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Viviendo un story que no hay que mostrar

Summary:

El día después de un botellón, Paul y Bea encuentran un móvil perdido en una caseta.

O donde Paul está de viaje con sus amigas y prefiere mantener en secreto su amor de verano.

Notes:

hola otra vez!

tenía muchas ganas de volver a publicar algo de los polvorones porque la acogida que me dieron con la primera fic que subí fue increíble. esta idea fue algo vago que se me ocurrió a principios de agosto a raíz de una experiencia personal. 17k palabras después, aquí estamos. me temo que ya no sé escribir cosas cortas.

esto tenía que ser un one shot de final de verano, y como técnicamente todavía no es otoño, aquí se lo dejo. espero que lo disfruten! <3

Chapter 1: 4to 23

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

8 días para el viaje de vuelta

—Joder, cómo ha quedado esto.

I know, right? La gente es muy guarra.

—Con lo bonito que estaba el día antes.

Paul le da una patadita a una lata vacía de CocaCola mientras caminan. Hace dos días, ese prado estaba lleno de casetas, algunas muy bonitas, preparadas no solo para acoger a sus dueños durante la fiesta del día siguiente, sino también para el concurso que tendría lugar esa tarde.

Hoy, lo que cubre el prado son prácticamente escombros y restos de basura. Las casetas siguen en pie. La mayoría, al menos, puesto que hay gente desmontando algunas. Pero los interiores están patas arriba: sofás desmontados y tirados por el suelo, rodeados de botellas y latas aplastadas de bebidas, paquetes de papas vacíos y tablas caídas.

Chiara se cuelga del cuello de Ruslana y se enzarzan en una conversación entre las dos, quedándose un poco rezagadas. Llevan así desde que empezó el viaje. Están juntas desde principios de año y Paul y Bea pensaban que, llegado agosto, ya habría pasado suficiente tiempo como para que la chispa inicial de la relación se hubiera calmado un poco y fueran capaces de comportarse como amigas en el grupo.

Y estaba siendo así hasta estos días. Las chicas parecen haberse tomado el viaje al norte como una luna de miel y, aunque a Paul le molesta solo a medias, ya ha pillado a Bea poniendo los ojos en blanco varias veces cuando se encierran en su burbuja.

Tal vez por eso se agarra Bea ahora al brazo de Paul, apartándolo para empezar su propia conversación:

—Anda que tú también… No vienes al botellón y quieres venir a ver la mierda del día siguiente.

El moreno se encoge de hombros.

—Vine a este viaje mentalizado para hacer turismo y planes de chill, no para un botellón. Lo siento, Beus.

—Da igual, hombre. Tú te lo pierdes.

—Es que me siento un poco mal. No por habérmelo perdido, eso me la pela. Pero… —Suspira—. Me arrepiento de haberlas dejado solas, tendría que haberme quedado con ustedes.

—Eh, eh, eh. No estábamos solas, estábamos las tres juntas.

—Sí, rodeadas de un montón de gente borracha que vete a saber…

—Paul. —Bea le agarra los brazos y lo obliga a mirarla a los ojos—. No eres nuestro padre. Estuvimos bien, ¿vale? Tranquilo.

Paul suspira, intentando convencerse con las palabras de su amiga.

—Bueno… Lo único que me consuela es que estuve pendiente. Me quedé despierto hasta que llegaron por si necesitaban que bajara en cualquier momento.

—¿Te cuento otra cosa que te hará sentir mejor? —Paul la mira con las cejas en alto y la chica sonríe, entre traviesa e ilusionada—. Ayer ligué.

Paul ahoga un grito de sorpresa.

—¡¿Qué?! —Bea suelta una carcajada nerviosa y le da un golpe en el brazo—. Pero ¡¿cuándo pensabas contar algo?!

—Cuando nos quedáramos a solas. Es que Kiki y Rus están muy a su bola y no sé… —Suspira y lo mira, esbozando una sonrisa tímida—. Bueno, bailé con una chica guapísima. Andaluza, con el pelo súper largo y un septum.

—Viva Andalucía, coño.

—Te tengo que dar la razón. Uf, es que… —Se lleva las manos a las mejillas, sonriendo—. Ojalá haberle pedido el Instagram o algo. Encima era tan graciosa…

—¿Te liaste con ella?

—Si te digo que no me acuerdo porque iba fatal… —Bea se ríe y Paul sonríe, negando con la cabeza—. Pasamos varias horas juntas y sé que llegamos a bailar muy pegadas. Vamos, que si no nos liamos, no fue porque no se notara que había tensión. Pero tengo borrosos bastantes recuerdos de anoche, así que no sé.

—Bueno, no besaría muy bien, si me estás diciendo que es probable que te liaras con ella y aun así no te acuerdas.

—Imbécil. Pues yo estaría dispuesta a comprobarlo y que me refresque la memoria.

—¡Anda, qué lista!

Bea le pega un empujón de broma y los dos amigos entran riéndose en una caseta que sigue en pie. Cuando una melodía de rock empieza a sonar en la caseta vacía, la sonrisa se les va de la cara.

Se miran, extrañados, e instintivamente echan un vistazo fuera de la caseta. Tanto sus amigas como las otras personas que hay en el prado están lo suficientemente lejos como para que la música, que suena al lado de ellos, no les corresponda.

—¿Será un sensor de la caseta para cuando entra la gente? Como el pitido de las tiendas… —ofrece Bea, no muy convencida.

Paul camina por el interior de la caseta, intentando guiarse por el sonido. La música para, pero vuelve a sonar al cabo de unos segundos, empezando de nuevo. Paul se acerca a la pared del fondo y distingue una luz entre una balda y la pared a la que está sujeta.

—Y una polla.

Mete la mano en el forro de plástico que recubre la balda y saca un móvil, dirigiendo enseguida a Bea una mirada de alarma. La chica lo mira con ojos igual de asustados.

—¿Qué hacemos?

—Tenemos que entregarlo.

What’s going on, guys?

Ruslana y Chiara aparecen en la caseta, la primera rodeando la cintura de la segunda con los brazos desde atrás. Bea frunce los labios antes de contestar:

—Hemos encontrado un móvil.

—¿Perdón? —Ruslana frunce el ceño y suelta a su novia. Se acerca a Paul, que le tiende el móvil.

—Estaba sonando una musiquita cuando entramos. Deben de estar llamando para encontrarlo.

—Pues cojan la llamada, ¿no? —La pelirroja toma el móvil de las manos de su amigo. No consigue desbloquearlo sin la clave, pero sí puede bajar la pestaña de notificaciones—: Hay un montón de llamadas de un tal Álvaro.

—Será suyo, no sé.

—Ya, claro, ¿y se está llamando a sí mismo?

Paul recupera el móvil, cuya pantalla se ha vuelto a apagar. Casi pega un brinco por la sorpresa cuando la música rockera empieza a sonar otra vez. Enciende la pantalla para coger la llamada, pero la música para en ese momento.

—Joder, ¿y eso? —se queja Ruslana.

—No sé, parece que se corta cuando enciendes la pantalla. —Paul le cede el móvil a Bea—. Intenten mantener la pantalla encendida para cuando vuelvan a llamar.

—Vale.

Bea agarra el brazo de Paul y lo arrastra fuera de la caseta, manteniendo el móvil encendido en su mano. Ruslana se encoge de hombros y vuelve a abrazarse a Chiara. En cuestión de segundos, vuelven a enfrascarse en su mundo, quedando varios pasos por detrás de Paul y Bea.

—¿Y si no vuelve a llamar? —dice Bea.

—Claro que va a volver a llamar.

—Vale, pero vete buscando una dirección de comisaría o algo, porque no pienso volver al apartamento con el móvil de un desconocido.

—Que van a llamar, Bea. —La pantalla de bloqueo cambia a un fondo negro y el nombre de Álvaro vuelve a aparecer—. ¡Mira!

Bea responde a la llamada rápidamente y pone el altavoz.

—Hola…

—¿Hola? —La voz de un chico joven sale del teléfono. Bea mira a Paul y el chico ve que se ha quedado en blanco. Toma el móvil de sus manos e intenta salvar la situación:

—Hola, acabamos de encontrar este móvil en una caseta, en el prado de al lado del botellón de ayer.

Paul cierra los ojos y se lleva la mano a la frente. Está sonando ridículo.

—¡Sí! ¡Nosotros estamos por aquí también! —dice el tal Álvaro. Paul vuelve a abrir los ojos, recuperando un poco la confianza.

—Vale, eh… —Echa la vista atrás—. Estamos en la última fila, la más pegada al río, ¿sabes cuál te digo?

—Sí, creo que sí.

—Vale, pues al fondo.

—Enseguida vamos. Voy con una camiseta lila.

—Vale, te esperamos.

—¡Gracias! ¡Hasta ahora!

Álvaro cuelga sin esperar respuesta y Paul lo agradece, porque no sabría cómo despedirse de un desconocido con un móvil que ni siquiera es suyo. Se gira de nuevo hacia Bea, que todavía tiene una mirada de ciervo pillado por los faros de un coche.

—Que viene a buscarlo —informa, devolviéndole el teléfono a la chica—. Y que lleva una camiseta lila.

—Vale —suspira Bea, aliviada. Se gira y le echa una mirada a sus amigas—. Va a venir el chico a buscar el móvil.

—Vale —dice Chiara antes de volver a su conversación con Ruslana. Bea se vuelve hacia Paul y pone los ojos en blanco.

—¿Se enteraron de cuando te liaste con la chica de anoche? —tantea Paul.

—En primer lugar, no estoy segura de que nos liáramos. En segundo lugar: no. La conocí precisamente porque perdí de vista un momento a estas dos. Pasé unas horas con ella y cuando las encontré otra vez, me despedí de la chica.

—¿Estuviste horas sin saber nada de Ruslana y Chiara? —Paul se masajea la frente y acaba pasándose la mano por el pelo—. Joder.

—Paul… —Bea pone los ojos en blanco—. Seguimos vivas, ¿no? Pues ya está.

—Sí, pero…

—Hostia puta. Joder, Paul. —Se agarra a su brazo y lo aprieta con una fuerza que pilla a Paul por sorpresa, mirando por detrás de él—. Joder, joder, joder.

—¿Qué pasa?

El chico se gira, alarmado. A lo lejos, dos figuras caminan hacia ellos. Una es una chica alta, de pelo castaño y largo con ondas que casi llegan a ser rizos. La otra figura es un chico aún más alto de pelo rizado que lleva una camiseta lila.

—Es ella —dice Bea—. La chica de anoche. Salma. A mí me están grabando, ¿eh? No me lo puedo creer. Joder, qué guapa es.

—Sí, muy guapa…

Pero Paul apenas le dedica una mirada a la chica. Aparte de la camiseta lila, Álvaro lleva unos vaqueros cortos claros, unas playeras de plataforma y unos calcetines lilas perfectamente combinados con la camiseta. Los rizos son más largos por detrás, cayendo en una especie de mullet.

Y, a medida que se acercan, Paul distingue también sus rasgos faciales. Al igual que Salma, el chico lleva un septum en la nariz. También un pendiente en una oreja. Y, cuando está lo suficientemente cerca, Paul ve sus unos ojos tan oscuros como los suyos, pero mucho más brillantes, y una sonrisa amable de dientes ligeramente separados.

No estaba mentalizado para hablar con un chico guapo.

Por suerte para él, la conversación la empiezan las chicas. Cuando Paul aparta la mirada del tal Álvaro, se da cuenta de que Salma lleva sonriéndole a Bea desde la mitad del camino y su amiga también luce una sonrisa de oreja a oreja.

—¿Me estás persiguiendo o…? —bromea Salma, abriendo los brazos para envolver a Bea en un abrazo.

—¿Tú eres la que perdió el móvil? —dice Bea, sonriendo junto a su oreja.

—A lo mejor tenía cosas más bonitas a las que prestar atención ayer. —Se separa del abrazo y le guiña un ojo. Paul abre los ojos como platos y ve cómo su amiga se pone roja—. ¿Dónde lo encontraste?

—Pues mira…

—Buenas. —La voz de Álvaro hace que Paul desvíe la vista de nuevo hacia él. El chico de rizos extiende su mano hacia él, sonriente—. Soy Álvaro.

—Ya —ríe Paul, aceptando el apretón—. Pablo. O Paul, lo que prefieras.

—Guau, tengo opciones y todo —bromea Álvaro, sonriendo. Su acento también es andaluz, probablemente de Sevilla. Paul ríe en voz baja y Álvaro señala a sus amigas con un movimiento de las cejas—. ¿El tonteo que se traen estas dos?

—¡Ya! ¿Estuviste ayer en el botellón? —Álvaro asiente—. Porque dice Bea que pasó un rato con tu amiga ayer.

—Sí, sí. Las vi juntas, pero no las quise molestar en ese rato. Se veía que estaban entretenidas.

—No voy a preguntar mucho —ríe Paul. Álvaro ríe un poco también.

—Tú no estuviste, ¿no?

—No…

—Ya decía yo. Me acordaría.

El corazón de Paul se para un momento.

—¿Eres bueno con las caras? —ríe, nervioso.

—Con las que me interesan, supongo.

Paul no pensaba que Álvaro pudiera ser más directo que con el comentario anterior, pero lo sorprende superándose. El chico de rizos va a saco. Y Paul, que ni estaba listo para una conversación así ni puede evitar evaluar mentalmente su propio aspecto y sentir que no está a la altura, no sabe cómo remontar la conversación desde ahí.

Álvaro parece darse cuenta, puesto que su sonrisa coqueta desaparece y da paso a una mueca de preocupación. Su voz se vuelve un poco más grave cuando vuelve a hablar:

—Perdona, ¿me he pasado?

—¡No, no! —se apresura a contestar Paul—. Tranquilo. Solo me ha pillado por sorpresa.

Álvaro vuelve a sonreír, esta vez con más inocencia, y se encoge de hombros.

—Lo siento. Es que solo vamos a estar unos días aquí, no estoy para perder oportunidades.

—Ya —asiente Paul, sonriendo también—. Nosotros igual.

—¿No son de aquí? —Álvaro parpadea, sorprendido.

—No, Bea es de Madrid, yo soy de Graná y nuestras amigas…

—¿De Graná? —repite Álvaro, más asombrado aún—. Si me hubieras dicho que eres de Madrid también, me lo habría creído.

Paul coge aire con dramatismo y se lleva la mano al pecho.

—Me ofendes, Álvaro.

El chico de rizos suelta una risita y Paul sonríe un poco. Le encanta su sonrisa.

—A ver, no me lo has puesto muy fácil, ¿eh? Lo único que has dicho con acento de Granada es… Graná.

Paul se ríe, aunque un poco apenado por el comentario.

—Tengo acento de mi tierra, te lo prometo. El problema es que paso demasiado tiempo con gente de por encima de Despeñaperros.

—Uf… —Álvaro entrecierra los ojos—. Sí que es un problema. Lo siento.

—Yo también.

—Pero se puede arreglar.

Paul lo mira a los ojos y Álvaro levanta las cejas, sonriendo con cierta timidez. Cuando Paul imita su sonrisa, el de rizos se atreve a dar el paso y desbloquea su móvil, tendiéndoselo al granadino.

Paul intenta que no le tiemblen las manos cuando toma el móvil, el segundo móvil ajeno que ha tenido entre sus manos en el último rato. Abre la agenda de contactos, agrega su número y escribe su nombre antes de devolverle el teléfono a su dueño.

—Pero ¿has metido el número? Pensaba que me ibas a dar el Instagram.

—Ah, mierda. Estoy oxidado.

—Tranquilo, eso también se arregla. Ya me lo dirás por WhatsApp, ¿no? —Lo mira con una sonrisa de lado y vuelve a mirar la pantalla—. Has puesto Paul. Pensaba que tenía opciones.

—Bueno, esa es mi opción favorita. No sé cuál será la tuya.

—Yo tampoco. Ya lo veremos.

Salma y Bea vuelven en ese momento, a la vez que Ruslana y Chiara se acercan al grupo.

—Muchas gracias, de verdad —dice la andaluza, sujetando su móvil y alternando la mirada entre Bea y Paul—. Me salvan la vida.

—Qué honor —dice Bea, coqueta. Paul niega con la cabeza.

—No es nada. Yo también me alegro de que nos ahorraras el tener que estar buscando una comisaría.

Álvaro le presta más atención que el resto del grupo, mirándolo con una sonrisa dulce. Salma se agarra a su brazo.

—Pues nosotros nos vamos. Encantada, ¿eh?

—Sí, encantado —coincide Álvaro.

—Igual —dice Paul, sonriéndoles.

Bea les manda besos con un gesto de la mano. Álvaro aún mira a los ojos a Paul una última vez, sonriendo, antes de darse la vuelta y marcharse con Salma.

—Pues qué simpáticos —comenta Chiara antes de volver a alejarse con Ruslana. Bea aprovecha ese momento para agarrarse a Paul y disimular un gritito.

—¡Me muero! ¿Has visto eso?

—No, la verdad. Te dejé intimidad.

—Qué mono eres. Gracias, Paul.

Bea no se ha dado cuenta de que, mientras ella tenía su momento con Salma, él ha estado teniendo su propio momento con su acompañante. Y a Paul, por algún motivo, no le parece adecuado mencionarlo. No cuando Bea empieza a contarle en detalle toda su conversación con Salma y cómo la energía de la tarde anterior se ha retomado como si nunca se hubiera interrumpido.

Paul escucha el relato de su amiga intentando dedicarle toda su atención, pero falla en el intento. Unos ojos marrones brillantes y una sonrisa de dientes separados vuelven a su mente una y otra vez.

 

7 días para el viaje de vuelta

Cuando el agua empieza a hervir, Paul vacía el paquete de macarrones en la olla y remueve un poco. Acto seguido, coge su móvil de la encimera y saca una foto. Siente un cosquilleo de nervios al abrir WhatsApp.

 

Paul T.:

[Envió una imagen]

me ha tocado cocinar hoy

Álvaro:

Wow arguiñano

Yo tb te dejaría a cargo d la cocina si me fueras a hacer un paquete d macarrones 🫦

Paul T.:

detecto cierto sarcasmo???

Álvaro:

Esq lo sosa q está esa olla xfavor

Una hoja d laurel un algo

Paul T.:

es un viaje de 10 días de bajo presupuesto

por qué íbamos a comprar laurel 😭😭😭

Álvaro:

Le has puesto sal al menos???

Paul T.:

SÍ???????

por dios qué persona

a la próxima vienes tú a hacerlos

a ver si te quedas contento

Álvaro:

JAJSJAJAJJAJAJAJA

No te piques pablito

Si querías q fuera a cocinarte solo tenias q pedirlo

 

Paul se muerde el labio y niega con la cabeza. Está pensando qué contestar cuando escucha la puerta de uno de los dormitorios abrirse. Bloquea el móvil rápidamente, lo deja en la encimera y, cuando el caldero al fuego entra en su campo de visión, se acuerda de que debería estar removiendo.

Repasa mentalmente la distribución del piso donde se están alejando. El cuarto de Ruslana y Chiara está al fondo del pasillo. El de Bea y el suyo están uno enfrente del otro, al lado de la cocina. El sonido del picaporte ha sonado cerca, así que ya sabe quién está viniendo antes de que aparezca por la puerta.

La madrileña entra a la cocina con una sonrisa bobalicona que Paul ve solo por el rabillo del ojo, concentrado en remover los macarrones. Bea se acerca a él y lo abraza por la cintura desde atrás, apoyando la frente en su espalda.

—¿Qué pasa, mi niña?

Paul suelta la cuchara de palo y se gira para abrazar a su amiga en condiciones, pero ella lo frena, mirándolo a la cara con la misma sonrisa con la que ha entrado.

—Salma me ha escrito.

—¿Ahora? —parpadea, intentando disimular su sorpresa. Álvaro y él llevan intercambiando mensajes desde la tarde anterior.

Bea asiente, ajena a la extrañeza del chico.

—Me ha puesto: hola, guapísima. —Paul sonríe mientras Bea suelta un gritito de emoción—. ¿Qué le digo?

—Eh… ¿Hola?

La chica pone los ojos en blanco.

—Por dios, qué soso. Por eso no ligas. —Paul la mira alzando una ceja y ella se ríe, volviendo a darle un abrazo corto—. Ay, no. Perdón, amor. Pero igual no es el consejo de un hombre lo que necesito ahora mismo.

—Pues pregúntale a Rus y Kiki.

—Ya, claro. —Pone los ojos en blanco—. No, gracias. Pensaré a ver si se me ocurre algo.

—No pienses mucho, que como empiece a oler a quemado voy a pensar que son los macarrones.

Bea se ríe, mirándolo desde el marco de la puerta.

—¿Necesitas ayuda?

—No, tranquila. Luego las aviso.

—Vale. Te mantendré informado. —Agita el móvil en el aire y le dedica una sonrisa ilusionada antes de volver a su habitación.

La débil sonrisa que le devuelve Paul muere en cuanto la chica se va. No sabe por qué le cuesta tanto decirle que sí está ligando ahora mismo, concretamente con el amigo de la chica que le gusta.

A lo mejor hace tanto tiempo que no tontea con nadie que se ha olvidado de cómo contarlo. O a lo mejor no quiere desviar la atención del asunto amoroso de Bea, que, por muy ilusionada que esté, solo lo comenta con él.

No puede evitar sentir que les está ocultando algo a sus amigas, sobre todo a Bea. Pero prefiere mantenerlo así de momento. Encuentra cierta comodidad en que los mensajes de Álvaro sean su secreto de verano.

 

Álvaro:

Oye te has enfadado?

 

Paul sonríe al ver el mensaje.

 

Paul T.:

si te digo que sí vienes a hacerme macarrones con laurel?

(broma)

claro que no alvarito

pero te acepto una cooking date cuando quieras

Álvaro:

Te tomo la palabra 💋

 

6 días para el viaje de vuelta

Hace diez minutos que Paul ha salido de la ducha, pero todavía está a medio vestir. Le está prestando más atención a la conversación que tiene lugar en su móvil que a las cosas que le quedan por hacer.

 

Paul T.:

pero cómo que 1989

de todos los álbumes que tiene

cómo va a ser ese tu fav

Álvaro:

Porque

Mg el pop?

Y porque es el mejor

Periodt

Paul T.:

cómo va a ser 1989 el mejor

teniendo ahí el triángulo de folklore

las metáforas la literatura

la profundidad cómo juega con su propio lore

pfff

Álvaro:

Hostias q intenso

Cuál es tu signo

Y por q sagitario

Paul T.:

cómo lo sabes

Álvaro:

MEMEO

De diciembre seguro

Paul T.:

del día siguiente de taylor además

Álvaro:

Ahora entiendo muchas cosas d esta conversación

Paul T.:

soy su hijo

ella escribió this is me trying por mí

Álvaro:

Siii esa …

Paul T.:

no la conoces?

espera

no has escuchado folklore verdad

por eso no te gusta

Álvaro:

Mierda

Me has pillado

A ver mg taylor

Pero nunca he sido superfan

1989 es el álbum q mas he escuchado

Paul T.:

y por qué tiene que ser el más comercial 😭😭😭

Álvaro:

Porq son todas hitonas

No es mi culpa q no seas disfrutón Pablo

 

—¡Oye! ¿Te caíste por la taza del váter o qué?

La voz de Ruslana lo saca de la conversación por un momento.

—Ya voy…

—Venga, tío, no es normal que tardes tanto en ducharte. ¿Tanto cuesta lavarse la barba de Gandalf esa?

—Déjalo, Ruslana.

—¡No, Bea, no! ¡Que hay más gente en la casa, coño!

—¡Ya voy! —repite, intentando parar la discusión que tiene lugar al otro lado de la puerta.

Coge la camiseta limpia y la prepara para ponérsela, pero sus ojos siguen fijos en la pantalla de su móvil. Se dice a sí mismo que, después del siguiente mensaje, terminará de vestirse.

 

Paul T.:

sabes qué te digo

parecías más mono cuando a tu amiga se le había perdido el móvil

y tú la estabas ayudando a buscarlo

e intentando ligar por el camino

Álvaro:

Tan mal no se me dio

El chico al q me quise ligar me sigue hablando todos los días

Contándome batallitas d taylor swift

Yo diría q no ha perdido el interés

Paul T.:

yo solo te recuerdo que querías aprovechar tus oportunidades

porque a los dos nos quedan pocos días aquí

pretendes conquistarme llevándome la contraria en todo???

Álvaro:

De hecho 😭

Los piques son mi modus operandi

Pero si te molesta paro

Me lo dices sin problema en serio

 

Paul sonríe con ternura.

 

Paul T.:

bueno

negaré haber dicho esto si hace falta

pero sigues siendo muy mono

siempre te preocupas por si algo me ha molestado de verdad

y en realidad nunca me molestas alvarito

 

Un golpe seco en la puerta lo saca de nuevo de la conversación, haciendo que el móvil se le escape de las manos por un momento.

—¡PABLO SUÁREZ DELGADO!

—¡VOY!

Bloquea la pantalla del móvil, se termina de vestir en tiempo récord y abre la puerta, encontrándose con la mirada asesina de la pelirroja. Bea lo engancha del brazo y se lo lleva a su habitación antes de que a Ruslana le dé tiempo a cometer algún crimen. Cierra la puerta y lo mira con una sonrisa ilusionada.

—Menos mal que sales, madre mía. Necesitaba hablarlo contigo.

—¿Salma?

Bea asiente, sonriendo. Paul se sienta en la cama de su amiga y deja que ella tome el control de la conversación.

—Estamos en la fase de mandarnos fotos temporales y tal.

—Eh…

—Nada guarro, no te asustes, solo contándonos la vida y tal. Y me está tirando unas fichas que madre mía, mira esto…

Bea abre su conversación de Instagram con la chica y sigue hablándole mientras busca los mensajes que le quiere enseñar. Paul la ve muy feliz y se alegra, pero no puede dejar de pensar en su propio tonteo de verano, tan parecido al de su amiga aunque no se atreva a contárselo. Le encantaría que no hubieran interrumpido su conversación con Álvaro después de sus últimos mensajes.

 

5 días para el viaje de vuelta

—¡Corto uno!

—¿Qué dices?

—¡Corto uno! ¡No dijiste uno! —berrea Chiara, señalando a su novia con su mano libre.

—¡Sí lo dije, flipada!

—¡No lo dijiste! ¡Paul! ¿A que no lo dijo?

Paul, que acaba de soltar su penúltima carta (y cantar uno) y solo quiere que vuelva a ser su turno para soltar su +4, asiente distraídamente.

—Sí, ¿qué?

—No, que no lo dijiste.

—¿Cómo que no?

—¿Ves? —grita Chiara, triunfante—. ¡Bea!

—¿Mmm? —La madrileña ganó la primera y lleva un rato recostada en el suelo, centrada en su móvil.

—¿Escuchaste a Rusli cantar uno, sí o no?

—Eh… no.

—¡Corto uno! —concluye Chiara con una sonrisa de oreja a oreja—. Chupas dos.

—Joder, los odio a todos —se queja Ruslana, cogiendo dos cartas del montón.

No, you don’t, baby —dice Chiara, echando su carta.

Bea ahoga un grito y se tapa la boca. Los otros tres la miran, pero ella no les devuelve la mirada: se levanta y se va a su cuarto, donde se encierra. Ruslana se encoge de hombros y echa su siguiente carta: un +2. Paul esboza una sonrisa de lado.

—Lo siento, Kiks —dice, soltando su última carta. Chiara resopla y pone los ojos en blanco.

—Ugh. Fuck you.

Paul se recuesta un poco hacia atrás, sobre el sofá, y enciende su móvil. Espera ver notificaciones de Álvaro, y las encuentra, pero antes ve una que le llama más la atención:

 

Beus:

Ven YA

 

Contiene un suspiro porque ya se imagina por dónde van los tiros. Empieza a cansarse un poco de la situación. No le molesta que su amiga esté tonteando con alguien ni que se lo cuente. Lo que le incomoda es que sea su carta blanca para huir de estar en una misma habitación con Chiara y Ruslana.

Entiende el punto de Bea, porque él también es consciente de que la pareja ha estado actuando más acaramelada que en los últimos meses. Y también se recuerda a sí mismo que él no estuvo el día del botellón a solas con ellas, situación en la que Bea sí se vio. Pero, a estas alturas, la madrileña tampoco está haciendo el esfuerzo de que el viaje parezca un viaje de grupo de amigos.

A su vez, una vocecita martillea en su cabeza y le recuerda que él también le está ocultando algo a sus amigas. Si Bea quiere compartir su lío de verano solo con él, él no puede obligarla a contárselo a sus otras amigas, y tampoco quiere privarla de hablar del tema cuando lo necesita. Así que se levanta, murmura una excusa vaga y camina hasta el cuarto de Bea, cerrando la puerta tras de sí.

Bea, tumbada boca abajo en su cama, lo mira simulando un grito silencioso de emoción.

—Me va a dar algo.

—Qué ha hecho Salma, a ver.

—He subido esta historia. —Gira el móvil y se la enseña. Es una foto de Bea contra el espejo—. Y me responde: tan novia y sin guapa. ¡Me muero!

Paul sonríe.

—¿Y qué le has respondido tú?

—Emoticonos. Me he puesto nerviosa. Pero creo que ella también, porque me ha cambiado de tema por WhatsApp y se ha puesto a enviarme fotos de su gata.

—¿Lola?

La sonrisa de Bea se borra automáticamente y mira a Paul con una mueca extraña. Paul maldice para sus adentros al registrar su propia respuesta. Mierda.

—¿Cómo lo sabes?

—Tiene cara de Lola.

—Pero si no la has visto.

—Tiene unas destacadas con ella en su Instagram. —Las cejas de Bea se alzan y Paul sigue improvisando—. La busqué en tus seguidos.

Hay algo de verdad y bastante mentira en sus palabras. Sí que encontró el perfil de Salma en Instagram y vio sus historias destacadas con Lola. Pero no llegó desde los seguidos de Bea, sino desde la etiqueta de una publicación de Álvaro.

Además, esa no fue la primera vez que vio a Lola. La conversación sobre las gatas de Paul y Álvaro, con las fotos correspondientes, fue una de las primeras en surgir desde que empezaron a intercambiar mensajes. Al ver que Paul era una persona de gatos, Álvaro le habló de la gata de Salma y le envió sus propias fotos con ella. Paul todavía no ha borrado esas fotos.

A Bea, sin embargo, le convence su explicación. La confusión abandona su rostro.

—Ah. Qué stalker —ríe.

—Lo que sea por ver gatitos. —Hace un gesto de la cabeza señalando la puerta—. Sal, anda, que enseguida terminan y jugamos otra.

Bea se gira para quedarse boca arriba y exhala un suspiro profundo.

—Está bien —cede, levantándose.

Paul deja que su amiga salga primero. Antes de seguirla, saca su móvil y entra en el que se ha convertido su chat más frecuente:

 

Paul T.:

oye una cosa

salma sabe que estamos hablando?

Álvaro:

ª

No la vd

No le he dicho nada

X?

Paul T.:

porque yo tampoco le he dicho nada a mis amigas

y no sé si se te hace raro o algo

Álvaro:

A ver

A mi mg mantener privada mi vida privada la vd

O sea yo no le suelo hablar a mis amigas d un ligue hasta q ya tenemos algo serio (?

Entonces pa mi no es nada raro

No sé como sueles llevar tu estas cosas

Paul T.:

yo hace tiempo que no las llevo en general

Álvaro:

Wow

Como bi no deberías tener el doble d posibilidades???

Paul T.:

siii

de fracaso 🤠

Álvaro:

JAJAHSJJAJA

Ellos se lo pierden

Paul T.:

entonces sigo sin decirle nada a bea?

Álvaro:

Tú quieres contárselo?

A mi no me importa q lo hagas

Paul T.:

sí te importa porque si se entera ella se entera salma

Álvaro:

Bueno si se tiene q enterar q se entere

Si tu necesitas hablarlo con tu amiga

No te voy a impedir eso

Paul T.:

😭 eres el mejor

no sé si lo necesito

estoy cómodo guardándolo entre nosotros

pero también sé que estoy retrasando lo inevitable

tú no has necesitado hablarlo con salma?

Álvaro:

Yo ya lo hablo contigo

Todo lo q quiero relacionado contigo

Ya lo estoy teniendo en esta conversación

Paul T.:

todo todo?

Álvaro:

Bueno

Todo lo q quiero no lo puedo tener x mensaje

Pero

Tiempo al tiempo 🧚🏻‍♂️

 

4 días para el viaje de vuelta

Paul está al volante y Ruslana en el asiento de copiloto, por petición del conductor. Es la única de la que se fía para que le transmita las indicaciones del Google Maps. Chiara es demasiado despistada incluso cuando están en terreno conocido. Y Bea sería una buena opción de acompañante normalmente, pero no ahora, que solo está pendiente del móvil con una sonrisa bobalicona.

—Por ahora, sigue recto.

—Gracias, Rus.

La canción de Avril Lavigne que estaba sonando se acaba. La siguiente en sonar en la playlist compartida que tienen puesta es break up with your girlfriend, i’m bored de Ariana Grande. Ruslana frunce el ceño.

—¿Quién ha metido esta? No estaba antes. —Se gira hacia los asientos traseros—. Bea, ¿fuiste tú?

—¿Eh? No.

Ruslana se gira de nuevo hacia delante y se queda mirando a la madrileña unos segundos por el retrovisor. Disimula un suspiro.

—Kiki, imagino.

—¡Qué va!

Eso enciende las alarmas de la pelirroja, que se gira hacia Paul con los ojos como platos. El granadino fija la mirada en la carretera, evitando deliberadamente la de su amiga.

—¿Y tú desde cuándo escuchas a Ariana Grande?

—Tiene temazos.

—Eso no responde a mi pregunta.

Paul cambia de marcha, todavía evitando devolverle la mirada.

—Cuando pongo a Taylor no te sorprendes tanto. No son tan diferentes.

Ruslana alza más las cejas y parpadea varias veces.

—Vale, como veo que soy la única extrañada, vamos a fingir colectivamente que es normal que el Pablo que conocemos diga eso.

Paul no responde, Bea no parece enterarse de que pase algo más allá de la pantalla de su móvil y Chiara alterna miradas confundidas entre los dos de delante. Al final, todos lo dejan pasar. Unas cuantas canciones más tarde, suena otra de Ariana, positions. Esa vez, Ruslana clava su mirada en Paul directamente y el chico sigue evitándola.

Llegan a la playa un rato más tarde. No hace mucho calor y hay casi más nubes que cielo despejado, pero todos saben que Ruslana se bañará de todas maneras, aunque sea la única.

No es un problema que los otros tres vayan a quedarse, con casi total probabilidad, en la toalla. Han escogido una playa con merenderos y han llevado comida y juegos de cartas para poder pasar la tarde entretenidos juntos.

Así que, al bajar del coche y salir del aparcamiento, Paul saca una foto de los merenderos con el mar y la arena de fondo. Abre su WhatsApp y se la envía a Álvaro.

 

Álvaro:

Yeahhh

Q pasada me encanta

Paul T.:

es bonito

pero sería más bonito si estuvieras

Álvaro:

WOW

Nunca estoy preparado para tu intensidad

(Me encantaría ir)

Paul T.:

lo siento me sale solo

(habría venido contigo encantado)

(pero no se lo digas a mis amigas)

Álvaro:

(Tu secreto está a salvo conmigo)

Paul T.:

puede o puede que no hayan sonado un par de canciones de ariana durante el camino

y ruslana se ha quedado rayada

porque se ha dado cuenta de que las metí yo en la playlist

Álvaro:

ANDAAAA

Suerte q no te gustaba ariana!

Paul T.:

no es que no me gustara

es que no la escucho mucho

pero nunca le niego una segunda oportunidad a las divas

Álvaro:

Muy bien así mg

Y bien?

Paul T.:

en general sigue sin ser muy de mi estilo

pero tiene bops

y pensé que si metía alguna en la playlist del viaje

cuando sonaran me acordaría de ti

Álvaro:

Eres un romántico pablito

Y funcionó?

Te acordaste d mí?

Paul T.:

no

ya estaba pensando en ti

así que lo que es acordarme…

Álvaro:

Me vas a matar un día d estos

Si no te matas tu antes

Presta atención a la carretera xdios

Paul T.:

que síii

Álvaro:

Muy bien

Te prefiero d una pieza

Paul T.:

no te preocupes alvi

no podría permitir que la última vez que me vieras fuera en chándal en un descampao lleno de mierda

tengo que llegar vivo a la siguiente vez

Álvaro:

En tu defensa

Te quedaba mbn el chandal

Pero si ya estas pensando en superar el listón

No sere yo quien te frene

 

3 días para el viaje de vuelta

—Es que ella es de Málaga. Y yo de Madrid. Y estamos ahora mismo en territorio neutral, aunque no sé de qué nos sirve, si ni siquiera nos estamos viendo.

—Ya.

Paul y Bea han salido a hacer una compra. Como quedan pocos días de viaje, no puede ser una compra muy grande, así que Ruslana y Chiara se han quedado en el piso. Bea no ha perdido la oportunidad para hablarle a Paul de Salma y de sus preocupaciones, ahora que se acerca la vuelta a casa.

—¿Y ahora qué haremos? Es que solo nos quedan tres días aquí y no los estoy aprovechando para verla. Joder, qué mierda.

Paul no quiere desviar el drama de su amiga a su propia situación con Álvaro, pero le es inevitable pensar en los paralelismos. Sigue pensando que está en un viaje con sus amigas y no considera que esté perdiendo el tiempo por estar con ellas en vez de con Álvaro, pero le da un poco de vértigo pensar que, después de la cuenta atrás, estarán lejos.

—Beatriz, vives en Madrid. Te faltan dedos de una mano para contar los medios con los que puedes irte a Málaga.

—Ya, Paul, pero es la burbuja. —Bea suspira y lo mira con ojos tristes—. Nos hemos conocido en este contexto. ¿Y si se pierde la magia cuando volvamos a nuestras casas? ¿Y si pierde el interés?

—¿Y si lo pierdes tú? ¿O si no lo pierde ninguna? No te adelantes, Beus.

Suena un pitido y el número del turno de la charcutería cambia: les toca a ellos. Si fuera por Paul, cogerían un paquete de jamón de la nevera de embutidos, pero Bea le ha dado la charla sobre la calidad de los productos y ha accedido a hablar ella con las charcuteras si es necesario. Así que él se queda rezagado con el carro. Saca el móvil y sonríe, extrañado, al ver el último mensaje de Álvaro:

 

Alvi:

Hace frío en Asturias

Paul T.:

a ver

no tanto

Alvi:

[Envió una imagen]

 

A Paul se le borra la sonrisa y se le seca la garganta. Es una foto de Álvaro contra el espejo, con un jersey blanco y tapándose la cara con el móvil. Lo que no se tapa son las piernas, que salen desnudas. No se ve nada explícito, pero es suficiente para que Paul se ponga rojo y le tiemblen las manos. No se le ocurre ninguna respuesta posible y le parece violento tener la foto abierta en un supermercado, así que apaga la pantalla.

Bea aparece unos segundos después con la bolsa de embutidos en la mano y la deja en el carro.

—Listo. —Frunce el ceño al fijarse mejor en él—. ¿Estás sudando?

—Hace un poco de calor.

—Pero si estamos entre neveras.

—Bueno, pero es agosto. ¿Ya está todo? —La chica asiente, mirándolo con una ceja en alto—. Pues venga, vámonos.

Se dirigen a las cajas. Mientras hacen cola, Paul agradece que Bea se quede unos pasos por delante de él, porque el impulso de volver a abrir su conversación con Álvaro lo vence.

 

Alvi:

Me he pasao vd?

Paul T.:

sí y no

es que me he puesto nervioso perdón

Alvi:

JAJAJAJAJJAJA

Paul T.:

llámame loco

pero igual tendrías menos frío si

te pusieras pantalones?

Alvi:

Seguramente

Pero te habría puesto nervioso con pantalones??

 

—¿Con quién hablas?

—Eh… Con Rus. —Se guarda el móvil en el bolsillo y se esfuerza por mantenerle la mirada a Bea mientras le miente—. Que si nos acordamos de coger el pan de sándwich.

—Pues dile que sí. Y que espero que ella y su novia tengan las bragas puestas cuando lleguemos.

Paul pone los ojos en blanco.

—Cuando salgas de la conversación de Salma, ya les darás lecciones de no perder las bragas.

 

2 días para el viaje de vuelta

Las voces de Chiara y Ruslana llegan a través de dos puertas, la de su propio dormitorio y la del de Paul. Aun así, la discusión es tan acalorada que el granadino capta casi toda la conversación. Bea, desde su propia habitación, comenta la jugada con él por mensaje, principalmente con stickers.

Es casi medianoche. Estaba despidiéndose de Álvaro, dispuesto a acostarse, cuando se empezaron a escuchar los gritos de sus amigas y le empezaron a llegar los mensajes de Bea. Apenas es capaz de responder. Está dividido entre no querer invadir la privacidad de sus amigas y querer enterarse de lo que está pasando.

Al final, se escucha un portazo que lo sobresalta y los sollozos de Ruslana en el pasillo. Los pasos de la pelirroja la llevan hasta delante de su puerta, donde se detienen y le dejan un momento de silencio. Finalmente, Paul escucha unos toques en la puerta de Bea.

—Bea, ¿puedo dormir contigo? —Su voz suena ronca y grave, como las pocas veces que Paul la ha visto llorar.

—Rus…

—Porfa, Bea…

—Me sabe fatal, pero sabes que me cuesta un montón dormir contigo y hoy estoy muy cansada…

Paul escucha un resoplido y frunce el ceño.

—Vale.

—Espera, pasa un momento y hablamos, si quieres.

—No, da igual.

Tras un silencio que se hace eterno, la puerta de Bea se cierra. Unos segundos más tarde, los mismos toques se escuchan en su puerta. Paul se levanta rápidamente, abre la puerta y los brazos para acoger a la pelirroja en un abrazo.

—Tranquila, mi niña —susurra Paul.

Ruslana aprieta los párpados y más lágrimas caen por sus mejillas. Paul la mueve con cuidado hacia dentro de la habitación y cierra la puerta.

—Tío, ya sé que ronco, pero ¿en serio? ¿Me ves así y no me dejas dormir contigo?

—¿Bea fue tu primera opción porque sabes que yo también ronco?

—Puede.

Paul suelta una risita y Ruslana acaba imitándolo mientras se pasa las manos por los mofletes, intentando secar las lágrimas.

—¿Qué ha pasado con Kiki?

La pelirroja resopla y se deja caer en la cama de Paul. El chico se tumba a su lado boca arriba y la mira, con las manos en su regazo.

—Se ha enfadado porque dice que le hablé mal jugando al Party antes.

—Y tiene razón, te pasas con ella.

—Vaya, gracias, Pablo.

—Rus. —Paul la mira con seriedad y espera a que su amiga le devuelva la mirada—. Mírame a los ojos y dime que Kiki estaba jugando peor que Bea, si es que puedes.

La pelirroja chasquea la lengua.

—Dos cosas. Una: Bea no era mi compañera en el juego. Y dos: ¿tú has visto cómo está el ambiente con ella? ¡Como para decirle algo!

—Sí, sí que lo he visto… Yo también estoy un poco decepcionado con ella —suspira—. ¿Sabes qué pienso? Que los viajes en grupo son una puta mierda. Los empezamos a planear pensando que lo vamos a pasar genial y nos acabamos peleando por cualquier chorrada.

—Son una puta trampa. Dime que no vamos a volver a caer en esto.

—Ni loco.

Tras unos segundos en silencio, mirando al techo, Ruslana vuelve a hablar en voz baja:

—En verdad sí que lo he pasado bien…

Paul sonríe.

—Sí, la merienda en la playa fue muy chula.

—Uf, y el botellón… Ojalá hubieras estado.

Paul pone los ojos en blanco.

—No, gracias.

—Tú te lo pierdes. —Juega con un hilo de su pantalón del pijama en silencio unos segundos—. Bueno, quién es.

—¿Quién es qué?

—¿El afortunado? ¿La afortunada? ¿Le afortunade? Quién es.

—¿Qué? —musita Paul, sintiendo un cosquilleo de nervios.

—Es el chico del otro día, ¿no? El del pelo rizado.

—¿Qué pasa con él?

—Te conozco, Pablo. Llevas días suspirando por las esquinas. Tú te estás pillando de alguien.

El cosquilleo sube hasta sus oídos. Lo estaba guardando para sí mismo, consiguiendo que lo suyo con Álvaro fuera problema suyo y de nadie más. Pero Ruslana, en el poco tiempo que lleva conociéndolo, ha aprendido perfectamente a leerlo. Ahora se siente expuesto.

—No sabía que te estuvieses fijando.

—Que esté aprovechando el primer viaje con mi novia para dedicarle tiempo a ella no significa que esté ciega.

—Es que era un viaje de amigos, no de pareja.

—Sí, sí. —Ruslana sacude la mano como quitándole importancia a sus palabras—. Me sentiría culpable si no hubieran encontrado tanto Bea como tú un ligue con el que entretenerse. Pero no es el caso, así que…

Paul frunce el ceño y se apoya sobre su codo, mirándola desde arriba. ¿También se ha enterado de lo de Bea y Salma?

—¿Qué sabes?

—¡Pues nada! —La pelirroja da una palmada de frustración y junta las manos, apoyándolas después en su regazo—. Aquí nadie cuenta nada. Bea todo el día de cuchicheos contigo… Y tú, ni eso.

Paul traga saliva.

—Bueno, yo no voy a contar las cosas de Bea. Eso es asunto suyo.

—Perfecto, pues cuéntame las tuyas. Es ese chico, ¿verdad?

—¿Por qué piensas que es él? —tantea Paul, intentando ganar algo de tiempo.

—Hombre, pues el único día que nos vimos, te estaba comiendo vivo con los ojos. Y a ti no te vi la cara porque estabas de espaldas, pero de repente te pasas el día mirando el móvil y sonriendo como un tonto… Tú de verdad te piensas que soy tonta o algo.

El chico exhala un largo suspiro.

—Se llama Álvaro.

Ruslana aprieta el puño, triunfante.

—Lo sabía. —Paul suelta una risita por lo bajo—. ¿Y qué más? Cuéntame cosas de él.

—Pues es de Sevilla, estudia algo de técnico de sonido, es fan de Ariana Grande…

La pelirroja pega una palmada contra el colchón que sobresalta a Paul.

—¡Sabía que no ibas a meter Ariana Grande en la playlist por voluntad propia!

—Sí que la metí por voluntad propia.

—Sí, por voluntad maricona, no te jode.

Paul sonríe.

—No sé qué más quieres que te diga. Solo lo vi ese día y hemos estado hablando por mensajes. Cuando volvamos a Andalucía los dos, pues… ya se verá, si es que seguimos hablando.

—Espera. —Ruslana se incorpora y se queda sentada en la cama, mirándolo—. Entonces, ¿él sigue por aquí? —Paul asiente—. ¿Y por qué no quedas con él?

—Te repito que estamos en un viaje de amigos.

—Amor, el concepto de viaje de amigos se nos fue a la mierda hace tiempo.

—No digas eso…

—Pablo. —Ruslana lo mira, alzando las cejas—. No quiero que pierdas la oportunidad de quedar con una persona que te gusta por respetar un viaje en el que no nos está saliendo nada bien.

—Precisamente porque no nos está saliendo nada bien, ¿cómo voy a dejarlas tiradas por un plan que solo me implica a mí?

—No es dejarnos tiradas, gilipollas. Es aprovechar el tiempo. Nosotras hicimos el plan del botellón aunque tú no quisieras venirte, ¿no? Pues tú tienes el mismo derecho.

—Ruslana, no es lo mismo.

—No, es mejor, porque vas a ligar por una vez en tu vida.

—Joder —dice Paul, chasqueando la lengua—. Todavía te mando a dormir al sofá.

—No serías capaz —dice la chica con una media sonrisa en la que Paul adivina cierto miedo. Aunque los dos saben que ella tiene razón, Paul recuerda que su amiga acaba de discutir con su novia. No está en su momento de mayor seguridad en sí misma.

—Claro que no lo sería —asegura, bajando la voz. Ruslana disimula un suspiro y asiente, agradecida.

—Venga, Pablo. Mañana no tenemos planes. Díselo ya.

—Sí, hombre.

—Paul…

—Que no, Rus. ¿Quién te dice a ti que él pueda quedar mañana?

—¡Pregúntaselo tú! Se te acaba el tiempo aquí, no sé si te das cuenta.

Paul chasquea la lengua y se vuelve a tumbar boca arriba. Odia reconocerlo, pero el corazón se le está empezando a acelerar, y eso solo quiere decir que la idea de Ruslana está calando en él. Todavía se resiste un poco, apelando al sentido común:

—¿Y qué hago? ¿Dejo aquí sola a Bea con una parejita peleada? ¿A ti, que te acabas de pelear con tu novia y te han echado de tu habitación? ¿O a Kiki, que tampoco tendrá a nadie con quien hablar de la pelea? ¿Vas a estar salvándole el día a todo el grupo para que yo me vea con un tío que conocí hace una semana?

—¿Sí? —repone Ruslana, alzando una ceja—. ¿Y tú qué eres? ¿El héroe de las tres? Gracias, hombre salvador, pero somos adultas las tres. Podemos arreglárnoslas solas por un día. Haz algo por ti por una vez en tu vida, Pablo.

Paul resopla, se agarra las manos y se las pone sobre los ojos, tapándose la mitad de la cara. Al cabo de unos segundos, el colchón se mueve y Ruslana aparece un poco más cerca de él. Le quita las manos de la cara con una suavidad inusual en ella.

—Mira, si es porque no quieres dejarnos solas porque hay tensiones entre nosotras, no te lo voy a perdonar. Eres el único que no se ha metido en movidas en todo el viaje, tienes derecho a pasártelo bien un día, aunque sea por tu cuenta. Si es porque te da miedo tener una cita y todo lo que conlleva la situación… Qué cojones, tampoco te lo voy a perdonar.

Paul se ríe, mirándola desde abajo.

—Siempre se agradece tu sinceridad.

—Venga, díselo. —Ruslana hace un gesto de la cabeza señalando su móvil, pero Paul no se mueve—. Si no se lo dices tú, se lo voy a decir yo. Sé tu contraseña.

—¡Ya voy, ya voy!

 

Paul T.:

una cosa

Alvi:

Uy

No te habías ido a dormir??

Paul T.:

sorpresa

na es que hubo drama

mañana te cuento mejor

Alvi:

Claro sin problema

Paul T.:

podría ser en persona?

Alvi:

Ay dios estas bien???

Paul T.:

sisisis

dios mío esto se me da fatal

te estaba intentando pedir una cita 😭

Alvi:

Ah

AH

Paul T.:

si estás libre mañana

puedo pasar a buscarte

y pasamos el día juntos

ruslana me cubre

Alvi:

Dile a Ruslana q le como el boquino

Paul T.:

no le voy a decir eso ❤️

Alvi:

JAJAJJAJAJJAJA

Claro q quiero tener una cita contigo

A la hora q me digas estaré

🥰🥰🥰

 

Paul bloquea el móvil y lo deja con la pantalla hacia abajo en la cama, ante la atenta mirada de Ruslana.

—¿Y bien?

—Ha dicho que sí.

Ruslana contiene un gritito de emoción, agitando los puños, y Paul sonríe de oreja a oreja.

Pasan el siguiente rato hablando, planeando la jugada del día siguiente por las dos partes: Ruslana le da ideas para la cita con Álvaro y lo ayuda a decidir qué ponerse, Paul intenta hablar con ella sobre sus problemas con Bea y Chiara sin traicionar la confianza de la primera y le aconseja sobre cómo enfrentar las conversaciones del día siguiente, después de irse él. Después de haber dejado los cabos atados y de haberle dicho a Álvaro una hora y un sitio para recogerlo, Ruslana y Paul deciden irse a dormir.

—Va a ser una competición de ronquidos —dice Ruslana—. Quien se duerma antes, dormirá mejor. Y, por suerte para mí, tú tienes una cita mañana.

—Bueno, y tú te has peleado con tu novia.

—Qué hijo de puta…

 

1 día para el viaje de vuelta

La alarma suena a volumen bajo, pero Paul se despierta al instante y la apaga. A decir verdad, ha sido una noche de sueño ligero por los nervios. A su lado, Ruslana no se mueve ni un centímetro, aunque sus respiraciones profundas se interrumpen.

—Ruslana —murmura, obteniendo silencio por respuesta—. Rus, despierta.

—Mmm… —La chica frunce el ceño y gira sobre sí misma, dándole la espalda.

—Ruslana, necesito que me hagas el eyeliner.

—Por dios, Pablo —se queja la pelirroja, tirando de las mantas hasta cubrirse la cabeza por completo—. Vístete primero y ya luego hablamos.

Paul suspira y se desliza fuera de la cama. Enciende la linterna de su móvil y lo deja al borde de la mesita de noche con la luz hacia abajo, para molestar lo menos posible a Ruslana. Se viste con la ropa que dejaron preparada entre los dos la noche anterior y, cuando ya está listo, vuelve a despertar a Ruslana.

La pelirroja obedece esta vez. Maquilla a su amigo y le desea suerte mil veces, al igual que él a ella. Después de una visita al baño antes de irse definitivamente a buscar a Álvaro, Paul regresa a la habitación para darle un fuerte abrazo a Ruslana.

—Gracias por todo, Rus —susurra.

—Anda, no seas tonto.

—Vete contándome cómo va todo, porfa.

—Que sí… Vete a por tu chico, venga.

Paul sonríe, sintiendo un cosquilleo de nervios, y deja un beso en el pelo de su amiga antes de separarse y marcharse definitivamente.

 

Álvaro se ha ofrecido a pedir el desayuno de los dos en la barra de la cafetería y llevarlo a la mesa donde Paul está guardando el sitio. Los ojos del granadino saltan del chico a su propio móvil por debajo de la mesa. Álvaro ha aparecido con un top blanco que le deja la mitad del torso al descubierto y unos vaqueros largos anchos. De vez en cuando se gira para sonreírle a Paul, pillándolo en el acto de estudiar sus rizos y su espalda al aire. Esos son los momentos que Paul aprovecha para bajar la mirada rápidamente a su móvil:

 

Rus:

bea ✅

ahora a x kiki

deseame suerte xfavor

Paul T.:

no la necesitas

kiki te ama

pero mucha suerte bb 🫶🏼

Rus:

😭😭😭

Paul T.:

rus gracias por cubrirme en serio

Rus:

como me las des otra vez te bloqueo

 

Paul sonríe levemente. Se dispone a levantar la cabeza otra vez para ver cómo va Álvaro, pero otra notificación mantiene su mirada en la pantalla. Se tensa un poco al cambiar de conversación:

 

Beus:

Dónde estás??

Estás bien???

Ruslana dice que te has ido para darnos espacio

Ya te vale tío vaya encerrona me has hecho 💀

Ya hablaremos cuando vuelvas

 

Una bandeja se posa en la mesa delante de él. Paul se sobresalta y apaga la pantalla del móvil rápidamente, levantando la mirada para encontrarse con los ojos brillantes de Álvaro.

—Un ColaCao y un sándwich mixto para el caballero —anuncia el sevillano mientras mueve el desayuno de Paul de la bandeja a su parte de la mesa. El granadino sonríe, embobado.

—Gracias…

Abre el sobre de ColaCao y lo vierte sobre la taza de leche. Frente a él, Álvaro empieza el mismo proceso con cada uno de los cuatro sobres de azúcar que ha traído para su café.

—Un placer.

—¿Seguro que no querías otro ColaCao? No creo que eso sepa mucho a café.

El chico de rizos pone los ojos en blanco y empieza a revolver su café.

—Seguro. Me gusta así.

Paul levanta las manos, indicando que no lo juzga.

—Que aproveche, entonces.

—Gracias —sonríe Álvaro antes de dar un sorbo de su bebida—. ¿Todo bien? Tenías cara rara.

—Vaya, no soy tan guapo como en la foto de perfil, ¿no? —bromea.

—Lo dices como si no te hubiera tirado las primeras fichas después de… ¿cómo era?, de verte en chándal lleno de mierda en un descampao o algo así.

Paul suelta una carcajada y corta un trozo de su sándwich.

—Lleno de mierda estaba el descampao, no mi chándal, joder.

—Bueno, lo que sea —ríe Álvaro—. En serio, ¿estás bien? Si te ha surgido algún problema o algo, podemos mover la cita para otro día, sin problema.

—No, no —lo frena Paul, tapándose la boca antes de tragar el trozo de sándwich—. No hay más días, de hecho. Nos vamos mañana… Y me alegro mucho de pasar mi último día aquí contigo.

Álvaro sonríe con dulzura y Paul casi tiene que apartar la mirada. Es guapísimo y es tan mono que no se cree que él haya acabado en una cita con ese chico.

—Genial. Yo también me alegro.

—Y no solo porque tenía muchas ganas de verte otra vez —confiesa bajando un poco la voz, sintiendo calor en sus mejillas—. También porque... las cosas están un poco tensas con mis amigas.

—Cuéntame.

Y Paul se lo cuenta. Le habla del ambiente que hay desde los primeros días de viaje, de Ruslana y Chiara decidiendo ser lapas y de Bea y él hartándose de la situación. Le habla de Bea llevando el problema más allá que él, negándose a pasar mucho tiempo con ellas y prefiriendo encerrarse en su móvil y en su tonteo con Salma, y le habla también de la discusión de la pareja de anoche y de cómo Ruslana le confesó a Paul que se había dado cuenta de la hostilidad hacia ellas por parte de la chica.

Y Álvaro lo escucha. Lo escucha con tanta atención que Paul, a pesar de saberse el drama de memoria, se despista a veces. El chico de rizos lo mira fijamente, dando sorbos a su café y asintiendo de vez en cuando, y Paul intenta no trabarse con sus propias palabras y que no se le vaya la mente pensando en lo guapo que le parece su acompañante.

Pero no es solo lo guapo que está, algo que ya sabía. Es su manera de escucharle lo que hace que Paul se dé cuenta de que, sea esto un simple rollo de verano o algo más, Álvaro se quedará en su cabeza durante mucho tiempo.

—Y eso —concluye, carraspeando—. Y que aunque fuera la propia Ruslana quien me animó a decirte de quedar, estoy rayado porque siento que debería estar ahí con ellas y ayudar a solucionar las cosas. —Álvaro asiente, comprensivo, y enciende la pantalla de su móvil un momento, toqueteándola unos segundos. Eso hace que Paul caiga en cuánto tiempo lleva hablando y se avergüence un poco—. Lo siento, debe de ser la peor cita de tu vida.

—¿Por? —Álvaro frunce el ceño, extrañado, y aparta el móvil, volviendo a centrar su atención en Paul.

—No debería estar contándote mis dramas en este contexto.

—De hecho, sí. Anoche me dijiste que hoy me contarías en persona. Y si escucharte te ayuda en algo, quiero hacerlo.

Paul sonríe. Se supone que van a pasar el día juntos, aún van por el desayuno y ya quiere besar a su cita.

—Qué mono —se le escapa en un susurro.

Álvaro esboza una sonrisa traviesa y alza las cejas.

—Perdona, ¿qué has dicho?

—¿Yo? Nada —dice, casi escondiéndose tras la taza de ColaCao. Álvaro suelta una carcajada.

 

Parte de la mañana se les va en la cafetería, haciendo sobremesa después de desayunar. Antes de salir, Paul vuelve a contactar con Ruslana y se queda más tranquilo después de que la chica le diga que tiene la situación bajo control. Sigue sin contestar los mensajes de Bea, pero al menos, la chica no le ha escrito más. Paul sabe que tienen una conversación pendiente, pero también sabe que debe ser en persona.

—Bueno, ¿dónde quieres ir? —pregunta Paul una vez fuera.

—¿No se suponía que la playa esa a la que fuiste con tus amigas sería más bonita conmigo? —Paul se sonroja y Álvaro se ríe al comprobarlo—. ¿No te quedaste con ganas de comprobarlo?

—Como sigas echándome mis mensajes en cara, no.

Álvaro suelta una carcajada y rodea su cuello con un brazo, atrayendo a Paul hacia sí para darle un beso en la cabeza. El estómago de Paul da una voltereta.

El día está muy nublado como para ir a bañarse a la playa y ellos tampoco han salido preparados para ese plan, pero pueden pasear al lado del mar y aprovechar los merenderos para almorzar ahí. Paul convence a Álvaro de comprar pizzas para llevar y el sevillano se arrepiente de ceder en cuanto se entera de que la favorita de Paul es la de cuatro quesos.

De camino en coche, con las pizzas en el asiento trasero, el olor del queso es como un tercer pasajero. Álvaro pasa todo el camino quejándose con la nariz arrugada y bombardeando con toda la discografía de Ariana Grande en compensación.

—Cuando se te quede el olor un mes en el coche, ya verás la gracia que te hace —rezonga cuando se da cuenta de que Paul lleva un rato reprimiendo la risa.

—Qué exagerado eres —dice Paul, soltando por fin la risa que estaba aguantando. Nota que, a su lado, un Álvaro de brazos cruzados trata de ocultar una sonrisa—. Indícame, porfa.

A falta de Ruslana, Paul le ha encargado a Álvaro que busque el trayecto en Google Maps, sabiendo que haber ido una vez no es suficiente para orientarse una segunda.

—Recto —dice Álvaro—. Tú sabes que hay una opción para que la voz de Google te vaya dando indicaciones, ¿no?

—Sí, pero si lo puedo evitar, mejor. Esa voz me da mal rollo. —El de rizos lo mira alzando una ceja y Paul desvía la mirada de la carretera apenas un segundo para devolvérsela a él—. ¿Qué? Es fría. Y rara. ¿Te parece normal decir “la voz de Google” y quedarte tan tranquilo? Da mal rollo.

—Sabes a lo que me refería.

—Aun así. ¿Qué crees que necesitaría una inteligencia artificial para dejar de ser artificial y convertirse en vida?

—¿Qué? Por dios. Coge la tercera salida en la rotonda, sagitario de diciembre.

Álvaro aguanta la mitad del camino dándole las indicaciones en voz alta. Cuando se salta un par de ellas sin querer y se agobia al ver que la aplicación corrige la ruta automáticamente por sus errores, pone la opción de las indicaciones por voz de Google y Paul se resigna a obedecer a la voz metálica, que baja el volumen de Ariana Grande cada vez que interviene.

Llegando al destino, pillan un semáforo en rojo en una calle principal detrás de varios coches. Paul se recuesta contra el reposacabezas y mira a Álvaro, que le devuelve la mirada.

—¿Ha sido tan horrible obedecer a la inteligencia artificial?

El granadino sonríe con suavidad.

—A lo mejor prefería escuchar tu voz.

—Sí —se ríe Álvaro, aunque sus mejillas se colorean un poco—. Seguro que era eso y no que la voz de la asistente de Google aparece en tus pesadillas.

—La verdad es que ha sido una tregua después de una hora de Ariana Grande sin descanso —lo pica, sonriendo y acercándose un poco a él. Álvaro hace lo mismo.

—Tú dices eso ahora, pero luego me voy y la pones tú por tu cuenta.

—Para acordarme de un chico que luego no me quiere dar ni unas míseras indicaciones para llevarlo a la playa —susurra.

Han acabado tan cerca que es más fácil enfocar la mirada en los labios de Álvaro que en sus ojos. Desde esta distancia, huele el café del desayuno en su aliento y una ligera nota a tabaco, aunque no lo ha visto fumar hoy. Álvaro sonríe y se muerde ligeramente el labio inferior. Paul juraría que lo ve tomar el impulso de terminar de romper la distancia, pero…

Dentro de doscientos metros, gire a la derecha.

Álvaro ahoga una risa y Paul frunce los labios. Se separan, asimilando que la burbuja se ha pinchado.

—¿Entiendes que la odie ahora?

—Ahora la odio un poco yo también.

El semáforo se pone en verde y Paul se centra de nuevo en la carretera, volviendo a arrancar el coche. La cola de canciones de Ariana Grande termina, dando lugar a una de las que hay en la playlist que han hecho Paul y sus amigas para el viaje. Paul y Álvaro se quedan en silencio unos minutos y dejan que la voz de Aitana llene el coche. La situación le da un nuevo significado a una canción que Paul lleva días escuchando sin que termine de calar en él:

Quizás eres de esos de una vez en la vida.

Quizás me arrepiento, me salgo con la mía.

 

Rus:

bueno

estamos entretenidas

yo creo que pa toda la tarde

espero que tú tb

pasalo bien y no me cuentes más de lo que quiero saber 🫶🏼

 

Lo primero que hacen al llegar es pasear por la avenida para que Álvaro conozca la zona. Cuando se acercan las dos de la tarde, vuelven al coche de Paul y sacan las pizzas para llevarlas a uno de los merenderos. Álvaro arruga la nariz otra vez nada más abrir las puertas.

—Para la vuelta, las ventanas de atrás abiertas de par en par —advierte.

—Qué dramático.

Comen sentados frente a frente, intercambiando miradas entre el mar, la pizza y el otro. La conversación fluye sin problemas, con la misma confianza que han ganado por mensajes, pero a Paul le cuesta sostenerle la mirada a Álvaro por mucho tiempo. Sus rizos aplastados por la gorra que lleva y los anillos de sus dedos lo llaman a gritos, pero Paul no se atreve a ceder. Apenas recuerda la última vez que tuvo una cita y le da vergüenza estar con un chico tan brillante como Álvaro.

Le sigue pasando lo mismo cuando terminan de comer y vuelven a la avenida, continuando la conversación mientras caminan al lado del mar.

—Eso es lo que siempre dice Salma. —El tema de conversación que les ha durado los últimos minutos se acaba, y Paul siente la mirada de Álvaro sobre él, pero no se la devuelve—. Oye, sabes que no te voy a convertir en piedra, ¿no?

—¿Qué? —musita Paul. Álvaro ríe en voz baja.

—Que parece que no me quieres mirar a la cara. ¿Tan feo soy?

Paul siente sus mejillas calentarse y casi detiene la marcha de la impresión.

—No. Todo lo contrario.

Esta vez, Álvaro sí que se detiene y lo frena a él también de seguir caminando. Posa la mano en su mejilla y lo obliga a mirarlo. Su voz es íntima, casi un susurro cuando le pregunta:

—¿Qué te pasa?

—¡Nada! —Álvaro alza las cejas y Paul suspira—. Me da un poco de vergüenza.

—¿El qué?

—Estar aquí, supongo. Que estés conmigo… Desde que te conocí, me pregunto a veces si estoy a la altura. Por mensaje, supongo que es más fácil olvidarme del tema. Pero ahora…

—Pero ¿a qué altura? —pregunta Álvaro, todavía con las manos en sus mejillas—. Si debo de ser la persona más circa con la que hayas tenido una cita. Y tú eres un tío guapísimo, listo y súper interesante. Debería preguntarme yo si estoy a tu altura.

—¿Y lo haces?

—No —admite el sevillano encogiéndose de hombros—. Llámame loco, pero si me has pedido una cita, entiendo que lo que ves en mí te parece suficiente. Lo que pienso es que tengo mucha suerte de que te estés fijando en mí.

—Yo también la tengo —sonríe Paul.

Álvaro sonríe también, evidentemente aliviado, y se acerca un poco más a él para abrazarlo. Paul rodea su espalda con los brazos, apoya la barbilla en su hombro y cierra los ojos. Podría acostumbrarse al olor de Álvaro, a su cuerpo contra el suyo y las puntas de sus rizos haciéndole cosquillas en la oreja.

Cuando Álvaro rompe el abrazo, mantiene los brazos sobre los hombros de Paul y se aleja lo menos posible de él. Esta vez, el granadino no puede huir de mirarlo a los ojos.

—¿Me vas a mirar para lo que queda de cita?

Paul no se ve capaz de formular palabra, pero asiente mirándolo a los ojos. Ahora que han conectado miradas, no puede romper el contacto. Vuelve a sentir el magnetismo de antes, en el coche, en el semáforo en rojo. Cuando se da cuenta, la única distancia que los separa es la visera de la gorra de Álvaro. Hasta que el propio sevillano se sobresalta, parpadea y se separa suavemente.

—¿Está lloviendo?

Álvaro se ajusta la gorra y se quita un par de gotas de los brazos ante la atenta mirada de Paul, que maldice sus pocos reflejos y desea dar marcha atrás para volver a estar tan cerca de él.

—Solo son cuatro gotas…

—No, nene, perdona, estos rizos cuesta mantenerlos.

—Los tienes tapados, Álvaro.

—¡La gorra no cubre todo! Y si ese eyeliner no es waterproof, cosa que sospecho, también va a volar. Vamos.

Paul suspira y sigue al sevillano, que ya ha iniciado la marcha hacia el coche.

 

Ya en el coche, Álvaro le habla de un mirador que visitó con Salma unos días atrás. Buscan la dirección y Paul los conduce hacia allá.

La lluvia está oscureciendo mucho el día. Cuando aparcan el coche, tienen las vistas delante, pero el cristal delantero está lleno de gotas que dificultan la visión. Paul baja el volumen de la música: el sonido de las gotas repiqueteando contra el coche lo relaja.

—Mejor nos quedamos aquí.

—Hombre, sí —concuerda Álvaro, sonriendo—. No hemos huido de la lluvia para nada.

—¿Hemos? Has huido tú. Yo estaba bien.

—Ah, ¿sí? Venga, sal ahora, valiente.

Las gotas en ese momento son gruesas y abundantes. Paul niega con la cabeza.

—Ahora no. Pero antes no estaba tan mal.

—Pero si ya has visto cómo iba a acabar. —Álvaro recuesta la cabeza en el asiento y lo mira con una sonrisa pequeña—. Si lo que querías era seguir con el momento íntimo, lo podemos tener aquí también.

—No, ahora ya no quiero.

Álvaro suelta una carcajada y se mueve un poco hacia él, solo un poco.

—¿Seguro?

Paul no puede evitar sonreír, divertido.

—Para.

Le aparta la cara con la mano. Álvaro se ríe y aparta su mano con la suya, pero no la deja ir. En su lugar, entrelaza sus dedos. Paul acepta el contacto y contiene un suspiro, sintiendo los ojos de Álvaro sobre él y un cosquilleo subiendo desde el estómago hasta el pecho.

—¿Puedo hacerte una pregunta? —Paul le devuelve la mirada y asiente—. ¿Hay algún motivo por el que lleves tanto tiempo sin tener citas y cosas de esas?

El granadino suspira.

—Bueno, las últimas veces me salieron mal. Tuve una relación de dos años cuando estaba empezando la carrera. Después intenté conocer a algunas personas en ese sentido, pero no funcionaba. O ellos se cansaban de esperar por mí, o yo seguía intentando ver cosas de la anterior relación en personas que no tenían nada que ver con mi ex y claro, me frustraba cuando no salían las cosas como yo esperaba. —Se encoge de hombros y suspira. Álvaro lo escucha con atención, acariciando el dorso de su mano con el pulgar—. Al final me cansé, pensé que igual estaba intentando ligar por ligar y eso no va conmigo.

—Porque eres muy intenso para eso —murmura Álvaro, sonriendo. Paul asiente.

—Entonces pasé de intentarlo. Me centré en mis estudios, en mis aficiones y en mis amigos. Bueno, sobre todo en mis amigas.

—¿Bea y las novias?

Paul ríe en voz baja.

—Ellas son más recientes, pero sí. En el último año, sí.

Álvaro parpadea y lo mira con sorpresa, frenando las caricias.

—¿El último año? Si parecen tus amigas de toda la vida.

—Ellas viven en Madrid, Bea porque es madrileña y Rus y Chiara porque estudian ahí. Yo solo he pasado en Madrid el último año de carrera. Ahora tengo pensado volver a Granada.

—Bueno, me viene bien para lo mío —dice Álvaro con una sonrisa traviesa. Paul se ríe y le da un apretón a su mano.

—Estuve tanto tiempo sin salir con nadie que bloqueé esa parte de mí mismo. Hacía un montón de tiempo que no me fijaba en nadie ni intentaba tener nada.

—Pues menos mal que no lo supe antes. Qué atrevido por mi parte tirarle fichas a un chico emocionalmente inaccesible a los cinco minutos de conocerlo.

Paul suelta una carcajada y se deja caer hacia atrás en el asiento. Ahora que se permite mirar a Álvaro a la cara, sintiendo un escalofrío de adrenalina al saber que esos ojos brillantes lo están mirando a él, se arrepiente de haber dejado que lo ganara la vergüenza antes. Tarda unos segundos en romper la burbuja de silencio:

—No lo soy. —Álvaro parpadea y alza las cejas, confundido—. Inaccesible. Contigo no.

La mueca de sorpresa del sevillano se sustituye por una sonrisa preciosa. El corazón de Paul se acelera cuando el chico de rizos aprieta un poco su mano y se la lleva a la boca para dejar un beso en el dorso.

—Pase lo que pase después de este viaje, me alegro mucho de haberte conocido, Paul.

Paul traga saliva. Él siente lo mismo, pero la manera de plantearlo de Álvaro le da un poco de vértigo.

—¿Y qué va a pasar? Has dicho que te venía bien que volviera a Granada. ¿Vives ahí?

—Bueno, Salma y yo vivimos en Málaga, pero se nos acaba el contrato del alquiler del piso a final de año. Y ninguno de los dos estamos en nuestros trabajos ideales, así que… Podríamos buscarnos cualquier otra cosa en Granada, si se nos cruza el cable. Así quedas más con gente de debajo de Despeñaperros.

—Hombre, cuando vuelva a Granada se me va a acabar ese problema.

—No pasa nada, dos andaluces más no hacen daño.

Paul sonríe de lado. Siente el pecho un poco hinchado, un poco más pleno. Es un sentimiento bonito que, sin embargo, le produce otro tipo de vértigo.

—Ha parado de llover —observa—. ¿Salimos?

Álvaro suelta un suspiro disimulado, pero asiente, soltando su mano para desabrocharse el cinturón de seguridad. Él es el primero en salir del coche. Paul agarra un paño que guarda en un compartimento de la puerta del coche antes de salir también.

Se dirige al capó, seca la superficie con el paño y le hace un gesto a Álvaro, invitándolo a apoyarse en el coche. Álvaro lo hace, prácticamente abrazándose a sí mismo. Paul se fija en que sus brazos y sus costados, la piel que no cubre el top, están erizados. Álvaro se da cuenta de que Paul lo está mirando sin sentarse a su lado y le devuelve la mirada, frunciendo el ceño.

—¿Qué pasa?

—Espera.

Vuelve atrás, abre la puerta trasera de su coche y saca su abrigo, de cuadros rojos y negros. Camina de nuevo hacia el capó y se lo tiende a Álvaro, que entiende la oferta y ladea la cabeza, negando.

—No hace falta…

—Cógelo, venga.

—Yo sabía a lo que me arriesgaba viniendo sin abrigo. Si el outfit es tremendo, el frío es mental.

—¿Y la piel de gallina también es mental? —Señala sus brazos con la barbilla y Álvaro pone los ojos en blanco—. Cógelo, Alvi.

Es la primera vez que lo llama con ese apodo en persona, aunque por mensajes lo haya hecho muchas veces. Álvaro parece darse cuenta también, esbozando una sonrisa de lado. A lo mejor es ese el empujón para aceptar la propuesta de Paul. Toma el abrigo y se envuelve en él mientras el granadino se apoya, por fin, en el capó del coche a su lado.

—Pero si te entra frío a ti, me lo dices —advierte Álvaro.

—Yo vine preparado —replica Paul, estirando el brazo. Tiene la manía de abrigarse siempre de más y su outfit del día es una camiseta ceñida de manga larga debajo de una más amplia de manga corta—. Entonces… ¿Tienes intención de seguir quedando?

Lo dice sin mirarlo, por si acaso. El día sigue nublado, pero en el horizonte hay una franja despejada por la que se cuelan rayos naranjas. Está atardeciendo.

Siente los ojos de Álvaro sobre él y tiene la intuición de que no obtendrá una respuesta hasta que le devuelva la mirada, así que lo hace.

—¿Tú la tienes?

—Por mí, sí. Pero pensaba que igual tú no querías…

—¿Por?

—Bueno, cuando te conocí, viniste diciendo que te quedaban pocos días en Asturias y no querías perder el tiempo.

Álvaro ahoga una risa silenciosa.

—Dije eso, ¿no? —Se arrebuja en el abrigo de Paul y desvía la mirada al atardecer—. Me pareciste muy atractivo cuando te conocí. Me la jugué y conseguí tu número, y pensé que, si eras de mi rollo, al día siguiente o a los dos días quedaríamos, nos liaríamos y seguiríamos cada uno por su lado. Pero cuando empezamos a hablar, me di cuenta de que no eres de mi rollo, eres del tuyo propio.

—¿Y eso qué significa…? —pregunta Paul con cierto miedo.

—Pues lo que ya te he dicho varias veces, Pablito. Que eres un intenso, un romántico, un sagitario de diciembre, llámalo como quieras. Pero no ibas a quedar conmigo en dos días. Seas consciente o no, estabas intentando forjar algo despacio conmigo. Pero estabas interesado en mí, y por lo que me has contado esta tarde, eso ya es un paso para el Pablo de los últimos meses.

—Años —corrige Paul en voz baja. Casi se arrepiente de decirlo, pero la sonrisa suave de Álvaro lo tranquiliza un poco—. Pero entonces… ¿Perdiste el interés en mí cuando viste que no era de tu mismo rollo?

—Si hubiera perdido el interés, ¿te habría seguido hablando y aceptaría tener una cita contigo? Si tú quieres ir despacio y eso significa seguir conociéndote, firmo. Y si no nos da tiempo en una semana en Asturias y quieres seguir con esto cuando volvamos a Andalucía, me apunto de cabeza. Mi rollo es el que tú tengas, Pablito.

Paul sonríe. Siente que le podría explotar el pecho. Apenas recuerda en ese momento que está ahí gracias a un viaje que organizó durante el curso con sus amigas, porque parece que todas las circunstancias de ese verano y ese viaje han ocurrido para que él esté en ese mirador con Álvaro.

Se acerca un poco más a él, le pasa el brazo por los hombros y lo atrae hacia sí para darle un beso en los rizos. Álvaro deja la cabeza apoyada en su hombro y se quedan un rato así, en silencio, mirando el atardecer.

 

Cuando oscurece y empiezan a tener hambre, vuelven al coche y Paul le propone a Álvaro que busque el sitio de kebab más cercano para ir a cenar. Es consciente de que, a esas alturas, solo está alargando el plan para que no termine la cita. Si Álvaro se ha dado cuenta, no dice nada, puesto que acepta la propuesta de la cena sin titubear.

Ya sentados en el restaurante, cada uno con su comida delante, revisan sus móviles por si sus amigas les han dicho algo importante. Paul no ha recibido más mensajes de Bea, pero sí de Ruslana:

 

Rus:

todo bien?

(pregunta de si o no)

Paul T.:

ojalá hubiera detalles pa dártelos

por desgracia no es el caso

pero todo genial 🥰🥰🥰🥰

estamos cenando ahora

Rus:

no te olvides de que me debes una maricon

no te pongas chulito

nosotras cenando tb

terminando

en un rato vamos para casa

Paul T.:

no me olvido

muchas gracias rus 🫶🏼

no sé dónde están pero vayan con cuidado

Rus:

que siii

 

—¿Alguna novedad? —dice Álvaro, dejando su móvil sobre la mesa y cogiendo su comida—. Salma no me escribe desde hace horas.

—Rus dice que están cenando fuera y que ahora volverán al piso.

—Al final llegarás a la misma hora que ellas —dice Álvaro, tapándose la boca llena. Traga el bocado y lo mira con una sonrisa tímida—. Me lo he pasado genial hoy.

—Yo también —dice Paul, sonriendo de igual manera—. Ojalá no se tuviera que acabar.

—Bueno, no hemos alargado más la cita porque no hemos podido, ¿no? —Paul no sabe si Álvaro espera una respuesta, pero después de un silencio corto, sigue hablando—: Ya sabes dónde encontrarme. Me he abierto muchísimo más de lo que acostumbro a hacer en una primera cita, así que ya sabes lo que hay por mi parte.

—¿En serio?

Paul le sonríe, ilusionado por haber sido una ocasión especial para el sevillano, y Álvaro asiente, sonriendo también. Se vuelven a centrar en su comida, quedando en silencio un rato, pero el silencio no se siente tan extraño como los de esa mañana. El ambiente entero entre ellos ha cambiado. Esta mañana, la idea de pasar un día con Álvaro era algo que le hacía ilusión, pero también le daba un poco de miedo por la posibilidad de que saliera mal. Ahora es algo de lo que Paul desearía no tener que despedirse.

Un rato después, terminan de cenar y vuelven al coche. Ya no quedan excusas para no llevar a Álvaro de vuelta a su apartamento. Ninguno pone música esa vez, pero la canción de Aitana que escucharon al principio de la tarde no se ha ido de la cabeza de Paul. Viviendo un story que no hay que mostrar. A espaldas de sus amigas, ha pasado el mejor día de todas sus vacaciones.

Paul aparca delante de la puerta de Álvaro. Cuando se miran, sabiendo que les toca despedirse, la sonrisa del sevillano es un poco triste.

—Bueno, Pablito. —Álvaro se desabrocha el cinturón de seguridad y se despoja del abrigo de cuadros. Paul resiste la tentación de decirle que se lo quede—. Gracias por traerme. Y por todo el día de hoy.

—¿No ha sido la peor cita de tu vida? —bromea a medias, haciendo referencia a lo que le dijo en el desayuno.

—¿Por qué iba a serlo?

—No sé. Supongo que no han pasado cosas que deberían pasar en una cita.

Álvaro pone los ojos en blanco.

—No estamos siguiendo ningún guion. Ya te lo dije, Pablo. Si tu ritmo es más lento que el mío, yo lo respeto y me adapto. No me voy a echar atrás por eso.

Paul siente que debería darle las gracias, pero no le sale decir nada. Sobre todo porque, en ese momento, no tiene claro que su ritmo sea tan lento. Álvaro se lo pone muy difícil para no besarlo. La idea del final de la cita, sumada a la certeza de que al día siguiente estará volviendo a casa y todo este viaje se irá quedando atrás en el tiempo, tampoco ayudan.

—Conduce con cuidado —susurra Álvaro como despedida.

Se acerca a él y le da un beso en la mejilla, varios segundos más largos de lo que sería un beso normal. Es en ese momento cuando Paul toma una decisión. No quiere que Álvaro se aleje de él, así que le pone una mano en la nuca antes de que pueda hacerlo. Sus ojos conectan, interrumpiendo el contacto visual solo para bajar la mirada a los labios del otro varias veces. Álvaro no se aparta, así que Paul se arma de valor y lo besa.

Es un beso que parece parar el tiempo dentro del coche. No hay movimiento, no hay más sonido que un leve eco cuando sus labios se separan. Paul abre los ojos y ve que Álvaro los mantiene cerrados.

—¿Estás seguro? —susurra el sevillano a escasos centímetros de su cara.

—Estoy seguro.

Álvaro abre los ojos y lo mira apenas un par de segundos antes de lanzarse de nuevo a sus labios. Paul lo recibe ya sin miedo, subiendo la mano de su nuca a sus rizos y buscando su cintura con la otra. Los besos ya no son tímidos, son algo que no se siente como una primera vez. Como si llevaran besándose desde siempre y conociéndose desde hace mucho más de diez días.

—Vente a mi piso —dice Paul en un jadeo, separándose lo justo para hablar. Álvaro lo mira con las cejas en alto.

—Joder —ríe, sorprendido.

—Ya —admite Paul con una pequeña risa también. Lo besa otra vez—. No lo digas. Y sí, estoy seguro.

—Espera… —Álvaro se separa del nuevo ataque de Paul sobre sus labios—. Tus amigas. No pienso hacer nada con tres chicas más en la casa.

—¿Ni siquiera besarme y dormir conmigo?

Paul vuelve a besarlo. Se conforma con que la cita no acabe, con seguir sintiendo los labios de Álvaro, que sonríen sobre los suyos. Intenta hacérselo saber, acariciándole la mejilla y dulcificando sus besos. Esta vez, Álvaro tarda más en separarse.

—¿Y Bea? —pregunta en voz baja, como si no quisiera sacar esa carta—. Tienes que hablar con ella.

—Mañana —promete Paul. Álvaro alza las cejas—. Aunque volviera a casa solo, lo haría mañana, Alvi. No quiero tener esa conversación por la noche, ni antes de dormir, y menos después del día que he pasado.

—Sí, ¿no? Estaría feo que tuvieras una conversación seria con tu amiga pensando en mí —dice, coqueto.

—Ajá. —Vuelve a besarlo y Álvaro ríe en sus labios.

—Vale. Pero pregúntaselo a Ruslana primero. No quiero momentos incómodos nada más llegar.

Esa vez es Paul el que se separa, cogiendo el móvil apresuradamente para hablar con su amiga.

 

Paul T.:

hola

están ya en casa???

Rus:

acabamos de llegar

todo en orden

preparándonos pa dormir

ya vienes?

Paul T.:

hiciste las paces con kiki?

Rus:

que sii

Paul T.:

genial

me alegro mucho por ti etc 💞💖💓

pero puede o puede que no le acabe de decir a álvaro que se venga a dormir al piso

así que no eres bienvenida en mi cama esta noche

Rus:

QUE ASCO

Paul T.:

esto solo lo vas a saber tú

no digas nada porfa

Rus:

como yo oiga algo raro pablo delgado te tiro la puerta abajo

mañana te haces cargo de tus conversaciones pendientes

tienes suerte de que bea haya llegado cansada y de buen humor

que se va a dormir ya

Paul T.:

muchas gracias por todo rus 🫂

 

Bloquea el móvil y vuelve a besar a Álvaro rápidamente, tomándolo por sorpresa.

—Abróchate ese cinturón otra vez.

Álvaro sonríe de lado.

—Voy a avisar a Salma de que duermo fuera.

Paul arranca el coche y se obliga a mantener los ojos en la carretera mientras conduce. Ha pasado de no poder sostenerle la mirada a Álvaro a no querer apartar los ojos de él. La canción de Aitana sigue dando vueltas en su cabeza y Paul asume que no podrá volver a escucharla sin pensar en Álvaro y en ese final de verano.

Viviendo un story que no hay que mostrar.

 

La subida al piso es caótica y atropellada. Desde que han salido del coche, no han podido evitar volver a lanzarse a los labios del otro. A duras penas se acuerda Paul de coger su abrigo del asiento trasero y echárselo por los hombros a Álvaro, tratando de cerrar el coche mientras sujeta la cintura de Álvaro con la otra mano.

El edificio es viejo y sin ascensor. Suben por las escaleras con la luz de la linterna del móvil, porque Paul dice que sus amigas se darán cuenta de que ha llegado si encienden la del edificio y no quiere despertar a nadie. Siguen buscando los besos del otro, entre risas contenidas de Álvaro y chists de Paul.

—No hagas ruido, que como me pille Ruslana, me mata.

—Como salga cualquiera de las tres, el que se mata soy yo.

Por fin en su planta, Paul es demasiado consciente de la mano de Álvaro en su cintura mientras intenta abrir la cerradura con su propia mano temblorosa. Siguen intentando mantener todo en silencio y con la linterna del móvil como única luz.

La puerta cede y Paul la empuja lentamente. Cuando siente el aliento y los labios de Álvaro en su nuca, siente que podría volverse loco.

Se gira y tira de él, volviendo a recibir su boca sobre la suya. Se aferra a su cuerpo con una mano mientras con la otra tantea la puerta hasta dar con el picaporte para cerrarla sin que se oiga nada.

—No hagas ruido —le recuerda a Álvaro en un susurro sobre su boca.

—Que no, pesado.

—Shh —chista brevemente antes de callarlo con otro beso.

Avanzan hacia el cuarto de Paul entre besos silenciosos, lo más rápido que pueden sin hacer ningún ruido. En cuanto se ven dentro y Paul cierra la puerta tras de sí, lo invade la tranquilidad de estar en su espacio seguro. Se separa para mirar a Álvaro en la penumbra de la luz de la linterna y se esfuerza por grabar esa imagen en su mente.

Enciende la pantalla de su móvil y desactiva la linterna. Sonriendo, vuelve a atraer a Álvaro hacia sí. Sus labios, ya familiares, vuelven a conectar con los suyos y los brazos del sevillano se cierran alrededor de su cintura. Les queda toda una noche juntos por delante.

Apaga la luz y quédate aunque sea esta noche.

 

Día del viaje de vuelta

Cuando Paul se despierta a la mañana siguiente, Álvaro está a su lado. Tiene la cabeza girada hacia el otro lado, dejándole a Paul un buen plano de su tatuaje de serpiente detrás de la oreja. El brazo más cercano a él está estirado al lado de su cuerpo, el otro está doblado sobre la almohada. Ya no lleva el top blanco de la cita, pero sí que ha dormido con los vaqueros que llevó el día anterior.

Paul sonríe sin quitarle ojo de encima. Lo que hizo la anterior noche al besarlo e invitarlo a su piso es lo más instintivo que ha hecho nunca por una persona que le interesa. Si en algún momento pensó que se arrepentiría cuando se le pasara la adrenalina, ahora se da cuenta de que no es el caso en absoluto. Ni siquiera va a torcer el gesto por el hecho de que Álvaro haya dormido en vaqueros sobre sus sábanas, sabiendo que ha sido la última noche que las van a usar.

Escucha las voces de sus amigas silenciadas por un par de puertas y asume que están encerradas en la cocina, desayunando. Le da pena despertar a Álvaro, pero es el momento ideal para decirle que se vaya sin que sus amigas lo vean y enfrentar por fin su conversación pendiente con Bea, aparte de las explicaciones que tendrá que darle a Chiara por haber desaparecido el día anterior.

Acerca su meñique al de Álvaro, en mitad del colchón, y le da un par de toquecitos suaves para despertarlo sin asustarlo. Después de unos segundos, Álvaro frunce el ceño, todavía con los ojos cerrados. Su pecho se hincha con una respiración profunda y, finalmente, gira la cabeza y mira a Paul con ojos de dormido, esbozando una sonrisa tierna. Paul no puede sino sonreír también, sintiendo mil mariposas en su pecho.

—Buenos días, Alvi.

—Buenos días, Pablo.

—¿No hacía tanto frío en Asturias? —bromea, picando el costado desnudo del chico con un dedo. Álvaro se retuerce, riendo, y aparta la mano del chico.

—Depende de la compañía para dormir, supongo.

Paul pone los ojos en blanco, pero sigue sonriendo.

—Me lo pasé genial ayer. Y anoche. Me alegro mucho de que te quedaras.

—Yo también —asiente Álvaro. Paul suspira.

—Pero…

—Ya no puedes seguir procrastinando la conversación con Bea.

—Exacto.

Paul agradece que Álvaro sea tan consciente de lo importantes que son sus vínculos de amistad. Le hizo caso a Ruslana al tener la cita con él, intentando dejar de pensar por un día en hacer de padre de sus amigas para dedicar un día a lo que realmente quería hacer.

Pero la persona a la que le dedicó ese día se preocupa por su vuelta a la realidad, por que sus relaciones con sus amigas sigan intactas. Y Paul se alegra de haber elegido tan bien con quién romper su coraza de varios años sin darle una oportunidad al amor, o a lo que sea que esté pasando entre ellos.

Álvaro asiente, comprensivo, y se acerca a él para abrazarlo, llevando la cabeza de Paul a su pecho. Paul rodea su cintura con el brazo, cierra los ojos y aspira su aroma disimuladamente, sabiendo que esta vez sí es una despedida. Aunque saber que ninguno de los dos tiene intención de que eso se quede en un lío de verano le da una esperanza a la que agarrarse.

Álvaro se separa del abrazo no sin antes dejar un beso en su frente. Paul le coloca un par de rizos despeinados y se acerca a él para probar sus labios, el que probablemente sea su último beso hasta dentro de un tiempo. Álvaro sonríe.

—Gracias por entenderlo —susurra Paul.

—Por supuesto.

Los dos se visten, cada uno sentado a un lado de la cama. Álvaro coge sus cosas y esboza una sonrisa tímida mirando a Paul. El granadino camina hacia él, le pone una mano en la espalda y abre la puerta del cuarto para acompañarlo a la salida.

Casi a la vez que la suya, la puerta frente a la suya también se abre. El corazón de Paul se detiene un momento cuando una Bea en pijama se para en el umbral de la puerta de su cuarto, alternando sus ojos atónitos entre los dos chicos.

Mierda. Mierda. Mierda.

—Eh… Yo… ¡Buenos días! —saluda Álvaro con nerviosismo, rompiendo en silencio. Bea no contesta, solo lo sigue mirando en shock—. Eh… De hecho, ya me estaba yendo. ¡Nos vemos!

—Espera —dice Paul automáticamente. Álvaro lo mira y niega con la cabeza, pero él le agarra la muñeca antes de dirigirse a su amiga—. Bea, ahora hablamos, te lo prometo.

—Sí, sí —dice la chica, todavía confundida.

Paul coge las llaves del piso y acompaña a Álvaro al rellano. En cuanto están fuera, el chico de rizos se gira para mirarlo seriamente.

—Habla con ella ya.

—No quiero echarte del piso y que te busques tú solo la vida para volver. Me parece una guarrada.

—Guarrada es que la sigas haciendo esperar, Pablo, y más después de que nos haya pillado. Estará atando cabos ya, ¿qué te crees? —Paul suspira y Álvaro se ablanda, poniéndole una mano en la mejilla—. Mira, no has hecho nada malo, ¿vale? Desde el principio dijimos que los dos lo estábamos manteniendo en secreto, yo tenía mis motivos y tú los tuyos, y ayer simplemente pasamos un buen día juntos. Algo que espero que se repita —sonríe—. Pero no culparía a tu amiga por sentirse fuera de juego y no quiero ser motivo de mal rollo entre ustedes dos, ¿vale?

Paul cierra los ojos y respira hondo. Álvaro se acerca a él para envolverlo en un abrazo y él se aferra a su cintura.

—Al menos, llama a Salma para que te venga a buscar —murmura contra su hombro—. Me quedaría más tranquilo.

Álvaro se separa del abrazo. Agarra una mano de Paul con una de las suyas y con la otra marca el número de Salma. Tras un breve intercambio de frases en el que Álvaro no para de jugar con los dedos de Paul y una promesa de hablar mejor más tarde, cuelga la llamada.

—Ya viene.

—Bien —suspira Paul, aliviado. Álvaro hace un gesto de la cabeza, señalando la puerta.

—Entra, venga. —Paul duda—. Venga…

Esta vez es Paul quien se agarra a su mejilla, estampando su boca sobre la suya. Álvaro sonríe y lo besa también un par de veces más.

—Háblame cuando llegues, porfa.

—Te voy a seguir hablando todo el rato. Exactamente igual que antes.

Paul sonríe, con una sensación cálida en el pecho.

—Genial. —Aprieta su mano antes de soltarla. Se dirige a la puerta y Álvaro a las escaleras—. Adiós, Alvi.

—Hasta pronto, Pablito.

El sevillano le sonríe antes de empezar a bajar las escaleras. Paul espera a perderlo de vista, suspira y entra de nuevo al apartamento.

Bea está sentada en el sofá, con la mirada perdida en la mesa baja del salón. Al oírlo entrar, levanta la mirada hacia él. Paul, empezando a sonrojarse, se sienta a su lado.

—Hola.

—Hola.

—Eh… Pf. —Apoya los codos en sus rodillas y esconde la cara entre sus manos—. No sé por dónde empezar. —Bea no contesta, pero al cabo de unos segundos, Paul siente la palma de su mano en su espalda. Es reconfortante y le da ánimos para empezar a hablar—: Ayer tuve una cita con Álvaro.

—Es el amigo de Salma, ¿no? —Paul reúne valor para mirarla y asiente—. ¿Por qué no me lo dijiste?

—No sabía cómo hacerlo. Llevamos hablando desde que nos encontramos para devolverle el móvil a Salma, el día del botellón. Pero lo estaba guardando en secreto. Bueno, como tú lo de Salma.

Esta vez es Bea quien se sonroja un poco, tomando distancia de él.

—He estado demasiado centrada en eso, ¿no? Debería haberme dado cuenta.

—¡No! No es eso, Bea. Tampoco eres adivina.

La chica suspira.

—Ayer hablé con Rus y Kiki. Les conté lo de Salma y… Bueno, hablamos claramente de todo lo de esta semana. Al principio te odié un poco por dejarme sola para enfrentarme a esa situación, pero ahora te lo agradezco. Creo que era necesario.

—Vale, pero no me fui para eso. Me fui para tener una cita con un chico guapo.

Bea suelta una carcajada y da una palmada en el muslo de Paul, que sonríe al ver que está recuperando la complicidad con su amiga.

—Da igual por qué lo hicieras, te lo agradezco igualmente. Nos vino bien a las tres. Solo me jodió no saber nada de ti en todo el día.

Paul respira hondo y asiente.

—Lo siento mucho, Beus —susurra—. Quería aprovechar el día con él, y… Sabía que tenía una conversación pendiente contigo, pero quería que fuera en persona. Y luego Álvaro y yo nos acabamos liando y le dije que se viniera al piso y…

—Vale, tantos detalles no quiero.

—Pero si no hay detalles, solo…

—Shhh —lo manda a callar Bea, tapándole la boca. Paul sonríe—. A otra que te crea. A lo que voy es que siento haberte comido tanto la cabeza con lo de Salma y no haberme interesado por ti. Encima es su mejor amigo, joder, lo tenía delante de mis narices…

—Eso me da igual, Bea —niega Paul—. Yo fui el que decidió no contárselo a nadie y por supuesto que no me molesta que me hables de la chica que te gusta. Lo que me ha molestado esta semana no es eso, sino tu actitud con Rus y Kiki… Soy consciente de que empezaron la semana siendo unas empalagosas y encima tú las tuviste que aguantar en el botellón. Pero después de conseguir el número de Salma, tú también te empezaste a aislar por tu cuenta, entre hablar con ella por el móvil y hablar conmigo, y tampoco estabas poniendo de tu parte para que el viaje fuera lo que pretendíamos en un principio, ¿sabes? Bueno, y lo de no dejar dormir a Rus contigo anoche, tía…

Bea asiente mientras él habla y se sonroja con la última frase.

—Sí, lo sé —admite—. Lo hablamos ayer… Estuvo muy feo, ya le pedí perdón a Ruslana. Y siento haberte puesto a ti en esa situación, Paul. Ahora hemos perdido el viaje.

—Bueno, ¿quién dice eso? Tú has conocido a una chica guapa, yo a un chico más guapo aún…

—Discutible.

—… y ahora estamos todos bien y tenemos un viaje de vuelta por delante.

—¿Cuántas canciones más de Ariana Grande has añadido a la playlist desde el otro día?

—Alguna —admite Paul, rascándose la cabeza. Bea sonríe—. ¿Qué te ha dicho Ruslana?

—¿Ruslana? Nada. Yo también sé atar cabos. Y más cuando el cabo en cuestión aparece delante de mi puerta y me da los buenos días.

Paul suelta una carcajada y siente un cosquilleo de ternura al acordarse de Álvaro nervioso, ahora que la tensión con Bea se ha disipado. Abraza a su amiga y cierra los ojos, sintiendo sus brazos alrededor de su cintura.

—¿Vamos a desayunar? Estas dos llevan un rato calladas…

—Están escuchando, seguro, las muy cotillas. Vamos.

 

1 año después

Beus:

Llegandoooo

QUÉ NERVIOS

 

Paul lleva unos meses compartiendo piso con Salma y Álvaro en Granada. En ese piso, los macarrones siempre se hacen con una hoja de laurel en la olla. Por la mañana se escucha a Ariana Grande, por la tarde Salma saca la guitarra y les canta flamenco, al que ellos suelen unirse, y por la noche Paul empieza a sacar la munición de canciones tristes de Taylor Swift. Paul y Salma se han hecho amigos muy cercanos y Álvaro ha comprobado que el granadino no mentía: sí que tiene acento granadino cuando vuelve a casa y se rodea de gente del sur.

Además, los meses que llevan viviendo juntos son los mismos meses que Álvaro y Paul llevan saliendo. Estuvieron quedando, viajando casi todos los fines de semana de Granada a Málaga y viceversa, hasta final del año anterior, cuando a Álvaro y Salma se les acabó el alquiler del anterior piso. Ya habían estado planeando mudarse los tres juntos cuando eso pasara, y ya tenían el siguiente piso mirado, pero Álvaro le pidió salir a Paul justo antes.

—Me niego a que solo seas mi compañero de piso con el que me beso y me acuesto y hago vida de novio pero sin ser novios —había argumentado el sevillano—. Si va a salir mal, que salga mal a lo grande, pero vamos con todo.

—No va a salir mal.

—Esa es la actitud. Pero por si acaso, si sale mal, me pido dormir con Salma.

La malagueña también siguió hablando con Bea después de volver del viaje a Asturias. A ellas no les hizo falta vivir juntas para empezar a ser novias. Llevan teniendo una relación a distancia desde el otoño pasado y las dos intentan moverse para ir a ver a la otra cada vez que pueden.

Esta vez le toca a Bea bajar a Granada. Álvaro lleva picando a Salma todo el día y, aunque la chica le responde como si no le importaran sus bromas, sus mejillas coloradas la delatan. A Paul le parece muy tierno que Salma se siga poniendo nerviosa por ver a Bea. Le hace sentir que sus amigas están en buenas manos la una con la otra.

—¡Venga, venga, venga! —mete prisa Álvaro, con una mano ya en el picaporte.

Ahora que es la segunda mitad de agosto y el calor en Granada es casi insoportable, va vestido con pantalones cortos, una camiseta de tirantes y una de sus muchas gorras. Después de haberlo visto pasar por todas las estaciones del año, Paul puede decir que le encanta el Álvaro de verano. Mientras que él se siente en su salsa en las estaciones más frías, su chico parece brillar de más con el calor.

—Ya voy, pesado —se queja Salma, pasando por delante de él. Paul llega el último, conectando miradas con Álvaro y recibiendo una sonrisa que sabe que solo es para él. Le pone una mano en la cintura cuando llega a la puerta y Álvaro se inclina hacia él, pero la voz de Salma los saca del momento—: ¡¿Vamos o no vamos?!

—¡Vamos, vamos!

Paul conduce su coche hacia la estación donde Bea siempre se baja. Salma llega prácticamente comiéndose las uñas. Álvaro y Paul le dan espacio para que espere delante y sea ella la primera en saludar a Bea cuando baje. Pero los tres se sorprenden cuando ven que Bea no llega sola, sino hablando con Chiara y Ruslana.

La boca de Paul se abre de par en par y suelta un grito ahogado. Aprovechando que Salma se abraza a Bea, él se lanza a sus otras dos amigas, abrazándolas a la vez.

—Pero ¡¿y esto?! —les dice sin soltarlas.

—Tranqui, nos hemos pillado un Airbnb —dice Ruslana, riendo en su oreja.

—¡Joder, pero esto se avisa!

Surprise, surprise —canturrea Chiara, sonriendo.

Las chicas se separan de él y van a saludar a su novio, que se ha quedado rezagado y las mira con una sonrisa de asombro. Paul espera a que Bea se separe de su novia hasta que sus miradas coinciden.

—Hola, mi niña.

Bea se tira a sus brazos y Paul la aprieta con fuerza, cerrando los ojos.

—Vaya viajecito, por favor.

—¿Por las novias?

—¡No, hombre! Porque es demasiado largo.

Paul se separa y la mira levantando las cejas.

—Ah, pues te jodes. Los madrileños también tienen que moverse de vez en cuando.

La chica pone los ojos en blanco, pero sonríe.

—Con las chicas, bien. Bueno, Chiara se ha pasado durmiendo la mitad del viaje.

—Uf, pues esta noche va a estar dando volteretas.

—Ni que tuviera que esperar a la noche para eso.

Los dos se ríen y Paul le pone una mano en la espalda para reunirse con el resto de sus amigas.

—Vamos a poner las maletas en el coche y paseamos un rato, ¿les parece?

Yes! —dice Chiara, emocionada—. Tengo unas ganas de conocer Granada…

Así que se dirigen al coche, guardan las maletas de las recién llegadas en el portabultos y Salma empieza a guiar al resto del grupo por la ciudad.

—¿Eso no deberías estar haciéndolo tú? —le susurra Álvaro señalando a Salma con la barbilla. Se ha quedado al final de la marcha con él. Paul agarra su mano y entrelaza sus dedos.

—No pasa nada, no me voy a poner celoso —bromea—. Me puede apetecer estar un rato tranquilo con mi novio, ¿no?

Álvaro le sonríe. Paul detiene sus pasos un momento, le pone una mano en la mejilla y lo besa. Solo es un beso de unos segundos antes de apretar el paso para alcanzar a sus amigas, manteniendo sus manos unidas detrás de la espalda.

Todas saben ya de la naturaleza de su relación, pero por mutuo acuerdo, delante de ellas prefieren seguir siendo un secreto. Aunque sea un secreto a voces.

Notes:

muchísimas gracias por leer si han llegado hasta aquí! y ya que se han quedado, quiero comentar dos cositas:

1. hace poco publiqué una fic ruski, un enemies to friends to lovers + roommates inspirado en una clase de abril. sé que muchas polvoronas tenemos debilidad por ruski así que si quieren pasarse por mi perfil y echarle un ojo, son más que bienvenidas.

2. no he querido subir esto como trabajo incompleto pero... mientras lo escribía me pareció que le estaba dando demasiada relevancia a la trama de tensión entre las bechirus como para no enfrentarla directamente. aun así, no me pareció que debiera poner la escena de reconciliación aquí, en el one shot principal, porque es un os polvorón. así que próximamente escribiré la reconciliación bechirus, también conocido como el pov de ruslana del día de la cita de paul y álvaro, y lo subiré como segundo capítulo. las que quieran quedarse a leerlo, aunque sepan que no van a salir ni paul ni álvaro, también serán más que bienvenidas.

así que, de nuevo, muchas gracias por leer a todas! agradezco mucho cualquier tipo de feedback por aquí o por mi twitter @breakofgay. y a las que quieran quedarse a leer el spin-off bechirus: nos vemos en unas semanas <3

Chapter 2: Extra: la reconciliación

Summary:

La perspectiva de Ruslana del día de la cita de Paul y Álvaro,

o donde Ruslana es la guerrera más fuerte de Dios.

Notes:

hola! después de (no sé cuánto tiempo pero más del que pretendía), lo prometido es deuda.

recuerdo que este extra es desde el pov de las chicas y por tanto no hay contenido polvorón, entiendo perfectamente que le interese a menos gente. pero a las que se queden a leerlo, que sepan que las quiero mucho y les mando un besito en la frente.

lo que sí van a encontrar es bastante contenido ruski y un poquito más de salmea. disfruten!

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

—Gracias por todo, Rus —susurra Paul sobre su pelo.

Aprovechando que están abrazados y su amigo no la ve, la pelirroja cierra los ojos. Contiene un suspiro.

—Anda, no seas tonto.

—Vete contándome cómo va todo, porfa.

—Que sí… Vete a por tu chico, venga.

Paul la aprieta un poco más y deja un beso en su cabeza antes de irse. Una vez se cierra la puerta, Ruslana aprieta los labios y los puños. Deja escapar finalmente el aire que estaba reteniendo.

Acaba de irse y ya lo echa de menos. No le ha dicho lo acojonada que está para no preocuparlo, y por supuesto que la anterior noche se estaba haciendo la dura. Suele hacerlo, porque es el papel que ha asumido. Pero anoche tenía una razón extra: no podía permitir que su amigo se echara atrás en un plan que le va a hacer feliz.

Pero ahora que se ha quedado sola, se permite sentirse débil. No suele pensar en su edad como una desventaja, pero ahora mismo le pesa ser la menor del grupo y tener que hacerse cargo de dos reconciliaciones, de cubrir la ausencia de Paul y de mantener distraídas a las chicas durante todo el día para que no pregunten mucho por él.

Haber pasado la noche con Paul le dio un poco de tregua a su cabeza después de la discusión con Chiara. Saber que lo tiene de su parte es un gran alivio. Pero ahora Paul se ha ido y ella tiene que enfrentarse a todos los frentes abiertos del momento.

La puerta de la habitación en la que lleva durmiendo toda la semana con Chiara, al fondo del pasillo, está cerrada. Enfrente de la habitación de Paul, la puerta de Bea también está cerrada. Ruslana decide empezar por ahí. Respira hondo y se plantea mandarle un mensaje a Bea para preguntarle si está despierta. Al entrar en su conversación y verla en línea, se da por respondida. Camina hacia su puerta y golpea la madera con los nudillos un par de veces.

Tarda unos segundos en escuchar a Bea levantarse de la cama e ir hacia la puerta. La madrileña abre finalmente y la mira con sorpresa.

—Rus —dice a modo de saludo. Ruslana se muerde el labio.

—Hola. ¿Me dejas pasar?

—Claro, claro.

Bea se aparta y Ruslana entra a su habitación. Se plantea sentarse en la cama de la chica, pero después de la última semana, siente una grieta entre las dos que no le inspira la misma confianza con la que se sintió anoche en la habitación de Paul. Decide quedarse de pie.

—Sé que es muy temprano —empieza—. No quiero molestarte, perdona.

—No, no, da igual —la tranquiliza Bea, cerrando la puerta de nuevo. Se sienta en la cama y la mira con atención—. ¿Pasa algo?

—Bueno… Paul se ha ido.

Bea parpadea y su expresión cambia totalmente a una de alarma.

—¿Que Paul qué?

—Va a pasar el día fuera del piso.

—¿Por qué? ¿Qué va a hacer? —La madrileña se inclina sobre el borde de la cama, alterada. Ruslana se muerde el labio de nuevo y niega con la cabeza.

—Va a… Quería hacer una cosa… O sea, encontró un sitio en Google… —Chasquea la lengua. Puede hacerlo mejor—: Mira, ¿sabes qué? Lo ha hecho por nosotras.

Esta vez, Bea arquea una ceja.

—Por nosotras —repite. Ruslana asiente, intentando parecer convincente.

—Tenemos mucho que solucionar, Bea. No eres tonta, sé que te has dado cuenta.

—Ah, claro. Entonces, echas a Paul porque te peleas con tu novia y necesitas que el problema sea de todo el mundo, ¿no? ¿Me vas a echar a mí también?

—No —repone Ruslana con seriedad, levantando la voz, aunque vuelve a bajarla para seguir hablando. Esto está siendo más difícil de lo que esperaba, pero necesita mantener la calma para que las reconciliaciones funcionen—. Yo no he echado a nadie. Digamos que fue un acuerdo mutuo por interés de las dos partes. Y vamos a dejar de hablar de Paul, porque lo de que tenemos cosas que arreglar es cierto. Y esto no va solo de Chiara y de mí. Nosotras nos peleamos anoche, pero contigo llevamos teniendo un ambiente raro desde que empezó el viaje.

Bea se sonroja un poco. El fuego de su mirada se apaga y sus ojos huyen de los de Ruslana.

—¿A qué te refieres…?

La pelirroja suspira.

—Creo que tú tienes más cosas que explicarme a mí que yo a ti. Porque yo a ti no te he hecho nada. Pero tía… Es que casi ni me miras a la cara. Y a Kiki tampoco, que ella no me ha dicho nada, pero lo he notado yo. Solo hablas con Paul. Y no sé si estás molesta con nosotras, o con alguna de las dos, pero me gustaría que me lo dijeras. Porque anoche vine a pedirte que me dejaras dormir contigo, en parte como última baza para comprobar si te pasaba algo conmigo o eran cosas mías. Y con la respuesta que me diste…

Las mejillas de Bea han ido coloreándose cada vez más. Sus manos se retuercen con nerviosismo.

—Eh… Rus, yo… —La madrileña coge aire por la boca y lo deja salir entrecortadamente. Ruslana se ablanda al verla tan nerviosa, pero no dice nada. Necesita escuchar sus explicaciones—. Tienes razón, he estado rara. Es que… Desde que empezó el viaje, y sobre todo en el botellón, parecía que Kiki y tú se habían olvidado de que habíamos venido los cuatro. En plan amigos. No sé, tía, que parece que de repente ya no se sabían comportar como amigas cuando estábamos en grupo y eso me molestó, obviamente.

Ruslana respira hondo. Es lo que sospechaba, después de la poca información que soltó Paul en la conversación de anoche.

—Vale, siento haber generado incomodidad con eso, lo entiendo. Reconozco que los primeros días del viaje se nos fue de las manos. Pero creo que no llevamos ni la mitad del viaje en ese plan. Yo me di cuenta de que estabas rara, aunque no supiera por qué. Intenté acercarme a ti y dejé de estar tan encima de Kiki. De hecho, me da miedo que sea ese uno de los motivos por los que estábamos tensas y acabamos discutiendo anoche.

—Pues si es así… lo siento. —Bea suspira—. Y también siento haberte dicho que no podías dormir conmigo anoche. Es que… —parece pensárselo muy bien antes de seguir hablando—, pensé que la situación sería incómoda porque siento que este viaje nos ha alejado.

—Yo siento lo mismo. Y no me gusta. —Ruslana se acerca y se sienta a su lado en la cama, aunque deja un espacio prudencial entre ellas—. Te conozco solo de este año, pero te has hecho muy importante para mí. Fuiste la primera amiga que hice en Madrid… No quiero que nuestra amistad se quede en algo de mi primer año de universidad, y menos por un viaje tonto.

Bea asiente repetidamente y se muerde el labio.

—Lo siento mucho, Rus —dice, sonando más vulnerable que en toda la conversación—. No me he portado bien contigo.

—Yo también siento haberte puesto en una situación incómoda. No era mi intención para nada.

Bea la mira, un poco apenada, y se mantiene en silencio por unos segundos. Acaba abriendo los brazos casi como una pregunta. Ruslana esboza una sonrisa pequeña y se lanza a ellos, abrazándola con fuerza. El nudo de su pecho se afloja a la mitad.

Cuando se separan, Bea le sonríe con calidez y Ruslana se da cuenta del tiempo que llevaba sin ver esa sonrisa sincera. Se alegra de que esté de vuelta.

—¿Qué tal has dormido con Paul?

—Bueno… He dormido. Que ya es algo, teniendo en cuenta cómo ronca el nene.

—¿Él solo? —Bea alza una ceja, sonriendo—. Joder, se escuchaba el concierto a dúo a través de las dos puertas.

Ruslana suelta una carcajada.

 

Después de informar a Paul de la situación, Ruslana se prepara para el siguiente paso. Volver a estar en buenos términos con Bea le da fuerzas para su otra conversación pendiente. No por ello llega a su habitación menos asustada. Tiene el corazón en un puño cuando golpea suavemente la puerta y abre con la misma suavidad.

La habitación está en total oscuridad salvo por la pantalla del móvil de Chiara. Está despierta, tumbada de espaldas a la puerta.

—Hola, Kiki —dice Ruslana en voz baja sin saber muy bien por qué—. ¿Puedo pasar?

Chiara no responde. Su cuerpo apenas se mueve. Ruslana ve su pulgar a contraluz deslizándose por la pantalla. Entrecierra los ojos y reconoce el patrón de letras pequeñas sobre fondo blanco.

—Tus fics Catradora no se van a mover de ahí, eh. Solo te voy a robar un momento.

La de Menorca suspira y apaga la pantalla del móvil.

—Wenclair.

—¿Qué?

—Estaba leyendo Wenclair.

Ruslana no había notado que tenía el corazón un poco acelerado hasta ese momento, que se acelera aún más. Las últimas noches, su novia había estado leyendo antes de dormir fanfics de Catra y Adora, la pareja de su serie favorita. Que haya cambiado a Wenclair, después de todas las veces que le ha dicho que la pareja de Miércoles y Enid le recuerda a ellas, solo quiere decir que su novia lo ha pasado tan mal como ella por esa noche separadas.

Chiara no dice nada más ni se gira para mirarla, pero repta por la cama para hacerle sitio. Quiere que se tumbe con ella. Ruslana, ya sensible, se ablanda un poco más. Cierra la puerta a sus espaldas y se desliza entre las sábanas. Es agosto, pero la temperatura en Asturias es fresca y la pelirroja agradece el calor corporal de su novia, bien conservado bajo las mantas.

La morena sigue de espaldas a ella, así que Ruslana se atreve a acercarse un poco más y pasar un brazo por su cintura. Chiara no dice nada, pero tampoco se aparta. Ruslana toma aire. Ya no puede seguir retrasando el momento.

—Lo siento —empieza en un susurro—. Me pasé contigo ayer.

Yeah. You did.

—Lo siento… Soy muy competitiva.

—Eso no me vale. Era un juego de mierda, Ruslana.

—Ya…

—Querer ganar en un juego de mesa no te da derecho a gritarme y hablarme mal.

—Lo sé. —Ruslana se abraza más fuerte a ella y deja un beso en su espalda, avergonzada—. Lo siento muchísimo. No quiero hacerte sentir mal. Sé que tengo un pronto muy chungo.

You do. —Chiara suelta un suspiro profundo—. He pasado una noche de mierda.

—¿Por la pelea?

Ruslana se siente un poco culpable. No solo porque ella haya estado implicada en el motivo, sino porque su noche ha sido mejor de lo que cabría esperar. Aunque la pelea no se le fue de la cabeza, estar con Paul fue mucho mejor que estar sola, y lo de planear su cita con Álvaro le permitió una distracción.

—Sí. Y porque no estabas aquí.

—Pero si te has librado de mis ronquidos por una noche —bromea la pelirroja con una media sonrisa.

At this point, son como ruido blanco para mí.

Ruslana suelta una risotada y se dispone a abrazarla más fuerte, pero Chiara se mueve entre sus brazos y se gira para, finalmente, mirarla a la cara. Hay un atisbo de sonrisa en sus labios al que Ruslana se agarra como a un clavo ardiendo. Está despeinada y no puede ignorar las ojeras bajo sus ojos, y aun así, a Ruslana le parece la chica más bonita del mundo. Suspira.

—Lo siento mucho, Kiki. De verdad.

Okay. Pero tienes que aprender a controlar tu genio.

—Lo sé —asiente repetidamente—. ¿Estamos bien?

Chiara sonríe, esta vez más abiertamente.

—Sí.

Ruslana se acerca lentamente, como pidiendo permiso, hasta llegar a los labios de su novia. Cuando ve que Chiara le responde al beso con normalidad, se relaja en sus brazos. El nudo de su pecho por fin se deshace del todo. Nada más separarse, apoya la cabeza en su pecho y la abraza con fuerza.

—Te quiero.

I love you too.

 

Cuando la pareja llega a la cocina, se encuentran a Bea en pijama sentada a la mesa. La madrileña levanta la cabeza de su móvil y esboza una sonrisa pequeña al ver a la de Menorca.

—Buenos días, Kiki.

Morning, Beus.

Las dos se quedan estáticas y no dicen nada más. Ruslana nota la incomodidad del ambiente. Abre mucho los ojos, contiene un suspiro y toma la voz cantante:

—Bueno, ya que Paul no va a estar con nosotras hoy…

—¿Perdón? —Chiara frunce el ceño—. ¿Y eso?

—Él… ya contará sus motivos cuando vuelva. Lo que puedo decir yo es que a nosotras nos va a servir para tener intimidad. Vamos a aprovechar este día las tres juntas para arreglar lo que nos hemos cargado durante la semana.

Hay cierta culpabilidad en los ojos de Bea. Los de Chiara pasan de una chica a la otra con confusión.

—Eh…

—¿Puedo empezar yo? —dice Bea. Chiara alza las cejas y asiente—. Kiks, siento mucho si te has sentido desplazada por mí estos días. O si te he hecho sentir mal en general.

Wow. So we’re doing this —asiente Chiara—. La verdad, pensaba que me estaba volviendo loca. Pero sí, te he notado rara en este viaje.

—Pensaba que lo habían comentado entre ustedes.

Ruslana le echa una mirada a su novia y se encoge de hombros, negando con la cabeza. La verdad es que lo ha estado manteniendo en su cabeza hasta la noche anterior, al hablarlo con Paul.

Not really.

—Bueno. Pues lo siento mucho. Estaba molesta porque los primeros días de viaje, parecía que no veían nada más allá de la otra y que Paul y yo estábamos aquí de sujetavelas. Pero lo magnifiqué demasiado. No quería crear un ambiente hostil.

—Bea… —susurra Chiara—. No me había dado cuenta de que te sintieras así. I’m so sorry. Puede que se nos fuera de las manos al principio —añade, mirando a Ruslana con una mueca tensa.

—Sí, pero no son las únicas —señala Bea—. De verdad, siento haberme cerrado en banda.

—No pasa nada. Me alegro de que lo estemos hablando.

Chiara se acerca a Bea y la abraza. Ruslana ve cómo la madrileña cierra los ojos, apoyando la barbilla en el hombro de su novia, y sonríe. Un sentimiento cálido se extiende por su pecho.

Al separarse, Bea chasquea la lengua.

—Chicas, es que… —Resopla y se muerde el labio, como si se estuviera pensando si contar o no lo que tiene en la punta de la lengua. Finalmente, se decide—. Me estoy pillando de una chica.

Chiara asiente. Bea se queda un momento en silencio, como si esperara sus reacciones. Al darse cuenta, Chiara se sobresalta ligeramente e intercambia una mirada con Ruslana.

—Lo sabemos. Te vimos liarte con ella en el botellón.

—Y tontear cuando le devolviste el móvil al día siguiente —añade Ruslana.

Bea abre la boca y los ojos de par en par.

—¡¿Así que me lie con ella?!

Esta vez, el intercambio de miradas entre las novias viene acompañado por una carcajada.

—Amor, ¿cómo no te vas a acordar de eso? ¿Tan borracha ibas?

—¡No lo sé! Y ella tampoco me ha dicho nada de eso…

—Entonces, iría igual de borracha que tú.

—O le da vergüenza sacar el tema —sugiere Chiara.

—No sé, chicas. Pero si me han visto muy enganchada al móvil estos días, es por eso. Estamos hablando todo el rato y… —sonríe con timidez— la verdad es que me gusta mucho.

Aww. Go, lesbians!

—Eso es genial, amor —sonríe Ruslana—. Me alegro mucho.

—Gracias —dice Bea, sonriendo también, antes de exhalar un largo suspiro—. No más secretismos por este viaje.

Ruslana trata de disimular cómo traga saliva. No puede aplicarse eso a sí misma, aunque técnicamente no es un secreto suyo lo que está guardando. Solo está cubriendo a Paul. Aun así, desea que las horas pasen más rápido para que el propio Paul vuelva y les cuente a las chicas lo que ella le está ayudando a esconder. Y para no pensar en ello, lo mejor es mantenerlas ocupadas:

—¡Ey! —da una palmada para llamar la atención de las dos—. Ahora que tenemos tiempo, ¿y si bajamos a comprar ingredientes para tortitas y las hacemos para desayunar?

 

Las tortitas valen la pena, pero dejan un montón de platos sucios y una sartén por fregar. Chiara se ofrece a hacerlo y Bea dice que se va a cambiar, así que Ruslana se queda en la cocina con su chica, secando las cosas que ella va fregando.

Ahora que saben el motivo de la incomodidad con Bea, no quieren acentuarlo, pero es inevitable seguir queriendo pasar tiempo juntas después de la noche separadas. Ruslana sabe que su novia se siente igual que ella por la sonrisa que le dedica en cuanto la madrileña sale de la cocina. Es más dulce, más íntima de lo normal, como si estuvieran compartiendo un secreto.

Se acerca a ella por detrás y le pasa un brazo por los hombros. Le da un beso suave en la mejilla, pero Chiara gira la cabeza hasta que sus labios se encuentran. Intentan separarse del beso sin hacer ruido e intercambian una última sonrisa cómplice antes de que Ruslana se separe y empiece a secar los platos limpios.

Están en medio de la tarea cuando escuchan una exclamación contenida de Bea. Cruzan una mirada interrogante y Ruslana ve que Chiara abre la boca para preguntar a Bea si está bien, pero la propia Bea aparece en la puerta con la cara iluminada.

—Me ha escrito.

—¿Quién? —dice Chiara—. ¿Paul?

Ruslana se tensa un poco ante la mención del chico. Sabe que ellos dos tienen cosas que solucionar y lo último que necesita ella hoy es hacerse cargo de otro drama.

—No. —Bea disimula un resoplido frustrado, pero la emoción vuelve pronto a su cara—. ¡Salma!

—Pero ¿eso es raro?

—Me ha dicho que si quiero quedar con ella hoy.

—¡Anda! —sonríe Ruslana con picardía.

Oh, shit!

—¿Qué hago? —Bea las mira, dudosa. En sus ojos hay algo de culpa—. Se suponía que era nuestro día para estar las tres juntas…

—Dile que sí —dice Ruslana sin titubear—. Tampoco es que se nos haya ocurrido ningún plan todavía.

—¿Seguro?

—Claro. Si eso, dile que si nos podemos acoplar.

—¡Ay, como una cita doble! —celebra Chiara, dando saltitos.

—Pero… No sé, chicas… Ni siquiera he traído mucha ropa decente. Aparte de la del botellón, y esa ya la ha visto. No puedo preparar un outfit que esté a la altura de una cita.

—¿Cómo que no? —Chiara frunce el ceño—. Estás con nosotras, of course que vas a encontrar un outfit para ir a esa cita como una diosa. Tú vete mirando ideas de make up en Pinterest, yo voy a echarle un vistazo a tu armario.

La de Menorca se seca las manos en el paño de la cocina y pasa por al lado de Bea para ir directa a su habitación. Ruslana agarra el brazo de su amiga y la detiene, mirándola a los ojos.

—¿Prefieres ir tú sola a la cita y que nosotras vayamos por nuestro lado? —pregunta suavemente—. ¿Es por eso?

Bea niega con la cabeza.

—Es nuestro día juntas.

—Eso da igual, Beus. Es una oportunidad…

—No —la corta Bea—. Las quiero ahí. Me pone un poco nerviosa la idea de primera cita, prefiero sentir que tengo el apoyo de mis amigas. Si a ustedes no les importa —aclara, sonriendo. Ruslana sonríe también y la abraza.

—Claro —dice antes de dejar un beso en su pelo.

 

Bea está guapísima con el semirrecogido que le ha hecho Chiara y la sombra de ojos de estrella en naranja y rosa que se ha hecho ella misma. Ruslana y Chiara no paran de mirarla con una sonrisa orgullosa.

Por suerte para ellas, Salma es el tipo de persona que habla mucho. La conversación recae sobre sus hombros casi todo el tiempo. Bea interviene cada poco (la mayor parte de veces con risas tontas con las que Ruslana piensa molestarla luego) y la pareja se limita a hacer de carabina.

El plan no es más que pasear por los alrededores. Por estar familiarizadas con el sitio, van al prado donde se hizo el botellón y van bordeándolo, siguiendo la dirección del río. Salma y Bea van delante y Ruslana y Chiara las siguen. Van jugueteando con el balanceo de las manos, buscándose una y otra vez, aunque la atención de las dos está puesta en la conversación de las dos chicas de delante.

—Menos mal que me han dicho que sí a lo de quedar —dice Salma—. Tenía miedo de que me dijeran que no.

—¿Por? —ríe Bea sin apartar los ojos de ella.

—Porque estaba aburrida, tío. El Álvaro lleva todo el día desaparecido.

Ruslana se tensa. Por un momento, su mano no sigue el ritmo que Chiara y ella han tomado en su juego de balancear los brazos. La morena la mira, extrañada.

—¿Y eso? —pregunta Bea.

—Pues no sé. Yo solo sé que me desperté sola en el piso. Y de repente, a mitad de mañana, me llega un mensaje del Álvaro diciendo que te escriba, Bea, que es un buen momento para volver a vernos.

¿A mitad de mañana? Puto Álvaro, piensa Ruslana. Y puto Pablo. A saber qué le contaría.

—Por la cara, ¿no? —dice Bea.

—Es todo muy raro. Yo creo que se ha echado un ligue por aquí. Él de eso nunca me cuenta nada, así que…

—Pues igual —ríe la madrileña.

Pero la acusación no pasa desapercibida para la pareja de detrás. El pulso de Ruslana se acelera. Y Chiara frunce el ceño, volviéndose para mirarla con un aire de sospecha.

—¿Crees que…?

Ruslana se obliga a poner cara de póker y le devuelve la mirada.

—¿Qué?

—Pues que Paul también lleva desaparecido todo el día y… —Chiara se detiene y resopla. Niega con la cabeza, devolviendo la vista al frente—. Bueno, nada. Si Paul tiene algo que ver con el ligue misterioso de Álvaro, tú ya lo vas a saber y…

—Por favor, qué dices.

Ruslana detiene el parloteo de su novia con la técnica que sabe que no va a fallar: pellizcando sus costados para buscarle las cosquillas. Enseguida, Chiara empieza a reírse y gritar al mismo tiempo, intentando zafarse de ella.

—¡Para! ¡Ruslana, que me tiras al río! Stop!

Pero Ruslana no se detiene. Con cuidado de no acercarse a la orilla del río, sigue molestando a su novia entre risas, hasta que tal vez se le olvide lo cerca que ha estado de adivinar lo que pasa. Aunque con esa escenita hayan detenido la marcha de todo el grupo y probablemente se estén ganando las miradas de Salma y Bea.

Cuando, finalmente, la pelirroja suelta a la morena, levanta la cabeza hacia las otras dos y se las encuentra abrazadas. Chiara se recompone a su lado con la respiración acelerada y se apoya en su hombro:

—No pienses que no me he…

—Shh —chista Ruslana, señalando a las otras dos chicas con la barbilla.

Chiara dirige la mirada hacia ellas y sonríe con sorpresa.

Go, lesbians —susurra, orgullosa.

Ruslana disimula un suspiro de alivio. Ha vuelto a esquivar el bulto. Ya solo quedan unas horas.

 

Siguen paseando con Salma hasta que empieza a oscurecer y se meten en un bar a tomar algo. El plan se alarga dentro del bar a medida que las cuatro chicas van tomando confianza, aunque las protagonistas siguen siendo Salma y Bea. Se han sentado cada pareja a un lado de la mesa y Chiara y Ruslana no paran de intercambiar miradas furtivas y sonrisas cómplices, viendo cómo su amiga mira mucho a su compañera de al lado y muy poco para ellas.

Están tan a gusto en el bar que, tras comprobar Salma que Álvaro sigue fuera del piso, piden la cena. Cuando ya solo queda Chiara por terminar de cenar, Ruslana le escribe a Paul por debajo de la mesa para preguntarle si va todo bien. Por su respuesta, sabe que tanto él como Álvaro siguen en la calle.

Para despedirse, tanto Ruslana como Chiara abrazan a Salma. El abrazo de Bea con ella es mucho más largo e íntimo.

—Escríbeme, ¿eh? —le dice Salma en voz baja al separarse del abrazo, sosteniendo la cara de Bea entre sus manos. Bea asiente con una sonrisa tierna.

—Y tú, cuando llegues a casa. Y buen viaje de vuelta.

—Igualmente, corazón.

Chiara se agarra al brazo de Ruslana cuando Salma se acerca un poco más a Bea. La pelirroja sabe lo que está pensando su novia. Ella también ha contenido el aliento por si iban a besarse. Pero, al final, la malagueña acaba dejando un beso en la frente de su amiga.

—Encantada de conocerlas a todas —dice Salma, separándose de Bea y sonriendo a las otras dos, agitando la mano en el aire a modo de despedida.

—Igualmente, Salma.

Nice to meet you too.

La andaluza les dedica una última sonrisa, arrugando la nariz, antes de marcharse en dirección a su piso. Ruslana y Chiara enseguida van a abrazar a Bea por detrás. La pelirroja besa su mejilla.

—Tu futura novia es la mejor.

—Ya —ríe Bea con voz temblorosa y una sonrisa medio triste.

Don’t be sad, Beus. En cuanto llegues a Madrid y ella a Málaga puedes empezar a mirar findes para ir a verla. ¿No es lo que cualquier lesbiana ha hecho alguna vez?

—Sí, siempre hay una primera vez para todo.

Las tres amigas vuelven a su piso cerca de medianoche, ya cenadas y cansadas. Se duchan por turnos y se preparan para dormir. Ruslana está acabando su turno en el baño cuando Paul le escribe.

 

pablo <3:

hola

están ya en casa???

ruslana:

acabamos de llegar

todo en orden

preparándonos pa dormir

ya vienes?

pablo <3:

hiciste las paces con kiki?

ruslana:

que sii

pablo <3:

genial

me alegro mucho por ti etc 💞💖💓

pero puede o puede que no le acabe de decir a álvaro que se venga a dormir al piso

así que no eres bienvenida en mi cama esta noche

 

—¡QUÉ ASCO! —escupe Ruslana ante la imagen que su amigo le ha puesto en la cabeza. Se dispone a contestar cuando escucha un par de toques suaves en la puerta del baño—: ¿Sí?

—Soy Bea.

—Pasa —dice Ruslana, bloqueando el móvil y soltándose el moño que se ha hecho para no mojarse el pelo en la ducha. La madrileña entra y le dedica una sonrisa dulce, aunque frunce el ceño.

—¿Estás bien? ¿Qué te da tanto asco?

—Nada… Un vídeo chungo que me salió en Twitter. —Suspira. Después de todo el día mintiendo, ya se le hace fácil. Aun así, sigue deseando que termine todo ya.

—Ah, bueno. Venía a despedirme, que me voy a acostar ya. Estoy reventada.

—Normal —sonríe Ruslana.

Bea abre los brazos y la pelirroja se lanza a abrazarla, cerrando los ojos. Es todo un alivio haber recuperado el buen rollo que siempre han tenido. Bea deja un beso en el pelo de Ruslana antes de separarse.

—Descansa, amor.

—Igualmente.

Bea se marcha y Ruslana vuelve a la conversación de Paul, recordándole que tiene cuentas pendientes con la madrileña y que las solucione mañana sin falta. Se felicita a sí misma por haber aguantado todo el día cubriéndolo y esquivando preguntas, pero no podría haber aguantado mucho más.

Aunque está pendiente de que Paul llegue a casa, volver a dormir en su habitación con Chiara tiene un efecto relajante para ella que se suma a todo el cansancio acumulado del día. Acaba durmiéndose abrazada a la cintura de su novia antes de que su amigo vuelva.

A la mañana a siguiente, Chiara y ella se despiertan las primeras. Salen a la cocina a desayunar y pasan por delante de las puertas cerradas de Paul y Bea. Chiara no se altera, pero Ruslana tiene un extraño sentimiento de emoción al saber que en el primer dormitorio hay un invitado de más.

Su libertad está cada vez más cerca. Si no sale del propio Paul empezar a hablar nada más levantarse, será ella misma quien lo empuje a ello. Está harta de mentir para cubrir a un hombre. Por otro hombre, encima.

Aunque, mientras entra a la cocina, se descubre a sí misma sonriendo. En realidad, también tiene ganas de saber qué tal fue la cita.

Notes:

muchísimas gracias por leer!!

tengo algo medio triste que decirles y es que esto será lo último que publique en un tiempo. y no porque se me hayan acabado las ideas polvoronas ni las ganas de escribir y publicar, sino porque he empezado el curso con horario de tarde y me está quitando muchísimo tiempo :(

aun así, tengo ya desarrollada una idea para una fic pequeña (siempre digo eso y me acaban saliendo más largas que un día sin pan) que intentaré sacar adelante, pero no les puedo prometer absolutamente nada en cuanto a fechas :(

mil gracias otra vez por leerme siempre y en especial a quienes me dejan kudos y comentarios bonitos, tanto aquí como en twitter. no saben lo mucho que me alegran el día <3

nos leemos!