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Jacemond Fest 2024

Summary:

Esta es una serie de One - Shots con temática distinta cada día parte del evento Jacemond Fest 2024.
Día 1. Escena de Celos

Aemond es un abogado sumamente posesivo de su bonito pasante Jacaerys a quien pensó podría someter sin consecuencias.

Menos mal que todo fue un horrible sueño.

Notes:

Holi!!
Me presento, soy muy nueva en esto de la escritura y tengo amplio espacio para mejorar pero me gusta muchísimo la versatilidad de estos personajes, así que me animé a participar en este evento.

Trataré de estar actualizando diario, pero si no es posible, tengo el objetivo definitivo de terminar el reto.
Tal vez despues de terminar el reto entre a editar algunos shots porque tienen potencial para ser más largos, pero por el tiempo no me es posible dejarlos como quisiera en la primera vuelta.

Cualquier comentario/sugerencia que sea hecho con respeto es muy bien aceptado :)

Chapter 1: Día 1. Escena de Celos

Chapter Text

Los Hermanos Targaryen – Hightower habían decidido seguir los pasos de su padre como abogados, todos ellos, aunque cada uno de ellos se dedicó a distintas especialidades. Aegon era un prominente abogado de marcas y patentes; Helaena había decido ser abogada ambientalista, Aemond era un prometedor abogado corporativo especializado en fusiones y adquisiciones y gobierno corporativo, mientras que Daeron decidió que se especializaría en negocios internacionales.

Hasta ahí, todo era bastante bueno, todos ellos eran el gran orgullo de sus padres, habían crecido en un ambiente amoroso y de mucho lujo desde que eran pequeños por lo que de vez en cuando tenían actitudes algo prepotentes que su padre Viserys intentaba controlar, por lo que decidió que en su firma comenzarían a aceptar pasantes y becarios que buscaran iniciar su propio camino en el mundo de la abogacía.

No muy convencidos de eso, aceptaron a regañadientes con la condición de que ellos serian quienes escogerían a los mejores candidatos, obviamente de las mejores universidades.

Las solicitudes de los candidatos no tardaron en llegar y Aemond siendo el más quisquilloso de todos sus hermanos fue el que más tardó en seleccionar a quienes serían sus pasantes, al final se decidió por dos chicos, un tal Samwell Tarly que estudiaba en la misma universidad a la que él asistió y otro chico llamado Jace Rivers, él venía de una universidad mucho más exclusiva y que tenía uno de los índices más altos de rechazo, ni su nombre ni su apellido se le hicieron familiares así que supuso era un don nadie que era algún tipo de prodigio, así que asumió que sería un buen elemento.

El día que comenzaron las prácticas en la recepción del despacho se encontraban varios jovencitos que rondaban los 20 años, el primero en llegar fue Daeron quien saludó a todos, no les prestó mucha atención a sus facciones, solo les mencionó brevemente que a pesar de que cada uno de ellos estaría bajo la supervisión de alguno de sus hermanos, todos ellos compartirían el mismo espacio de cubículos, por lo que era importante que entre ellos se llevaran bien.

Después de esa muy breve explicación, los llevó a los que serían sus lugares y les explicó con quien trabajaría cada uno de ellos, cuando fue el turno de los pasantes de Aemond, Daeron los vio con una especie de lástima, les deseo suerte y les sugirió que no hicieran enojar a su hermano, ambos chicos se miraron entre ellos y asintieron sin decir más, después los llevó a la oficina de su hermano.

La oficina de Aemond era una de las más grandes y lujosas de todo el edificio, tenía su propia sala de juntas y un bar privado ya que las negociaciones más extenuantes y los negocios más importantes los cerraba principalmente él, eso y el hecho de que era el favorito de su madre. Cuando finalmente se presentaron, el Alpha miró a ambos chicos, Samwell se presentó primero, un chico regordete con cabello castaño lacio y que sudaba en exceso, tal vez por los nervios, pero no causó un gran impacto en él, supuso que no tenía mucha presencia, pero tal vez su cerebro fuera suficiente.

En cuanto al otro chico, pudo distinguir que era Omega usaba supresores de seguro, pero aun así su aroma era distinguible, muy tenue, pero definitivamente era un aroma muy sofisticado, de cabello castaño rizado con unos ligeros reflejos que parecían platinados y unos hermosos ojos de venado de color como el jade, tenía una pequeña sonrisa amable en sus labios que notó eran rosados y esponjosos, sus pómulos eran una verdadera belleza, todo el chico parecía que había sido esculpido por algún artesano de renombre. Salió de su pensamiento y solo les dijo que no quería que cometieran errores estúpidos, pues podría ser su error, pero era el nombre de Aemond el que quedaría en ridículo.

Sin más, ambos chicos comenzaron a realizar las tareas que éste les encomendaba, los dos eran bastante buenos, Samwell parecía tener un poco más de gusto por la redacción de documentos e investigación, algo que era tedioso para Aemond así que era bueno tenerlo en su servicio, mientras que Jace parecía tener la pericia de un gran negociante y en verdad era un prodigio, podía notar cualquier error en la negociación o incluso resaltar futuros conflictos o cosas que podrían acarrear problemas, el chico era bastante bueno y Aemond lo llevaba a todas sus reuniones fuera de la oficina o este era invitado a la sala de juntas de Aemond durante las negociaciones.

Aegon y Daeron incluso bromearon con que usarían cualquier descuido de su hermano para robar a Jace, pues era obvio que el chico era brillante, en el poco tiempo que llevaba en la oficina había logrado entablar amistad con los demás pasantes y otros empleados, era obvio que todos lo querían pues era un chico sumamente agradable y lindo, demasiado para estar atado a Aemond según los demás. Cuando Aemond escuchó esto, solo atinó a gruñir, no supo porqué lo hizo, así que solo dijo que él había tardado mucho seleccionando a sus pasantes como para que otros quisieran llevárselo, aunque la realidad era que le daba igual si el otro chico estaba en su equipo o no, solo quería a Jace para él, no lo iba a compartir con nadie más.

Lo que más le enervaba era la facilidad con la que otros Alfas e incluso betas se acercaban a Jace, incluso algunos de sus clientes preguntaban a Aemond si sabía algo más del chico para invitarlo a salir a lo que Aemond solo decía que el chico estaba en una relación con un Alfa, aunque no sabía más, lo cierto era que Jace le había dicho en alguna ocasión que no le molestaba trabajar un par de horas más pues no tenía problema alguno, solo avisaba a sus padres que llegaría más tarde, escuchar eso le complació a Aemond pues supo entonces que no había nadie más en la mente del Omega.

Las semanas continuaban pasando, y un día Jace le informó a Aemond que había conseguido un gran cliente, Aemond se sorprendió al ver que efectivamente el negocio que Jace había logrado conseguir sería uno de los más jugosos de su carrera, todo iba bien, hasta que el día en que el cliente se presentaría en sus oficinas llegó, Jace había dejado todo preparado desde el día anterior y le había pedido a Sam que llegara temprano para recibir a Aemond y a los clientes.

Aemond estaba bastante nervioso pues ya les habían avisado que los clientes iban entrando y no había rastro de Jace por ningún lado, hasta que los vio, a Jace sonriendo del brazo de un Alpha de gran porte, cuando llegaron a donde estaba Aemond, éste último pudo sentir como la vena de su frente empezaba a palpitarle del coraje, el hombre en cuestión resultó ser Cregan Stark quien estaba dispuesto a realizar una inversión bastante grande en algunos corporativos, por eso es que había buscado a Jace para que llevara su asunto.

Aemond trató de tranquilizarse y solo le dijo a Jace que no volviera a llegar tarde sin avisar, no podía reclamarle nada más pues no era nada para él más que su jefe, Jace asintió y fue a sentarse a su lado, siempre se sentaba a su lado, eso lo tranquilizo un poco pues, aunque el tal Cregan le había ofrecido un lugar a su lado, Jace declinó amablemente la invitación para sentarse con Aemond, eso lo hizo sentir satisfecho.

La negociación y el desarrollo del plan que Jace y Aemond habían diseñado transcurrió sin ningún problema, salvo que el perro sarnoso ese se la pasaba mirando a Jace y dirigía todas sus dudas y preguntas hacia él y no a Aemond, eso lo encolerizaba de sobre manera, primero pensó que era por puro orgullo o ego herido, pero pronto se dio cuenta de que en realidad era porque sentía celos de que otro Alfa estuviera detrás de Jace, lo peor era que Jace parecía corresponderle, al final de la reunión, pensó que su malestar se iría, pero no fue así, mientras despedía a Cregan y lo encaminaba a la salida de las oficinas, éste volteo a ver a Jace y le preguntó que si querría salir con él a cenar, a lo que Jace aceptó.

Eso fue lo último que toleró, espero a que Cregan se terminara de ir para regresar sus pasos a donde Jace, lo tomó del brazo y lo llevó a la sala de reuniones de donde acababan de salir.

– No vas a salir con ese tipo, ¿me entiendes? – la voz de Aemond sonó con demasiada autoridad. Jace solo le miró con extrañeza

– Y, ¿se puede saber por qué no puedo salir con él? – la voz de Jace sonó calmada, pero veía a Aemond como si acabara de decir un disparate. Lo cierto era que era una pregunta válida.

– Por un potencial conflicto de intereses – fue la sencilla respuesta – si decides tomar un proyecto o un negocio, no puedes decidir salir con el cliente a hacer quien sabe qué – eso último lo dijo con un gesto que denotaba el sentido de sus palabras – somos abogados no acompañantes de cierto tipo, ¿crees que no noté como te miraba ese tipo?

La bofetada resonó con fuerza, Jace lo miraba con enojo

– No soy ninguna zorra y no debería importante con quien salgo o no, no eres mi padre ni mucho menos mi madre para decirme lo que puedo hacer o no.

Jace se acercó a la salida de la sala de reuniones para salir de ahí, pero los brazos de Aemond detuvieron la puerta dejándolo acorralado entre el cuerpo del alfa y la puerta de la sala. Jace ni siquiera giró a ver a Aemond, simplemente empujó el brazo que detenía la puerta y salió de ahí, tomo sus cosas, se despidió de Sam y se fue del lugar. Cuando Aemond vio lo que Jace estaba haciendo corrió a la salida para alcanzarlo mientras que por la ventana Daeron y Helaena reían viendo a su hermano perseguir al joven chico que ya iba por la calle.

Aegon se les unió poco después

– Y, ¿Quién ganó? – fue lo que preguntó en cuanto vio la misma escena que sus hermanos observaban.

– Helaena – contestó Daeron – ella fue la que dijo que a Aemond le saltaría la vena de su frente cuando viera que el chico salía con alguien. Me alegro de no ser yo, Jace me gusta no lo voy a negar, pero creo que me gusta más vivir, así que paso.

Los tres rieron mientras veían a Aemond corretear a Jace por la calle, aunque el chico fue mas rápido y subió a un autobús antes de que Aemond pudiera alcanzarlo.

Después de eso, Jace no volvió a la oficina, Aemond lo buscó y habló en muchas ocasiones, pero parecía que el omega había bloqueado su número pues nunca pudo contactarlo, solo fue hasta que amenazó a Sam con despedirlo que logró que el chico contactara a Jace. Parecía que el chico seguía bastante molesto por el comportamiento de Aemond y no quería saber nada de él. Después de mucho rogar, Aemond logró convencer a Jace de reunirse para conversar sobre lo sucedido en días pasados.

Lo citó en una cafetería poco concurrida y cuando vio llegar al omega volvió a enervarse, pues no iba solo, iba acompañado de un chico joven de cabello castaño y ojos cafés, ambos entraron al lugar y cuando Jace vio a Aemond solo caminó hacia él, tenía una expresión neutral, no sonreía y definitivamente el alfa que lo acompañaba también lucía poco accesible.

Solo Jace se sentó y el chico con el que iba se fue a una mesa alejada para darles privacidad. Aemond estaba haciendo uso de toda su paciencia y autocontrol para no alterarse.

– Es mi hermano – dijo con simpleza Jace – el chico con el que vengo es mi hermano, se llama Joffrey.

Aemond pudo respirar con calma de nuevo.

– Puedo preguntar ¿por qué te pusiste así cuando Cregan me invitó a salir?, y no salgas con tu patética excusa de “conflicto de intereses”.

Aemond suspiró reuniendo valor para contestarle con la verdad – Lo hice porque no tolero verte con otro alfa. No me gusta compartir lo que considero mío y podía ver como ese tipo te miraba.

Jace rodó los ojos con fastidio – En primer lugar, yo no soy de tu propiedad, y segundo, Cregan es un buen amigo desde hace mucho tiempo.

La cara de Aemond fue de incredulidad antes de que Jace continuara

– Mi nombre real es Jacaerys Velaryon – Strong, mis padres son Laenor Velaryon y Harwin Strong, creo que reconoces muy bien sus nombres, yo utilizo el apellido Rivers porque no me gusta que me relacionen con mi familia y me traten con favoritismo o preferencia de ningún tipo. Así que, siendo el hijo de ambos, tengo mucho contacto con muchas familias muy prominentes, más prominentes que la tuya incluso. Así que comprenderás que no me gusta que alguien diga que soy de su propiedad, solo vine para decirte que no voy a regresar a terminar la pasantía contigo, eres detestable y espero no volver a verte.

Jace se levantó y se dirigió a la mesa donde estaba su hermano.

La cara de Aemond era un poema, el omega había sido muy firme, no lo quería cerca de él, lo vio salir con su hermano de ese lugar y no supo más de él. Intentó buscarlo de nueva cuenta, pero nunca lo pudo convencer de verlo, todos los demás a su alrededor pagaron su enojo pues Aemond solo se hizo más gruñón y desquitaba su furia con todos los demás.

Pasaron años hasta que lo volvió a ver, esta vez lo vio en la cena de gala que organizaba la Barra de Abogados donde premiaban a los mejores, esta ocasión Aemond perdió frente a Jace quien había sido nombrado el abogado más prometedor y nombrado como el favorito de los grandes consorcios para cerrar sus negocios. Se veía hermoso, más que como lo había conocido, se acercó a él para felicitarlo y Jace no se negó a platicar con él.

En pocas palabras, Jace se había casado un par de años atrás con un chico que conoció en la universidad, Oscar Tully fue el afortunado alfa que ganó su corazón, habían congeniado bastante bien y poco después tuvieron a su primer hijo, ahora Jace esperaba a su segundo hijo, era apenas notorio y Aemond le dedicó una sonrisa triste. Jace solo pudo decirle que de no haber sido por su carácter explosivo y sus celos posesivos él pudo haberlo amado, pero eso ya no era posible.

– Tal vez en otra vida tú y yo estemos destinados a estar juntos, pero no en esta.

Jace se acercó un poco a Aemond y con cierto cariño acarició su mejilla y deposito un tierno beso en ella.

– No dejes que tus celos destruyan tu vida Aemond, aprende a amar libremente, quien te ame lo hará siempre y sin ataduras, no dudes de eso.

Y con eso, Aemond se despidió para siempre de su bonito Jace; vivió en soledad el resto de su vida, nunca pudo encontrar a alguien como Jace y en sus últimos momentos solo pensaba en el beso que le dio Jace aquella vez hace tantos años, con su ultimo respiro murmuró su nombre, y cuando volvió a abrir los ojos, estaba ahora en un lugar que no reconoció, pero Jace estaba ahí, lo miraba con una sonrisa y le dio un beso en los labios.

– Buenos días amor, anoche dormiste muy profundamente.

Aemond sonrió y solo atinó a decir – tuve una horrible pesadilla.

Jace se acercó de nuevo a él y lo volvió a besar.

– ¿Quieres contarme?

– No, no vale la pena recordar lo que no fue.

Chapter 2: Día 2. Mordida

Summary:

Aemond y su familia son obligados a huir de su hogar debido a los salvajes. En un infortunado encuentro con ellos, Aemond conoce a Jacaerys, un alfa que resulta ser muy distinto al concepto que Aemond tenía de ellos.

Un sacrificio debe ser hecho para proteger a su familia y amigos por lo que Aemond no duda en ofrecerse como voluntario.

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Desde que era pequeño Aemond siempre había guardado un recelo especial por los Alfas, antes de su presentación como Omega, había rezado a los dioses por ser un Beta para no sufrir la tortura de ser reclamado por un Alfa y evitar ser mordido, tampoco quería ser un Alfa y ser partícipe de esa barbarie que hacían a los omegas.

Entre sueños recuerda una noche en la que un alarido de dolor de su madre los asustó a él y sus hermanos, después recuerda haber visto a su madre tirada en suelo escurriendo sangre llorando por el dolor con apenas un paño para cubrirlo mientras su padre solo observaba con algo de culpa a la mujer que sufría de un dolor terrible. Tiempo después supo que esa noche había marcado a su madre después de tantos años de matrimonio, la quería y respetaba y guardaba un cariño especial por ella por el tiempo que habían pasado juntos y por los hijos que tenían en común, pero nunca la amo, no verdaderamente.

No era algo inusual, mucha gente arreglaba matrimonios por conveniencia todo el tiempo y sus padres habían sido comprometidos desde que eran apenas unos niños recién presentados, lo cierto era que sabía que su padre había amado a otra mujer que había muerto hace muchos años pero que su fantasma nunca dejó a su padre. Y su madre Alicent, había sido una buena compañera, aunque también notaba que su corazón guardaba un anhelo por amar y ser amada con la misma intensidad.

En un inicio Alicent y Viserys habían acordado no intercambiar mordidas de unión, ninguno estaba cómodo con esa práctica, pero cuando noticias llegaron sobre un grupo de salvajes aterrorizando a los pueblos, los rumores de esos salvajes reclamando omegas sin marca y mujeres betas, llevándoselos como esclavos de placer, fue que Alicent y Viserys decidieron que este último la marcara.

Había sido una noche espantosa pues inicialmente habían planeado que ambos beberían un té que los ayudaría a relajarse y hacerlos más perceptivos a las feromonas del otro, pero no pudo ser así, ese día en la mañana había llegado un chico muy malherido al pueblo anunciando que los salvajes estaban muy cerca, habían atacado una pequeña villa no muy lejos de ahí por lo tardarían solo un par de días en llegar a su hogar.

Con eso en mente, sus padres recogieron todas sus pertenencias y las subieron en una carreta, prepararon a sus hijos y antes de salir, Viserys mordió a su madre, aún con Alicent llorosa y cuatro niños asustados, Viserys subió a todos a la carreta, ató a sus caballos y huyeron del pueblo junto con algunos pobladores que también habían decido huir de sus hogares, se internaron en lo profundo de los bosques para evitar ser encontrados por los salvajes.

Después de esa noche, no recuerda mucho más de lo que alguna vez fue su hogar, recuerda que anduvieron por caminos solitarios adentrándose en lo profundo del bosque mientras su madre los calmaba y les decía que todo estaría bien, su hermano menor Daeron era todavía muy pequeño y solo lloraba con miedo, Helaena fue la única que pudo calmar sus llantos y le prometió a Daeron que llegarían a un hermoso lugar.

Cuando llegaron a una parte muy oculta del bosque decidieron asentarse ahí, cerca del lugar pasaba un riachuelo de aguas dulces y frescas que hacían de la tierra un buen lugar para sembrar, los pocos pobladores que habían escapado decidieron hacer su nuevo hogar ahí, sabían que ya no podrían volver, sus padres también iniciaron a construir su nuevo hogar poco a poco, su padre era un constructor por lo que varios de sus vecinos lo llamaron para ayudarlos a construir sus hogares, no tenían mucho y en realidad el dinero ya no servía de casi nada pues los comerciantes no pasaban por esas zonas, así que intercambiaban algunas cosas, semillas, animales, telas o lo que les fuera de utilidad y así pasó el tiempo.

Su madre tuvo una horrenda cicatriz en su cuello que por años la ocultó bajo su hermosa cabellera rizada, pero él y sus hermanos la habían logrado ver en un par de ocasiones y era dolorosa de mirar. Ella se dedicaba a las labores domésticas y enseñaba a leer y escribir a los pobladores, era de las poquísimas personas que sabían hacerlo por lo que ella era quien decidió darse esa tarea. Su padre era un hombre bonachón de carácter amable y que proveía a su hogar cubriendo todas sus necesidades.

Su hermano mayor Aegon se había presentado como omega hace ya un par de años y ayudaba en las labores de su hogar preparando frutas en conservas, estas eran de gran utilidad durante los inviernos o los periodos de sequías pues proveían alimento por varias lunas, un día su hermano llegó a su casa con un bonita yegua que había encontrado en el bosque, al parecer ésta había escapado de algún grupo de salvajes pues todavía traía sobre ella unos morrales con pertenencias y algunas manchas de sangre que no provenían de la yegua.

Cuando sus padres la vieron pensaron que sería una buena idea conservarla pues el caballo que Viserys tenía ya era algo mayor. Decidieron nombrar Vaera a la yegua, era bonita pero sumamente temperamental y no dejaba ser montada por nadie, varias veces pateó a su padre y casi patea a Aegon en más de una ocasión, poco después descubrieron que era porque la yegua estaba preñada y dio a luz a una hermosa potranca de pelaje castaño que Aegon decidió nombrar Sunfyre.

Si bien Vaera no se dejaba montar por nadie, era bastante dócil para labores de trabajo como el arado y cargar algunas de las cosas que intercambiaban con sus vecinos. El tiempo siguió pasando y su pequeña comunidad había crecido ya, aunque todavía no había llamado la atención de los salvajes que se habían asentado en la región. Vaera tuvo dos crías más, potrancas todas, una a la que Helaena decidió llamar Dreamfyre y otra que Daeron llamó Tessarion, todas las potrancas habían hecho un vínculo estrecho con sus hermanos, pero no con él. El paso de las estaciones llegaba y se iba, no había nada interesante por hacer, su hermana Helaena se había presentado como una beta lo que supuso un gran alivio para todos y su hermano Daeron había tenido un temprano despertar como Alpha, solo Aemond había presentado un retraso en su presentación lo que pensó era bueno pues sería un beta.

No fue así, una noche sintió un dolor terrible atravesar su cuerpo, sentía calambres en sus piernas y entrañas, su cabeza esta nublada y no podía ver bien, su visión estaba nublada, fue su padre quien lo encontró así y con ayuda de Alicent lograron calmar un poco sus dolores, no supo más de sí hasta después de dos días, cuando despertó de su sueño y su madre le informó que se había presentado como un omega. La tristeza en sus ojos era notable pues sabía el temor que esto generaba en Aemond.

No tuvo tiempo para lamentarse pues poco después su padre cayó enfermo y falleció pocas lunas después, ahora estaban solos, su madre no podría hacerse cargo de todo así que todos deberían empezar a realizar actividades para aportar a su casa. Aegon continuó haciendo sus conservas e intercambiándolas por semillas y algunas verduras frescas, Helaena había aprendido a coser y bordar así que mucha gente le llevaba telas para fabricar ropa y le dejaban algunas extras para ellos, Aemond había aprendido a cazar y pescar, cazaba conejos y algunas perdices que llevaba e intercambiaba por otro tipo de carne, Daeron también había aprendido a pescar aunque en realidad ayudaba más a Aegon con la producción de sus conservas de frutas, sobre todo a recolectarlas.

Fue así como conoció a Jacaerys, un día, mientras Aegon y Daeron se habían alejado un poco de su hogar buscando árboles de frutas para recolectar que se toparon con un pequeño grupo de salvajes, eran solo seis pero eran más que suficientes para someterlos a ambos, Aegon entró en pánico y sus feromonas fueron tan intensas que Aemond pudo olerlas a la distancia, corrió hacia donde escuchó los gritos de sus hermanos, cuando llegó pudo ver como un par de esos salvajes habían sometido a su hermano Daeron en el suelo y lo mantenían ahí con sus rodillas pegadas a su espalda para evitar que huyera mientras que Aegon estaba rodeado por los otros cuatro, tenían un aroma tan fuerte que lo habían sometido y Aegon solo estaba hecho un ovillo suplicando clemencia para que no se lo llevaran.

Aemond gritó para llamar su atención y que su hermano pudiera correr, pero los salvajes eran mucho más rápidos que él así que no tardaron en alcanzarlo y someterlo de igual forma, lo llevaban entre dos salvajes diciendo palabras en un lenguaje que él no podía entender pero sus aromas eran tan nauseabundos que Aemond rogaba morir antes de que abusaran de él. Vio como los salvajes que detenían a Daeron lo levantaron y pusieron de rodillas, uno de los salvajes sacó un cuchillo con la intención de cortarle el cuello, volvió a gritar y patalear para que no mataran a su hermano, pero solo logró que uno de los salvajes le golpeara la cara.

Mientras lágrimas de impotencia corrían por sus ojos viendo como su pequeño hermano sería ejecutado, solo escuchó un silbido que le fue familiar, de pronto, el hombre que sostenía el cuchillo en el cuello de su hermano cayó de rodillas con una flecha enterrada en su ojo, los demás salvajes se pusieron en alerta pero no lograban ver de donde provino esa flecha, dos flechas más fueron lanzadas y con una precisión que Aemond nunca había visto, las cabezas de dos salvajes estaban atravesadas por flechas. Aprovechando la confusión, Aemond tironeó y se liberó de uno de los salvajes cuando otra flecha fue lanzada, esta vez dando en el pecho de un salvaje, Aemond no se detuvo a mirar de donde provenían las flechas, solo corrió para llevarse a sus hermanos de ahí, pero el último de los salvajes se había escabullido atrás de unas rocas por lo que las flechas no lograban darle, Aemond y sus hermanos sabían que no podían huir a su hogar pues eso les daría la ubicación de todos los que habitaban ahí.

No fue necesario, pues de entre los árboles un joven de cabello rizado y color chocolate corrió hacia donde se encontraba el salvaje y se enfrentó a él, los hermanos miraban aterrados el enfrentamiento pues por momentos el salvaje parecía que ganaría el combate; vieron como el chico que había salido de los arboles fue herido en uno de sus costados, pero en un momento de distracción del salvaje el chico le enterró una flecha en el ojo, después de eso, el joven colapsó.

No supieron qué hacer pero el chico que los había salvado no vestía ropas de salvaje, decidieron que lo llevarían al riachuelo a limpiar su herida y esperar a que despertara para que después se fuera de ahí, era un joven alto y fornido y sumamente pesado, Aemond supuso que era por sus músculos porque en realidad no se veía como un hombre gordo, apenas estaban intentado levantarlo cuando Vaera llegó a ellos corriendo, les sorprendió que la yegua llegara al lugar pero pensaron que tal vez podrían amarrar al chico a ella para que los ayudara a arrastrarlo, pero no fue necesario, la yegua se mostró extrañamente dócil y dejó que subieran a su lomo al muchacho, intentaron dirigir a Vaera al riachuelo, pero la yegua caminó directo al hogar de Aemond.

No les quedó de otra más que llevarlo adentro y limpiar sus heridas, Alicent estaba sumamente espantada por lo sucedido y los demás pobladores también, pero uno de ellos mencionó que era bueno que no hubieran dejado vivo a ningún salvaje, pues uno de ellos podría regresar con más compañía. Aemond fue quien se dedicó a cuidar y limpiar las heridas del chico mientras este reaccionaba pues después de haberse desmayado no había despertado.

En ese tiempo, Aemond pudo detallar que el chico tenía un cabello precioso y sus facciones eran armoniosas, supo que era un alfa por su aroma que extrañamente encontró reconfortante. Tres días después, mientras Aemond preparaba una bandeja con paños limpios, agua fresca y unos ungüentos para atender la herida del joven escuchó ruidos provenientes de la habitación donde se encontraba, cuando entró, el muchacho ya estaba despierto y pudo detallar que el color de sus ojos era dispar, uno de sus ojos era de un extraño color lila que le recordó al color de los ojos de su padre y su otro ojo era de un azul precioso que le recordaba el color del cielo, su mirada era tan bonita que se sintió irremediablemente atraído a él, incluso sus manos temblaron un poco.

Se acercó con cuidado al chico, se veía tranquilo y algo desorientado. Pero cuando lo vio acercarse le sonrió, tomo la nota mental de que también su sonrisa era sumamente hermosa.

– ¿Cómo te sientes? – le preguntó.

– Me siento como si un salvaje me hubiera apuñalado, pero me siento mejor, muchas gracias. – su voz sonaba algo ronca pues no había bebido agua adecuadamente en varios días.

– Nosotros … - titubeó – yo... yo te agradezco por lo que hiciste por mis hermanos y por mí.

– No fue nada, espero haber llegado a tiempo, corrí en cuanto escuché los gritos de tus hermanos pero cuando llegué los tenían ya a todos sometidos.

– Llegaste justo a tiempo a salvar a mi hermano, estoy, estamos en deuda contigo – contestó Aemond.

– No me debes nada, ninguno me debe nada, ustedes también me salvaron después, bien pudieron dejarme ahí a mi suerte.

Aemond se mordió el labio pues no tenían planeado llevarlo a su hogar, pero no le dijo nada acerca de eso.

Aemond lo ayudó a levantarse y llevarlo a la cocina donde le sirvió un plato de estofado caliente con un pedazo de hogaza, le ofreció vino dulce para beber, pero Jacaerys solo pidió agua, mientras estaban sentados y Aemond contemplaba al alfa comer, éste le contó que él también huyo de su hogar cuando era muy pequeño a causa de los salvajes, pero ahora vivían en un lugar bastante grande que habían encontrado y donde no habían sido encontrados por los salvajes.

Le contó también que los salvajes con los que sus hermanos se toparon en realidad eran exploradores, Jace los había visto ya en varias ocasiones, esos exploradores salían a buscar tierras fértiles o pequeños pueblos a los cuales asaltar y robar sus pertenencias, a sus omegas y mujeres, le sugirió entonces que debían deshacerse de los cuerpos incinerándolos lejos de ahí para que otros salvajes los encontraran en otro lado y no dieran con sus hogares. Aemond asintió y no pudo evitar preguntarle lo que estaba haciendo ahí el solo.

Jace le contó que estaba buscando algunas plantas y hierbas medicinales que crecían en la región, había viajado solo pues era menos riesgoso que ir con un grupo grande y ser avistado por los vigías de los salvajes. Jace le dijo que se iría esa misma noche, él viajaba de noche pues nadie vagaba por ahí, solo las criaturas de la noche, pero no sentía ningún temor pues tenía grabadas unas runas extrañas en la piel de sus muñecas, le dijo a Aemond que eran runas de los primeros hombres y los niños del bosque, runas que lo protegían contra la oscuridad, así que solo esperaría el anochecer y se marcharía.

Aemond estaba un poco escéptico de que Jace se fuera así si apenas hace unas pocas horas acababa de despertar, pero el chico se veía muy decidido así que le dijo que le daría algo de agua y comida para su camino. Jace también le dijo que si alguna vez decidía salir de ahí o si necesitaba ayuda de cualquier tipo lo buscara, y le dio las indicaciones necesarias para llegar al hogar de Jace.

Mientras salían de la cabaña donde estaban, Jace vió a Vaera, parecía que la había reconocido y cuando se acercó a ella la llamó por el nombre de “Vhagar”, sorprendentemente la yegua obedeció a su llamado y se acercó a Jace, se frotó contra él como si fuera su conocido y Jace derramó un par de lágrimas de emoción al ver a la yegua. Aemond estaba muy confundido, Jace le explicó que Vhagar era una yegua que le había pertenecido a la madre de una de sus primas, le contó que cuando su aldea fue atacada, muchos intentaron huir y Laena, la antigua dueña y jinete de Vhagar había ayudado a escapar a muchas personas, niños y ancianos, pero desafortunadamente no logró escapar pues nunca llegó al punto de reunión que habían acordado. Pensaron que ambas habían perecido a manos de los salvajes. 

Aemond recordó el día que Aegon la encontró y que aún llevaba un morral con algunas cosas que habían conservado, sin decir mucho regresó corriendo a su cabaña a rebuscar entre sus cosas lo que había guardado y cuando salió le entregó a Jace las pertenencias que iban en el morral que Vhagar llevaba con ella cuando Aegon la encontró. Jacaerys le agradeció por el detalle y cuando la noche cayó, se despidió de todos, Aemond le acompañó a las orillas del claro donde estaban y donde comenzaba el espeso bosque.

Jacaerys lo tomó de la mano y con mucha delicadeza besó sus nudillos agradeciendo sus atenciones y ayuda. Aemond sintió un chispazo recorrer su columna al sentir los labios del alfa tocando su piel pero solo atinó a despedirlo y desearle buena fortuna.

Dos lunas pasaron desde aquel encuentro que tuvo con ese alfa que le causaba intriga y cierta atracción. Jace le había dado algunos consejos para cazar y le había indicado la zona que debía evitar para no toparse con los salvajes. Pero en una de sus cacerías los volvió a ver, ahora él estaba lejos de ellos y estaba en un terreno ventajoso, por lo que pudo seguirlos con sigilo sin que se percataran de su presencia. Como bien le había dicho Jace, estaban buscando rastros de los exploradores anteriores, por suerte algunos de los pobladores y Aemond habían quemado sus cuerpos lejos de su hogar por lo que cuando encontraron rastros de donde habían sido incinerados se encontraban en dirección opuesta a su hogar, pero sabía que era cuestión de tiempo para que los encontraran de nueva cuenta.

Sin más, regresó a su hogar con la noticia, de nueva cuenta tendrían que irse de sus hogares, así que no perdieron el tiempo, empacaron todas sus cosas, esta vez tenían cierta ventaja así que pudieron llevar todo con ellos, amarraron a sus caballos a las carretas y comenzaron a caminar, Aemond les había indicado que irían a donde Jace le dijo que vivían, según el alfa el lugar era bastante grande y seguro, no los encontrarían ahí así que siguiendo las indicaciones caminaron por días, hasta que a lo lejos divisaron una enorme fortaleza que se veía tenebrosa, algunos de sus torreones parecían haber sido quemados y destruidos y el bosque que se alzaba a su alrededor era cubierto por una espesa neblina que parecía no dejar entrar los rayos del sol en ningún momento.

Sin mucho que perder, se adentraron al bosque, fue muy extraño descubrir que el bosque que se veía lúgubre y oscuro en realidad era un bosque muy hermoso, los rayos del sol parecían atravesar la espesa niebla y fue raro ver que en medio de los inmensos pinos y abetos del bosque había árboles de manzanas y duraznos con frutos enormes y apetitosos, Daeron se trepó a uno de ellos para bajar unas manzanas y darlas a los caballos.

De pronto, por entre los árboles escucharon un ruido y vieron salir a un imponente caballo color azabache con un joven omega de cabello rizado y color café, a Aemond le pareció que guardaba mucho parecido con Jace solo que sus ojos eran verdes. El chico los observaba con mucho escrutinio y parecía decidir qué hacer con ellos.

– ¿Cómo encontraron este lugar? – fue lo que preguntó.

Aemond se acercó un poco al chico, pero aun guardando su distancia – Estamos buscando refugio, vimos a los salvajes cerca de nuestro hogar y huimos de ahí antes de que llegaran a quitarnos todo. – comenzó a explicar – Hace casi tres lunas conocí a un chico de nombre Jacaerys que nos ayudó con unos salvajes y cuando se fue de ahí me dijo que podía venir a este lugar, que él podría ayudarnos.

– ¿Conociste a Jacaerys? – preguntó el omega – Supongo que fuiste tú al que rescató de un grupo de salvajes.

– Así es, nos salvó a mis hermanos – movió su mano apuntando a Aegon y Daeron – y a mí de un destino incierto.

– Supongo que debo agradecerte entonces que lo hayas ayudado de vuelta – contestó – nos contó de ustedes, así que supongo que son bienvenidos. Síganme – luego volteó y miró fijamente a Daeron y le dijo – Si vuelvo a ver que robas las manzanas de Tyraxes, te golpearé.

Daeron solo asintió y comenzó a azuzar a los caballos para que caminaran de nuevo.

Mientras más avanzaban más se sorprendían con lo que veían, árboles y árboles de frutos enormes, los pastizales se veían tan verdes y cuando por fin atravesaron el bosque podían observar que había varios campos de cultivo y granjas con animales bastante gordos. Al llegar a las puertas de la fortaleza se sorprendieron de que el lugar no se veía en lo absoluto como se veía desde lejos, sí era una fortaleza imponente y gigantesca, pero en realidad no estaba quemada ni tenía torreones medio derrumbados.

El omega que se presentó como Joffrey les indicó que podían dejar sus carretas con sus pertenencias ahí e indicó a unas personas que andaban por ahí que llevaran a los caballos y demás animales que los acompañaban a beber agua y que fueran alimentados, él también bajó de su precioso semental y se lo llevaron a los establos.

Cuando entraron al salón principal de la fortaleza Aemond pudo ver a Jacaerys a lo lejos, éste estaba en una mesa que se encontraba en lo alto, parecía dar instrucciones e indicaciones, todos obedecían y asentían a sus palabras, pero cuando lo vio le sonrió, esperaron pacientes a que los demás asuntos que estuvieran tratando fueran cerrados, así que después de eso, Jace se levantó de su lugar y se dirigió a donde estaban Aemond y su familia.

Los recibió a todos con un saludo y los pasó al salón a que descansaran y repusieran energía, pidió a algunas mozas que estaban por ahí que los atendieran y les llevaran de comer. Luego se acercó a Aemond e hizo una pequeña reverencia y de nueva cuenta depositó un casto beso en sus nudillos.

Aemond le contó a Jace lo que había visto en días anteriores, que los exploradores salvajes casi habían llegado a sus tierras, por lo que sin más huyeron de ahí. Los demás señores que estaban con Jacaerys escuchaban atentos su historia y murmuraban entre ellos sobre si las protecciones del lugar serían suficientes, Jace calmó a los señores y pidió por la presencia de una mujer llamada Alys.

Resultaba ser que la mujer era una bruja que había puesto un hechizo a la fortaleza, usando la sangre de la vieja Valyria y la magia en la sangre de los primeros hombres habían logrado hacer una ilusión que protegía su hogar, Harrenhal, el nombre de aquel enorme lugar era la fortaleza que no permitía que los salvajes avanzaran hacia el norte del continente, pero ahora se encontraban en un momento crítico pues el hechizo requería de una ofrenda de sangre junto con algunos rituales, por las venas de Jacaerys y sus hermanos corría la sangre de la vieja valyria y de los primeros hombres pues fueron su madre y padre los primeros en realizar el ritual, pero no era suficiente, debían buscar parejas que tuvieran más presente la sangre valyria.

El hechizo consistía en un ritual inicial hecho en la Isla de los Rostros, ahí frente a un arciano de los primeros hombres, un alfa y un omega de sangre valyria y sangre de los primeros hombres debían recitar unos cánticos en alto valyrio, una lengua ya extinta, mientras cortaban sus palmas y el labio del contrario con una daga de acero valyrio, para después en un brebaje que los primeros hombres habían desarrollado, unir la sangre de alfa y omega para finalmente beberlo y después colocar runas especiales en el arciano que era testigo del sacrificio, era considerado un sacrificio pues después de eso, el alfa y el omega debían aparearse en el lugar e intercambiar mordidas de unión, si el arciano aceptaba la ofrenda, éste los bendecía con un fruto de su unión y otorgaba protección al lugar, si lo rechazaba, entonces la protección se desvanecía y la mordida que intercambiaban causaba un dolor agonizante que en el mejor de los casos mataba a las ofrendas en cuestión de horas aunque en ocasiones la agonía se extendía por días.

Aemond se estremeció cuando terminó de escuchar el ritual, Jace le había que sus padres habían sido bendecidos por los viejos dioses y los dioses valyrios al ser destinados y él fue el fruto con el que el arciano bendijo su unión, sus hermanos también habían sido bendiciones de los dioses, había habido un par de ofrendas exitosas en los años transcurridos aunque también habían tenido pérdidas, por lo que quienes se ofrecían al ritual eran pocos, eso, y el hecho de que no había gente que tuviera sangre valyria, ni Alfas ni Omegas con sangre valyria, por lo que su tiempo se agotaba.

La vez que Aemond encontró a Jace, éste había salido a buscar las hierbas y plantas medicinales que le mencionó, así como las hierbas que se utilizan en el ritual, también había estado buscando el rastro de personas que posiblemente tuvieran sangre valyria, estos eran más comunes de encontrar al sur del continente.

El corazón de Aemond se estremeció al saber que tanto Jace como sus hermanos se habían ofrecido voluntariamente como ofrendas para el ritual, pero aún hacía falta encontrar a sus contrapartes de sangre valyria, necesitaban al menos dos omegas y un alfa.

Seguirían buscando pero era apremiante que encontraran a los candidatos lo más pronto posible, pero mientras tanto, ellos fueron bien recibidos en Harrenhal, Jace se tomó el tiempo de mostrarle a Aemond todo el lugar, tanto el imponente castillo como los alrededores, le dijo que sería más rápido si fueran a caballo pues el lugar era inmenso, así que lo alentó a intentar subirse a Vhagar, sí, Aemond había decidido regresarle el nombre que le habían dado a la yegua cuando nació, así que con ayuda de Jace, Vhagar se dejó ser montada por Aemond. Jace también tenía su propio caballo de nombre Vermax, un precioso caballo de pelaje gris, era dócil y amigable, parecía una versión equina de su jinete.

Los días pasaron y Jace y Aemond pasaban mucho tiempo juntos pues el alfa le mostraba el lugar y Aemond probó ser un buen ayudante, pues sabía leer y escribir con fluidez y podía llevar el ritmo de Jace en cuanto a las decisiones que se tomaban e instruir a los demás en las labores e indicaciones que Jace mandaba, empezaron a pasar mucho tiempo juntos, era normal verlos en todos lados, Jacaerys tenía ciertos detalles hacia con Aemond que lo hacían suspirar.

Su corazón y su omega vibraban por Jace y sabía que el alfa correspondía sus afectos, pero ninguno de ellos se atrevía a avanzar más, pues Jace tenía un deber que cumplir y Aemond sabía que él no era el omega destinado para Jace. O eso pensaron hasta que una noche escucharon los relinchidos de un caballo y su rápido galopar se acercaba a las puertas de la fortaleza.

Era una yegua hermosa de nombre Moondancer que venía con una chica algo herida pero en general se veía bien, no dejó que la atendieran, solo le dijo al mozo que cuidara de la yegua y la alimentara, la chica fue corriendo al salón principal pidiendo una audiencia urgente con Jace. Jace y Aemond llegaron juntos y Aemond vio con algo de celos como Jace corría hacia la chica y la abrazaba con cariño antes de escudriñarla con sus ojos de pies a cabeza viendo si tenía heridas de gravedad.

La chica no dejó perder el tiempo y se alejó del agarre de Jace, estaba eufórica por su descubrimiento; le explicó a Jace que había logrado llegar a un poblado que se encontraba abandonado, la comida y el agua habían desaparecido y los salvajes abandonaron el lugar, Baela, el nombre de la chica, comenzó a buscar por algún sobreviviente o algún indicio de su búsqueda, lo encontró, narró que entró una casa donde había encontrado un libro algo extraño, en él se detallaba el linaje de los antiguos reyes y señores dragón, el libro parecía recopilar las ramas familiares y los descendientes de estos reyes y señores, básicamente habían indicios de unos señores dragón que habían escapado de los salvajes y habían tenido tres hijos, hijos que habían desaparecido de la historia pero que según algunos registros, estos niños debían guardar rasgos valyrios debido a la pureza de su sangre, rasgos como cabello platinado y ojos lilas.

–  Creo que el libro se refiere a tu abuelo Daemon y sus hermanos – dijo Baela mirando a Jace.

– ¿Crees posible que los hermanos del abuelo Daemon hayan sobrevivido?, el abuelo cuenta que después de que los encontraran, sus padres murieron tratando de protegerlos y no volvió a ver a sus hermanos ni a otra persona hasta que fue encontrado por Corlys.

–  No lo sé, pero de ser así y si él tuvo familia, ellos pueden ser la respuesta a nuestras plegarias Jace, si alguno de los hermanos del abuelo Daemon sobrevivió y tuvo hijos, ellos pueden ayudarnos.

– ¿Recuerdas sus nombres? Recuerdo que mencionaba a su hermano menor, se llamaba Aegon, y el mayor, como era… ¿Viserys?

Aemond abrió los ojos con sorpresa. Caminó hacia donde estaba la chica y la tomó del brazo.

– La casa donde encontraste ese libro, ¿cómo era? – sus ojos estaban llorosos mientras hacía la pregunta.

Baela titubeó un poco confundida por la pregunta pero pudo responder dando ciertos detalles del lugar, Aemond comenzó a llorar, pues Baela había descrito el lugar con el que él soñaba, el que fue su hogar antes de que los salvajes los atacaran. Llamó a su madre y hermanos, Alicent palideció cuando vio el libro, mencionó que su esposo había tenido ese libro desde que lo conoció, relató que no recordaba mucho de su pasado, solo recordaba que en ocasiones mientras dormía murmuraba los nombres de Alyssa, Baelon y Aegon.

Jace y Baela revisaron el libro y confirmaron que los príncipes que habían escapado eran Baelon y Alyssa, Viserys había sido su primogénito y cuando los salvajes los cazaron, sus padres murieron por protegerlos, Daemon siendo un niño pequeño se había escondido y Viserys había corrido y sido golpeado por salvajes dándolo por muerto, cuando despertó no reconoció nada y solo estaba ese libro a su lado por lo que era su única pertenencia.

Cuando terminó de contar el relato, Jace y Baela se acercaron a Alicent, le sonrieron y explicaron que su esposo había sido hijo de príncipes y señores dragón, sangre de la vieja valyria por lo que su sangre sería valiosa y necesaria para el hechizo de protección.

Alicent se negó, pero Aemond se ofreció como voluntario, haría lo que fuera para proteger a su familia y si debía dar su vida para hacerlo, lo haría. Jace al ser el mayor de sus hermanos sería él quien iría primero.

El día del ritual llegó, Alys los llevó a ambos a la Isla de los Rostros, ambos llevaban unas túnicas ceremoniales y un tocado en la cabeza; Alys comenzó el ritual, repitió las palabras en alto valyrio que Jace y Aemond debían decir, los guio para hacer los cortes de sus palmas y sus labios, unieron su sangre y bebieron del brebaje que tenían ahí, finalmente marcaron las runas en la frente ajena con la sangre de sus labios y terminaron la primera parte del ritual compartiendo un beso.

Aemond nunca había besado a nadie, no en los labios al menos, y se descubrió queriendo explorar los labios esponjosos y suaves de Jace. Los sentía como una caricia que reconfortaban su alma. Cuando se separaron, Alys les recordó los siguientes pasos del ritual, debían aparearse frente al arciano donde estaban, intercambiar mordidas y por último marcar el arciano con las runas que les había enseñado con anterioridad mientras recitaban la última oración y plegaria a los dioses antiguos y los dioses valyrios.

Los dejó solos y se retiró. Jace miraba a Aemond con anhelo y Aemond sentía el deseo recorrer su piel. Solo bastaron unos segundos para que sus bocas se unieran de nuevo, esta vez mucho su beso fue mucho más intenso, pronto se encontraban jadeando buscando aire, querían seguir explorando sus bocas. Sus manos habían sido rápidas en quitar las túnicas que envolvían sus cuerpos, sentían el calor de la piel contraria contra la suya y eso mandaba una corriente eléctrica por todo su cuerpo.

Jace comenzó a besar y acariciar toda la piel nívea e inmaculada de Aemond, y él solo podía suspirar por las atenciones, sentía su piel erizarse con cada toque del alfa, él no le había dicho a Jace que nunca había sido tocado por nadie antes, la pureza y virtud habían dejado de importar cuando los salvajes estaban constantemente al acecho, así que muchos decidían entregarse a los placeres carnales con quienes ellos decidieran antes de ser potencialmente usados por salvajes, pero a Aemond nunca le llamó la atención.

Pero en ese instante, solo podía estremecerse de la anticipación de ser reclamado por Jacaerys, había escuchado que era doloroso y sangriento, pero estaba dispuesto a soportarlo con tal de unirse a Jace. Cerró sus ojos y se dejó llevar por las sensaciones que las manos y boca de Jace dejaban en su cuerpo. Sintió como Jace se acercó a su oído y murmuró que sería gentil.

Jace comenzó a repartir besos por toda su quijada y cuello, sus manos acariciaban con delicadeza sus costados, sentía la lengua del alfa dejar lametazos en la piel de su cuello y sus manos apretar ligeramente su cintura. Jace comenzó a bajar su cabeza para comenzar a atender las clavículas y pecho de Aemond, sus manos también comenzaron a acariciar su abdomen y vientre bajo, soltó un gemido cuando uno de sus pezones fue tomado por la boca del alfa, éste lo lamía, besaba y dejaba pequeños mordiscos alrededor de su aureola y tironeaba del pequeño botón rosado. 

Sus manos viajaron a la cabeza de Jace, no dejándolo escapar de su pecho, sentía la respiración caliente de Jace en su pecho y como sus labios y manos atendían ambos pezones. Jace siguió repartiendo besos por todos lados y Aemond solo podía emitir gemidos entrecortados y suspiros que le robaban todo el aliento, las sensaciones eran indescriptibles. 

Jace los encaminó para recostar a Aemond sobre sus túnicas que habían quedado en el piso, su guapo Alfa ahora dejaba pequeños mordiscos en sus clavículas y Aemond estaba completamente mareado por las fuertes feromonas del Alfa, él también dejaba salir su aroma para tentar a Jace. 

Sintió como una de las manos de Jace descendía por todo su pecho y abodmen hasta llegar a la parte baja de su vientre, sin pedir permiso o invitación, sus manos comenzaron a juguetear con su entrepierna, sus dedos acariciaban su monte de venus y repasaban con mucha delicadeza todos sus pliegues. 

Los gemidos de Aemond eran cada vez más altos, Jace lo estaba haciendo tener un sinfín de emociones que no había tenido nunca. Jace había comenzado a intriducir poco a poco sus dedos en su coño húmedo, Aemond había pasado algunos celos él solo y sabía que los omegas en ocasiones se convertían en seres lujuriosos y él no era la excepción, había teniedo sueños o pensamientos inmorales, pero incluso en sus peores dolores de calor había estado tan húmedo como en ese momento, sentía que su mancha empezaba a escurrir por entre sus piernas. 

Jace siguió dejando un caminito de besos y caricias en todo su cuerpo y cuando su cabeza llegó a la entrepierna de Aemond, éste se aveegonzó muchísimo, nunca le había permitido a nadie tocar su cuerpo desnudo, mucho menos verlo en toda su desnudez, pero ahí estaba, con la cabeza de Jacaerys entre sus piernas mientras sus manos profanaban su intimidad. Jace comenzó a besar su clítoris y a dejar pequeños lametazos en sus pliegues, usaba sus dedos para separar sus pliegues y tener mejor acceso a su coño. 

Los gemidos de Aemond eran ya suplicantes, sentía un gran cosquilleo palpitando en su coño rogando por una liberación que Jace le otorgó con su lengua y dedos, la sensación fue indescriptible, un chorro de su mancha había salido disparado al rostro de Jace quien había sonreído con lujuria por eso y había bebido lo más que pudo de su squirt. 

Su cuerpo aún tenía espasmos por el reciente orgasmo, cuando vio la mirada depredadora de Jacaerys, le sonrió y se acercó a besarlo, sus labios se unieron y pudo probar su propio sabor, era dulce y en los labios de Jace se veía tan erótico que ansiaba más, ansiaba terminar el ritual. 

Sus piernas se separaron instintivamente para dejar a Jace acomodarse. Su pene era muy grande, tenía algunas venas muy resaltadas en el glande, la punta estaba rojiza ya de tanta sangre acumulada y la punta escurría unas gotas de líquido blanco, Jace se masturbó frente a él un par de veces más, hizo que Aemond gimiera de excitación, quería probarlo, comprobar el sabor de su Alfa fuera tan bueno como lo era su aroma, que su glande encontrara un hogar en su boca y que pudiera darle placer no solo con su coño, sino con todos sus agujeros, Jace podría tomarlo como fuera, Aemond estaba dispuesto a entregarle todo de sí.

La verga de Jace comenzó a frotarse en la entrada de su coño, estaba lubricándola con su mancha para que entrara más fácilmente. Luego sintió un pedazo de carne calientísimo y muy duro comenzar a profanar su virtud; iba lento, muy lento, veía como los músculos del abdomen de Jace se tensaban con cada pequeño empuje que hacía, vio su mandíbula tensarse para evitar ser un salvaje y entrar de una sola estocada, siguió entrando poco a poco y comenzó a ver como su vientre comenzaba a hincharse por donde el glande de Jace pasaba, dolía un poco, pero no era algo insoportable. 

Con un último empuje del alfa sintió como su virtud era tomada por Jace, había dolido un poco y un par de lágrimas salieron de sus ojos, pero nada se comparaba con el placer que sintió después, era maravilloso, sentía su cuerpo darle la bienvenida a Jacaerys, eran perfectos juntos, Jace comenzó a moverse con más velocidad y fuerza, su cuerpo chocando contra el suyo, el sonido de sus pieles chocando en sus intimidades lo estaban volviendo loco, los gruñidos de Jace eran tan eróticos y sus manos seguían acariciando y atendiendo sus muy erizados y sensibles pezones. El cuerpo de Jace era hermoso de contemplar, era grande, fuerte, bien tonificado y el color de su piel era tan hermoso, sus miradas se encontraron y sus hermosos ojos lo veían con adoración y deseo, una lujuria que era el reflejo de la de él, sus piernas se afianzaron a las caderas de Jace, atándolo a él, no queriendo separarse nunca de él, estaba en la cúspide de su placer cuando sintió un latigazo de energía y éxtasis recorrer toda su columna, un placer inmenso que lo dejó mirando a la nada sintiendo cosas indescriptibles en su cuerpo, gimió por el placer y cuando se encontraba en un estado de euforia pura, sintió un líquido caliente que llenaba su vientre, la semilla de Jace derramándose ahí, en su mente Aemond pidió a los dioses que le otorgaran la bendición de estar con Jace por siempre.

Sintió de pronto los colmillos de Jace raspar su glándula, se volvió a estremecer por la sensación, no sentía temor, solo adrenalina pura por ser mordido, ladeo su cuello para darle mejor acceso al alfa y sintió como sus colmillos se enterraban en su glándula, fue un dolor tan placentero que su cuerpo comenzó a tener espasmos liberando el éxtasis de su cuerpo.

El miembro de Jace ralentizaba sus estocadas sintiendo como se hinchaba y se afianzaba a su interior, dejó salir sus propios colmillos y lamió el cuello de Jace quien le ofreció su cuello que no dudó en enterrar sus colmillos ahí, escuchó el gruñido bajo de Jace, ambos completamente idos por su placer.

Ambos comenzaron a lamer las mordidas que habían hecho para ayudar a sanarlas, mientras seguían anudados, Jace comenzó a trazar las runas que Alys les había enseñado, Aemond comenzó a realizar los cánticos y cuando terminaron su apareamiento, Jace lo ayudó a levantarse y vestirse, ahora debían regresar a la fortaleza.

No supo si la ofrenda había sido exitosa pero Jace lo había llevado a sus aposentos para cuidar de él, no tuvieron que esperar mucho para saber que los dioses habían aceptado su ofrenda pues esa noche pudieron visualizar como un cometa rojo atravesaba los cielos.

Alys les confirmó que había funcionado, no tuvieron que decir más, ellos pertenecían el uno al otro, ahora, en la comodidad de sus aposentos, volvieron a unirse y a jurarse amor eterno.

Solo un par de días después, la hinchazón de las mordidas que habían intercambiado ya había disminuido bastante dando lugar a las marcas que ahora compartirían para siempre, era el símbolo de una runa antigua similar a la que Jace tenía en su muñeca, una variante que Alys indicó era la mezcla entre amor y protección, pero alrededor de dicha runa se enroscaba un pequeño dragón.

Los dioses fueron benevolentes con Aemond pues había encontrado a un alfa noble y bueno que había resultado ser su destinado y ahora, él le había entregado cuatro cachorros que favorecían la apariencia de Aemond casi en su totalidad, salvo por los cabellos rizados. Ahora, en su quinto embarazo, pedía a los dioses volvieran a bendecirlo con un cachorro saludable que se pareciera a su Jace.

Y de nueva cuenta lo hicieron, pues cuando fue el momento adecuado, Aemond dio a luz a dos preciosos cachorros idénticos a su padre, con el mismo color de sus ojos y cabellos rizados de color chocolate, sí, Aemond había odiado y temido a las mordidas por mucho tiempo, pero ahora, adoraba marcar y ser marcado por los colmillos de su alfa.

Notes:

Okeeyyy.... aquí vamos, unas cuantas notas aclaratorias de este shot.

1. Viserys nunca supo que él era de la sangre de los reyes y señores dragón, era muy chico cuando sus padres murieron y por los golpes que le dieron olvidó casi todo.
2. El libro que Viserys tenía nunca le dió pistas de su origen porque estaba escrito en alto valyrio, algo que casi nadie sabía, Jacaerys y Baela lo sabían porque Alys y Corlys les enseñaron.
3. En este fic, Daemon es padre de Rhaenyra.
4. Harwin es el heredero de Harrenhal pero al estar ocupado ayudando a las casas al norte protegiendose de los salvajes, pues es Jace quien toma el puesto como Señor de Harrenhal.
5. El único motivo por el que Joffrey no golpeó a Daeron en cuanto lo vio fue porque robó las manzanas de Tyraxes para darlas a sus caballos, un gesto noble que Joffrey apreció.
6. Eventualmente Daeron será el Alfa de Joffrey y su descendencia será muy vasta.
7. Mencioné que Alicent y Viserys no se amaban, aunque sí se tenían un gran cariño, se hacían compañía y cuidaban entre ellos.
8. Por lo anterior, Aemond y sus hermanos crecieron en una familia amorosa; se merecían tener eso.

Chapter 3: Día 3. Aroma

Summary:

Se dice que las leyendas son historias que contienen algunas verdades entre demasiadas fantasías, pero, ¿qué tanta verdad hay en esa que Aemond leyó?

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Hay una antigua leyenda que habla de los orígenes de la civilización.

Dicha leyenda cuenta que los dioses crearon magníficas criaturas, algunas surcaban los cielos, otras dominaban los mares y otras más eran capaces de andar por montañas y volcanes, arenas y praderas, estas creaciones habían sido objeto de orgullo de los dioses. Los dioses los veían como una forma de pasar el tiempo, pues para ellos conceptos como el tiempo y el espacio son indiferentes, seres eternos que existen y a la vez no, que no ocupan un lugar en el vasto espacio, así que se entretenían dando vida a nuevas criaturas e incluso algunos tomaban parte de su vida, transmutaban en criaturas terrenales y convivían entre ellos como uno más.

Estas criaturas evolucionaron a través del tiempo, de pronto eran capaces de desarrollar un lenguaje, de hablar, de expresar sentimientos y convivir con otras especies; por mucho tiempo los dioses lo dejaron pasar.

Todas las criaturas que habían creado eran capaces de reproducirse, pero todas ellas seguían únicamente a su instinto de preservación, pero hubo una especie que destacó.

El hombre, como los dioses habían llamado a esa creación, eran seres a las que les habían dado más dones que a otras criaturas, al principio no habían hecho mucho uso de ellos, pero después, vieron como empezaban a cambiar, a desarrollar un pensamiento propio, a creer en algo superior a ellos y entonces comenzaron a adorar a sus propios dioses, cosas como el fuego, el agua, los rayos, la tierra, la luna y el sol eran considerados como deidades para aquellos primeros hombres.

Muchos siglos más tuvieron que pasar para que esta especie avanzara más y sus pensamientos y criterios fueran más complejos, los dioses, en su arrogancia habían decidido dejar que los hombres les adoraran, que cantaran alabanzas y les ofrecieran ofrendas y tributos para ganarse su favor, y eso estuvo bien, pero pronto, algunos dioses comenzaban a ver que estos hombres comenzaban a desarrollar pensamientos y sentimientos más complejos.

La primera vez que sucedió fue extraño para todos observarlo, los dioses estaban acostumbrados a ver los rituales de apareamiento en otras criaturas donde solo se buscaba un Alfa y Omega, lados opuestos que juntos encajaban perfectamente y generaban vida, todo era meramente un intercambio por necesidad, un instinto tan básico que no conllevaba nada más.

Pero esa vez no fue así, un Alfa y un Omega de la especia humana se encontraron, ambos estaban en búsqueda de una pareja para aparearse y los dioses asombrados vieron como se miraron y olfatearon por varios minutos, después, cada uno siguió por su lado, parecía que algo había sucedido que no se pudo lograr el acoplamiento natural. Contrario a lo que siempre habían visto, habían dejado esa necesidad tan básica y fuertemente arraigada de lado por otra cosa que no entendieron.

Esa fue la primera vez, y después de esa vinieron muchas más, veían con asombro como entonces comenzaban a buscar algo más en la parte contraria, vieron como algunos de ellos se acoplaban de manera exitosa, pero en lugar de seguir sus caminos por separado como otras criaturas, éstos se quedaban juntos por siempre, incluso los veían ser felices y alcanzar un estado de bienestar y plenitud que no veían en otras criaturas.

Comenzaron a ver con recelo estas interacciones entre los humanos, pues los dioses no podían entender el motivo para quedarse por siempre con otra persona.

Meleys, diosa de la sabiduría y Syrax diosa del deseo se encontraban curiosas por saber qué era lo que sucedía, así que, decidieron investigar por su cuenta, transmutaron entonces en humanos y comenzaron a convivir entre ellos. Conforme pasaban tiempo con los humanos entendieron que era una unión entre dos almas, dos cuerpos, pero que al estar juntos era como si fueran uno solo, había afinidad, deseo, comprensión, no había algo que pudiera definir por completo esta sensación, así que ambas diosas decidieron llamarla “amor”.

Era un sentimiento maravilloso y los humanos habían descubierto que al encontrar a alguien que fuera afín a ellos era clave para que esto funcionara, al ser todavía criaturas con instintos primitivos, se guiaban por el aroma de la contraparte, un alfa siempre buscaba un aroma omega que se mezclara y uniera al de ellos, que lo complementara, no buscaban individualidad, buscaban una unión perfecta, dos aromas que se mezclaran y creara uno solo, uno que cubría a ambos.

Maravilladas por su descubrimiento, Meleys y Syrax volvieron al vasto cosmos para explicar a las demás deidades lo que habían descubierto, pero cuando llegaron se encontraron con un escenario desolador, muchos dioses, furiosos y celosos de lo que los humanos experimentaban habían decidido castigarlos, quitarles el razonamiento de su parte “primal”, y hacer más evidente las diferencias entre los seres, hombres y mujeres entonces, ese sería el nuevo orden, esto con el propósito de que el humano siempre buscara ese mismo sentimiento en alguien de su lado contrario, y no podrían hacer nada para saber si eran compatibles o no. Aquella mágica unión fue profanada por los dioses celosos de su creación.

Syrax y Meleys horrorizadas con lo que la envidia y celos de sus demás hermanos dioses habían hecho decidieron hacer un sacrificio. Ofrecieron sus vidas y su inmortalidad para que los humanos pudieran encontrar a sus destinados, ellas sabían que el aroma era la clave para encontrar a sus destinados, así que, a cambio de su sacrificio, ellas les darían a los humanos la habilidad de poder encontrar a tu pareja destinada a través del aroma.

Sellaron su pacto y ambas diosas se desvanecieron en el universo.

*****

Esa era la leyenda que Aemond había encontrado en unos viejos libros que habían adquirido recientemente en la universidad donde estudiaba. Había sido un castigo que su profesor de Antropología le había asignado, él se había burlado de la historia que el profesor había narrado, algo similar a lo que acababa de leer pero con la diferencia de que el profesor había añadido que anteriormente, los humanos se habían dividido en “castas”, la primera de ellas eran los Alfas, personas que tenían algunos rasgos de las especies animales, según las leyendas les brotaban largos y afilados colmillos cuando se encontraban en situaciones de peligro o cuando iban a aparearse, justo como los lobos actuales, ésta casta era la que protegía y tenían un instinto muy fuerte de asegurar su linaje para las siguientes generaciones, y luego estaban los Omegas, una casta igual de importante pues estos eran la parte complementaria de los Alfas, eran ellos quienes recibían y gestaban la semilla del Alfa y cuidaban y protegían a las crías o cachorros que ambos tenían, a pesar de tener una complexión bastante más pequeña y menos imponente, también eran capaces de proteger y atacar a quien atentara contra los suyos.

A Aemond le pareció estúpido ese cuento, como residente de medicina era bastante obvio que eso era imposible, los libros de ciencia indicaban que las criaturas eran separadas en machos y hembras, no en Alfa y Omega, eso era un cuento, de otro modo, era casi rebajarse al reino animal guiados por el instinto y necesidades básicas y no a los seres pensantes que eran. Después de leer toda esa sarta de tonterías terminó el ensayo que le habían encargado, se empezó a reír para sus adentros imaginando que eso fuera cierto, cómo mierda identificaría a su persona destinada, entre bromas y risa pensó que su destinado debería oler a una mezcla de mandarinas dulces recién cortadas, un poco de hierbabuena, canela y tal vez algo de pomelo, básicamente debería oler a su tizana favorita.

Volvió a reír de las estupideces en las que estaba pensando pues las personas no tenían un aroma, todos olían a … persona, claro muchas personas usaban fragancias, esencias, aceites, desodorante y otras cosas para oler bien, pero nadie olería naturalmente a lo que él pensó.

Salió de la biblioteca de la universidad y se dirigió a su auto, había perdido mucho tiempo terminando ese estúpido ensayo, pero no quería tener una mala nota, eso podría afectar su beca. Ya en su auto se dirigió a su departamento, dormiría un par de horas, tomaría un baño y después se iría a iniciar su guardia en el turno nocturno en el hospital donde trabajaba.

Llegó a su casa, comió algo rápido y durmió tal como lo había previsto. Llegó a las 9:45 pm al hospital, su turno comenzaba a las 10 de la noche y comenzó a ordenar los expedientes de los pacientes que visitaría para revisar sus avances.

El turno nocturno era muy volátil, en ocasiones la noche pasaba sin ningún sobresalto, en otras ocasiones parecía un manicomio, esa noche parecía que sería tranquila, los otros doctores habían dejado sus notas bien acomodadas y las enfermeras estaban en la estación de enfermería conversando entre ellas, a él no le gustaba platicar con ellas pues varias le habían hecho insinuaciones que él, muy amable y respetuosamente había rechazado, se colocó sus audífonos y comenzó a acomodar los expedientes, transcribir las notas en los expedientes electrónicos de los pacientes y organizando sus visitas.

Se levantó de su lugar y comenzó sus rondas de visitas. La primera persona a la que visitó era una anciana mujer que se había caído de la bañera y fracturado su cadera, la mujer era un dolor de cabeza pues nunca estaba conforme con nada y se quejaba de un dolor insoportable cuando ya tenía la dosis máxima de analgésicos y calmantes, Aemond la detestaba, pero la visitaba siempre, cuando entró al lugar arrugó la nariz, la mujer olía a rancio y a mugre de varios días, tal parece que no había permitido a las enfermeras que le dieran un baño, de nuevo.

De nueva cuenta tuvo el pensamiento fugaz de esa tarde, de un destinado con aroma delicioso, que oliera a mandarinas dulces y hierbabuena y no a rancio. Siguió avanzando con sus rondas hasta que un parloteo en la estación de enfermeras llamó su atención.

Una enfermera lo vio a lo lejos y le llamó para que fuera a ayudar, cuando llegó pudo ver que todas se arremolinaban a ayudar a un muchacho de unos 17 años que cargaba a un pequeño niño de unos 7 u 8 años cuya cabeza sangraba a chorros.

De inmediato ordenó una camilla para el niño y lo llevó a la sala de traumatología para atenderlo, el niño tenía un feo golpe en la cabeza, con lo que sea que se haya golpeado era algo filoso pues había provocado un corte en su frente que era el que sangraba, el corte no era profundo ni peligroso pero era bastante escandaloso, se limitó a limpiar esa parte y después se avocó a revisar con detalle que el golpe no hubiera dejado algún daño en su cerebro, terminó la revisión física de rutina y ordenó una tomografía para el pequeño niño.

Cuando salió a buscar a los familiares del pequeño niño solo encontró al joven que lo tenía en sus brazos, éste se acercó corriendo al verlo y le preguntó por el estado de su hermanito. Aemond pensaba que el chico no pasaba de los 17 años, pero se sorprendió al saber que en realidad tenía 22 años y era el tutor del niño, le explicó a grandes rasgos que en la revisión inicial no había detectado ningún daño pero había ordenado una tomografía para descartar alguna contusión o algo más grave, tardaría un poco de tiempo, pero él lo buscaría cuando tuviera los resultados.

El chico estaba muy alterado y lloroso así que le recomendó que tomará un té para calmarse.

Por alguna extraña razón Aemond percibió un tenue aroma a mandarinas frescas, pero como estaban en la sala de espera general del hospital pensó que alguno de los demás familiares había metido la fruta y la había comido en el lugar cuando claramente estaba prohibido, pero no vio a nadie alrededor.

No le dio importancia y regresó al cubículo donde estaba el pequeño niño, suturó su corte de la frente y esperó a que le entregaran los resultados de la tomografía, por suerte no había pasado a mayores, el niño seguía inconsciente pero solo debían dejarlo descansar.

Salió de nueva cuenta a buscar al joven que había dicho era su hermano, lo vio sentado en el piso con una botella de agua en las manos, se acercó a él y le habló.

– Tu hermanito estará bien. Ya me entregaron los resultados de la tomografía y el estará muy bien.

El chico volteó a verlo y suspiró aliviado. Sus ojos aún seguían llorosos, pero su semblante había cambiado totalmente. El chico se presentó como Jacaerys, Jace para acortar, no tenía 17 años como Aemond había pensado inicialmente, sino que tenía 22 y el chico era su hermano menor Joffrey de 7 que había quedado a su cuidado junto con su otro hermano Lucerys cuando sus padres murieron.

Aemond le explicó que el golpe, aunque no había sido algo grave, había dejado inconsciente a su hermano, pero solo era cuestión de tiempo para que despertara, y sugirió que se quedara esa noche en observación en el hospital por cualquier eventualidad.

El chico aceptó y entonces Aemond le dijo que podía ir a ver a su hermano y quedarse a su lado en lo que despertaba, solo asintió con su cabeza y Aemond comenzó a caminar hacia donde se encontraba su pequeño hermano.

– Fue mi culpa lo que le pasó a Joffrey – su voz sonó tan afligida y Aemond volteó a verlo, Jace continuó hablando.

– Yo le dije a Joffrey que le leería un cuento, pero me quedé dormido así que él intentó tomarlo del librero de mi habitación. – su rostro reflejaba tanta culpa

– pero cuando trepó al librero una de las repisas se safo y golpeó su cabeza, el golpe lo hizo desmayarse al instante así que cayó con un golpe seco al piso.

El pobre chico comenzó a llorar de nuevo. Aemond nunca había sido muy bueno lidiando con emociones humanas así que solo atinó a poner su mano sobre el hombro del chico para consolarlo, de nueva cuenta percibió ese aroma a mandarinas dulces y un muy sutil rastro de canela.

Cuando llegaron al cubículo donde mantenían en supervisión a Joffrey, Aemond solo pudo explicar a Jace lo que le habían hecho a su hermano, la revisión, el resultado de la tomografía y que no esperaba que tuviera secuelas, pero le recomendaba una visita de seguimiento en unos días más.

En un momento de genuina curiosidad Aemond le preguntó a Jace como es que era el tutor de Joffrey siendo tan joven. Jace le explicó que sus padres habían muerto cuando él recién había cumplido 19 y Joffrey tenía 4 años, su otro hermano Lucerys tenía apenas 15, no eran una familia particularmente “acomodada” pero al morir sus padres y siendo él mayor de edad pudo convertirse en el tutor de sus hermanos, la casa de sus padres estaba asegurada por lo que no tuvieron problemas para quedarse en su hogar.

Pero fuera de eso, no tenían gran cosa; Jacaerys había dejado la escuela y planeaba retomarla cuando pudiera hacerlo, pues en ese momento ninguno de sus dos hermanos menores podía valerse por sí mismo. Él comenzó a trabajar de lo que pudo conseguir de empleo, en una cafetería como mesero, encargado de una lavandería, dependiente de una tienda de discos usados y artículos de colección, e incluso tenía instalada la aplicación de Craiglist donde ayudaba a las personas a realizar mudanzas, pintar casas, pasear mascotas, tomaba casi cualquier cosa que pagara medianamente bien.

Pudo descansar de ese ritmo cuando Lucerys cumplió la mayoría de edad y también comenzó a trabajar a tiempo parcial, con ambos contribuyendo al gasto de su hogar era menos difícil llegar al fin de mes.

Esa particular tarde Jace había llegado exhausto de uno de los trabajos que aceptó de Craiglist, había ayudado a una pareja de ancianos a realizar una limpieza de una bodega donde tenían varias de sus pertenencias, al parecer se mudarían y estaban almacenando sus cosas en dicha bodega, fue extenuante, pero valió la pena pues los ancianos eran muy amables, le invitaron de comer y le dieron una jugosa propina que triplicaba lo que la aplicación le pagaría.

Los ancianos incluso le pidieron su número telefónico para llamarlo cuando la mudanza se llevara a cabo, Jace les había generado confianza suficiente como para entrar y salir con sus cosas y trasladarlas a su nuevo hogar.

Cuando llegó a su casa, Lucerys y Joffrey ya estaban ahí y habían comido, Luke se encontraba haciendo la limpieza de la cocina y tenía la lavadora en funcionamiento, así que cuando Jace llegó, Joffrey le pidió que le leyera un cuento, Jace le dijo que sí, que iría enseguida a su habitación para leerle, pero en cuanto se quedó sentado se durmió, solo despertó por los gritos de Lucerys quien corrió hacia la habitación de Jace al escuchar un estruendo, y fue cuando vio como la repisa del librero caía en la cabeza de Joffrey y éste al suelo.

Mientras Jace le contaba a Aemond su historia, Aemond volvió a percibir ese aroma a mandarinas y un poco de hierbabuena, no sabía de donde provenía así que decidió poner atención a otra cosa, su atención se volvió entonces a Jace, detalló el rostro del chico, era muy bonito, su piel se notaba suave, tenía unas pequeñas pecas alrededor de su nariz, sus ojos eran del color de la miel pero tenían unas vetas verdes, sus pestañas eran cortas pero eran tupidas y muy rizadas, le daban una mirada muy dulce, aunque la piel debajo de sus ojos denotaba el cansancio, su mirada tenía un brillo especial, incluso si estaba algo preocupado.

Su nariz era linda, no era una nariz perfecta de esas que parecen ser diseñadas por un cirujano plástico, era más bien un poco chueca, pero en él se veía bien, sus labios tenían un bonito arco de cupido, no eran muy gruesos pero tenían buen tamaño, eran rosados, sus pómulos eran muy bonitos, su mentón también era muy definido, su cabello era castaño muy oscuro, se notaba que era suave y era rizado, no de esos rizados crespos, eran más definidos, le daban un perfil bonito, el chico era delgado, supuso que debido a su estilo de vida no tenía forma de ser sedentario, eso y el hecho de que llevaba puestos solo unos jeans, unos vans de color tinto y la sudadera negra que tenía puesta le quedaba claramente grande, pero eso no hacía que se viera menos atractivo.

Tuvo que salir del transe en el que se había quedado cuando Jace carraspeó al notar lo mucho que lo veía. Aemond se excusó diciendo que estaba pensando en otros pendientes que tenía (ninguno en realidad) pero para no quedar como un idiota o un acosador dijo que tenia que ir a visitar a otros pacientes, y se fue de ahí, Jace le dedicó una pequeña sonrisa de agradecimiento, era bonita, como todo en él, aunque notó que tenía un deje de melancolía en ella.

Regresó a donde se había sentado a trabajar al inicio de su noche, debía despabilarse del transe en el que se había metido el solo al detallar al chico que estaba a unos cuantos metros de ahí.

Sacudió su cabeza para espabilarse y volverse a concentrar, pero no podía concentrarse, la voz del chico, sus delicadas facciones o el aura nostálgica que desprendía lo llamaban, decidió esperar un tiempo prudente en su lugar hasta que volvió a regresar a revisar a Joffrey.

Mientras caminaba a su camilla, escuchó la voz de Jacaerys, le estaba contando un cuento a Joffrey, “El príncipe feliz” pudo reconocer, siempre fue uno de los favoritos de Aemond y escucharlo siendo contado por Jace le causó un extraño sentimiento, era como el canto de una sirena.

No quiso interrumpir su lectura así que se quedó alejado de la camilla de Joffrey, lo suficiente para que Jace no lo viera, pero lo suficientemente cerca para poder escuchar la voz de Jacaerys.

Cuando terminó de contar el cuento fue que decidió acercarse, Jace estaba peinando los cabellos de Joffrey con tanto cariño y le empezó a tararear una canción que no reconoció, mientras Aemond se acercaba con la excusa de revisar si el niño ya había despertado fue que Jace dejó de cantar, aunque seguía acariciando los cabellos del niño.

Aemond se acercó a revisarlo, apenas estaba por revisar las pupilas del niño cuando escuchó como empezó a balbucear y entreabrir sus ojos, se le notaba confundido y cuando vio a Aemond le dijo “mami” y lo abrazó. No entendió lo que estaba pasando pero no sacó al niño de su error. Jace se acercó a ambos, Joffrey lo volteó a ver y lo llamó “papi”, fue entonces que Aemond volvió a revisarlo, el golpe debió haberlo dejado muy aturdido y no había encontrado nada en los estudios que había hecho, pero tenía que descartar que el niño tuviera otra cosa.

Así que después de que Joffrey despertara bien y habiendo recuperado la consciencia, le hizo algunas pruebas rápidas más y sugirió a Jace hacerle un estudio más complejo, el chico titubeó, y antes de aceptar preguntó el costo de dicho estudio. Reaccionó entonces que Jace le había contado que no tenían mucho dinero y seguramente esa visita al hospital lo sacaría de su presupuesto.

No supo porque hizo lo que hizo después, solo dijo que no se preocupara por nada; él lo arreglaría, y se llevó al chico de nuevo a realizarle los demás estudios. Sabía que se metería en un lío por haber hecho eso, pero el chico le había agradado y sentía una inmensa necesidad de ayudarlo, así que, con todo el dolor de su corazón, comenzó a coquetear con algunas de las enfermeras y otras doctoras para que le ayudaran a realizar los estudios y no ingresar el expediente del niño al sistema, esto para que no les cobraran absolutamente nada.

Tuvo que aceptar salir con tres chicas a las que engatusó, pero ya estaba hecho. Cuando terminó, regresó con el niño que encontró era sumamente agradable, tenía una linda sonrisa y era muy perspicaz para ser tan pequeño, el niño se reía de las caras que Aemond hacía después de terminar de engatusar a alguna pobre enfermera o a las asistentes que le ayudaron a realizar los estudios a Joffrey.

El niño le cayó bien de inmediato, a pesar de ser pequeño y de haberse reído de sus pesares tratando de ayudarlo, había descubierto que era muy educado e inteligente, él también había hecho una buena labor convenciendo a las enfermeras pues era sumamente adorable con ellas y era imposible no dejarse llevar por sus adorables gestos.

Al final de la noche, había logrado su objetivo, había realizado todos los estudios habidos y por haber y el niño se encontraba bastante avispado así que no corría ningún riesgo ya, eso y que todo salió bien pues la cuenta del hospital había desaparecido mágicamente.

Jace los recibió en donde Joffrey había estado anteriormente, Aemond le explicó que todos sus estudios salieron bien y que no había nada de qué preocuparse, pero que en caso de que algo más sucediera le hablara y lo llevara de inmediato, también le sugirió que lo llevara a revisión una semana después, eso último no era tan necesario, pero Aemond lo hizo con la intención de volver a ver al chico.

Le sugirió que lo llevara en la noche pues él trabajaba en ese turno, así que él podría revisarlo sin ningún costo, Jacaerys y Joffrey le agradecieron y salieron de ahí.

Aemond terminó su turno y se fue a su casa a dormir un rato, cuando dormía tuvo un sueño algo extraño, estaba en un lugar extraño, de pronto una mujer de cabellos escarlatas muy hermosa se acercó a él, lo veía con curiosidad, no decía nada pero le sonrió, se acercó a él, lo miró a los ojos.

– Ya lo has encontrado joven príncipe, deja que sea tu Alpha el que te guíe en tu camino – dijo aquella mujer.

 No entendió a lo que se refería la mujer, pero de pronto volvió a percibir ese aroma de mandarinas frescas y un poco de canela e inmediatamente pensó en Jace. No sabía por qué pensaba en él, el chico era atractivo, eso era evidente, pero a él no le gustaban los hombres, o tal vez sí, en realidad no estaba seguro porque nunca había experimentado esa sensación, claro había visto gente antes, mujeres y hombres que eran atractivos, pero no era igual la sensación que le daban, uno puede reconocer cuando una persona es atractiva y llamativa, pero Jacaerys le había provocado algo que nunca había sentido antes.

Despertó de ese extraño sueño y se alistó para ir a la universidad, sus clases ya eran pocas, pero la clase que siempre debía asistir era esa odiosa clase de antropología, así que se armó de valor y entro al auditorio donde se impartía la clase.

Extrañamente había mucha más gente de la normal, tomó asiento en la parte de atrás del auditorio, y el profesor comenzó su clase, decidió retomar su lección acerca de las leyendas del origen de la civilización.

Syrax y Meleys habían hecho su sacrificio para darle a las criaturas a las que les habían dado vida una oportunidad de encontrar a sus parejas destinadas, lo habían hecho por amor a la humanidad, lo habían hecho así porque pensaron que todos los dioses estaban corrompidos y querían que la humanidad no pudiera encontrar su destino, sin embargo no fue así, hubo otros dioses, no muchos a decir verdad que apoyaban a la humanidad, así que se encargaron de dejar pequeñas ayudas y esparcir a algunos dioses o semidioses que vagaban por la tierra ayudando a aquellos que encontraban a sus destinados, Vhagar era una de ellos, era conocida como la diosa de la muerte, pero en realidad esa era una mala traducción, en realidad era la diosa de la fortuna, ya fuese buena o mala y como la mayoría de las veces la fortuna no era buena y acarreaba tragedias los humanos la asociaban con la muerte.

Vhagar gustaba de vagar por la Tierra, si la encontrabas en cualquiera de sus formas, ella decidía hacerte una prueba, si la superabas, entonces ella sería benevolente, sino, bueno, la también llamada Dama de la Guerra podría convertir de tu vida un infierno.

Finalmente, había una leyenda más, Vhagar, en una de sus tantas incursiones en la Tierra había convivido como una humana, conoció a Meraxes ella era un semidios creía que su padre era Balerion y su madre era una ninfa lo que le había otorgado una belleza inigualable, ambas se enamoraron y Vhagar pudo experimentar ese sentimiento que tanta curiosidad había despertado en sus demás hermanos dioses, Meraxes al no ser por completo una diosa murió, varios siglos después por supuesto, eso dejó desconsolada a Vhagar quien había pensado pasaría la eternidad junto a su amada Meraxes, pero entendió que era mejor haber amado y vivido el tiempo que pasaron juntas a nunca haberlo experimentado.

Con eso en mente, Vhagar, en un desafío directo a los demás dioses, había creado un mundo idéntico a la Tierra, en dicho mundo todos aquellos que fueran destinados serían recibidos y pasarían la eternidad juntos, tal como ella lo hubiera hecho con Meraxes. Había sido llamada la Dama de la Guerra porque fueron varios los dioses que enfurecidos con su acción habían decidido acabar con este lugar, su ubicación era desconocida, muchos dioses, semidioses, titanes y leviatanes fueron enviados a destruirlos, pero Vhagar terminó con todos y cada uno de ellos, se había ganado a pulso su sobrenombre.

Ahora, la tan famosa prueba que Vhagar hacía, según la leyenda, cuando dos personas encontraban a su pareja destinada, ellos podrían percibir su aroma, éste sería más evidente conforme el tiempo pasara, hasta ahí todo era claro. Si los dioses que deambulaban por la Tierra encontraban a una pareja destinada, éstos eran exterminados, pero si esta pareja era encontrada por Vhagar o cualquiera de los dioses que servían al sacrificio de Meleys y Syrax, entonces ellos te ayudarían a llegar al refugio de Vhagar, claro, primero debías pasar la prueba de Vhagar.

Sorpresivamente para Aemond esa clase resultó bastante interesante, esa tal Vhagar sonaba como alguien de armas tomar y alguien con quien definitivamente no quieres meterte en problemas.

De pronto una chica que pudo ver tenía un cabello muy rubio casi dorado levantó la mano y preguntó al profesor si el refugio que había creado Vhagar tenía un nombre. El profesor contestó que no había registros de eso, muchas culturas hacían referencia a un lugar similar, la religión lo llamaba “Paraíso”, algunas culturas indígenas lo llamaban “Mictlán”, las culturas nórdicas lo llamaban “Valhalla”, pero ninguna de ellas podría decirse era el verdadero nombre del lugar.

La clase terminó y Aemond se acercó al profesor, le entregó el ensayo que había hecho el día anterior, su profesor lo miró y le dijo que lo revisaría después. Antes de que Aemond saliera del auditorio el profesor le dijo en voz baja:

– Ella ya viene, debes estar atento porque tu prueba será muy pronto.

Solo pudo fruncir el ceño porque no entendió lo que el hombre le había querido decir, pero salió de ahí lo más rápido que pudo.

Tenía que hacer las compras del supermercado y pasar al cajero así que se iría directo al hospital una vez terminara sus encargos, tal vez podría pasar por algo rápido de comer antes de empezar su turno. Pasó primero al cajero y luego se dirigió al supermercado, no tardó mucho en tomar todo lo que necesitaba, pero la fila para pagar era interminable y tardó muchísimo en poder salir de ahí.

Cuando estaba subiendo sus cosas a la cajuela de su auto escuchó como unos adolescentes estaban golpeando y molestando a un pobre gato, así que se acercó a ellos para ahuyentarlos y que dejaran al pobre animal en paz. Él no era muy fanático de los animales pero no iba a permitir que lastimaran a un pobre animal que no estaba haciendo nada.

El gato se encontraba muy asustado así que le gruñó y lanzó un zarpazo cuando intentó tocarlo, el gato salió corriendo y se subió al auto de Aemond que no pudo bajarlo por ningún motivo.

Perdió más tiempo intentando bajar al gato de su auto así que se resignó y comenzó a conducir al hospital, tal vez ahí se bajaría y se iría.

No tuvo tiempo de comprar nada de comer así que se fue directo al hospital y pensó que debería cenar algo de la cafetería de ahí, no le agradaba la idea, la comida era mala y cara pero no tenía más opción.

El gato se había calmado ya y aunque maullaba como señal de advertencia, no volvió a arañar a Aemond. Bajó de su auto y metió al gato a su mochila, los animales estaban prohibidos así que lo encerraría en algún espacio que encontrara.

Comenzó su rutina como siempre, ordenando los expedientes de los pacientes, transcribiendo notas y organizando sus rondas de visita, como siempre, estaba en un cubículo algo alejado de la estación de enfermeras y lejos de la sala de urgencias. Estaba en eso cuando escuchó unos pasos y vio a una enfermera que le indicaba a alguien el lugar donde Aemond se encontraba, torció los ojos pensando en quién diablos lo estaría molestando, pero se llevó una sorpresa cuando por el pasillo vio a Jacaerys caminando hacia él.

El chico llevaba una bolsa de tela y cuando llegó a donde se encontraba lo saludó y le sonrió.

Aemond de nueva cuenta pudo percibir ese delicioso aroma de mandarinas, hierbabuena y canela, había algo más, pero estaba más atento a la presencia de Jace que al aroma que era sutil pero delicioso y que aparentemente solo él podía percibir.

–Yo quería agradecerle todo lo que hizo anoche por mi hermanito doctor – la voz de Jace sonaba algo tímida.

–Por favor, dime solo Aemond, no me hables de usted y no fue nada, pareces un buen chico y tu hermanito realmente me agradó. – claro que no iba a decir que eso no lo haría nunca por nadie más, pero el día anterior había hecho muchas cosas que no haría en circunstancias normales.

–De todos modos, quería agradecerte lo que hiciste, así que te traje esto – sacó de la bolsa de tela que llevaba dos contenedores de plástico, en uno iban unas galletas – estás las hicimos Joffrey y yo, bueno, yo las preparé y horneé y Joffrey me ayudó a decorarlas.

Las galletas tenían un buen aroma, pero el decorado se veía como si un pequeño niño hubiera intentado dibujar caritas felices en las galletas.

En el otro contenedor había algo de comida casera, Jace le dijo que la había preparado él mismo, cuando destapó el contenedor el olor lo hizo salivar, olía verdaderamente delicioso, y Aemond agradeció que Jace le hubiera llevado eso para no tener que comer la comida de la cafetería.

Parecía que otra vez sería una noche tranquila así que invitó a Jace a que cenara con él, Jace aceptó acompañarlo, él ya había cenado, pero se quedó junto a él mientras conversaban de cualquier cosa. Estaban tan inmersos en su conversación que Aemond olvidó completamente que el gato que había rescatado se encontraba en un pequeño espacio que improvisó, así que se levantó a sacar al gato del lugar.

Cuando Jace vio al gato y como este le gruñía a Aemond se acercó a ambos, y tomó al gato con cuidado, sorpresivamente el gato dejó de maullar e incluso comenzó a ronronear mientras estaba en los brazos de Jace y lo acariciaba.

Aemond le contó como fue que lo encontró y que no había podido revisarlo porque el gato se ponía muy agresivo, Jace le dijo que el podía ayudarlo, mientras Jace sostenía al gato y lo calmaba para que Aemond lo revisara vieron que el gato en realidad era una hembra, tenía algunos cortes y unos cuantos golpes, Aemond decidió que él mismo la suturaría y después la llevaría a un refugio donde la resguardaran hasta que alguien la adoptara.

Jacaerys le sugirió que la conservara él, pero Aemond dijo que no le era posible, casi nunca estaba en su casa y no sería humano tener a un gato solo la mayoría del tiempo, así que Jace lo pensó y entonces le dijo que él cuidaría de la gata. Mientras Aemond la suturaba y limpiaba sus heridas, Jace comenzó a divagar sobre como llamaría al felino.

–La llamaré Vhagar – dijo de pronto.

Aemond dejó lo que estaba haciendo cuando escuchó el nombre que le pondría.

–¿Dónde escuchaste ese nombre? – le preguntó, verdadera curiosidad en su voz.

–Hace rato en la cafetería atendí a un hombre muy amable, él me dijo que Vhagar era el nombre de una diosa de la fortuna, y supongo que ella – señaló a la gata- tuvo la buena fortuna de encontrarse con alguien como tú.

Aemond sintió un escalofrío en la espalda, no podía ser casualidad que ese mismo día él había escuchado la leyenda de Vhagar, luego su profesor le dijera que su prueba estaba cerca y ahora Jace estaba ahí nombrando a una gata callejera que él rescató de unos adolescentes con el nombre de dicha diosa.

A la gata pareció gustarle el nombre pues ronroneo cuando Jace se dirigió a ella como Vhagar.

Cuando terminó de curar a la ahora recién nombrada Vhagar, le dio a Jace una lista de antibióticos e indicaciones que debía seguir para cuidar de las heridas de Vhagar, le prometió también que le ayudaría con los gastos de su alimento y manutención, Jace bromeó con que ahora sería la hijita de ambos. Aemond sonrió con la broma pero había algo en la mirada de esa gata que le decía que no era un simple gato.

Jace se fue del hospital con la gata en brazos y le dio a Aemond su número de teléfono.

Después de eso, todo paso en un abrir y cerrar de ojos, de pronto se encontraba enviando mensajes a Jace a cualquier momento del día, se reunían con frecuencia con el pretexto de revisar a Vhagar y visitarla, Joffrey también se había acostumbrado a la presencia de Aemond en su hogar, Jace en ocasiones lo invitaba a comer o cenar a su casa y eran los mejores días porque él cocinaba delicioso.

Aemond decidió confesarle lo que había hecho para evitar que les cobraran la atención médica de Joffrey y también le contó a Jace como habían salido esas citas a las que se vio obligado a ir, Jace solo reía de sus desventuras y le prometió que él le recompensaría todo.

Aemond no quería que Jace le pagara nada, se sentía más que satisfecho de solo poder estar cerca de él, de conocerlo porque descubrió que él era una persona maravillosa, no tardó en deducir que el aroma que siempre sentía de mandarinas frescas y hierbabuena provenía de Jace, y no era por su shampoo o su loción, era el aroma natural de Jace, y solo él lo podía percibir.

Con cada día que pasaba se encontraba más y más embelesado por su aroma y por todo en Jace, ninguno de los dos sabía cómo dar el siguiente paso, para ese momento era evidente que se atraían y había algo más que los conectaba e inevitablemente buscaban la cercanía del otro.

Fue Lucerys, el hermano menor de Jace quien un día, harto de que ambos estuvieran en esa danza eterna de cortejo, pero no hacían nada más, solo los vio y les dijo que se consiguieran una habitación, no era nada del otro mundo.

Aemond se armó de valor un día, estaban solos en la casa de Jace, veían una película, en algún momento Jace se levantó y extendió su mano hacia Aemond, no entendía muy bien lo que quería hacer, pero tomó su mano y fue jalado para levantarse de donde estaba.

La película tenía de fondo una canción, Neil Young al parecer, y mientras la música sonaba, Jace comenzó a moverse lentamente al ritmo de la canción, Aemond le imitó y tomó a Jace por la cintura.

“Come a Little bit closer,

Hear what I have to say,

Just like children sleeping

We could dream this night away…”

Jace acercó su rostro al oído de Aemond

- Te amo Aemond.

“When we were strangers

I wantched you from afar

When we were lovers

I loved you with all my heart…”

El corazón de Aemond dejó de latir por unos instantes al escuchar esas palabras, acercó su rostro al cuello de Jace y acarició su cuello con la punta de su nariz, ese aroma tan adictivo para él estaba ahí tan claro.

No pudo evitarlo más, levantó su rostro para verlo a los ojos y lo besó.

Y fue ahí, en ese momento descubrió que el aroma de Jace era tal como él lo había descrito en su broma, una mezcla de mandarinas dulces recién cortadas, un poco de hierbabuena, canela y algo de pomelo, su Jace, olía a la octava maravilla del mundo, pero sus labios sabían mucho mejor.

Vhagar maulló cuando los vio besarse, no sabía si Jace le creería, pero Aemond había encontrado a su destinado, su aroma era inigualable y supo que nunca más podría estar lejos de él.

*****

Notes:

1. Este shot es la primera parte de 3, las otras dos corresponden al día 4 y 5 del reto, así que serán la continuación de esta historia.
2. La mujer de cabello rojo es Meleys, y la chica de cabello dorado es Syrax, aunque se sacrificaron, algunos dioses las ayudaron a que su existencia no fuera borrada del todo.
3. Vhagar ya le había hecho la prueba a Jace (cuando fue a trabajar como ayudante de mudanza de los viejitos y pasó sin problemas), el hecho de que Jace hubiera adoptado a Vhagar en su versión felina, solo hizo que la diosa lo estimara más.
4. Los papás de Jace, Luke y Joffrey también eran destinados y fueron eliminados por uno de los dioses vengativos, pero no se preocupen, habrá un reencuentro.
5. El príncipe feliz es de mis cuentos favoritos y siempre me hace llorar, así que hacer que Jace lo contara para Aemond (indirectamente) fue algo que definitivamente removió algo en Aemond.
6. Joffrey confundió a Aemond con su mamá porque pues Aemond se parece a Rhaenyra y él estaba muy chiquito cuando su mamá murió, Jace siempre ha sido su figura paterna y pues se parece a Harwin, pobre Joffrey solo tiene algunas fotografías de referencia de sus papás.

Chapter 4: Día 4. Celo Alfa

Summary:

La escencia Alpha de Aemond termina de despertar, por lo que presenta su celo, que buena fortuna que Jacaerys es un omega que siempre quiere ayudar.

Notes:

Como lo dije en el día 3, esta es la segunda parte, aunque es la segunda parte los eventos aquí narrados suceden después de lo que se publicará para el día 5, pero no se pierde la narrativa porque pues esto es puro PwP. :P

Chapter Text

Había pasado poco tiempo desde que Jace había presentado su celo, su esencia omega había despertado por completo y su cuerpo había cambiado, era más suave, más curvo, era delicioso, su aroma siempre lo hipnotizaba y la vista que tenía de él solo lo hacía soñar despierto.

Él aún no terminaba de despertar por completo su esencia Alpha, pero era solo cuestión de tiempo, sus colmillos ya habían brotado, su olfato había mejorado y su aroma era ahora bastante dominante, dejóni  de pensar en eso cuando mientras estaba recostado en su cama leyendo un libro, Jacaerys entro a la habitación usando solo una playera que le quedaba muy grande y apenas y cubría sus muslos. Su bonito omega le sonrió y se lanzó a la cama para acurrucarse junto a él, después de los eventos acontecidos durante el celo de Jace, ya no había ninguna barrera ni pudor que no hubieran traspasado ya.

Desde que estaban juntos, ahora dormía muy bien, su mente siempre estaba en calma cuando tenía el aroma de Jace envolviéndolo, era dulce, atrayente, sensual, pero también tenía un toque de calma y protección.

Mientras dormían tuvo un sueño donde su Alpha despertaba por completo y reclamaba a Jace enterrando sus colmillos en la glándula de su cuello. Su sueño era tan vívido que podía sentir las caderas de Jace entre sus manos y como se frotaba sobre él, despertó de su sueño cuando escuchó un gemido.

Y sí, había estado dormido, pero inconscientemente había estado acariciando y frotándose contra Jace; el gemido de Jace fue lo único que lo hizo despertar, pero siguió con su labor, el aroma de Jace se había disparado por toda la habitación y sus suspiros y gemidos habían hecho mella en su cabeza.

Fue demasiado rápido, el aroma de Jace fue lo que provocó todo, sus pupilas se dilataron y pronto se encontraba mordisqueando el cuello de Jace, besando toda la piel a su alcance y simulando embestidas contra el trasero de su omega.

Sintió como algo que era ajeno a él tomaba totalmente el control de su cuerpo, su Alpha había despertado y solo quería reclamar al omega que estaba a su lado.

Tomó a Jace por la cintura y lo volteo para dejarlo recostado en la cama boca arriba. El omega no se quejó, solo había soltado un pequeño grito de sorpresa por la intensidad con la que Aemond había actuado. Sus labios buscaron instintivamente los de Jace y comenzaron a besarse de manera apasionada, sus bocas se conocían bastante bien, sabían como les gustaba ser besados y sus lenguas danzaban entre ellas en una batalla de dominio en la que por esa ocasión, Aemond había salido victorioso.

Se separaron cuando les fue necesario respirar, Aemond comenzó a atacar el cuello y clavículas de Jace, la larga playera que Jace tenía puesta la había hecho girones cuando la intentó quitar con prisa. Ahora frente a él estaba completamente desnudo, listo para ser devorado y reclamado por él y solo por él.

La piel de Jace era tan suave y podía sentir como se erizaba por donde sus labios pasaban, tenía una necesidad insana por morder su piel así que dejaba sus huellas por cada parte de su piel, bajó a atender los pezones de Jace, sus deliciosos botones se encontraban erectos, rosados y cuando levantó la mirada para ver el rostro de Jace éste le sonrió de manera lujuriosa y arqueó su cuerpo para darle mejor acceso a su pecho.

No tardó en obedecer y atacar sus pezones, parecía un niño hambriento, lamía, chupaba y succionaba con fervor, incluso tomó uno de ellos entre sus dientes y tironeó suavemente sacándole un gemido lastimero a Jace. Las manos de Jace se habían enterrado en sus cabellos presionándolo hacia su pecho para que los siguiera atendiendo, y él con gusto obedecía los comandos de su omega.

Siguió bajando por el pecho y abdomen de Jace, era plano y su piel estaba firme, pero si todo era como las leyendas que había leído, muy pronto Jace tendría ahí a su cachorro. La sola idea lo excitó aún más. Sintió las manos de Jace bajar de su cabeza y empezar a acariciar su abdomen, mientras buscaba la forma de deshacer el nudo que mantenía sus pants aferrados a su cadera, tenía manos hábiles porque rápidamente lo deshizo y se apresuro a bajarlos, sintió como sus manos comenzaban a acariciar su miembro por encima de su ropa interior. Jace mordía sus labios con antelación a lo que pasaría después.

Aemond finalmente encontró su lugar favorito en el mundo, las piernas de Jace se abrieron para darle mejor acceso a su coño. Goteaba ya y estaba rojizo e hinchado, Jace estaba tan deseoso como él, así que se apresuró a presionar su nariz sobre el montículo de Jace, aspiró profundamente el aroma de su mancha y comenzó a usar su lengua para profanar su entrada.

El gemido de alivio de Jace fue música para sus oídos, continuo con su trabajo mientras escuchaba suspirar a Jacaerys y notaba como sus manos viajaban de su espalda a su cabeza y en ocasiones Jace estimulaba sus propios pezones.

Aemond utilizaba su lengua para entrar a su agujero y beber su mancha, mientras que con sus dedos acariciaba los pliegues de Jace y estimulaba su clítoris, no tardó mucho para sentir como el cuerpo de Jace comenzaba a temblar y sus piernas apretaban su cabeza de manera involuntaria por los espasmos que comenzaba a sentir.

Con un último gemido, Jace terminó y un chorro de su mancha salió disparada de su coño, Aemond sonrió satisfecho de haber hecho llegar a su omega al clímax con solo su lengua y dedos, pero aún no había terminado, in facto, ni siquiera había comenzado.

Se incorporó sobre sus rodillas y pudo ver como el cuerpo de Jace todavía tenía ligeros espasmos por los vestigios de placer que todavía atravesaban su cuerpo.

Comenzó a masturbarse frente a él y cuando su miembro estuvo completamente erguido, tomó las piernas de Jace por las corvas de sus rodillas y levantó las caderas de Jace para tener un mejor acceso a su coño, se enterró en el de una sola embestida y Jace abrió la boca pero no salió sonido alguno, comenzó entonces a machacar su entrada de manera profunda, el ritmo no era rápido pero podía sentir como su miembro era tragado completamente por el agujero de Jace.

Sentía como las paredes de su omega eran suaves y se contraían cada vez que Aemond retiraba su miembro, como si no quisiera que saliera nunca de ahí. Jace comenzó a balbucear pidiendo a Aemond que fuera más rápido, Aemond lo torturó otro poco con ese ritmo lento y pausado, hasta que él perdió totalmente los estribos, tomó con firmeza las piernas de Jace para mantenerlo en la posición y entonces comenzó a atacar y profanar su bonito coño.

Sentía como Jace se enterraba cada vez más a la cama, su cabello era un desastre, sus cuerpos estaban empapados en sudor y las manos de Jace se aferraban a los antebrazos de Aemond buscando aferrarse a algo para no desfallecer.

Continuo con ese ritmo por unos minutos más, hasta que soltó las piernas de Jace para entonces jalar su torso y estuvieran piel contra piel, sus pechos se frotaban entre ellos, los labios de Jace atacaron el cuello de Aemond y Aemond le regresó el favor atendiendo de nueva cuenta sus pezones, no supo el tiempo transcurrido, solo sintió como las paredes de Jace lo apretaban cada vez más, sintiendo el segundo orgasmo del Omega tan cerca.

Los brazos de Jace se enrollaron alrededor de su cuello para tener un mejor soporte y Jace empezó a rebotar sobre el miembro de Aemond, buscaba empalarse en ese trozo calientísimo y duro de carne, Aemond gruñía y suspiraba al sentir como su omega estaba totalmente ido por el placer y los gemidos de Jace le indicaban que iban por buen camino.

Finalmente sintió que todo su cuerpo se paralizaba cuando un chorro de su semilla caliente salió disparado dentro del coño de Jace. Su omega gimió feliz, sentía como su coño lo ordeñaba y el nudo del Alpha se afianzaba dentro del vientre de Jace, los brazos de Jace aflojaron su agarre y Jace comenzó a dejar suaves besos en su cuello y cerca de su oído mientras ronroneaba satisfecho de sentir a su Alpha llenándolo.

Al ser su primer nudo Alpha, el tiempo que pasaron unidos fue algo largo, en ese rato, Aemond y Jace habían repartido besos y caricias, se decían palabras al oído, Jace era suyo y él era de Jace. Cuando sintió como su miembro comenzaba a desinflamarse salió con cuidado del interior de Jace.

A pesar de recién haber terminado su apareamiento, él sentía que aun no esta satisfecho y Jace parecía pensar lo mismo pues se levantó de la cama y caminó hacia la ventana que tenía su habitación, recargó sus codos en el alfeizar y pudo ver como levantaba su trasero hacia él, giró a verlo sobre su hombro y solo le dijo una palabra “Móntame”.

Su omega, tan bonito como lujurioso, estaba dispuesto a servirle así que Aemond se levantó y dirigió a él, comenzó a amasar sus nalgas, Jace se acomodó mejor agachando su espalda para dejarle una mejor vista a su entrada. Su cabeza estaba apoyada sobre sus antebrazos lo que dejaba solo la bonita curva de su culo y su perfecta espalda inclinada, Aemond tomó las caderas de su amado y volvió a entrar en él, Jace gimió, y era maravilloso ver como esa cabeza llena de rizos se movía al ritmo de sus empujes, una de las manos de Jace viajó a su entrepierna para masajear su clítoris mientras que la otra acariciaba uno de sus pezones.

Su Alpha entraba sin misericordia en el coño de su omega, hacia un ruido tan obsceno con el chapoteo de su mancha y podía ver como la mancha de Jace y restos de su semen escurrían por las piernas de Jace, incluso un pequeño charquito se formó en el piso, ya no era él mismo cuando sin más, sin salir de Jace, lo levantó por sus corvas y lo estampó contra uno de los muros de la habitación, Jace estaba atrapado entre la pared y su cuerpo y comenzó de nueva cuenta a embestir sin pausa alguna, Jace solo gemía y gritaba, algunos sollozos que pedían a Aemond lo llevaran al éxtasis, Jace comenzó a temblar de nueva cuenta y sintió como su interior comenzaba a apretarlo, Jace estaba tan cerca de terminar, de pronto un grito de Jace lo hizo saber que su omega había tenido un orgasmo de nueva cuenta, pero él todavía no había terminado así que siguió machacando su cuerpo, las nalgas de Jace estaban totalmente rojas y su cuerpo tenía temblores pero él no se detuvo, solo fue hasta que sintió como de nueva cuenta su semilla se instalaba en el interior de Jace que bajó el ritmo de sus penetraciones.

En esa posición, la glándula de Jace estaba tan cerca de su boca que sin más, dejó salir sus colmillos y los enterró en su glándula marcando así la mordida de apareamiento definitivamente, esa que durante el celo del omega había hecho pero no totalmente porque sus colmillos aún no habían brotado totalmente, pero ahora, estaba completamente gobernado por su Alpha, sintió como sus aromas se mezclaban y eso le hacía sentir sumamente feliz y orgulloso.

Lamió la herida en el cuello de Jacaerys mientras su nudo bajaba y lo llevó a la cama. Pensó que eso sería todo, le habían dicho que el celo Alpha era más corto que el de un omega pero se equivocó. Después de salir de Jace ambos se quedaron dormidos y volvieron a despertar cuando el aroma de Aemond fue demasiado fuerte y el deseo en el ambiente era tan palpable, Jace se dejó hacer como Aemond quiso, lo acomodó a cuatro patas y lo montó, eran bestias guiadas por el deseo y la lujuria pero no les importaba en absoluto, después de eso Jace también montó a Aemond y éste último embelesado veía como su omega rebotaba contra su pelvis buscando enterrarse lo más profundo en él, para ese momento el abdomen de Jace ya estaba hinchado de tanta semilla con la que había sido llenado e incluso su coño escurría semen creando un desastre en la cama, pero no les importaba, nada de eso importaba mientras ambos estuvieran juntos y sus cuerpos se enlazaban, Aemond veía con adoración el rostro rojizo y sudoroso de Jace mientras él buscaba su ritmo estimulándose y complaciéndose con el miembro de Aemond.

Su celo duraría tres días más, según pensó sería menos tiempo pero no fue así, no le molestó en lo absoluto y cuando por fin terminó su rutina, solo podía pensar en que Jace debía ya estar preñado, ahora la imagen de un cachorro comenzó a invadir su mente.

*****   

Chapter 5: Día 5. Celo Omega

Summary:

Jace recapitula lo que ha vivido desde que él y Aemond fueron llevados al santuario que Vhagar construyó.

Chapter Text

Desde que sus padres habían muerto, Jacaerys no había tenido tiempo ni espacio para nada ni nadie que no fueran sus pequeños hermanos y procurar el bienestar de ellos. Había salido con otras personas unas cuantas veces antes de que sus padres murieran, pero ninguna de ellas había llegado a algo más serio y tampoco había sentido que hubiera una conexión con quienes salió.

Pero luego pasó el accidente de Joffrey, entró en pánico al ver así a su pequeño hermano y lo llevó al hospital que estaba cerca de la cafetería donde trabajaba por las tardes, llegó ahí y un amable doctor revisó a Joffrey y se apiadó de ellos al no cobrarles nada por todo lo que le había hecho a Joffrey. No podía dejarlo solo así, entonces tuvo la idea de agradecerle de cierto modo por toda la ayuda que les había brindado.

Joffrey había sugerido que hiciera galletas, él siempre decía que una buena dotación de galletas era buena para agradecer algo, le gustó la idea del niño y accedió a prepararlas. Jace sabía hacerlas, las horneaba todo el tiempo en la cafetería así que puso manos a la obra; Joffrey incluso le ayudó con la decoración. Pensó que no sería suficiente y antes de dirigirse al hospital preparó la cena para él y sus hermanos y cocinó una porción más, lo metió todo en una bolsa de tela y se dirigió al hospital.

Cuando llegó, el doctor estaba algo aislado de todo el demás personal, le entregó lo que había preparado para él y lo acompañó mientras éste cenaba, comenzaron a platicar de todo y nada a la vez, le gustó, no sentía ninguna presión por contestar bien o mal y Aemond tampoco lo presionaba más de la cuenta.

Luego pasó lo del gato, Aemond lo había rescatado de unos locos, aunque el gato parecía algo reacio a dejarse revisar por Aemond, Jace se ofreció a ayudarlo y por suerte a él no le hizo nada, el doctor parecía querer llevar al animal a un refugio, pero Jace no tenía corazón para hacerlo, así que se ofreció a quedarse con ella.

Después de eso, ambos comenzaron a frecuentarse, primero con la excusa de convivir ambos con la gata que Aemond había rescatado, pero después comenzaban a buscarse bajo el más absurdo de los pretextos, era algo tonto el buscar una excusa para buscar la compañía del otro, algo que haría un adolescente y no un adulto joven, pero parecían ir y venir en esa dinámica.

Pasaron días, semanas, meses en esa situación, ambos eran felices con la compañía del otro, se buscaban instintivamente y las excusas dejaron de ser cada vez menos creíbles, a veces solo Aemond llegaba a su casa diciendo que había olvidado algo, o Jace iba a visitarlo al hospital a llevarle la cena, sabía que comenzaba a desarrollar sentimientos de otro tipo hacia Aemond, pero estaba mal, no era lo normal o lo natural, pero se sentía tan bien al estar cerca de él, se sentía completo.

Fue Lucerys, su intempestivo hermano quien le dijo que dejara de ser un cobarde y le dijera lo que sentía a Aemond, porque a ojos de él, se veían patéticos intentado esconder los obvios sentimientos que ambos tenían.

Lo invitó a cenar esa noche, Luke había llevado a Joffrey a la feria para dejarlos solos, así que cenaron y luego se sentaron a ver una película, bien pudieron tener un sofá para cada uno, pero de nueva cuenta, sus cuerpos se buscaban instintivamente. Jace estaba sumamente nervioso, así que cuando escuchó aquella canción de fondo en la película, se levantó de su lugar e invitó a Aemond a bailar para quitarse un poco los nervios, tremendo error fue cuando sintió como las manos de Aemond se deslizaban alrededor de su cintura y sus cuerpos quedaban tan cerca, podía sentir el calor del cuerpo de Aemond.

La letra de la canción y el ambiente que había en la habitación le dieron el valor de confesarle a Aemond sus sentimientos, éste no dijo nada, pero lo besó. Sintió todo su cuerpo vibrar, y después de eso ya no hubo vuelta atrás.

*****

Había pasado tanto tiempo desde aquella noche, habían convivido y pasado tanto tiempo juntos, Joffrey y Lucerys también los habían acompañado en esos momentos, decidió retomar sus estudios y en la universidad conoció a un chico muy amable, no tardaron en hacerse amigos.

Una tarde muy extraña el chico llegó muy apurado a buscarlos a él y Aemond, les dijo que tenía un problema y necesitaba de su ayuda. Siguieron al chico a su auto e incluso Vhagar se había colado en el auto del chico. Condujo por un buen rato hasta llegar a las afueras de la ciudad, llegaron a un lugar que nunca había visto antes y antes de que pudiera reaccionar, el chico aceleró el auto hasta salir volando hacia un despeñadero.

Pensó que había muerto, pero cuando abrió los ojos estaba en lo que parecía ser su casa, era idéntica a su casa, pero sentía algo extraño. Su cuerpo se sentía diferente, su nariz percibía más olores que antes y el chico con el que iba lo miraba algo apenado.

Aemond parecía que todavía no había despertado, pero no se veía herido, solo estaba dormido, intentó preguntar qué estaba pasando cuando vio como su querida gatita Vhagar comenzaba a crecer y transformarse en una mujer, muy hermosa, a decir verdad.

Anonadado por lo que acababa de ver, sacudió su cabeza y la mujer que tenía unos profundos ojos verdes con betas doradas le sonrió.

– Es bueno verte despierto Jace – comenzó la mujer – y mejor aún poder hablar contigo y no tener que maullarte.

–Debes preguntarte que está sucediendo.

Jace asintió con la cabeza, aún demasiado impactado por lo que acababa de ver.

Entonces, Vhagar procedió a explicarle todo.

El amigo de la universidad de Jace era un semi dios que había sido enviado a protegerlos, ahora que Aemond y Jace se habían encontrado como destinados, estaban en peligro de que alguno de los otros dioses los encontrase, Vhagar no podía protegerlos todo el tiempo porque debía visitar el santuario cada que algún idiota intentara destruirlo, Jace entendió entonces porque en ocasiones su mascota desaparecía por días no importando cuantas protecciones pusieran.

Vermax, el nombre del protector de ellos había hecho un buen trabajo, les dio bastante tiempo para estar juntos en la Tierra antes de que fueran encontrados y cazados; ahora, Vhagar le explicó que habían sido descubiertos y por eso Vermax tuvo que sacarlos tan deprisa. Desafortunadamente ellos tuvieron que desaparecer dejando todo atrás, Joffrey y Lucerys seguramente los buscarían, pero no los encontrarían nunca.

Vhagar le prometió a Jace que ellos se volverían a encontrar, pero mientras ella los cuidaría y protegería.

– ¿Por qué nos ayudas tanto? – preguntó Jace.

La mujer sonrió – tú y Aemond me recuerdan mucho a Meraxes y a mí – suspiró al decir su nombre.

– Ella siempre fue amable y gentil, veía las cosas buenas en todas las personas y siempre era optimista, era como tú, tenía un corazón noble; tú, a pesar de lo que pasó con tus padres no dejaste de sonreír para tus hermanos, de cuidarlos y protegerlos, siempre has sido noble Jace, eso fue lo que me hizo probarte en primer lugar.

– y luego Aemond, él es como yo en muchos sentidos, terco, orgulloso y cascarrabias, pero tiene un buen corazón, y de alguna forma ese chico te enamoró, no sé cómo lo hicimos, a decir verdad, yo siempre sentí que no merecía el amor de Meraxes y Aemond piensa lo mismo que yo acerca de ti. ¿Cómo alguien como tú podría amar a alguien como él? Pero de algún modo lo haces, así como Meraxes lo hizo conmigo, me recuerdan tanto a nosotras que decidí que haría lo necesario para que ustedes no sufran lo que yo sufrí cuando la perdí.

Jace, al escuchar esas palabras solo atinó a tomar la mano de Vhagar a modo de consuelo, la mujer sonrió y dejó salir una risilla dándole la razón sobre el corazón noble de Jace.

Aemond despertó poco después, se unió a la explicación que Vhagar estaba dando a Jace. Después de que terminara de contar su historia, les preguntó cómo se sentían.

– Es normal que sientan sus cuerpos diferente, ahora sus esencias han comenzado a despertar, tomará un tiempo para que estén completamente acoplados, pero por ahora, les sugiero que se mantengan juntos, eso ayudará a acelerar el proceso.

– Pueden salir y conocer el lugar, verán que, aunque parece idéntico a la Tierra, este lugar tiene sus encantos y sus trucos – les guiñó un ojo – aunque tal vez quieran ir a presentarse a Meleys y Syrax.

– Creí que ellas habían muerto. – dijo Aemond.

– Lo hicieron, pero no desaparecieron del todo, un sacrificio tan grande siempre deja un legado, Meleys y Syrax ya no están en este plano, pero su legado siempre nos acompañará.

Los dos jóvenes asintieron y salieron entonces a conocer el lugar. Rápidamente entendieron a lo que Vhagar se refería, un pequeño santuario dedicado a aquellas diosas, las personas iban ahí a agradecerles por su sacrificio y a pedir por su protección.

Ellos hicieron lo propio, Aemond contempló un poco la figura que representaba a las diosas, parecía que habían sido plasmadas como dragones, feroces por naturaleza, pero protectoras y gentiles con los suyos.

*****

En el tiempo que llevaban en ese lugar habían aprendido muchas cosas de aquellas leyendas que Aemond había leído, pudieron saber qué cosas eran ciertas y cuales habían sido inventadas, tal como Vhagar les había explicado, sus esencias habían despertado en ellos, un segundo género por así decirlo, Aemond descubrió que él era un Alpha y Jacaerys era un Omega, dos lados opuestos perfectamente equilibrados.

Aún seguían descubriendo qué significaba eso ahora, sus olfatos eran mucho más sensibles ahora, sus cuerpos cambiaron, Aemond ahora percibía el aroma de Jacaerys a kilómetros, también había notado cambios más evidentes en Jace, le pareció que sus caderas se habían ensanchado un poco, su cuerpo siempre fue delicado, aunque fuerte, pero ahora parecía que era más “suave”.

Sintió que él incluso había crecido unos centímetros más, no que le faltara altura, pero ahora era más alto y su espalda se había ensanchado, les habían brotado colmillos a ambos, aunque los de Jace eran más pequeños, todos esos cambios eran fascinantes y Aemond se sorprendía con cada uno de ellos.

Pero el que más le sorprendió lo tomó desprevenido.

Jacaerys y él dormían juntos, lo habían hecho un par de veces en su estancia en la Tierra, incluso habían pasado la noche juntos y aunque había sido algo un poco doloroso para Jace debido a su condición, les había dado placer a ambos.

Pero esa noche fue totalmente diferente, Aemond había percibido que el aroma de Jace era más intenso, tal vez solo era su imaginación así que lo dejó pasar, tuvieron una cena agradable pero mientras Jace lavaba los platos y Aemond los secaba y acomodaba en su lugar el castaño comenzó a sudar, Aemond se acercó a tocar su frente y sintió que su piel ardía como si estuviera pegado a una braza de fuego.

Lo llevó de inmediato a tomar una ducha fría para bajar su temperatura, pero Jace comenzaba a quejarse de dolor en su cuerpo, el agua fría no hizo nada por él, y su aroma se volvía cada vez más intenso que Aemond no podía pensar con claridad. Era como si el aroma de Jace lo llamara y una parte feral de él respondiera al llamado importándole muy poco el que Jace pareciera estar con dolor.

Lo siguiente que pasó fue que sacó a Jace de la ducha y lo llevó a la habitación que compartían, estaba pensando qué hacer cuando escuchó como Jace comenzaba a quejarse y a quitarse la ropa que tenía puesta. Se acercó a él y Jace comenzó a frotarse contra él, eso pareció calmarlo un poco.

No supo que estaba pasando, solo dejó que Jace intentara calmarse; pero mientras más se frotaba contra él, Aemond se excitaba más, comenzó a acariciar los costados de Jace para intentar calmarlo, pero eso solo pareció empeorarlo todo, Jace usó todas sus fuerzas para empujar a Aemond sobre la cama y dejarlo debajo de él.

Su aroma se había disparado y las pupilas de Aemond se dilataron cuando percibieron ese deseo en Jace, ahí entendió que su bonito Jace había entrado en celo.

Jace siguió frotándose contra la entrepierna de Aemond, las manos de Aemond viajaron directo hacia sus caderas para ayudarlo a moverse contra él, sus manos picaban por apretar más la carne que tenía a su disposición. Jace acercó sus labios al cuello de Aemond y comenzaba a lamerlo y besarlo con desesperación, la fiereza con la que atacaba la piel de su cuello dejaría moretones seguramente, pero eso no le importaba en lo absoluto.

Sintió la voz de Jace cerca de su oído – Aemond, te necesito – la voz de Jace era suave y tentadora – por favor, necesito a mi Alpha.

Apretó con más fuerza la cadera de Jace y escuchó como éste soltó un gemido.

Sus labios se unieron, la lengua de Jace comenzó a entrar a la cavidad de Aemond, Jace nunca había sido tan atrevido, pero ahora parecía que había sido poseído por una divinidad lujuriosa,

Jace se separó de él y enseguida Aemond sintió la sed de seguir probando sus labios, pero Jacaerys tenía otros planes, comenzó entonces a besar la mandíbula de Aemond, sus esponjosos labios se sentían como nubes en su piel, sus manos, empezaron a pasear por el pecho de Aemond, subían y bajaban y se aferraban a él, Jace enterró su nariz y sus labios en el cuello de Aemond, sentía la textura de su lengua en su piel que le causaba escalofríos, el cabello de Jace le causaba cosquillas en su nariz y barbilla pero no le molestaba.

Los delgados dedos de Jace comenzaban a dibujar formas sobre su piel y a recorrer con delicadeza sus clavículas, a pesar del calor que lo consumía, Jace no dejaba de ser tierno y delicado, Aemond suspiraba con las atenciones de su omega, y comenzó a repartir besos en el cuello y hombros de Jace, sentía su piel hirviendo y como ésta se erizaba en donde lo besaba. De pronto el sabor del sudor en la piel de Jace le pareció algo delicioso y comenzó a lamer su piel con ahínco.

Jace comenzó a descender repartiendo besos y caricias en el pecho y abdomen de Aemond, y cuando llegó a su cadera donde sus pantalones de dormir se aferraban con un cordón, sonrió y comenzó a meter una de sus manos por debajo de su ropa. Comenzó a acariciar su miembro, ya se encontraba algo erecto, pero Jacaerys se encargó de estimularlo más para que toda su sangre se dirigiera a esa parte.

Vio como se levantó un poco para quitar los pantalones que le bloqueaban el acceso completo a su cuerpo, así que sin más se quitó lo que le quedaba de ropa. Jace vio su falo totalmente erecto y se relamió los labios, lo volvió a tomar en sus manos y comenzó a subir y bajar su mano alrededor de su miembro.

No tardó mucho para llevarlo a su boca y comenzar a lamer la punta, aquella que se encontraba ya roja y goteaba un líquido blancuzco, el gemido que Aemond soltó pareció complacer a Jace pues de pronto lo metió por completo a su boca, sentía su lengua recorrer todas las venas que palpitaban ya, y la orilla de sus dientes rozaban su carne lo que le hacía estremecer. Las manos de Jace ahora se encargaban de masajear sus bolas y la orilla de su perineo, la ola de sensaciones que Aemond tenía lo hacían sentir que no duraría mucho más.

La cabeza de Jace subía y bajaba metiendo y sacando su glande, las comisuras de sus labios escurrían saliva y otros fluidos y sus ojos estaban cristalinos por las lagrimas que estaba conteniendo.

– Basta Jace, voy a terminar. – la suplica de Aemond cayó en oídos sordos, pues Jace siguió haciendo su trabajo incluso con más fuerza.

Inevitablemente Aemond se corrió en la boca de Jacaerys quien tragó toda su semilla, vio como Jace se incorporó y lo miró a los ojos, de nueva cuenta estaba relamiendo sus labios y cuando un pequeño hilo de semilla que corría por una de sus comisuras fue tomada entre sus dedos y los metió a su boca de nueva cuenta, vio como Jace mordía su labio.

– Delicioso … tu sabor es delicioso – Aemond todavía sentía los espasmos en su cuerpo, pero la visión de Jace y las palabras que éste le dedicaba solo lo excitaban de nueva cuenta.

– Ahora, tu turno.

Aemond entendió y obedeció al momento.

Tomó a Jace y lo sentó en la orilla de la cama, él se hincó a sus pies y comenzó a besar sus bonitos pies, con cuidado comenzó a acariciar sus piernas y a separarlas poco a poco hasta que las piernas de Jace estuvieran lo suficientemente abiertas para que tuviera acceso completo a su punto dulce.

La vista era maravillosa, su bonito Jace, ahí con sus piernas abiertas de par en par sin ningún tipo de pudor, su cuerpo había cambiado, ahora tenía un bonito coño que Aemond anhelaba devorar, sin más tardanza, se acercó a su entrepierna y aspiró el olor, tan dulce y embriagante, comenzó a repartir besos en sus muslos y en su monte de venus.

Jace llevó sus manos a su cabeza, jaloneó un poco su cabello cuando enredó sus dedos en sus cabellos y acercó su cabeza a su coño, Aemond entendió el comando y entonces se dispuso a atender a su omega.

Extendió su lengua alrededor de los pliegues de Jace, sintió como se estremecía y colocaba sus piernas sobre sus hombros, usó sus brazos para acercar más la cadera de Jace y no dejarlo escapar, entonces comenzó a atacar su entrada con su lengua, lamía y succionaba su agujero, estaba hinchado y rojo, las piernas de Jace apretaban su cabeza de vez en cuando de manera involuntaria, el sabor de Jace era indescriptible, su lengua entraba y salía de su agujero buscando beber toda la mancha que salía del dulce coño de Jace, sus pliegues eran suaves y cada vez que tocaba su clítoris con su lengua o con la punta de su nariz sentía como Jace se removía con más fuerza.

Subió la mirada por unos instantes y pudo visualizar como Jace lo observaba, tanto deseo en sus ojos, su boca entreabierta que soltaba gemidos y su piel estaba empapada en sudor. Una de las manos de Jace soltó su cabello y comenzó a estimular sus pezones, Aemond retomó el ritmo de sus lamidas, incluso mordisqueo su entrada, quería que Jace supiera que nadie más tendría acceso a esa parte de su cuerpo, que era suya por derecho y quería que todos los demás supieran que ese era su omega, suyo para amar, para poseer, para complacer.

Sintió como el abdomen bajo de Jace se tensaba y sus piernas se cerraban alrededor de su cabeza, un chorrito de mancha salió disparado del coño de Jace, Aemond se apresuró a beber todo y a dar algunos lametazos para calmar los espasmos en el cuerpo de Jace que su orgasmo había provocado.

Se incorporó de nueva cuenta y tenía a Jace ahí, dispuesto para él, tomó de nuevo sus piernas y las colocó sobre sus hombros, prácticamente tenía a Jace doblado por la mitad, acercó su miembro a su entrada y comenzó a frotarlo entre sus pliegues, los suspiros de Jace lo estaban volviendo loco, así que después de haber empapado su miembro con los jugos del coño de Jace comenzó a entrar lentamente en él.

Estaba caliente y húmedo, sus paredes suaves lo recibían, Jace era perfecto para él, siempre lo había sido, pero ahora era mejor, como si fueran la pieza faltante del otro, el coño de Jace lo apretaba cada vez que empujaba su miembro dentro, el gemido que Jace soltó cuando lo tuvo dentro por completo fue la señal que Aemond necesitó para que una parte feral en él despertara.

Comenzó a embestirlo más fuerte, el sonido de sus pieles chocando, los gemidos y suspiros de ambos y sus fluidos chapoteando con cada empuje hacían una sinfonía obscena de la que Aemond se sentía orgulloso de participar. Las manos de Jace se aferraron a sus antebrazos que lo sostenían por la cadera, Jace gemía y pedía entre balbuceos por más, y él por supuesto lo complacería.

Machacó su coño hasta que no sabían donde empezaba el cuerpo de uno y terminaba el del otro, la piel de Jace estaba hirviendo, los labios de Jace se encontraban entreabiertos con un pequeño hilo de saliva que Aemond se agachó a beber, Jace aprovechó ese momento para aferrarse al cuello de Aemond, el cambio en la posición que mantenían, también cambió el ángulo de sus embestidas lo que pareció gustarle a Jace pues de sus labios comenzaron a salir palabras – ahí, justo ahí, Aemond, más, por favor, lléname de ti.

Su omega tembló, su segundo orgasmo estaba llegando así que él continuó moliendo su entrada, sintió su propio cuerpo estremecerse cuando las paredes de Jace lo apretaron con tanta fuerza que sintió se quedaría enterrado dentro de su omega por siempre, Jace llegó a su clímax poco antes que él y cuando él se liberó, sintió como su semilla llenaba el interior de Jace, caliente y espesa y mientras terminaba de vaciarse veía como Jace le sonreía con ojos de amor y acariciando su vientre, antes hubiera sido imposible, pero ahora, tenía la esperanza de llevar en su interior al fruto de su unión.

Al todavía no haber tenido su despertar como Alpha completamente, su nudo fue mucho más corto en cuestión de duración. Eso parecía complacer a Jace pues no quería estar enganchado con él, quería que este lo siguiera usando para su disfrute y placer personal, Aemond nunca se lo negaría.

Tal vez Aemond recuerde mejor que él, él solo tiene algunos flashazos de lo que pasó, recuerda haber sido empotrado contra una mesa, el cuerpo de Aemond chocando contra el suyo, las bolas de Aemond hacían un sonoro ruido cuando se estrellaban contra su culo, sus caderas siendo apretadas por unas manos grandes y firmes y su trasero siendo amasado, los dulces labios de Aemond recorriendo su espalda, y la semilla que corría entre sus piernas, su interior demasiado lleno ya como para albergar más semilla de su Alpha.

Se recuerda rebotando en el regazo de Aemond, las manos de él estaban aferradas a los antebrazos fuertes del Alpha que lo sostenían por la cintura y sus manos jugueteaban con sus pezones. Su espalda se frotaba contra el pecho del Alpha y sus piernas estaban tan abiertas, su mirada bajaba para ver como su vientre se hinchaba cada que Aemond entraba en él, el aroma de su mancha llenando todo el lugar y su coño hinchado y rojizo, ya demasiado maltratado y algo adolorido, pero no podía detenerse, su necesidad era demasiada como para poder parar, no necesitaba dormir, no sentía hambre o sed, solo quería a su Alpha, era de lo único que sentía necesidad, necesidad que solo logró calmar hasta 5 días después.

*****

De aquellos momentos ya había pasado tanto tiempo; Aemond y él habían compartido tanto tiempo, el despertar de Aemond fue poco después del suyo, y luego de eso, no pudieron parar.

Tuvieron unos cachorros, cosa que Aemond y él habían creído imposible, pero ahora ahí estaban, dos hermosas niñas, tan parecidas a él, aunque tenían ciertos gestos y muecas que eran todo Aemond.

Después de eso, no tardó mucho en volver a ver a sus hermanos, le dolió saber que ahora ya ninguno de ellos se encontraba en la Tierra, pero ahora estaban juntos y habían cambiado tanto, Luke tenía 18 y Joffrey tenía 10 años cuando Jace dejó la Tierra, el primero en llegar fue Luke, había crecido tanto y por lo que entendió, él conoció a su destinado poco después de que Jace desapareciera, estuvieron juntos por un tiempo hasta que un día una chica algo extraña los “secuestró” y habían llegado a ese lugar, la revoltosa Arrax, ese era su nombre, era su protectora y había decidido mantenerse alejada de ellos para no llamar la atención y cuando fue el momento, solo tomo a Luke y a su destinado y desaparecieron, tenía 23 años cuando eso pasó, y Joffrey tenía 20 cuando llegó con sus hermanos.

Jace derramó tantas lagrimas al ver a sus pequeños hermanitos que habían crecido y que ahora parecían tener casi la misma edad entre ellos, pues en ese lugar el tiempo no funcionaba como en la Tierra. El tiempo que había pasado nunca lo recuperarían eso era cierto, pero ahora estaban ahí y no se volverían a separar.

*****

Chapter 6: Día 6. Confesión de amor

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Desde que nació Aemond siempre había sido relegado, su madre, la reina Alicent era una mujer que fue obligada a casarse demasiado joven con un rey demasiado mayor a ella y que no la amaba, nunca lo haría mientras el fantasma de la reina Aemma Arryn lo atormentara.

Aun así, su madre cumplió su deber y dio al rey cuatro hijos, Aegon, Helaena, él y el menor de ellos Daeron. Su padre se preocupó poco menos que nada por ellos y su madre, a su manera los cuidaba y amaba.

Aemond tenía 3 años cuando recuerda que se topó a su media hermana Rhaenyra en las cocinas de la Fortaleza Roja, su hermana siempre fue la favorita de su padre y tal parecía que el amor de él era solo para ella. Se asustó al verla pues se había escabullido de sus aposentos cuando en una travesura hecha por Aegon y él habían arruinado uno de los vestidos de su madre y como castigo lo había mandado a la cama sin cenar.

Cuando Rhaenyra lo vio se acercó a él, apenas estaba intentando agacharse a su altura pues su hermana tenía ya una bebé en su estómago, eso lo pudo saber porque su madre se veía así antes de que Daeron naciera.

–¿Qué estás haciendo aquí? – le preguntó su hermana, su voz no sonaba enojada, sino más bien curiosa.

Apenas estaba pensando en que decirle cuando su estómago lo delató - ¿tienes hambre? – Rhaenyra preguntó cuando escuchó el gruñir de su barriga.

Agachó la mirada al piso y asintió lentamente.

–Ven aquí.

Rhaenyra le extendió la mano para que Aemond la tomara y comenzaron a caminar hacia los aposentos de Rhaenyra.

Ella lo invitó a entrar y a cenar con ella, su esposo Laenor lo miró con extrañeza, pero no lo trato mal, le ofreció de lo que tenían en la mesa y Aemond aceptó.

La verdad es que la cena fue deliciosa y había muchísimas cosas, tal parecía que los Velaryon no escatimaban en los ingredientes y especias que enviaban para la princesa heredera y su esposo ahora que ella esperaba a su primogénito.

Rhaenyra tenía un apetito voraz pues eligió de entre varios platillos y al final, las cocineras llevaron una gran bandeja con pastelillos de limón, fresa, arándano e higos confitados.

Aemond nunca había visto tantos dulces en su vida, su madre siempre les limitaba todo así que pocas veces les permitía comer algún dulce. Laenor entre risas le dijo a Aemond que el bebé que Rhaenyra tenía en la barriga sería de pastelillos pues estos se habían convertido en la perdición de Rhaenyra.

El niño rio y tomó con algo de timidez algunos pastelillos que Rhaenyra le ofreció de su bandeja.

Después de esa ocasión, Aemond comenzó a visitar con más frecuencia a su media hermana, la pasaba bien, Rhaenyra le leía algunos de sus libros en alto valyrio y cantaba algunas canciones de cuna que Aemond le había prometido él cantaría para cuando su sobrino naciera.

Unas cuantas lunas después Aemond paseaba por la fortaleza acompañado de una de sus nodrizas, se dirigía a los aposentos de su hermana cuando escuchó fuertes gritos, vio a las parteras y algunas sirvientas llevando agua y telas limpias a su recamara, pudo escuchar a su hermana maldecir a alguna de las matronas y Laenor estaba afuera de la habitación caminando de un lado a otro.

Cuando lo vio, éste le sonrió y le dijo que su sobrino por fin estaba naciendo, se quedó a su lado mientras esperaban por noticias. No pasó mucho tiempo para que la dama de Rhaenyra, Elinda, saliera de sus habitaciones y anunciara con alegría que Rhaenyra había dado a luz a un pequeño pero saludable bebé.

Él y Laenor fueron los primeros en entrar a su habitación y caminar hacia donde ella se encontraba. Se veía exhausta, pero tenía una enorme sonrisa mientras acurrucaba a un pequeño bulto entre sus brazos.

Laenor se acercó a saludar a Rhaenyra y dejó un beso en su sien. Rhaenyra le sonrió y alzo el bulto que tenía hacia Laenor, él lo tomó y vio la cara de emoción que puso cuando pudo ver el rostro de su primogénito. Rhaenyra le indicó a Laenor que le mostrara a su pequeño hijo a Aemond, y cuando Laenor se acomodó a la altura de Aemond para que pudiera ver al bebé, éste quedó hipnotizado, era el bebé más hermoso que hubiera visto, estaba un poco rojo todavía, pero era muy bello.

Él no le dio importancia al hecho de que por la cabeza del pequeño niño se asomaba una pequeña pelusa castaña, había conocido a la princesa Rhaenys y ella tenía el cabello totalmente negro, así que pensó que el bebé se parecería a ella. Como todo un Velaryon, lo nombraron Jacaerys y a Aemond le pareció el nombre más bonito del mundo.

Tal como lo prometió, Aemond pasaba mucho de su tiempo en los aposentos de su hermana mirando y cuidando al bebé, le cantaba las canciones de cuna en alto valyrio que su hermana le había enseñado y Rhaenyra continuaba enseñándole lecciones más avanzadas de valyrio y filosofía, Aemond era un chiquillo muy inteligente así que aprendía rápido.

Un día, mientras estaba en los aposentos de Rhaenyra, Jace se encontraba dormido en su regazo mientras Rhaenyra le leía unas historias cuando el huevo que se encontraba en la cuna de Jacaerys comenzó a romperse, pudo ser testigo del milagro que era que un huevo eclosionara, ninguno de sus hermanos ni él mismo habían podido eclosionar sus huevos, solamente el huevo de Daeron seguía caliente pero todavía no eclosionaba.

A Aemond no le quedó duda alguna de que por las venas de Jacaerys, la sangre de dragón corría espesa, el futuro rey había eclosionado su huevo en la cuna, era un buen presagio. Se alegró por él, aunque eso no quitaba el sentimiento en su corazón de que él no tenía aun un dragón.

Rhaenyra le dijo que él tendría su dragón en el momento indicado, solo debía ser paciente y prepararse para cuando lo tuviera, ya fuera que pudiera eclosionar un huevo o que reclamara a alguno de los dragones que habitaban en Monte Dragón.

Para deleite de Aemond, la primera palabra que Jace pronunció no fue madre o padre, sino “Mond” el bebé aun no podía pronunciar su nombre completo, pero se sintió completamente feliz de que, por primera vez, él fue el primero en algo.

El tiempo pasó y él se hacia cada vez más cercano a su hermana y su familia, Rhaenyra había tenido a otro bebé al que nombraron Lucerys y aunque era adorable, Jacaerys siempre sería el favorito de Aemond, éste siempre lo seguía a todos lados y cuando tuvieron la edad suficiente corrían por todos lados. Los hermanos de Aemond también se habían acercado poco a poco a su hermana y sus sobrinos, aunque su madre se ponía furiosa por esto.

Fue en el onomástico número diez de Aemond, su hermano mayor Aegon recién había reclamado a Sunfyre y Helaena se había enlazado a Dreamfyre, el huevo de Daeron había eclosionado algunos años antes, así que era él único que no tenía un dragón todavía. Su padre el rey había decidido ofrecer un pequeño banquete para la familia en honor a su onomástico cuando Jace, entre cuchicheos le dijo que tenía una sorpresa muy especial para él.

Se veía tan emocionado que su padre Laenor accedió a darle la sorpresa en ese momento, pudo ver como por las puertas del salón donde se encontraban entraban un par de cuidadores de pozo dragón con un contenedor que él reconoció al momento. Un huevo de dragón, Syrax, el dragón de su hermana había puesto huevos recientemente, así que Jace personalmente escogió ese huevo para él.

Estaba tan emocionado, que no vio la mirada iracunda de su madre, ella no era feliz con que sus hijos se acercaran a esas bestias, así que le gritó a Jacaerys que había sido demasiado inapropiado no haber pedido su permiso para darle semejante regalo a Aemond, por lo que pidió que se llevaran el contendor lejos de ahí.

Solo pudo ver los ojos brillosos de Jace y vio a su sobrino salir corriendo del lugar, Rhaenyra tampoco se veía feliz con lo que Alicent había dicho a su hijo así que se fue de ahí junto con el resto de su familia. Solo quedaron su madre y hermanos. Aemond no pudo decir nada, pero lloró amargamente toda la noche.

Después de eso, todo empeoró, como ahora tenía la edad suficiente, su madre ordenó que comenzara su entrenamiento con la espada por lo que no podía pasar mucho tiempo con sus sobrinos, su hermano Aegon, ahora con un dragón no dejaba de hacerle bromas crueles, en una de ellas incluso Lucerys había participado, le habían dado un cerdo con alas y ambos niños habían reído de él hasta que Jacaerys había llegado al lugar, él no había participado en la broma pero estaba ahí porque había visitado a su dragón.

Fue testigo de cómo Jace había regañado a su hermano por hacer bromas crueles y se lo llevó lejos de ahí. A la noche, escuchó como una voz familiar intentaba convencer al guardia apostado en su puerta que lo dejara pasar. Aemond corrió a abrir la puerta y ahí estaba su sobrino, Jace llevaba u camisón para dormir y una bata puesta, entre sus manos llevaba un libro que el conocía bastante bien y una charola con postres.

Se los llevó a modo de disculpa por lo ocurrido esa mañana, él no tenía por qué hacerlo, pero ahí estaba, leyó para él un poco, su alto valyrio no era el mejor, pero tenía mucho tiempo para practicarlo, después de un rato se despidió de él y se fue a su habitación. Esa noche, Aemond comenzó a pensar que el sentimiento que tenía por su sobrino iba más allá, se quedó dormido pensando en la bonita sonrisa de su sobrino y su aroma.

Cuando despertó lo hizo en medio de dolor y una terrible fiebre, las mucamas que lo encontraron en la mañana llamaron a su madre inmediatamente, después el maestre también lo visitó y luego de darle algunos remedios y un té se quedó dormido. Volvió a abrir los ojos y todo le pareció diferente, su madre se acercó a él y simplemente le dijo que había tenido su presentación, se había presentado como un Alfa.

El tiempo siguió pasando, Jace y él habían aprendido a verse a escondidas y Jacaerys le había enseñado algunos de los pasadizos secretos que había descubierto en la Fortaleza, se prometieron encontrar y explorar todos y cada uno de ellos.

Una tarde, durante una de sus lecciones que tomaban todos juntos, Jace comenzó a sentirse mal, su frente sudaba, su cuerpo temblaba con escalofríos y comenzó a retorcerse de dolor, el maestre Gerardys fue el primero en llegar y revisar a Jacaerys y sin más lo tomó en sus brazos y se lo llevó a sus aposentos. Aemond se preocupó por su sobrino así que fue a visitarlo después de sus lecciones.

Su hermana Rhaenyra le había dicho que se encontraba dormido pero que podía pasar a verlo. Cuando Aemond se acercó a la cama donde Jace se encontraba y levantó el dosel de esta, percibió el aroma más delicioso del mundo, limones dulces, jazmín, brisa marina y sal, Jace se había presentado como un Omega, se acercó a él y le dio un tierno beso en su mejilla.

Salió de ahí feliz, pues, él era un Alpha y Jace era Omega, serían perfectos juntos. Fue con su padre a suplicarle que propusiera un matrimonio entre él y Jacaerys, él sería su devoto consorte y protector, defendería su derecho y su reclamo siempre, su padre, para su sorpresa aceptó, un matrimonio entre ellos fortalecería el vínculo familiar, le prometió que haría la propuesta en la siguiente sesión del consejo.

Dicha propuesta no se llevaría a cabo, Aegon, su hermano, había escuchado la propuesta de Aemond y envidioso de saber que su sobrino Jacaerys sería comprometido con su hermano que ni siquiera tenía un dragón y no con él, corrió con su madre a darle la noticia.

La reina, en su afán de no querer mezclar su sangre con la de aquellos “bastardos” no permitió que la propuesta se realizara, le había mencionado a Aemond que él era demasiado superior a Jacaerys y que debía servir a su familia y a los que amaba y no a ese pequeño bastardo.

Eso hizo algo en él, un profundo sentimiento se asentó en el fondo de su ser. Ni siquiera tuvo tiempo para definirlo, pues al día siguiente la Fortaleza Roja se volvió un caos con la llegada del cuervo que anunciaba la muerte de Laena Velaryon, tía de Jacaerys, ellos fueron los primeros en partir, solo alcanzó a ver como Laenor viajaba con Jace y Joffrey, el más pequeño de sus hijos mientras que Rhaenyra viajaba con Lucerys, los pequeños dragones de sus sobrinos eran muy jóvenes todavía para ser montados, pero iban en medio de los dragones mayores.

Él y su familia irían en barco a Driftmark donde se realizaría el funeral de Lady Laena.

A su llegada, Aemond pudo ver a la distancia a Vhagar, la legendaria dragona de la Conquista, montura de Laena, la escuchaba llorar a la distancia, supuso que, por la pérdida de su jinete, él se sentía igual, pues lo único que había anhelado más que tener un dragón era poder estar con Jacaerys y ahora eso no sería posible.

Durante el funeral volteo a ver en ocasiones a Jace, quien solo sonreía de una manera algo triste, cuando terminó todo se quedaron por un momento en donde los Velaryon habían designado se realizaría la pequeña recepción del funeral. Las hijas de Lady Laena se veían muy tristes y el famoso príncipe canalla no se veía mucho mejor, pudo ver como Jacaerys se había acercado a sus primas Baela y Rhaena a brindarles sus condolencias y sintió una ira en su pecho cuando Baela, una alfa, tomaba la mano de Jace y lo abrazaba.

Durante la cena, a pesar de haber pasado solo unas horas su madre realizó un anuncio que lo hizo enfurecer y entristecer a partes iguales, la reina Alicent realizaba una propuesta de matrimonio entre su primogénito Aegon y el primogénito de Rhaenyra Jacaerys, alegó que sería un arreglo beneficioso puesto que nunca se disputaría la posición de Rhaenyra como heredera del trono de hierro y Aegon teniendo un dragón sería el protector del reino cuando Jacaerys ascendiera al trono.

Fue un golpe bajo de su hermano, pero lo que su madre le había hecho no tenía comparación. Salió del lugar buscando un lugar donde poder estar a solas, lo encontró cerca de unos riscos a la orilla de la playa, hacía frío y el viento se sentía como si cortara su piel, pero no le importaba, no quería saber nada del mundo.

Estaba ahí, hecho ovillo viendo hacia la orilla de la playa cuando percibió un aroma muy familiar, Jace se acercaba a él, caminaba despacio y traía consigo una capa adicional a la que colgaba de sus hombros, cuando llegó a su lado no dijo nada, solo se sentó a su lado y lo cubrió con la capa que llevaba, tomó su mano y ambos se quedaron ahí mirando hacia la playa.

– Sabes que la propuesta de tu madre es un movimiento político que mi madre considerará. –  La voz de Jace rompió el silencio.

–  Lo sé, no soy lo suficientemente bueno jamás, por más que lo intente, no importa lo mucho que estudie y lo mucho que entrene, no tengo un dragón y solo soy un segundo hijo sin nada que ofrecer, todo lo que pueda conseguir será por medio de mi espada y mi mente, pero parece que no es suficiente nunca. – Aemond estaba tan cansado ya, de nunca ser suficiente y que su hermano solo por ser el primero en haber nacido tuviera todo tan fácil. Algunas lágrimas comenzaron a caer de sus ojos, tristeza de saber que Jace jamás sería suyo.

–  Para mí siempre has sido y serás tú. – Jace veía a los ojos de Aemond, sus ojos estaban cristalinos pero no había dejado caer ninguna lágrima, sus labios temblaban, pero se acercó hacia él y con mucha delicadeza besó su mejilla, Aemond sabía que ese sería todo, Jace no era alguien que se corrompiera, sabía su deber y lo cumpliría con integridad.

Lo vio levantarse de la arena y comenzar a caminar de regreso al castillo, apenas y lo había perdido de vista cuando escuchó sus gritos, Aemond se levantó enseguida y corrió hacia donde había escuchado los gritos de Jace, y cuando lo vio se quedó congelado, Vhagar la ancestral dragona estaba frente a Jace y le gruñía con las fauces abiertas y a punto de escupir fuego.

Ni siquiera pensó lo que estaba haciendo, solo corrió hacia donde estaba la dragona y Jace y se interpuso entre ellos, comenzó a darle los comandos a Vhagar para que se calmara y sorpresivamente la dragona obedeció. Jace se encontraba algo lejos pero escuchó su voz gritarle que formara el vínculo con ella, y él lo hizo, logró domar al dragón y pudo montarla para realizar su primer vuelo, Vhagar lo aceptó, finalmente había reclamado un dragón.

Cuando bajó del lomo de Vhagar, Jace se acercó a él y lo abrazó, sentía la auténtica felicidad de Jace por él, sabía lo mucho que Aemond anhelaba un dragón y ahora tenía al más grande de todos.

Caminaban de vuelta a sus habitaciones cuando Baela y Rhaena confrontaron a Aemond por haber robado a Vhagar, fue Jace quien intentó explicarles lo que en realidad había pasado pero no hicieron caso, Baela incluso en su enojo empujó a Jace con fuerza haciéndolo caer, Aemond corrió hacia él para ayudarlo pero Baela y Rhaena se abalanzaron contra él, en algún momento de la pelea, Baela sacó una daga que llevaba en sus ropajes, y apunto hacia Aemond, fue pura suerte que Jace hubiera reaccionado a tiempo y la empujó para que la soltara, aunque la daga cortó un poco de la mejilla de Aemond no fue un golpe letal.

Luego de eso, la familia se fracturó, su madre la reina Alicent había pedido un castigo para las gemelas y Jacaerys, así que, para mantener a su esposa tranquila, el rey Viserys exilió a Rhaenyra y su familia a Dragonstone, mientras que ellos regresarían a la fortaleza roja y por supuesto, cualquier compromiso entre Aegon y Jacaerys sería cancelado.

Pasaron años para que Aemond volviera a ver a Jacaerys, esta vez fue después de la muerte de Ser Laenor y la disputa por la sucesión del trono de Pecios de Driftmark. Cuando vio a su sobrino de nueva cuenta se percató de lo hermoso que era, había crecido para convertirse en un Omega de belleza que fácilmente podría superar a la de la reina Rhaenys o a la de su propia madre la princesa Rhaenyra.

Ahora su alto valyrio era mucho mejor que el de él mismo, sus habilidades con la espada eran dignas de cualquier caballero de renombre y se había forjado una reputación como estratega y diplomacia, eso y que su hermoso dragón y él pasaban mucho tiempo en los cielos.

Estuvieron solo unos pocos días y no pudieron cruzar palabras pues la reina Alicent había sido tajante con la separación de la familia. El rey Viserys estaba feliz de ver de nueva cuenta a su hija y sus nietos, así que a pesar de su enfermedad y su pobre estado de salud organizó una cena para que ambos lados de la familia convivieran, él intentó acercarse a Jace, pero no pudo hacerlo.

A la noche, pensando que tal vez podría escabullirse por los pasajes secretos de la Fortaleza lo buscó, pero no lo encontró, parecía que había salido a volar en su dragón. A la mañana siguiente él y su familia partirían de regreso a Dragonstone a primera hora.

No pasó ni una luna desde esa vez cuando su padre, el rey Viserys murió, su madre, Alicent había asegurado que había sido deseo de su esposo cambiar la sucesión del Trono de Hierro dejando a Aegon como heredero, sin más, su abuelo Otto que había regresado a la Fortaleza había ordenado a sus nietos tomar sus dragones e ir a visitar a las demás casas importantes para que apoyaran su causa, y como última orden de la antigua mano del rey, ordenó un ataque a Dragonstone enviando mercenarios para que terminaran con Rhaenyra y su estirpe, la orden había sido dada y Aemond solo pudo pensar en el cuerpo inerte de Jace.

Se escabulló por entre los pasillos que había recorrido junto con Jace y entre aquellos en los que él descubrió solo cuando Jace se fue a Dragonstone, salió de la fortaleza, esperó a que la noche llegara, tomó a Vhagar y voló directamente a Dragonstone.

Su media hermana lo recibió algo confundida pero cuando le contó lo que había sucedido su hermana le preguntó el motivo de que hubiese traicionado a su familia.

Apenas se preparaba para responder cuando Jacaerys entró al salón donde se encontraban y se posicionó a lado de su madre también con cierta intriga en su mirada.

– Hermana… sabes que mi madre y mi abuelo no guardan ningún tipo de afecto por ti o tu familia, ellos quieren que Aegon sea rey, pero tu y yo sabemos que él no es apto para gobernar.

– ¿Por qué debería creerte? Dime, ¿Por qué debo creer que traicionarías a tu familia solo porque no crees que tu hermano sea apto para gobernar? – pregunto Rhaenyra.

– No lo hice por eso – contestó simplemente – mi madre siempre me dijo que debía ser leal y protector con mi familia y las personas que amo, y esa persona está frente a mí, no es mi madre o mi hermano, tampoco tú hermana, siempre ha sido él – volteo y miro a los ojos a Jace – Siempre te he amado Jacaerys, no hay nada que no haría por ti, no le debo lealtad a nadie de ellos, siempre fui invisible para ellos hasta que reclamé a Vhagar, pero tú siempre me has visto y amado.

Los ojos de Jace comenzaron a cristalizarse.

– Entendí que te amaba desde que tenía 12 años, y eso nunca ha cambiado ni cambiará, te amo Jacaerys, amo tu sonrisa y tu cabello, y amo escuchar tu voz cuando estás leyendo, la forma en la que tu nariz se arruga cuando te enojas y como cuidas a tus hermanos y aquellos que están indefensos, me viste y amaste cuando era invisible, me defendiste cuando intentaban humillarme.

– Jamás creí que alguien como yo pudiera ser amado por alguien como tú, pero aquí estoy, serviré a tu causa y la de tu madre por la oportunidad de estar a tu lado o morir por ti, lo juro.

Jacaerys se acercó a él y tomó sus manos.

– Eres un tonto Aemond, solo te tomó una potencial guerra para declararme tu amor sabiendo que yo te amo desde que éramos niños. – la voz de Jace sonaba algo quebrada y tenía lágrimas en sus ojos, pero no eran de tristeza, sino de felicidad.

No hubo una guerra, terminó antes de siquiera empezar, cuando Aemond huyó y dio aviso a Rhaenyra, ésta y sus jinetes volaron a Kings Landing antes de que la reina Alicent y Otto pudieran siquiera coronar a Aegon. Vhagar ahora estaba con ella y Aemond había jurado su lealtad a la causa de su hermana.

El siguiente evento importante fue la boda celebrada entre el príncipe heredero y el príncipe Aemond. Rhaenyra había exiliado a Alicent en Antigua, Otto fue enviado al muro y Aegon fue perdonado de su traición y se exilió en Pentos, el castigo que llevó fue que Sunfyre, su dragón no podría irse con él.

Helaena y Daeron fueron aceptados en la corte de la reina Rhaenyra e incluso tomaron algunos puestos de prestigio, Daeron fue nombrado asistente de Lord Beesbury y eventualmente él sería el siguiente maestro de la moneda, mientras que Helaena decidió pasar su tiempo ayudando en los proyectos de mejora de los orfanatos y asilos que Jacaerys había planeado para el reino, ella y Dreamfyre eran felices volando por todo el continente.

En cuanto a él, Jacaerys lo había presentado como su futuro consorte y futuro protector del reino, él y Jace surcaban los cielos con frecuencia a lomos de sus dragones, en ocasiones Jace volaba con él sobre Vhagar y cuando el momento de ascender al trono llegó, fueron recordados como reyes benevolentes y fértiles, bastante, pues Jacaerys le dio a Aemond y al reino 8 herederos dignos de sus títulos y amados por el pueblo, eran la mezcla perfecta de sus padres y el deleite del reino.

Notes:

Notitas aclaratorias:
1. Aegon tambien tenía sentimientos hacia Jace aunque no lo definiría como amor, sino como un capricho por tener algo que sabía su hermano también quería.
2. Laenor vivió más tiempo entonces Rhaenyra y Daemon se casarán hasta tiempo después, al momento del intento de usurpación solo estaban Jace, Luke y Joffrey.
3. Rhaenyra sabía que su hermano amaba a Jace desde que eran niños y Jace amaba a Aemond igualmente desde muy chicos, por eso no dudó de Aemond, solo quería que confesara sus sentimientos.
4. Los hijos de Jace y Aemond fueron muy amados por todos, su abuela Rhaenyra era feliz con tanto nieto y Aemond cuidó y procuró a todos de igual manera sin darle favoritismo a ninguno, tal vez solo a la menor de ellos, Aemma que era igualita a Jace pero con el cabello de Aemond, esto porque todos los demás niños eran copias de Aemond, solo la menor se parecía a Jace.
5. Helaena y Dreamfyre se merecían ser las princesas viajeras y Dreamfyre estaba acostumbrada a volar, así que, que mejor andar de aquí para allá sin ningún matrimonio obligado y sí volando con su hermosa dragona. Supongo que eventualmente Helaena se casará, pero tendrá el privilegio de hacerlo por amor y no por conveniencia.

Chapter 7: Día 7. Cachorros

Chapter Text

Desde que tuvo uso de razón, Aemond siempre quiso tener un cachorro, tenía cuatro años cuando su madre tuvo al más pequeño de sus hermanos, él había estado feliz con el bebé y ayudaba a su madre a alimentarlo y cuidarlo.

Luego, años después de eso se había presentado como Omega, estuvo feliz con eso pues su anhelo de llevar un cachorro en el vientre lo podía visualizar más claro que nunca. Era joven, un omega atractivo y fértil, solo tenía que encontrar al Alpha adecuado.

Cuando entró a la universidad tuvo un accidente que lo dejaría marcado para siempre. Era su segundo año en la universidad y él apenas iba de regreso de sus vacaciones de verano, se dirigía al departamento que rentaba dentro de la universidad, había muchos estudiantes de nuevo ingreso y muchos más haciendo esas famosas “iniciaciones” en las fraternidades.

Se descuidó solo un par de segundos cuando unos chicos evidentemente alcoholizados se atravesaron en su camino, frenó a tiempo para evitar arrollarlos con su auto, pero el auto que venía detrás no alcanzó a frenar lo suficientemente rápido, empujó su auto hacia la mitad del cruce de la avenida, por suerte el golpe no había sido muy fuerte, solo había sentido un ligero tironeo por el cinturón de seguridad.

Apenas intentaba reaccionar sobre lo que recién había pasado cuando un auto que iba cruzando la calle, se estampó con fuerza contra su auto, ese golpe sí que fue mucho más grave. Quedó inconsciente y algunas personas se acercaron para brindarle ayuda y llamar a la ambulancia.

Cuando despertó su madre y hermanos estaban ahí, todos lo miraban con pesar y algo parecido a la lástima, ninguno de ellos quería decirle lo que había sucedido en el tiempo que estuvo inconsciente, así que espero a que el doctor llegara para preguntarle lo que le había sucedido.

El diagnostico fue devastador, tenía una pierna fracturada, un par de costillas rotas también, el golpe del auto había regado algunas esquirlas metálicas y vidrios que habían dejado marcas en su rostro, y a punto estuvo de perder su ojo izquierdo, las cicatrices se irían desvaneciendo poco a poco, pero una de ellas era demasiado grande y profunda y atravesaba de su mejilla hasta su ceja izquierda.

Pero lo peor fue escuchar al doctor decirle que su útero había sufrido graves daños, por lo que era muy posible que no pudiera tener cachorros nunca, su útero no podría conservarlos en su interior. Eso fue el golpe que necesitaba para caer en una depresión terrible.

Sus huesos rotos sanarían, las marcas en su rostro se desvanecerían eventualmente, pero su alma estaba rota, su cuerpo no sería capaz de mantener seguro a un cachorro y ahora su rostro que alguna vez fue hermoso estaba marcado.

Se alejó de todos sus amigos y familia, no dejaba que lo ayudaran o sintieran lástima por él. No salía de su departamento y solo comía una vez al día, perdió peso y tardó mucho en recuperarse de sus costillas y pierna rota.

Cuando fue capaz de volver a salir y caminar sin ayuda de muletas o bastón, fue que decidió que intentaría por todos los medios posibles tener a su cachorro. Primero fue a un médico especialista quien le indicó que no era seguro y que podría morir en el intento, le sugirió como alternativa la adopción, pero eso no era suficiente para él.

En un último consejo, el médico le dijo que tal vez podría mantener un embarazo exitoso si el cachorro fuera engendrado entre él y su destinado, le explicó que cuando una pareja destinada se encuentra, Alpha y Omega se enlazan y el omega dentro de él cuidaría y protegería a toda costa a ese cachorro.

Eso le dio algo de esperanza, pero también lo llevó por la senda de la desesperación, cómo encontraría a su destinado si ya no tenía ánimo siquiera de salir a la calle, su rostro tenía una cicatriz horrenda que atravesaba la mitad de su cara, ¿cómo podría lograrlo?

Se dejó llevar por un camino doloroso y autodestructivo cuando en su afán de tener a su cachorro comenzó a salir y follar con cuanto Alpha estuviera dispuesto a tomarlo, cualquiera que no sintiera repulsión por su cicatriz o su aroma casi marchito.

Nada de eso funcionó, tuvo tantos encuentros con tantos alphas y ninguno de ellos tuvo un resultado satisfactorio, Aemond solo sentía repulsión hacia su ser y encontraba el aroma de los alphas con los que compartió su cama nauseabundo, le causaba tanto asco pero era más fuerte su deseo que la repulsión que sentía por esos alphas, tenía un gran vacío que no podía sanar.

Estaba tan cansado y hastiado de sí mismo que ya no lo intentó, había abandonado sus estudios y había comenzado a trabajar como asistente de un médico, recibía a los pacientes y se encargaba de mantener en orden sus expedientes.

Así fue como lo conoció, a su destinado, de la manera más bizarra posible, era un martes, no había nadie en el consultorio y el doctor con el que trabajaba no tenía ninguna cita en ese momento, así que se sorprendió cuando de repente un chico de cabello castaño y ojos verdes entró a la recepción del consultorio, Aemond se asustó pues el chico traía su traje totalmente ensangrentado.

Después vio como el chico se movía sin problemas así que supo la sangre no era de él, entró pidiendo ayuda y cuando el doctor salió al escuchar el ruido se quedó perplejo al ver la escena. La verdad es que no era tan grave como lo parecía, un chico entró después de Jace sosteniendo a otro chico con lo que parecía ser una playera que estaba llena de sangre, el doctor pasó a los jóvenes y el primer chico que entró se quedó en la recepción con Aemond.

– ¿Qué fue lo que sucedió? – preguntó Aemond.

El chico volteo a verlo antes de comenzar a hablar – Qyle… Qyle estaba, estábamos saliendo de una reunión de trabajo, apenas salíamos del lugar y Qyle resbaló, su cabeza se golpeó con una de las decoraciones que estaban por ahí y su cabeza empezó a sangrar muchísimo.

– Entiendo… ¿crees que tu puedas ayudarme a generar el expediente de Qyle? Debo hacerlo para cuando el doctor lo solicite. – Aemond veía al chico.

– Claro, dime qué necesitas.

Aemond le explicó la información que necesitaba recopilar de Qyle y estuvo entretenido en armar el expediente que no se dio cuenta de que el chico lo veía detenidamente. Cuando levantó la mirada vio como la cabeza del chico estaba algo ladeada.

– ¿Por qué estás tan triste? – le preguntó el chico.

Aemond no supo que responder y su mirada confusa solo sacó una leve sonrisa del chico que estaba frente a él.

– Hueles a tristeza – le dijo simplemente – No, mejor dicho, hueles como si tuvieras el corazón roto.

– No creo que sea adecuado hablar de esto en un consultorio. – la voz de Aemond denotaba su incomodidad, él usaba supresores de aroma para que no se percibiera su tristeza, pero de alguna forma aquel chico lo había percibido.

– Tienes razón, lo siento mucho, es solo que cuando veo a alguien triste, no puedo evitar querer ayudarlo.

Aemond no le contestó nada, solo asintió con la cabeza y volvió a poner atención a lo que estaba en el monitor frente a él. Después de unos momentos intentando aparentar que hacía algo en su computadora miró de reojo al chico que estaba ahí sentado y vio como su camisa estaba empapada de sangre.

Se levantó de su lugar y fue a la bodega donde el doctor almacenaba algunas batas desechables que los pacientes usaban en las revisiones. Se acercó al chico y le entregó la bata para que pudiera cambiarse la camisa sucia que llevaba puesta.

Cuando se cambió, volvieron a quedar en silencio hasta que los chicos que habían entrado salieron de nueva cuenta ahora con el doctor quien les terminaba de dar instrucciones de cuidado, pagaron y se fueron.

Aemond se quedó pensando en el chico de esa tarde por el resto del día, pero no le dio importancia. Continuo con sus actividades como siempre lo hacía. Una semana después, Aemond estaba en su hora libre del almuerzo y decidió subir a la terraza del edificio donde se encontraba el consultorio del doctor donde trabajaba, se puso sus audífonos y comenzó a picotear su comida, jamás escuchó cuando la puerta de la terraza se abrió de nueva cuenta y el chico del otro día había entrado, así que se asustó bastante cuando sintió su mano sobre su hombre.

De nueva cuenta estaban ahí los dos en un silencio algo incómodo, eso hasta que el chico le preguntó si lo podía acompañar a comer, solo asintió y ambos comenzaron a platicar un poco, el chico se presentó como Jacaerys y también trabajaba en el mismo complejo de edificios que Aemond, solo que él trabajaba como banquero y asesor de inversiones en uno de los pisos más altos del edificio.

La verdad es que Jace era agradable y sin una camisa llena de sangre, su apariencia era muy atractiva, y su aroma era agradable, le daba una sensación de calidez y confianza, algo que tenía mucho tiempo de sentir.

Jacaerys se aventuró a pedirle una cita, le extrañó bastante pues él era un Alpha atractivo y se veía que tenía dinero, claro que podía conseguir a cualquier omega que él quisiera y no a uno como él, con una horrenda cicatriz y tan usado como se sentía, incapaz de cumplir con algo tan simple como tener un cachorro.

Al principio se negó, no entendía como es que Jace pudiera estar interesado en él. Pero de alguna forma el chico lo convenció. Salieron un par de veces, no iba a negar que le gustaba su compañía, el Alpha no solo era atractivo, sino que tenía una conversación agradable y siempre tenía algo interesante o curioso por contar.

Antes de continuar y llegar más lejos, Aemond decidió abrirse a Jace y contarle lo que había pasado años atrás, el motivo de su tristeza y su anhelo que jamás cumpliría. A Jacaerys no le importó, le dijo que solo lo quería a él, que él lo ayudaría a sanar sus heridas y juntos podrían ir atravesando ese sendero, Aemond no tendría que cargar con esa tristeza en soledad. Le pidió que confiara en él, le prometió que no se arrepentiría.

Y cumplió su promesa, la primera vez que se unieron, Aemond le dijo a Jace que no había ninguna necesidad de usar protección pues su vientre no podría albergar nada. Ambos decidieron entregarse a su placer y deseo, Aemond sintió lo que nunca había sentido con ningún otro Alpha con el que había compartido su cama, Jace no solo lo usaba para descargar su lujuria, sino que lo hizo disfrutar cada segundo que estuvieron unidos, su aroma era tan atrayente que su consciencia se perdió en el placer.

Sus encuentros continuaron así, hasta que un día Jace le dijo a Aemond que olía diferente, más dulce, no se quiso ilusionar así que no hizo nada al respecto, siguió sus encuentros con Jace, salían juntos y dormían juntos en ciertas ocasiones.

Fue un día que estaba trabajando en el consultorio cuando el doctor lo vio y le preguntó cuantas semanas tenía ya.

Aemond no supo a qué se refería, así que el doctor procedió a explicarle que su aroma había cambiado y que su cuerpo estaba cambiando, se cabello se veía más suave y brilloso y su piel también tenía cierto brillo.

El doctor lo llevó dentro de su consultorio para tomarle una prueba de sangre y hacerle un ultrasonido, ahí Aemond finalmente pudo entender que efectivamente estaba embarazado, el ultrasonido del doctor le confirmó además que no era solo un cachorro, eran dos los que tenía en el vientre.

Lloró como nunca lo había hecho, esta vez no era tristeza, esperanza y emoción pura atravesaba su cuerpo, no le importaba nada más, incluso si Jace no los quería, Aemond los amaría a ambos, no fue necesario eso, cuando le contó a Jace sobre su estado el Alpha estaba igual o más emocionado que él.

El doctor les explicó a ambos que debería cuidarse mucho durante todo el proceso, pero que, hasta el momento, ambos bebés estaban muy bien. Aemond se puso en un estricto régimen de vitaminas y ejercicios para estar lo más saludable posible, Jace igualmente estaba comprometido con él y los bebés y no se alejaba de su lado.

Al momento del nacimiento de sus cachorros, tuvo miedo, tenía miedo de fallar y que alguno de sus cachorros muriera o que él muriera en el parto y dejar solos a los cachorros que tanto anheló.

No tuvo mayor complicación que el hecho de pujar por largas horas, pero todo el dolor que pudo haber sentido en esos momentos se desvaneció cuando escuchó el llanto de un bebé y pocos minutos después el llanto de otro.

Cuando se los entregaron sus ojos se aguaron de lágrimas, dos bellísimos cachorros estaban ahí, entre sus brazos y los de su Alpha, una niña de cabello ondulado como su padre, pero de un color tan rubio como el de él, sus ojos eran de un hermoso color índigo, su nariz era respingona como la de su padre y sus labios tenían un bonito arco de cupido, era preciosa y Jace pidió que se llamara Aemma.

El niño por su lado era de cabello castaño claro, tenía unos rulos preciosos que se arremolinaban en su cabeza y sus ojos eran verdes, parecía sonreír cuando vio a sus padres y su risita le pareció era la cosa más adorable del mundo, a él decidieron llamarlo Aethan.

Ambos niños eran la adoración de sus padres y de toda su familia. Aemond veía como sus hijos mayores jugaban entre los brazos de su padre y sus tíos, mientras que Aemma era mimada por su abuela Rhaenyra, él terminaba de amamantar al más pequeño de ellos, el pequeño Daemon tenía 2 años y el cachorro que ahora llevaba en su vientre, si todo salía conforme el doctor les había dicho, sería una niña a la que llamarían Laena.

*****

Chapter 8: Día 8. Nido

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Jacaerys observaba atentamente a su madre Rhaenyra mientras ella preparaba uno de los nidos en los que descansaban ellos, su hermano Lucerys tenía unas pocas lunas de haber nacido y él tenía apenas dos años, no entendía gran cosa, solo sabía que una vez su madre terminaba de hacer lo que sea que fuese lo que estuviere haciendo, él se sentía muy cómodo y seguro.

Conforme fue creciendo entendió que los omegas como su madre, hacían nidos con prendas de sus seres queridos, en los nidos que su madre preparaba para ellos había prendas de ella, de su padre Laenor, incluso del Lord comandante de la Guardia de la Ciudad, Ser Harwin, y en el nido de Jace había prendas de sus hermanos menores Luke y Joffrey.

Cuando él tuvo su presentación como Omega, entonces comenzó a tener esa necesidad por preparar nidos, al principio era algo sencillo, solo algo de sus ropas y las de su madre y hermanos, lo hacían sentir en calma cuando estaba dentro de ellos.

*****

Aemond tenía miedo de las tormentas, las sombras que los relámpagos creaban y que rodeaban sus aposentos a veces eran aterradoras; las velas y antorchas que iluminaban un poco su vista no le eran suficientes; casi siempre las velas terminaban apagadas por los fuertes vientos que azotaban Desembarco del Rey.

Cuando le dijo a su madre, ella solo le contestó que debía ser fuerte y enfrentar sus miedos con dignidad, pues ningún príncipe podía mostrar temor por nimiedades o cosas burdas como las tormentas. Le dijo que, si sentía miedo, entonces podía orar a los siete y pedir al Guerrero por templanza y valor.

Lo intentó, muchas veces lo intentó, pero incluso cuando estaba orando en el Septo de la Fortaleza Roja, las sombras que las velas creaban en los rostros de los siete le parecían aterradoras, el cráneo de Balerion hacía poco por calmar sus nervios.

En un intento desesperado, incluso fue con sus hermanos, tal vez ellos podrían ayudarlo a calmarlo, su hermano mayor Aegon se burló de él y después de eso lo dejó solo en su habitación pues él usaría la noche y la tormenta para escabullirse fuera de la Fortaleza.

Su hermana Helaena lo recibió con gusto las primeras veces; en esas ocasiones Aemond pudo dormir tranquilamente, pero después de eso comenzó a despertar en medio de la noche cuando escuchaba la voz de Helaena hablar, decía cosas aterradoras como que el cielo se llenaría de fuego de dragón y todos morirían, una larga noche que no tendría fin y la dinastía Targaryen sería terrible, los dragones ya no danzarían y todo sería un reino de hielo y cenizas.

Cuando decía todo eso, Helaena parecía estar dormida, aunque en ocasiones tenía sus ojos abiertos con la mirada perdida, eso llenaba más de miedo a Aemond quien eventualmente dejó de ir a dormir con su hermana, prefería enfrentar las sombras que las tormentas traían a escucharla hablar cosas como el fin de su casa o la extinción de los dragones.

*****

Jacaerys había crecido ya, tenía nueve años, ahora era capaz de hacer nidos más elaborados, aunque en ocasiones no lograba conciliar el sueño, era como si sintiera una angustia que no lo dejaba dormir.

En esas ocasiones le gustaba salir de sus aposentos a escondidas de los guardias apostados en sus puertas y vagar por la Fortaleza; conocía el lugar como la palma de su mano así que podía escabullirse incluso entre los pasillos sin antorchas; le gustaba vagar y en ocasiones llegaba a las habitaciones más alejadas de los aposentos de su madre donde él podía observar desde lejos la ciudad.

Esa noche mientras vagaba sin un rumbo fijo, giró por un pasillo que lo llevaría hacia una biblioteca pequeña y más adelante a los aposentos de sus tíos; apenas pensaba por donde tendría que cambiar de rumbo para no toparse con los guardias de la reina cuando escucho unos sollozos en la biblioteca que estaba ahí.

Se acercó con cuidado, la tormenta que azotaba ese día no era tan fuerte, aunque los relámpagos y truenos sí que causaban miedo, él no sentía temor, pero sabía que si por mala suerte alguno de los guardias de la reina veía su sombra, seguramente recibiría un gran regaño.

Abrió la puerta de la biblioteca con cuidado y alcanzó a divisar una figura un poco más grande que la suya de cabellera blanca hecha un ovillo entre los estantes de los libros.

– Tía Helena – se acercó con cuidado – ¿estás bien?

Aemond se asustó por la voz de su sobrino, no quería que lo viera por ahí sollozando como una niñita débil. Se sorbió los mocos y limpio las lágrimas de su rostro con el dorso de su mano.

– ¿Qué haces aquí sobrino? – contestó con la voz más firme que pudo.

Jacaerys se sorprendió de saber que no era Helaena la figura ahí sentada, sino más bien su tío Aemond.

– Estaba paseando – contestó simplemente.

– ¿Por qué pasearías a estas horas? – preguntó Aemond, en verdad que ese niño no sentía miedo de estar en la oscuridad de la fortaleza.

– No podía dormir. – Jace se acercó con algo de duda – Cuando no puedo dormir me gusta deambular por la Fortaleza, así me da sueño y puedo regresar a mi cama.

– Sí que eres raro. – Aemond le contestó de manera socarrona.

– ¿Y tú qué hacías aquí? – Jace ya estaba frente a él y si notó sus ojos rojizos por las lágrimas no dijo nada.

No supo que contestar, ¿qué podría decir? “tenía miedo por la tormenta así que vine a llorar aquí” claro que su sobrino se burlaría de él, y no conforme seguramente se lo diría a su hermano Aegon y a Luke.

Jace ladeó su cabeza, supo de alguna manera que había descubierto su secreto, así que solo le extendió su mano y le dedicó una pequeña sonrisa.

Algo dudoso Aemond tomó su mano y enseguida fue jalado por Jace, comenzaron a caminar por los pasillos de la Fortaleza, la mano de Jace era firme y sus pasos eran seguros, no tenía temor a pesar de la oscuridad, la fuerte tormenta o las sombras aterradoras que danzaban por el castillo.

Cuando llegaron a los aposentos de Jace, vio como se mordía su labio inferior, tal parecía que a lo único que temía era al guardia que se encontraba apostado en su puerta. Como sea, su cara fue de alivio al percatarse que el guardia en cuestión era Ser Harwin. Con una postura no muy digna de un príncipe, Jace se acercó al caballero con la mirada gacha y las manos entrelazadas y jugueteando con ellas como si estuviera nervioso.

No alcanzó a escuchar el intercambio de palabras entre su sobrino y el caballero, pero pudo ver como el hombre lo tomaba del mentón, besaba su frente y despeinaba su cabello antes de abrir la puerta de los aposentos de su sobrino, Jace le hizo una seña con la mano para que se acercara y Aemond caminó puertas adentro solo asintiendo al caballero antes de entrar.

Escuchó como antes de cerrar las puertas de los aposentos de Jacaerys, Ser Harwin decía algo.

– Su secreto está seguro conmigo mi príncipe, que tenga un buen descanso.

– Muchas gracias Ser. – la mano de Jace alcanzó a rozar un poco la del caballero antes de cerrar la puerta.

Aemond se quedó de pie en medio de la habitación, no estaba muy seguro de qué hacer, pero Jace le dijo que se acercara, caminó hacia la cama de su sobrino y vio como Jace tenía un pequeño nido ahí, lo invitó a entrar en él, era algo que nunca había hecho, su madre, la reina jamás había preparado un nido para él o para ninguno de sus hermanos.

Helaena tampoco había hecho nidos alguna vez, pero ahora estaba ahí, en la habitación de su sobrino omega quien lo invitaba a entrar a su nido. Dudó un poco, pero al final entró en él, casi enseguida pudo percibir los aromas de Jace, de su media hermana Rhaenyra, de Luke y de Joffrey, era cómodo, a pesar de no ser muy grande era bastante cómodo y acogedor.

Salió de sus pensamientos cuando escuchó la voz de su sobrino.

– ¿Por qué le temes a las tormentas?

– ¿Tú no les temes?

Jace rio bajito antes de contestar – No, soy un Velaryon, la sal y el agua corren por mis venas, estoy acostumbrado a las tormentas, además, mi abuela Rhaenys también tiene sangre Baratheon, ellos son de las Tierras de las Tormentas, créeme, en ese lugar las tormentas son mucho peor que aquí.

Aemond frunció la nariz y el ceño, su sobrino no parecía mucho un Velaryon, mucho menos sangre Baratheon, pero de alguna forma el muy orgulloso afirmaba que su templanza se debía a su sangre.

– Las sombras que danzan entre los muros por los relámpagos me asustan – fue lo que dijo, en parte era cierto, pero no sabía describir porqué les tenía tanto temor a las tormentas.

Jace no quiso presionarlo más, así que solo asintió y jaló una de las pieles y sábanas que estaban en su cama para cubrirlos a ambos. Por alguna extraña razón Aemond se sintió seguro y tranquilo, la tormenta afuera seguía azotando, pero él ya no sentía temor.

Jace por su parte, dejó de sentir esa angustia que en ocasiones sentía, ambos niños durmieron profundamente esa noche.

Después de esa noche, ambos niños mejoraron considerablemente su relación, Aemond ya no lo llamaba bastardo a él o a sus hermanos, Jace por su parte no participaba en las bromas de Aegon e incluso prohibía a sus hermanitos que participaran en ese tipo de bromas.

En las noches, Aemond se escabullía a los aposentos de Jace con algún libro para leer en alto valyrio, porque Jace era terrible con su valyrio; y Jace siempre tenía preparadas algunas golosinas o pastelillos que robaba de la cocina junto con sus hermanos menores.

Ambos se acurrucaban en los nidos que Jace hacía y que Aemond poco a poco iba teniendo más confianza en entrar, incluso Jace le había pedido algunas prendas para preparar su nido. Las tormentas ya no le causaban temor y Jace siempre dormía tranquilamente. Aemond dormía y se sentía seguro, casi siempre terminaban despiertos con la nariz de Aemond enterrada en el cuello de Jace, pero eran pequeños como para saber la implicación que eso tenía.

Llegado un punto, el nido que Jace preparaba, era únicamente hecho con prendas de Aemond y él, era el espacio de ambos, espacio que no compartía con nadie más, el refugio de ambos, su lugar seguro y de donde cada vez pasaban más tiempo juntos.

Sus manos se rozaban, Jace peinaba los cabellos de Aemond y Aemond siempre mantenía su nariz cerca de la glándula de Jace. Fue inevitable que ambos cayeran enamorados el uno del otro, apenas tenían 10 y 12 años, pero el sentimiento que compartían era fuerte.

Fue hasta que Jace cumplió los 16 años que finalmente consumaron su amor, no le habían dicho a nadie y no esperaban decirle a nadie, escaparían antes de que las intrigas y enemistades de sus familias los alcanzaran.

Jace tenía apenas 17 cuando supo que estaba encinta, el rey parecía cada vez más débil y su muerte era inminente, lo que traería una guerra por el trono, ambos lo veían, era inevitable, así que no queriendo estar en medio de todo eso, ambos decidieron dejar todo atrás.

Huyeron la noche en que el rey murió, aprovecharon el revuelo de la Fortaleza para escabullirse hasta sus dragones, alzaron el vuelo para no volver. Las noticias de la guerra llegaban a ellos, pero no querían ir a una guerra que los destruiría a todos, Jace tenía un cachorro en el vientre y Aemond tenía a la dragona que podría acabar con todos, no se arriesgarían a ser encontrados por ninguna de las partes de su familia.

Vivieron felices alejados de la guerra y las intrigas de la corte; el cachorro de Jace nació sin ningún contratiempo y ambos amantes eran felices alejados de todos, Jace amaba preparar su nido para su cachorro y su Alpha donde compartían el sueño lejos de los terrores de la guerra.

Para sorpresa de ambos, Vermax, el dragón de Jace había puesto algunos huevos, que eclosionaron conforme sus cachorros fueron naciendo.

*****

Helaena soñaba, aún existía la oscuridad y los terrores que venían desde el lejano y frío norte, pero ahora, sabía que tenían una oportunidad, dragones danzaban en el cielo, pero no en una danza mortal, sino en una danza de amor, una danza que traía consigo esperanza, su hermano y sobrino serían quienes salvarían a la humanidad, su linaje sería el que prevalecería, un dragón y un caballito de mar, juntos.

Se acercó al nido que Dreamfyre había hecho y recolectó tres huevos, los vio una última vez y los colocó en una barcaza que tenía un rumbo incierto, pero esperaba que llegaran a manos de su hermano y sobrino.

Volteo la vista ahora a Dreamfyre, su dragona, hermosa y feroz, sabía que sería la última vez que volarían juntas, ambas lo sabían, se despidieron antes de que ella la montara por última vez y se dirigiera al Gaznate, tenía una sola misión, sacar a su pequeña Jahaera y Maelor de ahí y rescatar a los pequeños Aegon III y Viserys, ese era el destino que Jace tenía dibujado, pero ahora ella tomaría ese destino.

Voló hacia el horizonte, cumplió su misión, cayó al mar, pero en su último respiro pudo ver a sus dos hijos crecer, lo había logrado y sabía que su hermano y sobrino cuidarían bien de ellos.

Notes:

Notitas finales
1. Aemond no perdió su ojito cuando reclamó a Vhagar porque pues Jace en lugar de atacarlo, lo defendió
2. Aegon fue manipulado por su madre y abuelo y tuvo el mismo final que en el canon
3. Lucerys no murió en Bastión de Tormentas pero sí murió en Desembarco cuando unos escorpiones lo derribaron
4. Por eso el S&Q si pasó, Jahaerys murió, pero Helaena esta vez sí hizo algo al respecto y protegió a sus dos hijos restantes
5. Alicent se volvió loca cuando supo que la Triarquía fue quien derribó a Helaena y pues eso había sido su idea.
6. Aemond y Jace eran muy leales a sus familias, pero ambos sabían que si se involucraban en ella seguramente se matarían mutuamente, así que entre serles leales a sus familias o a ellos, se fueron fieles a ellos y eso los salvó.
7. Aemond le tenía miedo a las tormentas porque en una fue que se convirtió en un matasangre así que inconscientemente sabía eso.

Chapter 9: Día 9. Lactancia

Chapter Text

– Me duelen los pechos – Jace se sentó en el camastro que estaba a lado de donde su hermano Lucerys se encontraba, mientras masajeaba un poco su pecho.

– Tal vez deberías ordeñarte – Lucerys mecía a su bebé suavemente mientras hablaba con Jace.

– Luke, apenas tengo 5 meses de embarazo, todavía no tengo leche, creo que solo son mis achaques de embarazo.

Luke rio – yo pensaba lo mismo que tú y comencé a producir leche desde el mes seis – señaló a sus propios pechos mientras terminaba de hablar – sabes, mamá dijo que ella también tuvo leche desde mucho antes de que naciéramos, supongo que es hereditario.

Jace se quedó pensando al respecto; en realidad todo su cuerpo había cambiado desde que supo que estaba embarazado, su vientre se hinchó casi desde su tercer mes, no era mucho pero ya se notaba desde entonces, su cintura por fortuna había mantenido su talla, pero sus caderas y su pecho habían crecido, supuso que sus caderas se habían comenzado a ensanchar para albergar cómodamente a su cachorro.

Incluso sus pies se habían hinchado un poco, pero el doctor le había dicho que era normal, le recomendó caminar con calma y no tratar de excederse.

– En serio Jace, tal vez tu pecho duele porque ya estás produciendo leche, déjame ver. – Luke intentó acercar su mano a la camisa de Jace para revisarlo, pero Jace la alejó de un manotazo.

– No! En serio me duele Luke – Jace intentaba cubrir su pecho con sus brazos para que Luke no lo tocara.

Lucerys rodó los ojos – en serio Jace, déjame ver, sabes que somos hermanos, lo que sea que estés pasando, muy seguramente yo ya lo viví – dijo eso mientras levantaba un poco a su bebé haciendo hincapié en que en verdad Luke tenía más experiencia que Jace en ese aspecto.

– Anda Jace, no tenemos todo el día y no hay nadie más aquí.

Jace desabotonó su camisa y la abrió para mostrarle su pecho a su hermano, Luke hizo una mueca como de dolor antes de hablar.

– Ugghh… ahora entiendo… Jace tienes demasiada leche en tu pecho, va a explotar en cualquier momento por eso te duele tanto. Debes ordeñarte ya mismo.

– ¿Qué? ¿Cómo sabes eso?

– Porque mis pechos se ponen igual cuando han pasado varias horas sin alimentar a Rickon, duele como el demonio y solo se calma cuando tengo a Rickon o a Cregan pegados a mi pecho.

– Eso fue demasiada información – Jace parpadeó varias veces intentando procesar la información y quitarse la imagen mental de Cregan pegado al pecho de Lucerys.

Luke se carcajeó – Es algo normal… creo, lo cierto es que en verdad Cregan me ha ayudado mucho con estos dolores, pero si tu eres demasiado pudoroso para pedirle a Aemond que te ayude, tengo algo para ti.

Ambos hermanos se levantaron de sus cómodos camastros y caminaron hacia la habitación del bebé de Lucerys, éste le dio un extractor de leche manual, le dijo que era pequeño pero que serviría para lo que Jace necesitaba.

– Solo debes de sostener uno de tus pechos con firmeza y colocar el extractor ahí, con tu otra mano deberás comenzar a succionar con esta cosa – señaló la pequeña palanca que tenía el artefacto.

– Está bien, creo que ya debo irme, en serio no aguanto más y necesito probar esto.

Salió de la casa de Luke y condujo de regreso a su departamento, por suerte no había tráfico ese día y no tardó en llegar.

Subió a su habitación y comenzó a desvestirse de la parte de arriba, colocó una de las bolsitas para almacenar la leche en el contenedor del extractor y se preparaba para iniciar, comenzó a extraer su leche poco a poco, pero era verdaderamente incómodo, no podía detener bien su pecho mientras intentaba succionar con su otra mano, era poca la leche que podía extraerse estaba a punto de mandarlo todo al carajo cuando escuchó que la puerta principal del departamento se abrió.

Escuchó pasos por la escalera y casi enseguida Aemond entró por la puerta de su habitación, lo miró de forma algo extraña, Jace tenía un aparato algo extraño pegado a su pecho y líquido blancuzco caía a cuentagotas a unas bolsitas.

– No te burles, me duele el pecho y según Lucerys es porque tengo leche aquí y debo ordeñarme. – Jace en verdad no quería escuchar a su esposo decir alguna tontería.

– Déjame ayudarte corazón. – Aemond se acercó a la cama y dejó su saco y corbata ahí, se quitó los zapatos y arremangó las mangas de su camisa.

Se acercó a Jace y se puso de rodillas frente a él.

– Tal vez si yo detengo mi pecho con ambas manos tu puedas extraer mejor la leche con esa cosa. – Jace estaba intentado explicar a Aemond, pero sintió como las manos de su esposo comenzaban a acariciar sus costados.

– Basta Aemond, en serio me duele, lo último que necesito es que mi muy sensual esposo quiera seducirme cuando siento que mi pecho va a explotar.

Aemond no le hizo caso, comenzó a dejar algunos besos en su piel y a acariciar su cuerpo, con una delicadeza que Jace no sabía que su esposo tenía comenzó a palpar muy suavemente su pecho, algo dentro de él se removió y suspiró cuando las manos de Aemond se alejaron de ese lugar.

Aemond se levantó y cargó a Jace, a pesar de que ya tenía algunos meses de embarazo le era fácil levantarlo, sintió las piernas de su omega envolverse en sus caderas y sus brazos se aferraron a su cuello, en esa posición Aemond tenía acceso directo a su pecho y cuello, el aroma que Jace desprendía era simplemente embriagante, tan dulce, seductor, indomable como siempre su Omega.

Los acercó a su cama y se sentó con Jace encima de él, lo acomodó para que su vientre que sabía ya pesaba algo estuviera recargado en su abdomen y su omega pudiera descansar un poco.

Luego de eso, comenzó a besar los labios, mentón y cuello de Jace, solo podía escuchar los suspiros de Jace, tan suaves y su aroma se volvía cada vez más fuerte, sintió como su omega comenzaba a remover sus caderas frotándose buscando un placer que Aemond le negó en ese momento.

– Calma Omega, primero debo quitar tu dolor – la voz de Aemond era tan profunda y ronca.

– Duele Aemond, ayúdame por favor – la suplicante voz de Jacaerys no hacía nada más que excitar más a su Alpha.

Siguió repartiendo besos por su cuello y clavículas, hasta que llegó a uno de sus pezones.

Su mano era tan delicada que apenas y sentía la presión que hacía sobre su pezón, dolía, pero a la vez la excitación y emoción dejaban el dolor de lado. Acercó su boca a su pecho y comenzó a lamer su pecho, la sensación de su lengua caliente, húmeda y rugosa le sacó un gemido lastimero.

Vio como su esposo sonreía victorioso cuando lo escuchó gemir, después de eso, sus labios se cerraron sobre su pezón y comenzó a succionar, la sensación fue deliciosa, sentía como Aemond succionaba con frenesí hasta que comenzó a sentir como su pecho empezaba a expulsar leche en pequeños chorros.

Aemond también suspiró de alivio o de gozo, no supo qué fue, pues empezó a succionar con más fuerza y Jace solo atinó a enterrar sus manos en la cabeza de Aemond para no dejarlo separarse, si se atrevía a quitarse lo golpearía. Las manos de Aemond comenzaron a atender y masajear su otro pezón para prepararlo para la ordeña.

El alivio vino pocos minutos después, el pecho que Aemond estaba succionando ya no dolía y sentía alivio, Aemond se separó de ese pezón y entonces comenzó a succionar del otro, Jace volvió a gemir con fuerza, su Alpha estaba calmando su dolor, pero también sentía como sus traviesas y posesivas manos comenzaban a amasar su trasero, las diversas sensaciones estaban llevando al límite a Jace.

Cuando sintió que su pecho estaba ya completamente ordeñado, Aemond levantó el rostro y comenzó a devorar los labios de Jace.

– Sabes delicioso mi Omega, todo tu eres una delicia, nuestro cachorro estará bien alimentado.

Jace gimió por las palabras y porque había probado su propia leche de labios de su esposo.

Después de eso, Aemond entonces se dedicó a complacer a su esposo, como bien le había dicho, primero calmaría su dolor y luego lo complacería.

Ambos terminaron siendo un completo desastre, los fluidos de ambos habían hecho de la cama un verdadero desastre, pero no les importaba, Jace había cambiado con el embarazo, incluso sentía su lívido más alto, Aemond siempre lo complacía y se aseguraba de dejarlo bien satisfecho.

Después de esa ocasión, Aemond le había prometido a Jace que él lo ayudaría con la extracción de su leche en cada oportunidad que lo necesitara y Jace era feliz de saber que no sería un proceso tedioso.

*****

Meses después, un muy regordete bebé era alzado en brazos de su padre; Aemond miraba con tanto amor a ese pequeño cachorro que era precioso, no era ni como Jace ni como él, su cabello era dorado como el oro y no era rizado como el de Jace, era más bien ondulado, tenía unos ojos azules preciosos y la sonrisa parecía haberla robado de su abuela Rhaenyra.

Aunque en algo se parecía bastante a Aemond y eso era el apetito por la leche de su padre, Jacaerys se encargaba de alimentar a su bebé y para suerte de Aemond, Jacaerys había heredado la capacidad de Rhaenyra de producir mucha leche.

Conforme fueron pasando los meses sus pechos se hicieron más regordetes y Aemond amaba enterrarse en medio de ellos y perderse entre su calor, Jace era generoso pues siempre tenía leche suficiente para ambos, su bebé y él, y era el sabor más delicioso que hubiera probado antes.

Chapter 10: Día 10. Vuelo en dragón

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Desde que Jacaerys nació siempre estuvo rodeado de dragones.  

Su madre tenía a Syrax, su padre montaba a Seasmoke y cuando él nació, el huevo que habían colocado en su cuna había eclosionado solo un par de noches después de su nacimiento.

Según su madre, su primer vuelo en dragón fue solo una quincena después de que había nacido y lo había hecho a lomos del dragón de su padre Ser Laenor. La princesa Rhaenyra aún se encontraba algo débil después del parto, pero no querían aplazar más la tradición familiar, así que Laenor tomó al pequeño bebé, lo amarró con firmeza a su pecho y subió a su dragón, Rhaenyra también volaría con ellos y Syrax lo haría sola.

La ruta del vuelo sería de Desembarco del Rey a Marcaderiva, se quedarían un par de días en Marcaderiva pues presentarían al bebé a sus abuelos, la princesa Rhaenys y a Lord Corlys Velaryon. Fue un primer vuelo maravilloso, Seasmoke se había comportado de manera excelente y Syrax iba atenta a cualquier movimiento o signo de incomodidad tanto de su jinete como de su cachorro.

Aterrizaron en la playa de Marcaderiva y el pequeño bebé se había quedado profundamente dormido entre los brazos de su padre, la brisa marina y los rugidos bajos de los dragones.

Para sorpresa de sus padres, Lady Laena y el príncipe Daemon también se encontraban en Marcaderiva así que todos tomaron su turno para volar con el pequeño bebé a lomos de todos los dragones que había en el lugar.

No lo recuerda por supuesto, pero Jacaerys tuvo un privilegio que muy pocos príncipes habían tenido, sino es que ninguno antes que él. Voló a lomos de la poderosa Vhagar con su tía Laena; el afamado príncipe canalla compartió su montura con el heredero al trono y surcaron los cielos de Marcaderiva aterrorizando a algunos animales y unos cuantos pescadores con los chillidos de Caraxes.

Meleys, la montura que perteneció a su bisabuela Alyssa Targaryen y ahora era montada por la princesa Rhaenys también tuvo la oportunidad de deleitar al pequeño príncipe, la legendaria Meleys no defraudó al ser la dragona más veloz, no hubo ningún otro dragón que se les acercara ni un poco a la velocidad que iban, tal parecía que el futuro rey sería un intrépido jinete.

Por supuesto Syrax también tuvo la oportunidad de volar con el primer cachorro de su jinete, y se comportó a la altura de la futura reina de los siete reinos, Syrax no era la más veloz, pero tenía una habilidad para camuflarse entre las nubes y subir hasta lo más alto de los cielos sin ser percibida, así que su vuelo fue diferente al de todos los demás dragones.

Después de esa ocasión y pasado el tiempo suficiente, la princesa Rhaenyra y su familia regresaron a Desembarco del Rey, y así volvieron a sus actividades normales. Para Jacaerys era normal volar a lomos del dragón de su madre y padre, pues ellos viajaban continuamente a Marcaderiva a visitar a la princesa Rhaenys y a Lord Corlys, y Laenor visitaba con mucha frecuencia a su hermana Laena.

Era pequeño y tiene vagos recuerdos de esos momentos, pero cuando nacieron las gemelas de la tía Laena, ellas también volaron con todos los dragones de la familia, un recuerdo muy vívido que tiene es que él volaba en Caraxes mientras sus primas volaban en Vhagar y Seasmoke.

 El tiempo pasó y de nueva cuenta la princesa Rhaenyra había dado a luz a un saludable bebé cuyo huevo había eclosionado solo una luna después de su nacimiento.

Siguiendo la tradición que habría impuesto la princesa Alyssa, el pequeño Lucerys dio su primer vuelo de dragón solo dos lunas después de su nacimiento y al igual que el príncipe Jacaerys y sus primas Baela y Rhaena, tuvo la oportunidad de volar a lomos de diferentes dragones.

*****

Aemond miraba hacia la ventana con anhelo, a lo lejos veía dragones volar; ninguno de sus hermanos ni él habían volado antes; los huevos que pusieron en sus cunas jamás eclosionaron y hasta esa fecha, ninguno había sido capaz de reclamar un dragón, Daeron era el único que había logrado eclosionar su huevo, pero había sido enviado a Antigua un par de años atrás, cuando su dragón apenas era una cría no más grande que un cordero.

Sus sobrinos, a pesar de ser llamados bastardos por su madre y abuelo, y no tener la apariencia de un Targaryen habían logrado eclosionar sus huevos y sus dragones eran un poco más grandes que el de su hermano Daeron, habían volado ya en varias ocasiones en distintos dragones, pero él no.

En algún momento recuerda que su media hermana Rhaenyra había mencionado al rey que sus hermanos deberían seguir las tradiciones de su casa y realizar su primer vuelo en dragón, ya tenían la edad suficiente y pronto podrían intentar reclamar un dragón adulto o en todo caso, esperar por una nueva nidada de Syrax, quien en ese momento era el único que dragón que ponía huevos con relativa frecuencia.

El rey Viserys aceptó gustoso la oferta, pero su madre la reina Alicent se negó tajantemente alegando que era muy peligroso, así que no dejó que ninguno de sus hijos montara en el dragón de su hermana Rhaenyra.

Él amaba a su madre, claro que lo hacía, pero en ocasiones dudaba de todo lo que ella consideraba peligroso o malo para ellos, sí, evidentemente era peligroso acercarse a un dragón, pero su hermana Rhaenyra nunca había dado señales de odiarlos o de que en el momento adecuado los lanzaría a las fauces de su dragón, así que no podría asegurar que los argumentos de su madre eran válidos.

Jacaerys había escuchado las razones de la reina para no dejar que sus hijos pudieran volar, no terminaba de entender como era posible que la reina tuviera tanto control sobre sus hijos y el rey Viserys no hiciera nada al respecto; una cosa era obligar a sus tíos a ir al Septo o a tener distintas clases y lecciones que las de él o sus hermanos. Pero el hecho de alejarlos de una de las tradiciones de su familia Targaryen era algo que nunca podría aceptar.

Fue entonces cuando comenzó a pensar en algo, daba la casualidad de que su onomástico y el de su tío favorito Aemond eran casi al mismo tiempo, habían nacido durante la misma luna, bueno, su tío un par de años antes, pero en la misma luna, solo con un par de días de diferencia, así que convenció a su padre de celebrar su onomástico en Marcaderiva, como sería su décimo onomástico estaba seguro que sus padres organizarían algo muy especial, además, su abuelo Corlys no dejaría pasar nunca la oportunidad de celebrar un onomástico de su nieto quien sería el futuro rey de poniente, digan lo que digan, Lucerys era muy consentido sí, pero Jace era el mayor orgullo de su padre Laenor y su abuelo, así que convencerlos fue muy fácil.

La siguiente parte de su plan, consistía en hacer extensiva la invitación al rey y su familia; eso también fue sencillo, el rey era un hombre bonachón que gustaba de festines y banquetes y al ser algo solicitado personalmente por su amado nieto en una audiencia privada, no hubo forma de que se negara.

Bien, tenía ya a los interesados, ahora, debía hacer que sus padres llevaran a sus dragones con ellos, ahora fue el turno de su hermano Lucerys, él era el favorito de su madre así que lo envió con ella a que la convenciera de llevar a sus dragones a Marcaderiva, como siempre, Lucerys pudo convencer a su madre con esos enormes ojos de cervatillo que tenía.

Ya que el rey y su familia también irían a Marcaderiva, Lord Corlys había enviado el mejor de sus navíos para que viajaran en él, sus tíos habían sido vestidos con esas horrendas ropas de color verde y la reina no los dejaba explorar por la cubierta del barco, pero no importaba, su plan marchaba conforme lo había planeado.

Ahora venía la parte más difícil de todas, él sabía de la gran admiración que su tío Aemond sentía por el príncipe Canalla, pero Daemon Targaryen jamás accedería a volar con él en su dragón, no a menos que Jacaerys lo convenciera de hacerlo y tendría que ofrecerle algo grande.

Llegaron a Marcaderiva, como siempre, fueron bien recibidos por sus abuelos y su tía Laena y sus queridas primas, los hermanos de su madre se notaban algo incómodos pues nunca habían estado en ese lugar y la reina no permitía que casi nadie se les acercara.

Después de hacer las presentaciones correspondientes y de que la servidumbre de Marcaderiva terminara de acomodar sus pertenencias en sus respectivas habitaciones, Jacaerys pidió a su tío Daemon hablar con él, no sabía muy bien que ofrecería, pero intentaría convencerlo de llevar a volar a Aemond.

Fueron los momentos más espantosos de su vida pues Daemon era un hombre intimidante y de temperamento fuerte, al inicio se negó tajantemente a llevar a cualquiera de los hijos de la bruja verde, como él llamaba a la reina Alicent, pero entonces Jacaerys le prometió a Daemon que haría algo que sería inolvidable; Daemon alzó la ceja sospechando lo que sea que tramara el pequeño hijo de su sobrina, pero accedió, le prometió que llevaría a volar al tercer vástago de la reina si Jacaerys lograba hacer algo memorable.

Y lo hizo, que los dioses lo perdonaran, seguramente los Siete no lo harían, pero tal vez las catorce llamas o los dioses antiguos lo harían. Sus abuelos habían anunciado que el banquete en su honor lo harían en uno de los balcones principales del castillo, sería con una de las vistas más privilegiadas de Marcaderiva y se servirían los platillos favoritos del príncipe.

Jace tomó valor, antes de que las sirvientas llegaran a su habitación para preparar su baño, él se escabulló por los pasillos del castillo hasta llegar a la playa donde descansaban los dragones.

Vio a Syrax a lo lejos y supo que Vermax estaría muy cerca de ella, aun era pequeño y tendría miedo de los otros dragones, se mantendría cerca de su madre, así que caminó hacia ellos, el dragón de Jace ahora era no más grande que un ternero, todavía podía ocultarlo unos instantes dentro de sus aposentos, así que con unos comandos el pequeño dragón comenzó a seguirlo.

Regresó a su habitación y se arregló para el banquete, como él sería el celebrado, sería el último en llegar, pero Jace sabía que la reina Alicent en una eterna confrontación siempre esperaba a que todos estuvieran comenzando a cenar para aparecerse en uno de sus feos vestidos e interrumpir el momento, así que esperó pacientemente a que la reina llegara a las puertas que daban hacia el balcón.

Elevó una oración a las catorce llamas y comandó a Vermax para que entrara justo detrás de él, fue una lástima total que el pequeño dragón no entendiera su comando en alto valyrio y comenzara a revolotear por delante de Jace justo detrás de la reina Alicent, y si fue por mera casualidad y nervios de Jace el comandar que el dragón escupiera fuego, no lo admitiría jamás, así que Vermax lanzó una pequeña llamarada que alcanzó a incendiar la orilla del vestido de la reina.

Un pequeño caos se generó en cuanto el estruendo de Jace intentando controlar a su dragón se escuchó en la mesa donde estaban sentados todos, además de los gritos de la reina pidiendo que apagaran el vestido que comenzaba a chamuscarse de las demás partes, fue una sirvienta quien lanzó una jarra de agua a su vestido logrando apagar las pequeñas llamas del vestido de la reina.

Todos veían atónitos la escena, pero el único que comenzó a reír a carcajadas fue el príncipe Daemon, la reina estaba furiosa, quiso escusarse de la cena, pero la princesa Rhaenys no lo permitió. La hizo tomar asiento tal como se encontraba, mojada, despeinada y con el vestido algo chamuscado pues no querían esperar más tiempo a iniciar con el banquete en honor a su amado nieto.

 No tuvo otra opción que acompañar a todos en esas fachas. Cuando Jacaerys volteó a ver a su madre y a la reina supo que estaría castigado de por vida, pero cuando el príncipe canalla lo miró y asintió hacia él, supo que lo había logrado.

Sabiendo que Lord Corlys y su padre Laenor seguramente lo reprenderían hasta el día siguiente, pidió como deseo de su onomástico, poder realizar un vuelo en dragón en la noche, evidentemente su padre accedió y cuando todos, menos sus tíos se levantaban de sus lugares para cambiarse sus ropas por sus trajes de montar, él se acercó a ellos pidiendo que por favor los acompañaran, el rey aceptó y la reina Alicent no tuvo más opción que dejar que sus hijos tuvieran su primer vuelo en dragón.

Con solo ver las sonrisas en los rostros de sus tíos supo que había valido la pena, pero cuando se acercó a Aemond y le susurró que tenía una sorpresa preparada para él, no imaginó que su tío tendría la sonrisa más hermosa de todas cuando el mismísimo príncipe canalla le ofreció compartir su montura a ambos niños.

Aemond subió a Caraxes, esa magnífica bestia que admiraba siempre a lo lejos, ahora podía sentir el calor de sus escamas bajo la piel de sus manos, tocó las riendas de su silla y se afianzó a ella con mucha fuerza, detrás de él estaba Jace, sonriéndole y, por último, iba el príncipe canalla.

Con uno de sus muy característicos chillidos, emprendió el vuelo por toda la isla. Fue la sensación más increíble de su vida, su hermana Helaena iba acompañando a Rhaenyra en Syrax y Aegon volaba con Ser Laenor, Lucerys volaba con la princesa Rhaenys y Laena volaba con sus gemelas Baela y Rhaena, todos los dragones jugueteaban entre sí, Vermax también revoloteaba entre los dragones más grandes, pero siempre cercano a Syrax o Seasmoke.

Su tío Daemon en realidad se lució, las suertes que hacía Caraxes hicieron que ambos niños gritaran emocionados cuando el dragón descendía con velocidad hacia el agua y en el último momento alzaba el vuelo de nueva cuenta rozando el agua con sus garras creando olas en el mar y mojando a ambos niños.

La cereza del pastel fue cuando Caraxes lanzó una llamarada de fuego a lo lejos y atravesaron dicha llamarada entre gritos emocionados y lanzando algunos comandos en alto valyrio para que Caraxes volara más alto.

En realidad, fue un regalo maravilloso pues por primera vez toda su familia se veía genuinamente feliz, bueno, excepto por la reina, pero bien lo había dicho su tío Daemon, esa mujer era una bruja verde.

*****

El castigo vino un par de días después, su madre evidentemente supo que su hijo había llevado a su dragón a propósito al banquete de su onomástico y como castigo le había indicado que tomaría lecciones extra de alto valyrio y política, además de que él se encargaría personalmente de limpiar la cueva de Vermax y evidentemente pediría a la reina una disculpa por el inconveniente provocado.

Su castigo duraría dos lunas completas; así que se despidió de su libertad y tiempo libre por ese tiempo y aceptó su castigo con dignidad. En realidad, no estuvo tan mal, de hecho, le gustó; el maestre Gerardys y él se llevaban bien así que el tiempo extra con él no le molestaba; efectivamente logró mejorar su alto valyrio y debido a las tareas y libros que debía leer, se llegó a topar muchas veces con su tío Aemond en la biblioteca de la Fortaleza Roja.

En algún momento durante su castigo, su tío le había preguntado el motivo de haber llevado a su dragón a la cena, y Jacaerys se sinceró con él; le dijo que su tío Daemon había aceptado llevarlos a volar si hacía enojar a la reina; también le confesó que lo había hecho gustoso pues era su deseo que sus tíos volaran en dragón. Algo dentro de Aemond se removió cuando escuchó los motivos de Jacaerys, eran genuinos y no podía negar que aquella noche había sido inolvidable, así que, en contra de su buen juicio, decidió acompañar a su sobrino en sus clases extras y compartió el castigo de limpiar la cueva de Vermax, así que eso los hizo ser muy unidos durante el tiempo que duró el castigo, y luego, posterior a eso, seguían buscándose mutuamente para pasar su tiempo juntos.

*****

Aemond se encontraba ajustando las correas de Vermax, el dragón de su sobrino ahora era mucho más grande, era una criatura majestuosa, sus escamas de color verde olivo le recordaban el color de los ojos de Jace; Aemond tenía un cariño especial por Vermax, era el dragón de su esposo sí, pero también recordaba como ese dragón cuando era pequeño chamuscó el vestido de su madre y le dio un boleto directo a tener su primer vuelo en dragón a lomos de Caraxes; Jacaerys había hecho todo eso solo por él y sus hermanos, por verlos felices, ese dragón también había sido su cómplice cuando Jacaerys se presentó como un omega y Aemond robó su primer beso a escondidas de todos; fue el dragón en el que él y Jacaerys practicaban sus comandos en alto valyrio y cuando él reclamo a Vhagar años después de la muerte de Lady Laena, fue el dragón que acompañaba por las noches a la enorme dragona.

Después de su matrimonio con su sobrino; Vermax se encargó de siempre poner un huevo para todos y cada uno de sus hijos y cuando éstos nacieron, sus dragones eclosionaron con ellos, fue Vermax quien se encargó de darles su primer vuelo en dragón, como estaba justo por hacerlo.

Jacaerys caminaba lento pero con paso firme por Pozo Dragón, llevaba en su pecho amarrado con firmeza a un pequeño cachorro de cabello platinado que estaba profundamente dormido; y otros tres pequeños niños se aferraban a su jubón y su mano libre, cuando Aemond los escuchó giró a verlos, su hermosa familia, el precioso omega que sería el futuro rey de los siete reinos y que Aemond estaba seguro sería el mejor rey de su dinastía; y sus cuatro preciosos hijos, dos niñas y dos niños, todos parecían haber sido bendecidos con la gracia, el encanto y la inteligencia de Jace, pero que físicamente favorecían más a Aemond, excepto por la pequeña Daenerys, ella era una pequeña copia de su esposo y evidentemente la nieta consentida de Rhaenyra al ser la primera niña en nacer en muchos años.

Se acercó a su familia, cargó a los dos más pequeños, y besó sus sienes, se acercó a su esposo y también lo besó en los labios, por último, su primogénito, aquel que llevaría el reino después de su padre omega y quien él estaba seguro, fue concebido en un vuelo en dragón a lomos de Vhagar.

–¿Estás listo mi amor?

- Sí, solo necesito que me ayudes a subir a mi dragón – Vermax se agachó lo más que pudo para facilitar a Jace el acomodarse en su lomo.

– Cuídalos con tu vida Vermax, llevas lo más importante de mi vida en tu lomo – Aemond hablaba con el dragón de su esposo, sabiendo que la criatura era su mejor aliado para cuidar y proteger a su familia.

– Te veo en el cielo – Jace miró a su esposo y después comandó a Vermax para que alzara en vuelo.

Aemond llevó a sus hijos afuera donde ya los esperaban los demás dragones, tal vez él no había tenido la oportunidad de volar en dragón hasta que ya era mayor, pero sus hijos habían tenido la bendición de volar a lomos de muchos y magníficos dragones.

Helaena fue la primera en tomar al más pequeño de sus hijos y acomodarlo en su silla con Dreamfyre, la reina Rhaenyra no tardó en tomar a Daenerys en su regazo y acomodarla en la silla de Syrax y él, él volaría con Aenys, su primogénito.

Era una imagen común en Desembarco ver a todos los dragones de la familia volar con alegría en los alrededores de la ciudad y la bahía, y siempre celebraban cuando un nuevo miembro de la familia Targaryen realizaba su primer vuelo, como en esa ocasión en que todos lanzaban saludos al cielo alegrándose por el nacimiento del nuevo principito y su primer vuelo de dragón.

*****

Notes:

Notas aclaratorias:
1. Alicent sí estaba bien aferrada a que sus hijos crecieran más bajo las tradiciones ándalas que las valyrias.
2. Aemond reclamó a Vhagar años después de la muerte de Laena, así que Rhaena ya había tenido su oportunidad y Vhagar no la aceptó, además, fue casi accidente que Aemond la reclamara, por tanto, no perdió el ojo.
3. Él tuvo su presentación como Alpha poco después de su primer vuelo en dragón, para ese momento él y Jace ya eran muy cercanos.
4. Cuando Jace se presentó como Omega, fue natural que ambos se buscaran más y más.
5. La danza no estuvo ni cerca de pasar, después de que Rhaenyra fuera la que apoyara a sus hermanos a unirse a sus tradiciones valyirias y que reclamaran a sus propios dragones, ellos le fueron totalmente leales a su lado Targaryen.
6. Lo primero que hizo Rhaenyra cuando la nombraron reina, fue mandar traer a su hermano Daeron, así que aunque estuvo alejado por mucho tiempo, se acopló muy rápido a su familia.
7. Así como Jace y sus hermanos tuvieron la fortuna de volar con varios dragones, los hijos de Jace y Aemond y eventualmente los hijos que tuvieran Aegon, Helaena y Daeron tendrían la misma fortuna pues todos llevaban a volar a sus hijos (aunque despues no pudieran reclamar uno).
8. Aemond y Jace se unieron de manera carnal antes de cualquier cosa; Jace no quería un matrimonio político y el unirse a Aemond solo garantizaría que ambos lados de la familia estuvieran unidos.
9. Cuando Vermax lanzó fuego a Alicent no fue para chamuscarla, era muy pequeño para quemarla y pues solo querían que su vestido se arruinara, de ahí creo que se convirtió en el dragón favorito de Daemon despues de Caraxes obvio.

Chapter 11: Día 11. Nudo

Summary:

Después de una experiencia terrible, Aemond decide que nunca va a querer el nudo de un Alpha, o eso creyó hasta que conoció a Jacaerys.

Como dice el refrán, Cae más rápido un hablador que un cojo.

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Aemond movía sus piernas con nerviosismo mientras esperaba para entrar a su consulta con el ginecólogo. A sus casi 24 años había comenzado su vida sexual algo tarde (según su hermano Aegon), para empezar, se había presentado como un Omega tardío hasta los 19 años y antes de eso siempre había creído que sería un beta, fue una verdadera sorpresa para todos que se hubiera presentado como un Omega tardío y uno bastante fértil por lo que el médico les había dicho.

 A pesar de eso, había tenido pocas experiencias sexuales; a decir verdad, solo habían sido tres; y las dos primeras habían sido con hombres betas así que fue algo relativamente suave, sin complicaciones y sin nada del instinto animal e impulsivo de alphas y omegas comportándose como animales en celo, feromonas revoloteando en el aire o lo que sea que su promiscuo hermano platicaba.

Aegon, su hermano mayor era Omega también y a diferencia de él, era precoz y promiscuo, su interminable lista de amantes lo respaldaban, pero ahora él lo había guiado un poco en su problemita. Hacía realmente poco había conocido a un Alpha en una reunión de exalumnos de la universidad, Tyland Lannister había estudiado Finanzas mientras que Aemond había estudiado Economía por lo que tuvieron pocas clases en común, así que no fue hasta la reunión de exalumnos que se volvieron a topar.

Tyland parecía ser un buen Alpha, algo altanero y soberbio, pero ¿quién no lo era en un ambiente como el de ellos? Sus padres eran de familias importantes y los de Tyland también lo eran, casi todos sus compañeros venían de buenas familias y tenían una conducta similar, estaba acostumbrado a ello.

Comenzaron a platicar, recordaban viejos tiempos y Tyland eventualmente lo invitó a salir; él era un Alpha de buena cuna y Aemond un Omega sin escándalos ni un pasado turbio como el de su hermano, sonaba a que serían la futura “IT Couple”.

Pero todo se fue a la mierda cuando decidieron encamarse; habían ido a una fiesta y ambos estaban algo ebrios así que se les hizo fácil, total, un Omega estaba hecho para recibir a un Alpha, o eso creyó, su Omega estaba algo aturdido por el alcohol así que pensó que su cuerpo reaccionaría bien al del Alpha.

No fue así, al principio había ido casi bien; Tyland era atractivo, su aroma no era del total agrado de Aemond pero aun así continuó, el Alpha parecía saber lo que hacía, pero por más que lo intentó y que Aemond pensó en relajarse, su cuerpo no cooperó, lubricó muy poco, pensó que sería suficiente para el miembro del Alpha y fue una total tortura cuando el miembro de Tyland se abrió paso por su cuerpo, sintió como si le hubieran metido un bate de beisbol astillado por el coño, dolía cada movimiento, sentía como su interior era rasgado y la sangre que salió de su agujero fue mayor a su lubricante, Tyland fue un imbécil al pensar que había tomado la virginidad de Aemond y continuó con su labor que culminó en un nudo que a duras penas se enganchó al cuerpo de Aemond (para su buena fortuna) pues aunque no era muy grande, dolió como el demonio.

Y por eso se encontraba ahí, había llegado con las piernas temblorosas a su casa y Aegon lo había notado enseguida, cuando Aemond le platicó lo sucedido Aegon enfureció, el Alpha ese era un total imbécil que lo había lastimado, no lo había disfrutado en lo absoluto y para rematar Tyland lo envió de regreso a casa con su vagina desgarrada en un taxi de plataforma, algo sumamente peligroso.

Aegon juró que se vengaría del tipejo ese, pero mientras, lo llevó a un médico de confianza que lo revisó y para su alivio, resultó que no estaba desgarrado totalmente; sí tenía algunas partes lastimadas, pero sanaría rápidamente.

Le recetó algunos medicamentos, le sugirió ejercicios y por último le dio como consejo el hecho de no meterse con un Alpha que no gustara a su Omega porque podría volver a pasar por algo similar, Aemond aceptó el consejo y se prometió a sí mismo que no volvería a meterse con otro Alpha en un largo tiempo.

Pero claro, cae más rápido un hablador que un cojo, habían pasado solamente un par de semanas después de aquel incidente y Aemond ya se encontraba totalmente recuperado, era un viernes por la noche y a pesar de que había sido invitado a una fiesta junto con Aegon, decidió quedarse en su casa y ver Netflix o tal vez leer un poco.

No supo ni qué hora era, pero su hermano Aegon llegó muy emocionado, parecía que iba caminando entre nubes y tenía una mirada de idiota, como si hubiera presenciado un milagro. Aegon le contó que en la fiesta había muchísima gente que no conocía, apenas se disponía a encontrar a alguien que llamara su atención cuando un idiota con el que se había acostado anteriormente llegó a insultarlo y llamarlo zorra.

Pero “un caballero de hermosos ojos como la miel y cabello que parecía de ensueño” lo defendió, se interpuso entre Aegon y el Alpha que lo estaba insultando, pidiendo que se disculpara con el Omega, obviamente el Alpha no lo hizo y cuando intentó jalonear a Aegon, ese “príncipe azul” tomó al Alpha y lo derribó con tanta facilidad como si el otro fuera una simple rata.

El chico volteó hacia Aegon para preguntarle si estaba bien y si quería que lo llevara a casa, Aegon asintió y el chico pidió a su chofer que los llevara a casa de Aegon, eso había bastado para que Aegon sintiera que había encontrado a su príncipe azul, era muy atractivo, fuerte, muy educado y cortés y parecía ser que tenía mucho dinero.

Aemond lo escuchaba con algo de incredulidad, no creía posible que un chico como el que su hermano describía estuviera en una fiesta de mala muerte como a las que acostumbraba a ir su hermano, pero asintió a todo lo que éste decía y se aguantó la risa que salió de su boca cuando Aegon decretó que ese chico sería su futuro esposo.

Ni siquiera tenía su número telefónico ni sabía cómo se llamaba, pero estaba seguro de que lo encontraría, se enamorarían y luego se casarían y vivirían felices por siempre.

Aemond terminó de escuchar todas las locuras de Aegon y luego se despidió para irse a dormir.

A la mañana siguiente Aemond se despertó temprano, era buena hora para salir a correr o al menos caminar con su querida Vhagar, era una enorme Dóberman muy imponente que asustaba a la gente por lo que Aemond la sacaba a pasear muy temprano en las mañanas para que no se toparan con nadie más.

La llevó a uno de los parques más grandes de la ciudad, todavía no amanecía, no había más autos estacionados en el lugar y no se escuchaba ningún tipo de ruido así que decidió quitarle la correa para que pudiera correr libremente un poco.

Ya casi iban por la mitad de su camino cuando escuchó unos gritos lejanos de un hombre llamar a su mascota y gritándole que volviera, ya casi amanecía, pero con la poquísima luz no podía ver nada así que se espantó un poco cuando de entre los árboles salió otro perro dóberman, aunque éste se veía que apenas era un adolescente pues sus zancadas eran algo torpes y se veía sumamente juguetón, era adorable a decir verdad, sus enormes orejas revoloteaban cuando corría y su cola se movía de un lado a otro mostrando su alegría.

A Vhagar pareció agradarle, pues no le gruñó y se mostró interesada en él, comenzaron a jugar entre ellos mientras Aemond intentaba buscar al dueño del perro. No tardó mucho en encontrarlo; era un hombre joven, tal vez de su misma edad, alto, fornido, traía una correa en la mano y un botecito pequeño que agitaba intentando llamar la atención del perro que se encontraba jugando con Vhagar.

– ¡Perdona! Vermax y yo estábamos practicando algunas ordenes, pero todavía no es muy obediente. – el chico comenzó a decir mientras se acercaba más. – No tengas miedo, no hace nada, solo es muy juguetón.

– Descuida, no me hizo nada, solo me asustó un poco cuando apareció, pero parece que le agradó a mi Vhagar – señaló hacia donde se encontraban jugando ambos perros. El chico sonrió cuando vio a ambos canes jugar y correr entre ellos.

Comenzaron a platicar en lo que Vermax y Vhagar jugaban, el chico se presentó como Jacaerys y resultaba que se acababa de mudar a la ciudad con su familia. El chico era verdaderamente agradable y su querida Vhagar parecía que se había enamorado de él pues comenzó a acercarse a él y pedirle mimos, cosa que rara vez hacía incluso con Aemond.

Cuando se despidieron, acordaron que podrían coordinar algunos paseos para que sus mascotas pudieran jugar entre ellos, parecía que se habían llevado muy bien y Aemond no tuvo corazón para negarle a Vhagar un nuevo amigo. Después de que el chico que se presentó como Jacaerys se fue con Vermax, Aemond miró a Vhagar.

– Pequeña zorra ofrecida, ví como te encimabas a él, ni siquiera a mí me pides mimos – comenzó a reír, Vhagar en verdad parecía que se había entregado a Jacaerys.

Regresó a su casa y continuo con su día con normalidad. Pero un par de horas más tarde se encontraba mirando atentamente su celular esperando un mensaje de cierto chico de cabello castaño; sonrió cuando después de regresar de la cocina de su casa vio la notificación del chico.

Le estaba invitando a salir, con sus mascotas claramente, pero ya era algo; esperó unos minutos para responderle pues no quería verse muy urgido, pero después de eso contestó a Jace que se verían en el mismo parque a primera hora de la mañana.

La verdad es que estaba emocionado, se había prometido que no se dejaría llevar por la primera impresión, pero Jacaerys se veía como alguien decente, así que no podía evitar emocionarse.

Se levantó muy temprano y se arregló mejor que de costumbre, si es que se arreglaba cuando llevaba a pasear a Vhagar, porque en realidad solo recogía en su cabello en una coleta alta, lavaba sus dientes y usaba ropa deportiva, la primera que encontraba en la mañana.

Pero ese día se esmeró un poco más, peinó con más ahínco su cabello; escogió un bonito conjunto deportivo que usaba a veces para ir al pilates e incluso utilizó un poco de corrector y chapstick, era muy sutil, pero en realidad se notaba la diferencia, preparó a Vhagar y se dirigieron al parque.

Cuando llegaron al parque Jacaerys ya estaba ahí junto con Vermax, Jace jugueteaba con Vermax lanzándole una pelota e intentaba hacer que Vermax diera la pata, pero Vermax lo ignoró olímpicamente cuando los vio llegar, o bueno, cuando vio llegar a Vhagar, comenzaron a correr entre ellos y juguetear mientas Jace y él se saludaban y comenzaban a caminar.

Durante su caminata, Jacaerys comenzó a platicar con Aemond un poco más de su vida; resultaba ser que el chico había estudiado ciencias políticas así que entendía bastantes temas; era sumamente educado, le gustaba correr y practicar senderismo; vivía con sus hermanos y padres; y recientemente se habían mudado a la ciudad porque uno de sus padres había sido promovido de su empleo y habían tenido que mudarse, su conversación era verdaderamente ligera y agradable.

Era un Alpha; Aemond lo detectó casi enseguida; tenía un aroma amaderado con un toque chocolate salado, sus ojos eran como la miel, su cabello era rizado y su piel estaba adornada con una constelación de diminutas pecas en su nariz y mejillas. Después de que terminaron de caminar; Jace lo invitó a desayunar, aún era temprano así que Aemond aceptó.

Lo llevó a un lugar al que nunca había ido y eso que él llevaba viviendo en esa ciudad toda su vida. El lugar era pequeño y no tan elegante, en realidad era muy distinto a lo que él estaba acostumbrado; el lugar estaba lleno de anaqueles con libros de todo tipo; Jacaerys le había dicho que en ese lugar podías tomar cualquier libro que quisieras o llamara tu atención con la única condición de dejar un libro en intercambio o regresando el libro al lugar tiempo después; era curioso porque estaba lleno de libros de todo tipo; novelas, libros de aritmética, biografías, libros en otros idiomas, era un poco hippie, pero le gustó.

La comida fue otra cosa; era deliciosa, nada pretenciosa, pero estaba cocinada muy bien por lo que, aunque fuera un menú pequeño, todo era delicioso, el café volvió loco a Aemond; parecía que el barista había descifrado su mezcla y tostado favorito porque simplemente fue una experiencia maravillosa de principio a fin su taza de café, todo eso, aunado a la compañía de Jacaerys le hicieron pasar un rato muy agradable.

*****

Las salidas con Jace que en un inicio eran los fines de semana comenzaron a ser diarias; todas las mañanas salían a correr y pasear a sus mascotas antes de irse a trabajar; los fines de semana aprovechaban para conocer algún lugar nuevo para desayunar o simplemente Aemond le mostraba la ciudad a Jace, no había pretensiones de ningún tipo de por medio; ninguno parecía querer aparentar algo que no era frente al otro; Aemond se sentía libre de expresar sus opiniones y le gustaba el hecho de que Jace entendiera lo que decía sin juzgarlo.

Era evidente que Jacaerys tenía una educación mucho más liberal que Aemond o cualquiera de las personas que hubiere conocido, pero eso solo llamaba más la atención del omega, era como estar con alguien quien te podría enseñar a ver el mundo desde otro ángulo.

Fue solo cuestión de tiempo para dejar esa excusa de salir a pasear a sus mascotas, era evidente la atracción entre ambos, así que además de caminar con Vermax y Vhagar también comenzaron a salir sin ellos; cenas casuales; salidas al cine e incluso Jace lo llevó a caminar por una vereda poco transcurrida a las faldas de una montaña no muy lejos de la ciudad.

*****

La primera vez que se besaron como tal, Aemond sintió muy distinto a lo que había sentido en sus experiencias anteriores; Jace no era invasivo, su aroma lo relajaba y lo invitaba a bajar la guardia voluntariamente, nunca se impuso ante él; las manos de Jace eran suaves y acariciaban con mucha delicadeza su cintura.

Después de eso, para Aemond no hubo vuelta atrás, quería más, lo deseaba, lo anhelaba, fantaseaba el momento en que Jacaerys se metiera entre sus piernas y lo tomara, tenía pensamientos lascivos con el Alpha casi todos los días.

Una noche que Jacaerys lo había invitado a acampar se decidió a seducir a aquel educado y conservador Alpha; irían a cenar esa noche y por la mañana emprenderían su viaje a una cabaña que Jace había rentado y donde podrían pasear con sus mascotas libremente.

Se arregló como nunca lo había hecho en su vida; tomó una larga ducha, se aseguró de dejar su piel lo más suave posible y lavó muy bien su cabello; quería que Jacaerys no pudiera rechazarlo, lo había notado; todas las ocasiones en que pensó avanzarían a algo más, Jacaerys retrocedía y cambiaba de tema; sabía que no era por falta de deseo, pero el Alpha parecía tener mucha fuerza de voluntad, pero Aemond estaba decidido a cambiar eso en la noche.

Como todo buen caballero; Jacaerys lo recogió en su casa a buena hora; lo ayudó a llevar la mochila que se llevaría para acampar y abrió la puerta del auto para él. Sabía que él podía hacerlo solo, pero le gustaba que Jace le diera tantas atenciones, lo hacían sentir como si estuviera en otra época.

La cena fue maravillosa; como siempre, Jacaerys le había hablado de un lugar que conoció y que quería mostrarle; era un poco más formal que a donde acostumbraban a ir; pero sin ser demasiado estirado; la comida, la música, el ambiente en general y el hecho de que terminaron pidiendo dos botellas de vino hizo que ambos salieran de ahí algo más que animados.

Antes de regresar al departamento de Jace, lo llevó a caminar por ahí; tal vez esperando despejar un poco su mente del alcohol; caminaban entre tropezones y risas de ambos; Aemond se detenía en cada una de las lámparas que iluminaban el parque esa noche, se rehusaba a avanzar a menos que Jace lo besara, así que para cuando terminaron de caminar, los labios de ambos se encontraban hinchados ya.

Llegaron al departamento de Jace y Aemond era quien estaba más aturdido (mentira podrida porque Aemond estaba totalmente consciente en esos momentos); fingió que no podía desatar las cintas de sus zapatos, y Jace se arrodilló para ayudarlo.

Estaba ahí, el Alpha que deseaba, arrodillado a sus pies, la escena hizo volar su imaginación, desabrocho su pantalón mientras Jace terminaba de desatar sus agujetas, para cuando Jace levantó la mirada, Aemond tenía su mirada fija en él, su aroma se había desplegado por toda la habitación, ese aroma que a Jacaerys cada vez le costaba más trabajo resistirse.

– Jace – su voz sonaba tan suave – te deseo tanto – jadeó cuando terminó de decir eso.

Las manos de Jace acariciaron sus piernas por sobre la tela de su pantalón.

– Quiero estar contigo Jace, quiero sentirte dentro de mí. – su mirada estaba fija en la del Alpha y pudo notar como las pupilas de éste se dilataban, su aroma se hizo más fuerte y se mordió el labio, anticipando lo que pasaría.

Jace se levantó de su posición, quedó frente a él, sus ojos estaban fijos en él, una mirada que Aemond sentía atravesaba su alma, su respiración y las feromonas que emanaban de su cuerpo se agitaron con solo verlo, las manos de Jace se acercaron a su rostro.

Con su dedo medio comenzó a trazar la orilla de los labios de Aemond, era un toque muy suave, casi imperceptible pero que causaba escalofríos en todo su cuerpo, entreabrió los labios para dejar que las falanges de Jace pasearan a su gusto por toda su boca, en ningún momento había dejado de mirarlo, esos bonitos ojos del color del sol frente a los azules suyos, el Alpha se acercó a su rostro y cerró los ojos cuando sus labios fueron reclamados por los de Jacaerys.

Esta vez era diferente, Jacaerys demandaba más de él, sus labios se fundían contra los suyos y sus lenguas danzaban entre ellas buscando impregnarse del sabor ajeno, su cuerpo comenzó a dejarse llevar, sintió como su entrepierna cosquilleaba y como un líquido espeso descendía de su coño lentamente.

Jacaerys liberó sus labios para comenzar a atacar su mandíbula y cuello, dejaba besos suaves y uno que otro lametazo, su lengua caliente y rasposa generaba sensaciones indescriptibles para él. Cuando Jace llegaba peligrosamente cerca de su cuello, Aemond instintivamente giraba la cabeza para darle mejor acceso a su glándula, todo su cuerpo se sometía a la voluntad del Alpha.

Jacaerys comenzó a desabotonar su camisa; conforme avanzaba en su tarea, Aemond sentía sus traviesas y cálidas manos acariciar la piel debajo de la tela; su toque era tan gentil, Aemond no pudo contenerse más, sus manos eran mucho más torpes que las de Jace así que arrancó casi todos los botones de la camisa de Jacaerys.

Su torso era una obra de arte, parecía que había sido esculpido por uno de los grandes artesanos renacentistas, su cintura era estrecha; sus hombros eran amplios y fornidos, tenían una bonita silueta que combinaba con sus muy marcados y definidos pectorales, eran grandes y sus pezones eran de un bonito color café, sus manos los acariciaron superficialmente mientras terminaba de recorrer su piel; su abdomen era plano y sus oblicuos parecían marcar el camino a su entrepierna que hizo que Aemond mordiera sus labios con deseo.

A diferencia de él, Jacaerys se tomaba su tiempo para reconocer cada parte de su cuerpo; besó con mucha suavidad sus clavículas y toda la línea media de su abdomen; acarició con ahínco sus dos pezones que se encontraban bastante sensibles y erectos; pensó que Jace lo arrojaría de inmediato a su cama, pero no fue así.

Parecía que quería seducirlo, lo cual no tenía mucho sentido en su cabeza porque él estaba ansioso por entregarse y unirse a Jace; el Alpha se agachó de nueva cuenta hasta quedar hincado y viendo hacia arriba a Aemond, una vista demasiado erótica, comenzó a acariciar de nuevo sus piernas por sobre la tela del pantalón y pronto se deshizo de ellos. Ahora estaba frente a él, su entrepierna estaba a la altura de la cara de Jace, solo los separaba esa pequeña braga que había decidido usar, de encaje negro que Jacaerys tuvo a bien remover con delicadeza.

Después de eso; su Alpha lo atacó, metió su cabeza en la entrepierna de Aemond que para ese momento ya había soltado su mancha y ésta corría por sus muslos, pero Jacaerys no desaprovecharía nada; comenzó a lamer sus muslos recogiendo toda esa ambrosía que salía de su agujero; y después, como si fuera un hombre sediento en el desierto, comenzó a lamer y succionar su coño buscando saciar su sed.

Su virtuosa lengua se paseaba por todos sus pliegues, sus manos apretaban sus nalgas como si se tratara de aferrar a la vida con ello. Aemond gemía cada vez que la maravillosa lengua de su Alpha recorría su clítoris y tocaba ese punto en él que lo hacía ver estrellas. Luego sintió como una de sus traviesas manos comenzaba a buscar entre su trasero, uno de sus dedos comenzó a juguetear y a realizar pequeños trazos alrededor de su culo, antes de aventurarse a meter una de sus falanges en ese pequeño punto nunca antes profanado.

No se resistió, su cuerpo solo sintió una pequeña incomodidad antes de que las sensaciones lo comenzaran a abrumar, la lengua de Jace atendiendo su coño, la punta de su nariz tocando su pubis y ahora tres de sus dedos profanando su culo, se sentía en el cielo, su cuerpo se movía de manera inconsciente queriendo que esa traviesa lengua y sus curiosos dedos llegaran más dentro de su cuerpo.

Sintió de pronto un escalofrío recorrer su espalda, sus manos se sujetaron de la cabeza de Jacaerys, de entre sus piernas caía una cascada (o al menos eso creyó sentir), su abdomen se contrajo y comenzó a temblar en espasmos al sentir como había tenido un orgasmo y su cuerpo había arrojado de su mancha directo a la boca de Jacaerys, el Alpha a sus pies sonrió y se relamió los labios.

Se puso de pie y entonces fue que tomó a Aemond de la cintura y lo levantó para llevarlo a la cama, sus piernas se enrollaron enseguida de la cintura del Alpha y sus labios buscaban los de Jace desesperadamente.

Jacaerys lo arrojó a la cama, lo colocó boca abajo y se puso encima de él; podía sentía su respiración cerca de su oído y sus labios dejaban tiernos besitos en su cuello, nuca y por detrás de sus orejas; hizo a un lado el cabello de Aemond para tener total acceso a la piel de su espalda, Aemond solo volteó un poco su cabeza para mirar de reojo a su Alpha, sentía los labios de Jace recorrer toda su piel y dejar un mordisco en una de sus nalgas antes de incorporarse de nueva cuenta y quitarse el pantalón.

Aemond vio como Jacaerys terminaba de masturbarse viendo su trasero y comenzó a frotar su enorme erección entre las nalgas de Aemond, rodó los ojos por la sensación, era grande, duro y caliente, pronto sintió las manos de Jace separar su trasero para tener mejor acceso a sus agujeros; y lo sintió, como el enorme falo comenzaba a abrirse paso por su estrecho coño; mil sensaciones atravesaban su cuerpo mientras ese durísimo pedazo de carne se enterraba en su interior; era grande y palpitaba, sus paredes se cerraban a su alrededor queriendo sentir toda la longitud y el palpitar del miembro Alpha.

No sentía dolor, su coño estaba escurriendo de su mancha y la cama comenzaba a mojarse de sus fluidos, Jace era suave en sus movimientos, entraba poco a poco pero con firmeza y salía de él con delicadeza, lo suficiente hasta que Aemond perdió la paciencia y exigió que fuera más rápido y su Alpha obedeció; Jace comenzó a entrar más rápido en él y con mayor profundidad, con cada embiste sentía como su cuerpo se movía en la cama y ésta última hacia ruidos, parecía que se rompería debajo de ellos, pero no importaba; solo quería sentir todo de su Alpha.

Jace comenzó a machacar su entrada sin piedad, parecía que ese Alpha tenía dos pistones en su cadera pues empujaba su miembro con tanta fuerza que Aemond sentía que lo partiría por la mitad, pero él solo podía gemir y chillar pidiendo por más; los gruñidos de Jace lo estaban volviendo loco, su Omega estaba en un frenesí mientras era usado sin misericordia, las manos del Alpha lo detenían y de pronto fue levantado por dos fuertes brazos;

Jacaerys lo estampó en una mesa que estaba cerca, su torso estaba sobre la mesa mientras que sus piernas estaban abiertas y su culo levantado para dar mejor acceso al Alpha que seguía empujando ese miembro calientísimo en su interior; las manos de Jace comenzaron entonces a estimular sus pezones y clítoris, Aemond sentía lágrimas correr de sus ojos, euforia pura era lo que sentía, su cabeza se zangoloteaba al mismo ritmo que Jacaerys machacaba su agujero.

Sintió entonces como el palpitar del miembro Alpha se hacía más fuerte, Jacaerys estaba por terminar y Aemond lo quería, anhelaba ser anudado por el Alpha así que entre gemidos le pidió por su nudo. La piel del escroto de Jacaerys tocaba sus nalgas con cada empuje y pudo sentir como ésta se tensaba junto con sus bolas.

Con un último gruñido, Jacaerys se vació dentro de Aemond; y Aemond terminó junto con él cuando comenzó a sentir como el miembro dentro de él comenzaba a hincharse. Jacaerys lo levantó de la mesa en la que estaba recostado y comenzó a besar su espalda y mejillas; sus manos acariciaban su vientre, parecía hincharse con cada segundo que transcurría, la semilla de Jace seguía derramándose en su interior y su nudo era grande, las manos de Jace paseaban por ahí buscando darle consuelo y en todo caso aliviar su dolor e incomodidad, pero Aemond no sentía nada de eso; solo quería más, quería sentir el nudo de Jace paseándose por su vientre.

Sus feromonas lo delataron frente a Jace quien solo besó su sien con cariño antes de cargarlo aún unidos y llevarlo a la cama donde se acomodó debajo de Aemond para seguir empujando su nudo dentro del omega.

Uno de los brazos de Jace pasó por debajo de una de las piernas de Aemond para darle mejor acceso a su entrada.

Aemond podía ver como ese enorme nudo se movía dentro de su vientre; él comenzó a estimular sus propios pezones, mientras que las manos de Jace se dedicaban a estimular su clítoris y la otra acariciaba su vientre, no tardó mucho en volver a correrse.

Cuando Jacaerys finalmente salió de su interior, Aemond todavía estaba demasiado excitado así que le pidió que lo volviera a follar, aunque esta vez Aemond pidió que su Alpha follara su culo, querían sentir el nudo de Jace en todos sus agujeros así que con más calma y mucha delicadeza, Jacaerys lo volvió a penetrar; a un ritmo más lento y suave pero no menos placentero; se sentía seguro y amado; su agujero apretaba y daba la bienvenida a la verga de su Alpha; los dedos de Jacaerys lo acariciaban y comenzaban a colarse entre sus pliegues; su toque suave y sus dedos largos y gruesos tocaban un punto en su interior que lo hacía estremecer mientras que su polla tocaba un punto en su culo que lo hizo ver estrellas; sintió de pronto como ese enorme miembro Alpha comenzaba a palpitar con más fuerza; sabía lo que significaba, el nudo de su Alpha, lo recibiría, recibiría todo lo que Jacaerys le diera, él estaba hecho para su Alpha y solo para él, volvió a sentir ese chorro de líquido, espeso y caliente; mientras que los dedos de Jace seguían atendiendo su hinchado y rojizo coño; cuando sintió como el miembro de Jace comenzaba a expandirse en su interior una sensación de euforia pura lo atravesó, supo ahí que esa sería su nueva actividad favorita.

Después de eso, Aemond desarrolló un gusto particular por ser penetrado por el nudo de su Alpha, Jace siempre lo complacía con todo lo que él quería y a Aemond le fascinaba la vista de su vientre hinchado por el nudo de su Alpha cada vez que estaban juntos.

Y Jacaerys, como un fiel devoto siempre consentía a su Omega a quien le entregaría todo lo que él quisiera.

Notes:

Notitas finales:
1. Ningún Aegon salió con el corazón roto (dijo eso de que se casaría con el Alpha que lo defendió pero se le olvidó al día siguiente).
2. Creen que Vermax y Vhagar eventualmente sigan los pasos de sus dueños? Yo digo que sí jaja

Chapter 12: Día 12. Destinados

Summary:

Aemond vagó en soledad por demasiado tiempo, condenado por su propio padre, hasta que la visión de una diosa y su fortuna cambió cuando un chico de cabello castaño y ojos del color del mar, juntos, serían el inicio de un linaje de jinetes de dragones.

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Los Dioses estaban aburridos cuando crearon todo lo conocido; criaturas mágicas, bestias, majestuosos animales; plantas, árboles, frutos y por supuesto humanos. Era un pasatiempo para ellos, los veían como una más de sus creaciones y no tenían grandes planes para ellos, aunque debían admitir que en ocasiones encontraban intrigantes las interacciones entre ellos.

Aunque muchos dioses mostraban desprecio a su creación, en secreto bajaban de los cielos para mezclarse entre ellos; algunos incluso se enredaban con ellos y tenían hijos bastardos que compartían características tanto con los dioses como con los humanos. Algunos otros se metían con algunas ninfas o criaturas mágicas que habitaban en los bosques, fue así como Aemond nació.

No sabía quien era su padre y su madre había sido una nereida que murió poco después de que él naciera, por lo que fue una pareja de humanos quienes cuidaron de él la mayor parte de su vida.

Él no era un humano per se, tenía una fuerza sobrehumana y habilidades que ningún otro hombre o mujer tuvieran; podía domar bestias grandes, soportar el calor de mejor manera y no enfermaba, aunque también podía decirse, se consideraba un Alpha.  

No fue hasta muchos años después de que había nacido que un semidios fue enviado a buscarlo; su padre, un dios al que no adoraba o rezaba lo buscaba; quería que se uniera a él, que lo acompañara en los cielos donde gobernaba y donde no tendría ningún tipo de necesidad y estaría más cercano a sus demás hermanos y otros dioses leales a su padre, quería que se uniera a sus filas y peleara por él; Aemond no quería dejar su vida, así que rechazó la oferta y continuó viviendo con normalidad.

Pero pronto descubrió que haber desairado a su “padre” había sido una mala idea; los dioses eran rencorosos y vengativos; así que para persuadirlo, aquel dios envió una enfermedad que azotó a su pueblo; muchos de sus vecinos, amigos y conocidos comenzaron a enfermar terriblemente y cuando incluso sus padres cayeron enfermos, una ninfa se presentó ante él, le propuso aceptar unirse a las filas de su padre a cambio de una cura, le mostró una variedad de raíces y hierbas que serían la solución, claro que le dijo que esas raíces las encontraría únicamente en los jardines de su padre que se encontraban bastante vigilados.

Aemond aceptó de mala gana, pero con la condición de que primero se aseguraran de entregar la cura a su pueblo; la ninfa aceptó y lo llevó a los jardines botánicos de su padre; estando ahí le indicó cuales eran las plantas y raíces que necesitaría; viendo que la ninfa parecía algo distraída en su musculoso cuerpo, Aemond aprovechó esto y cuando la ninfa estuvo lo suficientemente cerca; la atacó quebrando su cuello con facilidad.

Tomó todas las plantas y hierbas que pudo, algunos libros que aquella ninfa le había indicado contenían las recetas de diferentes preparaciones usadas para sanar y huyó del lugar; regresó a su casa solo días después con las hierbas adecuadas y logró salvar a su comunidad.

Se le hizo fácil entonces comenzar a engañar a las ninfas, semidioses, titanes e incluso a alguno que otro dios despistado, seducía a las ninfas para después robarles algo que fuera de utilidad para las personas; veía como muchos dioses y semidioses despilfarraban y tenían enormes banquetes y festines mientas la mayoría de las personas que los adoraban morían de hambre y apenas se las arreglaban para vivir; así que lo veía como un pequeño acto de “grandeza” de aquellos seres hacia las personas.

No tardó en hacerse conocido por estas criaturas; era cazado y perseguido por varias de ellas, pero no importaba cuantas trampas le pusieran, él era demasiado hábil y listo, podía escabullirse de cualquier lado y su ingenio lo salvó en muchas ocasiones de quedar atrapado.

Pero un día llegó demasiado lejos; mientras intentaba robar unos artilugios que aquellos ebrios dioses llevaban y usaban para defenderse, los había escuchado decir que ninguna de sus espadas y/o arcos serían tan efectivos como las lágrimas de Syrax, una diosa que se decía sus ojos veían más allá de lo obvio; en sus ojos podía vislumbrar el futuro y sus lágrimas eran capaces de dar a quien las tomara la misma visión.

Claro que esa diosa estaba fuertemente protegida pues un poder como el de ella en manos de cualquier otro dios ambicioso era peligroso; aún así hubo una deidad que hace muchísimo tiempo había logrado robar algunas de las lágrimas de esta diosa; y ahora, con una guerra entre dioses por el poder; todos buscaban desesperadamente dichas lágrimas, querían saber quien sería el vencedor o quien perecería.

Aemond escuchó esto y dispuesto no solo a robar dichas lágrimas, sino a liberar a aquella diosa que se mantenía confinada, no quería ningún tipo de poder; pero no quería que alguien más pudiera utilizar a aquella diosa para iniciar una guerra.

Sin que se dieran cuenta, siguió a aquellos dioses que iban algo ebrios; pudo escuchar donde tenían encerrada a la diosa y se dispuso a ir por ella; sabía que sería peligroso y difícil, pero confiaba en que podría librar todas las trampas que hubieren puesto en su confinamiento, jamás imaginó que incluso dragones vigilarían la isla; criaturas temibles para muchos, feroces y algunos decían el fuego mismo hecho carne; ellos vivían en las montañas y volcanes que rodeaban aquel lugar, como sea, pudo esquivarlos y mantenerse alejado de ellos.

Llegó al lugar y logró entrar; mientras avanzaba por aquella isla desértica pudo ver los huesos de muchas criaturas y lo que supuso eran dioses o titanes que habían intentado liberar a Syrax. Con algo de ingenio y mucha suerte logró llegar a la cámara de un volcán donde Syrax se encontraba encerrada; la diosa se sorprendió de verlo; por mucho tiempo había escuchado a otros guerreros o campeones que habían intentado llegar a ella y desaparecido en el intento; pero ahí estaba ese joven que desprendía un aura extraña; era en parte un dios, en parte una criatura mágica y tenía una esencia humana que la dejaron curiosa por saber quién era él.

Mientras Aemond buscaba la forma más segura de salir de aquel lugar, la diosa que estaba representada como una hermosa mujer de ojos dorados y cabellos plateados comenzó a vislumbrar a aquel chico que la estaba salvando, veía mucho sufrimiento; un corazón consumido por las aguas; su hermoso rostro desfigurado, soledad y condenado a vagar solo por el mundo por el resto de la existencia; pero luego vio algo más; un omega de los mares y un Alpha de los bosques, unidos por algo más que la casualidad; destino, unidos para dar vida y consumir las suyas en una flama eterna; después de eso, vino otra visión, el mismo omega y el Alpha unidos ahora, una tormenta espantosa, el olor del humo y fraguas que ardían con tanta fuerza que incluso desafiaban a la tormenta que azotaba; de entre las aguas, el corazón del muchacho frente a ella regresaba, de forma distinta, un muchacho de ojos del color del más bonito y cristalino mar, su cabello tan oscuro y marrón como la tierra más fértil y húmeda, con un espíritu aventurero y un corazón noble y amable, ardería junto con él, condenados a la misma flama y destino, no había nadie más para el chico frente a ella y nadie más para el chico de su visión que el muchacho frente a ella.

Una última visión, dragones, aquellas feroces bestias que por tantos años la habían atormentado, ahora eran tolerantes con el muchacho frente a ella, luego aquel otro chico, a él le eran devotos; y juntos, con su linaje, los dragones eran uno solo con ellos, una última guerra, donde los dioses ya no someterían a las personas y aquellas visiones del futuro serían quienes liderarían a la humanidad frente a los terrores que la oscuridad ocultaba.

Su visión terminó justo antes de que el chico que se había presentado como Aemond la empezara a guiar a la salida.

Cuando comenzaron a avanzar para salir del lugar, un estruendo llamó la atención de ambos, un relámpago cayó y después con un trueno una figura imponente apareció frente a ellos, un dios, muy diferente a los que Aemond había visto anteriormente; Syrax se estremeció al verlo.

– Finalmente colmaste mi paciencia muchacho – la voz de aquella figura era fuerte y profunda.

– No sé quién eres – Aemond no se amedrentó ante la figura frente a él.

– ¿Es que acaso no me reconoces, hijo?

Aemond entonces reaccionó, ese hombre que se presentaba frente a él era su padre, aquel que lo había concebido años atrás y que había enviado a montones de criaturas para convencerlo de ir con él, fue Syrax quien lo sacó de sus pensamientos.

– ¡Balerion! ¡Ya basta! Él no ha hecho nada, es un inocente, no seas presa de las profecías de aquellas brujas, muchas de ellas nunca se cumplen.

–  Entonces, mi querida Syrax, muéstrame qué es lo que tus ojos ven, dime de frente que no será él o su estirpe quien acabe conmigo.

Syrax lo miró, pero incapaz de mentir no emitió ninguna palabra.

– Lo sabía. He matado a todos mis hijos, no he dejado que ninguno de ellos esparza su semilla por ahí, él es el último de todos ellos, tienes razón, las profecías no siempre se cumplen; así que aquí acaba esto, el muchacho debe morir.

– ¡Ten misericordia de él! No ha hecho nada malo, solo ha querido ayudar a los hombres, era lo que ella hubiera hecho y lo sabes, por algo estabas reacio a no buscarlo tú mismo, él es el último recuerdo que te queda de ella, ten misericordia de él y déjalo vivir.

Aemond solo veía la interacción de aquellos dioses; por un momento creyó que el tal Balerion los mataría a ambos, pero de pronto pareció que su ira comenzó a disminuir.

– Tienes razón – mencionó simplemente – él es el último recuerdo de mi Meraxes, la amé y fue por ese amor que dejé que robara y engañara a las criaturas que envíe por él. No puedo matarlo como lo hice con los otros; pero tampoco puedo dejar que ande libremente y amenace mi existencia.

Aquel dios entonces miró a Aemond, sus ojos tenían una mezcla de sentimientos que no pudo descifrar.

– De entre todos mis hijos, tú eres el más parecido a mí, tienes la belleza de tu madre, es innegable, pero tu carácter, tu fuerza y espíritu me recuerdan a mí.

– Jamás sería como tú, no sería capaz de matar a mis hijos solo por mi egoísmo de vivir eternamente. Eres repulsivo, no mereces ser adorado por ningún ser. – la voz de Aemond era clara, se notaba el desdén que sentía por aquel que se hacía llamar su “padre”.  

– Querías misericordia, tendrás la misericordia de tu padre. – con voz profunda y rencorosa, Balerion sentenció a su propio hijo.

Con un chasquido, aquel dios condenó a Aemond a permanecer en aquella inhóspita isla, estaría ahí por siempre; y para evitar que su semilla se esparciera, arrancó su corazón y lo lanzó al mar que rodeaba aquella isla.

– Vivirás sin tu corazón, y solo serás libre cuando estas aguas devuelvan tu corazón a esta isla y no antes; y para asegurarme de que nadie más intente yacer contigo tomaré la belleza con la que fuiste bendecido.

De un tajo, aquel cruel dios arrancó el ojo izquierdo de Aemond dejando una enorme cicatriz que corría desde su ceja hasta la mitad de su mejilla pasando por su cuenca que ahora estaba vacía.

Los ojos de Syrax se cristalizaron, pero de ellos no corrió lágrima alguna; no permitiría que Balerion se apoderara de un tesoro tan grande como lo eran sus lágrimas. Comenzó a correr para escapar de Balerion y cuando estuvo cerca del océano grito hacia Aemond.

– De cabellos castaños y ojos del color del mar, tu corazón volverá a ti, destinados a arder juntos por la eternidad y liberarte de esta prisión, lo juro.

Syrax entonces saltó desde el risco donde estaba hacia el mar embravecido para desaparecer entre la espuma y no volver a ser vista nunca más.

Aemond entonces se quedó solo en aquella isla, solo tenía en la mente las palabras de Balerion acerca de su linaje, quien terminaría con ese cruel dios y las palabras de Syrax acerca de su corazón. Se resignó entonces a pasar ahí el resto de sus días.

*****

Vagó por las tierras ocultándose de otros dioses y criaturas que habían sido enviadas a capturarla, fue en una de esas ocasiones cuando al que ahora llamaba hermano la encontró; huía de una criatura que la cazaba en unos profundos bosques, cuando se topó con un chico de no más de 12 años, su padre no estaba lejos de él y entre ambos cazaron a la criatura que la perseguía, desde entonces, había sido acogida por aquella familia y había tomado el nombre de Alys Strong.

Tardó muy poco en descubrir que aquel chico que ahora llamaba su hermano era aquel Alpha de los bosques que había tenido en su visión siglos atrás; lo cuidó y juró guiarlo por la senda correcta para que se encontrara con su destinado.

Eran jóvenes cuando el padre de ambos había muerto en un incendio; vagaron por mucho tiempo a la deriva, Harwin siempre la protegía y cuidaba y aunque eran de una casa noble, Harwin se forjó su propio camino a base de trabajo duro y honor; fue así como llegaron a una pequeña ciudad costera donde sentaron su nuevo hogar.

Alys sabía que ahí era donde el destino de su hermano comenzaba, así que con mucha paciencia empezó a esperar y contemplar el paso de las lunas; hasta que un día vieron un hermoso navío con el emblema de un caballito de mar en el horizonte; sonrió para sus adentros pues sabía que en ese barco su hermano encontraría a su destinado.

Laenor Velaryon era un omega que recién comenzaba a aventurarse en los mares, era hermoso y Alys supo que su hermano caería perdidamente enamorado de él, y así fue; ella no tuvo que hacer nada para que se conocieran, cuando el destino estaba escrito no había poder que pudiera alterarlo; así que cuando su hermano regresó a su hogar con la noticia de haber sido contratado por un navegante para cuidar y escoltar algunas carretas con mercancía valiosa, supo que Laenor y Harwin estaban por encontrarse finalmente.

El tiempo le dio la razón, solo habían pasado un par de lunas desde que ese navío había llegado al pueblo donde ellos vivían, y cuando se anunció que partiría de regreso a su hogar, Alys y Harwin zarparon en él, veía a su hermano que era devoto y leal a Laenor, y el omega correspondía sus afectos, era de noble corazón y espíritu aguerrido y entendió entonces que el destinado de Aemond sería lo mejor de ambos.

*****

Jacaerys Velaryon nació en una noche de tormenta, entre el humo de las fraguas y chimeneas del lugar, la brisa salada que rodeaba la isla y las fuertes olas que azotaban en los riscos y peñascos que rodeaban el castillo.

Un pequeño niño de cabello castaño y preciosos ojos azules que fue la alegría de Laenor Velaryon y Harwin Strong. Era el primogénito de aquel matrimonio y era un omega por lo que pudo oler su padre Laenor, era un bebé hermoso y tranquilo, tan tranquilo y callado que contrastaba tanto con la fuerte tormenta en la que nació.

Laenor estaba muy cansado después del parto así que entregó a su pequeño bebé a Alys Strong, hermana de Harwin para que lo sostuviera mientras él descansaba, cuando la mujer vio al bebé, le sonrió y le murmuró muy suavemente.

– Sabía que eras tu pequeño Jacaerys, he esperado tanto tiempo por ti, finalmente has venido a este mundo a liberarnos de los dioses crueles y a cumplir tu destino.

Alys continuó arrullando al bebé hasta que este se quedó profundamente dormido, besó su sien y sonreía viendo hacia el mar; sabía que ya faltaba poco para que aquel muchacho que la había rescatado fuera ahora liberado de su condena; ella había huido cuando Balerion apareció frente a ellos; pero se había prometido encontrar al destinado de Aemond y guiarlo para que cumpliera con su destino y ardiera en la misma flama que su destinado.

*****

Años habían pasado ya desde que aquella tormenta había traído la felicidad de Laenor y Harwin, y entre esos años, algunos pequeños más habían llegado al mundo para crecer esa familia. Laenor era un omega de una familia noble y rica que eran navegantes, no había mar u tormenta que no pudieran navegar, y Harwin era un guerrero de una casa antigua y honorable cuya tragedia había guiado su destino a un pequeño pueblo con costa, desde que había conocido a Laenor y a los Velaryon había jurado su espada y honor a él y su familia, además de que había servido por mucho tiempo a la familia de Laenor como un leal protector.

Jacaerys, siendo el primogénito de Laenor, era un navegante desde los seis años, sus hermanos también seguían sus pasos y Harwin se había encargado de enseñarles a utilizar armas y a defenderse adecuadamente a pesar de su condición de omegas.

Habían sido duramente criticados por esto, pero a Jace parecía no importarle en absoluto, amaba el mar, amaba los navíos y no había nada que lo emocionara más que la aventura de conocer un nuevo destino.

Cuando cumplió los diecisiete años, siguiendo la tradición Velaryon, Jacaerys fue celebrado y su padre Laenor entregó a él un barco que sería suyo, su insignia y con el que realizaría su primer viaje como capitán.

Estaba emocionado por zarpar, tenía tantos planes de lugares por conocer y rutas nuevas que descubrir que no podía esperar al día en que su navío zarpara del puerto. Había trazado una ruta “sencilla” en la que visitaría algunos lugares que había conocido en otros viajes con su familia, su tripulación había sido escogida personalmente por él y todos los marineros, vigías y remeros eran leales a Jacaerys, sabía que estaba rodeado de personas de confianza y que seguirían sus ordenes sin dudar.

Zarparon entonces una tarde, con los rayos del sol del ocaso cubriendo de luz dorada las aguas en las que avanzaban, su tía Alys se había acercado a él para despedirse y desearle buena fortuna; y como siempre, le dijo un montón de palabras algo confusas. Jace amaba a su tía Alys, pero en ocasiones era extraña y lo que decía parecían acertijos indescifrables.

– Cuando el dragón verde caiga al agua; tu deberás ayudarlo, y cuando lo hagas, tu destino estará esperándote en el corazón de la montaña sangrante. No tengas miedo, el dragón te protegerá y te guiará. – Jace frunció un poco el ceño cuando escuchó a su tía decir todo eso, pero solo asintió y la mujer comenzó a reír ligeramente antes de despeinar sus cabellos y asegurarle que él lo entendería cuando el momento llegara.

Jacaerys entonces partió a su nueva aventura, su barco desapareció en el horizonte bajo la atenta vista de sus padres y hermanos, Alys lo veía también desde un risco, miraba atenta a todas partes, sabía que estaban cerca de ella y de su familia, pero esta vez no dejaría que nadie ni nada los lastimara.

*****

Unas cuantas lunas habían pasado ya desde que Jacaerys había zarpado de su hogar; habían visitado algunas islas exóticas y otras ciudades en las que Jacaerys había estado anteriormente con su familia; había llegado a ciudades extravagantes con tradiciones y rituales nuevos a los ojos de Jace. Durante su estadía en una de aquellas ciudades, un mercader que había ofrecido sus productos llamó la atención de Jace al mostrarle un mapa con todos los lugares conocidos; muchos de esos lugares Jace los había visitado ya y algunos otros estaban en su ruta de viaje, pero de entre todos ellos, una isla llamó su atención, jamás había escuchado de ese lugar y la isla tal parecía no tenía nombre; el mercader le explicó que los navegantes más aventurados habían descubierto la isla muchas lunas atrás, pero que ninguno de ellos se había podido acercar lo suficiente pues esta isla estaba infestada de dragones, algunos de ellos creían que todos los dragones provenían de esta isla, por lo que no se acercaban a ella más de la cuenta.

Jacaerys tuvo entonces la semilla de la curiosidad y trazó una nueva ruta para pasar cerca de aquella isla que estaba en los mapas; no era imprudente así que siguió las indicaciones de los navegantes sobre no acercarse demasiado a la isla.

Emprendió entonces su nuevo destino; habían avanzado ya por algunas noches y mientras él observaba y contemplaba el firmamento lleno de estrellas, pudo vislumbrar algunas sombras que la luz de la luna reflejaba, eran dragones, esas majestuosas criaturas que a Jacaerys siempre habían intrigado, no les tenía temor, era respeto y no se había acercado nunca a alguno de ellos, pero sabía que esas criaturas eran mucho más que solo bestias que escupían fuego y aterrorizaban a los pueblos.

Mientras estaba atento observando aquel maravilloso espectáculo no notó que había otro navío mucho más cerca de la isla que lo que estaban ellos, aunque a diferencia de ellos que solo observaban a los dragones danzar en el cielo, los hombres en aquel navío lanzaban arpones y flechas directamente a los dragones, Jace había escuchado de mercenarios que cazaban dragones pequeños y más vulnerables para vender sus partes en los mercados negros; así que supo estaba frente a uno de esos barcos de cazadores.

No podía hacer mucho pues ellos no estaban preparados ni tenían el armamento suficiente para enfrentarlos, así que se ocultaron tras unos pequeños archipiélagos que rodeaban la isla con la esperanza de no ser vistos; cuando avanzaban hacía las rocas; pudo escuchar el llanto de un dragón, había sido herido y caía entonces al océano, cerca de donde ellos se encontraban, lo vio caer a no más de cien metros de donde ellos se encontraban; así que sin pensarlo mucho se arrojó al agua y nadó hacia donde la criatura había caído.

Se ahogaba; veía que el joven dragón intentaba alzar el vuelo de nueva cuenta pero no podía hacerlo pues su ala derecha había sido rasgada por el arpón que le habían lanzado; mientras intentaba acercarse a la criatura, notó que era pequeña, tal vez del tamaño de un joven cervatillo, el dragón lo vio fijamente a los ojos, dos pozos de oro derretido brillaban en esa cuencas; con un valor o tal vez locura que no sabía que poseía, Jacaerys se acercó al dragón y comenzó a arrastrarlo de regreso a su navío.

Mientras intentaba hacerlo, pudo ver como dragones mucho más grandes que los que habían visto desde lejos ahora iban directo al navío que los estaba cazando, varias llamaradas de fuego intenso y brillante salieron desde diferentes partes y los gritos de aquellos mercenarios rompieron con el silencio del mar y la noche.

Para cuando Jacaerys logró llegar de nuevo a su navío y fue ayudado a subir junto con la criatura, horas habían pasado ya, ambos, dragón y humano estaban sumamente fríos por la temperatura del agua, así que la tripulación de Jacaerys encendió la fragua que tenían y los llevaron a ambos ahí para calentarse, mientras Jacaerys intentaba acercarse al herido dragón para revisar sus heridas.

El pequeño dragón pareció notar las intenciones del chico pues a pesar de rugirle y hacer ruidos algo intimidantes, no lo atacó, para cuando la noche se esfumó y la luz del día comenzaba a iluminarlo todo, Jacaerys y el dragón habían avanzado mucho, Jace había podido quitar el arpón que lo había herido y con mucho cuidado había logrado limpiar su ala, el dragón por su parte ya no hacía ningún tipo de movimiento o gruñido para alejar a Jace, en realidad parecía que le gustaba la compañía del omega.

Para cuando terminó, Jace alzó en brazos al pequeño dragón para llevarlo a la cubierta, aún no podía volar y tal vez tardaría algunos días en hacerlo, así que decidió que lo llevaría de regreso a la isla donde esperaba pudiera sobrevivir sin poder volar por algunos días.

Bajó entonces en una pequeña barcaza, dragón y omega en ese pequeño espacio se dirigían a la isla, mientras que, a lo lejos, Jacaerys podía observar pedazos quemados del navío que había atacado a los dragones la noche anterior, el olor a humo y el llamado de varios dragones lo mantenían alerta, ese pequeño dragón seguramente tenía una familia, una madre que, si era la mitad de protectora que su madre Laenor, entonces Jace seguramente estaba viviendo sus últimos momentos en la tierra.

Con el favor de los dioses, logró llegar a la orilla de la isla y bajó a la criatura de la barcaza, el pequeño dragón comenzó a revolotear y adentrarse a la isla, parecía saber a donde dirigirse pues chillaba con lo que Jace suponía era alegría, así que comenzó a seguirlo a una distancia prudente; veía que se acercaban al pie del volcán que se veía desde el océano, así que seguramente su nido estaba cerca de ese lugar.

Lo que nunca imaginó fue encontrar a otra persona ahí; solo veía su espalda y los largos cabellos plateados que caían por su espalda; su espalda lucía algo lastimada y cuando el pequeño dragón comenzó a revolotear, aquel hombre volteo a verlos; Jacaerys tragó grueso cuando pudo ver el rostro del hombre, una gran cicatriz recorría la mitad de su rostro y su ojo izquierdo faltaba, pero no era temor o repulsión lo que sentía por aquel hombre; era como si hubiera una fuerza hipnotizante que lo empujaban hacia él, a consolarlo y hacerle saber que su sufrimiento había terminado.

En su ojo derecho lo veía, tristeza, soledad y resignación, los ojos de Jace se aguaron al sentir todas esas sensaciones como si fuera él mismo, se acercó con sumo cuidado a aquel hombre que solo lo veía como si fuere un espejismo o una broma cruel de su mente.

Cuando estuvo lo suficientemente cerca, vio como la mano de ese chico se acercaba a su rostro; con mucho cuidado, parecía querer confirmar que él era real y no una visión, tocó la punta de su nariz con la yema de sus dedos, recorrió toda su mejilla hasta llegar a sus labios que acaricio con tanta delicadeza y Jace no pudo evitar sentir un chispazo en su cuerpo que lo hizo liberar su aroma, mientras el Alpha frente a él continuaba con su recorrido hasta llegar a sus sienes, enredó sus dedos entre los suaves rizos de su cabellera y aspiró su aroma, las respiraciones de ambos se agitaban cada vez más.

Aemond no daba crédito a lo que su ojo veía, la noche anterior había visto un barco que estaba cazando dragones pequeños; él había lidiado con varios de ellos durante mucho tiempo, pero al estar condenado a esa isla no podía hacer nada cuando atacaban a aquellas criaturas desde el océano.

Por la noche escuchó el llanto de uno de ellos; era uno de sus dragones favoritos porque era bastante amigable y parecía ser muy inteligente, lo había conocido desde que eclosionó de su huevo y a pesar de ser pequeño, se encargaba de cuidar y proteger a dragones más pequeños que él, le parecía adorable el instinto protector que tenía aquel pequeño dragón.

Luego había visto la lluvia de fuego que varios dragones mayores habían dejado llover sobre aquellos cazadores, jamás imaginó que uno de ellos llegaría a la isla sin ser atacado por los dragones y mucho menos que luciría así.

El omega frente a él era el epítome de la belleza; durante su juventud él había conocido y seducido a hermosas criaturas, él mismo era considerado como alguien atractivo y hermoso, pero de eso no quedaba nada ya.

Sin embargo, aquel chico era tal y como aquella diosa hace tantos siglos le había descrito, “De cabellos castaños y ojos del color del mar, tu corazón volverá a ti, destinados a arder juntos por la eternidad y liberarte de esta prisión”.

Los ojos del omega se cristalizaron cuando lo vieron, pensó que tal vez era por miedo o rechazo a su imagen, pero pudo sentir que no era eso lo que lo hacía llorar, sino más bien el hecho de parecía sufrir con él por su maldición.

Jacaerys tomó la mano que aún se encontraba sobre su rostro; no era para alejarla, sino que parecía querer llamar su atención, cuando salió de su trance, vio como el omega intentaba acercarse a él y tocarlo, lo dejó hacerlo, no habían dicho una sola palabra, pero parecían entenderse con la mirada.

Cuando sintió las suaves manos del omega recorrer su piel un escalofrío lo recorrió, podía sentir la energía atravesar su cuerpo, finalmente el océano le había devuelto su corazón, dejó que el chico terminara de revisarlo antes de finalmente hablar.

*****

Harwin y Laenor jugaban con sus hijos menores en las orillas de la playa cuando vislumbraron el navío de Jacaerys acercarse a Driftmark, era raro pues se suponía que Jacaerys tardaría unas lunas más en regresar, pero se alegraron demasiado de tener de vuelta a su hermoso hijo con ellos.

Laenor pidió a la servidumbre preparar un pequeño banquete para recibir a su hijo y a toda la tripulación, sabían que, a pesar de todo, siempre era bueno recibir una buena comida, todos se adentraron al castillo para arreglarse, mientras que Alys observaba la galera que se acercaba desde uno de los balcones del castillo, sonrió pues supo que Jacaerys no estaría nunca más solo y que Aemond finalmente había roto su maldición.

 Cuando Jacaerys finalmente llegó a las puertas del castillo no lo hizo solo, un imponente joven iba detrás de él, Harwin y Laenor se miraron algo confundidos pero recibieron al muchacho sin mayor revuelo; mientras cenaban y los pequeños hermanos de Jace reían y jugaban con todos los regalos que Jacaerys les había llevado, Harwin pudo notar la mirada que el Alpha le dirigía a su hijo, parecía que había sido encantado bajo el canto de una sirena; mientras que Laenor podía ver el brillo en los hermosos ojos de su hijo, el mismo que él tenía cada vez que miraba a Harwin y a su familia en general.

Estaban a medio festín cuando las puertas se abrieron y entró Alys, la mujer se sentó en la orilla de la mesa y cuando su mirada se encontró con la de Aemond, ella solo le asintió y dedicó una sonrisa discreta.

*****

Jacaerys jadeaba, sentía su garganta algo reseca, lágrimas de placer corrían por sus mejillas, y las perlas de sudor que recorrían su piel mojaban la ya de por sí empapada cama en la que yacía en ese momento.

Su mirada estaba nublada pero podía sentir como los labios de Aemond recorrían toda la piel de sus piernas hasta llegar a sus muslos y mordisquearlos de manera juguetona; sus fuertes manos sostenían y apretaban sus nalgas y acariciaban toda la piel que tenía a disposición. Vio al Alpha erguirse y una cascada de cabellos platinados cubrió parte de su rostro, pero aun podía vislumbrar la sonrisa traviesa que sus labios mantenían, se acercó entonces a su cuello y clavículas, besando devotamente la piel ahí, la mordida de apareamiento que ambos compartían los hacía tener comportamientos casi animales, aunque Aemond jamás había lastimado a Jacaerys, ni siquiera cuando había reclamado su doncellez hace varias lunas ya.

– Eres mi corazón Jacaerys.

– Y tu eres el mío Aemond.

– Por años vagué en soledad, me tienes a tus pies, soy tuyo, para siempre. – una mordida en su cuello le hizo soltar un jadeo con el que respondió aquello que su amante había proclamado.

Aemond volvió a enterrarse en el interior de Jacaerys, suave y cálido y ahora escurría de su semilla, no se creía merecedor de tal obsequio, tal vez era él quien tenía como padre a un dios, pero Jacaerys parecía más una divinidad que cualquier otra criatura que él hubiera conocido.

Las piernas de Jacaerys se enrollaron alrededor de sus caderas creando un candado que no le permitía huir aun si lo quisiera, Aemond alzó en brazos a Jace y comenzó a moverse para adentrarse en las profundidades de Jace, su Omega, lo recibía siempre con gusto, lo apretaba con tanta fuerza que parecía querer exprimir todo de él, sus labios parecían desesperados por marcar la piel del Alpha, mostrarle al mundo que él le pertenecía solamente a Jacaerys, y Aemond portaba con orgullo todas y cada una de las marcas dejadas por su Omega.

Siguió moviendo sus caderas hacia arriba mientras que Jace rebotaba una y otra vez sobre su regazo, el ruido del choque de sus pieles era obsceno, los fluidos de ambos habían hecho un desastre de la cama, las piernas de Jacaerys tenían pequeños ríos secos de todo el semen que había salido de su agujero al estar ya demasiado lleno, los labios y barbilla de Aemond se encontraban brillantes de la mancha que había bebido directamente del coño de Jace y mientras el omega tenía su cuello, muslos  y pezones completamente mordisqueados, Aemond tenía un sinfín de arañazos y mordidas en su espalda y brazos.

Con un último empuje, los labios de Jace soltaron un gemido y la semilla de Aemond volvió a inundar su interior, el sentir ese líquido caliente y el miembro duro y palpitante de Aemond en su interior lo volvía completamente loco, así que arañaba con más ahínco los antebrazos del Alpha que lo sostenían mientras que Aemond besaba su barbilla y cuello, y con una mano traviesa estimulaba el clítoris de Jacaerys para prolongar su orgasmo y hacerlo temblar.

Aemond no lucía mucho mejor, su pupila se encontraba completamente dilatada, su penetrante aroma invadía toda la habitación y perfumaba a Jacaerys sin pudor alguno, su pálida piel estaba enrojecida y los gruñidos complacidos que soltaba hacían sentir feliz al omega de Jace, feliz de servirle y entregarse a él con tal disposición.

*****

Jacaerys y Aemond habían unido sus almas y sus vidas tantos años atrás en un risco cerca de las playas donde se habían conocido, el pequeño dragón que Jace había rescatado ahora parecía seguir fielmente a Jace y cuando el omega dio a luz a su primer cachorro, parecía que el dragón se había terminado de enlazar con Jace.

Ahora Jace se encontraba en su lecho, era viejo ahora y Alys sostenía su mano, sabía que no le quedaba mucho tiempo más, pero era inmensamente feliz, tuvo un total de nueve cachorros, todos sanos y hermosos, habían heredado el cabello platinado de su Alpha y los ojos habían sido una rara mezcla que había dado como resultado el color violeta en distintas tonalidades en todos ellos.

Ellos, al igual que Jace habían logrado enlazarse con dragones, pudiendo montarlos y surcar los cielos. Fue así como la dinastía Targaryen nació. Había amado a todos y cada uno de ellos y amó inmensamente a la gran familia que hicieron crecer, pues al parecer todos eran igual de fértiles que sus padres.

Mientras Alys sostenía la mano de un débil Jacaerys, Aemond entró por la puerta, él también había envejecido, pero no al mismo paso que Jacaerys quien era simplemente humano. Alys miró a ambos y sus ojos se cristalizaron, aunque Aemond le hizo prometer que no derramaría lagrima alguna por ellos, pues era el ciclo de la vida y él estaba agradecido de haber vivido con Jacaerys, tal vez en otra vida o en la muerte estarían juntos eternamente, pero agradecía haber tenido el tiempo que tuvo con Jace.

Alys salió de la habitación, durante todos esos años no había llorado, aunque no habían faltado ocasiones, tras la muerte de Laenor y Harwin casi lloró, los hermanos menores de Jace eran también mayores ya y no tardarían en partir de esa vida, pero Jace removía tanto en ella que le era imposible no derramar una lágrima.

Al día siguiente, entró a la habitación que Aemond y Jace compartían, los encontró a ambos dormidos, no despertarían jamás, Jace estaba acurrucado en los brazos de Aemond y mantenía una expresión de tanta calma que parecía que solo estaba descansando, Aemond igualmente tenía una expresión relajada y en paz.

Cuando Alpha y Omega fueron incinerados por el dragón al que Jace había llamado Vermax, Alys contemplaba la pira con la mirada perdida, intentaba no derramar sus lágrimas, pero cuando el fuego se apagó y solo quedaron las cenizas de ambos, se acercó al lugar y no pudo evitar derramar lágrimas, por primera vez en siglos lloraba, se permitió llorar entonces por todos aquellos a los que había amado y había perdido en el tiempo.

Cuando terminó de llorar, las cenizas de ambos amantes habían absorbido las lágrimas y a los pocos días pudo ver que unos pequeños brotes comenzaban a surgir de aquella tierra.

Una hermosa flor de pétalos blancos que recordaban al cabello de Aemond con botones azulados que eran del color de los ojos de Jacaerys surgió.

A esa flor las personas comenzaron a llamarla “lágrimas de luna” y no podían ser cultivadas, sino que nacían solas, se decía que solamente las parejas destinadas eran bendecidas con el brote de aquellas hermosas flores.

*****

Notes:

1. Alys es Syrax (creo es obvio)
2. La primera parte de este shot está inspirada en el mito de Prometeo (el titán que amaba a los hombres y que robó el fuego, uno de los tantos mitos de él, dice que los dioses lo castigaron y maldijeron para que todos los días un águila bajara y se comiera su hígado, así para toda la eternidad, él no moría porque pues al ser un titán es inmortal, pensé en eso cuando Balerion le arrancó el corazón).
3. Por obvias razones y el bien del guión, los Velaryon y los Strong son familias muy muy antiguas, mucho más que los Targaryen.
4. Aquí, el mito de que los Targaryen están más cerca de los dioses que de los hombres es en cierta parte verdadero ya que Aemond es un titán, no lo aclaré, pero creo que queda implícito).
5. Vermax bebé es el primer dragón que se vinculó a un humano y pues ahora sí que la matriarca de la familia de dragones.
6. Jace y Aemond no perdieron el tiempo y pues antes de siquiera decirle a los papás de Jace que se querían juntar, pues ya habían hecho “traka traka la matraca”, de ahí que tuvieron tanto chamaco.
7. Sobra decir que ni Laenor ni Harwin se opusieron a su unión y eran felices de tener tanto nieto.
8. Aemond murió junto con Jacaerys porque literalmente Jace era su corazón.
9. Supongo que eventualmente la estirpe de Aemond y Jace fueron los que dieron fin a los dioses crueles.

Chapter 13: Día 13. Antojos de embarazo

Summary:

Jacaerys decide consentir a su muy preñado omega con una deliciosa pizza.

ó Aemond se sacó la lotería con el Alpha que se casó.

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

“Después de amasar la masa por tiempo suficiente hasta lograr la consistencia deseada, déjela reposar por una hora o hasta que ésta duplique su tamaño, se recomienda dejarla reposar en un lugar cálido, una vez ésta haya leudado lo suficiente engrase el sartén con un poco de mantequilla derretida y expanda la masa sobre el sartén, distribuya uniformemente la salsa de tomate previamente preparada, utilice queso mozzarella rayado para la base de la pizza y coloque sus ingredientes favoritos sobre él, recuerde que no debe escatimar en los ingredientes que coloque en su pizza; después de eso, lleve su pizza al horno y dejé hornear por 15 a 20 minutos a 180° grados centígrados.”

Las instrucciones de la mujer en el video eran sencillas; mientras intentaba terminar de mezclar los ingredientes para la masa en las cantidades indicadas en la receta, Jacaerys había vertido agua en su playera así que se la había quitado quedando únicamente vestido con unos pantalones de chándal grises que se ajustaban a su cadera con unos cordones; a diferencia de la mujer en el video, su cocina era un completo desastre, siendo la barra del desayunador la única superficie libre de harina e ingredientes botados.

Su torso estaba lleno de harina e incluso la harina había terminado en una parte de su mentón. Jacaerys ponía atención a las instrucciones finales de la masa antes de comenzar a rebuscar en las alacenas de su cocina las aceitunas negras que Aemond le había pedido específicamente para su pizza. Su omega tenía seis meses de embarazo ya y durante los primeros dos todo fue de maravilla, pero durante el tercer mes, a Aemond pareció poseerlo el espíritu de la glotonería pues tenía antojos todo el tiempo y muy variados, desde anchoas con chocolate, malteadas de frutos exóticos, postres como yogurt con galletas saladas o como en ese momento, que a Aemond se le había antojado una pizza al sartén.

Ya había logrado preparar la salsa de tomate que llevaría la base de su pizza y para su buena fortuna, tenía el refrigerador lleno de todo tipo de ingredientes que pudieran ocurrírsele, con los antojos de Aemond más le valía estar preparado para cualquier tipo de mezcla que le pareciera apetecible.

Estaba terminando de mezclar la harina y la levadura de la masa y comenzó a amasarla como las indicaciones lo decían cuando escuchó los pasos de Aemond bajando las escaleras, suspiró, supo que su omega solo bajaba para darle más instrucciones sobre su antojo o en todo caso, para decirle que se le había antojado cualquier otra cosa.

La verdad era que no podía quejarse, supo desde el primer momento en que conoció a Aemond que sería el omega quien mandaría en esa relación, lo amaba tal como era, pero en ocasiones su muy mandón esposo ponía a prueba su paciencia.

Cuando volteó a verlo, su querido Omega se veía como una divinidad, llevaba puesto solo una playera negra estampada con el nombre de su banda de rock favorita que pertenecía a Jacaerys, su omega se había apoderado de ella porque le gustaba que estuviera llena de su aroma y que siempre lograba seducir a Jace; tiempo atrás esa playera le quedaba enorme, ahora le quedaba solo un poco holgada de su barriga y tapaba solo la mitad de sus muslos; el color de la prenda contrataba con la palidez de su piel, iba descalzo y su cabello iba sujetado en una coleta alta un poco despeinada.

– Muero de aburrimiento y calor allá arriba. – su bonito rostro tenía el ceño algo fruncido a modo de berrinche y sus labios estaban formando un puchero que a Jace lo derretía.

– Uummm… esto va a tardar todavía un buen rato cariño, pero dime, ¿hay algo que pueda hacer para bajar tu calor? – Jace dejó de amasar la mezcla para ver a los ojos a su esposo.

– Una limonada no me vendría nada mal – contestó mientras tomaba asiento en una de las sillas altas de la barra del desayunador – con moras – terminó de indicar a Jace.

– Claro, solo, déjame terminar de amasar esto. – indicó con su mirada la masa entre sus manos.

Aemond asintió lentamente mientras se acomodaba mejor para ver a su esposo cocinar para él.

Jacaerys volvió a su tarea; comenzó a azotar ligeramente la masa sobre la barra de la cocina, sus dedos apretujaban la masa para llegar a la consistencia que había visto en el video de la mujer; de pronto Aemond quedó hipnotizado viendo los fuertes brazos de su Alpha amasar y apretar la mezcla entre sus manos e imaginó que era su piel y no la masa esa a la que Jacaerys daba ese trato rudo.

Se removió algo incómodo pues el calor no había hecho más que subir; su lívido se disparó y comenzó a sentir como su mancha comenzaba a lubricar su entrada. Se relamió los labios y luego mordió su labio inferior al ver como el Alpha ahí usaba los músculos de sus brazos para extender y azotar sobre la barra la masa de la pizza.

Su olor fue evidente para Jace quien estaba solo a unos metros de donde su Omega se encontraba disfrutando de tremendo espectáculo.

– Jace … deja de hacer eso y atiéndeme. – la voz de Aemond sonaba necesitada.

Jace volteó la vista solo para contemplar como las mejillas de Aemond se encontraban bastante sonrojadas, sus piernas estaban abiertas y su boca entreabierta emitía pequeños suspiros;

No tardó en dejar lo que estaba haciendo para acercarse a su necesitado omega, Aemond no perdió el tiempo y en cuanto Jace estuvo al alcance de sus brazos, lo atrajo a él para restregarse contra el torso del Alpha; las manos de Jace viajaron de inmediato al trasero de Aemond; con el embarazo su Omega había ensanchado sus caderas de manera deliciosa; su trasero era más grande y carnoso, sus muslos se habían vuelto algo regordetes y sus pechos comenzaban a hincharse, era más suave, más dulce, era una delicia para el Alpha y agradecía a todos los dioses que su Omega no había perdido su apetito sexual.

Aemond gimió en cuanto las manos de Jace apretaron con más fuerza su trasero, tal y como lo había imaginado mientras amasaba la mezcla de la pizza; los labios de Jace comenzaron a atacar su cuello y mandíbula; sabía que Jace siempre buscaba mordisquear su cuello; siempre remarcaba la mordida que había puesto ahí hace un par de años; y Aemond disfrutaba de sobremanera el frotarse sobre el trabajado torso de su Alpha y que éste lo perfumara, le gustaba sentir la posesividad de su Alpha.

Jacaerys no tardó mucho en cargar a su omega como si de un koala se tratara, Aemond amaba que su Alpha fuera tan fuerte, sus brazos lo alzaban con tanta facilidad y pronto se vio siendo cargado hacia el sofá que tenían en su sala.

Aemond estaba ansioso de ser tomado por el Alpha, las pupilas dilatadas y el fuerte aroma de Jacaerys le indicaban que su Alpha estaba igual o más deseoso que él, pero a pesar de eso, no era brusco en sus movimientos.

Jace lo acomodó para dejarlo recostado sobre el sofá, se hincó ante él, colocó un almohadón debajo de su espalda para mantenerlo cómodo y comenzó a masajear sus hinchados pies; su toque era delicado y en realidad sintió alivio instantáneo en sus adoloridos pies.

Las manos de Jace entonces comenzaron a subir por sus piernas, masajeaba con suavidad sus tobillos y pantorrillas, Aemond se removía cada vez más excitado de saber que su Alpha lo procuraba de dicha forma, para cuando las manos de Jace llegaron a sus muslos, Aemond separó sus piernas inconscientemente para darle mejor acceso al Alpha.

Jacaerys entonces comenzó a recorrer la suave piel de sus piernas con sus labios, mordisqueó sus carnosos muslos y cuando llegó a su entrepierna, alzó la mirada para ver de forma depredadora a Aemond, su sola mirada lo hizo estremecer, las pupilas de Jace estaban dilatadas, su aroma era fuerte, el agarre de sus manos se afianzó y colocó sus kilométricas piernas sobre sus hombros para tener acceso a ese punto suave que Aemond le ofrecía gustosamente.

Jacaerys relamió sus labios de solo aspirar el aroma de la mancha de Aemond, siempre le había encantado devorar el coño del omega, pero ahora con el embarazo era mucho más dulce, más exótico, era como un afrodisíaco que hacía que su Alpha tomara por completo el control, la ropa interior de Aemond era de un bonito color azul que resaltaba en su pálida piel, era de encaje y apenas y cubría sus secretos más íntimos.

A Aemond siempre le habían parecido hermosos los ojos de cervatillo de Jacaerys, esperaba que su pequeña bebé heredara ese hermoso rasgo, pero en ese preciso momento que Jacaerys tenía puesta su mirada sobre él, no parecía un cervatillo, sino un depredador, listo para atacar a su presa, tragó saliva con dificultad cuando esos ojos no dejaban de sostenerle la mirada.

Solo sintió como aquellas manos gruesas y tibias se deshacían de su ropa interior, vio la sonrisa satisfecha de Jace al notar que su coño estaba ya derramando gruesas gotas de su lubricante; su Alpha se relamió los labios y comenzó a acercarse a él, lento, de manera tortuosa, la punta de su nariz tocó su pubis, aspiró su aroma y sintió un cosquilleo en su monte de venus cuando esa traviesa y respingona nariz se paseo en esa zona.

Soltó un largo gemido cuando la lengua de Jacaerys comenzó a recorrer su tierno agujero, era solo la punta de su lengua la que estaba atendiéndolo, podía sentirla, caliente, rugosa y traviesa como solo Jace sabía usarla.

Echó su cabeza hacia atrás cuando esa experimentada boca se cerró para tironear un poco de sus pliegues, las manos del Alpha lo sostenían de su cadera y apretaban su trasero cada que la lengua de su atractivo esposo repasaba todos y cada uno de sus recovecos, sentía los labios de Jace succionar los suyos, beber su mancha por completo y el ruido que hacía su boca cada que parecía atragantarse con la cantidad de fluido que salía de su agujero, sus manos instintivamente viajaron al cuero cabelludo de Jace, manteniéndolo ahí, no queriendo dejar escapar a su virtuoso amante.

Jace gruñía cada vez que alejaba su lengua de su agujero para tomar aire; él podría morir en ese espacio que le sabía a gloria, pero primero debía complacer a su omega, repasaba todos y cada uno de los pliegues del coño de Aemond antes de profanar sus agujeros, sentía como las manos del omega tironeaban de su cabello cada que su lengua entraba y salía de su estrecho coño, los gemidos y suspiros de Aemond eran como el canto de una sirena, hipnotizantes y solo lo excitaban a continuar con más ahínco.

No tardó mucho en sentir como las paredes del coño de Aemond intentaban apretar su lengua, estaba muy cerca de terminar, pero Jace no lo iba a dejar solo así, así que comenzó a aventurar algunos de sus dedos por el trasero de Aemond, solo sintió como respingó un poco cuando una de sus largas y gruesas falanges se había colado por el culo del omega, entraba con suavidad y paseaba por aquel lugar tomándose el tiempo de explorar sus paredes y sus rincones más profundos, mientras que su lengua seguía atendiendo su ya muy hinchado y rojizo coño.

Sintió entonces un jalón en su cabello más fuerte de lo normal y como las piernas que tenía sobre sus hombros apretaban su cabeza de manera involuntaria, las sintió temblar, y al subir la mirada se topó con todo el cuerpo del omega temblando al haber llegado al éxtasis.

Podía ver sus bonitos labios entreabiertos y jadeantes, bajó entonces sus piernas de sus hombros y la mirada perdida de Aemond volvió su atención hacia él.

– Ni siquiera pienses que ya terminé contigo omega.

– Alpha … – Aemond intentaba recuperar el aliento después de su orgasmo – Alpha … duele, me duele el coño, Alpha por favor … – su voz era suplicante.

Jacaerys sonrió y a pesar de la voz y aroma suplicante de su omega lo torturó un poco más con sus dedos, lo hizo llegar de nueva cuenta al orgasmo, él debía admitir que la erección en sus pantalones dolía, pero quería arruinar a Aemond primero.

Solo estuvo satisfecho hasta que pudo vislumbrar como por las piernas de Aemond corrían ríos secos de su mancha y squirt, su cabello era un desastre y la playera que cubría su parte superior estaba empapada de sudor.

Fue entonces que se levantó de su lugar y desnudó a Aemond con prisa, el pobre omega solo gemía y frotaba su mano sobre su coño intentando aliviar un poco el dolor que sentía por la sobrexcitación a la que Jace lo tenía sometido.

Cambió de lugar con Aemond, se recostó sobre el sofá que se encontraba empapado y atrajo al omega para acomodarlo encima de él, la barriga de Aemond estaba sobre su abdomen para ayudarlo a liberar un poco la presión en su espalda; entonces comenzó a frotar su verga sobre los labios de Aemond, solo se frotaba pero no lo penetraba, los gemidos y llantos desesperados de Aemond le gustaban, sabía que su omega no tardaría en tomar las acciones necesarias, así fue que Aemond liberó aún más su aroma, su omega estaba totalmente decidido a tomar el control de la situación, las pupilas de Jace se dilataron y sintió como las manos de Aemond buscaban su miembro Alpha para acomodarlo en la entrada de su agujero, sin más, Aemond dejó caer su cuerpo para empalarse en ese calientísimo y palpitante miembro.

Ambos gimieron de placer y liberación cuando finalmente se volvieron uno solo; Aemond entonces comenzó a cabalgar a su Alpha, movía sus caderas hacia adelante y hacia atrás, luego hacía pequeños círculos con su pelvis que hacían que la verga dentro de él tocara todas sus paredes, él marcaba el ritmo de penetración y el movimiento, pero fue cuando Jace lo tomó de las nalgas y comenzó a empujar sus caderas sobre su agujero que sintió toda la vigorosidad de su amante.

Sentía las fuertes manos de Jace apretar su culo, mientras que sus labios repartían besos y mordidas alrededor de su cuello, pecho y barriga, estaba llegando a un punto de excitación que no había sentido antes cuando de pronto los colmillos de Jace se enterraron en uno de sus pezones, estaban hinchados ya y una sensación de frenesí lo atravesó cuando su Alpha comenzó a succionar de él y pequeños hilos de líquido blancuzco comenzó a salir, leche, su Alpha lo había estimulado tanto que comenzó a lactar y Jacaerys sería el primero en probar aquella delicia que sería para su pequeña hija, pero hasta que ella naciera, su amante reclamaría esa ambrosía todos los días.

Con un gruñido que parecía más un rugido de placer, sintió como su coño apretaba la verga de Jace para exprimir toda su semilla, los dedos de sus pies se doblaron de placer y sintió como su coño expulsaba su squirt como si el agua de una alberca saliera por completo de su coño.

Luego vino ese placentero nudo, el miembro caliente, palpitante y grueso trozo de carne que se enganchaba con fuerza a su coño para asegurar una monta exitosa, lo cual no tenía sentido porque él ya estaba bastante preñado, pero aún así amaba ser anudado por Jacaerys.

El Alpha siempre lo consentía y mimaba en extremo cuando lo anudaba, una de las manos de Jace viajó por su espalda para acariciarla y masajear los hoyuelos de su espalda baja para ayudar a desinflamar el nudo, su otra mano despegó los cabellos que tenía pegados en el rostro por el sudor de sus actividades.

Luego de eso, viajó a su entrepierna y de nueva cuenta comenzó a estimular su clítoris, pudo sentir como su coño volvía a palpitar y a doler, era un dolor placentero que amaba sentir, así que lo dejó hacer, mientras que con su boca atendía su otro pezón comenzando a succionar de él para sacar toda la leche que Aemond tenía para darle.

Un último orgasmo lo atravesó cuando el nudo de Jace palpitó con fuerza aún dentro de él y volvió a llenar su vientre de semilla, el nudo del Alpha se desinflamó poco después de eso y Jace salió de él manteniendo sus piernas abiertas para dar dos palmadas en su coño que lo hicieron gemir por lo sensible que se encontraba la zona, mientras que Jace admiraba como su semilla corría por las temblorosas piernas de su omega.

Besó su sien entonces con el cariño que siempre lo hacía, besó su cuello y clavículas para tratar de despejar la mente de Aemond y saliera de su estupor, con unos cuantos suspiros más y palabras tiernas y dulces, Aemond volvió en sí solo para ver como Jace los volvía a levantar de su lugar y avanzaban desnudos hacia su habitación.

Los limpió a ambos lo mejor que pudo, y luego regresó a la cocina para terminar la pizza que había dejado a medias.

Cuando el aroma a pizza inundó sus fosas nasales, Aemond tuvo una brillante idea, se sacó la ropa interior que Jace había seleccionado y bajó solo con su camisón de dormir.

Jace estaba por subir con su limonada y la pizza para que él no volviera a bajar las escaleras, pero al verlo ahí se limitó a dejar todo sobre la barra del desayunador, para cuando terminaron de comer y Jacaerys comenzó a recoger el desastre de la cocina y lavar los platos, Aemond con mucho cuidado y de manera sigilosa se subió a la barra del desayunador, se acomodó de forma que Jacaerys lo tuviera de frente cuando volteara, se subió el camisón que llevaba para dejar expuesto su coño y abrió las piernas de manera sugerente antes de llamarlo.

– Jace …

– Dame un segundo cariño, termino de lavar esto y te alcanzo en la alcoba.

– Jace, quiero postre.

Jacaerys volteó a donde la voz del omega le indicaba solo para ver a Aemond ahí, con sus dedos paseando por su entrada y mirándolo de manera provocativa.

– Para mí será un placer.

Aemond sonrió triunfante, Jace le comería el coño de nueva cuenta, y él estaba seguro de que chuparía la verga de su Alpha, al final, qué mejor postre que la dulce semilla de su Alpha en sus labios.

*****

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

Notes:

1. En este shot tuve la idea de que todos los bebés de estos dos van a ser niñas; cuando supieron que el bebé era niña decidieron que si era castaña se llamaría Rhaenys y si era platinada se llamaría Aemma, pero como estos dos le atinaron a la receta ganadora, tuvieron a Aemma, Rhaenys, Daenys y Valaena.

2. Rhaenyra era la más feliz y Aemond era su consentido porque de todos sus “nueros” él fue el único que le dio nietas (y 4) y todas les salieron divinas.

3. Este par echaban pata como conejos desde siempre, pero con el embarazo solo aumentó el apetito de ambos.

4. Jace siendo esposo devoto es canon, Aemond siendo de esos “orgánico gluten free” pues era bien quisquilloso con todo lo que se le antojaba y Jace entonces tenía de todo en su casa para preparar él mismo los antojos de su omega.

Chapter 14: Día 14. Presentación de casta

Summary:

El Blog de Jace Targaryen, donde este chico nos platica un poco de como fue su presentación como omega.

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Entrada # 225

Hello, hello queridos lectores!

No estaba muerto, solo recién parido jaja. No crean que los he olvidado u abandonado, pero honestamente no había tenido un solo momento libre para sentarme a escribir, pero heme aquí, regreso de entre leche, pañales, dos bebés llorones y un Alpha consentidor para convivir con ustedes.

¿Cómo les va esta noche? Bueno, no sé la hora en que me lean, pero para mí son casi las 11:30 pm, sigo despierto porque los gemelos están por pedirme de comer, así que, tengo hasta la media noche para escribir. Para los que son nuevos en esta comunidad, les cuento, ¡Ya soy papá!, hace casi tres meses que me convertí en papá y mi vida dio un giro de 360°. 

Sin más, les doy la bienvenida una vez más al blog de Jace Targaryen.

Quiero empezar contándoles lo feliz que me hace lo mucho que ha crecido esta comunidad; vamos, los que iniciaron conmigo saben que empecé este proyecto hace mucho, en serio, mucho tiempo ya, todavía estaba en la universidad y comencé esto como una manera de contar mis experiencias y compartir algunos tips de supervivencia universitaria; quiero que sepan que los considero parte de mi familia y me hace muy feliz saber que ustedes me quieren y estiman tanto como yo a ustedes.

En esta entrada no quiero contarles acerca de algún tip de oficinista o truco hogareño que me haya salvado, sino que quería agradecerles todas y cada una de sus muestras de cariño, mientras estuve en el hospital y los días después del parto, tuve algo de tiempo para tomar mi celular y leer todos los mensajes que me enviaron con sus buenos deseos y algunos consejos que me compartieron, créanme, me han sido de mucha ayuda y pronto estaré compartiéndolos con toda la comunidad (obvio, dando los créditos correspondientes).

Bueno, eso es solo una parte, la otra era que estoy de verdad impresionado; algunos de ustedes me habían sugerido crear un apartado postal para recibir cualquier detalle o incluso algunos productos de sus emprendimientos y demás, pero después de regresar del hospital, Aemond y yo nos encontramos con un montón de paquetes que mi hermano Joff y su novio Daeron habían recolectado de la oficina postal.

Los bebés recibieron una infinidad de regalos de parte suya, unos mamelucos divinos, mantitas y peluches, incluso enviaron cosas para mí y para Aemond, en verdad, estamos muy agradecidos con todos ustedes por sus buenos deseos y lo bonito que se siente estar acompañado por esta hermosa comunidad.

Peeeeerooooo… regresando a mi idea inicial, les decía que durante el tiempo en el que estuve en el hospital, pude leer muchos de sus mensajes, y uno de ellos me llamó bastante la atención. A petición de la persona que me escribió, no voy a revelar su identidad, pero quiero compartirles lo que me escribió.

“Querido Jace,

Espero que tu embarazo vaya de maravilla, estoy al pendiente de tu blog casi a diario para saber el momento en que mis sobrinos nazcan (ya sé, no somos parientes, pero he llegado a sentirme tan en confianza que considero a esos bebés como mis sobrinos).

En fin, quería pedirte un consejo, soy una escritora amateur y usualmente escribo cuentos cortos infantiles, pero quiero brincar a las novelas románticas; así que quería saber si tienes algún consejo para comenzar a escribir sobre ellas, cualquier ayuda es muy bien recibida.

Espero que leas este mensaje y que el obsequio que envié para ti llegue en buen estado.

Att. XXXX

Pd. Espero algún día nos cuentes la historia de como tú y Aemond se conocieron.”

Bueno, quiero decirte que recibí tu obsequio y me encantó, muchas gracias por él, y respecto a la segundo, yo no soy un escritor experto, soy más bien un Blogger y lo poco extra que he escrito fue durante la universidad, pero pregunté a Daeron, mi cuñado por partida doble, él sí que escribe novelas y me dio unos cuantos consejos.

Te los comparto:

  1. Nunca dudes de ti. Si bien puede que tus primeros trabajos no sean los mejores, todos empezamos por ahí, nadie escribe una obra maestra en su primer intento, así que confía en ti, siempre.
  2. Las novelas románticas siempre plantean situaciones algo surrealistas, aunque las mejores siempre llevan una parte de la experiencia propia, así que puedes usar alguna experiencia que hayas tenido y comenzar a plasmarlas como ideas sueltas que después podrás unir.
  3. Anota cualquier idea, situación o pensamiento que te venga, en ocasiones son cosas burdas, pero al leerlos con detenimiento podemos obtener grandes resultados; y, finalmente;
  4. Escribe, solo hazlo, puede que no todos los días tengas inspiración, pero si no desarrollas el hábito, o no mantienes la constancia necesaria, puedes perder la emoción por tu proyecto, así que, escribe.

Ahora, en cuanto a tu última línea, creo que viene siendo hora de contarles mi historia con Aemond, tal vez no sea la más romántica o tal vez sí, ustedes decidirán, así que, querida lectora, aquí tienes mi novela romántica.

*****

  • Basada en Hechos Reales.

Título: La Dama y el Vagabundo

Escrito por: Jacaerys Targaryen

Dedicatoria: A mi amado esposo que espero no se enoje por lo que voy a contar, y si se enoja, deberá contentarse él solo; a mis amados padres por ser las personas más cool del planeta, a mis hermanos de sangre y a los Muchachos, por ser mis compañeros de crimen en esta vida y siempre apoyarme, a mis lectores, gracias por crear esta maravillosa comunidad y estar tan pendientes de mí, sepan que los aprecio mucho y en general a todas las personas con las que he coincidido en esta vida, porque sin ellos yo no sería quien soy. Los quiero mucho.

– Prólogo –

Todo comenzó hace treinta años, cuando el Alpha más guapo y honorable de la Academia para Jóvenes Prometedores de Antigua, contra todo pronóstico fue seducido y atraído por un omega rebelde de moral dudosa y reputación irreverente.

Sí, mis padres se conocieron así, Daemon y Harwin, Harwin y Daemon, tan distintos entre ellos, pero tan parecidos a su vez, al día de hoy, sigue siendo un misterio el cómo ambos se enamoraron perdidamente del otro, supongo que es algo que nunca sabremos, y más misterio aún, que después de todo ese tiempo, sigan tan enamorados como en un inicio y hayan hecho funcionar un matrimonio tan poco convencional.

Pero en fin, después de que se conocieran, se enamoraran y se casaran, ambos pensaron que seria una buena idea traer al mundo a una versión miniatura de ellos, la mezcla perfecta de ambos, lástima que nací yo como una copia casi idéntica de mi padre Alpha, y luego mi hermano Lucerys y luego Joffrey, todos con los rasgos de mi padre y ni una sola peca de madre.

Pero él no se rindió, solo tomó un pequeño respiro para volverlo a intentar y entonces fue que nacieron mis hermanitos Aegon y Viserys, ellos salieron idénticos a madre y ni un solo rizo de padre, tal parecía que jamás lograban ponerse de acuerdo y después de cinco hijos, mi padre Harwin decidió hacerse la vasectomía, sería algo sencillo, rápido y con poco dolor, además de que ya no habría necesidad de comprar preservativos como si nuestro hogar fuera un burdel porque mis padres aman coger tanto como nos aman a nosotros (sus hijos).

Solo que se les olvidó un pequeño detalle, el doctor les había indicado que la vasectomía no era un método cien porciento seguro de evitar el embarazo hasta pasados ocho a doce meses después de la cirugía, pero como ya les mencioné anteriormente, ellos no aguantaron las ganas y de manera sorpresiva – en realidad no tanto – madre resultó embarazado poco tiempo después, y unos meses más tarde … Alyssa llegó al mundo, ella sí que era la mezcla perfecta de ambos, la menor de todos no solo heredó el nombre de la abuela Alyssa, sino que también heredó su heterocromía, un ojo del mismo color que mi madre Daemon, lila, y el otro del mismo verde que Harwin.

Su cabello era una maraña de rizos que al final se fueron haciendo más suaves hasta dejarla con esa melena de comercial televisivo, largo, ondulado y de color dorado como el elote. Ella fue un accidente, pero resultó ser lo que siempre quisieron, la mezcla perfecta de ambos, así que con Alyssa damos por terminada la presentación de mi familia.

*****

Capítulo Único. Trágame Tierra y escúpeme lejos de la cara de limón agrio de este estirado

Como ya imaginaran, siendo seis hijos en un matrimonio tan moderno como el de mis padres, crecer no fue nada fácil.

Siendo el mayor de todos, era un caos ver como todas las mañanas intentaban arreglarnos para llevarnos a la escuela, todos íbamos apretujados en aquella van de ocho plazas en nuestras sillitas de seguridad y la cajuela de la van siempre iba atiborrada de cosas nuestras para cualquier eventualidad.

Entonces, yo tenía 11 años, era apenas un chicuelo de primaria, aún no presentaba mi casta y según mis padres faltarían por lo menos un par de años para hacerlo, sin embargo, fue una sorpresa para todos cuando mi hermano Lucerys se presentó primero que yo, y se presentó como un Alpha dominante.

Mi padre Harwin estaba feliz de ver a su pequeño cachorro crecer, y me aseguró que yo tendría mi presentación muy pronto; yo imaginé que también sería un Alpha tal y como mi hermano, nos parecíamos mucho físicamente, aunque Lucerys siempre fue un poco más robusto; pero solo habían pasado unos cuantos meses cuando mi hermano Joffrey enfermó.

Una noche antes de dormir, comenzó a decir que le dolía la cabeza y cuando tomaron su temperatura, mis padres se asustaron al ver que estaba con una fiebre terrible, así que sin mucho más que decir, tomaron a Joff y lo llevaron al hospital, yo me quedé a cargo de mis demás hermanos hasta que la tía Alys llegó a cuidarnos a todos, en verdad estaba preocupado por Joff pues nunca lo había visto tan enfermo.

Regresaron del hospital dos días después con Joffrey sintiéndose mucho mejor y anunciando a todos que había tenido una presentación prematura de casta, demasiado prematura, apenas tenía 8 años, pero qué se le iba a hacer. Joff, al igual que Luke se presentó como un Alpha dominante.

Comencé a preocuparme, yo era el mayor de todos y no daba señal alguna de presentar mi casta, pero mi padre Harwin me calmó y me dijo que todo llegaba a su tiempo, acepté esa respuesta y justificación por un tiempo. Fue hasta la secundaria cuando finalmente me presenté como un Omega, pero la historia de como sucedió todo eso es una de las más vergonzosas de mi existencia.

Pero para narrarla, necesito darles un contexto.

Cuando todo este merequetengue de las presentaciones de Luke y Joff sucedió, mi familia y yo vivíamos en Kingslanding, mis padres tenían trabajo ahí, pero la ciudad poco a poco fue haciéndose sucia, insegura y la vida se había encarecido de manera exorbitante, y con seis hijos, pensaron que lo mejor era mudarnos, y así fue como llegamos a Harrenhal, la ciudad natal de mi padre Harwin.

La vida era mucho más tranquila, la ciudad era pequeña, pero contaba con buenas escuelas, hospitales y todos los servicios para vivir bien; además de que la casa que mi padre había heredado era enorme, gigantesco y tenía un terreno muy grande donde mis hermanos y yo podíamos jugar libremente, debo confesar que, si bien Kingslanding era más grande, no la extrañaba mucho.

Además, fue ahí donde conocí al resto de mis hermanos, los Muchachos, Harrenhal era la ciudad más grande de toda esa región, así que era común que gente de otros lugares cercanos se mudaran a la ciudad para trabajar, estudiar o tener mejores servicios, así que en la escuela a la que me inscribieron había muchísimos chicos de otras ciudades.

Mi primer día en el Instituto, conocí a dos personas que son parte muy importante de mi vida; la primera fue Oscar Tully, uno de los miembros de nuestra pandilla; él al igual que yo no se había presentado aún; y fue muy amable conmigo cuando recién llegué y no sabía donde se encontraba mi salón o donde era el gimnasio, él se acercó a mi y comenzamos a platicar, nos caímos bien de inmediato, así que puedo decir que fue el primer amigo que tuve en esa escuela.

La segunda persona a la que conocí fue, precisamente, Aemond, como bien dice el título de esta obra, La Dama y el Vagabundo, pues es más que obvio que “La Dama” es Aemond y el “Vagabundo” soy yo, en aquel entonces él era un Alpha recién presentado que venía de Antigua y tenía cara de haber chupado un limón todo el tiempo; tal parecía ser completamente miserable en ese lugar, yo intenté acercarme a él para darle apoyo, siendo ambos los nuevos del lugar, pensé que seríamos amigos, pero honestamente, Aemond era una pequeña mierda mimada en aquel entonces.

Lo mandé al carajo entonces y decidí que no intentaría acercarme más a él.

Y luego, Los Muchachos, resultaba que Oscar tenía un hermano, Kermit, él era un año mayor que nosotros y junto con él llegaron Benjicot (Benji), Alyssane y Sabitha, así fue como La Comunidad del Anillo comenzó.

No, ya en serio, todos teníamos una increíble mente de colmena que solo llamaba y se conectaba para ejecutar planes estúpidos y caóticos que nos valió ser llamados vándalos, pandilleros y otras cosas más, cuando recién comenzamos, ninguno de nosotros habíamos presentado una casta, pero sabíamos que sería solo una cuestión de tiempo.

La primera en hacerlo fue Alyssane, fue durante una excursión que habíamos planeado en los terrenos de mi casa donde comenzó a tener una fuerte jaqueca y fiebre, por suerte mi madre Daemon estaba cerca de nosotros y nos ayudó con ella, solo con verla supo lo que le sucedía y nos informó que Alyssane se había presentado como Alpha. No nos sorprendió pues era casi algo que todos podíamos asegurar siempre que la veíamos, su manera de actuar y el cómo nos protegía a todos indicaba que sería una Alpha.

Luego siguieron Kermit, Sabitha, Benji y Oscar, todos se presentaron como Omegas el mismo año, de los primeros dos no fue tan sorpresivo, pero Benji fue todo un espectáculo pues él era el más salvaje de todos nosotros, mi madre Daemon perdió dos dragones de oro contra mi padre Harwin al haber apostado a que Benji sería un Alpha, en fin, solo sabíamos que con un omega tan salvaje como Benji en el equipo, solo seríamos mucho más caóticos.

Debo aclarar que para cuando todo esto sucedió, habían transcurrido casi dos años desde que había llegado a Harrenhal y Aemond era un niño solitario que no hablaba con nadie de su edad, platicaba con algunos profesores y en ocasiones, cuando en el laboratorio de química nos solicitaban hacer equipo con alguien, Oscar y yo nos apiadábamos de él y lo incluíamos en el nuestro.

Claro que era algo tenso e incómodo, pero no había mucho que pudiéramos hacer, su cara de estirado era algo que hacía reír a Oscar y a mi también.

Luego, como si la tierra se lo hubiera tragado, dejó de asistir a la escuela por casi dos semanas.

Cuando regresó, algo en él había cambiado, no supe deducir qué había sido, pero ahora se veía diferente, no le di mucha importancia y tampoco lo investigaría pues sabía que nadie hablaba con Aemond así que no hubiera logrado mucho de todas formas.

Fue él quien se acercó a mí para pedirme un favor, debido a la ausencia que había tenido, se había retrasado con sus tareas y apuntes, así que siendo yo lo más cercano a un amigo que tenía y que yo era quien tenía mis tareas completas, me pidió ayuda para ponerse al corriente con todo eso.

Acepté ayudarlo porque quería investigar lo que le había sucedido, así que me invitó a su casa la siguiente semana para que por las tardes, hiciéramos las tareas con las que se había retrasado y pudiéramos repasar las lecciones que se perdió.

Se llegó el primer día, saliendo de la escuela se acercó a mí y comenzamos a caminar a su casa, era grande, tal vez no tanto como en la que yo vivía, pero era bonita, aunque le faltaba esa calidez de hogar, ya saben, yo estaba acostumbrado a ver crayones por todas partes, dibujos de mis hermanitos en el refrigerador y al zoológico que teníamos por mascotas en casa, pero la casa de Aemond parecía casi un monasterio de lo silencioso y sobrio que se veía.

Me invitó a comer, y fue el segundo shock, comimos nosotros dos solos en un enorme comedor para unas veinte personas, solo estaba la servidumbre que nos atendía y algunos jardineros que arreglaban los rosales de su madre, según me explicó.

Después de eso, fuimos a su habitación, parecía el despacho de un anciano rancio, lleno de libros meticulosamente acomodados, olían a viejo y humedad, su cama estaba perfectamente tendida y era pequeña, como si solo pudiera acostarse sobre su espalda y no moverse ni un ápice, no había ninguna foto o retrato de su familia o de él mismo y en una pecera con una luz roja estaba una enorme tortuga.

Tenía un amplio escritorio donde se veía pasaba gran parte de sus tardes estudiando y tenía sobre él montones de hojas, libretas con anotaciones y más libros; dejé de juzgar en ese momento y me senté donde me indicó, comencé entonces a sacar mis libretas y apuntes para iniciar con las tareas y a explicarle lo que habíamos aprendido en el tiempo que no fue.

A pesar de su cara de estirado y de su forma altanera de tratar a la mayoría del mundo, Aemond me pareció que no era malo, solo estaba solo y quien sea que fuera su padre o madre, se notaban estrictos, porque Aemond no tenía siquiera un juguete o toque de color en su habitación verde.

Estuvimos ahí por unas buenas horas y para cuando terminamos con lo de ese día, yo tenía la garganta seca de tanto hablar y las mejillas rojas por el calor, supuse que era por el hecho de que la habitación de Aemond tenía una diminuta ventana y que la luz roja de la pecera calentaba todo el lugar.

Nos despedimos y me sorprendió bastante el hecho de que me acompañara de regreso a mi casa, le agradecí por el gesto y él solo me dio la mano para despedirse, como si fuéramos dos viejos empresarios.

Los días siguientes fueron similares; salíamos de clases, él me esperaba en la entrada de la escuela y ambos caminábamos a su casa para comenzar con las lecciones, fue durante el tercer día que algo comenzó a cambiar; ese día tuvimos laboratorio de ciencias y Oscar no había ido a la escuela porque había enfermado, así que solo estuvimos Aemond y yo en el laboratorio (junto con los demás alumnos); ese día no hacía mucho sol en Harrenhal, incluso estaba algo lluvioso, pero por alguna extraña razón yo me sentía muy caliente, sudaba, y mi cabeza empezaba a doler. Pensé que Oscar me había contagiado la gripe que tenía, pero como no me sentía muy mal aún, no quise llamar a mis padres.

Seguimos con nuestras lecciones como si nada; mientras estábamos en clase, Aemond mencionó que había un aroma que no reconocía; según él olía a limones amarillos y malvaviscos, incluso pensamos que en la cafetería estarían preparando postres, pero nos llevamos un fiasco cuando vimos que solo había pudin de vainilla.

En fin; salimos de clases y fuimos a la casa de Aemond; yo sentía cada vez más calor y la habitación de Aemond no hacía nada por mí, como les mencioné su ventana era diminuta y su tonta tortuga tenía un enorme foco que le daba calor, lo que solo hacía peor mi dolor de cabeza.

Aemond comenzó a decir que aún percibía ese aroma a limones dulces y malvaviscos y yo solo quería golpearlo porque en lugar de ayudarme empezó a olfatear el ambiente y acercarse a mi cuello; intenté alejarlo con algunos manotazos, pero cuando su nariz tocó mi cuello y aspiró sentí algo que nunca había sentido.

Por la posición en la que estábamos, yo también tuve demasiado cerca la glándula de su cuello y ahí fue donde todo se fue al carajo, tuve la espantosa idea de olfatearlo y percibir sus feromonas terminó de desatar mi primer celo; mi vista se nubló, sentía mi cabeza punzar y luego una sensación de un líquido bajando de mi entrepierna y que corría por ellas me alarmó.

Como ya les había contado, mis hermanos Luke y Joffrey se habían presentado antes que yo, como Alphas, y entre todos los síntomas que tuvieron, el hecho de sentir un liquido escurrir de sus entrepiernas no fue uno de ellos.

Ahí fue que lo supe, estaba teniendo mi primer celo de presentación de casta, como Omega, en la habitación de un Alpha inexperto y que seguía con su nariz enterrada en mi cuello, así es mis queridos lectores, en medio de ese monasterio silencioso y bochornoso, yo, Jacaerys Targaryen comencé a derramar mi mancha en la alfombra de la habitación de Aemond Hightower.

Fue una verdadera suerte que Aemond hubiera tenido un momento de lucidez y autocontrol para alejarse de mí, corrió al baño de su habitación y me colocó una toalla húmeda en la cabeza para tratar de aliviar mi calor; luego, llamó a mis padres para explicarles lo ocurrido.

Ni siquiera quiero recordar el momento más embarazoso de mi existencia, y eso que hace poco un montón de doctores, enfermeras y estudiantes de medicinas examinaron a profundidad mi vagina para determinar si estaba listo para pujar.

Bueno, lo último que recuerdo es que mientras mis padres llegaban a la casa de Aemond, él me llevó a su cama y me quitó la sudadera y zapatos que llevaba puestos, mi ropa estaba empapada en sudor, pero suficiente vergüenza era saber que ahora tendría que comprarle una alfombra nueva a Aemond por haber arruinado la suya con mi mancha.

Mis padres llegaron, fueron por mí, mi madre Daemon era el más preocupado de que hubiéramos cometido alguna estupidez, pero casi agarra a golpes al abuelo de Aemond, si yo creía que Aemond tenía cara de haber chupado un limón, su abuelo parecía haber olido mierda eternamente, tenía una cara de asco y comenzó a decir estupideces como que yo era un Omega promiscuo y engatusador que solo quería orillar a Aemond al pecado o alguna estupidez así.

Yo solo podía entreabrir mis ojos cuando escuchaba los gritos de ese feo hombre y a mi madre discutir con él, juro que quería salir corriendo de ahí, imaginen “Líder de Los Muchachos tiene su primer celo en la habitación del Septo Aemond Hightower”; ese sería mi fin, quería que la Tierra me tragara y me escupiera a cualquier lado que estuviera lejos de ese hombre con cara de bagre, pero uno no puede tener todo en la vida.

Y así es mis queridos lectores, como yo, Jace Targaryen tuve mi primer celo como omega (dominante) en la habitación de Aemond Hightower a la edad de trece años, falté a la escuela un par de días, mientras duraba mi celo, compré una alfombra nueva para la habitación de Aemond y días después él se presentó a mi casa para ayudarme con mis tareas y proyectos pendientes.

Me llevó un delicioso postre, era una tarta de limón amarillo con un magnifico merengue con sabor a malvavisco, tenía alguna otra especia por seguro, y cuando la probé me supo a gloria.

Aemond me confesó años después que cuando me presenté como omega en su habitación y él tenía su nariz pegada a mi cuello, solo podía pensar en ese postre, y al final me confesó que ese era su favorito, así es amigos, mi esposo se casó con el omega que huele a su postre favorito. Al día de hoy, todavía recuerdo esa historia y me da mucha risa, mi cara de terror al entender que el aroma de Aemond había sido el que había hecho que mi presentación se acelerara; lo bizarro de la situación en la que me presenté y el hecho de que el que hoy se llama mi esposo parecía quererme devorar al momento en que percibió el aroma de su postre favorito en mi cuello. 

Los Muchachos se burlaron de nosotros por un tiempo, pero después de esa íntima interacción que Aemond y yo tuvimos, creo que hay pocas cosas que pueden avergonzarnos ahora. Aemond comenzó a salir con mi grupo de amigos y eventualmente, la chispa del amor creció hasta convertirse en lo que hoy somos. 

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Bueno chicos, viendo la hora que es y que uno de los gemelos ya empezó a despertar, con hambre, así que hasta aquí dejo el blog de hoy; espero que les haya gustado esta primera interacción, no mentí en nada al decir que Aemond y yo éramos como el agua y el aceite hace tanto tiempo, pero supongo que cuando lo sabes, lo sabes. 

Espero leer sus reacciones y que me digan si les gustaría seguir leyendo esta historia moderna de la Dama y el Vagabundo. 

Cambio y Fuera ... 

"esto fue una producción de Jacaerys Targaryen hecha complétamente a espaldas de su esposo Aemond Hightower quien seguramente se enojará por decirle que tenía cara de amargado". 

*** Esta historia continuará ... 

¿lo hará? 

 

Notes:

Nada ...

Ninguna en especial, solo quise experimentar en un formato nuevo de escritura y me divertí bastante escribiendo en primera persona.

Espero les haya gustado :D

Coman frutas y verduras.

Chapter 15: Día 15. Cortejo

Summary:

El blog de Jace nos cuenta como fue que Aemond se robó su corazón con una divertida comparación.

Chapter Text

Entrada #226

¡Aló, Hawái mis queridos lectores!

¿Tudo bem? Jaja disculpen mi intento de portugués.

El día de hoy les escribo desde la terraza de mi casa, los bebés y yo salimos a tomar un poco el sol y mientras ellos están dormidos y recién alimentados, me pongo a escribir esta nueva entrada.

Quiero decirles que estoy impresionado con la cantidad de mensajes que recibí pidiéndome que les contara más sobre mi historia con Aemond, creo que quedaron bastante intrigados en cómo fue que pasamos de ser como el agua y el aceite, a tener ahora dos bebés.

Así que, el día de hoy les voy a contar como es que Aemond logró conquistar a este intento de Blogger.

Muy bien, a esta parte la llamaremos:

Segundo Acto. La paciencia es una virtud poco estudiada en la que Aemond Hightower es experto. Un recatado pingüino.

Lo sé, debo mejorar con mis títulos, pero fue lo que se me ocurrió.

Voy a comenzar contando algo bastante importante para este capítulo.

Tal vez ustedes no sepan, pero mis animales favoritos son los pingüinos, me parecen adorables, la torpeza con la que caminan contrasta tanto con la belleza, elegancia y agilidad con la que se mueven en el agua, nos muestran que en ocasiones uno puede ser bastante torpe para algunas cosas, pero tenemos otras habilidades, me gusta creer que toda la gente es como los pingüinos en ese sentido.

Los pingüinos son animales monógamos, esto significa que una vez que eligen a su pareja, son fieles a esta hasta su muerte; son aves que tienen algunas curiosidades al momento de cortejarse y elegir pareja para aparearse; el pingüino macho en su ritual de cortejo le entrega una piedra a la hembra y si ella la acepta, entonces se puede decir que acepta su cortejo y se convierten en pareja, para siempre.

Entonces, ustedes se preguntarán ¿a qué viene esta lección de biología?

La respuesta es sencilla, Aemond Hightower es un pingüino en todo sentido.

Y yo soy un pingüino omega que aceptó su piedra de cortejo y aquí estamos, muchos años después, enamorados y con dos hijos, así que, este es el comienzo de nuestra historia de amor.

Como les escribía en la entrada anterior; después de haber pasado el momento más bochornoso de mi vida en la habitación de Aemond cuando recién me presenté como Omega, lo siguiente que sucedió fue que él comenzó a ser más cercano a mí, como les dije, después de esa situación, habíamos roto casi cualquier límite de vergüenza.

Fue una semana completa la que no asistí a la escuela por mi celo, al ser un omega dominante mi primer celo fue más largo, debo confesar que la pasé bien, me dieron supresores, mis padres habían pedido días libres en sus trabajos para no dejarme solo y mis hermanitos eran mis mayordomos personales y en general, entre todos me mimaban.

Después de eso, Oscar fue el primero en ir a visitarme, quería preguntarme como había estado, pero lo que más ansiaba saber era el momento exacto en que me presenté frente a Aemond, no supe como fue que se enteró así que intenté negar todo, aunque no sirvió de mucho pues él me conocía bastante bien.

El resto de los Muchachos también fueron a visitarme a los pocos días, todos estaban algo preocupados ya que no había avisado a nadie de mi ausencia y lo que más les llamó la atención fue saber que cada que nombraban asistencia en clases, era Aemond quien respondía que yo estaba enfermo.

Me sorprendió entonces que Aemond se presentara en mi casa, de hecho, fue una doble sorpresa el que supiera donde vivía o que se hubiera acercado a cualquiera de los muchachos a preguntarles donde era que vivía y luego que llegó a mi casa llevando una deliciosa tarta de limón con merengue sabor malvavisco.

Decidió regresarme el favor que yo había hecho por él cuando se ofreció a ayudarme con mis tareas y apuntes que tenía retrasados por haber faltado esos días a la escuela. En esta ocasión era él quien iba a mi casa y se sorprendió al notar la gran diferencia entre su casa y la mía; para empezar en mi casa había cinco niños más, mis padres que siempre decían las cosas sin filtro alguno y el zoológico que teníamos por mascotas.

Al principio pude notar como intentaba controlar lo mejor que podía sus gestos y muecas cuando el perro de mi hermano Lucerys se lanzaba sobre él para que le lanzara la pelota, o como el gato de Joffrey amaba enroscarse entre sus piernas y dormir plácidamente, o como mi hermanita Alyssa trenzaba su cabello y le ponía broches de florecitas o mariposas.

Aunque después, era obvio que le gustaba, incluso le regaló una pelota al perro de mi hermano, y no se quejaba cuando Alyssa tironeaba de su cabello, poco a poco comenzó a sentirse con más confianza y siempre que mis padres lo invitaban, él se quedaba a cenar. Los últimos días Oscar, Benji y Kermit iban a visitarme también, así que éramos un grupo grande de preadolescentes intentando hacer tareas.

Sobra decir que desde ese entonces, Aemond era un nerd, así que todas las clases que no asistí, se encargó de enseñarme la lección y ayudarme con mis tareas, Óscar se unió a nosotros para repasar eso y pronto, el resto de la pandilla también estaba en mi casa tomando lecciones con Aemond.

Ahí descubrí la enorme paciencia que Aemond poseía, porque era repetía y explicaba con detalle las lecciones que le pedíamos, ahora que lo pienso, no estoy seguro si lo hacía en serio porque es un santo o porque quería agradarle a todos, pero como sea que haya sido, Aemond se unió a Los Muchachos.

Claro que era mucho menos salvaje que la mayoría de nosotros, pero hacía el intento. Sobra decir que empezamos a pasar mucho más tiempo juntos, pero no solos, sino que con toda la pandilla; aunque claro, poco a poco fue teniendo ciertos detalles conmigo que con los demás no los tenía, y no era que fuera grosero con los demás, pero era más amable conmigo o tenía gestos que parecían insignificantes, pero que en realidad tenían más significado que nada en el mundo.

Por ejemplo; cuando mi bicicleta se descompuso, fue Aemond quien me “ayudó” a repararla; claramente él sabía menos que yo de reparación de bicicletas, pero veía tutoriales o leía en internet cómo repararla. Cuando era el cumpleaños de mis hermanitos, era el primero en llegar y ayudar a decorar la casa; fue Aemond quien se formó en una larguísima fila para comprar el videojuego que yo quería y me lo obsequió en mi cumpleaños número quince, creo que esa fue la piedra que mi pingüino Aemond me dio.

Y que puedo decir de mí, la verdad era que me gustaba; sus atenciones; que supiera y recordara todos los detalles de lo que me gustaba y lo que no; que se hubiera esforzado por convivir con mis amigos y familia y que una vez que olvidó uno de sus cuadernos en mi casa, lo hojee, por mera curiosidad encontrando que tenía algunas anotaciones al reverso de su cuaderno, era raro porque él era muy ordenado, así que la curiosidad me ganó y comencé a leerlos.

Eran básicamente notas donde detallaba que le gustaba como combinaba alguna de mis prendas con el color de mi cabello o que resaltaba el color de mis ojos.

Había una en particular que me hizo sonrojar y sonreír como un idiota “Me gusta la sonrisa que tiene para mí”. Era cierto, cada vez que yo lo veía no podía evitar sonreírle, aunque nunca pensé que él lo notara, aunque claro, a este punto no puedo decir quien estaba más atento a los gestos y reacciones del otro.

Fue en un concierto, mi grupo de rock favorito estaría en la ciudad y mis padres me regalaron dos entradas para el evento; no pensé en nadie más que en Aemond para que me acompañara; pudo haber sido alguno de los muchachos, o Luke o incluso mi padre Harwin porque a él también le gustaba mucho, pero la única persona que tenía en mente era Aemond.

Lo invité y el aceptó; creo que esa vez fue la primera vez que tuvo una pelea verdaderamente fuerte con su abuelo, pues él viejo cara de bagre y con olor a rancio creía que ir a un evento como ese era peor que ir a un tugurio de mala muerte. Pero no importó, con dieciséis años, Aemond y yo fuimos a un concierto, nosotros dos, solos.

Mientras estábamos ahí, una de mis canciones favoritas hizo que el ambiente se propiciara para todo lo que vino después; el ritmo era suave, lento, la letra y la voz del vocalista estaba perfectamente afinada, la noche era preciosa con una suave brisa y todos los asistentes movían la linterna de sus celulares al ritmo de la música para acompañar el ambiente.

Aemond estaba muy nervioso, se mordía el labio y lo había hecho durante todo el concierto que para ese momento su labio inferior comenzaba a sangrar, también estaba lastimando las uñas de sus dedos, así que para que parara de hacerlo tomé su mano y lo hice voltear su atención hacia mí.

En ese momento, Aemond Hightower me miró como nunca lo había hecho antes y sin más, me besó.

Puedo decir que mi corazón se aceleró como nunca antes, sentí su aroma, tan cerca de mí, como aquella vez que su aroma desató mi presentación, sus labios eran torpes, supongo que igual que los míos; sus manos acariciaban mis mejillas y cuando por fin entendí todo lo que estaba sucediendo; mis brazos se enrollaron en su cuello para acercarlo más a mí y profundizar ese beso.

Sus manos se aferraron a mi cintura y la sonrisa que tenía en el rostro solo se ensanchó más cuando escuché a una escandalosa chica que estaba a mi lado comenzar a gritar y aplaudirnos, jaja, parece que se había emocionado bastante.

Nos separamos cuando nos hizo falta el aire; la canción estaba por terminar y si soy sincero, la sonrisa que Aemond tenía en ese momento, era la más bonita de todo el lugar, su sonrisa podría haber iluminado todo el estadio. La mirada cómplice que compartimos fue suficiente para saber que nuestra amistad había cambiado, él tomó mi mano y yo tomé la de él en ese momento para no volver a soltarla nunca.

Cuando llegué a casa, mi madre Daemon fue el primero en notarme distinto; llámenlo instinto maternal, olfato de perro o que yo no soy la persona más disimulada del mundo.

Solo recuerdo que me miró, me sonrió y cuando caminó hacia su habitación alzó las manos a modo de victoria y comenzó a canturrear diciéndole a mi padre Harwin que le debía cien dragones de oro, porque había ganado la apuesta.

Así es amigos, mis padres habían apostado por mi vida amorosa; Daemon había apostado que Aemond finalmente daría el paso el día del concierto y Harwin había apostado que lo haría el día de mi cumpleaños.

Comenzamos a salir oficialmente cuando teníamos dieciséis años; cursamos la preparatoria juntos y cuando ambos decidíamos la carrera que estudiaríamos, fue que Aemond me propuso mudarnos juntos, iríamos a la misma ciudad aunque a universidades distintas, así que, teniendo ya tanto tiempo de conocernos y de mis padres ser lo más abiertos que se pueda ser, me mudé con él.

Pensé que con el tiempo iríamos perdiendo los detalles que en un inicio teníamos, pero no fue así; Aemond me preparaba la cena cuando yo estaba muy ocupado estudiando para mis exámenes y me obligaba a tomar una siesta cuando lo necesitaba; salíamos al cine y al teatro; incluso aprendió a patinar para acompañarme en mis rutas.

Yo incluso planchaba sus camisas cuando sabia que tendría alguna presentación importante de la universidad; siempre preparaba el almuerzo para ambos y aprendí a preparar su tarta favorita, incluso el merengue de malvavisco que llevaba aquella tarta, salíamos a ver el hockey de la universidad y ambos comenzamos a tomar lecciones de baile.

Incluso ahora ya casados y con dos bebés, nunca ha dejado de cortejarme y enamorarme; con cosas sencillas, me escribe para decirme lo mucho que me ama y a los bebés; en ocasiones llega del trabajo y masajea mis pies hinchados; suele pedir mi comida favorita una vez a la semana para salir de la rutina y se encarga de los bebés sin chistar cuando yo necesito tiempo para mí.

Y yo, soy feliz de responder a ese cortejo; soy feliz cuando veo su hermosa sonrisa cuando preparo su cena favorita o cuando llego con boletos para el hockey, o cuando, en ocasiones, preparo un baño relajante para ambos (si ustedes saben a que me refiero) y por sobre todo, amo que ese torpe pingüino sea todo para mí.

Espero que esta entrada les haya gustado; la verdad es que termino esta entrada con algunas lágrimas en los ojos; me hicieron recordar como es que nuestro amor creció y llegó a este punto. En verdad les deseo que todos ustedes encuentren a alguien que los haga sentir lo que Aemond a mí, que encuentren a su pingüino que los corteje con una linda piedra; y puedan vivir esta vida acompañado de alguien tan especial.

¡Cambio y Fuera!

“esto fue una obra de Jacaerys Targaryen hecha completamente a espaldas de su esposo Aemond Hightower quien seguramente reclamará ser comparado con un pingüino, pero amor mío, no puedes negar que son adorables, casi tanto como tú y los bebés nos quedaron divinos :P”

Chapter 16: Día 16. Boda

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Entrada #227 Disco - Surf Curse

Querido lector@,

Sea usted cordialmente invitado al evento del año,

Jacaerys Targaryen y Aemond Hightower lo invitan a ser testigo del enlace nupcial que se llevará a cabo el día ….

¡¡Naahh!! ¡Mentira Podrida!

Yo ya estoy casado desde hace siete años; pero quería recordar un poco de aquel mágico evento.

¿Cómo están mis queridos lectores?

¡Yo estoy feliz! Anoche por fin pudimos hacer que los bebés durmieran más de 5 horas seguidas en la noche, los alimenté a la media noche y Aemond se encargó de dormirlos y no despertaron hasta casi las seis de la mañana, lo que me dio más de cinco horas de sueño seguidas, así que desperté con bastante energía y sin cansancio, hice un rico desayuno para Aemond y para mí, alimenté a los bebés, tomé un largo y delicioso baño mientras Aemond cuidaba a los niños y después de eso, se volvieron a quedar muy dormidos.

Por lo que ahora Aemond está trabajando en sus proyectos y yo, estuve revisando algunos correos, paquetería que me entregaron e incluso algunas cajas que tenía pendientes de acomodar en la casa nueva, y mientras hacía todo eso, me topé con una caja que tenía el álbum de nuestra boda, así que rebusqué en mi laptop y encontré todas las fotos que son “oficiales” de tan magno evento y otras tantas más de los invitados que me hicieron llegar.

Así que pensé, que sería una buena idea escribir esta entrada acerca de ese evento, ahora que ha pasado tanto tiempo puedo pensar en todo lo que sucedió y aunque ahora me da risa, en aquel momento yo sentía que sería el fin del mundo o arruinaría toda la fiesta, pero puedo adelantar que solo eran ideas mías y del estrés provocado por tanta gente revoloteando a mi alrededor con ideas suyas, pero en fin, comencemos con esto, a esta parte la llamaremos:

“Una propuesta poco ortodoxa, un elegante pingüino y la guerra de las galaxias”

Tal vez no lo había aclarado anteriormente, pero Aemond tiene tres hermanos más; aunque cuando yo lo conocí ninguno de ellos vivía con él, de hecho, él vivía solo con su abuelo en Harrenhal; al parecer, después de la muerte de su padre, mi suegra Alicent decidió quedarse en Antigua (su ciudad natal) para arreglar algunos temas de la herencia y esas cosas, con sus hijos, pero Aemond no quería permanecer ahí, así que contra todo pronóstico se mudó con su abuelo materno a Harrenhal para estudiar en la misma academia que yo, una buena escuela con un nivel superior a las academias de Antigua solo que sin el factor religioso.

En fin, luego de que Aemond y yo finalmente aclaramos y expresamos nuestros sentimientos, comenzamos a salir; mis padres estaban totalmente conscientes de nuestra relación y Aemond había tenido una pelea de proporciones épicas con su abuelo, ¿el motivo?, sencillo, yo no era una omega mujer, ni estaba educado bajo la fe de los siete (como ellos), ni yo, ni mis padres, ni mi familia cumplían con el estándar de lo que aquel rancio hombre esperaba, tal vez si le confesara que Aemond y yo perdimos la virginidad en la parte trasera de una vieja camioneta a los dieciséis terminaría de odiarme por corromper a su preciado nieto.

Prosigamos, después de comenzar a salir a los dieciséis y haber terminado la preparatoria cuando teníamos dieciocho, Aemond me propuso mudarnos juntos, ambos iríamos a otra ciudad fuera de Harrenhal pero estudiaríamos diferentes carreras en universidades distintas, pero seria bueno compartir gastos y convivir de manera permanente para avanzar en nuestra relación que para ese momento ya era bastante sólida.

Sobra decir que durante todo ese tiempo, nosotros no podíamos quitarnos las manos de encima; aprovechábamos cada momento libre que teníamos para escabullirnos y “practicar el arte de hacer bebés”, pasábamos nuestros celos juntos y disfrutábamos de sobremanera la convivencia que teníamos. Durante uno de los periodos vacacionales que teníamos de la universidad, Aemond me invitó a pasar unos días en casa de su madre con sus hermanos en Antigua y yo acepté.

Mi suegra Alicent es una mujer sumamente devota de la fe de los siete; por lo que estaba bastante escandalizada de que Aemond y yo viviéramos juntos sin estar casados; su horror solo fue peor cuando supo que yo ni siquiera profesaba la misma fe o principios que Aemond, lo malo es que se dio cuenta a la mala.

Esa noche habíamos salido a cenar por cortesía de Aegon, él nos había invitado a salir con sus hermanos, todos ellos me agradaron aunque me veían como si yo fuera de otra galaxia pues no era para nada el arquetipo de omega que su madre esperaba para Aemond; Aegon estaba feliz de que su pequeño hermanito hubiera salido del control del hombre con cara de bagre y nos invitó unos tragos en un bar; hasta ahí, todo bien, lo malo fue que continuamos bebiendo hasta muy tarde y si hay un defecto que puedo decir de mí, es que  cuando he bebido demasiado, pierdo cualquier sentido de pudor y me desinhibo totalmente, como esa noche, que después de llegar a casa de Aemond e irnos a dormir, me escabullí a su habitación (sí, dormíamos en habitaciones separadas para mantener la ilusión a su madre de que ambos éramos puros y castos); y lo seduje.

Los ruidos obscenos que salieron de mi boca despertaron a todos en la casa y si hubiera habido alguien con una cámara presente, podrían haber inmortalizado otro de los momentos más vergonzosos de mi vida, de nueva cuenta, en la habitación de Aemond Hightower.

Alicent, Aegon, Helaena y Daeron entraron a la habitación sin avisar y apurados pensando que alguien se había metido o estaban atacándome, pero lo único que vieron fue a mi montando a Aemond como si el mundo dependiera de eso; Aemond mantenía sus labios sobre uno de mis pechos y sus manos traviesas estimulaban mi clítoris, mientras yo mordisqueaba su cuello y le rogaba porque me follara más duro con su nudo.

Su madre cayó desmayada en ese momento, Aegon solo atinó a reír, Helaena, mi querida Helaena, tuvimos que pagar unas sesiones de terapia y yo conseguí para ella un buen regalo como disculpa por lo que vio y Daeron, el más pequeño de todos se tapó los ojos con sus manos, aunque veía que estaba aguantándose la risa; después de eso, me bombardeo con un millón de preguntas de Omega a Omega, pero eso es algo que no contaré aquí.

En fin; cuando Alicent recobró la conciencia, yo ya estaba vestido y no montaba a su hijo; Aemond estaba junto a mí, ambos tratábamos de explicar a su madre lo mucho que lo sentíamos, pero su madre solo nos ignoró olímpicamente antes de comenzar a despotricar sobre ambos; a Aemond le alegaba y reprochaba el que hubiera mancillado a un omega sin estar casado; que hubiera echado por la borda todos los valores y enseñanzas que la fe inculcaban y lo difícil que seria entonces para él conseguir una buena esposa.

En cuanto a mí, bueno, me llamó zorra engatusadora, me acusó de corromper a su hijito de oro y que seguramente mi mala educación y falta de valores era lo que había embelesado a Aemond; ni siquiera escuché lo demás que tenía que decir para mí antes de que Aemond la callara y le dijera que yo no era nada de eso, tomamos nuestras cosas y salimos de ahí.

Cuando íbamos de regreso a Harrenhal, platicamos un poco; Alicent había exagerado en muchas cosas, aunque en perspectiva dijo algo que nosotros no habíamos considerado hasta ese momento; matrimonio; yo estaba muy seguro de querer pasar el resto de mi vida con Aemond y él pensaba lo mismo, aunque no necesitábamos que una institución tan anticuada como el matrimonio estuviera presente en nuestras vidas para estar juntos, o al menos era lo que yo pensaba.

Regresamos a Harrenhal y fuimos a mi casa; mientras estábamos ahí tuve una interesante plática con mi padre Harwin; él me había dicho que a mi madre Daemon tampoco le interesaba mucho la idea de casarse, pero a él sí, así que después de salir por mucho tiempo y saber que ambos se amaban, Daemon cedió un poco y aceptó seguir la anticuada tradición Alpha de unirse en matrimonio y tener una boda conforme a lo que Harwin había aprendido, es decir, Daemon, ese osado y voluntarioso omega había cedido solo un poquito para hacer feliz a un Alpha y en realidad, no perdió ninguna extremidad por hacerlo, eso me enseño entonces, que no siempre es obtener lo que uno quiere, sino que también es importante ceder en ocasiones.

Yo sabía que, aunque Aemond me decía que él no compartía muchas de las ideas de la religión de su madre, había algunas cosas que le hacían mucha ilusión, una de ellas era casarse y tener una gran boda, compartir mordidas de apareamiento y tener hijos, muchos, Aemond tiene menos hermanos que yo, pero por lo que me había contado, no siempre fueron tan cercanos, así que él quería una familia grande, quería ser un padre distinto al que él había tenido y en eso, ambos coincidíamos.

Así que después de pensarlo y meditarlo por poco más de una hora, me decidí; si la madre de Aemond quería que su hijo estuviera casado con un Omega para poder montarlo, entonces, yo lo haría.

No lo sobre pensé mucho y ese mismo día invité a Aemond a cenar; obviamente no tenía un sermón o discurso preparado; mucho menos tenía un anillo, así que cometí la estupidez de cubrir un pequeño aro de plástico con aluminio para que asemejara a una argolla de compromiso, ni siquiera llevaba la ropa más elegante que tuviera ni había comprado flores o chocolates.

Llegamos a un restaurante italiano a cenar; pasta y vino; mucho vino, lo suficiente para tomar valor y hacer la pregunta que había rondado mi mente desde la plática que tuve con mi padre, o, mejor dicho, la casi orden que le di. Él me estaba contando algo sobre cómo podríamos intentar acercarnos de nuevo a su madre y tratar de ser razonables con ella, pero yo lo interrumpí abruptamente (culpo totalmente a las cuatro o cinco copas de vino que había tomado para ese momento).

En mi mente sonó algo como “amor mío, Aemond, no hay nadie más con quien yo pasaría el resto de mis días y posiblemente nadie más que tú me haga cometer la locura que estoy a punto de decir, pero ¿te casarías conmigo?” eso fue lo que mi menté maquinó, pero mi lengua, siempre más rápida que mi cerebro solo soltó las palabras mágicas “¡Aemond, cierra la boca y déjame hablar … cásate conmigo!”, definitivamente no fue nada romántico ni planeado, el bodrio de “anillo” que había hecho horas antes se había enchuecado de tanto apretar la bolsa de mi pantalón por los nervios y para corroborar que aún seguía ahí, como si en verdad valiera muchísimo dinero, pero en medio de todo ese caos e incompetencia mía, él solo me sonrío, como siempre lo hace, y me dijo que sí.

Y bueno … después de la tormenta, viene la calma, o eso creí porque solo se vino una tormenta peor, o como a mi me gusta llamar a dicho evento “La Guerra de las Galaxias”.

Mi familia y la de Aemond no podrían ser más diferentes, galaxias completamente alejadas y distintas, y cuando ambos anunciamos que nos casaríamos, la guerra comenzó.

Mis padres estaban felices, aunque algo preocupados pues aún éramos muy jóvenes, teníamos diecinueve y aún estudiábamos, incluso mi madre Daemon llegó a pensar que yo estaba preñado y por eso estábamos tan apurados a casarnos, pero se calmó cuando le dije que no sería abuelo aún y que en realidad había sido mi idea para complacer a la madre de Aemond, aunque claro, eso último no le gusto tanto.

En cuanto a la madre y abuelo de Aemond … decir que no estaban de acuerdo con nuestra boda, era decir poco, su madre incluso se atrevió a presentarle a una omega “apropiada” a Aemond para que lo hiciera recapacitar del gran error que estaba cometiendo.

La pobre chica perdió la mitad de sus extensiones a manos de mi pequeño hermano Luke quien la llamó zorra de bajo presupuesto, definitivamente él fue quien heredó más el carácter de madre Daemon. En fin, al final, aceptaron que nos casáramos siempre y cuando cumplieran con lo que ellos querían, definitivamente querían lo mejor de lo mejor; una ceremonia bajo la fe de los siete, un gran banquete, que yo utilizara un traje tradicional de novia, entre otra sarta de estupideces como “código de vestimenta riguroso formal con un toque de verde”, “música aceptada por la fe de los siete” y ninguna clase de tradición fuera de la de la fe.

Definitivamente eso parecía más un culto o una secta porque era de lo más aburrido; mis padres por otro lado querían que tuviéramos una fiesta algo más sencilla pero con todo a nuestro gusto, sin tanta formalidad y etiqueta, sino algo que ambos fuéramos a disfrutar y del que guardáramos gratos recuerdos.

Así que, lo más sencillo fue hacer dos fiestas, aquí quiero hacer un paréntesis muy grande, mis padres son muy cercanos a la familia Velaryon siendo Rhaenys Targaryen, prima de mi madre Daemon, la esposa del magnate Corlys Velaryon y quien vendría a ser algo así como mi “tía” y yo soy su sobrino favorito, así que, bajo su auspicio, los Velaryon cumplieron todos los caprichos de Alicent y Otto, todo aquel teatro de una entrada llena de flores y adornos verdes, eran meramente un capricho de ellos.

Aunque la ceremonia, debo de admitir que fue hermosa, el Septo había sido una elección de Rhaenys, ella había conocido a un Septo que tenía ideas más progresistas y en realidad el sermón me conmovió, supe entonces porqué a Aemond le parecía algo importante, después de eso y de que nos otorgara la bendición de los dioses, la mirada de mi ahora esposo era hermosa; estaba feliz, creo que el había cedido demasiado al aceptarme y a mi familia siendo tan diferentes, así que el hecho de que yo hubiera dado ese paso y que en verdad me hubiera gustado esa parte de la boda, lo hizo sentir feliz, inmensamente feliz y yo supe entonces que quería que Aemond siempre tuviera esa sonrisa.

Ambos colocamos esas hermosas argollas que mis padres habían conseguido para nosotros; fue un regalo hermoso, eran plateadas y no muy gruesas, tenían un diseño intrincado que asemejaba a las escamas de un dragón enlazado, mientras que por dentro del aro venían nuestros nombres grabados en runas antiguas junto a la frase “si me quedas tú, me queda la vida”. Fue conmovedor saber que ahora además de ese lazo invisible que nos unía desde hace tiempo ahora se materializaba en una ceremonia como aquella y en esos anillos que representaban nuestra unión, para hacerle saber al mundo que Aemond Hightower era mío y que Jacaerys Targaryen le pertenece a Aemond Hightower.

Alicent había peleado porque le parecía que las runas antiguas eran símbolos paganos e incluso sugirió utilizar argollas más sencillas, pero mi madre Daemon la mandó a la mierda sin titubear, sobra decir que la indignación en la cara de Alicent no fue considerada por muchos, ni siquiera por Aemond quien se veía fascinado por nuestras bonitas argollas.

La siguiente batalla vino por la vestimenta; Alicent y Otto en su eterno conflicto con nosotros habían sugerido que Aemond utilizara el mismo traje que usó su padre cuando él y Alicent, un horrendo traje verde que parecía haber sido sacado del armario de un payaso de época, mientras que a mí querían ponerme un vestido que a duras penas me permitía respirar, tal vez querían que yo muriera asfixiado para salvar a Aemond de nuestra boda, pero, fue Helaena nuestra salvadora.

Ella había sido la encargada de llevar los atuendos a la boda; aunque casualmente la aerolínea en la que viajó perdió esa maleta, así que aquellos horrendos trajes se perdieron para siempre, fue una total suerte que ella hubiera llevado algo mucho más moderno y lindo en su otra maleta que no se perdió, así que Aemond lucía como un elegante pingüino con ese traje, tan guapo, y yo, mientras que no estaba muy acostumbrado a utilizar ropa tan entallada, no pude evitar notar que Aemond me miraba fijamente cuando esas prendas resaltaban mi cintura y caderas, así que supuse que no estaba mal que mi figura llamara la atención de mi casi esposo.

Después vino la fiesta, claro que casi nadie había hecho caso a la rigurosa etiqueta de Alicent, nadie salvo sus hijos, el viejo rancio de Otto y Gwayne, el tío de Aemond; como ellos eran de ideas anticuadas, tuvimos un baile tradicional de Alphas y Omegas de Antigua y un banquete en silencio que parecía casi un funeral y no una boda, después de eso, Alicent y Otto se retiraron a dormir y entonces, la verdadera boda comenzó.

Gwayne se había quedado un rato más porque había pensado en llevar a Helaena y Daeron a sus habitaciones después de la fiesta, pero cuando vio a Laenor Velaryon, el hijo de Rhaenys, quedó hipnotizado por él y bueno, Helaena y Daeron fueron de los últimos en irse, al amanecer.

Los Muchachos habían llevado algunos shows callejeros que les parecieron serían divertidos y lo fueron, Aegon quedó prendado de Benji y Joffrey conoció a Daeron, y bueno, ustedes saben, Aegon y Benji llevan saliendo mucho tiempo y mi hermanito y mi cuñado están a punto de casarse, aunque ellos mandaron a la mierda a Alicent y no tomaron en consideración ninguna de sus peticiones.

Helaena también disfrutó de la fiesta en compañía de las hijas de Laena, Baela y Rhaena podrían ser descritas como la encarnación de “fiesta y ambiente”, así que Helaena se divirtió como nunca.

Aemond y yo bailamos hasta que nos dolieron los pies y nos embriagamos con vino barato que Los Muchachos habían llevado a la fiesta, terminamos saliendo del lugar a buscar algo para cenar y lo único que había abierto a esas horas era un buffet de comida china que todos los invitados atacamos sin piedad.

Kermit conoció a Dalton, uno de mis amigos de la universidad y Oscar conoció a Cregan, un amigo de Aemond y que yo conocí en la universidad; al final, esa boda o la fiesta que tuvimos después de la ceremonia se convirtió en un borrón en mi mente que armé un poco con las fotografías que los invitados tomaron durante esas horas.

Lo siguiente que supe, es que Aemond me ayudaba a quitarme el apretado vestido que llevaba y masajeaba mis adoloridos pies; ambos olíamos terrible y nuestros alientos eran de pollo Kung Pao, estábamos despeinados y sudorosos, pero aún con eso, me parecía que estaba frente al Alpha de mis sueños, así que sin mucha ceremonia o sexo de por medio, miré a mi ahora esposo, tomé sus manos entre las mías, me incliné hacia él y le ofrecí mi cuello para que lo marcara, sentí sus colmillos raspar la piel de mi glándula y después enterrarse en ella hasta sentir un chorrito de sangre que comenzaba a brotar, luego su lengua comenzó a lamer la herida y su nariz rozaba mi piel mientras sus manos acariciaban mi cintura intentando calmarme y reconfortarme, aunque debo de confesar que ni siquiera había dolido, había sido un pinchazo donde pude terminar de conectar con él, ahora sentía lo mismo que él y después de eso, él hizo lo mismo, me ofreció su cuello y yo enterré mis colmillos en su piel, y ahí, sellamos nuestro destino.

Nunca hubiera pensado que algunas tradiciones tan anticuadas como las de la familia de Aemond podrían llegar a ser verdaderamente hermosas; había leído sobre omegas que son sometidos por sus alphas para ser mordidos, pero nosotros, en la intimidad de nuestra habitación habíamos decidido entregarnos totalmente al otro, sin presiones de nadie, sin querer encajar con estereotipos de ninguna clase, solo éramos dos almas ahí, resonando una con otra, que se amaban desde mucho antes de ese concierto donde Aemond tomó valor, pero que ambos sabíamos sentíamos algo desde mucho antes, así que, a los diecinueve, ambos unimos nuestras vidas y nuestras almas, para siempre, con la bendición de los dioses y con nuestras familias y amigos como testigos, de que no era una locura lo que estábamos haciendo en ese momento, sino que era una locura el no querer hacerlo con él, siempre con él, solo Aemond me haría cometer tal cosa, así que mi boda, aunque algo atropellada y la propuesta más horrenda que puedan imaginar, es algo que recuerdo de tanto en tanto.

“Esto fue una obra dirigida por Jacaerys Targaryen hecha completamente a espaldas de su esposo Aemond Hightower quien posiblemente se avergüence al leer que escribí demasiadas cosas íntimas de nosotros, pero que de todos modos me va a perdonar porque él es un sol y yo su pingüino para toda la vida”.

¡Cambio y Fuera!

JT

Notes:

Notitas aclaratorias:
1. Aemond y Jace se casaron bien jovenes, pero sus hijos los tuvieron hasta años despues, luego de viajar, terminar de estudiar y cuando se sintieron listos y preparados.
2. Gwayne también siguió los pasos de Aemond luego de conocer a Laenor.
3. Aegon rogó y rogó a Benji hasta que finalmente le dijo que sí.
4. Daeron y Joffrey tienen una relación bien bonita, pero como aquí Joffrey es el Alpha, a Daeron se le hizo fácil salirse de lo que su madre quería y adoptar las costumbres de Joff.
5. Otra cosa, quería ponerle sountrack a esto, así que les voy a dejar las recomendaciones musicales de estos shots.

Chapter 17: Día 17. Ceremonia de cama

Summary:

El príncipe Qyle Martell le hace un regalo sumamente especial a Jace y le enseña valiosas lecciones para su futuro matrimonio.

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Qyle Martell, príncipe de Dorne sostenía en una de sus manos una copa de vino dorniense mientras miraba como el príncipe, futuro rey regente caminaba nervioso de lado a lado en una de las terrazas que habían acondicionado para su visita a la capital.

Tomó un racimo de uvas para disfrutar mejor del pequeño espectáculo que el príncipe heredero estaba dando, nunca lo había visto de esa manera, desde que lo conoció, había visto a un estoico omega, mesurado, que pocas cosas podrían perturbar de tal forma; pero ahora tenía a un omega que caminaba con paso estresado, sin rumbo y manoteando al aire, a Qyle le recordaba cuando las cocineras cortaban la cabeza de una gallina para preparar alguno de sus platillos, en ese momento, el perfecto príncipe Jacaerys Velaryon, parecía una gallina sin cabeza.

– No sé por qué estás tan preocupado, sinceramente no lo entiendo, cuando conocí al príncipe Aemond me pareció que era sincero en sus sentimientos. – Qyle era sincero, el príncipe Aemond parecía un correcto Alpha que adoraba a Jacaerys.

– No estoy dudando de Aemond, es solo que, estoy demasiado preocupado por la ceremonia. – Jacaerys se había detenido de su andar para contestarle a Qyle.

– ¿Qué parte de la ceremonia es la que te preocupa?

– Todo… Bueno, tengo que aprender de memoria los votos que debo recitar ante el Septo para la ceremonia bajo la fe de los siete, además de aprender a hacer todo eso que hacen con el lazo y demás.

­– Mmmm… ya veo, ¿solo eso?

– Luego la ceremonia valyria, más sermones por aprender en alto valyrio y yo nunca he sido muy bueno con eso; además está el ritual de cortar sus labios con una daga, ¿y si lo lastimo? La reina Alicent también está presionando de sobremanera con otras cosas como el banquete, nuestros trajes ceremoniales, el hecho de que muchos grandes lores aceptaron venir, incluso Cregan aceptó venir y que el Señor del Norte venga es en sí ya un gran acontecimiento, dime, ¿Dónde meteremos a tantas personas? Mi abuelo Corlys insiste en tener un festejo de dos semanas y organizar un torneo gigantesco y las preparaciones de eso absorben demasiado tiempo además de que es excesivamente caro, las arcas de la corona lo resentirán y Lord Beesbury seguramente tendrá que hacer algunos ajustes en nuestros libros.

Qyle arqueó la ceja cuando Jace terminó de decir todo aquello.

– ¿Seguro que no hay nada más?

– ¿Qué más podría haber?

Qyle negó con la cabeza antes de responder a Jacaerys.

– Querido Jace, no te creo absolutamente nada de lo que dices. – el ceño del príncipe heredero se arrugó y antes de que pudiera refutar, Qyle añadió:

– Tiene relativamente poco que Dorne y los seis reinos comenzaron a establecer relaciones diplomáticas, siendo tú principalmente quien hizo eso, y según recuerdo, tus conocimientos acerca de nuestra cultura y religión, la madre Rhoynar y lo que nos hace orgullosos hijos del desierto, son incluso mejores que los míos, así que comprenderás que no creo ni por un momento que no hayas aprendido ya tus votos ceremoniales, tanto los de la fe de los siete como los de las catorce llamas.

Jace intentó alegar, pero Qyle solo levantó el dedo índice para indicar que continuaría hablando.

– Tu abuelo Corlys está dispuesto a vender la mitad de su flota para tener la boda más fastuosa, no es que eso sea necesario, pero Jace, entiende que un Velaryon ascenderá al trono de hierro, así que tu abuelo correrá con los gastos más fuertes para que la corona no vacíe sus arcas, en cuanto a Aemond, yo esperaría que los Hightower aporten algo, no todos los días uno de sus miembros será el príncipe o rey consorte, en cuanto a la reina Alicent, deberías dejar que el príncipe Daemon se encargue de mandarla a la mierda con todos sus caprichos, seguramente estará feliz de decirle que NO a todas las peticiones de la reina.

– El torneo también puedes dejarlo en manos de tus hermanos, incluso los príncipes Aegon y Daeron pueden ayudar, entiendo que al príncipe Aegon le gustan los torneos y las apuestas y estoy seguro de que Daeron y Lucerys podrán manejar muy bien los premios a los ganadores. Tienes prácticamente todo bajo control, así que dime Jace, ¿qué es lo que en verdad te preocupa?

El príncipe heredero dudó un poco antes de contestar.

– La verdad?

Qyle frunció el ceño y asintió lentamente.

– La ceremonia de cama.

– ¿Y eso es? – la cara de Qyle en verdad mostraba que no sabía a lo que Jace se refería.

– Es una costumbre de las bodas en Westeros; después de la ceremonia y el banquete y cuando los invitados están ya ebrios, comienzan a gritar que es momento de la ceremonia de cama. Básicamente los Alphas arrastran al omega hasta la habitación donde debe entregar su doncellez a su nuevo esposo y en el camino lo desnudan, manosean y gritan obscenidades; pasa lo mismo con los Alphas, todos los omegas en el lugar llevan al Alpha mientras le despojan de sus ropas para finalmente dejar desnudos a ambos en el lecho.

– Y ¿a quién debemos el honor de inventar semejante estupidez?

– Es una tradición Qyle, todos los matrimonios entre nobles deben tener la ceremonia, de ese modo se confirma que el omega era puro al momento de su matrimonio.

Qyle soltó una ligera risa mientras bebía de su copa de vino.

– Y esas personas ¿cómo saben que el omega era puro? ¿se quedan a fisgonear?

– ¡No! Bueno, no siempre, salen de la habitación, pero se quedan en el pasillo a escuchar los ruidos que salgan de la habitación.

– Es humillante, mira, no voy a negar que a mi me gusta ser escuchado y no me molesta que otras personas observen mi desnudez, pero es porque yo así lo decido, no porque algún idiota envalentonado por el vino o licor se sienta con derecho alguno a mirarme, primero le saco los ojos antes de dejar que me miren. No deberías aceptar esa estúpida ceremonia, solo debes decirle a tu madre que no lo harás y listo.

– No es tan sencillo Qyle, todos los omegas de mi familia han pasado por esa ceremonia, nadie puede saltarla.

– ¿La reina Rhaenyra también pasó por eso?

– No, pero no fue porque lo decidiera, sino porque a medio banquete de su boda Ser Criston mató a Ser Joffrey Lonmouth, un querido amigo de mi padre.

La ceja de Qyle se arqueó en sorpresa al escuchar aquello.

– Vaya, y yo que pensaba que solo los Dothraki encontraban entretenidas las bodas con alguna muerte. Pero no importa eso, dime Jace, ¿en serio no hay nada que se pueda hacer? Estoy muy seguro de que Daemon, Daeron, Joffrey, Lucerys e incluso el Señor del Norte Cregan no estarían muy felices con que algún imbécil, noble o no, intente desnudarte a medio castillo, y ni siquiera estoy contando al sanguinario de tu futuro esposo, él preferiría cortar manos y sacar ojos antes de dejar que alguien que no sea él te toque.

Jace se relajó un poco y sonrió con algo de alivio al escuchar esas palabras, era verdad, ninguno de sus hermanos, tíos, Daemon o su buen amigo Cregan dejarían que alguien le faltara al respeto, Daemon seguramente ordenaría a los capas doradas crear un muro humano para que nadie se le acercara, y Aemond tampoco dejaría que nadie lo tocara.

– En eso tienes razón, no creo que mis hermanos permitan tal insulto.

– ¿Lo ves? No hay nada de que preocuparte, y si te preocupa que alguien más toque a tu futuro esposo, puedo prometerte que yo podría ir en ese montón de omegas con mi daga lista para cortar los dedos de quien se le acerque. – la oferta de Qyle sonaba muy seria y Jace sabía de lo que era capaz el príncipe dorniense.

Jace asintió y sonrió a su amigo, había una cosa más que le preocupaba.

– ¿Puedo contarte una cosa más?

Qyle asintió y palmeó el lugar a su lado para que Jace tomara asiento, el omega lo hizo y suspiró profundamente antes de hablar.

– Me preocupa el encamamiento en sí.

– ¿a qué te refieres?

– Yo, yo … Aemond y yo nunca hemos intimado, desde que nos comprometimos hemos pasado tiempo juntos y hemos compartido algunos momentos íntimos, pero nunca hemos ido más allá ¿entiendes? Sé que Aegon llevó a Aemond a un burdel cuando apenas había cumplido 13 y todavía no estábamos comprometidos, no sé si ha vuelto a salir a los burdeles de la ciudad, pero yo no tengo ningún tipo de experiencia y encuentro sumamente embarazoso preguntarle a mi madre al respecto o a la reina viuda Alicent.

Qyle abrió los ojos como platos en sorpresa antes de agitar las manos.

– ¡Jamás! Jace, júrame que jamás iras con este tipo de dudas a la reina Alicent. Si quieres tener una vida tan miserable e insatisfactoria puedes acercarte a ella, pero de otra forma, nunca le pidas un consejo sobre el placer a ella, se nota a leguas que nunca ha sido bien follada.

– ¡Qyle! No digas eso, debemos guardarle respeto a la reina viuda Alicent y no puedes hacer ese tipo de comentarios, ella tuvo cuatro hijos, así que tiene más experiencia que yo en ese rubro.

Las manos de Qyle se alzaron en señal de paz y solo rodó los ojos indicando que controlaría mejor los espacios donde podía maldecir y criticar a las personas.

– Jace, es muy diferente solo quedarte ahí tumbado mientras abres las piernas y dejas que un Alpha te aplaste y meta su verga hasta que se derrame en tu interior, eso asegura únicamente dos cosas – alzo su dedo índice y medio para reforzar su frase.

– La primera, es que seguramente saldrás preñado con eso, pero no habrás disfrutado nada y lo segundo, es que serás tanto o más insoportable que la reina Alicent porque yo lo estaría si a la edad que ella tiene no hubiera sido follada adecuadamente.

La mirada reprobatoria de Jace solo hizo que Qyle se carcajeara.

– Lo siento, prometo ya no burlarme de la situación de la pobre reina Alicent.

– Aunque, lo que sí puedo hacer por ti mi querido príncipe heredero, es enseñarte una valiosa lección. Dime, ¿aceptarías cenar conmigo esta noche? Te prometo que será divertido.

Jace lo miró de manera sospechosa, pero asintió lentamente, algo le decía que Qyle se traía algo entre manos, pero era su amigo y estaban estrechando lazos con Dorne, así que no podía desairar a uno de sus amados príncipes.

Qyle le sonrió de manera traviesa y algo sospechosa antes de que se terminara de un trago el vino restante de su copa, se pusiera de pie y comenzara a caminar de regreso a la Fortaleza.

– La cena será servida antes de la hora del murciélago, sé puntual y no traigas invitados.

Jace asintió y vio al omega dorniense caminar hacia sus aposentos.

*****

Jacaerys caminaba por los pasillos del torreón donde el príncipe de Dorne tenía sus aposentos, solo iba seguido por su guardia juramentado Ser Erryk, en la puerta de la entrada de la habitación de había dos guardias dornienses que no portaban espadas sino lanzas estilo dorniense; en cuanto vieron al príncipe heredero y su guardia, anunciaron su presencia, todavía no llegaban a las puertas de los aposentos cuando estas se abrieron para recibir al príncipe Jacaerys. El castaño hizo una seña a Ser Erryk para indicarle que podía retirarse, pues estaba bastante seguro de que estarían sin ningún sobresalto con los dornienses vigilando su estancia.

Los sirvientes del príncipe Martell lo recibieron con entusiasmo a Jacaerys, le ayudaron a retirar su capa y las botas que llevaba puestas dejándolo descalzo; pensó que era porque los tapetes y pieles que se extendían por toda la estancia eran demasiado finos o exóticos. La servidumbre del príncipe Qyle terminó de arreglar la mesa donde ambos príncipes cenarían.

Una de las betas que estaba arreglando la mesa, sonrió con picardía a Jacaerys antes de terminar de acomodar todo y hacer una reverencia antes de salir y dejarlos completamente solos.

El príncipe de Dorne salió de detrás del biombo que separaba su estancia de donde su cama y vestidor se encontraban, vestía ropas ligeras, un pantalón holgado de tela ligera semitransparente de color amarillo casi dorado, utilizaba una bata igual de ligera pero de un color ligeramente más oscuro, la llevaba abierta hasta casi la mitad de su pecho y solo se detenía por un delgado lazo que se afianzaba a su cintura; no llevaba zapatos, y la abertura de la bata mostraba la piel de su pecho cubriendo sus pezones con una precisión milimétrica, llevaba una gran sonrisa en su rostro.   

Ambos príncipes cenaron tranquilamente, mantenían una charla amena, Jacaerys quiso hablar un poco más de las futuras alianzas que tendrían con el reino de Dorne, pero Qyle lo detuvo.

– Jace, cenemos sin hablar de política, ten por seguro que estrecharemos relaciones entre nosotros, pero por ahora, solo debemos disfrutar esta cena. – la mirada de Qyle denotaba que tramaba algo, pero Jace no sabía muy bien qué.

– Cuando terminemos, quiero mostrarte algo, considéralo mi regalo de bodas para ti.

Jace sonrió, sabía que Qyle era amable y generoso, pero no esperaba que tuviera un regalo para él antes de la boda.

*****

Terminaron de cenar, los sirvientes entraron a la habitación para limpiar la mesa y llevar algunos frutos confitados con azúcar y jarras de vino, dejaron un pequeño cofre cerca de la cama de Qyle y se retiraron tan pronto como llegaron.

Jace supuso que su obsequio se encontraría dentro de aquel cofre, así que cuando Qyle tomó la jarra de vino, y se levantó de su lugar, él solo se acomodó mejor en su silla; Qyle solo volteó sobre su hombro señalándole el cuenco con los frutos confitados, Jace se levantó, tomó el cuenco y caminó detrás de Qyle.

Al llegar a donde se encontraba la cama de Qyle, el omega dorniense llenó dos copas de vino fresco y se recostó en su cama, Jacaerys solo estaba de pie, era algo extraño compartir un espacio tan íntimo con otro Omega.

– Ven aquí príncipe heredero, prometo no hacerle nada que no le guste. – le pasó una de las copas de vino. 

– No creo que esto sea adecuado príncipe Qyle; es poco apropiado que dos omegas compartan la misma cama.

– Entonces es una suerte que no haya nadie más aquí y que mis guardias sean sordos de nacimiento; descuida, ni siquiera un insecto podría pasar desapercibido para ellos, su entrenamiento consiste en percibir todos los aromas y vibraciones, no hay ningún problema, ellos no dirán nada.

La cara de Jacaerys era de extrañeza, todo lo que Qyle decía sonaba como si estuvieran a punto de cometer algo muy inapropiado.

Apenas se acercaba un poco más al lecho de Qyle, cuando sintió la mano del omega tomar la suya para jalarlo y ponerlo debajo de él.

– Escuche bien y ponga mucha atención príncipe heredero, porque presiento que esta será la única ocasión en que podré explicarle con detalle – las piernas de Qyle se posicionaban a los lados de las de Jacaerys, dejándolo acorralado bajo su cuerpo.

El príncipe Martell tomó su copa de vino y la acercó a sus labios, ofreciendo a Jacaerys un trago de la bebida. La manzana de Adán de Jacaerys se movió con nerviosismo, el príncipe Martell era un omega hermoso claro, cualquiera con un par de ojos podría notarlo y a él nunca le había parecido atractivo nadie que no fuera su futuro esposo, pero ahí, debajo del cuerpo de Qyle podía sentir su pulso acelerar y su piel comenzaba a sudar.

*****

No podía terminar de entender lo que había sucedido en los aposentos del príncipe Martell, las sensaciones que su cuerpo había atravesado, su mente se había nublado pero incluso con eso, puso atención y recordó todo lo que Qyle le había mostrado, estaba seguro que las enseñanzas del príncipe dorniense rendirían frutos en su ceremonia de cama con Aemond.

*****

El día de la boda llegó, Jacaerys estaba nervioso, claramente, pero dentro de lo que cabía, se encontraba tranquilo y algo deseoso de llegar al final del día, así que, con eso en mente, recibió de buena gana el último obsequio que el príncipe dorniense le había enviado una noche antes de la boda.

El día transcurrió conforme a todo lo que se había planeado; la ceremonia en el Septo fue hermosa y toda la gente que había acudido celebró el matrimonio de los futuros reyes de Poniente, el vuelo en dragón que habían realizado momentos después también transcurrió sin problemas.

Luego de eso, pasó la ceremonia valyria, a diferencia de la anterior, ésta fue mucho más íntima siendo únicamente los miembros de la familia real y algunos de los señores más importantes del reino, siendo Cregan Stark y Qyle Martell dos de los más cercanos al príncipe Jacaerys.

El omega dorniense veía a su querido amigo en esas rocas recitando en alto valyrio sus votos mientras veía con devoción a su esposo, sabía que en su reino no se oponían a las relaciones abiertas, pero al mirar los ojos de Jacaerys sabía que seria poco probable que él tuviera a alguien más en su corazón, aunque eso no quito que días previos haya tenido la oportunidad de probar a ese dragón, seguramente eso reforzaría el vínculo entre los Targaryen y los Martell.

*****

Después de la ceremonia valyria, Jacaerys se retiró a sus aposentos para tomar un baño y quitarse el aroma de dragón que había pescado durante su vuelo, además de refrescarse, mientras tomaba un baño rápido miró de reojo a donde su ropa de cama había sido acomodada, era la que la reina Alicent había seleccionado, demasiado recatada para su propósito de incitar a su esposo a que lo tomara, pero la noche en que el príncipe dorniense le había dado lecciones privadas de seducción, también le había entregado uno de los atuendos más escandalosos que é hubiera visto, y eso era mucho decir tomando en consideración que había visitado la Calle de la Seda en ocasiones anteriores cuando planeaba el nuevo proyecto de remodelación de la ciudad.

Respiró hondo y salió de la tina para ser de nueva cuenta vestido por sus doncellas, mientras una de ellas peinaba sus rizos, su doncella de más confianza entró a su habitación cargando un pequeño cofre donde se encontraba aquella ropa que el príncipe Qyle le había entregado.

Salió de sus aposentos y se dirigió al salón donde se festejaría el banquete.

El festín transcurría con efusividad de parte de todos, ambos príncipes se veían realmente felices, habían tenido un primer baile muy hermoso que había sido ovacionado por todos en el salón y después fueron acompañados por varios de sus parientes y otros invitados.

La cerveza y el vino corrían por montones en el festejo, todos estaban demasiado alegres y contentos de celebrar que el futuro rey había desposado a su tío, todos presagiaban que de su unión vendría un linaje de dragones envidiable y que ambos serían grandes gobernantes, tanto o más que el viejo rey Jahaerys.

Todos seguían en el festejo, Aemond y Jacaerys aún se encontraban bailando en medio del salón cuando algunos de los invitados, ebrios ya de tanto alcohol comenzaron a gritar que era momento de la ceremonia de cama; varios alphas intentaron separar a Jace de Aemond para comenzar a manosear su cuerpo e intentar despojarlo de su ropa; aunque se toparon con un muro de dragones, Daemon, Lucerys, Daeron y Aegon cubrían a Jacaerys por el frente, mientras que Ser Erryk, Ser Arryk, Cregan Stark y Bejicot Blackwood flanqueaban al omega desde atrás cuidando que ningún Alpha intentara propasarse con el príncipe heredero.

En cuanto a Aemond, él sabía defenderse muy bien de cualquiera y aunque varios omegas se arremolinaron hacia donde estaba, se toparon con la filosa daga del príncipe Joffrey y del príncipe Qyle, incluso Baela miraba atentamente a cualquiera que intentara aprovecharse de la confusión e intentar algo con el príncipe Aemond.

Ambos príncipes fueron escoltados a los aposentos que compartirían, iban en completa calma sabiendo que quienes los protegían eran salvajes; Jacaerys debería llegar primero a sus aposentos para ponerse la ropa de cama y luego caminaría de vuelta a la habitación que compartirían, Aemond por su parte iría directamente a esa habitación donde solo habría una criada que le ayudaría a quitar sus prendas más pesadas y se retiraría de ahí.

Jacaerys llegó a sus aposentos, su doncella de más confianza lo esperaba ahí, era la única que había sido llamada para atender al príncipe y en cuanto lo vio entrar puso manos a la obra; le ayudó a desprenderse de sus botas, cinturón y capa, el jubón que llevaba puesto también lo ayudo a desatarlo y se dirigió a donde el cofre que había llevado horas antes se encontraba; lo abrió y sacó con delicadeza lo que había allí, una delicada y exquisita tela bordada para dar una forma verdaderamente favorecedora para el príncipe, de tela casi transparente que solo cubría lo estrictamente necesario.

La doncella había aprendido de otra de las doncellas del príncipe Martell a manipular la prenda, pues al ser tan delicada podría romperse en un mal movimiento, se acercó al príncipe que ya se encontraba casi desnudo, termino de ayudarlo a remover las prendas restantes de su cuerpo y entonces comenzó a alistarlo con aquella delicada prenda, luego de eso, tomó la capa que la reina Alicent había escogido, era pesada y sosa y de un color verde horroroso, pero era lo suficientemente larga y cubierta para que nadie pudiera saber que debajo de esa capa, Jacaerys se encontraba prácticamente desnudo y descalzo.

Terminó de arreglar sus rizos con la habilidad que sus delgadas manos poseían al ser una de sus tareas diarias, y cuando estuvo listo, la doncella le dedicó una sonrisa dulce y se inclinó para despedirse de su príncipe, antes de salir le deseo buena fortuna y una noche satisfactoria.

Jacaerys se sonrojo, pero agradeció el gesto de la chica y entonces salió de sus aposentos, lo escoltaba su hermano Lucerys, el único Alpha de sus hermanos Velaryon y también el príncipe Daeron, Jacaerys confiaba plenamente en ellos y en su discreción.

Llegó a las puertas de la habitación que compartiría con Aemond, no había nadie más en los pasillos más que los guardias que habían sido felizmente proporcionados por el príncipe Martell.

Las puertas se abrieron y Jacaerys entró, este era el momento, por años había anhelado descubrir lo que se encontraba debajo de las telas y cuero que vestía su tío, cuando se comprometieron, ambos habían prometido cumplir cabalmente con las tradiciones y comportarse con decoro, pero era evidente que cada vez les costaba más trabajo, así que cuando puso un pie dentro de aquella habitación, el aroma de su Alpha lo golpeó de inmediato y lo hizo sentir que su corazón se aceleraba.

Su Alpha estaba de pie en medio de la habitación mirando hacia el lecho que compartirían, pero giró de inmediato cuando lo escuchó entrar; la mirada leonina que tenía hizo temblar sus piernas, sabía que el deseo de su esposo había sido contenido por demasiado tiempo, pero ahora no había nada que los detuviera, así que comenzó a acercarse a él.

El Alpha tomó su mano y la acercó a su mano para besar sus nudillos con delicadeza, Jace se estremeció al contacto pues si bien lo había hecho en incontables ocasiones anteriormente, esta vez se sentía distinto; Jacaerys se acercó a él para besar sus labios y comenzar a retirar la ropa que llevaba puesta aún, una camisa ligera y sus pantalones, mientras que Aemond comenzaba a desatar los listones que sostenían la capa que Jacaerys portaba.

La distancia entre ambos se cerró y Jace podía sentir la nariz del Alpha aspirar el aroma de su cabello y luego pasearla cerca de su cuello mientras seguía desanudando su capa; Jace había encontrado la orilla de la camisa de Aemond y comenzó a subirla por su torso hasta llegar a la parte superior de su pecho, el Alpha se separó un poco de Jace para alzar las manos y retirarse la prenda.

Casi en cuanto lo hizo, los listones que sostenían la capa de Jace finalmente cedieron por el peso de la tela, dejándola caer con un sonido sordo al suelo, el cuerpo casi desnudo de Jacaerys estaba adornado con una delgadísima tela que apenas y lo cubría y utilizaba algunas joyas en sus tobillos, mientras que una cadenilla de plata finamente labrada rodeaba su cintura.

La vista hizo que las pupilas de Aemond se dilataran y sus feromonas se dispararan por toda la habitación. Ni siquiera tuvo tiempo para reaccionar, solo sintió las fuertes manos de Aemond tomarlo por sus muslos para alzarlo en sus brazos; Jacaerys enrolló los suyos alrededor de su cuello mientras se besaban apasionadamente.

Las manos del Alpha acariciaban y apretaban la piel y carne de sus muslos por sobre la tela que cubría el cuerpo de Jace, intentaba encontrar la forma de despojarlo de esa finísima tela, y escuchaba la risilla del omega cuando su frustración se hizo latente al no poder abrir la bata que lo cubría.

Jacaerys deslizó sus piernas por la cadera y muslos de Aemond para ponerse en pie; una de sus manos acarició la mejilla del Alpha mientras lo miraba con deseo, su respiración agitada delataba la antelación de ambos, así que Jace comenzó a buscar la orilla de la bata, ésta se encontraba bien afianzada en su cintura por lo que comenzó a desatar el listón que rodeaba su cintura sin despegar la vista de su Alpha.

Cuando la bata se abrió, la piel tostada del omega comenzó a mostrarse en todo su esplendor, primero mostrando sus hombros, luego su pecho, dejando asomar sus pequeños y erectos pezones, tomó la mano de Aemond para colocarla sobre uno de ellos, el Alpha parecía completamente hipnotizado por los movimientos de Jace, así que en cuanto tuvo su mano sobre la piel de Jacaerys, comenzó a acariciar y presionar entre sus dedos la carne ofrecida.

Jace suspiró, el toque del Alpha estaba lleno de lujuria, sus firmes y fuertes manos ejerciendo presión en sus músculos lo hacían gemir, pronto pudo deshacerse de la parte superior de su bata, comenzó entonces a querer remover la cadenilla de plata que colgaba de su cintura, pero Aemond no lo permitió, la tomó entre sus dedos y de ella jaló hacia él para que el cuerpo de Jacaerys se acercara más al suyo.

Remover la pantaloneta de Jace fue mucho más sencillo, Aemond la tomó por la orilla y comenzó a deslizarla por sus caderas y piernas mientras él se hincaba frente a su desnudo omega, lo hizo alzar ambos pies para retirarla completamente y cuando alzó su mirada, Jacaerys lo veía con sus pupilas completamente dilatados y su boca entreabierta, recorrió con la mirada todo el cuerpo del omega hasta llegar a su entrepierna, por sus muslos comenzaban a correr ya algunos hilos de su mancha y el aroma era sencillamente embriagador.

Le hizo separar un poco sus piernas, y comenzó a lamer sus muslos tomando aquellos hilos de mancha omega entre sus labios y subiendo delicadamente a la intimidad de Jace. Cuando llegó a su coño, éste estaba hinchado y rojizo, con su mano, Aemond comenzó a acariciar su monte de venus mientras sus dedos comenzaban a separar los pliegues de su piel para encontrar su clítoris y su agujero goteante.

Cuando lo hizo, retiró sus dedos llenos de lubricante, los acercó a su nariz aspirando el aroma y después los llevó a sus labios para lamerlos, este acto hizo que su omega lanzara un gemido que hizo que los vellos de su nuca se erizaran por el deseo.

Sin más, se levantó y tomó a Jacaerys de nueva cuenta por sus muslos para alzarlo y caminó a toda prisa a dejarlo sobre aquella mesa de madera oscura que ambos compartían, lo sentó y acomodó en la orilla y de desabrochó su pantalón, bajándolo solo lo suficiente para que su erección fuera liberada.

Volvió a ponerse de rodillas, separó las piernas de Jace dejándole acceso libre a su coño y sin más, hundió su cabeza en ese caliente lugar.

El gemido que Jace soltó se sincronizó con el suspiro de alivio que Aemond liberó en cuanto sus labios se toparon con la delgada y sensible piel de Jace, sus labios y lengua repasaban con delicadeza y algo de ansiedad todos los rincones del coño del omega mientras que succionaba toda la mancha que Jacaerys liberaba, Aemond comenzó entonces a masturbarse, su erección dolía pero estaba dispuesto a hacer que Jacaerys terminara de ablandarse por completo antes de tomarlo totalmente.

Jace estaba completamente perdido, su cuerpo ardía como si hubiera sido arrojado a las llamas de su dragón, su mente estaba completamente nublada y buscaba excitarse más como le había enseñado Qyle, estimulando sus propios pezones y clítoris para acompañar a la lengua de su ahora esposo.

Sentía la caliente y rasposa lengua de su Alpha entrar y salir de su agujero, Aemond se tomaba su tiempo para entrar y pasearse por todo su interior recorriendo todas sus paredes y llegando a un punto que lo hacía ver negro, escuchaba como el Alpha estimulaba su miembro y el ruido viscoso que hacía la fricción de su mano contra su verga que él podía olfatear comenzaba a escurrir de su presemen.

Llegó un punto en el que sintió como su coño comenzaba a apretarse alrededor de la lengua del Alpha, estaba por venirse y buscaba sin éxito mantener dentro de sí al miembro que lo penetraba y lo hacía sentir tantas sensaciones, después de eso, una sensación de euforia puro lo atravesó haciéndolo gemir más alto, mientras sus manos se aferraban al cabello platinado del Alpha.

Aemond sonrió satisfecho de su trabajo y se levantó de su lugar, su erección estaba en su punto más alto y Jacaerys estaba tan dispuesto a complacerlo que simplemente, dio tres palmadas en su hinchado coño que hicieron chillar al omega y lo cargó de nueva cuenta para llevarlo a su lecho, quería tomarlo en todos los lugares posibles, pero la ceremonia de cama obligaba a ambos a mostrar las sabanas en que fuera consumado el acto de apareamiento, así que Aemond lo llevó hasta ese lugar.

Volvió a acomodarlo ahí, con su espalda sobre las sábanas blancas, haló de él de una de las cadenillas que llevaba en el tobillo, se quitó por completo el pantalón y comenzó entonces a frotar la punta rojiza de su erección contra los pliegues hinchados del coño de Jace, intentaba llenarlo de su mancha para que fuera mucho más sencillo hacerlo entrar en su cuerpo.

Jace cerró un poco las piernas de manera inconsciente, así que Aemond colocó sus manos sobre sus muslos para mantenerlos completamente abiertos, y entonces, comenzó a entrar al cuerpo de su Omega. Iba lento, suave, veía como la delicada piel que antes tenía algunos pliegues, ahora comenzaba a estirarse y darle la bienvenida a su miembro Alpha, podía notar como el agujero de Jace se dilataba cada que su verga entraba más en él y hacía un espacio en su cuerpo, el abdomen bajo del omega comenzaba a hincharse un poco y los gemidos de Jace inundaron la habitación.

Entró más y más hasta que se topó con una delgada barrera, su himen, estaba a punto de reclamar a su omega en su totalidad, acarició el rostro de Jace para hacerle saber que no debía temer, él jamás lo lastimaría, Jace asintió, estaba listo, así que de una firme estocada, rompió aquella delicada membrana que hizo que su omega sangrara y manchara las sábanas, estaba hecho, su esposo, su omega, su alma era completamente suyo.

Esperó a que Jace se acostumbrara a las sensaciones y el tamaño de su miembro y continúo penetrándolo hasta que el omega le indicó que estaba listo. Comenzó entonces una verdadera faena, Aemond estaba completamente hipnotizado por el aroma, sabor y calidez de Jacaerys así que entró en un estado feral que fue acompañado por su esposo quien también se encontraba completamente dominado por su Omega.

Su verga entraba completamente en el coño de Jacaerys y su vista se enfocaba en como aquel estrecho espacio se expandía solo para recibirlo, la delicada piel de su agujero lo abrazaba y recibía con calidez y humedad que lo enloquecían, sus estocadas eran profundas, le gustaba ver como su miembro desaparecía en el interior de Jacaerys y su abdomen bajo mostraba el bulto que su miembro hacía al estar dentro de él. El tintineo de la cadenilla que se aferraba a la cintura de Jacaerys también lo estaba volviendo completamente loco, solo era un estímulo auditivo y visual de la ferocidad con la que reclamaba cada parte de Jace.

Las manos de Jacaerys se aferraban con excesiva fuera a los antebrazos de Aemond, sentía que si lo soltaba podría elevarse al nirvana y no volver jamás, había tenido miedo al inicio, claro que había leído sobre el acoplamiento entre Alpha y Omega y había escuchado las lecciones de las Septas y en todas y cada una de ellas, la conclusión a la que había llegado era la misma, el Alpha buscaba su placer a expensas del omega y en muy raras ocasiones el Omega llegaba a disfrutar ciertos actos; pero entonces Qyle Martell le dio una de las lecciones más importantes, interesantes y escandalosas de su vida pero que ahora entendía y agradecía infinitamente.

Aemond se inclinó mientras continuaba con sus embestidas para besar a Jacaerys, los deliciosos labios de su omega, ahora podría reclamarlos en cualquier momento y lugar sin ser reprendido u observado por algún chaperón, los brazos de Jace se enrollaron en su cuello y fue alzado por su Alpha para seguir follándoselo, las manos de Aemond sostenían a Jacaerys mientras amasaba la carne de sus nalgas y atacaba sin piedad su cuello dejando mordidas y chupetones alrededor de su glándula, sus colmillos raspaban su glándula, estaba ansioso por enterrar sus colmillos y marcar a Jacaerys, pero sabía que todavía no era el momento, esperaría a que su omega estuviera completamente arruinado.

Jacaerys no era precisamente pequeño, pero era lo suficientemente pequeño para que la diferencia en su altura con su esposo fuera notoria, lo cual en ese momento era idóneo pues él podía rebotar con mayor altura del miembro de su Alpha, su nariz estaba pegada al cuello del Alpha, justo donde su cabellera le hacía algo de cosquillas en su nariz, alzó el rostro un poco para dejar sus labios a la altura de los oídos de Aemond, gemía solo para él y mordisqueaba y lamía su oreja, sus manos rasguñaban la espalda de Aemond, los trazos que había dejado hacían parecer que el Alpha había peleado contra un gato salvaje.

Sintió como Aemond lo acomodó un poco mejor levantándolo un poco más dándole acceso directo a sus pezones, el Alpha comenzó a mordisquearlos y tironear de ellos con sus labios, la garganta de Jace ardía, había gemido tanto y gritado tan fuerte que sentía que su garganta había sido desgarrada; pero no podía evitarlo, mientras sentía el miembro del Alpha machacar su coño, tocó un punto que lo hizo arquearse contra el pecho de su esposo, Aemond mordió con más fuerza su pezón izquierdo y un escalofrío atravesó todo su cuerpo, el miembro del Alpha palpitó en su agujero, las manos de Aemond apretaron con más fuerza su culo y sintió como su agujero comenzaba a apretarse, y un cosquilleo en su coño lo hizo convulsionar.

La semilla del Alpha se derramó en su interior llenándolo de un liquido tibio y abundante que invadía todo su útero, mientras que sentía como el miembro de Aemond comenzaba a ensancharse afianzándose en su interior, sus colmillos brotaron, completamente excitado y dominado, comenzó a recorrer el cuello de su Alpha mientras que Aemond hacía lo mismo con el cuello de Jacaerys, la mordida de ambos fue simultánea, un pinchazo de dolor que se fue tan pronto como llegó, luego, éxtasis puro, sintió el cuerpo de su Alpha temblar contra el suyo, ambos comenzaron a lamer las heridas frescas que habían realizado, su Alpha, comenzó a acariciar su cadera y cintura y lo recostó en el lecho con delicadeza para que su nudo se desinflamara y Jace pudiera descansar.

Sintió sus brazos enrollarse alrededor de su cintura, el material frio de la cadenilla de su cintura contrastaba con el calor del cuerpo ajeno, Aemond comenzó a besar su cuello, y hombros con cariño mientras murmuraba en alto valyrio algunas disculpas por la rudeza que había tenido, pero Jace solo podía sonreír todavía algo ofuscado por el placer, alcazaba a balbucear lo mucho que él lo había disfrutado y que no se arrepentía de que Aemond lo hubiera reclamado con tanta fiereza.

Cuando el nudo de Aemond de desinflamó lo suficiente para salir del cuerpo de Jace, él se sintió inmediatamente vacío, así que, siguiendo los consejos del príncipe dorniense, trepó sobre el cuerpo desnudo de Aemond, el príncipe platinado lo veía con ojos depredadores, no sabía como era que su hermoso y recatado omega se había convertido en aquella pequeña bestia lujuriosa, pero le encantaba, así que dejó que Jacaerys guiara sus movimientos y buscara su placer en su cuerpo, era sumamente difícil resistirse a sus impulsos de follarse a Jace como un animal feral, pero su fuerza de voluntad lo ayudaron en esa tarea.

Para cuando terminó la noche, era evidente que ambos príncipes habían disfrutado de sobremanera el compartir su lecho, de hecho, no dejaron que nadie entrara, las doncellas que había enviado la reina Alicent para reclamar las sábanas de la ceremonia de cama fueron despedidas por los guardias apostados en las puertas de sus habitaciones, la única doncella que tuvo autorizada la entrada fue la doncella de mayor confianza de Jace quien había entrado para llevarles una charola con alimentos y agua fresca en cuencos para que pudieran asearse, algunos mensajes que habían enviado sus familiares y un regalo del príncipe Martell.

Antes de retirarse, la doncella se acercó para bajar las gruesas cortinas que estaban alrededor de la cama que ambos compartían, el dosel era demasiado ligero, así que la doncella cubrió con la gruesa tela para que nadie pudiera verlos en su intimidad, gesto que Jacaerys agradeció.

No fue hasta cinco días después de la ceremonia de su boda que ambos príncipes abandonaron sus habitaciones, y los sirvientes pudieron limpiar aquel lugar, las criadas encargadas de recolectar las sábanas de la ceremonia de lecho iban rojas como tomate por la cantidad de fluidos de las mismas, todos los muebles parecían que habían sido reacomodados y arrastrados por la habitación, aunque los príncipes se veían algo demacrados y cansados, se les notaba felices.

La reina Alicent quedó escandalizada cuando la servidumbre le contó el estado en que las habitaciones de los príncipes habían sido encontradas, pero antes de que pudiera siquiera acercarse a los recién casados y comenzar a sermonearlos sobre la decencia y el recato, la princesa Rhaenys la amenazó sutilmente con su dragón, no permitiría que su amado nieto fuera igual de frígido que la reina viuda.

Era cierto que el entusiasmo mostrado por ambos príncipes, era solo una bendición y que auguraba una unión sólida y que garantizaría un extenso linaje de jinetes de dragón, así que la reina no tuvo más opción que guardarse sus comentarios para ella misma.

En cuanto al príncipe Martell, esperaba pronto recibir noticias de los nuevos tratados para establecer estrechas relaciones con el reino de Poniente y anexar a Dorne, de una manera mucho más pacífica y placentera que cualquiera de los anteriores Targaryen hubieren intentado.

*****

Notes:

1. ¿Qué creen que habrá pasado entre Jace y Qyle? Supongo que el dorniense probó la carne de dragón y le gustó y Jace aprendió bastante.
2. Tengan por seguro que Aemond supo lo que había sucedido, pero ¿le habrá molestado o eventualmente quiera unirse?
3. Tengo en duda eso porque siendo Aemond tan posesivo con Jace, tal vez no le guste compartir, pero es otro omega con el que lo compartiría y pues … Todo sea por mantener el reino en paz. Jajajaja, pero eso se los dejo a su criterio
4. La guardia de Qyle fue de mucha ayuda pues siendo sordos no podían emitir sus humildes opiniones y pues tampoco podían viborear, ese fue un gran aporte que Aemond seguramente habrá copiado para que nadie escuchara a su omega gritón y sus gemidos escandalosos por todos lados.
5. Me gustaría confirmar que la anexión de Dorne como el séptimo reino de manera pacífica fue uno de los mayores hitos en el reinado de Jacaerys y Aemond, pero no precisamente el más importante de ellos. (supongo que fue un reinado muy próspero y que todos pasaban por alto la cercanía que los reyes mantenían con el príncipe de Dorne).

Chapter 18: Día 17. La serpiente y el dragón

Notes:

Hola!!

Okey, quiero hacer la aclaración de que este shot no es Jacemond, pero es una continuación (mejor dicho spin off) de lo que Qyle le enseño a Jace en la cena que tuvieron antes de su boda con Aemond. Así que este shot no es de la temática de ninguno de los otros días, pero no se preocupen, despues de esto, seguimos con la programación habitual. :D

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Los Jardines acuáticos de Dorne son bien conocidos por todo el reino, se contaba la historia sobre cómo fueron mandados a construir por el príncipe Maron Martell, como regalo de bodas a la princesa Daenerys Targaryen, se sabía de la belleza de estos, aunque pocos sabían que estos eran solo una réplica de los Jardines originales.

Los Jardines Originales eran muchísimo más ostentosos, con detalles labrados por los más expertos artesanos, eran completamente privados y habían sido construidos en una isla a la que la única forma de llegar era a lomos de dragón, o mediante un intrincado sistema de puentes que no estaban a la vista de cualquiera, habían sido construidos para ser casi imperceptibles entre el desierto de Dorne; los Jardines fueron un regalo del príncipe Qyle Martell para su amado rey Jacaerys Targaryen, era una muestra tangible del gran amor que sentía por el omega regente de los siete reinos.

Todo había comenzado hace mucho tiempo atrás; fueron muchos los cuervos que llegaron a Sunspear, misivas enviadas por el príncipe Jacaerys Velaryon dirigidas al príncipe Qoren Martell, padre de Qyle. Debió ser un número enorme de misivas que el príncipe había enviado solicitando una audiencia que seguramente su padre se terminó enfadando y aceptó otorgarle una audiencia en el palacio de los Martell.

Qyle llegó a leer algunas de esas misivas, básicamente el príncipe se presentaba como príncipe heredero y futuro rey regente y era su deseo conocer al “reino hermano de Dorne” para establecer relaciones más estrechas entre ambos. No era un secreto para ellos que incluso a la corte de Dorne habían llegado los rumores sobre el perfecto heredero de la princesa Rhaenyra Targaryen, eso y los claros rumores de bastardía que a Qyle no le importaban en absoluto, pero le causaba intriga conocer al tan afamado “príncipe perfecto”.

Él estuvo encargado de escribir y enviar la misiva en la que su padre, Qoren Martell aceptaba recibir al príncipe Jacaerys, únicamente a él con una muy reducida comitiva, Vermax el dragón de Jacaerys, dos doncellas que lo ayudaran con su arreglo personal y se encargaran de llevarle sus alimentos, su escudo juramentado y un dragonkeeper que se encargaría de alimentar al dragón del príncipe y mantenerlo calmado.

Pasaron tal vez dos lunas después de haber enviado la misiva cuando a las fronteras de Dorne arribó una pequeña comitiva que acompañaba a las doncellas y al dragonkeeper que el príncipe había seleccionado, Qyle había presenciado como habían seguido al pie de la letra las instrucciones dadas, los carretones que llevaban únicamente transportaban los artículos personales del príncipe y sus ropajes, algunos libros y montones de papiros, la comitiva completa era extensa porque llevaban varios carretones, así que como hospitalidad los recibieron, alimentaron y dejaron que sus caballos descasaran antes de que emprendieran el viaje de vuelta, después de eso, agradecieron las atenciones y solo la pequeña comitiva aprobada continuo avanzando hacia el palacio de Sunspear.

Un día después de eso, la sombra de un dragón se alzó por Sunspear, Qyle lo miraba desde uno de sus jardines, contra la luz del sol, las escamas del dragón lucían tan verdes como las rocas que en ocasiones se encontraban en las minas de Dorne, granates tan verdes que fácilmente brillaban más que las sosas y aburridas esmeraldas, tenía una sombra majestuosa y aunque sabía que no era el dragón más grande, era bellísimo, además de un rugido que imponía y se escuchaba rompiendo el silencio del desierto.

Qyle estaba bastante intrigado, no lo iba a negar, cuando vio al príncipe descender de su dragón junto con su escudo juramentado, la curiosidad que ya sentía por él se había acrecentado exponencialmente; definitivamente no tenía la típica apariencia valyria, aunque era seguro que la sangre de dragón corría espesa por sus venas, había heredado una belleza envidiable y el porte que tenía sin duda era atrayente, casi hipnótico.

No tardó en saber el porque todos lo consideraban el príncipe perfecto, Jacaerys era sumamente educado, inteligente, perspicaz, era amable y cortés con todos a su alrededor y tenía una mente bastante avispada para la política, su padre Qoren no tardó en mostrar su aprobación hacia el príncipe, Jacaerys había llegado a Dorne y mostró un amplio conocimiento en su cultura y costumbres, se había acoplado completamente bien a sus costumbres, salvo por el calor infernal que sufría.

Habían cabalgado juntos por las dunas de Dorne, ese día hizo demasiado calor y el príncipe se notaba completamente exhausto y algo deshidratado, por lo que Qyle decidió llevarlo a los baños privados de la familia, era una habitación enorme con tres grandes piletas de agua fresca enriquecida con sales que eran extraídas del desierto y de las costas Dornienses, luego la servidumbre les agregaba esencias y algunas hierbas y flores aromáticas que hacían relajar los músculos.

En las esquinas de aquel enorme cuarto tenían piedras calientes que generaban un vapor agradable y que para desgracia de Qyle, entorpecía un poco la vista, pero aun así, había logrado ver algo de la piel desnuda del príncipe heredero, era sencillamente hermoso, sus facciones eran muy definidas, sus labios le recordaban a la granada por ese bonito color que tenían y sus ojos, eran igual de verdes que las escamas de su dragón, a pesar de que su mirada reflejaba cierta madurez, tenían un brillo algo infantil e inocente que Qyle moría por corromper.

Qyle era un omega que había gozado de muchos placeres en su vida, jamás se había privado de nada, había probado alphas, betas y omegas sin distinción, había disfrutado y sentido placer en más de una forma, le gustaba la posición que tenía pues eran nulas las cosas que no pudiera obtener, pero en esa habitación de baño, un ardiente deseo comenzó a surgir en su pecho, otro príncipe, omega también, de costumbres incestuosas y futuro rey de Poniente, un fruto definitivamente difícil de alcanzar, sobre todo después de saber que ya se encontraba comprometido con su tío quien montaba al dragón más grande de los Targaryen.

Aunque eso no lo detendría de obtener lo que quería, el lema de su casa, nunca doblegado, nunca roto tomaba ahora un nuevo y revitalizado significado.

Dorne era famoso por varias cosas, sus costumbres más libertinas que las del resto del continente, su desierto, la infinidad de serpientes que habitaban ahí y por último, que ellos habían sido el único reino que no pudo ser conquistado con fuego de dragón, así que él intentaría tomar a ese dragón, aunque fuese una sola vez.

*****

Pronto se dio cuenta que no sería tan fácil, Jacaerys resultaba ser verdaderamente casto e inocente como para notar cualquiera de sus insinuaciones o rechazarlas con tanta gracia que Qyle solo podía suspirar, pero no se rendiría tan fácilmente, por supuesto que no, así que comenzó a poner mayor atención al príncipe, y de manera imperceptible, se descubrió enamorándose del príncipe Jacaerys.

Amaba la genuina sonrisa que tenía para todos, poseía un corazón amable y bondadoso, en realidad buscaba aprender a gobernar adecuadamente y se preocupaba genuinamente por el bienestar de la plebe; la elocuencia de sus palabras y la forma en que se desenvolvía con naturalidad en la corte, la manera en que sus manos se movían para explicar un tema o la agilidad con la que esquivaba los golpes que algún maestro de armas intentara sobre él mientras aprendía a pelear con lanzas dornienses, el color de su piel rojiza después de estar mucho tiempo bajo el sol y las pecas que brotaban después de eso, y su aroma, su embriagante aroma a gardenias, mandarinas frescas y hierbabuena que parecían un oasis en medio del desierto.

Después de sus entrenamientos veía de reojo la silueta del príncipe mientras se adentraban a los baños familiares, sus largas y contorneadas piernas, fuertes pero sin ser exageradamente musculosas como las de un Alpha, su cintura era estrecha aunque daba la ilusión de ser más estrecha de lo que en realidad era porque sus caderas eran carnosas, indicio de que era un omega muy fértil, su pecho y torso era igualmente firme, aunque podía notar en sus pectorales una ligera capa de tejido que no era músculo, esa piel que sabía todo omega tenía, una capa de grasa que se hinchaba cuando un omega estaba preñado y que producía leche para amamantar al infante, de solo pensar en sus pequeños pezones hinchados y erectos derramando ese líquido, Qyle se humedecía, lo anhelaba, lo deseaba, lo amaba.

El tiempo que Jacaerys estuvo en Dorne fue tan efímero para Qyle que le pareció un desaire a la hospitalidad de los Martell, aunque claro, cuatro lunas era un tiempo más que aceptable, eso y el hecho de que fue otro dragón el que llegó a Dorne buscando a Jace para notificarle que su abuelo estaba muy enfermo y que debía regresar a despedirse, para su buena fortuna era el príncipe Daeron quien llegó buscando a Jacaerys porque seguramente hubiera ardido en celos si hubiera visto a Jacaerys siendo amoroso con su prometido.

*****

No esperó mucho para recibir un cuervo del príncipe Jacaerys donde le informaba que su abuelo había tenido una crisis de salud que había sido controlada, pero debido a su delicada salud, habían decidido adelantar la boda con su tío Aemond, solo para cumplir la voluntad del rey Viserys de ver finalmente unidas a las dos ramas de su casa, claro que la carta no solo era para informarle eso, sino que Jacaerys lo había invitado a pasar una temporada en Desembarco, quería que su querido amigo dorniense lo acompañara en ese importante evento.

Lo hubiera considerado una ofensa si la misiva hubiera provenido de cualquier otra persona, pero sabía muy bien que Jacaerys no era consciente del enamoramiento que Qyle había desarrollado por él, aceptó ir, tal vez de esa forma podría finalmente terminar con ese enamoramiento platónico y dejaría de lado sus sentimientos infantiles.

Preparó todo para su viaje, el príncipe Jacaerys se había ofrecido a ir por él y llevarlo a Desembarco del Rey a lomos de Vermax, mientras que su comitiva podía viajar por el camino real, a diferencia de ellos, Jace no puso ninguna limitante en cuanto al tamaño de su comitiva, así que Qyle decidió que viviría de manera esplendorosa en su tiempo en la capital.

Antes de él, ningún otro Martell había montado a un dragón, mucho menos estado así de cerca de uno sin el miedo de ser incinerado inmediatamente, la mano de Jacaerys estaba sobre la suya y la guiaba gentilmente sobre las escamas de Vermax para que éste se familiarizara con Qyle, después fue momento de subir a él y sintió como los fuertes brazos de Jacaerys se acomodaban a su alrededor para tomar las riendas de su montura. El vuelo le pareció corto, no porque Vermax fuera demasiado veloz, sino por el hecho que tuvieron que separarse demasiado pronto.

Su estancia en la capital era agradable, Jacaerys pasaba una buena parte de su tiempo con él, había mandado a acondicionar toda un ala de la Fortaleza Roja solo para él y su comitiva brindándole una de las mejores zonas del castillo, continuamente era invitado por algún otro miembro de la familia real y cada que podía, acompañaba a Jacaerys en su vuelo sobre dragón y cuando conoció al príncipe Aemond Targaryen, Qyle sintió por primera vez en su vida la verdadera envidia, envidia de no ser Alpha y que el corazón del omega que amaba le pertenecía completamente a Aemond Targaryen.

Aun así, podía notar como era evidente el amor que ambos príncipes sentían, de cierta forma le daba algo de alivio saber que su amado príncipe no sería utilizado solamente para llegar al poder que un tonto y horrendo trono podían otorgar. Sabía que Aemond era un Alpha analítico al que no le costó trabajo descubrir los verdaderos sentimientos de Qyle por Jacaerys, pero no hizo comentario alguno, parecía que solo lo vigilaba, sin atacar, únicamente observando y vigilando a lo que él ya consideraba suyo.

Los preparativos de la boda iban a buen paso, Qyle había ayudado a Jacaerys a redactar y enviar todas las cartas a los lores de todas las casas, desde el lejano norte hasta Dorne, en realidad le sorprendió la cantidad de misivas con respuestas confirmando su asistencia que habían recibido, tal parecía que el príncipe heredero era amado y estimado por muchas personas.

Luego de eso, ambos omegas tomaban tiempo libre para descansar y tratar de distraerse de todo el ajetreo de los planes de la boda, eso y de lidiar con la futura suegra de Jacaerys, y fue en una de esas tardes que descansaban y se relajaban que Jacaerys le había confesado su inexperiencia y temor a la ceremonia de cama.

Trataba de pensar poco en eso porque al recordarlo solo se sentía como un depredador que había acechado a su presa para atacarlo en su momento de mayor vulnerabilidad, pero para ese momento, ya no era el simple deseo de conocer la piel de Jacaerys lo que lo motivaba, sino que en verdad lo amaba, profundamente.

Lo invitó a cenar, tenía la intención de platicar con él y explicarle lo que uno hace dentro del lecho, Qyle no estaba casado, pero sabía perfectamente bien lo que se debía hacer, así que se ofreció como tutor de Jacaerys en el arte de la seducción, si bien no podrían estar juntos, al menos quería que su amado príncipe fuera feliz y disfrutara de los placeres carnales con su esposo.

Se preparó como nunca lo había hecho en su vida, utilizó la ropa más bonita y provocativa que tenía, había tomado un té relajante y había ordenado que prepararan la comida favorita de Jacaerys, todo lo mejor para su príncipe. Incluso había enviado traer de Dorne los higos que ahí se daban y una de sus cocineras que había viajado con él se había hecho cargo de confitarlos y endulzarlos tal y como al príncipe Jacaerys le gustaban, lo había planeado todo.

Y cuando lo escuchó llegar y viendo que había seguido sus instrucciones, supo que esa podía ser su única oportunidad y tal vez la última noche de su vida si el príncipe Aemond se llegaba a enterar, pero Jacaerys lo valía, valía cualquier riesgo existente.

Lo vio llegar enfundado en uno de los trajes que él le había obsequiado, moda dorniense pero con los colores Velaryon que le iban muy bien, también el escudo y la excesiva muestra de riqueza que tenían lo hacían ver como una divinidad, telas algo vaporosas, pero no tan escandalosas como las que se utilizarían en Sunspear; sus criadas habían removido su capa y sus zapatos dejando a ambos muy cómodos para su reunión.

La cena transcurrió bastante bien, Jacaerys intentó seguir discutiendo de algunas cosas de política y cosas aburridas que a Qyle no le interesaban; sus manos sudaban, incluso uno de los cubiertos que utilizaba resbaló de sus manos, nunca había sentido tantos nervios como esa noche.

Una vez que terminaron y sus criadas entraron a recoger los platos y despejar el área, le entregaron la bandeja con higos que había encargado para Jace; eso y vino, lo necesitaría.

Invitó a Jacaerys a pasar detrás del biombo que separaba su cama y vestidor de la estancia principal de sus aposentos; notó como Jace dudó un poco, parecía que él también se había puesto nervioso y comenzó a mover sus labios diciendo que era algo inapropiado estar en ese lugar y algunas otras cosas que Qyle sabía eran impropias, pero a esas alturas, no le importaba si su cabeza terminaba en una pica por mancillar al príncipe dragón.

Tomó valor; lo reunió después de un largo sorbo de vino, tomó la muñeca del príncipe, lo jaló hacia él y debido a la sorpresa de Jace, pudo someterlo.

– Escuche bien y ponga mucha atención príncipe heredero, porque presiento que esta será la única ocasión en que podré explicarle con detalle – las piernas de Qyle se posicionaban a los lados de las de Jacaerys, dejándolo acorralado bajo su cuerpo.

Lo vio tragar grueso, lo había puesto nervioso, Qyle liberó su aroma intentado calmar al príncipe heredero, soltó lentamente la muñeca de la que lo sostenía mientras mantenía su mirada fija en los ojos aceitunados de Jacaerys. Levantó la copa de vino que había servido para el heredero y la acercó a sus labios.

– Lo que estoy a punto de hacer es probablemente la locura más grande que he cometido, merecedor de que su prometido pida que mi cabeza sea puesta en una pica, pero estoy dispuesto a correr el riesgo.

– Qyle, ¿qué estás haciendo? – si bien la voz de Jacaerys sonaba algo consternada y confundido, el príncipe no había hecho movimiento alguno para zafarse del amarre de Qyle.

– Estuve pensando en la plática que sostuvimos en la mañana mi príncipe. – las manos de Qyle se acercaron con la copa en la mano ofreciendo a Jacaerys un trago de vino que éste acepto de manera automática – entiendo que usted es un omega puro, sin mancillar, seguramente tiene demasiadas dudas que lo hacen perder el sueño y calma. Debe de saber que mi más sincera intención y deseo es que usted encuentre la felicidad y la dicha en su próximo matrimonio, y he notado que para que un matrimonio sea feliz, ambos deben encontrar la sinergia que los lleve a disfrutar la compañía del otro en más de un sentido y espero que entienda de lo que estoy hablando.

Jacaerys lo miraba fijamente, Qyle sentía que sus ojos estaban fijos en sus labios, atentos a las palabras que decía, lo miró asentir lentamente y lo tomó entonces como una señal para avanzar.

– Debo decirle mi príncipe, que mi intención y propósito en este momento, es que usted logre conectar con esa parte interna suya, con su sensualidad, aquella que las costumbres rancias de este lugar le han hecho creer que es indebida o un pecado, porque no lo es, de otra forma, los dioses no lo hubieran hecho algo tan placentero.

Qyle entonces volvió a dar un sorbo a la copa que aun sostenía.

– Lo primero que debe de hacer mi príncipe, es relajarse, debe sacar de su mente las enseñanzas que las Septas le hayan inculcado – entonces se removió un poco para acomodarse mejor sobre el regazo de Jace, colocando sus caderas sobre la pelvis de Jace y comenzó a mecerse suavemente sobre el príncipe heredero.

Escuchó un pequeño gemido que el omega soltó, sonrió para sus adentros.

– Eso es mi príncipe, deje que su cuerpo disfrute de todas las sensaciones que le puedo ofrecer, no tiene que reprimirse, no al menos conmigo, sabe que yo guardaré sus más íntimos secretos, no lo dude ni por un momento.

Sintió entonces como Jace también comenzó a moverse intentando hacer que sus cuerpos se frotaran un poco más, se sentía caliente y Qyle pudo atestiguar como las mejillas del príncipe dragón se sonrojaban más y más y comenzaba a morder sus labios en un débil intento de aguantar los gemidos y suspiros que lanzaba.

Se inclinó entonces un poco para acercarse al oído de Jace; pequeñas gotitas de sudor comenzaban a recorrer la piel de su cuello, cuando sus labios estuvieron junto a su oído, Qyle pronunció lentamente.

– Debe de gemir mi príncipe, hágame saber que lo está disfrutando, hágale saber a su futuro esposo que disfruta de sus atenciones, estoy seguro de que, el príncipe Aemond quiere un omega que pueda follar y que sienta como le corresponde, si quisiera solo un agujero para cumplir con su deber, entonces, puede ir a cualquier burdel a que una golfa finja disfrutar de su compañía, pero usted mi príncipe dragón, usted posee una hermosa voz, déjeme escucharla.

El suspiro de alivio que Jace soltó fue maravilloso, pronto algunos gemidos cortos comenzaron a resonar por la habitación, los ojos de Jace estaban cerrados y sus manos se encontraban aferradas a las sábanas de la cama. Qyle aprovechó esto para acercarse de nuevo y comenzar a dejar algunos besos en el cuello del otro omega, ahí donde su vena palpitaba de manera acelerada haciéndole saber el frenesí en el que se encontraba.

Continúo besando su cuello y clavículas tironeando levemente de sus ropas para tener acceso a su piel; en un arranque de locura, Qyle se acercó peligrosamente a los labios de Jacaerys, acunó su rostro con sus manos, era un omega, sus manos eran delicadas y pequeñas, no tan grandes como para cubrir todo el rostro del príncipe, así que simplemente cerró el espacio que había entre ambos y tomó sus labios.

Eran tan suaves, todavía tenían algunos rastros del azúcar y caramelo de los higos que había comido momentos antes, no quiso ser invasivo, Jace era demasiado puro para corromperlo con sus infames practicas y conocimiento adquirido a través de los años, así que fue despacio, lento, primero solamente chocando sus labios y dejando que el dragón marcara su ritmo, y conforme se fue relajando, entonces su lengua paseo por los labios de Jace como pidiendo permiso para entrar a su boca.

Se lo concedió.

Jace abrió sus labios lo suficiente para dejar entrar a la lengua del dorniense, Qyle suspiró, era lo más exquisito que hubiere probado alguna vez, un suave rastro del vino que había tomado acentuaba las notas de los higos confitados mezclados con el sabor natural de Jace que lo hacían sentir que había encontrado la ambrosía de los dioses.

Las caderas de ambos seguían frotándose, pero ahora con mayor velocidad, Jace parecía disfrutarlo, pero había algo que faltaba, sintió como el heredero al trono se alejó de sus labios y titubeó un poco antes de preguntar.

– ¿Qué hago con mis manos? No sé que hacer con ellas.

Qyle se incorporó de nueva cuenta, efectivamente las manos del príncipe seguían aferradas a las sábanas y sus nudillos se habían tornado tan blancos de la fuerza aplicada que a Qyle le dio ternura.

– Debe dejarlas explorar – tomo una de las manos de Jace para colocarla sobre su muslo – la gente tiene la creencia que un omega encuentra el placer solo teniendo una verga en su interior o con un gran nudo dentro, déjeme aclararle que no lo es, fuimos bendecidos mi príncipe, el toque correcto en el punto adecuado es suficiente para desatar nuestra pasión y deseo, pero es nuestro deber encontrar aquello que nos gusta, a mi por ejemplo, me gusta que aprieten mis muslos y caderas, aunque usted tal vez disfrute más que estimulen sus pezones o su clítoris, ya aprenderá. 

 – Algunos omegas tienen una gran imaginación mi príncipe – Luego comenzó a retirarse la parte superior de su atuendo – aunque hay algunos otros, como lo es mi caso, que preferimos saber con certeza aquello que se oculta debajo de tantas capas de telas.

Cuando su pecho quedó descubierto, el príncipe heredero acercó sus manos a su piel tostada; parecía algo dubitativo, sus dedos trémulos acariciaban su piel con delicadeza, como si intentara aprenderse toda su anatomía.

Conforme fue tomando más confianza, Jace siguió sus indicaciones, comenzó a acariciar los muslos y a apretar ligeramente la carne de las caderas de Qyle, su toque era delicado, sin nada de rudeza de por medio, el dorniense entonces comenzó a remover la ropa de Jacaerys.

Ya había tenido algunos vistazos de su piel, cuando compartieron el baño en Dorne, pero estaban separados por las piletas de agua y el vapor había creado una cortina que apenas y le dejó ver algo de la piel del heredero; pero ahora, estaba tan cerca de él, sus manos alcanzaban a tocarla y pudo sentir la suavidad en ella.

Recorrió todo lo que tuvo a mano, la piel de sus brazos y sus hombros, paseó sus dedos por sus clavículas y por la línea media de su abdomen, hasta subir a sus pectorales los cuales acarició con delicadeza y entonces comenzó a estimular los pezones de Jace.

Sus labios seguían devorando los ajenos, quería probarlos todo lo que pudiera, si esa fuera su última noche con vida, disfrutaría cada segundo que tuviera con su príncipe dragón. Sus caderas se movían de manera acelerada y algo errática, las manos de Jace se habían afianzado a su cintura haciendo que el movimiento de sus caderas fuese más intenso, más profundo, pero aún tenían la estorbosa tela de sus pantalones.

El aroma de excitación de Jacaerys le indicó que su príncipe estaba a punto de alcanzar su clímax, así que continuó estimulando los pezones del Omega y comenzó a frotarse sobre él con mayor intensidad hasta que el heredero de Rhaenyra soltó un gemido largo y sintió como sus manos comenzaron a temblar y aflojar su agarre de su cintura.

El cuerpo de Jacaerys estaba todavía tembloroso sobre la cama y su respiración era agitada, Qyle aprovechó ese momento para levantarse; sintió la mirada del castaño sobre su cuerpo y entonces, frente a él, comenzó a desnudarse de la parte inferior de su cuerpo, lo hizo con mucha calma y sensualidad, viendo que Jacaerys parpadeaba y sus labios se entreabrían, su deliciosa lengua lo delató cuando la vio asomarse un poco de sus labios.

–  Quisiera decirle mi príncipe, que usted es libre de alejarme en cualquier momento y yo lo entenderé, no voy a negar ni ocultar mis deseos por usted, pero quiero que sepa que no es solo mi lujuria lo que me orilló a esto, quiero confesarle que le amo. Pocas veces he sido maravillado y encantado, pero usted es una criatura sencillamente fascinante y me encontré amándolo poco después de conocerlo.

Se acercó de nuevo a los pies de la cama, comenzando a subir a ella gateando.

Jacaerys abrió sus piernas de manera inconsciente para dejar un espacio a Qyle, quien sonrió cuando notó el gesto.

– Antes de que intente excusarse mi príncipe, quiero decirle que no es necesario que corresponda mis sentimientos, sé muy bien que su corazón le pertenece al príncipe Aemond, no me pone mal, aunque debo de confesar que le tengo envidia, jamás había deseado tanto ser un Alpha, pero me conformo con tenerlo una noche.

Terminó de acomodarse entre las piernas de Jacaerys, sintió las delicadas manos del príncipe heredero acariciar su rostro, como si intentara consolarlo, pero había algo más en su mirada, algo que le decía al príncipe Qyle que podía acercarse, que Jace también lo quería.

Volvió a tomar sus labios, en esa ocasión fue mucho más intenso, como si el príncipe heredero le correspondiera una fracción de sus sentimientos y que, aunque no lo pudiera decir abiertamente, Qyle lo entendía.

Las manos de Jace entonces se posicionaron detrás de su cabeza, enterrándose en sus cabellos y sosteniendo su nuca para ahondar en aquel beso, mientras que Qyle comenzó entonces a remover la fajilla que detenía el pantalón de Jacaerys, sintió como el omega debajo de su cuerpo le ayudaba a alzar su cuerpo para retirar la prenda.

Cuando ambos estuvieron desnudos, Qyle se tomó su tiempo para admirar la belleza del heredero, agradecía a la princesa Rhaenyra y a quien haya sido su amante en turno por haber engendrado semejante deidad.

– Mi príncipe, permítame mostrarle otra forma de encontrar placer, le prometo que le gustará, solo manténgase relajado y con la mente abierta.

Su amado príncipe dragón asintió con la cabeza, su mirada expectante y su aroma le indicaban a Qyle que cierta ansiedad corría por su cuerpo.

Entonces Qyle, comenzó a repartir besos y caricias por toda la extensión de las desnudas piernas de Jace, sus muslos tenían algunas gotas de mancha omega que Qyle lamió y saboreó en sus labios, era perfecto, como todo en su príncipe.

Siguió su recorrido hasta llegar a la entrepierna de Jacaerys, con ayuda de sus manos le hizo separar un poco más las piernas hasta que tuvo acceso a esa tierna carne inmaculada, jamás profanada y de la que sabía él era el primero en verla; por un momento deseó que los dioses lo bendijeran con una verga Alpha con la que pudiera reclamar a su amado príncipe, quería todo de él, reclamarlo como suyo, que Jace le entregara su cuerpo y corazón y sellar su entrega con él enterrando sus colmillos en su cuello y marcando a Jace como su Omega.

Aspiró profundamente el aroma de su mancha, se relamió los labios y entonces con sumo cuidado se acercó a su vulva.

Comenzó a dejar besitos en toda la zona alrededor de sus pliegues, sentía como las caderas de Jace se movían intentando que su toque fuese más fuerte, levantó la mirada solo para ver como Jace mantenía los ojos cerrados y los labios entreabiertos suspirando y murmurando algo en voz tan baja que ni siquiera él lograba alcanzarlo, sus manos estimulaban sus propios pezones, era una visión divina.

De pronto se sintió como una cobra del desierto que está a punto de devorar a un ratoncito, pero aquel ya no era un ratoncito, sino un dragón que comenzaba a despertar, encontrando el placer en su cuerpo, así que, sin más preámbulo, le mostró a Jacaerys lo que había aprendido a hacer con una lengua virtuosa y como omega, mostrándole el camino correcto de la liberación.

El cuerpo de Jacaerys respingó y se retorció de múltiples maneras que hacían el trabajo de Qyle un poco más difícil, pero los gemidos que obtenía en recompensa eran suficiente para que no desistiera de su misión.

Jacaerys era un dragón y como tal, estaba seguro de que podría aguantar un poco más, así que cuando sintió que el príncipe estaba cerca de su orgasmo de nuevo, sacó su lengua del tierno agujero dejándolo demasiado adolorido, lo podía notar, su coño estaba rojo, muy rojo e hinchado, toda la sangre disponible en el omega se encontraba en esa zona esperando una liberación que Qyle le negó.

Se volvió a acercar a sus labios. Tenía un rastro de la mancha de Jace en su boca.

– Ahora, mi futuro rey, déjeme mostrarle su sabor – lo besó con fiereza compartiendo su saliva y mostrándole al príncipe heredero su sabor. – puede saborear la delicia que es usted, exquisito, verdaderamente exquisito.

Pensó que Jace tal vez se escandalizaría por tal obscenidad, pero se encontró con el heredero disfrutando de su obsceno beso y suspirando entre sus labios. Qyle se separó un poco de sus labios.

– Esto es lo último que voy a enseñarle mi príncipe – su mano derecha fue bajando lentamente recorriendo toda la piel del torso del omega, en movimientos zigzagueantes que asemejaban al movimiento de una serpiente, bajo lo suficiente hasta encontrar su monte de venus. Uno de sus dedos comenzó a tantear la entrada de Jacaerys a lo que este respingó intentando quitarlo de ese lugar.

– Descuide mi príncipe, mis dedos son delgados y pequeños, además no planeo reclamar su doncellez con ellos, sé que esa le pertenece al príncipe Aemond, pero quiero mostrarle un poco de lo que pasará cuando el miembro de su Alpha lo reclame por completo.

La mano de Jace liberó entonces la de Qyle quien continuó con su muestra, un dedo entró a su agujero, palpando aquel lugar, caliente, suave y muy apretado incluso para su pequeño dedo, sabía que el príncipe Aemond tendría un paraíso en su noche de bodas.

– La mayoría de Alphas buscaran su propio placer mi príncipe, en muchas ocasiones cuando un omega es reclamado por un Alpha es doloroso y en cierto punto, lo es, pero no debe ser un dolor prolongado, es solo por un momento; cuando el miembro se aferra a entrar a nuestro interior y rompe nuestro capullo, aquello que nos hace “dignos”.

Un segundo dedo comenzó a tantear la entrada y a acompañar al que se encontraba ya dentro. Los movimientos de Qyle eran suaves, mesurados, acompasados con el ritmo de las caderas de Jace, aunque el heredero era un omega con un buen apetito para la pasión, pues pronto se encontró atendiendo su interior con cuatro de sus cinco falanges.

El orgasmo le llegó de pronto, su hermoso príncipe había tenido una liberación aparatosa que hizo que un chorro de mancha saliera disparada de su coño y que hizo que Qyle respirara agitadamente con aquel embriagante aroma.

Lo siguiente que supo fue que su amado príncipe quiso repasar las lecciones aprendidas, esta vez siendo él quien estuviera sobre Qyle frotando sus vulvas con desesperación y sin ropa de por medio, el príncipe dragón lo cabalgó como si estuviera montando a Vermax, Qyle apretaba sus nalgas y pezones encontrando deliciosos cada movimiento del heredero.

Para cuando llegaron a su orgasmo, ambos estaban exhaustos ya, el cuerpo de Jacaerys estaba empapado en sudor y por sus piernas corrían hilos de mancha, Qyle no estaba mucho mejor, sus labios estaban hinchados de tanto besar a Jace y su mentón tenía algunos hilos secos de mancha del otro omega.

Ambos eran un verdadero desastre, pero Qyle se forzó a levantarse y ayudar a su príncipe a limpiarse y arreglar sus ropas, se despidió de él y pidió a sus guardias que escoltaran al príncipe de regreso a sus aposentos, casi al amanecer.

*****

Cuando Aemond Targaryen se casó con Jacaerys Velaryon y tuvieron su ceremonia de cama, le sorprendió lo versado que resultó ser su esposo, había disfrutado de su cuerpo de sobremanera, lo tomó en diferentes posiciones y se alegró de la iniciativa e imaginación de su esposo.

Aunque después Jacaerys le confesó que el príncipe Qyle y él habían pasado una noche juntos, no había secretos entre ellos así que le contó con lujo de detalle lo sucedido.

Lo siguiente que pasó fue que el príncipe Aemond solicitó una audiencia privada con el príncipe Qyle, nadie supo en realidad lo que se habló en dicha audiencia, Aemond había tenido la precaución de hacerlo en una de las pequeñas bibliotecas que no tenían muros falsos o pasillos secretos, los guardias de Qyle habían alejado a cualquiera que se acercara.

*****

Qyle Martell no perdió la cabeza ni ese día ni nunca, era un invitado recurrente de la Fortaleza y mucho se decía que incluso el príncipe Aemond lo tenía de amante por los constantes viajes a lomos de dragón que él y Qyle compartían.

Claro que lo hacían, Qyle había mandado construir los Jardines acuáticos para su amado príncipe dragón y Aemond lo había ayudado, Aemond era posesivo claro, sabía que el corazón de Jacaerys le pertenecía, pero de alguna forma el príncipe Martell también se había hecho un pequeño espacio en él, Jace lo amaba, tal vez no con la misma intensidad que Qyle a él, pero no dudaba de su sentimiento hacia el dorniense, y Aemond amaba demasiado a Jacaerys así que los dejó compartir su lecho en ocasiones.

Aemond gustaba de ver como el omega dorniense atendía a su esposo, la forma en que lo adoraba y la lealtad que tenía para con el príncipe, sabía que podía confiar ciegamente en él, si Aemond era sanguinario y protector con su familia, Qyle lo era mucho más, tenía a su mando un ejército enorme, una red de espías y asesinos que le eran leales y que protegían tanto a Jace como a todos sus hijos.

El príncipe Qyle era amoroso con todos y cada uno de ellos, pasaban su tiempo libre o descanso en esos bellos jardines que había mandado a construir para Jacaerys y cuando él ascendió al trono, fue invitado a formar parte de su pequeño consejo. Nadie veía con malos ojos la cercanía de ambos omegas, al final del día, Jacaerys era un devoto esposo, un buen regente y había logrado unificar los siete reinos con ayuda del príncipe Martell sin necesidad de una guerra sangrienta, era normal que tuviera tantas atenciones con él y sabían que jamás deshonraría su matrimonio con el rey consorte Aemond.

Aemond y Qyle no podrían ser más diferentes, uno era el ejemplo de la rectitud y las buenas costumbres mientras el otro era de pensamiento mucho más liberal, sin nada en común. Pero a puertas cerradas, ambos amaban con la misma intensidad al mismo omega que les había robado el corazón y estaban dispuestos a ceder solo un poco por ver esa hermosa sonrisa suya que les dedicaba cada que los invitaba a compartir su lecho y tomar su cuerpo a placer.

***** 

Notes:

1. Obvio Aemond quiso descabezar a Qyle porque pensó que solamente quería comerse a Jace y ya, pero cuando entendió que Qyle lo amaba igual que él pues pudo entenderlo mejor.
2. Jace le confesó a Aemond que también le gustaba Qyle y si bien al principio no lo amaba, lo fue amando poco a poco.
3. Se preguntarán, ¿por qué Aemond aceptó una relación así? Pues fácil, Jace le aprendió una que otra maña a Rhaenyra (aquí Rhaenyra tuvo varios amantes y era menos discreta).
4. Aemond prefería que su omega disfrutara y experimentara con Qyle a que quisiera experimentar con otro Alpha o que quisiera ir a un burdel.
5. Al final a Aemond también le gustaba comerse a Qyle, premio doble para él.
6. Qyle amaba tanto a Jace que eventualmente le cedió su herencia a uno de los hijos de Jace y Aemond porque él nunca tuvo descendencia (o sea, Aemond le pudo haber ayudado pero nel, se iban a parecer mucho e iban a sospechar), es decir, amaba a los hijos de Jace y Aemond como si fueran suyos.

Chapter 19: Día 18. Reencarnación

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Luchaba por mantenerse despierto en el tren; había escogido el lugar más escondido y alejado de todos con la esperanza de que nadie le pidiera su boleto, no tenía uno, se había colado sin que nadie lo viera, lo había venido haciendo tres estados atrás, quería alejarse lo más que pudiera de su prisión.

Faltaba poco para llegar a la estación siguiente, el pequeño monitor del tren marcaba quince minutos para llegar a la estación y a lo lejos él podía ver como el encargado del tren se acercaba fila por fila pidiendo sus boletos a todos los pasajeros.

Se levantó de su asiento y caminó al vagón donde se encontraba el baño con la esperanza de esconderse el tiempo suficiente para llegar a la siguiente estación y bajar del tren; no tenía gran cosa así que solo tomó la pequeña mochila que llevaba con él y se escabulló de nueva cuenta por el tren. En el baño abrió el grifo de agua fría para despertarse, funcionó, el agua se llevó el sueño y sus rizos rebeldes se acomodaron de mejor manera en su cabeza, secó su cara como pudo con las mangas de su sudadera y se cubrió la cabeza con la capucha de la misma, salió del baño y se acercó a la puerta de salida del vagón del tren.

Llegaron a la estación justo a tiempo para que él pudiera huir sin ser atrapado por la vigilancia del tren. Caminó por la estación buscando lo que fuera posible tomar sin que alguien lo extrañara, se acercó a un pequeño local dentro de la estación que vendía sándwiches y café, la linda chica del mostrador le sonrió con amabilidad y como si pudiera leer su mente le ofreció un sándwich y un jugo sin cobrarle nada.

– Va por cuenta de la casa. – le dijo la chica con una sonrisa amable en el rostro – un acto de bondad debe ser pagado con otro.

Miró con extrañeza a la chica, él no había realizado ningún acto de bondad recientemente así que le pareció extraño que ella mencionara eso, aunque bueno, era difícil confiar en su memoria, en el sanatorio se habían encargado de freír su cerebro hasta que ya no fue capaz ni de recordar su nombre o el rostro de su familia, así que tal vez era posible que hubiese hecho algo noble de lo que seguramente no se acordaba.

Aún así, le sonrió a la chica y le agradeció antes de voltearse y continuar caminando, así que no escuchó las últimas palabras de la chica.

– Viaje bueno Jacaerys.

*****

Un hombre vestido de traje tenía un periódico en la mano que terminó de leer y dejó sobre la mesita en la que reposaba su taza de café, cuando se levantó y se fue de ahí, se acercó al lugar y lo tomó, comenzó a leerlo, le gustaba leer, mantenerse informado de la guerra o de los incrementos a los precios de los productos no eran mucho de su interés, pero leer le brindaba un escape seguro de todo lo que su atormentada mente tenía, eso y saber el día que estaba viviendo y que su tan anhelada libertad no era solo un producto de su imaginación.

Comenzó a leer su sección favorita del periódico, esa parte de sociales que narraba como grandes familias de abolengo ofrecían bailes y fiestas en honor a algún miembro de su familia o solo para recabar fondos para alguna beneficencia o para enviar más recursos a su ejercito que se encontraba en la guerra.

Le gustaba ver las fotografías tomadas a los asistentes a dichas fiestas, eran a blanco y negro, pero él imaginaba los colores reales de esos bonitos vestidos, extravagantes abrigos de pieles o la textura de las telas y cuentas que adornaban los cuerpos de los asistentes.

Él era un omega, lo sabía porque en el hospital siempre estuvo en el ala destinada a los omegas, pero jamás había utilizado nada como lo que veía en las fotografías, solo conocía las batas de hospital y las camisas de fuerza que le ponían cuando se portaba mal o intentaba escapar de aquel sanatorio.

Siguió leyendo hasta que se encontró un aviso ocasional, una prominente familia estaba buscando a una persona, de preferencia beta u omega que cuidara de un pequeño niño, algo así como una niñera, no venían más requisitos salvo una disponibilidad inmediata y el aviso indicaba que el trabajo incluía el alojamiento en la mansión familiar.

Sintió un escalofrío recorrer su espalda y cuando alzó la mirada vio aquel fantasma que lo atormentaba y acompañaba a todas partes, la silueta asintió hacia él, como indicándole que debía ir allí, era en una ciudad alejada por lo que debía avanzar en el tren de nueva cuenta, así que espero a que nadie lo viera para volver a subir a un vagón.

Mientras viajaba comenzó a pensar como se presentaría, ni siquiera recordaba su nombre así que intentó armar una historia convincente de su origen y encontrar un nombre apropiado para él, no encontró nada que lo convenciera así que decidió ser un poco honesto con eso, solo pensó que sería bueno presentarse como alguien que no tiene nombre, pero cuyo apellido era Waters, como aquel que les daban a todos aquellos que llegaban sin identificación al sanatorio.

*****

Llegó a un lugar llamado Rocadragón, la ciudad era pequeña y todo parecía girar alrededor de la familia Targaryen, los que habían anunciado la vacante en el periódico.

Pidió indicaciones para llegar al lugar y un amable grupo de hippies lo subieron en su VW Transporter dándole un aventón hacia aquel lugar, era algo alejado y cerca de un volcán inactivo, así que tardaron un poco en llegar, mientras lo hacían, uno de aquellos hippies le parecía sumamente familiar, como si lo conociera de alguna otra parte, pero el chico no le había dicho nada, solo le sonrió un poco incómodo por la mirada fija que tenía sobre él.

Finalmente lo dejaron sobre el camino de la carretera, una enorme reja se alzaba en el lugar y se acercó a tocar la reja para presentarse. Un hombre algo anciano salió de ahí y con amabilidad lo dejó pasar, había intentado ayudarlo con su equipaje, pero no llevaba nada más que su mochila así que no fue necesario.

Al llegar a la puerta principal quedó pasmado, una imponente construcción se alzaba frente a él, era enorme, de piedra del más profundo negro, estatuas de dragones y bestias dignas de libros de fantasía o de sus más terribles pesadillas, volvió a la realidad cuando sintió un leve empujoncito en el hombro, el anciano hombre le apuraba a acercarse a la puerta y entrar.

Una hermosa mujer de cabello tan blanco como la plata lo recibió amablemente, tenía una mirada amorosa y una sonrisa agradable, era omega también y aunque se veía como alguien alegre y jovial, las arrugas alrededor de la comisura de sus labios y ojos delataban el paso de los años.

Se presentó como Aemma Arryn, madre del niño a quien debería cuidar, hizo algunas preguntas sobre su origen por supuesto, pero no ahondó en ellas, ni siquiera se inmutó cuando le mencionó que no recordaba su nombre, era como si supiera que él guardaba secretos que a cualquiera pondría los pelos de punta de escucharlos.

De alguna forma la mujer parecía entenderlo, aún sin palabras o de ser completos extraños, ella parecía entenderlo así que aceptó que se quedara ahí y le presentó al resto de la familia.

– Bueno, para lo que te contratamos es para que acompañes a mi hijo menor Daeron, él, tiene algunos problemas de conducta, no duerme muy bien por las noches y se la pasa diciendo que su alma está perdida y debe encontrarla, nos ha dado buenos sustos intentando escaparse a mitad de la noche.

Asintió a las palabras de la mujer, él podía entender esa manía de querer salir, tal vez Daeron tenía un fantasma personal como él mismo.

– El caso de Aemond es distinto, es demasiado taciturno, le gusta leer mucho y es difícil sacarlo de la biblioteca para llevarlo a comer o a que le de un poco de sol, pero es un buen chico, seguro le agradarás, vamos, te los presentaré.

Lo tomó de la mano y le dio un recorrido por toda la propiedad mientras buscaban al niño que debía cuidar, lo encontraron cerca de un enorme y bonito jardín, estaba agachado recolectando flores y otras ramitas que encontrara por ahí.

Daeron era un niño muy agradable, un pequeño Alpha de doce años, era demasiado vivaz y en cuanto lo vio pareció haber sido hechizado porque enseguida se acercó a él a atiborrarlo de preguntas.

– ¿Ya lo has encontrado? Dime por favor, ¿su cabello sigue siendo tan rebelde? ¿le siguen gustando las mismas flores? Recuerdo todo de él, cada rizo de su cabello y el lugar de cada uno de sus lunares, ¿crees que podrás traerlo pronto? Dime Jace, por favor – el niño había tomado su brazo y lo había agitado un poco de la emoción, además de que lo había llamado Jace, fue algo extraño pero el nombre le pareció familiar y le había gustado.

– Discúlpalo, a esto es a lo que me refería, Daeron tiene la firme idea de que su alma gemela ya viene a él, lo llama Joffrey todo el tiempo y habla de él siempre, ahora que lo pienso, lo ha descrito parecido a ti, aunque el color de los ojos de Joffrey según Daeron son del color de las avellanas. 

– Ummm… no se preocupe, ya nos entenderemos mejor.

Se acercó con cautela al niño y se agacho para estar a la misma altura.

– Hola Daeron, lo siento mucho pero yo no conozco a Joffrey, aunque tal vez puedas platicarme un poco más de él, yo estaré encantado de acompañarte mientras lo buscamos. – le dedicó una sonrisa genuina, apreciaba que los padres de Daeron no lo hubiesen mandado al sanatorio con todas las cosas que el pequeño niño decía.

La mujer le sonrió y continuaron avanzando hasta llegar a una parte algo alejada de la mansión, era la biblioteca y cuando la mujer abrió las puertas pudo ver que aquel lugar era enorme, estantes y estantes llenos de libros de todos los tamaños colores y grosores, cerca de una ventana se encontraba una silueta de cabello tan blanco como el de Aemma.

– Aemond cariño, puedes venir un momento, quiero presentarte a alguien, será quien acompañará a Daeron de ahora en adelante, ven, saluda y vayamos a comer, ese libro que tienes no ira a ninguna parte.

El chico bufó, pero pudo ver como usaba un pedazo de cuero para indicar la página donde se había quedado, dejó el libro que tenía en las manos sobre la mesilla que estaba cerca de él y se levantó del diván.

Se giró lentamente para saludar al chico que su madre intentaba presentarle, y cuando lo tuvo de frente pareció como si hubiese visto un fantasma.

– Issa jorrāelagon – murmuró el joven – regresaste a mí.

– Aemond, quiero presentarte al joven Waters, él estará ayudándonos a cuidar que Daeron no intente escapar, quiero que seas amable con él por favor.

Podía sentir la mirada violeta sobre él, lo vio acercarse a él con lentitud y levantó su mano para tocarlo, como si quisiera comprobar que fuera real, sintió como las puntas de los dedos de Aemond tocaron su nariz y bajaron por su mejilla. Sintió extraño, como si aquel toque le fuera familiar, pero algo muy lejano, de hace mucho tiempo.

– Aemond, querido, te he dicho que no seas tan invasivo, es de mala educación acercarse así a las personas, se un poco más gentil.

– No hay problema señora Targaryen, tal vez sea mejor que nos podamos conocer bien y llevarnos mejor.

La mujer le sonrió y aceptó, Aemond siguió recorriendo la piel de su rostro hasta que se aseguró de que quien se encontraba frente a él era real y no un producto de su imaginación. Él se quedó quieto hasta que Aemond terminó su inspección y volvió a murmurar aquellas palabras que ni él ni Aemma entendieron “Issa jorrāelagon”.

*****

La hora de la cena llegó, Aemma le había asignado una habitación espaciosa cercana a la de Daeron, por si acaso el niño tuviese pesadillas pudiera ir a ayudarlo rápidamente, la habitación de Aemond también estaba cerca así que sería fácil escuchar cuando cualquiera de los dos necesitara ayuda.

La mujer era muy amable, y cuando conoció al padre de los chicos, el señor Viserys éste fue muy amable también, ninguno había hecho preguntas de su pasado así que se sintió cómodo con ellos.

El pequeño Daeron se sentó frente a él y comenzó a llamarlo Jace, lo había notado desde que se conocieron, le había llamado Jace y para él estuvo bien, sonaba como un nombre común para alguien común como él.

Aemond en cambio lo comenzó a llamar Issa jorrāelagon, nadie sabía con exactitud el significado de aquellas palabras, si es que tuvieran alguno, a él le parecían familiares, aunque no podía entenderlas, las había escuchado en alguno de sus sueños tal vez.

La cena terminó y todos se fueron a descansar, él intentaba guardar las pocas cosas que llevaba en su mochila, entró al baño para lavar sus dientes y escuchó un ruidito, cuando salió no vio a nadie, pero en su cama había un libro de pasta gruesa y no muy grande, supuso que Aemond se lo había llevado, durante la cena él había mencionado que le gustaba leer.

Sonrió al pensar en el dulce gesto del chico, lo dejó en su buró y se dispuso a dormir.

*****

– Mi padre decía que este mundo solo es una preparación para el siguiente. Todo lo que podemos pedir en esta vida es poder amar y ser amado. – se escuchó decirle eso a Aemond, tenía una vestimenta extraña y estaban en un lugar con fuertes tormentas, pero era el mismo chico que dormía a un par de habitaciones de la de él.

La mano de Aemond acariciaba su mejilla intentando limpiar las lágrimas que caían de sus ojos, pero era difícil intentar calmarlo.

– Yo te estaré buscando en miles de mundos y durante diez mil vidas hasta encontrarte, te lo juro.

La mano libre de Aemond tomó una de sus manos para dejar un beso en sus nudillos; él también lo sabía, esa era la última vez que vería a Aemond, intentaba ser fuerte y controlar su llanto, pero sinceramente le era imposible.

–  Y yo te esperaré en todas ellas, lo juro. – fue lo único que pudo articular antes de que Aemond se alejara de él y lo viera montar un enorme dragón.

Su sueño continuó, era como si contara una larga historia, quería despertar, pero había algo que le decía que debía ver todo, conocer todo y recuperar su memoria así que siguió viendo como todo transcurría a su alrededor.

*****

Era como ver una película de fantasía.

Reconoció a los señores Targaryen, Aemma y Viserys, estaban casados y eran reyes, tenían una pequeña hija, la princesa Rhaenyra, luego, la espantosa muerte de Aemma siendo abierta como un animal que era sacrificado durante una cacería, Viserys era un rey viudo que fue manipulado y tomó una nueva esposa poco tiempo después, una bella y joven mujer llamada Alicent, a diferencia de la reina Aemma ella era cruel y ambiciosa.

La vio dar a luz a un pequeño niño al que llamó Aegon, a pesar de que era un bebé adorable y encantador, era evidente el rechazo que Alicent sentía hacia él, no lo amaba, no al menos en la forma tradicional en la que una madre ama a su cachorro; luego vinieron tres bebés más, una niña llamada Helaena, y los más pequeños Aemond y Daeron.

La princesa Rhaenyra también había crecido y había tenido a su propio cachorro, un hermoso niño de cabello castaño al que nombró Jacaerys y que él podía ver como la princesa cargaba y arrullaba con adoración, después de él vinieron dos niños más, muy parecidos a él, a uno lo llamaron Lucerys y al más pequeño Joffrey, era extraño que se llamara igual que la persona que Daeron buscaba con tanta desesperación.

Siguió observando todo, como un testigo mudo, la princesa siendo socavada en todas las reuniones y decisiones, la reina siendo cruel con sus hijos, demasiado estricta y sin mostrar señales de cariño hacia sus hijos; luego de entre las sombras alguien a quien no pudo distinguir, rumores que comenzaban a ser esparcidos hablando de la bastardía de los hijos de la princesa Rhaenyra.

Él podía intuirlo, el esposo de la princesa tenía rasgos similares a los de ella y los niños si bien eran hermosos, no se parecían en nada a ellos y sí mucho a un caballero que era leal a la princesa y que era llamado su “escudo juramentado”.

*****

Lo despertó entonces el ruido del reloj despertador de su habitación, la radio estaba sintonizada en una estación de música que reproducía rock psicodélico “So when the music is over, turn out the light”, abrió los ojos, ya era de día y debía comenzar con sus actividades.

Se levantó y tomó una ducha rápida; se dirigió a la habitación de Daeron, el niño seguía dormido, así que lo despertó y ayudó a arreglarse, bajaron a desayunar y se dispuso a escuchar atentamente las actividades de Daeron para poder tener una buena noción de lo que haría.

El tutor de Daeron llegó unos minutos después, durante unas horas él estaba bajo la supervisión del tutor así que podría pasar algo de tiempo libre, fue por el libro que Aemond le había dejado en la cama la noche anterior y comenzó a leer.

Estaba en una salita contigua a donde Daeron tomaba sus lecciones así que nunca imaginó que Aemond aparecería en el lugar, de nuevo lo llamó Issa jorrāelagon, no le dio importancia y escuchó atentamente lo que el joven le quería decir.

– ¿Quieres leer conmigo? – su voz sonaba nerviosa y sus dedos se retorcían con nerviosismo agarrando la costura de su playera.

– Me encantaría – sonrió con entusiasmo y le hizo una señal para que se sentara a su lado.

Aemond obedeció, se sentó a su lado y abrió su libro, recién comenzaba a leerlo así que regresó al prólogo de la historia, era una historia muy bella, parecía contar la tragedia de dos amantes rusos que fueron separados por la epidemia de cólera y la guerra, ambos se habían casado en secreto de sus familias poco antes de que las tropas marcharan a la guerra, el Alpha fue reclutado por el ejercito y había prometido a la omega que regresaría por ella y se irían de ese lugar, ella había prometido esperarlo pero enfermó de cólera y murió mucho antes que él quien había caído durante una de las batallas.

La historia era trágica pues ninguno de ellos supo del otro, ambos murieron lejos del otro, los enfermos de cólera eran incinerados y sus cenizas lanzadas al mar para evitar contaminación y esparcir la enfermedad, mientras que los cuerpos de los soldados que lograban ser rescatados de las trincheras eran entregados a sus familiares, pero el cuerpo del Alpha no fue recuperado, así que posiblemente había sido incinerado también, la novela no era conclusiva al respecto, solo tenía una nota final del autor que indicaba que ni siquiera el más puro amor era suficiente para cumplir una promesa, sin duda una historia completamente trágica.

Sus ojos se aguaron, por alguna extraña razón la historia le era familiar, como si pudiera identificarse con ella, pero la guerra a la que hacía alusión la novela había sucedido casi ciento cincuenta años antes, la voz de Aemond preguntándole si estaba bien lo sacó del pensamiento en el que estaba.

– Estoy bien, es solo que me parece tan triste que se hubiesen despedido con la esperanza de volver a verse, sin saber que no tenían oportunidad, es tan trágico.

– Lo es, pero al menos fueron lo suficientemente valientes para desafiar a sus familias y unirse antes de que la tragedia los alcanzara.

Asintió a las palabras dichas por Aemond, se disculpó con él pues por el tiempo transcurrido Daeron estaba por terminar sus lecciones, así que el chico se levantó y se fue hacia la biblioteca mientras que él escuchaba atentamente las tareas que el tutor de Daeron le estaba dictando, cuando el hombre se fue, Daeron lo volteó a ver.

– Jace, ¿tu me ayudarás a encontrar a Joffrey verdad? Él siempre se escondía de todos y solo tu eras capaz de encontrarlo.

Le sonrió al niño – Sí Daeron, yo te ayudaré a encontrarlo, pero mientras, ¿por qué no me cuentas un poco más de lo que le gusta a Joffrey? Tal vez me ayude a recordar mejor, ya sabes, yo tengo muy mala memoria.

El niño asintió feliz y comenzó a contarle con todos los detalles como era Joffrey, su color favorito, las flores que le gustaban, su postre favorito y lo increíblemente escurridizo que era, en verdad parecía que conocía muy bien a ese Joffrey.

*****

Los días pasaron, era agradable estar ahí, ya se había acostumbrado a que Daeron se escabullera a su habitación cuando tenía pesadillas y se arrullaba junto a él, le decía que su aroma era parecido al de Joffrey lo cual le traía calma.

Aemond también rondaba su habitación, aunque siempre lo hacía cuando él no se daba cuenta, siempre dejaba pequeños detalles en su habitación, un libro nuevo, alguno de sus vinilos favoritos, incluso le obsequió un tocadiscos para que pudiera poner música en su habitación, algunas golosinas o simplemente alguna roca volcánica o caracol que encontraban cerca de la playa de la ciudad.

Aemma también lo había aceptado y mimado mucho, había conseguido ropa nueva para él y le había comprado algunos zapatos, ella parecía cuidarlo como si fuera un hijo más, le agradecía siempre lo mucho que le ayudaba pues en esas pocas semanas Daeron había dejado de tener tantas pesadillas y Aemond se veía más sociable, de hecho, le gustaba salir a caminar por la ciudad siempre y cuando él lo acompañara, así que Aemma agradecía por la mejora en la conducta de sus hijos.

*****

Esa noche volvió a soñar, era como la segunda parte del sueño que había tenido la noche en que llegó a ese lugar.  

Los niños que había visto en un inicio ahora eran un poco más grandes, Aegon, el mayor de todos ellos jugaba bromas crueles a sus hermanos, a Helaena la llamaba loca y estúpida, mientras que a Aemond le hacía comentarios crueles sobre su falta de dragón o a Daeron lo llamaba desviado o Septo, a Jacaerys y a sus hermanos menores les llamaba bastardos, decía que era obvio su origen campesino pues no tenían la apariencia de un Targaryen como Aegon y sus hermanos.

Vio a Aemond llorar por las palabras de su hermano y al niño al que llamaban Jacaerys sentarse a su lado buscando animarlo y prometiéndole que lo acompañaría a reclamar un dragón, mientras tanto podrían compartir al dragón del castaño.

Más imágenes pasaron rápidamente, de nuevo, Jace y Aemond juntos, jugando en los jardines del castillo, tomando lecciones y escondiéndose de Aegon, entrenaban juntos con espadas y siempre buscaban la compañía uno del otro, incluso Aemond solía leer libros a Jacaerys mientras éste trenzaba su cabello tal y como su madre le había enseñado.

Más tiempo pasó, ahora veía un funeral, dos niñas lloraban y un hombre parecido al rey Viserys junto a ellas; era una noche muy fría y después vio a Aemond corriendo entre las sombras del castillo, primero intentando alejar a las niñas de un inmenso dragón que estaba a punto de incinerarlas y luego a él reclamando a ese inmenso dragón.

Después de eso, todo pasó muy deprisa, como un borrón, a todos ellos peleando, él niño al que llamaban Jacaerys había intentado intervenir solo para recibir un fuerte golpe en la cabeza; Aemond siendo atacado por los demás niños, sangre, mucha sangre y luego a los adultos peleando y discutiendo por lo sucedido.

*****

Los delgados brazos de Daeron lo despertaron, el niño se aferraba a él, apenas y podía escuchar el llanto del niño, pero podía sentir los espasmos de su pequeño cuerpo, él también había tenido un mal sueño.

– ¿Qué pasa Dae? ¿Tuviste otra pesadilla?

El niño asintió.

– ¿Me quieres contar? – sus brazos acurrucaban a Daeron y le dio un pequeño beso en su sien para intentar calmar al niño.

– Soñé con Joffrey – comenzó el niño – soñé con su muerte – las lágrimas comenzaron a brotar como una fuente inagotable.

– Yo no pude llegar a tiempo, llegué cuando él ya había sido incinerado, él no lo quería, quería ser llevado a las tierras del Valle, quería conocer esas verdes tierras, aquellas que fueran la casa de su abuela, él quería tantas cosas y se fue tan pronto.

El pobre niño hipaba y lloraba, así que él solo pudo abrazarlo con más fuerza y liberar un poco de su aroma omega intentado calmarlo, recordaba que Daeron siempre le decía que su aroma le recordaba a Joffrey así que intentó calmarlo de esa forma.

Después de un buen rato, Daeron se calmó y se quedó dormido aferrado a su pecho, él también se acurrucó con el niño e intentó volver a dormir.

*****

Los días seguían pasando, en ocasiones su fantasma personal se aparecía frente a él, no le decía nada, ni siquiera lo veía con la misma claridad con la que lo hacía antes, solo se presentaba frente a él de vez en cuando.

Aemond también había cambiado, ya no era tan aislado, solía acompañarlo a la ciudad cuando podía o debían hacer compras, pasaban mucho tiempo juntos, cuando no estaba atendiendo a Daeron, Aemond robaba toda su atención, ya fuese solo leyendo en su compañía o caminando con él cerca de la playa de la ciudad, había algo en él que le hacía sentir tanta familiaridad, le ofrecía cierta calma.

Fue en uno de esos paseos por la playa que Aemond tuvo un primer acercamiento con intenciones distintas, estaban sentados en la arena mientras él le leía a Aemond un pequeño libro de poemas, sin darse cuenta Aemond había recostado su cabeza en su regazo, como si fuera algo natural y normal entre ellos, la mano que no sostenía el pequeño libro comenzó a acariciar los largos cabellos platinados y para cuando se dio cuenta, Aemond tenía la mirada fija en él mientras entrelazaba sus dedos.

La mano libre de Aemond comenzó a repasar sus facciones, como queriendo grabar ese momento para siempre, su mirada no podía dejar de encontrarse con la de Aemond, como si buscara en lo profundo de su mirada las respuestas a toda su incertidumbre, solo fue hasta que Aemond habló que dejó de mirarlo fijamente.

– Issa jorrāelagon, regresa mí por favor – su voz era casi suplicante, sus ojos se habían cristalizado como si quisiera llorar – recuerda la promesa que hicimos.

Los dedos de Aemond se aferraban a los suyos como si no quisiera que se separaran, lo vio levantarse de su regazo, tal vez fue un arranque de locura, pero pronto, los labios de Aemond se cerraron sobre los suyos. Fue como si una corriente eléctrica lo atravesara, no como aquellas que le daban mientras estaba en el sanatorio, no, era diferente, como si su cuerpo pudiera reconocer esa sensación.

Se separo después de unos segundos, intentando procesar lo que acababa de ocurrir.

– Aemond, no podemos hacer esto, yo … yo trabajo para tu familia, cuido a tu hermano, lo que sea que creas sentir, olvídalo, no me conoces y no sabes mi historia.

Se levantó entonces y regresó por su cuenta a la mansión de los Targaryen dejando a Aemond ahí en la playa, lágrimas brotaron de sus ojos mientras se alejaba de ahí, pero no podía arrastrar a Aemond a su infierno, así que no volteó ni una vez.

*****

Esa noche volvió a soñar, esta vez era diferente, eran los pocos recuerdos que conservaba de su infancia.

Siendo un niño solitario que comenzó a ver un fantasma que siempre iba con él a todos lados, que intentaba llevarlo por diferentes caminos, al principio sus padres habían creído que era un amigo imaginario, pero después de un tiempo comenzaron a mirar con preocupación como su “amigo imaginario” tomaba cada vez una mejor forma y comenzaba a acaparar toda su atención, los médicos les habían dicho a sus padres que era poco común pero que la esquizofrenia a temprana edad era posible.

A los siete años, recuerda que solo pudo tomar un pequeño peluche con forma de caballito de mar antes de ser subido a una ambulancia ante la mirada de sus padres, fue llevado a un hospital mental donde lo torturaron con terapia de electrochoques y sus padres se olvidaron de él.

No volvió a verlos jamás, y a pesar de todas las ocasiones en que fue sometido a esos terribles choques nunca dejó de ver a su fantasma, lo acompañaba en todo momento, no desaparecía, él olvidó su nombre, su edad y a sus padres, pero siempre anheló volver a ver las hojas de los árboles, el olor del pasto recién podado o la luz del sol, la fe y la esperanza de volver a ser libre fue lo que lo hizo escapar.

Lo intentó en muchas ocasiones, fue atrapado en todas ellas, pero esa noche de tormenta su fantasma se había acercado a él, le dijo que era el momento de encontrar a su destino, así que no lo dudó.

Trepó lo más alto que pudo y corrió hasta que las piernas ya no podían responderle y después, siguió corriendo hasta llegar a esa estación de autobuses, el chofer de uno de esos autobuses debió verlo en muy mal estado pues no hizo preguntas, le ofreció un cambio de ropa seca y limpia y lo dejó subir a su autobús sin pagar, lo llevó a esa estación de trenes y luego él solo avanzó.

Sin mirar atrás, no durmió por días y cuando sentía que el sueño lo vencía entonces mojaba su rostro y pensaba en lo cerca que estaba de su libertad, tomó varios trenes sin un rumbo fijo, su único objetivo era alejarse de aquel horrible lugar donde estuvo encerrado por tanto tiempo.

Y luego, esa amable chica le había ofrecido algo de comer, el hombre de traje había dejado ahí su periódico y mientras lo hojeaba en la sección de sociales, aquel fantasma suyo llamó su atención hacia aquel anuncio que solicitaba ayuda para la familia Targaryen.

Había conocido lo que era una familia, los señores Targaryen amaban a sus hijos, Daeron quizá estaba más loco que él, pero, aun así, sus padres no pensaban en la posibilidad de enviarlo a un psiquiatra como lo hicieron con él, la señora Aemma le había brindado ese calor maternal que hacía mucho tiempo había dejado de sentir y Aemond, Aemond movía sentimientos extraños en él.

Como si lo conociera de otra vida, pero eso era imposible, su corazón vibraba cuando estaba cerca de él y por alguna extraña razón creía entender algunas de las palabras que Aemond decía, pero era como si su mente las bloqueara, como si necesitara de algo que lo hiciera desbloquear todo aquello, y luego esa tarde, él lo había besado y mientras regresaba a la mansión de la familia, comenzó a tener alucinaciones.

Él siendo un príncipe, con una amorosa madre que le recordaba mucho a Aemma, tenía una familia que lo amaba, hermanos menores que jugaban con él, se vio incluso montando un dragón parecido al que tenía en sus manos cuando la ambulancia que se lo llevó a aquel sanatorio lo había dejado en el consultorio del psiquiatra; los medios hermanos de su madre eran también sus compañeros de juegos y Aemond, pasaba su tiempo junto a él.  

Entre esos flashazos de lucidez pudo reconocer a la chica que le regaló el sándwich, era su tía Helaena, el chofer del autobús era el escudo juramentado de su madre, Ser Harwin Strong, sacudió su cabeza intentado acallar todas esas imágenes que inundaban su mente.

*****

La noche llegó, quiso acercarse a Aemond para disculparse con él, pero no se presentó a la cena, lo quiso buscar en su habitación, pero su puerta estaba cerrada así que no hizo el intento de acercarse, seguramente Aemond estaba enojado con él y debía darle tiempo así que se retiró a su propia habitación.

En la soledad del lugar su fantasma se presentó de nueva cuenta, lo miraba fijamente, así que desesperado, atinó a gritarle.

– ¿Qué es lo que quieres de mí?

– Solo quiero mostrarte, quiero que recuerdes, sangre de mi sangre, mi valiente príncipe, estás listo ahora.

Aquella figura se acercó a él, a pesar de su apariencia algo fantasmagórica no sentía temor, cuando la figura cerró sus dedos sobre su brazo, él solo sintió una helades recorrer su piel; y luego, una tormenta de recuerdos vino a él.

*****

Alys Rivers era una bruja que anhelaba el poder, que dejaran de llamarla bastarda y que le tuvieran temor, era lo único que anhelaba, quería ser igual de reconocida y temida como lo fue alguna vez la reina bruja Visenya Targaryen, y para eso, necesitaba sangre de dragón, aquella con magia suficiente para lograr su cometido.

La primera vez lo había intentado con un Targaryen cualquiera, logró seducir a uno de ellos, se llevó un fiasco cuando se dio cuenta de que no todos tenían la misma magia, debían ser fuertes, sangre espesa y mágica que pudiera enlazarse con la suya.

Descubrió que aquellos Targaryen que eran jinetes de dragón eran más aptos, más fuertes, un indicativo de esto era por supuesto, la montura, entonces, intentó hacerlo de nueva cuenta con aquellos que tuvieran monturas formidables.

El rey Jaehaerys fue su primera opción, pero ni siquiera estuvo cerca de acercarse a él; puso su atención entonces en sus dos hijos, el príncipe Aemon y el príncipe Baelon; Aemon montaba a Caraxes, y aunque con él tuvo un poco más de suerte al intentar acercarse, el príncipe jamás aceptó sus insinuaciones, así que despreciada y enojada desvió la flecha que atravesó el cuello del príncipe. Ella no soportaba el rechazo, y aunque no fue una retribución inmediata, al final, el príncipe Aemon había encontrado su fatal destino por rechazarla.  

Luego vino Baelon; si Aemon y Jaehaerys fueron difíciles, Baelon fue peor, pensó que con la princesa Alyssa debilitada después de su tercer parto, cortesía de la bruja, éste se hartaría y buscaría el calor de alguna otra omega en lo que su agonizante esposa y su hijo morían, pero el amor que el príncipe sentía por Alyssa era mucho más fuerte que cualquier magia o hechizo que ella hubiera utilizado; la princesa Alyssa murió bajo los hilos de la bruja de Harrenhal y aunque lo intentó de mil formas, Baelon nunca se vio tentado a faltar el respeto a la memoria de su esposa.

La duda vino a Alys, como era posible que pudiera resistirse a ella con tanta facilidad, la respuesta era sencilla, Vhagar, los dragones eran fuego y magia hechos carne, y Vhagar al ser la montura de la reina bruja tenía una magia más fuerte, por lo que Baelon se encontraba de cierto modo protegido.

La magia no funcionó, pero los maestres hicieron el trabajo sucio por ella al envenenar al príncipe bajo las órdenes de Otto Hightower.

Entonces, su oportunidad vino con los siguientes en la línea, Viserys y Daemon, pero Viserys era demasiado débil y Daemon, aunque voluble, creyó que podría controlarlo, no fue así, el príncipe canalla era igual a su padre, completamente devoto a Rhaenyra, por lo que una vez más centró su atención en alguien más.

Aemond Targaryen, el segundo hijo varón y Alpha de Viserys, había pensado poco en ellos, Viserys era de los Targaryen más débiles y aunado a su mezcla con la sangre ándala de Alicent Hightower no imaginó que sus hijos podrían ser dignos, pero entonces ese niño había reclamado a Vhagar, y supo que debía ser él.

Se encaprichó con él, lo consideró como justicia poética, el nieto y sobrino de aquellos que la rechazaron, debía ser sencillo, el niño había crecido sin el amor de un padre, una madre fanática de la religión de los siete y él había reclamado a Vhagar casi por accidente, un niño solitario sería una presa fácil, o ese creyó, se había intentado acercar a él cuando recién había cumplido los trece onomásticos, el príncipe Aegon lo había llevado a un burdel y ella se había ofrecido a enseñarle los placeres carnales al príncipe, pero de una forma que no supo, él había escapado y luego se enteró que su corazón, le pertenecía a alguien más.

Era una broma de los dioses paganos a los que ella servía que el corazón de Aemond Targaryen le perteneciera a otro bastardo, uno que compartía un vínculo sanguíneo con ella, el primogénito bastardo de la princesa Rhaenyra, Jacaerys Velaryon, un niño con rasgos de la casa Strong pero que vestía con los colores y el emblema Velaryon había robado el corazón de Aemond desde que eran muy pequeños.

Esta vez, no iban a quitarle lo que ella anhelaba, así que, de nueva cuenta, había tejido los hilos de la discordia, esta vez se desataría una guerra, una en la que ella solo buscaba que se aniquilaran entre dragones, y cuando el momento fuera apropiado, engañar al príncipe Aemond, al final, él había demostrado su debilidad por los rasgos Strong.

Aquella guerra llamada Danza de Dragones había tenido como inicio la usurpación del trono de Rhaenyra a manos de su medio hermano Aegon; luego de eso, se conocía que el príncipe Lucerys había muerto a manos del príncipe Aemond, pero eso no era del todo cierto, el príncipe Lucerys murió a manos de la oscuridad, mientras que Aemond y Jacaerys intentaban huir de la guerra con sus hermanos menores y en el caso de Aemond con Helaena y sus pequeños hijos.

– Mi padre decía que este mundo solo es una preparación para el siguiente. Todo lo que podemos pedir en esta vida es poder amar y ser amado. – se escuchó decirle eso a Aemond, usaba su traje de montar y una capa que lo cubría un poco de la lluvia.

La mano de Aemond acariciaba su mejilla intentando limpiar las lágrimas que caían de sus ojos, pero era difícil intentar calmarlo sabiendo que se dirigía a su muerte.

– Yo te estaré buscando en miles de mundos y durante diez mil vidas hasta encontrarte, te lo juro.

La mano libre de Aemond tomó una de sus manos para dejar un beso en sus nudillos; él también lo sabía, esa era la última vez que vería a Aemond, intentaba ser fuerte y controlar su llanto, pero sinceramente le era imposible.

–  Y yo te esperaré en todas ellas, lo juro. – fue lo único que pudo articular antes de que Aemond se alejara de él y lo viera montar a Vhagar.  

 

Lo entendió entonces, después de la muerte de Lucerys, él y Aemond habían intentado salvar a sus familias, mientras él se llevaría a sus hermanos menores y a su tía Helaena y sus pequeños hijos en el barco que había pertenecido a Laenor Velaryon, Aemond iría a Desembarco para intentar persuadir a Aegon de terminar esa guerra, pero ninguno pudo cumplir su misión.

Jacaerys volaba sobre Vermax escoltando el navío que llevaba a su familia a un lugar seguro cuando fueron emboscados por la Triarquía, Vermax y Dreamfyre defendieron el navío, pero eran demasiados, los escorpiones habían dado a Vermax y el dragón cayó al agua junto con él, y después, sintió un profundo dolor cuando las ballestas dispararon hacia él y finalmente, todo fue oscuridad y silencio, el agua reclamó su cuerpo y el de su dragón.

Aemond no logró llegar a Desembarco, fue encontrado por Daemon, Rhaenys y Rhaenyra, quienes buscaban venganza por la muerte de Lucerys, claro que ninguno le creyó palabra alguna cuando intentó explicar que él no había sido, no intentó huir, luchó y cayó del cielo, su último pensamiento fue una plegaria, pidiendo porque Jacaerys tuviera una vida larga sin saber que su amado había muerto solo horas antes que él.

*****

La mano helada que rodeaba su muñeca se alejó y entonces salió de ese trance, sus ojos estaban llorosos, aquel niño que él había visto en sus sueños era él, el primogénito de la princesa Rhaenyra, era Jacaerys Velaryon, y había muerto en el mar intentando salvar la vida de sus hermanos, su tía y los hijos de ésta, Aemond había muerto un poco después de él y aunque la guerra fue corta, fue sanguinaria y devastadora, pero dentro de todo aquello, el dios ahogado había escuchado la plegaria de Aemond y le concedió aquello que le había prometido a Jacaerys, buscarlo durante diez mil vidas.

– Ahora lo sabes mi querido bisnieto, Aemond te ha buscado todo este tiempo, él dios ahogado le concedió eso, pero él también recuerda todo, su tormento es peor al tuyo porque a diferencia de ti, él puede recordar a todos, aunque nadie parece recordarlo a él. – la voz de la mujer sonaba triste.

– Daeron es el único que ha tenido algunos sueños como los tuyos. Conoció a Joffrey, mi valiente príncipe, tus hermanos vivieron, alejados de la guerra, Helaena cuidó de ellos hasta que la fiebre invernal se la llevó, y Daeron, él y Joffrey eran como tu y Aemond.

– ¿Por qué lo busca con tanto anhelo? Dime, si vivieron una larga vida, ¿por qué lo busca tan desesperadamente?

La mirada de la mujer era triste.

– Joffrey y tus hermanos vivieron una larga vida, pero no Daeron, luego de la muerte de Helaena, él… la locura Targaryen lo alcanzó y buscó a la bruja para matarla por lo que le hizo a su familia y él cayó junto con ella.

Jace ahora lo entendía, el pequeño Daeron había dado su vida para vengar a toda su familia, costándole no volver a ver a Joffrey, por eso lo anhelaba con tanta desesperación.

– ¿Cómo puedo ayudarlo?

– Él ya te lo dijo mi querido niño, Joffrey es escurridizo, solo tu eres capaz de encontrarlo en cualquiera de sus escondites. Debes ayudar a Daeron a encontrarlo antes de que la locura lo consuma de nuevo.

Jace asintió entonces, y recibió una caricia en su mejilla de esa helada mano antes de que se desvaneciera.

*****

Despertó cuando sintió como era sacudido con insistencia.

Escuchaba algunos llantos y voces quebradas.

– ¿Por qué no despierta?  - la voz de Daeron se escuchaba a lo lejos.

– Issa jorrāelagon, despierta, por favor, no me dejes. – eran los brazos de Aemond los que lo sacudían.

Abrió los ojos entonces y vio como Aemond daba un suspiro aliviado.

– Issa jorrāelagon, pensé que te perdía de nuevo.

Entonces lo miró a los ojos y levantó su mano para tocar la mejilla de Aemond.

– Issa hūra – y vio entonces como el platinado le sonrió.

Luego volteó hacia donde Daeron se encontraba.

– Ya sé donde buscar a Joffrey, el Valle, él estará ahí.

Las lágrimas pararon de salir de los ojos de Daeron y lo miró con sorpresa, como si no pudiera terminar de entender del todo.

– Lo recuerdo todo ahora, yo fui Jacaerys Velaryon, hijo de Rhaenyra Targaryen y Laenor Velaryon, morí en el Gaznate salvando a mis hermanos y a Helaena, y mi último pensamiento antes de ahogarme fuiste tu Aemond, en esa vida mi corazón te perteneció, igual que en esta.

*****

 

 

 

Notes:

Notas finales:

Este shot tiene muchos saltos entre la realidad de Jace y sus sueños.

Jace reencarnó, pero no lo hizo con nadie que conociera, así que sus papás que lo mandaron al asilo pues no son ninguno que conociera de su vida pasada.

El shot está ambientado en los años 70’s, donde el rock psicodélico estaba muy de moda y no había mucha tecnología y de hecho había guerra (la de Vietnam).

Daeron el osado, pues decidí hacer alusión a su sobrenombre, fue osado al querer vengar a su familia por lo que Alys les hizo (desatar la guerra); a pesar de todo, la locura Targaryen si se presentó con él y por eso hizo lo que hizo y en su nueva vida ya estaba por enloquecer por completo pero Jace llegó poquito antes y eso digamos que atrasó su deterioro.

Obviamente Jace le ayudó a encontrar a Joffrey y si bien nunca estuvo completamente normal, Daeron vivió relativamente tranquilo por el resto de su vida.

Alicent no merecía reencarnar, pero Aemma sí, así que le di a Aemond y Daeron la madre amorosa que merecían.

Jace también buscó a Helaena, ella como siempre, lo recordaba todo y fue feliz cuando encontró a sus hermanos, supongo que encontrará a sus hijos, pero después, no ahora.

Quise usar a Alyssa como el fantasma de Jace, ¿por qué? Pues porque pensé que Baelon y ella se amaban igual que Jace y Aemond y fue chistoso analizar que Baelon y Aemond montaron al mismo dragón.

Me costó muchísimo trabajo terminar este shot porque no quedaba conforme con ningún borrador que tenía escrito y un día tuve una idea que desarrollé con la temática de reencarnación, pero la pareja es Daeron/Joffrey y si bien es muy cortito, es conciso (si lo quieren leer se llama “Spirits in a Material World”) y creo que ahí se me secó el cerebro con la temática de reencarnación jaja.

Chapter 20: Día 19. Súcubo

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

¿Qué es un demonio sino un ángel que fue desterrado por buscar su libertad?

¿Qué estarías dispuesto a hacer por amor?

¿Es que acaso nunca has amado con intensidad?

Aquellas preguntas se habían quedado grabadas en su mente, nunca en sus años de estudios religiosos había pensado en aquellas premisas, si bien era cierto él era uno de los defensores más acérrimos de la fe y las buenas costumbres, también era adepto a recibir opiniones diversas, claro, no que esas opiniones cambiaran su punto de vista o postura, pero aquel omega de la cabaña le había hecho esas preguntas que nunca se había detenido a pensar.

Terminó de hacer sus reflexiones como cada noche y entonces antes de dormir, se arrodilló, tomó el relicario que había pertenecido a su madre y comenzó a orar.  

– Madre dame fuerzas para no fallar, protégeme con tu manto de aquello que nos acecha, no me dejes sucumbir ante el pecado y la tentación.

– Padre, dame el valor para enfrentar con valentía aquello que nos hace débiles.

– Herrero, bendice mi espada, no dejes que el filo de ella lastime a los inocentes.

­– Guerrero, guía mi mano para no fallar, no me dejes titubear cuando el momento llegue.  

– Extraño, a ti encomiendo mi alma, si yo fallara, guía mi alma al lugar de descanso eterno, permíteme reencontrarme con aquellos que perdí.

– Anciana, dame sabiduría para encontrar respuestas y cumplir mi misión.

– Doncella, a ti encomiendo la protección de los inocentes, particularmente te pido por la protección del omega solitario de la cabaña, protégelo con tu manto de pureza y no permitas que la maldad lo alcance.

Hizo un par de oraciones más pidiendo por el descanso eterno de su madre y hermano, su abuelo y su padre, se levantó con algo de dificultad y volteó hacia la mesilla donde había colocado el cuenco con la mezcla que aquel omega le había preparado, se acercó para tomarlo y comenzar a extender la mezcla sobre su piel herida.

Sintió un alivio casi inmediato y cuando dejó el cuenco con el ungüento de vuelta en la mesilla, percibió una tenue estela del aroma del omega, sonrió un poco al recordar su particular encuentro, se acercó a su cama y se dispuso a dormir.

*****

Jacaerys terminaba de lavar los retazos de tela que había utilizado para detener el sangrado con el que un herido Alpha llegó a su cabaña; la luna iluminaba sus movimientos mientras pensaba en él Alpha como alguien extraño, de aquellos seres con una bondad cubierta por miles de capas, algo que se diluía como las gotas de sangre que caían al riachuelo y teñían de rojo el agua para después desvanecerse conforme el agua corría cuesta abajo.

Sintió entonces una corriente de aire y percibió el aroma de su Alpha, así que comenzó a desnudarse y entró al riachuelo a lavar su cuerpo, sabía muy bien que el Alpha odiaba cuando su aroma de omega se encontraba manchado o contaminado por el aroma de cualquier otro ser, al salir del agua se colocó únicamente el camisón que utilizaba debajo de todas las capas de telas que conformaban su vestido.

Caminó de regreso a su cabaña, no llevaba zapatos, sus largos cabellos rizados escurrían agua empapando su camisón y comenzando a mostrar a través de las transparencias creadas por el agua, las curvas de su cuerpo, antes de entrar, colocó las telas que había lavado sobre los pedazos de cuerda trenzados para que se secaran.

En cuanto entró percibió el aroma del Alpha aún más fuerte, claramente marcando su dominio sobre él, intentando borrar cualquier rastro del Alpha herido que había llegado hace un par de horas, no estaba a la vista así que supuso estaría en su dormitorio, se colocó una capa que cubría un poco mejor su cuerpo, no sentía frío, por supuesto que no, y sabía a lo que el Alpha había ido, pero quería al menos guardar un poco de su dignidad.

Avanzó por la cabaña hasta llegar a donde su lecho le esperaba y ahí lo vio, tan elegante como siempre, si no fuera por los peculiares ojos lilas que tenía, bien podría pasar por una persona de la alta sociedad. Giró para verlo y elevó las comisuras de sus labios en una clara sonrisa burlona y que guardaba intenciones ocultas.

– Mi querido amor, vine aquí a buscarte y me encuentro con que no estás y, además, esta pocilga a la que llamas hogar tiene un inmundo aroma a otro Alpha. – la voz de Aegon era profunda y siniestra, como si buscara intimidar a Jacaerys por los agravios cometidos, pero él no se inmutó.

 – Lamento que tuvieras que esperar, salí a lavar algunas cosas, pero ya estoy aquí – comenzó a acercarse a aquel íncubo al que le pertenecía.

– Eso no explica ese nauseabundo aroma – se acercó al omega y lo tomó de las mejillas apretándolas con fuerza como si buscara lastimarlo, pero solo recibió una mirada altiva de regreso, eso era una de las tantas cosas que le fascinaban del súcubo.

– Vino aquí un hombre herido, me pidió que lo atendiera y lo hice, eso es todo, si su aroma te parece nauseabundo, entonces puedes irte de aquí y volver otro día, debo limpiar este lugar al que llamaste pocilga para que su aroma se vaya por completo.

Con una risa burlesca Aegon dejó de apretar con fuerza sus mejillas.

– Puedes intentar convencerme de irme por la peste del lugar, pero mi querido Jace, tú eres mío y sabes muy bien el motivo de que yo esté aquí.

– Lo sé, no te voy a negar tu derecho, pero si el aroma te parece insoportable, entonces tendrás que hacer una excepción y satisfacer tus necesidades con alguien más.

La mano que sostenía sus mejillas lo liberaron solo para que su cintura fuera tomada con firmeza por ambas manos cuyas uñas se alargaron para enterrarse un poco en su suave carne y el rostro de Aegon se acercara peligrosamente al suyo.

– Mi amado Jacaerys, ¿cuántas veces debo decirte que solo tú me haces serte devoto? Sabes que puedo yacer con cualquiera, pero solo tú me has hecho volver a ti, al calor de tu cuerpo y la dulzura de tus labios.

Jacaerys cerró los ojos cuando sintió los labios de Aegon rozar los suyos y suspiró con pesar, luego, un pinchazo de dolor en su cuello lo hizo reaccionar y cuando abrió los ojos de nuevo ya no estaba en su cabaña, se encontraba ahora en la habitación principal del castillo oscuro donde el líder de todos los súcubos residía.

Alzó la vista y entonces vio la verdadera apariencia de Aegon, con aquellos grandes cuernos que brotaban de su frente, sus ojos lilas brillaban con más intensidad y había un toque rojizo en ellos, las uñas de sus manos se habían terminado de transformar en garras y su cuerpo tenía cola, Jacaerys miró entonces hacia su propio cuerpo y notó como no había cambiado su apariencia, solo su ropa era diferente, tenía una capa de tela vaporosa que no hacía mucho por cubrir su cuerpo, y supo entonces, por la mirada que el íncubo le dedicó, que debía acomodarse de la manera que sabía le gustaba al Alpha sobre su lecho.

Por un momento pensó que el Alpha lo tomaría como siempre lo hacía, pero esta vez fue diferente, observó a Aegon caminar hacia uno de los libreros que estaban en la habitación, tomó un libro y acercó una silla que colocó frente a él y comenzó a rebuscar lo que intentaba leerle.

– Voy a leerte una de mis historias preferidas, sino es que la favorita de todas ellas. Quiero que pongas mucha atención a mis palabras, sabes que detesto cuando me ignoras.

Jace asintió lentamente y acomodó sus piernas de manera en que le permitieran ver su agujero al Alpha, sus brazos estaban estirados para que también pudiera admirar su pecho carnoso y estrecha cintura.

Aegon le sonrió satisfecho con la posición que había tomado y se dispuso a leer.

“Esta es la historia de un tonto e ingenuo omega.”

Érase una vez, muchas lunas atrás una linda pareja de amantes, ninguno poseía grandes riquezas o grandes talentos, pero debo admitir que tanto Alpha como Omega eran sumamente hermosos, habían unido sus vidas sin ningún interés distinto al amor que se profesaban, eventualmente aquella pareja tuvo tres adorables vástagos, Omegas todos, de facciones delicadas y armoniosas y aroma sin igual, Omegas que prometían serían la perdición de los hombres una vez llegados a la edad de su florecimiento, pero claro, los dioses son crueles con aquellos que buscan su propio camino, aquellos amantes no estaban destinados a estar juntos, así que los dioses terminaron con sus vidas enviando una insulsa enfermedad que acabo con sus vidas, le llamaron la peste, no fueron los únicos a los que esa enfermedad su vida apagó, se llevó a todos aquellos que a los ojos de los dioses habían cometido pecado.

Así que nuestros trágicos amantes murieron de manera dolorosa y abandonando a su suerte a sus tres hermosas creaciones, condenadas a morir de una manera similar, ese era el designio de los dioses, pero entonces, la hermana bastarda del Alpha intervino en el destino y rescató a esos pequeños cachorros llevándolos con ella a un lugar alejado de todo mal, criándolos bajo sus enseñanzas y contándoles historias fantasiosas de príncipes, princesas y dragones a aquellos tiernos omegas.  

Aquella mujer, era considerada una sanadora, claro, en aquellos tiempos ella había logrado evitar el trágico destino de varios pecadores así que era considerada como alguien buena. Esas enseñanzas las compartió con sus sobrinos, siendo éstos hábiles en aquellas artes de la sanación conforme crecían.

Conforme los omegas fueron creciendo, la preocupación de su tía crecía también, sabía que sus sobrinos serían objeto de lujuria y deseo desmedido de los seres terrenales y de otros seres no tan terrenales, así que hizo un pacto peligroso ofreciendo su propia sangre y carne para protegerlos, y por un tiempo, funcionó.

Cuando el mayor de sus sobrinos finalmente floreció como Omega la pesadilla comenzó, no por él claro está, el omega era un ser puro y obediente, devoto a su familia, pero sucedió que su florecer como omega coincidió con la llegada de un grupo de puritanos extremistas que venían con ideas muy distintas a las que se tenían ahí, incluso rendían culto y pleitesía a dioses distintos, por lo que muchas de las prácticas de aquel lugar comenzaron a ser mal vistas, incluso como sacrilegios, la mujer, aquella que fuera su protectora fue considerada una bruja al tener prácticas poco convencionales o antes vistas por aquellos que recién habían llegado.

Algunos pobladores intentaron defender sus creencias y proteger a la sanadora, pero eso solo causó que una cacería comenzara, aquel grupo de puritanos tenía un brazo militar que sometió a todos ellos, generando juicios y condenando a las personas en base a lo que sus dioses les indicaban, como resultado, aquella mujer fue condenada a arder viva en la hoguera, aunque antes de ser condenada ella había logrado esconder muy bien a sus sobrinos en las afueras del poblado donde los puritanos se habían establecido.

Los pequeños omegas no volvieron a ver a su tía ni a escuchar noticias de ella, casi no salían de su hogar y cuando el mayor de ellos salió una vez, se horrorizó al ver pilas y pilas de cuerpos incinerados y picas con las cabezas de aquellos a los que él había conocido y ayudado a sanar, todos ellos acusados injustamente, así que volvió a su hogar, tomó a sus hermanos y huyeron de ahí hacia donde aquellos puritanos aún no habían llegado.

Los ojos de Jacaerys comenzaron a cristalizarse, él podía reconocer que aquella historia no era una cualquiera, sino que era la historia de su familia, no sabía que sus padres habían huido para estar juntos y que su tía Alys había muerto de aquella espantosa forma, supuso que solo había escapado antes de ser encontrada y los había dejado a su suerte, pero no.

Levantó la mirada al percibir que Aegon ya no estaba leyendo, sus ojos lo encontraron observándolo, parecía disfrutar de sobremanera el solo observar su desnudo cuerpo, y su rostro triste, siguió entonces con su historia.

Viajaron al norte, a donde la gente era más hostil, pero también era el único lugar donde los puritanos extremistas no habían logrado entrar.

Vivían cerca de una fortaleza llamada Winterfell, lugar donde los protectores y gobernantes de esas heladas tierras residían, no les hicieron muchas preguntas y los dejaron habitar en las afueras del poblado más grande, justo donde el profundo y espeso bosque se alzaba como una muralla de madera que protegía aquel lugar.

Vivían humildemente, no pasaban hambre o frío pero jamás era con abundancia, los tres omegas se dedicaban a preparar y arreglar cualquier tipo de cosas; el más pequeño de ellos gustaba de preparar infusiones aromáticas que ayudaban a mantener calientes a las personas, el segundo, siempre fue un caso peculiar, anhelaba más, sabía que su belleza era digna de los grandes señores, creía que con ella podría mejorar su situación, así que él gustaba de ir al poblado y vender o intercambiar las creaciones de sus hermanos, siempre coqueteando con los mercaderes y con los líderes de aquellas tierras.

El mayor de ellos en cambio continuó practicando las artes sanadoras que les habían sido enseñadas por su tía Alys, fue así como conoció a su amor, vagaba por el bosque buscando hierbas, plantas, raíces y algo de lodo y arcilla para preparar sus ungüentos cuando el ruido sordo de un golpe y luego un grito lo alertaron.

Buscó el origen de aquellos sonidos y encontró a un joven Alpha semi inconsciente en el suelo del bosque, al parecer había sido atacado por alguna bestia, se había defendido con lo que tenía, pero termino herido, el joven omega corrió a su auxilio, como pudo, logró arrastrarlo hasta una cueva que funcionó como un refugio improvisado, recolectó más hierbas y con la arcilla y lodo que había buscado con anterioridad, logró calmar el sangrado del Alpha.

Lo cuidó ahí por días, pudo haberlo dejado ahí a su suerte, el miedo de que la bestia los atacara de nuevo era completamente justificado, pero el omega no lo hizo, preparó infusiones y ungüentos que ayudaran al Alpha a sanar, no fue sino hasta casi siete días después mientras recolectaba algo de agua limpia que escuchó los cascos de algunos caballos.

Un pequeño grupo de hombres lo encontraron, indicaron que estaban buscando a su líder, era el Alpha al que él había estado cuidando, así que los llevó a él con premura, los soldados vieron sus heridas y como el Alpha aún seguía vivo y consciente, y aunque el Alpha intentó explicar, los soldados no tardaron en armar un pequeño camastro para transportarlo de regreso a su hogar, al omega nada dijeron, solo agradecieron por sus servicios y lo dejaron ahí.

Pensó que sería la última vez que vería a aquel Alpha, pero no fue así. Pasaron menos de dos lunas para que de nueva cuenta los soldados lo buscaran en los alrededores del área donde se había resguardado con el Alpha. Lo buscaban a él, mejor dicho, el Alpha lo estaba buscando, aún estaba convaleciente, pero había enviado a sus soldados a buscarlo.

 Cuando lo llevaron ante él, vio que era dirigido al castillo más grande de la región, ahí donde habitaban los llamados reyes del Norte, el nombre del Alpha resultó ser Cregan Stark, el Alpha heredero de aquel lugar, el líder de todos aquellos grandes señores, un hombre joven, pero con temple y carácter fuerte, un alma vieja en un cuerpo joven.

Aquel Alpha, fuera ya del mayor peligro se encontró frente a él entonces a un Omega que sería la respuesta a sus plegarias; mientras luchaba por sobrevivir en aquella cueva y su mente viajaba de la lucidez a la inconsciencia, podía visualizar a un hermoso omega que lo acompañó, aunque claro que pensó que era su mente la que le hacía tener esas visiones, jamás creyó que el omega fuera real.

Así que, encandilado por la belleza del omega le propuso trabajar en su servicio, como sanador, no había mayor prueba de sus dones que él mismo, salvado de heridas letales; el hermoso omega aceptó y junto con sus hermanos, fueron recibidos en aquel enorme lugar.

Con el tiempo, el señor del Norte comenzó a acercarse más al omega, comenzando a cortejarlo, sabía que el chico correspondía a sus sentimientos y sería entonces natural su unión, el omega era respetado y querido por todos aquellos con los que cruzaba palabra y que daban testimonio de sus dones, así que su unión sería bien vista por todos sus vasallos.

Lucerys, el segundo hermano, celoso de la atención y futuro de su hermano mayor comenzó entonces a buscar su propio camino, seguro de que, así como su hermano había logrado atraer a un gran señor, él podría hacer lo mismo, fue así como buscaba activamente crear escenarios que pudieran atraer alphas cerca de él.

Tenía talento, y aunque muchos alphas cayeron en sus encantos, ninguno de ellos era digno de él, eso es lo que aquel altivo omega pensaba, así que una noche, durante una visita de grandes señores de otros lugares arribaron a Winterfell con motivo de las nupcias de su hermano mayor con el Alpha del Norte, el omega de nueva cuenta se preparó, pensando que su lugar no se encontraba en esa helada tierra.

Mientras los grandes señores rendían pleitesía y llenaban de presentes a la futura pareja, los ojos de Lucerys se posaron en un misterioso Alpha de apariencia sumamente atractiva, aroma dominante y sonrisa sardina, vestía con finas telas y ostentosas joyas, así que el omega, cegado por su ambición, sedujo y atrajo a aquel hombre a su lecho, si bien no había ningún Alpha digno de él en aquellas tierras, eso no lo detuvo de conocer y practicar las artes del placer carnal con varios de ellos, así que usando sus encantos, se unió al Alpha con el objetivo de crear un vínculo que atara sus destinos.

Y lo hizo, vaya que lo hizo, solo que no de la forma que esperaba, aquel atractivo hombre con el que el omega yació, no era un gran señor, un honorable caballero o un importante mercader, era un demonio que seducía humanos por placer y para absorber sus almas, así que Lucerys fue arrastrado a un lugar lleno de lujuria, decadencia y almas en llamas buscando la expiación de sus pecados, pero era inútil, una vez que entras en aquel lugar, nunca más vuelves a salir, no a menos que el rey íncubo lo permita.

El pequeño Lucerys estaba condenado a servir a aquel íncubo por la eternidad, condenado a vagar la tierra, seducir alphas y devorar sus almas, un futuro horrendo ya que el íncubo al que servía, su rey ni siquiera lo había considerado lo suficientemente bello como para otorgarle alguna clase de prerrogativa o beneficio.

Condenado así, Lucerys comenzó su penitencia, aunque fue durante un corto tiempo, el hermano mayor de Lucerys, destrozado y desesperado por la idea de la desaparición de su hermano realizó una plegaria, una dirigida a todos y a nadie en particular, buscaba respuestas y ayuda para encontrar a su hermano.

El rey íncubo lo escuchó y curioso por escuchar los argumentos que tuviera para darle acerca de aquel promiscuo omega al que llamaba hermano, se presentó ante él, en su forma natural, sin máscaras de por medio, y en lugar de tener una reacción de pavor o asco, el valiente omega no se amedrentó, pidió saber el destino de su amado hermano y cuando escuchó todo, preguntó entonces el precio por su libertad.

Intrigado por aquel Omega, el rey íncubo le dijo que lo pensaría y en un lapso de dos lunas tendría una respuesta.

Durante ese tiempo, el Alpha íncubo observó al omega, fascinado por su temple y carácter, intentó probarlo de muchas maneras, puso en su camino a tentadoras criaturas que lo hicieran flaquear, quería demostrar que él era igual a su hermano, pero falló en todas y cada una de esas ocasiones, el omega le era devoto a quien sería su esposo.

Llegó a espiarlo entonces, descubriendo como aquella criatura era pura en todos los sentidos, jamás profanado por ningún Alpha, devoto y enamorado de aquel con el que compartiría su vida, un omega que amaba con intensidad a sus hermanos y a su Alpha.

Celoso del Alpha con el que el omega compartiría su vida y su cuerpo, tuvo una brillante idea, una última prueba, solo para comprobar que era digno de él, se presentó a él dos lunas después de su primer encuentro, como lo había estipulado.

La prueba final era sencilla, un intercambio, el alma condenada de Lucerys a cambio de la suya, claro que no era un trato justo, el alma impura de Lucerys no era ni la cuarta parte de valiosa que la de su hermano mayor, así que hizo una oferta tentadora, Lucerys sería liberado de su tormento sin represalias, sería libre y podría hacer una vida alejado de los demonios, y su hermano, intercambiaría su lugar, aunque claro, un omega puro como él sería tratado de diferente forma, primero, el rey íncubo reclamaría todos sus derechos sobre el omega, se debía entregar a él y ser su reina, obedecería solamente a él y como su reina, no tendría que vagar por la tierra seduciendo alphas para arrancarles la vida, así sería por la eternidad.

Pensó que lo rechazaría, que no dejaría su idílico futuro solo por salvar a su insulso hermano, pero una vez más fue sorprendido por el omega quien aceptó dudando solo un poco antes de derramar un par de lágrimas y pedir al rey íncubo el poder despedirse de sus seres amados, cosa que le concedió.

Así, los labios del omega tocaron los del Alpha con el que se suponía pasaría el resto de su vida, solo un beso, fue todo, se despidió de su hermano menor y entonces, desapareció arrastrado por la oscuridad y lujuria y Lucerys regresó.

 Claro que su tormento no era tan malo después de todo, el rey íncubo gustaba de compartir su cuerpo y lujuria con muchos otros, pero siempre, sin falta regresaba a su reina, aquel omega que se encontraba libre de la mancha del pecado de cualquier Alpha que no fuera él, a su modo, el rey íncubo le demuestra su amor y genuina devoción.

Para ese momento, las lágrimas escurrían de los ojos de Jace, su historia le llenaba de recuerdos amargos, el despedirse de su familia y de Cregan rompió su corazón, pero el sacrificio que había hecho había valido la pena al saber que Lucerys era libre, y él, condenado por siempre, tampoco era tan malo, Aegon le había permitido muchas cosas durante todo ese tiempo y lo mejor de todo era que no tenía que seducir a ningún Alpha para acabar con su vida y consumir su alma.

No tienes por qué llorar mi hermosa reina, esta historia aún no tiene un final escrito, aunque puedo decirte que tu amada familia tuvo un destino bueno, tu hermano Joffrey encontró un buen Alpha, vivieron modestamente pero felices, tuvo dos cachorros y su linaje ha perdurado, aunque no puedo decir lo mismo de tus amados Cregan y Lucerys, aquel Alpha quedó devastado por tu ausencia, pero pronto encontró el consuelo en el calor del cuerpo de tu hermano Lucerys, tu pequeño hermano no deseaba una vida como la tuya, mi amada reina, él deseaba tu vida y no dudo en tomarla en cuanto tuvo la oportunidad, era egoísta, igual que tu madre quien condenó a tu padre solo por el capricho de buscar una falsa libertad.

Cregan era un Alpha honorable no lo voy a negar, y aunque le tomó un poco más de esfuerzo, al final, tu pequeño y querido hermano lo atrajo a su lecho, utilizó todos los trucos que le enseñamos aquí y finalmente se quedó con tu vida, como siempre lo había deseado, debo decir que tuvieron una vasta progenie, pero la tragedia los persiguió desde aquel entonces, todas las tragedias que azotaron a su familia fueron culpa de tu hermano, su linaje está casi extinto y aunque Lucerys era devoto a Cregan, nunca dejó su lado súcubo del todo, compartió su lecho con varios alphas más, no que a Cregan le importara, él siempre tuvo sus pensamientos fijos en mi reina, te puedo asegurar que tu recuerdo fue su último pensamiento antes de cerrar los ojos para siempre.

Su vida pudo haber sido completamente miserable de no ser por los pequeños cachorros que tuvo a lado de tu hermano, ellos le brindaron alegría y luz a su gris y triste vida, aunque no podía evitar pensar que aquellos cachorros pudieron haber sido tuyos, tuyos y de Cregan, pero Lucerys intervino en tu futuro mi amada reina.

Debo decir que incluso yo aborrezco a los traidores como tu hermano, pero no puedo odiarlo, no cuando el amor que le tuviste fue lo que te trajo a mí. Mi amado Jacaerys, el omega más puro que he visto en toda mi existencia, mi reina, eres mío, para siempre.”

Aegon cerró el libro que sostenía en sus manos y se levantó de su asiento, caminó directo a donde se encontraba Jacaerys, aún con sus lágrimas cayendo una tras otra, había mantenido su postura, Aegon se acercó a Jacaerys y en un inusual acto de delicadeza, limpió con cariño las lágrimas que descendían de los ojos del omega, lo consoló y por esa noche, lo dejo dormir en su lecho sin molestarlo.

Los días después de esa noche no fueron iguales; Aegon había decidido pasar su celo con su reina súcubo, así que tomo a Jacaerys durante cinco días y cinco noches, había entrado en un frenesí e insaciable deseo por el omega, mismo que embriagado por las feromonas del íncubo había desatado toda su lujuria.

*****

Jacaerys estaba recostado dándole la espalda al Alpha, sus ojos se entrecerraban por el cansancio, a pesar de ser demonios, incluso ellos conocían el cansancio cuando llegaban al límite, Aegon lo abrazaba por detrás, acariciando su vientre y dejando algunos lametazos en sus hombros y espalda, a su manera, Aegon lo amaba, nunca lo había lastimado, incluso procuraba su bienestar y siempre le dejaba estar libre y lo buscaba solo cuando le era completamente necesario su calor.

Salió de sus pensamientos cuando escuchó la voz de Aegon, era suave y murmuraba muy despacio contra su oído, como si creyera que él estaba dormido.

– Sabes mi amada reina, yo, al igual que tú, alguna vez fui un humano, aunque a diferencia de ti, jamás conocí el amor, mi padre apenas y notaba mi existencia, mi madre solía descargar sus frustraciones conmigo, y mis hermanos, esos desgraciados jamás les interesé ni un poco, así que no dudé en entregar mi alma a la oscuridad y la lujuria en cuanto tuve la oportunidad. – los labios de Aegon dejaron entonces un pequeño beso en su nuca.

– Nunca conocí el amor de ningún tipo, y cuando te observé, el como amabas incondicionalmente a tu hermano y estabas dispuesto a sacrificarte por él, lo envidié, el saber que esa indigna criatura tenía alguien que lo amaba de esa forma.

– Y luego, tu amado Cregan, en todos mis años como rey, jamás había sentido tantos celos de alguien. Él, cuya vida no había sido ni la mitad de horrenda que la mía, era premiado con alguien como tú, no podía permitirlo, en el tiempo que te observé me descubrí amándote Jacaerys, tal vez no soy el mejor demostrando mis sentimientos, nunca tuve un buen ejemplo, pero no dudes ni por un momento que no te amo, porque yo he peleado y terminado con tantos que desean mi lugar, pelearé las veces necesarias para asegurarme de que estarás conmigo siempre.

– Tal vez no lo sepas mi amada reina, no tendrías porqué hacerlo, pero cuando yo ascendí a este trono, fui llamado el Rey Usurpador, solo porque un humano como lo era yo pudo acabar con el Rey Íncubo anterior a mí, pero de eso ya nadie recuerda nada, y los que lo hacen, jamás harían algo por decírtelo mi reina, yo los maté a todos ellos, les demostré que un humano con coraje es mil veces más cruel que un mimado príncipe de la oscuridad.

Aegon estuvo en silencio por un par de minutos y se dedicó únicamente a repartir besos en la espalda y hombros de Jacaerys, sus manos acariciaban su vientre como si lo protegiera y buscara sentir algo ahí dentro.

– Es una lástima que mi semilla no pueda prosperar en tu vientre, sé lo feliz que serías y la luz que traería a tu vida un cachorro, o varios, y yo los amaría como nunca nadie me amó a mí, los amaría solo porque salieron de tus entrañas y tú eres un punto de luz en este mundo oscuro de mierda.

– Te amo Jacaerys, siempre serás mío.

Jacaerys no dijo nada y ahogó cualquier ruido que pudiera haber salido de su boca, aunque las lágrimas que rodaron por sus ojos no las pudo evitar, él no sentía nada por su rey, pero esas palabras le hicieron entender algunos de los motivos de su actuar.

En la sexta noche que compartieron, Aegon fue delicado con él, Jacaerys incluso había disfrutado la forma en que la que su rey lo había montado, y cuando hubo terminado su apareamiento, Aegon lo cuidó y limpió con delicadeza antes de besar su frente y decirle que podía quedarse el tiempo que quisiera.

Sin decir más, Aegon se fue.

El omega comenzó entonces a buscar una manera de regresar a su hogar, bien podía quedarse ahí, como reina de Aegon era su lugar, pero él había deseado estar lo más alejado de su rey e intentar vivir lo más normal posible, así que vivía en su cabaña a las afueras de aquel poblado pintoresco, su cuerpo estaba cansado y algo lastimado por las actividades de su rey y amo, nada que doliera, pero aun así decidió quedarse un par de días más, alejado de la habitación principal, y durante ese tiempo, se dio a la tarea de conocer mejor el lugar, exploró los aposentos de su rey, sus vestimentas, sus libros y la cantidad insana de obsequios que Aegon le había dado a Jacaerys durante todo el tiempo que llevaban juntos.

Mientras exploraba en uno de los libreros del Alpha, un libro llamó su atención, era pequeño, el lomo del libro parecía ser de piel gruesa y sumamente rugosa, como si fueran escamas, lo tomó entonces y vio que todo el libro estaba empastado con dicho cuero.

Comenzó a hojearlo, las páginas estaban escritas en tinta oscura y en realidad no entendía absolutamente nada de lo que ahí decía, era un lenguaje raro, nunca lo había visto con anterioridad y curioso por saber su contenido, lo tomó para sí y lo guardo junto con algunas otras pertenencias que se llevaría de ese lugar.

Caminó entonces a las puertas de salida del castillo, los súcubos que rodeaban el lugar lo miraban con envidia y recelo, todos ellos buscaban ser el favorito del rey Aegon, querían su lugar, pero sabían que nada podían hacer en su contra, el rey Aegon era bien conocido por su crueldad y sadismo, así que la única manera de quitar a Jace del camino, era derrocarlo como el favorito y reina de Aegon.

Cuando estuvo en el punto correcto, realizó un pequeño ritual, cortó un poco una de sus palmas y en cuanto la sangre tocó la tierra sobre la que estaba, y él terminó de decir las palabras, regresó de nuevo a su cabaña.

*****

Aemond tuvo sueños extraños durante varios días, no podría catalogarlos como pesadillas, al menos no del todo.

La primera noche su sueño comenzó llevándolo de regreso a ese bosque al que había llegado mientras cazaba a uno de los súcubos que acechaban al pueblo al que había sido enviado por parte de su orden religiosa. Estaba ahí, en medio de los altos abetos, no había luz alguna, había luna llena, pero ésta se encontraba completamente cubierta por las nubes, el viento olía a tierra mojada, anunciando una tormenta que azotaría muy pronto; luego, comenzó a escuchar algunos ruidos a lo lejos, parecía la voz de una persona invocando algo en un idioma extraño, así que camino hacia donde la voz se escuchaba.

Conforme se acercaba, pudo notar como una pequeña estela de luz creaba juegos de sombras macabras en el bosque, no se escuchaba ruido alguno de ningún animal, ni siquiera el ulular de los búhos, tan solo aquella extraña y atrayente voz y conforme más se acercaba, se escuchaba el crepitar de la madera que alimentaba la hoguera que alcanzaba a ver.

Cuando estuvo lo suficientemente cerca del origen del sonido, se ocultó tras el tronco de uno de los pinos que estaban allí y con cautela asomó su cabeza, pudo verlo, el omega de la cabaña, aquel que lo había curado después de ser atacado por un íncubo, parecía arder en medio de aquel fuego, su cuerpo desnudo se movía al vaivén de las llamas que eran movidas por el viento, no gritaba, en realidad, era como si estuviera resignado a su destino, mientras criaturas con cuernos, garras y colas danzaban a su alrededor, terminando con el ritual pagano que llevaban a cabo.

Despertó exaltado por aquella visión, tuvo miedo de pensar que el omega estaba en peligro, pero aun se encontraba demasiado débil como para moverse y las enfermeras que lo atendían le habían dado leche de amapola para que pudiera descansar.

La segunda noche su sueño fue algo distinto, aquella noche él había despertado sobre un montón de pieles y mantas que hacían de cama improvisada, reconoció el lugar, estaba en la cabaña del omega, tenía una enorme venda que rodeaba su torso, estaba algo manchada de sangre, justo como la herida con la que había llegado a ese lugar, de pronto vio al omega entrar, llevaba en sus manos unos cuencos y telas para curar su herida, se hincó frente a él y comenzó a revisarlo, al estar demasiado cerca de él pudo percibir su aroma, era indudablemente delicioso, tan suave y sutil.

Su sueño era largo porque al parecer ese ritual se repitió por varios días hasta que su herida estaba casi completamente cerrada, así que durante una de las curaciones que el omega realizaba en su cuerpo, tomó valor, y con algo de nerviosismo había reclamado los labios ajenos, eran suaves, dulces y tiernos, y lo que en un inicio sería solo un pequeño beso se transformó en un oscuro deseo al que sucumbió por completo al sentir que el omega respondía a la caricia y comenzaba a liberar su aroma.

Se vio a sí mismo tomando al omega, reclamándolo para él como nunca creyó que lo haría, los gemidos y suspiros que el omega lanzaba eran tan nítidos que por un momento pensó que eran reales hasta que despertó de nueva cuenta con una erección en sus pantalones.

Las siguientes noches que estuvo drogado por la leche de amapola, sus sueños fluctuaron entre escenarios similares a los de las dos primeras noches. Durante todas esas noches, siempre, sin falta, hacía una oración a sus dioses pidiendo por la protección y el bienestar del omega.

Pasaron casi veinte días más para que finalmente pudiera levantarse de la cama sin ayuda y caminar, y lo primero que decidió hacer fue visitar al omega de la cabaña, quería constatar que se encontraba bien, salió entonces de la enorme propiedad que pertenecía a su orden religiosa, se encaminó a donde le habían indicado se encontraba la cabaña y cuando llegó toco a la puerta pero nadie le abrió.

Comenzó a caminar por los alrededores del lugar esperando encontrarlo por ahí, escuchó una suave voz y la siguió, tuvo una visión que hizo que su Alpha interior se removiera, a unos metros, dentro de lo que parecía un estanque con una pequeña cascada se encontraba el omega completamente desnudo, estaba tomando un baño y aunque los buenos modales y su cerebro le indicaban que debía apartar la vista y darle privacidad, su Alpha se regocijaba de tener aquella vista, el agua cubría solo hasta las pantorrillas del omega, sus piernas eran largas y sus muslos regordetes, su vientre era plano, la curva de su trasero era pronunciada y mientras sus caderas eran anchas, su cintura era muy estrecha, sin necesidad de utilizar alguno de esas espantosas máquinas de tortura que las mujeres omegas, betas y alphas llamaban vestidos con corsé, siguió subiendo la vista hasta toparse con dos hermosos pechos, eran abultados para ser un omega hombre pero definitivamente no era nada malo, era como si el omega estuviera amamantando a algún cachorro lo cual era poco probable pues en la cabaña no había rastro alguno de un bebé y el cuerpo del omega tampoco tenía indicio alguno de haber dado a luz recientemente.

Su enorme cabellera rizada caía sobre su espalda y sus manos terminaban de frotar sus brazos, solo hasta entonces, apartó la mirada y caminó de regreso a la cabaña, esperando que su cuerpo terminara de bajar la excitación a la que se había sometido al observar al omega.

Pasaron unos minutos hasta que escuchó unos pasos venir de donde él había llegado minutos antes, giró y trató de verse sorprendido por la dirección de donde provenía el omega ahora cubierto por un camisón y una gruesa bata.

– Buen día mi lady – saludó con formalidad.

– Buen día, mi lord – Jace le devolvió el saludo educadamente, aunque era obvio la extrañeza de recibir visitas – Le agradezco la educación, pero, no soy una mujer y tampoco tengo el rango para ser llamado lady, puede decirme solo Jacaerys, o Jace, como usted lo prefiera.

Aemond asintió con una sonrisa en los labios, y antes de que pudiera decir algo más, Jace se le adelantó.

– Veo que ya se encuentra mucho mejor, me alegra que haya sobrevivido, no me lo tome a mal, pero la mayoría de las veces las personas mueren por una infección debido a heridas mal tratadas y la suya era una herida muy fea.

– Lo sé, los médicos que me revisaron luego de que usted me ayudara dijeron que tuve suerte, aunque yo no lo veo de esa manera.

– ¿No se siente afortunado entonces?

– Yo jamás dije eso, dije que no fue la suerte, fueron sus bendecidas manos las que hicieron posible que yo esté aquí hoy, considero que fui muy afortunado de que usted me hubiese encontrado, sin su ayuda definitivamente hubiera muerto antes de ser encontrado por alguien más.

– Ya veo, bueno, yo solo hice lo que estuvo en mis manos por ayudarlo, debo de admitir que usted es un Alpha fuerte y que goza de una buena salud, mucha gente no lo hubiera resistido.

– Vine aquí para agradecerle, ¿me permite pasar por favor? Me gustaría preguntarle unas cosas más.

Vio al omega suspirar pero al final asintió.

– Puede pasar, pero debo cambiarme primero, puede esperarme en la mesa junto al fogón en lo que yo termino de vestirme.

Aemond asintió y entró a la cabaña justo detrás de Jacaerys, pudo aspirar de nuevo su aroma, tan suave y delicado, cerró los ojos para grabar el aroma en su mente y se sentó mientras veía al omega caminar detrás de un biombo donde comenzó a vestirse.

Solo tardó unos momentos en salir, ahora usaba un vestido sencillo que se ataba con cordones por el frente dejando algo de su escote a la vista, el vestido no tenía mangas como tal, pero el omega utilizaba una camisola con mangas largas bordadas que cubría sus brazos, a pesar de la sencillez de su atuendo, lucía hermoso, sus rizos indómitos se acomodaban en su cabeza con una gracia poco vista y la silueta que dibujaba era verdaderamente tentadora.

Jacaerys se acercó a él sentándose enfrente, lo miró fijamente y después de un silencio algo prolongado lo escuchó hablar.

– Bueno, dígame qué lo hizo venir de nuevo a mi hogar.

– Perdón, yo, me quedé pensando otras cosas. – carraspeó un poco antes de continuar – como le mencioné, vine a buscarlo porque quería agradecerle por su ayuda, no tenía por qué hacerlo, pero lo hizo, es usted un buen samaritano.

El omega rio con desgano.

– No creo que me conozca lo suficiente como para emitir un juicio así sobre mí, solo hice lo que cualquier persona decente hubiera hecho.

– En eso difiero con usted, hay mucha gente decente, pero pocos tienen bondad hacia los extraños, bondad como la suya, sé que estuve inconsciente y desvariado un buen rato, pero incluso en ese estado pude notar su atención y cuidado a mi persona. Quisiera recompensarlo por eso.

– Usted no me debe nada, yo lo hice porque quise, no podía dejar que un hombre muriera cerca de mi cabaña solo porque quiso salir a pasear y se topó con un oso.

– No estaba paseando y no me topé a ningún oso Jacaerys.

– ¿No? Y entonces ¿qué estaba haciendo? Por las heridas que noté, parecía como si un oso lo hubiera atacado, tenía grandes garras marcadas.

– Soy cazador.

– ¿Cazador? Disculpe que se lo diga, pero a mi no me parece un cazador, no tiene una escopeta o siquiera una daga consigo, ¿qué clase de cazador no lleva algo consigo?

Aemond le sonrió, era un omega listo y perspicaz.

– Soy un cazador, pero no de animales o bestias que habiten en el bosque.

Lo vio fruncir el ceño – ¿entonces qué tipo de cazador es?

– Yo soy, como decirlo, soy un guerrero de la fe.

– ¿Guerrero de la fe? ¿eso que significa?

– Significa que durante gran parte de mi vida he estudiado la fe y la religión a profundidad y después de eso, decidí seguir mi camino combatiendo los males que azotan este mundo, la orden a la que sirvo en particular se encarga de investigar fenómenos en los que se sospeche que demonios o entes venidos del infierno sean los culpables, yo investigo primero y si encuentro evidencia suficiente, entonces, debo cazar a lo que sea que aterrorice a las personas.

– ¿Me está diciendo entonces que demonios o entes del infierno merodean este lugar? ¿Cómo puedo estar seguro de que usted no es uno de ellos?

– Le aseguro mi lady – Aemond se corrigió – lo siento, Jacaerys, que, si yo fuera algo de lo que le estoy mencionando, usted podría notarlo en un santiamén. Vine a este lugar porque hemos recibido informes de personas desapareciendo, alphas y betas principalmente, se les ve andar por ahí con misteriosos acompañantes, después de eso, nada, se desvanecen, algunas familias prominentes han perdido a miembros de sus casas.

– ¿Y usted cree que están en este bosque?

– No lo puedo asegurar completamente, el día que usted me encontró recién había comenzado mi investigación cuando me topé con uno de ellos, aunque claro, usted podrá constatar, me dio una tremenda paliza.

La mirada de Jace se entrecerró, meditando que tanto podía saber aquel hombre de la presencia de más súcubos, según él era el único que merodeaba por aquellos bosques, Aegon mantenía alejados a los demás súcubos de Jacaerys para protegerlo, cazadores como el hombre frente a él no discriminaban a ninguno a la hora de cazarlos y matarlos.

– Tal vez no sea tan buen cazador como usted se considera – contestó finalmente.

El Alpha frente a él pareció reír un poco al escuchar su respuesta.

– No me considero el mejor cazador, soy más bien un rastreador, sigo evidencias, recolecto pruebas, investigo, tal vez no sea el más fuerte, pero definitivamente hay pocos cazadores que hayan leído o investigado igual o más que yo, modestia aparte, me considero un hombre de letras.

Jacaerys sonrió, el hombre frente a él decía ser un buen rastreador y aun así estaba ahí, sentado cómodamente frente a la reina de los súcubos, no entendía que era lo que investigaba o que pudiera delatarlo, pero decidió seguirle el juego.

– Vaya que es humilde. ¿No es ese uno de los requisitos principales para servir a sus dioses?

– El voto de humildad no es para todos, vivo con modestia es cierto, pero no puedo ser humilde con lo que soy, pecaría entonces de mentiroso, dígame, ¿qué sería peor?, ¿pretender humildad por algo que claramente me ha costado mucho esfuerzo o mentir acerca de quien soy solo para cubrir un requisito?

Jace lo meditó un poco, tenía algo de razón, así que asintió con su cabeza.

– Entiendo su opinión, admito que puedo concordar con su punto, esconder nuestro verdadero ser debe ser peor que presumir con orgullo aquello por lo que nos hemos esforzado, le doy la razón.  

Se sumergieron en una charla en la que ninguno de los dos pareció tomar en cuenta el pasar del tiempo, lo que parecía seria algo rápido se convirtió en algo que duraría horas, para cuando Jacaerys reparó en la hora, fue porque la luz del sol los estaba por abandonar y sería necesario encender algunas velas que iluminaran el interior.

– Creo que ya debe irse, mi Lord …

– Aemond, por favor, solo dígame Aemond, mi título como Lord quedó descartado cuando me uní a la orden.

– Ahí está tu humildad Aemond.

Ambos rieron, el Alpha se puso de pie con algo de dificultad y Jacaerys se acercó a su mesa de trabajo donde tenía montones de frasquitos con diversas cosas, tomó un par de ellos antes de verter su interior en un mortero y comenzar a molerlos con habilidad dejando polvo muy fino.

– Toma, te ayudará con el malestar, es una infusión así que utiliza solo un poco y viértelo en agua caliente, te ayudara a descansar tus músculos y dormirás mejor, es como la leche de amapola, pero sin perder la consciencia.

Aemond tomó el frasquito y lo guardó en su abrigo, el omega lo tomó del brazo para ayudarlo a caminar a la salida y bajar los pequeños escalones, antes de abandonar el lugar, el Alpha giró de nueva cuenta;

– Cuídese Jacaerys, sé que la vida ermitaña suena idílica, pero las sombras son peligrosas.

– A las sombras no les tengo temor, temo a lo que pueda ocultarse en ellas.

– Aun así, cuídese, yo le prometo que haré una plegaria pidiendo por su bienestar.

El omega bufó un poco antes de sonreírle.  

–  Usted debería cuidarse mejor, si es cierto que esos súcubos que menciona andan rondando el lugar, creo que usted está en mayor peligro que yo.

– Es cierto, pero yo sé lidiar con esos demonios y usted no.

– ¿Quién le dijo que no sé cuidarme solo?

– Lo sé, no necesito que nadie me lo diga, no parece del tipo de persona que practique la religión con fervor, pero tampoco artes oscuras, así que no puede protegerse de aquellos seres.

Jace se quedó en silencio, aquel Alpha insistía demasiado en su seguridad, así que solo decidió aceptar el consejo. Le tomó por completa sorpresa cuando su mano fue tomada y un delicado beso fue puesto en sus nudillos, aquel acto de caballerosidad perdido por generaciones ya, pero ahora tenía a un Alpha anticuado frente a él.

No dijo nada y se limitó a ofrecerle una apretada sonrisa que el Alpha correspondió antes de fijar su vista en el camino y comenzar a caminar de regreso al pueblo. Para sus adentros, deseó que aquel hombre llegara con bien a su hogar, él ya tendría tiempo de investigar si era cierto que algunos súcubos merodeaban el lugar.

*****

Aemond caminaba a paso algo lento durante su regreso, utilizaba el tiempo pensando en todo lo que había conversado con el omega que ahora sabía se llamaba Jacaerys, era perspicaz, algo insolente y definitivamente encantador, sus labios aun tenían un cosquilleo, la piel que había tocado era tan suave y el aroma era embriagante, sabía que era su aroma natural pues después de que llegara de bañarse no había usado aceites o esencias, era únicamente él.

Llegó a la casona donde todos los miembros de la orden residían, se topó con una chica beta que ofrecía sus servicios como acompañante, no era algo mal visto, aunque era poco utilizado, siendo hombres todavía guiados en parte por su lado animal, alphas como él eran dados a yacer de vez en cuando con algún acompañante, los omegas eran vistos como demasiado tentadores, así que utilizaban a mujeres betas para calmar sus calores, él había utilizado esos servicios solamente en una ocasión y si bien logró su objetivo de aclarar su mente, no lo recuerda como algo enteramente placentero.

Siguió avanzando a sus habitaciones, colocó un poco de agua en su tetera y la acomodó en el fogón que tenía ahí, comenzó a desvestirse y ponerse la ropa que utilizaba para dormir, y cuando el agua finalmente hirvió, vació un poco de la mezcla que Jacaerys le había dado.

Tenía un buen olor y lo bebió de un tajo, el omega tuvo razón, el alivio a sus adoloridos músculos fue casi inmediato y su mente no se vio nublada, así que pudo hacer sus reflexiones y oraciones con normalidad.

Apagó todas las velas y el fogón dejando solo una pequeña braza que calentara la habitación, se acomodó en su cama y cerró los ojos.

Esa vez tuvo un sueño diferente, en él, se veía a sí mismo en un lugar que no conocía, era como un castillo enorme y oscuro, la piedra era oscura, no había grandes jardines o estatuas decorativas, en su lugar había gárgolas y estatuas lúgubres que parecían personas en sufrimiento.

Escuchó algunos ruidos y una voz conocida, así que avanzó puertas adentro de aquel lugar, era fascinante, no había servidumbre, pero no parecía ser necesaria, todo estaba en perfecto orden, la decoración mostraba un lujo y decadencia poco visto, en exceso ornamentado, escalinatas que parecían infinitas y grandes candelabros que parecían una lluvia de diamantes y zafiros.

Subió por aquella escalinata hasta llegar a la parte más alta de la construcción principal, escuchaba una voz que le llamaba, giró por un pasillo hasta llegar a dos grandes puertas de la más negra madera, muy pesadas y que estaban ligeramente entreabiertas, las empujó un poco hasta ver una silueta que le resultó familiar.

En medio de la habitación y volteando hacia la ventana donde estaba se encontraba de pie Jacaerys, pero era diferente, utilizaba un vestido esplendoroso del terciopelo más negro y suave que cubría su magnífica figura, la espalda del vestido no tenía tela, era en cambio un exoesqueleto de oro que parecía casi una armadura, su cabello estaba recogido en un delicado moño que domaba sus rizos y cuando volteó, fue como ver una visión divina.

Frente a él se encontraba el omega más pecaminoso de la existencia, su cabeza estaba adornada con una hermosa corona de picos, intimidante, a decir verdad, el vestido tenía un escote escandaloso que dejaba al descubierto una gran porción de la piel de su pecho, su cuello y dedos estaban adornados por hermosas joyas y cuando se acercó un poco a él, Jacaerys se hincó frente a él.

“Mi Rey”

Fueron las palabras que salieron de su boca antes de levantarse de nuevo y comenzar a desnudarse frente a él. Aemond había visto su cuerpo desnudo por accidente esa mañana, pero en ese momento el omega se desnudaba solo para él, pudo apreciar la piel y esa suave capa de vello que le daba la sensación de ser tan suave como un durazno, no tenía ningún tipo de cicatriz o marca, algunos lunares adornaban su cuerpo y apreció con claridad el color rosado de sus pezones, se acercó más a él, y Aemond no pudo evitar poner sus manos sobre su cuerpo, aferrarse a su cintura como si temiera que Jacaerys escapara, solo escuchó su risa y luego sus delicados y rosados labios chocaron contra los suyos.

Fue un beso grotesco, parecía como si Jacaerys quisiera ser consumido por él y Aemond no se lo negó, lo tomó con brusquedad e incluso mordió sus labios con suficiente fuerza que sintió enseguida el sabor metálico de la sangre.

Cuando se separaron, miró al omega completamente agitado, sus labios tenían rastros de sangre y una mirada provocativa, sintió sus delicadas manos cubrir sus ojos y cuando lo hubo liberado, frente a él estaba ahora en una enorme cama llena de pétalos de rosas rojas, desnudo y solo cubriendo pequeñas porciones de su piel.

Lo escuchó decir “Mi rey ha venido a tomar lo que le pertenece” para después comenzar a separar sus piernas para dejarle ver aquel punto en el que Aemond deseaba con una intensidad insana enterrar su cara y su pene. Lo vio estimularse frente a él hasta que comenzó a gemir su nombre y a tener pequeños espasmos que anunciaban lo sensible que se encontraba.

Y luego, Aemond liberó su mente de todo aquello que lo hacía reprimirse para enterrarse en el omega y profanar su cuerpo de todas las formas y maneras en que su atormentada y retorcida mente imaginaban.

Despertó entonces de nueva cuenta, estaba en su habitación, su entrepierna dolía y tuvo que utilizar su mano para liberar la tensión que había acumulado, y cuando hubo acabado, se puso de pie y comenzó a orar de nueva cuenta, pidiendo a los dioses la entereza para no flaquear y que lo liberaran de aquellos pensamientos impuros.

*****

No funcionó.

Todas las noches era lo mismo, Jacaerys llamándolo “Mi Rey” ofreciéndole su cuerpo para que hiciera con él lo que quisiera, él dejándose llevar por su lujuria y liberando su verdadero ser, no era sano, así que debía parar, se avocó entonces a su misión, buscar evidencia y pruebas de que el mal acechaba el lugar, lo haría lo más rápido posible y después, entregaría toda la evidencia e investigación a otros alphas de la orden para que ellos ejecutaran la limpieza, él partiría de inmediato a cualquier otro lugar lejos de donde Jacaerys para poner distancia de por medio y con suerte terminar con sus alucinaciones y oscuros deseos.

Comenzó a investigar, completamente decidido a encontrar evidencia, era el primero en despertar y el último en ir a dormir, en muchas ocasiones caminaba por los pasillos completamente vacíos. Cuando la infusión que Jacaerys le hubiera dado se terminó volvió a la leche de amapola, lo que hizo que su mente se nublara y no se diera cuenta de que aquella chica beta que ofrecía sus servicios paseaba por ahí con demasiada frecuencia, parecía haberse convertido en una huésped más, pero la mente la tenía demasiado nublada que no lo notó.

Fue hasta un par de días después que caminaba por la plazoleta del pueblo que vio de nueva cuenta a Jacaerys, se encontraba ahí con una pequeña mesa de trabajo y varias personas a su alrededor, parecía que les estaba atendiendo de sus dolores y aunque lo intentó, al final, sus piernas lo dirigieron hacia el omega.

Pareció que Jacaerys también lo vio a lo lejos pues en cuanto se encaminó hacia donde estaba, el omega alzo su mano para saludarlo y le dedicó una bonita e inocente sonrisa.

– Pensé que ya no estaba más en este pueblo Aemond, no lo vi los días anteriores de plaza.

– No suelo salir mucho de la propiedad, mi cuerpo aún no ha sanado del todo y me cansó con facilidad.

El omega ladeó su cabeza y frunció el ceño como si intentara calcular algo.

– Ya fue demasiado tiempo, debería estar mucho mejor, tal vez quiera visitarme en mi cabaña para que le de un tratamiento alternativo.

– Tal vez lo haga, las enfermeras y doctores de la orden solo me han dado leche de amapola y mi mente no ha estado muy bien.

– ¿No bebió la infusión que le di?

– Lo hice, pero cuando se acabó, volví a la leche de amapola.

Jacaerys le sonrió entonces y rebuscó en su mesita. Sacó un frasco como el que le había dado anteriormente y se lo extendió.

– Entonces es una suerte que le haya preparado un poco más. Tómela, la leche de amapola solo nubla nuestra mente y nos hace sugestivos, pero, aun así, creo que debería visitarme en la cabaña, tal vez lo pueda ayudar más.

– Te agradezco – mirando el frasco que ahora tenía en sus manos – ¿puedo visitarte mañana?

– Puedes, solo trata de que sea por la mañana, de esa forma tendremos tiempo de preparar lo necesario.

Se despidió entonces de Jace quien seguía atendiendo a algunas personas y caminó de regresó a la orden. Cuando entró pudo notar como de nueva cuenta la chica beta caminaba por ahí, lo saludó de manera algo coqueta, Aemond la ignoró por el dolor que comenzaba a molestarlo así que se encerró en sus habitaciones y preparó entonces la infusión que Jace le había dado.

Al día siguiente, se levantó mucho menos atolondrado, se preparó como todos los días y caminó a la cabaña de Jacaerys.

Lo vio a lo lejos terminando de despellejar a un conejo, y con señas le indicó que lo esperara dentro de la cabaña.

Entró y llamó su atención un pequeño libro que se encontraba sobre la mesa de trabajo de Jace, era delgado, pero de cuero muy grueso, no era la piel de ningún tipo de animal de granja, la curiosidad le ganó y comenzó a hojearlo, se vio algo sorprendido de encontrar que esta escrito en un lenguaje poco conocido y extinto, más raro que el hebreo o el latín, era alto valyrio, había muy pocos libros que hubiesen sobrevivido el paso del tiempo y mucha menos gente capaz de leerlos, el alto valyrio, junto con el hebreo y el latín eran los lenguajes en los que la mayoría de los libros de rituales religiosos estaban escritos, Aemond los entendía, no con mucha fluidez pero era capaz de comprender las ideas generales.

Empezó a observar con detenimiento, el libro comprendía tres partes, la primera parte narraba la caída de los ángeles, su rebelión y el destierro al que fueron sometidos, como fueron enviados a las profundidades del infierno y como algunos comenzaron a escapar transformándose en demonios, algunos vagaban por la tierra en busca de corromper almas y otros solo buscaban causar caos.

La segunda parte describía a un príncipe, o mejor dicho “El Príncipe” aquel que descendía de dos ángeles de alto rango y que nació en el infierno, el primer demonio puro por decirlo de una forma, a él le fueron entregadas las llaves del reino de la oscuridad y la lujuria, legiones de demonios cuyo único propósito era arrastrar hacia el pecado a los humanos, tenían la capacidad de convertirse en seres hermosos que cautivaban e hipnotizaban con su belleza a los pobres incautos que se atravesaran en su camino, los seducían y en algunos casos se apareaban con ellos para reproducirse y después de eso, eran arrastrados al infierno a condenar sus almas.

Con el paso del tiempo este príncipe construyó su propio reino, un lugar donde solo había perdición, deseo, lujuria, pecado y donde las almas se corrompían por un bello rostro.

La última parte narraba la caída del príncipe, o mejor dicho rey.

Como todo Rey, éste tenía a una reina súcubo, quien proveería de hijos y legiones de demonios, pero su reina lo traicionó cuando encontró un nuevo sujeto que desataba más su lujuria, un joven Alpha que en su vida humana había tenido una vida impía. La historia mencionaba la existencia de un libro o pergamino con el detalle de lo que hicieron, aunque ahí narraba que el príncipe fue engañado por su reina y eventualmente atacado por el amante de la reina quien con una daga y algo más acabó con la existencia del príncipe.

Éste nuevo líder íncubo fue proclamado el nuevo Rey Íncubo, quien lideraría las legiones y traería la destrucción de la humanidad, aunque las páginas luego decían que el rey íncubo había exterminado a su reina paranoico de ser traicionado por ella.

Solitario hasta encontrar a su nueva reina, se decía que el rey era invencible, sin nada que perder y siendo el único íncubo era difícil vencerlo, o eso se pensó hasta que conoció a su nueva reina, un simple omega humano que había sido embaucado por él, todo por un acto de amor no correspondido, dicho rey tenía una sola debilidad y esa era su Reina.

Jacaerys entró a la cabaña y Aemond dejó el libro donde lo encontró, fue a acomodarse al pequeño nido que Jacaerys había preparado y vio como las hábiles manos de Jace comenzaban a arremangar las mangas de su vestido y a rebuscar distintas cosas para su revisión.

Se hincó junto a él para comenzar a remover las vendas que cubría las heridas de sus costillas y pierna, pudo aspirar de mejor manera el aroma del omega, jazmines y caramelo, el tacto de sus manos sobre su piel era agradable, demasiado, mucho más suave y gentil que el de las enfermeras y doctores de la orden, los ojos de Jace estaban enfocados en sus heridas y veía como su rostro fruncía el ceño para concentrarse y no lastimarlo con su toque.

Cuando tuvo que remover su pantalón para que revisara su herida, el omega tuvo a bien cubrirlo con una manta que no expusiera sus anhelos. Terminó de revisarlo y curarlo después de un buen rato.

– ¿Le gustaría quedarse a comer conmigo? – le preguntó el omega – haré estofado de conejo.

– Me encantaría probar alguna otra de sus habilidades, confío en que sus manos son hábiles para cocinar también.

– No seré el mejor cocinero, pero nadie nunca ha muerto con mi comida si eso le es alentador. – le dijo de manera risueña.

– Si quisiera matarme, solo me hubiera dejado morir en el bosque cuando me encontró la primera vez.

– Tiene razón, o podría hacerlo justo ahora, subirme sobre usted, acercarme lo suficiente hasta que esté indefenso y después cubrir su rostro con una gruesa piel o clavarle uno de mis cuchillos.

Aquello debió ser una alerta para Aemond, pero de tan solo imaginarse a Jace a horcajadas sobre él, casi le hizo tener un bochornoso momento.

Jacaerys tal vez pretendió no haber visto o sentido nada porque solo le sonrió un poco antes de levantarse y comenzar a arrojar algunos trozos de zanahorias y papas al pequeño caldero que tenía en el fogón donde el conejo hervía.

Comieron con tranquilidad, el hecho era que el estofado era delicioso, mucho mejor que lo que se encontraba en cualquier posada del pueblo, en algún momento de la tarde Aemond se armó de valor para preguntarle a Jacaerys acerca del libro que tenía en su mesa.

– Jace, quisiera preguntarte algo, espero no ser inapropiado.

El omega lo miró con algo de extrañeza, pero asintió.

– Bien, verás cuando llegué aquí y te esperaba vi algo que llamó mi atención, un pequeño libro de cuero negro que tienes en tu mesa, perdona si me sobrepasé, pero llamó mi atención y comencé a leerlo un poco; es un libro extraño en verdad, ya casi no queda casi ningún pergamino o escrito redactado en alto valyrio, mucho menos un libro completo, así que quería saber ¿de dónde lo sacaste?

– ¿Puedes entender lo que dice el libro?

– Así es, digo, no puedo entender todas las palabras, pero puedo comprender la mayoría de ellas. Ahora, ¿me dirás donde lo conseguiste?

Tuvo que mentir, así que inventó algo rápidamente.

– Me fue entregado hace mucho tiempo.

Aemond intentó preguntar más, pero Jacaerys continuó.

– Hace años hubo una enfermedad en un pueblo no muy lejos de aquí, yo intenté ayudar a la mayor cantidad de personas que pude, pero no todos sobrevivieron, un hombre moribundo me lo dio antes de fallecer, me hizo prometerle que lo cuidaría, en todo este tiempo no he podido entender nada de lo que dice ahí.

Con una sonrisa brillante entonces le preguntó.

– ¿Me contarías lo que dice ahí?

Aemond asintió y comenzó a leer de nuevo todo, habían un poco más de detalles que pudo entender al leerlos más detenidamente, Jacaerys parecía atento a todas y cada una de las palabras que él decía.

Cuando llegó a la tercera parte del libro, aquella que detallaba el ascenso del Rey Usurpador, Jacaerys ponía más atención y con la última parte, aquella que describía la forma en que fue eliminado el rey anterior, y como su nuevo líder parecía tener un solo punto débil, siendo aquel omega que describía.

– ¿Puedes decirme si dice algo más de lo que hicieron para destruir al rey anterior?

– No dice gran cosa Jace, solo dice que era una daga ceremonial y un pergamino o algo así, no dice mucho más. ¿Por qué lo preguntas?

– Curiosidad.

– Sabes, esto suena mucho a las antiguas leyendas que describen el reino pagano de la oscuridad, detallan que hay un rey quien gobierna a todas las criaturas que arrastran al pecado a los hombres, súcubos debe haber cientos sino es que miles, pero solo hay un rey y una reina, y por lo que veo, la reina es la debilidad de todo rey.

Se quedaron viendo las paginas del libro, Jacaerys parecía meditar todo lo que le había contado mientras que Aemond intentaba memorizar la mayor cantidad de información posible de aquel pequeño libro, seguramente sería de utilidad para sus investigaciones.

Fue la destellante luz de un relámpago lo que los hizo reaccionar antes de que el ruido ensordecedor que los acompaña llegara, una tormenta comenzó a caer, Jacaerys, consciente del estado de Aemond y de la distancia que tendría que recorrer para llegar a la orden, le indicó que podía quedarse a dormir ahí solo por esa noche.

Fue extraño pues la tormenta arrastró consigo granizo y fuertes ventiscas que hicieron el ambiente sumamente frío, así que Jacaerys acomodó algunas pieles y frazadas que tenía cerca del fogón y ambos se acostaron ahí, era extraño compartir su lecho con un desconocido, pero algo le indicaba que estaba bien hacerlo.

Aemond estaba bastante nervioso de compartir el mismo espacio con el omega con el que había tenido pensamientos de lo más impuros, pero cuando Jacaerys recostó su cuerpo a lado suyo y se acurrucó como si fuera un niño pequeño en su pecho, no tuvo más opción que intentar dormir, su nariz estaba pegada a sus cabellos y aspiraba profundamente su aroma, quedó profundamente dormido y por primera vez en muchas noches no tuvo sueños sacrílegos.

*****

Jacaerys se sentía extraño, jamás en su vida como humano había compartido su lecho con ningún Alpha y como reina de Aegon tampoco lo había hecho muchas veces, claro, Aegon saciaba su sed de él, pero casi nunca dormían juntos, todo se limitaba al mero acto de sentir al Alpha dentro de su cuerpo y entrar en éxtasis hasta que Aegon estuviera satisfecho.

Pero los brazos del Alpha, su aroma y acompasada respiración lo hicieron sentir que podía bajar la guardia por esa noche al menos, mientras intentaba recordar si en alguna ocasión hubiese visto lo que aquel libro mencionaba, la daga y el pergamino.

*****

La mañana llegó más pronto de lo que ambos hubieran deseado, durante la noche Aemond había acomodado su rostro de tal modo en que su nariz estaba pegada en el cuello de Jacaerys y el brazo del omega rodeaba el pecho del Alpha.

Ninguno dijo nada al respecto, se limitaron a levantarse y acomodar lo mejor posible sus ropas antes de que Aemond saliera del lugar agradeciéndole por las atenciones al omega. Mientras caminaba por la plazoleta y se dirigía a la orden y ya sin la mente nublada con la leche de amapola comenzó a notar a demasiadas personas extrañas; la mayoría eran mujeres solitarias, siguió caminando con dirección a la orden y dentro de la casona, se volvió a topar con la chica beta quien le dijo que estaría disponible esa noche si así lo deseaba.

Fue entonces que entendió que esa chica estaba ahí a todas horas todos los días, no debería ser así, para ser una mujer beta tenía un aroma muy marcado que no se debía a las esencias o aceites, las mujeres que había visto en las calles eran similares, así que se dirigió a sus habitaciones a revisar algunas de sus anotaciones.

Apenas estaba buscando en sus libretas cuando comenzó a escuchar muchos gritos, estaban siendo atacados, aquellas mujeres que se suponía eran enfermeras y las doncellas de compañía se habían transformado en súcubos que comenzaron a atraer a todos en el lugar, los habían estado preparado por días ya, el único que no había sido seducido por ellos era Aemond y eso era por la leche de amapola que lo mantenía dormido, fue así que entendió el porque todos esos días tuvo esos sueños tan inapropiados.

Intentó salir del lugar, casi lo logra, pero uno de los súcubos lo siguió, a duras penas pudo liberarse de ella, su cuerpo dolía, pero debía seguir avanzando, intento llegar a un lugar solitario, no quería que nadie más fuera atacado y entonces sin pensarlo comenzó a caminar hacia el bosque, del lado contrario de donde la cabaña de Jacaerys se encontraba.

Pronto quedó solo, sabía que lo encontrarían en cualquier momento así que siguió avanzando hasta que llegó a una parte profunda del bosque, sintiéndose un poco más seguro se sentó sobre algunas raíces de los grandes árboles, trataba de recuperar el aliento cuando vio una figura caminando cerca de él, no era un hombre, era un ser con enormes cuernos que sobresalían de su frente, manos que terminaban en filosas garras y una cola que salía de sus ropas, lo miró fijamente antes de atacarlo.

Luego de eso, no supo más, quedó inconsciente en medio de aquel lugar.

*****

Jacaerys se encontraba limpiando todo aquello que el Alpha había impregnado con su aroma, incluso quemó algunas cosas y tomó un baño para quitarse todo el aroma que Aemond había impregnado en su piel; estaba apresurado, aquel Alpha tenía razón, los súcubos estaban en el pueblo, los había reconocido de la vez que fue a atender personas, era extraño, no debían estar ahí, y luego, percibió el aroma de su Alpha, era muy fuerte, agresivo, así que pensó que iría por él, pero nunca llegó.

Y luego de eso, percibió otro aroma bastante fuerte, sangre, ya la había percibido anteriormente, era de Aemond, pero era demasiado fresco el rastro, así que comenzó a buscarlo, pasó horas buscándolo en el bosque hasta que finalmente lo encontró, moribundo, tirado en medio del bosque con heridas severas en todo su cuerpo, esta vez pudo saber que no había sido un oso lo que lo había atacado, ni siquiera otro súcubo, el único capaz de herir a una persona de esa manera era Aegon, así que contra todo buen juicio, lo arrastró de regreso a su cabaña.

*****

En su delirio, estaba seguro de que estaba muerto, el dolor punzante que había sentido de pronto había dejado de doler tan intensamente, el frío y humedad del ambiente se habían ido para darle paso a una calidez y confort que no recordaba haber sentido, sus labios resecos y llenos del sabor metálico de su sangre fueron perdiendo ese sabor, para darle paso a otros aromas mucho más calmantes.

Pensó que su alma estaba a punto de partir con el Extraño y en su último recuerdo estaba el calor del cuerpo de Jacaerys, su aroma tan reconfortante y el oculto deseo que sentía por él, perdió por completo el conocimiento entregándose a la muerte y luego abrió los ojos.

El aroma que inundaba la habitación era de hierbas, infusiones y algunas flores que se mezclaban con el aroma de lo que se cocinaba en el fogón. Parpadeó lentamente buscando identificar donde estaba y una pequeña sonrisa se asomó de sus labios cuando percibió el delicado cuerpo de Jacaerys recostado sobre su mesa de trabajo.

Los días se convirtieron en semanas, había recobrado la conciencia casi tres días después de que había sido atacado; Jace lo había encontrado y lo había llevado a su cabaña, cuidó de él, curó todas sus heridas y lo alimentaba, dormían juntos para conservar el calor luego de que una fuerte nevada cayera en el lugar, lo que primero se había convertido en un mero acto de preservación se había retorcido hasta el punto en que Jacaerys lo acurrucaba sobre su pecho y cuando Aemond hubo recuperado la suficiente fuerza, colocaba al omega en su regazo para que Jacaerys escondiera su cara en el cuello y pecho del Alpha.

La convivencia diaria los hizo abrirse el uno con el otro; Jacaerys le había platicado de su familia, sus hermanos menores y que hacía realmente mucho tiempo no los había visto; lo que había sucedido con sus padres y tía, la “relación” de la que huía y quería desesperadamente salir, claro que no le dijo que era la reina súcubo de quien lo había atacado.

Y Aemond abrió su corazón a Jacaerys, le había contado toda su vida, los azotes de su abuelo y la rigidez de su educación, su madre que pocas veces intercedió por él, de su hermano mayor que desapareció sin más y de su hermana que atormentada por su abuelo había decidido quitarse la vida; y luego solo quedaban él y su hermano menor a quien veía realmente pocas veces y por el que temía su alma se perdiera igual que la de su hermano mayor.

Finalmente le platicó de sus pesadillas, aquellas que lo atormentaban todas las noches cuando cachorro, esas donde se veía a sí mismo siendo consumido por la oscuridad, viéndose como un ser monstruoso, a pesar de eso, él no sentía temor, era como si supiera que su destino era ese y estaba bien con ello, pero su madre, una fanática religiosa al escuchar esto, comenzó a ser más estricta con su educación y eventualmente ofreciéndolo ante la orden religiosa en la que él se había educado.

Jacaerys lo escuchaba atentamente, muchas veces lo vio algo dubitativo queriendo preguntar algo, pero al final siempre guardaba silencio; fue en una de esas noches, casi tres semanas después de que Aemond estuviera ahí que tomó valor para confesar sus sentimientos.

Porque lo amaba, para Aemond no había ninguna duda, amaba a Jacaerys, absolutamente todo de él, el sonido de su voz, su aroma, la forma en que su cabello se enroscaba conforme se secaba, su pasado y el anhelo de compartir un futuro juntos.

Luego de haber colocado leña suficiente en el fogón de su cabaña, lo vio caminar hacia donde dormían, aquel pequeño espacio que compartían, se acostó y acurrucó en su regazo, y antes de que pudiera hacer cualquier otra cosa, jaló suavemente de él para alcanzar sus labios.

Fue mejor de lo que había soñado, tenía un sabor adictivo que supo ya no podría vivir sin volver a probarlos, escuchó a Jace suspirar, su encantador Omega se aferraba a su camisola, sus labios eran tímidos, pero él sabía que el sentimiento que tenía era correspondido.

Después de ese momento, todo fue aumentando, primero solo habían compartido algunos besos, luego él liberaba su aroma y Jacaerys cedía y comenzaba a frotarse contra su cuerpo, sentir la calidez de su piel y la redondez de sus pechos o como por la excitación sus pezones comenzaban a erizarse, solo rezaba a los dioses por el día en que pudiera recuperar por completo la fuerza para tomar a Jace y reclamarlo como suyo para siempre.

*****

Jacaerys tenía miedo, sabía que se encontraban cerca y Aemond todavía no tenía la fuerza suficiente como para huir con él, era una especie de milagro que Aegon se hubiera presentado en el lugar debido a los rumores de otros súcubos rondando por donde Jace vivía, lo que lo ponía en riesgo de cazadores, Aegon había ido a echar a todos los súcubos que estaban en el lugar, en el camino encontró a Aemond y casi lo había matado; tal vez Aegon lo dejó vivo porque pensó que moriría por las heridas pero de alguna forma que no logra entender, Aemond había sobrevivido el tiempo suficiente para que lo encontrara y lo pudiera sacar de ese lugar.

Ahora estaba ahí, su naturaleza súcubo conteniéndose de no seducir a aquel hombre, Aemond no lo merecía, él merecía ser feliz con alguien decente así que se limitó en un principio a solo curar sus heridas, pero luego comenzaron a conocerse mejor, el aroma del Alpha, aún herido era protector, calmante y Jace se vio cayendo ante él, tal como lo hizo alguna vez con Cregan, aunque ahora, el deseo era casi incontenible.

Se había esforzado demasiado en contenerse, pero el aroma atrayente de Aemond, sus palabras, la forma en que lo miraba y cuando esa noche lo había besado había derrumbado sus muros, se vio sucumbiendo ante él, se frotaba sobre su cuerpo y añoraba el día en que pudiera unirse a él.

Ese día llegó sin aviso, Jacaerys caminaba sobre la nieve recolectando algo de leña, Aemond ya estaba mucho mejor pero todavía le costaba algo de trabajo caminar largas distancias así que el recolectaba lo que podía más cerca de la cabaña;

Los copos de nieve mojaron sus ropas, así que Jacaerys regresó a la cabaña antes de que Aemond lo hiciera y comenzó a quitarse la capa y vestido mojados; tenía solo puesto su camisón cuando escuchó la puerta abrirse, no vio a Aemond pues el biombo lo cubría de la vista del Alpha así que solo habló más alto.

– No tardo, solo me cambiaré y esto y podremos cenar.

No obtuvo respuesta, escuchó que la puerta se cerraba y los pasos lentos de Aemond acercarse a donde se encontraba.

Lo vio frente a él, igual de mojado que él, así que comenzó a quitarse las capas de ropa mojada; sin despegar su vista de él, podía sentir como su aroma se intensificaba; su respiración y los latidos de su corazón comenzaron a ser erráticos y luego, cuando Aemond hubo retirado su jubón, se acercó a él, y comenzó a desatar los listones que mantenían cerrado su camisón.

No hizo ningún movimiento para detenerlo, se quedó muy quieto hasta que los listones cedieron y su camisón dejó expuesto su pecho. Aemond parecía contemplarlo, su mirada llena de deseo hizo que Jacaerys decidiera quitarse el camisón por completo, Aemond se hincó frente a él y comenzó a retirar las calcetas que utilizaba debajo del camisón hasta dejarlo completamente desnudo frente al él.

Tomó su mano y la acercó a sus caderas, la mano fría de la piel de Aemond le hizo erizarse, y sintió por primera vez como era explorado con delicadeza, aquella mano paseaba con tanta delicadeza que parecía solo el viento que lo acariciaba, Jacaerys se hincó también para estar más cerca y comenzó a repartir suaves besos por las clavículas y cuello del Alpha.

Era como si siempre hubieran estado destinados a arder juntos, pero sabía que él jamás podría ser suyo, le pertenecía a alguien más, pero sería egoísta solo una vez, buscaría su placer, saciaría su deseo y después regresaría con Aegon, porque él era su rey y no podía condenar a Aemond.

El Alpha comenzó a recorrer su cuerpo con las manos mientras sus labios buscaban desesperadamente el cuello de Jacaerys, y el omega se lo ofrecía con gusto, comenzó a amasar los suaves pechos de Jace, comenzaba a sentir como la excitación del omega hacía que sus pezones se irguieran con cada toque de sus manos; los suspiros que soltaba eran deliciosos de escuchar, pero quería más, quería tomar todo del omega, devorarlo, así que se puso de pie de nueva cuenta invitando a Jace a hacer lo mismo y caminaron desnudos hacia el lecho que compartían por las noches.

Colocó al omega boca arriba y siguió besando sus labios apasionadamente mientras sus manos terminaban de repasar toda la extensión de piel, era más suave de lo que había soñado, su piel de durazno la sentía erizarse, sus labios comenzaban a hincharse de tanto que los mordisqueo y luego comenzó a atacar su cuello y pechos, cuando comenzó a tironear de uno de los pezones del omega sintió las delicadas manos de Jace enterrarse en su cabello, aprisionándolo ahí, no dejándolo escapar de su pecho, y Aemond encontró la delicia que era enterrar su rostro en medio de aquellos carnosas montañas, sintió como los muslos de Jace se enredaban alrededor de sus caderas y piernas logrando que sus cuerpos estuvieran más pegados de ser posible.

Sentía su erección doler, atrapada ahí entre la tela de sus pantalones mientras se frotaba contra el cuerpo de Jacaerys hacía que cualquier rastro de cordura se fuera. Siguió repartiendo besos y lamió el cuerpo de Jacaerys pasando por su abdomen, hasta llegar a su ombligo y suspirar antes de seguir bajando a ese punto caliente del omega.

Cuando llegó a su entrepierna, separó las piernas de Jacaerys para tener mejor acceso, apretó la carne de sus muslos con suavidad antes de besarlos y entonces enfocó su mirada en aquel lugar al que anhelaba sentir.

Lo observó con detenimiento, la forma en que el hueso de su cadera resaltaba un poco por sobre su abdomen, lo esponjoso que era su monte de venus, un bonito lunar justo a lado de sus pliegues, el color rosado de estos y como esa preciosa vulva tenía algunos pliegues que cubrían aquel punto de placer que había leído todo omega poseía.

Acercó su rostro un poco más y aspiro el aroma, de la entrepierna de Jacaerys comenzaba a gotear un espeso almíbar que tuvo a recoger con la lengua cuando comenzó a escurrir por sus muslos, y luego, solo entró en un frenesí, comenzó a chupar y succionar como si fuese un pequeño cachorro que se aferra al pecho de su madre, pero era el delicioso coño del omega a lo que él se aferraba, su sabor era inigualable, dulce, fresco, lo invitaba a dejarse llevar y devorar todo del pequeño omega que se deshacía en gemidos, sus pequeñas manos las sentía sobre su cuero cabelludo tironeando cada que los espasmos azotaban su cuerpo, sentía como esos delicados dedos temblaban cuando su lengua rasposa y caliente entraba a su agujero, lo sentía palpitar y como intentaba atrapar a su lengua dentro de él, y luego salía de esa suave cueva solo para torturarlo atacando su clítoris hasta dejarlo al borde del orgasmo para luego volver a subir y besar sus pechos y cuello.

Su precioso omega jaló de él para compartir un profundo beso en el que le hizo probar su sabor, su parte Alpha había tomado todo el control de su cuerpo marcando con su aroma a Jacaerys quien a su vez liberaba el propio.

Mientras continuaba atacando sus pechos, hundiéndose en ellos y repasando con su lengua la aureola rosada y excitada de uno de ellos, sus dedos continuaban estimulando su clítoris y labios vaginales hasta que en un momento, el cuerpo de Jace se arqueó de manera aparatosa, su agujero apretó con fuerza las falanges que estaban en su interior y espasmos comenzaron a invadir su cuerpo, mientras que Aemond pudo sentir una cantidad grande de mancha comenzar a salir de su coño, el rostro de Jacaerys llegando al éxtasis era suficiente para Aemond, pero parecía que el omega solo estaba comenzando.

Jace tardó solo un poco en volver de la nube de placer en la que se encontraba, abrió los ojos para encontrar los brillantes zafiros de Aemond, se incorporó para volver a besar a Aemond y girarlo para dejar al Alpha debajo de él, se acomodó sobre él colocando sus piernas a ambos lados de su cuerpo; se agachó y comenzó a repasar la piel del Alpha, a diferencia de la suya, Aemond tenía muchas marcas y cicatrices, algunas pertenecían a los ataques que había sufrido recientemente y otras eran mucho más viejas.

Primero las repasaba con las yemas de sus dedos antes de inclinarse y besarlas suavemente, siguió descendiendo por el cuerpo del Alpha hasta encontrarse con esa tela que delataba la erección del Alpha, alzó un poco sus caderas para quitar el pantalón del Alpha y toparse con ese enorme miembro que añoraba para sí.

Antes de siquiera tocarlo, Jace bajo una de sus manos a su agujero recolectando un poco de la mancha que escurría de su coño, y luego comenzó a masajear el pene del Alpha, mientras que sus caderas comenzaban a deslizarse sobre el abdomen de Aemond a manera de preparación antes de acercar la verga de Aemond a su entrada y comenzar a pasearla por ahí, buscando lubricarla y llenarla de su mancha.

Los gemidos del Alpha eran deliciosos de escuchar, las manos de Aemond se aferraban a su trasero pellizcando la piel de sus nalgas y muslos, hasta que vio que la tortura había sido suficiente, volvió a alzar sus caderas, se posicionó sobre el miembro de Aemond y lentamente comenzó a introducirlo a su agujero.

Ambos gimieron conforme aquel pedazo de carne avanzaba en su interior, Jace sentía un placer que nunca había tenido antes, Aegon se lo había follado incontables ocasiones, pero el placer que le hubiere dado quedaba tan atrás comparado con Aemond.

Cuando estuvo seguro de tener toda la verga del Alpha en su interior, comenzó a moverse, primero era un vaivén hacia adelante y atrás, despacio, se aseguraba de meter todo el pene de Aemond hasta que la piel de sus testículos chocara contra la entrada de su coño, sentía las manos del Alpha apretar sus nalgas como incitándolo a ir más rápido, le sonrió y comenzó a moverse un poco más rápido mientras cambiaba el movimiento de sus caderas empezando a hacer pequeños círculos con los que sentía que el miembro Alpha golpeaba todas sus paredes hasta que comenzó a rebotar con más intensidad sobre el cuerpo de Aemond.

Por sus heridas, Aemond todavía no podía moverse muy bien, pero eso no fue impedimento para complacer a su Omega, le daría el cielo si se lo pidiera, así que cuando sintió como de nueva cuenta Jacaerys comenzaba a tener espasmos, empujó con mayor fuerza en su interior hasta inundar su interior de su semilla, lo escuchó lanzar un grito alto y caer sobre su pecho cuando su nudo comenzó a hincharse en su interior.

Teniendo sus pechos cerca de su rostro, Aemond siguió mordisqueándolos y jugando con ellos mientras sus manos dejaban caricias por todo el cuerpo del omega.

Quedaron unidos desnudos frente al fuego, Jacaerys se había prometido que solo sería una vez, pero después del placer que había sentido y de la mirada que Aemond le dedicaba, eso parecía poco probable.

*****

Los siguientes días, ambos compartían la mayor parte de su tiempo intercambiando besos y Aemond llenando el interior de Jacaerys, el omega había desatado en él todo lo que por años había reprimido, la suavidad de su piel, la calidez de su interior, los sonidos que su bonita boca evocaban, la forma en que los dedos de sus pies se arqueaban cuando Aemond tocaba un punto muy sensible del omega.

Esa tarde, Jacaerys había dicho que iría a tomar un baño fuera de la cabaña, a aquel lugar donde Aemond le había visto desnudo por primera vez y no pudo evitar el seguirlo y acompañarlo y meterse entre sus piernas mientras el cuerpo de Jace estaba empapado y su piel completamente erizada por el choque de temperatura del ambiente frío y el agua caliente.

El omega incluso había usado sus labios en el glande de Aemond y la imagen de él escurriendo semen de sus labios y con algunas manchas blancuzcas en su rostro habían hecho que el Alpha no dejara de tomarlo cada noche, sin tregua al abusado agujero del que se había vuelto adicto y Jacaerys parecía complacerlo.

Pasaron tres lunas más en esa situación y Aemond quería que fuera eterno, se encontraban reposando después de haber montado a Jacaerys, ambos se encontraban llenos de fluidos y sudor, su traviesa mano estimulaba suavemente el clítoris de Jacaerys haciendo que éste se removiera por las sensaciones frotando su trasero contra la verga de Aemond.

– Jace, debo decirte algo importante.

El omega hizo un ruido indicándole que hablara a la par que soltaba un gemido luego de que Aemond pellizcara un poco uno de sus pliegues.

– Iré a la orden, o lo que queda de ella, renunciaré y viviré aquí contigo, estaremos juntos por siempre.

De pronto el omega dejó de moverse, se separó de su cuerpo y giró a verlo con preocupación.

– ¿No quieres estar conmigo? – la pregunta salió trémula de sus labios – Pensé que ambos lo queríamos.

Escuchó al omega soltar un suspiro como si intentara tomar valor para hablar.

– No puedo estar contigo Aemond, te mentí en algo.

– ¿De qué hablas?

– Yo … – vio como sus ojos comenzaban a llenarse de lágrimas – yo no puedo estar contigo Aemond, porque le pertenezco a alguien más. 

– ¿Qué? Jace no te estoy entendiendo, ¿qué dices? ¿qué es eso de que le perteneces a alguien más? Dime que es lo que está pasando.

Jace comenzó a llorar, pero le contó toda la verdad, Aemond merecía saberlo todo y tenía que saber la verdad para que se alejara de Jacaerys, tal vez el Alpha tendría más fuerza de voluntad para alejarse si se enteraba que era un demonio.

– ¿Recuerdas cuando te conté que yo tenía dos hermanos y que alguna vez amé con intensidad a alguien? – Aemond asintió – Eso pasó hace muchísimo tiempo, posiblemente siglos, ya ni siquiera recuerdo cuando fue, pero yo, yo hice un pacto, mi hermano Lucerys, él, caminó por una senda peligrosa y destructiva que lo arrastró al infierno y yo, yo hice un trato con el demonio que se lo había llevado, intercambiamos lugares, mi hermano regresó a su vida normal y yo me convertí en esto, un demonio que seduce hombres y luego absorbe sus almas, solo que el demonio con el que hice el trato decidió darme un destino diferente. Me convirtió en su reina, sirvo a él, le pertenezco a él, debes irte Aemond, buscar a alguien decente que te ame y olvidar que me conociste.

Aemond pareció titubear, aquello que le revelaba era solo la confirmación de sus sospechas, durante todo ese tiempo en la cabaña de Jacaerys había visto muchas cosas extrañas y algunos comportamientos del omega le habían llamado la atención, pero a este punto, no le importaba la naturaleza de Jacaerys, lo amaba.

– No – contestó simplemente – No me iré, no me importa lo que eres Jace, yo te amo, lo sé, estoy completamente seguro y sé que tú sientes lo mismo por mí, así que no me iré, lo haré solo si me dices que jugaste conmigo todo este tiempo y que en verdad eres feliz a lado de tu rey.

– Aemond, no puedo, solo había amado una vez antes que a ti y ahora eso parece tan insulso comparado con lo que siento ahora por ti, y es por eso que no puedo dejar que estés conmigo, tu mereces a alguien decente, que te ame y cuide de ti, no dejaré que te condenes a una muerte espantosa solo por mí.

Jacaerys se levantó entonces por completo, caminó hacia un pequeño cofre que tenía por ahí y rebuscó en él hasta encontrar una daga, la tomó en sus manos y regresó con Aemond.

– Si no quieres irte entonces y en verdad me amas, ayúdame entonces, acaba con mi miseria y clava esta daga en mi corazón, hazlo ahora.

Se postró entonces frente al Alpha, de rodillas con su brazo estirado tomando su mano para colocarle la daga y apuntó a su pecho. Aemond negó con la cabeza mientras intentaba zafarse del agarre de Jacaerys y alejar la daga de su pecho.

– No Jace, no lo haré, ¿recuerdas lo que me preguntaste la primera vez que nos vimos?

El omega asintió con la cabeza.

– Lo pensé por tantas noches, nunca lo había hecho, pero ahora entiendo todo y ya tengo una respuesta.

– ¿Y cuál es esa respuesta?

– Me preguntaste si sabía lo que era un demonio, incluso me dijiste que eran solo ángeles desterrados por buscar y anhelar una libertad; lo entiendo ahora ¿qué es la vida si estamos sometidos a lo que otros quieren para nosotros? Míranos, tú eras bueno y por amor te dejaste convertir en un demonio, solo porque tu hermano anhelaba una libertad, él debió ser quien pagara su pecado, no tú, pienso que lo mismo pasa con el hombre, aceptaría convertirme en un demonio solo por la liberta de amarte Jacaerys.

– Para tu segunda pregunta, ¿qué estaría dispuesto a hacer por amor? Antes te hubiera contestado alguna estupidez proclamando los limites moralmente aceptados, siendo que jamás había amado, puedo entender ahora por qué decidiste intercambiar el lugar con tu hermano, lo amabas, igual que yo te amo a ti, si me lo preguntaras de nuevo te diría entonces, que lo haría todo por ti Jacaerys, olvidar mis votos, matar a todos aquellos que te quieran alejar de mí, cambiar de lugar contigo Jace, hacer lo que tú hiciste por tu hermano, dejarme arrastrar a la oscuridad y la lujuria solo por la promesa de poder estar contigo.

– Y a tu pregunta final, la respuesta es sí, hoy puedo decir que he amado y amo con intensidad a una sola persona, a ti, déjame estar contigo Jacaerys, déjame demostrarte que no hay nada que no haría por ti, y si debo morir para probarlo, entonces, que así sea.

El súcubo lo miraba con lágrimas en los ojos mientras negaba con la cabeza.

– Aemond no, debes irte, lejos, buscar un oficio que no te ponga en riesgo, conseguir un omega que te haga feliz y vivir una vida tranquila, eso es lo que debes hacer, no condenarte a algo imposible, yo no puedo ser libre porque el rey al que sirvo nunca ha sido vencido y él jamás me liberará.

– Encontraré la manera de vencerlo Jace, juro que lo haré, estaremos juntos, por la eternidad, es una promesa.

– No la hay – Jace continúo derramando lágrimas – lo he intentado todo, muchos antes que tu han venido a desafiarlo y el resultado siempre es el mismo, íncubos que lo desafían, otros demonios o simples humanos que hicieron un trato han intentado quitarle su corona, pero no han podido; él me lo dijo, cuando él venció al anterior Rey lo hizo con ayuda de la reina súcubo anterior, después la mató a ella para que nadie supiera como lo vencieron.

– Sé que encontraremos la forma Jace, juntos.  – se acercó al omega para abrazarlo y tratar de consolarlo, hasta que sintió como su cuerpo dejó de tener los espasmos de su llanto.

*****

Luego de esa conversación, ambos se encontraron buscando cualquier información posible; Aemond había regresado a la orden solo para sacar y sacar libros de la biblioteca del lugar, buscaba cualquier indicio de los orígenes de los íncubos y principalmente si había una forma de acabarlos.

Entraba a callejones sin salida y aunque había logrado aprender un poco más de la naturaleza de aquellos demonios no era de mucha ayuda.

Fue hasta una noche; Jacaerys y él habían terminado de copular, su nudo todavía estaba dentro del cuerpo del omega que solo ronroneaba adormilado mientras masajeaba suavemente su vientre hinchado, Jacaerys había ganado algo de apetito en esos meses, además de que tenía una insana necesidad de estar anudado y Aemond sucumbiendo a su aroma y cuerpo siempre lo mantenía lleno.

Mientras acariciaba el vientre de Jace algo dentro de él se movió, fue ligero, casi imperceptible pero ahí estaba, Jace incluso bromeó diciendo que tenía hambre, pero a Aemond le pareció que había sido por algo distinto, lo que trajo a su mente un pensamiento.

– Jace – el omega hizo un pequeño ruido haciéndole saber que lo estaba escuchando – Dime algo, ¿ustedes pueden reproducirse?

– ¿A qué te refieres?

– A que si es posible que un íncubo y un súcubo puedan engendrar vida.

– Los súcubos si podemos, pero los íncubos no, necesitas la semilla de un Alpha en su forma humana para poder hacerlo, yo no puedo tener vástagos porque Aegon era íncubo mucho antes de que yo hubiera sido convertido. ¿Por qué preguntas?

– ¿Y sabes lo que pasa con esos cachorros?

– Bueno, son criados como cualquier cachorro, aunque solo hay omegas, en todo el tiempo que he estado, no he visto ni un solo íncubo nacer, por eso necesitamos de los alphas humanos. Hay una historia entre nosotros que dice que cuando un íncubo y un súcubo nacidos y no transformados puedan engendrar vida, serán los siguientes reyes y su linaje será el que gobierne los infiernos, claro que es una leyenda porque en todo este tiempo no ha habido ninguno.

– Entiendo – se quedó meditando las palabras de Jacaerys.

– ¿Por qué preguntas eso de repente?

– Bueno, es que es muy raro que los súcubos puedan engendrar vida, pero los íncubos no, ¿no lo crees? Su rey debió haber podido engendrar alguno, si otros demonios lo pueden hacer, ¿por qué ustedes no lo harían?

Jace se quedó meditando esas palabras, era cierto, pero en todas las veces que Aegon lo había tomado, siempre le susurraba a su oído el como se lamentaba profundamente que no pudiera preñarlo.

– Jace – la voz de Aemond lo sacó de sus pensamientos – He notado que tu cuerpo ha cambiado, tu vientre está hinchado, tus caderas y pechos han crecido – y antes de que pudiera refutar algo el omega agregó – eras delicioso antes, pero ahora, definitivamente te has vuelto irresistible; tu aroma, el delicioso liquido que escurre de tu coño, tus pechos en los que me puedo hundir y ahogar, Jace, creo que no tienes hambre, sino que lo que llevas ahora dentro es un cachorro, un cachorro nuestro – terminó de decir mientras continuaba acariciando el vientre del omega.

– ¿Qué? No, eso no es posible, yo sabría, lo hubiera notado ¿no?

–¿No has notado nada raro en ti en estos últimos días?

– Bueno, si había notado que mis pechos y caderas se ensancharon, pero pensé que era por la forma en que me montas; un súcubo realza aquello que puede seducir a un Alpha, yo no había tenido que seducir a nadie nunca, solo complacía a Aegon, y pensé que a ti te gustaban mis caderas y pechos.

– Lo hago, lo disfruto de sobremanera, pero no necesitas realzar absolutamente nada más de ti, ya me tienes a tus pies demonio seductor – eso último lo hizo mientras besaba su cuello y a Jacaerys se le erizaban los vellos de la nuca.

– Un cachorro – Jace colocó su mano sobre la de Aemond que se encontraba en su vientre – jamás pensé que llegaría el día en que sería madre.

Se giró para estar de frente a Aemond y comenzó a sonreír mientras besaba los labios y mentón del Alpha, soltando su aroma y colocándose sobre el Alpha buscando unirse a él una vez más.

*****

Fue cuestión de un par de semanas, Jacaerys había comenzado a mostrar más signos de su embarazo, Aemond lo protegía y cubría de su aroma, atrás habían dejado la cabaña en un intento de esconderse de Aegon y otros súcubos que estuvieran por el lugar.

No habían avanzado mucho en sus investigaciones, Jacaerys había propuesto infiltrarse en el castillo de Aegon tratando de buscar más información, tal vez otro libro como el que había tomado de su habitación cuando Aegon pidió su presencia, algo a lo que Aemond no había accedido, era demasiado riesgoso, solo Jacaerys podía entrar a ese lugar, iría solo y eso no lo permitiría.

Pero Jacaerys era alguien terco, así que una noche, después de montarlo incansablemente, le había dado a Aemond un té para que se relajara y de paso dejarlo dormido mientras él visitaba aquel lugar.

Estaba vacío, no había rastro de Aegon en ningún lugar, así que comenzó a subir a la habitación del Rey, se asomó con cuidado y entró, estaba sorprendido pues la habitación se encontraba totalmente desordenada, la cama parecía haber sido destruida por completo, los muebles habían sido movidos por una fuerza e ira bastante palpable, así que Jace solo atinó a tomar todos los libros que pudo del mueble de Aegon y salió de ahí.

Escuchó la voz de Aegon entonces, iracundo, no sabía a donde ir así que se escondió en los que fueran sus aposentos, escuchó como los gritos de Aegon resonaban por todo el lugar.

– ¡Mi reina ha desaparecido por más de tres lunes! y vienes aquí a decirme que no han logrado encontrarlo?

– Mi señor, no hay rastro alguno de su aroma, usted sabe, la reina pocas veces utiliza su magia, tampoco hemos encontrado rastros de ella, luego de que usted fuera y acabara con la mayoría de súcubos que se encontraban cerca de la reina, los sobrevivientes se alejaron y la reina desapareció.

– ¡Me importa una mierda tus excusas patéticas, encuéntrenlo, tráiganlo conmigo, él debe estar conmigo, no desaparecido y escondido!

Jacaerys escuchó todo aquello y se sintió algo culpable de ver en ese estado a Aegon, se veía muy mal, sus ojos enrojecidos, su piel de por sí pálida se notaba algo verdosa, su aroma era desagradable y su cabello lucía más como una telaraña hecha nudos.

Espero entonces a que Aegon volviera a irse y cuando se preparaba para escapar, reparó en que su habitación se encontraba perfectamente acomodada, tenía un mueble donde reposaban todos los regalos que Aegon le había entregado, joyas hermosas, vestidos fastuosos, una corona imponente a juego con la de él, había una daga también, no era de acero, era más bien de algún tipo de obsidiana, tenía un hermoso zafiro incrustado en ella y algo en su interior lo impulsó a tomarla y llevársela.

Regresó a tiempo cuando Aemond recién comenzaba a despertar, decir que estaba furioso y preocupado era decir poco, pero al final Aemond solo abrazó a Jacaerys, feliz de que hubiera podido ir y venir sin ser detectado, el aroma del omega se encontraba completamente cubierto por el del Alpha y ahora se mezclaba un poco con el del cachorro que llevaba en su interior.

Fue bueno saber que en aquellos libros que Jacaerys había hurtado había un poco más de información, el pequeño libro que Aemond leyó para Jace en alto valyrio detallaba la forma en que el príncipe había sido vencido por Aegon con ayuda de una daga y algo que la entonces reina súcubo había hecho, en los libros posteriores se detallaba mejor como fue todo.

Básicamente el rey íncubo era imposible de vencer a menos que su reina lo traicionara, la reina, al ser primordialmente extensiones del rey, eran su punto débil, como todo ritual pagano necesitaba de un sacrificio, un alma humana en primer lugar, que se ofreciese libremente a ser sacrificado, un Alpha, un tributo de carne y sangre de ambos traidores, algunas oraciones hechas a los dioses y finalmente la daga en la que se vertería la “bendición” de los dioses y que sería el recipiente del poder para acabar con el íncubo.

Parecía extraño, pero en realidad tenía lógica, Aemond había visto de primera mano cómo demonios eran exorcizados de cuerpos de humanos con rezos a los dioses, así que asumían que solo los dioses podrían ser los únicos en tener el poder para acabar con ellos.

Jacaerys recordó la vez que Aegon le contó que él había aceptado ser arrastrado por las sombras dejando su vida mortal atrás, había aceptado condenarse, luego, la reina ofreció algo que no supo muy bien que era, y cuando hubieron acabado con el rey, entonces Aegon eliminó a la reina temeroso de que lo volvieran a traicionar.

Después, encontró a Jace, lo hizo su reina, lo ocultó de todos para que nunca supiera esa información y eliminó a cualquiera que hubiese intentado decirle, todo para estar eternamente en ese lugar junto a Jacaerys.

Para Jace fue difícil asimilar el poder que tenía sobre Aegon, y que, en realidad, de manera inconsciente el íncubo le había dado pistas de como matarlo.

– Jace escúchame, debemos estar preparados, si Aegon está buscándote tan desesperadamente, nos encontraran y no podremos huir, debemos adelantarnos a él.

– ¿Y a quien piensas condenar? Acaso no leíste que debe haber un sacrificio, no podemos solo ir por ahí e intentar condenar a un inocente.

– No necesitamos hacer eso Jacaerys, yo lo haré, yo me ofreceré a ser el sacrificio que necesitamos.

– No Aemond, te lo prohíbo, no puedes hacer eso, tu debes mantener tu alma aquí y no dejar que los demonios se la lleven.

– Ya te lo dije Jace, ¿qué estaría dispuesto a hacer por amor? Darte mi alma, ofrecerla a la oscuridad si eso te libera de quien te arrastró a esto.

Jacaerys estaba reacio a aceptarlo, así que intentó convencerlo de varias maneras fallando en todas ellas, seguían pensando en la forma de hacerlo sin tener que condenar a nadie, cuando sin más, Aegon apareció un día.

– Jacaerys, mi dulce Jace, mi reina, finalmente te he encontrado. – aunque sus palabras eran dulces, su mirada, aroma y la forma en que las dijo sonaban a una amenaza.

– Aegon …

– No digas nada mi amor, tu rey ha venido a ti para rescatarte de este hombre que ha manipulado tu mente, todo para separarnos.

Aegon caminaba lentamente hacia donde Jace y Aemond se encontraban, sentía su mirada viajar del vientre abultado de Jacaerys a Aemond, comenzó a tomar su forma íncubo y sus colmillos empezaron a mostrarse de manera amenazante.

– Aegon detente, por favor – Jacaerys se colocó delante de Aemond como instinto protector.

– ¿Qué vas a decirme querido? ¿Cómo este imbécil abusó de tu ingenuidad y te arrastró a esto?

– Aegon no, no fue así como sucedió, no voy a darte ninguna excusa, pero quiero que sepas la verdad, yo soy el único responsable de esto, si alguien debe ser castigado, debo ser yo, déjalo ir, yo aceptaré el castigo que consideres apropiado, te lo prometo.

La mirada de Aegon dejó de ver a Aemond para enfocarse ahora en Jacaerys, su labio inferior temblaba de ira.

– ¿Aprecias lo suficiente a este insulso humano como para aceptar un castigo por él? Fue lo mismo que hiciste por Lucerys Jace, y mira cómo te traicionó, debiste haber aprendido ya a no confiar en nadie, nadie te amará como yo lo hago.

– Aegon – Jacaerys se intentó acercar al íncubo y tomar su mano – escúchame por favor.

La mano libre de Jacaerys alcanzó la mejilla de Aegon para acariciarla.

– En todos estos años, jamás creí que en verdad me amaras Aegon, eras cruel conmigo al contarme de mi familia, cruel aislándome de todos y leyendo para mí esas historias horribles, ahora puedo entender que tu nunca has sabido amar, no al menos de una forma en la que no lastimes a los que te rodean.

– Pero ahora lo entiendo Aegon, puedo entender que a tu manera me amas y me has protegido todo este tiempo, y por eso te agradezco y creo que mereces la verdad. – se acercó un poco más a Aegon para ahora, sostener con ambas manos las mejillas del rey usurpador – Si hubiera sido diferente, yo pude haberte amado Aegon, pero lo conocí a él, no confiaba en él, pero poco a poco ganó mi confianza y mi corazón.

Los ojos de Aegon, rojizos comenzaron a cristalizarse, mientras se aferraba a las muñecas de Jacaerys.

– Respondiendo a tu pregunta, no, no aprecio a ese humano, lo amo Aegon – las lágrimas comenzaron a descender de los ojos de Jace – y lo amo lo suficiente como para rogarte que lo perdones y me castigues a mi por nuestros pecados, Aegon sé que no eres cruel, por favor, déjalo ir y yo te juro que me quedaré contigo por siempre, no volveré a traicionarte y estaré junto a ti, sabes que lo haré.

– Lo sé – contestó simplemente Aegon – y sé que jamás me amarás Jacaerys, lo veo en tus ojos, ni siquiera cuando fuiste humano y amabas al lobo lo veías con esa devoción, incluso renunciaste a él por tu hermano, pero ahora estás aquí rogándome por su vida.

Giró entonces a ver a Aemond, su penetrante mirada escaneaba al humano.

– ¿Estás dispuesto a que Jacaerys tome todo el castigo por el pecado de ambos?

– No, haría todo por él.

– ¿Incluso morir?

– Lo haría, quiero que Jace sea libre, que sea feliz, eso es lo único que quiero para él.

– Entonces ya sabes lo que debes hacer. He visto tu corazón Aemond Hightower, sé lo que tienes dentro, sabes lo que debes hacer desde hace tiempo, hazlo entonces.

Aemond entonces se acercó a Jacaerys y antes de que pudiera reaccionar el omega, Aemond realizó un pequeño corte en su brazo derramando un pequeño hilillo de sangre, y sin más, sacó la daga que Jacaerys había llevado, aquella de obsidiana y de un tajo la pasó por la mitad de su rostro tomando su ojo izquierdo en el proceso, ni siquiera gritó, solo comenzó a hablar en una lengua extraña.

Aegon le sonrió a Jacaerys antes de besarlo por última vez.

– Te amo Jacaerys, eres lo único bueno en esta miseria de vida.

La mirada que Jacaerys le dedicó a Aegon mostraba empatía y cierto cariño, luego, Aegon volteó hacia Aemond.

– Jura que lo amarás siempre.

– Lo juro – contestó el Alpha y luego, clavó la daga con la sangre de ambos en el corazón de Aegon.

El Rey Usurpador se desintegró convirtiéndose en cenizas negras que se volatilizaron en el ambiente.

Jacaerys comenzó a llorar con fuerza cuando Aegon desapareció y la marca que había puesto en su cuello comenzaba a arder desvaneciéndose igual que el Alpha.

Aemond se acercó a él para sostenerlo, pero cayó cuando comenzó a sentir como su cuerpo cambiaba, sus manos se convertían en garras, su cráneo comenzó a abrirse para darle paso a un par de cuernos que sobresalían como los de un ternero, su ojo comenzó a inyectarse de sangre y el poco color de su piel comenzó a desaparecer para darle paso a una tez blanca como la nieve.

Jacaerys lo observó mientras se transformaba y tomó su mano hasta que todo hubo terminado.

*****

Poco tiempo después de eso, los gritos de Jacaerys inundaban el normalmente callado castillo, se aferraba a uno de los postes que sostenían el dosel de su lecho, mientras gritaba y pujaba con dolor, hasta que finalmente sintió como un pequeño bulto descendía por su canal, continuo pujando hasta que hubo salido por completo y cayó al suelo, escuchó como si fuera el llanto de un bebé, apenas intentaba ver a lo que había dado a luz cuando una nueva punzada lo atacó, más dolor y volvió a aferrarse al poste para continuar pujando, un segundo bulto bajó por su canal y cayó al piso también, otro llanto fuerte resonó en el lugar.

Bajó la mirada para encontrar a dos cachorros preciosos, parecían completamente humanos, habían heredado la mata blanca de cabello de Aemond y su color de ojos azules, sonrió cansado y como pudo se agachó para acunarlos en su regazo. Cuando estuvo seguro de que se encontraban bien, llamó a la puerta dejando entrar a Aemond quien se encontraba del otro lado.

– Alpha – la voz cansada de Jace se escuchó apenas, pero la bonita sonrisa iluminaba el lugar – Son como tú antes de ser convertido, son buenos.

A Aemond no le importaba en lo más mínimo, Jace tenía miedo de dar a luz a demonios, pero Aemond los amaría de cualquier forma, así que cuando notó la felicidad en el rostro del súcubo se alegró de que no los hubiera rechazado.

– Debemos protegerlos y cuidarlos mi reina.

– Lo haremos, no dejaré que nadie corrompa a mis hijos.

*****

 Aemond escuchó pasos acercarse a sus aposentos, Jacaerys, su reina entraba ataviado en un exquisito vestido y con su corona adornando su cabellera rizada, de sus manos escurría sangre, sabía lo que había estado haciendo y eso solo lo excitaba más.

– Preséntate ante tu Rey, rinde pleitesía a tu amo.

Las pupilas de Jace se dilataron al escuchar su orden, asintió con una reverencia y entonces se encaminó a la cama que ambos compartían. Comenzó a desnudarse, mirando fijamente al ojo de Aemond, lo hacía sin prisa y sin importarle ensuciar con sangre su vestido o las sabanas de la cama, estaba a punto de retirarse la corona cuando Aemond se lo impidió.

– Déjala puesta, me voy a follar a una reina, no a una puta cualquiera, ahora, obedece y preséntate ante tu rey.

Se apresuró a subirse a la cama, sus rodillas y palmas detenían su cuerpo y cuando vio al Rey Incubo acercarse, entonces pegó también su pecho a la cama.

– ¿Mi Rey complacerá a su reina o será castigada?

– ¿Acaso te importa?

– No, solo quiero saber si me follaras duro hasta sangrar o si, por el contrario, me negarás el éxtasis por haberme portado mal.

– Mi reina solo debe preocuparse de una cosa – el cuerpo desnudo de Aemond ya estaba detrás del de Jacaerys – gemirás tan alto para que nadie pueda dudar que mi reina es atendida debidamente.

Y acto seguido, Aemond entró de un solo golpe al cuerpo de Jacaerys, lo montaba sin piedad, lo hacía gemir y llorar de placer, sus garras y colmillos se enterraban en su piel hasta que lo hacían sangrar y Jacaerys se volvía loco cada que el íncubo lo montaba con tanta brutalidad, siempre había pensado que él era una criatura inocente y que Aemond había sido corrompido, pero no fue así, ambos eran lobos vestidos en pieles de cordero, una vez que se unieron, el caos en el mundo se desató y no hubo alma que no sucumbiera ante ellos, sus hijos, aquellos hermosos bebés estaban destinados a la grandeza y ninguno de ellos tuvo reparos en entregarles el mundo a sus pies, Alpha y Omega, Rey y Reina, Súcubo e Íncubo, desataron su lujuria reprimida y la expandieron por el mundo, Aemond se lo prometió a Jacaerys, haría todo por él y el mundo era lo que su Súcubo deseaba.

*****

 

Notes:

Notas finales:

Jesucristo redentor no saben lo mucho que me costó terminar este shot jajaja (lo quería sacar de mi ronco pecho)

Entonces, Aegon en realidad no era tan malo, como dicen ahí, sí era cruel, pero era porque él nunca tuvo amor y pues no sabía amar a Jace porque sí, a su retorcida manera lo amaba y mucho.

Aemond estaba condenado desde que nació, esos sueños que tenía solo era su inconsciente tratando de salir y que su verdadera naturaleza oscura brotara, por eso al final es tan "brusco/rudo" con Jace, pero a Jace le gusta que sea así.

Lucerys es un hdlv jaja, le valió madres condenar a su hermano para salvarse él y aunque sabía lo que le esperaba a su hermano como súcubo no le importó, claro que no supo que Jace al final era reina.

Pobre Cregan murió solo y triste, amaba a sus hijos, pero no era lo mismo que si hubieran sido de Jace.

La doncella de compañía de la orden pues era una súcubo que había intentado meterse a la mente de Aemond muchas veces, pero entre la leche de amapola y que la mente de Aemond solo pensaba en Jace, pues nunca pudo hacerle nada.

Eventualmente los hijos de Aemond y Jace (solo tuvieron 2) serán quienes traigan el apocalipsis, así que podemos decir que, en este shot, Aemond y Jace son los padres del mal.

Pobre Aegon, sentí lástima por él porque nunca fue amado, pero pues, chale, a lo mejor en otra vida lo trato bonito jajaja.

Se me olvidaba, a Jace lo hice con rasgos mucho más femeninos porque se supone que los súcubos son demonios que seducen hombres y pues tienen rasgos femeninos; eso y que aparte Aegon lo hizo así porque así le gustaba a él y pues a Aemond también.

Ahora díganme, ¿les gustó?

Si tienen dudas, déjenmelas por aquí y yo respondo si es que se me pasó algo.  

Chapter 21: Día 20. Ángeles & Demonios

Summary:

Un ángel criador conoce a un ángel guerrero, lo salva de la muerte y desarrollan un lazo difícil de admitir para ambos, esto hasta que uno de ellos seducido y engañado por otros cae y es convertido en demonio.

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Jacaerys observaba a la pequeña criatura caminar con piernas tambaleantes, sonrió con una mezcla de ternura y orgullo al ver como poco a poco mejoraba su técnica y sus piernas temblaban cada vez menos hasta verlo comenzar a intentar brincotear y correr, era una de las cosas que más le gustaba, observar cómo rendían frutos todas las lecciones que les enseñaba.

Cuando los dioses creadores de todo el cielo, la tierra y los mares enviaron a las primeras criaturas a ese lugar, era triste verlos perecer intentando sobrevivir, no existían instintos básicos, el mundo era duro para todas aquellas criaturas, así que en un esfuerzo colectivo, los habían creado a ellos, sirvientes de los dioses que cuidaban y enseñaban a las criaturas terrenales como vivir y florecer en la tierra, los preparaban lo mejor posible y después eran enviados a la Tierra, era satisfactorio verlos crecer, madurar, aunque no siempre terminaba bien, el corazón de Jacaerys se estrujaba cuando alguna de las criaturas que él había cuidado no lograba sobrevivir, pero los dioses les habían dicho que ese era el orden natural de las cosas, algunos debían morir, los menos aptos para que entonces, los más fuertes florecieran, era algo cruel pero lo entendía, el balance siempre debía existir.

La creación de los dioses era hermosa, florecía cada tanto y le maravillaba saber que poco a poco esas criaturas comprendían conceptos más complejos, se relacionaban entre ellos y desarrollaban relaciones que a Jacaerys le parecían sumamente interesantes, incluso esas criaturas, las más avanzadas de ellos, aquellos a los que llamaron hombres comenzaron a tener un raciocinio, albedrío, conciencia, y en aquella conciencia, ellos, los sirvientes de los dioses comenzaron a ser llamados por aquellas criaturas, ángeles.

Claro que, como toda buena creación, aquello que los dioses habían creado había sido objeto de envidias por parte de otros dioses un poco más rencorosos, así que muchos de ellos intentaron acabar con aquella hermosa creación. Los constructores, como Jacaerys llamaba a sus dioses, crearon entonces a una especie como la de ellos, sirvientes de los dioses, pero a diferencia de Jacaerys que era más bien pacífico y un cuidador, los nuevos ángeles eran fieros, guerreros, dispuestos a seguir ordenes, matar y morir para proteger a la creación de sus dioses.

Salvajes batallas se libraron en aras de proteger la creación de los dioses, muchas de ellas con resultados catastróficos para ambas partes, los sobrevivientes siempre regresaban con heridas de batalla y algunos demasiado débiles, tanto así que ángeles criadores como Jacaerys acudían a ellos para curar sus heridas y cuidarlos, muchas veces esto duraba poco tiempo pues aquellos guerreros, soldados en su mayoría, se recuperaban rápidamente.

Pero en una de las batallas más feroces, una legión completa de ángeles desapareció, no sabían lo que había sido pero la pérdida había sido tan grande que temieron una invasión.

Jacaerys terminaba de curar a algunos soldados cuando una de las criaturas que él cuidaba antes de enviar a la tierra comenzó a moverse con nerviosismo, se acercó a él para averiguar qué era lo que lo mantenía nervioso y para su sorpresa aquella pequeña criatura observaba a un soldado moribundo que llevaba un yelmo que lo identificaba como parte o mejor dicho, líder de aquella legión de ángeles desaparecidos, como pudo, lo llevó a un lugar más cómodo, removió su armadura y yelmo y comenzó a curar sus heridas, había tenido algunas demasiado graves, pero la peor de todas era la que atravesaba la mitad de su cara, solo estaba cubierto con una pequeña tela que parecía haber sido arrancada del uniforme de otro soldado, mientras atendía sus heridas no se percató que pequeñas gotas de agua salada salían de sus ojos, los humanos le llamaban lágrimas o llanto, él jamás había llorado antes y fue extraño tener esa sensación, había visto la muerte de muchos soldados pero aquel pobre soldado había perdido a toda su legión y solo había sobrevivido lo suficiente como para tener una agonizante muerte porque dudaba mucho que se fuera a recuperar de aquellas heridas.

Decidió que lo acompañaría toda la noche, si moría, no quería que estuviera solo en ese momento así que se quedó con él y mientras el ángel estaba inconsciente, Jacaerys comenzó a limpiar su cuerpo con mucha delicadeza, removió todas aquellas costras de sangre, la tierra entre sus uñas o el olor a acero y ceniza, lavo sus cabellos y mientras vertía cuencos de agua limpia podía notar que ese color rojizo que tenía se desvanecía conforme la sangre se desprendía de su cuero cabelludo.

Al final, pudo ver que debajo de todo aquel desastre se encontraba uno de los ángeles más hermosos que hubiese visto antes, incluso con su rostro parcialmente desfigurado a Jacaerys le parecía de una belleza etérea pocas veces vista.

*****

Sobrevivió la noche.

Contra todo pronóstico el ángel guerrero había sobrevivido. No despertó pero su fiebre había disminuido considerablemente y sus heridas parecían sanar de buena manera, así que Jacaerys se avocó a cuidarlo con mucha paciencia y diligencia, hacía sus labores y después destinaba su tiempo de descanso o cualquier rato libre en cuidar al ángel dormido, incluso recitaba para él poemas que escuchaba de los hombres o canciones que aquellas criaturas creaban con tonos y ritmos melodiosos acompañados de aquellos artefactos que llamaban liras o algunas otras pequeñas invenciones que a Jacaerys maravillaban.

Después de casi dos lunas y mientras Jacaerys lavaba los cabellos plateados de aquel ángel, éste finalmente despertó, un sentimiento extraño invadió el lugar, Jacaerys sintió alivio de verlo despierto y mucho más recuperado, aunque el ángel parecía preferir haber muerto, el único ojo que le quedaba miraba detenidamente a Jacaerys, como si no apreciara el acto de bondad que había tenido hacia con él.

– No debiste hacerlo – fue lo primero que le dijo – Debiste dejarme morir, así estaría junto a mi legión y no aquí, como un cobarde que sobrevivió a una batalla.

La mirada de Jacaerys se endureció, evidentemente molesto por aquel atrevimiento.

– Tal vez solo deberías agradecer que te salve y ya, si querías morir junto a tu legión, entonces debiste quedarte con ellos y no regresar aquí. – él tal vez no era un guerrero, pero tampoco era débil y no iba a dejar que lo socavaran tan fácilmente, mucho menos cuando había puesto demasiado empeño en cuidar y curar a aquel malagradecido ángel.

– Lo lamento, creo que mi coraje me hizo decir eso. – se había arrepentido casi al instante de que aquellas palabras salieran de su boca, pero ya las había dicho y era cierto, aquel ángel solo lo había ayudado y cuidado porque esa era su naturaleza.

Jacaerys lo siguió mirando con el ceño fruncido, meditando la genuinidad de sus palabras, al final cedió, su naturaleza noble podía más que cualquier intento suyo de querer mostrar una faceta inexistente en él.

– ¿Puedo preguntar el nombre de mi salvador? – aquel ángel de cabello platinado lo miraba con curiosidad – yo puedo decirte el mío, mi nombre es Aemond y hasta hace unos días, pertenecí a la tercera legión de ángeles guerreros.

La actitud de Jacaerys cambió repentinamente, Aemond creía que solo habían pasado un par de días desde que su batallón completo había ido a guerra, pero la realidad es que habían pasado casi siete lunas desde aquel incidente, con un semblante más serio titubeó un poco antes de hablar.

– Puedes decirme Jace, mi nombre completo es Jacaerys, pero la mayoría tiene problemas para pronunciarlo correctamente. – Aemond le devolvió una sonrisa asintiendo a sus palabras – Aemond yo, yo debo decirte algo importante, más bien, preguntarte algo importante.

– Adelante, pregunta lo que quieras.

– No sé cómo decirlo, ummm… ¿cuánto tiempo crees que estuviste aquí?

Vio a Aemond pensarlo un poco.

– No lo sé con exactitud, pero supongo que tal vez un par de días o tal vez solo un cambio de luna.

El corazón de Jace se estrujó al escucharlo, así que se acercó a tomar su mano como para brindarle un poco de consuelo.

– Aemond escúchame, lo que voy a decirte es muy duro – miró su rostro y vio como ese rostro calmado comenzó a cambiar por un semblante más preocupado – estuviste inconsciente poco más de dos lunas Aemond, cuando llegaste aquí pensé que no sobrevivirías, pero de alguna forma lo hiciste, aunque estuviste dormido todo este tiempo.

Aemond comenzó a negar con la cabeza, no podía asimilar las palabras de Jace.

– Tu cuerpo se recuperó de la mayoría de tus heridas, incluso la de tu rostro sanó casi por completo debido al tiempo que pasó, yo lo siento tanto.

– ¿Y el resto de mi legión? ¿alguien más llegó en ese tiempo? – en la cabeza de Aemond solo podía pensar en el resto de su batallón.

– Aemond, tu legión fue enviada a guerra hace casi ocho lunas, no hubo noticias de ustedes por largo tiempo hasta que algunos exploradores fueron a buscarlos y no encontraron a ninguno de ustedes, fue como si simplemente hubieran desaparecido todos ustedes, fueron dados por muertos, tres mil ángeles que no regresaron, o eso pensé hasta hace dos lunas que llegaste moribundo a donde yo estaba.

El ojo de Aemond comenzó a aguarse, lágrimas comenzaron a caer de su ojo, mientras que la cuenca vacía de su lado izquierdo comenzó a destilar pequeños hilos de sangre.

– No, no, no, eso no tiene sentido, nada de lo que dices tiene sentido Jace, nosotros, nosotros íbamos ganando, algunas criaturas enviadas por los otros dioses ya habían sido vencidas, mi legión no pudo desaparecer así nada más, algo debió sucederles, yo, yo recuerdo que estábamos ahí y luego hubo una luz, como un relámpago y sentí como algo cortó mi rostro, después solo recuerdo haber vagado hasta llegar a un lugar tranquilo, creo que eras tu porque después de eso todo es oscuridad y luego tu voz, solo eso, tus poemas, las historias, las recuerdo, en la oscuridad podía escuchar tu voz aunque no podía despertar.

– Aemond, tu llegaste aquí casi seis lunas después de que tu legión saliera a la guerra, algo más debió sucederte, pero no lo recuerdas, yo te encontré muy mal herido y algunas de tus heridas eran muy recientes, aún sangrabas de ellas. – la mano libre de Jacaerys se posó sobre la mejilla de Aemond y comenzó a limpiar su rostro de las lágrimas que se desbordaban de sus ojos.

– Debo buscarlos, necesito saber qué le sucedió a mi legión – intentó ponerse de pie solo para tambalearse y casi caer de no ser porque Jacaerys lo detuvo a tiempo.

– No irás a ninguna parte así, apenas despertarte, tus músculos han perdido fuerza, tu cuerpo necesita terminar de sanar y aunque eres un ángel, no eres un dios, deberás quedarte aquí un tiempo y después, si los constructores te lo permiten, tal vez puedas investigar lo que sucedió con tu legión.

Aemond no estaba muy seguro de aquellas palabras, pero lo cierto era que su cuerpo estaba muy resentido por las heridas que había sufrido así que se quedó.

Jacaerys fue el encargado de acompañarlo en su recuperación, al igual que hacía con sus criaturas que luego enviaba a la Tierra, Jace le enseñaba todo de nuevo, a mover su cuerpo, a saber, sus limitantes y a fortalecer cada vez más sus movimientos. El ángel criador era muy bueno, era estricto con sus ejercicios, pero muy dulce y pronto se encontró pasando mucho tiempo cerca de él, incluso cuando su cuerpo ya no necesitaba de ayuda, inconscientemente Aemond buscaba su compañía.

 Fue durante un paseo que ambos daban que su corazón sintió una punzada al ver a Jacaerys.

– ¿Es hermoso no lo crees? – el ángel criador apuntaba a un hombre en la Tierra.

Jacaerys lo miró alzar la ceja mientras estudiaba al hombre que le había señalado.

– Sinceramente, creo que hay criaturas con una belleza más evidente – la risa que Jace soltó desconcertó a Aemond.

– No me refiero a su belleza física – continuó mirándolo con fascinación – observa – su dedo apunto un poco más allá de donde se encontraba el hombre – ¿ves a aquella chica? – Aemond asintió – Los he estado observando desde hace tiempo, él gusta de ella, su compañía, su voz, sus pensamientos y es evidente que ella gusta de él.

– No entiendo tu punto.

El ángel criador suspiró rendido.

– Le llaman amor Aemond, es un sentimiento – el ceño de Aemond se frunció, así que Jace continúo explicando – es decir que, esas personas han llegado a ser compatibles más allá de cualquier reacción natural de su cuerpo, no buscan solo al otro para aparearse y procrear como las demás criaturas, sino que en verdad disfrutan la compañía del otro, y me parece hermoso que exista alguien en el mundo que te haga sentir de esa manera.

Aemond asintió lentamente, tenía razón, la mujer a pesar de haber prospectos más atractivos o potencialmente mejores, solo detallando sus rasgos, había decidido estar cerca del hombre que Jacaerys señalaba, era algo contra las leyes básicas de la naturaleza de buscar al mejor espécimen, buscar ahora a alguien que pudiera brindarte un sentimiento positivo.

– Entiendo … entonces es como lo que yo siento por ti – declaró con simpleza.

Las mejillas de Jacaerys se incendiaron de inmediato.

– No Aemond, no es así, es distinto, una madre no ama igual a su cachorro que a alguien más, con ellos pasa lo mismo, es amor, pero de diferente tipo, le llaman romántico, todo eso de ir y venir y sonrojarse y hacer un ritual de cortejo similar al de otras criaturas, no es igual a lo que nosotros somos, nosotros somos amigos, yo siento amor por ti porque nuestros creadores nos hicieron así y tu sientes amor por mí, del mismo tipo que sientes por cualquiera de los demás que están aquí.

Aemond no estaba muy seguro de eso, definitivamente entendía la primera parte sobre los distintos tipos de afecto, pero para él era muy claro que la relación de cordialidad que mantenía con otros ángeles distaba mucho de la cercanía que tenía con Jacaerys, pero no quiso llevarle la contraria, finalmente, el ángel criador era Jace y no él, Jace era experto en eso.

*****

Lunas siguieron pasando, él estaba completamente recuperado y ya no tenía ningún pretexto para estar cerca de Jacaerys, incluso le habían autorizado que comenzara a realizar cortas expediciones para investigar lo que había sucedido con su legión, en ocasiones bajaba a la Tierra buscando alguna pista de lo sucedido con su legión, en una de sus incursiones pudo ver de cerca la interacción de los humanos.

Tenían cierto encanto, su raciocinio era muy básico, pero incluso en la simpleza se encuentra la belleza, además, Jacaerys los amaba, amaba toda la creación de los dioses, no podía evitar notar a Jacaerys en todas y cada una de las criaturas que habitaban ahí, de pronto se encontró pensando demasiado en el ángel criador, era extraño, ellos no sentían realmente nada, Jacaerys mencionaba amar a las criaturas de la Tierra pero eso era imposible, los dioses los habían creado para seguir órdenes, a Jacaerys específicamente para enseñarle a las criaturas a sobrevivir, Aemond había sido creado para proteger y obedecer, y así cada uno tenía un rol que cumplir.

Pero los humanos no, ellos eran libres, podían decidir lo que harían, algunos de ellos cazaban, otros pescaban, en ocasiones no hacían nada, decidían con quien interactuar y con quien relacionarse, las criaturas y animales hacían algo similar, aunque su raciocinio era mucho más limitado.

Siguió avanzando por ahí hasta que se topo con una escena que lo confundió, eran dos hombres, jóvenes y saludables, caminaban cerca de un pequeño prado, no había nadie a su alrededor, luego los vio recostarse uno con la cabeza recargada en las piernas del otro, no hacían nada malo, solo platicaban y rozaban sus manos o tocaban la piel del otro de manera sutil, la forma en que se miraban era igual a la forma que Jacaerys le había indicado cuando le mostró al hombre y la mujer que se cortejaban, pero era extraño, ellos eran dos hombres, era contra la naturaleza, no tenía sentido lo que estaban haciendo.

Regresó confundido con aquella escena, quería contarle a Jace lo que había descubierto y cuando fue hacia donde normalmente se encontraba lo vio a lo lejos interactuando con otro ángel, uno que apenas había notado su existencia, pero algo en su pecho lo hizo tener una sensación que nunca había tenido antes, miraba a Jace poniendo atención a lo que el otro le decía, incluso lo escuchó reír y eso lo hizo enfurecer, casi tanto como cuando los otros dioses amenazaban con destruir a la creación de sus dioses.

Solo fueron instantes, después de eso Jace se despidió del otro ángel y regresó a sus actividades, Aemond se acercó a él, no quería que alguien más le arrebatara la atención de Jace así que apresuró sus pasos.

Cuando Jacaerys lo vio le dedicó una sonrisa hermosa, más hermosa y genuina que la que tenía con el otro ángel, eso lo hizo sentir bien, así que dejó pasar aquel sentimiento extraño y comenzó a contarle a Jacaerys lo que había visto.

– Sé que no es el orden natural, lo entiendo, pero, ellos son libres y si ellos deciden amar a alguien no convencional, entonces, no lo veo como algo malo, único diría yo. – a Jace parecía no importarle los comportamientos antinaturales de sus creaciones – Es como una madre, si su cachorro es desobediente no lo dejará de amar menos solo por eso ¿no lo crees?

Aemond asintió.

– Verás, puede ser difícil de entender al inicio, pero no creo que el amor, sea cual sea la forma en la que llegue sea algo malo, es un sentimiento maravilloso y nadie debería ser juzgado solo por no ser lo ordinario o lo que la naturaleza dicte, yo no dejaré de amarlos solo por ser distintos.

Aemond decidió dejar el asunto de lado, cambiando entonces de tema.

– No he logrado encontrar ningún rastro de mi legión, es como si se hubieran hecho uno con el polvo, no hay nada que me diga donde están.

– Lamento escucharlo, tal vez puedas preguntar a alguno de los ángeles rastreadores si ellos han notado algo, son muy buenos, tal vez podría pedirle ayuda a Addam, es el mejor de todos, él podría ayudarte.

De nuevo ese sentimiento que oprimía su pecho se instaló en Aemond.

– No necesito su ayuda, soy muy capaz de encontrar a mi legión, eran mis soldados, es mi deber encontrarlos.

– Lo sé, pero no tienes por qué hacerlo solo, permítete ser ayudado, así como yo pude ayudarte, Addam puede ayudarte, le preguntaré si ha notado algo y te diré cualquier cosa que él me diga ¿qué te parece? – la sonrisa que puso después de decir eso último desarmó a Aemond, las sonrisas de Jacaerys le dejaban totalmente con la guardia baja, solo quería aceptar y rendirse ante cualquier cosa que el ángel criador le dijera.

*****

La siguiente vez que Aemond bajó a la Tierra, volvió a encontrar a aquella pareja de jóvenes, esta vez no solo rozaban sus manos o buscaban la cercanía del otro, los miró besarse en los labios, compartir esa íntima caricia reservada solo para aquellos que sentían amor romántico por otra persona, Jacaerys tenía razón, a pesar de no ser lo considerado natural, era evidente la mirada de devoción que se dedicaban ambos amantes, curioso por entender su dinámica los siguió, y entonces pudo ser un testigo de su unión.   

Regresó entonces al cielo, donde ellos habitaban, confundido, pensaba en aquella pareja, en lo que ambos sentían, era genuino y puro, eso era evidente, era igual a lo que él sentía por Jacaerys, aunque no tuviera el valor de decírselo, lo meditó por mucho tiempo, incluso volvió a bajar a la Tierra para observar de nueva cuenta a aquella pareja, solo para ver con horror como ahora eran perseguidos, llamados herejes y pecadores, siendo lapidados por otras personas que veían como algo antinatural su unión y su amor, los vio agonizar y morir separados, sus ojos se aguaron y entonces supo que aquel sentimiento que tenía por Jacaerys debía ocultarlo de todos, jamás permitiría que le hicieran algo similar a su hermoso ángel criador, así que regresó de nuevo al cielo, pero esta vez en lugar de buscar a Jace como siempre lo hacía, se aisló de él.

La lejanía lo hacía ser irritable, cualquier cosa lo hacía enfurecer, se suponía que buscaba alejarse de Jace para quitar el sentimiento que tenía hacia él, pero le era imposible, así que se volvió en uno de los ángeles más huraños y solitario de todos. Fue un día que Jace entonces lo buscó.

– ¿Por qué te has alejado de mí? – eso fue lo primero que le preguntó.

– No lo hago – contestó con simpleza, aunque la mirada inquisidora de Jacaerys le hizo saber que no le creía nada en absoluto.

– Eres el peor mentiroso de todos, nadie aquí sabe mentir, pero tu eres como un libro abierto Aemond, al menos para mí, anda, cuéntame qué fue lo que te sucedió, cambiaste desde aquella vez que bajaste a la Tierra, ¿encontraste algo de tu legión? – Jacaerys se acercó un poco más a él para sostener su mano, a lo que Aemond no pudo hacer nada, aunque lo intentara, anhelaba el tacto de Jace. Miró sus manos entrelazadas un momento antes de hablar.

– No, no he encontrado nada – suspiró cansado y miró directamente a esos ojos avellanas – Addam cree que pudieron haber huido, de haber perecido habríamos encontrado algo ya, incluso sus restos, pero no hay nada. – Jace comenzó a asentir con su cabeza ligeramente.

– Entiendo – la mano de Jace apretó ligeramente la suya – no desesperes, ya verás que tarde o temprano encontraremos algo de ellos – le dedicó una sonrisa discreta antes de continuar hablando – Aemond yo, estuve molesto contigo, primero cuando te aislaste pensé que estabas pasando por un mal momento y decidí darte un espacio, pero luego vi que solo te alejaste de mi sin darme ninguna explicación, me enojé contigo.

– Jace lo siento, en verdad, pero debía hacerlo.

– ¿Por qué? ¿por qué de pronto tienes esta actitud extraña conmigo? Sabes que puedes decirme lo que sea y yo no te juzgaré.

– Creo, creo que lo mejor es que dejemos de vernos Jacaerys, entendí que eres una distracción para mí, yo debo esforzarme más en buscar a mi legión y cuando estoy contigo aquí solo pierdo tiempo, ¿qué tal si mi legión está sufriendo o esperando por mi y yo estoy aquí jugando a los amiguitos contigo?

Los ojos de Jacaerys se cristalizaron y su mano soltó la de Aemond, e inmediatamente se sintió frío y completamente miserable por hacer llorar a su ángel criador.

– Eres cruel Aemond, tus palabras son hirientes, yo jamás consideré tu presencia como una distracción.

– Lo siento Jace, pero es lo que es, así que te pido que no me sigas buscando, tengo ahora que enfocarme en encontrar a mi legión y no puedo seguir perdiendo el tiempo contigo.

Lo vio ponerse de pie, con sus ojos completamente llenos de lágrimas y salir corriendo de ahí, y en ese momento, Aemond sintió como su pecho se encogía hasta que le costó trabajo respirar, su corazón latía deprisa y notó como su vista comenzaba a nublarse también con lágrimas que dejo escapar hasta que estuvo en completa soledad.

*****

La soledad era completamente devastadora para Aemond, veía a lo lejos a Jacaerys, él se había dedicado completamente a cuidar a sus criaturas y otros ángeles heridos, pero no volvió a ser el mismo, su sonrisa radiante ya no estaba más, sonreía sí, pero Aemond sabía perfectamente bien que esa sonrisa no era genuina, él la conocía muy bien.

El tiempo pasaba de forma lenta, sus ánimos eran siempre bajos y se había convertido en alguien melancólico, pero eso estaba bien si con eso podía asegurar que Jacaerys no sufriera el mismo destino que aquellos amantes que él había visto anteriormente.

*****

En una de sus incursiones a la Tierra, Aemond encontró algunos rastros que no había notado con anterioridad, fue como una luz de esperanza en esos momentos, tal vez ya no estaba cerca de Jace, pero al menos podría encontrar a su legión, pero cuando regresó de nuevo al cielo su felicidad se vio opacada por lo que había sucedido.

La gran mayoría de ángeles habían sido asesinados, buscó desesperadamente a Jacaerys pero no lo encontró, sus criaturas tampoco estaban y al único que pudo encontrar fue a un agonizante Addam, le dijo en susurros que habían llegado como una tormenta, toda la legión a la que Aemond buscaba, ahora eran rebeldes, habían esperado ese momento, la mayoría de ellos hartos de seguir órdenes de los dioses para cuidar y proteger a las criaturas de la Tierra, ellos morían por millares en interminables guerras por su causa, mientras que los humanos que eran a sus ojos seres inferiores se les daba todo, así que se rebelaron contrato los constructores.

– ¿Y Jace? ¿dónde está Jace?

– Se fue con ellos – contestó Addam.

Negó con la cabeza, eso no era posible, Jacaerys jamás se rebelaría contra los creadores.

– Lo sedujeron, a todos nosotros nos los propusieron, nos prometieron libertad, estar con ellos, con los humanos o con cualquier criatura de la Tierra, una vida libre de las órdenes de los dioses, los que aceptaron se fueron con ellos y los que no, fuimos atacados. Jace se fue con ellos, dos de esos ángeles lo convencieron de partir con ellos.

– ¿Quiénes? Dime Addam, ¿Quiénes se lo llevaron?

– Reconocí a Daeron y Aegon, ellos fueron quienes se acercaron a Jacaerys y se lo llevaron antes de que desataran su ira sobre los que no los seguimos.

No, eso no era posible, Aegon y Daeron eran sus más cercanos, jamás le traicionarían, mucho menos de esa forma, desaparecer y hacerles creer a todos que habían sido aniquilados solo para traicionarlos.  

– Debo ir por Jace, se lo llevaron, lo lastimarán, él no es como ellos. – intentaba asimilar todo lo que estaba sucediendo, pero lo único en lo que podía pensar en ese momento era en Jacaerys siendo engañado y llevado.

– No Aemond, debes quedarte, los constructores están furiosos, quieren saber quienes se quedaron y quienes se fueron, nadie puede salir ahora.

No estaba convencido, pero Addam tenía razón, todo estaba completamente cerrado, aquellos que sobrevivieron fueron interrogados y atendidos por aquellos que estaban en mejores condiciones, muchos habían muerto y cuando los creadores llegaron, dieron un ultimátum.  

Todos aquellos ángeles que habían desobedecido, empezando por la legión de Aemond fueron desterrados, expulsados de cielo siendo condenados a vagar en el infierno, algunos de los ángeles que habían seguido a los principales instigadores intentaron volver, solo para ser desterrados, ángeles caídos que los creadores despojaron de sus gracias y sus alas, pero de entre todos esos ángeles que intentaron volver, Jacaerys nunca apareció.

*****

Tiempo habían pasado desde aquella purga, ni siquiera podría contar cuantas lunas fueron, pero debieron ser cientos de ellas, Aemond se había convertido en uno de los ángeles de mayor rango, había eliminado a decenas de demonios, algunos de ellos los pudo reconocer como sus compañeros, pero no tuvo piedad ni compasión, era poderoso, implacable y no tenía misericordia por nadie, ni siquiera por los humanos que habitaban la Tierra, desde que Jacaerys se había ido era como si se hubiese convertido en un guerrero sin sentimientos, su apariencia era terrorífica, la cicatriz de su ojo solo era una de tantas que su cuerpo ahora tenía, sus alas aunque fuertes estaban llenas de cortes y heridas hechas en batallas, no quedaba nada de aquel ángel inmaculado.

*****

Jacaerys meneaba sus caderas con desesperación buscando alcanzar el éxtasis en el cuerpo de aquel hombre, podía sentir como el humano lo usaba como un alivio a su frustración, no le importaba, él hacía lo mismo con todos ellos, así que buscaba su placer antes de arrastrarlos al infierno. Al inicio no había sido así, él había sido convencido por los demás ángeles de ir con ellos con la promesa de libertad, y por un tiempo así fue, era libre de andar entre los hombres, con las criaturas que él tanto amaba, los veía interactuar e incluso interactuaba con ellos, hizo todo aquello que por mucho tiempo se limitó a ver desde la distancia.

Los amaba demasiado, él era su criador, así que cuando comenzó a ver como ellos eran corrompidos por los demás ángeles caídos intentó regresarlos por el buen sendero pero era como si ellos no quisieran ser salvados; luego vino la primera purga, aquella donde los constructores habían enviado a cientos de ángeles liderados por Aemond a terminar con algunos de los demonios, pero fueron tan implacables que no les importó tomar las vidas de todas aquellas criaturas que se encontraran a su paso, los vio atacar a las criaturas que habían jurado proteger, así que una ira se apoderó de él y comenzó a defenderlos, mató a varios de ellos, todo por proteger a las criaturas de la Tierra.

Pero después vino otra purga y otra más, así que comenzaron a ver diezmadas las fuerzas de los ángeles caídos y muchísimas criaturas inocentes o corrompidas morían, así que decidió que los protegería a cualquier costo; ellos no se podían reproducir ni crear a más de ellos como los constructores lo hacían, pero cierto era que había criaturas corruptas que a cambio de cualquier deseo banal aceptaban ser arrastrados al infierno, así que Jacaerys comenzó a seducir a todas aquellas almas corruptas, convirtió a miles de almas en demonios y entonces sus números comenzaron a repeler las legiones de ángeles que eran enviadas a exterminarlos.

En todo ese tiempo, Jacaerys mismo se había corrompido, había conocido de los placeres, todo tipo de ellos; era fácil caer en ellos cuando ofrecían una falsa felicidad, placer efímero y promesas vacías, su cuerpo se convirtió en su mejor arma, todos los demonios o ángeles caídos eran hermosos, atraían y seducían a sus victimas y luego las arrastraban al infierno.

Salió de sus pensamientos cuando las manos del hombre con el que había compartido el lecho comenzaron a repartir caricias en su espalda y sus labios dejaban besos en sus hombros.

– Eres hermoso, un ser verdaderamente divino – le dijo aquel hombre. Jacaerys apenas y resopló por aquellas palabras, hubo un tiempo en el que efectivamente fue un ser divino, pero ya no lo era más.

– Todos los demonios lo somos, todos fuimos ángeles alguna vez – su voz sonaba apagada – la belleza que poseemos es lo que hace que insulsos como tu vengan como la miel a los osos.  

– ¿Los ángeles son igual de hermosos que tú? – preguntó el hombre.

– Lo fueron en algún tiempo, seres hermosos, aunque su apariencia dista mucho de lo que alguna vez fueron.

– ¿Por qué?

– Preguntas demasiado, ¿lo sabías? – el hombre río – Algunos demonios dicen que los ángeles tienen una apariencia feroz e intimidante para asustar a los hombres, forzarlos a seguir el buen camino, otros creen que tienen apariencias terroríficas porque deben causar temor en nosotros los demonios.

– ¿y qué es lo que piensas tú?

– Pienso que después de la traición que cometimos, sus corazones se endurecieron y su apariencia igual, a los hombres como tu los amenazan a seguir el buen camino y ustedes lo hacen por temor a que una criatura terrorífica los persiga, ¿no es así? – el hombre asintió.

– Mientras que yo, prefiero un enfoque distinto, me presento ante ustedes como algo que puedan anhelar y desear, jamás he engañado a nadie, siempre que llego me presento por lo que soy y aún así, muchos de ustedes están dispuestos a darme sus almas solo por estar con ustedes. Es algo que jamás he comprendido del todo, pero me ha funcionado muy bien.

El silencio del hombre le hizo pensar que en ese momento se arrepentiría de su pacto, pero luego lo escuchó carraspear.

– Ni en mil vidas podría estar con alguien igual de hermoso que tú, así que cuando te presentaste ante mi y me ofreciste ese trato no me pude negar, prefiero arder en el infierno por la eternidad sabiendo que pude estar con alguien como tú, aunque haya sido solo un momento y no vivir largos años una vida insulsa y mundana, vacía o miserable.

Jacaerys los aborrecía, a todos aquellos que pensaban que la vida era una cosa banal y miserable, él hubiera dado todo por tener una libertad como la de ellos, así que lleno de ira, se transformó en aquella temible criatura, un dragón de escamas negras y rojas, tomó al humano entre sus garras y lo arrastró al infierno.

*****

Daeron esperaba pacientemente a que Jacaerys llegara, luego de que Aegon y él hubieran engañado al ángel criador de seguirlos, se volvió en una especie de lucha entre hermanos por ver quien destruiría primero al pequeño ángel insulso. Ellos siempre se consideraron mejores que cualquier otro ángel, ellos se autoproclamaban una raza superior, ángeles guerreros, fuertes, no débiles e insípidos como los ángeles criadores, así que fue una verdadera sorpresa saber que su líder, Aemond, había caído bajo el hechizo de aquel criador, desde que habían planeado su rebelión supieron que eliminar a Aemond sería lo más difícil y cuando no lo consiguieron lo siguiente que pensaron era que la mejor forma de atacarlo era quitándole lo que más amaba, así que Jacaerys fue su objetivo desde ese momento.

Al inicio no lograban saber que era lo que Aemond veía en él, pero con el paso del tiempo lo entendieron, era un ángel criador, sí, pero tenía valor y coraje, luchaba por sus ideales y cuando su amor ciego por la creación lo hizo cometer atrocidades, supieron que Aemond lo amaba justamente por eso, así que el pequeño ángel criador se convirtió en su suerte de trofeo, un ángel que fue corrompido y después compartido por ellos dos, Aegon y Daeron buscaban sus atenciones y aunque a ninguno les agradaba que Jacaerys follara con demonios y humanos, lo cierto era que era su mejor reclutador.

Pero luego de varias lunas o siglos tal vez, Daeron comenzó a anhelar más, quería a Jacaerys solo para él, así que no dudo en traicionar a Aegon, cuando en uno de los ataques que los ángeles iniciaron para acabar con ellos Aemond los encontró, Daeron no dudó en hacerle creer a Aegon que entre ambos lo podrían vencer, pero claro que eso era solo su palabra embustera, cuando Aegon arremetió contra Aemond lo hizo solo mientras que Daeron huyó.

No lo volvió a ver jamás, supo lo que le había sucedido y no sentía ni una pizca de remordimiento, Jacaerys pasó a ser solo suyo, sabía que no lo amaba, no como amaba a sus criaturas de la Tierra o como alguna vez llegó a amar a Aemond, pero estaba con él y para él eso era suficiente.

Escuchó el rugido característico que hacía cuando tomaba su forma de dragón y sonrió, vio una luz destellante caer precipitadamente junto con el grito lastimero de un hombre y poco después de eso, su hermoso Jacaerys se presentaba ante él.

– Veo que ha sido un día fructífero – le comentó Daeron.

– Alguien aquí debe de hacer el trabajo – le contestó con simpleza.

– Jace – el nombrado giró a verlo a los ojos – sabes que no tienes ninguna necesidad de seguir haciendo eso, tu y yo somos los líderes de este lugar, somos considerados reyes por nuestros súbditos, quiero que permanezcas a mi lado, deja que alguien más se encargue de arrastrar a insulsos a este lugar, sé uno conmigo, siéntate a mi lado y gobernemos sobre ellos, déjame mostrarte el verdadero poder y únete a mí, sabes lo que puedo hacer contigo, lo mucho que disfrutas que te toque y te tome, nadie aquí nos juzgará, este lugar es tuyo y mío – Daeron se había acercado lo suficiente para estar cerca de Jacaerys y comenzara a tocar su cuerpo, no era un secreto para nadie que ambos disfrutaban de los placeres carnales juntos, Jacaerys compartía su cuerpo casi con cualquiera que estuviera dispuesto a entregarle su alma y Daeron parecía adorarlo y buscar eternamente su aprobación.  

– Acepta Jacaerys, entrégate totalmente a mí y gobernemos juntos este lugar, unidos seremos invencibles, te protegeré, lo juro – después de esas últimas palabras Jacaerys comenzó a reír. 

– ¿Me protegerás? ¿Serás leal a mí y no me traicionaras como lo hiciste con Aegon? – las manos de Daeron soltaron su cintura y Jacaerys giró para verlo frente a frente.

– ¿Crees que no supe lo que hiciste con él? ¿Por qué debería confiar en ti si ya has traicionado muchas veces antes? Dime Daeron, ¿Qué lo hace diferente si yo creyera en ti? – no obtuvo una respuesta del otro – Exacto, harías lo mismo hasta que te enfadaras de mi o encontraras a alguien más con quien te diviertas. – tomó sus mejillas y se acercó a sus labios – Me encanta follar contigo, de todos mis amantes tu eres quien más me ha complacido, pero nada más, no confío en ti y no quiero gobernar este lugar, así que busca a alguien más y a mi déjame en paz.

Lo soltó y se alejó del lugar, no quería estar ahí, los gritos de las almas condenadas le provocaban migraña y prefería gastar su tiempo en otras cosas que estar ahí encerrado con Daeron. Salió entonces de aquel lugar y buscó su refugio, aquel punto donde nadie nunca lo había encontrado, un lugar que había encontrado hace muchísimo tiempo y que por alguna gracia no había sido descubierto por nadie, era un risco muy alto cercano al mar, las olas embravecidas azotaban en el risco creando un estruendo cuando chocaban con las rocas y la espuma cubría todo a su alrededor.

Se refugiaba en ese lugar cuando extrañaba estar en los cielos, era lo más cercano que estaría a lo que alguna vez fuera su hogar, a veces extrañaba ese lugar, la paz y calma que se respiraba y como ayudaba a sus pequeñas criaturas a sobrevivir, y ocasionalmente pensaba en Aemond, recordaba la primera vez que lo vio y como comenzaron a ser más cercanos, todo para que un día simplemente le dijera que él era una distracción y lo alejara de él.

Le dolió ese rechazo, pensó que su amistad no era recíproca así que decidió no insistir, y luego vinieron Aegon y Daeron y lo convencieron de irse con ellos y con esa falsa promesa de libertad fue que llegó a la Tierra y al infierno, había podido finalmente convivir e interactuar con las criaturas que él tanto amaba y conforme pasó el tiempo comprendió que lo que él sentía por Aemond era de ese amor que te hacía cometer locuras, escribir poemas, y por eso el rechazo de Aemond le había dolido tanto, el saber que no era correspondido fue lo que lo corrompió e intentó llenar ese vacío con todos los placeres efímeros que la Tierra podía ofrecer, pero nunca era suficiente, jamás se sintió lleno.

Y ahora estaba ahí, llevando a las sombras a aquellas criaturas que él había cuidado, meditaba al respecto cuando unas luces extrañas comenzaron a invadir el cielo, truenos y relámpagos les acompañaban y comenzó a ver como de la tierra comenzaban a surgir aquellos demonios que siempre salían cuando los ángeles los atacaban, aunque esta vez era algo mucho más grande, lo podía sentir.

Lo pensó por un momento, así que tomó su forma de dragón y subió a los cielos y lo vio, la legión más grande que hubiera visto, eran demasiados los ángeles que bajaban a la Tierra, cuatro de ellos montaban criaturas que él solo había visto en una ocasión y lo supo, no era una batalla más, era el fin, aquello que los constructores llamaban Apocalipsis, lo que eliminaría a todos las criaturas que existiesen en la Tierra, una aniquilación total así que no dudó en cargar contra ellos, peleó con todas sus fuerzas y eliminó a tantos como pudo hasta que frente a él apareció Aemond.

Como líder de aquel ejército, portaba una armadura plateada resplandeciente, su yelmo llevaba algunas plumas que denotaban su rango, en su mano izquierda una espada y en el brazo derecho su escudo, aquel con el que había llegado herido cuando Jacaerys lo encontró.

Su apariencia era muy distinta a la que él recordaba, al principio Aemond pareció no reconocerlo, supuso que era por su forma draconiana, así que volvió a su forma ordinaria, aquella con la que lo había conocido y el ojo de Aemond se abrió en sorpresa de verlo ahí.

– ¿Así es como termina? – preguntó al soldado.

– Nunca hubo otra forma – le respondió Aemond – Desde que fuimos traicionados y los hombres sucumbieron a los pecados, ésta era la única forma en que terminaría.

– Sabes que no lo permitiré, no dejaré que aniquilen a toda la creación – sus ojos comenzaban a cristalizarse por las lágrimas que Jacaerys luchaba por no derramar – Yo los amo, nunca dejaría que los exterminaran.

– Eso ya no es tu decisión, venimos aquí a cumplir una orden – la voz de Aemond fue clara, pero era evidente que también le costaba trabajo mantenerse firme – la orden fue terminar con todo, y eso es lo que vamos a hacer.

– Aemond – pronunció su nombre casi como una súplica – no puedes condenar a todas las criaturas, muchas de ellas son inocentes que se han visto en medio de nuestra lucha, los dioses no pueden ser tan crueles, tú no puedes ser tan cruel, no eres así, te conozco bien.

– Te equivocas Jacaerys, solías conocerme bien, pero ha pasado mucho desde entonces, la traición de mis hermanos de batalla y la tuya me cambiaron, a todos en realidad, ahora puedes ver en lo que me he convertido – Jacaerys suspiró derrotado.

– Siempre fuiste así Aemond, solo siguiendo órdenes de alguien más, nunca disfrutaste ni un poco de tu existencia y ahora estás aquí queriendo exterminar a todas las criaturas porque así te lo ordenaron. No entiendo cómo es que pude creer que te amaba si tu no amas nada más a que tus creadores.

Las palabras de Jacaerys le calaron dentro, él no sabía lo mucho que él también lo amaba y lo miserable que había sido cuando se alejó de Jace y luego este había sido expulsado del cielo.

– Vete Jacaerys, aléjate de aquí, no quiero ser yo quien acabe contigo. – Aemond tenía su espada empuñada pero no la tenía levantada contra el demonio frente a él.  

– Sabes que no lo haré, si vienes a aniquilar a todos aquí, entonces empieza conmigo – Jacaerys se limpió las lágrimas y antes de comenzar a tomar su forma de dragón le dedicó unas últimas palabras – te amo Aemond, lo hice desde que te conocí y ahora, voy a terminar contigo.

Jacaerys entonces se transformó de nuevo en aquel dragón de escamas negras y rojas, lanzó un rugido y atacó a Aemond.

La lucha entre ambos fue sangrienta y feroz, ambos tenían el objetivo de acabar con el otro y mientras los demás ángeles y demonios colisionaban entre ellos, el dragón y el ángel luchaban encarnizadamente hasta que el dragón clavó una de sus garras en el pecho del ángel y lo estrujó casi al mismo tiempo que el ángel clavaba su espada en el costado del dragón, ambos soltaron alaridos de dolor y mientras el dragón aferraba con mayor fuerza su garra en el pecho del ángel, la espada de Aemond se enterraba con más profundidad en las costillas del dragón.

Ambos cayeron de los cielos estrepitosamente, al final, un agonizante dragón regresó a su forma original siendo Jacaerys lo último que Aemond pudiera ver antes de alcanzar su rostro y acariciarlo por última vez.

– Te amo – Aemond respiraba con dificultad – siempre lo he hecho.

Lágrimas de dolor y tristeza salían de los ojos de Jace mientras luchaba por no ahogarse con la sangre que brotaba de sus labios.

– Te amo – y con eso, los ojos de Jacaerys perdieron el brillo que los caracterizaba mientras Aemond los veía fijamente hasta que él también sucumbió a las heridas y murió.

*****

Addam buscaba entre los caídos algún sobreviviente de esa guerra, hubo muchísimas pérdidas y los constructores habían ordenado traer de regreso a todos los ángeles que pudieran, él había visto la batalla entre el dragón y Aemond y había bajado con la esperanza de encontrarlo con vida, pero cuando lo encontró la imagen frente a él lo hizo derramar lágrimas.

Era un prado que en algún momento fue hermoso pero que en ese momento lucía completamente destruido, en medio de ellos Aemond, aquel ángel guerrero yacía de lado viendo directamente al rostro de Jace, una de sus manos sostenía con delicadeza la mejilla de Jacaerys y con la otra empuñaba su espada todavía atorada entre las costillas del que hubiese sido un ángel criador.

Jacaerys tenía los ojos abiertos, pero en ellos ya no había vida, en una de sus manos sostenía el corazón sangrante de Aemond mientras que la otra parecía querer alcanzar sus labios, lloró por la muerte de ambos y luego los tomó para enterrarlos juntos en algún lugar antes de que los constructores destruyeran todo.

Oró porque en algún momento ellos se volvieran a encontrar en un mundo en el que pudieran estar juntos y luego se marchó.

*****

Siglos después un joven Jacaerys estaba contemplando en una iglesia una escultura de un arcángel enterrando su espada en un dragón, la placa de la escultura narraba la feroz batalla entre un arcángel y un poderoso demonio, uno con forma de dragón, la escultura retrataba a ambos entes con ojos llenos de furia y rabia, pero él no creía que fuera así.

Aemond se posó a su lado observando la escultura, él no era devoto, pero estaba de visita en la ciudad y algo dentro de él le urgió a visitar aquel lugar, todos decían que era un lugar sagrado, la mujer que daba el recorrido incluso afirmó que en aquel lugar se había llevado a cabo la batalla a la que hacía alusión aquella escultura, la mujer llegó incluso a afirmar que aquella Iglesia había sido construida en honor al arcángel que había derrotado al demonio, una afirmación bastante presuntuosa a la que Aemond no le dio mayor importancia. Siguió observando la escultura con mucho detalle, algo en ella llamaba su atención, como si le recordara algo, aunque no podía saber bien qué era.

La voz del chico a su lado lo sacó de sus pensamientos – La escultura es inexacta ¿no lo crees?

Frunció el ceño y giró a verlo, frente a él estaba un chico hermoso, nada parecido a su tipo, pero era la criatura más hermosa que él hubiera visto.

– ¿A qué te refieres?

– Se supone que los demonios fueron ángeles, ángeles de alto rango que fueron expulsados del cielo por desobedecer a los dioses ¿no?

Aemond asintió.

– Entonces, el arcángel debió conocer a ese demonio cuando era un ángel también, su hermano, debió amarlo, debió ser difícil enfrentarse a su hermano, ¿cómo podrías asesinar a quien amas?

– Dicen que el deber es la muerte del amor; tal me lo parece en su caso.

Vio al chico fruncir un poco su nariz.

– Tal vez el amor debería ser la muerte del deber – aquello hizo reír a Aemond.

Entonces estiró su mano hacia aquel chico.

– ¿Puedo preguntar el nombre de este gran pensador?, yo puedo decirte el mío, mi nombre es Aemond.

El chico tomó su mano para saludarlo y presentarse.

– Puedes decirme Jace, mi nombre completo es Jacaerys, pero la mayoría tiene problemas para pronunciarlo correctamente. – Aemond le devolvió una sonrisa asintiendo a sus palabras.

No supo con certeza lo que había sucedido, pero algo en su interior le hizo saber que el chico frente a él era Jace, su Jacaerys, su demonio personal.

*****

Notes:

No sabía que camino tomar así que me acordé de esa parte del libro del Apocalipsis que narraba la batalla entre el Arcángel Miguel y Satanás (el dragón), me pareció una buena forma de adaptar su historia porque en teoría, sí, ellos se conocían y eran hermanos (según la biblia católica los ángeles tienen distintos rangos así que Miguel y Lucifer se conocían bastante bien).

Aemond amaba a Jace, pero cuando vio como la sociedad veía con malos ojos o como si fuera algo “antinatural” que dos personas del mismo sexo se amaran, pues decidió alejarse para proteger a Jace, aunque Jace le hubiera dicho que eso no tenía nada de malo.

El plan de Aegon y Daeron siempre fue traicionar a todos y matar a Aemond porque era el único que los podía detener, nunca pensaron que iba a sobrevivir y cuando vieron su cercanía con Jace supieron que los sentimientos de Aemond eran diferentes y no solo como amigos, de ahí que decidieran llevarse a Jace.

Jace se fue con los ángeles caídos porque amaba en verdad a las criaturas de la Tierra y quería estar con ellas, eso aunado al corazón roto que le dejó Aemond pues fue fácil dejarse llevar.

Como menciona el shot, Jace se hizo adicto a las pasiones carnales tratando de llenar un vacío, disfruto del placer, pero nunca se sintió completamente bien.

Daeron y Aegon sí desarrollaron sentimientos por Jace, no podría decir que amor porque ellos no podían amar al estar corrompidos, pero una versión retorcida de amor sí sentían por él aunque Jace no sentía nada por nadie ya.

Chapter 22: Matrimonio Arreglado

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Rhaenyra sostenía el pedazo de pergamino que le había sido entregado con premura por el encargado de las pajareras de Rocadragón, sus manos temblaban y su aroma comenzó a agriarse de manera que todos los que estaban a su alrededor notaron su evidente disgusto.

Y no era para menos; su padre, el rey Viserys la convocaba a ella y a toda su familia a Desembarco del Rey, no era una invitación, era una orden, una que indicaba lo mucho que todo estaba por cambiar. Y cuando Rhaenyra llegó junto con toda su familia, todo le reventó en la cara.

Fue citada en el salón del Trono junto con su familia, los príncipes Jacaerys, Lucerys y Joffrey Velaryon, Aegon el menor y Viserys acompañados de Daemon, Rhaena y Baela, toda la familia estaba ahí, y por un momento pensó que el rey solo la había llamado para despedirse de ella, pues su estado era deplorable, parecía que se desintegraría en cualquier momento, así que Rhaenyra pensó que quería despedirse de su familia y nombrarla reina antes de que muriera.

Al gran salón del trono también entraron Lord Corlys Velaryon y la princesa Rhaenys, quienes habían sido llamados de igual manera por orden directa del rey.

Finalmente, la reina Alicent hizo su aparición junto con sus cuatro hijos, Aegon el omega de cabello oscuro como el ébano, la princesa Helaena, siempre disociada de su realidad y los príncipes Aemond y Daeron, Rhaenyra arqueó la ceja al ver que el menor de sus hermanos también estaba ahí presente. En realidad, estaban todos presentes, los miembros del consejo estaban también ahí, el único que hacía falta era Otto Hightower.

El rey se encontraba sentado en el trono, se notaba sumamente cansado y la mueca de dolor que tenía impresa en el rostro no pasaba desapercibida para nadie, todos notaban como nadie de los presentes estaba muy seguro del motivo de que estuvieran todos reunidos ahí, así que cuando Rhaenyra se disponía a hablar, Lord Lannister le indicó que debía guardar silencio hasta que el último de los convocados fuera llevado al salón.

Para Jacaerys fue extraño, incluso la reina Alicent se notaba inquieta, sus dedos comenzaron a tironear de la piel alrededor de sus uñas, una manía que le había visto hacer cuando se encontraba sumamente nerviosa e incómoda, pero salió de sus pensamientos rápidamente cuando el ruido de las puertas del salón hizo que todos voltearan a ver quién había sido el último invitado.

Para sorpresa de todos, eran Otto Hightower y Ser Criston Cole, el padre de la reina no portaba el símbolo de mano del rey y sus ropas no eran las acostumbradas verdes, el caballero juramentado de la reina tampoco portaba su capa blanca ni su armadura, estaban vestidos únicamente con ropas de color gris y ambos hombres llevaban esposas en las muñecas.

El jadeo ahogado de la reina al ver a ambos hombres hizo que Jacaerys regresara la mirada hacia ella por un momento y por un instante se topó con la mirada de su tío Aemond, su ojo lila mostraba una clara confusión, y cuando se percató que Jacaerys lo miraba, su ceño se frunció y regresó la vista al centro del salón.

Cuando ambos hombres fueron colocados frente al trono de Hierro, fue Lord Jasper Wylde quien rompió el silencio.

– Quiero comenzar ofreciendo una disculpa por la premura y el secretismo con el que se manejó esta situación, pero deben entender que las circunstancias en las que se presentan nos han obligado a actuar de esta manera.

El rey suspiró con pesar, como si lo que sea que fuese a ser anunciado hubiera sido acordado a sus espaldas, aun así, el hombre continuó.

– Princesa Rhaenyra – el hombre volteó a ver directamente a su madre – Debe saber que la salud de su Majestad, el rey es frágil y en los últimos años no ha hecho más que empeorar. No es secreto para ninguno de los aquí presentes que su matrimonio con el príncipe Daemon fue realizado sin el consentimiento del rey y como resultado, usted y su familia abandonaron la corte para establecerse en Roca Dragón. Aun así, el rey nos ha solicitado a su consejo enviar misivas con regularidad esperando una respuesta de su parte, sin embargo, dichas misivas nunca han obtenido respuestas, por lo que es difícil que pueda entender todo lo que ha sucedido en estos años.

Su madre Rhaenyra se tensó, claro que aún pesaba el hecho de que ni ella ni Daemon esperaron el tiempo adecuado para casarse luego de que sus respectivos consortes murieran, o en el caso de Laenor, hubiera huido con su amante.

– Dicho esto – continuó hablando el hombre – Siempre ha sido el deseo del rey mantenerla como su heredera y futura reina de Poniente – esto pareció darle un aire de alivio a su madre – Me lamento que eso no podrá ser. No a menos que desee desatar una guerra con pérdidas incalculables.

Daemon fue quien reaccionó entonces intentando empuñar a Hermana Oscura.

– No se molesté en intentarlo mi príncipe – Ser Erryk y Arryk se colocaron detrás del príncipe canalla en cuanto vieron los movimientos del Alpha – Fueron convocados por el consejo del rey porque queremos evitar un derramamiento de sangre – el consejero de edictos concluyó.

Quien tomó el turno de hablar fue ahora Tyland Lannister.

– Hace poco más de siete lunas comenzamos a sospechar de una posible conspiración para usurpar su derecho al trono – comenzó a hablar el Alpha – Primero fueron simples susurros que nos parecían irrelevantes, pero resultaron ser ciertos, yo fui abordado por Otto Hightower hace seis lunas, en una reunión privada en la torre de la mano, lord mano me planteó la posibilidad de que una vez el rey Viserys fuera al llamado del Extraño y usted ascendiera como reina de Poniente, los nobles y señores de las grandes casas rechazaran su reclamo, al final de todo, muchos de esos señores no juraron su lealtad hacia usted, sino que ahora son sus herederos los que rigen esas casas, y debo admitir que encontré esa lógica razonable. Incluso la princesa Rhaenys tenía un reclamo sólido al ser la heredera del príncipe Aemon y aun así su reclamo fue desestimado en favor del rey Viserys.

– Sea claro y vaya directo al punto lord Lannister – aunque sus palabras eran claras la voz de Rhaenyra delataba lo nerviosa que se encontraba.

– Que Otto Hightower abordó a varios miembros del consejo del rey pidiendo nuestro apoyo para usurpar su trono y colocar a su nieto Aegon como rey cuando su padre muriera.

El hombre espero a que todos los presentes terminaran de asimilar lo que acaba de decir.

– ¿Qué espera entonces? Eso es alta traición y la pena es la muerte – espetó Rhaenyra envalentonada.

– Lo es princesa – respondió Jasper Wylde con una inquietante calma – y es por eso que se encuentra arrestado.

El grito de la reina Alicent fue lo que hizo que todos voltearan a verla, evidentemente afectada e intentando llegar a su padre para liberarlo, aunque sus intentos fueron en vano cuando un miembro de la guardia se acercó a ella y le bloqueó el paso, fue Daeron quien tomó el brazo de su madre y la llevó de nueva cuenta al lugar en el que estaba.

– Sin embargo, princesa – continuó Lord Jasper – No soy el único aquí presente que considera que las palabras de lord Otto son ciertas, ninguna mujer antes ha ascendido al trono de Hierro y cuando a los grandes señores se les dio la oportunidad de votar para elegir a la princesa Rhaenys, ellos decidieron que la heredera que el príncipe Aemon había designado, no se sentaría en el trono de hierro y en su lugar escogieron a su padre, el rey Viserys.

Las palabras del hombre retumbaron en el salón y fue evidente la incomodidad de la princesa Rhaenys y su esposo Lord Corlys.

– Aun cuando la princesa Rhaenys hubiese sido educada toda su vida para gobernar, fuera la heredera designada de su padre y contara con el apoyo de grandes casas, el derecho del varón prevaleció, eso sin mencionar que la princesa Rhaenys no lleva a cuestas rumores y susurros respecto a la bastardía de sus hijos o la extraña muerte de su primer esposo.

Jacaerys vio palidecer a su madre, en todos esos años los rumores y susurros habían sido solo eso, jamás habían sido debatidos en una sesión de consejo o frente a grandes señores, y los pocos que habían intentado hacerlo habían perdido la lengua por orden de su padre, pero ahora, Lord Jasper Wylde lo mencionaba abiertamente y cuando los ojos de Rhaenyra se encontraron con los de su padre, solo vio la mirada resignada de su padre y en ese momento supo que la protección que el rey le había proporcionado por tantos años, finalmente se desvanecía.  

– Para nadie es un secreto sus indiscreciones princesa, su amorío secreto con Ser Harwin Strong y el ahora acusado Criston Cole ha confesado que fue él quien la desvirgó hace casi dieciséis años. – Las personas de la corte que se encontraban en el lugar comenzaron a cuchichear respecto a lo que se acaba de decir – Por ende, el consejo ha encontrado pruebas suficientes para determinar que usted también es culpable de los delitos de adulterio y traición a la corona al intentar nombrar heredero al trono de hierro a un hijo nacido de la semilla de un hombre que no era su esposo, y el castigo también es la muerte.

La familia de Rhaenyra y ella misma se tensaron de inmediato luego de escuchar esas palabras, si eso era cierto, entonces Rhaenyra junto con sus hijos mayores serían ejecutados, pero fue la voz de Lord Beesbury quien continuó.

– Sin embargo, princesa, su padre, el rey Viserys en un acto de misericordia infinita ha decidido perdonar su falta hacia la corona y perdonar su vida y la de sus hijos mayores, aun así, el delito de adulterio sigue sin ser condenado y al ser un delito que atenta directamente al honor de la casa Velaryon, es decisión de Lord Corlys decidir lo que hará con los jóvenes príncipes y el castigo a usted – el pobre consejero de la moneda veía con lástima y tristeza a la princesa.

La princesa Rhaenys y Lord Corlys parecieron caer en el entendimiento de que ellos debían decidir si los que consideraban sus nietos serían ejecutados, exiliados o nombrados bastardos, así como el castigo adecuado para la princesa Rhaenyra.

– Como entenderá entonces – continuó Jasper Wylde – El consejo ha demandado al rey Viserys que altere el orden de sucesión y nombre a su nuevo heredero.

La reina Alicent pareció recomponerse tras escuchar aquellas palabras, pero el gusto habría de durarle muy poco.

– Aegon será entonces nombrado heredero del rey Viserys y cuando mi esposo sea llamado por El Extraño, ascenderá al trono – la voz de Alicent sonó bastante segura.

El pobre omega castaño pareció querer huir de ahí en cualquier momento, pero fue detenido de manera brusca por su madre. Sin embargo, Lord Wylde tomó la palabra de nuevo.

– Reina Alicent – su voz fue bastante fuerte y muchos de los presentes se estremecieron al escuchar sus palabras – No hemos terminado.

El hombre giró a ver a todos los presentes.

– Durante el interrogatorio realizado a Ser Criston Cole, él confesó otros pecados que la involucran de manera escandalosa. El hombre aquí confesó haber fornicado con usted cuando aún era una doncella sin ser comprometida, y que dichas actividades continuaron aun cuando él tomó el blanco y usted desposó al rey Viserys, el príncipe Aegon en realidad no es un príncipe pues su padre no es el rey Viserys.

La cara de Alicent se descompuso y comenzó a sollozar.

– Ser Criston ha confesado que el príncipe Aegon en realidad fue concebido por su semilla, y tenemos prueba suficiente de ello al ser el príncipe Aegon el único de sus hijos que no ha podido vincularse con un dragón y cuya coloración no corresponde a los rasgos Targaryen, ni siquiera a los Hightower, sino más bien asimila a un dorniense mestizo – las palabras de Jasper Wylde eran muy tajantes – Asimismo, algunas sirvientas de su servicio han confesado haber buscado té de luna para usted aun cuando el rey Viserys no la llamaba a su lecho. Por lo que, encontramos que usted también ha cometido adulterio y traición a la corona y su hijo Aegon no es más que un bastardo engendrado por un guardia real.

El hombre hizo una señal y pronto, la reina Alicent y Aegon fueron sometidos por unos guardias que se encontraban ahí, el pobre Aegon solo lloraba e intentaba zafarse del agarre de los guardias sin éxito alguno, mientras que la reina Alicent gritaba y tironeaba de las mangas del uniforme del guardia, solo bastó que Lord Wylde indicara con un gesto de su mano, para que el guardia soltara una fuerte bofetada en el rostro de la reina antes de gritarle que se callara.

Los hipidos de la mujer fueron bajando de volumen hasta que fueron lo suficientemente bajos que el consejero de edictos continúo hablando.

– Entendiendo que el bastardo Aegon no será el heredero al trono de hierro, corresponde entonces que sea el siguiente hijo del rey Viserys quien sea nombrado príncipe de Roca Dragón y su heredero al trono de hierro cuando el rey Viserys muera. El consejo ha debatido al respecto y sugerimos entonces que sea el príncipe Aemond quien tome el título.

– Desde una tierna edad el príncipe Aemond ha demostrado ser diligente y dedicado a las lecciones de los maestres, es un hábil guerrero y no hay duda de su herencia Targaryen al ser el jinete de la imponente Vhagar. Será él quien ascienda como rey de Poniente cuando el momento llegue.  

Nadie en el lugar, ni siquiera Aemond se encontraba preparado para recibir tal noticia, Jacaerys volteó a verlo por un instante y alcanzó a observar cómo su mano izquierda intentaba cubrir la derecha que temblaba levemente.

– Padre … – la voz desesperada de Rhaenyra fue lo siguiente que se escuchó – No puedes permitir que mi derecho sea ultrajado de esta manera, yo soy tu heredera, fui yo a la que los grandes señores rindieron juramento.

– Y fue usted misma quien hizo que muchos de esos juramentos se debilitaran princesa, con sus escándalos y rumores, decisiones cuestionables y su abandono a la Corte; nosotros como el consejo del rey hemos decidido prevenir el caos en el reino, intentamos evitar una guerra de sucesión o que el reino caiga en manos poco competentes.

El hombre no le dio la oportunidad a Rhaenyra de refutar nada. Le dio la espalda y comenzó a avanzar hacia donde Corlys Velaryon se encontraba.

– Mi Lord, espero que entienda los motivos por los que realizamos esta audiencia de manera tan apresurada, pero los asuntos que aquí se presentaron no eran para ser manejados a través de mensajeros o cuervos. – el hombre pareció tomar aire antes de continuar – Como ya mencioné, al ser su casa quien se ha visto afectada por las transgresiones de la princesa Rhaenyra y el príncipe Daemon, corresponde a usted impartir el castigo que considere adecuado por el delito de adulterio hacia su hijo el fallecido Ser Laenor Velaryon, asimismo, corresponde a usted decidir qué hacer con los hijos mayores de la princesa Rhaenyra, pues hasta el día de hoy, pertenecen a su casa, así que está en su derecho de decidir su destino.

Lord Corlys carraspeó después de haber escuchado esas palabras, si bien era evidente que esos niños no eran sus nietos de sangre, Lord Corlys y Rhaenys los habían amado y cuidado desde su nacimiento, el viejo hombre recordaba como su hijo Laenor hablaba con tanto cariño de sus hijos y como estos últimos seguían a su padre Laenor a todas partes.

Giró a ver a su esposa la princesa Rhaenys, solo fue un vistazo rápido y supo lo que debía hacer.

– La casa Velaryon siempre ha sido una casa leal a la casa Targaryen y nuestra palabra no es voluble, los príncipes Jacaerys, Lucerys y Joffrey son hijos de mi hijo Laenor y como tal, les corresponde el apellido Velaryon, apellido y casa que los protegerá y a la que pertenecerán hasta su muerte, ellos cuentan con mi total respaldo y ratifico frente a todos los presentes mi deseo de nombrarlos mis herederos cuando el Extraño me llame.

El rey Viserys soltó un suspiro de alivio, él también amaba a sus nietos, pero comprendía que las acciones de su hija los había puesto en una situación de grave peligro, cualquier otro lord los hubiera nombrado bastardos y despojado de todo antes de enviarlos al muro o simplemente ejecutarlos como si fuera su culpa el adulterio de su madre.

– Así será entonces; Lord Beesbury – el anciano hombre se acercó a Lord Corlys y Lord Jasper – por favor tome nota de que los príncipes Jacaerys, Lucerys y Joffrey seguirán perteneciendo a la casa Velaryon y suya será la herencia, asimismo, los príncipes estarán bajo el cuidado de Lord Corlys una vez sea dictado el castigo a su madre. – el anciano hombre asintió y con ayuda de un mozo que sostenía un pesado libro, realizó unas anotaciones rápidamente.

Corlys continuó hablando.

– En cuanto a la princesa Rhaenyra, entiendo que la falta cometida hacia mi casa conlleva una pena de muerte, sin embargo, ya he vivido la muerte de mis dos hijos y es un dolor que ningún hombre merece sufrir, por lo que, como una consideración hacia el rey Viserys, por el cariño que mi esposa guarda al recuerdo de la reina Aemma Arryn y porque mis dos hijos amaban a la princesa Rhaenyra, es mi deseo que la princesa pueda llevar una vida tranquila en el exilio junto con el resto de sus hijos y su esposo.

Jacaerys vio temblar el labio de su madre, el hombre le había perdonado la vida y la había condenado solamente a un exilio cómodo con el resto de su familia, ella no tenía ningún motivo por el cual intentara apelar a la decisión y parecía que el rey Viserys agradecía a su prima, la princesa Rhaenys y a Corlys Velaryon por la piadosa decisión.

– Que así sea entonces – finalizó Lord Jasper.

Después de eso, Jacaerys se sintió mareado, en menos de un día su vida había cambiado por completo, él y sus hermanos a punto de ser llamados bastardos, su madre acusada de adulterio y traición a la corona y despojada de su título como princesa heredera, así como enterarse de que sería exiliada con sus hermanos menores.

Solo salió de sus pensamientos cuando la voz profunda del Alpha continuó.

– El príncipe Daemon también será exiliado de la Corte y de Poniente en general, podrá ir con su esposa y sus hijos fuera del continente y Lady Baela y Lady Rhaena podrán decidir si se quedan en Poniente o si desean acompañar a sus padres en el exilio. Al ser exiliado, la espada Hermana Oscura deberá ser regresada a la Corona.

Daemon forcejeó con los guardias que se acercaron a retirarle la espada, pero fue el grito cansado de Viserys el que lo hizo detenerse, mucho habían hecho con perdonarles la vida, lo menos que podía hacer el príncipe canalla era conservar la dignidad que le quedaba y entregar su espada sin mayores escándalos.

– Siguiendo con los asuntos que nos atañen esta mañana – continuó Lord Jasper – La Reina Alicent también será juzgada y castigada conforme a sus crímenes, siendo la traición a la Corona el más severo de todos, debo informar que el hijo engendrado por el caballero Criston Cole y su majestad la reina Alicent, será ejecutado para evitar mayor vergüenza a la corona.

El omega en cuestión palideció al escuchar las palabras del hombre, aunque de nueva cuenta el rey Viserys interrumpió al hombre.

– Me parece innecesaria la crueldad y atrocidad que menciona – volteó a ver a Aegon – el muchacho no es culpable de los pecados cometidos por su madre y su verdadero padre, en todo caso es víctima de las circunstancias y las ambiciones de otras personas, por lo que es mi deseo que su vida sea perdonada, serás llamado Aegon Mares ahora, y podrás elegir el lugar donde desees residir fuera de Poniente, la Corona te entregará los recursos suficientes para que vivas una vida tranquila. – concluyó el rey.

El pobre omega seguía tembloroso, pero se recompuso rápidamente cuando fue liberado por los guardias y el rey le dedicó una sonrisa, por primera vez en su vida, Aegon podría andar libre sin sentir el odio de su madre o los rumores caer sobre sus hombros, su padre, el rey Viserys, o bueno, quien creyó era su padre siempre fue algo indiferente con él, pero nunca cruel y ahora le mostraba un poco de afecto finalmente.

*****

Lo siguiente que sucedió fue algo que Jacaerys nunca olvidaría.  

Ser Criston Cole evidentemente fue sentenciado a muerte, Lord Jasper no era apodado Vara de Hierro en vano, el hombre fue lo suficientemente cruel como para solicitar a la reina Alicent que fuera ella quien trenzara la soga con la que el hombre sería colgado, no tendría la muerte de un caballero o sería pasado por la espada, sino que lo colgarían como al más vulgar de los ladrones.

Asimismo, la misma reina Alicent se encargaría de trenzar una segunda soga, esa sería para su padre, Ser Otto Hightower, por un momento Alicent y Otto pensaron que el rey Viserys sería igual de misericordioso que con Aegon, pero el rey demostró que, a pesar de su apariencia bonachona y actitud calmada, la sangre del dragón corría por sus venas, así que el castigo de Otto sería una advertencia clara para cualquier otra casa o Lord que se sintiera tentado a escalar en el poder sin consecuencias.

El hombre sería colgado igual que Ser Criston, aunque a diferencia del caballero cuyo cuerpo sería dejado en las almenas de la Fortaleza para que los cuervos se comieran la carne, a Otto le esperaba algo muy distinto.

Lord Mano evidentemente sería despojado del título de Mano del Rey, luego, sería colgado fuera de los muros de Pozo Dragón, el rey Viserys había designado que su cuerpo no sería entregado a ningún dragón ni a los cuervos, o devuelto a su familia para que fuera enterrado en las criptas de Antigua, sino que sería desmembrado en siete partes, cada una de ellas sería enviada a las siete regiones de Poniente, El Valle, las Tierras de los Ríos, El Norte, El Dominio, La Roca de Casterly Rock, las tierras de las Tormentas y la cabeza de Otto Hightower permanecería en Desembarco del Rey donde se mantendría como un recordatorio permanente del destino de los traidores.

Muchos consideraron que el castigo era excesivamente cruel, pero no supieron que, dentro de los interrogatorios realizados a Otto, el hombre había confesado todos los crímenes que habían realizado, desde la conspiración de la familia Hightower con la Citadela y el Septo Supremo, donde entre otras cosas, el rey Viserys supo de la negligencia del maestre que atendió a la princesa Alyssa y la dejó morir luego del nacimiento del menor de sus hijos o de la muerte del mismo príncipe Aegon, su hermano.

También se enteró de como el príncipe Baelon había sido envenenado por orden directa de Otto, sabiendo que estando él vivo y siendo mano del rey, Otto jamás ascendería al poder, el hombre no dudo en quitar a cualquiera que pudiera estorbarle en su ascenso al poder. La reina Aemma y todos los embarazos fallidos también fueron parte de la traición a la Corona, y por todo ello, Viserys decidió que debía dar un castigo ejemplar.

Al enterarse de todo lo que la familia Hightower había hecho en aras de ascender al poder, todos los miembros de la familia Targaryen estuvieron de acuerdo con el castigo que le sería impuesto a la reina Alicent. La vida de la reina sería perdonada, no que fuera a ser exiliada o algo medianamente misericordioso, Viserys entonces ordenó la anulación de su matrimonio con la reina, despojada de todos sus títulos sería obligada a realizar una caminata de la expiación, sería desnudada y obligada a caminar desnuda y descalza desde la Fortaleza Roja hasta su hogar en Antigua, un viaje que duraría cuatro lunas al hacerlo a pie, donde sería escoltada por algunos guardias leales al rey que se asegurarían de que nadie mostrara piedad o benevolencia alguna a la reina, su lengua sería cortada y luego sería entregada a algún burdel donde serviría hasta que engendrara y pariera a siete bastardos, una burla no solo a la Fe de los Siete que la reina tanto predicaba, sino una venganza justa luego de todos los rumores y comentarios mal intencionados dirigidos a los hijos de la princesa Rhaenyra, luego de eso, finalmente sería liberada de su servicio en el burdel y sería llevada entonces a servir como una hermana silenciosa hasta el momento de su muerte.

Ni siquiera Daemon pudo imaginar la crueldad de la que era capaz su hermano, pero saber todo el sufrimiento que las mujeres Targaryen pasaron solo por la ambición de unos cuantos fue suficiente para que el rey mostrara que nadie se mete con el tesoro de los dragones.

Todas las sentencias serían ejecutadas en un plazo de tres lunas, esto porque el consejo decidió que deberían llamar a todos los grandes señores de Poniente para que estuvieran presentes al momento de que la princesa Rhaenyra fuera despojada de su título, el príncipe Aemond fuera nombrado como el nuevo heredero del rey Viserys y las sentencias impartidas a todos los acusados fueran ejecutadas.

*****

Jacaerys se preparaba para ese día, en esas lunas había pasado todo el tiempo posible con toda su familia, después de ese día, su madre, hermanastras, Daemon y los menores de sus hermanos se marcharían lejos de Poniente, mientras que él, Luke y Joffrey partirían con sus abuelos a Driftmark, Jacaerys incluso había cambiado los colores de su vestimenta, ahora utilizaba el azul Velaryon y el emblema del caballito de mar la mayor parte del tiempo.

Había sido un periodo de tiempo extraño, había visto a su abuelo el rey mucho más lúcido de lo que lo había hecho en años, supuso que fue luego de depurar a todo el personal leal a Otto y Alicent, igualmente sus tíos, Helaena y Daeron estaban ahí, Helaena como siempre algo ajena a lo que pasaba a su alrededor, más interesada en los insectos que tenía en sus aposentos y Daeron parecía un fantasma, completamente incapaz de terminar de aceptar todo lo que había sucedido.

Para su sorpresa, Aegon, su tío bastardo fue una buena compañía, el omega parecía feliz de estar libre de la presencia de Otto y Alicent, él nunca tuvo intención de usurpar a su hermana, solo quería tener una vida tranquila y sin complicaciones lejos de los chismes de la corte y sin todo el fastidio que era regir un reino.

Un día, mientras tomaba el té con Aegon, Jacaerys notó una cicatriz en uno de los brazos de Aegon, éste soltó de manera despreocupada que se la había hecho un día mientras intentaba proteger a sus hermanos menores de los golpes de Otto y Alicent, él, al ser el mayor de los hermanos y la mancha del pecado de Alicent era usado como niño de los azotes, donde Otto y Alicent desquitaban sus frustraciones, Aegon había aprendido a sobrellevarlas en silencio y había encontrado en el vino un tipo de refugio a ello.

Saber eso hizo que Jacaerys sintiera algo de pena por su tío, jamás se había puesto a pensar en lo mucho que él o cualquiera de sus demás tíos había sufrido, pero al notar la sonrisa de alivio en el rostro de su tío Aegon, supo que después de todo lo que había sucedido, al menos alguien había obtenido algo medianamente bueno.

*****

Los grandes señores de Poniente fueron llegando a Desembarco del Rey uno a uno, los últimos en llegar fueron los que venían desde el Norte, luego de casi cuatro lunas, finalmente el salón del trono estaba lleno de los señores y vasallos más importantes de Poniente, todos ellos se encontraban algo consternados respecto al motivo por el que fueron reunidos todos ahí.

No pasó mucho tiempo para que el rey Viserys llegara al salón del trono junto con su consejo, ellos fueron los que comenzaron a hablar, Jace pudo notar como todos y cada uno de ellos tomaba su turno para explicar el motivo de la enorme reunión y no pudo evitar mirar como los grandes señores fruncían el ceño tratando de entender todo lo que estaba pasando, de un momento a otro, la princesa Rhaenyra era despojada de su título de princesa heredera y exiliada junto a su familia; él y sus hermanos eran nombrados ahora príncipes Velaryon, su tío Aegon era nombrado un bastardo y exiliado de la misma manera, luego las sentencias fueron dictadas para Ser Criston, Otto y Alicent, para finalmente nombrar a Aemond como el heredero de Viserys y que los señores ahí presentes juraran su lealtad hacia él.

Fue difícil presenciar todo, pero al menos ya sabía cómo iba a terminar, sin embargo, en un último asunto que nadie más que el rey sabía escuchó unas palabras que le dejaron helado.

“Sé que mi tiempo aquí no será eterno, he sentido al Extraño merodear cerca de mí en los últimos años.

Durante mi vida cometí innumerables errores, el mayor de ellos fue dejar que la brecha en mi familia se hiciera tan grande, siempre quise que fuera unida pero solo logré que se alejaran entre ellos.

Por mucho tiempo he meditado la forma de enmendar mis errores, algunos de ellos ya he comenzado a repararlos imponiendo castigos ejemplares y aceptando los crímenes y pecados que por amor me negué a ver; pero mi anhelo más grande es poder unir a mi familia de nueva cuenta.

Es por eso que he decidido que mi ahora heredero, el príncipe Aemond despose a mi querido nieto Jacaerys Velaryon, Alpha y Omega, el heredero varón que el reino siempre me impuso y el heredero de quien fuera mi heredera, sangre de mi sangre, juntos, ellos llevarán el reino a una nueva época de gloria para los dragones.”

Después de que el rey terminara de decir aquello, la sala cayó en un silencio sepulcral, ninguno de los presentes supo qué decir o cómo reaccionar a aquello.

Jacaerys salió de su aturdimiento cuando el rey le llamó a su lado.

– Mi querido nieto, hace varios años te prometí que algún día te sentarías en este lugar, quiero mantener esa promesa contigo, ascenderás como rey consorte y junto con Aemond, estoy seguro de que el reino estará en buenas manos.

No supo que responder, después de todo lo que había sucedido jamás consideró que sería nombrado consorte del nuevo heredero, la mano del rey apretó la suya y salió de sus pensamientos cuando el rey volvió a hablar a todos los señores presentes.

“Sé que no han convivido lo suficiente, así que es mi deseo que tengan un periodo de tiempo adecuado para que logren conocerse mejor, congeniar y aprender cómo llevar el reino, así que mi siguiente decreto es que mi nieto Jacaerys permanezca en Desembarco del Rey bajo mi tutela y cuidado durante un periodo de nueve lunas, tiempo en el que además de tomar lecciones para dirigir el reino, será educado bajo los modales de los consortes y pasará tiempo con mi hijo Aemond.

Luego de ese periodo, ambos príncipes se embarcarán en una gira alrededor de Poniente, visitarán a nuestros leales señores donde escucharan sus quejas, peticiones y sugerencias, la gira durará no más de seis lunas y una vez hayan concluido la misma, regresaran a Desembarco del Rey para desposarse ante la Fe de los Siete y las Catorce Llamas”.

No hubo ningún tipo de objeción, nadie tenía derecho a hacerla, Rhaenyra siendo ya solo una princesa exiliada no tenía ningún tipo de voz o decisión sobre su primogénito; Lord Corlys y la princesa Rhaenys tampoco podían hacer mucho frente a un decreto que el rey acababa de decir frente a todos los señores de Poniente.

Las quejas que Alicent pudiera tener murieron al intentar siquiera externarlas y Otto tampoco sería escuchado, ni siquiera Aemond que estaba completamente pasmado pudo refutar algo, o el consejo que terminaba de asimilar lo dicho por el rey así que se limitaron a asentir y tomar nota de aquel decreto del que sería entregada una copia a todos los grandes señores que se encontraban ahí presentes.

Después de aquella conmoción, las sentencias fueron dictadas y ejecutadas.

Tal como el rey lo hubiera ordenado, Alicent había sido obligada a trenzar dos sogas, la primera fue puesta alrededor del cuello del que hubiese sido su escudo juramentado y amante, Criston Cole y luego sin mucha parafernalia extra, fue colgado de las almenas de la Fortaleza.

Luego vino el turno de Otto Hightower, otra soga fue puesta alrededor de su cuello y cuando el verdugo recibió la orden de Jasper Wylde, activó el mecanismo que dejaba el cuerpo de Otto ligeramente alzado de la plataforma donde se encontraba parado, no tardó mucho para que el cuerpo del hombre dejara de moverse y sus globos oculares hubieran reventado, una imagen grotesca definitivamente, pero nada se compararía para lo que vino después.

Sabían que el cuerpo de Otto sería desmembrado, muchos pensaron que de eso se encargaría algún caballero o mercenario con espada en mano, no fue así, seis mulas con lazos fueron llevadas al lugar, las extremidades de Otto fueron amarradas a cada lazo y cuando estuvieron todas listas, con una sola orden las mulas jalaron al mismo tiempo desmembrando así el cuerpo de quien fuera la mano del rey.

Muchos de los presentes no tuvieron estomago para presenciar aquel acto y devolvieron el desayuno al momento, algunos otros solo veían la escena completamente paralizados y parecía que solo el rey disfrutó de ver aquello.

Después, la reina Alicent, la plebe la había comenzado a llamar la Ramera Real, conociendo cuál sería su destino, fue despojada de todas sus ropas, sus manos fueron atadas con la misma soga con la que Otto había sido colgado y fue amarrada en la parte trasera de la caravana en la que partiría a Antigua.

Comenzó a caminar pidiendo misericordia y perdón pero de nada le sirvió, el rey ni siquiera se molestó en darle una segunda mirada cuando las puertas de la Fortaleza fueron abiertas y ella comenzó a caminar por las calles de Desembarco, siendo abucheada por la gente común y atacada con cualquier cosa que los pobladores tuvieran a mano, Jacaerys sintió lástima, no por Alicent, sino por sus hijos, a excepción de Aegon que tenía la mirada perdida, Helaena, Aemond y Daeron contenían de la mejor manera posible lágrimas en sus ojos, a pesar de lo cruel que hubiere sido Alicent con ellos, seguía siendo su madre y eso Jace lo entendía.

Finalmente vino el turno de su familia, Rhaenyra, despojada de sus títulos y riquezas fue expulsada de la Fortaleza junto con sus hijos Aegon y Viserys y Daemon, lady Baela y Rhaena también salieron aunque ellas llevaban todas sus pertenencias al no haber sido juzgadas ni acusadas de ningún crimen, pero su madre no pudo llevar nada, ninguno de sus hermosos vestidos o sus ostentosas joyas, solo llevaba ropa adecuada para los menores y una que otra prenda que le habían regalado los mismos sirvientes o lo que Baela y Rhaena pudieron mandar a confeccionar durante el periodo de tiempo que estuvieran en desembarco.

*****

Desde el balcón de los aposentos que le habían asignado veía como los barcos con el emblema Velaryon partían del muelle con sus hermanos Luke y Joffrey y sus abuelos, mientras que la galera que transportaba al resto de su familia navegaba con una bandera libre, en su exilio, Rhaenyra no podría visitar a su familia salvo en contadas ocasiones, la primera sería al fallecer el rey Viserys; la segunda cuando Jacaerys y Aemond finalmente se casaran y por única excepción, se había acordado que si el rey lo aceptara y aprobara, Rhaenyra podría visitar Desembarco del Rey cuando así se lo permitieran.

Jacaerys vio partir a su madre, Daemon, sus hermanos Aegon y Viserys y a sus hermanastras Baela y Rhaena, ellas los seguirían en el exilio a Pentos, Lucerys y Joffrey partirían con Lord Corlys, siendo Velaryon, ellos se establecerían en Driftmark, mientras que él permanecería en la capital junto con su dragón y un gran número de guardias, sirvientes y caballeros leales a su familia.

Unas pocas lágrimas traicioneras cayeron de sus ojos, se prometió a sí mismo que no se doblegaría, enfrentaría su destino con dignidad y entereza. Sabía, que de no hacerlo sería devorado por las serpientes a su alrededor, así que se limpió las lágrimas con la manga de su jubón y regresó al interior de sus aposentos.

*****

Luego de esa despedida, vino la partida de Aegon, de alguna extraña forma él y Jace se habían convertido en buenos amigos, Aegon era de un humor bastante ácido pero que hacía que Jacaerys olvidara por momentos su situación, y cuando el mayor no estaba bromeando, le contaba a Jace todo lo que Alicent hacía con ellos, pronto pudo entender mucho del comportamiento de sus tíos, lo estricta que había sido su crianza, básicamente supervisados por alguna nodriza o septa y únicamente conviviendo con su madre durante la cena o cuando el rey pedía por su compañía muy de vez en cuando.

La mirada de Aegon mostraba sentimientos encontrados, por una parte, se veía aliviado de por fin dejar la pesada carga de la corte, de la reina y de su abuelo, y por otro lado sentía pesar de dejar a sus hermanos menores, la mayor parte de su vida se dedico a protegerlos, a su modo, así que dejarlos ahí le causaba cierto pesar.

Fue Jacaerys quien se acercó a él y le prometió cuidarlos, el ahora prometido de su hermano no tenía ningún motivo para hacerlo, pero sus palabras se escucharon sinceras, tanto así, que Aegon asintió, abrazó cariñosamente a Jacaerys y sus hermanos y se marchó de ahí.

*****

Jacaerys caminaba por la fortaleza cuando un sonido familiar suave llamó su atención, decidió acercarse a la habitación de donde provenía aquel ruido. Se asomo un poco por el espacio entreabierto de la puerta solo para ver a Aemond de pie con un libro en sus manos, intentaba leer en voz alta un texto en alto valyrio, los sonidos que emitía le eran familiares, aunque el acento que tenía era muy rústico comparado al que él había aprendido de su madre, Rhaenys y Daemon.

Decidió que tenía que comenzar a compartir más tiempo con su futuro esposo y conocerlo, así que, con un poco de nerviosismo, tocó ligeramente la puerta para anunciarse, pero no esperó que Aemond le respondiera, simplemente abrió la puerta con delicadeza, la misma que tuvo para cerrarla con cuidado y caminar hacia su tío.

– Perdón que te interrumpa, pero escuché que estabas leyendo alto valyrio ¿podría acompañarte?

El rostro de Aemond mostraba su evidente confusión, pero no le negó su compañía, así que Jace se sentó en el sillón que estaba cerca de donde Aemond se encontraba.

El Alpha retomó su lectura y Jacaerys pudo notar su nerviosismo cuando las palabras en sus labios comenzaron a titubear.

– Solo debes relajar la mandíbula y pronunciar la “R” como si estuvieras gruñendo – mencionó el castaño y cuando el Alpha lo volteó a ver, Jace le asintió con la cabeza mientras una pequeña sonrisa se formaba en sus labios.

Pensó que Aemond le diría algo cruel, pero el Alpha siguió su consejo haciendo que su lectura fuera menos torpe y su entonación mucho más elegante. Ninguno de los dos supo el tiempo que pasaron ahí reunidos, solo fue hasta que una sirvienta tocó la puerta de nuevo y anunció que la cena sería servida en los aposentos del rey que se dieron cuenta del largo tiempo transcurrido.

Jamás esperó que Aemond le ofreciera el brazo para guiarlo a los aposentos del rey, Jacaerys dudó un poco, pero al final enrolló su brazo alrededor del de Aemond para salir de ahí y caminar en un silencio cómodo.

*****

Después de ese día, Jace solía pasar sus tardes con Aemond ayudándole a practicar su alto valyrio, ambos lo hacían en realidad, Jace había pedido al rey que mandara traer los libros de la biblioteca de Rocadragón, siendo Aemond el nuevo heredero y él su futuro consorte, podían disponer de lo que ahí se encontraba, así que varios tomos y pergaminos de la biblioteca de Rocadragón le fueron entregados a Jacaerys quien elegía cuidadosamente el material para ayudar a Aemond con su lectura.

Cuando no estaba con Aemond, Jacaerys buscaba matar su tiempo libre siendo de utilidad, había logrado que Lord Beesbury lo aceptara como su ayudante llevando los libros contables del reino, el hombre era considerado alguien sumamente aburrido que daba largas y tediosas explicaciones, pero gracias a ellas, Jace se pudo dar cuenta de como funcionaba el reino, lo que hacía que ellos pudieran vestir con lujo y extravagancia, mantener a sus dragones y que hubiera suficiente oro para cualquier reparación que la Fortaleza o la Ciudad necesitaran.

Mientras leía y entendía el costo de cada una de sus acciones como familia real, comprendió el gran despilfarro al que estaban acostumbrados, el rey Viserys era adepto a los grandes festines ya que la mayoría de los gastos corrían por cuenta de la Corona, cantidades industriales de ganado, granos, frutas, verduras y vino eran requeridos, Jacaerys era testigo de como muchos de los invitados comían y bebían hasta el hartazgo y aún así, la cantidad de comida que era desperdiciada y botada era enorme, fue así que se le ocurrió una idea.

La planteó a Lord Beesbury, el hombre tuvo solo unas cuantas observaciones que ayudaron a pulir el proyecto de Jace, con su bendición y apoyo, entonces acudió a Aemond, no lo haría a sus espaldas y posiblemente sería algo que podría ayudar a mejorar la percepción de todos los miembros de la Corona frente al pueblo.

******

El primer proyecto de los futuros reyes fue muy bien recibido.

Era bastante sencillo en realidad, simple pero lo suficientemente trascendente para que la gente del pueblo comenzara a ver a sus futuros gobernantes como reyes a quienes les importaba su pueblo.

Durante cada banquete que el rey organizaba, Jacaerys se encargó de pedir a la servidumbre de su servicio que se encargaran de servir la comida en sus platos a los grandes señores con el objetivo de que no fuera manipulada por muchas manos.

Todo lo que sobraba era rescatado y puesto en bandejas que serían enviadas en carretones a orfanatos y a los callejones del Lecho de Pulgas, Jacaerys, en su intento de expandir su ayuda, donaba algunas cabezas de ganado que hubiesen sido destinadas a alimentar a Vermax, su dragón, aún en crecimiento comía en abundancia, pero Jace había logrado que el dragón comenzara a cazar su propia comida reduciendo así el gasto a la Corona cuando el dragón cazaba animales salvajes.

Aemond y él solían estar presentes cuando la comida era repartida entre los niños pequeños y ancianos que formaban largas filas para comer algo decente. Al principio era extraño para ambos, ninguno de los dos conocía bien la ciudad pues casi nunca salían de la Fortaleza y cuando lo hacían era para ir a Pozo Dragón en carruajes cerrados que no permitían que la gente común se les acercara, pero en esas pequeñas actividades, ellos estaban acompañados solo de un grupo pequeño de guardias que los cuidaban, nunca había problemas pues la gente les agradecía su bondad y caridad.

Supieron que habían comenzado a realizar un cambio significativo cuando durante una de sus entregas, Jacaerys recibió de manos de un pequeño niño huérfano una pequeña figura tallada rústicamente con la forma de un dragón mientras el pequeño le agradecía al futuro rey consorte que al menos por ese día, no dormirían con la panza vacía.

*****

Aemond tenía una extraña sensación en el pecho, luego de todo lo ocurrido con su familia, su vida cambió totalmente, su madre y abuelo ya no estaban, su media hermana había sido exiliada, él había sido nombrado heredero del rey y ahora estaba comprometido con su sobrino.

Desde que era niño, él había notado la atención que Jacaerys tenía con sus hermanos menores, algo de lo que él no tuvo, entendió después, que, a su manera, Aegon también cuidaba de ellos, aunque era difícil cuando tu madre era una bruja como Alicent y no amorosa como Rhaenyra, Aegon siempre se llevaba la peor parte, pero tarde se dio cuenta de lo que su hermano había hecho por ellos.

No había querido saber mucho del paradero de su madre, supo que después de su caminata de expiación había sido entregada a un burdel del que nadie estaba completamente seguro cuál era, el rey había decidido mantener eso en secreto para evitar que cualquier familiar de Alicent intentara sacarla de ahí.

Los Hightower estaban furiosos, sospechaba que incluso estuvieran planeando una guerra por la ofensa recibida, claro, ellos jamás aceptarían que, en aras de perseguir el poder, habían hecho cosas atroces a la familia Targaryen.

Y luego Jacaerys, después de que él y su familia se hubieran marchado a Rocadragón luego de todos los rumores e insultos a los que la reina los sometía y la pérdida del ojo de Aemond, no había sabido mucho de él, cuando lo volvió a ver solo fue para saber que serían comprometidos, algo que ninguno de ellos quería o esperaba.

Sabía que el omega era “el príncipe perfecto”, siempre estudioso y dedicado en cualquier objetivo que se propusiera, al principio le había parecido irritante, pero luego Jacaerys lo había comenzado a ayudar con su alto valyrio, escogiendo meticulosamente los pergaminos para él y nunca burlándose de él, siempre lo acompañaba y le hacía las correcciones de manera suave y sencilla de entender, había avanzado muchísimo más con él que en sus lecciones con los maestres.

Nunca lo juzgaba ni se burlaba de él por su mala entonación, sino que incluso buscaba los libros y pergaminos adecuados que le ayudaran con su progreso, cosa que ni siquiera los maestres que él había tenido habían hecho por él.

Sin darse cuenta, él comenzó a esperar ese momento del día en que el omega entraba a la biblioteca donde estudiaban juntos, siempre cargando varios libros y pergaminos seguido de un par de sirvientas que llevaban té y pastelillos para ambos, él nunca le había mencionado a Jacaerys el sabor de sus pastelillos favoritos, pero el omega era observador y pronto descubrió que los pasteles de arándanos con miel eran sus favoritos.

Tuvo la necesidad entonces de agradecerle de alguna forma lo que Jace había hecho por él, no sabía muy bien cómo, pero había escuchado de algunos alphas de la corte que la mejor forma de cortejar a un omega era con regalos esplendorosos, no estaba muy seguro de qué sería un buen regalo así que cuando estaba con Jacaerys, ponía atención a cualquier detalle que el omega dijera, un día mencionó lo mucho que extrañaba a su familia, fue una sorpresa escucharlo decir que a quien más extrañaba era a su padre Laenor.

Fue así que ideó un bonito regalo; encontró a un artesano que trabajaba el acero valyrio y haciendo uso de un cuchillo de acero valyrio que su abuelo Otto le había regalado con el emblema de la casa Hightower, lo mandó fundir para el regalo de Jace.

Ver la cara de sorpresa del omega cuando recibió un collar con un colgante en forma de caballito de mar valió toda la pena, la sonrisa que le había dedicado era genuina y hermosa y pensó que le gustaría poder ser el motivo de una sonrisa como esa todos los días.

Un día, mientras él y Jace se encontraban compartiendo los alimentos junto con Helaena, uno de los mozos al servicio de Jacaerys llegó con el omega y le dijo que un navío con el emblema Velaryon estaba por llegar al puerto; según la misiva que había enviado Lord Corlys, eran obsequios para Jacaerys que le habían sido conseguidos durante los viajes y expediciones de la Serpiente Marina.

Telas exóticas, especias, muebles de las más finas maderas, joyas y libros por montones se podían contar, pero lo más extravagante que Lord Corlys había regalado a su nieto fue una hermosa yegua platinada, decían que había sido conseguida en el mar dothraki mientras Lord Corlys y la princesa Rhaenys negociaban algunos tratos en las ciudades vecinas.

Si bien todos esos regalos eran hermosos, ninguno de ellos tuvo la misma reacción que el collar que Aemond le había regalado, y solo por eso, se regocijó por dentro.

*****

Jacaerys había aprendido a convivir con la familia de su abuelo, lo cierto era que el veneno de Otto y Alicent había parado y sus tíos eran amables con él, aunque algunos de los miembros del consejo del rey aún lo veían con cierto desprecio.

En ese preciso momento miraba hacia la bahía de Aguas Negras desde uno de los balcones de la Fortaleza Roja, sostenía en su mano el caballito de mar que Aemond le había obsequiado, no supo cómo reaccionar con aquel regalo, había sido un detalle hermoso que nunca pensó su tío tendría hacia él, solo pudo sonreírle y agradecer sin muchas palabras.

Le recordaba a toda su familia, sus hermanos, sus padres, sus abuelos, los tiempos vividos en Rocadragón, ya no sería posible regresar a esos tiempos, pero se propuso dar su mejor esfuerzo para que él y Aemond pudieran llevar una relación cordial.

Dio la vuelta y regresó hacia el patio de entrenamiento; mientras avanzaba hacia la mesa con las armas dispuestas para el entrenamiento alcanzó a escuchar como algunos guardias y sobre todo un capa dorada se burlaba de su tío Aemond.

“La fiereza que muestra ahora el príncipe Aemond en sus entrenamientos debió mostrarla cuando un mocoso omega enclenque le arrancó el ojo, ahora solo es el príncipe tuerto que tuvo suerte de tener una hermana puta y un hermano bastardo.”

Jacaerys no supo qué fue lo que lo hizo actuar de esa manera, pero tomó la primera espada que encontró en la mesa de armas y se acercó al guardia.

– Dilo de nuevo – su voz sonó intimidante mientras agitaba su espada con destreza.  

El guardia titubeó cuando lo vio acercarse a él.

– Lo siento mi príncipe, no quería ofender al príncipe Lucerys o a su madre la princesa Rhaenyra.  

Escuchar eso lo descolocó un poco, cierto que había llamado a su hermano un omega enclenque, y a su madre una puta, pero Jacaerys estaba furioso por la forma en que se había referido a su tío.

– Acepto su disculpa a nombre de mi hermano y madre – aun así, siguió acercándose al guardia con toda la intención de atacarlo – Aunque también debo recordarle que ofendió a mi … A su futuro rey. – por un momento Jace estuvo a punto de decir “Mi Alpha”.

– Lamento si lo hice molestar mi príncipe, pero no dije nada que no haya sido verdad. – el guardia parecía envalentonado al percibir que Jace quería retarlo a un duelo, un omega como él no tendría oportunidad alguna contra un Alpha que ha sido entrenado para la lucha.

Cuan equivocado estaba.

Jacaerys lanzó el primer golpe de advertencia, el guardia a duras penas logró esquivarlo y sacar su propia espada.

Lo siguiente que pasó, fue que Jacaerys había entrado en un estado feral en el que había asestado varios golpes al guardia, el último cortó la mano del guardia mientras Jace le mostraba sus colmillos en señal de advertencia. Ningún omega hacía eso en circunstancias ordinarias, lo hacían cuando sus cachorros estaban en riesgo inminente o cuando su familia era atacada.  

– La próxima vez que te vea o escuche decir algo de mi familia, no seré tan piadoso – escupió Jacaerys – Si te vuelvo a escuchar decir algo acerca de mi familia, cualquiera de ellos, te cortaré la lengua.  

No esperó a que llegaran más guardias, maestres o cualquier otra persona, solo lanzó la espada al suelo y salió de ahí.

Tal vez en su ira, Jacaerys no percibió el aroma de Aemond, él estaba ahí, había regresado poco después al patio de entrenamiento porque había olvidado pedir al maestro de armas que le diera mantenimiento y puliera su espada, y cuando visualizó el patio de entrenamiento había visto a su sobrino completamente iracundo después de haber escuchado las crueles palabras de ese guardia, Aemond estaba acostumbrado a ellas, pretendía que no las escuchaba o no ponía atención, pero claro que era consciente de lo que se decía de él y de su familia, así que ver a su sobrino defenderlos de esa manera hizo que su Alpha se sintiera orgulloso y atraído por la fiereza del omega.

*****

Mientras se daba un baño, Jacaerys meditaba en lo que el guardia había dicho, hasta entonces, no había reparado en pensar el daño que su tío Aemond había sufrido, no solo había perdido un ojo cuando reclamó a Vhagar, sino que las burlas de otras personas no faltaron. Burlas que soportó en silencio y soledad porque a diferencia de él, Aemond no tenía una familia que lo apoyara incondicionalmente.

También pensó en Lucerys, en Baela y en Rhaena, ellos tres junto con él habían atacado a Aemond cuando reclamó a Vhagar, algo que no tenía sentido pues era cierto que los dragones no se heredaban.

Pensó en como esa noche, cuatro niños habían arruinado la felicidad de otro que recién se había enlazado con un dragón, ninguno de ellos podría entender el sentimiento de Aemond, ni siquiera Rhaena, recordó con pesar como ninguno de ellos le pidió una disculpa, Baela y Rhaena seguían ofendidas y Lucerys solo se escondió detrás de su madre y abuelos, mientras que él, orgulloso y sosteniendo que su actuar era correcto no se molestó en ofrecer disculpas.

Se arrepentía muchísimo de aquello, seguía ensimismado en sus pensamientos que no escuchó cuando la puerta de sus aposentos fue abierta para dar paso al sujeto que ahora inundaba sus pensamientos; Aemond se había acercado a los aposentos de su sobrino con la intención de preguntarle el por qué de su actuar en el patio de entrenamiento.

Pero la imagen de la espalda desnuda de su sobrino metido en la bañera fue lo que lo recibió.

No fue el aroma que el omega desplegaba en ese momento, ni la vista erótica de la suave piel que estaba a su vista, sino que fue ese destello plateado alrededor del cuello del omega lo que hizo rugir al Alpha de Aemond, Jacaerys utilizaba el collar que él le había regalado unos semanas atrás.

Aspiró el aroma del lugar, embriagándose con la esencia de Jacaerys, ese adictivo aroma a mandarinas frescas, hierbabuena, madera ahumada y un toque de ceniza, la prueba irrefutable de que era un dragón.

Como pudo, salió de los aposentos de su sobrino conteniéndose de hacer algo más indecoroso.

Caminó, o, mejor dicho, corrió a sus aposentos a darse un baño frío para bajar la excitación en la que se encontraba; no demoró mucho, terminaba de vestirse cuando una de las sirvientas le avisó que su sobrino lo invitaba a cenar a sus aposentos.

Cuando llegó de nuevo a donde se encontraba su sobrino, éste ya estaba vestido, inmaculado como siempre y el colgante en su cuello lo lucía con orgullo realzando su belleza.

La cena fue tranquila, conversaban un poco de los planes que tenían al comenzar la gira por el reino, Jacaerys quería llegar incluso al Muro y Aemond no tenía ganas de visitar Antigua, era vigorizante para ambos entablar esas discusiones donde ambos mostraban lo bien educados que estaban, trazando rutas apropiadas y estratégicas para su recorrido; conocían los nombres de los castillos y fortalezas, a los Señores que ahí habitaban e incluso el clima de cada lugar.

Hacia el final de su velada, Jacaerys había pedido a las sirvientas que se llevaran todas las cosas de la cena; dejándolos solos en la habitación.

Aemond seguía visualizando el mapa que tenían frente a la chimenea, intentaba pensar una ruta “amigable” en las tierras de las tormentas, estaba tan concentrado que no se dio cuenta cuando Jacaerys se acercó a su lado, demasiado cerca que incluso pudo distinguir algunas pequeñas pecas en el rostro de su sobrino cuando Aemond finalmente se giró para verlo de frente.

Las manos de Jacaerys tomaron las suyas en un agarre firme pero gentil. Vio los ojos avellana mirar hacia el suelo por un momento antes de alzar su vista y fijarla en su único ojo.  

– Aemond… - su voz era muy suave – He estado pensando mucho sobre el incidente de Marcaderiva.

Aemond vio parpadear a su sobrino con nerviosismo batiendo esas bonitas pestañas que tenía, lo que solo hizo que se viera mucho más inocente y adorable.

– Quiero disculparme contigo, por lo que te hice, lo que te hicimos – Jacaerys dejó de contener el aire que no sabía estaba reteniendo – Jamás debimos atacarte de esa forma, sé que no es excusa o justificación, pero éramos tan pequeños y tontos, yo nunca pensé en lo mucho que sufrías cuando no tenías un dragón y cuando finalmente tuviste uno, nosotros cortamos tu felicidad atacándote.

Los ojos de cervatillo de Jacaerys estaban completamente húmedos y el agarre de sus manos había comenzado a aflojarse, Aemond no quería perder ese toque suave y cálido así que fue él quien sostuvo las manos del omega.

– Entiendo que disculparme ahora no tiene mucho caso, eso lo debimos hacer desde ese día, pero no quería seguir guardando esto, no puedo hablar por mis hermanos, pero estoy completamente dispuesto a ofrecerte una disculpa frente a todos.

– No es necesario que lo hagas Jacaerys – Aemond se acercó al omega respirando su aliento cálido – Sé que lo lamentas, puedo sentirlo, puedo olfatearlo, puedo verlo.

Jacaerys mordió sus labios con nerviosismo cuando sintió al Alpha tan cerca de él, algo dentro de él le decía que debía bajar sus muros y aceptar lo que sentía.

Cuando sus labios se juntaron, fue como tocar el cielo, suave, delicado, Aemond no trataba de imponerse sobre Jacaerys, tampoco reclamaba todo de él, solo era suave, como cuando la marea y el viento son favorables y los navíos avanzan delicadamente.

Las manos de Aemond soltaron las de Jacaerys solo para tomarlo de la cintura y acercarlo más a él; mientras que Jacaerys enterraba sus manos en el cuello y nuca de Aemond, aferrándose a él y comenzando algo más pasional, mucho más instintivo y menos delicado.

Cuando el aire les faltó, Jacaerys liberó el cuello de Aemond dejando sus frentes pegadas, sonriendo tontamente después de su arrebato; mientras intentaban recuperar el aire, Jacaerys movió su mano hacia el parche de Aemond, con un gesto de sus ojos, el Alpha asintió y entonces Jace lo removió.

La cicatriz que le habían causado hace tantos años no mermaba la belleza de su tío, seguía siendo igual de atractivo, quizás algo más intimidante, pero Jacaerys siempre se había considerado valiente, así que con delicadeza comenzó a acariciar esa parte de su rostro con su mano y luego repartió pequeños besos en el área.

– Eres muy guapo – se lo dijo como si fuera un secreto y comenzó a reír cuando sintió como Aemond comenzaba a besar su cuello en respuesta haciéndole cosquillas – y travieso. – su voz sonaba como terciopelo y enviaba un escalofrío por toda la columna del Alpha.

Aemond también comenzó a reír.

– Creo que ya debes irte Aemond.

– ¿Por qué? – la voz grave y profunda de Aemond solo lograron que Jace suspirara y liberara un poco de sus feromonas.

– Porque si te quedas un poco más, el omega con el que vas a casarte no será puro. – las manos de Aemond apretaron con más fuerza la cintura del omega haciéndolo suspirar.

– Y ¿Cuál sería el problema? Solo estaría reclamando a mi omega por amor y pasión, no por deber enfrente de todos esos señores.

– Alpha… - un gemido muy bajo salió de sus labios cuando Aemond dio un lengüetazo en su cuello – Alpha por favor, no tengo tanta fuerza de voluntad. – los brazos del omega intentaron separar la cabeza del Alpha de su cuello pero falló estrepitosamente cuando Aemond liberó un poco sus colmillos y dejó una marca que tardaría en borrarse unas semanas por lo menos.

Fuese un momento de lucidez o en verdad la fuerza de voluntad de ambos era grande, que Aemond se separó de Jacaerys y liberó su cuerpo solo para arrodillarse frente a él.

– Sé mío Jacaerys – la voz del Alpha fue fuerte y decidida – Sé mío, sé mi omega, déjame adorarte como lo mereces.

El omega le sonrió.

– Seré tuyo, tú serás mi Alpha, yo te serviré y tendré a tus cachorros, me llenarás y saciarás mis deseos, así como yo cumpliré los tuyos, estoy dispuesto a arder junto a ti.

Aemond se levantó entonces, completamente extasiado por las palabras de su omega.

– Cuando te reclame completamente, nada nos separará, lo juro.

Jacaerys asintió y volvió a unir sus labios con los de su Alpha.

– Lo juro.

Aemond entonces se retiró de sus aposentos, consciente de que estuvo a punto de reclamar a su sobrino ahí, consciente de que no era solo deseo lo que sentía por él, era algo mucho más profundo y su cuerpo como el de Jacaerys resintieron el estar alejados el uno del otro.

*****

Jacaerys intentaba calmarse, estuvo a punto de ceder a su omega y dejar que Aemond reclamara todo sobre él, no le hubiera importado verdaderamente pero no quería causar rumores, él sabía que debían esperar, habían pasado las casi nueve lunas que su abuelo había estipulado, la gira que realizarían estaba por iniciar y los preparativos para su boda ya habían comenzado a realizarse, parte de las actividades a realizar en su gira era invitar a los grandes Señores al evento.

Se fue a la cama recordando el aroma de Aemond, la sensación de sus labios contra su piel, ese último lametazo que lo había hecho ver estrellas y que sintiera una punzada en su abdomen bajo, sonrió como un tonto al tocar sus labios y luego una mano bajó hasta su entrepierna, todavía sentía cosquillas en esa zona, así que intentó concentrarse para olvidarse de aquel momento.

*****

Luego de esa noche, los futuros reyes compartían mucho más tiempo juntos; ambos seguían en sus lecciones de valyrio; Helaena y Daeron incluso se unieron a ellos, siendo Jacaerys el encargado de ayudarles a sus tíos.

Lord Beesbury seguía aleccionando a Jacaerys con el manejo del oro del reino, Lord Corlys había enviado también a uno de sus mejores capitanes para que les ayudara con todo lo relativo a la flota real, instruyendo a ambos príncipes incluso en el comercio y los tratados con otros continentes y las Ciudades Libres.

Y por las noches, Aemond se escabullía en los aposentos de Jacaerys donde compartían un último momento antes de dormir, Jacaerys cepillaba los cabellos del Alpha con delicadeza y cuando retiraba el parche de su ojo se dedicaba a acariciar y besar esa parte del rostro de su Alpha; mientras que Aemond recitaba poemas y canciones para Jacaerys, lo llenaba de regalos significativos, una espada forjada especialmente para él; un dragón tallado en madera con un parecido impresionante a Vermax, un colgante hecho de la misma piedra que Aemond llevaba en su ojo, un anillo que iba a juego con el de Aemond, todos eran pequeños detalles que compartían en la intimidad de sus aposentos.

*****

Jacaerys ahogaba sus gemidos enterrando la cara en las sábanas y almohadas de la cama; aunque el rechinido de las patas de la cama delataba lo que sucedía ahí dentro.

El cuerpo de su Alpha estaba cubriendo el suyo completamente, sentía los labios de Aemond repartir besos en su nuca y espalda mientras sus caderas se enterraban en lo más profundo de su agujero.

Gruñidos, gemidos y algunas palabras que balbuceaba Aemond era lo único que Jacaerys podía escuchar, completamente ido por el placer que sentía en ese momento.

El norte los había recibido con el invierno apenas comenzando; los norteños estaban bien acostumbrados a eso, pero ellos no. Lord Cregan Stark les había recibido con gusto, pero ciertamente de manera austera, era comprensible ya que se estaban preparando para el duro invierno que comenzaba; así que una de las principales causas de que se encontraran así fue que el Señor del Norte les hizo compartir la misma habitación.

Aemond se encargaría de agradecerle al norteño por aquel magnífico obsequio.

El omega de sus sueños, SU omega, ahí, debajo de él, con la piel sudorosa y caliente, podía sentir como se erizaba cada que él lo penetraba con más fuerza, ambos sabían que aquel matrimonio arreglado era todo menos un deber o imposición, se anhelaban y deseaban, se amaban.

– Mmmmmhhh… – El trasero de Jacaerys comenzó a moverse en pequeños círculos cambiando el ángulo de las penetraciones de Aemond – Alpha… Alpha … más, más… – Aemond vio las manos de Jacaerys apretar con tanta fuerza una de las almohadas que parecía que las plumas se aplastarían hasta quedar sin aire.

Aemond sintió una corriente eléctrica recorrer toda su columna que avisaba cuan cerca se encontraba de llegar a su éxtasis, dejó caer su cuerpo sobre el de Jacaerys que soltó un gemido al sentir la piel caliente de su Alpha cubriéndolo completamente.

Como pudo, el Alpha giró sus cuerpos para quedar tendidos de lado sobre la cama, sus manos se aferraban al cuerpo de su omega, una dejando marcas alrededor de los pectorales de Jacaerys, mientras que la otra viajaba a su entrepierna buscando ese punto que hacía enloquecer a su omega y que él había encontrado ya tantas veces.

– ¿Te gusta cómo te follo? – la voz de Aemond no era gentil, era profunda y sonaba peligrosa, suficiente para excitar al omega aún más.

Jacaerys pujó y contrajo su entrada, no pudiendo hilar palabra o frase alguna, pero mostrando con hechos lo mucho que le gustaba la que su Alpha le hacía.

– Dilo.

– Ahhh!!! S… sí... Aemond por favor… ayúdame.

– Dime lo que quieres.

– Tu nudo Alpha, tu nudo y tu semilla, lléname Aemond, llena mis huecos por favor.

El Alpha besó la sien del omega y comenzó entonces a penetrarlo sin misericordia abusando de su agujero goteante y estimulando el clítoris de su omega haciéndolo tener sensaciones más intensas.

El coño del omega se contrajo cuando Jacaerys finalmente alcanzó el orgasmo ordeñando el pene de su Alpha, sintiendo como aquel glande palpitaba en su interior también anunciando la inminente descarga de su semilla.

Fueron momentos que le parecieron eternos al omega, pero después de algunas estocadas más, Aemond terminó corriéndose en su interior llenándolo de su esencia y semilla y luego, su maravilloso nudo se enganchó en su interior dándole esa sensación de plenitud mientras que los labios de Aemond seguían repartiendo besos en sus hombros y espalda y sus manos acariciaban todo su cuerpo.

Después de un rato en ese apacible silencio donde solo sus respiraciones y el latir de sus corazones podía ser escuchado en ese apacible páramo que era el Norte.

Fue Jacaerys quien mientras jugueteaba con una de las manos de Aemond entrelazándola entre las suyas habló.

– Lord Stark podría meterse en problemas si descubren que nos hizo compartir habitación durante nuestra estancia en Winterfell y que mi prometido ha profanado a un omega que hasta hace dos giros de luna, aún era puro.

Aemond rió por lo dicho por su omega.

– Entonces es una verdadera fortuna para Lord Stark que estos pecadores sean los futuros reyes; yo jamás castigaría a quien me empujó a reclamar lo que ya era mío – el Alpha entonces dejó un ligero mordisco en el hombro de Jacaerys, dejando ahí sus feromonas, mezclándolas con las del omega.

– ¿Crees que lo haya hecho a propósito?

– ¿Dejarnos juntos en la misma habitación? No lo creo, no lo sé.

– Tal vez recibió algún cuervo indicándole nuestro comportamiento indecente en Harrenhal.

– O en el Nido de Águilas o en Puerto Blanco – Jacaerys le dio un ligero codazo a Aemond cuando lo escuchó recitar todos los lugares donde estuvieron a punto de romper sus votos de castidad y habían sido encontrados en situaciones poco decorosas – En todo caso, de haber sabido que en el Norte no se toman tan en serio la pureza de un omega, hubiera sugerido venir aquí desde el inicio, así podría haber disfrutado de tu delicioso interior mi Omega.  

– ¡Aemond! No seas vulgar.

Aemond volvió a reír.

– No decías lo mismo cuando mi cara estaba entre tus piernas y me pedías entre gemidos que mi lengua te complaciera.

– ¡Aemond! – la voz de indignación de Jacaerys era adorable de ver, más cuando se había sonrojado de tal manera que incluso las puntas de sus orejas estaban rojas.

– Descuida mi Omega, gustoso podría vivir entre tus piernas, tu glorioso coño es un lugar más que apropiado para mí.

Jacaerys solo suspiró y cerró los ojos sabiendo que Aemond tenía un lado vulgar y lascivo que solo mostraba frente a él, era maravilloso que su futuro esposo no tuviera empacho alguno en complacer todos los caprichos de Jace y satisfacerlo de todas las maneras que pudiera.

– El señor del Norte recibirá ayuda apropiada – dijo Aemond – Estuve pensando en algo, tal vez, podamos lograr que algunos señores al sur reciban a pequeños grupos de norteños en sus tierras mientras lo más duro del invierno termina, la Corona podría enviar cargamentos de granos y algunas cabezas de ganado en barcos de los Velaryon, llegando a Puerto Blanco y de ahí el traslado a Winterfell sería fácil.

Jacaerys sonrió orgulloso, Aemond sería un gran rey, comenzaba a ver las necesidades de cada lugar y a idear soluciones.

– ¿Cómo lograrás que los señores del sur acepten recibir a norteños en sus tierras durante el invierno?

– Porque les reduciremos los impuestos si aceptan recibirlos. Las arcas de la Corona están lo suficientemente estables para manejar un ingreso menor durante el invierno. Recolectaremos impuestos en primavera y verano mientras las cosechas son abundantes, toda reparación o inversión que se necesite se realizará en dicho periodo y el otoño servirá para que las arcas se recuperen para proporcionar un sustento para la Corona y sus vasallos durante el invierno.

– Serás un gran rey Aemond. – la sonrisa orgullosa de Jacaerys hacía que el pecho del Alpha se inflara de orgullo.

– Tu me haces querer ser mejor, mi príncipe perfecto – Aemond hizo que el cuerpo de Jacaerys se acomodara de mejor forma en su pecho – Tu gobernarás conmigo a mi lado, yo podré sentarme sobre el trono de hierro, pero tu estarás sentado sobre mí. Nadie lo sabrá, pero serás tú quien ordene y yo te obedeceré como el más fiel de tus vasallos.

Jacaerys se mordió el labio después de escuchar aquella declaración, no porque quisiera gobernar, pero el hecho de saber que Aemond lo adoraba de la misma forma que Jacaerys lo hacía.

– Alpha, quiero mi trono ahora – la voz de mando cargada de lujuria y deseo del omega hizo que Aemond sonriera sabiendo que había logrado su cometido, seducir de nueva cuenta a su apetitoso sobrino.

Y lo complació, como siempre se lo había prometido.

*****

La boda entre el príncipe de Rocadragón y el príncipe Velaryon fue fastuosa y enorme. Sobra decir que Lord Corlys y la princesa Rhaenys no escatimaron en gasto alguno para la boda del primogénito de su hijo Laenor, Jacaerys había solicitado al rey que su apellido permaneciera, quería ascender como rey consorte con su apellido Velaryon, orgulloso de la casa de su padre y quienes lo cuidaron y protegieron a él y a sus hermanos.

El rey se lo concedió; Viserys había decaído bastante, parecía que la enfermedad había seguido su curso y lo había dejado bastante débil, aún así el rey estuvo presente en todas las decisiones que se tomaron respecto al matrimonio de los futuros reyes.

Los grandes señores a los que habían visitado los jóvenes príncipes durante su gira real comenzado a llegar llevando para ellos regalos extravagantes o exóticos, Jacaerys lo agradecía, aunque prefería que reservaran su oro para cosas más importantes.

Una de las presencias que Jacaerys más esperaba y anhelaba era la de su madre, la princesa Rhaenyra, sin embargo, nunca llegó, solamente había llegado una carta escrita por ella deseándole fortuna en su nuevo matrimonio; le sugería enfrentar con entereza y dignidad su matrimonio con su tío, seguramente ignorante que luego de aquel arreglo y después de pasadas varias lunas conviviendo con sus tíos, Aemond y él habían llegado al punto de estar completamente enamorados uno del otro.

Durante la ceremonia, ambos príncipes escuchaban con atención a las palabras del Septo Supremo, hicieron su juramento frente a todos los asistentes como dictaban las tradiciones, pero en la complicidad en sus miradas podían notar como ellos hacían su propio juramento.

Luego de eso, la celebración fue uno de los eventos más grandes de los que se tenga registro en la historia; entre los invitados no solo estaban personas de cuna noble, sino también plebeyos y algunos de los huérfanos que Jacaerys y Aemond auspiciaban con regularidad.

Sobra decir que la ceremonia de encamamiento no fue ni remotamente el suplicio al que sometían al omega, Lord Corlys se rehusó tajantemente a que su nieto fuera ultrajado por personas ajenas y no sobraron alphas honorables que se ofrecieran a escoltarlo a sus aposentos con la firme amenaza de la princesa Rhaenys de alimentar a Meleys con sus cadáveres si su nieto era ofendido de cualquier forma.

En cuanto a Aemond, fueron Lucerys, Joffrey y Helaena los únicos omegas que acompañaron a Aemond a los aposentos que compartiría con Jacaerys, durante la caminata, el pequeño príncipe Joffrey lo había amenazado con cuidar a Jacaerys en la consumación de su matrimonio o sino, le sacaría el otro ojo.

Aemond aguantó la risa por la amenaza, encontraba adorable que el joven Joffrey fuera tan protector con sus hermanos, pero lo que el inocente Joffrey no sabía es que su hermano Jacaerys poco tenía de doncella virginal ya, de eso estaba muy orgulloso el Alpha, de saber que su omega no había sido tocado por nadie más que él y así sería por el resto de sus vidas.

La consumación de su matrimonio se llevó a cabo en la intimidad de sus aposentos, reafirmaron aquel juramento que se habían hecho varias lunas atrás cuando ambos habían reconocido sus sentimientos por el otro, intercambiaron mordidas de apareamiento y mientras consumaban su amor, Aemond le juró a Jacaerys que lo haría feliz.  

*****

Aemond ascendió como rey solo una luna después de la muerte del rey Viserys quien había fallecido solo tres lunas después del matrimonio de su hijo y nieto; los preparativos habían sido bastante rápidos y cuando fue ungido frente a todos en Pozo Dragón, llamó a su lado a su esposo, Jacaerys subió a la tarima donde se encontraba su Alpha y con una ligera reverencia lo saludó.

Aunque fue sorprendido cuando Aemond hizo que Lord Beesbury le llevara una hermosa corona forjada especialmente para él. Era de acero valyrio que Lord Corlys había proporcionado, estaba tallada con un intrincado diseño de escamas de dragón, piedras preciosas representando las diversas regiones de Poniente y al centro un hermoso dragón en cuyas garras sostenía un zafiro del color de su casa paterna.

*****

Jacaerys fue ungido como el rey consorte Jacaerys Velaryon, era conocido por su nobleza y corazón bondadoso, pero también justo y severo cuando era necesario, se ganó el mote del “Corazón de Dragón”, pues era bien sabido que el rey Aemond no tomaba ninguna decisión sin haberla consultado antes con su rey consorte.

Su reinado estuvo marcado por la prosperidad y la paz; el rey Jacaerys le entregó quince hijos al rey Aemond, todos ellos dignos dragones al heredar rasgos valyrios con tintes de su sangre Arryn y Baratheon.

El primogénito de los reyes había nacido como un cachorro de Alpha que los ancianos y la misma princesa Rhaenys reconocieron como una copia fiel del príncipe Aemon, la única diferencia era que el pequeño cachorro tenía su ojo izquierdo de color azul, una mezcla entre el azul Baratheon y el Azul Arryn, mostrando así que el rey nunca había sido un bastardo.

Fue nombrado en honor a su bisabuelo Aemon y el rey Aemond decretó que su apellido sería Targaryen Velaryon y que así ascendería al trono de hierro, un gesto que complació a Lord Corlys Velaryon sabiendo que, desde ese momento, su legado permanecería ligado a la Corona para siempre.

 *****

Jacaerys contemplaba desde uno de los balcones el patio de entrenamiento, ahí, el rey Aemond entrenaba acompañado del príncipe Daeron y sus hijos mayores, Aemon y Baelon comenzaban a utilizar la espada, la revoltosa Daenys peleaba con ellos asestando mejores golpes de lo que lo hacían sus hermanos, una omega tan revoltosa y desobediente como lo había sido Alyssa.

Escuchó entonces a sus espaldas otro revoloteo, solo pudo reír con anticipación sabiendo quien era.

Aegon llegó a su lado, buscando algo de paz, una de las primeras acciones que hizo cuando recién se convirtieron en reyes fue buscar a su tío Aegon, el omega que había sido desterrado por su padre fue llamado a volver a la corte si así lo deseaba, Jace disfrutaba de su compañía y su gusto por los rumores lo hicieron ser el perfecto maestro de los susurros que Jace necesitaba.

Pero en ese momento, el omega huía y trataba de esconderse de sus sobrinos menores, por alguna razón que todos desconocían, los hijos menores de Jacaerys y Aemond amaban compartir su tiempo con el tío Aegon y se escapaban de sus lecciones solo para jugar con él, eso hasta que se topaban con Jacaerys o Aemond quienes los regresaban a sus lecciones.

– En serio Jace, tus pequeños hijos nacieron para traer caos al reino, mira nada más, son el terror de sus nodrizas y de cualquier mozo de la Fortaleza.

El omega comenzó a reír.

– Te doy la razón en la primera parte, son tan caóticos que temo que sus nodrizas renuncien en cualquier momento, pero son buenos niños, además, son muy amados por todos.

– No puedo negártelo mi querido Rey, esos niños solo tienen que poner esos mismos ojos de cervatillo que tienes tu para que todos en el reino caigan rendidos a sus pies, incluso mi hermano. Parece que ese matrimonio arreglado que Viserys dictó resultó no ser tan malo después de todo.

– Viserys tuvo muchos errores – suspiró profundamente cuando el bebé dentro de su barriga dio una patada – Pero aceptó que unirnos en matrimonio fue un acierto.  

Aegon sonrió.

– Sabes, cuando Aemond nació Helaena tenía unos dos años apenas y balbuceaba cosas sin sentido como que le faltaba algo, y luego de que naciste, ella dijo que su hermano por fin estaba completo, supongo que ella sabía todo.  

– Helaena es un misterio para mí, pero te repito, amo a tu hermano, así que puede que tal vez ella tenga razón.

– Ella siempre la tiene, la tuvo desde que dijo que la última travesura del rey tendría un buen desenlace.

– Un matrimonio arreglado que salió bien.

– Así es Jace, eres afortunado en verdad.

Jacaerys volteó la vista a donde su esposo y sus hijos se encontraban, viendo como el Alpha era gentil y cariñoso con sus cachorros.

– Sí, lo soy, el más afortunado.

*****

Notes:

1. Alicent se volvió ninfómana durante todo el tiempo que estuvo en el burdel que fueron unos diez años, lo que tardó en engendrar y parir a los siete bastardos; cuando fue enviada con las hermanas silenciosas sufrió todavía más porque su apetito por el sexo le fue cortado de tajo junto con su lengua, ninguno de sus hijos la buscó realmente.

2. Quise que el apellido Velaryon se mantuviera y darle a Corlys su sueño de que el apellido Velaryon estuviera en el trono de Hierro, sobre todo porque cuando reconoció a sus nietos como Velaryon, no lo hizo ambicionando algo más, lo hizo porque los amaba en verdad y pues sorpresa que sí eran Velaryon (de ahí que muchos de los hijos de Jace hayan salido con rasgos parecidos a los de la princesa Rhaenys).

3. Todos los hijos de Jace y Aemond tuvieron dragones, todos, algunos nacieron junto con ellos en sus cunas y otros fueron reclamados después, pero todos eran jinetes de dragón.

4. Rhaenyra nunca pudo superar que su papá la haya destituido como reina, lo tomó como la peor de las humillaciones y por eso nunca volvió a la corte, ni ella ni Daemon, aunque luego de que murieran, Aegon y Viserys sí regresaron a la corte cuando Jace los invitó.

5. El reino fue prospero y abundante porque las políticas de gastos, recolección de impuestos y mejoras a todo el reino hacían que la pobreza se fuera erradicando poco a poco.

6. A Jace y Aemond les decían los reyes de la primavera porque durante todo su reinado, la primavera y el verano eran largos y las cosechas se daban muy bien, algunos incluso creían que los dioses habían bendecido al rey Jacaerys porque cada que tenía un hijo (o estaba embarazado) había mejores cosechas.

7. Luke y Joff se casaron con miembros de otras casas nobles y fueron felices.

8. Helaena nunca se casó y vivió bien agusto en la fortaleza.

9. Daeron se hizo escudo juramentado de Jacaerys.

10. Aegon regresó a la corte a pedido de Jace porque sabía cuanto lo extrañaban sus hermanos y dos porque le gustaba su compañía, además, Aegon omega chismoso de la corte sería la persona ideal para que fuera el maestro de los susurros.

Chapter 23: Día 22. Vampiros / Hombres lobo

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

La guerra por el Trono de Hierro entre Rhaenyra Targaryen y su medio hermano Aegon Targaryen fue un suceso que trajo devastación, muerte y sufrimiento hace ya tantos siglos, era una de las historias más contadas puesto que incluso después de tantos años todavía traía problemas para la población actual.

Según la historia, cuando Aegon emboscó a Rhaenyra en su hogar ancestral y fue devorada por el dragón de su hermano, la contendiente al trono en sus últimos momentos de vida había lanzado una maldición a Aegon y a cualquiera de su estirpe.

Lo había maldecido a la vida eterna, condenado a ver a todos los que quería y a sus aliados morir de maneras atroces, pero siendo incapaz él de morir; extendiendo eternamente su sufrimiento, Aegon fue conocido, así como el primer vampiro del que se tuviera registro alguno.

Incapaz de morir, pero también incapaz de reproducirse, Aegon recurrió a la magia negra para que su estirpe continuara; no hay información exacta de lo que se hizo, pero se sabe que luego de que una bruja ayudara al usurpador, centenares sino es que millares de omegas desaparecieron sin dejar rastro alguno, mucha gente creía que habían sido raptados por el demonio que habitaba en Rocadragón, familiares, amigos, cualquier persona que quisiera ayudar acudió a la tétrica fortaleza de Rocadragón solo para ser testigos de cómo cientos de vampiros neófitos llenaban el lugar.

Aquellas personas que habían acudido a rescatar a los omegas desaparecidos solo sirvieron como alimento para aquellas monstruosas criaturas, estirpe de Aegon.
Pero incluso después de la muerte de Rhaenyra, algunos de sus aliados siguieron luchando por su derecho al trono, sus aliados más leales, guerreros del norte liderados por Cregan Stark, habían llegado a la capital solo para derrocar a Aegon, la sorpresa fue que aquel hombre ya no era un hombre, sino un monstruo con sed de sangre para llenar aquel vacío que la guerra había dejado en él.

Tal vez nadie nunca lo supiera, pero el rey Aegon, el Usurpador y el señor de Norte, Cregan Stark habían tenido algo en común, ambos amaron profundamente al mismo jovencito, el primogénito de Rhaenyra, su nombre ha sido muchas veces debatido pero no existe registro alguno que haya sobrevivido que contenga el nombre de aquel jovencito, como fuera que sea, quien hubiera ascendido como rey en su momento, murió de manera trágica durante la guerra intentando salvar a sus hermanos menores, el usurpador sufrió la pérdida de quien él consideraba era su alma gemela, el único omega digno de él, y a quien había conocido desde su tierna infancia para luego ser separados por culpa de su media hermana, ese había sido el principal motivo para que Aegon decidiera iniciar una guerra; ser alejado de quien él consideraba era su Omega fue suficiente para que la ira y rabia del usurpador azotará a todo el continente; si Rhaenyra tan solo hubiera aceptado los términos de Aegon y se hubiera rendido, su heredero habría sido su consorte, su sangre se sentaría en el Trono y ellos serían felices.

Pero su media hermana no lo aceptó y la guerra solo fue más sangrienta, el omega, siempre leal a su familia había luchado por el derecho de su madre y había buscado aliados para su madre, logrando grandes alianzas militares, cuando llegó al Norte, el joven líder, Cregan Stark lo recibió a él y a su dragón, comieron, bebieron, cazaron y montaron juntos, el viejo lobo, como le hacían llamar a Cregan, había caído rendido a sus pies, él había jurado su lealtad a la causa del omega de y su madre y el jovencito le había prometido entonces que una vez terminada la guerra, ellos podrían retomar su convivencia y eventualmente desposarse.

Pero todo eso fue hasta que la Triarquía, compañía de mercenarios contratados por la reina Alicent, madre del usurpador, derribaron al joven príncipe de su dragón y luego dispararon cientos de flechas contra su cuerpo hasta que este fue devorado por el mar, lo que supuso una gran pérdida para Rhaenyra y la caída en la locura de Aegon quien, devastado por la muerte de su omega, quemó ciudades enteras, quemó a su madre y presa de una paranoia extrema, aniquiló a su familia hasta quedar solo.

El señor del Norte, Cregan Stark también estaba devastado por la pérdida de su amado, solo que el juró ante los dioses antiguos que su sangre y su alma no descansarían hasta acabar con Aegon y su estirpe; algunos dicen que él ofreció su alma a los dioses antiguos en un pacto para que estos le ayudaran a ganar la guerra, se dice entonces que los dioses aceptaron el pago y el linaje Stark que descendía de los primeros hombres y los huargos dio origen a lo que hoy en día se conocen como hombres lobo; alphas que eran dominados por su lobo interior y transformados en aquellas criaturas formidables capaces de acabar con la estirpe de Aegon, algunos de ellos, lo suficientemente fuertes como para soportar la transformación de su cuerpo sin quebrar su mente y que eran capaces de cambiar a voluntad, mientras que aquellos que no lograban eso, eran consumidos por su lobo interior quedando atrapados en ese cuerpo de licántropo sin raciocinio alguno, dejando únicamente a la bestia visceral.

Dentro de todo esto, los omegas fueron quienes más sufrieron, pues, aunque el usurpador había secuestrado a personas de todas las castas, Aegon necesitaba de Omegas fuertes y saludables que soportaran engendrar a sus vástagos, la mayoría de ellos muriendo, dando a luz, todos los demás eran convertidos en vampiros con una simple mordida, aquellos eran usados como carne de cañón o alimento para sus vástagos.

Mientras que los hombres lobo igualmente buscaban hacer crecer sus números, un Alpha era capaz de reclamar a más de un omega y preñarlos para asegurar una descendencia vasta y que pudiera repeler al ejército de monstruos de Aegon; aunque aquellos licántropos que eran consumidos por sus lobos internos habían cometido atrocidades forzando a los omegas a unirse a ellos, preñándolos hasta que los pobres omegas morían o simplemente ya no podían más y cuando eso sucedía, eran desechados y lanzados a vagar hasta que encontraban la muerte por agotamiento o porque algún vampiro se alimentara de ellos.

En una última batalla, vampiros y hombres lobos se enfrentaron; el ejército de Aegon contra el ejército de Cregan, ambos líderes se enfrentaron y murieron en batalla, aunque eso no trajo el fin de la guerra, pues varios vampiros y hombres lobos sobrevivieron y huyeron del lugar; y con eso, esa enemistad continuó por muchos siglos más.

Claro, esa era la versión romántica y de fantasía épica de lo que había sucedido en realidad.

Todos los científicos estaban de acuerdo en que el incesto practicado por los Targaryen había hecho que una rara enfermedad se desarrollara, enfermedad que fue esparcida por Aegon II, siendo un Alpha conocido históricamente por la cantidad de amantes, prostitutas y víctimas inocentes con las que compartió su lecho, dando origen a lo que ellos conocían como hemofílicos, personas que desarrollaban una necesidad por el consumo de sangre humana y que eran hipersensibles a cosas como la luz del día o a ciertos metales como la plata; en resumidas cuentas, vampiros.

Mientras que el origen de los hombres lobo es mucho más incierto, algunos creen que incluso fue el gobierno quien deliberadamente o en un intento desesperado de erradicar la plaga de vampiros, soltó un virus que hacía que los humanos alphas volvieran a ese estado primitivo y feral que originó a los licántropos para controlar o, mejor dicho, erradicar a los vampiros, sea como haya sido, la vida se había convertido en una mierda.

*****

Aemond miraba desde la calle hacia aquella ventana del edificio que parecía en cualquier instante se derrumbaría de lo viejo que era.

Cualquier persona normal que se encontrara a la misma distancia que él no podría distinguir nada salvo una tenue luz en medio de un decadente testigo de lo que alguna vez fue la vida, pero Aemond no era como cualquiera, no, él era un maldito chupasangre que había sido condenado hacía tanto tiempo que ya ni siquiera recordaba el año en que comenzó su inmortalidad.

Había pasado por tanto y había visto tanta decadencia y sufrimiento que creía ya no existía nada que valiera la pena; fue testigo de actos atroces, guerras, genocidios, virus soltados deliberadamente para “controlar” la plaga de vampiros y hombres lobos y que había arrasado con una gran cantidad de humanos a partes iguales.

Creía que ninguna de las especies valía la pena ya; los vampiros habían dominado y controlado por tanto tiempo la sociedad y cometieron actos indescriptibles, después, los humanos, en un intento desesperado de salvarse, desarrollaron un virus que supondría sería una “protección” para los humanos, pero eso solo derivó en la generación de nuevas criaturas, hombres lobos (según las historias modernas), los Alphas humanos eran consumidos por su lobo interno y los llevaba a ser criaturas salvajes y sin raciocinio que exterminaron a gran parte de los clanes de vampiros “puristas”, él se había salvado al ser un ermitaño, aunque tal vez solo era cuestión de tiempo para que lo encontraran y finalmente acabaran con su sufrimiento.

Pero entonces, después de exterminar a los vampiros, esos Alphas que habían sido convertidos en criaturas dominadas por su lado salvaje y cuyo raciocinio era cada vez menor, comenzaron a atacar a los humanos, principalmente Omegas que los ayudaran a mantener y continuar con su especie, eran mordidos y sometidos, tratados como animales de cría cuyo único propósito era servir y satisfacer a esas criaturas, y cuando sus cuerpos ya no lo resistían, entonces, simplemente eran lanzados a su suerte para que algún vampiro hambriento terminara con su miseria.

Era verdaderamente asqueroso en lo que se había convertido el mundo.

Pero, así como aquella tenue luz iluminaba ese decadente edificio, él encontró su propio faro.

Después de la evidente escasez de alimento para los vampiros, ellos comenzaron a buscar nuevas fuentes de alimento, ya no solo era sangre humana la que consumían, también de animales, cualquiera que fuera la especie, venados, ardillas, perros y gatos, fue así como su faro lo encontró a él.

El olor de la sangre lo había atraído a ese lugar, un callejón poco concurrido por extraños pues era fuertemente protegida por vampiros que tenían pacto con humanos quienes les dejaban alimentarse de ellos a cambio de protección.

Era un pobre perro que había sido atacado, posiblemente por algún vampiro o tal vez por algún hombre lobo que intentó atacar a su dueño, como hubiere sido, el animal agonizaba y Aemond se acercó para terminar con su sufrimiento y alimentarse.

Pero un chico de cabello castaño fue más rápido que él; el chico se veía sumamente delgado, su mirada era triste y parecía llorar mientras veía al animal; lo alzó en sus brazos y comenzó a caminar a paso rápido hasta llegar a una veterinaria.

A Aemond le pareció curioso que aquel muchacho intentara salvar al perro pues era más que obvio que el animal no tenía muchas esperanzas, pero la curiosidad le ganó y siguió al chico.

Después de un largo rato lo vio salir de nuevo con el animal en brazos, de alguna manera el perro aquel se había aferrado a la vida y ahora, aunque se veía aletargado, se veía mejor; lo siguió sin que el chico se diera cuenta hasta que llegó a ese feo edificio, parecía que era casi el único habitante del lugar y vio como a pesar de lo austero que se veía el lugar, el chico no dudó en acondicionar un espacio cómodo para el animal y compartir su comida con él.

Un vampiro, como todo buen cazador, tiene todos sus sentidos híper desarrollados, así que le fue fácil acercarse lo suficiente sin que lo notara para escuchar lo que el chico decía, hablaba con el perro era obvio, parecía decirle que ya no estaría solo y que ahora ambos se protegerían mutuamente. No supo que fue, pero se sintió irremediablemente atraído por esa escena.

Algo que lo descolocó fue ver como el chico parecía tener problemas para alcanzar la cuota de la renta y comprar sus víveres al haber desembolsado una buena cantidad en el veterinario, ¿por qué alguien que tiene ese tipo de problemas se metería en esa clase de situaciones solo por salvar a un perro?

Le pareció intrigante, y a partir de ese día, comenzó entonces a seguir y observar a aquel chico y su perro; de eso ya habían pasado casi seis meses, pero ¿qué era el tiempo para alguien que lo tiene ilimitado? Los humanos valoraban y atesoraban el tiempo que tenían pues sabían que la vida era tan efímera que debía aprovechar cada momento que tuvieran, pero para él que había vivido demasiado tiempo ya, un mes parecían solo segundos, así que decidió que quería conocer a ese chico de mirada triste y cabello rizado.

Descubrió su nombre, Jacaerys, le pareció era un nombre hermoso, lo había escuchado muy pocas veces en todos sus años de existencia, lo había incluso buscado y encontró que era un nombre casi tan antiguo como algunas civilizaciones ya perdidas, su pasatiempo favorito era leer y tenía unos viejos audífonos que utilizaba a diario, era difícil tener un pasatiempo al aire libre corriendo el riesgo de ser atacado por un vampiro o un hombre lobo; celebraba su cumpleaños en diciembre, el tercer día del mes, sonreía muy pocas veces y casi siempre era una sonrisa triste, como si detrás de sus bonitos ojos ocultara demasiado dolor y sufrimiento.

Recién había cumplido veinticuatro años, amaba el frío y cada vez que el sol quemaba su piel, una nueva constelación de diminutas pecas brotaban en la piel de sus mejillas y hombros; tenía mala vista porque usaba unos enormes lentes y cuando no los traía puestos, fruncía su entrecejo y entrecerraba sus ojos para tratar de enfocar mejor; era zurdo y prefería escribir con lápiz que con bolígrafo porque su mano se manchaba de tinta y era más difícil de quitar que el grafito; en ocasiones lloraba hasta quedarse dormido y tenía pesadillas con frecuencia, pero incluso con todo eso sobre sus hombros; siempre tenía palabras de aliento que se dedicaba a él mismo y a las otras personas con las que convivía, tenía un diario que Aemond moría por leer, quería conocer sus pensamientos y memorias, porque tan solo de mirarlo a lo lejos, Jacaerys le parecía una criatura fascinante.

Se dio cuenta que era un Omega, uno hermoso, lo notó cuando un día no se presentó a trabajar; Aemond observaba desde la calle hacia su ventana y lo vio, como su piel sudaba, y parecía tener escalofríos en su cuerpo; el bonito chico comenzó a deshacerse de su ropa; y aunque lo intentó, no pudo alejar su vista de aquel omega, su piel se veía tan tersa como la de un durazno, de un bonito color dorado y que las gotas de sudor recorrían desde su frente hasta caer sobre su pecho y abdomen y seguían su camino por la piel expuesta.

Vio al omega dejarse caer en su cama y comenzar a acariciar su cuerpo, si el corazón de Aemond latiera, podría decir que latía sin control, estaba totalmente hipnotizado por aquel ritual; veía como sus delgadas manos recorrían la piel de su pecho y bajaban a sus pezones comenzando a juguetear con ellos; luego una de ellas comenzó a bajar más, a su entrepierna.

Escuchó suspirar al humano; los sonidos que salían de sus labios le parecían una sinfonía erótica en la que Aemond se había colado infraganti y aunque era vergonzoso el violar la intimidad de alguien de esa manera, se alegraba de poder presenciar dicho espectáculo.

No fue consciente del tiempo pues estuvo totalmente hipnotizado por los movimientos y ruidos lascivos del omega, por primera vez en siglos anhelaba volver a sentir; quería entrar a ese lugar, aspirar el embriagante aroma que un omega en celo libera, compartir el calor de su piel, chocar su cuerpo contra el ajeno, escuchar sus gemidos al oído y poder sentir la suavidad de su piel bajo sus fríos dedos, inhalar el aroma de deseo y lujuria que el cuerpo de un omega producía, quería volver a sentir lo que era estar dentro de un omega, complacerlo y calmar su deseo y su dolor, morder su cuello, pero no para alimentarse, sino para otorgarle una marca de unión y apareamiento que alguna vez él quiso compartir con quien hubiese sido su omega, pero que cuando fue convertido se quedó en el olvido.

Fueron tres días los que estuvo espiando al chico, para él tres días fueron solamente un momento efímero que se desvaneció tan pronto había llegado y después de eso, todo volvió a la normalidad.

Era una mañana particularmente fría de enero cuando lo vio salir de su edificio; llevaba un abrigo que parecía quedarle enorme y una bufanda, aunque aun así podía ver como sus labios tenían un color ligeramente azulado comparado con aquel bonito color rosa que normalmente tenían. Llevaba una mochila en su hombro y se detuvo en un parque donde arrancó un par de flores que habían ahí, fue curioso porque durante todo el tiempo que lo había observado no lo había visto salir con nadie.

Pronto entendió que Jacaerys no iba a una cita romántica, lo vio entrar al cementerio de la ciudad; a Aemond le trajo un recuerdo agridulce pues él, aunque técnicamente ya no pertenecía al mundo de los vivos, nunca había sido enterrado y, por ende, no hubo una tumba donde su familia pudiera llorar o despedirse de él, no que hubiera importado mucho pues Aemond era el último de su familia, todos los demás habían muerto antes que él, pero aun así, le hubiera gustado que su cuerpo hubiese cumplido con el ciclo de la vida, morir y desvanecerse para volverse uno con la tierra, no vagar en soledad por cientos de años alimentándose de otros seres para sobrevivir, pronto dejó de desvariar cuando vio al omega detenerse.

Jacaerys se acercó a una tumba que era demasiado antigua, ni siquiera se notaba ya el nombre de la persona a la que pertenecía y la lápida estaba algo quebrada, el chico se agachó y comenzó a quitar las ramas secas y la nieve que cubría la lápida, la arregló lo mejor que pudo y dejó las flores que había tomado del parque.
Algunas lágrimas bajaban por sus mejillas y podía escuchar como sorbia su nariz, Aemond se acercó, quería saber de quien era aquella tumba que hacía que el Omega llorara y saliera con el inclemente invierno solo para dejarle un par de flores.

Iba con cautela, pero una rama seca en el suelo lo traicionó, el ruido atrajo la atención del omega quien volteó hacia donde Aemond se encontraba, cuando lo vio, el omega frunció el ceño.

–¿Acaso no tienes frío? – esas fueron las primeras palabras que Jacaerys le dedicó.

Aemond negó con la cabeza mientras se detenía a una distancia prudente. No sabía que excusa poner, así que dijo lo primero que se le ocurrió y agradeció no tener pulso alguno pues de otra manera el omega hubiera notado la vergüenza que sentía en ese momento.

– Perdona si te asusté, suelo estar aquí para meditar, me gusta el silencio del lugar.

Intentó hacer una sonrisa amigable que solo hizo que mostrara un poco de sus colmillos y vio a Jacaerys dar un paso atrás.

– Descuida, no voy a hacerte daño – Aemond levantó las manos en señal de paz – Si quisiera atacarte ya lo hubiera hecho. Puedo preguntar ¿qué haces aquí?

El omega pareció dudar un poco antes de contestarle.

– Vine a visitar a alguien, pero creo que ya debo irme.

Aemond asintió, y se hizo a un lado para que el humano comenzara a caminar hacia la salida, todavía podía ver su espalda cuando lo olfateó, ese nauseabundo aroma a perro queriendo imponerse.

Él había percibido la estela de aroma del omega, aún olía un poco a su celo, lo que hacía sumamente peligroso que estuviera solo en la calle, cualquier hombre lobo que pudiera detectarlo intentaría marcarlo y reclamarlo.

Ni siquiera había escuchado ruido alguno cuando se acercó con velocidad al humano quien lo vio con una cara de terror pensando que lo mordería y drenaría en ese lugar, pero su cara terminó de aterrorizarse cuando de entre algunas lápidas una criatura con forma humanoide pero que se movía en cuatro patas se acercaba hacia donde estaban, de su hocico resaltaban enormes colmillos que relucían con la luz; sus ojos rojos tenían las pupilas completamente dilatadas y miraban fijamente hacia Jacaerys.

Aemond no dudó y se interpuso entre el humano y el hombre lobo; todo sucedió en cuestión de segundos; aquel animal saltó sobre él y logró herirlo en su hombro, aunque Aemond fue capaz de romper su cuello antes de que pudiera acercarse al humano.

Jacaerys parecía estar en shock, tenía la mirada perdida cuando se acercó a él; tuvo que agitar sus hombros para que volviera en sí y salieran de ahí.

– Es por tu aroma, debes volver a tu casa o más de ellos vendrán por ti.

Jacaerys asintió con la cabeza y comenzó a caminar de regreso a su edificio; lo vio abrir y cerrar sus labios un par de veces, parecía que se debatía internamente.

– Ven conmigo, te ayudaré a limpiar tu herida. – Jacaerys le extendió la mano – Me llamo Jacaerys, aunque puedes decirme Jace. - De nueva cuenta, aquel omega lo sorprendía, su corazón se había ablandado por un perro herido y ahora de nueva cuenta le brindaba ayuda a una criatura que no merecía su bondad.

– Jacaerys – repitió Aemond, era la primera vez que lo decía en voz alta – Jamás me atrevería a recortar una sola silaba de tan hermoso nombre, mi nombre es Aemond. – el vampiro extendió su mano para tomar la de Jace y por primera vez pudo sentir la suavidad y calidez que hacía mucho había dejado de sentir.

Jacaerys solo le dedicó una sonrisa tímida que hizo que algo en el interior de Aemond sintiera esa calidez que había perdido hace tanto tiempo.

Aemond siguió a Jacaerys, ambos iban atentos por si algún otro hombre lobo aparecía, pero parecía que no los habían seguido, llegaron al departamento de Jace, y lo invitó a pasar, el perro que Jace había rescatado unos meses atrás los recibió, parecía ser igual de noble que Jace pues solo movía su cola e intentaba dar lametazos a las mejillas de Jace, el humano lo veía y el perro parecía ser lo único en la tierra que lograba sacarle una genuina sonrisa a aquel omega.

El lugar era pequeño pero ordenado; había algunas fotos de algunos paisajes y una que otra donde se apreciaban más personas alrededor de Jacaerys. Sus ojos regresaron la vista hacia el humano que se acercaba con algunas cosas en las manos para limpiar la herida que había dejado el hombre lobo en su hombro.

Aemond sabía que esa herida tardaría en sanar, los vampiros sanaban con mayor rapidez cuando consumían sangre humana, pero él llevaba décadas alimentándose de sangre animal y nunca había bebido sangre de más como para que el animal en cuestión muriera, solo terminaba con el dolor o sufrimiento de los animales cuando estos se encontraban ya heridos o lastimados.

No hablaron mucho en realidad, Jacaerys se había limitado a limpiar su herida y a agradecerle por haberlo salvado, Aemond tampoco supo qué decir, no había mucho que pudiera decir en realidad, solo se limitó a agradecer por la atención a su hombro, decirle a Jacaerys que su hogar era acogedor y que su perro era muy amigable, Jace le agradecía educadamente los cumplidos y se limitó a decirle que su perro se llamaba Vermax.

Luego de que se despidiera, Jacaerys fue lo suficientemente amable como para decirle a Aemond que, si llegaba a necesitar algo, él podía ayudarlo y Aemond no dudó en hacerle saber lo mismo “siempre que me necesites, estaré ahí para ti”.

*****

El tacto del humano aún seguía fresco en su mente, Aemond recordaba como Jacaerys le pidió que se quitara la chaqueta y la camisa que llevaba puesta; sus tibias manos habían sido muy delicadas cuando la gasa con desinfectante se posó sobre su hombro herido, quiso decirle que no era necesario, él no podría coger ninguna infección pues ya estaba muerto, pero dejó que el humano lo atendiera como le pareciera mejor. Incluso, Jace le había ayudado a limpiar su ropa, su camiseta y chaqueta estaban pulcras y con una tenue estela del aroma de Jacaerys, un omega inmaculado que olía a limones dulces y duraznos recién cortados.

Aemond llegó a su refugio y se dejó caer sobre uno de los viejos sillones que tenía, solo para soltar un gruñido y una mueca de dolor se dibujara en su rostro cuando el mueble choco con su hombro lastimado.

No le importó, solo se quedó pensando en esa pequeña interacción que habían tenido antes de que el hombre lobo apareciera y entonces decidió regresar al cementerio buscando la lápida que el omega había limpiado y en la que reposaban algunas flores.

La encontró, no tenía nada de especial, a decir verdad, solo se alcanzaba a distinguir la fecha en que la persona ahí enterrada había fallecido, 1352, Aemond rio por la coincidencia, quien fuera el que estuviera ahí abajo había muerto el mismo año en el que él había sido transformado, observó la tumba unos minutos más y después se fue de ahí.

*****

Después de esa primera interacción, decidió que quería conocer mejor a Jacaerys, se acercaría poco a poco a él, no era del todo mentira que a Aemond le gustaba pasar tiempo en el cementerio, encontraba cierta paz en el silencio que los muertos ofrecen, así que se encontró a Jacaerys de nueva cuenta poco tiempo después.
El omega tenía el cabello un poco más largo y Aemond notó que parecía verse incluso más delgado; le preocupó, Jacaerys de por sí ya era muy delgado, así que intentando sonar lo más casual posible le preguntó lo que le había sucedido.

– No es nada, solo que mi apetito ha disminuido un poco, eso es todo, estaré bien.

Aemond arqueó la ceja con aquella explicación, no le creyó en lo absoluto, menos cuando pudo notar como el pequeño omega intentaba ocultar el ruido que su estómago estaba haciendo.

Aemond fingió demencia de no haberlo escuchado y solo le extendió su mano.

– Ven conmigo – y por alguna extraña razón que ni siquiera él comprendió, el omega tomó su mano sin titubear y lo siguió.

Lo llevó a un buen lugar para comer, tal vez no lo pareciera, pero Aemond tenía bastante dinero, como vampiro que ha vivido más de setecientos años, sería una completa burla que no haya logrado ahorrar un poco de dinero, no había mucho en que lo pudiera gastar de todas formas, así que decidió que gastarlo en Jacaerys era una buena forma de darle uso a esa riqueza.

Se quedó en silencio solo observando como Jacaerys terminaba de devorar aquel plato frente a él, no dejó ni una sola miga de pan en su plato cuando hubo terminado, pero incluso así, parecía que su hambre no había sido del todo saciada.

– ¿Quieres ordenar algo más? – le preguntó el vampiro. Jacaerys se sonrojó y agacho la cabeza mientras negaba lentamente, tal vez fuera solo un poco de pena, lo que le pareció adorable a Aemond.

– Dicen que los postres de este lugar son deliciosos, por qué no me haces un favor y pruebas uno de ellos, así tal vez podría saber si es cierto lo que dicen.

La mirada del omega se enfrentó a la suya, preciosos ojos del color del caramelo lo miraron, nunca en toda su existencia había enfrentado una mirada como aquella, tal vez solo la mirada de su madre podría compararse con la de Jacaerys, pero incluso el recuerdo de su madre parecía tan difuso y borroso que Aemond apenas y lograba recordarla.

– Un postre suena bien – le dijo Jacaerys con una tenue sonrisa en su rostro y Aemond asintió feliz de haber sido el receptor de tan hermosa sonrisa.

Luego de que Jacaerys hubiera terminado de comer, caminaron juntos por un buen rato sin decir nada realmente, Aemond intentaba pensar como entablar una conversación más profunda con el omega, pero parecía que su tonto cerebro había muerto hacia setecientos años, fue una broma de mal gusto, pero hizo reír genuinamente a Aemond lo que atrajo la atención de Jacaerys.

– ¿Qué es lo que te causa risa? – le preguntó. Sin desvanecer por completo su sonrisa Aemond giró a verlo.

– Un pensamiento tonto que tuve, un chiste de mal gusto – el omega lo miró con atención y Aemond hizo un ademan con su mano tratando de restarle importancia.

– ¿Me lo dirías? – la voz de Jacaerys sonaba verdaderamente interesada en saber lo que había causado la gracia de Aemond, aunque después su tono se volvió más serio – Hace tanto que no río que ya hasta olvidé la última vez que reí con alguien.

Aemond no supo qué decir así que se limitó a asentir.

– No es un chiste en realidad, solo fue un pensamiento tonto – confesó – Intentaba pensar qué podría preguntarte para iniciar una conversación contigo, pero no se me ocurría nada; tuve el pensamiento de que mi cerebro había muerto hace 700 años, hasta que me percaté de que, en efecto, yo morí hace poco más de 700 años.

La expresión del omega no fue la sonrisa que esperaba, fue más bien verlo abrir muy grande sus hermosos ojos en sorpresa y mirarlo con esa carita que hacen los niños pequeños cuando algo los sorprende.

– ¿700 años dices?

– Años más, años menos, pero sí, 700 años.

– ¿Cómo? Es decir, ¿Cuántos años tienes entonces?

– Bueno, eso es difícil de decir; veamos, recuerdo que tenía veintisiete años cuando fui convertido; era 1352, así que podría decirte que mi cuerpo dejó de envejecer a los 27, aunque llevo en este mundo – hizo el intento de hacer la cuenta mentalmente, pero Jacaerys le ganó.

– 721 años – terminó de decir el omega.

– Ajá; siete siglos, cuatro lustros y un año bastardo – vio a Jacaerys parpadear agitando sus bonitas pestañas y fruncir el ceño como si estuviera recordando algo.

– 1352… entonces, tu moriste durante la época de la gran purga.

– La peste negra, la primera gran purga, la ira de los dioses, cualquier nombre que recuerdes queda realmente tonto si consideras el infierno que fue – por instantes, la mente de Aemond lo regresó a esa época.

– Lo siento mucho – la mano de Jacaerys hizo que Aemond respingara un poco, jamás anticipó que el omega intentara darle cierto consuelo – debe ser duro para ti haber visto tantas cosas en todo este tiempo.

Aemond suspiró y se afianzó al agarre de la mano del omega.

– El mundo es una mierda, siempre lo ha sido, aunque cada vez es peor, hasta hace poco pensaba que no quedaba nada bueno en este mundo, pero creo que todavía hay vestigios de bondad.

Jacaerys lo miró a los ojos antes de hablar – ¿qué te hizo cambiar de opinión?

– Tú – respondió sin más – Eres genuinamente bueno Jacaerys, el mundo se está yendo a la mierda y la humanidad parece cada vez más perdida y egoísta, pero de entre toda esa mierda, tú eres alguien noble, que siente compasión por los demás.

Observó al omega sonrojarse, ese gesto adorable que delataba lo humano que era, que la sangre corriera por su cuerpo haciendo que su piel tomara un bonito color rosado en sus mejillas.

– Tú no puedes pensar eso de mí, no me conoces tan bien – replicó Jacaerys cuando se recompuso un poco.

– Puede que eso sea cierto, pero te he visto Jacaerys, vi como no pudiste dejar morir a ese perro en el callejón y decidiste salvarlo, lo sé porque yo también estaba ahí, pero no con las mismas nobles intenciones que tu – Aemond decidió que sería sincero – Eso y que sin conocerme decidiste confiar lo suficiente en mí como para llevarme a tu hogar y curar mis heridas, mostraste una bondad y compasión por otros que yo creí la humanidad había perdido hace tanto tiempo ya.

Los labios de Jacaerys se contrajeron en una línea delgada intentando ocultar lo avergonzado que se encontraba por las palabras de Aemond. El vampiro decidió cambiar de tema para que Jacaerys se relajara y continuaron caminando hasta que llegó el anochecer.

*****

Después de esa primera interacción, ambos comenzaron a reunirse con cierta frecuencia, la pequeña luz que se veía en medio de ese horrendo edificio donde el humano vivía era una buena metáfora de lo que Jacaerys significaba para él, un faro de luz en medio de las tinieblas, oscuridad, sufrimiento y decadencia.

Había ganado el privilegio de llamarse un amigo de Jacaerys, tal vez el único del humano, además del perro por supuesto; si antes de conocerlo le parecía una criatura enigmática, después de que cruzó palabra con él, lo encontró verdaderamente fascinante.

Había aprendido que en la tumba que Jacaerys visitaba no descansaba ninguno de sus familiares, sus padres según le había contado el humano habían muerto durante una de las purgas de los hombres lobos; habían sido infectados y cuando murieron, el gobierno los incineró junto con millares de personas más para luego lanzar sus cenizas a una fosa común, una de tantas que Jacaerys ni siquiera sabía en cual podrían haber quedado, él tenía apenas diecisiete años cuando eso pasó.

Y luego sus hermanos, Lucerys y Joffrey, ambos menores que él y que al igual que Jacaerys, habían sido inmunes al virus de los hombres lobo, luego de la tragedia de sus padres, fueron obligados a dejar su hogar y buscar refugio en alguna de las ciudades que aún estaban controladas y protegidas; pero Jacaerys al haberse presentado como un omega había presentado un verdadero reto el poder ocultarse tanto de las autoridades que buscaban omegas en edad fértil para someterlos a embarazos y evitar la extinción de la raza humana, y por otro lado era un objetivo constante de hombres lobo que captaban su aroma y buscaban aparearse con él y arrastrarlo a cualquiera de sus manadas.

Había sido perseguido y cazado por un hombre lobo que parecía poder mezclarse y pasar como un humano normal; el Alpha se había presentado como Dalton Greyjoy y la primera vez que se toparon con él, había salvado a Jacaerys y a sus hermanos de unos vampiros que intentaban alimentarse de ellos; el Alpha había sido amable y considerado con todos ellos, un protector, un amigo, convivieron juntos un buen tiempo, aunque Jacaerys no quería quedarse ahí para siempre, él buscaba llegar a una de las ciudades amuralladas y protegidas para poner a salvo a sus hermanos, pero cuando le anunció sus intenciones de irse a Dalton fue que éste mostró su verdadera cara; aquel Alpha que los había protegido y salvado en una ocasión, comenzó a transformarse en un hombre lobo, de aquellos pocos que eran capaces de hacerlo a voluntad, Jacaerys y sus hermanos lucharon contra él, el hombre lobo estaba completamente decidido a tomar a Jacaerys como su omega y que cargara con sus cachorros hasta morir, marcarlo y volverlo su de su propiedad.

Lucerys y Joffrey, sus hermanitos a los que siempre había cuidado y protegido pelearon con valentía y sacrificaron sus vidas para que Jacaerys pudiera huir y no volvió a verlos jamás.

Huyó, corrió lo más rápido y lejos que sus piernas le permitieron, no volteó atrás, supo que de hacerlo, el sacrificio de sus hermanos hubiera sido en vano, así que corrió y corrió y cuando estuvo agotado y su rostro estaba lleno de lágrimas, siguió corriendo hasta llegar a ese pequeño lugar donde si bien no era una de las ciudades amuralladas que él buscaba, los vampiros del lugar mantenían el lugar bajo control y la mayoría de ellos se alimentaba de animales o tenían acuerdos con los humanos para alimentarse de ellos de manera consensuada a cambio de protección.

Luego de establecerse en ese lugar, Jacaerys encontró aquella tumba olvidada y decidió que recordaría a su familia en ese lugar; ya que no tenía un lugar donde llorarlos, decidió que al menos visitaría a ese desconocido con la esperanza de que en algún otro lugar, una persona hiciera lo mismo por sus hermanos y padres.

La vida había sido bastante cruel e injusta con el humano, pero a pesar de eso, todavía tenía un corazón noble, cualquiera en su lugar se habría convertido en un hijo de puta desalmado, pero Jacaerys no. En su lugar, era un chico melancólico que estando con una profunda tristeza, veía la belleza de la vida y la valoraba, la prueba de ello era ese perro a quien había salvado, la sonrisa que tenía para Aemond y para la gente con la que convivía, alguien quien a pesar de todo lo que la vida le había arrebatado tenía ánimos para continuar viviendo, que apreciaba la vida.

Y sin darse cuenta, Aemond había terminado profundamente enamorado de aquel omega.

*****

Jacaerys había ganado un poco de peso; después de que Aemond y él comenzaran esa extraña amistad, el omega había recuperado algo del peso que había perdido, cuando al fin se atrevió a contarle el motivo de su delgadez, Aemond tuvo ganas de llorar, Jacaerys tenía un empleo que le daba lo suficiente para vivir decentemente, sin lujos o extravagancias pero no pasaba hambre, pero ese no era el caso de una de sus compañeras que tenía un pequeño cachorro enfermizo que requería constante atención médica y por ende las cuentas se acumulaban por montones, así que Jacaerys había decidido que comer diario no era tan importante como ayudar a aquella mujer, por lo que, en lugar de comprar sus víveres, Jacaerys le ayudaba a pagar a aquella mujer la atención médica de su hijo.

En cuanto lo supo, Aemond no dudó en ayudar a ambos humanos, Jacaerys volvió a comer como debía hacerlo y la mujer ahora podía pagar la atención médica de su cachorro sin tener que dejar de comer todos los días.

Ahora, en ese preciso momento, Jacaerys terminaba de acomodar la bonita cama que había confeccionado con sus propias manos para Vermax, el pequeño perro era tan fiel a Jacaerys y lo hacía tan feliz que cada que Aemond lo miraba no podía evitar sentir remordimiento de la vez que pensó en alimentarse de él, el cachorro movía la cola con efusión mientras corría hacia la nueva cama que el omega había dejado a los pies de su propia cama.

Observaba la escena desde la diminuta sala de estar, jamás podría terminar de entender cómo es que Jacaerys lo consideraba digno de su confianza; tal vez era la soledad del omega o el inminente hecho de que la extinción de los humanos se encontraba cerca, pero en esa extraña amistad que ambos habían entablado, Aemond pudo sentirse vivo de nueva cuenta.

*****

El invierno había arreciado, las calles de por sí desangeladas lucían completamente vacías y se habían pintado de blanco por la nieve, solo dos locos andarían fuera, pero Aemond no podría negarle nada a Jacaerys así que lo había acompañado de nueva cuenta al cementerio a dejar flores a la tumba de aquel desconocido.

Caminaban de regreso al edificio de Jacaerys cuando un mal paso hizo que el omega resbalara por el suelo, Aemond reaccionó lo suficientemente rápido como para evitar que Jacaerys cayera al suelo, lo que tal vez no consideró fue que Jacaerys se sostuvo con fuerza de sus hombros sacándole una mueca de dolor.

No le pasó desapercibido al omega, así que al llegar a su edificio, le ordenó que le mostrara su hombro. Con algo de renuencia, Aemond comenzó a quitarse la chaqueta y camiseta que llevaba puesta; Jacaerys había curado delicadamente sus heridas la primera vez que se conocieron, pero éstas seguían frescas, no terminaban de sanar y no lo harían si no se alimentaba con sangre humana, algo que quedaba totalmente fuera de discusión.

No le fue difícil notar el ceño fruncido de Jacaerys cuando vio que la herida que se había hecho hace semanas, meses, a decir verdad, seguía estando como el primer día, no había mejorado ni un poco.

– ¿Por qué no te has recuperado? – la voz de Jacaerys sonaba genuinamente consternada – Se supone que los vampiros cicatrizan mucho más rápido que cualquier humano.

Aemond alzó la ceja en una mueca extraña que pareció la de un niño atrapado en una travesura.

– Lo hacemos, bueno, eso es posible solamente si te alimentas de sangre humana – la expresión de Jacaerys fue de entrecerrar sus ojos como si estuviera analizando la veracidad de su respuesta – Es decir, los vampiros que se alimentan de sangre humana sí pueden regenerar el tejido mucho más rápido, la sangre de los humanos es más rica en nutrientes y cuando bebemos de su sangre, somos más fuertes, nos regeneramos más pronto.

Las manos de Jacaerys se acercaron entonces a la herida de su hombro y con la yema de sus dedos tocó delicadamente la herida.

– ¿Desde cuándo no has comido algo?

– No lo sé, dos meses tal vez. – contestó con simplicidad.

– ¡Aemond! ¿cómo lo dices tan a la ligera? Pudiste enfermarte, esa herida pudo haberse infectado.

Jacaerys sonaba entre molesto y preocupado, así que Aemond soltó un comentario simplón para tratar de desviar su atención.

– Bueno, los virus y bacterias necesitan de un cuerpo vivo para proliferar y yo estoy muy muerto.

Peligro, eso fue lo que pudo sentir cuando vio la mirada fulminante de Jacaerys, así que lo mejor que pudo hacer fue levantar las manos en señal de paz.

– No es gracioso Aemond, ¿por qué no me dijiste nada?

– ¿Con qué sentido? Solo ibas a preocuparte y regañarme como lo estás haciendo justo ahora.

Jacaerys lo miró fijamente y luego entrecerró sus ojos, Aemond podía saber que ese gesto lo hacía cuando estaba pensando en algo.

Jamás, en sus setecientos años de existencia inmortal pasó por su mente lo que ocurrió después.

Jacaerys se paró frente a él, separó sus piernas y se sentó en su regazo, su rostro quedando a escasos centímetros del suyo, lo miró con esos ojos que podían escanear en lo profundo de su alma y luego Jacaerys simplemente le ofreció su brazo, más específicamente su muñeca.

– Bebe – no fue una sugerencia, fue una orden.

– Jacaerys, no puedes… es doloroso – intentó alegar, pero la mano que no le estaba siendo ofrecida tapó sus labios en un claro gesto de que el omega no aceptaría ningún tipo de excusa.

– No lo diré de nueva cuenta, así que obedece – esos ojos que regularmente reflejaban nostalgia parecían arder en ese momento, así que Aemond tomó la muñeca del omega y la acercó a sus labios tentativamente – Sé que no me vas a lastimar.

Sintió el cuerpo de Jacaerys tensarse un poco y cuando sus colmillos salieron y rasparon tentativamente su piel, el omega cerró los ojos.

Aemond aspiró profundamente el aroma de Jacaerys, limones dulces y duraznos frescos, hundió con delicadeza sus colmillos en la piel tibia y suave de Jacaerys y cuando sintió las primeras gotas de sangre en sus labios, el vacío que había sentido por tanto tiempo comenzó a llenarse.

Jacaerys soltó un gemido muy bajo, posiblemente de dolor al sentir la punzada de sus colmillos enterrarse en su muñeca, pero luego, el omega escondió su cara en el cuello de Aemond mientras él succionaba la sangre y sentía su cuerpo revitalizarse, llenarse de la esencia del omega y encontrar en su sabor el más dulce elixir del que hubiera tenido conocimiento.

Fue difícil parar, pero la devoción que sentía por Jacaerys era mucho mayor que la sed que sintiera, así que cuando logró reunir su fuerza de voluntad, soltó la muñeca del humano para comenzar a dar algunos lametazos en la zona para ayudarlo a que la herida cerrara más rápido lo escuchó suspirar y entonces, Aemond comenzó a besar su muñeca delicadamente.

El rostro de Jacaerys salió de su escondite, la mirada que le dedicó fue una que no supo descifrar, Jacaerys no se levantó de su regazo de inmediato y Aemond no quería dejarlo ir, así que sin darse cuenta sus manos se afianzaban a la cintura del omega mientras que el pequeño humano respiraba lenta y acompasadamente contra su cuello con los ojos entrecerrados.

Se quedaron así en ese silencio cómodo hasta que el sueño venció al omega y Aemond lo llevó en sus brazos a su cama, Vermax lo miraba atentamente y cuando lo dejó ahí, no pudo evitar besar su frente antes de salir de ahí.

*****

Euforia, euforia pura y dura era lo que sentía atravesar todo su cuerpo; la sensación de la piel suave y blanda de Jacaerys seguía en sus labios, el sabor de su sangre y la forma en que su pulso se aceleró cuando él clavó sus colmillos en su piel y comenzó a succionar el líquido rojo.

En alguna de las décadas pasadas, los humanos habían tomado el gusto por drogas fuertes que inyectaban directamente a su torrente sanguíneo, heroína la llamaban, se decía que la sensación ofrecida por aquella droga era inigualable, Aemond pensó que eso era una vil mentira después de haber estado así de cerca del humano, una sonrisa se deslizó por sus labios y caminó como un tonto enamorado por las calles vacías del pueblo hasta que el amanecer lo alcanzó.

*****

Cuando Jacaerys abrió la puerta lo miró con cierto reproche, Aemond llevaba para él algunas flores y un pastelillo que pensó le gustaría a Jacaerys.

– ¿Por qué me dejaste solo anoche? – le preguntó el omega.

Lo descolocó totalmente, cierto que Jacaerys se había quedado dormido después de que Aemond bebió de su sangre y él lo había llevado a su recámara para dejarlo descansar, pero ahora el omega lucía algo molesto, decepcionado quizá.

– Yo… ehh… yo pensé que querías quedarte solo para descansar – atinó a decir.

– Si hubiera querido que te fueras, te lo hubiera dicho antes de quedarme dormido – el omega suspiró – Así que entenderás mi confusión cuando desperté y estaba solo en mi habitación – Aemond estaba seguro de que de tener pulso su corazón se habría detenido.

Jacaerys no dijo más y lo dejó pasar, Aemond tardó un poco en reaccionar, pero luego de reaccionar, le entregó las flores que llevaba para él y se disponía a ayudar a recoger y limpiar el hogar de Jacaerys, cuando el omega negó.

– Muéstrame

– ¿Mostrarte qué? – Aemond agradecía estar muerto ya que de ser humano se hubiera puesto de mil colores al escuchar aquella orden.

– Tu hombro ¿qué más? – Jacaerys continuaba con un semblante serio así que Aemond decidió que no haría más bromas.

Se sentó en el sofá de la sala de estar y se quitó la ropa de su parte superior; su hombro se veía mucho mejor que la noche anterior; aún estaba lastimado pero la profundidad de las heridas era mucho menor.

Jacaerys repitió lo que había hecho la noche anterior, eso de sentarse sobre sus piernas y dejar su rostro peligrosamente cerca del suyo. Las yemas de sus dedos volvieron a repasar con delicadeza aquella herida mientras sus ojos estaban fijos en la piel de su hombro, Aemond estaba perdido en sus pensamientos tratando de ahogar el enervante deseo que comenzaba a sentir, así que no se percató de cuando Jacaerys regresó su vista a los ojos de Aemond.

– ¿Por qué te fuiste anoche? – la voz del omega fue suave, casi como si le estuviera confiando un secreto. – Ni siquiera te despediste de mí, desperté y estaba solo.
Aemond no supo que decir así que se quedó en silencio mientras agachaba la mirada fijando su vista en su propio cuerpo.

Las manos de Jacaerys alcanzaron su rostro y lo hicieron levantarlo para enfrentar aquella mirada.

– ¿No querías estar conmigo? – preguntó Jacaerys, su voz seguía siendo muy baja y al no escuchar respuesta alguna soltó su rostro e intentó levantarse de su regazo cuando el Alpha de Aemond reaccionó instintivamente rodeando la cintura del omega con sus brazos y afianzando su cuerpo sobre su regazo.

– Nunca pienses eso Jacaerys, no hay nada que yo anhele más en este mundo que compartir mi tiempo contigo.

– Entonces ¿por qué te fuiste?

– Porque no podía controlarme, tu me haces perder la cordura Jacaerys.

El omega sonrió y acercó su rostro hasta dejar su frente pegada a la de Aemond.

– Me gustas Aemond, me gustas en verdad.

Luego de escuchar eso, el mundo perdió todo sentido.

Los labios de Jacaerys se acercaron a los suyos, apenas y los rozaba, sentía el aliento tibio del humano sobre su piel y cuando Jacaerys finalmente tomó valor, besó sus labios con fuerza.

*****

Aemond podía ver las partículas de polvo a contraluz que flotaban en el aire detrás del cuerpo del humano, mientras Jacaerys, su hermoso Jacaerys movía sus caderas lentamente haciendo que su intimidad acariciara la piel de su pubis, por el cuello del omega habían hilillos de sangre seca luego de que Aemond enterrara sus colmillos en su glándula.

Luego de que Jacaerys lo besara y sus labios se separaran, el omega le había confesado el ardiente deseo de ser uno con él, la mirada decidida de Jacaerys habría borrado toda duda en Aemond, su mente no estaba nublada por el deseo o un celo inminente, era genuino deseo y anhelo que el humano sentía por él, y Aemond, tonto y completamente enamorado de Jacaerys se había postrado a sus pies.

Desnudó a Jacaerys con delicadeza, solo la parte inferior de su ropa fue la que quitó, se topó con esas largas y delgadas piernas, sus muslos no eran regordetes como los de cualquier omega, eran más bien delgados y fuertes, acarició su piel y dejó un rastro de besos por toda la extensión de sus piernas hasta llegar a su centro; aquel lugar que alguna vez Aemond había soñado con profanar, removió su ropa interior lentamente para encontrarse con un hermoso coño rosado.

Pegó su nariz al pubis del omega e inhaló con fuerza para llenar sus pulmones de esa maravillosa esencia; sus pálidos dedos comenzaron a acercarse a ese punto del omega que sabía les gustaba y encontraban su placer.

Era doloroso sentir la abismal diferencia entre la heladez de sus frías y huesudas manos contra el calor abrasador que la suave piel de Jacaerys le ofrecía, era como si Aemond estuviera entrando a un fuego abrasador en el que gustoso ardería por la simple oportunidad de estar con él.

Para su sorpresa, la intimidad de Jacaerys estaba completamente húmeda, el omega frente a él estaba excitado y dispuesto a llevarlo más allá de un simple oral.

Aemond enterró su rostro ahí, haciendo que el omega suspirara con labios temblorosos del placer que estaba sintiendo, las manos de Aemond se aferraban a su cadera y muslos no queriendo salir de ese cálido lugar de donde la más dulce ambrosía tenía su fuente; el tiempo perdió sentido alguno y su lengua tuvo la tarea de complacer y conocer todos los recovecos del omega, haciéndolo gemir y suspirar mientras sus delicadas manos se enterraban en su cabello sintiendo como esos dedos se afianzaban a él cuando sus piernas temblaban y parecían desplomarse.

Bebía la mancha del omega como un hombre sediento en el desierto; lo llevó al éxtasis con su lengua en más de dos ocasiones, lo supo porque en cada una de ellas el delicioso coño de Jacaerys aprisionaba su lengua en un intento desesperado del omega de mantenerla en su interior mientras su cuerpo expulsaba esa deliciosa mancha que Aemond bebía con desesperación.

En el último de sus orgasmos, las piernas de Jacaerys temblaron antes de desplomarse sobre sus rodillas completamente exhausto y lánguido del placer que recorría su cuerpo. Aemond no lo dejó recuperarse, lo levantó en brazos y lo llevó su cama donde siguió explorando todo su cálido interior con sus dedos y su lengua.

La siguiente parte fue demasiado difícil, un vampiro, muerto como es, debería tener una verga muerta, no debería poder excitarse y mucho menos profanar y satisfacer a un omega; pero tal vez, las historias eran ciertas y todos ellos venían de aquel rey Aegon, conocido Alpha lujurioso que con ayuda de una bruja logró engendrar a más de su especie, los vampiros no bombeaban sangre, no lloraban ni sudaban, pero bebiendo la cantidad suficiente de sangre humana, eran capaces de que sus vergas se erigieran y de llenar de semilla estéril a los omegas, así que Aemond, clavó sus colmillos en la muñeca de Jacaerys volviéndose a llenar de ese sabor adictivo, su elixir.

La mirada perdida y anhelante de Jacaerys fue suficiente para Aemond para que su pene comenzara a alzarse orgulloso debajo de su ropa.

Se desnudó frente a Jacaerys quien movía sus traviesas piernas apretando su coño para darse una clase de placer y calmar un poco su deseo; removió toda su ropa hasta quedar completamente desnudo, se acercó a la cama y el omega abrió sus piernas instintivamente invitándolo de manera silenciosa a entrar a ese sacro lugar.

Aemond se colocó sobre Jacaerys, admiró todas sus facciones en silencio mientras que su mano acariciaba la piel de su mejilla, era hermoso, verdaderamente hermoso y cuando hubo contemplado y memorizado cada gesto suyo lleno de deseo, lo volvió a besar, sus labios chocaron, sus lenguas danzaron y sus sabores se mezclaron, Aemond había probado a Jacaerys en más de un sentido, su saliva, su sangre y su mancha, todo era exquisito, seguía devorando los labios de Jacaerys mientras sus manos terminaban de desnudar al omega y su verga se frotaba tentativamente contra el coño palpitante y caliente de Jace.

Cuando tuvo a la vista los pezones del omega no dudó en tomarlos, lamió, mordió y succionó de aquellos pequeños bultos, completamente feral y excitado de escuchar los suspiros y gemidos de placer del omega.

Las manos de Jacaerys acariciaban su espalda y sus dedos se enterraban en sus hombros cada que los labios de Aemond succionaban con fuerza sus pezones, pero fue hasta que esas traviesas y tibias manos descendieron hasta sus nalgas que Aemond supo que debía continuar.

Tomó su erección entonces y la alineó a la entrada de Jacaerys, lo miró a los ojos en todo momento mientras se enterraba en aquel lugar y fue cuando un gemido algo adolorido salió de los labios de Jacaerys que Aemond bajó la vista solo para ver como de su rosado agujero corría un hilillo de sangre, olfateó un poco solo para entender que esa era sangre virginal, Jacaerys le había entregado no solo su cuerpo, sino que le había regalado un privilegio que nadie antes había tenido.

– Aemond – la voz de Jacaerys lo llamó – tómame Aemond, hazme tuyo y márcame como tu omega, quiero ser tu omega.

Aemond asintió y complació a su omega, por todos los dioses y demonios que complacería al omega debajo de su cuerpo.

Le mostró todas las formas en que él lo adoraba, haciéndolo rebotar en su regazo, con su cuerpo debajo del suyo sintiendo como sus pieles se frotaban y los pezones de Jacaerys respondían a la fricción de su cuerpo, lo tomó de espaldas enterrando su erección entre sus nalgas redondeadas y firmes a las que incluso azotó sin mucha fuerza pero que dejaron roja aquella carne.

Y luego, mientras Jacaerys estaba recargado sobre la cabecera de su cama y Aemond enterraba con frenesí su verga en el agujero estrecho del omega, Jacaerys había tomado su cuello y enterrado sus colmillos de omega en su cuello y Aemond correspondió el gesto enterrando sus colmillos en el cuello del omega terminando su unión como Alpha y Omega, una unión impía al ser un vivo y un muerto, pero todo el mundo se podía ir a la mierda con sus opiniones, Jacaerys era suyo así como él le pertenecía a Jacaerys totalmente.

Ahora, su hermoso omega lo cabalgaba con la fuerza y vigor de un hombre que huye de una horda de guerreros salvajes, y Aemond era su semental que pondría a salvo a su omega de cualquier peligro.

Sintió el cuerpo caliente de Jacaerys estremecerse y luego su coño apretó su verga en su interior, Aemond supo que estaba cerca de su orgasmo, sus movimientos se ralentizaron, evidentemente cansado de follar como nunca lo había hecho y más exhausto al haber perdido una buena cantidad de sangre, pero su omega parecía no importarle todo aquello, así que Aemond enterró sus manos en las caderas de su omega y comenzó a embestir con brutalidad enterrando su pene en el coño de Jacaerys haciéndolo rebotar como un muñeco de trapo hasta que lo escuchó gritar y su agujero volvió a liberar su mancha que dejó la cama completamente empapada.

Aemond siguió enterrándose en el interior de Jacaerys hasta que sintió como su pene palpitaba y su semilla infértil se derramaba en el interior de su omega anudándolo como lo había hecho ya en múltiples ocasiones.

Jacaerys se dejó caer sobre su pecho, con su pene aún dentro de su cuerpo y se acurrucó escondiendo su cabeza en el cuello de Aemond, el vampiro solo atinó a cubrir el desnudo cuerpo de su amante con una frazada y a rodearlo con sus brazos ofreciéndole un lugar donde descansar seguro.

Cuando despertó, sentía su cuerpo adolorido, no que le molestara en realidad y cuando se removió un poco sintió como Aemond todavía estaba en su interior, sonrió genuinamente al recordar lo que había sucedido la noche anterior, finalmente se había armado de valor para confesar a Aemond que le gustaba, o mejor dicho, que lo amaba, y cuando lo besó, todo había escalado hasta el punto en el que Aemond lo follaba con tanta fuerza que tal vez no se percataba que en su frenesí, Aemond le había dicho que lo amaba y adoraba y Jacaerys sabía que era verdad, el vampiro no podía mentirle, y entonces, en un arrebato de locura, Jacaerys lo había reclamado como su Alpha y Aemond lo reclamó como su omega.

*****

El tiempo había pasado, Jacaerys estaba por cumplir veintisiete años ahora, él y Aemond vivían juntos, el Alpha solía contarle historias de su tiempo como humano o de todo lo que había sido testigo en su tiempo como vampiro; Aemond seguía alimentándose principalmente de sangre de animales, aunque también bebía de su sangre con frecuencia, lo hacía para poder follárselo como tanto le gustaba.

Pensaba en el cuerpo de Aemond y su entrepierna comenzaba a lubricar instantáneamente, la necesidad de juntar sus cuerpos era casi enfermiza, pero no había muchas cosas que hacer y un embarazo no era posible, así que follaban todo lo que querían, él le había entregado su cuerpo sin restricciones y Aemond lo había atesorado y amado, haciéndolo sentir tanto placer que sus penas comenzaban a disiparse; Jacaerys pensaba que, si el mundo estaba por irse a la mierda, entonces, disfrutaría cada segundo que tuviera junto a Aemond.

*****

Esa noche Aemond caminaba hacia el edificio de Jace, era su cumpleaños así que había salido desde temprano para conseguir una tarta para él, sabía que su sabor favorito eran las fresas así que consiguió una de dicho sabor; caminaba y cuando subió las escaleras y se disponía a abrir la puerta, pudo escuchar algunos llantos ahogados, se asustó pensando lo peor, pero cuando entró al lugar Jace estaba solo y veía una foto vieja donde parecía estar toda su familia, claro que Jacaerys se veía como un niño de no más de cinco años y sus hermanos menores se veían como bebés aún.

Jacaerys se limpió las lágrimas y sonrió hacia Aemond, como siempre lo hacía; se acercó a él, tomó el pastel que tenía en sus manos y lo llevó a la mesa; había días como ese en los que la nostalgia azotaba a Jacaerys quien recordaba a toda su familia.

“Mis padres te hubieran amado” le había dicho una vez.

“Lo dudo en verdad, soy un ladrón que robó lo más valioso de un omega” Jacaerys había reído con fuerza, eran de épocas muy diferentes “Mis padres jamás te hubieran lastimado por desvirgarme, posiblemente solo nos hubieran dado una charla de salud sexual.”

“De haberte conocido en mis tiempos, hubiera ido a tu casa y habría pedido permiso a tus padres para cortejarte apropiadamente, saldríamos a caminar a las plazoletas y estaríamos siendo vigilados por un chaperón que tus padres hubieran dispuesto, tal vez alguno de tus hermanos, y yo, tal vez habría podido robarte un par de besos, nada escandaloso si me lo preguntas; habría ahorrado dinero y te habría entregado una joya con una piedra que simbolizara mi amor por ti, no escogería diamantes porque son muy comunes y tú eres único Jacaerys, tal vez hubiera elegido un rubí que simbolizara el fuego interno que me haces sentir, hubiera conseguido una granja en la cual vivir y en la que criaríamos a nuestros hijos, todos los que tu quisieras darme aunque yo sería feliz de tener ocho hijos, siempre quise tener una familia grande y muchos hermanos pero mi madre no logró tener más hijos; mi madre, Aemma, ella te hubiera adorado y tratado como un hijo, ella era una madre amorosa, hubiéramos envejecido hasta ver a nuestros hijos con sus propias familias, hubiera hecho todo por hacerte feliz.”

Pero Jacaerys ya lo era, tal vez no en el mundo idílico que Aemond planteó, pero era feliz a su lado.

*****

La Navidad vino poco después, ese día su Alpha había salido a buscar algunas cosas que necesitarían para la cena; Jacaerys había invitado a la mujer que trabajaba con él y a su pequeño hijo, serían solo cuatro personas, pero solo tres comensales; terminaba de acomodar todo en la cocina para cuando Aemond regresara con los ingredientes restantes.

Tocaron a la puerta; Vermax se puso muy nervioso y comenzó a ladrar, Jacaerys pensó por un momento que se trataba de algún repartidor o persona que estuviera mendigando algo de comida; se acercó a la puerta, pero antes de que pudiera abrir, ésta se azotó violentamente para dar paso al hombre de sus pesadillas.

Dalton Greyjoy estaba ahí, después de años lo había encontrado y ahora estaba ahí, sus ojos rojos inyectados en furia, y sus colmillos comenzaban a mostrarse en todo su esplendor.

Jacaerys intentó correr hacia la cocina, pero Dalton era demasiado ágil, le tomó solo dos pasos el alcanzarlo y tomarlo por el cuello violentamente, Vermax intentó defenderlo, pero solo recibió un golpe letal de una de las garras de Dalton, el cachorro chilló y se quedó tirado en el suelo.

Jacaerys forcejeó con Dalton, sus ojos estaban llenos de lágrimas mientras miraba con impotencia como Vermax agonizaba ahí, sintió un escalofrío recorrer su espina dorsal cuando el hombre lobo raspó la piel de su cuello con sus colmillos, y su cuello fue apretado con más fuerza al notar que Jace ya tenía la marca de unión de otro Alpha.

Completamente iracundo Dalton enterró sus colmillos en el cuello del omega intentando borrar la marca del otro Alpha pero solo logró arrancarle un alarido de dolor a Jacaerys y que éste comenzara a desangrarse por el evidente rechazo de su cuerpo a la marca impuesta.

*****

Aemond lo sintió, ese llamado primitivo que los libros decían un omega tenía cuando se sentía en peligro, dejó todo y corrió tan rápido como pudo hasta su hogar, aun le faltaban tres cuadras para llegar, pero el olor a sangre y los gritos de Jacaerys fueron suficientes para que un sentido feral se apoderara de él.

Llegó al departamento solo para ver a Vermax en el suelo en una gran mancha de sangre que brotaba de su cuerpo; el pobre animal chillaba y Aemond podía jurar que sus tiernos ojos soltaban lágrimas, avanzó hacia la cocina del lugar solo para encontrar a Jacaerys entre los brazos de un asqueroso perro que intentaba parar la hemorragia de su cuello.

El licántropo le mostró sus colmillos mientras sostenía el cuerpo de Jacaerys entre sus brazos como si fuera de su propiedad, la ira que hervía en su cuerpo solo acrecentó y saltó sobre él con toda la intención de matarlo.

Y por los dioses que lo haría, aun si él moría en el intento; peleó como nunca lo había hecho, no había espacio para huir o acobardarse y en un momento desesperado, clavó sus colmillos en el cuello del lobo desgarrando así la piel y su carótida en el proceso, el sabor a oxido de la sangre de Dalton le supo asquerosa, pero en un instante tuvo una visión, dos muchachos de cabello castaño y rizado, Lucerys y Joffrey, eran tal y como Jace se los había descrito en incontables ocasiones, estaban vivos, encerrados en algún lugar que por algún motivo supo cual era, como si la sangre de su enemigo tuviera las memorias de aquel que yacía en el suelo, Aemond se acercó a él y terminó de desgarrar su cuello solo para tener una mejor claridad de su visión.

Cuando lo hubo matado, giró entonces hacia Jacaerys, su omega, pálido y con la mirada cristalina intentaba acercarse a él, Aemond se acercó a él y lo sostuvo en su pecho, sentía como la vida se escapaba de su cuerpo.

– Hazlo – alcanzó a murmurar Jacaerys, era clara su petición, convertirlo en un vampiro igual que él, pero Aemond no podía hacerlo, jamás lo condenaría a esa maldición así que negó con su cabeza con vehemencia.

– Debes vivir Jace, tus hermanos, están vivos, los vi, sé donde están.

Los ojos de Jacaerys se aguaron y sonrió débilmente.

– Entonces toma mi sangre y búscalos Aemond, búscalos y diles lo mucho que te amé.

– Jace no me dejes por favor – le suplicó, pero el cuerpo de Jacaerys era cada vez más frío.

Cerró sus ojos, acercó a Vermax y lo colocó sobre el regazo de Jacaerys, no quería que ninguno de ellos se fuera solo de este mundo, así que cuando el cachorro estuvo entre los brazos de Jacaerys, Aemond sintió que apuñaló su corazón cuando sus colmillos se enterraron por última vez en el cuello de Jacaerys y bebió toda la sangre restante y cuando hubo terminado, el rostro de Jacaerys tenía una débil sonrisa como cuando dormía apaciblemente después de que Aemond le tomara.

Vermax murió poco después y el corazón de Aemond junto con ellos.

Los enterró en el lugar más hermoso que encontró, Jacaerys y Vermax viajarían juntos a la vida eterna, sembró las flores favoritas de Jacaerys en aquel lugar y se despidió de ellos con un solo objetivo en mente.

*****

Joffrey miraba desde lejos el cuerpo de Aemond, su postura encorvada y el semblante de infinita tristeza mientras observaba el lugar donde el vampiro le había dicho a él y a Lucerys que su hermano descansaba luego de haberlos rescatado.

Joffrey había sido escéptico al inicio, pero después de que encontrara el diario de Jacaerys en uno de los cajones de su recamara lo entendió todo.

No deseaba interrumpirlo, pero lo que había encontrado era importante, así que respiró profundamente y se acercó al vampiro.

– ¿Ya decidiste lo que harás después? – le preguntó con suavidad.

– He jurado por la memoria de tu hermano que los llevaría a un lugar seguro, y eso es lo que haré.

– Y después de eso ¿qué harás?

– No lo sé, supongo que eso no importa ya.

Joffrey asintió a sus palabras, era doloroso ver a alguien que parecía haber perdido cualquier sentido o ganas de vivir.

– Tal vez esto te ayude a saber qué hacer – le dijo mientras le extendía el diario de Jacaerys.

Luego de la muerte de Jacaerys, Aemond no había podido regresar a su departamento, aquel lugar donde habían compartido tantos momentos y donde el omega que le había entregado su corazón había muerto, así que nunca pensó en las pertenencias de Jacaerys, había sido la mujer a la que ayudaba, quien había ido al lugar a acomodar todas sus pertenencias en cajas.

– Gracias – fue lo único que pudo decirle al menor de los hermanos de Jacaerys, era tan doloroso ver lo parecidos que eran, muy similares, pero no eran él.
Joffrey dudó un poco, pero puso su mano sobre su hombro como para darle ánimos.

– Gracias a ti por hacerlo feliz. – soltó su hombro y se alejó del lugar.

Se dejó caer sobre el pasto del lugar, comenzando a leer todas las páginas de aquel diario, comenzaban con un tierno Jacaerys de ocho años que solo escribía si el día había sido soleado o lluvioso, pasando por aquel adolescente que lo había perdido todo y luego, la parte donde lo conoció y vivieron juntos por casi tres años.
La última hoja escrita era una carta, no tenía fecha alguna, parecía que aun no estaba del todo terminada, pero la leyó.

“Tal vez no sea el mejor de los poetas, ni siquiera sé si soy bueno para esto.

Pero de una cosa estoy seguro, estoy seguro de mi amor por ti.

Por años la tristeza me consumió, no me creía merecedor de cualquier tipo de sentimiento luego de dejar a mis hermanos atrás, pero te conocí en un frío día de enero, salvaste mi vida no solo de esa criatura, sino que me sacaste de un abismo en el que ni siquiera sabía que estaba.

Mi corazón comenzó a sentir una emoción que hacía que mi estomago se estremeciera cada vez que te miraba, decidí entregarte mi corazón pensando que tal vez lo romperías, pero lo atesoraste tanto como yo atesoro cada momento a tu lado.

Sé que no viviré para siempre igual que tú, he hecho las paces con eso, sé que mi muerte te dolerá, pero quiero que sepas que este humano tonto e ingenuo te estará esperando en la otra vida, porque sé que la hay, cuando estés listo, seré paciente y esperaré a que regreses a mí, conoceré a tu madre, me regalarás ese anillo que simbolice tu amor por mi y yo te entregaré mi corazón como lo hago ahora, pero mientras tanto, atesoraré cada segundo contigo en este mundo cruel.
Debería odiar este mundo por todo lo que me arrebató, pero solo le agradezco por el hecho de haberte encontrado en él, aun con setecientos años de distancia.
Aemond, siempre seré tuyo, así como tú eres mi corazón. Gracias por amarme en este mundo y en esta vida”

Terminó de leer todo y decidió lo que haría después, antes de marcharse a una de las ciudades amuralladas a donde llevaría a Lucerys y a Joffrey fue al cementerio donde Jace y él se hablaron por primera vez, fue a esa tumba desconocida y sin mucho cuidado talló en ella un epitafio.

“En un mundo cruel, fui el faro de esperanza de un par de almas desdichadas”

*****

Luego de que los hermanos de Jacaerys llegaran a salvo a su destino, Aemond regresó al pueblo donde había vivido los mejores años de su existencia con Jacaerys, buscó aquel punto donde el sol destellaba con colores hermosos al amanecer, no sentía temor, era más bien emoción, estaba completamente seguro de que él estaría ahí, que lo encontraría en esa vida también.

Sus manos se aferraron al diario de Jacaerys mientras veía como el sol comenzaba a salir. Su cuerpo no tardó mucho comenzar a arder cuando el sol salió por completo y le ofreció una hermosa postal antes de dejar ese mundo de mierda.

Y cuando el calor del fuego era insoportable escuchó su voz, lo llamaba a su lado, abrió sus ojos y estaba ahí, tal como se lo había prometido.

– Mi amor.

*****

Notes:

Notas finales:
1. La primera parte de este shot está como prefacio de cómo se generaron las dos razas (Vampiros y Hombres Lobo); aquí la “culpa” de Rhaenyra fue maldecir a Aegon antes de morir porque con eso fue que se convirtió en vampiro; pero todo lo demás de generar un clan gigantesco sí fue culpa de Aegon.

2. Cregan no tenía la intención de ser el “patriarca” de los hombres lobo, solo que los juramentos, promesas y maldiciones hechas a los dioses sí tenían peso, por ejemplo, Rhaenyra maldijo a su hermano y se convirtió en vampiro y Cregan juró frente a los antiguos dioses vengarse por la muerte de Jace y pues lo hicieron hombre lobo.

3. La línea principal de la historia transcurre en un futuro distópico, aproximadamente en el año 2070.

4. Vermax era un perro callejero muy cachorro cuando Jace lo encontró la primera vez, aunque fue muy malherido y Jace lo cuidó, nunca se recuperó totalmente y siempre fue un perro pequeño y algo débil pero muy valiente y leal a Jacaerys, me pareció justo que murieran juntos.

5. No lo dije en la historia, pero cuando Jace hablaba de sus hermanos con Aemond le contaba desde sus juegos favoritos, así como las canciones con las que Jace los tranquilizaba, a Joffrey particularmente le cantaba la canción “Beautiful Boy” de John Lennon.

6. Quiero decir que cuando Aemond hizo la auto desvivición, sí se encontró con Jacaerys y su perro Vermax, junto con la familia de él y su madre Aemma.

7. Sí, aquí Aemma fue la mamá de Aemond, ella murió de la peste negra y Aemond fue convertido en vampiro antes de que se contagiara, quien lo convirtió fue Alys Rivers, básicamente fue su juguete por un tiempo hasta que él se marchó y se hizo un ermitaño, eso hasta que conoció a Jace, su único y verdadero amor.

Chapter 24: Día 25. Bebé Arcoíris

Notes:

Holaa!!!

Okey, han pasado 84 años...

Lo cierto es que este shot lo tenía escrito desde hace mucho pero no había posteado lo de los días anteriores, así que en lo logró escribir los días que me salté les quise publicar este shot porque me emocioné mucho escribiendolo.

Los días que hacen falta les prometo que los voy a agregar y no me voy a saltar ningún día.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Tenía miedo, muchísimo, las tres pruebas rápidas de embarazo que reposaban sobre el lavabo de su baño marcaban dos líneas claras, era evidente, estaba embarazado de aquel chico con el cuerpo tatuado, cabello largo y platinado y con el que se había enrollado en un momento de debilidad y calentura, aunque si lo pensaba bien, tampoco es que fuera un completo desconocido, pero llevaban muy poco tiempo saliendo y él ya no confiaba en ningún Alpha.  

Salió del baño de su departamento completamente devastado, miles de recuerdos amargos inundaron su mente jugando cruelmente con su corazón, Jacaerys sabía que, en cualquier otro momento, esas pruebas positivas hubieran sido su mayor alegría, pero después del infierno que vivió, realmente dudaba que pudiera atravesar por esto una vez más, creía que había escapado de eso ya, pero ahora, se encontraba navegando como barco a la deriva.

Se preparó un té de manzanilla para calmar sus nervios y aclarar su mente para saber qué hacer, se sentó en su sofá y se acurrucó con un suave cojín entre sus piernas y la frazada que siempre tenía en el sofá desde que el invierno había comenzado.

*****

Su mente lo llevó de regreso al pasado, muchos años atrás, cuando él tenía apenas 17 años y acababa de terminar la preparatoria, estaba feliz de haber recibido su carta de aceptación al Boston College, era una de las universidades más prestigiosas del país y aunque era costosa, había conseguido una beca que cubriría poco más de la mitad de sus gastos.

Sus padres y hermanos lo apoyaban siempre, así que fue algo difícil separarse de ellos, pero era su sueño poder estudiar en una buena universidad, hacer su propio camino y convertirse en un experto en dirección y gestión de negocios internacionales, así que debía partir.

Se acopló bastante fácil a la universidad, era un buen estudiante, las clases le gustaban, la mayoría de la gente era agradable y aunque extrañaba a su familia, esa nueva experiencia que estaba viviendo le parecía increíble.

Conoció casi de inmediato a Gwayne Hightower, otro estudiante cuya familia era muy prominente y eran locales, vivían en Boston, era considerado un estudiante modelo, Alpha y heredero de los negocios de su familia, buenas notas, reputación intachable, y en general un pedigree impecable, tenía a varias mujeres y omegas atrás de él como un desfile interminable en el que intentaban llamar la atención del Alpha.

A Jacaerys no le impresionaba tanto todos sus títulos, pero era cierto que el Alpha era encantador y que era muy inteligente, en clases, ellos dos eran los más destacados y así había iniciado una especie de competencia amigable entre ellos por ver quien conseguía mejores notas. A veces le parecía divertido como el Alpha intentaba impresionarlo mencionando el legado de su familia y todas las propiedades y empresas de las que eran dueños o socios, la familia de Jace, al menos la de su padre omega Laenor era muchísimo más prominente y poderosa aunque eran también discretos, no se pavoneaban de todo lo que tenían, su abuelo Corlys había forjado su fortuna a base de mucho esfuerzo y trabajo duro junto con la mente aguda y habilidosa de su abuela Rhaenys para hacer negocios; Jacaerys aspiraba a lograr lo mismo que ellos, poder impulsar el negocio de sus padres y forjar ellos su propio legado, que sus padres se sintieran orgullosos de él y brindarles seguridad a toda su familia.

Esas inocentes competencias por ver quien obtenía mejores notas o entregaba los mejores proyectos o ensayos continuaron avanzando poco a poco hasta que justo antes de realizar los exámenes finales del primer semestre de la universidad, Gwayne había invitado a Jacaerys a salir y él había aceptado.

Resultó ser que además de su talento para la universidad, tenían muchas cosas en común, si bien los padres de Jacaerys y su familia en general no era precisamente una familia tradicional y conservadora, a Jace le parecía encantadora la idea de la familia tradicional, Alpha, Omega y un par de cachorros, o muchos según los deseos de Gwayne y de él mismo, una buena educación, vacaciones familiares y una vida tranquila y apacible en los suburbios de una ciudad tranquila como lo eran Boston o Cambridge.

Tenían gustos similares, a ambos les gustaba la música clásica, Jacaerys había encontrado una academia donde le enseñaron a tocar el piano, no era muy bueno, pero le gustaba poder leer partituras e interpretar melodías sencillas; Gwayne en cambio se limitaba a escuchar música clásica, jugar tenis y golf. A Jacaerys no le fue difícil enamorarse de Gwayne, era como si hubieran puesto a su Alpha ideal justo frente a él.  

Su relación avanzó bien; Gwayne lo presentó a su familia, su padre, hermana y algunos tíos y primos del Alpha, todos eran muy estrictos y conservadores, pero habían visto con buenos ojos a Jacaerys, para ellos era un chico que venía de una familia no prominente pero sus negocios familiares iban en crecimiento, el omega no tenía escándalos de ningún tipo, era sumamente educado y amable, mantenía buenas notas y estaba el hecho de que era muy, muy hermoso. Con esa juventud, sonrisa tierna y ojos inocentes que a Gwayne le habían embelesado, al final, todo había salido bien, el padre de Gwayne, Otto, lo había aprobado como un buen compañero para su hijo, a palabras del hombre, Jace “tenía potencial y es un buen material para ser un buen esposo”.

En ese momento Jacaerys se sintió feliz de ser aceptado por la familia de Gwayne, aunque en realidad, al escuchar eso debió haber encendido sus alertas, pero era joven, inocente y estaba enamorado, así que decidió complacer a Gwayne en todo sentido. A partir de ese momento Jacaerys había comenzado a renunciar a muchas cosas y cambiado otras tantas porque Gwayne se lo pedía y él por amor aceptaba todo.

Los padres de Jacaerys y sus hermanos comenzaron a notar estos cambios y temiendo un poco por su hijo, Harwin y Laenor lo visitaron tratando de hablar con él, querían que pensara mejor sus decisiones, aún era muy joven, no querían que Jace se atara a una vida tan conservadora siendo tan joven y no disfrutara de su tiempo en la universidad.

Tuvieron una fuerte discusión por eso, Jacaerys era terco, mucho, tanto así que aseguraba que su felicidad se encontraba en las costumbres conservadoras y tradicionalistas de la familia de Gwayne, y sin más, se alejó de su familia, no hablaba con sus padres y a sus hermanos les contestaba los mensajes o devolvía sus llamadas muy de vez en cuando, ese había sido su segundo error, aislarse tanto y renunciar a muchísimas cosas que le gustaban y amaba para darle gusto a Gwayne.

Sus padres, al ver que cada vez se alejaba más de ellos y comenzaba a parecer otra persona, en un intento desesperado de traer de regreso a su hijo, le cortaron todos los fondos para que le fuera imposible seguir viviendo en Boston, tal vez con eso podrían hacerlo recapacitar, pero Jace una vez más se alejó de ellos y contra todo pronóstico consiguió un empleo que fue aprobado por Otto.

Uno de los compañeros de Jacaerys tenía un hermano que trabajaba como planeador de eventos sociales, así que Jace le ayudaba con la organización de algunos de ellos, sobre todo los que se realizaban en Boston y en los que la familia de Gwayne autorizara, eso le dio la solvencia económica que necesitaba para poder pagar la renta de su departamento y continuar con sus estudios.

Oscar Tully era un omega, igual que Jacaerys y quien le había dado la oportunidad de trabajar con él, a diferencia de su hermano Kermit, Oscar era bastante escandaloso dentro de su círculo social, no era vulgar ni nada, pero tenía ideas muy revolucionarias que podrían escandalizar a más de un puritano.

En la agencia también trabajaba Benjicot Blackwood, él y Oscar eran grandes amigos, y Jace, aunque no seguía las locuras de sus compañeros, les apreciaba y tomó cariño genuino hacia ellos. Cuando les contó con quien salía y lo que había hecho para estar con él, ambos omegas lo vieron con algo de preocupación, casi cualquiera a quien le contara lo que había hecho por amor, le cuestionaban por qué había decidido tan precipitadamente siendo tan joven, pero a él no le importaba.

Los omegas decidieron dejar ese tema fuera de cualquier conversación para no tener momentos incómodos, aunque ninguno de los dos estaba muy seguro de que la decisión de Jace fuera correcta.

El tiempo pasó, los padres de Jace intentaban por todos los medios acercarse de nueva cuenta a su hijo, pero siempre recibían la misma respuesta “No van a hacerme cambiar de decisión, yo quiero esta vida y si ustedes no lo aceptan, entonces no hay nada más que hablar”.

No se dio cuenta a tiempo de lo aislado que estaba, no tenía casi amigos ahí, no hablaba con sus padres y a sus hermanos tampoco los buscaba, así que era sumamente apegado a Gwayne, su círculo social estaba compuesto por Oscar y Benjicot, algunos pocos de sus compañeros de clases y la familia de Gwayne y el Alpha era feliz de saber que Jace era devoto a él y saberse su prioridad le hacía sentir orgulloso.

Gwayne le propuso matrimonio cuando apenas había cumplido 20 años, Jace había estado feliz de aceptar y se casaron en cuanto Jace cumplió 21 años y terminó sus estudios, no invitó a nadie de su familia a la boda, no los necesitaba de todas formas, solo invitó a Benji y Oscar como testigos de su unión en el registro civil y a la pequeña recepción que habían preparado.

En su noche de bodas, Jacaerys sintió lo que era estar con un Alpha, Gwayne se había negado a unirse a Jacaerys antes de su matrimonio y el omega sentía que estaba en una novela de época con todo eso, incluso cuando Jace se inclinó frente a Gwayne y le ofreció su cuello en señal de sumisión le pareció que era un momento sacado de un cuento de hadas.

Después de eso, Jace se sentía en la luna, vivir junto a Gwayne era un sueño, despertaba temprano para preparar el desayuno de ambos, Gwayne trabajaba en las oficinas de su familia y Jace seguía en la agencia con Oscar y Benji, el negocio había crecido y habían ganado cierto prestigio y reconocimiento; él y Gwayne habían decidido que Jace trabajaría hasta que tuvieran a su primer hijo y después de eso, se dedicaría enteramente a cuidar del cachorro, un omega hogareño.

Jacaerys lo había aceptado pues la fortuna de los Hightower y el sueldo de Gwayne era lo suficientemente bueno como para que Jace dejara de trabajar y se dedicara a la crianza y atención de sus cachorros y su esposo.

Eran jóvenes los dos, pero tenían la firme intención de comenzar su familia cuanto antes, así que cada que tenían oportunidad, ellos intimaban como un Alpha debe tomar a su omega, Jacaerys lo disfrutaba, sentía placer, aunque nunca sentía una liberación completa, Gwayne se limitaba a tomarlo hasta que él se excitara lo suficiente como para eyacular dentro de él y luego salir, hasta en el sexo era un Alpha modesto y que siempre lograba controlarse, Jacaerys no podría decir que estaba frustrado sexualmente, pero tampoco había llegado a sentir eso que otros decían era como tocar el cielo.

Pasó casi un año antes de que Jacaerys descubriera que estaba embarazado, había sido un proceso realmente complicado, no fue como aquellas novelas donde en la primera noche con un Alpha el omega queda preñado, no, para nada fue así.

Habían sido noches y noches de planeación, citas médicas, cientos de medicamentos y remedios caseros que aseguraban funcionar para que un omega pudiera embarazarse, al final, sus encuentros con Gwayne habían dejado de ser pasionales y por amor, se había reducido a una tarea en donde ambos terminaban frustrados por no poder lograr su objetivo.

Fueron muchas cosas las que tuvieron que pasar y a lo que Jacaerys se tuvo que someter por largo tiempo antes de que descubriera que finalmente estaba embarazado, estaba feliz, le causaba tanta ilusión tener a su cachorro entre sus brazos y abrazarlo, lo imaginaba, imaginaba que tal vez tendría el cabello rojizo como Gwayne, o que heredaría su nariz, pensaba en como sonaría su risa, soñaba con el momento en que pudiera aspirar su tierno aroma de cachorro y pudiera alimentarlo él mismo.

 Había planeado todo, comenzó a escombrar la habitación extra de su casa para arreglar el cuarto del bebé, con sus propias manos pintó y decoró la habitación, comenzó a buscar cunas y muebles para la habitación del bebé, incluso había comenzado a comprar algo de ropa para s cachorro; acudió a su cita médica y el doctor le había asegurado que todo iba bien, pero que debía esperar un poco más para saber si el bebé sería niño o niña, a Jace poco le importaba eso, solo ansiaba el momento en que su barriga comenzara a hincharse y capturar en fotografías como su cuerpo cambiaba mientras su bebé crecía en su interior.

Fue en casi en el quinto mes que su sueño se desvaneció, esa mañana había despertado algo cansado y su abdomen se sentía duro, aunque podía sentir los movimientos muy suaves de su bebé, eran casi como el aleteo de una mariposa que le sacaban una gran sonrisa, en ese momento no le dio gran importancia a su incomodidad y comenzó su día como siempre, apenas se preparaba para visitar un recinto que usarían para un evento de caridad de la familia Hightower, luego de eso iría con el doctor a su revisión de cada mes, nada fuera de lo ordinario.

A pesar de la incomodidad con la que había despertado, continuó su día con normalidad, terminó de revisar el recinto que había visitado y se dispuso a terminar algunos pendientes antes de ir a su cita médica, llegó al consultorio del doctor y mientras esperaba su turno veía con emoción y ternura a otras mujeres y omegas con sus barrigas crecidas e incluso algunos de ellos ya cargando a pequeños cachorros entre sus brazos, le causaba tanta ilusión tener al suyo que no podía esperar por conocerlo.

Fue llamado a su consulta y entró a donde el doctor se encontraba, era algo cascarrabias el hombre pero era amigo de la familia Hightower así que Jacaerys no protestó, el hombre le pidió cambiarse por una bata y lo acomodó en una camilla para realizarle un ultrasonido. Sintió el frío del gel que le ponía antes de comenzar con la revisión y vio como en el rostro del doctor se acentuaban más sus arrugas en el entrecejo.

– ¿Está todo bien? – preguntó con cierta duda en su voz.

– No logro ver ningún movimiento – le dijo el doctor a secas.

Sintió un escalofrío recorrer su espalda.

– Tal vez solo está dormido, mi bebé casi no se mueve a estas horas, le gusta esta hora para tomar su siesta – Jacaerys intentaba mantenerse en calma, pero la mirada del doctor y la forma en que comenzaba a palpar su vientre con sus manos lo estaban poniendo muy nervioso.

El hombre continuó examinándolo y su semblante fue totalmente sombrío cuando dejó el estetoscopio a un lado y lo miró a los ojos. 

– El producto no tiene latidos Jacaerys.

– No, no … yo lo sentí moverse en la mañana doctor, él solo está dormido – Jacaerys se aferraba a esa idea.

– No lo está Jace, seguramente lo que sentiste fue tu útero tratando de expulsarlo. – La voz del doctor carecía de tacto o consideración alguna.

Todo le empezó a dar vueltas y no lograba escuchar nada después de eso, ni siquiera cuando el hombre le habló a sus asistentes para que lo ayudaran con el proceso de expulsión de su bebé.

Fue el momento más horrible de su vida, Gwayne había llegado casi al final del procedimiento cuando el doctor ya había terminado de administrarle los medicamentos que le ayudarían a expulsar cualquier resto de su pequeño hijito.

Ni siquiera pudo saber si había sido un niño o una niña, el doctor no quiso decirle nada, le recomendó una serie de medicamentos y algunas instrucciones finales para “finalizar con el proceso de desechado”, le agendó una nueva cita médica para una semana después y el único consuelo que le dio fue “aún eres muy joven, seguramente podrás embarazarte muy pronto, por lo regular, luego de un aborto las mujeres y omegas tienen un pico alto de fertilidad”; él no quería escuchar nada, estaba como en un trance y fue la mano de Gwayne lo que le hizo reaccionar solo para escuchar como el Alpha decía “Tenga por seguro que lo intentaremos lo más pronto posible”.

Salieron del lugar y Gwayne condujo a su casa, Jacaerys estaba adolorido y sucio así que lo único que hizo el Alpha por él fue preparar la tina del baño y dejarlo dormir solo en esas noches donde no pudo dormir, lloró en silencio y soledad por varios días hasta que una de las mujeres que aseaban su casa se preocupó lo suficiente por él como para tocar a su puerta y llevarle algo de comer, no quería nada, sentía su corazón roto y ni siquiera quería salir de su cama.

Le tomó varios meses para que volviera a siquiera salir de su casa, comía poco y casi no sonreía, las miradas condescendientes y de lástima que le dedicaban los familiares de Gwayne e incluso sus amigos más allegados del Alpha eran como puñaladas para él, no quería su lástima, quería poder hablar con alguien sobre su pérdida, pero no había nadie dispuesto a escucharlo, así que decidió guardarlo todo para sí mismo y seguir adelante.

Gwayne había sido paciente con él y lo había ayudado, animado incluso diciendo que ambos eran jóvenes y que podrían intentarlo de nueva cuenta, sin embargo, la familia de Gwayne no fue tan amable, la hermana de Gwayne le había dicho que era su culpa por no cuidarse lo suficiente, Otto no decía nada, pero su mirada acusadora era suficiente.

Pasó otro año para que lo volviera a intentar, esta vez tuvo muchísimo más cuidado que la vez anterior, cuidaba todo lo que comía y bebía y dejó de trabajar en cuanto se enteró que estaba embarazado, ni siquiera manejaba, únicamente caminaba por el parque cercano a su casa para mantenerse activo; acudía a sus citas médicas con frecuencia y era muy disciplinado en todas las indicaciones que le daban, en esta ocasión el doctor les había anunciado a ambos que el bebé era una niña.

Tenía ya casi ocho meses de gestación cuando él y Gwayne habían sido invitados a una cena familiar en la mansión Hightower para celebrar que la hermana menor de Gwayne, Alicent, se había comprometido con un hombre mucho mayor a ella, pero con una considerable fortuna. Durante la cena, Alicent lanzó algunos comentarios insinuando su deseo por ser madre, en uno de ellos se excedió, mencionó algo sobre “las mujeres omegas son más aptas para tener cachorros, un omega que no cumple con su función, no sirve”.

Sus palabras habían sido crueles y mal intencionadas, pero Jace decidió mantenerse en silencio ante las provocaciones, terminando la cena, se disculpó con todos y poniendo como excusa su embarazo y el cansancio, se retiró a dormir. No había pasado mucho tiempo cuando quiso salir por agua a la cocina y en su recorrido escuchó murmullos en la oficina de su suegro.

Otto, Alicent y Gwayne discutían acaloradamente, por lo que pudo entender, Otto había dado un ultimátum a Gwayne, debía comenzar a tener hijos que heredaran el negocio, preferentemente un varón Alpha, si no lo hacía, entonces los hijos de Alicent serían quien heredarían todo. Jace pensó inocentemente que Gwayne lo defendería, pero su corazón se rompió cuando lo escuchó decir sin nada de emoción en su voz que el bebé que Jace esperaba en ese momento era una niña y que en cuanto Jace estuviera listo, lo preñaría de nuevo para asegurar el Alpha varón que Otto tanto quería.

Saber que su bebé sería despreciada por su abuelo y su padre hizo que lágrimas comenzaran a brotar de sus ojos, siguió avanzando por el corredor de la mansión buscando salir a tomar aire y calmarse después de lo que había escuchado, pero sentía que le faltaba el aire, se aferró a su pancita tratando de calmarse él solo, pero el golpe de realidad le había dado con fuerza.

Después de un rato regresó a su habitación, intentó no mostrarse alterado y siguió en su papel de omega devoto de su esposo. El viaje de regreso a su casa fue por menos tortuoso, la mansión de los Hightower estaba a las afueras de Boston así que el camino era como de unas dos horas, hacía frío y viento, la lluvia comenzó a caer y Jace sentía que el clima de la ciudad hacía juego con la tormenta de su mente.

Evidentemente el tráfico después de la tormenta era inmenso, Gwayne estaba muy irritado y algo molesto, llevaban más de cuatro horas parados en la autopista y las feromonas de Gwayne comenzaban a molestar a Jace quien intentó abrir la ventana del auto, solo para ser reprendido por su esposo, eso fue lo último que toleró, inició una discusión ahí, le reclamó lo que había escuchado la noche anterior y como no había sido capaz de defender a su familia o de despreciar a su preciosa hija.

Gwayne fue cruel con su respuesta, le dijo que su único trabajo como omega era criar buenos cachorros, si tan solo fuera capaz de mantenerlos vivos en su vientre, un fuerte golpe cruzó la mejilla de Gwayne después de lo que había dicho, Jace estaba muy alterado, sentía su espalda tensa y sus labios temblaban de ira, así que ni siquiera se percató cuando su vientre comenzó a moverse primero de manera algo lenta y después sintió un fuerte pinchazo que le sacó el aire, el dolor lo hizo doblegarse, Gwayne reaccionó y lo intentó calmar, condujo a un hospital que estuviera cerca pero el tráfico hacía todo mucho más lento.

Para cuando llegaron y el doctor que los atendió revisó a Jace, ya era demasiado tarde, ya no se escuchaban los latidos de la bebé y no se movía, de nueva cuenta, había fallado, solo que su tortura fue peor porque entonces tuvo que entrar a una sala de parto solo, lo acomodaron en la camilla y las enfermeras y el doctor le indicaban que pujara, fue doloroso, pujó por última vez y en lugar de escuchar el llanto de un bebé solo había silencio en la sala, las lágrimas de Jace y sus sollozos fueron lo que rompió el silencio hasta que una enfermera, la más joven de ellas tomó a su bebé en brazos, la limpió un poco y después se la entregó a Jace, quien la sostuvo en su regazo, era tan pequeña, sus diminutas manitas estaban enrojecidas aunque rápidamente perdieron ese color y se tornaron tan blancas como los azulejos de las paredes; en su cabecita apenas se asomaba una pelusa algo rojiza y pudo ver que su nariz era igual de bonita que la de su hermano Lucerys, memorizó todas sus facciones, sus deditos y el incipiente aroma que tenía, el calor de su cuerpecito se desvaneció en minutos antes de que tuviera que devolver su cuerpo a las enfermeras para que prepararan su certificado de defunción.

Los meses siguientes después de ese evento, Jace ni siquiera los recordaba, solo recuerda haber salido con el corazón roto del hospital, un pequeño funeral, palabras condescendientes de parte de Gwayne y su familia y que cuando regresó a su casa, se metió a su cama y no salió de ahí por días.  

Gwayne se alejó de él, sinceramente no le importaba un carajo, simplemente quería morir ahí y acompañar a sus bebés en la muerte.

Luego de eso, recuerda que Gwayne llegó un día con un hombre a su lado, era un abogado que llevaba consigo la petición formal de divorcio, estaba ahí porque Jace había firmado varios acuerdos prenupciales, convenios de confidencialidad y otras tantas cosas cuando se casó con Gwayne que ya ni recordaba.

El acuerdo era sencillo, Jace debía renunciar al apellido Hightower que había adoptado después de casarse, los abogados de la familia le ayudarían a acelerar los trámites para regresar a su apellido Velaryon, la argolla de matrimonio debía devolverla al ser considerada una joya familiar y Jace ya no era parte de la familia, también debía firmar un acuerdo de confidencialidad para no decir nada sobre las circunstancias de su divorcio, tendría que someterse a un procedimiento médico para retirarse la mordida de Gwayne, le permitirían visitar la tumba de su pequeña hija a quien le habían llamado Alerie Velaryon, ni siquiera se dignaron a reconocerla como una Hightower, pero no le importaba, ella era suya y de nadie más y Gwayne aceptó darle una buena compensación para que se fuera de la ciudad y comenzara su vida en otro lugar.

Así fue como había llegado a Nueva York, apenas tenía 27 años, divorciado y había perdido a dos bebés, no tenía empleo y vivía en un apartamento que encontró en Brooklyn. No conocía a nadie en la ciudad y su vergüenza hizo que no tuviera cara para avisar a su familia de nada de lo que había pasado.

Fue Benji, su amigo de la agencia de planeación de eventos quien lo encontró por casualidad a las afueras del museo de historia natural, Jacaerys vagaba sin rumbo en realidad y Benji estaba de paso porque lo habían contratado para un evento en la ciudad, Jace no tenía a nadie más así que le contó lo que había sucedido a grandes rasgos.

Benji se limitó a escucharlo en silencio y abrazarlo cuando Jace rompió en llanto.

– Lo siento mucho Jace, en serio lo hago, alguien como tu no merece lo que te sucedió, pero tal vez puedas encontrar consuelo sabiendo que ya no tienes nada que te ate a Gwayne y su familia, tus bebés siempre serán tuyos y te acompañaran siempre. – Benji en realidad no sabía que más decir, su corazón se estrujaba de ver a su amigo con esa mirada tan triste.

– Sabes, sería una buena idea que te distraigas un poco, ¿por qué no me ayudas a montar una pequeña sucursal aquí? Recuerdas que muchos de nuestros clientes tenían eventos fuera de Boston y Nueva York siempre había estado en nuestro radar, puedes ayudarme con algunos eventos que tengo aquí, Oscar y yo no nos damos abasto con todo y estoy seguro de que él estará feliz de que regreses a trabajar con nosotros.

Jace le sonrió y aceptó la oferta de Benji, necesitaba un empleo y distraerse para no pensar todo el tiempo en lo que había perdido, así que comenzó a trabajar enseguida. Era sencillo pues no necesitaba tener un gran despacho u oficina para trabajar, solo necesitaba su laptop y él podía organizar todo desde su apartamento.

*****

Conoció a Aemond Targaryen en otoño; Central Park era hermoso en esas fechas, cuando las hojas de los árboles se tornaban anaranjadas y los atardeceres eran hermosos, pero lo más bonito era ver las gigantescas lunas entre septiembre y octubre, le recordaban a Aemond, que parecía haber llegado a su vida como una luna de octubre a mitad de la oscuridad de la noche en la que Jace se había sumido.

Fue por pura casualidad; había comenzado a trabajar con Oscar y Benji un par de meses antes y había cerrado algunos tratos con clientes nuevos que le tuvieron confianza suficiente como para que organizara eventos de alto perfil, uno de ellos fue un escultor de arte, lo había contratado para organizar la inauguración de una de sus exposiciones en una galería de arte de la ciudad; debía asegurarse de que la galería estuviera lista para recibir a unos doscientos invitados, contratar meseros que repartieran el catering que su cliente había elegido, que el DJ contratado fuera competente, que el mobiliario combinara con la vibra del lugar y que las bebidas no faltaran en el lugar.

Al ser su primer cliente “propio importante” por ponerlo de esa manera, Jace había acudido a la gala para supervisar el evento desde muy temprano, había ordenado que la coctelería fuera abundante e incluso ayudó a los meseros a acomodar las mesas por toda la galería.

Durante el evento vio pasar a muchas personas, él estaba apostado en la parte superior de la galería, le era fácil ver todo desde ahí y había mucha menos gente que en la planta baja, estaba observando que ninguno de los invitados tuviera su mano vacía o que alguien entrara sin invitación cuando una cabellera larga y platinada llamó su atención, lo vio solo unos segundos, el hombre le devolvía la mirada, una profunda mirada que parecía podía ver el fondo de su alma, Jace sacudió su cabeza para despejarse y regresó su atención a lo que estaba haciendo.

Pasaron tal vez unos veinte minutos cuando una voz le hizo sentir un escalofrío recorrer su espalda, cuando giro a donde provenía la voz vio a aquel hombre de la cabellera platinada, era sumamente atractivo, por un momento pensó que era albino, pero no, solo era que su piel era muy blanca y su cabello muy rubio, tenía unos ojos azules hermosos, era muy alto, su espalda era ancha y supo que era un Alpha de inmediato porque su aroma era penetrante, no era invasivo, pero se notaba su presencia y dominio.

– Disculpa, ¿sabes si el cangrejo de los canapés es de pesca sustentable? – el chico hizo la pregunta más extraña que Jacaerys hubiera escuchado, y fue obvio para el Alpha porque el pequeño puchero del omega le causó cierta ternura.

– Ummm… no lo sé, pero puedo ir con el chef a preguntarle si me das unos minutos para investigar, mientras, tal vez pueda ofrecerte alguna bebida. – Jace le señaló el bar, tenía la intención de entretener al chico con un cóctel y que lo esperara en la barra mientras él intentaba averiguar que mierda significaba “pesca sustentable”.

Apenas intentó avanzar para encaminar al chico, cuando vio como el Alpha le ofreció el brazo para caminar juntos y bajar la escalinata de la galería. Jace titubeó un poco, pero aceptó el brazo ofrecido y mientras avanzaban, pudo notar que sus manos tenían algunos tatuajes pequeños, a pesar de ser una cena de gala el Alpha llevaba algo considerado muy casual, un pantalón de tela oscura, una camisa de mezclilla con los primeros tres o cuatro botones abiertos, pudo ver que su pecho también tenía algunos tatuajes, de su cuello colgaban unas cadenas metálicas algo gruesas, llevaba una chaqueta de cuero que se le ceñía muy bien al cuerpo, unas botas estilo Dr. Martens en color vino y su colonia mezclada con su aroma Alpha combinaba a la perfección.

Se encontró de pronto pensando que había observado demasiado al Alpha, trató de salir de sus pensamientos y se encaminó a la barra de bebidas para dejar al Alpha en una de las sillas altas, mientras él averiguaba lo que le había preguntado.

Alcanzó a ver que el Alpha había volteado hacia la chica que atendía la barra y comenzó a darle instrucciones precisas sobre su cóctel o tal vez a coquetearle, lo que sea que fuera, Jacaerys aprovechó el momento para salir a buscar al chef encargado de los bocadillos.

Para cuando regresó a la barra, con el conocimiento de que efectivamente habían utilizado cangrejo de pesca sustentable, buscó la cabellera platinada entre la gente, lo encontró a unos cuantos lugares de donde lo había dejado y se acercó a él, el Alpha lo recibió y le ofreció el asiento vacío junto a él, mientras se acomodaba mejor en la silla, vio como el Alpha le acercó un vaso de cristal alto con algo dentro.

– Es para ti, no planeabas dejarme aquí bebiendo solo ¿verdad?

– Ummm… no sé si debería, estoy trabajando y no debería socializar con un invitado.

El Alpha sonrió de lado, tomo su copa y con sus labios tomó una de las aceitunas que se encontraba en su Martini.

– ¿Cómo estás tan seguro de que soy un invitado y no un polizón que se coló a este evento? – los ojos de Jacaerys se encogieron un poco tratando de identificar si en verdad ese hombre podía ser un polizón.

La risa que soltó segundos después de que Jace estuviera en silencio le hizo saber que era una broma.

– Descuida, no me infiltre en el evento, y en cuanto a esto – señaló el vaso con la bebida – Es un Tom Collins – la mirada confundida de Jacaerys lo hizo continuar – Es limonada con un poco de ginebra, pedí que le agregaran un poco de hierbabuena, sabe mejor así.

Jace tomó el vaso y lo acercó a su nariz, olía bastante bien y era cierto que tenía algo de sed, la orilla del vaso estaba escarchada con azúcar y un poco de ella se quedó pegada en la punta de su nariz, cuando alzó su rostro de nuevo, una de las manos del Alpha se acercó a su rostro para quitar los granulos de azúcar de su nariz, fue extraño, la mano del platinado se posó en su mejilla como si quisiera acariciarla y con la punta de su dedo pulgar comenzó a retirar el azúcar de su nariz, pero sus dedos eran largos y la base de su dedo rozaba con su arco de cupido haciéndolo sentir algo extraño, la mirada penetrante del Alpha que no dejaba de ver su rostro le hizo estremecerse, no con miedo pero sí con algo que no podía entender del todo.

Fue algo incómodo, o en realidad no tanto, pero Jace no estaba acostumbrado a ese tipo de contacto, ni siquiera con Gwayne había sido así, los ojos del Alpha miraban fijamente sus labios, y Jace tuvo que carraspear para deshacer la atmosfera en la que habían caído.

Ambos salieron de ese trance, Aemond sacudió el azúcar de su dedo y Jace dio un largo sorbo a su bebida antes de hablar.

– Solo quería decirte que sí utilizamos cangrejo de pesca sustentable.

La risa del Alpha fue refrescante de escuchar.

– Fue una tontería que inventé para acercarme a hablar contigo, Qyle me dijo que tu eras el organizador y por eso vine a buscarte, pero me alegra saber que no estamos contribuyendo a la destrucción de la fauna marina.

Jace torció un poco los labios, intentando y fallando en ocultar la sonrisa tímida que se formaba en sus labios.

– Aemond Targaryen – el Alpha se presentó – Neoyorquino y amante del beisbol.

– Jacaerys Velaryon, del valle de Napa, organizador de eventos. – le respondió de la misma forma – puedes decirme Jace.

– Dime Jace, ¿Qué hace un bonito californiano del Valle de Napa en la fría Nueva York?

El omega suspiró, algo le decía que podía confiar en el Alpha para contarle todo, pero se limitó a darle una respuesta algo escueta.

– Una larga historia – Fue lo mejor que se le ocurrió decir al final.

– Entonces es una suerte que el evento esté totalmente controlado y que mis amigos de la barra tengan mucho alcohol para servir a los invitados.

*****

Comenzaron a platicar, ni siquiera recuerda muy bien de qué, estaba nervioso, la confianza que Aemond exudaba era intimidante; pero no era como si tuviese miedo, solo que Jace no estaba acostumbrado a ese tipo de personalidades avasalladoras, siempre fue reservado, tímido y cuando conoció a Gwayne, se alejó de todos los que tuvieran un comportamiento como el del Alpha frente a él.

– Dime algo Jace, y debes ser completamente sincero conmigo porque de eso depende lo siguiente que preguntaré.

Jacaerys dejó su vaso en la barra y asintió lentamente. Aemond sonrió antes de hablar.

– Muy bien – lo miró directamente a los ojos – Me gusta ser sincero y directo, así que, dicho eso, voy a decirte Jacaerys, que eres hermoso, verdaderamente una criatura fascinante, pareces alguien que tiene mucha historia, y estoy muy intrigado por conocerte mejor, así que, ¿Me aceptarías una salida? Claro, si es que no estás saliendo con alguien ahora, si lo haces, rompe mi corazón de una vez, pero no me des falsas esperanzas.

Jace tardó en contestar, Aemond pareció notarlo y le dio su tiempo para que pudiera pensar en su respuesta.

– Tengo una historia, aunque no sé, si después de escucharla sigas pensando de la misma manera. Tengo mis propios demonios y pareces ser alguien agradable, no quiero arrastrarte a un infierno.

– Si condenarme al infierno es una posibilidad, quiero que al menos dejes que yo tomé esa decisión y no que tu decidas por mí. – su voz era decidida y Jace sintió que sus penetrantes ojos podían ver lo que en realidad escondía.

Intercambiaron sus números y el Alpha esperó a que todo el evento terminara y Jace subiera al taxi que lo llevaría a su casa para regresar a su casa.

*****

Habían pasado tres meses de esa primera vez que se vieron, Aemond había llevado a Jacaerys a conocer muchos lugares de la ciudad, pequeños tesoros que los turistas todavía no invadían y que los locales guardaban en máximo secreto esas joyas.

Terminaron una noche en un bar que se encontraba en el sótano de una gran casa en uno de los barrios más viejos de la ciudad, esa noche era una noche de trivia, decidieron participar, fue una batalla muy reñida, el otro equipo también era muy bueno, Jace podía contar en su mesa de castigos seis vasos de whisky del lado de Aemond y otros cinco de tequila en el suyo, finalmente en la última ronda del juego, ganaron cuando les preguntaron el nombre de la ciudad que compartía la capital de Oregón.

Jacaerys gritó a todo pulmón “Salem” y comenzó a reír al pensar que la familia de su exesposo debía venir de ahí, por puritanos y la bastarda bruja de Alicent.

El premio que ganaron fue que los tragos que habían consumido corrían por cuenta de la casa y una botella adicional de ron que debían consumir en el lugar, sobra decir que ninguno de los dos terminó bien.

Tomaron un taxi al departamento de Jace, Brooklyn estaba mucho más cerca que el Upper East Side.

Subieron las escaleras del edificio a tropezones y con Aemond deteniendo a Jacaerys de la cintura cada que lo veía tambalearse, le gustaba sentir las manos cálidas y firmes del Alpha, le brindaban cierta seguridad que hacía mucho no sentía.

Lo siguiente que pasó, fue una locura, se suponía que Aemond dormiría en el sofá de la sala de estar de Jace, pero hacía frío porque el invierno ya estaba comenzando y Jace se ofreció a llevarle más frazadas, aunque cuando Aemond lo siguió al closet donde tenía las frazadas guardadas, se colocó detrás de él, y cuando giró para entregárselas, quedaron frente a frente con una distancia mínima entre ellos, estaba ebrio, mucho, los dos lo estaban, pero el alcohol desinhibe o solo muestra nuestros verdaderos deseos y Jace anhelaba sentir el calor de la piel de Aemond, así que cerró el espacio entre los dos y alcanzó sus labios.

No supo que lo anhelaba tanto porque sentir sus labios contra los de Aemond se sintió verdaderamente bien, sus labios tenían un dejo de sabor a whisky, a pesar de haber bebido demasiado, seguía oliendo muy bien, su colonia mezclada con su esencia Alpha hacían que las rodillas de Jace tambalearan, se dejó llevar y lo siguiente que supo, fue que ambos caminaban a tropezones sin dejar de besarse a la habitación de Jacaerys.

Se desnudaron con urgencia, como si sus ropas estuvieran en llamas, cuando Jacaerys finalmente pudo quitar la camisa del Alpha pudo ver su piel, era un lienzo hermoso para todos los artistas de la tinta que habían plasmado su arte ahí, contrastaba tanto con la piel inmaculada de Jacaerys que solo tenía unos cuantos lunares, lo siguiente fue que sintió los labios algo agrietados de Aemond recorrer toda su piel, besaba sus piernas, sus muslos, sus caderas, cuando llegó a la zona de su cuello y pecho la ropa interior de Jace estaba completamente mojada, finos hilos de mancha comenzaban a escurrir de su entrepierna creando ríos en sus muslos que el Alpha recolectó con su lengua.  

Nunca había sentido algo igual, la mirada de Aemond era la de un depredador, como cuando un puma estaba a punto de atacar a un cervatillo, como si quisiera devorarlo y no dejar nada de él atrás, sus dedos se enterraban en sus carnosas caderas, como si temiera que Jacaerys se le escapara, pero no hubiera podido hacerlo, no cuando un millón de sensaciones atravesaban su cuerpo y su mente estaba en un lugar donde solo percibía el deseo y el placer.

Dejó que su omega interno tomara el control, inhaló profundamente llenando sus pulmones de la esencia Alpha y se entregó por completo a él, como un ciervo que sabe que ha perdido frente al puma, acorralado entre el cuerpo de ese Alpha.

Entonces, el puma, como buen carnívoro, comenzó su festín, usando su lengua para explorar los espacios más recónditos del cuerpo de Jace, sentía como paseaba sobre su monte de venus, dejaba un rastro de besos en su pubis antes de descender a su entrada palpitante y necesitada, utilizaba su lengua como si una leona estuviese acicalando a su cachorro, solo que la lengua de Aemond recorría todos sus pliegues, entraba a su estrecho coño y paseaba la lengua lentamente, torturándolo de esa forma. Solo podía suspirar y gemir, sintiendo algo que no había experimentado antes, placer en su forma más primitiva, sentía que no había ninguna inhibición, su omega interno gemía feliz de ser deseado de tal forma, de poder alcanzar un punto que no sabía podía alcanzar.

Ni siquiera tuvo que estimular alguna otra parte de su cuerpo para que Jace tuviera un orgasmo poco después, sus piernas temblorosas apretaron accidentalmente la cabeza de Aemond, pero a él parecía no importarle, siguió atendiendo su coño hasta que su clítoris estuvo completamente hinchado y rojo, dolía, la sobreestimulación llegaba a ser un poco dolorosa, todo en el Alpha le hacía sentir como si pudiera separarse de su cuerpo por un momento y llegar al nirvana.

Sintió que podía respirar después de estar sumergido por mucho tiempo en el agua, esa sensación de liberación solo crecía con cada empuje de la lengua de Aemond a su interior, sus manos firmes acariciaban y apretaban su piel, la carne de sus muslos era sostenida con firmeza no dejando que cerrara sus piernas, una de las manos de Aemond subió entonces por su torso, sentía como sus dedos acariciaban con delicadeza su abdomen y se paseaban por sus costillas y cintura, como si quisiera memorizar cada centímetro de su cuerpo.

Cuando la mano de Aemond alcanzó uno de sus pezones el Alpha no fue brusco, simplemente comenzó a delinear su aureola causando que el cuerpo de Jacaerys se arqueara por la sensación, las manos de Jacaerys que hasta ese momento se habían mantenido cerradas en puños apretando las sábanas de su cama tomaron vida propia, posó una de ellas sobre la mano de Aemond buscando que el Alpha le brindara más atención a la piel de su pecho, quería que lo explorara, que lo hiciera sentir todo lo que se había perdido, y su otra mano aterrizó en los cabellos del Alpha, enredando sus dedos alrededor de su sedoso cabello, su cadera comenzó a moverse intentando que la boca del Alpha llegara más profundo y con su mano guiaba el ritmo de Aemond.

Alzó un poco su cabeza solo para ver como el Alpha estaba entre sus piernas, por un segundo sus miradas se cruzaron, los ojos de Aemond parecían estar completamente oscuros, perdidos en su cuerpo, el mero pensamiento del omega, de sentirse tan deseado hizo que su cuerpo comenzara a estremecerse de nueva cuenta, era como si su piel ardiera y cuando la mano de Aemond que paseaba por su cuerpo llegó a su cuello y lo apretó solo un poco, Jacaerys explotó.

Era como si un latigazo de energía atravesara todo su cuerpo haciéndolo vibrar, toda su piel se erizó, dobló los dedos de sus pies y los de sus manos se aferraron al cabello de Aemond, sentía como si una cascada de agua descendiera de su interior y saliera a chorros de su coño y el Alpha lo bebió todo mientras el cuerpo de Jacaerys seguía teniendo espasmos que intentaban liberar toda la energía que el orgasmo le había inyectado, eso debería haberlo escandalizado pero para el omega era como un incentivo para continuar.

Aemond entonces se separó de su entrepierna, lo vio relamerse los labios y acercarse a él, le sonrió y Jacaerys se aferró a su cuello para volver a besarlo, completamente necesitado de volver a sentir los labios del Alpha contra los suyos, de conocer su sabor, quería servirle y que Aemond le sirviera, así que en un acto que ni siquiera pensó, comenzó a tocar el cuerpo del Alpha y Aemond le dejó hacer.

Las manos de Jacaerys recorrían la piel de su espalda repasando sus músculos, Aemond parecía hervir junto con él, los labios del Alpha suspiraban cuando las manos de Jacaerys recorrían su cuerpo y cuando llegó a su entrepierna sintió aquel bulto, comenzó a acariciarlo entonces sobre la tela de su ropa interior, escuchaba al Alpha suspirar y casi ronronear por sus atenciones.

Se deshizo entonces de aquello que le estorbaba para finalmente alcanzar el pene del Alpha, besó de nueva cuenta al Alpha y separó más sus piernas para hacerle espacio a Aemond, lo vio tomar su miembro por la base, se masturbó un poco más y Jacaerys lascivo hizo lo mismo, bajó una de sus manos a su coño para comenzar a acariciar su clítoris mientras el Alpha se acomodaba y alineaba su verga contra su entrada.

Por primera vez en mucho tiempo se sintió completo, no había preocupaciones en su mente, era como si estuviera destinado a ser, cerró los ojos y se dejó llevar por ese océano de placer. Su cuerpo se abría y amoldaba al miembro del Alpha, como si fuera correcto que Aemond estuviera entre sus piernas y lo follara como si fueran criaturas primales, con una necesidad insana de no separarse de él, ya no era suave ni gentil, ahora era algo mucho más primitivo y animal.

Las manos de Aemond recorrían toda la piel expuesta del omega, lo apretujaba entre sus manos y escuchaba sus gruñidos contra su oído, sus colmillos mordisqueaban la piel que tenía a mano, tironeaba el lóbulo de su oreja, mordisqueo su cuello y sus clavículas, lamió y succionó sus pechos, tomo sus pezones entre sus dientes y tironeaba de ellos con cierta delicadeza, haciendo que Jacaerys gimiera y gritara de placer como nunca lo había hecho.

Sus dedos se enredaban entre los mechones de cabello platinado, se aferraba a su espalda y lo arañaba cada que sentía como su coño apretaba con mayor fuerza el miembro de Aemond y sentía el palpitar de su falo enviando vibraciones por todo su útero. Quería más, así que bajó sus manos hasta las nalgas de Aemond, las apretó con firmeza incitándole a que entrara más rápido, más fuerte, más profundo, y el Alpha obedeció.

Lágrimas de placer comenzaron a brotar de sus ojos, su cuerpo se arqueó cuando sintió las embestidas erráticas y vigorosas de Aemond, estaba llegando a la cúspide de su placer, Jace ya había tenido dos orgasmos, pero la sobreestimulación y el deseo de complacer a su Alpha lo hizo buscar que Aemond descargara toda su semilla en su interior, sintió su interior palpitar, uno de los dedos del Alpha se dedicó a estimular su clítoris para que terminaran al mismo tiempo, Jace se aferró a su cuello dejando besos y mordidas en él, alcanzando su cúspide cuando sintió un líquido caliente llenando su interior y luego, el miembro de Aemond engrosándose aún más en su interior, con su nudo encontrando un lugar en su cálido interior y entonces Jacaerys supo que esa noche no dormiría.  

El alcohol se iba disipando de su cuerpo, recordaba como estaba sobre el regazo del Alpha saltando y enterrándose en esa deliciosa verga que lo había convertido en una criatura irracional, su cuerpo estaba lleno de marcas que el Alpha le había hecho, aunque el cuerpo de Aemond estaba igual, Jacaerys lo había mordido y arañado por todas partes.

La piel de las nalgas de Jacaerys ardía, en algún momento, Aemond lo había acomodado sobre sus codos y rodillas y había machacado su entrada y azotado su trasero hasta dejarle las nalgas rojas, no le importaba en lo absoluto, era feliz de que ese Alpha lo tomara, que lo llenara, que lo hiciera sentir bien y Jace había dejado que Aemond se corriera en su interior todas las veces que quiso, que lo anudara, la necesidad de tener su verga palpitante en su interior derramándose lentamente en su interior con ese líquido caliente y espeso sabiéndose uno con él hasta que ambos quedaron dormidos, con Aemond abrazando el cuerpo de Jacaerys sobre el suyo, como si no quisiera alejarse de él y Jace se había quedado dormido feliz sobre el cuerpo del Alpha, con su nariz enterrada en el cuello del Alpha y su coño resguardando el pene de Aemond con su nudo bien firme en su interior, aunque incluso así su agujero goteaba el semen del Alpha.

Despertaron tiempo después, ya no había alcohol que nublara su mente, ambos estaban completamente lúcidos cuando el nudo del Alpha los mantuvo unidos por un buen rato más en un silencio cómodo; Jace seguía en su nube de placer pero podía sentir las manos de Aemond acariciando su espalda baja intentando consolar a su omega, murmuraba en voz muy baja a su oído palabras llenas de cariño y de lo mucho que había disfrutado estar con él, sus labios dejaban besos en su cuello, mandíbula y sienes, acariciaba su cabello y de pronto comenzó a mecerlo como si quisiera arrullarlo y comenzó a tararear una canción para calmarlo.

Pero todas esas atenciones solo hicieron que Jace quisiera más, que Aemond lo tomará de nueva cuenta, aún si ya estaban unidos, se sentía amado y deseado y su cuerpo buscaba externarlo de alguna forma; comenzó a moverse de nueva cuenta sobre su regazo, buscando darse placer con el nudo del Alpha. Lo logró y ambos entraron en un trance, cediendo a sus animales interiores entregándose uno al otro.

Recuerda como lo folló estando él a cuatro patas, y después recordaba ver sus pies sobre los hombros de Aemond, mientras él lo empotraba contra la cama, como si quisiera que se hundiera en el colchón, se corrió tantas veces en su interior que su vientre estaba abultado y de sus piernas corría una cantidad considerable de semen y mancha.

Cuando recobró la conciencia, era de noche de nueva cuenta, la luz de la luna y las lámparas de la calle entraba por la ventana y se descubrió a sí mismo dormido con los brazos de Aemond alrededor de su cintura, sus manos parecían proteger su vientre y su nariz estaba enterrada en su cuello. Aemond lucía tan cómodo dormido que Jacaerys no quiso despertarlo, ya tendrían tiempo de hablarlo por la mañana, solo alcanzó una de las frazadas que tenía ahí y cubrió el cuerpo de ambos con ella volviendo a entrar en ese espacio cómodo que los brazos de Aemond le ofrecían.

La mañana siguiente tuvieron una larga conversación, era obvio que ya no era una simple amistad, Jace tampoco quería que Aemond lo tomara como una invitación a que vivieran juntos, no, ni siquiera se sentía preparado para contarle todo lo que había vivido, él le había contado unas cosas ya, como que era divorciado y que se había casado muy joven, pero no le había contado el motivo de su divorcio o de la perdida de sus dos bebés, o de lo doloroso y difícil que fue concebirlos en realidad.

Aemond tampoco quiso presionarlo, le dijo que él aceptaría lo que Jace pudiera darle a su tiempo, así que, si bien seguían saliendo, no era como que fuera a ser algo definitivo o muy formal. El Alpha lo aceptó, irían despacio, Jacaerys sería quien daría la pauta en los avances que tuvieran, quería conocer al Alpha, conocerlo en verdad y que el Alpha lo conociera a él, por supuesto que tenían sexo y aunque Jacaerys no estaba muy seguro, Aemond le había dicho que sus padres sabían que salía con alguien, Jace no le había dicho a nadie más que a Benji, pero fuera de eso, no había hecho nada más.

Solo fue una cuestión de cuatro o cinco semanas cuando Aemond le dijo que tenía que salir de la ciudad un par de semanas, él era fotógrafo de naturaleza y había sido contratado para un evento que harían en Ecuador, ya lo tenía planeado con mucha antelación así que Jace no pudo acompañarlo.

Fue en uno de esos días que Aemond recién se había ido que comenzó a sentirse mal, primero fue mucho cansancio y luego algo de nauseas, pensó que había sido algo que comió, pero no fue así, ni siquiera sospechaba que fuera un embarazo porque cuando estuvo casado con Gwayne, las dos veces que quedó embarazado había sido muy difícil lograrlo, fue durante su celo y estuvo en un régimen muy estricto de medicamentos, además, con Aemond solo habían sido unas cuantas veces las que habían cogido sin protección y en ninguna de esas veces estuvo en celo.

Pero la vida a veces es cruel o irónica, no lo sabía, pero había ido a la farmacia de la esquina para comprar algún antibiótico cuando pensó que era una infección en el estómago, pero cuando caminaba por los pasillos de la farmacia, atravesó el área donde se encontraban las pruebas rápidas de embarazo, sabía que había una mínima posibilidad, pero existía, así que tomó una y la pagó.

Fueron los diez minutos más largos de su vida, y cuando apareció esa rayita que confirmaba un positivo, entonces regresó a la farmacia y compró dos más, y obtuvo el mismo resultado.

Ahora, estaba ahí, solo en su departamento, bueno, no tan solo en realidad, sonrió de pensar que tendría un bebé, pero luego se aterró cuando recordó todo lo que había hecho, no había tomado vitaminas, había bebido con Aemond, incluso habían ido a una cata de vinos y quesos maduros días antes, lo llevó a Coney Island y se subieron a los juegos mecánicos, incluso se habían metido al agua helada medio desnudos, la noche antes de que se fuera Aemond cenaron sushi y tuvieron sexo rudo de despedida, intentó sacar esos pensamientos de su mente y entonces buscó una dirección en su celular.

A la mañana siguiente, despertó temprano y se arregló para salir, acudió al laboratorio donde le harían pruebas sanguíneas para confirmar que en verdad estuviera embarazado y tendría una cita con un médico que le revisaría con más detalle.

Todo salió bien, el doctor, a diferencia del médico que lo atendía en Boston era mucho más amable, le había confirmado su estado y calculaba que tenía unas cuatro o cinco semanas de gestación, coincidía con el tiempo en que tuvieron sexo por primera vez, le dio indicaciones sobre su alimentación no tan severas o restrictivas como lo hacía el otro doctor, revisó sus estudios para confirmar que todos sus niveles estuvieran bien, le prescribió algunos suplementos normales que se daban a las mujeres y omegas gestantes y solo le sugirió vitaminas adicionales en caso de que se sintiera cansado, aunque lo que sí le recomendó con mucha insistencia fue que buscara hacer un nido con las prendas del padre del bebé para que pudiera descansar mejor.

Y entonces, se tendría que enfrentar a la familia de él. Había conocido a uno de los hermanos menores de Aemond, Daeron, incluso había guardado su número de celular así que le escribió un mensaje y le preguntó si podría ir a su casa por unas cosas que le había prestado a Aemond y que no le entregó antes de su viaje.

El chico le contestó que sí y le compartió la dirección del lugar.

Llegó, era una zona muy bonita, de esas casas tradicionales con fachadas de ladrillo y arboles viejos que daban sombra a toda la calle, tocó a la puerta y un hombre que parecía una versión algo mayor de Aemond le abrió.

Era el padre de Aemond, Daemon, Jace se estaba intentando presentar con él cuando Daeron apareció atrás del hombre y lo saludó con mucha efusividad. Cuando Daemon supo su nombre, en seguida lo recibió y lo hizo pasar, sería una conversación algo difícil e incómoda, pero el hombre parecía muy agradable.

Luego llegó una mujer, muy bonita a decir verdad, iba con unos adolescentes como de 14 o 15 años, ambos niños saludaron a su padre y a Jace, fue raro ver como ambos niños lo miraban con mucha atención y aunque intentaron ser discretos, Jace notó como ambos intentaban olfatear su aroma, pero cuando su padre menciono que era el novio de Aemond, los niños parecieron mucho más interesados en él.

Rhaenyra, la madre de Aemond se acercó a saludarlo como si fueran grandes amigos, era una familia encantadora, le recordaba a su familia, incluso lo invitaron a comer, Jace aceptó por cortesía, pero estaba muy nervioso, solo quería tomar algunas cosas de Aemond y regresar a su departamento, pero ahora estaba ahí con la familia del Alpha que lo había preñado y con el que, según él, irían despacio.

Rhaenyra parecía observarlo con detenimiento, cada que sus miradas se cruzaban ella le sonreía, y cuando terminaron de comer, Daeron se ofreció a recoger la mesa, Daemon apuró a los niños menores, Aenys y Viserys y Rhaenyra le ofreció tomar té en la terraza de su casa.

Subieron hasta la terraza y Jace pudo ver como la pared de la escalera estaba llena de fotografías familiares, de todos los niños, en diferentes etapas, fotos grupales, la foto de diploma de la graduación de secundaria de Daeron y una fotografía de Aemond con una ardilla en el hombro en lo que parecía un parque, era lindo, porque el ambiente era muy familiar.

Llegaron a la terraza y Rhaenyra lo invitó a sentar.

A pesar del frío, las manos de Jace sudaban y chistó un poco cuando sintió las manos de Rhaenyra tomar las suyas.

– ¿Hace cuanto te enteraste? – la cara de espanto de Jace hizo que Rhaenyra continuara hablando.

– Tengo muchos hijos – contestó con simpleza la mujer – Lo vi en tu mirada y tu aroma, es muy tenue aun, pero ahí está. – ella le sonrió con algo de complicidad y dulzura y él no pudo mentir, así que le dijo todo.

– Yo, me hice la prueba rápida ayer, pero quería estar seguro así que hoy fui con el doctor para que me confirmara todo. – rebuscó en una de las bolsas de su abrigo, unas pequeñas impresiones de su ecografía que le enseño a Rhaenyra.

Ella las observó y sonrió mientras algunas lágrimas se escapaban de sus ojos. Luego regresó su mirada a Jacaerys.

– ¿No lo quieres tener?

Jace negó con su cabeza.

– No, no es eso, es solo que tengo miedo, yo no creo ser capaz…

La mujer lo miró detenidamente y apretó un poco más su agarre en las manos de Jace.

– Helaena y Visenya – dijo ella, había un deje de tristeza en su voz cuando pronunció esos nombres.

– ¿Perdón?

– Helaena y Visenya, así se llaman mis dos mariposas. – la sonrisa triste que le dedicó fue suficiente para que Jace supiera que Rhaenyra había atravesado lo mismo que él. Su voz comenzó a quebrarse un poco, pero ella siguió hablando.

– Aemond fue mi bebé arcoíris después de Helaena, y Visenya fue lo último que pude soportar. Para ese momento, las lágrimas en los ojos de Rhaenyra comenzaban a brotar – Ya han pasado varios años y sigue doliendo tanto; te entiendo Jace, entiendo tu miedo y entiendo que no hayas querido o podido contar esto, pero créeme que te entiendo.

Nunca se había sentido tan comprendido y vulnerable como en ese momento, pero comenzó a llorar desconsoladamente en los brazos de aquella mujer, ni siquiera supo por qué, pero le contó todo lo que había vivido, sobre Gwayne y su familia, su aislamiento, como se alejó de su familia por su terquedad, como perdió a sus dos bebés y como se suponía que lo de él y Aemond era algo nuevo, sin prisa.

Rhaenyra tenía un aura tan maternal que lo hacía sentir seguro, como si ella pudiera entender perfectamente su dolor, así que pudo desahogarse como no lo había hecho nunca.

Lloró hasta que se quedó sin lágrimas y su voz se había cortado por completo, solo hipaba y sus ojos estaban muy rojos, los brazos de la mujer lo rodeaban en un abrazo cálido y sus manos acariciaban su cabello como cuando una madre intenta consolar a un bebé con miedo.

Cuando logró calmarse, Rhaenyra le preguntó:

– ¿Qué es lo que quieres hacer?

– Quiero tenerlo, siempre quise una familia grande, pero tengo miedo.  

Rhaenyra asintió, limpio las lágrimas de Jacaerys con sus dedos y luego las propias con el dorso de su mano.

– No te voy a dejar solo Jace, me escuchas, pase lo que pase y lo que sea que decidas, yo te voy a acompañar en todo momento, pero debes contarles a tus padres la verdad y decirle a Aemond.

Jace asintió, sabía que debía enfrentar a sus padres, los extrañaba muchísimo pero él los había alejado de su lado y tenía miedo de que ellos no quisieran volverlo a ver; y luego, cuando ambos omegas se calmaron un poco, Rhaenyra le ayudó a empacar algunas de las prendas de Aemond para que pudiera hacer su nido y lo llevó a su casa.

Al día siguiente, mucho más calmado, Jacaerys tomó valor y marcó a su padre; Harwin contestó al tercer timbrazo y fue una larga llamada que terminó con ambos llorando, su padre le prometió platicar con Laenor y visitarlo en cuanto les fuera posible, lo que se tradujo en que sus padres y hermanos llegaron a Nueva York dos días después de eso.

Los brazos de Laenor le hicieron sentir tan bien, como hace mucho no se sentía, protegido y amado incondicionalmente, sus hermanos también habían crecido mucho y aunque Jace los hubiera alejado de su vida, ellos no le guardaban ningún sentimiento negativo.

Rhaenyra había tenido razón, sus padres siempre lo amarían y solo estaban esperando a que él diera la pauta para poder acercarse a él y que no se alejara aún más de ellos.

Aemond regresó casi dos semanas después, nadie le había contado nada, ni sus padres o hermanos, ni Jacaerys, les había pedido que guardaran el secreto porque Aemond no merecía enterarse de su embarazo por un mensaje de texto o una llamada entrecortada por la mala recepción.

Estaba nervioso por lo que el Alpha pudiera pensar u opinar, pero cuando Jace le enseñó el ultrasonido a Aemond, vio como sus ojos se llenaban de lágrimas de alegría, lo cargó en sus brazos y los hizo girar, estaba feliz, verdaderamente eufórico por la noticia.

Su embarazo, a diferencia de los anteriores, fue muy tranquilo, sin exaltaciones, él continuó trabajando con normalidad, y lo único que cambió fue que una tormenta platinada llamada Rhaenyra, tomó el control de la situación de manera excepcional.

Lo visitaba con mucha frecuencia, los acompañaba a todas sus citas médicas y le ayudaba con la decoración del cuarto del bebé, Aemond se mudó con él para no dejarlo solo, y cuando el Alpha tenía que trabajar, Rhaenyra, Daemon, Daeron e incluso Aegon se turnaban para vigilar a Jace. Su aroma había cambiado incluso, tenía un aroma más dulce, incluso había notado que la gente era mucho más amable con él incluso cuando su vientre todavía ni se notaba, era como si su aroma fuera tan tranquilizador que cualquier persona se sintiera bien alrededor de él.

Fue un proceso difícil no lo iba a negar, cada vez que tenía que ir a su control prenatal tenía miedo de escuchar malas noticias, pero en todas las ocasiones el doctor le aseguraba que todo estaba bien; a veces sufría de ataques de ansiedad o pensamientos fatalistas inundaban su mente haciéndole imaginar que él moriría en el parto y dejaría a su bebé sin madre, así que le hizo jurar a Rhaenyra que ella cuidaría de su hijo si algo le pasara, entró en pánico cuando sintió al bebé patear con fuerza por primera vez, pensó que pasaría lo mismo que con Alerie, pero Rhaenyra lo tranquilizó diciéndole que eran las patadas normales que un bebé sano hacía, como presentándose con su madre y haciéndole saber que estaba ahí y que estaba bien.  

A diferencia de sus embarazos anteriores que los pasó mayormente en soledad, Aemond estaba mucho tiempo con él, le gustaba abrazarlo por detrás y levantar un poco su vientre con sus brazos para liberar un poco de presión de la espalda de Jacaerys; veían películas juntos y Aemond amaba acurrucarse en el vientre de Jace y murmurarle cosas al bebé, lo decía tan bajo que Jace no alcanzaba a escuchar, pero era adorable como sentía que el bebé se movía como si reaccionara a la voz de su padre.

Aemond también le ayudaba a preparar baños relajantes en su tina, era divertido ver como con los meses a Jace se le dificultaba atar las agujetas de sus zapatos y Aemond siempre lo ayudaba con eso; en las noches en las que Jace no podía dormir por los movimientos del bebé, Aemond se encargaba de hablar con él y pedirle que dejara dormir a su madre, que una vez que naciera, entonces podría molestarlo a él, masajeaba sus tobillos y pies hinchados religiosamente y siempre, sin excepción, encontraba todos los antojos que Jace tuviera.

Jacaerys nunca le había dicho a Aemond sobre su sueño de tener un álbum de fotografías que registrara su avance, pero era como si el Alpha pudiera saberlo porque Aemond tomaba fotos de Jace cada semana que transcurría y guardaba todo tipo de evidencias, una foto de Jace dormido, o Aemond completamente exhausto recostado sobre el vientre abultado de Jace, una fotografía de un Jacaerys semidesnudo que Aemond le había tomado mientras el omega buscaba su ropa para cambiarse, o una fotografía de Jacaerys completamente desnudo que Aemond le había convencido de hacerse y que el Alpha resguardaba con mucho recelo, cualquier momento espontáneo que ambos compartieran era digno de agregarse a su álbum.

Un día, Aemond llegó con un pequeño Jersey de los NY Yankees, su equipo de beisbol y amenazó al bebé en el vientre de su omega con que sería su acompañante a todas las series y temporadas del beisbol hasta que cumpliera 21 años, era adorable y Jace se sentía muy feliz.

En una de las últimas visitas al médico, durante el ultrasonido, el doctor les preguntó si querían saber el género del bebé, Jace no quiso hacerlo, aún tenía ciertas inseguridades y no quería que Aemond cambiara de actitud al saber si sería un niño o una niña, así que prefirió esperar hasta el momento del nacimiento no queriendo romper su burbuja de felicidad.

****

Ese día era turno de Daeron de acompañar a Jace, caminaba ya muy lento y como un pingüino, pero el doctor le había indicado mantener algo de actividad física, así que Daeron lo había invitado por un helado, caminaban tranquilamente por el parque mientras Jace comía su helado de yogurt y Daeron parloteaba sobre lo mucho que esperaba que su sobrino o sobrina fuera tan cool como él; Jacaerys solo reía a las locuras que salían de la boca de su cuñado imaginando que sería lindo tener a un bebé con esa personalidad tan extrovertida de Daeron.

Siguieron avanzando cuando sintió un leve dolor y luego como un líquido comenzó a correr por sus piernas.

– Creo que me oriné.

La cara de Daeron hizo que Jace comenzara a carcajearse porque definitivamente no se había orinado, su fuente se había roto, así que el pobre chico corrió buscando ayuda, por suerte unos policías estaban cerca y les brindaron apoyo para llegar al hospital, Jace seguía riendo de la cara de espanto de Daeron mientras su pequeño acompañante avisaba a toda su familia del inminente nacimiento.

Llegaron al hospital y Jace fue enviado a la sala de parto, de nueva cuenta estaba ahí, le habían dicho que todavía tenía que esperar a que su cuerpo terminara de dilatar y que su doctor llegara; apenas estaba pensando cuanto tiempo tendría que esperar cuando la puerta se abrió mostrando a un muy agitado Aemond, quien sabe desde donde había corrido, pero ahí estaba, lo acompañó en todo momento y sostuvo su mano cuando fue el momento de pujar.

*****

Estaba exhausto pero el doctor y las enfermeras lo animaron a pujar una vez más, y con ese último esfuerzo, la sala restalló con el llanto fuerte de un bebé, el doctor que lo atendió entregó al bebé a una enfermera que lo limpio un poco antes de entregárselo a Aemond.

Vio como ese pequeño bulto se retorcía entre los brazos de su padre mientras lo acercaba a él, escuchó a una enfermera mencionar que era una niña, sus brazos picaban por sostenerla y cuando Aemond la colocó en su regazo fue un momento hermoso.

Era perfecta, tan bonita, tenía un bonito color, sus ojos eran idénticos a los de Aemond, sus pulmones eran fuertes y sus manitas se aferraban a su dedo con una fuerza descomunal para un bebé de ese tamaño. La enfermera le indicó a Aemond que tenían que hacerle unas pruebas y limpiarla adecuadamente por lo que podía acompañarla para ver a su bebé en todo momento.

Antes de alejarse, dejó un beso en la frente de Jace, murmurándole lo mucho que lo amaba y lo feliz que era por el hermoso regalo que Jace le había dado. Él estaba cansado, pero completamente feliz de por fin tenerla en sus brazos. Las enfermeras y el doctor se quedaron un poco más con Jace para terminar de atenderlo, limpiarlo adecuadamente y enviarlo a su habitación a descansar en lo que el pediatra revisaba a la bebé junto con Aemond, apenas la había sostenido en sus brazos, pero ya ansiaba tenerla de vuelta con él.

Cuando por fin estuvieron en su habitación el mundo parecía haberse reducido para el omega, solo importaba su hijita y su Alpha, Jace sostenía a la niña con devoción y amor mientras que Aemond los rodeaba a ambos con sus brazos, la bebé era mucho más hermosa de lo que la imaginó, Jacaerys la estaba olfateando, grabándose en su mente su tierno aroma y cubriéndola con el suyo propio para calmarla y fortalecer su vínculo como madre; solo distrajo su atención cuando escuchó que tocaron a la puerta y toda la familia de Aemond entró a conocer a la nueva integrante.

A diferencia de los Hightower, parecía que los Targaryen anhelaban tanto a una niña en la familia que Rhaenyra comenzó a llorar y agradecer a todos los dioses por haberle dado una nieta.

Cuando preguntaron cómo se llamaría la bebé, Jace solo pudo pensar en un nombre.

– Se llamará Valaena, en honor a Helaena y Visenya. – Rhaenyra volvió a llorar de la emoción cuando escuchó aquello.

– Es perfecto para ella, Valaena Targaryen – dijo Aemond – Mi preciosa estrella.

*****

La casa de Jace y Aemond siempre era caótica, había juguetes regados por todos lados; la mesita donde dibujaban estaba atiborrada de hojas y crayolas desgastadas que eran usadas sin tregua alguna; la cocina parecía ser una cocina industrial para dar servicio a un batallón y el muro de la escalera estaba atiborrado de fotografías de la familia de Jace, con sus padres, sus hermanos, la familia de Aemond, todas sus hijas, era caótica, pero era un hogar feliz.

Valaena era la mayor, luego le seguían Daenys y Daena, mellizas, todas ellas parecidas a Aemond, luego Rhaenys y Alyssa que se llevaban dos años entre ellas, Rhaenys era la copia fiel de Jacaerys y Alyssa, aunque era parecida a Jace tenía toda la personalidad de su tío Daeron y por último, el pequeño “accidente”, algo parecido a la concepción de Valaena, el pequeño Aerys que era una copia miniatura de Daemon, tenía cuatro años, a diferencia de sus hermanas, era muy tranquilo y calmado, un alma vieja que gustaba de escuchar Blues como su abuelo Daemon y fingir tomar whisky en su vasito entrenador y con jugo de manzana.

Tocaron a la puerta y Jace abrió mirando atónito como Rhaenyra llegaba con un montón de cajas de regalos, parecía Santa Claus y eso que no era navidad, era una abuela sumamente consentidora, aunque Daemon, Harwin o Laenor no se quedaban atrás, era maravilloso para él saber como toda su familia era unida y se amaban, como se reunían con tanta alegría y emoción por algo tan simple como lo era que Alyssa hubiese participado en su primera competencia de adiestramiento ecuestre.

*****

Estaba absorto en la vista que tenía de su familia jugando en el patio de su casa que no escuchó cuando Aemond llegó y se puso detrás de él, fue hasta que sintió sus traviesas manos levantar la orilla de su suéter y empezar a acariciar su abdomen con ese tacto que a Jacaerys enloquecía. El Alpha se acercó más a su oído y comenzó a repartir besos en su cuello antes de hablar.

– ¿Alguien te ha dicho lo hermoso que eres? – la voz profunda de Aemond le hizo estremecerse pero mordió su labio evitando suspirar y decidiendo que quería jugar un poco con el Alpha, así que asintió con la cabeza.   

– Hay un Alpha, es guapo, muy guapo, sus manos son grandes y me encanta cuando las usa para rodear mi cuello y lo aprieta un poco cuando estoy a punto de venirme.

– ¿En serio?

– Su aroma me enloquece, podría hincarme frente a él si me lo pide solo porque me encanta su aroma.

– Dime algo, ese Alpha del que hablas ¿Te hace sentir bien? – los labios de Aemond rozaron el lóbulo de su oreja antes de mordisquearlo un poco.

– Tal vez le pueda demostrar lo bien que me hace sentir esta noche – Jacaerys suspiró cuando las manos de su esposo acariciaron la piel alrededor de su ombligo.

– ¿Es una amenaza o una propuesta?

– Tal vez es un poco de ambas – el omega ladeó su rostro un poco para toparse con la mirada de Aemond – Aerys me dijo que pediría de Navidad que Santa le trajera un nuevo hermano. Tu madre escuchó a su amado nieto y ella está encantada de llevarse a las niñas para darnos espacio – el omega lo veía con picardía – Mis padres se quedarán con Aerys el fin de semana.

La risa del Alpha fue suficiente para que Jace supiera que él estaba de acuerdo.

– Ven vamos, no hagamos que Rhaenyra mande a tu padre a buscarnos.

Aemond rió por el recuerdo de la última vez que Daemon los encontró.

– Tendremos un nuevo bebé.  

Jace tomó su mano y le dio un dulce beso en los labios.

– Hagamos un nuevo bebé, te advierto que tendrás que esforzarte porque Aerys fue muy claro en decir que quería un hermanito que se parezca a mí.  

– Haré mi mejor esfuerzo entonces.

Jacaerys comenzó a reír antes de jalar a su esposo hacia donde estaban sus demás hijos y el resto de su familia, tan feliz y llena de colores como el arcoíris.

Notes:

Notas finales:

1. Gwayne era el del problema de fertilidad y no Jace (al final es obvio porque Jace tiene muchos hijos), digamos que su semilla era de mala calidad y por eso era sumamente difícil que Jace quedara embarazado, de hecho, el que Jace quedara embarazado de Gwayne fue casi un milagro y que sus bebés se hayan desarrollado tanto fue casi un milagro y fue mayormente por los cuidados que Jace tenía, pero casi siempre le echan la culpa a la mamá cuando estas cosas pasan.

2. Por lo mismo, nunca pudo tener hijos, aunque se casó otra vez, así que se quedó sin herederos y solo. Quiero aclarar que Gwayne sí amaba a Jacaerys, pero se dejaba manipular por su familia y por su estupidez perdió a Jace.

3. Alicent tampoco tuvo hijos porque como se casó con un viejito, pues ese ya echaba pura leche en polvo y así no sirve, la verdad es que me cayeron re mal los Hightower aquí, así que su linaje merecía extinguirse jajaja.

 

4. Jace y Aemond vivían muy bien, los papás de Jace tenían su viñedo en el valle de Napa (al principio de la historia y les iba bien), pero cuando Jace comenzó a ayudarlos pues el negocio mejoró bastante, la familia de Aemond también le iba bien y Jace era quien administraba casi todo (recuerden él se graduó del Boston College).

5. Por esto, mi headcanon en este shot es que Aemond era quien estaba casi de tiempo completo cuidando a sus hijas, Jace también las cuidaba, pero como trabajaba a tiempo completo tenía menos tiempo para salir (Jace trabajaba desde casa entonces convivía con ellas mucho tiempo, pero Aemond era quien las llevaba a todos lados).

6. Rhaenyra tuvo dos niñas que perdió y siempre tuvo el anhelo de tener una pero no pudo, así que cuando Jacaerys tuvo casi puras niñas, Rhaenyra era la más feliz porque era como si a una niña le dieran una muñeca, Nyra las amaba, cuidaba y consentía muchísimo, eran sus princesas y como todas eran un encanto, se las llevaba para todos lados.

7. Todos los hermanos de Aemond son buenos y unidos, Aegon casi no aparece porque él ya era más grande y vivía aparte, pero era unido a su familia; pero Jace se llevaba particularmente mejor con Daeron, eran como más cómplices y Daeron era el tío favorito de varias de sus hijas. Quise que fuera así porque la primera cuñada de Jace (Alicent) era una bruja y Daeron era su comadre, amigo cercano y quien le ayudaba mucho también con el cuidado de sus niñas, un claro contraste de como cambio su vida.

8. Jace y Aemond se casaron después de que Valaena naciera, no lo hicieron antes porque Jace estaba más preocupado por su embarazo que por cualquier otra cosa, porque si hubiera sido por Aemond, él se hubiera casado con Jace al día siguiente que lo conoció, porque sí, Aemond quedó flechado de Jace desde el primer momento.

9. Los hermanos menores de Aemond, Aenys y Viserys tuvieron un “crush” con Jace cuando lo conocieron, más como un amor platónico porque ellos eran muy chicos y Jace pues estaba panzón de Aemond jaja, peeerooo… cuando conocieron a Joffrey, el hermano menor de Jace y más cercano a su edad, ese par de alphas dijeron “ese omega es nuestro” porque sí, los dos se lo van a comer cuando sean más grandes y Joff va a ser muy, muy feliz.

10. Gwayne intentó buscar a Jacaerys años después, pero cuando lo encontró vio que ya tenía 3 hijitas, Valaena, Daenys y Daena y estaba panzón de Rhaenys, quiso hablar con él pero Rhaenyra lo interceptó y “sutilmente” lo amenazó para que no volviera a acercarse a Jace.

11. Rhaenys, la hija de Jace estudió en el mismo lugar que Jace así que en algún momento Gwayne la conoció y la reconoció de inmediato porque como les puse, ella era idéntica a Jacaerys, no solo físicamente, sino que también su personalidad, su inteligencia y hasta su aroma, era una mini Jace y pues a Gwayne le removía muchísimos sentimientos ver a ella toda bonita y preciosa e imaginándose que ella pudo haber sido su hija si no hubiera sido un pendejo.

12. No quiero decir que Aemond tenía preferencias por nadie, pero Rhaenys era su debilidad porque pues le recordaba muchísimo a Jace, así que siempre fue más permisivo con ella, aunque como era super educada y buena, pues no había mucho por lo que Aemond pudiera reprenderla, ella era considerada la “princesa” de su casa, una dama de pies a cabeza desde niña.

13. Creo que eso era todo, si se me olvida algo lo agregaré después.

Chapter 25: Día 24. Padres Primerizos

Notes:

Hola!!!

Sé que ha pasado muchísimo tiempo, pero la vida adulta y mi falta de ideas para este shot me tenían bloqueada. En fin, se suponía que este shot debía ser antes del de Bebé Arcoíris, pero como les comenté, ese lo escribí primero y decidí usar ese ambiente/AU para continuar este día.

Seguramente vuelva a postear los días restantes en los próximos días.

En fin, espero que les guste :)

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Jacaerys sostenía entre sus brazos a su hermosa bebé; después de tanto sufrimiento en su anterior matrimonio, miedo durante su embarazo y dudas que lo habían inundado en los meses previos a su nacimiento; Valaena había llegado para iluminar y alegrar su vida con su hermosa sonrisa.

En ese momento el resto del mundo había dejado de existir, solo eran su cachorrita y él; Jacaerys aspiraba el aroma de su bebé; una tierna mezcla de leche materna, miel, dientes de león y un suave aroma a fresas; una mezcla de aromas que Jacaerys amaba, las fresas le recordaban los veranos en los valles de Napa con su familia, los dientes de león eran sus flores favoritas, poco comunes y tan delicadas pero con una raíz fuerte de aroma que le parecía como la manzanilla; el olor a miel le recordaba a Aemond, el Alpha tenía un aroma mucho más embriagante, a sándalo, menta y whiskey, pero desde su embarazo, Aemond solía hacer con sus propias manos cualquier antojo que Jacaerys tuviera así que era usual que el Alpha oliera a miel, tan reconfortante que Jacaerys ronroneaba solo de acordarse de esos momentos.

Sus ojos siguieron grabando en su mente cada detalle de su hijita, sus diminutas manecitas con esos deditos regordetes, sonrió cuando notó que la bebé tenía su meñique derecho algo torcido, justo como el de Aemond, igual que casi todo el resto de él y sonrió aún más cuando descubrió que ella compartía el mismo lunar que Jacaerys tenía en su tobillo y su boquita hacía un puchero como el que él solía hacer cuando era pequeño, solo pudo suspirar, Valaena había sido la copia fiel de su padre Aemond y él había logrado heredarle solo unos cuantos rasgos suyos.

Acariciaba la cabecita de su hija mientras la niña parecía sonreírle, su bonita sonrisa, esa sí era idéntica a la de él, estaba completamente ensimismado cuando tocaron a la puerta de la habitación del hospital; Aemond entró a la habitación seguido de Laenor, Harwin, Luke y Joff.

Su familia, se suponía que ellos llegarían casi una semana antes del nacimiento de Valaena para acompañarlos en ese momento y tener todo listo para su llegada; pero su cachorra había decidido llegar un poco antes así que en cuanto les avisaron que Jace había entrado en trabajo de parto, Harwin había adelantado sus vuelos y Rhaenyra y Daemon habían ido a recogerlos al aeropuerto en cuanto llegaron a Nueva York.

Aemond había dejado solos a su omega y su cachorra un momento para salir a recibir a la familia de Jace y pedirle algo de comer —porque Jacaerys se rehusaba a comer una gelatina más del hospital —momento que Jacaerys aprovechó para sostener en brazos a su bebita y cubrirla con su aroma; pero en cuanto vio a sus padres y hermanos, su sonrisa se ensanchó y con su mano hizo un movimiento para que su familia se acercara.

—Quiero presentarles a alguien —la sonrisa radiante y voz orgullosa de Jacaerys hicieron que sus padres y hermanos se acercaran a él.

 

—Les presento a Valaena Targaryen Velaryon —el pequeño bulto en sus brazos comenzó a removerse como si supiera que estaban hablando de ella, fue Aemond quien se acercó para sostenerla y mostrarla a la familia de Jacaerys, y aunque Laenor y Harwin miraron a la cachorra con una enorme sonrisa y ojos llenos de amor, ellos caminaron directo hacia su hijo.

Laenor se lanzó a besar la cabeza de Jace y peinar su cabello, mientras le decía lo orgulloso y feliz que estaba por él; sus ojos lo examinaban minuciosamente como intentando asegurarse de que su cachorro estuviera en perfecto estado; Harwin hacía lo mismo y Jace pudo notar como sus padres comenzaron a dejar salir sus feromonas, esas con las que él había crecido y que siempre le traían tanta paz y calma.

Después de que Laenor y Harwin se hubieran asegurado de que su cachorro estaba bien, el omega mayor se trepó a la cama y acunó a su joven hijo mimándolo y acunando su rostro en su pecho como cuando era pequeño.

—Mi valiente niño —la voz de Laenor parecía comenzar a quebrarse —Aún recuerdo cuando eras un pequeño niño que buscaba dientes de león por el campo, todo porque querías pedir un deseo, tenías apenas tres años, pero habías deseado tener un cachorro.

La risa de ambos omegas fue instantánea.

—Y mira ahora, ya tienes a tu pequeña bebé; fuiste muy valiente mi niño, estoy tan feliz por ti.

Jacaerys solo se aferraba al cuerpo de Laenor sintiéndose feliz de tener a su familia ahí.

Luego sintió a su padre Harwin unirse a ese abrazo colectivo y luego Lucerys y Joffrey haciendo un gran abrazo de oso como los que compartían cuando eran niños.

—Estoy tan feliz madre —susurró Jacaerys —Pensé que jamás podría lograrlo, pero ella está aquí, justo aquí, conmigo —alzó su rostro para ver a los ojos a su familia, estaban llenos de lágrimas, pero ninguna de ellas era de sufrimiento o tristeza, era felicidad pura y llana de tener a su cachorrita y su familia con él.

Salieron de su ensimismamiento cuando la bebé comenzó a gorgotear; toda la familia Velaryon —Strong se giró para verla; Aemond la mecía entre sus brazos y le sonreía con devoción; fue entonces que Laenor se levantó de su lugar y se acercó a él.

—¿Puedo? —le preguntó al Alpha. Aemond solo le sonrió antes de comenzar a acomodar a la cachorra en los brazos de Laenor. El omega mayor suspiró en cuanto la sostuvo en sus brazos.

—Mira nada más, que cosita más preciosa eres Valaena —Laenor miró a su pequeña nieta —Tan bonita y pequeña, justo como tu madre cuando él nació —las lágrimas en sus ojos comenzaron a acumularse —Tu abuelo Harwin y yo siempre quisimos tener una hija, pero solo tuvimos a nuestros hermosos hijos, aún recuerdo cuando Jace lloró porque Joffrey no fue una niña —después de eso comenzó a reír.

—Pero ahora, eres la pequeña muñequita de esta familia.

—Y de la mía — completó Aemond — Valaena es la primera niña que nace en mi familia, así que mis padres también están felices de tener una nieta y mis hermanos a una sobrina —Laenor notó la voz llena de orgullo del Alpha de Jacaerys, su sonrisa radiante le decía lo feliz y orgulloso que era de ser padre; sonrió de saber que tanto su hijo como su nieta eran tan amados.

Harwin fue el siguiente en cargar a la pequeña bebé; a pesar de su apariencia algo ruda y hosca, Harwin sostenía a su nieta con la delicadeza de quien estuviera sosteniendo lo más valioso del mundo; Lucerys y Joffrey también tuvieron su turno de cargar a su nueva sobrina y de llenar de obsequios a la nueva familia.

Lucerys le había llevado un bonito peluche con forma de dragón a su sobrina, Jace y Aemond apenas comenzaban a abrir todos los obsequios que les habían dado cuando tocaron a la puerta y Rhaenyra entró a la habitación también; iba acompañada de sus hijos menores, Daeron se lanzó a abrazar a Jacaerys, ambos omegas se habían vuelto muy cercanos y después del susto que el menor se llevó cuando Jace rompió la fuente a la mitad de un parque, no lo había visto hasta muchas horas después cuando su sobrina ya había nacido; en ese momento, llevaba en sus manos varias bolsas con comida, una hamburguesa doble con extra queso y tocino; Jacaerys moría por una de esas; una malteada grande de fresa con crema batida y papas fritas bañadas en salsa de queso y jalapeños; llevaba también comida para Aemond, aunque la de él era mucho más sencilla.

 

Cuando Laenor vio lo que Jace estaba a punto de comer, se preocupó un poco, pero Rhaenyra solo tomó su brazo y negó con su cabeza.

—Te prometo que Jace come bastante saludable; créeme si te digo que no ha comido una hamburguesa como esa desde que descubrió su embarazo; es normal que ahora tenga el antojo de una; déjalo esta vez, estoy segura de que mañana retomará su dieta habitual.

Laenor le sonrió a Rhaenyra, él sabía muy bien lo dedicado que era su hijo, así que era bastante creíble que se hubiese sometido a un estricto régimen de alimentación para estar lo más saludable posible para su bebé; y cuando escuchó el suspiro de su hijo al dar el primer mordisco a su hamburguesa dejó que su Jace disfrutara su comida por ese instante mientras que ellos celebraban el nacimiento de la pequeña cachorra.

*****

A la mañana siguiente; Lucerys se había quedado con Jace en la habitación para ayudarlo a cambiarse y prepararse para salir del hospital; los demás miembros de la familia se habían distribuido a distintas partes; Aemond estaba arreglando el alta y pagando los gastos del hospital; Rhaenyra y Daemon se habían adelantado al departamento de los nuevos padres con el propósito de arreglar todo para la estancia de la familia de Jacaerys, Laenor los había acompañado.

Harwin y Joffrey se habían llevado a Aenys y Viserys, parecía que los adolescentes no querían despegarse de Joffrey; y Luke se había ofrecido a ayudar a Jace y Aemond para cuando finalmente salieran del hospital.

—Es la bebé más linda que he visto Jace, de verdad, no es porque sea mi primera sobrina, pero en serio, se ve que la hicieron con mucho amor, es tan bonita —Jacaerys, aunque algo cansado, sonrió por lo dicho por su hermano, sabía que no mentía, Lucerys nunca había tenido filtro alguno para decir las cosas, como cuando nació el hijo de su tía Alys (hermana de Harwin) y el castaño mencionó que parecía una albóndiga medio cruda ganándose una mirada iracunda de su tía.

Claro que después el bebé resultó ser un encanto al que Lucerys consentía cada vez que lo veía, pero un recién nacido siempre luce algo extraño, casi como un alienígena y aunque quería mucho a su tía, no tuvo empacho en decirle que cuando nació el pequeño Lyonel le pareció que era horrendo.

Pero ahora era el turno de la bebé de Jacaerys y Aemond, y Lucerys había querido acompañar y ayudar a Jacaerys mientras platicaba con su hermano en privado.

Lucerys mecía a su sobrina mientras la pequeña cachorra dormía plácidamente, ya había sido alimentada y cambiada, Jacaerys trataba de aguantar la risa al mirar como Lucerys parecía olfatear y aferrarse al tierno aroma de su sobrina, un gesto instintivo de todo omega, el aroma de un cachorro era irresistible para ellos, un deseo innato por protegerlos y mimarlos, dopamina pura en su cerebro, cortesía de un pequeño bebé.

—¿Cómo te sientes Jace? —le preguntó mientras miraba a su sobrina en sus brazos.

—Como si una sandía hubiera salido de mi coño, siento que me partió en dos, me duele todo; todo ahí abajo debe ser una zona de guerra —las manos de Jacaerys hacían movimientos indicando la zona de su entrepierna.

La risa de su hermano casi hizo despertar a su cachorra, pero Lucerys rápidamente la volvió a mecer, así que la bebé no despertó.

—Es en serio Luke, primero me dolían las costillas de todas las patadas que me daba y ahora me siguen doliendo del esfuerzo por expulsarla; no me quejo, pero duele muchísimo.

— Me imagino… supongo que se quita con el tiempo; todas las personas que conozco que han tenido hijos me han dicho lo terrible que es al momento de pujar; pero mira lo linda que es Jace, de verdad, se nota que Aemond se esforzó por dar lo mejor de él. — La mano de Lucerys acarició la mejilla de la cachorrita con mucha delicadeza.

Jacaerys suspiró cuando escuchó el nombre de Aemond, estaba completamente perdido; primero había estado reacio a conocer a alguien más luego de su relación con Gwayne; pero después conoció a Aemond y aunque su omega moría por el Alpha, él trataba de resistirse, temeroso de volver a sufrir; y luego llegó Valaena, de improviso y como una sorpresa y se encontró cayendo completamente enamorado del Alpha luego de comenzar a vivir con él.

La forma en que su aroma siempre lo calmaba, su voz que relajaba a su cachorra en el vientre y su total y absoluta devoción habían hecho que Jacaerys cayera irremediablemente enamorado del Alpha, todos sus miedos se habían disipado en esos meses y con el nacimiento de su hijita era como si hubiera aumentado esa felicidad y enamoramiento a la cuarta potencia.

— Aemond hizo lo increíble — mencionó Luke — Jamás hubiera pensado que tú, el perfecto Jacaerys Velaryon se hubiera enamorado de un rebelde como él; y mírate ahora, suspiras por él, solo falta que aparezcan corazones en tus ojos cuando escuchas su nombre —Lucerys comenzó a reírse claramente divertido de notar a la sonrisa y mirada bobalicona de su hermano mayor.

—¡Calla ya! —Jace estaba completamente sonrojado —Aemond me salvó Luke, pensé que no podría ser feliz ya o tener una familia y él solo apareció y ahora Valaena está aquí —Lucerys le sonrió a su hermano que se veía tan feliz de tener su propia familia.

—Él no te salvó Jace, solo te demostró que había más vida luego de lo que te sucedió, ni siquiera lo conozco muy bien pero le agradezco tanto que gracias a él hayas dejado que volviéramos a estar cerca de ti; en serio te ama, él sí tiene los corazones en sus ojos cuando te mira —Los ojos de Lucerys comenzaron a aguarse de recordar todo el tiempo que Jace se alejó de su familia —Me da mucho gusto por ti Jace; estás radiante y te ves genuinamente feliz —Lucerys se limpió las lágrimas y le sonrió y Jace no pudo evitar estirar sus brazos hacia su hermano, abrazándolo tan cariñosamente como cuando eran pequeños, ese pequeño momento que compartió con su cómplice y mejor amigo y su bebé; Luke no queriendo romper a llorar, inventó que Valaena estaba despertando para romper un poco el momento.

—Ahora vamos, ya es tiempo de ir a casa —continuó Lucerys - ¿Ya tienes todo contigo?

—Sí, las enfermeras ya nos dieron todas las indicaciones que tengo que seguir para mi recuperación y un enfermero muy amable nos enseñó como bañar a la bebé; Aemond ya tiene todas las cosas listas y fue al departamento para traer la sillita de la bebé.

— Perfecto, entonces ¡andiamo!

*****

Los primeros días después del nacimiento de Valaena habían sido dentro del caos de tener un recién nacido, bastante llevaderos; con la presencia de la familia de Jace, los nuevos padres habían tenido muchísima ayuda; Laenor se había encargado de cuidar y ayudar a Jacaerys con todas las indicaciones que el doctor y enfermeras le habían dicho para su recuperación; se encargaba de enseñar a Jace como bañar a Valaena sin temor a que la bebé se resbalara en la tina, la forma correcta de alimentar a la cachorra sin que fuera doloroso para él y también le dio todos sus consejos sobre cómo hacer que durmiera y todas las posibles razones por las que pudiera llorar.

Esa mañana Jacaerys había salido de bañarse y Laenor lo había ayudado con las compresas que debía usar, el doctor le había indicado que tendría un poco de sangrado los días posteriores al nacimiento de su cachorra y que debía usarlas; así que, mientras Laenor terminaba de bañar a Valaena, Jacaerys comenzó a observarse detenidamente frente a su espejo; sus pechos estaban abultados por la leche y sus pezones ardían, la piel de esa zona estaba completamente cuarteada debido a la fuerza con la que su cachorra se prendía de ellos, su abdomen seguía hinchado, pero aun así notaba como su piel estaba flácida y algunas líneas rojizas habían aparecido.

Siguió su recorrido y al llegar a sus muslos también notó cambios, ahora eran más gruesos, su cadera se había ensanchado y su trasero era más gordo, su cuerpo había cambiado tanto para que su cachorra creciera bien, que ahora poco o nada podía reconocer en él, no podía quejarse, su hijita era la mayor de sus alegrías, pero su naturaleza omega también algo vanidosa le hacía sentir cierta inseguridad, inseguridad de que su Alpha no volviera a verlo atractivo nunca más.

— ¿Está todo bien? — la voz de Laenor lo sacó de sus pensamientos — Jace, mi niño, ¿en qué estabas pensando? — una de las manos de Laenor apretó su hombro con cariño mientras se acercaba desde atrás con su nieta en brazos.

El omega más joven suspiró con pesadez.

— Pensaba en mi cuerpo — ladeó su cabeza fijando su mirada en esas estrías que ahora surcaban su piel — ¿Alguna vez volverá a ser como antes? — Laenor le sonrió con ternura y negó con la cabeza.

— No querido, lamento decirte que tu cuerpo no volverá a ser el de antes y eso no tiene nada de malo, tu cuerpo ha hecho lo imposible creando una hermosa vida que creció en su interior a la que protegió y cuidó, es normal que haya cambiado, tú debes seguir amándolo como antes porque mira que hermosa cosita creó. — Laenor desvió su mirada hacia su nieta antes de continuar.

— Yo también pasé por eso cuando tú naciste Jace; me sentía un extraño dentro de mi cuerpo, pero fue tu padre Harwin quien me hizo entender que mi cuerpo nunca volvería a ser igual y me enseñó a amarlo tanto como él lo hacía. — El omega mayor le guiñó el ojo antes de continuar — Y mira que todavía nacieron tus hermanos Lucerys y Joffrey.

Jacaerys comenzó a reír al entender el mensaje de su madre.

— Y si Aemond te ama de la misma forma que Harwin a mí, y por la forma en que te mira estoy muy seguro de eso, no le importará en absoluto que tu cuerpo haya cambiado. — Laenor siempre le decía las palabras correctas para levantarle el ánimo. — Aunque, hay algunas cosas que podrías hacer que te pueden ayudar a recuperar la confianza en ti mismo. — Laenor le sonrió con cierta complicidad y Jace supo que no mentía, siempre confiaría en él.

— Ahora, termínate de vestir y vamos a comer, Luke y Joff prometieron hacer algo delicioso para el desayuno. — Jacaerys asintió con una sonrisa, sintiéndose un poco mejor con su apariencia, así que cuando salió hacia el comedor con Valaena en brazos, su semblante era mucho más alegre.

*****

La visita de la familia de Jace fue algo corta, Joff todavía tenía clases en la escuela y Luke debía entregar sus proyectos finales, así que debían regresar; aun así, habían sido de muchísima ayuda para los padres primerizos.

Harwin había ayudado a Aemond con todos los ajustes que el departamento necesitaba, todos los bordes de cualquier mueble o superficie habían sido recubiertos con goma, corrales de seguridad, seguros en las cerraduras y detalles finales en la habitación de Valaena habían sido completados.

Laenor se había encargado de cuidar a su cachorro, porque, aunque Jacaerys ya tuviera a su propia familia, jamás dejaría de ser su cachorro, hizo algunas compras de artículos que le serían útiles para su nieta y Jace sabía muy bien que algo se traía entre manos porque tenía una actitud sospechosa que no pudo descifrar antes de que se marcharan.

Y Lucerys y Joffrey habían cuidado de Valaena y preparado comida como si el fin del mundo se acercara y guardándola en diferentes contenedores en el congelador; lo cierto era que para cuando se fueron y Jace y Aemond quedaron solos con su cachorra, el verdadero reto comenzó.

*****

La primera consulta con el médico después de su parto había sido solo una semana después; el doctor que atendía a Jacaerys era muy amable, así que después de asegurarse que todo en el omega estaba bien, le recomendó a una doctora colega suya para que fuera la pediatra de Valaena.

En su primera cita con la pediatra, a Jacaerys pareció agradarle la mujer, a palabras de la doctora, su cachorra estaba en perfecto estado de salud, había ganado buen peso y talla desde su nacimiento, pulmones sanos y fuertes y en general estaba completamente saludable, así que iniciarían con su ciclo de vacunación, todo bien hasta ahí.

Ninguno de los padres primerizos estuvo preparado para el llanto desconsolado de su bebé cuando la enfermera y la doctora vacunaron a su cachorra; Jacaerys tuvo el impulso de querer golpear a la enfermera que había picado la piernita de su bebé, aunque sabía que era completamente necesario para la salud de Valaena, y Aemond, aunque no dijo nada, frunció el ceño en mortificación al escuchar el llanto de su bebita.

Su valiente niñita dejó de llorar al poco tiempo de regresar a los brazos de Jace, en la seguridad de ellos se calmó hasta quedarse dormida, así que la pediatra les dio las últimas indicaciones; la alimentación de la cachorra, ejercicios para estimular a su mente, métodos para fortalecer el vínculo entre la bebé y ellos y agendaron sus siguientes citas médicas.

A pesar de haber sido vacunada ese día y que la doctora les haya mencionado la posibilidad de que Valaena tuviera algo de temperatura luego de la vacuna o que presentara cierta incomodidad, lo cierto es que la cachorra comió muy bien y durmió profundamente entre el calor de sus padres, porque Jacaerys había decidido que, al menos, durante las primeras semanas de nacida, ellos harían colecho con su bebé, tal vez fuera su aprehensión o miedo a despertar de su sueño y que ella no estuviera; pero cuando su doctor de cabecera y la pediatra les habían confirmado que era una buena técnica siempre y cuando ambos padres tuvieran cuidado de no aplastar a la niña, no dudó en hacer su nido con sus prendas y las de Aemond, dándole a su bebé un lugar seguro y cálido para descansar, aunque también le facilitaba el alimentarla durante las madrugadas.

*****

Jamás pensó que sentiría celos hacia Aemond, no porque el Alpha tuviera alguna actitud sospechosa o que lo hiciera dudar de sus sentimientos, pero Jace había notado como su bebé solía buscar más los brazos de su padre; durante las noches, Valaena prefería el pecho de su padre para acurrucarse contra él y tomando uno de sus mechones de cabello con sus pequeñas manecitas se quedaba profundamente dormida luego de que el Alpha la abrazara y cantara para ella esas canciones que solía cantarle desde que estaba en el vientre de Jace.

Su cachorra solo volteaba buscando su pecho cuando despertaba en medio de la noche con hambre y buscaba alimentarse; no podía quejarse, Jace amaba que Aemond cuidara y adorara a su hijita con la misma devoción que él, aunque claro, su omega interno se sentía herido al imaginar que el Alpha tuviera mejores instintos de cuidado que él o que su bebé lo prefiriera más que a él.

Trataba de no darle mucha importancia, pero en ocasiones, cuando Aemond salía por las compras o porque tenía trabajo que hacer, Jacaerys sobre pensaba en la idea de ser un mal padre y lo absorbían todas las tareas de su casa, se abrumaba viendo las interminables cargas de lavado pendientes, las pocas cosas que había en la alacena para preparar una comida decente o simplemente el hecho de que fuera la una de la tarde y él todavía no lograra bañarse porque estaba extrayéndose leche de su pecho o doblando la ropa que recién salía de la secadora.

Y para cuando Aemond regresaba a casa todo era peor porque su bebé sonreía feliz y se lanzaba a los brazos de su padre haciendo a Jacaerys de lado, como si no existiera; la bebé solía quedarse tranquila de inmediato y dormirse con mayor facilidad en los brazos de su padre; también era más dócil al momento de bañarla y cambiarla; tal vez debía admitir que sentía envidia de que Aemond pareciera tan cómodo y natural con la paternidad mientras que él sufría.

— Jace, relájate — le había dicho Aemond una noche mientras caminaba por la habitación con su bebé en brazos intentando sacarle el aire después de que Jacaerys la hubiera alimentado. — Estás demasiado preocupado por ser el padre perfecto y Valaena puede sentirlo, si tú no estás en calma, no podrás calmarla a ella.

El omega frunció el ceño, lo que le había dicho Aemond tenía sentido, pero esa no era una respuesta que fuera a aceptar tan fácil, siempre creyó que su instinto le haría las cosas más sencillas, o al menos sabría como actuar con mayor naturalidad, pero era lo contrario, como si no pudiera terminar de dejar que su omega tomara el control y esa pelea interna entre sus pensamientos intrusivos y su omega eran lo que le hacía frustrarse y que sintiera como si Valaena no lo quisiera.

—¿Cómo es que a ti te sale tan natural? Mírate, parece que Laena es tu quinta cachorra. — el comentario de Jace hizo reír a Aemond.

— Supongo que ver a mis padres cuidar a mis hermanos menores ayudó bastante; yo tenía diez años cuando los gemelos nacieron así que Aegon y yo ayudábamos a mamá a cuidar a Daeron o a cambiar los pañales de los gemelos. Papá también ayudaba mucho a mi mamá con eso, así que crecimos viéndolo con naturalidad.

— Además — Aemond continuó — Luego de que mi mamá perdiera a Visenya ella pasó por momentos muy difíciles, así que mi papá, Aegon y yo cuidábamos de mamá y mis hermanitos con mucha más frecuencia, Laena es mi primera hija, pero no la primera bebé a la que cargo o cambio los pañales.

Jacaerys vio a su Alpha con ternura, a veces olvidaba que él era el bebé arcoíris de Rhaenyra y a pesar de su apariencia ruda, en realidad era un Alpha gentil y amable, era justamente como los arcoíris que llegan después de una tormenta y llamaba a su cachorra Laena como un mote cariñoso y más corto que Valaena.

— Es más, intentemos algo — le dijo el Alpha — Mañana tú te quedarás aquí a descansar y yo llevaré a Laena conmigo, tengo una sesión de fotos en el parque así que estaremos bien.

— No quiero dejar a mi bebé sola con extraños — replicó el omega — Yo quiero cuidarla Aemond, prometimos que no dejaríamos que nadie más interfiriera.

— Y nadie lo hará, no pretendo llevar a Laena a una guardería, le pediré a Daeron que me acompañe para cuidar a Laena en lo que terminamos la sesión, así tu podrás quedarte aquí y relajarte porque estás demasiado estresado.

Jacaerys se quedó pensando, la idea no le terminaba de convencer, pero debía admitir que tener un baño tranquilo sería agradable.

—¿Qué dices? —le preguntó Aemond.

—¿Y quien le dará de comer? Por más que seas un magnífico padre tu no produces leche Mond.

El Alpha comenzó a reír haciendo que la cachorra también riera.

—Tal vez puedas ayudarnos con eso — Jacaerys le sonrió de vuelta asintiendo hacia él — Traeré el extractor.

Era casi media noche cuando por fin los tres se quedaron dormidos, Valaena en medio de ambos y aunque cansado, Jacaerys sintió como la pequeña niña, al menos por esa noche decidió acurrucarse en su pecho.

*****

Aemond no mintió cuando dijo que se llevaría a su bebé, Jace despertó para alimentar a su bebé antes de que se fueran, incluso le ayudó a bañar y cambiar a Laena antes de que padre e hija salieran del departamento cuando Daeron avisó que había llegado.

Le costaba admitirlo, pero por primera vez en mucho tiempo, Jacaerys disfrutó su tiempo a solas; se tomó su tiempo para prepararse un desayuno de revista, recogió su cocina con toda la calma del mundo y tomó un largo baño en su bañera con sales y aceites esenciales y no solo una ducha rápida con agua fría.

Cambió las sábanas de su cama, salió al supermercado y mientras hacía las compras recibió varias fotos que su Alpha le enviaba como reporte de su día con la cachorra; estaba feliz de poder tener tiempo para él y que su niñita no estuviera con alguien desconocido, regresó a su departamento con el tiempo suficiente como para preparar una cena para su Alpha, su cuñado y para él.

Sonrió feliz cuando escucho la cerradura abrirse, sus platinados favoritos entraron y antes de siquiera saludar, Valaena estiró sus bracitos directo hacia él y Jace corrió por instinto a abrazar a su cachorra. Su bebé parecía aferrarse a su cuello y escuchó su adorable risita cuando Jace comenzó a hacerle cosquillas y besar sus mejillas.

La cena fue encantadora, Daeron cargó a su sobrina para que ambos padres pudieran cenar tranquilamente, Valaena dormitaba en sus brazos y entonces Daeron soltó la bomba.

— ¿Cuándo será que me den otra sobrina? Aemond, dile a Jace que quiero una que se parezca a mí — dijo el omega platinado — No me malentiendan, Valaena es preciosa, pero si tengo una sobrina que se vea como yo, sería la niña más preciosa de este mundo. — Aemond miró con enojo a su hermano mientras que Jacaerys se atragantó con su vaso de agua.

— Daeron no puedes pedir tener más sobrinos como si fueran dulces, Jace y yo no hemos hablado más al respecto, pero yo no le impondré nada que él no quiera, seré feliz si solo la tenemos a ella o si Jace decide que quiere intentarlo otra vez.

El omega castaño se quedó en silencio por un momento, él no le había explicado mucho a Daeron de su situación previa, pero viendo la forma en que Aemond lo defendió hizo que se sintiera aliviado de no tener una carga impuesta, aunque la idea de tener más bebés de Aemond no le disgustaba en lo absoluto. El Alpha no sabía el enorme anhelo de Jacaerys de tener muchos hijos, él se había limitado a contarle acerca de sus pérdidas anteriores y cuando le informó que Valaena estaba en camino, Aemond le hizo saber que lo apoyaría en cualquier decisión que tomara, porque él entendía lo mucho que Jace sufriría si volvía a tener otra pérdida.

Pero ahora Valaena era una cachorra sana y regordeta que crecía cada día, Jacaerys la miró por largo tiempo, la idea de tener otro pequeño bebé igual a ella le hizo ilusión, y aunque amaba profundamente a su cachorra, no podía evitar pensar en lo exhaustos que él y Aemond terminaban todos los días tratando de cuidar a su cachorra y en el caso de Aemond trabajar, y de Jace malabarear su tiempo para cuidar a su cachorra, limpiar su casa y lograrse bañar una vez al día.

Suspiró mientras vio como Daeron le daba una pequeña probada de papilla de manzana a su bebé.

— Supongo que Valaena puede tener un par de hermanos — contestó finalmente Jacaerys, ganándose una mirada sorprendida de ambos platinados —Yo crecí con mis hermanos Luke y Joff y ustedes también vienen de una familia grande, quisiera que Valaena creciera con alguien que la acompañará siempre.

Daeron fue el primero en reaccionar, muy emocionado.

—¿Escuchaste eso princesa? Tendrás un pequeño discípulo o discípula que sea tu compañero de crímenes — la cachorra comenzó a reír, como si entendiera todas las locuras que su tío Daeron decía.

—Volverán locos a sus padres, pero el tío Daeron te cuidará y será tu cómplice siempre, te llevaré a que te hagan tu primer tatuaje — Daeron comenzó a reír cuando vio la cara de Aemond —¿Qué? —preguntó con cinismo — Aemond tú no tienes ningún derecho a enojarte, te hiciste tu primer tatuaje a los dieciséis. Madre quiso arrancarte esa cosa horrenda con el pelador de papas.

Jacaerys no pudo evitar reír al ver la cara de indignación de su Alpha.

— Dae tiene razón amor – respondió Jace – Si tú estás lleno de tatuajes, ¿qué impedirá que nuestros cachorros no corran a hacer lo mismo? – intentó ocultar su sonrisa detrás de su vaso de agua.

— A mi en lo particular me gustan – terminó de decir Jacaerys y volvió a reír cuando vio la boca de pescados que había hecho Aemond.

— No importa lo que yo haya hecho en mi adolescencia – respondió el Alpha – No dejaré que mi bebé siquiera se perfore los oídos – sentenció Aemond a lo que ambos omegas comenzaron a carcajearse.

— Si fuera por tu padre, tu te convertirías en monja, Sor Valaena – Daeron le susurró a la cachorra – No te preocupes, jamás dejaré que te pongan una de esas sotanas horrendas, sobre mi cadáver, te lo juro.

Jace solo veía lo mucho que Daeron amaba a esa bebita, sabía que sus hermanos serían iguales si estuvieran ahí con ellos y se preguntó si un nuevo cachorro sería bien recibido.

*****

Daeron se fue poco antes de las once de la noche; Aemond se había ofrecido a llevarlo hasta su casa, pero sus padres Daemon y Rhaenyra habían salido al teatro y no estaban muy lejos de ahí, así que los orgullosos abuelos no dudaron en tomar la oportunidad de visitar a su adorada nieta.

Solo estuvieron un par de minutos, sabiendo que los padres primerizos debían estar cansados y con más cosas por hacer, así que después de saludar a la cachorra y que Rhaenyra intentara robarse a su nieta, los tres salieron del departamento dejándolos solos.

— Perdona a mi hermano – Aemond soltó de pronto mientras Jace amamantaba a su cachorra y él terminaba de programar una carga de secado en su lavandería – A veces no piensa en lo que sale de su boca.

 

Jacaerys le sonrió de manera comprensiva.

— Está bien, creo que es algo que en algún momento teníamos que hablar ¿no?

Aemond asintió.

— Así que … – Aemond no supo que más decir.

— Es cierto lo que dije – Jacaerys confesó con cierto nerviosismo mientras sostenía a su cachorra – Creo que no te lo había dicho, pero siempre quise formar una familia grande, obviamente eso quedó desechado cuando los perdí. – Jace ni siquiera tuvo que terminar aquella frase para que Aemond entendiera.

— Siempre pensé que el del problema era yo, hice todo lo que puedas haber imaginado, inyecciones dolorosas, remedios caseros, lo intenté todo y nada funcionaba y cuando funcionó ellos se fueron tan pronto que no pude hacer nada.

Aemond se acercó a su omega, rodeándolo con sus brazos como si quisiera protegerlo de todo lo malo del mundo.

— Jace, nada de eso fue tu culpa, tu hiciste todo lo que pudiste, los cuidaste con todo tu ser, escúchame – el Alpha tomó el rostro de Jacaerys – Tú no eres el problema, lo entiendes ¿verdad? Eres increíble Jace, yo jamás – no pudo terminar de hablar cuando sintió los labios de Jace sobre los suyos, era un beso muy dulce.

— Te amo – murmuró el omega – Me diste la familia que siempre soñé.

— Yo te adoro Jacaerys, de verdad no entiendes lo mucho que te amo – besó la coronilla del omega – Aunque debo confesarte algo – Jacaerys asintió – Nunca me gustaron las familias pequeñas – le dijo con una sonrisa – y si tu estás de acuerdo, Valaena necesitará hermanitos, no ahora, pero definitivamente quiero lo mismo que tú.

Jacaerys comenzó a reír mientras su cachorra terminaba de comer.

— Nos volveremos locos con más cachorros – le dijo a Aemond.

— Lo sé, pero Daeron está muy dispuesto a ser un esclavo.

Ambos rieron con aquella declaración.

— Bien, tu hermano no podrá decir que no cumplimos sus deseos.

— Pero, mientras ese momento llega, vamos a dormir, siento que me quedaré dormido aquí de pie. — Ambos rieron porque era cierto.

Aemond le tendió la mano a Jacaerys mientras caminaban a su habitación donde esa pequeña familia que apenas comenzaba dormiría profundamente; no eran los padres perfectos, tampoco tenían todas las respuestas, entraban en pánico cuando algo que no esperaban sucedía, pero ambos estaban de acuerdo en que su cachorra era su felicidad y prioridad, Jacaerys sabía que podía contar con Aemond en todo momento y Aemond jamás soltaría la mano de su omega.

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Notes:

Notas:

Con el tiempo Jace entendió que criar a un bebé no era solo labor de una o dos personas, así que comenzó a aceptar la ayuda de sus amigos y seres queridos, Daeron y Nyra eran quienes más lo ayudaban (fuera de Aemond claro), pero también sus amigos Oscar y Benji lo ayudaban muchísimo.

Valaena era una bebé adorable y bien portada así que cualquiera se ofrecía a cuidar de ella un rato, Rhaenyra se convirtió en Katniss Everdeen cuando Jace y Aemond les contaron su deseo de tener más bebés y Nyra no dudó en voluntariarse como cuidadora de Valaena mientras el celo de Jace y Aemond terminaba.

Aemond y Jace se casaron a la brava en el registro civil, ya después organizaron su fiesta pero lo hicieron de esa forma porque para cuando la fiesta iba a ser, Jace ya estaba panzón de las gemelas.

Laenor tuvo razón, Aemond adoraba el cuerpo de Jacaerys y Jace finalmente dejó sus pensamientos intrusivos de ya no ser bonito para su Alpha de lado, así fue que Aemond le cuajó a las gemelas Daenys y Daena a la primera oportunidad que tuvo (el primer celo de Aemond).

Luego vino Rhaenys (la que es idéntica a Jace) y pues se les alborotaron más las hormonas, Alyssa es casi una mezcla de Jace (físicamente) y Daeron (toda la personalidad), finalmente y aunque Aemond nunca externó su deseo de tener un hijo, cuando Jace salió panzón otra vez, fue el niño (Aerys).

Seguramente en varios momentos de calentura más tendrán más hijos, Jace le prometió a Aemond su propio equipo de beisbol y a como se ven las cosas, van que vuelan para eso.

Con el tiempo, Luke y Joff se mudarán a NY también, no solo por la universidad sino para estar cerca de su hermano así que manos no van a faltar que les ayuden, Laenor y Harwin también los visitan muy seguido, Aemond y Jace también los visitan pero es mucho más difícil la logística con varios niños chiquitos.

Después de cierto tiempo, Jace regresó a trabajar con Oscar y Benji, se llevaba a su bebé al trabajo y los otros dos omegas siempre traían para todos lados a la bebé, Valaena chambeando desde chiquita.

Eventualmente Jace comenzará a trabajar desde su casa más tiempo porque le es más cómodo, pero Luke va a llegar al rescate a la agencia.

 

Puse que Laenor se veía sospechoso al inicio del shot, pues bueno, básicamente fue porque Rhaenys y Corlys le regalaron una casa enorme a Jace y Aemond para que criaran a sus nietos, porque ninguna nieta Velaryon tendría que vivir en espacios reducidos (a ellos no se les menciona en el fic de Bebé arcoíris porque ninguno de los dos estaban de acuerdo en el matrimonio de Jace y Gwayne) pero ahora viendo lo feliz que está su nieto y sus bisnietas divinas, pues Rhaenys patrocinó la casa.

Nota 2: A este shot le puse varias imágenes, pero como no sé como hacerlo en AO3, pues las dejé solo en Wattpad jaja, por si quieren ver un poquito más.