Chapter Text
La primera vez que Badd vio a Garou fue en la escuela primaria, siempre fue fácil identificarlo como el chico albino de ojos amarillos que era menospreciado por sus compañeros de clase. Badd podría recordar vagamente haberlo visto incluso antes durante el jardín de niños, pero definitivamente nunca tuvo la oportunidad de verlo de cerca hasta el día en el que ambos se encontraron siendo llamados a la oficina del director por una pelea.
Badd siempre había sido un niño que se metía en problemas por batallas propias y ajenas, siendo considerado un chico bastante temperamental, muy ruidoso y enojón; lo extraño era que Garou no, él era un niño callado y tímido que había sido suspendido por haber atacado a un tal “Tacchan” en el salón de clases. Badd se la pasó refunfuñando mientras era reprendido. Garou estuvo llorando de enojo durante toda su espera.
En la tarde saliendo de clases, tan solo dos días después, Badd volvió a encontrarse con Garou sentado en una de las bancas del parque, con una mirada perdida y expresión pensativa.
—¿Qué te pasa? ¿Por qué estás tan herido? —Preguntó Badd con más curiosidad que preocupación, un poco indignado. La piel de Garou era muy pálida, los golpes dejaban marcas moradas y manchas muy notorias, había rastros de sangre por rasguños y posiblemente tierra en sus manos.
Esa fue la primera vez que Garou lo miró a los ojos y Badd pudo notar lo amarillos que eran, claros, profundos, ligeramente intimidantes, como los de un depredador.
Por muy herido que parecía, Garou no quiso hablar al respecto. En lugar de eso, lo invitó a jugar con él.
—Estaba pensando que… necesito volverme más fuerte. —Soltó Garou comenzando a subir las escaleras de la resbaladilla.
—¿Más fuerte? —Badd lo siguió por detrás.
—Ser muy fuerte, ganar peleas y esquivar golpes. Me gustaría algo como eso.
Badd recordaba haberse entusiasmado por la idea. De pronto Garou no pareció ser alguien tan aburrido como creyó.
Ahora ambos tenían algo en común.
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Sus encuentros casuales en los parques los hicieron más cercanos, después comenzaron a almorzar juntos en la escuela. Ambos estaban en el mismo año pero en diferentes salones, Garou siempre cumplía años antes que él así que la mayoría del tiempo se encontraban a un año de diferencia por edad. Garou se había alejado de su antiguo grupo de compañeros después de la suspensión y nadie quería estar demasiado cerca de Badd por lo gritón que era, así que formar un dúo resultó bastante conveniente para ambos. Comer en compañía hizo que los recesos fueran menos aburridos.
Era obvio que Garou tenía problemas en casa, a veces no traía almuerzo o llegaba con su uniforme mal acomodado. Badd tendría un muy mal humor, pero no tenía un corazón de piedra; a él no le molestaba la idea de compartir parte de su bento.
Garou a veces mencionaba algo sobre las cosas que su papá le explicaba y él no comprendía, pero que no podía contradecir. Él nunca hablaba de su madre.
Durante el verano, ambos acordaron reunirse para explorar las áreas verdes a las afueras de la ciudad. Juntos encontraron un pequeño fuerte abandonado a las orillas del bosque profundo tras un parque y pasaron mañanas y tardes enteras ahí fingiendo tener peleas de héroes contra monstruos. Garou siempre quería ser el monstruo, Badd el héroe.
Al entrar a la secundaria, Garou no perdió tiempo en inscribirse en un grupo de artes marciales mientras que Badd eligió el equipo de béisbol. De vez en cuando, ambos terminaban buscando pleito con las pandillas de chicos de tercer grado. Badd y Garou rápidamente se dieron cuenta de que eran bastante buenos peleando juntos y con tan sólo 12 años, ambos decidieron formar su propia pandilla de dos. Badd era muy resistente a los golpes y Garou era muy ágil al contratacar. El único problema era que sus peleas debían terminar rápido porque Badd no podía quedarse tanto tiempo después de clases, él debía recoger a su hermanita de la guardería.
Las victorias de peleas en callejones aumentaron su confianza, especialmente en Garou quien comenzó a jactarse de lo invencible que se volvería en el futuro. Como si no hubiera alguien que pudiera detenerlo. —Al menos deberías aprender a curar tus propias heridas, algún día podrías morir desangrado. —Le advirtió Badd, tratando de limpiar la nueva herida en la rodilla de Garou.
—Soy indestructible. —La altanería en la voz de Garou era algo a lo que Badd se estaba acostumbrando. —Bueno, aún me falta mucho por aprender, pero algún día lo seré.
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Cuando la vida de Badd dio un giro drástico y los tiempos se volvieron sumamente dolorosos, desde la muerte de sus padres hasta el decidir tomar total responsabilidad de su hermana menor, Garou estuvo a su lado. Cuando los profesores comenzaron a negarse a justificar sus continuas faltas o atrasos, Garou lo ayudó lo más que pudo falsificando justificantes o distrayendo a los profesores el tiempo suficiente para que Badd pudiera colarse al salón de clases por la ventana después de que la campana hubiera sonado. Garou nunca fue un buen alumno, por eso fue increíble reconocer su determinación en poner atención a clases y tomar apuntes claros con el fin de ayudar a Badd a no quedarse atrás en las lecciones. Para ser un poco gruñón con aires de total desinterés, Garou resultó ser bastante empático y compasivo. Badd nunca se había sentido tanto en deuda con alguien.
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Continuamente pasaban las tardes en casa de Badd, donde él pudiera vigilar a su pequeña hermanita Zenko y donde Garou pudiera estar lejos de su familia. Pasaban muchas noches juntos también. Hablar hasta la madrugada se volvió una cálida costumbre que fue fácil de abrazar. A veces peleaban por pura diversión.
Garou conocía muchos programas de televisión sobre monstruos y héroes, tenía una especial afición por las series sentais. Badd no era fanático, pero admitía que era entretenido escuchar a Garou emocionarse por ello.
Badd pronto se dio cuenta de que Garou era alguien verdaderamente amable en el fondo, alguien que podía escucharlo y hablar, incluso si siempre había insultos burlescos de ambos de por medio. Era agradable tenerse el uno al otro.
Esto parecía ser recíproco, porque Garou se refería a ambos como amigos y, aunque Badd estaba de acuerdo con eso, sentía que para él su lazo era mucho más profundo que eso, más especial y de alguna forma intenso.
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A los 14 años, Badd ya sentía que algo no iba bien con él. Algo de lo que no todos los chicos podían hablar de forma libre y mucho menos si se trataba de otros chicos.
Para empezar, la cercanía de Garou se volvió algo sumamente inquietante. Su aroma, su calor, su voz. Badd se sentía sudar a montones y de pronto su corazón latía con más fuerza. Era aterrador.
El verano no ayudó en nada, sobre todo cuando ambos decidieron ir a nadar en un río bajo el puente camino a la escuela y todo se sintió de pronto demasiado incómodo. Badd había escuchado antes a sus compañeros del club hablar sobre el tamaño de los pechos de ciertas chicas, de compartir ciertos videos para adultos, de revistas y fotos sin censura. Badd nunca había tenido una verdadera curiosidad hasta ese momento en el que se dio cuenta de lo bien que lucía Garou con la ropa mojada ceñida a su cuerpo, de las gotas que corrían por su nariz y sus mejillas rojas quemadas por el sol. Fue ahí cuando sus gustos comenzaron a volverse más claros.
Por la noche, Badd soñó con el cuerpo de Garou encima suyo, con sus largos y blancos dedos sosteniendo sus piernas abiertas, moviendo sus labios entre su cuello y finalmente besándolo. Ese había sido el primer sueño de ese tipo, la primera vez que soñaba con alguien así, en esa situación, con ese aroma, con ese calor en cuerpo y con esa erección entre sus piernas.
Esto fue el comienzo de su tortura mental donde mirar a Garou a los ojos se había vuelto demasiado doloroso, aterrador e inquietante, casi peligroso. Su rostro, su voz, su aroma. Tenerlo cerca era una total incertidumbre de la que debía huir.
Así que Badd optó por comenzar a evitarlo a toda costa, al menos mientras la sensación extraña en su pecho consiguiera desaparecer. Garou había hecho una rutina de sentarse a su lado en el salón de clases, buscarlo y perseguirlo por toda la escuela, luego seguirlo de cerca todo el camino a casa hasta que quedó en claro que Badd, su querido amigo de años, lo estaba ignorando a propósito.
Decir que Garou se sintió herido era quedarse corto. Él pasó el resto del segundo año escolar, antes de las vacaciones de invierno, comiendo solo en los jardines de la escuela. Badd mentiría si dijera que no se sintió un poco mal por él.
Los días pasaron lentos y con cierta tensión en el aire, la incomodidad del silencio, la actitud renuente, la perpetua sensación de ser observado por ojos ensombrecidos y pupilas filosas. La misión diaria de eludir la presencia del otro a toda costa. Era obvio que Garou se sentía despechado, ahora estaba constantemente de mal humor y más agresivo de lo normal. Pero Badd aún no era capaz de evitar que su pecho se exaltara al chocar con sus ojos y eso sólo empeoraba la situación, aún no conseguía entender la razón pero, si de algo estaba seguro, es que eso no era normal. Y mientras no pudiera comprenderlo por completo, no podía estar cerca de él o eso empeoraría.
No es que Badd estuviera solitario, tenía otros compañeros que no eran muy cercanos pero al menos lo dejaban sentarse en la misma mesa que ellos durante la hora del almuerzo.
Garou no tenía tanta suerte, era más testarudo y solitario. Él sólo era ciertamente amable con su profesor de artes marciales y Badd. El resto del tiempo no solía hablar con nadie, no quería estar con nadie. Era como un lobo solitario.
Habían pasado semanas enteras y Badd no había vuelto a tener otro sueño extraño, eso lo ayudó a convencerse de que todo había sido producto de una mala jugada de su propia mente.
Justo antes de salir de vacaciones de invierno, los grupos de alumnos se organizaron para la limpieza de salones. Garou mantuvo su mirada fija todo el tiempo en él. El rostro de Badd se sintió acalorado la mayor parte del tiempo, intercalando entre el sudor frío del miedo y el caliente de la vergüenza. Su única ventaja era estar rodeado de sus compañeros de clase en medio de diversas tareas con las que podía distraer su mente. Badd siempre odió las tareas domésticas, pero vaya que era una buena excusa para mantenerse ocupado y, más importante, lejos de él.
El rostro de Garou permaneció tranquilo, concentrado en limpiar y acomodar las butacas, se estaba tomando su tiempo y quizás lo hizo a propósito porque, cuando Badd echó un vistazo a su alrededor, ellos dos eran los últimos que aún no habían terminado su actividad.
Badd se apresuró a regresar la escoba a su lugar y emprendió una rápida huida con las bolsas de basura hacia los contenedores, lo último que le quedaba por hacer antes de poder irse a casa. Los nervios estaban a punta, sus pies se sentían ligeros al correr. La basura se lanzó con más fuerza de lo necesario pero con ello se fue un peso de sus hombros. Él respiró profundo porque ahora era libre, pero un instante después maldijo internamente al sentir sus manos vacías y recordar que había olvidado su mochila y bate en el salón de clases.
Su regreso fue a pasos silenciosos, casi a escondidas. Al asomarse, no vió a Garou. Badd suspiró con alivio y se adentró a tomar su mochila, el problema era que no podía encontrar su bate por ningún lado.
—¿Buscas esto? —Preguntó Garou con un rostro serio, con el bate entre sus manos y cerrando la puerta tras de sí.
Badd no respondió y fue directo a quitárselo pero su intención fue completamente esquivada. La expresión de Garou cambió un poco, su voz salió más ligera de lo esperado pero su mirada se mantuvo firme sobre él.
—Si ya no querías estar conmigo, sólo tenías que decirlo.
Él en verdad lucía molesto. Eso causó que un bulto pesado cayera en seco sobre el estómago de Badd. Culpabilidad. Siendo incapaz de replicar, Badd se limitó a bajar la vista al suelo y colocar una mano sobre su nuca.
Volver a mirar a Garou era sentir algo en su estómago florecer. Ambos estaban frente a frente, solos en ese salón de clases. El atardecer los bañaba en rojo, naranja y amarillo. Badd esperaba que esos colores consiguieran disimular su tenue sonrojo, en caso de que lo tuviera.
—¿Qué? ¿Ni siquiera me vas a mirar a la cara? —Le reclamó Garou de nuevo. —Idiota…
Su voz molesta se tornó en una más baja y suave, más de tristeza y dolor. Badd no podría sentirse peor consigo mismo. Al final de cuentas, Garou era una buena persona. Se suponía que ambos eran amigos. Garou lo había ayudado mucho. Incluso Zenko no dejaba de preguntar por él.
Armándose de valor, Badd cerró sus puños y alzó la mirada. —Lo s… lo siento, lo que pasa es que… han pasado cosas…
—¿Y dejar de hablarme de un día a otro era la solución?
Badd se encogió de hombros y dio un paso atrás de forma inconsciente. En su mente deseaba que eso hubiera funcionado, que simplemente alejarse de él hubiera calmado sus emociones. —Esto es algo serio. —Dijo dentro de un susurro.
No sabe qué clase de rostro estaba poniendo, pero Garou se detuvo al verlo. —¿Eh?
—Mira, ha sido difícil, ¿sí? Y… son cosas que simplemente no podía decir, no quería involucrarte en esto. —Continuó Badd, tratando de no mentir del todo. Él era pésimo inventando excusas convincentes y no iba a jugar con su suerte justo ahora. En parte porque consideraba que Garou era algo culpable. Pensando en su cercanía, su mirada, en dormir en la misma cama en sus noches de piyamada. La sensación era tan abrumadora que no mentía cuando decía que tenía miedo. No era normal pensar de esa forma de tu mejor amigo, no cuando ambos eran hombres.
La mirada de Garou entonces se ablandó y de pronto lució como si la molestia se desvaneciera. Él se acercó con prisa y Badd tuvo que volver a retroceder, siendo detenido por una butaca tras él, su mochila cayó al suelo pero no hubo tiempo para mirar hacia ella porque Garou ya estaba frente suyo, muy cerca, sujetándolo de los hombros con fuerza. —No seas estúpido, ya te dije que lo que pasó con tus padres no fue tu culpa. —Soltó de pronto y, antes de que Badd pudiera comprender a qué se refería, Garou prosiguió con su mirada más determinada que nunca. —Si cuidar a Zenko y estudiar es más difícil de lo que creías, entonces dímelo. ¡No te guardes todo el dolor para ti solo!
Garou siempre era así, alguien que creía firmemente en algo y no se detenía hasta conseguirlo. Él hacía lo posible por alcanzar lo imposible y los límites nunca fueron vistos como un estorbo, sino como una motivación. Él era increíble en ese sentido. Él quería que Badd sintiera e hiciera lo mismo que él.
—Ni se te ocurra rendirte. —Dijo Garou antes de ser empujado por Badd.
—No te burles de mí, es sólo que… bueno, yo…
—¿Planeas seguir huyendo?
Badd no sabía si se refería a la situación o a su amistad.
—¿Qué vas a hacer ahora?
Badd no sabía qué responder, así que buscó inspiración en los ojos de Garou que le recordaban a los atardeceres, al cielo en verano, a la calidez de la primavera y a la hojas secas de otoño. Badd necesitaba escapar porque todo eso le estaba pareciendo difícil de olvidar. Pero, por otro lado, él nunca había sido así de cobarde.
—Ya te lo dije, lo… lo siento, ¿bien?
Eso no fue suficiente para Garou quien volvió a afilar su mirada y se cruzó de brazos.
—Debí haber confiado un poco más en ti, supongo. —Continuó diciendo Badd, siguiéndole la corriente porque eso era todo lo que podía hacer. Garou no tenía ni idea de lo que estaba pasando, no era su culpa tener a un amigo con sueños repugnantes.
Después de un largo silencio, Garou suspiró con pesadez, como cansado y, quizás, aliviado. Antes de poder decir algo, él le lanzó de vuelta su bate y le hizo la seña para que lo siguiera por detrás. —Apúrate. Se está haciendo tarde y si saben que seguimos aquí en la escuela nos meteremos en problemas.
Badd estuvo de acuerdo y comenzó a seguirlo. Garou no volvió a mencionar nada sobre su separación o su molestia. Aunque, al regresar juntos a casa, Badd pudo verlo sonreír más de lo normal.
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Ambos pasaron las vacaciones de navidad juntos, todos los días. Garou prácticamente vivía en su casa. Él iba a entrenar artes marciales por las mañanas y tardes, las noches se las dedicaba a estar con él.
Badd y Garou pasearon por el centro de la ciudad, jugaron videojuegos por horas, tomaron refrescos y golosinas hasta llenarse y vieron muchas películas juntos. Cuando la nieve comenzó a caer, ambos se sentaron uno junto al otro en el sillón con una cobija encima mientras criticaban los nuevos programas de televisión. Garou nunca ha escatimado mucho en la cercanía cuando estaba con él y eso tuvo a Badd con los pelos de punta más que nunca, pero no pudo evitar disfrutarlo. Cada noche antes de dormir, Badd se recostaba con el temor de despertar en una posición extraña o, peor aún, por un sueño similar al de la última vez. Pero entonces Garou abría la boca y comenzaba a hablar con tanta pasión sobre las nuevas series sentais que había visto y algunos estrenos de películas que deberían ver que Badd terminaba distrayéndose y envolviendo su cuerpo en una extraña tranquilidad. Badd en verdad había extrañado estar con él.
El humor de Garou mejoró considerablemente y Badd maldijo en su interior sentirse de la misma forma, más jovial, alegre y ligero.
Ambos salieron la noche antes de navidad para comprar los regalos para Zenko. Había mucha gente, sobre todo parejas tomados de la mano. Garou los vio y bromeó con que su salida de compras también podría considerarse una cita. Badd lo miró molesto y le encestó un fuerte golpe en la cabeza.
—¡Era broma, no te enojes tanto! Qué amargado eres. —Dijo Garou riendo.
Y Badd gruñó por lo bajo sin responder.
Lo peor es que la idea no le desagradó en lo absoluto.
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Entrando a clases las cosas no cambiaron mucho, ambos seguían pasando sus días juntos. Garou ahora se la pasaba pegado a él y en todo momento con la excusa de recuperar el tiempo perdido, Badd renegaba pero no se oponía en lo más mínimo. Había sido su propia culpa el que se hubieran dejado de hablar por tanto en primer lugar.
El segundo año terminó y el corazón de Badd siguió latiendo más fuerte que nunca.
El tercer año comenzó y ambos estaban de nuevo en el mismo salón. Garou decía estar molesto por la idea de tenerlo sentado a su lado por otro año más pero Badd podía verlo esconder una sonrisa divertida. Él no dijo nada porque, aunque le doliera admitirlo, se sentía de la misma forma: feliz y aliviado.
Garou se había vuelto alguien ruidoso, altanero y un poco prepotente. Hacía mucho que no se dejaba intimidar y era muy, muy perseverante. Al ser su último año, él comenzó a pasar más tiempo en el club de artes marciales, participando y ganando diversos combates con otras escuelas. Dando todo de sí.
Badd comenzó a resentir el tiempo que no estaban juntos pero no pudo decir nada porque aún se sentía culpable por todo el tiempo en el que lo había estado evitando. A veces sentía que esa sensación de soledad y tristeza era algo que se merecía.
Un día Garou lo invitó de nuevo a una de sus competencias, Badd siempre se negaba porque debía cuidar a Zenko y no quería llevarla consigo porque no quería exponer a su dulce hermana pequeña a ningún ambiente de violencia. Pero era una competencia importante y Garou había insistido demasiado, además, esta vez era dentro del horario escolar cuando Zenko estaría en su escuela. Fue por eso que Badd se saltó las clases después del almuerzo para poder ir a verlo en el dojo de la escuela.
Garou era muy confiado en sí mismo cuando se trataba de sus habilidades de pelea y Badd, quien había entrenado de vez en cuando con él en batallas simuladas, debía de admitir que era fuerte. Pero nunca imaginó lo fuerte que se había vuelto hasta ese momento.
Garou movía sus pies y sus brazos contra sus oponentes de una forma casi hipnotizante, era maravilloso y terrorífico a la vez. Imponía respeto siendo tan joven y era notable el orgullo que se plasmaba en el rostro de su maestro así como la admiración de sus compañeros. Él sonreía jovial. Era capaz de imitar sus movimientos y ejercer sus propias técnicas en contra. No importaba el tamaño, altura o apariencia del oponente, Garou siempre encontraba la fuerza necesaria para vencer a cada uno de ellos.
Badd no podía dejar de verlo y sentir cómo una llama brotaba desde el fondo de su corazón y carcomía cada parte de su ser, hacía cosquillas, quemaba, dolía y al mismo tiempo era maravilloso.
El chico tímido y tranquilo que apenas podía defenderse ahora era invencible, tenaz, un completo peligro para quien decidiera enfrentarlo. Y ese chico alzaba su puño victorioso del primer lugar con una sonrisa plasmada en su rostro y sus ojos puestos en su mejor amigo sentado entre la audiencia.
Fue ese momento en el que Badd finalmente aceptó que estaba enamorado de Garou.
