro, supo que estaba igual de confundido que él. 

 

— Vaya, creo que bebimos demasiado anoche. — Le respondió, junto a una risa nerviosa, mientras terminaba por levantarse, en un intento de broma desubicada, ya que ninguno de los dos eran aficionados a embriagarse (Noah no se rió, en absoluto). Mientras intentaba recordar qué había ocurrido, no parecía lograrlo, y eso solo lo alteraba más. Su charla era escasa, y en el aire habían más preguntas que respuestas. No obstante, el más bajo se apresuró en recoger las cosas de la cama y las puso en los brazos de Owen.

 

Una parte suya no quería reconocer que lo que estaba pasando no era normal, por lo que insistió en reaccionar como si se tratara de un mero inconveniente nocturno. Lo cierto era que el sanguíneo olor de la escena lo tenía aguantando las arcadas y era casi imposible de ignorar a medida que los segundos pasaban e iba ganando más conciencia de sus alrededores. 

 

— Ponlas a lavar, yo limpiaré el suelo.—

 

Más silencio. 

 

El rubio volteó hacia él, tan solo para asegurarse de que hablaba en serio, y sintió lástima por su pareja, cuya mirada transmitía una mezcla de miedo y decepción.

 

Después de tantos años como compañeros de vida, no hacía falta mucho más que una fugaz mirada entre ellos para saber lo que el otro estaba pensando. Era esa clase de conexión inexplicable la que los hacía ser un dúo incomparable. Si bien no sabían con exactitud qué era lo que estaba ocurriendo, la presencia del otro parecía mantenerlos lo suficientemente seguros como para no entrar (del todo) en pánico.

 

No era la primera vez que se veían obligados a lidiar juntos con las extrañezas que la vida les ponía enfrente. Y, en ese instante, podían sentir, aunque sea en un plano inconsciente, como estaban pasando por “la calma antes de la tempestad”. 

 

— No... No. No voy a bajar solo. ¿Y si hay alguien abajo? ¿Y-Y si nos quiere matar? — Murmuró nervioso, y entonces, ambos miraron la puerta abierta, que daba a un pasillo tan oscuro que bien podría haber un abismo del otro lado. Lo peor era que el rastro carmín parecía seguir hacia el negro vacío, lo cuál hacía que tuviera menos ganas de ir hasta el lavarropas.

 

— Claro, porque yo puedo hacer mucho en caso de que haya algo allá que quiera acabar con nosotros. — Rodó los ojos, con una pizca de su usual sarcasmo, utilizado como un método de defensa.

 

— ¡Solo digo! ¡No es justo que yo vaya primero! — 

 

Pegados el uno con el otro, mientras sus ojos estaban clavados en la puerta, ambos tenían la silenciosa esperanza de que quizá estaban en un febril sueño compartido. Algo incoherente e irreal que seguro tendría una justificación. Sin saberlo, eran víctimas de los mismos síntomas debilitantes: migraña, confusión, y un cansancio físico que rozaba lo inexplicable. Aún así, y a pesar de todo ello, en cuanto Noah notó el terror en la cara de su pareja, decidió tragar saliva y envalentonarse.

 

— ... Olvídalo, iré contigo, grandote.  — Agregó entre murmullos, mientras se aferraba a su brazo y trataba de ignorar los fuertes latidos de su corazón. El miedo era palpable, por más que no hubiera pasado nada aún, ambos sabían que algo no estaba bien, y Owen solo le sonrió y besó su mejilla para después asentir reiteradas veces con la cabeza en un agradecimiento tácito. Claro que la valentía le duró lo que tardaron en llegar a la escalera, esta vez cubriéndose al ponerse detrás del rubio de forma disimulada. 

 

Perdido en sus pensamientos, fué el chillido de Owen al encender la luz lo que lo bajó a la tierra. Apretó los párpados por un instante, aterrado de separarse de su escudo humano y enfrentar la realidad. 

 

— ¡AHHHHH! ¡¿Qué es?! ¡¿Q-Qué es?! — Inquirió, pegando otro grito que casi los deja sordo a los dos, mientras se aferraba al pijama del más alto cual gato asustado. 

 

Owen parpadeó y sintió como sus rodillas se debilitaban. La poca somnolencia que le quedaba se fué de golpe cuando se encontró con esa imagen, y tuvo que apartarse para vomitar. Desde el momento que había abierto los ojos, todo se había vuelto más y más confuso. Sin embargo, no creyó que la dantesca escena que comenzó en su habitación culminaría con algo como eso.

 

Sin el rubio como bloqueo visual, Noah tuvo que enfrentarse a la realidad. 

 

...

 

¿Era él? ¿Era real?

 

El río carmesí tomaba la forma de huellas rojizas en el trayecto de la escalera hacia la planta baja, tan solo para inundar el suelo del living room. El rastro los llevó a la imagen grotesca de un cuerpo hinchado y mutilado, con vísceras desparramadas por el lugar que decoraban la sala como si fuera una carnicería, despojándola de la vibra campestre y acogedora que solía tener. En su lugar, parecía una escena meticulosamente pensada de una película de terror. Lo que parecía resaltar esa intención era la cabeza mutilada encima de la mesa ratona. El rostro parecía haber sido golpeado a tal punto de ser casi irreconocible, de no ser por algún que otro rasgo que realmente llamó la atención del Indio. 

 

— Oye... — Intentó llamar la atención de su pareja, quién parecía estar en medio de un colapso mental. Era la primera vez en mucho tiempo que su voz perdió la monotonía que la caracterizaba, hablando con palabras temblorosas. — Es Chris. ¿Es Chris? — Masculló, separándose por un instante para acercarse al cuerpo que yacía tirado a sus piés. En su lugar, decidió enfocarse por un instante en el malestar adverso, palmeándole la espalda y enfocándose en su rostro, haciendo lo que fuera con tal de no vez el cadáver y el río de sangre que lo rodeaba mientras se esforzaba por pensar en su siguiente movimiento.

 

— ¡¿Es Chris?! ¡Pobrecito! ¡Yo no quería que pasara esto, Noah! ¡Yo-! ¡¿Qué vamos a hacer?! — Chilló el rubio, entre arcadas y un llanto tan irritante como comprensible. 

 

Por un lado, él también quería sucumbir al pánico y gritar juntos, pero había algo que se lo impedía. Incluso en su estado de pseudo-somnolencia y cansancio físico, su primer instinto era el de revisar sus alrededores. 

 

— Owen, Owen, shhh... — Se apresuró en calmarlo, más que nada, porque sus gritos le aturdían y le impedían pensar en un plan de escape. Entonces, le miró a los ojos y habló con tono firme: — Sube y cámbiate de ropa. Tráeme una muda y mi teléfono mientras me encargo de esto. — 

 

Las órdenes lo hacían sentirse seguro y le quitaban el peso de encima de tener que pensar, así que, como respuesta, asintió con la cabeza y se esforzó por dejar de sollozar.

 

Mientras tanto, en silencio, el moreno comenzó dar vueltas por el lugar: Al principio, lentamente, pero después terminó por mover las cosas del aparador a los empujones. Esto descolocó al rubio, a tal punto de haberlo hecho detener su marcha por un instante.

 

— ¿Qué haces? — Inquirió, con una mezcla de curiosidad e incertidumbre.

 

— Las cámaras... Deben haber cámaras por aquí. — Masculló como respuesta, con el entrecejo fruncido. — Conozco bien a ese maldito... No hay forma de que sea él. No hay forma de que no sea otro de sus estúpidos retos.— 

 

Owen y Noah habían pasado por varios programas a lo largo de los años. A veces se los podía ver quemando platillos en realitys gastronómicos, poniendo a prueba su nivel de cultura general en un programa de preguntas (que, en el caso del rubio, era nulo), o intentando sacar a flote sus lados más estéticos en alguna competición de moda. Sin embargo, si había un programa que los había formado en su historia como concursantes crónicos, tenía que ser Drama Total. 

 

Con Chris Mclean como anfitrión sádico y ambicioso, este programa había puesto a prueba no solo su resiliencia a la hora de encontrarse con obstáculos, sino también su sentido de supervivencia. Entre retos extremos, huesos quebrados, tortura psicológica y la constante necesidad de proteger su integridad, cuando el exitoso programa terminó, la demanda fué inevitable, y después de las compensaciones monetarias correspondientes, ambos pensaron que sería la última vez que verían a la celebridad. 

 

Para cuando ambos estaban en sus 20, quizá no habían ganado el programa, pero sí tenían un resarcimiento económico suficientemente importante como para permitirse alejarse de la ciudad y alejarse del bullicio público para así conseguir una pequeña granja autosustentable en Fort Providence, un alejado pueblo en el brazo oeste del Great Slave Lake, en la región norte de Canadá. Era una vida tranquila, lejos de la farándula, lejos de la presión de las competiciones constantes y donde su relación podía florecer tranquilamente sin tener que darle explicaciones a nadie. 

 

Lamentablemente, esta no parecía ser una historia con final feliz. 

 

— ¿Qué esperas? ¡No tenemos toda la noche! — Dijo Noah, mientras peleaba con su sentido del asco y se arrodillaba frente al cuerpo para examinarlo. Owen no respondió, en su lugar, se quedó observándolo mientras sorbía su nariz y limpiaba sus lágrimas. A pesar de todo, no pudo evitar sentir que la reacción de su pareja era demasiado extraña. Ladeó la cabeza y tragó saliva antes de volver a abrir la boca. Sin embargo, nada salió de sus labios más que un suspiro cansino y poco común de su parte.

 

Si Noah lo hizo, no estaba seguro de querer saberlo.

Si Noah lo hizo y ahora fingía demencia frente a él, habrá tenido sus motivos. 

Si Noah lo hizo, ¿Él sería el siguiente?

 

No podía evitar sentir algo en su estómago que, esta vez, no podía ser tan solo hambre.

 

— ¿Me estás escuchando? — Inquirió, volteándose por un instante. El silencio de su pareja, aunque más útil, era mucho más preocupante que sus escándalos. Además, había algo en la forma de mirarlo que no le gustaba. — ¡Owen! Una mochila, rápido. Necesitamos abrigo, agua, y las llaves de la camioneta. ¡Andando! — Lo regañó y le hizo correr. 

 

Noah no encontró ninguna cámara, pero la grabadora que halló mientras rebuscaba entre los pantalones del cadáver le dió una idea de que el asunto parecía ser más complicado de lo que pensaba (¡Si eso era posible!). El detalle más extraño era que, pegado con cinta, tenía un papel manchado cuyas letras apenas podían comprenderse:

 

“Reproducir en el camino. Huyan”

 

Como si fuera una orden divina, y como si el entendimiento le hubiera caído repentinamente del cielo, Noah corrió hacia las escaleras mientras llamaba el nombre de su compañero. La desesperación en su voz era palpable. 

 

Algo le decía que tendrían que pasar mucho tiempo fuera de casa.

Chapter 2: you'll never take us alive! (or whatever Set It Off said)

Chapter Text

Fué una respuesta instintiva. En el instante que terminó de leer la pequeña advertencia, supo que su corazonada era más precisa de lo que pensaba.

Luego de cargar una mochila con un pequeño botiquín, agua y alguna que otra muda de ropa, ambos se abrigaron de forma presurosa, con Owen tropezando en un intento de ponerse las botas tan rápido como fuera posible.

— ¡No tenemos tiempo para esto! — Dijo Noah, mientras intentaba levantarlo.

— ¡¿Por qué huimos?! ¡No hicimos nada malo! ¡Hay que llamar a la policía y que se encarguen de eso!—

— ¡Es una trampa! ¡Es otro de sus malditos retos! —

Owen estaba confundido, pero la determinación ajena hizo que pudiera ignorar las inconsistencias y se enfocara en seguir a Noah, después de todo, nunca lo había visto tan seguro de algo en su vida. Ya preparados para salir, se dejó arrastrar hacia el exterior de la casa, inhalando el frío otoñal de la madrugada y sacándole un escalofrío -a pesar de llevar un tiempo viviendo allí, nunca pudo terminar de acostumbrarse a la excesiva nieve del lugar.-

¿El sofisticado medio de escape? La carcacha de Owen: una camioneta que llevaba años acompañándolo. Que desde que la compró, nunca había pasado más de dos semanas sin necesitar una reparación, y por más que Noah le haya rogado muchísimas veces que se deshiciera de ella, era uno de los pocos pedidos suyos a los que nunca había accedido, justificándose con que le “había tomado cariño” y “hacía lo que necesitaban”. Claro que en una situación así, el hecho de tener que lidiar con un vehículo que tardaba para encender y funcionaba cada vez que quería era de lo menos conveniente.

Mientras él se esforzaba por hacerla arrancar, Noah revisaba paranoicamente sus alrededores, incluso bajando la ventanilla y sacando la cabeza hacia afuera, en busca de quién sabe qué.

— Vamos, vamos… — Murmuró para sí mismo. La helada matutina no contribuía, y, a esas alturas, se dedicó a esperar impacientemente a que la camioneta se calentara. Volteando a ver al más bajo, esta vez le dedicó una expresión de desconcierto indisimulable. — ¿Qué haces? —

— Quiero saber si estamos siendo grabados… — Dijo, mientras volvía a enfocarse en el interior, revisando la guantera y el resto de posibles lugares donde se escondería una cámara. Y por un instante, frunció el entrecejo, ofendiéndose por la reacción del rubio. — ¡¿Por qué me miras como si estuviera loco?! —

— Solo digo, Noah… ¿E-Estás seguro de lo que dices? —

— ¡Te lo probaré! — Sacó la grabadora de su bolsillo, mostrándosela, enfocándose en el mensaje encintado a ella. — ¿Eh? ¿Me vas a decir que todo esto no te huele a Chris? ¡Por favor! ¡Lo conoces tan bien como yo! —

Owen solo se mantuvo callado y presionó varias veces el botón reproductor, y nada. Parecía que el aparato estaba roto, lo cuál era extraño.

— … No funciona, cariño. —

— ¡¿A qué te refieres con no funciona?! ¡Dame! — Le arrebató el aparato y comenzó a tocar los botones, maldiciendo por lo bajo mientras intentaba hacerla funcionar.

Necesitaba un mensaje, algo. Lo que sea que pudiera confirmarle que no estaba loco…Pero no sucedió nada. Otra vez, Noah no encontró lo que buscaba, pero sí divisó algo que llamó su atención: Un vehículo de la policía acercándose a la casa.

— ¡Te lo dije! ¡Te dije que teníamos que irnos! ¡Apúrate! ¡Enciende la maldita camioneta! —

— ¡ESO INTENTO! —

Su pareja no esperaría mucho más, por lo que, entre insultos susurrados, se bajó discretamente de la camioneta. El más alto lo siguió, pero la discreción nunca había sido lo suyo.

— ¡Te dije que tenías que tirar está porquería cuando tuviste la oportunidad! ¡¿Por qué no me haces caso?! ¡El motor no servía cuando la compraste! ¡Y lo sabías! — Decía, con agresividad contenida, y su corazón latiendo con fuerza.

— Shh, shhh. No es momento de reclamar…— Respondió, poniéndole la diestra en la boca, mientras se enfocaba en los oficiales que bajaron del auto y ahora estaban en la puerta de su casa.

— ¡Vamos a ir a prisión! Adiós granja, adiós vida tranquila… ¡¿Sabes lo que le harán a un sujeto como yo en la cárcel?! —

Owen no era el más inteligente de la relación, pero, por primera vez en mucho tiempo, se le ocurrió una idea (¿Quién lo hubiera creído? Quizá trabajaba mejor cuando estaba bajo presión).

— Noah, Noah. Hay que llegar al auto. — Dijo, mirándole a los ojos, con completa seriedad, y por la cara de su pareja, supo que su plan no le agradó.

— ¡¿Estás loco?! ¡Ni siquiera sabemos si las llaves están puestas! —

— Lo sé. Pero podemos quedarnos aquí y esperar a que nos atrapen o podemos intentar salir de aquí. — Luego de mucho tiempo, habló con certeza. Y fué ese tono de voz seguro lo que hizo que Noah re-pensara las palabras ajenas. Entonces, luego de unos instantes donde tomó coraje, asintió con la cabeza.

No es como si tuvieran otras opciones, después de todo.

—... Traeré el auto y luego nos iremos. Mientras tanto, busca la mochila. ¿Sí? — Decidió, para después despedirse mentalmente y correr hacia el vehículo.

Los metros parecían kilómetros, y los pasos que daba parecían durar minutos. Sin embargo, cuando logró llegar al auto y apegó la cara al cristal de la ventanilla para verificar que su sacrificio no fué en vano, notó que estaban de suerte. Entonces, mientras los oficiales gritaban que se detuviera, ignoró el terror paralizante de meterse en más problemas y encendió el motor, conduciendo hacia donde se encontraba el rubio y apurándolo para que se subiera, y Owen, quién estaba tan ansioso que se había olvidado de respirar, logró tomar una bocanada de aire solo cuando cerró la puerta del acompañante.

Con su corazón latiendo desbocado, con manos sudorosas y un rostro delator del pánico que sentía, apretó el acelerador y se dirigió hacia la carretera de tierra.

— ¡Lo hiciste! ¡Te dije que las lecciones de manejo serían útiles, cariño! —

— ¡Detesto conducir! ¡Detesto todo lo que tenga que ver con autos! — Confesó a los gritos, mientras sentía como la adrenalina lo hacía salir de su letargo emocional después de años de tranquilidad. Owen reía, no sabía si por nerviosismo, o porque estaba tan sobrepasado por la repentina situación que no podía procesarlo como se debía.

— ¡Lo logramos! — Volteó, para revisar el pobre intento de los policías al perseguirlos. — ¡¿Cómo?! —

— ¡Porque somos el mejor equipo, grandote! ¡Solo tú y yo! — Por primera vez, Noah alzó la palma de su mano en busca de un high five, y si no hubiera sido un momento tan crítico, Owen se habría puesto más sensible al respecto.

Los dos se alejaban de la granja a toda velocidad, llenos de un extrañísimo entusiasmo. ¿Cuándo había sido la última vez que habían sentido el primitivo subidón de energía que venía como consecuencia del peligro?

Ya habría tiempo para preocuparse por lo demás.

***

20 minutos después, la pareja seguía en la carretera, alejándose de Fort Providence tanto como podían. Los gritos y las risas iban cesando a medida que avanzaban en el camino, y la realización de lo ocurrido volvía, lentamente, a aparecer en sus mentes.

— ¿Noah? — Inquirió, luego de haber pasado un largo rato sin decir nada.

— ¿Sí, cariño? —

— Creo que deberíamos deshacernos del auto antes de que aparezcan los refuerzos. —

— Claro, claro… a estas alturas, me sorprende que no haya nadie siguiéndonos... Pero bueno, supongo que con tan poca gente en la zona, no están preparados para que pase algo como esto. — Instintivamente, ajustó los espejos, tan solo para asegurarse, y entrecerró los ojos cuando sintió un destello de luz chocar contra sus ojos, lo que le pareció extraño, pero ignoró de momento.

— ¿Y a dónde vamos, por cierto? — Alzó una ceja.

— No tengo idea, grandote. Por ahora, solo quiero cruzar el río y ver dónde podemos detenernos para pensar… —

Owen asintió. Cruzar el por el puente Deh Cho, que conectaba a Fort Providence con el resto de Canadá, parecía ser una solución obvia, y no pensaba protestar, ya que Noah era la clase de sujeto que sabía pensar bajo presión.

O eso quería creer.

— Bueno… Suena como una buena idea. La verdad es que todavía no puedo recordar qué pasó anoche y como… bueno, como Chris llegó hasta casa… ¿Sí era él, cariño? — Jugó nerviosamente con sus manos. — Porque creo que no lo ví bien… No quiero pensar en eso porque si lo hago me causará náuseas. A-Además, no tiene sentido pensar en eso, ¿Verdad? Quizá fué todo una confusión y esto es parte de otro… ¿Me estás escuchando? —

Con los ojos fijos en el retrovisor, el indio se quedó en silencio.

— … ¿Noah? ¿Te sientes bien? —

El rubio se preocupó, pero, por alguna razón, adjudicó su falta de respuesta a la mención de la escena que habían dejado en casa. Pobre de su noviecito, pensó, que se veía tan afectado por la situación que le costaba seguir como si nada. Entonces, decidió darle su espacio por el resto y todo siguió relativamente normal hasta que se acercaron al puente, cuando fué allí que el repentino grito de su pareja lo sobresaltó.

— ¡No doy mi consentimiento para formar parte de esto! ¡Yo no firmé nada! ¡No vamos a ser los chivos expiatorios de ningún maldito programa! — Apretó el acelerador mientras giraba un poco el volante, en dirección al río, para después agarrar la mochila que estaba en el asiento trasero.

— ¡¿De qué rayos hablas, Noah?! —

— ¡¡SALTA, OWEN!! — Dijo, abriendo la puerta del auto antes de rodar hacia la calle.

Antes de siquiera cuestionar su decisión, lo imitó, tirándose de inmediato. Luego sintió como su rostro chocaba contra el gélido suelo, para después incorporarse y ver como el vehículo salía del puente y caía al río.

Su pecho subía y bajaba rápidamente, mientras la realización de que si no hubiera actuado con tanta rapidez ese podría haber sido su destino lo llenaba de aún más ansiedad. Confundido, casi lloriqueando, volteó a ver al más bajo, que también parecía estar hiperventilándose, a la vez que se aferraba con fuerza a la mochila.

— ¡¿Q-Qué fué eso?! ¡Podríamos haber muerto! — Se levantó, más que nada, por lo frío que se sentía el concreto, y le extendió la mano a su pareja.

— Owen… Owen, había una cámara. Te juro que ví una cámara oculta. — Sus ojos oscuros se cruzaron con los de su pareja, y sintió como su mirada comenzaba a humedecerse. — La…la luz en el espejo, cariño. ¡No era una luz natural! ¡Por eso fué tan fácil tomar el auto, Owen! ¡Todo es una trampa! ¡Por eso seguimos vivos! — Se aferró al abrigo ajeno, implorando que lo tomara enserio. Y, como respuesta, el rubio lo envolvió en sus brazos.

— Oye, está bien… no necesitas probarme nada, te creo. — Sonrió por un instante, antes de dejarle un beso en la frente y limpiar sus lágrimas. — Solo… avísame cuando estés por hacer esa clase de locuras, ¿Sí? —

Noah solo asintió con la cabeza, entre una mezcla de vergüenza y desconfianza, para después comenzar a caminar por el costado del Deh Cho. Tenían mucho camino que recorrer, y no podía permitirse flaquear. No solía verse tan alterado, pero todo ocurrió tan de repente que no podía evitar sentir como las emociones afloraron por sí mismas. Sorbió su nariz e intentó recuperar lo que quedaba de su dignidad, mientras que su novio no dijo nada al respecto, en esperanzas de que no se sintiera juzgado.

— ¿Sabes qué tan largo es el puente exactamente? — Como si fuera uno de sus paseos matutinos, le buscó charla.

— Uh… como un kilómetro y algo. — Dijo, mientras metía las manos en sus bolsillos. Fué allí cuando comenzó a notar el frío otra vez.

— ¿Eso es mucho o poco? —Owen lo miró desconcertado.

— Como diez cuadras, grandote. — Le sonrió, tomándolo del brazo.

— Ah, no es tanto… — Odiaba la idea de caminar, pero, ¿Qué podía decir? — ¿Y luego, qué? —

— Bueno… — Ladeó la cabeza — Luego… Recuerdo que cerca del puente había una estación de servicio, podemos sentarnos ahí por un rato. —

— ¡Genial! —

Enfocándose en el futuro cercano, las cosas parecían apuntar a mejor. Al menos ambos estaban juntos, y eso parecía ser lo más importante.

¿Verdad?

Chapter 3: I Constantly Thank God For Ezekiel

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Caminar diez cuadras era una tarea fácil e incluso disfrutable cuando se hacía en verano, pero el otoño canadiense los hacía sufrir cada paso. Narices rojas y húmedas, tiriteos y maldiciones por lo bajo eran consecuencias de tener que enfrentarse a pié con el clima. Luego de un largo rato caminando, incluso después de haber pasado el puente, lo único que podían ver en el horizonte era nieve, nieve y más nieve. Sumado a ello, era obvio que el primero en sentir como su cuerpo lo abandonaba ante tal misión era Owen, quién terminó por desplomarse en un tronco que había visto tirado al costado de la carretera.

— Eso no está funcionando … ¿Estás seguro de que había una gasolinera por aquí? — Dijo, preocupado, e intentando disimular el tono irritado de su voz. Si era honesto consigo mismo, sabía que el comportamiento errático de su pareja era digno de desconfianza, aunque no quería hacerlo sentir mal por ello.

Esperaba que le asegurara que estaban yendo por el camino correcto, algo que pudiera motivarlo a seguir. Sin embargo, se encontró con una expresión incierta y un suspiro.

— Puede… puede que me haya equivocado. — admitió, sentándose a su lado. — No entiendo cómo. Podría jurar que las veces que pasamos por aquí, la estación de servicio quedaba mucho más cerca… — Sus dientes castañeaban y por más que se aferrara al cuerpo ajeno, la escarcha en el abrigo hacía que le diera más frío en lugar de calentarlo.

— Bien… Creo que no es buen momento para dudar de la existencia de las cosas…¿Sí? La próxima vez, trata de recordar bien…así no vuelven a pasarnos estas cosas. — Francamente, siquiera creía que ese lugar existía. Y si existía, no estaba en medio de una carretera escarchada desolada.

Noah se calló, y Owen también. Se miraron, y sus cuerpos buscaron calidez al apegarse, para después enfocar la mirada en el pavimento cubierto de nieve. Era una situación de lo más complicada, y ninguno de los dos sabía que hacer. Si realmente se tratara de una competición, esta era la parte donde se rendían y se preparaban para la sanción correspondiente.

Dicen que el desdichado es, a su vez, la persona más bendecida por la suerte. Por más que se viera en una racha constante de sucesos caóticos que lo volvían loco, la fortuna siempre parece aparecer en el momento más inesperado, en el lugar menos pensado, de la forma más extraña y anormal posible. Y, quizá, enfocado en la normalidad de sus pares, el mismo desdichado no es capaz de comprender lo afortunado que es de siempre tener una mano divina que lo ayuda justo cuando lo necesita. Sus males lo afectan, pero nunca llegan a un punto mortal: Esa es la verdadera salvación celestial.

Ese tipo de suerte era sutil, pero constante. Y si bien tenía sus cosas buenas, lo malo es que esa misma sutileza impide la apreciación de quién la lleva. Puede ser que este sea uno de esos casos.

Después de otro rato más compadeciéndose en un compartido silencio sepulcral y patético, fué Owen quién alzó la cabeza casi de forma instintiva al ver como una camioneta pasaba por su lado. Por un instante, la ansiedad volvió a afectar, recordando que estaban siendo activamente buscados por la policía. No obstante, cuando el conductor bajó la ventanilla, sus miedos se esfumaron por completo y fueron reemplazados por una mezcla de sorpresa y alegría.

— ¿Zeke? ¡Viejo, cuanto tiempo! ¡Qué gusto verte! —

— ¡Owen! — Dijo, sacando la cabeza hacia afuera para inclinarse y escucharle mejor. Tenía una sonrisa amigable y esa despreocupación en la mirada propia del ignorante. — Es un mal día para acampar, pa escuchó en la radio que nevará muy fuerte esta noche. —

Entonces, volteó a ver al moreno, que se encontraba muy enfocado en quitarse la escarcha de su ropa, un gesto inútil que no llevaría a nada, pero que era mucho mejor que hacer contacto visual con alguien de tu pasado. Detestaba tener que hablar con gente cuya vida no le interesaba en absoluto, ya que el chico le pareció un palurdo imbécil desde el primer momento que cruzaron caminos en la primera temporada de Total Drama.

— … ¿Esa es tu novia? — Inquirió, curioso, lo que llamó la atención de Noah lo suficiente como para hacerlo alzar la cabeza y mirarlo con desprecio. Owen rió, por un instante, olvidándose del peso en sus hombros, y disfrutando del repentino encuentro.

— ¡Este es Noah! ¿Sí lo recuerdas, verdad? — Golpeó la espalda de su pareja, entre más risas. — Solo se dejó el cabello largo, pero yo creo que le queda muy bien. — Miró al indio de reojo, para después proseguir. — Bueno… no estamos acampando como tal. Tuvimos un problema con el auto y queríamos salir del pueblo por unos días. —

— Viejo, eso apesta. — Ezekiel hizo una mueca de molestia, empatizando con los dos. — ¿A dónde van? —

— ¿A dónde vas tú… viejo?— Inquirió, en un intento de ser amistoso, metiéndose a la conversación sin muchas ganas pero con algo en mente.

— A Alaska. Tengo unos tíos que viven ahí, y pa quiere que les lleve algunas cosas antes de que llegue el invierno. A veces la nieve hace que no puedan salir de sus casas, y, eh… la última vez casi se comen a mi primo. Heh. — Rascó su mejilla, y antes de que el rubio pudiera voltear a Noah en una petición silenciosa para juzgarlo mutuamente, le respondieron.

— ¡Genial! Genial. La cosa es, Zeke… nosotros también íbamos para Alaska. ¿Verdad? — Y con la misma animosidad previa, fué el quién golpeteó la espalda ajena esta vez. — Ya sabes… a veces es bueno salir del frío de Canadá y… eh… ¿Tomar el frío americano? Y es una pena que por culpa de nuestra camioneta ya no podamos irnos de vacaciones… ¿Puedes darnos un aventón? — (Nota: no podía pensar en otra cosa. Mientras hablaban, estaba congelándose. La familia semi-caníbal de Ezekiel pasó a segundo plano, ya que la necesidad apremiaba).

— ¡Eh, sí! — La cara del conductor se iluminó y, sin dudarlo, abrió la puerta trasera de la camioneta. Era un chico muy solitario, y pensó que sería bueno tener algo de compañía durante el viaje y charlar con alguien más que no fueran sus padres.

De inmediato, ambos subieron al vehículo. Zeke pisó el acelerador y Noah soltó un pequeño suspiro de alivio al saber que, al menos, ya no tenía que pasar el resto del día muriéndose de hipotermia en la calle. Tenían suerte de que aún era temprano, pero en lugares como ese había épocas donde el sol era tan débil que casi no se sentía, y las noches parecían mucho más largas de lo que realmente eran.

— ¡Los ví en ese programa de pasteles! Me gustó cuando Owen se cayó y tiró la mezcla antes de meterla en el horno. Fué gracioso. —

— ¡Ahh! Siií… — El rubio soltó una risa al recordarlo. — Bueno… creo que ese no fué nuestro mejor momento. Luego de eso, Noah se enojó conmigo y casi duermo en el sofá. — Bromeó, y esto llamó la atención del granjero.

— Vamos. No fué para tanto, grandote… —

— ¿Viven juntos? —

La pareja cruzó miradas por un instante, con la repentina realización de que no habían blanqueado su relación públicamente, a pesar de que se la pasaban juntos y lo habían asumido como un secreto a voces. Además, Zeke tenía fama de ser un tipo chapado a la antigua, lo que significaba que podría desagradarle la idea de juntarse con ellos.

— Sí, eh… somos novios hace años. ¿No sabías? — Dijo, sin importarle mucho cuál sería su reacción. A estas alturas, lo que menos necesitaba era un idiota intolerante que hiciera preguntas incómodas, pero si tenía que aguantarlo para cruzar la frontera en paz y alejarse del desastre que estaba seguro no había provocado, lo haría. Sin embargo, y contra todo pronóstico, él se limitó a mirarlos con confusión e interés a través del retrovisor, antes de seguir hablando.

— ¿Enserio? ¡Eso es genial! No tener que aguantar a las chicas y sus cosas… Tal vez yo haga lo mismo algun día, aunque no pienso dejar la granja pronto. ¿Saben? —

Los novios se miraron por un instante, compartiendo sonrisas cómplices y risas disimuladas. Conocían perfectamente esa sensación.

— Vaya… ojalá puedas hacerlo. No sabes de lo que te pierdes. — Comentó el más bajo, apoyándose contra su pareja, mientras cerraba los ojos por un instante. Lo cierto era que no tenía la necesidad de dormir, pero si tenía la oportunidad de evitar la realidad por un rato, elegiría hacerlo una y mil veces reconfortado por los brazos de Owen, quién había bajado la voz al darse cuenta, y ahora se dedicaba a entablar una amistosa conversación trivial con el conductor.

 

•••

Noah había tenido una siesta profunda pero incómoda, con un dolor de pecho que no lo abandonó en ningún momento que mantuvo cerrado los ojos, haciéndole moverse en un intento de buscar una posición confortable, aunque pronto se dió cuenta de que no se trataba de eso. Su mente no dejaba de pensar, incluso adormecido. Era como si su cuerpo se hubiera apagado, pero su cabeza pasara por un rush adrenalínico que no le dejaba tranquilizarse. Entonces, las imágenes del cadáver en su casa volvían a aparecérsele, perturbándolo mucho más de lo que creía capaz.

Él no podía haber matado a Chris, no. Lo odiaba, odiaba las veces que su estúpido programa lo había dejado al borde de la muerte tan solo para subir los ratings, odiaba lo antipático y desalmado que era, pero no podría haberlo matado.

¿Por qué no? Simple: La indignación era mucha, pero no lo suficiente como para hacer algo al respecto, más que una demanda con el objetivo de tener algún ingreso extra. Y cuando logró su cometido, decidió alejarse de la estúpida idea de buscar una fama que, hasta ahora, le había traído más angustias que beneficios, y se enfocó en pasar el resto de sus días junto a Owen de la forma más cómoda posible.

La granja. Su granja: El cómodo lugar que habían conseguido con el dinero de la demanda y donde habían pasado tres años dedicándose a nada más que disfrutar la compañía mutua y la tranquilidad del campo. El trabajo pesado lo hacía su pareja, mientras que él ayudaba en el mantenimiento del lugar y en la cocina (¡Sí, había aprendido a cocinar por él!). De vez en cuándo, si se sentía sociable, se dedicaba a grabar un poco de su día-a-día y subirlo a un blog con un par de miles de seguidores.

Estaba tranquilo, y estaba feliz. Claro, habían problemas de vez en cuándo, pero nada lo suficientemente grande como para que pensara en abandonar su estilo de vida. Era un hogar amplio y acogedor, donde podían pasar los inviernos abrazados junto al fuego hasta quedarse dormidos, mientras que en los veranos pasaban las tardes en el patio, contándose historias y charlando mientras bebían limonada y esperaban que atardeciera. Realmente no era como la casa en la que se crió: bulliciosa y con más gente de la que esa pequeña estructura pretendía aguantar.

Pero ahora tenía paz. Tenía paz, y tenía a su mejor amigo con quién compartirla. ¿Podría pedir algo más? Sí, últimamente había tenido la idea de que, quizá, un poco más de compañía no le haría mal, y que sería mucho mejor si esa compañía se parecía a Owen. No lo había discutido aún, pero no odiaba la idea, e iba a hacerlo en cualquier momento.

Entonces, ¿Por qué? ¿Por qué haría semejante cosa, cuando su vida estaba tan bien encaminada? Noah no tenía muchos resentimientos. Solo quería seguir con su vida, junto al hombre que amaba, y nada más. En cualquier momento abriría los ojos y se encontraría con la realidad: Su hogar era una escena del crimen al que no sabría si podría volver alguna vez, su novio era un fugitivo criminal y la única compañía que tendrían por el momento era la policía y Ezekiel.

Y le dolía.

Le dolía mucho.

Le dolía tanto que le era imposible no sollozar por lo bajo, mientras apretaba los párpados, negándose a abrirlos y enfrentarse a la verdad. Su somnolencia melancólica hacía que su pecho ardiera de la angustia.

— Noah. Noah, despierta. — Una voz conocida ayudó a que se sintiera un poco más relajado. — ¿Estás bien? ¿Estabas soñando feo? —

Era Owen. Y por supuesto, él tampoco sería capaz de hacer semejante cosa. Era estúpido siquiera ponerlo en duda. Entonces, no quedaba otra opción: era una trampa. Era algo armado con intención de joderlo a él y a su novio.

— Uh… estoy, estoy bien. — Limpió sus lágrimas rápidamente y se incorporó, para después soltar un bostezo y notar como su cuerpo se había relajado un poco. — ¿Qué pasó? ¿Dónde estamos? —

— Estamos en la carretera Mackenzie…Tenemos para un rato. — Dijo Ezekiel, quién había volteado por un instante para verificar que el indio estuviera bien. — Oigan… tenemos una estación de servicio como a diez minutos. ¿Quieren parar para almorzar? —

El rubio asintió mientras acariciaba la cabeza de Noah, quién aún estaba tratando de salir de la somnolencia por segunda vez en el día.

— ¿Sí? Heh- ¿Ves? Tenía razón, Owen. — El más bajo codeó al adverso, quién alzó una ceja y rió.

— No realmente, cariño. Te quedaste dormido por una hora… imagínate cuánto hubiéramos tardado en caminar hasta aquí. —

— Oh. —

— Lo sé… pero bueno, no te preocupes. Lo bueno es que nos encontramos con Zeke. ¿Verdad, viejo? —

— ¡Claro! No te preocupes, Noah. Estaremos en Alaska en menos de lo que crees. —

Pero Noah se preocupaba. Mucho. Y, francamente, no sabía si realmente quería seguir avanzando. Pero no tenía otra opción.

Notes:

No sé lo que estoy haciendo, pero fingiré que sí. El mundo necesita más interacciones Nowen, y por algo sé escribir.(??) Ahre