Actions

Work Header

Réquiem [3]

Summary:

*Basada en El planeta de los simios: Guerra de Matt Reeves*

Han pasado tres años desde aquella anarquía. Adeline sanó las heridas físicas de la tortura de Koba, mas no las psicológicas, ya que tiene pesadillas con ese simios que intentó cuidar como a un hijo propio.

César no quiere venganza, en un mundo plagado de traiciones, odio y genocidio, él es aquel mesías del que hablaba Charles; él quiere salvar a los suyos, completar el trabajo que sus padres tenían previsto hacía ya tantos años, tan lejanos que el nombre de su padre quedó en el olvido.

Chapter Text

Luego de que todos se hubieran reencontrado, abrazado a los suyos y llorado a sus muertos, era hora de salir de ahí ahora que tenían la ventaja. César, después de haber perdonado a todos los que decidieron seguir de nuevo a su líder y rectificar el error, ordenó a todos marchar de vuelta. Luca se acercó a Adeline y se abrazaron, ella inconscientemente comenzó a llorar, el gorila tomó la mochila y la puso a su lomo, se puso en dos patas y cargó a Adeline, estaba muchísimo más herida que César y podría no sobrevivir al viaje de regreso. Apenas comenzaba a recuperarse cuando recibió más golpes y se lanzó contra el enemigo, sabiendo que ese último golpe le arrancaba sus fuerzas.
—César lo tenía controlado.
—Es mi hijo, es inevitable.
—Es un adulto.
—No dejará de ser mi niño.
—Casi te cuesta la vida.
—Me hubieras atrapado.
—No dejas espacio al descanso.
—Ahora tengo medicamentos, te voy a enseñar a ponerme los antibióticos en las heridas sangrantes.
—Podríamos hacerlo ahora.
—No, quiero bañarme en el río, ya después.
—¿Segura que estás bien?
—Ahora sí.
—Intenta dormir, te despertaré cuando lleguemos.
—Gracias.
Adeline le acarició el rostro antes de confiar en los enormes brazos que la cargaban. Aún temblaba y lloraba mientras dormía, pero se sentía apacible. Luca caminaba muy cerca de César y su familia, el gorila no hablaba salvo con la humana, sólo conocía lo ronco y profundo de su voz, el resto hablaban con él mediante señas, gestos y ruidos. Todos lo respetaban porque, al igual que Maurice, eran los únicos machos que tenían la entera confianza de la sabia; mientras Rocket y ella se mantenían en una relación de respeto, sabiendo que él fue el bully que curtió a su hijo para lograr la madurez y el liderazgo que necesitaba para liberar a los de su especie.
Al llegar, Luca la depositó con sumo cuidado en el nido que le construyó en una de las estancias del enorme árbol donde descansaba la familia real. Adeline despertó y buscó a todos con la mirada, él intentó calmarla y ella se puso de pie. Trastabilló un poco y Luca la sostuvo diciéndole que era lo mejor, quedarse recostada e intentar recuperar fuerzas. Se retiró los velos ensangrentados y se envolvió en una de las mantas que logró sacar antes de irse a vivir a la colonia, aun temblaba, por lo que Luca se acostó a su lado para darle calor con su cuerpo, pero ni eso funcionaba, temiendo así por ella. Tomó de nuevo la mochila y a la mujer para ir al arrollo. Adeline se intentó poner de pie, de nueva cuenta se cayó, por lo que se arrastró y se sumergió.
Sacó la cabeza para respirar y llamó a Luca con la mano. Nadaron, hicieron círculos, intentaron tocar la tierra, lo más profundo del lago. Creyendo que llevaban todo el día ahí, decidieron salir. Luca se sacudió para secarse, después le ayudó a Adeline a ponerse los velos abajo y arriba, acomodando las telas, antes de hacer los nudos, ella le dio indicaciones de dónde estaba la herida de bala y cómo limpiar su rostro, poner cremas para adormecer, ungüentos en otras zonas del cuerpo, incluso vaselina y árnica que daban un olor muy feo en palabras del gorila. Se sostuvieron la mirada un momento, pensaba que aún tenía heridas abiertas.
—¿Qué pasa?
—Nada.
—Gracias… acabas de librar una insurrección y, en lugar de descansar, estás aquí conmigo.
—¿Debería estar en otro lado?
—Deberías descansar.
—Vamos, entonces.
Le ayudó a amarrar los velos por la parte de atrás del cuello, para cubrir un poco los moretones en la zona, en la espalda, con los de las piernas no había mucho por hacer, ya que no tenía pantalones, así que se puso un manto negro largo, al menos la parte de atrás del cuerpo se cubriría. En otro tiempo hubiera dicho que era señal de mal augurio, pero no quería pensar en eso, sólo quería ir a su nido y dormir largos días hasta recuperarse. Luca se puso la mochila al hombro, le dio la mano a la mujer y caminaron de vuelta. Todos en la colonia, quienes también deberían estar descansando, estaban alborotados por no saber de ella, o ellos. César estaba sobre la roca del consejo dando órdenes a una pequeña guardia que iría a buscarlos. Los simios se alinearon frente a ella y alzaron la mano en busca de un perdón. Ella le asintió a su compañero y avanzó un par de pasos, les acariciaba la mano con un dulce tacto y juntaba su frente con todos y cada uno de los simios, no se fue hacia la roca o el árbol hasta que no dio atención a cada miembro de su sociedad simia, a cada hijo.
—¿Cómo te sientes?
—Creo que bien… ¿Y tú?
—Mejor, gracias.
—¿Qué pasó?
—Koba dijo que fue mi culpa, que yo les di acceso y los humanos pudieron acabar contigo.
—Ni se te ocurra pensarlo.
—Me equivoqué, yo sí pensaba que él podía cambiar.
—Tú me dijiste y yo…
—No, no, no— le sostuvo el rostro a su hijo—. Tu deber como libertador era proteger y defender a cada uno de los simios maltratados. Su odio hacia los humanos fue más grande que nuestro intento por cambiar y mejorar el mundo.
—A costa de tu vida.
—Estoy aquí y no me vas a perder… jamás.
—Hay una guerra sucediendo en estos momentos… los humanos se están reagrupando.
—Vamos a salir de esta— lo besó antes de irse a su estancia.
César despidió a todos para poder irse a cada uno a descansar, quizá a la mañana siguiente discutirían qué harían, por ahora debían reponer fuerzas. Luca se sentó en el nido a esperar por ella. Adeline se fabricó una especie de cofre con ramas, un tipo de lodo y las cajas contenedores donde llevó las fórmulas y compuestos hacía más de diez años. Ahí guardaba las fotografías que logró sacar, la última ropa humana que se puso antes de ir a la colonia de simios, las llaves de su auto, de su casa, un enorme vestido que rasgó lo suficiente para hacer todos esos velos, la tiara de ramas y rosas que le regalaron las simias al volverla su sabia, la anciana de la colonia; del mismo modo, ahí estaban los ramos que le regalaron Maurice, su mejor amigo, y Luca, su compañero, quien le construyó ese nido para simbolizar que estaría con ella. También había cáscaras de las frutas que Luca le regaló para cortejarla. Sin pensarlo, ya estaba llorando de nuevo, disfrutando de los recuerdos de los buenos momentos anteriores a su vida, su momento de transición y ahora como una integrante más de la colonia.
—¿Estás bien?
—Sí, ahora sí.

 

Hace 25 años, un experimento científico fallido provocó la EVOLUCIÓN de una especie de simios inteligentes y destruyó a gran parte de la humanidad con el virus de la Gripe de los Simios.

Tras la CONFRONTACIÓN con una civilización de simios dirigidos por César, los humanos sobrevivientes lucharon por coexistir… pero la lucha estalló cuando un simio rebelde, Koba, atacó por venganza a los humanos.

Los humanos pidieron auxilio a una base militar en el norte, donde estaba reunido lo que quedaba del ejército estadounidense. Un despiadado coronel de las Fuerzas Especiales y su batallón fueron enviados a exterminar a los simios. Evadiendo su captura por tres años, se rumora que César dirige la lucha desde una base de mando oculta en el bosque…

Mientras la GUERRA continúa…