Chapter 1: Cachorro tonto
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Intento ignorar el líquido que sale de mi entrada y las miradas ocasionales de lástima que Bob me dirige de manera disimulada. Quizás porque resulté ser un omega tardío y le da pena saber lo qué me pasará, o quizás porque acaba de perder a su mejor trabajador.
¿Por qué está pasando esto? A mí de todas las personas.
Cuando entré en celo, el frío del miedo sobrepasó al calor de mi cuerpo. Esto no debería estar pasando, los betas no tienen celos.
¿Es por esto que sufrí dolor de abdomen durante semanas? ¡¿Estaba desarrollando un útero?!
Bob, mi jefe en el taller, se sorprendió muchísimo, podría meterse en problemas por tener empleado a un omega sin autorización de un alfa, llamó a mi padre para que venga buscarme al trabajo, pero al no recibir respuesta dejó un mensaje de voz y decidió llevarme a casa él mismo, por suerte es un beta.
Perdí la noción del tiempo entre temblores provocados por la fiebre y la vergüenza de estar duro sin poder hacer nada para controlarlo. De a poco empecé a sentir el que debe ser mi propio aroma, todavía débil y difuso para encontrarle sentido. Al menos espero que sea un olor agradable.
De lo contrario, no podré atraer a un buen alfa.
Mi cuerpo salta ante ese pensamiento. Eso es lo que menos debería importarme ahora mismo ¿Qué voy a hacer con mi vida?
Vivo con papá, un alfa alcohólico que cayó en la bebida y el desempleo intermitente cuando mamá falleció. Tenía diez años cuando él fue a buscarme a la escuela para decirme que ella no volvería a casa ese día, ni ningún otro, porque un conductor, el hijo del alcalde del pueblo, decidió que era buena idea drogarse y salir a conducir a las diez de la mañana.
El proceso fue rápido. Para la policía, Magie Callaway solo era una omega desafortunada sin supervisión que intentó cruzar la calle cuando el semáforo estaba en verde. Nadie le hizo una prueba de drogas al conductor ni lo interrogó, nadie revisó ninguna cámara. Nadie vio nada, nadie sabía nada.
Frente a la tumba más barata que se pudo permitir, con el acta de defunción de su compañera en la mano izquierda y con la manita de su cachorro en la mano derecha, mi papá decidió que no podíamos seguir viviendo en ese lugar.
Fue así que ese hombre por primera vez se tragó su orgullo, y una semana después del accidente, llamó al alcalde del pueblo, era de noche, pues quería que estuviera dormido, su pobre cachorro que solo pudo conciliar el sueño cuando se acostó en la cama de sus padres, arropado por el aroma de estos que su olfato aún no desarrollado apenas podía identificar.
Al colgar, su celular le notificó del dinero transferido a su cuenta bancaria. Antes de que pudiera arrepentirse, comenzó a llenar maletas de todo lo que pudiéramos necesitar a corto plazo, fotografías, ahorros y comida. Me tomó envuelto en sábanas y acomodó todo en el auto. Por último, dejó las escrituras de la casa sobre la mesa de la cocina junto a las llaves de ésta.
Ese ya no era su hogar, no podría serlo sin Magie en él, ese pueblo ya no brillaba como cuando se mudaron para comenzar una vida juntos. Ahora solo necesitaba escapar de él antes de que la rabia lo consumiera y decidiera matar a alguien.
Cuando desperté asustado en el auto, papá me contó lo que hizo. Sin entender del todo y aun con el dolor de perder a mami, en mi inocencia infantil creí que todo estaría bien.
Cachorro tonto .
Seis meses después, alquilamos una pequeña casa con muchas cosas que arreglar, mi padre era despedido de otro empleo al que había ido borracho, yo era molestado en la escuela por ser un ‘gigante retrasado que no entiende nada’ y en casa solo comiamos comida chatarra que me provocaba dolor de estomago por las noches. Aun así no me quejaba, así papá no tendría más problemas.
Once años después, papá tuvo innumerables empleos y no conservó ninguno, terminé la secundaria a duras penas. Hasta que el celo no deseado llegó, estaba trabajando en un taller mecánico, trabajo que conseguí con lo único de utilidad que me enseñó mi padre: mecánica automotriz.
Esperaba pasar mis días con la vida tranquila que se espera de un beta sin manada: tener una linda casa, algún día conocer a alguien de mi mismo género secundario, hombre o mujer, y pasar nuestros días juntos.
Ahora ese humilde sueño se arruinó, un omega solo puede tener algo a su nombre si ese algo es otorgado por su alfa, solo puede estar con alguién si su alfa lo permite, siendo ese alguien un miembro de la manada, y su única aspiración es básicamente complacer todos los caprichos de su alfa y darle cachorros saludables.
La espiral de pensamientos en la que caí se interrumpe cuando el auto de Bob se detiene, ni siquiera noté que habíamos llegado. El hombre se queda unos segundo mirando al frente y luego voltea, me sonríe con suavidad y mete un fajo gordo de dinero en el bolsillo de mi pantalón, sabiendo que no podré sujetarlo por mi cuenta.
―Eres un buen chico, Ox, cuídate mucho, esto es por el trabajo y un poco extra, por las dudas. ―Bob volvió a mirar al frente y en voz baja pero firme dijo― Ser omega es difícil, seguro que ya lo sabes. Mi esposa tiene una vida dura por su…condición, pero nuestro alfa es bueno y eso ayuda mucho, espero que encuentres un buen compañero y una manada cariñosa, chico ¡Oh! y ven a visitarme al taller cuando quieras, si tu alfa lo permite, claro.
Sin estar seguro de qué pensar sobre todo eso, agradecí con un abarzo al único hombre de ese pueblo que me trató como un ser humano y que nunca me juzgó por ser hijo de mi padre o por ser un ‘gigante retrasado que no entiende nada’. Bob me devuelve el abrazo, quizás el último contacto que tengamos, y con un cabeceo nos despedimos. Enciende el auto y se va.
Intento no llorar, papá me enseñó que los hombres no lloran, menos aún cuando son alfas y betas, porque tienen que demostrar que son fuertes y porque no tienen tiempo. Pero ahora resulta que soy un omega y me pican mucho los ojos
¿Ahora se me permitirá llorar?
Mis manos tiemblan al abrir la puerta, papá me recibe con una mirada fría, en su mano izquierda una botella de cerveza a medio tomar, en su mano derecha el celular reproduciendo el mensaje de voz que Bob le mandó.
No me sorprende el golpe en la mejilla izquierda.
Sin decir nada, soy sujetado del brazo y arrastrado a mi habitación, dentro de está solo me esperan dos botellas de agua y algunos sándwiches.
―Te vas a quedar aquí hasta que se te pase la calentura, mientras tanto te buscaré un alfa, no voy a mantener vagos.
Eso fue lo último que escuché antes de que la puerta fuera cerrada con llave.
Sin más que hacer, me acosté en la cama y cerré los ojos con fuerza, las lágrimas de frustración, ira y tristeza se amontonan mientras intento negar lo que sé que vendrá.
No quiero ser un omega
No quiero estar en celo
No quiero dejar mi trabajo
No quiero ser el objeto de un alfa y su manada
Soy Oxnard Matherson, UN BETA.
……
Tres días encerrado.
Mi cuerpo duele y se encuentra todo pegajoso. En algún momento me saqué la ropa y la cantidad de semen seco en mi vientre indica que debí haberme masturbado como nunca antes. Sin embargo, solo pude eyacular cuando me introduje los dedos. Me siento débil y apenas puedo abrir los ojos, mi cabeza duele como si le estuvieran dando con un martillo. Quisiera tomar algo de beber, pero no puedo mover las piernas.
¿Así será siempre?
La puerta se abre y la luz es encendida, del susto abro los ojos y observo a mi padre entrar con dos hombres detrás. Parecen tener la misma edad, alrededor de treinta años. Uno luce fuerte y grande y tiene una barba castaña clara. Se frotó la cabeza rasurada con la mano, cerró los ojos y respiró profundamente. Luego dejó escapar el aire con lentitud, abrió los ojos azules y con ese proceso pareció confirmar algo. El grandote apoyó su mentón en el hombro del otro hombre, más pequeño, moreno y lleno de tatuajes, que hasta entonces nunca apartó la mirada de mi rostro, se vieron por un instante a los ojos y eso pareció ser todo lo que necesitaban para que el hombre tatuado anunciara aquello que cambiaría aún más mi vida.
―Bien, nos lo llevamos, ―papá volteó a verlo con ¿alivio?― pero no esperes volver a verlo, basura.
Le tendió una bolsa que él no se molestó en esperar a abrir y ponerse a contar billetes.
―Mierda, al menos podrías haberlo cuidado mejor ¿Qué pensaría Maggie si te viera ahora?― eso pareció provocar una reacción, pero solo salió de la habitación y me dejó con ellos.
¿Maggie?
―Cargalo, también toma lo que parezca importante, ―dijo al grandote― llamaré a Thomas, le diré que lo encontramos.
Chapter 2: Camino de inconsistensias
Notes:
La inspiración y el mensaje de alguien (*cof-cof* Rose *cof-cof*) en el primer capítulo me alentaron a terminar de editar más rápido el segundo, asique espero que disfruten del cap adelantado. Disfruté mucho escribiendolo, en especial las interacciones entre Mark y Gordo. En realidad, planeo explotar mucho el potencial que tienen todos los personajes. En fin, difruten la lectura!
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Un manto de estrellas nos recibe al salir de casa.
Mark, como dice que se llama, me viste, toma las pocas cosas que pude pedir en una mochila y me lleva en sus brazos al auto. El hombre tatuado con cara de malo, Gordo, a quien presenta como su compañero, lanza la mochila al asiento trasero, oocupa el del conductor y abrie la puerta de copiloto.
No tengo fuerza para resistirme, aún así, levanto mi cabeza de su pecho e intento ver dentro del que, hasta entonces, era mi hogar, espero ver a papá desesperado, lamentándose y listo para decirles que me dejaran, que devolviera el dinero y me pidiera disculpas. Me conformaría con cualquier cosa.
La imagen que me devuelve la casa es la de él contando billetes en el sofá, con la sonrisa más grande que jamás le he visto iluminando su rostro.
Gimo con tristeza intentando llamarlo, pedirle ayuda y que no los deje llevarme. Solo consigo que Mark acaricie su mejilla contra la mía. Su barba me hace cosquillas leves pero no logra consolarme.
Al llegar al auto, Mark se sienta conmigo en su regazo y nos coloca el cinturón de seguridad.
Gordo baja la ventanilla, enciende un cigarro, arranca el auto y mi casa queda atrás.
Ox Matheson queda atrás.
El aroma de ambos machos y el olor a tabaco inunda el auto. Creo que Mark es un beta y Gordo un omega, pero sus olores se encuentran tan entrelazados que no logro distinguirlos.
Aunque nunca he visto a un omega con tatuajes.
El mareo regresa, se me calienta la piel y comienzo a temblar.
Parece que el celo no se va sin dejar factura.
Mark parece notarlo, me aprieta más contra su pecho y llama a su compañero con un gimoteo agudo.
―Toma, necesitarás esto ―dice Gordo mientras saca un frasco de pastillas de su chaqueta. Se lo da a Mark, quien empuja una contra mis labios. Sin fuerzas para preguntar qué me están dando, ni agua para que sea más fácil, me la trago―. Buen chico, ahora, quizás te estés preguntando quiénes mierda somos nosotros y hacia dónde vamos…emm bueno, ya sabes nuestros nombres ¿no? Somos miembros de la manada Bennett, el imbécil de tu papá nos contacto cuando se dió cuenta de que eres un omega y te vendió a nosotros, aunque en realidad siempre fuiste nuestro, así que ahora te llevamos con la manda, a Green Creek ¡De nada!
―...
―Gordo, mejor yo me encargo.
―Claro, claro, eres mejor en esto.
―Ox, uff bueno, quizás esto sea incomodo para ti, pero presta atención. Tus padres y tú vivieron en Green Creek hace diecisiete años, allí naciste. Se que eras pequeño ¿no te suena familiar el nombre? ¿Haber vivido en otro lugar?
No, no recuerdo nada. Se lo hago saber con un movimiento leve de cabeza.
Tampoco les creo, pero si se enojan, en mi estado no podré defenderme.
Mark no deja que mi negativa lo desanime.
―Está bien, seguro lo harás cuando lleguemos, de hecho, nosotros somos tus padrinos, tu madre nos lo pidió ¿Sabes? pero tu padre…
―Ese hijo de puta no quiso permanecer en la manada, él se los llevó, tratamos de encontrarlos por años ¡Él los arrancó de nosotros! Si Rich-
―Gordo…
―Perdón…es solo…Ox ¿Realmente no nos recuerdas? ¿Nuestras caras? ¿Nuestros aromas? Mierda, incluso tengo este auto desde antes de que nacieras. Llevé a Maggie al hospital a hacerte los controles, te la pasabas babeando y te gustaba llenar todo de mocos y vómito.
Ignoro eso… y la risa mal disimulada de Mark también.
No dije nada por un buen rato, permanezco con la vista frente a la carretera, prestando atención a los carteles, memorizando el camino y tratando de entender lo que dijeron, pero nada tiene sentido para mí. Solo ella.
―¿Papá te dijo su nombre?
Gordo voltea a verme con sorpresa, luego vuelve la vista a la carretera, tal vez no esperaba que volviera a hablar. Con una mano enciende otro cigarrillo, toma una calada y expulsa el humo antes de responder.
―¿Eh? ¿El nombre de quién?
¿Se está burlando de mí?
―¿Hablas de Maggie? ―Mark me arrullo un poco y continuó cuando sintió mi asenti―. Él no tuvo que decirnos su nombre, nosotros la conocimos primero, Curtis vino de afuera.
―Ugh, no pronuncies su nombre, me harás chocar.
―¿Pero de verdad la conocieron?
Me es difícil saber qué tan fuerte es mi aroma ahora, o las feromonas que mi cuerpo suelta. Pero no creo que sea casual que Mark acaricie tanto mi cabeza con su barbilla. Es un hombre extraño, es incómodo, pero también un poco tranquilizador.
Gordo vuelve a tomar otra calada y soltar el humo antes de responder.
Seguro lo hace a propósito, para molestarme.
―Ya te dijimos que sí, ella nació en Green Creek y era de nuestra manada, allí vamos.
No entiendo nada, y que mi cuerpo sea una baba inutil no ayuda.
―¿Cómo sé que no es todo mentira?
―¡¿Ah?! ¿Y por qué mierda haríamos eso?
―Para hacerme cooperar.
Esta vez Mark responde.
―Todo esto es mucha información, está bien, ya habrá tiempo para hablar de eso ¿Por qué no intentas dormir un poco? Tenemos viaje por delante.
No se si es a causa del dolor físico, emocional, o porque ya estoy harto de estos tipos y sus historias. Pero el tono calmado de Mark me hace explotar.
―¡No! No les creo nada ¡No quiero ir a ningún lado! ¡Déjenme ir!
Eso no parece gustarles, Mark emite un gruñido bajo, en advertencia, pero Gordo, se mantiene serio. Casi grito de vuelta cuando arroja el cigarrillo a medio terminar por la ventana y me mira de reojo.
―Mira, entiendo que desconfíes ¡Pero pudimos amordazarte, meterte en el maletero y ahorrarnos todo esto, pero-
―¡Gordo!
―¡No me interrumpas! Lo que quiero decir, Ox, es que estamos aquí ¿No? Eso debe decirte algo. Vamos, amabas-
―¡¿Y por qué nunca me habló de ustedes?! ¡¿Por qué nunca mencionó Green Creek?! ―Se me aprieta la garganta y cierro los ojos con fuerza para ahuyentar la humedad, lo que menos quiero es parecer débil―. Creen que soy esupido, no les creo nada…por favor, déjenme ir.
Ninguno de ellos me responde, nuestras respiraciones agitadas es lo único que se oye.
Esta vez soy yo quien se sorprende cuando, tras un silencio incómodo, Mark vuelve a hablar.
―Tienes razón, perdón si te hemos abrumado con todo esto, pero era necesario ―Al notar que lo ignoro, se dirige a su compañero―. Gordo, creo que es normal que no recuerde, tenía cinco años, era un cachorro.
―Bien…eso no explica porqué nunca le hablaron de nosotros.
―Lo sé, quizás Thomas…
Dejo de escuchar su conversación cuando el dolor de cabeza vuelve. De todas formas es inutil, aunque finjan todo este teatro no van a convencer a nadie.
Aun con el ambiente tenso, cambian de tema y vuelven a dirigirse a mí. Me explican que soy un omega tardío, por lo tanto, un cachorro hasta mi primer celo, un celo que debió llegar normalmente a los dieciocho años, algo que obviamente no sucedió.
Al ser el primero, no fue tan fuerte, como suele ser lo usual, pero mi cuerpo sufrió mucho porque desarrollé un útero, órganos reproductores y sensibilidad en mi glándulas odoríferas.
En conclusión, ahora me pueden embarazar por el culo.
No quiero ser un omega, no les pertenezco. No quiero nada de esto.
Ante mi falta de respuesta, dejan de hablar.
Intento con todas mis fuerzas seguir prestando atención a la carretera, pero en algún momento se me la nubla la vista. Trato de resistirme al calor del cuerpo de Mark y a sus aromas entrelazados, parece que juntos hacen una buena combinación, porque me envuelven como una manta caliente.
―Ojalá tuviéramos una foto.
Y eso es lo último que escucho.
.
.
.
Bienvenido a Green Creek
Es lo que dice el estupido cartel del estupido pueblo al que llegamos sin que yo, como estupido, lo notara por haberme dormido.
―Oh, parece que ya despertaste, y en un buen momento también ―Mark me sonrió cuando levanté la cabeza para verlo.
―Al fin llegamos, tengo el culo duro de estar conduciendo toda la noche.
―Habla por ti, Gordo, yo ya no siento las piernas.
―Jódete por querer cargarlo todo el camino. No es un bebe ¿Sabes?
―¿Lo comprobaste porque esta vez no te llenó el auto de mocos y vómito? O acaso... ¿No será que tu querías llevarlo cargando?
―Andate a cagar y avísale a Thomas que ya estamos cerca.
¿Eso en Gordo es…vergüenza?
―Además, tu eres el que terminó con el pecho todo babeado, quizás todavía es un bebe ―Si el tono diabólico en su voz me dice algo, es que lo está disfrutando.
Correcto, ahora yo tengo vergüenza, pero que se joda por secuestrarme.
Mark se ríe y extiende una mano para acariciar el cabello de su compañero. Luego toma su celular y escribe algo que no logro leer.
El pueblo no es muy grande, en pocos minutos llegamos a un largo camino de tierra, el auto sigue su extensión hasta dos casas que se encuentran cerca de bosque espeso. Una casa es azul y la otra, más grande y blanca. Frente a ellas hay un todoterreno, dos camionetas y un auto.
Ver estas casas…me da dolor de cabeza.
Fuera de la segunda casa veo a varias personas. A medida que el auto se acerca los distingo más, son siete.
Finalmente, el auto se detiene frente a la casa azul. Gordo baja, nos abre la puerta y Mark nos saca del auto. Me sujeta con fuerza mientras me deja en el suelo, quizás tiene miedo de que escape corriendo, quiero hacerlo, pero mis piernas dormidas no me lo permiten.
Antes de darme cuenta, ese montón de gente se acerca. Retrocedo y siento el pecho de Mark en mi espalda, no me gusta, pero me pego un poco a él.
Gordo se queda de pie frente a nosotros y un hombre alto, musculoso y de cabello moreno se acerca, comparten una breve mirada y, cuando Gordo asiente, baja la mirada y expone el lado izquierdo de su cuello, él se acerca para lamerle la glándula, olfatearlo y acariciarlo.
El comportamiento típico entre miembros de una manada. Pero, si él se acercó primero para saludarlo e impregnarle su olor…debe ser el alfa.
El alfa retrocede y una mujer, hermosa, rubia y de ojos azules, se acerca para hacerle lo mismo, aunque esta vez él parece colaborar más.
Es la omega del alfa .
Luego de que se separan hablan un poco del viaje, los otros hombres se quedan atrás, observando, la curiosidad en sus miradas me incomoda y permanezco con la mirada baja.
No es hasta que escucho pasos dirigiéndose hacia donde estoy que levantó la mirada, el alfa me la devuelve, feroz, amenazante.
Mi interior grita respeto respeto respeto .
Su cercanía me hace imposible no obtener una buena dosis de su aroma: Madera y canela junto a un almizcle potente.
No quiero hacer parecer que lo estoy desafiando, asique bajo la mirada. Hacer enojar a un alfa no es una buena idea. Tampoco puedo evitar que mi lado omega quiera agradar y aferrarse a un alfa que exhala tanto poder.
Como si entendiera lo que me sucede, él me comparte una pequeña sonrisa y se acerca para hacerme lo mismo que a Gordo, quien se mantiene todo el tiempo observando, aunque ahora su cuello es lamido por un chico joven.
Su lengua y las caricias en mi cuello logran que mi cuerpo se estremezca casi sin control.
Cierro los ojos y me esfuerzo por no moverme, no quiero que me muerda para castigarme.
El alfa se aleja y acaricia mi cabeza con una mano pesada y fuerte, como si me estuviera felicitando. Algo de eso...me hace senir bien.
A continuación, la mujer se acerca mientras que el alfa hunde su cabeza en el cuello de Mark.
El alfa y el beta se parecen un poco.
Ella tiene ojos amables, pero cautos, permanece tensa mientras me observa detenidamente. No se porqué, pero algo en ella hace que me sienta cálido, relajado.
Me sorprendo cuando sus labios comienzan a temblar y ¿Por qué llora?
Casi quisiera acercarme para consolarla.
Su aroma a jazmín y lavanda logran hiponotisarme y relajarme en partes iguales.
Ella ni siquiera se limpia las lágrimas cuando se estira para realizar el saludo. A diferencia de su compañero, sujeta mis hombros y permanece un buen rato allí. Al separarse, mi observa agradecida, como si fuera algo que necesitaba.
Desvio la mirada y veo a Gordo rodeado de hombres jóvenes. Todos se agrupan para saludar al omega que los mira con cara de asco y lucha por sacarlos de encima.
Aunque no parece estar peleando demasiado.
Uno de ellos es mucho más bajo que yo, también se ve más joven, tiene el pelo negro, corto y lentes que me impiden distingir el color de sus ojos; hay dos hombres parecidos, un poco más bajos que yo, pero no por mucho, rubios y de ojos azules, se parecen mucho a la mujer omega, uno tendría mi edad, el otro, tal vez menos; el más alejado del grupo se ve como de mi edad, me llama la atención que está vestido solo con un pantalon de pijama rosa que le caen por las caderas, tiene el cabello oscuro y largo hasta los hombros, rebelde. Él observa la escena de lejos, haciendo ademanes leves de acercarse. Por último…
Un adolescente, tan alto como mi pecho. Luego de haber olfateado a Gordo se quedó de pie, cerca y detrás de la mujer, con la cual comparte los ojos azules, brillantes, y el color de su pelo, aunque él lo lleva corto.
Sacude en el aire y sus ojos están muy abiertos. Tiene la piel bronceada, casi tanto como la mía, es joven y pequeño.
Absorto en devolverle la mirada a este chico, ni siquiera noto que Mark deja de estar detrás de mí, conversando con la pareja que permanece a un costado.
Él camina en mi dirección y todos enmudecen, cualquier cosa que estuviera sucediendo en el mundo se detiene.
No eespera a que me incline. Me sujeta de la ropa, invade el espacio y le dedica argas y pronunciadas lamidas a mi cuello.
Se siente raro soportar el cuello de esta manera, es como si me estuviera rebajando a alguien más jóven y pequeño. Es cuando esto dura demasiado que noto que algo anda mal.
Papá nunca me saludó así. Esto tampoco es como lo hicieron ellos, es sucio.
Estoy vibrando y todo lo que me hace el joven alfa me provoca una fuerte erección.
Acabo de salir de un celo, ten piedad.
Entre temblores le pido que pare. Todo esto me da miedo y verguenza. Pero eso lo alienta a succionar y dejar besos sobre mi piel. Se pega a mi cuerpo y puedo sentir un bulto caliente frotándose contra el mío. Siento mi entrada húmeda y no logro controlar los gemidos que escpan de mi boca.
¿Por qué nadie hace nada?
Recién entonces me detengo en su aroma.
Tornado. Tormenta eléctrica. Humo. Picante. Sudor. Almizcle fuerte ¡Es un alfa!
Lo tomo e los hombros para alejarlo, pero un gruñido bajo y sus colmillos amenazantes sobre mí me inmovilizan. Algo de eso hace que mi entrada se lubrique cada vez más.
Escucho un gruñido de advertencia del otro lado, debe ser el alfa mayor, pero el chico no se detiene. Esta vez lo empujo con fuerza. Mala idea. Su reacción ante el rechazo es empujarme e inmovilizarme contra el suelo. Cierra su mandíbula con violencia sobre mí cuello. El dolor no es agradable, impacta todo mi cuerpo y no sé si los gritos son míos o de la manada, pero estoy sudando, me lloran los ojos y con la lengua fuera, explota mi orgasmo.
Entonces todo se vuelve oscuro.
Notes:
Bueno, deseo que les haya gustado! Espero también que hayan prestado atención a la conversación que transcurrió en el auto, nada es al azar ;)
Dejenmé saber qué piensan lobitos!
Hasta la próxima...
Chapter 3: Bajo el peso del recuerdo
Notes:
Edades de algunos personajes para quienes lo necesiten:
Thomas -46
Elizabeth -44
Mark -36
Gordo -33
Gavin -22
Ox -21
Carter -21
Robbie -20
Kelly -19
Joe -16Aclaración: En está historia también tendremos capítulos desde el punto de vista de Joe, algo que siempre sentí que me faltó en la saga. Todo será legal. Espero lo disfruten.
(See the end of the chapter for more notes.)
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Es la tarde del tercer día del celo de Ox.
Mark y Gordo partieron ayer con la autorización de papá, luego de que el padre de Ox llamará a Gordo para exigir dinero a la manada a cambio de devolvérnoslo.
Las horas se deslizan tan lentamente, que el tiempo mismo parece burlarse de mi impaciencia. Permanezco sentado en mi escritorio, inclinado sobre los libros abiertos frente a mí desde hace más de una hora, pero las palabras son símbolos lejanos. Mi mente se encuentra atrapada en una tormenta y cada vez que pienso en él, no puedo dejar de temblar.
Ox. Ox. Ox.
Su nombre resuena en mi cabeza como un eco constante.
¿Cómo se verá ahora? ¿Será lindo, torpe y apretujable como Robbie? ¿O sexy, salvaje y tierno como Gavin? Quizás sea un omega tranquilo, elegante y sabio como mamá…
He tratado de imaginar su rostro tantas veces, su sonrisa, su cuerpo; cada vez que lo hago, se me aprieta el estómago. Nunca lo he visto, cuando se lo llevaron, no dejaron rastro de él.
‘Era un niño moreno, curioso, tranquilo y especial, tan bueno para la manada…’ Me lo han repetido tantas veces, pero los recuerdos de los mayores dejaron de ser suficientes desde hace mucho tiempo.
Quiero conocerlo.
Es extraño pensar que en algún lugar del mundo, todo este tiempo ha habido un omega para mí, al que he esperado. Me lo robaron por dieciséis años, y sin embargo, volverá en tan solo unas horas.
¿Y si no le gusto?
Sacudo mi cabeza y me rio de ese pensamiento ridículo. Eso es imposible. Somos compañeros destinados, papá lo dijo, estamos conectados. Es cuestión de tiempo, él va a amarme. Ni siquiera importa la diferencia de edad. Él se presentó tarde y yo me manifesté como alfa desde los diez años, aún quedan dos años más hasta que mi primer celo lo haga oficial, lo resolveremos.
No es su culpa lo que pasó.
Mis puños se cierran con fuerza sobre la madera del escritorio. La ira burbujea dentro de mí, caliente y corrosiva. Intento calmar mi respiración por la rabia que me provoca pensar en su padre, quisiera matarlo.
¿Cómo pudo alejar a Ox de su manada? ¿Cómo pudo obligar a su compañera a dejarlos?
Si tan solo no hubiéramos sido atacados…Richard jamás hubiera sufrido. Jamás me hubiera hecho eso.
La imagen de Ox pequeño, asustado y solo, ha atormentado mi imaginación por años.
¿Cuántas veces habrá llorado por nosotros? ¿Cuántas veces deseó volver a casa?
Mi instinto alfa ruge de dolor y venganza. Como cada vez que sucede, repito las palabras cual mantra para relajarme.
Centrado. ‘Alfa inutil’ Tranquilo ‘Igual que tu padre’ .Controlado ‘Ojala hubieras muerto en su lugar’ . Soy perfecto ‘¡Te odio tanto!’ . Todo está bien.
Aplasto todas las voces hasta que ya no puedo oirlas. No importan. Ya falta poco, Gordo y Mark traen a mi omega de regreso a casa. Me imagino abrazándolo, sintiendo su calor contra mi pecho.
Esta vez puedo protegerlo.
Me estiro sobre la silla mientras la idea me llena de un deseo profundo, casi primitivo. Quiero ser su refugio, su hogar seguro después de tantos años de sufrimiento. Este deseo sí parece contentar a mi alfa interior. Por supuesto, ahora mi omega no tendrá nada que temer, su alfa se encargará de cuidarlo, proveer y ayudarlo con sus celos.
Ya no estaremos solos.
.
.
.
‘Cerca’
Es todo lo que Mark envió. Es sábado por la mañana y nadie pudo seguir desayunando luego de que papá recibiera el mensaje, así que salimos a esperar fuera de la casa. Me siento en las escaleras del porche y me dedico a observar a los demás.
Carter está emocionado, le cuenta a Gavin por milésima vez sobre cómo solía jugar con Ox y Kelly de pequeños, y que espera que el otro recuerde que fue él quien le puso el apodo a su nombre. Gavin finge que no lo escucha, pero quizás es la primera vez que le presta tanta atención a las historias que le cuenta su compañero.
Robbie es el que más apesta a nervios, práctica una y otra vez en voz baja lo que le dirá a Ox cuando se conozcan. No lo puedo culpar por querer causar una buena primera impresión, el pequeño omega siempre ha buscado ser complaciente. Kelly debe sentirlo, porque coloca sus manos en los hombros del más bajo y le pide que respire lento; por supuesto, esto solo hace que Robbie se ponga más nervioso, Kelly intenta calmarlo y el ciclo continúa.
Son mis papás los que me preocupan. Permanecen frente al camino, papá apoya su barbilla en el hombro de mamá y le abraza la cintura desde atrás. Ella permanece tranquila.
Solo en apariencia .
Claro, ellos junto con Mark y Gordo debieron ser quienes más sufrieron lo que sucedió.
Pero ahora todo estará bien, Ox ya viene. Mi omega está cerca.
Me levanto y mientras camino hacia el lugar donde nos encontraremos cada latido de mi corazón resuena como un tambor en mis oídos.
Voy a solucionarlo todo.
El aire está cargado de anticipación y mi respiración se vuelve irregular.
Y entonces todo será perfecto.
Cuando el auto de Gordo se acerca a nosotros, el mundo parece detenerse. Mis ojos ansiosos intentan ver a través del cristal para, finalmente, darle imagen a quien he imaginado toda mi vida.
No respiro hasta que bajan del auto y lo veo: Ox . Un torrente de emociones me inunda; felicidad, tristeza y sorpresa chocan violentamente dentro de mí.
No me muevo, no debo hacerlo. Dejo que mis padres los saluden mientras absorbo su imagen.
No es lo que esperaba.
Imaginé un omega pequeño, delicado y frágil; bonito y sexy. Pero Ox es… grande, un poco más alto que Carter. Tiene piernas largas y tonificadas, cintura delgada y caderas anchas; su pecho y brazos se ven musculosos y obscenos; labios gruesos y la mandíbula marcada. Es todo lo contrario a lo que los libros de biologia y la pornografía muestran sobre cómo son los omegas.
Es hermoso .
Luego de mezclar mi olor con el de Gordo y que mamá se aleje de Ox, su mirada se encuentra con la mía y todo se silencia.
Debo ir hacia él.
Cada paso es un desafío, contrario a lo que imaginé que sería. Y cuando finalmente estamos frente a frente, todo lo que he sentido en estos dieciséis años se resume en una sola verdad: estoy aquí para protegerlo, para reclamarlo como mío.
Veo en sus ojos una mezcla de sorpresa y miedo; estoy seguro de que su corazón late tan rápido como el mío. En este momento, frente a la manada, sé que todo ha valido la pena, luego de una vida de espera, ahora tengo que ser el alfa que necesita; estoy listo para enfrentar cualquier cosa por él.
Hay tanto que quiero decirle, pero el aire entre nosotros está cargado con el seductor aroma de un omega virgen que acaba de salir del celo.
No, no es el momento de pensar con la cabeza de abajo.
Lo tomo por la ropa con más fuerza de la que quiero y me acerco a su cuello para intercambiar nuestros olores. Su aroma es fresco y nuevo y me cautiva como ningún otro lo ha hecho antes.
Es bastones de caramelo y piña, y épico y asombroso. Es más que perfecto. Es él.
Lamo sus glándulas, el sabor caliente y dulce logra que me salive la boca. Sin poder resistirme más, comienzo a succionar y dejar besos en el área.
Me encanta. Es muy bueno. Me encanta.
Me sujeta por los hombros y yo por la cintura. El picante olor a lubricante saliendo de su entrada me indica cuánto está disfrutando esto. No puedo evitar jugar y juntar nuestras erecciones. Sabía que no debía preocuparme por nada, mi omega me ama.
Creo que él murmura algo, pero entre la bruma y el calor no consigo oirlo, quizás solo sea tímido. Me irrita el gruñido de advertencia que el alfa mayor me dirige.
Estoy ocupado con mi omega, no molestes.
Entonces Ox me empuja con fuerza, el aroma amargo del rechazo y el miedo impacta en mí y duele demasiado, más que el golpe más fuerte que podría haber recibido antes. Todo es rojo y no consigo frenarlo.
Inutil. Malo. No me quiere. No me quieren. Mal alfa. . Lo arruinaste todo. Debería morir.
Antes de poder reprimir al alfa triste y enfurecido en mí, empujo al mayor al suelo para castigarlo y el sabor a sangre caliente invade mi boca. Me regodeo en la locura de hacerlo llegar al orgasmo solo con mi mordida.
Mio. Mio. Mio
Varios pares de manos me sujetan los brazos y me arrancan del pelo para alejarme de Ox. Intento luchar con todas mis fuerzas, pero no es hasta que estoy debajo de papá, con su rodilla en mi espalda y el fuerte agarre de su mano en mi nuca que empiezo a rendirme. No puedo vencer a un macho tan fuerte, pero tampoco puedo dejar a Ox solo.
Al buscarlo con la mirada, lo veo desmayado en los brazos de Mark, Gordo intenta hacer que vuelva en sí y mamá se arranca un pedazo del vestido para presionar la herida sangrante en su cuello. Kelly grita que lo lleven adentro y que buscará el botiquín, Carter se mantiene alejado con los omegas detrás de él, Gavin abraza a Robbie contra su pecho de manera protectora y me gruñe ¿A mí?
No, no no no, esto es malo ¡¿Tanto daño le hice?!
―Papá, papá. Tengo que ir con él ―Me tiembla la voz, cargada de angustia.
Mi omega está herido, me necesita, tengo que ayudar.
―¿Ya te calmaste? ―Su tono es firme, pero hay una chispa de preocupación en sus ojos que no puedo ignorar.
―Por favor, papá. Perdón ¿Sí? No quería lastimarlo, de verdad ―Mi pecho se aprieta de tan solo pronunciar las palabras, la culpa y la vergüenza me consumen.
―Lo sé Joseph, lo sé ―Responde suavemente, como si intentara calmarme con su comprensión.
―Dejame ir con él, puedo ayudar. Por favor, alfa ―La voz se me quiebra al final, la desesperación me empuja a rogarle.
―No hijo. Por ahora será mejor que te mantengas al margen ―Su rechazo es un golpe frío; la preocupación por Ox brilla en sus ojos, pero también hay una firmeza que no puedo desafiar―. No te preocupes, él estará bien, tu mamá y tíos se encargaran de eso.
El eco de sus palabras resuena en mi mente mientras la impotencia se apodera de mí. La lucha interna entre querer ser útil y sentirme todo lo contrario me consume mientras observo cómo otros intentan ayudar a mi Ox.
Inutil. Mal alfa. Lo arruinaste todo.
Él tenía razón.
Notes:
Me pregunto si alguien ya sospecha sobre lo qué sucedió en el pasado. Aunque aún falta para llegar allí.
En el siguiente capítulo finaliza lo que me gusta llamar "El arco de la llegada".
Me entretuve mucho escribiendo este capítulo, literalmente trabajé horas en él. Espero que lo hayan disfrutado.
Chapter Text
Al despertar me encuentro en una habitación desconocida. Las paredes son de un tono suave, casi tranquilizador. El dolor punzante en mi cuello me recuerda que no me encuentro en casa.
Estoy comenzando a cansarme de tanto desmayo.
La sensación es extraña, como un cosquilleo justo donde el adolescente me mordió.
¿Qué sucedió luego?
Al acariciar el lugar de la herida mis dedos rozan un vendaje.
La última imagen clara que tengo es del cielo despejado, atravesado por mechones de cabello rubio del chico que me sujetaba en su agarre intenso y posesivo, antes de que todo se volviera oscuro.
Esta gente es peligrosa.
Decidido a escapar me levanto y procuro no hacer ruido. Hay dos puertas en el cuarto y hasta no saber si hay alguien detrás de ellas debo tener cuidado. Con pies descalzos y en puntitas me dirijo hacia una de ellas. La primera es un baño. Por lo que la otra debe ser la salida.
Despacio, lento, lento. Por favor no rechines linda madera. Paso a paso.
Con el pomo al alcance de la mano, pego la oreja a la puerta y me esfuerzo por oír cualquier cosa que me indique que hay alguien del otro lado. Como no escucho nada, me agacho para ver alguna sombra debajo.
¡¿Pero qué mierda?!
Solo entonces me doy cuenta de que la ropa que llevo no es la mía y me queda un poco ajustada. Una camiseta negra de manga corta de alguna banda de rock que no conozco y un pantalón de chándal gris. Sin ropa interior.
Eso me deja de importar en el instante en que oigo pasos acercándose. Tiemblo del susto y corro en puntitas de nuevo a la cama. Apenas logro sentarme y tapar mis piernas cuando la puerta se abre.
—¡Oh! —exclamó, la mujer omega al entrar con una bandeja de comida humeante —Parece que ya despertaste, Ox, y a buen tiempo —su voz es suave, pero hay una firmeza en sus ojos que me hace dudar. Detrás suyo entra el alfa. Ella se acerca y coloca la bandeja sobre la mesa. La comida huele bien.
—¿Dónde estoy? —pregunto, atrapado entre el deseo de huir y la confusión.
—Tranquilo, estás a salvo —responde el enorme alfa con una voz profunda y calmada, luego dirigió la mirada a mi cuello vendado—. Joe… él intentó reclamarte. Como estabas tan débil tu cuerpo no lo soportó. De hecho estuviste inconsciente toda la mañana.
Reclamarme.
La palabra resuena en mi mente mientras el recuerdo de su mordida vuelve a mí.
La mujer se sienta en la cama, a mi lado y acerca sus manos a mi cuello. Curioso de lo que hará, le permito hacerlo. Ella retira el vendaje con suavidad y con manos gentiles gira mi rostro para inspeccionar la herida.
—Se ve bien, no quedará marca —dice más al alfa que a mí. Él suspira aliviado y baja sus hombros. En ningún momento se alejó de la puerta.
—Eso es bueno, estará más tranquilo.
¡¿ Él estará tranquilo?!
—Emh, disculpen —detesto que mi voz se oiga tan frágil, pero tengo la garganta seca —, esos hombres, Gordo y Mark, me trajeron aquí.
—Así es —responde el alfa con una sonrisa—, te trajeron de vuelta a casa.
—¿Mi papá me vendió?
Eso le cambia la sonrisa del rostro a una mueca de sorpresa.
La mujer, que se mantuvo seria desde que empecé a hablar, responde.
—No fue exactamente eso lo que sucedió, Ox. Él nos exigió dinero a cambio de decirnos dónde estabas. Entiendo que sientas que ocurrió de esa manera, pero solo así pudimos encontrarte. Al menos a ti.
¡Entonces él no me vendió! Solo necesitaba dinero. Seguro estaba desesperado, tengo que volver.
Lo que sea que haya sucedido o si es verdad lo que ella dice, no importa. La esperanza resurge incipiente dentro de mí.
—No puedo estar aquí —digo, intentando mantener la calma mientras mi corazón late desbocado—. Por favor, déjenme ir, les devolveremos todo el dinero ¿Sí? Por favor, tengo que volver a casa.
La omega me observa confundida.
—Ox…
—¡Les vamos a devolver el dinero! ¡De verdad! Les doy mi palabra. Papá tiene problemas, pero lo voy a ayudar. Si me dejan volver yo-
—Es suficiente— dos palabras, eso es todo lo que el alfa necesitó para detener el tiempo en la habitación. Se acerca con pasos lentos y se arrodilla frente a la cama. Su mano pesada sujeta mi rodilla bajo las mantas y me observa con triste resignación—. Ox, estás confundido, y te prometo que te explicaré todo después, porque lo mereces. Pero sé que no me creerás si te lo digo ahora. Entonces, todo lo que necesitas saber en este momento es que perteneces a la manda Bennett, no porque te compraramos, sino porque siempre ha sido así. Eso es todo.
Luego de eso le da un apretón a mi rodilla, me sonríe con calidez y sale de la habitación.
No se impuso con violencia sobre mí, tan solo me dejó sin palabras y se fue.
—No entiendo.
—Lo sé —dice ella.
—Es un alfa extraño.
—Ja ja, lo sé —ríe ella con ternura—, Pero ¿Eso es tan malo? Ya lo harás ¿Qué tal si empiezas por comer algo primero? Es importante para ti y para Joe.
Con el plato de macarrones con queso en mano le pregunto sobre eso.
—¿Joe?
—Mi hijo, el pequeño alfa irrespetuoso que te mordió, lo siento mucho por eso —una sonrisa amarga le pinta el rostro —, de hecho, se supone que Thomas, su padre, también vino a disculparse por eso, pero parece que se le olvidó, en fin, no queremos arruinar su salida dramática ¿Verdad? —dice guiñando un ojo.
—¿Joe es un alfa violento?
Ella me mira con una mezcla de preocupación y compasión.
—Él está aprendiendo a ser un alfa. A veces, no sabe cómo manejar sus instintos o sus emociones. Su primer celo aun no llegó, pero ha tenido la presencia de un alfa desde que nació.
Saboreo los macarrones con delicioso queso derretido en mi lengua y bebo agua fresca del vaso en la bandeja antes de responder.
—Debe ser difícil. Significa que es cuestión de tiempo ¿Cierto? Luego del primer celo los alfas se controlan mejor.
—Sí… aunque el celo no garantizará un mejor control para Joe. Hacemos lo que podemos —ella suspira, una mirada cansada aparece y desaparece en un instante, como si nunca hubiera estado ahí —¿Qué me dices de ti? Mark dijo que no sabías que eras un omega hasta hace unos días.
—mmm El cuerpo ya no me duele, pero todavía no me lo creo.
—Es cuestión de tiempo, entonces.
Golpe bajo .
—Jum.
Continuo comiendo para ignorarla. Ella ríe bajito como si lo supiera y se levanta para mover las cortinas y abrir las ventanas. El viento de medio día refresca el calor de abril.
A juzgar por las copas de los árboles, estamos en un segundo piso. No podría saltar por la ventana.
Al terminar la comida, la omega me arropa como si fuera un niño y peina el cabello de mi frente con dedos gentiles. La ternura con la que hace todo me genera incomodidad.
Aún así, no parece ser una mala persona.
Toma la bandeja en la que trajo todo y me deja el agua, se dirige a la puerta y antes de salir me observa unos segundos, como si quisiera asegurarse de que todavía estoy donde me dejó.
—Será mejor que descanses el resto de la tarde. Con el celo, el viaje y luego el ataque de Joe debes estar agotado. El baño está en esa puerta de allí —dice señalando a la otra puerta en la habitación—, este es el cuarto de invitados, no creímos que te sintieras cómodo en la habitación de Joe. Si te sientes con ánimos, puedes bajar para la cena. Todos se mueren por estar cerca de tí, Ox.
Con una sonrisa pequeña se gira para abrir la puerta.
—¡Espera! —voltea a verme con curiosidad, no puedo dejar que se vaya así.
Necesito irme. Por favor ayúdame a escapar. Por favor.
—¿Sí, Ox?
—Gracias por la comida
—Oh —la omega se queda un pequeño instante mirándome sorprendida antes de sonreír con ternura—, tan educado como siempre. Me alegra que te haya gustado cariño ¿No necesitas nada más?
—Sí, yo-¿Cuál es tu nombre?
—Elizabeth.
Tras su salida la habitación vuelve a quedar en silencio.
Soy un idiota, ella es muy amable, debí pedirle que me dejara escapar.
Con un suspiro derrotado cierro los ojos e intento descansar. Si voy a huir, necesitaré energía.
Elizabeth. Thomas. Joe.
.
.
.
Largas horas pasaron. Dormí, fuí al baño, intenté dormir otra vez, exploré la habitación dos veces ( y no encontré nada) , tomé agua, volví a ir al baño. Ahora observo por la ventana el paisaje que pasa de naranja a azul oscuro con el transcurrir del anochecer.
Estoy aburrido como una ostra cuando oigo a alguien tocar la puerta. Como no digo nada vuelven a tocar.
—Adelante.
—Con permiso —dice un joven de cabello negro, piel blanca y lentes. Se queda apenas un paso dentro de la habitación, asique yo decido acercarme a él—, es la hora de la cena y la manada desea saber si usted gusta acompañarnos.
¿Por qué habla como un abuelito?
—Yo, no lo sé. Creo que no.
Eso realmente lo toma por sorpresa.
—Oh…¿No? ¿Está seguro? Hay deliciosos platillos esperando por usted.
—Escucha…
—Robbie, Robbie Fontaine, señor.
—Claro, Robbie. Por favor, no me hables de ‘usted’ ¿Sí? No soy tan viejo —Él se sonroja y agacha la mirada, lo espero hasta que asiente antes de continuar—. Y Elizabeth dijo que podía cenar aquí si quería.
Robbie -que podría apostar que es un omega- me ve, decepcionado, como si hubiera sido tan cruel por arrebatarle algo que deseaba con profundo anhelo.
¿Quizás estoy siendo demasiado duro?
—Entonces ¿Está bien si ceno aquí contigo, Ox? —está vez sus ojos brillan con estrellas detrás de esos lentes. Sus labios permanecen fruncidos y sus puños se aprietan a sus costados.
No soy muy sociable, pero supongo que no puedo negarle eso a alguien que me mira así, además estoy aburrido.
—Claro, no hay problema.
Robbie corre y decido sentarme en la cama a esperarlo. Poco después vuelve a entrar con una bandeja repleta de comida humeante. Hay vasos de jugo y platos llenos de puré de papas, bistecs, verduras y distintos tipos de aderezos.
Hace mucho tiempo que no veo comida tan elaborada.
Acomodamos los platos en el centro de la cama y nos sentamos frente al otro.
—Espero que te guste, ¿Sabes? Yo mismo pelé las papas y lavé los vegetales.
—Oh claro, genial —y como Robbie me observa expectante continuo—. Seguro saben rico. Dejame probarlas. mmm Sí, están buenas.
Robbie sonríe orgulloso ante lo que pareció ser una prueba mortal, sólo entonces comienza a comer.
Cenamos en silencio por unos minutos antes de que vuelva a hablar.
—Por cierto, quería preguntarte por la herida ¿Te duele?
—No mucho. Elizabeth dijo que no quedarían marcas.
—Eso es bueno, hubiera sido una pena si el lugar para la marca de apareamiento en un omega quedaba arruinado. Es una suerte que el alfa Thomas le haya pedido a Elizabeth que te lamiera.
¿Lamido?
—¿Cómo dices? ¿Cómo que ella me lamió?
—Por supuesto que lo hizo —dice con obviedad—. Estabas herido, así que te curó.
—Oh, claro, te refieres a eso. Aprendí algo de eso en la escuela. Pero nunca nadie lo hizo.
—¿No? ¿Tus padres nunca lo hicieron?
—Creo que mi mamá lo hizo en algún raspón, cuando era niño, pero papá nunca.
—Ya veo —Robbie parece pensar su siguiente comentario con el tenedor en la boca durante unos segundos antes de continuar—. Ahora no tienes que preocuparte por eso. Si te lastimas, el alfa Thomas, Elizabeth e incluso Joe pueden cuidarte.
—¡No! No quiero a Joe cerca de mí.
Robbie entrecierra los ojos y aprieta los labios en una mueca comprensiva y asiente un par de veces.
—Es normal que Joe te haya asustado. Pero te aseguro que él es bueno y muy responsable, realmente está arrepentido y quiere disculparse por lo que hizo. Será un gran alfa cuando crezca.
No me interesa, no estaré aquí para ver eso .
—Además, entiendo un poco cómo te sientes —continua mientras yo pruebo un jugoso trozo de bistec—. Llegué a la manada hace dos años, Elizabeth y Joe me trajeron y me ofrecieron la oportunidad de elegir. Si no fuera por ellos, yo viviría en un refugio para omegas.
—Al menos a ti te dejaron elegir. No te metieron en un auto y te arrebataron de tu familia.
—¿Dices eso porque no los recuerdas? Mark y Gordo mencionaron algo de eso. Ox, está es tu familia y Joe será nuestro alfa cuando llegue su celo ¿No lo sentiste? ¿Qué le perteneces a él?
—No digas locuras. Él solo me atacó.
Y me hizo tener un tremendo orgasmo frente a toda su manada. Pero debió ser por haber salido del celo hace poco, es la única explicación.
—¡Ya sé! —grita Robbie sin perder la esperanza— ¿Qué tal si te hablo de ellos? Así los conocerás más, quizás así recuerdes alguna cosa. Veamos…¿Por dónde empiezo? ¡Thomas y Elizabeth! Ya los conociste, son el alfa y su compañera omega, son los mayores de la manada y están a cargo de todo. Le sigue Mark qué es su hemano menor, es el beta principal, su mano derecha y Gordo, su compañero omega, a ellos también los conociste.
—¿Cómo olvidarlos? Gordo insinuó que podrían haberme amordazado y meterme en el maletero.
—Me gustaría decirte que bromeaba, pero si lo dijo, probablemente fue en serio —sonríe con amargura antes de continuar—. Como sea, a los demás aún no los viste pero te los describiré. Gavin es omega, llegó a la manada hace un año y es el hermano menor de Gordo, tiene el pelo largo y le gusta vestir de manera extravagante, es el compañero de Carter, el hijo Bennett mayor, que es un beta. Tiene cara de idiota sobervio y su actitud a veces lo respalda, pero que no te engañe, es un buen hombre y será la mano derecha de Joe cuando sea alfa.
—¿Dijiste Carter?
—Sí, sí ¿Su nombre te resulta familiar? Él ha dicho varias veces que eran amigos.
—No estoy seguro. No me acuerdo.
—Oh, está bien —Robbie luce un poco desilusionado, pero incluso si quisiera, no podría cambiar nada, No recuerdo a Carter.
—¿No falta nadie más? Ya me hablaste de Joe ¿Tu eres un omega? —digo para intentar mejorarle el ánimo.
—Sí, lo soy. Y bueno, también está Kelly, es el hermano del medio y es un beta —ahora Robbie habla bajito y me esfuerzo un poco para escucharlo—. Él es muy inteligente, guapo, valiente, se ve bien con lo que sea que se ponga y siempre luce tan bien cuando lee sentado a la sombra de los árboles y-
—¿Es tu compañero?
—¡N-No! ¿Qué cosas dices? —exclama con la cara roja y de repente frunce el ceño y me observa con sospecha— ¿Por qué? ¿Alfa Thomas y Elizabeth te dijeron algo?
—No —incluso sacudo la cabeza a los lados, Robbie es un libro abierto.
—¿Gordo y Mark te dijeron algo?
—Para nada —creo que empiezo a entender lo que pasa y una sonrisa pícara que no puedo reprimir se extiende por mi rostro—. Digamos que mi instinto omega me indica que ese tal Kelly te atrae. Sigue pelando las papas y lavando los vegetales así de bien, estoy seguro de que lo conquistarás pronto.
—Oh, vaya. No debí esperar menos del futuro compañero omega del alfa Joe. Gracias por el consejo.
¡¿El futuro qué de quién ?!
—¿Cómo dices? Futuro compañero…del alfa…Joe…
Robbie me devuelve la mirada tan escandalizado como yo se la debo estar dando a él.
—Bueno, mierda ¡Que tarde es! —dice mirando a una pared en la que claramente no hay ningún reloj—. Ya terminamos de comer, llevaré todo para lavar. Ha sido un placer y un honor hablar contigo, Ox. Nos vemos mañana para el almuerzo tradicional ¡Buenas noches!
Y tan rápido como llegó con la comida, se lleva los restos.
.
.
.
Un nuevo amanecer llega y con él vuelvo a despertar en la misma habitación. Me levanto a ver por la ventana y luego me dirigo al baño para tomar una muy necesaria ducha.
Cinco días sin bañarme. Que sucio.
A falta de otra ropa me pongo la misma, al menos no apesta.
Observo mis oscuras ojeras en el espejo del baño. Apenas pude dormir anoche, luego de que Robbie se fuera repasé nuestra conversación una y otra vez, sin saber qué buscaba en ella. La noche avanzó lentamente y la soledad pesó sobre mí como una manta pesada.
En algún momento en la penumbra, me pareció escuchar un leve sonido del otro lado de la puerta, parecido a sollozos. No me moví de la cama y no pude calmarme hasta mucho después. ( ¿Sería Joe? ) Los lamentos suaves llegaron hasta mí; la tristeza resonó en el aire denso y cargado de emociones. Con eso en mente, caí dormido.
De acuerdo, es hora .
Me dirigo a la puerta y respiro hondo antes de abrirla. Es momento de irme.
Tan sigiloso como mi tamaño me lo permite, atravieso el extenso pasillo y bajo por las escaleras, rápido y en silencio.
Robbie dijo que habría un almuerzo tradicional o algo así, aprovecharé que estén distraídos con eso para huir.
Al llegar abajo me encuentro en un living, bonitos sillones y una mesa ratona frente al televisor más grande que jamás he visto. Al adentrarme un poco más, puedo ver hacia la cocina. Elizabeth cocina algo mientras Robbie toma platos y cubiertos. Ambos están de espaldas a mí. Está posición también me permite ver por la puerta francesa que da al patio trasero. Thomas y Mark están alrededor de una parrilla bebiendo botellas de cerveza, Gordo se encuentra fumando algo más alejado, con un botella de cerveza sin abrir en su mano. No hay rastro de los hijos Bennett ni de Gavin.
Es ahora o nunca.
Me encamino a la puerta de entrada y trato de evitar hacer cualquier ruido que pueda alertar a los demás. Al abrirla, me encuentro cara a cara con un hombre rubio, casi de mi altura, fornido y guapo, con cara de idiota sobervio.
—Carter.
—¿Vas a algún lado?
Notes:
Holaa! Lamento mucho la tardanza en actualizar (si es que hay alguien que aun leera esto). Terminé de cursar mi carrera y fueron semanas agitadas (y es un poco loco pensar que ya terminé mi primer carrera y que solo quedan unos pocos exámenes finales). Espero que el que este capítulo sea el más largo hasta ahora sirva para compensar un poco. Estuvé trabajando en él todo el día. Si hay algun error o algo que quieran mencionar no duden en comentar ¡Besos!
Chapter 5: Segunda oportunidad
Notes:
Por favor, revise las notas finales <3
Pd: Al parecer el sitio realizó la traducción automática y causó errores en el escrito. Acabo de corregirlos. Pido disculpas por las molestias en la lectura. Espero le des una segunda oportunidad
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Es ahora o nunca.
Me encamino a la puerta de entrada y trato de evitar cualquier ruido que pueda alertar a los demás. Al abrirla, me encuentro cara a cara con un hombre rubio, casi de mi altura, fornido y guapo, pero con cara de idiota sobervio.
-Carter.
— ¿Vas a algún lado? —pregunta con una expresión curiosa pero sería.
Aprieto los dientes y siento como se me tensan los hombros. Tengo que pensar rápido, no puedo confiar en que no van a hacerme daño. El aire huele a comida y no sé qué hacer ahora.
—Yo...yo, iba a...
—¿Dijiste Carter? —interrumpe sorprendido.
—¿Eh?
—¡Dijiste Carter! Mi nombre. Ox ¿Me recuerdas? ¿Ya te acuerdas de todo? —puedo decir que intenta ser cauteloso, pero hay una chispa de esperanza en sus labios apretados y sus ojos brillantes que no puedo evitar apagar.
-¡No! Yo-quiero decir: Robbie me contó de ustedes anoche.
La decepción pinta su rostro, sus labios se curvan en tristeza y su mirada se dirige al suelo. Cada instante solo pienso en que se aparte de mi camino para poder irme.
-Oh. Si. Dijo que lo hizo....Pero no importa —y tan rápido como se apagó, la luz vuelve a brillar en él una vez más— ¡Yo también puedo contarte cosas! ¿Recuerdas cuándo-
—¿Recuerdas cuándo Gordo dijo que de no apurarnos con la cerveza nos embrujaba? —Carter gira la cabeza a la grave voz que proviene de su espalda, culpable de interrumpir lo que parecía ser el comienzo de una larga y extenuante historia— Además, ya dijo que no recuerda nada ¿Quieres dejarlo en paz y dejarnos pasar? Carter idiota.
—No me digas así. Estaba entrando pero Ox -oh cierto ¿A dónde ibas?
—Eh…verán…
Mierda, mierda, mierda.
—¿Chicos? ¿Ya volvieron? —pregunta una curiosa Elizabeth al entrar al living— Me preguntaba qué era el alboroto. Dejen las cosas en… ¡Ox! Es tan educado de tu parte el presentarte para saludar. Chicos ¿Dónde están sus modales?
Carter y Gavin me observan expectantes y siento sudor en mi frente.
'¿Saludar?' ¡Por supuesto! Se espera que los miembros de la manada, en especial los omegas, se presenten para saludar a los miembros que hayan llegado a casa.
—¿Es eso? —indaga Carter con algo de sospecha en su voz— ¿Nos oíste y viniste a recibirnos?
Me limito a asentir tan rápido que el movimiento me marea.
—¿Podría ser otra cosa? —responde una voz proveniente de fuera de la casa.
Siento su presencia antes de verlo. Tornado. Tormenta eléctrica. Humo. Picante. Sudor. Almizcle fuerte . El beta y su compañero se mueven para dar paso a Joe, el joven alfa.
Antes de que nadie diga nada, él entra en la casa y aun con las bolsas de la compra en sus manos se me acerca.
Sé lo que hará y quisiera evitarlo, pero algo en su intensa mirada marcada por ojeras oscuras, en su pequeña sonrisa, en su expresión que luce tan complacida por verme ahí me mantiene paralizado y no consigo apartarme a tiempo. Una vez más su presencia colapsa mi espacio, se regodea en mi aroma y me invade con el suyo.
Joe se queda de puntillas inhalando mi olor por unos segundos, pero esta vez sus manos no se encuentran con mi cuerpo. Apenas siento el roce de sus labios en un casi imperceptible beso sobre la herida que él mismo me provocó cuando al fin se aleja.
Con una sonrisa tonta y más grande se aparta para que Carter y Gavin puedan repetir el proceso y él saluda a su mamá. Estos dos son más rápidos y menos íntimos, pero no deja de ser menos incómodo. Gavin me dirige una mirada comprensiva al apartarse, como si entendiera lo que estoy pasando ahora.
—Muy bien —aplaude Elizabeth con una sonrisa —, Gavin, por favor lleva las bebidas afuera. Joe, despierta a Kelly ¿Quieres? Creo que se quedó despierto hasta tarde, y no te acuestes a dormir con él, parece que no es el único que no descansó. Y Carter ¿Por qué no le das otra ropa a Ox? Mañana pueden ir a comprarle.
Como si fueran las órdenes de un sargento, todos se movilizan con rapidez. Gavin toma las bolsas y va en dirección al jardín trasero. Joe dirige el camino al segundo piso mientras que Carter pasa su brazo izquierdo por mis hombros y nos lleva escaleras arriba. Volteo a ver mi salida de escape alejarse con cada paso y me lamento por no haber sido más rápido. Aun así intento no lamentarme demasiado, si lo hago, corro el riesgo de que lo perciban en mi aroma.
Nos separamos de Joe al entrar en cuartos distintos. La habitación se encuentra cargada por los aromas de Carter y Gavin e intento que mi olfato ignore el abrumador olor a sexo.
—Aquí, toma lo que quieras —dice cortés al abrir un gran armario, luego se sienta en la cama a esperar.
—Sí, gracias —muevo un poco las prendas de ropa, inseguro de qué tomar, o si de verdad estará bien. Aunque tampoco me importa, no tengo idea de moda.
¿Eh?
Me detengo cuando una pequeña prenda de ropa llama mi atención.
—No seas tímido, elige lo que quieras, creo que todo te quedará bien.
—¿Incluso esto? —suelto con incredulidad y le muestro la tanga rosada con brillos que encontré en la parte de los pantalones. Carter abre los ojos, aprieta los labios y el color rojo sube desde su cuello, pasa por las orejas y llega hasta su frente. Podría jurar que veo vapor saliendo de sus oídos.
—Eso-es… bueno tu sabes jaja
— ¿Es de tu compañero? —pregunto curioso.
-¡Si! ¡Si! ¡Es de Gavín! Por supuesto que es suyo, porque sería raro que él me obligue a usarlo ¿Verdad? jajaja —el nivel de histeria de Carter es tan alto que casi siento pena por él, pero por alguna razón se siente bien molestarlo.
— ¿Estás seguro? Creo que te quedaría bien.
—¡¿Qué cosas dices hombre?! jaja Es una locura—tan rápido que no puedo seguirle el ritmo, Carter toma la tanga de mis manos y la guarda debajo de una almohada —. Vamos, apresúrate a elegir algo, nos deben estar esperando para comer.
—Por supuesto, lo que tú digas.
Con esa pequeña sentencia nos volvemos a quedar en silencio, esta vez menos incómodo.
—¿Está bien si elijo esto? —pregunto a un Carter sorprendido que no esperaba que le volviera a hablar, quizás asustado de que le volviera a mostrar algo extraño. Al mostrarle un pantalón de jean negro y una camiseta manga corta de color blanco relaja su expresión.
—Sí, lo que tu quieras, no te preocupes ¡Oh! espera —dice mientras se levanta y toma un par de cosas más del armario. Me da un par de medias blancas y un boxer gris —, vas a necesitar esto, son nuevos. Por cierto ¿Cuántas calzas?
—Nueve.
—Genial, igual que yo —sonríe satisfecho y me muestra todos los calzados que tiene, que son muchos ¿Por qué alguien necesitaría tantos? Nunca tuve más de dos o tres —. Elige el que más te guste.
—Muchas gracias —con unas viejas zapatillas deportivas blancas me preparo para cambiarme, pero Carter no luce interesado en darme ni un poco de privacidad. Sonríe como si fuera lo más normal del mundo meter a un desconocido a su habitación, verlo desnudo y que se ponga su ropa. No es que mi cuerpo me avergüence, incluso si ahora soy un omega, pero… —. Disculpa. em ¿Te importaría…?
-Oh. Claro que no me importa, puedes cambiarte tranquilo —con la inocente sonrisa que me da casi consigue que le haga caso. Considere hacerlo cuando al desviar la mirada noto una pequeña pieza metálica sobre la cama.
¡Son las llaves de un auto! Si pudiera tomarlas…
—Realmente me da vergüenza que me veas —digo con el tono de voz más tímido y lamentable que puedo fingir — ¿Podrías esperarme afuera? ¿Por favor?
Carter asiente y se va de la habitación ¿Luciendo un poco decepcionado? Sin pensar en eso me hago con las llaves. Me cambio de ropa y las guardo en mi bolsillo. Son mi boleto de escape.
No es robar un auto si tan solo lo tomo prestado hasta salir del pueblo ¿Verdad?
La emoción me invade y tengo que calmar mi respiración, de repente más agitada. Abro la puerta y salgo, listo para lo que viene a continuación.
.
.
.
Robbie dijo que es el día de la tradición, a veces son cenas, otras son almuerzos. Algunas manadas tienen este tipo de rituales. Aunque no es muy común que se lleven a cabo hoy en día .
La mesa es larga, cubierta por un mantel rojo con libros viejos en cada esquina, hay platos, cubiertos de plata, vasos y grandes bandejas repletas de comida.
Thomas da un discurso sobre lo maravilloso que es tenerme de vuelta en el cual no me puedo concentrar, una mezcla de ansiedad se apodera de mí. Debajo de la mesa, mi mano permanece sobre el bolsillo del pantalón.
El alfa de la manada da el primer bocado y solo entonces los demás comienzan a comer. Mantienen una conversación fluida y yo intento calcular el tiempo, desesperado por saber cuándo será el momento ideal. Pruebo la comida para no levantar sospechas, por supuesto, deliciosa.
Me dedico a observar las dinámicas entre ellos: Las miradas cómplices entre Thomas y Mark; las bromas entre Carter y Kelly; Robbie que le lanza pequeñas miradas añorantes al beta menor; Gavin que se alimenta como si se acabara el mundo, incluso usando las manos en algunos bocados; la pequeña conversación casual entre Elizabeth y Gordo. Hay algo cálido en la camaradería y familiaridad con la que todos se tratan que me hace desear haber vivido algo como esto alguna vez, al mismo tiempo siento un vergonzoso nudo en el estómago.
Algunos me preguntan cómo me siento e intento incluirme en sus conversaciones, sonrío y participo, como si esto fuese normal, pero no puedo evitar sentirme fuera de lugar. Joe me dirige miradas para nada indiscretas, pero lo ignoro. La idea de que realmente mi familia fue parte de esta manada me abruma.
Si es verdad ¿Por qué nos iríamos? ¿Por qué papá exigió dinero a cambio de que me pudieran traer? No parecen desear lastimarme, incluso luego de lo que sucedió con Joe. En otras circunstancias, hubiera querido conocerlos mejor, pero tengo que volver. El alfa no me dará las respuestas, sólo papá puede hacerlo.
Me levanto con la secreta resolución de huir y siento un jalón en mi mano derecha, Joe la sostiene y me observa con preocupación.
—¿A dónde vas? —pregunta.
Debo haber apartado mi mano con más violencia de la que debería, porque en un micro instante todas las conversaciones se detuvieron y la manada nos observa. Joe agacha la mirada con tristeza en su semblante, encorva sus hombros y yo me siento culpable por eso.
—Perdón yo-e- necesito ir al baño.
Esa pequeña excusa no parece ser suficiente para devolverle el ánimo al menor, quien me indica dónde queda el baño de la planta baja. Le brindo una pequeña sonrisa y un agradecimiento; Eso sí que parece bastar para que enderece su postura, feliz de haber sido de utilidad.
Me alejo de la mesa con toda la naturalidad que mis nulos dotes actorales pueden darme, ignorando el peso de sus miradas aún sobre mí. Cada paso que doy siento como si se me fuera a salir el alma. Solo cuando estoy seguro de que ya no estoy al alcance de su visión empiezo a correr hacia la puerta de entrada.
No dejo de correr hasta que estoy fuera de la casa. Con las llaves consigo identificar el auto perteneciente, la esperanza me inunda y siento que podría llorar de alivio.
Al intentar abrirlo una fuerza potente tira de mí para voltearme. Una vez más, Carter se encuentra frente a mí y está vez luce enojado.
—¿Creías que no iba a notarlo? ¡¿Qué demonios?!
La frustración me gana, no pienso dejar que me sigan pisoteando sin pelear. El calor inunda mi cuerpo y le propino un golpe en la mejilla con todas mis fuerzas. Él voltea el rostro y consigo que me suelte cuando se tambalea. Intento volver a abrir la puerta y él vuelve a sujetarme.
-¡Ox! ¡Espera! ¡Papá! ¡Papá! —grita sujetando mis brazos.
Si el alfa viene, no tendré oportunidad.
—¡Déjame ir! —grito con todas mis fuerzas e intento empujarlo para soltarme.
—No puedes irte así... no hagas esto, no ahora —ruega mientras intenta controlarme.
Pero yo solo quiero escapar del peso de permanecer a este lugar. Todos quieren que me quede, pero a nadie le interesa lo que yo quiero.
Desesperado muerdo su mano izquierda, la que se encuentra más a mi alcance. El beta grita de dolor pero se niega a soltarme y yo siento la carne sometida a la presión de mi mordida. Entonces me empuja contra el auto, el impacto me deja sin aire y siento uno y luego otro golpe contra mi mandíbula, obligándome a soltarlo. Cada golpe tan pesado como un martillo. Permanezco mareado unos instantes y el sabor a hierro me inunda la boca.
El miedo se apodera de mí nuevamente cuando miro hacia atrás, todos están afuera y corren hacia nosotros.
Joe llega primero y aparta a Carter de mí, está listo para golpearlo cuando Mark y Gordo se interponen y los sujetan para detenerlos. El beta está furioso y listo para golpear a su hermano menor.
Thomas tapa mi visión cuando se me acerca, ni siquiera los gritos detrás de nosotros parecen atravesar su fuerte espalda.
Jadeo con fuerza y estoy listo para resistirme a lo que el alfa quiera hacerme. Su presencia invade mi espacio y con cada paso que da para acercarse logra quitarme el deseo de pelear. Me tiemblan las piernas y me sudan las manos. Sé lo que un alfa con intenciones de dañar puede hacer, lo he experimentado muchas veces. Quienes presumían de ser alfas en secundaria se divertían probando su fuerza golpeando a 'Ox, el gigante idiota' y Thomas es un alfa enorme.
Mi respiración continúa agitada y aprieto los puños con tanta fuerza que las uñas me lastiman las manos, cierro los ojos esperando el golpe que me noqueará. Todo lo que llega es una mano cálida y pesada que acaricia mi cabello. Abro los ojos con sorpresa y el alfa solo está ahí, con una expresión suave y reconfortante, pero también con una nota de tristeza y decepción en ella, como si dijera 'no te preocupes, te equivocaste pero todo va a estar bien'.
Detrás de él, Elizabeth tiene a cada hermano arrodillado frente a ella, quien permanece cruzada de brazos y golpeando su pie contra el suelo, aparentemente irritada, como si estuviera acostumbrada a verlos así. Ellos lucen avergonzados, con las mejillas rojas, pucheros grandes y la mirada fija en sus manos sobre sus rodillas.
El carraspeo del alfa llama mi atención y vuelvo a dirigirle la mirada, también siento que todos nos prestan atención.
—Ox —dice con una pequeña sonrisa —No te perdiste yendo al baño ¿Verdad?
Al querer responderle que solo quiero ver a mi papá siento la sangre escapar de mi boca y derramarse por mi barbilla.
—¡Bestia! ¡Lo hiciste sangrar! —Grita Joe indignado y temblando de ira, listo para volver a saltar sobre Carter.
—¡No es mi culpa! ¡Él me atacó primero y también me mordió! ¡Mira, me duele mucho y me dejará marca!
—Cariño, no exagerares —dice la omega aburrida.
—Eres un niño lloron, Carter idiota —comenta Gavin al acerarse para inspeccionar a su compañero.
—¿Ox hizo eso?... Nada mal —podría jurar que Joe está más orgulloso que preocupado por su hermano.
—Suficiente —sentencia el alfa, toma la llave del auto y se asegura de que esté cerrado. Luego sujeta mi rostro para revisar los daños, al ver que solo me mordí el labio por los golpes limpia la sangre con la manga de su camisa—. Liz, Carter, Joe y Ox, en mi oficina. Si alguien aún tiene hambre entonces continue comiendo, de no ser así recojan todo por favor.
Thomas me da un empujoncito en el hombro para indicarme que camine delante suyo, pero mis piernas no se mueven, entonces posa su mano sobre mi cuello y me empuja a caminar, con eso consigue que la orden sea más fácil de seguir.
No soy violento. No me gusta pelear, pero mentí, intenté robar el auto del hijo del alfa e incluso lo golpeé. Estoy muerto.
Pasamos frente a los demás y puedo percibir la desconfianza en Gavin, la sorpresa en Robbie, la pena en Mark y ¿La diversión? en Gordo.
Una vez más subo por esas malditas escaleras, la mano del alfa no abandona mi cuello hasta que entramos a una oficina, me suelta en el medio de la habitación y se sienta en un elegante asiento detrás de un gran escritorio. Su omega se posiciona de pie a su izquierda y Joe a su derecha. Carter se coloca a mi lado y solo puedo mantener la vista en el suelo de madera.
Maldición, Carter fue amable, me prestó su ropa con la mejor de las voluntades y por supuesto que intentaría detener a alguien que busca robarle el auto. Soy un idiota.
El alfa luce más serio que enojado, también puedo decir que está controlando su aroma para no influir sobre los demás.
—Carter, Ox ¿Alguno de los dos quiere explicarme qué fue lo que sucedió?
Volteamos a vernos por un instante, a diferencia de mí, él permanece menos encorvado, pero aún así en una posición de sumisión y con el rostro serio. Esforzándose por no reflejar ninguna amenaza y asegurarle su respeto al líder de la manada.
—Empezaré, alfa. Mamá me pidió que le prestara ropa, por lo que llevé a Ox a mi habitación. En un momento dejé las llaves de mi auto en la cama y luego tuve que salir para que él se cambiará. Al volver a entrar, no estaban. Y cuando dijo que quería ir al baño…No es que haya querido desconfiar de un miembro de la manada pero…me pareció extraño, asíque lo seguí y cuando vi que estaba por entrar al auto. Intenté detenerlo y él me golpeó, luego me mordió.
— ¿Fue entonces que decidiste golpearlo? —pregunta el alfa tras unos segundos de frío silencio.
Poco a poco la habitación se llena del potente aroma de un alfa enfurecido. Joe observa a su hermano, pero está vez no parece que vaya a saltar para atacarlo, es más bien como un enojo frío, lleno de reproche.
Ahora Carter luce más nervioso, alterna la mirada entre su padre y su hermano, como si lo culparan de un terrible pecado.
—¡No quise lastimarlo! ¡Yo lo llamé, alfa! y... perdí el control —termina en voz baja.
—Antes de continuar —interrumpe Thomas con voz grave—, Joe ¿Crees que puedes controlarte? ¿O necesitas salir?
—Estoy bien, alfa —dice luego de respirar un par de veces. Thomas espera paciente en lo que la habitación es liberada de las potentes feromonas del joven macho alfa.
—No espero menos.
—Si sirve de algo, Ox golpea muy fuerte —menciona Carter con una ceja levantada y una sonrisa boba a la par que acaricia su mejilla.
—Sí, sí sirve —añade Joe con una sonrisa orgullosa.
¿Por qué está tan contento? ¡Golpeé a su hermano!
—Carter, fuiste imprudente, no confiaste en mí ni en ningún otro miembro de la manada y actuaste por tu cuenta. En consecuencia, ambos resultaron heridos ¿Y si no hubiéramos estado allí para detenerlos? Continuaremos hablando sobre esto más tarde —la voz del alfa resuena en la habitación, firme y autoritaria; la tensión es palpable, y mi corazón late con fuerza mientras observa al beta encogerse, volviendo a adoptar una postura sumisa ante la reprimenda. Solo cuando Carter asiente el alfa centra su atención en mí — .Ox ¿Hay algo que quieras decir?
—No… yo… lo siento —mi voz es diminuta pero me esfuerzo por encontrar las palabras adecuadas, esta es la ocasión perfecta para explicarles mi situación—. Por haber mentido y por haber golpeado a Carter. Él dice la verdad, pero necesitaba volver a casa.
—¿Casa? —repite Joe, su ceño fruncido refleja una mezcla de sorpresa y curiosidad.
—Con mi papá —respondo, sintiendo cómo la desesperación se apodera de mí—. Entiendo… ¿Está bien? Tal vez fuimos parte de esta manada alguna vez. Pero él es toda la familia que tengo y necesito hablar con él, entender por qué hizo esto. Por favor, quiero hablar con mi papá.
El silencio se cierra sobre nosotros mientras Thomas evalúa mis palabras con atención, su mirada permanece fija en mis ojos como si pudiera leerme más allá de mis palabras.
—Está bien. Puedes hacerlo —dice finalmente.
Un alivio momentáneo me inunda, pero también una nueva ola de ansiedad.
—Gracias —susurro.
—Sin embargo, pondré el altavoz. Porque lo creas o no, eres parte de esta manada y es mi deber velar por ti, y ya resultaste herido por esto—me advierte Thomas con seriedad.
Mi corazón se acelera al pensar en lo que eso significa. Asiento a sus palabras, con el celular que me ofrece marco uno de los dos números que conozco, uno es el de mi padre y el otro pertenece a Bob. Me tiemblan los dedos con cada número que pulso y siento el sudor en mi frente.
Está podría ser mi última oportunidad. Contesta. Por favor, contesta.
—¿Quién es?
—¿Ho-hola? ¿Papá? Soy yo, Ox —mi voz tiembla al pronunciar esas palabras.
—Ah sí ¿Qué quieres? —responde con un aire distante.
— ¿Qué quiero? —repito incrédulo, sintiendo cómo la frustración burbujea dentro de mí.
—Estoy ocupado. Diles que si hay que enviar alguna cosa-
—¡Espera! ¿Vas a venir a buscarme? ¿Cuándo puedo volver a casa? Si hay que devolver el dinero…—se me quiebra la voz mientras la desesperación me consume. Ni siquiera puedo pensar en terminar las oraciones.
Escucho un suspiro exasperado al otro lado de la línea.
—Escucha, Ox… No puedo lidiar con un omega ahora; No puedo lidiar contigo. Esa es tu casa ahora. Ellos te van a cuidar.
—No entiendo.
—Por supuesto que no entiendes, nunca entiendes ¿Verdad? ¿Todo es demasiado complicado para que lo entiendas? Tan tonto como un buey.
Las palabras me golpean como un puño en el estómago. Si hay algo que sabe hacer mi padre, es lastimar sin golpear.
—Perdón —murmuro, sintiendo el rostro caliente y las lágrimas amenazando con escapar.
—Amé a tu madre y no me arrepiento de haberte tenido, pero no puedo pasar el resto de mi vida cuidando a otro omega. Tampoco puedo tener esperanza de que haya ofertas para que otros alfas te quieran en sus manadas… ¿O sí? No eres el mejor partido como omega, muchacho.
Cada palabra suya es un cuchillo afilado.
—Pero podríamos solucionarlo, puedo trabajar, en el taller, con Bob, papá por favor —mi voz tiembla mientras intento aferrarme a una esperanza frágil, porque en el fondo sé que si terminamos esta llamada…
— ¿Y quién lidiará con tus celos? ¿Eh? Supresores, material para nido, tu futuro deseo de tener crías. Eso es dinero y tengo que vivir mi vida, no puedo tener otros gastos—responde con desdén, y siento cómo la realidad se desmorona a mi alrededor.
Miro hacia abajo mientras mis manos tiemblan involuntariamente; la impotencia me consume.
—Mira, si en esa manada la gente es mala, solo ignoralos y mantén la cabeza baja —me aconseja con frialdad.
No, no pienso que sean malos…
—Ahora tienes que ser un hombre y valerte por ti mismo ¿De acuerdo? Por eso intento explicarte todo esto; porque no sabes si algún día ellos querrán deshacerse de ti. La mierda te va a llegar, solo sacudela y sigue adelante. Dime si lo entendiste.
—Sí… puedo hacerlo; Puedo ser un hombre —mi voz es apenas un susurro lleno de determinación vacilante y no puedo continuar conteniendo mis lágrimas
—De acuerdo —responde con indiferencia.
El silencio se siente pesado entre nosotros antes de que pregunte:
— ¿Significa que no volveremos a vernos?
Hay una pausa incómoda antes de su respuesta:
—¿Desde dónde me estás llamando?
—Es el celular de Thomas.
—Pásamelo —ordena sin rodeos.
Sin levantar la vista devuelvo el celular. Elizabeth se abalanza sobre mí y me envuelve en sus amables brazos, no sé si quien tiembla es ella o yo, tampoco me importa, porque su abrazo es lo único que me mantiene de pie en este momento.
Puedo sentir a Joe y a Carter alrededor, tal vez queriendo acercarse, pero sin saber cómo. Joe presiona sus manos contra mi espalda y reposa su cabeza en mi hombro izquierdo. Es tan cálido y gentil que no quiero apartarme de él. Por primera vez, no le tengo miedo.
Ambos me envuelven con sus feromonas para renconfortarme y una voz débil dentro de mí clama Amor. Manada. Nuestro y también : Familia.
De fondo escucho el resto de la conversación, parece que Thomas apagó el altavoz, y en el fondo lo aprecio.
—(...) Bien, te agradezco, pero te advierto que si alguna vez te apareces en mi territorio o fuera de él y vuelves a lastimarlo, te haré pedazos —escucho su voz firme mientras mis ojos derraman lágrimas contenidas por días.
Ni siquiera pude despedirme. No pude decir adios. No pude.
Notes:
Muchas gracias por leer!!! Les agradecería si dejan kudos y comentan, ayuda a que las personas se interesen por la historia.
¿Me creerían si les dijera que estuve tres tardes enteras tan solo editando? Me sorprende a mí mismo el desgaste físico que la escritura puede conllevar, pero también se siente bien cuando está terminado.
Con los siguientes dos capítulos debería terminar el mini arco que me gusta llamar "La entrada".
En todos los capítulos intento dejar huevitos de pascua sobre referencias a la obra original y/o a la trama sobre el pasado. Me pregunto si alguien los encuentra.
Me gustaría mencionar cuándo subiré el próximo capítulo, pero en periodo de finales no puedo asegurar nada. Solo puedo prometer que siempre estoy pensando en la historia y trabajando en ella.
También estoy planenado un especial navideño y de año nuevo (de este fandom, pero fuera de esta historia) que espero publicar para esas fechas.
Nos leemos la próxima!! <3
Chapter 6: Todo lo que nos queda/ Maggie parte 1
Notes:
Estoy muy feliz de poder actualizar esta historia que está recibiendo tanto apoyo y amor.
Sé que el capítulo tardó. Llevó muchísimo trabajo elaborarlo y como podrán ver, es el doble de largo de los que suelo escribir, espero les guste.
Por favor, continúen apoyando este proyecto el resto del camino.
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
‘¡Sí que golpeas duro! Me alegra saber que estaremos en buenas manos’ dijo Carter, luego de que Thomas nos permitiera disculparnos el uno al otro.
Ninguno de los dos me dijo de qué hablaron cuando salimos con Joe y Elizabeth de la oficina, pero el beta ya no lucía apenado por lo sucedido; yo aún lo estoy.
Me alegra que Thomas no me golpee por lo que hice, tampoco me grita. Solo se asegura de que esté bien.
Afrontar a la manada para explicar todo es incómodo y vergonzoso. Joe no se aparta de mi lado y eso me brinda un poco de seguridad.
Creo que nadie aprueba mi intento de escape, pero no me hacen sentir peor por ello. Se aseguran de hacerme saber que puedo contar con ellos para lo que necesite y que por favor no vuelva a robar un auto, porque Kelly se prepara para ser diputado del sheriff y estas situaciones lo comprometen.
—Sí. Perdón. Gracias. —es todo lo que digo con la cabeza gacha a cada comentario.
Cuando todo se calma, Joe se ofrece a darme un recorrido por la casa y sin nada más que hacer luego de mi bochornoso espectáculo, acepto.
La casa (mansión) de la manada Bennet es más grande por dentro que por fuera. Los muebles de madera y los sillones negros son legantes. Hay plantas en jarrones o en macetas en casi todas las habitaciones. Todo huele bien, es limpio y reluciente.
El alfa debe tener mucho dinero. A veces es difícil mantener manadas grandes, por eso muchas no se establecen o eligen permanecer en parejas de pocas personas.
Con papá éramos dos. No importaba cuánto limpiara, algo no dejaba de sentirse sucio y siempre que él estaba en casa, se sentía pequeña. Su presencia abarca demasiado espacio, asfixiando todo lo que la rodea.
Su voz y la televisión eran lo único que se escuchaba y aunque yo creía hablar fuerte para llamar su atención, sentía que susurraba todo el tiempo.
Aunque al inicio no fue así. Él lloraba mucho.
No entramos a las habitaciones donde los demás duermen, pero me indica dónde están.
Joe menciona que su habitación está contigua a la mía y que siempre puedo ir si necesito algo.
No me sorprende que Carter y Gavin compartan habitación, pero sí que Gordo no viva con la manada.
—Él vive en otra casa con Mark. Tienen su espacio aquí, pero solo se quedan cuando llega su celo o los de mis padres.
—¿Para cuidarte a ti y a tus hermanos? —pregunto ingenuo.
Joe levanta las cejas, reflejando sorpresa en su expresión.
—No…—comienza dudativo— Se acompañan en sus celos.
—Oh…ya veo…Espera ¿Qué? —ahora el sorprendido soy yo— ¿Son ‘ese’ tipo de manada?
—Sí ¿Por qué? —pregunta con el rostro inexpresivo y controlando su aroma, pero noto leves temblores en su cuerpo— ¿Te parece algo malo?
—¡No! —me apresuro a asegurar, temiendo que pensara que me desagrada ese aspecto de la manada— No lo había notado.
Mi respuesta parece relajarlo lo suficiente para continuar.
—Está bien que no lo hicieras. Es complicado, se fue antes de que yo naciera y a nadie le gusta hablar de eso. Por eso no pregunto —Joe observa por la ventana con el entrecejo fruncido. Al acercarme noto que mira la casa azul y siento su aroma cargarse con la amargura de la frustración—. También es dueño de esta casa aquí al lado, pero no recuerdo haberlo visto entrar en ella alguna vez. Le pertenecía a sus padres.
Un omega que comparte sus celos con su alfa y la compañera de este, y aun así no vive con ellos. Un omega con dos casas. Es curioso.
—¿Y dónde están ellos? ¿Los conoceré?
—¡Ni pensarlo! —responde con más enojo del que esperaba. No digo nada más y él respira profundo para calmarse— Perdón, ellos ya no están en la manada.
.
.
.
Entramos a la habitación ( mi habitación ) y nos sentamos en la cama.
—No comiste nada ¿No quieres que te traiga algo? —pregunta listo para volver a levantarse.
—No, no hace falta —con un profundo suspiro me acuesto con las piernas colgando y apoyo mi cabeza sobre mis brazos cruzados.
—¿De verdad? —continua inseguro.
—Sí. No podría tragar nada. Siento que tengo el estómago cerrado.
Como respuesta infla sus mejillas y me observa con sospecha.
—Humm Bien…¡Pero tienes que cenar! ... ¡Doble ración! —sentencia el pequeño alfa con ímpetu.
—Está bien, está bien —respondo con una sonrisa—. Pero te culparé si luego me duele el estómago.
—Puedo vivir con eso —satisfecho con su victoria, adopta la misma posición a mi lado, pero tras lo que parece menos de un segundo noto que voltea a verme—. Hablando de dolor…¿Cómo está tu cara? ¿Aún duele? Porque puedo traer hielo, o matar a Carter, o ambas.
—Por favor no mates a Carter —suplico—. Ya me siento mal por arruinar el día para todos, no sé cómo los veré a la cara después.
—Oh, no te preocupes —responde—. De verdad, no arruinaste nada. No eres el primero en golpear a Carter, todos hemos pasado por eso alguna vez.
—¿Gracias?
Eso no me ayuda, ahora me siento mal por Carter.
—Lo digo enserio —continua— Trata de ver el lado bueno.
—¿Y cuál es el lado bueno de todo esto? —pregunto más irritado de lo que pretendía sonar.
No se trata de Joe, ni de Carter. Pero estoy cansado, mi mundo cambió de un minuto a otro y que mi paz dependa de que un adolescente me diga ‘todo está bien’ no se lleva todo el miedo, confusión y vergüenza de los últimos días.
Aún así, él está aquí, tratando de que todo sea mejor para mí.
Mi pregunta deja en silencio a Joe, agacha la cabeza y antes de que pudiera disculparme por ser una mierda con él, vuelve a hablar.
—Cuando llegaste, luego de que te ataqué…—su voz tiembla tratando de formar las palabras y me preocupa haber herido sus sentimientos— Temblabas todo el tiempo a mi alrededor. Olías a miedo, estabas asustado. Pero ahora, sin que te dieras cuenta, has dejado de hacerlo.
Joe vuelve a dirigirme la mirada y es la primera vez que observo su rostro con atención.
Sus ojos, de un azul precioso, enmarcados por largas pestañas y adornados por cejas castaño claro que en su fruncimiento revelan angustia, quizás por el reconocimiento del ataque, pero a la vez seguros de estar diciendo la verdad.
Una verdad de la que no fui consciente hasta que sus palabras la hicieron evidente.
Sus mejillas están sonrojadas, apenas quedando en ellas algo de grasa infantil. Sus labios, rosados y de aspecto suaves, se aprietan con temor y se abren cuando vuelve a hablar.
—Lo siento Ox, quise disculparme antes. Lo prometo. Perdón por no haberme controlado… jamás querría hacerte daño y no pude-, perdón.
Antes de que continúe, y con temor de que comience a llorar, me incorporo y él me imita.
Coloco mis manos sobre sus hombros y sonrío. Feliz por sus disculpas y tratando de tranquilizarlo.
—Joe, no tienes de qué preocuparte —le aseguro— ¡Está bien! Elizabeth me explicó todo. Gracias, pero no te culpo. Estaba más desmayado que consciente, así que apenas entendí lo que sucedió ese día.
—¿Eh? ¿Ella lo hizo? ¿Lo de alfa prematuro y todo eso?—preguntó sorprendido.
Al recibir mi confirmación, oculta su rostro entre sus manos y gruñe con vergüenza. Pero yo aún no terminé.
—Me atacaste.
—Sí…—responde bajando las manos, esperando a que continúe.
—Y yo intenté robar el auto de tu hermano, lo mordí e incluso lo golpeé.
—Uh ¿Sí?
—Entonces veamos el lado bueno —declaro ante un Joe expectante—, ambos dejamos una fuerte impresión.
Y me río. El no tarda en seguirme y nos reímos juntos. Nos reímos como tontos de un muy mal chiste. Porque somos un desastre y la cagamos, pero no lo suficiente como para no poder bromear con ello. Nos reímos porque solo eso nos queda.
—Oye haha —intenta Joe cuando comienza a calmarse, yo me sujeto el estómago y siento que me duele la cara—, oye… ¿Puedo olfatearte?
—¿Eh? —atino a contestar, porque no esperaba eso.
—Tu aroma, me encanta —añade Joe con las mejillas rojas y una sonrisa boba.
Es la primera persona en decirmelo y lo hace como si eso lo explicara todo. Como si no fuera el primero en decirme que el haberme presentado como omega, me trajo algo bueno.
—¿Puedo acercarme de nuevo para olerlo? Solo un poquito —menciona está vez con los ojitos brillando y haciendo un leve puchero con sus labios en una evidente súplica.
Soy un omega nuevo frente a un alfa joven que se está desarrollando, debe ser normal que quiera hacerlo. Sí lo rechazo ahora, voy a herirlo. Además, esa mirada de cachorro abandonado bajo la lluvia…
—So- solo si es un poco.
Y con eso es suficiente para que la sonrisa más brillante que alguna vez he visto ilumine su rostro.
—¡Sí! Será solo un poco. Ven aquí.
Joe me acomoda en el respaldo de la cama, se mete entre mis piernas y junta nuestros torsos. Sus manos sujetan mi cintura, sin ejercer demasiada presión, solo manteniéndome allí. Siento su nariz y barbilla apartar la remera para descubrir mi hombro tanto como puede y recorrer con sus labios el lado derecho de mi cuello, allí donde me mordió y apenas queda una marca que se irá en los próximos días. El calor de su cuerpo es tal que lo siento a través de las telas que separan nuestra piel.
Puedo sentirlo inhalar profundo y suspirar tan relajado que me hace preguntarme si mi aroma es tan bueno. Mi cuerpo vibra ante su aliento cálido sobre mí.
—Jum.
—¿Qué? —musito apenas.
—Lo sabía —dice sin apartarse, tan lento y bajo que me cuesta oirlo—. Es piña… bastones de caramelo… y épico y asombroso.
—¿Eso es bueno?
—Lo es para mí, es perfecto.
Sin saber si es por su calor o por lo que dijo, siento el rostro caliente hasta el cuello.
Sus manos se separan de mi cintura, la izquierda se posa detrás de mi cabeza, empujándome hacia adelante para acercarnos más, como si eso fuese posible. La otra baja hasta mi mano izquierda y se queda sobre ella. Pienso que quizás me está esperando, por lo que junto nuestras palmas y entrelazo nuestros dedos para hacerle saber que está bien.
Mi pequeña acción desencadena que Joe suelte un pequeño gruñido de satisfacción y comience a liberar su aroma.
—Estoy muy feliz de haberte conocido, Ox.
Quisiera responderle, decirle que apenas nos conocemos, que hay tanto que no sé sobre la manada, ni sobre nada y aun así, pienso lo mismo. Pero su mano acariciando mi cabello y su cuerpo abrazándome se sienten demasiado bien.
Siento el tacto, el calor, el aroma masculino y el latido de un corazón que no es el mío y me relaja.
Me recargo en él y me envuelvo en tornado. Tormenta eléctrica. Humo. Picante. Sudor. Almizcle fuerte.
Joe.
.
.
.
Lunes. Temprano por la mañana. Llevo puesta más ropa prestada de Carter.
Luego de desayunar, como si nada hubiera pasado, partimos en el auto del alfa para dejar a Joe en la escuela.
Joe parecía querer olfatearme de nuevo antes de salir del auto. Se lo permití y se restregó contento contra mí como un cachorro. Me sorprende que tan poco pueda hacerlo tan feliz.
Luego nos dirigimos con Thomas y Elizabeth al ayuntamiento del pueblo para registrar en los documentos y el sistema que oficialmente Oxnard Matheson es miembro de la manada Bennett.
El hombre de la oficina de registro civil me explica que el registro se renueva cada cuatro años, con el consentimiento de ambas partes.
En el caso de elegir no continuar viviendo con la manada Bennet, puedo entrar a un refugio para omegas, los cuales se encuentran en las grandes ciudades del país; anotarme al sistema y esperar a que una manada o un alfa quiera hacerse cargo de mí.
Para tratar de evitar situaciones de violencia por parte de alfas o manadas, sería suficiente con que yo decidiera no seguir con ellos habiéndo cumplido, o no, el plazo de cuatro años.
En el breve lapso de tiempo en que Thomas firma y me pasa los documentos, puedo notar lo nerviosos que él y Elizabeth están.
Pero ya había tomado mi decisión, si mis padres pertenecían a esta manada, por ahora y hasta que descubra lo que sucedió, esta es la mejor opción para mí.
Solo cuando firmo los papeles vuelven a respirar.
El alfa nos deja para volver al trabajo y aclara que nos recogerá cuando hayamos terminado lo que falta.
Se despide de su omega con un beso en los labios y comparten sus aromas oliendo y besando el cuello del otro. No resisto apartar la mirada, no es algo intimo, pero en ellos lo parece tanto.
Al despedirse de mí, frota su muñeca contra la glándula de mi cuello para entrelazar nuestros aromas y deja una caricia en mi cabeza que se siente bien.
Elizabeth me lleva al centro de salud para que me revise un doctor.
Me sorprende saber que no hay hospitales aquí, pero me asegura que la doctora local, Madison Lane, es más que competente.
La beta me revisa de arriba a abajo y me realiza una ecografía para chequear el estado de mis órganos reproductores.
Nunca pensé que tendría que hacerme una, el gel frío me da cosquillas, pero me tranquiliza saber que, además de una inflamación normal en mi útero hace poco formado, todo se ve bien.
Me receta supresores de celo y anticonceptivos; me regala parches para inhibir mi aroma y condones. Estos últimos los acepto con algo de pena.
Salimos de allí y, como aún es temprano, la omega aprovecha para darme un pequeño paseo por la inexistente zona comercial del pueblo a través de las pocas tiendas de ropa que hay.
Eso no influye en la cantidad que compra. Nunca vi a alguien gastar tanto dinero en ropa y mucho menos que esa ropa fuera para mí.
Las señoras de cada tienda a la que entramos se ponen felices al verla y me dan cumplidos por cada prenda de ropa que me pruebo.
Ella se preocupa mucho por mis gustos -bastantes simples en realidad- las telas y que pudiera combinar la ropa con ‘mi estilo’, y me dí cuenta de que nunca he pensado que tuviera uno.
Compramos tanta que no estoy seguro de alguna vez poder usarla toda.
Casi todas las personas que nos cruzamos en la calle la saludan, algunas incluso nos detienen un momento para charlar. Muchos me observan interesados, pero no preguntan.
Permanezco callado la mayor parte del tiempo. A ella no le incomoda el hecho de que no sepa de qué hablar. Llena algunos silencios y eso me quita la presión.
Me recuerda un poco a cuando iba de compras con mamá. No podíamos darnos el lujo de comprar todo lo que quisiéramos, pero siempre se aseguraba de decirme lo bonito que me veía.
—Casi es la hora de almorzar. Vamos, quiero llevarte a un lugar especial.
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Al cruzar la puerta de la cafetería el suave tintineo de las campanillas nos da la bienvenida.
El aroma a café recién hecho y a pasteles horneados llenan el aire.
La decoración es antigua pero bien cuidada; las mesas de madera pulida brillan bajo la luz suave que entra por las ventanas. Los asientos, con sus cojines desgastados pero cómodos, parecen invitarme a sentarme y no me resisto a eso. Apenas noto que ahora es Elizabeth la que me sigue a mí.
Nos sentamos al fondo, del lado de la ventana y me detengo un momento para absorber el ambiente. El café goteando, el tintineo de los cubiertos sobre los platos y las risas lejanas que resuenan en el lugar.
—Pide lo que quieras.
—¿Eh?
Ella me sonríe y repite lo que dijo, distrayendome del letrero colgado en la pared “Hoy especial: pastel de manzana”
—El lugar es encantador ¿Verdad?
—Sí, sí.
Intento concentrarme en el menú frente a mí, pero no consigo dejar de levantar la vista para continuar observando a mi alrededor.
Las paredes del fondo están adornadas con fotos enmarcadas.
—¿No quieres acercarte? —pregunta apuntando con un ligero movimiento de cabeza a las fotografías.
Sin entender qué es lo que me impulsa, me dirijo a ellas y Elizabeth me sigue.
Algunas están en blanco y negro, datando de la inauguración del lugar. Hay fotos de personas que parecen familias, de clientes sonrientes, famosos, empleados y momentos capturados que parecen contar historias de vidas pasadas.
Casi decido dejar de mirar cuando me encuentro con una que pone “1993: Luego de la renovación” En ella hay varios empleados en sus uniformes frente a la cafetería, pero somos ella y yo lo que hace que no pueda apartar la mirada.
Con una hermosa sonrisa, menuda y delgada, sostiene a un pequeño Ox en sus brazos que sonríe mostrando los dientes, con los ojos cerrados y que rodea el cuello de su mamá con un brazo y saluda a la cámara con la otra mano.
La imagen se borronea y no detengo las lágrimas.
—Es mamá.
.
.
.
Luego de recomponerme y de que volviéramos a sentarnos, vuelvo a mirar a mi alrededor y no puedo dejar de imaginar.
Mi mamá saliendo detrás del mostrador, su risa resonando entre las charlas animadas de los clientes. Puedo imaginarla sirviendo tazas humeantes a los habituales, su sonrisa iluminando el lugar. La idea de que este espacio ha sido parte de su vida me hace sentir un nudo en la garganta. Es como si una parte de ella habitara aquí.
No dejo que me invada la melancolía y me contento con la dicha de haber encontrado en este pueblo una parte de ella.
Una parte mía, también.
Llegan para preguntarnos qué comeremos y ordenamos.
Mi mente sigue vagando.
Elizabeth me pregunta si alguna vez mamá me contó sobre Green Creek, sobre los Bennett.
Lo niego y ella asiente lentamente antes de preguntar si quiero oír la historia.
Acepto y me cuenta que aquí la conoció. Había algo en mamá que la incitó a volver, una y otra vez.
—No podía evitarlo. Había algo en ella, algo mágico. Su aroma era tan-
—Primavera, dulces y pinos —completo.
—Sí. Primavera, dulces y pinos —acepta con una gran sonrisa que me recuerda a Joe—. Luego de un tiempo empecé a traer a Thomas, luego a los demás. Todos quedamos encantados. Era tan… había algo fascinante en ella. Se sentía viva y me hacía sentir de la misma manera. Me iba pensando en lo qué habíamos hablado y pensaba sobre qué podríamos hablar la siguiente ocasion. A veces, no tenía tiempo para pasarse por mi mesa. Pero no importaba, deseaba estar a su lado tanto como pudiera.
Sus manos tiemblan sobre la taza de té que sostiene.
—Con el tiempo, las conversaciones se volvieron más profundas, más íntimas. Nos volvimos amigas. Me contó que vivía en un motel casi a las afueras del pueblo. Que se escapó de su familia y nunca quiso entrar a un refugio de omegas. Tuvo que rogar para que la dejaran alquilar la habitación. En el trabajo la aceptaron por lastima.
La omega suspira y toma un poco de la bebida antes de continuar.
—Todos la amamos… aunque de diferentes maneras —agrega con una pequeña sonrisa secreta que me lleva a imaginar lo que esconde— y entonces, junto a Thomas, obtuvimos el permiso de su padre Abel, el alfa de entonces, para poder cortejarla e invitarla a la manada.
—¿Y ella aceptó?
—Nos rechazó.
—Pero entonces…
—Bueno, así fue la primera vez que se lo pedimos. Los dos éramos jóvenes. Nuestro vínculo era nuevo. Mark y Gordo aún eran menores y se estaban conociendo. Y había otros miembros, pero lo habían dejado en nuestras manos.
—¿Y la segunda vez? —pregunto tan interesado que me olvido de mi comida enfriándose.
—También nos rechazó —responde con gracia—. En ese entonces Thomas y yo… quizás éramos algo melodramáticos y exagerados. Maggie no era ostentosa. No servían los regalos caros ni las desesperadas y apasionadas declaraciones de intenciones. Aunque todos los miembros de la manada la conocían y respetaban, no aceptaba nuestras invitaciones para cenar juntos en la tradición de los domingos. Muchas manadas se hubieran ofendido, pero podíamos ver que no nos estaba despreciando, solo…parecía no ser el momento.
—¿Lo intentaron de nuevo?
—Por supuesto, nunca nos hubiéramos rendido. A menos que ella nos lo hubiera pedido, claro. Pero esa vez fue diferente. No lo supimos entonces, pero unos jovencitos Gordo y Mark estaban haciendo de las suyas.
—¿Qué hicieron?
—Comenzar a venir. A veces solos los dos, otras venía Gordo con su jefe, a veces solo Mark. De a poco empezaron a traer a cada miembro de la manada para que la conocieran mejor. Intentaban estar aquí en los turnos de Maggie en los que Thomas y yo no podíamos. Le hablaron de ellos, de nosotros, de la manada y de tantas cosas que nunca supe. Pero la siguiente vez que venimos a intentarlo, él y Mark estaban allí. No pudimos decir nada, ella se nos acercó y nos pidió ir a cenar en la tradición de la manada. En esa cena nos aceptó.
—Vaya…— No puedo creer que sea la primera vez que escucho todo esto — pero entonces cómo… ¿Mi papá también era miembro de la manada?
Esa pregunta trae una sombra a sus ojos que se desvanece tan rápido como vino.
—No, no en ese entonces —cruza sus manos sobre la mesa y posa su mirada en ella—. Él llegó de afuera y ella… ella se enamoró.
“Pero a nadie le gusta hablar de ello, por eso no pregunto” ¿Estará relacionado con lo que dijo Joe?
—Eliza-
—Liz.
—¿Perdón? —pregunto confundido.
Ella levanta la vista y me sonríe con tanto cariño que me deja perplejo.
—Puedes llamarme Liz.
—Sí…—respondo aturdido, porque es tan hermosa y buena conmigo que no podría negarle nada — emm Liz…
—¿Sí, Ox? —ella luce satisfecha y me preparo para la siguiente pregunta.
—¿Yo también tendré que…? ¿Ustedes esperan que yo…? —me muero de vergüenza y me arrepiento de preguntar
—¿Qué cosa? —pregunta entre curiosa y divertida.
—¿Tendré que participar en los celos?
Siento como me suda la frente y se me pone la cara colorada de vergüenza.
Liz se ríe de mis reacciones tapándose la boca antes de continuar.
—No, no cariño. No te pediremos eso. Bueno…
—¿Qué? —pregunto antes de beber un vaso de agua para tratar de quitarme el calor.
—Si quieres intentar explorar con mis hijos mayores o con Gavin y Robbie…
—¡¿Qué -cof-cof-aswadj-?!
—Cariño, no entendí nada. Pero no hay problema. Diría incluso que conquistaste a Carter con la pelea que tuvieron. La edad de Joe es un asunto por ahora pero-
—No preguntaba por eso —susurro esperando que comprenda y detenga la agónica vergüenza que siento por hablar de sexo en una cafetería repleta de personas.
—¿Así lo hacen los omegas jóvenes de hoy en día? —continúa ella ignorándome y hablando como si nada— Gavin y Robbie también estaban impresionados ¿Sabes? Omegas rebeldes... Sí. Empiezo a notar un patrón en los gustos de los Bennett.
—¡No! —grito y me levanto listo para escapar, tan rápido que me golpeo la rodilla contra el borde de la mesa y me doblo por el dolor— ¡No quiero tener sexo con tus hijos!
Me doy cuenta de que probablemente hasta las personas de afuera me escucharon y vuelvo a sentarme, encorvando los hombros para tratar de hacerme parecer pequeño. Algo ridículo, porque soy todo, menos pequeño.
—No tienes que gritar esas cosas en público, Ox —me guiña un ojo y termina su taza de té.
.
.
.
Me promete que me contará el resto de la historía en otro momento. Creí que nos iríamos, pero Liz se acerca al mostrador y pide un cafe negro, bien cargado y varios tipos de moffins.
—Iremos a Gordo 's —dice antes de que le pregunte.
¿Qué es ‘Gordo´s’?
Notes:
Me haría muy feliz si por favor, me dejas saber qué opinas, si te gustó, teorías, etc. Y por favor no dudes en recomendarla para que llegue a más lectores.
Chapter Text
Nuestros aromas se entrelazan y pierdo la noción del tiempo, es una sensación tan reconfortante que podría dormirme en sus brazos. Pero no creo que Ox me lo permita.
Mis labios acarician su cuello en busca de sentir la suavidad de su piel una vez más antes de separarme, tan lento como me es posible.
Necesito saber algo que ha estado rondando mi mente.
Volvemos a estar cara a cara y casi me olvido de eso al verle el rostro sonrojado y la mirada perdida.
Es tan grande ¿Cómo puede verse tan vulnerable?
—¿Puedo preguntarte algo?
Él parpadea un par de veces para orientarse y es imposible que mi alfa no se regodee si al omega que me atrae le gusta mi aroma.
—Oh, sí, claro.
—¿Hay alguien esperándote? En dónde vivías —aclaro cuando frunce las cejas en confusión—. Amigos, más familia… Pareja.
Baja la mirada a nuestras manos entrelazadas. Espero que no las separe.
—No. No hay nadie como eso allí. Creo que nunca lo ha habido.
Luce tan abatido y no sé qué hacer para cambiar eso.
Detesto a cada persona que debió amarlo y cuidarlo y no lo hizo. Pero ahora la manada y yo podremos hacerlo.
‘¡Monstruo! ¡Monstruo! ¡Monstruo!’
Me centro en su aroma y en el contacto entre nosotros para intentar callar esa voz.
Porque si Richard hubiera mentido, entonces una parte de mí no estaría tan aliviado de saber que ya no hay alguien más por quién Ox desee irse.
Estar feliz de que esta posibilidad nazca de la soledad de Ox…
Elevo nuestras manos unidas para que ambos podamos verlas y sonrío.
—Me llamo Joseph. Pero todos me dicen Joe. En realidad, mis hermanos me pusieron el apodo. Decían que mi nombre les hacía pensar en un anciano inglés que juega al golf. Solían hacerme enojar con eso.
Se le escapa una sonrisa y me animo a continuar.
Me gustaría ser especial para tí.
—Tengo dieciséis años. Mi cumpleaños es en agosto.
Un lugar seguro. Alguien a quien puedas volver.
—De niño quería ser arqueólogo y astronauta. Pero renuncié a eso porque debo ser un líder. Me conformo con ver películas y series. También leo cómics de superhéroes ¿Esos te gustan? Porque puedo prestarlos, pero solo a tí. Cuando le presté algunos a Carter volvieron con las puntas dobladas.
Debes haberte sentido tan sólo… Debes haber sufrido mucho.
—También estoy en el equipo de básquet de la escuela. Me uní este año. No es un gran equipo, pero creo que juego bien ¿Vendrás a verme a los partidos?
¿Me aceptarías? ¿Incluso las partes malas de mí?
—¿Qué hay de tí? Porque quiero conocerte. Quiero que seamos amigos.
Mereces más que el dolor que has soportado. Quiero hacerte sentir amado. Así que por ahora…
.
.
.
Cenar juntos fue incómodo y silencioso. Pero estuvo bien.
Incluso comió doble ración.
Ahora en mi habitación, recostado en la cama y con las luces aún prendidas, me abrazo a mi mismo sin dejar de pensar en una parte de lo que Ox mencionó.
“—No hay mucho de mí para decir. Quizás… siempre me he sentido un poco solo. Pero no me siento así cuando estoy contigo.”
Me sentí igual hasta su llegada ¿Significa que sí somos compañeros? ¿Debería preguntarle a papá?
—Bien, entonces le preguntaremos directamente.
Carter.
—No no no. Hay que ser cuidadosos.
Kelly.
—Pero me muero de curiosidad.
—Pues metete la curiosidad por el culo, sigamos mi plan y-
—¡Entren de una vez!
—Mierda, nos oyó —dice Kelly
—¿Cómo es posible? —pregunta Carter sorprendido.
—¡Cualquiera escucharía si se ponen a hablar detrás de la puerta! —entran sin ninguna vergüenza y permanecen de pie en el centro de la habitación. Espero que Ox no los haya oído— ¿Qué pasa?
—Oh… Cuánto tiempo. Eh... ¿Cómo va todo? —pregunta Carter apoyándose en la pared para lucir relajado y haciendo un trabajo pésimo en ello.
Enarco una ceja y mi otro hermano, a veces el más sensato, se golpea la frente con la mano y sacude la cabeza.
—¿Kelly?
—Tenías razón, Carter. Tu plan es mejor. Joe, queremos saber qué estabas haciendo con Ox en su habitación —declara cruzándose de brazos.
—Quisimos ir a ver pero papá no nos dejó y- ¡Auch!
—Esa parte no —dijo Kelly apretando los dientes luego de darle una patada en la espinilla.
—Ah…eso —agrego fingiendo sorpresa.
—Sí, eso —confirma Carter acariciando su pierna golpeada y dirigiéndome su típica sonrisa pervertida—. Cuéntanos sobre eso ¿Hicieron algo sucio?
—Claro que no, idiota. Hablamos, me disculpé y tomé su aroma. Rayos me encanta —digo queriendo guardar los detalles para mí y porque no quiero preocuparlos al decirles que los recuerdos con Richard han vuelto a empeorar. Cierro los ojos y me llevo la remera a la nariz para volver a inhalarlo—. Luego hablamos un poco más.
Me pregunto si él estará haciendo lo mismo.
—Oh… mira Kelly. Lo hace tan descaradamente, sin importarle que estemos aquí —dice meneando la cabeza con fingida decepción—. Exibicionista. Nuestro lindo y pequeño hermanito se volvió un exibicionista.
—Sí, realmente disfruta de hacernos ver esto. Sabía que lo del celo de Ox fue una excusa para obligar a toda la manda a ver cómo lo marca y le hace tener un orgasmo en frente de todos. Gracias por la imagen, por cierto.
Elijo ignorarlos y se acomodan a mis costados. Kelly posa su cabeza sobre mi estómago, con las piernas colgado de la cama. Carter se acuesta del otro lado, con la cabeza sobre mi hombro derecho. Instintivamente pasa su brazo sobre mi cintura y comienza a acariciar el cabello de Kelly.
—Su aroma es agradable, me gusta —dice Carter.
—Sí, es dulce pero… Con algo más.
—¿Verdad? —menciono contento de que a mis futuros betas les guste— Es bastones de caramelo y piña y épico y asombroso.
—Es una buena combinación —concuerda Kelly y vuelve a olfatear el aire—. Cuando dijeron que iban a traerlo, no sabía qué esperar. Carter es el único de nosotros que lo recuerda.
—Bueno, un poco. Se que jugábamos mucho en el bosque y que el tío Mark nos cuidaba. También cometimos muchas travesuras. Tengo que hablarle de eso.
—¿Saben? No quiero ni bañarme, quiero que mañana todos sepan que huelo a mi omega. Mi compañero destinado.
—Tu compañero destinado ¿Eh? —indaga Kelly— Sigues creyendo en esos cuentos para cachorros.
—No son cuentos —declaro con una pequeña molestia, porque al igual que muchas personas, creo en ellos; y porque imagino a dónde quiere llegar.
—Bien. Digamos que no son cuentos. Pero que llegaras a la conclusión de que alguien que estuvo en la manada es tu compañero porque nuestros padres te contaban que se la pasaba pegado a mamá cuando estaba embarazada de ti…
—¿ Y qué?
Se me aprieta el estómago y quiero que se calle. Pero Kelly está listo para seguir golpeando.
—Vamos ¿Realmente me harás esforzarme por esto?
—No lo entiendes. Me sentí distinto. Lo supe cuando lo ví. Al conocerlo-
—¡No sabemos nada sobre él!
—Ahora puedo hacerlo.
—Joe —interviene Carter para defender a Kelly, como siempre—. lo que intenta decirte es que tengas cuidado ¿De acuerdo? Lo que sucedió hoy fue por algo.
—Nuestros padres lo supieron enseguida —reclamo en un intento de hacer que me crean.
—No eres papá —vuelve a arremeter Kelly y me duele, porque papá es el tipo de alfa que debería ser—. Además, ni Mark ni Carter lo tuvieron fácil ¿Por qué sería diferente contigo?
—Yo no huyo de lo que siento. Como tú, con Robbie.
Ese es un asunto delicado. Lo sé porque odia que nos metamos en eso.
Me siento un poco culpable y quiero disculparme, pero parece que Carter también está interesado.
—Entonces… Robbie ¿Eh? —dice— ¿Cómo es eso?
—Tch. Es torpe… pero también un poco lindo —comenta como si fuera una molestía—. Me ha prestado algunos libros que le gustan. Muchos de ellos son novelas románticas para señoras. Pero otros son muy buenos. Es lindo tener a alguien con quién hablar de eso y … ¿Por qué estamos hablando de esto?
—Oh, no te preocupes por nosotros.
—Por favor, sigue —incentiva Carter—. Debe ser la primera vez que te veo tan interesado en alguien.
Parece ser todo lo que obtendremos de él hoy, se levanta y toma la almohada debajo de mí para comenzar a golpearnos.
—No me la paso pensando con el pene. Como ustedes dos.
Cada palabra es acompañada de un golpe, Carter y yo nos reímos y nos defendemos con los brazos de los mortales golpes de almohada.
No he tenido oportunidad de pensar en Ox con mi pene porque no me he masturbado desde que llegó, asique no me importa que incluso crea que mi deseo por él es solo lujuria.
—Los dos se ponen como tontos cuando están juntos —declaro—. Apestan cualquier rincón de la casa con sus nervios. Son como niños.
—Mira quién habla —lanza su arma al piso y levanta los brazos para imitar mi voz de forma aguda y dramática— “Ohh Ox, acabo de conocerte, eres tan sexy que voy a frotarme y morderte ¡En frente de todos!”
—Ya hable con él de eso.
Me lanzo sobre él para reforzar mi autoridad y ataco con su mayor debilidad: Cosquillas.
Intenta defenderse como puede y comenzamos a forcejear.
Carter se queja de que lo hayamos dejado fuera y salta sobre nosotros. Quedamos aplastados como un sándwich Bennett.
Reímos con Kelly por estar aplastados y nos quejamos por la falta de aire.
No hacemos ningún esfuerzo por movernos y aunque no quisiera que el aroma de Ox se vaya, prefiero disfrutar del aroma de ambos abrazándome por más tiempo.
—Carter, no vas a hacer que me olvide del tema distrayéndonos. Joe, me alegra que te guste Ox. Pero ten cuidado ¿De acuerdo? Me preocupan, ambos. No quiero que vuelvan a salir heridos.
—Aww Nos quieres. Eres tan gay —dice Carter.
Carter fue el primero en entrar en contacto con un pene ajeno, pero no tiene sentido discutir con él porque… Es Carter.
Kelly rueda los ojos y continua.
—Además, él es mayor que tú.
Realmente esperaba que no dijera eso, pero ya estoy demasiado cansado como para enojarme.
—Siempre he sabido eso —digo con la mejilla aplastada contra su pecho—. Todos lo han sabido.
—Pero no estábamos seguros de lograr encontrarlo. Todos los buscaron por años y-
—Sí pero ahora está aquí ¿No?
—Y no sabemos nada de él.
—No supimos nada de Gavin hasta que escapó de Robert y papá lo trajo. Pero lo amamos desde siempre.
—No es lo mismo. Él quería pertenecer aquí —interrumpió Carter—. Ox quiso huir de nosotros y no lo culpo, fue una bienvenida un poco… extraña.
—Carter, escuchaste lo mismo que yo. Él no entendía lo qué pasaba, no sabía que su papá lo abandonó.
—Lo sé. Y pienso que puede llegar a aceptarnos como manada —interrumpe bajándose de nosotros y moviéndose a un costado. Lo imito y pronto somos piernas y brazos entrelazados en una cama muy pequeña para tres personas, pero en la que logramos encajar porque no existe mundo posible en el que uno se quede fuera—. Y si crees que es tu compañero, entonces está bien. Lo digo de verdad, te apoyo. Pero si quieres que esto funcione, tienes que entender a Ox. No necesita un novio de dieciséis años ahora. No será tan fácil.
—Ya lo sé… primero, quiero ser su amigo. Tengo tiempo, hasta que me convierta en adulto, e incluso después de eso.
Sé cuánto se preocupan por mí y los amo por eso, solo desearía que me tuvieran más confianza cuando digo que Ox se siente especial para mí.
—Piensa en cómo fue con Robbie —comenta Kelly—. Llevó tiempo antes de que se abriera a la manada.
—El mayor mérito es tuyo —dice Carter rascando mi barriga—. Robbie no pudo resistirse a tus encantos.
—Sí, claro, mis encantos.
La vida amorosa de mi hermano vuelve a despertar mi curiosidad, así que decido preguntar, está vez sin intentar atacar.
—¿De verdad no ha pasado nada? Ya sabes... Entre ustedes.
—Claro que no.
—¿Necesitas ayuda con eso? Porque hemos tratado de adivinar con Gavin sobre quién lo lleva a la cama primero. Y no es que dude de ti o de mí. Mierda, incluso Joe podría hacerlo. Pero sé que Mark y Gordo le han prestado más atención y cuidados de lo normal últimamente. Si lo toman como compañero sería un problema. No podría pertenecer a la manada que formaremos.
Puedo sentir a Kelly tensarse y no contengo el gruñido de advertencia que me nace del pecho.
—Que ni lo intenten, Robbie es mío, nos pertenece.
—Ya paren ustedes dos. Él puede hacer lo que quiera. Además, le pertenece a papá, al menos por ahora. Todos lo hacemos.
Una vez más, Kelly es el más sensato.
—Sé que es infantil. Que estaría bien si él decidiera estar con ellos. Pero preferiría que eligiera cuando sea un alfa completo y podamos mostrarle cuánto lo queremos, lo que le podemos ofrecer.
Permanecen en silencio y está bien, porque sé que nos sentimos igual. Carter y Kelly son los únicos que pueden intentar algo más con Robbie.
—Sabes Joe, me alegro de que Ox llegara a nosotros —menciona Kelly— Al menos ya no tenemos que irnos para buscarlo.
Y eso es nuevo, porque no creí que supieran que planeaba hacerlo.
—¿Cómo…?
—¿Qué? —responde Carter con otra pregunta— ¿Creías que te dejaríamos ir a recorrer el mundo en busca de él tú solo? Serás nuestro alfa, ya te hemos elegido, no puedes escapar de nosotros. Vive con ello, enano.
—¿Desde cuándo sabían que iba a irme?
—Siempre lo supimos —dice Kelly—. Desde la primera vez que de niño dijiste que sentías que alguien faltaba y que lo extrañabas, incluso si no lo conocías.
No tengo manera de replicar. Solo sé que los amo igual o más que siempre.
Tiro de los lazos entre nosotros y se oyen como Manada. Familia. Hermano. Amigo. Amor. Amor…
Notes:
Espero que el capítulo les haya gustado. Quizas para algunos no sea tan interesante, pero les aseguro que es importante para la historia.
Chapter 8: Lo de Gordo´s/ Buenas noches
Notes:
En este periodo he podido decirle más tiempo a los capítulos, ya hay dos más que publicaré pronto y otras historias sobre las que aún trabajaré.
Agradezco mucho a todas las personas que siguen la historia desde el primer capítulo, a quienes se fuerón sumando y a quienes dejarón de leer.
Como siempre, espero que lo disfruten.
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
[Lo de Gordo]
Por un segundo, solo por un segundo, creí que Gordo no podría ser más… Particular, pienso mientas leo el cartel.
¡Es un omega, a la cabeza de un puto taller!
—Agh, me rindo. No puedo con esto, hazlo tu Criss.
—Te digo que es la bobina.
—Ya lo probamos. Tch. No nos queda mucho tiempo, revisaré el aceite.
Los bufidos de frustración llenan el aire, mezclándose con el olor a aceite y gasolina. El taller, con su luz blanca y el zumbido constante de herramientas, se siente cargado de tensión. La conversación de ambos hombres se interrumpe cuando Elizabeth y yo entramos.
—Apuremonos antes de que- Oh ¡Hola Liz! ¿Qué trae por aquí a una dama tan hermosa?
—¿Problemas con algún vehículo? Hoy estamos atareados y con poco personal, pero déjalo y le echaremos un vistazo.
—Hola Rico. Gracias por el cumplido. Chris. Vengo a ver a Gordo ¿Saben si está muy ocupado?
—Está en la oficina con Robbie. Toca la puerta —menciona uno de ellos.
—Espérame aquí —me indica luego de llamar y que se le permitiera pasar.
Entra a la pequeña oficina y alcanzo a oír la voz grave de Gordo quejarse, algo sobre una actualización en el sistema que no entiende.
Mis manos se retuercen entre sí, y mis ojos vagan por todo el lugar, buscando algo que hacer, cualquier cosa que me distraiga de la incómoda sensación de ser visto atentamente por desconocidos. Rico y Chris, a quienes logro diferenciar por los nombres en sus uniformes, me observan curiosos.
—Bueno, bueno —dice Rico caminando hacia mí—. Debes ser el pequeño Ox, del que Gordo y Robbie tanto han hablado. Aunque no tienes nada de pequeño, papi.
Me guiña un ojo y Chris niega con la cabeza. Se acerca por detrás y tira del cuello de su camisa.
—No le hagas caso —aconseja dirigiéndose a mí—. Su mamá lo dejó caer demasiadas veces de la cuna. La pobre mujer…
—¡No fueron tantas! ¿Y por qué ella es la víctima?
Chris lo ignora y me saluda inclinando la cabeza, pues sus manos tienen grasa y aceite. Lo imito. Aunque no me importaría estrecharlas. Estoy acostumbrado al trabajo duro.
—Nos queda una hora para que lo recojan—dice dirigiéndose a Rico—. Terminemos esto de una vez.
Están trabajando en un auto con el capó abierto, y por lo que puedo notar, llevan un buen tiempo así. Me acerco por detrás y estiro un poco el cuello para ver por encima de sus cuerpos encorvados. Veo el laberinto de cables y piezas metálicas, el brillo aceitoso de las herramientas.
Quiero ayudar.
Han pasado pocos días, pero extraño sentir el peso de una llave en mis manos.
La puerta de la oficina se abre y Robbie sale de allí.
—Ox —llama acercándose—. Me dijeron que ya firmaste los papeles.
—Sí, así es —respondo.
—Eso es genial.
—¿Sí?
—Lo es para mí —exclama sonriente.
El uniforme del taller le queda una o dos tallas grandes, su cuerpo luce pequeño en él y expone su clavícula. Los lentes hacen que sus mejillas se vean un poco rellenas y estrujables. Su piel pálida salpicada con lunares aquí y allá se ve tan suave. Quiero estirar la mano para acariciarlo.
Es muy atractivo. ¿Cuándo será su celo? ¿Me dejará acompañarlo?... Aunque nunca he tenido sexo… Mierda. Ni siquiera he dado mi maldito primer beso ¿Qué haría con un omega?
—¿Trabajas aquí?
—Sí, yo-
—¡Es nuestra esposa de oficina sexy! —grita Rico.
—¡Al menos yo soy sexy! —responde— Me encargo de contestar los teléfonos, agendar citas y recibir a la gente que trae sus coches.
—Amigo —murmura Chris—, literalmente acaba de describir a una esposa de oficina sexy.
—¿Thomas te dió permiso para trabajar? ¿Este lugar realmente es de Gordo?
—Creo que Gordo heredó el lugar luego de trabajar años aquí. Cuando entré a la manada, una vez lo visité y no podía dejar que siguiera trabajando con programas tan obsoletos. Así que diseñé varios para él.
—¿Te refieres a cosas de computadora?
—¿Cosas de computadora? —repite con una sonrisilla burlona— Claro, soy bueno en eso.
—Pero Gordo no —suma Chris—. Ni nosotros. Se quejaba todo el tiempo porque no entendía cómo usarlos.
—Y por eso me llamó para ayudar. Luego empecé a hacer otras cosas y a venir más seguido —se encoge de hombros y continúa— Al final le exigió a Thomas que lo dejara contratarme.
—¿Le exigió?
—El alfa es algo sobreprotector, en ese sentido. Lo entiendo, es su naturaleza, quiere protegernos. Cuando le mostré lo que podía hacer y cuánto podría ayudar a Gordo, me lo permitió.
—Eres asombroso.
Lleva su mano a la parte posterior del cuello y desvia la mirada. En su rostro asciende un pequeño sonrojo.
—Hay condiciones. No trabajar en jornadas extensas, no hacer turnos solo y siempre tener cuidado con mis celos.
Típico en un alfa, supongo. Omega vigilado: Omega seguro.
Continuo conversando con Robbie en el área de la recepción y escucho a los muchachos quejarse hasta que los omegas salen de la oficina.
Un destello carmesí llama mi atención. Los labios de Gordo están hinchados y manchados de rojo, como si acabara de devorar una cereza. O algo más…
¿Qué han estado haciendo ahí dentro?
—Hola —saluda con un fuerte apretón de manos.
—Hola —respondo sin más.
El celular de Elizabeth comienza a sonar y sale del taller para contestar.
—¿Pudieron conseguir todo? —pregunta de repente, señalando las bolsas en mis manos.
—¿Eh? Ah. Sí —no esperaba que hablara.
—¿No necesitas nada más?
—No. No creo…
—Genial. Genial —asiente.
—Claro.
La incomodidad parece no estar solo en mi cabeza. Robbie se dirige - escapa - detrás del escritorio para continuar trabajando y nos quedamos en silencio.
Gordo expulsa un bufido corto, casi un gruñido, y hunde las manos en los bolsillos, tensando los hombros hasta que parecen una roca.
Él me trajo hasta Green Creek y desde su perspectiva, lo hizo por mi bien. Al menos ahora, ya no pienso en él como un secuestrador amargado. Pero no sé cómo comportarme a su alrededor.
Y Gordo es todo lo contrario a la norma de cómo debe ser un omega. Aunque no creo que eso sea algo malo. Me hace sentir menos extraño.
—¿En serio eso es lo mejor que nuestro Gordo puede hacer? —pregunta Chris— Pensé que le habíamos enseñado mejor.
—Pobre cosita gruñona —suma Rico—. Quiere hacer un amigo.
—No les hagas caso. Su estupidez es contagiosa —declara mordaz—. Robbie comenzará a mostrar síntomas en cualquier momento.
—¡Oye! —gritan todos los insultados en el lugar.
.
.
.
—¿Listo para irnos? —pregunta Elizabeth cuando vuelve a entrar— Thomas está cerca.
—Uhh claro.
—Robbie, nos vemos en casa —saluda acariciando el cuello del menor.
—Nos vemos luego –responde— ¿Puedo ayudar con la cena?
—Por supuesto. Ox, vamos.
Antes de seguirla, me acerco a Robbie y extiendo la mano para imitar su acción, pero no me atrevo a tocarlo.
Él abre los ojos y con una pequeña sonrisa inclina el cuello para que podamos intercambiar nuestros aromas.
Acaricio con suavidad la glándula de su cuello con la de mi muñeca. No es demasiado íntimo ni formal, lo suficiente para reconocer a otro miembro de la manada.
Volteo para tratar de hacer lo mismo con Gordo, pero él ya se ha alejado.
Alcanzo a escucharlo hablar con los otros hombres.
—¿Quieren que me encargue?
—Claro que no —responde Rico—. Creo que ya casi-
—Es el pistón —digo sin poder contenerme.
Ignoro si mi voz fue escuchada y salgo del taller.
.
.
.
Salimos del taller y no puedo quitarme la sensación de querer volver a entrar. El olor a aceite, nafta y goma permanece fresco en mi memoria. Permanecemos de pie a un lado mientras Thomas conduce hacia nosotros.
—Entonces…
—¿Entonces…?
—¿Qué te pareció el lugar?
—Parece divertido.
—¿Eso crees? Yo no sabría decirlo. Aunque sí que hace feliz a Gordo —reflexiona.
—Trabajaba en uno antes —agrego—, antes de, bueno, de presentarme como omega.
—Hmm. Parece que aún hay mucho para conocer.
—Sí, creo que sí.
Acerco mi muñeca a mi nariz para tratar de identificar a qué huele Robbie para mí y olfateo.
Es cálido, dulce y reconfortante… ¿Quizás sándalo, vainilla y almendro? ¿O quizas otra cosa? ¿Té verde?
Pienso en ello mientras guardo las compras en el maletero e ignoro la sonrisa orgullosa de Elizabeth.
.
.
.
Luego de la cena, Joe toca a mi puerta y pide entrar.
Ninguno de los dos se ha cambiado a un pijama aún. Nos sentamos en la cama, él cruza sus piernas y coloca sus manos sobre sus rodillas. Me limito a imitarlo.
Me cuenta cómo fue su día, cuánto se aburrió en la escuela y que deseaba haber ido con Elizabeth y conmigo en su lugar.
Le hablo a Joe sobre mi mamá. No le digo todos los detalles sobre sus padres, pero sí que ella trabajó en el restaurante y que allí los conoció.
Él me escucha atento y asiente repetidas veces, como si cada palabra que saliera de mí fuera la más importante del mundo.
También le cuento sobre cómo fue cuando la perdí. Baja la vista y toma mi mano.
—Podemos ir al restaurante y visitar su lugar de descanso. Todas las veces que quieras.
—No tengo dinero.
—Eso no importa —asegura—. Te invitaré toda la comida que puedas comer. Incluso los postres.
—Es un poco vergonzoso que un niño invite a un adulto.
Frunce el sueño e infla los cachetes, formando un mohín.
—Pues vive con eso. Puedo darte todo lo que quieras. Solo tienes que pedirlo.
No estoy seguro de que comprenda el peso de sus palabras, pero me tranquiliza escucharlas.
Seguro será el tipo de alfa que le gusta mimar a su manada.
Sin poder resistirme, estiro mi mano libre y le pellizco una mejilla hasta que se queja.
Mezcla su aroma conmigo y antes de salir me pide que cuente hasta diez y que luego me asome por la ventana.
Al hacerlo encuentro a Joe del otro lado, agitando el brazo desde su ventana con una dulce sonrisa que me hace sonreír también.
—Buenas noches, Ox.
—Buenas noches, Joe.
Antes de caer dormido por el cansacio sumado al aroma de Joe, repaso el día y la historia de Elizabeth una y otra vez.
Hay mucho que aún no sé. Los Bennett, mamá, Gordo.
‘—Hmm. Parece que aún hay mucho para conocer.’
Sí…Lo hay.
Notes:
No tengo mucho más que decir aquí que no haya dicho en las notas de arriba. Espero que lo hayan disfrutado. Puede parecer un capítulo corto, pero era tan largo que lo tuve que dividir en tres. Detalles de edición para quién le interese saber <3
Chapter 9: Un día tras otro
Notes:
Primero que nada, muchas gracias a las personitas que leen, comentan y dejan sus kudos, me alegran la vida y me inspiran a seguir <3
¿Recuerdan que el capítulo anterior era tan largo que tuve que dividirlo en tres? Bueno, esta segunda parte resulto tan larga que la tuve que dividir en dos, que locura.
No sé desde dónde me leen, pero en mi país comienza a hacer frío. Me pregunto si alguien leera esto calentito, con una manta encima, o muertos de calor.
Pequeño spoiler insignificante: El momento actual de la historia está ambientada a finales de agosto- inicios de septiembre. Cuando los estudiantes vuelven a cursar. Esto es algo que se explicitará en el siguiente capítulo.
Disfruten de la lectura <3
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Chapter Text
Elizabeth se mueve por la cocina con tanta calma y velocidad que me es difícil seguirle el ritmo. Me despertó a las seis y media de la mañana para ayudar con el desayuno.
Con el sueño en los ojos, Kelly se une y prepara café para todos, excepto para Joe, que toma leche con cereales de chocolate.
El desayuno es variado. Pancakes de avena y banana, tostadas con y sin aguacate, fruta picada, jugo de naranja exprimido, huevos fritos; grandes cantidades de tocino que, comenta Kelly con diversión, será en su mayoría devorado por Gavin.
La gran cantidad de comida sobre la mesa me hace extrañar un poco levantarme cerca de la hora del trabajo, lavarme la cara con agua fría, tomar un café con tostadas e irme antes de que papá se levante y tener que aguantar su mal humor.
Más sencillo y menos cosas que lavar.
Thomas, el alfa cuya presencia podría detener la lluvia, baja con el cabello revuelto y levantado en diferentes direcciones. Trae un pijama de algodón azul y pantuflas a juego. Con los ojos entrecerrados por el sueño, besa la mejilla de su compañera y nos saluda a los demás mientras ella sirve café en una taza que dice “El mejor papá del mundo”.
Joe y Robbie bajan las escaleras juntos.
La piel rosada del mayor y el cabello húmedo indican que acaba de bañarse. También trae el uniforme del trabajo que lo hace lucir atractivo.
En Joe hay algo adorable en la forma en que se rasca la barriga y lanza un exagerado bostezo, con calcetines blancos, pantalón corto de pijama azul y una gran remera blanca con la máscara del Hombre Araña estampada en el pecho.
Y parece que lo del cabello es hereditario, porque luce como si un huracán hubiera pasado por su cabeza.
Me saludan y permanecen de pie, observando cómo hago tostadas. Voltean a verse un par de veces y los dejo hacer lo que sea que hagan, hasta que Joe es el valiente.
—Ox… —llama.
—¿Sí, Joe?
—Buenos días —saluda.
—Buenos días Joe.
—Ox… —llama otra vez.
—¿Sí, Joe?
Aprieta los puños sobre la remera y pega la barbilla al pecho al bajar la vista al suelo. Robbie observa la tostadora como si fuese lo más interesante del mundo, pero sus piernas temblorosas delatan que está escuchando.
—¿Dónde vas a sentarte?
Observo la mesa, hay suficientes asientos para todos.
¿Tal vez temen que les quite su lugar?
—Podrías usar esa —interviene Thomas.
Su gruesa voz llama la atención de todos, incluso si sólo se dirige a mí.
Con un movimiento de cabeza, apunta desde el extremo de la mesa a tres sillas de distancia, entiendo la señal y acepto la posición que me ofrece sin pensarlo. Ellos corren a sentarse, casi tropezando con Kelly.
Joe se posiciona al lado derecho, la segunda silla más cercana a su padre, la que será mía permanece vacía, mientras que la siguiente es ocupada por Robbie.
Lucen tan satisfechos que me es imposible no sonreír por su actitud de cachorros. Esperan pacientes mientras dejo la comida sobre la mesa, listo para sentarme también.
Mark y Gordo llegan al poco tiempo.
El beta saluda a todos y ocupa el asiento cerca de su hermano. Gordo hace un cabeceo general y toma una taza de café apoyado en la encimera.
Con los miembros presentes y el primer bocado de Thomas, inicia el desayuno.
Cuando Robbie termina de comer, Gordo apoya la mano en su hombro. Parece ser la señal para irse, pues asiente y corre a lavarse los dientes.
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Transcurrió más de una hora desde que me quedé solo en la cocina.
Antes de que Kelly llevara a Joe a la escuela, el menor volvió a pedirme permiso para entrelazar nuestros aromas.
La mirada del beta permaneció fija en nosotros en todo momento, mientras se balanceaba sobre sus pies.
Pensé que quizás querría hacerlo también, y cuando Joe se apartó, incliné el cuello para él.
Entendió la señal, se acercó un par de pasos y buscó mis ojos.
—¿Puedo…?
Asentí y me incliné un poco más para hacérselo más fácil. Eliminó la distancia entre nosotros y acarició la zona con suavidad.
Levanté la vista y Joe me sonreía desde la puerta, con la mochila entre sus brazos.
Sentí algo cálido retorcerse en mi estómago y posarse sobre mi pecho.
El omega en mi realmente debió regodearse de felicidad de que su aroma sea buscado por los miembros de la manada.
—Gracias —susurró.
Apenas me tocó lo suficiente como para dejar sus feromonas en mí, pero las sonrisas satisfechas a juego con las que salieron son más que suficiente para hacerme sentir bien.
El alfa y su hermano desaparecieron escaleras arriba. Elizabeth salió a encargarse de regar las plantas y cultivo de vegetales y yo me quedé en la cocina limpiando.
Estoy secando lo último cuando Carter y Gavin aparecen.
El cansancio es visible en sus ojeras oscuras y sus espaldas encorvadas.
Carter se rasca el trasero dentro del boxer negro, la única prenda de ropa que lleva puesta. Levanta esa misma mano para sacudirla en un saludo hacia mí con una sonrisa, un poco sorprendido de verme.
A Gavin nada parece importarle demasiado. Sujeta su cabello en un rodete desordenado y podría asegurar que no lleva nada debajo de esa enorme camiseta rosa pastel que le llega por encima de las rodillas y deja al descubierto su hombro izquierdo.
Toma el plato lleno de tocino de la heladera y lo calienta en el microondas a la par que el otro toma otras cosas y se sientan a comer.
El beta alimenta a su compañero con bocados de fruta, quien acepta gustoso sus cuidados, a la par que devora el tocino con las manos como si no hubiera un mañana.
Sus marcas de apareamiento llaman mi atención.
¿Qué tan doloroso es que te hagan una?
Acaricio mi cuello, el lugar donde Joe mordió hace días. Siento la pequeña costra bajo mis dedos mientras observo sus cuerpos.
El físico musculoso y atlético de Carter destaca su fuerza y virilidad. Sus hombros y pecho son anchos y fuertes, su cintura es estrecha y definida. Cada uno de sus abdominales está marcado y el fino rastro de vello rubio que adorna el profundo corte en V es atractivo. Incluso bajo su ropa interior, es evidente que posee un miembro grueso e impresionante. Un beta fuerte y masculino sin nada que envidiarle a un alfa.
La musculatura de Gavin es más ágil y delgada, sus piernas son largas y torneadas. Y su espalda es algo ancha para ser un omega.
Aunque no soy quién para opinar.
Hay algo salvaje en él que me recuerda a su hermano.
Gavin lame el jugo de carne de sus dedos y me pregunto cómo se verá sin ropa cuando me observa de reojo y arquea una ceja.
Un escalofrío me recorre la espalda y me doy cuenta de que tal vez los estuve observando con demasiado descaro.
Volteo para terminar lo que falta y el beta me llama.
—¿Harás algo hoy?
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Carter me invitó a pasear por el bosque.
Nos adentramos al bosque que rodea la propiedad. Las hojas crujen al pisarlas y hay troncos caídos. Algunos de ellos están carbonizados, desde la base a la punta.
No profundizamos demasiado, tampoco hablamos mucho.
—¿Ves ese árbol? —dice señalando un pino — Lo intenté escalar para impresionar a mis amigos y me caí, Kelly me abrazó y lloró asustado mientras todos gritaban. Tu fuiste el único que busco ayuda. Aún tengo una cicatriz en la rodilla… Ahora que lo miro bien, no es un árbol tan grande.
Al volver a casa, ayudo con la limpieza, hasta que no hay nada más en qué ocuparme. Me voy a mí habitación, sin saber sí se me permite hacer algo más que eso.
Permanezco acostado, aburrido mirando el techo hasta que, al volver de la escuela, Joe corre a buscarme y me habla sobre su día mientras come una banana.
Al contarle sobre el mío, asiente un par de veces.
—Bien —dice con las mejillas llenas de fruta—. Lazos fuertes. Eso es bueno.
Y supongo que así es.
Luego de la cena, Carter y Gavin se van. El beta vuelve al rato, pero el omega no. Pasadas las nueve de la noche, los escucho volver.
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El miércoles, Elizabeth me presenta “La pizarra”, donde están divididos por día y miembros de la manada las tareas domésticas a realizar.
Al menos ahora sabré qué hacer.
Al igual que el día anterior, Thomas y Mark se encierran en la oficina buena parte del día a trabajar.
Gavin y Carter vuelven a levantarse tarde y una vez más el beta me invita a salir.
—Allí encontramos un escarabajo gigante, quise tenerlo de mascota. Pero creo que dijiste algo sobre que era triste vivir encerrado y lejos de tu familia, así que lo solté. En serio hombre, eras todo un santo de niño.
Aprovecho la oportunidad para preguntarle a qué se dedica el alfa.
—Trabaja en finanzas y esas cosas —responde sin más— Por cierto ¿Te gustan los videojuegos?
—Solo he jugado al SEGA.
—Retro. Me gusta.
Cuando volvemos, noto que la casa azul necesita mantenimiento, y que el costado que da a la vivienda de los Bennett, posee manchas de ojin.
Cumplo mis tareas.
Me quedo en la habitación.
Joe me busca al volver de la escuela.
Carter y Gavin vuelven a salir.
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Y llega el jueves.
—Aquí construimos un fuerte. Es una pena, no quedó nada de él. Nos escondíamos aquí para comer dulces. También le dábamos a Kelly, incluso si mamá no quería. Era nuestro secreto. El tío Mark nos regañó cuando lo descubrió, pero no le dijo a mamá.
Observa en silencio la pila de ramas y hojas en el suelo. Es extraño pensar que alguna vez tuvimos el tamaño para caber en algo tan pequeño.
—¿Algo de esto es familiar para tí? —pregunta sin mirarme.
—No lo sé —respondo—. Pero puedo imaginarnos corriendo por el bosque. Debió ser divertido.
—Sí… Sí que lo era.
El tiempo con Carter es importante para mí. Es un respiro de aire fresco de permanecer todo el día en la casa. Y mientras más sé de él, más me agrada. No vive en el rencor de nuestro incidente, sino que se esfuerza por construir algo nuevo para nosotros.
Puedo asumir que fuimos una preciada parte del otro, y ahora tenemos la oportunidad de volver a compartir nuestras vidas.
Tal vez es porque ha sido tan abierto conmigo, que me arriesgo a manchar esta segunda oportunidad por buscar una verdad que nadie se ha dignado a darme aún.
—Carter, dime… —digo probando un tono suave y ligeramente despreocupado— ¿Sabes algo más sobre mí? ¿Sobre mi familia?
Carraspea un par de veces antes de responder y comienzo a cuestionarme si preguntarle a él es lo correcto.
—¿Algo cómo qué? —pregunta mirando a otro lado— Ya te conté muchas cosas.
—Sabes a qué me refiero —comprendo.
—No sé ¿Volvemos ya? —pregunta pasándose una mano por el cabello— Comienza a anochecer.
—Deben ser las once de la mañana…
—Ah… Cómo vuela el tiempo ¿Verdad? Eso me recuerda que-
—Deja de evadirme —digo apretando los dientes.
La falsa ignorancia escapa de él y no me responde, ni siquiera voltea a verme.
—Carter —llamo algo enojado ante su falta de respuesta.
Me acerco y él retrocede. El flequillo le cubre los ojos y comienza a preocuparme.
—Si sabes algo, merezco saberlo.
—Lo sé…
—¿Entonces?
Mi respiración se acelera y aprieto los puños.
Quiero sujetarlo de los hombros y sacudirlo, que deje de actuar extraño y vuelva a ser el mismo Carter juguetón y extrovertido de siempre.
—No puedo… —confiesa con la voz estrangulada.
—¿Por qué? ¡¿Por qué no puedes?! —el enojo gana terreno y no puedo evitar levantar la voz.
—El alfa.
—Puedes decirme. No voy a decirle a Thomas, no voy a decirle a nadie que lo hiciste. Lo prometo —ruego y aseguro.
Sin importar lo que digas.
Carter niega aterrado y aprieta los labios, como si cualquier cosa que fuera a salir de ellos pudiera condenarlo.
—Carter —intento una vez más.
—El alfa. No puedo hablar de eso, Ox. Está prohibido. Hacerlo sería…
La comprensión llega a mí como un rayo.
—Traición. Sería traicionar a tu alfa. A la manada —digo completando la frase por él.
La adrenalina baja rápidamente y siento como pierdo la fuerza del cuerpo, así como la esperanza de obtener algo más de él.
—Estoy de tu lado —asegura luego de un breve silencio—. Yo opino igual pero-
—Ya… Está bien ¿De acuerdo? Está bien.
Me acerco y le doy una leve caricia en el brazo para enfatizar eso.
Ya sea que él hable por su cuenta o porque yo lo fuerce, solo nos metería en grandes problemas. Y nadie quiere lidiar con un alfa enojado y herido por la traición de un miembro de la manada.
—Entonces ¿Le dimos muchos dulces al bebe Kelly? —pregunto en un intento de alejar el ambiente anterior.
El beta endereza la espalda y finalmente, me observa. La sorpresa permanece en sus ojos hasta ser reemplazada con el entendimiento.
—Sí… Sí, eso hicimos. El tío nos dió toda una charla sobre las caries.
—¡Carter! —llaman dos voces al unísono.
Observamos en la dirección donde los escuchamos, y vemos a Gavin y Kelly corriendo hacia nosotros.
—¿Qué sucedió? —pregunta un sombrío Gavin con la respiración agitada, observando a nuestro alrededor luego de corroborar que su compañero estuviera en una sola pieza.
—No fue nada. Em… yo….
—¿Hay algún peligro? —interroga Kelly a ambos— Papá nos permitió venir en cuanto te sentimos en peligro ¿Lo llamo?
No logro comprender por qué están aquí, ni cómo sabían en dónde encontrarnos. Pero si el alfa se entera que indagué dónde no debía, podría malinterpretar las cosas entre nosotros. Creer que me he saltado su autoridad. Tal vez incluso afectaría a Carter.
¿No es eso lo que casi logro?
El egoísmo me abofetea por un lado y el deseo de saber por el otro.
Gavin fija su atención en mí, entrecierra los ojos y se acerca un par de pasos.
—Oye —comienza.
—¡Serpiente! —grita Carter de repente.
—¿Qué? —preguntamos todos a la vez.
—Había una serpiente. Aquí —dice señalando frenético el suelo cerca a nosotros— ¡Era enorme! Pero se espantó. Por supuesto que lo hizo, es decir, tan solo vean estos músculos.
Flexiona los bíceps con una sonrisa arrogante e intercala con varias poses de fisicoculturismo.
—Sí… Estos bebés son grandes y jugosos. Justo como te gustan Gavin ¿No es así, Ox? Tu también tienes con qué. Vamos.
Kelly y Gavin me prestan atención.
No quiero.
No quiero hacer esto.
Prefiero el enojo del alfa por querer forzar a su beta a soltar la lengua antes que sumarme a esto.
—Ah… Sí —digo con una sonrisa temblorosa y las orejas calientes. Levanto y flexiono mi brazo izquierdo para marcar los músculos en la zona—. La espantamos, con nuestros bebés.
Nos observan como si fuéramos el espectáculo más ridículo que alguna vez han visto y quiero enterrar la cabeza bajo tierra como una avestruz antes que seguir soportando su escrutinio.
—De Carter no me sorprende —menciona Kelly luego de un suspiro, dirigiéndose a mí con un tono seco y los ojos vacíos—. Esperaba más de tí.
Se da la vuelta y vuelve por donde vino. Y así es, como en cuestión de instantes, creo que perdí cualquier respeto que Kelly pudiera tenerme.
Gavin nos dedica una buena mirada que grita ‘¡Idiotas!’, antes de seguirlo.
Emprendemos la vuelta, caminando varios pasos detrás de ellos.
Con una pequeña sonrisa, Carter me aprieta el hombro.
—Qué bueno que todo salió bien ¿Eh?
—Sí —acepto mucho más relajado luego de la humillación—. Me sorprende que nos creyeran.
—Oh. No. No nos creyeron —dice sin más.
Casi choco contra una rama de la sorpresa y mis sentidos vuelven a estar en alerta.
—¿Estás seguro?
—Mis hermanos me conocen mejor que yo mismo. Kelly mucho más —acepta—. Y Gavin es puro instinto. Claro que pueden ver a través de mí.
La incomodidad me invade, pero Carter permanece en calma.
—¿Por qué fingieron hacerlo?
—Entienden que es algo entre nosotros y ya —asegura con una sonrisa—. Relaja las nalgas, Ox. No dirán nada. Confía.
—Sí tu no puedes decir nada ¿Por qué Elizabeth sí pudo? —cuestiono.
—¿Qué te contó mamá? —pregunta interesado.
—Cómo conocieron a la mía.
—Permiso especial, supongo —reflexiona con una mano en la barbilla—. O tal vez, querían darte solo una probada del pastel.
—¿Crees que saber la verdad sería una razón para irme?
—Espero que no, sinceramente ¡Me gusta tenerte aquí! —con ese grito salta sobre mí y me rodea con sus brazos. Mis pies dejan de tocar el suelo y al tratar de soltarme él se ríe y aprieta más fuerte— Mi pequeño gran Ox.
—Ya, ya entendí. Agh —digo sin aire— ¿Puedes soltarme? No estoy de humor.
—Te soltaré… Por ahora.
Vuelvo a respirar y continuamos nuestro camino.
—Sin contar a mis padres y a mí, hay dos personas en la manada que podrían saber lo que buscas.
—Mark y Gordo —adivino.
—De todas maneras, no esperes algo de ellos.
—Parece que no puedo esperar nada de nadie —entiendo un poco resentido.
Carter suspira a mi lado y esa luz que siempre parece envolverlo vuelve a apagarse. No me gusta eso.
Tras varios pasos más, vuelve a hablar.
—Nuestra manada era grande y poderosa. Ahora somos unos pocos. Y perdimos mucho.
—Detente —le pido. Porque aunque necesite escucharlo, no quiero ser la razón por la que traicione a su padre, a su alfa.
—No soy mucho mayor que tú, Ox. Pero lo que recuerdo… Fue horrible.
—Está bien. No tienes que seguir.
—Estoy de tu lado, tienes que saberlo —su voz no tiembla ante esa declaración y tal vez debería desconfiar más, ser inteligente. Pero soy Ox, un Buey retrasado e idiota, como ya me han llamado antes, y no puedo evitar creerle.
—Lamento haberte puesto en una posición difícil. No volverá a pasar —aseguro—. Haré que Thomas me cuente la verdad.
Aunque la seguridad en mis palabras no reflejan cómo estoy por dentro.
No tengo idea de cómo lo haré.
Al llegar a casa completo mis tareas.
Esta vez me quedo viendo televisión en la sala. Cambio canales hasta que encuentro un programa de renovación de autos en el que no consigo concentrarme. El reloj de la pared me distrae demasiado.
Cada vez que intento dejar de pensar en él. Mi vista lo busca para ver la hora.
Me levanto a buscar un vaso con agua tantas veces que voy al baño y me demoro en lavarme las manos.
Cuando pienso que ya ha transcurrido mucho tiempo, apenas han pasado unos minutos.
Las tres de la tarde no llegan nunca.
Inhalo y exhalo. Inhalo y exhalo.
El programa terminó y ahora emiten uno de renovación de casas en Alaska.
Son las tres de la tarde. Debería llegar en cualquier momento.
Apoyo los codos en las rodillas y mi pie golpea el suelo.
Pasan de las tres. Me digo que está bien, que tal vez se retrasó.
¿Por qué no ví antes a qué hora suele llegar? ¿Acaso tiene práctica?
El sonido de la puerta de entrada me pone en alerta, aun así hago un esfuerzo por lucir relajado.
No debe ser suficiente. Porque la felicidad que lo invade al verme se esfuma en cuanto da unos pasos cerca de mí.
Arroja su mochila al suelo y se acurruca a mi lado en el sillón.
Con las rodillas entre mis piernas, sus brazos rodean mis hombros. Mis manos se aferran a su espalda y descanso mi cabeza sobre su pecho.
No necesitamos palabra alguna. Me basta con las suaves caricias que deja en mi espalda y lo seguro que me hace sentir para que cualquier pensamiento abrumador se vaya.
Es como un tornado, que en medio de una gran tormenta eléctrica arrasa con todo y solo quedamos nosotros.
Y todo es Joe y Ox.
Y es Joe, Joe, Joe.
Robbie llega del trabajo media hora después y nos encuentra así. Dejo que Joe me presione aún más contra su pecho, como si pudiera volverme más pequeño y hacerme desaparecer.
Con pequeños pasos, el omega toma la mochila abandonada en el suelo. Casualmente, Kelly baja las escaleras en ese momento. Al notar lo que sucede, le pide con tranquilidad que lleven juntos la mochila de Joe a su habitación y suben las escaleras.
Por la noche, la pareja vuelve a salir. Esta vez noto que Gavin siempre lleva una mochila. Una linda mochila con lentejuelas rosas y peluche blanco.
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Y entonces es viernes.
Por la noche tuve un sueño. Y no consigo recordarlo.
En la oscuridad, sombras borrosas que se mueven a gran velocidad. Fuego, gritos y llanto.
No tengo pesadillas a menudo, no le doy mayor importancia.
Elizabeth tiende a desaparecer algunas tardes, se encierra en un cuarto al que nadie más tiene permitido entrar y vuelve con pequeñas manchas de pintura en el pelo y el rostro.
—Pinta. Tiene exposiciones, no creo que sea buena —menciona Kelly concentrado en la pantalla—. No te distraigas, aquí viene el combo.
Joe se queja en el sillón detrás de nosotros, reclamando que es su turno de jugar.
Llegó de la escuela hace poco y nos encontró jugando. Estoy agradecido con el beta por invitarme, las tardes mirando el techo en mi habitación comienzan a volverse pesadas.
Carter y Gavin vuelven a salir.
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Y llega el sábado.
Por la noche, Robbie nos invita a Gavin y a mi a su habitación para ver una película.
Sin razones ni pretextos, Gavin se niega. Cuando Robbie intenta insistir, nos cierra su puerta en la cara.
Eso no fue agradable, pero el menor no se vé afectado por ello.
Nos acomodamos en su cama, el colchón cede suavemente bajo nuestro peso, y una laptop descansa sobre nuestras piernas entrelazadas. Un tazón de papas fritas se balancea levemente entre nosotros.
Siento la calidez de su cuerpo contra el mío, hombro con hombro. A medida que la película avanza, noto cómo se acerca cada vez más, con una timidez que me enternece. Su cabeza se inclina ligeramente, como buscando un lugar donde descansar, y pienso que esto es solo una excusa para tenerme cerca.
Porque los lazos fuertes son buenos ¿Verdad? Pequeño omega astuto.
Una suave sonrisa se dibuja en mis labios. Decidido acoger su gesto y paso mi brazo con cuidado detrás de su espalda, guiando su cabeza hasta la curva de mi cuello. Siento su aliento cálido en mi piel, y un pequeño suspiro escapa de sus labios.
Se frota contra mí con un gemido suave, buscando más contacto, y aprovecho la cercanía para aspirar su aroma. Es relajante y me envuelve en una sensación de calma. Instintivamente, froto mi rostro contra su cabello suave, disfrutando de la textura suave y el aroma embriagador.
La película se reproduce en la pantalla, pero apenas le prestamos atención. El mundo se reduce a este pequeño momento, este gesto de intimidad compartido.
Pensé que quizás Gavin se había negado por tener que salir. Pero Carter no se lo llevó esta noche.
Me hubiera gustado que también estuvieran aquí.
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Es domingo, y eso significa tradición.
Todos parecen disfrutar de un día libre en manada bajo el sol luego de una semana de trabajo.
Por mi parte, no me siento tan satisfecho.
Notes:
Espero hayan disfrutado el capítulo, cada uno ha sido un desafío a su manera, pero disfruto mucho con ello.
Haganme saber sus pensamientos y opiniones!!! Me encanta leerlos <3
Chapter 10: Maggie parte II/ Memorias de fuego y ceniza
Notes:
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Pocos días después, mi paciencia se agota.
No tengo estrategias, ni un discurso preparado. Solo preguntas.
Llamo con leves golpes a la puerta de su oficina.
Intento controlar mi respiración y mantener la compostura.
Mark abre la puerta, un poco sorprendido al encontrarme del otro lado.
—¿Sucede algo? —pregunta en voz baja.
—Huh ¿Está Thomas?
—Este no es el mejor momento.
—Hay algo que debo hablar con él. No puedo esperar más.
—Está en el baño.
—Oh…
—Sí… El experimento de Robbie con los burritos dulces no le hizo bien ¿Puedes esperar?
—Claro. Estaré afuera.
—No tienes que hacerlo —responde abriendo más la puerta—. Puedes pasar.
—Estaré aquí —le aseguro en su lugar, como si el alfa se me fuera a escapar.
Mark asiente y dudando un poco, cierra la puerta. Me recargo en la pared y mantengo la vista en el suelo, repasando en mi cabeza lo que le preguntaré a Thomas cuando lo vea.
—Ox —llama él al volver a su oficina. Puedo notar las caricias circulares que se da en el estómago y siento algo de pena por él. Los burritos dulces de Robbie no fueron una buena idea— ¿Hoy no estás de paseo con Carter? Me enteré de que han dado varios.
—Sí. Me ha contado cosas.
—¿Cosas?
—Sobre nuestra niñez, a lo que jugábamos y algunas travesuras.
—¿Eso es todo?
—Es todo lo que me contó.
—Bien —responde dirigiéndose a la oficina.
Y cuando está a punto de tomar la perilla…
—Y que le ordenaste no darme información sobre el tiempo de mi familia aquí —se tensa visiblemente y baja la mano—. Yo le insistí ¿De acuerdo? Él no quería. Si no me hubiera dicho eso…
—Tal vez no me expliqué bien.
—¿Entonces es verdad? ¿Le ordenaste eso?
—No es tan simple, Ox. Hay cosas que él no podría explicar. Te podría confundir.
—¡Quiero saberlo! Hay más de lo que Liz me dijo ¿No es así?
—Te hablaré de eso. Pero no será ahora. Por favor, no insistas.
—¿Cuándo?
—No existe algo como el momento perfecto, pero sí que hay mejores que este. Iré a buscarte luego ¿Estás bien con eso?
—De acuerdo —acepto.
—Está bien.
Sin más, entra a la oficina y me preparo para esperar.
Por ahora.
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Desearía que el día transcurriera rápido, ansioso por la promesa de Thomas. Pero las horas pasan cada vez más lento, tan solo para burlarse de mí.
No seguirlo directamente con la mirada por toda la casa es una hazaña, pero sí que estoy atento a cada paso que da, temeroso de que busque y encuentre una forma de escapar.
Y él lo sabe. No soy un cazador vigilando a su presa, él es quien me tiene girando alrededor de su dedo.
—Ox —llama a plena tarde— Sígueme.
Al fin.
Nos adentramos en la espesura del bosque. El silencio, más allá de la naturaleza que pisamos, es absoluto.
Con la mirada fija en su espalda, me pregunto si camina delante de mí para dirigir el camino, o si es porque no me considera una amenaza para él.
Caminamos y caminamos, hasta que ninguna voz de la manada puede oírse, hasta que la casa ya no es visible. Lo hacemos hasta llegar a un claro.
El sol se refleja en el agua y el viento que mece las copas de los árboles nos brindan un ambiente relajante.
No hay forma en el mundo en que pueda relajarme en este momento.
El alfa se sienta sobre el pasto y con un gesto de mano me invita a imitarlo.
—Sé lo que Liz te contó —comienza Thomas. Su voz atrae toda mi atención—. Quiero que sepas, Ox, que el tiempo que Maggie compartió con nosotros fue precioso. Y estamos más que felices de tenerte aquí, eso nunca lo dudes.
—Gracias —murmuro, sintiendo la necesidad de decir algo, cualquier cosa—. Pero…
—Pero no viniste a escuchar eso —interrumpe con una pequeña sonrisa.
Lo miro fijamente, esperando. Mi corazón late con un fuerte anhelo.
—Solo quiero entender —digo queriendo ser escuchado—. Liz y Carter me hablaron de lo feliz que éramos en Green Creek. Mark y Gordo me dijeron que mi papá nos sacó de la manada. Y no te negaste a traerme de regreso. Si tanto nos amabas… ¿Por qué mamá nunca te mencionó?
Thomas asiente suavemente. Esta vez no hay trabajo de oficina que hacer, tareas que cumplir, ni nadie que nos interrumpa.
—Hace veintidós años, Curtis llegó a Green Creek. Pensamos que solo era un amigo pasajero que la hacía reír. Pero se volvió una parte muy importante en su vida. La llevaba en motocicleta a todas partes y de a poco, sus aromas comenzaron a mezclarse. Con Liz, queríamos lastimarlo por estar cerca de ella —confiesa con diversión—. Pero Maggie se veía tan feliz. Por supuesto, una situación así no podía continuar por mucho tiempo.
—¿A qué te refieres?
—Curtis se volvió más que un forastero que entraba cuando quería en nuestro territorio y se juntaba con ella, podíamos notarlo. Mi padre, el anterior alfa, les dio a elegir. O se unía a la manada, o ella debía irse con él. Y él aceptó pertenecer. Fue complicado ¿Sabes? Sentir alegría por ella, pero incomodidad con él. Nunca llegó a ser manada del todo. Provocó muchas discusiones entre Maggie, Liz y yo. A él tampoco le agradábamos. ‘No soy un hombre de manada, lo hice por ella’, decía, ‘no me gusta recibir órdenes’. Se enojaba y desaparecía en su motocicleta por horas —Thomas aprieta ligeramente los puños y sonríe a través de su enojo—, a veces días, sabiendo cuánto preocupaba a todos.
Comprendo lo que dice. También solía hacer eso cuando discutían. No podíamos dormir. Mamá esperaba a su compañero y yo esperaba a un padre. Solíamos armar un nido con su ropa para conciliar el sueño.
—Fue gracioso ver su cara cuando, al exigir dinero por formar parte de la manada, lo pusimos a trabajar en el mismo taller que Gordo —sonríe más relajado con los ojos cerrados mientras niega con la cabeza—. Si que sudó por ello. Por ese entonces, también dejamos de compartir nuestros celos. Nos alejamos aún más cuando buscó otra casa donde vivir, eso nos dolió mucho.
Frunzo el ceño ante eso último.
—Gordo y Mark también viven en otra casa.
—Eso fue después. Gordo vivía con sus padres.
—La casa azul —acoto, recordando vagamente lo que dijo Joe—. Joe mencionó que nunca lo ha visto entrar allí ¿Por qué se mudaron?
—Mejor no nos desviemos ¿Quieres?
Su tono no es más que amable. No rehuye la mirada. Aun así, logra inquietarme.
El viento de otoño roza mi cuerpo y me causa un escalofrío. Resisto frotarme los brazos.
—Nos veíamos cada vez menos —continua—. Curtis faltaba a la tradición de los domingos y a veces, ella también. Fue peor cuando dejaron de dar excusas y Maggie comenzó a perder nuestro aroma. Todos intentamos acercarnos, pero era como si él la hubiera atado y la alejara más. Se marcaron el uno al otro y entendíamos que no había forma de que fuera un capricho, pero se volvió mucho más real cuando nos contó sobre su embarazo. Ese fue un límite. El alfa no iba a permitir que les faltara nada. De alguna manera, los obligó a volver a la casa de la manada. Curtis estaba disgustado, pero no importaba, volvimos a estar juntos y poco después, Liz también entró en cinta.
—Carter.
—Esos meses fueron hermosos y estresantes —confiesa llevándose las manos al rostro para frotarse los ojos antes de continuar—. Ser padre, qué otros cachorros llegarán a la manada… Me pongo ansioso solo de acordarme.
—¿Fue más fácil con Kelly y Joe?
Una pequeña sonrisa asoma en sus labios.
—Un pequeño infarto feliz tras otro. Mi padre me preparó para muchas cosas, pero sentía que estaba por afrontar la misión más difícil de toda mi vida.
—Joe es tu sucesor como alfa de la manada ¿Verdad?
—Es su deber.
Recuerdo lo que Joe me contó cuando me habló de lo que le gustaba. A cuánto renunció.
—¿Él desea hacerlo?
—Será un alfa, es su naturaleza ¿Qué más podría querer? —cuestiona sin creer que podría haber algo más.
—Sí… Perdón ¿Qué pasó con el embarazo? —elijo preguntar, un poco inseguro de que me guste ese razonamiento.
El sol golpea los árboles y sus hojas forman un aura cálida a su alrededor. Thomas sonríe y encuentra belleza en sus años vividos. Me alegra que compartamos esto y suelto, al menos creo que lo hago, feromonas de felicidad que se mezclan con las suyas. El aire se carga con la combinación de ambas, ligero y agradable.
—Lo transitaron juntas. Te tuve en mis brazos y lo recuerdo bien, eras tan pequeño. Recuerdo que sujetaste mi dedo con fuerza y pensé ‘Oh Maggie, es tan delicado y fuerte’. A Carter y a tí les encantaba dormir juntos, lloraban si no estaba el otro. Liz y Maggie tuvieron que crear un nido extra, combinado solo para ustedes —los dedos de su manos comienzan a jugar con el pasto. Los envuelve y suelta una y otra vez.
—Nunca tuve dudas sobre ser el alfa de la manada, acepté ese deber y al verlos ahí, tan pequeños y risueños… Sentí que debía volverme más fuerte y que todo esfuerzo valdría la pena si era por ustedes, por mi manada.
—Y Kelly nació pocos años después.
—Él y Carter siempre han tenido algo especial. Temí que te sintieras solo, pero cuando llegó el embarazo de Joseph, se esfumó ese miedo. Te encantaba estar pegado a Liz, acariciar su vientre y hablarles. Incluso Richard- Bueno, no importa —se le escapa la felicidad a medida que continúa y me preocupo. Su aroma comienza a amargarse—. Creo… Por años todo fue tan bien, que nos confiamos demasiado. Fuimos egoístas e ingenuos en nuestra felicidad. No vimos que el sufrimiento de alguien más se cernía sobre nosotros.
La luz se desvanece y al alzar la vista, encuentro grandes nubes tapando el sol.
Una sombra le cubre los ojos, deja de jugar con el pasto y por primera vez, le presto mayor atención a sus manos.
Un escalofrío recorre mi espalda y esta vez no es por el viento.
En sus palmas, formas irregulares con textura rugosa y de tonalidad más clara.
—¿Quién fue? —pregunto con un hilo de voz.
Las he visto antes, en compañeros de trabajo.
—Las llamas llegaron por la noche y desde distintos flancos. Nos tomó desprevenidos. La mayoría no reaccionó a tiempo.
Cicatrices de quemaduras.
—¿Quién fue? —insisto con la urgencia creciendo en mi pecho.
Thomas exhala profundamente y su mirada permanece distante.
—Salvé a cuantos pude, Ox.
Sombras en la oscuridad. Fuego, gritos, llanto.
Se me entrecorta la respiración y se me contrae el estómago al pensar en el sueño de hace días.
La pregunta que temo formular se escapa de mis labios en un tembloroso murmullo.
—¿Fue mi padre?
Por favor no. Por favor no. Por favor no.
Thomas vuelve de sus recuerdos y en sus ojos no hay duda.
—Estuvo con nosotros e incluso cuando todo acabó, se quedó un tiempo más. No. No fue él.
¡No fue él ¡No fue él!
Recobro el aliento con sus palabras. Podría llorar de alivio.
—Dime una cosa, Ox ¿La casa te resulta familiar?
—No… No lo hace —reflexiono.
—Es porque no es la misma. Todo se redujo a cenizas —las palabras son arrastradas por Thomas con un peso palpable, una mezcla de pena y resignación cansada—. No quedó nada. Apenas los cimientos.
Pienso en los árboles carbonizados que vi en los paseos con Carter. En las marcas de la casa azul.
—Los que quedamos buscamos refugio con una socia de mi padre, en Maine —continua—. Entre las víctimas, perdimos a nuestro alfa y me correspondía tomar su lugar. De cualquier forma… No había terminado aún. Fuimos estafados y perdimos gran parte de la fortuna familiar.
—¿Cómo? ¿Quién podría…?
—A través de empresas fantasmas —con frustración contenida, se acaricia el entrecejo antes de respirar hondo y continuar—. La mayor parte se fue la misma noche del incendio. Papá era mayor, yo estaba a punto de tener otro hijo, era demasiado con lo que lidiar. Confiamos y delegamos responsabilidades a la persona equivocada.
El alfa evita mirarme y aunque no estoy de acuerdo, lo entiendo. Un alfa sin poder económico para sustentar a su manada, para muchos sería considerado una vergüenza.
—¿La policía atrapó a esa persona?
—Las investigaciones no llevaron a ningún lado. Luego una noche, así como así, tus padres te tomaron y se marcharon. Sentí tanta rabia, pero sobre todo dolor, por perder a Maggie y porque te habían arrancado de nosotros. En los sistemas del gobierno ya no figuraban como miembros de la manada, no podía rastrearlos tan fácil. Los busqué por años, hasta que entendí que no querían ser encontrados, que ya no querían ser míos. Y luego la vida nos siguió golpeando, y había tanto de qué ocuparnos. No significa que los hubiera olvidado.
Con las rodillas en el suelo, se acerca y apoya una mano sobre mi hombro, apretando ligeramente. Nuestros ojos se vuelven a encontrar y el calor de su mano pesada hormiguea sobre mí.
Sus dedos rozan mi cuello con delicadeza y me inclino ante su toque. Eso parece animarlo.
—Nos tomó mucho tiempo recuperarnos, en todos los sentidos —admite, entrecerrando los ojos y curvando sus labios en una sonrisa que apenas enseña los dientes, una de esas que nacen del alivio después de haber sufrido lo peor—. Me arrepiento de muchas cosas, como no haber tenido la fuerza para seguir buscándote. Ni siquiera sabíamos si estabas vivo. Cuando recibí la llamada de Curtis, no podía creerlo, y lo que le sucedió a ella…
El crujir de ramas y hojas me hacen voltear al lugar por dónde llegamos, Elizabeth está allí y Thomas no se muestra sorprendido de verla.
¿La llamó?
—Liz —digo bajito, sin saber qué más hacer.
La mujer amable y confiada de los últimos días no está aquí. En su lugar, luce tan nerviosa y vulnerable cómo el día en que llegué.
—En ocasiones te veo y no logro entender cómo, después de tanto, estás aquí con nosotros —su voz es apenas un susurro, cargada de emoción. La ligera humedad en sus ojos revela el dolor aun vivo—. Cuando nos enteramos de que Maggie falleció… Suelo pensar en cuántas cosas quisiera decirle. Cuánto nos faltó vivir.
Yo también, Liz. Yo también.
Paso a paso, se acerca a nosotros y se agacha a nuestro lado. Con un movimiento suave, apoya su mano sobre mi hombro libre.
La combinación de sus aromas me rodea y me arropa como una manta.
Ellos están sufriendo y aún así, es muy cálido.
—Si pudieras decirnos —continúa—, el lugar en que ella descansa. No tiene que ser ahora. Está bien si no quieres, solo… Nos gustaría visitarla.
Pienso en Joe y en lo qué me provoca cuando me sostiene.
Seguro, tranquilo y a salvo.
Podría apartarlos de mí. Gritar lleno de sospecha. Repudiarlos y rechazar su verdad.
A esta mano con cicatrices y a esta mano temblorosa sobre mis hombros. Elijo sostener ambas. Llevarlas a mi pecho y apretarlas allí sobre mi corazón, con la esperanza de conectar con ellos.
—Se los diré —prometo con la voz temblorosa— Les contaré sobre ella, les contaré todo.
Con la esperanza de que el dolor que nos une, llene el vacío que ella dejó.
.
.
.
El anochecer tiñe el cielo en tonos naranja. La brisa es fresca a inicios de septiembre y me planteo comenzar a abrigarme más.
Puedo sentir que volvemos diferentes a cómo fuimos. No sé cuánto tiempo estuvimos en el bosque. Pero algo cambió.
—¿Quién provocó todo? —pregunto a Thomas—. Dijiste que la policía no encontró nada ¿Pero lo sabes?
—Sí. Pero no es algo de lo que debas preocuparte. Si alguna vez él regresa, te protegeré —asegura con firmeza y orgullo—. Después de todo, soy tu alfa.
¿Él?
—¿Qué debería hacer ahora?
—Has trabajado duro y te has esforzado por mucho tiempo ¿No es así? —menciona Liz— Descansa, ya encontrarás tu lugar aquí.
Cuando la casa está a la vista, hayamos a Carter y Joe sentados en la entrada. Lucen nerviosos y se ponen de pie a nuestra llegada.
Nos observan a los tres y parecen indecisos sobre a quién consolar primero.
—Estamos bien —dice el alfa, con la mano entrelazada a la de su compañera.
—Ven a vernos si necesitas algo ¿De acuerdo? —me pide ella.
—Está bien.
—Ox… —llama Joe.
Apenas consigo abrir los brazos antes de qué choque contra mí.
Carter se aproxima a nosotros. Su mirada expresa una pregunta muda que respondo afirmando con la cabeza.
El menor restriega la cara contra mi pecho antes de preguntar.
—Ox ¿Qué pasó? Carter me pidió que te esperara.
—Yo…
Dudo por un momento, inseguro de poder hablar del asunto.
—Es parte de tu historia. Ahora que la conoces, tú decides —agrega Thomas desde la puerta, antes de adentrarse a la casa junto a la omega.
—¿Ox? —pregunta Carter.
—Vengan. Les diré.
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Sentados en el porche, observamos al sol terminar de ocultarse antes de ceder a la noche. Los hermanos me tienen en el medio, apretado entre ellos.
—Quería decírtelo —asegura Carter—, aunque muchas de esas cosas no las sabía.
—Lo sé. Está bien. Thomas ya me explicó eso.
Pequeños balbuceos a mi izquierda me confunden.
El menor murmura de manera ininteligible, con el cabello cubriendo los ojos. Noto que se masajea los dedos casi frenéticamente
—¿Joe? —pregunto preocupado— ¿Te sientes bien?
—Fue por eso —murmura.
—Joe —llama Carter estirándose para golpear suavemente el brazo de su hermano.
—¿Eh? Ah. Sí. Quiero decir ¿Y tú Ox?
—Eso creo.
—¿Qué vas a hacer ahora? —cuestiona el beta.
—Bueno…
Levanto la vista al cielo. La luna comienza a perfilarse brillante en el firmamento. Donde debería estar, rodeada de estrellas. Aunque algunas ya no existen, mientras que otras continúan allí
Con que encontrar mi lugar ¿Eh?
Notes:
Muchas cosas difíciles han pasado y me han inpedido actualizar más rápido. Pero espero subir el siguiente en al menos dos semanas.
Releí los primeros capítulos y sentí un poco de verguenza ajena jaja. Los editaré cuándo termine la historia.
Hay mucha información del pasado en este capítulo, pero es importante pensar en lo que Thomas no dijo.
Por favor, sientanse libres de comentar, dejar kudos y recomendar la historia. Ayuda a que llegue a más lectores y me encanta leer sus pensamientos y opiniones.
Cuidense mucho y besos en sus patitas 🐾🐾 ❤️
Chapter 11: El deber de un alfa/ Para protegerlos a todos
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Mamá llama a la oficina. Golpea la puerta con golpes secos que hacen rebotar sus nudillos pálidos.
En cuánto le dije sobre lo qué quería preguntarles, se volvió sería y distante. Una actitud que pocas veces he visto.
Está furiosa.
No quiero generar problemas entre ellos, pero si voy a interrogar al alfa, tengo que emplear la artillería pesada, y no existe mejor arma que mi mamá.
—Adelante.
El juego empieza en el momento en que abrimos la puerta. Papá no levanta la vista de los papeles. Parece relajado, pero estoy seguro de que intuye que algo anda mal. Es parte de ser alfa, ver a través de todo.
Me digo a mi mismo que no debo dejarme engañar.
Mamá da un paso al frente, lista para atacar.
—Joe tiene un par de preguntas y siendo franca, yo también, Thomas.
—No podría dejar que mi compañera e hijo se vayan a la cama con dudas rondando sus mentes —levanta la mirada de los documentos y la clava en mí—. Joe ¿Ya terminaste tus tareas?
—No hagas eso —interviene ella para evitar el intento de distracción.
—Sí. Alfa —elijo responder.
—Bien —sonríe con discreción y extiende su mano a las sillas frente al escritorio—. Siéntense y cuentenme qué sucede.
—Adelante hijo —alienta mamá.
Me conceden el siguiente movimiento. La silla rechina bajo mi peso mientras recuerdo mis lecciones y me enfoco en ser cauteloso.
—He pensado. Ox nos contó a Carter y a mí lo que le dijeron en el bosque.
—De acuerdo.
—Hay algo que no entiendo ¿Por qué no le dijiste sobre él ? Sabes a qué me refiero.
Apenas un temblor en su boca me alerta.
—¿Cuál es el mayor deber de un alfa? —pregunta sin cambiar el tono de su voz.
No tengo que pensar la respuesta, está grabada a fuego en mi mente.
—Proteger a la manada.
—Ahí lo tienes. Ya hable con Gordo y Gavin sobre el asunto. Están de acuerdo en que por el momento es lo mejor para todos. No tiene nada que ver contigo, Joseph.
—Sigues esquivando —replica mamá entrecerrando los ojos.
Agradezco su ayuda, pero ambos sabemos que la primera ronda ya está perdida.
—Es lo mejor para la manada —responde sin dejar lugar a discusión.
Respiro hondo y me preparo para la siguiente ronda. No volveré a dejar aberturas.
—Cuéntame ¿Cómo te contactó el padre de Ox?
—Él me llamó. Te lo dije ese día.
Como esperaba del alfa, ni siquiera se inmuta.
—Eso lo sé. Pero ¿Cómo pudo? Dieciséis años después…
Entrelaza las manos sobre el escritorio de madera y me observa interesado.
—¿Tú qué piensas?
Me está midiendo.
Una pregunta. Solo eso le basta para volver el interrogatorio en mi contra y transformarlo en una lección.
—Llegaste a Gavin primero. Él decidió.
—Cuidado —me advierte mamá tratando de adelantarse a mí para que no me desoriente.
—Lo encontraste también ¿Verdad? —continuo— A él y a su padre. Querías que Ox decidiera.
—Sólo a Curtis.
—Thomas —mamá exhala y cierra los ojos, como reprochando no habérselo preguntado antes— ¿Durante cuánto tiempo supiste dónde estaban?
El silencio se prolonga durante un breve instante antes de ser roto por él y temo por lo qué dirá.
—Poco menos de dos semanas antes de su presentación como omega.
La ira me gana y me sujeto a los bordes del asiento para no saltar sobre él.
Recuerdo a mi omega llorando, parado en este mismo espacio. Su voz rota suplicó por la ayuda de un bastardo que lo vendió a la menor oportunidad.
Y cuándo llegó, fuí el primero en lastimarlo.
—¿Cómo pudiste? Cuándo lo llamó, oíste cómo lo trató. Ox estaba llorando ¡¿Cómo pudiste dejarlo ahí?!
—No me levantes la voz —sus feromonas comienzan a expandirse con fuerza, advirtiendo, listo para luchar por el dominio si me salgo de control—. Logré encontrar a Curtis. Obtuve su número y dirección. Lo llamé y le ofrecí la oportunidad de traer a Ox. Los mantuve vigilados con los hombres de Osmond para estar seguro de que no huyeran mientras decidía qué hacer. Apenas conversamos. No tenía idea de cómo lo trataba.
—¿Y si escapaba? —pregunto con frustración— ¿Y si le hubiera dicho algo malo sobre nosotros?
—No. No dejarías eso al azar —interviene mamá luego de permanecer en silencio por un tiempo. A diferencia de nosotros, su fiereza es fría pero no menos peligrosa—. Le enviaste dinero para que cerrara la boca.
—Él renunció a Ox, ahora está a salvo con nosotros.
—¿Por qué no me dijiste primero? —pregunta sintiendo la traición de su compañero a flor de piel— ¿O a los demás?
—Dime algo, Joseph —rehuye dirigiendo la atención a mí—. Antes de que tus tíos trajeran a Ox ¿Qué es lo primero que ibas a hacer cuando fueras mayor y te hubieras presentado?
—Papá…—advierto.
—Dile a tu madre. Vamos —ordena con su gruesa voz y resisto inclinar el cuello.
—Detenganse ambos, ahora —intercede. Toma mi mano entre las suyas y deja leves caricias allí mientras que, a pesar de su ira, deja flotar sus feromonas en el aire para tranquilizarnos—. Eres mi hijo, te conozco. Estoy segura de que hubieras ido en su búsqueda, incluso si hubiera preferido que nos pidieras ayuda.
Se me parte el corazón por ella. Ha pasado por tanto por mi culpa. Primero fue Richard. Luego las heridas. Los doctores, los psicólogos, la violencia en la escuela y ahora esto.
—Mamá, yo… Es mi compañero destinado—ruego que me entienda, porque nada se sintió tan bien hasta su llegada—. Es él.
—Lo entiendo, cariño. Nunca has dudado de eso.
—Kelly no creé que existan. Pero yo sí, y sé que Carter también.
—Está bien. Pueden creer, o no, si así lo desean. Tu padre y yo lo hacemos. Tus tíos igual.
—Joseph —interrumpe él—. Serás el alfa de la manada algún día. Eres el miembro más importante.
—Todos son importantes —recrimino.
—Así es. Veneramos y protegemos a nuestros omegas. Criamos fuertes betas. Y los alfas debemos protegerlos a todos. No tenemos razón de ser sin ellos. Por eso sin tí, si te fueras y algo te pasara… Si algo te pasara de nuevo —interrumpe lo que estaba diciendo y se frota los ojos. Está cansado y yo también—. Retomé la búsqueda hace tres años. Quería encontrarme con él y saber en qué tipo de persona se había convertido. Saber si nos recordaba y qué pensaba de nosotros. Convencerlo de que nos aceptara de nuevo. No sé, traerlo para tí, o al menos ayudarte a buscar cuando fueras mayor. Se supone que sería cuidadoso. No me esperaba lo qué sucedió.
—Y no desaprovechaste la oportunidad.
—Son decisiones. Todo se reduce a eso. Ox nos eligió. Es todo lo que importa —repite.
—¿Vas a decírselo?
—Los lazos son frágiles. No puede sentirnos aún y apenas hoy le explicamos demasiadas cosas. No lo haré. Al menos no esta noche. Si decidiera dejarnos, respetaría su decisión, eso no significa que vaya a encender ese fuego. Pero no te detendré de hacerlo.
¿Es una broma?
—Sabes que no lo haré tampoco —acepto con resignación—. Pero algún día tendrá que saberlo. Y si elige irse, por ese motivo o por cualquier otro, tal vez me vaya con él.
—No hables así. Nada me los arrebatará de nuevo —advierte mamá alarmada sujetando con fuerza mi mano —. No lo voy a permitir.
—Má.
—No, Joseph.
—Lo digo en serio —aseguro con terquedad— No lo dejaré solo.
—Aún no le has confesado que son compañeros —interrumpe el alfa.
Tal parece que la partida aún no terminó.
Sabes por qué.
—Soy un adolescente de mierda. No lo quiero incomodar y también… Quiero que él me vea. Que piense en mí como su compañero destinado.
—Lo entiendes bien. Eliges qué esconder a tu conveniencia. Piensas en lo mejor para él y decides por ti mismo. A veces, nuestra posición nos obliga a guardar secretos para no lastimar a los que nos importan.
—No es lo mismo —reclamo.
¿Cierto?
—Es tarde. Ve a dormir ahora, tienes escuela mañana —responde echándome como a un niño.
Cansado de todo, salgo sin importarme tirar la silla al suelo o cerrar la puerta con fuerza.
Apenas avanzo un par de pasos antes de oír la voz de mamá.
—Esto te estallará en el rostro si no lo resuelves pronto. Ahora él y yo cargamos con esto también.
—Me encargaré de eso, no te preocupes. Es muy inteligente, y temerario —una vez más, papá cambia el tema de conversación—. Le falta experiencia, pero fue prudente al traerte con él.
—Sacó todo eso de tí.
—¿Segura que no lo sacó de tí?
—No me hagas enojar más. No estoy contenta con esto. Pudiste decírmelo. Debiste hacerlo. He sufrido por esto tanto como tú ¿Cómo pudiste ocultarmelo?
—Precisamente, porque sé cuánto has sufrido es que lo hice. Quería ser cuidadoso, no tenía que haber sido así, pero sucedió y no puedo cambiarlo. Sigo intentando hacer lo mejor para todos.
Deseo volver a entrar y gritar que pienso que estuvo mal al esconderlo de la manada. Sin importar si creyó que era por nuestro bien.
—Y te aseguro una cosa —dice papá con firmeza—. No supe de lo de Maggie hasta que él nos llamó.
Mamá guarda silencio y pienso en retirarme antes de que me noten.
—Bien —acepta luego de un rato—. Pero sigo enojada contigo.
—Lo sé y lo siento. No quiero que vayas enojada a la cama —declara papá con un tono un poco meloso— ¿Qué puedo hacer para mejorar tu humor?
—Creo que ha llegado el momento de darle eso . Demuestrale confianza, se ha esforzado mucho.
¿Eso?
—Tal vez tengas razón. Pero primero, ven sobre mis piernas. Te ves muy linda cuando te enojas.
Un escalofrío desagradable me recorre la espalda baja y saco la lengua con una mueca de asco.
Ugh ¡Suficiente por hoy!
Camino rápido a mi habitación para quitarme la imagen de mis padres siendo melosos.
Pero mis pies se detienen fuera de la habitación de Ox.
Ya debe estar dormido.
Soy afortunado de que esté aquí. Dormido a pocos metros de mí. Protegido por la manada, una manada de la que iba a irme para buscar a alguien que no conocía. Sin saber que mis hermanos planeaban acompañarme, ni considerar los sentimientos de los demás. Estaba dispuesto a alejarme de la manada, de Green Creek.
Y pensar que llegué a pedir que lo dejaran quedarse en mi cuarto, en lugar de darle una habitación propia ¿Cuándo me obsesioné tanto?
Ah, pero sé muy bien cuándo.
‘¡Fue por tu culpa! ¡Monstruo! ¡Monstruo!’
Me hormiguean los dedos. Cierro y abro las manos para alejar esa sensación. Aunque la fisioterapia me ayudó mucho, a veces se me acalambran y duelen. Es peor cuando llega el frío.
‘Eliges qué esconder a tu conveniencia’.
Con esas palabras rondando mi mente, apoyo la frente contra la puerta y me resisto a entrar. Cierro los ojos y trato de imaginarlo dormido en su cama, acurrucado y calentito. Siento su aroma en mí, de alguna manera no puedo tener suficiente de él.
Puede que aún no sepamos mucho del otro, pero sé con seguridad que no existe forma en el mundo en que pueda renunciar a Oxnard Matherson ahora que llegó a mi vida.
—Proteger así ¿Realmente es lo mejor? —murmuro.
Por supuesto, la puerta no me da la respuesta.
Arrastro los pies hasta mi habitación. Me lanzo con pesadez sobre la cama y observo el techo con los brazos extendidos a los lados.
Los párpados me pesan cada vez más y antes de dormir, otra pregunta que necesita respuesta me quita el sueño.
Ox ¿Crees en los compañeros destinados?
Notes:
Una vez más, gracias a quienes continuan leyendo esta historia. Comenzó como algo más experimental y simple, pero realmente siento que ha evolucionado y, como escritor, he aprendido mucho del proceso. Usaré lo aprendido para las otras historias que he estado preparando (y que espero publicar pronto).
Entiendo que pueda parecer que no sucede mucho en este capítulo, ni siquiera iba a publicarlo originalmente, pero creanme que sí, es necesario. Lamento mucho si se siente un avance lento, pero considero fundamental no dejar cabos sueltos. En especial cuando estos tendrán relevancia más adelante.
Por supuesto, estaré encantado de leer sus opiniones y pensamientos.
Besos en sus patitas 🐺🐾🐾❤️
PD (a quién le pueda interesar): El siguiente capítulo ya se encuentra en las últimas fases de edición. A partír de los capítulos 12-13 todo se desarrollará más rápido.
Chapter 12: Una vida fácil/ Gavin, el cactus
Chapter Text
El contacto físico es importante en una manada. Significa pertenencia, cariño y aceptación. Permite a los demás dejar su aroma sobre uno y advertir a los extraños. También sirve para fortalecer los lazos, y hay quienes sostienen que al ser muy fuertes, pueden sentir el llamado de otros miembros a kilómetros de distancia.
Puede expresarse en toques cariñosos, intercambios de ropa, sexo e incluso al compartir periodos de celos.
No son reglas a seguir. Es un instinto al que uno decide entregarse. Si acaso hubieran condiciones, solo el alfa podría imponerlas.
El alfa. Es el mayor encargado de proteger, proveer y velar por el bienestar de la manada. Una carga demasiado pesada y costosa. Es posible que por eso ya no existan tantas como en el pasado. Para un alfa es más sencillo cuidar y aparearse con el omega que elija como compañero y viceversa.
Los omegas. Quienes logran encontrar un compañero o entrar en una manada, son protegidos y resguardados. Sus feromonas son especialmente relajantes. Se cree que junto a un compañero, su fertilidad aumenta. Se encargan del hogar y de criar a los descendientes. Según la ciencia, es gracias a las feromonas de los alfas y los omegas que la posibilidad de que los betas puedan procrear sea mayor.
Los betas. Muchas veces desplazados, se juntan entre sí bajo la ley de que la unión hace la fuerza. En caso de querer hijos, optan por buscar alfas capaces que los tomen bajo su cuidado, u omegas sin manada ni compañero que no deseen vivir en refugios. Aunque a muchos les toca intentarlo hasta lograrlo sin ninguno de los dos sexos secundarios en sus hogares.
Yo creí ser uno de esos betas.
Desde que puedo recordar, no me imaginé vivir en una manada. Tal vez porque supuse que nunca tendría la oportunidad de ser aceptado en una. Pero cuando pensé entender que mi lugar en el mundo sería el de un beta afortunado por llegar a tener alguien con quién compartir su vida, a algún tipo de deidad debió parecerle divertido reírse de eso y escupirme en la cara.
Solo que no fue un escupitajo tan malo.
A casi un mes de mi llegada, salir con Carter, hacer mis tareas asignadas, esperar a que Joe vuelva de la escuela, jugar videojuegos con los hermanos y ocasionalmente ver películas con Robbie se ha vuelto mi rutina.
Es una vida fácil.
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Viajo con Thomas, Liz, Mark y Gordo a visitar la tumba de mamá.
Muchas alrededor tienen mohoo y polvo, lucen abandonadas y descuidadas. Pero la suya no. Me sorprende que la placa brille y en ella haya flores no tan marchitas.
No comentamos el asunto. No hace falta.
Mientras Liz deja un pequeño jarrón color coral y lo llena de flores, elijo apartarme para darles su espacio con ella.
Pienso que puedo hablarle cuando quiera, sin importar el momento o el lugar. Aún así, no desaprovecho la oportunidad.
Le cuento sobre el miedo que sentí al ser tomado y los secretos que me escondieron.
Sobre cada miembro de la manada que ella conoció y aquellos a los que no y que oh vaya ¡Ahora estoy en una!
Le hablo sobre un jovén que conocí. Con cabello del color del trigo, ojos azules que me procuran con devoción y una sonrisa tan brillante que se lleva todas mis preocupaciones.
Sobre sus problemas para ser un alfa, sin serlo aún, y sobre los sueños que abandonó de niño.
Le cuento que entró a mi vida hace poco, y lo valoro cada día.
Le pido que, si no perturba su descanso, vele por el bien de todos nosotros.
Y prometo que, cuando nos volvamos a ver, le daré un abrazo muy fuerte.
El camino de vuelta es silencioso. Voy en los asientos traseros con mis padrinos. Todos están tan serios y con caras tan largas que inconscientemente comienzo a dejar flotar feromonas relajantes en el aire.
Incluso Mark, el beta con un olfato que no es tan fuerte, las siente.
—Ox… —alcanza a mencionar Liz sorprendida.
Me siento expuesto y confundido. No lo esperaba.
—No quise- No sé cómo parar.
—Por favor, no te detengas—me pide el alfa con calma desde el asiento del conductor.
Observo a Thomas por el espejo retrovisor, no puedo ver si sonríe, pero sus ojos delatan que sí.
Mark apoya su mano sobre mi muslo y aprieta un poco para hacerme saber que está allí.
Gordo me sorprende al pegarse un poco sobre mi costado. Se hace el tonto fingiendo que ve por la ventana, pero discretamente se inclina hacia mí.
—Gracias —susurra.
Cierro los ojos y me relajo, tenemos horas de viaje por delante.
Algo pequeño zumba entre nosotros, tan bajo que no llegó a captarlo. Pero se siente bien.
Me alegra haberte visitado, mamá.
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Joe actúa un poco nervioso a veces, pero continúa tan cariñoso cómo siempre.
Eso envalentona a los demás a comenzar a reclamarme.
La mano de Thomas en mi cabello.
Besos de Elizabeth en mi mejilla.
Un choque de hombros casual de parte de Kelly al cruzarnos en los pasillos de la casa.
El peso del brazo de Carter sobre mi hombro cuando charlamos.
El pulgar de Mark contra mi oreja.
Incluso Gordo ha comenzado a apretar mi hombro al llegar.
Son pequeños toques y cada vez es menos incómodo.
Solo hay algo que me molesta, y es que Gavin permanezca distante.
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Es domingo una vez más, eso significa tradición.
Apoyado contra la pared del patio trasero, Gordo observa a Gavin y Thomas en la parrilla con una cerveza en la mano.
—Hola —digo recostándome a su lado luego de organizar los platos.
—¿Cómo va todo?
—Bien, han ido bien —respondo sin querer pensar en cosas complicadas.
—¿Sí?
Tomo una hoja seca del suelo, la sujeto del tallo y la giro entre mis dedos.
—Bueno… Me aburro un poco —admito con un poco de culpa—. Creo que tengo demasiado tiempo libre.
—¿Te quejas por eso? —indaga con una ceja arqueada.
—¿Cómo les fue con el auto?
—¿Él que viste esa vez? ¿Por qué? ¿También intentarás robarlo?
Y mi expresión debe ser escandalosa, porque enseguida rueda los ojos.
—Mierda. Quita esa cara. De hecho, tuviste razón ese día—reconoce.
—He trabajado en algunos talleres —me defiendo y siento el calor subir por mis mejillas por habérmelo tomado en serio. Aún no me acostumbro a su humor—. Y papá me enseñó muchas cosas.
—Ah ¿Sí? Ese cabrón al menos sirvió de algo ¿No? —responde con un empujón en mi brazo.
—Claro ¿Qué tal el trabajo?
—Normal, supongo —responde encogiéndose de hombros y tomando un trago.
—¿Trabajas con más personas?
—Conociste a casi todos. Tanner tenía el día libre.
—Debe ser difícil, cuando no están todos.
—No realmente. Ese auto en particular era muy viejo, como su dueño.
—¿Sabes algo? Tengo mucho tiempo libre —repito.
—¿En serio? Qué mal por tí —musita mirando al cielo.
—¿Qué podría hacer?
—Buscar un problema honesto.
Esto no funciona.
De repente, endereza su espalda y frunce el ceño.
—Gordo —interrumpe Gavin—. Thomas te llama.
—Ya sé ¿Ahora qué quiere? —dice con falsa molestia— ¡Allá voy!
Se levanta con pereza y va en su dirección, despotricando sobre lo pesado que puede llegar a ser el alfa.
Gavin permanece de pie observando al mayor alejarse.
—Se llevan bien —murmura.
—Uh ¿Qué?
—Ustedes dos —aclara volteando a verme y su falta de expresión me pone nervioso.
—¿Tú crees? —pregunto con una pequeña sonrisa torcida.
Asiente y permanece en silencio.
Estamos hablando. Eso es bueno. Es el único de la manada al que no me he acercado. Mi omega anhela su atención. Ser aprobado por él.
—Ustedes se parecen un poco. Además de ser ambos omegas —pruebo.
Gavin entrecierra sus ojos.
¿Dije algo extraño?
—Me refiero a su apariencia ¿Lo sacaron de su mamá o de su papá? —intento.
Quiero evitar una charla incómoda, pero la consternación en su mirada y la manera en que cuadra los hombros me dice que estoy haciendo lo contrario.
—Es que- Quiero decir…
Con un bufido entra a la casa. Quiero pedirle que vuelva. Decirle que no intentaba ser raro y que no hay nada de malo en que dos hermanos sean parecidos.
¿Soy tan malo para tratar con las personas?
Me acerco al lugar en que Gavin estuvo parado y mientras alejo la voz en mi cabeza que me hace sentir culpable por tomar algo sin permiso, intento captar el aroma del omega para consolarme por el intento fallido.
¿Eh?
Puedo sentir a los demás, pero de Gavin no me llega nada.
Los inhibidores de aroma se rocían. No debería poder sentir a los otros si los usara.
Cierro los ojos e inhalo con fuerza, mi nariz apunta al cielo y hago un esfuerzo por apartar los otros aromas para captar su rastro, la más mínima esencia de que estuvo aquí.
Nada.
Gavin no posee aroma.
—¿Adelantando bases? —menciona una gruesa voz detrás de mí.
—¡Ay carajo! —grito. La hoja se me cae y vuelve al suelo.
Mark me regala una pequeña sonrisa culpable.
Aprieto los labios y me llevo una mano al pecho para recuperarme del susto.
Toma asiento en el lugar que Gordo ocupó y lo observa junto a su hermano preparando la carne.
Dinah Shore suena desde la cocina.
—Tú también te resististe al inicio. Es natural.
Lo miro con el ceño fruncido. Me toma un instante entender de qué estamos hablando.
—Bueno ¿Perdón? A mí me secuestraron.
—No cuenta como secuestro si eliges quedarte ¿O sí? —interroga con una sonrisa inocente— Además, técnicamente pagamos por tí. Fue como un rescate.
—Yo lo llamaría tráfico de personas. Pero mejor dejemoslo así. Y sobre Gavin, lo sé, pero es como… Si doliera —reconozco con un suspiro pesado—. Como si algo me faltara. Debe ser culpa de Joe.
—¿Por qué piensas eso?
—Él es cariñoso todo el tiempo. Los demás también. Ahora espero eso de todos y no tenerlo es- No lo sé, es como…
—¿Si fueras dependiente? ¿Si no lo merecieras?
Asiento porque cada pregunta da en el clavo.
—Sí, sí. Dime ¿Hice algo malo? Estoy bien con Carter ¿Gavin está enojado conmigo?
—No creo que sea el caso. Si Joe tuvo algo que ver… Tampoco podría asegurarlo.
—¿Entonces por qué?
—Veamos. Desde pequeños nos enseñan que los omegas son más débiles y afectivos ¿Verdad? Que solo sirven para procrear o por sus feromonas relajantes. No digo que no existan personas así, o que eso esté mal. Pero la vida me ha demostrado que no hay una forma única de vivir tu género ni tu sexo secundario. Mira a tu alrededor, no hay ningún omega en esta manada que sea como nos aseguran los libros de textos, la televisión, o incluso nuestros mayores.
Pienso en todo lo que posee Gordo. En Gavin y en cómo cualquiera de los dos me darían una patada en el culo si les pidiera cariñitos. En Robbie, un omega de manual pero muy inteligente y en cómo impresionó al alfa para conseguir trabajo.
—¿Ni siquiera Elizabeth?
—Espera a conocerla mejor —advierte— A veces es más autoritaria que cualquier alfa que haya conocido.
—Creo ver algo de eso a menudo —digo oyendola ordenar a diestra y siniestra a sus hijos para preparar todo.
—No es que hayas dejado de ser tú. Ahora tu cuerpo tiene otras… Necesidades, y no es precisamente malo. Lo importante, es que puedes elegir ¿Buscas ser cercano a Gavin? ¿O sólo coexistir?
—Quiero tener una buena relación. Que me acepte como omega en la manada, pero… No tengo idea de qué significa ser uno para mí.
—Aprende a escucharte a ti mismo y al omega en tu interior —presiona el dedo índice contra mi pecho, donde reside mi corazón—. Así estarás seguro de qué hacer.
—Pareces saber mucho del asunto.
—Bueno, ya pasé por esto. Y ese par se parece más de lo que creen. De todas formas, no te esfuerces demasiado, formar lazos lleva tiempo y Gavin es… Digamos que es como una rosa. Sé cuidadoso cuando creas hacer cosas de omega con él ¿De acuerdo?
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Estoy exprimiendo mi cerebro esta semana, intentando reducir la distancia entre Gavin y yo.
Pienso en cómo, al levantarse a desayunar, su comida ya está fría. Por lo que calculo el momento exacto en que él y su compañero entran para esperarlos con el desayuno aún caliente.
Los primeros días, el beta me agradece y me asegura que no debo molestarme. Ahora, simplemente me da las gracias y luego me ayuda a lavar los platos.
Gavin continúa devorando la comida con los ojos casi cerrados, como un gato viejo y arisco. Parece amargado, pero sé que está viviendo el éxtasis.
Excepto por la vez en que Carter me mete un trozo de tocino que le sobró en la boca y Gavin gruñe bajo en advertencia, no me ha prestado mayor atención.
—Jajaja. Que no te asuste —dice Carter riendo con sorna—. Se pone sensible cuando se trata de su comida favorita.
Saboreo el trozo de carne con culpa, como si se la hubiera robado. No aparto la vista de esos ojos entrecerrados con lagañas en las pestañas. Tiene las mejillas hinchadas y mastica lento.
Parece listo para abalanzarse encima de mí, abrirme el estómago y recuperar su grasiento tesoro.
Bien. Nada de meterse entre Gavin y su comida.
Cuando Carter me invita a un paseo por el pueblo, quiero incluirlo, pero se niega alegando que le da sueño después de comer y que tomará una siesta hasta el almuerzo.
Vuelve a rechazarme cuando voy a hacer las compras de la semana con Kelly.
El viernes por la noche lo encuentro viendo televisión con Robbie en la sala.
El menor está sentado en su regazo. Sus pies, enfundados en gruesas medias altas, no llegan a tocar el suelo. Lleva un pantalón corto que enseña la piel blanca de sus muslos. Me intriga saber qué tan suaves son y si le quedarán marcas al apretarlos con fuerza. También trae el mismo buzo con capucha que le ví a Mark hoy, demasiado grande para alguien de su tamaño.
Tiene la barbilla de Gavin apoyada sobre su hombro y es abrazado por la cintura como si fuera un peluche.
El otro viste un peludo suéter rosa que se ve muy suave junto a los pantalones deportivos favoritos de Carter. Y estoy seguro que esos calcetines de Ironman son de Joe.
Lucen tan cómodos y tiernos.
Alejo la pequeña punzada de envidia, así como lo hago cada vez que Gavin es acariciado por los demás miembros de la manada para marcarlo con sus aromas, porque quisiera ser parte de ello, que todos sepan que soy parte de su vida y él de la mía.
Nadie además de mí tiene esa dificultad, incluso Gordo ha comenzado a ser más demostrativo conmigo.
Me centro en lo qué hacen para alejar esos pensamientos.
Miran un programa donde hombres vestidos como mujeres compiten. Se supone que es una carrera de drags, o algo así, pero no corren.
Robbie está más concentrado en su celular. Apenas levanta la vista y me sonríe antes de volver a su pantalla.
Para Gavin es como si no existiera.
Aprovecho eso como una ventaja para sentarme a su lado en el sofá. Ni muy cerca, ni muy lejos.
Vigilo de reojo cada pequeña expresión, alerta a cualquier posible indicio de su incomodidad y comienzo a reducir la distancia.
Despacio. Despacio .
Arrastro el trasero sobre el cuero, una nalga a la vez, mientras pienso en qué decirle.
¿Qué su suéter me recuerda al algodón de azúcar y que se ve lindo en él? ¿Qué también pienso que Robbie es suave para abrazar y que siempre lo hago cuando me invita a ver películas?
En la televisión, una drag da una voltereta con salto mientras baila enfrentando a otra.
—Wow. Yo me rompería un hueso si tuviera que hacer eso —exclamo sorprendido.
Exhala por la nariz y sin dirigirme la mirada, me ofrece el control remoto.
—Cambialo si quieres.
Demasiado sorprendido, no alcanzo a reaccionar y como no lo agarro, deja caer el aparato sobre el sofá. Se baja al menor de encima y desaparece escaleras arriba.
—¿Qué fue eso? ¿Otro intento fallido?—pregunta Robbie no tan sorprendido.
Porque a estas alturas, los desplantes no son un secreto para nadie. Pero, a menos que algo grave suceda, les he pedido que no intercedan, el lazo que estamos formando es entre nosotros y que otros fuercen a Gavin a aceptarme podría empeorarlo todo.
—Debí decirle lo del suéter de algodón de azúcar.
—¿Qué?
Mark se equivocó. No es una rosa. Esas espinas no duelen tanto ¡Gavin es un cactus!
Quiero que sea mío y ser suyo. He sido tan bueno con él ¿No merezco una oportunidad?
Quizás debería escuchar a Mark y no intentarlo tanto. Pero los años sin contacto físico real me han vuelto demasiado codicioso.
Las salidas nocturnas con Carter continúan y se me ocurre que si quiero acercarme, debería aprender más de él.
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Le pregunto a Joe sobre eso al día siguiente mientras me ayuda a doblar ropa en la sala de estar. Porque ‘—Así jugaremos mi nuevo videojuego más rápido’.
—Gavin está haciendo la secundaria para adultos —responde tomando un pantalón de la cesta—. Como es nocturna termina muy cansado. Se despierta más tarde y Carter no quiere que desayune solo.
—Es muy atento de su parte.
—Sí. Puede que no lo parezca, pero observa y se preocupa por los demás. Es una pena que en unos días vuelva a la universidad. Supongo que también quieren estar juntos tanto tiempo como puedan.
—¿Qué dices? —se me corta la respiración y casi se me resbala una camisa de los dedos— ¿Se irá?
—Pausó los estudios porque quería estar aquí… —dice cada vez hablando más lento y luciendo más sorprendido— para tu regreso… ¡¿No te dijo aún?! Mierda ¡Pero no te preocupes! Podemos ir a visitarlo si no estamos muy ocupados.
Se me hunde el suelo y agradezco que estemos sentados.
—Claro. Entiendo.
No. Nunca lo mencionó. No quiero que se vaya.
—Se irá el siguiente sábado. Por si quieres decirle algo.
¿Debería decir algo? ¿Qué?
Lo cierto es que, en algún punto, empecé a esperar ansioso nuestras salidas juntos.
Pero incluso sin Carter, mi vida continuará. Me quedaré en la casa. Seguiré completando mis tareas, pasando tiempo con los demás, esperando a que Joe vuelva de la escuela.
Soy felíz con ellos.
No podría estar más agradecido.
Es una vida fácil.
¿Por qué será que aún me siento insatisfecho?
Notes:
Muchas gracias por leer hasta aquí!! No puedo creer que estemos tan cerca del final de la primera parte (esto lo llamo así en mi cabeza, la obra continuará, no creo que en AO3 la separe)
Es enorme el trabajo en cada capítulo y muy hermoso al terminalo (aunque al inmediatamente subirlo me dan ganas de editar todo jaja) En serio, estoy disfrutando esto y no puedo creer todo el amor y buena energia que está recibiendo la historia, en serio, muchas gracias, me llenan de felicidad y se desata mi inspiración.
Hay información valiosa en este capítulo, el subtexto es muy importante. Presten atención a lo que no se dice. Si alguien tiene teorías, yo encantado de leerlas (aunque sería cuidadoso con no spoilear)
PEQUEÑO SPOILER PARA (posiblemete) EL SIGUIENTE CAPÍTULO (LEER BAJO TU PROPIO RIESGO): Tendremos otro narrador, ni Ox, ni Joe ¿Quién será?
PD: Algo curioso sobre el inicio del capítulo, es que anteriormente dije que no explicaria mucho sobre el omegaverso porque asumo que quienes entran a leer la historia ya saben qué es. Pero por el bien de la trama y porque incidirá a lo largo de la historia, decidí dar algo de información de la versión que yo moldeé para esta historia (algo que ya vengo haciendo hace varios capítulos, en realidad) Espero que sirva en caso de que alguíen estuviera perdido. También siento que fue un lindo inicio para recapitular con la vida actual de Ox.
Una vez más, muchas gracias por leer y por haber leído esta nota. Nos leemos la próxima. Besos en sus patitas 🐺🐾🐾❤️
Chapter 13: Estúpido Carter/ ¿Crees en los compañeros destinados?
Notes:
Ha pasado un largo tiempo, pero ni un solo día en que no haya pensado y trabajado en esta historia. Espero los capítulos lo compensen.
Soy mi propio lector beta, por lo que cualquier cuestión a señalar es bien recibida.
Hay varios saltos en el tiempo en este capítulo, por lo que espero que no se muy confuso. En las notas finales DEL SIGUIENTE CAPÍTULO dejaré una línea de tiempo para quién lo necesite.
Sin más que agregar, espero disfruten la lectura.
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Me recuesto en la bañera y dejo que el agua caliente me envuelva. Es casi insoportable, pero el vapor espeso y el ardor en mi piel son una distracción agradable.
"—Cámbialo si quieres."
Una distracción que no dura demasiado. Me revuelve las entrañas acordarme de ese momento.
¿Por qué tiene que ser todo tan complicado? Es molesto. Tan molesto.
—No debí haber aceptado —murmuro mientras juego con las burbujas de jabón entre mis manos.
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—¿Lo entienden bien? —nos preguntó el alfa con seriedad detrás de su escritorio— Es arriesgado que lo sepa.
—Por mí no hay problema, no es que me guste hablar de él de todos modos —Gordo enseguida aceptó. Parecía confiado, pero que la mano de Mark no abandonara su cintura en toda la conversación me hizo pensar otra cosa— ¿Cuánto tiempo planeas mantenerlo así?
—El que sea necesario.
Apartada de todos y con el hombro apoyado en la pared, la compañera del alfa permaneció con la vista perdida en la ventana, como si no quisiera estar allí.
La entendía. Yo tampoco.
—Digamos que es algo temporal, prefiero evitar cualquier incidente ¿Gavin? ¿Estás de acuerdo?
Cinco personas centraron su atención en mí. El peso me cayó como un yunque. Se me apretó el estómago y quería hablar, pero sentía una mano presionar mi garganta y robarme el aliento. Un pie chocó contra el mío, entonces pude reaccionar.
Carter habló antes que yo.
—Si no quieres…
—Me da igual —dije y me tragué las ganas de vomitar.
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La puerta del baño se abre y no necesito voltear a ver para saber quién es.
—Hazme espacio —pide con la voz baja y relajada.
La tela cae al suelo en silencio. Se desviste con calma, dejando al descubierto más piel con cada prenda. Líneas delgadas y rojas adornan su espalda. Una de mis favoritas es la marca de mordida, profunda y rosada que dejé hace poco en su nalga izquierda. Aprovecho para echarle una buena mirada y me relamo los dientes cuando se agacha para sacarse los calcetines y puedo ver su agujero abrirse ligeramente.
Sí… Eso es todo mio.
Estoy acostumbrado a verlo sin ropa, pero mi compañero tiene un cuerpazo que hace que se me ponga dura en un instante.
El agua se eleva por los bordes cuando entra a la bañera. Se recuesta frente a mí y sus rodillas rozan las mías. Los músculos de su pecho y brazos se tensan sutilmente con el movimiento y gime profundo mientras el agua caliente le acaricia la piel.
—¿No deberías estar viendo Drag Race? —pregunta con los ojos cerrados.
—No.
—¿Qué pasó?
—¿Qué te importa? —mi tono es más aburrido que brusco. Carter siempre pregunta demasiado.
—Eh~. Mi princesa tiene una boquita muy sucia.
—Sucio tu culo.
Su risa, baja y resonante, llena el pequeño espacio.
—Pues ven a limpiarlo.
Estúpido Carter, no me provoques.
En aquellos días solía preguntar demasiado.
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Al llegar a la manada, estaba tan aterrado de que papá viniera a buscarme que no podía comer o dormir. Mi cuerpo estaba tenso, alerta todo el tiempo, esperaba despertar para encontrarlo al pie de la cama o escuchar en cualquier momento el sonido de su coche en el camino de tierra.
No ayudaron la cautela y sospecha en los ojos de casi todos. Era de esperarse. Para algunos era el hermano de Gordo, producto de una antigua infidelidad. Mientras que para otros, para quienes sabían, era el hijo de un monstruo.
Adelgacé tanto que el alfa y su compañera armaron un nido para cuidarme allí. La esencia combinada de ambos me envolvió como un capullo. Mark nos traía agua y comida, dejándola en la entrada sin hacer ruido. Al principio me alimentaron con trozos pequeños y blandos que apenas podía tragar. Apenas nos separamos para bañarnos e ir al baño, siempre con uno de ellos cerca.
El hermano del alfa parecía una buena persona. Excepto por su advertencia de no atreverme a lastimar a ningún miembro de la manada, no fue más que agradable y tranquilo. Me gustó que no me dijera nada cuándo salí del nido, cuando el sol me llegó a los ojos por primera vez en días y el aire fresco me pareció tan agradable que me sentí capaz de respirarlo todo.
Gordo no fue muy cariñoso. No esperaba que lo fuera. La incomodidad entre nosotros se ha disuelto de a poco, pero no somos cercanos. Lo intentó una vez, en una especie de conversación reconciliatoria, pero no pude morderme la lengua.
—¡Fue su culpa! ¡No quiero nada contigo!
—Mi mamá también murió ese día, Gavin —dijo luego de un rato—. No te desquites conmigo, ella también fue una víctima. Pensé que ya entendías eso.
No apareció por días, ni siquiera para la tradición de los domingos. Mark se presentó tratando de fingir que no le dolía no tener a su compañero allí, pero la tristeza se le escapaba en el rostro. Ese día se les agotó la paciencia al alfa y a Liz y fueron a la casa de Gordo a buscarlo. Volvieron como si nada hubiera sucedido.
Aunque aún no he podido disculparme, su querido ahijado perdido llega y pronto se convierten en uña y mugre. Y ambos son omegas…
El otro omega era cauteloso. Robbie solía observar por las esquinas, como si no supiera qué hacer conmigo. No se acercó con confianza hasta mucho tiempo después de mi llegada, aunque intentaba hacerme saber que estaba allí para vigilarme.
Pero no tardó en meter a Ox a su cuarto.
Los hijos Bennett resultaron una historia aparte. A su manera, cada uno de ellos me cambió.
Joe era un cachorro demasiado ruidoso para mi gusto. El aroma de sus padres en mí ayudó para que no me viera como una amenaza, pero desde que intentó hacerme usar su ropa sucia para perfumarme y se la lancé a la cara, respeta mi espacio. Kelly captó la indirecta al instante y fue más lento.
Escapé para probar una nueva vida, libre y a mi manera. No me iban a obligar a aceptar a nadie, no de nuevo. Si no se metían conmigo, yo no me metía con ellos.
Carter no entendió y odiaba eso. Hacía tantas preguntas.
¿Dónde y cómo viví todo ese tiempo? ¿Por qué accedí a ir con su papá? ¿Por qué me costaba leer? ¿Por qué parecía odiar mi ropa? ¿Cómo me trató Robert?
Eran pequeños martillos golpeando mi cabeza, abriendo grietas en una pared que me había llevado tiempo construir. Preguntas, preguntas y preguntas. No quería pensar en nada. No quería recordar. Para el alfa estaba bien que no lo hiciera, pero el beta quería más.
Hasta que lo callé con un golpe en la nariz. El crujido fue satisfactorio, la sangre y el silencio que le siguió, no tanto. Tampoco lo fue el ojo morado que Kelly me dejó.
Ya no lo golpeo, mi Carter es muy guapo como para hacer eso. Es más divertido arañar y morder.
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Estiro las piernas y rozo con suavidad la piel de sus muslos con los pies, ascendiendo lento hasta acariciar la base de sus testículos con los dedos. Un suspiro apenas audible y entrecortado escapa de su garganta. Continúa con los ojos cerrados y su cuerpo se estremece ligeramente.
Subo un poco más y aprisiono su erección creciente entre las plantas calientes y rojas de mis pies. Lo masajeo con una presión firme, sintiendo una vena latir con fuerza. Con los dedos resbaladizos, rodeo la punta enfundada en el prepucio. Me detengo para presionar y tirar ligeramente de la piel. Con el glande a la vista, me dedico a estimularlo.
Carter deja salir un suspiro profundo y ronco. Su erección palpita bajo mis pies mientras más lo toco y me llena de satisfacción provocarlo poco a poco, enloquecerlo hasta llevarlo al límite. Su cabeza cae hacia atrás, exponiendo la línea vulnerable de su garganta. Allí dónde yace mi marca, la prueba irrefutable de que es mio.
Mío. Mi beta. Mi Carter. Mío.
—¿Cómo alguien tan lindo puede ser tan lascivo? —murmura. Sus ojos entreabiertos me encuentran con una mirada húmeda y cargada de deseo. Su sonrisa se expande pervertida.
Esa maldita sonrisa de degenerado…
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La primera vez que me dijo lindo fue tras el largo sermón del alfa por haberlo golpeado.
Aunque recibí miradas incómodas de otros. El líder de la manada no me gritó, no me arrojó objetos que dolieran, ni tiró de mi oreja. Recibí una disculpa de Kelly y una charla del alfa sobre los problemas de la violencia. Tampoco me obligó a nada cuando me negué a su sugerencia de ir a un psicólogo.
No hizo nada de lo que papá haría. No actuó de la manera en que papá dijo que lo haría.
Con algodón en la nariz, Carter me arrastró hasta una tienda a comprar ropa que me gustara. Porque según él, mi cara de estar oliendo mierda lo había hartado.
Estúpido Carter. Yo no hacía caras.
Algunas personas se detuvieron a interrogarlo, realmente preocupadas y le pidieron que, por favor, no volviera a meterse en peleas, mientras que yo pude disimular con unos lentes de sol. En ese entonces no lo sabía, pero los hermanos Bennett aún se recuperaban de una mala reputación por meterse en peleas en su escuela.
Con una mano en la nuca y una sonrisa avergonzada, le aseguraba a cualquiera que se acercara que todo estaba bien, que fue un accidente y me llevaba de un lado a otro.
—Toma todo lo que te guste —ordenó—. No te preocupes por el precio, podemos pagarlo.
Excepto que no debía usar lo que me gustara.
Se reproducía en mi cabeza, la voz de papá gritando que no debía usar nada del color prohibido para chicos. Que estaba mal. Que era porquería que ni un omega usaría. En serio que no quería. Así fue hasta que pasamos por una tienda de ropa de segunda mano y la ví. Esa remera rosa con DIVA escrito en pedrería, tan brillante que no pude resistirme.
Ya había desobedecido al escapar ¿Qué tan malo podría ser?
—Bien… ¿Seguro que ese es tu estilo amigo? Tampoco sabemos dónde ha estado eso antes —Carter arqueó una ceja y dónde esperaba encontrar el repudio al que me había acostumbrado, me sorprendió su genuino interés.
—Es brillante. Me gustan las cosas brillantes —me justifiqué, porque era la única razón que tenía. Apreté la suave tela contra mi pecho, preparado para luchar contra quien intentase quitarmela.
—¿Qué eres? ¿Un gato? —preguntó con burla antes de agitar la mano en el aire— Lo que sea. Consigue todo lo brillante que quieras, lo compraré para ti.
—¿Por qué lo haces?
Le sorprendió la pregunta, pensó un momento con los brazos cruzados en el pecho.
—Como que te ves más lindo cuando tienes algo que te gusta —concluyó.
—¡No soy lindo! —me ardía el rostro. Fue incómodo, la palabra se sentía ajena a mí.
—Tienes razón —dijo con el comienzo de una risa en su voz —. Eres más rústico… ¡Como un coyote todo mugriento!
—Tú… ¡Estúpido Carter!
No pude evitar volver a golpearlo. Al menos tuve la consideración de darle un puntapié en la rodilla. Me disculpé haciéndolo pagar por todo lo que quise comprar ¡Incluso le regalé una tanga rosa como agradecimiento!
Me pregunto si aún la tiene.
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Empuja sus caderas en un movimiento lento contra mis pies. El agua de la bañera se agita suavemente a nuestro alrededor, las burbujas suben, estallan contra mi piel y sé que comienza a perder el control.
De repente se incorpora. Me toma de los tobillos con una mano fuerte y apoya mis pies sobre sus hombros. Inclina la cabeza y besa mi tobillo derecho, sus labios se sienten húmedos y cálidos. El vapor sube y me nubla la vista.
—Demasiado provocativo para tu propio bien.
—¿Sí? ¿Qué vas a hacer al respecto?
Se inclina hacía mí y lo encuentro en el medio. Antes de que nuestros labios choquen, mi erección empuja contra su muslo y sus manos ya están viajando por mi espalda, apretando la piel enrojecida. Su lengua voraz se abre paso entre mis labios mientras me aprieta con fuerza contra su pecho. Nos besamos profundo y lento y siento su erección contra mi vientre.
—Te amo muchísimo —susurra entre besos.
—Yo también Carter. Mucho —un beso, otro más y luego otro más—. Mucho. Mucho.
Nuestras lenguas se buscan y entrelazan. Nos frotamos, nuestras vergas resbalan contra nuestros cuerpos húmedos. Quiero sentirlo más, dentro de mí. Pero no puedo separar mi boca de la suya, lo vuelvo loco al morderle el labio inferior con ternura al apartarme.
Antes de darme cuenta, se agacha para apretar y besarme el pecho. Toma mi pezón en su boca, succionando, apretandolo entre sus dientes y provocándome con la lengua. Mi pezón se endurece, víctima de sus ataques y gimo desde lo más profundo de mi pecho. Pasa al otro y succiona, lame y muerde, torturando mi piel sensible.
Deja un rastro de besos al formar un camino descendente por mi estómago, mi cuerpo, más delgado y con menos vello que el suyo se sacude levemente bajo su toque. Disfruto de cómo adora mi cuerpo en su exploración lenta y suave, hasta que me pongo alerta cuando llega a mi cintura. No es algo que suela pasar.
Aprieto su hombro en un sobresalto en el momento en que su boca aventurera encuentra mi bolas y las toma en ella. Juega y recorre mis testículos, succionandolos suavemente mientras mi miembro erecto descansa sobre su rostro. De tan solo observarlo en esta posición me siento al límite. Su lengua sube por mi pene y lo detengo al notar lo qué pretende.
—No tienes que hacerlo —le aseguro sin tener la certeza de querer que me haga caso.
—¿Por qué no? —insiste y para hacerme dudar, besa con ternura la punta escondida frente a él. Baja el prepucio y con una mano apretando mi trasero, usa la otra para masturbar la base mientras se concentra en lamer alrededor de la cabeza—. Este amiguito de aquí no opina lo mismo.
—No es un amiguito, Carter. Es mi pene.
—Es una forma de decir, no seas tan literal.
—No te gusta hacerlo.
—No estoy acostumbrado, eso es todo ¿Nos vas a seguir negando el placer de que te la chupe o tienes más excusas?
—No se me ocurre ninguna más.
—Gracias al cielo —lame la punta y prueba el líquido preseminal. Sus labios se cierran alrededor de ella y tengo que apoyar la mano libre en los azulejos para evitar que me fallen las piernas.
Incluso si no es perfecto, con su lengua algo torpe en la manera en que parece imitar que chupa un dulce, y se ahoga más de lo que debería al llevarla más al fondo, hay algo demasiado atractivo en verlo esforzarse por hacerme sentir bien. Retiro la mano sobre su hombro para acariciar su cabello corto. Le aparto el flequillo mojado de la frente y Carter me devuelve la mirada. Encontrar que sus ojos azul profundo comienzan a lagrimear por el esfuerzo y la falta de aire me quita el aliento y provoca que mi pene palpite y se endurezca aún más en su interior, si es acaso posible.
—Se siente bien, muy caliente —elogio entre acaricias a su cabello—. No te fuerces tanto, lo estás haciendo muy bien.
Lo siento vibrar de alegría alrededor de mí y me recuerda a nuestras primeras veces juntos, torpes y exploratorias. Cierro los ojos y hago vibrar nuestro lazo para hacerle llegar lo bien que me hace sentir. Responde con la misma intensidad y quisiera volver a besarlo, pero no quiero apartarlo de mi pene cuando está tan contento con él.
Sin poder evitarlo, me arriesgo a empujar un poco más hondo. Su cara comienza a volverse roja y se atraganta y atraganta al intentar extenderlo por su garganta sin experiencia. Sus labios rosados casi llegan a la base cuando siento la punta tocar el fondo de su garganta cálida y gimo de placer. La escupe rápidamente, tosiendo y luchando por recuperar el aliento.
Con algo de culpa, lo ayudo a ponerse de pie, mientras recupera la compostura. Beso su cuello y bajo por los grandes músculos de su pecho, disfrutando de los vellos que allí me hacen cosquillas en la nariz.
—Lo siento. Aun soy malo en esto —murmura contra mi odio y enseguida lo atraigo hacía mí para besarlo de nuevo.
—No te disculpes —le pido, porque aunque no lo demuestre, sé que Carter a veces puede ser el más inseguro de los dos—. Estuvo buenísimo, estuviste genial.
Con el rostro rojo, aparta la mirada hacia la pared y se acaricia la garganta. Carraspea un par de veces antes de responder.
—Bueno ¿Qué remedio? Si te gustó tanto, supongo que puedo volver a hacerlo… Algún día.
El pene de Carter también tiene una opinión que dar. Una dura, larga y venosa opinión que me asegura que no será la última vez que me la chupen. Pero en este momento, tengo hambre de algo más.
—¿Sabes qué quiero hacer ahora? —sujeto su erección en mi mano y le doy un par de caricias.
—Dime.
—Quiero que me folles, Carter.
Su verga salta y derrama gotas de líquido transparente que atrapo entre mis dedos. Me los llevo a la boca, disfruto del sabor y parece que la vista realmente lo afecta, porque enseguida la balanza de mando vuelve a cambiar.
—¿Sí? ¿Quieres que la meta? ¿Quieres que me corra dentro de tí?
—Hasta la última gota. Me limpié para ti.
Un gruñido retumba en su pecho, nuestro lazo canta por la peligrosa provocación.
—Princesa guarra —insulta, provocando que mi entrada se estremezca por sus palabras—. Date la vuelta.
Apoyo las manos en el azulejo, mientras que el fondo de la bañera se siente resbaladizo bajo mis pies. Sin preámbulos, Carter mete tres dedos en mi boca.
—Ya sabes qué hacer—ordena.
Mis labios se cierran con fuerza, obedientes. Lamo y saboreo lo salado de su piel. Lo hago como a él le gusta, con la saliva y la presión justa. Ahueco las mejillas mientras presiono el culo contra su miembro, tentándolo. Chupo hasta que decide que están lo suficientemente húmedos y los dirige a mi ano.
Acaricia la zona alrededor un par de veces antes de presionar uno. Me concentro en respirar para alejar la incomodidad que me genera el intruso que explora y acaricia mi interior. Cuando lo siente conveniente, mete otro más y luego otro.
—Qué agujero tan ansioso, se abre hermosamente para recibir mi verga —presiona más profundo, preparándome para ser cogido.
—Sí —es la manera en que hace tijeras, en qué los gira y los saca y los vuelve a meter que me hace enloquecer—. Apúrate.
—¿Cómo se pide?
No me reprimo al gemir cuando llega a ese punto que me hace ver las estrellas. Consciente de lo qué provoca, se esmera a fondo en jugar con mi entrada, obligandome a separar un poco más las piernas para seguir disfrutando del masaje que envía ondas placenteras a mi pene cuando curva los dedos y golpea con ferocidad el manojo de nervios en mi interior.
—¡Por favor! ¡Ah~! Por favor, Carter quiero que me folles. Te necesito —no debería ser tan sensible, mi cuerpo no debería estar acostumbrado a esto, pero él sabe cómo encenderme—. Ngh... Vamos. Metelo ya.
—Lo que mi princesa pida —me irrita su burla y lo siento escupir sobre mi agujero.
—Deja de llamarme- ¡Ah~!
Con un empujón, se hunde hasta la base, me quita el aliento y casi me hace perder el equilibrio en el agua. Soporto la deliciosa quemadura. Es incómodo por unos instantes, luego se transforma es un estiramiento dulce.
Me sujeta con fuerza, con su cuerpo sudado pegado a mi espalda. Espera unos segundos antes de comenzar a moverse lento, se retira unos centímetros antes de volver a entrar. Es tan cálido, que gruesas gotas de sudor comienzan a caer por mi frente, nuca y espalda. Con una mano sujeta mi cintura y con la otra presiona mi pecho para asegurarse que no caiga al agua caliente, que en este punto ni siquiera se compara al calor de nuestros cuerpos.
—Me- Me encanta que siempre estés tan apretado para mí, no tienes idea —jadea contra mi oído, el roce de su aliento me hace temblar y lo siento palpitar dentro.
Vuelvo a perder el aire cuando lo saca un poco y vuelve a entrar. Sus embestidas lentas y cuidadas me hacen perder el control.
—¡Carter más fuerte! ¡Más fuerte!
—Sé que te gusta, pero no grites tan alto. El baño no es a prueba de ruido.
La mano en mi pecho me tapa la boca con un agarre firme y enseguida es humedecida por mi saliva.
—Perdona, pero la habitación de Kelly está cerca. No queremos molestarlo de nuevo ¿Verdad? —su voz es un ronroneo bajo, divertido.
Hace calor. El aire es denso y se vuelve difícil respirar.
Acelera el ritmo, agitándose contra mi próstata en cada embestida. Se siente tan bien, esa presión interna que me vacía la mente de todo lo demás.
Seguro que su hermano ya sabe lo que estamos haciendo. Debe poder oír cada jadeo, cada golpe amortiguado.
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—Ah~. Ah —se quejó Kelly agitando la piernas. Mi vista se centraba en el helado derritiéndose entre sus dedos—. Hombre, no tengo idea de qué hacer con mi vida este año. Creí que sería más fácil al terminar la escuela, pero me lo paso estudiando lo que papá me da para ayudar a Joe, y te aseguro que- ¡Mierda! ¡Me manché la ropa!
Estábamos sentados, comiendo paletas de helado en el porche trasero de la casa, con la esperanza de que algo de sombra y aire fresco nos salvara del calor. El sol de la tarde se filtraba entre las hojas de los árboles, dejando motas de luz en el suelo de madera. Podía sentir a Robbie vigilándonos desde adentro, y seguro que el beta también. El verano estaba por terminar, Carter había vuelto a la universidad. Sin él alrededor, todo se sentía más silencioso y aburrido.
Había llegado a creer que viviría con papá por siempre, por lo que también había dejado de preguntarme qué haría con mi vida. No tenía estudios. Había terminado la primaria cuando él me sacó de la escuela para tomar clases en casa, para que no fuera ‘corrompido'. Aunque eso no se lo dije.
—¿Sólo la primaría? —con una servilleta intentó limpiar la mancha naranja de la playera, pero solo consiguió esparcirla aún más—. Esto se pondrá pegajoso. Oye ¿Por qué no empiezas por terminar la escuela? Luego puedes ver qué haces.
—A tí no te funcionó —le recuerdo.
—Uff. No se trata de mí —dijo derrotado por la mancha.
—Sí lo hace.
—Tragate tu helado, Gavin. El calor me deja con poca paciencia.
Terminé la pleta porque quería, no porque me lo ordenara. Con el aliento fresco y las axilas sudadas, me convenció de hablar con el alfa, que accedió sin problemas.
Lo más emocionante fue ir con Liz a comprar todo lo que usaría, incluso si se avergonzó porque en la tienda tuve que luchar contra una niñita por mi mochila.
Ella y el alfa me acompañaron el primer día de clases y allí, apretando con fuerza las correas de mi nueva mochila con brillos y bolsillos para poner de todo, que sin duda yo sabría usar mejor que cualquier enana llorona, el edificio de ladrillo rojo me pareció inmenso.
Las clases nocturnas son silenciosas y apenas hay personas. Mis compañeras son tres ancianas y un viejo hombre de campo. Está bien porque siempre llevan galletas, muffins y otras cosas dulces. El olor a azúcar y mantequilla llena el pequeño salón. El viejo trabaja con ganado y de vez en cuando suele llevar unas buenas costillas a la barbacoa. Él sí que sabe cómo hacer que la carne tierna se desprenda del hueso, goteando grasa y especias. La primera vez, dijeron que era porque estaba flaco y que debía comer, pero luego del primer año me siguen viendo flaco. No me quejo.
Si necesito apoyo con mis deberes, solo debo buscar a cualquiera de la manada y me ayudará, pero me gusta más hacerlos con Carter por videollamada, se pone contento cuando se los muestro, dice que está orgulloso y que soy bueno.
Y no quería nada más que eso.
Había algo en el beta que me hacía volver a él.
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Empujo contra las embestidas de mi compañero, intentando alejar todo lo que no esté relacionado con la punzada placentera en mi culo. Él debe sentirlo, que no estoy aquí del todo.
El calor de su pecho se aparta de mi espalda y mi corazón da un salto.
No te alejes.
Con ambas manos ahora plantadas en mis caderas, embiste con ferocidad, su ritmo se vuelve un compás frenético. Llega tan profundo que los gemidos se me escapan.
—¡Ah! ¡Me gusta! Agh. Sigue, sigue.
Mi espalda se arquea y mi pene se sacude intacto en el aire, tan duro y mojado que siento que no voy a durar mucho más.
Lo siento Kelly, se siente increíble la manera en que golpea mi interior. Es tan bruto que pareciera querer embarazarme.
Qué idiota. Claro que no podría. Incluso si ya han pasado meses desde aquello.
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Fue un día cualquiera de otoño, en el que Joe me llevó al bosque. Lo seguí por curiosidad, no tan interesado en lo que tuviera que decir. Con las piernas cruzadas y las manos en las rodillas, el cachorro no pudo evitar sonreír al comenzar.
—Hay alguien a quién espero conocer. Es una persona muy especial para mí. Alguien que he estado esperando por mucho tiempo.
—Ya lo sé. El alfa me lo dijo cuándo lo conocí —era a quién Thomas buscaba cuando me encontró.
Aún era un enano y debía verme hacía arriba para que nuestras miradas se encontraran. Entrecerró los ojos antes de continuar.
—Gavin ¿Crees en los compañeros destinados? —su voz era suave, pero sus palabras se sintieron pesadas— Me pregunto cómo será él.
—No estoy seguro de creer en eso ¿No serás un alfa? Seguro que es un omega.
—No me importa cuál sea su género secundario, en realidad. Lo amaré de igual modo ¿Qué hay de tí?
—¿Yo qué?
—¿Qué vas a ser?
—Ya tengo mi género secundario.
—¿De verdad? —insistió, y en ese momento entendí que no me trajo para hablar de Ox.
Aunque no pude evitar que se filtrara una vez más, el veneno en esas palabras.
“No vuelvas a decir semejante estupidez” solía decirme, “no puedes ser omega”. Y también “Después de todo… Eres defectuoso”.
Me había dejado crecer el cabello a tal punto que llegaba a la base del cuello, el flequillo me ocultó lo suficiente para que Joe casi no fuera visible. Sentí la tela de mi ropa bajo mis manos y la apreté, con una presión desagradable detrás de las costillas creciendo cada vez más.
—No debería pensar en compañeros destinados, o usar esta ropa. Ni siquiera estar aquí, Joe. No debería desear ser de otra forma.
No logré parar las palabras, se arrastraron y dejaron al descubierto todo aquello que me esforcé por dejar atrás.
—Todo lo que quiero… Es un error —murmuré apretando los dientes.
No pude ver si lo había sorprendido con lo que dije, pero me hizo notar que me tomaba en serio.
—Es por eso que quería hablar contigo. Dime ¿Puedes oírla? Una voz que se parece a la tuya y quiere lastimarte.
—Sí… —alcancé a decir.
Aún ahora no lo entiendo, pero parece que Joe también ha luchado contra algo durante mucho tiempo.
—¿Te cuento una cosa? Yo también oigo una, cuando me estreso o las cosas se ponen difíciles. Pero papá dice que no debo pensar en esas cosas, que no podemos quitarnos la carga del pasado, pero sí construir nuestro futuro ¿Y sabes qué más? Cuando iba al psicólogo, me enseñó a respirar profundo para seguir adelante, eso podría ayudar.
—Se oye muy cursi.
—Sí… Puede ser, pero… ¿No has comenzado ya?
—No… Yo…
—Tengo experiencia reprimiendo mi instinto, Gavin. No puedes engañarme con eso. Vamos, inténtalo de nuevo.
Es cierto lo que dijo, desde el día en que Thomas me encontró, todo cambió tan rápido que no me dí cuenta, yo también estaba cambiando y tenía que aceptarlo.
—Quiero ser yo mismo —confesé al fin—, sin sentirme culpable por ello ¡Pero no importa lo que quiera! Es un error ¡Vendrá por mí! ¡Él-
Mis palabras fueron cortadas al sentir la calidez de las palmas de Joe acunando mis orejas. El calor repentino hizo que se me calentara el rostro, ni siquiera supe en qué momento se acercó tanto. Su aroma se elevó hacía mí, con quince años, ya apestaba a alfa.
—¡No es un error! No está mal que uses la ropa que te gusta, tampoco desear cambiar. Nunca dejaré que pienses que es un error que estés con nosotros. Así que respira. Calla esa voz, que se vaya. Respira conmigo —pidió, y comenzó a inhalar y exhalar repetidamente.
Parecía una tontería, respirar no iba a solucionar nada. No podría cambiar el pasado, ni evitar que algún día él volviera. Tal vez por eso lo hice, porque no esperaba que pasara nada. Pero por imposible que se oyera, logré alejar esa voz.
—Una pregunta más —dijo cuando se apartó— ¿Quieres transformarte en quién deseas ser?
Joe me acompañó a hablar con el alfa. Aún es un niño, pero tiene agallas. Recuerdo haber pensado en ese momento que no me importaría seguir a alguien así.
Poco tiempo después, fue Carter el primero en decirlo.
Kelly y Mark me arrastraron a visitarlo en el campus. Debíamos llevarlo a casa y conseguir varias cosas en la ciudad. Estábamos ordenando el almuerzo en una cafetería cuando asintió con su cabeza hacia mí y ocurrió.
—Ah. Sí. Pon una orden de tocino extra para nuestro omega, por favor.
Y esa palabra nunca podrá oírse tan bien en los labios de alguien más.
La sonrisa que la camarera le dedicó a Carter desde que se acercó a nuestra mesa no tembló, terminó de anotar en su libreta y prometió volver pronto. Mark intentó ser discreto y adivinar si estaba bien que se hubiera referido a mí de esa manera, porque el resto de la manada aún estaba tratando de descubrir cómo no incomodarme. Los hermanos ya estaban en otra conversación. Y yo… No podía creer que finalmente estuviera pasando.
Sentí cosquillas en el estómago. Quería subirme a la mesa, alzar los brazos y ponerme a gritar y saltar.
El plato de Carter incluía el número de la camarera.
El tocino no estaba tan bueno.
Apenas notó el papel, lo arrugó y apartó a un lado.
De repente la comida estuvo mucho mejor.
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—¡Ah! —grito cuando su mano pesada impacta sobre mi trasero, el golpe reverbera en mi carne, enviando un latigazo de dolor que se mezcla con el placer.
—Te dije que no grites —ordena antes de volver a azotarme. El solo sonido de su palma abierta contra mi piel húmeda es tan obsceno que me hace jadear.
El dolor me trae de vuelta, me mantiene concentrado. Carter sabe hacer que las cosas molestas se vayan.
Me coge el culo con fuerza, su pelvis golpea sin piedad. El sonido de sus testículos regordetes chocando repetidamente contra mis nalgas, nuestros jadeos y gemidos provocan una melodía morbosa.
Mi cuerpo se arquea y la espalda se tensa, mis manos se aferran como pueden a la pared mientras una oleada de espasmos me recorre desde el interior.
Se aprieta contra mi espalda y arremete contra mi entrada más fuerte, rápido y profundo.
Dos…Cinco… Seis… Nueve embestidas que atraviesan mi orgasmo. Sin querer, aprieto mi interior al punto de llevar a mi compañero al límite.
—Gavin ¡Gavin! —gime en mi oído.
¿Quién es el que grita ahora?
Lanzo un grito, cada fibra de mi ser se tensa y se libera al mismo tiempo, mi orgasmo explota sin siquiera tocarme. El semen cae sobre los azulejos y se resbalan allí.
Entre tantos jadeos que ya no distingo si provienen de él o de mí, siento palpitar a Carter dentro. Libera una carga espesa y caliente.
—Te amo tanto —declara con la voz ronca y agitada. No deja de calentarme el pecho cada vez que lo hace. Toma mi barbilla y me inclina para besarnos en un lento y tierno choque de labios.
La primera vez que dijo algo parecido fue en su cama.
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Habíamos empezado a hacerlo cada vez que él volvía de visita de la universidad. Primero fueron pajas cruzadas por curiosidad. Queríamos saber qué se sentía tocar a otro hombre.
—No homo —dijo con seguridad.
Luego fueron los besos, que se volvían cada vez más largos y apasionados.
—No homo —repetía cada tanto entre beso y beso, y lo dejé hacerlo porque Carter besa muy bien.
Me dejó chuparsela. Me costó mucho acostumbrarme a respirar por la nariz y al sabor del semen, pero se ha vuelto uno de mis placeres favoritos.
—Todavía no es homo… ¿Verdad?
Un día lo convencí de que me dejara chuparle el culo.
—Hombre, estoy comenzando a pensar que esto es un poco gay.
Así descubrí otro de mis placeres favoritos.
—Uff Mierda… Esto es tan homo —dijo luego de la primera vez que me llenó el culo de semen.
—Bésame y vive con eso.
La crisis sobre su sexualidad le duró hasta que se le puso dura de nuevo.
Luego de volver a rellenarme como a un pavo, me dió toda una charla sobre que de verdad era el primer hombre con el que estaba y que era muy especial. Carter fue la primera persona con la que estaba y no era especial por eso.
Es que era él.
Lo más duro era verlo partir, las videollamadas no eran suficiente.
Fue una noche de invierno. La habitación estaba oscura y el aire denso con el olor a nuestros cuerpos desnudos despues del sexo, a sudor y semen.
—Hey. Gavin —llamó.
Estaba con los brazos cruzados detrás de la cabeza y observaba el techo. Yo permanecía recostado sobre su pecho, abrazaba su cintura con un brazo y su pierna derecha se encontraba atrapada entre las mías. Estaba por dormir, arrullado por el pum pum pum que cantaba su corazón.
—¿Qué? Déjame dormir —gruñí, hundiéndome más en su cuerpo.
Estaba agotado y las pastillas me hacían tener más sueño. Esas pequeñas cositas, blancas y redondas, pero con la probabilidad de cambiarlo todo, son todo lo que debo tomar para el tratamiento. Lo que el alfa consiguió para mí tras ver a una psicóloga y la visita al médico, gracias a la conversación con Joe.
—Me dí cuenta de algo ¿Quieres saber qué es?
—No.
—Vamos —rogó—. Es importante.
—Puede esperar a mañana —respondí antes de comenzar a pasar los dedos sobre su pezón, sin buscar estimularlo.
—Me volveré loco si tengo que esperar más tiempo.
Y puesto que no me dejaría dormir hasta que lo escuchara, tuve que aceptar.
—¿Qué pasa? —dije sin abrir los ojos.
Permaneció en silencio por lo que pareció una eternidad, pude sentirlo tensarse debajo de mí.
—¿Carter? —llamé.
Tuve que levantar la cabeza y me encontré con que él ya me estaba observando.
—Creo que me gustas… Mucho.
La frase me golpeó como un puñetazo con la fuerza suficiente para dejarme sin aliento. Mis ojos se abrieron de golpe, el pum pum pum, antes cómodo, de repente se volvió ensordecedor.
—Lo siento —dijo asustado, antes de sentarse y por inercia, moverme de encima suyo—. Olvida lo que dije ¿Está bien? Lo arruiné.
—¡No! Eso- Eso es —balbuceé sin sentido alguno, con la respiración agitada y fuego en el pecho.
—Es como… Me gusta mucho estar contigo. Podrías pedirme lo que sea, hacerme lo que quieras y te lo permitiría… Excepto cuando me arañas tan fuerte, me gusta, pero no creo que me acostumbre.
—Carter… Estúpido—solté, fue lo único que pude pronunciar para no ponerme a reír de felicidad.
—¡¿Eh?! ¿No vas a decirme si te gusto también? —preguntó expectante.
—Jodete —le dije con una sonrisa.
—Qué malo —se quejó en un intento de seguir el chiste, pero me esquivó la mirada, sus labios se fruncieron y se encogió de hombros.
Aunque le guste hacerse el chulo, es puro sentimiento.
Me senté sobre sus piernas y lo abrace con fuerza. Quería fundirme con él, volvernos uno y que sintiera todo lo que me era difícil expresar con palabras.
Aun así, estoy seguro de que él ya lo sabía. Había algo más que un ‘me gustas’ por decir, pero aún era muy pronto para ambos.
Cerré los ojos de nuevo y disfruté de que me devolviera el abrazo.
—Tú también me gustas —susurré bajito contra su oreja.
Solo entonces se relajó y dejó de tener miedo. El mío apenas comenzaba.
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La pesadez tras el orgasmo se asienta en mis músculos y me siento demasiado cansado como para hacer nada.
Con los dedos arrugados, nos relajamos en el agua un poco más. Me recuesto contra su pecho para sentir los tambores pum pum pum, mientras Carter me aparta el cabello del rostro y me regala ligeros besos en la frente.
Con paciencia y suavidad, enjabona y lava mi cuerpo, prestando especial atención a mi interior. Al llegar a mi pelo, sus largos dedos lo masajean, mientras que el aroma de champú de fresa me invade la nariz. Ya que se ha portado como un campeón, le retribuyo de la misma manera.
Sale primero de la bañera cuando termino, el agua gotea de su figura y tengo que resistirme a seguir las gotas con los dedos.
Sin mediar palabra, se seca rápido y se viste con un boxer negro ajustado que no durará mucho tiempo puesto. Me toma de las manos para ayudarme a salir del agua y pasa otra toalla por cada curva de mi cuerpo.
El aire caliente de la secadora de pelo me deja somnoliento para cuando me pasa el pantalón corto rosado que sabe que me gusta y una remera negra sin mangas suya.
Me cepillo los dientes frente al espejo y Carter me rodea la cintura por detrás, apoya la barbilla en mi hombro. Mientras roza besos sobre la cicatriz blanca con tintes rosados que forma su marca de reclamo, nuestras miradas se encuentran en el reflejo.
—¿Qué miras? —pregunto con el sabor a menta en la boca.
—Por muchos años me la pasé de cama en cama, sin nadie que me importara realmente. Se siente bien amarte, ser amado de esta manera. Se siente bien ser tuyo.
—Mi Carter.
—Tuyo
—Mio.
—Tuyo.
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Un año antes de mi llegada, Thomas, Elizabeth y Joe volvieron de un viaje con un omega de nombre Robbie. Un tipo amable y respetuoso con todos.
Omega.
Como no podía ser de otra forma, arruiné su primer intento por formar una atadura.
Terminé bien mi primer año de secundaria, incluso nos reunimos con mis compañeros a comer un par de veces. Para ese entonces ya todo el pueblo sabía de mi cambio, hubo algunas miradas y palabras groseras, pero nadie se lo tomó realmente mal. De cualquier modo, no es que pudieran hacerme algo, mi manada de inmediato se encargaría de quién quisiera molestarme.
No me obligaron a ocultarme en casa, ni me culparon por ser yo mismo. Ser protegido de esa manera… Que reclamen en público que soy intocable… Aún no me acostumbraba a ser tan especial para alguien.
Carter estaba de vuelta para las vacaciones de verano y planeaba holgazanear y tener sexo todos los días. Había comenzado a ocupar su habitación todo el tiempo, así que la mía era ya un armario. No sé si él habló con los demás sobre si teníamos… Algo, pero teníamos algo, solo que no tenía nombre, así que le puse novios. Al decírselo me besó y no dejó de decirlo.
—Papá, papá ¿Ya viste las calificaciones de Gavin? Mi novio es asombroso.
—Mueve el culo Joe, quiero sentarme con mi novio.
—Gracias por el cambio de hormonas para mi novio, doctora, que tenga una feliz navidad.
—¡Disculpe! Pedí doble ración de tocino para mi novio… Oye Gavin, no estoy seguro de que sea bueno para la salud ¿Tienen ensalada?
Estábamos tan bien que me confié. El pasado no se olvida, el cuerpo no olvida. Tal vez por eso no puede evitar reaccionar de un momento a otro. Apenas un roce de Robbie fue suficiente para encender una alarma en mi cabeza.
Para ese entonces ya podía sentir los lazos de casi todos, como cuerdas tirando de mí, cantando pensamientos, llamándome suyo y susurrando amor.
Incluso Gordo ya estaba allí, aunque aún no me atrevo a oirlo.
—¡No me toques! —grité al empujarlo por intentar tomarme de la mano para dejar su aroma en mí.
No… No me enojé por eso, fue porque es algo que yo no puedo hacer por nadie.
Cuando su expresión de sorpresa pasó al miedo, me sentí desagradable. Carter me arrastró a nuestra habitación, listo para regañarme por lo que hice. Pero no iba a dejarme. Forcejee y traté de que mis pies no tropezaran entre sí al subir las escaleras, no podía dejar de culparlo.
Por tener ese cuerpo.
Por tener aroma.
Por ser…
—¡Oye! Entiendo que quieras tu espacio ¿Pero tenías que ser un cretino?
—¡Vete con él!
—¿Qué?
—¡Te puede dar lo que yo no! ¡No puedo! —le solté al entrar, girándome, con la voz áspera.
Estábamos tan bien hace un momento, pero en ese instante quería que desapareciera y me dejara en paz. Era mejor así. Nunca había pedido a alguien como él en mi vida. No era mi intención llegar a quererlo tanto.
—¿Te estás escuchando? ¡No digas estupideces! —exigió sujetándome por los hombros.
—¡Suéltame! —me removí, intentando zafarme de su agarre.
—No.
—¡Suéltame! —la desesperación crecía en mi pecho.
La posibilidad de que pudiera dejarme algún día me asustaba tanto, que estuve dispuesto a perderlo.
—¡No te pienso soltar hasta que me escuches! ¿Piensas que por ser un omega me lo voy a tirar? ¿Qué tienes en la cabeza? Te dije que me gustas. ¡Te quiero a ti! —sus palabras me golpearon, fuertes, sin espacio para la réplica. Su agarre no flaqueó. Su aliento se sentía caliente en mi cara.
Era demasiado .
—Debería irme.
—¿Qué?
—No soy bueno para ti, ni para los demás. Yo…
Él me había arruinado, y sentí que yo los arruinaría a todos tarde o temprano.
—¿Por qué sigues diciendo esas cosas? ¿De dónde vienen esas ideas? Dímelo y lo arreglaré, lo prometo. Pero no te vas a ir a ninguna parte.
—No sabes… No sabes… Yo…
“—Después de todo… Eres defectuoso”
Era la voz, de nuevo había aparecido para taladrar mi cabeza.
Tomé aire y respiré despacio. Adentro y afuera. Carter estaba preocupado, pero necesitaba hacerlo. Adentro y afuera.
Tenía que sacarlo todo.
Fue entonces que le dije. Dónde y cómo viví todo ese tiempo. Por qué accedí a venir con su papá. Por qué me costaba leer. Por qué odiaba mi ropa anterior. Cómo me trató Robert. Le hablé de todo aquello que solo los mayores de la manada y Joe sabían, de todo aquello que había prometido no contarle a nadie. Él guardó silencio y me escuchó con atención. En algún momento, acabamos sentados en el suelo, con la espalda apoyada a la pared. No me detuve hasta escupirlo todo.
—Mierda… Eso… Sí que es jodido.
—Vete —pedí antes de que él decidiera levantarse y decir que era demasiado con lo qué lidiar, o que me dedicara una mirada de lástima y un par de palmadas en el hombro.
—¿Disculpa?
—¡Que te vayas!
—Oye… No puedes pedirme que te deje solo ahora.
—Entonces me iré yo.
—¡Espera! No te vayas. Escuchame. Para mí, eres Gavin ¿De acuerdo? El mismo tipo con un gusto por la moda muy específico y una una preocupante adicción al tocino. El único hombre que cuando se enoja es tan grosero y amargado que podría rivalizar con Gordo. El mismo cochino degenerado que-
—¡¿Se supone que tratas de consolarme?!
—Lo que intento decir, es que no puedo dejar de pensar en tí, en querer cuidarte. Excepto por mis hermanos, nunca antes había sentido tanto miedo. Me hace muy feliz cuando estamos juntos y me pongo ansioso cuando nos alejamos y no puedo verte o tocarte. Nunca tuve que luchar tanto para tranquilizar una atadura. Cada vez que me voy, sólo quiero volver y… Y…
—Y… ¿Qué?
—No me importa tu pasado, no porque no me interese o no sea importante, sino porque sólo quiero estar contigo. No voy a justificar lo que Robert hizo, tampoco perdonarlo, pero no permitiré que nos arruine esto. Quiero elegir estar con la persona que quiero, quien se encuentra frente a mí, mí Gavin.
—¿Qué me hiciste? Jajaja —reí entre la sorpresa y la confusión. Me llevé una mano a la cabeza y tiré del cabello— ¿Qué es esto? ¿Qué diablos estamos haciendo?
Él no estaba mejor, su sonrisa tembló y se veía cansado.
—Dímelo tú, mi cabeza ha sido un infierno desde que te conocí.
—¿Crees que seamos compañeros destinados? —mi mente intentaba darle algún sentido a todo, a esa intensidad que me abrumaba, a esa necesidad de Carter que no lograba saciar.
—¿Qué? Oh… Joe —bufó con una risa áspera—. Mira, no sé si eso exista, pero me parece bien, si el jodido destino quiso que nos conociéramos, entonces no lucharé contra él ¿Qué me dices? ¿Quieres ser mi lindo compañero destinado?
Su mano se deslizó hasta mi mejilla, donde sus dedos me rozaron con una suavidad que me desarmó y sus ojos me suplicaban una respuesta.
—¿Me dejarás amarte, mi omega?
—¿Lo dices en serio? —la sola idea sonaba tan aterradora como emocionante— ¿Ser compañeros…?
—No te puedo anudar, ni hacerte una mordida tan grande como la de un alfa, pero te prometo que haré que te corras sobre mi pene hasta que te tiemblen las piernas y que te dejaré la marca de apareamiento más bonita del mundo.
—Estúpido Carter —solté con una risita.
—Pero soy tu estúpido Carter ¿No es así?
—Sí. Mío.
—Tuyo… ¡Oh cierto! Sobre Robbie…
—¡Fue un accidente! No quise hacer eso.
—Me lo imaginé. Discúlpate luego con él. El tipo intentaba ser amable—dijo con una sonrisa extendiéndose por su rostro.
—Está bien.
—Bien.
—¿Carter?
—¿Mhm?
—Marcame.
Estoy seguro de que lo sabías desde antes de que te lo dijera. Incluso si dijimos ‘me gustas’ en lugar de ‘te amo’ ese día, ya estábamos enamorados. Nos marcamos el uno al otro y dijimos ‘te amo’ tantas veces que perdí la cuenta, nuestra voz estaba ronca y las palabras habían perdido su significado, así que hicimos cantar nuestro lazo en manadacompañeroamor… Amor.
El sexo fue más que lujuria, más que pasión, estabamos sedientos y al desgarrar la piel del otro bajo la fuerza de nuestros dientes hasta saborear la sangre pudimos sasiarnos.
Sabíamos a qué nos íbamos a enfrentar al bajar la escalera al día siguiente.
Con la cabeza en alto, el dolor punzante en nuestros cuellos y nuestras manos entrelazadas, aceptamos que el alfa nos reprochara por hacerlo sin seguir la tradición del cortejo.
Y nos regaló un viaje a dónde quisiéramos, solo para nosotros dos.
Aguantamos los suspiros de su omega por sentirse vieja mientras nos curaba las heridas. Tuve que contenerme para no sobresaltarme, porque tocó la marca, única y especial que Carter hizo para mí. Fue cuidadosa, prometiendo que solamente se aseguraba de que no se infectara.
Joe parecía más feliz que nosotros. Saltó por todos lados, gritando que éramos compañeros destinados y siempre lo supo; preguntó cómo se sentía y rogó que mejor no le dijéramos, que esperaría a descubrirlo él mismo. Al decir eso dejó de saltar y su sonrisa siguió ahí, aunque se opacó un poco.
Y creo que deberá esperar un poco más.
Gordo y Mark nos felicitaron, incluso si fue incómodo para mi hermano y para mí, su felicidad era genuina.
Tomé en serio las palabras de Kelly de querer cuidarnos más que nunca y que contábamos con su apoyo para todo. También lo ignoré a medias cuando nos pidió, por favor, que no seamos tan ruidosos cada vez que nos apareamos.
Carter prometió esforzarse mucho más con su carrera, para volver pronto a casa y poder estar juntos.
En algún momento del día, aparté a Robbie para disculparme, y no me arrepiento de haberlo hecho, es un poco tonto, pero nos llevamos bien. Ha ocurrido muy pocas veces, pero si está de humor y armó uno, incluso me deja entrar en su nido durante su celo. Nos la pasamos comiendo y durmiendo durante días.
Cuando la conmoción se calmó, el alfa nos llevó al bosque junto con Joe, porque quería que presenciara cuando recibimos lobos de piedra que debíamos intercambiar, e intentó narrarnos una historia, aunque Joe lo interrumpió diciendo que sabía cuál historía sería y quería contarla él, pero lo hizo callar. Mi compañero también la conocía, pero no por eso prestó menos atención. Al final de la narración del alfa, quedé asombrado y no pude dejar de pensar en lobos…
En la luna…
En los lazos…
—Quiero dejar algo en claro, alfa. Gavin es mi compañero. A partir de ahora, debo saber todo sobre Robert Livingstone, o cualquier otra cosa que lo pueda afectar, debo saberlo y tener voz para opinar ¿De acuerdo?
—Por supuesto —el alfa no se vio intimidado—. Y reconozco que me tranquiliza que lo hayas tomado tan bien.
—Pues deberías darle la oportunidad a los demás, tal vez te sorprendan —desafió al alfa tan abiertamente, que por un segundo temí que las cosas pudieran ir mal— ¿De acuerdo, Joe?
—Uh. Sí —la confusión bailó en el rostro del hermano más joven, indeciso de apoyar a su hermano o reñirle por hablarle así al alfa.
Por mi parte, no pude dejar de pensar en qué amo a Carter, ¿Y qué si no hubo un cortejo? No lo necesitábamos. Hacemos nuestras propias reglas, porque somos compañeros destinados y eso es algo bueno. Lo amo por ser él, mi persona especial. Por amarme cómo soy. Por ser nosotros.
Las vacaciones eventualmente terminarían y Carter volvería a irse. Prometimos dar lo mejor de nosotros para que la distancia no sea más larga de lo necesario y volver a vernos pronto. Pero el regreso de alguien retrasó eso. Ox estaba de vuelta.
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—¿Vas a decirme qué te tiene tan distraído?
Ya acostados, tal vez sea el baño, tal vez sea la follada que me dió, pero estoy demasiado cansado cómo para seguir huyendo.
—El alfa nos ordenó no hablarle de papá a Ox.
—Sí… Creo que en esta manada se ha vuelto un mal hábito guardar las cosas bajo la alfombra.
—No me importa. Pero Ox no me deja en paz. No quiero recordarlo cada vez que lo veo. Es mi culpa que-
—No tienes la culpa de nada ¿Está bien? —interrumpe— Te lo diré las veces que hagan falta para que se te grabe en la cabeza. Gordo tampoco, no tienen que cargar con eso.
—Y sigue siendo un omega.
—Gavin… No lo puedes culpar por eso.
—No lo entiendes. Odio haber nacido de esta manera. Quisiera…
—Recuerda lo que dijo la doctora. Hay que ser pacientes, no ocurrirá de la noche a la mañana —me aprieta fuerte contra su cuerpo y lo dejo continuar—. Y aunque digas que odias cómo naciste, yo te conocí y me enamoré de ti así. Eres mi omega ¿Sabes qué? Ni siquiera tienes que esperar a completar el tratamiento para hacer cosas como perfumarme, puedes orinarme encima, te aseguro que todos lo notaran.
—¿En serio?
—Bueno… Si me dejas hacerlo también…
—¡Eso no!
—Jajaja. Sabes que es en serio. Eres mi lindo omega.
—¿Y si nunca podemos hacer cosas como tener hijos?
—No creo que nos cansemos de intentarlo.
—¿Pero y si no sucede?
—Déjame ver… Hay otras opciones. Podemos adoptar, alquilar un vientre. Tambíen tenemos otros omegas en la manada, podríamos embarazarlos.
—Seguro te mueres por pedírselo a Ox.
—¿Te imaginas a ese gigante embarazado? Se chocaría con todo.
—Y Robbie no podría verse los pies —río con la imagen de ambos omegas torpes y panzones rodando y rebotando por ahí.
—Oh. Ahí está. Esa es la sonrisa que me gusta. Ahora, no voy a pedirte que te olvides de todo o que lo escondas, hablarlo fue lo mejor para nosotros, pero creo que deberías darle una oportunidad a Ox, él te quiere.
—No me conoce.
—Pues no ha dejado de intentar acercarse a tí a través de todo lo que te gusta.
—No le pedí que lo hiciera.
—¿Y tú lo conoces?
—No —reconozco ya cansado de la conversación.
Me toma por la cintura para acercarme más y mete las manos debajo del pantalón. Acuna y aprieta mis nalgas mientras restriega nuestras entrepiernas.
Sé lo qué haces…
—Al menos intentalo y si sientes que no funciona, quizas lo puedan hablar para que las cosas no queden mal entre ustedes —ruega en un susurro mientras deja besos en mi cuello—. Piensa en todo lo que nos podríamos divertir juntos .
Y está funcionando ¡Maldición!
—¿Joe nos dejará tocarlo antes que él?
—Mmm ya veremos… Ya veremos. También tenemos a Robbie ¿Y no te gustaría también hacer algo con Kelly y conmigo?
Continúa frotando hasta el punto en que mi erección moja la tela. Las morbosas imágenes juegan con mi imaginación.
—Tsk. De acuerdo… Voy a intentar —elijo rendirme.
—¡Así me gusta! Y ya que estás en eso, acércate un poco más a Gordo también ¿Quieres?
—¡¿Qué?! ¡No! —grito cuando me arranca del momento. Me aparto para verle el rostro y confirmar si habla en serio.
—No seas malo —pide con un puchero— Seguro que le gustara que lo celes un poco.
—¡Que se queden juntos, no me importa! ¿Me oíste?
—No. No escucho nada —cierra los ojos y se recuesta en la almohada, sin sacar las manos de mi trasero—. Ya estoy dormido.
—¡Estúpido Carter!
—Amas a este estúpido.
—¡Ah! ¿Eso sí escuchas? Sí. Te amo, carajo.
¿Cómo podría no hacerlo? Gracias a él y a la manada es que pude volver a tener una vida.
Si las cosas hubieran sido diferentes… Me preguntó si papá alguna vez fue feliz aquí.
Nunca lo amé, ni lo odié, pero sí que le temía. Aún lo hago.
Notes:
Como siempre, espero hayan disfrutado. Me pregunto si alguien ya entendió qué le sucede a Gavin, podría ser un poco controversial, pero me pareció interesante de explorar.
También pido disculpas por la larga espera, tenía pensado publicar hace varias semanas, pero graves asuntos de salud de un familiar cercano me han tenido bastante ocupado, y aunque las cosas no se han resuelto, he trabajado mucho en la historia.
Nos leemos en el siguiente capítulo! 🐺🐾🐾❤️
Chapter 14: Al final de la primavera/ Gavin en flor
Notes:
Pueden revisar línea de tiempo al final del capítulo si lo creen necesario.
Soy mi propio lector beta, por lo que cualquier detalle a señalar es bien recibido. Sé que también hay personas que me leen con el traductor, espero que no haya desastres, sobre todo en los tiempor verbales (cruzo los dedos)
Les deseo una buena lectura.
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Nunca pude amar u odiar a papá. Pero sí que le temía.
No volvió a mi vida hasta que cumplí seis años. Se presentó tan bondadoso y amable frente a mis padres del hogar de acogida. Prometió amarme y cuidarme. Le creí y ellos también. Me despedí de ellos y de los otros niños allí entre lágrimas y mocos, asegurando que iría a visitarlos a menudo. Pero no volvimos.
Nos mudamos a un pueblo lejano, fuí a una escuela allí y terminé la primaria. Papá era extraño, pero me trató bien, al menos así fue hasta que comencé a cuestionar qué significa tener un género secundario. Su respuesta fue mudarnos a una gran casa en medio de la nada, donde me encerró por nueve años.
En esa vivienda rodeada de árboles, bordeada por una alta reja negra y lejos de cualquier ciudad, aprendí algunas cosas. Aprendí a callarme y sonreír cuando la gente de servicio infantil venía de visita, a apartar la mirada cuando les daba un sobre gordo que siempre aceptaban si preguntaban por qué no iba a la escuela. También aprendí a quedarme en mi cuarto cuando papá recibía visitas, las pocas veces que ocurría.
Dijo haber estado atrapado en una manada, con una compañera falsa, dominado por el alfa y que por eso no pudo criarme. Porque afuera es peligroso, los alfas y los omegas son manipuladores, unos necesitados y no dudarán en lastimar a quién sea que vaya en su contra. Por esa razón nosotros no debíamos necesitarlos. Decía que a causa de eso mamá fue asesinada por esa compañera a mis pocos meses de nacido. Por eso tuvo que irse hasta que fuera seguro buscarme.
Siempre sintió la necesidad de decir muchas cosas al respecto.
—Las manadas no son buenas, Gavin. Sirven para que el alfa domine a los demás y los use a su antojo. Los omegas seducen, los alfas controlan y se aprovechan de los betas. Solo nosotros somos sinceros.
Con la mirada perdida y la voz cargada de resentimiento murmuraba, otras gritaba, a veces pasaba días en silencio.
—Son prisiones perfumadas. Quiénes viven en ellas se vuelven egoístas, se cierran a otras personas y se pudren por dentro.
—Por su culpa no pude amarla. Pero me encargué de eso. Ya se terminó.
—Tenemos que estar juntos. Gavin, mi pobre niño, solo me tienes a mí.
—¿Y mis amigos? ¿Cuándo puedo ir a verlos? —solía preguntar.
—Ya iremos.
—Los extraño ¿Cuándo podemos ir?
—Ya iremos.
A pesar de que en la escuela y en la televisión ví otras cosas, traté de ser obediente, él era todo lo que me quedaba en el mundo. Incluso si mi mente estaba sucia, contaminada por deseos que no debía tener.
—Gavin, esos no son colores para un niño.
—No. No podemos ir de vacaciones, aquí estamos a salvo.
—Te dije que no vieras ese programa, son para omegas tontos… ¡Se rompió el televisor! ¡No funciona más!
—¡Mira lo que me hiciste hacer! ¡No me gusta pegarte, pero parece que te gusta portarte mal!
Con los años se volvió peor. Sentía su mirada clavada en mi espalda, incluso cuando no estaba allí. Cada día se volvía tan asfixiante que era cómo tener una mano en el cuello en todo momento.
Había empezado a dudar…
Intenté escapar a los quince años. Fuí en busca de las casas de mis amigos de la escuela.
Me preguntaba si tal vez habría algo mejor para mí allá afuera…
Les pediría a sus padres que me dejarán vivir con ellos. Sería bueno y me portaría bien.
Un lugar donde no fuera doloroso estar…
Corrí y cuando me cansé, caminé. Me tomó horas llegar al final del bosque.
Un lugar dónde ser yo mismo no fuera algo malo.
Apenas logré divisar una carretera cuando me atrapó. Gritar y luchar fue inutil.
Al volver a casa, me dejó el rostro hinchado y el estómago adolorido tras darme la que prometía ser la menor de las palizas si volvía a intentar huir. Entonces entendí que papá no era tan bueno, que los alfas, betas y omegas fuera de las rejas podrían no ser tan peligrosos cómo aseguraba y que manada debía significar algo distinto.
—Después de todo… Eres defectuoso.
Comencé a odiar verme en los espejos y a sentirme culpable por querer algo más, por desear ser diferente.
Los días y luego los meses y luego los años pasarón y nada cambió. Era como un reloj averiado, mi tiempo se había detenido. Hasta que Thomas Bennett apareció.
A inicios de primavera, sentado sobre la base de un árbol cortado, en vano intentaba resolver problemas de matemáticas que solo me hacían doler la cabeza. A mis veinte años, aún me costaba mucho aprender y estaba atrasado.
Mordía mi lápiz mientras me rascaba la cabeza, luchando por entender lo que mis ojos veían sobre el cuadernillo escolar. Era un día cualquiera, y de pronto no lo fue.
—Oye. Oye —llamó un árbol detrás de la reja.
Y tampoco era bueno en biología, pero sabía que los árboles no hablaban, al menos no con palabras.
Me acerqué con curiosidad, hasta que a mi vista estaba un hombre grande. Tan alto y ancho que podría tapar el sol.
Su aroma me quemó la nariz, incluso si no debería sentirlo tanto.
—¿Puedes guardar un secreto?
Se sintió demasiado bien hablar por fin con alguien más, algo que papá odiaría.
Dijo llamarse Thomas, ser el alfa de una manada en un pueblo lejano, estar buscando a alguien, y que en el camino me encontró a mí.
Era el hijo del hombre de la historia. El hijo del alfa del que papá se encargó.
Aunque debería haber corrido con papá, gritar por auxilio, algo me hizo desear quedarme con él.
Preguntó por papá. Me contó sobre un hermano al que desconocía y su versión de la historia.
Aunque no le creí tan fácil.
—La mamá de…
—Gordo.
—¿De verdad mató a la mía?
—Sí... Fue un lamentable accidente que no pudimos prever. Ella tenía muchos problemas aquí —dijo señalando su cabeza y luego su corazón—. Y aquí.
—Pero papá no pudo haber hecho lo que dices. Algo así…
—A veces, las personas que más cerca tenemos son las que más nos sorprenden.
—¿Vas a matarlo?
—He visto lo que la venganza puede hacerle a una persona, sin mencionar que lastimaría a muchas otras si lo hiciera. Mientras no sea una amenaza, no lo haré.
—¿Vas a hacerme daño?
—¡Gavin! —grito papá a lo lejos— ¡¿Dónde estás?!
Al volver a ver a Thomas, ya no estaba.
Todo empezó en aquel momento. Las manecillas de ese reloj averiado, comenzaron a temblar.
Aquello desconocido que me hizo quedarme a hablar con él, también me impulsó a esconder lo que había sucedido.
Esa noche no conseguí dormir, con sus palabras dando vueltas por mi cabeza, me fue difícil aceptar que el hombre que me crió pudo hacer algo como lo que dijo.
Es mentira, no me costó tanto creerle.
Nervioso, me senté en el tronco cortado al día siguiente, a la espera de volver a ver a ese alfa. Pero no apareció. Tampoco al segundo día. Ni al tercero.
—¿Eres feliz aquí? —escuché venir del árbol cuando comenzaba a creer que todo había ocurrido en mi imaginación.
Nadie me había preguntado eso antes.
—Sí —respondí.
No, pensé.
Enseguida me arrepentí de mentirle, pero no tuve el valor de aclararlo.
—No quiero lastimarte —dijo respondiendo a mi pregunta anterior—. Hablé con mi manada sobre tí y accedieron a aceptarte en ella. Pero no pueden saber lo que Robert ha hecho, los mayores lo saben porque lo vivieron y el futuro alfa también, porque tomará mi lugar algún día, pero solo ellos.
—¡No soy cómo él!
—Creeme, no te pediría esto si creyera que lo eres. Pero nos ha lastimado demasiado, y nunca obtuvimos justicia. Preferiría que no tuvieras que cargar con eso.
Me pidió que le prestara algo para anotar, así que arranqué un pequeño pedazo de papel de la última página de mi libro de geografía. Me acerqué a la reja con pasos cuidadosos, atento a cualquier movimiento brusco. Con el papel y un lápiz entre los dedos, mi mano atravesó la reja. Él se movió lento y sin titubear hasta que los alcanzó. Escribió un número y me lo dió junto a lo demás.
—Si algún día quieres conocer a tu hermano, unirte a mi manada o solo irte de aquí, llamame. Vendré por tí, pero tienes que prometer que esto quedará entre nosotros.
—Lo prometo, pero cuéntame más —rogé sujetándome a los barrotes de hierro—. Quiero saber más sobre los alfas, los betas y los omegas y las manadas.
—Has estado mucho tiempo en este lugar, descúbrelo por tí mismo.
—¿Por qué harías algo así por mí? Después de todo lo que él hizo ¿Cómo puedes verme a la cara y no querer matarme?
Mis preguntas no lo sorprendieron. Su mano atravesó la reja para acariciar mi cabello con tanta suavidad, que sentí derretirme ahí mismo.
—Alguna vez Robert fue manada, pero el odio lo llevó a dónde está. No te lastimaré para ser cómo él. Y también… Quiero hacer todo lo que pueda para sanar el dolor de quiénes fueron heridos en ese entonces, o ahora. Gavin, mereces vivir una vida que sea tuya.
El llamado de papá marcó una vez más el fin de nuestra conversación. Escondí el papel en mi zapatilla, dentro del calcetín, y corrí hacia la casa, preguntándome por qué volví a esconder mi encuentro con el alfa.
¿Y si todo lo que dijo era mentira? ¿Y si la manada me odia? ¿Y si el alfa me domina y encierra? ¿Y si su omega me trae problemas? Esas e infinidad de preguntas me atormentaban sin descanso.
En el transcurso de los días actué con normalidad, viví cómo si nada hubiera pasado, incluso si pensaba que eso no era vivir. Fantaseé por meses. Lo consideré un mentiroso del que debería alejarme. Me llamé idiota por no haberme ido con él en ese instante. Me rendí y volví a reunir el valor una y otra vez. Tenía tantas razones para desconfiar y quedarme, también para irme.
Fingir durante meses que nada sucedía no fue fácil, pero al finalizar la primavera, ya había tomado mi decisión.
El único celular en la casa estaba en manos de papá. Lo tomé de noche, con los dedos temblorosos, aterrado de que pudiera despertar y desatar su furia sobre mí. Llamé al número que ya había memorizado hace mucho.
Necesitaba creer en lo qué me dijo, de otro modo no hubiera podido irme con él.
—¿Podré hacer lo que quiera? Si me voy contigo…
—Te ayudaré en todo lo que desees. En especial, me gustaría traerte a mi manada, te protegeré de todo, solo tienes que pedirmelo.
—¿Y Gordo?
—Lo resolveremos a su tiempo. Danos la oportunidad, por favor.
Aún no lo hacemos.
—Llevame contigo.
De noche las puertas permanecían cerradas, y había barrotes en las ventanas. Los lunes por la tarde solían llevar las compras de la semana. Lo normal era que me hiciera quedarme en mi habitación, pero usaría la excusa de salir a estudiar afuera, iría al lugar donde nos conocimos.
—Bien, lo haremos a tu manera. Nos iremos mientras esté distraído con eso. Nos vemos el lunes, Gavin.
—Hasta el lunes… Alfa —corté y tuve que llevarme una mano a la boca para evitar gritar por haber llamado a alguién así por primera vez.
El día acordado nos encontró con nubes grises en el cielo y humedad en el aire. Dejé el cuadernillo de historia y mi lápiz sobre el tronco del árbol cortado y revisé mi bolsillo para asegurarme de que mi documento de identidad siguiera allí. Fue todo lo que me llevé, no había nada preciado para mí en ese lugar.
El repartidor estaba por irse cuando el aire se volvió más frío, pequeñas gotas comenzaron a caer del cielo y el alfa aún no llegaba. De pie frente a la reja, mis piernas temblaban sin control y me comencé a desesperar, temiendo que no cumpliera su promesa.
¿Fue todo una mentira? Dude ¿Debería volver a casa? ¿Podría escapar por mi cuenta si huyo ahora?
El sonido de pasos acelerados sobre la tierra me alertaron y una figura comenzó a acercarse.
—¡Al fin!
Cerré los dedos sobre las húmedas barras de hierro y con ayuda del pie me impulsé para subir sobre la reja y saltar al otro lado. El alfa sujetó mi mano con firmeza y comenzamos a correr por el bosque.
Al poco tiempo, los gritos de papá llenaron el cielo, pero no me importó en absoluto. El calor me sujetaba y tiraba de mí. La electricidad me volvió eufórico. La lluvia de primavera mojó mi cabello y resbaló por mi rostro, con gotas salpicando sobre mi piel. El barro que comenzaba a formarse ensuciaba nuestros pies y debíamos tener cuidado de no tropezar.
No me había sentido tan vivo hasta ese día.
Sus manos arreglaron el reloj averiado. Las manecillas volvieron a girar y el tiempo que se había detenido comenzó a correr.
No me importó lo que pudiera pasar después, Thomas Bennett me llevó con él y no miré atrás.
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Ahora debo verle el rostro a otra de las víctimas de mi padre.
No lo parece, pero es un omega. Enseguida todos lo amaron. No lo miraron con sospecha. No le hicieron preguntas.
Intento mantenerme alejado, pero él me pide cariño.
¿Lo haría si supiera la verdad? ¿Me echaran de la manada si él lo pide?
Carter me aceptó cuando se lo conté, incluso si iba en contra de las órdenes del alfa.
Todo sigue cambiando y no sé qué hacer.
Oh. Pero ya se encargaron de volver a coserme la boca.
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—Gavin… Cariño, despierta.
Me sacuden con suavidad, pero estoy demasiado cómodo encima del cuerpo cálido de mi compañero.
—Vamos —reconozco que es Lizz quien me habla—. Quiero que me acompañes a un lugar.
—Mmm No. Sueño. Fuera —entierro el rostro en la axila peluda de Carter para ocultarme cuando enciende la luz.
—De acuerdo. Tu lo pediste.
—¡Whaa! —un escalofrío me hace saltar de la cama. Cubitos de hielo ruedan por mi espalda y caen al suelo.
—¡Oh! Miren quién tiene ganas de levantarse. Abrígate, te esperamos con Joe en el auto.
Un tirón en la remera me lleva a voltear a Carter, que continúa con los ojos cerrados.
Que envidia.
—¿A dónde… Gavin?
—Haremos esas compras que le sugeriste a Joe. Muy bien pensado, hijo —responde su mamá—. Te dejo para que te alistes Gavin, y ni siquiera intentes volver a la cama, tengo más de donde salieron esos.
Me abrigo para salir y tomo uno de los cubitos que aún no se derriten. Levanto la manta y le bajo el boxer a Carter.
—Oh~ ¿Quieres un mañanero? — le meto el hielo en los huevos al culpable de que tenga que levantarme temprano y salgo corriendo— ¡Imbecil de mierda, te voy a atrapar!
Robo un puñado de tocino del plato de Robbie y bebo del café que el alfa me convida.
—Puaj. Demasiado amargo.
—Lo necesitaras —responde con una sonrisa secreta.
Me apresuro a llegar al auto ocupado por la omega antes de que se le ocurra volver a ‘persuadirme’. Joe me saluda desde el asiento del copiloto, por lo que me resigno a sentarme atrás.
—Es sábado —le digo.
—Buenos días para ti también.
El auto es puesto en marcha. Meto las manos en los bolsillos de mi abrigo y recuesto la cabeza en la ventana.
—Hoy no tienes escuela.
—Nop. Iremos a otro lado.
—¿No podía ser después del desayuno?
—Luego podemos ir a una cafetería —responde la omega.
Cierro los ojos y me dejo arrullar por el movimiento del vehículo.
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—¡Bienvenidos a materiales para nidos, solo para omegas consentidos! —una omega bajita y rechoncha nos recibe cuando entramos a la tienda. Tonos diversos de colores pastel pintan las paredes, con pintura cayendo agrietada en algunas esquinas— Oh cielo, Elizabeth, que bueno verte por aquí.
—Lo mismo digo, Margaret. Debería haberlo traído hace mucho —coloca su mano en mi espalda y sube para jugar con el cabello en mi nuca—, soy una tonta.
—¡Oh! —exclama un beta anciano detrás de la caja registradora— Que gusto ver a los Bennett ¡Joe! ¿Cómo va la escuela?
—La escuela es aburrida, señor James. Ya quiero que termine —el hombre ríe, saca unos dulces del bolsillo de su camisa y nos extiende uno a cada uno.
—¿Estamos aquí por mí? —el suave sabor a fresas con crema del caramelo me inunda la boca.
—Claro que sí —responde Joe, comenzando a mirar los abarrotados estantes— ¿Por quién más?
—Pero yo…
Con empujones suaves, Liz me hace entrar.
—Vamos. Todos los omegas deben elegir los materiales para construir sus nidos. Ya es tiempo de que tengas los tuyos.
Nos adentramos en pasillos con estanterías repletas de almohadas, mantas y peluches de todas formas, colores y tamaños.
—¿Puedo tener esto? —le pregunto a mi omega sosteniendo una manta afelpada color gris.
—Sí —me responde con una suave sonrisa.
—¿Y esto también?
—Por supuesto.
—¿Y qué hay de esto?
—Puedes tener todo lo que quieras.
—Nunca he hecho un nido ¿Cómo sé que estará bien?
—Si me permiten —intercede Margaret—. Mi truco es combinarlos con prendas que tengan el aroma de la manada según el tipo de nido ¿Será para un celo? ¿Estar cómodo en un embarazo? ¿Cuidar un bebe?
—No… Es… —dudo unos instantes, es algo que no había pensado— Para estar cómodo y dormir… Creo.
—¿Me recuerdas cuántos miembros hay en tu manada, cariño?
—Diez.
—Fundas de almohada y cobertores para que puedan impregnar con sus feromonas podrían ser una buena opción. Ven, te mostraré algunos diseños que tenemos.
—¡Brillante!
—¿Cómo dices?
—Quiero un almohadón grande y brillante. No ¡Dos! ¿Tienes de esos?
—¡Margi! —llama James desde el mostrador.
La mujer se acerca y él susurra algo en su oído. Con gran energía, se endereza y vuelve con nosotros.
—Creo que tengo un par especial. Esperen un segundo.
Llevamos lo que ya tenemos al mostrador y esperamos a Margaret, quien regresa algo agitada con dos grandes almohadones en sus brazos que deja en el mostrador.
—Bien. Aquí los tenemos. Son de color rojo rubí. Es un producto antiguo que nadie ha comprado. Mira bien. Tiene aquí debajo detalles de lobos en pedrería.
—¡Gavin! —exclama Joe sorprendido al ver el diseño— ¡Es la leyenda de los lobos! ¡Mamá, yo también quiero!
—Arreglaremos eso luego, Joe.
—Que chico listo —sonríe el anciano detrás de sus gafas—. Solo tenemos este par. Aunque podría hacerte algún diseño por encargo.
—¿Tú los hiciste James? Son preciosos— elogia Lizz.
Me atrevo a estirar la mano y acariciar la tela. Es suave bajo mi toque. Delineó con los dedos las elegantes imágenes de lobos corriendo con un humano bajo la luna.
—Gavin ¿Tú qué opinas?
—¡Los quiero! Tienen que ser estos. Los quiero.
—Es tu primer nido ¿Verdad? Te los regalo.
—Margaret… No tienes que hacerlo.
—No te preocupes querida. Además, han comprado mucho. Las cosas están difíciles, los jóvenes se van de Green Creek, y casi no hay manadas.
—Aún más entonces.
—Precisamente porque quedamos pocos, hay que ayudarnos los unos a los otros —las piezas son envueltas y puestas en una bolsa que me tiende—. Aquí tienes. Un lindo par de almohadones brillantes para un lindo y brillante omega.
Dejamos las numerosas bolsas en el baúl del auto y desayunamos en una cafetería. En el camino de vuelta, le dejamos a Margaret y James unas tazas de café y una caja de bombones de chocolate que agradecieron.
De regreso al auto, me siento adelante, con los almohadones en las piernas.
—¿Realmente está bien que tenga todo esto? Si es un problema…
—¿Por qué lo sería? —pregunta Joe en el asiento trasero, rodeado de las bolsas que no cupieron en el maletero— ¿No quieres construir nidos?
—No es eso… Es… ¿Está bien que sea todo para mí? ¿No deberían haber traído a Ox?
—Queríamos tener este momento contigo —responde Lizz—. Ya lo traeré antes de su próximo celo.
—¿Queríamos?
—Seré tu alfa. Debería haber pensado en algo tan básico para un omega antes, pero no lo hice hasta que Carter me lo dijo. Lo siento.
—Todos deberíamos disculparnos. Eres nuestro, y esto también es cuidar de ti.
—No tienen que disculparse. De hecho… Creo que tengo una idea.
.
.
.
Entro a la habitación y encuentro a Carter en el escritorio con su laptop en una videollamada. Me siento al pie de la cama a esperar.
—Oye ¿Cómo te fue en —no lo dejo terminar cuando tomo su rostro y le estampo un beso profundo— ¿Y eso?
—Te amo, no tienes idea de cuánto. Gracias.
Al instante comprende de qué se trata. Me siento a horcajadas sobre sus piernas y me recuesto sobre él.
—¿Compraron las cosas para el nido?
Asiento contra su pecho.
—Me hubiera gustado que fueras conmigo.
—Lo siento bebé. Estuve ocupado en llamadas con algunos profesores ¿Te hice mucha falta?
—No… ¡Pero no sabes qué sucedió! ¡Sobre los almohadones y los lobos!
—¿Almohadones y lobos? —mete una mano bajo mi ropa y acaricia mi cadera con el pulgar, a la par que la otra juega a rodear el cabello de mi nuca entre sus dedos— Cuéntamelo todo.
Cualquiera podrá decir que fue apresurado y tonto. Que nos marcamos con la cabeza caliente y que algún día nos vamos a separar. Pero lo cierto es que así somos nosotros.
Nos molestamos porque no sabíamos cómo actuar frente al otro. Nos tocamos porque necesitábamos aprender a decir lo que sentíamos. Y cuando pudimos hacerlo, no dejamos de demostrarnos cuánto amor podemos ofrecer.
—Entonces… ¿Puedo ver esos almohadones con la historia de los compañeros destinados?
—Después. Primero tienes que hacer otra cosa.
—¿Qué cosa?
—Sacate la ropa y ponte en cuatro.
A nuestra manera.
—Como mi princesa ordene.
Incluso si a Ox no llegara a gustarle la verdad, o si la vida que estoy construyendo llegase a explotar, no me importa. Pelearé por mi hombre con garras y dientes, pelearé por mí.
Notes:
Bien, tuve muchas dudas sobre contar los acontecimientos de esta manera (sin mencionar que en realidad estos dos últimos capítulos eran originalmente uno solo, pero al llegar a las cuarenta páginas, realmente tuve que separarlos). Me preocupa mucho los mareos que puedan generar los saltos en el tiempo, o que no impacte del mismo modo contar el pasado de Gavin cuando en el capítulo anterior ya vimos sus inicios en la manada. Pero quise seguír mi instinto y mostrar a Gavin, quién es y lo que ha estado arrastrando, para luego contar su origen (al menos desde su propio punto de vista y lo que a él le han contado).
En fin, espero que lo hayan disfrutado. No duden en comentar cualquier duda o apreciación. Besos en sus patitas!!! 🐺🐾🐾❤️
Les dejo la línea temporal:
Gavin nace → Su mamá muere (¿Asesinada?) → Robert lo va a buscar a los 6 años → A los 15 intenta escapar → A los 21 (no sabemos su fecha de nacimiento, pero lo posicioné en verano), a inicios de primavera, conoce a Thomas, quien había iniciado para entonces la búsqueda de Ox → Llega a la manada cerca de terminar la primavera → Al finalizar el verano, decide terminar la escuela → Entre mitad y finales de otoño, tiene lugar su conversación con Joe e inicia un tratamiento → Entre recesos y visitas, explora su sexualidad con Carter → En su visita durante el invierno se dicen "me gustas" → A inicios del siguiente verano, declaran su amor y se marcan (sí, es un lazo muy reciente el que tienen) → En el paso del verano al otoño, llega Ox.(Sí, Gavin ha vivido mucho en un año, pero creo que tiene sentido considerando por cuánto tiempo se ha frenado)