Chapter 1: Giro Radical.
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Ranma 1/2 no me pertenece. Todos los derechos están reservados a su autor original, Rumiko Takahashi. Esta obra es escrita sin fines de lucro.
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Entre amores y karate .
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Capítulo 1.- Giro radical.
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Corría a gran velocidad por las calles de Nerima. Su mochila color azul cielo adornado con un llavero de Pompompurín colgaba del hombro derecho, moviéndose al ritmo que sus piernas dictaban. Su cabello largo, suelto y adornado tan solo por una diadema amarilla parecía cobrar vida debido al viento que soplaba con ganas. Agradecía haberse puesto sus siempre cómodos tenis blancos y un cárdigan amarillo, ya que aunque estuviera entrando la primavera aún el clima era fresco. Y a pesar de llevar una falda tableada color blanco su destreza logró que en ningún momento tuviese un "accidente" al moverse de forma apresurada, además de que tenía puestas unas licras para evitar que se vieran sus bragas.
Maldecía el no poder despertarse más temprano. Definitivamente trabajar a medio tiempo en un Konbini, aunque fuera solo en algunos días, le estaba cobrando factura, aún cuando el local quedaba cerca de su casa. Akane Tendo no podía creer que, a sus 21 años estuviera sintiendo un peso enorme y un cansancio colosal en su ser.
Revisó su celular para saber la hora, encontrándose con el mensaje de su amiga Yuka advirtiendo que el profesor Fujikawa ya estaba empezando su clase. Bufó exasperada; todavía le quedaba bastante camino para llegar a su escuela.
Estudiaba ciencias de las artes marciales en la Nittaidai. Y como la escuela queda en Setagaya debía darse prisa para, al menos, llegar a la segunda clase. Es por eso que estaba ensimismada, acelerando el paso a pesar de estar jadeando fuertemente y de sufrir un adolorimiento ligero en sus piernas.
Pasó cerca de una casa donde al parecer un camión de mudanza estaba estacionado. Al ir demasiado rápido por poco tira a una señora que cargaba una pequeña caja con, probablemente, pertenencias. Frenó angustiada, tomando la caja que casi salía volando con sumo cuidado a la par que aquella mujer le miraba impactada.
—L-Lo siento...— Artículo de manera suave, casi con pena.
La mujer le sonrió amablemente tratando de quitarle pesadez a la pobre chica. —No te preocupes, estoy bien. Los accidentes suelen pasar.
Ella sonrió, aliviada de que no estuviera furiosa por lo sucedido. Dio una ligera reverencia y continúo corriendo hacia su destino, siendo observada por la señora desde lejos.
Aquella mujer pudo notar como la pobre chica tenía algo marcadas las ojeras. Además, aquellas manos que sostuvieron la caja se sentían demasiado delgadas. Pensó en que tal vez la chica estuviera pasando por una situación complicada. Deseaba que, sea lo que sea que le ocurriera, pudiera mejorar su situación, pues aunque no la conociera podía jurar sin dudarlo que ella era una persona noble y de buen corazón al ver su mirada de arrepentimiento.
—Mamá, ¿Por qué tardas tanto?
Salió de su trance al escuchar una voz masculina perteneciente a su hijo. Acomodó la caja entre sus brazos y se adentró a la casa que se encontraba aún medio vacía.—Lo lamento. Una jovencita casi choca conmigo.
—¿Pero estás bien? ¿No te hiciste daño?
—Claro que si, hijo. Anda, vamos a seguir desempacando.
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—Tuviste suerte de llegar a la segunda clase. La profesora Goro te hubiese matado si no llegabas a tiempo.
Akane comió un onigiri de su obento. Lo saboreó, pensando en que era demasiado delicioso. Se aseguraría de agradecerle a su hermana Kasumi por siempre hacerle sus almuerzos. A pesar de ya ser una universitaria ella seguía siendo un desastre en la cocina, y aunque al menos ya llevaba un progreso en algunas cosas prefería que su hermana le preparara su comida para no gastar en la cafetería. Tragó su alimento para poder contestar. —Me quedé dormida. Regresé muy cansada del trabajo y caí rendida.
Yuka y Sayuri miraron a su mejor amiga con preocupación. Sabían que ella tenía algún problema, pero estaban seguras de que nunca se los diría. Akane era demasiado orgullosa, tanto que prefería cargar con sus propios problemas sola antes de admitir que necesitaba ayuda. Lo sabían porque ya les había tocado darle un buen sermón sobre el tema desde que la conocían.
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Akane solo asintió. Por más cansada que estuviese, no podía faltar a los entrenamientos. Estaban a solo un año de elegir a los mejores candidatos para representar a la universidad en las competencias nacionales. Esto le beneficiaba no solo para sacar adelante una carrera deportiva, sino que también conseguiría una beca para poder solventar sus gastos en lo que le quedaba de estancia en la escuela.
—Oye, Akane, ¿No crees que te estás exigiendo demasiado?— Preguntó Yuka con la preocupación impresa en su voz.
—No se preocupen chicas, estoy bien.— Sonrió para que estuvieran más tranquilas. —Les prometo que descansaré más. Soy fuerte, y ustedes lo saben.
Yuka y Sayuri se miraron entre sí. Movieron la cabeza negando y resignadas dejaron el tema en paz.
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—¡Bien chicos! ¡Muy buen entrenamiento!.
Akane miraba con admiración a la profesora Matsuda. Chieko Matsuda, su sensei en karate, es campeona de artes marciales desde hacia ocho años, además de ser miembro del Comité Nacional de Deportes y egresada destacada de la misma universidad. La joven considera a la profesora como su heroína, su modelo a seguir. Quería ser como ella, tener su fortaleza y su destreza. Es por ello que se inscribió a la clase de Karate con ella, y aún cuando el cansancio estuviera en su sistema por las extensas jornadas que tenía que llevar siempre estaba más que satisfecha al entrar a esa clase en particular. Ahí se olvidaba de todo para disfrutar de su amor por el deporte.
—¡Gracias, sensei!.— Exclamaron todos al unísono, realizando una inclinación respetuosa.
—Dentro de una semana empezaré a elegir a los estudiantes que representarán a la escuela en el torneo internacional del año siguiente. No se desanimen si no los selecciono, aún así, espero que lo den todo. ¡Nos vemos el miércoles!
Cada estudiante empezó a tomar sus cosas para dirigirse a los vestidores a cambiarse. Akane hizo lo propio, o al menos eso trató de hacer. Sintió unas manos más grandes que le tapaban los ojos. Rio suavemente, tocando las grandes manos que le rodeaban, reconociendo inmediatamente a su dueño.
—Soy el espíritu de las artes marciales. ¡Arrepiéntete por no dar suficientes patadas!
Akane apartó las manos divertida y encaró al muchacho de cabellos castaños que no paraba de carcajear por la ocurrencia que soltó. —¡Shinnosuke!
—Creí que si caerías en este juego. Sería más divertido si te espantaras de verdad.
—Pues no te va a funcionar, tonto. Sabes que solo me asustan las películas de terror.— Sacó su lengua de manera burlona. —Voy a cambiarme y enseguida te veo.— Tomó su mochila con sus pertenencias y corrió a los vestidores para no hacerlo esperar mucho.
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Shinnosuke Ueda es el mejor amigo de Akane. Ambos se conocieron desde primaria de una manera peculiar. A Shinnosuke solían molestarlo mucho debido a que provenía originalmente de una población cercana a un bosque, por lo cual su familia era de escasos recursos. De igual forma solo vivía con su abuelo debido a que sus padres fallecieron en un trágico accidente automovilístico. Un día varios de los niños que solían acosarlo lo empezaron a molestar en un parque cercano a la escuela, llegando al grado de golpearlo. El pobre solo se cubría, indefenso, hasta que de pronto cesaron los golpes. Levantó la cabeza, y ahí fue cuando pudo observar a su salvadora. Akane alejó a los niños y los pateó con una fuerza poco común en una niña de esa edad. Shinnosuke pensó al principio que se trataba de otro niño debido al corte de cabello, pero mayúscula fue su sorpresa cuando, en una ida hacia la dirección escolar, pudo constatar de que quien detuvo los golpes fue su compañerita de clase.
Akane fue reprendida por la directora, y a la vez halagada por intervenir, por lo cual el único castigo que recibió fue una semana de suspensión de clases, mientras que el resto de niños recibieron un mes de limpieza del salón de clases sin posibilidad de rotar con alguien más, una semana de suspensión y clases extracurriculares. Cuando ella regresó después de su castigo, Shinnosuke le agradeció con un lunch extra que su abuelo le empacó para que lo compartiera con "la niña que golpea". Y fue así que ambos forjaron esa amistad que se vio fortalecida con el paso de los años. Y a pesar de que Shinnosuke era ahora un estudiante de artes en la Geidai y ella aspirante a artista marcial, seguían viéndose a como diera lugar.
—¿Cómo están las cosas en tu casa?— Preguntó el castaño mientras caminaban en la calles de Nerima, acompañados del atardecer que se asomaba teñido de colores purpúreos.
—Siendo sincera, no sé qué es lo que vamos a hacer. Papá sacó un préstamo y la casa está hipotecada. Nabiki hace lo posible por ayudar con su salario de principiante y yo me esfuerzo para poder trabajar en el Konbini y para ganar la beca deportiva.— Detuvo su charla. Con él sentía la libertad de expresar su desánimo, pues a parte de ser su mejor amigo, ella tenía sentimientos románticos por aquel chico. Pero no quería verse expuesta, porque tenía miedo de arruinar su amistad.
Shinnosuke sabía que ella estaba soportando muchas cosas, y que aunque se hiciera la fuerte su corazón y su mente estaban demasiado alterados. Se detuvo abruptamente enfrente de una casa, tomó los hombros de la chica y la obligó a mirarle. —Akane, sabes que puedes confiar en mí. Si necesitan un préstamo, yo y mi abuelo podemos...—
—Shinnosuke, no.— Interrumpió Akane con voz suave. Temía echarse a llorar enfrente de el, y a la vez tenía necesidad de abrazarlo para nunca soltarle, pero lo que menos quería era preocupar a su amigo, por lo que decidió tratar de sonreír a pesar de no encontrarse del todo bien. —Descuida, estaremos bien. Tu abuelo y tú necesitan el dinero para sacar adelante tu carrera, además, el está enfermo también, por si no lo recuerdas.
—Pero tu...—
Un ruido fuerte proveniente del jardín de la casa frente a ellos les interrumpió. Ambos se asomaron en la puerta principal que se encontraba entreabierta, pudiendo notar como una mujer vestida con un kimono tradicional estaba en el suelo con un montón de objetos regados a su alrededor y una caja vacía a su lado. Akane no lo pensó dos veces y entró a la casa, olvidándose de las etiquetas japonesas sobre no inmiscuirse en las situaciones ajenas.
—¿Está bien?— Preguntó mientras le ayudaba a ponerse de pie a la señora. Por otra parte, Shinnosuke ayudaba a recoger los objetos y depositarlos en la caja.
—Si, muchas gracias... ¡Oh! Eres tú, linda.
La chica reconoció inmediatamente a la persona a su lado con los ojos llenos de sorpresa. —Oh, es usted.
—Mira que soy torpe, te agradezco mucho la ayuda.— Sonrió amablemente. —Mi nombre es Nodoka Saotome.
Akane se inclinó con respeto. —Mucho gusto, señora Saotome, Yo soy Akane Tendo.
Shinnosuke terminó de levantar los objetos y se posicionó al lado de su amiga. Hizo lo propio. —Me llamo Shinnosuke Ueda, un placer.
La chica cayó en cuenta que era la casa de un vecino conocido por todo el barrio. No recordaba que aquel señor hubiese mencionado que se mudaría a otro lugar. Nodoka pudo ver la duda en sus ojos, por lo que se apresuró a aclarar las cosas. —Mi familia y yo nos hemos mudado. Recién llegamos hoy.
—Ya veo. Lo siento. En la mañana iba tan deprisa que no recordaba que había un camión de mudanza estacionado aquí.
—Entiendo, cariño, no te preocupes.
Shinnosuke carraspeó. —¿Puede indicarme donde dejo esta caja?
—Oh, claro. Por favor déjala en aquella mesa de jardín.— Dijo Nodoka señalando el lugar. El joven obedeció y se encaminó a dejar la caja.
—¿Segura que está bien? ¿No se hizo daño?— Le preguntó a Nodoka, inspeccionando de pies a cabeza.
—No te preocupes, cielo. Estoy muy bien.
—Me alegra escuchar eso. Si necesitan atención médica hay una clínica cerca de aquí. Ahí atiende el doctor Tofu. Es el médico de cabecera de mi familia.
—Muchas gracias, lo tendré en cuenta. ¿Vives en este vecindario?
—Si. Si algún día quiere visitarnos, puede ir al Dojo Tendo. Ahí serán bienvenidos.
—Te agradezco mucho la atención, y perdona por ser tan torpe, mira que hacer que me ayudaran con este pequeño problema.
—No se preocupe.
—Ah, que desconsiderada soy.—Nodoka puso su mano en su mejilla, apenada por no ser la mejor anfitriona. —¿No gustan un vaso de agua, o una taza de té?
Akane negó. —No, muchas gracias. De hecho ya debo irme.
—No hay problema, será otro día. De nuevo, muchas gracias por ayudarme, y un gusto conocerlos. Espero volverlos a ver pronto.
—El gusto es nuestro.— Respondió Shinnosuke.
—Seguro que si. Con permiso.— Despidió Akane.
Ambos muchachos emprendieron el paso nuevamente. Nodoka sonrió, dejó la caja en aquella mesita de jardín pensando en que era suficiente movimiento por ese día, y se adentró a su hogar para descansar y relajarse.
Mientras tanto, unos ojos azules miraban por la ventana de uno de los cuartos del segundo piso al par de amigos caminando por la calle, poniendo demasiada atención a la joven de cabello largo.
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—¡Ya estoy en casa!
Al instante apareció en el recibidor una chica de cabellos castaños amarrados por un moño, formando una linda coleta lateral. Se limpió las manos húmedas con su delantal, recibiendo a su hermana con una sonrisa cálida. —Bienvenida a casa, Akane.
La joven se acercó a su hermana mayor. Kasumi siempre le recibía con esa sonrisa, a pesar de la situación que había en casa ella nunca perdía ese brillo cálido en su mirada ni esa amabilidad con cualquier persona. Era admirable. —¿Cómo está?
—Por el momento bien, la quimioterapia la dejó exhausta pero al parecer la recibió positivamente. Está despierta, puedes ir a saludarla.
—Gracias, Kasumi.
Akane subió las escaleras con su mochila aún puesta en su hombro derecho. Llegó a la habitación principal, tocó suavemente, escuchando un quedo "adelante". Abrió la puerta con cuidado, como si hubiera un monstruo al que no se quiere provocar. Pudo ver la iluminación tenue de la lampara cercana a la cama, las cortinas cerradas y sintió el olor a medicamento que impregnaba todo el lugar llenando sus fosas nasales.
—Akane, querida. Me alegra que llegaras a casa.
—Hola, mamá.— Akane se acercó a la cama tan cuidadosamente. Tomó las manos de su madre, aquellas que durante mucho tiempo la cuidaron y curaron de golpes que había recibido en sus lecciones de karate y en las tantas peleas de infantes. —¿Cómo estás?
La señora Naoko acarició una de las manos de su hija, intentando comunicarle que todo estaba bien, a pesar de que su enfermedad le dijera a todo el mundo otra cosa. —Estoy bien. La quimio no fue tan pesada hoy.
—Me alegra saberlo.
—¿Qué tal te fue en la universidad?
—Bien. Dentro de una semana elegirán a los representantes de la escuela para el torneo anual de artes marciales, así que pondré todo mi esfuerzo para resultar seleccionada.
Naoko trató de no demostrar la preocupación en su rostro. Sabía que estaba haciendo un esfuerzo gigante con el trabajo de medio tiempo y con la escuela, así que no podía evitar preguntarse si es que realmente todo estaba bien. —Me alegro mucho, pero recuerda descansar más. Me preocupa que no te alimentes bien ni descanses lo suficiente.
—No te preocupes mamá, estaré bien.— Y aunque en el fondo Akane sabía que no era así, no lo mencionó para no afectar a su madre.
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Toda la familia se encontraba concentrada en el comedor, a excepción de la señora Naoko, quien descansaba en su alcoba después del día tan pesado que tuvo. A pesar de que Kasumi hacía la comida más deliciosa que ellos pudiesen probar, la amargura que los envolvía opacaba el apetito que se suele tener al finalizar una jornada diaria. Nadie probaba bocado y todo era silencioso, hasta que la voz del patriarca resonó en el comedor interrumpiendo la quietud del ambiente.
—Ya no sé de donde sacar más dinero. Tuve que pagar por adelantado cinco sesiones más de quimioterapias, así que solo nos queda un pequeño porcentaje de dinero para poder pagar parte de la hipoteca y sacar adelante los gastos del hogar.
Nabiki bufó. —Vaya situación tan jodida tenemos.
—Nabiki, no digas esas cosas.— Reprendió Kasumi a su hermana del medio.
—Pero es la verdad. Estamos jodidos.
Nabiki era la experta en cuestiones administrativas, no en balde sacó adelante su tan anhelada carrera de administración con honores. Y aunque trabajaba en el área de contabilidad de una empresa grande seguía siendo apenas una principiante, por lo cual el sueldo que ganaba no era demasiado. El hecho de que ella admitiera que las soluciones se acababan y que estaban en una encrucijada era para tomarse en serio. La fría y calculadora Nabiki Tendo veía un escenario negro ante la situación familiar que tenían. No encontraba salida alguna.
—Estuve pensando, quizá es hora de volver a sacar adelante al dojo.
Las tres chicas miraron a su padre. Eso sería complicado debido a que Soun ya no tenía la fortaleza ni la destreza para poder sacar adelante las clases él solo. Sin mencionar que el nombre del dojo y su fama estaban más que muertos.
—Papá, apenas podemos sostener un horario adecuado para cuidar de mamá.— Dijo Kasumi preocupada.
—Kasumi tiene razón. No nos damos abasto para poder cuidar de mamá. Además, las reparaciones que hay que hacer cuestan dinero. En estos tiempos ya no son tan populares los dojos, lo de ahora son los gimnasios. Apuesto que nadie querrá pisar un viejo y aburrido lugar tradicional.
Por mucho que le dolieran las palabras de Nabiki, Akane sabía que tenía razón. La mayoría de sus compañeros preferían entrenar karate en un gimnasio que en un dojo. Los gimnasios contaban con maquinarías adecuadas para el ejercicio, cosa que en un dojo no era así.
—Papá, Nabiki está en lo cierto. Muchos compañeros prefieren entrenar en gimnasios con equipos y maquinaría moderna.
—Te lo está diciendo la voz de la experiencia. Akane sabe perfectamente sobre eso.
Sin embargo, esto no desanimó a Soun Tendo. Si había desesperación, quería decir que había esperanzas, por lo que haría lo que sea necesario para poder sobrevivir a la prueba que se les presentaba enfrente. —Ya está decidido. Voy a reabrir el lugar, no queda otra opción. Akane podrá enseñar algunos de los días libres que tiene.
—Papá, entiende. Akane ya se mata trabajando en ese estúpido Konbini como para que tenga que exigirse de más.— Nabiki sabía que Akane, al ser la menor sufría más por la situación, pero sería tan terca como para poder ponerle un límite a su padre.
—Entonces veré la forma de sacar adelante esto. No hay más que discutir.
Todos se sumieron en un silencio nuevamente, cada quien pensando en toda la situación y en los sacrificios que tendrían que hacer, sobre todo Akane.
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Un nuevo día de clases comenzaba, y con ello las responsabilidades golpeaban imparables. La menor de los Tendo se encontraba en su salón junto a sus amigas. Aunque la idea de reabrir el dojo le ilusionaba, las palabras de Nabiki la tenían nerviosa. Muchos solo entrenaban artes marciales debido a intentos de verse cool para impresionar a los demás, sin pensar en ellas como lo que son: un arte. Solo querían presumir en redes sobre lo fuertes que serían, y sobre como patearían traseros, lo cuál le sonaba patético. Detuvo sus pensamientos al notar como el profesor entraba al aula. Todo sería normal, de no ser porque aquel hombre con gafas venía acompañado de un muchacho de ojos azules y un curioso pelo negro trenzado. Esto llamó la atención de todo el aula, provocando cuchicheos nada discretos.
—Clase, me alegra que estén bien. Se nos ha unido un nuevo estudiante. Viene desde Kyoto.
Aquel muchacho se presentó sin reverenciarse. —Mi nombre es Ranma Saotome.
La mayor parte de las chicas del salón no pudieron evitar soltar un suspiro profundo. Decir que era alguien apuesto significaba muy poco, pues estaban ante alguien que no parecía sacado de este mundo terrenal. Akane pudo notar como hasta Yuka y Sayuri no dejaban de mirarlo con los ojos llenos de brillitos.
—Saotome, no sé si te explicaron, esta es una clase de tronco común que toman por defecto otros alumnos que no estudian la carrera de artes marciales, por lo cual conocerás a mucha gente. Así que espero que recibas una buena bienvenida y puedas convivir sanamente. Por favor, toma asiento para poder empezar.
Muchas chicas miraron hacia sus lados para descubrir donde tomaría asiento. Algunas intentaban correr a sus compañeros varones de su lugar, mientras que otras se resignaban a no poder sentarse junto a ese adonis. Ranma caminó en el pasillo, mirando a cada hilera de estudiantes. Sin embargo, unos ojos castaños y pelo adornado con un moño blanco le llamaron la atención, haciendo que detuviera su paso. Los miró fijamente durante unos segundos, escrutándolos minuciosamente, para luego dirigirse al lugar vació cercano a dicha chica, al lado de dos jovencitos desconocidos para él.
—Akane.— Murmuró quedamente Sayuri. —¿Fue mi imaginación o aquél chico te miró?
—No lo sé. No lo conozco.— Respondió de vuelta Akane.
La joven miró de reojo hacia la dirección, descubriendo que aquel joven le miró con cierto asombro impreso en sus ojos. Ante esto Akane dejó de prestarle atención desviando la mirada al pizarrón, un poco consternada por toda la situación.
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—No puedo creer que estudie artes marciales.— Suspiró Sayuri mientras estaba sentada al lado de Akane en el autobús.
Yuka se recargó en el respaldo delantero justo donde estaban sentadas sus otras dos amigas, sin importarle la incomodidad del pasajero a su lado. —¿Tendrá novia? ¿O será soltero?
Sayuri carcajeó con las manos en su boca. —No lo sé, solo sé que es guapo. Y demasiado. Pensé que ese tipo de chicos solo se veían en la tv. ¡Que suerte hemos tenido!
Akane rodó los ojos y cambió su gesto a uno de asco. Sus amigas tendían a fijarse mucho en los chicos, sobre todo los apuestos. Tanta era su fijación con ese tema que usualmente le pedían averiguar información sobre sus compañeros en clases de karate. —No sé que le ven, es solo un chico como los que hay por toda la escuela.
Yuka soltó una carcajada algo escandalosa, lo cuál provocó un ligero malestar al anciano junto a ella. A veces sentía que su amiga no soportaba a los chicos. —Lo que pasa es que tu tienes a tu atractivo amigo, Ueda.
—¿Y eso que tiene?
—No creas que no nos hemos dado cuenta.— Sayuri le miró suspicazmente. —¿Cuándo le dirás que te gusta?
La chica se vio atrapada, pero por suerte supo disimular el nerviosismo a causa de la pregunta. Claramente no le diría nada a Shinnosuke para no arruinar la amistad que tenían, por lo cual mentiría, como siempre hacía con todo el mundo cuando le preguntaban si eran novios. —El y yo solo somos amigos, así que no se hagan ilusiones.
—¿Y si también le gustas?
—Imposible.
Mientras las chicas hablaban, en la parte trasera del autobús se encontraban tres muchachos. Resultaba que Hiroshi y Daisuke, otros dos compañeros de Akane, se le pegaron a Ranma durante todo el día, por lo cual ahora estaban montados en el mismo transporte. Los dos primeros se alegraron de que su nuevo compañero viviera en Nerima, así podrían congeniar mucho más, pues les había simpatizado el joven. Ambos hablaban sobre cosas random que encontraban navegando en sus redes sociales, sin embargo el ojiazul se mantenía distraído mirando al grupo de amigas que conversaban alegremente. Posaba su mirada sobre una de ellas, en específico.
—Oye, Saotome.— Dijo Hiroshi, sacando de su distracción al de trenza. —¿Tienes novia o estás soltero?
A Ranma le impactó un poco la pregunta, pero respondió sinceramente. —Estoy soltero.
Daisuke soltó un bufido de sorpresa. —Vaya, pensaba que tenías novia. Bueno, en ese caso no tendrás problema en encontrar alguna.
Alzó una ceja. —¿A que te refieres?
Hiroshi y Daisuke soltaron una carcajada. No entendían como podía ser tan despistado. Hiroshi carraspeó un poco, tratando de controlar la risotada que quería escapar. — Bueno, mi estimado, la mayor parte de las chicas en todas las clases donde estábamos no te quitaban la mirada de encima.
Ranma se sonrojó levemente. Sí que se había dado cuenta, pero no quería hacerse ideas erróneas. —Ah, ya veo. Ahora que lo mencionan es cierto, todas me miraban.
—Bueno, todas salvo una.— Completó Daisuke.
—¿Qué?
El otro joven sonrió ligeramente. —La chica que ves enfrente con el moño blanco. Ella era la única que no te prestó demasiada atención.— Ranma la miró, descubriendo a su distracción del día. —Una de las chicas más populares por su belleza y destreza. Akane Tendo.
Hasta que por fin había descubierto su nombre. Cuando la vio en la escuela no podía creer que era la misma chica que ayudó a su madre el día anterior, cuando tuvo el pequeño accidente en el jardín. Y debía admitir que en ella había algo que le llamaba la atención, pero no sabía que era. Le desesperaba el no saber que le estaba pasando, usualmente no le sucedía eso con las chicas, ni siquiera con la última con la que había estado. —Bueno, tal vez no le llamé la atención. Pero, está bien, después de todo no es como que me interese salir con ella.
—A mi si.— Comentó Daisuke. Ranma le miró extrañado. —Es mi crush. Me gusta desde que estábamos en la preparatoria.
—Amigo, realmente es muy linda, es el interésde medía universidad, hasta los de grados más altos la pretenden.— Le comentó Hiroshi.
Esto solo dejó a Ranma un poco consternado y con demasiadas ganas de averiguar más de ella.
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Ya eran las ocho de la noche, y eso significaba que ya solo faltaba una hora para salir de su turno. Se encontraba atendiendo a unos cuantos estudiantes de preparatoria, cobrándoles a cada uno los snacks que consumirían, probablemente por el exceso de tareas y trabajos escolares no pudieron comer antes. Viéndolos, recordó como en la preparatoria solía tener una vida no tan complicada como la que vivía ahora mismo. Cuando terminó de cobrar suspiró. Se tocó el cuello, tratando de disipar los nudos que se le habían formado por el estrés y dio vuelta para poder llenar parte del inventario, descontando los productos que había cobrado recién. El timbre de la puerta sonó, anunciando que alguien había entrado. Pero al ser un sonido al cual estaba más que acostumbrada no volteó hacia la entrada.
No pasaron más que unos dos minutos cuando alguien dejó en el mostrador un paquete de galletas de chocolate. Akane lo miró rápidamente, dejó la libreta a un lado y alzó la mirada. —Buenas noches...—
De todas las posibles personas, ¿Por qué ÉL tenía que aparecer ahí?
—Buenas noches.— Saludó Ranma, sorprendido por verla trabajando en un konbini.
Ella no sabía a que se debía, pero sentía cierta incomodidad al lado de ese muchacho. Se notaba que era un tipo presumido, al cuál solo le importaba la atención de medio salón de clases. —¿Sería todo?
—Si.
Akane pasó el código de barras en el lector. —Son 180 yen, por favor.
Ranma le tendió el dinero de manera robótica. —Gracias.— Soltó secamente.
—De nada.— Volvió a anotar ese movimiento en la libreta. —Vuelve pronto.— Dijo nada más por pura cortesía.
El joven se dio la vuelta y salió del lugar. Cuando estuvo fuera de la tienda recibió un mensaje de su padre, pidiéndole que por favor lo alcanzara en el Dojo Tendo. Ranma dudó en si entrar de nuevo a la tienda para preguntarle a la joven si sabía donde estaba esa dirección, pero no lo hizo porque la inquietud que le generaba su presencia era demasiada. Prefirió optar por una app de GPS y seguir el camino que el aparato le marcaba.
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Akane salió del establecimiento corriendo deprisa. El mensaje de su padre había sido demasiado escueto pero alarmante: "Es una emergencia, ven pronto a casa". Rogaba que no le hubiese pasado algo grave a su madre.
Llegó a su hogar sin anunciarse. Se sacó rápidamente sus zapatos y los dejó botados sin siquiera detenerse a acomodarlos. Empezó a subir las escaleras apresuradamente, sin embargo, al llegar arriba sintió un fuerte impacto en todo su cuerpo. Acto seguido pudo sentir como rodaba en las escaleras junto con alguien más. Finalmente notó cuando ella y la otra persona dejaron de rodar. Se levantó un poco posando las manos sobre el pecho de, aparentemente, un hombre. Creyendo que se trataba de su papá, abrió los ojos para pedir disculpas por lo sucedido, pero al abrirlos solo pudo atinar a poner una expresión de sorpresa.
Se escucharon pasos de varias personas corriendo hacía el lugar. Aparecieron Soun, Kasumi y un hombre de turbante y lentes que en su vida había visto. También, en la entrada, apareció Nabiki, quien llegaba después de su jornada laboral en la empresa.
—O-oye, ¿Estás b-bien?— Preguntó esa voz aterciopelada y conocida, para su desgracia, por ella.
Quería responder algo, de verdad. Pero sintió unas manos tocándole el trasero y la cadera, encima no ayudaba el que llevara un vestido puesto, pues la mano en el trasero tocaba directamente la piel. Maldijo no haberse puesto licra en esa ocasión. Gritó fuertemente, le propinó una cachetada y se alejó del chico levantándose más rápido que un rayo.
—¡P-Pervertido!— Le gritó colérica.
Ranma se levantó con el gesto descompuesto. —¡¿Como me llamaste?!
—¡Lo que escuchaste! ¡Eres un pervertido!
—¡¿Q-que?!— No podía creer lo que estaba pasando, ¡Ella había chocado con él, y solamente procuró que no sufriera daño alguno! Tenía que darle las gracias por no salir siquiera con un rasguño. —¡Yo evité que te lastimaras!
—Si, claro.— Añadió, sarcástica. —¡Y por eso tu mano debía estar tocándome el trasero! Además, ¿Qué hacías en la planta de arriba?
—No sabía donde quedaba el baño. Hasta que tu hermana me dijo que había un baño para visitas, por ello bajé las escaleras distraído.
—Entonces eso demuestra que eres un imbécil.
Rio secamente. Se cruzó de brazos soberbiamente. —No entiendo como puedes ser la más popular de la escuela, no sé que te ven de especial si tienes un temperamento horrible, nada delicado y digno de un hombre. Sinceramente todos esos chicos son unos estúpidos ciegos.
—¡¿Que?!
Volvió a reír. —¿De verdad piensas que coloqué esa mano a propósito en ese intento de trasero que tienes? ¡Por favor! He tocado traseros más lindos y de chicas más guapas que tú. No te creas la gran cosa.
Akane, sumamente furiosa, tomó la mesita del recibidor que estaba cerca y la estampó contra el muchacho. Empezó a respirar agitadamente, producto de la rabia. No creía que de verdad existiera un ser humano tan detestable como él. ¡No lo conocía bien y ya lo odiaba!
Soun carraspeó llamando la atención de todos. Ciertamente no esperaba la escena montada ahí mismo. —Escuchen, necesitamos hablar. Por favor, no hagamos más ruido para no molestar a mi querida esposa. Vayamos al comedor.
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El silencio y la quietud que se sentían ahí mismo era demasiado filoso, lo tocabas un poco y terminabas sangrando. Akane estaba tratando de comer su porción de arroz servida por su hermana Kasumi. Nabiki hacía lo mismo, solo que ella sonreía divertida por la escena que la recibió en casa. Parecía que las cosas se iban a poner interesantes y divertidas, y es lo que necesitaban después de tanta pena que les inundaba a todos ahí.
—Hijas mías, les presento a Genma Saotome. Él es un gran amigo mío, entrenábamos juntos artes marciales hace mucho tiempo.
Genma comía y comía sin parar, avergonzando un poco a Ranma por la forma tan descarada en la que su padre aprovechaba la hospitalidad y el alimento ajenos, preguntándose como se comportaría si su madre estuviera ahí presente. Tragó su arroz y sonrió. —Mucho gusto, Soun tiene tres lindas hijas, tanto como lo es su madre. Éste muchacho fuerte que ven aquí es mi hijo, Ranma. Por cierto, debo ofrecer una disculpa en nombre de él, suele ser un poco grosero con las personas.
—Lo dice el barril sin fondo que solo parece un enorme parásito aprovechándose de los demás.— Murmuró Ranma.
—Me encontré con Genma mientras iba a comprar con Kasumi. Nos saludamos, y lo invité a comer. Hablamos, y resulta que él y su hijo estuvieron entrenando en China durante bastantes años, por lo cual he decidido hacer una alianza. Como sabrán, en un mes será la reunión anual de escuelas de combate, por lo que veo una gran oportunidad de poder obtener un lugar privilegiado y más oportunidades de competir en el torneo internacional de artes marciales de finales de año. Genma y su hijo nos ayudarán a realzar el nombre del dojo. Akane, hija mía, tu y Ranma serán los encargados de representar la escuela de combate y, si jugamos todas las cartas bien lograremos que ambos compitan en ese torneo.
—¡¿Ah?!— Exclamaron ambos a la vez.
—Vaya, eso no lo esperaba.— Murmuró Nabiki.
—Este fin de semana ambos nos ayudarán a alistar el dojo para reabrirlo, haremos panfletos y los colocaremos esperando una gran afluencia.
—Suena interesante.— Comentó Kasumi feliz.
—¡Alto ahí!— Ranma se levantó de su lugar. —¿Siquiera está a mi altura?
Akane le imitó frunció el ceño. —¡Claro que lo estoy!
—Ranma, no seas descortés con ella.— Regañó Genma.
—Mi hija también sabe artes marciales, ha entrenado desde muy pequeña.
—De esto damos fe, Ranma-kun, ella es una chica muy fuerte, desde pequeña peleaba mucho y siempre ha sido muy terca para demostrar su fuerza, además es de carácter fuerte.— Mencionó Kasumi con una sonrisa.
—Eso no ayudó Kasumi.— Dijo Nabiki divertida.
—Soun, mi hijo acepta gustosamente.
—Están locos si creen que voy a aceptar esto.
Akane sonrió con suficiencia. —Está bien, eso significa que no eres lo suficientemente hombre como para dirigir una escuela de combate por ti mismo.
Ranma se cruzó de brazos, con un ligero tic de ojos. El hecho de que le dijera eso una chica solo picó su frágil ego, cortándolo en pedazos. —¡Bien, te lo demostraré! Acepto.
—¡Bien!
—¡Bien!
Mientras Ranma y Akane se reñían entre sí, Genma y Soun se miraron satisfechos, abrazándose por la proeza lograda. El patriarca de los Tendo por fin podría matar dos pájaros de un tiro; lograr que el dojo volviera a cobrar prestigio y vida, y por otra, ganar más dinero para ayudar a su esposa enferma y mejorar la situación en su casa. —¡Kasumi, trae el sake!
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—Perdona si no pudimos cuidar bien de papá. estaba realmente emocionado con todo esto.— Se disculpó Kasumi mientras arropaba a su padre, ya pasado de copas, acostado en un futón al lado de la cama de la señora Naoko.
—No se preocupen, queridas. Su padre merece divertirse de vez en cuando. Las cosas han sido muy difíciles para el, y el reavivar el dojo le hace mucha ilusión porque lo había descuidado demasiado.
—Oh, y será demasiado divertido, porque al parecer Akane hizo un nuevo amigo.— Comentó Nabiki.
—Eso no es cierto.— Murmuró Akane.
—¿De verdad? ¿Quién es?
—Es el hijo de su amigo, el señor Saotome.— Respondió Kasumi.
—Se llama Ranma, y según nos contaron, es artista marcial al igual que Akane, solo que más fuerte.— Nabiki estaba más que divertida molestando a su hermana.
—Ya basta.— Mencionó entre dientes la menor de las Tendo.
—Akane.— Naoko tomó las manos de su hija menor. —Sé que tal vez no te lleves bien con aquél muchacho, pero prométeme que harás lo posible por ayudar a tu padre con esto. Para mi es igual de importante, porque me interesa mucho el bienestar de cada uno de ustedes. Además, tu sueño de ser artista marcial profesional también depende de esto. Prométemelo, por favor.
Akane asintió, suspirando.
Una vez ya en su cama, aquella muchacha sintió ligereza en su ser. Todo en su vida parecía ser un caos total, pero por alguna razón, esto que acababa de pasar se sentía refrescante. Nunca se imaginó que volverían a abrir el dojo, y ciertamente era algo que extrañaba muchísimo. El hecho de que su padre confiara en ella para poder manejarlo le llenaba de felicidad y realización. Y aunque no le gustaba la llegada de ese chico grosero, debía admitir que el giro radical que le había otorgado la vida con su presencia no le era innecesario ni horrible.
Por más que fuera difícil, se prometió a si misma que lo lograría. Y era una promesa que pensaba cumplir a como diera lugar, en nombre de ella misma. En nombre de su padre, de sus hermanas. En nombre de su madre.
Pompompurin: Personaje de la marca Sanrio.
Konbini: Tienda de autoservicio japonesa, tipo 7 Eleven.
Nittaidai: Nippon Sport Science University. Universidad de ciencias del deporte, locación real y se ubica en Setagaya.
Onigiri: Bolas de arroz rellenas de atún.
Obento: Almuerzo empaquetado japonés.
Geidai: Universidad Nacional de Bellas artes y música de Tokio, locación real ubicada en Ueno.
Sake: Bebida alcohólica tradicional a base de arroz.
Chapter Text
Ranma 1/2 no me pertenece. Todos los derechos están reservados a su autor original, Rumiko Takahashi. Esta obra es escrita sin fines de lucro.
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Entre amores y karate .
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Capítulo 2.- No me hables de amores imposibles.
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El día miércoles llegó, y con ello los nervios de Akane aumentaron hasta alcanzar el tamaño del planeta tierra. Ese día la profesora Matsuda empezaría el proceso de selección de los alumnos que conformarían el grupo encargado de representar en lo alto a la escuela para los torneos internacionales. Estaba segura de que ella sería quizá la capitana del equipo femenino, pues de todas sus compañeras era la que tenía el rango más elevado. Incluso, se atrevía a pensar que sería la cabeza representativa de la escuela, o al menos eso le dijo su amiga del club de porristas, Hiroko.
Otra cosa que la tenía con los pelos de punta, y no por algo agradable, fue toparse con Saotome en la universidad. Después de su riña de la noche anterior no esperaba un saludo cordial. Y justamente fue eso lo que pasó, ni bien Ranma entró al salón no le saludó ni por cortesía. "Que idiota." Pensó Akane, ya que por lo menos por cortesía debía saludarla.
Ranma tampoco estaba contento. Después de todo lo ocurrido, estando en su habitación habló con su amigo Ryoga por mensajes en Line, contándole sobre "la chica con más cromosomas XY que jamás haya conocido". Ryoga pensó que simplemente exageraba, pero el de trenza hablaba con tanta pasión sobre ello que de verdad pensó que sería una tomboy total. Y cuando Ranma entró en el salón de clases decidió no saludarla. Si ella fue grosera con el desde anoche, el no tenía por qué ser amable con ella.
El tiempo voló y Akane se encaminó a las clases de karate, despidiéndose de sus amigas, quienes estudiaban acondicionamiento físico. Llegó a los vestidores y se cambió el gi de la escuela, atándose su pelo largo en una coleta. Una vez estando en el gimnasio dejó sus cosas en el lugar de siempre. Saludó a algunos compañeros e inmediatamente se puso a calentar, realizando estiramientos en piernas y cadera.
—Oigan, ¿Quién será el?
Akane escuchó la pregunta de una de sus compañeras, pero trató de no desconcentrarse de sus ejercicios de calentamiento.
—Ni idea, pero es muy guapo.
—Miren, si que se ve que es fuerte.
La chica cerró los ojos mientras contaba los segundos que debía estar flexionada tocando las puntas de sus pies, sentada en el tatami, tratando de despejar su mente de todo el estrés. Cuando por fin estaba sintiendo tranquilidad, escuchó a alguien a su lado, soltando la risa burlona más conocida por ella, para su desgracia.
—Para ser una artista marcial experimentada te hace falta mucha elasticidad.
Bufó molesta. Se incorporó hasta quedar sentada de manera recta, mirando esos ojos zafiro que se encontraban burlándose de su capacidad de elongación. —Como si tu supieras de flexibilidad. Las mujeres tenemos más capacidad de elongación que los hombres. No por nada la mayoría de danzantes de ballet son mujeres.
—Tú lo has dicho. Mujeres. Yo aquí solo veo a alguien con tantas hormonas masculinas como las que yo poseo.
Esta vez si se había pasado. Akane se levantó para encararlo, sin importarle si toda la clase les miraba, cuando escuchó como entraba la profesora Matsuda al aula. Solo atinó a fulminarlo mientras Ranma le dedicaba una sonrisa de autosuficiencia. Akane inmediatamente se posicionó al otro extremo de la clase.
—Buen día clase.— La clase entera saludó como normalmente se hacía. —Antes de comenzar, adelanto que tenemos un nuevo alumno. Me comentaron que era el perfilado principal de su universidad anterior. Por favor, preséntate ante todos.
Ranma dio un paso hacia adelante, sin reverenciarse. —Mi nombre es Ranma Saotome. Un gusto.
Enseguida toda la clase empezó a cuchichear, sobre todo las chicas. "Aquí vamos de nuevo" pensó Akane rodando los ojos.
—Gracias por presentarte. Puedes volver a tu posición. —Ranma obedeció. —De acuerdo, les planteo lo siguiente: Dividiré el proceso de selección para hacerlo más fácil. La primera parte será hoy. Calentaremos como siempre lo hemos hecho, y posterior a eso haremos combates entre ustedes. Los ganadores de estos combates pelearán el día viernes para definir oficialmente al equipo. Planeo que sean cuatro chicos y cuatro chicas quienes nos asistan, y cada grupo tendrá a su líder. Me basaré en las técnicas, en su adecuado uso y en base a los puntos que acierten por cada movimiento. ¿Están de acuerdo?
—¡Si, sensei!
—Bien. A calentar, empezaremos en un rato.
Todos empezaron el respectivo calentamiento. Akane estaba más que dispuesta a ganar para pasar a la selección del día viernes, por lo que no dejaría que el hecho de tener al pedante de Saotome ahí le distrajese de su enfoque. Por otro lado, Ranma estaba más que divertido con la situación. Pudo ver la cara de molestia que ella portaba cuando escuchó a la profesora decir que él era de un rango alto en su antigua universidad. Seguramente le había picado en su ego y era por lo mismo que estaba más que interesado en ver el nivel de combate que ella manejaba.
Después del calentamiento todos se reunieron alrededor del tatami para poder presenciar las peleas. La profesora Matsuda dio límites de 10 minutos entre cada pelea para que todos pudiesen pasar a combatir. Una vez iniciaron los combates la sala solo estaba llena de asombro y tensión. Ciertamente Ranma se sorprendió del nivel de destreza que la gran mayoría manejaba, aunque realmente les faltaba un largo camino que recorrer para mejorar.
Llegó el turno de combatir para Akane contra otra de sus compañeras. Ambas se levantaron y se posicionaron en cada extremo del tatami. Saludaron a la profesora, y después entre sí. Adoptaron finalmente las posiciones de lucha, esperando la señal para comenzar. Akane respiró profundamente y apretó más sus puños, intentando concentrarse. Ranma simplemente la miraba, por alguna razón ver su cara de concentración le pareció interesante.
La profesora dio la señal y empezó el combate. La oponente de Akane comenzó intentando encestar una patada en el costado, sin embargo la de ojos marrones bloqueó rápidamente con el brazo y encestó una patada certera en la cabeza. Tomaron distancia, y la otra chica volvió a arremeter, esta vez intentando derribar a Akane, sin embargo, su precisión fallo y Akane fue quien la derribó dando una patada a la espalda sin problemas, cayendo su rival al suelo.
—¡Ippon!— Gritó la profesora Matsuda. Ranma, por otra parte, sonrió genuinamente. El señor Tendo no mentía después de todo.
La oponente se levantó y retomó posición. Akane esta vez fue quien realizó el movimiento atacando, intentado patear la espalda de su compañera, sin embargo la chica logró derribarla esta vez dando una patada en el costado.
—¡Ippon!
Retomaron el combate. La otra chica intentó encestar patada en abdomen, siendo esquivada por Akane, quien empezó a moverse alrededor del tatami, esquivando los golpes que su compañera intentaba darle. Cuando su oponente se acercó para intentar marcar un golpe Akane soltó una patada en el abdomen, empujando a su compañera quien cayó nuevamente.
—¡Waza-Ari!
Volvieron al combate. La rival atacó, Akane bloqueó con el brazo izquierdo y golpeó la cara con el puño derecho.
—¡Yuko! Tendo, estás a dos Yuko o un Waza-Ari de ganar.
Se miraron y adoptaron nuevamente posición de ataque. Akane atacó en costado derecho, pero su oponente la esquivó y por poco le encesta un puño en la cabeza. Se alejó, esperando el momento adecuado. No quería un puño, ni tampoco una patada. Quería derribar. Y finalmente vio su oportunidad cuando su compañera nuevamente intentó darle una patada al abdomen. La de ojos marrones la atacó con un puñetazo que logró esquivar, sin embargo, lo que no esperaba su rival es que Akane contraatacó con una patada en el costado, desestabilizándola y haciéndola caer.
—¡Ippon! ¡Se acabó el encuentro!
Ambas se levantaron, dándose la mano como si no hubiese ninguna rivalidad. Se inclinaron y mostraron respeto a la profesora, quien estaba más que satisfecha por el combate. Entonces, Akane volvió a su puesto, tomando su botella de agua para darle un sorbo. En eso estaba cuando sintió como alguien se sentaba a su lado, en un hueco que había entre ella y otra compañera.
—No solo pareces hombre, si no que peleas como uno.— Susurraron a su lado. Era descortés hablar mientras habían otros combates, así que debían de bajar el tono de sus voces para no interrumpir el próximo encuentro.
Akane rodó los ojos limpiándose el sudor en su frente. —Ja,ja. Deberías correr, parece que tu chiste se ha escapado.— Respondió.
Ranma bufó un poco. —Hablo en serio. Peleaste bien.
La joven le miró por un momento con la duda reflejada en su cara. —¿Eso fue un halago?
Ranma desvió la mirada, de repente se sentía avergonzado de haberle comentado algo así. —Si.— Sin embargo, la incomodidad era tanta que para salir de ese estado dijo otra cosa, quitándole seriedad al momento. —Aunque les falta a todos mucho que mejorar. Incluyéndote. Nadie va a estar a mi altura hasta que pasen 500 años.
Akane suspiró. —Mejor guarda silencio.
Los combates fueron pasando más rápido de lo que todos se imaginaban. Finalmente llegó el turno de Ranma. Cuando la profesora Matsuda le indicó pasar al frente este se levantó del lugar donde estaba y entró al tatami, sintiendo como cada poro en su piel se llenaba de adrenalina y diversión. Las artes marciales eran su vida, no por nada había entrenado día y noche durante tantos años. Kung Fu, Karate, algo de Taekwondo, salpicadas de Jiu Jitsu, Judo. Y no se cansaba de ellas, era lo único que le agradecía a su padre.
El de trenza y el otro chico realizaron una reverencia, y enseguida tomaron posición de combate. Akane quería saber si de verdad era lo que él proclamaba o si solo exageraba, así que se concentró especialmente en aquella pelea.
Dio inicio el combate con el oponente realizando una patada directa en el costado. Ranma bloqueó rápidamente con su brazo y encestó una patada directa en la cabeza, con fuerza contenida para no causar daño pero con la suficiente rapidez como para tomar desprevenido a su rival.
—¡Yuko!
Volvieron a su posición. Ranma atacó con el puño derecho siendo esquivado por su oponente. El otro quiso patearlo en el pecho, sin embargo el de trenza logró dar una patada circular en su espalda y posteriormente derribarlo con un barrido de piernas realizado casi limpiamente.
—¡Ippon!
"De verdad no mentía" pensó Akane, mirando anonadada como su compañero no había dado ningún golpe al de trenza.
Volvieron al ruedo. Esta vez el otro chico atacó dando una patada en el abdomen, sin embargo Ranma la bloqueó rápidamente barriendo los pies de su oponente nuevamente y sin ningún problema.
—¡Ippon!
El otro chico se levantó, impactado y consternado. La clase entera estaba muda y al pendiente de todos los movimientos que el de trenza logró aplicar. Akane pudo notar que la velocidad del ojiazul era la más grande, y aunque estaba ganando el combate podía jurar que no estaba usando toda su fuerza. Si le observabas bien, podías llegar a notar que Ranma ni siquiera sudaba, pues no le costaba ningún trabajo el moverse.
Ranma atacó con puñetazos, haciendo que el otro chico se moviese por el tatami esquivando a duras penas los ataques. En un intento quiso barrer sus piernas, sin embargo Ranma usó patada en pecho y barrido de piernas tirando al pobre chico que jadeaba, incrédulo.
—¡Ippon! ¡Muy buen combate Saotome!
Ranma le tendió la mano a su compañero, quien aun aturdido la tomo, levantándose para luego reverenciarse. Todo el salón hizo bulla, asombrados por lo que habían visto.
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Akane salió de la universidad, luciendo el vestido color rosa de manga larga que había llevado a clases con su abrigo correspondiente. Ese día había sido un poco más fresco, por lo que esta vez llevaba algo que si la calentara por completo. Pensaba en todo lo que había presenciado durante la clase. Nunca hubiese imaginado que ese chico tan egocéntrico dijera la verdad sobre su habilidad para el combate. Detestaba admitirlo, pero su padre tenía razón. Gracias a los Saotome podrían volver a realzar el nombre del dojo.
Subió al autobús y se sentó en una de las ventanas. Su cuerpo estaba ya cansado, y aunque llevaba tenis sus pies le mataban. Decidió que lo mejor sería descansar un rato, por lo que inmediatamente se acurrucó acercando su mochila a su pecho y cruzó los brazos, cerrando los ojos.
Pudo sentir que alguien ocupó el lugar a su lado, pero poco le importó. Ahora mismo su cuerpo le pedía algo de paz y tranquilidad, pues el cansancio acumulado de meses hacia acto de presencia. Entre sueños logró identificar un aroma a cítricos combinado con madera. Inmediatamente recordó al que ha sido su primer amor, aquél chico por el que sentía una atracción que le llenaba el corazón. Si pudiese decirle sus sentimientos a aquel muchacho que ha sido bueno con ella, si tuviera el coraje suficiente para hacerlo no estaría sufriendo en silencio, esperando por una oportunidad que seguramente no existiría. Por él ella tenía su cabellera larga, pues cuando se conocieron Shinnosuke pensó que era un niño más, y ella deseaba que la mirara como la mujer que es. Sonrió, enternecida, recordando como se habían conocido ambos.
—Shinnosuke...— Susurró entre sueños.
Sintió a alguien removerse por completo al lado de ella pero sin pararse del asiento. No sabía cuanto tiempo había pasado, pero para comprobar que no se hubiese pasado de la parada donde debía bajar abrió los ojos. Miró confundida a la ventana, intentando despertar por completo, pudiendo notar que ya estaba cerca de su estación. Carraspearon a su lado.
—Duermes raro.
Frunció el ceño, volteando a ver a su dolor de cabeza de tiempo indefinido. —¿En que momento subiste?
—Unos dos minutos después que tú. Recuerda que a veces los autobuses esperan a los alumnos, sobre todo a estas horas.
—Ya, y si duermo tan raro, ¿Por qué te sentaste al lado de mi?
Ranma se cruzó de brazos. En un inicio se planeaba sentar en la otra hilera, pero decidió que sería divertido bromear con ella, así que se plantó al lado de la chica. Y estaba a punto de soltarle un comentario burlesco, hasta que pudo notar como es que se había quedado dormida. Y no le extrañaba, después de contarle a su madre todo el encuentro accidentado en casa de los Tendo, Nodoka le dijo que estaba muy delgada y un poco ojerosa, y que se había preocupado un poco por ello. Así que, atando cabos, dedujo que se debía a la escuela y al trabajo de medio tiempo en el konbini.
Fue entonces que decidió dejarla dormir, mirándola de reojo de vez en cuando. Por más extraño que pareciera, él se sintió demasiado cómodo a su lado, por lo que decidió quedarse hasta que llegaran a su parada habitual y la pudiese despertar. Y todo iba bien, al menos hasta que la escuchó susurrar de manera dulce y con una sonrisa un nombre de chico. "¿Quien demonios es Shinnosuke?" pensó. Se removió, incómodo. Había algo en la manera en como pronunció ese nombre que no le agradó, pero no sabía por qué.
—Porque no tuve opción. Cuando subí ya muchos asientos estaban ocupados. Y no sabía que podías retorcerte al grado de parecer un gusano. — Mintió, y de paso, insultó.
Akane gruñó, molesta. Volvió la mirada en la ventana, comprobando que ya estaba a una estación de bajar.
—Bueno, si me disculpas, necesito bajar.
Ranma no dijo nada, se levantó y se dirigió a la puerta de salida del autobús. Akane entonces recordó que él también bajaba ahí porque vivían cerca. Suspiró esperando que el bruto no caminara junto a ella.
Una vez en la calle Akane comenzó a caminar directo a su casa. Por suerte no debía trabajar hoy, así que le tocaba un merecido descanso con la comida deliciosa de su hermana Kasumi. Y con fortuna, su madre esta vez estaría en el comedor charlando alegremente con todos.
El de trenza empezó a caminar justo atrás de ella. Le divertía ver su cara de enojo, así que se empeñaría en hacerla enojar bastante para sentirse entretenido.
Llegaron a un parque cercano a casa, con pocos niños jugando por el clima aún fresco. Se detuvo justo abajo de un árbol, encarándolo. —No me sigas.
Ranma cruzó los brazos por detrás de su cabeza. —Mi casa también queda por ese camino.
—Me da igual. Busca alguna ruta alterna.
Ella siguió caminando, sin embargo el ojiazul la siguió por un buen rato más. Aunque la distancia no era grande Akane sintió como el imbécil pervertido le seguía de cerca. Cuando llegó al puente del canal se detuvo. Volteó a ver al muchacho, quien seguía con los brazos cruzados por detrás de su cabeza. Ella sonrió, esperando hacerle una broma. —Creo que ya entiendo.
—¿De que hablas ahora, boba?
Akane se acercó a Ranma. Cruzó los brazos por detrás de ella, y le sonrió. —Parece ser que, al igual que a muchos chicos, te atraigo, ¿no?
Ranma se sonrojó, descomponiendo su postura, con los brazos ahora haciendo señas negativas de manera exagerada y moviendo su cabeza. —¡Claro que no! ¡Eso no es verdad!
La chica empezó a correr en el área verde por debajo del puente, gritando "te gusto" mientras reía. Sabía que no era verdad, pero necesitaba molestarlo con algo para devolverle la incomodidad que él le había causado. El de trenza empezó a perseguirla, negando rotundamente lo que la chica le dijo. Pero no contaba con que ella había esquivado ágilmente un bache en el suelo, y él, tratando de seguirla se tropezó con ese bache, cayendo de una forma cómica sobre sus manos y rodillas.
—Te lo mereces por idiota.— Akane sacó su lengua, y riendo corrió apresuradamente para llegar a su casa.
—¡No eres nada linda!— Gritó Ranma, viendo como se alejaba de aquél lugar.
Definitivamente era la chica menos linda que había conocido.
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La semana había pasado bastante rápido para todos, por fin era sábado. Para fortuna de Akane, en el combate del día viernes había ganado, por lo que había una posibilidad de ser seleccionada para el equipo. Al igual que ella, Ranma volvió a triunfar, destacando aún más sus habilidades de combate. Y aunque no le agradaba del todo, sentía que sería una muy buena elección que él estuviera en ese equipo.
Tuvo que hablar con su jefe del konbini para que le permitiera faltar los sábados, así ella podría dar las clases en el dojo. Por suerte no fue difícil, y aunque el dueño le dijo que lo mejor sería que dejara de trabajar ahí para que pudiese descansar más ella decidió continuar, pues las ganancias del dojo no se verían reflejadas inmediatamente.
Nabiki le había pagado a una amiga suya diseñadora para realizar unos panfletos que se pegarían en toda Nerima. Así mismo ella había tenido la grandiosa idea de crear redes sociales para promocionarse, pues la tecnología no debía ser un obstáculo.
Esa mañana desde las seis recibieron a toda la familia Saotome, incluyendo a Nodoka, quien estuvo dispuesta a ayudar con la limpieza del dojo. Compraron pintura y madera el día anterior, así que ahora se encontraban en el lugar, reparando los imperfectos que el paso del tiempo trajo y limpiando. Naoko Tendo supo lo que su familia estaba haciendo, y nunca había sentido tanta felicidad como en ese momento. Deseaba con todas sus fuerzas que Soun volviera a enseñar, y le hacía ilusión que Akane estuviera involucrada en ello, pues veía en su hija el potencial de lograr grandes cosas.
—Les he traído un poco de té. Deben de estar cansados.— Dijo Kasumi, trayendo consigo una bandeja
Akane se acercó a tomar una taza al igual que Nodoka. Cuando ambas tomaron la suya sonrieron en agradecimiento. Sus caras estaban adornadas de polvo y suciedad al estar barriendo, sacudiendo y trapeando el lugar.
—Muchas gracias hermana.
—Querida, te lo agradezco mucho. ¿Cómo está tu madre?
Kasumi dejó la bandeja en el suelo, en una parte donde no se pudiera contaminar el líquido. —Mamá está bien, dice que están haciendo un gran trabajo.
—Me alegro que esté bien, dile a mamá que estamos trabajando y dando lo mejor.
Kasumi sonrió a su hermana y se dirigió nuevamente a la cocina. Akane tomó lo que restaba de su taza y se encaminó junto a la señora Saotome a dejar los utensilios de limpieza al almacén después de haber terminado de limpiar.
—Gracias por ayudarnos en esto, señora Saotome. Me da un poco de pena, porque usted no estará involucrada directamente en las clases.
—No te preocupes, querida. Lo hago porque sé lo importante que es para mi marido y mi hijo. Sabía que tenía un amigo desde antes, pero no pensaba que estuvieran en este mismo barrio.
—Yo tampoco sabía. Creo que nuestro primer encuentro no fue casualidad.
—A propósito, querida, ¿Sabes si mi hijo tiene alguna chica que le interese de su nueva escuela?
Akane se detuvo abruptamente. No entendía por qué la pregunta. —Ah, bueno... no que yo sepa.
Nodoka le sonrió. —Perdona si te tomé por sorpresa. Lo que pasa es que mi hijo no ha elegido buenas chicas, la última que tuvo como novia solamente le trajo problemas.
—Ah... ya veo...— Le respondió un poco dubitativa. En ella surgió una curiosidad por saber a que se refería la señora Nodoka, pero tampoco quería verse como una persona metiche.
—Simplemente hay algo en mi hijo que se siente diferente. Por alguna razón lo veo más alegre, aunque creo que más bien debe ser por este proyecto. Perdona, creo que te he incomodado con mis conjeturas.
Akane negó. —No se preocupe, cualquier madre solo quiere lo mejor para su hijo, así que la entiendo.
—Por cierto, querida.— Tomó las manos de la chica entre las suyas. —Ranma a veces puede ser un chico difícil de tratar, pero verás que si le das la oportunidad podrás descubrir a un chico honrado y muy gentil. Me alegra que una chica como tú sea su amiga.
No tenía palabras para decir, porque ciertamente lo que menos era ese idiota era alguien gentil. Así que solamente sonrió sin decirle que ellos estaban lejos de tener una amistad.
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Después de trabajar arduamente en el dojo, todo había quedado listo. Afortunadamente entre más gente se pudo lograr una reparación adecuada. Las goteras quedaron parchadas, las paredes volvieron a tomar el color característico que llevaban, el piso de madera estaba reluciente y ya no había más rastros de telarañas. El lugar empezaba a verse como antes, y eso les dio una calidez enorme a Akane y Soun.
Para festejar el trabajo decidieron cenar junto con la familia Saotome. Ranma y su padre quedaron en acompañar a Akane y a Soun a comprar la cena en un restaurante conocido de ramen. Nodoka se quedaría en casa con el resto de la familia Tendo aguardando por la recompensa de tanto esfuerzo.
Ya estaban en la calle aseados y listos para ir por la cena. En su pequeña mochila Akane llevaba algunos carteles para pegarlos en los alrededores del restaurante y en el parque ayudada por Ranma. Mientras sus padres realizaban la orden dentro del restaurante, ambos chicos iban pegando carteles en todas las zonas posibles. En eso estaban, cuando la chica recordó lo que le había dicho la señora Nodoka sobre una ex novia que Ranma había tenido. Y para molestarlo un poco decidió tocar el tema.
—Tu mamá es una gran persona.
Ranma le miró. —Mamá siempre ha sido una persona buena. Siempre se ha preocupado por mi.
—Lo sé. Se preocupa tanto, y por lo mismo me preguntó si acaso no te gustaba alguna chica de la universidad.
El ojiazul empezó a toser, ahogándose con su propia saliva. ¿Acaso su madre no conocía la palabra discreción? —¿Que? ¿Por que te preguntaría eso?
—Me dijo que tu ultima novia te causó problemas, y que por eso quería asegurarse de que encontraras a un buen partido.— Sonrió divertida al ver al chico avergonzado.
—Ya, bueno... ¡E-eso no te incumbe!
—Quien lo diría. El gran Saotome es un buen artista marcial, pero un fracaso en mujeres. ¿Me pregunto si acaso no le gustará estar en otro bando?
Ranma, molesto, se cruzó de brazos. —Aja, ¿Y que hay de Shinnosuke?
La chica de pronto pareció tener una expresión neutra en su cara. —¿Como...?
—Ah, ya veo. Seguramente tenías el sueño de la típica princesa en apuros rescatada en su blanco corcel. Seguramente ese nombre es de alguien imaginario, y con justa razón, nadie soportaría tu infantil actitud.— Retó, burlescamente.
Antes de que Akane pudiese decir alguna palabra llegaron Soun y Genma con las bolsas de la cena. La chica no dijo nada y simplemente tomó las bolsas que su padre le tendió, en silencio.
Mientras caminaban, Ranma pudo notar como su "piedra en el zapato" estaba de repente ausente. Quizá se pasó un poco con su comentario, así que decidió que le pediría disculpas para aligerar el ambiente.
Cuando todos pasaron por el parque, pudieron notar como había un escenario donde se estaba llevando a cabo diversos concursos de habilidades, en donde cada persona con el talento más asombroso podría tener un premio de hasta 50 000 yens.
—Vaya, no es mucho dinero pero sirve.— Dijo Soun.
—Ni que lo diga, Tendo.
Ranma sonrió, divertido. Tuvo una grandiosa idea para despertar la curiosidad por el dojo. Le tendió las bolsas de comida a Genma —Ten,viejo.
El ojiazul se dirigió hacia el escenario, precedido por vitoreos provenientes de Genma y Soun. Una vez que llegó se registró con los jueces, argumentando que lo que verían sería un espectáculo asombroso. Los jueces, a pesar de tener ya gente formada se dejaron llevar por la confianza que emanaba del joven, quien simplemente les pidió un par de palos de madera para su número especial. Ranma no lo hacía por el dinero. Veía una buena oportunidad de promocionar el dojo de esta forma, pues sabía que muchas personas podrían encontrar una razón para unirse a la escuela.
En los altavoces colocados se pudo escuchar como el presentador anunciaba "un espectáculo que los dejaría boquiabiertos, a cargo de uno de los representantes del Dojo Tendo-Saotome".
Todo el mundo guardó silencio, expectante de lo que estaría por suceder. Ranma empezó con una kata simple, llena de movimientos de bloqueo realizados con bastante precisión y unos cuantos golpes. Posteriormente empleó los palos de madera que pidió. Con ellos empezó a emular una pelea, blandiendo esos palos como si fuesen katanas bastante afiladas, girándolos demasiado rápido y haciendo algunos malabares con ellos. Genma entendió lo que intentaba hacer, así que le dejó las bolsas de comida a Soun y a Akane, y corrió hacia donde estaba su hijo.
Al llegar al escenario tomó el otro palo de madera, y padre e hijo comenzaron a luchar impecablemente. Ranma le llevaba más ventaja, y para entretener más al público empezó a aplicar una técnica con los puños, golpeando bastante rápido al arma de su padre. Lo desarmó por completo, y dando unos cuantos saltos finalmente lo tendió en el suelo, apuntándole con el palo que el tenía.
La gente empezó a aplaudir incansablemente, y los jueces anunciaron que ellos se llevarían 50 000 yens por el asombroso show. Por otro lado, Akane y Soun quedaron demasiado impactados. Ahora entendían por qué entrenaron durante tantos años en China.
—Pelearon demasiado bien.— Dijo una tercera voz.
Soun y Akane voltearon, encontrándose con una cara muy familiar para ambos.
—¡Shinnosuke!— Exclamó Akane, sintiéndose de pronto muy feliz.
—¡Hola, Shinnosuke!— Saludó cariñosamente el patriarca Tendo.
—Hola, buenas noches.
—Señor Ueda, mucho gusto.— Pronunció Soun, saludando cortésmente al abuelo del joven. —Que gusto verlos por acá.
—Vinimos a cenar, aunque no hemos tenido suerte. Hay mucha gente en varios restaurantes, nos tomaría horas tener una orden.
—Si gustan pueden venir a cenar con nosotros, tenemos suficiente comida para compartir.
—Oh, muchas gracias, encantado de aceptar su invitación.
Akane sintió como le despeinaron la cabeza. Miró al chico a su lado, quien le sonreía tan cálidamente, justo como a ella le gustaba.
Ranma desde el escenario pudo observar la tierna escena que protagonizaba Akane con aquél chico. De pronto, recordó la vez en que observó a Akane por primera vez, cuando ayudó a su mamá en el jardín de su nueva casa. Ese chico era el mismo que la acompañaba ese día, así que prontamente dedujo dos cosas que no le agradaron: él era Shinnosuke. Y lo peor, Akane parecía estar enamorada de él.
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En el hogar de los Tendo se llevaba a cabo la cena de celebración para la reapertura del dojo. En esta ocasión estaba presente la señora Naoko. Toda la cena estuvieron platicando sobre mucho temas variados. Obviamente el centro de la plática iba dirigido a los Saotome y su llegada al barrio. Entre risas y pláticas el ambiente se sentía ligero y pacífico. O al menos así se sentía para la mayoría.
Ranma no era ajeno hacia lo que ocurría con Akane. Estaba muy entretenida hablando con ese tal Shinnosuke. La veía sonreírle tan delicadamente, tal como si fuese una de esas protagonistas de algún drama de moda. Y no supo porqué, pero sentía una incomodidad grande naciendo en lo más profundo de su ser. Ni quería pensar en ello.
—Me alegro que nuevamente el dojo entre en funcionamiento.— Comentó el señor Ueda alegremente.
—Le aseguro que estará en buenas manos. Mi hijo es muy hábil y seguramente eso atraerá la atención de mucha gente.— Dijo Genma con un bollo dentro de su boca.
Akane sonrió un poco incómoda. Empezó a dudar un poco de sus habilidades en el combate, y de alguna manera sentía que sería solo una carga en la enseñanza del dojo. Se encontraba pensativa sobre esto, hasta que sintió una mano posarse en su hombro.
—Akane, ¿podrías mostrarme que tal quedó?— Comentó Shinnosuke con una gran alegría.
Ella le sonrió de vuelta y se levantó rápidamente, recobrando las energías. —¡Si!— Volteó a ver a todos los presentes y se reverenció. —Con permiso, iré a mostrarle a Shinnosuke el dojo.
—Vayan, muchachos.— Pronunció Naoko dulcemente.
Akane jaló del brazo a Shinnosuke en un arrebato de alegría y lo llevó corriendo hacia el lugar, desapareciendo ambos en el pasillo. Cuando desaparecieron de la vista de todos, la familia Tendo y el señor Ueda rieron juguetonamente. Los Saotome no entendieron nada, así que les miraron interrogantes.
—¿Qué sucede Tendo? ¿Por qué las risas?— Preguntó Genma, curioso de saber que es lo que pasaba.
—Señor Saotome, la juventud es tan inquieta.
—Lo que mi marido quiere decir, es que a mi pequeña Akane le gusta Shinnosuke-kun.— Naoko sonreía encantada.
Esta revelación hizo que Ranma abriera los ojos como platos. En el fondo lo sospechaba, pero no pensó que realmente fuese verdad.
—Ah, ahora entiendo. Ya me parecía extraño que estuviera muy pegada a ese joven tan apuesto.— Remató Nodoka.
El abuelo Ueda sonrió. —Mi nieto es un gran muchacho. Esa chiquilla lo ayudó cuando eran pequeños. A Shinnosuke solían molestarlo mucho en clases, pues venimos de un poblado cercano a un bosque. Un día, unos niños malcriados lo golpearon, pero a su rescate acudió la dulce Akane-chan. Pensamos que era un niño, pero nos sorprendimos al reconocer que quien le ayudó era una pequeña. Ellos han sido amigos desde hace años, y a decir verdad, el señor Tendo y yo soñamos con verlos casados algún día.
—¿C-casados?— Preguntó Ranma en un susurro, esperando no haber sido escuchado por alguien.
—Son tal para cual. Cuando eran pequeños solían jugar todas las tardes en casa.— Comentó Nabiki.
—Cursaron juntos toda la escuela. Separaron sus caminos cuando llegó el turno de ir a la universidad, pero eso no les ha impedido seguir frecuentándose.— Soltó Kasumi.
Naoko, quien tenía los ojos un poco vidriosos, sonrió con dulzura. —Akane no tenía muchos amigos. Su amor por las artes marciales era muy inusual para su edad, y no muchos estaban interesados en ser sus amigos debido a su actitud rebelde. Cuando Shinnosuke llegó, ella pareció muy feliz. No le ha dicho a nadie sobre sus sentimientos, pero es tan notorio. Yo solo quiero que sea feliz con la persona con la que esté destinada a ser.
El chico de trenza posó su mejilla en su mano. Frunció el ceño ligeramente, sintiendo otra vez esa sensación no tan agradable naciendo en él. ¿Shinnosuke realmente era el destino de Akane?
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—¿Y bien? ¿Qué te parece?— Preguntó Akane mientras estaba sentada en el suelo del dojo.
Shinnosuke miraba el lugar, embelesado. Ese dojo había sido parte de su infancia. Recordó como Akane y el se pasaban retándose ahí. Cada verano ahí, cada invierno. Cada estación y cada año que ese dojo presenció. —Me gusta. Estoy muy feliz por ti, Akane.
La chica no cabía de felicidad. Miró hacia el techo del lugar, sintiendo como la atmosfera se volvía muy especial. —Mi papá tuvo la idea. Sin los Saotome...— Suspiró.
El joven pudo adivinar que algo sucedía con ella. —¿Ocurre algo?
—Es solo que...— Volvió a suspirar. —Sonará como un capricho, pero, siento que quizá no soy tan hábil como el hijo del señor Saotome. Tú lo viste pelear. En parte me alegro porque esto nos ayudará a impulsar el dojo, pero, por otra parte... Siento que quizá no soy tan fuerte como creí que era.— Su amigó empezó a reír sonoramente. —¿Qué es tan gracioso?
Cuando el terminó de reír, miró a Akane fijamente, lo que hizo que la chica se sonrojara un poco. —Parece que han picado el orgullo de la gran Akane Tendo.
—O-oye, no es así.
—Akane, tu eres fuerte. Y eres hábil. No deberías dudar de tus capacidades como artista marcial, sabes que tu padre también cuenta contigo para esto, y si el no duda de ti, ¿Por qué tu dudas de ti misma?
Esas palabras le llenaron de fortaleza. —Tienes razón. Creo que debo ser más gentil conmigo misma.
Se sumieron en un silencio tranquilo, donde solo se oía el caminar del reloj de pared en el lugar. Akane pensó en las palabras de sus amigas, sobre decirle a su amigo sobre sus sentimientos. Y pensó en que este era el momento. Vio un rayo de coraje gracias a sus palabras, así que lo miró, con un leve sonrojo en las mejillas.
—Akane, debo decirte algo.
Ella, más que encantada, sintió el sonrojo más grande. Volteó la mirada algo apenada. —Dime.
Sinnosuke suspiró. —Yo... conocí a alguien.
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La mañana del domingo se presentó llena de dudas y cierta incomodidad para Ranma. Estaba en su cuarto, acostado en su cama. Eran las nueve de la mañana. Miraba la pantalla de su celular, específicamente los mensajes de su amigo Ryoga.
Ryoga_pig
Ranma! Te tengo buenas noticias
Me aceptaron para poder entrar en la liga de artes marciales mixtas en Shinjuku.
Sé que es repentino, pero recientemente estoy buscando una habitación pequeña donde instalarme, ¿Crees que pueda quedarme en tu casa por unos días? :p
Era obvio que, tras hablarlo con sus padres por la noche este le llamó a Ryoga para decirle que no habría problemas, por lo que al parecer los Saotome tendrían un huésped momentáneo. Pero ahora había otro tema que le causaba una inquietud gigante, y tenía que ver con la que sería su socia en el dojo.
A Akane le gustaba Shinnosuke. Y por lo que pudo notar, le gustaba mucho. Demasiado. Pero se preguntaba si ese chico le correspondía. Y si era así, ¿Podrían llegar a ser pareja? No sonaba descabellado, y por una parte es lo que las familias de ambos deseaban. Se preguntó si Akane sería feliz con Shinnosuke.
Sacudió su cabeza. No, no debía pensar en ello, porque para empezar, a él no le interesaba en lo más mínimo esa chica tan masculina y mal educada. Se excusó, pensando que quizá solamente era una curiosidad para entretenerse por el aburrimiento que a veces le generaba su vida.
Decidió que ya era hora de levantarse. Se vistió con una hoodie color rojo, pantalones cargo color negro y tenis blancos. Bajó a desayunar, y en cuanto pasó del mediodía se dirigió a la estación de tren para recibir a su amigo.
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Estaba en la estación de trenes de Nerima esperando a que su amigo llegara al lugar. Ya había tardado un poco, pero según le comentó se debió a un repentino retraso en los horarios de salida.
Sonrió, recordando como su amistad con aquel chico floreció después de una dolorosa situación. No sé hubiera imaginado que terminarían siendo muy cercanos.
Los altavoces anunciaban la llegada del tren a la estación. Y tan pronto pasaron dos minutos pudo divisar a la gente arribando a los andenes. Alzó su cabeza para observar mejor, y ahí fue cuando apareció en su campo de visión su amigo, quien vestía un suéter amarillo, pantalones baggy color verde y converse negros. Se dirigió hacia el desorientado muchacho.
—Creo que se te perdió tu GPS.
Ryoga volteó y cuando lo hizo, su gesto se transformó en alegría pura. Lo abrazó fraternalmente, riendo por la estúpida broma que el de trenza le dijo. —Cállate, nenita. Mejor llévame a un lugar donde pueda comer, me muero de hambre.
Ranma se separó de su amigo. —Tienes el mismo apetito de un cerdo, cerdo.
Caminaron hacia la salida de la estación. Ryoga llevaba una maleta mediana y una gran mochila color verde militar. Ranma le ayudó a llevar su maleta, molestando a su amigo diciéndole que ya había perdido fuerza y que seguramente le derrotaría en un combate. Ryoga solo se rió bastante divertido.
Llegaron a un restaurante de fideos, sentándose en una mesa y ordenando dos raciones de yakisoba.
—¿Cómo estás?— Preguntó Ranma, un poco serio.
Ryoga observó la mesa con un poco de nostalgia. —Cuando creo que ya la olvidé, aparece algo recordándome que no es así.
—¿A qué te refieres?
Se removió un poco incómodo en su lugar. No era un tema amigable para ambos, pero parecía que Ranma ya había superado todo, simplemente era él mismo quien no lo había hecho. Tomó su celular y se metió a la cuenta de Instagram de, al parecer, una chica. —Me enteré que al parecer está en un barrio de Tokio.
Ranma abrió los ojos sorprendido, no sabía si de la información que su amigo le señaló, o por el hecho de que ese idiota siguiera viendo las redes sociales de la joven que tanto daño hizo. —Bueno, hay muchas personas en Tokio, además es gigantesco, hay pocas probabilidades de que te la encuentres aquí.
—Le he dado vueltas al asunto como loco. Yo espero que no la llegue a ver, sería difícil.
—¡Deja de preocuparte, amigo! Vas a cumplir tu sueño de unirte a la liga profesional de artes marciales mixtas, es lo que debería ocupar tu mente ahora mismo.
Sonrió. No esperaba menos de su amigo. —Tienes razón. Aunque no soy el único que debe concentrarse solo en mis metas.
Ranma le dio un sorbo a su bebida. —¿A qué te refieres?
—"La chica con más cromosomas XY que jamás he conocido".— Recalcó burlonamente.
—Ni me lo recuerdes.
—Bueno, tenemos mucho tiempo para charlar, así que cuéntame todo.
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Akane estaba en el Konbini, atendiendo a los clientes que se dirigían a comprar algunos snacks. Ya era de noche, y aunque el tiempo pasó volando realmente no se había dado cuenta debido a que su mente repetía una y otra vez lo que pasó en el dojo el día anterior.
— Yo... conocí a alguien.
Shinnosuke Ueda, su mejor amigo y su primer amor acababa de conocer a otra chica. Según el le comentó, la conoció hace un mes. Ella al parecer tenía un puesto de comida en una parte de Nakano. Él junto con un par de amigos de la universidad se aventuraron a cenar en otro lugar diferente al que solían ir, y descubrieron este lugar. Y tan pronto como se vieron intercambiaron números. Llevaban saliendo durante ese mes, y él estaba pensando en decirle que si quería ser su novia ese mismo domingo.
Suspiró. Todo el día revisó la última conexión de su amigo, preguntándose porqué no la podía ver cómo algo más. ¿Saotome tenía razón? ¿Ella de verdad era tan poco masculina como para no llamar la atención de Shinnosuke?
Terminó de atender a las personas y se dirigió al refrigerador a acomodar las bebidas carbonatadas que habían desordenado las personas durante el día. Escuchó el timbre de la puerta anunciando la entrada de gente al lugar.
—Buenas noches, enseguida les atiendo.— Anunció con la voz un poco apagada. No podía evitarlo, después de todo sentía su corazón apachurrado por la noticia que su amigo le dió.
—No sabía que los fantasmas atendieran este lugar.
Posó la mirada en el dueño de esa molesta voz. Está vez no tenía ánimos de discutir. —¿Qué necesitas?
Akane no esperó respuesta alguna y siguió acomodando los jugos que quedaban. Esto no le pasó desapercibido al joven de trenza. —¿Te ocurre algo?
Ryoga, quien acompañaba a su amigo pudo entender que esa chica era a quien se refería Ranma como la marimacho. Y si su vista no le fallaba, no estaba ni cerca de parecer una. ¡Se veía muy linda! Aunque, a decir verdad, la mirada de esa joven le recordaba al dolor que el sufrió hace un tiempo. Carraspeó un poco. —Ranma, creo que no es buen momento. Deberíamos irnos.
Akane reparó en la presencia de la tercera persona. Sonrió un poco, inclinándose. —Lo lamento no tengo modales, soy Akane Tendo. Un gusto.
Aquel pelinegro hizo lo propio, un poco nervioso y tímido. —N-no te preocupes. Soy Ryoga Hibiki, soy amigo de este idiota. Escucha, no te molestaremos más, enseguida nos vamos.
Ranma ignoró lo que su amigo dijo. Miró a la chica. —¿Te peleaste con tu novio?
Ella frunció el ceño. —¿De que hablas?
El de trenza cruzó los brazos en su pecho. —Tu familia me contó de ese tal Shinnosuke. Vamos, no finjas conmigo, seguramente si te peleaste con el.
—No estoy para bromas.
—¡Ah, ya veo!— Sonrió, aunque no sintió las ganas de hacerlo. —Entonces si te peleaste con tu no...
Le interrumpieron, cerrando su boca con una suave mano delicada. Al sentir el suave tacto en su boca sintió un leve escalofrío, sin embargo esa sensación desapareció cuando pudo ver qué la chica seguía con el mismo gesto de pesadumbre. Lentamente la mano bajó.
—A Shinnosuke le gusta alguien más.
Akane no esperó respuesta y se dirigió a la caja registradora. Ranma y Ryoga la siguieron con la mirada, sin embargo, el ojiazul sintió un poco de pena.
—Vaya.— Solo atinó a decir eso. Y como no, si hasta para el era una bomba la noticia.
—Escucha, lo que menos quiero es causar lastima, así que...
—Ya, bueno, esas cosas pasan.
—Ranma...— Regañó Ryoga. No entendía porque su amigo seguía molestando a esa muchacha con el tema, cuando era evidente que ella no quería hablar de eso.
—¿Qué quieres decir con eso?— Preguntó un poco irritada.
—Los amores imposibles son tan comunes que en algún momento nos lastiman, y está bien.
—Si intentas consolarme, no lo hagas. No necesito que me hables sobre amores imposibles.
El sonido de una alarma de mensajes los interrumpió. Akane abrió el teléfono, mirando el mensaje de Shinnosuke. Era una foto de el con aquella chica, tomándose una selfie felices. El texto marcaba "aceptó ser mi novia".
—¿Es el?
—No te importa...— Sintió como le arrebataron su celular. —¡Hey! !Devuélveme eso!
Detuvo su lucha al observar como el gesto de Ranma pasaba de uno burlesco a uno preocupado.
Ryoga notó el silencio en su amigo, así que se acercó a observar el aparato. Sintió un dolor en el pecho. Se tambaleó un poco, sosteniéndose de un estante para no perder el equilibrio.
—¿T-tú... la conoces?— Preguntó el de trenza a Akane.
Ella no supo cómo reaccionar, sin embargo, con lentitud negó. —N-no, es la primera vez que la veo.
Ambos vieron a Ryoga, quien tenía la desolación impresa en sus ojos. —¿U-Ukyo?
Gi: Traje de entrenamiento para karate-do.
Ippon: En el sistema de puntuación de karate kumite, Ippon es 3 puntos que impliquen patadas o cualquier técnica para derribar al oponente.
Waza-ari: En el sistema de puntuación de karate kumite, Waza-ari es 2 puntos que impliquen patadas en abdomen, pecho, zona trasera y zona lateral.
Yuko: En el sistema de puntuación de karate kumite, Yuko es 1 punto que implique cualquier golpe de puño.
Tatami: Zona de combate en el karate.
Yakisoba: Tallarines fritos.
Notes:
¡Hola a todos!
Les traigo actualización de este fic. Espero les esté gustando el desarrollo de la historia. Si se dan cuenta, he puesto algunos guiños a la obra original para darle un encanto a esta historia. Pero no serán las únicas referencias. a lo largo de esta historia las habrán. Las actualizaciones serán lentas pero seguras, así que espero de todo corazón que disfruten este segundo capítulo.
¡Que tengan un buen día!
Con amor, Sandy.
Chapter Text
Ranma 1/2 no me pertenece. Todos los derechos están reservados a su autor original, Rumiko Takahashi. Esta obra es escrita sin fines de lucro.
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Entre amores y karate .
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Capítulo 3.- Ojalá pudiera apagar mi corazón.
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—¿U-Ukyo?
Ranma se acercó a su amigo para tratar de tranquilizarlo. Ryoga, por su parte, se encontraba sumamente consternado y triste. Lo que menos quería se hizo realidad, y ahora la dicha por llegar a Tokio se vio arruinada de repente. Sintió como su amigo lo tomó del brazo y lo sostuvo, ayudándole a recuperar el equilibrio. —Akane, ¿Crees que podamos sentarnos en una de las mesitas?
Akane no entendía que pasaba, pero claramente ese chico se veía muy afectado por haber visto a esa chica, justo como ella se sintió. —Si, vayan a sentarse. ¿Necesitan algo?
—Una cerveza, por favor.— Dijo Ranma.
—Que sean dos... por favor.— Complementó Ryoga.
Mientras Ranma sentaba a su amigo, Akane sacó tres cervezas del refrigerador, prometiendo que se las pagaría a su jefe sin falta alguna. Aunque ella no solía beber frecuentemente necesitaba una para asimilar lo que estaba pasando. Por lo visto también estaría involucrada en lo que sea que ocurría.
La chica llegó a la mesa poniendo las tres cervezas encima. Ni bien hizo esto Ryoga tomó la lata y la bebió de golpe sin importarle si el liquido se escurría por su barbilla. Akane se impresionó, pero no dijo nada, sentándose recatadamente al lado del de trenza.
—¿No tendrás problemas con tu jefe por no atender?— Preguntó el ojiazul un poco preocupado.
Suspiró. —No te preocupes, mi turno termina en cinco minutos. El otro chico no tarda en llegar.
—Lamento causar molestias.— Dijo Ryoga un poco apenado. —No debí aceptar venir hasta acá.
—Basta, Ryoga. Ukyo no se puede salir con la suya y arruinarte los planes de tu vida.
Al ver que Akane tenía una cara interrogante, Ryoga soltó una risa un poco seca. —Lo siento. Creo que aquí la persona que estaba sufriendo más eras tú.
—No tienes por qué disculparte.— Agachó la mirada. —La verdad no entiendo quien es esa chica. Aquel muchacho que salía en la foto es Shinnosuke Ueda, mi mejor amigo. De hecho, es la primera vez que la veo a ella.
—No sabía que Ukyo y el se conocieran. Akane, esa chica nos hizo mucho daño a Ryoga y a mi.
—¿Ella es la ex-novia a la que se refería tu madre?— Le preguntó la de ojos marrones sin levantar la mirada.
—Sí.— Respondió Ranma escuetamente.
—Es linda. Ahora entiendo por qué a Shinnosuke le gustó.
Ryoga soltó una risa sarcástica. —Es bonita, pero en realidad causa mucho daño.
—Se llama Ukyo Kuonji. Era nuestra mejor amiga desde la niñez, siempre estábamos juntos, hasta bromeábamos con ser los tres mosqueteros. En fin, fue divertido porque en ese entonces parecía un niño como nosotros.— Akane no pudo evitar compararse con aquella niña, porque eso mismo le pasó cuando conoció a Shinnosuke. —No fue hasta que cumplimos los 12 años que descubrimos que en realidad era una chica.
—Ella llegó corriendo hacia nosotros, gritándonos que le había llegado su "periodo" por primera vez. ¡Mierda! Yo estaba muy perdido cuando nos lo dijo.— Ryoga no pudo hacer nada más que reír nostálgico por el recuerdo de aquella inocencia perdida.
—Pasaron dos años más, hasta que una noche me confesó que le gustaba. Al principio yo pensé que a mí también me gustaba, así que decidimos salir. Sin embargo, no era lo que esperaba. Ella quería atarme de por vida, quería que al terminar la educación básica nos casáramos y nos hiciéramos cargo del puesto de comida que su padre le iba a heredar, ignorando el hecho de que yo deseaba ser un artista marcial reconocido. Discutimos mucho, así que decidí terminar con ella.— Dijo Ranma algo decaído.
—Desde que supe que era chica, me di cuenta de que a mi realmente me gustaba ella. Cuando Ranma y ella estuvieron juntos, me sentí desplazado por ambos. Así que intenté seguir adelante con mi vida, intenté conocer a otras chicas. Lo peor es que Ukyo sabía que a mi me gustaba, y por alguna razón no me dejaba ser feliz con alguien más. Quizá éramos demasiado inmaduros, pero si yo me acercaba a otra chica ella me ilusionaba, coqueteando conmigo, aún siendo novia de Ranma. Era un estira y afloja muy tedioso.
—Cuando cumplimos 18 años, Ryoga y Ukyo terminaron siendo novios. Pero no pasaron más que uno meses para que ella me confesara que lo hizo solo para intentar ponerme celoso. Fue durante una discusión tan grande entre los tres que acabamos hiriéndonos. Ryoga me guardó rencor por un tiempo, pero pudimos sanar y perdonarnos. Sin embargo, nos alejamos de Ukyo. Y no habíamos sabido nada de ella, hasta ahora.
Akane estaba más que impactada. Por fin entendió la reacción del otro chico. —Por eso actuaste así.
Ryoga suspiró. —Cuando creía haberlo superado, el destino me va trayendo de vuelta todo, como si se burlara de mí.
—Pero, entonces ella... ¿No estará jugando con Shinnosuke? Por como lo describen seguramente estará haciendo lo mismo con el pobre.
Ranma frunció el ceño. No entendía por qué estaba demasiado preocupada por ese chico, y no le agradaba para nada aquello. —Lo dudo, ella no sabía que yo me mudaría acá. Tampoco sabe algo sobre Ryoga.
La campanita de la puerta sonó, interrumpiendo a los chicos. El compañero de Akane había llegado, saludándola fugazmente para luego dirigirse a la bodega a ponerse el chaleco que vestían para vender.
—Ese chico con el que ella sale, ¿Te gusta?— Preguntó Ryoga.
Akane se sonrojó ligeramente, aunque bajó la mirada. —Si.
Ranma cruzó los brazos seriamente. No quería escuchar lo que ella pronunció, sin embargo fue lo que obtuvo. "¿Pero que demonios me pasa? ¿Por qué me siento tan... amargo?", pensó.
—Ya veo, entonces comprendiste lo que he sentido.
—Para ser sincera, si. Creo que Saotome tiene razón, esto pasa a menudo.
—Escucha, no sé que nos depara a ti y a mi, pero sea lo que sea, sobreviviremos.— Ryoga tomó su lata de cerveza y la extendió en dirección a la chica.
Akane le miró, tomó la suya lentamente y la chocó con la del otro chico, llevando aquella bebida de manera tímida a sus labios nuevamente. —Si, lo haremos.— Susurró, intentando convencerse de que aquello sería verdad.
Pasaron unos minutos en silencio. Finalmente terminaron saliendo del Konbini. Akane vivía cerca de la casa de los Saotome, por lo cual iría acompañada de ambos chicos por un rato. Para intentar quitarle pesadez al asunto Ryoga empezó a platicar con Akane, tratando de conocerse un poco más. Ranma solo los escuchaba, pues aún se encontraba aturdido después de descubrir que la amarga sensación que había tenido hace unos momentos se parecía ligeramente a los celos. Y tenía miedo a explorar más en ello, porque no entendía como rayos había pasado ni porqué de repente los había sentido.
Llegaron a la residencia de los Saotome, deteniéndose en la entrada. Akane volteó a la dirección donde ambos estaban y les hizo una pequeña reverencia. —Fue un gusto conocerte, Ryoga.
—El gusto fue mío. ¿Segura no quieres que te acompañemos hasta tu casa?
—No hace falta, vivo muy cerca, llegaré en unos dos minutos caminando.
Ranma se acercó. —Bien, supongo que entonces te veré mañana.
—Si, mañana sabremos quien habrá quedado en el equipo de la profesora Matsuda.
—Si, seguro.
Akane suspiró, miró a Ranma, quien no le apartaba los ojos con cierto recelo. —No me pondré a llorar, si es lo que piensas. Tu lo dijiste, estas cosas pasan.
—Ya, no me importa.— Trató de poner énfasis en lo que dijo para convencer no solo a la chica, si no a él mismo.
—Bien, entonces, nos vemos.
Akane dio la vuelta y se fue corriendo hacía su casa. Ranma y Ryoga la miraron irse. —Amigo, ella es linda.
Rodó los ojos. —Claro que no, tiene un carácter desagradable.
—Bueno, pues quizá ese tal Shinnosuke termine arrepintiéndose algún día por no estar con ella. Si yo fuera él, quizá lo haga. Ahora ya invítame a tu casa, necesito descansar.
Ranma miró por última vez la dirección donde Akane se fue. No, definitivamente no quería que Shinnosuke se arrepintiera.
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Ya era Lunes otra vez, y por fin Akane sabría los resultados de su esfuerzo. Aunque su mente debería estar pensando en si ocupa o no el puesto para el equipo de karate, realmente se enfocaba en la conversación de la noche anterior. La ansiedad no la dejó dormir bien por la noche, preguntándose una y otra vez si estaba bien que Shinnosuke saliera con aquella chica. Saotome le había dicho que no sabía sobre su ubicación, pero por alguna razón, presentía que ella había llegado a la vida de su amigo para jugar con él.
Suspiró, sentada en su lugar. Aún no llegaban sus amigas, y todavía faltaban bastantes alumnos en el aula, por lo cual ella estaba completamente sola. Y prefería estar sola un rato, para ser sincera. Aunque la tranquilidad pronto se esfumó al ver a Saotome entrar al salón y caminar directamente hacia ella.
—Te ves terrible. Bueno, siempre lo estás, pero hoy más.— Pronunció Ranma, sentándose al lado de la chica.
La de ojos avellana bufó, cansada. —Ahora sí que estoy terrible, porque hay una mosca molesta a mi lado.
Cruzó los brazos. —Definitivamente eres la chica menos linda que he conocido toda mi vida.
—Y, por cierto, nadie te dijo que podías sentarte a mi lado.
—Yo me mando solo.
Akane no dijo nada más. Miró su teléfono intentando distraerse. Sin embargo, la duda pudo más con ella. Se metió al Instagram de su amigo, y encontró en su feed la foto que le había mandado por Line. Ambos se veían sonrientes, y por un momento envidió a la chica que salía ahí. El pelo castaño, largo y alaciado, los ojos expresivos y adornados de pestañas largas, el cuidadoso y sencillo maquillaje, la nariz fina, los labios cubiertos de una tinta color rojo. Se comparó inevitablemente, suspirando un poco audible.
Ranma observó de reojo las acciones de la chica. ¿Es que acaso era masoquista? —Oye, deberías superarlo.
—Métete en tus propios asuntos.
—No entiendo, ¿Qué es lo que lo hace tan especial? Puedes fácilmente conseguir a otro chico. Tienes demasiados interesados en ti.
Le miró, incrédula. —Lo dices como si fuera algo tan fácil.
—Lo es.
—No, no lo es. ¿Acaso nunca te enamoraste de tu amiga?
La miró fijamente. —Cuando anduve con Ukyo fue porque me cansé de que me rogara. Si me gustó, pero no fue algo...profundo.
Akane parpadeó muchas veces. —Ósea que... ¿Realmente no te has enamorado?
—No, y no veo por qué tengo que decirte esto.
—¿Y nunca te han roto el corazón?
Empezó a rememorar, pero realmente no pudo recordar nada. Lo de Ukyo fue doloroso pero porque casi le cuesta su amistad con Ryoga, y aunque si sintió dolor no era ese tipo de dolor. —No.— Respondió, un poco sorprendido.
Su conversación fue abruptamente interrumpida por las dos amigas de Akane. Ranma se recorrió dos lugares para que ambas pudieran sentarse junto a la chica. El resto de las clases se mantuvo bastante pensativo. Nunca había experimentado un corazón roto, o al menos no de manera romántica. Ni tampoco sabía lo que era amar a alguien de esa manera. Si que amaba a sus seres queridos (aunque con su padre la relación no era la mejor), pero no sentía algo romántico por alguien. O al menos por el momento.
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Llegó la hora de la clase de Karate, y todo el grupo se encontraba ansioso. El tumulto de alumnos no paraban de hablar entre sí, preguntándose quienes estarían seleccionados para representar a la escuela. Al ser el grado más avanzado la presión era mayor, y serían el ejemplo para las generaciones anteriores a la suya. Todos pensaron en que Ranma, el chico nuevo, sería seleccionado inmediatamente, incluso la propia Akane lo pensó así.
Akane estaba sentada en una de las colchonetas de entrenamiento. Intentaba distraerse charlando con dos de sus compañeras de la clase, aunque ellas no dejaban de hablar del joven de trenza, preguntándose si es que él no tenía novia o si no le interesaba alguien.
Ranma, por otra parte, estaba tratando de hacer algunos ejercicios de calentamiento. Pero su mente divagaba con lo que dialogó en la mañana. Nunca había sentido el romance, y por alguna razón, el hecho de que Akane descubriera esto lo ponía nervioso y ansioso. No sabía porque, pero cuando hablaba con ella sentía una intranquilidad profunda que lo desconcertaba y le orillaba a que su boca soltara sarcasmos e insultos. ¿Acaso el estaría...? "No, lo dudo. No me puede estar gustando una chica tan poco femenina como ella." Pensó tratando de sacarse esa duda en su cabeza.
La profesora Matsuda entró al gimnasio, saludando como de costumbre a todos en el lugar. Cada uno abandonó sus actividades que realizaban y se formaron en sus posiciones, listos para escuchar el veredicto final.
—Bien chicos, ya tengo al grupo de personas que estarán seleccionados para representar a la clase. Por favor, pasen al frente conforme los vaya anunciando.— Mientras la profesora recitaba los nombres, todos se ponían eufóricos, tristes o esperanzados. Era un desfile muy variado de emociones y gestos. —Bien, ahora mencionaré a los capitanes de ambos equipos. Tendo Akane, serás la representante del equipo femenino. Saotome Ranma, tú te encargarás del equipo masculino.
Ambos chicos pasaron al frente, posicionándose cada uno al lado de su equipo respectivo. Ranma miró a Akane, quien parecía un poco menos apática que antes. Quizá la noticia de ser representante le sentó bien. El, por otra parte, más que alegrarle haber clasificado le asaltó una felicidad repentina porque la chica lo había conseguido. Aunque trató de frenarlo, una sonrisa sincera apareció en su rostro, mirando por unos segundos a su compañera.
Después de haber recibido unas cordiales felicitaciones y continuar con la clase, la profesora les dio instrucciones a los equipos. A partir del día siguiente tendrían que quedarse una hora extra para practicar en la escuela. Practicarían técnicas de defensa, de ataque y ensayo de demostración de katas.
Cuando terminaron de recibir instrucciones, todos los integrantes de los equipos se retiraron a los vestidores a cambiarse. Akane tomó sus cosas y se dispuso a ir hacia los vestidores, cuando sintió como a su lado caminaba alguien.
—Felicitaciones. No pensé que alguien débil como tu clasificaría.
—Di lo que quieras. Aún así...— Se posicionó enfrente de él. —Felicidades. Aunque supongo que ya debes de estar acostumbrado, después de todo en tu escuela anterior eras de los mejores.
Se descolocó un poco al escuchar una felicitación tan sincera. No había rastro de sarcasmo, burla o ira en la voz de ella. —Oye, das miedo cuando dices las cosas amablemente.
—No tengo ganas de pelear, es todo.
Akane retomó su camino, sin embargo, antes de que pudiera avanzar más escuchó a Ranma decir algo.
—Te acompaño a casa.
Detuvo su andar por un momento. Quería estar sola, pero a la vez pensó que sería mejor si alguien le distrajese para no pensar. —Bien, te veo afuera del gimnasio.
Ella siguió caminando hasta desaparecer en el pasillo de los vestidores. Ranma la observó irse, un poco irritado por saber que la actitud tan sumisa de ella tenía un nombre.
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Iban sentados en el autobús, uno junto al otro, sumidos en un silencio profundo. Esta vez Akane no dormía, simplemente se mantenía viendo el paisaje de manera desinteresada. Ranma, por otra parte, miraba hacia el frente sin saber que decir o hacer. No se esperaba que ella le permitiera acompañarla a casa. Incluso, lo que era aún más sorprendente fue que el le propusiera aquello. No sabía de donde había nacido la iniciativa, quizá era porque quería molestarla, fastidiarla hasta que ella le gritase. Quizá no le estaba agradando que ella sintiera tristeza por otra persona. Egoísmo es lo que muy probablemente describía lo que estaba sintiendo. "¿Por qué carajos no dejo de sentir esto? ¿Qué es lo que está pasándome?".
Un sonido de notificación salió del celular de Akane. Ella lo tomó, mirando que había un mensaje de su hermana Nabiki.
Nabiki_
Akane! Adivina que?
Kasumi me contó que mi padre y el señor Saotome están en el Dojo. Parece que ya hay bastantes interesados en las clases, y preguntan si es que este fin de semana inician.
Papá dice que no te demores en llegar a casa.
—Hay noticias sobre el Dojo.
—¿Eh?
Esta vez Ranma sintió su celular vibrando y con un tonito de campana. Miró la pantalla, viendo que tenía un mensaje de su padre. Lo abrió para leerlo.
Viejo barril sin fondo_
Ranma, hijo, Soun y yo necesitamos que llegues con Akane al dojo.
—Ya, parece que a mi también me ha mandado mensaje mi padre.
Vieron que estaban llegando a la estación donde debían bajar. Ambos se levantaron y se apresuraron a salir del transporte. Caminaban apresuradamente, pero al ver que avanzaban poco, Ranma tomó a Akane, levantándola como saco de papas.
—¡Idiota! ¿Qué haces?
—Si es de urgencia, al paso que vamos no llegaremos. Sujétate bien.
La chica gritó al momento de sentir como Ranma empezaba a saltar de tejado en tejado. No se imaginó que el tuviera tanta destreza como para poder cargarla y a la vez se pudiera mover con precisión por cualquier superficie irregular. Impresionada miraba desde las alturas todo el barrio de Nerima.
Llegaron en menos tiempo al Dojo, aterrizando en el patio donde estaba el gran estanque de peces koi. Ranma bajó a Akane con un poco de delicadeza. Ella se quejó, pero no le diría nada solo porque tuvo la "molestia" de llevarla a su casa.
Entraron a la casa saludando torpemente a Kasumi, y cuando llegaron al dojo se toparon con una gran cantidad de personas de variadas edades. Iban desde pequeños de preescolar hasta personas de al parecer 40-50 años. Todos se arremolinaban ante los dos patriarcas exigiendo que por favor les dieran más información sobre las clases de esas artes marciales que podrían beneficiarles, ya sea para volverse más fuertes y hábiles, o para impresionar a alguna persona.
—¡Por favor, por favor! ¡Hagan una fila, que ya los estamos atendiendo!— Gritaba Soun ajetreado.
Ranma se acercó a su padre, quien estaba en una esquina del lugar sin involucrarse en todo el lío. —Oye, viejo. ¿Me puedes explicar que demonios está pasando?
—Bueno, después de vernos luchar en el escenario muchas personas quisieron venir a inscribirse.
—Ya veo, y, ¿Por qué no le estás ayudando al señor Tendo?
—Bueno...— Genma rascó su cabeza mientras sonreía nerviosamente. —Es su dojo, no el mío.— Ante esta respuesta Ranma le propinó un golpe en su cabeza.
Akane corrió hacia donde estaba su padre, tratando de ayudarle a calmar a la multitud que enloquecía por tener un lugar en el dojo. En cuanto intervino la calma se volvió a respirar en ese lugar.
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Tal como lo pensaron ambos, este fin de semana tendrían su primer día de clases en aquel dojo. Aunque estaban ansiosos y nerviosos, era cierto que Akane era quien se encontraba más intranquila, pues la mayor parte de los alumnos que irían serían del género masculino. Casi no había mujeres en las clases, lo cual de cierta forma le desanimó. Además de que serían alrededor de cuatro clases, divididas por rangos de edad.
Aún así, la emoción que sentía era mayor a todos los demás sentimientos negativos, así que decidió concentrarse en los entrenamientos de karate.
Ya era viernes y desde el martes habían empezado con una rutina rigurosa. Les volvieron a explicar las reglas del karate kumite, las posiciones que deben adoptar para defensa y ataque, y los calentamientos para el equipo eran más extensos que los de la clase normal.
Y lo mejor era que su equipo parecía llevarse muy bien, aunque Ryu Kumon, su compañero, había creado una especie de rivalidad con Ranma. Ambos eran muy competitivos, por lo que usualmente se notaba en los pequeños encuentros "amistosos" que se realizaban para evaluar los desempeños de cada uno de los integrantes, donde sacaban dentro de si un aura de combate bastante notorio para todos los presentes.
—¡Muy bien, Saotome! Gracias por esa demostración.
Ranma se inclinó respetuosamente ante la profesora Matsuda, dando por finalizada su rutina de Kata. Regresó a su lugar para poder descansar y tomar agua. Miró por el rabillo del ojo a Ryu. Sentía una especie de aura de rivalidad entre ambos. Por lo poco que pudo escuchar de otros compañeros de el, incluyendo a los propios Hiroshi y Daisuke, Ryu Kumon estaba acostumbrado a ser el alumno más destacado en lo referente a Karate. Pero en cuanto él se coronó como el mejor, Ryu no dejaba de retarlo con pequeñas frases durante los combates.
—Escuchen todos. Las evaluaciones de sus desempeños me dejan conforme. Pero no debería estar así, la sensación correcta tendría que ser entusiasmada. Algunos tienen un desempeño más visible, pero esto no quiero que los desanime. Si bien esta disciplina requiere un gran control mental y físico, es importante que no se sobre exijan, pues esto mermará sus habilidades. Así que la próxima semana vamos a repasar de nueva cuenta las posiciones de ataque y defensa. Les haré nuevamente anotaciones para que puedan comenzar a corregir los errores que tienen. Eso es todo por hoy, los veo la siguiente semana.
Todos se despidieron de la profesora Matsuda, deseándole un buen fin de semana.
Ranma interceptó a Akane antes de que ella siquiera pudiera tomar sus pertenencias. —¿Nos vamos juntos?
La joven enmudeció. Desde el Lunes se habían ido juntos en transporte, porque por alguna extraña razón el de trenza le interceptaba y le decía que la acompañaba. Al principio le parecía un poco incómodo y hasta invasivo, pero debía admitir que al menos algo de compañía no le caía nada mal. Y si bien en todos esos días le hacía bromas o comentarios sin sentido, y en ocasiones hasta ofensivos, eso la alejaba de los sentimientos encontrados con respecto a Shinnosuke.
—¿Akane?— Preguntó Ranma agitando su mano frente a la chica.
Akane salió de su trance, pestañeó un poco lento. —Lo siento. Vale, podemos irnos juntos.
—Bien, te espero aquí mismo.
Akane no dijo nada más, adentrándose en los vestidores.
Ranma hizo lo mismo. Dejó su mochila en el banco del vestidor y comenzó dándose una ducha pequeña en las regaderas. Sus compañeros hablaban y reían, sin embargo, él solo se encontraba pensativo sobre lo que le ocurrió el día anterior.
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Iba caminando por toda la zona de Nerima, sin rumbo fijo. Miraba los árboles que prontamente florecerían, convirtiéndose en delicados pétalos rosáceos que bajarían en cascada. Sin duda alguna la primavera le agradaba, era su estación favorita del año y anhelaba poder disfrutar de un paseo para admirar los cerezos. Con suerte podría acompañarlo su amigo Ryoga, después de todo al joven le estaba yendo bien en su incursión como novato en el área de artes marciales mixtas, y la caminata sería la excusa perfecta para celebrar lo bien que le ha ido.
Se detuvo, pensando de repente en cierta chica de cabello largo, preguntándose si sería divertido invitarla con ellos. Después de todo parecía que a Ryoga le había llamado la atención, pues después de un bombardeo de preguntas que le dedicó su amigo aquella noche que la vieron en el Konbini, este mismo había admitido que le gustaría conocerla más a fondo.
Y aunque por una parte el estaba feliz con el hecho de que Ryoga por fin superara la etapa con Ukyo, sentía que no era conveniente que invitará a salir a Akane. Porque claro, ella era una chica voluble, además de poco linda. Casi actuaba como una marimacho, podía sentir la energía masculina emanar de ella. Y no quería que su amigo sufriera los malos tratos que al menos él ha estado recibiendo por parte de ella, como el golpe que le dio esa misma tarde en la mejilla debido a que el le insinuó que "si fuera una chica sus pechos serían más grandes que los de ella". Una simple e inocente broma.
En eso estaba cuando a lo lejos pudo percibir a una chica que iba saliendo de una tienda de ropa. Pero no era cualquier chica, no. Se trataba de nada más ni nada menos que de Ukyo Kuonji, la pesadilla de Ryoga. ¿Qué es lo que estaba haciendo en Nerima? No tenía la más mínima idea.
Caminó, tratando de restarle importancia. Solo pasaría al lado de ella, sin decir nada, sin mirarla. Pero claro, tenía la mala suerte de que ella tuviese un radar incrustado en alguna parte de su sistema.
—Hola, Ranma.
Se detuvo abruptamente al escuchar su nombre en los labios de aquella muchacha. La miró con el rabillo del ojo , tratando de serenarse. Se dió cuenta que toda la apariencia de Ukyo había cambiado demasiado. Ahora ella se vestía demasiado femenina, llevando en ese momento un vestido blanco con un abrigo de color marrón, el pelo suelto adornado con un moño blanco y maquillaje.
—¿Qué demonios haces aquí?— Preguntó con la voz impregnada de indiferencia.
Aunque a la chica le dolió escuchar esa frase con ese tono, trató de sonar segura en lo que decía. — No es de tu incumbencia. No vine por ti, si es lo que crees.
—Bueno, creo que escuchar eso me alegra demasiado.
A Ukyo no le hizo mucha gracia lo que Ranma dijo, pero no le iba a dar el placer de verla mal. —En realidad, vine a montar un negocio de Okonomiyaki en Nakano, pero rento un pequeño cuarto aquí en Nerima. Mi padre se quedó a cargo del restaurante en Kyoto. ¿Lo recuerdas, no?
Ranma inmediatamente rememoró los días de la infancia en dónde las emociones no se mezclaron entre ellos. En dónde fueron felices, sin el asfixiante sentimiento del amor envolviendo sus vidas. —Si, lo recuerdo. Por cierto, Ryoga está en Nerima también.
A Ukyo le cambió el rostro totalmente. —Ryoga... ¿Está en Nerima?
Metió las manos en su bolsillo tratando de calmar los nervios. —No te diré tantos detalles, pero está viviendo por un tiempo conmigo y mis padres.
—No necesito que me digas algo más. Ya pasé página, ahora estoy saliendo con un chico que conocí mientras atendía mi restaurante, alguien que parece que vale la pena.— Ukyo tenía la esperanza de poder sacar siquiera una pizca de ira en Ranma. Aunque no lo quisiera admitir, a ella le seguía atrayendo su mejor amigo.
—Bien, es bueno oírlo. Solo te pido algo. No juegues con aquel chico tal como lo hiciste con Ryoga.
A Ukyo le extrañó la seriedad en aquella petición. —¿Por qué dices esto?
—Solo es un consejo. Debo irme.
El de trenza siguió su camino, dejando atrás la que alguna vez consideró su amiga
• • •
Esa misma noche le explicó a Ryoga el encuentro con Kuonji. Su amigo intentó tranquilizarlo, afirmando que estaría bien en caso de que ambos se encontrasen. Le creyó a regañadientes.
Sin embargo, se debatía si decirle a Akane sobre el encuentro con su amiga.
Quería pensar que Ukyo no trataría de jugar con los sentimientos del tal Shinnosuke, pero al volver a ver a Ukyo pudo ver en los ojos de ella el interés. No era ciego, bastó solo un pequeño encuentro entre ambos para darse cuenta de que su amiga no había superado totalmente lo sucedido. Y sabía que para Akane, ese chico era especial y lo que menos quería era que lo lastimaran.
Terminó de cambiarse, sintiendo amargura nuevamente por sus pensamientos, y salió de los vestidores de hombres.
Divisó a Akane viendo su celular con mucho interés, así que aprovechó la distracción para molestarla. Se acercó lentamente, y soltó un alarido fantasmal.
Akane terminó gritando sonoramente, saltando en su lugar tratando de no tirar su aparato. —¡Idiota! ¡¿Que demonios te pasa?!
Su cara de furia le divertía demasiado. —Que cobarde. No durarías ni cinco minutos en una película de terror.
—¿Sabes que? No estoy de ánimos para tus jueguitos.
La joven caminó unos cuantos pasos, siendo detenida en el pasillo. Sintió como el chico le agarraba del brazo y la volteaba ligeramente hacia él, y por un momento se sintió cohibida. ¿Es que ya había confianza en ese poco tiempo para que la pudiese tocar así como así?
Lo mismo le pasó a él. En cuanto tocó el brazo de Akane sintió un escalofrío, muy parecido a cuando ella le tapó la boca en el Konbini. De inmediato la soltó. —Lo lamento.
Akane le miró brevemente con un poco de pena, pero enseguida cambió el semblante. —Sé que no lo lamentas, pero bien. Solo no vuelvas a asustarme o verás quien es el cobarde.
—De acuerdo.— Antes de que ella avanzara siquiera unos pasos, el comenzó a hablar. —Ayer por la noche ví a la novia de tu amigo.
—¿La...viste?
Eso solo significaba que habría problemas. Y ella debía estar atenta a ellos.
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Un nuevo día se asomaba en Nerima. Akane estaba preparándose para desarrollar las clases en el dojo junto a Ranma. No pudo pegar un ojo durante la noche anterior, no solo por lo que su compañero le había contado. Ese día, más tarde, conocería a aquella chica que traía loco a su amigo.
No pudo evitar sentirse ansiosa, pues no sabía que es lo que le depararía aquella salida. En momentos como ese deseaba apagar su corazón para no dejar que esas emociones le invadieran tan profundamente.
—Akane, querida, ¿Estás lista?
La señora Tendo apareció en la puerta de la chica. Llevaba puesto un turbante de color azul cielo a juego con su suéter. Aunque las temperaturas habían mejorado un poco, el fresco aire seguía. Al parecer ese día llovería por la tarde, así que procuraría llevar un paraguas.
—Eso creo. Estoy algo nerviosa.
—Lo harás bien. Verás que podrás con tus alumnos.
Una dulce sonrisa se asomó en su rostro. Por esos momentos su madre podía animarla sin saber que ella lo necesitaba. No quería preocupar a su madre con sus problemas de amor, ya suficiente tenía con el cáncer que atravesaba para sumarle insignificantes asuntos. —No estaré sola.
—Es cierto, estará aquel muchacho apuesto. Parece que se llevan bien ustedes dos.
—Ah, si... si, nos llevamos... bien...— Mintió.
—Oye, Akane. El otro día tu padre se encontró al señor Ueda. Le contó que su hijo estaba saliendo con una chica.
De todos los días de la semana, ¿Por qué debía tocar ese tema hoy? —Si, Shinnosuke me contó todo.
La señora Naoko podía ver a través de sus hijas. Sabía cuando les preocupaba algo, cuando estaban tristes o felices. Y si sus sospechas no eran erróneas, podía notar como Akane no estaba feliz con aquello. Cariñosamente se acercó, acariciando su brazo, intentando darle ánimos silenciosos. —¿Estás bien?
A Akane poco le faltó para llorar, sin embargo, no lo hizo. Quería ser fuerte, su madre la estaba pasando peor. —Si, estoy bien. Él merece ser feliz.
Naoko entendió que su hija no quería hablar más del tema. Le dio un beso en la sien. —Y yo quiero que seas feliz.
—Lo seré. Te lo prometo.
No dijeron nada más, así que con una sonrisa en sus rostros bajaron las escaleras hacia el dojo. Naoko le prometió acompañarla hasta la entrada, despidiéndose de ella y yendo a recostarse a su cuarto.
Akane entró al lugar. Acondicionó el espacio para que las clases fluyeran de manera adecuada.
—Buenos días, colega.
Volteó para admirar al idiota de su "compañero" de clases. Iba vestido con un par de pantalones de deporte color negro y una chaqueta a juego. Ella, por otro lado, iba vestida con su gi clásico. —Solo porque daremos clases te trataré cortésmente.
—Vaya, esperaba por lo menos un gracias por la plática de ayer.
—Ya. Realmente no me importa.
—No te creo.
—Si Shinnosuke es feliz, yo igual.
Le dió tanta curiosidad que dijera eso. Cuando le contó sobre Ukyo, le dijo que llegó a la conclusión de que seguramente aquella chica si que intentaría jugar con los sentimientos de su amigo. Pero Akane parecía tomarlo bien. Iba a preguntar si de verdad todo estaba en orden, cuando las puertas del lugar se abrieron.
Los padres de familia llegaban con lo que parecían niños pequeños de entre cinco a diez años. Algunos de ellos venían solos.
Ambos chicos no se imaginaron que las primeras clases serían con niños, que aunque no eran tan pequeños, a fin de cuentas eran eso. Niños.
—Oye, ¿Que haremos?— Le preguntó Ranma susurrando.
—No lo sé. Mi padre no me dijo que habría niños tan pequeños.
Voltearon a ver a las criaturas, quienes se empezaban a acomodar en el lugar sentándose junto a sus padres o cerca a las paredes.
—Bien, necesitamos enseñarles cosas muy simples.— Comentó Akane.
—Lo primero será calentamiento.
—Y estiramientos para que su flexibilidad mejore. Pero esos ejercicios no debemos hacerlos tan bruscamente.
—De acuerdo.
En cuanto terminaron su pequeña charla se dirigieron a los pequeños. Les indicaron que se acercarán con el permiso de sus padres. Las pequeñas criaturas se pararon en dónde ambos chicos los acomodaban.
Para Akane, los niños le parecían agradables y muy lindos. Pero no estaba segura si a Ranma le gustaban. Y esperaba que si, porque de no ser así la clase resultaría pesada para él y para los demás.
Una vez que los niños estuvieron formados, ambos regresaron al frente de la clase. Akane fue la primera en presentarse, indicando que ella era la hija del dueño, y que a su vez sería la heredera de aquel lugar. Los pequeños se encontraban fascinados por escuchar la introducción de aquella chica.
Ranma fue el segundo en saludar. Presentó su vida con las artes marciales, e incluso hizo una pequeña rutina de defensa y ataque, sorprendiendo a los más pequeños, a los padres y por supuesto, a Akane.
—Bien. Vamos a empezar con la clase.— Akane ya se encontraba menos nerviosa para este punto, por lo que su voz salía con un tono más confiado. —Levanten la mano si es su primera clase de artes marciales.— Todos lo hicieron. —De acuerdo. Empezaremos con ejercicios muy sencillos para que puedan mejorar su condición física.
Ranma la tomó del brazo un momento, girándola para que quedarán ambos de espaldas ante la clase. —¿Qué ejercicios se les podría enseñar?
—Tienen que ser suaves. No les pondremos a hacer una serie de 40 flexiones, 50 sentadillas y patadas a diestra y siniestra.
—¿Bromeas? Ese fue el entrenamiento que a mí me dieron.
—Idiota, no podemos. Son niños, y sus padres podrían tomar represalias contra nosotros si se llegan a fatigar o lastimar.
—¿Entonces para que se meten a estas clases?
Akane rodó los ojos. —Pensé que te gustaban los niños.
—Si me gustan, pero siendo sincero con un entrenamiento ligero tardarán años en mejorar y llegar a un nivel decente.
—Ya, pero te recuerdo que son niños a los cuales sus padres no los mandaron a viajes de entrenamiento durante toda la infancia como a tí.
Ranma no sabía si ofenderse o reír. —Bien, ¿Que ejercicios sugieres, sabelotoda?
—Estiramientos suaves. Después podríamos ponerlos a correr 5 vueltas por todo el dojo, luego seguirían unas 5 sentadillas, 5 flexiones, y por último les enseñaremos posiciones de ataque y defensa.
—Tu te encargas de los ejercicios de calentamiento y yo de las defensas y ataques.
—Por primera vez puedo coincidir contigo. Trato hecho.
Cuando finalmente se voltearon pudieron notar las miradas y sonrisitas de los pequeños. Decidieron no darle importancia y comenzaron la clase tal como acordaron.
Durante todo ese tiempo, Akane se sorprendió de la paciencia que tenía su compañero con los niños. Podía jurar que no le agradaban, pero viendo la dedicación con la que daba la clase sintió un poco de calidez en su corazón. No creía que Ranma fuera una persona amable.
Ranma, por su parte, notó como durante toda la clase Akane ponía su corazón en enseñar de la mejor manera los ejercicios. Se le veía feliz, además de que la amabilidad y cariño relucía mientras corregía a los niños, indicando las posiciones correctas y procurando que se sintieran cómodos.
Al final recordaron a los infantes que la siguiente clase sería la próxima semana y que no faltarán, pues si eran constantes mejorarían su fuerza. Los padres quedaron encantados con la habilidad de ambos para dar clases, por lo que algunos se acercaron a felicitar a los chicos. Sobre todo una pareja, padres de un niño llamado Satori.
—Nos impresionó el buen manejo que tuvieron con nuestro hijo. Les agradecemos mucho por tenerle paciencia.
—No tienen que agradecer.— Dijo Akane un poco apenada por tanto halago.
—Además, Satori es un niño fuerte. Seguramente será el más hábil de la clase.— Agregó Ranma sonriendo.
—¿Oíste eso, cariño? ¡Serás el más fuerte!— La mamá de Satori se mostró feliz ante lo que mencionó Ranma.
—La verdad es que hemos entrado en otros dojos y no quedamos satisfechos. Pero con ustedes es distinto, hasta parecen una pareja de enamorados.
Aquella broma del padre de Satori provocó que ambos tiñieran sus mejillas de un color cereza. Marcaron rotundamente un "no" con la cabeza.
—N-no, no es así... solo somos colegas.— Trató de negar Ranma, nervioso y tímido.
—A-así es... nuestros p-padres son amigos, y... bueno, decidieron que fuéramos clases. Es todo.—Akane no sabía porqué de repente se sintió un poco extraña al tener que negar ese asunto.
—Vaya, hubiera creído que realmente lo eran.— Respondió sorprendido el señor.
—Lo lamento, mi esposo tiende a ser un poco curioso.
—Creo que mienten. Si son novios.— Dijo de repente el pequeño.
—No es así.— Negó Ranma un poco fastidiado. Estaba pensando en que aquel niño le causaría problemas más adelante.
—Bueno, fue un gusto presenciar su clase. Muchas gracias y les deseamos suerte en las siguientes.
Todos se despidieron respetuosamente. En cuanto la familia salió Akane no pudo evitar reírse ligeramente.
—¿Que es tan gracioso?
—Fue divertido que creyeran que somos algo más.
—No entiendo por qué razón lo pensaron.
Akane marcó en la lista de horarios la clase como "finalizada". —Nuestra próxima clase es en quince minutos.
Ranma se acercó a verificar los horarios. —Después de las tres seremos libres.
—Si.— Suspiró. Por un momento había olvidado la amargura de saber que tendría que reunirse con Shinnosuke y su novia por la tarde-noche.
—¿Ocurre algo?
Levantó una ceja. —¿Desde cuándo te importan mis problemas?
—Por una vez que trato de ser amable contigo, me respondes así.
Suspiró. —Hoy veré a Shinnosuke y a su novia. Nos quiere presentar, así que iré.
La observó con una mezcla de asombro, enojo y preocupación. —Realmente eres masoquista. ¿Por qué carajos vas a ir?
Frunció el ceño. —Porque es mi amigo. Los amigos se apoyan, y si el quiere que la conozca no veo el problema.
—El problema es que te sientes de la mierda con todo esto.
—Pues eso solo me compete a mi. Además, estoy feliz por el.
El ojiazul cruzó los brazos, sumamente molesto. —Ahí vamos de nuevo.
—¿De que hablas?
—¡Acepta que no estás feliz! ¡No todo el tiempo tienes que ser fuerte! Y no todo el maldito tiempo vas a estar detrás de tu amigo. ¡Por una vez en tu vida pon en prioridad tus sentimientos!
—¡Para empezar, tu no tienes derecho a decirme que carajos hacer o no! ¡Y en segundo lugar, soy fuerte!
—¡Bien! ¡Entonces no me vayas a molestar con tus lloriqueos si es que te sientes fatal hoy!
—¡Ni planeo molestarte!
—¡Bien!
Se quedaron en silencio hasta que los alumnos irrumpieron en el lugar. Trataron de dar las siguientes clases con el mismo entusiasmo. Y lo lograron, pues cada clase salía satisfecha por el desempeño de ambos como profesores.
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Akane estaba en su cuarto. Había decidido ponerse una falda en corte A color marrón, una blusa color azul marino con rayas blancas, un abrigo largo y unos botines con ligero tacón del mismo color que la falda. Además, su cabello lo había rizado ligeramente. Decidió solo ponerse rímel en las pestañas y una suave tinta color fresa. Quería causar una buena impresión con aquella chica que conocería.
Las palabras de Ranma no dejaban de sonar en su cabeza. Y es que era verdad todo lo que el había dicho. No estaba feliz.
Y no es que quisiera hacerse la fuerte. Es simplemente que había problemas más importantes que sus sentimientos por su amigo. No quería agobiar a nadie, ni a su madre.
Además, no entendía por qué había tomado esa actitud tan grosera con ella. No tenían la confianza suficiente como para que él piense que ella podía contar con él en caso de que se quebrara.
—No le necesito. Si piensa que le voy a contar mis problemas y lloraré en su maldito hombro, está equivocado.— Susurró, tratando de tranquilizarse.
Respiró profundamente.
Apagaría por un momento los sentimientos negativos que albergaba su corazón, y los reemplazaría por felicidad.
Por ese momento, sería fuerte.
Notes:
¡Hola a todos!
Sé que debe ser sorpresivo, pero quería traer esta actualización lo más antes posible. Para este capítulo usé de inspiración la canción Turn a heart off de Jane The boy. De hecho, el titulo del capítulo es parte de la letra. Siento que van acorde a los sentimientos que Akane alberga. De verdad espero que les guste como va desarrollándose la historia. El próximo capítulo estará interesante, veremos lágrimas derramándose y algo de drama. Les pido que lo esperen con mucha anticipación, trataré de tener esta actualización lo más pronto posible,
¡Que tenga buen día!
Con amor, Sandy.
Chapter Text
Ranma 1/2 no me pertenece. Todos los derechos están reservados a su autor original, Rumiko Takahashi. Esta obra es escrita sin fines de lucro.
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Entre amores y karate.
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Capítulo 4.- Adiós a mi amor.
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La brisa fresca se encontraba soplando entre las calles de Tokio. El pronóstico anunciaba lluvias no tan fuertes y un descenso de temperatura por la noche. Faltaban si acaso dos días para entrar en la primavera, pero el frío no daba tregua y se descontrolaba de manera abrupta, por lo que todo el mundo llevaba un paraguas y abrigos para amortiguar los efectos de la estación.
Akane subía las escaleras del metro, cuidando de no tropezar en ellas por la gran afluente de personas. En cuanto llegó al andén miró brevemente su celular. Eran las 6 de la tarde, y las nubes en el cielo confirmaban que no tardaría en llover. Se acercó al mapa que estaba colocado cerca de la taquilla, repasando una ruta muy breve para llegar al restaurante donde su amigo y la novia de él estarían esperándola.
Caminaba de manera lenta por las calles de Shinjuku. Podía ver todo tipo de personas, familias felices, adolescentes vestidos al último grito de la moda, jóvenes adultos como ella y ancianos tradicionales que paseaban y caminaban con pulcritud. Normalmente no solía pasear por esa zona, pero cuando lo hacía siempre admiraba la gran variedad de personas que frecuentaban aquel barrio.
A lo lejos divisó ese restaurante de ramen que sugirió Shinnosuke. Caminó hacia él, y cuando estuvo frente a la entrada se detuvo. "No, no puedo hacerlo." Pensó. Trató de regresar sus pasos de donde vino, pero volvió a detener su andar. Una vez más regresó a la puerta del restaurante, y se esforzó en controlar sus nervios respirando profundamente. Una, dos, tres veces inspiró aire. "No, si puedes. Es tu amigo, quiere presentarte a su... novia. Debes sobreponerte, Akane."
Finalmente abrió la puerta lento, como si temiera romperla. En cuanto entró al restaurante el aroma de los fideos le inundó las fosas nasales. En alguna otra ocasión se le hubiese antojado a morir un buen plato de miso, pero su estómago estaba hecho un nudo totalmente. Caminó sosteniendo fuertemente en sus manos la bolsa que había decidido llevar, hasta que por fin encontró la mesa. Tragó saliva y se acercó hacia donde estaba su amor platónico, en compañía de una chica.
—¡Akane!— El castaño se levantó y saludó efusivamente a su amiga con un abrazo.
Ese tipo de muestras de cariño se habían vuelto rutinarias y comunes entre ambos amigos. Desde niños solían abrazarse y estar demasiado juntos. Ahora, Akane no podía dejar de sentir como dolía que aquellos brazos le rodearan, y que el perfume que respiraba se sintiera como un veneno.
—Hola, Shinnosuke.— Le contestó el saludo, esperando no haber sonado titubeante.
Observó atentamente como aquella chica se levantaba de su lugar, posicionándose enfrente de ella. Una cabellera larga y castaña adornaba el precioso rostro maquillado con tonos a juego con el vestido color azul marino que llevaba. Los botines con tacones que llevaba le sacaban unos diez centímetros, y el esbelto cuerpo se apreciaba elegante.
—Tu debes ser Tendo Akane. Mucho gusto, mi nombre es Kuonji Ukyo, soy la novia de Shinnosuke.
Para Akane no pasó desapercibida la forma en como aquella castaña remarcó la palabra novia.
—Mucho gusto. Soy la amiga de Shinnosuke.
—Bien, pedí miso para ti, Akane. ¿Está bien?
—Si, está bien.
Los tres se sentaron en la mesa, y por fortuna, en cuanto se acomodaron el mesero les entregó sus pedidos. Una vez que se retiró, Shinnosuke siguió con la conversación.
—No pensé que trajeran tan pronto la orden.
Ukyo sonrió. —Cariño, era lógico que lo trajeran rápido. Para que un restaurante tenga una buena recepción de clientes su servicio debe ser eficiente.
Akane pudo notar como Ukyo tomaba de manera juguetona el brazo de su amigo, mientras el gesto que ponía era coqueto. Y por un momento sintió la envidia corroerla.
—Es verdad. Ukyo, aunque no lo parezca, es dueña de un pequeño restaurante de Okonomiyaki cercano a mi universidad. Cuéntale más, amor.
Escuchar la palabra amor le pareció irreal. Ojalá ella hubiera sido la receptora de aquel lindo mote.
—Mi padre tiene un restaurante grande de Okonomiyaki en Kyoto. Yo quise seguir sus pasos, así que decidí abrir mi propio restaurante. Tengo bastante experiencia en servicio a clientes, así que me ha ido bastante bien.
—Y saben deliciosos los okonomiyaki que prepara. ¡Son la sensación para todos los que estudiamos en la universidad!
—Exageras, amor.
—No tanto, pero, en fin. ¿Qué tal te fue en las clases hoy?
Intentó sonreír un poco. —Me fue bien. Me encantó dar clases a los niños, aunque también hubo para jóvenes y adultos.
—Me alegra escuchar eso. ¿Estuvo contigo Saotome?
Ukyo escuchó aquel apellido y no pudo evitar fruncir ligeramente el ceño. ¿Acaso había dicho el apellido de su amigo?
—Si. Resulta que es muy bueno enseñando clases. No tenía fé en su paciencia con los niños, pero vaya que me sorprendió.
—¿Ranma?— Ukyo llamó la atención de su novio y de Akane. Está última entendió el porque de su desconcierto. —¿Saotome, Ranma?
—¿Lo conoces, amor?
—Si, es... es mi amigo de la infancia. No sabía que Tendo lo conocía.
La castaña trató de disimular el desagrado que le producía saber que aquella chica era cercana a Ranma. De pronto recordó las palabras que el de trenza le había dedicado cuando se encontraron en Nerima.
"Solo te pido algo. No juegues con aquel chico tal como lo hiciste con Ryoga."
La miró a los ojos, dándose cuenta de que a Tendo le gustaba Shinnosuke. Y tan pronto como lo supo conectó rápidamente todo. Ranma estaba intentando "proteger" a Shinnosuke. Pero lo que le incomodó era hacerse a la idea del por qué le había pedido no dañarlo. Había sido por ella, de eso estaba segura.
—Vaya, entonces algún día debemos organizar una salida entre todos.
—S-si, claro.— Dijo Ukyo.
—Me parece bien.— Agregó Akane.
Esta sería una comida muy incómoda.
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—¡Vamos, Hibiki! !Golpea más!— Gritó el entrenador con voz demandante y gruesa.
Ryoga se encontraba usando toda su fuerza para poder marcar un nuevo record en su entrenamiento. Golpeaba sin cesar el saco de boxeo que colgaba en esa sala. El sudor que recorría su cuerpo era un contraste enorme con la temperatura del exterior.
Ranma lo observaba mientras comía lo que parecía ser un paquete de onigiri que compró en un konbini. Después de dar las clases en el dojo había decidido alcanzar a su amigo para poder salir a cenar algo juntos.
La discusión que había sostenido con Akane le dejó agotado mentalmente. No entendía nada sobre el amor, lo único cierto es que te hacía cometer estupideces, porque, ¿A quien demonios se le ocurría aceptar conocer al novio o novia de tu interés amoroso?. O quizá el problema es que él no sabía lo que era cometer tonterías por amor, porque NUNCA se había enamorado.
Un sonido de silbato lo sobresaltó, haciendo que por poco tire su alimento y que las boronas de arroz en su boca se movieran de su lugar.
—Has mejorado muy rápido en cuestión de días. Si sigues así pronto te podrías anexar a nuestro equipo para competición en artes marciales mixtas. Por hoy es todo el entrenamiento. Te veo el lunes.
—Gracias, entrenador Takeda.
Ryoga bufó del cansancio. Se dirigió hacia donde estaba Ranma, tomó la toalla y empezó a secarse el sudor que recorría todo su cuerpo. Se estiró levemente, haciendo una mueca debido al dolor por el esfuerzo enorme que acababa de hacer.
—Te hace falta más condición.
—No te burles, Ranma. El entrenador me está poniendo a prueba porque soy el nuevo en este lugar.
El de trenza no pudo evitar soltar una carcajada. —Y es por eso que sigo insistiendo en que te hace falta más entrenamiento. Te has convertido en un debilucho.
—Te diría que con gusto peleo contigo en este momento, pero necesito un descanso.— Se sentó al lado de su amigo, tomó la botella de agua y le dió un buen sorbo, esperando así eliminar la gran sed causada por el arduo entrenamiento.
—Que lastima, yo si tengo ganas de golpear algo.
—Bueno, ahí está el saco de boxeo. Úsalo, solo no lo rompas o me lo cobrará el entrenador.
Ranma se acercó a aquel saco. Acomodó su postura, respirando profundamente. En cuanto obtuvo la concentración total acercó su puño y golpeó aquel objeto con una fuerza contenida pero firme. Sin embargo, no fue suficiente. Empezó a golpear y a gritar un poco más audible.
Ryoga, quien estaba viendo su celular, despegó la mirada de este y se quedó pasmado, observando como su amigo estaba golpeando con algo parecido a la frustración aquel saco de boxeo. Lo dejo pasar, sin embargo, se levantó alarmado hacia el lugar al ver cómo el saco se había abierto levemente en una costura lateral.
—¡Ranma, detente!
El de trenza se detuvo haciendo caso al alarido preocupado de su amigo. Pudo notar sus nudillos rojos por el golpeteo constante, y fue consciente hasta ese momento de que su respiración estaba agitada.
—¡Esa tonta!
Después de verificar que solo haya sido un pequeño desperfecto, Ryoga volteó a ver a su amigo, quien lucía afectado. —¿Estás bien?
El ojiazul se sentó en una banca y empezó a mover su cuerpo como si estuviera haciendo un berrinche. —¡Akane es una tonta!
En cuanto escuchó el nombre de la chica, Ryoga le alcanzó y se sentó junto a el. —¿Hablas de Tendo? ¿Qué ocurre con ella?
Bufó irritado. —Es una masoquista. Una estúpida masoquista que parece perrito faldero detrás de ese idiota.
—¿Sabes algo? Podría entender más si me dieras el contexto de todo. No estoy entendiendo ni una mierda.
—La idiota está conociendo a Ukyo en este momento. Acompaña al idiota de Ueda porque es su amigo, pero ella no es feliz. No sé pone como prioridad, y es algo muy estúpido.
Ryoga no supo cómo sentirse al escuchar aquello. Entendía los sentimientos de la otra chica, sin embargo, le daba la razón a su amigo. Lo más cuerdo era alejarse para poder sanar aquellos sentimientos, pero quizá ella necesitaba enfrentarlos. —Te entiendo, y creo que estás en lo correcto.
—Menos mal que no soy el único que piensa eso.
—Pero tal vez ella necesita una dosis de realidad.
Se levantó molesto. —¿Osea que tú preferirías sufrir que estar bien?
—No es a lo que me refiero. Lo que quiero decir, es que ella necesita enfrentar de una vez sus sentimientos para poder sanar y superarlo.
Frustrado llevó sus manos a su cara, sentándose de nuevo en su lugar. —¡Definitivamente no entiendo nada del amor!
—Eso es porque no te has enamorado.
—Y creo que no quiero.
Aunque sabía que lo decía en serio, a Ryoga no le pasó desapercibido el hecho de que Ranma nunca se puso así cuando el le confesó sus sentimientos por Ukyo. Nunca se frustró con lo empecinado que estaba por conquistar a la chica castaña, nunca lo vio así de molesto por no entender lo que implicaba estar detrás de alguien.
—Oye, Ranma...
—Dime.
—N-no me lo tomes a mal, pero... de todos modos... ¿Por qué te importa lo que está pasando con ella?
Abrió los ojos de golpe. Era verdad, ¿Por qué? ¿Por qué el estaba preocupado por ella? El era ajeno a ese conflicto, pero le molestaba toda la situación, ¿Por qué?
—Yo... no lo sé.
—No te pusiste así cuando te confesé que me gustaba Ukyo y anduve obsesionado con conquistarla. ¿No será que te está llamando la atención Tendo?
—Debes estar bromeando. Es una tonta, cabezota, violenta y estúpida. No hay manera de que me fije en ella. No funcionaría. No.— Negó enérgicamente, intentando disipar el nerviosismo que de repente le invadió por dentro.
—Bueno, te creo. Ahora, voy a tomarme una ducha para poder ir a cenar a dónde quieras.
—Vale, pero no tardes mucho. Mi estómago ruge.
En cuanto Ryoga entró a las duchas del lugar, Ranma suspiró audible. ¿Qué estaría pasando con aquel trío de personas?
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Las risas que se escuchaban sonaban sinceras, o por lo menos eso pensaba cualquiera que pudiera escuchar la conversación de aquellos jóvenes. El único que estaba complacido era Shinnosuke, y se notaba en la forma en como contaba todas las anécdotas que le ocurrían en la universidad.
Ukyo sonreía falsamente, mientras destazaba con la mirada a la chica que estaba sentada frente a ellos. El desagrado por saber que aquella muchacha era cercana a Ranma era enorme, porque para empezar, el de trenza le había pedido que no le hiciera daño a Shinnosuke. Y es que era obvio que a la chica frente a ella le gustaba su mejor amigo. Protegía al muchacho no por gusto, si no por ella, por Tendo.
Akane hacia esfuerzos grandes para mostrar una sonrisa. No podía soportar ver cómo su mejor amigo tomaba de la mano a la castaña. En los ojos de el vio reflejado aquel sentimiento de cariño. Notó como el tono de voz con el que él se refería a su novia cambiaba de matiz, sonando amoroso. Ahí se dio cuenta de que Saotome tenía la razón, solo estaba sufriendo por gusto. Y lo peor es que ella parecía ir tras su amigo, dejándose a un lado como persona. ¿No era una artista marcial? ¿Por qué demonios no podía sacar el orgullo en esta situación?
—Y así es como todo el salón quedó hecho un desastre. La lección es que las pinturas al óleo son igual de fuertes que el alcohol. No les recomiendo inhalarlas, o verán cosas absurdas.
—Suena muy caótico todo, cariño.
Shinnosuke miró la hora en su celular. —Oh, ya son las 7:30. Iré a pagar la cuenta en caja. Las dejo un rato para que conversen.
En cuanto el chico se levantó y desapareció de la vista de ambas, Ukyo dejó de sonreír falsamente. —Al fin solas. Ahora sí no tengo por qué aparentar contigo.
—Saotome me ha contado sobre ti.
—Que bueno que se acordó de mi. Creo que aún sigo intacta en su memoria. Eso significa que he sido algo especial en su vida.
Akane cruzó los brazos. —No precisamente es así. El me contó otra historia diferente. Una que no solo lo involucra a él, si no a Hibiki.
La castaña se congeló al escuchar aquella confesión. —¿Qué tanto sabes?
—Lo suficiente como para advertirte que no juegues con Shinnosuke. Él no se merece que lo lastimes como lo hiciste con Hibiki.
—Bueno, la verdad no planeaba hacerlo. Aunque, a decir verdad, creo que sigo siendo una caprichosa, así que todo esto ha cambiado.
—¿A qué te...refieres?— Titubeó Akane, un poco asustada por lo que fuera a decir.
Ukyo sonrió de lado. —Pensaba olvidarme de Ran-chan, pero creo que no lo haré. Lo que siento por el es algo especial, así que haré lo posible por conquistarlo nuevamente.
La de ojos avellana se inclinó a la mesa. Puso sus palmas en ella, casi a punto de levantarse de su asiento. —No te atreverías.
—Claro que si. Usaré a Shinnosuke para darle celos a Ran-chan. Me comprenderás, sabes que se siente que te guste tu amigo.
—¡Estás loca! No le hagas daño, o te las verás conmigo.
—Te gusta Shinnosuke, ¿No es así? Apuesto a que tú harías lo mismo. Jugar con algún chico para poder darle celos.
—¡Basta! Yo no soy como tú. Yo no le haría daño a quien más quiero.
—No mientas.
—No lo hago. Si el es feliz con alguien más...— Hizo una pausa. Las emociones querían desbordarse por completo. —Lo dejaría ir. Aunque me doliera. Esa es la diferencia entre tu y yo. Yo no ando saltando de relación en relación para hacer que alguien me ame. Al menos en esa parte... tengo dignidad.
Ukyo mostró una mueca de desagrado.
—He pagado la cuenta. Akane, Ukyo y yo vamos a ir al cine, ¿Quieres acompañarnos?
Akane negó. Trató de sonreír. —Lo lamento... debo ir a casa.
Shinnosuke se preocupó. —¿Todo está bien? ¿Ocurrió algo con tu mamá?
—Kasumi no estará en casa, Tampoco Nabiki. Así que debo ayudar a papá a cuidarla. Es todo.— No debía, pero mentir era lo mejor en esta situación.
—No deberíamos dejar que se vaya sola, cariño.— La castaña tomó a Shinnosuke cariñosamente del brazo, acercándose más a el y juntando su cabeza en el hombro del chico. Lo hizo a propósito, herida por lo que le había dicho Tendo.
—Cierto, te acompañamos a la estación, Akane.
—No.— Contestó alzando un poco más la voz. —No se preocupen. Estaré bien, se cuidarme. Soy...fuerte.
—Es cierto, eres fuerte.
Se acercó un poco más a la pareja, sonriendo lo más ampliamente que pudo. —Me alegro que seas feliz, Shinnosuke. Les deseo lo mejor.
No esperó a que los dos dijeran algo más. Tomó fuertemente su bolso y salió corriendo del lugar, olvidando su paraguas en la mesa.
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La lluvia estaba algo fuerte, por lo cual la gente empezó a dispersarse, quedando cada vez menos personas. Ranma y Ryoga eran de los pocos valientes con paraguas en mano. Tenían suerte de tener un abrigo cada uno, pues aún el frío era palpable.
Habían decidido comer en un restaurante cercano a la escuela de entrenamiento de Ryoga. Al ser dos personas con un estómago grande, acabaron con su comida en cuestión de minutos. Ahora estaban caminando para hacer digestión y evitar que les cayera tan pesado.
—No vuelvo a comer así de rápido.— Dijo Ryoga, sobando su abdomen.
No podía creerlo. Era Akane. Estaba bajo la lluvia, corriendo, sin un maldito paraguas con el cual cubrirse de las gotas que caían. —¿Está loca?
—Si hubiese podido, me comía otra ración.
—Cada día me parezco más al idiota de mi padre, al menos en ese aspecto.
—Oye.— Ryoga agudizó la vista. —¿Esa no es...?
Ranma miró hacia donde apuntaba el dedo de Ryoga.
No podía creerlo. Era Akane. Estaba bajo la lluvia, corriendo, sin un maldito paraguas con el cual cubrirse de las gotas que caían. —¿Está loca?
Suspiró. —Ryoga, ve a casa. Te alcanzó allá.
No esperó escuchar la respuesta de su amigo. Tan pronto como dijo esa frase, salió disparado con paraguas en mano.
La empezó a seguir, sin embargo, entre tanta lluvia y personas que corrían desesperados por buscar un refugio le perdió la pista.
"Mierda." Pensó, frustrado.
Sin importarle nada comenzó a caminar por las calles del barrio. Por lo poco que había divisado, llevaba un abrigo largo color camello. No era una señal muy específica, pero le servía para poder localizarla.
Se entretuvo un buen rato, confundiendo a muchas mujeres con ella, disculpándose y siguiendo su camino. Y así como la lluvia disminuyó levemente, la oscuridad cayó totalmente, revelando las luces de los faroles y de los grandes puestos de aquel barrio.
Cuando pasaba por un parque cercano a la estación pensaba en rendirse. Hasta que, por arte de magia, de dios o lo que fuera, notó a alguien agazapado por debajo de una techumbre. Entornó sus azules iris, enfocando con la vista a quien encontraba.
Era la imagen más deprimente que jamás había visto.
Ahí estaba Akane, sentada, abrazándose a si misma. Temblaba bastante y mantenía un semblante lejano, con los ojos mirando hacia un punto fijo. Parecía una niña pequeña, una niña vulnerable y frágil que podía romperse en cualquier momento. Se acercó lentamente hacia ella, pisando sin importarle los encharcamientos y el abundante lodo del área jardineada.
—Akane...
La chica reaccionó un poco al llamado de su nombre. Levantó la mirada, coincidiendo con aquellos ojos que observaban la deplorable escena. —Saotome...¿Qué haces aquí?— Preguntó en un hilo de voz.
Cuando la escuchó hablar con ese tono tan quebrado, sintió su corazón estrujarse. A él nunca le había gustado ver a las mujeres llorar, mucho menos a su madre. Pero había algo en ella que le invitaba a querer consolarla. Porque, aunque en la discusión que sostuvieron le dejó en claro que no le permitiría desahogarse por ser tan estúpida para ir tras un amor imposible, aún así sentía la necesidad de darle ánimos.
Retrajo el paraguas y lo dejó en el suelo. Luego tomó asiento junto a la chica. Pudo observar como sus ropas se encontraban empapadas y como el cabello se le pegaba al rostro. —¿Estás bien?
—Creí que no te molestarías en consolarme. Lo dejaste en claro en el dojo hace un rato.
Ranma carraspeó. —Me voy si no quieres...
—Tenias razón.
La miró, incrédulo. —¿Eh?
—Fue una estúpida idea ir a esa cena. Todo el tiempo los vi, riéndose, tomando sus manos y entrelazándolas. Pude escuchar como Shinnosuke rezaba con su voz motes de cariño hacia ella, y por un momento, tan solo por un momento, deseaba ser yo quien lo escuchará hablar así, tan dulce, tan confidente. Pero a la vez, fue como si se cayera una venda de mis ojos. Cómo si realmente despertara de un sueño que nunca voy a vivir, y todo porque no logro ser más que la mejor amiga que lo ayudó cuando lo necesitaba. Nunca seré la chica ideal para él, nunca me verá como una chica común, y tal vez es por entrenar artes marciales, o tal vez es que no soy linda.
—No puedo decir que te entiendo, pero... supongo que tenías que ir para darte cuenta de la realidad. No deberías ser tan dura contigo misma.
"No deberías ser tan dura contigo misma."
La misma frase que Shinnosuke le dijo para subirle el ánimo cuando ella dudaba de su capacidad de dar clases en el dojo.
—Yo... lo que no entiendo es... si ya lo estoy soltando, y... si ya lo entendí, ¿Por qué?...
Ranma volteó a verla. Akane sonreía tristemente. Iba a decir algo, cuando observó una lágrima caer de los ojos de ella.
—Akane...
Akane se frotó los ojos con un poco de fuerza, intentando disipar las lágrimas. Aunque fue en vano, pues no dejaban de salir. —No debería estar llorando... No deberías estar aquí, intentando consolarme... Debería estar feliz por el, y... lo estoy, pero... esto...— A cada palabra su voz se quebraba más y más. —Duele...
La lluvia se suavizó aún más, logrando que Ranma escuchará los leves sollozos de ella. Con una amabilidad y suavidad no muy común en el, tomó el hombro de la chica.
Ella lo observó. Y fue ahí cuando, sin previo aviso y sin pedir permiso lo hizo. Hizo lo que no debería estar haciendo.
Se apoyó en el hombro del de trenza, liberando su tristeza. Sollozó más fuerte, dejando que fluyera el dolor y la tristeza que la embargaba. Empapó las ropas secas de el no solo con los diamantes que caían de sus ojos. No le importó si el se burlaría de ella en un futuro, ni le importó el no ser tan cercanos. Ni siquiera sabía si eso era bueno o malo, simplemente dejó que la paz y tranquilidad de otra persona le ayudará.
Ranma no dijo nada. Sorpresivamente no se sintió incómodo con que le mojaran las ropas, o con la poca cercanía íntima que tenían. Le dio unas cuantas palmadas en la espalda, como si fuera una niña pequeña intentando ser protegida.
Y mientras la lluvia empezaba a parar, el dolor de Akane hacia lo propio, limpiando su corazón y brindándole la paz que no había sentido en tanto tiempo.
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El taxi se detuvo frente a una casa que no era la de ella. Observó como su acompañante de trenza pagó al conductor lo que correspondía de pasaje. Prometió internamente pagarle después por todo. Salieron del vehículo, disculpándose por dejar un poco húmedo el asiento, y se encaminaron hacia la entrada.
—¿De verdad está bien que pase? Mi casa está cerca.
En cuanto Ranma abrió la puerta del jardín, se hizo a un lado, dejando que ella pasara. —Necesitas secarte un poco, ya has estado mucho tiempo mojada, te vendría bien una toalla y un té.
Dudando un poco entró a aquel jardín que ya había visto una vez. Recordó como ayudó a la señora Saotome a recoger los objetos que se le habían caído en el día de su mudanza. Esperó a que Ranma terminara de cerrar la puerta principal, y una vez que lo hizo ambos caminaron a la entrada.
Cuando el de trenza abrió la puerta y se anuncio, pudieron ver cómo Nodoka corría apresurada con un par de toallas para ambos.
—¡Dios mío! Están muy empapados. Tomen, necesitan secarse o enfermarán.
Akane tomó la toalla, sin embargo, un estornudo salió de ella. —Lo siento, creo que si me voy a resfriar.
Nodoka la tomó de los brazos y la encaminó a la sala. Ranma se dirigió a la cocina por un par de tazas de te para ambos. Cuando entró encontró a Ryoga comiendo un ramen instantáneo.
—Si sigues comiendo así parecerás un cerdo de verdad.
—Tenia hambre. Por cierto, ¿Cómo está ella?
Suspiró. —Mejor de lo que pensaría.— Tomó dos tazas y la tetera, vertiendo el líquido caliente en ellas.
—Eso es buena señal. Se recuperará fácilmente de esto.
Detuvo su acción, y miró a su amigo. —¿Cómo estás tan seguro de eso?
—No lo sé, solo supongo.
—Como sea, debo ir a dejarle este té para que se caliente.
En cuanto salió de la cocina divisó en la sala a la chica. Estaba sentada en el tatami, mirando su celular que estaba intacto y sin daños mientras otro par de toallas la envolvían. Se acercó para darle la taza de té que le había prometido.
—Toma.
Alzó la mirada, dejó a un lado el celular y recibió la taza con gusto. La acercó a su cara, aspirando el aroma a menta, poco usual en el té sencha. —Huele bastante bien.
—Mamá lo prepara con un poco de menta. Ayuda a relajarte cuando has estado en estrés.
Akane sopló la bebida y tomó un pequeño trago. El confort se hizo presente cuando el líquido caliente pasó a través de su garganta, brindándole la calidez que a su cuerpo le faltaba por la intensa lluvia que cayó sobre ella.
—Gracias.
Nodoka llegó inmediatamente a la sala. En sus manos llevaba una caja con medicina para gripa. —Traje está medicina, cariño. ¿Cómo te sientes?
—Me siento mejor.— La chica tomó la pastilla, esperando que su resfriado no empeorará.
—Me alegra oír eso. Tu ropa está muy empapada. Pienso que sería buena idea que te cambiaras. Aunque me da pena, no suelo usar más que kimonos. Me temo que tendremos que ponerte ropa de Ranma.
Ranma enrojeció. —Le va a quedar enorme.
—Debe haber algo que se ajuste bien. Vamos, acompáñame a su cuarto.
En este punto, el de trenza no pudo evitar ahogarse un poco con su té. Su mamá a veces podía ser un poco extraña. Cuántas veces le había advertido que no llevara a alguna chica a su cuarto, y ahora ella misma le indicaba a Akane que estaba bien que entrara. Las vió desaparecer por las escaleras, muriendo de vergüenza por todo lo que estaba pasando.
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—Veamos que podemos encontrar.
Nodoka miraba el closet de Ranma, revisando cada sudadera para escoger alguna que estuviese lo suficientemente abrigadora.
Akane estaba parada, secando su cuerpo con las toallas que le habían dado. Ya se había quitado la ropa, un poco cohibida por hacerlo en una habitación totalmente diferente a la suya, y que para el colmo era de un chico. Un chico que no era su amigo.
La matriarca Saotome encontró una sudadera gruesa y con capucha roja con negro, la tendió sobre la cama y comenzó la búsqueda de un par de pantalones de deporte en los cajones de su hijo.
—Lamento mucho los inconvenientes, por mi culpa su hijo tendrá que prestarme ropa, además que he interrumpido su tranquila noche.
—No tienes nada de que disculparte. Cuando Ryoga llegó a casa me explicó un poco la situación.
—Supongo que entonces ya lo sabe.
Nodoka logró encontrar unos jogger negros que seguramente le ajustarían bien. Los dejó recargados en la cama y se acercó a la chica. Tomó la toalla y le empezó a secar el pelo con suaves toques. —No todo. Si quieres contarme, puedes hacerlo. Soy de confianza, aunque no seamos cercanas.
Akane suspiró. —Mi corazón se rompió. Me di cuenta de que no le gusto ni le gustaré al chico que me interesa.
—Hablas de tu amigo, ¿No es así?
—Si, hablo de el.— Suspiró nuevamente.
—Tus padres nos contaron a Ranma, a Genma y a mí de él. Es una pena, pero a veces así pasa. El amor suele doler cuando es unilateral. Debiste sufrir un shock muy fuerte al enterarte de esto.
—Lo fue.
—Pero estarás bien. La vida continuará, y poco a poco ese dolor pasará.
—¿Usted ha sufrido por amor?
Una risa cantarina salió de los labios de la mujer. —Claro. Y muchas veces me dije a mi misma que no volvería a caer. Pero, si no sintiéramos dolor, enojo o cualquier emoción negativa, nuestra vida estaría muy vacía.
Por primera vez en toda la tarde sonrió de verdad, aquellas palabras le entregaron una paz que la inundó por todo su ser. —Tiene razón. Todo pasará. Además debo concentrarme en todo lo que hay por hacer, como dar clases en el dojo, mis estudios o cuidar a mi madre.
La mujer dejó de secar el pelo con la toalla. Tomó la pistola de aire que había traído consigo, la conectó y empezó a pasarla por todo el cabello de ella. Una vez que estuvo seco lo tomó y con una liga lo empezó a atar en un moño. —Tu pelo es muy largo.
—Si. Me lo dejé crecer, pensando en que así podría gustarle a Shinnosuke. Fui muy ingenua, es obvio que por el pelo no enamoras a alguien.
—Tu madre me contó que antes solías tenerlo corto, ¿Te gustaba llevarlo así?
¿Qué si le gustaba? ¡Amaba el pelo corto! Cuando era más pequeña era más fácil entrenar con el. Si bien la solución para el pelo largo era un chongo o coleta, no era lo mismo, pues la cabeza pesa y duele después de mucho tiempo si se tiene así. Además, cuando era niña solía escuchar de parte de su madre que era el estilo que mejor calzaba con su personalidad decidida, fuerte y tenaz. —Honestamente, si. Me gustaba más así, corto.
—¿Sabes? A veces cambiamos ciertas cosas que nos gustan y que no hacen daño a nadie por las personas. Creo que es mejor ser más fieles a nosotros mismos.
—Tiene razón.
—Además, creo que el pelo corto se vería espléndido en ti.
Sonrió, agradeciendo aquel halago.
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—Muchas gracias por su amabilidad.— Akane agradeció, inclinándose respetuosamente.
—No tienes nada que agradecer. Ranma te va a encaminar hacia tu casa. Ahora, descansa y cuídate para no enfermar.
—Lo haré. Que pase una buena noche.
—Regreso en un rato, mamá.
Caminaron unos pasos, alejándose de la residencia Saotome. Akane caminaba, sintiendo el aroma de las ropas del de trenza. Cítricos y madera. Un aroma que se había vuelto algo cotidiano desde que empezaron a irse juntos en el autobús. Se sentía extraña, portando las ropas de otro chico. Entendía que era mucho mejor que seguir con las prendas húmedas, consiguiendo un resfriado del tamaño de un planeta, pero aún así resultaba chocante.
Ranma estaba en las mismas. La situación lo desconcertaba por el simple hecho de encontrarse contrariado. La frustración de verla así, tan rota y triste por un chico era grande. Y aunque quisiera enfadarse con ella por ser tan cabezota, no podía. El verla portando sus ropas no ayudaba en nada a la tormenta que era su cabeza. Se sorprendió cuando su corazón dio un vuelco al verla parada, vistiendo su sudadera, que para variar era su favorita. Eso era malo, muy malo.
—Quiero darte las gracias. Aunque me dijiste en el dojo que no me consolarías, lo hiciste. De verdad que estoy en deuda con tu mamá y contigo.
Cruzó los brazos, intentando restarle importancia. —No es nada. Además, le agradas a mamá. Es la primera vez que no se porta condescendiente con alguna chica que se me acerca.
—A mi también me agrada tu mamá. Desde que la conocí supe que era una persona bondadosa.
Llegaron finalmente al hogar Tendo. Akane se detuvo frente a la entrada, abrazándose levemente. No tenía fiebre y parecía que el resfriado cedió, pero igualmente el frío helaba hasta los huesos.
—¿Estarás bien?
—Si. Voy a sanar.— Sus labios de curvaron. La sonrisa era resplandeciente, se podía palpar la tranquilidad que la invadía.
Y ese fue el gesto que inició su perdición por completo. Aquella sonrisa tan linda le paralizó por completo. Ya estaba acostumbrado a verla triste, enojada, frustrada y si, feliz. Pero nunca le mostró un gesto tan bello como aquel, y apostaba que ni siquiera a Shinnosuke le había dedicado tal muestra de sentimientos. Nervioso, y sintiendo como el sonrojo empezaba a asomarse en sus mejillas carraspeó. —Bien. No es como que realmente me importe eso.
—Lo sé. Debo irme. De nuevo, muchas gracias. Por favor, ve con cuidado.
Abrió la puerta, desapareciendo del campo de visión de su acompañante. Ranma bufó, molesto consigo mismo por ponerse así de nervioso con una chica. "Recuerda que no es linda, idiota." Pensó para si mismo, tratando de disipar las nuevas extenuantes emociones que por ningún motivo quería tener.
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Después de una explicación decente a su madre, a sus hermanas y a su padre que estaba algo ebrio, se puso su pijama. Dejó la ropa de su compañero en una silla, recordándose de entregarla el lunes cuando lo viera.
A pesar de haberse cambiado a su propia ropa, el olor de Saotome seguía impregnado. Pero no le desagradaba. Es como si sintiera paz en ese aroma, como si por un momento se olvidara de todas las emociones negativas y un abrazo enorme la recibiera.
Apagó la luz de su cuarto y se acostó en su cama, arropando su cuerpo con aquellas cobijas gruesas que usaba en invierno. Y pronto se abandonó a los brazos de Morfeo, repitiéndose a sí misma que todo estaría bien.
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Un nuevo día se asomaba, está vez el sol había decidido salir completamente, iluminando las calles de Nerima. Los sonidos característicos se hacían presentes, otorgando familiaridad al lugar.
Akane se levantó de su cama, estirándose para disipar la rigidez que le había otorgado el descanso. Caminó un poco por su recámara. Se miró al espejo de cuerpo completo que tenía, admirando su apariencia. El pelo largo le caía como cascada. Muchas personas la halagaban por él, pero ahora lo sentía ajeno a ella. Se encaminó a su escritorio, tomando un par de tijeras. Regresó al espejo, respiró profundo y, con las tijeras en mano, decidió cortar poco a poco los mechones de cabello.
En cuanto terminó, volvió a mirar su reflejo. Sonrió por el resultado, a pesar de que aún estaba disparejo.
Salió de su habitación y se encaminó hacia la cocina donde estaba Kasumi terminando de preparar el desayuno.
—Buenos días, Kasumi.
—Buenos días, Akane.— Dejó de mover las verduras en el sartén, mirando a su hermana. En cuanto la observó, no pudo evitar taparse la boca, sorprendida por lo que estaba viendo. —¿Qué ocurrió?
Akane tocó su pelo disparejo. —Quise cambiar de look. ¿Se ve mal?
Kasumi se acercó a ella. Todos sabían que el pelo largo que solía llevar era para impresionar a su amigo. Que lo cortara significaba algo más importante que un simple cambio de look. Negó ante la pregunta de su hermana. —No, para nada. Solamente hay que emparejarlo.
—¿Podrías hacerlo, por favor?
Sonrió cariñosamente. —Claro que si.
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El lunes llegó de nueva cuenta, y con ello, las clases en la universidad. Todos los alumnos estaban sentados, platicando entre ellos sobre distintos temas, algunos de mayor interés que otros.
Ranma estaba junto a Hiroshi y Daisuke. Los dos chicos le contaban sobre el par de chicas que pudieron ligarse el fin de semana. Algo que, para el de trenza, resultaba un poco banal.
El bullicio en el salón de clases disminuyó de golpe. Eso desconcertó a Ranma, provocando que volteara en dirección a donde todos miraban. Y sus ojos no pudieron abrirse más de lo que ya lo hacían.
Ahí estaba ella. Akane Tendo, la chica más testaruda del mundo, luciendo distinta a como la vio por última vez. El pelo largo fue reemplazado por uno más corto. Era diferente el como se veía con ese cambio, más no era algo desagradable. Todo lo contrario.
Akane sentía la atención de todo el mundo. Nunca le había gustado tenerla, desde los grados anteriores solía ser el centro para muchas personas, sobre todo para los chicos. Pero está vez, no podía culpar a nadie. Porque no solo el pelo corto hacia que brillará, si no que también su estado de animo era diferente al que tenía el sábado o incluso días antes. Caminó hacia sus amigas, saludando con una sonrisa a cada una de ellas. —Hola, chicas.
Yuka, impactada aún por lo que veía, tocó la cabellera corta con suavidad. —Akane, ¡Te ves increíble!
—¿De verdad?— Preguntó ampliando más su sonrisa.
—De verdad. Te ves muy linda.— Agregó Sayuri.
—Oye, ¿Por qué decidiste cortarlo?— Preguntó Yuka, intrigada.
—Porque quería cambiar. Me gusta más el pelo corto, para ser honesta.
—Pues nos alegra mucho. Creemos que sienta mejor con tu personalidad.— Dijo Yuka, siendo respaldada por el asentimiento de su otra amiga.
—Si, yo también lo pienso.— Dijo Akane alegremente.
Ranma la observaba desde su asiento. Dejó de prestar atención a sus amigos, que no paraban de hablar sobre como Akane lucía mucho más "sexy" con ese corte de pelo. Sintió de repente un hormigueo en todo su cuerpo, y un leve sonrojo cubrió sus mejillas. "Linda." Pensó él, aunque inmediatamente negó para si mismo.
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Todas las clases transcurrieron bastante rápido, en un pestañeó Akane y Ranma estaban sentados en el autobús de regreso a casa. Durante todo el día estuvieron sin dirigirse la palabra más que para lo escencial. Pero al menos, para ambos no fue incómodo.
Akane sintió como una especie de complicidad con él. No sabía a qué se debía, pero ya no le incomodaba sentarse al lado de Ranma. Y lo mismo le pasaba a el de trenza.
—Lamento no traer tu ropa. La olvidé en casa.— Se disculpó Akane.
—No te preocupes. No es algo que sea urgente.
El celular de Akane timbró. Lo abrió para ver la notificación, leyendo el mensaje que había recibido.
Akari_
Akane~~~
Tengo buenas noticias, el sábado regreso de mi intercambio!
Creo que este fin de semana inicia el florecimiento de los cerezos. Te invito a verlos!
Igualmente quería pedirte un favor. Mis padres estarán un poco ocupados para ir y recibirme a la estación de metro, ojalá pudieras ir por mi ese día.
Avísame si puedes, y dile a Yuka y Sayuri que pronto les molestaré.
La chica sonrió encantada. Que su amiga volviera implicaba una gran noticia, pues la había extrañado demasiado.
—Por la sonrisa que pusiste, supongo que es tu amigo.
—En realidad, es una amiga. Se fue de intercambio hace un año, así que este sábado regresa para terminar sus estudios aquí. Está estudiando para ser veterinaria.
—Vaya...
—Yo... olvidaré a Shinnosuke.
Ranma estaba impactado. No esperaba escuchar aquello con el tono tan firme en su voz. —¿Lo estás diciendo de verdad?
Suspiró. —Esta bien si no le gusto. Después de todo, la vida sigue. Ya lo entendí.
—Es una buena noticia. Estoy seguro de que encontrarás a alguien más.
—Si, yo también lo espero.
Akane observó el paisaje a través de la ventana del autobús. Está vez el clima había mejorado. El sol bañaba con los colores del atardecer los edificios, y la temperatura subió más, permitiendo que los suéteres gruesos fueran reemplazados por cárdigans, y que la gente no se preocupara de llevar un paraguas en sus pertenencias. La primavera había entrado ese día, y no solo al mundo entero. Su corazón estaba cálido, sin miedo a seguir adelante, dejando atrás los sentimientos hacia Shinnosuke.
—A propósito...— La voz de Ranma la sacó de cavilaciones. —Tu pelo...
Tocó su corta cabellera. —Ah, si. Supongo que con este look ahora sí parezco un chico para ti. Pero está bien, si es lo que piensas no tengo problema en aceptarlo.
—Yo... bueno, no es que importe lo que diga, pero... c-creo que te ves bien.— La cara de Akane se transformó en un poema al escuchar aquello. —Oye, ¿Por qué me miras así?
—¿Te sientes bien? ¿No estás enfermo?
—Te estoy halagando, tonta.— Desvió la mirada. —De todos modos, a mí me agrada más como te ves con el pelo corto.
Akane le tocó el hombro con un dedo, llamando su atención. —Gracias. De verdad. Aún si es una mentira, es lindo que me lo digas.
Ambos se quedaron en silencio, contemplándose fijamente. La atmósfera se volvió diferente, una extraña familiaridad se posó en sus corazones, y por primera vez en todo lo que se conocían, Ranma Saotome y Akane Tendo creyeron que una bella amistad florecería entre ellos, tal como los cerezos lo harían en esta primavera.
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Las bocinas del aeropuerto anunciaban la llegada de los vuelos provenientes de Guangzhou, China. Un hombre vestido con traje sastre gris esperaba pacientemente a su joven promesa de las artes marciales, provenientes del país asiático más grande.
Por lo poco que sabía de su jefe, aquella persona provenía de una tribu de guerreras poderosas que vivían alejadas de las grandes ciudades. Le había dicho que era mujer, sin embargo, no le dieron los datos necesarios para reconocerla, por lo que no le quedó otra opción más que portar un letrero con el nombre de la escuela de artes marciales que le abriría las puertas a la fama y el éxito.
Los pasajeros empezaron a llegar a la terminal. En cuanto lo notó, alzó el cártel en alto, esperando ser visto. Su cometido se cumplió, pues una joven acompañada de una anciana pequeña que caminaba con un bastón grande se le acercaron.
Quedó impactado, pues la belleza de aquella muchacha era demasiada, pocas mujeres en el mundo podían presumir de tenerla; el pelo largo y de un color morado casi hipnótico, las piernas largas y esbeltas, la cadera bien formada y estrecha cintura. Y que decir de ese rostro. Los ojos, gatunos pero a la par dulces eran lo que más llamaban a admirarla.
—Bienvenidas a Tokio. Es un placer que nuestra academia la tenga en sus filas para representarnos en el torneo internacional de artes marciales. Vengan por favor.
Se encaminaron hacia la salida, dónde un auto de último modelo aguardaba a todos. Inmediatamente se subieron, el hombre les ofreció dos botellas de agua.
—En cuánto lleguemos a la escuela mi jefe las recibirá para que firme el contrato. A propósito, ¿Cuál es su nombre, señorita?
La chica sonrió. — Wu Xian Pu.
Miso ramen: Ramen elaborado con miso. Miso es un condimento en forma de pasta elaborado con granos fermentados de soja, cebada o arroz sin sal.
Onigiri: Bolas de arroz de forma triangular envueltas con tiras de alga y rellenas de atún, salmón, kombu o ciruela encurtida.
Tatami: Elemento arquitectónico japonés elaborado con poliestireno que recubre los pisos de las casas tradicionales.
Sencha: Variedad de té verde japonés que se elabora sin triturar las hojas.
Jogger: Prenda de vestir con un corte ajustado en la cintura y los tobillos.
Notes:
¡Hola a todos!
Antes que nada, quiero agradecer los pocos kudos que he recibido, me hace muy feliz que les esté agradando. Este capítulo está lleno de drama, y si se dan cuenta, referencié la escena donde Akane llora en brazos del dr. Tofú. En esta ocasión se me ocurrió que Ranma fuera quien la consolara para lograr un mayor acercamiento entre los dos. Espero haber plasmado de manera correcta los sentimientos de Akane. Este capitulo es mi favorito de los que he escrito hasta ahora, pues si se dan cuenta el hecho de compartir un gesto tan cómplice como el confortar a alguien y dejar que se desahogue es algo que a muchas personas les toma tiempo.
Por último, les recuerdo que este fic está más adelantado en Fanfiction, ahí ya vamos por el capitulo 7, por si no se aguantan las ganas pueden ir a buscarlo. En Fanfiction mi user es el mismo que aquí.
Gracias por leerme, les deseo un gran día.Con amor, Sandy.
Chapter Text
Ranma 1/2 no me pertenece. Todos los derechos están reservados a su autor original, Rumiko Takahashi. Esta obra es escrita sin fines de lucro.
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Entre amores y karate.
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Capítulo 5.- Entre cerezos y sorpresas.
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Akane respiraba agitadamente, mientras limpiaba el sudor que escurría por su frente. Definitivamente llevar el cabello corto fue la mejor decisión de su vida.
La kata Chinte que practicaba junto al equipo femenino del torneo era demasiado compleja, aún hasta para ella. De hecho, sus compañeras de equipo se encontraban más descompuestas. Sus jadeos eran marcados, y contrastaban demasiado con la quietud del gimnasio.
—Bien, les diré la verdad. El desempeño de la kata ha estado regular. Necesito que la practiquen de manera más constante, porque sus movimientos aún se miran desequilibrados.
Una de las compañeras de Akane, Miyo, bufó abrumada. —Sensei, esta Kata es muy complicada de seguir. Nuestra capitana la puede hacer, incluso si le es difícil, pero nosotras no.
—Sé que esto puede resultar agotador, pero de verdad no sé desanimen. Aún tenemos un año por delante de entrenamiento. Eso sí, deben tener en cuenta que la practica es constante. Es todo por hoy, pueden irse a descansar a casa.
El resto del equipo soltó un suspiro derrotero. Estaban entusiasmadas por competir y representar a su universidad, pero la presión empezaban a sentirla aún si todavía llevaban poco tiempo de entrenar. Akane distinguió esa aura de negatividad, y por poco se contagia de ella. Pero no lo haría. Ella era la capitana del equipo, ella debía ayudarlas a mejorar, y motivarlas para que pudiesen presentar los mejores resultados. La profesora Matsuda se retiró inmediatamente del gimnasio, pero aún quedaban las integrantes del equipo, descansando un poco antes de irse al vestidor.
—Oigan, creo que Matsuda sensei tiene un buen punto.— Dijo Akane.
—Pero tu entrenas desde siempre. Para ti es más fácil decirlo.— Comentó Miyo, estirándose los músculos de la espalda, disipando las tensiones.
—Además, me parece un poco injusto que nos hayamos tenido que quedar más tiempo que los chicos.— Tomoyo, la otra integrante del equipo, sobaba sus piernas intentando quitar el entumecimiento propio del esfuerzo al que estuvieron sometidas.
—Pareciera que nos tiene poca confianza. Mira que decir que no hemos estado entrenando cuando si lo hacemos.— Natsume, la tercera compañera de Akane, miraba su celular, intentando distraerse de todo.
Akane suspiró. No sería fácil convencerlas, pero lo intentaría. —Escuchen. No fue fácil para mí entrenar y llegar al nivel donde estoy. Cuando empecé, tenía tan solo cinco años. Yo le pedí a mi papá que me enseñará, pero él se negaba completamente. Veía mal que una mujer se dedicara totalmente a esto. Pero tras insistir, lo aceptó. Y, ¿Saben? le he demostrado lo que he sido capaz de lograr. Pero no solo a él, también me lo demostré a mi misma. El camino no será fácil, pero creo que si trabajamos en equipo podremos lograrlo. Demuestren lo que pueden lograr, no a la sensei, ni al mundo entero, si no a ustedes mismas.
Las tres chicas se miraron entre si. Después, a Akane, y sonrieron. ¡Cuánto agradecían tenerla de capitana!.
—Tienes razón, Akane. ¡Podemos hacerlo mejor!— Gritó Tomoyo, alzando el puño decididamente.
Akane las observó, orgullosa de haberles infundado un poco de motivación. —Bien, les daré un plan de calentamiento que me ha servido.
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Ranma caminaba por las calles de Nerima, usando una sudadera bastante más ligera. En tan solo dos días florecerían los cerezos, por lo que pudo observar como mucha gente se preparaba para observar ese acontecimiento tan especial para el país. Las niñas de secundaria no dejaban de cotillear sobre invitar a sus intereses amorosos, mientras que los adultos mayores mencionaban los planes en familia que tendrían para verlos florecer.
Aún con todo el bullicio de las calles, su mente divagaba en preguntarse que estaba haciendo Akane en esos momentos. La profesora Matsuda le pidió al equipo femenino quedarse otras dos horas más de entrenamiento. Y es que, al menos para él era demasiado obvio que les faltaba bastante que pulir en cuanto a técnica y agilidad. No es que a Akane le hiciera mucha falta trabajar más en ello, pero si querían ganar debían esforzarse más.
Recordó la conversación con su madre, luego de lo sucedido con Shinnosuke. Y, atando cabos, Nodoka le sugirió que posiblemente a Ranma le empezaba a gustar Akane, y que por eso se sentía un poco "desubicado" con su presencia. Ante esa revelación dicha por un tercero que resultó ser su propia madre, negó todo de manera escandalosa, logrando que su mamá desistiera de la idea, según ella, "por ahora".
Sacudió su cabeza. "Maldito cerebro de mierda, ya deja de pensar en esa tonta. ¿Por qué no puedes dejarme en paz con ese tema?"
A lo lejos escuchó gritos de una chica. Al voltear a la dirección de dónde provenía el sonido pudo observar como un automóvil se acercaba a máxima velocidad. La pobre chica que gritó estaba intentando desatascar su bicicleta atorada en una alcantarilla sin tapar, sin embargo, aquel vehículo estaba a pocos segundos de impactarla. Sin pensarlo, el de trenza corrió lo más rápido que pudo. Con un movimiento ágil tomó a la joven de la cintura y la atrajo hacia el, llegando ambos a la acera sin mucha dificultad, y mirando como ese auto deshacía en pedazos la bicicleta, para luego alejarse por las calles aledañas.
—¿Estás bien?— Preguntó el de trenza, con ella aun en brazos.
Ella lo miró, un poco confundida por lo que sucedía. De pronto, sus ojos captaron los del chico que la sostenía. No podía creer lo que veía, porque aquella mirada, tan azul como el agua mas clara era hipnótica. Se fijó en todo lo que en su rostro había: mandíbula varonil, nariz respingada, pelo azabache sedoso, unos labios irresistibles. Y el perfume que el usaba... ¡Cuánto empezó a adorar aquel aroma! Se estaba volviendo un placer el hecho de tener a ese apuesto chico ahí, sosteniendola.
Sin embargo, su ensoñación se truncó porque a su memoria vino que ella es parte de la tribu amazona en China. Y como parte de las reglas de sociedad en aquel lugar, era mal visto que un hombre ayudara a una amazona que estaba en peligro, por la simple razón de que ellas son tan fuertes que pueden salir de los problemas que enfrenten solas. Es por ello que, inmediatamente recordó aquello, se liberó de su agarre. Y cambió su expresión de maravilla por una de desagrado. —Suéltame.
Ranma estaba confundido. ¿Acaso le había respondido de manera grosera? —¿Que?
Ella ladeó su cabeza, con un gesto que intentaba aparentar frialdad. —Soy fuerte, no necesitaba tu ayuda.
Parecía que se había topado con otra chica de temperamento fuerte. Alzó las palmas de las manos en señal de paz. —Vale, pues perdona por salvarte.— Es entonces que Ranma abandonó el lugar, caminando hacia su casa.
"Este mundo no necesita otra Akane." Pensó.
Mientras tanto, Xian Pu se mantenía estática, admirando como aquel desconocido de cabello azabache y una inusual trenza se alejaba. Dentro de ella algo empezó a asomarse, y su piel se erizó al momento de recordar el tacto de esas manos tan fornidas y a la vez tan suaves. Nunca le había sucedido algo así, ni siquiera con el estúpido interés romántico que iba tras ella desde que era niña. Echó un último vistazo a la bicicleta, que se encontraba hecha pedazos desperdigados. Pensó que quizá tendría que pagarle al dueño por ella, y si más se fue en dirección a donde estaba hospedándose.
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Ya en pleno sábado Ranma se encontraba parado frente al grupo de niños pequeños a los cuales debía dar clases. Si, él solo, sin su compañera.
Akane le dijo que debía ir por su amiga más temprano de lo previsto, por lo que no podría dar las clases. Y cancelarlas no era opción para ella, por lo que le solicitó obligatoriamente a Ranma que se encargara. Lo malo, es que no sabía exactamente que hacer con los niños. Vamos, claro que le gustaban y le simpatizaban, pero ciertamente no se imaginaba enseñando las técnicas sin la ayuda y paciencia de Akane.
—Bienvenidos a la clase, chicos.— Anunció Ranma ante la atención de los pequeñines. —Hoy haremos nuevamente calentamiento.— Esperaba no equivocarse con la rutina de ejercicios que les daría.
—¿Dónde está la sensei Tendo?— Preguntó una de las pocas niñas del grupo.
—Tiene un compromiso, así que la clase la daré solamente yo.
—Sensei Saotome, ¿No extraña a la sensei Tendo?— Preguntó otro de los pequeños.
—No entiendo a qué se refieren.
Satori, el niño prodigio de la clase, sonrió malévolo. Tenía unas ganas enormes de molestar a su sensei, porque pensó que sería divertido. Era un niño suspicaz, y pudo notar la química que existía entre ambos chicos, química que al menos ese muchacho se negaba a aceptar. —Se refieren a que si no extraña a su novia, sensei. Porque es lo que son, novios.
—¿Novia...?— Ranma al inicio no captó, sin embargo, en cuanto su cerebro conectó todo las mejillas se convirtieron en unos grandes tomates rojos. Rápidamente negó con un movimiento de cabeza exagerado. —No es mi novia.
—Sensei, no debe fingir con nosotros. Yo los vi dándose un beso.— Picó Satori, como el diablillo que era.
Ante todo esto, los niños empezaron a reír frenéticamente. Los papás de todos está vez se encontraban esperando a sus hijos afuera del dojo, por lo que Ranma estaba solo en esa lucha entre él y las criaturas.
—¡Al sensei Saotome le gusta la sensei Tendo!— Gritó otra de las niñas. Ante esto, los demás empezaron a corear la misma frase.
—¡Que no! !Mocosos malcriados!— Dijo Ranma, empezando a irritarse. ¿Por qué no se comportaban así con Akane? —Bien, ya basta de esto, vamos a iniciar la clase.
Aunque había dicho esto, los niños seguían saltando de emoción mientras reían y seguían coreando "Los sensei se besan, se toman la mano y tienen un hijo."
Ranma miró a ese mocoso que había iniciado el desastre. Satori le correspondió, sonriéndole con una mezcla entre travesura y soberbia. Se acercó a él. —Oye, tu iniciaste esto, ahora cálmalos.
—Yo solo soy un niño, eso le corresponde a usted, sensei.— Soltó burlonamente.
Ranma volteó a ver el desastre de los niños. Ahora no solo coreaban mientras corrían alrededor del dojo, si no que también algunos de ellos se le empezaron a pegar en las piernas, suplicando que los adoptara, porque querían tener unos padres que sabían golpear gente. —Por favor, si no saco la clase adelante Akane me matará. ¿Qué quieres a cambio?
El niño se lo pensó, jugando con la paciencia de su sensei. —No lo sé...
—¡Ya deja de jugar y dime!
—Dulces gratis por un mes.
—Bien, trato hecho, ahora ayúdame.
Satori aplaudió y enseguida todos los pequeños se detuvieron. —¡Sensei Saotome nos promete dulces a cambio de que aprendamos mucho hoy! ¿Quieren esos dulces?
—¡Si!— Exclamaron todos. Enseguida, el montón de pequeños huracanes se posicionó rápidamente en sus puestos, sin emitir ningún solo ruido ante el de trenza.
Ranma, con un tic en el ojo, observó furioso a Satori. Eso que dijo no había sido parte del trato, por lo que ahora no solo le debía dulces a aquel niño, sino que ahora debía comprar demasiados para la clase entera. "Estúpido mocoso." Pensó.
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Akane estaba esperando en la estación del metro, de pie afuera de los andenes. Llevaba un par de wide leg jeans de color negro, un top blanco y encima un cardigan color rojo. Iba bastante cómoda para recibir a su amiga, pues le ayudaría a cargar su equipaje durante su trayecto a casa. Según le comentó su amiga, tendrían que ir a casa de Akane, pues ella no tenia a la mano su propio juego de llaves, además de que sus padres estarían fuera hasta la noche.
En las bocinas se anunció la pronta llegada de los siguientes trenes, así que tan pronto como logró escuchar aquello mandó un mensaje a su amiga.
Akane_kane~
Akari, estoy esperando en el puesto de golosinas que tanto te gustan c:
Akari_piggy
¡Vale! te veo ahí
Akane_kane~
Veo que cambiaste tu apodo en Line ...
Akari_piggy~
Ya sabes que me encantan los puerquitos, además de que me enteré que mis padres adoptaron uno nuevo. Ya quiero verlo T-T
Akane_kane~
No sabía eso :0 cuando llegues a tu casa me mandas fotos c:
Akari_piggy
Y yo espero ansiosa a que me cuentes de Shinnosuke, los mensajes en texto no son suficientes para mí alma del cotilleo
Por cierto, ya voy a bajar del vagón.
Akane movió la cabeza, negando divertida. Sabía que le esperaba una gran entrevista con su amiga, sobre todo después de haberle confesado que dejaría de esperar a que pasara algo entre Shinnosuke y ella. Akari le había preguntado las razones, pero Akane decidió contarle en persona para que entendiera mejor todo el asunto.
La marea de gente empezó a verse, por lo que Akane se apresuró a buscar con la mirada a su amiga. Recordaba que la última vez que se vieron por videollamada, Akari tenía el pelo pintado de verde, con dos mechones rosados a los costados, así que se preguntó si seguiría con el mismo estilo. Y en efecto, ahí la vio, batallando en arrastrar dos maletas mientras en su espalda cargaba una mochila gigantesca. Se acercó a su amiga para ayudarle con su tarea, sin embargo, antes de poder ayudarle, Akari se quitó la mochila de la espalda y rodeó a Akane con sus brazos, riendo emocionada. Akane le correspondió con la misma euforia.
—¡Bienvenida, Akari!
—Cuanto extrañaba a mi amiga favorita.
Se separaron, riendo con emoción. Es en ese momento que la de pelo largo miró con detenimiento a su amiga. Sus ojos se abrieron demasiado debido a la impresión, y la tomó de los hombros. —¡Tu pelo!
Akane, un poco apenada, tocó las puntas de su cabello corto. —Lamento si te gustaba más largo, pero tengo mis motivos para volver a cortármelo.
—Oye, Tendo Akane, ¿Estás bromeando?
—¿Eh?
Akari empezó a dar saltitos de emoción frente a su amiga mientras la tomaba de las manos. —¡Te queda divino! Realmente me encanta más como te luce.
La de pelos cortos sonrió. —Muchas gracias. La verdad, es que ya lo extrañaba.
—Además, resalta mucho tus facciones, y te hace ver más sexy.
—¡Akari! ¿Qué cosas dices?
La aludida cambió su semblante de repente. Miró a su amiga, algo preocupada. —Oye, ¿Estás bien con lo de Shinnosuke?
Le sonrió. —Estoy bien. Realmente ya lo dejé ir, así que vivo en paz.
—Me alegro que sea así. Ahora ya vamos a tu casa, quiero saludar a tu mamá.
Akane tomó la mochila y se la puso en la espalda. Era, sin duda, el objeto más pesado que pertenecía a su amiga, por lo que prefería cargarlo ella al tener más fuerza para soportar el peso. —¡Esto está pesado! ¿Cómo hiciste para soportarlo todo el viaje?
—Créeme que no lo sé, mi espalda baja me está matando.
Ambas rieron mientras salían de la estación, gastándose bromas y recordando viejos tiempos.
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Xian Pu tenía la destreza suficiente como para poder esquivar todos los obstáculos que se le presentaban en aquella arena de entrenamiento. Lanzaba patadas y puñetazos certeros, saltaba y esquivaba con rapidez, como si fuese una ninja experta. Sin embargo, en su mente revivía una y otra vez el encuentro con el chico de ojos azules. No dejaba de pensar en él, desde que la había "rescatado" de salir herida algo había cambiado en ella. Normalmente con el chico que la pretendía era muy esquiva, rechazaba todo tipo de contacto con él, y no le permitía que le ganara en algún combate. Pero en cambio, a ese desconocido le permitiría todo lo que él quisiera. Y cuánto deseaba saber su nombre.
Respiraba agitadamente. Había terminado el recorrido en la arena de entrenamiento, sin ningún solo rasguño en su piel. Atrás de ella, se oían los aplausos de un hombre.
—Te felicito, Xian Pu. Eres una guerrera excepcional. Has completado el circuito sin alguna lesión.— El hombre trajeado se encontraba realmente impresionado. Había realizado una gran elección al reclutar a aquella chica para el torneo de artes marciales. Con ella, aseguraría el éxito de su dojo.
—Y no solo eso, señor. Mi nieta realizó movimientos precisos y certeros. Como se esperaba de una amazona de alto rango como ella.— Wu Kuo Long, la abuela de la chica, era una mujer suspicaz. Si, los movimientos que su nieta había realizado fueron precisos y había esquivado todos los obstáculos, pero realmente no estaba concentrada. Algo la tenía en otro lugar.
—No cabe la menor duda, mi estimada.
Xian Pu realizó una referencia de agradecimiento. —Gracias por su aprecio.
—El placer es mío. Bien, creo que por hoy acabamos el entrenamiento. Permitan que mi sirvienta les indique dónde está el baño para que se asee, y si me lo conceden, quisiera invitarlas a comer.
—Se lo agradecemos mucho.
Mientras el hombre se retiraba, la sirvienta apareció para indicarles que la siguieran. Caminaban detrás de ella, por lo cual Kuo Long le habló en chino a su nieta.
—Xian Pu, algo te sucede. No estabas concentrada totalmente. Él no lo notó, pero sabes perfectamente que yo si.
La chica suspiró. —Nada se te escapa. Está bien, conocí a un chico.
—Asi que un chico, ¿Eh?
—Si. Ya sé que somos de aquí y que nuestras reglas nos rigen, pero de verdad creo que me gustó.
—¿Te derrotó? Porque si lo hizo, podemos fácilmente comprometerlos.
—Me salvó.
—¿Que? ¿Cómo pasó eso?
Para cuándo llegaron al baño, la sirvienta permitió a Kuo Long que pasará con su nieta. Xian Pu, resignada, la dejó entrar, aunque sabía que lo que le esperaba sería una plática muy dura. Entró a la mampara que dividía el vestidor del baño.
—El día que quise salir de paseo en bicicleta. Fue en ese día. No estaba atenta al entorno, la estúpida bicicleta se atoró e intentaba despegarla de donde estaba, pero un coche venía a alta velocidad sobre mí. Ese chico me salvó de salir herida.
—Xian Pu, deberías concentrarte más. Una amazona siendo salvada por un hombre.— Soltó una risa irónica. —Por favor. Incluso si estamos fuera de nuestras tierras, recuerda que nosotras somos de las amazonas de más alto rango. Imagina que dirían de ti si se enteran de esto.
—Ya sé, abuela. Es solo que no he dejado de pensar en él. Es extraño. Con Mu Tsu no me pasa esto.— Gritó desde la tina.
—Entonces creo que te flecharon. ¿Y cuál es su nombre?
Soltó un pequeño grito de frustración. —¡No lo sé! Le dije que no necesitaba ser salvada y se alejó.— Escuchó desde su lugar la risa exagerada de su abuela. —¡No te rías!
—Mi querida nieta. Te has enamorado en serio. No te daré falsas esperanzas, pero si se vuelve a cruzar en tu camino tienes que vencerlo en combate. Solo así tendrás la oportunidad de que sea tuyo.
—¡Lo haré!— Xian Pu se hundió en la tina, jugueteando con la espuma que la cubría por completo. "Yo siempre consigo lo que quiero. Y te quiero a ti." Pensó, a la vez que reía juguetona.
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Akari y Akane llegaron al dojo Tendo, después de un rato en el taxi. Bajaron las maletas y las dejaron en el recibidor de la casa.
—¡He llegado junto a Akari!— Anunció Akane mientras se colocaba las pantuflas.
Escucharon pasos de dos personas. Por un momento ambas pensaron que serían Kasumi y su mamá, sin embargo, no esperaban encontrarse a dos individuos inesperados. A su encuentro salieron Ranma y el pequeño Satori, peleando entre ellos.
—¡Niño malcriado!
—¡Adulto sinvergüenza!
—¿Ranma? ¿Satori? ¿Que hacen aquí?— La cara de Akane era un poema. Le extrañó verlos aún en su casa, siendo que las clases en el Dojo ya habían acabado.
—Akane, ¿Quiénes son?— Preguntó la muchacha de cabellos verdes.
—Ah, Akari. Ellos son Saotome Ranma y Kobayashi Satori. Ranma es mi colega de entrenamiento en el dojo. Satori es nuestro alumno de la clase infantil.
Para Ranma no pasó desapercibido que Akane ya no se haya referido a él por su apellido. Sintió una pequeña emoción por dentro, aunque su pausa se vio afectada por el tono algo meloso en el que él malcriado se dirigió a Akane.
—Akane-san, gracias por presentarme.
—¡Que niño tan lindo!— Exclamó Akari, abrazando inmediatamente al pequeño. En cuanto terminó, dirigió una mirada un tanto sospechosa a Ranma.—Entonces este chico es el degenerado petulante al que te referías, ¿Cierto, Akane?
Akane no quiso una discusión ahora mismo. Estaba tan feliz por el regreso de su amiga que intentó derivar la conversación en otro tema. —Bueno, ¿Qué hacen los dos aquí? Se supone que las clases acabaron hace rato.
—Mis padres avisaron que vendrían más tarde por mi y el sensei Saotome quedó a cargo de mí. Espero que no haya inconvenientes, estimada sensei.
—No me quedó de otra más que hacerlo.—Se quejó el de trenza.
Kasumi apareció en la entrada, secándose las manos con su delantal. —¡Akari! Cuánto tiempo sin verte.
—Lo mismo digo, Kasumi. ¿Y Nabiki?
—Nabiki está en el trabajo, pero ella ya sabe que regresaste. Te manda saludos.
—¡Akari, bienvenida!— Exclamó el patriarca Tendo, mientras bajaba las escaleras en compañía de la señora Tendo.
—¡Señores Tendo!— La jovencita se dispuso a saludar a ambos, sobre todo a la mamá de Akane, quien ese mismo día se encontraba bastante bien.
Kasumi sonrió alegremente. En ese momento, en el hogar se respiraba mucha paz y tranquilidad, algo que no pasaba hace mucho tiempo. —Ya está lista la comida. Todos vamos al comedor.
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Ya era domingo, y por fin era el día tan esperado para Akane. Se reuniría con sus amigas para poder observar el florecimiento de los cerezos, tal como era costumbre en esos días para muchas personas. Se había arreglado sencilla, con un maxivestido de color azul cielo, un cárdigan blanco y sus tenis blancos. Su pelo corto estaba adornado por un par de prendedores del mismo color del vestido, y llevaría una tote bag blanca.
Había acordado en conjunto con sus amigas que todas llevarían algo para comer. Sin embargo, sus habilidades culinarias no eran las mejores, por lo que ella se ofreció a comprar paquetes de sakura mochi para compartir. Aún recordaba la conversación que sostuvo con Akari, quien la había acompañado a comprarlos el día anterior.
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Akari y Akane se encaminaban en dirección a la tienda de mochis que Nabiki les había recomendado, pues según ella, eran los mejores de la zona. Akari se había quedado a comer, al igual que Ranma y Satori, así que eso dio tiempo para que la chica de pelo verde le conociera a fondo. Sus padres irían por ella hasta la noche, entonces decidieron aprovechar el tiempo e ir a comprar los aperitivos para el día de mañana.
—¿Entonces renunciaste al konbini?
—Si. Lo medité seriamente, y el domingo pasado renuncié.
—Es mejor. Así no te sobre exiges demasiado.
—Claro.
—¿Sabes? Me parece genial que hayas decidido ya no insistir con Shinnosuke. Es un buen chico, pero no creo que sea justo para ti estar envuelta en un amor unilateral.
—Lo sé. No me gusta admitirlo, y menos enfrente de él, pero todo es gracias a Ranma.
Akari detuvo sus pasos, impresionada por lo que dijo su amiga. —¿Eh?
Akane suspiró. —Lo digo de verdad. No es por alzarle el ego, pero... gracias a él, entendí que no debía aferrarme a algo que no avanzaría. Y, bueno, él me... me consoló.
—¿Es verdad eso?
Para Akane no era sencillo hablar de ese tema. Cuando estaba en el instituto los chicos solían acosarla demasiado, pidiéndole citas y regalándole distintos objetos para intentar llamar su atención. Así que su orgullo se veía un poco machacado por admitir que, en cierta forma, había sido consolada por un chico distinto a su mejor amigo. —Si.
—Quiero detalles.
Suspiró. —Me abrazo, y m-me permitió llorar en s-su hombro. Además de decirme que no fuera tan dura conmigo misma. Creo que se comportó muy... dulce...
Akari se impresionó con la afirmación de su amiga. Emocionada, se posicionó frente a ella. —¿Y que piensas de eso?
La de pelo corto no entendió a qué se refería. —¿Eh?
La chica tomó las manos de su amiga. —Akane, sabes que eso no es algo normal, ¿Cierto?
Temió un poco por lo que estaba a punto de decir su amiga. —¿A qué te refieres?
—Me refiero a que no es normal que un chico te consuele de esa forma. Ahora que se quedó a comer en tu casa, noté ciertas cosas...interesantes.
—¡Eh! ¿Qué insinúas?
—Akane, se molestan mutuamente, lo vi todo el día de hoy en el comedor. Llámame loca, pero creo que hay una especie de química entre ustedes dos. Fácilmente podría decirle a un par de desconocidos que ambos son novios y me creerían.
Akane se escandalizó. No supo a qué se debió, pero un pequeño chispazo la recorrió enteramente, y sintió como sus mejillas ardieron levemente. Era verdad que quizá lo que pasó podría llegar a un malentendido incluso, entre ambos, pero no pensaba en él como un novio. Aún así, el nerviosismo se hizo presente en ella. —¡Exageras! Ni de chiste me gustaría un egocéntrico como él.
Akari no pudo evitar reír ante lo que dijo su amiga. Aún así, en el fondo estaba segura de que, al menos por parte del chico de trenza, había algo muy importante escondiéndose ahí. —Bien, si tú lo dices. Aunque, te advierto, hay muchas chicas que seguramente querrán una oportunidad con él. Yo que tú aprovechaba que tienes toda su atención.
—No creo, el lo ha dejado en claro. No soy de su agrado.
—Ay por favor, seguramente lo dice porque está intimidado con tu existencia.
—Lo dudo, honestamente.
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De cierto modo, esa conversación le había removido un poco su sentir. ¿Ranma Saotome, enamorado de ella? Ni en sus peores pesadillas lo creería. Pero... ¿A ella le gustaría?
Sacudió su cabeza enérgicamente. Miró de nueva cuenta la imagen que el espejo le devolvía, una imagen distinta a la que solía portar con el cabello largo. Akari tenía razón, de cierta forma el cabello corto la hacía ver muy atractiva, como si tuviera un sex appeal atrayente hacia el género masculino, o al menos, para la mayoría de las personas, no por nada sabía sobre como tenía babeando a muchos en la universidad. Sin embargo, este chico era diferente, porque no parecía estar de acuerdo con los demás. No, el siempre dejaba en claro que no era su tipo, que no era linda,
Y vale, era guapo...Mucho, demasiado, y llamaba la atención de muchas chicas, pero no sentía nada al saber esto, ¿Verdad?
Volvió a negar enérgicamente. No, claro que no. Solo eran colegas, solo eso. Así que, repitiendo esto como si se tratara de un mantra, salió de su casa rumbo al lugar donde había quedado de verse con sus amigas.
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El cielo estaba precioso y totalmente despejado. La temperatura en el ambiente era agradable, permitiendo que las personas pudiesen apreciar los cerezos con mucha calma. En todo el lugar había una gran variedad de gente. Las familias se entretenían, los ancianos no paraban de hablar maravillas de la tradición japonesa que no había cambiado, las parejas pasaban un gran tiempo compartido, y los grupos de amigos hacían ruido, demostrando que la felicidad emanaba en ese día tan especial.
Para Akane no era la excepción. Se la estaba pasando de lo mejor con su grupo de amigas. Yuka y Sayuri no dejaban de atosigar a Akari, preguntando con mucho interés como le había ido en ese año de intercambio. Akane simplemente las observaba, contenta de tener a todas sus amigas reunidas.
—Y es todo. Realmente no pasó nada más allá de unas cuantas citas.— Dijo Akari mientras comía su sakura mochi.
Yuka no podía creer que la pequeña historia de amor de su amiga terminara de esa forma tan abrupta. —No nos digas eso...— Se lamentó, haciendo un puchero.
—Estoy segura de que ese chico solo te quería para una cosa.— Declaró Sayuri, para después beber té de su termo.
Akari se sonrojó furiosamente. —Pues... creo que si hubiese pasado, no me arrepentiría.
Esa confesión les dejó sin habla a todas. Las caras de las tres chicas restantes pasaron de un sonrojo leve a uno bastante marcado y furioso. Sayuri casi escupe su té, Yuka se atragantó levemente con su trozo de sakura mochi, y Akane... bueno, ella era todo un poema. Si se fijaba uno bien, parecía que estaba a punto de salir vapor de toda ella. ¿Desde cuándo su amiga era de hablar de esos temas?
—¡Akari!— Gritaron las chicas, tratando de no llamar la atención de la gente a su alrededor.
—Solo digo la verdad. Si un chico guapo y atento se les acerca, siendo algo considerado y juguetón, ¿No aprovecharían? Siento que sería una experiencia única. Además, a ese chico le llamé la atención. Se la pasaba hablándome demasiado.
Akane tragó un poco de saliva. Pensó en que, si algo pasaba entre ella y Shinnosuke, no estaba segura de dar ese paso tan confiada. Cielos, ni siquiera había pensado en como se sentiría si un chico apuesto y que también te atrae te invita a pasar la noche juntos. Y a su mente llegó lo que le había comentado Akari el día anterior.
"Yo que tú aprovechaba que tienes toda su atención."
Vale. Ranma era un chico guapo. Muy guapo, debía admitirlo. Recordaba como las chicas de todas las clases en las que coincidían siempre estaban hablando de como les encantaría que él siquiera les dirigiera la palabra. Y a ella si que la molestaba. Lo que es más irónico, de todas las chicas de la universidad, ella era la única a la que Ranma le hablaba tan suelto, hasta se tomaba el descaro de molestarla. Quizá si el fuera más amable...
¡No! ¡¿Que demonios estaba pensando?! ¡Definitivamente no funcionaría algo entre ellos! Son muy incompatibles. Si, eso, no funcionaría.
—Oye, Akari, ¿Y a ti no te dolió que las cosas no se dieran entre tú y él?
La pregunta que lanzó Sayuri a su amiga la tranquilizó. Ninguna se dio cuenta de la guerra que libraba por dentro. Mejor así, no estaba segura de poder contestar preguntas referentes a su compañero.
Akari sonrió. —La verdad es que no. Quiero decir, después de la última relación que tuve, no sentía que estuviera preparada para otra. Aunque si ahora mismo un chico llega a mi vida, no me opongo.
Yuka y Sayuri suspiraron, deseando que pronto encontraran un amor de verdad. Mientras tanto, Akane luchaba por no pensar en él tonto chico de trenza.
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Ranma se encontraba junto a Ryoga, Hiroshi y Daisuke. Los juntó y ahora se arrepentía de hacerlo, pues los tres se habían caído tan bien, que ahora mismo eran tres idiotas que solo parloteaban de modelos nacionales, idols de la tan llamada ola hallyu y de las chicas que observaban, todo mientras estaban sentados en una mesita del parque cercano. El de trenza solo los observaba, mientras sorbia un bubble tea de mora azul, aburrido de la plática de los chicos.
—¿Pero han visto lo preciosa que es Noh Sung Ji? Sin duda le gana en visuales a Asakura Ayumi.— Declaró Hiroshi mientras reproducía un vídeo de dos chicas, aparentemente idols, bailando un challenge bastante popular en esos días.
Ryoga se sonrojó furiosamente. Ambas chicas vestían de una manera algo... provocativa, al menos para él. Nunca había estado demasiado interesado en la farándula, pero gracias a los chicos empezaría a estarlo. Estaba considerando seguir a ambas chicas en las redes sociales.
—De verdad eres un cerdo, Ryoga.— Recalcó burlonamente el ojiazul.
Ryoga, quien salió de su trance, le propinó un pequeño golpe en la cabeza. —Calla, idiota.
—Oye, Ranma.— Daisuke llamó la atención de su amigo. —¿Es enserio que no te gusta alguna de estas chicas?
—Me parece que es una perdida de tiempo.
—Deberían disculpar a mi amigo. Él siempre ha sido así.— Dijo Ryoga.
—¿No será que Ranma en realidad voltea hacia el lado opuesto?— Preguntó Hiroshi, poniendo una sonrisa burlona.
Ranma enrojeció, no sabía si de furia o de pena. —¡¿Que demonios?! ¡Por supuesto que no!
—No es eso, es solo que a el le importan más las artes marciales que las chicas.— Excusó Ryoga, palmeando la espalda de Ranma para tranquilizarlo.
—Pues que aburrido.— Dijo Hiroshi.
Ranma, ya un poco más calmado pero aún así ofendido, colocó su mano en su mejilla. —No es aburrido...
—Por cierto, Ranma...¿Cómo está Akane?— Preguntó Ryoga, curioso por saber que había sido de la joven Tendo.
—¡¿Akane?!— Preguntaron el par de bobos, impresionados de que el nuevo amigo supiera de la existencia de su interés. —¡¿Akane Tendo?!
A Ranma se le había olvidado todo lo que ese par le había contado cuando recién llegó a la universidad. Y cayó en cuenta de que ninguno de los dos sabía sobre lo de dar clases en el dojo. —Está...bien...
Hiroshi se adelantó hacia Ranma, tomándolo de los hombros y sacudiendo su cuerpo lentamente. —¿Cómo no nos dijiste que hablas con Akane?
—¿Por qué tendría que decirles?
—¡Amigo, es Akane!— Gritó Daisuke. —Estamos hablando de la diosa Akane, la chica con la que media escuela quiere algo, ¿Lo recuerdas?
—Lo sé, pero no se ilusionen. Solo le estoy ayudando con su dojo. Es todo.— Dijo Ranma, cruzándose de brazos, un poco nervioso de que su amigo lo atosigara.
—Asi que en la escuela es popular, ¿Eh?— Mencionó Ryoga, con una sonrisa de lado.
—No tienes idea de cuanto. Nosotros quisiéramos una oportunidad para salir con ella. Es amable, muy talentosa, y muy bonita.— Dijo Hiroshi sonriendo como un bobo.
—Y su cuerpo es lindo... ¿Han visto su trasero?— Secundó Daisuke.
—Sus caderas... y sus pechos...—Siguió Hiroshi.
—Cuando la hemos visto competir en algunas disciplinas nos encantaba verla. Ese uniforme de Furinkan le quedaba demasiado bien, resaltaba todo su ser.
—Me encantaría saber que se siente llegar a tercera base con ella.
—Debe besar bastante bien, con esos labios que tiene para morder...
Para este punto, a Ryoga y Ranma se les empezaban a subir los colores al rostro. Los escenarios y las cosas que los otros dos chicos mencionaban iban escalando de nivel. Ciertamente había dos cosas que posiblemente sean seguras: ese par tenía las hormonas demasiado alborotadas, o realmente Akane era una bomba sexual para la mayoría de los chicos. Y al menos la segunda cosa no le gustó demasiado a Ranma, porque sintió una sensación amarga al saber cómo la chica estaba siendo verdaderamente deseada. Si bien había escuchado un par de comentarios inocentes de parte de los chicos, el descubrir que ellos querían otras cosas con ella era, por no decir mucho, escabroso.
—¡Hey!— Interrumpió el de trenza, sumamente nervioso. Tomó a Ryoga de los hombros. —Ryoga y yo vamos a comprar unos bocadillos en uno de los puestos que hay por allá. Esperen aquí. Regresamos en un momento.
Y sin dejar que sus amigos replicarán algo de apresuró a tomar a Ryoga y llevarlo a rastras con él hacia un puesto móvil de golosinas que vio desde lo lejos.
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En un despacho ubicado dentro de una mansión, un hombre se encontraba en compañía de otro hombre con vestimenta mas tradicional. Los vasos pequeños llenos de sake indicaban que la junta que ambos sostenían era muy importante. Los cerezos de la mansión bañaban el suelo de pétalos rosáceos como un suave manto, ¿Para que salir a admirar a los cerezos en la calle, si había un espectáculo hermoso visible desde el ventanal grande de aquél lugar?
—Me alegra que sus cerezos hayan florecido tan frondosos. El año pasado recuerdo que no fue una floración tan bella como la de ahora.— Aquel hombre de vestimenta tradicional sonreía ante la bella visión de los cerezos cayendo y siendo arrastrados por el viento.
—Muchas gracias por sus palabras, señor Ueda. Me hubiese gustado que su hermano y sobrino estuvieran aquí, hace mucho tiempo que no los veo.
—Bueno, ahora que mi sobrino está estudiando arte el tiempo es lo que menos sobra. En fin, señor Kumon, ¿Cómo está su hijo?
—Mi hijo está bien. Sobresaliendo en karate, como siempre. A propósito de eso, este año espero perfilarme como el mejor dojo de Japón. Entre mi hijo y la nueva adquisición que realicé, podremos poner en alto nuestra escuela.
El señor Ueda tomó su pequeño vaso de sake, de cerámica fina y acabados delicados. Dio un sorbo a su bebida, disfrutando de la sensación rasposa de la buena bebida tradicional. —Y no lo dudo, señor Kumon. Aunque, si le soy sincero, su competencia este año será bastante fuerte.
—Me temo que no sé a qué se refiere, señor Ueda.
—¿No se ha enterado? Soun Tendo decidió reabrir su dojo. Solo que ahora es su hija quien está dando clases. Me mandaron un documento solicitando que se les permitiera registrarse para el torneo de artes marciales.
—Vaya, no estaba al tanto de ello.
—Además, eso no es todo. Su hija es una muchacha fuerte, pero al parecer, Soun Tendo se asoció con un amigo de antaño. El hijo de aquel señor es también un experto en artes marciales, incluso el más grande que se ha visto en mucho tiempo.
—Por favor, no creo que sea tan fuerte como dicen.
—Bueno, según el propio Tendo, aquél muchacho entrenó en China durante periodos de tiempo grandes. Y está estudiando precisamente Karate. Obviamente la especialización del dojo Tendo es el Kempo, pero bueno, yo no me confiaría demasiado.
Está afirmación no le gustó al señor Kumon. —Señor Ueda, le aseguro que mis armas son lo suficientemente fuertes para combatir con esa escuela.
—Pues eso espero. Será mejor que me retire. Mi esposa no deja de enviarme mensajes de texto diciendo que me apresuré a llegar a casa.
El señor Ueda se levantó de su asiento, y el señor Kumon lo siguió. Abrió la puerta de aquel despacho, dónde una sirvienta estaba esperando. —Por favor, acompañe al señor a la salida. Fue un gusto recibirlo por acá.
—El gusto es mío. Que no se le olvide asistir.
—Estaremos ahí.
En cuanto aquel hombre se retiró del lugar, el señor Kumon pidió a otra de las sirvientas que llamara a su hijo. Se sentó en su escritorio, terminando de un solo trago el contenido que le restaba del vaso de sake. El dojo Tendo, aquel lugar que brilló intensamente hace varios años ya. ¡Tonterías! Necesitaba encontrar a aquel muchacho dotado de talento. Tocaron a la puerta, y con voz autoritaria pidió que pasaran.
—Padre.
—Ryu, hijo mío. Gracias por venir a mi llamado.
—¿Qué quieres?
El señor Kumon se levantó de su asiento. Se acercó al gran ventanal, admirando nuevamente el paisaje que su propia riqueza le brindaba. No permitiría que se le negara. —Necesito que tú y Xian Pu entrenen más. Hay un dojo que directamente es nuestro rival.
—¿Solo para eso me llamaste? Sabes que si me lo propongo, destrozó a quien se me cruce enfrente. No hacía falta que me lo dijeras. — Ryu dijo esto con voz confiada, sin embargo, su semblante era bastante serio y frío.
El señor Kumon sonrió. —No solo para eso. Necesito que investigues quien es el muchacho que trabaja en conjunto con el dojo Tendo. Y si lo encuentras, me dices.
Ryu rodó los ojos. —No soy un investigador privado. Pero, supongo que no me queda de otra. En cuanto sepa quien es, te avisaré.— Dicho esto, salió de la habitación, dejando al señor Kumon bastante satisfecho con la repuesta que recibió.
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—No hacía falta que me usaras como pretexto para huir de tus amigos por un rato.— Dijo Ryoga mientras caminaba con Ranma hacia el pequeño puesto de dangos que señaló anteriormente.
—Yo no entiendo de donde la ven tan atractiva.— Masculló.
—Te dije antes que es linda.
—Silencio.
Llegaron a la pequeña fila que había en el puesto. No eran muchas personas, pero aún así debían esperar un rato. Ryoga se cruzó de brazos, miró los alrededores, viendo como todo el florecimiento era diferente a cuando vivían en Kyoto. Recordó como solía pasar ese día en compañía de sus padres, y se dio cuenta de que ahora era diferente. Aún así, el recuerdo de ver a sus padres juntos, disfrutando de ambos le incitó a querer encontrar a ese alguien que pasara su vida junto a él. Lástima que la persona a la que a él le interesaba que fuera, sería la que más le hizo sentir miserable. —¿No te gustaría encontrar a alguien a quien amar?
La pregunta que Ryoga le lanzó lo tomó desprevenido por completo. —¿De que hablas?
—Algún día, quiero tener a alguien que mire los cerezos junto a mí.
Un poco turbado, Ranma lo miró atentamente. Si bien en el rostro de su amigo la ensoñación se manifestaba, él, por dentro, no pudo evitar pensar en Akane. ¿Qué se sentiría estar junto a ella, mirando los cerezos? Sacudió su cabeza, tratando de alejar todo pensamiento. —Ya, bueno, espero que lo encuentres.
—¿Y que hay de ti?— Ryoga quería asegurarse de que su amigo dijera la verdad sobre Akane, porque estaba pensando en pedirle una cita a ella, para probar solamente.
El de trenza miró hacia otro puesto donde vendían bebidas refrescantes. —Yo iré a comprar unas bebidas. Quédate aquí.
Ryoga no dijo nada, solamente suspiró y negó con la cabeza, soltando una pequeña risa. Sabía que su amigo estaba esquivando algo, pero no lo presionaría. Igualmente, pensaría seriamente en si pedirle una cita a la joven Tendo. Afortunadamente para él, la espera para comprar los dangos no fue muy pesada. En cuanto fue su turno, pidió los bocadillos que necesitaría.
Sin embargo, la suerte puede ser toda una bromista.
—¿Cuánto cuestan los dangos?
—Cuestan 100 yen cada uno, señorita.— Respondió amablemente el vendedor.
Aquella voz femenina le hizo mirar con recelo a la emisora. Ukyo estaba ahí, de pie, preguntando por el precio de las golosinas. Y, por desgracia, la condenada chica seguía viéndose igual de linda que antes. La falda larga de patrones florales negra y el suéter rosa le daban un aire coqueto. Sin mencionar que ese pelo castaño, largo y lacio, recogido, se le veía espectacular. —Ukyo...— Masculló un poco aletargado.
La castaña lo miró, seria. —Ryoga, cuanto tiempo sin verte...
—Ukyo, amor, perdona la demora.
Aquél chico que se acercó a Ukyo se le hizo reconocido a Ryoga. Su cerebro conectó, y a su memoria llegó la imagen que Akane le había mostrado. Era el tal Shinnosuke. Lo miró, analizándolo, y se dio cuenta del por qué a las jóvenes les atrajo. Un chico guapo, con un tono de voz bastante amable. Alto, delgado pero fornido. Vaya suerte tenía Ukyo.
—No te preocupes, Shinno.— Para la castaña era un poco incómodo todo, pero trató de disipar aquello. —Mira, te presento a un amigo antiguo. Su nombre es Ryoga Hibiki.
A Ryoga se le estaba dificultando no decir algo que pudiese dejar mal parada a Ukyo. Tenía unas tremendas ganas de soltar un comentario tipo "Si, yo soy el sujeto al que solo ilusionó y usó para darle celos a su verdadero interés, te hará lo mismo a ti.", pero no lo haría. En él tendría que caber la prudencia. —Hola, mucho gusto.
Shinnosuke sonrió sinceramente. —Me llamo Shinnosuke Ueda. Me alegra conocer a los amigos de mi novia.
Estaba a nada de decir algo, pero una voz femenina y conocida le salvó el pellejo.
—Ryoga.
Akane había divisado a Ryoga desde lo lejos. Le pidió a Akari que la acompañara a ayudar al joven Hibiki. Akari, aún sin entender del todo se levantó junto a ella. Cuando llegaron, le sorprendió ver a Shinnosuke con su novia. En su mente, a la peliverde le pareció poca cosa la castaña. En fin, Shonnosuke se perdía de tener a Akane.
Para Ukyo fue divertido ver a esa chica. La última vez la notó descompuesta, triste, incluso podía jurar que por lo mismo se cortó el cabello. Así que le haría pagar por haberla intentado humillar aquél día donde se conocieron. —Mira amor, tu amiga llegó.— Dijo con voz melosa, mientras se colgaba del brazo de su novio, intentando que la de ojos castaños se sintiera mal.
—Akane, hola.— Saludó Shinnosuke alegremente. Luego de esto, miró a Akari. —¡Akari! No sabia que llegabas tan pronto.
—Acabó mi periodo de intercambio, así que estoy de vuelta molestando a mis amigas.— Mencionó Akari.
Ukyo observó a Akane, sin embargo, se extrañó al no verla afectada por como abrazaba a su amigo. La encontró muy tranquila, sin ninguna pizca de melancolía, como si ella ya lo hubiese superado. —¿Vienen juntos ustedes tres?
Para la peliverde no pasó desapercibido el tono de voz de la castaña, observó fugazmente al pelinegro conocido como Ryoga. No sabía que estaba pasando, pero dedujo que algo no tan agradable. Tomó valor, y se sostuvo fuertemente del brazo de aquel desconocido aún para ella. Sonrió dulcemente, provocando que ese pelinegro se sonrojara levemente. —De hecho lo estábamos buscando. Venimos juntos como una cita.
La cara de Akane era un poema, Ryoga tenía el rostro sonrojado, y Ukyo estaba en shock. —¿De verdad?— Preguntó incrédulamente la castaña.
Ryoga estaba a punto de objetar, sin embargo, Akari le miró. Entendiendo todo, soltó carcajadas algo tímidas. —Si, es que Akane y yo nos conocemos también. Me contó que su amiga vendría, y yo acepté co-conocerla para una ci-cita.— Volvió a reír, esta vez nerviosamente, esperando que la castaña no pensara que era una mentira.
—Me alegro mucho por ti, Akari.— Dijo Shinnosuke.
—Bueno, apenas nos estamos conociendo. Pero es una maravillosa cita.
Ukyo, quien para ese momento se encontraba callada, frunció el ceño ligeramente. Si trataban de humillarla nuevamente, no lo permitiría. Así que, mirando a Akane, soltó un comentario mordaz. —Oh, pero... seguramente si es alguna cita, ¿No es un poco incómodo para ti?
Akari sabía que esa pregunta era para dar a entender que su amiga estaba siendo mal tercio. —En realidad estamos en una doble cita.— Dijo rápidamente, sin tomar en cuenta el peso de sus palabras.
Shinnosuke y Ukyo miraron con los ojos desorbitados a la pobre chica de pelos cortos. Akane se sonrojó furiosamente, y empezó a jugar con los dedos, tratando de controlar su nerviosismo. "Vaya manera de ayudar." Pensó.
—¿Es eso cierto, Akane?— Preguntó Shinnosuke, sorprendido.
—Ehm, b-bueno, s-si...
Ryoga divisó a Ranma, quien se acercaba hacia la bola de personas con unas dos bebidas en la mano. Lo miró con un gesto claro de ayuda, así que el de trenza se apresuró a caminar, viendo la presencia de los involucrados ahí.
—¡Es el!— Señaló Akari apresuradamente.
En cuanto Ranma llegó, Akane lo tomó del brazo, o al menos lo suficiente como para fingir que eran más cercanos. Esta acción por parte de la de cabellos cortos puso nervioso al muchacho. Ranma no sabía que estaba pasando, claramente el gesto de su amigo no era el mejor y por eso había apresurado sus pasos, y ahora, su tormento le estaba agarrando del brazo como si ellos... cómo si estuvieran saliendo.
—Si. Shinnosuke, Ukyo, ya conocen a Ranma. Es amigo de Ryoga también, así que ambas quisimos planear una cita doble.— Mencionó Akane para que Ranma entendiera entre líneas el contexto de la situación.
Aún así, el implicado estaba parado ahí, totalmente rojo y sin saber que decir. Ryoga le dio un codazo para que reaccionara. Y funcionó, porque de pronto abrió la boca para hablar. —Ah, s-si... estamos e-en una d-doble c-cita...
Akari se encontraba divertida de la cara que puso esa muchacha tan antipática. Estaba echando chispas por los ojos, solo que no sabía a quien de todos, si al ojiazul, a Ryoga, a Akane o a ella. Por otra parte, notó como Shinnosuke se tensó, y aunque nunca abandonó la expresión serena, parecía como si saber aquello no le agradara nada.
—Vaya, no lo esperaba...—Dijo Shinnosuke, impactado por lo que veía.
—B-bueno, así son las cosas...— Soltó Akane, riendo nerviosamente. —En fin, debemos irnos. Espero que disfruten el florecimiento.
Ni bien dijo esta frase tomó a Ranma del hombro y lo arrastró junto a ella, empezando a caminar hacia una dirección diferente. Akari y Ryoga se despidieron con una reverencia corta y siguieron a la pareja, tratando de caminar lo más rápido posible para alcanzar al otro par.
Los cuatro llegaron hacia uno de los cerezos. Akane y Akari soltaron a los chicos, quienes estaban avergonzados.
—Akane, ¿Qué está pasando con esa chica?— Preguntó Akari, sabiendo que algo raro sucedía.
—Es la novia de Shinnosuke. Los conoce a ambos.
Ranma, saliendo de su estado de shock, dejó las bebidas en un banquito que por suerte estaba desocupado. —¡¿Que fue eso?!
—No vayas a malinterpretar las cosas. No lo hice porque quisiera, era para ayudar a Ryoga.— Dijo Akane un poco molesta. Que falta de tacto tenía el de trenza como para preguntar en ese tono.
—Ya, pero, ¿Por qué yo debería fingir que estaba en una cita contigo?— Preguntó con las mejillas rojas.
—Eso fue idea mía.— Mencionó Akari, haciendo que la atención de los tres muchachos se dirigiera hacia ella. Hizo una reverencia hacia los tres. —Perdónenme.
A Ryoga se le hizo un poco tierno el como la chica que estaba frente a ellos se disculpaba. Sonrió amablemente, y le tocó el hombro a aquella extraña que, al menos, intentó ayudarle. —No te preocupes. Te agradezco por la ayuda.
Para Akari, los ojos de aquél muchacho la atraparon, la hicieron sentir alguna especie de magia. Sus mejillas se sonrojaron, y no pudo evitar que una sonrisa tímida pareciera en su rostro.
Ranma carraspeó, sacando de esa atmósfera tan inusual a los dos chicos. —Bien, creo que tenemos cosas que explicarnos. Todos.
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Shinnosuke y Ukyo caminaban en dirección a donde la joven se estaba hospedando. Iban sumidos en un silencio profundo, pensando en la plática que sostuvieron con el resto de chicos.
Ukyo estaba en un mar de emociones y pensamientos. Por una parte, detestó que su Ran-chan estuviese saliendo con Akane, o al menos, lo que ella creía. Aunque, por otro lado, el ver a Ryoga siendo feliz con otra chica le género una amargura un tanto inusual. Definitivamente estaba más que confundida.
Por otro lado, Shinnosuke no dejaba de darle vueltas a que Akane estaba saliendo con Saotome. Es decir, nunca se lo imaginó así, y estaba feliz por ella. O eso es lo que quiso pensar. Cuando la vio ahí, con una gran sonrisa y sus mejillas sonrojadas, su corazón dio un vuelco. Además, no pasó desapercibido para él que se había cortado el pelo. Y debía admitirlo, se le veía diferente a su amiga, la veía linda.
—¿Qué sorpresa, verdad?— Mencionó la castaña, tratando de hacer que el ambiente se sintiera menos pesado.
—¿Eh?
—Me refiero a lo de tu amiga y mis amigos. Fue algo inesperado saber que salen.
El hecho de escuchar la palabra "salir" con respecto a su amiga, no le gustó. Sin embargo, no quería que su novia sospechara cosas que no. —Si, fue muy inesperado. Espero que Saotome la haga feliz.
Eso dejó un poco celosa a Ukyo. —Ran-chan es un buen chico, no deberías de ser muy sobreprotector con tu amiga.
—Tienes razón. Lo lamento.
—¿Cuándo podré conocer a tu familia?
Shinnosuke suspiró. —Preguntaré que día podemos cenar juntos.
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Akane estaba entrando a su casa después de un día agotador. Tras lo ocurrido, hablaron entre los cuatro para aclarar el tema. Después de ello, Akari y Akane regresaron a su grupo de amigas, mientras que Ranma y Ryoga al suyo.
Aún así, no podía dejar de sentir leves escalofríos al recordar como había sido tan osada para tomar el brazo del de trenza de ese modo tan familiar. Y cuando Ranma captó todo y le siguió el juego, su corazón pareció dar un vuelco gigante. Aunque luego ella misma se daría de tope con la realidad. Solo había sido algo fingido para salir de aprietos, así que no debía hacerse ilusiones. Así es, debía ser centrada.
Y, por alguna corazonada, parecía que ella no era la única. Pudo notar un leve brillo en la mirada de Akari al conocer a Ryoga. Con una risita algo juguetona dejó en el zapatero el par de tenis blancos que usó ese día.
—¡He llegado!— Anunció al entrar.
Enseguida apareció su padre, con una cara de felicidad absoluta. —¡Akane! Lo hemos logrado, el director del comité de dojos nos ha aceptado dentro. Y nos entregaron esto.
Soun extendió un sobre en dirección a su hija. Akane, algo impactada, recibió ese elegante sobre. Al leer las letras escritas en dorado, se impresionó demasiado.
Cordial invitación al baile de presentación de Dojos.
Quien lo diría, los cerezos ese día entregaron muchas sorpresas.
Notes:
¡Hola a todos!
Espero les guste este capítulo. Tiene algo de relleno, pero estoy dando pistas muy importantes sobre lo que nos deparará el resto del fic. Déjenme decirles que el drama amoroso está a nada de comenzar, así que prepárense. Por otra parte, ya tendremos la participación de Shampoo en este fic al igual que de Akari y de Ryu. El siguiente capítulo les va a encantar, créanme. Les agradezco mucho su tiempo para leerlo.
¡Que tengan un buen día!
Con amor, Sandy
Chapter Text
Ranma 1/2 no me pertenece. Todos los derechos están reservados a su autor original, Rumiko Takahashi. Esta obra es escrita sin fines de lucro.
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Entre amores y karate.
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Capítulo 6.- T e ves linda cuando sonríes.
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Durante todos esos días, el dojo se había vuelto una locura andante. No se daban abasto entre las clases que debían impartir, entre los entrenamientos arduos en la escuela y, sobretodo, en la elección de los mejores atuendos que debían llevar para ese prestigioso baile al que habían sido invitados. Akane estaba un poco exhausta, y aunque quisiera tener una sonrisa todo el tiempo, no podía. Agradecía haber renunciado al konbini, de otro modo no hubiese soportado la extenuante rutina que llevaba.
—Este estaría mejor combinado con el traje, ¿No crees?— Preguntó Kasumi mientras admiraba los hermosos vestidos qipao en el exhibidor de esa tienda. El que señalaba era una pieza color verde esmeralda.
Nabiki comenzó a inspeccionar esa prenda, entrecerrando los ojos para admirar cada detalle de la suave tela. Era una persona muy cuidadosa en cuanto se trataba de elegancia, por lo que ponía mucho empeño en la tarea de seleccionar un vestido para su hermana. Después de todo, trabajaba ya en una empresa donde a veces se requería ir elegante, sin importar si el vestido era alquilado o de segunda mano. —Siento que quedaría mejor un diseño más atrevido.
—¿Atrevido?— Nodoka las había acompañado, encantada de pasar más tiempo con aquella muchacha encantadora. Akane y ella habían logrado tener un vínculo muy fuerte, a pesar de que no tenían más que un mes y medio de haberse conocido. Aunque, en el fondo la matriarca Saotome estaba atraída hacia la pequeña Tendo por la simple y sencilla razón de que sospechaba que había algo entre Ranma y ella que estaba comenzando a nacer.
—Una abertura en la pierna y un escote grande en la espalda podría funcionar.
Akane hizo un puchero. —¡Nabiki! No voy a usar algo así.
—¿Y por qué no? Después de todo necesitan impresionar a los demás dojos, y que mejor que hacer ver qué su sistema de entrenamiento es efectivo.
La pelicorto cruzó los brazos, mientras alzaba una ceja. —¿A qué te refieres?
Nabiki posó como quien tiene una victoria aplastante. —Para que sepan que el trabajo arduo en el dojo sirve, es necesario que muestres el fruto de ese entrenamiento enseñando que tú cuerpo se ha moldeado a la perfección.
Las caras de Akane y la señora Nodoka eran un poema muy extraño, mientras que Kasumi no pudo evitar sonreír un poco conmocionada. A veces, la mediana de las Tendo solía ser un poco especial y extravagante.
—No. Oh no. ¡¿Estás loca?!— Akane se alteró y se sonrojó ante la proposición descarada de Nabiki.
—Hermana, creo que te has emocionado de más.— Dijo Kasumi, tan amable como siempre.
—¿Qué tiene? Además, ya tienes veintiuno. Ya puedes enseñar piel sin necesidad de sentirte tan pudorosa como una chiquilla adolescente.
Akane se coloreó. Vale, si, debía admitir que era pudorosa, y lo podía comprobar con la plática que Akari les dio a Yuka, Sayuri y a ella durante el florecimiento de los cerezos. A pesar de ello, no es como que hubiera que enorgullecerse por tener un cuerpo trabajado debido a las artes marciales, porque ese no era el principal objetivo de ellas. Significaban control y orgullo, cosas más serias y menos banales que el atractivo físico.
—Vaya...— A Nodoka le parecía algo atrevida la propuesta. No pensaba que las Tendo fueran tan diferentes entre si.
—¡No! De ninguna manera me pondré algo así. Muchos de los miembros del comité de artes marciales y dueños de dojos son viejos, y si llevo algo como eso, se transformaran en viejos pervertidos.
Nabiki rodó los ojos. Su pequeña hermana seguía siendo tan infantil. —¿Y que tiene? Van a estar papá y el señor Saotome contigo, no deberías preocuparte por ello.
—Y Ranma-kun también estará ahí.— Agregó Kasumi con su sonrisa, sin pensar en él peso que implicaba mencionar el nombre de ese muchacho.
Pensar en Ranma, vestido con un traje chino elegante, con su típico perfume amaderado, yendo a un baile junto a ella... ¡Que escalofríos le daban! —Y-ya me cansé de elegir un vestido. Vamos a comer.
Comenzó a caminar, tratando de no hacer notar que el solo imaginar a ese bobo de esa manera le había puesto los pelos de punta. Y mientras, las tres mujeres suspiraban, resignadas. Era más difícil encontrar un vestido para Akane que para una novia que estaba a nada de casarse.
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Ryoga iba de salida, justo después de su entrenamiento en la academia de artes marciales mixtas. Sus músculos estaban realmente cansados, en está ocasión su entrenador se había pasado de exigente. Tal vez era porque no tenía más que un mes ahí, y siempre que alguien nuevo llega se le pone a prueba y se le exige más para que sus capacidades crezcan favorablemente. Era eso, o lo odiaba.
Caminaba por las calles, admirando los árboles en ese día tan soleado. Nunca se había imaginado en esa ciudad diferente, luchando por alcanzar sus sueños. Cuando se despidió de sus padres supo que sería una experiencia muy prometedora, y al menos así lo estaba siendo.
Pero, si había algo que lo estaba sorprendiendo de sobremanera era que no dejaba de pensar en una chica. La amiga de Akane Tendo le había parecido bastante linda. ¿Cómo se llamaba? Su nombre era parecido al de Akane. Cómo sea, le inquieto su pelo color verde, jamás había notado que alguien se tiñera de ese color tan extravagante. Y sus dos mechones color rosa le daban un toque único. Sus ojos le habían gustado también, y era muy bonita.
Y hubiese seguido pensando en esa chica, de no ser por un ruido que lo alertó. Estaba pasando cerca de un callejón, por lo que ese sonido se escuchó dentro de un cubo de basura. Intrigado, se asomó en aquél rincón de la ciudad. Volvió a oír el sonido, esta vez era el crujido de la basura. Abrió el contenedor, y lo que observó lo dejó sin palabras. Ahí dentro de una cajita de cartón estaba un perrito muy inusual, tenía la mitad del cuerpo blanco y la otra mitad negra, tal como el ying y yang.
"Pobre criatura. ¿Quién te dejó aquí?." Pensó mientras recogía al cachorrito y lo acunaba entre sus brazos. ¿Qué demonios pensaba la persona que abandonó a tal criatura? ¡Estaba demente!. Intrigado, se fijó en la hora. Aún era muy temprano, así que seguramente encontraría a un veterinario cerca de la zona. No sabía si los Saotome estarían de acuerdo con ello, pero no podía dejar que ese pequeñito ser sufriera. Decidido, lo cargó y se lo llevó.
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Ranma comía un ramen instantáneo, tranquilamente en su casa mientras trataba de concentrarse fallidamente en la programación de su televisor. No dejaba de pensar en todo lo que pasaría el siguiente fin de semana.
Un baile. Su padre y él habían sido invitados como los socios del señor Tendo, y lo que más le inquietaba, era que no solo irían los dos señores. Ir significaría que también estaría Akane, con él. A su lado. En un aparente salón de baile japonés, con mesas y cena elegante. Y ella usaría probablemente un lindo vestido a juego con su traje.
Akane.
Dejó su plató y sus palillos en la mesa. Sintió su garganta cerrarse, y unos suaves escalofríos lo invadieron. Después del florecimiento de los cerezos, no dejaba de pensar en ella. En cómo le tomó del brazo, como si fuesen una pareja porque claro, había que actuar con Shinnosuke y Ukyo mirándolos. Después de aquello, durante las clases en la universidad se comportaba de la misma forma con él, como si no le pareciera la gran cosa haber tenido que fingir que estaban en una cita. Y se supone que para él era exactamente igual, nada sin importancia.
Pero cuan equivocado estaba, porque apenas hacía unos días que comenzó a sonar con ella. Si, comenzó a tener algunos sueños un tanto escalofriantes, que le ponían en alerta cuando ella se acercaba si quiera un poco a él. La noche anterior soñó con ambos, yendo de cita a, justamente, el florecimiento de los cerezos. Y en ese sueño ambos se besaban con ternura y timidez.
Se levantó de su lugar de un salto, avergonzado por recordar aquello. Sintió su piel erizarse y sus mejillas calientes.
—E-es una marimacho... ¡Carajo, Ranma Saotome! No deberías estar pensando cosas que no. ¡Ella no te atrae!— Se dijo a sí mismo para aliviar su confusión absoluta.
Su celular lo interrumpió con una llamada de parte de su madre. Respiró profundamente. Sabía que su mamá había acompañado a las hermanas Tendo por un vestido, así que probablemente ella estaba ahí.
—Diga...
—Cariño, necesito una foto de tu traje. No logramos encontrar un vestido adecuado para la pequeña Akane.
—Ah, si...claro, espera un momento.
Subió las escaleras de su cuarto con el celular aun en línea. ¿Por qué les costaría tanto encontrar un maldito vestido? ¿Realmente era quisquillosa con ello? Cómo sea, no debería importarle a él como se vaya a vestir la tonta. Después de todo su esencia varonil seguiría intacta. Abrió el closet y sacó de su envoltorio el traje chino, de color azul marino con detalles de flores y dragones dorados. Era un traje elegante, pues combinaba lo tradicional con lo occidental al ser una especie de saco y pantalones sastre. Enseguida tomó foto y la envió al celular de su madre.
—Listo, así es el traje.
—Oh, muchas gracias querido. No tienes idea de lo mucho que nos está costando encontrar un buen vestido.
Resopló. —Quien lo diría. Resultó ser una niña mimada. Pero mamá, igual no hace falta que se ponga un vestido, siento que sería mucho mejor que vaya en su traje de entrenamiento, capta más su masculinidad.
Silencio.
—Te estoy escuchando, imbécil.
Tragó duro. —Ah...
—Estás en altavoz, cariño.
Y luego, se puso rojo. —¡Mamá! Deberías avisarme.
—Lo lamento. Lo olvidé, pero no te preocupas, no es un gran problema. Gracias cielo, te veo en la noche.
Y cuando su mamá colgó, él se tiró en su cama, al lado del traje, frustrado.
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Ryoga estaba consultando su GPS. Nunca había sido alguien bueno con las direcciones, pero estaba seguro de que podía encontrar rápidamente un veterinario al cual dirigirse. Y al parecer por fin había logrado toparse con uno. Era un edificio de dos niveles, situado entre un restaurante y un establecimiento de ropa. Teniendo cuidado con ese cachorrito entró, descubriendo el mostrador y unos cuantos consultorios. Las únicas personas que estaban ahí eran una recepcionista un poco grande de edad y un par de amigas sentadas en los asientos de espera. Se veía un lugar seguro, así que no dudó en atender a la criatura ahí mismo.
—Buenas tardes, bienvenido a PawsN'Friends, ¿Qué es lo que necesita?
Ryoga estaba a punto de responder, pero una voz le interrumpió. Abrió mucho los ojos al observar a la dueña de esa melodía tan dulce. Ahí estaba la chica a la cual no dejaba de pensar. Vestía una bata blanca algo larga y se encontraba al lado de uno de los médicos veterinarios, entregando un pequeño erizo a las dos muchachas que había visto apenas entró. La observó mejor, notando como se le marcaban unos hoyuelos muy lindos en las mejillas. Se quedó embobado ante la visión tan tierna de la chica.
—¿Señor?— Preguntó aquella recepcionista, notando que se encontraba ido. Sonrió de lado, sospechando que a ese joven le había atraído la nueva ayudante de la veterinaria. —¡Akari!
Ese grito sacó de su ensoñamiento al muchacho. Y entonces la joven miró en dirección a la recepción, encontrándose con la mirada atónita de aquél chico que había conocido durante el florecimiento de los cerezos. Sonrió ampliamente, volviendo a mostrar esos lindos hoyuelos y caminó en conjunto con el veterinario.
—Hola, que sorpresa encontrarte aquí.— Saludó ella con voz dulce.
Ryoga estaba un poco atónito. Se la veía linda con la bata, quizá porque le cubría un poco sus pequeñas manos. O quizá eran esos hoyuelos tan tiernos, o su pelo largo de ese color verde hipnótico recogido con una media cola y un moño color amarillo. No sabía que era, pero le atraía como la miel.
—Ah... h-hola...
Akari se fijó en lo que llevaba Ryoga en sus brazos. El cachorrito estaba acurrucado en el, un poco asustado y desorientado. Temblaba ligeramente, y además presentaba la piel un tanto descuidada.
—Se ve en mal estado.— Comentó el veterinario al observar a la criatura.
Ryoga carraspeó, tratando de aclarar su garganta, presa de los nervios que experimentó. —Lo encontré en un bote de basura de un callejón. Vine para que recibiera atención.
—Seguro. Síguenos al consultorio, por favor.— Declaró el doctor, adelantando sus pasos.
—No te preocupes amiguito, te vamos a revisar.— Habló Akari a la criatura, acariciando suavemente su cabeza.
Ryoga se ruborizó un poco. Era muy linda.
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Akane refunfuñaba mientras se probaba vestido tras vestido. ¿Qué se creía ese idiota? No es que fuera mimada, pero estaba un poco insegura de que usar, y encima, decir que con su traje de entrenamiento se vería mejor... ¡Pedazo de imbécil!
—¡No me gusta ninguno!— Se quejó, finalmente quitando el quipao rojo que se había probado.
—¿Todo bien, hermana?— Preguntó Kasumi por fuera.
—Si. Todo bien.— Susurró un poco agotada.
Miró su reflejo en el espejo. Y luego recordó lo que el idiota le decía. Suspiró tristemente.
La inseguridad que experimentaba no tenía sentido. Siempre había sido una chica que no tenía dudas de ella misma. Pero todo cambió después del día de los cerezos. Luego de tocar su brazo y entrelazarlo, sintió una chispa nacer dentro de ella, como si una conexión los invadiera a ambos. No era para menos, después de todo, a pesar de que en ocasiones como la anterior solía decirle cosas insultantes, había veces en las que se comportaba un tanto atento con ella, como la vez que la consoló por lo ocurrido con Shinnosuke. Y hablando de su amigo, recordó, por milésima vez, la fecha. Su mente seguía estancada en ese día, pensando una y otra vez en que se sentiría caminar junto a Ranma, mirando los cerezos. Le resultó extraño. Incluso, cuando le gustaba Shinnosuke no llegó a sentir la inseguridad tan enorme como en estos momentos.
Se sentó en el banquito de ese probador, puso sus codos en sus rodillas y la cabeza entre sus manos. Estaba confundida. Luego, observó los vestidos que estaban colgados. Aún le quedaban dos, y ninguno de esos le gustaba.
Lo mejor quizá era rendirse por ese día.
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Ryoga se encontraba esperando el diagnóstico en silencio. Miró como Akari anotaba ciertas cosas en una libreta, mientras que el veterinario palpaba el vientre de la pobre criatura. Cuando terminó sacó de un estante algunas cajas de medicamentos y se las mostró al chico.
—La tendremos que desparasitar.
El pelinegro miró confundido al veterinario. —¿La?
Asintió. —Es hembra, también habrá que esperar unos meses para poder esterilizarla. A menos que se decida a no hacerlo.
—B-bueno, no he decidido que hacer con ella.— Miró con total entretenimiento como el veterinario colocaba una especie de pipeta en la piel del cachorro.
—En caso de que no desees tenerla puedes dejarla con nosotros. Tenemos un refugio a media hora de aquí. Por ahora es mejor que alguien la tenga en observación.
—S-si. Yo... me quedaré con ella por unos días.— Sabía que se estaba metiendo en problemas con los Saotome, pero no deseaba dejar a la pobre criatura sola.
—Bien. Vuelvo enseguida. Akari, por favor alimenta a la cachorrita con la fórmula que usamos.
—Claro, doctor.
En cuanto el veterinario salió del consultorio, Ryoga respiró un poco. Se sentía más nervioso con aquel hombre, porque parecía como si le leyera la mente. Miró a Akari, quien sacó un biberón con un poco de fórmula del refrigerador. Se concentró en sus delicadas manos, con las uñas pintadas de rosa. En cómo tomaba con cuidado a la cachorrita, y como le daba la fórmula, como si se tratara de un bebé. Y luego, se sonrojó un poco, bajando la mirada algo tímido.
—Es muy linda.
Volteó sus ojos hacia ella. —Si, es linda.
—¿En serio aún no sabes que hacer con ella?
Negó. —Vivo con Ranma y su familia por ahora. Trataré de buscar un trabajo de medio tiempo y después pagar un departamento.
—Oh, entiendo.— Dijo Akari un poco asombrada. No pensaba que viviera junto al chico Saotome.
—Pero por ahora me la quedaré. Aunque si me gustaría que se quedará un par de días en la clínica.
—Seguro.— Sonrió. Se sintió enternecida. Cuando les dijo que la había encontrado en el basurero y que decidió llevarla al veterinario, su corazón se infló de ternura. Se veía que era un buen chico. De pronto, recordó lo que sintió durante el florecimiento. Cómo los ojos de ese joven le cautivaron y la hicieron sentir cómoda y tranquila. Se ruborizó un poco.
—¿Cómo la piensas llamar?
Pensó. No era bueno poniendo nombres. —¿Blanquinegra?
—Es un nombre simple, pero la describe bastante bien.— Contestó Akari juguetona.
Luego, un silencio los invadió, y entonces, ambos hablaron a la vez.
—Dame tu número.
Simplemente rieron ante la coincidencia. Les burbujeó el estomago, ansiosos por saber que es lo que seguiría entre ellos dos.
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La profesora Matsuda les había dado unas clases bastante interesantes con respecto a las katas. Básicamente les explicó que lo consideraran como una danza, como un baile con el oponente. Los movimientos debían ser fluidos y nada forzados, tenían que equilibrar la paz con la fuerza, de modo que transmitiera energía.
Todos habían decidido quedarse hasta las siete practicando los movimientos. Mientras las chicas lo hacían, los muchachos descansaban sentados tras haber completado su entrenamiento. Ryu Kumon se mantenía un poco apartado de los otros tres chicos, cruzado de brazos y mirando su celular, aparentando no prestar atención. Aunque si lo hacía. Vigilaba, como en cada clase, a la joven Tendo, pensando en quien podría ser el chico que era su socio en su dojo.
—¡Uno! ¡Dos! ¡Tres! ¡Uno! ¡Dos! ¡Tres!
Los gritos de todas las chicas resonaban en el salón de entrenamiento. Los otros dos chicos observaban los movimientos, pero Ranma era otro caso. No solo se concentraba en la agilidad y fuerza que Akane imprimía en la Kata. No dejaba de ver esos ojos avellana concentrados en mejorar su técnica. Le impresionaba como es que se diferenciaba del resto de su equipo. La mirada fiera de la joven le cautivaba demasiado, era muy divertido ver esa faceta de ella, tan agresiva y salvaje.
—¡Tres!
La última exclamación vino acompañada de una postura de defensa, finalizando la Kata. Todo quedó en silencio, salvó las respiraciones agitadas del grupo de chicas. Y cuando menos lo esperaron, volvieron los gritos, está vez de felicidad. Las cuatro chicas se abrazaron y saltaron emocionadas. Akane posó en su rostro una gran y brillante sonrisa, la cual no pasó desapercibida por el ojiazul. Ranma no dejó de mirar con atención la cara de Akane. Su corazón dio un vuelco, su sonrisa era hermosa. Quien lo diría, Akane era linda cuando sonreía así, tan radiante.
—Que molesto ruido.— Se quejó Ryu en voz baja. Se la había pasado todo el tiempo averiguando lo que su padre le ordenó, pero simplemente no encontraba nada. Pensó que sería alguien de la universidad, y aún no había rastro de quien se podría tratar ese chico. Incluso, espió a Akane en algunas ocasiones pero por más que indagaba, no había rastro de ese muchacho.
—¡Buen trabajo!— Exclamó Akane sin perder ese brillo en ella.
—Gracias Akane, nos has enseñado mucho.— Agradeció una de las demás chicas del equipo.
—No tienen nada que agradecer.
Ranma sonrió de lado. Trató de ignorar el efecto que recibió después de ver a Akane tan feliz. —Eso es porque lo masculino lo lleva en la sangre.
Los otros dos chicos solamente palmearon su frente, algo cansados. Durante los entrenamientos, Ranma solía molestar a Akane. Demasiado. No entendían la obsesión del chico de trenza por ser tan ruidoso con ella. A estas alturas hasta parecía que le atraía la chica Tendo.
Akane, ante eso, simplemente frunció el ceño y cruzó los brazos. —¿Oyeron eso? Es el sonido más molesto del mundo. Fue como si una bestia horrible gruñera.
Se molestó por la comparación. —Ja, ja. Que chistosita, aunque creo que el humor se te escapó, porque no le veo lo gracioso a eso.
Bufó. —No me importa. Vamos a cambiarnos, chicas.
Todas siguieron a Akane, y cuando entraron a ese cuartito, simplemente rieron divertidas. Akane no entendía que era gracioso o porque sus compañeras de repente parecían tan eufóricas.
—¿Por qué esas risas?
Miyo carraspeó para evitar que la risa la volviera a gobernar. —Parecen novios.
—¿Ah?
Tomoyo simplemente asintió, y Natsume comenzaba a partirse de risa, tocando su estómago con ambas manos y casi tirándose al piso.
—Es que te molesta mucho. Además de que eres la única chica a la que le habla fluido. A nosotras apenas nos dirige la palabra.
Entonces, Akane se sonrojó. Y luego movió su cabeza de un lado a otro, completamente avergonzada. —N-no... ¡No! ¡No sé hagan ideas que no son!
Sus compañeras simplemente negaron divertidas.
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Ranma estaba un poco distraído. Caminaba al lado de Akane, ya de vuelta en Nerima. Eran las ocho de la noche, así que todavía había gente transitando las calles. Su mente no dejaba de divagar ante lo que le dijeron sus otros dos compañeros de equipo. Básicamente le insinuaron que a él podía gustarle Akane, y que no lo culpaban, porque hasta a ellos les parecía alguien muy linda. "Linda". La observó de reojo. Su corto cabello se mecía levemente por el suave aire que hacía, y su atuendo sencillo de pantalón de mezclilla con un suéter rosa le resultaba adorable.
"¿Adorable? ¡¿Que demonios me sucede?! ¡Akane no te gusta! ¡Entiéndelo!." Pensó.
—¿Ya estás listo para el sábado?
Esa femenina voz interrumpió su auto reclamo. El sábado por fin sería la dichosa cena-baile del comité de artes marciales. No entendía para que carajos debían presentarse, pero cuando su padre le dijo que el señor Tendo los había invitado no había parado de darle vueltas al asunto.
—Será un día aburrido. ¿Qué de interesante tiene un estúpido baile?
Akane, lejos de ofenderse, se lo tomó como una pregunta muy graciosa. —Es para presentar a los dojos y conseguir algún patrocinio para el torneo. Además, no será aburrido, después de todo puedes bailar.
Ante esa frase dejó de caminar. Akane lo notó, y también se detuvo frente a él.
—¿Bailar?
La pelicorto asintió. —Seguramente habrá lindas chicas que quieran bailar contigo esa noche.— Decir esto no la ponía feliz, y no sabía el porque. Pero no quiso darle más importancia de la que debería.
—¿Lindas chicas?— ¿Acaso ella no se consideraba linda?
—Serás una de las estrellas esa noche. ¿Sabes? Mi padre dijo que ha estado recibiendo mensajes de muchos colegas. Están interesados en conocer al socio con el que está aliado, y encima, conocer al muchacho que me ayuda dando clases.
—¿Y si no... sé bailar?
Abrió los ojos desmesuradamente. —Bromeas, ¿No?
—N-no... de verdad no sé bailar. Nunca lo he hecho.
—Vaya...
Bajó la mirada, un poco apenado. Y tratando de hacer como si no le interesara, cruzó los brazos. —Da igual. No es algo que me importe. — Y antes de que pudiera siquiera avanzar, Akane se le plantó enfrente. —¿Que?
Le miró fijamente. Y luego de ello, lanzó un puñetazo cerca del rostro, logrando que el la esquivara haciéndose hacia atrás. Después, ella volvió a atacar con otro puñetazo, siendo igualmente esquivado. Y entonces comenzó a dar patadas a diestra y siniestra, logrando que comenzaran a moverse en lo que parecía ser, un círculo infinito. Todo paró cuando Ranma saltó hacia atrás después de casi recibir un puñetazo en el estómago.
—¿Qué fue todo eso?— Preguntó el de trenza, un tanto extrañado por lo sucedido.
Sonrió, y luego cruzó sus brazos por detrás de su espalda. —Un baile.
La cara se le desencajó. —¿Eh? Pero si fue una pelea.
—¿No te diste cuenta? Íbamos en círculos. Así es como se baila en los salones. Solo que tus manos deberían de estar en la cadera y mano de tu pareja. Y deberías balancearte de atrás hacia adelante.
—Pues vaya manera de demostrarlo.
—Bueno, debes ver el baile como las katas o como una pelea. Solo que no hay un ganador, simplemente es un momento para disfrutar. Es todo.
Se sonrojó un poco. Eso sonaba un tanto comprometedor. Parecía que le estaba insinuando que esa noche bailarían juntos, tomándose de las manos y bajo las luces tenues de aquél salón. Su nerviosismo aumentó, y por lo mismo, la boca se le aflojó. —¿Y quien te dijo que yo bailaría contigo?
Entrecerró los ojos, indignada. —Yo no quiero bailar contigo, idiota. Para que me molesto en enseñarte cosas.
—Nadie te lo pidió, tonta. Eres tú la que se hizo ilusión en enseñarme algo que claramente no hare ni contigo ni con nadie.
—Pues bien. Y ya que mi casa no está lejos, me voy. Idiota.— Akane comenzó a caminar más rápido, dejando a Ranma plantado, con el semblante molesto.
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—¡He llegado!— Anunció el de trenza mientras entraba a su casa y se quitaba los zapatos en la entrada. Sin embargo, no recibió una respuesta inmediata. Extrañado, se apresuró a acomodar todo, cuando escuchó un chillido de animal. —Mamá, ¿Todo bien?
—¡Que lindo es!
—¡¿Y ahora como lo vamos a mantener?!
—¡Lo lamento! ¡La encontré abandonada y no pude dejarla sola!
Corrió hacia la sala, encontrándose con una escena que nunca se imaginó. Su mamá cargaba en brazos a una tierna y dulce cachorrita blanca y negra, meciéndola como quien tiene en brazos a un bebé. Su padre se encontraba arrodillado en el suelo, tocando su cabeza con desesperación. Y Ryoga se hallaba inclinado, disculpándose por la molestia de la aparente inquilina nueva.
—¿Qué está pasando?— Preguntó el de trenza, acercándose a su madre.
Nodoka sonrió. —Ryoga nos comentó que adoptó a esta pequeña.— Se detuvo para hacerle cariñitos a la cachorrita que se hallaba muy a gusto en los brazos de ella. —Se llama Blanquinegra.
—¡¿Es que nadie se preocupa por ello?!— Reclamó con rabieta el hombre de lentes y turbante.
Ranma tomó en sus brazos a la cachorrita, sonriendo al igual que su madre. Le acarició la barriguita, y aquella criaturita comenzó a lamer su mano con mucha dulzura. —Viejo, se puede quedar sin problemas.
Genma volvió a hacer berrinche. —Hijo, entiende. ¡Apenas el dojo de Soun comienza a ver sus frutos! Además, ¿Quién va a pagar sus cosas?
Ryoga, quien se había mantenido en la misma posición, volvió a hablar, esta vez enderezando su cuerpo. —Yo lo pagaré. Conseguí un empleo de medio tiempo en la veterinaria donde la atendí.
La matriarca Saotome le sonrió aún más amplio. —Entonces si es así, no debemos preocuparnos. Además, nos haría bien un poco de compañía animal.
Ranma comenzó a juguetear con Blanquinegra, y la cachorrita le siguió el juego. Parecía que se había topado con un buen hogar.
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Akane estaba sentada al lado de su madre, en el comedor. Kasumi se encontraba lavando los trastes, Nabiki descansaba en su cuarto y Soun estaba en el baño. La señora Naoko deseaba saber con detalles el porqué a su hija menor le había costado tanto trabajo encontrar un buen vestido para la cena. Desde que llegó del centro comercial el día sábado, no hablaron de ello. Su pequeña niña estaba un poco desanimada, así que prefirió esperar a lunes para saber que es lo que pasaba.
—Me alegra que te esté yendo bien con la profesora Matsuda, querida.
Sonrió alegremente. —Es algo increíble. Siento que ha mejorado un poco mi técnica de pelea con sus consejos. Además, es muy paciente y nos anima a seguir creciendo.
—Y no dudo de que lo hagas.— Tomó un trago de su té para poder refrescar su garganta. Había sido un día un poco pesado con la quimioterapia, pero por fortuna, menos difícil que otros días.
—Es una pena que no vayas a ir a la cena baile con nosotros. A papá le gustaría presumirte con el resto de los colegas.
—No te preocupes. Prometo recuperarme pronto. A propósito de la cena, quiero preguntarte algo.
La taza de té que sostenía la depositó en la mesa. —¿Dime?
—Nabiki y Kasumi me comentaron que te costó trabajo elegir un vestido, y que aún no lo tienes. ¿A que se debe?
Akane supuso que ella quería hablar sobre ese tema. No le quedaba de otra, además, era su madre. La confianza en ella era grande, así que no dudó en hablar. Tal vez así encontraría una solución a ese dilema que experimentaba.
—No lo sé. Siendo sincera, nunca había experimentado la desconfianza en este grado. Siento que ningún vestido me queda, y además, estoy nerviosa porque las miradas estarán puestas en el dojo. Somos la sensación de todos por el regreso. ¿Y si algo sale mal en esa noche? ¿Y si no conseguimos patrocinador?
La señora Naoko Tendo era una mujer muy empática y compasiva con sus hijas. Desde siempre había dado en el clavo con ellas. Sabía cuando algo les molestaba, les entristecía o les hacía feliz. Y en este momento, a Akane la concibió perdida. Es por ello que no dudó en sacar a flote su ya característico instinto maternal, apartando un pelito corto de su rostro y colocándolo atrás de la oreja.
—Cielo, vas a brillar demasiado esa noche. No importa el vestido, ni importa el maquillaje. Eres una gran artista marcial, y una excelente persona.
—Lo sé. Es solo que...— Suspiró. No quería decirle a su madre la razón exacta de su inseguridad. Pero claro, la señora Tendo tenía más suspicacia que su propia hija Nabiki.
—Ya entiendo. Tiene que ver con Ranma-kun, ¿No es así?
Su nerviosismo despertó. —¡N-no! O b-bueno... tal vez... e-es solo q-que...
Naoko rio un poco. —Akane, cielo, tranquila. Me he dado cuenta de como te llevas con ese chico. Cuando se ha quedado a comer aquí, puedo ver cómo se llevan. Y entiendo que debe ser un poco pesado para ti. Pero, no debes dejar que eso te afecte.
—Tienes razón, mamá.
—Yo confío en ti. Así que tú confía en ti.
Naoko abrazó a su pequeña hija, acunándola entre sus brazos. Y a Akane no le molestó el olor del hospital que ella emanaba, porque todo lo hacía por su mamá. Y por ella estaba decidida a encontrar el vestido indicado.
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Ryoga tarareaba una canción alegremente mientras acomodaba cajas en el almacén de la veterinaria. Toda la semana estaba yendo de maravilla para él. Trabajar de medio tiempo en ese lugar resultaba divertido, y a la vez le ayudaba a distraerse de la rutina que se había vuelto un tanto invasiva para él. Pero lo mejor, era que había podido empezar a conocer a Akari Unryu. Le estaba resultando una muchacha muy linda y simpática. Ciertamente no esperaba encontrar a alguien como ella, alguien con quien podía hablar tan íntimamente y con quien encontraría las mejores risas. Su celular sonó de pronto, así que paró su actividad para verificar que es lo que había llegado a su bandeja de entrada.
Akari_ san
¡Ryoga! La comida ya casi llega, sube al comedor por favor.
Sonrió. Terminó de acomodar las cajas y se dirigió a la zona donde le esperaba la comida y Akari. Solo que, cuando llegó, no esperó ver a alguien más ahí.
—Muchas gracias por entregar la comida hasta acá. Debió suponer un esfuerzo enorme. — Dijo el veterinario con total alegría.
Ahí, parada, recibiendo la paga de la orden estaba esa castaña que le había hecho pasar un infierno anteriormente. Ukyo traía una sonrisa falsa en su rostro, muy bien actuada, y todo por la sencilla razón de que también estaba Akari en el lugar, mirándola con un poco de recelo.
—No se preocupe. Mi puesto está muy cerca de aquí, así que no tuve problemas para venir y entregarlo personalmente.
En cuanto Ukyo volteó y vio a Ryoga, sintió un escalofrío. Desde la última vez que se encontraron no había dejado de pensar en él. Era extraño, ni siquiera le había sucedido con Ranma. Y no sabía a qué se debía, pero una parte de ella comenzaba a sentir ciertos celos al saber que Ryoga estaba intentando salir con alguien más.
—Es un alivio saberlo.
Ukyo puso expresión de sorpresa. —Oh, Ryoga.— Tras esto, saludó con la mano, a la par que ensanchó su sonrisa.
Para Akari no pasó desapercibido el leve rubor del chico pelinegro. Esto la desanimó un poco, supuso que a él todavía le gustaba la castaña. Quizá lo mejor era no hacerse ilusiones con él y dejar que solo surgiera una amistad entre ambos.
Ryoga se acercó hacia el grupo de personas, y amenamente saludó a la castaña. —Hola Ukyo.
—Me alegra verte por aquí. No sabía que trabajabas en esta veterinaria.— Dijo con la voz más dulce que pudo expresar. Miró de soslayo a Akari, quien solo miró su celular con algo de apatía.
—Si, b-bueno...— Rascó su cabeza, apenado. De reojo notó a la otra chica tensa.
—Veo que se conocen.— Mencionó el veterinario.
—Demasiado.— Dijo Ukyo enigmática. —En fin, no te distraigo más. Nos vemos pronto.
La castaña se despidió de todos con una reverencia y se retiró, dejando a Ryoga consternado y a Akari demasiado incómoda.
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Ya era jueves, y para Akane la semana pasó demasiado lenta. Estaba más que dispuesta a ir al día siguiente a la plaza comercial a comprar el vestido que necesitaba. Tenía suerte de que la profesora Matsuda les haya dicho que faltaría desde ese día para asistir a un congreso de artes marciales, por lo que no tendrían entrenamiento durante el fin de semana. Suspiró mientras trataba de leer adecuadamente ese libro, sentada en uno de los árboles de la facultad. Había decidido que se quedaría un rato más en la escuela para poder estudiar historia. No es que no pudiera hacerlo en casa, pero se concentraba más estando sola, sentada a la sombra de un árbol del campus. Antes de que el idiota de Saotome le dijera que fueran juntos a casa, decidió salir deprisa del aula y dirigirse a la biblioteca para sacar el libro que necesitaba. Y al parecer el no la siguió, lo cual agradecía mucho.
Su cabeza estaba hecha un caos, no dejaba de pensar una y otra vez en que se acercaba el día del baile, y ella debería de estar acompañada de Ranma. Suspiró por enésima vez en todo ese rato. Está bien, le era imposible concentrarse, incluso si estaba sola. De la frustración hundió su cabeza entre sus piernas y se tapó con los brazos.
—Si querías dormir, ¿Por qué no te fuiste a tu casa?
Levantó la cabeza, muy confundida. Ranma estaba colgando de uno de los troncos de ese árbol, mirándola fijamente. Sus cabellos caían en cascada y su graciosa trenza se balanceaba de un lado a otro debido a la gravedad. Su mochila estaba ya a un lado de ella, ¿Cómo es que había conseguido pasar desapercibido?
—¿Qué haces aquí? Ya deberías haberte ido a casa.
El ojiazul sabía que debía contestar, pero no iba a decir la verdad. Cuando las clases habían acabado, estaba a punto de dirigirse a Akane para irse junto a ella. Se le había vuelto una costumbre seguirla sin preguntarle si podía hacerlo. Le gustaba molestarla de camino a casa, era divertido observar la molestia en su rostro. La había estado buscando, y estaba a nada de rendirse cuando la observó sentada debajo de ese árbol. Notó que se encontraba algo estresada, así que se le ocurrió aparecer frente a ella de esa manera para hacer que se le olvidara lo que sea que la mantuviera así.
—Es que estaba buscando a alguien. Y, por cierto, deberías ser más agradable de vez en cuando. O así nunca encontrarás algún novio.
Entrecerró sus ojos, y torció la boca un poco. —¿Y si mejor te callas?— Tomó su libro y trató de enfocarse en el texto. —Estoy estudiando. Por favor, retírate.
Ranma bajó del árbol de un solo salto y se plantó frente a ella. Luego, carraspeó un poco. —Que lástima. Yo quería que me enseñarás a bailar.
Ante eso no evitó alzar la cabeza con bastante curiosidad. —¿Que?
Entonces Ranma adoptó una posición de pelea. Su sonrisa se ladeó, e inmediatamente lanzó un comentario para provocarla. —Anda. ¿O eres cobarde?
Akane Tendo no era ninguna cobarde. Y si eso es lo que pensaba, pues no le iba a dar el gusto. Con decisión se levantó, dejó el libro a un lado y se colocó en posición de ataque. —No soy cobarde.
Akane lanzó el primer puñetazo, que fue esquivado por el chico. Luego de ello, lanzó otra patada, la cual fue evitada por Ranma. Molesta porque parecía que no la tomaba en serio, soltó otro puñetazo en dirección al de trenza. En esta ocasión, el ojiazul bloqueó su ataque con delicadeza, y luego atacó con su puño derecho. Akane lo esquivó, y sin embargo, trastabilló un poco debido a la sorpresa de verse atacada tan de repente. Ranma comenzó a atacar, con mucho cuidado de no golpearla de verdad. Y así se enfrascaron en una pelea donde solamente se atacaban en círculos, tal como si fuese una danza. Entre ataques y defensas se les fueron los minutos, y es que ambos comenzaban a sentir una gran comodidad entre ellos. La sonrisa prontamente se asomó en sus rostros, y cuando menos lo esperaron, ya estaban riendo ante ese juego divertido que habían iniciado.
Finalmente, Akane terminó lanzando un puñetazo que fue esquivado por Ranma. El ojiazul aprovechó y metió el pie. La chica trastabilló y por poco cae, sin embargo, esto no sucedió. El de trenza la sostuvo de la cadera y la atrajo un poco hacia el, quedando los dos más pegados de lo usual. En ese mismo momento, los ojos de ambos se abrieron enormemente, y sus respiraciones comenzaron a agitarse. No sabían si era por el esfuerzo físico al que se vieron sometidos, o si era por algo más, pero las mejillas se les colorearon un poco, y sus corazones latían desbocadamente.
—T-tu sonrisa...— Murmuró Ranma, totalmente ido ante la visión de Akane sonrojada.
—¿Eh?— Preguntó Akane.
—T-te ves linda cuando sonríes.— Dijo el de trenza con un hilo de voz. No dejaba de mirarla directamente a sus orbes, con algo de intensidad.
Akane abrió su boca, sorprendida por escuchar aquello. —E-estas bromeando...
Ranma apretó un poco más el agarre en su cintura. Le estaba dando un ataque de valentía, y sabía que no debería de permitir aquello, pero era inevitable. Necesitaba sentirla un poco más cerca de él, y no solo físicamente. De repente, estaba queriendo que le mirara solo a él. —No bromeo. De verdad, te ves linda.
No era una alucinación. No era un sueño. Estaba consciente, en la universidad. Y aún así, todo estaba sintiéndose como una fantasía. Aquel idiota que le había dicho que no era nada linda, ahora le decía que si que lo era, sobretodo cuando sonreía. Su mirada tembló, y se asustó por la sensación tan fuerte que la atrapó. Ni siquiera Shinnosuke había logrado turbar su mente de ese modo. ¿Qué estaba pasando con ella?
—¡Akane!
El grito de esa tercera persona logró sacarlos de su burbuja. Se separaron con la vergüenza en sus rostros, mirando a ese joven acercándose a ellos.
Shinnosuke Ueda no era un chico celoso con su amiga. De hecho, en otras ocasiones quería presentarle a sus amigos a Akane, pero ella siempre se negaba. Tenía la intención de observarla en su entrenamiento de karate, pero se enteró de que la profesora no estaría. La buscó por todo el campus, y cuando pudo divisar, observó al chico Saotome pelear con ella. No dejaban de moverse en círculos, y cualquier persona pensaría que estaban discutiendo. Pero para Shinnosuke, estaba más que claro que no era así. Mirar como su amiga tenía una gran sonrisa en el rostro mientras jugaba con otro chico levantó en él una amargura intensa. Y es que aunque quisiera convencerse de que no eran celos, todo parecía indicar que si. La mano de ese chico estaba en su cintura, y ambos se observaban sonrojados. Es por ello que decidió interferir. Debía estar seguro de que Akane se relacionara con un buen chico, después de todo, era su amiga.
—Shinnosuke... ¿Qué haces aquí?— Preguntó la chica con tremenda curiosidad.
Ranma se cruzó de brazos, y su semblante se tornó serio. —Hola.— Saludó secamente al castaño.
Para Shinnosuke no pasó desapercibido esto. Incluso, sintió como su ego se infló levemente. De pronto parecía que estaba formándose una competencia entre los dos, en la que él llevaba la ventaja por ser amigo de Akane. —Te estaba buscando.
—Oh, ¿Todo bien?
—Si. Es solo que hace tiempo no te veía entrenar, y pensé que sería buena oportunidad para pasar un tiempo juntos. Pero veo que estás ocupada.
El ojiazul frunció ligeramente el ceño. No debía pensar mal, pero incluso si ese idiota estaba saliendo con Ukyo, iba a buscar a Akane con insistencia. ¿Se creía que era tonto? Estaba siendo algo obvio que a Shinnosuke no le había agradado lo sucedido durante el florecimiento de cerezos. Pues bien, no entendía a qué estaba jugando, pero le dejaría en claro que Akane ya se había olvidado de él.
—Lamento mucho ser la distracción de Akane. Es que es inevitable, nos hemos vuelto más cercanos.
Akane no estaba entendiendo lo que ocurría. Y luego, recordó que debía de fingir que estaban saliendo. Después de todo, habían mentido a Ukyo y a Shinnosuke sobre aquello. Suspiró, y luego de eso, tomó el brazo de Ranma. El de trenza se sobresaltó un poco, pero se recompuso de inmediato. Su sonrisa se torció con suficiencia.
—Es que le estaba enseñando a Ranma como bailar.— Contestó alegremente, aunque por dentro era un manojo de nervios.
—¿A bailar?— Preguntó el castaño.
—Este sábado iremos como invitados al baile del comité. Y él no sabe bailar, así que le enseñaba a hacerlo, solo que a mí estilo.
Shinnosuke soltó una carcajada sonora. Luego, miró al de trenza. —Akane si que es original. Debió enseñarte de la manera tradicional, tal como aprendimos los dos.
—¿Eh? ¿Manera tradicional?
—Sh-Shinnosuke... es que... verás, me daba un poco de pena enseñarle así.— El nerviosismo en su voz se acentuó.
—Bien, en ese caso, me temo que le debemos dar una cátedra tu y yo.— El castaño se adelantó hacia ellos, y tendió su mano en dirección a Akane. —Vamos a practicar como cuando teníamos trece, ¿Te parece bien?
Akane miró rápidamente a Ranma, y luego, a la mano de su amigo. Está vez, su corazón no latía rápido por Shinnosuke. Ahora temía, con creces, que esto molestara al pelinegro. Aunque se recordó a si misma que no tendría por qué haber inconvenientes, porque no eran nada y nunca pasaría algo entre ellos dos. Se deshizo del agarre del ojiazul y tomó la mano de su amigo.
"¿Pero qué demonios hace? Creí que ya no le interesaba él imbécil." Pensó Ranma furioso.
El castaño la tomó de la cadera con una mano, mientras que la otra tomó delicadamente su palma. Echó un vistazo al de trenza, quien ahora estaba parado, recargado en el árbol y cruzado de brazos. —Mira, lo que debes hacer es tomarla de esta forma. Y luego de eso, das un paso hacia atrás, y otro hacia enfrente. Esto debes repetirlo varias veces.
—Bien, sensei. Enséñame.— Declaró con tono sarcástico el ojiazul.
Shinnosuke asintió, y comenzó a hacerlo. Akane le siguió el paso, balanceando su cuerpo junto al del castaño. Uno, dos, tres. Uno, dos, tres. A cada compas se sentía extraña. Antes se hubiera muerto de la felicidad por estar con su amigo de esa forma, incluso, cuando tenían trece años y se ponían a imaginarse en una situación así, su sonrisa se estancaba por horas. Ahora no era así. Si bien se sentía tranquila con él frente a ella, en el fondo deseaba que el de trenza estuviera bailando así con ella.
Por otra parte, ese chico castaño no dejaba de sonreír. Sus recuerdos de hace años regresaron. Akane era muy tímida con él, y él tampoco se quedaba atrás. Sin embargo, no lo había notado en ese entonces, pero era una chica linda. Incluso, su cabello ahora corto le daba cierto encanto. La confusión se hizo presente en su corazón, aunque trató de convencerse de que tenía novia. No, ella era solo su amiga, y solamente estaba sintiendo celos de amistad. Era todo.
Ranma observaba incrédulo. La pelicorto resultó ser una mentirosa. Aún le atraía ese chico, se notaba en la forma en la que se sentía cómoda con él. Apretó los puños, y su mandíbula se tensó. Debía admitirlo, lo que sentía eran celos. ¿De qué? No sabía, pero eran celos. Trató de controlarse, y aunque se moría por gritarle a Akane que era demasiado débil por caer nuevamente en su amor platónico, no lo haría.
Por fin se detuvieron. El castaño miró al ojiazul, percibiendo su malestar. Si se ponía así al verlos bailar, entonces significaba que iba en serio con Akane.
—¿Viste? Así es como se baila.
El de trenza soltó una risita sarcástica. —Gracias por la lección.— Tomó su mochila y se dirigió a Akane, quien aún estaba al lado de su amigo. —Recordé que debía irme a casa antes.
Decir que estaba inquieta era poco. Sin embargo, no quiso levantar sospechas en Shinnosuke, así que aclaró su garganta para poder hablar. —Bien, entonces vamos.
—No hace falta.
Ante eso, la chica observó incrédula. —Pero...
—Descuida. Tu amigo quiere estar un rato contigo, así que diviértete.— Sonrió, y despeinó ligeramente la cabeza de la chica, mirando al otro con suficiencia. —Te veo mañana en clases.
Y cuando Ranma se alejó lo suficiente de los dos, soltó un puñetazo al árbol más cercano posible.
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Ryoga jugueteaba con Blanquinegra mientras analizaba lo que había pasado en la veterinaria. Después de que Ukyo se fuera, él quedó confundido. Se suponía ya no sentía nada por ella, pero aún parecía estar atado al fantasma de su relación que no pudo ser. Y su ánimo empeoró al notar como Akari se mantuvo alejada de él, incluso se despidió cortante. Estaba perdido, no sabía que debía hacer.
—Blanquinegra, no te metas en líos amorosos. Mejor sigue siendo una cachorrita juguetona.— Mencionó mientras arrojaba el pequeño peluche. Observó como la cachorrita corría tambaleándose de un lado a otro, simplemente disfrutando del juego. Ryoga suspiró. —¿Por qué es tan difícil el amor?
—¡Ryoga!
Saltó en su lugar debido al impacto del grito. Observó como el de trenza dejaba su mochila aventándola hacia un lado sin importarle como afectaría a sus cosas. Estaba molesto, sus ojos lo decían todo. Algo había pasado y solo una persona era responsable del estado de su pobre amigo.
—¡Imbécil! Me espantaste.
—No estoy para tus juegos.
—Ni yo, estúpido. Pero podrías ser más amable al dirigirte conmigo.
—¿Sabes bailar?
—Un poco, ¿Por qué?
—Me enseñarás a bailar en tan solo dos días.
Ryoga se pasmó. Y luego de eso, no pudo evitar que le diera un ataque de risa. No sabía si era de nervios, o en serio le daba mucha gracia que su amigo le dijera eso, pero terminó en el suelo retorciéndose cuál gusano mientras tocaba su estómago y limpiaba unas lagrimas rebeldes.
—¡¿De que te ríes?!— Su ojo hizo un pequeño tic.
—Perdona...—Trató de relajarse y respirar profundamente para que no le ganara la risa nuevamente. —E-es solo que... es que no te imagino bailando...
Ranma apretó los puños y tensó sus brazos con molestia. —¡Estoy hablando en serio!
—Esto tiene que ver con Tendo, ¿No es así?
Miró hacia otro lado, avergonzado. —N-no... es que me sentiré extraño y aburrido el sábado.
Suspicaz Ryoga lo observó. —Entonces planeas sacar a bailar a alguna chica que esté en la fiesta.
—¡No! !Es para bailar con ella!— Al darse cuenta de lo que soltó, tapó su boca con ambas manos. Tragó duro, y enrojeció aún más. —N-no... n-no es l-lo que p-piensas... ¡Solo ayúdame! ¿Quieres?
Al ver la humillación de Ranma, decidió ayudarle. —Bien, idiota. Ya que insistes, lo haré.
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Shinnosuke llegó a su casa después de haber pasado la tarde con Akane. Ambos amigos habían decidido ir a comer un helado juntos al centro comercial de Nerima, y durante todo ese rato recordaron tantas cosas que vivieron durante su infancia. Una sonrisa sincera se dibujó en su rostro. Akane siempre había sido una niña muy divertida y amable. Le alegraba saber que eso no había cambiado ahora, y que ella se encontraba muy feliz a pesar de tener a su madre enferma de cáncer.
Akane.
Su amiga.
Dejó su mochila en la mesa. Fue a la cocina y tomó un vaso de agua. La amargura se presentó en su garganta al pensar en que eran amigos. ¿Por qué le pasaba eso? Era lógico que Akane pudiera encontrar a alguien más, después de todo él había observado lo popular que ella era con los chicos, además de ser una muchacha muy hermosa. Entonces, si él tenía muy en claro lo que eran, ¿por qué ahora parecía que había cambiado de opinión respecto a ella?
Sacudió su cabeza negando. Tenía novia. Ukyo era su novia, y Akane era solo su mejor amiga. No había mucha ciencia en ello, así que claramente debía de dejar de pensar en cosas que no eran las correctas.
Salió de la cocina y se dirigió al comedor, encontrando a su abuelo en compañía de alguien más. Charlaban amenamente, y tan pronto como sus oídos se destaparon por completo reconoció la voz de su tío, a quien no veía hace mucho tiempo. Ese hombre canoso pero de buen vestir sostenía una invitación elegante, así que dedujo que los invitaría a un evento.
—Abuelo. Tío.— Irrumpió el castaño, entrando y saludando amenamente.
—Shinnosuke, hijo.— Saludó su tío. —Hace mucho que no te veía.
—Tu tío me estaba comentando que nos invita cordialmente a una fiesta.
—¿Fiesta?— Preguntó extrañado.
El señor Ueda sonrió alegremente. —Invita a tu novia.
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Xian Pu entrenaba junto al hijo de los Kumon. A pesar de ser tarde, sus entrenamientos estaban durando más de lo usual. Todo eran ordenes del señor Kumon y de la abuela Kuo Long. Y no era para menos, después de todo, les habían dicho que al parecer el dojo Tendo podría suponer un gran riesgo para ganar el torneo. Aunque, por parte de Ryu, solo se trataba de un rumor que tenía la finalidad de incentivar el miedo. No creía que ese dojo pudiera encontrar a alguien fuerte para ganar.
—¡Más rápido!— Gritaba la anciana, golpeando el suelo con su gran bastón.
Ante ello, aumentaron la velocidad de sus golpes. Los pobres muñecos de entrenamiento estaban llegando a su límite, presentando roturas en sus costados. Pronto, el relleno de esos artefactos comenzó a salirse, hasta que, con un golpe final de parte se ambos explotaron. El algodón se desperdigó por todo el suelo, y los trozos de tela salieron volando hasta dar cerca de la anciana. Miró con total satisfacción a ambos muchachos. El entrenamiento estaba rindiendo muy buenos frutos. Sus respiraciones agitadas indicaban que, en efecto, usaron el máximo de su fuerza en esos ataques.
—Muy bien. Están avanzando poco a poco con sus entrenamientos.— Mencionó la abuela, acercándose a ambos.
Ryu se limpió el sudor de la frente con su brazo. Le gustaba usar pantalones militares y una camiseta negra sin mangas para entrenar, así se sentía más ligero. —Noto que no es suficiente para usted.
—Estas en lo cierto. Esa fuerza no es la mejor.
Xian Pu sonrió de lado. —Sabia que dirías eso, abuela.
—He tratado de averiguar por mi cuenta la identidad del muchacho que nos dijo el señor Kumon, pero no he encontrado nada.— Miró al primogénito Kumon. —¿Tú no sabes de quién se trata?
Ryu Kumon negó. Aunque, en el fondo, tenía una ligera sospecha de quien era el enigmático muchacho. Después de todo, ver desde lejos como Tendo convivía con el ojiazul le hizo pensar que tal vez él era de quien se trataba. Sin embargo, no diría nada aún. No quería precipitarse y equivocarse. —Nada.
—Bien. Con mayor razón no podemos confiarnos. No sabemos que tan fuerte sea ese joven, así que es mejor que no bajen la guardia. Es todo por hoy, Xian Pu. Vayan a bañarse y cenemos.— Se giró, comenzando a caminar con el bastón de madera.
Ryu también dio algunos pasos, aunque fue detenida por la muchacha china. No es que fueran los mejores amigos, apenas y se conocían, así que el que ella tuviera mucha confianza le generaba un poco de rechazo. Intuía que no era una persona de confianza, por lo que prefería mantener la distancia con ella.
—Antes de que te vayas, quiero decirte que creo que estás mintiendo. Si sabes quién es el chico del que tanto habla tu padre.— Xian Pu podía jurar que, en efecto, Ryu estaba ocultando la verdad.
—No. No lo sé.— Contestó serio y seguro. Nunca se turbaba con algo, por lo general solía ser una persona con respuestas rotundas y claras.
—Oh, a propósito.— Xian Pu no era indiferente a las reacciones que provocaba en muchos hombres. Sabía que era una chica linda y deseada, por lo cual aprovechaba todas sus armas para sacar provecho. Así que, con una dulce cara se acercó un poco al primogénito Kumon. —El otro día me crucé con un chico muy apuesto. Era de ojos azules.— Con su dedo índice recorrió ligeramente el pecho del joven. —¿De casualidad no va contigo en la escuela?
Ojos azules. Seguramente se refería a Saotome. Lastima que él no se fiaba de ella. Sin sentirse afectado por el coqueteo de la china, retiró la mano de su pecho. —No. Y ahora, si me disculpas, voy a ducharme.
Cuando el joven se fue, Xian Pu solamente rió divertida. Vaya que era demasiado enigmático y serio. Suspiró, pensando en esa mirada azul tan profunda que no la había dejado de atosigar desde hacía un mes.
—Algun día te encontraré, mi futuro airen.
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Akane salió de la ducha con su pijama ya puesto. Luego de ello, entró a su habitación y se recostó en la cama. No le importaba que sus pelos cortos mojaran las sábanas, después de todo, necesita un momento de relajación. Extendió sus brazos y largó un suspiro.
Ese día había resultado un carrusel de emociones y experiencias. Por una parte, revivió la forma en la que Shinnosuke y ella solían pasar el tiempo cuando eran más pequeños. Cómo imaginaban que iban a uno de esos bailes de graduación al más puro estilo americano, y danzaban toda la noche. Tal vez si siguiera enamorada de él hubiese atesorado profundamente lo que pasó esa tarde.
Pero entonces, el recuerdo de los ojos azules le golpeaba como si fuese una bola de béisbol. Había querido intentar enseñarle a bailar de la forma tradicional, pero sabía que sería misión imposible. El era demasiado egocéntrico, y el enseñarle supondría una serie de burlas por parte de él.
Volvió a suspirar. Ese muchacho le estaba provocando una dualidad inimaginable de sensaciones y emociones. A veces quería matarlo, retorcerle el cuello y quebrarlo en pedacitos. Pero en otras ocasiones necesitaba sentirlo más cerca de ella. Y es que la frase que le dijo la llenó de chispazos por dentro. Sintió el corazón hervirle al recordar una y otra vez esa devastadora declaración.
"Te ves linda cuando sonríes."
Sus ojos brillaron un poco, y las mejillas se le colorearon. Ranma había dicho esa frase con tanta seguridad que solo significaba que había escupido la verdad. Entonces, el creía que ella era linda cuando sonreía.
Una risita juguetona escapó de su boca. Y luego de ello, se levantó de la cama. Corrió inmediatamente al espejo de cuerpo completo que yacía en ese espacio. Se observó en él, contemplando lentamente su cuerpo y rostro. Sonrió, y de nuevo la pequeña risa le ganó. Calló enseguida, y volvió a contemplarse.
Recordó que durante su ida al centro comercial con Shinnosuke pasaron cerca de una tienda de vestidos. Mientras su amigo iba al sanitario de la plaza, ella observó con mucha curiosidad la vitrina del local. Dentro de aquel lugar había un hermoso vestido azul marino con detalles dorados. Era de corte asimétrico, y tenía mangas largas. Se paró en el lugar exacto, mirando su reflejo por encima del atuendo. Ahí lo supo. Al fin había encontrado el vestido para ella, y al día siguiente lo iría a comprar.
Observó por última vez su reflejo en el cristal. Y está vez la sonrisa apareció aún más amplia. Sus cabellos cortos le daban su propio brillo. Era linda. De verdad lo era.
Y lo era más cuando sonreía.
Notes:
¡Hola a todos!
Les traigo el siguiente capitulo. Bueno, si se dan cuenta, he hecho muchas referencias al manga original a través de este fic, y este capítulo no es la excepción. Me encanta la frase que le dice cuando se queda flechado. Y es que desde el principio hasta el final del manga siempre tuvo en cuenta su sonrisa. Era el tesoro del trenzudo, así que decidí que ese sería el parteaguas para que Akane comience a dudar fuertemente de sus sentimientos. También es el catalizador de Ranma. A partir de este momento va a empezar a definir sus sentimientos por ella. Y en cuanto a Shinnosuke, el también comenzará a desarrollar sentimientos por Akane. Por otra parte, tenemos ya por fin el inicio de la relación de Ryoga y Akari. En esta ocasión, Ukyo será la interferencia entre ambos, pues ella también se dará cuenta de que tiene sentimientos por el. Yo les dije que el drama amoroso estaba a punto de comenzar. Pues bienvenidos. Tomen asiento y disfruten del lio amoroso.
Recuerden que esta historia también está publicada en Fanfiction. Ya estamos a un capítulo de emparejar las dos plataformas, y no tardaré en subirlo acá. Después de ello tendrán que esperar el mismo tiempo de actualización que en la otra plataforma.
Sería todo. Agradezco sus lecturas, sus kudos y sus comentarios. Les amo.
¡Que tengan un buen día!Con amor, Sandy.
Chapter Text
Ranma 1/2 no me pertenece. Todos los derechos están reservados a su autor original, Rumiko Takahashi. Esta obra es escrita sin fines de lucro.
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Entre amores y karate.
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Capítulo 7.- El baile de los falsos prometidos.
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Por fin era viernes, y eso significaba que estaba a un día del ansiado baile. Durante toda la jornada universitaria no había dejado de sentir las intensas burbujas en su estómago. Por la noche le comento a sus padres que había encontrado el vestido adecuado, entonces ahora llevaba el dinero suficiente para ir a comprar su atuendo. Por teléfono le había explicado a Akari toda la situación, así que su amiga se ofreció a pedir el día libre en la veterinaria y acompañarla a comprar ese vestido. Miró de reojo al de trenza. Estaba actuando un poco extraño. Para empezar, el semblante que tenía era perezoso. Bostezaba a cada rato y sus ojos se entrecerraban un poco. Supuso que no había pasado una buena noche. Y es que resultaba aún más extraño porque no le había insultado como normalmente lo hacía. Está vez estaba bastante tranquilo, incluso un poco distante con ella. Aunque lo agradeció, tal vez así el no la seguiría hasta casa como siempre.
Ranma, por otra parte, no dejaba de pensar en su cama. Cómo deseaba estar en el séptimo sueño, babeando cómodamente su almohada. No pensaba que Ryoga fuera un pésimo instructor de baile, pero vaya que le había dado una sorpresa gigante. No era el único con dos pies izquierdos. Si el se movía a la derecha, su amigo lo hacía a la izquierda. Si el daba un paso adelante, Ryoga lo daba también hacia enfrente. Si se le ocurría moverse siquiera unos milímetros terminaba pisando el pie de ese pelinegro. Toda la madrugada estuvieron ensayando en el patio sin que sus padres se dieran cuenta. Y eso le estaba cobrando factura ahora mismo. Observó de reojo a la causante de todo aquello, y gruñó malhumorado. Seguramente ella se la pasó bien con ese idiota de cabello castaño, podía ver cómo la felicidad brotaba de esa sinvergüenza. Pero ya vería, la próxima ocasión que ese idiota le rompiera el corazón él no se molestaría en consolarla.
—Bien chicos, eso es todo por hoy. Feliz fin de semana.
Todos comenzaron a guardar sus cosas apresurados. Era fin de semana, y varios de ellos querían aprovechar los días tan lindos que hacían para salir a pasear con sus amigos. Yuka y Sayuri rieron alegremente. Iban a acompañar a sus amigas al centro comercial, y es que deseaban saber que vestido eligió la muchacha para el baile. Akane terminó de ordenar sus pertenencias, echando un último vistazo al de trenza. Al ver que metía sus cosas con demasiada parsimonia se adelantó a ayudarle.
Ranma solo observaba como ella tomaba su mochila y metía los cuadernos con tranquilidad. Ni siquiera sabía dónde tenía la cabeza, así que agradeció que le apoyara con ello. Notó una sonrisa pequeña en su rostro, y luego, los ojos de ambos se encontraron. Se sonrojó un poco, sin embargo, salió de la ensoñación y desvió su rostro.
—G-gracias...— Mencionó nervioso.
Akane sonrió un poco más amplio. —¿Estás nervioso por el baile de mañana?
El de trenza volteó a verla. Asintió con la cabeza. —¿Tú lo estás?
—Mucho.— Admitió. Luego, le entregó la mochila al ojiazul con total amabilidad. —Iré a comprar mi vestido el día de hoy. No había encontrado uno adecuado anteriormente.
—Aja...— No entendía por qué le comentaba eso, pero de repente se vio ansioso de saber que vestido llevaría. Si el color combinaría con su traje, o el corte que tendría la falda.
Agachó la mirada apenada. Y luego, volvió a sonreír tiernamente. —Lamento mucho no haber podido enseñarte a bailar como se debe. Y lamento la interrupción de ayer. Prometo compensarlo después.
—Ah... s-si...— ¿Por qué estaba actuando tan dulce y linda con él? No entendía, pero si era por ese idiota de Shinnosuke entonces no quería esa dulzura.
Akane se dio la vuelta y comenzó a caminar en dirección a sus amigas, pero antes de avanzar más, volteó a mirarlo. —Gracias por el cumplido de ayer. No tuve la oportunidad de agradecerte por ello, pero, me alegró mucho. Te veo mañana.
Su corazón comenzó a latir apresuradamente. Y recordó lo que le había dicho el día anterior.
"Te ves linda cuando sonríes."
Iba a pronunciar algo más, pero Akane se alejó y salió del salón de clases acompañada de sus amigas. Cuando la perdió de vista, tragó duro. Definitivamente no podía seguir negando que algo estaba naciendo dentro de su corazón, sin embargo, debía frenarlo antes de que creciera más, o si no el saldría afectado. De mientras, se propuso aprender a bailar, a como de lugar.
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Ryoga salió de sus entrenamientos diarios y comenzó a caminar en dirección a la veterinaria. Pensaba en como disculparse con Akari por lo del día anterior, aunque por un lado, no sabía por qué debía disculparse. Para empezar, no eran nada, simplemente se estaban conociendo, y pedir perdón podría sonar un poco extraño. Agh. Estaba confundido.
Sacó su celular para enviar un mensaje a Akari, pero antes de que pudiera siquiera abrir el servicio de mensajería le llegó una notificación de ella. Curioso la abrió inmediatamente.
Akari_ san
Hibiki-san, hoy no podré ir a la veterinaria. Acompañaré a Akane a comprar algo. El veterinario Yamada me pidió que te avisara. Te veo el lunes.
Se detuvo, quedando a mitad de la banqueta. No sabía que era peor, que el mensaje hubiera sido cortante, o que en esta ocasión lo haya llamado por su apellido. De verdad estaba siendo muy estúpido para que la confianza entre ellos dos se esfumara rápido.
Siguió caminando hacia el metro con la esperanza de poder encontrar una solución al problema de Ukyo. De pronto divisó dos figuras que parecían estar conversando. Afinó su visión, dándose cuenta de que se trataba de Ukyo y su novio, el amigo de Tendo. Se les notaba un poco extraños, como si de repente se cruzará frente a ambos una barrera. La curiosidad le ganó, por lo que no dudó en acercarse sigiloso para escuchar de que hablaban. Se ocultó detrás de una de las máquinas expendedoras del metro y paró muy bien el oído.
Logró escuchar las palabras "baile", "invitación", "tío", "no, gracias". Sospechó que se trataba del mismo baile al que asistiría Ranma, pero después lo desestimó. Era poco probable que fuera así, sería algo demasiado extraño y loco que ese par terminara en el mismo lugar que su amigo. Decidió avanzar e irse de ahí, pero escuchó que lo llamaron.
—Ryoga...
Temeroso volteó, encontrando a Ukyo y ese chico mirándolo con sorpresa. Se puso nervioso, aunque decidió fingir que no escuchó nada.
—Ah, hola. Que curioso, pasaba por aquí porque iré a trabajar a la veterinaria.— Mencionó tratando de aparentar tranquilidad.
Shinnosuke sonrió amablemente. —El mundo es una caja de sorpresas. Me alegra verte. Cualquier amigo de Ukyo es mi amigo.
—Si, ya lo creo. En fin, debo irme, se me hace un poco tarde...
—Ryoga, antes de que te vayas, recuerda el plan que tenemos para mañana por la noche.
Cuando la castaña le dijo aquello, sus alarmas se encendieron de manera espontánea. Algo no muy bueno para el iba a ocurrir, y no saldría ileso. Decidió seguirle la corriente, esperando que no sucediera nada extraño.
—Si, claro. Nos vemos mañana. Mucho gusto en verte, amigo.
Mientras Ryoga se alejaba ansioso, Ukyo simplemente sonrió de lado.
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Akane estaba en el probador terminando de ponerse la pieza. En cuanto estuvo lista, salió para mostrarle a sus amigas el vestido. Era extraño, se sentía como si fuera una novia comprando su vestido de bodas, solo que en realidad era una prenda para un simple baile elegante. Lo que no quería admitir para si misma es que, en realidad, sus nervios se debían a una sola persona. Odiaba admitirlo, pero necesitaba que al menos alguien le dijera que se veía espectacular en ese vestido, o dudaría un poco en comprarlo. Cuando se presentó frente a sus amigas, todas dieron un grito rotundo, aturdiendo sus oídos.
—Chicas, no exageren. Es solo un vestido.— Dijo tratando de calmar al trío de chicas que no paraban de moverse emocionadas.
—No. Es el vestido.— Aclaró Yuka poniendo énfasis en la palabra "el".
—Por favor, simplemente es un baile. No es como que me fuera a casar.
—Aun así.— Sayuri se acercó a su amiga y le dio la vuelta para que se mirara en el espejo. —Pareces una novia. Eres demasiado bella, y no dudo que lo dejarás sin palabras.
Sonrió al escuchar que era bella. Eso lo necesitaba bastante. Pero luego recordó lo último que ella dijo. —¿Eh? ¿De quien hablas?
Las otras dos chicas se acercaron y sonrieron cómplices. Akari puso cara suspicaz. Que divertido le parecía todo el tema. —Habla de que a Ranma Saotome se le van a caer las babas por ti con ese vestido.
Enrojeció de golpe y negó frenética con la cabeza. —¡Cl-claro que no! Ni siquiera me importa su reacción.
—¡Por favor! No nos vas a negar que Saotome es muy guapo.—Agregó Yuka de manera pícara.
—Bueno... ahm... t-tal vez...
—Además hemos notado como se toma cierta confianza contigo.— Dijo Yuka siguiendo el juego.
—Si, ¿Y que?— Trató de quitar importancia a lo que ellas le decían porque era cierto. A ninguna chica le hablaba con tanta soltura como lo hacía con ella.
—Que estamos seguras de que en serio le atraes.— Añadió Akari a la pequeña hoguera que era Akane.
—¡Para nada!— A pesar de la frase que él le había dicho el día anterior se negaba a aceptar todo lo que sus amigas le decían. —Bien. Ya me vieron con el vestido puesto y comprobamos que me queda bien. Ahora, voy a cambiarme para pagarlo y luego de ello vamos a comer un helado y a olvidarnos de esta plática sin sentido.— Se dio la vuelta y comenzó a caminar, intentando apaciguar el rubor vergonzoso que nació en sus mejillas. —Y nada de hablar de él allá, ¿Oyeron?.
Cuando Akane entró al cubículo del vestidor las tres chicas gritaron emocionadas y soltaron carcajadas de diversión y satisfacción, ignorando que estaban en un lugar concurrido y que podrían incomodar a alguien. Casi nadie en el local les prestó atención, salvo dos mujeres que llevaban un vestido quipao con abertura lateral y diseño extravagante colgado en una percha.
—Abuela, esas chicas actúan muy raro. Se emocionan como si fuera una tienda de vestidos para novia.— Declaró la chica un poco impactada por las pequeñas diferencias de actitudes.
—Deben ser las costumbres japonesas. No les des importancia, Xian Pu.
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Ranma llegó a su casa exhausto. Soltó un bostezo sonoro mientras era recibido por la cachorrita Blanquinegra. Sonrió al verla, y comenzó a jugar un poco con ella. Ryoga había hecho bien en rescatar a la pobre criatura. Después de todo, si necesitaban un poco de vitalidad en esa casa, y que mejor que una criatura como ella se encargara de darles felicidad.
Nodoka escuchó a su hijo, por lo que caminó hacia la sala para recibirlo. Sin embargo se sorprendió al notar las ojeras marcadas de Ranma. Parecía no haber dormido bien, y era algo que se acentuaba más cuando bostezaba mientras jugaba con Blanquinegra.
—Ranma, ¿Pero qué te pasó?— Preguntó preocupada.
El de trenza notó a su madre con inquietud. Entonces dedujo que si debía de verse tan deplorable como pensaba. —Es que...— ¿Cómo le explicaba sin que se hiciera ideas erróneas? Porque claro, su madre era la primera en insinuar que le comenzaba a gustar la chica de ojos avellana. Y nadie debía sospechar lo que él ya empezaba a aceptar poco a poco, porque necesitaba mantenerse a raya con respecto a Akane o se abriría una caja de Pandora en su corazón.
—¿Te preocupa algo del baile de mañana?
Suspiró. —Que no sé bailar.— No le había quedado de otra más que admitirlo. Quizá si lo decía pero sin mencionar a la chica su madre no sospecharía nada. —Ryoga me enseñó durante toda la noche pero descubrí que ambos tenemos dos pies izquierdos.
Nodoka comenzó a reír. Creía que era algo más serio que eso, pero de igual forma su hijo necesitaba ayuda. Podía deducir por qué le preocupaba todo eso, y estaba segura de que tenía que ver con la pequeña de los Tendo. Pero para no abrumarlo más no dijo nada al respecto.
—Entonces levántate. Blanquinegra sabe entretenerse sola.
Ranma obedeció, y se posicionó frente a su madre. Era una mujer que en su juventud y actualidad se veía bella. No entendía que le gustaba a ella de su padre, pero sin lugar a duda sabía que es lo que su padre vio en su madre. Miró como Nodoka tomaba su brazo y lo colocaba en su cintura. Y luego, su otra mano pasó a ser parte de la palma de su madre.
—Asi es como debes agarrar a tu pareja, hijo.
Sabía que debía tomar a Akane así, pero le costaba un poco de trabajo hacerse a la idea. Aún así, decidió tomar en serio lo que su madre estaba tratando de hacer.
—¿Y luego de esto?
—Das un paso hacia atrás.— Mencionó guiando a su hijo lentamente. —Uno hacia adelante.— Realizó el movimiento. —Y otra vez hacia atrás.
—¿Y es todo?
—Lo más básico.
Soltó una risa sarcástica. —Ryoga y yo somos unos idiotas. ¿Cómo es posible que no tengamos coordinación para esto si entrenamos artes marciales?
—Es distinto. Las artes marciales son movimientos con fuerza. En esta ocasión, solo son movimientos delicados.
Suspiró. —Mamá, necesito aprender para mañana. ¿Crees que puedas enseñarme lo que más puedas?
Sonrió. Su hijo era un poco torpe, pero tan lindo. —Pero claro que sí. Solo si prometes sacarla a bailar mucho.
Volteó la cabeza para evitar que se diera cuenta del sonrojo que adoptaron sus mejillas. —Y-ya... no es por ella.
—Está bien, si dices que no es por ella entonces así es. Ahora, vamos a empezar, que nos esperan unas cuantas horas de ensayo.
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El día sábado llegó tan rápido como el mismo tren bala de Japón. Habían acordado que ese día no darían clases en el dojo, así que lo usarían directamente para preparar lo necesario para la noche. Akane despertó con mucha emoción dentro de ella. Tal vez era porque estarían de vuelta en el juego. Ver de nuevo como el dojo empezaba a levantarse le hacía demasiada ilusión, lo consideraba como un trago de agua fresco en medio de un desierto. Su padre había recobrado la vitalidad gracias a aquello, y por lo menos el ingreso extra que estaban recibiendo servía para pagar el tratamiento de su madre. Se estiró por completo y decidió salir a correr como normalmente lo hacía.
Bajó las escaleras con vitalidad y salió de la casa. Tenía puestos los audífonos, así que comenzó a trotar por todo el vecindario con la música a todo volumen. La melodía en sus oídos era bastante pegajosa y alegre, algo que encajaba muy bien con su estado de ánimo. El sol estaba viéndose claramente, y agradecía que en esos días el clima se comportara de la mejor forma. Atravesó el camino que antes seguía para ir al instituto, recordando como solía ir acompañada de su mejor amigo. Era irónico, porque ahora ese era el mismo camino que usaba para regresar de la universidad acompañada de Ranma.
Una emoción la invadió por completo. Esa noche ambos estarían rodeados de muchas personas, pero a la vez, sería como estar solos. Aunque no sería así, pues sus padres irían. Apareció en su rostro una sonrisa. ¿Habría aprendido a bailar? ¿O tal vez ella tendría la oportunidad de enseñarle a hacerlo esa noche? ¿Le diría que se ve linda cuando sonríe? ¿Alabaría su vestido, peinado y maquillaje?
Sacudió fuertemente su cabeza. No, eso no debía estar pasando. Ella no debería estar pensando cosas así, porque a parte de esa frase, no había demostrado interés más allá de la camaradería. Y lo que menos deseaba era volver a pasar por el mismo dolor que soportó con Shinnosuke. Su celular vibró con la notificación de un mensaje. Mientras corría decidió abrirlo.
Idiota_Saotome
Mi padre dice que pasaremos por ustedes a las 7:00. Espero que para ese entonces te hayas quitado la máscara de hombre.
Leer esa última parte pinchó su burbuja de ilusiones. Vale, ya lo entendió. No debía dejar que esa pequeñita chispa de enamoramiento se extendiera como fuego. Mantendría su distancia con él, aunque esa noche sería prácticamente imposible. ¡Ah! Pero como deseaba no estar sintiendo algo diferente en estos momentos, bastante tenía ya con haber pasado una desilusión con Shinnosuke como para que ese estúpido llegara a ponerle su mundo y estabilidad emocional de cabeza.
No supo en qué momento pasó, pero chocó contra una persona. Se balanceó hacia atrás y logró mantener el equilibrio. Observó con quién había colisionado. Era una chica con el pelo morado y con un traje deportivo bastante coqueto.
—Oh, lo siento mucho.—Se reverenció a modo de disculpa. Estaba apenada, fue una falta de respeto chocar contra una desconocida así de repente.
Aquella chica sonrió amablemente, y repitió la acción de Akane. —Soy yo quien debe pedirte disculpas. Miraba mi celular y me distraje.
Al saber que no era la única así comenzó a reír, contagiando de esa alegría a su nueva amiga. Por su japonés acentuado pudo jurar que era extranjera, probablemente de origen chino. Sea como sea, era una chica muy linda, de aspecto bastante jovial y muy hermosa.
—Me llamo Akane Tendo.
—Encantada. Yo soy Wu Xian Pu.
Su voz era tierna y chillona. Apenas la conocía y ya le estaba agarrando bastante. —Como compensación por haber chocado te compro un café. Cerca de aquí venden uno muy bueno, ¿Aceptas?
Sonrió agradecida con ese amable gesto. Era una chica bonita, agradable y bondadosa. Esperaba que fueran amigas, después de todo, necesitaba una ahí en Japón. —Seguro.
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El señor Kumon bajaba las escaleras de su gran mansión con la maleta en mano. Por detrás de él iba su hijo siguiéndole. Llegaron a la entrada donde aguardaba uno de los elegantes autos de último modelo. En automático la servidumbre comenzó a acomodar el equipaje del hombre en la cajuela.
—Quien lo diría. Lamentablemente no podré ver con mis propios ojos al muchacho que nos interesa.— Declaró el señor Kumon con total pena.
Ryu se cruzó de brazos. —Eso te pasa por ser un hombre de negocios también. Y ahora yo tendré que soportar a la anciana y a esa chica solo.
—Por favor. La señora Kuo Long no es insoportable. Además, de ustedes dependo para impresionar al comité, sobretodo a quienes estarán de jurados en las competencias.
—Oye, hablando en serio.— Se adelantó unos pasos quedando frente a su padre. Ryu resultaba ser más alto que el señor Kumon. Siempre había tenido un porte imponente, pero ahora más que nunca se notaba. —¿Para que quieres saber quien es ese chico? ¿Qué importancia tiene?
Su hijo era alguien bastante serio y con un sentido del honor muy arraigado. Pero el no era así. En el mundo de los negocios tenías que saber mover bien tus fichas y jugar con lo que se te cruce en el camino. Así es como había logrado hacerse de su riqueza, y es lo que había que hacer en este caso.
—Ryu, cuando te enfrentas a la competitividad hay que saber tomar atajos y mover bien tus fichas.
—Sigo sin entender. Es como si planearas hacer trampa.
—Bingo.— Con esto logró que su primogénito le mirara con total sorpresa. —Solo que no lo llamaría trampa. Más bien es ventaja. En cuanto nos enteremos de quien se trata podremos ofrecer un trato más jugoso para ese chico, y quizá podamos lograr que se una a nuestro equipo.
—¿Planeas comprarlo?
Sonrió maquiavélico. —Si lo adquirimos seremos los más invencibles en el torneo. Además de que así podremos conocer los métodos de entrenamiento que ha tenido ese joven. El señor Ueda me dijo que había entrenado en China y que era alguien fuerte.
—Eso es deshonroso.— Acusó Ryu.
—Por favor. En este mundo debes ser fuerte a costa de los demás. El honor no vale.— Se colocó su saco con total seguridad. —Mantén los ojos bien abiertos en el baile. Nos vemos en unos días.
Observó a su padre meterse en el flamante vehículo y luego desaparecer de su vista. Estaba loco si pensaba que de esa sucia forma ganaría el torneo.
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El reloj marcaba las cinco de la tarde. Akane salió de la ducha, secando su cabello corto mientras tarareaba una canción alegre. Había charlado con la joven china, descubriendo que era una muchacha muy simpática. Ambas se cayeron tan bien que intercambiaron números de teléfono. Xian Pu también practicaba artes marciales, lo que acentuó la afinidad de las dos chicas. Lo único que no alcanzó a preguntarle era si estaba afiliada a algún dojo, capaz y terminaban encontrándose en el baile.
No cerró la puerta, y ni bien tomó asiento en su cama aparecieron Kasumi, Nabiki y su madre en la habitación. Nabiki llevaba un gran set de maquillaje, brochas y productos del cuidado de la piel. Kasumi traía en sus manos una plancha de cabello, joyería y accesorios, y su madre simplemente observaba pacientemente.
—¿Y todo eso?— Preguntó un poco consternada. Parecían traer todo un arsenal de guerra, y no entendía de dónde había salido tanta cosa.
—Es para prepararte. — Comentó Nabiki.
Incrédula abrió los ojos. —Pero, ¿y las joyas?— Se acercó a las tres mujeres, tomando algunas de las piezas en sus manos. Eran de oro reluciente, nunca las había visto en su vida. —Mamá... ¿De dónde salieron?
La señora Naoko tomó el rostro de su hija menos con cariño y dulzura. —Eran de mi bisabuela. Resulta que Nabiki las encontró hace unos días mientras buscaba algo en el almacén.
—Decidimos no decirle a papá sobre ellas para que las pudieras usar por hoy.— Confesó la mayor de las hermanas.
Akane rió. Su mamá era la mejor. —Bueno, entonces hagan su magia conmigo.
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Los Saotome iban en camino a la casa de los Tendo. Habían decidido pedir por medio de una aplicación un taxi para recogerlos. Al salir de casa su madre lo alabó, diciéndole que se veía demasiado guapo enfundado en ese traje con combinaciones occidentales y orientales. En lo personal, no veía el cambio, pero si su mamá lo decía entonces debía creerlo. Tenía suerte de que hubiera aceptado acompañarlos al evento, porque al menos sentía cierta seguridad con ella.
Estaba nervioso, sus manos sudaban y no dejaba de respirar intranquilo. Necesitaba dejar de sentirse así, solo era un estúpido baile, no era como si se estuviera a punto de reunir con el primer ministro japonés. Pero claro, la culpable era ella. Intentaba frenar los pensamientos hacia Akane, pero fallidamente dejaba que fluyeran. Y empeoraron al notar como habían llegado a la residencia Tendo.
Bajaron del automóvil y se dirigieron a la puerta. Con cada paso que daban, Ranma sentía que su corazón latía más y más rápido. Tocaron el timbre, siendo recibidos por un elegante y trajeado Soun. Los hizo pasar, declarando que las mujeres estaban en la planta de arriba ultimando detalles sobre el atuendo de la menor de la familia. El de trenza trató de aparentar confianza y desinterés, yendo hacia el pasillo que daba al estanque de peces koi. Miró aquel cuerpo de agua como si fuera lo más interesante, escuchando de fondo las inquietas voces de las mujeres que bajaban las escaleras.
—¡Te ves hermosa, Akane!
—Dejarás boquiabiertos a todos en ese baile.
—Mi niña ya es toda una bella señorita.
—Están exagerando.
—¡Mi hija ya no es la pequeña que antes conocía!
—Debe estar orgulloso por la belleza de su hija, Tendo.
—Oh, Akane, querida, luces hermosa.
Trató de respirar profundamente sin dejar de ver el estanque con total fijación. Escuchaba los halagos que la chica recibía, pero no sé atrevía a mirar. O al menos así era, hasta que escuchó una frase que llamó su atención.
—Hoy te lloverán invitaciones para bailar. No las desaproveches, capaz y terminas comprometida con algún dueño de otro dojo.
La declaración de la hermana mediana de la familia no le agradó, sobretodo teniendo en cuenta que, en su mente, él ya estaba decidido a bailar con ella. Debía ser una cruel broma la que decía la hermana de Akane, ¿Qué tan hermosa debía de verse como para que alguien le propusiera matrimonio? Eso solo eran estupideces exageradas...
Los ojos chocolate de Akane chocaron con las pupilas azules de Ranma. El chico observó estupefacto a la joven frente a él0. Ella llevaba un vestido color azul marino con detalles dorados y rosas de flores de loto y dragones. Aquella pieza era de seda, las mangas eran a tres cuartos del brazo y la falda era amplia y asimétrica, más corta en la parte de enfrente y más larga en la de atrás. Las joyas doradas le daban un toque demasiado elegante, las flores de color azul marino en el pelo complementaban el atuendo, y ese maquillaje tenue simplemente resaltaba la belleza que existía en ella. La recorrió de arriba a abajo de manera discreta, atónito y mudo por la visión tan angelical de la chica. Ahora entendía los halagos, y aunque no quiso admitirlo, tenía que hacerlo. Realmente se veía hermosa esa noche.
Akane no se encontraba de mejor manera. Había visto fotos del traje que él usaría, pero nunca esperó que aquél muchacho resaltara bastante bien en ese conjunto. El traje era una combinación de un saco tipo sastre pero sin camisa blanca por dentro. Los botones delanteros eran como en las típicas camisas chinas tradicionales. En las mangas llevaba detalles dorados a juego con su vestido, de dragones y flores de loto. La complexión de Ranma se acentuaba por el corte elegante del traje, y aunque ya estaba acostumbrada a verlo con su usual trenza, ahora más que nunca lo encontraba atrayente. Un leve sonrojo le cubrió las mejillas, pero para no llamar la atención se encogió levemente de hombros, tratando de infundirse confianza a su misma.
A Nodoka no le había pasado desapercibida toda esa atmósfera de atracción entre ambos. Solo sonrió complacida, acercándose a su hijo astutamente.
—Parece que esta noche Akane-chan brillará como una estrella. ¿No crees?
Ranma, quien para ese momento tenía la boca ligeramente abierta por la impresión la cerró de golpe mientras tragaba saliva. —Ehm... ahm... s-si...
Tomó el brazo de su hijo y lo guio junto a ella para saludar a Akane. En cuanto se acercaron la matriarca Saotome soltó su agarre y le dio un pequeño empujón a su hijo, acercándolo hacia la chica. Cuando el de ojos azules estuvo frente a la de ojos canela no pudo evitar sentirse mareado debido a la fragancia dulce del perfume de lavanda. Que hermosa era, pero claro, no lo admitiría frente a todos. Agachó la mirada un poco tímido, logrando que ella se asombrara un poco por verlo tan cohibido.
—H-hola.— Saludó con pena.
Akane posó una pequeña y avergonzada sonrisa en su rostro. Por primera vez saludó a Ranma con una inclinación de cabeza bastante delicada y respetuosa. —Hola... T-te vez muy bien hoy.
El la miró. Sus ojos brillaron, y percibió el cosquilleo en su estómago naciendo con ímpetu. Tal vez así se sentían las dichosas mariposas de las que Ryoga y los demás tanto le habían hablado. Eso lo espantó y lo sorprendió a partes iguales, pues nunca se imaginó que podría llegar a sentir tal cosa. Carraspeó un poco para poder hablar sin dificultad. —G-gracias... T-tú también te v-ves... bien... quiero decir... l-lin...
Ranma se dio cuenta de la quietud que estaba reinando en la casa. Observó su alrededor, viendo cómo todos les prestaban atención con una fijación tan grande como la vergüenza que comenzaba a sentir. Sin embargo, la mirada seria del patriarca Tendo le incomodó. Dio un respingo pequeño, y enrojeció aún más de lo que ya estaba. —Te vez linda.— Dijo con rapidez. —Vaya, ya es tarde. Será mejor que nos vayamos yendo.
Confundida Akane vio como se alejaba de ahí, tambaleándose gracioso por los nervios. En tanto los demás simplemente fingieron que no pasó nada, salvo Nodoka y Naoko, quienes sonrieron cómplices. Que divertido era ser joven.
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Ryoga salió de la veterinaria mientras que Akari caminaba a su misma altura. La chica se había comportado esquiva con él durante varios días, pero era algo completamente normal. El chico de ojos ámbar sabía que había arruinado todo lo que podría, posiblemente, empezar entre ellos, y quería intentar resarcir la pequeña fractura en ese desastre de comienzo de lo que sea que estaba por iniciar.
—Oye.— Dijo la muchacha de pelos verdes mientras se quitaba la bata blanca.
Esto llamó la atención de Ryoga. Hasta que por fin le hablaba con un tono más cálido. —¿Si? Dime.— Respondió sin ocultar su sorpresa y la pequeña chispa de emoción que le embargó.
Le causó ternura a Akari la acción del joven Hibiki. Podría jurar que al pobre le brillaron un poco los ojos de la emoción. Sintió algo de remordimiento por comportarse cortante con él los pasados días, pero ahora estaba más tranquila. La salida con Akane la relajó, y le dio la fuerza para poder seguir adelante en su plan de conocerlo. —Me gustaría invitarte a cenar. ¿Tienes planes?
—¡No! ¡Para nada!— Al darse cuenta de que la gente los miraba extraño por su exaltación enrojeció. —Perdona. M-me gustaría ir a cenar contigo.
—¡Muy bien!— Aplaudió emocionada mientras daba pequeños saltitos. "Que tierna." Pensó Ryoga. —Conozco un restaurante de comida coreana que está cerca de aquí. ¿La has probado?
—No. Seguro debe saber deliciosa.
—Demasiado.— Akari sonrió mientras se acercaba un poco más hacia el lado de Ryoga. Esto puso nervioso al chico, quien soltó una risa nerviosa. —Entonces, ¿Vamos?
Iba a responder que si, pero parecía que la mala suerte lo perseguía y jugaba bastante con él. Frente a ellos estaba llegando Ukyo Kuonji, vistiendo una faldita coqueta y un abrigo ligero de color negro. Se la miraba hermosa, y por más que Hibiki lo negara, no podía hacerlo. Tal vez era estúpido, pero aún seguía sintiendo los vestigios de su relación de casi algo con ella, porque al verla arreglada de esa forma no pudo evitar sonrojarse.
La castaña se acercó a ellos con total confianza, mirando con suficiencia a la joven de pelos verdes mientras caminaba bamboleando sus caderas, tratando de hipnotizar al chico. Akari, por su parte, destazó a la castaña con sus ojos, como si de verdad fuera la peor piedra en el zapato que jamás haya pisado. ¿Cómo se atrevía a seguir jugando con el de ese modo?
—¡Ryoga! Espero que no hayas olvidado que teníamos planes.— Dijo sin siquiera saludar, con alegría e inocencia fingida.
Antes de que el de ojos ámbar respondiera algo, Akari se adelantó. —Lo lamento. Es que Ryoga no recordó decirte que, en realidad, tenemos una cita programada ya.— Y para dar énfasis a su postura tomó el brazo de aquel joven con firmeza y algo de fuerza. Nunca había actuado de forma tan posesiva, pero es que en él encontraba un algo que le hipnotizaba y le empujaba a ser de un modo diferente.
Ukyo sonrió socarrona. —Que raro. Bueno, supongo que entonces no es algo que sea urgente para él.
—Ukyo...— La aludida sonrió confiada. Sabía que aún era la debilidad de ese joven, y por lo mismo aún lo podía tener a su merced. Sin embargo, no esperaba la bala que le atravesaría en ese momento. —Lo lamento, pero es verdad. Tengo una cita con Akari.
Ambas chicas lo miraron con sorpresa absoluta. No esperaban que diera una respuesta contundente ni audaz, ni tampoco esperaban lo que hizo a continuación. Tomó a Akari de los hombros, abrazándola con confianza, como si de verdad estuviera enamorado. La de pelo verde se sonrojó, percibiendo el aroma de ese perfume varonil en él.
—Oh... vaya...— Musitó Ukyo con el enojo más grande que jamás había sentido. Fulminó con sus bellos ojos a la chica que a duras penas podía sostener la mirada hacia enfrente.
—Y se nos está haciendo tarde. Otro día podremos salir. Espero que lo entiendas.
Se despidió con amabilidad y comenzó a caminar junto a Akari, siendo observado por la castaña, quien moría de la vergüenza por tal humillación.
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Por fin habían llegado al gran y elegante salón donde se reunían distintos dueños de dojos con algunos de sus maestros estrella. La atmósfera era diferente, pues estaba combinándose lo tradicional con lo moderno. El gran jardín con estanques y lagos se encontraba iluminado por bellas farolas con motivos japoneses, y por dentro, el salón estaba lleno de mesas en las que se servirían los variados platillos preparados para esa ocasión tan especial.
En cuanto pisaron el lugar, los patriarcas, junto a Nodoka se vieron envueltos en preguntas por parte de viejos colegas, quienes estaban intrigados e interesados por conocer los detalles sobre el regreso de la escuela de combate Tendo. Y a pesar de que Ranma y Akane eran quienes impartían las clases, quienes acaparaban toda la avalancha de dudas eran los dos hombres grandes.
Ranma miró en dirección a todos los lugares, tratando de disipar el nerviosismo al que estaba sometido. Miró de reojo a Akane, quien solamente examinaba el lugar con asombro en sus facciones.
—Este lugar es inmenso. Jamás en la vida había asistido a un evento de este tipo.— Dijo sincero.
—Yo si.
Con total ilusión Akane comenzó a caminar hacia uno de los cerezos cercanos a la zona donde se encontraban. Los pétalos rosáceos seguían intactos, y algunos de ellos adornaban el pasto, cubriéndolo como un suave manto. Se detuvo cerca del tronco, mirando hacia la copa del árbol. Ranma la siguió, deteniéndose al lado de ella.
—Mi papá me trajo cuando tenía trece años.
Trece años. Ranma recordó lo que Shinnosuke había dicho, sobre practicar para un baile. Y en cuanto ese recuerdo llegó a su mente, la amargura se apoderó de él. La había ayudado a aprender como bailar, así como ella había intentado hacer con él. —Por eso tu y él bailaban.— Susurró rencoroso.
—¿Eh?
—Nada.— Desvío la mirada, dándose cuenta de que casi comete el error de hacerle entender que estaba celoso. En realidad, no eran nada de celos, solo le asqueaba tanta familiaridad entre esos dos. O bueno, tal vez si eran celos, pero unos pocos. Carraspeó. —¿Cuántas veces has venido a este evento?
Sonrió alegremente. —Solo fue esa ocasión. Me trajo porque yo ya había mejorado muchísimo mis técnicas de combate, así que, al ser la próxima cabeza del lugar debía presentarme. Pero ese día tuvimos que regresar pronto a casa.
—¿Que? ¿Te aburriste porque no estaba tu querido amigo Shinnosuke?— Pregunto a modo de broma, aunque claro, más bien. su tono era ácido. No entendía porque estaba a la defensiva esa noche, tal vez porque pudo ser consciente de como muchos jóvenes y representantes de dojos comían con la mirada a Akane. Estaba siendo codiciada esa noche, y eso no le agradaba para nada. Aún si quisiera ocultarlo, no podía negarse a si mismo sus celos.
—No. En realidad, fue la primera vez que mamá se sintió mal de salud. Esa noche terminé en el hospital, con mi vestido puesto, en vez de haber bailado con alguien.
Al saber aquel dato se sintió un poco mal por haber dicho lo de Shinnosuke. —Ah... p-perdona, no quise...
—Si, lo sé. Descuida. Después de todo, ya es pasado.— Tomó un pétalo de cerezo que cayó en su pelo, y lo admiró. —Aunque no te lo voy a negar. En ese día esperaba que Shinnosuke nos acompañara. Lo habíamos invitado por ser mi amigo, pero el rechazó la propuesta.— Soltó el pétalo, dejándolo caer en el pasto. —Es gracioso. Recuerdo que yo quería saber que se sentía bailar con alguien. Cómo en las películas americanas, donde el chico apuesto invita a la pista de baile a su interés. Nunca me han invitado a bailar, salvo mi padre y él propio Shinnosuke. Supongo que ellos no cuentan.
Ranma sintió, de nuevo, el cosquilleo en su estómago, pero aún más fuerte que antes. Sentía que esa estaba siendo una indirecta para él, y por lo tanto no pudo evitar que su corazón latiera rápido. Akane le miró a los ojos, sintiendo chispas pellizcando su piel. No quería que sonara como una indirecta, pero se sentía así. Y lo peor de todo, es que eso no le molestaba, porque muy, pero muy en el fondo, ella deseaba bailar con él esa noche.
—¿Y piensas bailar hoy?— Preguntó hipnotizado por la belleza cautivadora de Akane.
—Si un chico guapo me lo ofrece...— Sin reparos quitó uno de los pétalos de cerezo que se había instalado en el hombro de Ranma. —Lo aceptaré.— Remató mirándolo fijamente al rostro, tratando de aparentar seguridad en ella.
Ranma tragó duro, sintiendo sus mejillas enrojecer, además de sus palmas humedecerse por el sudor. Y es que estaba a nada de perder el autocontrol y quizá, solo quizá, decirle que entonces lo harían. Que él la tomaría de la mano y la llevaría a la pista de baile para que reemplace los recuerdos negativos de esa fatídica noche en el hospital, o mejor aún, para que los recuerdos de Shinnosuke Ueda desaparecieran y fueran sustituidos por los de ellos dos. Pero si no fuera porque sus padres los llamaron para conversar con los demás colegas quien sabe que se hubiera atrevido a hacer.
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Shinnosuke llegó junto a su abuelo a ese lujoso salón que indicaba la dirección de la invitación. Estaba trajeado con un smoking tradicional, lo cual hacía que atrajera fuertemente las miradas de las pocas muchachas que se encontraban ahí. Se sintió un poco incómodo, porque al menos él no estaba acostumbrado a ser popular entre las jovencitas. O, más bien, era porque no dejaba de desear ver a Akane. Su tío les comentó que este era el baile que daba paso al torneo de artes marciales de cada año, así que él ya sabía que su amiga estaría presente, al igual que Saotome. Aunque, para ser sincero, eso no le agradaba.
—Vaya, es demasiado grande este salón de eventos.— Dijo su abuelo mientras caminaban entre las mesas.
—Se hace cada año, padre. Siempre te había invitado pero rechazabas automáticamente. Desde que mi hermano y su mujer fallecieron pareces un ermitaño encerrado en una cueva.
—Bueno, ya soy un anciano que necesita cuidados.
—Pero a Shinnosuke le hace bien salir a este tipo de lugares.
El abuelo Ueda sonrió. Tenía que admitir que era verdad, pero era una verdad a medias. Shinnosuke era un poco introvertido, y aunque gracias a la pequeña Akane había recuperado brillo, lo cierto es que el muchacho seguía evitando mucho este tipo de reuniones sociales por desidia. Con nostalgia, recordó que a su otro hijo, el padre de su nieto, le hubiese gustado crear su propia escuela de combate, e instruir al joven. Tal vez si eso pasaba él y Akane liderarian un solo dojo. —Me alegra ver que has cumplido el sueño de tu hermano al acercarte a las artes marciales de esta forma.
Aquél hombre sonrió satisfecho. —Es una lastima que no puedan conocer a mi socio, el señor Kumon. Tuvo que irse a un lugar por cuestiones de negocios, pero su hijo y su nueva competidora vendrán. Se los presentaré.
Shinnosuke buscaba con la mirada a su amiga, sin poder encontrarla. La adrenalina le recorría el cuerpo, y podría jurar que sus mejillas estaban un poco coloreadas. También sentía las mariposas recorrer firmemente su estómago, como nunca antes las había notado. Aunque, tan rápido como se dio cuenta de lo que le estaba pasando sacudió su cabeza. No debía estar sucediendo todo aquello, porque el tenía novia. No debía comenzar a sentir cosas por su amiga, no podía permitirse traicionar a su pareja nueva. Suspiró, rindiéndose en su búsqueda. Tal vez más adelante la encontraría.
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Ryu Kumon salió de la limusina enorme con total soltura. Odiaba los eventos de esta magnitud, simplemente porque le aburrían en demasía. Estar rodeado de tanta gente falsa durante mucho tiempo te hacía darte cuenta de lo tedioso que era el mundo de las personas adineradas. Y ni se diga de las veces que había escuchado planes de traición o venganza, algo como lo que su padre planeaba hacer. Por eso se mantenía lo más alejado de ese mundillo tan hostil. Se detuvo cerca de la entrada, esperando a que las odiosas chinas le alcanzarán.
No tenía nada en contra de los de esa nacionalidad, más bien, le irritaba un poco esa muchacha amazona. Tal vez podría tener la suficiente fuerza como para competir de manera adecuada, pero últimamente no dejaba de acosarlo, intentando averiguar la identidad del "chico de trenza y ojos azules" que tanto deseaba llamar su airen. Lo peor, es que el conocía quien era esa persona, pero obviamente no le interesaba eso. Esa noche, comprobaría la teoría de que Saotome era el socio del dojo Tendo.
—Pensé que no nos esperarías.— Mencionó la anciana mientras llegaba con un traje tradicional chino y su típico bastón.
—¡Aiya! Que hermoso se ve el lugar.— Xian Pu caminaba apresurada, mirando con total ilusión el salón tradicional que se alzaba ante ellos. Estaba ataviada con el hermoso vestido qipao de abertura lateral, ofreciendo una visión sensual y abrumadora para muchos hombres.
Ryu solamente rodó los ojos. —Bueno, mi padre me encargó que las acompañara todo el tiempo. Así que no me queda de otra.
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Los Tendo-Saotome ya estaban sentados en su mesa, esperando por el delicioso menú que les brindarían. Mientras lo hacían, Soun y Genma hablaban sobre cosas relacionadas a los distintos dojos con los que habían tenido la oportunidad de intercambiar palabras. Nodoka charlaba con Akane, quien le contaba la historia de como es que ella había logrado alcanzar un buen nivel de combate. Y Ranma simplemente escuchaba, impresionado, todo lo que ella relataba. Debió haber sido un camino largo de entrenamiento, similar al que él tuvo que enfrentar. Aunque admiraba la pasión con la que esa chica contaba todo.
Era extraño, pero siempre que escuchaba las platicas entre mujeres los temas simplemente giraban en torno a chicos, ropa, maquillaje y todas esas cosas de chicas. Pero Akane parecía variar de tema en tema. Un segundo conversaba con Nodoka sobre los estilos de vestidos que más le gustaban, y al siguiente le narraba como fue que aprendió a la perfección su primera kata. Lo mejor, es que se entretenía escuchándola. ¡Hasta puso una sonrisa pequeña cuando contó la historia de su primera cicatriz!
Definitivamente estaba un poco perdido por ella. Pero solo un poco, no tanto. Y aunque había dicho que trazaría un límite entre Akane y sus sentimientos, la verdad sea dicha, no quería hacerlo, al menos por ese día.
—Y entonces, papá me llevó cargando en su espalda porque mi pie estaba lastimado. Así que, mientras lo hacía, observaba el cielo estrellado y pensaba en que, algún día, representaría con orgullo al dojo.
—Y así será, mi querida niña.
Para Nodoka, esa chica valía mucho. Ella pensaba que sería una buena opción para su hijo, no solo por la increíble persona que era. Sonaría absurdo, pero ambos compartían el gusto por las artes marciales, por lo que su afinidad era mucho más grande que con otras chicas. Cuestión aparte, Nodoka Saotome era suspicaz, nadie podía engañarla, y es por la misma razón que no dejaba de mirar sospechosa a su hijo. Ranma no despegaba la mirada de la joven de los Tendo, sonreía amplio cada vez que ella hablaba con entusiasmo, y podía jurar que se inclinó un poco más hacia Akane, como si quisiera sentirla más cerca. No había duda, a él le estaba gustando esa chica.
Akane tomó el agua de su copa de vidrio mientras que observaba a su alrededor. Había muchas caras nuevas, casi no conocía a nadie de ahí. Luego, fue consciente de que algunas de las chicas del lugar miraban en dirección a su mesa. Más especifico, a su socio. ¿Qué era esa sensación por la que estaba pasando ahora mismo? Era como un pequeño huequito en su corazón, y algo de furia. Pero no, no podían ser celos. no debía sentirlos. De reojo notó como el de trenza ni siquiera se daba cuenta del efecto que causaba en las demás mujeres, y al menos eso lo agradeció.
Shinnosuke y su abuelo estaban caminando en búsqueda de un lugar donde acomodarse. Su tío debía estar en la mesa del comité, por lo que no podía tenerlos cerca. No lograban encontrar donde fueran bienvenidos, o al menos así era, hasta que el castaño divisó a la persona que buscaba insistentemente. Sus ojos brillaron, y sin esperar a su abuelo se fue acercando hacia ella.
—Akane.— Pronunció con una pizca de emoción en la voz.
Todos miraron a Shinnosuke y a su abuelo con sorpresa.
—¡Señor Ueda! ¡Muchacho! ¡Que sorpresa tan maravillosa!— Saludó Soun con alegría.
Todos se levantaron de la mesa. Ranma lo hizo con el malhumor en su rostro. ¿Acaso ese idiota entrenaba artes marciales? ¿Por qué no podía dejarlo en paz?
—Mi hijo es miembro del comité. Ya nos había invitado anteriormente, pero le rechazaba las invitaciones.— Declaró el abuelo Ueda.
—Vaya. ¿Y ya tienen un lugar donde sentarse?— Preguntó Nodoka con amabilidad.
—Me temo que no. Fue de improviso, y mi hijo está con la mesa del comité.
—¡Entonces vamos! ¡Tomen asiento con nosotros!— Dijo Soun con mucha energía.
Para Ranma no pasó desapercibido el tono animado del señor Tendo. Estaba bien que se llevarán de modo familiar con los Ueda, pero no creía que debía exagerar sus reacciones. Abuelo y nieto tomaron asiento al lado del de ojos zafiros, dónde estaban vacías las sillas sobrantes. Observó de reojo a ese castaño, quien no apartaba la mirada de Akane con cierta devoción. Tal vez si sus padres no estuvieran ahí, le sería más fácil fingir que el y Akane eran novios. Maldijo por dentro su nula suerte. Ahora no solo se sentía amenazando por el resto de hombres del lugar que veían a la chica como potencial de pareja para bailar. Ahora debía cuidarse de ese sujeto.
Mientras los más grandes charlaban Akane miró impactada a Shinnosuke. — No me habías dicho nada de eso.
El castaño simplemente se encogió de hombros. —Me enteré hace dos días también. Ya no había visto a mi tío desde hace mucho tiempo, porque por lo general se la pasa viajando.
El de trenza cruzó sus brazos sonriendo un poco sarcástico. —Bueno, supongo que estarás contento por ver a tu amiga.— Enfatizó la última palabra de forma ácida, casi con rencor.
Eso no pasó desapercibido para Shinnosuke. De cierta forma, su ego se elevó un poco al poder ser testigo de como ese tipo de ojos azules parecía sentirse amenazado por él. —No tienes idea de cuánto.— Dijo mientras observaba a Akane fijamente.
Akane comenzaba a darse cuenta de que algo extraño estaba pasando entre los tres. Una atmósfera desconcertante los rodeaba. Shinnosuke y Ranma se comportaban un poco raros, como si se estuviesen retando. No sé explicaba a qué se debía, pero esperaba que, sea lo que sea, no tuviera efectos colaterales en todos. Estiró su mano en la mesa, tratando de calmar la intranquilidad. Shinnosuke miró esa delicada mano, con un ansia tremenda de tomarla, tal como hacía antes de que saliera con Ukyo. Con confianza y cierto cariño.
Ranma lo notó, y ni corto ni perezoso se atrevió a hacer un gesto discreto para el resto de personas en la mesa, menos para ellos tres. Acercó su mano de manera suave, pero firme hacia la de Akane. La apresó entre la suya, provocando en ella una marea de sensaciones extrañas, y un intenso rubor en las mejillas. Sonrió de lado, y sacando valentía de quien sabe dónde pronunció unas palabras decididas.
—Akane, aunque ya te lo había dicho antes, necesito que sepas que está noche te ves hermosa. No sabes cuánto deseo bailar junto a ti.
—¿Eh?— Susurró con vergüenza. Notó, de reojo, como Shinnosuke tensaba la mandíbula. ¿Qué estaba pasando? No entendía nada.
Y antes de que todo eso pudiese escalar a más, el servicio llegó con los platillos para degustar.
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Akari se encontraba dando la vuelta a la carne en la parrilla. No era la primera vez que iba a un restaurante de ese estilo, pero si era la primera vez que se sentía nerviosa. Por lo mismo había ordenado dos botellas de soju. Y aunque esa bebida no era ni de lejos de fuerte como el sake, aún así seguía sintiendo estragos en su cuerpo cada vez que lo tomaba. Ya empezaba a sentir ciertos efectos, como el bochorno en su rostro, pero después de lo que había hecho ese chico que estaba frente a ella no dejaba de pensar en que necesitaba algo para calmarse.
—Akari... ¿Estás bien?
La muchacha lo miró con los ojos un poco vidriosos por el efecto alcohólico. —S-si... si, claro...— Cuando notó como el pedazo de carne estuvo listo lo intentó servir en el plato del muchacho. Lastima que cayó en la mesa, lejos de su objetivo. —¡¿Por qué se movió tu plato?!
Ryoga no sabía a que se debía tanto nerviosismo en ella, pero le estaba pareciendo adorable. —Esas botellas no te las lograrás acabar tu sola.— Si bien ya bebía, esa noche algo le atraía al alcohol. Sin pensarlo tomó la segunda botella que estaba sin abrir y la destapó, bebiendo un trago bastante grande.
Akari lo observó patidifusa. Pero una sonrisa traviesa se le cruzó por la cabeza. —Te reto. Quien beba más pagará la siguiente cena. ¿De acuerdo?
Sonrió de lado. —Trato hecho.
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Todos en la mesa habían terminado de cenar adecuadamente. Sin embargo, para Akane fue difícil concentrarse en su comida. La tensión entre los dos chicos a su lado era demasiado palpable para ella, incluso, pudo jurar que la señora Saotome intuía algo parecido. Lo que le estaba mareando era, sin lugar a duda, la frase que Ranma le había dicho. ¿Sacarla a bailar? Debía ser una broma, después de todo, hasta hace dos días le había dejado en claro que no lo haría. Y al menos eso es lo que esperaba, porque no sabría que hacer si ese chico se atreviera a sacarla a la pista de baile.
—La cena estuvo exquisita, ¿No lo cree señor Ueda?— Preguntó Soun animado.
—Demasiado. Es lo mejor que he probado en mi vida.— Respondió el abuelo del castaño.
—Siendo sincero, es la primera vez que pruebo comida de esta calidad.— Declaró Genma con un poco de pena.
—Pues espero que pueda seguir comiendo.— Declaró el abuelo Ueda con mucha confianza. —Por cierto, quiero presentarles a mi hermano. ¿Gustan acompañarme?
—¡Pero claro!
Los tres hombres se levantaron de la mesa y se dirigieron hacia algún lugar en el salón.
—Vaya, creo que ahora estamos solo nosotros.— Dijo la matriarca Saotome mientras acomodaba su elegante kimono. —Si me disculpan, iré al sanitario.
—Descuide. Vaya con cuidado.— Pronunció Akane con inquietud.
Nodoka se levantó, y antes de retirarse, pronunció una frase un poco extraña. —Ranma, recuerda. Uno, dos y tres.— No esperó a que su hijo dijera algo y se dispuso a ir a su destino.
En esa mesa quedaron solo los tres chicos. La tensión estaba aumentando considerablemente, y para Akane todo estaba siendo un poco asfixiante. Se arrepintió de no haber acompañado a la señora Saotome para evitar una catástrofe.
—Y, bien, ¿Cómo les ha ido?— Preguntó Shinnosuke.
Ranma sonrió confiado. —Bastante bien. Akane es una chica linda, la verdad...— Tomó la suave mano de ella sin titubear. Tal vez si no estuviera con el ánimo caldeado no sería capaz de atreverse a tanto. Pero un instinto nuevo estaba naciendo en él, el instinto de proteger algo que le estaba interesando. —Es que realmente me agrada.
Akane se acercó un poco al de trenza. —Ranma, no es necesario que finjas de esa forma.— Susurró con algo de pena por la forma en la que el de trenza aferraba su mano.
Para el castaño esa no era una respuesta convincente. No quería que ella cayera en malas manos, porque era una chica realmente bella por dentro y por fuera, alguien que merecía lo mejor de lo mejor. No estaba celoso por Saotome, más bien, era sobreprotector con ella. —Agradar no creo que sea suficiente.
—Ranma... no digas nada que nos perjudique.— Susurró con más fuerza al oído del chico.
—Tienes razón. Agradar no es suficiente.
Una suave pieza musical comenzaba a resonar por todo el lugar. Los acordes tenues del violín y el piano eran agradables al oído, creando una atmosfera en la que había toques de romanticismo. Varias parejas se encontraban en la pista de baile, sumamente entregadas a la tarea de estar cuerpo con cuerpo, compartiendo un rato agradable con alguien más. La iluminación ayudaba a que cada individuo disfrutara del espectáculo, y por supuesto, el de trenza estaba más que seguro de su siguiente movimiento.
—Voy en serio con ella.— Se levantó sin dejar de tocar la mano de Akane. Volteó su mirada hacia ella, y sonrió galante. —Akane, hiciste una promesa ayer por la tarde. Enséñame a bailar hoy.
Akane se quedó sin palabras, y un suave sonrojo atravesó sus mejillas. No supo que fue lo que pasó, porque su mente le estaba gritando que no lo hiciera. Que no obedeciera a lo que sea que estaba pasando esa noche. Pero claro, su cuerpo y su corazón eran cosas distintas. Sin soltar la mano del joven Saotome hizo lo propio. Dejó su asiento atrás, y echó un vistazo a su amigo. No dijo nada, y cuando menos lo esperó, ya estaba siendo arrastrada al centro por ese tonto engreído.
En cuanto ambos llegaron a donde debían estar, Ranma tomó los brazos de Akane, dirigiéndolos con cuidado hacia su cuello, y después rodeó su cadera, suave y con bastante naturalidad. Ambas manos las situó ahí, tal como su madre le había enseñado, y entonces, sin que ella pudiese decir algo más, dio el primer paso. Luego el otro, y luego el otro. Uno, dos, tres. Uno, dos, tres.
—Ranma... tu... s-sabes bailar...— Susurró Akane, perdiéndose un poco en los ojos de Ranma.
Los nervios estaban regresándole, y ciertamente estaba arrepintiéndose un poco de lo que estaba haciendo. Pero, de igual forma, lo disfrutaba. Tragó duro para despejar su garganta. —Mamá lo dijo. Uno, dos, tres.
—¿Ella te enseñó?— Preguntó con sorpresa.
Asintió suavemente. —Y-yo... le pedí que lo hiciera.
Sus labios temblaron ante esa confesión. Su corazón estaba latiendo un poco rápido, y su estómago sintió un cosquilleo bastante peculiar. No dijo nada, siguió el ritmo que marcaban los pasos de su acompañante. Intentaba no mirarlo directamente, porque si lo hacía, era capaz de derretirse frente a él. Para Ranma, las cosas tampoco estaban siendo fáciles. Estar bailando junto a ella era inusual, pero se sentía agradable. Una calidez lo cubría entero, y sintió su corazón palpitar como un tambor. Estaba nervioso, pero a la vez, deseoso de poder bailar más piezas con ella. Aunque sería imposible, a menos que ese tipo lo volviese a retar, claro estaba. Se quedaron en silencio, bailando, disfrutando un poco de la incipiente sensación que comenzaba a nacer en ambos.
Shinnosuke no dejaba de escrutarlos, y lo cierto es que sentía un desplazamiento que jamás había experimentado. A su lado llegaba la señora Saotome, quien tomó asiento rápidamente.
—Se les ve bastante unidos, ¿No crees?— Preguntó ella con inocencia.
—Si. Demasiado.— Contestó un poco amargo.
Después de unos momentos de silencio, Akane decidió romperlo. —Y... ¿Por qué aprendiste? E-es decir... t-tú me dijiste que no te interesaba bailar.
No podía decirle que había sido por ella. Su raciocinio llegó a golpearle nuevamente, tratando de hacer que entrara en razón. Ya estaban bailando así de cerca, y podía notar el suave perfume de ella, pero aunque quisiera más, no debía cruzar la línea. —P-por que... bueno... s-supongo que sería aburrido estar solo sentado en la mesa.
Su corazón se desilusionó un poco. Esperaba que le dijera algo por el estilo, pero por una milésima de segundo, tenía el deseo de que Ranma pudiera decir que lo hizo por ella. Observó hacia donde se encontraba Shinnosuke. Su amigo estaba ahí, mirándolos fijamente. Era extraño, pero juraba ver su ceño algo fruncido, y su mandíbula tensa. —Shinnosuke luce molesto.
Ni siquiera porque estaban bailando ella dejaba de ver a su amigo. Con cierto enojo la atrajo un poco más hacia él. Que siguiera sufriendo ese imbécil. —Estás bailando conmigo y aún así te interesa más él.
La de pelo corto se sobresaltó al sentir como la acercó aún más. —Es mi amigo, por si no lo recuerdas.
—El amigo que te rompió el corazón. Por si no lo recuerdas.— Contestó sarcástico.
—No sé que les pasa a los dos. Sobretodo a ti.— Dijo un poco ofuscada.
—¿A mí?— La separó un poco para poder verla a los ojos. Estaba tensa, definitivamente. Pero le enojaba que fuera por causa no solo de él, si no también de ese idiota.
—Si. A ti. Actuaste normal en casa, incluso cuando llegamos eras el mismo de siempre. Pero ahora es como si fueras otro.
—Eso es porque tenemos que fingir delante de él que estamos saliendo. Si hay alguien a quien debes culpar es a tu amiga.
La pieza musical estaba comenzando con sus notas finales. Akane se detuvo sin separar sus brazos de los hombros de Ranma. —¿Entonces por qué estás siendo grosero con Shinnosuke?
—Él también lo está siendo conmigo. Y lo sabes.
—Pareciera que estás...— Se quedó en silencio.
—¿Qué estoy que?— Preguntó.
La ultima nota resonó, y cuando la música paró, todos aplaudieron con gran efusividad. Akane sintió su corazón acelerado, y por fortuna, estaba siendo silenciado por el bullicio del lugar. —Celoso.— Pronunció firmemente.
—¿Celoso? ¿De alguien como tú? ¡En tus sueños!— Negó infantil.
No dijo nada. Akane se retiró a la mesa donde ya estaba Nodoka acompañando a Shinnosuke. Tomó su pequeño bolso y sonrió tenuemente. —Iré al tocador. Con permiso.
Ella se retiró rápidamente.
Y lo que no notó, es que Ryu Kumon había presenciado toda la escena. Sus sospechas eran ciertas. Saotome era el socio del dojo Tendo.
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Ranma estaba en el sanitario, caminando de un lado a otro. No sabía que es lo que estaba ocurriendo, pero de lo que estaba consciente es que no estaba funcionando el plan de alejarse de ella. O tal vez si, pero no de la forma en la que él lo quisiera. No debía haberle dicho eso, pero es que ella lo exasperaba hasta los niveles más altos. Se enjuagó la cara para intentar disipar el intenso cosquilleo que se le quedó grabado en el abdomen, luego de bailar con ella. ¿Cómo haría para darle la cara? No tenía idea. Pero de lo que si estaba seguro es que debía alejar esos sentimientos que ya estaban naciendo en él.
Cueste lo que cueste.
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Akane se encontraba en el lavabo del sanitario dándose golpecitos en los cachetes, tratando de calmar su alborotado corazón. Ranma había ido demasiado lejos, y es que no lograba entender todo lo que estaba pasando entre los dos. Desde que él la consoló en aquél parque bajo la lluvia, todo había sido totalmente diferente. Primero, eso, luego, alabando su corte de cabello. Y luego, su sonrisa. Y ahora, actuando como si realmente estuviesen saliendo.
¡Era tan confuso!
Se agarró ambos lados de la cabeza y negó con energía. No, ella no debería estar así de confundida. Le tenía que quedar claro que él no estaba interesado en ella, y que simplemente el resto de las cosas que habían pasado entre los dos solo eran producto de su imaginación. Si, así es.
Escuchó como abrían la puerta de uno de los cubículos, y como caminaban hacia el lavabo.
—¿Tendo Akane?
La vocecita chillona la reconoció de inmediato. —¿Xian Pu?— Abrió los ojos, totalmente sorprendida. —¿Qué haces aquí?
Xian Pu sonrió amistosamente. —El dojo que me reclutó está invitado. Es el dojo Kumon.
—¿Kumon?— Le sonaba el apellido. Recordó que así se llamaba su compañero Ryu. —Tengo un compañero llamado Ryu Kumon.
La china le miró emocionada. —¡Es el hijo del dueño de ese dojo! Lo conozco también. Estamos entrenando juntos.
—¿De verdad?— No se lo esperaba. Este si que estaba siendo un día algo extraño para ella.
Xian Pu sintió curiosidad por saber la razón de su presencia ahí, en ese vento. —¿Y tú? ¿Qué haces aquí?— Preguntó mientras lavaba sus manos.
Akane sonrió. —Soy la hija del representante del dojo Tendo.
Xian Pu detuvo su tarea, un poco impresionada. Recordó lo que el señor Kumon había pedido, y ciertamente se sintió un poco mal de traicionarla. No lo haría, después de todo, era una buena chica. —Vaya, entonces supongo que estaremos compitiendo.—Se giró a mirarla. —Me alegra haber coincidido contigo hoy.
—Igual a mi.
Antes de irse, Xian Pu le miró. —Por cierto, no sé que es lo que te tenga así de estresada. Pero sea lo que sea, no le des importancia.
Y en cuanto abandonó el sanitario, Akane suspiró. Ella tenía razón, no debía darle importancia a Ranma.
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Shinnosuke se encontraba frustrado, porque no le había agradado nada de lo que vio. ¿Cómo era posible que bailaran con tanta soltura? ¡Era absurdo! Con un poco de amargura tomó su celular, enviando un mensaje a su novia, Ukyo, para preguntarle como estaba. Recordó la pequeña discusión que sostuvieron en la estación del metro. No estaba ciego, notaba que ella también estaba inconforme con la relación de Akari con el amigo de Saotome. Tuvo que fingir celos con ella, aunque poco le funcionó. Ahora los celos eran por otra chica.
Quería bailar con Akane, pero ahora no se atrevía a hacerlo.
Y, por estúpido que sonara, la quería solo para él.
No sabía que es lo que pasaría, pero de lo que estaba seguro, es que iba a aclarar su corazón.
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Ranma caminaba de regreso a su mesa, cuando chocó con una figura delicada. La sostuvo de los brazos para evitar su caida, sin embargo, su sorpresa fue grande al darse cuenta de que se trataba de esa chica grosera que le dijo un par de cosas no agradables solo por haberla salvado.
—L-lo siento nuevamente por evitar que te lastimaras.— Declaró levantando los brazos, intentando comunicar que iba en paz.
Xian Pu le miró embelesada. Aquél traje le hacía resaltar bastante bien. Sus mejillas se sonrojaron y bajó la cabeza, apenada. —Lamento mi comportamiento de antes. Pertenezco a una tribu amazona donde se nos enseña a ser independientes. No estamos acostumbradas a que los hombres nos ayuden.
Ranma entendió todo, así que, con una risa relajada trató de quitarle pesadez a la pobre chica. —Bueno, descuida. No eres la unica chica que me ha tratado tan hostil.
Xian Pu estaba a punto de cuestionarle sobre ello, pero fue interceptada por su abuela. —Xian Pu, ven. Quieren conocerte.
—Vaya, ese es tu nombre.
Ella sonrió, coqueta. —Si. Wu Xian Pu.
Ranma le correspondió. —Bien. Nos vemos después, Xian Pu.
Ella lo miró alejarse con ojos soñadores. No podía hablar como se debía frente a él, y su coquetería habitual se exacerbaba. La abuela lo notó, así que se acercó a ella.
—¿Es tu futuro airen?
Su sonrisa se amplió. —Si. Es él.
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Ranma caminaba hacia la mesa, cuando pasó cerca de donde se encontraban el señor Tendo y su padre junto al abuelo Ueda. Hubiera pasado de largo, salvo que escuchó algo que no le agradó para nada.
—Es una lástima que no salgan juntos.— La voz del patriarca Tendo resonó fuerte en sus oídos. Decidió acercarse un poco más para dilucidar la conversación.
—Ya lo se, señor Tendo. Es una pena que no hayamos podido llevar a cabo nuestro plan de comprometerlos.
—Me hubiese encantado que Shinnosuke pudiera heredar mi dojo. Tal vez Akane podría haber sido una gran maestra con el.
—Bueno, presiento que mi nieto no va a durar mucho con su novia.
—Si es el caso, me encantaría comprometerla con Shinnosuke.
¡Estaban dementes! Ahora entendía porque la mirada seria del señor Tendo con él, porque lo consideraba una amenza a sus planes. Pues no iba a permitir nada de eso.
Ya lo verían.
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Akari y Ryoga salieron de ese restaurante con las mejillas rojas y tambaleándose graciosos. Si bien podían aún sostenerse un poco de pie, sus mentes estaban algo alteradas. Las risas que soltaban eran escandalosas, estridentes. Pero claro, eso era divertido. Todo lo que sucedía entre ellos lo era.
Y es que todo se volvió aún más divertido cuando, en un impulso, Ryoga besó los labios de Akari con demasiada fuerza y pasión, debajo de un árbol cercano al restaurante. Lo divertido continuó con ella correspondiendo con total pasión ante esa muestra de atrevimiento, hundiendo sus dedos en el suave cabello de él.
Y claro, aún más divertido fue cuando Ryoga pasó a la farmacia a comprar un par de preservativos.
Pero el epítome de las risas se dio cuando ambos entraron a un love hotel, dispuestos a pasar una noche emocionante.
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Los presentadores del evento ya se encontraban arriba del escenario, dispuestos a dar los agradecimientos por la asistencia de los presentes dojos. Todos miraban antentos, sin embargo, a los representantes del dojo Tendo-Saotome les habían pedido que estuviesen tras el escenario, esperando su turno de aparecer. Les querían dar la bienvenida, pues era una sorpresa grande el regreso de Soun Tendo. Ranma y Akane estaban lado a lado, con apatía por lo sucedido antes. Cuando ambos regresaron a la mesa, simplemente se sentaron y no volvieron a pronunciar ninguna palabra.
Cada uno estaba metido en sus pensamientos. Akane solo podía repetirse que lo odiaba con todas sus fuerzas, mientras que Ranma estaba ideando un plan que, seguramente, a nadie le agradaría. Y es que cuando les avisaron que les darían una cordial bienvenida en el escenario, él supo que debía actuar. Evitaría que a Akane le hicieran algo que no debía de sucederle.
—Démosle un gran aplauso al dojo Tendo por su regreso.— Anunció el presentador.
Los cuatro salieron de donde estaban, y Soun tomó posición frente al micrófono. Aclaró su garganta, y comenzó a hablar.
—Estoy honrado por esta cálida bienvenida. No tengo un discurso preparado, así que solo puedo decir que me alegra mucho volver a las andadas.
Mientras el patriarca hablaba, Ranma miró hacia donde se encontraba Shinnosuke. El castaño no podía apartar su vista de Akane, y él lo notaba perfectamente. Por dentro se mofó de él. Quizá era algo estúpido y arriesgado lo que haría, y probablemente lo lamentaría más tarde, pero sus impulsos estaban ganándole a la razón.
—Muchas gracias por su recibiemiento. Y espero que mis socios, los Saotome, tengan una gran experiencia. ¿Alguno quiere decir algo?
Ranma se adelantó y tomó el micrófono ante la atenta mirada de todos. Los nervios estaban desapareciendo, porque aún resonaba en su cabeza lo que Soun quería hacer con su hija.
—Agradezco al señor Tendo por esta oportunidad. Haré lo mejor que pueda para enseñar en el dojo y daré mi mayor esfuerzo para poder competir de manera justa y benéfica para el dojo.
Xian Pu, Kuo Long y Ryu miraban desde lo lejos a la persona que les interesaba ubicar. Xian Pu estaba anonadada de que Akane y ese chico se conocieran. Aunque, lo que la dejaría impactada no sería eso.
—Y, además, quiero darle las gracias por lo que han hecho por mi.
Ranma tomó la mano de Akane, acercándola a su lado. Ella estaba estática, no entendía que estaba sucediendo. En realidad, nadie sabía que estaba pasando, pero lo siguiente dejó a todo el lugar en un estado total de shock.
—No solo somos socios porque nuestros padres fueron amigos desde hace años. También estamos comprometidos.
Los murmullos no se hicieron esperar, y mientras Ranma se enfrascaba en una pelea de miradas con Shinnosuke, Xian Pu se encontraba decepcionada y dolida.
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—¡¿Cómo te atreviste a hacer eso?!— Gritó Akane mientras cerraba con fuerza la puerta del taxi. Estaba hecha una fiera, y como no, si la noticia fue una bomba para todos.
—Lamento mucho lo que está pasando, Soun.— Dijo Genma mientras seguía a los dos Tendo, suplicando y pidiendo perdón.
Soun lo miró un poco enojado, aunque luego dirigió su mirada furibunda al menos de los Saotome. —¿Por qué lo hiciste?
Ranma se cruzó de brazos. —Si no lo decía, el dojo podía perder prestigio.— Mintió. Ni de chiste admitiría que lo hizo por salvar a Akane de un compromiso arreglado. —Además, esto podría beneficiarnos. Los patrocinadores verían al dojo, atraídos por una historia de amor. Es una buena oportunidad de poder obtener más dinero.
Akane bufó. —¡A costa de mi!
Ranma se adelantó hacia ella. —A mi tampoco me agrada. Pero deben confiar en mí.— Miró a Soun desafiante.
Nodoka avanzó hacia ellos. —Me disculpo por lo que hizo Ranma, pero tiene razón. Esta es una oportunidad que debemos tomar.
Akane no dijo nada. Simplemente se retiró a su habitación con pasos grandes. Soun suspiró, y luego miró a los Saotome. —De acuerdo. A partir de este momento, son falsos prometidos.
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Akane cerró la puerta de su cuarto con mucha frustración. Retiró las flores que adornaban su pelo y las aventó a cualquier lugar de la habitación. Luego con fuerza se sacó los pendientes y las joyas. Con la toallita desmaquillante frotó con furia su rostro, retirando el maquillaje de esa noche. Se quitó el vestido y lo dejó en el suelo sin cuidado, colocó su pijama con excesiva molestia y se tiró en su cama.
Tomó una almohada y la apretó contra si misma. No era justo. Él no estaba siendo justo con ella.
—¡Ranma, tú, idiota!— Gritó ahogando su voz en esa superficie blanca.
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Ranma se recostó en su cama, sin dejar de sentir las mariposas dentro de su estómago y la adrenalina de saber que lo que había hecho no fue lo correcto. Y si bien sus padres le reprimieron por cometer imprudencias, lo cierto es que el daño ya estaba hecho. Se acomodó de lado, tratando de callar los latidos de su corazón.
Akane y él ahora eran los falsos prometidos que compartieron un baile juntos.
¿Se arrepentía? Sí.
¿La alejaría? No
Poco a poco su corazón estaba cayendo por ella. Por su falsa prometida.
Y no estaba logrando evitarlo.
¿Lo lograría después?
Soju: Licor destilado de arroz coreano. Tiene una graduación de alcohol del 2% y se comercializa en botellas pequeñas.
Notes:
¡Hola a todos!
Por fin les traigo esta actualización. A partir de este momento, el fic va a la par que en Fanfiction, por lo que deberán esperar el mismo tiempo en ambas plataformas para obtener las actualizaciones correspondientes. Ya estoy trabajando en el siguiente capítulo, y les prometo que tendrá más cosas interesantes aguardando.
Gracias por sus lecturas y los kudos, espero que les esté gustando el rumbo de esta historia.
¡Que tengan buen día!Con amor, Sandy.
Chapter Text
Ranma 1/2 no me pertenece. Todos los derechos están reservados a su autor original, Rumiko Takahashi. Esta obra es escrita sin fines de lucro.
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Entre amores y karate.
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Capítulo 8.- Noviazgo falso, sentimientos reales.
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Ryoga y Akari estaban sentados en la cama de ese love hotel en el que habían pasado unas cuantas horas inolvidables. Los pelos de Akari estaban hechos un desastre, y la ropa se encontraba regada por todo el suelo, sin mencionar que estaba algo adolorida gracias a la intensa actividad de la noche anterior. La chica de pelo verde aferró la sábana a su pecho, con la vergüenza marcada en su rostro. Ryoga, por otra parte, tenía su bóxer en su mano, aún sin atreverse a vestirse por lo menos con esa prenda. Su cara era un poema entre la pena por haberse acostado con una chica con la que no tenía una relación estable, y entre lo feliz que había sido por ese encuentro tan fogoso.
—Ahm... Ryoga...— Habló con un poco de desconfianza.
—Dime.
Bajó su mirada, pensando en que podía decir para no arruinar el momento. Estaba claro que hicieron las cosas mal. Que antes de acostarse debieron de hablar sobre lo que ambos querían, si una relación casual o intentar un noviazgo serio. Carraspeó para poder pronunciar algo. —Tú.. bueno... creo que debemos hablar sobre lo que está tratando de pasar entre los dos.
Comenzó a sudar un poco nervioso, y sus mejillas se sonrojaron drásticamente. Movió sus dedos índice, jugueteando con ellos. —Ya veo... si tú n-no te sientes cómoda conmigo, yo...
—¡No es verdad! ¡Me siento bien a tu lado!— Gritó a los cuatro vientos, mirándolo con el ceño fruncido. A Ryoga casi se le sale el alma, pero su corazón palpitó furioso gracias a esa afirmación. Akari, al notar lo que dijo, se avergonzó un poco más. —Es solo que... tienes tu pasado con esa chica...
—Con Ukyo...
—Sí. Y bueno, últimamente se empeña en ir a la veterinaria por cualquier razón.— Suspiró. —A lo que me refiero, es que si tú... si no te sientes aún preparado para intentar algo conmigo, yo estaré de acuerdo con tu decisión.
Ryoga, ni corto ni perezoso, se giró hacia la chica con expresión decidida. Sus puños estaban cerrados, y el rostro lo tenía más rojo que un tomate. —¡Sí quiero!
La de pelo verde lo miró con sus ojos brillando de felicidad e ilusión. Su pequeña sonrisa apareció, y sus hoyuelos adorables se acentuaron. —¿De verdad?
Para que no cupiera duda, comenzó a besarla, dejando que sus cuerpos volvieran a comunicarse de la forma en la que lo hicieron hacía un par de horas atrás.
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Xian Pu, Kuo Long y Ryu se encontraban en el comedor de la mansión Kumon, desayunando después de la cena tan impactante de anoche. El ambiente era un poco tenso, y no era para menos. Xian Pu, en particular, no dejaba de pensar amargamente en lo que ese chico guapo y de hermosos ojos azules había dicho frente a todas las personas de aquél evento. Prometidos. Él y la joven a la que podía llegar a considerar su amiga estaban comprometidos. Debía hablar seriamente con Tendo para poder poner las cartas sobre la mesa, porque a Xian Pu le interesaba demasiado ese chico. Y es que ella todo lo que quería lo conseguía, así que no descansaría hasta que él sea suyo. Pero para empezar, Ryu les debía una explicación a ella y a su abuela.
—Entonces si lo conocías.— Encaró la vieja Kuo Long al heredero de los Kumon.
Ryu, como siempre, mantuvo el temple sereno. No le intimidaba la mujer del bastón, le era indiferente. Tomó un trago de su taza de té antes de hablar. —Si. Ranma Saotome es mi compañero de clases en la universidad. Estamos en el mismo equipo de karate.
—¿Y por qué negaste que no lo conocías cuando la realidad era otra?— Reclamó la joven china con rencor en la voz.
Rodó los ojos con hastío. —Porque me estabas fastidiando con tu vocecita chillona. Me martillabas los oídos hasta hacerlos sangrar.
—¡Oye! ¡Tú tampoco eres soportable! Siempre siendo el témpano de hielo inquebrantable y aburrido.
—Mejor que ser la caprichosa berrinchuda.
—¡Tonto!
—Basta los dos.— Dijo Kuo Long para tratar de evitar que todo se saliera de control. Miró fijamente a Ryu, con sonrisa socarrona. —¿Qué planea hacer tu padre si sabe de todo esto?
—Cuando se entere de la identidad de Saotome, tratará de sobornarlo para que se una a nuestro equipo.— Explicó con total desagrado.
La anciana podía notar como ese chico detestaba la idea. Y no lo culpaba. Para ellas, pertenecientes a la tribu amazona, el honor consistía en no usar trampas para el combate, en ser siempre justas al momento de enfrentarse cuerpo con cuerpo a sus contrincantes. Y de cierta forma, con lo que planeaba hacer el señor Kumon daba por hecho el no confiar en las habilidades de Xian Pu y de su hijo. No iba a permitir que dudaran de las amazonas de ese modo tan insultante.
—Veo que no te agrada lo que quiere hacer. A mi tampoco, así que haremos algo. Nadie de nosotros tres dirá de quien se trata. Si pregunta, nadie sabe nada.— Miró a su nieta. —Y en cuanto a ti, Xian Pu. Tendrás que olvidarte de ese chico.
—¡¿Que?! ¡¿Por qué?!— Gritó mientras realizaba un puchero gracioso.
—Porque es una amenaza para nosotros. Debemos concentrarnos en practicar más. Solo así el señor Kumon no recurrirá a las trampas, ya que si lo hace podría ser deshonroso para las dos. Además, ya te lo ha ganado esa jovencita.
Cruzó los brazos, enfurruñada. No era justo. Y si su abuela pensaba que le iba a obedecer en ese aspecto, pues no sería así. Buscaría la manera de poder tener a Ranma Saotome para ella.
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Estaba furiosa. No, más que furiosa. Estaba cabreada, y a niveles demasiado colosales, como nunca se había imaginado. Con fuerza volvió a propinar una patada al muñeco para entrenamiento, logrando que una de las costuras se abriera ligeramente gracias al intenso impacto recibido.
—¡Idiota!— Gritó, repitiendo el movimiento anterior. —¡Idiota! ¡Idiota! ¡Idiota! ¡Idiota!
A cada grito los golpes iban aumentando en velocidad. Su respiración era errática, las gotitas de sudor perlaban su frente y la voz le salía cada vez más fuerte. Con cada patada y puñetazo recordaba lo que el idiota de Ranma Saotome había hecho la noche anterior.
"—No solo somos socios porque nuestros padres fueron amigos desde hace años. También estamos comprometidos."
¡Comprometidos un pepino! ¿Qué carajos es lo que ese estúpido pretendía con todo ese lío? Según el de trenza era una estrategia para atraer patrocinadores al dojo, pero no podía asegurar que eso fuese cierto. Ahora no solo tenían que fingir ser novios frente a Shinnosuke y a Ukyo Kuonji. No, ahora tendrían que fingir ser prometidos ante muchas personas, sobretodo ante el comité y los dojos restantes.
Y lo peor, es que dentro de ella estaba naciendo una confusión enorme. Ranma la confundía, le mareaba como no tenía idea. A veces era amable y cálido, como cuando la consoló en sus brazos, después de que se le rompiera el corazón por Shinnosuke. Pero en otras ocasiones más bien era todo lo contrario, como cuando estuvieron bailando, y el señaló que no estaría celoso de alguien como ella.
Su corazón ya empezaba a latir nuevamente de amor, y al parecer lo hacía por la persona equivocada. Todo resultaba en una montaña rusa de sensaciones que tenían como destino a Ranma, pero ella debía hacer que ese carrito frenara antes de colisionar más profundo.
—¡Ranma, tú, idiota!
Con un último grito lleno de frustración lanzó una patada que terminó lanzando al muñeco hacia el otro extremo de la zona donde se encontraba.
Nabiki y Kasumi se acercaron al lugar, mirando como esa cosa quedaba maltratada gracias a lo que su querida hermana había estado haciendo. Las dos sentían una gran curiosidad por lo sucedido el día anterior, ya que habían sido testigos de la atmósfera extraña que existía entre Akane y Ranma. Las miradas del de ojos azules no fueron normales, y podían jurar que a ese torpe chico le atraía Akane en demasía.
—Que buena patada.— Dijo la mediana de los Tendo con total sorpresa.
Akane respiró un poco, tranquilizando su agitado estado. —¿Por qué tenía que hacer eso? ¡Apenas y nos toleramos!— Tomó la toalla y secó su sudor con energía. —Ahora tendremos que fingir estar comprometidos con medio mundo.
—¿Y eso es malo?— Preguntó Nabiki divertida.
La menor de los Tendo frunció el ceño. —¿Qué quieres decir?
Kasumi se unió a la conversación, sonriendo. —Bueno, ayer por la noche no parecías desagradarle a Ranma-kun.
—¡¿Eh?! ¡¿De que demonios hablan?!— Preguntó con la expresión desencajada.
—Ranma-kun se veía encantado contigo. ¿Y cómo no? Si lucías verdaderamente hermosa con ese vestido.
Nabiki cruzó sus brazos. —Hasta mamá y papá lo notaron. Déjame decirte que traes loco a ese chico. Sus ojos estaban brillando cuando te vió arreglada, y sus mejillas... ¡Parecía un tomate!
Si su temple ya estaba descompuesto, toda esa información empeoró su estado. —¡Ja! ¡Deben estar bromeando!— Fue en dirección al muñeco, recogiéndolo sin cuidado y sintiéndose cada vez más confundida. —No le intereso. Lo dejó en claro cuando bailó conmigo.
—Ajá. Bailó contigo. Después de que dije que alguien más te propondría hacerlo. ¿Y así dudas de ello?
—Akane, creo que le dieron celos. Shinnosuke-kun estaba en el lugar. Tal vez tuvo miedo de que bailaras con alguien más, incluso con Shinnosuke-kun. Parece que quería que solo bailaras con él, ¿No es romántico?.— Soltó Kasumi, sin entender que esa suposición acrecentaba más las dudas en ella.
—¡Que no es cierto! ¡Argh! Me voy a duchar.— Botó el muñeco y caminó hacia la casa. Su corazón latía fuertemente. Ranma celoso de Shinnosuke. ¡Era absurdo! Para empezar, estaba segura de que ya no sentía nada por su amigo. Y en segunda, era imposible que él estuviera celoso porque su relación apenas y se podía clasificar en una aparente amistad. —Ranma, idiota.— Susurró mientras entraba al baño.
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Ranma miraba el techo de su habitación, pensativo gracias a Akane Tendo. Estaba recostado en su cama, reviviendo una y otra vez el baile con la menor de los Tendo. Tomó su celular, verificando la hora. Eran las nueve de la mañana, una hora en la que él debería estar durmiendo, y en la que Ryoga debería estar en la casa Saotome. El mensaje que ese bastardo le había enviado hacia media hora le indicaba que llegaba en quince minutos. Bufó, mirado en dirección a la cachorrita Blanquinegra, quien simplemente se encontraba en su camita improvisada, mordisqueando un juguete de peluche que Ryoga le compró de la veterinaria.
—Oye, eres muy feliz jugando con eso.— La cachorrita lo miró por unos segundos, pero después volvió a su labor de mordisquear esa cosa. El de orbes zafiro palmeó su frente. —Blanquinegra, ¿Por qué me siento mal por hacerle eso a Akane, pero a la vez, me siento feliz? ¿Qué son las cosquillas que me invaden cada que pienso en la noche anterior? ¿Realmente me estoy enamorando?
—¡Llegué!
—¡Ahhhhhh!
Ranma terminó cayendo al suelo, asustado por la repentina aparición de su amigo en la ventana. Ryoga estaba con las ropas un poco desordenadas, además de oler a perfume femenino, y su pelo revuelto y con hojas de árbol le daban un toque espeluznante. Claro que las pequeñas ojeras debajo de sus ojos no ayudaban a minorizar el efecto macabro que su aura de euforia incontrolable le causaba.
—¡Idiota! ¡Me asustaste! ¡Si vuelves a aparecer de esa forma te mato la proxima vez!— Se levantó del suelo, mirando ceñudo a su amigo.
—¡La mejor noche de mi vida!— Exclamó abriendo sus brazos de forma exagerada. Luego, tomó a Blanquinegra entre sus manos y comenzó a dar vueltas con la cachorrita, alzándola cual Simba. —Blanquinegra, tendrás futura madre.
Ranma rodó los ojos por el cursi apelativo. —Que asco. Eres repulsivo cuando te gusta alguien. Todo un cerdo que se acuesta con una chica casi enseguida.
—¿Celoso porque yo si saldré con la chica que me interesa?— Soltó fanfarrón, dejando a su criatura de vuelta en esa cama mullida.
—Ni de chiste.
Los ojos ámbar de Ryoga escrutaron a su amigo. Lentamente se acercó a ese chico, y con sus brazos lo atrapó en una especie de llave amistosa. Cada vez que lo quería molestar hacía eso. —¿Y que fue todo lo de anoche? ¿Ah?
—Suéltame. No sé de que hablas.— Dijo, forcejeando para liberarse de la prisión de los brazos de su amigo. Sus mejillas se colorearon, rememorando la escena en la que declaraba a Akane como su prometida ante todos, como si fuese un animal que marcaba su territorio.
—Tu prometida. Que oculto lo tenías.— Se mofó, aplicando más presión en su agarre. —Y así piensas que soy un cerdo por acostarme con Akari.
—¿Cómo te enteraste?— Preguntó un poco preocupado.
Sonrió ampliamente. —Akane nos interrumpió. Llamó a Akari, y sonaba molesta. Dijo que eras un idiota, y que deseaba que fuera Lunes para matarte en la universidad.
Ante eso, Ranma abrió la boca. Matarlo sonaba demasiado fuerte, y con el carácter que ella tenía seguramente no saldría con vida. Akane enojada era peor que un demonio, así que temía por su integridad, aunque lo tuviera bien merecido. Con fuerza logró que su amigo le soltara, además de tirarlo al piso con ganas. —Dios. ¿Qué hice?
Ryoga se levantó, queriendo atascarse de la risa gracias a la situación cómica de Ranma. —¿No podías encontrar una manera más normal de decirle que te interesa? Ya no estamos en el siglo veinte como para que digas que están en un compromiso arreglado.
—Es que yo no... ¡Argh!— Se tiró a la cama, quedando boca abajo. —Fue un impulso. Creo que me puse c-celoso.
—Un impulso al que ahora tendrás que darle cara.— Ryoga caminó hacia la cama de Ranma, sentándose al lado. —Oye, sé sincero conmigo. ¿Ella realmente te gusta?
—Creo que sí.— Contestó con la voz ahogada gracias a su cabeza hundida en la almohada. La pijama de narutos verde oliva le daba una imagen mucho más graciosa a Ranma. Aunque Ryoga sabía que su amigo si la estaba pasando mal.
—¿Por qué dices que crees?
—Me siento extraño cada vez que la veo. Su sonrisa me gusta demasiado, y es una chica tierna. Ayer estaba... l-linda. Se veía h-hermosa con su vestido. Sentí mi corazón palpitar con mucha fuerza, y un enorme cosquilleo en el estómago que erizó mi piel. De hecho, lo estoy sintiendo ahora mismo.— Confesó, levantando su rostro de la almohada. Sus ojos estaban entrecerrados, y las mejillas las sentía calientes.
El de ojos ámbar comprobó lo que él decía al observar la piel descubierta en uno de los brazos de su amigo. —Tu piel está erizada.— Miró seriamente a su amigo. El rostro varonil comunicaba perfectamente un estado de ensoñación absoluto. —Oh vaya. Es real. Por primera vez en toda su vida, Ranma Saotome está enamorado.
Ranma decidió incorporarse, quedando sentado en esa cama, con las piernas cruzadas y viendo hacia abajo, totalmente tímido. De repente se encontraba temeroso. Estaba siendo aterrador admitir eso frente a Ryoga, pero no porque no tuviera confianza en su amigo. Más bien, estaba abriendo la caja de Pandora en la que se había convertido su corazón, y desataba un caos de sentimientos confusos para él. A sus veintiún años recién descubría estas escalofriantes sensaciones. Muy aterrador, casi como un cuento de terror.
—Ryoga, no puedo enamorarme más de lo que ya estoy. No funcionaría, porque no es que seamos los mejores amigos. Además... presiento que no ha superado al idiota de Shinnosuke.— La voz tenue en Ranma no era normal. Sonaba asustado y nervioso.
Soltó un suspiro. —Ranma, esas cosas no las puedes evitar.
—Pues debí hacerlo antes.
—Veamos, ¿Desde cuando te empezó a llamar la atención?
—Desde que ayudó a mamá a levantar las cosas que se cayeron en el jardín. Yo estaba acomodando mis pertenencias en este cuarto, cuando escuché a mi mamá gritar en el patio. Me asomé a esta ventana, y entonces la vi. Iba acompañada de ese imbécil de Shinnosuke. Ayudó a mi mamá a levantarse, y luego...— Tragó duro. —Sonrió. Después, cuando ingresé a la universidad y la reconocí, sentí curiosidad por ella. Creo q-que mi curiosidad no se ha saciado. Ahora quiero conocerla...más.— Suspiró. Se sintió abrumado de repente.
Ryoga comprendió todo. Ranma Saotome había sido flechado a primera vista, algo no muy común hoy en día, pero que resultaba demasiado romántico. Sonrió. Su amigo le causaba mucha ternura. —Ranma, te flecharon. Eso es inusual, pero significa que los dos quizá están destinados a estar juntos.
—¡No! ¡No, n-no puedo!— Gritó con un poco de desesperación. —No quiero salir lastimado, ni lastimarla a ella. Ryoga, ¿Cómo puedo evitar enamorarme más de lo que ya estoy?
Su amigo era terco. —Solo pon una barda entre tú y ella. Y listo. Ve esto como una batalla a ganar.
—¿Y la batalla es con?
—Contra tus sentimientos.
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Naoko Tendo estaba recostada en su cama, esperando a su esposo para poder descansar adecuadamente. Todo el día había notado la furia en Akane, y debía admitir que la entendía. ¿A quien le gustaría que mintieran con un tema tan especifico como lo era el ser comprometidos? Aunque, según lo que le contó Nodoka cuando hablaron por teléfono hubo algo detrás de aquello. Ella era madre de tres hijas, y su intuición estaba más que despierta gracias a aquello.
A ese chico le gustaba su hija. Ella pudo observar la forma en la que los iris de aquél joven se iluminaron al verla con ese hermoso vestido puesto. Y si sus corazonadas no fallaban, Akane en realidad se sentía confundida porque también le atraía el menor de los Saotome. Sus pensamientos se vieron interrumpidos cuando Soun entró a la habitación, ya en su pijama y con el semblante aún serio.
—Querido, deberías relajarte.— Dijo Naoko, sonriendo conciliadora.
—No puedo. Es que no lo entiendes, no tendría problemas con dejar que ese muchacho sea un perfecto candidato para Akane. Pero hasta ayer me enteré que Shinnosuke puede ser una pieza clave para nuestra posición con el comité de dojos.
Naoko suspiró un poco decepcionada. —Soun, estás viendo a Akane como una ficha de juego. Tú sabes que ella nos contó sobre Shinnosuke y su novia. No va a estar interesada en meterse en una relación ajena, mucho menos por el bien del dojo.
—No es lo que quiero. El señor Ueda me confesó que Shinnosuke y su novia han tenido unos cuantos problemas, y que es posible que rompan pronto. Si es así, sería perfecto que Akane intentara conquistarlo.
—¿Estás loco? Además, pensé que el señor Saotome era un gran amigo tuyo. Y que te gustaría que las dos familias se unieran.
—Naoko, lo es. Pero...
—Pero nada.— Se acercó a su esposo con calma, pues aunque se sintiera relativamente bien por ese día, los efectos de la quimioterapia de la semana pasada aún los sentía en su cuerpo como un plomo difícil de levantar. Tomó el hombro de Soun, tratando de tranquilizarle. —Tal vez ese muchacho no hizo las cosas bien. Pero tampoco tú las harás si piensas en Akane como un intercambio para impulsar al dojo con el comité.
—Shinnosuke me agrada para Akane.
—Y te recuerdo que Akane nos dijo que ya no le interesa más.— Abrazó al su esposo, esperando que entendiera que la felicidad de su hija dependía solo de ella. —Deja que ella resuelva los conflictos de su corazón y de su vida. Ahora, mejor vamos a descansar, ¿De acuerdo?
Soun asintió, un poco derrotado. Pero en su mente rogaba por encontrar la forma de revertir el embrollo en el que el hijo de los Saotome los metió.
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Akane caminaba con total apatía hacia la universidad, sintiéndose realmente enojada. Durante todo el día anterior se la pasó entrenando arduamente, y eso le había ayudado un poco a calmarse. Pero claro, sus hermanas, realmente emocionadas por lo sucedido no dejaban de fastidiarla, recalcando que a Ranma le interesaba ella, que harían una muy buena pareja, mejor que con Shinnosuke, que si esto, que si lo otro. ¡Ya la tenían harta!. Pateó una piedra con fuerza mientras recordaba el baile de hacia dos noches. La sensación de las manos de Ranma sobre ella le calaba hasta el tuétano, provocando mil y un tormentas eléctricas por dentro de su estómago. Las mariposas tan conocidas para ella volvían a estar presentes, pero con más ímpetu que antes. Se pellizcó el brazo para espabilar, porque ya estaba llegando a la parada del autobús que le correspondía.
Ni bien llegó tenía que topárselo. Frente a ella se encontraba el causante del caos en su vida.
Ranma estaba parado en la estación de autobús. Casualmente era la única persona por ese momento en el lugar, o al menos así era hasta que llegó la responsable de su martirio. Y estaba molesta. Demasiado.
—A-Akane... oh, ehm...— Comenzó a retroceder lento, temeroso por su vida. —C-creo que me iré por otra ruta...— Soltó una risa histérica mientras intentaba correr. Lamentablemente una mano lo atrapó de la chaqueta, estrujando esa prenda. Lo giró en dirección a ella, y frunció aun más su mirada.
—Alto ahí.— Pronunció con voz de ultratumba. Apretó con ganas la tela verde olivo de esa bomber jacket, y lo acercó hacia ella, tensando los dientes y colocando en su rostro una mueca bastante perturbadora para el de trenza.
—D-de verdad que no eres nada linda...— Él y su bocota.
¡De nuevo esa frase! Ahora resulta que no era linda. Ah, pero hace tres días si lo era cuando sonreía. Tremendo imbécil que era. Lo estaba odiando por completo. Puso más empeño en su agarre gracias a la molestia que sentía. —¿Qué pretendes con eso del compromiso? Y no me salgas con las idioteces sobre los patrocinadores. Eso no me lo creo.
Tragó duro. No iba a admitirle que fue por celos hacia Shinnosuke, antes se mataba en aceite hirviendo. —¡Es la verdad!
—¡No mientas!
—¡No lo hago!
—¿Te dieron celos de Shinnosuke? ¿Es eso?— Preguntó teniendo el coraje que su desesperada mente le infundía. Sus hermanas le llevaron al límite, y deseaba saciar las dudas implantadas.
Se estaba viendo acorralado en un callejón que no parecía tener salida. Y aún así, preferiría morir para llevarse a la tumba ese secreto. —¡No! ¡¿Por que diablos tendría celos?! ¡No somos nada como para que los tenga!
Lo soltó de repente. Le había dolido un poco ese "no somos nada", pero también hizo que pusiera los pies en la tierra. Sus hermanas habían errado con sus suposiciones, y ella se convirtió en el bufón que cayó en la desesperación. Su orgullo se lastimó un poco. —Bien. Te creo que fue por los patrocinadores.
Ranma acomodó su chaqueta, mientras pensaba en que lo que dijo le dolía hasta a él. Ese "no somos nada" era realista, pero aun si salía de su propia voz resultaba inevitable que un pequeño crujido sonara en su corazón. —Gracias por creerme.— Moduló su voz, tratando de no sonar afectado por lo que el mismo afirmó. No eran nada, por lo tanto, no debería tener celos de nadie que quiera pretenderla. Oh, un crujido nuevo se produjo cuando pensó en que ella podría ser pretendida por alguien más.
—Aun así, no creas que esto me tiene feliz. El peso de tu idea es demasiado gigante. No solo tenemos que fingir ante Shinnosuke y Kuonji, sino que también tendremos que hacerlo frente al comité y con todo el torneo.— Dijo preocupada.
Si que estaba consciente de ese peso, y con la mayor hipocresía del mundo, era feliz al saber que eso la amarraba a él. Muy egoísta de su parte, si. Pero su desesperación le llevó a tomar la decisión de manera impulsiva, y ahora más que nunca estaba en el dilema de ganar contra sus sentimientos, porque siendo honesto, no quería deshacerse de lo que estaba sintiendo.
—Se que te... desagrada fingir conmigo. Y que me odias.— Soltó un poco amargo, porque no le gustaba pensar que ella lo odiaba. —Pero ya estamos en el lío. No queda de otra.
De repente se sintió un poco mal gracias a esa afirmación. Ese tono de voz no le agradó, porque sintió como su corazón se encogió ante la idea de un Ranma dolido porque ella parecía ser reacia a él. —No...— Carraspeó. —No es que te odie, pero... Es solo que es extraño. Pasé de olvidarme de Shinnosuke a ahora tener que fingir un noviazgo con alguien que conozco desde hace dos meses.
Ahora la comprendió. En efecto, era un egoísta. —Akane, yo... lo lamento. No fue mi intención hacerte sentir incómoda.
Suspiró. —Descuida.— Sonrío para intentar elevar los ánimos. —Es solo actuación, ¿No? Sería más difícil si hay sentimientos de por medio. Y claro que no los hay. No debemos... martirizarnos.
—Si, claro. No hay porque estar nerviosos.— Soltó con risa nerviosa. Si supiera que, en realidad, él ya tenía ciertos sentimientos por ella no estaría en paz.
Un tono de celular interrumpió a ambos en su intento de tranquilizarse. Akane revisó su teléfono, dándose cuenta de que era un mensaje de su amiga Yuka. Abrió la conversación, encontrando algo que la dejó aún más intranquila.
Yuka_Yuka_
¿Por qué no nos dijiste que te comprometiste con Saotome? Toda la escuela ya se enteró, salió en las noticias. Nos debes una explicación con detalles.
—¡Ay no!— Gritó haciendo un berrinche con su cuerpo, sacudiendo sus brazos y saltando con brusquedad.
Ranma tomó el celular de la chica, y cuando leyó el mensaje se puso pálido. —Oh mierda.
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Shinnosuke estaba en clases, pero a la vez no se encontraba ahí. Trataba de trazar algo en ese lienzo blanco, y nada le venía a la cabeza. Nada salvo los recuerdos de ese fatídico baile al que se había visto obligado a asistir.
Akane se veía radiante, más viva que nunca. Tenía mucho tiempo que no la había visto tan feliz, y aún más teniendo en cuenta que su madre padecía una enfermedad poco tolerable como lo era el cáncer de mama. Ahora que lo pensaba más profundo, siempre había admirado a Akane por su fortaleza. No solo era una chica fuerte en el ámbito físico, como había aprendido desde que la conoció por defenderlo de los que lo molestaban. También resultaba tener una fortaleza mental que pocas veces visualizaba en muchas personas. Además, su corazón era muy grande. Muchas veces salía a la ayuda de la gente. Incluso si eran desconocidos para ella, su empatía lograba hacer que conectara con las personas.
Y puede que jamás haya pensado en ella como una chica, pero lo era. Practicaba artes marciales, y aún así usaba demasiadas faldas, vestidos y ropa con altas dosis de femineidad. Llevaba el cabello largo con moños y listones, pero el cabello corto la hacía ver más tierna, y resaltaba su cara fina y delicada. Nunca había hecho caso de su rostro, pero era peculiar, no en el mal sentido, claro estaba. Sus pómulos altos, su nariz respingada, pequeña y delicada, sus ojos del color del chocolate. Todo en ella era armónico, casi podía jurar que seguía el orden de Fibonacci. Ahora en el baile la vio usando maquillaje. No es que nunca lo usara, más bien es que jamás reparó en lo magnifico que le quedaban las sombras, el delineador, el rubor y el labial.
Ni que decir de los pretendientes. Nunca le faltaron a ella. Recordaba como tenía que ayudarla a deshacerse de los múltiples acosadores que le regalaban cosas cada vez que tenían oportunidad. Y claro, en muchas de esas ocasiones tuvo que fingir ser su novio, pero jamás le había dado la importancia a tener que tomar su mano, o abrazarla para fingir.
Por supuesto, la epifanía se le presentó en forma de un joven: Ranma Saotome. Ese sujeto que ahora podía llamarse el prometido de Akane. Ese chico que era el afortunado de tomar su mano, de estar cerca de ella sin que le rechazaran.
No lo había entendido hasta el día anterior. Charlando con su abuelo sobre su confusión descubrió que, en realidad, siempre hubo afecto hacia Akane, pero estaba ciego para notarlo. O más bien, daba por hecho que, algún día, ambos terminarían casándose. Su mente le engañó, y ahora eso estaba lejos de cumplirse.
Pero tal vez aún no era tarde. Tal vez si luchaba por ella podía recuperarla. Solo debía dejar las cosas en claro con Ukyo.
Sonriendo decidió que es lo que plasmaría en ese lienzo blanco.
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Akane y Ranma habían llegado a la universidad. Se encontraban parados en la estación del autobús, mirando hacia el suelo. Ninguno parecía querer caminar hacia las clases, porque claro, debían de fingir ser algo más que simples colegas.
—Bien. Ya estamos enfrente de la escuela.— Mencionó Akane balanceando su cuerpo de un lado a otro.
—Si.— Carraspeó. —Si nos preguntan sobre nuestra historia... ¿Qué deberíamos decirles?
La de ojos avellana pensó seriamente, recordando un pequeño detalle. —Pues el viernes antes del baile mis amigas tenían la versión de que no había nada entre los dos. Así que... estaba pensando en decirles que lo negaba porque me daba pena, ya que nuestros padres fueron quienes nos comprometieron.
—Suena convincente.— Miró la mano de la chica, recordando que en el momento en el que anunció el falso compromiso la tomó, señalando un supuesto obvio romance entre ambos. —Y di-diremos que nos e-estamos g-gustando... supongo...
—Si.— Murmuró afectada ante aquello. —S-seria lo más conveniente para que no se vea como un compromiso forzado.
—Claro... s-si...Entonces... d-deberíamos c-caminar tomados de la m-mano...
—S-si...
Ranma acercó su mano a la de Akane, con lentitud y algo de miedo. La chica lo miró de reojo, sintiendo su pulso acelerarse. La mano masculina tomó los dedos de Akane, y después de una pausa momentánea, los entrelazó. Esto provocó un respingo en ambos, quienes enrojecieron súbitamente. Sus iris miraron aquellas extremidades entrelazadas, y luego de ello, subieron su vista hacia sus rostros.
—¿Debería decirte algún apodo?— Preguntó inseguro.
—No... esta b-bien así.— La chica tragó duro, sintiendo su garganta seca de repente. —Yo creo que con tomarnos de la mano bastará.
—Ah, si, claro.— Soltó una carcajada nerviosa. —Es muy pronto para los apodos, los abrazos y los besos...— Calló de repente, imaginando como sería besarla. Pero se interrumpió nuevamente, tensándose como robot. —Olvídalo. Vamos a entrar.
"Uno"
"Dos"
"Tres"
Hizo el conteo en su mente, y cuando terminó, dio el primer paso, avanzando junto a aquella chica de cabellos cortos. Mientras se abrían paso en la entrada de la universidad fueron conscientes de los murmullos de varios compañeros interesados en la aparete pareja. Ranma logró escuchar como algunos chicos se lamentaban por no poder tener la oportunidad de salir con Akane, y al menos esto hizo que su ego aumentara por dentro. No podía mentirse a si mismo, porque aunque fingieran, sentía que todo se volvía natural para él. No estaba mintiendo al cien por ciento, porque si que había sentimientos involucrados, y aunque sonara extraño, daba gracias a cualquier deidad por poder tener una perspectiva de como sería estar con ella de esa forma.
Akane, por su parte, podía escuchar como muchas de las chicas pensaban que era suertuda, y que realmente el joven de trenza era afortunado por tener a una novia tan linda, talentosa y bella como lo era ella. La confusión le golpeó de nuevo, y la dualidad entre los sentimientos que albergaba volvía a hacer de las suyas. Sentía emoción por estar así, con Ranma sosteniendo su mano mientras caminaban lado a lado a través de la universidad. Su imaginación traviesa no dejó de mostrarle escenarios hipotéticos en los que ambos realmente eran novios. ¿Ranma sería así de tierno? ¿Sería de llamarla por su nombre? ¿O le diría cosas como "amor"? ¿O quizás "cariño"? No tenía la certeza de aquello, pero cielos, como deseaba conocer esa faceta de él. Aunque después de preguntarse esto negó por dentro. Debía tener los pies sobre la tierra.
Finalmente llegaron a su salón de la primera clase, y tan solo dar unos cuantos pasos fueron abordados por sus amigos, quienes les pedían explicaciones con mucha efusividad. Ambos se miraron, y cómplices comenzaron a contar algunos pequeños detalles, tratando de hacer que las piezas encajasen.
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En un departamento ubicado cerca de la estación de Sakuradai, un hombre sostenía su teléfono con un correo electrónico un tanto confuso para él. En él le informaban de su padre, quien había fallecido recientemente, y ahora mandaba a llamar a los cinco hijos involucrados con ese hombre. Hacía años que no veía a su padre, gracias a que su abuelo, quien lo crió, salió enemistado con aquél tipejo que simplemente no tenía remedio. Un mujeriego incontrolable, y alguien que era un poco deshonroso a la hora de hacer negocios. Salió de su trance cuando su esposa entraba de nueva cuenta a su hogar.
—Satori ya está en la escuela, cariño.— Anunció mientras quitaba sus zapatos, y luego de ello, se apresuro a dirigirse a la cocina para terminar de hacer el desayuno. —Quien lo diría. Sus dos sensei están comprometidos. ¿No te parece que son un poco jóvenes para ello? Después de todo, tiene tan solo veintiún años, aún pueden encontrar a alguien más con quien pasar su vida.— Al notar que su esposo no emitía ni una sola palabra, se asomó desde donde estaba. —¿Cariño?
—Mi padre falleció.— Suspiró, levantándose del sofá y yendo directamente hacia donde estaba su esposa. —Nos están citando a todos los hijos que tuvo en Nagoya, para leer su testamento.
—Kotaro...— Tomó el brazo de su esposo de manera delicada. Sabía que le afectaba demasiado el tema de su familia. Gracias a la naturaleza mala de su padre no había tenido una muy buena infancia.
—Quien lo diría. Me tomó en cuenta para esto, pero nunca fue a verme a casa del abuelo.— Rio con ironía.
—Si no quieres ir está bien. No tienes porque hacer esto.
—Debo ir, Kana.— Apretó la mano tiernamente. Amaba a su esposa con toda su alma, y atesoraba cada oportunidad en la que lo trataba de consolar y darle ánimos. —No por la parte de la herencia que me corresponde. Si no por algo más importante.
—¿Algo más importante?
—En el correo nos informaron que al parecer no somos solo cinco hijos que tuvo. Hay un sexto hijo ilegitimo, alguien a quien jamás reconoció.
Kana quedó impactada ante la noticia. Ese señor no se conformó con ser un adultero que anduvo con una y con otra, dejando cinco herederos. Ahora resulta que, en realidad, había uno más, y que para el colmo nunca fue reconocido. Una persona que nunca pudo tener la oportunidad de que se le diera su lugar en el mundo. Definitivamente ese malnacido era el mismo satanás en carne y hueso.
—Maldito viejo hijo de puta.— Susurró iracunda. Kana era un mujer amable, que pocas veces maldecía o insultaba. Pero en esa ocasión, aquél detestable personaje merecía tales apelativos. —¿Conocerás a ese hijo?
Negó. —Nos requieren para que ayudemos a encontrarlo. Es importante, porque al parecer la mayor parte de la herencia la tendrá esa persona.
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Akane caminaba junto a Ranma por la cafetería de la universidad. Su horario tenía un hueco libre de un hora, por lo que era una buena oportunidad para tomar un descanso de las clases. Se sentaron en la mesita más alejada que pudieron encontrar, agobiados por la serie de preguntas con las que fueron bombardeados.
Que si se comprometieron enseguida. Que si ya se habían besado. Que si eran novios oficialmente. Que si eran felices. Que si habían llegado a segunda base. O a tercera. Que si planeaban casarse. Muchas preguntas incomodas para ambos.
—Es el primer día en el que tenemos que fingir y ya estoy harta.— Se quejó mientras tomaba uno de sus onigiri, devorándolo gracias al hambre que cargaba.
Ranma se sintió un poco dolido. Pero claro, le daba la razón. Hasta para él fue agotador tener que responder a todo. —Lo sé. Aunque creo que lo hicimos bien. Se veían convencidos de lo que decíamos.
—Lo que decíamos. Mas bien, lo que yo decía. Te la pasaste casi en silencio total. Yo era quien respondía todo.— Reclamó con total energía.
—Es que creo que era mejor que tu dieras tu punto de vista. Si decía algo equivocado la mentira quedaría expuesta.— Se justificó bastante bien, ya que la joven frente a él no dijo nada más.
Miró a los alrededores de la cafetería. Había una cantidad moderada de personas en el recinto, y no todas parecían estar enteradas de su compromiso o pendientes de que es lo que hacían o dejaban de hacer. Al menos podían actuar con más naturalidad sin el acoso constante de todos los que sabían. A su mente llegó el recuerdo de algo que debía preguntarle a Akane, una duda que casi pasa por alto gracias a su lío amoroso.
—Oye, hay algo que quiero preguntarte.
Le miró atenta. —¿Qué sucede?
—Shinnosuke es el sobrino de uno de los miembros del comité. ¿Tú lo sabías?
Akane negó con calma. —Recién me enteré ese mismo día. De hecho, Shinnosuke se enteró un día antes, ¿Lo recuerdas?
—Si, ya lo recuerdo. ¿Tú conoces a ese señor?
—No. Aunque papá se comportó algo raro ayer,. Estuvo pensativo todo el día, y con un pésimo humor. Algo debió escuchar o hablar con el tío de Shinnosuke.— Comentó. Su padre parecía estar peor que ella con toda la situación del falso compromiso, porque no había dejado de renegar sobre las acciones de Ranma. Y eso si le daba mala espina. Pero no quería desconfiar de su padre.
—De igual forma, creo que como dojo debemos estar alertas. Sospecho que se avecinan problemas.
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Ukyo se dirigía hacia la veterinaria, con unas ordenes de okonomiyaki que le habían encargado. Se aseguró de hacerse la mejor amiga del veterinario principal, así tendría la oportunidad de actuar en medio de la relación de Ryoga y esa mujer. Mientras caminaba pensaba en como su corazón había dado una vuelta total de ciento ochenta grados. Antes juraba, por todos los dioses, que Ranma Saotome era el muchacho indicado para ella, alguien con quien estaba dispuesta a pasar toda su vida juntos. Pero ahora su corazón había revelado otra cosa.
¿Cómo no lo notó antes? Ryoga estuvo con ella cuando sus ilusiones con Ranma se rompieron. Le ayudó a secarse las lagrimas en aquél rincón de la preparatoria a la que solían asistir. Hibiki fue quien la escuchó cuando sus padres se divorciaron. Ese chico estaba al pendiente de ella, siempre atento a lo que necesitara. Y cuando se hicieron novios porque ella quería darle celos a Ranma, Ryoga hacia lo posible por complacerla. Era detallista, dedicándole canciones, llevándola a citas donde ella no debía preocuparse por gastar dinero.
Estaba tan sesgada por los ojos azules de Ranma, que nunca se dio cuenta que el ámbar de los de Ryoga era mil veces más poderoso. Siempre era el de trenza quien ocupaba su mente, pero ahora había descubierto el espejismo que su corazón llevaba arrastrando.
Ryoga Hibiki era a quien ella le gustaba. Ya ni siquiera se preocupaba por ver a Ranma.
Cruzó la puerta, saludando a la recepcionista. Buscó con la mirada a Ryoga, pero no lo encontró.
—Hola, buen día. Traigo unas ordenes de okonomiyaki.— Indicó sonriente.
—Oh, buen día. Pasa, por favor. Cruzas ese pasillo y a mano derecha encuentras la sala común.
—Gracias. Que amable.
Caminó en la dirección que le indicaron, con las bolsas de comida en la mano. Una de esas bolsas era especial, ya que contenía un okonomiyaki con pulpo, el favorito de Ryoga. Recordaba cuando después de un día largo en la primaria, Ranma y Ryoga iban a su casa a comer los okonomiyaki que su padre preparaba. Esos tiempos en los que el corazón no se preocupaba por ser correspondido eran los mejores.
Llegó a la sala y dejó las bolsas en la mesa. Salió mirando en todas las direcciones posibles, buscando a quien le interesaba, pero no había señal del chico. Pronto, una voz conocida se escuchó desde uno de los consultorios. Era esa chica odiosa de pelos verdes que reía horrendo. Iba acompañada de otra persona, y conversaban de algo. No le habría dado importancia, hasta que escuchó en nombre de Ryoga en esa charla. Con curiosidad se ocultó cerca, y prestó atención.
—Fue la mejor noche de mi vida. No puedo olvidar nada. Ni sus besos ni sus caricias. Te juro que ningún otro chico me dejó pensando en querer repetir.— Dijo Akari mientras reía.
—Me muero de envidia. Encima se nota que le atraes demasiado. Hibiki y tú hacen buena pareja.
—¿De verdad?
—Absolutamente. Imagina que hasta pueden llegar a casarse.
—¡No exageres, Kimiko!
Las dos mujeres se metieron a la sala común riendo alegremente. Y cuando desaparecieron de su vista, Ukyo sintió la ira y los celos invadirle por completo. Noche. Habían pasado una noche juntos, y seguramente fue ese mismo sábado en el que la humilló esa estúpida chica. Sus puños estaban apretados, y todo su cuerpo bastante tenso. Debía encontrar una forma de recuperar lo que muchas veces en el pasado fue suyo. Ya encontraría la forma de separar a esos dos.
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—Muy bien chicos. Hoy este entrenamiento será de Jyu kumite. Esto con el fin de volver a evaluarlos y saber en que siguen fallando, ¿De acuerdo?
—¡Si, sensei!
—Bien, Tendo Akane y Kawada Natsume. Pasen al tatami.
Akane y Natsume se dirigieron hacia el lugar de combate. La de ojos chocolate se encontraba un poco preocupada por su compañera, quien también se le notaba ansiosa. Cuando solían entrenar en modalidad Jyu kumite, Natsume perdía constantemente y eso terminaba por desanimar a la chica. Akane se ofreció a darle algunas clases extra desde hacía unos meses atrás, pero Natsume era demasiado blanda para poder llevar a cabo las técnicas. A Akane no le gustaba ver a ninguno de sus compañeros desanimarse. Por fortuna, en el torneo no tendrían que usar ese tipo de kumite, pero si no aplicaba bien las técnicas, en esta ocasión recibiría un regaño severo.
Ambas se posicionaron una frente a la otra, mirándose fijamente. Akane, con su mirada, se encargó de hacerle saber a Natsume que debía calmarse, y que si ejecutaba bien las técnicas que le había enseñado nadie saldría lastimado. Natsume pudo entender, así que inhaló y exhaló con profundidad para tranquilizarse.
Por su parte, Ranma estaba demasiado interesado en ver las habilidades de combate de Akane en esa modalidad. Al ser categoría libre, sin reglas , puntaciones ni límite de tiempo, las técnicas de ataque resultaban más feroces, como si estuvieran en una película de acción en la que había que luchar con fuerza para salir vivo. Tan interesado estaba que no se dio cuenta en que momento se reclinó un poco más hacia enfrente, apoyando sus manos en su regazo. Claro que esto no pasó desapercibido por Ryu Kumon, quien se mofó para si mismo de ese idiota. ¿A quien engañaba ese chico? Ryu sabía que eso del compromiso resultaba algo falso. Lo había vigilado antes de baile, y siempre mantenía distancia con Tendo. Pero aún si fuese mentira, podía jurar que ese par comenzaba a desarrollar sentimientos el uno por el otro. Eso sería un obstáculo para su padre si llegara a intentar sobornar a Saotome.
—Será un combate de al menos dos minutos. Recuerden que los ataques pueden ser libres, pero sin daño. ¡Comiencen!
Se posicionaron en defensa. Akane decidió comenzar con una patada lateral, encestando a Natsume. Luego de ello, trató de atacar con otra patada en giro, pero al contrario de la anterior, Natsume logró esquivarla adecuadamente. La de ojos avellana retrocedió, y cuando menos lo esperó, su compañera se animó a atacar con puñetazos, los cuales logró bloquear con su brazo. Sus reflejos eran asombrosos, fruto de su entrenamiento desde niña.
La profesora Matsuda evaluaba la rapidez, agilidad y técnica que usaban sus alumnas. Todo lo anotaba en su libreta donde llevaba el registro de los avances de cada uno de sus alumnos. Para Chieko Matsuda, Akane Tendo tenía un gran potencial en el combate. Ella, junto con Saotome y Kumon se estaban convirtiendo en sus piezas clave para que el equipo pudiera llevarse una victoria más a casa. Necesitaba pulir a esas tres piedras preciosas a como de lugar.
Natsume retrocedió, lo que Akane aprovechó para esta vez lanzar una serie de ataques con puñetazos. Algunos fueron esquivados por Natsume, pero uno en especifico logró darle cerca de la mejilla. La de pelo corto se separó y pidió disculpas con la mirada. A pesar de ello, a Natsume no le dolió el golpe, porque su compañera aplicaba correctamente las técnicas.
Ranma pudo notar como Akane moderó bastante bien su fuerza, además de realizar los movimientos sin forzarse, así que aún más intrigado inclinó su cuerpo hacia adelante, tratando de observar de mejor manera las habilidades de su "falsa prometida". No se fijó en que momento sus ojos se abrieron aún más, ni siquiera tomó en cuenta como su corazón comenzó a latir emocionado. Jamás se había sentido tan deseoso de ver un combate como en ese momento. Además, por alguna extraña razón, se sentía orgulloso de conocer a una luchadora tan buena como esa chica.
Akane atacó nuevamente con dos patadas laterales, mientras que Natsume bloqueó la segunda con su brazo. Y luego, contratacó a su oponente, respondiendo con una patada giratoria doble. La de pelo corto estaba impresionada pero feliz de saber que su compañera comenzaba a perder el miedo. Sin siquiera darse cuenta, sonrió divertida ante todo el combate, contagiando de felicidad a Natsume. Para esto es que vivía, para sentir la adrenalina de luchar cuerpo a cuerpo con otra persona. Volvió a atacar con un puñetazo izquierdo, luego uno derecho, y después una patada lateral en abdomen, y finalizando con una patada en cabeza. Natsume esquivó el impacto, y respondió con puñetazos firmes.
El de trenza sintió ese maldito cosquilleo en el estómago aún más intenso que antes al notar que en ningún momento Akane dejaba de estar feliz. Entonces recordó como hacia unos días ella intentó enseñarle a bailar con un combate. Y también recordó como se enfrascaron en una pelea debajo de uno de los arboles de la escuela. Sus labios curveados eran lo más hermoso que jamás haya visto, algo equiparable a una media luna de fulgor intenso. Definitivamente es lo que más le gustaba de ella. Un sonrojo leve cubrió sus mejillas, una pequeña sonrisa se posó en sus labios, y sus ojos brillaron de una forma en la que nunca lo habían hecho.
Akane atacó con una patada lateral, y por un momento decidió que era buena idea mirar hacia un costado. Ranma estaba observándola, pero algo la desconcertó. Sus ojos estaban iluminados, y su rostro reflejaba algo diferente. A su memoria vino lo que sus hermanas le dijeron sobre el chico en la noche del baile. Según ellas Ranma la miraba con cierto destello en sus iris. Tal como lo hacía en ese instante. Se sonrojó, y su estómago burbujeo con fuerza, emocionándose, anhelando con todo su ser que sus orbes avellana no la estuviesen engañando. Que Ranma Saotome sí se notaba flechado por ella. Por desgracia, con esa misma fuerza con la que deseaba aquello cayó al suelo gracias a un barrido de Natsume.
—¡Ay!— Se quejó Akane, cerrando los ojos y sintiendose demasiado torpe.
—Oh, lo lamento, Akane.— Dijo Natsume mientras tendía su mano en dirección a su compañera. —Creo que me pasé de fuerza.
—Descuida. Lo hiciste bien.— Trató de tranquilizarla, después de todo, era verdad. Natsume había mejorado sus habilidades en ese tipo de kumite. Además su distracción fue por otra causa ajena a su compañera.
Ranma se tensó al ver la mueca de dolor en la cara de Akane, y estuvo a punto de levantarse y gritar el nombre de la chica, pero se contuvo cuando ella se levantó sin dificultad. Nervioso observó hacia los lados, dándose cuenta de que nadie se inmutó por su reacción natural. Estaban saliéndose de sus manos los sentimientos, así que lo de ganar la batalla contra ellos no estaba funcionando. Tal vez Ryoga tenía razón, era algo imposible de evitar.
—¿Estás bien, Tendo?— Preguntó la profesora Matsuda, acercándose a las dos.
—Si. Estoy bien.— Realmente no le había dolido demasiado, pero se sintió afectada, una vez más, gracias a Ranma.
—Bien. Se acabó su combate. Los siguientes son Ryu Kumon y Ranma Saotome. Por favor, pasen al tatami.— No era tonta. Sabía que Tendo se distrajo por culpa de Saotome. Ella estaba al tanto de su reciente anuncio de compromiso gracias a que seguía de cerca lo relacionado al torneo de dojos. No los culpaba, estaban en la época de la vida en la que el amor podía volverse lindo y tierno, ademas de torpe. Pero se aseguraría de hablar con ella para decirle que en combate no podía permitirse una distracción de esa magnitud.
Akane se dirigió a su lugar junto a Natsume, y se sentó para prestar atención al combate de Ranma. La había desconcentrado demasiado, y eso no podía volver a pasar. ¿Qué sería de ella si eso llegara a suceder en el combate de dojos? ¡Debía mantenerse cuerda! Y por ello, debía comenzar a enfriar sus sentimientos hacia ese chico que solamente la confundía y le hacía sentir mariposas en su estómago.
Ranma pasó hacia el lugar de combate con preocupación. En otras ocasiones se sentía confiado en poder ganar una contienda, pero en ese preciso momento se sentía inseguro. Y se debía a que le era imposible concentrarse gracias a Akane. Antes se preguntaba que era el amor, y trataba de imaginarse todo lo que Ryoga le contaba. Ahora deseaba no saberlo, porque se estaba convirtiendo en una debilidad que podría distraerlo en los combates. Tragó duro y se posicionó a modo de defensa, intentando controlarse a si mismo. Ryu sonrió divertido al notar la intranquilidad en Saotome.
—¡Comiencen!
Ryu dió una serie de patadas laterales, las cuales fueron bloqueadas por los brazos de Ranma con rapidez absoluta. El de trenza respondió con puñetazos dirigidos hacia su oponente, y una patada giratoria casi da de lleno a Kumon en el estómago. Esto hizo que su confianza aumentara, y sus nervios comenzaran a desaparecer.
Akane abrió los ojos sorprendida, una vez más, por la rapidez de Ranma. A pesar de ya haberlo visto entrenar y pelear en las clases, seguía admirando su habilidad. Su corazón se aceleró, y sintió las mejillas calentarse. Pero ni bien se dio cuenta se recordó a si misma que no eran nada. Y que debía tener los pies sobre la tierra. Con todo el autocontrol que pudo juntar, colocó en su rostro seriedad total.
Ryu decidió dar una triple patada giratoria, pero Ranma fue más astuto y bloqueó la tercera contratacando con otra patada más un pequeño barrido, tirando a Kumon al suelo. Gracias a esa pequeña acción sonrió confiado. ¿Akane estaría admirándolo como él lo hizo con ella?
El oponente se levantó y decidió lanzar puñetazos hacia el rostro. Odiaba perder ante Saotome, así que trataría de vencerlo. Ranma bloqueó, y volvió a atacar con una triple patada giratoria, desestabilizando a Ryu. El otro chico volvió a lanzar puñetazos, un poco desesperado porque le estaba costando un poco que el de trenza cayera al tatami.
Ranma comenzaba a sentir su ego inflarse. Era todo un as en las artes marciales. Si el señor Tendo lo viera pelear enserio, no estaría empecinado en querer juntar a Akane con el debilucho de Shinnosuke Ueda. Él era la mejor opción. Y hablando de ella, ¿Qué estaría pensando de su pelea? Curioso giró su rostro hacia Akane. Le miraba atenta pero con expresión neutra. Eso le pegó en su ego. ¿Qué acaso ella no se emocionaba como él lo había hecho con su pelea? ¡Era una idiota sin remedio! ¡Una chica poco linda con él! ¡Pero claro, no fuera ese idiota de Shinnosuke, porque ahí andaría al pendiente como lo hizo cuando estaban bailando ellos dos! Sus pensamientos pararon cuando una patada en la cabeza le dio de lleno, tirándolo al suelo.
—Deberías mantener la guardia alta, Saotome.— Le dijo Ryu con una sonrisa de suficiencia absoluta.
—Ranma...— Murmuró Akane, curiosa por saber que es lo que había sucedido para que se distrajera de repente.
La profesora Matsuda se acercó hacia el chico, quien se levantaba con un poco de dificultad, no tanto por el contacto, sino por la vergüenza de haber bajado la guardia. —¿Todo bien, Saotome?
—S-si... todo bien...— Mencionó tímido. Miró de reojo a Akane, y luego se levantó con calma.
—Eso es todo con ustedes dos. Regresen a sus puestos.
Ranma obedeció, no sin antes volver a mirar a la de pelo corto, ofuscado porque se volvió su distracción.
Matsuda simplemente suspiró. Era justo decirlo, debía hablar con ellos dos para ponerles orden en sus sentimientos.
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Kuo Long estudiaba los pergaminos que trajo desde China. Cada uno contenía técnicas para mejorar las habilidades de combate, y planeaba que Xian Pu, junto al joven Kumon los aprendieran. Eran secretos de su tribu, los cuales no cualquiera podía conocer. Aún se sentía un poco decepcionada de que el señor Kumon planeara comprar a ese chico del dojo rival, porque con esa simple acción estaba asegurando que su propio hijo y Xian Pu no podrían darles la batalla que correspondía.
Para ellas como amazonas esto era un sacrilegio. Demeritar la fuerza de una de ellas era como insultar a toda la tribu. Le agradecía la oportunidad que le estaba brindando a su nieta, pero no permitiría que dudara de Xian Pu en ningún momento. Así que decidida empezó a trazar el entrenamiento más riguroso que jamás haya visto, para fortalecer las habilidades de esos dos chicos y callar a ese señor.
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Xian Pu había seguido a Ryu Kumon hasta la universidad por la mañana. Una vez que dio con la dirección guardo la ubicación en su celular, y regresó a entrenar a la mansión Kumon. Estuvo durante unas horas, hasta que dieron las cinco de la tarde. Presurosa y con un vestido coqueto de color rosa salió de la mansión, sin siquiera avisarle a su abuela a donde iba. Corrió como pudo hacia la universidad, y cuando llegó, se asombró de la imagen que le brindaba ese edificio. La fachada era moderna, una combinación entre cristales y muros pintados de color blanco que le daban un toque majestuoso y moderno. En China había escuelas con mucho más prestigio, pero a pesar de ello le fue inevitable asombrarse.
Caminó atravesando el umbral de la entrada principal, mirando como muchos chicos hablaban ilusionados sobre un acontecimiento particular. Logró escuchar que se trataba de nada más ni nada menos que del compromiso entre Akane Tendo y Ranma Saotome. Su mirada se ensombreció ligeramente. Parecían tener un apoyo con todos esos chicos, así que pensó que posiblemente le sería difícil insistir en tener algo con Ranma.
Se detuvo a escasos pasos de un mapa de la escuela. Pensó en que si Ryu Kumon estudiaba karate, eso quería decir que el par de muchachos tendría que estar en el edificio correspondiente a las artes marciales. Aferro entre sus manos el pequeño bolso que llevaba consigo, y comenzó a avanzar en dirección al lugar.
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Ranma estaba esperando a Akane afuera del gimnasio para artes marciales. Tenía que hacerlo, después de todo, debía dar la imagen de un buen prometido esperando fielmente a su novia. Pero claro, trataba de engañarlos a todos, menos a él mismo. No lo hacía por obligación. Más bien, deseaba que pudieran irse juntos a casa. Suspiró profundamente, y entrecerró sus ojos con sentimientos encontrados. No llevaba ni un día queriendo luchar contra sus sentimientos, y ya iba perdiendo la batalla. Esto lo desanimaba un poco, pero por otro lado, estaba feliz de que así fuera. —Que confuso es todo esto.— Murmuró para sí mismo. Escuchó pasos provenientes de adentro, así que supuso que se trataba de ella.
—Listo.
Akane salió del gimnasio ya cambiada con su ropa de ese día. La falda tableada de color salmón en conjunto con esa sudadera color blanca y sus zapatos deportivos la hacían ver adorable, muy femenina. El de trenza se arrepentía de haber dicho que ella era "la chica con más cromosomas XY que jamás haya conocido", porque no era verdad.
Las cosas tampoco estaban siendo fáciles para Akane. La chaqueta verde olivo de Ranma, en combinación con la playera de color blanco que llevaba en el fondo, más los joggers cargo y los tenis resaltaban con exactitud su porte deportivo. Hace un par de meses que no le hubiese interesado el atuendo de ese chico, y ahora era todo distinto. Pero claro, ella no admitiría ni para si misma que le gustaba como se veía ese día aquél idiota.
—Tardaste demasiado.— Pronunció Ranma en forma de queja. Aunque claro, el tono era más bien amistoso.
—Lo lamento. Mi espalda duele un poco, así que traté de ser cuidadosa para no moverme bruscamente.— Recalcó tocando un poco su omóplato derecho. Al parecer se lastimó ligeramente la espalda con esa caída tan repentina, pero nada que un poco de ungüento para músculos no resolviera.
—¿Estás bien?— Preguntó de repente, posicionándose frente a ella con el semblante algo angustiado. La caída fue repentina hasta para él, no le sorprendería que en serio se hubiese herido. —Podemos ir a la enfermería si te duele demasiado. Aún está abierta.
Un poco desubicada por la preocupación del chico asintió. —Oh, ahm, no te p-preocupes. Estoy bien.— Agachó su cabeza tímidamente.
—Vaya, eres fuerte. Tal como un chico.— Soltó para intentar alejar sus sentimientos al verla tan adorable.
Akane se enojó un poco por el comentario, porque ese tipo de cosas eran las que la confundían demasiado. —Pero no puedo decir lo mismo de ti. ¿Qué fue lo que te distrajo en tu pelea con Kumon?
Rascó nervioso su nuca. —Yo... nada importante.— Mintió, desviando su mirada.
—Que mal mientes.— Reclamó. —Deberías aceptar que te falta agilidad y mejorar tu concentración.
—Eso no es verdad. Soy lo suficientemente ágil como para derrotar a quien sea.— Refutó comenzando a molestarse. Si algo no le gustaba era que dudaran de su capacidad de combate.
—No lo creo. Apuesto a que hasta Shinnosuke te vencería en un duelo. Y eso que él no ha entrenado rigurosamente las artes marciales.
Un tic de ira apareció en su ojo. Los celos estaban queriendo salir a flote, porque siempre salía a relucir el nombre de ese energúmeno en cualquier plática. —¿Y ese imbécil que tiene que ver en esto?
—Pues es la verdad. Tal vez sea mejor que tú en el combate.
—¡Soy fuerte y mejor que todos, incluyendo a ese imbécil! ¡Así que retráctate de lo que dices, idiota!
—¡No me llames idiota!— Ahí estaba nuevamente ese chispazo que ella quería creer eran celos. La confusión volvió a azotarla.
—Además, tu también te distrajiste y peor que yo. Eres más torpe en tus movimientos, los haces con la gracia de un tronco.
Apretó los puños y se acercó con furia hacia él. —Por un segundo pensé que eras amable, pero parece que finges bien ese aspecto tierno.
—Lo mismo digo de ti. Torpe.
—Idiota.
—Gorda.
—Estúpido
El silencio se hizo paso entre los dos, marcando una brecha que parecía invasiva. Estaba siendo bastante complicado para los dos actuar de forma natural, y eso lo estaba odiando Akane. Odiaba que no podía odiar del todo a ese idiota, y detestaba como al siguiente segundo se volvía antipático con ella.
—¡Chicos! Me alegra saber que no se han ido.— La profesora Matsuda se acercó con una sonrisa a los dos muchachos, quienes relajaron sus posturas, tratando de fingir que todo estaba bien entre los dos. —Antes que nada quiero felicitarlos por su compromiso. Me he enterado porque estoy siguiendo de cerca todo sobre la competencia de dojos.
—Ah, ya veo. Muchas gracias.— Mencionó Akane reverenciando elegantemente y con solemnidad. Ranma le imitó, después de todo el enojo era con la chica al lado de él.
—En fin. Seré breve para que puedan ir a casa a descansar.— Se aclaró la garganta. No tenía más que treinta y tres años de edad, pero eso no evitaba que le diera pena el tener que hablar de ese tipo de cosas con sus estudiantes menores que ella. —Sé que están en una de las edades en las que el amor los ciega, y que seguramente eso les afecta demasiado a la hora de combatir.
—¿Ah?— Sus rostros se descompusieron en pena.
—A lo que me refiero es que no deben bajar la guardia en los combates. Sé que estarán felizmente enamorados el uno del otro, pero no deben permitir que esto los invada a la hora de luchar. O podrían perder cada combate que presenten. Espero que entiendan.
Enamorados... ¡Si, claro! La vergüenza les invadió por completo ante esa declaración. O actuaban demasiado bien para que en serio creyeran que se gustaban, o es que de verdad algo sucedía entre los dos. Con la pena carcomiendo sus entrañas simplemente asintieron, furiosamente sonrojados.
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El señor Kumon revisaba de nueva cuenta ese correo electrónico que recibió repentinamente. Su padre había fallecido, y él no podía estar más que contento de esa oportunidad. O al menos así habría sido en un universo paralelo. Porque leer sobre la existencia de un hijo ilegítimo echaba sus ilusiones de tener una mayor herencia a la basura. Su padre era un entusiasta de las artes marciales, y una de la parte de esa herencia correspondía a ese tipo de temas. Tomó el coñac de su vaso, pensando fríamente en quien debía ser ese bastardo que, al parecer, ahora tendría la oportunidad de ser reconocido legalmente.
Por otra parte se había enterado ya de la identidad del muchacho que ayudaba al dojo Tendo. No era idiota, sabía que Ryu no le diría nada sobre el chico ya que estaba en desacuerdo con lo que planeaba hacer. Tomó el celular y marcó rápidamente a Tokio.
—Señor Nishida, soy yo, el señor Kumon. Me temo que mi agenda de viaje cambió. No volveré a Tokio hasta dentro de otra semana más, iré a Nagoya a atender asuntos de familia. Pero quisiera pedirle que trace un plan de negocios para el señor Genma Saotome.
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Salieron del edificio perteneciente al gimnasio con sus rostros aún rojos gracias a lo que la profesora les comentó. Y claro, sus corazones brincaban en la montaña rusa de sentimientos que esto les generó. Caminaban un poco robóticos y manteniendo distancia el uno del otro. Los pasos que daban eran pequeños, como si no quisieran retirarse del lugar. Pero si que lo deseaban.
—Creo que fingimos demasiado bien para que haya dicho eso.— Susurró Akane mientras miraba hacia el suelo, como si fuera lo más interesante del mundo.
—Y eso que solo nos hemos dado la mano. ¿Qué pasaría si... si nos...?
—¿B-besáramos?— Completó la chica con un poco de recelo.
Ranma se detuvo por completo, sintiendo como se erizaba su piel. —S-si fingimos bien, n-no creo que haya que llegar a esos extremos. ¿No crees?
—Si... de todas formas no quisiera besarte.
—¿Qué dijiste?— Otra vez le golpeó en el ego.
—Que no quiero besarte.
—Eres...
—¡Por fin los encuentro!
La vocecita chillona que los interrumpió se hizo presente en forma de una joven de origen chino, cabello morado exageradamente largo y ataviada en un vestido lindo de color rosa pastel. Xian Pu saludó con efusividad, aunque por dentro estaba muriéndose de unos pocos de celos. Akane le agradaba demasiado como amiga, pero eso de que estuviera comprometida con esos hermosos ojos azules no le agradaba, porque ella se había interesado en ese chico profundamente.
—Xian Pu.— Mencionaron al unísono con sorpresa, provocando que se miraran interrogantes. —¿La conoces?— Volvieron a repetir juntos.
—Yo la salvé de casi ser atropellada por un auto.— Dijo Ranma como si nada.
—Yo choqué con ella mientras corría por la mañana del sábado.— Comentó Akane de la misma forma que él.
Xian Pu se acercó sonriente hacia lo dos, aunque no tuviera las ganas de tener su boca curveada. Había visto que un aura de romanticismo los rodeaba, y eso a ella no le gustó nada. —Me alegra verlos de nuevo. A los dos.— Mencionó casi contenta, aunque no pudo evitar mirar con demasiado interés y énfasis al de trenza. —No sabía que lo dos se conocían tan bien.— Agregó con una pizca de amargura en la voz.
Akane notó algo extraño en aquella chica. Sonaba como si estuviera enojada con los dos. Tal vez ella exageraba un poco, y muy posiblemente Xian Pu tuvo un día complicado. Decidió ignorar la pequeñísima alarma que sonó en su interior. —Es una sorpresa verte.
Ranma sintió un presentimiento de que algo no estaba bien. Cuando vio a esa chica en el baile no percibió nada, pero ahora era diferente. No le agradó del todo la manera en que lo miró, ni tampoco el modo en que parecía furiosa con Akane. —¿Estudias aquí?— Preguntó con cierto recelo.
Xian Pu sonrió aún mas amplio. —No. Yo ya no estudio. Akane sabe que pertenezco al dojo Kumon.
—¿Kumon? Espera...— Giró su cabeza a Akane, quien asintió confirmando todo. —¿Entonces por eso estabas en el baile de dojos?
—¿La viste ese día?— Preguntó Akane, con curiosidad y una partícula muy diminuta de cierto sentimiento nuevo para ella. Algo que no quería averiguar de que se trataba.
—Si. Después de que bailáramos... juntos...— Se sonrojó un poco mientras con su índice rascaba su mejilla.
—¿Bailaron?— Preguntó la joven china mientras sonreía forzoso.
—Ah, s-si... bueno...
—Akane.— Esta vez el tono divertido en la voz estaba siendo opacado por seriedad. Su sonrisa seguía ahí, pero no pudo evitar sentir amargura, porque distinguió una especie de cercanía entre ellos dos. Akane le agradaba, si, pero estaba lejos de considerarla una amiga.
La de pelo corto, sorprendida, miró a la joven china. Sus alarmas interiores no estaban en paz. —¿Si?
—¿Por qué no me dijiste que estabas comprometida?— Soltó acida.
—Verás, eso es mentira.— Pronunció Akane con decisión. Claramente esto no le gustó a Ranma, pero no iba a decir nada. —Ranma lo dijo solo para captar la atención de los patrocinadores. No somos nada.— Lo último volvió a dolerle.
El de trenza estaba oliendo raro. El temple de Xian Pu no presagiaba algo bueno, así que su instinto protector salió a flote. Se colocó unos dos pasos por enfrente de Akane, y con la misma decisión con la que anunció su compromiso habló. —¿Y si es real?
—¡No!— Akane volvió a adelantarse a él. —No lo es. Xian Pu, es falso. No hay nada entre él y yo, y jamás lo habrá.— Akane estaba consciente de que no le debía explicaciones a Xian Pu, pero prefería hacerlo no solo porque la consideraba una buena amiga.
—¿Por qué la pregunta?— Atacó el de trenza, furioso con la de pelo corto.
Xian Pu sonrió nuevamente, colocando una expresión de dulzura. Se aproximó a Ranma, y cuando estuvo lo más cerca posible batió sus pestañas con coqueteo. —Porque si no es real, quiero que salgamos tu y yo. ¡Tengamos una cita!
El de trenza quedó en shock, y Akane no pudo evitar que esa pequeña pizca del sentimiento llamado "celos" creciera. Pero también su aprecio hacia Xian Pu era grande, así que la culpa por permitir que esa mentira de su falso compromiso floreciera era aún mayor. Además, se estaba dando cuenta de que necesitaba mantenerse fría. congelar lo que estaba naciendo en ella. Necesitaba mantener a raya a ese idiota, o podría causarse daño ella misma.
Ranma comenzó a negar con la cabeza de forma rápida. —¡N-no! Es decir... ¡No! ¡Estamos comprometidos!— Miró a la de ojos avellana con el ceño fruncido, esperando a que ella reafirmara todo. Pero claro, su espera era en vano.
Akane suspiró, y luego, con tranquilidad, negó. —Xian Pu, no estamos comprometidos. Solo estamos fingiendo por los patrocinadores, pero no me interesa Ranma como algo más.
Xian Pu le observó con total atención, saboreando la victoria en su paladar. No conocía tanto a Akane Tendo, pero estaba segura de que se trataba de un alma pura e inocente, alguien que seguramente prefería sacrificarse antes de que otra persona sufriera. Cambió su expresión por una de dulzura, tratando de apelar a su buen corazón. —Pero... Akane... Si es verdad que están comprometidos... yo no podría ser la causa de su trágica separación— Añadió casi con lagrimas en los ojos.
La de pelo corto se sintió mal. No quería causar ningún problema entre ella y Xian Pu. Consideraba que las chicas no debían pelear por los chicos. Tal vez por eso no le había agradado Ukyo Kuonji, porque ella era capaz de ser mala y cruel por un chico. Pero Akane no era así. —Descuida. No hay nada, de verdad. Puedes salir con él.
La cara se le desencajó. La rabia le inundó, y su corazón volvió a crujir. —¡Oye! ¡Yo no soy ninguna mercancía para que me vendas a cambio de la paz mundial!
—¡Aiyaaaa! ¿De verdad Akane?
Sonrió conciliadora. —Lo digo en serio.— Miró hacia el suelo, con algo de pesar.
Ranma apretó la mandíbula. Bien, si eso era lo que quería, entonces el no pondría objeción. —¡De acuerdo, Xian Pu!— Gritó con entusiasmo, llamando la atención de la de pelo corto. —Apuesto a que serás una gran cita. Hay muchas chicas que son de lo peor, con demasiadas hormonas masculinas como para fijarme en ellas.
Se estaba pasando de la raya. —¿Qué dijiste?
—Dame tu teléfono.— Ordenó Xian Pu amablemente.
Ranma se lo tendió sin dejar de retar a Akane con sus ojos. ¡Era una idiota! No entendía a Akane, y lo que más rabia le causaba era que al parecer esto no le afectaba en lo más mínimo. Sabía que estaba mal dejar que sus sentimientos se desbordaran. Ella lo rechazaría, estaba seguro de ello.
Xian Pu agendó su propio número en el celular de Ranma, y una vez que terminó, sonrió victoriosa. —¡Gracias! Te veo el sábado. ¡Adiós!— Se despidió mientras caminaba dando saltitos de alegría.
—¡¿Qué diablos te pasa?!— Gritó colérico.
—¿No es obvio? Mereces salir con una chica con menos hormonas masculinas.
—¡Eres una idiota!
—Di lo que quieras.— Se dio la vuelta, y sin mirarlo agregó una sola frase que desestabilizó al ánimo de Ranma. —Tu lo dijiste. No somos nada.
Comenzó a caminar sin él. Cuando menos lo esperó, ya estaba tomando el autobús sola. Miró hacia la ventana, admirando los cerezos que aún seguían con sus pétalos florecientes. Su mirada de pronto se tornó melancólica. Estaban envueltos en un noviazgo falso, pero que despertaba sentimientos reales en ella. Confusión, y también celos. Xian Pu era una chica linda, hermosa. Y a comparación de ella, seguramente a Ranma le encantaría mas su compañía.
Debía detener a toda costa a su torpe corazón.
Desde ese momento mantendría a raya sus sentimientos. Porque todo era un noviazgo falso.
Y ellos no eran nada.
Love hotel: Tipo de hotel destinado a prácticas de índole sexual.
Bomber jacket: Chaqueta de cazador.
Fibonacci: Conocida como la sucesión de Fibonacci, es una sucesión infinita de números naturales que forman una espiral. Se usa comúnmente en artes para resaltar la simetría y el orden.
Sakuradai: Estación de tren en Nerima.
Jyu Kumite: Combate libre. Aplicación de técnicas de ataque-defensa sin haber preestablecido dichas técnicas. Combate sin arbitraje ni puntuación, y sirve meramente para situaciones de defensa personal.
Notes:
¡Hola a todos!
En este capitulo les traigo mucho romance y drama. Apuesto a que no se esperaban esto del final. Déjenme decirles que se nos viene drama de a montón. No bromeo, van a salir nuevos líos que mantendrán a nuestros protagonistas luchando. Por una parte la relación de Akari y Ryoga podría ponerse en peligro. Y con respecto a Ranma y Akane, los dolores de cabeza no los dejarán en paz.
Me gustaría pedirles perdón anticipado, pero puede que no actualice en un mes entero. Se acerca Halloween y Día de muertos, así que prepararé algunos relatos que les podrán interesar. Incluso he estado planeando un AU de thriller psicológico y crimen que realmente pido esperen con ansias. Lo comenzaré a trabajar para que lo tengan en octubre. Será largo al igual que este AU, así que espérenlo.
Por último, agradecerles siempre por su apoyo. Me hacen feliz con sus lecturas.
¡Que tengan un gran y excelente día!Con amor, Sandy.
Chapter Text
Ranma 1/2 no me pertenece. Todos los derechos están reservados a su autor original, Rumiko Takahashi. Esta obra es escrita sin fines de lucro.
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Entre amores y karate.
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Capítulo 9.- Entre celos y besos robados.
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La clase estaba corriendo de la mejor manera posible. Los niños respetaban y adoraban a Akane, por lo que la armonía en el lugar siempre se mantenía impecable. Para la joven, observar a las criaturas avanzar poco a poco le llenaba de alegría. Se sentía dichosa de ser una de las personas responsables de propiciar el crecimiento de las habilidades de los niños. Sonreía mientras les corregía las posiciones de las katas que realizaban, y por un momento, como siempre, se olvidaba de los líos de su corazón. ¿Por qué ella se sentía rara con la decisión de Ranma? Es decir, no eran nada. Ser falsos prometidos significaba solo una fachada. Entonces, ¿por que sentía celos? Sacudió su cabeza. No, nada de pensar en cosas raras. Concentración.
Ojalá lo mismo pudiera decir Ranma, quien, a pesar de que instruía a los niños con precisión, se sentía tan desconectado de la clase que impartía. Ese día tendría una cita con Xian Pu, pero no le inquietaba por una buena razón. Más bien, lo que pasaba es que, durante toda la semana, Akane se comportó un tanto esquiva con el. Entendía que se lo merecía, por ser un tremendo idiota al aceptar la cita solo por fastidiar a la de ojos castaños, pero era una exageración que Akane fuera fría con él. Lo peor, es que durante esa semana la china estuvo insistentemente buscándole afuera de la universidad. No podía acompañar a casa a la chica de cabellos cortos sin que esa joven le atosigara. Ya estaba harto de todo.
—Es así, Satori.— Dijo Akane dulcemente, corrigiendo al pequeño pródigo de la clase.
Satori era aún muy joven, de eso estaba consciente. Pero no pudo evitar sentirse atraído por su sensei Tendo. Era una chica tan linda, tan angelical, y no entendía cómo esa tierna mujer podía estar comprometida con alguien como el sensei Saotome. Cuando se enteró que ambos se comprometieron, se decidió a ser aún más insoportable con el joven de trenza. Pero, a diferencia de ese idiota, se comportaría aún más dulce con la sensei Tendo. Ella merecía tener una mejor atención.
—Gracias, sensei.
La kata finalizó con la posición de defensa lateral. Luego, todos adoptaron pose de descanso. Una vez que finalizaron, Akane regresó a su lugar original, al lado del idiota. Ignorando lo que realmente sentía con respecto a ese chico, sonrió cálida para todos los alumnos.
—¡Muy bien, chicos! Eso es todo por el día de hoy. Nos vemos la siguiente clase.
Todos los chicos salieron del lugar, platicando entre ellos y bromeando. Satori se aproximó hacia donde estaba su mochila, y de ahí extrajo algo. Luego, se dirigió hacia su sensei. Carraspeó, llamando la atención de Akane.
—Sensei, este chocolate es para usted.
Ranma miró la escena con algo de asco. No era lo correcto sentir celos por un niño de doce años, pero es que le era imposible no evitarlo. Hizo como que anotaba algo en su cuaderno, observando de reojo todo el asunto.
Akane sonrió feliz, y gustosamente tomó el dulce en sus manos. —Muchas gracias, Satori.— Luego, dirigió su mano a la cabeza del pequeño, sacudiendo su pelo tiernamente. —¡Eres tan lindo!
El de ojos azules frunció el ceño, mientras apretaba la libreta y la pluma con fuerza. Si no fuera porque Satori era un renacuajo de doce años, lo más seguro es que ya lo hubiera golpeado.
Satori se sonrojó entero, y con algo de nerviosismo, se dirigió a su maestra. —Gracias, sensei Tendo. Es... es para felicitarla por su compromiso con el sensei Saotome.
Ranma sintió su orgullo inflarse. Con altanería se acercó a los dos, agachándose a la altura del malcriado de Satori. Y luego, picó juguetonamente su mejilla, sonriendo con mofa. —Muchas gracias, Satori. Akane es muy linda, ¿acaso no tenemos suerte de estar comprometidos? ¿eh?
Akane rodó los ojos, un poco fastidiada por la palabra linda. Primero, no era linda. Luego, si lo era. Luego, no. Ahora, se había convertido en una especie de burla hacia ella. —Deja al pobre Satori en paz.
El niño se apartó de Ranma. —Sensei Saotome es muy afortunado, porque sensei Tendo es tan bella, que estoy casi seguro de que debe tener más chicos que quieran conquistarla.— La cara de pocos amigos que Ranma puso fue suficiente para el niño. Satori, satisfecho con lo que dijo, se dirigió hacia su mochila. —Debo irme.
Akane se preocupó. —Satori, ¿tu madre no vendrá por ti esta vez?
—Mamá está ocupada con algo de su trabajo. Y mi papá se encuentra de viaje.— Sonrió. —No se preocupe. Iré con cuidado.
—De acuerdo. Descansa.
En cuanto el niño desapareció, Akane se dirigió hacia donde estaba su botella de agua, dando un sorbo grande al líquido. No podía evitar que los nervios de estar a solas con Ranma fueran enormes. Vamos, es que no entendía porque le daban celos de imaginar que Xian Pu agarraba a Ranma del brazo, y juntos iban subiendo a la rueda de la fortuna para luego besarse ahí, dentro de la cabina. Oh, espera... ambos... besarse...
—¡Ahg!— Akane comenzó a toser, ahogándose con el agua.
Ranma notó lo que sucedía. Se acercó, y luego, con su mano dio un par de palmadas a la espalda, tratando de ayudarle. —Eso te pasa por beber agua como un gorila.
La de cabellos cortos tomó otro sorbo. Pasaron unos segundos hasta que, por fin, dejó de ahogarse. Se apartó del de trenza, yendo por la lista de los alumnos que estaban considerando meter al concurso de artes marciales. El comité les había ordenado que mandaran la lista a más tardar para dentro de tres semanas, y ellos, como encargados, debían seleccionar a algunos alumnos.
El de trenza se enojó por la brusquedad en ella. Fría, como un témpano de hielo. —Oye, ¿estás bien?
—Estoy pensando que Satori debería entrar al equipo.— Ignoró la pregunta a la que fue sometida.
Ranma rodó los ojos, y luego bufó. —Se nota que ya tienes un alumno preferido.
—No lo digo por eso. Satori sería un candidato perfecto para la categoría infantil. Además, te recuerdo que debemos mandar esa lista en cuanto podamos.
Rascó su nuca. —Lo había olvidado.
—Es obvio. Se te olvidó por cierta chica muy atractiva.— Mencionó Akane, con gesto fastidiado. No es que quisiera decir aquello, pero sus instintos más extraños salían a flote. Vamos, ni siquiera con Shinnosuke se había portado así.
Xian Pu. No hacía falta pensar demasiado para saber a quien se refería ella. Cruzó sus brazos, y sonrió con suficiencia. —Vaya... veo que alguien está celosa.
Oh no. No iba a aceptarlo. —¡Ja! Por favor. No tengo razones para estarlo.— Quiso convencerse de ello, aunque fallaba por completo.
—Bueno, yo pienso que si...— Se acercó, arrebatando la lista de las manos de Akane. Sonrió juguetonamente, y con su dedo índice picó la mejilla de Akane. —Somos prometidos, ¿lo olvidas?
—Ajá. Prometidos falsos, idiota. No tengo por qué tener celos, recuerda, no somos nada.— Se alejó del chico, mientras miraba casualmente su celular. No pasaron ni cinco segundos, hasta que ella, por curiosidad y simplemente eso, preguntó algo. —Y... ¿a que lugar irán?
—¿Quienes?— Preguntó, jactándose de que se había contradicho a si misma.
—Tú y Xian Pu. ¿Quién más?
—Pensé que no tenías celos.
—¡Que no, idiota! Solo es por curiosidad. Es todo.
—Sanrio Puroland.— Contestó, mientras recordaba el monigote que Akane llevaba colgado en su mochila siempre. No sabía si irían ahí, pero deseaba molestarla, después de todo, Akane se lo merecía por tratarlo fríamente durante toda la semana.
Sanrio Puroland. Era su parque de atracciones favorito. Recordaba como es que deseaba ir de nueva cuenta para poder extraer un nuevo muñeco de Pompompurin de las maquinas de peluches. Hizo un puchero, aunque de inmediato lo deshizo. Nada de celos. —Ah... ya veo...
Bingo. Le había dado en el clavo.
Un tono de llamada interrumpió a ambos chicos, distrayéndolos de su guerra silenciosa. Akane miró su pantalla, y reconoció el número que le hablaba. Deslizó su dedo para contestar.
—¿Shinnosuke?
Ranma paró oído al escuchar ese nombre. Cielos, se la estaba pasando de maravilla molestando a Akane, pero ese energúmeno tenía que aparecerse para fastidiar. Rodó los ojos, bufando.
—En realidad, estoy libre la tarde de hoy... ¿salir al cine?
¿Había escuchado bien?
—¡De acuerdo! Te veré a las cuatro en el centro comercial.
Cuando ella colgó, se escuchó un carraspeo intenso. Con curiosidad, miró al de trenza. Se le apreciaba tenso, apretando la barbilla y mirando hacia enfrente. La lista estaba arrugándose de las orillas por el fuerte agarre. —Así que... al cine... ¿eh? Creí que ya no te interesaba.
—¿Celoso?— Preguntó, ahora para fastidiarlo.
—¡Ni de broma! Tu lo dijiste, somos prometidos falsos. No hay por que sentir celos.
—Al fin estamos de acuerdo en algo. Además, ¿quién sentiría celos de un idiota como tú?
—Debería estar loco si en serio me comprometiera contigo.
—Pienso igual.
La rabia los estaba cegando, sin embargo, no dieron nada más. Voltearon sus cuerpos y simplemente se ignoraron hasta que la siguiente clase iniciara.
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Akari entraba en la academia de artes marciales mixtas, sonriendo y con una bolsa en sus manos. Llegó a la recepción, preguntando por las clases. Luego, se dirigió hacia el salón de entrenamiento. Cuando abrió la puerta, no pudo sentirse un poco cohibida ante la vista de los cuerpos muy bien trabajados de muchos de los chicos que estaban ahí. Sonrojada se hizo paso entre las gradas, y tomó asiento.
Buscó a Ryoga, encontrándolo cerca del saco de boxeo. No podía mentirse a si misma, ¡Era condenadamente guapo! Verlo golpear esa cosa le había causado un subidón de temperatura en ella, teniendo que abanicarse insistente. Sonrió, recordando la noche que pasaron juntos. No se había imaginado que, después de ilusionarse con un chico del lugar en donde se encontraba de intercambio, ahora otro estaría dispuesto a darle atención.
Los murmullos en el lugar resonaron, distrayendo a Ryoga. Giró su cabeza por todos lados, hasta que encontró la causa de las habladurías. Akari le observaba desde las gradas, con una dulce sonrisa en los labios, y los ojos dulcificados. Se sonrojó abruptamente, y el saco de boxeo terminó dándole en el rostro, tirándolo al suelo.
Akari se asustó, e iba a avanzar al lugar para auxiliarlo, pero al ver como los colegas del chico lo ayudaban se sintió un poco más tranquila.
El chico de los colmillos, apenado, decidió tomar un pequeñísimo descanso. Su entrenador miró lo que pasaba, así que, con fastidio, le concedió dos minutos para hablar con la visita.
—Ryoga, ¿Estás bien?— Preguntó ella, tomando la cabeza suavemente.
Se sonrojó aún más, y asintió. —No soy así de torpe... es que...
—Descuida. Los accidentes pasan, lo entiendo.
Los chicos alrededor de ellos observaban a Akari, con cierta pizca de curiosidad e interés. Ryoga notó a la perfección aquello. No se consideraba celoso, pero ahora, saber que la chica estaba en la atención de todos le estaba produciendo una irritación no muy grata en él. Osadamente tomó la mejillas de la joven, y depositó un suave beso en sus labios. Ella se dejó hacer, y luego, lo miró guiñarle un ojo, mientras se alejaba nuevamente para seguir entrenando.
Akari simplemente sonrió ante aquello. Ryoga era celoso, quien lo diría.
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Xian Pu no podía encontrarse más feliz que de costumbre. Ranma estaba a su lado, acompañándola en una cita muy linda. Al final, ella decidió conocer Sanrio Puroland, pues aunque vivía en China, ella era fanática de algunos personajes, más que nada, de Hello Kitty. Pero, lo que más le encantaba de todo, es que el de trenza le seguía a cada lugar o atracción que ella le indicaba. Simplemente lo tomaba del brazo y lo arrastraba.
Ahora mismo comían unas chucherías en uno de los puestos del lugar. Ya tenía su peluche de Hello Kitty, y como lo amaba. Aunque, lo adoraba más que nada, porque Ranma lo había ganado para ella. Nunca imaginó enamorarse tan rápido de un chico como con él. Muchos podrían decir que, quizá, solo estaba encaprichada. Pero no. Estaba segura de que lo que sentía era amor real. Nunca experimentó tanta dicha en poco tiempo.
Ah, pero la mente de Ranma se situaba en otro lugar. Eran las cuatro y media de la tarde, lo que significaba que Akane y Shinnosuke ya estaban reuniéndose en donde acordaron. Luego, irían al cine. ¿Qué más harían? ¿A donde se dirigirían? De tan solo pensar en ellos, su estómago se revolvía del coraje. La tonta decía que ya no seguía interesada en su amigo, que ya había superado todo. Y, por ratos, parecía creer que decía la verdad. Por ratos, podía jurar que veía en los ojos de Akane algo distinto. Que le observaba interesada, al igual que él a ella. Pero tal vez todo eran alucinaciones.
— ¿Tu ya conocías Sanrio Puroland?— Preguntó la joven china, con tal de sacar conversación entre los dos. Pasaron unos segundos, y al no recibir respuesta, tuvo que llamar nuevamente su atención. —¿Ranma?
El chico salió de su trance. —Ah, eh... si...— Respondió vagamente.
Xian Pu decidió no darle importancia. Siguió hablando y hablando sobre lo entretenida que estaba en ese momento. Blah, blah, blah. Ranma... bueno, el no le escuchaba del todo. Con calma, revisó su celular por debajo de la mesa. No quería, y no debía, pero era una necesidad. Accedió a sus redes, y encontró el perfil de Akane. Notó que la joven había subido unas cuantas historias. Curioso las observó. Una foto de dos manos con dos botes de palomitas le recibió. Tenía un sticker de, precisamente, Pompompurin, y otro de Macaron, un personaje de Sanrio. Además de ello, el texto que acompañaba todo lo hacía mil veces peor.
Siempre me divierto contigo, gracias por salir conmigo.
Rechinó los dientes, tomó su lata de soda y la bebió de forma rápida. Luego, la estrujó entre su mano, mirando la siguiente historia de Akane. Una foto de ella y Shinnosuke, sentados en la sala antes de que iniciara la función le recordaba lo cruel que era la vida con él. Gruñó sin siquiera evitarlo.
—Ahm... Ranma... ¿estás bien?
Maldito Shinnosuke Ueda. A pesar de ser amigo de Akane, y de saber que ella estaba comprometida, parecía querer insistir en intentar conquistarla. La mano en el hombro de Akane lo delataba, y ni se diga de la sonrisa tonta, socarrona, burlona que se asomaba en él. Sabía que no se resistiría a mirar las historias de Akane. Muy buena jugada del idiota ese.
—Si. Todo bien.— Respondió, escueto.
Xian Pu entrecerró los ojos. No estaba bien, seguramente pensaba en la chica Tendo. —Oye, Ranma... ya que tu compromiso con el de Akane es falso... se me ocurría que podías cancelarlo.
Eso si que llamó su atención. —¿Cancelarlo?
—Creo que no serán felices si solo lo hacen por fingir. Además, los patrocinadores no importan. Puedo pedirle un favor al padre de Ryu, tal vez si necesitan dinero, el se los pueda dar.
No. No era capaz de hacer eso, es como si traicionara la confianza de Akane. Xian Pu pertenecía al dojo rival, y si ella le daba dinero entonces el estaría fallando a su honor. Oh, bueno, tal vez, estaría fallando a lo que sea que sucedía con la de pelo corto. —Xian Pu...— Iba a decirlo firme, sin rechistar.
Sin embargo, un par de voces conocidas se escucharon cerca. Giró su cabeza, encontrando a Hiroshi, su amigo, con la amiga de Akane, Sayuri. Iban caminando tranquilamente hacia el puesto donde ellos se encontraban. Estaba en problemas, si se enteraban de que salía con otra chica, seguramente correrían los rumores de que le estaba siendo infiel a Akane, cosa que no era cierta, pero si podía perjudicar su misión de conseguir patrocinadores y, de paso, disolver el falso compromiso. Trató de pasar desapercibido, pero parece que la vida tenía otros planes para él.
—¿Ranma?
Giró lento, temiendo lo peor. Oh, Yuka e Hiroshi le miraban con incredulidad en sus gestos. Y no los culpaba, porque ellos tenían la versión de que tanto él como Akane se encontraban comprometidos y felizmente enamorados. Todo lo que veían debía ser una sorpresa gigante.
—Chicos... ¡Hola!— Actuaba un poco normal, buscando que hacer con respecto a la situación.
Xian Pu sonrió. Se levantó de su asiento, e hizo una reverencia a modo de saludo. —Hola. Mi nombre es Wu Xian Pu.
Yuka, la amiga de Akane, parecía estar tensa, fría. Lo normal en una amiga preocupada. Carraspeó un poco para poder hablar. —Y... ¿Akane donde está?
—¿Akane...? Ah, ella... eh... ella está...
—Ella está en casa.— Dijo la joven china, con el tono denso. No le estaba agradando nada, y ver la poca falta de acción del de trenza le exasperaba. —En realidad, estamos en una ci...
—Xian Pu...— Levantó la voz, tratando de llamar la atención de esos chicos. —Escucha, no quiero que te acerques otra vez a mí. Yo...— Lo que iba a decir le costaba un poco gracias a la vergüenza, pero ya había sido suficiente. —Estoy comprometido con Akane, y si acepté salir contigo es porque debía dejarte las cosas claras.
—¿Qué?...
Tanto Yuka como Hiroshi miraban atónitos la escena. Ranma, por su parte, creía que esa actuación fue la mejor de su vida. —Lo que oíste. Deja de buscarme a las afueras de la universidad, y deja de intentar algo conmigo.
—¡Pero eso es mentira! ¡Me dijeron que es un compromiso falso! ¡Díselos!
Nervioso, observó a Yuka y a Hiroshi. Estaban expectantes a saber todo. De acuerdo, lo lamentaba por esa chica, pero debía salvar su pellejo. —Es real. No seas una caprichosa, y acéptalo...
Sintió su camisa ser mojada por un líquido pegajoso. Xian Pu, enojada, lanzó la poca soda que le sobraba en la lata frente a ella. Respiraba agitada. Hizo un puchero, y sin nada más que hacer, se retiró del lugar, llevándose su peluche de Hello Kitty en brazos. Contemplaron como ella se alejaba, hasta que finalmente desapareció de su vista. Fue entonces que Ranma los enfrentó.
—Lamento que vieran eso, pero es que no nos dejaba en paz a Akane y a mí.
—Esa chica es muy molesta. Debería entender que no es correcto meterse en las relaciones de los demás.— Dijo Yuka, dándole la razón a Ranma.
—Menos mal, amigo. Akane vale mucho como para aguantar una infidelidad de este tipo.— Argumentó Hiroshi.
Ranma, a pesar de estar empapado y pegajoso, resopló aliviado. A juzgar por la reacción de los dos chicos, su plan funcionó. Esperaba que eso le quitara de encima a la chica pesada.
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Kotaro Abe se caracterizaba por ser un hombre recto. Su infancia no fue la mejor, ya que al sufrir el desprecio de su propio padre, tuvo que crecer sin uno. Su abuelo materno y su madre se encargaron de criarlo y forjarlo en el camino del bien. Ahora, después de mucho tiempo, no podía decir que lamentaba el fallecimiento de su progenitor. Durante todo el funeral se la pasó serio. Es más, nadie en ese lugar lamentaba la pérdida de aquél malnacido que, en vida, fue el peor desgraciado del mundo.
Ahora, en la sala de reuniones de esa insulsa mansión, volvía a tener contacto con sus cuatro hermanos, de madres diferentes. Pero, a todos les unía una sola persona en específico. Movía su pie, ansioso. De entre todos, al que más detestaba era a Ryutaro Kumon. Fue el único de los hermanos que recibió el reconocimiento directo como hijo legitimo. Los demás tardaron años en que se les diera el honor de llamarse hijos de Masayoshi Kumon.
La puerta del cuarto se abrió, dando paso al abogado encargado de leer el testamento. Durante una hora tuvo que escuchar lo que le correspondía a cada uno. A él, le dieron una dote económica que, por lo menos, le ayudaría a solventar algunos gastos en casa. Y, una vez que finalizó la lectura, todos quedaron expectantes de una sola cosa.
—Bien. Escuchen, lo que voy a mencionar, no es fácil de digerir. Su padre, el señor Masayoshi Kumon me ha encargado una labor necesaria, pero justa. En su lecho de muerte, el arrepentimiento llegó a él. Es por esa razón, que anexó a último momento una cláusula para una petición especial.
—¿Y de que se trata esa condición?— Preguntó uno de los hermanos.
El abogado acomodó sus gafas, y procedió a leer la cláusula. —El favor que deseo pedir, es que encuentren a mi sexta hija. A ella deseo pasarle las escrituras de mi mansión en Nagoya, además de regalarle mi tesoro más preciado. Las técnicas de combate de mi escuela.
Al escuchar aquello, todos simplemente rodaron los ojos. Todos, excepto alguien en específico.
—¡Eso es imposible!— Ryutaro Kumon negó rotundo. —Esas técnicas deberían pasar a mi. ¡Yo tengo la escuela de combate en mis manos!
—Señor Kumon, lamento decirle que son las cláusulas de este testamento. La ley para los fallecidos debe cumplirse a cabalidad.— Comenzó a recoger sus pertenencias. —Como abogado del señor, mi deber es encontrar a esa hija ilegítima. Pero, les pediré el enorme favor de ayudarme con esta tarea. Confío en que al menos uno de ustedes lo hará. Y nada de trampas.
El abogado se retiró del lugar, con documentos en mano. De los cinco hijos, tres salieron completamente fastidiados, advirtiendo que sería la última vez que se verían mutuamente, y deseándose suerte en la vida. Nadie quería tener el recuerdo presente de un padre desobligado, que solo regó hijos por doquier y que además hizo sufrir a sus madres.
Kotaro estaba a nada de levantarse, pero Ryutaro le detuvo por completo al hablar. —Kotaro, sé que a ti te interesan esas técnicas tanto como a mí.
Negó. —Tal vez, en un inicio sí. Cuando era más pequeño, deseaba que me entrenara arduamente, y así poder ser un gran artista marcial. Ahora, ya no deseo esas mierdas.
—Tienes un hijo, ¿no es así?— Kotaro lo miró. —Se llama Satori. Los investigué a cada uno de ustedes, imbécil. Sé cada cosa de sus vidas. Es una pena que ni Ryu ni Satori puedan conocerse. A menos que me ayudes a buscar a esa hija.
—¿Para que querría ayudarte? No quisiera exponer a Satori con los Kumon. No quiero que se contamine de la suciedad que cargan.— Satori y su esposa eran sus joyas preciadas. Su pequeño hijo había demostrado interés en las artes marciales, por lo que ahora lo apoyaba. No deseaba que los Kumon se apoderaran de la tranquilidad de su vida, ahora que la había encontrado.
Ryutaro Kumon sonrió. —Por favor, en este mundo si no haces lo que yo te ves hundido en la miseria. Es por eso que viviste pobre durante una buena parte de tu vida. Ni ahora que eres un asalariado igualas lo que lograrías si me ayudas.
—¿Me estás diciendo que me darás dinero por ayudarte?
—Si la encontramos antes que ese abogado, podemos negociar con ella para que nos entregue su parte de la herencia. Y, a cambio, reconoceremos a Satori como el nieto de Masayoshi Kumon. Será entrenado en mi dojo, y gozará de un futuro brillante en su carrera como artista marcial. ¿Qué opinas?
Se levantó de su asiento, asqueado por la actitud del idiota de Ryutaro. Había sacado los genes de su padre. Igual de insufribles, de corruptos. Pero deseaba que Satori no pasara lo mismo que él, que no abandone la lucha por sus sueños. Un dilema se le avecinaba, y no estaba seguro de que hacer. —Dame tiempo para pensarlo.
—Tic, tac, hermanastro mío. Cuando tengas tu respuesta, llámame.
Kotaro salió de la fría oficina, dejando a Ryutaro a solas. Kumon prendió un cigarro elegantemente. El timbre de su celular sonó, así que dejó lo que hacía para contestar la llamada tan urgente.
—¿Diga?
—Señor, ya están los contratos para los Saotome. ¿Los entrego enseguida?
—Esperemos un tiempo. Ahora mismo tengo otras cosas pendientes por resolver.
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Akane caminaba de regreso a su casa. La había pasado espectacular con Shinnosuke, aunque también había sido una tarde algo extraña. Su amigo le confesó que las cosas no marchaban bien con Kuonji, y ella no supo que hacer. Lo único que se le ocurrió fue decirle que no debía preocuparse, que todo se solucionaría pronto. Y luego, procedió a tomarse fotos con él, para hacerlo sonreír, tal como en los viejos tiempos.
Subió las fotos a sus historias sin la esperanza de que el idiota de Ranma las viera. En realidad, cada vez que salía a pasear, solía tomar las fotos y esperar hasta llegar a casa para publicarlas. Pero, en esos momentos, una especie de fuerza vengativa se apoderó de ella. Quiso probarle a Ranma que estaba bien, que no le interesaba si salía con Xian Pu. Claro que esto no creyó que sucediera, porque pensaba que no las vería.
Oh, pero apenas hace un par de minutos que se atrevió a mirar sus estados... ¡Y ahí estaba! Para el colmo, ella lo subió a las cuatro y media. Ranma fue el primero en ver su estado, con minutos de diferencia. Ante eso, se quiso morir de la vergüenza, porque quizá el sospechaba lo que ella quería probarle. Tal vez le haría burla con ello. Pero, ni que decir, se lo merecía por impulsiva.
—Genial. Eres una tonta, Akane.
—No más que yo.
Detuvo sus pasos, y luego, giró lentamente su cuerpo. Atrás de ella, Ranma caminaba con un poco de dificultad. Agudizó su mirada, notando que la camiseta que llevaba puesta se le había ensuciado. Al menos, la chaqueta no parecía maltrecha.
—¿Ranma? Pensé que estarías en casa ya...
—Eso mismo digo yo. Son las nueve. Además, si es tu amigo, me parece que debería de cuidar de ti.— Dijo algo serio. Estaba bien que no le agradara Shinnosuke, pero, ¿por qué no la había acompañado a su hogar?
—Es que le dije a Shinnosuke que podía ir sola. Su abuelo está en casa, así que preferí que lo cuidara.— Giró de nueva cuenta hacia enfrente, y comenzó a caminar lentamente. —Estoy bien. Puedo procurarme a mi misma.
—No lo creo. Aunque seas brusca... sigues siendo una chica.
—Vaya... por primera vez, eres un caballero.
Carraspeó. No le iba a agradar lo que diría, pero necesitaba saberlo. —Yuka e Hiroshi me vieron en el parque, con Xian Pu.
Se detuvo, girando bruscamente y acercándose a él. —Oh... no... ¿y que hiciste?
Encogió sus hombros, tratado de quitarse los nervios que lo asaltaron de repente. —Pues... le tuve que decir cosas... hirientes... y, bueno... la ahuyenté, se enojó y me lanzó su soda.
Miró las manchas de la camisa. Aproximó su dedo índice, tocando un poco la prenda, y comprobando que era cierto. —Oh... ahm... esto no es bueno.
—Lo sé. Espero que ella no haga nada. No creo que sea una loca desquiciada, ¿o si?
—Nah... no creo. A menos que le dijeras cosas demasiado horrendas, aunque si ese fuese el caso yo la comprendería.
Lo había hecho. Pero, para ahorrarse problemas, decidió no contarle a Akane los detalles. —No, no lo hice. No hay de que preocuparse.
Caminaron juntos un buen rato. Las calles de Nerima seguían rebosantes de gente que aún tenía vida nocturna. De hecho, muchas parejas se hacían presentes. Algunos, tomados de la mano. Otros, abrazados. Algún que otro par se besaba en público. La vibra era tan romántica, que Ranma y Akane, automáticamente se sonrojaron. Por fortuna para ellos, parecían haber pasado desapercibidos por todos, así que pudieron llegar tranquilamente cerca de la casa del de trenza.
Pararon sus pasos frente al portón. Un poco incómodos, rascaron sus brazos, tratando de encontrar las palabras adecuadas para el momento. Akane no tardó en hablar, ya que la intranquilidad no la dejaba estar en silencio por mucho tiempo.
—Había muchas parejas, parecía como si fuese el White Day, ¿no?
Metió las manos en los bolsillos de su chaqueta. En algunos días el frío seguía presente, aún si la primavera ya estaba ahí. Pero sus manos no estaban heladas, las escondía como un reflejo de timidez. —Si... y muchos se besaban...
—Si...— Resopló. —Bueno, menos mal que no tuvimos que fingir ser pareja en el trayecto.
—Tienes razón...
—Además...
Curioso, la miró. —¿Además, que?
Akane desvió la vista. —Nada...
—Ajá, si, como no. Ahora me dices.— Seguía con las manos dentro, pero su cuerpo se mecía de un lado a otro, como un tic invadiéndole.
Se veía acorralada, pero, en fin. No quedaba de otra. Cruzó sus brazos por detrás de su espalda, y sus piernas también, reclinando el tronco superior hacia un lado. —No creo que te hayas atrevido a siquiera besarme...— Bien, lo dijo. Ese pensamiento le atosigaba desde la mañana. Probablemente había besado a Xian Pu en el parque, y no se lo comentó por alguna razón. No estaba segura de querer saberlo, pero a la vez, deseaba que dijera que si, así sería más fácil para ella comenzar a enfriar lo que ya estaba floreciendo sin control.
Abrió los ojos, entre atónito y ansioso. ¿Había escuchado bien? —¡¿Que?!— Meditó un poco las palabras, pensando en si la chica frente a él en serio era Akane.
—Ya, bueno, seguramente besaste a Xian Pu hoy. Ella es linda, tu me lo has dicho, ¿recuerdas? Yo, en cambio, soy... no lo soy...— Diablos, le estaba doliendo decir todo eso. Aunque ya había iniciado las cosas. Si, solo necesitaba la confirmación de eso y así ya empezaría a deshacerse de lo que siente.
Nunca se le cruzó por la cabeza hacer aquello. De acuerdo, esa joven era linda, pero Akane... ¿en serio creía que ella no lo era? Las cosquillas le llegaron al estómago. ¡Dios! Si ahora mismo estaba preciosa. Enfundada en ese lindo cárdigan de color verde, portando un vestido color amarillo que le quedaba algo ceñido a su figura, las plataformas blancas en sus pies y el tenue maquillaje. ¡Era una chica bella! ¿Acaso no notaba las miradas de los chicos? ¿No era consciente de que, en ese instante, él se había detenido a examinarla de pies a cabeza y sin miramientos? ¡Estaba ciega! Y eso... como le molestaba.
—¡No la besé! ¡Ni siquiera pensaba en hacerlo! ¿Crees que soy como los demás chicos, que esperan un beso a cambio de una cita? ¿De verdad crees que soy un pervertido de esa magnitud?— Lo dijo tan golpeado, y tan firme que, sin querer, aproximó un poco su cuerpo hacia ella. Se estaba desbordando peligrosamente, pero claro, no podía detenerse.
Las cosas no estaban siendo fáciles. La proximidad de su cuerpo se sentía magnética, atrayente. La forma en la que dijo todo aquello resultaba como una confirmación a lo opuesto. Akane quería que dijera que si besó a Xian Pu, pero en cambio, él parecía demostrar interés en ella. La confusión se hizo paso en su corazón. Cielos, no sabía que hacer, o que decir. No podía permitir que escalara más ese subidón de sentimientos alegres, ¡No podía!
—Bien. Entonces eres un cobarde por no hacerlo.— Sonaba disparatado lo que dijo. Pero es que fue lo único que se le vino a la mente.
Apretó los puños, y su furia incrementó. —¡¿Cobarde?!
—Tenías a una linda chica frente a ti, dispuesta a besarte. Pero la rechazaste así como así.
—¡¿No escuchaste lo que dije antes?! ¡Eres una idiota!
—¡No me llames idiota! ¡Y si! Eres eso, un cobarde que... ¡Ah!
Todo sucedió rápido. Las manos de Ranma se movieron solas, como si estuviesen poseídas. Tomó la cintura de Akane, y la atrajo hacia el, pegando sus cuerpos sin escapatoria alguna. Sus respiraciones se agitaron, y los ojos brillaban, intensos. Podían escuchar el latir de sus corazones, tan violento que creyeron se desmayarían ahí mismo. Los ojos de Ranma viajaron hacia la boca de Akane, adornada con un gloss de cereza. Oh si, podía olerlo, y le parecía tan hipnótico que quería probarlo.
—¿Sigo siendo un cobarde?— Musitó tenue. Comenzaba a marearse, sintiendo su piel erizarse. No podía estar tan hormonal, es decir, tenía veintiún años, ya no estaba en el instituto. Aunque, considerando el hecho de que nunca sintió algo tan fuerte antes, estaba más que justificada la revolución dentro de él.
Akane tragó duro, anonadada con todo. —Si...— Debía decir no. ¡La respuesta era un no! ¡¿Por qué dijo si?! ¡¿Era estúpida, acaso?!
Acercaba su rostro de poco en poco. Lo osado salía de sus poros, y realmente, no tenía ganas de controlarse. Cada vez más cerca, miró como ella entrecerró los ojos hasta que se cubrieron por completo. Estaba esperándole, y él ya no debía perder más tiempo. Cerró el paso a su vista, deleitándose en como sus alientos ya comenzaban a mezclarse.
Cada vez más cerca, el aroma del gloss se dejaba entrever. Más cerca se encontraba de besarla.
Relamió sus labios tenuemente, y apretó el agarre en la cadera de ella.
Cinco centímetros.
Ahora cuatro. Las mariposas salían embravecidas, provocando mil tormentas de las cuales no saldría con vida.
Tres centímetros.
Los labios ya empezaban a rozarse deliciosamente.
Y entonces...
Miau...
—¡Gato!— Gritó, alejándose de Akane por completo. Saltó graciosamente hacia la barda de su propia casa, mirando con temor al felino que se acercaba a Akane. No sabía si estar agradecido por la interrupción, o maldecirle al universo. —Le tengo pa...pavor a los ga...gatos...
Akane se desorientó por un instante, pero luego, sintió alivio. Eso que iba a pasar estaba muy mal. No sabía si él estaba interesado en ella, porque a veces si parecía, y otras no. Que un mísero felino les haya interrumpido fue lo mejor. Sacó la lengua a Ranma, juguetona.
—¡Cobarde!
Y luego corrió en dirección a su casa, con el sonrojo y la vergüenza más grande que jamás haya experimentado.
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Xian Pu no estaba satisfecha con todo lo que sucedió. Enseguida llegó a la mansión de los Kumon se dispuso a entrenar arduamente. Ya era medianoche, y ella seguía golpeando el decimo muñeco de entrenamiento que había tomado para su disposición. La furia salía en forma de gritos descontrolados y golpes con mucha intensidad. Su cuerpo entero ya estaba bañado en sudor, y poco le importaba. Lo único que ocupaba su mente tenía nombre y apellido.
Ranma Saotome se convirtió en alguien a quien amar y odiar, a partes iguales.
La había humillado frente a un par de desconocidos, y a pesar de eso, ella deseaba seguir empeñada en conquistarlo. No era capricho, en realidad, le gustaba demasiado ese chico de los iris zafiro y trenza linda. Añoraba tenerlo en sus brazos, necesitaba con fervor escuchar su nombre en boca de él, clamando por un beso.
Solo había alguien que se interponía en su camino. Akane Tendo.
Una patada bastó para mandar a volar ese monigote, lanzándolo hacia el otro extremo de la arena de entrenamiento. Jadeaba sin control, sin embargo, decidió que eso no se quedaría así. Trataría de desenmascararlos frente a todos. Lo que quería, lo obtendría.
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Ranma caminaba unos cuantos pasos, y luego, retrocedía. Volvió a repetir el mismo proceso una y otra vez, porque no sabía que hacer. Sus manos sudaban, y el estómago se le revolvía pero no del asco. Esa sensación tan distinta que ya estaba experimentando en algunas ocasiones se presentaba más intensa que de costumbre.
Casi besa a Akane. Estuvo tan cerca de sus labios, pero a la vez, tan lejos de ellos. Aún seguía oliendo ese gloss de cereza, y podía rememorar lo pequeña que era la cintura de la chica. Tragó duro, mientras el calor en su rostro subía por completo. Akane, Akane, Akane. Sus ojos, su nariz, sus labios, el pelo sedoso, ese atuendo. Todo se le había grabado en su mente, aunque ese era el problema. ¿Cómo haría para verla ahora sin delatarse a sí mismo? No lo sabía.
Apoyó su cabeza en la barda cercana, negando lento. La guerra contra sus sentimientos iba fallando, y eso resultaba peligroso. No tenía ni una jodida idea de que hacer, que decirle, como comportarse a su alrededor. Y luego está Shinnosuke acechando como un fantasma entre ellos. Debía ser frío, actuar indiferente con lo que sucedió antes. Si, es lo que haría. Nada de miedo.
—Buenos días.
—¡Ahh!— Ranma saltó al escuchar la voz de Akane. Giró su cuerpo, enfrentando a su mayor tortura.
Akane simplemente le miraba interrogante. Llevaba la mochilita colgando de un lado, con su llaverito de Pompompurin. Esta vez la chaqueta oversize de mezclilla ocultaba la blusa de rayas que llevaba, y aunque la falda tableada dejaba entrever sus piernas, lo cierto es que el atuendo no se le notaba tan revelador como el del día sábado. Pero, aún así, llamaba la atención.
—¿Estás bien?— Preguntó sinceramente.
Ranma recompuso el temple. —Ah, ehm, si, claro, ¿por qué no habría de estarlo?
Resopló en sus adentros. Si Ranma no parecía afectado por lo sucedido, entonces ella no tendría por que estarlo. Bien... ¡Grandísimo estúpido! Si así quería actuar, mucho mejor para su estabilidad mental. Su señal para enfriar lo que sentía por él ya se había manifestado.
—Cierto, tienes razón. No hay razones para sentirse extraños, después de todo, nada sucedió.
¡Tonta! Nada de lo ocurrido le había afectado. Bien, retomaba la guerra contra sus sentimientos. —Si. Nada.— Comenzó a avanzar junto a la chica, repasando el guión que debían seguir al llegar a la universidad. —Ni siquiera recuerdo la noche del sábado.
Hizo una ligera mueca. —Si, ni yo. Creo que me dormí profundamente y perdí la consciencia en cuanto toqué mi cama.
Llegaron a la parada del autobús, en donde el transporte los estaba esperando. Ranma tomó la mano de Akane, como cada mañana desde la semana pasada, y subieron juntos al autobús. Tomaron asiento, y luego, el trayecto lo pasaron en silencio, repitiéndose lo tontos que fueron al creer que el otro si había sentido algo.
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Ryu iba en camino a la universidad, con las manos en los bolsillos de su pantalón. Desde que era pequeño siempre se mantenía alejado de todos. Era reservado, pues el observar a su padre en el mundo de los negocios le daba una visión sobre las relaciones entre personas. Lo miró siendo traicionado por colegas, quienes siempre querían sacar provecho de su riqueza. Al ser hijo de un millonario, debía aprender a identificar a las personas que se le acercaran con propósitos ocultos. Eso le enseñó a defenderse de los demás niños, por lo que terminó siendo un alumno problema, que si bien sacaba buenas calificaciones, también resultaba conflictivo, metiéndose en peleas diarias.
Nunca logró hacer una sola amistad leal, a excepción de los estúpidos con los que solía juntarse en el instituto. Y ni siquiera ellos podían considerarse sus amigos. Esos bastardos le traicionaron en una de sus tantas movidas delincuentes de antaño.
¿Le molestaba no tener amigos? ¡En lo absoluto! Para él, la soledad representaba un tesoro preciado con el que podía contar siempre. Ninguna traición, ni ninguna desilusión. Solamente era él contra el mundo, una tranquilidad asombrosa con la que se deleitaba.
Y si era millonario, ¿por qué iba caminando como el resto de las personas? Simplemente porque le desagradaba la opulencia que su padre tanto exhibía.
Tampoco es que tuviera una espectacular relación con su padre. En si, desconocía por completo la historia de su familia, aunque no fuese algo que le quitara el sueño. Lo único que se estancaba en su mente eran las artes marciales, porque es lo único que le acompañó durante toda su vida.
Iba a sacar un cigarrillo de su pantalón, cuando escuchó una pelea cercana. Iba a seguir con su camino, aunque lo que le llamó la atención fue que se trataban de dos chicos de instituto contra un niño de primaria.
—O nos das el dinero, o te lo quitamos a la fuerza.
—¡No se los daré! ¡Ya! ¡Suéltenme!
Ryu asomó su cuerpo en el callejón cercano, comprobando lo que pensaba. Bien, no es como que en su adolescencia no fuese un poco bravucón, pero ese par ya exageraba por completo. Tenían agarrado al pobre niño de los brazos, mientras le golpeaban el estómago. No sabía por qué, pero en vez de darse la vuelta y desaparecer, tomó una decisión interesante y fuera de lo normal en él.
—Ahhhh... ¡Demonios! Tratan de hacerse los maleantes, pero no lo parecen.
Aquellos malcriados miraron cruelmente a Ryu. —¡No se meta, señor!
Jadeó irónico. —Señor...
El hijo Kumon se acercó, y con fuerza tomó las solapas del uniforme de uno de los dos idiotas. Lo estampó contra el muro, aplicando la presión necesaria para no lastimarlo, pero también dejando en claro que con él no se jugaba. Escuchó los quejidos del chico, y solo pudo pensar que se lo merecía.
—Escucha, o dejan en paz al mocoso, o yo mismo me encargo de mostrarles a ti y a tu estúpido amigo lo que es ser un verdadero maleante.— Sonrió de lado, deleitándose con la cara de miedo de ese par.
—No... no lo molestaremos más... lo prometo...
Le fascinó la voz asustada. —Que bien que tu cerebro fundido lo entendió a la primera. Ahora, largo.
Lo soltó, siendo testigo de como ambos corrían apresuradamente hasta perderse de su vista. Escuchó al niño respirar agitado, y lo observó incorporarse. No parecía que esos golpes en el abdomen le hubiesen hecho daño, pero de todas maneras era un adulto que se vio involucrado en un lío entre estudiantes.
—Deberías aprender artes marciales para defenderte.— Soltó mientras sacaba el cigarrillo que quería fumar. No se consideraba un fumador asiduo, pero en contadas ocasiones le gustaba el sabor al tabaco.
El niño sacudió su uniforme lleno del polvo del suelo. Tocó su abdomen, notando que tampoco le habían dado un golpe serio. —Si sé pelear.
Dio una calada al objeto, y procedió a expulsar el humo con parsimonia. Echó un vistazo al enclenque, frunciendo el ceño y sonriendo con mofa. —Si, claro. Deja de ver mucho anime.
—¡Lo digo en serio! ¡Mira!
Ryu observó al chico moviéndose, realizando un perfecto ataque. Patada, puñetazo, doble patada giratoria y un puñetazo a uno de los botes de basura de ese callejón. Dio otra calada al cigarro y lo tiró al suelo, pisándolo. Se acercó hasta quedar frente a él.
—Entonces eres un tonto. Si sabes hacer eso, les habrías podido dar una paliza a los fenómenos esos.
Negó. —Mi padre siempre me dice que las artes marciales no son para destrucción. Hay que tener honor, y el atacarlos sería peor.
Se cruzó de brazos. Tenía un buen punto. —¿Cómo te llamas?
—Satori Abe.— Acomodó su mochila en el hombro, de tal forma que parecía alguien cool. —¿Y usted?
—Ryu Kumon. Y, por favor, no me digas señor.— Chasqueó con la lengua. —Demonios, sé que me veo grande, pero recién tengo veintiún años.
—Yo tengo doce. Pero no se nota por mi fuerza.— Levantó uno de sus brazos, tratando de mostrar lo que parecía ser sus músculos.
—Si, claro.
Ambos se quedaron en silencio, pero con una sonrisa en sus labios. A Ryu le agradó lo descarado que fue el pequeño Satori. De cierta forma, ver que alguien tenía honor al momento de hablar sobre artes marciales hacía que simpatizara con él. —¿Dónde estudias?
—Cerca de aquí. No me queda lejos la escuela.
—Ni a mi.— Comenzó a avanzar, aunque luego se detuvo. —¿No vienes, niño?
Satori asintió, corriendo hasta alcanzarlo. Juntos caminaron hablando de todo y de nada, sintiendo como una gran amistad se avecinaba entre ambos.
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Kana, la madre de Satori, se dedicaba a trabajar como diseñadora independiente. Tomar esa decisión no fue fácil, porque si bien hubiese querido progresar y trabajar en una gran compañía, cuando nació su pequeño hijo, se prometió a sí misma que nada le haría falta, ni siquiera un amor maternal. Ella, de niña, sufrió un poco la ausencia de sus padres, quienes trabajaron con esfuerzo como campesinos. Ahora deseaba romper esas cuestiones con su pequeño.
Sin embargo, y aunque trabajar de esa forma fuese difícil, también había cuestiones positivas para ella. En ese caso, su rutina diaria siempre era diferente. Trataba de no estancarse en ello. A veces, trabajaba toda la mañana. Otras, se dedicaba a la limpieza del hogar. En situaciones diferentes, tenía que cumplir diligencias para clientes. Y, bueno, lo que más le encantaba eran las ocasiones en las que compraba la despensa.
Si, sonaría un poco extraño que admitiera aquello. Pero la realidad es que cuando iba a comprar al mercado local lo necesario para la cocina, su vida se llenaba de color por completo. Convivía con las mujeres que vendían en ese lugar, y podía intercambiar puntos de vistas y consejos sobre la maternidad u otras situaciones del hogar.
Y un alma tan viva como ella agradecía enormemente conocer a las personas.
—Buenos días, señora Ota.— Saludó efusivamente, mientras inspeccionaba los tomates.
—Que tal, señorita Abe. ¿Cómo está su esposo y su hijo?
—Se encuentran bien. Mi esposo llega mañana de su viaje. Y mi Satori está en la escuela.
—Me enteré de que su pequeño está entrenando en el dojo Tendo, ¿concursará en el torneo de artes marciales?
La señora Ota, una vecina del lugar, conocía a cada persona de ahí. Los chismes del lugar los conocía a lujo de detalle, siendo la portavoz de dichas curiosidades y quien las daba a conocer entre la gente. Su curiosidad, a veces, rebasaba lo insano, pero era normal en una anciana que ya no tenía mayor entretenimiento en la vida. Un poco triste.
—Aún no lo sabemos, aunque desde que se inscribió, sus profesores me dijeron que podría ser un buen candidato en la categoría infantil.
—Bueno, al menos ahí no podría ganar el dojo Kumon.
Ese apellido. Desde que su esposo le contó su historia con esa familia, ella no había dejado de odiarlos por completo. Le enfermaría si Satori llegase a estar involucrado con uno de ellos. —Si, bueno... igual creo que los ganadores serán los del dojo Tendo. Ambos chicos son muy buenos entrenadores, y hasta donde he escuchado, el chico es quien más tiene experiencia.
—Buenos días, Ota-san.
Una joven, de cabellos largos y castaños se hacia paso entre ambas mujeres. Vestía modesta, con un vestido largo y con motivos florales. Realmente llamaba la atención por su belleza, aunque la gente de ese mercado le conocía por ser una chica resiliente y de buen corazón.
—¡Ah! Buenos días, Kasumi-san. ¿Cómo está tu madre?
—Mamá está bien. Sus quimios ya no son tan agresivas, y el doctor nos ha dicho que hay una gran posibilidad de que el cáncer esté desapareciendo.
—¡Me alegro escuchar eso!
Kasumi sonrió a ambas mujeres. —Bueno, con permiso. Debo apresurarme para entrar a tiempo a mis clases.
En cuanto la joven desapareció, la señora Ota suspiró. —Pobre chica. Hace un esfuerzo enorme para sacar su título técnico de docente de preescolar. Al menos las clases que lleva son en su hogar.
—¿Estudia desde casa?
—Si. Su madre está enferma de cáncer, y es por eso que reabrieron el dojo Tendo.
Asombrada, Kana preguntó. —¿Es hija de la señora Tendo?
—Oh si. Pobres. Ellos se la han visto difícil. El señor Soun no tiene familia ya viva que les pueda ayudar. Y la señora Naoko solo tiene a su madre. No tiene hermanos, y escuché que nunca tuvo padre.
—¿Enserio?
Aquella chismosa anciana acercó su cuerpo hacia Kana, teniendo especial cuidado de que nadie la escuchara. —Dicen que su padre jamás la reconoció. Y que ese señor parece que tiene mucho dinero.
A Kana le intrigó saber aquella información. Cuando su esposo le llamó el sábado por la noche, le contó sobre el trato que le ofrecía su hermanastro. Ella se opuso, y dijo que se encargaría de ayudarle a buscarla. Ahora, conociendo lo que la señora Ota le contaba, parecía ser que el destino podría traer a sus manos la clave para evitar que el señor Kumon se quedara con la herencia. Aún así, tenía que andarse con cuidado, pues era demasiado temprano para asegurar que la señora Tendo fuera la hija ilegitima que tanto buscan.
Y aunque la señora Ota fue discreta al revelar cierta información, una muchacha de pelo castaño logró escuchar todo. No quiso darle demasiada importancia, pero por si las dudas guardaría el dato. Después de todo, podría usarlo a su favor para ganarse a Ryoga de nuevo.
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Después de la clase de la profesora Matsuda el equipo de competición entrenaba arduamente. Las chica ahora trabajaban con las técnicas de combate, mientras que los chicos hacían lo posible por perfeccionar las katas. Ranma concentraba su ira en lograr movimiento firmes. Le enojaba el hecho de que parecía que a Akane no le importó que casi se besaran. Y, de acuerdo, quizá estaba exagerando con respecto a eso, pero le era imposible dejar de pensar en aquello todo el tiempo Soltó un golpe hacia enfrente, y luego, hizo un bloqueo lateral. Seguía al pie de la letra la kata, pero de vez en cuando sus ojos viajaban para observar a Akane.
Aún si ella estaba sudorosa y hecha un desastre por combatir, seguía pareciéndole hermosa. Malditas las mariposas en su estómago. En fin, debía concentrarse para no fallar. Ahora, lo más importante eran los dos torneos, tanto el del dojo como el de la universidad. Ya lo había decidido, nada de dejar que crecieran más sus sentimientos. No importaba que es lo que se entrometiera en su misión, no fallaría.
Akane, por su parte, bufaba mientras observaba a sus compañeras de equipo pelear. Jadeaba gracias al esfuerzo de haber entrenado, aunque era justo decir que su respiración afectada también tenía nombre. Ya tenía la pista clave para hacer de cuenta que no sucedería nada entre los dos. Pero le dolía. Solo un poco. Aún así, debía mantenerse serena, porque no deseaba volver a sentir como se le desgarraba el corazón al no ser correspondida.
—Es nuestro turno de volver a pelear, Akane.
La de pelos cortos se levantó de su asiento, dispuesta a seguir con el entrenamiento. Miró hacia las ventanas, notando como el cielo ya comenzaba a mostrar la oscuridad. Suspiró, pensando en que llegaría a casa realmente exhausta. Luego, giró la vista hacia las gradas, notando como un alegre Shinnosuke se encontraba ahí mismo. Había entrado, y la estaba saludando desde la distancia. Ella le correspondió, alegre y sorprendida por verlo ahí.
Todo lo contrario a Ranma, quien, atento a las acciones de Akane, notó a Shinnosuke Ueda en las gradas. Aún más molesto que antes reforzó sus movimientos, tratando de canalizar los celos que le estaban naciendo en ese instante.
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Ryoga acomodaba las cajas de los nuevos medicamentos que llegaron a la veterinaria. Al ser alguien atlético, la labor no representaba una gran pesadez. Su corazón se encontraba contento. Jamás se le había cruzado por la mente esperar encontrar una linda chica en Tokio. Cuando le informaron que fue aceptado en la academia de artes marciales mixtas, se propuso como uno de sus planes no desviarse de su camino, por lo que se propuso tener cero contacto con el romance.
Desde niño, siempre había soñado con ser un gran artista marcial. La vida con sus padres no fue sencilla. Ellos sufrían constantemente de la falta de dinero, y ambos tenían muchos trabajos de tiempo parcial para poder solventar su vida. Es por ello que se había prometido a si mismo devolverles cada sacrificio que hicieron por él.
Pero ahora, todo dio un giro distinto. Cuando conoció a Akari Unryu en el florecimiento de los cerezos, su corazón volvió a latir con fuerza. Ukyo si le hizo mucho daño al ilusionarlo y hacerle creer que podían estar juntos. Pero, con la otra chica todo era distinto.
La noche en el love hotel resultó la mejor experiencia de su vida. No es como si no haya intentado estar con alguien más después de Ukyo, pero tampoco iba a mentir. Akari lo embrujó, le estaba haciendo creer de nuevo en la magia del amor.
¡Por dios! Ni siquiera sabía que era alguien celoso hasta que el sábado lo fue a visitar a su lugar de entrenamiento.
Salió de la bodega, silbando una tonadita cualquiera. Oh si, su relación iba viento en popa. No habría nada que pudiese perturbarla.
—Bien Taro, sígueme, por favor.
La voz del veterinario le llamó la atención. No le habría dado demasiada importancia, si no fuera por el hecho de que sostenía un papel en su mano. Entonces, miró a joven que le acompañaba al doctor. Un tipo algo extraño, de pelo desordenado y un poco rizado, con ojos afilados y expresión neutra. Todo en él gritaba seriedad absoluta.
Fue entonces que sintió como alguien le tomaba del brazo. —Ryoga, ¿ya vamos a comer?
El tipo los miró por un segundo, y luego, siguió su camino junto al veterinario. Esa mirada bastó tan solo un segundo para provocarle cierta inquietud a Ryoga.
—Eh, si... vamos, Akari.
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Mientras Akane se encontraba en los vestidores, Ranma y Shinnosuke la esperaban afuera del gimnasio, completamente tensos. Resultaba más que obvio que entre los dos chicos existía una rivalidad muy intensa, y no hacía falta mencionar los motivos específicos que la ocasionaban.
—Es casi un milagro verte por aquí.— Escupió Ranma, apoyado en la pared con gesto de pocos amigos. —En todo este tiempo que he conocido a Akane, es la primera vez que la vienes a ver hasta acá.
Shinnosuke no fue indiferente ante la acidez de Ranma. Por dentro, sintió satisfacción. Normalmente no se consideraba un mal chico, de hecho, muchas de las chicas que siempre estuvieron detrás de él solían alabar su amabilidad con ellas. Pero ahora, parecía que una especie de demonio interno despertó en conjunto con los sentimientos por su amiga. Es por ello que, ni corto ni perezoso trataba, por todos los medios, de demostrarle a Saotome que en cualquier descuido él podía llegar a lograr algo más.
—De hecho siempre había venido, en especial cuando iniciamos los estudios. Por falta de tiempo no podía asistir seguido, pero ahora quiero enmendar eso con Akane.— Señaló su mochila. —Estoy haciendo un cuadro para mi clase de arte, y quisiera pedirle consejos con mis bocetos.
—Bueno... podrías pedirle que te los diga después.— Cruzó los brazos. No les agradaba lo que el tipo quería hacer. —Lo lamento, pero es que, como verás, ella y yo siempre nos vamos a casa juntos. Como prometido, es mi deber cuidarla en su regreso a casa, y su padre es muy estricto con la hora de llegada.
—Que extraño. El señor Soun siempre le ha dado más libertad. Me acuerdo de la vez que fuimos a la playa antes de entrar a la universidad.
Playa. Eso significaba trajes de baño. Akane, con traje de baño... —¿Pl...playa...?
Le había dado en el clavo. Sonrió por dentro. —Si. Ella y yo hemos compartido muchas cosas juntos. Aún recuerdo como estaba avergonzada de usar traje de baño frente a mi. La tranquilicé diciéndole que estábamos en un viaje para celebrar nuestra amistad. Tantas cosas vivimos. Momentos buenos y malos. Me encantaría seguir teniendo recuerdos con ella. A su lado.
Mucha información. Soltó una risa irónica, mientras, en sus adentros solo deseaba matar a Shinnosuke en ese mismo instante. No sabía que le daba más rabia, si el que ese idiota la hubiera visto en traje de baño, o peor aún, el hecho de que ellos compartieron momentos especiales en sus vidas. No debería, pero deseaba ocupar el lugar de Shinnosuke Ueda en la vida de Akane. Deseaba que ella le mirara, que ella se avergonzara por que él la viese en otras ropas que no eran las usuales. Deseaba vivir momentos buenos y malos junto a ella.
Ranma despegó su cuerpo de la pared, y adoptó una posición llena de pura determinación. ¡A la mierda los modales! —Shinnosuke, no soy ciego. ¿A que diablos estás jugando?
—¿Jugando?— Le enfrentó. —Yo soy quien te pregunta eso. ¿Sabes? Me parece extraño que los padres de Akane la comprometieran contigo. Ellos no harían tal cosa para perjudicar a Akane.
—Perjudicar. ¡Ja!— Resopló hastiado de todo. —Irónico que lo diga la persona que más daño le hizo.
Extrañado, Shinnosuke frunció el ceño. —¿A que te refieres?
—¡Lamento la demora!
Akane llegó al lado de ambos chicos, un poco apenada por haber tardado tanto. Estaba feliz de ver a su amigo ahí, después de todo, Shinnosuke tenía algunos problemas con Ukyo. Y, bueno, además agradecía que llegara en el momento indicado, porque aún seguía enojada con Ranma. Si su amigo los acompañaba a casa, mejor para ella.
—No te preocupes, Aka-chan.— Respondió Shinnosuke, recomponiendo la compostura. Aún así, en su mente quedó la duda de a que se refería Saotome.
A Ranma no le agradó ese apodo bobo de niño de primaria. Es más, le asqueaba de formas inverosímiles toda esa aura de amigo protector, amable, atento y caballeroso de Shinnosuke. Es como si pensara que con ese tipo de cosas pudiera caer fácilmente. Tal vez Akane si era un poco cursi, pero tampoco creía que fuera alguien que se deja impresionar tan fácil con palabrerías.
—¿Aka-chan? ¡Hace tiempo que no me decías así!— Akane se sorprendió. Su amigo parecía actuar un poco extraño ese día. Trató de no darle importancia.
—Vaya, no me has contado la historia detrás de ese apodo, Akane.— Ranma no podía evitar que su voz sonará como si estuviese siendo condescendiente.
Akane abrió la boca para responderle, pero entonces, una invocación demoniaca se manifestó ante el trío de chicos. La voz molesta y chillona resonó por toda la entrada del gimnasio. La fortuna para ellos, es que no había muchos alumnos por la zona. La desventaja, es que se trataba de nada más y nada menos que de Xian Pu. La chica lucía un vestido más corto de lo usual, de color rojo y pegado a su cuerpo, resaltando de forma eficaz la belleza en ella.
—¡Hola!
Corrió en dirección a Ranma, abrazándolo con muchísima fuerza. Para ella, era como estrujar en brazos a su peluche de Hello Kitty. Mullido, suave y cálido. Así consideraba al chico frente a ella. Originalmente quería enfrentar a ambos chicos, obligando a Ranma a salir nuevamente juntos, pero en cuanto miró que había una tercera persona, no dudó en hacer eso. Aprovecharía para hacer que los dos admitieran que su compromiso era falso.
—¿Qué está pasando aquí?— Preguntó el castaño a su amiga.
Los ojos avellana se agrandaron, y más pronto que tarde, su rostro adquirió un tono rojizo. Xian Pu estaba ahí, apretando el cuerpo de Ranma, mientras que él no hacía nada para sacársela de encima. Tremendo idiota era... espera... ¿Ranma se sonrojó?. La furia se hizo paso en ella. Oh si, los celos comenzaban a desbordarse de su sistema, y lo peor, es que no sabía como gestionarlos. Con Shinnosuke solía simplemente fingir desinterés, pero ahora... ¡Debía matarla!
—¡Déjalo en paz!— Se acercó y empujó a la joven china, separando al de trenza, quien simplemente se quedó plantado como pasmarote ahí. Luego, atrajo a Ranma y lo agarró fuertemente del brazo, pellizcando su piel para hacer que reaccionara.
—Akane, ¿por qué actúas así?— Preguntó Xian Pu, fingiendo inocencia. —¿No se supone que me dijiste que no eran nada?
—¿Eh? ¿Qué no son nada?— Shinnosuke, contrariado, observó a ambos chicos. Mientras que Saotome parecía estar reaccionando, Akane lucía un poco nerviosa. Si bien, en un inicio pensó que lo del compromiso pudiese ser falso, no creía que ella mintiera con algo como eso. —¿De qué está hablando, Akane?
—Vamos, explícale. Dile que me diste permiso de salir en una cita con él.
—¡No sé de que hablas!
Xian Pu sonrió con maldad. —Esa tarde del sábado fue tan mágica. Ranma me prometió que diría la verdad a todos. Que solo se comprometieron para conseguir patrocinadores, y que no sienten nada el uno por el otro.
—¡Es mentira!
Por fin, Ranma reaccionó. —Oye, ¡Yo no te besé!
—¡Ranma y yo somos prometidos porque nos queremos!— Retó con la mirada a la joven china.
Xian Pu rodó los ojos. —¡Por favor! Ya dejen ese juego y digan la verdad.
Shinnosuke no parecía entender nada de nada. Aunque Akane sonó tan segura, había algo en ellos dos que le indicaba lo contrario. Era eso, o tal vez, la esperanza en él de poder conquistar a Akane le nublaba el juicio. Sea como sea, decidió preguntarle.
—Akane... ¿eso es cierto?
Ranma negó. —¡No jugaríamos con algo como eso!
Gruñó. Estaban tan aferrados a no soltar la verdad, que le asqueaba por completo. Entonces, una idea brillante cruzó por su cerebro. Tal vez no sería el plan más original del mundo, pero si con eso conseguía que le contaran todo a quien sea ese chico. —Bien. Entonces, bésense.
—¡¿Queeee?!
—Háganlo.— Retó Xian Pu, cruzando los brazos y completamente segura de que no pasaría.
¡Estaba demente! No pensó que, en serio le retaría a besarse con Akane. Completamente rojo negó enérgico. —¡Es... es una locura! ¡No tenemos por que... por que mostrar eso fr...frente a ustedes!
Akane no encontraba las palabras para hablar. Les estaba exigiendo una prueba de que salían juntos, y lo peor, es que se trataba de un beso. ¡Un maldito beso como el que no se dieron el sábado! ¿Acaso el universo la odiaba demasiado como para hacerle pasar por semejante cosa?
Shinnosuke notó la molestia entre los dos chicos. No le daba demasiada importancia a Ranma, pero con Akane era distinto. Se trataba de su mejor amiga, y no le gustaba verla tan incómoda. Carraspeó un poco, y tocó el hombro de la chica de pelo corto. —Akane, está bien. No tienen por qué hacer eso.
Xian Pu perdía la paciencia con cada segundo que pasaba. —¡Háganlo! ¡Cobardes y mentirosos!
—¡Yo no soy cobarde!— Gritó Ranma. Esa palabra le pesaba desde el sábado. ¡Si era un cobarde! Tenía miedo de besar a Akane así como así, porque muy probablemente no podría controlar su corazón.
—Entonces hazlo.— Demandó la joven china.
Akane tragó duro. Ranma no lo haría, así que ella estaba sola en eso. Bien, era fácil, después de todo, se trataba de actuación. Soltó el agarre en el brazo de Ranma, y luego lo giró hacia ella. Shinnosuke se apartó de su lado, retrocediendo hasta quedar de frente hacia ellos. No estaba seguro de que pasaría, pero sentía algo extraño pincharle por dentro.
El de trenza se sorprendió, mirando solamente a Akane. Se asustó cuando observó como se ponía de puntitas, y con su suave mano tomaba la mejilla, tan delicadamente que se sonrojó de inmediato. Tenerla de esa forma, tan atrevida, le mandaba descargas eléctricas por todo su torrente sanguíneo.
—¿Que... que...?
—Escucha...— Susurró. Agradecía que pudiese taparse con las manos. —Solo hagámoslo. Aún hay personas cerca de aquí, y si Xian Pu sigue haciendo su rabieta nos puede ir mal.
—Pero...
—¡Solo hazlo!
Tragó duro. —Bi..bien...
Cerró los ojos, y entonces... nada. O bueno, sintió un ligerísimo roce en su mejilla, tan leve que se extrañó. No duró ni cinco segundos hasta que notó como ella se separó. ¿Había sido todo fingido? ¡Tanto temió para un simple beso falso!
En cambio, Shinnosuke no supo que sentir. Por una parte, ser testigo de aquello le pareció tan surreal. Por otra, sintió los celos asomándose en su ser. Oh si, podía jurar que Ranma Saotome no se merecía ser besado por Akane. Su falta de acción ante el agarre de la otra chica le confirmaba que, muy posiblemente estuviese jugando con su amiga. Ahora más que nunca, la decisión de luchar por conquistar a Akane se volvería una promesa a cumplir.
Xian Pu se enfureció. —¡Eso es trampa! ¡Ni siquiera se besaron!
Akane la desafió con el cuerpo. Posó sus brazos en jarra, y le miró ceñuda, pero con una sonrisita orgullosa. —Si lo hicimos. Además, no tenemos por qué mostrarte ese tipo de cosas que obviamente son íntimas. Ahora, Xian Pu, por favor, no nos molestes.
La joven china se largó del lugar, soltando maldiciones y con el orgullo herido. ¡Estaba segura de que no se habían besado! Pero ya verían, algo tenía que hacer al respecto. Tal vez las leyes de su aldea podría aplicarlas, después de todo, en el amor y en la guerra todo se valía, ¿no?
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Ranma y Akane caminaban a casa, sumidos en un vasto silencio sepulcral. El de trenza no dejaba de sentirse irritado. ¡Un beso fingido! Que patética jugada por parte de Akane. Si, eso funcionó para evitar que Xian Pu les siguiera molestando, pero no podía evitar sentirse decepcionado por aquello. No es como que tuviese muchas ganas de ser besado por ella, pero... bueno, tal vez si. ¡Oh no! Más bien, debía agradecer que eso no sucediera, porque cosas catastróficas pudiesen ocurrir.
—Espero que con eso, Xian Pu nos deje en paz.
Akane sentía alivio. Agradecía que no le haya besado de verdad. Aunque, si lo pensaba bien, no tenía por qué ponerse tan nerviosa. No eran nada, y ella ya estaba queriendo congelar lo que sentía por él.
—No lo sé. Sabe que nos dimos un beso falso.
Notó el fastidio en la voz de Ranma. —¿Te ocurre algo?
El se le plantó de frente. Si, estaba furioso. —Dices que yo soy el cobarde, pero tu lo fuiste más. Para que ella nos deje en paz debemos actuar como verdaderos prometidos.— Podía tener un buen punto, pero, siendo honesto, le molestaba más que no se haya atrevido a hacerlo por tener al monigote de Shinnosuke frente a ellos.
—¡No lo iba a hacer porque es vergonzoso!
—¡Por favor! Solo era para actuar.— Se acercó un poco a ella. —¿O es que acaso te importa que tu amiguito nos viera?
Para actuar, decía. Ella se había preocupado por no hacer sentir incómodo a Ranma, pero ahora, parecía que él no tenía problemas con aquello. —¡Bien! La próxima vez será de verdad. De todos modos, solo es actuación.
—Si, así es.
—Aunque, claro, como eres un cobarde todo el trabajo caería en mi.
—¡No soy cobarde!
—Si.
—¡Que no!
—Si lo eres...
No supo como, ni cuando, pero vaya...
Las manos de Ranma apresaron sus mejillas, y entonces, cerró sus ojos. Ahí, bajo la luz de la farola callejera, le habían robado un beso. O bueno, un pico. Solo fueron cinco segundos donde los alientos se mezclaron, y los labios se rozaron. Cinco segundos de cosquilleos en el estómago, de fuegos artificiales en su mente. Y, tan pronto como abrió los ojos, todo explotó en ella.
Las mejillas de ambos se sonrojaron, y la vergüenza le alcanzó. Se alejaron unos cuantos pasos, asustado ante lo que sucedió. Aún si fue un simple toque, resultaba demasiado excesivo para sus corazones. Se miraron con gestos fríos, sin creer lo que sucedió.
—Ahm.. eh... ¡Fue solo para...!— Ranma carraspeó. —Es decir...
Akane no quiso dejarse llevar por aquello. Era demasiado peligroso lo que pasaba, y no estaba dispuesta a salir herida. —Si, lo sé. Es decir, es solo un beso. Ahora, en estos tiempos, ya no significa... nada...
—Si... si, exacto...
—Y ni siquiera fue un beso. Fue solo un pequeño roce de labios.
—En efecto.
—Nada de esto pasó.
—Claro. Solo fue una clase de actuación para la próxima vez.
—Si, como una practica.
—Así es.
—Si...
—Si...
Silencio.
—¡Hasta mañana, Ranma!
—¡Adiós!
De acuerdo. Estaban en terrenos peligrosos, y ahora más que nunca, debían olvidarse de los sentimientos que ya desbordaban. Fingirían que nada pasó, y que ese beso robado no significó algo profundo.
Aunque, ese sería el peor de sus males, porque muchas cosas comenzarían a complicarles la existencia.
Sanrio Puroland: Parque de atracciones temático de la marca Sanrio.
Macaroon: Personaje femenino de Sanrio. Un golden retriever esponjoso, amiga de Pompompurin.
Pompompurin: Personaje de Sanrio.
Notes:
¡Hola a todos!
Por fin, después de un tiempo les traigo esta actualización. De verdad, perdonen la demora, pero anduve activa publicando otros fics. Que, por cierto, les hago autopromoción. Si no han leído Te besaré en el callejón, están en buen momento para hacerlo. Fue el fic que me acaparó por completo, y la buena noticia es que ya está finalizado, por lo que no sufrirán con las actualizaciones como en este.
Bueno, la verdad es que el capítulo estuvo intenso. Presten mucha atención, ya que en este di más pistas de cosas que van a suceder más adelante. Hablando de la escena del beso, me debatí mucho si ponerla, pues tal vez se sentiría algo apresurado. Pero en parte, la magia detrás de eso es confundir más a ambos y lograr un efecto más profundo en su relación. Creo que esto da pie a que su cercanía se amplifique. Este es el punto de no retorno para ellos, y aunque en los siguientes capítulos pareciera que no pasó nada, en realidad, si les hará eco.
Por otra parte, habrá drama familiar intenso en las siguientes actualizaciones. Y ni se imaginan quien está involucrado. Anticípenlo.
Dato curioso. Por si no lo habían notado, tomé prestados personajes del anime. Kana y Kotaro son los nombres del capitulo de La leyenda del panda. Y Satori pertenece al capítulo donde un niño llega al dojo y dice que puede leer la mente. Les voy a dar cierto protagonismo en la trama.
Por último, les agradezco todo el apoyo que me han brindado. No soy alguien que conteste los reviews, pero si que los leo, y de verdad me alegro mucho por cada cosa que me escriben.
¡Que tengan un gran día!
Con amor, Sandy.
Chapter 10: Solo somos amigos
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
anma 1/2 no me pertenece. Todos los derechos están reservados a su autor original, Rumiko Takahashi. Esta obra es escrita sin fines de lucro.
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Entre amores y karate.
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Capítulo 10.- Solo somos amigos.
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Por todos los cielos. No entendía que pasaba. O bueno, quizá si lo hacía. El asunto, es que ahora mismo un traje le cubría el cuerpo entero. El smoking de color negro le parecía un poco sofocante, aunque nada era más incomodo que el tener a Akane, con un lindo vestido de noche y un maquillaje pulcro ahí, a su lado. No entendía que tenía que ver la vestimenta con la sesión fotográfica de una marca de golosinas pequeña. Solamente estaba seguro de que era la sesión fotográfica más extraña de su vida.
—¿Podrías abrazarla de forma cariñosa? Ya sabes, rodeando su cintura con tus brazos.
Las exigencias de ese fotógrafo le helaron la sangre. No había podido olvidar el pico que le propinó a Akane. Fue un tonto impulso, y tenía mucha suerte de que no perjudicara su relación de colegas, o amigos, o lo que sea que ahora fueran. Cómo pudo, hizo lo que le pidieron, aunque incómodo. Bueno, no era el único que se encontraba de esa forma, porque a juzgar por el sobresalto de Akane seguramente ella también no se sentía del todo bien haciendo todo eso. Aunque... Su cintura es muy pequeña. Y el perfume que lleva encima huele demasiado bien... ¡Vamos, concéntrate en la sesión! Deja de pensar cosas que no.
Akane hizo su cabeza a un lado, sintiendo como Ranma apoyaba su barbilla en ella. El estómago le dolió, pero no por una mala razón. Más bien, sintió algo diferente dentro de ella. Ya habían pasado dos semanas desde que ese pico había sido dado a ella, y después de aquello quiso hacer como que nada sucedió. Todo parecía ir viento en popa, porque ella pensaba que solo fue un roce de labios sin importancia. Pero estaba muy equivocada, porque ahora, una sensación extraña nacía dentro de ella, y no sabía como explicarlo. Los brazos de Ranma son cómodos, además, me agrada como me agarra. Huele bien, y... ¡Akane, deja de sentir esto!. Solo es una sesión fotográfica para este patrocinador. No te hagas ilusiones.
—¡No sean tímidos! ¡Sonrían!
El flash les cegó la vista. Pero nada pudo hacer para calmar a sus corazones que latían desbocados.
Vaya patrocinadores se habían conseguido.
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Akari cargaba a un pequeño erizo que había sido llevado de emergencia a a veterinaria. Lo trasladaba hacia su pequeñita jaula, ya que se quedaría internado por un día en el hospital. Cuando llegó, miró como el chico nuevo se encontraba ahí, acariciando a uno de esos animalitos internados. Desde que fue contratado, apenas y había cruzado palabras con él. Ryoga siempre le decía que era un poco extraño ese muchacho, y que ella debería andarse con cuidado, porque no le daba confianza. Aunque creía que exageraba, porque se notaba que podía ser una persona amable.
—Ahm... Hola...— Saludó Akari un tanto cohibida.
El la miró extrañado, pero no dio nada más que un escueto saludo. —Hola.— Luego, retomó la labor de alimentar al pequeño gatito que le había sido encargado.
Con un poco de pena se acercó, mientras abría una de las jaulas destinadas a erizos. —¿Ese no es el gatito que intervinieron quirúrgicamente?— Preguntó, tratando de romper el hielo entre los dos.
—Si.
Depositó al erizo, y le acarició con lentitud. —Pobres de ellos. A veces, como humanos, nos olvidamos que los demás seres sienten dolor. Al igual que nosotros, su vida es corta, pero eso no debería significar que tengan que pasar por tanto sufrimiento. —Sonrió, dejando expuestos sus hoyuelos tan distintivos. Si no estuviese concentrada en su pequeño paciente, se habría dado cuenta de que ese chico quedó un poco descolocado ante ella. —Odio verlos en ese estado tan vulnerable, y por ello decidí estudiar veterinaria.
—Entonces...— La voz gruesa se hizo presente, llamando su atención. Volteó a verlo, mientras cerraba la jaula del erizo. —¿Tú también estás estudiando para ser medico veterinario?
—Si. No tiene mucho que llegué después de un intercambio, pero ya solo me queda un año y medio para terminar mi carrera por completo.— Se agachó a su altura, mirándolo con alegría porque por fin podía hablarle. Todo el tiempo estuvo actuando un poco esquivo con ella, pero lo de ahora ya se había convertido en un gran avance. —¿Y que hay de ti?
—También estudio medico veterinario.— Trató de contestar serio. Sin embargo, se hizo un poco hacia atrás cuando ella se acercó otro tanto.
—¡Asombroso! Me alegra saberlo. ¿Cuál es tu animal preferido?
Parpadeó. Pensó que ella tenía de novio al chico que se encargaba del almacén. Bueno, no es como si estuviese ligando con él. Nadie lo hacía. —Creo que los toros.
—¡Whoa! Yo adoro los cerditos. Son muy lindos y tiernos. De hecho, tenemos uno en casa. Se llama Katsunishiki.
—Vaya...
Akari sonrió de nuevo, con sus hoyuelos mostrándose sin pudor. —Espero que podamos ser buenos amigos, Taro.— Se levantó, y caminó hacia la salida. Pero antes de abandonar el lugar, volteó a verlo. —¡Los toros son geniales! Además, creo que pareces uno. Pueden ser malhumorados y un poco toscos, pero muchos de ellos tienen un gran corazón.
—¿Qué estás insinuando?
—Que sonrías más. Así serás un toro asombroso.— Salió de ahí, contenta por haber hecho un nuevo amigo.
Pero Taro... —¿Por que me he... sonrojado?
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—Gracias por las fotos, muchachos. Con esto, les aseguro unas buenas ganancias.
El dueño de un negocio local de dulces había sido el primer patrocinador en contactarlos. No esperaban a los CEO de grandes empresas, así que este pequeño avance les emocionó bastante. O al menos así se sintieron, hasta que ese mismo día les hicieron la sesión fotográfica para promoción de unas nuevas golosinas que el local vendería. Ese señor parecía tan emocionado con la idea de Ranma y Akane siendo prometidos, que no dudó en ser uno de los patrocinadores del dojo. Llevó a su fotógrafo profesional y entre los dos se encargaron de ponerlos un poco incómodos con dicha sesión.
Akane asintió. —Me alegra que nos haya escogido. Es un honor tenerlo como patrocinador de nuestro dojo.
Aquél hombre, de apariencia regordeta y calva sonrió. —Al contrario. A mi me agradó mucho conocer su tierna historia. Mucha gente podría pensar que los matrimonios arreglados son anticuados, pero a mi y a mi esposa nos fascinan. Además, ¡mírense!— Les señaló con la palma de su mano. —Son tan compatibles. Una pareja muy adorable.
Ranma tomó a Akane de la cadera, mientras sonreía falsamente. —¿Verdad que sí? Aunque a veces se le pasa la mano y suele ser un poco bruta conmigo.
Akane también sonrió, pero a escondidas le soltó un ligero codazo. Una pequeña risa salió de ella, tratando de no mostrarse apenada ante el avance del chico. —Ranma solo bromea. Somos tan compatibles que considero su nivel de pelea igual al mío. Como si se tratara de una chica más.
¿Una chica más? Se pasó de la raya. —Yo también la considero igual a mi. A veces siento que estoy frente a un chico igual de masculino que yo...— Sintió un leve pisoteo en su pie, lo que hizo que ocultara su cabeza en el cuello de Akane. Eso había dolido.
—A veces eres un tontito.
El fotógrafo hizo una mueca tierna. —Ahora mismo se ven demasiado acaramelados. Es una lástima que no haya podido tomarles una foto besándose. Pero bueno, entiendo que la timidez les gana frente a una cámara.
—Si, es eso...— Murmuró el de trenza, levantando su cabeza y sonriendo amplio.
—Bien, nos retiramos. No se preocupen, conocemos la salida.
—¡Gracias! ¡Nos vemos pronto!— Despidió Akane, con la sonrisa más falsa que jamás haya puesto.
Ambos hombres desaparecieron de la vista de los dos chicos. Y tan pronto como eso pasó, Akane se soltó del agarre de Ranma, aunque muy en el fondo se arrepentía de aquella acción. Extrañamente pudo sentir que le hacía falta algo, lo cuál la asustó un poco más.
—¿Por qué me agarraste de sorpresa?— Preguntó un tanto nerviosa.
Ranma rascó su nuca, enrojeciendo de golpe. —Ahm, pues es que había que fingir, ya sabes...—En realidad, ni el sabía por qué lo hizo. Creo que fue un estúpido impulso... pero ahora... es como si quisiera volver a repetirlo...
—Ah... bueno, la próxima vez que vengan no será necesario que lo hagas.
Akane caminó hacia la mesita improvisada que construyeron para la sesión de fotos, y tomó la cajita de regalo que habían recibido. Leyó el reverso, encontrando las indicaciones de preparación y de conservación de los ingredientes.
Ranma le imitó, caminando hacia ella y leyendo a su espalda el pequeño texto. —Sakura mochi... ¿Por qué nos regalaría esto?
—Dijo que quería que probáramos uno de sus nuevos productos. Parece que quieren que la gente aprenda a hacerlos de forma casera, por lo que venderán estas cajitas.— Después la extendió al chico, entregándosela. —Como sea. Puedes quedártela tú.— Dijo, apartándose de ahí.
Un poco extrañado, le miró. —¿Y tú? ¿No quieres intentar prepararlos?
Ella negó. —No soy buena cocinando.— Luego, tomó entre sus manos la lista final de los participantes para el concurso. La habían terminado de armar desde hacia una semana, pero ese mismo día ella iría personalmente a entregársela al tío de Shinnosuke.
—No te creo. A menos que seas una bruja que le pone hechizos, claro.— Intentó bromear con ella. A medida que los días pasaban, la tensión entre los dos aumentaba. Después de aquél extraño pico que se dieron, dijeron que simplemente fue un beso sencillo y que el asunto debía relegarse a segundo plano. No significaba nada para ninguno, o eso es lo que trataban de repetirse en sus tercas cabezas.
—Pues es la verdad.— Le entregó una copia de la lista. —Hoy iré a entregarla. Te doy la copia en caso de que la necesitemos.
La tomó, rozando los dedos de las manos de Akane sin querer. Este pequeño gesto hizo que ambos dieran un sobresalto, pero no apartaron sus manos. Sus ojos se fijaron únicamente en sus dedos que chocaban, pensando en el pequeño beso del otro día. Sin querer hacerlo realmente, Ranma fue el primero en deshacer el roce, y cohibido le soltó una frase un tanto extraña.
—No creo que seas mala cocinera. Pe... pero yo... bueno, quisiera...— Se dio la vuelta, porque tenía miedo de enfrentar a Akane. Lo que iba a decir lo sentía de corazón, y le abrumaba en demasía. —Algún día... quisiera probar que tan mala cocinando eres... Aunque no creo que sea así. Quizá, un pequeño bento... o algo por el estilo.
Los ojos de Akane temblaron por lo sincero que sonó. Estos pequeños detalles la confundían demasiado. Le estaba confesando a ella que le gustaría una comida preparada especialmente para él. Carraspeó, y tragó saliva mientras tomaba la lista firmemente. —Tal vez pueda hacerlo alguna vez.
Ranma giró levemente su rostro, mirándola de reojo. El vestido para esa sesión fotográfica le quedaba precioso. Era sencillo, de corte amplio en la falda y mangas caídas. Absolutamente adorable. —Solo si tu... si tu quieres... No tiene que ser un banquete entero.
Miró hacia abajo, balanceando sus pies. —Si, ahm... es decir... claro. Algún día te...te prepararé algo.— Akane suspiró. —Bien... será mejor que me apresure. Esto tengo que entregarlo lo más pronto posible.— Giró su cuerpo y comenzó a caminar a la salida del dojo, con sus pequeños tacones de aguja repiqueteando. Antes de abandonar la sala, se detuvo. —Te veo el lunes. Descansa.
Los pasos se escucharon alejándose, y cuando ella ya no estuvo ahí, Ranma miró hacia la puerta. Luchar contra sus sentimientos no parecía estar resultando para nada. Al contrario, entre más los reprimía, más se acrecentaban.
—Dios... no está funcionando.— Miró hacia la cajita que ella le regaló. Era una preparación especial de sakura mochi. A pesar de que los cerezos ya se encontraban sin flores seguía viendo los pétalos en el cielo. Al mirar a Akane, a veces podía sentir la brisa del viento arrastrando aquellas partículas rosadas hacia ambos. Cómo si estuviesen conectados por los cerezos. No olvidaba el día de la floración, cuando ella le tocó el brazo, fingiendo ser una cita en ese día. Fue la primera vez en la que su corazón latió muy rápido por una chica.
Suspiró, mientras se recargaba en el muro del dojo. Recordó lo que Ryoga le contó en aquella fecha.
—Algún día, quiero tener a alguien que mire los cerezos junto a mí.
Akane representaba a un cerezo. Fino, delicado y grácil. A Ranma le gustaban los cerezos desde niño, también solía contemplarlos desde su habitación en Kyoto. Ahora, las palabras de su amigo hacían eco en él, porque parecía ser que ya había encontrado a alguien con quien quisiera mirarlos.
—De acuerdo, no puedo mentirme a mí mismo. Si me gusta, y mucho. Pero... ella parece indiferente hacia mí. Además, está ese imbécil de Shinnosuke. En fin. No haré nada por ahora. Si no veo señal alguna, creo que lo mejor será que entierre lo que ya siento, antes de salir... lastimado.
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Ukyo se encontraba sentada en aquella banca del parque cercano a su negocio. Miraba el paisaje, con las personas aún pasando por ese lugar. Movía el pie impaciente, ya que ninguno de los dos se dignaba a decir algo. A su lado, Shinnosuke también contemplaba en silencio el pasar del tiempo. Llevaban así un buen rato porque ninguno se atrevía a decir lo que quería. Ukyo, harta de eso, decidió comenzar la charla.
—Shinnosuke, te agradezco mucho por el tiempo que estuvimos juntos. Hay algo que necesito que sepas.
—Yo también debo decirte algo. La verdad es que... descubrí que hay alguien que me gusta.
Ukyo sonrió. —Quédate tranquilo. A mi también me gusta alguien más.
El peso en sus hombros se desvaneció. Esa pizca de remordimiento que le había asaltado por decir lo que tenía que decir dejó de existir. —Vaya... ¿Es Saotome?
La castaña negó. —Es Ryoga. Cuando éramos más jóvenes, me gustaba Ranma. Mucho, tanto que insistí por demasiado tiempo en ser algo más. Él accedió, pero no duramos más que dos meses. Después de que terminó conmigo, estuve con Ryoga. Pero era para darle celos.
—Déjame adivinar, no funcionó.
—No. Eso terminó con nuestra amistad, por lo que me separé de ellos. Ahora que he vuelto a verlos, pensé en retomar la conquista hacia Ranma. Pero, al volver a ver a Ryoga quedé afectada. De cierta forma, saber que está saliendo con alguien más me hizo darme cuenta de que no valoré lo que él me ofrecía. Me arrepentí de no hacerle caso antes.
Shinnosuke soltó una pequeña risa irónica. —Ukyo, yo también me di cuenta de que me gusta Akane.— Una pequeña piedra estaba debajo de su zapato. Se agachó, tomándola entre sus manos y comenzó a lanzarla al aire. —Akane es mi mejor amiga desde niños. Nunca la vi diferente, pero me pasó lo mismo que a ti con Hibiki. Ahora no dejo de pensar en ella. Además, presiento que eso de compromiso con Saotome es falso.— Lanzó la roca hacia el bote de basura frente a ellos. —Estoy decidido a luchar por Akane.
—Somos iguales, pero ni eso evita la ruptura.
Ambos se levantaron, y giraron quedando uno frente al otro. Sonrieron tranquilos, pues ahora ambos sabían los motivos de su fallida relación.
—Ukyo, cuídate. Espero puedas lograrlo.
—Gracias, Shinnosuke.— Tocó el hombro del chico. —Yo... la verdad es que no creo que sea tan falso lo que sucede entre Ranma y Tendo. Se les nota muy unidos. Pero, aún así, insiste.
Asintió, y luego de ello, emprendió el camino a casa, despidiéndose de una etapa para darle la bienvenida a un nuevo objetivo.
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—Gracias por recibirme, señor Ueda.
Akane miraba la oficina de ese hombre tan amable con admiración. No esperaba que el tío de Shinnosuke fuese alguien de mucho dinero. En realidad, ni siquiera sabía de su existencia. Cuando se enteró durante el baile, no pudo evitar sentirse un poco extraña con aquello. No culpaba a Shinnosuke porque entendía que él tampoco conocía de ese asunto, pero esto le dio pie para pensar que quizá había algunos secretos que ella desconocía de su mejor amigo.
—No te preocupes, pequeña.— Le tendió una taza de té. —Sé de la amistad que sostienes con mi sobrino, Shinnosuke.
La chica bebió un trago de su taza, asintiendo. —Si. Somos mejores amigos desde pequeños.
Sonrió. —Vaya. Mi padre me contó que ambos son muy cercanos, pero no sabía que tanto.
—Si, lo somos. Pero...— Aseguró Akane, aunque últimamente parecía lo contrario. Cuando olvidó sus sentimientos por él, pareció como si ella mágicamente se distanciara un poco de él. Y por más anormal que pareciera, ahora sentía una conexión diferente con su amigo. —Ahm, bueno... como vamos en distintas carreras ya no nos vemos tan seguido.
—Puedo comprender aquello.— Se levantó, mientras guardaba la lista que Akane le entregó en una carpeta especial para el torneo. —Mi difunto hermano tenía la intención de entrenar a mi sobrino para ser artista marcial.
—¿De verdad?— Soltó impresionada de escuchar sobre el padre de Shinnosuke.
—Pero ahora, tengo entendido que Shinnosuke estudia artes.
—Si. Así es. Es muy bueno en lo que hace. He podido ver algunos de los cuadros que ha pintado. Son bellos.
—Tú estudias karate profesional, ¿No es así?
Asintió. —Ranma y yo estudiamos lo mismo.— Se mordió la lengua. No entendía por qué debía mencionarlo a él, ya que no entraba en la conversación.
—¿Ranma? ¡Ah, ya recuerdo! Tu socio y prometido.— Carcajeó un poco, tomando asiento nuevamente frente a la chica.
Que otra persona ajena a ella mencionara la palabra con naturalidad provocó que sus mariposas en el estómago revolotearan. Sus mejillas se sonrojaron, y tomó otro sorbo del té. —Si. Si... mi... prometido.
—No pude hacerlo antes, pero les doy mis más sinceras felicitaciones. Aunque he de decir que mi padre no estaba muy contento con la noticia.
—¿Eh?— Le miró extrañada. ¿El abuelo de Shinnosuke no estaría de acuerdo con aquello? —¿A que se...?
Tocaron la puerta del despacho, interrumpiendo la afable conversación. Cuando el señor Ueda dijo que podían pasar, las puertas se abrieron, revelando a un visitante inusual para Akane.
Ryutaro Kumon entraba con su típica aura fanfarrona, pero que aparentaba amabilidad. Su traje impecable solamente contrastaba con la vestimenta relajada de Akane. En cuanto la mirada de ese sujeto chocó contra la de ella, Akane pudo sentir cierta inquietud. Era muy temprano para decirlo, pero había algo en el hombre frente a ellos que no le agradaba.
—Perdón la interrupción.— Realizó una pronunciada reverencia. —Un gusto, señorita. Soy el representante del dojo Kumon, Ryutaro.
Akane le imitó con algo de timidez. —Soy Tendo Akane. La hija del señor Soun.
El señor Ueda sonrió, acercándose al hombre y saludándolo con efusividad. —Que bueno que ha llegado.
—Vine a entregar la lista de los participantes de mi dojo.
Ueda tomó el papel entre sus manos, leyendo cuidadosamente. Su gesto de sorpresa se hizo presente. —¿Solo dos personas?
Asintió confiado. —Las categorías que nos interesan son las más grandes. Mi hijo Ryu competirá. Además, en mis filas tengo a la muchacha que traje de China.
Akane sintió un mal presentimiento. Sabía que ambos competirían, pero algo había en aquél detalle que no le agradaba para nada. Quizá se debía al hecho de que Ryu no se llevaba bien con Ranma, y que Xian Pu prácticamente ya no parecía querer ser su amiga. Del hijo de ese hombre no sabía si temer, pero de la otra chica podía esperar lo peor.
—Vaya, que interesante...
—Señorita Tendo.— La chica miró con atención al hombre. —Parece que estamos interesados en las mismas categorías. Espero que estén preparándose adecuadamente.
No sonrió. Simplemente se adelantó un poco hacia él, manteniendo el gesto neutro. —Si. En realidad, queremos abarcar las categorías infantiles, juveniles y adultas. Pero confío en que todos los que vamos a competir mantendremos un buen nivel de pelea.
—Me alegra escuchar eso. Sería una pena que su equipo termine perdiendo a un integrante. Debería cuidarlos bien, porque en este torneo hay muchas personas que codician a otros luchadores más fuertes.
Asintió. Miró fugazmente a ambos hombres, y se inclinó respetuosa. —Debo retirarme. Hasta luego, un gusto en verlos.
Akane caminó con velocidad hasta abandonar la casa del señor Ueda. Algo en esa oración le produjo escalofríos. Como si el señor Kumon planeara algo. Debían ser cuidadosos, porque probablemente los problemas estaban a punto de comenzar.
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Xian Pu entraba a la tienda de mochi que tanto había visto anunciado durante muchos días. Según las últimas reseñas del lugar, vendían una muy buena receta que parecía ser adquirida por muchas chicas. Al parecer, se trataba de un nuevo producto que sacaron recién a la venta, así que no tenía nada que perder.
Caminaba, bamboleando su faldita tableada de color rosa. Normalmente despertaba la envidia de muchas chicas por su manera tan descarada de ser. En la aldea amazona, era la mejor guerrera, además de la más pretendida por los hombres del lugar. No por nada tenia detrás a ese chico, Mu-Tzu. Claro que, al llegar a Japón también notó que muchos hombres le miraban con deseo.
Lastima que el que ella quería no parecía reaccionar a sus encantos.
—Buen día. Quisiera probar los sakura mochi.— Habló, señalando al mostrador.
Aquella señora amable sonrió, sacando la cajita con esmero. —Este producto es muy solicitado. Te muestra si el chico que quieres conquistar es para ti.
Xian Pu colocó una sonrisilla traviesa. —Hay uno que me encanta. Deseo saber si es mi destino.
—Entonces te servirá bastante bien.
Tendió el dinero, y salió de aquél lugar con mucha confianza. Lástima que no miró lo que llevaba el esposo de la dueña del local. Unas fotos de ambos prometidos ya habían sido impresas de forma inmediata, por lo que las nuevas caras se encargarían de llevar muchas ganancias al par de esposos. De haber mirado esas fotografías, Troya estaría ardiendo en ese mismo instante.
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Ya era un lunes, por lo que estaba lista para sorprender a Ranma. Los pequeños pastelitos en su refractario se veían apetitosos. Si ella no supiera que tenían, seguramente se habría comido alguno. Llegó hacia las afueras de la universidad, y espero a que salieran. Cuando los divisó, corrió hacia ellos.
—¡Hola!— Saludó efusiva. Se acercó con coquetería hacia el de trenza, y casi se restriega en él, sin importarle si estaba Akane ahí u otras personas.
Ranma no supo que hacer. Solamente atinó a ser abrazado fuertemente. —Xian Pu...— Miró hacia los lados, comprobando que nadie les veía. Nadie, salvo Akane.
Akane frunció el ceño, mientras que sentía como los celos la inundaban. Su aura creció, y no era para menos. Se supone el idiota tenía reflejos para prevenir cualquier ataque dirigido hacia él, entonces, ¿Por qué no podía evitar que aquella intrusa se le restregara?
—Traje pastelillos, ¿quieres probarlos?
—Es que... yo...
—Anda, Ranma.— Soltó ácidamente la de ojos color avellana. —Es más, por mí, quédate con ella. Se ve que la pasas bien junto a Xian Pu.— Se dio a la fuga, dejando solo al joven, quien intentaba soltarse del agarre de la chica.
—Xian Pu... suéltame...
—Estos pastelillos nos van a unir, Ranma.— Su rostro fue restregado en el pecho del chico, provocando unos escalofríos en él. Pero no agradables, más bien, eran equiparados a cuando comes algo podrido. —Si salen pétalos de cerezo, significa que estamos destinados a ser uno mismo.
—¿Que...? ¿De que me estás hablando?— Preguntó asustado. Le daba mala espina la chica.
—Si sale una cruz, es porque no pasará nada entre nosotros. Pero es completamente falso, porque sé que estamos destinados.— Dijo abatiendo sus pestañas de manera coqueta.
Logró soltarse de ella, y comenzó a correr en dirección hacia la salida de la escuela. Atravesó el umbral, cruzando rápidamente la calle. Sin embargo, ya no alcanzó el autobús. Akane se había ido, y ahora el quedaba completamente solo, a merced de una demente como Xian Pu.
—¡Ranma, espera!
—Debo huir.
Corrió lo más que pudo, tratando de despistar a la loca.
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Martes...
—¡Ranma, ven aquí!— Gritó desesperada, corriendo detrás del joven.
Lo perseguía por los pasillos de la universidad, intentando alcanzarle. Era una pena que no lo lograse, pues parecía que competía con una especie de cheetah humano. Lanzó un bocadillo, el cual cayó al suelo y logró que un estudiante que pasaba cerca del lugar se resbalara.
Uno de esos aperitivos cayó en la boca de otro, quien se atragantó con el postrecito. Y, bueno... Akane tomó la dirección contraria hacia ellos, muriendo de vergüenza por la escena tan patética que montaban esos dos.
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Miércoles...
—¡Déjame en paz!
—¡Ven aquí!
—Vaya pedazos de estúpidos.— Murmuró Akane, mirándolos correr por los alrededores de la universidad.
A su lado, Yuka y Sayuri negaban con desaprobación. Ya estaban al tanto de quien era la muchacha que perseguía con desesperación al de trenza. No entendían por qué se tenía que rebajar a ese nivel, cuando sabía perfectamente que él ya estaba comprometido con Akane. Claro que, a pesar de que Ranma huía, para ellas no era suficiente.
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Jueves...
—¡Ya! ¡Xian Pu!— Saltaba ágil entre cada juego del parque cercano a la universidad. ¿Es que acaso no se cansaba de ser insistente?
—¡Ven acá! ¡Te van a gustar!— Gritó con el malhumor en su voz.
Akane no decía nada. Solamente suspiraba, resignada a no tener una semana tranquila. Al menos ya no le estaba acosando en la escuela, donde todo mundo soltaba habladurías sobre que Ranma le era infiel. O sobre que el pobre tenía mala suerte de poseer a una loca psicópata obsesionada por él.
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Ukyo llevaba una orden de okonomiyaki especial para la mansión de los Kumon. Cuando arribó al lugar, debía decir que se impresionó al ver la exuberante mansión frente a ella. ¿Por que una familia tan adinerada como esa podría pedir una simple orden de esa comida callejera? Era un misterio. A pesar de no creer su suerte, tocó el timbre para anunciarse. No pasaron más que cinco segundos, cuando una criada salió en su búsqueda. Le abrieron la puerta y le indicaron hacia donde dirigirse.
Caminó hasta la cocina, depositando la orden de comida en la mesa del servicio. Miró cada rincón de ese lugar. Esa cocina era más gigantesca que su propio cuarto rentado, cosa muy absurda para ella.
—Gracias, señorita. Nosotras nos encargaremos de servir el platillo.— Anunció una criada que estaba presente.
Ukyo asintió. —Antes de retirarme, ¿Podría pasar al servicio?
—Claro. En el segundo piso está el sanitario de visitas. Con gusto puede pasar ahí mismo.
—Muchas gracias.
Caminó hacia donde le indicaron, mirando por todo el pasillo estrecho. En realidad, había muchos cuartos en el lugar. Caminó hasta encontrar el sanitario. Una vez que terminó lo que debía hacer, salió para retirarse de la mansión, cuando escuchó una plática en la oficina cercana a ella. No le iba a dar importancia, si no fuese porque cierta charla arrojó una información sumamente importante para ella. Se acercó lo más que pudo, tratando de ver en la puerta entreabierta todo.
—Entonces, señor Mashida, cuénteme. ¿Ha encontrado algo sobre la hija perdida de mi padre?
—Señor Kumon, traté de buscar más información, pero no he tenido algo concreto.
—Tengo sospechas de que la esposa del señor Tendo es la hija perdida. Hasta donde pude investigar, ella no tiene padre.
Ukyo paró aun más el oído.
—No es una información segura, pero puedo indagar.
—Confío en usted. Necesito encontrarla lo más pronto posible. En caso de ser ella, tengo que convencerla de que me de su parte de la herencia. Las técnicas que mi padre desarrolló nos pueden funcionar para el torneo.
—¿Cómo se llama la señora?
—Naoko Tendo.
—Perfecto. Investigaré todo lo que pueda sobre ella, y en cuanto tenga un resultado claro se lo haré saber.
Ukyo se alejó cuando una criada se acercaba al pasillo. Salió de la mansión, recordando lo que escuchó durante su ida al mercado. Atando los cabos, pudo deducir que entonces la madre de Akane Tendo era esa mujer. Además, la señora se encontraba enferma, por lo que una noticia de esa magnitud podría perjudicarla, en vez de ayudarla. Una sonrisa maquiavélica se formó en su rostro, mientras caminaba dando saltitos.
Ya tenía el arma para poder recuperar a Ryoga. Akari Unryu se las vería con ella, y aprendería a no entrometerse con ella.
—Te voy a recuperar, Ryoga. Ya lo verás.
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—¿Qué te ocurre, niño?— Preguntó Ryu mientras caminaba junto al pequeño Satori. Desde que se habían conocido, solían verse por las mañanas. Al parecer, tomaban la misma ruta, así que no había nada que temer. Sonaba extraño, pero para Ryu, conocer a ese pequeño le supuso una nueva amistad. Le agradaba la sensación de llevarse bien con alguien, y que además, ese alguien no fuese mala influencia para él.
A Satori le ocurría lo mismo. Si tenía amigos en la escuela, pero con ninguno podía abrirse de esa forma tan intima como lo hacía con ese adulto. Tenía doce años, y aún así, prefería hablar de artes marciales con una persona mucho más grande. —Nada...— Negó sonriendo.
—Ese nada no me engaña.— Dio una calada a su cigarro. —Déjame adivinar, ¿es una chica?
Se detuvo de golpe. Enrojeció por completo, y se abalanzó a golpear a Ryu con mucha fuerza. —¡Cállate! ¡Cállate! ¡Que puede pasar en cualquier momento por aquí!
Los golpes no le dolían. Sin embargo, su risa salió de forma espontánea. —Cómo olvidar la primera vez que me fijé en una chica.
—¡Que te calles!
—Vamos a ver... ¿Es de tu escuela?— Preguntó juguetón. No podía negarlo, le divertía ese mocoso. Las mañanas junto a él se pasaban como agua, y le suponían una fuente de alegría inmensa. No es que antes no fuese feliz, pero ahora, tener una compañía distinta a la de su mansión parecía refrescante.
Negó. —Es que... es bochornoso.
—¡Deja el misterio!
—¡Es mi sensei!
—Ahhhhh ya veo... Así iniciamos todos. Una adulta es nuestra primer...— Iba a decir algo inapropiado, por lo que optó por callar. Si lo decía, el pobre Satori se desmayaría. —Olvídalo. ¿Y por que ella? ¿Por que no una niña de tu misma edad?
—Es que... sensei es muy linda.— Miró con ensoñación hacia el cielo. —Cuando sonríe, parece que todo se ilumina.
Ryu rodó los ojos. —Puaj. Que cursi.
—¡Pero ella parece que tiene novio! ¡Aunque siento que son novios de mentira!— Cruzó sus brazos, aparentemente molesto. —Se ve que no la quiere. Solo la molesta. Y ella no merece eso.
Tiró el cigarrillo en la acera, y lo pisoteó para apagarlo. —Niño, las relaciones entre los adultos son complicadas. Además, aún eres muy pequeño. Tu sensei no te mirará con otro tipo de intenciones porque aún tienes doce años.
—¡¿Pero que hago si me gusta mucho?!
—Espera a que cumplas la mayoría de edad. Luego ya le propones matrimonio, o lo que sea que quieras.
Entrecerró los ojos, mirándolo con molestia. —Ya veo por qué no tienes novia.
—¿Qué dijiste?
Satori le golpeó el brazo de forma amistosa. Aunque sus diferencias de estaturas eran un poco notables, Satori ya crecía con cada día que pasaba. No se le dificultaba tratarse de esa forma con Ryu. Nunca antes se sintió tan libre como para comportarse de esa manera con un adulto. Y le agradaba.
—Que deberías tener una novia. Te hace falta.
—Mis hormonas están bien, señor me gustan las mujeres mayores.
—Ya verás. Cuando crezca, lograré conquistar a mi sensei. Si no es que lo hago de una buena vez.
—Ja, ja. Tonto.
—Idiota.
—Estúpido.
—Amargado.
—Lento.— Comenzó a correr, siendo perseguido por Satori.
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Viernes. Un día para descansar. La semana se les había hecho pesada gracias a cierta chica de origen chino que insistía en que él comiese quien sabe que cosa. Aparentemente resultaba ser un hechizo, o algo por el estilo. De una cosa estaban seguros, y es que Xian Pu era muy persistente. Lo bueno, es que hasta ese momento no apareció.
Ranma suspiró de alivio cuando salieron de la universidad juntos, ya que en la parada del autobús no había rastros de la molesta plaga que resultaba ser esa chica. Ni siquiera Ukyo se acercaba a ese grado de obsesiva. Y cuando tomaron el transporte, el trayecto se sintió como un día de spa. Al menos iban en completa tranquilidad, muy inusual entre los dos, porque las bromas no estaban ahí, presentes.
Bajaron del autobús, y caminaron en completa tranquilidad. Que libertad el no contar con la molesta presencia de esa chinche. Así la empezaba a considerar Ranma, como una plaga que simplemente no se despegaba por completo de él. Lo peor, es que no entendía el porque, si no se consideraba un joven demasiado apuesto. A menos que si lo fuera. Comenzó a reírse en tono bajo, logrando que Akane le mirara interrogante.
—¿Qué diablos te ocurre?— Preguntó ella, realmente sacada de onda.
Negó. —Soy guapo. Es por eso que Xian Pu no se me despega para nada.
Akane rodó los ojos. —Eres un idiota. Ella está obsesionada y además...— Colocó su dedo cerca de la oreja, y lo hizo girar. —Es una psicópata. Mira que fijarse en ti.
—Con que a esas vamos, ¿eh?— Sacó la lengua. —En realidad, los verdaderos psicópatas se fijan en chicas con hormonas masculinas.
Iba a golpearlo, cuando una silueta muy conocida se manifestó.
Siempre tenía que aparecer cuando menos lo esperaban.
Ranma no pudo hacer nada frente a la desesperada manera en la que fue sostenido. Sintió los brazos femeninos aferrándose a su cuello, y tan pronto como olió el perfume de jazmín, entendió que se trataba de Xian Pu. Tampoco logró que su cuerpo respondiera, porque todo pasó muy rápido, casi a la misma velocidad de la luz. Debería haberle dado vergüenza que sus reflejos se ausentaron, porque también su boca fue abierta por las dos manos delicadas.
Un pastelillo fue introducido, y lo único que pudo hacer fue tragar el alimento para no ahogarse. Frente a ellos, una asombrada Akane les miraba sin entender. La chica china poseía una velocidad tremenda, y era demasiado sigilosa. Podría parecer una kunoichi de la era moderna. ¿Cómo salió Xian Pu? ¿Acaso se había ocultado en alguna coladera cercana, o algo así?
—¡Aiyaaa!— Aterrizó en el suelo, moviendo su largo pelo con gracia. Sonrió feliz ante su cometido logrado, esperando el resultado de aquél hechizo. Estaba segura de que todo saldría bien, porque se trataba de ella.
Ranma se había volteado, ocultando su rostro de las dos chicas. Aún sentía las lagrimas saliendo de sus ojos, y la sensación de ahogarse con un alimento. ¿Lo quería matar o algo por el estilo?
Akane se acercó a Xian Pu, y le arrebató los postres. Luego, los tiró al suelo, pisándolos. —¿Qué diablos te ocurre? ¡Podrías haberlo asfixiado!
—¿Celosa?
—¡Ni de chiste!
Xian Pu le dio la vuelta a Akane, con las manos en la espalda. —Eso que comió me dará la razón. Tú no deberías de ser su prometida. Su destino soy yo.
—¿De que diantres hablas?— Cruzó sus brazos, molesta por tanto misterio que guardaba esa chica. Desde el día lunes que no entendía que demonios quería lograr con eso.
—Ranma, querido, puedes darte la vuelta.— Exigió la china, con su vocecita chillona. La emoción en sus pupilas era bastante obvia. Esperaba un gran resultado.
El de trenza giró de poco a poco, hasta que se reveló su rostro. Un gran manchón negro surcaba toda su cara, formando una especie de cruz. Parecía un tatuaje, de esos que salen mal y que te dejan con poca dignidad. Ranma se pasó la mano, limpiando lo que se le haya formado. Una tinta de color negro salió de su mano, y él simplemente sintió alivio.
Xian Pu, por el contrario, se ofuscó. Caminó hacia el, y pasó el dedo por la cara del chico. No había funcionado de la mejor forma.
—¡No puede ser!— Exclamó ella.
Akane no entendía nada. —¡¿Que ha pasado?!
—Salió una marca negativa.
—¿Y eso que significa?
—Bien...— Se lo iba a explicar, pero algo le interrumpió.
Xian Pu se acercó a Akane, con mucha calma. Pero sus ojos la fulminaban por completo. Parecía querer destazarla en trocitos, y eso es lo que haría. Cuando la tuvo cerca, tomó las mejillas de la de pelo corto, y le dio un beso ahí mismo. No se apartó tanto, sin embargo, la poca distancia que quedaba entre ellas solamente aumentaba la tensión.
—Ese es el beso de la muerte. En mi tribu, eso significa que terminaré contigo.
—¿Eh?
Xian Pu se adelantó, y comenzó a atacar a puñetazos a Akane. La de pelo corto esquivó lo que pudo, sin embargo, la velocidad de la china resultaba más que impresionante. Cada golpe tenía el propósito de lastimarla, y lo hubiese logrado, de no ser porque Ranma se interpuso, tomando la muñeca de la joven y deteniendo el ataque.
—Ranma... quita tus manos de mi.— Amenazó Xian Pu. La vivaracha joven se veía sustituida por una mujer llena de venganza.
—No.— Lo dio tan serio, tan frío, que eso solo acrecentó el pesar de ella.
—Ranma...— Murmuró Akane, atónita. ¿Qué está pasando?
—Dije, que te quites.
—Akane, eso que viste es una cruz. Significa que Xian Pu no es mi destino. Lo que me dio a comer fue un mochi mágico que le permite saber si soy su persona destinada.
—¿De verdad?
Xian Pu se removió con dolor, librándose del agarre de Ranma. Por primera vez en mucho tiempo, le odió. —Las amazonas también tenemos otra regla. Si atacamos a un hombre, y este hombre nos gana, entonces podemos comprometernos con él.— Sonrió malévola.
Se aproximó para atacar al chico, aunque este último fue más rápido. Tomó a Akane sin pensarlo, y la elevó para cargarla. Saltó junto con ella, logrando esquivar el ataque de la china. Llegó hacia un tejado cercano, y se paró en él. Desde esa altura, miró a Xian Pu con molestia. De verdad ya la detestaba con todas sus fuerzas.
—Deja en paz a Akane. Si le haces algo, te las verás conmigo.— Soltó furibundo. No permitiría que le hiciera daño a ella.
Akane sintió un vuelco dentro de su corazón. Ranma sonó muy seguro de si mismo, y no solo eso. También la defendió del posible daño que sufriría, y amenazó a Xian Pu.
—Bien... ¡Escúchenme, los dos! ¡Haré que Ranma sea mío! ¡Y te derrotaré, Akane! ¡Lo prometo!
No le permitió que siguiera. Ranma se fue de ahí, con Akane en brazos y la peor de las iras.
Mientras que Xian Pu sintió el corazón partiéndose en dos. No dejaría pasar su promesa en vano. Lo que ella quería, lo obtenía.
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Miró los documentos extendidos en su escritorio. Ese mismo día había recibido, por fin, el poderoso contrato que podría asegurarle una gran victoria en el torneo. La amenaza hacia la chica Tendo era solo el comienzo.
Leyó las clausulas de nueva cuenta, comprobando que las cantidades ofrecidas realmente valieran la pena.
No es que no confiara en su hijo, ni en la nueva adquisición que recibió de China. Simplemente era un tipo codicioso, alguien que podría darse el lujo de ser competitivo. Al menos, el contar con el apoyo del señor Ueda significaba un incentivo extra para seguir adelante con lo estipulado.
Nadie se podría resistir ante la cifra exorbitante que el papel dictaba. Si lo hacían, es porque estaban completamente locos.
Dejó el sobre con el documento, y examinó la carpeta que el investigador privado le entregó horas antes. Al parecer, la señora Tendo si tenía un padre de origen desconocido. Alguien que no la reconoció como su hija. Pobre, pero eso podría cambiar para ella.
Ryutaro Kumon no se rendiría. Todo lo que quería, lo conseguía.
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Ranma llegó al parque más cercano a la universidad, con Akane aun en sus brazos. Aterrizó en el pavimento, sintiéndose realmente abrumado por toda la situación. La joven china dejó en claro que lucharía por honor, lo que significaba que seguramente intentaría dañar a Akane. Eso se volvía sumamente peligroso, porque entonces ella tendría que aumentar su destreza en combate para impedir que aquello sucediera.
Akane, por su parte, no entendía nada. La preocupación ante la amenaza de Xian Pu fue grande. Y debería estar conmocionada por aquello. A pesar del problema, en ese mismo instante, no dejaba de sentirse un poco reconfortada. No esperaba que Ranma la defendiera, ni mucho menos que la cargara para llevarla a un lugar cercano.
—¿Estás bien, Akane?— Preguntó suavemente a la chica, mientras la seguía cargando como una novia fiel. Tenia la suerte de que no hubiese gente a los alrededores, de lo contrario, todo se volvería mucho mas bochornoso de lo que ya estaba siendo.
Asintió con parsimonia. Su corazón se aceleró un poco, notando la forma tan firme y delicada en como la agarraba. —Si... estoy...bien...
—Espero que hayas entendido lo que pasaba con esos pastelillos.
—Si, descuida. Ya entendí.
Ambos se encontraban estáticos, sin saber que hacer o que decir. La suave brisa primaveral les golpeaba fuertemente, lo que acrecentaba la calidez dentro de los dos. Finalmente, Ranma comenzó a bajar con lentitud a la joven, quien le ayudó con la tarea. Cuando por fin tocó el suelo, Akane se hizo unos dos pasos haca atrás, acomodando su mochila que quedaba colgando del hombro. Comprobó que todo estuviese en orden.
—Oh...— Tomó su llavero de Pompompurin, el cuál tenía una pequeñita abertura. —No...— Un mohín se presentó en su rostro.
Ranma miró el mismo llavero, notando como el relleno se salía de la abertura. —Creo que Xian Pu le hizo eso a tu llavero.
—¡Es que este llavero es especial Me lo regaló Shinnosuke por mi cumpleaños.
Puso sus manos en la cadera, desviando su rostro. Rodó los ojos, y por dentro maldijo. Shinnosuke esto, Shinnosuke lo otro. Ahora resulta que ese mismo llavero se lo regaló el idiota ese. —¿Tanto berrinche haces por un maldito llavero sin importancia?
Lo miró mal. —¿Sin importancia? ¿Acaso nunca te han regalado algo tan valioso como esto?
—¡Que si, tonta! ¡Pero es un simple llavero!
—¡Es Pompompurin! ¡Mi personaje favorito de Sanrio!— Akane cruzó los brazos, frunciendo el ceño. —Pero claro. Es obvio que cuando saliste con Xian Pu al parque debiste de regalarle uno como este.— Los celos le salían a flote tan naturales. A pesar de que intentara reprimirlos, no podía.
Vaya que era celosa.—¡Que no! ¡Ya te había dicho que nada pasó! Es más, su personaje favorito es Hello Kitty. Odio a los gatos. En realidad, Pompompurin es lindo y tierno. Los perritos me simpatizan mucho. Tú pareces uno porque tus ojos se ven como los de un cachorrito, y...— Se detuvo al notar como Akane le miraba. De nuevo esa mirada tan dulce, apacible. —Es... quiero decir...— Se dio la vuelta, sin querer enfrentarla. No tenía la fuerza para hacerlo, porque se sentía débil ante ella.
—Ranma...— Mucha gente podría haberse sentido mal al ser comparada con un perrito. Pero para ella significaba algo más. Sabía que odiaba a los gatos, lo supo desde el momento en que casi se besan. Es por eso que, secretamente, prefería que la viera como un perrito. Tragó saliva, intentando acercarse al chico. Estiró su brazo, y con el dedo picó suavemente su hombro.
Ranma volteó, y casi se le sale el corazón. La sonrisa que tanto le estaba gustando se mostraba ahí, frente a él. Era demasiado.
—Aka...ne...
—Gracias por ayudarme con Xian Pu.— Agachó la mirada. —Creo que... necesito practicar más. Su amenaza no es en vano. Sé que tratará de herirme, y que quiere que pierda en el torneo. Pero yo... no me dejaré vencer.— Levantó el rostro, con dignidad.
Ranma asintió, controlando lo más que pudiera la incesante ansiedad. —Prometo que, en algún momento te compraré otro llavero de esos.
Otro llavero para ella. Aquello la descolocó tanto, que se volteó, dándole la espalda. —Si, gracias... yo... debo irme. ¡Nos vemos mañana!— Caminó a rápida velocidad, huyendo de sus mariposas en el estómago.
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Ryoga comía junto a Akari en el veterinario. Mientras lo hacían, le mostraba fotografías que tomó de Blanquinegra. La pequeña cachorrita ya empezaba a mostrar signos de crecimiento extremo. Ahora se había vuelto más juguetona, tanto, que logró romper unos cuantos cojines de la casa de los Saotome. Apenado por aquello, Ryoga buscaba una manera de aplacar ese comportamiento tan infantil de la perrita.
—Entonces... así es como quedó eso.— Deslizó la pantalla, mostrando cada pedazo de cobertor destazado en el suelo. Otra vez movió la pantalla, develando ahora una foto de los lentes del señor Saotome destruidos.
—¡Cielos!— Dijo Akari, riendo por lo gracioso de la foto.
—No es gracioso. El señor Genma me ha reñido por esto. Le tuve que pagar sus cosas, porque Blanquinegra parece no tener autocontrol en su sistema.
—Ryoga, es una cachorrita aún. Puede que haya crecido un poco más, pero sigue teniendo esa alma juguetona.
Ryoga apoyó su cabeza en la mesa, completamente derrotado. —No he podido ahorrar lo suficiente como para costearme un departamento por estar pagando las cosas destruidas. Y el señor me ha de odiar por llevar un animal a casa.
Ella le acarició la espalda, intentando consolarlo. —Ya, ya. No es el fin del mundo. Necesitan darle unos juguetes especiales para morder y sacarla a pasear más a menudo. Es todo.
—¿Así de simple?— Cuestionó.
—Bueno, no tanto. Puede que también necesites pasar más tiempo con ella. Los perritos suelen necesitar a alguien para desahogar su energía.
—Como los humanos.
Se sonrojó. Akari malpensó esa simple frase. Colocó un mechón de su pelo detrás de la oreja, sumamente tímida. —Si... claro... como aquella noche...
Ryoga también se puso tímido. Sin embargo, la miró con intensidad. —¿Quieres... repetir?
Abrió mucho los ojos, sintiendo el estomago burbujeando. —¡Ryoga!
—Es broma... creo...
—Hola.
La voz gruesa del chico frente a ellos llamó su atención. Akari sonrió feliz de ver a su nuevo amigo con un poco más de optimismo. Desde que le había dirigido la palabra parecía haber abierto un candado en ese joven reservado. Todos los días la saludaba siquiera con un pequeño hola. De igual forma lo hacía con Ryoga.
—¡Hola, Taro! ¿Ya vas a comer?
Asintió. Y luego, se retiró.
—Ahem...— Carraspeó Ryoga, llamando la atención de la chica. —Oye, Akari... sé que no te gustará lo que voy a decir...
—¿De que hablas?
—Hay algo en ese chico que no me agrada para nada.— Frunció el ceño, mirando hacia donde Taro había desaparecido.
Akari, extrañada, preguntó. —¿Que? ¿Por que?
—Es que... es raro. Cuando llegó parecía muy reservado. Pero ahora te saluda como si nada.
—Oye... ¿esos son celos?— Juguetonamente picó las mejillas del chico de pelo negro.
Se cruzó de brazos, un poco abrumado por aquello. —No... no, para nada...
Akari lo tomó de las mejillas, y le dio un pequeñito beso en los labios. —Tonto. Solo somos amigos, y ya. No va a pasar nada entre el y yo, porque ya me gustas tú. Y lo digo en serio.
Rio. Y luego, la besó dulcemente.
Tal vez debería dejar los celos a un lado. No es como si ese chico le quisiera quitar a su novia.
Mientras tanto, un sonrojado Taro destapaba su comida en solitario, rememorando cada pedazo del rostro de la alegre chica. Ella tenía novio, y de eso estaba consciente. Peor entre más prohibida la fruta, más deseada era.
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Shinnosuke caminaba a casa, después de un exhausto día en la escuela de artes. Cargaba consigo su estuche de pinturas, y la sonrisa en su rostro reflejaba la felicidad. Para su clase de retratos había decidido realizar una obra inspirada en aquella chica en la que no dejaba de pensar.
Akane se volvió su musa en el arte. Antes de todo el lío con respecto al compromiso de Akane, él no estaba seguro de sus habilidades en el arte. Si bien era cierto que muchas personas le alababan, nunca sintió tanta motivación como ahora mismo. La determinación de luchar por ganarse su cariño más allá de la amistad se triplicó. Ese retrato le ayudaría a ganarse el corazón de su amiga.
Soltó una risita, liberando la emoción dentro de él. Sin embargo, no esperó encontrarse con ese chico.
Ranma caminaba hacia la tienda de conveniencia cercana, pues después de lo ocurrido necesitaba distraerse. Pero ahí, frente a él, caminaba ese idiota a quien no tenía ganas de ver. El maldito Shinnosuke Ueda.
Como si se enfrentaran en una pelea se detuvieron, quedando frente a frente. Los gestos serios en sus rostros y los puños tensos solo indicaban las tantas ganas que poseían de golpearse el uno contra el otro, pero no lo harían.
—No esperaba verte aquí.— Pronunció Ranma, sumamente irritado. No soportaba la presencia de ese chico molesto. Ni siquiera por ser amigo de Akane toleraba cada pedazo de él.
Con el mismo desprecio contestó. —Voy a casa. Pero, dime una cosa, ¿Por qué no estás con Akane?
—¿Me ves cara de sanguijuela? No puedo estar con ella todo el maldito tiempo.
—Tal vez tú no, pero yo si.
Maldito cabrón. Rechinó los dientes, mientras aumentaba su furia. —Shinnosuke, te lo dejaré muy claro. No quiero que te vuelvas a acercar a Akane. Ella es mi prometida, y siendo sincero, no me agrada lo que haces.
Soltó una risita sarcástica, rodando los ojos. —¿Solo porque eres su prometido crees que tienes derecho a prohibir que me acerque a ella?
Ranma acercó su cuerpo aún más, retándolo. Si fuera por él, pelearía a puñetazos contra ese chico, pero debía controlarse. No tanto por él, sino porque si Akane se enteraba de algo seguro era hombre muerto. —Estas jugando a dos bandos...
—Terminé con Ukyo.— Dejó caer la bomba con orgullo.
Eso desestabilizó a Ranma, quien retrocedió dos pasos, consternado por lo que escuchó. —¿Que?
—Ukyo y yo decidimos terminar lo nuestro. Ambos nos dimos cuenta de que, en realidad, siempre nos ha gustado alguien. En su caso, se trata de tu amigo, Ryoga.— Aquello solamente obtuvo el efecto deseado. Ese molesto chico de ojos azules lucia contrariado. —Y en cuanto a mi, digamos que estoy dispuesto a obtenerla.
Lo entendió. No era estúpido. Shinnosuke Ueda hablaba de Akane. Pasó de verla como una mejor amiga, a interesarse por ella como una mujer, tal como el lo estaba. —No puedo creerlo.
—Pues créelo.
—¡Akane no es un juguete ni una maldita propiedad!— La ira crecía y crecía sin control, como una mala hierba difícil de quitar. Lo odiaba, de verdad lo detestaba con todas sus fuerzas. —Que tú no te hayas dado cuenta desde antes que le gustabas, no es culpa de ella.— Bien, lo dijo. Lo soltó.
Ante eso, Shinnosuke se sorprendió. —¿Yo le... gustaba?
—Tiempo pasado. Ya no es así.
—¿Cómo estás tan seguro de eso?
—Solo lo sé.
Entrecerró los ojos. Toda la bondad en él se había esfumado. Si los que lo conocen desde siempre lo vieran en este momento, seguro que se preguntarían a donde fue ese chico angelical que nunca retaba a nadie, y que jamás contestaba tan duro. Sin embargo, Saotome no merecía a Akane. Ella era demasiado para ese imbécil.
—Escucha, Saotome. ¿Crees que le puedes ganar a una amistad de años?
—No sé de que hablas, pero...
—Claro que lo sabes. ¿Te tengo que recordar que Ukyo estaba enamorada de ti, su mejor amigo?
—Sigo sin entender.
Comenzó a reír. Si, definitivamente ese angelito de Shinnosuke se había ido al carajo hace tiempo. —Toda una vida de amistad, contra unos meses de conocerse. ¿Cuál crees que gane el cariño de Akane? ¿No es obvio que los mejores amigos siempre tienen las de ganar?
Entendió todo. Ranma entendió, por fin, a que quería llegar. Ukyo y él eran mejores amigos. La castaña siempre tuvo sentimientos por él demasiado tiempo. Y logró tener una pequeña relación con él. A regañadientes, pero lo logró. Si Shinnosuke persistía, entonces Akane podría caer de nuevo por ése chico de pelo castaño. Después de todo, resultaba una verdad dolorosa para él. Muchos años de amistad, a comparación de meses de conocerse... ¿Cuál era la que ganaría?
—No lo voy a permitir.
—Y yo no me pienso rendir. Haré que Akane me quiera de vuelta.— Afiló su mirada, ensombrecida gracias a la determinación que emanaba de él. —Yo no me creo el cuentito de que están comprometidos por que así lo desean. Sé que lo dijiste frente a todos para amarrarla junto a ti. Pero puedo ver el daño que le haces. La ilusionas, lo noto en su mirada. Sin embargo, no eres lo suficientemente claro con ella.
—¡Cállate! ¡Estás equivocado!
—Yo no la lastimaré. Lo prometo.
—¡Nunca la lastimo! ¡Tu mientes!
—Lo sabes de sobra. Así que...— Sonrió totalmente confiado. —Estás advertido. No voy a dar mi brazo a torcer. Verás que me ganaré su corazón, porque soy su mejor amigo. Solo yo puedo hacerla feliz, porque la conozco mejor que nadie.
Caminó relajadamente, dejando atrás al chico de trenza.
En cambio, Ranma sintió algo extraño moverse dentro de él. ¿Y si Shinnosuke realmente si podía hacerla feliz, incluso más que a él?
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Llegó a casa completamente exhausta. Ese día fue un total caos, una locura completa. A pesar de ello, decidió ir a la cocina para comenzar lo que quería lograr. Antes de llegar a su hogar, pasó a la tienda de mochi de sus patrocinadores.
Leyó la cajita que compró. Según la dueña del establecimiento, los sakura mochi que le entregó tenían algo sumamente especial dentro de ellos. Al parecer, esos mochis los solicitaban mucho las chicas. Era por un ingrediente secreto, así que realmente no entendía que podría haber ahí. Suspiró, mientras comenzaba a ordenar las cosas en la cocina. No podía pedirle a su madre que le ayudase con esto, pues aunque comenzaba a mejorar, no deseaba molestarla.
Ni a Kasumi, ya que su hermana mayor estaría sumamente cansada por sus clases en línea y por liderar los deberes del hogar. Obviamente su padre no contaba, y Nabiki trabajaba.
¿Qué estaba pensando? Ni siquiera con Shinnosuke se había atrevido a preparar algo de comer para él. Pero, de cierta forma, con Ranma deseaba hacerlo. No solo porque él le había dicho de forma indirecta que quería probar su comida, sino que también lo haría como muestra de agradecimiento por ayudarla con el ataque de Xian Pu.
Ese agarre en su cintura, y como la cargó hacia el parque más cercano... ¡No podía olvidarlos!
Nunca la habían salvado. Jamás alguien le había protegido de esa manera, por lo que sus mariposas en el estómago no se calmaban. Tocó sus mejillas, y se propinó unas cuantas palmaditas en ellas.
—Basta, Akane. Solo sientes agradecimiento por lo que hizo.— Miró el reloj de la cocina. Marcaban las diez de la noche. —De acuerdo, basta de autoreflexiones. Debo darme prisa.— Hizo un pequeño baile, sacudiendo los nervios que se aferraban a ella.—Espero que salgan bien.
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Habían terminado de dar las respectivas clases en el dojo. Tuvieron que pedirles a Satori, Oyuki y Shinobu, los miembros de su equipo, que se quedaran a practicar un rato más. Sin embargo, no fue mucho tiempo el que pasaron entrenando.
El reloj en sus celulares marcaba las cinco de la tarde, por lo que Ranma tuvo que quedarse a comer con la familia Tendo. Le parecía divertido comer junto a ellos, pues se les notaba como una familia muy unida. Realmente podía decir que si en verdad estuviese comprometido con Akane, les consideraría como de su propia sangre.
Ahora mismo se encontraba recogiendo sus pertenencias en el dojo, mientras era acompañado por Akane. Ella le insistió en ayudarle, así que no puso ninguna objeción.
—Tu familia es muy unida.— Soltó de golpe.
Akane sonrió. —Lo somos. Desde que mamá se enfermó, nos hemos unido más. Creo que es lo que pasa con las personas cuando enfrentan obstáculos. Los lazos se estrechan, y en cualquier instante, el cariño crece.
Para Ranma, aquellas palabras sonaron muy tiernas. Akane era tierna. Tal vez habían iniciado con el pie izquierdo, y quizá aún seguían entrados en el papel de molestarse el uno al otro. Pero, si debía ser sincero con él mismo, por dentro, su corazón había tomado otra dirección. En efecto, se había entrelazado algo en él con Akane.
—Vaya...— Terminó de cerrar la mochilita, y se puso se pie mientras la colgaba en sus hombros. —Eso sonó bastante...
—Cursi. Si, lo sé.— Dijo ella, levantándose junto a él.
Negó. —En realidad...— El joven rascó su barbilla, mientras su mirada bajaba al piso. —Sonó lindo. Quiero decir, pude notar que los amas demasiado.
—Si.— Cruzó sus brazos hacia atrás. —Lo hago.
El silencio se instaló en ellos, dejando que sus latidos sonaran sin cesar. Los obstáculos ayudan a fortalecer las relaciones entre las personas. Esa frase les caló en lo profundo de sus seres, porque presentían que ahora se unirían más de lo normal. La amenaza de Xian Pu no podía tomarse a la ligera, ni tampoco la del señor Kumon. Debían estar alertas, y especialmente, protegerse de forma mutua. Se transformarían en un equipo que buscaría su bienestar en común.
—Por cierto, tengo algo que darte...
—¿Eh?
—Espera un momento.
Akane desapareció del dojo, y Ranma no tuvo remedio más que esperarla. No entendía que le sucedía a la chica. Desde hacia un buen rato la notaba inquieta, muy ansiosa. Hasta pensaba que tenía que ver con el tema de la amenaza de Xian Pu. Pero todo quedó a la deriva cuando la observó entrar al lugar con algo entre sus manos.
Ella se acercó de prisa, sintiéndose un poco torpe. Trató de llevar con calma el pequeño platito con un par de sakura mochi que se esmeró en preparar por la noche anterior. Cuando llegó a la altura de Ranma, le extendió el objeto, ignorando el temblor en sus manos.
—Cómo agradecimiento por ayudarme con Xian Pu ayer, te he preparado esto.
Ranma tomó con cuidado uno de los pastelillos del plato. Lo examinó, fijándose en la forma de ambos. No tenían un borde regular, pero se veían deliciosos. Sus ojos brillaron un poco, y sintió el vuelco en su corazón. Akane le había preparado un postre. Solo para él. Las mejillas se incendiaron un poco, y el sudor en sus manos apareció.
—Akane... yo... gracias...
Akane le enfrentó, rojísima a más no poder. Aun así, el temor en sus ojos era palpable. —Escucha... de verdad no soy buena cocinera. ¿Estás seguro de probarlos? Aún te queda tiempo para arrepentirte.
—¡No!...— Al notar que lo dijo en un tono de voz bastante alto, negó. —Es decir... los probaré... no pueden saber mal.
—De todos modos... si sientes algo raro, hay un botiquín en casa.
—Creo que exageras un poco.— Acercó el sakura mochi a su rostro, y finalmente lo comió.
Akane le miraba expectante. Sin embargo, al notar como lo tragó a duras penas, frunció el ceño mientras realizaba un pequeño mohín mientras dejaba el plato en el suelo. —¿Que... tal está?
Tuvo que contener una pequeña arcada. Odiaba admitirlo, pero si era mala cocinera. —Estaba muy salado... y tenía ingredientes que creo que no combinaban con la receta original...
—¡Te lo dije!— Exclamó, golpeándole el brazo.
—¡Oye! ¿Yo que iba a saber que en serio cocinabas tan pésimo?
—¡Te lo advertí! Es que soy mala...
Se interrumpió al observar como en el brazo de Ranma comenzaban a aparecer manchones de color rosado. Sus ojos se abrieron enormes, y tocó sin cuidado la extremidad del chico. Llevaba su hoddie roja, así que descubrió la piel, encontrando un mar inmenso de esas cosas. El chico también lo notó, por lo que se sobresaltó.
—Akane... esto...
—Ranma... dime que no eres alérgico a algo...— Soltó su brazo, y le tomó de la parte del pecho. Las manchas también aparecían en su rostro, inundándolo de un mar de pétalos rosáceos... momento... —Esos parecen pétalos de cerezo..
La mirada de Ranma tembló. Tragó saliva, esperando poder explicarle a Akane lo que sucedía. —Akane... ¿de donde conseguiste los sakura mochi?
—Los compré a la esposa del patrocinador, ayer por la tarde, después de que me dejaste cerca de casa... ¿Por qué...?
—Son los mismos sakura mochi que Xian Pu me dio el lunes.
Examinó su rostro, corroborando que si eran manchas de pétalos de cerezo. Cuando él probó los de Xian Pu, una enorme marca negra se manifestó en él. Ahora, todo era distinto, pero no entendía que pasaba. —Ajá... pero, ¿entonces esto que significa?
—Que... que al parecer... según los sakura mochi... tú.. tú y yo... estamos...
—¡Ya, dilo!
—¡Que estamos destinados a estar juntos!
Akane, por la impresión, aflojó el agarre en su sudadera. Ahora entendía lo que la esposa de ese patrocinador le había insinuado. Esos postrecitos eran codiciados porque te mostraban tu destino. Pero, entonces eso solo podía significar que algo pasaba entre ambos. Sus iris chocolate brillaron de una forma que ella misma desconocía tener, y sin darse cuenta, su mano se estiró hacia la frente del chico. Levantó el flequillo, descubriendo el sinfín de marcas en él.
Demasiadas coincidencias.
Ranma no estaba tan tranquilo. Su respiración se agitó, y esto se acentuó cuando ella le hizo a un lado el flequillo. No era fiel partidario de creer en brujerías y esas cosas, pero, ¿Qué debía hacer con aquella información?. Entonces miró los labios de Akane. Ese pequeño pico simplemente era difícil de borrar de su mente. Tal vez los sakura mochi podían decir la verdad, pero el prefería no verlo así. En realidad, si deseaba que fuese verdad. A pesar de anhelar esa respuesta como una afirmativa a que debería intentar avanzar con ella, sus pies se mantenían en la tierra. Shinnosuke podía, en cualquier momento, ganarse el corazón de Akane. Cuando ese chico le confrontó, lo notó tan serio, que no le cabían dudas.
Antes de que cometiera una estupidez, se libró de la distancia con Akane. Miró hacia un lado, mientras ponía su mejor cara de bromista. —Pero... eso no podría estar mas alejado. Después de todo, no es que nos llevemos tan bien.
—¿Qué?— A juzgar por la mirada que le dio, podía creer que él iba a hacer algún movimiento.
Le dolía, pero le dolería más si es que se hacia falsas ilusiones. —Unos simples postres no pueden determinar con quien pasarás tu futuro. Menos si es con alguien con quien no has iniciado bien las cosas.— Se alejó, comenzando a caminar hacia la salida del dojo. Sin embargo, se detuvo. —No deberíamos creer en estas cosas. Es infantil hacerlo.
Miró hacia un lado, sintiendo un crujido pequeñito en su corazón. —Tienes razón.— Sonrió falsamente, intentando ignorar la desilusión. —Pasa al baño antes de irte. Lávate ese rostro, después de todo, se quitan con agua.
—Si, eso haré.— Giró su rostro lento, observándola. —¿Mañana estarás ocupada?— Preguntó más por costumbre que por realmente interesarse en ello.
Asintió. —Saldré con Shinnosuke todo el día. Hace tiempo que no pasamos un día entero juntos.
—Me imagino que será divertido. En fin...— Sonrió dolorosamente. Quizá ese otro chico pudiera hacerla sentir mil veces mejor que él. —Diviértanse.
—Gracias...
Ranma salió de ahí, y ella se desplomó en el suelo. Los escalofríos le llegaron, y entonces, supo que estaba perdida. No quería salir lastimada, no soportaría pasar el dolor de no ser correspondida. Ranma Saotome le daba señales confusas, le mareaba con intensidad. El pequeño pico no había significado nada para él, así que ella tendría que dejar de ilusionarse con cada cosa que el hiciera.
—Solo somos amigos, Akane. Repítelo hasta el cansancio.— Tomó el plato con el otro pastelillo sobrante. La magia no existía, y él tenía razón. Eso no determinaba nada. —Jamás estarás con Ranma Saotome.
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Abrumado. Así es como se sentía.
Al recordar lo lastimado que quedó Ryoga después de la relación con Ukyo, se había prometido a sí mismo no dejarse engatusar por la dulzura cruel del amor. Incluso, cuando fue testigo del dolor de Akane gracias a Shinnosuke, comenzaba a querer resistirse a sucumbir. Fallidamente había caído en esa trampa. Ahora, todo era distinto. Akane Tendo se estaba ganando su corazón a creces, conquistándolo como si se tratara de un territorio codiciado.
Podía parecer fácil intentar conquistarla. No se consideraba un gran mujeriego, ni el mejor coqueteando. En realidad, era tímido, torpe con las palabras. Es por eso que, cuando él le dijo, sin pensarlo, que su sonrisa era linda, le ganó el temor. Es por ello que prefería molestarla, para poder ocultar lo que realmente ya sentía por ella.
Nunca se había interesado en el romance porque siempre puso las artes marciales en lo alto.
Ahora, la broma cruel del destino le había alcanzado.
Tenía pavor. Si. Miedo a salir lastimado. Miedo a perderla por cualquier situación. Ya la consideraba su amiga. Si intentaba algo más con ella, arruinaría todo lo que había conseguido en tan poco tiempo. No deseaba llorar por alguien, ni deseaba lastimarla. Realmente se encontraba en un gran dilema del que no tenía ninguna respuesta a que hacer.
Suspiró, mientras entraba a su casa, con la cabeza gacha.
La noche ya había caído, por lo que simplemente trataría de dormir lo mejor que pudiese. Tal vez podría pegarse una buena borrachera para intentar borrar lo que sentía, pero tampoco tenía ganas de hacerlo.
—¡He llegado!
Se anunció en el recibidor, quitándose el calzado. Nadie respondió, cosa muy extraña, pues al menos que estuviesen ocupados obtendría alguna señal. De Ryoga ni hablar, seguía en su cita con Akari. Caminó hacia el comedor, encontrando una sorpresa un tanto extraña.
—Ranma, tenemos visitas.— Anunció Genma, mientras tomaba el trago de sake servido por Nodoka.
El hombre frente a ellos se giró para mirar al chico de trenza. Una sonrisa sardónica, formada en el rostro de ese sujeto le produjo una muy mala espina.
—Mucho gusto. Mi nombre es Ryutaro Kumon. He venido a ofrecerles un trato jugoso del que estoy seguro no podrán resistir.
Notes:
¡Hola a todos!
Espero les haya agradado la actualización. Perdonen si le doy vueltas a la relación de estos dos, me encanta el drama. Además, creo que ya vamos llegando a la mitad de este AU, así que no se preocupen. Avanzarán, créanme. Trataré de traer actualizaciones más a menudo, ya que debo equilibrar ahora que tengo la escritura de un nuevo AU.
Por cierto, si lo quieren ir a leer pueden hacerlo. Se llama Nieve de cristal, y es diferente porque ahí veremos a Akane estudiando ballet profesional. Habrá mucho drama en ese fic, y momentos emotivos. Además, la relación entre Ranma y Akane llevará un trasfondo complicado, pero interesante. Espero puedan ir a darle una lectura, en caso de que les interese.Supongo que este será el último capítulo del año de este fic, así que si solo son lectores de este, les deseo una feliz navidad y un próspero año nuevo. Muchas gracias por acompañarme en esta aventura. Aprecio que se tomen el tiempo de leer esta historia. Ojalá les agrade lo suficiente, y no se preocupen, está en mis planes terminarla. No me atrevo a abandonarla, pues está en mi corazón al ser la segunda historia que me hizo retomar la escritura en este fandom.
En caso de que me sigan como lectores, seguramente tendremos las últimas actualizaciones del año para Nieve de cristal pronto. Además, publicaré una última participación en la dinámica de Calendario de adviento. Así que nos leemos por ahí.
¡Gracias por leerme!
Con amor, Sandy.
Chapter 11: Guerra declarada.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Ranma 1/2 no me pertenece. Todos los derechos están reservados a su autor original, Rumiko Takahashi. Esta obra es escrita sin fines de lucro.
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Entre amores y karate.
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Capítulo 11.- Guerra declarada.
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Mientras se encontraba sentado en la sala de su casa, frente a él un señor de traje impecable enseñaba un documento muy importante, y que según había mencionado, era de su interés absoluto. Pero en su mente solamente se atascó el apellido Kumon. ¿Ese era el padre de Ryu?
—Quiero proponerles que se unan a mi equipo. Verán, mi dojo tiene técnicas impresionantes, y además contamos con instalaciones muy bien equipadas. En la actualidad, los dojos convencionales pueden parecer un poco aburridos.— El señor Kumon extrajo su celular, mostrando un video que dejó deslumbrado a Genma. —Contamos con sistemas de entrenamiento actualizados. Para medir las habilidades y la fortaleza de quienes entrenan aquí, tenemos un escáner que muestra absolutamente todo. Y además, les ofrecemos un servicio exclusivo de nutriólogos y entrenadores personales. En caso de necesitarlos, claro.
Genma no cabía de la impresión. Ni en sus más locos sueños pudo visualizar algo como aquello. —¡Que impresionante!
Ranma y Nodoka se miraron. Cuando a Genma se le metía algo en la cabeza, no había nadie que le detuviera. Y debían temer, ya que el era un hombre que se dejaba llevar por lo material.
El señor Kumon alejó el celular, y sonrió como si estuviese posando para un comercial de pasta de dientes. —Para obtener estos beneficios, les ofrezco un contrato exclusivo.— Señaló el papel frente a él, y colocó la pluma a un lado, de forma intencional. —Siéntanse con la libertad de leerlo.
Ranma entrecerró los ojos, notando como su padre comenzaba a mostrar destellos en sus ojos. Antes de que él regordete hombre pudiese leerlo, el chico se adelantó y lo tomó. Junto a Nodoka, leyeron lo más que pudieron. Genma intentaba asomarse un poco para saber que diablos tenía escrito, pero ninguno le dejaba sitio para observar.
—Disculpe, señor Kumon... pero está cantidad... ¿no es muy exagerada?— Preguntó Nodoka un poco inquieta. No mencionaría nada, ya que su esposo sería capaz de firmar sin pensar.
—¿Pero que cantidad es?— Genma insistió, queriendo arrebatarle el contrato a Ranma. Algo fallido, ya que el chico se alejó.
Ryutaro amplificó su sonrisa. —¡Para nada! He escuchado que su hijo fue entrenado en China. Y además, que posee una gran habilidad y destreza para el combate. Creo que es un precio justo para alguien tan ingenioso como él.— Al notar el silencio formado, incentivó más a los padres del chico. —Me gustaría que formara parte de mis filas. Tengo planes de que participe en el torneo de artes marciales. Con su fuerza, estoy seguro de que...
—Ya estoy en un dojo.— Interrumpió Ranma, de forma firme. Su semblante había pasado de tranquilo a tenso.
—Oh... es cierto... el dojo Tendo, ¿cierto?
—Si. El dojo de mi prometida.— Enfatizó, aunque no tenía la necesidad de hacerlo. Tal vez sus sentimientos hacia Akane estaban mezclándose con el orgullo y el honor de ser un artista marcial. No lo sabía. Lo único claro es que aquél hombre estaba cometiendo trampa. —Señor Kumon, espero equivocarme. Per pareciera que quiere que me una para que el dojo Tendo tenga desventajas.
El patriarca Kumon le miró suspicaz. No se equivocaba, pero para que funcionara, debía mostrarse desinteresado. —Más equivocado no podrías estar, muchachito.
—Señor... — Genma tomó el hombre de su invitado sorpresa, y comenzó a tartamudear. —Mi hijo no sabe lo que está diciendo. Pero si el dinero es suficiente, entonces nosotros...
—No aceptamos.— Ranma entregó el documento con firmeza al hombre frente a ellos. —Lo lamento, señor Kumon. Pero Akane es mi prometida, y debo mucho a su padre. Además, es deshonesto.
¿Quién lo diría? Ni siquiera la suma de nueve cifras le hizo flaquear. Ryutaro se levantó, y tomó el documento en sus manos. Aparentó estar tranquilo, pero en el fondo, comenzaba a estar intranquilo. El idiota del padre parecía que si podía caer ante la trampa, así que ya vería como tener al joven en sus filas. —Bien, es una pena. En fin, agradezco mucho su atención.
Ranma ni siquiera mostró una sonrisa de cortesía. Estaba enojado, y no sabía si con el señor Kumon, o con su padre, quien demostró que podía traicionar a los Tendo. —Por favor, no tome represalias por esta decisión. Y le pido que no insista. Mi decisión es firme.
—Ténganlo por seguro.— Se reverenció. —Debo irme. Gracias por la amabilidad.
—Lo acompaño a la puerta.— Dijo Nodoka, siguiendo a la visita y mirando a Ranma.
Una vez que la indeseable presencia desapareció, Genma se abalanzó a Ranma y lo sostuvo de su camisa, zarandeando el cuerpo de su hijo. —¿Estás demente?
El de trenza sostuvo las manos de su padre, y sin mucho esfuerzo lo alejó de él. —Esa pregunta es para tí. ¿Acaso no piensas en los Tendo?
—¡Claro que lo hago!
—¡Mentiroso! Por dios... ¡La mamá de Akane está enferma, y tú solo piensas en el asqueroso dinero!
—¿Cuántas cifras eran?— Preguntó el regordete hombre, ansioso por saberlo. Pero en cuanto notó que su hijo se mantenía mudo, se lanzó a atacarlo con una patada dirigida hacia la cabeza. Ranma esquivó el golpe, y se hizo hacia un lado. —¡¿Cuanto era?!
—Cien millones de yenes.
Genma volvió a atacar a su hijo, sin importarle si la sala podía sufrir algún daño. Ranma lo esquivaba, y de repente le respondía con puñetazos que lograban impactar a su padre. La pobre Blanquinegra, al ser una cachorrita aún se mantenía atemorizada y nerviosa, ladrando y aumentando la tensión entre padre e hijo. Nodoka regresó a la sala, y ni bien miró la escena, comenzó a decepcionarse de su esposo. El dinero a veces lo cegaba.
—¡Genma, ya basta!— Reprendió la mujer. Y como su esposo no parecía oír, tomó la katana exhibida en la sala y la lanzó en dirección al par de personas. Esto pareció surtir efecto, ya que inmediatamente pararon, Ranma hizo una llave, inmovilizando a su padre.
—Viejo, no puedo creer que te vendas de esa forma.— Susurró con furia.
—¡Ranma, ya!— Regañó Nodoka.
Al menos el le hizo caso, ya que soltó al inútil de su padre y se alejó lo suficiente como para calmarse. Oh si, Ranma Saotome estaba furioso. Su padre, traicionando a su amigo. ¡Era una mierda de persona! Puso las manos en sus caderas, y trató de respirar para controlarse. Lo peor, es que no solo pensaba en los señores Tendo. Si el aceptaba, estaría traicionando a Akane. Jamás lo haría, y el solo pensar que su padre era capaz de ello le hervía la sangre.
Genma se acomodó los lentes y la ropa. —Debimos aceptar.
—Viejo, basta...— Bufó.
—Genma, por favor. Los Tendo nos han dado la confianza suficiente como para dejar pasar la impulsividad de Ranma. Nos perdonaron que se hayan comprometido imaginariamente, y le permitieron competir y dar clases en su dojo. Es como si los traicionáramos.
—¿Es que no lo entienden? Ellos se llevan casi todo el dinero.— Aleteó con los brazos de forma exagerada. Un completo bufón.
Rodó los ojos, y volvió a bufar. Realmente tenía ganas de matar a quien se supone es su padre. —La mamá de Akane tiene cáncer. Deben pagar quimioterapias, cuentas... ¡Y tú te preocupas porque ellos se llevan gran parte del dinero!
—¡No debería ser así! Pudimos firmar un contrato, y pactar la mitad. Ranma, no lo estás viendo de la forma que es. Usan tu imagen para obtener un patrocinador y beneficios. ¿No crees que debemos ganar más?
—No puedo creer lo que dices...— Susurró enojado.
—Además...— Señaló a la perrita de Ryoga. —Nos está destruyendo cosas del hogar.
Ryoga iba llegando a la residencia de los Saotome, cuando escuchó gritos. Se apresuró, y llegó en el momento más inesperado. Miró como el señor Saotome hablaba de Blanquinegra, su preciada cachorrita. Enojado pero avergonzado se acercó al animal, y lo cargó. Luego, se dirigió al señor Genma.
—Lamento que Blanquinegra les cause problemas.— Inclinó su cabeza. —No tardaré en buscar un departamento. Mientras tanto, pagaré cada cosa que ella rompa.
—Ryoga...— Susurró Ranma, un poco preocupado por su amigo. Sin embargo, se tranquilizó al verlo sonreírle.
—Descuida, Ranma.
Ranma no ocultó su furia. Asesinó con la mirada a su padre, y pronunció una amenaza para él. —Papá, no voy a permitir que firmes un contrato sin mi autorización. Recuerda que soy mayor de edad, y te puedes meter en problemas legales conmigo. Si me entero que el señor Kumon te insiste, tomaré riendas en el asunto.
—Hijo, ¡Reacciona!
—Los Tendo nos han ayudado. Y a Akane... a ella le debo fidelidad.— Tomó a su amigo, y los dos junto a la perrita se encaminaron a la habitación del chico.
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Ryutaro llegó hecho una completa furia a su oficina. Quitó de forma brusca su saco, y lo dejó botado en uno de los sillones de cuero. Prometidos... ¡Que cursi era ese idiota! Lo que no entendía, es por qué el no cayó ante la oferta. Es decir, eran cien millones de yenes, no todos los días ves esa cantidad de dinero siendo pobre. Sirvió un vaso de whisky, y lo tomó de un solo trago. Luego, tomó su celular y marcó a su contacto de confianza.
—¿Diga?
—Necesito que rehaga un contrato nuevo, y esta vez aumente los beneficios. No me importa que se vean exagerados. Tengo el dinero suficiente para hacerlos realidad.
—De acuerdo, señor Kumon.
Desde el ventanal de la oficina, admiró la noche. —Lo requiero urgentemente.— Colgó, y volvió a dar un trago a su whisky. Se ganaría al padre, y luego el hijo caería. Ya lo verían.
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Ranma se terminaba de colocar su camisa de la pijama. Ofuscado, bufaba y soltaba maldiciones ante la atenta mirada de Ryoga y Blanquinegra. —Viejo estúpido.
—Oye, Ranma... cuando dije que me mudaría, lo decía en serio. Ya estoy buscando un cuarto en el que me permitan tener a Blanquinegra junto conmigo.— Acarició y mimó a la cachorrita, tomando un juguete del suelo y dándoselo a morder. —Así ya no tendrán que preocuparse de que alguien destruya las cosas.
Suspiró, hastiado. —No, Ryoga. Mi padre no lo decía solo por ti. Ya ha pasado que unas cuantas veces termina metiéndose en líos porque le ofrecen cantidades de dinero que para el son adecuadas.— Se acostó en su cama, mirando hacia arriba. —Apenas el año pasado terminamos de cubrir su última deuda. Maldito viejo.
—Vaya... no pensé que fuese tan idiota.— Hizo una pausa momentánea. —Sin ofender.
—No te preocupes, pensamos lo mismo. Cómo sea. Ese señor no me da buena espina.
—¿Lo conoces?
—A él... no.— Entrecerró sus ojos. —Pero a su hijo si. Va en la misma universidad.
Ryoga seguía jugueteando con Blanquinegra. —¿Y que harás? Por que presiento que ese hombre no dejará de intentar convencer a tu padre de que acepte el trato hasta hartarte.
—No voy a dar mi brazo a torcer.— Chasqueó con la lengua. —Como sea. Voy a vigilar a Ryu.
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Akane caminaba junto a Shinnosuke en el parque de diversiones al que habían acordado en ir. No era Sanrio Puroland, pero aún así todo estaba siendo divertido. Con cada juego que subían ambos recordaban su infancia. Desde chicos, a Akane nunca le gustaron las montañas rusas. Las odiaba, porque le daban miedo las alturas. En si, ella era una llorona empedernida. Solía hacer berrinches con muchas cosas, y en parte eso le daba cierto toque tierno. Aunque ella no se daba cuenta de aquello. Ahora, mientras los carritos daban una vuelta completa en el aire, se aferraba al brazo de su amigo, esperando no salir disparada o morir en la atracción y siendo la llorona que era.
Shinnosuke, por otro lado, ya notaba lo linda que era su amiga. Ahora entendía por que en la escuela siempre la solicitaban los chicos. Sin embargo, en su cabeza seguía resonando lo que Saotome le confesó. A ella le gustaba él, antes del compromiso arreglado. Y si tan solo hubiese dejado de ser tan ciego, en ese momento podrían ser pareja. A pesar de ello, ya se encontraba completamente decidido a reconquistar a Akane. La amenaza a Saotome era real. Hallaría la forma en la que pudiese ganar de nuevo a la chica.
El juego terminó de dar vueltas, y los dos bajaron, sintiendo un ligero temblor y el vértigo en sus estómagos. Hacía tiempo que ninguno subía a atracciones tan extremas, así que se desacostumbraron. Lo positivo, es que al menos sus estómagos no se vaciaron.
—Uff... eso fue... terrorífico...— Se quejó Akane, sentándose en una de las mesitas cercanas a la gran montaña rusa. Se quitó las lagrimas con sus dedos, tratando de recobrar su postura. —No sé por qué me dejé convencer de que era buena idea subir ahí.
Akane si era tierna. Y ahora, viéndola vistiendo un lindo vestido de overol negro, con camisa blanca de manga larga, una boina negra en su cabeza y unos botines se le salía el alma. Tomó asiento a su lado, y soltó una pequeña risa. —Admítelo. Extrañabas esa sensación de cosquillas en el estómago.
—No lo negaré, pero es verdad. Fue divertido.— Añadió, riendo alegre. Sin embargo, cuando las risas se detuvieron, no pudo evitar pensar en que le gustaría subirse a ese juego con Ranma. ¿A él le darían miedo las alturas, al igual que ella? ¿O sería tan valiente como Shinnosuke? De igual forma, no podía saberlo, porque no llegaría a suceder nada entre ellos. Y era lo mejor, no quería pasar por otra desilusión amorosa. —¿Hace cuanto que no veníamos juntos al parque de diversiones?
Pensó, metiendo las manos a los bolsillos de su chamarra de mezclilla. —Creo que desde que salimos del instituto. La última vez, tu mamá tuvo una recaída, y regresamos temprano.
Ya lo recordaba. Aquella ocasión, ella planeaba decirle que le gustaba. Sin embargo, las cosas no salieron bien, y no pudo confesarse. Aunque lo agradecía, porque ahora entendía que tal vez estaban mejor siendo amigos que algo más. —Es verdad. Desde que estamos en universidad, las cosas cambiaron.— Apoyó sus manos en el banquito, y comenzó a balancear sus piernas. —A veces suelo extrañar cuando todo era más sencillo. Como cuando íbamos a la primaria.
—Eran buenos tiempos.
Akane presentía que su amigo no estaba tomando de la mejor forma la ruptura con Ukyo. Aunque el le dijo que fue en buenos términos, no podía saber si en serio lo estaba superando. —Shinnosuke... ¿realmente estás bien con la ruptura?
—Claro. Lo estoy. No fue fácil, pero resultó ser lo mejor. Aunque el que está más conforme con eso es mi abuelo. Dice que si por él fuera, yo ya tendría una prometida en este momento.
Ella negó. —Tu abuelo siempre quería encontrarte una novia. Me acuerdo cuando solía decir que si no lograbas tener a alguien, él nos casaría a ambos.— Soltó una carcajada juguetona, y luego paró. —A pesar de lo de Ukyo, ¿realmente eres feliz?
Sin dudarlo, respondió. —Si. En momentos como estos, soy feliz. Todo lo que pasé con ella me hizo feliz, pero también entiendo que el ciclo se acaba. Y aún así, me siento alegre. Confía en mí. Estoy bien.
—Que bueno es escucharlo. Pero, de todos modos, si en algún momento te sientes mal, está bien también.
Shinnosuke lanzó una pregunta para poder comenzar su intervención. —Akane, ¿tú eres feliz?
—¿Eh? Bueno, si. Lo soy.
—¿Qué te ha hecho feliz últimamente?
Muchas cosas, en realidad. Para empezar, que su mamá ya esté con un avance significativo de recuperación. Luego, el haber podido reabrir el dojo. Akari regresó de su intercambio, por lo que ahora tenía a su mejor amiga cerca. También estudiaba una carrera que le apasionaba demasiado, y en donde pertenecía al equipo de competiciones. Si, todo eso le alegraba. Pero, por dentro, una sola persona podía hacer que el insistente hueco dentro de sí se llenara. —Muchas cosas. Pero... creo que...— Si lo admitía un poco, tal vez le ayudaría a deshacerse de la incipiente carga en ella. Además, todos pensaban que en serio estaban comprometidos por amor. Para que todo fluyera, sería lo mejor admitirlo por ahora. —Creo que... él me hace feliz.
—¿Él?— No le estaba gustando nada de nada. —¿Te refieres a Saotome?
Asintió con suavidad. —Cuando él llegó, yo estaba hundida en una especie de tristeza. No te lo había comentado para no preocuparte, pero tenía un amor imposible rondando en mi cabeza.
A juzgar por lo que le dijo Saotome, se trataba de él. Una especie de culpabilidad se instaló en su corazón. No quería causarle daño nunca más a Akane. —Oh. Y... ¿Qué fue lo que pasó?
—Pasa que tropecé con la realidad. Ese chico jamás me vería como otra cosa. Una noche, cuando no soporté más el dolor, me derrumbé bajo la lluvia.— Sonrió, recordando el momento en el que lloraba desconsolada. —No sé como, pero las circunstancias lograron que Ranma me encontrara en ese parque. Y entonces, él me consoló. Me abrazó, mientras dejaba que llorara en su hombro. Aunque le mojara la ropa, no se despegó ni un segundo de mi lado. Luego, me llevó a su casa para que pudiera tomar una taza de té, medicamento para la gripa y para tener una muda de ropa. Después de eso, se volvió mi confidente.
—Vaya...— Susurró tratando de disimular su disgusto.
—Ranma me había dicho que no lo haría. Me dijo que él no me consolaría, y aún así... lo hizo.— Las cosquillas en su estómago salieron libremente, y ya no se debían a la montaña rusa. —Él se ha convertido en algo que me hace feliz. Y aunque a veces se le suelte la boca, y me diga cosas tontas, sigue haciéndome sonreír.— Como olvidar cuando le dijo que se veía linda cuando sonreía. La sinceridad en ella se reflejaba, pero a pesar de ser feliz por recordar cosas, sentía la dualidad. Prefería pensar que lo decía en forma amistosa, porque así el golpe de realidad no dolería como con Shinnosuke. Pero, por ese instante, se dejaría llevar.
—Eso es bueno...— Maldijo al chico por dentro, sin embargo, era momento de intervenir. —Pero, Akane... no quiero ser un poco negativo.
Akane lo observó, interesada en él. —Dime.
Trató de hablar con naturalidad. —A veces, pareciera que Saotome no es algo atento contigo. No es que quiera entrometerme en lo que ambos tienen, pero me preocupa que no te trate como debe ser. Mereces a alguien que esté dispuesto a sacrificar cosas por tu bienestar. A alguien que te haga sonreír sin hacerte pasar por las lagrimas. Alguien que no te confunda.
—Si... bueno... es que... él es un poco tímido. Es solo eso... si...— Akane excusó a Ranma, pero en el fondo, lo último le pinchó la burbuja de sueños. Ranma a veces la confundía, mareándola, haciendo que levite con el romanticismo para luego caer gracias a sus bromas pesadas. Por ello, no podía bajar la guardia. Shinnosuke tenía razón, ella merecía no sufrir por alguien. Cuando el torneo terminara, ella rompería el compromiso con Ranma. La excusa para los patrocinadores sería que no funcionaron las cosas. Y listo. Problema solucionado.
—¿Y si te dijera que hay un chico al que le gustas? ¿Qué harías?
—¿Un chico?— Curiosa, frunció el ceño. —Bueno, sabes que le gustaba a medio instituto. Y ahora a media universidad. Pero... ¿Qué de especial tiene este chico?
—Muchas cosas.— Se levantó de un salto de la banca. Caminó hasta situarse frente a su amiga, y sonrió animadamente. —Iré a comprar un par de bebidas. ¿Qué sabor quieres?
—Tal vez... coca cola.
—Bien.— Agachó su cuerpo en dirección a su amiga, logrando que ella se reclinara levemente hacia atrás. Y luego, con su dedo índice, tocó la punta de la nariz de Akane, dando un golpecito bastante tierno. —Lo lamento, tenías un mosquito. Y, por cierto, ese maquillaje te sienta muy bien. No te lo había dicho antes, pero en serio eres muy linda. Por eso le gustas a ese chico.— Se incorporó de nuevo. —Regreso en unos minutos.— Sin esperar respuesta, caminó en dirección a la fuente de sodas del parque.
Mientras tanto, Akane no pudo evitar sonrojarse un poco, parpadeando incrédula. Si su yo de hace unos meses siguiera enamorada de Shinnosuke y viviera esto, le hubiese dado un ataque al corazón. Pero ahora, con resentimiento, pensó en por qué Ranma no podía ser más claro y transparente. Así, tal vez ella no dudaría. Aunque, razonando lo que sucedió, concluyó que fue un lindo gesto de parte de su amigo. Extraño, pero lindo.
—Shinnosuke está actuando algo extraño. ¿A que chico se referirá?— Quedo pensativa por unos segundos, pero no lograba dar con la identidad. —En fin. Supongo que tiene un poco de razón. Recuerda, Akane. Ranma solo es tu amigo.
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Ranma estaba aburrido. Ryoga y su madre se acapararon la televisión para ver una comedia romántica que pasaban en el horario nocturno de los domingos. En lo personal, prefería alejarse de las cosas románticas en esos momentos, ya que no quería hacerse ideas equivocadas con respecto a Akane y su salida con Shinnosuke. Extrañamente ella no posteó ninguna foto en su estado, por lo que no tenía ni idea de como le habría ido.
Bufó, dejando su celular por milésima vez en la mesa. —Ranma, basta. No te importa. Después de todo, él tiene razón. No puedes competir contra un amigo que sabe todo sobre ella. Tal vez sepa que odia las películas de terror. O que le encanta Pompompurin. O que su actor favorito es Kento Kaku.— Entre más pensaba en lo que ese imbécil sabía de ella, más se enojaba. —Oh, si. Ha de saber que ella usa mucho el color azul y rosa porque siente que son los que le favorecen más, y también ha de saber que Akane se ha visto más de trescientas veces las películas de Bruce Lee porque le encanta como realiza las técnicas de kung fu. —Maldita sea.
Miró su celular nuevamente, y sin resistir la tentación, abrió la aplicación de mensajería. Sin embargo, un milagro se hizo realidad. Akane subió una foto a su estado. Y tan pronto como vio que apenas pasaron unos segundos, la observó. Era ella, parada al lado de una estatua de un oso. No salía Shinnosuke ahí, aunque supuso que el fue quien tomó la foto.
Su corazón dio un vuelco al observarla. Sonreía feliz, radiante. Y vestía muy lindo. Es... linda...
Juntó valor, y envió una respuesta a su historia. Lo hizo tan rápido, que cuando dejó de nuevo el celular en la mesa este terminó azotando, llamando la atención de su madre y de Ryoga. Enrojecido, decidió subir a su habitación, excusándose de que iría a leer un manga.
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Akane se desmaquillaba en completa tranquilidad. Había decidido postear la única foto que se tomó en el parque de diversiones. No es que no quisiera tomársela junto a Shinnosuke, pero por extraño que pareciera, no quería darle cosas a pensar a Ranma. Como si deseara evitar algún malentendido.
—No, Akane. No le debes explicaciones a Ranma. Pudiste tomar una con Shinnosuke... pero... ¿Por que sentía que de alguna manera traicionaría a Ranma si lo hacía?
Incluso, cuando escuchó que su amigo afirmó que había otro chico al cual le llamaba la atención, sintió culpa. Y deseaba nunca cruzarse con él. Cómo si prefiriera esperar algo más del de ojos azules. Suspiró, guardando el desmaquillante. Luego, caminó hacia el espejo de cuerpo completo, y se miró en él. Elevó sus manos, y con los dedos dibujó una sonrisa en su rostro. Los bajó, apreciando sus facciones.
—¿De verdad seré linda cuando sonrío? Shinnosuke nunca me lo ha dicho, pero, Ranma si.
Una notificación le llegó, despertándola de su autorreflexión. Desbloqueó la pantalla, y se asombró al notar que venía de nada más ni nada menos que del susodicho. Se adentró al chat, encontrando una respuesta a su estado. Sin embargo, era una que ella no esperaba.
Ranma_:
Me alegra saber que te divirtieras. Prometo ir contigo a Sanrio Puroland cuando tengamos oportunidad, y espero que te vistas así de linda. Y si puedes, sonríe junto a mí.
Lo digo porque no quiero que la gente piense que no estás comprometida.
Si, ya sabes, hay que mantener la mentira.
Aunque...
Bueno...
Ya...
Solo sonríe.
Tonta.
Apretó el celular entre su pecho, y se lanzó a su cama, rebotando. Las mejillas enrojecieron fuertemente, y sintió el vértigo en su estómago. Ranma era una montaña rusa de sensaciones, definitivamente.
Tecleó rápidamente, hizo otra cosa, y dejó el celular en la mesita de noche. Tomó una almohada, y ahí ahogó sus gritos mientras pataleaba.
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Tan pronto como el celular sonó, lo tomó. Le temblaban las manos, y sentía mucho calor. Daba gracias que ni Ryoga ni su madre le siguieran, de lo contrario, se desmayaría de la vergüenza. Abrió el chat, y encontró la respuesta de ella.
Akane_:
Hiciste una promesa, ahora te toca cumplirla. Si no lo haces, entonces no sonreiré.
Ni diré que soy tu prometida.
Aunque si lo soy.
Pero de mentira.
Si...
Y espero que me compres el llavero de Pompompurín.
¿De acuerdo, tonto?
Si no lo haces, te odiaré.
Bueno, descansa. No quiero que se te marquen las ojeras.
Y nos vemos mañana. Tonto prometido falso.
PD:
La foto de Akane, en pijama, sonriente y con la cara lavada le apareció de repente. Hizo zoom para apreciar cada detalle de la imagen, sin poder creer su suerte.
Le había mandado una foto de ella,, sonriendo.
Su corazón se aceleró, y no pudo más. Se echó en la cama, comenzando a retorcerse cual gusano, tratando de apaciguar sus latidos desbocados. Un día de estos moriré de un infarto. estúpida Akane.
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Akane llegó a la estación del autobús, con un poco de nervios. Toda la noche no pudo dormir por pensar en lo que hizo. Mandarle una foto a Ranma fue algo osado, pero se sintió agradable. Nunca había mandado fotos tan libremente. Ni siquiera con su amigo Shinnosuke lo hacía. Soltó una pequeña risita, comenzando a moverse entre tímida y emocionada. ¿Qué me pasa? Me gustó mandarle una foto sonriendo, pero ahora no sé como verlo a la cara. Además, le recalqué que somos prometidos. Falsos, pero lo somos.
Se sentó en el asiento disponible, mientras balaceaba las piernas de enfrente hacia atrás. Las pocas personas en el lugar no le prestaron atención, y eso estaba bien. Comenzó a reír nuevamente, maravillada porque al parecer, haber admitido que Ranma le hacía feliz llenaba su corazón de dicha como nunca antes. Así hubiera seguido, hasta que un toque en su espalda le interrumpió. Tan pronto como supo de quien se trataba, se acomodó para parecer que no le importaba, y giró su rostro.
Lastima que no era él.
—Xian Pu...— Ahí estaba la molesta chica, con sus brazos ocultos detrás de su espalda. ¿Ahora que quería?
La joven china afiló su mirada, realmente molesta. Esa chica andaba muy descarada, sonriente a más no poder. Algo había sucedido con Ranma, y eso le ponía furiosa a niveles altos. Su abuela no sabía nada de todo, y no tenía por qué enterarse. —¿Recuerdas lo que dije? Sobre las leyes de mi aldea.
Akane se levantó, alertando a los que esperaban el transporte. Lo lamentaba por ellos, ya que no debían de estar en este embrollo. Se alejó unos pasos, y puso posición de combate. —¿Vienes a ponerlas en práctica?
Sonrió de medio lado. —Si.— De sus brazos, sacó un arma que Akane no supo identificar. Un palo que en los extremos tenía dos esferas de metal. —Akane. Muere.
Gracias a esa palabra, las personas comenzaron a retirarse de ese lugar. Xian Pu atacó, blandiendo en el aire el arma. Akane esquivaba, sin embargo, le estaba costando trabajo seguir el ritmo de la joven china. Cuando era pequeña, sus entrenamientos iban viento en popa. Su padre se encargó de enseñarle lo más esencial, y el resto lo trabajó ella sola, a base de tardes y noches llenas de actividad imparable.
Lamentablemente, sus habilidades se opacaban frente a las de esa mujer. Cuando contó en casa sobre su oponente, Nabiki le hizo saber que la tribu se preparaba mucho más que los artistas marciales comunes. Estaba en desventaja.
Akane giró, dando un salto hacia atrás. Se despistó gracias a la bocina de un coche cercano, y esto le brindó a Xian Pu una oportunidad de embestirla con el arma. La de pelo corto logró detener la esfera de metal con las palmas de sus manos, las cuales terminaron ligeramente lastimadas. Fruncía el ceño, mientras ponía resistencia para evitar que le derrotara.
—Esto... duele...— Susurró Akane, sintiendo unas pequeñas lágrimas salir de sus ojos. —¿Qué diablos es esta arma?
—Se llama bombori.— Colocó más presión, logrando que su rival trastabillara ligeramente. —Duele, ¿no? Es un arma que usamos en nuestra aldea para matar.
—¿Por qué... lo haces? ¿Por qué me quieres lastimar?
—Porque quiero a Ranma. Y no lo puedo conseguir hasta que te mate.— Adelantó más su cuerpo, ejerciendo más esfuerzo. —Eres muy débil. ¿Y así quieres competir en el torneo?
Gruñó. Débil. ¡Ni en sueños! —Tú eres la débil... argh... atacarme de la nada es deshonroso.
—¡Calla!— Alejó el arma, moviéndola con rapidez para dar un último golpe. Sin embargo, fue detenida por un par de brazos fuertes, los cuales sostenían el arma firmemente.
—Basta.— No entendía que sucedía. Iba camino a la parada, sumamente nervioso por la interacción con Akane. Y cuando llega, ve que la molesta joven china tiene a la de pelo corto acorralada. Pero no iba a permitir que le hiciera daño. Tomó el arma, se la arrebató a Xian Pu y la arrojó hacia un lado. —Déjala en paz.
Lo maldijo, una y otra vez. —Akane Tendo. Esto no ha terminado. Cuando menos lo esperes, te derrotaré.— Xian Pu, furiosa, salió corriendo de ahí.
Akane se quejó, tomando sus palmas con delicadeza. Estaban rojas, y con los detalles de esa esfera marcados en su piel. No es que doliera demasiado, pero si le había infringido cierto daño ligero. —Duele...
Ranma, realmente preocupado, las sujetó con mucha precaución. Escuchó que se quejó un poco. Si no llegaba a tiempo... —Maldición...— Subió su vista hacia la joven, notando el rastro de lagrimas que tenía. De pronto, la preocupación le invadió. Ahora mismo había alguien protegiéndola. Pero... ¿y si él no llegaba? ¿Quién le ayudaría? —Lamento... Lamento no haber llegado antes.
Negó. —No fue tu culpa. Ella quiere hacerme daño antes del torneo. ¡Es tramposa!— Cerró sus palmas, pero se arrepintió al notar el dolor nuevamente en su piel.
—Te acompañaré a enfermería en cuanto lleguemos a la universidad.— Dijo, completamente decidido.
—Pero debemos llegar temprano a clases...
—Eso no importa ahora.
Agachó la mirada, consternada por lo sucedido. —Bueno, tienes razón.
El autobús llegaba a la estación. Cuando paró, los dos subieron y se sentaron sin decir ni una sola palabra.
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Ryutaro Kumon llegó hacia un establecimiento de dulces demasiado sencillo para su gusto. Él siempre solía frecuentar las mejores tiendas en muchos aspectos, así que estar en ese lugar se sentía impropio de él. Sin embargo, ponía todas sus cartas sobre la mesa. Los contratos en su mano servirían para presionar al chico. Tal vez, si lo hacía, él aceptaría a unirse a su dojo.
Pudo notar el cariño que realmente sentía hacia la joven Tendo, por lo que apelaría a sus buenos sentimientos con respecto a ella. Se aseguraría de que el plan no fallara.
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—¡Auch!
—Perdón. Prometo que tendrá un efecto rápido.— Se disculpó la amable doctora del consultorio. Terminó de colocar el ungüento, y en cuanto lo hizo, vendó la mano más lastimada de la joven. —Tienes suerte de haberte lesionado la izquierda, así podrás escribir durante tus clases.
—Si, tiene razón.— Pronunció Akane.
La mujer acabó con el vendaje, y se levantó de su asiento. —Debo salir por algo. Quédate aquí por lo menos media hora, que es lo que tarda en curar ese ungüento. Después de ello, ya pueden ir a clases.
—Gracias.— Agradeció Ranma.
En cuanto salió del lugar, Akane soltó un largo suspiro. Se miró las manos, y de pronto, un sentimiento completamente extraño se hizo presente. No quería ser pesimista, pero Xian Pu era fuerte, ágil y rápida. Ella también, pero no creía estar a su nivel. Más que temer por su vida, temía no poder competir de la mejor forma en el torneo. La primera ronda para elegir a los dojos semifinalistas se llevaría a cabo en cuatro meses, así que ella no tenía certeza de si lograría pasar a la etapa que le interesaba.
Ranma logró percibir que algo no andaba bien con ella. La notó seria y retraída durante su camino a la escuela. Carraspeó, tratando de llamar su atención. —¿Ocurre algo?
¿Debería ser sincera con él? —Ehm, bueno... yo... no, nada.
—Si... claro...— Metió las manos a los bolsillos de sus pantalones cargo. —Como no soy Shinnosuke, a quien le cuentas todo...
Frunció el ceño. —¿Eh? ¿Qué tiene que ver Shinnosuke en todo esto?
—Nada.— Desvió la cara, molesto.
Akane supo que tenía que ser sincera. No deseaba lidiar con malentendidos ahora, ya que habría cosas peores que tratar. — Bien. Es que... creo que estoy un poco preocupada. Es decir... necesito mejorar mis habilidades de combate. Xian Pu es ágil, y yo...— Miró nuevamente sus manos. En la derecha, el ungüento comenzaba a actuar, disminuyendo el dolor y suavizando el tono rojizo de su piel. —Me puede derrotar fácilmente.
Entendía la preocupación de Akane, pero también, sabía que se estaba subestimando. Es algo que, de cierto modo, le irritaba. Si ella no confiaba en sí misma, ¿Entonces quien lo haría? —No lo digas. Aún no estamos compitiendo, así que no te subestimes.
Ella sonrió tristemente. —Ranma, es que yo...
—Te prohíbo que lo digas.— La miró fijamente. —Ahora no es momento de bajar la guardia. Necesito que seas optimista, porque se avecinan problemas.
—¿Problemas? ¿Qué clase de problemas?
—El dueño del dojo Kumon fue a verme.— Miró a Akane, con seriedad. —Quiere que me una a su dojo. Trató de mostrar un contrato con una suma de dinero exagerada. Mi padre casi lo firma.— Apretó su puño, conteniendo la rabia que le llegó de golpe.
Se levantó de su asiento, sin importarle nada. Esta vez, la preocupación le subió hasta lo más alto de su cabeza. —¿Qué? Y... ¿aceptó?
Negó. —Más bien, no dejé que lo aceptara. Ese ingrato estaba dispuesto a traicionar a tu padre.
—Dios...
—Akane... tu sabes que yo no te traicionaría, ¿cierto?— Preguntó, con cierto tono suplicante en su voz. —Yo... yo no soy capaz de firmar un contrato. Ya di mi palabra, y...
Lentamente acercó su lastimada mano hacia la otra. El tomarse de las manos ya se había vuelto algo habitual entre ambos, después de todo, debían actuar como un par de prometidos que en serio se querían. Sin embargo, ese pequeño gesto le gustaba a Akane. Ella deseaba confiar en él, pese a que el tiempo en el que se conocían fuese relativamente corto. —Tranquilo. Confío en que tu no lo harías.
Estaba realmente apenado por el comportamiento de su padre. Sin embargo, la mano de Akane sobre la suya trajo en él una agradable sensación de calidez. —Perdona, de verdad. Mi padre es un estúpido codicioso.
Negó con parsimonia. —Ranma, cuando fui a dejar la lista de los competidores con el señor Ueda, me encontré al padre de Ryu. Hizo un comentario que no me agradó demasiado. Y creo que tenía que ver con lo que me cuentas. No sé que trama, pero... tienes razón. Creo que hay que prepararnos para los problemas que se avecinen.
—Akane, si lo que te preocupa es mejorar, entonces trabajaremos en eso. Te ayudaré.
Sonrió. —Muchas gracias.
La puerta se abrió, y de nuevo tenían a la doctora frente a ellos. En cuanto ella entró, se separaron, un poco avergonzados. De igual forma, no había tiempo de preocuparse por líos amorosos. Debían de andarse con cuidado, ya que una amenaza nueva se aproximaba a ellos.
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—Uhhh... dulces, ¿Puedo tomar uno, Ryu?
—No.
—Uy, que genio. Bueno.
Ryu llevaba en su mochila una caja llena de golosinas para su nuevo amigo. Sin embargo, se extrañó de no encontrarlo esa mañana. Lo había buscado por todos lados, y jamás obtuvo rastro de él. Le daría importancia a no verlo ese día, pero, se encontraba sumamente pensativo en lo que observó antes.
Estaba cerca de la calle donde se ubicaba la escuela de Satori, cuando a lo lejos apreció una discusión acalorada entre dos hombres. Le habría dado lo mismo, de no ser porque distinguió a su propio padre de entre ambos sujetos. Se ocultó detrás de un coche cercano, y aunque no pudo lograr escuchar algo de lo que hablaban, si le causó una tremenda curiosidad que estaba dispuesto a saciar.
Otra cosa interesante, es que se encontraban cerca de la escuela de ese niño. ¿Acaso ese hombre sería el padre de Satori? Además, ¿Por qué estaba ahí?
—¿Qué es lo que estás tramando, padre?— Susurró, mientras observaba la pelea de entrenamiento entre dos de sus compañeros de clase. Luego, dirigió sus ojos hacia la pareja de chicos.
Ranma Saotome era el objetivo que su papá deseaba adquirir, sin embargo, dudaba que lo consiguiera. Ese par parecía estar bastante unido ya, por lo que no dudaba que el chico fuese fiel a permanecer en el dojo. Pero si llegaba a enterarse de que su padre estaba usando juegos sucios, entonces él tendría que tomar alguna medida drástica.
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Ukyo llegó a la veterinaria, dispuesta a comenzar con su plan de recuperar a Ryoga. Tenía el as bajo la manga, y sonreía con malicia. Llevaba consigo una orden de okonomiyaki, hecha especialmente para la chica. Entró al lugar, saludando a la amable recepcionista. Preguntó por su víctima, y al obtener la respuesta que necesitaba, agradeció.
Caminó por los pasillos, rememorando lo que escuchó hace unas semanas. Ryoga y Akari se habían acostado. Y, bueno, ella entonces le daría una probada de su propio chocolate a la resbalosa de la joven de pelos teñidos. Llegó al consultorio, y entró sin tocar. Ahí mismo la encontró, totalmente sola.
Akari se encontraba tranquila, alimentando a unos conejitos que quedaron a su cargo cuando, de la nada, abrieron la puerta. No pudo evitar fruncir el ceño casi enseguida. Venía a fastidiar, pero ella no le permitiría que le hiciera algún desplante, ni mucho menos que le humillara. Se puso de pie, y la enfrentó.
—¿Qué haces aquí?— Preguntó ácidamente.
Ukyo amplió su sonrisa, y aventó la comida hacia el suelo, con absoluto desdén. —He terminado con Shinnosuke. Traje esta comida para celebrar.— Al notar que no había respuesta ante eso, rebatió con otras preguntas. —¿Qué? ¿No te alegras por mí? ¿Acaso te gusta verme hundida en el dolor?
—¡Usaste a Shinnosuke! ¿Sabes lo que te hará Akane si ella se entera de eso? ¡Te matará!— Más descarada no podía ser. Ahora entendía lo que Ryoga siempre le había contado.
Rodó los ojos. —¡Ay, por favor! Él también está feliz de terminar conmigo.
Akari abrió los ojos, impresionada al escuchar ese detalle. —¿Qué? ¿Feliz?
—Ambos nos dimos cuenta de lo que queremos realmente. Yo quiero a Ryoga, y él quiere a Tendo.— Se cruzó de brazos, tratando de imponer autoridad. —En fin. Venía a celebrar contigo, ya que tengo otra noticia más importante.
¡Lo suponía! Cuando ella regresó y se encontró a Shinnosuke, durante el florecimiento de los cerezos, pudo observar la cara de su amigo al mirar como Akane estaba agarrada a Ranma. —¿Noticia? ¿Dé que se trata?
—Digamos que me he enterado de que la mamá de Tendo es hermana ilegítima del señor Kumon, el dueño del dojo Kumon.— Se acercó a la chica, comenzando a caminar en círculos, rodeándola. —El señor Kumon quiere quitarle su herencia que le corresponde. Parece que se trata sobre una técnica de lucha, o algo por el estilo.
Estaba en completo shock. Atando cabos, recordaba que conocía la historia de que la madre de Akane no tenía padre, y que este nunca la reconoció. —Dios...
—Ajá. Y, bueno, ya sabes. Tengo entendido de que aquella señora está enferma de cáncer. Sería muy malo para su estado de salud recibir esas noticias tan impactantes.— Se detuvo, quedando frente a frente. Acarició la mejilla de la otra chica, sin dejar de sonreír. —Estaba pensando en ir y decirle a la señora de lo que me enteré. No es justo para ella no obtener su parte.
Akari entendió. Si la malvada de Ukyo Kuonji abría la boca, la recuperación de la madre de Akane se vendría cuesta abajo. Akane misma le contó que el doctor les comento que la señora debería estar tranquila, ya que estaba en las últimas semanas del tratamiento, y no podía permitirse descuidar su estado de ánimo. —¿Qué quieres?— Preguntó, rindiéndose. La tenía atada. Ni siquiera podía decirle nada a Akane porque no quería desconcentrarla del torneo.
—No diré nada, a cambio de que permitas que Ryoga vuelva a acercarse a mí. No te entrometerás en las decisiones que yo tome con respecto a él. Y no le prohibirás salir conmigo.
—¡Estás loca! Además, eso depende de Ryoga. ¡No puedes obligarlo a quererte nuevamente!
Pateó la bolsa del alimento, revelando lo furiosa que estaba. —Lo harás, o divulgo la información. Es real lo que te digo. O dime, ¿Quieres que se desate un caos?
La tenía entre la espada y la pared. Tampoco quería decirle a Ryoga, porque él le diría a Ranma, y ese chico podía indagar más, lo que generaría más embrollos. Apreciaba mucho a la mamá de Akane, por lo que se sentiría fatal si ella recibe las noticias y recae en el hospital. No quedaba de otra.
La puerta se abrió, y de ahí apareció Ryoga. Al notar la presencia de Ukyo, se congeló. —Ukyo... que sorpresa...
Ukyo descompuso su rostro, pasando de atemorizante a uno que demostraba cierta tristeza. —¡Ryoga!— Se lanzó a sus brazos, aferrándose a él. Las lágrimas falsas salieron de sus ojos, y trató de hacer el mejor papel de su vida. —Es que Shinnosuke terminó conmigo... y me siento tan destrozada... sé que no he sido buena contigo, pero... necesitaba un amigo con quien desahogarme...
—¿Amigo?— Dubitativo, miró a Akari. Las cosas entre ambos marchaban bien, y no deseaba arruinarlo.
Akari, rendida, suspiró. Y luego sonrió, esperando lucir comprensiva. —Puedes acompañarla. De la tristeza se le cayó la bolsa de alimento.
—Yo... ¿segura?
Asintió. —Si. Está bien.
Ryoga comenzó a caminar, tratando de ayudar a Ukyo a tranquilizarse. Mientras, en aquel consultorio, Akari se desplomó en el suelo, sintiendo como la furia y la frustración se adueñaban de su corazón. Miró la bolsa de okonomiyaki tendida ahí. Y luego, miró al conejito de la jaula cercana. —Amiguito... ¿Crees que todo salga bien? Porque yo espero que si.— Hizo un puchero, lamentando su suerte.
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Ranma caminaba ya de regreso a su casa, después de un día muy exhausto. Decidió ir y dejar a Akane hasta la puerta de su casa, esperando no encontrarse de nuevo a la china obsesionada con él. Todo le hastiaba, porque aunque ya había tratado de dejarle en claro a esa odiosa chica que no pasaría nada entre ellos, seguía insistiendo. Y lo peor, es que deseaba dañar a Akane.
Ayudaría a la menor de los Tendo a entrenar, aunque le estaba pesando un poco en el alma. Cuando estuvo entrenando junto a su padre, a veces esos métodos eran un poco rudos. Gracias a ellos, su miedo a los gatos se había desarrollado bastante. Temía que Akane se infringiera algún daño, así que pensaría la forma de adecuar las técnicas de entrenamiento a la chica.
Un auto se estacionó frente a él. Extrañado, se detuvo, pero en cuanto observó como salía de ahí aquél monigote rodó los ojos. ¿Acaso no pensaba rendirse?
—Señor Kumon, pensé que había dejado clara mi decisión.— Pronunció hastiado. Esa era la cereza en el pastel para su día de maravilla.
El hombre se acercó jovial, sosteniendo en sus manos una pila de hojas. Del montón de documentos, sacó uno, y lo extendió hacia el chico. —Disculpa la insistencia. Pero de verdad, me encantaría que examinaras este contrato. Es el cuádruple de lo que ofrecía el día de ayer.
Ranma no lo tomó. Simplemente se paró con más orgullo, cruzando los brazos. —No lo haré. Ya se lo había dicho. No pienso traicionar al dojo Tendo.
El gesto jovial se transformó en una sonrisa sardónica. Dejó de mantener la apariencia de buen sujeto, para mostrar su verdadera cara. —¿Crees que no puedo hacer lo que sea necesario para que te unas a mi dojo?— Mostró el montón de las hojas. —Estos son contratos. He averiguado quien es su patrocinador junto a sus dos aprendices que también competirán. Y digamos... que me fue fácil hacer que por lo menos echaran un vistazo a los documentos.
Gruñó, apretando los dientes. —¿Qué insinúa?
—Les dije que tenía más ofertas, y que me dieran su respuesta el viernes por la noche. Lo mismo te digo a ti. En caso de que rechaces la oferta, firmaré el contrato con todos ellos. Sería una absoluta pena que se quedaran sin patrocinador y sin competidores.
—No se atrevería...
—Ten por seguro que si.— Volvió a estirar el papel, el cual fue arrebatado de sus manos bruscamente.
Ranma leyó rápidamente, y abrió los ojos cuando vio algo. ¡El bastardo de su padre firmó ese papel nuevamente! Comenzó a temblar de la ira, sosteniendo fuertemente ese documento. —Maldito hijo de...
—El viernes espero tu respuesta, en el restaurante Koi House. Y no te molestes en romper ese. Tengo otro respaldo.— Volvió a meterse en su coche, totalmente satisfecho.
Ranma, en cambio, asesinaría a su padre en cuanto llegara a casa.
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Kotaro y Kana cenaban tranquilamente. Satori se había enfermado, por lo que no pudo asistir a clases ese día. Sin embargo, eso lo agradeció bastante Kotaro, ya que su pequeño hijo podría haberse enterado de cosas que no deseaba que él supiera.
—No puedo creer que te dijera aquello.— Dijo Kana, completamente molesta. —Trató de manipularte para que Satori dejara al dojo Tendo. ¡Que inaudito!
—Tsk. Inaudito se queda corto.— Tomó un bocado de su ración de pescado, y la llevó a su boca. —Me dijo que desea destronar al dojo Tendo. Clásico de los Kumon. Cuando ven un potencial en otros, hacen lo posible por apagarlo.
Su esposa se preocupó. —Kotaro, ¿Y si Satori llegase a conocer a los Kumon?
—No lo voy a permitir. Por cierto, he encontrado un investigador privado a bajo costo.— Extrajo de su bolsillo una tarjeta con unos datos. La dejó sobre la mesa, y se la extendió a su esposa. —Vive en Kyoto, así que me he comunicado con él por teléfono. Aceptó trabajar conmigo, ya que conoció a mi madre. Dice que empezará por investigar mañana, y que en cuanto consiga algún dato me hará saber.
Kana tomó la mano de su esposo. —Kotaro... ¿Y si la madre de la señorita Tendo si es la hija del bastardo de tu padre? Sé que puede ser apresurado sacar esa conclusión, pero tal vez si lo es.
Negó. —Algo me dice que no es así. La señorita Tendo no tiene rasgos característicos de los Kumon. Pienso que es alguien más. Alguien a quien no conocemos aún.
—Entiendo.—Apretó más la mano. —Todo estará bien. Verás que encontraremos a esa persona antes que tu hermano.
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—¡¿Que diablos te pasa?!—
Ranma y Nodoka no podían creer que la sed de dinero por parte de Genma le nublara el juicio. Y Genma, por otro lado, no entendía el nivel tan bajo de ambición de su hijo. Su esposa era obvio que no lo tendría, pero él debía ser más despierto. El patriarca Saotome se levantó del suelo, después de haber sido lanzado lejos.
—Ranma, entiende.
Apretó los puños. —No voy a entenderlo. Viejo, ¿se te ha metido mierda en la cabeza?
Negó. Y luego, procedió a realizar una llave hacia su hijo. —Ranma... estoy velando por tu futuro. ¿Acaso no leíste la cláusula en el contrato sobre tu educación? Ese hombre está dispuesto a lanzarte como artista marcial profesional de inmediato. ¡Es tu maldito sueño! ¿Lo olvidas?
Forcejeó, logrando deshacer la llave. Odiaba hacer este tipo de escenas frente a su madre, pero es que ese viejo calvo y gordo le sacaba de quicio en muchas ocasiones. —¿Y qué tiene que sea mi sueño? Si, ser artista marcial profesional es lo que más deseo. ¡Pero no pienso hacerlo a costa de otros!
—Genma, Ranma tiene razón.— Nodoka se posicionó al lado de su hijo. Ella apoyaba firmemente a Ranma, y le decepcionaba el comportamiento de su esposo. —Tú no eres el hombre con el que me casé.
Suspiró. Le dolió lo que ella le dijo, pero también, trató de negociar con el testarudo de Ranma. —Hijo, de todos modos, si no firmas ese contrato el dojo de Soun estará acabado. No lo digo por los competidores que te quitará. Lo digo porque se llevará al único patrocinador que tienen.
—¿Y eso que tiene?
—Reacciona, hijo. ¿Con que financiarán todo? Ya recibieron su primer pago con ellos, pero, ¿Y el resto?
Se adelantó hacia él, retándolo. —Veremos como lo solucionamos. Pero ni de chiste voy a hacerlo.
—Si de verdad te importa el dojo, lo mejor es que firmes con el señor Kumon.
Un dilema absoluto. Le pesaba, pero su padre tenía razón. A pesar de ello, se negaba a hacer eso. No podría perdonarse el traicionar al señor Tendo y a Akane por protegerlos. A decir verdad, no quería apartarse del lado de Akane. Respiró profundo, y con toda la seguridad, le dijo a su padre lo que pensaba hacer.
—Akane ya sabe que el señor Kumon nos ofreció el contrato, y le di mi palabra. No haré eso.
—Ranma.
—Basta, viejo.— Miró con seriedad a su padre, aferrándose a su decisión. —Puede que seamos prometidos falsos, pero a final de cuentas se ha ganado mi aprecio. No voy a aceptar la oferta, y planeo decirle a Akane todo lo que quiere hacer el señor Kumon. No importa lo que se atraviese, pero si nos quedamos sin patrocinadores, veremos que hacer.
Nodoka estaba orgullosa de su hijo. Aunque sabía que él lo decía no tanto por orgullo de artista marcial, sino porque se había enamorado de Akane. Aun si su hijo lo trataba de negar, para ella era más que obvio que él cayó por la jovencita. Se acercó a él, y tomó su hombro en señal de apoyo. Luego, observó a su esposo, igual de decidida.
—Ranma tiene mi apoyo. Genma, compórtate a la altura, o me veré en la penosa necesidad de volver a amenazarte con el divorcio.
Genma suspiró, rendido ante el ejército madre-hijo frente a su persona.
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Akane bajó las escaleras alegremente, y luego se dirigió hacia la cocina. Su madre estaba ahí, acompañando a Kasumi, quien cortaba vegetales. Le alegraba ver el avance significativo de su madre. Muchas veces, decían que cuando las personas se recuperaban, significaba que probablemente partirían de ese mundo. Sin embargo, no era el caso de su mamá. Ella había luchado bastante, y a pesar de los contratiempos logró derrotar al cáncer. Es por ello que le quedaban dos quimios más por tratar.
Afortunadamente, con el dinero del patrocinio pudieron pagarlas, así que ya solo quedaba por juntar dinero para el resto de la competición. Cosas más, cosas menos, pero no era algo que le quitara el sueño.
Tomó su almuerzo, y se despidió de ambas. Después, se encaminó a la entrada de su hogar.
Agradecía que su mamá tomase terapia durante su tratamiento. Hubo un momento en el que ya no la necesitó, pues se encontraba con fortaleza, a pesar de lo desgastante que podía ser la enfermedad. Ahora, las cosas en casa parecían mejorar. Aun así, no estaba tranquila. Entre los problemas con Xian Pu y con el dojo Kumon, no sabía que le depararía.
Akane salió de su casa, encontrándose con el de trenza, parado y mirando en dirección hacia ella. Casi chocaba con él, y si eso sucedía, ella se pondría muy nerviosa. Bueno, en realidad, ya lo estaba gracias a su presencia.
—Ranma... ¿Qué haces aquí?— Le causaba mucha curiosidad encontrarlo, pero también le provocaba escalofríos agradables en su estómago.
Sus iris azuladas observaron a Akane con cierta calidez. Sonrió amigable, pues a pesar de tener que comentarle sobre lo que sucedería, quería ser gentil antes de hacerlo. —¿Qué? ¿No puedo venir por ti?
—No es eso. Es que no creía que vinieras a recogerme. — Cerró el portón, para luego comenzar a caminar junto a él. —Digo, ayer me acompañaste de regreso a casa, y te lo agradezco. Pero en serio, me tomaste por sorpresa.
Soltó una risita nerviosa. —Antes de que te hagas ilusiones, no es porque crea que eres linda.—Sacó la lengua, jugueteando con ella.
Akane entrecerró los ojos. —Ah, si. Ya sabía que empezarías con tus bromitas de siempre.
—Pero, la verdad es que si no lo hago, Xian Pu volvería a atacarte. No quieres eso, ¿Cierto?
Ella detuvo sus pasos. Su lado orgulloso no deseaba que él tuviese alguna especie de lástima por ella. —Ranma, no deberías hacerlo. No es tu obligación cuidarme.
Se molestó de repente. ¿Qué no era su obligación cuidarla? Por todos los cielos, aunque fuesen prometidos falsos, él si quería velar por su seguridad. —Cielos, pensé que ya habíamos pasado la etapa de no ser agradecida.
—¡Lo digo en serio! Somos prometidos falsos, solamente.
Otra vez le crujió su corazón. —¿Y eso que?
—Que eso no significa que debas cuidarme de más.— Si le decía que no quería que lo hiciera porque confundiría más a su pobre corazón, seguramente se reiría. —Puedo con Xian Pu. Lo juro.
Era muy terca. —Tsk.— Rodó los ojos, y trató de calmarse. No tenía tiempo para pelear con ella. —Escucha, te llevaré a la escuela y te traeré a casa devuelta porque somos amigos, ¿De acuerdo?
—Pero...
—Nah. Nada de negativas.
Suspiró. —Bien. Ya. Tú ganas.
—Además, debo decirte algo muy importante.— Ranma metió las manos a sus bolsillos. —Tiene que ver con el dojo Kumon.
Akane le miró intrigada. El viento primaveral comenzó a soplar, moviendo el cabello de ambos, arrastrando las hojas de algunos árboles que ya estaban completamente florecidos. A juzgar por el tono serio de Ranma, algo estaba por cambiar, y Akane estaba segura de que habría un desastre desatado.
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El señor Happosai siguió caminando por las calles de Kyoto. Observaba el papelito con la dirección marcada, esperanzado de poder encontrar a alguien en ese domicilio. Según sus contactos, en ese lugar se encontraba residiendo un viejo conocido del señor Kumon padre. Esa persona tal vez podría entregarle algún dato para seguir con su búsqueda.
Llegó al destino indicado, mirando la gran fachada lujosa de la residencia. Riquillos como él serían un blanco fácil para exprimir su riqueza. Tal vez no era el detective privado más ético del mundo, pero le debía un favor a la señora Abe por salvarle el pellejo en su momento. Y juraba lograr ayudarle, así tuviera que usar artimañas bajas.
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Akari corría apresurada hacia su salón de clases. No había podido pegar un ojo en toda la noche por estar pensando en la situación en la que se había metido gracias a Kuonji. No quería que las cosas entre Ryoga y ella se arruinaran. Aunque ella le aseguró a él que no había problema en que Ukyo se acercara, la verdad sentía cierta espinita negativa con respecto a la relación extraña entre ambos.
Esquivaba personas, sin embargo, por estar pensando en esas cosas chocó contra alguien más, terminando en el suelo los dos. Apenada por su error, comenzó a levantarse con rapidez, y disculpándose insistente. —¡Lo lamento! Fue sin querer...
Frente a ella, se encontraba nada más ni nada menos que Taro, el chico nuevo de la veterinaria. También había caído junto a ella, pero en cuanto se dio cuenta de que se trataba de la chica, cambió un poco su aspecto serio por uno un poco más suavizado. —No te preocupes.
La chica se puso de pie, y sonrió. —¡Que sorpresa! ¿Estudias en esta escuela? No te había visto antes.
Asintió. —Ni yo a ti.
—¿Vas a clases?— Preguntó con curiosidad. Le tomó desprevenida el ver a ese chico. A pesar de su aura reservada, ella creía que él podía ser una gran persona.
Taro asintió nuevamente. —Si. Voy a esa dirección.— Dijo, señalando el pasillo de enfrente.
Akari hizo una leve reverencia a modo de despedida. —Te veré después. Y en serio, perdona por tirarte sin querer.— Antes de avanzar, escuchó algo que la paralizó por completo.
—¿Te gustan los toros?
—¿Eh? Bueno, si. Me encantan más los cerditos, pero me parece que los toros son muy lindos también. ¿Por qué?
—Por nada.— Avanzó, caminando hacia adelante mientras escondía una pequeña sonrisa de lado. Tal vez habría una posibilidad de que le llegasen a gustar más los toros que los cerditos.
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Ryu caminaba en su ruta habitual, pensativo sobre su padre. Durante la cena de la noche anterior pudo observar como el desgraciado llevaba un puñado de documentos en su mano. A decir verdad, no solía meterse en los asuntos de su padre. Jamás tuvo el interés de saber en que cosas estaba metido, pero extrañamente lo sucedido el día anterior le llama la atención.
Sintió un pequeño golpecito en el lado lateral de su abdomen, y cuando notó de quien se trataba, sonrió alegre.
—Ah, pequeño saltamontes. Eres tú.
Satori se enfadó ligeramente. No era pequeño, y le molestaba que le dijeran así. —No soy un saltamontes.
El joven extendió una cajita de dulces hacia el niño, quien la recibió con alegría. —Espero haber acertado en tu sabor favorito.
Asintió, aunque luego de ello, puso un puchero en su boca. —Aunque no puedo. Ayer no vine a la escuela porque me enfermé del estómago.
—Eso te pasa por comer basura.— Dijo mofándose de la situación.
Se encogió de hombros. —Era basura muy rica. Pero ya estoy mejor. Aún así, no puedo comerlos hasta dentro de dos días más.
—Pues que mal. Entonces debería quedármela yo.— Ryu iba a arrebatarle la caja, pero Satori no se lo permitió. Comenzó a reír alegre, mirando como ese niño era igual de orgulloso que él. Por eso se llevaban demasiado bien. Eran compatibles, cosa muy extraña pero emocionante.
Aquél niño guardó la cajita en su mochila, y luego habló. —Siempre que me enfermo, me pierdo de cosas interesantes. Anoche escuché a mi papá decir que un hombre lo interceptó en la calle, y le dijo que le daba un contrato si me unía a su dojo.
—¿Eh?— Recordó lo que miró durante la mañana del día anterior. Necesitaba saber detalles. —¿De verdad?
Satori asintió, comenzando a dar pequeños golpes al aire. —Mi papá dijo que ese señor le ofreció un contrato millonario, pero no aceptó. Ya pertenezco al dojo Tendo, así que no es necesario que me vaya a otro lugar. Además, no quiero. La sensei Tendo ha sido amable conmigo, y no pienso traicionarla.
Ryu, extrañado e inquieto, inició una serie de pensamientos. Atando cabos, el hombre que su padre acosó era el padre de Satori. Por si fuese poco, el niño estaba inscrito en el dojo Tendo. Entonces si estaba metido en algo.
Recordó que el viernes por la noche su padre tendría una cena de negocios. Ese día entraría a su oficina, e indagaría lo que estaba tramando. Ya se las vería si es que se encontraba haciendo trampa.
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Ranma caminaba decidido hacia el lugar donde había sido citado. Pero no iba solo. No, para nada.
Akane y él habían acordado que confrontarían al señor Kumon juntos. Cuando le contó todo a la chica, ella se notaba extremadamente furiosa. Y a pesar de estar consciente de lo que pasaría con respecto a su decisión, estaba segura de hacerlo.
Durante toda la semana se habían preparado mentalmente para lo que querían hacer. Akane, por su parte habló con su familia.
Los dados ya estaban echados, así que solo quedaba dar la cara ante esos problemas que vendrían después.
Llegaron al restaurante, totalmente apresurados. La hostess los hizo pasar, indicándoles el camino. Aquél lugar tan opulento les asqueaba por completo a ambos. El dinero era importante, y no lo negarían. Pero más importante era el orgullo y el honor. Ambos entendían que las artes marciales se rigen por un estricto código, y les era imperdonable que ese hombre utilizara trucos bajos para tener ventaja durante la competencia.
—¿Estás lista, Akane?— Preguntó el chico, enteramente decidido a dejar en claro lo que quería.
Ella asintió. —Más que lista.
Llegaron a la mesa donde se encontraba sentado el señor Kumon. Aborrecían el porte elegante que tenía, y les producía el mayor de los ascos la forma tan refinada en la que sostenía la copa del alcohol. Tal vez todo el restaurante creía que era un hombre de valores, pero nada más lejos de la realidad.
Ryutaro observó como el chico llegaba acompañado de la joven Tendo. Un poco sorprendido y complacido, se levantó de la mesa. —Vaya, no pensé que vinieras acompañado. Pero me imagino que ella viene a ser testigo de como la traicionas por un bien común.
Ranma detestó ese tono cargado de suficiencia saliendo de la apestosa boca del señor. —No es así. Vine a recalcar mi decisión de no pertenecer a su dojo.— Tomó la mano de Akane, como de costumbre. —Mi prometida sabe todo. Y ella está consciente de que no voy a traicionarla.
Soltó una risita irónica, y dejó la copa en la mesa. Luego, escaneó de pies a cabeza a los dos muchachos. —Mírense. Ambos deberían agradecer la oportunidad que les daré. Tú te llenarás el bolsillo de dinero al aceptar estar en mi dojo. Y ella no tendrá que preocuparse porque su mamita se quede en la calle. Enferma y en la calle...tsk...— Adelantó su cuerpo hacia la menor de los Tendo. —No quieres verla desamparada, ¿No es así?
Akane, harta, tomó la copa del caro champagne y lo lanzó hacia el señor Kumon, ante la atenta y asombrada mirada de Ranma y el resto de comensales que miraban el espectáculo.
—¿Cree que voy a aceptar su trato de mierda? Pues no. Déjeme decirle algo, señor Kumon.— Sin soltar la mano de Ranma, se adelantó hacia el hombre, quien le observaba con furia. —Si usted quiere ganar el torneo, hágalo limpiamente. ¿O es que acaso no cree que pueda ganarnos?
—Se van a arrepentir de no aceptar esto.— Masculló irritado Ryutaro.
Akane le examinó de pies a cabeza, tal como él hizo con ambos. —No es más que un patético debilucho al que le falta orgullo. Métase su dinero y todos los patrocinadores por donde no le da el sol. Los Tendo y los Saotome vamos a vencerlo.— Dio unos pasos hacia atrás, y levantó las manos de ambos, con orgullo. —Mi prometido y yo no nos vamos a dejar intimidar por usted. Si me vuelvo a enterar que molesta a Ranma, lo mataré.
No esperaron respuesta de aquél monigote. Akane comenzó a caminar en dirección a la salida, acompañada de Ranma. Y Ryutaro solamente explotó de la cólera. Bien, si es lo que querían, entonces era guerra declarada.
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Ryu entró a la oficina de su padre. Cuando era más pequeño, aprendió una técnica por parte de su abuelo, la cuál le permitía acceder a muchas cosas a escondidas de todos. La aprendió para usarla en múltiples ocasiones, y ahora, si es que el señor venía de camino a casa la usaría.
Llegó al escritorio. Tomó un tenedor, y con las puntas empezó a tantear la cerradura del cajón superior. No se avergonzaba de saber como robar. Al haber estado en una pandilla antes de entrar a la universidad, sabía cual era la forma correcta de abrir sin necesitar una llave. No le tomó más que un par de minutos hasta que escuchó el click en el cajón.
Abrió, y comenzó a buscar la carpeta que recordaba era la de los documentos. La encontró, y empezó a leer. Con cada segundo que leía, más se enojaba. Le había dicho que no quería que hiciera trampa.
—Maldito.— Susurró, molesto. Tomó fotos de todo, y guardó a la velocidad de la luz los documentos.
Una vez que terminó su búsqueda, salió de la oficina. Caminaba tan ofuscado, que incluso las sirvientas le miraban con temor. A decir verdad, sentía su orgullo lastimado. Su propio padre no creía en su destreza, y tenía que recurrir a reclutar a algún otro luchador a sus espaldas. Esto representaba una ofensa hasta para las amazonas que ese idiota reclutó. Y Satori, su amigo, podría también sufrir las consecuencias.
Pero no se quedaría así. Se la regresaría al idiota de su padre.
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Akane y Ranma miraban el dojo con el número reducido de alumnos que les quedaban. Si acaso solo habían seis niños y Satori. El resto de los padres habían decidido irse a otro lugar, pero ellos sabían que era la consecuencia de todo el caos que desataron. La clase había terminado, así que todos se disponían a retirarse de ahí. Mientras cada padre de familia tomaba a los niños, ellos comenzaron a observar la lista, descartando a quienes habían sido comprados por el señor Kumon.
—Sigo sin creer que te hayas atrevido a decirle esas cosas al maldito.— Dijo Ranma, riendo levemente. Tachaba cada nombre de los niños a quienes ya no vería de nueva cuenta.
Akane sonrió. —Tenía que hacerlo. Aunque, perdona si exageré al momento de decir que soy tu prometida.
—Si, bueno... lo eres.— Enrojeció de repente, sintiéndose sumamente avergonzado. —De mentira, claro... es... bueno, ya sabes...
Comenzó a reír. A veces le resultaba tierno el como se ponía tímido. —Ya. Lo entiendo, descuida.— Revisó el último mensaje que recibió del dueño de la tienda de mochi. Al menos les habían ofrecido disculpas por no poder seguir siendo el patrocinador.
Soun entró al dojo corriendo, y con una cara que solo indicaba lo ansioso y asustado que se encontraba. Llegó al lado de su hija y del otro chico jadeando, lleno de sudor. Sus manos temblorosas tenían un par de papeles que venían en lo que, aparentemente, era un sobre de carta bien decorado.
—Movieron las fechas del torneo. Las semifinales se realizarán en dos meses, y la final en tres.— Señaló sin dejar de temblar la fecha.
Akane tomó el documento, y junto a Ranma comprobaron la información. El señor Ueda les mandó una misiva con el nuevo cronograma del torneo. Eso quiere decir que solo les quedaba poco tiempo para adecuarse. Además, debían financiar lo que fuese necesario para seguir adelante. Se miraron, y concluyeron que había un culpable de todo esto.
—Maldito bastardo.— Ranma apretó los puños, y comenzó a moverse. —Lo iré a matar...
Akane le detuvo del brazo. Negó con la cabeza. —No. Le vamos a demostrar que esto no nos afecta en nada. Se lo dijimos. Debemos vencerlo.
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Kuo Long se encontraba sentada frente al joven Ryu. Lo notaba realmente molesto, y no era para menos. Hasta ella se había molestado con los movimientos del señor Kumon. ¿Quién iba a creer que ese hombre fuese capaz de quitarle los patrocinadores al dojo rival?
—Su padre no tiene sentido del honor. Es inaceptable para nosotras, las amazonas, que alguien haga trampa.— Dijo la señora Kuo Long, tomando su té con parsimonia. Dejó la taza en la mesa, y luego, dio un golpe al suelo con su enorme bastón. —¡Nos ha deshonrado!
—Yo también me encuentro molesto con lo que ha hecho. Y quisiera proponerle algo.— Dejó los pergaminos de entrenamiento chinos encima de la mesa. Los había tomado sin que ella se diese cuenta.
Sorprendida, la señora Kuo Long le observó. —¿Cómo los encontraste?
—Hagamos un trato. Si le enseño la técnica que mi abuelo desarrolló, usted permitirá que esos pergaminos le ayuden al dojo Tendo.
La anciana entrecerró los ojos. —Muchacho, ¿Por qué tanto interés en el dojo Tendo?
—Porque ahí entrena un amigo mío.— Lo hacía por Satori, a quien realmente lo consideraba un gran amigo. —¿Lo hará? ¿O no?
Pensó durante unos segundos Le había sorprendido saber que ese chico encontró los pergaminos que guardaba celosamente. Si se trataba de una técnica distinta, entonces ella estaba dispuesta a hacer todo para que Xian Pu mejorara su habilidad. —De acuerdo. Tu ganas.
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Akane, consternada, acudió a la dirección que le enviaron por mensaje. No entendía por qué Ryu Kumon le mandó mensaje para que acudiera a las instalaciones de la mansión ese día. Sin embargo, parecía estar relacionado con lo que hizo su padre. No quería pensar mal del chico, así que decidió acudir para saber de que se trataba. Le daba la impresión de que él no era igual a su padre.
Llegó al lugar, y un par de sirvientas le recibieron. Caminó por todos los sitios a donde le llevaron, hasta que llegó al dojo principal. Era gigantesco, una perfecta estructura digna de la mejor arquitectura de todo Japón. No poseía la estructura original japonesa, pero podía jurar que el lugar servía bastante bien para entrenamientos rigurosos.
Aquella sirvientas abrieron las puertas de un sitio distinto, y cuando Akane entró, encontró una gran sala para entrenamientos. Asombrada, caminó sin dejar de observar cada rincón.
—Tendo.
Escuchó su apellido, y en cuanto lo hizo, giró su cuerpo hacia la dirección de donde provino. Ryu Kumon caminaba junto a una anciana de pelo largo, canoso. Un bastón de madera sostenía a la mujer enana, y no solo eso. Ambos llevaban un par de lo que parecían ser pergaminos en las manos. Curiosa, se acercó a ambos, y realizó una profunda reverencia.
—Mucho gusto. Soy Tendo Akane.
Kuo Long también se reverenció. —Vaya. Cuando te vi en el baile de presentación de dojos pensaba que eras debilucha. Pero percibo en ti un aura de combate con bastante potencial.
—¿Eh?
Ryu habló. —Ella es la señora Wu Kuo Long. Viene desde China, es abuela de la otra chica que competirá.
Frunció el ceño. —De Xian Pu.
Kuo Long atinó a reír levemente. —Veo que mi nieta no te agrada en lo absoluto.
—No es eso. Es que...— No podía decir que se ponía celosa cuando Xian Pu se acercaba a Ranma. Negó con la cabeza. —En fin. ¿Sabes lo que hizo tu padre, Ryu?
Asintió con seriedad. —Tendo, no soy un tipo al que le guste pelear con trampa. Considero que mi padre hizo lo peor que se le ocurrió. No estoy de acuerdo con ello.
—Me alegra saberlo.
—Además, entrenas a un amigo mío.— Ryu tomó los pergaminos, y los extendió hacia Akane. —Ya que mi padre jugó así de sucio, le daremos una cucharada de su propia medicina.
Kuo Long señaló los papeles. —Son una serie de ejercicios para mejorar la habilidad en combate. Pertenecen a la tribu amazona. Te los prestamos, así pueden entrenar para la competencia.
Les miró dudosa. —¿Está bien hacer esto? Quiero decir, es jugar sucio también. Pensé que querías pelear con honor.
El chico negó. —Conoces a Satori. Me enteré que entrena en tu dojo, y que va a competir en el torneo. Es la forma en la que me puedo disculpar con él. No lo sabe, así que preferiría que no le comentes nada.
—Anda, niña. Acéptalos.
Akane tomó los pergaminos, y los aferró bien a ella. —De acuerdo. Disculpa aceptada.
Todo estaba dando un giro diferente para el dojo Tendo. La guerra estaba declarada, y ahora que Akane tenía la clave para mejorar, haría lo posible por llevarlo a cabo.
Ya lo vería Ryutaro Kumon.
Notes:
¡Hola a todos! Primera actualización del año. Mood: feliz.
Perdonen la demora, pero la verdad me entretuve realizando el storytelling de este fanfic. Les digo desde ya que serán aproximadamente 23 capítulos, y ya vamos entrando a la mitad de la historia. Siendo sincera, seguirá habiendo mucho drama en los siguientes capítulos. Y planeo que los finales sean cardiacos. Ya lo sabrán en su debido tiempo. Este es un longfic, así que no se preocupen, aún hay historia para un rato.
Por cierto, ¿Ya se dieron cuenta de que hizo un cameo una técnica que sale en el manga? Adivinen cual es, pertenece a Ryu Kumon, y la usa cuando está buscando los documentos de su padre.
Las cosas se comienzan a complicar para todos, y a decir verdad, hasta yo estoy odiando a Shinnosuke y a Ukyo. Además, Taro comenzará a interponerse entre Akari y Ryoga. En cuanto a Ranma y a Akane les esperan retos enormes con respecto al torneo. ¿Qué pasará en el siguiente capítulo? Los leo.
Aprovechando, quiero anunciar que tenemos nueva página en facebook. Ahí estaré compartiendo actualizaciones de mis fics. También conviviré con ustedes. Me encuentran como 97SandySerendipity. Les dejo el link por si no lo encuentran: . ?id=61570322613031mibextid=ZbWKwL
¡Muchas gracias por leer!
Con amor, Sandy.
Chapter 12: Los niños del jueves.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Ranma 1/2 no me pertenece. Todos los derechos están reservados a su autor original, Rumiko Takahashi. Esta obra es escrita sin fines de lucro.
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Entre amores y karate.
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—Antes que nada, les agradezco por venir. Sé que el esfuerzo de tener que traer a Satori a estas horas de la noche es grande, por lo que me siento apenada. Lamento la repentina llamada.
Akane realizó una reverencia respetuosa ante la familia Abe. Ranma se encontraba a su lado, sentado en el comedor de la casa de los Tendo. También realizó la inclinación, aunque más ligera que la de la chica. Sostenía en su mano el pergamino que le fue entregado a Akane, y a pesar de tenerlo ahí, seguía sin creer que la abuela de Xian Pu decidiera entregárselos de forma voluntaria. Esperaba que eso no supusiera alguna trampa para el dojo.
Kotaro negó con tranquilidad. —No tienen de que preocuparse. Entendemos que estos días han sido difíciles. No podemos creer que el dojo Kumon haya hecho tal cosa.
—También lamento haber interrumpido el descanso de Satori.— Volvió a disculparse Akane.
El padre del pequeño sonrió. —No se preocupe, señorita. Después de todo, es un niño. Es normal que esté casi dormido, los entrenamientos lo dejan exhausto.
El pequeño, quien ya cabeceaba, se despertó tan solo al escuchar a su padre. Movió la cabeza exageradamente, y sus mejillas se colorearon. —¡No es verdad! ¡He aguantado los entrenamientos! ¡Lo juro!— No deseaba quedar ante su sensei como un debilucho.
Kana, su madre, trató de calmarlo. —Satori, no pasa nada. Además es cierto, has estado muy cansado últimamente. Entre los estudios y los entrenamientos tus energías se encuentran bajas.
Haber escuchado que el pobre pequeño parecía luchar contra corriente les removió algo dentro de su corazón, en especial, a Akane. Era ella la principal responsable del dojo, y era ella quien debía velar por el bienestar de su alumno.
Ranma notó la incomodidad de Akane, por lo que decidió por hablar él mismo. —Justo por eso es que los hemos citado. Tenemos un plan, pero es necesario que sepan que es lo que deseamos hacer, y entenderemos si no están dispuestos a tomarlo.
—Díganos.— Kotaro no los culpaba. El idiota de su medio hermano era el principal responsable de todo el caos.
—Lo que nos hizo el dojo Kumon desestabilizó nuestros planes.—Dijo Akane, quien se encontraba nerviosa. Las decisiones que habían tomado no eran fáciles, y de cierta forma, fueron sacrificios que tuvieron que considerar. Pero, ¿Los padres de Satori estarían de acuerdo con lo que planeaban? —Por lo tanto, hemos decidido que lo mejor para todos es ir a entrenar a las montañas por un mes, si es que queremos pasar las semifinales. Para ello, necesitamos que Satori viaje con nosotros y se enfrente a un entrenamiento riguroso.
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Capítulo 12.- Los niños del jueves.
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Shinnosuke trazaba en su enorme lienzo los detalles finales de la creación que deseaba regalar. En su celular, la foto de una sonriente Akane se reflejaba. Su musa estaba ahí, animándole a través de una pantalla. Terminó con un último movimiento a la brocha, y se levantó para admirar su trabajo.
El cuadro de una Akane sonriente, adornado con preciosos matices de colores pasteles y trazos perfectos se proyectaba a través del lienzo. En la foto que usó como inspiración, Akane aparecía con el cabello largo. Pero en el cuadro, Akane tenía la mitad de cabello largo, y la otra con su peinado actual.
Y a pesar de la exactitud de sus trazos, de la suavidad y armonía de los colores, nada de ello podía igualar la belleza irreal de Akane.
Shinnosuke sonrió, acercándose lentamente al cuadro. Acarició con sus dedos el marco, y suspiró profundamente.
—Espero que le guste este cuadro, aunque me temo que primero deberá ser evaluado por el profesor mañana.
Por último, roció el protector de óleo, y lo dejó secándose. Esperaba que fuese un buen regalo de cumpleaños para Akane. Dentro de poco tiempo se lo daría, y entonces, le confesaría que deseaba salir con ella.
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Ranma y Akane quedaron perplejos al leer una de las técnicas del pergamino. Mientras iban sentados en el autobús de camino a la escuela intentaban estudiar los papeles para poder enseñárselos a Satori durante todo el tiempo de entrenamiento. Pero vaya sorpresa se toparon al leer sobre la primer técnica.
—Entonces... ¿Pretenden que logremos sacar castañas del fuego?... ¡Que locura!— Dijo Ranma, frunciendo el ceño. Aunque no le parecía extraño, pues su padre cuando solía entrenarlo lo ponía en múltiples situaciones descabelladas que hacían que lo que leyó en el pergamino se quedara en pañales.
Akane negó, y siguió leyendo sin querer aceptar que, de verdad, estaban dementes. —No creo que sea literal...
El de trenza le arrebató el pergamino, y señaló uno de los ejercicios. —Técnica del incienso del sueño. Realizar con el incienso Shun Min Ko. La técnica sirve para luchar mientras duermes, y despertar tus sentidos de lucha.
—De acuerdo. Si, es literal.— Akane, en un gesto de desesperación, posó las palmas de sus manos en su frente. —No podemos arriesgar a Satori. Nada de fuego, ni nada de inciensos o cosas raras. Es apenas un niño que no debería arriesgarse a ello.
—Ni... tú.
—¿Eh— Akane tuvo que voltear a observarlo, parpadeando múltiples veces y procesando lo que dijo. —¿Qué me estás queriendo decir?
Resopló. —Que tú no... bueno... es que...
—¿Quieres darte prisa y decirme?
Ranma tuvo que mirar hacia la ventana como método de escape ante la inquisición a la que se veía sometido. —Tú lo dijiste la semana pasada. No estás al nivel de Xian Pu, así que creo que si aplicamos estas técnicas...— Pasó saliva, sumamente nervioso. Le daba pavor tener que admitir su preocupación por el bienestar de la chica a su lado. —Si las hacemos, seguramente saldrás herida. No creo que puedas manejar estos ejercicios que son creados para perfeccionarse por años.
—Ah... entonces... ¿Crees que no tengo la suficiente determinación para aprenderlas? ¿O la capacidad?— Sintió... decepción. Y tal vez un poco de ira. Vaya, hace una semana Ranma le dijo que no debía desconfiar de si misma, y ahora resultaba que él lo hacía.
El de trenza hizo una pequeña mueca, fruto de la frustración que experimentaba. —Estás entendiendo mal.
—No. No lo hago. Es exactamente lo que tú me estás diciendo.
—¡Qué no!
—Sé que no soy fuerte ni hábil. Ya lo sé. Pero, al menos creí que tus palabras del otro día eran ciertas.
Suspiró hastiado. —Akane... ¡Escúchame! No es lo que tu crees.
—¿A no? ¿Y entonces?
—¡Es que me preocupo por ti y por Satori!— Exclamó fuertemente. —¡No es que seas débil! ¡Akane, no quiero verte malherida con un estúpido entrenamiento porque tú me...!— Calló, dándose cuenta de que casi deja entrever sus sentimientos reales por ella. —Por... porque... ¡Porque somos amigos y te aprecio!
Anonadada, miró los ojos azules de Ranma. —...Entonces...¿Te... preocupo...?
—Y Satori también.— Sonrojado desvió el rostro. —Si no quería que entrenáramos las técnicas es porque no deseo que salgan lastimados. No soportaría ser el causante de heridas graves, ni nada de eso. Los entrenamientos que tuve con mi padre fueron extremos, y aunque sé como adaptar las técnicas... no quiero que los dos terminen sufriendo.
—Ya.— Suspiró, y sonrió con tranquilidad. —Ranma, todo va a salir bien. Confiamos en ti.
Jadeó. —Nunca pensé que me delegarías el papel de entrenador para ti y para Satori. Creí que no te gustaría.
—Si queremos vencer al dojo Kumon, debemos de arriesgarnos.— Miró la ventana, notando como el clima comenzaba a tornarse en días soleados y más cálidos. El verano casi llegaba, y estaba completamente segura de que esa sería su época. —Las artes marciales son mi vida. Hipotéticamente hablando, si debo morir lo haré.
Decir que sintió cosquillas era poco. Ranma obtuvo una revolución en su estómago, y es que cada día que pasaba su atención se concentraba en Akane. La determinación y el fuego de la pasión por las artes marciales le tenían doblegado. Tal vez el viaje en el bosque podría no ser buena idea para sus sentimientos, pero si deseaban derrotar al dojo del señor Kumon, entonces él se arriesgaría.
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El detective Happosai terminó de beber su café de aquél local pequeño. Sonreía con malicia, deleitándose con la información que obtuvo durante su pequeña visita a la residencia el otro día.
No era alguien ético, pero gracias a la tortura psicológica es que pudo develar algunas pistas sobre el paradero de la hija ilegítima del señor Kumon padre. Al menos ya tenía la dirección de la madre, y por lo que pudo constatar, quedaba cerca de ese sitio.
Sacó un par de billetes grandes, y los depositó en la mesa. La mesera se acercó, y en cuanto comenzó a recoger la taza, el anciano no pudo evitar lanzar una serie de palabras escandalosas.
Era un gran amante de las mujeres bellas, aunque por desgracia para él, siempre terminaba rechazado. Esta vez no fue la excepción.
Salió de la cafetería con una marca de mano en la mejilla. Bueno, ella se lo perdía. Igual lo que le importaba era encontrar a esa mujer.
Tomó un taxi, liberándose de la ruidosa ciudad, y comenzando a llegar a los campos más rurales cercanos a la zona. Claro que cuando bajó del vehículo le dio propina al taxista, quien se había tomado la molestia de ir hasta esos lugares.
Caminó, preguntando a los campesinos por la residencia indicada. Y en cuanto puso un pie afuera de la residencia, miró que una señora recogía verduras de lo que parecía ser un huerto casero.
—Buenos días, señora.
La mujer miró al enano señor, extrañada de ver a alguien trajeado ahí. Dejó de recoger vegetales, y se acercó al portón de su morada. Una casita rural, sencilla pero de las mejores de la zona. —Buenos días. ¿Qué se le ofrece?
—Mi nombre es Happosai Rokudo. Soy investigador privado. ¿Conoce al señor Kotaro Abe?
Ella palideció, y sus ojos se abrieron sorprendidos. Por poco tiraba la cesta, aunque no se lo permitió. Era su mercancía para vender, y no debía desperdiciarse. —Kotaro... Si. Si lo conozco. ¿Cómo no acordarme de él?
—Bueno, pues he venido por petición de él. Hay unas cuantas cosas que debemos hablar.
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—Te ves cansado.— Ryu caminaba al lado de su amigo, con las manos en los bolsillos de sus pantalones cargo.
Satori negó, bostezando ligeramente en el proceso. —Estoy bien.
Ryu arqueó una ceja. —Si, claro.— Soltó sarcástico.
—De verdad.— Al notar como su amigo no le creía, rodó los ojos.—Bien. Tendo sensei dice que iremos a entrenar al bosque por un mes. Ayer nos llamó un poco tarde para una reunión de emergencia, y por eso tengo sueño.
Rio un poco. —Entonces si no aguantaste unas horas menos de sueño, no soportarás el entrenamiento.
Eso molestó un poco a Satori. ¿Qué no soportaría? Por Akane lo haría. —¡Si lo haré! ¡Ya verás! Terminaré cerrando tu enorme boca.— Dijo el pequeño, sacando la lengua de mofa.
Sin creerle, Ryu atacó a Satori. Pudo notar como él lo esquivó, aunque le costó reaccionar un poco. Se descolgó su mochila, y la colocó enfrente de él, cubriendo sus brazos, como si llevara un escudo. —Intenta encestar un golpe a mi mochila.
Satori se concentró, entrecerrando los ojos. Trató de recordar los consejos de Akane, y entonces se adelantó. Corrió con el puño extendido, tratando de impactar contra el objeto que le señalaron. Ryu se movió en círculo, haciéndose a un lado cuando Satori estuvo a nada de casi golpear el objetivo. Jadeaba fuertemente por el esfuerzo, y el sudor recorría su frente. Le estaba costando horrores atinar, lo que Ryu calificó como un desastre.
Ryu se detuvo, dándole una pausa a Satori. No solo el estado físico de Satori le preocupó. El hecho de que no pudiese golpear con eficacia la mochila significaba que el entrenamiento que le darían sería bastante complicado de seguir. Sacó su botella de agua, y se la lanzó al pobre chico. —Bebe esto.
Satori lo hizo. Dio un gran sorbo al líquido, y cuando terminó, se acercó a Ryu. —¿Por qué me hiciste hacer todo este circo?
—Tienes mucho que trabajar.— Soltó preocupado. Nunca había sentido algo parecido, ni siquiera por su padre. Pero con Satori era distinto. Su primer mejor amigo podía sufrir por el entrenamiento con los pergaminos. —No deberías de andar diciendo en voz alta pensamientos ególatras. Aun eres un niño que debe mejorar.
—No soy ególatra.— EL mohín solo demostraba la frustración que sentía. No le gustaba que le dijeran niño. Apenas tenía doce años, de acuerdo, pero él podía lograr cosas grandes. —Ni tampoco soy un niño.
—Si, si. Lo que tú digas.— Comenzó a caminar nuevamente, colgando su mochila a un lateral suyo. Detuvo su andar por un instante, y se giró brevemente hacia su amigo. —Satori, hablo en serio. Lleva el entrenamiento con calma. Solo eres un niño, así que solo deberás llegar hasta cierto nivel. No te sobrecargues.— Volvió a avanzar, dejando a Satori atrás.
Satori, por otro lado, lo arremedó a sus espaldas, y le dio alcance. Ya lo verás. Y se lo demostraré a Tendo sensei. Voy a ser el más fuerte.
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—¿Estás segura de hacer esto, Akane?
Ranma caminaba al lado de la joven, directamente hacia la sala de profesores. Faltaban dos horas para las clases con la profesora Matsuda, pero Akane ya tenía prisa por ir a explicarle la decisión que tomó, tal como lo había estado haciendo con varios de los profesores.
Y aunque ella se notara conforme con lo que deseaba hacer, el chico sabía, muy en el fondo, que Akane no quería hacer lo que iba a hacer. Era una decisión complicada, ya que desde que la conoció pudo darse cuenta de cuantas ganas tenía de pertenecer a las competiciones universitarias.
Akane asintió. —Si, más que segura.
—Pensé que deseabas seguir en las competiciones universitarias.
—Pues... si... pero si queremos que el dojo Tendo vuelva a brillar, entonces debo hacer sacrificios.
La observó de reojo, y luego desvió la vista. —¿Qué pasa si perdemos el torneo?
—No lo haremos.
—¿Y si si?
—¿Quieres dejar de ser pesimista?
—No lo soy.
Se plantaron frente a la puerta, y ella respiró profundamente, infundiéndose el valor suficiente para hacer frente a la decisión apresurada. Alzó la mano, buscando tocar, pero antes de ello, la mano suave de Ranma la detuvo. Le observó, notando como los iris azules de él transmitían confianza. Además, el le sonreía tiernamente. Una calidez indescriptible la inundó, y su corazoncito se emocionó con tan simple gesto.
—Akane.— Con cada día, hora, minuto o segundo que pasaba, más le costaba controlar sus sentimientos por ella. Sin embargo, no se atrevía a dar un paso importante en esos momentos, ya que la situación era distinta, y entendía las prioridades de la chica. —¿Realmente estás segura?
No. No lo estaba. Es más, no deseaba desligarse de las competiciones universitarias, porque a ella le causaba emoción competir en torneos representando a su alma mater. Pero debía ser realista: el objetivo en esos momentos era distinto. —Si.— Respondió escueta.
Bufó. —En serio que a veces no eres nada linda.
No resistió. Akane abrazó a Ranma, intentando sentir la seguridad que necesitaba en sus brazos. A decir verdad, fue un movimiento muy precipitado, pero es que se moría del miedo. Miedo a todo lo que debían enfrentar, miedo a no poder lograrlo. Era como si el se convirtiera en su salvavidas por ese instante.
Ranma, conmocionado, enrojeció hasta las orejas. Lentamente rodeó con sus brazos a Akane, apenas rozando ligeramente el cuerpo de la joven. Su respiración se entrecortó, y la boca se abría y cerraba, en busca de oxígeno. ¡En serio que Akane era muy linda!
—Ahem... ¿Interrumpo?— La voz de la profesora Matsuda invadió el espacio. Ahí estaba ella, abriendo la puerta que se supone ambos tocarían.
Claro que ambos se separaron, momentáneamente incómodos ante todo el asunto. Carraspearon y se removieron, sintiendo sus rostros acalorados gracias a la timidez.
—No... para nada...— Susurraron a la vez.
Matsuda sonrió amable. Ese par de chicos siempre le causaban ternura. Cada vez que los veía, —Bien. Ahm, estaba a punto de salir por un café, pero díganme, ¿Qué necesitan?
—Bueno... es que...— Dubitativa, Akane intercambiaba miradas entre la profesora y el suelo. —Hay una situación... Verá, necesitamos que nos dé un mes libremente. Regresaremos para la semana de evaluaciones.
—¿Ocurre algo?
—Si. Bueno, lo que sucede es que... hay algo que debo pedirle. Pero no sé como iniciar. Es sobre lo del torneo universitario.
Chieko Matsuda entendió. De hecho, lo veía venir desde hacia un mes, cuando ella se enteró de que ellos competirían en el torneo de dojos. Quiso confiar en Akane, ya que era una excelente alumna. Pero cuando terminó por enterarse de lo que el dojo Kumon hizo, entonces esperaba algo como eso. —Tranquila, sé lo que me vas a pedir. A partir de este momento, quedan fuera de la competición escolar.
—¿Qué?— Preguntó Akane, atónita. —...¿Cómo lo supo...?
—La competencia de dojos es más importante. Estoy al tanto de lo que el dojo Kumon hizo, porque alguien me lo contó hoy por la mañana. Alguien llamado Ryu, pero no le digan que yo les dije.— Tomó el hombro de Akane, intentando transmitirle confianza. —No deberían sobre exigirse. La competencia universitaria no importa. El torneo puede ayudarles más que concursar para la universidad.
—Pero, profesora...
—Nada de peros.— Palmeó suavemente el hombro, y los observó a ambos. —Les sugiero que se tomen ese mes para entrenar arduamente. Las evaluaciones son dentro de poco tiempo, pero estoy segura de que los demás profesores entenderán el asunto si se los explican. Además, así podrán enfocarse en lo que realmente importa.
Ranma asintió. —Le agradecemos mucho la atención.
Akane hizo una reverencia, y comenzó a caminar de regreso. El de trenza iba a hacer lo mismo, pero antes de siquiera dar un paso, fue detenido por la profesora Matsuda.
—Ranma, cuida a Akane. Estoy segura de que pueden ganar el torneo, pero ella necesita entrenar muy duro. Sé que podrás ayudarla mucho.
—Lo haré.
Sonrió. —Solo no se distraigan. Recuerda lo que les dije el otro día. El amor es lindo, pero no dejen que les nuble sus objetivos.
—Descuide, no pasará nada.
—Ambos son muy afortunados. Hacen una linda pareja.
Ranma se sonrojó furiosamente.—Ya, bueno...
—Anda. Ve con ella.
No dijo nada. Simplemente obedeció como un robot a la orden, sin dejar de sentir cosquillas en su estómago.
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Akari caminaba tranquilamente, leyendo el mensaje que Akane le mandó. El hecho de que tuviese que irse de entrenamiento lo entendía. No le pareció justo lo que hizo el dojo de ese señor, pero le alegraba ver que tanto Akane como Ranma encontraron una solución. Al menos ellos dos podían resolver sus problemas. Sin embargo, ella se encontraba enfrascada en la frustración.
Refunfuñaba contra Ukyo por aprovecharse del secreto sobre la madre de Akane. Deseaba poder objetar, pero tampoco quería perjudicar la salud de la madre de Akane. Aunque simplemente odiaba ser testigo de como Ukyo acaparaba la atención de Ryoga. Es más, ya llevaban un par de días sin poder hablar normal, solamente a través del celular.
—Ugh. Que molesto.—Murmuró, metiendo el celular en el bolsillo de su bata. Había salido del laboratorio de análisis, y caminaba hacia su siguiente clase. Le había mandado un mensaje a Ryoga, preguntando cómo se encontraba, pero no le respondía. Eso solo la ponía de malas.
Sin embargo, sintió como si alguien la siguiera. Giró su cabeza, observando que no había nadie ahí, más que sus compañeros de clase. Sacudió la cabeza, y se dirigió al sanitario. Entró, y se acomodó el peinado. Miró el reflejo en el espejo, notando como las ojeras se marcaban un poco. No podía ni pegar bien los ojos por la preocupación en su vida. Eso en serio que era un fastidio.
Salió del sanitario, encontrando que no había presencia de otros alumnos. No le dio importancia y siguió caminando con tranquilidad. O al menos eso quiso hacer, porque por alguna razón, comenzó a sentir como si alguien le siguiese. Se detuvo a mitad del pasillo, y giró su rostro, tratando de encontrar a alguien que estuviese detrás de ella.
No había nadie.
Pensando en que estaba alucinando y exagerando, siguió su camino hasta desaparecer del pasillo.
Ella no lo vio, pero un chico le observaba desde lo lejos. La capucha que llevaba puesta en la cabeza solo dejaba entrever una sonrisa un tanto extraña. No podía negarlo. Desde que la vio por primera vez, notó en ella algo que le cautivaba. Nunca le pasaba con ninguna chica, hasta ahora.
Akari Unryu se había convertido en su objetivo. Quería estar junto a ella, y que ella le hiciese caso. Esperaba que, algún día, ella cayera a sus pies. Haría lo posible por que así fuera.
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Ranma llegó a casa, y encontró a su mamá sonriente, demasiado feliz. Extrañado, se acercó a su madre, y la saludó de la mejor forma. —Hola mamá. ¿Sucede algo?
Nodoka asintió. —Tu abuelo nos dijo que nos prestaría dinero para su entrenamiento. Dice que prefiere que se gaste en eso, que en las deudas que tu padre pudiese contraer.
—¿Y que hay de las clases?
—El señor Tendo aceptó suplirlos en el tiempo en el que estén afuera.
—¿Y la reservación en la cabaña?
—Lista. Los dueños quedaron fascinados con ustedes, así que ofrecieron un descuento para el alojamiento.
EL de trenza se emocionó, y eufórico abrazó a su madre. —Gracias.— Luego, corrió a su habitación, feliz porque los planes estuviesen saliendo bastante bien.
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Naoko y Kasumi salieron del consultorio del oncólogo, y se dirigieron hacia la salida del hospital. El sol radiante de aquél día reflejaba la felicidad que ambas destilaban. Por fin, la vida les estaba sonriendo. El cáncer se había ido, así que la última quimioterapia ya no era necesaria. Con la que recibió ese día fue suficiente.
—Me siento tan alegre.— La matriarca Tendo miró las nubes en el cielo, sin poder evitar que la felicidad se desbordase de ella. —Tengo hasta ganas de cocinarles.
Kasumi negó, y aferró más el agarre del brazo de su madre. —Aún no estás en óptimas condiciones para hacerlo, mamá. Deja que pasen unos meses. Aún debes cuidarte mucho.
—Extrañaré a tu hermana durante todo ese mes que se va.— Su sonrisa de pronto se volvió melancólica. —Para una madre, ver a sus hijos crecer y luchar por sus sueños es una gran sensación. Pero, en algunas ocasiones, me gustaría que sigan siendo esas pequeñas niñas que jugueteaban por toda la casa.
La mayor de las Tendo entendía lo que su mamá sentía. Hasta para ella era un poco difícil ver a su hermana menor irse lejos, sin la compañía de nadie. Aunque tampoco es que se fuera al otro extremo del mundo. —Yo también la echaré de menos. Pero confió en que estará bien.
—Va con Ranma.— Comenzó a reír. —Ese muchacho. En sus ojos, puedo ver el cariño que siente por Akane. Aunque a tu padre no le agradara el hecho de que se comprometieran falsamente, sé que poco a poco acepta que entre esos dos hay algo que no puede romper.
—Lo sé. Yo también lo creo. Me siento tranquila, ya que él la entrenará, y nos prometió que la cuidaría.
—Yo confío en él.
—Akane estaba preocupada por el dojo, pero por fortuna encontramos una solución.
—Si. Al menos tu padre decidió hacerse cargo de la enseñanza en el dojo.
Ambas mujeres abordaron el autobús para dirigirse a casa, pero sin percatarse de que un hombre las seguía. Aquél sujeto anotó unas cuantas cosas, y siguió con su camino normal.
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Durante toda la semana, Shinnosuke acompañó a Akane hasta casa. Había costado trabajo que Saotome no les hiciera una escena de celos, pero agradecía que la chica pudiese convencer al idiota de que ella necesitaba pasar tiempo con un amigo, ya que no se verían por lo menos en un mes. Y lo agradecía, ya que de verdad deseaba aprovechar todos esos días para seguir con su plan de conquista hacia la chica. Con cada día que pasaba, más terminaba enamorándose de esos ojos marrones, y de esa linda sonrisa que esperaba fuese solo para él.
—Gracias por aceptar salir por un helado. Aunque hoy es el último día en el que estarás aquí y no deberías de perder tu tiempo.
—Descuida. Ya arreglé mi equipaje durante toda la semana.— Probó su helado de sabor, sonriendo ante lo delicioso que era. —Extrañaré comer estos helados por un mes.
—Bueno, ya habrá tiempo después para probarlos.— Hizo una pausa, deteniéndose a la sombra de un árbol. Admiró el parque cercano, aquél sitio donde antes solían jugar sin preocupaciones, siendo los mejores amigos que terminaban sucios de tierra y, cuando llovía, lodo. —Akane...
La chica se detuvo, y miró a su amigo. Durante toda la semana, lo notaba extraño. En realidad, se portaba muy atento, y de repente le soltaba frases tiernas, o simplemente halagaba su estilo del día. No iba a negar que su comportamiento le agradaba, pero lo sentía extraño. Aún así, no dijo nada. —¿Qué sucede?
Sin dejar de mirar hacia el horizonte, habló. —¿Recuerdas que te dije que le gustas a un chico?
—Ah. Si, el chico del otro día.— Acomodó un mechón de su pelo detrás de su oído, sintiéndose sumamente rara. E incómoda. —¿No me dirás quien es?
—Me pidió que no lo dijera. En fin, ese chico sigue pensando en ti. Me lo ha confesado.
¿Por qué sentía como si traicionara a Ranma, aunque no fuese así? —Ya veo...— Suspiró. —Oye, Shinnosuke... la verdad...— Comenzó a tamborilear los dedos en el vasito del helado, jugando nerviosa.
—¿Ocurre algo?— No le estaba agradando nada la reacción de Akane. Ella se miraba algo tensa, como si no le gustara saber sobre lo del supuesto chico con sentimientos. Había puesto su mejor esfuerzo en todos esos días, tratando de que Akane se diera cuenta de que Saotome nunca podría decirle cosas lindas como las que él le dedicaba. Pero si era sincero a si mismo, si eso no funcionaba, él se sentiría horrible.
Akane, por otro lado, no dejaba de pensar en lo incómodo de tener un pretendiente más. Si le molestaba cuando los chicos solían acosarla en el instituto, pero esto era distinto. Es como si ella no quisiera que nadie más la pretendiera, porque en el fondo esperaba a alguien más. —Es solo que... es un poco extraño. No debería de gustarle a ese chico.
—¿Y por que no? Después de todo, eres linda.
Eres linda cuando sonríes.
No eres nada linda.
Ranma le confundía. Ranma, Ranma, Ranma. La palabra linda se había vuelto una marca de ese tonto chico de trenza curiosa. No le agradó que alguien más usara ese adjetivo con ella. No. —No soy linda.— Respondió un poco cortante.
—¿Eh?
Cayó en cuenta en lo que había dicho. Necesitaba relajarse. —Lo lamento. Es que... estoy un poco nerviosa por el entrenamiento, y...— Se sentó en la banca cercana, suspirando pesadamente. —Perdona.
Shinnosuke le siguió, y sonrió conciliador. —Ya. Tranquila, no pasa nada. Lo entiendo.
Akane asintió. —Oye... Cuando estabas con Ukyo, ¿Otros chicos la pretendían?
—No que yo recuerde.
—Ya veo.
Shinnosuke moría por robarle un beso a Akane. Le costaba horrores no pensar en como se sentirían sus labios, en como es que su estómago se revolvería al hacerlo. Tocó las mejillas de la chica, y amplificó su sonrisa. Dios, en serio era la chica más linda que jamás había visto. —Saotome es afortunado.
—¿Eh?— Confundida, frunció el ceño. —Shinnosuke...
Sin embargo, el momento se vio interrumpido porque un arma fue lanzada hacia ambos chicos. Akane empujó a Shinnosuke con fuerza, y ella saltó hacia un lado, esquivando aquél objeto. Miró el arma, y solo entonces se percató de que se trataba de esa cosa que la había herido de las palmas de las manos. Gruñó, girando la cabeza hacia enfrente.
Xian Pu sonreía con malicia, mientras que respiraba agitada. —Al parecer, Ranma debe andarse con cuidado. Tiene una novia infiel.
Akane apretó sus puños, visiblemente irritada. —Shinnosuke es mi amigo. Además, ya deberías dejar de emboscarme.
La joven china avanzó poco a poco hacia su rival, con intenciones de comenzar una pelea con ella. Sin embargo, el joven que acompañaba a Akane se interpuso entre ambas. —Quítate.— Escupió hostil.
Shinnosuke negó, tratando de verse imponente. —Déjala en paz. Si quieres hacerle algo, primero debes hacerme algo a mi.
—¿Es tan débil que necesita que alguien más la proteja?— Soltó una risita sardónica. —Con mayor razón le ganaré en el torneo. No tiene las agallas para luchar conmgo, y en cambio, usa a los chicos para que ella no se ensucie las manos.
—Basta.— Dijo duro.
—Es una cualquiera.
—¡Basta ya!— Exclamó el castaño, furioso.
Akane se adelantó, y alejó a Shinnosuke, colocándolo atrás de ella. Luego, observó desafiante a Xian Pu. —Di lo que quieras. Ranma lo conoce, y sabe que es mi amigo.
—Ahora así se les dice.
—Si tu no me crees, es tu problema.— Acercó su cuerpo a Xian Pu. La retó, inyectada de valor. —Te voy a derrotar en el torneo. Ya lo verás.
Xian Pu rodó los ojos, y acarició la barbilla de Akane. —Si tu lo dices.— Caminó hasta donde se encontraba su arma, la tomó y salió huyendo de ahí.
—Akane... ¿Estás bien?— Preguntó el castaño, preocupado por todo lo sucedido.
Akane lo tranquilizó, sonriendo con amabilidad. —Si, no te preocupes. Vamos, se hace tarde.
Volvieron a caminar hacia sus hogares. En el transcurso del trayecto, el celular de Shinnosuke recibió un mensaje de Ukyo. El chico miró el texto, donde ella le pedía reunirse con él dentro de una semana para discutir algo muy importante.
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En la estación de trenes, Satori esperaba sentado junto a sus padres mientras miraba desde lo lejos a Akane, quien ultimaba los detalles del viaje. A pesar de que ella fuese más grande que él, sentía las mariposas cuando la observaba. Ella era una chica muy linda, y el hecho de tener que entrenar junto a ella en el bosque le emocionaba. Sin embargo, estaba su otro sensei. Ranma era buen maestro, pero no entendía por qué debía ir con ellos también. Y tampoco entendía el por que era el prometido de Akane, si se comportaba, en ocasiones, grosero con ella.
Cuando todo estuvo listo, Akane regresó junto a Ranma y a la familia Abe. Todos se despidieron cuando el reloj marcaba la hora en la que debían comenzar a arribar al anden. Ranma y Akane prometieron al matrimonio que todo estaría bien, y que debían confiar en ellos. Claro que Kotaro y Kana lo entendieron, ya que podían notar que el par de chicos tenían bondad en su corazón.
Caminaron hasta adentrarse en el tren, y comenzaron la búsqueda de los asientos. Akane había reservado unos de clase normal, ya que fue para lo que alcanzó. Cuando dio con los números indicados, se detuvo. —Aquí es.
Ranma miró los asientos, y suspiró. —Uno de nosotros tendrá que sentarse con Satori.
El pequeño, sin dudarlo, se acomodó en el asiento donde había ventana. —Aquí me quedaré.
Akane asintió, y con una sonrisa, miró a Ranma. —Si quieres puedes sentarte con Satori.
—¿Qué?— Preguntaron los dos al mismo tiempo, uno más fuerte que el otro.
—¿Algún problema?
Satori se levantó, tomando la mano de Akane. Casi se desmayaba de lo lindo que se sentía, pero se contuvo. —Es que... yo...— Removió su cuerpo con timidez. —Quiero que... que usted se siente conmigo, Tendo sensei.
Su sonrojo evidente solo irritó a Ranma. Estúpido niño.
La joven comenzó a reír. —Ah, ya veo. Bueno, no tengo problemas con ello.— No esperó a que nadie dijera nada más. Se sentó al lado del pequeño.
Satori enseñó la lengua a Ranma, y sonrió malicioso. El de ojos azules simplemente se contuvo, acomodándose en su propio asiento. Parecía ser que una rivalidad entre los dos comenzaría.
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Kuo Long y Xian Pu se hallaban escondidas detrás de una mampara ubicada en la gran sala de la mansión. Espiaban al señor Kumon, quien hablaba con nada más ni nada menos que el señor Ueda, uno de los miembros del comité de artes marciales. Kuo Long ya no confiaba en aquél hombre, por lo que al notar la actitud sospechosa de este le dijo a su nieta que debían averiguar lo que tramaba el hombre.
Sin embargo, no esperaban escuchar aquello. Ryutaro Kumon quería todo, y es por ello que trataría de emparejar a Xian Pu con el sobrino del señor Ueda para fortalecer los lazos.
—Está demente.— Murmuró Xian Pu, quejándose con su abuela.
—Ni que lo digas.
—No puede hacerlo. No me va a obligar a enamorarme de alguien más.
—Así es. Ahora mismo no estás interesada en nadie.
—No. Yo quiero a Ranma, y por eso sigo emboscando a Akane. Para poder derrotarla, y...— Al darse cuenta de su error, ella miró a su abuela. —Ahm... ups...
Kuo Long le observó severa.
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Terminaron de acomodar sus cosas en los cuartos designados, y se reunieron en la sala común, disfrutando de la fogata que habían encendido en la chimenea. Ranma llevaba su cuaderno en el que anotó las técnicas que debían entrenar, y en la que estaban descritas paso por paso las instrucciones precisas para comenzar.
—Bien, el plan es que mañana deberán despertar temprano para comenzar el entrenamiento.— El de trenza colocó la libreta en medio de los tres, y señaló cada apartado anotado. —Hice un calendario con cada ejercicio de entrenamiento. También me tomé la libertad de agregar ejercicios que realizaba cuando era más joven.
Akane leyó con atención cada cosa escrita, sorprendiéndose de lo metódico que era el chico. —Vaya. Buen trabajo.
—Tuve que suavizar algunos ejercicios.—Suspiró. —Miren debo advertirles que será un entrenamiento pesado. Quiero que estén conscientes de que tendrán que esforzarse mucho para seguirlo al pie de la letra.
Satori infló el pecho. —Yo puedo con eso y más.
—Ranma, confiamos en ti.
—Bien. Descansen. Los quiero a primera hora de la mañana, ¿De acuerdo?
—Si.
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Happosai tecleó en su computador toda la información que había podido colectar durante sus visitas a la señora Atsuko. Se había pasado una buena parte de la tarde comenzando el documento que ahora mismo terminaba de detallar. Dio una calada a su cigarro, y lo apagó en el cenicero elegante que reposaba en su escritorio.
Dejó de escribir, y finalmente sonrió al notar lo completo que estaba el informe. Mandó un mensaje de texto a Kotaro Abe, y le pidió que agendara una cita para viajar hasta Kyoto.
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Primer día de entrenamiento...
—Intenten sacar un pez de este río.— Indicó Ranma.
Satori y Akane se miraron. Luego, respiraron con profundidad, observando el cuerpo de agua con muchísima atención. Las carpas corrían, y ellos podían sentir las escamas rozando sus piernas y pies. A decir verdad, el hecho de que el río no fuese tan profundo les ayudaría. Se concentraron, y en cuanto observaron una oportunidad, se movieron lo más rápido que sus cuerpos les permitieron, tratando de pescar una carpa.
Pero en sus manos no había nada.
—¡Las carpas siguen pasando y no atrapamos nada!— Exclamó Satori, quejándose.
Ranma hizo lo mismo, y de sus manos se podían ver alrededor de cinco carpas. Las sostuvo con fuerza, sin embargo, terminó por dejarlas ir nuevamente. Todo esto sucedió en tan solo diez segundos. Hizo una pose triunfal, presumiendo de sus habilidades y rapidez como quien no quiere la cosa.
Akane frunció el ceño. —¡Haces trampa! De eso estoy segura.
Rio con ironía. —Si fuese así, habría atrapado hasta diez. Yo también debo mejorar mi velocidad, pero ustedes...— Puso sus dedos en el puente de su nariz, pavoneándose. —Son unos novatos.
—¡Eso jamás!— Exclamaron al unísono.
—Demuéstrenmelo. Tienen tres horas para practicar esto.— Dijo el de trenza, altanero.
Akane y Satori volvieron a intentarlo. Primero, con la mano izquierda. Y luego, con la mano derecha. Intercalaban sus brazos, aunque no podían agarrar siquiera una de las carpas. Con cada movimiento, sus gruñidos se intensificaban, y la desesperación por hacer que Ranma cerrara su boca enorme les consumía.
—¡Más rápido!— Exclamó Ranma, moviendo sus brazos con más velocidad, atrapando muchos más peces que los otros dos.
—¡Demonios!— Exclamó Akane, sintiendo como los músculos comenzaban a arder levemente. Por más que hiciera su esfuerzo, le costaba. Observó a Ranma, y se quedó completamente anonadada. ¿En serio Ranma podía aumentar más su velocidad? Ahora entendía por qué el señor Kumon lo quería en su dojo.
Satori estaba en las mismas, sin embargo, el hecho de que el idiota de su sensei pudiese atrapar más peces que él le molestaba. —¡Aaaaahhhhhh!— Gritó, moviendo más y más fuerte los brazos, ahuyentando a los peces en vez de atrapar alguno.
Segundo día de entrenamiento...
—Oye, Ranma... ¿En serio esto es necesario?— Preguntó Akane, incrédula ante lo que su compañero les hizo hacer.
—Si.— Respondió simple.
Satori carcajeó. —Creo que Saotome sensei está loco.
—Yo también pienso lo mismo.
Ranma gruñó. —¡Basta! Dejen de hablar y concéntrense en su entorno para evitar las rocas.
—Pero estamos vendados de los ojos, genio. ¿Cómo quieres que hagamos eso?
Tanto Akane como Satori tenían la visión limitada. Estaban parados a la mitad de una especie de circuito consistente en un sistema de rocas atadas a cuerdas, las cuales se mantenían unidas a otra cuerda sostenida a un árbol. Ranma se felicitó por haber creado una arena donde esos pedazos de materia orgánica se suspendieran como péndulos. ¿Cómo le hizo? No tenía ni idea, pero fue lo mejor que se le ocurrió para recrear la técnica del incienso del sueño.
—Adivínenlo.
—Saotome sensei es un idiota.
—Ranma, no se si podremos.
—Tienen que hacerlo. Deben despertar sus instintos de artista marcial para evitar los obstáculos. ¿O acaso son gallinas para no enfrentarlos?
Gallina su abuela. —¡No somos gallinas! ¡Podemos hacerlo!
—Demuéstrenlo entonces.— Se quedaría afuera del circuito, solo para supervisarlos. Tal vez estaba un poco demente por hacer esto, pero Akane le hizo saber que ella estaba dispuesta a todo. Bueno, en cualquier caso, si sucedía algo negativo en este ejercicio el interferiría sin rechistar. —¿Ya están listos?
—¡Si!— Confirmaron.
—En diez segundos haré funcionar el circuito. ¡Concéntrense!
Los dos artistas marciales inhalaron y exhalaron profundamente. No permitirían que Ranma les llamase gallinas, no, no, no. Trataron de adivinar el entorno. Escucharon los cantos de los pájaros cercanos, y el silbido del suave viento. Sintieron las hojas de los árboles siendo arrastradas por todos lados, y el sol quemando suavemente sus pieles.
—¡Suerte!
Con dificultad, Akane y Satori esquivaban las rocas, tratando de adivinar el pasar de cada proyectil sin su vista. ¿En que diablos pensaba Ranma al hacer esta actividad? Ni idea, pero Akane prefería mil veces esto que usar cualquier hechizo o treta.
Aunque ya estaba jadeando del cansancio a los cinco minutos.
Tercer día de entrenamiento...
—Hoy pondremos a prueba las técnicas del karate kumite.— Declaró Ranma, posicionándose en ataque. —Ambos tendrán encuentros conmigo. Deberán derribarme.
—Suena fácil.— Dijo Akane. Caminó hacia enfrente, y adoptó postura de ataque, al igual que el chico. —Puedo derrotarte.
Jadeó con ironía. —Seré blando contigo por ser mujer.
Eso le molestó. No había nada que la sacara de sus casillas, más que escuchar a un hombre mofarse de ella. De su habilidad para la lucha. Gruñó, y plantó fuertemente sus pies en la tierra. —Te haré morder el polvo, Saotome.
Akane se abalanzó hacia él, realizando tres patadas en el costado lateral. Sin embargo, a la tercera, Ranma la esquivó, y entonces aplicó una llave poderosa. Luego, la derribó con facilidad hacia el suelo. Tanto Satori como Akane no podían creer que él evitara los ataques tan fácil, y que además, fuese tan cínico como para burlarse con una sonrisita molesta.
—Eso fue trampa...— Dijo Akane, visiblemente enojada.
—No. No lo fue.— Sonrió con suficiencia.
La chica se levantó rápidamente. —¡Revancha!
—¡Acepto! Marimacho.
Pero tan pronto como volvieron a luchar... ella perdió otra vez.
Y Satori simplemente tragó saliva, nervioso.
Cuarto día de entrenamiento...
—¡No podemos saltar hasta ahí!— Gritó Akane, asustada por la visión frente a él.
Ranma observaba a Akane desde arriba de una piedra gigantesca, en donde posaba con las manos en su cintura. El calor se sentía un poco sofocante, pero era tolerable aún. Tenían la suerte de entrenar en un clima bastante agradable, por lo que él no dudó en ponerlos a practicar saltos y así aumentar su resistencia física. Aparte de ello, no negaba que ver las caras de Satori y de Akane era divertidísimo.
—Si pueden. Has saltado bastante bien en ciertas alturas.
—¡Pero eso... es una roca enorme!
—¡Cobardes!— Y acto seguido, sacó la lengua en señal de provocación.
Satori gruñó, irritado y con convicción. Se había prometido a sí mismo que haría lo posible por demostrarle a Ranma que también era un chico fuerte, alguien que podía ganarse el corazón de Akane. Retrocedió unos cuantos pasos para tomar vuelo, y finalmente corrió, impulsando su cuerpo y logrando escalar un poco de la piedra. Lástima que solo fue una altura relativamente aceptable, y que luego casi cae completamente al suelo. Ante todo eso, Akane no pudo evitar asustarse un poco, aunque se alivió al ver al niño sano y salvo.
—¿Eso es todo lo que puedes hacer?
Esta vez, Akane decidió intentarlo. Pudo alcanzar una altura más larga que Satori, pero el resultado era similar. Claro que, después de unas cuantas palabras provocadoras de parte del muchacho de trenza, el par de aprendices comenzaron a saltar, tratando de superar las propias limitantes de ambos.
Quinto día de entrenamiento...
—¿Ya vendaron bien sus rodillas, puños y codos?
Ambos asintieron. En los árboles de aquella sección del bosque, se hallaban atados múltiples cojines improvisados, en los cuales se marcaba un círculo en medio de la superficie. El detalle, es que los cojines eran tan delgados, que prácticamente si los tocabas podías sentir la dura corteza del tronco. Ranma había decidido entrenar la fuerza de cada uno de ellos, esperando que los golpes no les lastimaran lo suficiente. Vale, tal vez parecía con los entrenamientos anteriores que era un tirano idiota, pero todos ellos tenían el propósito de que mejoraran sus habilidades. Además, los de su padre eran mil veces peores.
—Ya.— Confirmaron ambos.
—Recuerden que deben golpear con fuerza los cojines a la mayor velocidad posible. También es importante que deben hacerlo manteniendo la fuerza constante. Nada de bajar las energías. Satori primero.
El pequeño pasó hacia enfrente, respirando profundamente. Le demostraré a Tendo sensei que soy fuerte. Uno. Dos. Tres. El pequeño puño del chico impactó contra la superficie, logrando apenas una ligera abolladura en el árbol. Ante eso, Satori se molestó, pero siguió golpeando los árboles. Con cada puñetazo, la mano le dolía, pero no se iba a detener.
Akane miró a Ranma, quien le retó con sus ojos. Ella hizo lo mismo, golpeando la superficie pero quejándose un poco por el impacto. Giró su cabeza hacia Ranma, y tan solo verlo reírse de ella le inyectó el valor suficiente como para seguir golpeando cada objetivo. Idiota. Si puedo.
Akane... Satori... Sé que pueden. Ranma les siguió, imitando las acciones de ambos.
Sexto día de entrenamiento...
—Y... de nuevo... peces... que locura...
Akane jadeaba, visiblemente cansada por tener que volver a sacar los peces del río. Sin embargo, el nuevo nivel de dificultad añadido en ello era hacerlo con los ojos vendados. Trataba de confiar en Ranma, aunque a veces no podía creer que ese era el entrenamiento que él tuo que atravesar con su padre para mejorar. El señor Genma si que estaba demente, si es que eso era lo que hacía.
—Deja de quejarte y sigue. Esos peces no se van a atrapar solos.
Satori sonrió al notar como en su mano tenía una carpa. —¡Atrapé una!
—Ahora atrapa diez.— Ordenó Ranma, molesto con el tono de voz que Satori usó para fanfarronear. —No cantes victoria antes de tiempo.
—Ni cintis victiria intis di timpo— Arremedó Satori.
—Te escuché. Vamos, que después de esto entrenaremos sus sentidos de nuevo.
Derrotado, el chico siguió sacando peces en el agua.
Séptimo día de entrenamiento...
—¡¿Por qué debimos creerte en que sería buena idea?!— Akane jadeó, corriendo a toda velocidad por el bosque mientras seguía a Ranma. Satori no se quedaba atrás, y también huía despavorido y gritando fuertemente, como nunca lo había hecho.
—¡Porque lo es!— Respondió el joven, realmente divertido.
—¡Deja de reírte! ¡No es gracioso estar huyendo de un panal al cuál derribamos!
—¡Es para mejorar la velocidad!
—¡¿Cómo demonios nos va a ayudar?!
—¡Corriendo para ejercitar las piernas!
—¡Eso si no nos pican!
—¡Aléjense, malditas abejas!— Exclamó el pequeño de doce años, tratando de aumentar la velocidad en sus pasos.
Tres chicos corrían deprisa, intentando escapar de un enjambre de abejas enfurecidas con ellos por haber derribado el panal donde vivían. Las piernas de todos se sentían entumecidas, pero su espíritu para escapar era muchísimo más grande. Pasaron por el río donde entrenaron hace unos días y cuando llegaron a la cabaña, se encerraron muy bien.
Por la ventana, comprobaron que el enjambre ya no estaba, así que en algún punto lograron despistarlo. Ranma comenzó a reír, mientras que Satori y Akane simplemente se desplomaban en el suelo, cansados, hastiados y aliviados.
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Xian Pu se encontraba caminando cerca de las inmediaciones de la universidad, sumamente triste. Todos los días había decido intenta emboscar a Akane y a Ranma para atacar a la chica y lastimarla, pero nunca los encontró. Según le dijeron varios de los compañeros de ambos, ellos se encontraban de entrenamiento en el bosque.
Al indagar, dio con que el dojo Tendo se encontraría cerrado por un mes. ¡Un maldito mes donde ese par tendría más cercanía! No quería imaginar como estarían los dos. Si, entrenamiento... ¡Cómo no! Seguramente se besarían mucho y se darían arrumacos. Enojada, pateó una piedrita que estaba en el suelo.
Odiaba a Akane, y ojalá pudiese odiar al chico de trenza que tanto le había cautivado. A pesar de querer aborrecerlo, no podía. Algo había en él que le incitaba a luchar por obtener su atención. Lastimosamente no lograba su objetivo, y por ello, su corazón dolía.
Lo peor, es que su abuela le había prohibido seguir intentando emboscarla. ¿Cómo fue posible que se le escaparan los detalles de lo que hacía? No tenía idea. Pero no podía desobedecerla, en especial, porque ella le hizo prometérselo a cambio de detener los planes del señor Kumon para intentar emparejarla con el sobrino de los Ueda.
¡Odiaba todo!
Cruzaba cerca de un restaurante de okonomiyaki, y pensó en que no sería una mala idea comer ahí. Tenía hambre, y aunque estuviese triste, deseaba comer algo. Entró la establecimiento, escuchando el timbre de la entrada resonando. Sin embargo, no parecía haber nadie en ese momento.
Caminó, observando el local con cuidado. No estaba nada mal, a pesar de ser un lugar al estilo rústico. A lo lejos, escuchó un par de voces discutiendo. Eran un chico y una chica, y parecían estar en la cocina. Si algo tenía Xian Pu, es que poseía curiosidad innata.
Acercó su cuerpo, intentan de paso dominar la técnica del umi sen ken que el idiota de Ryu le enseñó a ella y a su abuela. Abrió los ojos cuando se dio cuenta de que el chico que discutía era aquél que acompañaba a Akane durante la última vez que la emboscó. Afinó el oído, intentando descifrar la conversación.
—No puedo creer que uses eso para hacer que Ryoga regrese a ser tuyo.
—Shinnosuke, tu y yo lo hablamos. Haré lo posible por luchar por el amor de él.
—Lastimando a otra de mis amigas en el proceso. Ukyo, ese secreto que dices es muy delicado. La mamá de Akane ya está mejorando, y el ocultar esto me puede perjudicar en mi proceso de conquistarla.
Akane... ¿Akane Tendo?
—No pasa nada. Además no se si sea verdad esa información. Lo escuché cuando fui a entregar una orden en la mansión de los Kumon, pero dudo que sea cierto. La señora Tendo puede que ni siquiera sea la hija del padre del señor Kumon.
—Akane puede sufrir si esta verdad se oculta más. Y ni se diga de su madre.
—¿Acaso no entiendes? No vamos a decir ni una palabra de esto.
—No. Tú entiende. Si quiero que Akane se separe de Saotome, debo ser un buen chico.
Saotome. Akane. La madre enferma de Akane. Un secreto familiar... ¡Esa información valía oro! Salió de su escondite, sbresaltando a esos dos chicos que discutían en la cocina del lugar. Altanera y con una confianza muy característica de ella, bamboleó sus caderas, caminando imponente. Movió su larga cabellera de un lado a otro, y sonrió maliciosa.
—Lo lamento. Pero escuché Saotome y no pude evitar entrar de esta forma.
Shinnosuke endureció su gesto. La reconocía. Era la chiflada que atacó a Akane la vez pasada. —¿Tú que haces aquí?— Escupió molesto.
Ukyo no entendía que estaba sucediendo, pero si Shinnosuke reconocía a la chica, entonces era posible que aquella extraña también estuviese envuelta en ese extraño círculo amoroso. —¿Quién eres?
—Lamento no haberme presentado de forma buena. Soy Wu Xian Pu.
—Dije que qué haces aquí.— Elevó la voz, recordando como había sido tan cruel con Akane.
Se acercó, sonriendo amplio. —No deberías hablarme de esa forma tan fría.
—Te lo mereces.— Shinnosuke cruzó sus brazos. —¿Acaso olvidaste lo que le dijiste a Akane? El trato que te doy es lo que se merece una persona ruin como tú.
Xian Pu rodó los ojos. —Vaya manera elegante de decirme perra cruel.
—Yo soy Ukyo Kuonji.— Interrumpió la castaña, adoptando un temple desconfiado. En efecto, la chica frente a ellos también se veía involucrada en todo ese circo de relaciones románticas extraño. —Conoces a Ranma. Yo soy su amiga.
—Entonces...— Comenzó a pasearse por la cocina. Cada instrumento, cada tener y cuchillo perfectamente acomodado yacía ahí, en la estantería de madera. Acarició con el dedo índice los muebles, comprobando que ese sitio parecía encontrarse en perfectas condiciones de salubridad. —Un secreto que compromete a la mamá de Akane. Sería una lástima que le diga a ella sobre eso.
Ukyo frunció el ceño. —Disculpa, pero no voy a permitirlo. Tú no ganas nada con ello.
—Tal vez, pero si quiero a Ranma conmigo es un buen arma.— Dejó su tarea, y miró amenazante a Shinnosuke. —A menos que quieras que él se quede con Akane...
¿Quién diablos se creía esa chica? Si antes no sentía odio hacia alguna, definitivamente esa era la primera vez. —Akane está entrenando con Saotome en el bosque. No puedes ir y decirle.
—Eso ya lo sé. Y es por eso que les propongo un trato. Cuéntenme bien ese rumor, y yo les ayudaré a mantenerlo en secreto. Además...— Señaló a Shinnosuke. —Te ayudaré a alejar a Ranma de Akane. Cuando regresen, me haré cargo de alejarlos.
—¿Y tú que ganas?— Ukyo pudo darse cuenta de la clase de chica que era. No la juzgaba, pues ella misma hacía lo posible por mantener alejada a Akari de Ryoga. Pero seguía sin tener del todo claro lo que esa joven podría obtener de un trato así.
—A Ranma. Lo quiero para mí. Me he enamorado de él, así que quiero que sea mío. Solo mío. Apuesto a que me entienden.
Los dos chicos se miraron mutuamente. Shinnosuke negó, pero Ukyo decidió que ya era suficiente. Que necesitaban que ella estuviese de su lado, no al contrario. Puso por encima de todo su egoísmo. Sonriendo, se acercó a la chica, y estiró su mano frente a ella. —Trato hecho. Siéntate afuera y espera ahí. Te haré un okonomiyaki para sellar nuestro trato.
Xian Pu le dio la mano, y cuando se soltaron, brincó feliz. —¡Super!
Shinnosuke solamente suspiró, dándose cuenta de que todo se complicaría más.
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Nodoka entró al hogar, llevando en sus manos las bolsas del mandado que realizó. Le estaba eternamente agradecida a su suegro por haberles prestado el dinero a Ranma y Akane, además de que todo estaba marchando bien en su vida. Además, Genma no había vuelto a meterse en deudas, y por lo poco que había podido hablar con su hijo, el entrenamiento iba viento en popa.
Dejó la despensa en la mesa, y comenzó a acomodar cada producto en la alacena. Trareaba alegremente una canción, cuando el sonido del teléfono de casa la interrumpió de su tarea. Dejó lo que estaba haciendo, y caminó hacia el aparato, tomándolo para contestar la llamada.
—¿Residencia Saotome?
—Hija, necesito que vengas. Me he enfermado, y por órdenes del médico no puedo trabajar.
—Oh. Lamento escuchar eso.
—Solo será por un par de semanas.
—No te preocupes. Hablaré con Genma y le diré que iré.
—Además... hay algo que debo contarte. Es sobre... bueno, ya sabes quien.
Cuando su madre hablaba en ese tono de voz, era porque había problemas. Y Nodoka ya sabía de quien se trataba.
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Séptimo día por la noche...
Tenían la fortuna de que los caseros que les dieron el hospedaje de la cabaña les llevaran comida todos los días, o de lo contrario, ellos ya estarían pasando hambre tras hambre. Con el dinero que el abuelo de Ranma donó, todo eso había sido posible, y al menos para el chico fue un alivio. A pesar de que muchos podrían pensar que ese entrenamiento a veces podía ser riesgoso, él lo suavizó. No deseaba que los dos pasaran por cosas duras, así que trató de acomodar los ejercicios de forma que fuese un entrenamiento tolerable para ellos.
—Eres un tirano.— Se quejó Satori, moviendo sus brazos mientras realizaba una mueca de cansancio. —Tendo sensei no merece ese entrenamiento tan feo. Solo la insultas.
Ranma soltó una risita, burlándose del chico. —Bah. Los entrenamientos con mi padre eran mil veces peor. Ni siquiera podía descansar en una pequeña cabaña como lo hago ahora.
El celular de Akane sonó. Ella lo miró, dándose cuenta de que se trataba de un mensaje de su amigo. Cuando lo abrió, no pudo evitar sonreír. Comenzó a teclear, ignorando la plática entre el de ojos azules y el niño que los acompañaba.
—Créeme que lo que enfrentan ahora no es nada a comparación de lo que yo viví.
—Tonto.— Satori sacó la lengua, burlándose de su sensei.
El de trenza miró a Akane, y notó que no dejaba de sonreír mientras miraba el celular. —¿De que te ríes?— Preguntó Ranma, comiendo un poco de arroz.
—Shinnosuke me ha mandado mensaje.— Admitió sin problemas.
Eso solo provocó en Ranma una intensa irritabilidad. Tragó su porción, y con los palillos afianzó un trozo de carne, teniendo poco cuidado en trocear la comida. —Ya.
—En unos días es mi cumpleaños, y me dijo que cuando regresara del entrenamiento me daría mi regalo.— Metió el aparato en el bolsillo de su pantalón de pijama, y siguió consumiendo sus alimentos con normalidad.
—Tu cumpleaños. Ya veo.— Soltó ácido. —Igual ya casi es el mío.
Satori, emocionado, sonrió. —¿Ya casi es su cumpleaños, sensei?
Akane asintió. —Si. Ni yo misma me acordaba de ello, hasta que Shinnosuke me lo contó.
—Estás dejando que él te distraiga con el entrenamiento.
Akane rodó los ojos. —Por si no te has dado cuenta, genio, estamos cenando. No entrenando.— Al ver como Ranma masticaba la comida, cerró la barbilla del chico. —Además, debes aprender a masticar bien. No con la boca abierta.
Ranma se hizo a una lado, quitando la mano de Akane y sintiéndose más molesto. —¿Quién te crees? ¿Mi mamá?
—¿Y tú? ¿Crees que estamos en la era Sengoku para comer como un maldito salvaje?
—Lo dice la que, en realidad, suele ser un macho salvaje.
Akane se levantó, y le propinó un buen golpe en la cabeza. Ahí iba de nuevo, a confundirla, a dejarle dudas sobre si existía un mínimo interés de parte de él. —Idiota.
—Torpe.
Satori comía, siendo testigo de la pequeña discusión entre sus dos maestros. Ciertamente podía jurar que el de trenza estaba demasiado celoso por ese tal Shinnosuke, a quien él tampoco conocía. ¿Sería un chico más en la vida de su maestra Akane? ¿O quizá algún pretendiente? ¿Sería guapo? ¿Qué relación poseía con Akane? Todas esas dudas que un chico de doce años como él no debería de formularse salían sin control de su cerebro de niño. Tal vez, ese chico formaba parte de la competencia que sostenía con Ranma por la atención de ella.
Con timidez impregnada en la voz, se animó a preguntar a la mitad de la pequeña discusión lo que necesitaba saber. —Tendo sensei... ¿Quién es Shinnosuke?
Dejaron de decirse palabras para prestar atención a aquél niño de pelo negro, y ojos cobalto. Akane notó que Satori se mantenía un tanto cohibido, aunque entendía que probablemente todo este entrenamiento no resultaba fácil para él. Hizo a un lado la discusión con Ranma, y sonrió cálidamente, buscando la mejor foto de su amigo en el celular. —Shinnosuke es mi mejor amigo. Lo conozco desde siempre.
El pequeño tomó el celular entre sus manos, y examinó la foto con cuidado. Debía admitir que si era un sujeto lindo- Incluso, más que Ranma. Le echó un vistazo rápido al de trenza, y después continuó mirando la imagen. Ella dijo que era su amigo, pero no podía estar tan seguro de ello. Le devolvió el celular a Akane, y siguió comiendo. —¿Lo quieres mucho?
Akane asintió. Ante eso, Ranma casi se atraganta con su comida. De repente, no disfrutaba de la cena como debía. Si, ella dijo que era su amigo, pero no podía evitar la comparación con ese idiota. En especial, porque las palabras amenazantes de Shinnosuke seguían atascadas en su mente.
—Él y yo somos amigos desde que éramos unos niños. Ha sido un gran chico conmigo. Muy amable, educado, gentil, gracioso y cariñoso.— Con cada palabra Ranma se sentía peor. —¿Cómo no lo voy a querer por ello?
Satori asintió, no muy convencido. —Si, es cierto.
Por el contario, Ranma rodó los ojos nuevamente, sin contener el hastió hacia Shinnosuke. —Vaya. Él no vino al viaje, pero es como si estuviese aquí. Dile que si no quiere una porción del arroz que comemos, aunque no creo que quede.
Akane suspiró. —Basta ya. No entiendo por qué te molesta que hablemos de él.
—¿No es obvio? Porque te distraes.
—Claro que no.
Ranma comió otra porción de arroz. —Que si. Te tiene atontada.
—¡No es verdad!
Tragó la porción.—Por eso no progresas mucho. Por estar pensando en Shinnosuke. Shinnosuke esto, Shinnosuke lo otro. ¿Cómo esperas ganar este torneo si solo piensas en él?
—¡No es verdad!
—¡Si lo es!
—Suenas como si estuvieses celoso.
—¡No lo estoy! ¡No puedo estar celoso por ti! ¡Pero es molesto que Shinnosuke te traiga tan distraída! Deja de desconcentrarte en el entrenamiento, o de lo contrario, fallarás y yo no seré el responsable de ello.
—Idiota.
—¡Debilucha! ¡En serio, Akane! ¡No estás progresando!
No pudo seguir hablando, pues le arrojaron el arroz directo a su cara. Akane no aguantó más, por lo que decidió lanzar su comida al de trenza. —Y seguramente tú piensas tanto en Xian Pu, que simplemente crees que todos hacemos lo mismo. Pues bien, no me importa. Voy a demostrarte que puedo mejorar.— Miró a Satori. —Disculpa, Satori. Me retiro a dormir.— Se levantó, y acarició la cabeza del niño. —Descansa.
Satori hizo a un lado su plato, y también se levantó, caminando en dirección hacia Ranma. —Tendo sensei no se merece a un prometido como tú.
—Satori, no te metas en los asuntos de los adultos.
—Yo puedo hacerla más feliz que tú. Y te lo demostraré. Aunque sea un niño, voy a ganarme el corazón de Akane.— Declaró serio, para después retirarse a dormir a su recámara.
Ranma simplemente dejó su plato a un lado, molesto por la situación.
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Dieron las seis de la mañana, y Akane ya estaba despierta. En realidad, ya se había preparado para continuar con el entrenamiento. Debía reconocer que Ranma tuvo razón en una cosa: necesitaba alejar sus sentimientos por él durante el entrenamiento. Ahora mismo, ella se enfocaría al cien en mejorar, y ya le demostraría que se equivocaba.
Salió de la cabaña, y por fuera, comenzó a calentar. Se estiraba por completo, destensando su adolorido cuerpo después de los entrenamientos anteriores. Fue entonces, que recordó el poema que Akari le mandó por mensaje, días antes de que los tres se marcharan. El poema se llamaba El niño del lunes. Según su amiga, se lo dedicaba como un amuleto de la buena suerte. Con lo extraña que Akari solía ser, lo comprendía.
Pero una frase en específico se quedó grabada en la mente de Akane.
El niño del jueves muy lejos debe ir.
Ella nació un jueves. Y tal vez, es por eso que estaba destinada a ir muy lejos. ¿Qué tan lejos podía llegar? No lo sabía. Pateó un tronco del árbol más cercano, logrando impactar un poco más fuerte la superficie. Luego de ello, se ajustó la sudadera que llevaba y comenzó a realizar unas katas a la perfección. Satori y ella debía dejar los jueguitos atrás, y concentrarse en lo que importaba.
Si. Ellos eran los niños del jueves. Y muy lejos llegarían.
Notes:
¡Hola a todos!
¿Qué tal les ha parecido la actualización? Ojalá les haya gustado. Trataré de poner más romanticismo, aunque me gustaría darle el enfoque a estos dos capítulos que vienen para resaltar los obstáculos y el entrenamiento que van a realizar. Eso si, les pondré momentos tensos entre los dos.
Por cierto, aquí les va un dato curioso.
Si se dieron cuenta, el título tiene Los niños del jueves. Esta frase proviene de un poema en inglés llamado Monday's child (El niño del lunes). Este poema dicta un destino diferente para cada niño según el día de la semana en el que nacieron. En el poema, la línea del jueves es: El niño del jueves tiene mucho que recorrer. Me pareció adecuado referenciarlo en este capítulo, ya que aquí inicia el recorrido de Ranma, Akane y Satori para lograr su objetivo. Pero estará lleno de complicaciones que deberán enfrentar.
Aprovecho para comentar que habrá una pausa de actualización. Estoy escribiendo un AU de este par, pero enfocado en el tema de San Valentín y White Day. Será una trama ligera y sin mucho drama, siendo una mezcla de clichés, un poco de romance, humor y picante. Trataré de que el hiatus no sea más que de un mes, pues en marzo Entre amores y karate cumplirá ya un año de ser publicada, y deseo actualizar para la fecha. Además, sé que a muchos les está encantando este fic. Para Nieve de cristal será igual, me resta un capítulo por publicar y entra en un hiatus por un mes aproximadamente.
Para finalizar, si no me siguen en facebook les invito a pasarse por mi página. Me encuentran como 97SandySerendipity. También publico en X, ahí me encuentran con el user Sandy_97sandia. Y bueno, también agradecer por sus comentarios. Me motivan a continuar esta historia.
¡Gracias por leer!
Con amor, Sandy.
Chapter 13: El club de los corazones rotos
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Ranma 1/2 no me pertenece. Todos los derechos están reservados a su autor original, Rumiko Takahashi. Esta obra es escrita sin fines de lucro.
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Entre amores y karate.
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—¡Satori!— La desesperación en Akane se hacía presente en forma de gritos. La adrenalina se aferraba en ella, pero el miedo por no encontrarlo era mil veces más grande. —¡Satori!... ¡Satori!... ¡Satori!
Las nubes se volvieron aún más grises, lo que significaba que posiblemente llovería mucho más fuerte. El viento se volvió frío, y la noche comenzaba a caer en el sitio. ¿Cuánto tiempo llevaban buscándolo? Parecía una eternidad, aunque llevaban si acaso tres horas. Jadeó, desesperada al no obtener ni una sola respuesta. Revisó su celular por si Ranma le mandó mensaje, aunque no existía nada.
Se abrazó a si misma, lamentándose. Una lágrima salió de sus ojos marrones, pero la quitó brusca. No era el momento de llorar.
—¡Satori!
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—¡Satori!
Ranma observó a todos lados, pero la densidad del bosque no permitía que su visibilidad fuese buena. Corrió hacia la derecha, y luego, hacia la izquierda. Sin embargo, ni una sola señal del niño existía en el espacio. Las gotas finas de lluvia comenzaron a caer, además de algunos rayos en las lejanías del lugar. Todo se volvía sombrío, pero no debía de rendirse.
Encontraría a Satori, cueste lo que cueste.
—¡Satori! ¡Satori!
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El pequeño cuerpecito se hallaba agazapado en un lugar que no conocía. Hizo mal en alejarse, y lo entendía. Es solo que no pudo soportar lo que ella le dijo. Tal vez aún era muy chico para entender algunas cosas, y quizá no sabia nada de lo que era el amor.
Pero ahora, podía decir lo que se sentía tener el corazón roto.
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Capítulo 13.- El club de los corazones rotos.
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Dos días antes...
Akane saltó de su cama, emocionada por los numerosos mensajes de cumpleaños que recibió. Con una sonrisa resplandeciente respondió a cada uno de ellos, empezando por el de su propia familia. Al parecer, su madre se hallaba feliz por el fin de sus quimioterapias. Kasumi le aseguró que hacían lo posible por cuidarla de forma diligente, para que no enfermara.
Luego, sus amigas. Yuko y Sayuri no dejaban de mandarle muchos emojis de felicitaciones, mientras que Akari le pasó una foto de uno de sus cerditos con un gorro de fiesta. Su amiga siempre tan ocurrente.
Por último, pero no menos importante, Shinnosuke. Deseó un muy feliz día para ella, y le prometió mandarle una foto de un regalo que le tenía preparado. No dijo mucho más. Emocionada respondió que lo esperaria con ansias, y fue entonces que decidió que ya era suficiente de holgazanear. Se colocó su ropa de entrenamiento, y salió de su habitación con demasiada energía.
Tanto Ranma como Satori se hallaban desayunando, retándose entre ambos. Durante todos estos días, los entrenamientos solían ser un poco tedioso ya que el pequeño Satori no dejaba de desafiar a Ranma constantemente. Se había desarrollado una rivalidad extraña, como si quisieran demostrar quien era el mejor peleando el karate kumite.
Pero cualquier tensión desapareció al mirar a una sonriente Akane, quien se servía su porción del desayuno en su plato bailando de manera curiosa y, hasta cierto punto, graciosa.
—¿Qué rayos te sucede?— Preguntó el de trenza mientras alzaba una ceja. Observó como la chica se sentaba en la mesa, bailando aún.
—Hoy es mi cumpleaños.— Mencionó antes de probar un bocado de su arroz.
Satori, muy interesado en el dato inclinó su cuerpo en la mesa. —¡¿Es de verdad, sensei?!
Asintió. —Lo digo en serio.
Ranma no dijo nada. Sim embargo, una sonrisita se dibujó en sus labios. —Bueno, en ese caso tendremos un entrenamiento especial.
—¿Entrenamiento especial?— Preguntaron los dos chicos.
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—¡¿Pero... que... sucede... contigo?!— Exclamó una furibunda vocecita femenina.
Akane y Satori ya no podían con la falta de aliento. Todo un circuito gigantesco en el que debían evitar obstáculos fue el maravilloso entrenamiento especial de Ranma. La verdadera pregunta es, ¿Cómo diablos había logrado armar esa pista del infierno en tiempo récord? A menos que ya lo tuviera planeado desde antes, pero no parecía ser así. Las rocas gigantescas iban y venían, mientras que unos pobres y cansados chicos a duras penas podían esquivar para no ser aplastados.
Un muy sonriente Ranma les observaba desde lo lejos, cruzado de brazos y muy divertido al ver las caras de esfuerzo de ambos. —¡Es tu entrenamiento especial! ¡¿No te gusta la sorpresa?!
—¡No!— Esquivó una roca, aunque le costó un poco menos de esfuerzo hacerlo. —¡Eres hombre muerto!... ¡Ya verás cuando salga de esto!
El de trenza observó a Satori. —¡Debilucho!
¡Debilucho nada! Rebasó una de las rocas saltando ágilmente sobre ella. La siguiente corrió con la misma suerte, y así se mantuvo, esquivando piedras super pesadas con más confianza que antes.
—¡Whoa! ¡Satori, estás mejorando!— Exclamó Akane, impresionada con su pequeño alumno.
Aquél pequeño renacuajo sonrió satisfecho, pero borró el gesto al notar que el pedante sensei no estaba ahí para verlo. Se hallaba de espaldas, haciendo quien sabe que cosa. Sacó la lengua burlesco, frunciendo el ceño.
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El trío de chicos caminaba de regreso a la cabaña, sintiendo sus músculos agarrotados gracias al entrenamiento arduo. Sin embargo, había sido un poco más fácil de llevar a cabo que la semana pasada. Parecía que cada cosa hecha no les beneficiaba en nada, pero era todo lo contrario.
Tanto Akane como el pequeño Satori se percataron del aumento en su fuerza y velocidad, lo que quería decir que los entrenamientos iban viento en popa. Bueno, no le discutirían tanto a Ranma por lo rudo que a veces era con los ejercicios solo por la misma razón de que les beneficiaban.
—¿Aún están enojados?— Preguntó el de trenza, riendo divertido ante la visión de sus víctimas cansadas.
Akane entrecerró los ojos. —¿Tú que crees?
—Pero les ha funcionado, ¿No?— Ranma cruzó los brazos por detrás de su cabeza. —Han mejorado.
—A base de ejercicios raros. ¿Y así me decías que tenías miedo de que nos lastimáramos?
—Pues los subestimé.
Una vez que llegaron a la puerta de la cabaña, Ranma sacó las llaves de su bolsillo y abrió la puerta pero sin entrar al lugar. —Oh, por cierto, mañana el entrenamiento será mil veces peor.
—¡No, ya no! ¡Por favor!— Se quejó de la pelo corto. —Sé que dije que moriría por las artes marciales, pero tengo mis límites.
—¿Por qué te quejas? Si eres una gorila con tanta fuerza, así que no deberías tener límites.
Satori se enojó. Corrió hasta el chico, propinándole un codazo en su estómago y sacando el aire de él. —Deja en paz a Akane sensei.— Luego, corrió hacia adentro de la cabaña.
Ranma sobó sus costillas, quejándose de la pequeña molestia y resoplando con dolor. —¿Qué diablos le pasa al mocoso?
—Di que te fue bien, y no te golpeó un gorila fortachón como yo.— Añadió ella, pasando de largo a Ranma sin prestarle mucha atención.
—¡Whoa!
Al escuchar la expresión de sorpresa de Satori, la joven adelantó más sus pasos, hasta que se detuvo.
Akane, atónita, observó a detalle cada cosa instaurada en el lugar. Un pequeño letrero de Feliz cumpleaños se hallaba colgado en el muro, y un delicioso y sencillo pastel les saludaba en la mesa. Lentamente fue acercándose, llegando hasta la mesa, examinando el postrecito. Chocolate y fresas adornaban el alimento, además de algún que otro merengue.
—¿De donde salió?— Preguntó asombrada.
El sonrojo tenue alcanzó al de trenza, frotando su cabeza con una de sus manos. —Le pedí a la casera que lo hiciera. Me cobró un poco más, así que espero que lo aprecies de verdad.
—¿Fuiste tú?— Akane abrió los ojos como platos. ¿De verdad el idiota era detallista?
Entrecerró su mirada. —No me mires así. ¿Qué acaso no crees que haya sido yo?
Negó con la cabeza. Se acercó a Ranma, y tomando un poco de impulso, lo encerró en un tierno y dulce abrazo. Akane podía sentir su corazón corriendo como loco, además de que la respiración se le agitó, incluso aún más que cuando entrenaba. Podía parecer un detalle simple, y a pesar de ser solo comida, la intención de hacerla feliz pesaba mucho más. —Gracias, Ranma.— Susurró en voz baja, sonriendo tímida, ocultando un poco su rostro en el pecho de ella.
Claro que todo esto descompuso al de trenza. Si estuviese en una caricatura, el humo saliendo en sus oídos podría ser percibido. Robóticamente llevó sus manos hacia la espalda de Akane, tocando apenas la ropa de ella. Tragó saliva, y comenzó a balbucear. —No... nada... es... ehm... ah...
Satori los observaba con celos. Llevaba varios días intentando superar las pruebas de Ranma para demostrarle a Akane que podía ser más fuerte que el chico, y ahora ese idiota venía y con un solo pastel se llevaba los abrazos de la chica más hermosa del mundo. ¡No era justo!
—¡Sensei!— Exclamó el pequeño, corriendo hasta ella y jalando la ropa de Akane. —¡Vamos a partir el pastel!
Ella se separó de Ranma, sonriendo gustosa. —Si... pero antes vamos a ducharnos, que nos hace falta..— Caminó hasta su cuarto, esperando poder controlar su euforia.
Ranma, por otra parte, despertó del trance para mirar un poco molesto al niño. ¡Siempre tenía que interrumpir! Estaban a la mitad de un momento importante, algo que difícilmente se volvería a repetir. Y el malcriado lo arruinó. Refunfuñando se les unió.
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Una vez que el trío de personas terminó de ducharse, se reunieron en el comedor para poder partir el delicioso pastel de Akane. Satori corrió por el encendedor antes de que el idiota de su sensei fuese por el objeto. Luego, tomando ventaja sobre el chico, recorrió la silla más cercana al pastel y le ofreció el asiento a Akane, como si se tratara de un caballero de armadura brillante. —Tome asiento, sensei. Usted debe descansar un poco sus pies después del entrenamiento.
—Muchas gracias, Satori.— Acarició la cabeza de forma suave, tomando asiento en la silla.
El de trenza gruñó mirando como la cara del niñito ese cambiaba a una burlesca. —Parece que la miel se derrama. ¿Quién diría que a Satori le gustan las frutas maduras?
—¡S...Sensei!— Exclamó Satori muerto de la pena.
—¿Frutas?— Akane observó durante unos segundos las fresas. —¡Oh! Cuando partamos el pastel te gustaría una. ¿No?
—Si.— Se apresuró y trató de encender el fuego de la velita para evadir el tema. Sin embargo, le estaba costando un poco, ya que el encendedor se estaba vaciando.
Ranma soltó una pequeñita risa irónica, acercándose al niño. Le arrebató el encendedor, prendiendo la chispa de la velita. —Tonto.— Masculló, saboreando la victoria en esa pequeña riña entre ambos.
—Gracias, Ranma.— Agradeció la joven.
—¡Pida un deseo, y sople las velas.
—¿Un deseo?— Dubitativa, comenzó a pensar en que podía pedir. Había tantas cosas, que no tenía claro cual sería su petición, hasta que una chispa la iluminó. Fue entonces que ella cerró los ojos, pidiendo un deseo desde lo profundo de su corazón de forma fugaz. Luego, abrió la boca y sopló hacia el fuego, apagando la velita instantáneamente. Dio un par de aplausos, y sonrió. —¡Listo!
—¿Qué pidió?— Preguntó el niño, interesado de más.
—Que genio saliste, Satori. Es obvio que no nos lo puede decir porque si no no se cumple.— Comentó el de trenza, lleno de ironía y sarcasmo.
—Bueno, basta ya. No entiendo que sucede contigo Ranma, pero por favor cálmate. Mejor comamos pastel ya.— Ella tomó el cuchillo, con la esperanza de partir el pastel. Sin embargo, fue detenida por dos manos que se posaron en su muñeca.
—¡Yo lo corto!— Exclamaron ambos hombres a la par, mirándose fulminantes.
Ella solo suspiró. —Lo hago yo. No se preocupen.
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Akari le administraba a un cachorrito la medicina correspondiente a través de una vía intravenosa, mientras meditaba en el gran problema que sostenía. Desde que la arpía de Ukyo Kuonji la amenazó con el secreto sobre la mamá de Akane, ella y Ryoga no podían tener un momento en paz. Llevaban dos semanas sin poder hablar más que por mensajes, y eso la abrumaba un poco. Lo extrañaba, pero la bruja malvada parecía acaparar toda la atención del chico.
—Oye, amiguito. Los hombres son unos idiotas.— Dijo mientras depositaba la jeringa en la basura. —Pero más idiota soy yo. ¿Debería decirle a Akane sobre el secreto de su madre? Porque no me gustaría que la señora recaiga. Recién está recuperando fuerzas.— Suspiró. —Además, extraño a Ryoga. Tampoco puedo decirle nada a él, o Ukyo hablará. ¿Qué debería hacer?
El cachorrito pasó de estar tranquilo, a alterarse un poco, ladrando hacia la puerta. Sin embargo, adoptó una posición menos relajada, como se estuviese a la defensiva. Esto desconcertó a Akari, quien giró su rostro en dirección hasta la entrada. Se sobresaltó un poco al ver de quien se trataba. —Ah, Taro. No te escuché llegar.
Taro se encogió de hombros, restando importancia. Caminó hacia ella, pero al estar cerca el cachorrito ladró con más insistencia. —Está agresivo.
Akari frunció el ceño. —Es extraño. Hace unos segundos estaba tranquilo.
—Cosas de perros, supongo.
La chica regresó al cachorrito a la jaula donde se hallaba, y luego la cerró. —¿Qué tal te has sentido trabajando aquí? ¿Te gusta el ambiente?
—No está nada mal.
—Me alegra saberlo. Bueno, debo ir a...
—A la sala de los conejitos.
Se extrañó. —¿Cómo sabes a donde voy?
Volvió a encogerse de hombros. —Solo lo supuse.
—Claro. Bien, debo ir...
—Te acompaño.
—Si... esta, bien...— Aceptó, aunque una corazonada negativa se instauró en ella. Sin embargo, decidió ignorarla.
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Ranma gruñó, harto de tener la peor suerte del mundo. El idiota de Satori tuvo la brillante idea de retarlos a jugar algunos juegos de mesa y poker, y eso le instauró una gran revelación que ni el mismo sabía que existía: su nula habilidad para ese tipo de juegos. ¿Cuántas partidas de cartas ya llevaba perdidas? Unas ocho. ¿Y cuantas habían jugado? Si, ocho. Observó con rencor al niño, quien detrás de sus cartas sonreía malévolo. Mocoso malcriado.
—Muestren sus manos.— Pidió el niño.
Akane y Ranma pusieron encima de la mesa sus manos correspondientes, esperando tener la suerte de resultar vencedores.
—Parece que han perdido...— Satori pronunció esa frase demasiado orgulloso de sus intentos de humillar a Ranma. Mostró su mano de cartas, revelando que poseía la mano más grande de las tres.
—¡Eso es trampa!— Exclamó Ranma, tomando su pelo desesperado. —¿Cómo es posible que no pueda ganar ni una sola ronda?
La de pelo corto le brindó unas cuantas palmaditas en la espalda. —Tranquilo. Solo no fue tu día...
—¡Exijo la revancha!— Desafió el de trenza.
—¿Eh?— Akane observó la hora en su celular. —Pero ya es tarde. Será mejor que vayamos a descan...
Satori reaccionó enérgico ante el desafió de su sensei. —¡Trato hecho!
—Chicos...— Se interrumpió gracias a las vibraciones de su teléfono. En la pantalla, el nombre de su mejor amigo aparecía marcando una videollamada. Emocionada por tener noticias de él deslizó el dedo en el botón de contestar, rogando por que hubiese la suficiente señal.
—Akane...
Tanto Ranma como Satori detuvieron su pelea infantil al percibir la voz de una tercera persona. Lamentablemente para el de ojos azules, sabía quien estaba hablando con Akane. Maldita sea.
—¡Shinnosuke! No esperaba tu llamada.
—Lamento la hora. Pensé que estabas durmiendo.
El de trenza se asomó, apareciendo un poco en la pantalla de Akane. —En realidad, ya estábamos a punto de irnos a dormir. Mañana seguiremos entrenando, y Akane no debe de desconcentrarse.
—Oh. Supongo que debo ofrecer una disculpa sincera. Akane, si estás cansada, podemos hablar después.
Ella negó rápido, propinando un codazo discreto a Ranma. —No le hagas caso a Ranma. Está de mal humor porque le ganamos en el poker.— Dedicó una mirada furiosa al chico, y luego sonrió hacia Shinnosuke.
Shinnosuke, a través de su pantalla, correspondió la sonrisa de su amiga. Por dentro, disfrutó de la humillación de Saotome. —Es una pena, Saotome. Soy bueno jugando poker, ¿quieres que te enseñe?
—No.— Respondió grosero.
—Deja de ser tan brusco con Shinnosuke.
—No soy brusco, tonta.
—Idiota.
Satori pestañeaba, atento a lo que sucedía. No entendía que pasaba, pero a juzgar por la voz irritada de su sensei, parecía ser que se trataba de una persona muy especial para Akane. Aunque haciendo memoria, todo cuadró. Es el amigo de Akane sensei. ¿Por qué a Saotome sensei le molesta su presencia?
—No te preocupes, Akane. Seré breve. Para mi proyecto de artes realicé un cuadro. Y pensé en que sería una excelente idea mostrártelo. Serás la primera persona en verlo. Bueno, además de Saotome.
—Que gran honor.— Ironizó el de trenza, rodando los ojos.
El castaño giró el celular, evidenciando el regalo para ella. Y tanto Ranma como Akane abrieron la boca, impresionados por la creación espectacular del chico. El rostro de Akane se hallaba trazado en ese lienzo. Los colores brillantes resaltaban la belleza del rostro femenino, y las facciones, delicadamente dibujadas retrataban la viva imagen de la pureza. Ese cuadro no solo parecía el retrato de una mujer asombrosa. Transportaba a quien lo miraba hasta el corazón la esencia de la persona a la que reflejaba, logrando cautivar al espectador.
—Shinnosuke... es... muy hermoso.— Akane sonrió enternecida. Adoraba a su mejor amigo, y a pesar de que fue su primera decepción amorosa, aún el cariño estaba ahí.
—Me alegro que te gustara. Es tu regalo de cumpleaños.— Miró a Saotome, recalcando con sus ojos un claro gané.
—¡Gracias, Shinnosuke!
Fue entonces que Ranma sintió la bilis recorrerle por todo su esófago. El sabía que Akane cumplía años ese día. Se aseguró de enterarse un par de días antes al preguntarle de forma discreta a su padre, y hasta le pidió el favor a la casera de que cocinara un pastel, ya que de haberlo hecho él mismo ella se hubiese enterado de la sorpresa. Quería ser el motivo de la sonrisa de Akane, pero ahora no solo estaba el niño. Shinnosuke también seguía persiguiéndoles, aún sin estar presente. Y encima, no podía negar que el chico tenía talento para la pintura.
El demonio dentro de él se desató. —Si, si. Gracias por tu demostración. Akane necesita descansar.— Arrebató el teléfono de ella, y antes de colgar la llamada, habló fríamente. —Adios.
Akane, enojada, recuperó su aparato. —¡Ranma! ¡¿Qué diablos te pasa?! ¡No tenias por qué hacer eso!
—Pero es la verdad. Debes descansar.— Declaró, levantándose de la silla. —Ya te lo había dicho. Él solo te entretiene.
—Que idiota.— Frunció el ceño. —Parece como si estuvieras celoso.
—Ja.— Cruzó los brazos. —¿Celoso? ¿De qué?
—De él. Y no entiendo el por qué.
—¡No estoy celoso!— Si lo estaba, pero no iba a admitirlo frente a ella. —Te puede pretender quien sea.
—Shinnosuke solo es mi amigo.
— Como sea. No me interesa si te intentan conquistar.
Satori no entendió eso último. Además, tampoco le hacía sentido que negara el estar celoso. Se suponía que ambos eran prometidos, por lo que él tenía el derecho de estarlo... ¿o no?
Akane apretó los puños fuerte. Lo que dijo fue un poco más confuso para su corazón. —Me parece perfecto. Lo consideraré. Buenas noches.
Satori le dio un pequeño golpe en el brazo a Ranma. —Eres malo con Akane sensei. ¡No te merece!
—Di lo que quieras, renacuajo.— Dijo él, yendo directo a su habitación.
La chica llegó a su cuarto, cerrando de un fuerte portazo su pieza. Dejó el celular en la mesita de noche, y se desparramó de forma descuidada en su cama. Suspiró, observando al techo de madera. ¿Qué sucedía con Ranma? No tenía idea, pero cada vez que Shinnosuke salía a flote, él parecía estar celoso. Pero luego lo negaba como hizo hacia unos instantes. —Que molesto.— Murmuró.
El sonido de notificación salió de las bocinas de su celular, por lo que se apresuró a leer el mensaje. Era de Shinnosuke.
Shinno_:
No te preocupes por lo sucedido. Lamento haber llamado tan tarde, pero te extrañaba.
Por cierto, ¿recuerdas al chico que te mencioné? Te desea un feliz cumpleaños, y espera que pronto pueda verte, ya que desea entregarte un regalo personalmente.
Ten dulces sueños, Akane.
El chico que le mencionó, ese que se sentía atraído por ella, y del cual desconocía su identidad. De nuevo la molestia nacía en ella. —¡Que confuso es todo!— Exclamó, ahogando su cabeza contra la almohada.
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Dos días después...
Akane se había despertado temprano nuevamente, y ensayaba en el circuito de rocas gigantes que Ranma organizó para sus entrenamientos. Se hallaba concentrada, esquivando las piedras con la mayor velocidad que su cuerpo le permitía.
Durante esos dos días posteriores a su cumpleaños, los tres actuaban de forma extraña. Satori y Ranma no dejaban de retarse entre si, creando un ambiente un poco incómodo. Y entre ella y Ranma había tensión, pero una muy rara, como si se tratara de una mezcla entre enojo, frustración y anhelo. Intentó hablar con él sobre lo sucedido en su cumpleaños, sin embargo, cada que ella quería hacerlo, él le esquivaba diciendo que debían entrenar más.
Sin querer, dio un golpe a la piedra, disolviéndola en pequeños pedacitos que salieron volando en múltiples direcciones. Jadeó fuertemente, y se detuvo por completo. Ni siquiera eso podía despejar sus dudas en el corazón.
—Vaya.
La voz masculina le sorprendió. Al girar su rostro, pudo observar a Ranma parado frente a ella, mirándole sereno. —¿Qué haces aquí?— Preguntó con cautela.
La respuesta era simple: le escuchó salir de la cabaña. Al principio se negaba a seguirla, pero la curiosidad le mató. Cuando llegó al lugar, la estuvo contemplando durante un buen rato. Se asombró de que en tan poco tiempo parecía haber adoptado agilidad y destreza tras los entrenamientos, pero a la vez, en sus adentros se sintió orgulloso de ella.
Llevaban peleados durante ese par de días, y eso no le gustaba. No podía tolerar el hecho de que ella le tratase de forma fría, y que ni siquiera las cenas fuesen animadas. Si de por si parecían tener una barrera invisible entre los dos, ahora con el disgusto anterior se agrandó más la distancia.
Carraspeó, aproximándose hacia ella. —Me desperté temprano, y te escuché entrenar.
Asintió, desviando el rostro hacia sus vendajes en las manos. Los acomodó, distrayéndose con ello para calmar la tensión que sentía. —Ya. Me hace falta mejorar. ¿No?
—Si, pero lo que has hecho es... increíble.
—¿Qué?— Le extrañó de sobremanera escuchar ese halago. —¿Hablas enserio?
—Si.— Resopló. No sabía como disculparse por su arrebato anterior, hasta que se le ocurrió la mejor forma de hacerlo. Sin esperarlo, lanzó una patada hacia ella, sorprendiéndola.
Akane la bloqueó sin entender que rayos sucedía? —Oye.— Protestó, aunque tuvo que esquivar otro puñetazo.
Ranma no dijo nada. Siguió atacando a Akane, mientras que ella bloqueaba cada golpe. Los golpes se repartían en intervalos diferentes, alternando direcciones y posiciones. El de trenza lanzó una patada doble, y Akane decidió contratacar con otra. El de trenza esquivó aquél movimiento, empezando a caminar el círculo. Ella le siguió el ritmo, dejándose llevar por el fluir de sus cuerpos. El viento del bosque les acompañaba, musicalizando toda la escena de acción que un par de chicos llevaban a cabo.
Ambos atacaban y bloqueaban, sumiéndose en una danza llena de karate. Una danza como la que habían compartido antes del baile que comenzó las confusiones entre los dos. Fue entonces que Akane se dio cuenta de lo que hacían. Una sonrisa se asomó en sus labios, y la risa salió natural. Ese tonto se estaba disculpando con ella sin necesidad de palabras.
El chico se contagió de la serenidad de ella, riendo de igual forma. Los movimientos dejaron de ser rígidos para convertirse en unos más relajados. Hasta que todo terminó con Akane impactando su puño contra la palma abierta de Ranma.
Se miraron por unos instantes, contemplando los rostros de cada uno. A pesar del sudor en sus pieles, y de las respiraciones agitadas gracias al esfuerzo físico, la imagen del otro era de las mejores que jamás habían visto en su vida, y todo por la estúpida sonrisita que se asomaba en sus caras. La más brillante que jamás hayan puesto. Y dios, como adoraban ver esos labios curveados en cada uno.
—¿En serio esta fue tu manera de pedirme disculpas?— Preguntó Akane, divertida.
—No me digas que no fue una muy buena y original.— Soltó egocéntrico.
Ella separó su mano sin querer hacerlo realmente. Luego, se incorporó. —Ah, tu ego es enorme. Pero bueno, disculpas aceptadas.— Suspiró, caminando hacia un árbol cercano.
Ranma le siguió, notando que le pasaba algo. —¿Todo bien?
—Es solo que...— Dudó en si decirle acerca del chico que Shinnosuke le mencionó. Sin embargo, supuso que no sería buena idea. —No, no es nada.
—De acuerdo.— Sonrió. —¿Te parece si peleamos un rato más?
Akane asintió. —Seguro. Pero ni creas que me vencerás.
—Tonta.
Y mientras ellos se sumergían en un baile nuevo lleno de risas y diversión, un pequeño niño les observaba desde su ventana en la cabaña, iracundo y con frustración en sus pupilas.
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—Gracias por venir a ayudarme, hija. No sé que sería de mí sin tu ayuda.
Nodoka sonrió brillante a su madre. Le tomó la mano, besándola tierna. —Mamá, tu siempre me cuidaste cuando era más chica. ¿No recuerdas la vez en la que me enfermé de tifoidea y estuve al borde de la muerte? Me ayudaste a salir adelante, a pesar de encontrarte en una situación muy precaria.
—Lo sé, querida. Y sé que lo mismo has hecho por nuestro Ranma. Por cierto, tienes mucho que contarme sobre él. ¿Cómo es que está comprometido?
—Es una larga historia, pero antes, debo preguntarte que ha sucedido. No es normal que te enfermes, al menos que hayas recibido una noticia muy impactante.
Atsuko suspiró. La anciana entendía las dudas de su hija, y a pesar de haber podido ocultar algunas cosas anteriormente, ahora parecía que la caja de pandora se abrió por completo. Miró hacia la ventana doble abierta, contemplando el sol radiante. La comunidad rural siempre había sido su lugar favorito para vivir, y más cuando tuvo que irse para nunca volver a donde el pasado doloroso se quedó atrás.
—Es sobre tu padre biológico. Han surgido noticias de él.
La matriarca Saotome sintió en su corazón un poco de pesar. Cuando era pequeña, nunca tuvo a una figura paterna a su lado. Creció mirando como su pobre madre salía adelante sola, y aunque de niña no entendía nada, sabía que en algún lugar existía la persona que la había procreado junto a su madre. Muchas interrogantes en ella se abrieron paso en su adolescencia, más nunca hizo nada por aclararlas. Menos al saber que a su mamá le dolía hablar de aquello.
—¿Noticias?
Asintió. —Antes de hablar contigo sobre ello, me gustaría pedirte que vayas a comprar las cosas necesarias para hacer tu sopa preferida. ¿Crees que puedas ir?
—Seguro, madre.
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Shinnosuke se hallaba ansioso, y muy incómodo. El elegante traje que portaba había sido idea de su abuelo. Si, aquél que lo metió en este desastroso embrollo. ¿Cómo era posible que pensara que sería lo mejor hacerle ir a comer con los Kumon, pero estar frente a la odiosa mujer que lo había arrastrado hasta un acuerdo para separar a Akane y a Saotome? Ni idea.
Y al igual que él, una molesta Xian Pu le observaba, enfundada en un vestido estilo qi pao que el señor Kumon le compró. Había aceptado la invitación porque creyó que solo sería una cena común y corriente, pero cayó en la trampa de ese hombre. Su abuela no lo habría permitido. Si tan solo no hubiera decidido ir a su pueblo a visitar a su hermana, nada de esto estaría sucediendo.
—Me alegra que hayan aceptado la cena, estimado señor Ueda.— Ryutaro quería más y más. Si no pudo obtener a la joya del dojo Tendo, entonces haría lo posible por unir fuerzas con los Ueda. Si la cena resultaba bien, él podría tener conexiones, y tal vez eso influya en los resultados del torneo.
El abuelo Ueda asistió a la reunión, convencido por su hermano. Sin embargo, no esperó las intenciones de esa reunión. —Me sorprende que desee una unión entre mi familia y su familia.
—No debería. Después de todo, sería beneficioso para ambos.— Señaló con la palma de su mano a la amazona. —Ella es una gran guerrera. ¿Se imagina las posibilidades como resultado de la unión entre ellos?
El castaño decidió interrumpir. —Lo lamento, pero yo no entreno artes marciales.
Xian Pu le siguió. —Además, yo soy amazona. Solo nos comprometemos si derrotamos al hombre que pelea con nosotras.
El abuelo de Shinnosuke asintió. —Si, mi nieto no entrena artes marciales.
—Pero supongo que podría hacer una excepción.— Trató de convencer Ryutaro.
El joven se levantó de la mesa. —No quiero comprometerme en matrimonio. No con ella. Amo a otra chica.
Xian Pu le imitó. —Yo también amo a alguien más.
—La mujer frente a mí es distinta a quien amo. Frívola, y caprichosa.— Observó al señor Kumon. —Si me disculpan, me voy.
No esperó nada más. Se marchó de aquél lugar, enfadado con su tío. Shinnosuke lo aborreció. ¿Tan corrupto era como para querer asociarlos con la familia Kumon? Y todo por el dojo de Akane.
Akane.
El secreto de su madre le torturaba un poco la consciencia. Sin embargo, sus ganas por conquistarla eran más fuertes que su voluntad de ser honesto. Perdona, Akane. Pero quiero recuperarte. No me odies por hacerlo.
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Nodoka caminaba hacia el mercado del pequeño pueblito. A veces echaba de menos el paisaje campestre de su tierra natal, más tranquilo y sereno que el lugar citadino en donde ahora residía. Llevaba la típica canasta tejida que su madre usaba para el día a día, con la esperanza de encontrar los insumos necesarios para preparar un platillo delicioso.
Sin embargo, a pesar de lo brillante del cielo, su cabeza no dejaba de pensar en la información que le comentó su madre. No sabía nada de su pasado, pero ahora resurgían sus dudas sobre quien era ella. ¿Qué tenía que ver su presencia con toda una familia? ¿Y por qué después de tanto tiempo todo ese caos llegó?
Tan distraída se hallaba, que no se fijó en donde caminaba. Chocó contra alguien, en específico, un cuerpo masculino. Al menos pudo sostenerse de un poste cercano a ella, pero sin lugar a dudas, el impacto fue un poco extraño.
—Oh disculpe.— Se disculpó Nodoka, con una leve reverencia.
—No, descuide. Yo lo... ¿Señora Saotome?
Nodoka entendió que aquél hombre le conocía. Para ella parecía un desconocido por completo, pero ahora que lo observaba, se dio cuenta de que se trataba de nada más y nada menos que del padre del jovencito a quien su hijo y la pequeña Akane llevaron para el entrenamiento. —¡Señor Abe! Que sorpresa encontrarlo por aquí.
—Lo mismo digo, señora Saotome.— Sonrió de forma amable. —Vine por cuestiones personales hasta acá. Es mi ciudad natal.
—Vaya, que coincidencia. La mía también. He venido a ver a mi madre, quien se ha enfermado.
Kotaro si que se había sorprendido. Pero esto solo reforzó sus sospechas sobre la investigación. —¿Su madre? De casualidad... ¿Cómo se llama?
—Oh, se llama Atsuko Arashi.
Arashi. Ese apellido sonaba similar a uno que el anciano investigador encontró en sus registros. —¿Tiene tiempo? Debo hablar con usted.
La mujer, extrañada e intrigada, solo sonrió de forma cortés. —Iba al mercado a comprar la despensa. ¿Gusta acompañarme mientras hablamos?
—Será un placer.
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Ranma había salido a buscar más leña para colocar a la chimenea, y mientras eso sucedía, Akane no dejaba de pensar en el lindo gesto que él había tenido con ella por su cumpleaños el día anterior.
Con cada acción y con cada gesto se sentía confundida. ¿Qué era ella de Ranma? ¿Él estaría sintiendo algo más allá de una amistad? Porque después del beso que compartieron, su corazón ya no fue el mismo. Akane estaba desarrollando sentimientos por ese tonto chico de trenza, pero no estaba segura si él estaría sintiendo algo por ella. Todas la veces que él parecía renegar de Shinnosuke, era como si se pusiese celoso, pero al negarlo, su duda volvía en sí.
No es que dudara de sus propios sentimientos. En realidad, ella no quería salir de nuevo lastimada. Lo que sentía por el de trenza ni de lejos se asimilaba a lo que sintió por Shinnosuke. A pesar de llevar poco tiempo conociéndose, se había encariñado de forma más profunda. No solo se trataba de lo bien que a veces le hacía sentir, como con la sorpresa por su cumpleaños, o como el entrenamiento matutino de ese día. Existía complicidad y mucha química, que hasta para ella ya era difícil de admitir que solo fingía ser su prometida.
Akane no fingía, porque ya se había enamorado.
Tomó una piedrita, y la lanzó. Suspiró, acomodándose más en la roca en la que se encontraba sentada. Miraba hacia el cielo del atardecer, el cuál ya venía presentando un sol que se ocultaba cada vez más por las nubes.
—Sensei.
Giró su cabeza, hallando a su pequeño alumno parado atrás de ella. Parecía estar un poco raro desde hacía un par de días, pero supuso que no se debía a algo malo. Sonrió cálida. —Satori, ¿pasa algo?
Negó tímido. —¿En que piensa?— Preguntó, sentándose a un lado de ella.
—En que a veces la vida es complicada.
—No tiene por que serlo.
—No. Pero lo es.— Pausó por un instante, contemplando las nubes grisáceas.
—¿Tiene que ver con Saotome sensei?
Negó, aunque era cierta la cuestión. —No es nada importante.— Se levantó de su lugar de un salto. —No te preocupes, estoy bien.
—No lo está.— Realizó un puchero un poco tierno. —No es justo que Saotome sensei le haga sentir mal.
—No es nada de eso. Lo digo en serio, Satori. No te preocupes.
—Pero...
Soltó una pequeña exclamación mientras estiraba su tronco superior. —En fin, será mejor que entremos a la cabaña. Casi llueve, y Ranma no tardará en llegar con la leña.
La chica de cabello corto avanzó de poco a poco, en forma silenciosa. Pero Satori, realmente frustrado, no le seguía. Ya no podía soportar más el callar sus sentimientos. Se puso de pie, y saltó de la roca. Estaba decidido a no dejar pasar su oportunidad.
Satori agachó la cabeza, y con el sonrojo más marcado que jamás había notado en él, decidió que era la mejor idea confesar en voz alta lo que sentía por ella. —Me gustas, sensei.
Akane, impactada por lo que escuchó, detuvo su andar. El viento sopló fuerte, y las nubes comenzaban a arremolinarse en pequeños cúmulos grisáceos que amenazaban con estallar para dejar caer su lluvia. Giró su cuerpo de forma lenta, observando al pequeño sin saber que hacer o que decir. —¿Satori?
—Me gustas.— Levantó la mirada, con decisión. —Sé que soy pequeño, pero lo que siento es sincero. Quiero casarme contigo cuando sea más grande.
El silencio se hizo paso entre ambos. Akane suspiró, sintiendo en su corazón un peso que jamás había sentido. Muchas veces, varios chicos solían declarar su amor hacia ella. Durante los White Day, las confesiones amorosas se volvieron una constante en su vida. Y a cada uno de esos pobres diablos los mandaba a volar, declinando sus ofertas de forma amable pero contundente.
Sin embargo, un niño de tan solo doce años le estaba confesando los más puros sentimientos que existían en el mundo. Y eso le causaba cierta pena, porque nadie te prepara para aquello. Con Satori, no tenía la necesidad de rechazarlo de forma más dura. Pero no podía corresponderle.
Caminó con parsimonia hacia el chico, y una vez que estuvo frente a frente, se agachó hasta quedar a su altura. No era alguien de un tamaño demasiado pequeño, pero deseaba hacer las cosas bien. —Satori...— Tomó el brazo del pequeño con delicadeza. Relamió sus labios, buscando la mejor selección de palabras para decirle la verdad.
—¿Me aceptarías, sensei?— Pronunció sonrojándose aún más por las acciones de la bella dueña de su corazón.
Lentamente negó con la cabeza. —Satori... lo lamento. Escucha, eres un niño muy dulce, y tierno. Pero debo decirte que no puedo aceptar tu confesión.
—¿Qué? Pero... dijiste que soy lindo y tierno.— Frunció el ceño. —Soy más lindo y tierno que Saotome sensei.
—Satori, lo eres. Solo que aún estás muy pequeño.— Acomodó el pelo del niño. —Tú tienes que crecer mucho más.
Se apartó brusco, retrocediendo unos pasos. —¿Es por la edad? ¡Creceré! ¡Lo haré! ¡Y en un futuro podremos estar juntos!
—No es eso, Satori.— Akane caminó unos pasos frente a él, aunque era inútil. El pequeño retrocedía con cada movimiento de parte de ella. —Sé que en este momento te duele que te rechace, pero no quiero darte falsas esperanzas.
—No sabe lo que siente.
—Si lo sé. ¿Recuerdas a Shinnosuke? Mi mejor amigo... Pues él... me rompió el corazón. Sentía algo por él. Antes de que llegara Ranma, estaba enamorada de mi mejor amigo. Nunca le dije lo que sentía, pero cuando me enteré de que tenía novia... me rompí.
—Basta. No quiero escuchar nada.— Colocó sus manos en sus oídos, tapándose, queriendo ocultar las palabras negativas.
—Satori, te entiendo. Sé que es difícil que lo aceptes, pero... no puedo corresponderte. De verdad, lo lamento muchísimo.
—¡Basta!
Un trueno se oyó a lo lejos, interrumpiendo a los dos. Akane desvió la mirada hasta el cielo, pero cuando observó de vuelta a Satori, él ya no estaba ahí.
—Satori...
Las gotas empezaron a manifestarse, empapando la tierra y el cuerpo de Akane. —¡Satori!— Gritó, sin obtener respuesta. Corrió hasta la cabaña, esperando que aquél pequeño se haya ido a su cuarto a refugiarse. Pero nada. Y tras buscar de forma exhaustiva por todo el lugar, no obtuvo rastros del chico. —¡Satori! Gritó, dando vueltas por la estancia principal. Con velocidad suficiente sacó su celular, mandando un mensaje a Ranma.
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—¡Satori!
Las huellas de los zapatos del niño se volvían borrosas gracias a las gotas de agua. Su respiración se agitaba cada vez más, y la desesperación por no encontrar al pequeño se aferraba en su estómago, torciéndolo cruel. No había rastros de él, y la noche ya estaba cayendo. ¿Por qué las cosas se salieron de control?
—¡Satori!— Corrió más y más deprisa, yendo hacia donde encontrara una sola pista. —¡Satori!
Llegó hasta dar con un acantilado pequeño. Se asomó al fondo, comprobando que no estaba tan hondo. Pero no parecía haber señales en ese lugar de Satori. Estaba preocupado por el pequeño, a pesar de que este le hiciera pasar a veces malos ratos. ¿Y si algo malo le sucedió? ¿Qué le dirían a sus padres? Juntó sus manos hasta su boca, y tomando aire, gritó lo más que pudo, soltando la desesperación en ese sonido. —¡Satori!
El eco resonó, pero ni una sola señal del niño. Iba a darse la vuelta y seguir con su camino, cuando lo escuchó. La señal que necesitaba se manifestó.
—¡Largo!
Asomó su cuerpo aún más, comprobando que el niño estaba parado ahí, a un lado de una cueva cercana. ¿Cómo había llegado hasta ahí? Ni idea. —¡Satori!
—¡Vete!
Tecleó veloz en su celular un mensaje para Akane, sin dejar que su aparto se mojara demasiado por el agua que caía. Observó el acantilado pequeño, y entonces, se decidió a descender.
Ranma saltó, esquivando las piedras gigantes atascadas en el ahora fango. La lluvia seguía cayendo, aunque en menor medida que antes, así que no se le dificultó tanto el descender hasta el nivel donde se hallaba el pequeño. Llegó a su lado, y juntos se metieron a la pequeña cueva que se hallaba ahí mismo.
Satori lo miró. Entendía que estuviese molesto con él, aunque en realidad él tenía que estar molesto con el sensei. Por culpa de Ranma, Akane nunca podría corresponder sus sentimientos. Era un niño de apenas doce años, y en un futuro deseaba que ella se fijase en él. Una pena que no sería así.
—Satori…— Pronunció el de trenza, moderando su tono de voz. No deseaba perturbar ese momento crucial, o Akane lo mataría por ello.
Frunció el ceño, y se alejó un poco del muchacho. —Si viene a regañarme, hágalo.
Contra todo pronostico para el pequeño, sucedió algo inesperado. Ranma se agachó a su altura, acercándolo a él. Con la linterna de su celular, alumbró el cuerpo del niño, dando vuelta por todo el. Manchitas de lodo y algunas raspaduras chicas fue lo único que encontró, por lo que suspiró aliviado. —Menos mal estás bien.— Dijo sonriendo.
Eso desubicó a Satori. —¿No me va a regañar?
Negó. —No. Pero quiero saber el motivo por el cuál huiste. Dejaste preocupada a Akane, y te pusiste en riesgo. Estamos un poco retirados de las cabañas, ¿Sabes los peligros del bosque?
—No me importa.— Declaró, bajando su vista hasta el suelo. Apretó sus puños sin contener el cúmulo de sentimientos que lo invadían. —La sensei Akane… a ella no le importo.
—¿Qué?... Satori, es mentira… ¡Claro que le importas!
—¡No lo es!— Gritó sonoro, dejando escapar sus lágrimas sin control. —Le confesé a la sensei que me gusta. ¡Y ella me dijo que yo no le gusto! ¿Por qué?
Así que todo el lío fue por eso. Bueno, no entendía el motivo exacto por el que el niño huyó de ese modo, y a ojos de otros podía parecer más un berrinche de niño malcriado. Pero en el tono en el que dijo aquello le dejaba en claro que el asunto era más complicado. —Satori, Akane tiene veintiuno. Es más grande que tú. Tienes tan solo doce años, y por más que crezcas, no podría funcionar.
—¡No digas mentiras!
—Satori, estoy hablando en serio.— La desesperación crecía en él, aunque debía de entender que trataba de razonar con un niño. Rascó su cabeza, esculcando las palabras que podría decir. —A Akane... a ella...bueno, le gusta alguien más...
El niño, demasiado furibundo, se acercó y empujó lo más que pudo al chico de trenza. —¡Le gustas tú! ¡Y por eso te odio!
—¡No es verdad! ¡No le gusto!— Exclamó sonrojado. Se le estaba olvidando que ante todos fingían ser prometidos, pero es que él tenía el presentimiento de que a Akane le seguía gustando Shinnosuke. Lo deducía por los mensajes y llamadas que aquél imbécil tenía con ella.
—¡Pero si están comprometidos! ¡Y no lo entiendo! ¡Te comportas de forma grosera con la sensei!
—¡No estamos compro...!— Se detuvo de forma instantánea. —...¿Qué acabas de decir?
Con lagrimitas escurriendo en sus ojos, siguió hablando a gritos. —¡Le dices que no es linda! ¡Le reclamas por que según tú tiene un mal genio! ¡Le haces bromas pesadas, y la lastimas con cada comentario burlón sobre su apariencia y sobre sus habilidades!
Un trueno hizo eco en la pequeña cueva, antecediendo a la lluvia que caía en cascada de nueva cuenta. Ranma estaba a nada de reprochar por las falsas acusaciones, pero es que de falsas no tenían ni una pizca. Quizá las acusaciones de ese niño podían sonar un poco exageradas. Aún así, debía admitir honestamente que si solía pasarse de la raya con ciertas cosas. Como los berrinches hacia Shinnosuke, o hacia cualquiera que le robara protagonismo con ella.
Respiró profundo. —Satori, verás...— De acuerdo, decirle a Ryoga que le gustaba Akane era una cosa. Pero admitirle a otra persona diferente sus sentimientos parecía más complicado. —No es... no es mi intención lastimarla. De verdad que no...
Satori se sentó en el suelo. El cansancio ya se asomaba ligeramente en su sistema. —No seas mentiroso...— Apretó los puños fuerte, y cerró sus ojos mientras fruncia el ceño. —¡No te gusta...!
—¡Estoy enamorado de ella!— Gritó fuerte, sintiendo todas sus mejillas arder. Lo había dicho, pero esta vez con las palabras adecuadas. Al darse cuenta, no dejó de percibir la efervescencia en su estómago. Su piel se hallaba erizada, y un atónito niño le miraba. Tragó saliva para lograr articular algo. — Yo... ahm... si, bueno... lo... lo es... estoy... es... Akane... linda... es... ¡Ya me entiendes!
—¿Qué?— Preguntó Satori.
— ¡Ahrg!— Gritó mientras se removía impaciente. La respiración se le agitó, imaginando que Akane le escuchaba. Akane. El nombre más lindo del mundo. Akane y su bella sonrisa. Akane y su mirada molesta. Akane y su cabello corto. ¿Cuál sería su rostro si escuchara aquello? ¿Y si le besaba? —¡Ya basta!— Se dijo a si mismo, tapando sus oídos como si no quisiera escuchar nada.
Satori se acercó al chico, esta vez un poco consternado. Tomó en sus manos un pedazo de la sudadera empapada de su entrenador, tratando de llamar su atención. —¿Sensei?
Bien. Con Satori necesitaba abrirse, quizá eso ayudaría a mejorar la situación. Además, genuinamente quería comprender al pequeño. Inhaló, y exhaló. Luego, largó un enorme suspiro. Se zafó del agarre, dando vuelta para tomar asiento en un lugar de la cueva. Le hizo la seña a su alumno, quien atendió el llamado imitado sus acciones.
Cuando le tuvo frente a frente, decidió empezar la conversación. —Satori, hay algo que tienes que saber. Akane y yo... no estamos comprometidos de verdad.
—¡¿Qué?! Pero... todos hablaban de ello. ¡Hasta salieron en el periódico!
—¡Fue una mentira que yo inicié!— Rascó su nuca. Admitirlo no era bonito. —¿Recuerdas a Shinnosuke?
—El amigo de la sensei.— Bajó la cabeza. —Tendo sensei me dijo que él le había roto el corazón hace un tiempo.
Asintió. —La mentira sobre el compromiso la dije porque... porque su padre y el abuelo de Shinnosuke querían comprometerlos. Los escuché durante la fiesta de presentación de dojos, y... no sé, mi cerebro actuó solo.— Soltó otro suspiro. —Bueno, en realidad... si sé que es lo que le pasó a mi cerebro. Fueron...— Tragó saliva. —Celos. Estúpidos celos.
Un muy sorprendido Satori pestañeaba rápido. —Imposible...
—Estoy hablando en serio. Todo eso del compromiso fue una mentira. Pero lo que te he dicho ahora...— En el suelo, con su dedo meñique trazaba líneas de forma tímida. —Honestamente... si... bueno... Akane me... me gusta... Aunque no lo pareciera.
—No, no, no.—Satori se acercó. —No es que no lo pareciera...— Ahora el avergonzado era él. —En realidad... es por eso que tenía celos de ti. Porque se notaba la buena química entre ustedes dos. Exageré un poco al decirle que le lastimaba, aunque también es cierto que a veces no lo entiendo. Cuando le dice que no es linda...
—Es una mentira...— Dibujo más líneas, pero sin un orden aparente. —Si es... es linda... y... también es amable... y es muy ti...tierna...si...
La honestidad no se podía ocultar. —Vaya... si le gusta.
Movió la cabeza en señal de afirmación. Dejó de dibujar en la tierra, y levantó la mirada. —Satori... Akane no sabe nada sobre mis sentimientos. Cada cosa mala ha sido para ocultarle lo que siento por ella, porque me da miedo que me rompan el corazón. Cuando a ella se lo rompieron, la vi destrozada. Lloraba sin control, y lo único que podía hacer era tratar de consolarla. No quiero salir lastimado, ni lastimarla a ella. No soportaría ese dolor.
—Así como a mí me lo hizo.
—Solo que no era su intención. Satori, Akane te quiere, y te estima. No de la forma en la que tu esperas, pero lo hace. Está muy preocupada por ti, y estuvo buscándote también.
Abrió sus ojitos más de lo que estaban. —¿Ella hizo eso?
—Si.
Satori apenas tenía doce años, y quizás no comprendió en un inicio el rechazo de Akane, pero ahora veía algunas cosas con claridad. Ella le rechazó, y le rompió el corazón. Sin embargo, y a pesar de que no correspondiera sus sentimientos, se preocupó al grado de buscarlo bajo la lluvia, sin importarle si pescaba un resfriado. Y más allá de que no fuese correspondido, se dio cuenta de que los adultos también sentían miedos. Entonces, juzgó mal a Ranma por todo ese tiempo. Ese chico tampoco quería un corazón roto.
—Lo lamento.— Susurró arrepentido.
Ranma lo tomó de los brazos, y lo acercó más hacia él. Abrazó el pequeño cuerpo, tratando de consolarlo. Mientras la lluvia empezaba a cesar, el corazón de Satori se llenaba de calidez. Hizo mal, actuó de forma impulsiva y preocupó a los dos. Ahora, su arrepentimiento le alcanzó. Así duraron unos buenos minutos, escuchando como la tormenta disminuía hasta la última gota.
Una vez que todo cesó, se separaron del abrazo, mirándose con más tranquilidad que antes. Ranma levantó su mano, y desordenó el pelo húmedo del pequeño, sonriendo aliviado de que se hallara mucho mejor. Tal vez no le caía bien el niño antes, pero este momento le permitió sentir empatía y una conexión especial por él.
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La oscuridad en el bosque no los atemorizaba. Al contrario, les permitió andar por los senderos de forma relajada. Las nubes se fueron, y a pesar de tener las ropas mojadas no se sentían incómodos. Ranma llevaba a Satori cargándolo de caballito en su espalda, mientras reían, conversando de muchas cosas. Al fin ambos habían dejado las asperezas a un lado. Comprendieron que los dos se equivocaron en muchas cosas, además de que Satori comenzaba a admirar a Ranma.
—Y eso fue lo que pasó. Por eso no me gustan los gatos.— Declaró el de trenza. Al escuchar las risas escandalosas del niño, hizo un movimiento, como si estuviera a nada de tirarlo. —¡Oye! ¡No te burles!
—Lo siento.— Suspiró, mirando hacia el cielo nocturno. Las estrellas ya se veían, pues no había nada de nubes arriba. —Sensei... Debería decirle a Akane lo que siente por ella.
—No es tan sencillo, Satori.— Tocó una rama con la mano derecha, logrando que algunas pequeñas gotas del rocío cayeran bajo ambos. —Creo que le sigue gustando Shinnosuke.
—Eso es lo que crees. Pero, ¿Será verdad? ¿Le has preguntado sobre ello?
Negó. —No es necesario que lo pregunte. Tan solo viste su reacción cuando él le envió el mensaje por su cumpleaños. No quiero terminar con el corazón roto.
—Aún si su corazón se rompe, debería decírselo. Si no lo hace, se arrepentirá.
—Es que no me siento listo. Ya sé, soy un cobarde.— Declaró pateando una roca.
Giró su cabeza en dirección al lateral del chico. —Prométame que se lo dirá cuando llegue el momento.
—De acuerdo. Te lo prometo.
A lo lejos, ambos divisaron la cabaña donde se alojaban. Podían distinguir la silueta de Akane, enfundada en una ropa más calientita y con toallas en mano. La saludaron con una mano, y ella sonrió aliviada. Bajó las escaleras de la plataforma donde se hallaba la cabaña, y corrió en dirección a los dos. Ranma se agachó y bajó de su espalda al pequeño, con mucho cuidado para no lastimarlo.
—¡Chicos!— Gritó Akane, llegando a su lado. Le tendió la toalla a Ranma, y con la otra envolvió el cuerpo de Satori. —¿Están bien?
—Si. Descuida, no le pasó nada a Satori.— Declaró Ranma, secando lo más que podía su pelo.
—Sensei Akane... lo lamento.— Declaró el niño, manteniendo su cabeza agachada.
Las lagrimas salieron de ella. Lo entendía a la perfección. Un corazón roto no era lindo de experimentar, y ella lo sabía de mano propia. Tocó su frente y sus mejillas, depositando un suave beso en ellas. —Creo que ambos pertenecemos al club de los corazones rotos. Pero, Satori... estarás bien. Te lo dice alguien que creyó que sería el fin del mundo. Lo prometo.
El pequeño se abalanzó al cuerpo femenino, abrazándolo con muchas ganas. Ella le correspondió, con alivio recorriendo su cuerpo entero.
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La chimenea repiqueteaba, destellando como nunca antes. Ranma observaba el fuego danzando, devorando los troncos paulatinamente. Cuando pensó en que debían entrenar, no imaginó que algo como eso pasara. Y por fortuna para todos, la situación no escaló a mayores. Sin embargo, esto había resultado ser una llamada de atención para él. A pesar de que Satori le tranquilizó, diciéndole que no se portaba tan mal con Akane, sintió la culpa recorriendo su cuerpo. Tal vez no era un completo grosero con ella, pero si había ocasiones en las que se pasaba de la raya. Como las escenitas de celos hacia Shinnosuke, y otras tantas situaciones. Además, no estaba siendo claro con ella. Ni con ella, ni con nadie, en realidad.
Atrajo aún más la manta delgada en su cuerpo, queriendo protegerse con el objeto. Aunque él le dijera algunas cosas malas a Akane, ella aún seguía tratando de ser amable con él. Que horrible. Debería sentir mucha vergüenza por aquello.
—Lamento la tardanza. Debía asegurarme de secarme bien.— Akane se aproximó hasta donde se hallaba Ranma, sentándose a un lado de él. Acomodó sus piernas, estirándolas al igual que sus brazos, tratando de tocar un poco de las flamas de la fogata. —¿Todo bien?
—Si. ¿Por qué la pregunta?
—Tanto silencio en ti no es normal. Me habrías dicho algo como que soy muy torpe, que seguramente me caí y que por eso me tardé. O que mis pies no coordinaban. O que estaba tan ida por Shinnosuke y que eso me mantenía como estúpida.
Aferró más la manta, apretujando fuerte la tela. —No digas nada más. Por favor.
—¿Eh? Has estado muy extraño desde que llegaste con Satori.
—No es cierto. Es solo que... estoy cansado.
Ella no dijo nada más. Sonrió, observando el fuego crepitante. —Comprendo mucho a Satori. El pobre solo me confesó lo que sentía por mí. A su edad es más intenso todo, así que el hecho de que él estuviese mal por aquello lo hizo huir de esa forma.
—Solo le dijiste la verdad. No tenía por qué reaccionar así.
—Ajá, lo sé. Y déjame decirte que no es lindo romper un corazón.— Suspiró. —Le conté de Shinnosuke antes de que saliera corriendo. Por un momento, me vi reflejada en él. Comprendo a Satori, porque sé lo que se siente que un impacto en el corazón te dañe. Pero lo que le dije fue verdad. Estará bien, tanto como lo estoy yo ahora.
Giró su rostro, observando a la chica. Las sombras del fuego solo creaban un juego mágico en su rostro, permitiendo que el chico obtuviera la visión más hermosa en el mundo. —¿De verdad lo estás?
—Sí.— Respondió, observándole de vuelta, sonriendo tranquila. —Estoy bien. Soy fuerte. Sobreviví a un corazón roto. No es el fin del mundo.
Contempló los ojos marrones, embelesado por su brillo. Su mano viajó lentamente hacia la de la chica, tomándola con cierto cariño. Era linda, de verdad que lo era. Su estómago burbujeaba solo por ella, y sus sonrojos aparecían gracias a la chica. —Akane...— Pero enseguida, la apartó, temeroso de lo intenso que todo se sentía. No puedo... No puedo hacerlo. La mirada se volvió a girar de frente a la chimenea. —Solo quería decirte que... que lamento si alguna vez te... te herí con algún comentario. Nunca ha sido mi intención hacerlo.
La esperanza en ella se desvaneció lentamente. Extrañó la calidez de la mano masculina, y a pesar de sus palabras, no era lo mismo. —Descuida. No pasa nada.— Se levantó de forma silenciosa. —Ya es tarde. Debo irme a dormir. Descansa.
Escuchó los pasos alejándose, y en ese mismo instante se arrepintió de su cobardía. A pesar de prometerle a Satori que le diría sobre sus sentimientos a Akane, aún seguía sintiendo miedo por lo que pudiera suceder. Tal vez ese no era el momento, pero esperaba hallarlo pronto.
Akane... te lo diré. No sé cuando, pero lo haré. Solo discúlpame por ser tan cobarde. Y, por favor, cuando lo haga, no me hagas caer en el club de los corazones rotos. No creo poder soportarlo.
La chica de cabello corto llegó a la habitación, cerrando la puerta con cuidado. Los latidos en su corazón aún se sentían apresurados, pues a pesar de que el contacto entre sus manos fuese corto, a ella le maravilló. Sin embargo, a veces no entendía a Ranma.
Acomodó su cama, y en cuanto pudo se acostó, cubriéndose a medio cuerpo con las sábanas. Miró su celular, revisando el último mensaje que Shinnosuke le mandó. Algo sobre ese chico que estaba dispuesto a conocerla y a ganarse su corazón. Dejó el celular en la mesita de noche, suspirando de forma profunda. Si, tal vez existían muchos interesados en ella, pero Akane solo deseaba saber de uno en específico.
Recordó la pregunta de Ranma. ¿Estaba bien realmente?
No. No lo estoy, porque me confundes a veces. ¿Qué sientes por mí? ¿También sentirás las mismas chispas que yo al mirarte? Quisiera saberlo. Solo así mi corazón no volverá a romperse. Solo así no perteneceré al club de los corazones rotos de nuevo. Akane cobijó su cuerpo, cerrando los ojos. Ranma, me gustas. Por favor, dame una sola señal de que ambos sentimos lo mismo.
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Después de las circunstancias ocurridas en aquél día, las cosas ya no fueron iguales. A partir de ese momento, los tres se sincronizaron aún más. Cada entrenamiento les ayudó a mejorar sus habilidades de pelea, mientras que ellos se encargaban de disfrutar el momento.
Satori dejó a un lado los sentimientos por su primer amor, y decidió enfocarse en superar sus barreras. Así mismo, la admiración por Ranma fue cambiando. Ya no se dedicaba a reñirle, ni a competir con él. Ahora le pedía consejos antes de dormir sobre su ejecución de las técnicas, y aunque aún le jugaba bromas, lo hacía por diversión.
Akane, por su lado, se dio cuenta de que era capaz de alcanzar rapidez y destreza similares a las que Xian Pu tenía. Aunque las dudas con respecto a Ranma seguían ahí, los entrenamientos le ayudaban a despejarse de todo. Y más allá de la extraña relación entre los dos, cada vez más sentía que el vínculo amistoso se fortalecía.
Ranma era el culpable de muchos de los cambios en la dinámica del trío. Con Satori se comportó más empático, aceptando ayudarle con posiciones y técnicas. Además, ambos adquirieron un curioso hábito: ir por leña juntos. Todas las veces que iban a cortar leña, era como pasar un tiempo con un hermano. Siempre deseó tener uno, pero sus padres decidieron solo criar a un solo niño. Y sin embargo, y a pesar de que solo era su aprendiz, la conexión entre los dos se transformó en algo muy peculiar. Como si tuviesen una gran química. Una cosa extraña, pero satisfactoria.
En cuanto a Akane... Con ella, todo fue distinto. Después de reflexionar, se decidió a ser más amable con ella. Si bien seguía bromeando, otras veces se le escapaba algún que otro halago. En ocasiones, fue sorprendido mirándola embelesado ya sea entrenando o haciendo otra cosa. Comenzaba a abrirse poco a poco, y eso le encantaba. El miedo iba desapareciendo gradualmente. Ahora la tomaba más fácil de la mano, y le sonreía más.
Además, el hecho de tener la promesa con Satori le abrió los ojos. En algún momento, se lo diría. Aún no era el momento. Pero prometía hacerlo.
Y así se pasaron las dos semanas restantes. Entre entrenamientos intensos y risas en la cena. Entre técnicas dominadas y el cielo azul. Entre karate y el verano entrante.
Y, por fin, el último día de entrenamientos fue completado con éxito. Todo un mes en el que aprendieron no solo a entenderse como un equipo, sino que también crecieron un poco más que ayer.
Ahora, era momento de regresar y seguir preparándose para el torneo. Los niños del jueves muy lejos están llegando, y muy lejos llegarán.
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—¡¿Otra vez perdí?! ¡No puede ser!— Se quejó Ranma, haciendo un berrinche del tamaño de Japón.
Para celebrar que al día siguiente regresarían a Nerima, habían decidido realizar una noche de juegos de mesa. Por supuesto que Ranma aceptó aún sabiendo que perdería, pero se retractaba ahora mismo, ya que no había podido vencerlos en cada cosa que jugaban.
—Tienes mala suerte. Acéptalo Ranma.— Se mofó Akane. Nunca había conocido a alguien tan pésimo en esas cosas como al chico.— Largó un suspiro. —Mañana regresaremos a nuestra rutina habitual. Y el Lunes regresaremos a presentar exámenes finales. El tiempo pasó muy rápido, pero fue divertido.
Satori asintió. —Quiero darles las gracias a los dos. Me he vuelto más fuerte y he aprendido mucho.
—No tienes nada que agradecer.— Dijo Akane, revolviendo el pelo de Satori.
—¡No teman! Daré lo mejor de mi en el torneo.— El pequeño hizo una pose al estilo super héroe con sus manos. Y luego, una idea brillante se le ocurrió. La promesa de su sensei seguía pendiente, pero había sido testigo de que lo estaba intentando. Bueno, pues supuso que un empujoncito podría ayudar. —Por cierto... Quedamos que el perdedor de esta ronda cumpliría un castigo.
El de trenza al escuchar la palabra castigo temió por su integridad. —No, por favor.— Y más le atemorizó la sonrisa diabólica del niño. —Bien. Pero no me pongas nada embarazoso.
—Es un castigo muy sencillo.— Guardó silencio de forma dramática por unos segundos. Y luego, dejó caer la bomba. —Debes darle un beso a Akane sensei. En la boca.
Esto dejó a los dos fríos, congelados en su sitio. Se miraron, y después, desviaron sus ojos al niño. Volvieron a observarse, y el sonrojo los alcanzó. —¡No! ¡De ninguna manera!— Exclamaron al unísono.
—Vamos, son prometidos, ¿no?
A Ranma se le había olvidado el detalle de que Akane no sabía que Satori ya conocía la verdad detrás de su falso compromiso. Pero eso lo hacía más maquiavélico. Ese mocoso se estaba aprovechando de la situación para ponerlo incómodo. Lo observó con furia. Si pudiera, lo mataría en ese instante. —Pero... no. No puedes ver esas cosas porque estás chico.— Negó el de trenza.
—Ya no estoy tan pequeño. ¿O es que no quieres besar a Akane sensei?
Más alterado negó. —No es que no quiera. Pero yo... no... no puedo.
—Pues debes hacerlo. Es parte del trato por haber perdido.— Reclamó Satori, comenzando a desesperarse por el idiota. Le estaba ayudando y así le agradecía.
—¡Que no!
—¡Hazlo!
—¡No!
—¡Que lo hagas!
—¡Que no!
Akane se estaba hartando de la discusión entre ellos dos. Rodó los ojos, y sin pensarlo, lo hizo. Cogió a Ranma de las solapas de su pijama, y lo acercó hasta que quedaron pegados labio con labio. Pudo haberse negado a hacerlo, tal como lo hacía Ranma. Pero una parte de ella actuó de forma impulsiva. Y esa parte pedía a gritos volver a sentir el roce de los labios del chico contra ella. Solo fueron unos segundos, pero eran los mejores segundos de su vida. Y con las cosquillas en su estómago, se separó en contra de su voluntad. —Listo. Problema resuelto.— Soltó rápidamente. Se puso de pie. —Ya es hora de ir a descansar. Buenas noches.
El pobre de Ranma, en estado de shock, parpadeó múltiples veces. Tragó saliva, y las mariposas en su estómago se removieron violentas. No pensaba hacerlo, pero ella se le adelantó. Y aún así, la sensación fue maravillosa.
Satori, con los ojos bien abiertos, también se congeló. —No pensé que lo haría ella.
—Buenas noches.— Dijo Ranma, corriendo en dirección a su cuarto.
—Ni modo, Satori. Te toca alzar este desastre.
Akane se cubrió por completo, retorciéndose en el colchón invadida de la más pura de las vergüenzas. Y Ranma hacía lo mismo, cubriendo su rostro con la almohada.
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Satori sonreía satisfecho, sentado en su asiento individual del tren. Y como no hacerlo, si su plan de hacer que Ranma y Akane se sentaran juntos había funcionado.
El par de chicos se hallaban tiesos, como un par de estatuas. Las ojeras en sus ojos solo indicaban que hubo falta de sueño en ambos, y no era para menos. Lo sucedido la noche anterior no les dejó descansar. El beso pequeño daba vueltas en sus mentes, torturándoles una y otra vez, sin descanso.
El remate de todo fue el hecho de que Satori se las arregló para juntarlos en los mismos asientos. Ese pequeño diablillo se las pagaría a Ranma. De eso se encargaría después.
Un bostezo salió de la boca de Akane, lo que fácilmente fue interceptado por Ranma. —¿Estás... cansada?
—Si... No pude dormir bien por... por la emoción de regresar...— Verdad a medias.
—Pu...puedes... recostarte en mi... mi hombro...— Ella se giró a verlo, y él solo atinó a ponerse más nervioso. —Solo digo.
Bueno, debían actuar como prometidos frente a Satori. Akane recostó con parsimonia su cabeza en el hombro de Ranma, sonrojándose a más no poder. —Gracias... prometo que solo será hasta llegar a la estación.
El sobresalto que lo invadió fue tenue. —Si... no hay problema...— Miró al pequeño del otro lado. Maldito Satori.
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El bosque había sido muy divertido, pero también extrañaban Nerima. Cuando arribaron a la estación, la ciudad se sintió distinta. Y no solo era la ciudad. La dinámica de los tres se fortaleció, volviéndose un gran equipo. Ahora era justo volver a la rutina de siempre, aunque eso significaba que los problemas seguirían creciendo. Akane se había enterado de lo que el señor Kumon quería hacer. Le daba repulsión que un hombre tan vil y bajo existiera. Debían andarse con cuidado, y no bajar la guardia.
—¡Satori!— Exclamó la señora Abe, abriendo los brazos para recibir a su hijo.
—¡Mamá!
Ranma y Akane observaron la escena, alegres por ser testigos del amor maternal. Satori tenía suerte de poseer a una madre tan cariñosa como la señora Abe.
—¿Qué tal se portó?— Preguntó la mujer, separándose de su pequeño.
—Se portó muy bien. Ahora, debe ir a descansar.— Dijo Akane, acariciando la cabeza del niño.
—Muchas gracias por cuidarlo.
—Los entrenamientos seguirán realizándose de Lunes a Sábado hasta que lleguen las semifinales. Pero serán mucho más sencillos.— Añadió Ranma.
—De acuerdo. Gracias por todo. Nos vemos el lunes.
En cuanto los dos Abe se fueron, Ranma y Akane se sumieron en un silencio profundo. Caminaron en conjunto hasta llegar a la salida de la estación, observando a la gente pasar. En el transcurso, sus manos se rozaban, y eso encendía cierta chispa en ambos. Definitivamente el viaje en el bosque cambió ciertas cosas en ellos.
Menos la seguridad. Aún seguían existiendo las dudas con respecto a lo que sentían el uno por el otro. Había señales, había indicios, pero no estaban del todo claros. Y el miedo a salir con el corazón roto aún los anclaba.
—Gracias por el entrenamiento.— Dijo Akane, rompiendo el silencio entre los dos. Lo observó, sonriente.
—No tienes que agradecerme. Después de todo, eres tú quien me dio la oportunidad de pertenecer a tu dojo.
—Ranma...— Comenzaba a armarse de valor. ¿Sería prudente decírselo ahí mismo? —Estaba pensando, y... verás, hay algo que quiero...
—Akane.
La voz masculina interrumpió a la chica. Un sonriente Shinnosuke, acompañado de Nabiki caminaba en su dirección. Sonriente, y sin ocultar su alegría, se impulsó para abrazar a Akane efusivo, todo bajo la atenta mirada de la hermana mediana y de Ranma. —Te eché de menos.— Dijo, observando de reojo a Saotome.
—Vaya...— La mediana de las Tendo no pasó por alto la expresión de su cuñado falso.
Ranma endureció su gesto, maldiciendo al muchacho frente a él. Apretó los puños, empezando a sentir ira. Ira hacia Shinnosuke. Pero más que nada, ira hacia él mismo y hacia sus estúpidos miedos. Lo peor, es que Akane correspondió el abrazo. Y la duda de si a ella le seguía gustando renació en él.
Por su parte, Akane se hallaba consternada. El abrazo de su amigo se sentía distinto, y no sabía a que se debía. Además, eso la hizo despertar de la locura que iba a cometer. Se separó de ShinnosuKe, sonriendo amable. —Y yo a ti.— Luego, miró a Ranma. ¿Era su imaginación, o se le notaba celoso?
Shinnosuke, de forma cínica, hizo como si recién reparara en la presencia de Saotome. —Oh, lo lamento. Me dejé llevar por la emoción. ¿Algún problema?
—No. Ninguno.
Nabiki sospechó de algo. Sin embargo, lo discutiría con Akane después. —Bien, debemos irnos. El taxi nos espera.
—Oh, claro.— Akane tomó la maleta que dejó abandonada, y giró a ver a Ranma. —Vamos, te llevaremos a tu casa.
No quería ver como Shinnosuke acaparaba la atención de Akane. —No te preocupes. Espero a papá.
—Pero...
—Ya lo oíste, Akane. Respetemos su decisión.— Intervino Shinnosuke.
—Bien.— Soltó, no muy convencida. —Te veo el lunes.
Desde lo lejos, el de trenza admiró como el idiota de Shinnosuke tomó la mano libre de Akane de forma casual. ¡Vaya idiota! Y una vez que desaparecieron de su vista, comenzó a andar por su cuenta en la calle. Su padre le había comunicado días antes que alcanzaría a su madre en Kyoto, ya que necesitaba ayuda para cuidar a su abuela. Y que estarían fuera por lo menos por dos semanas más, que llegarían dos días antes del torneo. ¿Por qué? Ni idea. Pero en fin.
Pateó una lata tirada en el suelo. Ya estaba harto de no ser claro. Le diría a Akane lo que sentía por ella el lunes. Ya se las pagaría el maldito de Shinnosuke.
—¡Ranma!
La voz chillona que menos quería escuchar. Eso fue lo que no extrañó durante su entrenamiento. Cansino, giró su cuerpo hasta ver a la joven china. —Xian Pu. ¿Qué diablos quieres?
Ella, alegre, se adelantó hasta pescar su brazo. —Vamos a una cita. Yo invito.
Se soltó de su agarre. —No tengo ganas.
La sonrisa malévola en ella salió sin esfuerzo. —¿Y si te digo que tengo un secreto que te interesa?
—Ajá. Si, bueno, otro día me lo dices.
—Tiene que ver con la madre de Akane Tendo.
Pausó su andar. Giró lento, observando a la chica frente a él. Frunció el ceño. —¿De qué se trata?
—Digamos que Akane comparte lazos sanguíneos con los Kumon.
La brisa cálida que invadía el ambiente no pudo alcanzar a Ranma. El secreto que le sería revelado podría alzar una nueva barrera entre ambos. ¿Lograría evitar aquello, para no pertenecer al Club de los corazones rotos?
Notes:
¡Hola a todos!
¿Qué tal les ha parecido este capítulo? Siendo sincera, les pido mucha anticipación, porque créanme que el siguiente será cardiaco. La relación entre Ranma y Akane dará una vuelta. ¿Será que habrá otro beso? ¿Una declaración? ¿Confusión? Hagan sus apuestas.
Sé que es sorpresiva la actualización, pero tenía enormes ganas de traerla. Se preguntarán, ¿Por qué? Bueno, porque es el aniversario de esta historia. ¡Si, lleva ya un año desde que la comencé! ¿Pueden creerlo? El tiempo vuela muy rápido. Hace un año que publiqué el primer capítulo, y realmente está siendo un honor seguir actualizando. Este proyecto inició gracias a que me hallaba recuperándome de una operación de vesícula. Ahora, un año después, a mis 28 años debo decir que me siento orgullosa de ver cuanto a crecido esta historia.A quienes la han leído desde los comienzos, de verdad les agradezco mucho por acompañarme. Gracias, porque ustedes me brindaron una oportunidad en este vasto mundo del fanfiction, y en este mismo fandom. Pero también, agradezco a la gente que ha llegado de forma paulatina. De verdad espero que esta historia cumpla con sus estándares.
Prometo traer la actualización siguiente pronto. Lo mismo con Nieve de cristal. Solo dejen terminar mi proyecto llamado Volverás por más. El cual si no lo han leído vayan. En esa historia hay mucha comedia para reír.
De nuevo, gracias por la oportunidad para esta historia. ¡Son los mejores!
¡Nos leemos pronto!
Con amor, Sandy.

tuteando ustedeando (Guest) on Chapter 3 Tue 21 Jan 2025 11:00PM UTC
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97SandySerendipity on Chapter 3 Wed 22 Jan 2025 04:53PM UTC
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Dulce_de_mercurio12 on Chapter 5 Sun 15 Sep 2024 02:07PM UTC
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Dulce_de_mercurio12 on Chapter 8 Sat 21 Sep 2024 07:50PM UTC
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Ruki (Guest) on Chapter 11 Fri 31 Jan 2025 08:22PM UTC
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Ruki (Guest) on Chapter 12 Mon 10 Feb 2025 04:38PM UTC
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Komneid128 on Chapter 12 Tue 11 Mar 2025 01:48PM UTC
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RukiV01 on Chapter 13 Sat 22 Mar 2025 03:16PM UTC
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