Chapter 1: Día 1
Notes:
Esta historia ahora tiene una apariencia de trabajo para facilitar la identificacion de las secciones de habla kryptoniano. Asegúrate de que las apariencias esten activadas antes de leer.
¡Desliza o pulsa sobre las palabras de Kal-El para averiguarlo!
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
El universo se extiende en un lienzo interminable de oscuridad salpicada de estrellas y sistemas planetarios, girando en un baile cósmico de magnitud inimaginable, sus estructuras espirales y elípticas pintando un mosaico de belleza y misterio en el vacío del espacio. Las nebulosas de gas y polvo que ocultan en su interior el brillo de estrellas nacientes, sin embargo, acechando en la oscuridad los agujeros negros son voraces, tragándose la materia y la luz con un hambre insaciable.
Es un espectáculo luminoso de luz y oscuridad, en formas únicas que parecen desafiar las leyes de la física.
Es así como en este vasto tapiz de creación y destrucción continua, también se encuentran los vestigios de antiguas civilizaciones, sus logros y fracasos grabados en los mismos cimientos del espacio-tiempo.
Las rutas comerciales y los portales estelares conectan estos mundos, facilitando el flujo de bienes, conocimiento y, a veces, de conflictos.
Flotando como una sombra ominosa en el vacío, existe una aberración tecnológica, una estación espacial tan grande que parece un mundo en sí misma conocido como el Mundo Bélico. Esta estructura colosal, construida con la tecnología más avanzada y cruel, navega por el cosmos con un único propósito: la guerra y la conquista. Esclavos de innumerables especies, arrancados de sus mundos natales, luchan por su vida en los campos de batalla que se extienden en su interior, bajo la mirada fría e impasible de su gobernante que reina sobre este imperio de dolor.
En lo más profundo de la vasta estación espacial, las paredes de metal oscuro estaban adornadas con emblemas de conquista y el aire estaba cargado con la tensión del calor y el aroma de la sangre. En el centro de la cámara, sentado en su trono imponente, Mongul, observaba con desinterés las proyecciones holográficas que se desplegaban de los campos de batalla de la estación. Cada lucha, cada victoria era una evaluación con el fin de ver si alguna especie era capaz de luchar contra su campeón.
Todo para su entretenimiento personal, y en muchas ocasiones, su fuente de poder.
La puerta se deslizó con un suave susurro, y una figura metálica se acercó. Un último vestigio de la tecnología kryptoniana en el universo, flotó silenciosamente hasta detenerse ante el soberano.
El lente visor brillo un instante antes de hablar con una voz magnética y sin emoción. —Maestro. —
Mongul mantuvo su mirada fija en los monitores por un largo momento, carente de la necesidad de ver a Kelex. —¿Que quieres ahora? —su voz resonó en la cámara, profunda y cruel.
—¿Consideró mi solicitud? —inquirió Kelex, con una inflexión que denotaba su programación servicial.
El rostro de Mongul se mostró impasible, recordando el argumento insistente del androide sobre la necesidad de atender una particularidad biológica de su campeón favorito, Kal-El, sin embargo, no le veía la importancia de por qué debería complacer el capricho de tal esclavo.
—He estado investigando. —continuó Kelex, al percibir el silencio de su maestro. —Hay un planeta, en el sector 2814. La compatibilidad de la especie residente es del 52% con la fisionomía kryptoniana. —
Mongul recargo su brazo en su trono, su interés apenas perceptible en la leve inclinación de su postura. —¿En qué me beneficia buscarle una pareja al kryptoniano? —preguntó con una voz gélida, su mente pensando en las posibilidades.
—La calma de Kal-El, maestro. —Kelex, preparado para la pregunta, respondió con la lógica infalible de su programación. —Desde nuestra llegada, le he advertido que el ambiente hostil a largo plazo sobre la naturaleza Kryptoniana es perjudicial. Kal-El está en su apogeo vital, y si no le ofrece una pareja, sus instintos más primarios lo volverán más violento con todo lo que encuentre en su camino. Ni usted, maestro, podrá detenerlo. —
Las palabras de Kelex son un eco de advertencia para Mongul, quién siempre en primera fila observa el poder y la ferocidad del Kryptoniano contra sus enemigos en los campos de batalla. Kal-El es un guerrero formidable y, también una amenaza si no se controla correctamente.
—¿Tiene que ser esta especie? ¿Por qué no darle una simple hembra del congal? —cuestiono Mongul con tono de frío escepticismo. —Un viaje hasta ese planeta tomará alrededor de 4 ciclos enteros, es tiempo en el que perderé dinero y entretenimiento. —
—No, maestro, a pesar que Krypton fue un imperio revolucionario en sus avances en la ingeniería genética, no pudieron deshacerse de algunas exigencias fisiológicas en particular que requiere aromas, feromonas e instintos que las hembras del congal no poseen. —El visor de Kelex brilla revelando una proyección holográfica sobre una secuencia de genes kryptonianos. —No descarte la posibilidad, pero puede que durante el intento sea probable que Kal-El termine asesinándolas. —
La mirada roja que Mogul deja caer sobre Kelex podría helar la sangre de cualquier ser mortal, afortunadamente, el es un androide.
—El tiempo de viaje se podría reducir a 2 ciclos si se utiliza una de las Naves Cazadoras. —comento Kelex.
Mongul entrecerró la mirada hacia la imagen del sector 2814 y de su planeta T73ER82A, pensativo. —Hay alguna posibilidad de concepción si Kal-El se aparea con uno de ellos. —
El visor de Kelex brillo tenuemente como si considerará el potencial de un legado kryptoniano. —La probabilidad de concepción es del 9.2%, y en el caso de una fecundación exitosa, hay solo un 22.5% de que la gestación se lleve a término. El riesgo de anomalías congénitas es del 82.4%. —Hace una pausa, el brillo del visor se apaga con un chirrido robótico. —La complejidad del ADN kryptoniano hace casi imposible tener descendencia. —
—Hn. —Mongul gruño, impasible.
—En base a los registros genéticos de Kal-El realice escaneos sobre algunas de las poblaciones más destacadas del planeta. Estos son los ejemplares seleccionados más óptimos para el apareamiento. —Kelex procesó en milisegundos los datos enviados a través de su base de información.
Alexander J. Luthor.
Lyla Lerrol.
Lois Lane.
Lana Lang.
Bruce T. Wayne.
—¿Desea escoger ust...? —El gruñido de Mongul interrumpió al androide. —Encargate de todo Kelex, solo avísame cuando todo esté listo. —
Kelex asintió, y sin más palabras, se retiró de la cámara y decidió llevar a cabo su misión: morar por el bienestar del último Hijo de Krypton.
Notes:
Una idea que no pudo salir de mi cabeza.
Espero la disfruten.
Chapter 2: Día 64
Notes:
Advertencias del capítulo: Uso no consensual de drogas, procedimiento médicos inexactos, referencias a ciclos de celo, descripciones relacionados con el embarazo y a la posibilidad de aborto espontáneo.
Chapter Text
Kelex, mientras ejecutaba los análisis de laboratorio, contemplo por un breve momento al humano. Luego continuo rellenando el archivo clínico: sexo: masculino; género: omega; edad: 32 revoluciones... Kelex registraba cada detalle sobre su condición física con una minuciosidad implacable.
El ala médica de la nave era una amalgama de tecnología avanzada, sus paredes eran de metal pulido y reluciente, con una tonalidad grisácea que reflejaba la luz blanca de los paneles del techo, distribuidos de manera uniforme para evitar cualquier sombra. El ambiente era estéril, con un aire casi gélido que se mantenía constantemente purificado y controlado por sistemas automatizados.
Ubicada en el centro estaba una camilla con un gran colchón blando de espuma viscoelástica, y sobre ella, descansaba Bruce T. Wayne. El hombre estaba completamente desnudo y fuertemente sedado, con correas de sujeción colocadas en brazos, piernas y torso, con sensores altamente sensibles adheridos al cuerpo que transmitían información detallada sobre las constantes vitales: su ritmo cardíaco, respiración, presión arterial y temperatura, entre otros datos críticos.
El humano mostraba signos evidentes de cansancio, concluyó Kelex mientras interpretaba las ondas cerebrales que revelaba el electroencefalograma. Los datos se desplegaban en pantallas holográficas, flotando en el aire con gráficos y números que cambiaban constantemente en respuesta a las fluctuaciones en el cuerpo humano. Unos brazos robóticos se movían con precisión clínica al lado de la camilla, realizando escaneos en radiografía, tomografía y ecosonografía. La nueva información fue registrada en el archivo clínico. Un escaneo superficial también reveló presencia de lesiones cutáneas desde cortes superficiales, profundos y hematomas.
Los brazos del androide se movieron con fluidez, aplicando una solución antiséptica y suturando las heridas con una precisión clínica. La computadora emitió un pitido agudo e inmediatamente se proyectaron los resultados. No es nada favorecedor: evidencia de fracturas en proceso de consolidación ósea, roturas musculares y presencia de metales extraños. Todo sugiere una vida de combate constante, y considerando la tecnología primitiva que poseen, es un milagro que este vivo funcionalmente.
Kelex envío la información a los servidores principales, ordenando una cirugía laparoscópica para la extracción de los metales extraños y decide, por el bien del hombre administrarle un amplificador de durabilidad del lote 5-U93R, eso aumentará la resistencia a la tensión de los huesos y tejidos. Le programa la aplicación de otras dos dosis para dentro de 1 ciclo. Otro pitido de la computadora: deben ser los resultados de los exámenes hematológicos, bioquímicos y genéticos.
Los valores están en el rango normal, a excepción del bajo conteo de glóbulos rojos. Los valores del perfil bioquímico están en el rango normal y también se descartan posibles afecciones genéticas. En base a los resultados, Kelex extrae otro vial de sangre antes de administrar una dosis de suplementos por la vía intravenosa para remediar la anemia. Envía el vial de sangre al laboratorio: ordenando un análisis hormonal.
Kelex reduce la dosis de los sedantes, pronto necesitará que el omega humano este consciente del entorno; solo un poco. Debe evaluar su respuesta a los estímulos del genero dominante.
Bruce comenzó a emerger lentamente de la nebulosa del sueño que lo envolvía, lo que debería haber sido su primera señal de alarma. Estaba entrenado a despertar de golpe y estar en alerta total, por tanto, está somnolencia indica que algo no iba bien. Trató de recordar... se reunió con la junta directiva de Wayne Enterprises, Alfred lo recibió en la mansión con el almuerzo listo, luego uso Zeta para ir a la Atalaya, llegó temprano, tenía que actualizar algunos controladores de seguridad en el panel de control de la Atalaya antes de iniciar la reunión mensual con el resto de miembros fundadores. Por último... por último... fue a patrullar, persiguíendole el rastro a Roman Sionis (alias: Máscara Negra) en Narrows para desmantelar su red de drogas... Intento abrir sus ojos, poco a poco, una luz fría y blanca se filtró en su visión, desenfocada y dolorosa.
Una oleada de náuseas lo atravesó con fuerza que se atraganto con nada, tenía la boca seca y dolorida, como si la hubieran llenado con papel de lija. Un terrible dolor de cabeza decidió hacerse notar, sus pensamientos eran un caos de imágenes borrosas y fragmentos de sonidos, un eco distante de la realidad y empeorando sus náuseas. ¿Dónde estoy? Fue el primer pensamiento coherente que cruzó por su mente. Bruce parpadeo, no reconocía el lugar, pero la opresiva sensación de peligro lo erizó instantáneamente. Trató de mover sus brazos, pero apenas si logró un débil espasmo.
—Estas despierto, bien. —Un ruido, luego una voz mecánica y rígida llamo su atencion, los ojos azul plateado de Bruce se entrecerraron con débil escrutinio.—Este es Kelex, servidor de la Casa de El. —
—¿Por que... estoy... aquí? —murmuró Bruce, las palabras salieron de sus labios agrietados, casi inaudible, apenas un gruñido de exigencia.
Kelex registró su intento de hablar, pero no mostró ninguna reacción. —Dar información es irrelevante. —se giro hacia las pantallas, controlando la dosis de los sedantes para mantenerlo dócil y calmado, aunque despierto lo suficiente como para llevar a cabo los siguientes exámenes clínicos.
Intentó de nuevo moverse, pero el esfuerzo de Bruce fue en vano. Las correas metálicas que lo mantenían sujeto en la camilla eran firmes, inflexibles, y cada intento de liberarse era doloroso. Una linterna ilumino sus ojos, siseo molesto por el estímulo. El androide emitió un ruido mecánico y se alejo, luego un chirrido repentino lo sobresalto y la camilla en la que estaba cambio de posición con brazos metálicos que separaron sus piernas. Los instintos de Bruce empezaron a encenderse al sentirse tan impotente y vulnerable, un gruñido de advertencia retumbó desde lo profundo de su garganta y atravesó el aire estéril del ala médica.
Kelex registro cada reacción: correcta respuesta pupilar, uso de vocalizaciones primarias a los estímulos. Era momento de continuar con la siguiente fase, Kelex abrió un recipiente de cristal y sacó un pañuelo blanco empapado en feromonas que colocó sobre la nariz del hombre. La respuesta fue inmediata, las pupilas se dilataron en conjunto de un gruñido aireado y la rigidez de los músculos del cuerpo. Aunque tras unos minutos forzado a la exposición del aroma de Kal-El, el cuerpo del hombre se relajo y emitió gemido temeroso.
El aroma era espeso, un matiz dominante y atractivo que encendía esos instintos omega en su cabeza. Era... la primera vez que el aroma de un alpha lo afectaba.
Unos zarcillos plateados se extendieron, deslizándose en espirales alrededor de sus muslos y abriendo sus piernas con cuidado; supurando una especie de lubricante rosa traslucido.
—Es un examen sencillo, no luches. —Las palabras del androide resonaron en su cabeza. Bruce quiso resoplar, era una ironía, como si de alguna manera pudiera luchar contra los fármacos y las ataduras que lo mantenían inmovilizado.
El androide se movió, y Bruce gruño incómodo cuando sintió un objeto frío separar sus paredes vaginales para introducir un delgado cepillo en su interior. Tenso los músculos de las piernas al sentir como raspaba el canal endocervical.
El objeto metálico se retiro y el humano se relajo mientras Kelex colocaba la muestra sobre un portaobjetos para ser llevada al laboratorio. Los apéndices móviles, blandos y metálicos del grueso de un dedo índice comenzaron a moverse, empujaron contra su entrada dejando un rastro de sensaciones. Entrando a su órgano reproductor, era un peso extraño y deslizante que cubría el órgano con un fluido rosa. Los ojos de Bruce se abrieron y gimió agudamente cuando la maldita cosa cambio de grosor a algo más ligero y fino para penetrar la abertura cervical e ingresar al útero, explorando hasta que sintió un pinchazo doloroso en lo más profundo.
Uno de los apéndice se retiro del interior y colocó en otro portaobjeto una muestra de tejido, Bruce observo todo con ojos entrecerrados y con sudor frío. No entendía nada, ¿por qué estaba aquí o para que eran estos exámenes? Otro movimiento y los dos apéndices se entrelazan, trabajando juntos para empujar hacia adentro y hacia afuera rítmicamente.
Los resultados del análisis hormonal llegaron a Kelex mientras esperaba el resultado de la citología y la biopsia endometrial. Los valores de FSH, LH, Prolactina y Estradiol son bajos, extremadamente bajos, aunque el AMH indica que hay una excelente reserva ovárica. Es un poco desconcertante, no eran los resultados —en base a los estudios realizados por la especie sobre su propia naturaleza — que esperaba obtener: según la base de datos, el género Omega pasa anualmente por dos ciclos estrales. Este ejemplar omega parece... estancado. Intrigado, Kelex inmediatamente extrae otro vial de sangre del humano para realizar una prueba de detección, tras 10 minutos y leer los resultados ordena la administración de una dosis de antitóxico para contrarrestar el efecto de la sustancia encontrada en la sangre del omega que evita la correcta producción hormonal.
Bruce intentó enfocarse, empujando contra la bruma de placer que nublaba su mente. Necesitaba liberarse, encontrar respuestas. Un gemido largo y ahogado salió de sus labios cuando los apéndices se retorcieron, esa última espiral se hincho para formar un nudo en su atadura, el músculo estriado masajeo el nudo durante los suaves impulsos en los que consumía su orgasmo. Bruce jadeo, su pecho se elevaba agitado y su aroma se libero en la dulzura de un omega complacido, estaba totalmente aturdido por el subidón de endorfinas en su cerebro. ¿Que demonios? Intentó girar la cabeza, el esfuerzo fue extenuante, pero logro ver cómo el androide recogía su grasa con un pañuelo blanco. ¿Para qué? El nudo se mantuvo firmemente y siguió pulsando en su interior, llenando de placer acumulado sus caderas y lo dejo completamente relajado cuando extrajeron su sangre y, a los minutos, inyectaron una sustancia ambarina en su cuerpo.
La habitación estaba empezando a girar y a aparecer y desaparecer en una borrosidad pesada, los apéndices se convirtieron rápidamente en un peso lejano. Bruce dejó salir un débil gemido mientras intentaba otra vez, con cierto matiz de desesperación en su aroma liberar sus brazos, sin éxito nuevamente. Los movimientos de Kelex eran fríos y mecánicos, continuaba con su labor, una furia impotente lo lleno pero antes de que pudiera reunir más fuerza, la oscuridad lo reclamó nuevamente, hundiéndolo en una inescapable inconsciencia.
Chapter 3: Día 94
Notes:
Advertencias del capítulo: breves referencias a las deshumanización, confinamiento y al aislamiento forzado.
Chapter Text
Es difícil determinar el tiempo. La hora, el día o el año se transforman en conceptos extraños de la realidad cuando estás en el espacio.
La celda de contención donde despertó era un cubo minimalista, de paredes lisas y metálicas, sin ninguna característica distintiva, excepto el panel de vidrio reforzado que ocupaba toda la pared frontal. La única fuente de iluminación provenía de unas delgadas tiras luminosas incrustadas en el techo, emitiendo una luz blanca y artificial. Empotrado al otro lado de la pared, había un armario. No tenía cerraduras ni mecanismos complejos; dentro había uniformes enterizos de color gris con un escudo en "S" en medio del pecho en color blanco.
No hay rastro alguno de su uniforme ni cinturón. El traje era cómodo y de un material insistente en la tierra, pero completamente impersonal respecto a lo que utilizaba. Todo estaba cuidadosamente calculado para mantenerlo en una especie de estasis, física y mental.
A su lado, una cama baja era el único mobiliario visible. El colchón era grueso y cómodo, y en su superficie estaban apiladas algunas mantas y almohadas muy agradables al tacto. La sensación cautivó al omega en su cabeza, totalmente fascinado por el material tan suave. Perfecto para un nido, aunque Bruce reprimió el impulso con toda su fuerza de voluntad. No iba a ceder. Este lugar no era un espacio seguro; no iba a autoengañarse en crear una comodidad que era inexistente.
Para su completo disgusto, el androide de alguna manera lo había desintoxicado de sus supresores. Por ende, sus instintos y aroma estaban a flor de piel de una manera aguda y sugerente tras años de silenciamiento. Otro detalle desconcertante era el absoluto silencio. No se oían ecos ni zumbidos mecánicos, lo que hacía que cualquier pequeño movimiento que Bruce hiciera resonara sutilmente. Cada sonido, incluso su respiración, era amplificado por la quietud del lugar, intensificando su sensación de aislamiento. Intentó, sin éxito, estudiar las uniones entre el vidrio y la pared metálica. No había puertas ni cerraduras visibles, lo que indicaba que la celda se controlaba remotamente desde fuera, probablemente desde un sistema automatizado. Había pasado horas observando, midiendo en su mente las distancias y considerando posibilidades de escape. Pero la celda estaba diseñada para evitar que alguien como él pudiera aprovecharse de la estructura.
El panel de vidrio lo incomodaba. Le recordaba a una exhibición y a la opresiva sensación de ser observado en cada momento. Kelex flotaba fuera, impasible, continuando con su trabajo detrás de los paneles de control de la nave. Los intentos de apelar a cualquier tipo de moralidad o razonamiento con la máquina eran inútiles. El androide operaba bajo una lógica precisa, programada para cumplir con su misión sin cuestionar los medios.
La luz blanca del techo se reflejaba en el vidrio, haciendo que la imagen de su propio rostro le devolviera la mirada. De manera desconcertante, Bruce se veía bien: las ojeras pronunciadas ahora eran casi imperceptibles, las heridas sanaron y su rostro se llenaba con una ligera capa de grasa saludable. Hmmm... Alfred estaría rebosando de alegría si pudiera verlo ahora, a pesar de que durante los primeros días dentro de la nave alienígena se había negado a comer.
Una sección del panel de vidrio se deslizó silenciosamente hacia abajo, dejando entrar a Kelex. El androide avanzó sin hacer ruido, cargando una bandeja llena de comida que no reconoció de inmediato. Era algo pastoso, alienígena, tal vez nutritivo, pero carente de sabor.
Kelex lo observó, como si intentara medir su actitud. —Mi señor, es imperativo que se alimente.—
El uso del término "mi señor" era una revelación en sí misma, un poder sobre el androide o la nave; sin embargo, no poseía ningún permiso para ordenar comandos. Bruce no se movió de lugar en la cama; su postura era rígida y sus labios tensos en una línea de resistencia silenciosa.
—He monitoreado su estado vital y, aunque está estable, su condición física se deteriorará si no consume los nutrientes que su organismo necesita.— Continuó Kelex, colocando la bandeja sobre una mesa flotante. —No tiene sentido desgastarse innecesariamente. Ninguna estrategia de resistencia pasiva beneficiará su situación.—
Llevaba dos días sin comer. Bruce cerró los ojos momentáneamente, tratando de ignorar la sensación de hambre que comenzaba a agudizarse en su estómago con una disciplina que había forjado durante años de entrenamiento. No iba a hablar, no iba a ceder. No importaba cuántas veces Kelex lo intentara; su voluntad estaba firmemente en su lugar.
Kelex, sin mostrar emoción alguna, continuó: —He analizado múltiples escenarios en los que usted termina en un estado de inanición. Ninguno de ellos es productivo ni eficiente para su bienestar...—
—Dejame en paz.— Dijo Bruce finalmente, su voz ronca y baja. No había energía en su tono, pero el mensaje era claro.
Kelex guardó silencio durante unos segundos, evaluando la situación. —Su resistencia no tiene sentido lógico.— Replicó. —Su negativa a comer solo me obligará a alimentarlo a la fuerza.—
Bruce tensó la mandíbula e inclinó la cabeza, mirando al androide con una ira silenciosa por la amenaza en su comentario. —No voy a aceptar nada que venga de ti.— Siseó con dureza, volviendo a cerrar los ojos, como si con eso pudiera marcar el fin de la conversación.
Kelex se mantuvo en silencio por unos segundos; luego, con un movimiento suave, dejó la bandeja en la mesa flotante, junto al hombre.
—La comida estará aquí si cambia de opinión, mi señor. Esta es la última advertencia.— Sin más, el androide se giró y salió de la celda, dejando a Bruce solo nuevamente.
Tuvo que ceder al final. Era cooperar o que el androide forzara una sonda de alimentación a su estómago tres veces al día, y él no necesitaba que le arrebataran más su autonomía. El simple pensamiento de perder ese último control lo hizo estremecerse. No era una opción. Bruce miraba el plato frente a él con una mezcla de resignación y desagrado; la comida en su bandeja no era apetitosa, pero cumplía su propósito: nutrientes básicos, sin sabores ni texturas que pudieran ser mínimamente agradables. Con un suspiro apenas perceptible, Bruce tomó el tenedor y comenzó a comer lentamente, a pesar de no tener hambre. Lo que daría por la comida de Alfred, pensó mientras continuaba comiendo, cada bocado llenando más su estómago pero vaciando un poco más su paciencia.
Al terminar su cena, se dirigió al pequeño cubículo de metal que ofrecía un baño y una ducha, separados por una delgada pared translúcida que le daba una escasa sensación de privacidad. Era funcional, pero nada más. El agua era siempre tibia, nunca lo suficientemente caliente o fría; simplemente cumplía su propósito básico.
Este lugar no ofrecía ninguna ilusión de libertad. Sin sus herramientas, sin su equipo, planear un escape era imposible.
Más tarde, las luces de la celda se atenuaron, simulando un ciclo nocturno en la nave. Bruce se recostó en la cama, la cual, a pesar de su suavidad y la comodidad que ofrecía, no traía consuelo. Pensó en Alfred mientras sus ojos recorrían la celda una vez más, deteniéndose en cada detalle: las paredes lisas, el panel de vidrio que le permitía a Kelex observar sus movimientos. No había puntos débiles, ninguna grieta en el diseño impenetrable. Es muy probable que el Beta haya notificado su desaparición a la Liga de la Justicia tras el periodo de 48 horas sin entablar comunicación.
Bruce respiró hondo, el aire reciclado y carente de cualquier frescura, mientras siente una ligera tensión en su pecho. Su ansiedad se enrosca ácida y amarga, pues duda en si podría salir solo de esta situación. Las probabilidades no estaban a su favor. Había sido drogado, secuestrado, su cuerpo examinado y manipulado por razones que no entendía del todo. ¿Qué planean hacer conmigo? ¿Cuál es el propósito de todo esto? Su captura había sido meticulosa y bien planificada, y su encierro era, de cierta forma, muy bueno. No lo matarán; es claro que es más útil vivo que muerto.
Lo primero que pensó fue en su identidad como Batman. ¿Un posible rencor de alguna civilización contra la Liga de la Justicia? Es muy probable. La cantidad de alianzas entre la Corporación de Linternas Verdes y la Liga de la Justicia es lo suficientemente frecuente como para ser reconocidos en otras galaxias lejanas; no sería la primera vez que sus miembros fundadores son secuestrados. Aunque, esta es la primera vez que solo capturan a uno en específico. No cree que fue al azar. ¿Qué quieren de mí? Era la primera pregunta que seguía repitiéndose mientras recordaba vagamente los exámenes clínicos a los que fue sometido bajo la influencia de sedantes.
Esta tecnología no le es conocida. Nada en los archivos que Jordan o Stewart subieron a los servidores de la Atalaya se asemeja a esta estructura. La presencia de Kelex era otro enigma. Hasta ahora, había mantenido un comportamiento distante y metódico. Las pruebas habían sido exhaustivas, y la forma en que Kelex analizaba su cuerpo, tomando muestras y verificando su estado de salud, lo hacía pensar que había un interés particular en su cuerpo. Pero, ¿cuál? Otra posibilidad cruzó por su mente, aunque no le gustaba en lo más mínimo.
La idea de ser usado para algún tipo de experimento o manipulación lo llenaba de inquietud, pero debía mantener la calma. El pánico no lo llevaría a ninguna parte. Bruce cerró los ojos y, mientras intentaba conciliar el sueño, sentía la presencia del androide como un constante vigilante.
Chapter 4: Día 127
Notes:
Advertencias del capítulo: breves referencias a las deshumanización, experimentación humana y uso de drogas no consensuadas.
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Chapter Text
Kelex, flotando por el área, dirigió su atención al humano. El omega emitió un prolongado gruñido, bajo, tenso y tembloroso por estar inmovilizado por los brazos metálicos. Había sido despojado del uniforme de la Casa El, a excepción de sus calzoncillos negros. En silencio, Kelex comenzó a pasar un dispositivo de escaneo sobre su torso, comparando los nuevos datos con la información recolectada en las últimas cuatro semanas.
✓ Buena condición corporal.
✓ Buena respuesta sensorial.
✓ No hay lesiones evidentes.
✓ Buena coloración de la piel, elasticidad.
Los brazos de Kelex palparon la zona inguinal, los miembros superiores y el cuello, donde estaban sus glándulas odoríferas, presionando para que segregara el aceite. Era oleoso, sin coloración y aromático. Un olor ligero, frío y con un matiz dulce, característico de un omega. Los circuitos del androide vibraron con entusiasmo; el cuerpo del omega estaba respondiendo tal como se anticipaba tras la desintoxicación del supresor hormonal: aumento de peso, corrección del ciclo de sueño y estabilidad hormonal, reflejada en los instintos, las vocalizaciones y la exudación de feromonas. Kelex, basándose en la primera exposición al aroma de Kal-El, decidió que era momento de continuar y prolongar el tiempo de exposición controladamente al estímulo de interés.
Liberó al humano de las restricciones, y el androide se retiró de la celda de contención. Comenzando con la presentación A1, Kelex registró en la computadora y abrió una línea de oxígeno mezclado con ANPK-L en una proporción de 70-30%.
Bruce observó con creciente desconfianza. Cada pequeño clic o zumbido dentro de la celda era un indicio de que algo estaba cambiando, ajustándose, y eso nunca era positivo en su situación. ¿Qué está haciendo este maldito androide?, pensó, mostrando los dientes en una silenciosa amenaza.
El aire dentro de la celda cambió, y con él lo hizo el olor. Una ligera oleada de calor recorrió su espina dorsal, instalándose en su pecho y abdomen, haciéndolo jadear ligeramente sin saber por qué. Bruce lo notó de inmediato y arrugó la nariz con disgusto ante el fuerte almizcle alpha. La mezcla de feromonas era exigente, terrosa y cálida, tan envolvente que inundó sus sentidos. Los instintos que había mantenido bajo control durante tanto tiempo comenzaron a tambalearse.
El aroma pronto llenó la celda, intenso y sobreescribiendo el suyo. El corazón de Bruce latía con fuerza, pero gruñó hoscamente y sacudió la cabeza, usando toda su voluntad para ahogar al omega en su interior, complacido por el primer olor de un alpha fuerte y compatible. Kelex, por su parte, observaba en silencio desde la distancia, registrando cada lectura en las pantallas holográficas.
Las tres sesiones de exposición al ANPK-L fueron exitosas. El siguiente paso era obvio: preparar al omega para su encuentro con Kal-El.
Llegarían al Mundo Bélico en aproximadamente 60 macrogiros, pensó Kelex mientras se desplazaba hacia el laboratorio. Se dirigió a la estación de trabajo encargada de la producción de fármacos. Un panel de control se desplegó frente a él, y luces, sonidos y movimientos se iniciaron tras ingresar los comandos e instrucciones específicas. Una serie de tubos mezclaron componentes con gran precisión y, tras 15 minutos, un pitido sonó, alertando de la finalización. Una cápsula se abrió revelando tres viales.
Inductor C-1B, lote de fabricación 1937, leyó la etiqueta. El líquido en su interior tenía un ligero brillo azul.
El androide cargó el vial en una jeringa neumática de tecnología kryptoniana. Kelex revisó los parámetros en su base de datos por última vez, comprobando que era seguro para la fisionomía humana y que la cantidad fuera exacta, determinada de acuerdo al peso.
Todo estaba dentro de los límites óptimos.
El siguiente paso era administrar el compuesto.
A través del cristal, podía ver al humano estático, sentado en el piso con las piernas cruzadas, meditando. La concentración en su rostro era ligera y su respiración relajada. Kelex se posicionó silenciosamente a un lado de la celda, observando por unos segundos.
Protocolo de inmovilización activada, ordenó Kelex con un comando transmitido a la celda.
Un sonido sutil, casi imperceptible, llenó la sala cuando el mecanismo se activó. Brazos delgados y rápidos surgieron del suelo, envolviendo las muñecas y los tobillos del humano con una fuerza calculada para contenerlo sin causar daño, forzándolo a arrodillarse. Bruce, en un reflejo inmediato, trató de liberarse. Su cuerpo reaccionó con furia, los músculos tensándose contra las restricciones mientras lanzaba una mirada feroz y un gruñido enojado hacia el androide que ahora se aproximaba con tranquilidad.
—¿Qué crees que estás haciendo? —gruñó Bruce, su voz baja y amenazante mientras luchaba por liberarse.
Bruce vio el brillo del líquido en la aguja y su mente rápidamente ideó múltiples escenarios. No importaba cuál, él no quería esa sustancia en su cuerpo. Pero antes de que pudiera lanzar una maldición o encontrar una forma de liberarse, sintió la aguja penetrar la piel de su muslo derecho.
La inyección fue rápida y precisa.
Kelex, satisfecho con el resultado inicial, se retiró de la celda y permitió que los brazos que mantenían inmovilizado al humano se retiraran suavemente de sus extremidades.
Bruce cayó de rodillas, con una mezcla de rabia y confusión.
—¿Qué me has inyectado? —preguntó, con la furia contenida en su voz mientras masajeaba el muslo, donde aún sentía el ardor de la sustancia.
Odiaba y temía el silencio del androide.
A los pocos minutos, Bruce se apoyó en la pared metálica, respirando agitado y con los ojos entrecerrados mientras sentía su piel arder y, al mismo tiempo, comprendió el efecto del fármaco.
El calor escalaba, su piel se volvía sensible y sus pensamientos, cada vez más difusos. La excitación se acumulaba en sus caderas, en un anhelo primitivo. Los instintos le susurraban alpha, alpha, alpha, recordando el olor terroso que había percibido hace días. Bruce apretó los puños con fuerza, sintiendo el ligero temblor en sus manos. Las paredes de la celda, la cama y la ropa se impregnaban con ese olor. Iba a ser imposible deshacerse de él. Cada segundo que pasaba, cada respiración que tomaba, lo hacía querer ronronear, con la sangre pulsando en sus venas y la grasa escurriendo por sus muslos.
Un calambre retorció su abdomen, y un gemido suave, casi inaudible, escapó de sus labios. Su aroma se endulzaba en anhelo. Duele, pensó Bruce, aturdido. Tal vez fueran las consecuencias del uso prolongado de supresores. Dios, ¿cuándo fue la última vez que estuvo en celo? ¿Su adolescencia? Lo más probable. Recordaba vagamente las discusiones con Alfred por negarle el uso de supresores hasta la mayoría de edad.
Lo enojaba. Odiaba cómo su cuerpo reaccionaba. Sus instintos le susurraban que se rindiera, que se dejara llevar, que encontrara alivio en ese olor, en la presencia que sus sentidos le aseguraban que estaba cerca. Quería gritar, golpear algo, hacer cualquier cosa para expulsar la influencia que estaba ganando terreno sobre él.
Y eso, más que cualquier otra cosa, lo aterraba.
Bruce se tambaleó hasta la cama, su cuerpo estaba demasiado caliente, demasiado sensible. El mundo a su alrededor parecía temblar bajo el influjo de las hormonas que desmoronaban su autocontrol.
—Está reaccionando dentro de los estándares esperados —confirmó Kelex desde el exterior de la celda mientras sus sensores detectaban el aumento de la temperatura corporal y la aceleración del ritmo cardíaco del omega—. Es el momento. Está listo. —
Cuando unas puertas metálicas al otro lado de la celda se abrieron, y un aroma terroso, cálido y meramente alpha golpeó con fuerza la nariz de Bruce, concluyó que estaba absolutamente en problemas. Jadeó, parpadeando lentamente hacia la presencia dominante que invadía su espacio.
Llevaba un traje negro, con brazaletes y ese emblema en "S" plateados. Era enorme, más alto y corpulento que un alpha común de la Tierra, con una fisionomía similar a la humana. Bruce habría creído que lo era, de no ser por esos ojos, de un imposible tono azul añil.
Era alienígena, y lo observaba con una intensidad imposible de ignorar.
El alpha dio un paso adelante, sus ojos azules con un toque de rojo espeluznante fijos en él, Bruce inmediatamente le mostro los dientes y siseo en advertencia, desafiándolo a pesar del profundo aroma que lo envolvía por completo.
Esto no iba a terminar bien.
Notes:
Algunas referencias:
1. El uniforme que utiliza Bruce W. está inspirado en el de Superman Beyond, cambiando el negro por un tono gris. Un poco similar a los trajes kryptonianos que se revelaron en la serie de My Adventures with Superman.
2. El uniforme que utiliza Kal-El es su traje solar. Me inclinó por él debido a que facilita la captación de energía solar para recobrar su fuerza y poderes, muy necesarios teniendo en cuenta que depende de ello para ganar cada batalla.
Chapter 5: Día 128
Notes:
Advertencia(s) del capítulo: Este capítulo contiene nudos, ciclos de celo, contenido sexual explícito, etc. Puede que haya referencias al embarazo y algunos consentimientos dudosos típicos del apareamiento.
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
—Mantente alejado. —gruñó Bruce, su voz áspera, rota por la mezcla de irá y la repentina sequedad en su garganta.
El otro hombre inclinó la cabeza ligeramente, como si considerara sus palabras con cierta curiosidad y confusión. No sé detuvo, dio otro paso. Avanzo a la habitación hasta que las puertas se cerraron detrás de él, aquí, ahora, su olor era fuerte, envolviendo cada rincón. Los matices de confusión, placidez se tornaron en necesidad, deseo cuando esos ojos añiles lo observaban con fervor, el peligroso brillo rojo de antes se atenuó considerablemente.
El instinto en su cabeza clamaba por el alpha, alpha, alpha de rico aroma que lo mantuvo en el borde de la cordura durante días en esta habitación. Bruce resopló enojado cuando se acercó con pasos seguros, estaba sudando profusamente, el dolor que retorcía su abdomen lo mantenía temblando. Otra oleada de ese aroma, y su omega cantó de alegría, pero Bruce entrecerró la mirada y comenzó a gruñir de advertencia.
El pelo se le erizo cuando el alpha se inclinó, bajando su postura y acercando su rostro a centímetros de su cuello. Su aliento era cálido, un rubor encendió su piel y una oleada de necesidad electrizante recorrió su columna vertebral de manera muy placentera, mientras el jadeaba en cada inhalación profunda de su aroma.
Olía muy bien.
Liquido goteo, la humedad se acumulaba entre sus piernas y empapaba su ropa. El alpha retumbó complacido, probablemente oliéndolo. Las mejillas de Bruce se sonrojaron, avergonzadas, sin comprender todavía por qué estaba tan afectado por la interacción con este alpha. ¿Era el olor? Era agradable, le gustó, pero nunca reconocería que ese olor lo mareaba. Bruce ahogo un gemido, retrocediendo, su espalda chocó con la helada pared cuando el alpha se acercó más.
No iba a ceder. Él es el murciélago de Gotham. Él es Batman.
Ha enfrentado escenarios más deplorables y sombríos, esto no era diferente. En absoluto. Por mucho que cada inhalación alterara sus instintos y hormonas endulzaban su olor con intenciones de cautivar a este alpha a quedarse con él en su próximo lanzamiento, él no iba a ceder.
El omega es, con su pálida azul mirada, cabello erizado y vocalizaciones amenazantes, muy bonito. La ropa se ajustaba muy bien a él, delineando curvas donde desea poner sus manos y apretar. Su olor, Kal-El retumbó profundamente, era embriagador. Era amaderado, profundo y dulce como el jarabe de azúcar, con un matiz picante al final. No se parece en nada a los otros que Kelex le presento. Era como él, no Kryptoniano, pero similar.
Un omega. Una pareja... su compañero. Kal-El canturrea, puede imaginarlo.
Lo fácil que sería hundirle los dientes en el hombro.
Sujetarlo.
Reclamarlo con fuerza y rapidez.
Darle su nudo.
Tocar el nido fue un error. El omega movió su mano con precisión, un manotazo con garras directo al rostro. A pesar de lo que muchos creen, en realidad, los omegas son más territoriales de lo que dicta el estigma social. Más agiles, más resistentes, y mucho más feroces de lo que los alphas suelen pensar.
En especial cuando están en celo.
Por mucho que omega lo negara, la realidad era ineludible: su celda se había transformado en una guarida, y su cama, que antes había sido solo un lugar de descanso forzado, ahora era un nido en el que buscaba refugio inconscientemente. Las mantas, arrugadas y entrelazadas, eran un cúmulo desordenado para nada coherente, pero estaba impregnado de su olor.
Era suyo, de su territorio. Su nido. Lo defendería a capa y espada.
Este alpha no era el primero en querer imponerse.
Kal-El se sorprendió por el movimiento, pero logro esquivarlo a tiempo. Oh, vaya. Esto no era lo que esperaba de un omega en celo. Interesante. Kal-El entrecerró la mirada y gruño, bajo y prolongado, subvocal por el desafío explícito. Encendió sus instintos, cautivados por esté omega salvaje, feroz y claramente audaz.
Omega enseñó los dientes, gruñendo en respuesta, sin temor en su postura. Kal-El quedó impresionado, sin embargo, su mirada se agudizó y el aire se volvió pesado con intención, anhelo y deseo, una sonrisa arrogante comenzaba a formarse en sus labios.
El primer golpe fue rápido y dirigido al rostro de Kal-El, pero lo bloqueó fácilmente con su antebrazo. Oh, no solo era audacia; era la fuerza. A pesar de la diferencia de tamaño, este omega era fuerte y ágil. El omega frunció el ceño y se lanzó hacia adelante con un segundo golpe, dirigido a sus costillas. Fue efectivo, haciendo que Kal-El retrocediera unos pasos. Oh, bien, bien, omega sabe pelear. No iba a poder responder a ninguno de los golpes, no tiene el corazón para lastimar a quien iba ser su compañero al final del día.
Ambos cuerpos se enfrentaron con fuerza, pero Kal-El sostuvo y bloqueo cada golpe. Más a la defensiva, expectante en que el agotamiento y la necesidad alcanzará al omega. El aire era una cacofonía de gruñidos, siseos y jadeos, omega golpeaba con precisión y apuntaba a los puntos vulnerables del cuerpo. Es inteligente, feroz y astuto. Kal-El logró sujetar un brazo con una llave, torciendo la muñeca para inmovilizarlo, pero, con un giro rápido, omega se liberó y lanzó una patada directamente al estómago de Kal-El, sacándole el aire.
Omega siseo, su voz tensa mientras ambos giraban en círculo. El movimiento de sus labios le decía que estaba hablándole, pero las palabras resonaban como un eco y su significado le era desconocido a Kal-El.
Las respiraciones eran jadeos entrecortados, cada bocanada de aire venía con una densa cantidad de feromonas alpha y omega mezcladas. Incitando a los instintos de ambos.
Kal-El intentaba sujetarlo, dominarlo, pero fue rechazado con gran habilidad. Lentamente, con cada fallo, empezó a irritarle la resistencia del omega. Con un movimiento, usando los últimos vestigios de sus poderes, lo tomó por la cintura y lo arrojó contra el suelo. El impacto fue fuerte, aturdiendo al omega el tiempo suficiente para que Kal-El estuviera sobre él, usando su peso para sujetarlo.
Omega gruño enloquecido, arqueando su espalda para intentar liberarse.
Kal-El resopló, apretando con fuerza sus brazos e inmovilizándolos por encima de su cabeza. Desde aquí, pudo observar bien al omega. Piel clara, cabello negro y corto de impresión sedosa, su mirada era intensa, pálidos y gélidos ojos azules escrutándolo de pies a cabeza.
Ambos jadeaban, embriagados por respirar a través de las feromonas. El omega intentó moverse, pero Kal-El apretó su agarre mientras bajaba la cabeza, sus labios rozaron la piel del cuello y el instinto omega de protegerse volvió a encenderse, y con un giro de su cuerpo libero una pierna que utilizo para empujar a Kal-El de encima.
Bien, fue suficiente. Kal-El cayó hacia un lado, y con un siseo enojado y antes de que el omega pudiera levantarse completamente, lo atrapó de nuevo por una pierna. Lo arrastro, giró al omega y presionando su cuerpo contra el suelo. Montándolo. Omega forcejeó, prolongó su gruñido, su cuerpo temblando y su olor agitado en ira, temor, excitación y grasa.
Kal-El resopló dulcemente. — Sah, sah. Tor'kef el. Calma, calma. Estarás bien. —susurro con voz profunda, su tono cargado de dulce tensión mientras se presionaba sobre la espalda del omega.
Inclinó su cabeza, su nariz acarició con un roce delicado la piel de su cuello y, sin más aviso, hundió sus dientes. La sangre empapó su paladar, intenso y ligeramente dulce. Suyo, suyo, suyo, ronroneo en lo profundo de su instinto mientras su omega se sacudía violentamente en un esfuerzo de liberarse de la presión de sus colmillos. Kal-El gruño, profundo y subvocal, el sonido fue un golpe directo al cerebro omega primordial. Lentamente, su cuerpo comenzó a ceder la tensión y a relajarse bajo su peso, emitiendo suaves quejidos de deferencia.
Kal-El no aflojó su agarre, manteniendo sus dientes en la carne durante unos segundos más, asegurándose de que su omega supiera su lugar en esta dinámica de poder. Omega emitió un chirrido agudo, olía a adrenalina residual y a influencia omega. Empalagosamente dulce y desesperado, una combinación que fue un fuerte latigazo contra los sentidos de Kal-El. Finalmente, retiró los dientes y lamió la herida unas cuantas veces, observando el cuello de su omega con cierta satisfacción posesiva.
Kal-El se levantó, sus ojos fijos en su omega, oliendo ansioso y necesitado mientras se presentaba. — Fa'tor, tor'ka.Te cuidaré, mi compañero. —gruño en su lengua, su tono calmado pero cargado de una certeza inquebrantable.
Este combate no había terminado, pero la primera batalla, al menos, la había ganado Kal-El.
Notes:
Este es el último capítulo que, en mi opinión, consideraré corto. A partir de aquí, los nuevos capítulos serán más largos, profundizando en la inminente relación entre estos dos.
Un comentario que me gustaría agregar, contribuyen a la construcción de la apariencia física y (posible) personalidad, siento que nuestro Kal-El sería muy similar a la nueva versión de Superman en la línea de Comics Absolute. En donde vemos a un Superman de origen y raíces en Krypton, que tras la muerte de su planeta llega a la tierra como un hombre sin familia y sin hogar. Dándonos un Superman un poco más oscuro y que carga un gran sufrimiento, el cuál tratará de convertir su dolor en esperanza para seguir adelante.
Ahora, agreguemos un Murciélago a la mezcla. ¿Que podría salir de una relación como esa? No lo sé, a penas lo estoy descubriendo también.
¡Oh! Casi lo olvido. No soy una experta en el idioma kryptones. Solo tomo cosas que tienen sentido y trata de ordenarlas de una manera coherente para esta ficción. ;)
Chapter 6: 0000 hrs...
Notes:
Advertencia(s) del capítulo: Este capítulo incluye nudos, ciclos de celo, contenido sexual explícito, etc.
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Chapter Text
Los instintos se encendieron en la cabeza de Bruce tras el mordisco, exigiendo alpha, alpha, alpha, mientras levantaba las caderas y bajaba los brazos hasta el piso, emitiendo ruidos suaves y tentadores. La pupila abarcaba todo, el iris azul era apenas un anillo delgado en sus ojos. La marca ardía en su cuello y el calor se expandió abrasadoramente. Exigiendo alivio, tacto y consuelo. Estaba goteando profusamente, era un desastre resbaladizo y de olor dulce.
El alpha todavía parecía preocupado por su cuello, continuó lamiendo el mismo lugar mientras lo acosaba con su suave pero persistente, engañoso y profundo aroma. Una contracción dolorosa en su abdomen lo hizo quejarse, suplicante, y cerrar los ojos con fuerza. Lo siguió un rugido tranquilizador que reverberó desde el esternón del alienígena.
Los dientes del alpha se clavaron en su nuca en una muy suave presión, como una advertencia mientras sus manos grandes lo acariciaban de arriba a abajo. Bruce gimió de nuevo, esta vez con incertidumbre. Esas manos grandes se deslizaron por su torso, cintura hasta sus caderas, apretando ligeramente la piel, provocando una euforia al omega en su cabeza. Más, más, más. Después de unos segundos, sintió al alpha gruñir en señal de aprobaciones antes de que el alienígena comenzará a moverse lentamente por su espalda.
El uniforme es rasgado brutalmente. Un gruñido retumbante contra su piel envió un escalofrío por su columna vertebral, un movimiento, y el alpha se inclinó más cerca dónde provenía el olor dulce y lamió los pliegues de su sexo. Bruce jadeó cuando sintió la áspera y cálida lengua lamiéndolo mientras el alienígena canturreaba de emoción por el sabor.
Era diferente, muy extraño y similar a la lengua de un gato. No sé sentía mal... pero era una diferencia que lo alejaba mucho de los alphas terrestres.
El corazón de Bruce latía rápido y con fuerza mientras acurrucaba su cara entre sus brazos, pensando en qué no debería estar disfrutando esto, un rubor coloreo sus mejillas cuando sintió más humedad bajando. Los afilados dientes rozaban o apretaban ocasionalmente contra él, provocándole un breve pico de pánico al recordar el peligro que representaban. Un hecho que a su omega le emocionaba.
—¡Hgmm! —gruño Bruce, balanceando sus caderas involuntariamente mientras el alienígena se lo comía. La sensación no se parecía a nada que hubiera experimentado antes. —Mierda, mierda, Dios, detente. —Su gruñido de advertencia fue menos efectivo con los gemidos frenéticos y jadeantes que rompieron su voz en fragmentos desesperados. El omega de Bruce no quería que se detuviera, disfrutando de la atención que se les prodigaba.
La textura áspera creaba una deliciosa fricción contra sus paredes, encendiendo sus nervios y lo hacía gotear abundantemente. El fervor bajo su piel finalmente comenzaba a disminuir a medida que se acercaba a su primer orgasmo y solo entonces, Bruce se resignó al hecho de que estaba verdaderamente en celo. En celo con un alienígena entre sus piernas, joder, cuando John y Diana se enteren de esto...
Un delicado mordisco en la protuberancia de su clítoris bastó para que Bruce se corriera con un grito agudo, un chorro de grasa copioso y el alpha retumbó complacido mientras lamia el jugo como si fuera uno de sus manjares favoritos. El omega se sonrojó al pensarlo. Seguidamente el alienígena hundió sus dientes en la glándula odorífera de uno de sus muslos, Bruce siseo, tenso e impotente, emitiendo un leve sonido de necesidad desde el fondo de su garganta mientras el placer del orgasmo hormigueaba aún en su cerebro.
El aroma de Bruce ondeó más dulce, una invitación inconfundible.
Con un gruñido, el alpha se reposicionó hasta que quedó sobre su espalda. Un aroma espeso lo envuelve nuevamente, el matiz terroso es relajante, exigente y dulce con un extraño almizcle que lo sustenta todo.
—Hngh —Bruce gimió suavemente ante el peso cálido sobre él. Arqueando aún más la espalda y presentándose para el alienígena en un comportamiento mucho más receptivo tras el primer orgasmo.
Hay un sonido lejano de ropa deslizándose.
Bruce cierra los ojos, tratando de alejar su ansiedad mientras se siente abierto, ligeramente hinchado, dolorido e insatisfecho. El omega se estremece, profundo e interno, mientras la boca del alienígena encuentra su nuca una vez más. Bruce levanta más sus caderas, dejando que su espalda se hunda en una curva profunda y acogedora. Su agujero duele; se siente vacío y húmedo. Por dentro se tensa, ansiando algo, cualquier cosa dentro de él.
El pene cálido y pesado que ha estado tratando de ignorar se siente increíblemente caliente contra el interior de sus muslos. Bruce gime suavemente, deseando eso en su interior más que a nada y ¿por qué no lo folla de una vez? Puede sentirlo moverse de un lado a otro, moviéndose lentamente, instándole a un lento vaivén que incluso en un momento frotó su clítoris con un movimiento verdaderamente delicioso antes de que finalmente se deslizara hacia adentro.
Bruce chilla; el alienigena le hace eco con un rugido profundo y satisfecho que hace temblar sus huesos cuando se unen. Lo aprieta, sorprendido por la profundidad y el estiramiento. El agarre en sus caderas se hace más fuerte y el omega gimotea cuando los dedos del alpha se clavan en su piel mientras él presiona sus caderas.
Por alguna razón, desea que deje marcas.
El calor lo llena lentamente y el omega gime de nuevo por la oleada de excitación que burbujea en él. Se mueve inquieto, no familiarizado con tal sensación en su interior. El alienígena lo sigue; su movimiento se transforma en un empujón lento, luego continúa como un ritmo suave, deslizante y muy resbaladizo. Bruce se estremece cuando él empuja más profundamente, la comprensión de que aún no está completamente dentro de él lo hace alejarse, asustado e inseguro.
Él responde con un bajo tenor alpha y una ola de feromonas relajantes y terrosas mientras lame su cuello, sus caderas lo persiguen, poniendo a prueba la resistencia en su interior. Su rostro le roza la sien, perfumándolo. Huele tan bien... El omega hace un suave chirrido y ese aroma lo envuelve cuanto más tiempo roza sus rostros. Baja la cabeza de nuevo y el alienígena ronronea en su oído, con una satisfacción evidente.
Empuja contra él de nuevo y Bruce lo recibe, queriendo ser bueno, queriendo más de ese aroma mientras las lágrimas le picaban el borde de los ojos. Las embestidas se hacen más duras, firmes y cortas, con él jadeando contra su cuello, lamiendo ocasionalmente la punta de sus orejas y la piel de sus hombros. Bruce gimió cuando sus embestidas rozan sobre ese punto dulce. Estaba goteando, dulce y resbaladizo que se acumula sobre el piso pulido. Los gritos lo abandonaban con cada empuje fuerte dentro de él, convirtiéndose en gemidos estrangulados cuando el alienígena disminuye su ritmo para arrastrarse sobre cada nueva área sensible que descubre dentro del omega.
El alien empujó más profundo y rápido, con un deleite evidente en ese matiz terroso y dulce que invadía los sentidos de omega. Bruce gimió y estiró el cuello, la presión contra su borde, insistente y como una promesa durante cada embestida lo estremeció.
Este alpha está más allá de lo que podría haber imaginado, pero su nudo creciente es muy real.
El omega de Bruce ronroneaba en su cabeza, satisfecho de que estaban siendo montados, una buena posición para ser atado y para recibir un nudo que le llenaría de la mejor manera. Una lengua ardiente tocó su glándula odorífera y Bruce... se quebró. Era demasiado profundo, doloroso y placentero donde lo abría por dentro, con espasmos internos ordeñando ese eje. En el siguiente empuje, su agujero envuelve el nudo, duro e implacable, atascado contra su punto dulce. Bruce trinó, tambaleándose hacia adelante para escapar, atrapado inmediatamente por una firme y fuerte mandíbula sobre su glándula odorífera en el cuello.
La euforia de su segundo orgasmo se une con el zumbido relajante en el fondo de su mente que indicaba un vínculo establecido. Bruce gimió, demasiado delirante de placer y feromonas como para descifrarlo. El nudo palpitaba y un calor húmedo se extendía dentro de él. Se siente lleno casi de inmediato, pero el flujo de semen no disminuye y su nudo lo mantiene bien sellado. Si eso era lo que era. Se sentía más pesado que el mero gasto...
La habitación ahora estaba llena solo de sus respiraciones rápidas, ronroneos y gruñidos. El tiempo que duró el nudo es niebla espesa en sus mentes.
El alpha se mueve, un empuje suave pero insistente hasta que su nudo se libera en un momento abrumador antes de hundirse nuevamente en el interior del omega. La visión de Bruce vacila, el placer se mezcla y lo abruman cuando el flujo de calor comienza de nuevo, muy consciente de que esto era solo el primer apareamiento.
. . .
En algún momento durante la cuarta vez, cambiaron de posición. El alpha ronronea mientras lame con cuidado sus hombros y garganta antes de empujarlo sobre su espalda, sus manos acarician con cierta reverencia las pálidas cicatrices. Bruce gimió fuerte al sentir su boca sobre sus pezones, mordiendo y succionando mientras sujetaban sus caderas, el placer hormigueaba y se acumula en su cuerpo en cada empuje fuerte, firme y de largo movimientos que lo tocan profundamente.
Hacía calor y estaba húmedo. Estaban hechos un desastre. El sudor les hacía brillar la piel, respirando entre jadeos y con toda su mitad inferior palpitando y bullendo de placer mientras se aferraba con uñas afiladas a los brazos del alpha.
—No pares, nng... ¡Alpha! —gimió Bruce, su voz tan ronca y dolorida mientras entrecerraba los ojos.
El calor en su coño es abrumador, estirado y lleno, una sensación que inunda su ingle con cada embestida de su pene dentro de él. La grasa mojaba sus muslos y los del alienígena. Para bien o para mal, terminaría oliendo a él.
Los ojos añiles alienígenas se abrieron, un poco sorprendidos de oír la voz del omega. Llamándolo. Los ojos de omega se llenaron de lágrimas y los iris azul pálido formaban un fino anillo alrededor de las pupilas. Omega estaba desaliñado; tenía el pelo por todos lados y el sudor le perlaba las sienes. Tenía los labios hinchados, barba incipiente y mordiscos en el cuello.
Era hermoso...
Kal-El solo quería acurrucarse en su cuello y aparearlo otra vez.
Lo anuda en un fuerte empujón hacia adentro y su omega grita ante el flujo caliente en su interior. Con el nudo todavía firmemente enterrado, lo mece suavemente y presionando contra las sensibles paredes internas para estimular a su pareja y, tras un gemido ahogado, se derrama sobre su nudo.
Justo cuando su omega alcanza su liberación, muerde su glándula odorífera nuevamente. Suyo, suyo, suyo. El aroma de omega complacido lo hizo retumbar de felicidad. Kal-El lamió amorosamente la mordedura de apareamiento que sangraba mientras su nudo se mantenía cómodamente y liberando flujo constante en el interior de su omega.
Omega también ronroneó de felicidad satisfecha, acariciando la mejilla de Kal-El con cariño.
. . .
Después de eso, todo se vuelve más difuso, resplandeciente de calor.
Recuerda las manos del alpha sobre él, acariciándolo o sujetándolo. El rostro alienígena, atento; ojos añiles, fijos en él en todo momento, consumiéndolo con una hambre implacable. Bruce estaba tenso e hinchado, estirado alrededor del nudo con cada apareamiento y gimiendo durante otro orgasmo incontable.
Una y otra vez, sujetándolo fuerte y besándole la cara, los labios, la garganta, mientras estaban atados.
Bruce apoya la cabeza sobre sus manos y jadea en busca de aire, sin sorprenderse cuando el alienígena vuelve a follarlo una docena de minutos más tarde. ¿Cómo puede tener tanta resistencia? Estaba exhausto.
. . .
Lo llena así durante lo que deben ser días, manteniéndolo con el pecho abajo y caderas arriba hasta que Bruce se encuentra asumiendo la posición cada vez que vuelve a acecharlo. Él gruñe en su oído, embistiendo con un ritmo constante y fuerte, apretándolo contra sí, exhalando roncos y ásperos sonidos en el hueco de su garganta hasta que Bruce se apretaba con fuerza alrededor de su pene.
Una vez intento contar cuántas veces el alienígena lo había montado, pero cada vez que cree que lo ha logrado, se pone caliente y húmedo de nuevo, emitiendo chirridos de necesidad en el nido para llamar al alpha. Ha ido a buscarles comida, pero Bruce no quiere comer, quiere su polla en su coño y sus dientes en su garganta.
El alienígena se acerca a él una vez más tras escuchar sus quejidos, lamiéndolo en lugar de montarlo. Tiembla y gotea bajo sus atenciones durante casi una hora antes de llorar por su nudo. En el momento en que Bruce se queda dormido, es acurrucado a su lado y con el alpha manteniéndolo a salvo dentro de sus brazos mientras anuda profundamente su coño resbaladizo.
A pesar de todo, es un alpha muy gentil.
Muy paciente también.
Bruce gimió fuerte, sus ojos cerrados mientras hundía los dientes sobre la glándula odorífera en el cuello del alienígena, devolviendo el mordisco de apareamiento. Bien, se lo merecía... si van a ser compañeros, debe llevar también su marca. Emitió un sonido gutural cuando un orgasmo lo tomo con fuerza, estaba muy caliente, toda su ingle ardía y empapaba a su alpha con sus fluidos.
Los dos ronronearón suavemente mientras exploraban, muy instintivamente, el cuerpo del otro. Nunca le había dado mucha importancia a la idea de aparearse. Toda su vida se rigió en dedicarse a cuidar de Gotham. Él no necesitaba una conexión con ninguna otra persona o cosa, en especial un compañero. Pero ahora que había sucedido, Bruce simplemente tenía que lidiar con ello.
Notes:
Esto lo he terminado de pulir mientras esperaba a que llegara la luz.
Espero les guste...
Chapter 7: Día 132
Notes:
Advertencia(s) del capítulo: Este capítulo incluye nudos, contenido sexual explícito, consentimiento dudoso, elementos de violación/no violación, etc.
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Bruce gimió dulcemente y arqueó la espalda cuando una embestida en particular tocó el punto justo.
No debería estar disfrutando de esto.
Estaba siendo forzado...
El alienígena gruñó sobre él, empujando sus caderas en un ritmo lento y suave. Las piernas de Bruce se apretaron sobre la cintura de su pareja; sus músculos ardían, pero no podía evitar perseguir la sensación, a pesar de que su celo había terminado hacía dos días. Alpha olfateó su cabello mientras retumbaba complacido, lamiendo sus orejas y dejando un rastro delicado de mordiscos en su cuello.
A su omega le encantó...
Bruce jadeó bruscamente, temblando de placer ante el roce de los labios sobre la marca en su glándula odorífera. Era una cicatriz áspera y en proceso de curación, sumamente sensible que los unía en un vínculo de apareamiento que se sentía difuso y distante. El instinto susurraba que era completamente normal, aunque también sentía un cosquilleo persistente en el fondo, una necesidad constante y apremiante de contacto, y en donde la cercanía entre ambos es el único remedio para aliviar esa tensión latente.
Para ti, algo en lo más profundo de él susurró mientras su alpha movía las caderas en empujes lentos y relajantes. Bruce apretó más sus piernas alrededor de su espalda. Sí, más. Más… El rubor coloreó las mejillas del omega, su garganta emitía un ronroneo de satisfacción mientras mantenía una mirada desenfocada sobre su pareja.
Era probable que su alpha también experimentara esa misma necesidad. Recordaba vagamente haber hojeado, en momentos de aburrimiento, algunos de esos viejos tomos de psicología de la Universidad de Yale, que destacaban cómo la fusión de aromas podía fortalecer el vínculo. Por lo tanto, el apareamiento fue alentado debido a que desencadenaba una serie de reacciones químicas que activaban el sistema límbico, asegurando que ambos reconocieran profundamente la esencia del otro.
Los pensamientos de Bruce se vieron bruscamente interrumpidos cuando el alienígena lo besó, con saliva caliente y espesa en medio de un gruñido profundo, exigiendo su atención. Cada vez que cruzaban miradas, el omega se estremecía debajo de esos ojos añiles, tan sobrenaturales y hermosos, brillando de lujuria. Alpha emitió un suave rugido, embistiendo con mayor fuerza mientras su aroma se intensificaba con un matiz posesivo; por mucho que pudiera ser un hombre gentil, también sabía exactamente cuándo ponerse rudo.
Era obsceno. La piel estaba roja, los labios vaginales tensos alrededor del enorme miembro que pasaba entre ellos. El clítoris de Bruce sobresalía de su capuchón, estimulado bajo el suave y delicioso arrastre sobre la piel del abdomen de su pareja en cada movimiento. El pene de su alpha era de un color oscuro, rojo, con algo de blanco translúcido semi-luminiscente y espumoso, cubriéndolo ligeramente.
Alpha emitió un suave gruñido como solía hacer cuando estaba complacido, mientras olfateaba la línea de la mandíbula de Bruce y frotaba sus glándulas odoríferas marcadas. El aroma era cálido y espeso, con una agudeza posesiva al final de esa agradable esencia terrosa. De repente, sintió su eyaculación en su interior y Bruce se quedó quieto, suspirando plácidamente, entregado a la mezcla de placer intenso y el cosquilleo de dolor en sus partes inferiores mientras el alpha se liberaba en su interior. Lo mantuvo firmemente sujeto; su nudo no se formó, aunque eso era algo habitual. Últimamente, no lo anudaba con tanta frecuencia, especialmente cuando debía irse a quién sabe dónde. Por lo general, solo lo anudaba al regresar, cuando subía al nido y Bruce estaba a punto de quedarse dormido.
Bruce exhaló, agotado y adolorido tras cada apareamiento. Los breves momentos de descanso solo llegaban cuando el alienígena se iba, obedeciendo órdenes del androide. El idioma en el que hablaban era incomprensible para él, pero, con suerte, se había emparejado con alguien que aparentaba inteligencia. Su nariz sensible captaba el rastro de semen, sudor y grasa que lo envolvía; se sentía sucio y pegajoso, pero apenas tenía fuerzas para salir del nido y limpiarse en el baño. El androide tampoco lo presionó, así que no sentía la necesidad de moverse.
Un leve gemido escapó de sus labios al mover la mano y deslizar los dedos por el cabello del hombre. El alpha descendió hasta su pecho, lamiendo el pezón y succionando la areola hasta endurecerla. Rozó la carne sensible suavemente con los dientes, luego mordisqueó y tiró de él, desatando en Bruce una oleada de placer mientras su cuerpo respondía con un flujo húmedo. Su alpha continuó, tirando y retorciendo el otro pezón, estimulándolo la piel sensible mientras lo observaba con ojos acalorados. La tensión en su vientre se desató en un espasmo, latiendo y desbordando sobre ambos.
Alpha rugió, un sonido resonante que transmitía alegría y satisfacción. Lo besó por última vez, suave y gentil, antes de retirarse y dejarlo solo por el resto del día. Bruce se acurrucó entre las sábanas del nido, la calidez residual y el agradable aroma lo adormecieron. Los párpados se cerraron, y antes de que pudiera siquiera pensarlo, el sueño lo envolvió, llevándolo a un descanso profundo.
El tiempo seguía siendo una constante incógnita en este lugar.
Las luces estaban atenuadas cuando un movimiento suave lo despertó. Bruce entreabrió los ojos, parpadeando con pereza, solo para encontrarse con la imponente figura del alienígena inclinada sobre él. Ese aroma terroso y embriagador lo envolvió con ternura, aunque un matiz amargo y metálico se le entrelazaba muy débilmente. Le resultó extraño, pero el deslizamiento de una mano firme sobre su cadera lo distrajo. Los ojos añiles brillaron intensamente en la oscuridad, deseosos. Por mero instinto, Bruce besó esos labios suavemente y rasgó el cuello de su pareja con los dientes en un mordisco amoroso, sin llegar a romper la piel. El alpha rugió encantado, su respiración rítmica y controlada, irradiando un calor que traspasaba las finas sábanas del nido.
Bruce ronroneó, aún desorientado, hasta que sintió la suavidad de una mano que lo ayudaba a incorporarse, con una firmeza cuidadosa. Le ofreció un cuenco con agua, acercándolo a sus labios. Bebió con avidez; el agua le calmó la garganta y despejó un poco la pesadez de su mente. Luego, siguió un plato sencillo con una porción pequeña de comida (su apetito aún disminuido a causa de su celo). Bruce tomó un bocado, sintiendo cómo la calidez de la comida calmaba la tensión en su estómago. El sabor era algo fuerte y robusto; similar a la carne. El alpha se mantenía a su lado en una vigilancia tranquila, esperando pacientemente a que terminara.
Apenas terminó el último bocado, le entregó el plato a su pareja y se recostó nuevamente, sintiendo aún el peso del agotamiento. El alpha se acurrucó alrededor de Bruce, con las piernas entrelazadas y los brazos sobre su cintura.
El omega tarareó, presionándose contra su cálido alpha. La habitación estaba helada; ¿cómo podría no abrazarse a menudo? Alpha le acarició la sien con su nariz, resopló complacido mientras olía las feromonas de unión. Sus labios descendieron por el cuello de Bruce, dejando besos húmedos y cálidos que enviaban pequeños escalofríos por su columna. Bruce cerró los ojos. —No más... —susurró, consciente de que la súplica probablemente sería inútil mientras los dedos firmes recorrían la piel con sensualidad, siguiendo las líneas familiares de sus cicatrices y masajeando suavemente los músculos tensos.
El alpha se inclinó y mordisqueó la piel con ternura antes de lamer, lentamente, bajo hasta los hombros. Esa esencia metálica amarga en su aroma fluctúo a un matiz picante y lleno de necesidad, envolviéndolo en una mezcla embriagadora que hacía que su corazón latiera con fuerza. Los movimientos cuidadosos se intensificaron gradualmente, y el contacto comenzó a adquirir un ánimo mucho más sugerente.
Alpha ronroneó en su oído, pasando el hocico por su cabello. Una mano fuerte y decidida se posó en su cadera, atrayéndolo hacia su pecho, dejando claro su deseo de más. Cada roce, cada presión, lo acercaba más a un punto que temía pero no podía evitar buscar.
—Mierda. —Logra decir Bruce, antes de moverse e inclinar las caderas hacia arriba, admitiendo la derrota con un gemido suave y necesitado. Al final, sudaba boca abajo y con la espalda arqueada, ofreciendo una imagen muy elocuente. Había odiado la posición todo el tiempo, gruñendo su desagrado y luchando por el control de su cuerpo mientras rogaba por la atención de su pareja.
Alpha canturreó, todo consuelo mientras empujaba de forma lenta y superficial, resbaladizo por la acumulación de fluidos. Una vez que alcanzaron el apogeo de su apareamiento, se acomodaron en el nido. Bruce gorjeo y el alpha retumbó en respuesta mientras permanecían anudados, envueltos en una calma somnolienta que los llevó a deslizarse juntos hacia el sueño.
A la mañana siguiente, Bruce despertó con las evidencias de la noche anterior marcadas en su piel. El alienígena lo había anudado varias veces, dejando un rastro de mordiscos más numerosos de lo normal. Las huellas de manos en sus caderas y muslos eran reveladoras, así como su cuello y hombros se habían convertido en un lienzo de tonos rojos, amarillos y violetas. Había sido duro, una sesión larga de la que Bruce solo retenía fragmentos, aunque cada segundo había sido una delicia; sus instintos lo habían disfrutado por completo.
Era inusual que el alpha no lo hubiera apareado está mañana, como solía hacer, pero él estaba más que satisfecho. Su omega cantaba de alegría por tener una pareja tan formidable. Bruce bostezó mientras se levantaba de la comodidad del nido. Cada movimiento era agotador debido a la sensibilidad de sus músculos adoloridos, lo que le hacía recordar cada momento de los últimos días. Un leve rubor avergonzado coloreó sus mejillas ante la sensación de semen goteando entre sus piernas, con un suspiro y una mueca malhumorada, se obligó a salir de la cama.
No se detuvo frente al espejo, ya tenía bastante claro que estaba cubierto de marcas y moretones, los sentía a cada paso tambaleante que dio hasta llegar al baño. Una vez que recuperó el aliento, abrió la llave y dejó que el agua templada se llevara consigo la suciedad, el sudor y la evidencia de las intensas sesiones de apareamiento.
La sensación fue un alivio bienvenido, despertando su piel adormecida y sacudiendo la somnolencia de su mente. Bruce cerró los ojos y presionó su frente contra la pared fría, dejando que el agua acariciara sus hombros y espalda, trazando líneas frescas que relajaban su cuerpo. Tomó una botella de cristal con un líquido incoloro en su interior, carente de olor pero con textura aceitosa, similar al jabón. Lentamente, pasó sus manos por sus piernas, torso, hombros y cuello, frotando con esmero. Aunque se detuvo por un momento en sus glándulas odoríferas, sintiendo escalofríos por la piel marcada por dientes, un recordatorio vivido de su situación: cautivo, apareado y ahora vinculado emocionalmente a una especie alienígena.
Genial, resopló Bruce. Terminó de enjugarse y, mientras se secaba con una toalla, podía sentir un anhelo persistente de regresar al nido en el fondo de su cabeza. Lo ignoró por ahora, caminando hacia el armario para tomar otro uniforme y vestirse, al menos ahora tenía una apariencia más compuesta.
El androide debe estar observando, concluyó Bruce al ver una jarra de agua y un plato de comida en la mesa. El olor era simple, pero su estómago gruñó, reclamando alimento después de días de desgaste. Tomó el primer bocado, y aunque la comida seguía insípida y pastosa, no le importó. Los pensamientos de Bruce se desplazaron mientras avanzaba en la comida, arrugando el ceño.
Bruce observó con templanza un punto fijo en la mesa, sus pensamientos dispersos. Estaba cautivo en una nave alienígena, rodeado de seres cuyo lenguaje apenas entendía. Fue forzado a entrar en celo y aparearse con uno de ellos, formando un vínculo permanente. El vínculo era nuevo, extraño y no sabía cómo hacerlo funcionar. Eso también lo complicaba todo. Desconocía las razones detrás de todo esto, y la barrera del lenguaje imposibilitaba obtener información esencial, por lo que una de sus prioridades era lograr una comunicación efectiva, especialmente con el alienígena que era su...
Compañero.
Pareja.
Su alpha...
Por Dios, estaba apareado. Bruce limpió los restos de comida de sus labios con el dorso de la mano y miró la puerta de la habitación. Maldición, si Alfred pudiera verlo ahora y en circunstancias menos caóticas y adversas, nunca dejaría de oírlo; el viejo beta estaría reposando de alegría y diversión al ver que finalmente consiguió una pareja para establecerse. Necesitaba un plan, y pronto, pero hacerlo requería información. Sus pensamientos eran un torbellino de posibilidades, evaluando todas las opciones posibles sobre experimentar la naturaleza del vínculo con el alpha. Aunque a sus instintos les repugnaba la idea, la parte omega de su ser encontraba una extraña seguridad y confianza en el vínculo. Susurrando mío, mío, mío de manera muy posesiva, Bruce arrugo el ceño con desconfianza al pensar las múltiples implicaciones de lo que eso significaba. Necesitaba encontrar una manera de recuperar el control y su libertad.
Un susurro mecánico perturbó el silencio de la habitación. La mirada plateada de Bruce se giró hacia la entrada y su instinto reaccionó al instante, siseando peligro, peligro, peligro ante la presencia del androide. Inmediatamente se puso de pie en una postura defensiva: sin embargo, unos brazos metálicos se desplegaron velozmente y lo inmovilizaron, sujetándolo contra el respaldo de la silla.
Bruce gruñó furioso, mostrando los dientes y con una mirada salvaje mientras forcejeaba contra las ataduras, a pesar del cansancio que recorría su cuerpo. —¡Suéltame! —siseó, pero sus movimientos fueron en vano. El metal frío sujetaba sus extremidades con firmeza.
El androide se inclinó sobre él y, tras un breve destello en sus sensores ópticos, que parecían analizar cada detalle de su apariencia, un aguja fina emergió de uno de sus brazos y perforó el pliegue de su antebrazo, extrayendo tres viales de sangre. Bruce gruño profundamente, tensando la mandíbula por la impotencia de no poder hacer nada. Una vez finalizado el procedimiento, otro brazo se acercó a su rostro y lo inmovilizó.
—¿Qué…? —Bruce tartamudeó, siseando bajamente cuando el androide acercó unos pequeños y metálicos dispositivos detrás de sus orejas.
La extraña tecnología, de brillo azul iridiscente, se fijó en la piel de su oreja, integrándose fluidamente con el tejido en un suave chirrido metálico. Un calor se propagó por su oído interno, muy incómodo, seguido de un hormigueo que se extendió hasta su cabeza. En segundos, un pitido agudo lo aturdió, lo que se convirtió en un eco extraño y fluctuante hasta silenciarse.
—Implante activado. —El androide se apartó, su mirada evaluativa antes de girarse y salir de la habitación, dejándolo solo. Los brazos metálicos que lo sujetaban se aflojaron y retiraron lentamente.
Bruce jadeó, parpadeando erráticamente y totalmente mareado, con una sensación de náuseas en el fondo del estómago, confundido mientras el mundo a su alrededor parecía retomar el ritmo. Cerró los ojos y respiró hondo, intentando calmar el caos de emociones y sensaciones que lo atravesaban. Cautelosamente, tocó el implante con los dedos, sintiendo la superficie metálica fría al tacto. La incertidumbre se asentó en su mente mientras miraba la entrada, cada vez odiando más a ese androide.
Bruce resopló mientras se ponía de pie, su cabeza aún dando vueltas sobre lo que había sucedido, sobre lo que no entendía y la incomodidad que todo esto le causaba. El vínculo estaba tenso, ahogado por la ansiedad de ambos. El sonido de unos pasos firmes y ligeros lo puso alerta. Su omega chirrío aliviado al percibir el rastro terroso de su alpha, empañado por la agresión. La compuerta se abrió, y la figura del alpha apareció: grande, dominante, con la ropa hecha jirones y salpicaduras de sangre. El rostro tenso, con ángulos afilados y ojos brillando en carmesí intenso, advirtiendo peligro.
Bruce sintió cómo sus instintos respondían de inmediato. Una oleada de seguro, seguro, seguro inundó su mente, con el impulso de acercarse y colocar su rostro bajo su barbilla a pesar de la imagen aterradora que tenía frente a él. Retrocedió, mostrando los dientes sin poder evitarlo. —No te acerques —gruñó, con la voz rasposa y baja.
El alpha se detuvo a unos pasos de Bruce, ignorándolo, mientras sus ojos recorrían la habitación, asegurándose de que no hubiera amenazas en la guarida. La agudeza de la agresión se relajo en suave calma. La ansiedad que Bruce sentía se disolvió al instante tras oler ese aroma, pero las dudas no hicieron más que crecer. ¿Dónde estaba? ¿Era él quien estaba al mando? ¿Por qué su uniforme estaba destrozado? Esa sangre no parecía ser suya. ¿Con quién o qué estaba peleando? Bruce resopló, disgustado por la forma en que los aromas y feromonas lo afectaban.
Una vez que estuvo satisfecho de que todo estaba en orden, los ojos del alpha se atenuaron y comenzó a acercarse al omega.
Bruce arrugó el ceño, siseando en advertencia mientras daba un paso atrás, luchando por evitar el contacto. Alpha titubeó por un momento, sus ojos añiles llenos de confusión mientras emitía un suave gorjeo de preocupación, su postura se suavizó; un intento de mostrar que no estaba allí para pelear. La sensación de necesidad seguía presente en el omega, pero la desconfianza natural del Murciélago lo mantenía firme.
El sonido de sus respiraciones, lentas y acompasadas, era lo único que llenaba el espacio. —Drel kotor? ¿Qué sucede? —La voz del alpha rasgó el silencio, suave y baja.
La mirada plateada de Bruce se entrecerró, su olor amargado por la frustración y el enojo.
El alpha gorjeo de nuevo, con la mirada fija en Bruce. —Na tor'ka. No te haré daño.—Su voz era suave, pero firme. No había enojo en ella. Hizo una pausa, respirando hondo (probablemente igual de frustrado y ansioso que él). —Etta zod en dorma?¿Por qué no estás en la cama? —
El dulce aroma de manada alpha lo envolvía como una sombra, un deseo que brillaba en la oscuridad, esperando ser reclamado. Bruce cerró los ojos, exhalando con cierto pesimismo; sus ojos plateados brillaban con incertidumbre. —No te entiendo. —
No pudo evitar la sensación de ser una pieza atrapada en un ciclo interminable de caos, confusión y rarezas, un torbellino en el que nada parecía bajo su control y todo escapaba de su comprensión.
Notes:
¿Que pasaría si juntamos a un "murciélago con problemas de comunicación" + un "alienígena con dificultades de idioma"?
Exacto, es igual a un mar de malentendidos, gestos confusos y silencios incómodos, todo envuelto en un torbellino de frustración, enojo, tristeza y momentos inesperadamente cómicos mientras ambos intentan descifrar lo que el otro quiere decir.
Lo que iremos descubriendo poco a poco, ¡no sé lo pierdan!
Ahora, por otro lado, alejándonos de este enigmático universo. Hace poco vi la película de Batman&Superman: La batalla de los súper-hijos. Esa interacción... ¿no les parece que tiene vibras de un Superbat que tuvo gemelos, pero por ciertas circunstancias, se separaron (divorciados) y decidieron que cada uno se quedara con un gemelo? ¿Soy la única? Y si, la temática es muy similar a la película de "Juego de Gemelas" o "The Parent Trap" en inglés.
Díganme que opinan ustedes en comentarios.
Probablemente, como estoy muy motivada, una vez que finalice este proyecto escriba sobre esa película. La idea ronda por mi cabeza con fuerza y no la pienso dejar ir por los momentos...
Chapter 8: 7200 hrs
Notes:
¡Feliz año 2025! Espero hayan disfrutado mucho los días de fiestas.
Después de un largo tiempo (¿o no tan largo?), finalmente puedo darles esta continuación. Espero la disfruten.
¡Nos vemos más abajo!
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Día 133
Hora: 0815 hrs
Ubicación: Mundo Bélico.
Bruce estaba de pie cerca del nido, con los brazos cruzados sobre el pecho y una mirada acentuada y curiosa dirigida al alienígena. La atmósfera estaba impregnada de suaves feromonas alpha de manada, seguidas de un aroma terroso y almizclado que, por más que lo deseara, no podía ignorar.
El omega en su interior estaba encantado, y eso en sí era un milagro, muy pocos aromas alphanos le parecían atractivos: seguramente como efecto adverso del consumo prolongado de supresores. El pensamiento de la voz critica y modesta de Alfred era un eco inquietante en su propia mente.
Es tan similar... pensó Bruce mientras observaba al hombre con cierta impresión incrédula, asombrado por lo parecido que era el alienígena al ser humano. Lo único que resaltaba en él eran algunas características de su apariencia física poco perceptibles a primera vista: su altura recia, músculos grandes y firme bajo una piel ligeramente bronceada, junto a esos ojos añiles sobrenaturales que irradian la luz de una estrella azul. De estar en la tierra, lo confundiría fácilmente con un hombre de campo.
También había algo primitivo en él, muy diferente a los alphas de la tierra: una tensión dominante en su postura, colmillos más grandes, vocalizaciones de tenor bajo y olores profundos. Aunque, a pesar de su imponente figura, Bruce no podía negar que, el alienígena parecía tan desorientado como él.
El alpha avanzó un paso, su mirada reflejando una mezcla de curiosidad, anhelo y cautela durante su acercamiento, alentado al no ver una reacción negativa.
La cercanía puso tenso a Bruce, un cosquilleo incómodo recorrió su cuello y su olor se agudizó en una nerviosa aprehensión. Un canturreo tranquilizador tembló en la garganta del alienígena, su nariz arrugada ligeramente tras oler las amargas feromonas.
Por alguna razón, Bruce le permitió acercarse. La calidez del gorgoteo en su pecho bajo el toque suave de la mano del alpha sobre su piel. El nuevo vínculo entre ellos brilla en seguridad, calma y ternura. Esos dedos robustos acarician sus pómulos, la linea de mandíbulas y detrás de sus orejas en un sutil perfumado. Cuando el alienígena deslizó sus movimientos hacia abajo, apretando sus caderas y en como su aroma se espeso en un anhelo interesado fue el momento de poner los límites.
Bruce le gruño, empujando suavemente el pecho del alpha hacia atrás. —No. —Su voz fue firme.
El rostro del alienígena se tensó en desconcierto, sin mostrar enfado, solo una confusión evidente por el rechazo.
Intento de nuevo el gesto para guiarlos hacia el nido.
El gruñido fue más profundo está vez, mostrando los dientes. —No. —Bruce repitió con énfasis y profundidad, sabe que sí entran en el nido será imposible tener alguna clase de comunicación.
El labio del alpha se curvó en una mueca, desconcertado y frustrado, emitiendo un suave gemido mientras inclinaba ligeramente el cuello ante el agudo olor de omega irritado, sus ojos brillando con una especie de ansia contenida. Bien, bien... Bruce dejó escapar una breve exhalación, sintiendo que la tensión disminuía ligeramente, aunque el contacto lo dejaba incómodo y con un deseo acumulado en las caderas. El vínculo palpitaba en luz, profundo y agitado; pero mas allá de los olores y los breves destellos psíquicos del vínculo, debe haber otra manera de comunicación.
Lo primero en lo que pensó fue en los nombres; no podía seguir llamando a su pareja (era mejor aceptar los hechos) "alpha" o "alienígena" para siempre. Debe tener un nombre, ¿cierto?
Podrían comenzar con eso.
—Espero que ésto funcione. —Dijo él con voz suave, relajando su olor y colocando su propia mano sobre su pecho. —Bruce. —
El alpha parpadeó, mirándolo con esos ojos profundos e inteligentes. Bruce observo cómo los labios del alienígena temblaron, un poco inseguro, repitiendo el sonido que acaba de escuchar. —Mmgrrr... Brrr... ceee —
Al menos lo está intentando, pensó Bruce con cierto humor por el esfuerzo. —Bruce. —Hizo una pausa, marcando cada sílaba con claridad. —Bruu-cee. —
El alpha inclinó la cabeza ligeramente, arrugando el ceño en una expresión de concentración. Repitió, aunque su pronunciación era torpe y similar a un siseó. —Bruuss... —
Cerca, solo un poco más. Bruce pronunció una última vez, su olor se tornó exigente y dulce. —Bruce. —
El alpha lo miró con seriedad, repitiendo el nombre de nuevo, esta vez más cerca de lo correcto. —Bruce. —
Una pequeña sonrisa cruzó el rostro de Bruce. —Muy bien, grandullón. —Un trino vibró en su garganta en aprobación, y con cierta felicidad en su aroma, puso su palma en el pecho de su pareja ahora, expectante.
El alienígena se animó y retumbó en respuesta, sus ojos azules se suavizaron con un brillo sobrenatural. —Neme Kal-El.Me llamó Kal-El.—
Bruce le arqueó una ceja.
El alpha ladeó la cabeza y sonrió con cierta alegría indulgente. —Kal-El. —Reafirmó, más sencillo.
—Kal-El. —A diferencia de él, su pronunciación fue más simple. Kal-El. La estructura es... singular, por así decirlo. Bruce le sonrió, eligiendo. —Esta bien. Hola, Kal. —
El alpha asintió con un retumbar complacido, su mirada se entrecerró y su aroma ondeó en orgullo complacido. Fue un intercambio, simple, pero ofreció una sensación de satisfacción en ambos.
Kal lo miró fijamente antes de hacer un suave gruñido gutural, parecía… ansioso, como si intentara desesperadamente transmitir algo importante, pero la barrera del idioma era un muro que ambos debían aprender a superar lentamente.
El cuerpo de Bruce se tenso cuando Kal se inclinó más hacia él, su rostro tan cerca de su cuello que podía sentir el calor que emanaba del alienígena. Retrocedió apenas, levantando una mano. —Espera, amigo. Un poco de espacio personal, ¿vale? —
El alpha no parecía entender completamente el concepto de espacio personal, o tal vez no lo compartía en la misma forma.
Kal sonrió, la diversión ondeando como una bandera en su olor. —Zor elto dei etta ai.Estoy feliz de que estés aquí. —Dijo con firmeza. La energía contenida en él era inquietante, y al mismo tiempo, irresistiblemente cautivadora.
Bruce exhaló con pesar, dependiendo de una esperanza con algo de duda. —De acuerdo, Kal. Vamos a resolver esto. —
Día 134
Hora: 1440 hrs
Ubicación: Mundo Bélico.
El día pasó, y había algo singularmente cautivador en el omega que ahora compartía su espacio. Era un ser intrigante. Era tan similar a su gente. ¿Cómo era...? ¿Homo... sa... sa... piens? ¿Humano? Kal-El recordó con ambigüedad la información que le facilito Kelex a través de los cristales de almacenamiento; más tarde revisará.
La emoción de conocer a alguien lo abrumó y, no pudo evitar entrar con revuelo a la habitación, cautivado prontamente por el embriagador aroma a humedad; suave, cálido y lujosamente dulce como el caramelo con notas picante al final.
El alpha en su interior quedó encantado inmediatamente, controlando la situación y satisfaciendo la necesidad de su compañero en celo.
Una vez acabado su apareamiento, el segundo encuentro fue... un poco impactante; su compañero era un omega hermoso, de carácter fuerte y movimientos cautelosos. Le recordó a esos seres de cuerpo ágil, pelaje negro, hocico largo lleno de colmillos y ojos verdes, extremadamente violentos cuando eran acorralados.
Era la primera vez que veía a un omega desde la caída de Krypton.
Resultaba fascinante cómo, a pesar de no pertenecer a la misma especie, comparten ese aspecto tan distintivo en su fisionomía, como si la naturaleza hubiera tejido un delicado paralelismo entre ambos mundos.... aunque ciertamente Kelex, le recordó que, por muchas semejanzas físicas hubiera entre humanos y kryptonianos, la diferenciación genética hacia imposible cualquier posibilidad de descendencia híbrida.
Esa verdad, irrefutable, pesaba más de lo que estaba dispuesto a admitir. Leer los ensayos de la computadora tampoco fue lo mejor...
Tener una familia. Esa idea parecía siempre un sueño distante, casi prohibido, por más que lo anhelara.
Tal vez, si realmente lo deseaba, podría encontrar una solución explorando los vastos conocimientos de la computadora de su nave, pero dadas las circunstancias, aquello no era una prioridad. Además, lo que Mongul había hecho con su vida —el control implacable, la violencia y la muerte— era una carga que había aprendido a soportar en silencio. Pero permitir que su influencia se extendiera a través de su descendencia era una línea que no estaba dispuesta a cruzar. No podía, no debía, condenar a una vida inocente a nacer bajo tales condiciones.
Era mejor enterrar ese deseo junto con los ecos perdidos de Krypton, dejando que el anhelo de un futuro más puro quedara suspendido, al menos por ahora.
Omega... hmmgrr... Bruu... cee... ¡Bruce! Tenia que acostumbrarse a su nombre, aunque le cueste pronunciarlo con fluidez. Debe revisar más los cristales de almacenamiento que Kelex creo con la información sobre ese planeta, allí puede que encuentre más información sobre el lenguaje nativo que su compañero utiliza; quizás también le exija a Kelex que le enseñe.
Lo que sería de gran ayuda. Por qué las miradas desafiantes de esos ojos plateados, gélidos e intensos lo sorprendían y, al mismo tiempo, encendían una frustración instintiva que apenas podía contener. Kal-El sabía lo que significaba ser un omega y entendía la esencia primal de su género, pero su compañero era una contradicción viviente. No seguía las reglas que parecían grabadas en su ADN, no encajaba en los patrones evolutivos que Kal-El conocía: con cada mirada, cada gesto, cada sonido. Era diferente. Una paradoja.
En esas miradas podía leer inteligencia afilada, rabia contenida y... tristeza. Una tristeza profunda que lo hacía cuestionarse una y otra vez: ¿acaso no era feliz aquí? Kelex le había asegurado que el omega había aceptado el apareamiento, pero nada en su comportamiento parecía confirmar eso. ¿Era una costumbre humana? ¿Una peculiaridad de los omegas humanos? ¿Los alphas encontraron atractivos esos gestos desafiantes? ¿Debía reaccionar? ¿Ignorarlo? ¿Cómo debe proceder? ¿Lo ofendió de alguna manera? Por Rao, en serio debe leer la información de esos cristales.
Luego estaban las cicatrices, esas líneas irregulares que atravesaban la pálida piel de su omega como una constelación de historias, cada una grabada en carne a través de la violencia. Kal-El no podía apartar la mirada durante su apareamiento; había algo profundamente intrigante en ellas. Kelex había sugerido en más de una ocasión utilizar la Cámara del Génesis para borrarlas, para restaurar la piel de su compañero a una perfección inmaculada. Pero Kal-El no pudo aceptar esa idea. El no veía las cicatrices como imperfecciones. Al contrario, poseían una belleza cruda, una fuerza que lo cautivaba profundamente y a su vez... no era su decisión de todos modos: aunque eso no significaba que no deseara encontrar a quién las habían causado y desgarrar su cuello.
La primera vez que intentó tocarlas, deseando volver a sentir la sensación ya que para él, esas marcas eran un misterio, algo imposible de imaginar en su propia piel. Omega lo había detenido de inmediato, el siseo agudo que escapó de sus labios fue claro: ese era un limite que no debía cruzar.
Kal-El aceptó la advertencia, pero no sin un dejo de frustración. Tal vez algún día... pensaba. Hasta entonces, solo podía esperar, observando con paciencia la compleja danza de emociones que era su compañero.
A pesar de todo, Kal-El empezó a amar a su omega. Había algo profundamente reconfortante en no estar solo, en tener a alguien con quien compartir sus días, aunque las palabras entre ellos fueran limitadas. La barrera del idioma era un obstáculo frustrante...
Kal-El sabía que, si iban a convivir, debían encontrar una forma de entenderse. Comenzaron desde lo más básico, construyendo un cruce a través de miradas, aromas, gestos y el vínculo. Paso a paso, estaban comenzando con palabras simples y, mientras Bruce se acomodaba en el nido, Kal-El decidió empezar la lección mientras señalaba un recipiente con agua que le ofreció.
—LuraAgua.—Dijo él con firmeza, su voz baja y resonante.
Bruce levantó la mirada, confuso al principio. Luego, siguió el gesto de Kal-El hasta el recipiente y pareció captar la intención.
—¿Luuu... ra? —repitió Bruce, aunque su acento humano le daba un matiz diferente a la palabra.
Kal-El asintió lentamente, como si confirmara lo que había entendido. Luego, señaló su boca y simuló beber, repitiendo la palabra. —Nir.Beber.—
Bruce lo observó con los ojos entrecerrados, claramente evaluando la lección. Finalmente, bebió un poco del recipiente y murmuró: —Niii... .. rrrr... —
Kal-El sonrió con un dejo de diversión ante el silencioso chirrido al final de la palabra, pero también muy contento al ver que Bruce empezaba a conectar los conceptos. Repitieron el proceso con varios objetos.
Kal-El tomó un trozo de comida y señaló. —Nur'aComida. —
—Nur'a. —Pronuncio su omega con algo más de confianza.
Kal-El no podía evitar notar lo detallista que era su omega. Cuando señalaba algo y pronunciaba la palabra, Bruce la repetía con precisión, pero también buscaba una manera de integrar el significado en su propia forma de entender las cosas. Por ejemplo, cuando Kal-El señaló el lugar donde dormían y dijo: —Dorma.Cama.—
Bruce frunció el ceño y, tras un momento, lo llamó "cama", seguido de la palabra kryptoniana.
Kal-El pronto comprendió una de las reglas fundamentales sobre su omega: no toleraba que invadieran su espacio sin previo aviso. Cuando se acercaba demasiado, a veces el omega emitía un silbido bajo. Kal-El había intentado entender este límite, pero era algo que no le resultaba natural, pues para su especie la proximidad era instintiva; especialmente entre compañeros.
Esa noche, mientras señalaba diferentes partes de la habitación para enseñarle más palabras, omega lo detuvo al ver que Kal-El se inclinaba demasiado cerca.
—Muy cerca... —dijo Bruce en voz baja entre dientes y un aroma ligeramente tenso.
Kal-El retrocedió con un dejo de anhelo en su aroma, asimilando la palabra con el gesto. Lentamente estaba entendiendo más y más palabras del idioma que hablaba su compañero... (no gracias a la tutela de Kelex, robot inútil).
No era perfecto, pero fue un comienzo.
Al mismo tiempo, intentaba demostrar su cuidado de formas sutiles y constantes, concentrándose en mejorar su relación con el omega terrícola (su planeta era hermoso, lleno de agua, tierra y vegetación, a diferencia de la tierra seca, terrosa y de poca agua de Krypton). Está noche continuará leyendo.
Kelex le recordó con insistencia las responsabilidades que estaba dejando de lado, pero Kal-El apenas prestó atención. No era descuido, simplemente sabía que, como Campeón del Mundo Bélico, tenía algunos derecho —y el poder— de priorizar lo que realmente le importaba.
Unos días sin luchar en las arenas de combate no destruirán el Mundo Bélico.
Le traía agua fresca cuando notaba que Bruce se humedecía los labios, se mantenía alejado del nido (a menos que deseara enfrentarse a una omega salvaje muy territorial) e incluso le ofreció parte de su propia comida. Claro, al principio, el omega macho lo observaba con desconfianza, sus ojos plateados evaluando cada gesto, pero rápidamente entendió que no dejaría de insistir en esas pequeñas muestras de atención.
Bruce también aprendía rápido, aunque a veces sus pronunciaciones eran torpes cuando eran palabras complejas, pero Kal-El nunca se burlaba ni corregía con severidad. En cambio, repetía las palabras con más paciencia, su tono calmado y un aroma alentador. Notaba la frustración del omega cuando no lograba pronunciarlas con precisión, la tensión en su mandíbula y el ceño fruncido de concentración. Lejos de impacientarse, Kal-El encontraba una ternura inusual en esos momentos.
Incluso frente a la dificultad, su compañero no se rendía, y esa determinación inflexible solo aumentaba el cariño y la admiración que sentía por él.
Esa noche, por Rao, la llevará consigo siempre en su corazón.
Las luces se habían atenuado, marcando el inicio del ciclo nocturno. Kal-El se recostaba en el suelo, dejándose envolver por la penumbra, cuando un suave trino lo detuvo en seco. Parpadeó, incrédulo, preguntándose si su mente le estaba jugando una broma. Pero ahí estaba de nuevo, un trino dulce y breve, llamándolo.
Kal-El se incorporó lentamente, asomándose por el borde de la cama con un canturreo bajo, interrogante. Los ojos plateados de Bruce brillaron en la penumbra, sus pupilas dilatadas y su aroma cálido envolviéndolo como un susurro en la oscuridad. Un tercer trino escapó de su garganta, más claro, más directo. Kal-El no dudó esta vez. Subió al nido, acomodándose junto a su compañero, aunque con cierta reticencia; Bruce se aseguró de mantenerlo frente a él.
El alpha resopló suavemente, luchando contra el instinto que le exigía cubrir la espalda de su pareja. Pero, como decía un viejo refrán de Krypton: "no le veas la garra a un Zyrna regalado."
Kal-El dejó que sus dedos se acercaran al rostro de Bruce, con movimientos medidos y una ligera vacilación en su aroma. Cuando el ceño del omega se arrugó y su boca se torció en una mueca, Kal-El gimió bajo, modulando su olor para transmitir gentilmente y en una súplica casi tangible de te necesito, te extraño... déjame tocarte. No te lastimaré, te lo prometo.
Bruce resopló, el sonido seco y resignado, pero esta vez no lo detuvo. Los dedos de Kal-El rozaron el contorno de esos intensos ojos grises, deslizándose con delicadeza por la piel y acariciando con suavidad el pelo negro detrás de la oreja con una reverencia única.
— Tu ela lor.Eres hermosa. —murmuró Kal-El con cierta maravilla en su voz, el peso de sus emociones colándose en el vínculo, transformándose en una luz cálida, calmada y amorosa que los envolvía como un abrigo en medio del frío.
Bruce no respondió, pero el eco del vínculo le devolvió un murmullo de curiosidad y una brisa suave de alivio somnoliento mientras se dejaba llevar por un bostezo. Era casi imperceptible, pero Kal-El pudo percibir la leve corriente de anhelo que emanaba de su compañero. El suave ronroneo que escapó del omega al quedarse dormido, acurrucado entre las sábanas, hizo que el corazón de Kal-El latiera más fuerte, lleno de una calidez que solo su vínculo podía ofrecer.
Con cuidado, Kal-El deslizó su mano más abajo, sobre la cadera de su pareja, esperó alguna reacción. Pero Bruce no se apartó, y en ese pequeño gesto de confianza, Kal-El entendió que, por esa noche al menos, dormirían juntos.
Dia 135
Hora: 2225 hrs
Ubicación: Mundo Bélico.
Kelex flotaba en su posición habitual, suspendido en el centro de control de la habitación, mientras sus sensores se enfocaban en las cámaras de vigilancia. Observaba en silencio, intrigado por la evolución constante entre Kal-El y su compañero.
El humano era, sin lugar a dudas, una criatura fascinante. A pesar de las barreras iniciales en la comunicación con Kal-El, había demostrado una capacidad asombrosa para adaptarse. Su enfoque era metódico y veloz, casi instintivo, como si su mente estuviera diseñada para desentrañar patrones complejos. Con una habilidad que solo podía atribuirse a años de disciplina previa, absorbía y reproducía palabras con una precisión sorprendente.
Aprender un idioma prácticamente extinto habría sido una tarea titánica para la mayoría, pero él lo asumió con una determinación inquebrantable, movido por un único propósito: entender, conectar, y construir un puente entre su realidad y la de Kal-El.
Por su parte, Kal-El había sorprendido al androide con un cambio radical en su comportamiento. El guerrero que anteriormente se movía con una ira contenida y una fuerza bruta moldeada por años de violencia en la arenas de combate, ahora ajustaba sus instintos con una precisión inesperada. Parecía que un compañero omega era suficiente para estabilizar incluso al alpha más indómito. Apenas estableció el vínculo de apareamiento, los instintos de manada se manifestaron con una fuerza renovada, desplazando el caos que antes definía sus acciones.
La dedicación de Kal-El a su compañero no se limitaba a gestos superficiales; cada acción estaba impregnada de instintos profundamente enraizados. Donde antes existía un alpha feroz y colérico, ahora emergía un protector paciente y atento. Cada acción hacia el omega parecía cuidadosamente medida, un aprendizaje consciente que armonizaba su naturaleza. Esforzándose por ser aceptado... Los movimientos que antes destilaban pura dominancia primaria se habían suavizado, adquiriendo una delicadeza casi reverente. Incluso su posesividad matizada se había transformado en una ternura que habría sido inimaginable pocas semanas atrás.
Lo más interesante, sin embargo, era la interacción en sí. Entre ambos aprendían a ajustarse el uno al otro; el omega, con sus gestos calculados y su actitud desafiante, comenzaba a encontrar pequeños momentos en los que podía permitir el acercamiento, aunque de manera reticente, de Kal-El.
Es una dinámica singular, reflexionó Kelex, mientras analizaba las lecturas fisicoquímicas del último examen de sangre del omega. Los altos valores de neurotransmisores como la serotonina, dopamina y endorfinas reflejaban un buen fortalecimiento del vínculo.
El alpha respondía a los instintos del omega humano con una fluidez natural e intuitiva, revelando una asombrosa capacidad para adaptarse y evolucionar más allá de su propia naturaleza kryptoniana. Cada ajuste, cada respuesta, demostraba una habilidad innata para integrar lo mejor de ambos mundos, desafiando las expectativas y ampliando los límites de lo que se creía posible entre especies tan distintas.
Era solo cuestión de tiempo, consideró Kelex mientras archivaba los datos. La comunicación entre ambos no estaba prevista, y quizá Kelex había subestimado la inteligencia humana, o incluso la capacidad adaptativa de éste omega en particular; fuera como fuera, se dio cuenta de que necesitaba más información para poder avanzar.
En especial si desea cumplir su objetivo.
La puerta de la habitación se abrió con un suave sonido, dejando entrar a Kelex, cuya silueta metálica brilló bajo las luces ambientales.
El androide flotó con precisión hacia el centro de la estancia, su presencia apenas perturbando el aire tranquilo del lugar. Cerca del androide flotaba un módulo que cargaba una bandeja con los insumos necesarios para el procedimiento de hoy. Su visor se iluminó brevemente mientras realizaba un escaneo meticuloso de la estancia, buscando a los señores de la Casa de El.
El omega humano permanecía sentado en la cama, su cuerpo erguido y alerta tras percibir la presencia del androide. Al no encontrar a Kal-El a simple vista, Kelex activó su visor térmico para realizar un escaneo rápido del entorno.
El suave sonido del agua corriendo desde la ducha confirmó su ubicación al instante.
El androide se dirigió hacia el humano, su voz resonando con la típica mezcla de deferencia y precisión vacía. —Mi señor, necesito realizar una recolección de sangre. Por favor, permita que realice el procedimiento de salud. —
El humano se puso de pie con un movimiento rápido y decidido, sus ojos plateados brillaban con una intensidad peligrosa y su aroma se encendía e en agresividad. Adoptó una postura ofensiva, los músculos firmes y los dientes descubiertos en un gesto que destilaba advertencia mientras un gruñido gutural resonaba desde su pecho, dejando claro su descontento. Parecía evidente que aún no comprendía del todo el kryptonés avanzado. La presencia de Kelex, flotando con decisión, combinada con el vistazo a la bandeja llena de agujas y tubos de recolección, no hacía más que avivar su desconfianza.
Kelex extendió un brazo mecánico hacia el módulo que flotaba a su lado, extrayendo una jeringa y varios tubos de recolección sin inmutarse ante la tensión creciente. Luego avanzó hacia el omega con una precisión clínica. —Mi señor, requiero su cooperación... —
Instintivamente, el humano retrocedió. Un feroz gruñido salió de sus labios, y su aroma cambió drásticamente, inundando la habitación con una mezcla de enojo. El aire se volvió denso, y el vínculo se tornó pesado con la intensidad de sus emociones, lo que hizo que los instintos de Kal-El se encendieran al instante.
Kelex no se detuvo. —Procedimiento necesario. Por favor, no oponga resistencia. —expreso con cierta exasperación ilógica por la negativa del humano a cooperar.
El humano no dudó un instante mas. En un movimiento ágil y preciso, lanzó un golpe directo al brazo mecánico de Kelex, desviándolo con una fuerza que resonó en la habitación. El androide se adapto a la situación de alto riesgo y reaccionó con impecable eficiencia. Con un destello frío, desplegó dos brazos de contención, inmovilizando completamente al humano.
El omega se retorció con violencia, gruñidos profundos y silbidos feroces escapando de su garganta. Su aroma cambió drásticamente, volviéndose sofocante y cargado de emociones primarias: miedo, irá y estrés. Kal-El salió apresuradamente del baño, desnudo, impulsado por la tensión del vínculo.
—¿Qué...? ¡Kelex! ¿¡Qué demonios está pasando!? —rugió Kal-El, contrayendo la nariz ante el aroma denso que impregnaba la habitación. Gruñó mientras se acercaba rápidamente a su omega. Su preocupación era evidente. —¡Bájalo ahora mismo! —
El omega se agitaba violentamente, siseando con ferocidad mientras forcejeaba contra el metal que lo retenía.
Kelex giró su visor hacia Kal-El, deteniendo momentáneamente sus acciones. —Mi señor, es necesario mantener un registro actualizado del estado de salud, especialmente considerando su reciente apareamiento y el fortalecimiento del vínculo. —
Los ojos de Kal-El se encendieron con un rojo carmesí lleno de furia contenida. —Te di una orden, Kelex. ¡Déjalo ir ahora mismo! —
Ante la orden directa, el androide liberó al humano, retrocediendo apenas unos centímetros.
El omega cayó al suelo con un gruñido bajo, sus músculos aún tensos mientras se preparaba para atacar nuevamente. Kal-El reaccionó con rapidez, interponiéndose entre su compañero y el androide. En un movimiento suave pero firme, envolvió al omega en un abrazo protector, guiando su rostro hacia la curva de su cuello.
—Shhh, calma... respira conmigo. Todo está bien, mi dulce luna. —murmuró Kal-El con una voz baja, impregnada de ternura, mientras modulaba su propio aroma, suavizándolo hasta tornarlo cálido y tranquilizador: deferencia, calma, seguridad. Estás a salvó aquí conmigo. —Kelex no es una amenaza. Es un guardián, no necesitas temerle. —
El omega tembló en su abrazo, sus manos apretando los hombros de Kal-El mientras su aroma seguía cargado de tenso enojo. A pesar de las palabras suaves del alpha, el omega no lograba procesarlas; el instinto aún era más fuerte que cualquier razonamiento en ese momento. La presencia de Kelex parecía ser el detonante, aunque la razón escapaba incluso al hijo de Krypton.
—Kelex, sal de aquí —ordenó Kal-El, su tono bajo y lleno de autoridad tras percibir que el aroma de su omega seguía cargado de ira, estrés y aprehensión mientras gruñía cada vez con más intensidad.
El androide se detuvo, recalculando la situación, pero no retrocedió del todo. —Mi señor, el procedimiento es... —
—Kelex. —Kal-El lo interrumpió, su mirada endureciéndose mientras sujetaba firmemente a su omega alterado. — Esto no es negociable. Tendremos una conversación más tarde. Sal de aquí. ¡Ahora! —
—Como desee, mi señor —Kelex inclinó levemente su módulo en señal de respeto antes de retroceder y desaparecer tras la puerta automática, dejando la habitación en un tenso silencio.
Kal-El suspiró profundamente, volviendo toda su atención a su compañero. El omega respiraba entrecortadamente, su cuerpo rígido y su aroma saturado ahora en agotamiento. Lo sostuvo con ternura, sus manos acariciando suavemente el cabello, cuello y hombros del otro hombre.
—Lo siento, mi amor. Esto no volverá a suceder. —dijo Kal-El con suavidad mientras presionaba un beso cálido contra la frente de su compañero. Un estruendo bajo desde lo profundo de su pecho prometía seguridad.
Notes:
Un capítulo extenso y cautivador, que alterna hábilmente entre las perspectivas de estos tres personajes.
Entre los momentos clave, destaca la decisión de Bruce de aceptar su nueva realidad conyugal y trazar algunas estrategias que hagan funcional esta inusual relación. Por otro lado, tenemos la pureza casi desarmante de Kal-El, cuya apariencia imponente contrasta con su naturaleza gentil y, a menudo, inocente en cuestiones de convivencia. Sin embargo, esta dinámica cargada de tensión y descubrimiento mutuo es una bomba de tiempo... especialmente para cierto androide que observa desde las sombras y vidrio reforzado.
En los próximos capítulos, las interacciones prometen volverse aún más interesantes y significativas. ¡Nos vemos pronto!
Chapter 9: Día 136 + (1)
Summary:
Tras un momento íntimo, Kal-El se va, y Bruce en un ágil movimiento logra salir de su confinamiento.
Notes:
¡He vuelto! Lo sé, ¿que paso? ¿donde estabas? ¡Estoy bien! Es solo la vida de estudiante universitario que me tiene con una soga apretada al cuello. Muchas cosas, poco tiempo.
En fin, basta de mi lamentable vida...
Este capítulo llevaba bastante tiempo (casi) terminado y, finalmente, pude pulir esos detalles que me faltaban. ¡Espero lo disfruten!
Advertencia(s) del capítulo: Este capítulo incluye nudos, sexo vaginal, contenido sexual explícito, consentimiento dudoso, elementos de violación/no violación, etc.
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
[Día 136, 0645 hrs]
La mirada de Bruce era intensa, con el ceño arrugado y fijo en el desayuno servido en la mesa metálica. La papilla habitual había sido reemplazada por una presentación más sofisticada. En su lugar había una bandeja minimalista con un platillo de apariencia alienígena. Unas esferas translúcidas, entre turquesa y magenta, brillaban tenuemente como si emitieran luz propia. Flotaban levemente sobre un lecho de hojas ultradelgadas de color ámbar, que crujían con un leve sonido al tacto.
Era algo visualmente agradable, pero él apenas estaba interesado.
El incidente con el androide todavía rondaba su cabeza como un mal presagió, irritándolo profundamente. Por Dios, la palabra territorial apenas empezaba a cubrirlo. Bruce tensó la mandíbula, la frustración burbujeando bajo la superficie de su aroma. Nunca, en toda su vida, había reaccionado de esa manera, no por él mismo, y ciertamente no por nadie más. Los instintos eran, en palabras técnicas, un obstáculo para la misión. Esa fue la razón por la que, en primer lugar, empezó a usar supresores desde muy joven. Más control, menos caos; era lo lógico, lo necesario para El Murciélago.
Por años fue eficiente, práctico, y funcional.
Hasta ahora...
Desde que llegó a este lugar, con su aire extraño y aislado, todo empezó a desbordarse. El apareamiento y el vínculo con el alienígena son la piedra angular de todos estos instintos a flor de piel. 20 años de supresión, pensó Bruce con amargura, y ahora estoy pagando el precio.
Levanto la vista al percibir el acercamiento de Kal-El, llevaba nuevamente ese traje negro ajustado que resaltaba su figura; un mensaje implícito de que iba a salir.
El alpha inclinó la cabeza, su rostro irradiaba una serenidad desconcertante pero, esos ojos añiles son agudos. Pudiendo ver su estado de animo desde lejos.
Kal-El retumbó profundamente y, sin decir nada, acerco su muñeca a la glándula odorífera marcada en su cuello. El contacto fue ligero, casi reverente. Bruce tensó la mandíbula al principio, resistiéndose por puro hábito, pero el efecto de ser perfumado fue inmediato. El aroma lo envolvió —terroso, cálido y almizclado— en calma y afecto que lo hizo cerrar los ojos por un momento, dejando escapar un suspiro involuntario. La irritación, frustración y ese dejo de ira que carcomía su aroma se estabilizó en un matiz mucho más sereno.
El alpha murmuró algo en ese idioma extraño suyo, su tono bajo y apaciguador. Bruce abrió los ojos cuando el contacto del hombre se alejo, y con cierto enfoqué sombrío observó como se colocaba los brazaletes de acero en las muñecas.
Una vez satisfecho, Kal-El se inclinó una vez más, esta vez para presionar un suave beso en su frente. Fue un gesto inesperado para Bruce, y el vínculo brillo en una promesa íntima, y aunque su omega no dijo nada, el brillo en sus mejillas reveló su vergüenza.
La mirada de Kal-El llevaba una combinación de afecto, serenidad y algo que él interpretó como genuina preocupación, antes de que el alienígena se girara y caminara hacia las compuertas metálicas. El mecanismo interno se activó, haciendo que las puertas se deslizaran en un movimiento silencioso.
Bruce arrugó aún más el ceño, su malhumor regresó en cuanto él alpha se fue. Exhaló con fuerza, irritado por cómo la presencia de un alpha parecía poner orden a sus emociones. Con un movimiento brusco, tomó la bebida azul de la mesa, espumosa y espesa, que desprendía un aroma ligero. El sabor era inusual, una mezcla compleja que no le desagradaba, fue suficiente para alivianar sus emociones mientras desarrollaba las bases de un plan.
[Hora: 1855 hrs]
El penetrante olor metálico de la sangre lo sacó bruscamente de la tranquilidad del sueño. Bruce abrió los ojos con un siseo furioso y, sin titubear, lanzó su brazo hacia la sombra de una figura cernida sobre su nido. Una mano fuerte y firme detuvo su puñetazo en el aire, acompañada por un retumbar profundo y familiar que lo instó a tranquilizarse. El vínculo entre ambos destelló con una mezcla de serenidad, afecto y un matiz de diversión.
Reconociendo la presencia de Kal-El, Bruce dejó escapar un gruñido bajo, más cansado que hostil y, lentamente se relajo hasta hundirse en la suavidad de las almohadas. Aún medio somnoliento, el omega bostezó, frotándose los ojos mientras intentaba concentrarse en el alpha.
Lo que vio lo dejó desconcertado.
Kal-El lucia como si hubiera estado en una contienda. El traje negro estaba sucio, cubierto de barro y polvo, con varias rasgaduras que dejaban al descubierto piel enrojecida. Una sustancia violácea cubría parte de brazos, opaca y con un olor metálico.
Bruce permaneció inmóvil, evaluándolo con el ceño arrugado. Kal-El no parecía gravemente herido, pero su estado era ciertamente... inquietante. La esquina de sus labios se curvó en una sonrisa gentil y sus ojos añiles se suavizaron en un brillo tenue, su aroma se onduló en afecto y alegría, encubriendo ese sutil rastro de sudor y agresión persistente.
Un saludó algo extraño, en su opinión.
Kal-El resopló, y con un ligero retumbar de pecho, se alejó del nido. A medida que avanzaba, comenzó a despojarse de los brazaletes metálicos y con movimientos fluidos se deshizo del traje rasgado, dejándolos caer al suelo antes de cruzar por el umbral del baño.
El murmullo del agua llenó la habitación, dejando al humano en un silencio ominoso.
La mirada de Bruce se entrecerró, fingiendo somnolencia y desinterés mientras se posaban sobre los brazaletes dejados en el suelo. Esos brazaletes no eran simplemente decorativos, no, por alguna razón Kal-El se aseguraba meticulosamente de no dejarlos aquí cuando se iba. El metal era liso, pálido y sin inscripciones visibles, recordándole a Bruce la tecnología de sus guantes tácticos. Una versión más refinada, ciertamente. Seguramente integraban un sistema de identificación y una interfaz para interactuar con la tecnología local.
La idea de usarlos como medio para crear una salida comenzó a tomar fuerza en sus pensamientos. El plan no era sencillo, especialmente al carecer de las herramientas adecuadas, pero Bruce solo necesita llegar a un centro de control para establecer comunicación con los Linternas Verdes. La Atalaya está fuera de su alcance por el momento, pero Oa... Oa se erige como su mejor opción.
Un ruido mecánico emergió de la mesa sin previo aviso, rompiendo la calma del ambiente. La tensión se apoderó de Bruce de inmediato, forzándolo a apartar sus pensamientos mientras observaba cómo los platos, vasos y cubiertos se recogían y descendían con un tintineo sutil y perfectamente ordenado. El desayuno permanecío intacto; Bruce apenas había probado lo que habían servido esa mañana, totalmente desinteresado en comer.
Kal-El, sin duda, lo había notado y habia pedido la cena.
Bruce se quedó inmóvil, con la mirada fija y meticulosa en cómo se servía la cena silenciosamente a través de un elevador oculto. El plato, sencillo pero intrigante, presentaba jugosas piezas de carne ámbar, acompañadas de finas rodajas de tubérculos (?) plateados bañados en una salsa azul iridiscente, complementados con un brebaje espumoso de burbujas verdes que desprendían un olor dulce.
Estaba de pie cuando la puerta del baño se deslizó en silencio, Kal-El emergió de una densa nube de vapor. Limpio, con una toalla cubriendo su cintura y el cabello húmedo y desordenado cayendo sobre su frente, el alienígena dirigió su mirada directamente hacia la mesa.
—Vamos, puedes comer. —Kal-El hizo un gesto hacia la comida, intentando convencerlo de comer mientras se dirigía al armario. —Zhor, ven'ak kemii. Thora enay, ar venay kavi; enthal vorin natli papil Kelex. Mii narak, keth.Vamos, puedes comer. Todo es natural y con un poco más de color, aunque entiendo por completo el desagrado a la papilla de Kelex. A mí tampoco me gusta. —
Las primeras palabras le resultaron fáciles de entender, pero el resto de la oración se desvanecía en un mar profundo e insondable. Kal-El suspiró, se volvió hacia Bruce, completamente vestido, y se acercó a la mesa.
El alpha tomó un cubierto similar a un tenedor y, con gestos medidos, recogió una porción de carne para ofrecérselo. Con escepticismo, Bruce aceptó el pequeño trozo y dejó que el alpha le diera de comer. El sabor lo sorprendió: jugoso, con una textura firme y un toque salado que, de manera lejana, recordaba al pescado. Los tubérculos (?), de consistencia similar a la papa, aportaban un sabor terroso que se fusionaba a la perfección con la vibrante salsa azul.
Los ojos añiles de Kal-El brillaron con un entusiasmo que contrastaba con la austeridad del entorno. A pesar de su apariencia desaliñada al llegar, Bruce notó con sorpresa que Kal-El no mostraba ni una sola herida.
Interesante.
[Día 137, 0710 hrs]
El desayuno transcurrió como siempre: silencioso, con miradas ocasionales y Kal-El devorando su comida con la eficiencia de un ser acostumbrado a la disciplina. Bruce, sin embargo, apenas se dignó a tocar su comida. El hambre era un eco vago en su interior, y sus ojos grises seguían cada movimiento del alpha, observando cómo su compañero terminaba de comer y se levantaba de la mesa para irse. El traje negro se ceñía perfectamente a su cuerpo, acentuando cada musculo, mientras los brazaletes de acero adornaban sus muñecas con un toque de firmeza y elegancia.
Kal-El dudo por un momento, la mirada añil reflejo la sombra de su preocupación ante la renuencia del omega. No podía obligarlo a comer, pero tampoco podía ignorarlo. Si no fuera por la insistencia de Kelex en su presencia en esta reunión, no dudaría en quedarse al lado de su pareja.
El instinto retumbaba en su cabeza, exigiendo cuidar de él. Kal-El se acercó lentamente, un retumbar bajo y profundo vibro en su pecho mientras inclinaba la cabeza, dejando un suave beso en la frente de su compañero. Una mano firme acarició la línea de su mandíbula, deslizándose con suavidad por su mejilla antes de enredarse en ese espeso cabello negro; dejando tras de sí un rastro sutil de aroma, denso y cálido, impregnado con la firmeza de una promesa silenciosa.
El omega de Bruce ronroneó complacido y ansioso, e impulsado por ese instinto, se atrevió a tocar el vínculo que los unía. Cálido, brillante e inusualmente fuerte. El roce fue cauteloso, lleno de anhelo, pero delicado, como si temiera romper ese hilo tejido con su propia esencia, enviando una corriente cálida a través de las venas de ambos. La necesidad de cercanía se hizo palpable y dolorosa. Bruce tembló involuntariamente y un chirrido ahogado emergió de su garganta; una súplica silenciosa que imploraba la atención de su alpha.
El aroma en el aire golpeó a Kal-El con fuerza, inundando sus sentidos, la serenidad de su fragor habitual se desvaneció para calentarse en una dulce provocación cargada de anhelo, deseo y excitación. Inhalo profundamente con las pupilas dilatadas, sus ojos se entrecerraron mientras evaluaba la invitación implícita, su propio aroma se espeso en una mezcla inconfundible de interés, deseo y posesividad en respuesta.
Kal-El exhaló, en un intento de despejar su mente de la niebla del deseo. El aroma era delicioso, una llamada a sus instintos. —Oye... —murmuró con voz ronca, pero no hubo resistencia en su tono.
Los labios de su omega encontraron los suyos, un contacto suave y exigente a la vez, el deseo en su olor fue suficientemente intenso como para enviar un lava líquida por su columna vertebral, extendiéndose hacia sus venas. El toque de Bruce fue lento, tímido, la tecnología sensible de su traje le permitió sentir esas manos particularmente ásperas recorrer su cuerpo en una caricia que parecía prender fuego a su piel.
Empezó por sus hombros, clavículas y pecho, delineando el símbolo de la Casa EL. Complacido al alpha en él, retumbando complacido y con la excitación acumulándose en sus caderas cuando esas manos ascendieron a su abdomen. Kal-El jadeo, su respiración se hizo pesada y sus músculos se tensaron cuando el rostro de Bruce se inclinó sobre su cuello, rozando sus labios en el sitio donde estaba la cicatriz de su mordedura. Gimió al sentir los dientes del omega sobre él, presionando de manera casi reverente, pero le dijo todo lo que su omega necesitaba de él ahora.
Kal-El dejó escapar un gruñido gutural, cargado de expectación y deseo. La tensión en su cuerpo se convirtió en acción en un solo movimiento fluido: tomó a Bruce con facilidad, levantándolo de la silla sin ningún esfuerzo. El omega jadeó sorprendido, pero rápidamente siguió el ritmo y envolvió sus piernas alrededor de su cintura mientras ronroneaba dulcemente en su oído, la presión de manos sobre esas delgadas caderas, sosteniéndolo y atrayéndolo con más fuerza hacia él, provocaba jadeos mientras avanzaba con paso seguro hacia la comodidad del nido.
Los labios de Kal-El buscaron su cuello en una serie de lamidas húmedas y besos acalorados, su lengua trazando un camino sobre la piel sensible donde el aroma era más fuerte, saboreando el almizcle omega con un gruñido de aprobación. Cada paso estaba acompañado de caricias ávidas, sus manos trazando el contorno de una espalda delgada y musculosa mientras su propio aroma se volvía más denso, envolviéndolos en una niebla embriagadora de deseo y posesividad.
Fuerte, su omega era fuerte y hermosa.
Kal-El lo depositó con cuidado entre las mantas y se inclinó sobre él, su respiración agitada y la mirada añil encendida con un hambre apenas contenida. Ojos grises, tan plateados como la luna se encontraron con los suyos, cálidos y llenos de deseo por él...
El mundo exterior dejó de existir en ese momento. Olvidó la reunión, a Kelex, solo eran ellos dos, una pareja alpha y omega con corazones acelerados y el eco de un vínculo tensó al rojo vivo que bordeaba lo primitivo. Lo beso está vez, lento y cálido, tan profundamente que acelera su corazón mientras se acomoda entre sus piernas. Cuando se separan, Kal-El lamé y mordisquea su mandíbula, bajando lentamente hacia el cuello, succionando con fuerza su glándula odorífera mientras escucha esos dulces gemidos.
—Zao keh nesh.Eres tan hermosa. —Kal-El murmura en un tono profundo y rico, moviendo la palma de una mano sobre el relieve del símbolo.
El traje alienígena empieza a retraerse lentamente hacia el símbolo, deslizándose como una segunda piel hasta desaparecer, dejando expuesta la pálida piel del humano. El emblema quedó reducido a un tamaño pequeño, un último vestigio del traje que no tardó en ser apartado por él. Bruce sintió un escalofríos recorrer su cuerpo, no solo por la inusual tecnología, sino por la intensidad de la mirada que Kal-El le dedicaba.
Esta vez, sin la niebla abrumadora del calor nublando su juicio, era plenamente consciente de cada detalle. Una parte de él, la sombra del murciélago, sisea y gruñe en su interior. Es una posición tan vulnerable: boca arriba, piernas abiertas, con un alfa cerniéndose sobre él.
Él puede hacer esto... Él puede darle a éste alpha su sumisión.
Las manos del alpha empiezan a vagar, una acaricia la curva de sus caderas mientras la otra se desliza por su muslo. El roce era intenso y Bruce no pudo evitar temblar, abrumado por las sensaciones. Tanteo el camino hacia ese calor húmedo, ahuecando su sexo y con suavidad rozar sus dedos de arriba a abajo entre sus pliegues. Lentamente, presionó un dedo hasta los nudillos en ese agujero cálido, flexible y resbaladizo. Bruce respiro lenta y uniformemente mientras sentía un calor burbujeante en el estomago, concentrándose en el aroma del deseo y excitación del otro hombre. Exhaló un jadeo agudo cuando los dientes presionaron las glándulas odoríferas en sus muslos, lamiendo y succionando la piel sensible, provocando que una oleada de liquido almibarado chorree de su vagina.
El alpha retumba complacido, aprovechando para agregar otro dedo. Deslizándose, curvándose y embistiendo hasta que la respiración de Bruce se hace superficial, con la piel ruborizada. Se adentran más profundamente, buscando ese punto dentro de él que hace que Bruce jadeé agudamente y sorprendido. Kal-El tararea complacido mientras junta sus dedos, presionando más arriba para causar un chillido del omega que resuena en toda la habitación.
Bruce jadea, tenso y tratando de concentrarse, no debería estar tan excitado y húmedo ante la atención de un alpha. No es su primer alpha, no es la primera vez que tiene sexo... Bruce se ha acostado con muchos hombres en su vida, entonces, no logra comprender el por qué el toque de este alpha le provoca un intenso deseo. Todo parece nuevo y extremadamente muy bueno. ¿Será el vínculo? El movimiento de los dedos en su interior aumenta, rápidos y precisos que hacen que Bruce se arquee la espalda de placer.
Kal-El retumba contra su mandíbula mientras agrega un tercer dedo en él, penetrando duramente. —Hmmm. —Tararea. — Vi Rao, ômegah, zha'yrt ahn veyl. Zhô tu set men lî?Por Rao, omega, eres tan hermoso así. ¿Vas a venir para mí? —
La tensión en su vientre aumenta, no puede aguantar así, no con la boca del alpha en su cuello murmurando en otro idioma y sus dedos dentro de él. En pocos segundos, Bruce eyacula con un gemido estrangulado.
—Ra zi.Buen chico.—El Alpha murmuró con un beso en el interior de sus muslos.
Medio sumido en la euforia, Bruce apenas comienza a recuperar el aliento cuando un movimiento sobre él capta su atención y, con la mirada desenfocada ve como Kal-El con un toque preciso sobre el símbolo de su pecho, el traje alienígena también comienza a retraerse en una ondulación fluida hasta quedar confinado en sus brazaletes.
El omega de Bruce gime suavemente, levantando sus manos para atraer a su pareja y juntar sus labios de nuevo. Kal-El acaricia su cadera, deslizando el tacto hasta el sexo del omega, provocando los pliegues sensibles hasta recoger una gran cantidad de grasa para lubricar su pene. Lentamente presiona la punta hasta deslizarse suavemente hacia dentro de esa humedad cálida y apretada, Kal-El gruñe al estar completamente enfundado, meciéndose dentro de Bruce con embestidas lentas y controladas que abruman su cabeza en placer.
El omega gime desesperado, —Vamos, vamos... —susurra en su oído, clavando las uñas en sus hombros. La necesidad del vínculo, de su compañero, era electrizante en lo profundo de sus mentes, exigente y abrasadora.
La siguiente embestida es brusca y demasiado profunda, Bruce gime con fuerza mientras aprieta sus piernas alrededor de la cadera del hombre más grande. Empuja hacia atrás para recibir las embestidas de Kal-El, y quizás sea el instinto o el hecho de que Bruce no ha estado con un hombre en años, no después de que adopto a sus hijos, y esto es abrumador, o quizás sea por la atención específica de este alpha.
Concentrado en él, solo él, su pareja, nada más importa excepto ellos, y Bruce no está acostumbrado a ser el centro de esas cosas. Siempre se concentra en él otro sujeto, utilizándolo para llevar a cabo sus objetivos en la misión.
Los besos de Kal-El se vuelven exigentes, más colmillos y lengua, con los ojos entrecerrados en el rostro del omega mientras le roba el aliento; guardando para el cada detalle en su corazón y mente. Hermosa, susurra en su mente acelerada por la excitación y el deseo, sus movimientos son lentos pero más profundos, y casi dobla al omega por la mitad en esta posición.
Kal-El gruñe complacido, aferrándose a los muslos de Bruce mientras lo aparea profundamente. El placer de su omega se refleja en su olor, dulce y oscuro, en los gemidos y en el brillo de su mirada, por Rao, se siente tan apretado alrededor de su pene a pesar de la preparación. El agarre es un poco doloroso, pero el alpha no puede contenerse cuando su pareja lo llama con tanta desesperación, suplicándole con tanta dulzura mientras sigue el movimiento, balanceando sus caderas y recibiéndolo tan perfectamente...
—Eso es... déjate llevar. —Jadea el alpha en palabras que Bruce logra interpretar. El tono de adoración parece provocar al omega, quien lo muerde con fuerza en el hombro. Kal-El ríe sin aliento y gruñe con entusiasmó, es una sensación muy agradable. —Mmmmggrr... Zor al tu'en, etta tu ela kei. Zod ra en kei na tu've.Soy completamente tuyo, como tú lo eres para mí. No hay parte de mí que no te pertenezca.—
Bruce gime, muy cerca de otro orgasmo, el placer nubla su mente mientras sus manos se entierran en el cabello de Kal-El. Está mojado, el aroma de alpha satisfecho lo estimula mucho. Lo desea, su instinto lo desea dentro de él para siempre. Quiere su nudo y sus dientes en su cuello...
—Oh, por Rao. —Jadea el alpha mientras muerde bruscamente la glándula odorífera de su compañero, sintiendo como Bruce lo aprieta con fuerza, y enseguida, con solo unas cuantas embestidas empuja su nudo. Kal-El siente cómo su propia liberación lo invade como una ola. —Bruce, Bruce. —Corea él nombre como si hubiera olvidado todas las demás palabras.
Eso parece, o no le importa ninguna otra cosa.
Kal-El retumba y lame la herida sangrante mientras rodea la espalda del omega con sus brazos, atrayéndolo, embistiendo superficialmente hasta llevarlo a otro orgasmo. Bruce jadea, abrumado, a penas puede desarrollar un pensamiento entre la neblina de instintos en su cabeza por qué, por Dios, los dientes del alpha se sienten bien, tan bien como su nudo dentro de él, y este orgasmo lo hace sentir como si su alma se escapara de su cuerpo.
—Mío. —Kal-El murmura bajamente y con un ráfaga de aroma posesivo.
Bruce debería tensarse, pero el omega en su interior se relaja, muy complacido. El hombre ronronea contra su pecho, y él se relaja, con una sensación de pertenencia que no esperaba. Él sabe que no es algo permanente, pero se siente de esa manera: cálido, seguro y amado. Es como una promesa que nadie más ha insinuado querer hacer. Es... muy difícil no caer en la tentación de desear eso todos los días.
Kal-El besa el mordisco y lo empuja para acostarse de lado mientras esperan que el nudo se relaje. —Stai etta kei tor-al.Quédate conmigo para siempre. —Dijo el alpha con voz suave mientras acariciaba el rostro del humano, Bruce gime, a duras penas puede mantener los ojos abiertos. —Tranquilo, cariño, descansa. Estaré aquí. —
Las palabras fueron desmentidas en un instante.
La puerta se deslizó con un suave zumbido, rompiendo la quietud del ambiente. Kelex irrumpió en el silencio, su voz mecánica resonando con una insistencia sutil, casi imperceptible para una máquina. —Mi señor, se requiere su presencia de inmediato. —
—No voy a ir, Kelex. —Kal-El refunfuño malhumorado, sujetando la cintura con firmeza, aferrándose a la calidez de su compañero. —Zao mehkan ek haor.Necesito quedarme aquí.—
—Mi señor. —Insistió Kelex, su voz firme. —Tiene un retraso de 20 minutos. Los invitados están impacientes y muy disgustados. Hay órdenes directas del maestro, exigiendo su presencia, y temo que no es una solicitud negociable... a menos que desee repetir las consecuencias de la última vez. —
La advertencia del androide tensó a Kal-El, quien exhaló un gemido de frustración y fijo su mirada añil en Bruce con mucho pesar. Con una renuencia palpable en su olor, comenzó a moverse, tirando de manera superficial en el interior del omega para probar la dureza de su nudo. El omega protestó de inmediato, un quejido lastimero escapó de su garganta, sensible ante la tensión y su olor se amargo con el inconfundible matiz del dolor.
El instinto de Kal-El se encendió de irritación, un gruñido bajo y tranquilizador retumbo de su garganta, sus dientes se asomaron mientras resistía el impulso de hundirse de nuevo y aliviar el malestar que estaba generando. Por Rao, no era natural separarse tan pronto, normalmente los nudos de Kal-El duraban al menos 45 minutos en relajarse por completo.
Luego de un momento muy doloroso, Kal-El pudo retirarse, la mezcla entre grasa y semen goteo de su pene medio endurecido. —Volveré pronto. —resopló con suavidad, su voz ligeramente cargada de frustración.
Un gesto rápido sobre sus brazaletes y el traje negro se materializó nuevamente alrededor de su cuerpo, ajustándose con precisión. Kal-El no se molestó en limpiarse ni en disimular las feromonas de apareamiento que aún impregnaban cada centímetro de su piel. Ellos querían su presencia, no cómo se presentaba, y si llegaba oliendo a sexo, ¿qué importaba?
Bruce lo observaba desde el nido, envuelto en mantas que aún guardaban el calor compartido. Su cuerpo, relajado pero sensible, vibraba con la ausencia inminente del alpha. Los ojos grises seguían cada movimiento del hombre, la forma en que el traje se ceñía a sus músculos, el modo en que la luz delineaba la firmeza de su espalda cuando dio el primer paso hacia la salida.
Entonces, sin pensarlo, Bruce gimió.
Fue un sonido bajo, casi un susurro, pero cargado de un anhelo tan puro que atravesó el aire como una llamada. Kal-El se detuvo al instante. Su cuerpo se tensó, su cabeza giró lentamente, y sus ojos —añiles, dilatados, aún oscuros por la unión reciente— se posaron en el omega, que lo miraba con necesidad muda desde el nido.
Con un ronroneo retumbante, Kal-El volvió sobre sus pasos. Inclinándose sobre Bruce con una ternura poderosa, su silueta proyectando sombra y seguridad. Una mano se deslizó por la mejilla del humano, acariciando con sus dedos la línea de la mandíbula, rozando la otra glándulas olfativas sin marcar con reverencia.
—El'sha zor.Mi amada. —susurró con voz ronca, antes de sellar sus labios con un beso profundo y lento.
Al separarse, bajó el rostro hacia su cuello y exhaló. Una ráfaga caliente, impregnada de feromonas puras —posesividad, deseo, protección— envolvió a Bruce con fuerte devoción. El aroma quedó anclado en el aire, envolviéndolo como un escudo invisible.
Kal-El se irguió de nuevo, su expresión es un conflicto entre la necesidad de quedarse y el deber de irse. Bruce lo observó en silencio, su expresión impasible, pero sus ojos seguían cada movimiento del alpha con intensidad. Aunque el sonido de sus pasos se desvaneció en el pasillo, su presencia quedó suspendida en el aire.
[Hora: 0755 hrs]
Unos minutos después, Bruce se incorporó lentamente entre las mantas y almohadas desordenadas, sus movimientos lentos por la calidez residual del nido. Deslizó la mano entre las sábanas hasta encontrar lo que buscaba: uno de los brazaletes. Frío, sólido, pesado.
El traje limpio le resultaba ajeno sobre la piel aún sensible, cada paso era sigiloso, su corazón latía con fuerza, no por miedo, sino por lo que estaba a punto de hacer. Bruce se acercó a las compuertas, y, tal como pensaba, estas se deslizaron con un leve sonido al detectar el brazalete.
El corredor se extendía en silencio, amplio y sin vigilancia.
Notes:
Utilizar su vínculo de apareamiento, aroma y cuerpo para manipular a un alpha alienígena es una jugada digna del Príncipe de Gotham.
Después de todo, nadie seduce ni engaña con tanta elegancia y encanto como Brucie Wayne. Detrás del encanto del "Playboy Omega" se esconde una mente letalmente estratégica, capaz de convertir la debilidad en ventaja y el deseo en un arma.
¿Que piensan ustedes? ¿Que creen que ocurrirá a partir de aquí? Los leo en comentarios.