Chapter 1: Sonreír es un arte
Summary:
“Cualquier otro concursante había estado más nervioso por tomar la mano de Jiwoong que por estar determinando si era el uno, dos ó tres del Top9. Pero, Matthew…Matthew solo miraba a Sung Hanbin. Jiwoong recuerda todo eso, con una ráfaga de impresiones que contraen su estómago.
Seok Matthew es invulnerable a su encanto. Y eso, ahora mismo, es lo peor que puede ocurrir.”
Chapter Text
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Cold (and painful) Open
[ZERO]
[Sábado, 06:40]
Visto a través de los tubos de las venoclisis, el rostro demacrado de Jiwoong se fragmenta. Son ya dos días y dos noches sin moverse del sitio. Escuchando la aspiración asmática e irritante de la bomba de infusión. Teniendo delante de sus ojos el cuerpo inconsciente de Matthew.
Cuando Mettyu colapsó en el salón de prácticas él no estaba. Y no deja de pensar en ese instante.
La semana entera ha sido un descenso al infierno; las dos últimas jornadas, su ordalía.
Jiwoong no deja de pensar y sus pensamientos solo hacen el dolor más cáustico.
El bip del mensaje en el teléfono lo regresa al presente. Es Hanbin.
“Hyung, Hao va en camino.
Todo sigue tranquilo en las redes.
Descansa. No te preocupes…de más.”
Agradece más que nunca tener gente como Hanbin, como Hao, como cada uno de los chicos con los que ha compartido por dos años este sueño llamado ZBOne, a su lado. De su lado.
Y también siente que no los merece.
Siente que los ha traicionado a todos.
Pero, de un modo insoportablemente doloroso, siente que ha traicionado a Matthew.
Quisiera parar de pensar que es su culpa el que esté así.
Pero no puede.
***
Capítulo 1
Sonreír es un arte.
“Una sonrisa tuya, y el mundo deja de ser tan pesado,
la mañana se abre, como una flor que nunca supo del invierno.”
Ko Un, La flor de la sonrisa.
Febrero 2023 … (Dos años antes)
Lo sabe desde que recibió la comunicación de su nuevo manager, y con mucha claridad, qué hacer durante el show de talentos de MNE para una nueva banda de chicos en el que aceptaron su inscripción.
Le había remarcado, “No importa lo mucho que quieras alejarte de tu imagen de CEO vampiro seductor, de un drama BL. A la gente no le interesa lo nuevo que quieres mostrarle. Explota lo que tienes. Ya tendrás tiempo para experimentos. Pero asegúrate de hacerlos con tu dinero.”
Jiwoong es consciente de que las oportunidades que ha tenido dentro de la industria, como actor, como idol, como modelo, son resultado de ser agradecido, incluso por las experiencias amargas y las heridas que le han dejado los últimos siete años. Sin embargo, en lo profundo de sí, siempre ha sentido un vacío que no se llena. Quizás es demasiado ambicioso. O tal vez es la industria la que no ambiciona demasiado. No está seguro.
De lo que sí está seguro es que el concepto del programa se reduce a una palabra: “Bromance”. Y esto es, ¿cómo diríamos…? ¿Su marca personal?
Así que estará listo para cumplir su papel de chico endemoniadamente sexy, apoyado por un traje nada sutil que dejará obvio lo que quiere la industria: que está ahí para ser el sueño húmedo de todos y todas. Su aparición en el programa con una erótica coreografía del clásico Mirotic, su compañero de equipo Jongwoo despejando su imagen con el subrayado homoerótico de un amago de beso, la reacción desatinada entre los aspirantes ante el close-up perfecto que hábilmente recrea para la cámara…Es suficiente. No necesita estar en el centro ahora mismo. Basta con ser el punto de fuga donde todas las miradas convergen.
Disfruta del talento de los competidores sin presión sobre sí mismo. Aunque es difícil de impresionar a sus veinticuatro, empieza a registrar algunos rostros que sabe que seguirá viendo por un rato. Otra parte del tiempo se aburre con las presentaciones, viaja con su pensamiento a cualquier parte, se estira en su asiento intentando despejarse el tedio. Escucha a un concursante de Tailandia hablar de su universidad, y comenta que le gustaría ir a estudiar allí (los demás creen que bromea; pero lo dice en serio). También es serio cuando dice que le gustaría haber participado en ese show siendo casi un adolescente, como el más joven concursante de YHE, ¿Han Yujin? Está seguro de que oirá de él bastante en el futuro. Esa agencia tiene grandes prospectos tanto en el grupo global como en el nacional. El chico chino del violín, Zhang Hao, fue algo definitivamente diferente y conmovedor. Intuye que avanzará sin tropiezos.
Jiwoong, calmadamente, estudia a sus oponentes.
Reconoce que ver Lee Hoe Taek (Hui), de PentagOn, entre los aspirantes no solo lo ha impresionado, sino que ha calado su seguridad. Porque no solo compite con él en talento (que a Hui le sobra), sino por el derecho a la segunda (o en su caso la tercera, ¿la cuarta?) oportunidad. Tal vez no está seguro de lo que quiere, pero cree saber lo que no. Y no quiere quedarse fuera de esa banda. Hará lo que tenga que hacer para ello.
Cuando siente que ya puede hacer el primer balance en su mente de lo que ha valido la pena ver, el escenario anuncia al concursante global de Canadá. Conoce tan poco de ese país, nieve eterna, hojas de arce, lugar donde los estadounidenses hacen sus películas con bajo presupuesto, y la tierra natal de unos patinadores de freestyle que conoció en un torneo hace algunos años. Todos altos, rubios y amables.
Se inclina hacia adelante cuando ve entrar, con pasos ligeros y casi a saltos, a un muchacho castaño, totalmente coreano en sus facciones, enfundado en un estilo urbano noventero: jeans anchos de corte acampanado, chaqueta de mezclilla negra, las mangas dobladas, sobre una camisa o un pulóver ancho que sobresale… “como si le hubiera prestado la ropa su hermano mayor”. El chico debe rondar el metro setenta y tiene una proyección algo tímida e infantil. Apunta rápido cuál es la imagen que los productores le han asignado: escolar extranjero de intercambio. “Otro más”, piensa Jiwoong, y está a punto de perder el interés cuando el chico sonríe. La cámara amplifica un primer plano de su rostro en la pantalla sobre el escenario. El chico sonríe, y todos los concursantes, los star masters, el staff, y el propio Jiwoong no pueden evitar devolverle la sonrisa.
A Jiwoong la atraen las imágenes simpáticas, infantiles, como miniaturas de anime coleccionables. Así que no es un sentimiento claro esa punzada en el costado izquierdo. Más allá de la simpatía, lo identifica como una corazonada. Este chico puede lograrlo, se dice a sí mismo, y se concentra en su actuación con mayor atención. Por los próximos minutos, se asombrará, sonreirá divertido, exclamará elogios y aplaudirá con honesta simpatía ante la energética ejecución de All I wanna do, de Jay Park. Definitivamente, Seok Matthew, el chico canadiense, es material de finales.
Jiwoong toma nota, cerebral y metódicamente. Por eso no escucha que el vacío que late, en algún lugar de su corazón, ha comenzado a llenarse con esa sonrisa.
***
Ha sido divertido, no lo puede negar, mucho más de lo que imaginaba en el principio. Los chicos globales son tan variopintos, festivos y algunos tan encantadores como ese merchandising al que no te puedes resistir. Y hasta entre los coreanos hay algunos que le sacarían un susto a un stripper californiano. Se ha reído para sí de las ocurrencias de los aprendices, y aunque trata de mantener su imagen de vampiro inmutable, se ha permitido olvidar de que no todo se trata de avanzar mientras otros quedan en el camino.
En su primer reto grupal, con Back Door de STK, ha ganado el duelo con los chicos G, y lo ha llevado hasta el show principal de la productora. No puede pedir más para arrancar. Pero, lo admite, no estaba seguro de lograrlo.
No después de ver la ejecución de Kill This Love del grupo Global, la única que logró aplastar a la superioridad coreana con una ejecución tan perfecta que temió ver volatilizarse la oportunidad de impactar a mayores audiencias en prime time. La unidad de Kill This Love del grupo G era una demoledora liderada por Keita (integrante del grupo CPHer, también buscando un segundo comienzo) y los supertalentos chinos, Zhang Hao, Wang Zihao y Chen Kuanjui. Por lo que Jiwoong no imaginó que fuera Seok Matthew quien lo dejara pensando en que su grupo podía perder.
El canadiense parecía una persona totalmente distinta en este escenario. ¿Cómo trasmutaba esa autopresentación melosa y aniñada, en esa vibra tan varonil y seductora? Su capacidad de desdoblarse está creando mucha atención a su alrededor. Y la cámara lo ama. Como actor lo nota muy bien. Hay personas que pueden nos ser tan carismáticas o hermosas en la realidad, sin embargo, la forma en que la cámara los capta engulle y regurgita, los ilumina completamente.
Esa debe ser la razón, piensa, por la que le cuesta tanto quitarle los ojos de encima.
***
Ha conseguido anclarse en el Top9 luego de garantizar el dos en la segunda eliminación, y consigue el tres en la tercera ronda. Cuando contacta a su representante es lo primero que le señala: “Por suerte, no hay nueve eliminaciones, si sigues cayendo un puesto cada vez…”. Pero luego afloja el sermón. “Lo estás haciendo bien. Mostrar tus abdominales en BD fue muy tú. Lleva más de medio millón de reproducciones en YouTube... Pero, Kim Jiwoong, no dejes de leer las entrelíneas. Tienes que mantener tu subtrama viva, ¿entiendes?” Lo sabe, pero, mientras más avanza en el camino, no está tan seguro de conseguirlo.
Sigue teniendo un cuórum constante de admiradores a su alrededor, sabe que el ser deseado por los que te rodean proyecta el deseo en todas direcciones. Pero olfatea demasiado talento. Y cualquiera puede saltarte a la espalda, derrumbarte y dejarte mordiendo el polvo. El mánager termina su llamada: “No se trata de lo talentoso que seas, el contenido importa, pero es el estuche lo que determina.”
Y mientras arrastra los pasos hacia los dormitorios va pensando. ¿Es un estuche? Lo es. Seductor, inmarcesible y deseado. Un frasco de perfume en un videoclip publicitario: vende sin siquiera conocer su aroma. Sacude la cabeza; no va a dejar que su vacío lo atrape. Pensar demasiado hará soltar esos demonios que le ha costado mucho domar. Vuelve a sumergirse en la vibra caótica y alegre que se respira a su alrededor. Es gratificante. Pocas veces se ha podido relajar tanto en un reality y olvidar que está trabajando. Es en la próxima misión en lo que tiene que enfocarse. Y es maravilloso sentirse todavía un aprendiz con sueños.
Haber alcanzado ese tercer lugar en el ranking le ha devuelto la fe en que lo conseguirá, cuando descubren el hit de MonstarX entre las opciones. Va a subrayar su subtrama con Love Killa, ya lo cree que sí. El método de selección es dramático, porque los mejores posicionados tienen la posibilidad de sacar a los de menor puntaje de sus puestos si desean ese performance. Jongwoo y él se han mirado convencidos de lo que quieren en esta ocasión: desorbitar a la audiencia como lo habían hecho en Under my skin.
Pero Jongwoo no logra sostener su espacio, y es sacado por Ricky, el concursante chino que se ha posicionado mejor. Jiwoong siente la molestia y la decepción de su amigo Jongwoo como suya propia. Aunque el visual de Ricky no es cosa de broma y la canción le queda perfectamente, Jiwoong duda muy poco entre lo justo y lo necesario. Luego, abraza a Ricky. Sabe que el chico, nacido en Shanghai pero crecido en Los Ángeles, lo admira y ha dicho varias veces que quiere hacer equipo con él. Pero no debía de haber sacado a su amigo. “Lo siento”, repite ante la atónita mirada de Ricky, quien por un rato no sabe en qué dirección avanzar. Solo quedan dos por elegir, y está convencido que no irán a Love Killa. Si el número uno, Sung Hanbin, cambia de parecer a última hora, con seguridad no lo sacará a él. Puede respirar… ¿O no? Su mente se pone en blanco (o los pensamientos pasan tan de prisa que no tiene tiempo de atrapar uno) cuando ve a Seok Matthew avanzar con paso tranquilo hacia el área LK.
Jiwoong mantiene su mejor sonrisa, su cara imperturbable, aunque su lengua ansiosa se enrosca dentro de su boca. Kun Junhyeong no para de gritar, desde el otro equipo que aún no completan, para que Matthew lo saque y así puedan tener a Jiwoong con ellos. Jiwoong sonríe, mientras tiembla por dentro. Si se le escapa Love Killa, ¿qué va a hacer yendo a los equipos que aún están incompletos? Ni Rush Hour, ni el tema de Gang, se ajustan al concepto sexy que necesita remarcar. En la última eliminatoria ya bajó un puesto…Y fue Seok Matthew quien lo superó.
Estuvieron juntos en el mismo equipo de entrenamiento de tres estrellas, pero han cruzado muy pocas palabras. No votó por él para la selección de los Shiny boys; igualmente Matthew salió elegido y estuvo en el póster del programa. Avanzó hacia el nivel All Stars mientras Jiwoong se quedó en el mismo grupo. Lo ha observado lo suficiente para mantener su impresión inicial. Sabe de Seok Matthew mucho más que lo que el canadiense, seguramente, se ha preocupado por saber de él. Y eso, en cierto modo, hiere un poco su orgullo.
En la última eliminatoria para decidir los tres primeros puestos junto a Sung Hanbin, Matthew tomó su mano con la naturalidad con la que habría tomado la del concursante menos conocido. La mano de Matthew estaba menos sudorosa que la de él y era cálida y suave, pero bajo la amable presión se sentía su fuerza. Cualquier otro concursante había estado más nervioso por tomar la mano de Jiwoong que por estar determinando si era el uno, dos ó tres del Top9. Pero, Matthew…Matthew solo miraba a Sung Hanbin. Jiwoong recuerda todo eso, con una ráfaga de impresiones que contraen su estómago.
Seok Matthew es invulnerable a su encanto. Y eso, ahora mismo, es lo peor que puede ocurrir.
La batalla entre el grupo coreano y el global, es sutil, pero patente. Porque él ha sacado a Ricky, el canadiense lo sacará a él. Siente que esto puede ser el final de su aventura fantástica en el Planeta de los Chicos. Ya se ve cayendo estrepitosamente del Top9…no un puesto, sino ocho o doce. Y todo debido a que no consideró, para nada, la posibilidad de que Seok Matthew tuviera un gusto similar al suyo.
Matthew se ha colocado entre él y Oh Sung Min, quien, milagrosamente, ha logrado conservarse dentro del grupo a pesar de haber elegido con su puesto treinta y cuatro. Jiwoong quiere decidir rápido a dónde irse, no quiere que la cámara capte la agobiante sensación de fracaso que está sintiendo. Pero no puede decidir.
Es Matthew quien decide, tranquila y suavemente. Abrazando a Sung Min, mientras se disculpa, y la disculpa parece tan sincera, por hacerlo salir del equipo. Y allí se queda, al lado de Jiwoong, en el puesto del cuarto integrante de Love Killa.
Jiwoong siente un corrientazo en la nuca. Como si tuviera allí un botón, y al apretarlo, su vida se hubiera reiniciado, como si todo comenzara desde ese instante otra vez. Una sensación extraña, desconocida, que no puede describir como desagradable. Piensa que es la adrenalina fluyendo por su cuerpo excitado, por haber conseguido la canción perfecta, la que quiere y la que más le favorece. Aunque mantiene su apariencia de estatua helénica, por dentro está saltando, como un niño arrobado con su juguete nuevo.
***
“Love Killa no es fácil”, ha dicho Seowon en su introducción, con su sonrisa siempre radiante, al presentar el equipo ante el público y los Star Masters. No ha sido fácil. Es cierto. Ha habido mucho sudor y no pocas lágrimas…Pero, al final, ha sido condenadamente divertido.
La actuación es intensa, voraz, se ha sentido como un sueño. Un sueño lleno de energía y satisfacción. Todos sus dongsaeng bajan del escenario sudorosos y radiantes; Gyuvin y Seowon palmean emocionados a Matthew, mientras repiten su nombre, porque así están todos de complacidos con el resultado, y con su liderazgo. Jiwoong en su interior lo reconoce. Él también los abraza.
Y mientras ahora, en la sala de espera, observan la actuación de los otros grupos, con la mano de Matthew entre la suya, Jiwoong está recordando.
Por su mente pasa cada momento de esta misión donde la seguridad y la confianza de estar en el lugar y el momento correcto ha hecho caer todas sus corazas. Ha disfrutado como el aprendiz inocente que apenas tuvo la oportunidad de ser. Le han dolido los músculos del rostro y el abdomen de tanta carcajada. ¿Cuánto tiempo hacía que no se reía así? En la noche a la hora de descansar, luego de un día intenso de prácticas, Jiwoong ha caído en la cama extenuado hasta los huesos, pero con una sonrisa en los labios recordando las tonterías que ha dicho, y que no se arrepiente de decir. Ha sido como flotar en el mar en calma, boca arriba, mirando el cielo de verano.
Ha valido la pena acceder a los caprichos de Matthew con la pronunciación, con las armonías, y reproducir hasta extenuarse la coreografía desarrollada por Gyuvin y la Master Lip J, que Matthew también corrigió con esmerada pulcritud.
El trayecto desde que entró al equipo ha parecido una montaña rusa interna de dudas y reconciliación. Conciliar en su mente al Matthew-tamagoshi con el Matthew-líder-de-equipo, serio y perfeccionista, creó al inicio un poco de disonancia en él. En serio, ¿le estaba diciendo cómo bailar y cómo cantar a Kim Jiwoong? No imagina qué concursante del grupo K, o la mayoría del grupo G, se hubiera atrevido a corregirlo sin miramientos, pero tampoco sin ninguna segunda intensión. Matthew solo ha estado enfocado en conseguir lo mejor de cada uno. Canadá, definitivamente es un país muy desahogado para las interacciones. Cada vez siente más interés por viajar allí algún día.
Jiwoong está recordando cuando la producción le pidió hace una semana que apoyara “en cámara” a Matthew como el hyung-con-experiencia que es. Y así de adaptable Jiwoong, siempre dispuesto a ir con el flujo, accedió gustoso al papel. No solo vio la posibilidad de ganar más tiempo en pantalla, mostrando su lado tierno que siente que aún no ha tenido tiempo de desarrollar en su línea dramática. Ha sido también, lo acepta, una manera de agradecer que Matthew vea más allá del estuche.
O simplemente, que el estuche no le importe en absoluto.
Mientras espera los resultados, Jiwoong está recordando.
***
Matthew no es solo sonrisas. Pero Jiwoong ha descubierto que, aun cuando no está sonriendo, el canadiense deja una curiosa sensación de frescura por donde pasa, una ligereza de karma, una sensación de hogar iluminado por una luz cálida. Es por eso tal vez, que todos a su alrededor sonríen a menudo. Incluso cuando se agobia en los detalles, cuando escucha las críticas de los Star Masters y se nota su afán en absorber con sus ojos de boba cada palabra, aunque no entienda el significado de todas, Matthew tiene esa luz en las pupilas.
Ahora, mientras revisa por enésima vez la Tablet con los pasos de la coreografía que los evaluadores destrozaron, con toda intención de crear drama para la audiencia, en su pequeña cara, reducida a una expresión de perplejidad, Jiwoong también percibe esa luminosidad. Y como si fuera una verdadera mariposa, le es difícil no seguirlo con la mirada.
A pesar del dolor quemante que siente en su cadera, que baja por su muslo y muerde su carne con cada gesto, continúa perseverando en la práctica junto a Matthew, siguiendo sus pasos y sus correcciones, incluso cuando ya Gyuvin se ha desmadejado junto a Seowon en el suelo, derrotado por los calambres en sus largas piernas.
—Creo que ya estamos rindiendo demasiado poco, Mettyu.
—Una vez más, Jyuon hyung… podemos mejorar esto.
Como una mariposa, cegada y sometida por el resplandor, Jiwoong no solo no rectifica su nombre mal pronunciado una vez más, sino que lo sigue, sin poder resistirse a esa luminosidad. Y cuando llega arrastrando sus pasos al dormitorio desde las duchas, y ve a Matthew cavilante, alejarse en esa dirección sin pronunciar palabra, Jiwoong finalmente se reclina contra la pared y a duras penas puede contener las lágrimas de dolor delante de Gyuvin.
—Hyung, ¿quieres un snack?
Gyuvin ha abierto una maleta de viajes cargada de confituras y dulces. Jiwoong piensa rápidamente que se lo han permitido con intención de crear algún tipo de contenido. No puede imaginar que Gyuvin sea una persona que consuma esos niveles de glucosa para mantener su hidalga figura. Lo rechaza suavemente. Hubiera preferido que le mostrara una maleta llena de parches para el dolor y pastillas analgésicas ahora mismo. Se siente viejo, de pronto. Cansado, derrotado, dudando si es posible que consiga superar esta misión que tanto ambicionó.
—Dios mío, Gyuvinnie, de aquí saldrás para el dentista. —bromea Seowon mientras se coloca su rutina nocturna para hidratar la piel frente al pequeño espejo.
—No traje solo para mí
—Ah, ¿quieres compartir la visita al dentista con todos?
—Muchos traen dulces y chocolates para mantenerse con energía…si vieras la colección de chocolates de Ricky.
—Hmmm, parece una tradición de los de YHE, ¿eh?
—Algo así. ¿Y qué traes en tu maleta, Seowon hyung?
—Para empezar, es mucho más pequeña, lo justo para guardar mis bufandas para evitar resfriar mi garganta en este invierno, mis productos de la piel, el cabello, y mis cosméticos…
—Solo para eso, no es tan pequeña.
—Hyung, depende de la rutina de belleza que lleves.
—La mía cabe en un bolso de mano.
—Pero es obvio, ¿acaso la necesitas, Kim Jiwoong ssi?
—Es cierto. Jiwoong hyung puede salir al escenario así mismo, de cara lavada, con absoluta confianza.
Jiwoong solo sonríe fugazmente, y porque el dolor sigue lastimando no importa cuánto masajee su muslo.
—Y tú ¿qué llevas de especial en tu maleta, hyung? —Seowon lo mira curioso desde el espejo.
—¿Yo? ...Ah...algo de cuidado de la piel también, mis audífonos de casco, y algunos libros.
—¿Libros? ¿Tienes tiempo para leer acá? ¿Qué estás leyendo?
—Lo hago, un poco antes de dormir… Es un libro de poemas que compré antes de venir al programa, y otro libro que siempre me acompaña.
—Ah, ¿es un tipo de amuleto de buena suerte?
—Un tipo de consejero personal más bien, Seowonnie.
—¿Y es todo?
—Ah… dos de mis perfumes. Me gusta usar fragancias personalizadas. Me dan confianza cuando actúo.
Gyuvin y Seowon abren sus bocas y asienten casi al unísono. Después de todo, su hyung es más excéntrico de lo que estaría dispuesto a reconocer. La vista de Gyuvin se alza en dirección a la puerta abierta y sus ojos sonríen primero que sus labios al exclamar:
—Matthew hyung, ¿y en tu maleta, que traes de especial?
Matthew que llega de la ducha, con el pelo húmedo, sacudiendo suavemente la cabeza, se nota algo desorientado con la pregunta. Jiwoong se apresura en aclararle el tema de conversación y el chico ladea la cabeza con cierta timidez.
—Traje algunas cosas que son significativas para mí, regalos de mi mamá, mi hermana, mi papá, también de mi tío... cuando los miro, recuerdo que están apoyándome. Da igual si es una camiseta, los adornos de mi crocs o el perfume que uso. Lo importante para mí es que alguien de mi familia me lo dio.
—Aah, Matshu, it’s nice… —concluye Seowon, conmovido.
Matthew es el único del grupo global en Love Killa. Como se han ido casi la mitad de los aprendices, los cubículos ahora solo tienen camas y no literas. La decisión de las camas fue determinada por justo juicio de “piedra, papel o tijera”. A Matthew le tocó la última junto a la pared, y comparte taquilla con Seowon. Es la primera vez que los globales y coreanos comparten habitación, y la primera vez que Jiwoong puede ver a Matthew vestido con un top tank negro que remarca su figura torneada, y los brazos completamente entrenados de alguien que conoce muy bien el trabajo con las pesas.
—Matthew hyung, ¡ese tatuaje es cool!
Gyuvin abre los ojos sorprendidos con el diseño en negro estilo geométrico, que Matthew lleva sobre el omóplato izquierdo, y que queda visible cuando Matthew se voltea hacia el espejo para ordenar un poco su cabello. Seowon, sentado en la cama junto a la pared, que hoy ocupará Matthew, lo apoya con su dulce y perfecta sonrisa. Mientras guarda sus cremas en la parte superior de la taquilla, comenta.
—Nadie imaginaría lo que oculta nuestro líder bajo sus anchos t-shirts. Creo que será nuestra arma secreta visual cuando salgamos al escenario.
—Hey…de qué hablan. Jyuon hyung es nuestra Secret Visual Weapon.
Gyuvin apenas puede contener la risa ante la forma graciosa con la que Matthew responde, y menciona a Jiwoong. La mano de Matthew descansa confiada sobre el hombro de Jiwoong y lo oprime ligeramente. Ese simple contacto le ha dado a Jiwoong un breve respiro en su malestar. Sus ojos caen sobre el tatuaje en la cara interior del brazo de Matthew. Tres letras en negro que sigue intentando descifrar en su mente sin resultado. Pero ya que el tema tatuajes está servido, casi sin pensarlo, presiona con delicadeza su dedo índice sobre el bíceps del chico.
—¿Qué significan esas letras, Maetthyu?
—Son las siglas del anime favorito de mi mamá, y también uno de los míos: Howl’s Moving Castle.
Ah, no es el nombre de una persona. Jiwoong no entiende por qué esa revelación le produce esa sensación de alivio, que llega a ser incluso física. La forma en que Matthew pronuncia el título en inglés de Hauru no ugoku no shiro, le resulta fascinante, y por un instante se pierde en la forma que adoptan sus labios, y la sonrisa que se mantiene prendada a sus comisuras mientras se aleja hacia su cama.
—Me gusta mucho las obras de Ghibli también. —asegura Gyuvin, y le tiende una barra dulce de frutas y nueces.
Matthew está ya colocando sus pertenencia en el espacio que ha dejado libre Seowon en el pequeño closet, y acepta más por amabilidad que por apetito, mientras se inclina ligeramente y sonríe. “Siempre sonríe”, piensa Jiwoong.
—Gracias, Gyuvin, la comeré más tarde. —se dirige a todos luego de guardar el snack en la taquilla. —¿Podemos revisar las grabaciones del día, y lo que Gyuvin ha estado preparando para el break?
“¿Realmente no se cansa?” Matthew se sienta en el suelo, frente a las camas de Gyuvin y Seowon, la tableta sobre las piernas. Los dos chicos pueden acostarse hacia la pielera de la cama, boca abajo, las manos bajo el mentón, para observar las indicaciones. Jiwoong tiene que trasladarse apenas hasta la cama del menor de los Kim, y sabe que levantarse es para él un esfuerzo ingente ahora mismo. Pero lo hace, sin protestar, ni mostrar demasiado su cansancio.
Diez minutos más tarde, Matthew ha dado indicaciones a Gyuvin para mejorar el cierre, ha elogiado la tesitura de Seowon y remarcado sus puntos fuertes, y ha sugerido a Jiwoong una manera más dramática de ejecutar el segmento de danza que deben aportar a la coreografía. A Jiwoong le ha gustado. Le ha gustado poder dejar el control en manos de Matthew, y que en ese segmento tenga un respiro no siendo el macho-alfa que parece destinado a representar todo el tiempo. Solo espera que su cuerpo responda mañana apropiadamente.
—Duerman bien. Nos deseo que nuestros ronquidos sean leves. —se despide Seowon acomodándose en su cama luego de chocar suave y afablemente el puño con todos, y hacerle un guiño pícaro a Gyuvin.
Gyuvin mira indistintamente a sus hyungs, conteniendo la risa en su boca apretada. Ambos tienen fama de roncar sin misericordia, así que comprende el gesto del joven. Matthew y Jiwoong sonríen, comprensivos y resignados.
Seowon se cubre los ojos con su antifaz y se duerme de inmediato. Minutos después ya Gyuvin yace bocabajo, la cabeza enterrada en la almohada, totalmente desmadejado. A Matthew le parece curiosa la postura del más joven; se lo comenta a Jiwoong, mientras guarda la tablet en la taquilla.
—¿Gyuvin puede respirar bien así?
—Así parece, lleva durmiendo de ese modo desde que llegó aquí. Supongo que está acostumbrado.
Matthew se sienta en el borde de su cama. Jiwoong está intentando acomodarse de la mejor manera en la suya para evitar la punzada de dolor. A pesar de la luz tenue que ahora solo llega desde las lamparitas de noche sobre su cabecera y la de Matthew, de que las camas de Gyuvin y Seowon se interponen, el gesto de su cara no pasa desapercibido.
—¿Te sigue doliendo, hyung?
La voz de Matthew es casi un susurro, pero la preocupación se puede incluso sentir así. Jiwoong se sorprende de que esté al tanto de su malestar, cuando hasta el momento no lo ha mencionado.
—Te he visto apretándote el muslo y la cadera toda la tarde, y ahorita, mientras conversábamos. Pero no sabía si quería que lo notáramos. ¿Necesitas ir al médico? ¿Debemos hablar con la producción mañana?
Jiwoong no quiere mostrar debilidad. No ese tipo de debilidad. Ya ha visto a uno de sus colegas cercanos abandonar la competencia por salud, y ha sido angustioso imaginar que pierde esta oportunidad de una manera tan azarosa.
—Ah… es una lesión vieja. —le resta importancia, pero sabe que eso no calmará el dolor.
—¿Puedo ver?
Jiwoong intenta disimular la sorpresa ante la disposición con la que Matthew se ha acercado a su cama, y la expresión interesada con que lo observa. De pronto no sabe qué hacer, mira con suspicacia a la cámara que los graban 24/7. ¿Y si esto le da una idea a la producción para mostrar sus flaquezas? ¿Y si contarle a Matthew puede ser usado más tarde para crear un drama que no le interesa tener? Matthew sigue mirándolo con los ojos muy abiertos y curiosos. Sin poder entenderlo del todo, esos ojos le hacen bajar las defensas y disolver cualquier vestigio de paranoia.
—Es el bíceps femoral derecho, cuando caigo luego del salto y hacer la patada giratoria empeora; creo que al apoyar el pie en una de las ocasiones me lastimé…
—¿Por qué no me dijiste?
Matthew se sienta a su lado. Su mano descansa suavemente justo sobre el muslo adolorido, y otra vez, esa sensación de calma hace a Jiwoong envararse. Trae puesto una ancha bermuda deportiva que cubre hasta sus rodillas, pero juraría que puede sentir el calor de la palma de Matthew sobre su piel. Matthew baja la voz muy quedamente.
—Puedo darte un masaje, pero no sé si sería apropiado. Ya sabes, las cámaras.
—Entiendo. También lo pienso. —y al pensarlo hay un trepidar minúsculo, casi imperceptible en su plexo solar.
—Aún me quedan parches para el dolor. Espera un momento.
Jiwoong lo ve saltar del lecho y salir a toda prisa hacia el otro extremo del cuarto, y agacharse para sacar la maleta que guarda bajo su cama. Oh, parece ser que Matthew está realmente enfocado en el éxito de la misión. Es un buen líder, después de todo. Porque, ¿por qué otra razón compartiría ahora mismo sus parches para el dolor con él? Antes de que Jiwoong consiga analizar qué es lo más conveniente de hacer o decir para su propia línea dramática dentro del show, Matthew está a su lado nuevamente.
—Me quedan dos, hyung… ¿serán suficientes?
—Uno solo, Mettyu. Puede que necesites ese más adelante.
—Tómalos. Lo que necesito es que estés bien…
Jiwoong tiene la mano levantada para tomar los sobres, pero las palabras de Matthew la han dejado en vilo: el trepidar nuevamente bajo la unión de sus últimas costillas. Se ha humedecido los labios, y aun así siente que necesita ampliar esa pausa. Matthew no espera que lo tome, el mismo abre el nylon de uno de los envoltorios con los dientes y saca el rectángulo gomoso cargado de analgésico.
—…eres nuestra Killing Part. Tienes que brillar más que nadie.
Claro, ¿por qué otra cosas sería? Matthew es un buen líder, pero también está compitiendo por sí mismo. La actuación de cada uno afecta el avance del otro. Jiwoong vuelve a extender la mano, pero Matthew sonríe, con esa suave y calmada sensación de hogar.
—¿Es en la parte trasera? Recuéstate, yo te lo pongo.
Jiwoong aspira profundamente el aire, y el olor de mentol se mezcla con la fragancia del champú de argán y miel brotando del cabello frente a él, formando un aroma curiosamente agradable, una que en el futuro vendrá a su mente para calentar su corazón. Pero aún no es un recuerdo, solo una sensación abrumándolo lentamente, y que le impide negarse a pesar de las cámaras.
Se acuesta bocabajo, como Gyuvin, pero sin enterrar la cara en la almohada, sino de modo que puede ver a Matthew inclinarse sobre sus piernas, al tiempo que él mismo recoge la tela de la bermuda hasta el borde en que empieza a insinuarse el glúteo. Y cuando el parche frío toca su maltratado muslo, siente sobrecogerse sus músculos. Matthew presiona suave y firme con los pulgares para adherirlo a la piel, y de ese modo ayudar a que el analgésico penetre rápidamente. Al final, ¿no es eso un tipo de masaje?
—Hyung, ¿crees que lo estoy haciendo bien?
Jiwoong está intentando descifrar las sensaciones que están hormigueando por su columna, y la seriedad que Matthew le ha puesto a la pregunta no la capta del todo, tal vez no ha conseguido expresarse bien debido a las barreras del idioma.
—Sí, está en el lugar correcto. Y es un parche de ocho horas, me ayudará…
—Me refería a lo que estoy haciendo como líder, en la coreografía…mis decisiones…
Matthew deja de presionar sobre el muslo, y se ha sentado en el borde de la cama. Jiwoong gira lentamente hasta quedar tendido boca arriba. A la luz de la lámpara, sentado de ese modo, le parece tan pequeño y aniñado, incluso bajo esa camiseta negra que deja ver tanto los tatuajes como los músculos tan atractivos en sus pectorales. Matthew sigue musitando para no despertar a los dos chicos dormidos.
—Es que… siento que me falta experiencia para entender los matices de la industria, y que no puedo expresar mis ideas correctamente… sería un desastre, si el equipo pierde por mi culpa.
—No vamos a perder. —Jiwoong siente que la luz en Matthew está parpadeando como un candil en agonía, batido por una fuerte corriente de aire. —Y si lo hacemos, no va a ser por tu culpa.
Matthew sacude ligeramente la cabeza. Toma aire, pero sigue con la expresión contraída cuando propone.
—Hyung…si estás bien con eso. Solo si estás bien con esa idea y si el muslo te sigue molestando, ¿quisieras cambiar el lugar conmigo en la parte del break de la coreografía?
—¿Harías la patada giratoria?
—Hice kickboxing, hyung. No es un problema…pero, es solo que me preocupa que te sigas lastimando. Aún quedan tres misiones más. Tienes que cuidarte.
Dejar a Matthew expresándose como la parte alfa de ese break ya se sentía relajante para él, pero que ahora lo haga tan explícito a Jiwoong le resulta extraño. Matthew detrás de él, lanzando una patada mientras gira en el aire, a centímetros de su cabeza, es una verdadera prueba de confianza.
—Hmmm… practiquémoslo mañana, ¿ok? Si es mejor para el equipo, hagámoslo.
Matthew asiente, un poco más confiado. Jiwoong alza la cabeza apoyada sobre la mano, el codo doblado sobre la almohada.
—¿Ves? Lo estás haciendo muy bien.
Matthew sonríe y sacude la cabeza, luego la echa hacia atrás, y hacia el lado, apoyando la oreja sobre el hombro derecho, su grácil cuello totalmente extendido. Jiwoong siente una inesperada necesidad de tocarlo, de tomar su mano cercana a la suya, sobre la cama. El gesto sorprende a Matthew que abre los ojos, interrogante, al sentir los finos dedos de Jiwoong sobre su piel.
—Si hay matices que no entiendes, pregúntame…puedes contar con toda mi experiencia en la industria que necesites.
Puede ver la conmoción en los ojos de Matthew, en el modo en que oprime sus dedos agradecidos, y en el ligero brillo acuoso en su mirada. Jiwoong de pronto desea seguir siendo ese biombo que detiene la corriente de aire.
—Si hay ideas que no puedes expresar correctamente, puedes probar a que Gyuvin nos traduzca…Quisiera poder ayudar con eso, pero lamento ser tan malo con el inglés.
Lo ve sonreír de nuevo, y negar indulgentemente.
—Lo estás haciendo bien…y ya te dije, aquí estoy para mejorar ese inglés si se necesita.
—Entonces, cuenta conmigo también. Es un trato.
Jiwoong oprime y sacude suavemente la mano de Matthew aún entre sus dedos. El engarce entre ellos se convierte en un estrecho apretón amistoso. Un acuerdo sellado.
—Gracias, Jiwoon hyung.
Jiwoong apenas contiene la risa ante su nombre cambiado, ante esa -g que ya empieza aceptar que nunca pronunciará, y la expresión que queda jugueteando en sus labios revela más satisfacción que rechazo. Especialmente ahora, que Matthew vuelve a tener su luz en las pupilas.
Ya Matthew ronca, suave y armónicamente, y Jiwoong aún tiene los ojos abiertos. No es por el dolor, ni la preocupación por los cambios. Tampoco es porque el libro que ha sacado debajo de su almohada para leer un poco y calmar esa inquietud que empezó siendo una duda y ahora se ha vuelto una suerte de entusiasmo, lo esté distrayendo. De hecho, sus dedos acarician las hojas sin siquiera mirar los versos en ellas.
Jiwoong está pensando.
Si tuviera que votar por los Shiny boys nuevamente, no duraría ni un instante en votar por Matthew.
***
Sus manos cubierta por las guantillas rojas que ha usado en el escenario, todo muy en clave BDSM, sostiene las manos de Matthew y de Gyuvin, esperando por el resultado, y por conseguir la bonificación de este performance. Se siente emocionado y ansioso. Así que decide proyectarse en Matthew con su frase favorita desde que ganó la Killing part de Love Killa, luego de insistir de todas las maneras posibles:
—Did I make you anxious?
Y todo lo que obtiene es una sonrisa condescendiente y calmada de parte del canadiense, y un “Aniyó” tan espontáneo que lo hace reír. Y es que esa sonrisa es como un virus contra el que Jiwoong no ha encontrado defensa posible. El Matthew inseguro que duda en las noches cuando se va a la cama dista mucho de ser este chico reservado y paciente que aguarda a su lado con serenidad. Matthew definitivamente, tiene un cableado diferente del cerebro, piensa Jiwoong, mientras se concentra en el resultado.
Jiwoong conoce muy bien la industria. Sabe que Gyuvin tiene todo lo que un idol debe tener, en cambio Matthew…Matthew es todo lo que un idol debería ser a la mirada de Jiwoong, pero no a la de los productores. Él, por otro lado, carga una imagen densa y oscura que todavía no sabe si el programa la desea o simplemente la está utilizando. Seowon sigue siendo el único que aún permanece fuera del Top 9, y aunque ha estado impecable, mostrando su suave carisma y su talento, Jiwoong sospecha que no avanzará demasiado a estas alturas de la competencia. Mientras espera la decisión, Jiwoong ha vuelto cuestionarse si está avanzando correctamente, o si debiera dar un giro a su imagen en la próxima misión.
Piensa en eso mientras juguetea con los dedos de Matthew entre los suyos. Piensa en que, si finalmente recibe la nota más alta, tendrá que agradecerle a Matthew no solo que le cediera la Killing part el primer día, sino también que ajustara la coreografía lo suficiente para que su pierna no se convirtiera en un lastre, o que el mismo Gyuvin luciera mucho más, con el menor tiempo de entrenamiento, y que la voz de Seowon lograse empastar con la del canadiense de una manera casi perfecta.
—Pase lo que pase, recuerda que has sido un buen líder, Mettyu.
Le dice justo antes de que las cámaras vuelvan a rodar en el set para anunciar el veredicto. Y esa sonrisa ansiosa y controlada que le devuelve es suficiente para sentir que, no importa el resultado, él también lo ha hecho bien.
Y cuando la mejor puntuación va a la cuenta de Kim Gyuvin, probablemente por su trabajo en la coreografía, sumado a su ejecución; o probablemente porque la producción hará todo lo posible por no prescindir de él, Jiwoong recoge su pequeña decepción, que no dura demasiado tiempo. Su análisis objetivo lo había preparado de antemano para ello. Así que abraza a los tres, con ese afecto que ha empezado a desarrollar por estos chicos, tal vez, eso sí, demasiado pronto.
***
Gyuvin se queja a su lado, mientras se da vuelta en la cama. Al verlo aún con los espejuelos de leer y su mirada concentrada en el libro azul, frunce el ceño e inquiere en voz baja.
—Jiwoong hyung, ¿no duermes aún?
—Estaba a punto. ¿Te sientes mal?
—Mi estómago…o mi columna, no sé bien, creo que ambas cosas.
—No sigas comiendo dulces, la ansiedad se calma, pero la digestión sufre, y con ella todo lo demás.
—Hyung… ¿cree que exageraron hoy en las críticas para que nos superáramos, o en realidad estamos tan mal?
—Exagerar es parte de la naturaleza de estas competencias, Gyuvin-ah, pero también debemos cumplir las expectativas de los jueces.
—Me da pena con Matthew hyung.
—¿Por qué?
—Me dijo que esta era su última oportunidad en Corea, que lo más probable es que al terminar el programa, si no hace el grupo, se regresará a Canadá.
—Ah…Mettyu es joven aún, puede intentarlo…
—No todos tenemos tu constancia, hyung. Ni tu talento…
—Qué dices? Te sobra talento, Gyuvin, y a Seowon… A Mettyu también, y creo que constancia no es algo que tampoco le falte.
—No es suficiente. Yo podría regresar con YHE y esperar que creen otro grupo…Seowon quiere hacer carrera como solista. Tú, en última instancia, eres un actor reconocido ya. Pero, entiendo a Matshu. Es duro estar lejos de casa, de la familia, en un país que te corre por las venas, pero no te acepta del todo.
—Entonces, simplemente, ganemos este jueves, no dejemos que Mettyu regrese a Canadá.
—Lo intentaremos al menos.
—Cuenta con eso.
—Y… ¿hyung?
—¿Sí?
—No se pronuncia Me-ttyu… Es Ma-Thew… Me da gracia cuando lo dices…
—Mi inglés es un desastre, lo sé. Pero… ya Yoo Jongwoo me rectificó también. Sé que es Maettyu. Solo…me gusta decirle así.
—Porque también dice mal tu nombre, ¿es tu venganza? Ah…Es tan gracioso, Matshu. Todo lo que dice suena adorable. Incluso cuando intenta ser serio y estricto, causa mucha ternura…
—¿Te parece?
—¿A ti no?
—Por supuesto. Pero, no me molesta que me llame así. No es por eso por lo que le digo Mettyu con frecuencia.
—¿Por qué entonces?
—Hmmm…una decisión personal.
—Entiendo. Es solo curiosidad.
—Si ganamos…o no, mejor, cuando hayamos hecho el grupo, te lo contaré.
—¿Me estás diciendo que me quedaré con las ganas?
—¿Quieres quedarte con las ganas?
—Claro que no. Hagamos el grupo, hyung… Y no dejemos que Matthew regrese a Canadá.
—Suena como un plan.
—Buenas noches, Jiwoong hyung.
—Buenas noches, Gyuvinnie.
Gyuvin amanece con fiebre alta y un fuerte dolor de estómago. Al irse al hospital, Matthew le presta sus crocs favoritos. Sobre sus orejas lleva los audífonos de casco de Jiwoong y una bufanda de Seowon para cubrirse la garganta del frío.
Cosas pequeñas, pero significativas.
Cosas que cuando las mira, le hacen sentir que lo están apoyando.
***
Jiwoong quiere mantener la pose de estatua helénica imperturbable que lo acompañó en los primeros capítulos, pero cada día conecta más con su propio ser desde que entró a este concurso, y más que nada, desde que entró a Love Killa.
Es cierto que ha tenido momentos de angustia en las noches, y una larga ducha caliente ha sido necesaria más de una vez para calmarse. Que durante BD sintió una presión enorme como líder, y más de un dolor de cabeza que no fueron en sentido figurado; pero también una enorme satisfacción. El triunfo fue importante, pero lo fue más el respeto que sintió entre los competidores, la confianza en su experiencia e incluso un afecto sincero de parte de la mayoría.
Pero en Love Killa se ha relajado mucho más, y ahora tiene miedo de que haya sido en exceso. Mirando los fragmentos de su actuación en los previews antes de anunciar los ganadores, Jiwoong comprende que le costó entrar nuevamente en su personaje. ¿Por qué esa timidez? ¿Es inseguridad? ¿Es porque no se ha sentido bien físicamente? ¿Es porque el inglés se le escapa? ¿Hizo bien en insistir tanto para quedarse con la Killing part? ¿Y si es por su culpa que Matthew tiene que volverse a Canadá?
Jiwoong sacude la cabeza. Debe enfocarse, debe concentrarse ahora en seguir avanzando. Con los ojos cerrados, Jiwoong está pidiendo con todo su ser que, por segunda vez, su actuación de Love Killa lo lleve de vuelta a MCountdown. Quiere profundamente ese espacio. Quiere dejar su subtrama escrita en letras dorada esta vez. Quiere que los cuatros estén allí y vivan la experiencia que él vivió hace apenas unos días con Back Door. Se han esforzado mucho y se lo merecen.
En la pantalla saltan las cifras más altas para LK. Han ganado la categoría de Danza y Canto.
Ah, nada se acaba hasta que se acaba. Volverá a MCD otra vez.
Cuando sus manos aprietan las mejillas mullidas de Matthew, mientras sonríe sin reservarse un gramo de su alegría, no piensa en que debe ser sexy, inaccesible, deseado. Ni siquiera le importa parecer tonto, caótico y hasta ridículo. Sí, hace mucho tiempo que no se divertía así, que no reía por dentro mientras sonreía por fuera. Y quisiera mantener esa sensación por mucho tiempo.
Es lo más cercano que ha conocido a ser feliz.
***
Seowon y Gyuvin han bajado a desayunar, pero ellos aún están recogiendo sus pertenencias, sin apuro. Al mediodía le asignarán una nueva misión, y una nueva habitación a la que adaptarse. En la noche estarán en MCD.
—¿Cómo se siente, Jiwoon hyung?
—Reconfortante.
—¿Cuántas veces has estado en prime time?
—Hmmm… algunas veces. ¿Es tu primera?
—Por supuesto. Nunca había estado en un show de televisión antes de BP.
—Cierto.
—Me pregunto si daré una buena impresión… Tantas personas mirando…
—Claro que lo harás. No tienes que preocuparte. No es muy diferente a esto en lo técnico. Pero notarás que te tratan como un talento reconocido. Y tendremos hasta camerino propio para prepararnos.
— Eso es cool… Es como vivir un preview de cómo es ser un idol ya debutado.
—Algo así.
—Hyung…?
—¿Sí?
—Sinceramente… ¿crees que…?
—Lo creo.
—No terminé lo que iba a decir…
—Sé lo que ibas a decir. Creo que lo mereces, creo que debutarás. Creo en ti, Maetthyu-ya.
—Ah…gracias, hyung. Tú opinión de verdad, de verdad, me importa mucho.
—Me gustaría poder compartir más de mi experiencia contigo, pero al menos espero que compartas mi confianza.
—¿Y tú perfume de la buena suerte?
—¿Eh?... ¡Ah! Seowon lo bautizó así, ¿no? Hmmm…Compartámoslo.
—¿En serio?
—¡Claro! Ven acá…En serio, ¡acércate!
—Wow…Hyung…Huele realmente like…alluring…and fresh. ¡Gracias!
Jiwoong no entiende qué quiso decir, pero le basta ver su emocionada sonrisa, y sus mejillas sonrojadas.
—Mettyu, te he compartido mi arma secreta. Ahora no puedes dudar de ti. Cada vez que pienses en algo desalentador, recuerda que llevas mi perfume de buena suerte contigo.
Sonríe. Matthew siempre sonríe, luminosamente.
Jiwoong siente que esa sonrisa está volviéndose, poco a poco, casi tan imprescindible como sus audífonos de cascos, sus libros de poemas, su perfume personalizado.
Acaso, cuando termine BP, ¿podrá llevarse también esa sonrisa en su equipaje?
***
[ONE]
[Sábado, 14:00]
—¿Ahí comenzó todo? —se pregunta en voz alta mientras observa a Matthew inconsciente, frágilmente respirando bajo la mascarilla de oxígeno.
Jiwoong quisiera regresar el tiempo atrás. Quisiera reescribir su historia desde el primer día que entró en el show de MNE, desde esa primera sonrisa. Pero exactamente, ¿qué es lo que cambiaría para evitar este momento?
Su vida toda se siente como una serpiente Ouroboros, siempre dispuesta a doblarse sobre sí misma para morderse la cola. Pero nunca, la mordida lo había desangrado como ahora.
—Hyun-ah, despierta...por favor.
La serpiente sisea dentro de su mente, apretando las clavijas de sus dolores presentes y antiguos.
***
Epílogo 1: “El amor según Gyuvin”
—Siento haberte gritado antes, Gyuvinnie.
—No pasa nada, hyung. —le contesta, sinceramente.
La ambulancia se desplaza a una velocidad que lo sobrecoge. Gyuvin se seca las lágrimas…para dejar espacio a otras. Tratando de prestar su hombro, cuando es él quien parece necesitarlo desesperadamente, intenta animar a Jiwoong hyung con una frase en inglés que se quiebra ligeramente al final, casi un sollozo.
—Once Love Killa team, Forever Love Killa team.
Y tras decirlo piensa en lo bueno que fuera que Matthew pudiera escucharlo. Que lo corrigiera, que lo elogiara, o simplemente, se burlara.
Jiwoong asiente con un ligero ‘hmmm’, en agradecimiento. Gyuvin no consigue que los ojos de Jiwoong se aparten de la camilla, que dejen de mirar la mano lánguida de Matthew frente a él.
El sanitario sigue colocando electrodos en el pecho de Matthew, y retirando el ambus para infundir oxígeno directamente a la mascarilla. Los monitores encima de sus cabezas emiten líneas sinuosas y confusas. Lo asustan más todavía, así que Gyuvin decide recostarse un poco contra el hombro de Jiwoong, mientras repasa lo ocurrido. Mientras intenta encontrar una razón que los tranquilice a todos.
La reacción de Hao fue simplemente perfecta en tiempo y en argumento para no dejar a Jiwoong en la base, como les había orientado el director Kim. Hao pensó más rápido que Hanbin, porque el líder parecía aún en shock cuando los paramédicos retiraron a Matthew en la camilla, y preguntaron si alguien los acompañaría.
Gyuvin puede imaginar todo lo que Matthew es para Hanbin, tanto como Yujin lo es para él, porque el cariño de hyung se siente diferente cuando se trata de asumir responsabilidades. A Gyuvin se le encoje el corazón de pensar en la mirada de Hanbin hyung, intentando ser calmado y estable cuando todo se desploma alrededor. Lo ha visto llorar en silencio, mientras preparaba un café en la mañana; y sollozando bajo el abrazo de Hao hyung, en la sala de la base, hace dos noches, cuando cancelaron todos los contratos de publicidad. Gyuvin sabe que la responsabilidad de Hanbin por todos ellos es demasiado sincera. Y que su amistad con Matthew no puede ser enfangada por todo ese lodazal que los está envolviendo, que aún no saben si los tragará por completo.
Gyuvin apenas siente que se ha recuperado de todo el dolor de hace unas semanas, cuando sintió que se derrumbaba su mundo, que cada mirada sobre él parecía acusarlo, que su presencia era una desgracia para sus hermanos y que no importaba cuán falso fuera lo que decían, su corazón se sentía quemándose por el rozamiento de cada palabra acusadora en las redes. Apenas duró dos semanas y se sintió como un siglo de tortura. ¿Cómo ha debido ser para los dos hyungs a su lado, quienes llevan mucho más tiempo bajo el fuego cruzado de los haters? Gyuvin intenta imaginar, con los ojos cerrados.
Si en lugar de Mashu syak, hubiera sido Yujin el que estuviera en el centro de este vendaval, ¿habría sido él tan calmado como Hanbin? Si hubiera sido la voz de Ricky en lugar de la de Jiwoong la que escuchó en ese audio, ¿estaría ahora en esa camilla? ¿O acaso, habría podido mantenerse tan estoico como su hyung mayor, cuando después de tanto esfuerzo, tanto reinventarse una y otra vez con heroica perseverancia, su carrera entera camina hacia la ruina?
Bueno, no tan estoico.
Hoy ha visto a un Jiwoong hyung que no conocía. Jiwoong siempre consigue sorprenderlo con una faceta nueva; pero la de hoy, habría preferido no verla nunca. Lo ha visto aterrado, enojado, quebrado. Hasta en el momento en que los jueces demolieron a críticas la autoestima de todos en la evaluación preliminar de Love Killa, le había demostrado su optimismo. Incluso en los peores momentos de acusaciones falsas en ese amargo invierno del pasado año, hyung estuvo calmado y humildemente paciente.
Pero el Jiwoong que está ahora a su lado, sosteniéndose la cabeza con una mano temblorosa, apantallando su expresión devastada, no es estoico, ni resiliente, y mucho menos optimista. Su otra mano sostiene el borde del suéter de Matthew. Gyuvin observa esa mano de Jiwoong aferrada a la tela de la manga, como la estruja ansiosamente cual si fuera él quien estuviera cayendo y se aferrara con todas sus fuerzas a una cuerda a punto de romperse.
Gyuvin ha estado presente muchas veces, desde que hicieron unidad en Love Killa, de las bromas entre sus dos hyungs. Él mismo ha sido parte de esas bromas. Porque desde que empezó el revuelo en el fandom con sus interacciones instigando uno de esos “shipping” populares, antes que todo se volviera terriblemente oscuro y cruel como ahora, había apoyado también sus fan-services. Pero, todo el skin-touch ¿ha sido solo fan-services? ¿Ha sido solo una broma? Siempre se ha convencido de que sí, de que Matthew es un sol que no le niega su calor a nadie, que no importa quien gire a su alrededor, tiene cariño para todos. Que no importa cuánto uno u otro de los chicos se afane en cautivarlo, no reserva exclusividades para nadie. Así de grande es su corazón, y así de puro. Por eso, a veces, la inocencia de Matthew puede llegar a ser una muralla inquebrantable. Y Gyuvin no cree que su experimentado hyung no se haya percatado de ello.
Jiwoong hyung en cambio es como el lado oscuro de la Luna, misterioso, impredecible y al que todos, de un modo u otro se sienten atraídos; pero como con la Luna, es su parte más luminosa la que contiene el mayor magnetismo para Gyuvin. Es esa bondad tan desinteresada y honda, que llega a dolerle cuando piensa en cuán duro le ha castigado la vida a su hyung, sin que consiga borrarle la ternura. ¿Será por eso que Mashu y Jiwoong no pueden separarse desde que se conocieron? Gyuvin sabe que tienen más en común de lo que muchos creen, porque siempre está cerca de ellos, y porque muchas veces tiene que disimular su propio arrobamiento ante las miradas que los ve intercambiar, llenas de apoyo, de confianza, y de algo mucho más íntimo e inefable que Gyuvin ha definido como una conexión inesperada.
Esa conexión que Gyuvin vio nacer en Love Killa, y que jamás imaginó que se prolongaría y fortalecería día tras día, a pesar de las peores rachas que han atravesado, o tal vez por ellas. A su lado ahora, en el momento más amargo de todos los que recuerda, Gyuvin sigue sin poder poner ese sentimiento en palabras.
Y ahora se percata, mientras mira a Jiwoong apretar sus labios para contener un sollozo o una maldición, que sus hyungs han sido realmente discretos sobre esa conexión. Como si le estuvieran protegiendo, aislándola de algún modo para que se mantenga sana, pura, perdurable.
Hay tantas anécdotas entre ellos en BP: en Love Killa, en SMN, durante la misión final de Not Alone, que nunca han mencionado en un live o en una entrevista, y que Gyuvin conoce. Como tantas otras que vinieron después. Cuando Gyuvin, Gunwook, Ricky, Hanbin hyung, Taerae hyung tiene alguna anécdota con Matthew corren a contársela a los fans, porque es para ellos una experiencia adorable, divertida y de la que quieren presumir. Jiwoong en cambio, las atesora como un dragón guardaría un tesoro bajo la montaña, algo que solo quisiera que quedara entre Matthew y él, como un pacto secreto.
Sabe con qué celo se cuidan, con qué celo protegen cada pedacito que la vida les permite juntos. Como si fueran los más conscientes de que el tiempo dentro de ZBO es finito, y que no hay una agencia común a la que regresar como él y Ricky harían, o a un país común en el que permanecer, como él y Hanbin tienen, ni siquiera a un sector de la industria donde coincidir como él y Yujin siempre encontrarán.
Por todo eso no puede creer lo que escuchó hace apenas unos minutos. Pero, ahí está Mashu syak en esa camilla, inmóvil, incapaz de respirar por sí mismo. Y Jiwoong hyung a su lado, en la misma posición penitente, y con la misma expresión de doloroso arrepentimiento desde que se bajó de la furgoneta de la compañía y corrió hacia la ambulancia, para recordarle que siempre las cosas, por malas que estén, pueden tornarse mucho peor.
Jiwoong hyung que sigue aferrado al puño de la manga como si no se atreviera a tocar el cuerpo de Matthew, por miedo a hacerlo desaparecer.
Gyuvin vuelve a secarse las lágrimas. ¿De qué debería hablarle a su hyung para distraerlo de su propio tormento interior, ese que puede sentir sin que necesite escucharlo de su boca?
¿De aquellas veces que fueron a montar bicicleta los tres juntos, y Gyuvin tenía que detenerse a esperarlos, porque de tan absortos en su conversación y sus risas se retrasaban con lo primero que atrapara su curiosidad?
¿De cuándo se iban al gym a trabajar meticulosamente sus rutinas para tornear sus abdómenes que mostrar en los comebacks o los conciertos, y Gyuvin terminaba rindiéndose sobre un banco cuando ellos seguían animándose mutuamente hasta conseguir el resultado deseado?
¿O de todas las veces que se han saltado el protocolo del orden en los aeropuertos para poder estar uno junto al otro, cada vez que Jiwoong hyung se ha sentido débil, enfermo o ansioso por un viaje, y Matthew, como la única medicina efectiva para esas molestias, no se aparta de él ni un momento?
Gyuvin quiere, mientras la ambulancia aúlla acercándose cada vez más a su destino, hacer algo para que Jiwoong no siga cayendo a ese vórtice de culpa dentro de su cabeza. Si al menos pudiera desentrañar ese sentimiento que tiene ante él, ponerle finalmente un nombre.
Suavemente, pone su mano sobre los dedos rígidos de Jiwoong aferrados a la manga de Matthew, y los separa con delicadeza. Jiwoong no se resiste, pero Gyuvin ve como su rostro se contrae con un gesto de resignación. Y mientras sostiene la mano helada y húmeda de Jiwoong, queriendo transmitirle una confianza que ni él mismo tiene, de entre todas sus memorias compartidas, Gyuvin decide traer una lejana, primigenia.
—Hyung, nunca me contaste el por qué le decías Mettyu a Mashu-syak.
Jiwoong frunce el ceño, como si estuviera haciendo un esfuerzo grande para conectar con las palabras de Gyuvin.
—¿Recuerdas? Cuando te corregí el nombre y me dijiste que ya lo sabías, pero que era una elección personal…
Jiwoong suspira profundamente, y asiente, cerrando los ojos por un instante. Gyuvin sigue acariciando la mano pálida y temblorosa dentro de la suya.
—Y es que todavía, a veces, le dices así…
—Ojalá nunca lo hubiera hecho, Gyuvinnie.
—Hyung… ¿por qué?
—Porque ahora mismo nada de esto estuviera pasando. Y él probablemente piense lo mismo cuando despierte.
—No creo, hyung. Sea lo que haya pasado, yo sé que Mashu y tú, no pueden hacerse daño el uno al otro.
—Ya ha ocurrido. Ya le hice daño. Por eso, te juro, que habría sido mejor, if I had never met him.
Gyuvin no se sorprende de la perfecta pronunciación de Jiwoong, porque es algo que también sabe. Que Matthew desde el primer día de Love Killa, ha estado siempre apoyando para que Jiwoong mejore su inglés. Tras dos años, la diferencia en la fluidez y en el vocabulario es tan palpable como los avances en el japonés de Matthew, los que hyung se ha encargado de apuntalar. No es el inglés, por supuesto, es la explicación implícita que Gyuvin empieza a dilucidar cuando Jiwoong lo confirma.
—Creí que había encontrado a la persona que siempre quise conocer en toda mi vida: un ser con tanta luz como para no dejarme pensar en mis sombras. Estaba feliz de haberlo conocido, y quise dejárselo saber.
Jiwoong ha apoyado la cabeza a la pared metálica de la ambulancia, pero sus ojos siguen fijos en la mano exánime de Matthew sobre la camilla. Gyuvin tiene los suyos fijos en el rostro de Jiwoong con una mirada de una profunda consideración.
—¿I Met You? ¿Te conocí? ¿Es eso lo que significaba?
Jiwoong traga en seco, y con ello van probablemente las lágrimas que no se permite dejar salir.
—Nunca debí pretender tanto.
Gyuvin abre su boca para dejar escapar un suspiro desde el centro de su pecho. Con lo que ha visto, con lo que ha oído, es más que suficiente. No importa si lo que Matthew es para Jiwoong hyung él no es capaz de imaginarlo totalmente, ahora sabe que, más que nunca, debe seguir apoyándolos.
Con igual suavidad, Gyuvin lleva la mano de Jiwoong hacia la camilla, sobre la mano inerte de Matthew, y la oprime con afecto, para dejarla así, aferrada a la del chico inconsciente.
Porque es allí donde pertenece.
Gyuvin sonríe para sí mismo, entre lágrimas.
Porque el nombre de ese sentimiento no era tan difícil de desentrañar.
Continuará…
Chapter 2: El Second Lead del Second Lead
Summary:
Jiwoong sigue una corazonada y decide proteger lo que cree justo. Lo que su cerebro razona como justicia, su corazón hambriento empieza a bautizarlo de otro modo…Pero ¿acaso tuvo opción?
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Capítulo 2
El Second Lead del Second Lead
—¿Te gustan los perros o los gatos?
Es la pregunta de su representante desde hace dos años, el mánager Park, apenas lo contacta antes de la visita a un sitio favorito que grabarán el fin de semana. No le da tiempo a explicar su respuesta.
—Irás entonces a un café de perritos, reforzará tu imagen tierna.
Quiere decir que le encantaría, de no ser por las alergias. Pero lo piensa mejor. Estornudará un rato si es necesario. Ha sido incómodo descender al quinto lugar en la clasificación. Necesita estrategias concretas. Jiwoong está más preocupado ahora mismo por su asignación a Say My Name, una canción bastante difícil de bailar y aún peor de interpretar para él. Sigue intentando entender por qué los Star Creators lo quieren ahí, y no en el concepto dark de En Garde, o en el sensual de Over Me. El mánager Park disipa sus dudas.
—Necesitas una canción para mostrar el tonto que hay en ti. A la gente le ha parecido adorable tus reacciones infantiles durante la misión de Love Killa. Tengo que reconocerlo, tienes un lado mono, Kim Jiwoong. Explótalo esta vez. Pero, no te excedas con la tontería a punto de arruinar tu imagen.
Jiwoong hará lo que sea, siempre que su instinto lo avale. Va a terminar la llamada, pero el mánager Park, tiene algo más.
—Ah, por cierto, las redes están hirviendo con tu nueva conquista.
¿Conquista? Jiwoong ladea la cabeza, interrogante.
—Hablo del canadiense. Al público les pareció simpática la interacción de ustedes. Tiene un fandom muy fuerte fuera de Corea, y adentro, de a poco, está creciendo. A tus fans también les parece adorable el shotacon y han empezado a emparejarlos. No eres alérgico a los canadienses, ¿verdad?
Jiwoong niega con una ligera sonrisa.
—Entonces, ponlo todo lo ansioso que puedas.
Jiwoong vuelve a sonreír, fugazmente, ante la referencia y el gesto de “hwaiting” del mánager Park.
De regreso a las prácticas, Jiwoong va pensando… ¿a la gente le agrada su interacción con Matthew al punto de emparejarlos?, ¿qué tiene la gente en la cabeza hoy en día? Una sensación fresca, lúdica, ¿satisfacción tal vez? le distiende los labios, despacio, hasta hacerlo sonreír abiertamente. “Hey, calma tu ego de artista”, piensa. Si se trata de jugar al hyung serio y sexy que cuida del sunshine del grupo, pues... Casi escucha el rechinante frenazo de sus propios pensamientos. ¿Estás loco, Kim Jiwoong? Matthew no es un personaje de un drama, ¡es una persona real! Aunque parezca un ángel, aunque su amigo Jongwoo siempre diga que parece irreal de tan adorable, aunque sea capaz de reventar un aegyometro, si tal cosa existiera. Matthew es real. Y él nunca ha sido alguien que disfrute con manipular a otros. No. No lo disfruta. Lo detesta, profundamente. Pero ¿y si la amistad con Matthew los beneficia a ambos, por qué la rechazaría?
Jiwoong cree haber conciliado la disonancia dentro de sí. Cree que está listo para el nuevo reto. Su subtrama parece tomar un derrotero inesperado, pero puede manejarla. A fin de cuentas, Say My Name es una canción en la que nunca imaginó estar... “En verdad, ¿me quieren en Say My Name?” Jiwoong se pregunta que busca la producción con esta distribución mientras camina hacia el salón de prácticas.
***
Cuando Kim Taerae, con quien compartió equipo en Back Door y a quien sigue considerando uno de los mejores vocalistas del programa, abandona voluntariamente el grupo después del tercer corte para ir a completar el diezmado equipo de Switch, Jiwoong vuelve a dudar.
Y mientras vuelve a repetirse que Matthew no se irá del equipo donde Sung Hanbin es el líder, su conciencia descorre un velo, breve y peligrosamente: “Ojalá que no fuera Sung Hanbin la razón por la que se quede.” Pero no tiene tiempo para analizar ese estallido de recuerdos cargados de sensaciones: la suavidad de la cara de Matthew apretada entre sus manos, la visión de la sonrisa contagiosa y tierna del chico, su olor al usar el perfume de Jiwoong antes de salir a escena en MCD. Porque los del equipo incompleto de Switch llegan al salón para captar integrantes, y la insistencia por llevarse a Matthew con ellos inquieta a Jiwoong más de lo que está dispuesto a reconocer. Su mente fabrica razones: ya perdieron a Taerae, si Matthew también lo sigue a Switch, junto con Keita y Park HanBin, puede resultar un black horse como lo fue Law, sería otro Kill This Love... “¡Tie-nes-que-cal-mar-te, Kim-Ji-woong!!”
Jiwoong lista sus ventajas. Sung Hanbin es el líder del equipo, la garantía de éxito, porque es el protagonista de este drama. Puede confiar en Yujin, es otro jonrón con bases llenas. SMN es la mejor opción, se repite para sí. Ve a Matthew pedir la letra de Switch para revisarla y la ansiedad que le aguijonea el pecho empieza a ser dolorosa. Pueden ganar incluso sin Matthew, piensa; pero eso no calma el sudor en las palmas de sus manos, ni el palpitar sutil de un músculo en su mejilla izquierda. No puede creer, que, por segunda vez, Seok Matthew esté burlándose de todos sus años de entrenamiento en meditación y mindfulness.
Cuando Matthew finalmente declina la oferta, Jiwoong, desde el fondo del salón, siente como si su cuerpo hubiera sido transportado, en un segundo, desde el ecuador de Júpiter a la gravedad marciana.
Un rato más tarde, en una pausa en el entrenamiento, se lo deja saber. Sinceramente, cree que SMN es perfecta para Matthew, donde va a brillar en su parte como nunca. Lo ve sonreír y cabecear en agradecimiento, golpearle levemente el hombro y pronunciar una vez más su nombre incorrectamente, omitiendo la g- final. Pero a Jiwoong no le importa, y mucho menos va a corregirlo ahora. El Jiwoonie-hyung de Matthew suena adorable. Pareciera que todo lo que Matthew dice puede convertirse en un slogan, como ese “I love you, I want you, Seok Matt-you”, que desde Kill This Love lo acompaña en cada presentación. Así que no va a ser él quien le edite su nombre, cuando podría ser un sello para esa amistad que la audiencia está anhelando.
Matthew habla entrecortando las frases, selecciona las palabras en coreano, y alguna que otra en inglés se cuela cuando su vocabulario no alcanza o tropieza con la gramática. Jiwoong asiente, pero no intenta ayudarlo con el idioma esta vez. Ni siquiera está escuchando lo que dice. No es que sus pensamientos estén lejos; debe ser culpa de su entrenamiento en mindfulness que está demasiado presente.
El lunar sobre la mejilla izquierda de Matthew queda justo a la altura de sus ojos. Jiwoong contiene la respiración ante la vista de su piel impecable, tersa y suave a la vez, de esa mejilla esponjosa sobre una mandíbula remarcada como cuchillo afilado, bruñido por el sudor. ¿Siempre han sido así de abundantes sus pestañas? Está sentado a menos de medio metro, y desde su perspectiva el rostro de Matthew en perfil girado es en exceso perfecto.
Reconoce que ha sido muy injusto todo este tiempo. No, no es la cámara quien lo mima. Ni siquiera la cámara le favorece, porque el Matthew real, el que tiene sentado un poco delante de él ahora, que gira su pequeña cabeza y lo mira de frente con esos ojos grandes, curiosos y sinceros, es mucho más atractivo de lo que ningún lente ha conseguido captar.
—Pero…quiero bailar en el escenario con Hanbin hyung y contigo. Aunque sea por una sola vez.
Tiene que ganar la confianza para poder decirle a Matthew lo hermoso que es, por dentro y por fuera. Porque, bueno, eso le dará mucha más seguridad, lo hará confiar en la elección que ha hecho. No debe olvidar que la producción le pidió que lo apoyara antes. Pero el calor que asciende a su cara lo cohíbe y prefiere distraer su turbación con su mejor sonrisa optimista. En el futuro le dirá. Por el momento, mirarlo, ya recarga de fe sus sueños…
—No será una vez, serán muchas en el futuro. Te doy mi palabra.
…al punto de hacer una promesa sobre la que no tiene control alguno.
***
Y como siempre, ha sido divertido practicar con ese Matthew que se sumerge en la coreografía y danza con todos y cada uno de los músculos de su cuerpo. Su ignorancia sobre ciertas palabras crea malentendidos deliciosos y carcajadas que nunca lo ofenden. Sí, SMN era el equipo perfecto para él. O eso es lo que Jiwoong siente en este momento, mientras le cuenta Seobin, que lo observa desde la otra banqueta, frente al mostrador del café. Un café a pocas cuadras de la instalación del Planeta de los chicos que escogió, o escogió su mánager, para su permiso de tres horas. Yoon Seobin mira el reloj y suspira pesadamente. No puede creer que Jiwoongie haya gastado la primera elogiando a ese canadiense delante de su cara, sin percatarse cuánto le incomoda. Ni ha preguntado sobre la preparación de su comeback en el verano. Musita lo bastante alto para disolver la sonrisa de su amigo.
—Ansioso, tímido y un tonto con excesivas esperanzas. ¿Esa es tu imagen ahora Kim Jiwoong?
—Hey, no seas grosero.
—¿Formalidades, hyung? Pide respeto cuando te lo tengas.
—¡Yoon Seobin?!
Seobin hace girar sus agudos y castaños ojos.
—Ya tengo hiperglucemia, hyung. Una cucharada más de azúcar elogiando al canadiense, y te juro que vomitaré un barril de “ppusamz”.
—¿De qué? – Jiwoong, entre curioso y divertido, intenta comprender esa nueva palabra que Seobin ha pronunciado con una adorable expresión de hastío.
—¡Ppusamz! Vaya nombrecito tonto. Pero, no más que tú Jiwoong-ah haciendo eco de lo que dice el canadiense, riéndote como si hubiera hecho el mejor chiste del mundo. ¡Y ni siquiera puede decir tu nombre bien!
—Ah, ¿es por eso?
Jiwoong cae en cuenta que ese simple instante en que repitió el sonido con que Matthew marcaba el ritmo de Love Killa en tres compases (pu-pu-pu), les ha ganado el sobrenombre de ppusamz (sam=3 en coreano). Va a decir que es lindo, pero la nariz fruncida y los ojos centellantes de Seobin lo detienen.
Jiwoong relaja su rostro con una sonrisa conciliatoria. No va a molestarse con Seobin, no vino a verlo para discutir. Seobin es lo más cercano a un amigo que ha tenido por el último año y medio, desde que los dos se conocieron protagonizando su primera webserie BL, catapultándolos internacionalmente dentro del género hacia la preferencia de millones de seguidores. Y han compartido mucho.
—No seas celoso.
Seobin lo mira con esa expresión de comadreja seductora y dúctil que siempre le ha causado ternura.
—Sabes que lo soy. El asunto es si debo estar celoso ahora mismo. ¿Debo?
Jiwoong siente que su sonrisa, contraída, asimétrica, confunde más que lo que afirma la confianza de su partner en tantas escenas de besos y frases, mucho más edulcoradas que cualquiera de las que ha dicho hoy.
—Estoy trabajando, Binah.
—Aww…Tan profesional, Jiwoong ssi.
Seobin, irónico, divertido, provocativo, se muerde su labio inferior. Sacude su cabeza mientras agita suavemente un último sorbo de té en su taza y suspira antes de terminarlo. Jiwoong repara en la suya, prácticamente llena, y el paso del tiempo se hace evidente para él.
Solo quería compartir con alguien fuera de ese círculo de chicos, mitad-competidores mitad-aliados, en los que ha estado inmerso por más de dos meses; comentar sin pensar en las cámaras grabando 24/7 y que lo que diga pueda ser editado con cualquier propósito; escuchar de algo que no fuera sobre misiones estresantes, cuartos ruidosos y desordenados, la ansiedad que los roe cada vez que hacen el corte y …Seok Matthew. ¿Cómo terminó hablando de todo lo que quiere evitar?
Levanta su vista para tropezarla con el rostro de Seobin escrutándolo, intensa y reflexivamente, desde distintos ángulos, con los ojos entrecerrados, los labios fruncidos. Jiwoong le flirtea por hábito.
—¿Te parezco lindo, o qué?
Si Seobin hubiera dicho, “el más lindo”, o “¿acaso no lo sabes?”, o cualquiera de esas expresiones llenas de coqueteo con el que siempre se han tratado, habría sido fácil cambiar el tema. Pero Seobin siempre ha sido quien se sumerge hasta el fondo para analizar cada paso, meticulosa y obsesivamente. Lo mantendrá contra las cuerdas de su cuadrilátero mental, y no dejará de sacudirlo hasta que consiga lo que quiere.
—Hyung, sinceramente, ¿cómo vas a ajustar tu estrategia si no estás al tanto de lo que está proyectando el show? ¿Ajeno a lo que dice tu fandom? ¿Sin importarte lo que dicen las encuestas?
—Me importan, pero no quiero que me carcoman el cerebro, Seobin-ah. Necesito estar tranquilo en esta fase final, si me pongo ansioso, cometo errores. Y nada me pone más ansioso que saber…
Jiwoong calla, no quiere exponer demasiada piel de su interior ahora mismo. Su mente siempre ha sido una eterno debate entre el anhelo de ser querido por cómo piensa y siente, y la confianza en su apariencia, sensualidad y seductora imagen. Muchas veces quiere dejarla un lado, pero termina volviendo a ella, porque está confiado ahí, incluso cuando sabe que lo destruye. Oh, por ahí no, Kim Jiwoong, esa puerta no. El frenazo mental, la vuelta en U, afuera, afuera…a la cara de Seobin con esa mirada seria y ese dedo índice que le apunta directo a los ojos.
—¿Sabes que es lo único que tienes que saber? Que eres TÚ el que pone a todos ansiosos.
Jiwoong sonríe asintiendo y toma un sorbo de su té, que ya está demasiado tibio para su gusto, así que devuelve la taza al mostrador y pide con gestos que le sirvan otra. Acepta que hablar con Seobin aclara sus prioridades. Cree que ya puede despegarse de las cuerdas cuando su colega lanza la verdad en forma de un contundente uppercut.
—A todos, excepto a Seok Matthew, ¿verdad?
La mención ha detenido los músculos de su garganta y casi le hace atragantarse con el té. Carraspea.
—Dijiste que solo mencionarlo te daría náuseas, ¿por qué sigues con el tema?
—Porque me importas. Estás pisando hielo fino, Kim Jiwoong. ¿Has analizado las líneas dramáticas del show, al menos?
—Por supuesto. Sé bien quienes protagonizan y quienes somos potenciales actores de reparto. Estoy trabajando para mantenerme en un papel principal, Seobin-ah. Sé que nunca seré un extra, pero no quiero ser solo un cameo.
Seobin golpea levemente la mesa con su mano cerrada.
—Entonces, no pierdas el enfoque. Si vas a usar a Seok Matthew, tiene que conseguir que caiga por ti, para dejar claro que tú sigue siendo el gran e inaccesible Kim Jiwoong.
Jiwoong no entiende por donde va su análisis. No quiere saber; prefiere hablar del café de perritos al que fue el fin de semana.
—Estás sobreanalizando, Binah. Maettyu es otro aspirante a personaje principal más, el amigo sociable del prota que…
—Hyung, ¡reacciona! ¡El canadiense es el Second Lead! Honestamente, no me importa lo que pase con él. Está ahí para ser sacrificado, pero no quiero que te sacrifiquen con él. Si no puedes usarlo inteligentemente, aprovecha esta misión para alejarte, acércate a Sung Hanbin, al bebé genio de Han Yujin, muestra el mismo encanto con todos, y borra esa impresión de Love Killa.
Love Killa ha sido mucho más que una impresión. Jiwoong piensa que esa misión no solo fue el punto de giro del primer acto de BP, también reseteó su subtrama; ha ido mucho más allá de su imagen.
—Seobin-ah, voy a quedar como un oportunista, y sabes lo que odio eso. Además, el mánager Park cree que benefició mi imagen.
Seobin asiente pesadamente, como si evaluara la opción que sabe definitiva, y se reclina en la banqueta sin apartar sus ojos brillantes del rostro hermoso y confundido de su amigo.
—Entonces, sedúcelo. Muéstrales a todos que puedes ganarte el corazón del canadiense por encima del protagonista del drama. Haz que te prefiera antes que a Sung Hanbin.
Jiwoong ríe suavemente, ¿qué tipo de drama está filmando Seobin en su cabeza? Sus únicas dos opciones son ser un arribista calculador o un seductor irresponsable. No, no hará nada de eso.
—Maettyu y Hanbin son amigos. No voy a perder tiempo testando lo que ya sé. Por otro lado, hay muchas probabilidades de que… Que él sea hete…
Jiwoong sigue trabado con la palabra heterosexual como si estuviera tratando de pronunciarla en inglés y no recuerda cómo. Seobin gira los ojos y casi los pone en blanco al captarlo. Suaviza la expresión, ladeando la cabeza, concentrándose en la taza de té todavía llena hasta la mitad y completamente fría. A Jiwoong solo le gusta tomar el té mientras humea. Chasquea repetidamente la lengua mientras sacude la cabeza. No se trata de preferencia sexuales. Aunque en cierto punto ayudarían, ¿desde cuándo la orientación sexual importa ante el encanto de Kim Jiwoong?
—Es como esa taza de té, que has tomado demasiado tiempo para beberla. ¿La dejarás porque ya está fría, para seguir sediento? Parece que has perdido tu toque, querido.
Como si se lo recordaran, la nueva taza humeante llega de manos del dependiente, que simplemente las sustituye sin mover siquiera el plato. Jiwoong se siente incómodo. Siente que su barrera ha empezado a quebrarse, qué los orificios de oscuridad comienzan a hacerse más y más grandes dentro de él. A veces, la retórica de su amigo lo abruma a un punto en el que quiere rendirse a lo que pide, solo para que lo deje abandonar el cuadrilátero.
—¿Cuál es exactamente tu idea, Seobinie?
Cuando Jiwoong habla, hay en su voz ese tinte de desafío y apremio que hace sonreír con sorna a Seobin. Su hyung ha empezado a entender el juego.
—Primero, necesitas seducir al canadiense para que sea evidente en cámara que te has convertido en su favorito. Lo que necesites hacer. ¿En algún momento las luces de esos cuartos se apagan, cierto?
—¡Yoon Seobin-ah!
—¡Ah, verdad! crees que es hetero… Why so serious? Relájate. Lo segundo, es que necesitas que todo pase antes de que la producción se encargue de editarlo de algún modo para que no quedes como el “oportunista” que tanto te preocupa. Tercero, debes alejarte de él apenas confirme que te ha elegido frente al prota.
—¿Tiene eso sentido?
—Por supuesto, porque realmente el protagonista no eres tú, babe. Tienes que ser fiel al prota primero que a todo. Entonces, es el momento para ser el “hyung leal consejero” de Sung Hanbin.
Seobin hace una pausa dramática para confirmar que Jiwoong lo sigue, y para dar más efecto a su último paso. Jiwoong tiene las piernas cruzadas, los dedos entrelazados sobre las rodillas, pero todo él se mueve al ritmo ansioso del pie apoyado en el travesaño de la banqueta, el rostro completamente inexpresivo. Seobin sabe que está procesando, así que es cuidadoso al liberar el último detalle.
—Cuarto, cuando la producción haga su trabajo para desvanecerlo del programa, —Seobin pasa el pulgar alrededor del cuello en clásico ademán de degüello. —trata de estar a suficiente distancia, para que el fade out no te toque.
—Wow, Bin-ah… ¿tienes algún amigo en la producción del programa y no me contaste?
—No tengo amigos guionistas en los programas de variedades, ni buenos recuerdos de ellos, lo sabes. Es solo mi experiencia leyendo… ¿algún que otro libreto de dramas BL?
Lo remata inclinando graciosamente su bonita cabeza castaña hacia un lado, con un guiño, y una pose encantadora. Pero la sonrisa de respuesta es muy leve y discreta para el gusto de Seobin.
—Demasiado elaborado para mi cabeza. Tal vez tengas razón sobre el Second Lead, pero no creo que Maettyu tenga idea de su rol; puede jugar sus cartas de modo impredecible.
Sí, es impredecible, no sabe exactamente por dónde, ni cómo va a reaccionar Seok Matthew, y eso justamente es lo que (apenas reconoce), más le atrae.
—¿Acaso tú no eres el actor de experiencia aquí? Hyung, estoy perdiendo la confianza en ti. Si no puedes convencer a un casi adolescente extranjero que apenas machaca el coreano de que tú eres su Primera Opción, ¿cómo piensas convencer a la audiencia coreana entonces?
Eso fue muy contundente. La oscuridad ya ha copado todo el ring de boxeo mental dentro de la cabeza de Jiwoong. Pero Seobin empuja un poco más, contra las cuerdas de la cordura.
—¿Qué quieres apostar?
—¿Apostar?, ¿qué?, ¿por qué?
—Si yo tengo razón en que no puedes seducir al canadiense, aceptarás hacer la segunda parte de Roommates of Poongduck…Ya sé, ya sé que, si haces el grupo, por dos años y medio no podrás hacer otro proyecto. Pero soy paciente, solo quiero tu compromiso.
—¿Y si no tienes razón?
—Si consigues seducir al canadiense y no irte por el tragante con él. Hmm…pues, deja ver. Ah, podría pagarte un viaje a Tailandia. Podríamos reunirnos con los actores de BL de allá que tanto quieres conocer…
—No, eres tú quien todo el tiempo habla de colaboraciones con los tailandeses.
—Entonces, para que visites esa universidad que tanto te llamó la atención en el primer episodio del programa. Con suerte, hasta consigues que te den una beca allí.
—Seobin-ah, ¿porque ambas opciones suenan como si estuvieras ganando tú?
Seobin sonríe divertido, con esa sonrisa perfecta y brillante, que remata con un coqueteo.
—Es que siempre que esté contigo, gano yo. Tenme fe, hyung, si haces lo que te digo, subirás en el Top9 y sacarás al canadiense de tu camino.
¿Qué parte de que no soporta el oportunismo no entendiste, Seobin-ah? La segunda taza con té frente a Jiwoong ya no humea, así que puede tomárselo de un golpe; dejarla con un brusco ademán sobre el plato, causando un sonido cortante, antes de responder a la cara sorprendida de Seobin.
—Sacar a Seok Maettyu de mi camino…hmmm. Y ¿por qué has asumido todo el tiempo que lo quiero fuera de él?
Eso fue muy autodestructivo.
***
Cuando los productores de rodaje y el guionista se reúnen con él y con Hanbin no le queda claro qué quieren de ellos exactamente. Tiene que volver a preguntar.
—¿Cambiar las partes de los vocales antes de que nos evalúen los Star Masters?
Para ser exactos, apenas unas tres horas antes. Hanbin ha entendido el punto rápidamente, y no es que él no lo haya hecho, pero acepta la explicación que le da el líder, y acepta ser quien proponga el cambio. Es el hyung de todos al final. Tener a Yoo Seung-eon en el grupo en una posición donde no lucen tanto sus excelentes habilidades vocales amerita el cambio. Y Matthew quedaría mejor en la parte más vibrante y dinámica de la canción. Va más con su timbre y su personalidad, es el más estable vocalmente cuando salta. Todo lo que el staff les pide es que den sus sugerencias como propias.
Jiwoong no hace las preguntas que le martillean en la cabeza mientras caminan de vuelta a la sala de prácticas. ¿Por qué se lo piden a ellos en lugar de que la sugerencia llegue desde los Star Masters?; y ¿por qué Matthew y Seung Eon no estuvieron en esa conversación, si son los implicados? La producción quiere drama. Definitivamente. Jiwoong sabe que Matthew brilla en cualquier parte del escenario, que siempre está dispuesto a ceder, y es infatigable en conseguir que todo salga perfectamente sincronizado. Seong ganará con el cambio y por supuesto que lo apoyará.
Y, sin embargo, algo no va como lo imaginaba. Matthew sigue insistiéndole a Hanbin de que están bromeando, que debe haber una cámara escondida, (“no, no está escondida, hay tres cámara grabando abierta e insistentemente la escena, Maetthyu, por favor, es un show, ¡reacciona!”), que el cambio no tiene sentido para él, porque no puede hacer la parte dos con los ad-libs que ha creado Seung Eon, que hubiera sido mejor irse a Switch. Matthew está hundiéndose cada vez más en su propia desesperación y Jiwoong decide cortarla de golpe, hacerlo reaccionar. “¡Es un show, Mettyu! Por favor, cuida tu imagen.” Se siente realmente irritado con Matthew. Pero no más que con Hanbin, con el staff, con él mismo.
—Se trata de lo que es mejor para el equipo, no solo de lo que tú quieres.
Hanbin también lo refuerza, lo hace más explícito: no se trata de un solo, se trata de un tema grupal. Pero ¿es por eso por lo que lo están haciendo? ¿No es por lo mismo que evitan mirar a Matthew a la cara, aun cuando él intenta que lo miren? Matthew despega un adhesivo del suelo, mecánicamente, mientras sus lágrimas corren por sus puños, caen sobre la tela de su pantalón, sobre el papel con la letra de Say My Name donde ha hecho y remarcado montones de anotaciones durante la semana alrededor de su parte, hasta que se levanta para salir de la sala de práctica. Jiwoong busca con la vista al staff, pidiendo alguna orientación. Solo le indican que espere.
Y Jiwoong espera, porque al final, está ahí para no ser un cameo. Para aprovechar lo que cree su última oportunidad. Para hacer el Top9, con o sin Matthew. O eso es lo que se repite durante todo el día, mientras maneja la náusea que sube a cada ratos hasta su garganta.
La mirada triste de Matthew, incluso después de pasar la evaluación y escuchar al master Choi decirle que su sonrisa es su mejor arma, sigue enterrada en el nuevo fragmento de la canción, mientras repasa la pronunciación con Hanbin. A veces, Seong y Matthew intercambian sobre cómo ejecutar mejor las partes cambiadas, a veces le sonríe a Yujin, quien le reciproca, aliviado. Pero no a Jiwoong. La mirada de Matthew, que apenas lo roza, que lo evita, que lo ignora, quisiera no tomarla como algo personal. Después de todo, Seobin puede tener razón, y es su oportunidad de abandonar ese barco que apenas ha zarpado cuando todavía la costa, como el sentimiento, es tenuemente visible.
Jiwoong sale del baño, después haber dejado caer sobre su cabeza y su cara un surtidor caliente y luego helado, que no consigue despejar su mente tras media hora. Las voces de protesta de los chicos que esperaban por su turno quedan detrás, y Jiwoong se dirige al dormitorio sin responderles.
Hanbin y Zhang Hao conversan por lo bajo, sentados en la cama del primero, y callan cuando Jiwoong entra. El chico chino hace una leve y tímida inclinación de cabeza y Jiwoong le sonríe. Intercambian algunas frases formales sobre como ido el día sin profundizar en nada en particular. Por la mirada atribulada de Hanbin, Jiwoong supone que ha estado conversando con su nuevo amigo sobre lo que ocurrió hoy, tal vez pidiendo algún consejo, o solo buscando un hombro donde descansar su cabeza. Sabe que el líder también se siente abrumado por la responsabilidad de lo que pase en lo adelante con su dongsaeng. Sin embargo, no está allí, consolando a Matthew después de que las cámaras del estudio se apagan, y solo quedan esas pequeñas instaladas en los dormitorios, que ahora tienen tres camas.
Jiwoong termina de secar su pelo y comienza a ponerse su tónico facial mientras los observa reflejados en su espejo. Que Hanbin esté fortaleciendo su relación con Zhang Hao, no es porque no le importe Matthew. Es porque su vínculo con éste es lo suficientemente sólido para permitir navegar esas tormentas sin que ninguno de los dos abandone el viaje. En cambio, Zhang Hao, además de ser el coprotagonista, es un vínculo todavía frágil, por mucho que la producción lo apoye y destaque. Jiwoong cae en cuenta de que su relación con Matthew, que es todavía más tenue, él se atrevió a ponerla a prueba y ha sido un total desastre. Porque al final, Hanbin y Hao son los protagonistas de este drama BL, y Jiwoong es…solo un cameo aspirando a un rol fijo en el reparto.
Jiwoong observa a los chicos con simpatía, conversando, apoyándose, los imagina subiendo juntos hasta lo alto del podio como sabe que pasará. Y eso vierte más culpa sobre sus hombros. ¿Por qué tiene que ser Matthew el Second Lead? Matthew es real, no es un personaje. ¿Por qué tiene que ser editado como una persona egoísta e insensible cuando es todo lo contrario? ¿Por qué tiene que estar lidiando solo con el dolor, la decepción y la inseguridad que él mismo y Hanbin han creado aun sin proponérselo? Ah, es tan fácil ver las costuras de los guiones cuando eres actor. Acaso ¿no suelen los actores escoger los dramas donde actúan?
La mano de Jiwoong se ha detenido sobre su cuello donde esparce la crema hidratante. Un pensamiento ha cruzado como una ráfaga de viento que aparta todas las nubes que se han agolpado en su cabeza durante el día, como un delgado rayo de sol que ilumina los desordenados latidos de su corazón.
Hao se encoge de hombros ante la curiosa mirada de Hanbin, no tiene ni idea de por qué Jiwoong ha salido sin decir nada y a toda prisa del dormitorio.
***
—Maetthyu-ah, ¿estás despierto?
Un débil “hmmm” por respuesta, Matthew levanta la cabeza, su rostro serio, demacrado, parece más pequeño y etéreo bajo la luz cetrina del dormitorio. Jiwoong se sienta en la cama frente a la del chico, y tras una pausa para inhalar suficiente aire, deja escapar su disculpa apologética. Intenta ser pausado y claro, al menos en los aspectos que necesita que el micrófono de la cámara de seguridad grabe. No sabe si lo usarán o no, pero si la producción del programa quiere drama, se lo dará. Al menos hará que el drama de Matthew sea tan grande que no les quedará más remedio que ponerlo en el centro del escenario. Quieren un BL, les dará un BL. Quieren convertirlo en el segundo líder, les dará mucho más que eso: una Second Couple.
—No estás bien, ¿verdad?
Matthew tarda en responder, pero tras unos segundos comienza a abrirse. No es difícil hacerlo hablar, él es francamente extrovertido incluso con las barreras que el idioma le impone. Deja ver lo herido que está, lo decepcionado que se ha sentido al verse sin apoyo, y lo mucho que ha pensado si realmente ir junto a Keita y Kamden no les habría evitado estos malos momentos a todos. Sí, Matthew ha soltado bastante material para su drama, piensa Jiwoong, mientras trata de mantenerse calmado, pendiente de lo que el chico dice, para dirigir la conversación con alguna pregunta que quiebre renuencias y recelos con lo ocurrido.
Finalmente dice esas palabras que la audiencia quiere oír, que se arrepiente, que es su culpa, que debió no ser egoísta por querer cantar esa parte de la canción en inglés para que su mamá la identificara en la radio. No, eso no lo sabía Jiwoong, pero la producción evidentemente sí. En este punto, al hyung de todos le cuesta no protestar en voz alta, y aprieta los dientes con tanta fuerza que su mandíbula duele. Cuando Matthew calla, va hasta él para abrazarlo y disculparse por haber elegido mal el momento y el modo en que sugirió el cambio, para disculparse por darle un mal día, para asegurarle que todo va a estar bien.
El abrazo, las palabras de consuelo, la actitud conciliatoria, todo ha estado en el precipitado plan de Jiwoong, en su improvisado guion personal, el que ha decidido escribir de aquí en adelante, aún sin saber si la producción lo comprará y lo sacará al aire.
Todo, menos ese estremecimiento desde la base de su columna hasta la nuca, retumbando en el abdomen, cuando el cuerpo de Matthew se hunde contra su pecho, y su cabeza se clava en el hueco de la clavícula. Todo, menos ese deseo de quedarse ahí por siempre, dentro del círculo de brazos fuertes y cálidos que lo rodean por instinto bajo la frazada, aceptando su arrepentimiento y perdonando demasiado rápido.
Matthew todavía sonríe pálidamente cuando Jiwoong vuelve a sentarse en la cama, dando la espalda a la cámara. Lo que dice es tan bajo que apenas los oídos de Matthew podrían captarlo si no tuviera sus ojos fijos en los labios de su hyung cuando articula ampliamente.
—Confía en mí, y sígueme.
***
Estar al lado y del lado de Matthew, Jiwoong no ha calculado todos los riesgos que eso representa. Solo ha ido con una corazonada. Uno de los coreógrafos que conoce de Burn Up le ha facilitado, tan secretamente cómo es posible hacerlo en un reality, un iPad para husmear en las redes. Necesita saber si su guion fue comprado, si lo están produciendo. Jiwoong busca el baño más alejado, en la zona de dormitorios que no están usando ahora.
Descubre como el desacuerdo de SMN, que duró apenas unas horas, ha sido alargado por más de dos semanas de programas y aún siguen sin darle fin. La secuencia en que ocurrieron las cosas ha sido alterada, demasiado, y las imágenes sugieren conflictos que nunca existieron. Lo peor, toda suerte de rumores sucios acerca de Matthew y su agencia, circula en las redes. El fandom de Jiwoong está profundamente dividido ahora mismo acerca de su interacción con el canadiense.
Jiwoong siente una punzada en el estómago. El pequeño músculo sobre su ojo empieza a latir con impertinencia. Aunque la productora del programa y la agencia de Matthew han sacado comunicados negando las acusaciones de favoritismo, eso no ha calmado demasiado a quienes ahora tiene una diana clara para culpar por cualquier mal manejo de sus preferidos. Jiwoong siente que él trazó eso círculos concéntricos sobre Matthew volviéndolo un blanco para el odio y el resentimiento. Esta vez su puño sí golpea contra los azulejos de la pared, una, dos, tres veces. El dolor muerde sus nudillos y viaja por su brazo, su cuello tenso, hasta su cerebro sobrecargado, aliviando su impotencia. ¿No hay nada que hacer? Solo confiar en su corazonada. Esperar por los resultados del corte de hoy, y evitar que Matthew se derrumbe si consigue acceder a toda esta basura en línea.
Esconde el iPad entre las telas de la chaqueta deportiva. Sale del baño con premura hacia los dormitorios, tan sumido en sus cavilaciones, que su pecho impacta contra la cabeza gacha, enfundada en un hoodie rosa, de alguien igualmente distraído.
—Ah...Jiwoon hyung. Sorry,..I…no te vi.
Matthew sonríe nervioso, su mirada es oblicua, inquieta, cargada de inseguridad. Intentando parecer sereno, Jiwoong le sonríe, le echa un brazo por encima del hombro, intenta moverlo en su misma dirección.
—Oh, Maettyah, tampoco yo. ¿Me estabas buscando?
Matthew lo detiene, su mano sobre el pecho mientras se sale de debajo del abrazo incompleto de su hyung. La otra mano entra en el bolsillo del hoodie, y muestra apenas la esquina de un móvil.
—En realidad…iba al baño a revisar, ya sabes.
—No vayas…no lo hagas. Sabes que no está permitido.
—Hyung, todos lo están haciendo. Sé que no hay buenos comentarios sobre mí. Pero necesito saber cuáles son, para poder manejarlos.
—Mettyu, por favor, escúchame. Si quieres usar ese teléfono, hazlo para hablar con tu familia. Escríbele a tu mamá, a tu hermana, habla con tu tío…No entres a las redes.
Matthew lo mira con sus grandes ojos, abrillantados por las lágrimas. Su expresión es tan desolada que Jiwoong lo lee como una dolorosa rendición.
—Las cosas son peor de lo que me imagino para que tú te veas tan desesperanzado.
Jiwoong, que quiere ser para Matthew su aliento, su confianza, que quiere evitar a toda costa verlo llorar de nuevo, no puede dejarle esa impresión de derrota. Sus manos se aferran con fuerza a los hombros de Matthew y lo sacuden leve pero firmemente, haciéndolo retroceder hasta tropezar con la pared. El canadiense abre aún más sus ojos, ante el movimiento inesperado, ante esa mirada intensa de su hyung que le retiene la pregunta en los labios.
—Escúchame bien. Nunca pierdo la esperanza. No lo he hecho en toda mi vida. No la perderé ahora, que estamos tan cerca. Así que, Maetthyu-ya, si no te alcanza la tuya. ¿Puedo tenerla por ti?
Matthew parpadea, mientras su respiración se hace pesada, difícil. El rostro de Jiwoong está tan cerca del suyo, su voz es un susurro denso que calienta sus mejillas. ¡Qué diablos! Si alguien los viera, podría imaginar que están grabando un drama. Los labios de Matthew se contraen, en un puchero gracioso que retiene su sonrisa y luego estalla en una carcajada. Deja caer la cabeza hacia su pecho golpeando la clavícula de Jiwoong, su puño derecho impacta suavemente contra el plexo solar de su hyung.
—Hyung, ¿de qué drama sacaste esa línea tan…?
Jiwoong decide, mientras libera los hombros de Matthew, que es mejor apoyar esa risa que explicar lo serio que ha sido en sus palabras por muy ridículas que suenen. Ambos están riendo, y eso es lo que le importa. Jiwoong vuelve a echarle el brazo por encima y esta vez Matthew acepta caminar con él, alejándose del baño.
—Prométeme algo, Seok Maetthyu.
—¿Qué?
—Que si te mantienes hoy en el Top9 no revisarás las redes.
—Creo que no lo logré esta vez, hyung.
—Lo vas a lograr. Solo confía en mí.
—Aaah…Es que es muy difícil escuchar a los demás comentando sobre ti en los rincones, mirándote con duda, lástima, con decepción quizás, y no saber por qué.
—Ignóralos. No los escuches. Revisaré las redes por ti, si lo necesitas. Te dejaré ver los mensajes que realmente importan.
—Yo!, ¿no tienes bastante con los tuyos? ¿Vas a ser my social media manager?
—Cobro caro, pero por ser tú… solo tres comidas de carne cuando termine el programa.
—Dos. No abuses porque soy extranjero.
Todavía ríen cuando entran a los dormitorios a prepararse para el siguiente espectáculo.
***
Jiwoong parpadea, deja escapar un suspiro de alivio tan obvio que la edición decide dedicarle todo un primer plano. Podrá convencerse a sí mismo, más tarde, de que fue una gran escena para su guion. La verdad es que su corteza cerebral estuvo totalmente anulada, imposible de pensar en algo coherente ante el hecho de que Matthew, en el lugar 4 anteriormente, estuviera discutiendo el puesto 9 con Hui. Salir del Top9 por primera vez podría, a estas altura, significar para siempre. Así que cuando mencionan a Seok Matthew en el puesto 9, Jiwoong deja de mover nerviosamente la lengua dentro de su boca, y libera el aire retenido en sus carrillos. Pero el cortisol sigue navegando en sus venas por un buen rato.
Poner a Matthew en la posición con solo 6 segundos en la canción ha sido otro desafío proporcionado, por no decir un tiro de gracia, por parte de Zhang Hao. Sí, los centros han jugado su estrategia a la perfección, especialmente cuando Hanbin sacó a Jay, la mejor voz del equipo, fuera de Hot Summer para ir a rellenar la única posición restante en Jelly Pop, un subvocal con apenas unos segundos más que Matthew en pantalla.
“¿Y tú te crees calculador, Kim Jiwoong? Eres tan idiota.” Sea porque fue indicación del staff o porque lo decidieron entre ellos, la final será como dicta el guion de los productores. ¿Vas a seguir creyendo en tu corazonada? A estas alturas, no ve otra cosa que hacer con su optimismo.
***
Apenas recoge su móvil en el locker room para escribirle a su representante, saltan en la pantalla docenas de mensajes privados de la misma persona. “Por favor, llámame.”, “Hyung, es importante”, “No me ignores, Kim Jiwoong. Esto es serio.” Todos en este estilo. Duda en contestar. La última conversación no terminó en muy buenos términos, pero tampoco quiere ser la parte que guarda el enojo. Lo llamará apenas termine su reunión con el mánager Park.
Sentado en el café, con un pasamontañas calado hasta las cejas y una KN95 azul cubriéndole la mayor parte del rostro, Jiwoong espera para reunirse con su representante en NTE y precisar los detalles de su contrato de actuación en su más reciente serie.
Su espera se resume a hacer capturas de pantallas a los mensajes de ánimo para Matthew de sus seguidores. No son pocos, ni son triviales. El fandom de Matthew es tan leal como feroz en línea, las seokryudans se baten como el almirante Yi Sun Sin frente a la flota japonesa. Sonríe ante esa metáfora despiadada. Llegó media hora antes para poder revisar con calma sus redes, y solo ha estado inmerso en las opiniones sobre Matthew, maldiciendo en voz baja cada vez que lee alguna acusación contra el chico, resoplando incómodo cuando lee su nombre ligado a él en un sentido negativo, sonriendo satisfecho cuando encuentra aquellos que destacan las luminosas cualidades de Mettyu.
Debería ya cambiar el hashtag de búsqueda a su propio nombre, ver que comentan las woongdeongies y las allidans, y no continuar guardando imágenes de comentarios de aliento para alguien que, técnicamente, es su rival en esta historia. No, no puede verlo como un rival. En este punto, necesita que Matthew sea su amigo para hacer lo que está haciendo, sin esperar nada a cambio. Es una posición incómoda, una que necesita justificar para sí cada día, sea como parte de un plan maquiavélico, la compensación por un error, su responsabilidad de hyung, o su rebeldía contra el “status-Prod” … Ya se le están acabando los argumentos para no comportarse más tonto de lo necesario. Sin embargo, no puede detenerse.
Como cualquier celebridad, Jiwoong también tiene cuentas con seudónimos desconocidos, como ésta que usa ahora para revisar, dar like, compartir, escribir positivamente sobre Matthew, y finalmente en la que decide cambiar su foto de perfil por la imagen que todas las seokryuns llevan en estos días, y escribe bajo ésta su nuevo alias: @seoksun_warrior.
—Eh, Kim Jiwoong ssi, deja de buscarte en internet. No es saludable en estos momentos.
Jiwoong alza la vista, sorprendido. Ni siquiera sintió acercarse al representante Park. Esconde, con disimulo, el celular en su bolsillo.
Aunque acepta tomarse un café frío, el agente está apurado, y le resume los papeles que tiene delante de él: nuevas cláusulas en el contrato, confiabilidad, exclusividad, privacidad… no quieren dejar cabos sueltos. El mánager Park también lo felicita por el tercer lugar recuperado.
—Es un buen momento para no echar a perder tu mejor racha, Kim Jiwoong.
Sus recomendaciones para el show hoy son diferentes. Tiene que apagar el fuego que ha prendido el nuevo ship, (ppusamz, mattwoong, da igual como le digan), no es beneficioso para su próximo trabajo en la teleserie, menos ahora que el canadiense anda verdaderamente en llamas con todas las acusaciones en línea. En resumen, donde ayer dije digo, hoy digo Diego. Jiwoong escucha, disciplinadamente, en silencio, mientras firma los documentos, leyendo a saltos. El mánager recibe sus papeles y se despide con una última recomendación.
—Cantar, bailar, actuar…está bien. Pero, ser discreto debe ser el mayor talento de un idol, Kim Jiwoong.
Mientras el representante Park se aleja satisfecho, Jiwoong siente que la máscara sobre su cara se vuelve tan pesada y ajustada que no lo deja respirar. Tiene que quitársela, bruscamente. El aire se enrarece a su alrededor, hiperventila. Se aferra al vaso de agua y bebe, a sorbos constantes, pero el temblor de las manos deja escapar gotas sobre su ropa, la mesa y la copia de su contrato. Poco a poco, sus pulmones liberan el suficiente oxígeno, su corazón recupera el compás, y sus manos pueden ocuparse de secar su pequeño desastre. El teléfono sobre la mesa se ilumina. No es el mejor momento, pero le responde.
—Hola, Seobin-ah.
—Hyung, ¿estás al tanto del caos alrededor del canadiense?
Las sienes le empiezan a latir. Necesita, por favor, un descanso.
—Lo estoy. No te preocupes, su agencia y el programa se encargan…
—¿Crees que lo digo porque estoy preocupado por él? Por mí que ahora mismo lo monten en un trineo con cuatro alces, lo suelten en la isla de Nueva Escocia, y que tenga que irse a pie hasta su casa.
Jiwoong habría reído con la imagen en otras circunstancias. Pero no ahora. La desazón es visible en el rostro de Seobin a través de la cámara. Pero, Seobin no ha reparado en el evidente malestar de Jiwoong.
—Hyung, ¡es por ti! Olvida lo que dije de la apuesta o si te provoqué. No tienes que seguir. Ahora solo necesitas alejarte de ese incendio, ¡ya!
—Seobin-ah. No tiene nada que ver con eso, te dejé claro que no iba a aceptar tal cosa. Pero, sabes que cuando me comprometo con algo, doy el 100 % de mí. Tal vez, mi 100% no sea el más brillante, el más elegante, o el más lucrativo, pero no dejo nada para después.
—¿Me estás diciendo, que, en verdad, te has comprometido con la causa de ese…?
Seobin no termina la frase, la palabra canadiense ya le resulta demasiado eufemística para encarnar su incomodidad. Jiwoong lo nota, pero ha llegado a un punto en que ya no le importa ponerlo incómodo.
—Yoon Seobin, déjame ser claro yo también. Primero, Seok Maetthyu no es, ni tiene nada que ver con lo que se le acusa en la redes. Y tú debes saber lo fácil y rápido que se difama en internet y lo mucho que duele.
—No uses esa carta.
Seobin desvía la mirada. Pero Jiwoong no está buscando su empatía, solo está dejando las cosas claras.
—Segundo, nada de lo que hago por él tiene que ver con tu propuesta. Yo no apuesto, pero si lo hiciera, nunca sería en contra de Seok Maetthyu.
—¡¿Hyung?!
Los ojos de Seobin, tan abiertos, más que de disgusto están cargados de frustración y, definitivamente, de un creciente y pegajoso miedo.
—Y tercero, gracias por darme la idea de cómo escribir mi propia subtrama. Si tengo éxito, al final del show, te compraré una comida bien cara para compensarte por ello.
Más que un jarro de agua helada, las palabras de Jiwoong echan carbón ardiendo sobre las emociones ya encendidas de Seobin.
—¡Kim Jiwoong ssi! Ja... ¿Te pones de parte de alguien que ni siquiera ha aprendido a decir tu nombre? ¿Estás trazando una raya conmigo? ¡No puedes, hyung! Somos Kim Jiwoong y Yoon Seobin… Yo, soy, ¿recuerdas? tu primera revolución solar… ¡somos almas gemelas!
Sea por cansancio, hastío o determinación, Jiwoong no le permite continuar.
—Ah, sí…hay un cuarto punto. El más importante.
Jiwoong acerca el rostro a la cámara. Seobin ve sus ojos llenos de esa negrura que reconoce y ha sabido usar convenientemente. Pero esta vez, es tan densa, tan rotunda, que la oscuridad brilla, paralizándolo.
—Mis sentimientos, Seobin-ah, los edito yo.
***
Porque la producción establece que pasarán la última noche en formato de sleepover, Jiwoong pierde las esperanzas de franquearse con Matthew. Aunque sigue aferrado (desesperadamente) a su corazonada, quisiera que esa probable última noche juntos, fuera un poco menos pública. Quiere dejarle saber que contará siempre con su apoyo. Pero, a la misma vez, no admite, ni por un instante, que el resultado pueda ser otro que ver a Matthew subir al estrado del Top9, aunque sea en el ocho, aunque sea en el noveno puesto.
Si al menos hubiera tenido el coraje de ir detrás de él y hacerse de un lugar a su lado ahora en la pijamada. Tampoco lo tuvo cuando crearon parejas para representar “El pequeño príncipe” en versión de teatro musical, hace una semana. Mientras más avanzaban los días más tímido se siente, más preocupado de decir algo fuera de lugar, de dar motivos para alguna edición desastrosa, de poner a Matthew (¿o a él mismo?) más ansioso de lo que ya está.
Por eso se ha sentido como un tonto, cuando en medio de la conversación que se propicia entre los chicos, Matthew habla abiertamente sobre la primera impresión que él le dejó en el episodio inicial, con su traje provocativo, sin camisa debajo, “revelando” demasiado. ¿Por qué eso le resulta de pronto tan lejano?, tan diferente a ese Jiwoong que se sonroja ahora cuando el mismo Matthew reconoce su lado adorable, y lo llama el más cute del programa. Sí, fue tonto no atreverse a buscar un espacio a su lado. Como si anoche no se hubieran reunido a conversar alrededor de la cama de Matthew, con Jongwoo, Keita, Kamden y Jay hasta entrada la madrugada. Y cuando Matthew dio la prioridad habitual a su sueño, terminó usando el muslo de Jiwoong de almohada. Mientras aparentaba escuchar atentamente a las divertidas anécdotas de Kamden y Jay sobre la grabación del “video promocional” de Jelly Pop, su cerebro solo percibía ese peso cálido contra su ingle, y el cosquilleo en sus dedos mientras, distraídamente, jugueteaban con los cabellos del chico dormido. En dos ocasiones logró que reanudaran la conversación que habían agotado, solo por estar un rato más en aquella posición; porque, aunque no sentía ya sus piernas adormecidas, todo él estaba sumergido en un sopor mental del que no quería despejarse.
Cuando es obvio que deben volver a sus camas, Jiwoong deja, con extrema delicadeza, la cabeza del chico sobre la almohada, le acomoda el cabello, lo cubre con la manta, sin importarle la mirada entre enternecida y burlona con la que Jongwoo lo mira desde la puerta.
—Regresa, se te olvidó el beso en la frente y las buenas noches. —ríe por lo bajo Jongwoo cuando finalmente Jiwoong, tras apagar la lámpara en la cabecera de la cama de Matthew, se le une para regresar a su cuarto.
Jiwoong no contesta, aun se siente un poco mareado, como si estuvieran desentumiéndose no solo sus piernas, si no también, muy suavemente, su corazón. Jongwoo lo mira, ya no sonríe cuando habla.
—Hyung, no te culpes demasiado. Te estas esforzando mucho por acompañarlo, y está bien. Pero deberías prepararte para…
—Jongwoo-ya, por favor… Suenas como si estuviéramos dando cuidados paliativos en un hospicio.
—Lo siento. Desde lo de Over me, mi optimismo anda en modo ahorro de baterías. También quiero que Our-thew lo logre, pero objetivamente, sus oportunidades hoy son poco más que las mías. No creo que haya mucho más que hacer.
Jongwoo tiene razón, no hay nada que hacer. ¿Entonces por qué sigue siendo @seoksun_warrior en las redes, comentando sobre Matthew, votando por él cada noche, en lugar de por sí mismo, ahora que tienen una única opción en la aplicación? ¿No se sentará en el baño a reproducir la fancam de Matthew, aunque tal como dicta el guion oficial nunca obtenga la killing part de Jelly Pop, con el único fin de ser uno de los cientos de miles de gente que lo apoya?
Jongwoo, por suerte, no sabe nada de eso, aunque en la fiesta de pijamas esté acostado junto a Matthew, mientras Jiwoong yace, recordando, a varios metros de él.
***
Cuando despierta en la mañana ya Matthew no está en su puesto junto a la pared del salón, debajo del gran cartel del evento donde escribieron sus testimonios y recuerdos días antes. No está en su cuarto, tampoco en los dos baños que revisa. El salón de prácticas está totalmente vacío, al igual que los baños del área. Jiwoong casi se da por vencido, cuando recuerda ese pequeño closet al final del pasillo. Va hasta allí, sacude el picaporte: cerrado. Va a volver sobre sus pies cuando escucha un sollozo, o a alguien sorbiendo con fuerza por la nariz. Justo en el recodo de poco más de un metro que hace la pared hay un estrecho banco de madera. La zona no tiene cámaras apuntando en esa dirección. Jiwoong lo sabe ahora, cuando ve a Matthew sentado allí, con las piernas recogidas, la espalda contra el closet, de frente a la pared con una estrecha y alta ventana que cierra el pasillo. Matthew, con una tablet Samsung mirando algo a través de las lágrimas, se seca la mejilla con el borde de su hoodie.
—¡Mettyu!
El chico se sobresalta levemente, alzando los ojos nublados hacia Jiwoong.
—¿Jiwoon hyung?
Jiwoong se sienta a su lado, y Matthew recoge un poco más sus piernas para darle espacio. Jiwoong tiene ganas de secarle esa lágrima que todavía brilla en la mejilla rosada del chico. Por eso aparta la vista. Para ser lo suficientemente severo no puede sostenerle esa mirada triste.
—¿Qué estás haciendo aquí? ¿Por qué no estás preparándote? Deja de alimentar tu mente con los gusanos podridos que anidan en la cabeza de otros…No merecen una lágrima tuya…
—¿Hyung?
La voz de Matthew tiene un tinte de emoción que la hace inestable, pero no quebrada.
—¿Sabes que mi video de Jelly Pop lo vieron más de un millón de personas en un día?
Claro que lo sabe, él estuvo reproduciendo, y tan pendiente de eso como si de verdad fuera a definir algo. Asiente con firmeza, no sabe aún si esto es bueno o malo para Matthew.
—Aun cuando Hao-hyung consiguió más puntos, me hace bien saber que le parezco una buena opción a mucha gente.
—¿Acaso no lo sabes? Tu fancam de KTL también tiene más de un millón. Eres la mejor opción del mundo mundial.
Le dice, mirándole a los ojos, ahora que sabe que es tiempo de elogiar y no de regañarlo. Que esas lágrimas pueden ser no solo decepción sino también esperanza. Matthew sonríe ampliamente dejando caer a cabeza hacia adelante, inflando sus encantadores cachetes. Le parece que se ha sonrojado un poco, pero es escasa la luz que entra por la ventana, orientada al poniente. Su voz suena un tanto amarga.
—¿Qué dices, hyung? Si apenas tengo 6 segundos en la última canción del programa.
—La penúltima.
—Ok. La penúltima…
—…del programa, solo del programa.
Matthew ya ríe, quedamente.
—Ok…la penúltima del…último programa.
—Una batalla, no la guerra. Y estoy seguro de que con esos seis segundos vas a dar una batalla inolvidable. Nadie va a olvidar el Jelly Pop de Seok Maetthyu. Pero, no te aferres demasiado a eso.
—No me aferro. De verdad, estoy bastante satisfecho con nuestra coreografía. Hao hyung es un centro perfecto. No me arrepiento de nada.
Jiwoong extiende la mano y le revuelve el cabello. Matthew se echa hacia atrás, apartándose, repentinamente retraído, pero sonriente.
—¡Ese es mi dongsaeng!
—Tenías razón, hyung. Gracias por traerme esos comentarios de los Star Creators. Para muchos fans mi trabajo makes sense...
—Te lo dije. Eres…único. Y por una persona que haga un comentario insensato, hay cien que reconocen tus virtudes y están dispuestos a echar pie en tierra por ti. Te han escrito muchas cartas en estos días.
Matthew desliza el dedo sobre la tableta, escogiendo comentarios.
—Me encantó leerlas. Y estos posts recientes. Debes estar acostumbrado a recibir cientos de miles. Pero para mí, significan mucho en este momento. Hay fans que te leen el alma como si fueran tu espejo.
Tan lindo, Maett-yah, tan tierno. A Jiwoong le parece ahora un ser feérico bañado de luz, encandilado por esa fragilidad sincera que es a su vez, sin dudas, la mayor fortaleza de su joven amigo.
—Oh, éste, éste fue… me conmovió mucho. ¿Te lo leo?
Jiwoong asiente, ¿qué no haría por seguir viendo a Matthew recuperando su optimismo? Recuesta la espalda a la pared y sube una pierna, doblándola contra su pecho, quedando ahora de frente a su dongsaeng. La claridad por la ventana entra dispersándose sobre el cabello cobrizo del joven, contrastando con la luz blanca que le ilumina el rostro desde la pantalla, tan pequeño y perfecto, tan delicadamente labrado. A Jiwoong le cuesta concentrarse, sacude levemente la cabeza. Escucha.
—“Tú eres quien haces crecer las flores en mi terreno árido, tú eres la razón por la que me levanto, y eres la razón por la que sigo en pie. ¡Me gustaría tanto ser esa razón también para ti, Matthew! Aunque algunos momentos en la vida se sientan como dormir en una cama hecha de clavos, ten por seguro que te espera una cama de rosas.” Aah…creo que hace referencia a una canción de los noventa…Igual, me impresiona porque…así me siento, que he estado durmiendo sobre clavos calientes en las últimas semanas, aunque yo…yo sigo soñando con esas rosas.
Matthew no puede identificar claramente el rostro de su hyung, sumido en la penumbra.
—Gracias a comentarios como éste, y a ustedes que siguen diciéndome que puedo lograrlo, me siento un poco menos…derrotado.
—No lo estás…pienso que…pienso que es realmente afortunado, Mettyah, que tengas fans que te aman.
Y un hyung que es tu mayor fan, capaz de escribir esa cursilería para conseguir que te emociones y animes. Todavía no puede creer que, entre tantos miles y miles de mensajes, haya escogido justamente ese. Lo tomará como un buen presagio. Solo enfatiza, no sabe si para Matthew o para sí mismo...
—Necesitas saber eso.
—Lo sé, hyung.
“Cómo no voy a saberlo, si te tengo a ti, hyung”. El pensamiento lo hace sonreír, haciendo que las estrellas que habitan en sus ojos ahora brillen límpidamente. Tiene la gran suerte de tener a este hombre lleno de misterios y ternura dispuesta a desbordarse sobre él en cualquier momento que lo necesite, lleno de vitalidad y de paciencia cuando alguna de ellas le urge. Será triste dejarlo de ver, si no logra hacer el equipo hoy. No, no solo será triste. Matthew siente que, si hay alguien a quien le costará superar de regreso a Canadá, es a este hyung pegajoso, hermético, adorable y sensual, infantil y profundamente sabio a un tiempo.
—I gonna miss you so badly...
El pensamiento ha brotado en voz alta, escapándose antes de que apriete los labios, y se lamente de inmediato. Ojalá que no haya entendido su inglés. Deja caer la cabeza sobre su mano, intentando ocultar su vergüenza. La timidez no le permite reparar en la súbita palidez y el temblor de las manos de Jiwoong. Las palabras de Matthew han dado un vuelco a su corazón. Como si se le hubiese desprendido del pecho, lo siente retumbar en su estómago tan intensamente que, por un momento, cree que su eco reverbera en el desierto pasillo. Tiene tantas ganas de acallar ese pálpito contra el pecho del otro, rodearlo con sus brazos, así tal como está ahora de encogido, con sus rodillas dobladas, sosteniendo la tablet sobre sus muslos, escondiendo la mirada en la pantalla. Quiere estrecharlo contra él tan vigorosamente que se rompan las barreras dérmicas, que no exista la mínima posibilidad de un destino diferente para cada uno hoy en la noche.
Las luces que se encienden en los salones, voces de chicos, movimiento afuera, es lo que le permite contenerse con todas sus fuerzas, reprimiendo ese gesto de acunarlo, sintiendo los músculos y tendones de sus antebrazos engarrotarse. Solo oprime con fuerza una de las rodillas de Matthew (tan redondas, sensuales y cálidas esas rodillas pequeñas), obligándolo a alzar la vista.
—Ni se te ocurra dejarme solo en ese grupo.
Jiwoong se aleja hacia la sala de prácticas con paso tranquilo y firme, mientras su alma escapa a toda prisa, despavorida, de lo que podría ser un punto de no retorno.
Matthew lo ve alejarse y siente que está listo para comenzar el D-day, mientras guarda la tablet entre sus ropas para devolvérsela a la escritora asistente. La guerra no ha terminado, aún le quedan algunas batallas por librar. Cuando se encuentre con Hanbin hyung y Jiwoong hyung en el pódium del Top9, quiere que estén realmente orgullosos de él.
***
Jiwoong empieza sentir náuseas en la tarde, cuando se termina el ensayo de Not Alone, la canción final del programa. Pide unos minutos para ir al baño, y vomita todo el almuerzo, hasta las bilis. Cuando sale, pálido, secándose las mejillas con el borde de la chaqueta, Matthew está afuera.
—Hyung, ¿estás bien?
—Claro, solo fue un pequeño malestar estomacal. Luego de soltarlo, estoy mucho mejor.
—¿Sigues con tu rutina de meditación en las mañanas?
Realmente desde SMN, no ha meditado ni un solo día, dejó de ir al salón temprano porque ya Matthew no estaba allí. Tal como lo ha pensado, pareciera que su rutina de relajación era un pretexto para encontrarlo. Sin embargo, Jiwoong lleva varios años siendo muy disciplinado con esto. Pero, en las últimas dos semanas, ha perdido bastante su centro. Matthew asume un no cuando Jiwoong se demora tanto en responder.
—Aah… yo que venía a pedir consejo sobre como relajar los nervios para esta noche, pero resulta que mi coach de mindfulness cerró el negocio.
—Enfócate en la respiración. No hay mejor aliada. Sabes cómo hacerlo, lo practicamos antes.
—Ok, lo haré. Pero, Jiwoon hyung, ¿en verdad estás bien?
Jiwoong vuelve a asentir. Quiere creer que lo está. Lleva mucho tiempo esperando por este momento, esta vez, ha hecho el camino a su manera, cree haber escogido mucho mejor sus aliados, sobre todo, cree que ha sido mejor persona en cada cosa que ha decidido hacer. Sin embargo, su optimismo empieza a tropezar y necesita, profundamente, tener su cabeza en otra cosa...en Matthew, por ejemplo. Matthew lo saca fuera, ilumina cualquier pozo oscuro que empiece a llenarse de sombras en él.
Mientras se ducha más tarde, haciendo que el agua caliente salpique contra su piel, volviéndolo más alerta y enérgico, empieza a cuestionarse qué ha estado pasando en su mente. Si en realidad, Matthew no ha sido un mecanismo de defensa para él. Si a medida que se acerca la posibilidad de volver a debutar, no ha ido desviando su ansiedad hacia el canadiense con el simple propósito de que no lo carcoma por dentro. Si en lugar de escapar de los sentimientos que a veces cree tener por Matthew, no ha escapado él hacia esos sentimientos para ignorar sus sombras.
No puede permitir que su mente se vuelva esponjosa y permeable, necesita algo en qué enfocarse consciente y férreamente. Lo ha logrado por casi tres meses. No va a fallar el último día. Dudar de su sinceridad, en este punto, puede ser tan autodestructivo como continuar empecinado en no aceptar ninguno de los escenarios donde él y Matthew no lo consigan.
Cuando toma la toalla para envolverse en ella, siente un vahído que lo hace apoyarse con el puño contra el acrílico opaco que separa las duchas. Necesita controlar esa náusea, porque luego vendrán las migrañas, y los ataques de pánico, y las pesadillas… “¡Para!”
Jiwoong respira profundamente en cuatro tiempos, mientras recostado a la pared de la ducha, cruza las manos sobre el pecho, como cuando simula esa mariposa que ejecuta en su parte de Hot Summer, su última misión competitiva en el programa. Mientras exhala, hace tapping sobre sus clavículas y repite sus mantras.
Saber respirar adecuadamente le ha salvado la vida.
“Re-sis-te-un-po-co-más-Kim-Ji-woong”.
***
Mantenerse ecuánime durante todo el espectáculo final lo ha llevado a moverse como un autómata. Cuando su ansiedad se descontrola, la única manera que tiene de lidiar con ella es entrar en ese trance consciente donde apenas escucha y reacciona a lo que le rodea. No es la mejor manera, lo sabe, pero es la que le funciona en estos casos. Sus padres han venido a verle y eso añade otra, nada pequeña, presión a su sistema. ¡Cuánto más será para Matthew, viendo a su hermana y su madre que han viajado desde el otro extremo del hemisferio!
Su nombre, sin embargo, es el primero en ser llamado. Ha hecho el puesto más bajo en toda la clasificación, el octavo. No le importa en ese momento. Simplemente, lo ha conseguido. Quiere decirle a Matthew que lo espera arriba mientras lo abraza, pero la alegría de los otros aspirantes que se interponen entre ellos no se lo permite. Ve en los ojos de Matthew asombro, alegría, ansiedad y también añoranza. Trata de decirle con la mirada, que todo estará bien, espera haberlo conseguido cuando se aparta y camina hacia el escenario, sin siquiera poder estrecharle la mano.
Su discurso no es del todo fluido, pero cautiva, en especial cuando olvida el nombre del grupo y le pide a Hwang Min-hyun, que hoy es el Star Master presentador, que se lo repita. Ha creado un recuerdo antológico para ZBOne a apenas unos minutos de existencia. Cuando ocupa su puesto en la octava silla, solo piensa, objetivamente, en que hay aún seis disponibles para Matthew.
Posibilidades que se van reduciendo tras la llamada de Gyuvin, Taerae, Gunwook, y Ricky. Jiwoong observa la silla vacía a la altura de la de él y lo visualiza allí, a su lado, en el noveno puesto. Se ha prometido controlar sus emociones y lo está haciendo muy bien, pero “al menos, por favor, en el noveno puesto”, piensa Jiwoong esperando escuchar el nombre de Yujin o a Zhang Hao en el tercer lugar. No puede evitar dar un respingo, cuando el nombre de Seok Matthew es dicho por Min-hyun. Tiene que voltear la cara para comprobarlo, Gyuvin y Gunwook solo se miran sorprendidos. Busca la espléndida sonrisa de Taerae que le asiente, confirmando que ha escuchado correctamente. Jiwoong no puede creer que su corazonada haya sido tan atinada.
A medida que Matthew desarrolla su discurso entre lágrimas, es más consciente de que puede relajarse, de que lo han logrado, de que habrá muchas batallas en el futuro del mismo bando, y en el mismo barco. Y espera seguir siendo su @seoksun_warrior, por mucho tiempo.
Matthew sube las escaleras, secándose las mejillas húmedas y enrojecidas, y Jiwoong le tiende la mano para halarlo hacia él y, finalmente, darle ese abrazo que lleva días ansiando. No es todo lo intenso y mucho menos lo extenso que quisiera, pero lo suficiente para acercar a su oído las palabras que ha guardado por mucho tiempo:
—I love you, Mettyu! Has trabajado muy duro. Gracias… por hacer el grupo.
Matthew, lloroso, trémulo, tan agitado en su respiración, sonríe nervioso y apenas puede asentir: “Lo hicimos.” Los demás quieren recibirlo, y Matthew va subiendo de abrazo en abrazo, mientras Jiwoong contempla lo bonito que se ven sus nuevos compañeros que lo festejan, todo sonrisas. Ricky le hace reír, cuando bromea proponiéndole con gestos cambiar su cuarto puesto, para que pueda estar más cerca de Matthew. Más tarde, podrá estarlo, abrazarlo largo, decirle cuán feliz es en este momento. Ahora debe continuar el show, y ya en su asiento, evitar mirar a Matthew le exige un gran esfuerzo. Por primera vez, Matthew está sentado detrás de él, en la formación del Top9. Y por primera vez, Jiwoong es consciente de lo ansioso que puede ponerlo el no tener a Matthew a la vista en una alineación.
Cuando el líder Sung Hanbin arriba a su sorprendente segundo puesto, Matthew y su querido Hanbin hyung se abrazan una y otra vez en lo alto del podio, saltando, los ojos brillantes reflejando su mutua alegría. Jiwoong puede contener esa parte celosa y posesiva, porque lo hace feliz saber que su corazonada ha sido cierta.
La corazonada de que el síndrome del Second Lead siempre afectará a un porciento suficiente del público. Por ello, los Second Leads de un drama, muchas veces resultan los protagonistas del siguiente. Esta noche está más que bien para él ser solo el Second Lead del Second Lead.
Esas lágrimas de alegría que no puede contener ahora nadie sabrá exactamente a qué se deben.
***
Epílogo 2. “El amor según Taerae”
A Gyuvin le cuesta arrancar su vista de ese Matthew inerte, rodeado de plásticos, cifras parpadeantes y olores asépticos. Sigue sollozando cuando Taerae logra despegar su mano del cristal aislante y arrastrarlo suavemente a la salida, donde lo espera el mánager Yoo. En el camino, Taerae lo tranquiliza, con esa voz profunda y pausada, como una madre acogedora que calma a su niño el primer día de escuela. Jiwoong los ve alejarse, y se alivia un poco de que Gyuvin haya aceptado regresar a la “base”, porque no ha parado de llorar desde que llegó, y él, embotado por su dolor, ni siquiera atina a consolarlo como el más joven de los Kim necesita.
Pero, no se engaña. No recibirá el mismo trato de Taerae. No con esa mirada grave, barbilla alzada y manos sobre las caderas, cuando le dice.
—¿Debo abrazarte, o debo golpearte?
Jiwoong sabe que Taerae no viene con evasivas. Es a quien más teme enfrentar en el grupo. Ni siquiera Hanbin le causa ese estremecimiento, solo Taerae, que es tanto una madre amorosa como una severa que no admite mentiras ni perretas. El thinker de Taerae, tan bueno a su vez descifrando emociones, frente a quien se siente mentalmente vulnerable, y de quien no puede esconderse diciendo tonterías.
—Golpea, Taerae-ah. Usa toda tu ira, esa silla, el extintor de incendios de la entrada. Ojalá…ojalá me dejes inconsciente ahora mismo.
Necesita que Kim Taerae lo golpee, no solo porque cree que lo merece, sino para que drene un poco ese quiste de angustia que crece en su pecho.
—No seas cobarde. ¿Por qué te haría ese favor?
Finalmente se sienta frente a él, en la silla que no va a usar para golpearlo, de espaldas al cubículo donde Matthew sigue inerme y no sabrá que estuvo. ¿Jiwoong ha perdido peso, o es solo lo demacrada que está su cara, sus hombros curvados hacia adelante, su aspecto desaliñado y enfermo? Taerae no puede evitar esa brisa de empatía y tristeza, pero la consigue apartar por el momento, con un pensamiento que le es mucho más urgente y concreto.
—¿Para esto has competido tanto por él?
Ah, Taerae sabe cómo golpear. No lo hará con nada menos que con los hechos. Lo hace sentir tan ruin ahora mismo, tan egoísta. Pero no se detendrá con eso.
—¿Conoces el cuento de la mariposa nocturna enamorada del farol? Se volvió posesiva y adicta al calor y el brillo de la lámpara. En un punto se acercó tanto que terminó ardiendo en llamas. Mientras batía sus alas por instinto de conservación, terminó apagando el candil. Y así quedó, con sus alas desechas, en la más absoluta oscuridad.
Desde hace apenas unos días lo tuvo claro, pero ya era demasiado tarde para echar atrás. Su amor obsesivo e irresponsable apagó la luz de Matthew. Ahora debe soportar las tinieblas. No necesita que Taerae se lo recuerde.
—Creo que te sientes así ahora mismo. —concluye Taerae. Es una afirmación, ni siquiera le pregunta.
El líder vocal de ZBOne expira con fuerza y recuesta la cabeza contra la pared de cristal.
—Sin embargo, ¿tuviste opción?
Jiwoong no esperaba esta pregunta, porque más que querer escuchar su respuesta, suena como si ya se respondiera a sí misma. Ve que los ojos de Taerae se vuelven mucho más brillantes mientras miran a un punto más allá de la pared, pero solo están dentro de sus propios recuerdos.
—¿Sabes por qué insistí en alejarlos, de tratar que entendieras que, no importa lo que sentías, debías mantener esos sentimientos con rienda corta, bajo tu piel? ¿Crees que han sido celos?
Jiwoong sabe que Taerae siente por Matthew algo especial, pero… ¿acaso todos no siente por Matthew algo especial? Es como esa pieza faltante que ha venido a completar el rompecabeza emocional de cada uno, iluminando zonas dentro de sí que ni sabían que estaban. Sin embargo, además de Hanbin, nadie entiende mejor lo esencial que es Matthew como el intelecto de Taerae. ¿Es por eso por lo que ha dicho que no tenía opción? Este Taerae que ha estimulado sus celos en ocasiones hasta hacerle mostrar esa parte de insecto que no ve más allá de su codicia por el farol, ¿está mostrándole piedad a pesar de lo que ha ocurrido?, ¿tan pronto?
—Tienes derecho a sentir lo que quieras, Taerae-ah.
—¿Es así? Creo que sentimos mucho más cuando no tenemos derecho a ello.
Taerae lo mira fijamente, y ahora Jiwoong está seguro de que los ojos insondables y serios del joven se han suavizado por una veladura de lágrimas.
—Siempre te has mostrado como un sobreviviente. Un experto sobreviviente. Y siempre he tenido claro que los sobrevivientes son dignos de admiración; pero, no de confianza.
Dentro de su pozo de dolor las palabras han resonado como una piedra que hace ondas expandiendo su pena. Pero tiene razón: no es digno de confianza. Perder el derecho a ser confiable es el precio que ha tenido que pagar por sobrevivir. Creyó que había valido la pena cuando llegó a ZBO, cuando Matthew entró en su vida. Jiwoong cierra los ojos, y en ese punto, Taerae cree que se quebrará, que reaccionará ya sea tratando de justificarse, o que llorará lo que su hyung cree su culpa.
Espera por unos segundos más en silencio. Por más tiempo ha esperado para saber la verdadera esencia de este hyung frente a él. Sabe lo roto que está, con solo mirarlo, y no es únicamente por lo que están pasando ahora. Jiwoong camina con sus sueños destrozados como una sombra a su alrededor que lo vuelve a veces compulsivamente apegado y otras temerosamente evasivo. Por eso duda que el mismo Kim Jiwoong sepa por qué está dispuesto a morir como la mariposa, ansiosa de luz.
No. Jiwoong no se defenderá. Y Taerae aún duda si se debe a una estrategia de supervivencia. O si finalmente, lo ha aceptado del todo.
—¿Sabes por qué ver a Matthew me hizo llorar al final de nuestro primer campamento? Ver esa sonrisa tan pura, tan auténtica, me tocó profundamente. Pocas veces las reacciones humanas me conmueven a ese punto. En este mundo en que estamos, las poses falsas, las frases correctas, son tan comunes y detestables. Creí durante todo BP que había demasiado de eso en ti… Y actuaba en consecuencia.
—No tenías por qué confiar en mí entonces… —Jiwoong lo interrumpe, y quisiera decir que tampoco tiene que confiar en él ahora, pero Taerae continúa invocando viejos dolores.
—Debí hacerlo, aunque no te creyera del todo. Debí decirte, “Hyung, sal de Say My Name, se volverá un infierno.” Fuiste muy amable conmigo en BD, pero así y todo…me callé. Incluso cuando recibí la indicación de mi agencia de irme de la misión, cuando me quedó claro que la producción tramaba algo, pensé: sobrevivirá, siempre lo hace.
—No tienes que culparte por eso. No fui yo quien la pasó peor. —miente, la pasó horrible, pero no cree que tenga derecho de mostrar cicatrices sobre ese tema.
Jiwoong no entiende por qué Taerae comparte ahora ese recuerdo, ¿quiere consolarlo mostrándole que, de algún modo, hasta él alguna vez abandonó a Matthew? ¿Acaso puede compararse esa pequeña omisión en medio de una competencia feroz, con esta situación frente a sus ojos? ¿O solo le está recordando que Jiwoong nunca fue realmente leal?
—Fallamos en llevarnos a Mattwo a Switch. Ni siquiera habíamos intercambiado dos frases, pero igual quería salvarlo, quería que hiciera el grupo. Siempre lo quise.
Taerae es el único que le dice Mattwo, porque ambos nacieron en el año del Caballo de Agua, porque son los únicos de la línea 02 del grupo y esto facilita sus interacciones. Pero siempre lo ha dicho. Que añoraba la amistad de Matthew desde BP.
—No teníamos ese tipo de vínculo que de algún modo ya tenía contigo. Así que no tuve otra opción que confiar en que lo ayudarías quedándote en SMN.
Jiwoong sabe que la vida le dio demasiados privilegios, desde el mismo show, que otros nunca tuvieron con Maettyah. Y, hasta ahora, nunca le parecieron suficientes. Taerae sigue revolviendo en su memoria.
—Pero volvía a recordarme, “es un sobreviviente, no tiene apego a nada.” No te estaba juzgando, era simplemente una impresión que mantenía sobre ti. Pero, esa noche…
El vocalista principal sonríe amargo, sacude la cabeza. No, no se trata de juzgarlo. ¿Acaso lo juzgaría cuando él mismo no puede, por más que haya tratado, desprenderse de ese sentimiento?
—Durante el anuncio del grupo…Ah…Esa noche, me conmoviste, Kim Jiwoong ssi. Estaba demasiado cerca de ti. Vi como centellaban tus ojos, como te sonrojaste y temblaban tus manos. Tu alegría era tan auténtica cuando llamaron a Matthew al grupo. Era mucho mayor que la mía, y hasta podría decir que incluso mayor que la que sentiste cuando te nombraron. Sentí ganas de abrazarte porque tu felicidad era demasiado conmovedora.
Taerae lo ha remontado a ese instante donde creyó que realmente podía dejar atrás todas sus tristezas y caminar sobre un sendero de flores, incluso darle a Matthew esa cama de rosas donde dormir sin miedos, y lo que ha conseguido darle es una fría cama de hospital. De sus rosales solo han brotado espinas.
—Y eso es lo que he tratado de despejar todo este tiempo, mientras te he visto oscilando entre la pose seductora ante la cámara y el corazón aleteando cuando se apagan las luces. ¿Qué eres realmente? ¿Eres tripulación o solo vas de pasajero en este barco?
Taerae sigue presionando sobre las heridas, porque sabe que las heridas deben ser limpiadas para que cicatricen sanamente. Siempre ha creído que esos despojos que Jiwoong no se atreve a soltar del todo siguen flotando como pecios entre él y su felicidad. Esos pecios que finalmente han terminado golpeando a Matthew también. Es por eso por lo que, lo acepta, Taerae se siente irritado, molesto, impotente. Siente que ser amable no va a sacarle a Jiwoong esas astillas enconadas en su alma.
Jiwoong medita aún sobre la pregunta. Debe responderla. Al menos, debe quitarse la máscara con Taerae, que está derramando demasiada sinceridad para no corresponderle.
—Nuestro barco se está hundiendo ahora mismo.
Taerae lo ve cerrar los ojos. Las palabras de Jiwoong van creando un paisaje desolado con cada palabra, y puede sentir en ellas la invalidante sensación de culpa, real y honda, royendo su confianza y alejándolo cada vez más de ese lugar que merece, y del que todos en el grupo, incluido Taerae, han aceptado hace mucho que le pertenece.
—Si te digo que me siento como el radiotelegrafista que leyó las coordenadas equivocadas y terminó contra un iceberg; como el timonel que giró demasiado y lo volteó en medio de la tormenta; o como el vigía que no vio los arrecifes causando que se estrellara en ellos…no, no me creas, Kim Taerae. Serían solo excusas. He navegado demasiado tiempo. Yo debí verlo todo: el iceberg, la tormenta, los arrecifes…Porque al final, ¿no fueron todos creados por mí?
—Entonces, ¡no puedes abandonar ahora! Quedarte en el agua, no es la respuesta. ¡Tienes que sacarlo de la tormenta, tienes que rescatarlo de los arrecifes, tienes que evitar ese iceberg, Kim Jiwoong!
La vehemencia en las palabras de Taerae lo han dejado congelado por un momento. No le ha hecho falta alzar la voz para que su timbre profundo llene todo el espacio entre ellos, y sacuda a Jiwoong como un tsunami de conciencia. Es así, Taerae está dándole su voto de confianza en estos momentos.
—Mattwo… Lo sabes… Mattwo, no es un candil que se apaga con el batir de unas alas diminutas. Es el sol que va a secar tus velas, guiar tu sextante y, definitivamente, va a derretir todos tus hielos. ¿No puedes, simplemente, confiar un poco más en lo que sienten, hyung?
Hay una lágrima rodando por la mejilla de Taerae. Se la sacude con el dorso de la mano, como a un insecto molesto.
—Aagsh…ustedes dos. ¿Porque tienen esa maldita habilidad de hacerme llorar?
Continuará…
Notes:
Siguiendo con la reconstrucción del canon, alternativo y post, este capítulo cierra la era BP.
Nuevamente, me disculpo por cualquier error en la escritura o manejo de los aspectos idiomáticos y culturales, y agradezco sus correcciones.
Gracias por leer.
Chapter 3: Esto no es una canción de amor.
Summary:
Jiwoong siente una necesidad compulsiva de cuidar de Matthew, quiere seguir siendo su @seoksun_warrior incluso después de terminar BP, pero resulta que es Matthew quien termina cuidando de él...más de lo esperado.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Capítulo 3
Esto no es una canción de amor
“Basta ver el reflejo de tus ojos en los míos, cómo se lleva el frío,
para entender que el corazón no miente,
que, afortunadamente,
me haces bien…me haces bien…me haces bien”
Jorge Drexler
—¿Lo dijiste en serio? ¿O fue solo para mantener el tono del show?
Matthew acaba de demostrarle que puede ser muy bueno guiando el humor de una reunión como ha hecho en el programa especial final de Boys Planet. Hasta su dificultad para expresarse en coreano dan motivo a francas situaciones graciosas. También sus nervios habían sido obvios cuando, sentado junto a Jiwoong, no paraba de golpear contra su muslo la pancarta para jugar a ‘verdadero o falso’.
—¿Sobre qué?
—Sobre estar celoso por Hanbin y Hao.
No es eso lo que quiere preguntar. Pero no va a decir abiertamente cuánto le interesa saber si Matthew lo considera un hyung al nivel de Hanbin. “Ahora tengo a Jiwoon hyong”, había dicho Matthew mientras apoyó el antebrazo en el muslo de Jiwoong, y se reclinó en el torso de su “hyong” por un instante, cuando la master Lip J le pidió opinión sobre la evidente química de los protagonistas. Jiwoong se sintió compensado con creces por haber estado durante todo el programa animándolo con la vista, el brazo sobre su hombro, una frase de aliento; por hacerlo detener el ansioso golpeteo de la pancarta contra la pierna. La respuesta de Matthew era predecible, la estaba esperando (o deseando) y, sin embargo, su piel se galvanizó con un calor embriagador cuando el peso del chico descansó por ese segundo contra su pecho.
Matthew sonríe y ladea un poco la cabeza, mientras sigue guardando sus crocs, cubiertos de graciosos pines, en su mochila. Están recogiendo sus pertenencias para trasladarse a las instalaciones de WKO. Ahora son parte de esta agencia, al menos por los próximos dos años y medio. Jiwoong ya está cerrando el zipper de su bolso, pero quiere mantener abierta la plática, buscando al menos una confesión indirecta que calme su inquietud:
—No hay nada malo en eso. Estar celoso no es una buena actitud hacia uno mismo, pero es comprensible cuando quieres a alguien.
Matthew se detiene un instante, repasando el repertorio de sus emociones, su mirada sin posarse en ningún sitio, como si le fuera difícil hallar las palabras. Suspira, regresa a su accionar, y le responde.
—Puede que haya sentido celos, pero no estoy celoso. Estar celoso consume demasiada energía, hyung. Hanbin es mi hyung. Lo quiero y respeto mucho. Este show no cambiará eso. Y ahora, por suerte, terminó.
—¿Incluso ayer era solo un show entonces?
—Bueno, oficialmente terminó ayer. Espero que sea más leve de ahora en adelante. Sé que no será el único ni el último reality donde estaremos. Pero, ahora es diferente. Estamos todos del mismo lado. Creo que somos un gran grupo, ¿verdad?
—Por supuesto. Aunque sigo sin encontrarle sentido al nombre. Pero, supongo que, si lo pienso un rato, me empezará a parecer genial.
—Ah, hyung…tú eres quien es genial.
“¿Más que Hanbin?” Pero no le pregunta.
***
La canción es vibrante, diferente y tiene unos bridge interesantísimos donde podrá tomar parte. La coreografía lo es aún más: difícil, pero memorable. Apenas su primer día en la agencia, los han llevado al salón de grabación. Les han mostrado el tema principal del disco de debut y los bailarines de WDBZ han hecho un demo para ellos. Todos los chicos se ven emocionados, alegres, radiantes. Ríen, comentan y aplauden. Jiwoong está aturdido.
Debería ser él quien les hable de experiencias similares, que les adelante qué vendrá después, que calme la impaciencia de sus dongsaeng. Pero, Jiwoong está aletargado, tal vez por tanta felicidad. Sus experiencias previas de momentos destellantes están separadas por lagunas colmadas de tragos amargos. Nunca fue tan bien recibido, tan mimado y sobre todo nunca se sintió que podía impactar dentro y fuera del grupo de la manera que hoy lo siente. Y eso implica responsabilidad. Y la responsabilidad implica discreción...
—Y la discreción es parte del compromiso que tienen que establecer entre ustedes. Porque cualquier situación que involucre a uno, afecta a los demás.
Eso ha dicho el señor Kim, el ejecutivo que los atenderá directamente dentro de la agencia, el director de ZBOne. Mientras habla, y los demás chicos asienten comprensivos y seguros, Jiwoong también mueve la cabeza afirmando, aunque en su interior muchas sensaciones indescifrables se agolpan. Hay felicidad, nostalgia, expectativa, anhelo, pero también ansiedad, inseguridad, recelo y algo que las condensa y supera.
—Es normal que se sientan un poco abrumados, es mucha información el primer día, pero entiendan que su vida será muy intensa en lo adelante, y su capacidad de recuperarse y responder es esencial para el éxito.
Sabe recuperarse. Es un experto en recuperarse. Ese no será el problema. Pero ¿mantenerse? ¿Podrá mantenerse al menos los dos años y medio que dure el contrato? Jiwoong traga en seco, no es ese el tipo de pensamiento que debería tener el día posterior de ser escogido para formar el mejor grupo que se pueda imaginar. Matthew, que ahora observa con sus ojos muy abiertos, tratando de absorber las palabras del ejecutivo con todos sus sentidos, y que ningún sentido de lo que dice se le escape, está a pocos pasos de él. Junto a Gyuvin y a Gunwook, Matthew le sonríe, y advertirlo saca a Jiwoong a la superficie como una boya. ¿Qué podría salir mal? Si Matthew está incluido en esa ecuación se multiplica todo lo bueno. Si merece o no tanta felicidad ahora mismo, no es un asunto que quiera cuestionarse mientras lo mira.
***
Jiwoong, en posición de loto, concentrado en su respiración, se relaja sobre las tablas del salón de prácticas. Intenta revisar mentalmente los momentos de la tarde anterior. Ubicar sus emociones, relacionarlas con los eventos, secuencialmente.
No entiende por qué estuvo tan nervioso y errático todo el programa. Ni siquiera pudo concentrarse en sus propias decisiones. ¿Quiere ser un pote de papa fritas en el escenario? ¿Qué elección fue esa? Mientras todos los chicos escogieron emojis con sentido, él solo agarró lo primero que vio sobre la mesa. No conseguía pensar con claridad. Y su ansiedad necesitó que tanto Gyuvin como Matthew, a ambos lados, tomaran la mayoría de las decisiones. La asignación de emojis, las preguntas de los fanes…nada era nuevo para él. ¿Por qué estaba más nervioso incluso que Zhang Hao, el más introvertido del grupo?
¿Qué fue tan diferente? Jiwoong retrocede hasta antes de comenzar la grabación del programa. Justo al instante en qué escuchó la estructura de la formación para la mayoría de sus presentaciones como grupo: la formación oficial de ZBOne.
¿Fue en ese momento? El hecho de estar entre Kim Gyuvin y Seok Matthew, sus compañeros desde Love Killa, sus dongsaeng preferidos juntos con Han Yujin, quien formará desde ahora al otro lado de Matthew, fue una noticia impactante. ¿Puede haber formación más codiciada para él? Es perfecta, es irreal, es algo que había deseado desde que hicieron el equipo. Y, sin embargo, ahora que se ha materializado, ¿qué le inquieta tanto? Su instinto está estremecido por tantos eventos nuevos y Jiwoong siente que no puede atrapar lo que vibra dentro de su pecho como una bruma tibia.
—¿Regresando a los viejos hábitos, hyong?
La voz lo hace sonreír sin abrir sus ojos para comprobar quien habla. Tampoco los abre cuando le sugiere.
—¿Te sumas?
—Gracias. Voy a hacer un poco de pesas y calistenia primero.
Jiwoong escucha los pasos de Matthew alejándose hacia el fondo del tabloncillo. Puede continuar con su meditación, pero es difícil recuperar el hilo temporal de los eventos. Las emociones de ayer, cuando surgió otra vez una pregunta que lo relacionó con Matthew y Hanbin, lo sacuden nuevamente. Pedirle a Matthew para que escogiera entre Hanbin y Jiwoong fue la guinda al pastel de su ansiedad durante el programa. Por un instante, su ego le hizo creer que podría recibir una suerte de beneficio, de no ser solo el hyung sino también el amigo de Matthew. Diplomática y sabiamente, Matthew los escogió a ambos.
El sonido de las pesas sobre la madera es sutil, pero Jiwoong está lo bastante pendiente para escucharla. Abre los ojos, cautelosamente. Porque está frente al amplio espejo del tabloncillo, puede distinguir a Matthew haciendo su rutina con pesas al fondo. Cierra los ojos, para volver a su respiración y su visualización. La única imagen que consigue es la de una camiseta blanca donde empieza a crecer una mancha de sudor sobre el pecho torneado y firme, músculos cincelados en los brazos que se contraen con cada pulsadas, un pantalón gris deportivo cuya holgura no evita que se marquen los cuádriceps bien formados. Matthew, su imagen varonil y sexy de hoy, y la voz aniñada pero rotunda con la que lo apartó ayer: “No tanto como un amigo, sigues siendo un hermano mayor para mí.” Jiwoong sacude su cabeza y vuelve a abrir los ojos. ¿Por qué le carcome tanto en el pecho una respuesta tan lógica? ¿Por qué esa competencia absurda por ganar la atención de Matthew sobre Hanbin? Y ¿por qué, ahora mismo, mirar a Matthew ejercitarse es todo en lo que su mente se puede concentrar?
Vuelve a cerrar los ojos. Con esfuerzo. Le atrae Matthew, eso lo sabe. Desde el primer día, desde que lo vio en el escenario en el primer programa. Se le hizo aún más deseable cuando dirimieron los primeros puestos, porque su relación con Hanbin parecía algo idílico, una amistad de novela. Y se convenció de que le gustaba como hombre desde que hicieron Love Killa. Pero, eso podría ser aplicable a otros chicos que había conocido. Había aceptado que le gustaban y se lo había dejado saber llegado el momento. Por alguna razón, sin embargo, quiere contener toda esa atracción que Matthew ejerce sobre él. Se siente demasiado vulnerable, confiado, feliz, cuando está a su lado. Y eso dispara alarmas condicionadas por una vida llena de desafíos.
No es indecisión, se conforta a sí mismo, es cautela.
Juntos dos años y medio…como mínimo. No saben a donde los lanzará la vida después de eso. El encandilamiento pasa, el enamoramiento pasa, la atracción física incluso se diluye con el tiempo. Pero su carrera, la carrera de Matthew, la de los otros siete chicos no merece ser puesta en esa balanza. Sí, es eso lo que lo ha estado desbrozando por dentro. Esa dicotomía, entre comprometimiento y deseo. Nunca la había sentido tan intensa y enfrentada. Pero, tendrá que manejarla. Sabiamente. Así como Matthew hizo ayer, ¿eligiendo a sus dos hyungs?
Jiwoong, a través de sus entornados ojos, puede verlo secarse el sudor con una pequeña toalla amarilla, y luego mirar en su dirección, sonreír suavemente y sacudir la cabeza, antes de comenzar a trabajar en sus piernas. No cree que Matthew haya notado como su sonrisa ha hecho revolotear su pecho nuevamente, encender sus mejillas y obligarlo a tragar con dificultad.
Cuando Matthew se le aproxima, enfundándose en su hoodie crema, sin cerrar la cremallera a nivel del pecho, y deja caer el bolso deportivo a su lado, Jiwoong cierra los ojos como un niño que finge dormir profundamente. Toma el aire en una aspiración dramática, lo retiene por ¿diez segundos?! y lo deja escapar en un tiempo similar.
Matthew se sienta a su lado, con suavidad, intentando no perturbar el ejercicio de meditación de su hyung. En lugar de imitarlo solo lo observa. Y porque Jiwoong tiene los ojos cerrados y todo su esfuerzo en controlar los latidos desbocados de su corazón, no puede ver esa mirada de Matthew llena de admiración, contemplándolo como si fuera la estatua clásica más preciada en una galería.
Jiwoon hyung es tan perfecto, sus líneas, sus proporciones, sus gestos. Matthew siente que podría pasar horas mirándolo sin aburrirse. Siempre ha sido muy sincero consigo mismo sobre cuánto le atraen las personas, hombres o mujeres, que trabajan su cuerpo con dedicación. No tiene nada que ver con un sentimiento romántico, ni siquiera sexual. Es justo eso, mirar una obra de arte. Y Jiwoon hyung es la obra de arte más fascinante que recuerda haber visto en años, porque su rostro también es demasiado encantador, su mandíbula en escuadra, su nariz tan recta, sus labios…qué pena que él no sea bueno con el dibujo como lo es Ricky. Pero no cree que siquiera el talento de Ricky pueda atrapar el encanto de Jiwoon hyung.
Jiwoong abre los ojos, lentamente. Matthew está tan concentrado en las venas que bajan por los fibrosos brazos de su hyung que ni siquiera se percata. Con sus ojos de bobas tan abiertos, sus cejas alzadas, y su boca contraída en un punto de admiración que Jiwoong sonríe a la imagen que le devuelve el espejo. Le encanta como Matthew lo mira, tan sincera y atentamente. Lo hace sentir bello, de una manera muy diferente a como lo han hecho sentir antes. Lo hace sentir valioso.
—Me vas a gastar de tanto mirarme.
Matthew se sobresalta de esa manera tan infantil, su boca como un corazón apretado, retrayendo su cuerpo, y llevando sus manos al pecho como si quisiera esconder algo allí. Jiwoong ríe suave y divertido.
—Lo siento, hyung, no quise distraerte.
Pues no lo consiguió. No solo ahora que lo tiene sentado a su lado, con las piernas recogidas, recordándole tantas veces que han compartido ese espacio en las últimas semanas. No solo ayer, que anuló todo su media training desde que supo que iba a tener a Matthew a su lado mucho más tiempo que a ningún otro. Lo está distrayendo desde el mismo día en que lo conoció, aunque ha demorado en darse cuenta de cuánto.
—Eres malo en eso, Maettyu.
—¿En qué?
—En “no distraerme”.
Matthew sonríe, tímido, sacudiendo la cabeza inclinándola hacia el lado más alejado de Jiwoong. Su cuello es tan flexible que ese hábito lo hace parecer parte de una coreografía.
—¿Desayunaste?
—Todavía.
—¿Tienes hambre?
—Claro...acabo de hacer ejercicios.
Jiwoong busca en el bolsillo de la chaqueta deportiva doblada a su lado, y extrae su móvil.
—¿Qué quieres comer? Ordenemos algo.
—Gracias, hyung. Pero, quedé con Hanbin hyung en desayunar juntos en la cafetería. Vine a entrenar un poco mientras él y Hao se reunían con los directores. ¿Quieres venir?
—Será otro día.
Porque le sigue resultando difícil manejarse con esa situación. Cada vez que Matthew menciona a Hanbin, cada vez que lo elogia, Jiwoong siente que el pecho le hinca como si una espina le brotara desde el esternón. Los conoció siendo amigos, sabe perfectamente cuánto significan el uno para el otro. Debería estar acostumbrado. Al menos debería irse atenuando esa molestia, pero cada día se le hace más incómodo escuchar el nombre de Hanbin en la boca de Matthew.
No tiene nada en contra de Hanbin, no puede ni siquiera sentir disgusto por él. Hanbin será el mejor líder que puede imaginar dentro de ese grupo, y lo seguirá con confianza y lealtad, sin que eso le cueste el menor esfuerzo. En cuanto a Matthew…
—Te entiendo, hyung. ¿Nos vemos a las diez en el estudio de grabación?
—Claro. Nos vemos en dos horas.
Matthew se levanta, recoge su bolso deportivo, y muestra su puño para despedirse con un toque ligero. Jiwoong extiende la mano abierta, y hace que Matthew también abra sus dedos y que el contacto sea mucho más extenso y profundo cuando los estrecha. Matthew contiene la sonrisa frunciendo los labios, y hay algo en su mirada que brilla diferente, a pesar del aire demasiado solemne que imprime a su voz.
—Por cierto, hyung… ¿en verdad quieres comer papas fritas mientras actúas?
Jiwoong resopla, pero no puede contener la sonrisa. Mientras Matthew suelta su mano para alejarse, por instinto de conservación, y porque se le está haciendo tarde, se defiende como puede.
—Aahh… ¿alguna ley que diga que no se puede?
Matthew camina de espaldas mientras ríe y gesticula, y se cierra la cremallera de su chaqueta deportiva, escondiendo sus atractivos pectorales.
—Ninguna. Te compraré una porción gigante. Contrataré un camión cisterna de kétchup…Te llenaré el escenario del Gocheok Sky Dome de french fries si te hace feliz.
Jiwoong se siente algo burlado por ese dongsaeng irreverente, pero no puede evitar reírse, y finalmente, relajarse. Matthew, sus razones inesperadas, su sinceridad cómoda, su sonrisa solar…aunque la espina sigue ahí duele mucho menos, ahora que lo ha hecho reír y que lo ha relajado mejor que cualquiera de sus rutinas.
Matthew, que multiplica todo lo bueno, va a estar a su lado, mucho más tiempo que cualquier otro chico. Desayunarán muchas veces en el futuro.
Y en el escenario, ¿por qué no?, comerán papas fritas si así lo quieren.
***
Mayo ha sido un mes intenso. Y todavía resta una semana. La presentación en el KCon de Japón; el cumpleaños de Ricky, el primero que celebran a un miembro del grupo; sus días de grabaciones en la teleserie que, gracias al mánager Park, finalmente ha podido compaginar con su horario de ensayo; y las primeras tomas de un show de tres episodios para promover al grupo en plan de campamento de verano, le hacen sentir a Jiwoong que ha pasado no un mes sino medio año.
Hace solo tres semanas que ha bailado, cantado, saltado y corrido por el escenario gigantesco del Makhari Messe, en Chiba. Resultó, al inicio, intimidante. Nunca había estado en un escenario así en toda su vida de idol, a pesar de pasar por las nóminas de tres grupos anteriores. Se sintió tan ansioso que terminó sucumbiendo a su vieja manía de pellizcarse la piel de las manos, inconscientemente. Como los mánagers le pidieron que se mantuviera cuidando de todos los chicos y no se concentrara solo en algunos (sí, entendió muy bien el mensaje del manager Yoo), Jiwoong fue todo lo contenido que su propia ansiedad le otorga en público. En el descanso, antes de la presentación en los Greetings, Matthew reparó en sus manos, y eso lo hizo consciente también a él, de que estaba rozando el límite de su resistencia. Matthew no volvió a tocar el tema. Sin embargo, una vez más, vino a su rescate. Sin saberlo siquiera. Con solo tomarle la mano que Jiwoong colocaba sobre el hombro del chico, en un gesto cada vez más habitual. Con solo oprimirla por un instante, con sonreírle mientras lo hacía. Luego corrieron por el escenario como niños pequeños sueltos a su libre disfrute en un playground, grabándose con sus sofisticadas cámaras montadas en postes para selfies. La primera experiencia presentándose fuera del país después de tanto tiempo, había sido menos azarosa y dura, gracias a las risas que Matthew saca de su corazón como del sombrero de un mago.
Por eso, y porque sabe que Matthew no le está pasando del todo bien con tanta crítica que aún ensombrece su cara cuando se busca en línea, Jiwoong quiere hacer que esta última semana de mayo sea inolvidable para su amigo. Porque es el primer mes que pasan juntos y porque justo en cuatro días será su cumpleaños.
—¡Jiwoong hyung!
Jiwoong alza la vista de su móvil, de su búsqueda en línea, para encontrarse con la sonrisa brillante de Gunwookie.
—Vamos a estar en el cumpleaños de Matthyw hyung, ¿lo sabías?
—Aah… ¿en el live? —Jiwoong aún no lo cree.
—¡En el live!
Gunwook hala una silla para acomodarse cerca de Jiwoong. Todavía su hyung está procesando la noticia, el chico no puede creer que lo haya sorprendido.
—Hyung, ¿quién si no tú o Hanbin hyung? Además de Gyuvinie, somos los más cercanos a él. Y ya Gyuvin y Hanbin hyung estuvieron con Ricky.
Park Gunwook tiene razón, pero eso no significa que la compañía lo tomaría en cuenta. Jiwoong necesita pensar con precisión la manera de hacer lo mejor por Matthew en ese festejo en vivo online. Necesita hacer lo que mejor sabe. Si funcionó en Boys Planet, ¿también funcionará ahora? Gunwook le está pidiendo ayuda para ir a buscar su regalo, quiere que lo compren juntos. Tiene previsto regalarle a Matthew unas pesas para que pueda tener las propias, sin depender de las del gym de la compañía.
—Todos queremos darle algo que realmente se parezca a Matthyw hyung. ¿Qué vas a regalarle, hyung?
Jiwoong sonríe. Ha pensado en varias cosas. Pero algo tiene claro, quiere regalarle un presente que nadie más pueda darle. Algo que lo haga sentir lo especial e importante que es. Que lo haga sentir valioso, como Matthew lo hace sentir a él.
***
Hanbin ejerció como amigo, y como líder, su derecho de antigüedad para dormir en la habitación de Matthew la víspera de su cumpleaños. Cuando lo anunció luego de la cena, Jiwoong miró a Matthew instintivamente. Matthew sonrió, contento, pero por un instante que se cruzaron sus miradas Jiwoong quiso leer en sus ojos un “lo lamento”, con cierta carga de “estaría bien si fueras tú.”
En la mañana, Jiwoong intentó en vano tener un momento a solas con Matthew. Se despertaron tan temprano para grabar el video clip de promoción del debut que el desayuno lo consumieron ya en el set de rodaje. Para licuarle más el día, el staff, buscando darle una sorpresa a Matthew en la pausa del almuerzo al mediodía, les pidió a todos que demoraran los regalos y las congratulaciones.
Cuando llega el momento de cantarle las felicidades, hasta el mismo Matthew parece haber olvidado que era su aniversario. Y Jiwoong toma fotos, muchas fotos, intentando guardar la mayor cantidad de instantáneas de ese momento. El primer cumpleaños de Matthew en el grupo. El primer cumpleaños de Matthew a su lado, aunque apenas ha podido acercarse a él hoy. Tiene que ser uno que recuerde para toda su vida. Jiwoong cree saber cómo hacer ese cumpleaños online “en vivo”, hoy en la tarde, memorable.
Sin embargo, al terminar el live, Matthew regresa con Hanbin al set de rodaje a terminar unos planos que postergaron para el festejo en línea. Jiwoong siente que esos minutos en vivo fueron segundos. Pasaron tan rápido, como un parpadeo o un suspiro. Ni siquiera tuvo la oportunidad de preguntarle, antes de subirse al auto y sin cámaras de por medio, cómo se había sentido en esa primera experiencia.
—Nos vemos en la noche.
Fue todo lo que Matthew dijo.
Jiwoong mueve mecánicamente la varilla azucarada dentro de su taza de té. El azúcar hace rato que se derritió en la mezcla, y probablemente la temperatura del agua dejó de ser la que le gusta. En realidad, ni el té, ni el azúcar, ni la temperatura del agua le importan. Solo está haciendo tiempo en el comedor de la recién asignada residencia del grupo, mientras espera que Matthew regrese de la sesión de grabaciones. Con su otra mano, hace scroll en el móvil buscando las reacciones al video. Ver las ediciones, los close-ups, los post de los fans, empiezan a incrementar su ansiedad. ¿Se le fue la mano? ¿En lugar de ayudar a Matthew lo metió más en problemas? ¿Otra vez? La gente está comparando constantemente su regalo para Ricky, un felpudo y colorido diario con la imagen totalmente aniñada de un unicornio, con el sofisticado y detallista que le ha hecho a Matthew. Jiwoong se defiende en voz baja.
—Me ajusté al concepto. Se trataba de ponerle color a Ricky. Le gusta llevar diarios…
Pero más que esa comparación, le preocupa que su intención de mostrarle a todos lo especial que es Matthew, se vuelva un bumerang contra su amigo. No le importa que destaquen el flirteo, ni los roces, ni las miradas seductoras, ni la forma en que tocó los brazos de Matthew para mostrarles lo perfecto que lucen. Lo hizo a propósito, lo hizo para que todos sepan que incluso Kim Jiwoong encuentra a Matthew sexy y adorable. Estaba presumiendo de él. Presumiendo de que Matthew esté a su lado, de que sea su amigo, aunque siga diciéndole hyung, o aún mejor, mal pronunciando su nombre como Jiwoonie hyong. Y de que lo impulse a hacer cosas tan románticas y creativas como lo que acaba de hacer. Si la gente pudiera, por un instante, mirarlo a través de sus ojos. Eso es lo que quiso hacer hoy, pero ¿lo logró?
Tampoco está seguro de las consecuencias que en otras áreas de su vida pueda tener.
Porque aún hay otro asunto que necesita manejar. El asunto que no quiere enfrentar pero que terminará por explotarle en la cara si sigue evadiéndolo. Pero, por hoy no quiere que amargue sus pensamientos, ni los ocupe con otra cosa que el cumpleaños de Matthew y cómo agasajarlo. Por eso ignora los mensajes que siguen acumulándose en ese chat, y en el voicemail del teléfono. Y evade los posteos donde lo mencionan con ciertas etiquetas que no desea mirar. Alguna lo alcanza, como es de esperarse por el algoritmo de las redes. Sabía que el regalo de Matthew hoy sería una provocación abierta. Y ahí está el asunto, otra vez, tirando de él hacia el pasado, no como el romántico hilo rojo del que solía hablar, sino como un nylon de pesca transparente, que lo oprime y lacera.
Gunwook se acerca a la mesa bebiendo de una caja de leche con vainilla. Jiwoong apaga el móvil y lo guarda en su bolsillo. Su llegada lo ha salvado de perderse en aguas oscuras dentro de sí, aunque no lo sepa. Sonríe a su dongsaeng más corpulento. Gunwookie sí que hizo un excelente trabajo hoy en el live y aprovecha ese momento para hacérselo saber. El chico agradece, da un poco de rodeo hablando de los tropiezos con la tecnología que tuvieron durante la transmisión, y termina cayendo en lo que lo ha llevado allí.
— Hyung, ¿me darías la dirección de la tienda donde confeccionaste el perfume personalizado para Matthyw hyung?
—Claro, te paso la dirección en un mensaje.
—Ah, gracias.
Gunwook aún tiene algo más que aclarar, pero está organizando su mente para optimizar la pregunta. No quiere ser indiscreto, pero tampoco pasar la oportunidad que se le ha dado de estar más cerca de Jiwoong hyung, a quien considera la mayor fuente de experiencia del grupo.
—Hyung, tu regalo fue el mejor…Me sorprendió porque creí que me habías dicho que le regalarías un libro. Pensé que sería algo muy propio de ti, regalar libros.
—También. Compré un libro de poemas para Matthew, pero creo que aún no lo ha visto.
—¡Oh!
Jiwoong siente que ese “¡Oh!” de Gunwookie encierra mucha sorpresa. Y lo ve cavilar, sopesando ideas, hasta que decide su pregunta.
—Hyung, ¿si le regalo un perfume personalizado y un libro de poemas a alguien que es mi sunbae, pero a quien quiero acercarme más, sería demasiado obvio que…? Quiero decir, ¿podría parecerle excesivo?
Jiwoong intenta seguir el hilo, pero de pronto su pensamiento se divide en dos rutas. Sabe que Gunwook no está criticando su regalo, y cree saber exactamente qué le preocupa y a qué sunbae quiere impresionar. Pero su punto de vista, tan atinado, también le ha hecho cuestionarse si a Matthew le ha parecido excesivo, o para decirlo con las palabras que Gunwook no se atrevió a decir, fue demasiado obvio que le gusta. Su ceño se frunce y su mano comienza a acariciar el mentón instintivamente.
—¿Hyung?
—Hmmm… ¿te parece excesivo si alguien te lo regala a ti?
—Me sorprendería. Saber que alguien invierte tanto tiempo en mí. Y podría confundirme.
—Crees que Matthew esta confundido ahora mismo.
—Aah…No lo sé. No lo sé, hyung. ¿Qué se supone que debe estar confundiendo Matthyw hyung con tu regalo?
—No sé, ¿con qué se supone que tu sunbae podría confundirse?
Gunwook empieza a reír con cierto nerviosismo.
—Uff, esto parece un trabalenguas, hyung. En verdad, solo…
—Estás confundido. Porque se supone que un regalo como ese solo se hace a alguien que valoras mucho. ¿Y qué pasa con eso? Cuando regalas algo, solo puedes poner tu intención allí. Cómo la otra persona lo va a recibir, no tienes control sobre eso. Si quieres regalarle algo que exprese cuánto valoras, aprecias o incluso amas a alguien, hazlo. Eso no significa que estás pidiendo a la persona que lo recibe que sienta lo mismo por ti.
Gunwook asiente, sonriendo, porque su mente está mucho más clara ahora. Tal como lo esperaba, Jiwoong hyung le ha dado un consejo sabio. No, no es una transacción comercial esto de querer a otro. Es cuestión de dar, simplemente, de lo mejor de nosotros. Jiwoong hyung considera que Matthew merece todo el tiempo porque lo valora, lo aprecia y tal vez, acaso, ¿lo ama?
—Gracias, Jiwoong hyung.
—No hay por qué.
Desde el comedor, escuchan el sonido de la puerta de la residencia al abrirse, solapada entre las voces de Hanbin, Hao y Matthew, regresando a casa. Gunwook decide que los saludará y se irá a su cuarto. Ya ha estado demasiado tiempo acompañando a sus hermanos mayores. La noche es corta, y todavía deberían tener un espacio para aclarar cualquier confusión debido al regalo. Si tal cosa existe.
—Hasta mañana, hyung.
—Hasta mañana, Gunwookie.
Se despiden con un breve choque de puños. Gunwook deja la caja de leche en el tacho de basura y está a punto de abandonar el lugar.
—Hey, Gunwook…
La voz de Jiwoong lo hace volverse. Su hyung bebe de la taza de té, como una pausa dramática, antes de dedicarle una mirada entre afable y traviesa.
—Si necesitas que te acompañe a hacer el perfume, no hay problema. Solo averigua qué tipo de esencias le gustan a Kim Dayeon.
Gunwook abre los ojos sorprendido, ¿cómo supo Jiwoong hyung…? Jiwoong coloca un dedo sobre los labios garantizándole su silencio, y le guiña un ojo con simpatía, antes de concentrarse en terminar el té, ya frío, que queda en su taza.
***
Terminaron reuniéndose todos en la habitación de Matthew. Los chicos han querido seguir compartiendo con él porque apenas lo han podido hacer durante el día. Luego de abrir regalos, bromear, mirar las fotos que Jiwoong hizo en la mañana y reír un poco, se dan cuenta de que la batería solar de Matthew da señales de descarga.
Gyuvin tiene la iniciativa de llevarse a Ricky a su pieza con el pretexto de la revancha de un juego de Pokémon. Al pasar junto a Jiwoong le pellizca levemente el hombro y le hace una seña pícara. Gunwook y Taerae se levantan, tentados a seguirlos, pero como Hanbin les insiste en que no se duerman tarde, ambos cambian su plan y dirección en el pasillo yéndose a la habitación oficial de los maknae, Gunwook y Yujin. Es domingo, y Yujin se ha ido a pasar la noche en casa de sus padres porque al día siguiente tiene examen de ciencias. Hanbin sigue sentado junto a Matthew mirando fotos del día, y Hao conversa con Jiwoong sobre el libro de poemas que también quisiera comprar. A Hao le gusta la literatura y la poesía, pero Jiwoong siente que está dándole conversación para que no se vaya. Jiwoong, que todo el tiempo ha estado pendiente del diálogo entre Hanbin y Matthew, sentados juntos en la cama, revisando regalos, le agradece en silencio que Hao no lo excluya.
Finalmente, Hao, para alivio de Jiwoong, toma a Hanbin de la muñeca y lo arrastra fuera del cuarto, protestando suave porque ya tiene bastante sueño. Jiwoong lo escucha musitar junto a la puerta.
—Déjalos que resuelvan sus cuestiones, Binah.
¿En realidad tiene alguna cuestión que resolver con Matthew? Es Matthew quien podría cuestionarle cosas. Matthew empieza a recoger las bolsas, los peluches, los papeles de regalo que han quedado en el piso. Jiwoong va hasta él y le quita una de las cajas de las manos.
—Ve a bañarte, yo ordeno. Estás a punto de quedarte dormido de pie. Ve.
Matthew sonríe, asiente con su expresión cansada y dulce, y agradece. En verdad ha tenido un día tan intenso como nunca en todos sus veinte cumpleaños anteriores.
—Solo ponlo sobre el escritorio, yo me encargo mañana.
Matthew se va al baño, arrastrando los pies calzados con sus crocs, ahora recargados con los nuevos pines que Gyuvin le regaló en la tarde. Jiwoong se apura en dejar las camas libres de objetos, de extender el cobertor, de acomodar las almohadas. Solo ha dejado el libro de poemas sobre el cubrecamas y ahora lo toma; se sienta en la cama adyacente, que usualmente ocupan Ricky o Taerae, y lo hojea al azar. Dejó sus lentes en su habitación, pero no se arriesgará a ir por ellos. Al final, sabe casi todos esos poemas de memoria.
—“Tienes que observar de cerca…para ver su belleza.”
Entonces, como ahora, ese verso le hizo pensar en él. Había comprado el libro para leerlo durante el show, porque la poesía lo calma e inspira en las noches. Lo abrió por primera vez el día que hicieron la distribución de Love Killa. Apenas leyó, la imagen de Matthew vino a su mente. Fue como un designio, o quizás era solo su inconsciente alertándolo de la rendición incondicional que se le avecinaba.
Jiwoong se reclina en la cama y acomoda la almohada detrás de su nuca. Deja que las páginas se abran aleatoriamente y le sugieran respuestas. Algo que aclare la inquietud que escarcea en el plexo solar desde que habló con Gunwook. En verdad, ¿no le importa cómo Matthew recibe lo que le acaba de regalar? Siente que ha puesto, no demasiado tiempo, ni dinero, ni esfuerzo, pero sí, precipitadamente, demasiada alma.
Porque sabe que Matthew es tan comprensivo, que puede reproducir las expresiones de los demás mientras los mira, por puras neuronas espejo, por su gran talento para escuchar con cada célula de su cuerpo. ¿Cómo saber que Matthew no solo está devolviendo su propio anhelo como un reflejo empático? Que lo que ve en sus ojos no es más que su deseo unilateral, el de esa flor que aún en su soledad intenta ser hermosa y confiada.
“Tienes que observar por suficiente tiempo, para sentir su hermosura.” Sí, es lo mismo con Maettyu.
Su teléfono vibra sobre la mesa de noche. Deja el libro sobre su pecho y lo toma con desgano. Es un mensaje de texto bastante extenso. No alcanza a leer más que dos frases, para comprender que no está de humor para enredarse en una discusión, ni siquiera por texto. Contesta escuetamente. “Hablemos mañana.” Y deja el teléfono en la misma posición, pero no logra recuperar la misma tranquilidad.
—Hyung…
Matthew regresa a la pieza vistiendo un pijama de cuadros rosas y negros, con el pelo recién lavado y revuelto, su cara limpia de maquillaje, en su natural belleza. Desde la cama Jiwoong puede percibir el suave aroma de su cabello. No se arrepiente de haberlo dicho en la transmisión de hoy frente a miles de fans: Matthew es una flor. Es tierno, lindo, alegra el corazón solo con mirarlo y siempre despide ese aroma delicado y encantador. Ahora mismo, siente ganas de arrancarlo del suelo y aplastarlo contra su nariz.
—¿Es ese mi otro regalo? —Matthew apunta con la barbilla en dirección al libro que Jiwoong tiene en las manos. —¿Acaso el libro viene con lector incluido?
Matthew le está coqueteando ahora mismo, con una sonrisa linda en sus ojillos somnolientos que lo hacen más abrazable. Jiwoong suelta un jadeo en forma de sonrisa, lo que acaba de escuchar, hace que sus orejas se calienten, pero su respuesta suena calmada en su voz profunda.
—Te lo leo con gusto, si lo prefieres.
—Wow, hyung, siempre tienes palabras listas para flirtear.
Jiwoong sonríe brevemente: en lugar de que le reproche preferiría haberlo conmovido. Le gusta leer poesía, le encantaría hacerlo para él. Sinceramente, no está coqueteando. Va a aclarárselo, pero su dongsaeng cambia el tono rápidamente, poniendo fin a la partida de flirteo que abrió sin proponérselo.
—Tomaré nota de eso.
Y sonríe mientras gatea hasta el centro de su cama para sentarse, recogiendo las piernas, de frente a Jiwoong; su mano derecha frota su brazo y hombro izquierdo, como si necesitara más calor, o más confianza. Jiwoong casi lamenta que haya puesto esa distancia tan repentinamente. Está seguro de que podría darle ambas cosas con sus manos ahora mismo si se lo permitiera. Está seguro de poder hacer tantas cosas por él, que a veces se siente su knight in a shining armor, su @seoksun_warrior offline.
—Hoy, estaba realmente nervioso. Pero, gracias a ti y a Gunwookie, no...freezzed me out en el live. Gracias, por ayudarme tanto.
—Lo hiciste genial. De verdad.
—Y disculpa, por… por confundir tu regalo con los de todo el mundo.
Jiwoong entorna los ojos, y aprieta los labios escondiendo su sonrisa en una expresión de enojo que resulta demasiado adorable para que Matthew no la considere un flirteo en lugar de un regaño.
—Ah, eso fue devastador para mí. Me hiciste hasta rebajar el regalo de nuestro líder, con tal de que reaccionaras.
Matthew ríe sacudiendo todo su cuerpo, negando con su cabeza, mientras el cabello, todavía húmedo, revolotea en el aire esparciendo su fragancia. Luego ladea la cabeza, con ese gesto característico que embelesa a Jiwoong. También conoce esa mirada ansiosa que arrastra ahora por el techo de la pieza.
—Estaba realmente preocupado.
—¿Por? Aah… ¿por si era una broma el regalo?
Matthew asiente, frunciendo sus labios en un punto, y parecen un botón de rosa roja y delicada. Sus mejillas se ven más rosadas, que Jiwoong adivina el gesto que hará a continuación. Apretar el dorso de su mano contra ellas para refrescarlas. Un hábito que le ha visto hacer desde que lo conoce, y siempre que sucede siente que el pecho se le ensancha de ternura.
—Ah, Maettyu, ¿Por qué iba a hacer algo así? Bromeamos, nos hacemos trastadas en los ensayos, realmente me haces reír mucho… pero ¿en tu cumpleaños? No me lo tomaría a la ligera en lo absoluto.
Matthew responde, con el mentón inclinado hacia su pecho, los ojos grandes y agudos mirándolo ahora con cierta reconvención.
—Le regalaste a Ricky un diario de niña.
—Agshhh!
Jiwoong no puede creer que todo el mundo, incluso Matthew lo malinterprete de ese modo. Se incorpora en la cama con rapidez, y hay un sincero, aunque demasiado dramático desconcierto cuando se defiende, enfatizado por sus elegantes manos.
—¿Por qué todos creen que le regalé a Ricky ese diario como una broma? Dijeron, “démosle color a Ricky en su cumple”. Y bueno, eso hice. Supe que le gusta llevar diarios y pensé en darle uno colorido. Ricky parece un personaje de cuento de hadas, ¡un unicornio era perfecto! Ahora resulta que, hasta tú, desconfías de mí. Estoy… decepcionado. No quiero hablar más.
Jiwoong se deja caer hacia atrás en la cama y se tapa los ojos con el antebrazo. El berrinche ha sido tan gracioso e inesperado que Matthew no puede dejar de reír suavemente.
—Hyoong…
—No me hables.
—Jiwoonie hyuung…
—Duérmete.
—Muchas gracias por todo el tiempo, el esfuerzo y el cariño que pusiste en mi regalo.
Jiwoong quiere mantener su pose enojada, quiere quedarse cubriendo su cara y haciéndose el afrentado, pero la voz de Matthew, cuando adquiere ese tono acariciador y casto, es su punto de fusión. Retira la mano de la cara y lo haya sonriéndole con sus grandes ojos de boba. Y no puede controlar la timidez y conmoción que le brota al murmurar.
—Al menos notaste eso.
Matthew se reclina en su cama, y se cubre con la frazada hasta el pecho. Dobla su brazo bajo la almohada para levantar un poco su cabeza mientras mira a Jiwoong con ojos somnolientos y dulces.
—Como no notarlo, si pusiste todo el énfasis del mundo.
Jiwoong adopta una postura espejo a la de Matthew. Ahora uno frente al otro, desde sus camas, la mirada a la misma altura. Los ojos de Matthew parpadean pesadamente.
—¿Qué quieres decir? Fuiste tú quien hizo que mi regalo destacara. Lo anticipabas todo el tiempo.
El cansancio hace la voz de Matthew diluida y aniñada, como un ronroneo.
—Ya te dije. En verdad, que fuera un regalo en serio, era importante para mí.
—Del uno al diez ¿cuán serio te pareció?
Jiwoong lo ha inventado de improviso. Y le parece que ha sido genial averiguar de ese modo, sin preguntar directamente, así que espera con entusiasmo la respuesta.
—Un nueve.
—¿Eh?!… ¿por qué?
Matthew suspira, y su entrecejo se frunce ligeramente, pensando por tres, cuatro segundos, hasta que contesta convencido.
— Porque… fue un regalo demasiado serio para serlo.
—Wow, esto es alta filosofía…Por favor, Seok Maristóteles, ¿puede iluminarme al respecto?
Matthew ríe, suavemente, sus ojos ya están tan entornados que parecen dos pinceladas de tinta en su rostro de marfil.
—Hyung, …es que tú… coqueteas todo el tiempo… Puede llegar a ser…en algún momento...
¿Confuso? ¿Abrumador? ¿Gunwook tiene razón? Jiwoong se muerde los labios, expectante, cuando el bostezo de Matthew detiene el hilo de sus palabras y los párpados del chico son vencidos por el cansancio.
—…
Jiwoong se afirma sobre su codo para alzar el antebrazo y descansa la cara sobre la palma de su mano. Así puede observar mejor el rostro relajado, la boca entreabierta por la que escapa el aire en un ligero silbido, el cabello revuelto descansando sobre la almohada. Sí, Matthew es una flor.
Una flor a la que ha mirado suficiente tiempo para sentir su hermosura.
—De verdad, te tomo muy en serio, Maett-yah.
***
Grabaron hoy sus voces para el disco debut, y también filmaron el proceso. Su pareja de práctica fue Matthew. Mientras estudiaban la letra, y analizaban el sentido de los versos de la canción tema, Matthew fue tan divertido y lindo que no puede dejar de sonreír recordando su gestos de gatito apenado cuando se equivocaba, ese cabeceo tan típico cuando algo lo contraría, y sus ojos brillando de emoción compartida. Matthew lo rejuvenece.
A veces, quisiera tener a alguien a quien confesarle lo que le está pasando, solo para que escuche un poco de la balada de su amor unilateral, no lo juzgue y guarde silencio. Pero eso es impropio dentro del grupo, y amigos como Jongwoo o Hwanhee, hoy tienen complicados horarios y planes con sus propios proyectos. Y su representante Park... bueno, no le contaría justamente a él sobre eso.
No. Jiwoong no tiene donde descargar lo que siente o piensa acerca de Matthew, así que a veces escribe o pinta. Sus poemas distan mucho de los de sus poetas favoritos, (o eso cree Jiwoong), pero alivian el nudo que no puede desatar en su garganta. Hace un rato se separaron para cumplir con sus distintos horarios. Apenas vio sus cabellos, como una flor de albaricoque de una pintura minhwa, desaparecer dentro del auto negro de la compañía, comenzó a extrañarlo.
Ahora, en la pequeña cafetería de NTE, tras un encuentro definitorio con su manager hasta ese día, espera a que lo trasladen al estudio de grabación. Y mientras espera, Jiwoong pinta sobre una servilleta con un palillo de dientes mojado en su americano helado, el cabello dorado y revuelto que tanto extraña.
—¿Así es como único te consigo?
Jiwoong detiene el gesto de cargar el palillo en el café. El sonido de la voz argentina, el olor a Bleu de Chanel; el frufrús de la chaqueta contra la camisa de seda; los ojos brillantes de comadreja seductora sonriendo: Seobin que ocupa la silla frente a él.
El primer impulso de Jiwoong es arrugar la servilleta y sacarla de la vista de Seobin, pero su mano se detiene justo sobre ella, y la deja allí, más que ocultando, protegiéndola.
—¿Cómo supiste que estaba aquí?
—¿Esa es la manera en que me saludas? ¿Después de casi un mes en los que apenas me pasas un mensaje de texto a la semana?
—Te pasé uno ayer.
—Ah…entonces ya gasté la cuota de acceso al gran Kim Jiwoong. ¿Tendré que comprar tu perfil de Bubble para hablarte por ahí?
—No tenemos eso aún. Seobin-ah, he estado ocupadísimo. Nuestros horarios son intensos. Los has visto.
—Por supuesto. No me pierdo nada de lo que haces. En cambio, también estoy grabando un disco, y preparando un regreso para julio. ¿Has visto, por casualidad, algo de lo que he grabado para ello?
—Mi tiempo es…
—Mierda, Jiwoong. No me digas nada sobre el tiempo. Sabes que es un pretexto.
Jiwoong ignora el exabrupto y continúa imperturbablemente.
—Mi tiempo es escaso, pero no puedo dejar de estar al tanto de ti. Me etiquetas en todo lo que haces, nuestros fanes nos etiquetan en todo lo que haces. Y aunque no quisiera, eso me permite saber de ti y de tu trabajo.
—Suena como si te molestara.
—No me molesta, Seobin. Pero a veces no veo la razón para yo aparecer en un post tuyo sobre algo que solo te atañe a ti.
—No hay nada de lo que hago que no te ataña a ti. Somos inseparables. Somos la cara del BL de este país así que en cada cosa que haga puedo mencionarte a ti. Ambos nos beneficiamos de eso ¿no?
No. Jiwoong siente que no se beneficia de estar atascado en esa dupla indestructible. Las razones de Seobin se le asemejan a decir que, aún después de que Song Hye-kyo y Song Jong Ki se divorciaran, debieran continuar etiquetándose ambos en todo lo que hagan solo porque una vez grabaron “Descendants of the Sun”. Pero se guarda la referencia, no quiere nuevos malentendidos en su relación con Yoon Seobin.
—Binah…Yo no siento igual. No pienso igual. Y no creo que sea justo que me pongas en situaciones de rendir cuenta a tu fandom, cuando no soy quien crea las situaciones.
—Tu grupo es un proyecto temporal, Jiwoongie, no lo olvides. Cuando pasen dos años y medio, ¿a dónde irás? Morder la mano de quien te dio de comer, no es sensato ni justo.
—Espera, ¿quién me dio de comer? ¿Tú?
—No, yo no, pero nuestros BL dramas, sí.
—Y lo agradezco, tremendamente. Pero eso, no me va a detener para lograr otros sueños. Y tú deberías hacer lo mismo, Seobin. Si tu pasión es hacer BL dramas, hazlo. Si tu pasión es ser un idol, cantante de trot, guionista de cine, hazlo; incluso si hiciste antes BL y ahora no te interesa. No dejes que lo que has hecho te defina. No te conviertas en una etiqueta en internet.
—Hablas tan bonito. Pero, aquí soy yo el que está perdiendo más.
Seobin sacude la cabeza y aparta su intensa mirada del rostro de Jiwoong, y aunque sonríe mordiendo el borde de su labio inferior, sus ojos brillan con lágrimas de decepción contenida.
—Me haces sentir como una amante abandonada que vive surfeando en las redes sociales de su ex para destrozarse los ojos cada vez que te veo…
—¿Cumpliendo mis sueños, Binah?
—Cumpliendo tus sueños, Jiwoong ssi…pero sin mí.
—Quiero verte hacer lo mismo.
—No soy tan resiliente como Kim Jiwoong. Y, por otro lado, no he encontrado un reemplazo tan rápido como tú. Ah …no puedo creer que luego de protagonizar dos series contigo, venga a ser el segundo líder en la vida real. ¿Por qué me haces parecer tan patético?
—Si de algún consuelo te sirve…No estoy protagonizando nada de lo que te imaginas.
—No tienes necesidad de fingir conmigo. No es elegante mentir por conmiseración.
Jiwoong quiere aclararle que dice la verdad. Pero, lo piensa mejor. Si Seobin cree que está involucrado en una relación con Matthew, tal vez le sea más fácil romper con el pasado.
— Y no soy quien te hace parecer patético, Seobin-ah. Piénsalo.
Seobin, jadea una sonrisa irónica y amarga.
—Tal vez tienes razón. Tú no me haces patético, ya estás demasiado ocupado…haciéndote patético a ti mismo. Ese live del cumpleaños de tu… ¿cómo le digo? Ah, ¿aspirante a protagonista?
Jiwoong quisiera tener alguien a quién contarle sobre Matthew, sobre sus sentimientos por él, sobre su día a día a su lado. Pero la última persona con quien lo haría está justo enfrente, sonsacando el tema. Jiwoong ha dejado el palillo de dientes sobre la mesa y ha cruzado las manos. En el gesto, la servilleta, y en ella el dibujo a medio hacer, han quedado expuestos. Su voz es calmada, pero Seobin reconoce ese tinte de irritación contenida.
—Creo que lo mejor es que honremos nuestro valioso tiempo, Seobin, y vayamos a lo que nos ocupa ahora. ¿Para qué querías verme tan urgentemente?
El tono de voz, la pose tan relajada, aunque sea en apariencias, su torso erguido desafiante y sus manos reposando sobre la mesa. Sí, Jiwoong controla la conversación ahora mismo, y si Seobin insiste, sabe que lo dejará con la palabra en la boca. Se ve tan endemoniadamente sexy así, en su seriedad y su calma, que Seobin suelta el aire, y con él buena parte de su enfado, en una expiración profunda.
—Te diría que asunto de trabajo, pero viendo que ya tu trabajo dista mucho de lo que voy a hablar, puedo decir que es un asunto personal.
—Okay, puedes decirme ambas cosas.
—¿Recuerdas a los actores tailandeses que nos invitaron al festival del año pasado, pero no pudimos asistir por nuestros horarios? Okay. Varios de ellos vienen a Seúl la semana próxima, y, obviamente quieren conocernos. Invitarnos a cenar y compartir un rato.
—Pásame el horario y lugar y lo consultaré con la compañía.
—El representante Park está de acuerdo…
—El representante Park no gestionará más mi contrato. A eso justamente vine. Tengo que consultarlo con mi agencia ahora. Pero te prometo que lo intentaré.
—Wow…Definitivamente, estás muy dispuesto a romper con todo tu pasado, Kim Jiwoong ssi.
—Seobin-ah, me encantaría que te alegraras porque estoy feliz ahora mismo con mi carrera, con mi equipo, y con el disco que estamos haciendo. Pero no puedo controlar como sientes. Entiendo tu enfado. Y lo respeto. Pero tampoco puedo hacer nada porque no lo estés.
El teléfono de Jiwoong timbra y sabe aun sin mirar que es tiempo de marcharse y, antes de ello, dejar aún más clara su postura.
—Y yo no estoy rompiendo nada. Si te parece una ruptura esto que hago, es porque probablemente, hace rato que estaba roto.
Jiwoong se levanta, sin darle tiempo para una respuesta. No hay abrazos, ni manos estrechadas; de su parte solo una pausada y formal inclinación, bastante pronunciada para una despedida corta. Y mientras responde al mánager Yoo al teléfono, camina hacia la salida. Sin volverse atrás. Sin mirar la cara desencajada de Seobin, sus ojos vidriándose y la mueca que es su sonrisa cuando descubre la servilleta que Jiwoong dejó sobre la mesa, cuando identifica en ella el dibujo, y la estruja con toda la rabia de su apego herido.
—Suerte con tu nueva vida, Jiwoongie.
***
Al prenderse la luz de la sala, Jiwoong no espera ver a ningún chico en ella. Son pasadas las once, y en la mañana tienen una presentación. Ha tratado de no beber demasiado en la comida, pero aún tiene los pómulos rojos y dilatados por el alcohol. Prefiere que no lo vean así, prefiere que no lo vean ahora mismo porque se siente como si estuvieran en mundos muy distintos, irreconciliables. No se trata de arrepentimiento. Siempre estará orgulloso de su carrera, agradecido de las personas que han compartido su talento con él en tantos momentos diferentes de ella. Ser un actor reconocido en los dramas BL también es algo de lo que está orgulloso. Sin embargo, la sensación que tiene esa noche en su estómago, la náusea que va y viene por momentos, sabe que no puede achacársela al soju.
Un baño y a la cama, piensa, mientras pasa frente al sofá de la saleta. Un bulto se mueve sobre el mueble, y un libro cae al suelo, sobresaltándolo. La persona que menos quiere que lo vea en ese momento está hablándole.
—Jiwoon hyung, ¿llegaste?
Matthew se despereza, restregándose los ojos mientras se incorpora, con el pelo revuelto, y su voz adormilada que lo hace parecer aún más pequeño y adorable. Sentado ya en el sofá, la frazada se desliza hasta sus piernas, dejando ver la t-shirt blanca y ligera que remarca su torso diligentemente trabajado, contrastando sobremanera con su cara de ángel curioso. Esa combinación inesperada y perfecta que le hace pensar a Jiwoong, y arrepentirse de inmediato, en lo bien que se verían tales músculos expuestos en una típica escena de presentación del prota de un kdrama BL.
Matthew lo mira con los ojos entornados, batallando con el sueño que diluye su conciencia. Su sonrisa somnolienta es tan graciosa que Jiwoong solo puede reciprocarla.
—¿Qué haces aquí en la sala? Son casi las doce.
—Te estaba esperando.
Jiwoong siente aumentar la opresión en el pecho que intenta sobrellevar sin que se note, su cabeza no anda demasiado clara esa noche y su corazón está aún más congestionado.
—¿Por qué? Mañana hay ensayo a las seis y tú necesitas descansar lo suficiente. Vete a la cama ahora mismo. Voy a tomar un baño, dormiré donde Yujin.
—Yujin se acostó donde Taerae.
—¿Y Ricky?
—Con Gyuvin y Gunwook.
—Ah… ¿nos toca compartir cuarto hoy?
—Hyung, suenas…decepcionado.
¿Por qué está siendo grosero con Matthew? Solo porque no tiene ganas de hablar con nadie, porque esperaba que nadie lo viera tan… ¿desorientado? Matthew murmura su conformidad.
—No te preocupes, yo puedo seguir durmiendo aquí mismo si te incomoda.
Jiwoong finalmente se sienta en el borde del sofá. Su pie tropieza con el libro que yace en el suelo, lo levanta automáticamente, y lo reconoce de una ojeada mientras lo dejas sobre la mesa de centro. ¿Matthew estaba leyendo el poemario que le regaló mientras lo esperaba? ¿Por qué esto lo avergüenza incluso más que el que lo viera llegar? Jiwoong se arriesga a mirarlo a los ojos.
—No me incomodas, Maetyah. Solo estoy incómodo conmigo mismo. No sé por qué, pero lo averiguaré.
—Cuando te marchaste hoy te veías abrumado, hyung. Pensé que regresarías más temprano. Estuve leyendo mientras te esperaba, …por si necesitabas…cualquier cosa.
Jiwoong asiente sin mirarlo, porque ya la voz del chico ha empezado a diluirlo por dentro, a disipar su irritación, su incomodidad, a hacerle sentir que puede relajarse, que está, definitivamente, en casa. Hubiera querido regresar más temprano, pero no se termina todo un ciclo de vida sin aceptar un duelo. Sí, es eso. Hay una parte de sí que está haciendo un duelo ahora mismo. Pero Matthew lo hace todo más fácil. Ha sido bueno que lo recibiera despierto.
—Solo necesito verte.
Matthew niega mientras sonríe con un intento de reprobarlo que más parece un halago.
—Hyung, ¿por qué flirteas todo el tiempo?
—No flirteo. Es en serio. Verte ha bastado para convencerme de que estoy en casa.
Las mejillas de Matthew comienzan a enrojecer, y es cuestión de tiempo que intente aliviar su rubor presionando el dorso de su mano sobre ellas. Ese gesto, que a Jiwoong le parece tan encantador, prefiere evitárselo hoy. No, su cabeza no está totalmente sobria. Es mejor rebajar con agua a este coctel.
—Tal vez, cualquiera de los chicos me hubiera producido el mismo efecto. Pero, como has sido tú, te toca recibir el cumplido.
Matthew ríe suave mientras su cabeza oscila y la echa hacia atrás, dejando el cuello totalmente expuesto y tentador, y Jiwoong se muerde el labio inferior, conteniéndose de tocarlo.
—Okay, lo acepto. Pero ahora, vete a bañar. Hueles a cigarrillo. —arruga graciosamente la nariz. —Con ese olor no dormiré en tu mismo cuarto.
Jiwoong se huele la camisa negra, arremangada a la altura del codo. Hay un leve olor a humo de mentolado, pero él apenas lo siente porque lo ha respirado por varias horas.
—¿En serio? ¿Dónde? ¿Aquí?
Coloca repentinamente el antebrazo bajo la nariz del chico, Matthew da un leve respingo mientras asiente. Pero Jiwoong tiene ganas de molestarlo un rato, de seguir viéndolo arrugar esa naricilla de zorro mientras abanica el aire con la mano derecha sin dejar de reír suavemente mientras protesta.
—Hyooong…agsh…hueles a beer too.
Matthew se reclina aún más, incrustando su espalda contra el brazo del sofá para alejarse del olor que intenta borrar agitando sus manos en el aire, mientras empuja con su pie suavemente el muslo de Jiwoong. Y este no puede evitar las ganas de seguir fastidiándolo solo por ser tan abrumadoramente lindo, desatando sus deseos insaciables de hacerlo reír y de reír con él. Jiwoong controla el pie de Matthew que lo golpea bajo la frazada. Y sin darle tiempo a protestar acerca su rostro al del chico.
—¿A qué más huelo?
Matthew se queda suspendido por un instante debido la cercanía de los ojos entornados, derrochando esa coquetería y descaro que hace a tantos suspirar. Hay una sonrisa abierta y juguetona en los labios de Jiwoong, y su mano está presta a puntear en las costillas del chico hasta sacarle una carcajada. Pero la intención se desvanece con el gesto repentino del dongsaeng, acercando su nariz a milímetros del cuello descubierto de Jiwoong, olfateando con seria determinación y curiosidad. El aliento de Matthew le acaricia inevitablemente la oreja enrojecida, y cuando responde a la pregunta, ya Jiwoong la había empezado a olvidar.
—¿Bleu de Chanel?
Ah, su pronunciación en francés se siente como una caricia. Matthew se reclina nuevamente contra el brazo del sofá, sacudiendo la cabeza, con expresión pensativa que evoca en Jiwoong versos conocidos.
“Frowning forehead,
firmly closed lips,
What makes you
feel so uneasy?”
—No usas ese perfume. No hueles… a ti.
Junto con la sonrisa de Jiwoong también se esfuman sus ganas de bromear y hasta esas apenas conscientes de coquetearle un poco. Las palabras de Matthew tan seguras le han sonado como un regaño. Y, no sabe por qué lo inunda una necesidad de justificarse, de encubrir algo que no identifica, cuando termina por bajar la cabeza y asentir como si estuviera aceptando una falta.
—Creo que ya sumo suficientes olores para ir a bañarme.
***
Jiwoong es extremadamente sensible a los aromas. No solo por sus alergias, también porque ha aprendido con la meditación a desarrollar ese sentido, y porque le encanta usar fragancias. Es por lo que, desde que descubrió que podía crear su propio perfume ha decidido llevar su aroma personalizado en su vida diaria. Eventualmente, para actos públicos usa perfumes de marcas reconocidas. A la reunión de hoy, algo mucho más informal y menos mediático, optó por llevar su propia mezcla, un aroma de base maderable con notas de cedro, jacinto y rosa. De algún modo, quería reivindicar que no regala algo que no aprecia.
Mientras se desviste en el cuarto de baño, intenta encontrarla en su piel, pero se ha evaporado. Matthew tiene razón, huele a cigarrillo, a alcohol y a perfume Chanel. Su camisa está impregnada de todo eso, de los continuos intentos de Seobin por abrazarlo, del coqueteo rozando con el dorso de su mano su mandíbula mientras lo elogiaba, de recostar su cabeza a la suya e intentar quedarse así para que todos hicieran fotos de su gran química.
El ambiente de la cena fue grato; los artistas, amables, aunque fuera solo por protocolo; y la conversación sobre las dificultades productivas y los retos para los actores en el ramo, absorbió por momentos su sincero interés. Pero, a un tiempo, se sentía acorralado, presionado al punto que fue visible su sensación de agobio. Disculparse para ir al baño no resolvió demasiado. Un minuto después Seobin lo siguió. Tuvieron una discusión. Muy fuerte. Llegaron a gritarse. Y también, no lo puede creer aún, lo separó de sí, empujándolo contra el aparato de secado de manos que inmediatamente inundó el baño con su ruido molesto. Su determinación, sin embargo, se impuso con claridad sobre el rugir del equipo.
—No quiero que vuelvas a contactarme después de esta noche.
Al salir, Seobin hizo parecer que su cara enrojecida y su camisa estrujada había tenido otro motivo. Uno que a todos allí le pareció plausible y hasta encantador. Minutos más tarde, cuando llegó el auto de la agencia a recogerlo, hubo protestas y súplicas para que compartieran un poco más, pero logró justificarse con su complicada agenda para el debut. La forma en que se alejó de Seobin debió dejar a todos confusos. Cómo este lo haya arreglado, no es su problema en lo absoluto.
Mientras corre el agua por sus hombros, su espalda, restregando su piel con vigor suficiente para que tenga el efecto de un masaje, su mente intenta centrarse en el presente. En el presente al que quiere volver con toda su alma, porque las sensaciones de hoy resultan difíciles de acallar, de contener, hundiéndolo en una mezcla de desamparo y culpa, que hacen retumbar en su cabeza conocidos versos.
“The days of my longing,
And the days of thirst
made my heart of darkness
turn into the snow.”
No quiere mirar a Matthew desde allí, ni que él lo sepa navegando en esas aguas oscuras de su mente. Pero, Matthew es a lo que mejor puede aferrarse, quien lo hace emerger, lo libera y calma. Esta noche en que su cabeza ha sido inundada de lubricidad y su cuerpo demasiado sacudido por roces concupiscentes, el deseo es un remolino errático y feroz del que, para poder salir a flote, necesita, desesperadamente, permitirse el abandono, la rendición, el goce…
“I can like you
without you
now.”
***
Matthew acomoda la nuca sobre su peluche de Snorlax. El sueño lo vence por momentos, pero vuelve a despejarse, sacudiendo su cabeza, abriendo fuertemente los ojos. ¿No sería mejor ignorarlo? ¿Qué derecho tiene de preguntarle a Jiwoong sobre su vida privada, especialmente su vida romántica anterior?
Jiwoong entra sacudiendo su cabello acabado de secar. Viste una ajustada camiseta gris de mangas largas, y una bermuda de un conjunto de basketball. Se sienta en la cama más alejada de la puerta. Matthew se voltea en dirección a él, sin alzar la cabeza de la almohada. Cuando le habla no encuentra una mirada de respuesta, más bien una clara intención de evadirla.
—¿Te sientes mejor?
—Hummm… ¿por qué sigues despierto? Me harás sentir culpable si mañana estás cansado para actuar.
—¿No quieres hablar, hyung?
—En realidad, no.
—¿Te puedo contar algo entonces?
Jiwoong alza las cejas con curiosidad, y su atención finalmente es engullida por la expresión anhelante y preocupada que descifra en el otro. Se reclina en su cama apoyando la cabeza sobre la palma de su mano, el codo sobre la almohada, de frente a Matthew.
—¿Qué ocurre?
Matthew toma entre sus manos el borde de la frazada, y comienza a enroscarla automáticamente mientras libera algo que ha estado cargando por un buen rato. No mira a Jiwoong mientras habla, porque sus ojos se mueven por el techo de la habitación, como recorriendo las escenas que recuerda.
—Hace tiempo, durante BP, mi noona me comentó que muchos de tus seguidores iban a sus redes a…dejar su disgusto por nuestra interacción. En estos días, se ha vuelto algo complicado otra vez. No estoy quejándome contigo de tus fans ni nada de eso…Pero, a veces pienso que te hago las cosas difíciles con solo estar aquí.
“Muy difíciles”, piensa Jiwoong y libera un suspiro largo y visible, “pero no en el sentido que estás expresándolo ahora mismo.” Es él, Jiwoong, quien se las hace difíciles, porque quisiera andar pegado a su lado veinticuatro-siete y eso es imposible. Es él, quien hoy mismo acaba de pasar una línea, en su propia mente, en su propio cuerpo, que ya no puede revertir. Chasquea la lengua, pero Matthew no le da tiempo a ripostarle.
—Tienes mucha historia y has creado muchos seguidores en tantos momentos diferentes, hyung. Yo, soy un desconocido a quien hace tres meses solo la familia y compañeros de colegio o entrenamiento sabían de su existencia. Entiendo que a la gente le parezca injusto que ocupe algún tipo de lugar a tu lado, que me beneficie de tu…halo.
Jiwoong lo observa desconcertado, más que todo porque la fluidez con la que Matthew habla ahora mismo en coreano es casi nativa, a pesar del acento. Matthew concluye, decidido a mirarlo, y a dejar a Jiwoong desarmado con sus ojos enormes, donde late una triste resignación.
—Jiwoon hyung, ¿podemos relacionarnos apenas como compañeros de grupo de ahora en adelante?
Ah, los ojos de derrota de Matthew, esos que le calan los huesos como una lluvia inesperada de noviembre. Jiwoong niega, seguro, con vehemencia.
—No. No podemos. Aunque fuera posible, ¿por qué lo haríamos? ¿para que otros estén cómodos mientras nos hacemos incómodas nuestras vidas? No es para esto que he luchado por hacer este grupo. No es para vivir una vida de mierda…
—No te digo que vivas una vida…
—Sin tu amistad, es una vida de mierda.
“Arréglalo, ¡de prisa!, ¡de prisa! ... Antes de que siga sonrojándose, antes de que tú termines metido debajo de esa frazada que ha dejado de enroscar con sus manos, rígidas por la sorpresa.” Jiwoong toma aire, y cierra los ojos para concentrarse en sus pensamientos.
—Ustedes…todo el grupo, son muy importante para mí, Maettyah. Son mi familia ahora. No voy a dejar que mi pasado, por bueno que sea, afecte eso, ¿entiendes? Da igual si te conocen desde hace tres meses o si eres como Truman, quien nació y creció en un show de televisión. Si como grupo, no defendemos nuestro derecho a ser un grupo, independientemente de dónde venimos, nos vamos a la mierda, créeme. Y no voy a ser yo quien permita eso.
Matthew hace desaparecer su labio inferior entre los dientes, meditando, asintiendo. En realidad, quería saber si le había sido demasiado doloroso separarse de sus colegas del mundo del BL hoy; si extrañaba a Seobin demasiado. Si por ese tiempo que estuvo compartiendo en la cena, sintió pesado y angustioso tener que volver al dormitorio. De alguna manera, lo ha respondido. Aún si fue difícil, está dispuesto a enfrentarlo.
Jiwoong remarca, y su voz es calmada, certera.
—Y tristemente, la mayoría de los fans no son para toda la vida. Algunos vienen y otros se van. Quienes permanecen a lo largo de tus caídas y triunfos, llegan a conocerte y no te harán daño…ni dañarán a quienes te importan.
—Es difícil saber cuándo un fan se volverá un anti, ¿verdad?
—No tanto, pero, lo único que puedes hacer es darles amor a todos. Que es diferente, a querer complacer a todos, Maetthya. Eso es imposible, baby.
Los hombros de Matthew se contraen en un leve espasmo de risa. Asiente comprensivo, apretando los labios, pero en sus ojos juguetea un brillo que no pasa inadvertido para Jiwoong, a pesar de la penumbra del cuarto, de la distancia de metro y medio entre las camas.
—¿Dije algo gracioso?
—No…nada.
Sí, dijo “baby”, y sonó tierno, sonó cálido y lleno de confianza. Sonó como a estar en casa.
Jiwoong lo mira de reojo, inclinando la cabeza un poco, con ojos entornados y suspicaces. Matthew casi no puede contener la carcajada que aguanta en la boca apretándola entre los labios fruncidos.
—Hmmm, ¿por qué te ríes entonces? ¿Cuál es la parte divertida de lo que dije?
—Toda. No me río porque es un chiste. Es porque estoy feliz.
Ahora es Jiwoong quien se ríe. Y respira desahogado cuando escucha la risa suave desde el otro lado, el alivio mutuo. Matthew está brillando de nuevo, las nubes se han ido. Al menos esta noche, sopló suficientemente fuerte para alejarlas. ¿Podrá hacerlo siempre? ¿Podrá proteger a Matthew de sus inseguridades, siempre que haga falta? ¿Bastará como con los fans, con solo dar amor sin esperar respuesta? Jiwoong vuelve a estremecerse, ¿y de él, de Jiwoong, podrá protegerlo?
Matthew se incorpora en la cama, y sentado con las manos bajo la frazada, a Jiwoong le hace recordar esa noche, hace más de tres meses cuando quiso escribir una historia y quedó atrapado en ella.
—Hyung, gracias por escucharme. Y gracias por dar todo por ZBOne.
—Agshh…no hago nada más que lo que quiero hacer. Soy quien agradece poder hacer lo que quiero y con quien quiero.
—Gracias también por eso, por hacernos parte de lo que quieres.
Jiwoong apenas advierte ahora el peso que ha estado soltando Matthew mientras hablaban. Su expresión se ha vuelto aliviada y calmada, como la que descubrió después de abrazarlo esa noche, en el cuarto de aprendices de BP. Ni siquiera se percata en qué momento llegó junto a la cama de Matthew para repetir ese abrazo.
—Aah, …Maetthyah.
Sus manos lo rodean con el mismo impulso de ese momento, lo estrechan bajo la frazada, lo deja incrustarse contra su pecho, y cuando siente que los antebrazos de Matthew se aprietan a sus costados, que sus manos palmean con suavidad su espalda, le susurra como entonces, no una disculpa, sino una promesa de la que se siente en control esta vez.
—Seremos felices en ZBOne, no tienes que preocuparte más.
Matthew lo estrecha firmemente, uniendo sus manos sobre la espalda de Jiwoong, asintiendo con un ronroneo suave y bajo, de cachorro satisfecho. Jiwoong ya conoce esa sensación que se descarga por su columna hacia cada miembro de su cuerpo, electrizándolo.
Esta noche, no tiene ni voluntad, ni deseo de separarse.
Esta noche, si Matthew apenas da una mínima señal, se meterá bajo esas mantas y abrazará ese torso perfecto hasta que no le queden fuerzas.
Esta noche, dejaría muy claras sus intenciones para Matthew, porque hoy, de repente, han quedado prístinamente obvias para él.
—Buenas noches, hyung. Descansa bien.
Matthew se separa. Y deja un espacio suficiente entre ambos para dejarle claro a Jiwoong que en la mañana no lo despertará con el codo. Y él se yergue mientras aspira, profunda y rendidamente. Sí, sigues escribiendo una historia por tu cuenta, Kim Jiwoong.
“The heart that likes you
is only mine,
and my longing is
overflowing with
my own.”
—Buenas noches, Mettyah. Tú también duerme bien.
***
La habitación. Es la habitación de la residencia de su grupo. ¿De cuál grupo? ¿Es la habitación que comparte hoy con Matthew? Pero está decorada con adornos de Navidad y hay una música estridente de karaoke. La habitación. ¿Por qué es tan familiar y atemorizante? Matthew debe estar durmiendo en la cama junto a la suya, solo necesita girar su cara, solo necesita llamarlo. ¿Estarán en la misma habitación? ¿O siguen en mundo separados por montones de experiencias diferentes? Tiene que incorporarse, llamarlo, pero no puede. No puede moverse. No puede siquiera girar la cabeza para comprobar que sigue allí. ¿Y si ya no está? ¿Y si nunca estuvo? ¿Si lo único que es real son los adornos de Navidad, y la música de mascarada? ¿Y si nunca salió de esa habitación? “Hyung” Las luces tintinean, parecen centellar por todo su cuerpo, conectadas a sus nervios. “Hyung!!” Las guirnaldas de farolillos lo envuelven como una hiedra. Siente que le aprietan tanto la garganta que su miedo es incapaz de escapar en un grito. “¡Despierta, hyung!” ¿Es la voz de Matthew? ¡¿En esa habitación?! “¡Jiwoon hyung!!”
Matthew, angustiado, sacude a Jiwoong por los hombros. Lo ha visto sudando, con los ojos abiertos, la mandíbula contraída, sin responder cuando lo llama, sin despertarse completamente y sin cerrar los ojos para volver al sueño. Lleva un minuto llamándolo sin resultado. Piensa en buscar ayuda, pero algo en su interior le asegura que no debe difundir esto.
—¡Despierta, por favor! ¡Jiwoonie hyung!
Jiwoong aspirando el aire en un jadeo, como si hubiera estado ahogándose en aguas profundas, sale de la parálisis. El cuerpo se relaja, desmadejándose sobre las sábanas. Sus ojos parpadean, y una lágrima tenue resbala desde lo alto del pómulo hasta la almohada. Sus manos tiemblan y están heladas. Matthew las ase firmemente, uniéndolas y calentándolas entre las suyas.
—Hyung, ¿estás despierto? ¿Eso fue una pesadilla?
—Mettyu…Eres tú, ¿cierto?
Jiwoong libera una de sus manos y la lleva hasta la cara consternada del chico, ahuecándola sobre su mejilla, sintiendo la suavidad y el calor de su cachete redondeado y suave. Matthew recupera esa mano delicada y flexible, la oprime mientras la retira de su rostro y la sostiene sobre el regazo de Jiwoong.
—Hyung, soy yo… ¿qué te ocurrió? Parecía…
Matthew duda en usar la palabra. Tal vez, Jiwoong solo está estresado. No hace falta aumentar eso con una palabra médica que el mismo Matthew no conoce en toda su dimensión.
—A veces, me cuesta despertar.
Jiwoong se siente un poco agitado, pero el hecho de que Matthew esté con él hará que su corazón se calme, solo tiene que respirar adecuadamente.
—¿Te ha pasado antes? Nunca te había visto…
—Supongo que he estado un poco estresado últimamente.
—¿Y cómo te despiertas, hyung? ¿Recuerdas lo que estabas sintiendo o soñando?
Vagamente. Jiwoong sigue teniendo la sensación de que era una situación de la que quería salir y que no era grata, pero se va desvaneciendo a medida que pasan los segundos.
—A veces me puedo demorar un rato así. Cuando me despierto estoy bañado en sudor, y paso el día con un extraño desasosiego.
—¿Has ido al médico?
—Lo he manejado con mis rutinas de meditación. Maetthyah, esto, no quiero que los demás lo sepan, ¿entiendes?
—¿Y si te pasa mientras duermes con otro de los chicos?
—Espero que no se den cuenta, hasta que pueda despertar por mí mismo. Espero, más que nada, que no me repita.
“Es parálisis del sueño, hyung. Te repetirá, probablemente.” Pero, Matthew decide que sus seis meses estudiando ciencias biológicas en la universidad no le dan autoridad para un diagnóstico. Y porque intuye que Jiwoong lo sabe, pero prefiere mostrar que la situación está bajo control. Matthew quiere ayudar con eso.
—Te despertaré.
—¿Eh?
—Soy el primero que se despierta siempre. Me aseguraré de que estés despierto todos los días. Seré tu llamada-despertador, así que garantiza tomar el móvil a la primera, porque seguiré llamando.
—¿Ahora vas a ser mi Alarmattyú?
—Así es. Y si no respondes, iré a buscarte a la habitación donde estés. Si pasa algo como lo que ocurrió hoy, te prometo que te despertaré de la mejor manera posible. ¿Promesa?
Matthew extiende el meñique y el pulgar de su mano derecha, mientras recoge el resto de los dedos en un infantil gesto de pinky-promise. Jiwoong no puede evitar una ligera y aguda carcajada. Pero también une su mano, entrelazando sus flexibles dedos con los de Matthew, asintiendo a su sonrisa con otra, sellando el acuerdo con las presión de sus pulgares.
Jiwoong siempre quiere tener más de su compañía.
—Hey, comamos algo rico cuando terminen las filmaciones hoy.
—¿Qué, hyung? ¿Papas fritas?
Jiwoong advierte el gesto burlón con el que contrae su labios y entorna la mirada, pero esta vez, le riposta con su mejor arsenal de coqueteo.
—¿No es así como te dice Taerae? Hmmm… ¿Acaso, debería comerte?
Matthew se resiste al juego, conteniéndolo con su cómica solemnidad, fingiendo un deje de decepción porque Jiwoong se ha confundido, golpeándose el pecho cuando le aclara.
—No, hyung… ¿Tampoco sabes eso? Taerae es la “french fries”, ¡yo soy el “sweet potato”!
Jiwoong aprieta los labios para no soltar la carcajada, y luego los humedece mientras distiende una sonrisa lenta, saboreando la imagen frente a él.
—No importa que nombre te pongan. Eres mi plato favorito.
Jiwoong bajando la mirada, parpadeando suavemente, acariciando su labio inferior de ese modo que solo él sabe hacerlo tan hipnótico… Matthew se niega a ese calor que se expande desde el centro de su abdomen como una nova. Hace una cruz con los antebrazos como si pudiera con ello parar ese encanto abrumador, y se aleja reprochándole con su voz aniñada.
—¡Hyooong…hey! Ya activaste el flirting mode… ¡Es demasiado temprano para lidiar con eso! Me voy. ¡Háblale al espejo!
Matthew sale de la habitación para su rutina de ejercicios; Jiwoong se queda en el cuarto, solo. En verdad, ¿será la voz de Matthew la primera que escuche cada mañana? Su sonrisa no enmascara la timidez que le calienta las mejillas. Alza la vista al techo, estirando su nervudo cuello, para dejar escapar el aire con fuerza, con alivio, con satisfacción.
De vez en cuando, a pesar de tantos momentos áridos, el mundo conspira para hacerlo feliz.
***
En estas dos semanas de mucho entrenamiento y poca presencia mediática, ZBOne ha fertilizado su sentido de grupo con su propio show. El ZBOne Summer Camp ha enraizado los vínculos con rapidez. A pesar de sus años de diferencia y experiencias, todo fluye de una manera vertiginosa y diáfana. Jiwoong se sorprende al sentir que día a día pertenece más a ellos, que valió la pena cada herida y cada beso en el pasado que lo llevó allí.
Van en camino al encuentro con sus fans, el colofón del show, para promover su debut en apenas una semana. En el auto viajan también Gyuvin, Taerae, Hao y Yujin. Matthew probablemente va conversando animadamente con Hanbin, junto a Gunwook y Ricky en el vehículo que les sigue.
—¿Realmente es In Bloom una canción de amor?
—Claro que lo es… Ah, lo que estás preguntando es si es una canción romántica, ¿no? —Hao le responde a Gyuvin con su mejor actitud de profesor paciente.
Jiwoong los escucha mientras su vista sigue en la avenida que cruzan. Protegido por sus gafas de sol Gucci que contienen el resplandor intenso de la mañana, disimula su exceso de atención al otro auto del grupo que los sigue, chequeando el retrovisor de cuando en cuando.
—Para mí no es ni lo uno, ni lo otro.
—¿Qué? ¿Cómo no va a ser una canción romántica, Gyuvinnie? Habla de ir en pos de nuestro amor, de cuidarlo y seguir luchando por él, ¿cómo, con ese estribillo, no va a ser una canción de amor romántico?
Taerae confirma su argumento cantando con su voz de bardo. “Te daré todo mi amor …Serás mi primer y último amor… lo mejor de mí, a ti te lo daré”.
Pero Gyuvin sigue aferrado a su pensamiento divergente, no ya tan convencido.
—Eso no se refiere a una pareja. Se refiere a nuestros sueños, a pesar de que la vida sea monótona, a pesar de que todo tenga un final, sigues corriendo adelante por lo que te impulsa. Eso puede ser lo mismo una persona, que tu carrera o tu propósito en la vida. Así lo veo yo.
A pesar de que puedan pensar diferente sobre muchas cosas, Jiwoong percibe la química entre los chicos y las interacciones que se propician en todas direcciones. Aunque la producción (y sus inversores) no les interese mostrarla tal cual. Boys Planet habrá terminado hace ya más de dos meses, pero ellos siguen dentro de su propio show de Truman, contando una narrativa oficial y a merced de ella. Siguen siendo editados más para las preferencias e intereses de algunos subfandoms, o fanbases, que mostrando la rica realidad de su día a día. Porque de eso se trata ser idol, ¿o no?
—Para mí son nuestros fans, a los que queremos llegar con nuestras canciones. Descubrirlos y darles lo mejor de nosotros. Por eso: “my day empieza y termina contigo.”
—Vaya, nuestro Yujin es tan genial. Él sí entendió todo el concepto.
Taerae y Hao aplauden con entusiasmo al maknae. Gyuvin le pellizca las mejillas a Yujin, que sacude la cabeza esquivándolo, hasta ocultarse tras el hombro de Jiwoong. Este sonríe, y alza la mano para detener el movimiento de Kim Gyuvin. Hao interviene, enlazando su brazo al del inquieto Gyu, y desviando su atención.
—Creo que es ambas cosas, una canción romántica y también una historia de crecimiento y devoción. No están excluidos.
No, no están excluidos. Todos concuerdan. In Bloom habla de amor, de crecimiento personal, de entrega a otros y de sacrificio. Aunque su tono sea alegre y brillante, la letra es nostálgica, y un tanto kármica a los oídos de Jiwoong.
—Para mí, “creo en ti, eres mi fe…” es el verso más romántico.
Hao lo dice con tranquila seguridad. Sin necesidad de dar explicaciones sobre si es porque Hanbin lo canta o porque transmite su sentido del amor.
—Y para ti, Jiwoong hyung, ¿cuál es el verso más romántico de In Bloom?
Todas las miradas se vuelven hacia él tras la pregunta de Hao. ¿Estaría bien decir que cualquiera de las partes que canta Matthew le parece romántica sin necesariamente serlo? Por supuesto que no. Él no es Hao, ni Hanbin. Y aunque no estén grabando nada ahora mismo, sabe que se lo debe guardar para sí. Y pensar que está siendo cauteloso, en lugar de tímido.
—Siento que es una canción de crecimiento y de superación para y por Z’roses. Así que “It’s all because of you”, me parece la más romántica.
Los cuatro chicos asienten; aunque su inglés no es el mejor, su respuesta es suficientemente lógica, y sincera, para convencerlos.
Entrando al complejo cultural, la atención de todos se concentra en los estandartes, carteles variopintos, la publicidad dándole la bienvenida, y grupos de fans que se aglutinan en los alrededores. Jiwoong está pendiente, bajo sus oscuras gafas Gucci y su expresión distraída, de la llegada del segundo auto, de cuando se estaciona, de ver la cabecita rubio-ceniza saliendo de él. Y mientras va al encuentro del resto para prepararse para la actuación, Jiwoong va pensando. Hoy, ¿qué debe hacer? ¿mantener el tono que ha primado en la edición de todo el programa del campamento, esa distancia entre ambos que han remarcado? ¿o debe permitirse ser cercano en público a Matthew, como lo es en privado?
Apenas han puesto un pie fuera del aire acondicionado del auto, han sentido el calor bochornoso. La sensación térmica crea un ambiente de sauna al aire libre. Su primera presentación pre-debut va a ser en uno de los días más soleados de este verano. Tras la media hora de intercambios con el público, de bailar fragmentos de la coreografía y posar para algunas fotos, Jiwoong empieza a sentirse mareado, aunque lo disimula entre sonrisas y aegyo.
—El calor es insoportable.
Escucha a Taerae quejarse por lo bajo detrás de él mientras se abanica con su camisa abierta sobre el pulóver.
—Necesito agua.
Es Gyuvin, que mira a ambos lados de la formación y hace un gesto a los organizadores solicitando algo para beber. Jiwoong comprende que no son solo nervios, sean los propios o los del grupo. El que hoy sean como flores en eclosión no los protege de ese sol implacable. Jiwoong sabe, no todos los escenarios serán amigables, pero ellos sí deben serlo con todos los que vienen hasta sus escenarios. Es por eso por lo que intenta resistir.
Por suerte, como en Chiba, Matthew se mantiene cerca, y cuando encuentra sus ojos sonrientes, Jiwoong se olvida por ese instante de su fatiga. ¿Cómo es que este tórrido clima, no hace estragos en su dongsaeng, habituado a los largos inviernos canadienses? ¿Cómo es que no para de saludar, sonreír y ni siquiera se nota el sudor en su rostro? Cuando se siente totalmente drenado, lo busca entre los chicos. Solo puede confiar en que su vitalidad le provea de energía para llegar al final. Jiwoong le echa el brazo sobre el hombro, y no puede evitar recargar un poco su cuerpo sobre él. “Lo siento, Maett-yah.” Sus ojos se disculpan cuando encuentran los de su joven amigo. Y puede casi escucharle en la mirada, “Tranquilo, hyung. Estoy aquí.”
Matthew sabe, con solo mirarlo, como en Chiba, que necesita su apoyo. Y le pasa el brazo por la cintura, y lo alienta sonriéndole, y señalándole sus fanes entre el público que piden la atención con sus pancartas y gritos. Cuando su caras se acercan lo suficiente posando para una foto que los fans reclaman, Matthew, sin perder su sonrisa, le confirma que está mucho más pendiente de lo que parece.
—Lo estás haciendo bien. Resistamos un poco más, hyung.
Pero, poco antes del final, su palidez se hace tan obvia que necesita entrar al edificio acompañado por la seguridad y su mánager. Quince minutos de descanso en el aire acondicionado y una botella de agua, lo hidratan lo suficiente para poder salir a despedirse del público ansioso. De vuelta al escenario, todos los chicos se le acercan preocupados y atentos. Jiwoong capta la ansiedad en los ojos elocuentes de Matthew. Va hasta él y le echa el brazo sobre el hombro.
—Mejorando. Quédate a mi lado.
—Siempre, hyung.
Y así se mantienen, incluso a la hora de tomar los autos de vuelta a los dormitorios, presionando indirectamente a los directivos para que los sitúen en el mismo vehículo. Gyuvin los abraza y en su aparente desordenada manera, los empuja adentro, de primeros. Mas tarde, culparán al calor o a los nervios, o a ambos.
Confiado de que esa imagen no saldrá al aire, que no molestará a los productores, ni a los inversores, ni a las fanbases para quienes escriben la narrativa oficial, ambos se instalan en el asiento trasero. Jiwoong bebe despacio de la botella de agua que ahora Matthew sostiene. Y lo deja secarle el sudor de la frente, de la mandíbula, de los afilados pómulos con el dorso de su mano…Oh, ¿así es que se siente la suave piel del envés cuando las oprime contra sus mejillas acaloradas? Es refrescante, calmante, adictiva.
En los asientos delanteros Gunwook, Yujin y Gyuvin van cantando el rap de la canción. Aunque Jiwoong no participa de su parte la repite en su mente. Cada vez se sumerge más y cae más profundo en este sentimiento. Y aunque nada cambie de parte de Matthew, no puede evitar seguir yendo hacia él, cada vez con menos miedo, dispuesto a defender el tiempo que la vida le preste para estar a su lado. Ya no puede parar.
Que lo regañen luego, cuando lleguen a los dormitorios. Está dispuesto a eso.
Jiwoong descansa su cabeza de sudados cabellos sobre el hombro del chico y siente los dedos de Matthew deslizarse dentro de los suyos, oprimiéndolos, y dejando sus manos juntas sobre su muslo. Entonces cierra los ojos y puede relajarse totalmente.
No, no puede confirmar que sea algo romántico, pero no puede negar que se trata de amor.
***
Epílogo 3. El amor según GunWook
Jiwoong pudo estar presente en el parte médico de las últimas doce horas. El internista le hizo algunas preguntas a él directamente. Todas las respuestas eran un “no”. Ninguna señal ha dado Matthew de recuperar la conciencia. Y, hasta ahora, ningún estudio explica por qué sigue en ese estado. Incluso si ya han determinado una pérdida significativa de electrolitos de potasio, sodio y calcio, los sueros están compensándola. Entonces, el doctor indaga sobre un tema que deja a Jiwoong en vilo:
—Su esófago está muy irritado. Y hay indicios de una gastritis aguda. ¿Podría estarse provocando vómitos voluntariamente para evitar aumentar de peso?
Matthew ha perdido peso considerablemente en las dos últimas semanas; imaginaron que se debía al intenso entrenamiento, porque todos han rebajado al menos dos kilos. Jiwoong sabe que las críticas sobre la apariencia del chico siguen salpicando las redes… pero ¿al punto de desembocar en una bulimia? Jiwoong siente que su pecho se aprieta como si estuvieran tirando de ambos lados de sus costillas superiores hacia el centro. ¿Pudo pasar desapercibido para él algo así? Taerae, el mánager Lee, y el director Kim que han estado en la junta también niegan, sorprendidos.
Mencionan nuevas tomografías y estudios neurológicos, y el director Kim va con el staff médico para los consentimientos. El mánager Lee insiste en que baje a la cafetería con Taerae, que alguien vendrá por ellos desde la agencia. Pero el mismo Taerae intercede para que le permitan a Jiwoong estar hasta el próximo reporte.
—Vendrá alguien a acompañarte. —le dice Taerae al oído mientras lo abraza fuerte. —Resiste, pero déjate cuidar. No hacemos nada con que Matthyu despierte, le den el alta y te dejen a ti aquí.
Jiwoong asiente, con toda la calma que el cansancio le ayuda a aparentar. Pero, apenas queda a solas con Matthew sus fuerzas flaquean y tiene que apoyarse en una silla cercana para no caer.
Necesita mantenerse fuerte, permanecer ecuánime, o dará razones para que lo saquen del hospital. Debe lograrlo, es el hyung mayor. Apenas contiene el sollozo. El hyung mayor, ¿qué tipo de rol exactamente ha estado jugando? Matthew sufre de bulimia delante de sus ojos y no lo notó. Matthew llegó a perder tanto potasio, calcio y sodio, que sus niveles críticos pueden comprometer su corazón. Matthew, quien perdió la conciencia en el salón de prácticas mientras escuchaba ese abominable audio, está ahora teniendo complicaciones neurológicas para despertar. “¿Qué clase de hyung has sido, Kim Jiwoong?”
Cierra los ojos, inclinado hacia adelante, los codos sobre las rodillas, sostiene con ambas manos su frente, entrelazando los dedos en sus cabellos. Ni siquiera un buen compañero de equipo, ni siquiera un buen colega, ¿convencido de ser su amigo? ¿deseando ser amantes algún día? ¿soñando, iluso, con envejecer a su lado, cobijados bajo la misma manta del aire puro y frío de los Alpes Suizos?
Jiwoong se levanta de la silla y se acerca al cristal. Tiene permitido traspasar el aislamiento y acercarse a su cama, incluso tomarle la mano. Pero, como si una fuerza invisible lo frenara, no consigue atravesar esa línea. Tiene miedo hasta de respirar el mismo aire de Matthew para no quitarle ni una molécula de oxígeno que necesite. Recuesta su frente al vidrio, del otro lado, entre sábanas azules, el cabello claro de Matthew parece una nube desvaneciéndose en el atardecer.
—Baby, lo lamento mucho. He sido la peor compañía posible.
Se ve tan pequeño e indefenso, tan lejano. Jiwoong siente que su sol se ha convertido en una nube, una nubecita que podría, realmente, desaparecer. Y el pensamiento ha hecho clic dentro de su cabeza abriendo el candado al sótano de sus emociones abisales, desbordándolas en una erupción de vacío, desesperación y miedo.
Un miedo ingente, helado, pegajoso que la aprieta la garganta y bloquea el aire. Jiwoong intenta contener las taquicardias, la presión sobre su pecho, el palpitar doloroso de sus sienes. “Res-pi-ra, res-pi-ra…” pero solo consigue un jadeo que no desata el nudo en la garganta, ni alivia la presión sobre el esternón que aplasta, dolorosamente. Jiwoong ni siquiera es consciente de que los aparatos junto a la cama lanzan un aullido estridente que retumba en el corredor. Y antes de que consiga entender que no son sus oídos en pánico los que silban, sino los monitores a los que está conectado Matthew, dos enfermeras y un técnico se precipitan dentro del cubículo.
El movimiento alrededor de la cama lo saca afuera de su mente, amortiguando el rugir de su ansiedad, afirmándolo a esas batas azules en su ir y venir alrededor del cuerpo del chico, revisando en los monitores la función cardiaca, la saturación de oxígeno, las intravenosas, el registro electrocardiográfico que le han dejado conectado por las próximas horas. ¿Qué ocurre? Un enfermero cierra las cortinas, tapando su visibilidad.
—No, no, ¡no, por favor!
Jiwoong entrelaza los dedos fuertemente, apretando sus manos en una súplica.
—¿Hyung? ¿Qué ocurre?
Jiwoong se vuelve para encontrar los ojos muy abiertos, interrogantes, de Gunwook. Solo niega, sacudiendo la cabeza, y su voz muere en un sollozo cuando intenta decir el nombre del chico.
Gunwook pasa su brazo por encima del hombro de Jiwoong y percibe las sacudidas incontrolables de su cuerpo, la piel helada a pesar del sudor que brilla en su frente y en su cuello. Estrecha a su hyung contra su pecho, enlazándolo con sus firmes y largos brazos. El abrazo de oso de Gunwoonkie se siente cálido y familiar. Poco a poco, la respiración de Jiwoong se hace más rítmica y profunda. Por eso Matthew adora abrazar a su corpulento dongsaeng. Gunwook transmite una estabilidad como un árbol grande y generoso dispuesto a dar su mejor sombra. El espíritu de flor silvestre de Jiwoong agradece sobremanera capear el temporal bajo la protección de su frondosa seguridad.
Y, de repente, sobreviene esa sensación micelial que conecta y calma. Los monitores aullantes vuelven a su tonada monótona de estabilidad.
Unos minutos más de expectativa muda hasta que la cortina se abre. Gunwook y Jiwoong se pegan al cristal para ver a Matthew. No hay cambios perceptibles en él, excepto un nuevo medicamento en suero. La enfermera les sonríe transmitiéndoles sosiego; y hay algo de curiosidad en su voz cuando les explica.
—Hizo una arritmia por fibrilación ventricular, pero se recuperó espontáneamente. Ha sido una verdadera suerte, ni siquiera se necesitó desfibrilar, y lo que es aún más importante no hubo paro cardiorrespiratorio.
Gunwook, instintivamente, presiona con fuerza sus manos sobre el brazo y el hombro de su hyung, al sentir los músculos del mayor aflojarse bajo su agarre apenas escuchan la palabra “paro”. Jiwoong está extremadamente pálido. Incluso luego de conocer que Matthew se encuentra estable, y de que lo ocurrido puede ser un signo de que despertará en cualquier momento, no recupera su color. Gunwook, sin atreverse a soltarlo, acompaña a Jiwoong hasta el sofá y espera que se acomode en él, antes de liberarlo de sus manos. Luego saca una botella de agua de una nevera que Jiwoong ni siquiera había abierto desde que llegaron allí. Abre el pomo y se lo tiende. Jiwoong bebe despacio, solo dos sorbos.
—Hyung, ¿estás bien? Necesitas hidratarte. Dormir un rato. Aprovecha que estoy aquí. No moveré ni un segundo mi mirada de Matthyw hyung. Puedes confiar en mí.
—Gracias, Gunwookie.
Jiwoong se reclina un poco sobre el brazo del sofá, apoyando la cabeza contra la pared. Gunwook se quita la chaqueta, la dobla para improvisar una almohada, y le pide a Jiwoong que se incline para ponerlo detrás de su nuca.
—Mejor así, ¿pido una manta?
—Es suficiente, Gunwook-ah. Solo voy a recostarme unos minutos. Dudo que pueda dormir.
—Haz el intento, hyung.
Gunwook ve a Jiwoong asentir, aunque su mirada sigue afianzada en la cama de Matthew.
—¿Se permite pasar hasta la cama? ¿No necesito ropa aséptica?
Jiwoong le señala con la barbilla un pequeño vestidor con guardapolvos desechables y pantuflas, como las que él lleva. Gunwook se levanta con disposición y comienza a colocarse una bata azul sobre su suéter, mientras comenta a Jiwoong. Su imagen se transforma rápidamente en la de un profesional médico. Las gafas que trae puestas hoy complementan muy bien esa apariencia.
—¿Reacciona a algo que le digas? ¿Algún movimiento ocular, alguna contracción involuntaria? Estuve leyendo antes de venir para acá. Es importante la estimulación sensorial para la persona en coma o en estado de inconsciencia. ¿Qué has probado, hyung?
Gunwook se sienta nuevamente junto a Jiwoong, y su interés resulta casi científico, pero Jiwoong no puede dejar de conmoverse por la pasión con la que intenta hallar una respuesta.
—¿Lo has abrazado? ¿Le cantaste? ¿Leer… le has leído las poesías que les gustan? Oh… ¡los perfumes que usan!, también puede ser un buen estímulo.
—Ay, Gunwookie.
Jiwoong mira conmovido a este chico brillante y de corazón aún más luminoso. ¿Cómo puede ser tan amable con él después de todo lo que ha ocurrido? Jiwoong le sacude el pelo con cariño, mientras con el borde externo del meñique de su otra mano, se seca la humedad que crece junto a sus ojos.
—No…no he tenido el coraje para hacerlo, ni siquiera me he sentido con el derecho…
—Hyung, ¿quién puede tener más derecho y también responsabilidad que tú de intentar traer a Matthyw hyung de vuelta?
—Responsabilidad, sí… Derecho…
Jiwoong cabecea negando.
—Deberes y derechos van de la mano, hyung.
Algo que solo Gunwook diría a modo de consuelo. Pero Jiwoong no cree que lo esté consolando ahora mismo. Gunwook solo lo está animando a actuar honestamente.
—Matshyu… Matshyu hyung es muy importante para mí, hyung. Para todos en nuestra familia de la base. Incluso si todos estamos perdiendo otras cosas preciadas ahora mismo por lo que está ocurriendo…
Gunwook se detiene, y es una pausa necesaria para reponerse de todas las emociones que esa frase encierra, al ver como los despedazan en las redes, mientras otros toman ventajas de los espacios que van cancelando para ellos. Jiwoong sabe que la “cosa preciada” que Gunwook ha perdido le duele muchísimo, aunque no lo muestre a los demás.
—Siento…Realmente siento mucho que nos hayan retirado del show, y que no seamos quienes compartamos las misiones con Kep1er, Gunwookie. Si en el futuro, pudiera compensarte por…
—Te agradezco que consideres tanto mis sentimientos, hyung. Pero, creo que deberías valorar un poco más los tuyos. Nadie los está juzgando, ni acusando, ni reclamando nada dentro del grupo. Lo único urgente e importante es que Matshyu hyung se recupere. ¿Te parece bien si trabajamos juntos en eso?
Sin proponérselo, Gunwook le ha sacado una sonrisa, una leve y todavía amarga, pero una sonrisa que guarda algún tipo de esperanza. Tal vez, ¿sería posible que Matthew y él tuvieran una tranquila charla y un completo entendimiento acerca de lo que ha ocurrido, apenas despierte? Debería al menos intentarlo.
Gunwook le apunta con el índice, sus espejuelos a mitad de nariz, y su expresión de autoridad médica reforzada con su bata azul de papel.
—Descansa. Esa es tu tarea ahora. Mientras lo haces, trataré de hablarle bien de ti a Matthyw hyung.
Continuará…
Notes:
Gracias por su paciencia para este slowwwwwww burn :)
Y muchas gracias por leer.
Chapter 4: The Cute, the Pretty & the Handsome
Summary:
“Si lo ha soportado todo, si ha tenido fuerzas para sortear los constantes comentarios hostiles, los aeropuertos abarrotados, la ausencia de presentaciones en solitario, y la indolencia de sus directivos, es porque sabe que, al día siguiente, alguien lo despertará diciéndole, “¡Morning, hyung… wake up!”, y eso hace a este prolongado invierno, cálido en su interior y sostenible a través de cada estación.”
Mientras más se fortalece emocionalmente el vínculo entre Jiwoong y Matthew, más difícil les resulta definirlo. A medida que se acerca el final del contrato, sus corazones se agitan y precipitan sus decisiones.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Capítulo 4
The Cute, the Pretty & the Handsome
Cuarentena
Nadie imagina cuánto alivia a Jiwoong estar detrás de Matthew en la formación, mirando el lóbulo de su oreja, su línea de la mandíbula, y ese lunar justo debajo del maxilar donde inicia el cuello, tan cautivante como el de su pómulo derecho. Descansar su mano, su antebrazo, su brazo entero sobre él, lo ha hecho parecer un hábito personal más que como lo que es: un ancla a la realidad, un pellizco permanente en su mejilla para confirmarle que es real lo que está viviendo. Que son parte de un mismo grupo, de un mismo sueño. Si bien esto lo distrae, no lo hace tanto como al tenerlo detrás.
Cuando lo escucha hablar a su espalda, y el aire que escapa en sus palabras le acaricia la nuca, siente que sus mejillas se encienden, inevitablemente. Cuando el olor natural de Matthew, una mezcla de almizcle blanco y violeta, se le hace más perceptible y presiente esa sonrisa contagiosa, el esfuerzo por no volverse llega a ser doloroso. Sí, cuando Matthew está detrás de él, como esa noche de la creación del grupo, como en estos días durante algunas actividades para promover el debut, Jiwoong siente que revela mucho más de lo que debiera ante la cámara.
Mientras viaja en el auto de la agencia en camino a actuar como MC en el programa de MCD, Jiwoong va pensando en cuántas nuevas sensaciones están apareciendo en su vida.
Cuando Matthew está frente a él compartiendo y riendo con los otros chicos como ocurrió la semana pasada, en uno de los programas de radio donde promovían su disco debut, sentado entre Taerae y Hanbin, Jiwoong siente celos. Sí, lo acepta. Celos que más que irritarlo lo tornan nostálgico, sensitivo, lo llenan de preguntas sobre su propia existencia. Siente el peso de la diferencia de la edad (con Taerae), de la cultura y el idioma (con Ricky), de las vivencias compartidas como aprendiz (con Hanbin), de la ventaja condescendiente que le confiere a todos sus dongsaeng, (a Gyuvin, Gunwook y Yujin) y de la de esa misma condescendencia con que, a su vez, permite que lo trate Hao.
Ese día, en que Matthew se veía adorable en su traje de marinero, con su boina calada, y cada vez que bromeaba imitando publicidades de comida o respondía entre risas y aegyo a los conductores del programa, Jiwoong no podía dejar de mirarlo, de intentar llamar su atención de alguna forma. De extrañarlo. Aunque lo tenía justo frente a él. O tal vez por eso...
Tal vez por eso, lo abrazó demasiado fuerte en ese momento donde debían entregarse mensajes de ánimo. Porque Matthew abrió los brazos con tanta espontaneidad y esa expresión adorable, que Jiwoong ni siquiera recordó que un abrazo entre ellos es pólvora encendida en el fandom. Que no puede mantener contentos a una parte de éste mientras descorazona a otra. Que tiene que controlarse para evitar otra amonestación, y las acciones absurdas que hace el departamento de relaciones públicas para “limpiar” su imagen, la de Matthew y la del grupo.
Jiwoong reflexiona sobre todas las situaciones que ha atravesado con Matthew, incluido tener horarios de trabajo separados, encontrados y por los que pueden llegar a no verse en un mismo día. Como hoy.
“Cenemos esta noche juntos, a mi regreso.”
Le teclea sin pensarlo, mientras espera por la maquillista. Medio minuto mirando el móvil hasta que salta el mensaje.
“Llegarás tarde, hyung.
Estaré muy hambriento.
ㅋㅋㅋㅋ ”
“Te prometo comprarte una comida deliciosa.”
“¿Ya estás en el set?”
“En camerino.”
“¿Aún te duele la garganta?”
“Un poco.”
“Lo harás muy bien, hyung”
“Te estamos apoyando, desde la base”
“Gracias.”
“No te duermas”
“ZZzz...”
“ ㅋㅋㅋㅋ ”
Jiwoong sonríe mientras guarda el celular. La maquillista inicia su trabajo, él vuelve otra vez al flujo introspectivo de sus recuerdos. Hay un abanico de situaciones que ha atravesado con Matthew, pero está seguro de que será su voz o su mensaje lo primero que reciba al día siguiente.
“Morning, hyung! ¡De pie!”
“Okay…okay.”
Las emociones que le produce cada uno de estos momentos, cada vez más familiares y necesarias.
Pero no está preparado para esto.
—¿Positivo? ¿Taerae y Maettyu?
Hanbin les explica que el resto seguirá chequeándose con pruebas rápidas y les pide que estén atentos ante cualquier síntoma. Pero Jiwoong apenas le presta atención a Gunwook cuando le entrega su set de mascarillas, ni siquiera escucha sus instrucciones sobre llevarlas por los próximos diez días a donde vayan. Su mente solo escucha en loop un playlist con una única frase: “Matthew también tiene Covid y está en cuarentena por cinco días.” Una situación completamente nueva, inesperada y que no había vivido hasta hoy. Sin Matthew, por cinco días enteros, eternos…
Se deja caer en la cama, sin cambiar su ropa. Son cerca de las once de la noche y presume que ya está dormido. ¿Por qué no le mandó un mensaje cuando le dieron el resultado? Jiwoong se mueve inquieto, indeciso. Y finalmente la ansiedad mueve sus dedos.
“Hey, baby Ttyu, supongo que estás rendido ya.
Acabo de enterarme por Hanbin.
Espero que todo sea leve y salgan pronto del aislamiento…”
Escribe “Te extra…” pero suspende la frase, la borra, la reescribe.
“Duerme bien. También Taerae.
Hablamos mañana.”
“Hyung, estoy despierto”
“No te desperté yo, ¿no?”
“No, teníamos que tomarnos la temperatura y el oxígeno.
Todo en orden.
Me dijiste que no me durmiera.”
La lealtad ingenua del chico le hace sonreír, calienta y refresca su pecho a la vez, como un bálsamo de menta.
“¿Quieres que hablemos?”
“¿No estás cansado, hyung?
Por mí está bien, pero pasaste varias horas trabajando,
no quiero que duermas tarde por mi culpa”
“¿Te propones ser adorable en cada cosa que dices?”
“¿Qué? No entiendo. Yo no me propongo nada.”
“No es tu culpa, es solo que sucede.
Así que va a suceder que me acostaré tarde
porque no pude evitar tampoco
que seas así de adorable.”
“Vamos, deja de flirtear y hablemos.”
Y esa conversación inicia un hábito nuevo. El de hablarse cada noche, luego de que Jiwoong regresa a la base (como han empezado a llamar a los dormitorios) de las muchas actividades que, por suerte, ha tenido en esos cuatro días, y que evita que el playlist en loop no lo termine enloqueciendo. Hablan después de los ensayos en la tarde noche, mientras viaja en el auto de regreso, o en los recesos entre las sesiones de fotos. Jiwoong sabe que no es el único que lo extraña, y también se alegra cuando Taerae se une a ellos por un rato en esas charlas.
Sí, todo el grupo extraña a Taerae y Matthew. Gyuvin lo comenta a cada rato, y Yujin le ha preguntado hoy dos veces a qué hora concluye la cuarentena, “¿Podrán estar en la noche, hyung?” No puede asegurarle eso, aunque lo desee con todo su corazón. La alegría habitual parece congelada entre los chicos. La cara de Hanbin al ensayar sin ambos hoy en la mañana para la presentación en el INKG de SBS ha conmovido a Jiwoong. Piensa que es egoísta en su deseo irreverente y ese anhelo de ser correspondido. Al terminar el ensayo, va donde el líder y conversan un rato. Lo anima, le da confianza. Hanbin le agradece con toda la bondad que siempre ofrece. Después de esa conversación algo ha empezado a sanar en su vínculo, algo, que ni siquiera Jiwoong había aceptado que estaba quebrado.
Sí, estos cinco días sin Matthew han sido profundamente transformadores para él. Ha comenzado a templar su paciencia, a darle prioridad a sentimientos menos personales, a pensar más en el grupo.
Y, sin embargo, cuando su primera gran gala como invitados está terminando, cuando todos los grupos suben a escena y los flashes y los confetis detonan, el grupo se mezcla en el escenario final confundiéndose entre los otros, y Jiwoong no puede refrenar el golpe de ansiedad. Estalla en él, cuando su vista se hunde en un mar vibrante de fanáticos, en el escenario repleto de cuerpos sudados, en las brillantes luces reflejadas en las piedras y accesorios de los trajes centellando ante sus ojos.
Busca a su lado el hombro de Matthew, su mirada o su sonrisa y no lo encuentra. Por esos segundos en los que revisa a su alrededor, Jiwoong siente que su cuerpo se enfría vertiginosamente a pesar de los ardientes focos sobre sus cabezas. “Mettyu, ¿dónde estás?” Ni siquiera repara en los grandes ojos interrogantes de Gyuvin que siguen su comportamiento inquieto y su mirada afanosa.
¿Había descubierto que Matthew a su espalda le hace revelar demasiado? Porque allí está, justo detrás de él, saludando a sus fans, saltando de alegría y casi metido en la formación de otro grupo. Jiwoong le echa su brazo sobre el hombro y lo atrae hacia sí. Otra vez con esa efusión incendiaria que no logra calibrar, arrastrándolo con él fuera de la escena cuando ya ZBOne empieza a abandonarla.
Más tarde, la llamada que es hábito en la noche. Jiwoong se recuesta a la cabecera, un brazo detrás de su nuca, la almohada sobre sus muslos donde apoya el otro antebrazo y la mano con el móvil. El móvil con el rostro de Matthew, lavado, soñoliento, adorable.
—Maettyah, ¿te sientes bien?
—Hyung, estoy perfectamente. Hoy me encantó estar allí. ¿Viste cuántos banners de ZBOne había? Aah, fue una gran noche. ¿La disfrutaste?
—Me asusté…
—¿De verdad? ¿Por qué?
—No sé, de pronto… pensé que habías bajado del escenario porque te sentías mal, o que te habían arrastrado en el gentío y no nos encontrabas…Pasaron mil ideas por mi mente en segundos.
—¡Hyung! Did I make you anxious...eh, eh, eh?
—Mucho.
—Ah…Lo siento, hyung.
—Te extrañé, Maett-yah. Todos estos días. Quería decírtelo. Me alegro de que estés a mi lado de nuevo.
—Siempre, hyung.
—Buenas noches.
—Buenas noches…Ah, Jiwoonie hyung.
—¿Hmmm?
—También te extrañé.
Por eso ni siquiera se lamenta más tarde cuando descubre que fue grabado en ese momento. No le importa que los fans hablen de ellos. Sabe que algunos, pocos, leerán correctamente, y la mayoría los ignorará y ajustará a sus propias preferencias. No se lamenta cuando vuelven a llamarlo a la oficina para insistirle en que debe ser “cuidadoso cuando interactúa con los miembros (léase, con Matthew)”.
No, no se arrepiente.
Porque cinco días enteros sin Matthew fueron eternos. Y demasiado transformadores.
***
Kcon LA.
Los Ángeles es una ciudad inmensa donde nunca había estado. Le transmite buena vibra, sintoniza con su corazón bohemio. Siente que esta ciudad podría construir algunos de sus mejores recuerdos futuros, desde que puso el primer pie en ella.
—No es Vancouver, pero está mucho más cerca de este que Seúl, y no me refiero a distancias físicas.
Le ha comentado Matthew mientras esperan, luego de pasar inmigración, en una amplia sala VIP solo para ellos. Matthew quiere saludar a los fans que se aglomeran en los bajos de la inmensa instalación del aeropuerto, y aparta un poco las cortinas, tímidamente. Jiwoong va hasta la ventana y desliza las persianas para avistar la multitud que agita los banners con los nombres de los chicos.
Hay muchos de Matthew, y puede ver dos coloridos con fotos de ambos mencionando a Ppusamz. Jiwoong se los señala mientras descansa en él su brazo, con obvia familiaridad. El chico comenta lo lejos que han llegado sus nombres en tan poco tiempo. Jiwoong sonríe ante su inocente entusiasmo, pero sabe que lo que más emociona a Matthew ahora mismo es volver a ver a su madre y a su hermana, quienes han viajado desde Canadá. Y sabe que, aunque le encantaría ser parte de esa experiencia, le toca dar un paso atrás.
Dos días más tarde, apenas si han tenido tiempo para intercambiar impresiones sobre la convención, mucho menos sobre cómo se ha sentido con respecto a la familia. Matthew ha sido el compañero de cuarto de Hao, y él, como es costumbre, acompaña a Yujin. Al mediodía, el equipo de video y relaciones públicas lo sorprendió, llevando a Matthew hasta la habitación y sugiriendo un nuevo contenido para el canal oficial en YouTube. Es de noche y aún no consigue tranquilizarse al respecto.
Yujin pregunta por sus mascarillas hidratantes, con el cepillo de dientes haciendo espuma dentro de su boca. Jiwoong deja de arreglarse y va donde guarda las suyas, regresa con el sobre abierto de una que pensaba usar. El chico sonríe y masculla un agradecimiento. Jiwoong irá luego por otra, no le importa hacer prevalecer su privilegio de edad dentro del grupo. Eso ha ayudado mucho a separar el gap de años entre ellos. Cuando Yujin se coloca la máscara, parsimonioso, frente al gran espejo del tocador del cuarto, Jiwoong no puede evitar sonreír. Es tan a su aire en cada cosa que hace. No importa que sea el más chico del grupo, tiene ya una personalidad muy auténtica y Jiwoong sabe, con sus nueve años de diferencia, que no es algo transitorio. Yujin es un alma vieja.
—No te duermas con la mascarilla puesta. Voy a dar una vuelta por el gym, para ver qué aparatos tienen, y cuáles podremos usar.
Necesita caminar un poco. La simple idea de ser grabado en la mañana mientras se ejercita con Matthew en el gimnasio del hotel lo sobresalta, lo suficiente para demorarle el sueño. Después de tanto tiempo sin permitirles siquiera publicar oficialmente una foto juntos, tendrán todo un episodio en YouTube. No sabe que está pensando Matthew ahora mismo, no quiere molestarlo. O tal vez, no quiere verificar que ya Matthew duerme plácidamente mientras él no consigue calmarse.
— Hyung, eres demasiado obvio. Siempre pierdes con Mattchu. A mí no me gusta que me dejen ganar, ¿crees que a Mattchu hyung le gusta?
—No lo dejé ganar… ¡Perdí de verdad!
—A otro con ese cuento, Kim Jiwoong. Siempre lo haces.
—Oye, ¿a quién llamas así? Respeta a tu hyung.
—Hyuung, ¿te olvidas quien ha estado a tu lado todo este tiempo desde que hicimos Back Door? ¿Acaso sientes que le debes algo a Mattchu hyung?
—¿Qué podría deberle a Maettyah?
—No lo sé, por eso te pregunto. Tal vez, ¿qué te haya dejado hacer la killing part de LK cuando hasta yo puedo hablar mejor el inglés que tú?
Jiwoong hace gesto de abalanzarse sobre él, y Yujin riendo se encoge protegiendo el abdomen para que no lo castigue a puras cosquillas.
—Agssh…Han Yujin! ¿Quieres dormir en el balcón?
—Yo no, ¿quieres dormir en el balcón?
—No me copies como un papagayo.
Yujin murmura entre dientes mientras acomoda las almohadas.
—Te encanta que te copie.
—¿Qué dijiste? Háblame de frente.
—Oh… ¿también te estás quedando sordo?
Jiwoong contiene la risa apretando sus labios, intenta mantener una expresión severa cruzando los brazos sobre el pecho. Yujin termina soltando una risita, su cara entre inocente y pícara lo hace parecer un lindo conejillo de peluche. Intenta arreglarlo, sin poner demasiado arrepentimiento.
—¿Por qué querría dormir en el balcón? Tengo esta cama espléndida, y no tengo que levantarme temprano para grabar un vblog haciendo pesas. Yo no perdí en el juego.
—Y encima te regodeas con el vencido… eres tan desconsiderado con tu hyung.
—No finjas que sufres por haber perdido.
—Yujin-ah. ¿No tienes sueño? Ya es hora de que los menores estén descansando.
—Y los mayores también, hyung.
—¿Me estás diciendo viejo?
—No, hyung, pero no te vendría mal descansar bastante. No creo que puedas seguir el training de Mattchu mañana. Es una máquina de fitness. Te va a ganar de verdad. No como hoy.
—Y dale con eso. Oye, Jin-ah, ¿crees que estoy fuera de entrenamiento? Hago ejercicios por mi cuenta, aunque no vaya al gym seguido como Mettyu. Soy una máquina de cardio…
—Ssí, sí, ya veo, hyung.
—¿No me crees?
—Te creo. Pero reserva tu energía para lucirla en el vblog. A mí no tienes que convencerme. Eres el más handsome del grupo.
—Ah, eso está mejor.
—No tienes que convencerme de que harás todo perfecto para complacer a Mattchu hyung.
—¡Han Yujin!
—Buenas noches, hyung. El balcón no es buena opción para dormir. Usa tu cama cuando regreses.
—Sssh…niño grosero. Si necesitas ir corriendo donde Gyuvin o Taerae porque te da miedo estar solo, no vayas a salir sin la llave.
Jiwoong golpea con su uña una de las doradas tarjetas sobre la mesa y toma la otra. Sonríe levemente a la expresión fruñida de Yujin en el espejo. Sabe que él también ha anotado un tanto. El maknae hincha pecho, disimulando lo que le ha molestado la alusión a su miedo a dormir solo.
—Voy a dormir ya mismo. Puedes irte y regresar por la mañana, ni me voy a enterar cuando vuelvas.
—Hasta mañana, aegi Jin-ah.
Yujin responde con un gruñido. Jiwoong cierra la cremallera de su chaqueta deportiva negra, se cala una gorra blanca, y antes de abrir la puerta se despide.
—No me tomará ni una hora. Recuerda no dormirte con la máscara puesta. Y si te sientes asustado, llámame de inmediato, ¿ok?
Jiwoong aún sonríe recordando la mirada agradecida y aliviada de Yujin. Sigue siendo un bebé, aunque quiera remontar todo el tiempo esa distancia en experiencias que los separa. Yujin le recuerda mucho su etapa como miembro de INX. Quisiera haber tenido entonces un hyung con su edad ahora. Mientras aguarda delante de la habitación del staff para que le autoricen, y probablemente, lo acompañe alguno de los managers, Jiwoong piensa que tampoco él era ni tan talentoso, ni tan bonito, y mucho menos tan maduro como Yujin. Siempre accede a ser su compañero de cuarto cuando viajan fuera de Seúl. Yujin, a quien le da miedo dormir solo; Jiwoong, quien teme no poder despertar si lo está.
El mánager Yoo, incómodo, primero intenta persuadirlo y luego decide que Jiwoong puede ir al gym por su cuenta. Solo le alcanza una mascarilla y le pide que no se desvíe a ningún otro sitio. Esa pequeña libertad lo tienta a textear a Matthew para que lo acompañe. Nuevamente se cohíbe ante la posibilidad de encontrar su mensaje sin leer hasta la mañana.
Cuando toma el ascensor, y mientras se encamina al último piso, sus pensamientos regresan a la conversación con Yujin. ¿Por qué Yujin piensa que actúa condescendiente como si le debiera algo a Matthew? Ojalá que Matthew no sienta que lo hace porque está intentando pagar una deuda. Ojalá que su disfrute por verlo vencer los retos y reír, sea todo lo que Matthew interprete de sus actos.
Sí, los dejó ganar hoy en la competencia de lanzar sus piezas a la mayor distancia, pero ya sabía lo que quería la producción. O no le hubieran puesto a Yujin y Matthew como contendientes.
Sí, es cierto que lo dejó ganar aquella vez en las pulsadas, sin que la producción interviniera, pero es solo porque no quería que se lastimara. Todavía recuerda los nervios que le atacaron durante el programa de TvN, donde Matthew pulseó con el ex luchador de la UFC. Tuvo que contenerse mucho para no sugerir que pararan. Al vencer Matthew sintió un alivio enorme, casi tan enorme como el esfuerzo para no correr a revisar su muñeca.
Sí, es cierto. Suele ser sobreprotector con sus dongsaeng, pero con Matthew…
La puerta abre directamente al imponente gym. Sus sentidos son bombardeados por docenas de pantallas encendidas frente a los equipos de cardio, de entrenamiento de fuerzas, de todo tipo de plataformas para ejercicios funcionales, de escalado, estiramientos y máquinas de cables. La vista de Jiwoong rebota y se pierde entre tantos artefactos. Hay pocas personas entrenando, pero el sitio le da la impresión de una entidad robotizada que se agita al compás de las luces de los monitores gigantes.
De repente se siente mareado, sudoroso, la garganta seca. Junto a la pared de la sala de descanso hay una fila de máquinas expendedoras de bebidas. Jiwoong camina hacia ellas, pero cuando va a sacar su billetera, la recuerda sobre el mármol del lavamanos antes de ir por la máscara para Yujin. Su ansiedad escala, precipitadamente.
—¿Hyung?
Jiwoong escucha la voz a su espalda, y se seca el sudor frío de su frente con el dorso de la mano. ¿Ha llegado al punto que la voz de Matthew resuena en su cabeza cuando tiene una crisis de ansiedad? Sonríe amargo, y esa emoción ácida corroe la descarga de cortisol. “¿Estás así de perdido por él?”
—¿Por qué no me avisaste que venías?
Jiwoong se voltea. Su expresión temerosa ante la posibilidad de estar alucinando hace que la sonrisa se borre lentamente de la cara de Matthew.
—¿Maettyah? ¡Pensé que estabas durmiendo!
Es Matthew, es real. Tampoco pudo esperar a la mañana para ir a chequear el gym.
—Yo pensé lo mismo de ti, hyung. Pero Yujin-ah me llamó.
—¿Jin-ah?
—Sí, me dijo que habías dejado tu billetera en el cuarto, y que a lo mejor la necesitabas.
Jiwoong descubre su billetera en la mano extendida de Matthew. La toma con un gesto automático. La guarda, al tiempo que saca su móvil y lo revisa. No hay ninguna llamada de Yujin. Solo un mensaje: “¿Quién es el olvidadizo?” Jiwoong todavía no puede creer la magistral jugada del menor. Sonríe regresando el móvil al bolsillo de su hoodie.
—Gracias. Salí un poco de prisa y la olvidé. Pero, hacerte venir hasta acá, era mucha molestia…
—También quería mostrarte antes el gimnasio. Me contuve porque me pareció un poco tarde. Pero el niño me dio el pretexto perfecto.
Jiwoong saca dos billetes y finalmente obtiene la botella de agua. Le tiende otra Matthew.
—¿Estás preocupado por la grabación?
Jiwoong prefiere mostrarse estoico. Aceptar que está nervioso, ahora mismo, no ayudará.
—No, para nada. Solo quería familiarizarme con el set. Tener una idea de cuáles equipos usar.
—Hagámoslo. Vamos a mirar juntos.
Jiwoong ya había perdido los deseos de revisar los aparatos, pero la presencia de Matthew lo cambia todo. Caminar juntos mientras deciden donde grabaran mañana lo va relajando, y cuando la conversación deriva en otros temas, Jiwoong está listo para hacer preguntas.
—¿Cómo te sentiste al ver a tu mamá después de tantos meses?
—Me conmovió. La extraño. También a noona. No pudimos hablar mucho, pero…estuvo bien.
—Debe sentirse raro. Mirar a tu familia desde adentro de una pecera. Verlas pasar sin abrazarlas.
—Pero, al menos las vi, y espero poder hablar más con ellas mañana…
Quiere preguntar si su madre o su hermana le hicieron algún comentario sobre él, pero la simple idea de la pregunta baja un escalofrío por su columna vertebral. Intuye que sigue siendo no muy bien recibido, y prefiere mantener sus expectativas bajo control.
—…Hanbin hyung me va a acompañar.
Hanbin es, y probablemente seguirá siendo, el favorito de la familia de Matthew. No puede luchar contra eso, y recordarlo solo lo arrastrará a una angustia innecesaria. Porque ni siquiera él es el favorito de Matthew todavía. Y no sabe, si algún día, llegará a serlo.
—Hyung, ¿en qué piensas? Te has quedado mirando esa pantalla vacía.
—Creo que deberíamos regresar, Mettyu-ya.
La intermitencia de las luces de neón sobre el hermoso rostro de Jiwoong acentúa su aire sombrío. Matthew mira en dirección a la puerta por donde el mánager Lee debe entrar en cualquier momento, pero no es la ausencia del mánager lo que le ha hecho arrugar el ceño, su labio inferior pronunciado por el desaliento, mientras busca un pretexto para quedarse.
— Hyung, ¿quieres que nos tomemos un café?
— ¿A esta hora? Si tomo un café no duermo hoy.
—A mí no me quita el sueño.
—¿Hay algo que le quite el sueño en esta vida a baby Ttyu?
Matthew ríe divertido, negando, sacudiendo sus cabellos que en estos días son como la miel clara. Jiwoong suspira profundamente.
—¿Un té de hierbas, entonces?
¿Cómo puede negarse ante esa sonrisa cálida en los labios, en los ojos? Jiwoong le indica con un gesto de aceptación el camino hacia la cafetería. Allí le escucha pedir en su inglés tan fluido y grave, con esa seguridad que le resulta imposible no admirar. Matthew le traduce y le da sugerencias sobre el menú, ríe afable y bromea con la camarera. Luego escoge una mesa bastante retirada, para dos, donde las luces de los monitores crean reflejos morados y azules sobre sus caras. Al fondo suena una música melancólica e intensa. Jiwoong la ha escuchado antes, pero le resulta mucho más subyugante en ese momento, una conexión visceral.
—Oh…es Fallin’, de Alicia Key.—le recuerda Matthew.
Al traducir para él parte de la letra, entiende por qué encaja tan bien con su ánimo. Matthew bebe un sorbo de su café y muestra esa sonrisa pícara que le afina los ojos y eleva sus adorables mejillas. Jiwoong cae en cuenta, y su corazón se acelera con el simple pensamiento, antes de que Matthew lo ponga en palabras.
—Gracias por aceptar la cita.
Por un instante, dos o tres segundos, Jiwoong ha soñado despierto. Matthew rompe a reír. Y su risa argentina, sus palmadas juguetonas sobre la mano del otro, tornan el ambiente jocoso, relajado, demasiado familiar. Devuelto a la realidad, Jiwoong también sonríe, y espera que las luces moradas enmascaren su rubor. Mientras retira la bolsita de menta y vainilla, y acerca el té humeando a sus labios decide que, al menos para él, será una cita con Matthew.
—Hyung, quería pedirte que mañana no te preocupes por nada. Solo disfruta la experiencia. Creo que va a ser algo que gustará a los fans.
—Claro que le gustará. Aman a Ppusamz.
Matthew vuelve a reír, agitando el cabello. Bebe otra vez de su americano helado antes de responder.
—No a todos, pero sí a los suficientes.
—Mientas que nos guste a ti y a mí, es suficiente.
Matthew aprieta los labios conteniendo ahora esa mezcla de picardía y timidez que sus ojos no se callan. Se echa hacia atrás en la silla y mira hacia la entrada. El mánager aún no llega, y ojalá se retrase bastante. Lo que quiere hablar con Jiwoon hyung no es fácil de abordar, pero lo necesita. Necesita sacarse esa sensación incómoda, aun cuando lo último que desea es herir a su hermano mayor.
—¿Qué te preocupa, Maettyah?
Matthew le da vueltas al americano sobre la mesa, pero decide ser directo con el tema.
—Solo he estaba pensando, hyung, ¿cuánto más tengo que entrenar para poder competir contigo sin que te sientas en la obligación de dejarme ganar?
—¿Por qué piensas así?
—Jiwoonie hyung… No quiero que mañana me hagas parecer débil.
—Met…Maettyah?! Nunca ha sido esa mi intención.
—Lo sé, hyung, lo sé. No te ofendas. Es que siempre que competimos, a las pulsadas, o a cualquier cosa… ¡Es obvio que no pones tu veta competitiva en juego!
—Mettyu, eres mi dongsaeng…
—Gunwookie también. Y lo pegaste a la arena dos veces en Knowing Brothers.
Jiwoong baja la vista, sonríe sin saber que decir. Decide volver a tomar un sorbo de té. Es cierto que compitió con Gunwook sin ninguna deferencia. Pero, la forma en que Matthew lo ha dicho le hizo recordar otro reproche: Le diste a Ricky un diario de unicornio. “Ah, ¿Es tan difícil de entender para ti, Maetthyah?” Jiwoong siente que su té de hierbas debería tener algo más fuerte en este momento. Algo que lo ayudara de una vez a ser valiente o temerario, que lo ayudara a confesarse.
—Mettyu, ¿sabes por qué hay divisiones de peso en los deportes de combate? Vencer a alguien que está por debajo de su peso, no es una victoria. Es desmoralizante. Gunwookie es mi dongsaeng. Pero mide y pesa más que yo. Simplemente combatí como se esperaba que hiciera. Igual pudo ganar él, pero la suerte me favoreció. No te embrolles demasiado.
Por suerte, la pausa le ha dejado que su mente racional venga al rescate. Sin embargo, cuando termina, mirando directamente a esos ojos inmensos donde empieza a asomar el arrepentimiento, Jiwoong no se contiene expresando su apasionado alegato.
—Y nunca, me oyes, nunca tendría la intención de hacerte quedar mal.
Matthew asiente, bajando la vista. Se rasca la nuca, consternado. Su sonrisa apenas se dibuja mientras murmura.
—Gracias, hyung. Disculpa…mi arrogancia.
No, no es eso lo que quiere, no es que Matthew se disculpe o que pierda más la confianza. Jiwoong cierra los ojos con contrición, sus labios apretados. “Por favor…no puedo abrazarte en este lugar.”
—Venga, brindemos por ese video de mañana. Porque logres otro millón de vistas en YouTube.
Matthew arruga la nariz con afecto, vuelve sus ojos unas líneas de tupidas pestañas y sonríe alzando su café helado para chocarlo con la taza humeando ante sus ojos.
—Por nuestro video de mañana. Y porque llegue a ser un digno oponente para ti en algún momento.
—Maettyu-ya…
—¿Eh?
—No quiero ser tu oponente. Yo siempre voy a estar de tu lado.
Una cita imprevista en la cafetería de un gimnasio, en el pent-house de un hotel en Los Ángeles, casi a la medianoche, donde una canción en inglés le recuerda lo profundo que puede caer. Jamás imaginó algo así, pero lo atesorará como uno de esos recuerdos que la ciudad le prometió al llegar.
Porque es Matthew…Y sí, Yujin tiene razón. Con Matthew se pasa de condescendiente.
***
Detective Kim Jiwoong
—¿Qué quieres, hyung?
—Ve con él.
—No es lo que tienen previsto.
—Lo sé. Por eso te lo estoy pidiendo. Sabes que desde Los Ángeles no ha tenido contenido, que no hay nada para él esta semana tampoco. Es mi programa. Al menos, ¿puedo escoger algún invitado?
—Se supone que vaya con Hao.
—Haré un programa solo con Hao-ya. Te lo prometo. Pero no me dejarán hacer uno solo con él, lo sabes.
—Hyung…
—No me saldré del guion, Bin-ah. No te preocupes.
—Lo hablaré con el director Kim.
—Gracias. Gracias, Hanbinie.
***
Bienal de Arte Contemporáneo
Un celular sobre la mesa suena entre los pozuelos de barro con restos de bibimbap. Hanbin lo toma. Con ojos entrecerrados lee los mensajes que van saltando uno tras otro. Su rostro se ensombrece ligeramente. Matthew no lo nota, está enfrascado en quitar con una servilleta húmeda las salpicaduras de salsa de soya sobre su pulóver blanco.
—Es Hao. Ya están regresando. Me dice que tomaron un poco, que no está tan sobrio como Ricky, pero al menos sí más sobrio que Jiwoong hyung.
—¿Jiwoon hyung bebió mucho?
Hanbin asiente, sus movimientos se relentecen al ver la expresión cavilante de Matthew.
—Jiwoong hyung sabe sus límites. No creo que sea para tanto. Hao sonaba bastante claro, y conozco la voz embriagada de Hao. No te preocupes, yo termino de ordenar. Ve a descansar ya. O a jugar con Vinnie y Gunwookie si lo prefieres.
Matthew siente que la premura de Hanbin tiene otro propósito.
—Te acompañaré, hyung, hasta que lleguen.
Matthew se ocupa rápidamente, amontona los trastos, comienza a limpiar la mesa con otra servilleta.
—¿Dormirás en tu habitación con Ricky hoy?
Otra vez, la pregunta que intenta ser casual, a Matthew le produce una sensación incómoda.
—Creo que Gyuvin lo está esperando. Anda haciendo tiempo jugando con Wookie para no dormirse.
—Ah, entonces vas a dormir con Gunwook-ah …
Hay alivio en la voz de Hanbin al volverse hacia la alacena para acomodar el recipiente de kimchi.
—Hyung… ¿Hay algún problema si decido dormir donde Jiwoong hyung hoy?
—¿Eh?
—Hao se siente mal y va a querer que lo acompañes, Gyuvin está esperando por Ricky… No creo que sea buena idea que hyung duerma con Yujin. A Jiwoonie hyung no le gusta que lo veamos cuando ha bebido, y el niño menos que nadie.
—Vamos, no creo que esté tan mal para que necesite que alguien lo asista. Y en tal caso, yo me ocupo. Ve donde Yujin, no le cuentes sobre esto, si es que en verdad le preocupa a Jiwoong hyung lo que piense…
—¿Por qué no puedo quedarme con Jiwoonie hyung?
—Hey, nadie dice que no puedes. Solo estoy sugiriendo lo que creo mejor para que todos descansen…
—Hyung, la mejor opción para mí es dormir en la habitación con él. Créeme, es lo mejor para todos.
Hanbin lo mira con curiosidad. La expresión de Matthew transmite una sosegada determinación que lo intriga, tan acostumbrado a la docilidad del chico. Se siente como si Matthew no estuviera solo defendiendo un capricho. Decide franquearse un poco y hablarle desde el sentimiento de familia que los une. El diminutivo del nombre coreano de Matthew brota de sus labios con cariño.
—Hyunnie, si me dices que a Jiwoong hyung no le gusta que los chicos lo vean en situaciones así, tampoco le gustará que tú lo hagas.
—Yo no, hyung. Tenemos suficiente confianza. Por favor, déjame ayudar.
Hanbin sonríe. ¿Cómo puede negarle algo a Matthew cuando no solo usa las palabras precisas, sino que lo hace con esa expresión tierna y confiada? Tal vez Hao tenga razón, no tiene sentido interponerse ante lo inevitable. Esa conversación que tuvo con Jiwoong unas semanas atrás, la determinación de Matthew hoy se la recuerda. Hanbin quisiera decirle que le preocupa que su dongsaeng y su hyung terminen lastimándose, que al pensarlo no puede evitar angustiarse por ambos. Pero en su lugar solo suspira largamente, y asiente. El alivio es palpable en las palabras del canadiense.
—Iré a lavarme los dientes y cambiarme esta camiseta.
Hanbin sonríe afable. Antes de que se marche le hace saber.
—Woohyun-ah, has crecido bien.
Y le lanza un sonoro beso. Matthew ríe suavemente, le lanza otro de vuelta antes de despedirse con un cálido respeto.
—Gracias, Hanbinie hyung.
***
Esos eventos de una sola noche
Jiwoong tropieza con la esquina de la cama y maldice en japonés mientras se frota la pantorrilla adolorida. “¿Por qué la habitación no se queda quieta?”. Se frota los ojos, su torso oscila levemente, atáxico por el alcohol. Matthew lo observa, recostado al marco de la puerta.
—Hyung, toma un baño, no te acuestes con esa ropa.
—¡Mettyu! ¡¿Por qué me regañas?!
—No te regaño, hyung…Y baja la voz, a Hao hyung le duele la cabeza.
—Ah…cierto. A Hao-ya le duele la cabeza, cierto…
Jiwoong baja el volumen, pero no el tono.
—Agshh, Maettyah! Ojalá que todos los dolores mejoraran con silencio.
Se ríe suave mientras se sienta en el borde de la cama e intenta trabajosamente quitarse los mocasines de cuero auténtico. Matthew acude para alcanzarle las pantuflas que avista bajo la cama. Jiwoong consigue liberar sus pies de los Gucci's 'Brixton' y los lanza lejos, haciéndolos rebotar contra el closet.
—¡Hyoong?!
—¡Maettyu-ya! ¡Mira…ahí se fueron volando como mil dólares!
—No los trates de esa manera. ¿Por qué no te descalzaste en la entrada?
Matthew recoge los zapatos y los deja sobre la mesa, junto a los libros de poemas. Luego se agacha ante la cama con la intención de acomodarle las pantuflas, pero Jiwoong lo toma por los hombros.
—Seguirás regañándome, ¿eh?
Lleva su dedo índice hasta los labios de Matthew, presiona hundiéndolo en la carne suave y húmeda.
—Ssssh…No tienes derecho…
¿Por qué es tan agradable al tacto?
—…a reprocharme…
¿Por qué es tan suave y cálida la piel de su boca?
—…si no estabas… en ese lugar…
Jiwoong deja de hablar, sus ojos prendidos de los labios de Matthew, su cara que instintivamente empieza a acercarse a ellos. Matthew da un respingo, mientras retira el dedo de su boca, apartándolo de un suave manotazo.
—¡Jiwoonie hyung! ¿Dónde voy a estar?
Matthew se incorpora de prisa. Empuja las pantuflas hasta los desnudos y hermosos pies de Jiwoong.
—Ponte eso.
Luego le señala el conjunto limpio, doblado sobre la cama. Jiwoong lleva ropa demasiado costosa para usarla de pijama.
—Toma la ropa limpia y ve para el baño de una vez…
—Estoy bien así.
Jiwoong se deja caer de espaldas sobre la cama, sobre la ropa limpia.
—¡Hyung…no hagas eso!
—Ssssh…No grites…Aah…duele.
—¿Te duele la cabeza también?
—No
—¿Qué te duele?
Jiwoong lo mira con ojos entrecerrados, su mirada turbia entre el efecto del vino y el cansancio. La expresión preocupada en la cara de Matthew ahora le hace soltar su pensamiento en un susurro.
—Tu ausencia.
Matthew quiere ignorar lo que acaba de escuchar y eso que empieza a crepitar en su pecho.
—Estoy aquí, hyung. ¿Cómo va a dolerte eso? Y deja de hacerte el flojo, no voy a dejarte dormir así.
—¡Maett-yaaa!
—¿Ahora qué?
—¿Sabes algo?
Matthew suspira profundamente. En verdad, ¿tendrá que aceptar ante Hanbin que no pudo manejar la situación? ¿Terminará pidiéndole ayuda? De ninguna manera.
—Probablemente algo sepa, hyung. ¿Quieres decírmelo mientras vamos para el baño? ¿O prefieres que llame a Hanbin hyung para que te acompañe?
Jiwoong abre los ojos y clava su mirada levemente resentida en la expresión impávida de Matthew.
—Eres un traidor.
—Oh…Pues, eso no lo sabía.
—No, no es eso lo que quería decirte…pero me obligaste.
Matthew suelta una risa corta y aireada. Golpea dos veces con la palma abierta el muslo de Jiwoong.
—De pie, hyung, o me largo ahora mismo.
Jiwoong hace todos lo mohínes adorables que conoce, hasta golpea con los puños el colchón. Pero termina incorporándose. Matthew tira de él por la muñeca de su mano izquierda.
—Arriba, a la ducha.
Jiwoong sale rezongando, descalzo, en dirección al baño del fondo, el que tiene bañera y ducha. El que usa habitualmente. Entra sin cerrar la puerta y se sienta en el borde de la tina. Tres minutos más tarde, Matthew entra, impaciente.
—Hyung, ¿qué haces?
—Hago lo que me dices. Estoy en el baño.
—¿Me estás tomando el pelo?
Matthew abre la llave de la ducha, y le indica que entre en tanto coloca la ropa de dormir en una percha colgada en la pared.
—El agua de esa ducha es demasiado fría.
—Es mejor así, te quitará lo que quede de alcohol.
—No quiero. Dormiré en la bañera.
Antes que Matthew pueda protestar, Jiwoong gira los pies hacia adentro y se sienta dentro de la artesa, con su chaqueta Gucci, su pantalón y su camisa de colección. Hay cientos de dólares en ese “traje de baño”, piensa Matthew, e intuye que hasta su bóxer debe decir Versace en hilo dorado. Así que cuando lo ve colocar su mano sobre el grifo, Matthew corre hasta él, alarmado.
—Hyung, ¡la ropa! Quítatela.
—Maettyu-ya, eso sonó muy desesperado de tu parte.
—¿Eh?
—Si quieres me la puedes quitar tú.
—Hyung, deja el juego. ¿Sabes lo caro que es eso?
—No tan caro como lo que me ha costado usarlo hoy.
Matthew se enfrasca en la abotonadura de la chaqueta, sin dejar de rezongar por lo bajo, sin hacer contacto con los ojos derramando miel sobre él, y no lo ve inclinarse levemente hacia su frente para respirar el aroma que desprende su cabello dorado.
—¿Estás de verdad tan borracho? ¿Qué te costó? Es ropa de promoción. Ya es un pago usarla.
Una ráfaga de cordura lleva a Jiwoong a detenerlo, y a detenerse. Retira las manos del chico de su ropa, le indica con el mentón que se aparte. “Hazlo, por favor, aléjate un poco…”
—Me la quito…Maettyu-ya. Date la espalda, no quiero que te me lances encima.
Matthew responde al flirteo resoplando. Jiwoong se quita la chaqueta bermeja y hace el mismo gesto que con los zapatos, haciéndola aterrizar en el suelo, al centro del baño.
—Agshhh, ¿por qué tratas una Velvet Jacket como una t-shirt de Superstore?
—¿Tienes una? Te la cambio…
Matthew va a recoger la prenda en el suelo que señala Jiwoong para doblarla, pero la mano de su hyung tira de su muñeca, y lo hace volverse con su boca en una línea, sus ojos denotando su creciente fastidio. El rostro de Jiwoong, en cambio, tiene la expresión lastimosa de un cachorro.
—¿Por qué te importa más la chaqueta que yo?
—¿Qué dices?
—Da igual si duermo con ella, si me baño con ella… Al final es solo ropa.
—¿Crees que estoy aguantando aquí todas tus bobadas porque quiero proteger tu ropa?
Matthew ya conoce que el alcohol en Jiwoong tiene varias fases. La primera es la silenciosa e introspectiva; en la segunda, su lengua se suelta y empieza a hacer toda suerte de chistes con referencias millennials que nadie entiende. Luego viene la regresión infantil, cargada de testarudez, aegyo, y bastante coqueteo. Es irritante y adorable a la vez. Matthew duda entre darle un cocotazo, un pellizco en los cachetes encendidos, o seguirle la invitación sobre la ropa. Si bien hoy escapó a las dos primeras, la fase tres ha durado bastante.
Pero ya ha comenzado a trasmutar a la cuarta. A Matthew le pone triste verlo ahí. Es la fase que Matthew ha llamado “existencial”. No, no lo dejará ir por ese rumbo. Los dos necesitan descansar.
—La camisa, quítate la camisa y el pantalón, y te dejaré para que te bañes tranquilamente aquí.
La mirada profunda de Jiwoong, su sonrisa de medio lado sin despegar apenas los labios, ambas están cargadas de melancolía.
—¿Por qué estás aguantando mis bobadas, entonces?
Matthew aspira con fuerza, sacude la cabeza, pero esta vez libera el aire mientras sonríe.
—Te lo diré si me haces caso.
Jiwoong resopla, vencido, un poco divertido tal vez. Obedientemente sale de la bañadera mientras se desabotona la camisa, luego recoge la chaqueta del suelo.
Matthew abre el grifo, coloca el tapón, y deja que el agua caliente empiece a brotar entre vapores.
—Vimos las publicaciones de varias celebridades en Instagram y Twitter. ¿La exposición estuvo bien?
—Como todas.
El agua sigue cayendo, llenando la tina. Mientras habla, Matthew busca entre los potes de champú y gel corporal uno para baño de burbujas.
—Te veías genial, muy elegante, hyung, en todas las fotos con actores y productores. Hao hyung y Ricky lucían espectaculares también. Pero, tú eres una estrella. Eres muy famoso, hyung.
Encuentra una caja con bombas de jabón, tienen olor a albaca, a lavanda, a rosa, otra con sales perfumadas de Epsom. Se voltea para preguntarle si prefiere usarlas.
Su vista tropieza (y resbala) en la espalda de Jiwoong, quien acomoda, diligente y abstraídamente, toda la ropa en la percha como si fuera a regresarla a una vitrina. Con la misma delicadeza con la que le ayuda a vestir sus disfraces en los fan-meeting, con esa forma sensual con que sus dedos le ordenan el cabello, agitando su corazón. Tenía razón, el bóxer negro luce el diseño griego en hilo dorado, y es todo lo que su escultural hyung tiene puesto.
Antes de que Jiwoong comience a liberarse de su último vestigio de Versace, Matthew se vuelve para hundir la vista en el agua humeante. El reverso de su mano intenta bajar la temperatura de sus mejillas. Necesita mantener su tono casual.
—¿Está bien una bomba de rosas o prefieres…?
—Lo que tú quieras.
El aliento, en un susurro, ha calentado su oreja. Matthew aprieta instintivamente la mandíbula. ¿Cómo cruzó tan rápido los casi tres metros que los separaban? Su cuerpo no responde, su corazón bombea como una estampida de búfalos salvajes contra sus costillas. ¿Por qué lo hace? ¿Por qué se ha mantenido ahí aguantándole sus bobadas, cuando solo tenía que acompañarlo en el cuarto? ¿Por qué se ha puesto en esa situación donde volverse y verlo desnudo es igual de perturbador que quedarse así con la respiración de Jiwoong sobre su nuca? ¿Y dónde se ha metido su voz?
—Lavanda. Ayuda a relajarse.
Jiwoong habla serenamente, se adelanta y toma la bomba de jabón del recipiente. Con el rabillo del ojo, Matthew, inmóvil, percibe el blanco de la toalla enrollada alrededor de la cintura de su hyung. El alivio es obvio en su larga expiración. Jiwoong deja caer otra esfera dentro del agua y cierra el grifo. Las burbujas no tardan en formarse.
—La temperatura… está…
—Caliente. Lo sé. Me gusta así.
—Okay, te dejo entonces para que lo disfru…te relajes...Suerte… con el baño.
Matthew se voltea de prisa, antes de que siga diciendo palabras torpemente al azar. Una vez más su brazo no lo sigue: su muñeca nuevamente dentro de la mano de Jiwoong.
—No te vayas.
Y otra vez los búfalos salvajes. A ese paso, terminará con osteocondritis. ¿El tono casual? Oh…ese.
—Ja, no necesitarás de mí para bañarte, ¿no? Estás solo pasado de copas, no inválido…ja.
—Quédate conmigo.
—Hyoong! …para qué ne… ¿hyung…? Jiwoonie… ¿estás llorando?
—No…No, ¿qué dices…? Es que me ha salpicado el agua en la cara…
—No es cierto.
Matthew deja a un lado la cuestión de los búfalos, incluso es él ahora quien aprieta la muñeca de Jiwoong. Sentado al borde de la bañera, con la toalla alrededor de la cintura, parece una verdadera escultura griega, digna de que Versace la use de logo en cualquier cosa. Sin embargo, la lujuria se ha desvanecido tan pronto como se percata de que la quinta fase, esa de la que Jiwoong le habló pero que nunca ha visto, parece estar ocurriendo ahora. Matthew se agacha a su lado.
—¿Pasó algo?
Jiwoong mueve hacia ambos lados la cabeza, inclinada sobre su hombro derecho, bajando la mirada de sus ojos enrojecidos.
—¿Por qué nunca estás allí? ¿Por qué siempre te quedas en la base?
—¿Qué?
—Por qué cuando quiero mostrarte algo, comentarte algo, presentarte a alguien… no estás, ¿eh?
—Hyung, ¿cómo voy a ir si no me invitan? A ese tipo de eventos…no creo que me inviten nunca.
—¿Por qué?
Matthew se pone de pie. Es agotadora esta fase, peor que las anteriores. Siente irritación ahora mismo. ¿Jiwoong le está tomando el pelo? ¿Es por eso por lo que está molesto, o es porque ha tocado un tema que a él mismo le cuesta ignorar? Cute no es un concepto que pegue con arte.
—Jiwoon hyung, ¿eres un toddler? Okay, tal vez nunca es demasiado tiempo. Pero, no será fácil para mí, creo que tampoco para Taerae. A nosotros, a idols como nosotros, nos costará mucho.
—¿Por qué?
—Hey, ¿me estás embromando o qué? Hyung, ¡mido un metro con setenta!
Jiwoong lo mira con atención, más que mirar lo detalla, de pies a cabeza, lenta y minuciosamente. Matthew vuelve a sentir que su estómago se calienta, y por instinto de conservación, da un paso atrás. Jiwoong lo mira a los ojos con una expresión inatrapable, tan intensa que Matthew desecha toda idea de que esté bromeando.
—No me había dado cuenta.
Matthew resopla. Esta noche le cuesta mucho descifrar a Jiwoong hyung. Sí, es más agotador de lo que pensaba cuando se mostró tan decidido ante Hanbin.
—Okay, hyung. Llevaré la ropa al cuarto y regresaré para velar que no te quedes dormido, ¿bien?
Matthew se da la vuelta sin esperar respuesta. Va hasta donde cuelga el vestuario, que esta noche Jiwoong usó en la gala de inauguración de la Bienal de Arte Contemporáneo de Seúl.
Jiwoong resignado, deja caer la toalla al piso, y entra en silencio en la bañera. Permite que el agua caliente se ocupe de ablandar sus músculos, de amortizar sus tensiones.
—No me había dado cuenta… hasta hoy.
Matthew se detiene al descolgar la percha, antes de comprender que Jiwoong solo murmura para él mismo. Luego toma la ropa y se dirige a la puerta, aliviado de que todo parezca en calma. Pero antes de cruzar el umbral, los búfalos, (o los rinocerontes, ya no sabe bien) vuelven a retumbar en su pecho cuando lo escucha:
—Hey, metro con setenta, no me había dado cuenta de cuánto te necesito.
***
A Good Bad Night.
Lo primero que ve sobre su cara es el rostro de Jiwoong.
Tras el golpe de calor en el pecho, en el abdomen, sobreviene la sensación de pánico.
Matthew se incorpora, reculando en la cama, hasta apoyar la espalda en la cabecera. La respiración agitada, su corazón trepidando en su garganta. Por unos segundos la situación le es demasiado confusa. Se lleva las manos a las mejillas y las descubre húmedas, “¿lágrimas? ¿sudor? ¿mías o…?”.
Jiwoong apoya la palma de su diestra sobre la cabeza del chico. Su mirada amable y preocupada comienza a darle contexto a Matthew, a hacerle recordar.
—¿Una pesadilla?
Toma aire con fuerza para intentar desatar el amasijo de sentimientos en su pecho, y cuando mira sus manos descubre que aún tiembla, visiblemente.
Sin dejar de oprimir el hombro de Matthew, reconfortándolo, Jiwoong le alcanza un pomo de agua que abre con una sola mano. Esta vez, tampoco le dirá que se ve sexy como dijo entonces en el programa del campamento a Taerae. Aún no pierde la esperanza de escucharlo un día.
—Bebe. Despacio. Lo que sea que pasó, no es real.
Matthew asiente con un sollozo ahogado. Y bebe en largos sorbos. Jiwoong le seca con el borde externo del meñique el sudor que perla sus sienes. Todavía siente su pecho estrujado al recordarlo contorsionándose y gimoteando, sin desprenderse del doloroso sueño del que Jiwoong aún no tiene idea, pero que, definitivamente, no es algo normal en Matthew.
—¿Tienes calor? Sudaste mucho. ¿Quieres cambiarte la camiseta?
Matthew asiente, solo son gestos los que salen de él. Jiwoong pronto vuelve con un pulóver negro sin estrenar de su homogéneo stock y dos toallas pequeñas. Lo ayuda a sacarse la camiseta, a secar el sudor, a vestir el pulóver que sin ser su talla le ajusta los pectorales lo bastante para tener que esforzarse en no mirarlo, para no seguir tocándolo con la excusa de acomodárselo. No están en un fan meeting, se trata solo de ropa para dormir.
Matthew apoya su nuca en la parte superior de la cabecera, los ojos cerrados, mientras organiza sus pensamientos. Jiwoong espera, expectante, sentado en el borde de la cama, a su lado. La nuez de Adán de Matthew desciende, deglutiendo en seco, y Jiwoong muerde su labio inferior. Si Matthew tuviera idea de lo sexy que le resulta cuando extiende su cuello de esa manera, no se arriesgaría de repetirlo tan seguido. Jiwoong regresa a lo que cree que únicamente debería agitarlo ahora.
—¿Te recuerdas de lo que soñaste?
Matthew vuelve a asentir sin palabras.
—¿Quieres hablar sobre ello?
Lo ve humedecerse la boca, bajar la cabeza, aspirar profundamente.
—No es necesario, si no quieres…
Pero Matthew comienza a hablar suavemente, acariciando su codo donde hace varios años tuvo una dolorosa cirugía sobre la que Jiwoong está curioso, pero en la que ha evitado profundizar solo por no traerle malos recuerdos.
—No sé el porqué de esa referencia. No suelo recordar los sueños. Tampoco suelo tener pesadillas.
—Pero ésta sí la recuerdas.
—¿Has visto una película llamada Cloud Atlas? Tiene más de diez años. La vi en el club de cine de mi High School en mi Senior year.
—Hmmm ¿dónde trabaja Bae Donna sunbaenim?
—¡Sí!
Jiwoong asiente, gravemente. Claro que la conoce. Es una película que instigó muchos sentimientos y posteriores decisiones en él. ¿Por qué Matthew la menciona? ¿Acaso, su pesadilla…?
—¿Recuerdas la escena donde enviaban a las chicas clones al supuesto paraíso, pero en realidad iban a un matadero?
“Oh, ¿esa parte?” Piensa, con una mezcla de aprehensión y de decepción a la vez.
—Aún me estremece recordar eso.
Matthew aprieta los labios. Luego sacude su cabeza, como intentando borrar la imagen.
—En el sueño… Había una mesa de metal con una cinta métrica grabada, tenía una marca tope con pintura roja o con sangre, no sé. Te acostaban en ella, totalmente desnudo. Si tu altura llegaba o sobrepasaba la marca te levantaban e ibas hacia una puerta que decía en letras doradas “DEBUT”.
Jiwoong lo escucha atentamente, su mente detectivesca procesa a gran velocidad, con lo que Matthew ha dicho es suficiente para que pueda imaginar el torcido rumbo de esa historia.
—Yo, por supuesto, no llegué a la medida. Entonces la mesa se convertía en un potro de tormento… ¿sabes lo que es? ¿Con lo que te torturaban en la Edad Media, estirándote?
Jiwoong asiente, entendido, mordiendo el borde externo de su dedo pulgar. Sí, a veces, es cruel tener tanta imaginación.
—Intentaban estirarme, por un rato, fue muy doloroso; pero no funcionó. Entonces…
Jiwoong resopla, negando, ha comenzado a mordisquear la uña de su índice. No es su pesadilla, pero lo está asustando en serio.
—Salieron unos garfios que se me clavaron en mis tobillos y me arrastraban de la camilla hacia un túnel. Supongo que, al otro lado, habría lo mismo que en la película.
Jiwoong cubre su boca con el reverso de su mano cerrada. La voz queda y monótona de Matthew contando semejante horror lo estremece como la llama de una vela ante una ventana abierta.
—Pero, ahí me desperté… O me despertaste.
Jiwoong lo envuelve con sus brazos, lo aprieta fuerte contra su pecho. Y él también busca consuelo en ese abrazo.
—¡Qué horrible, Maettyah…! Ya pasó, jagiya. Nada de eso es real, nada.
Matthew asiente con una leve sonrisa, su mejilla apretada contra el hombro de su hyung. La pesadilla es ya como una vieja cinta cinematográfica quemándose al calor de ese abrazo. Evaporándola.
—¿Sabes en lo que estaba pensando en ese momento, hyung? No sentía dolor físico, solo me dolía…no poder estar en el grupo.
Jiwoong se separa un poco. Sus dos manos acarician la nuca de Matthew. Un sentimiento protector se impone sobre cualquier cosa. Es ahora el hyung mayor que solo quiere cuidar de los pequeños.
—Lo siento, Maettyu-ya. Anoche, te hice hablar de cosas que pudieron hacerte sentir inseguro.
—Ah, no es tu culpa, hyung.
—Fui muy insistente y molesto por el alcohol. No estoy justificándome con eso. Acepto que te fastidié bastante, hice que vieras tu altura como un problema. Y no lo es Mettyú, ¡no lo es en lo absoluto!
—Hyung, ¡el tema de la altura lo saqué a colación yo!
—No hay nada mal con tu altura.
Sí, ya tiene suficiente confianza, y es el momento de decírselo.
—Eres hermoso, Woo-hyunnie. Tal como eres, por dentro y por fuera. Por favor, tienes que estar tranquilo con eso, sí.
—Lo estoy hyung…De verdad.
—¡Pero de verdad!
Jiwoong le apunta con él dedo, severo, pero sus ojos brillan juguetones. Matthew empieza a reír.
—Sí, de verdad, de verdad.
La risa y el cabeceo de Matthew consiguen aliviarlo, y aún más cuando oprime ese índice entre sus dedos, retirándolo de frente a su cara, pero dejándolo atrapado entre sus manos.
—Gracias, por despertarme.
Suspira hondamente, y aunque no borra su sonrisa, Jiwoong siente que hay algo que la ensombrece.
—Yo! Es irónico.
—¿Qué?
Matthew lo mira, y tras pensar un momento, suspira de nuevo.
—Me preguntaste que por qué estaba aguantando tus bobadas anoche.
—No me lo dijiste.
—Estaba preocupado, hyung, porque tuvieras problemas para despertar en la mañana. He visto que estar bajo tantas miradas te puede poner realmente ansioso. Que tienes problemas para despertar al día siguiente. Y que el alcohol puede hacerlo peor. Por eso quería estar contigo hoy. Ya ves…hoy me rescataste tú.
Jiwoong sonríe con toda la ternura que tal confesión le despierta. Gesticula histriónicamente para compensar ese sentimiento que socava todo su esfuerzo por no terminar abrazándolo de nuevo. Aprieta ambas manos para vitorearse a sí mismo.
—Wow, ¡soy el héroe que salvó a su héroe en apuros!
Matthew ríe, con todo su cuerpo, golpeando suavemente el muslo de Jiwoong.
—¿Dónde está mi medalla, Maett-ya?
Y él también ríe mientras le sacude el hombro. Todo parece volver a la normalidad.
—Gracias. Y discúlpame, hyung.
—Hey, la de veces que has venido en mi auxilio tú. ¿Por qué haces eso? Dijiste que nunca me volviera a disculpar por darte trabajo para despertarme.
—No es por eso.
Jiwoong da un respingo leve y su frente se arruga de curiosidad, ladea la cabeza como un cachorro que observa atento y adorablemente.
—Ayer, hice parecer que la única razón por la que te invitan a eventos como ese es por tu estatura. Dije que para gente como yo y como Taerae-ah nos cuesta más por eso. Estaba minimizando lo mucho y lo duro que has trabajado todos estos años, hyung, por llegar donde estás. Eso fue injusto.
—Tranquilo, baby. Jamás lo vi así.
—Entendí lo que dijiste sobre lo que te había costado vestir eso, y es impagable. Te mereces eso y mucho, mucho más, hyung.
—Tú también.
—Apenas estoy empezando.
—¿Necesitas otro abrazo para darte fuerza para el camino, o estás bien?
Matthew sonríe ante esa salida ingeniosa. Y la mirada pícara y cariñosa de Jiwoong acaba de limpiar toda emoción incómoda. Matthew abre los brazos.
—Otro.
Y Jiwoong va por su medalla, sin vacilar ni un momento.
Pero lo libera antes de que Matthew empiece a tensarse y a encorvar su espalda. Es algo que ha aprendido con los días, ese susurro sin palabras que le grita “paremos aquí’. Y prefiere ser él quien se separe hoy antes de que Matthew lo aparte.
Jiwoong se yergue para volver a sentarse descansando su espalda en la cabecera de la cama, mientras acomoda la almohada y extiende el cobertor para que el chico vuelva a acostarse. Lo cubre hasta el pecho, le habla queda y profundamente.
—Descansa. Regresaré a mi cama cuando te hayas dormido.
Matthew se voltea hacia su lado y mueve la almohada hasta reposar sobre el muslo de Jiwoong. Así es incluso más fácil hacer que la mano de su hyung descanse naturalmente sobre su nuca, y que acariciarle sus cabellos sea como una rutina, incluso necesaria. Jiwoong recuerda lo nervioso que había estado en BP ante una situación parecida.
—Hyung, ¿qué era eso que debería saber? No me dijiste tampoco.
—Sí te lo dije. Era algo que yo tampoco sabía.
Si Jiwoong no tuviera la cabeza echada hacia atrás sobre el respaldo, los ojos cerrados, recordando y comparando las emociones de antes y de ahora, vería el rubor tiñendo el rostro sonriente de Matthew.
—Gracias, por apreciar tanto mi metro con setenta.
—No lo menciones más, por favor.
***
Invierno, primavera, verano, otoño y otra vez…invierno
Ha pasado un año y medio.
Año y medio de esa noche en que Jiwoong se dejó conducir bajo el sopor de la bebida y el dolor de la ausencia, y el que terminó haciéndose una promesa como un verso: “Puedo amarte sin ti, ahora mismo.”
Tras esa navidad que se derritió temprano, llena de cozy and warm vibe, Jiwoong creyó que podía simplemente confiar en que, siempre que tuviera a Matthew a su lado la vida seguiría sonriendo también. Dejó de apurarse, de presionarse acerca de sus sentimientos, se dio permiso para flotar en ellos, para no juzgarlos, y para tampoco esperar lo mismo como respuesta.
Pero cuando lo inesperado y lo sórdido se hicieron uno, y su presencia en el grupo se tambaleó por muchas semanas. Jiwoong pensó que la predicción hecha por aquella tarotista en París estaba alcanzándolo inexorable y rápidamente.
Los medios ávidos de amarillismo, las akgaes propias y las antis del grupo disfrazados de fanes internos, la actitud pusilánime de la compañía, se cebaron con su vulnerable existencia. Unas palabras insertadas en una llamada de un fan meeting online, bastó para crear el escándalo en el que nunca imaginó verse envuelto.
Pero, así son los fans, le había dicho a Matthew una vez, es casi imposible saber cuándo un fan se volverá un anti. Que un anti se disfrace de fan para destruir la vida de un idol, es aún más difícil de imaginar para Jiwoong.
Durante los primeros meses alrededor del escándalo, incluso después de demostrar la manipulación del audio con estrictos métodos de análisis técnico, forense y acústico, el salir a la calle, encontrarse en un aeropuerto lleno de fanáticos, incluso hacer un live, llenan a Jiwoong de un sudor frío y la ansiedad carcome su estómago como una hiedra ácida. Matthew sabe, con solo mirarlo, cuando su voluntad está a punto de quebrarse, y como una sombra silenciosa y serena, lo siente a su espalda, a veces a su lado, e incluso lo estrecha por la cintura o los hombros, cuando están fuera de Corea, y del estricto protocolo que establece el orden en el que deben desfilar en la terminal de Incheon. Así le hace saber que está presente, que está más pendiente de Jiwoong de lo que su sonrisa solar y su comportamiento de social butterfly lo hace parecer: “Siempre, hyung.”
A pesar de que se ha vuelto mucho más recatado y discreto, mucho más temeroso de que su imagen maltratada termine por herir al grupo y en especial a Matthew, Jiwoong no puede evitar refugiarse en él. Es su oasis en medio de la tormenta de arena que nubla sus ojos y no le deja ver el final de esa restringida existencia. Se ha sentido por muchos meses como un jugador olvidado en la banca, esperando ser el reemplazo que no llega. Pero al menos, se dice, es un jugador del equipo todavía.
Si lo ha soportado todo, si ha tenido fuerzas para sortear los constantes comentarios hostiles, los aeropuertos abarrotados, la ausencia de presentaciones en solitario, y la indolencia de sus directivos, es porque sabe que, al día siguiente, alguien lo despertará diciéndole, “¡Morning, hyung… wake up!”, y eso hace a este prolongado invierno, cálido en su interior y sostenible a través de cada estación.
Poco a poco el deshielo llega, y más allá de sus conciertos, sus giras y viajes, el engranaje de los eventos de una sola noche, vuelve a su vida.
Pero lo sigue extrañando en ellos.
Y su ausencia duele incluso más que hace un año y medio.
***
Strangers in Paradise.
—Entonces, ¿fashion, art and cute vuelven a ponerse en una misma oración? Felicidades, Maett-ya.
—Ah… gracias, hyung…hmmm.
—Oye, Seok Woohyun, nada de dudas. Es tu momento de brillar. Solo sonríe.
—Hyung, ¿recuerdas cuando fuimos a la tienda de vinyl récords en Busan?, ¿dónde me compraste el reproductor de LP?
—Por supuesto, … ¿por qué?
—Cuando estoy ansioso en una presentación en solitario, sin el grupo, mi mente regresa allí, a esa sala acústica donde escuchamos “Stranger in Paradise”. El recuerdo es como una zona segura que puedo visualizar... Pero hoy, me siento como el título de la canción: un extraño en el paraíso.
—Todos nos sentimos un poco así en esos lugares…perdidos en el país de las maravillas. Por eso…Por eso, a veces, solo a veces, ¿eh? ... te extraño un poco.
—Hyoong… ¿Qué dices? Estás como pez en el agua en los eventos de moda. ¿Quién puede cuestionarte tu lugar?
—Sabes que sí lo han hecho, y que lo seguirán haciendo. Y sabes que me pongo ansioso, también.
—Es cierto.
—Solo piensa en que lo mereces y que lo harás genial, una vez más.
—Ja…Con esa cara es fácil decirlo.
—Oye, deja de flirtear conmigo hoy.
—¡No estoy flirteando! Eres lo que eres, hyung.
—Maettya…No, mejor, Woohyunnie…
—¿Sí?
—Que no te deslumbre el paraíso. Nunca eres un extraño allí. Tú…Tú eres el ángel.
***
IDols Planet
Y resultó que la ansiedad de Matthew no era infundada. Resultó una premonición, una terrible. Y no importa cuánto Jiwoong quiera negarlo. No hay una vez que entre en las redes en las últimas semanas y no encuentre un comentario denigrando la estatura de Matthew y asociándola a no tener el talento para la industria. Ha visto también a sus fans clareando las búsquedas en X, en Tiktok, en Instagram. A pesar de tener tan poco tiempo, ha estado a punto de desenterrar a @seoksun_warrior.
Sin embargo, no es el único que recibe crítica constante. Después del lanzamiento del séptimo disco, casi todos los días, un miembro diferente es vapulado por las redes, sin el más mínimo sentido ni razón. Hanbin ha estado visiblemente desanimado con tanto comentario ofensivo desde la gira por Europa y América. Ni ganar el Gran Slam de los ROTYS en el primer año, ni los tantos premios del segundo, ni las muchas marcas que los eligieron para promoverse, ni los seis discos millonarios, parecen calmar la ola de odio, más bien todo lo contrario.
Los chicos están estresados, inseguros, y apenas consiguen remontar un mal rato para uno, empieza una historia similar con otro. En medio de todos esos vaivenes, siguen ganando premios, vendiendo copias de los discos, haciendo alguna que otra colaboración exitosa, presentaciones esporádicas, y sonando la contadora de WKO. Jiwoong no puede decir que les está yendo mal, pero está convencido de que todos ellos merecen mejor trato dentro y fuera de la agencia. El nuevo lanzamiento en Japón los ocupa y entretiene, desde que la cantidad de contenido ha disminuido considerablemente en la temporada. Jiwoong sabe que un fandom desocupado, sin contenido, puede ser más peligroso que una horda de sasaeng iracundas.
La reunión de hoy les ha devuelto en parte la confianza. A pesar de la reacción de rechazo inicial, a medida que Hanbin explica, Jiwoong los ve entusiasmarse nuevamente. A su lado, Taerae aún mantiene su habitual expresión entre incrédulo y asombrado. Ricky, Gyuvin y Yujin cuchichean entre ellos. Hao escucha inexpresivo las explicaciones de Hanbin, en cambio Matthew se muestra muy entusiasmado para el gusto de Jiwoong. Pero no más que Gunwook, a quien le cuesta dejar de sonreír de oreja a oreja, sonrojándose a cada rato.
—¿IDols Planet? En verdad no quiero ir a otro planeta de MNE llámenlo como lo llamen.
Había dicho decidido Gunwook, hasta que Hanbin dio los detalles.
—Eso suena como Single Inferno, o Cielo para dos, pero sin el cielo.
Hanbin aclara rápidamente a Gyuvin que de ninguna manera se trata de un programa de citas.
—¿Cuántos integrantes?
Hao va directo a las cuestiones prácticas luego de cavilar en silencio y seguir las instrucciones de Hanbin sin interrumpir. El líder responde.
—WKO irá con ocho integrantes. Pero los grupos pueden ser de seis, ocho o diez.
Ahora Taerae reflexiona en voz alta y Jiwoong no puede menos que estar de acuerdo.
—TWS o BONEDO, sea con ILL-IT o con KATSEYE…La propuesta de HYBE será arrolladora.
—¿Y por qué no con NJns? ¿No aceptaron los grupos del 2022?
—No, Ricky. Aceptaron solo a los grupos que eran proyectos como Kep1er y Triple S, y pasaron a ser permanentes en el 2024. Y las agencias que solo tienen o una banda femenina o una masculina, pueden aliarse para participar.
Hanbin espera que Gyuvin termine la explicación al chico a su lado, pero eso no hace que las caras escépticas de la mayoría mejoren. El líder no quiere que decaiga el ánimo.
—Hey, somos, ZBWON. Es una oportunidad excelente. Nos dará aún más visibilidad.
Yujin alza las manos con los pulgares en alto, y rápidamente Ricky, Gunwook y Matthew se sintonizan con su entusiasmo. Gunwookie añade.
—Y creo que con KEP1ER no tenemos por qué ser segundos de nadie.
Todos asienten. Incluso Jiwoong, que contiene la sonrisa pellizcando suavemente sus labios entre el índice y el dedo del medio. No, no le parece que vaya a disfrutar tanto de esta aventura, pero jamás se negaría a una posibilidad de hacer al grupo, o a parte del grupo, más exitoso y conocido. A su lado, Hao continúa pensativo. De una simple ojeada Jiwoong percibe que líder vocal y el centro no están tan convencidos. Él no es el único. Jiwoong toma la palabra, clarificar su mente puede que también ayude a los otros.
—Entonces, cada agencia participante puede inscribir a IDols Planet un grupo mixto de la quinta generación. Para crearlos, el programa tiene una fase donde las agencias hacen convivir a su banda de chicos y su banda de chicas en una suerte de ¿1 Nigth 2 Days?
—No, es Cielo para Dos, pero sin el cielo…ya lo dije.
—Espera, Gyuvinnie, déjame terminar. Luego, esta fase de convivencia, y supervivencia, es para mostrar afinidad y compatibilidad para crear un grupo mixto, ¿a partes iguales?
—Correcto. Seríamos cuatro de nosotros y cuatro chicas de Kep1er. Y la agencia tendrá la libertad de escoger su escenario en esta fase de supervivencia, pero el tipo de misiones es común a todos los escenarios y futuros grupos. WKO está planeando usar el Museo Nacional en el Jirisan…
—¿Y quienes deciden?
—Una parte será la valoración interna de los miembros de ambos grupos. La otra, por votos del público.
Las expresiones de fastidio, los chasquidos de lengua, la mano en la frente de Hao, y Gyuvin rememorando traumas.
—Oh no…Pensé que nos habíamos librado de esto. ¡Ahora tenemos que volver a competir entre nosotros!
—No lo vean así. Sería como otro campamento de verano. —Gunwook insiste en verle el lado positivo.
Jiwoong intenta mantener el hilo de su razonamiento.
—Okay, pero ya sabemos que la producción hará sus decisiones. Para evitarnos un poco de sufrimiento, Hanbin-ah… ¿Se sabe que concepto quiere llevar WKO?
—Jiwoong hyung tiene razón, si quieren algo sexy, pues ya sabemos que irán por Haobin y Minaz. Ahora, si están buscando algo cute y fresco, irán con Bbangiz, Yujin y Hao…Si es algo fancy, pues…
—Okay, Gyuvinnie…no te adelantes tanto.
Gunwook lo interrumpe, porque a ese paso Gyuvin no le va a dar oportunidad ni de poner un pie en el set de grabaciones.
—Exacto, nunca se sabe cómo va a reaccionar el público, y tampoco qué opinión se formarán las chicas de nosotros. Su voto cuenta.
Matthew ha intervenido con el ánimo de apoyar a Gunwook, aunque Jiwoong no cree que sepa la causa de su preocupación. Taerae mira a Matthew con una mezcla de ironía y admiración.
—Matthew no tiene mucho de qué preocuparse. Todos los idols que conoce lo quieren adoptar.
Jiwoong duda si lo está fastidiando o es Taerae quien expresa su fastidio con lo que dice. De cualquier modo, a él, a Jiwoong, no le ha causado ninguna gracia. El grupo sí ríe, y Matthew se descarga un poco sobre el hombro de Taerae.
—La oportunidad de salir de mí…Después no digas que me extrañas, Taerae- ah.
El chico lo mira de reojo, fingiendo aburrimiento. Matthew, juguetón le pellizca suavemente una oreja, y Taerae le sacude la mano de prisa, pero esta vez la atrapa y sostiene dentro de la suya.
—¿Quién yo? Voy a votar por ti para que te lleven con esa subunidad por lo menos seis meses de gira.
—Pero ¿qué te he hecho yooo?
Y como cada cosa que Matthew dice con ese tono inocente, pateando ligeramente el suelo y sacudiendo su cuerpo mientras actúa todo lindo, arranca sonoras carcajadas en el grupo. Ricky mira de reojo a Jiwoong y éste sabe que su risa guarda también un poco de burla. Está acostumbrado desde la final de BP a que Ricky, siempre sutilmente presente y captando todos los matices emocionales del ambiente, disfrute y remarque sus celos. De todo el grupo, Jiwoong siente que Ricky es la persona más consciente de sus sentimientos hacia Matthew. O al menos, la persona que más los valida. Por ello, su risa se hace más liviana cuando escucha a Ricky decirle, por encima del jolgorio.
—¡Jiwoong hyung, vamos a tener que esforzarnos para no quedarnos fuera de ese grupo!
Su vista se cruza con la de Matthew, y donde espera ver una chispa pícara haya una tierna y acariciadora añoranza. Un destello de alegría, ansiedad y anhelo que hacía rato no veía en sus ojos, desde aquella noche de abril, en la que él fue llamado primero.
***
En las faldas del Jirisan, bajo un alcanforero
Su teléfono está apenas en 8% de batería.
—Grabemos con el tuyo, hyung.
—¿Grabar qué?
—Hagamos un vblog. Contemos cómo nos perdimos y hablemos, simplemente, de lo que quieras.
—Siempre estás creando contenido.
—¿Qué podemos hacer? Si la compañía no lo crea por nosotros. A veces…los crea contra nosotros.
Jiwoong sonríe mientras enciende la cámara de su móvil. Si esto consigue distraer a Matthew de las desagradables interacciones que han aparecido en las redes en los últimos días, lo hará con gusto.
Antes de explicar que están preparando el primer programa de la fase inicial de IDols Planet, y que mañana deben encontrarse con las chicas de Kep1er, Jiwoong los presenta a ambos, como el dongsaeng que primero se duerme, y él como el último hyung que lo hace. Matthew ríe cantarinamente, y sacude su cabello húmedo que lleva por estos días un tono rosa pétalo y ya casi le roza el hombro.
—Z’roses, hoy Maettyu y yo nos hemos extraviado del grupo.
—No fue intencional, ¿eh?
—No, ahh…No lo fue. Es que tuvimos que parar porque a Matthew le entró arena en el calzado, y mientras lo sacudía, se escapó de su mano…
—Y voló cuesta abajo… ¡pfiuuu!
—En lo que bajamos a buscarlo, pues no separamos algo del grupo. Ttyu se arañó el tobillo con unas piedras.
Matthew alza el borde de su pantalón de lona, mostrando la ancha bandita cubriendo su tobillo izquierdo.
—Jiwoonie hyung me atendió enseguida. No se preocupen. No creo que sea nada serio, pero…
—Ahí comenzó esta lluvia a plomo que no para.
—Y nos guarecimos bajo este viejo árbol.
—Es un alcanfor…sí, creo que es un alcanforero. ¿Qué creen ustedes?
Jiwoong toma una hoja y la frota entre sus dedos antes de llevarla a la nariz. Asiente, y luego le da a oler a Matthew. Es un alcanforero.
—Wooow… ¿cómo el de Mi vecino Totoro?
—Hmmm…Pero es bastante raro, los árboles de alcanfor no abundan en Corea como lo hacen en Japón o China.
—Pero este es gigantesco.
—¿Sabes? Los alcanforeros tienen el poder de conectarte con un plano espiritual superior, se dice que inclusive con otras vidas.
Matthew lo mira con incredulidad. Cree que está fabulando alguna historia solo por hacer interesante el vblog. Jiwoong cree que tampoco es un tema como para hablar en un live. A los fans, ¿por qué tendría que interesarle su sentido espiritual del mundo? Matthew de inmediato lo vuelve práctico y terrenal.
—Pues, aquí no nos mojamos. Esperemos que tampoco caigan rayos.
—No. No van a caer aquí.
—No se preocupen por nosotros. Tenemos comida en la mochila, como estas barras de proteína, y también tenemos agua suficiente.
—Con toda la que está cayendo del cielo, de sed no vamos a morir.
Las carcajadas de Matthew lo hacen sonreír también. Entreverada en su entusiasmo, Jiwoong percibe esa veta ansiosa en la voz del chico cuando aclara a la cámara.
—Además, apenas amaine la lluvia, seguro nos encontramos con el staff. No estamos perdidos, solo que la lluvia no nos deja mover.
—Ah… ¿no estamos perdidos?
—Hyung, no les asustes…
—Es una broma. Estamos cerca del campamento. Es solo cuestión de que escampe.
Pero Jiwoong prefiere que no escampe nunca. Allí bajo el árbol gigante, estar con Matthew, lejos de cualquier cámara, de cualquier mirada familiar o extraña, como en una isla desierta, y aislado por una barrera de agua que pareciera sólida de tan intensa, se siente acogedor y cálido en su pecho. Sin embargo, el momento parece perfecto para sacar una vieja y casi olvidada espina.
—Lamentablemente para Matthew, no se perdió con Hanbinie…se hubiera cumplido su deseo de ir solos a una isla desierta esta vez, ¿verdad?
Matthew lo mira, con esa cara de quien lee rápidamente sus emociones, que se burlará suave y sutilmente de sus celos, pero dejándole saber que entendió todo, que no lo está solo asimilando, sino saboreando. Porque es demasiado inteligente para ser inocente.
—Está bien que seas tú, hyung.
—Ooh…Es bueno saberlo, porque no hay muchas opciones ahora mismo.
Risas. Nerviosas, agudas, demasiado sincronizadas. Matthew niega, sonriente.
—No se trata de cumplir ese deseo. En realidad, no estamos en una isla desierta, solo…un poco aislados.
—Ah, es verdad. Por eso está bien que sea yo.
—No, hyung…Es porque hoy voy a ser yo quien cuide de ti. ¿Qué les parece, Z’roses? Ya que no estamos en un lugar… ¿de la civilización? Jiwoonie hyung y yo vamos a cambiar roles hoy. Así que yo voy a ser el hyung y tú vas a ser mi dongsaeng.
Jiwoong se ríe a carcajadas. Siempre se sale con su propia historia. Matthew las inventa en el aire, es por eso por lo que nunca se aburre con él.
—¿Y cómo se supone que me cuides?
Matthew piensa un instante, con labios apretados y ojos perspicaces, mirando al cielo. Y luego clava la mirada en él, tierna, pícara, entornando los párpados para hacerlo aún más encantador. Jiwoong tiene que recordarse que están grabando para que su mano no vacile.
—Uno, te alimentaré. Recuerden, yo soy quien tiene las barras de proteína, Z’roses.
—Pero igual las compartes siendo mi dongsaeng. ¿Por qué tienes que ser el hyung para eso?
—Porque te las daré con actitud de hermano mayor. Como tú me tratas a mí.
—Oh…Maettyu hyung va a imitarme. Okay. Debo suponer que lo he hecho bien, Z’roses, o tendré de mi propia medicina hoy.
—Lo haces bien. Cocinas para todos, y siempre guardas la mejor parte para Gyuvin, Yujin y para mí.
—Trato de ser justo. Pero, que le voy a hacer… todos tenemos debilidades.
—Z’roses, este dongsaeng acaba de confesar que soy una de sus debilidades.
—Como si no lo supieran.
Matthew ríe, pero ahora hay timidez en su risa. Jiwoong ha visto muchas veces cómo oscila entre la espontaneidad y la contención, que Matthew coquetea y se retira cuando siente que está involucrando demasiado, cuando los sentimientos amenazan.
Lo ha aprendido con los meses. No se trata de inconsistencia, es solo su manera de ser. Esa manera de ser que enloquece a Jiwoong, que lo somete sin ahogarlo, que lo libera sin perderlo de vista, y lo mantiene a su merced, sin querer escapar de una jaula con la puerta abierta de par en par.
—La segunda tarea, es que leeré para mi dongsaeng. Porque a veces…
Matthew duda en decirlo, lo mira un instante como preguntándole, ¿debo? Jiwoong solo abre más los ojos, expectante.
—Se desvela un poco y creo que, si leo para él en clave ASMR, su sueño no podrá resistirse.
Ni él podría. Sí, ha leído algún que otro poema para él, pero Matthew está tan concentrado en el contenido que es incapaz de dejarse tocar por la emoción que late en cada palabra que dice. O tal vez sí, pero se lo reserva muy bien. En cambio, Matthew susurrando para él…
—¿Quieres hacer que me duerma o que me desmaye?
Al final editarán lo que sea muy picante. Otra vez esa risa cantarina, el cabeceo, los ojos reducidos a dos lunitas nuevas. Tiene que reír él también. Le es inevitable.
—Vamos a creer que lo dice porque soy bueno, Z’roses, no porque mi ASMR sea demasiado chocante.
—Oh, baby Maettyu hyung es muy bueno haciendo ASMR, todos te han oído.
Cada vez que dice ‘hyung’ las mejillas de Matthew se tornan más rosadas, como si en lugar de esa lluvia fresca, estuviera sufriendo un sol cayendo a plomo o una helada que quemara sus cachetes.
—¿Baby Matthew?
—Todos tus dongsaeng te dicen baby… ¿tengo permiso también o no?
Esa sonrisa contenida, el saber que ha sido atrapado un poco en su propio juego, Jiwoong lo está disfrutando mucho.
—Okay. Lo tercero que haré es aconsejarte sobre algo que me preguntes. Porque Jiwoonie da buenos consejos, pero solo si se lo pides. Y así es como debe ser, ¿ok?
—Hmmm...eso es interesante. ¿Qué consejo debería pedirle a este baby hyung?
Jiwoong adopta su clásica pose de Pensador de Rodin, acariciando sus labios con esa expresión distraída y sensual. Matthew se encima sobre su teléfono para acercar su rostro a la cámara.
—Jiwoonie pensando es una vista tan atractiva y sexy, Z’roses ¿cierto?
Coqueteo, retirada, coqueteo… ¿Algún día se acostumbrarán tanto que pasarán la línea? O, tal vez, se vuelva tan usual que terminen no pasándola nunca. Jiwoong piensa, sin perder su sonrisa, que es difícil decidir cuál de esos dos extremos le causa más angustia ahora.
—Puedo ¿preguntar lo que quiera, entonces?
—Después de comer.
Matthew hurga en su mochila y empieza a extraer barras de proteína de chocolate, bolsas de chips y cajas de jugo concentrado. Explica diligentemente a la cámara sus contenidos, hasta que un relámpago los alumbra, sobresaltándolos. El estrépito del trueno los hace encimarse uno sobre el otro, instintivamente.
—Uff, eso sonó fuerte.
Jiwoong otea a su alrededor, el olor a ozono es perceptible en el aire. No tienen conexión. Están en zona de silencio, pero saben que deben mantener los móviles activos.
—¿Está acercándose la tormenta?
Matthew se nota algo desalentado, o asustado. Verlo asustado no es nada común. El mismo decide terminar la grabación.
—Ah…Z’roses, creo que nuestro episodio tendrá que continuar cuando estemos en la cabaña.
Y Jiwoong lo prefiere. En realidad, lo desea con toda su alma, por no seguir perdiendo esta oportunidad de estar juntos, de volver a tomarse de las manos con el pretexto de darse ánimos, o de abrazarse porque la lluvia es fría, empieza a calar los huesos y justifica compartir la misma manta térmica. De ser ellos dos solos en un rinconcito del mundo, en ese retazo improvisado de cielo.
—Oh, Ttyu hyung…queda apenas 20 % de carga. Necesitamos ahorrarla, así que nos despedimos por hoy. Prometemos contarle apenas lleguemos al campamento.
—La segunda parte de nuestra aventura en el Jirisan Mountain National Park.
Se despiden de la posible futura audiencia. Con sus sienes juntas, con sus sonrisas y sus guiños de siempre, con sus frases llenas de amor que luego las redes interpretarán como coqueteos entre ellos.
Pero lo cierto es que los coqueteos son cada vez más inusuales, cada vez hay más silencios, miradas que se pierden en el otro cuando el otro no mira, e incluso porque se miran. Y cada vez necesitan hablar menos.
Cuando apagan la cámara, la ausencia de sus voces contra el fondo de la lluvia es todo lo que tienen por un rato. Jiwoong no quiere llenarlo con palabras: el sonido de la respiración de Matthew cerca de su oreja es lo que necesita oír. Recuesta su cabeza en el tronco rugoso y gris del árbol centenario para capturar con todos sus sentidos esa escena que, intuye, será una de las favoritas de toda su vida. Solos, él y Matthew, en silencio, rodeados de árboles y lluvia…y relámpagos.
Matthew se encoge más a su costado cuando el sitio se ilumina como un flash gigantesco y todo retumba alrededor. Jiwoong intenta parecer calmado para él, pero también detesta los ruidos fuertes.
—Todavía están lejos.
—No caerán aquí, ¿o sí?
—¿Te asustan los truenos?
—Un poco, ¿a ti no?
—Hmmm…un poco.
Y otra vez silencio.
—¿Sigues siendo mi hyung?
Matthew sonríe ampliamente y asiente. Esta vez ha apretado el dorso de su mano contra la mejilla. Jiwoong no puede evitar sentirse sobreprotector ante esa cara.
—Lo prometiste…Tienes que cuidarme, así que no puedes atemorizarte por esos truenos.
El chico asiente, gravemente, mientras abre la envoltura de la barra y le extiende la tableta cubierta de chocolate. Jiwoong sonriendo muerde el borde de la golosina, sin tomarla en sus manos, mirándole fijo. Coquetear puede ser, a veces, el mejor remedio contra el miedo.
Pero, Matthew se concentra en alimentarlo, evitando esa mirada cazadora y anhelante. Es consciente de que no hay donde huir en ese momento. No hay nadie al que asirse, ni física ni virtualmente. No está Gunwook para abrazarlo, ni Gyuvin para que lo zarandee o apriete sus mejillas, ni Taerae para provocar enojo o simpatía según el humor de su amigo se lo permita, ni Hanbin que esté dispuesto a contestar cualquier pregunta que distraiga su mente… Toda la ansiedad que le produce hace unas semanas estar junto a Jiwoong hyung tiene que manejarla ahora sin ayuda. Necesita mantenerse enfocado, se repite, cuando otro estallido luminoso en el cielo le hace saltar y taparse los oídos.
—Ssshit…!
Jiwoong busca en su mochila mientras comenta.
—Solo bromeaba. Conmigo no tienes que contenerte. Puedes sentir miedo, todo el miedo que quieras, incluso siendo mi hyung por un día.
Jiwoong saca sus auriculares con anulación de ruidos, esos que lleva a casi todos lados para cuando necesita silencio y calma. Como de mutuo acuerdo, sin preguntarle, los coloca sobre la cabeza de Matthew y lo ajusta sobre sus orejas. Sonríe mientras los acomoda despacio, deleitándose con poder tocarle los cabellos que la humedad le ha dado un tono de oro viejo, apartando los largos mechones de su frente. Y seca con el borde externo de su dedo meñique una veladura finísima de sudor en la patilla de Matthew. En ese punto, ninguno de los dos se sostiene la mirada. Matthew guarda sus propios auriculares en la mochila, quiere decirle, pero una fuerza mayor en su interior lo enmudece.
—No podemos oír música, pero al menos amortigua un poco el ruido.
—Gracias, hyu… Jiwoon-ah.
Jiwoong sonríe complacido.
—¿Más cómodo, baby hyung?
Matthew asiente, con cierta condescendencia. Su frente se arruga un poco mientras mira hacia la lluvia espesa que oculta todo a unos cinco metros alrededor.
—¿A qué es a lo que más miedo le tienes, Jiwoonie?
Jiwoong no necesita pensarlo.
—A perder el control de mí mismo y que alguien salga dañado por eso.
Matthew lo mira con sorpresa. Jiwoong es una de las personas más amables y joviales que conoce. Acaso, mantenerse así, ¿es demasiado agotador? Matthew jamás ha sentido la necesidad de esforzarse demasiado para ser él mismo. No sabe ser de otro modo que ser Matthew.
—¿En general o en alguna situación en específico?
Otro rayo, otro estruendo. Han terminado casi uno encima del otro. “En esta situación, por ejemplo”. Pero, Jiwoong todavía puede controlarse.
—Do you want…?
Pero no por mucho más. Su respiración se ha detenido. Cada vez que Matthew deja suspendida una frase que su mente febril completa como una invitación a perder la sensatez, Jiwoong siente que los latidos le corcovean en el pecho hasta doler. Matthew humedece sus labios para concluir en coreano.
—¿que…que yo lea para ti?
Se separan despacio, vuelven a esa distancia donde no respirar el aliento del otro, donde no mirarse a los labios, es todavía algo posible. Jiwoong se siente estúpido: ¿quiere arruinarlo todo con un desliz?
—Ah…ah, ya…la segunda tarea. Pero ¿no sería mejor que lo continuáramos en el campamento? Así podemos grabarlo, creo que las Z’roses querrán verte cumpliendo con tus promesas.
—Ah, sí… it makes sense.
Mucho inglés, piensa Jiwoong, demasiados nervios. Y luego el silencio. Pero este silencio ya no es uno tranquilo…es un silencio ansioso, de privación. Necesita recuperar la paz que había apenas unos minutos atrás, donde solo estar uno para el otro era suficiente para vivir el paraíso en la tierra. Si su ambicioso anhelo estropea este instante perfecto, no se lo perdonaría.
—¿Quieres que lea yo para ti?
Matthew asiente, ¿agradecido, aliviado? Mientras Jiwoong busca un libro en su mochila, y toma de un sorbo de agua de su cantimplora, el más joven saca la manta de nylon que les dieron en el centro de entrenamiento. Sabe que su hyung tiene la propia, pero otra vez, ese impulso interior que lo está sometiendo, le hace desear que acepte compartir la suya. Están solos en medio de una bastedad de árboles y agua, aferrarse el uno al otro le está más permitido que nunca. Cuando ve únicamente el libro de poemas en sus manos, se atreve a tenderle el extremo de la manta para que se cobije bajo ella. Jiwoong le ayuda a acomodarla sobre los hombros de ambos.
—¿Tienes frío? La humedad es demasiada, ¿verdad?
La manta plateada es bastante grande, si tuvieran que dormir a la intemperie podría hacer una pequeña tienda. Sin embargo, sus costados se unen como si estuvieran compartiendo una toalla playera. Matthew no está seguro si el temblor que siente se deber a la lluvia, al temor por los rayos, o al calor de la piel que traspasa el pulóver negro de su hyung, y hasta su propia vaporosa camiseta de mangas largas. Jiwoonnie hyung emite ese calor siempre, con cada parte de su cuerpo. Su temperatura corporal es acogedora. Y en momentos como ese dan ganas de acurrucarse contra él, hacerse un ovillo y dejar que su calor inunde hasta sus pensamientos, los disuelva o los vaporice.
Pero, desde hace un tiempo Matthew no puede. La forma en que abraza a Hanbin, a Gunwook, a Gyuvin, incluso a Hao, por alguna razón, no puede ya permitírselo con Jiwoong.
Con Jiwoong, de quien siempre tiene una mano sobre su hombro, o quien siempre tiene una suya sobre la cintura. De quien no puede separarse, pero al que no se permite unirse lo suficiente. Cuando se abrazan siempre es Jiwoong quien lo inicia, y él es quien lo termina. Justo cuando llega a ese punto en que siente que se puede perder en ese abrazo, que puede parar de pensar y las emociones pueden embriagarlo destruyendo su noción del tiempo y el espacio.
¿A eso se refería Jiwoonie con ‘perder el control’? ¿Qué pasaría si es él quien lo pierde?
Matthew aspira con fuerza, un suspiro ansioso que no logra llenar su abdomen, pero sí su olfato con el sutil aroma del alcanforero. Y esto lo calma lo suficiente para permitirse descansar su mano sobre el muslo de Jiwoong. Los truenos suenan más lejanos, aunque la lluvia es igual de copiosa.
Jiwoong desliza su mano bajo la palma abierta de Matthew, le oprime los dedos suavemente, mientras su pulgar acaricia reconfortante el otro pulgar cálido y fuerte.
—¿Más tranquilo?
Anhelaba tanto hacer esto y que Matthew lo acepte, que también cierre su mano, que incline la cabeza hacia él y asienta, balanceando levemente su cuerpo, sin poder dejar de pegarse a su calor magnético. Su voz, que sabe usar tan bien como el actor que es, siente que Matthew la hace brotar aún más profunda y templada de su garganta mientras lee. Y cuando la cabeza del chico se relaja completamente sobre su hombro, percibe el clímax de su momento perfecto. Jiwoong hunde más su hombro bajo el cuello de Matthew, para que la frente descanse mejor sobre su pecho.
¿Se ha dormido? ¿O solo está distraído? Jiwoong se inclina buscando los ojos de su dongsaeng.
—¿Baby…hyun…?
Un leve silbido escapa de los labios entreabiertos y relajados de Matthew. Y Jiwoong aprieta los suyos para no reírse. Qué talento especial éste de dormirse en cualquier circunstancia, apenas su cuerpo logra acomodarse lo suficiente. Jiwoong cierra el libro y lo deja a su lado en la yerba. Le retira muy despacio los auriculares para que no presionen sobre las orejas del chico, ni sobre el hueso de su propio hombro. Aunque soportaría posiciones aún más difíciles por él, porque Matthew anestesia cualquier molestia en su cuerpo y en su vida.
Vuelve a recostarse al árbol, mientras cuida que Matthew siga descansando cómodamente sobre su hombro, la cabeza dorada contra el cuello de Jiwoong, el brazo del chico y todo su cuerpo presionándole los músculos pectorales, la mano desmayada dentro de la suya, sobre su muslo. ¿Debería tomar una foto? ¿Un pequeño video para bromear con él más tarde? ¿Podrían usarlo en el contenido de vblog? Jiwoong siente pereza hasta para alzar el teléfono. Lo emborracha de deleite el solo tener a Matthew en sus brazos, durmiendo, ¿tal vez, soñando?
Soñando. Con la niebla que lo envuelve. Buscando desesperadamente un lugar a donde huir, más allá del agua…Sus pies chapotean pesadamente, intentando salir del humedal cuando la visibilidad apenas alcanza un metro. “¿Hyung?” (Es su voz…pero) ¿Dónde estás? (“¿a qué hyung llama?”). Se siente frío y solitario. Debajo de sus pies empieza a emerger un camino empinado al que logra subir rasgando la niebla con sus manos. Los pies lo han llevado frente a un templo sintoísta al borde del camino. En lugar de un pequeño Jizo, hay un hombre joven esbelto sobre un pedestal de piedra. ¿Un Buda? ¿por qué parece más una estatua griega? Sentado con sus piernas cruzadas, lleva un largo kimono morado abierto sobre el pecho de musculosa simetría y una cinta tejida de plata cubre sus ojos. Una lágrima de cristal, como un carámbano verde mar, refulge en su mejilla.
Jiwoong observa de soslayo la postura relajada de Matthew. ¿Sueña, o solo es un dormir profundo, sin historia? Finalmente se decide a tomar el teléfono y grabarlo. Susurra muy suavemente a la cámara.
—Este es mi hyung por un día…se quedó dormido mientras leíamos poesía. No es que sea insensible. Pero baby Mettyu es como el Sol: se va a dormir cuando llega la noche, y también cuando las nubes lloran.
Jiwoong sigue grabando, pero sus palabras ya son más una reflexión en voz alta.
—En verdad, ¿hay algo más adorable que esto?
Puede observar el tierno rostro del chico en la pantalla, contrayéndose casi imperceptiblemente.
Entre brumas, Matthew recuerda vagamente: “¿Es esto un poema? ¿Por qué pareces un recuerdo triste?” Sus vísceras cantan que es alguien que ha perdido y tiene que recuperar. El dorso de su mano se desliza por el rostro perfecto e inmóvil; su índice sigue el trayecto de esa gema fría sobre la tersa mejilla. Intuye que solo cuando la lágrima en el Jizo humano se derrita, regresará a él. Necesita descorrer el tejido de hilos de plata, descubrir sus ojos. “¿Quién eres?” “¿Por qué te he olvidado?” La cinta cae a sus pies, los ojos se abren. Hay tanto amor en la mirada que sus rodillas se ablandan, su corazón se dispara en ráfagas y todo él retumba de deseo. “Es un sueño”, se recuerda a sí mismo, pero no puede dejar de acariciar el rostro inerte con la lágrima labrada. El impulso irresistible de tocar sus perfectos labios...
Jiwoong detiene el video; lo sigue observando a través de la cámara invertida, sin moverse, cuidando ser cuna, nido, regazo para el cuerpo dormido. ¿Una selca que no publicarán nunca? Jiwoong se incorpora ligeramente para cambiar de video a foto, cuando Matthew levanta su rostro, traspasándolo con esa expresión etérea, vulnerable y decidida a la vez, perdida en los límites sinuosos de la realidad.
—…eres…tú. —susurra su voz entornada.
Sin darle tiempo para comprender la mirada que atrapa sus ojos sin realmente mirarlo, la mano de Matthew se alza hasta la nuca de Jiwoong y lo atrae hacia sí, confundiendo los alientos, hasta cubrir con sus labios jugosos y suaves los entreabiertos y desprevenidos de su hyung. Y el beso es un colibrí libando de una rosa, separando pétalos con ternura y apremio, hundiendo su lengua como un estilete húmedo de sorpresa que desarma y rinde al otro.
Un remolino, un alud, un relámpago en vena de concupiscencia. Con los ojos abiertos e incrédulos donde se agolpan las lágrimas, se deja arrastrar por el deseo que destroza su ya maltrecho dique de cordura, abandonado al desenfreno de un instante que acaba tan de repente como inició. Cuando Matthew se aparta sin mirarlo, sus párpados descendiendo, sus cabellos encubriendo su cara, y otra vez su dorada cabeza sueña sobre el hombro trémulo de Jiwoong.
***
Epílogo 4. El amor según Yujin
Jiwoong abre los ojos, y se sobresalta, incorporándose bruscamente, dejando caer la cobija gris que no había notado sobre él. ¿Cuánto tiempo durmió? Busca anhelante la cama tras la pared transparente. No lo suficiente para despertar de la pesadilla. Matthew sigue en el mismo lugar, inerte.
Se incorpora, masajeando su cuello adolorido. El jacket de Gunwook que le ha servido de almohada cae sobre sus muslos. Jiwoong lo dobla, conmovido, para regresárselo al chico. Pero no es el rapero principal quien está ahora al otro lado del cristal, a poca distancia de la pielera de la cama, vistiendo otra bata azul, con las manos cruzadas y apretadas contra el pecho, murmurando lo que suena como una plegaria sin serlo.
—Mattchu, no vas a dejar el grupo, ¿verdad? Por favor, hyung…Te prometo que te diré hyung, y no me molestaré si me dices aegi. No quiero perder a ninguno de ustedes. Y, Mattyu hyung, si no despiertas pronto, creo que Jiwoong hyung se va a enfermar también.
—¿Yujin-ah?
—Hyung, ¡pero ya despertaste!
Jiwoong abre la boca por la sorpresa. ¿Por qué dejaron venir a Yujin al hospital? Su voz ansiosa brota como un regaño.
—Niño, ¿qué haces aquí? ¿Hanbin-ah te envió?
Yujin sale del cubículo de prisa, guardándose en un bolsillo de su pantalón la servilleta húmeda que aprieta en su mano. Jiwoong advierte el uniforme escolar bajo la bata. Su corazón se reblandece y un montón de emociones, nuevas y antiguas, se mezclan en sus ojos cuando Yujin se abalanza sobre él para abrazarlo.
—Hyung, te extraño. ¡Los extraño mucho!
Jiwoong palmea la espalda que se estremece en ahogados sollozos. La garganta le arde de contener sus lágrimas. No puede llorar él. Necesita ser quien calme a Yujin. Yujin lo necesita.
—Está bien, Yujin-ah, estoy contento de verte… ¿sí? Maettyah también estará feliz cuando sepa que viniste.
Yujin se aparta mientras seca las lágrimas, usando nuevamente el pañuelo de papel que saca del bolsillo. Jiwoong le sacude con ternura el cabello cobrizo. El nuevo color se ve bien en él, lo hace aún más lindo, pero también lo hace parecer aún más joven.
—Vine directo de la escuela, con eomma. Si llegaba a la base, probablemente me persuadirían, y no me dejarían venir. Le mentí a Gunwook cuando le dije que me habían enviado y que podía regresar a descansar.
—¿Qué? Yujin-ah, ¿por qué…?
—Necesitaba…necesitaba verlo con mis propios ojos.
Jiwoong observa los labios apretados y la expresión desvalida en esas grandes pupilas de Yujin, esperando que le diga, una vez más, que la noche pasará pronto, que no se quedará solo en la oscuridad. Entonces asiente, disolviendo cualquier reproche que en algún momento pensó decir, y pasa su brazo sobre el hombro del menor, mientras le hace un espacio en el estrecho sofá gris.
— Yujin-ah, apenas Gunwookie llegue a la base sabrán que mentiste...
— Lo sé…
—No puedo apañarte con Hanbinnie… ni siquiera estoy en condiciones de pedir por nadie.
—Lo sé… No me cubras. Asumiré las consecuencias.
Jiwoong contrae sus labios en un lejano esbozo de sonrisa. Yujin parece haber crecido de golpe, como si en lugar de un examen de matemáticas hubiera estado fuera para un examen de discernimiento moral. Lo ve aspirar con fuerza el aire y regresar su mirada al cuerpo inconsciente tras la mampara de vidrio. Cuando empieza a decir en voz alta esa reflexión que debió llevar en su mente hace rato, y ahora verbaliza como de la nada, Jiwoong no se sorprende. Así es Yujin, profundo y un poco imprevisto.
—Mattchu nunca olvida los detalles. Solo dije una vez que me gustaba pescar, y lo recordó apenas visitamos el mar por primera vez juntos. Sabe qué tipo de pasta de dientes uso, qué marca de chips prefiero, y a qué hora son mis exámenes para desearme suerte con un texto cada vez que tengo uno.
Jiwoong asiente, coincidiendo. Y recordando que basta que una sola vez un chico exprese una necesidad o un deseo, para que Matthew lo tenga presente, incluso si hasta la misma persona ha olvidado que lo dijo o, incluso, que Matthew estaba allí cuando lo hizo. Es porque escucha con todo su ser, con una atención que puede hacer incluso sanarte un mal día.
— Es el mejor cuando se trata de escuchar. —Yujin parece leer sus pensamientos cuando lo mira con los ojos nublados de consternación. —¿Cómo es que ahora, que todos le pedimos que regrese… no nos escucha?
—Está en coma, Yujin-ah. No puede oírnos. O tal vez sí nos oye, pero no puede despertar… No es que no quiera…
Jiwoong detiene su explicación. Poner en palabras el estado de Matthew, darle un sentido, lo lleva irremediablemente a pensar en él por qué. Y ese por qué atenaza su garganta, le abrasa el pecho. La mano de Yujin sobre su hombro, sus palabras otra vez como escuchando su impronunciado dolor, lo estremecen.
—Hyung, lo oí ayer mientras hablaban en el comedor Taerae hyung y Gyuvinnie. La razón por la que Mattchu perdió el conocimiento…
Yujin duda, sus labios tiemblan por un instante, porque le duele solo de pensarlo. Su hyung, su hyung nunca haría algo tan bajo, y sin embargo…
—No es tu culpa, ¿verdad? Hyung, tú no hiciste eso, ¿verdad? Yo sé que tú nunca harías algo para dañar a nadie… ¿Cómo ibas a hacer algo contra Mattchu?
—Yujin-ah, hay cosas que pueden parecer muy diferentes a lo que son. Y hay veces que las buenas intenciones tampoco llevan a buenos resultados.
—No lo hiciste, hyung. No lo hiciste. Dime que no lo hiciste. ¡Por favor, necesito oírlo de ti!
—Los seres humanos tenemos… un instinto de supervivencia que a veces nos traiciona, Jin-ah. Hasta nos hace desleales a nosotros mismos.
Una lágrima espesa vuelve a rodar por la cara del maknae. Jiwoong la escurre con su pulgar.
—Y a veces, nuestro pasado nos persigue, nos asecha, y salta sobre nosotros cuando menos lo esperamos. Eres muy joven para entender esto. Tu pasado es cristalino como un diamante. Yo, en cambio…
—¿Por qué te sigues torturando, hyung?
—¿Eh?
—Crecí a tu lado durante BP, y he seguido creciendo contigo en ZBOne. Eres mi hyung, mi compañero, y aunque parezca que ignoro tus consejos, también mi maestro. No soy tan joven para no entender.
La seriedad de Yujin, su mirada de alma vieja, y esa ligera ironía en la leve sonrisa que en lugar de aligerar hace su expresión más inquisitiva.
—¿Te estás dejando ganar otra vez? ¿Es por lo que lo haces? ¿Lo que crees que le debes a Mattchu?
Jiwoong traga en seco. ¿Tiene razón Yujin? ¿Ha estado cargando con una culpa, inconscientemente, por todo este tiempo? ¿Es por eso por lo que está dejando correr en las redes esa versión distorsionada de lo que pasó? ¿Quiere ser castigado?, ¿por qué cree que merece ser castigado?
—Jin-ah… Maettyu ha enfermado debido a mis acciones. Si lo hice intencionalmente, si no es como lo están contando, si en realidad ese audio está alterado y no expresa mis verdaderos pensamientos… eso no quita que él esté ahí, inconsciente, y que el grupo se está desmoronando, y que tú estás perdiendo la confianza en mí ahora mismo. ¿Cómo podría, dime, defenderme después de todo?
—Hyung, la intención importa. ¡Estamos sufriendo porque los queremos, a ti y a Mattchu! No es porque no confiamos en ti y en él. No es porque creemos en esa versión de los hechos.
Jiwoong alza las cejas mientras baja la mirada, suspira y se esfuerza porque sus ojos aguados no se desborden.
—Quiero oírlo de ti, porque sé que eres tú quién no lo cree. Porque eres demasiado bueno, Jiwoong hyung… y porque sé que, no importa el tiempo pasado, te sigues culpando por lo que nos ocurrió en Say My Name.
Jiwoong sonríe fugazmente, sacudiendo sus oscuros cabellos. Ah, Han Yujin es tan perceptivo. Él había logrado olvidar ese episodio triste, pero ¿cómo no revivirlo en estos días cuando las redes replican su voz aceptando que tuvo un plan para sacar a Matthew de BP, cuando ha convertido a Ppusamz en una sucia estratagema de su parte? Ha aportado la prueba concluyente para esa siniestra campaña difamando la amistad entre los miembros del grupo.
Jiwoong prefiere, sin embargo, que Yujin crea que su apego a Matthew se debe más a su conciencia herida que a su corazón traspasado de amor. Cree que lo mantendrá por más tiempo en la inocencia de la vida. “No crezcas tan rápido, Yujin-ah”, piensa, mientras le oprime la muñeca con cariño. Yujin cubre con su mano derecha los fríos dedos de su hyung, y la voz le brota llena de certeza.
—Estoy seguro de que Mattyu no te culpa. Que nunca lo hizo, ni lo hará cuando regrese de ese coma tonto.
—Aceptaría que me culpara ahora mismo hasta por respirar con tal de que despierte, Jin-ah.
—Despertará. Porque Mattchu te escucha a ti, más que a ninguno. Incluso cuando no le hablas, sé que te escucha. Todos le importamos. Pero, tú, hyung…Tú le importas mucho más de lo que crees que debes permitirte.
Jiwoong piensa que los roles entre él y el maknae se han cambiado totalmente hoy. Asiente, más por reconocer la seriedad con la que Yujin se ha tomado el consolarlo, que por aceptar el consuelo al que todavía se resiste.
—Te prometo que no me culparé más por eso…si en algún momento lo he hecho.
—Ni por lo que sientes por él.
Yujin es un alma vieja, a veces lo olvida. Sus ojos castaños destellan con feroz e intuitiva sabiduría.
— Y es por eso por lo que no importa a quién manden a sustituirte, volveremos a la base diciendo que no pudimos convencerte. Sin ni siquiera intentarlo.
Continuará…
Notes:
Desde los días previos al debut hasta a poco más de seis meses de la finalización del contrato con WKO, el capítulo contiene una gran elipsis que conecta finalmente con los días previos a los acontecimientos narrados en los epílogos. Por ser un capitulo puente que transita muchos eventos, he decido colocar títulos secundarios a las distintas partes.
Muchas gracias por leer.
Chapter 5: ‘Now That’s Love’…Let’s Kill It!
Summary:
Jiwoong es presionado a poner una pausa en su carrera, pero luego del suceso del Jirisan, no consigue alinear su razón y sus sentimientos. Cuando apenas comprende que la conexión entre los dos ha quemado demasiado hidrógeno, la reacción de Matthew despedaza sus planes y su corazón.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Capítulo 5
'Now That's Love'… Let's Kill It!
[Ahora esto es amor… ¡Matémoslo!]
—¡Siempre son ustedes dos!
El grito del director de Relaciones Públicas retumba en la habitación sobrecogiendo a Hanbin y a Matthew, demasiado nerviosos desde que el mánager Yoo y el director los llamaron a los tres a la oficina, en el puesto de mando de grabación. Jiwoong no se inmuta. Le han gritado mucho más alto en su vida, lo han dejado sin comer, le han regañado con palabras tan soeces que escandalizarían a un presidiario, lo han manoseado en público como si fuera un juguete antiestrés. Las vejaciones de quienes debieron velar por él como aprendiz y artista siguen siendo espinas en su corazón, pero ha sabido agarrarse de esas espinas, apoyarse en ellas y sostenerse.
—¿Creen que esto es una broma? ¿Saben ahora mismo con lo que estamos lidiando? ¡¿Por qué siempre hay que estar pendiente de la que arman ustedes cuando menos conviene a la compañía?!
Matthew y Hanbin mantiene la vista baja; Jiwoong sostiene la suya al frente, perdida en la distancia. No mira al director, pero no bajará la cabeza ante lo que considera una injusticia.
—Perdidos dos miembros de ZBO por más de cinco horas…imaginen la cosecha de la prensa, Dispatch, los artículos en Naver, los anti… ¡¿En qué carajo estaban pensando?!
—La lluvia es irracional, director Kang.
—¿Qué dijiste?
Hanbin abre los ojos llamativamente y sacude levemente la cabeza para que Jiwoong desista de contestar. Matthew tiene lágrimas en los ojos. Jiwoong lo sabe sin siquiera mirarlo, lo siente, aunque lo separen dos metros, y el mismo Hanbin entre ellos: distancia social aceptada para relaciones públicas.
—Que empezó a llover repentinamente. Tan fuerte que ni siquiera se veía el camino. Pensamos que no era posible regresar bajo ese diluvio. Se demoró casi cuatro horas en amainar.
El mánager Yoo, el mismo que debió bajar con ellos, pero prefirió continuar, el que probablemente se percató que faltaban, tal vez, cuando llegó al campamento, es quién le recrimina ahora.
—Y ¿por qué en primer lugar se separaron del grupo? ¿Acaso están de vacaciones por su cuenta?
—Se me cayó el zapato por la pendiente. Fui a sacar las piedras que habían entrado y se me resbaló…
—Se te cayó, ¿de verdad?
Matthew asiente, con firmeza, sin prestar atención a la ironía en la voz del manager Yoo quien mira indistintamente a Matthew y a Jiwoong, con una risa asimétrica y burlona, seguida de una expiración de fastidio. Pero es la voz del director, quien remata desde el escritorio.
—Pues, hubieras seguido sin el zapato, Míster Seok. No puedes aguantar unas piedrecitas, pero sí puedes aguantar un escándalo, ¿no?
“Míster Seok”, así siempre le dice a Matthew el director Kang, pero no hay respeto, ni distancia en su intención; siempre es ese tono burlón, minimizante. ¿Por qué tenían que ser ellos de entre todos los directores y manager los que estuvieran hoy allí? Jiwoong toma aire profundamente, espera que la oscuridad que se acumula en su pecho se disuelva con ese oxígeno.
—Lo siento, señor Kang.
Matthew no se defenderá, ni siquiera mencionará la herida del pie, el verdadero motivo por el que perdieron de vista al grupo mientras Jiwoong lo atendía. Siempre que le llaman la atención acepta toda la responsabilidad y se inclina. Es como dicen los chicos: los coreanos son más confucionistas que Confucio, y Matthew más que cualquier coreano.
—A usted, Kim Jiwoong ssi, ¿qué se le cayó?
—Un compañero de grupo, señor Kang. Y a diferencia de un zapato, no creo que sea algo prescindible, ni siquiera por un potencial escándalo.
El manager Yoo lo mira con la boca abierta. Incluso Kang eleva las cejas sorprendido, porque Jiwoong ha hablado con claridad, pausadamente, pero su voz se siente contundente, como un mandoble descargado desde un caballo al galope.
Jiwoong no necesita mirar a Matthew para saber del fuego en sus mejillas, y el cuánto debe estar resistiendo para no llevar el dorso de su mano hasta ellas. Hanbin, en cambio, está pálido y a punto de interceder. El director Kang decide no devolver la estocada y levantar la sesión que se prolonga demasiado, cuando hay todavía muchos asuntos que son ahora un mayor potencial de desastre.
—Sung Hanbin ssi, procura que estos dos se mantengan lo más alejados posibles en las grabaciones de hoy. Y que no haya ningún tipo de alusión al incidente por parte de ningún miembro durante el programa, ni en los directos, ni en entrevistas, ni siquiera en conversaciones personales... Esto nunca pasó, ¿quedó claro?
Hanbin asiente, soltando el aire, pesadamente. No tiene sentido discutir con el director Kang. Es tan mecánico como una aspiradora: todo lo resuelve con borrar, desvanecer, omitir… En fin, con negar como primer mecanismo de defensa. Más tarde, intentará retomar el tema con el director Kim.
—Ah, grabaciones, fotos…Espero que tampoco dejen nada al respecto.
Matthew aprieta el celular dentro del bolsillo delantero de su pantalón. Jiwoong percibe el gesto. Sí, su intento del vblog acaba de ser vetado. Como si leyera su mente, el mánager Yoo se adelanta, su mano extendida hacia ellos, agitándola demandante delante de sus caras.
—Bórrenlas aquí mismo. No podemos arriesgarnos a que se filtre nada.
Jiwoong piensa que el mánager Yoo se está pasando de grosero hoy, y solo porque tiene al director Kang a su espalda. Matthew mira a Hanbin y a Jiwoong indistintamente; tiene esa mirada desorientada, como si el idioma, la cultura, la industria toda, le resultara demasiado ajena, un peso descomunal para manejarlo por él mismo. Jiwoong no soporta esa mirada desolada que lo remonta en el tiempo y punza su costado. “No digas nada, Maettyah. Déjanos estar de tu lado esta vez.”
—Mánager Yoo, ¿podría alcanzarme una botella de agua, por favor?
Justo detrás del mánager hay una mesa con varios pomos de agua con el símbolo del grupo sobre una bandeja redonda, que también promueve a ZBO en su borde. Pero, aún no les han brindado ninguna. El manager mira serio a Jiwoong, quien le señala con su mano en la dirección de las bebidas, su expresión es calmada y su sonrisa, cándida. Cambiar completamente el tema de la conversación, el tono y el objeto de atención, ha funcionado. El hombre toma una y se la extiende.
—Muchas gracias.
Mientras recibe la botella, y sin mirarla la abre con una mano, su otra mano saca su móvil plegado de la chaqueta.
—El teléfono de Matthew se quedó sin carga. No lo usamos. Mi teléfono se reservó para comunicarnos con la sede.
Extiende a Matthew la botella abierta. Matthew la toma, sorprendido, inclina levemente la cabeza, y su agradecimiento habla mucho más que del agua.
—Gracias, Jiwoonie hyung.
Hanbin debe hacer su intervención ahora. Sabe que Jiwoong le ha ganado tiempo para que interceda. Como si hubiera hecho una finta al colocarle la pelota sobre una net de voleibol, solo debe empujarla suavemente.
Jiwoong le extiende su móvil al director Kang. Matthew abre los ojos y el agua no sale de su boca en un torrente porque la consigue cubrir con la mano. El vblog qué grabaron. Los regañarán por eso. Matthew se lleva finalmente la mano húmeda y fría a las mejillas encendidas.
—De todos modos, puede revisarlo si quiere. Lo paga la compañía.
El mánager Yoo suspira con fuerza mientras extiende la mano para que Jiwoong se lo entregue. Pero…
—Me ocuparé de eso de inmediato, director Kang, mánager Yoo. Sabemos lo ocupado que están y no queremos tomarle más tiempo de sus asuntos importantes. ¿Podemos retirarnos?
Hanbin sostiene el teléfono, a centímetros del manager Yoo. El director Kang sacude su mano con desidia, y el señor Yoo no insiste. Hanbin necesita salir de allí. Necesita averiguar por qué Jiwoong está tan molesto. Solo hay que mirar la tensión de sus venas en el cuello, la sombra en sus ojos, esa dureza en su voz. Se despide con una rápida inclinación.
—Con permiso.
Matthew lo secunda. Jiwoong de último. Cruzando el umbral de la puerta el mánager Yoo lanza su oblicua conclusión como un comentario al aire.
—¿No entiende que aquí no hay espacio para su BL personal?
Jiwoong se detiene, como alcanzado por un latigazo. Hanbin trata de restarle importancia con un movimiento de negación. “Ignóralo, hyung”. Jiwoong lo ha hecho antes, lo haría de nuevo; pero hoy, hay algo demasiado denso, incisivo, macerando su corazón.
—Por favor, que a Matthew le vean la herida del pie.
Le pide a Hanbin ante de cerrar la puerta y dejar a los dos chicos afuera. A Hanbin, con la palabra en la boca. A Matthew, con el corazón en la suya.
***
—¿Pasó algo antes, cuando se extraviaron?
—Nada. ¿Por qué?
—Estás algo…irritable, hyung. ¿Ocurrió algo con Matthew?
—¿Te dijo que pasó algo… inusual?
—Nada, pero se puso muy nervioso cuando te escuchamos discutiendo con el manager Yoo. Conozco muy bien a Seokmae, se siente culpable por lo que pasó. Lo que sea que hayan grabado de ese momento, bórralo, hyung, por favor.
—Lo haré. No te preocupes. Ahora, dime, ¿qué está pasando aquí?
—¡Uff! Mientras ustedes estaban fuera llegaron el director Kang y el mánager Yoo. Nos orientaron que no interactuáramos en línea con ningún mensaje relacionado con el grupo. No directos, no chat, ya sabes, estamos en lockdown de nuevo.
—¿Ahora qué?
—Gyuvinnie.
—¿Otra vez esas antis del chat?
—No, algo peor. Comentarios sobre su etapa de aprendiz, alguien que dice haber estado en YHE por poco tiempo, y haber abandonado la agencia por culpa del acoso de Gyuvin.
—¡¿Qué?!
—La agencia está como loca. Y como YHE está cambiando de dueños y fusionándose con un tercer partner, la investigación está demorada. Pero resulta que esa persona ni siquiera coincidió con él en la época de entrenamiento, Gyuvin entró casi un mes después. ¡Ni se conocieron!
—Es enfermizo lo que nos está pasando. ¿No piensan parar? ¿Seguirán con la estrategia fascista de una mentira dicha cien veces…?
—O cien mentiras dichas una tras otra, hyung. Están disparando a lo loco para ver si alguna bala un día nos da. Como sea, somos centro de controversia que nos pone en la media casi todas las semanas. Y las marcas están comenzando a mostrar reticencia.
—Saldremos también de esto, Bin-ah. Lo que no nos mata, nos hace más fuertes. ¿Cómo está Gyuvinnie?
—Gunwookie y Ricky están todo el tiempo con él.
—Bien…me cambiaré, y nos encontramos en el set de grabación.
—¡Hyung! ¿De verdad, estás bien? ¿No necesitas descansar? Me dijo Matthew que lo cargaste a tu espalda por casi una milla…
—Estoy bien. Ahora lo que importa es que esa herida en su tobillo no se infecte.
***
La lluvia sigue golpeando en las ventanas, mientras Jiwoong gira el teléfono plegado en sus manos como un spinner. Se lo prometió a Hanbin. Sabe que es lo correcto. Pero sus manos siguen girando el móvil, como si esperara que éste tomara la decisión por él. En la cama a su lado duerme Yujin, y en el otro extremo, Taerae. Él debería dormir porque mañana empezarán a grabar muy temprano el programa. Pero antes debe borrar todo tipo de vestigio de su aventura.
El teléfono gira entre sus dedos, apagado. Jiwoong se coloca finalmente los auriculares inalámbricos. Localiza la galería en su móvil. Allí están los videos. Es mejor borrarlos sin verlos. Si no, terminará enviándolos a su folder de fotos ocultas.
No se resiste, y sus dedos reproducen el archivo. Toda la grabación del momento en que contaban cómo se perdieron, hasta que los truenos aconsejaron terminarlo allí. La rememora sonriendo, haciendo zoom a las microexpresiones que pasó por alto en la cara de Ttyu, a esa sonrisa que calienta su pecho y lo hace suspirar como un adolescente. “Borra…bórralo ahora.” La mano vacilando, el corazón en vilo.
Un segundo video que empieza con su rostro y se aleja para dejar ver la cabeza dorada de Matthew sobre su hombro, su torso laxo totalmente reclinado en su costado, “En verdad, ¿hay algo más adorable que esto?”. Alza la cabeza para evitar que las lágrimas salgan, pero terminan cayendo sobre el primer plano de ese ángel dormido, con cabellos rosa pétalo, que ignora en su sueño lo que ha trastornado su vida. El recuerdo de su piel nívea latiendo bajo sus dedos, el calor de los labios entreabiertos, el aliento exaltado…
"¿Qué debo hacer?"
Esa imagen se desvanecerá como una polaroid, ese calor se disolverá en su cuerpo con nuevos estremecimientos, no es el primer beso, tal vez no sea el último que le roben en su vida. Y nadie sabrá, ni siquiera Matthew, que existió una vez.
"¿Qué puedo hacer?"
Porque cuando Matthew despertó, casi media hora más tarde de que él se quedara con el alma apretada en el abdomen como un puño de fuego; cuando era solo una lluvia fina y se habían marchado los relámpagos; cuando Matthew se levantó como un resorte de su costado y exclamó con ansioso entusiasmo: “¡Hyung, escampó; regresemos ahora!”, él pensó que lo había soñado, pensó que estaba delirando y se había vuelto loco. Entonces ya había decidido que todo lo sentido quedaría enterrado a los pies del alcanforero.
"¿Qué voy a hacer?"
Porque luego de caminar casi media milla en un esquivo silencio, Matthew comenzó a cojear dolorosamente, y él insistió en llevarlo a la espalda. Y mientras lo cargaba, y mientras Matthew iba disculpándose por retardarlo, por ser un lastre, por no atar bien su zapato; mientras él respondía, “no pasa nada”, “todo va a estar bien”, “no tiene importancia” …estaba hablándose a sí mismo, y en silencio, enmascaradas con la llovizna, las lágrimas rodaban por su cara sin que Matthew lo supiera.
Solo él, Jiwoong, sabe.
Y sabe que nada es secreto en los laberintos digitales cuando teclea la contraseña de su folder de fotos ocultas. Fotos, videos que debía haber eliminado hace mucho. Las que tomó en su primer cumpleaños, las que le hizo en el gym de Los Ángeles, y antes, en la habitación del hotel, después del juego de las fichas. Las que tomó en París cuando fueron por regalos; las de esa noche febril en Japón, en su último viaje… Las que no aprobó ni aprobará RP y nunca serán publicadas. Pero ninguna es tan comprometedora como este video. “Bórralo ahora.” Nada es tan oculto en este mundo. ¡Nada!
Si sus dedos pudieran hacer más caso a su conciencia que a su corazón…
***
Se seca la cara con una toalla blanquísima, luego de lavarse el sudor del ensayo. El vapor de las duchas empaña el espejo frente al lavamanos y no puede ver su imagen, ni la de la persona que se acerca, que se abraza a su cintura y aprieta su cara contra los músculos tensionados de su espalda. Una barbilla afilada sobre su trapecio encajando un corrientazo de dolor placentero.
—Jiwoonie hyung, tenemos un vblog que grabar todavía… ¿lo olvidaste?
La voz tibia contra su cuello dispara un hormigueo en la espalda, en el vientre, donde dos manos inquietas y fuertes acarician sin piedad la desnudez de su piel erizándose.
—Tienes que pedirme un consejo, ¿recuerdas?
Se vuelve para enfrentar la mirada risueña y entusiasta. ¿El vblog? ¿Acaso lo aprobaron finalmente? Oh, ¿hizo bien en no borrar nada, entonces? ¿Es por eso por lo que Matthew le sonríe tan dulcemente?
No…algo no está bien aquí. Porque también sigue apretando sus costados con tanta fuerza y apoyando su barbilla ahora contra su pecho desnudo, sin ningún pudor, mientras sus ojos están brillando de felicidad.
—Pregúntame lo que quieras, hyung.
"Estoy soñando."
Y no quiere despertar esta vez. Quiere seguir sintiendo ese cosquilleo que lo inunda cuando juntan sus frentes. Cuando él también estrecha la cintura mínima debajo de la franela y cierra sus ojos para disfrutar del roce exquisito. Pero, hay una cosa que necesita saber, una que urge preguntarle.
—Maettyah …con este amor… ¿qué debo hacer?
No hay respuesta. Abre los ojos. No hay abrazo en su cintura. Está solo frente al espejo opaco. Y no es el del baño de la instalación, sino el de su habitación en su viejo apartamento. Con la toalla limpia el vaho del cristal; su reflejo continúa ausente. Una vaga silueta de alguien detrás de él comienza a aclararse. Sigue limpiando con fuerza, desesperadamente… “¿Mettyu?”
Su silueta permanece en la bruma, pero el espejo le revela a su lado otra más alta, que lo mira con una expresión seria e irreverentemente seductora, como la de una simpática comadreja.
***
—Llegas tarde, hyung.
Hanbin abre los brazos y aunque su expresión intenta ser calmada, Jiwoong entiende que su retraso lo ha tenido angustiado. Matthew lo mira desde el fondo. Lo sabe gracias a los cristales pulidos de las ventanas, a su hábito de buscarlo en todos los reflejos. Lo ve apretar los labios y bajar la cabeza, mientras disimula con un pliegue del pantalón.
—Mi estómago. Lo siento, dejé el teléfono cargando y entré al baño sin poder avisarte. Me tomó más de lo que pensaba.
Sí, le tomó un tiempo bañarse para quitarse el sudor, la sensación de agobio y la ansiedad por la parálisis del sueño.
—¿Ya estás bien, hyung?
Ricky le pone la mano sobre su hombro y Jiwoong asiente. Pero cuando su mirada se cruza con la del chico hay algo que no le deja dudas. Ricky no pregunta solo por su estómago. Declina la propuesta de Hanbin de dejarse ver en la oficina médica, y se ubica dentro de la formación.
—Hyung, lo siento.
Es la voz de Matthew detrás de él, de pasada, mientras ejecutan los primeros pasos del break que están ensayando para su presentación en MBC. Asiente, sin volverse, y le pregunta en voz baja.
—Tu pie, ¿está bien?
Matthew le deja saber con un susurro, antes de moverse hacia el otro extremo de la formación.
—Lo estará. No te preocupes.
Ahora tiene a Taerae a su lado, quien le habla mientras marca sus pasos, disculpándose implícitamente.
—Hyung, salimos más temprano porque quería que Yujin-ah me ayudara con mi parte del break.
Jiwoong sacude la cabeza, con una media sonrisa en sus labios, restándole peso a la situación. No quiere que se sientan culpables por él. Así que miente.
—Los sentí marcharse.
Medio minuto más tarde, es Ricky quien le comenta mientras baila a su lado.
—Tienes un estómago superfuerte, hyung, ¿te cayó algo mal?
—Parece.
—No respondiste a mi llamada.
—¿Llamaste?
Ricky asiente mientras se aleja hacia el frente, señalando con la barbilla en dirección a Matthew. Jiwoong no entiende su mensaje, pero no cree que sea correcto detener por eso el ensayo luego de haber llegado tarde.
Una breve pausa para beber agua y se dirige hacia la mesa con intención de conseguir también una botella para Matthew, y la excusa para poder hablarle. Pero ya Taerae se aleja con dos pomos en las manos. Jiwoong ve como lo recibe la sonrisa amplia y radiante de bienvenida del canadiense, y siente esa punzada de celos que aún no consigue resolver. Toma un largo buche de agua. A su lado, Ricky sonríe, y puede casi asegurar que se divierte, mientras bebe parsimonioso de su botella. Luego le aclara.
—Matthew me lo pidió. Su teléfono sigue descargándose, la batería no sirve. Lo ayudé a comprar otro hace un rato.
Oh, fue eso. Cuando llama Ricky su teléfono no suena igual. Su mente está acostumbrada a reaccionar en las mañanas ante los primeros acordes de There’s nothing holdin’ me back, de Shawn Méndez.
—Disculpa, no escuché la llamada.
Ricky asiente y mientras se arregla su largo cabello, atándolo más firmemente en una alta coleta gris, le susurra.
—Hyung, creo que Matthew no está bien. Pero tampoco quiso ir a la enfermería.
Jiwoong busca los ojos de Matthew en la formación, poco antes de que caigan los acordes de Melting Point y ve su mirada fija en el tablado. Se extraña de que a estas alturas del entrenamiento aún lleve el hoodie puesto y no lo haya soltado en una esquina. Tiene las mejillas enrojecidas y no ha llevado ni una vez su mano a la cara para refrescarlas. Entiende el mensaje de Ricky ahora.
Melting Point es la última canción que ensayan hoy. Y no pierde la oportunidad de hacer lo que siempre hace, cuando Matthew toca su espalda y se reclina…Dripping dripping… Jiwoong ha extendido su mano hasta la frente del chico, alcanzándola por un breve pero suficiente tiempo para comprobar su sospecha… into you... Algo por lo que sí merece que detenga el ensayo.
Su voz suena por encima de la música, y el golpeteo de las zapatillas sobre las tablas.
—¡Hanbin-ah! Seok Mattyu tiene fiebre.
***
La grabación del programa se ha retrasado debido a las lluvias. El equipo de Kep1er, que se esperaba para el mediodía, se ha quedado varado por las inundaciones en Gwangju. Los chicos se alegran de tener la tarde libre, pero Jiwoong no está cómodo con esta cadena de eventualidades. Escucha hablar a los miembros, sus voces se funden con el golpeteo de la lluvia en los cristales y el viento que llega en ráfagas. Quisiera pensar que el aguacero lavará cualquier inconveniente, cualquier malentendido; pero ya son varias semanas de ver como las cosas, lejos de mejorar se hacen más torcidas. Esta agua parece venir para enlodar más todavía.
Solo cuando escucha la voz de Gunwook mencionar a Matthew su atención emerge al exterior. Matthew está aún descansando en la habitación contigua luego de tomar algo para la fiebre, y Gyuvin quiso quedarse a su lado. Los acompañaría de buena gana, pero no es lo que Hanbin le ha pedido, y solo los dos chicos faltan en el cuarto principal donde se han amontonado después del almuerzo.
—Matshyu hyung y Hikaru-sii deberían intentar aquella coreo de Jam Republic.
—¿La versión de la coreo de Le Sserafim sunbaenim? —pregunta Hanbin mientras acomoda el cojín para la espalda de Hao.
—No, la otra…la de bling, bling, bling, bling…
Hao se lleva la mano a la boca y abre los ojos con esa expresión escandalizada y pícara a la vez. Hanbin pone los ojos como platos. Ricky alza las manos al cielo.
—¡¿Are you crazy?! Oh…men!!
—Gunwookie está bromeando, Ricky.
—No, Hanbin hyung. No estoy bromeando.
Hanbin da un respingo. La sonora risa en La Mayor de Hao estalla en el fondo. Ricky y Taerae casi saltan al unísono.
—¿Eeeh?!
—Ah, ¿no? Dude…what the… Angel in Tibet? … ¿tienes idea de que va esa canción?
—Escúchame, escúchame, Ricky…Pueden ajustar las partes más atrevidas del suelo. Pero, no me negarán que tendría tremendo impacto. ¿No es cierto, Jiwoong hyung?
Gunwook se ha dado la vuelta hacia él. Su expresión es sinceramente entusiasta. Jiwoong siente la mirada expectante de los chicos sobre él, como si de pronto repararan en su presencia junto a la ventana, y estuvieran pidiendo que arbitre un duelo. Claro que tendría un verdadero impacto, claro que pueden hacerlo…Y tiene razón sobre lo perfecta que es la combinación de los fake maknaes de ambos grupos; pero, como aquella vez que Gunwook insistió en Kill This Love durante BP, no cree que sea el tema que le conviene defender. Justamente a él, ¿le está pidiendo apoyo?
—¿Hikaru ssi y Maettyu-ya? Hmmm…No sé, creo que Maettyu podría ir bien con cualquiera, pero su estilo groovy, urbano…es un estilo de baile que va más con Dayeon ssi.
Jiwoong observa como la sonrisa se va consumiendo en la cara de su corpulento dongsaeng. “Touché, Gunwookie.”
—Oh, definitivamente. Creo que Mattchu hyung va mejor con Kim Dayeon ssi.
Yujin ha apoyado su sutil desafío, Jiwoong no sabe si con total inocencia, o por la misma razón que Taerae y Ricky se miran, conteniendo la risa, y comienzan a alabar su propuesta.
—Oh, hyung, tienes razón. Kim Dayeon ssi y Matthyu son perfectos para esa canción.
—Sure…Creo que Dayeon ssi puede hacerlo. Incluso pega también con tu estilo, Jiwoong hyung.
Gunwook ladea la cabeza, la punta de su lengua acariciando la comisura de su boca abierta en una sonrisa asimétrica. Los ojos con los que mira a Jiwoong hablan de su súbito arrepentimiento, mientras sus dedos entran, nerviosos, en su espesa y brillante melena castaña alisándola.
—Sabes, Jiwoong hyung, creo que esa coreo de Ángel del Tíbet o como se llame, en realidad no era tan buena idea.
Jiwoong alza las cejas y asiente suavemente.
—Ahora que lo mencionas.
***
La noche lavada despliega miríadas de estrellas sobre sus cabezas.
Jiwoong da vuelta a las tiras de res sobre la parrilla. Yujin y Taerae observan la carne contraerse, exudando la grasa que escurre por las ranuras del metal hacia las ascuas. Gunwook llega con una bandeja de hojas de lechugas lavadas y la coloca sobre la improvisada mesa de banquete, ubicada en el exterior para evitar que los olores inunden el campamento. Hanbin ordena en la mesa rústica las guarniciones. Hay banchan de kimchi, salsa de sésamo y encurtidos, y una fuente con panqueques del supermercado.
Ricky ha conseguido sacar a Gyuvin de su habitación, y ambos se acercan a la mesa. Matthew y Hao vienen detrás. Jiwoong le pasa la pinza a Taerae para que continúe el asado.
Ha decidido que debe tener esa conversación con Matthew antes de que inicie el programa. Le ha costado organizar las palabras en su mente para no ser ni ambiguo, ni evidente, demandante o desentendido. Para no sonar tan desesperado como está, y no dejar de decirle cuánto le importa lo que pase con ambos en el futuro.
—¿Se te quitó la fiebre?
Extiende su mano antes de que Matthew responda. El simple contacto con la mejilla hace que su piel dispare un recuerdo abrumador que lo estremece de pies a cabeza. Retira los dedos de prisa cuando Matthew asiente, sonriendo ligeramente.
—¿No será mejor que te mantengas bajo techo? La noche está fresca y puede volver a llover.
—No creo, hyung. La noche está hermosa. Me recuerda el cielo sobre mi casa en verano. En Seúl no se ven tantas estrellas.
Jiwoong contempla la cabeza rubia alzada hacia al cielo, y no sabe si es la fiebre reciente, su expresión soñadora, o esa enguatada gris con el cuello de tortuga y los puños rojos, lo que le recuerda a El Pequeño Príncipe. “Debiste ser valiente esa vez y saltarte el guion oficial. Debiste ir tras él y hacer pareja para la representación del teatro musical. Sería hoy otro momento mágico que atesorar cuando no esté, en lugar de un arrepentimiento.”
—¿Tu estómago mejoró?
Jiwoong regresa a su presente. A él le puede decir. Le susurra
—Nunca estuvo mal. Pero, ahora estoy mejor.
Matthew frunce los labios, y asiente, sin sorprenderse, como si ya lo supiera.
—Comamos entonces. Me ha entrado hambre de repente.
Jiwoong lo sigue hasta la mesa. Y espera pacientemente que terminen con la comida mientras siguen hablando sobre los temas para las potenciales combinaciones del equipo de WKO, Matthew se ve mucho mejor a juzgar por lo mucho que ríe y sus constantes intervenciones que motivan carcajadas y bromas, y hasta logran sacarle algunas sonrisas a Gyuvin. Nota ese sobresfuerzo de Matthew cuando hay algo que le perturba y no quiere mostrarlo; entonces enfatiza sus intercambios con todos, saca afuera su mejor gala para “alma de la fiesta”, y se pega a Hanbin para recibir la validación. Pero a él, ya no se le pasan por alto sus manos inquietas, su voz media octava más aguda, y esa risa que agita más su cabeza que de costumbre. A juzgar por el énfasis que pone en mantener a Gyuvin en el centro del entusiasmo, Jiwoong piensa primero que es debido a su preocupación por lo que está atravesando el menor de los Kim. Pero no es solo eso, hay algo más, por esa manera de cambiar la vista dos o tres segundos después que sus miradas se encuentran.
—Maettyu-ya, si ya estás bien, ayúdame a limpiar los trastos.
—Hyung, a Matshu syak le duele el pie.
Es Gyuvin quien sale en su defensa.
—Ah…Y a mí, la espalda. Que sus músculos pesan después de media hora sobre tu columna, ¿eh?
—Lo siento, Jiwoonie hyung.
Le sonríe. “Es un pretexto, Maettyah. Solo sígueme la corriente, por favor…”. Hao, como tantas veces, viene a su rescate.
—Okay, dejemos que Mattyah y hyung descansen. El resto nos ocuparemos de recoger todo. Siéntense por allá. ¡Vayan, vayan...!
Y porque lo ha dicho Hao, Hanbin no replica. Aunque los vea alejarse con expresión preocupada. Aunque más tarde, en la privacidad que cree con Hao, le intente hacer entender lo que es o no conveniente. Que Matthew lo haya secundado tampoco significa que no hubiera preferido quedarse con los otros, en lugar de ir a sentarse juntos en el sofá de mimbre, bajo el portal techado.
Jiwoong se agacha con rapidez y Matthew queda inmóvil, sin saber que busca. La pierna de Matthew está ahora sobre el muslo de Jiwoong, y éste revisa atentamente el borde de la herida en el tobillo descubierto, luego de separar la banda de gasa adhesiva. Luce mejor que en la mañana.
—Ya casi no me duele. El antibiótico está funcionando bien.
Cuando Jiwoong asiente, y vuelve a colocar la banda, presionando los bordes con delicadeza, Matthew se descubre sonriendo, tocado por la ternura con que los corteses dedos de su hyung palpan siempre su piel. Una flama se prende en su corazón y Matthew se apura en ahogarla. Amaga con bajar la pierna, pero Jiwoong lo retiene, apretando el pie desnudo. Debido a la penumbra, y a que las luces de las estrellas dan ese tono azulado sobre sus caras, Matthew espera que no haya notado su intenso rubor. Jiwoong comienza a masajearle el empeine, mientras pone un tono trivial y suave en sus palabras.
—Lamento haberte preocupado ayer, cuando discutí con el manager Yoo.
—Oh…Bueno, hyung. Si crees que debías decirle como piensas, que eso te haría sentir mejor…
—No me sentí mejor, pero hay algunas cosas que no puedes dejar que sigan caminando sin hacer nada al respecto.
Matthew baja la cabeza y asiente. Exactamente a qué le está dando su aprobación, Jiwoong no está seguro. Sus dedos empiezan a masajear suavemente el centro del pie y el metatarso. La cara del chico se contrae graciosamente de deleite.
—Oh, hyung, eso es…relajante. Gracias.
—Le debes un masaje a mi espalda. Me lo prometiste.
—No lo he olvidado, ¿quieres ahora?
—No. Quédate así. Es bueno que mantengas el pie en alto, ayuda al retorno venoso y mejorará la cicatrización.
Matthew sonríe ampliamente. Su hyung lo sorprende a cada rato. La gente puede pensar que es distraído, naif y algo superficial, pero Matthew sabe que está lejos de todo eso. Aprende constantemente con él, el conocimiento brota sin esfuerzo de su experiencia, como una enciclopedia de la vida.
—Jiwoonie hyung, has pensado alguna vez, si no hubiéramos escogido ser idols, ¿qué posibilidad habría existido de que nos conociéramos, tú y yo?
Jiwoong sí que lo ha pensado. Muchas veces. Por eso agradece a pesar de todos los dolores y momentos tristes que hayan pasado en BP, porque los hizo debutar juntos, compartir cientos de veces el escenario, y hacer posible momentos como estos. Porque, si ambos no hubieran decidido ser idols y luego reunirse dentro de ZBOne, ¿cómo es que ellos dos habrían coincidido en esta vida?
—Maettyu-ya, siempre que me hago esa pregunta... prefiero quedarme con el aquí y ahora.
—A veces, quiero creer, que no necesitamos ser idols para ser…
Matthew deja la frase detenida, quisiera decir “chingu”, pero la palabra sigue engarrotándose en su garganta. Si hubieran estado en Canadá la habría asimilado sin problemas. Tiene amigos mayores que él, amigos de su noona que también lo consideran su amigo. Pero siente que “amigos” entre él y Jiwoon hyung, no es una palabra que los defina, a pesar de que Jiwoong hyung sigue esperando por ella.
—…lo que somos…tú y yo.
—Hmmm… ¿lo que somos? ¿Crees que cambiaría si no fuéramos idols?
Jiwoong tiene ahora ambas manos cubriendo su pie. Matthew siente el calor delicioso que brota de ellas y lucha por no dejarse arrastrar por la agitación en su pecho, por un deseo demasiado obvio para no reconocerlo. Quisiera, en ese instante, que fueran dos personas comunes y corrientes, dos estudiantes de biología en su antigua universidad, o dos bailarines aficionados en la compañía donde enseña su hermana. O dos vecinos de un mismo edificio que sacan sus perros a pasear temprano en las mañanas. Así podrían tener noches como éstas, sin tanta distancia, sin jugar al sentimiento escondido, a la vista de ambos, que tanto se afanan en no encontrar. No habría nada que lo detuviera de confesárselo.
—¿Quieres ser idol, verdad Mettyu?
—Claro, hyung. Tanto como tú.
—¿Te alcanza que sea el hyung que te acompaña en ese camino?
—A ti, ¿te alcanza con que sea el dongsaeng que te acompaña en el tuyo?
—Siempre que no te apartes de mí. Puedo soportarlo.
Matthew ríe divertido, como si en verdad fuera una frase para incitar su humor, y no una súplica desesperada para provocar su entendimiento. “No te vayas a ese grupo mixto, Woohyun-ah, puede que solo nos queden unos meses juntos”
—Soportémoslo, hyung.
Luego queda pensativo, la sonrisa leve y los ojos al cielo, buscando algo en las estrellas. Y su pregunta brota en un aparente cambio de tema, que desconcierta un poco a Jiwoong.
—¿Tienes alguna estrella favorita, hyung?
Jiwoong recuerda que a Matthew le gusta saber de las estrellas, que ha ido con Hanbin al observatorio de Seúl, en Namsan.
—Rigel, en la constelación de Orión.
—Ah, no puede verse ahora. Estamos en verano.
La conversación es grata, pero se ha desviado completamente de su objetivo. Tal vez, Matthew no desea que sea más profundo y claro. Jiwoong comprende, porque al final, solo él estaba despierto. Matthew tiene los ojos cerrados a sus intenciones, como en el concepto que llevaba en las fotos de In Bloom. Suspira profundamente.
—Así es.
—Vayamos juntos a ver Rigel cuando vuelva a estar visible en el cielo.
—Hmmm… para esa fecha, ya el grupo estará enfrascado en su último disco.
—Lo sé. Pero eso no significa que no podamos ir juntos a ver las estrellas.
—Ah…al observatorio de Seúl.
—No, vayamos a Jeju o al de la montaña Bohyun.
—Tendremos que disponer de más de un día para eso.
—Anótalo en tu agenda. Desde ahora. Tienes que apartar un fin de semana para mí.
Lo dice con esa mirada pícara, apuntándolo con el dedo, como cuando le recordaba que se había equivocado al decirle “papa fritas”, o cuando había dicho en el video que lo alimentaría. “Te apartaría el resto de mi vida para ti si me lo pidieras, Maettyah”. Jiwoong solo asiente, sonriendo, la cabeza gacha. Libera finalmente su pie, le ayuda a bajarlo, a calzar su sandalia.
—Hagámoslo, Maettyu-ya.
—Cada invierno. Sea aquí, en Canadá o en cualquier otro sitio que la vida nos ponga.
Jiwoong alza su cabeza, en sus grandes ojos el desconcierto se desvanece en chispas de ilusión. Matthew está pidiéndole hacer una promesa de no romper su vínculo; aunque termine el grupo, aunque dejen de ser idols, aunque dejen de vivir en el mismo país. El nudo que se ha formado en su garganta le aprieta la mandíbula, humedece sus pestañas mientras parpadea varias veces. Matthew sonríe, y parece que todas las estrellas sonríen en sus ojos al mirar al cielo. Ahora todo se siente liviano otra vez.
—Pase lo que pase, hyung, vayamos a donde vayamos. Será más fácil de soportarlo, si nos seguimos teniendo, ¿verdad?
La noche lavada trae miríadas de estrellas sobre sus cabezas. Y deja caer una, grande y luminosa como Rigel, en el fatigado corazón de Jiwoong.
***
Pero no ha podido siquiera imaginar cuán fugaz sería esa estrella.
La primera noticia en la mañana: la suspensión de la grabación debido a las persistentes lluvias monzónicas hace que trasladen el set para las instalaciones de MNE. “Boys Planet flashback” es la frase que se ha puesto de moda entre la desalentada línea maknae desde temprano.
De regreso a Seúl por carretera, todos juntos en una furgoneta Grand Starex, Jiwoong ocupa espacio a lado de Ricky y Gyuvin. La expresión del más joven de los Kim es una oda al desaliento. Como si fuera lo único que sintonizara con su estado actual, va reproduciendo episodios de Boys Planet en su tableta.
—¡Deja de ver eso ya! Hyung, dile que eso no va a ayudarle a sentirse mejor.
Jiwoong levanta la vista del libro que decidió como compañía para el viaje. Ricky suena realmente preocupado. Apenas toca el borde de la tablet, Gyuvin lo esquiva dándole la espalda y se recoge contra la ventana, apoyando la cabeza en el cristal, mientras sube el audio en sus auriculares. Jiwoong sacude la cabeza, pidiéndole que no insista. Solo terminarán peleando. Ricky suspira profundo, derrotado.
—Está así desde que leyó el artículo de que pudo estar haciendo bulling a Yujin y a mi desde que éramos aprendices. ¿Cómo alguien puede escribir algo tan estúpido y además haya quien se lo crea?
—En serio, ¿me lo preguntas?
—Ah, hyung…lo siento.
Jiwoong sonríe, le palmea el hombro.
—Quien sea la persona que haya escrito tal estupidez, debería ser condenada de por vida a verlos a ustedes dos riendo, abrazándose y queriéndose como lo hacen.
Le ha sacado una sonrisa, quizás no tan brillante aún, porque Ricky regresa a la espalda encorvada de Gyuvin y los labios vuelven a contraérseles de preocupación.
—Díselo a él, hyung.
—Díselo tú.
Jiwoong le apunta con la barbilla en dirección a la tablet, le guiña un ojo y asiente. Ricky no comprende a la primera.
—Déjale saber que, no importa lo que digan, estás de su lado.
Ricky se envara un poco para tomar aire. Pasa la mano por su pelo gris perla, largo y brillante, y se recoge la mitad en una alta cola. Jiwoong sonríe ante ese hábito. Tal parece que en lugar de una conversación con Gyuvin, Ricky es el príncipe fantástico de un Wuxia, que se prepara para la batalla final.
Toca el hombro de Gyuvin, una, dos, tres veces. Solo recibe un susurro por negativa.
—Hmmm…déjame…
Solo al quitarle uno de los auriculares, Gyuvin se voltea, fastidiado.
—¿Qué quieres…?
Pero Ricky ya se está colocando el audífono en su oído. Y cuando habla, hay una petición llena de afecto en lugar de un regaño.
—Veámoslo juntos.
La mirada desolada de Gyuvin empieza a desvanecerse como la neblina cuando el sol levanta. Acerca la tablet hasta apoyarla en el brazo del asiento que comparte con Ricky, y deja que éste también la sostenga. Ricky contiene la sonrisa, pero le guiña un ojo a Jiwoong, satisfecho de haber obtenido esa reacción. Jiwoong sonríe con la mirada, pero niega suavemente mientras hace girar su mano con disimulo indicándole que prosiga con su acercamiento. Ricky abre los ojos, confundido, hasta que Jiwoong se da unos golpecitos en el hombro con el dedo, y alza sus cejas con intención.
Un momento después, Ricky pasa su brazo por encima del espaldar del puesto, y lo deja caer suavemente sobre el hombro de Gyuvin, la mano descansando sobre su pectoral izquierdo. Gyuvin alza la vista hacia él, ceñudo, alzando su ceja izquierda, la boca fruncida en gesto de sospecha.
—¿Que…?
Pero Ricky no se amilana, y sin dejar de mirar la pantalla, se palmea el hombro indicándole al chico donde apoyar su cabeza castaña y afligida. Con reserva, suavemente, Gyuvin termina descansando allí.
Jiwoong ve sonreír a Ricky cuando Gyuvin finalmente se relaja sobre su hombro. Sin mirar a su hyung le indica con la mano derecha, el pulgar hacia arriba, que todo va bien. Luego extiende con sutileza el puño que Jiwoong choca con el suyo, cómplice. Cómplice de ver a Gyuvinnie reír breve pero sinceramente, de escucharle preguntar si recuerda esa parte, de que acomode la tablet en el bolsillo del asiento delantero para que él y Ricky puedan tener sus manos libres, y de que más tarde las unan y permanezcan así durante resto del viaje.
Jiwoong regresa a su lectura. En el asiento delantero, justo delante del suyo, Matthew hace rato que duerme, recostado a Gunwook. Si hubiera sabido que éste iba a ser el último sueño relativamente tranquilo que iba a tener, habría insistido en brindarle también su hombro.
***
Cuando entra a la oficina del director Kang, el manager Lee, el manager Yoo y el director de talento, Choi, alzan las cabezas al unísono.
—Siéntese, Kim Jiwoong ssi.
Jiwoong ocupa la silla que le señala. De frente al director de Relaciones Públicas. Y por primera vez, aunque ha visitado su oficina varias veces, siente una angustiosa vibración en su esternón, una incómoda señal de advertencia.
—¿Ha chequeado las redes hoy?
Jiwoong asiente, apretando los labios. Ha visto que lo están acusando nuevamente. Lo ha visto ligado a etiquetas de manipulador y ludópata. No le prestó atención. No se sumergió en la sucia vorágine de los contrapunteos mediáticos. Sabe que lo mejor, en estos casos, es dar un paso atrás y preservar la paz interna. Pero, al parecer, debió tomarlos más en serio.
—Kim Jiwoong ssi, ¿alguna vez apostó dinero o bienes por cualquier razón durante Boys Planet o posteriormente?
—No, señor.
—¿Alguna vez generó rumores maliciosos o creo situaciones para presionar o manipular a alguno de sus actuales compañeros o aprendices durante Boys Planet, o posteriormente?
La vibración en el esternón se vuelve un pálpito que reduce su capacidad de respirar, que bloquea su garganta. Le cuesta responder de inmediato.
—No…señor. Nunca he hecho tal cosa.
—¿Sabe que se dice en las redes ahora mismo? Que usted creó la situación de Say My Name para conseguir separar a Matthew de Hanbin y ganar votos usando su imagen como actor de BL. Nosotros sabemos que usted hizo lo que le dijo la producción que hiciera en SMN, no estamos cuestionándole eso. Incluso si esa era su intención, tampoco la cuestionamos. El tema aquí es, ¿hizo una apuesta con alguien fuera o dentro del programa relacionada con esto?
Jiwoong siente como la debilidad se abre paso por su cuerpo, en una ola irrefrenable de desconcierto. ¿Cómo es posible que haya comentarios relacionados con una apuesta? Nadie habló jamás de apuesta. “Nadie, excepto…” Jiwoong sacude la cabeza alejando la mínima sospecha.
—No, señor.
—Okay. Jiwoong ssi. Lo único que nos preocupa acá es que esto pueda mezclarse, en un coctel explosivo, con el actual escándalo que acaba de reflotarse sobre el señor Seok.
Ahora entiende por qué está también el manager Lee allí, y el director Choi, a quien solo ven cuando se trata de temas de contratos. La entrada del director Kim seguido de Sung Hanbin termina por confirmarle a Jiwoong que su ansiedad no es injustificada.
Unos minutos más tarde las cartas parecen estar todas sobre la mesa. El director Kim, personalmente, las despliega en sus palabras.
—Estamos ante la peor crisis que hayamos enfrentado. Y a solo tres semanas del comeback. Hoy no solo se ha retirado oficialmente nuestra participación en IDols Planet como agencia, sino que hemos recibido tres cancelaciones de contratos de publicidad.
El triunfo de hace tres días, cuando la persona que acusó a Gyuvinnie se retractó mostrando que todo había sido inventado, apenas lo han podido saborear. Todavía están asimilando tras dos semanas de angustia que hayan conseguido limpiar el nombre del chico, y ya estaban los nuevos nubarrones levantándose en el horizonte. Jiwoong siente que el mundo pesa sobre sus hombros, como si fuera un Atlas artrítico que ha envejecido de golpe. Es la cara pálida y los ojos hinchados de Hanbin los que le devuelven un poco el coraje. Lo necesitan.
—Sung Hanbin ssi, Kim Jiwoong ssi, necesitamos que ninguno de los chicos, incluido ustedes, sume a este tifón ni una brizna de aire. Ahora mismo, mantengan a Seok Matthew lejos de las redes. La acusación de fraude es demasiado pesada ya de por sí. No queremos que se vincule a otros rumores que andan circulando.
Jiwoong va comprendiendo ahora las preguntas del señor Kang. A diferencia de este, el director Kim, tiene un gran aprecio por Matthew, y es bastante más afable con todos. Apelar al supuesto fraude y el favoritismo hacia Matthew, ¿cómo han vuelto sobre algo tan absurdo? La estupidez humana es realmente infinita.
—Manejaremos esto con celeridad. Pero, quiero que sepan que la sinceridad es vital. Si en algún momento algo de lo que se les acusa llega a ser cierto, tendremos que actuar con mano extremadamente dura, o se echaría por tierra nuestra credibilidad. Todo lo que hemos limpiado y clarificado hasta hoy se vendría abajo si descubren que alguno de ustedes o la agencia ha fallado en algún sentido, y no tomamos medidas radicales. ¿Entienden a lo que me refiero?
Jiwoong entiende. Los disparos a ciegas, en todas direcciones, un día da uno en el blanco, y hace que todos los fallidos se validen. Las personas y su necesidad de coherencia, de cerrar el triángulo, de disolver la disonancia. Hanbin también asiente.
El director Kang toma la palabra. Su orientación es rápida, pero Hanbin anota mentalmente. Tanto el manager Yoo como Lee escriben en sus agendas.
—Redes y eventos públicos están cerrados para Sung Hanbin, Kim Jiwoong, Seok Matthew y Han Yujin debido al rumor de SMN. Kim Gyuvin está abierto de nuevo para publicar mensajes de agradecimiento y disculpas por estas dos semanas en la app oficial, solo eso. Kim Taerae, Shen Ricky y Park Gunwook, pueden actualizar fotos y mensajes en Plus Chat y Bubble; Zhang Hao, con restricciones, no live, ni Bubble, es probable que quieran involucrarlo en preguntas sobre Hanbin ssi, solo actualizará fotos.
El director Kim toma la palabra. Le habla a Hanbin, pero, por alguna curiosa razón su mirada se dirige a Jiwoong.
—La zona roja, Hanbin ssi es Seok Matthew. Mantenlo en el más puro estado posible.
Y esa mirada termina por redondear cualquier confusión que Jiwoong pudo sentir a su llegada. Ahora sabe que la conexión entre él y Matthew ha estado quemando demasiado hidrógeno.
***
Jiwoong se ha sentado en un banco en la terraza hasta que las piernas quieran sostenerlo de nuevo. En ese instante piensa en que no importa cuánto han crecido sus sentimientos por Matthew, solo lo alejan cada vez más de aquel deseo de darle un día una cama de rosas. Los clavos han vuelto a emerger por todos lados. No quiere que reviva esos malos momentos, que sufra la agonía que él vivió hace unos meses, o por la que acaba de atravesar Gyuvinnie, y de alguna manera, también Ricky. Pero ¿qué puede hacer? ¿Qué puede hacer para evitárselo?
—Kim Jiwoong ssi, ¿se siente bien?
Es la voz del manager Yoo a su espalda. Jiwoong toma aire. No es delante del señor Yoo que debe mostrar algo como debilidad, arrepentimiento y mucho menos culpa. Con disimulo se seca las mejillas húmedas mientras se pone de pie. Es hora de regresar a la base.
—Estaba…organizando todo lo que se habló en la reunión en mi mente. El dormitorio está algo agitado en estos momentos y necesitaba un espacio para meditar. Con permiso, señor Yoo.
Jiwoong hace una ligera reverencia para marcharse.
—Jiwoong ssi, ¿tiene unos minutos para escuchar algo que quiero decirle?
La voz del manager Yoo es calmada, “demasiado” piensa Jiwoong, y lo primero que le pasa por la mente es que están ellos dos solos en la terraza. Busca con la vista las cámaras de seguridad y luego por instinto aprieta el móvil dentro del saco. Sin embargo, el señor Yoo parece advertir su ansiedad.
—¿Quiere que hablemos en la cafetería, en la oficina o aquí? Como lo prefiera.
—Puede hablar, señor Yoo.
Jiwoong acepta la invitación a volver a sentarse. El manager Yoo ocupa el otro extremo del banco, manteniendo suficiente distancia entre ellos. Jiwoong siente que su corazón comienza a disminuir la frecuencia de latidos que se había disparado hace un instante.
—Kim Jiwoong ssi…
El manager Yoo parece más envejecido hoy. Jiwoong piensa en qué edad tendrá, ¿cuarenta y cinco, cincuenta? Nunca se ha preocupado por eso. Es el manager asignado a él y a Gyuvin, pero no han tenido ni tiempo ni intenciones de acercase nunca.
—Sé que no hemos tenido la mejor comunicación desde que llegó. Y esto que voy a decirle puede parecerle una intromisión, incluso una mala estrategia en cómo manejo su carrera como artista. Pero, antes de juzgarlo, escúchelo. Si en algún momento lo que digo suena con mala intención de mi parte, le pido que lo analice luego como si en lugar de ser yo, lo hubiera dicho el manager Lee, o el director Kim.
—Lo escucho, señor Yoo.
—Tómate un descanso.
—¿Qué?
—Puede parecer absurdo que a menos de un año de terminar el contrato te esté diciendo esto. Sé que quieres aprovechar al máximo tus días en el escenario…pero, ya has hecho bastante.
—¡¿Señor Yoo?! ¿Qué me está pidiendo? ¿Sabe cuánto he luchado para llegar aquí? ¿Para sostenerme aquí?
—Por eso te lo digo. Has hecho lo suficiente para que nadie olvide tu trabajo. Si tomas un hiato ahora, por razones de salud, podrías regresar si el grupo consigue extender el contrato de algún modo, o incluso debutar en otro grupo.
—¿De qué está hablando? No hay más oportunidades para mí. Y ¿cómo voy a dejar a los chicos ahora? ¿Problemas de salud? ¿Qué excusa es esa?
El manager Yoo lo mira con condescendencia. Jiwoong quiere encontrar la verdadera razón detrás de esas palabras que se le antojan tan crueles, pero no puede vislumbrarla. Solo ve una persona áspera, cansada y realmente preocupada.
—El estrés también enferma, Jiwoong ssi. No creo que sea, en su caso, una excusa.
Jiwoong siente ese erizamiento en su nuca, y luego un latigazo mínimo de calor que dispara sus barreras mentales.
—Todos hemos estado estresados últimamente, tendría que mandar de vacaciones a todo el grupo.
—Jiwoong ssi…Hace unos días en el Jirisan Park, me dijo que dejara de verlos como una etiqueta y pensara más en ustedes como seres humanos. También me dijo que está mal usar su imagen de actor de BL cuando nos conviene y convertirla en una abominación cuando no va con nuestros intereses; que eso no solo le hace daño a usted, sino a todo el grupo.
Jiwoong quiere encontrar un deje de reproche en ese resumen que le ha hecho de su última conversación, o más bien, discusión. En cambio, el manager Yoo parece estar analizando con seriedad sus palabras.
—Lo dije, señor Yoo. Y sigo pensando lo mismo.
—Tiene razón. No solo le hace daño a usted, también a los otros. Pero al final, usted es quien más va a sufrir cuando vea a gente que le importa pasando por los dolores que ya conoce.
No lo entiende, ¿acaso no es por cuidar de quienes están pasando por esos dolores que ya conoce, por lo que él debe quedarse?
—Acepto que algunas de mis acciones han podido parecerle duras. Pero, Jiwoong ssi, a pesar de los años que lleva en la industria, ¡usted es demasiado ingenuo!
Jiwoong ni siquiera deja que el comentario lo toque. Está convencido de que el señor Yoo no sabe ni un tercio de lo que ha sido su vida en la industria, y como muchos adultos, juzga a los jóvenes con ligereza.
—Es tan obvio que usó a Matthew ssi en Boys Planet para crear una segunda pareja y ganar relevancia. Y qué funcionó porque, probablemente, Matthew estaba bastante al margen de cómo son muchas cosas en la industria y en este país. Pero, pudo haber escogido a otra persona para ello, ¿por qué Matthew? ¿Porque era el amigo de Hanbin ssi, a quien quería derrotar? ¿Porque no se daría cuenta de que estaba siendo usado y era demasiado fácil? ¿O porque realmente le gusta, Seok Matthew ssi, señor Kim? No me responda como usted. Piense en cuál de esas respuestas complacería más al público hoy mismo.
Jiwoong está incómodo, pero curiosamente, no se siente acorralado, ni presionado. El señor Yoo está poniendo el palabras algo que no ha podido nunca ni siquiera comentar. De algún modo se siente liberador, de una manera vicariante.
—La verdad poco va a importar en ese caso, créame. Escuche, cuándo el director Kang me indicó que convenciera a Gyuvinnie de darle de regalo a Hanbin ssi, en el live de su cumpleaños, un perfume similar al que le regaló a Seok Matthew, ¿cree que fue solo para jugar con su imagen de actor de BL a conveniencia?
—Usted, ¿fue quien compró el perfume para Hanbinie?
—Ah, ¿estás entendiendo lo que te digo, o los árboles no te están dejando ver el bosque ahora mismo? Los estábamos cuidando, Jiwoong ssi. La verdad suele ser una comida pesada, casi nunca el público está dispuesto a digerirla.
Jiwoong no quiere dejar que esa realidad tan densa y fatalista empañe su optimismo. Todavía quiere y necesita creer en que se puede dar amor, en una sola dirección, y ser feliz. Pero, el manager Yoo continúa diseccionando un poco más de realidad para él.
—La acusación de sus apuestas durante el programa, ¿de dónde cree que viene?
—No lo sé. Es totalmente falso.
—Las acusaciones sobre manipulación de votos, con nuevos registros y menciones a supuestas conversaciones de Matthew con su agencia, ¿de dónde cree que vienen?
—De antis, haters, o tal vez…de alguna persona del pasado que odia al grupo.
—¿Cree que importa de quién vienen?
—¿Cómo?
—En este momento, lo único que importa es no ser la gota que derrame el vaso, Jiwoong ssi. Hay un número de escándalos que podemos atender, y aunque la capacidad de resiliencia de ZBOne es realmente increíble, mi experiencia en este trabajo me dice que hay una suerte de masa crítica que no podemos traspasar sin implosionar… ¿Conoce el concepto? ¿Implosionar?
Lo conoce, explotar hacia adentro, resultado de una reacción nuclear en este caso cuando la masa crítica necesaria se consigue. Nunca lo había visto así. Como algo acumulativo en el interior del grupo. Hasta ahora, cada escándalo y situación comprometedora en la que los han puesto los ha visto como hechos aislados, cuya repetición erosiona la credibilidad y reputación temporalmente, sí, pero siempre ha creído que pueden superarlo y que la vida terminará por premiar su integridad y su resistencia.
—Un colapso hacia adentro, eso realmente destruiría al grupo.
Jiwoong ha concluido su cavilación en voz alta. El manager Yoo suspira profundamente. Parece dudar a juzgar por su larga pausa, sobre lo que debe decir a continuación, pero cuando habla, no hay ninguna vacilación en sus palabras.
—Hay demonios que no conviene provocar demasiado. Porque lo conozco desde que estaba usted en la agencia del señor Park, y también en consideración a su historia, Jiwoong ssi, le digo esto. Aferrarse a una persona a la que puede dañar es egoísmo. Dejar que esa persona se aferre a usted para ser dañada, es incluso sádico. No importa cuánto dolor traiga con usted, siempre hay suficiente sufrimiento en este mundo para que aún no lo haya experimentado todo.
***
Le ha tomado dos días decidirlo. Pidió un permiso para irse a casa apenas terminó de hablar con el manager Yoo. Hanbin entendió sus razones. Necesitaba poner su cabeza en orden. Ha estado totalmente alejado del teléfono por dos días. Sin comunicarse con los chicos. Sin comunicarse con Matthew.
Necesitaba volver a su antigua rutina de meditación. Calmarse y pensar con la frialdad que tanto escasea en él desde hace ya meses.
Solo ha conversado con su antiguo manager. La conclusión del señor Park ha sido la misma, que es demasiado ingenuo para llevar tantos años en la industria. “Debes regresar a lo que mejor se te da en esta vida, Kim Jiwoong. Deja de correr delante de tu destino.” Le recomendó tomarse unas vacaciones cuanto antes. No en balde trabajó alguna vez con el manager Yoo.
Ha pasado por múltiples estados emocionales. Incluso, llamar a Seobin le ha pasado por la cabeza. “Oye, ¿sabes que están diciendo de que hice una apuesta sobre Matthew durante Boys Planet? No le habrás comentado a alguien de aquella mala broma tuya, ¿verdad?”
Pero, eso lo hubiera podido hacer si fueran el Jiwoong y el Seobin que existían durante Boys Planet. Ahora, sus vidas se han separado mucho, y Jiwoong siente que nunca podrán retomar ese punto, las cosas se volvieron demasiado confusas y difíciles de manejar para él, y probablemente también para Seobin. No, no es el tipo de conversación de ping-pong de culpas y penas que necesita ahora mismo. Tampoco puede creer que Seobin tenga nada que ver con esto.
Se ha sentido derrotado con solo pensar que su carrera de idol se vaya en una disolvencia en forma de hiato. Pero, si es necesario, está dispuesto a asumirlo, cuando terminen las promociones de este comeback. En un mes y medio…Si tal cosa como esa peligrosa masa crítica se vislumbra, está dispuesto a hacerlo. A alejarse de esos momentos que añora y jamás sucederán. A matar su inmediato futuro junto a Matthew para poder cumplir con su promesa de ir cada invierno a mirar las estrellas.
Necesitaba meditar. Pero, sobre todo, necesitaba dejar de creer que solo porque Matthew estuviera a su lado, si seguían tropezando en la oscuridad, iban a estar bien. No, no van a estarlo. Y solo él mismo puede detenerse.
Pero antes, y para hacer que esta transición no parezca una excusa para huir como un cobarde, necesita hablar con Matthew antes que todo se desborde. Necesita poder proteger a quien le importa esta vez, aunque eso signifique alejarse él, y volver a vaciar su corazón de sonrisas.
***
Lo ha encontrado sentado sobre el muro interior de la terraza a la sombra del cerezo joven, con sus sneakers blancos colgando por encima de las jardineras que adorna el ancho alfeizar. La cabeza ladeada, la vista mirando hacia el horizonte por donde el sol declina rápidamente. Lleva su chaqueta naranja y unos jeans que se tensan sobre sus muslos y descubren sus sensuales rodillas. Su perfil parece salpicado por intermitentes copos de luz que el viento dibuja con las sombras del frondoso guindo.
Jiwoong lo contempla por un instante. O eso piensa, porque en realidad, el instante ha durado como siete minutos. Su respiración y su pulso se han acelerado y desvanecido varias veces en ese tiempo, mientras se percata cuanto lo ha extrañado en estos dos días.
La imagen de Matthew con sus cabellos rosa pétalo al viento, recortada contra el cielo del atardecer, le recuerda otro libro que leyó hace años: Songmaster, de Orson Scott Card. Y es que Seok Matthew es tal cual luce Ansset, el pájaro cantor del Emperador Mikal. Alguien capaz de sanar con su voz y su sonrisa en el escenario. Capaz de hacer que los hombres se sientan tan confiados para dejar caer cualquier barreras ante ese arte de sonreír que lo consigue todo. En eso piensa Jiwoong mientras no puede dejar de mirarlo.
Cuando consigue armarse de la compostura necesaria, apuntalándola con un poco de culpa y bastante de obligación, se acerca a él. En otras circunstancias, le habría dado un abrazo desde la espalda, habría bromeado asustándolo o pellizcando su mejilla. ¿No es eso lo que dos amigos que pasan días sin verse podrían considerar un saludo? En cambio, solo carraspea, porque el pecho pica, como si una tira finísima de piel fuera arrancada de allí, milímetro a milímetro, indeteniblemente.
Se sienta a su lado y se contiene, con esfuerzo, de palmearle el muslo, un gesto tan familiar que debe desaprender. Matthew tiene los audífonos puestos y Jiwoong se alegra de que la música se interponga ahora. Teme que sea audible el bombeo desatinado de su corazón, cuando el otro levanta la cabeza y le sonríe.
Pero no es su habitual sonrisa, es un rictus... Uno que activa la intuición de Jiwoong, como un quejido lejano porque algo va a romperse. Para acallar el latido en sus vísceras, señala los auriculares de Matthew, sin atreverse a tomar uno y compartir ese roce, ese instante donde la música los puede unir, más, y seguir complicando las cosas. Así que lanza una pregunta tonta, solo por romper el hielo, y que espera fallar.
—¿Howl?
Matthew asiente. Jiwoong contrae su mandíbula ante el golpe de realidad. El OST de “El castillo ambulante de Howl”, su consuelo en los tiempos de aprendiz, cuando extrañaba su casa, cuando se sentía solo; el que lo escuche ahora ¿significa que ha vuelto a albergar esos sentimientos de soledad en su corazón?
Jiwoong no sabe cómo continuar para mantener su estoica pose, y dice la primera canción que recuerda. Y de todas las canciones de Howl’s… ésta es la que salta de su boca.
—¿ "Vanity and Friendship"?
Y se arrepiente de inmediato. Matthew sacude la cabeza suavemente. Sigue sonriendo (¿triste, amargo, qué emoción es esa?)
— No. “Merry-go-around Life”. Heey… esa es la primera canción que se hubiera ocurrido a cualquiera. Eres raro, hyung. ¿“Vanity and Friendship”? ¿Por qué? ¿Tiene un significado especial para ti?
¿Es una pregunta o una provocación? Jiwoong siente que su cara palidece, pero su dongsaeng desvía la mirada y la afianza en el horizonte. Asiente a sus propios pensamientos. Esos que Jiwoong ni imagina. Porque ahora mismo Matthew intenta borrar de su mente la perfecta imagen de Jiwoong encarnando a Howell Jenkins Pendragon. Mejor hoy, incluso, que cuando lo hizo aquella vez en el fan-meeting. Y por eso también se quita despacio los auriculares y los guarda en el bolsillo de su chaqueta. Porque la música no le está ayudando a relajarse.
Jiwoong evade responderle con otra pregunta, mientras pone su mano en su cuello y se palmea la propia nuca, para evitar que esa mano desobedezca y termine sobre la de Matthew.
—¿Cuál prefieres tú?
Ah, ¿qué va a hacer con estas manos que ya no pueden acatar órdenes cuando están tan cerca, tan ansiosas de calor del otro?
—¿Entre la Vanidad y la Amistad?
Habla sin dejar de otear el infinito. Jiwoong intenta encontrar alguna salida pícara, pero tal pareciera que su humor elocuente se ha declarado en huelga. La aclaración suena a disculpa.
—De entre todas las canciones de la película. Nunca te he preguntado si tienes una favorita.
Él asiente otra vez. La cabeza cae a un lado, pensativo. Jiwoong cierra los puños para detener el impulso de entretejer sus dedos en esos cabellos claros; y aprieta la mandíbula con fuerza para no suspirar, cuando su vista se queda colgada del lunar en el arco de la mandíbula de Matthew. Extrañaba también la vista de esos lunares, como agujeros negros que absorben su aliento cada vez que sus ojos desprevenidos los rozan. Y otra vez un golpe de calor en el estómago le advierte, una alarma de incendio empezando a sonar en su interior.
—"Koi Da Ne"
Y lo remata mirándolo dulce, fijamente. Su pronunciación en japonés ha sido tan perfecta como sensual.
Por dos, tres, diez segundos, Jiwoong deja de respirar. No puede controlar que sus ojos se iluminen, que sus mejillas ardan y sus orejas enrojezcan. Abre los labios, instintivamente y una sonrisa húmeda comienza a brotar en ellos. Es el tinte seco en la voz de Matt lo que lo detiene de pronunciar alguna tontería de la que arrepentirse pronto.
—Pero ¿sabes, hyung? No lo creo.
¿Qué es lo que no crees? ¿Qué te guste la canción? O, ¿que sea… “Amor”? Preguntas que se le quedan atragantadas en un nudo que no se desata, ni cuando traga la saliva que se ha acumulado en su boca. El discurso que ha preparado, el que ha estado intentando deslizar con toda esta charla en apariencia intrascendente, aquel que empezaba con “Sabes que lo más importante es el grupo, ¿verdad?” está haciendo agua por todos lados, y ni siquiera ha logrado empezar.
La sombra en los ojos de Matthew ha tomado la iniciativa. Ha hablado primero. El sistema de alarma contra incendios dentro de la cabeza de Jiwoong es un alarido insoportable. Si ahora estuviera en un drama, se habría tapado los oídos, arqueado el cuerpo, caído de rodillas y jadeado bajo el cliché del tinnitus postraumático. Ha hecho esa escena otras veces. Pero este no es un drama. Es su vida. El zumbido no va a cesar, y nadie dirá “CORTEN”.
—Hyung, ¿en verdad, tú te lo creíste?
Jiwoong confundido, inquiere con la mirada, porque la voz se ha ido a algún lugar inasible dentro de él, buscando ese sentido del humor secuestrado. La sonrisa que encantó a Jiwoong apenas la vio alumbrar el estudio en la audición inicial del programa, se ha esfumado del rostro de Matthew. En su lugar hay una rígida, casi malévola. Está atrapado. Matthew sabe. Pero ¿cuánto realmente sabe?
—Aah… el extranjero necesitado de cuidados, que no puede valerse sin su hyung. Cómo era posible que esa historia hiciera que clasificara otra vez primero que tú, ¿eh?
Jiwoong ha visto esa sonrisa en el escenario: la versatilidad del canadiense le permite encarnar cualquier concepto por oscuro que sea. Pero, fuera de la escena, jamás había visto esa mirada turbia, esa sonrisa de hielo que le está congelando el aliento.
—Supongo que en algún punto te diste cuenta de que el extranjero inocente encajaba como anillo al dedo con el perfil del coprotagonista en tus BL. Entonces, ¿decidiste apuñalar en silencio para luego venir a lamer la herida?
Jiwoong entiende ahora a qué se refiere. Quiere decirle cuánto lo lamenta en verdad, que siente haberlo lastimado entonces y que eso regrese a lastimarlo ahora. Repetirle una vez más que nunca ha querido dañar su imagen por cuidar de la suya. Que siempre estará de su lado. Pero está ahí, tejiendo su mordaza esa maldita culpa que no lo deja decir palabra.
Matthew hace un gesto de hastío con la mano y la deja caer sobre su muslo.
—Hey…Da igual. Si fue siempre tu estrategia o surgió por el camino, entiendo cuánto necesitabas el papel del sexy-boy de corazón tierno y compasivo.
Jiwoong es consciente ahora de que nunca aclararon nada sobre lo sucedido en Boys Planet. Y él ha dado por sentado que todo estaba claro para Matthew. Ha asumido que sabía que no importaba cuánto intentó adherirse al guion, al oficial o al que se inventó por su cuenta, sus sentimientos se salieron de control. Que entonces como ahora son demoledoramente reales, y que no sabe, realmente no sabe, qué hacer con ellos.
—Con tantos años en esta industria, tú sigues siendo tan ingenuo, ¿por qué?
Esa maldita frase de nuevo. Es la tercera vez que la escucha en la semana. Pero en las dos ocasiones anteriores se mofó de ella. Ahora la siente como si le abriera el pecho con un escarpelo oxidado.
—No hablaré fluido el coreano, pero ¿tienes idea de lo inteligente que soy en inglés?
A él, a su Jiwoon hyung, ¿necesita aclararle eso? Jiwoong ve disolverse cualquier vestigio de inocencia en la cara del chico, los pómulos suaves y esponjosos ahora parecen rubíes, su barbilla se ha pronunciado en un gesto que ha transportado a Jiwoong al escenario de Love Killa.
—También me he aprovechado de ti. También escalé contigo. Así que, por favor, no te sientas en la obligación de compensarme. Es desagradable.
Siente que esta vez el pie de Matthew sí impactará contra su cráneo, que lo lanzará al suelo sobre un montón de cristales que ya no son CGI, si no los trozos de su alma hecha añicos. “Maettyu-ya, ¿qué está pasando? Baby, … esto duele.”
Matthew se rasca el nacimiento del cabello, la parte posterior del cuello. Sacude la cabeza como ahuyentando un mal pensamiento. Hay una dureza diamantina en su mirada, en sus palabras. Jiwoong quiere ver algo más en esos ojos fríos, pero está sumergido en un pegajoso miedo, hundiéndose en el tremedal de su propia conciencia castigada.
—Y yo, no pensé que tendría que aclararte esto…No tengo ningún sentimiento romántico por ti. ¿Cómo podría? Simplemente, nuestros planes funcionaron. Felicitémonos por una actuación perfecta.
Jiwoong desvía la vista de la cara de Matthew. Si le dice una palabra más va a estallar, no sabe si en ira, o si en llanto. ¿Qué pasó en estos dos días? Se acaba de dar cuenta de que Matthew no ha mencionado su nombre ni una vez, que desde que cambió su expresión y empezó a decirle todas esas palabras espinosas, no ha vuelto a decirle hyung. Su pecho empieza a apretarse, su piel se torna fría y su respiración insuficiente. No, no puede tener una crisis de pánico. “Cal-ma-te, Kim-Ji-woong”.
Finalmente se escucha a sí mismo, con una voz ajena por lo grave y vacía.
—Una actuación perfecta. Suena como un crimen perfecto, Maettyu-ya. Y un crimen perfecto no existe.
Matthew sacude la cabeza, y sonríe. Su rostro se ha aligerado un poco, pero la amargura sigue latiendo en sus ojos y en su voz.
—Porque el asesino siempre regresa al lugar del crimen.
Lo ha dicho, mientras palmea el muslo de Jiwoong con la naturalidad de siempre. Y aunque ha retirado su mano con igual ligereza, lo ha sobresaltado: ¿cómo puede reaccionar así después de todo esto?
—Evitemos eso el tiempo que nos queda. A fin de cuenta, sabes que lo más importante es el grupo, ¿verdad?
Por fuera, Jiwoong asiente pesadamente, adelantando su barbilla mientras aprieta sus labios. Por dentro, intenta recoger las piezas de sí mismo a su alrededor; pero, los pedazos de su espíritu continúan cayendo en desorden. El remolino de sentimientos vapuleando su abdomen, su pecho, su cabeza. Este giro del guion lo ha aplastado, desollado y tendido al sol, y finalmente consolado con las mismas palabras que traía para confortar. Y el consuelo ha sido peor que el martirio.
Matthew decide que ya ha dicho todo lo que quería (¿o lo que debía?). Gira hacia el interior de la terraza y las suelas de sus sneakers chasquean al golpea las lajas. Lo ve alejarse y siente que se está llevando todo el oxígeno del aire con él.
Quiere detenerlo, quiere agarrarlo por los hombros, sacudirlo, obligarlo a mirarle a los ojos y a repetir, “No tengo ningún sentimiento romántico por ti”. Quiere gritarle: “¡Me besaste, Maett-yah! ¡Me besaste como si fueras a tragarte mi alma!”. Quiere preguntar en dónde ha quedado ahora la promesa de despertarlo, la de ir a ver las estrellas, la de tenerse para siempre y soportarlo juntos…O tal vez, lo que debe pedirle es que, de verdad, lo noquee de una fuerte patada en la nuca, para olvidar todo lo que ha oído. Pero no se mueve.
Es Matthew quien se detiene. Tal vez captando la duda que aún arrastra a su hyung al remolino de los recuerdos entrañables que han formado, esos que hoy debe echar a la trituradora de sueños para poder sobrevivir. No se voltea para comprobarlo, pero la lengua de Matthew remata, como un látigo con cascabeles abiertos que perdieron los escrupulillos.
—Ah, Jiwoong hyung.
Sí, ha dicho Jiwoong. Esa “g” se incrusta en su plexo solar marcando cual hierro candente la certeza demoledora de una despedida. Jiwoon hyung ya no existe.
—Es obvio que no podemos confiar el uno en el otro, así que no pienso seguirte de aquí en adelante.
Matthew se aleja hacia la escalera, sin mirar atrás.
Jiwoong ahora recuerda.
La voz de Ansset, el Maestro Cantor, no solamente sanaba.
También podía matar.
***
No lo ve arrastrar los pasos hacia el interior de la base, ni estremecerse por esa fiebre que le ha llegado de golpe. No lo ve entrando en el salón donde Taerae toca su guitarra, mientras canta en armonía con Yujin y Gunwook. Ni ve cómo estos se detienen, y voltean curiosos hacia la sombra taciturna que sigue de largo sin siquiera reparar en ellos.
No lo ve cuando hace caso omiso al llamado entusiasta de Gyuvin, para que se una a Hanbin y a Hao en el comedor, a desempacar los potes de tteokbokki que han encargado para la cena. Porque si no ha sentido el delicioso olor que despide el lugar, mucho menos ha oído su nombre.
No lo ve entrar al dormitorio donde Ricky, enfrascado en su rutina facial frente al tocador detiene el gesto. Con la mascarilla a unos centímetros del rostro, observa alzando una ceja, sorprendido ante la imagen pálida y temblorosa que desaparece detrás de la puerta del baño.
Y menos puede ver, ni siquiera imaginar, que las fuertes piernas de Matthew apenas lograron aguantar hasta allí y han cedido, haciéndolo caer al suelo, la espalda apoyada contra la puerta del baño. Con ambas manos tapa su boca tan fuertemente que incrusta el anillo en sus blandas mejillas descoloridas, y sus dientes prensan sus labios hasta hacerlos sangrar.
Matthew tiembla sin parar mientras ahoga los sollozos contra sus manos, la cabeza hundida en el pecho, que se empapa con sus lágrimas. Recordar la cara rígida y muda de Jiwoong lo hace gemir. Sabe que es mejor así, pero que ni siquiera intentara protegerse, lo hace todavía más difícil. Quería que lo callara mientras él lo agredía, que lo detuviera, que se molestara, que parara esos dardos cínicos que quemaban a Matthew por dentro mientas los lanzaba.
Pero no lo hizo. Aun cuando hubiera una parte grande de verdad, quería verlo defenderse. ¿Cómo es posible que lo haya aceptado sin más? Matthew siente que todas y cada una de las palabras que ha dicho, frío por fuera, pero hirviendo de desesperación por dentro, han destrozado no solo el futuro que no pueden tener, sino todo lo que han vivido hasta hoy.
—Está bien, está bien…es mejor así…es más fácil así…
Pero sus palabras entre sollozos no logran detener sus pensamientos, como hojas de arce arrastradas por la ventisca. Ojalá, hubiera elegido el equipo ‘Switch’ en lugar de ‘Say My Name’…y cualquier otro en lugar de ‘Love Killa’…que nunca se hubiera animado junto con Hanbin hyung a entrar al show… ojalá, simplemente, no hubiera venido nunca a Corea. Porque entonces su hyung, su Jiwoon hyung, no habría tenido que escuchar lo que hoy le ha dicho.
Como Jiwoong sigue todavía, inmóvil, crucificado por su dolor y su culpa en la terraza, no puede ver que el Matthew que ama, ha empezado a morir de a poco.
***
Ricky ha esperado detrás de la puerta, escuchando atento los sonidos entrecortados que salen del cuarto de baño. En dos ocasiones ha tenido el impulso de entrar, pero se ha contenido. Primero, cuando lo ha escuchado sollozar ahogadamente; luego, cuando siente el ruido de las arqueadas y el vómito explosivo contra el lavamanos. Pero decide esperar. No cree que Matthew esté en condiciones de hablarlo. Decide darle su espacio. Regresa hasta su tocador, se sienta, y comienza a ponerse, finalmente, la mascarilla.
Un rato después, Matthew sale y su aspecto en el espejo hace contener la respiración de Ricky.
—Man, are you ok?
—Yap…Me duele el estómago. Creo que algo que comí me ha caído mal.
Miente para justificar su aspecto, su palidez y la hinchazón por tanta lágrima, que convierte a sus ojos brillantes en dos líneas delgadísimas y opacas. Sus labios están inflamados, lacerados por sus propios dientes.
Ricky no pregunta. Se levanta y busca en su armario, en un estuche, un tónico digestivo y se lo extiende. Ricky siempre tiene todo tipo de cosas útiles a mano.
—Toma. Es un remedio natural contra la náusea. —y añade bromeando. —También tengo medicinas, además de snacks y dinero.
Matthew toma la pequeña botella de la mano del Ricky y hace una ligera inclinación, agradeciendo. Quiere sonreírle, pero no logra que los músculos que elevan sus comisuras le respondan. Se le ha encasquillado su mejor arma. Ricky le palmea levemente el hombro, comprensivo.
—Descansa. Las sopas de Hanbin son mágicas. Para que te cures todavía más rápido, le diré a Jiwoon hyung que te la traiga...
Ricky intenta probar con otra broma. Al final, siempre están haciendo bromas a Matthew con Jiwoong, y a Jiwoong no le molestan en lo absoluto. Sin embargo, la reacción de Matthew si parece ser la de alguien molesto.
—No le digas. —él mismo ha notado la rudeza e intenta arreglarlo de inmediato. —Se me pasará con este remedio. Solo voy a acostarme un rato. I’m gonna be ok, Ricky.
Ricky asiente, pero sospecha que algo va mucho peor de lo que había pensado. Cuando deja la recámara y a Matthew, tras hacerle prometer que se tomará el tónico, siente que las cosas están tomando un rumbo raro. Y no le gusta. En realidad, no le gusta ver a este pequeño zorro privado de su sonrisa, por cualquiera que sea la razón, porque la habitación parece más oscura entonces. Sin embargo, Ricky se calla esta vez y respeta el deseo de Matthew.
De Matthew, que se ha quedado mirando el techo, por más de dos minutos, por más de dos horas…
Las ojeras en la mañana hablan de que ha perdido otro de sus más conocidos talentos.
***
Epílogo 5. El amor según Ricky
Ricky observa con meticulosidad el movimiento casi imperceptible del torso de Matthew, mientras el aire entra y sale de él. Quiere confirmar que lo hace. Sabe que no puede oírle, pero Ricky tiene la necesidad de decir, de disculparse por lo que no dijo, esforzándose por que no se desborden sus ojos enrojecidos.
—Matthew, what's up, men? I promised you to buy a meal…so don't make me seem like a liar. You're my hyung, after all.
Sonríe, nervioso. Matthew se ve tan pequeño y frágil. Ricky siente que hoy incluso sus chistes podrían ser demasiado. Matthew, que hasta los hombres encuentran lindo y quieren cuidar de él como Gyuvin ha dicho, le causa una ternura abrumadora a veces.
—By the way, we've never swapped jewelry, which is quite funny since we both go crazy over them. It stings a bit, you know. So… let's hit up the stores for some sexy and cute couple's earrings next week, alright? Pinky promise.
Ricky lleva el guardapolvo azul con la elegancia de un sobretodo costoso. Aparta la mochila hacia una esquina del sofá, se sienta junto a Jiwoong, en silencio, y le palmea la rodilla. Jiwoong apenas le sonríe. El joven chino comenta sobre el clima lluvioso, pasa los mensajes de ánimo de los chicos que siguen en la base y lo actualiza brevemente sobre lo que van haciendo. Deja fuera cualquier comentario sobre el escándalo y su curso. Jiwoong responde con monosílabos. En un punto, Ricky siente que es mejor callar.
Hace apenas doce horas estaban los dos regresando, satisfechos de su actuación en el programa de TvN, bromeando sobre el impacto de bailar juntos fragmentos de Love Killa y Over me (eso le encantó), e imitar algunos gesto de ageyo de los miembros del grupo (lo cual le gustó menos, pero ya está acostumbrado). Por ese instante habían olvidado bajo el fuego cruzado que están. Aunque fuera obvio para él que la actuación impecable y profesional de Jiwoong le había llevado un esfuerzo inmenso, desgastante, para mantener su mente enfocada, y dar lo mejor de sí sin derrumbarse.
Luego, Ricky lo vio palidecer y perder su compostura cuando regresaban a la base en la furgoneta del grupo, mientras miraba las redes con avidez, con el ceño fruncido, cada vez más fruncido. Ricky quiso recordarle que lo dejara, que les habían dicho claramente que se mantuvieran al margen de la polémica, que eso solo les haría daño. Se calló, sin embargo, porque de pronto pensó que tal vez, Jiwoong quería hacerse daño. La imagen debilitada de Matthew y sus ojeras que crecían cada mañana lo golpeó en ese instante. Pensó en contarle allí mismo. Pero, Jiwoong había resoplado con ímpetu. Y sin darle tiempo a preguntarle el motivo había empezado a marcar a los chicos.
Marcó varias veces el mismo número, pero de inmediato le salía el mensaje de voz. La voz de Matthew, claramente. Luego intentó con Hanbin, no contestó. Hao, tampoco. Intentó inútilmente con el de Taerae.
Ricky inquiere con la mirada. Jiwoong solo aprieta los labios pálidos, negando, y marca por cuarta vez. Gyuvin responde.
—¡Jiwoongie hyung!
Gyuvin está temblando y tiene los ojos llenos de lágrimas. Ricky se congela por un instante, pero Jiwoong, respirando agitadamente, pregunta de prisa.
—¿Qué pasó?
—Matshu…Matshu hyung…Creo que está…él no…—el compasivo de Gyuvin no para de sollozar.
—¡Pásame a Mettyu-ya! —la voz de Jiwoong arde en urgencia.
—Lo siento, hyung…no puede.
—¡Déjame hablarle, Kim Gyuvin!
Gyuvin se tapa la cara sollozando ante el grito de Jiwoong. Alguien toma el teléfono de las manos temblorosas del chico, y ven el rostro grave y lloroso de Gunwook.
—No puede, hyung. Matshyu hyung perdió el conocimiento y no logramos que se reanime. El 119 está en camino. Hao hyung está en conversación con el jefe Kim, Hanbin hyung está atendiendo la llamada de los paramédicos. Taerae… Oh, esperen...
(escucharon sirenas lejanas en el fondo)
—…creo que la ambulancia está aquí.
—Vengan pronto, por favor. — escucha la voz ahogada de Gyuvin, fuera de la cámara.
Ricky recuerda la desesperación en los ojos de Jiwoong, la rigidez de su mandíbula apretando sus dientes, apretando sus puños, para controlarse. Mirando hacia afuera como un animal enjaulado tratando de ubicar por dónde iban y cuánto les faltaba para llegar a la base. Ricky se aferró a su mano, mientras trataba de conseguir su mirada: “Cálmate, hyung, te va a dar un infarto.” Cuando Jiwoong intentó decir algo, solo salió un sollozo ahogado de su boca. Entonces, comprendió que ambas cosas: el desmayo de Matthew, la conducta angustiada de Jiwoong, estaban unidas en una verdadera urgencia. Su voz sonó amable pero imperativa cuando se dirigió a su manager al volante.
—Hyung-nim, nos necesitan en la base cuanto antes. Por favor, lúzcase al timón, ¿ok?
Ricky está pensando, sentado junto a Jiwoong, mientras observa su cara hermosa, afiladísima por la falta de sueño y de apetito. Piensa en el momento que lo vio lanzarse de la furgoneta casi en marcha como un SEAL en misión de asalto, correr hacia donde Matthew yacía inerte, su cara pequeña desdibujada bajo la máscara de oxígeno, y aferrarse a la camilla como si su vida yaciera en ella. Para él, para Ricky, por lo mucho que admira a Jiwoong, le es imposible ignorar lo que a su hyung más le importa.
Había ese brillo en sus ojos desde que entrenaban juntos en Boys Planet para la misión de Here I am. Tal vez, ni siquiera Kim Jiwoong lo sabía. Que cuando miraba a Matthew su boca se distendía levemente y sus ojos reían. Se veía realmente hermoso. Era imposible no fijarse en él.
Cuando escogió la misión de Love Killa no lo hizo pensando en ello, pero como ya había hablado de su admiración por Jiwoong, todos creyeron que era su mayor razón para ir allí. No le hizo falta estar en el mismo equipo para saber, para entenderlo, incluso primero que Jiwoong. Porque Love Killa le mostró que lo que hacía a Jiwoong tan atractivo para él era el modo en que miraba a Seok Matthew.
"Matthew, you need to wake up. This could not be the last dance for us."
Ricky no quiere romper la promesa que le hizo. Al final, contar con esa confianza de su parte, le ha hecho sentir especial, mucho más cercano a Matthew. Pero tal vez sí, debió ir donde Jiwoong y contarle en ese mismo momento en que empezó a quebrarse. Debió contarle, aunque Matthew se molestara. Porque viendo lo que ha pasado, siente que ser entrometido y soplón, hubiera podido evitar este dolor a Jiwoong, a Matthew, a todos los chicos... y este dolor a él mismo, al verlos sufrir de ese modo.
Pero es demasiado tarde. Solo echará más sal a la herida. Lo que urge ahora es confortar a su hyung. Saca de la mochila una lata de Hongcho caliente, la abre, y se la alcanza. Jiwoong la recibe con un gesto automático y desganado. Pero Ricky lo mira serio, y hay autoridad en su voz baja y aireada.
—Hasta el fondo. —le ordena, sin espacio para réplica. Y añade con deje burlón. —No puedo quedarme como el único stan attractor de este grupo. Es demasiada responsabilidad para mí solo.
Jiwoong sonríe con ironía.
—Te has vuelto muy engreído, Shen Ricky.
Pero, bebe, obedientemente. Mientras lo hace, Ricky respira aliviado. Sí, su hyung a veces es silly y despistado, pero nunca deja a sus dongsaeng quedar mal, incluso en esas circunstancias. Solo quien no lo conoce en lo absoluto puede creer que Kim Jiwoong haya intentado algo, ni siquiera involuntariamente, para dañarlos. Y a Matthew menos que a ninguno.
Ricky lo ha visto lidiando con sus celos por Matthew con todos en el grupo, también con él. Se burla a cada rato de eso, incluso cuando los demás ni siquiera lo notan. Pero nunca han recibido un gesto, una palabra, una acción ofensiva de su parte. Ricky admira eso, esa capacidad de dar sin esperar nada a cambio, esa lealtad grabada en mármol, ese eterno deseo no saciado que no claudica en él, a pesar de todo y el tiempo. Quisiera que su amor luciera así de hermoso desde afuera.
—Hyung, …
—Hmmm?
—Es una suerte tenerte en el grupo...
—También a ti… Tenemos muchas suerte de tener un chico joven, alto, rico y apuesto…que atrae tantos fans, y hace los mejores challenges.
—Ah…No me refería a ese tipo de cosas.
—Lo sé. Es una suerte tener a alguien que, a pesar de ostentar todas esas ventajas, le importa aún más la felicidad de sus compañeros de grupo.
Ricky sonríe, repentinamente tímido, conmovido. Jiwoong sabe lo sensible que es, a pesar de lo que puede aparentar con su belleza feérica y su confianza en escena. Ahora que están allí, unidos por la incertidumbre, Jiwoong siente que debería disculparse porque puede ser que en el futuro no tenga una oportunidad igual.
—Te debo una disculpa…Desde Love Killa.
—Hyung, ¿de qué hablas?... Si te disculpaste apenas me sacaste del equipo.
—Me disculpé por la razón equivocada. Ahora lo sé, desde hace tiempo lo sé.
—Hemos podido bailar muchas veces juntos, hasta pudimos bailar juntos Love Killa en un show de TvN hace dos días. La edición en BP siempre exageró las cosas, respecto a mi decepción porque me sacaras entonces.
Ricky no quiere ir más allá, no quiere decirle lo que realmente le molestó en aquel momento. Algo que en verdad nunca ha podido hacer en escena…pero aún no pierde la esperanza.
—Lo sé. Sé que no fui la razón por la que fuiste allí. Y porque a veces soy un poco impulsivo cuando se trata de proteger a mis amigos, te privé de eso.
Ricky abre la boca lentamente.
—Discúlpame, porque entonces y hasta hoy no hayas podido bailar Love Killa con Kim Gyuvin.
Ricky sonríe bajando la cabeza, y sus ojos vuelven a enrojecerse.
Porque suena como si Jiwoong hubiera visto desde afuera esa misma belleza en él.
Y él no lo sabía.
Continuará
Notes:
Oh, ¿realmente, has llegado hasta aquí? ...Gracias por leer :)
Chapter 6: Danceny et Valmont
Summary:
Extraños sucesos alrededor de Matthew y su visible deterioro físico atormentan a Jiwoong. Quiere decir adiós a ese amor imposible, de frente, mirándole a los ojos, pero el caos se desata en las redes antes de que pueda siquiera, confesarlo.
Notes:
(See the end of the chapter for notes.)
Chapter Text
Capítulo 6
Danceny et Valmont
“I believe there is another world waiting for us.
A better world. And I’ll be waiting for you there.”
Cloud Atlas. David Mitchell.
[Tres días antes]
El mensaje de Jongwoo lo sorprende.
“Ourtthew!! Este es mi nuevo número. Guárdalo.
Estoy cerca de WKOne.
Tengo un dato importante sobre lo que está pasando.
Algo que descubrí en Boys Planet y puede ayudarlos.
Pero, por favor, ven solo. O con Jiwoong hyung.
I only trust you two.”
Comprueba que la dirección del café está a poca distancia de la “base”. No más de siete minutos en taxi. Matthew revisa entre sus figuras de colección, y cree que a Jongwoo va a gustarle la que ha escogido, una de sus miniaturas de Demon Slayer. Hubiera preferido ir con Jiwoong, pero entiende que es mejor que se haya tomado estos días; si alguien los identifica juntos agrandarían la polémica. Solo porque es Jongwoo y porque confía bastante en su amistad hacia Jiwoon hyung está pidiendo la autorización para salir, “para encontrarse con su tío”. No le gusta mentir, pero no hay otra forma de estar en el horario convenido para ver a un ex concursante de BP, cuando el tema del show está siendo el mejor caldo de cultivo para cotilleo digital.
Su gorra azul navy con un Eevee bordado en la corona, las gafas de sol Prada y una mascarilla KN94 negra, le dan confianza Matthew para no ser identificado cuando aborda el taxi. La holgada chaqueta de mezclilla ya le resulta bastante calurosa, aunque los últimos días lluviosos hayan refrescado el clima, y la mañana siga siendo salpicada por lloviznas intermitentes. Le dirá a Jongwoo que lo hizo pasar por su tío para salir. Será su pequeña venganza por las bromas que él y Jiwoong le hacían durante el programa sobre el perfume que el tío Kwang le regaló, diciéndole que Matthew “olía a tío” cuando lo usaba. En el camino aumenta sus ganas de contarle a Jiwoong que se encontrará con Jongwoo, pero recuerda el mensaje de su hyung antes de irse a casa: “Hablamos a mi regreso, Woohyun-ah. Quiero estar offline unas horas. Necesito pensar.” Aunque lo extrañe a cada paso ha tenido que contenerse para no textearle por cualquier cosa y respetar su decisión.
Cuando desciende del auto la llovizna ha arreciado y tiene que levantar la capucha blanca de la chaqueta sobre la gorra, y correr hacia el portal del café. El establecimiento tiene un cesto con sombrillas transparentes junto a la puerta de entrada. Toma nota para cuando vaya de regreso.
En el salón, prácticamente vacío, se baja la capucha. Las gafas van a uno de los bolsillos después de sacar de su interior el celular para textear a su amigo.
“Búscame al final, junto a los ventanales.”
Matthew distingue la única mesa ocupada en esa fila, y mientras se acerca, bajándose la mascarilla, siente un pálpito frío en su estómago. Hace varios meses que no ve personalmente a Jongwoo, pero le parece más alto con ese pasamontaña tejido, inclinado sobre su propio teléfono, concentrado en la pantalla mientras hace scroll. El cubrebocas gris disimula bien su rostro.
—Hey, Jong…
Los ojos dejan la pantalla con celeridad y se clavan en Matthew. “No es Jongwoo.” Va a empezar a disculparse cuando la expresión de sorpresa del otro lo detiene. La memoria para rostros de Matthew es su punto fuerte, pero esta vez quisiera poder fingir que no conoce a esa persona bajo la máscara, disculparse y seguir esperando por Jongwoo. La ironía y el disgusto en su interlocutor no le da espacio para fingir ignorancia.
—¿En serio? ¿Te hiciste pasar por él?
Matthew siente que todo a su alrededor adquiere una pátina de extrañamiento: el local, la situación, la persona que lo mira ahora con irritación y hasta cierto desprecio cuando pregunta.
—¿De qué demonios va todo esto?
Matthew parece encontrar su voz, finalmente, luego de la conmoción inicial y del desconcierto.
—Estoy esperando por un amigo…que me encontraría aquí. Creo que ha sido una coincidencia…
—¿Coincidencia? ¿Me estás tomando el pelo?
—Lo siento, no es mi intención. Debo encontrarme con un amigo, disculpa.
Matthew intenta regresar por donde vino, pero la voz firme lo detiene en seco.
—¡Espera! ¡No te des la vuelta!
Lo ve enterrar la cabeza entre sus hombros y hundir su mirada en el móvil, mientras se alza un poco más la mascarilla. Le comenta casi en un susurro, que Matthew apenas distingue.
—A tu izquierda, a tus ocho en punto, hay un lente apuntándonos. Súbete la mascarilla y la capucha.
—¿Qué?
—¡No te voltees, tonto! Sigue directo hacia el baño al final del pasillo. No salgas hasta que te avise.
—Es que hay alguien con quien debo encontrarme…
—¿No lo entiendes? Es una trampa. Deja de hablarme y haz lo que te digo. Si en verdad te importa al menos un poco Jiwoongie, procura no seguir hundiéndote, canadiense.
***
La noticia de que lanzarán el nuevo disco en Japón los ha animado a todos. Jiwoong siente que su pecho contraído por estos tres últimos días se expande en una inspiración esperanzada; hay un destello en su rostro, repentinamente feliz. Cualquier viaje fuera de Corea estaría bien por sacarlos del vórtice de críticas locales, en especial a Matthew. Pero, Japón es mucho más. Japón se ha vuelto un lenitivo, porque cuando regresan allí, su corazón se permite latir más fuerte, más libre, y siente que el de Matthew lo hace también. Busca sus ojos para compartir esa alegría, rozar esa mirada que lo esquiva incesantemente. Lo ve apretar los labios, rascarse la cabeza con ansiedad y mirar hacia afuera. No hace contacto visual, pero Jiwoong distingue en esos fatigados ojos de boba una neblina de lágrimas.
¿Estará pensando lo mismo, recordando todos sus momentos entrañables? Y él, ¿por qué sigue guardando esperanza después de lo ocurrido? Tal vez, porque Japón…Japón los hace latir diferente.
Chiba, Yokohama, Osaka, Tokio…Aún palpita en su memoria la primera ocasión en la que se hospedaron en cuartos separados. Cuando se sintió extraño, por tanta costumbre de tener siempre la respiración de alguien a pocos metros y con la tranquilidad de que, si te levantas a medianoche desorientado, solo mirar al chico (generalmente Yujin) que duerme en la cama contigua te hace regresar al presente, y la ansiedad, como una pompa de brea, se disuelve en la oscuridad.
Japón ha continuado labrando su destino, aunque el timing entre él y Matthew no pudo ser más errático al principio. Como en ese viaje cuando lo llamó justo en medio de su primer live, para pedirle que se encontraran más tarde. No, no fue la mejor estrategia. Hanbin levantó el “protocolo de seguridad”, y no pudieron volver a verse a solas. Mientras camina hacia el estudio de grabación, recordar le hace sonreír, ¿cómo quería que reaccionara el líder después de que Matthew contestó la llamada y se puso todo tierno y nervioso mientras conversaban frente a miles de Z’roses virtuales?
Había algo raro en el ambiente a inicios de aquel octubre. Fue la primera vez que se sintió tan cerca de perder la cabeza y abandonarse. Porque todo empujaba, haciendo crecer sus sentimientos como una bola de nieve, una que venía rodando desde Los Ángeles, Londres, París, y parecía querer derretirse al calor de un jacuzzi en Tokio. Pero no ocurrió, y a medida que avanzó el invierno, la bola de nieve se hizo más sólida, pero también más difícil de mover y más fría.
Cuando regresaron a Yokohama, tras el deshielo, Jiwoong volvió a llenarse de una inquieta esperanza. Habían estado por tanto tiempo contenidos, como si sus sentimientos hibernaran para evitar añadir más dolor y tensiones a todo lo que les ocurrió en el primer invierno. Con las interacciones en los conciertos y en los shows de televisión, sus miradas volvieron a ser brillantes; sus abrazos, risueños; y sus noches, cortas para tanto que querían compartir en las llamadas y chats antes de dormir.
Pero es la última primavera en Tokio, con su final inconcluso, su invitación tácita y sus estremecimientos, la que tiene el primer lugar en sus memorias. Jiwoong todavía camina por las noches en su mente por esa habitación con la vista a Nihonbashi, con el peso de la cabeza de Matthew sobre su hombro, y el cosquilleo en cada parte de su piel.
***
[Tres meses antes]
La imponente vista de Nihonbashi en la noche se despliega detrás de los cristales. Jiwoong siente que es demasiado inmensa para contemplarla solo con sus ojos. Antes de dejar la chaqueta sobre la cama toma el móvil del bolsillo. El primer impulso es llamar, pero no hay que ignorar la experiencia. Teclea. En japonés.
“¿Qué tal la vista desde tu habitación?
La que tengo en la mía, merece compartirse.”
Entenderá. Continúa organizando su atuendo sin apartar la vista del celular hasta que se ilumina.
“¿Solo la vista? ¿Qué me dices del jacuzzi?”
Se lleva la mano a la boca, y no puede evitar una sacudida que va más allá de la carcajada retenida entre sus dedos. Las mejillas enrojecen tanto como sus orejas. Quiso ser provocador; Matthew le dobló la apuesta. El jacuzzi de la suite es una tentación grabada en mármol. Se echa sobre la cama, revoloteando de ansiosa satisfacción; y mientras muerde la uña de su meñique, teclea de vuelta.
“¿Compartir el jacuzzi mientras se disfruta de la vista?
No veo por qué no podamos tener ambas cosas.”
Por favor, piensa Jiwoong, ven con cualquier pretexto. Su cuerpo se siente afiebrado de pronto.
“¿Me compartes la combinación de tu habitación? :D :D”
Y varios emojis de risa. Porque es obvio que no hay tal combinación para abrir la puerta. Matthew es tan bueno con las palabras y cada día su japonés es mejor. Humedece los labios, inquieto. ¿Lo consiguió? Y al instante se siente ridículo, ¿ponerse así por ver a su compañero de grupo? Simplemente conversarán, reirán un rato, verán alguna película, Matthew terminará bostezando y probablemente durmiéndose antes de que se llene el jacuzzi.
Porque siempre sus mensajes son más ardientes que cuando están uno frente al otro, cuando la realidad se hace tangible y pesada, recordándoles su lugar en este mundo. Esa realidad que a veces los pone a jugar en modo ultra difícil dándoles un escenario como el de hoy.
El Mandarín Oriental es el hotel más lujoso al que ha entrado en Japón. Hospedados en suites combinadas, esta vez están realmente muy cerca. A Jiwoong le han asignado la habitación principal, Yujin y Matthew comparten la secundaria.
“¿Vamos al gym, hyung? ¿O es muy tarde para ti?”
“¿Podríamos ir en la mañana? Como en LA”
La referencia busca despertarle viejas y buenas memorias. Se arrepiente enseguida. Empieza a teclear que pase por él, cuando la respuesta de Matthew llega primero.
“Espero que la vista valga la pena”
Al abrir la puerta, su pecho ya está redoblando. Apenas apoya la mano en el marco, buscando una pose que disimule su nerviosismo, Matthew se cuela por debajo de su brazo extendido. Entra mirando a todas las partes con expresión asombrada y, lo nota inmediatamente, su voz más aguda debido a la ansiedad.
—Wooow, con razón es la principal, mucho más espacio… ¡y mira esos ventanales! Bro, aah…la ciudad se ve impresionante. Las de Hanbin hyung y de Hao hyung deben ser tan grandes también. Y el comedor, hyong… ¡Creo que cabemos todos en esta suite!
Jiwoong camina despacio hasta el ventanal más cercano y se recuesta su marco, sin dejar de mirarlo.
—Estaba pensando lo mismo. Que podríamos estar felices todos en una misma habitación como ésta, y dormir juntos…Pero no estamos de campamento.
—Lo sé. La compañía tiene que cuidar el protocolo de privacidad… Y justificar gastos.
—Sobre todo eso.
Se ríen y la risa ha enganchado sus miradas como esos clips que se caen al suelo y al levantarlos, al azar, sin saber cómo, se han unido caprichosamente. Matthew con la cabeza ladeada, mirándolo casi por encima del hombro, con una sonrisa que va pasando de sus labios a sus ojos, lentamente…
—Realmente lindo... todo en esta habitación.
Jiwoong siente el calor coloreando sus orejas. ¿Cómo puede mirarlo de ese modo? Lo más lindo que hay ahora mismo en esa suite no pertenece a ella, ni al hotel, no pertenece a Nihonbashi, ni a Japón. Acaba de entrar por debajo de su brazo, furtivamente. Así como entró en su corazón, sin poder detenerlo.
—No me mires…con esos ojos.
Le dice entornando un poco los suyos, con ese gesto de bedroom eyes que hace rato no usa con él. Porque su obvio coqueteo solo termina alejándolo mientras le protesta riendo. Jiwoong ha llegado a creer que su faceta de seductor solo tiene efecto cuando reaccionan a los videos musicales y publicaciones en revistas. Pero ¿por qué no? después de todo están en Japón. Matthew puede protestarle por entrar en flirting mode, o seguir retándolo, zalameramente; o puede solo echarse a reír y borrar con un gesto cualquier intensión provocadora.
Lo que decide hacer es lo que menos espera. Matthew se vuelve hacia él con la boca apretada en un punto, donde su labio inferior sobresale graciosamente, y ladea aún más su cabeza, entre tímido y confundido, encogiendo los hombros, jugando nerviosamente con sus manos, mientras murmura con su coreano más aniñado y acento tan propio.
—¿Con cuáles te voy a mirar, hyung, si son los únicos ojos que Matchu tiene?
Jiwoong aparta la mirada y respira profundamente. Le contesta cuando termina la larga exhalación.
—Por favor, ten un poco de piedad cuando uses tu aegyo.
Ahora lo ve reír divertido, y luego dejarse caer sobre una esquina del ancho sofá, los pies colgando a unos milímetros del suelo; mientras su mente curiosa reflexiona en voz alta.
—Hmmm, tu flirting mode contra mi aegyo…Creo que podría vencerte. Pero, si usas tu aegyo contra mi…no creo que mi flirteo pueda ganar ahí.
Jiwoong sonríe, divertido, solo de escuchar a Matthew ser Matthew en toda su expresión.
—Oh, hyung, se me acaba de ocurrir un juego. Creo que les gustará a los chicos. Podemos usarlo en la nueva temporada de ZBTV.
Jiwoong ocupa el otro extremo del sofá, apoyando su codo en la abrazadera, y sosteniendo su cabeza mientras lo mira arrobado. Al parecer la noche tomará un rumbo diferente. Pero siempre que sea con él, Jiwoong se lanzaría a cualquier viaje al que Matthew lo lleve con su entusiasmo.
—Flirting vs. Aegyo. Cada palabra se escribe en tarjetas separadas en iguales cantidades...Luego de elegir quienes se enfrentan con cualquier forma de pareo, cada uno declara que pedirá a la otra persona que haga si pierde. Luego de escoger una tarjeta ¡sin mirar!, tienes que derrotar al oponente usando aegyo o sensualidad. Pierde quien se muestre conquistado. ¿Qué tal?
—¿Pueden salir tres combinaciones entonces?
—Exacto. Aegyo vs Aegyo, Flirting vs Flirting, o Flirting vs Aegyo.
No está mal, realmente. Jiwoong tiene que reconocerlo. Ha logrado que se olvide del sobresalto inicial, y hasta del jacuzzi.
—Pero no puedo jugar a eso contigo.
Matthew lo mira con ojos desalentados, la boca curvándose hacia abajo, el labio inferior sobresaliendo otra vez.
—¿Por qué?
¿Y lo pregunta? No se trata esta vez de que lo deje ganar a propósito. No se trata de pulsear, armar cubos o lanzar fichas a mayor distancia; si no de que irremediablemente lo derretiría con su aegyo.
—Nadie puede contra tu aegyo, Ttyu. Creo que este juego es algo tramposo.
—Naah, muchos miembros del grupo son buenos con su aegyo, hyung. También los son flirteando. No soy tan bueno en eso.
—¿Qué no eres qué?! Maettyu-ya, el aegyo también es una manera de flirteo…
—Pero no me refiero a actuar lindo…Mis fans me dicen que soy bueno en ambos, cuando les escribo en las redes, “el rey del rizz”; pero, incluso con ello, creo que Woohyun siempre está en desventaja.
—De verdad, ¿eso te pone triste?
—No triste, hyung, pero…
—¿Pero?
—Pero pienso que no puedes conquistar a alguien y que te tome en serio, solo haciendo monadas.
“Habla por ti”, piensa Jiwoong, porque Matthew haciendo lo que sea, especialmente “monadas” lo hace claudicar al instante.
—Creo que eso depende de la persona.
—Si fueras a conquistar a una persona, ¿qué usarías tú?
La pregunta lo toma desprevenido. Con la intensidad que lo está mirando, ¿no es capaz de ver el rubor en su cara? Jiwoong cae súbitamente en una espiral de pensamientos llenos de inseguridad y suspicacia: “¿a quién quieres conquistar, Maettyah?” “¿viniste solo por un consejo de tu experimentado hyung?” “¿estás jugando conmigo, o estás flirteando ahora mismo?” Jiwoong sacude la cabeza para alejarse de ese vórtice descendente que no lo lleva a ningún lado. El nudillo de su índice acaricia su labio inferior, pensativo…y haciéndolo inevitablemente atractivo para Matthew.
—Ahora mismo, no estoy seguro…si pueda conquistar a quien me proponga.
—¡¡Ah, hyung!! ¡Eres la persona más atractiva que existe en este mundo!
Su sorpresa es totalmente sincera y adorable. Jiwoong siente que el piso está bailando bajo sus pies. Definitivamente, Matthew tiene un cableado del cerebro diferente. Uno que Jiwoong no consigue, a pesar de los meses, descifrar; que lo sigue trastornando y sometiendo con esa tierna sinceridad sin dobleces. Contiene la sonrisa de satisfacción y trata de que el rubor no siga creciendo. “Eres actor, ¡contrólate!” Y es momento de sacar partido de esto.
—Entonces, si la persona más atractiva del mundo quisiera conquistarte, ¿qué debe hacer?
Matthew abre la boca, y luego jadea una risa nerviosa, mientras sacude su cabello castaño, negando. Se ha sonrojado y termina llevándose la mano a la frente. Jiwoong aprieta aún más la sonrisa entre sus labios, porque le encanta ver a Matthew tocado por su coqueteo esta vez.
—Ouch…No debí atreverme a desatar este nudo. Jamás podré ganarte flirteando.
Jiwoong se inclina un poco más hacia él, buscando sus ojos sonrientes, pero hay en ellos también un gozo tímido, un sobresalto. “¿Touché?” se pregunta mientras muerde el labio, por instinto.
—¿Por qué sigues queriendo ganarme? ¿No te basta con haberme conquistado?
Casi puede respirar el aliento que Matthew exhala, huele a menta y se mezcla con el olor afrutado de su piel pálida. Cuando Jiwoong acerca su perfecta nariz a milímetros del hombro descubierto de Matthew, mientras cierra sus ojos, su voz más profunda emerge como un roce.
—¿Es tu perfume o un sentimiento nuevo esa fragancia que huelo en ti?
Abre los ojos sobre los de Matthew. Y la timidez y el anhelo en su expresión desorientada y rendida a la vez, lo golpea como un vendaval en su rostro. Detenerse es un acto de coraje a estas alturas. Jiwoong se incorpora sonriendo, aligerando el ambiente, y golpea levemente el muslo del chico.
—¿Ya entendiste cómo funciona? Solo aprovecha cualquier pregunta para contratacar con otra, y ve escalando hacia algo más físico, mientras te aproximas a la persona o la cámara.
—¿Eh? Oooh…Ya. Entendí.
—Estoy seguro de que lo harás bien.
—¿Eh? ¡Ah, sí! …Jiwoon hyung, you’re the best! Me hiciste…me hiciste latir el corazón con tu broma.
“¿Broma?” Aunque sonríe, no es satisfacción lo que está sintiendo. Es una sonrisa para callar su atrevimiento, para aliviar el malestar de estar desfasados siempre. Jiwoong le sacude el pelo, con un gesto fraternal, intentando que sus dedos conecten con un sentimiento permitido.
—Tendrás que darme clase de aegyo en algún momento.
—Tú no la necesitas.
—Ah, ¿no? ¿acaso también soy la persona que actúa más lindo en el mundo, o qué?
—No he cambiado de opinión desde Boys Planet. Para mí, sí lo eres.
Como esos clips que caen al piso, y por azar, casi mágicamente, están unidos cuando los recoges, sus miradas vuelven a enredarse. No, no es un error de timing, piensa ahora Jiwoong, no es un desfase de sentimientos. Es justamente una sincronía tan perfecta que les deja saber cuándo parar sin dejar de atreverse. Porque esta es la única manera en la que pueden permitirse seguir adelante.
—Aún…no me has mostrado el jacuzzi.
Jiwoong siente que sus mejillas ya empiezan a picar de tan insufladas. Ha tenido demasiadas fantasías que involucran a Matthew y los jacuzzis como para mantenerse calmado en esa escena. ¿Cómo llegó el aire a ponerse tan caldeado en tan poco tiempo? Jiwoong se inclina sobre la redonda mesa del centro y afianza la mirada en los diversos y coloridos plegables para no seguir agitándose.
—Puedes ir viéndolo…yo… voy a ordenar comida, ¿te parece? ¿Te apetece algo en particular?
—It’s okay. Just order what you want... but,
La voz de Matthew ha descendido media octava, y no es solo porque cuando habla en inglés siempre suena mucho más maduro y varonil. Su voz envuelve un halago, una provocación, una caricia. Cuando se inclina hacia la mesa haciendo que sus hombros se toquen, y su aliento de menta alcanza las mejillas encendidas del otro, Matthew desliza su dedo índice, con tan sinuosa delicadeza por el menú del In Room Dinning, que Jiwoong siente el estremecimiento en su columna, como si estuviera acariciándole la espalda desnuda. El dedo se detiene sobre un plato de carne de ternera con salsa de jengibre y miel. Las palabras también tienen la suficiente suavidad para que Jiwoong entienda.
—Juicy… we need something juicy to calm this fire.
Jiwoong gira levemente su rostro para encontrarse con la mirada entornada de Matthew, con su labio inferior que desaparece bajo sus blancos dientes. Hay algo salvaje en el brillo de sus ojos, bajo las espesas pestañas, algo aún más seductor que cuando baila en el escenario provocando con gestos que se han ido haciendo icónicos. Esta vez, su mirada subyugante no lo alcanza a través de una pantalla, o desde la distancia que les impone el escenario. Jiwoong siente que sus labios se resecan y necesita humedecerlos. Está a la distancia de su aliento, tan cerca de su boca, está… “¿Qué estás haciendo, Maettyah?”
Matthew sonríe ahora contrayendo sus ojos en dos líneas pequeñas, y arrugando su nariz de zorro. La expresión ha cambiado en fracción de segundo a una divertida y juguetona. Sus cejas se mueven enfáticas mientras apunta con su índice al desconcertado rostro de Jiwoong.
—¿Qué tal estuvo? Mucho mejor en inglés, ¿verdad? Ah…es porque mi voz suena diferente, más grave. Matchu te movió el corazón, ¿eh? Tragaste en seco, hyung…confie…
—Maett-yah…
—¿Sí?
—¿A quién quieres conquistar tan desesperadamente?
Decide arriesgarse, aunque la pregunta pueda tener una dolorosa respuesta. Matthew baja la mirada, y por un instante, Jiwoong cree que las orejas casi feéricas del chico han enrojecido más.
—¿A quién va a ser, hyung?… A mis fans…Es solo un juego.
—No quiero jugar más.
—Jiwoonie hyung, ¿dije algo que te molestó?
Jiwoong agarra los codos de Matthew haciéndolo girar hacia él; la presión que ha puesto lo hará arrepentirse después al ver la marca dejada por sus pulgares en la piel clara. Su voz suena demasiado desesperada cuando su autocontrol está, como dice Jongwoo, en modo ahorro de baterías; cuando los celos le aprietan el abdomen con una tenaza incandescente.
—Por favor, no quiero…que juegues ese juego con nadie. Ni con Taerae, ni con Hanbin, ni con Gunwook… ¡con nadie! Y menos aún fuera del grupo.
—Solo…me atrevo a jugar así contigo, hyung.
Lo está mirando con esos ojos enormes llenos de pesar, admiración e intimidad: un coctel explosivo para la cordura de Jiwoong. Tiene que bajar la vista para negarse al impulso de envolverlo entre sus brazos. No es aegyo, no es flirteo, y es todo a la vez, es simplemente Matthew. Matthew, sincero y sin dobleces, “demasiado noble para entender mis intenciones; demasiado seductor para no volverme loco por ti.”
—No lo hagas, por favor.
Matthew asiente, oprimiendo el dorso de su mano semicerrada contra su mejilla izquierda, volviendo la vista sobre la carta del servicio de habitaciones para disimular con el interés en la comida su vergüenza. En la mente de Jiwoong crece una culpable añoranza. “Eres tú el que no puede controlarse, ¿por qué lo haces sentir mal?” Su mano bajo la nuca de Matthew masajea ahora con sus tibios dedos los músculos del fuerte y flexible cuello del chico.
—No lo necesitas, Woohyunnie.
Matthew vuelve a asentir, sin mirarlo, mientras frota la mano derecha sobre su codo y antebrazo, justo sobre la cicatriz. Jiwoong quisiera detenerse ahora, pero cada cosa que Matthew hace abre más la puerta a su interior.
—Entiéndeme, no quiero jugar un juego en el que estoy perdido antes de empezar…
Jiwoong deja de friccionar el cuello y desliza su mano, acariciando con el envés de sus dedos la afilada línea de la mandíbula, hasta llegar al mentón y asirlo suavemente. Gira la cara de Matthew hacia él, y sonríe, con sus ojos entornados, donde la ternura es incluso más urgente que el deseo.
—…porque la persona más atractiva y adorable del mundo, para mí…
Si no hubieran tocado con fuerza a la puerta en ese momento, y Yujin, ya enfundado en su pijama, llegara reclamando a Matthew para irse ambos a dormir;
si no lo hubiera Jiwoong invitado a comer y ver una película, y luego no se hubieran dormido en la cama extra-King de la suite, Yujin sobre los muslos de Matthew, y Matthew recostado al hombro de Jiwoong;
si Jiwoong no hubiese dormido en el sofá para que los chicos descansaran cómodamente; y
si al amanecer, tanto él como Matthew, no hubieran decidido ignorar los cosquilleos y las confesiones, tal vez (solo, tal vez), esa noche de Nihonbashi habría visto fundirse la bola de nieve al calor de un jacuzzi japonés.
***
—Hyung, por favor, por esta semana y la próxima.
—Matthew, lo que sea que está pasando entre tú y Jiwoong hyung, ¿no te parece que estás llevándolo demasiado lejos?
—Hyung, por favor. No te pido nada que no haya hecho antes.
—¡Cuándo ha sido interés para el grupo, Seokmae! No puedo ayudarte con eso. No puedo convertir un problema personal en un problema de todos.
—Hyung, confía en mí. Si no quieres convertirlo en un problema de todos, ¡por favor, Hanbinie hyung, aléjame de Jiwoon hyung en la alineación!
—¡Pero dame una razón con sentido, aegi!
—Te lo pido yo. ¿Cuándo te he pedido algo así, hyung? Solo por estas dos semanas.
—Agshh, Woohyun-ah?!!
—¡Por favor, hyung!
—No. Olvídalo. La formación oficial se mantiene para los eventos…
—¡La cambian cuando se le antoja al director Kang! Tú mismo lo has hecho, y me has pedido que me mueva otras veces… Y yo he ido obedientemente a donde me has dicho. No he preguntado, ni lo he cuestionado…y no siempre han sido decisiones bien pensadas, hyung. A veces, ni siquiera me ha hecho quedar bien. ¡Y siempre he ido donde mandas!
—Matt…
—Es tan difícil…es tan difícil confiar en mí… ¡solo por esta vez!
—Maettyu … No…, no te pongas así. Escucha, simplemente estás demasiado nervioso. Es normal, cada comeback nos pone una presión mayor sobre los hombros. Todos estamos tensos. Te entiendo. ¿Por qué no mejor duermes y descansas…eh? Ven, jugaré con tu cabello para que te calmes y te duermas. Hyung cuidará de ti, recuéstate. ¿Así está mejor?
—Hanbinie-hyung, …solo prométeme que me alejarás en la formación del lado de Jiwoon hyung.
—¡Dios mío, Hyun-ah!
***
[Cuatro días atrás]
Mientas espera en el baño del café, Matthew intenta ordenar sus ideas.
Ahora comprende que quien le ha estado texteando no es Jongwoo. Comprobarlo le toma dos mensajes, a Kamden y a Jay. Los NAz le contestan en pocos minutos. Matthew confirma que el número que tiene es falso. Antes de volver a actualizar el número de su amigo, hace capturas de pantalla del chat con el falso Jongwoo, por si son borrados por el interlocutor.
Está temblando, de preocupación y de disgusto consigo mismo. ¿Cómo pudo caer así de fácil, cómo no llamó a Jongwoo antes de embarcarse entusiastamente en esa salida? Y lo más importante, ¿quién puede estar detrás de esto? ¿Los mismos antis que han alimentado la campaña sobre sus vínculos fraudulentos con la compañía? ¿Qué buscan mandando un reportero? Y, sobre todo, ¿por qué está Yoon Seobin en ese café? ¿Atraído por la misma persona? ¿O podría ser Yoon Seobin quien ha fingido todo para tener ese encuentro?
No, parecía tan sorprendido como él. Dijo que “te hiciste pasar por ‘el”, ¿a quién se refería?
Abre el grifo del lavamanos y deja correr un poco de agua sobre la cara encendida, para refrescar su aturdimiento. Si al menos Jiwoon hyung hubiera estado en la base, esto no hubiese ocurrido. Matthew vuelve a desechar la idea de escribirle para pedir un consejo. “Te has metido tú solo en este lío, tú solo saldrás.”
Cuando el picaporte de la puerta del baño gira, Matthew se oculta tras la media pared que separa los lavamanos de los urinarios. No tiene miedo, nunca ha tenido miedo a enfrentar físicamente a alguien. Sus años de practicante de kick boxing y su entrenamiento físico son buenas razones para mantener su calma. Pero lo confuso e incierto del momento angustia su corazón y lo desboca. Su mano aprieta en el bolsillo la miniatura de Inosuke Hashibira.
—Hey, canadiense… Ya puedes salir.
Matthew lo ve poner el cierre de seguridad en la puerta. Y voltearse hacia él con las manos en jarra sobre las caderas.
—La cita con tu amigo no es real, ¿verdad? …solo te atrajeron hasta aquí con ese pretexto.
Matthew asiente, tímidamente. Seobin alza la mirada al techo y resopla. Luego le pide el móvil para verificar que los números desde donde les han escrito coinciden. Seobin también lee los mensajes antes de devolvérselo.
—Demonios, ¿quién está detrás de esto? ¿Por qué vincularme contigo?
—No tengo ninguna idea. Lamento esta situación. No sé qué relación tiene todo esto conmigo, pero, de antemano me disculpo por las molestias.
Matthew inclina su torso unos treinta grados.
—Por alertarme y cuidar de mí, gracias.
Seobin resopla y sacude la cabeza, incrédulo. Su tono es bastante áspero para su cálida voz.
—¿No sabes que tiene que ver? Piensa un poco, gym bro, ¿qué es lo único que puede conectarnos a ti y a mí?
Matthew duda antes de decir lo que hace rato ronda su mente. No quisiera tener que aceptar lo que tienen justamente en común.
—¿Jiwoonie hyung?
—¡Jiwoongie! …Es que va a llegar el día del desbande y todavía no vas a saber decir su nombre. Alguien que busca echarle probablemente toda la basura que te rodea encima a Jiwoong-ah, como si ya no fuera bastante con sus propios antis. ¿Te das cuenta de que eres una desgracia para hyung desde el mismo día que ese programa idiota los relacionó?
Matthew quisiera responderle con un montón de razones por las cuáles no considera una desgracia relacionarse con Jiwoong, y por qué siente que para su hyung tampoco lo ha sido. Solo en una cosa tiene que darle la razón.
—Sí, fue un programa idiota. Vamos a esos programas idiotas creyendo que lograremos nuestros sueños. Algunos lo logramos, pero todo tiene un precio.
—Vamos, ¿pretendes que crea que estás pasándola mal en tu vida de idol? Eres muy desconsiderado con quienes hemos vivido situaciones injustas y ataques desde los mismos medios, como hyung, como yo. No tienes idea de lo que es quedarte en medio de la nada, empezando todo de nuevo…
Matthew sí sabe muy bien de qué habla, pero también puede ver el resentimiento, el dolor e incluso los celos de Seobin en cada palabra, son como gotas de ácido sobre su cara. Por respeto a eso, prefiere solo escuchar. Presiente que esa conversación Seobin la ha tenido en su cabeza por mucho tiempo, deseando que llegara el día en que pudiera ser un hecho.
—Hay una puerta de servicio al final del pasillo, ya lo comprobé. Sal por allí. Yo iré por el frente. Trataré de distraer al stalker o al reportero, si aún anda merodeando.
—Gracias, hyung.
—¡¿Hyung?! ¿Quién te ha dado esa confianza? No soy tu hyung.
—Gracias, Yoon Seobin ssi sunbae-nim.
—Te diré algo, niñito de mamá. No hago esto por ti. Ni siquiera por mí. Pero Jiwoong-ah, no merece que sigan ensuciando su nombre en este proyecto de grupo que se deshará de él en menos de un año. ¿Crees que tu relación con Woongie trascenderá ese tiempo? ¡Despierta! También tienes fecha de caducidad. Deberías tatuártela por algún lado para que no se te olvide. Y tampoco olvides esto: ser temporal no te da derecho a hacer daño.
—Nunca he tenido intención de hacer daño.
—Las intenciones no cuentan en esta industria. El resultado es lo que vale. Y si tu nombre está sucio, vas a ensuciar a quien se te pegue.
—¡Mi nombre no está sucio! No he hecho nada para ensuciarlo, tampoco al grupo, ¡y mucho menos a él!
—Tu existencia. Eso es suficiente.
Matthew quisiera que ese resentimiento, ese dolor, ese recelo, no lo calara, no entrara en su conciencia y mucho menos echara raíces. Pero Seobin los está plantando con meticulosidad, incisivamente, aunque no sea realmente su intención, aunque solo quiera desahogarse.
Pero lo que cuenta es el resultado.
***
Jiwoong camina por su habitación, tenuemente iluminada, tratando de poner orden en su cabeza.
Hoy ha hablado con todos los chicos, excepto con Hao que estuvo grabando entrevistas todo el día. Los ha sondeado con discreción para saber qué pudo haber pasado durante su ausencia, algo que explique la actitud de Matthew y su demoledor alegato. Solo Ricky parece querer contar algo, pero la conversación gira hacia la posible participación de ambos en un programa de TvN, y cruzan los dedos para que no lo cancelen.
En los últimos tres días, Matthew llega más temprano al salón que nadie. Lo ve entrenando hasta empaparse en sudor, hasta que las piernas le tiemblan y su cara caldeada gotea extenuación. Es el último en irse también, y evita con el mismo pretexto a Gunwook o Hanbin cuando le insisten en que los acompañe: “No estoy complacido aún”.
Está más callado, más ceñudo, más delgado. Pero ya no le escucha esa media octava más alta en la voz, ni el cabeceo más amplio de lo habitual cuando se ríe, ni la manera de apegarse a otros para atenuar su inseguridad. Esos indicios que llevaban a Jiwoong a procurar una conversación antes de dormir, una videollamada o una comida juntos donde sus risas aliviaban.
Los ojos de Jiwoong no pueden evitarlo, su corazón se encoje cuando lo ve respirando con dificultad. Si le alcanza agua o le corrige alguna posición la respuesta de Matthew es un “gracias, hyung”, que no afirma con sonrisas, ni contacto físico; una respuesta que esquiva su mirada mientras se aleja. Revive la misma zozobra de hace dos años atrás, con la dura certeza de que ya no podrá repetir la fórmula que lo salvó en Say My Name. Ya no es confiable para Matthew; no va a seguirlo nunca más.
Jiwoong en verdad necesita dejar de repetir los recuerdos del día en su cabeza, caminando de un lado a otro de la habitación, de pellizcarse la piel de las manos.
Vuelve la vista al reloj sobre el pequeño escritorio, con sus grandes números azules, marcando las veintidós horas. ¿Qué estará haciendo ahora? Se habrá acostado ya, o estará practicando las canciones en la habitación con Hao y Hanbin. Desde Love Killa, desde el debut, comeback tras comeback, se las han arreglado para encontrarse y construir juntos la confianza en cada proyecto. Ahora entiende que su creciente ansia en cada nuevo lanzamiento ha sido, en primer lugar, porque le dejaban tenerlo a su lado, solo para él, por más tiempo del que pueden permitirse. Es la primera vez que no lo harán juntos. Y le duele como si esa tenaza ardiente fragmentara sus costillas.
Jiwoong abre la gaveta superior del escritorio. De allí extrae y hojea el cuaderno donde unos meses atrás había escrito su desesperada poesía, cuando aún creía que reflejar su alma en ese estanque triste ahogaría el amor imposible que apenas quería reconocer.
En la solapa del cuaderno hay varios souvenirs que ha ido colectando en esos momentos de apego, como una manera de confirmar que alguna vez, realmente, ambos han estado en la misma página, aunque no sea en el mismo verso. La tarjeta de una boutique de perfumes personalizados en París, con los nombres de ambos en los frascos del dibujo; el billete de avión a New York donde volaron por primera vez uno junto al otro por más de ocho horas; la lectura que un experto en I Ching les hizo en Temple Street de Yau Ma Tei, durante uno de sus conciertos en Hong Kong…
El colorido plegable con el menú del servicio de habitaciones del Mandarín Oriental pone una sonrisa llena de melancolía en sus labios. Su índice acaricia el dibujo que descubrió más tarde, hecho con un marker sobre al plato jugoso y provocador: una risueña cara de zorro y una frase en japonés que ha conseguido mantener anudado su corazón a la esperanza,
“ 後悔はありません” [Kōkai wa arimasen]
“Sin arrepentimientos”
El cuaderno ha quedado abierto sobre el escritorio.
Abandonado repentinamente en la habitación vacía.
***
Desde afuera, el salón de prácticas parece iluminado, avivando su ilusión. Antes de cruzar la puerta su anhelo se transforma en el temor de encontrarse cara cara allí, en medio de la noche, y no saber que decirle. Se detiene hasta volver a llenar sus pulmones de aire y de confianza: sabe que algo brotará con sinceridad de su interior llegado el momento.
El tabloncillo está en penumbras, solamente la tenue luz del pasillo atraviesa el cristal de las puertas. Matthew no está. Es solo él, Jiwoong, rodeado de silencio. Se quita las zapatillas y su hoodie; la camiseta blanca, sin mangas, remarca sus músculos pectorales y su abdomen, más robustos y torneados tras semanas de entrenar las difíciles coreografías del comeback. El pantalón de algodón gris claro lo destaca como una figura fantasmagórica contra las sombras.
Busca en su playlist aquella canción que Matthew le tradujo en Los Ángeles, durante lo que él quiso pensar como una cita. No sabe por qué esa melodía que arranca como un lamento y llora en sus notas de RnB, sigue meses después latiendo en su cabeza. Quiere sacarla junto con la rabia, el dolor, y ese arrepentimiento que lo corroe más que cualquier rechazo. Y desnudar su corazón sobre las tablas.
“I keep on fallin’ in and out of love...
With you”
Fluye con las notas ásperas y tibias, cayendo dentro de sus acordes, haciendo que sus músculos los devoren y regurgiten en su danza sincera y desesperada.
“Sometimes I love you
Sometimes you make me blue…”
Su cuerpo es un arco en tensión y es también la flecha. Lanzada lejos, dentro de su espíritu, buscando y ocultando la respuesta que sabe y se niega a aceptar.
“Sometimes I feel good
At times, I feel used
Lovin' you darlin'
Makes me so confused.”
Intenta remontarse al cielo, agitado por el anhelo de una mariposa en agonía. Un salto al vacío, una espiral de duda y frenesí, los pies marcan la cadencia de su vacilante atrevimiento.
“…Oh, oh, I never felt this way
How do you give me so much pleasure
And cause me so much pain?”
Cascadas de caricias inconclusas, despojos de ternura sin eco… Su cuerpo girando sobre su propio deseo. Sus caderas cimbrean, conteniendo y liberando el ansia de engarzarlo en ellas.
“Just when I think
I’ve taken more than would a fool
I start fallin’ back in love with you.”
Sus manos no pueden detenerse, aletean, desgarran y tiemblan, contra su cara, contra sus muslos, contra el aire que lo aprisiona en la jaula de sentimientos que sigue tejiendo alrededor.
“Oh, baby,
I, I, I, I’m fallin’
I, I, I, I’m fallin’.”
Dedos empujando su mandíbula para alejar los labios, los labios robados por un sueño que ha hecho trizas su calma para siempre; y volver a acariciar el recuerdo de su boca, que es todo lo que tiene.
“Fall, fall, fall (sing)
Fall”
Cuando sus piernas lo descargan sobre el suelo, las manos siguen abrazando el aire, estrechando el alma de tanto evitar la carne, hasta que la ausencia las desmaya sobre sus clavículas, sobre su pecho traspasado por la pasión y el esfuerzo.
“I keep on fallin’ in and out (out)
Of love (love) with you (with you)
I never loved someone
The way that I love you…”
Ahí queda, al centro del tabloncillo, como una flor lánguida y sedienta.
La respiración palpitante hace que sus costillas se eleven y desciendan; el cabello húmedo desplegado enmarca su encendido rostro y sus mejillas brillantes, por las que ahora corren gotas de sudor y alguna lágrima. Jiwoong jadea, humedece sus labios, se seca los pómulos con el dorso de su mano.
El baile ha creado la tormenta de endorfinas y coraje que necesitaba. Se quita los auriculares, y sin incorporarse, tantea hasta encontrar el celular. No busca otra melodía, sino en su lista de marcado rápido.
La pasión que brota por cada poro, que perla su piel hirviendo en impaciencia, nunca pudo extinguirla todas las veces que su voz se quedó suspendida y vacilante, que se apartó, que se alejó… siempre con la confianza de un mañana, de que Matthew querría, alguna vez, lo mismo que él…Por ello era suficiente con tenerlo cerca.
Pero, si debe decir adiós a ese amor imposible, lo hará de frente, mirándole a los ojos. Para la persona que sigue guardando como Baby~♥, a pesar de que ya no se permite con él esa palabra, teclea con avidez.
“Por favor, dame la oportunidad de honrar lo que somos.”
No se detiene a pensar si es demasiado atrevido. No quiere seguir siendo más el que esconde los poemas que le escribe debajo de la almohada, mientras Taerae publica las canciones que le ha dedicado en las redes oficiales.
“Si estás despierto, ven al salón de prácticas.
Esperaré hasta medianoche.”
No acepta ser más quien se contiene, dejando que su mano descanse, virginal, en su hombro mientras Hanbin, Gunwook o Gyuvin confiesan y desbordan su afecto en público, le oprimen sus mejillas y lo acunan en sus brazos siempre que lo tiene cerca.
“Voy a volver cada noche aquí, hasta que estés dispuesto a hablarlo.”
Está harto de ser el second lead en las sombras, de citas que solo existen en su mente, de estar escribiendo un fanficc en su cabeza, un AU autobiográfico que lo consume en sus ensoñaciones.
“Entonces, seré lo que tú quieras, luego de que me escuches.”
Aunque haya besado otra boca en ese sueño usando los labios de Jiwoong; aunque no lo ame desde la sonrisa hasta los huesos como lo hace él, siente que Matthew tiene el derecho a saber que es amado, en lugar de creerse burlado por la persona que le aseguró una vez: “confía en mí, y sígueme.”
Apenas envía el mensaje, oprime los nudillos de su mano izquierda contra los labios. No hay vuelta atrás. Ha sido entregado, y si lo borra ahora, quedaría mucho peor a sus ojos. La ansiedad, como una gárgola, petrifica en un instante su confianza. Apenas se percata de que la esquina junto a la puerta, donde se alinean las taquillas, destella y vuelve a oscurecerse. Pero el sonido atenuado no le pasa desapercibido: ¿es la risa y la voz de Pororo?
Extrañado, Jiwoong se incorpora hasta sentarse. El sonido vino desde la entrada, está seguro. Se levanta, con el móvil en mano, y se acerca a los casilleros, lentamente. Su corazón late in crescendo y el sudor en su empapada camiseta se torna frío, estremeciéndolo. Intenta abrir una taquilla, cerrada, luego la otra… De pronto, lo piensa mejor y levanta su móvil: un emoji será suficiente para comprobar…Cuando su teléfono, parpadea, y anuncia un mensaje. Es de Gunwook.
“Hyung, ¿puedes venir a nuestro cuarto un momento?”
“Por favor, date prisa.”
Jiwoong se detiene, confundido. Por un instante creyó… “¿solo fue mi imaginación?” ¿Por qué su imaginación le evocaría la voz de Pororo justo allí? No tiene idea, pero tiene tan poco sentido como el mensaje de Gunwook a esa hora de la noche.
Le marca de vuelta. Mientras recoge el hoodie, y se calza sus zapatillas, el timbre del celular llamando a Gunwook se escucha alto en su móvil, y sigue sonando cuando empuja la puerta de cristal, para dejar el tabloncillo.
En la penumbra, junto a los taquilleros, una luz tenue vuelve a encenderse.
***
[Cinco días antes.]
Hao aún está en el lobby, de regreso de YHE, cuando lo ve entrar. Se acerca de prisa a él, alarmado.
—¡Mattyah, estás empapado! ¿De dónde vienes?
—Estuve afuera.
Hao le ayuda a quitarse la chaqueta de mezclilla como haría su madre apenas llegaba de la escuela, al regresar de sus clases de primaria salpicando en los charcos de verano.
—Sube de inmediato. Date una ducha. Te refriarás si te quedas así.
Matthew afirma con un leve gesto, pero su caminar desanimado y distraído hace que Hao desconfíe. Lo toma del codo, y lo entra al elevador. Matthew se deja conducir.
—Hace rato que llueve, ¿cómo es que no conseguiste al menos un paraguas?
—Me olvidé de tomar uno.
Hao observa detenidamente la expresión desencajada del chico, su mente en otra parte. De repente Matthew hace una aspiración profunda, intentando destrabar el nudo en el fondo de su esófago. Y sonríe, pálidamente, mientras cambia su atención.
—Hyung, ¿cómo te fue a ti? ¿es un buen contrato?
—En principio, mantuvieron todo igual. Solo se están fusionando con esta nueva empresa, y deben respetar los acuerdos previos, aunque los maneja una división diferente. YHE aumentará su capital, aunque eso a Ricky, Gyuvin, Yujin y a mí, ahora mismo, no nos influye en nada.
—Entiendo.
—Matthy-ah, ¿te sientes bien?
Hao sigue pendiente de esa mirada distraída y empañada. Las puertas se abren frente a los dormitorios. Matthew asiente, y sale del ascensor arrastrando los pies dentro de sus tenis ensopados, en dirección contraria a su dormitorio, hacia el pasillo que termina en la habitación de Jiwoong. Hao lo alcanza, y colocando su mano sobre el hombro lo redirecciona hacia su propia recámara.
—Vamos, báñate en nuestra ala. Ponte ropa mía y luego que salgas, hablemos, ¿ok?
Mientras Matthew está en la ducha, Hao le escribe a Hanbin, le avisa que ha llegado y le pregunta a dónde fue Matthew, sin darle más detalles que puedan preocuparlo. Cuando el líder le cuenta sobre una cuestión familiar imprevista, Hao sospecha que algo no salió del todo bien.
—Matthyw, ¿cómo está el tío?
—¿Qué tío…? Ah, ¿mi tío? Bien.
—¿Algo te preocupa acerca de él?
—¿De quién?
—¡De tu tío Kwang!
Hao lo hace sentarse frente a su tocador y enciende el secador sobre el húmedo cabello rosa-pétalo. Sí, le hubiera gustado tener un hermano menor como Matthew a quién poder secarle el pelo, regañarle por llevar ropa húmeda y calmarle cuando se siente desorientado o triste.
—No. Todo está bien.
—Aaah…entonces, ¿pasó algo mientras estabas afuera hoy?
Matthew traga en seco, baja la cabeza. ¿Debería franquearse con Hao? Pero no siente tanta confianza. Es como si estuviera confesándole a Hao que está atrapado en un triángulo romántico con Jiwoonie-hyung. Alza la frente y sonríe, luego niega sin añadir nada. Hao apaga el secador, le sacude los mechones cálidos, mientras comenta con simpatía.
—Está bien extrañarlo. Pero él no va a estar bien si te enfermas por ello. Lo sabes, ¿no?
Matthew lo mira confundido, con sus grandes ojos de boba. ¿Está hablando de Hanbinie? ¿Por qué siente que Hao se refiere, muy obviamente, a Jiwoon hyung? Por esa repentina sensación de sentirse entendido se atreve a preguntar algo que lleva días atascado entre su corazón y su cabeza.
—Hyung…Cuando extrañas a alguien, incluso si está cerca de ti. Incluso si está a tu lado en la misma habitación, y solo tocarlo para confirmar que existe, alivia esa sensación, ¿qué es? ¿Obsesión? ¿Ansiedad? ¿Inseguridad? Admirar a alguien al punto que te haga brincar el estómago como un remolino de mariposas, ¿no es algo inquietante?
Hao sonríe, coloca el secador de pelo sobre el tocador, y se sienta en la cama, a la espalda de Matthew, pero ambos pueden ver sus caras reflejadas en el redondo espejo.
—¿Porque solo asocias palabras negativas a ese sentimiento?
Matthew contrae el entrecejo. Sea porque sigue confundido o ha caído en cuenta, Hao prefiere aclarar.
—Ansiedad, obsesión, inseguridad, inquietud…Sí, es todo eso, incluso algo bueno como la admiración, también. Si extrañas a alguien a ese punto, ¿no has pensado que podría ser amor?
Ve como la imagen en el espejo se ruboriza, aprieta los labios y baja la cabeza, ladeándola. Matthew agradece que Hao no confirme de quién hablan. Y después de todo, sus sentimientos, ¿que bien podrían hacer dejándolos salir, cuando su sola presencia ya causa problemas?
—Incluso, si lo fuera… no significa que sea algo bueno para la otra parte.
La tristeza en el tono de Matthew hace a Hao suspirar hondamente, y sacudir su cabeza. “Estos dos, son tan sobreprotectores entre sí.” Hao comienza a peinar el cabello del chico.
—¿Prefieren terminar como esos amigos de universidad que se enteran luego de estar casados y con hijos, que han sido el amor imposible el uno del otro?
—¿Quiénes?
—Matty-ah, ¡estás lento hoy! ¿Quiénes van a ser, Ma-ji-calz? Tú y Jiw…
El teléfono de Matthew suena de repente y el chico da un respingo que a Hao le parece excesivo para su habitual templanza. Toma el móvil con dedos trémulos, que tampoco escapan a la atención de Hao. Ni la expiración de alivio que hace cuando identifica al interlocutor.
—Sí, manager Lee… ¿Ahora? ¿Lo espero en la oficina del director Kang? Sí. Enseguida bajo. Gracias.
Hao le hace saber que esta conversación puede retomarla con él en cualquier momento.
***
Un pequeño concierto asociado al evento XIX de “Green Ribbon Campaign”, en apoyo a la Salud Mental, aunque sea transmitido por MNE, debería sentirse como una actividad de rutina para quienes han colmado el Dome-Tour de Japón, y abarrotado estadios a lo ancho y largo del planeta. Pero, luego de ser excluidos del KCon de Malasia, la inquietud de que esto pueda seguir ocurriendo les erosiona cada día la confianza. Hanbin intenta desterrar esa idea de sus mentes.
—Como si fuera en el Bird’s Nest de Beijing. Vamos a darlo todo, chicos.
Y todos asienten a Hanbin. Matthew está un poco atrás, casi oculto por Gunwook. Jiwoong lo observa con el rabillo del ojo, la palidez que se advierte en su rostro traspasa el maquillaje. Su mirada seria y concentrada no oculta su halo de abandono. Hanbin le pasa el brazo sobre el hombro, y le susurra.
—Disfrutemos como si fuera la primera vez, Hyun-ah, ¿ok?
Ya en el escenario, el pequeño mar de light-rings azules apoyando sus sueños les hace sonreír con más ligereza. Jiwoong vuelve a buscar los ojos de Matthew, a su izquierda, dos pasos detrás de él. Debería estar sonriendo también, brillantemente, y sus grandes pupilas resplandeciendo por esas luces. Pero tiene los ojos cerrados, como si estuviera recitando un mantra. Jiwoong siente una sensación turbia reptando en su abdomen. ¿Debería retroceder esos dos pasos para comprobar que está bien?
La música interrumpe sus pensamientos. Y no volverán a estar tan cerca en todo el espectáculo. Desde inicios de semana en las tres actividades públicas a las que han acudido, incluida ésta, Jiwoong se ha alineado entre Taerae y Gunwook, mientras Ricky ocupa su lugar entre Matthew y Gyuvin. Ni siquiera preguntó el motivo a Hanbin, no era necesario echarse sal sobre la llaga.
Durante el break de Crush, el último número, debe recibir a Matthew en sus brazos una vez que Gunwook lo levante. Ricky ocupará la posición de apoyo detrás. Y por tres segundos, piensa Jiwoong, estarán tan cerca como no lo han estado en una semana. Le dará tiempo a susurrarle algo. Y no sabe si decirle “perdóname” o “sigo esperándote”, antes de que salga de su efímero abrazo.
Pero ese momento nunca llega. Apenas Gunwook intenta levantarlo, el cuerpo de Matthew se mueve hacia adelante, y fuera de balance cae en desequilibrio, tropieza y aterriza toscamente en la plataforma. Jiwoong intenta abrirse paso hasta él, pero en la fracción de un instante, ve a Gunwook y Gyuvin levantar al unísono el ligero peso del chico por las axilas, poniéndolo de pie, mientras el clamor de sorpresa salpicado por gritos agudos recorre el escenario. Luego de retomar la coreografía desde ese punto y concluirla, Matthew baja de la tarima, primero que todos, sin realizar su ending fairy.
—No fue tu culpa, Gunwookie. Lo siento mucho, muchachos.
Es todo lo que dice al entrar en la sala, cuando regresa con Hanbin del hospital al que lo llevaron para chequear sus huesos. Su sonrisa es apenas una imitación de su gesto distintivo, sin brillo de estrella en las pupilas. Y en lugar de quedarse junto al grupo, se disculpa para irse a su habitación. Todos lo entienden. Aunque les resulte extraño la parquedad, el silencio, el negarse a ser abrazado por ellos. Jiwoong quisiera entenderlo del mismo modo que el resto cuando lo ve alejarse, seguido por el líder.
El video está ya en las redes. Y los comentarios son un árbol ramificándose en todo tipo de intenciones, tanto a favor como en contra de Matthew, tanto en contra como a favor del grupo, y siempre en contra de la compañía. Pero en estos momentos, Jiwoong solo piensa en la razón detrás de esta caída. El miedo de haber creado más presión a la ya acosada psiquis de Matthew con el mensaje de hace dos noches atrás, lo mantiene sumido en una constante marea de incomodidad y culpa.
Los chicos lo ven abandonar de repente el salón rumbo a la habitación de Matthew, sin dar explicaciones. Todos lo entienden.
—¿Seis minutos?… aguantó mucho. Pensé que seguiría a Hanbin-ah.
—Man, estaba “like a flea on a plush dog.”
—Ja ja ja…Maeshu-syak ya no se acordará de la caída, y todavía Woongie hyung tendrá taquicardias.
—Debió ir con ellos al hospital, para que le hicieran un electrocardiograma.
—Ah…hyung es un libro abierto cuando se trata de Matchu.
—Un audiolibro más bien... Pero, en serio, chicos ¿creen que Mattwo estará bien?
***
—¡No tengo ningún sentimiento diferente por Jiwoon hyung que por los demás!... Y no tiene nada que ver con mi caída hoy.
—¿Es así, Seokmae?
—Por supuesto, hyung.
—Entonces regresemos a la formación habitual a partir de la semana próxima.
—Me dijiste que lo mantendrías por dos semanas.
—¿Por qué tienen que ser dos semanas? ¿Qué pasa en dos semanas?
—No pasa nada. Por favor, hyung… confía en mí.
—¿Cómo voy a confiar en ti, si ni puedes cuidarte bien?! ¿Cómo es posible que el otro día no recuerdes ni cómo llegaste a tu cama, Hyunnie? ¿Sabes la cantidad de comentarios que hay alrededor de tu pérdida de peso ahora mismo?
—Estoy ajustando mi dieta, hyung.
—Maettyu, mírame… ¡Mírame! ¿Crees que puedes mentirme? Eres malísimo diciendo mentiras. No puedes dejar que los temas personales te afecten así.
—Hyung, ¡no es un asunto personal!
—Entonces tienes que ser más responsable por todos. No puedes seguir sobrentrenando. Tú más que nadie sabes que descansar es vital para ti. Porque si sigues cometiendo errores, Seokmae… me voy a ver en la obligación de suspenderte de las promociones del comeback.
—Entiendo, hyung.
—¿Solo eso? ¿Es todo lo que vas a decir?
—Estoy muy cansado, Hanbinie-hyung…Estoy realmente cansado. No quiero…discutir.
—Agsssh… Ven acá… Tampoco quiero regañarte, Hyunnie. Estoy preocupado por ti, ¿lo sabes, ¿verdad?
—Lo sé…hyung.
—Descansa, recuéstate aquí. No hablemos más de lo que pasó hoy.
Por la ranura de la puerta que se agranda lentamente, Jiwoong apenas puede oír ahora el hablar suave y calmado, los susurros relajantes del líder. Lo que ha estado escuchando afuera ha sido suficiente para estrujarle el corazón. Pero la imagen de Hanbin, reclinado sobre la cama, acariciando la cabeza de Matthew, clava tan fuerte en su costado que por un instante cree que es algo físico, una contractura, una neuralgia, y no a causa de sus punzantes celos. No lo han visto, prefiere cerrar silenciosamente la puerta. Respira hondo, una, dos, tres veces. Si bien el dolor se alivia no lo hace esa incómoda sensación, la que siempre cree haber vencido hasta que regresa, como hoy: esa sensación de sentirse un intruso entre ellos.
Con la cabeza baja se encamina hacia su habitación cuando distingue los zapatos de Hao frente a él.
—¿Qué te detuvo?
Jiwoong alza la mirada encontrándose la figura esbelta del center, con los brazos cruzados sobre el pecho y la expresión de suave reproche en sus labios fruncidos.
—La falta de confianza, supongo.
—Hyung, ¿quieres tomar un té conmigo?
—¿En el juego de tazas de juguete que me regalaste?
Hao sonríe, más porque ha visto a su hyung sonreír, aunque sea por condescendencia. Le echa el brazo sobre el hombro con cariño.
—Debimos estrenarlo antes.
Minutos más tarde, como si realmente fueran dos niños que juegan a recrear un Tea Party, están en el suelo del cuarto de Jiwoong, sirviéndose té en las tazas plásticas con pegatinas de corazones. Hao contempla en la esquina de la habitación el pequeño playground armado por su hyung con los juguetes que le han regalado los chicos en sus cumpleaños. El Teddy gigante, los patines de hielo, y por supuesto, el mueble de cocina que Matthew le compró en el primer aniversario, el sueño de Jiwoong desde niño. El mayor remarca ante la mirada sonriente de Hao.
—Me alegra mirarlos. Alivian mi estrés.
—Tampoco tuve muchos en mi niñez. Pero nunca es tarde para darle a ese niño interior frustrado un justo consuelo. No siento que llego tarde a nada. Tal vez por eso, veo oportunidades en todas partes.
—También he sido así.
—Pero, has estado dudando mucho de ti. Y creo que eso también hace a Matthya dudar de sí mismo.
Jiwoong detiene la taza en sus labios, sin beber, y la vuelve a dejar sobre el plato.
—¿Qué te ha dicho Maettyah?
—Oh…tal vez, lo que no me ha dicho es lo más importante. No creo que la esté pasando bien.
—Tiene muchas razones para no estarlo. Ese perfeccionismo puede ser la frustración ante la falta de acción de la compañía. Todos esos ataques...lo entiendo muy bien. Pero nuestra relación…nuestra amistad está en una gran crisis ahora mismo, y no sé qué puedo hacer para compensarlo.
—Hay algo en Matthyu-ya que he descubierto con el tiempo. Es extrovertido, sincero, conversador. Parece inocente e infantil. Pero es capaz de guardar muy bien un secreto.
—No creo que haya secreto que no le diría a Hanbin-ah.
—No estés seguro. Tal vez sea de Hanbin-ah, de quién más lo oculte.
—¿Cómo?
Hao se sirve un poco más de la tetera plástica con ojitos risueños pintados.
—Hyung, ¿recuerda lo que te dije cuando estuvimos en Jeju grabando tu programa?
—Hmmm…hablamos de muchas cosas.
—Cierto.
Hao llena la taza de su hyung. El té está apenas tibio, pero Jiwoong ha aprendido a disfrutar más de la compañía con quien lo bebe desde que entró a ZBOne.
—Cuando te apoyo, a ti y a Matthyah, no lo hago porque quiero alejar a Matthyah de Binie.
—Lo sé.
—No, no sabes. Es lo último que quisiera. Porque Matchu saca lo mejor de Hanbinie, incluso después de sacar lo peor. Así que, para mí, que Mattyah esté bien, también es parte de mi final feliz.
—Por supuesto. ¿Acaso no estamos todos conectados?
Hao sonríe abiertamente, es obvio que su hyung recuerda aquella conversación. Asiente, satisfecho, con su labio inferior abultado en un gracioso puchero. Luego extiende su taza rosada para brindar, mientras le guiña un ojo.
—Entonces, por nuestro impensable final feliz.
Jiwoong levanta la suya, y ladea su cabeza con picardía.
—¿Por Danceny y Valmont?
La carcajada en La mayor de Hao retumba en la habitación.
***
[18 meses atrás]
De regreso de la isla de Jeju, Jiwoong aparta los ojos de la novela que lee, para observar las nubes de la tarde ocultando las decenas de islotes y cayos que rodean a las mayores... ¿En realidad eran tantas? Hao a su lado va hojeando el libro de poemas que le regaló durante el programa. Grabar con Hao ha sido divertido, en ocasiones ha tenido que fingir que no sabe algunas cosas (como montar a caballo), y en otras, en verdad, Hao ha sido totalmente superior. Sabe que Hao disfruta eso, destacar sus talentos. A Jiwoong le gusta la gente talentosa, cree que en la habitación donde esté, si es la persona que menos sabe, está en el lugar correcto. Así que le gusta mucho estar con Hao, incluso si tiene que fingir que no sabe algunas cosas.
—Hyung… valió la pena, ¿verdad? Me esforcé bastante por ser una buena compañía.
Jiwoong se sorprende ante esta confesión, más porque Hao lo ha dicho sin levantar la mirada del libro, mientras pasa la página con tranquilidad, aparentemente concentrado.
—Eres una gran compañía, Hao-ya. No tienes que esforzarte para serlo.
Los ojos risueños, algo pícaros, de Hao, lo miran ahora por encima de los espejuelos montados al aire que le dan un aspecto de experimentado profesor universitario.
—Gracias por cumplir mi sueño. Realmente me sentí como si hubiera podido protagonizar una serie a tu lado. Espero que algún día, también puedas cumplir el tuyo.
—¿Mi sueño? Estoy cumpliendo mi sueño todos los días. Volver a ser idol, estar en un escenario, bailar con el grupo, cantar canciones originales compuestas para mi voz…es lo que más disfruto.
—También yo. Amo el escenario, y estar en él.
Hao cierra el libro de poemas y lo coloca sobre la mesa lateral. Apoya la barbilla sobre sus nudillos.
—Pero, seamos honestos, no soy la persona que elegirías para pasarte un tiempo indefinido en una isla desierta.
—¿Por qué no lo serías?
Hao sonríe con toda la simpatía que le provoca su hyung. A veces quisiera poder tener el privilegio de ser el mayor. En China, la jerarquía de edades no es tan estricta como en Corea, y Hao siente que, aunque se llevan año y medio, podría aconsejarle a Jiwoong sobre varias cosas, sobre cosas que cualquiera pensaría que tiene una gran experiencia por haber actuado en varios dramas cargados de romance. Y no es así. Jiwoong hyung es demasiado romántico para ser un experto en amor.
—¿Por qué no lees el libro de cuentos que te regalé?
La pregunta es oblicua, y en la sonrisa de Hao hay implícita cierta socarronería que Jiwoong apenas advierte.
—Ah, lo leeré. Pero había empezado esta novela, y quería terminarla…
—¿Te gusta esa novela?
—Oh, sí…Hay una película sobre ella; vale la pena. Pero, la novela es mucho mejor. La compré en japonés para practicar. El autor es inglés, pero vivió muchos años en Japón.
—Conozco la película.
—¿En serio? Oh, Maettyu-ya también la ha visto. No tenía idea de que te interesara la ciencia ficción.
—Hyung, ¿quién no conoce Cloud Atlas? La vi con 12 años. Y también leí la novela. En chino, claro.
—Eres impresionante, Hao-ya. En verdad, cuando sea grande, quiero ser como tú.
Hao sonríe satisfecho con el halago. Luego arruga su bonita frente y tuerce un poco su labio inferior, pensativo.
—Pero ¿cuál es la razón por la que escondiste la novela de Mattyu-ya?
Jiwoong deja de sonreír. ¿Cómo se percató Hao de eso? Hace dos días leía en el comedor, mientras Matthew había salido a grabar unos retos de Melting Point. Hao estaba preparando unos tanghulus para compartir con Hanbin y Jiwoong, cuando Matthew y Gunwook regresaron antes de lo esperado a la residencia, y se sumaron a la merienda. Jiwoong colocó el libro bajo su muslo, tapándolo con la chaqueta que hizo descansar en su regazo, disimuladamente.
—¿Qué te hizo pensar eso?
—Tu rostro cambió de feliz a preocupado en un segundo cuando lo viste entrar, y la manera solapada con que sacaste el libro de la vista de todos…parecía que estabas escondiendo algo.
—Wow, ¡qué perspicaz eres! Supongo que no hay estudiante que pueda engañarte si no hizo la tarea.
—Nunca tuve estudiantes que no hicieran su tarea. Suelo ser un profesor...inspirador.
—Lo creo.
Conversar con Hao, por alguna razón, siempre hace a Jiwoong relajarse. Es como si no tuviera que explicar casi nada. Pero, ahora ¿cómo explicarle esto?
—No necesitas decirme, si es algo que prefieres mantener para ti.
—Maettyu tuvo una pesadilla hace un tiempo, y tenía relación con una escena de la película. No quería que…la vista del libro fuera a hacerle recordar ese mal momento.
Hao suspira, y sacude levemente la cabeza. Jiwoong continúa sin reparar en su expresión compasiva.
—Pero ocurrió que después de esa noche, pensé mucho en una de las subtramas y ciertas cosas que he vivido. Iba a alquilar el filme para verlo, y terminé comprando la novela.
—Por la historia de Robert Frobisher.
Jiwoong sonríe ante la seguridad de su compañero. La trágica historia de amor entre el genio músico británico y el joven científico Rufus Sixsmith debió haber resonado también con el Hao adolescente.
—No solo por esa historia. Es una gran novela sobre el amor, y también sobre el destino. ¿Has pensado que tal vez, en otra vida, en un mundo paralelo, en otra realidad, todos nosotros…?
—¿Nos hemos conocido? Más que pensarlo, estoy seguro. Estamos conectados.
—A veces, tengo miedo, de que sea esta la vida, esta realidad paralela o lo que sea, donde me toca vivir un final trágico.
—Nunca. No lo permitiré. En mi realidad, Frobisher y Sixsmith viven felices en una bucólica cabaña en los Alpes suizos.
Jiwoong ríe suavemente ante la ocurrente seguridad de Hao. El chico sigue bromeando, haciendo a su hyung olvidarse de cualquier rastro de incertidumbre.
—Jack Twist y Ennis del Mar ahora pastorean su propio rebaño de ovejas en las montañas de Wyoming… Y, luego de cancelar ese estúpido duelo, el Vizconde de Valmont ha huido de París con Chevalier Danceny, y se han alquilado en una acogedora bohardilla en Ámsterdam.
Jiwoong suelta una carcajada, que es secundada por el mismo Hao.
—Ah, eso último fue inesperado.
—Cierto, ¿eh? ¿Quién lo iba a decir? Ni Chordelos de Laclos se atrevió a relaciones taaan peligrosas.
Hao se recuesta al espaldar, ladea la cabeza levemente, y deja su vista navegar por las nubes del atardecer al otro lado de la ventanilla. Su voz es serena, pero tiene un ligero tinte de nostalgia.
—Hyung, no te desanimes. Para mí tampoco son fáciles de leer.
—¿Los finales trágicos?
—Los Géminis.
Hao, por alguna razón, siempre le hace sentir que no tienen que explicarse demasiado.
Más tarde, en la soledad del dormitorio, mientras ordena el juego de té de juguete sobre el mostrador de la cocina plástica, Jiwoong siente su cuerpo más liviano. La punzada en el costado se ha ido, y la confianza, como una enredadera de madreselva japonesa, asciende lentamente por su pecho y se prepara para florecer en su corazón. El recuerdo de esa conversación en Jeju sigue haciéndole sonreír.
***
La ansiedad le da el de pie a las 5 de la mañana. Luego de una ducha caliente, y unos minutos de meditación, Jiwoong reflexiona: lo único que ha conseguido con su mensaje impetuoso es que Matthew ya no se quede tarde en el salón de prácticas. Y ha sido algo bueno, paradójicamente.
Tampoco responde a sus textos. Las tres últimas noches, Jiwoong se ha sentado allí, al centro del tabloncillo, repasando las canciones, mientras espera, pacientemente y cada vez con menos esperanza. Pero después de la caída de ayer no puede ser más espectador de su propio drama. Deja su dormitorio cerca de las siete, y va hacia la habitación de Matthew. En camino a ella se cruza con Ricky.
—No está adentro, debe haber ido para el gimnasio o al comedor.
Si no está practicando en las noches, es porque está entrenando desde muy temprano. Eso explica por qué ha llegado a ese punto de extenuación. Ricky alcanza el hombro de Jiwoong cuando este se apresura a girar hacia el elevador.
—Hyung, ah… ¿La salida para el programa de TvN, a qué hora es exactamente?
—Dentro de dos horas. Si no nos cancelan. Ah, fue un mal chiste. No te demores, Ricky. No hagamos esperar a los managers, ¿ok?
Ricky asiente sonriendo mientras lo ve alejarse, tan de prisa como para no notar el sentimiento de consternación que cubre de inmediato la cara del más joven.
Matthew no está en la cafetería, ni en el gimnasio, tampoco en la terraza donde hace unos días desolló su alma bajo la sombra de un cerezo. Jiwoong mira el reloj, solo tiene una hora para prepararse. No es posible que no pueda hablar con él antes de irse al programa. De repente, el recuerdo de lo ocurrido tres noches atrás lo hace volver al punto de partida.
Jiwoong regresa al salón de prácticas, y con decisión abre la puerta de cristal, con la seguridad de qué Matthew debió haber cambiado su horario, pero no su rutina.
La reacción de Matthew cuando lo ve llegar lo sacude dolorosamente: sus ojos asustados, la forma en que se voltea, como esconde algo en el bolsillo de su chaqueta. Y mientras guarda sus pertenencias en la taquilla, murmura con la cabeza baja.
—Morning, hyung. Ya voy saliendo.
Lo ve pasar a toda prisa por su lado, y no puede contenerse de agarrarlo firmemente por el antebrazo. La sorpresa, y la inercia, hacen que el chico pierda levemente el balance, pero Jiwoong apoya la otra mano en su espalda y lo contiene con celeridad.
Antes de que se dé cuenta, Matthew está rodeado por las fuertes extremidades de Jiwoong. Su frente sudada se hunde en el hueco del recio hombro, respirando el fresco olor de la camiseta y traspasado por el calor que libera el pecho agitado de su hyung. Su propio corazón late desbocado, y sus rodillas han comenzado a temblar.
La tentación de caer en ese vórtice oscuro, de relajarse, de abandonarse, cala en su conciencia cuando el mayor lo aprieta con más fuerza, hundiendo el mentón detrás de su oreja, la estilizada nariz contra sus cabellos de miel rosada. El olor de su cabeza recién lavada casi hace gemir de nostalgia a Jiwoong.
—Por favor... No te vayas, Maettyah.
Matthew sabe que debe huir de ese cerco seductor, antes de que su voluntad expire por completo. Se desprende con brusquedad, sacudiéndose de los brazos del otro, retrocediendo. Jiwoong acepta el rechazo como si lo hubiera previsto en esos escenarios que imagina cada noche mientras espera por él.
—Tengo que irme.
—Solo tomará cinco minutos lo que voy a decir. También tengo que irme a preparar para la grabación.
—No tengo cinco minutos…para perder.
No miente, cinco minutos a solas con él, son demasiado para sostener esa actitud de indiferencia. Así que se da la vuelta de prisa para alcanzar la salida antes de que la sensualidad de Jiwoong lo alcance a él. Unos pasos adelante, todo se oscurece alrededor. Su mente vacila al límite de su conciencia; en medio del vahído busca apoyo en la pared, demasiado lejana para su mano que tantea el aire. La mano de Jiwoong en su lugar, aferrándolo fuertemente, viene en su auxilio. Cuando su hyung lo abraza desde atrás no tiene ya fuerzas, ni el deseo de evitarlo. Su cuerpo se descarga sobre el amplio torso, y siente el antebrazo fibroso presionando contra su reducida cintura; sus muslos soportando los suyos; su voz caliente y lejana en su oído.
—Maettyah, te tengo. ¿Estás mareado?… ¿Una fatiga? ¿Otra vez?
Lo ayuda a sentarse en el suelo, a recostarse a la pared. Con delicadeza aparta los cabellos claros, empapados de un sudor helado. Sus otros dedos sostienen y masajean la mano pálida de Matthew.
—No puedes seguir así. Ayer fue la caída en el escenario, hace tres noches tropezaste en la escalera con una fatiga como esta… ¡Y terminaste durmiéndote allí!
Matthew lo mira con ojos turbios, su voz sale pastosa de sus labios. ¿Se durmió en la escalera?
—¿Cómo sabes…lo de la escalera?
Jiwoong expira con aprehensión mientras cierra los ojos. ¿Debe decirle? Podría parecer obsesivo y demandante. Pero, si tiene que serlo para que Matthew reaccione, ya no le importa.
—¿Crees que no me di cuenta cuando te escondiste de mi aquí el otro día? Esperé afuera para ver si respondías mis mensajes. Saliste casi quince minutos después. ¡Estabas tan pálido como ahora! …Solo quería velar porque llegaras bien a tu habitación.
Matthew recuerda vagamente; recuerda haberse recostado contra la baranda, pero nada más. El stress de todo el día ejercitándose para no tener que pensar, se había redoblado por aquella decisión tonta de esconderse de Jiwoong tras el recodo que forman las taquillas.
Verlo bailar desde allí, tan desesperado, perfecto, y desconsolado, mientras se esforzaba en ahogar sus sollozos y sus ganas de correr a su lado, habían liquidado sus últimas reservas. Su timbre de mensajería con la voz de Pororo, el que una semana antes le había asignado a su hyung por lo mucho que le gusta y se lo recuerda, casi le paraliza su corazón para siempre. Pedirle ayuda a Gunwook fue todo lo que se le ocurrió. Ahora es aún más vergonzoso pensarlo cuando cae en cuenta de que Jiwoong sabe.
—Probablemente hubieras amanecido allí, Maettyah.
Sí, se había desgastado con tanto esfuerzo y contención. Pero, sigue sin saber cómo llegó a su habitación. Su expresión confundida le confirma a Jiwoong cuán profundamente dormido estaba.
—No recuerdas cómo llegaste a tu cama, ¿verdad?
Jiwoong había esperado unos cinco minutos a que reaccionara, pero seguía inclinado contra la baranda en una posición de equilibrio precario, más que dormido, desfallecido. No le respondió a la segunda vez que lo llamó. Entonces lo cargó, como si fuera un niño pequeño. Supo de inmediato que había perdido entre cuatro y cinco kilos. Y la certeza de cuánto Matthew se estaba debilitando le iba taladrando el pecho mientras subía los escalones con él en brazos hasta los dormitorios.
Matthew entiende ahora por qué despertó a media madrugada en su cama, vestido con un pijama limpio, con el edredón cubriéndole los hombros, con la lámpara encendida en la menor luminosidad sobre su mesa de noche tal como prefiere. La ropa de entrenamiento estaba doblada meticulosamente sobre la silla, y las zapatillas alineadas debajo. Y él no recordaba haber hecho nada de eso. Se había asustado un poco, pero luego pensó que para todo lo que estaba ocurriendo, alguna laguna de memoria podía permitirse.
—Oh…Lamento no haberme dado cuenta antes. Gracias, …hyong.
Los ojos le escuecen de contener las lágrimas. Pero necesita mantener esa distancia que ha logrado en estos días, o todo lo que han padecido habrá sido para nada. A alguien que es capaz de hacer tanto por él, ¿cómo podría fallarle?
Jiwoong toma de un banco junto al taquillero, una de las toallas pequeñas y le ayuda a secar su empapado rostro. Es difícil, muy difícil, no abandonarse a los sentimientos, cuando Jiwoong está apretando su mano, cuando puede sentir su calor tan cerca. De soslayo puede ver sus ojos anegados, sus manos enrojecidas que secan delicadamente su frente como si fuera de cristal, y esos labios temblorosos por la tensión y el anhelo cuando le habla.
—Matteu-ya, no me importa que no respondas a mis mensajes …Que no aceptes mi ayuda… No me importa que te cambies de lugar en la formación, incluso, que no me dirijas la palabra…Pero, por favor, ¡por favor!¡Vuelve a cuidar de ti como antes!
Calla. Suspira para intentar destrabar ese dolor en su pecho, Matthew casi puede sentirlo empujando las costillas del joven frente a él. Cuando detiene la toalla sobre su fina barbilla y la levanta, suavemente, obligando a mirarlo, Matthew advierte esa lágrima espesa, como la de un sueño que apenas recuerda, resbalando por la mejilla encendida de Jiwoong.
—Verte enfermar… me está destrozando, jagiya.
Si pudiera decirle… que no lo está haciendo a propósito, es solo que si no está ocupado cree que podría enloquecer; no es que haya dejado de comer, es que la comida no se queda en su estómago; no es que no se cuide, es que cuidarlo a él, a Jiwoong, a los chicos, es más urgente ahora. Tiene que sacar fuerza de ese dolor reflejado en los negros ojos frente a él, ese dolor que lo atormenta todo el día, todo el tiempo. Bloquear el llanto parece ayudarlo a recuperar su vitalidad y su entereza. Su cuerpo fuerte, que ha cuidado tanto, no puede traicionarlo ahora cuando aún tiene que velar por Jiwoon hyung.
—Hyung, no te preocupes. Manejaré mejor mis tiempos de entrenamiento y descanso. Ahora, ve tranquilo a tu grabación. Te he tomado más de tres minutos.
—No importa, aún tengo unos diez más. Por un día que Ricky llegue primero no se acabará el mundo. ¿Puedes pararte?
Lo intentan. Mientras sostiene al chico por la cintura, y deja que recueste el peso sobre su torso, piensa en lo mucho que lo revitaliza el contacto con Matthew nuevamente. Volver a oprimir sus hombros; sentir su abdomen enjuto pero firme en su costado; sus pectorales, todavía vigorosos a pesar de la delgadez, contra su plexo solar. Ahora, entre sus manos, Jiwoong comprende la magnitud de su añoranza.
El efecto parece actuar en los dos sentidos, porque la fatiga de Matthew se ha desvanecido. Y ahora aprieta los labios en algo que parece una sonrisa de agradecimiento.
—Voy a estar bien. Y cuando regreses de la grabación…
—¿Sí?
—Escucharé lo que tienes que decirme.
La cara de Jiwoong se ilumina con una repentina y brillante alegría. Sonríe tan ampliamente que Matthew siente una punzada en el centro del pecho, un dolor que lo lacera como un cortaplumas.
—¿De verdad?
—Sí. Pero tienes que prometerme algo.
—Lo que quieras.
—Tus manos, deja de pellizcártelas, Jiwoon hyung, ¿ok?
Jiwoong abre los ojos, sorprendido. Creyó que había retocado perfectamente las pequeñas laceraciones que se ha hecho con su ansiosa costumbre, pero, aun así, Matthew sabe que no ha estado bien. El que haya estado prestando atención a ese detalle le llena el corazón de una serena felicidad. Y, ¡ha vuelto a decirle, Jiwoon hyung!
“No todo está perdido.” Le sonríe con ojos tiernos, reducidos a dos brillantes lunitas nuevas.
—Gracias, por no odiarme, Woohyun-ah.
Matthew solo niega con la cabeza, bajando la mirada. Las voces de Gyuvin, Yujin y Gunwook se acercan desde el pasillo. Ambos se miran, entendidos. Es hora de separarse. Jiwoong toma una amplia aspiración y se aparta caminando de espalda, sonriendo, sin quitarle la vista de encima; tres, cuatro pasos, se da la vuelta hacia la salida. Matthew, en cambio, camina hacia el fondo, sin mirar a la puerta para no verlo irse. Porque sabe que, en lugar de un reencuentro, acaba de pactar su verdadera despedida.
Cuando Gyuvin, Gunwook y Yujin entran al salón, Matthew está ya ensayando su parte del nuevo break.
***
Al abordar la camioneta de regreso, Ricky y Jiwoong se felicitan mutuamente.
—Hicieron preguntas incómodas. ¿No se supone que íbamos para bailar y hablar sobre el lanzamiento del disco?
—Te manejaste bien, Ricky. No tienes que preocuparte.
—“Estar siempre en el ojo de la prensa” o “los favoritos de Dispatch” no sonaban como elogios.
—Pero sí elogiaron como bailamos. Dejamos una buena impresión. Es lo que importa.
Jiwoong quiere sumergirse cuanto antes en la red, y ver cómo están funcionando las reacciones al programa. Prefiere hacerlo en el trayecto y no en la “base” porque si las impresiones negativas prevalecen, la moral de los chicos irá más abajo del suelo. Hoy Minaz ha sido una suerte de “Obi Wan Kenobi” para la Alianza Rebelde, con esta presentación luego de cuatro cancelaciones al hilo en la semana por distintos espacios. A veces siente que están intentando de contener las manos llenas de arena sumergidas en agua de mar. El continuo movimiento de la marea los está dejando cada vez más vacíos, sin importarles lo mucho que tienen para dar.
Jiwoong necesita revisar sus redes como @seoksun_warrior, enterarse de como manejan las seokryudans, woongdeongies y Z’roses el comunicado liberado ayer por la compañía sobre la caída en público de Matthew y sobre las falsas acusaciones de favoritismo. Necesita leer buenas noticias que darle cuando hablen más tarde. Lo necesita para construir las bases de su entendimiento. Y está ansioso, emotivo por eso. O quiere creer que es por eso, porque el músculo en su sien no para de latir, y siente ese incómodo escozor en el pecho que le anticipa adversidad.
***
Tiene que volver al salón de prácticas ahora. Su estómago arde luego de soltar el almuerzo en una sola arqueada. Apenas consigue retener el alimento por unos minutos, su cuerpo se está revelando demasiado. Solo un poco más, se pide a sí mismo, “lo estás haciendo bien”. Cuando le fallan las fuerzas se aferra la sonrisa de los chicos, a su entusiasmo por el viaje y el lanzamiento, a la manera en que ellos tratan con su mejor vibra de que él sobrelleve su mala racha.
Antes de abrir las puertas al tabloncillo mira largamente a todos. Gyuvin y Yujin están correteando mientras huyen uno del otro usando a Gunwook como columna para esquivarse, Hao y Taerae despliegan su cover del más reciente hit de (G)Idle, haciendo reír a Hanbin a carcajadas. Todo parece como una película relentecida, ajena, inalcanzable.
Matthew se apoya en la puerta para contener el mareo que sobreviene, y la puerta cede por su peso. Trastabilla un poco, pero consigue recuperarse. Tomar aire lentamente, expulsarlo por su boca entreabierta en un jadeo fuerte. Espera que esto les devuelva el color a sus cachetes. No tuvo tiempo de retocar las ojeras, así que se pellizca las mejillas y mordisquea sus labios para hacer circular la sangre en ellos. Tiene que volver a la rutina y hacer como que todo está bien.
Su mano palpa temblorosa dentro del bolsillo interior de su chaqueta. El papel sigue ahí. Siente que le quema la mano, que le muerde los dedos como si la tinta de sus propias palabras cargara el veneno de cientos de serpientes corales. Respira profundo, rítmicamente, en cuatro tiempos, como en Boys Planet le enseñó su hyung. Cada día queda menos, y cada día es más doloroso y sin retorno. Lo único en lo que piensa, mientras comienza a estirarse con el calentamiento, es que todos puedan perdonarlo en el futuro, y que Jiwoon hyung nunca sepa la verdadera razón.
***
Apenas entra en el maremagno de redes, las notificaciones palpitan como luces de navidad. Jiwoong reconoce su imagen directamente relacionada con momentos de Matthew en Boys Planet, y un recurrente video que inicia en fondo negro, con el titular “la verdadera cara de Kim Jiwoong”.
Los comentarios son feroces. Muchos aluden a manipulación por IA, otros a convertir una broma en algo serio para ganar atención, otros explícitamente lo atacan, ¿para defender a los miembros de ZBOne? Etiquetas como #fakeppusamz, #ppusamzisreallyover, #mattwoongflop and #outppusamz, se repiten demasiado. Finalmente, solo para sus oídos porque no va a preocupar a Ricky de antemano, reproduce el video.
***
Ve a Taerae sacar el móvil de su hoodie y a Gunwook que lo imita, tal vez por instinto, o porque ambos han sido notificados. Matthew observa la expresión ceñuda y seria de su estoico amigo, y como abre los ojos cargados de su elocuente sorpresa. Hanbin va donde su chaqueta sobre un banco…Matthew no escucha lo que hablan, sus oídos han comenzado a silbar, aturdiéndolo.
Entonces, siente la vibración de su teléfono: una nueva notificación. “Revisa tus redes.” Su mano se enfría sosteniendo el móvil, su boca se reseca, y sus rodillas comienzan a cimbrear por la debilidad que se extiende por cada fibra. Concentrado en enfocar sus ojos nublados en la pantalla, de poder leer lo que se despliega ante él. Las palabras en coreano captan su atención de forma intermitente: “Kim Jiwoong”, “evidencia”, “video”, “pasado revelado”, “Seok Matthew”.
***
Es un audio. Es su voz. Puede reconocerse en ello.
“¿Apostar? ¿qué? ¿por qué?... Un viaje a Tailandia… es suficiente…para sacar a Seok Maettyu de mi camino, hmmm… Por supuesto…Puede jugar sus cartas. Ya sé…Maettyu y Hanbin son amigos… ¿tienes algún amigo en la producción del programa? Necesito estar tranquilo en esta fase final.”
Son sus palabras. Son sus palabras, pero no es lo que dijo. ¿O sí? Todo se siente extraño, como escucharse en una canción con su verdadera voz, pero sin saber la letra. El audio ha sido editado, por supuesto. Pero ¿eso importa? La gota rebosante, la masa crítica, la implosión. La ha puesto él…Y no quiere pensar, no quiere ni imaginar, como es que una conversación privada con Yoon Seobin, está circulando de ese modo por las redes.
—Hyung, …
Ricky lo mira con expresión angustiada, suplicante. “Deja de revisarlo, hyung, solo te hará daño”.
No, no le hará más daño que a Matthew. Matthew no debe, no puede escuchar esto antes de que hablen a su regreso, antes de que él pueda explicarle.
***
Gyuvin es quien primero lo ve cuando alza su mirada de cervatillo alarmado sobre el resto del grupo, enfrascado en sus móviles. Intenta con la mano hacerle una señal de que se detenga. Sus ojos están llenos de una mezcla de espanto y tristeza.
La mente de Matthew deja de razonar en ese punto, inundada por una fría neblina; su corazón, sus músculos, sus nervios chisporroteando noradrenalina, debilitan todo su organismo en tensión hasta que la amígdala, enemiga y protectora a la vez, descarga suficiente glutamato para noquear su conciencia.
Y mientras cae, al vacío, al silencio, a la oscuridad, su cuerpo golpea contra el tabloncillo como un árbol talado por un rayo.
***
Jiwoong hace volar sus dedos por sus contactos de marcado rápido.
Pero su número 1,
su Baby~♥,
su final feliz,
no contesta.
***
Epílogo 6. El amor según Hao
Lee el mensaje de Hanbin mientras camina junto al manager Yoo, hacia el salón de descanso al inicio del pasillo, a encontrarse con el director Kang y el jefe Kim.
“Hyung, Hao va en camino.”
“Todo sigue tranquilo en las redes.”
“Descansa. No te preocupes…de más.”
Ojalá, pudiera descansar, pero no cree que lo merece. Mucho menos no preocuparse.
—¿Es suya la voz de la grabación, Kim Jiwoong ssi?
Cuánto le gustaría poder decir que no, esta vez.
—Es mi voz, señor Kim.
—Y lo más importante, ¿son esas sus palabras?
―Básicamente lo son.
―¿Básicamente?
―Son mis palabras, pero han sido editadas…su orden, el sentido…hacen parecer que dije, algo que nunca podría haber dicho, ni entonces, ni ahora.
―¿Tuvo esa conversación entonces, sobre apostar contra Seok Matthew?
―Tuve una conversación donde se habló de una apuesta, pero no de esa manera.
―¿Con quién tuvo esa conversación?
Jiwoong lleva dos días pensando sobre esa pregunta. Sabía que llegaría. Y lo que tiene que hacer.
―Lo siento.
―Kim Jiwoong ssi, este no es momento para parecer elegante. ¿Con quién tuvo esa conversación?
―Lo siento, director Kang.
―Sabe que la manera más rápida, y tal vez la única, de salir de esto es contactar a esa persona y verificar su versión de los hechos. A la persona detrás de esta grabación, con toda probabilidad.
―Lo siento, señor Kim… No creo que esa persona tenga nada que ver con esto.
―Entonces, según usted, ¿quién más pudo tener acceso a esa conversación?
―No tengo idea, señor Kim.
No es lo que los directores necesitan oír. Pero es todo lo que puede darles. Después de ver cómo han manejado cada caso, cada ataque hacia los chicos, ¿creen que confiaría en ellos? El director Kang quiere poner fin cuánto antes. Tiene mucho trabajo en estos días, cancelando y ordenando silencios.
―Usted regresa con nosotros a la agencia ahora, Kim Jiwoong ssi. Creo que necesita reflexionar con relación a su posición actual. No podemos seguir escondiendo que míster Seok está inconsciente hace 48 horas. Y tampoco podemos dejar de declarar acerca de su apuesta.
―Yo no aposté nada. Lo juro. No puedo decirle nada diferente. Esa es la verdad…
Jiwoong siente que su corazón se desboca como si lo lanzaran desde la cima de una montaña rusa. Su voz, intenta que salga calmada, pero él mismo la nota quebrarse al final de cada frase.
―Pero, por favor, señor Kang, no me saque del hospital. No, hasta que…hasta que él vuelva en sí, por favor.
―¿Con quién habló, Kim Jiwoong ssi?
Respirar le araña el pecho y la garganta. La lengua dentro de su boca no se está quieta; entrelaza sus manos detrás para ocultar cuánto le tiemblan. Si Hanbin estuviera aquí…Pero deben haber venido por él sin avisarle al líder. Deben estar al tanto de que el grupo lo ha estado cubriendo para que permanezca en el hospital. Jiwoong se vuelve hacia el director Kim, siempre ha sido más fácil negociar con él.
—Por favor, señor Kim…por favor. No me hagan regresar ahora.
Si se marcha ahora, siente que no volverá a verlo nunca más. Tal vez, porque Matthew mismo no quiera verlo nunca más. No podrá disculparse, no podrá explicarle, y Matthew se guardará la imagen más miserable de él. Pero, incluso la imagen que guarde de él le importa menos que imaginar a Matthew sintiendo por un solo momento que mereció ser traicionado. Necesita dejarle saber que él, Kim Jiwoong, jamás acepto hacerlo. ¿Cómo puede dejarle la impresión de que ha sido una broma para él?
―Díganos con quien habló Kim Jiwoong ssi, y le dejaremos quedarse.
El director Kim ha sido claro, es su última oferta. Pero no puede. No puede mencionar a Seobin sin tener pruebas. No puede implicarlo en este escándalo y afectar su carrera. Jiwoong prefiere que lo despedacen antes de vender a un amigo, incluso si ya no lo es. Incluso si sus besos hubieran sido los de Judas, nunca aceptará besar así de vuelta. Su vida, como una serpiente Ouroboros, se ha plegado sobre sí misma para morderse la cola. No tiene como escapar de la encrucijada esta vez. Nada anteriormente lo había hecho sangrar como ahora.
—Lo siento, director Kim.
El director Kim asiente. Jiwoong ve en sus ojos una mezcla de cansancio, decepción y determinación.
—Jiwoong ssi, sabe que el público relacionará de inmediato su audio con la enfermedad de Seok Matthew ssi, ¿verdad? No importa lo que sienta, o cuánto quiera a su compañero; una vez que se liberen las declaraciones, usted está acabado. Su, tal vez, única oportunidad depende de cuánto sepamos acerca de esa conversación. Pero, incluso con una disculpa, su carrera dentro de ZBOne parece que ha llegado a su fin.
Kang interviene, de una manera siempre áspera, apurada.
—No tiene ningún sentido que se quede aquí. En la oficina, al menos, podemos pensar juntos una manera de salvar lo que quede de su carrera.
Jiwoong no puede pensar en su carrera. No en esas circunstancias. No cuando la carrera de todos sus hermanos menores está desplomándose, y no solo la carrera, sino la vida de Matthew está en juego. Nunca ha aceptado la injusticia, nunca se ha doblegado ante ella y, sin embargo, por proteger lo que más ama y por seguir fiel a sus valores hoy tiene que aceptarse derrotado ante lo que desprecia.
El director Kang y el manager Yoo ya de pie, le indican a Jiwoong la salida. El director Kim, revisa su móvil y confirma sus instrucciones.
—Hao ssi está llegando con el manager Lee, ¿no? Manager Yoo, te llevas a Ricky ssi y Jiwoong ssi contigo. Váyanse ya. Yo iré a la junta médica que empieza en…
El director Kim deja la frase en suspenso. Yoo y Kang fruncen sus ceños, mientras que Hao, que se aproximaba por el pasillo y ha mirado hacia adentro del salón, se queda inmóvil frente a la puerta.
Porque Jiwoong se ha hincado de rodillas frente al director Kim, delante de la mirada atónita de todos, bajando la cabeza, aferrándose con fuerza a sus fuertes muslos.
―Yo, asumiré lo que quieran, pero, por favor, déjenme quedarme hasta que despierte.
Jiwoong mantiene la cabeza baja, y ahora entrelaza las manos delante de su pecho, aferrándose a la desesperada posibilidad de convencerlos, de conmoverlos, de conseguir unas horas más antes de, como una vez le adelantara Seobin, desvanecerse del grupo y de la vida de Matthew.
―Pueden hacer lo que quieran, dejaré el grupo, escribiré una disculpa de mi puño y letra, me alistare en el ejército de inmediato…haré lo que decidan y lo aceptaré sin protestar. No importa si nunca, nunca aposté contra nadie…aceptaré mi responsabilidad por lo que está pasando.
—Hyung, ¿qué estás haciendo…?
Es la voz de Ricky, quien aprieta los puños con desesperación, con lágrimas de ira contenida en sus ojos, a punto de ir donde él y levantarlo de un jalón. Pero los ojos de Hao hyung lo confunden. ¿Está apoyando la decisión de Jiwoong? Hao coloca su brazo por delante del pecho de Ricky y presiona su hombro tranquilizándolo, “No intervengas.”
—Si me voy ahora para aclarar lo que me piden, si no estoy aquí cuando Maetthyu despierte, yo…habré fallado no solo a mis fanes como idol, a la compañía como talento, al grupo como miembro y el hermano mayor…Será aceptar que fallé como ser humano. Por favor, ¡no me quiten esa única oportunidad de redención!
El manager Yoo respira profundamente mientras niega con la cabeza. Todo el mundo tiene un precio a su dignidad. El precio de Jiwoong, no pensó verlo nunca. Debió protegerlo mejor. Aun cuando Jiwoong lo viera como un mediocre mánager sin sensibilidad, aunque pareciera que los odiaba de tantas restricciones. El mánager Yoo voltea la cara para secar con disimulo sus ojos, y le hace un gesto a Ricky indicándole que ambos deben irse. Pero, Ricky no lo secunda.
Ricky apenas puede contenerse. Le susurra a Hao en mandarín, entre dientes.
—¿Qué está haciendo? Gēge, dile que pare, por favor.
—Él sabe lo que hace. Aunque no lo entiendas. Ahora mismo, está protegiendo algo importante.
Ricky lo mira confundido, porque Hao, aun con los ojos llenos de lágrimas está sonriendo. Y le recuerda aquel momento en el video de Our Season donde expresa esa epifanía que solo Hao entiende.
Tras unos segundos, las palabras del director Kim, las que se tomó un tiempo para sopesar, salen pausadas y graves de su boca. También mira al director Kang para que entienda que las instrucciones lo involucran.
―Levántese, Kim Jiwoong ssi. No tomaremos ninguna medida de inmediato. El comunicado saldrá con los elementos que nos ha proporcionado. Se está investigando la fidelidad de la fuente, que usted niega haber participado en ninguna apuesta, y que se informará cuánto antes de los resultados. Solo tiene dos días para darnos una respuesta. Si Seok Matthew ssi no despierta en ese tiempo y no tenemos más información para aclarar este problema, será oficialmente declarado en hiato.
Jiwoong se incorpora y respira entrecortadamente, pero se nota el alivio en su rostro. Hace una profunda reverencia hacia el director.
―Muchas gracias, señor Kim. Desde lo más profundo de mi corazón, gracias.
―¿Me está agradeciendo que lo saque del grupo, Kim Jiwoong?
―Le agradezco que no me saque del hospital, señor.
El señor Kim sacude la cabeza, con tristeza, y una clara simpatía en sus veteranos ojos que entienden de emociones truncadas, y de posturas autoimpuestas, a lo largo de sus veinte años en la industria. Con una leve inclinación de cabeza se aleja junto al director Kang que ya va organizando el listado de medios para los comunicados. Jiwoong mantiene la reverencia hasta que los directivos dejan el salón.
Ricky duda en marcharse, con su mirada desconcertada y su rostro afligido. Accede cuando Jiwoong le sonríe levemente y asiente, dándole a entender que las cosas podrían estar bien de algún modo.
Jiwoong ahora camina lentamente junto a Hao hacia la sala. Se percata de que ha traído el violín con él. Hao todavía seca sus lágrimas con sus finos dedos. Incluso después de las profundas heridas que Jiwoong ha dejado expuestas en esa conversación que Hao no hubiera querido presenciar, su hyung parece calmado. Lo ha oído comentar a los chicos, “Jiwoong hyung está siendo demasiado fuerte. No ha llorado ni una vez.” Taerae está preocupado porque sufra un colapso y termine ingresado también.
—Hyung, ¿estás seguro de lo que acabas de hacer?
—No tenía opción Hao-ya. Siempre he querido vivir más orgulloso de mis valores que de mis premios. No es que sea fácil cuando se enfrentan. Pero seguir mi corazón, es todo lo que puedo hacer.
—Y eso es admirable. Pero, estás arriesgando tanto…Creo que debimos hablarlo con Hanbinie.
—Hanbinie no me habría entendido. No como tú.
Hao aprieta los labios. Hay una mezcla de orgullo, timidez y comprensión en su gesto. Jiwoong hyung tiene razón. Debe ser porque, tiene que aceptarlo, él también es bastante romántico. Y hoy su hyung le ha dado una lección que él no imaginaba. La de alguien realmente experto en amor.
—Sé que Hanbinie y tú, siempre quieren lo mejor para él, aunque no se pongan de acuerdo en cómo, no tengo dudas de cuánto lo aman. Gracias, por eso, Hao-ya. Alivia bastante saber que cuando yo no esté, ustedes cuidarán de él.
—¿Cuándo no estés? ¿De qué hablas? Hyung, no hay cabida para finales tristes en mi realidad, ¿recuerdas?
—Siento que estamos viviendo en realidades paralelas ahora.
—No importa donde vivas. Estamos conectados. Incluso ahora mismo, donde esté la mente de Mattyah, puedo alcanzarla. Y estoy seguro, que no acepta verte renunciar a nuestro final feliz.
Jiwoong baja la cabeza, sonriendo con tristeza, quisiera poder abrazar ese optimismo que Hao le ofrece y que alguna vez también fue suyo.
—Si en verdad, puedes llegar a él… ¿podrías darle un mensaje por mí?
—Por supuesto.
Hao ni siquiera pregunta cuál. Pausadamente, extrae el violín del estuche. Revisa el arco, las clavijas y tras unos movimientos para la afinación, se acerca a pocos pasos de la cama.
Matthew ahora recibe oxígeno mediante cánulas nasales. Su rostro lívido e inmutable es claramente visible desde la posición de Hao. El centro de ZBO, hace sonar las cuerdas y las primeras notas se abren paso delicadamente a través del cubículo, el pasillo, entre la ausencia de voces y los pitidos secos de los instrumentos médicos. Las enfermeras asoman sus cabezas curiosas con los acordes introductorios de Koi da Ne.
Jiwoong, con su nuca apoyada en la pared, cierra los ojos para absorber la música. A medida que llena sus oídos, su garganta, su pecho, va filtrando su dolor reprimido. Su mente entrelaza en la melodía los mejores momentos de su vida junto a Matthew. Una pieza breve y sublime, que arranca con el acorde de una sonrisa inesperada, y hace a su alma levitar entre arpegios de ciudades lejanas que los acercan irremediablemente; de silencios públicos que atraen sus manos en las sombras; de aeropuertos hostiles domesticados por la cercanía de su cuerpo y su aroma; de escenarios enormes que se vuelven pequeños cuando sus ojos se cruzan; de abrazos felices y carcajadas incontrolables; de celos y contrición; de un beso inconfesado bajo la lluvia…; una canción que parece terminar bajo un cerezo adolescente cuando su corazón golpea el suelo entre temblores, y vuelve a resurgir, como ave fénix, en un sutil armónico de esperanza.
Hao deja morir la última nota en un lamento breve, como un jadeo. Su música no parece haber conseguido ninguna reacción en Matthew, y su labio inferior sobresale graciosamente, con desaliento. Pero, cuando mira a Jiwoong, su espíritu de artista se siente compensado.
Porque al contemplar ese torrente de lágrimas calladas, copiosas, indetenibles, fluyendo de sus ojos cansados; cayendo de su afilada mandíbula; humedeciendo el cuello de la chaqueta y el collar de sus clavículas, es ahora Jiwoong quien le recuerda a una flor solitaria que ha roto la tierra árida del desierto. Una rosa rodeada de relámpagos, que necesitaba desesperadamente un poco de lluvia para no quemarse en su propia pasión.
Hao se sienta a su lado, regresa el violín a su estuche y espera en silencio, mientras con delicadeza le seca el rostro con el puño de la manga de su suéter; como si en lugar de lágrimas, estuviera recogiendo diamantes. Y es que esas lágrimas de Jiwoong son para Hao el más conmovedor aplauso que ha recibido jamás.
Hao no admite más que finales felices, no importa cuánto tarden. Cuando oprime la mano de su hyung espera imprimir esa certeza en él.
—Hyung, I swear. (*)
Continuará…
Notes:
(*) En la última escena de Brokeback Mountain, Ennis dice esas palabras a los recuerdos que conserva aún de Jack en su casa rodante. Algunos opinan que es una promesa de no olvidarlo nunca; otros, una reacción de rebeldía ante la imposibilidad de su amor truncado. También se considera una autoafirmación de Ennis de sus sentimientos de los que no se arrepiente, o una confesión tardía de la profundidad de estos. En este caso, Hao lo usa como la promesa de aferrarse a lo imposible hasta conseguirlo.
ups...hay mucho angst en este capítulo también. Pero esto solo se pone peor...Espero que lo estén disfrutando.
Gracias por llegar hasta aquí y seguir leyendo.
Chapter 7: En la cuenta del destino
Summary:
En estas dos noches y tres días, en los que Jiwoong camina sobre brasas encendidas, los chicos intentan sostenerlo, esperando el despertar de Matthew. Pero cuando sucede, Jiwoong se enfrenta a un escenario inimaginado y desgarrador.
Notes:
Celebrando la entrada de Plutón en Acuario, este capítulo que es como el preludio de un decenso al inframundo sin escala.
El angst se volverá más pesado, gente querida.
Todo lo de astrologia, tarot y otras artes esotéricas en este capítulo fue realmente disfrutable de escribir.
Gracias por leer, comentar, dejar kudos. Mi aprecio para ustedes.
Chapter Text
Capítulo 7
En la cuenta del destino
[Jueves, 16:30]
Ni siquiera ha dado tiempo a que el mánager retroceda la furgoneta para entrar en el slot del parqueo. La puerta corrediza abre, súbitamente, a pesar de las protestas del hombre al timón y del gesto de contención que Ricky inicia, demasiado lento o demasiado tarde. Jiwoong corre en dirección a la ambulancia, estacionada frente la entrada de los ascensores. Corre hacia las puertas de cristal por dónde sale una camilla sobre ruedas, guiada por dos paramédicos, mientras un tercero acciona el Ambu sobre la cara oculta bajo la mascarilla de silicona.
Detrás de los sanitarios, todos los chicos han bajado, aunque los mánagers Lee, Yoo y el director Choi, el responsable de talento humano de la compañía, insisten en que regresen arriba, que no necesitan llegar hasta ahí, que están estorbando. Ninguno escucha, ni siquiera Hanbin.
Cuando ven a Jiwoong aproximarse corriendo hasta ellos, seguido por Ricky unos metros detrás, Yujin, Gyuvin y Gunwook no pueden contenerse más ante la exasperación en el rostro del mayor de los chicos, y sus sollozos y explicaciones se mezclan con las órdenes de los directivos, el ruido del motor del vehículo, y las indicaciones de los paramédicos. Jiwoong tampoco los escucha.
Sus manos lo lían a la camilla en movimiento, lo arrastran con ella sin ningún otro propósito que el de no volver a perderlo de vista, porque no hay nada que pueda hacer y lo sabe. A Matthew debajo de una máscara respiratoria, rodeado de electrodos, sueros, monitores, no pudo imaginárselo ni en el peor escenario. “¿Que has hecho, Kim Jiwoong?”
—Jiwoong ssi, deje que los sanitarios hagan su trabajo, por favor.
La voz del mánager Yoo tiene un efecto yatrogénico en el corazón de Jiwoong. La ira, la impotencia, la decepción contra todo lo que le rodea lo aferra aún más a las barandas de metal. Su voluntad de no abandonarlo es tan feroz y desesperada cuando alza la mirada, que todos pueden sentir su energía de depredador herido y acorralado, un animal agonizante defendiendo desesperadamente su madriguera, en esa expresión de “ya lo he perdido todo, no tienes poder contra mí.”
—¿Alguien más en la ambulancia con el paciente?
La pregunta del paramédico, mientras mira indistintamente a Jiwoong y al hombre de traje que supone a cargo, es más una confirmación. El director Choi vacila entre el mánager Yoo y Lee, y termina volviéndose hacia Hanbin, más pálido que tofu, que no atina a destrabar la madeja de compromisos en su cabeza. Es Hao quien aprovecha sus indecisiones.
—Gyuvinnie acompaña a Jiwoong hyung.
Hao desprende a Gyuvin del abrazo de Ricky, tomándolo por el codo, y haciendo que se pegue al costado de Jiwoong, mientras explica, afable pero firmemente a los paramédicos.
—Ningún problema con dos personas, ¿verdad? Es por el bien del paciente, es importante que vayan con él. Los directores irán en sus autos.
El sanitario es quién vacila ahora; dos personas no es lo común, pero ¿quién puede negarse a este chico tan hermoso y persuasivo? Hao casi empuja a Gyuvin adentro, detrás de Jiwoong, quien ha subido al mismo tiempo que la camilla, como acoplado a ella, sin cuestionar nada.
Los ojos de Jiwoong alcanzan la mirada de Hao donde late esa seguridad que aún quiere transmitirle, la confianza que siguen teniendo en él. Jiwoong articula sin sonido un “gracias” que no sabe si alcanza el center, cuando las puertas terminan por cerrarse delante de su cara. La ambulancia arranca en silencio, hasta que sale del parqueo soterrado al resplandor de un sol opacado por el smog y los nubarrones. Y las sirenas hieren el cielo de la tarde.
Gyuvin solloza a su lado, mientras se limpia la nariz con la manga de su camisa de franela a cuadros verdes y negros. Jiwoong se aferra ahora al puño de la camiseta de Matthew, lo aprieta fuertemente para que no se le escape, para que no desaparezca, pero tiene tanto miedo de tocarlo como de apartarse. Un amasijo de ideas chocando entre sí, de sentimientos girando dentro de un tambor de bingo, y sus intentos infructuosos de ordenarlos naufragan en un mar de culpa ante la realidad frente a él.
Es Gyuvin quien le desprende la mano, engarrotada y enrojecida por el esfuerzo. Luego de oprimirla con cariño y hacerla que se relaje dentro de su mano grande y flexible de artista, vuelve a llevar la de Jiwoong hasta la camilla, sobre la mano inerte de su joven hyung.
El contacto con la mano pálida y fría, desmayada sobre los verdes asépticos, le estremece desde la yema de sus dedos, irradia por su brazo, su columna, alcanza la nuca y se expande dentro de su mente evocando ese primer contacto. Cuando hace más de dos años, la estrechó mientras decidían un segundo lugar en Boys Planet, cuando casi eran extraños, cuando Jiwoong no sabía, no podía saber, que estaba sosteniendo entre sus dedos la fórmula más exacta de su felicidad. ¿Acaso, a pesar de todo, todavía está bien engarzar sus dedos en los de Matthew? ¿Está bien acariciar sus nudillos pálidos con el pulgar, presionar sobre el envés de esa piel suave que ha sentido antes contra su mejilla, refrescante, calmante y adictiva?
Gyuvin retira la presión de su mano sobre las de sus hyungs, y sonríe suavemente entre lágrimas. Gyuvin, que escucha, incluso, lo que él calla.
Cuando llegan al hospital son dirigidos a una sala VIP, los retienen a ambos un rato en el lobby mientras acondicionan la suite para Matthew, donde le proporcionarán las atenciones de cuidados intermedios o especiales, luego de que los exámenes iniciales y los resultados de la MRI no arrojan daño neurológico ni cardiovascular críticos. Gyuvin comenta lo que cuesta mantener la privacidad de la información. WKO está realmente invirtiendo mucho para que la noticia se retrase lo más posible.
La suite es la última del pasillo, y está compuesta por dos áreas. La primera es una sala de espera, donde ahora Gyuvin y Jiwoong, sentados en un sofá de dos plazas, aguardan a que devuelvan a Matthew de los exámenes. En el área mayor, detrás unas mamparas transparentes, hay una cama rodeada de artefactos que deberá ocupar Matthew. Jiwoong se siente aplastado por la realidad cuando repara en ella. “Por favor, que Matthew despierte y regresemos a la base. Que no tenga que quedarse aquí.” Jiwoong siente incluso ira porque WKO esté pagando esa lujosa estancia en el hospital. Es una ira desordenada y sin sentido, por todo lo que han pasado los chicos, él, Matthew, sin que la compañía mueva un dedo para librarlos del estrés y el acoso. Una ira desorganizada que se vuelve pronto contra sí mismo. “No fue WKO quien llevó a Maett-ya a este estado, ¿a quién quieres engañar? Es tu culpa.”
Jiwoong inclina su torso hacia adelante, apoya los codos sobre sus rodillas, hunde su cara en las manos. El tiempo parece estirarse como una insípida goma de mascar.
—Hyung, es tu teléfono.
Gyuvin le señala el bolsillo de la chaqueta donde el celular parpadea en silencio. Jiwoong palpa el móvil bajo la gamuza, sin dejar de apoyar su frente sobre la otra mano, y lo extrae con un gesto automático, esperando una llamada de Hanbin o cualquiera de los chicos. Pero, no conoce el número en la pantalla. Rechaza la llamada, y empieza a guardarlo cuando entra el mensaje. Algo en su interior le sugiere no ignorarlo, así que despliega la ventana de mensajería. A las primeras palabras reconoce su origen:
“Jiwoongie, sé que me bloqueaste antes.
No lo hagas de nuevo. Necesito hablar contigo”
Jiwoong cierra el celular sin seguir leyendo, lo devuelve a su chaqueta. La sensación de impotencia, de vacío y frustración, la siente abrasando su garganta. Gyuvin lo mira desconcertado, inquiriendo con sus ojos enrojecidos.
—No era nadie. Solo una publicidad.
Su ira desorganizada, que esta vez se ceba con su pasado.
***
[Dos años antes. (febrero 2023)]
—Sacar a Seok Maetthew de mi camino, hmmm… ¿y que te hace pensar que lo quiero fuera de él?
Seobin siente como los músculos de sus maceteros se vuelve rígidos, tiemblan y empiezan a descender hasta convertir su sonrisa en un gesto de labios apretados por un obvio desconcierto.
—Un viaje a Tailandia no es suficiente, una vuelta al mundo entero…no es suficiente. No hay nada ahora mismo que yo cambiaría por la experiencia que estoy viviendo.
—¿Qué estás diciendo, hyung? No puedes conformarte con algo así.
Hay un tinte irritable en la voz de Seobin. Jiwoong en cambio ha bajado su tono, aumentando la gravedad en su voz y su confianza.
—¿No puedo? ¿Por qué no puedo? ¿Acaso firmé un contrato donde dice con quién debo o no simpatizar en mi vida? No tengo ningún motivo personal para alejarme de Seok Maetthyu. No ha hecho nada contra mí, y no tengo nada contra él.
—Hyung, no se trata de lo que es o no, sino de lo que los decisores del programa tienen previsto para él. No puedes ganar si no tienes en cuenta a los que deciden.
—El público decide, Seobin. Las cosas han cambiado bastante después de las tragedias de Producer…
—¿En serio, hyung? ¿Crees que el hecho de que los votos no sean cambiados significa que no pueden ser manipulados? ¡Editaran lo que necesiten para sostener su estrategia! No van a dejar que un retaco de un metro con setenta les fastidie su proyecto de debutar un segundo SF9.
Jiwoong respira profundamente. Mira su reloj de pulsera y se pone de pie, ante la perpleja mirada de Seobin que sigue sin creer la manera en que Jiwoong ha desechado toda su documentada reflexión. Se ajusta la gorra y antes de subirse la mascarilla se despide con una inclinación breve, el nudillo de su índice golpeando la superficie de la mesa para subrayar la despedida.
—Veámonos al final del camino, Seobin-ah. Veamos quien tiene la razón. Si el mundo es tan pérfido como dices, o si mi fe en la humanidad no es tan ilusa como parece.
***
[Jueves, 19:20]
Hanbin se mueve de un lado a otro de la habitación de Matthew, buscando entre sus cajones y repisas, dos camisas de franela, sus crocs con charms, su pijama azul con el que grabaron Good Night hace varios meses y a Hanbin le parece tan tierno. Delante de la repisa colmada de pokemones y peluches se detiene. ¿Cuál debe llevarle? La inocencia de Matthew, sonriendo a la cámara, bajo una bandada de gaviotas, lo asalta desde un rincón de su memoria. “No has cambiado en lo absoluto, Seokmae.” El líder de ZBO piensa que preferiría ser ahora aquel aprendiz de CUBe. Ser de nuevo aquel chico con sueños que se inscribió en un programa con un amigo al que extrañaba, desde que le dejó una carta para expresarle cuánto sentía que no siguieran juntos en el mismo camino. Quisiera ir atrás en el tiempo para aprender más del Matthew que dio por sentado todo ese tiempo.
—¿Qué haces? —Hao lo interpela desde el umbral.
Hanbin se escurre las lágrimas que ni siquiera había notado hasta ese momento.
—Solo recogía algunas cosas para llevarlas al hospital. Hao, no debiste hacer que Jiwoong hyung fuera, tenemos que traerlo a la base para dilucidar lo de ese audio…
—El mánager Han te está localizando, quiere que todos bajemos ahora. Es una reunión de urgencia.
—No sé qué juguete escoger. ¿Le llevamos a Woowoo? ¿a Thewnini? ¿O mejor el pequeño? Creo que llevaré todos los que tiene sobre la cama.
—Bin-ah.
—Oh, ésta es mi chaqueta que le presté cuando volvíamos del Jirisan. Está limpia. A Matthew le encanta, la pondré también aquí.
—Hanbin-ah…
—¿Su teléfono? …Creo que se quedó en el salón de prácticas…Siempre juega un rato por las noches, mejor lo busco.
—¡Sung Hanbin!
La voz grave, perfectamente proyectada de Hao, detiene a Hanbin con cierto sobresalto. Aprieta los labios fuertemente. Hao lo conoce demasiado, puede engañarse mejor a sí mismo que a Hao.
—Deja de ocultarte. Deja de hacer como que no está pasando nada. No hay cámaras, Bin-ah. Matthew no necesita nada de esto. Ni pijama, ni peluches, ni el móvil cargado de juegos…
Hanbin niega con fuerza. No, no puede dejar de hacer algo. De hacer lo que siempre ha hecho.
—No puedo dejar de actuar. No puedo quedarme de brazos cruzados, Hao-ya.
—Y eso, ¿es actuar? ¿Seguir infantilizando a Matthew? ¿Creyendo que todo se resuelve regalándole un peluche o prestándole una camisa tuya? ¿Crees que todo se borrará por arte de magia cuando tenga su juego de Pokémon con él? ¿Qué simplemente te sonreirá condescendiente y olvidará de nuevo?
Hay algo de rencor o de remordimiento, no sabe bien, en las palabras de Hao. Suenan calmadas, pero profundamente sensibles, como si no solo estuviera hablando de Matthew ahora mismo.
—Hao-ya, ¿cómo crees que puedo no darle importancia a lo que está pasando? Estoy tratando de actuar como se espera de mí. Mantenerme calmado por todos. No puedo derrumbarme por mucho que me duela.
—¿No puedes derrumbarte? Claro que puedes. Lo has hecho…he sentido tu frente golpeando mi hombro y tus lágrimas mojando mi camisa muchas veces…Y te has recuperado. Porque cuando no te basta mi camisa, cruzas la calle y lloras en el regazo de tu mamá.
—¿Hao-ya… de que estás hablando? ¿Crees que nací con una cuchara de plata en la boca, o qué?
—Digo que derrumbarse es un lujo en esta industria que no todos nos podemos permitir, Hanbinie. Y Matthya lo sabe, sabe bien como enjugarse las lágrimas, y aún no lo notas.
—¿Qué quieres decir? Siempre me he preocupado por Seokmae; quizás, por él más que por los demás. Porque somos…
—¿Qué? ¿Qué son tú y Matthya? Sigues viviendo tu película de Boys Planet. A Matthew, alguna vez, ¿lo dejarás crecer en tu cabeza?
—¿Por qué me estás diciendo todo esto ahora? No es momento para pelear. ¡Te necesito de mi lado, Hao-ya!
—¿Acaso he estado en algún otro lado alguna vez? ¿Tengo opción?
—Hao-ya…
—No tienes tiempo para mirar con calma en ningún lugar, siempre quieres abarcar demasiado, pero no atiendes realmente a nada. Matthew no es un niño. Pero ¿qué vas a saber tú?, si nunca has estado lejos de casa.
Hanbin calla ante los ojos de Hao brillando por las lágrimas.
—A su mamá, a su papá, a su hermana…eso es lo que necesita Matthew ahora mismo. ¡Una familia real, no de una en postalitas de photomatic! No a alguien que finja que le importa porque lo dicta el guion; y que finge que no le importa cuando no tiene un guion que se lo permita. Así que no, no esperes que me arrepienta de haber enviado a Jiwoong hyung al hospital.
Hanbin lo ve dar la vuelta y alejarse por el pasillo.
***
[Viernes, 01:50]
Taerae está sentado ahora a su lado en el sofá. Es entrada la madrugada, pero ninguno aparta los ojos de la cama tras las mamparas. De repente, Taerae deja escapar un jadeo leve al recordar algo importante. Busca dentro del bolsillo anterior de su chaqueta y saca un objeto que brilla en la penumbra de la habitación. La cadena resbala de sus dedos, y el dije con una gema azul queda colgando delante de los ojos de Jiwoong.
—No pude darte esto por la mañana. Cuando llegué al lobby de la agencia ya se habían ido tú y Ricky.
Jiwoong toma la piedra engarzada en un finísimo tejido de plata, la acaricia entre los dedos. Hacía más de un año que no veía esa joya. Le sorprende el modo que ha aparecido ante él hoy.
—¿Maettyu-ya te dio esto para mí?
Quisiera interpretarlo como una esperanza, una esperanza de que está más presente en el pensamiento de Matthew de lo que imaginaba.
Taerae lo confirma, pensativo. Recuerda como vio a Matthew salir corriendo del salón de prácticas y luego volver unos diez minutos después, agitado, sudoroso. Seguramente había usado las escaleras, incluso las escaleras a la primera planta ya hacían que el incansable Matthew respirara con dificultad. Taerae le insistió que se tomara un descanso antes de hablar, pero Matthew lo interrumpió, hipando.
—Me pidió que te lo alcanzara al lobby, antes de salir para el programa. Dijo, “dile a Jiwoon hyung, que no necesita llevarla al cuello, basta con que la tenga cerca.” No pregunté por qué no te lo llevaba él mismo. Era obvio que ustedes no andaban en buenos términos en estos días.
—Hablamos ayer, antes de irme al programa. Los términos…llegué a pensar que podrían llamarse “comienzos”. Pero solo fue un espejismo.
Taerae toma aire en una profunda inspiración y se reclina contra la pared. Jiwoong sigue moviendo el dije entre sus dedos, distraído por su propia nostalgia. La había olvidado, pero apenas vio la prenda el recuerdo fluyó vívidamente.
— Maettyu-ya la compró en París, hace más de un año. Como nunca se la vi puesta pensé que se la había regalado a su madre o a su abuela.
— Esto parecía algo muy importante para él. Siempre he pensado que Mattwo no cree en talismanes o esas cosas, sin embargo, suena como algo así.
—Habría hecho todo lo posible por llevarla al cuello durante el programa.
El chico mayor abre el broche de la cadena. Taerae tiene que reconocer que la piedra verde azul, reposando sobre el pecho entrevisto por los primeros botones abiertos de su camisa, se ve hermosa, como si perteneciera allí.
—Si él me la hubiera visto puesta durante nuestra presentación, tal vez …sabría cuánto lo he tomado en serio.
Taerae suspira ante el lamento de Jiwoong, capaz de culparse hoy hasta por algo que no depende de él.
—Pero ¿qué significa? ¿por qué quería que la tuvieras?
—No sé qué significa. No sé por qué te hizo correr de ese modo para que me la entregaras.
Taerae ladea la cabeza, confundido y curioso a la vez, porque siente que se le escapa algo importante, que Jiwoong confirma cuando se abrocha los botones superiores sobre la pequeña gema, y su mano la mantiene contra su pecho, resguardándola del mundo.
—Pero si es importante para él. Es importante para mí.
***
[París, 15 meses antes.]
—Oh, ¿estamos tan cerca?
La desilusión mezclada con su contagiosa curiosidad moviliza a Jiwoong. Se acerca husmeando por encima del hombro, concentrado en las fotos que Matthew revisa ahora mientras explica.
—Es la tienda de fragancias personalizadas que vimos durante el tour de la mañana. No sabía que estábamos en el mismo distrito. Resulta que queda a solo ocho minutos caminando desde el hotel en dirección oeste.
Jiwoong se inclina aún más apoyándose levemente sobre la espalda de Matthew, y coloca su mano sobre los dedos alrededor del móvil, para acercar más la pantalla a su cara. El chico no retira su mano, así que Jiwoong demora un poco en concentrar su atención en el teléfono, porque el tacto de la piel delicada y fresca bajo su áspera palma es mucho más seductor que cualquier vista de atelieres de perfumes. Cuando deja de mirar el móvil se percata de que sus cabezas están demasiado juntas, y que, al mirarse, Matthew tiene esa expresión desvalida y subyugante en sus ojos enormes, con la que no sabe si le está pidiendo que se quede con el teléfono y le devuelva su mano, o viceversa. Se incorpora soltando ambas cosas, carraspeando levemente, intentando ignorar las caras de Gyuvin y Yujin, quienes los miran desde la mesa en la que han estado jugando ajedrez con un juego de madera que provee el mismo hotel. Los chicos parecieran a punto de declarar tablas, sin importar la posición de las piezas, para dejar la habitación junto a la sensación de ser demasiado inoportunos en ese momento.
— Hey, ¿por qué no bajamos a tomar algo?
—Podemos ordenar en la habitación, Matchu hyung.
—¿No les da curiosidad el hotel? ¿No quieren ver los restaurantes? Yo!, ¡Hey! ¡Estamos en París!
—El menú de la habitación dice todo lo que hay en cada uno, Matshu syak.
—Me están desalentando. ¿Qué más podemos hacer con este tiempo muerto, sin poder salir, y demasiado temprano para irse a la cama?
—Bajemos.
Jiwoong le extiende a Matthew una chaqueta, la que había dejado sobre el espaldar del butacón. Se percata ahora que Jiwoong ya viste una cazadora beige, sobre su camiseta negra de cuello alto.
—No hace falta, hyung. El lobby y los restaurantes también son climatizados.
—Por si se nos ocurre husmear por los jardines.
Jiwoong le hace una ceña pícara, pero Matthew no la descifra del todo.
—Incluso afuera, no creo que lo necesite.
Jiwoong desiste y regresa la prenda a su hogar temporal sobre la espalda del asiento.
—¿Nos acompañan?
¿Por qué suena más como una frase de desaliento que como una invitación? Así le parece a Matthew y no le extraña que los más jóvenes solo nieguen con gesto e interjecciones, concentrados en la partida. Cuando los dos hyungs se marchan, ambos se relajan en sus asientos. Fingir indiferencia a veces es más complicado que dominar la variante Dragón de una Apertura Siciliana.
Jiwoong agradece que los chicos se negaran para no lamentar haberlos involucrados si su plan sale mal. Tampoco es que obligará a Matthew, solo quiere complacerlo, y eso implica tanto que acepte su idea como que no. Cuando se lo explica, mientras descienden los once pisos en el elevador, ve sus ojos brillando de entusiasmo.
—¿Estás seguro, hyung?
—Si no fallan mis cálculos. Llegaremos en 10 minutos, y media hora que nos tome toda la preparación. Unos 8 minutos de regreso. No más de una hora. El director Kang y el jefe de seguridad Seong acaban de salir a la reunión en el Arena de Nanterre. Estamos a 26 minutos, demorarán una hora al menos en volver. Según Hao, los managers Lee y Han salieron temprano de tiendas. Y créeme, el mánager Yoo, se demora bastante cuando entra a bañarse.
Las puertas del elevador se abren al lobby. Jiwoong le tiende una máscara negra desechable mientras se ajusta la propia sobre su cara. Los lentes de marco negro ya le dan un aspecto grave y adulto a su habitual diafanidad.
—No salgamos por la puerta principal. Hay una salida desde los jardines, menos transitada.
Jiwoong coloca su mano sobre el hombro del menor mientras le indica con la barbilla el pasillo que se abre a su derecha. Al final de este, dos vistosas puertas de vidrio labrado conducen al patio interior.
—En serio, hyung, ¿en qué tiempo pensaste todo esto? Wow, ¿desayunaste tu dieta especial de detective hoy?
Ríen por lo bajo. Las puertas se abren automáticamente, cuando Matthew se detiene.
—Hyung, ¿si nos descubren? ¿Qué vamos a decir? Ni siquiera pedimos permiso.
—¿Quieres pedirlo?
Matthew piensa un instante y niega. Es de esos momentos en que vale mil veces más pedir disculpas luego.
—¿Sabes cómo llegar?
—Solo confía y sígueme.
De lo que sí se arrepiente es de haber dejado su chaqueta en la habitación. El aire es más frío de lo esperado para su pulóver tejido de franjas azules y blancas. Pero la emoción por esta escapada con Jiwoong hyung, en la tarde otoñal de París, hace que se olvide por un momento de la sensación térmica que lo estremece. No quiere que su orgullo canadiense se doblegue ante un vientecito de otoño parisino.
Con el celular en su mano, Jiwoong va guiando el camino. Las calles son estrechas en esta área, una de las más antiguas de la ciudad. Cruzan frente a pequeñas pero elegantes boutiques, atelieres, cafés, librerías, hostales, restaurantes con sus mesas al exterior y atriles con menús que seducen sus saludables apetitos. Pero no pueden detenerse en ninguno de ellos. Tienen el tiempo justo para llegar al taller de perfumería.
Jiwoong lo apura, colocando suavemente su mano en el centro de la espalda del chico cada vez que se distrae con alguna novedad. Y mientras chequea el celular y los nombres de las calles, Jiwoong va armando una nueva promesa, la de regresar a París con Matthew: volver sin prisa, no evitar nada que le atraiga, y hacer fotos de cada lugar o momento que quieran atesorar. Por ahora, disfrutan la adrenalina liberada en esta caminata furtiva por el viejo París, a la hora mágica que el sol baña de oro cada sitio que queda en su memoria, y el rostro de Matthew, su pelo clarísimo que lleva en estos días, y su sonrisa tímida y agradecida, que le regala justo antes de cruzar el umbral de su destino.
—Gracias, Jiwoonie hyung. Por arriesgarte por mí.
Cada vez que Matthew agradece, se disculpa, lo elogia, o simplemente dice algo conmovedor, Jiwoong siente que él se convierte en espuma, en celaje, que es un diente de león dispersándose en el viento. Así de liviano y frágil se siente, cuando el corazón revolotea dentro de su jaula, apretando sus costillas. Y tiene que lanzar anclas de realidad para no perderse en esas corrientes.
—Agradéceme cuando volvamos. Pasemos el puente primero, y luego nos reímos del cocodrilo.
Matthew asiente, risueño, antes de empujar decidido la puerta de madera y cristal azul del local que parece, tal como lo describió antes, sacado de un cuento de Charles Perrault. La campanilla suena anunciando su llegada a una pequeña salita del atelier, donde todo es íntimo, grato y delicadamente amueblado. Porque han tomado el último turno del día y no hay otros clientes todo se torna todavía más mágico. Ambos se quitan las máscaras.
La dueña, Madame Goutter, es una señora en sus avanzados setentas, más cerca de la imagen del hada madrina de la Cenicienta de Disney que de una autoridad de la moda y la cosmética. Los observa con simpatía, indistintamente, cuando Matthew traduce para Jiwoong lo que ella explica sobre el proceso: que les tomaría entre una y dos horas como promedio. La aprensión se trasluce en el rostro de Matthew, pero Jiwoong lo tranquiliza.
— Pregunta si es posible elegir las esencias, y ella puede elaborar y entregar el producto en el hotel.
Matthew traduce al francés, mientras añade que tienen un compromiso en una hora. Madame Goutter acepta gustosa a hacer la entrega y Matthew se disculpa sinceramente por la urgencia. Jiwoong no consigue despegar sus ojos de esos labios que pronuncian en francés con más gravedad que en coreano, pero también más aireadamente que en inglés. Le da un carácter seductor y calmado. Piensa que si tuviera que hacer un perfume para cada forma en la que Matthew se escucha en inglés, francés y coreano, serían fragancias muy diferentes.
—Les recomiendo el diseño de perfume en pareja, o la variante de dos fragancias donde cada uno diseña la del otro. Aquí pueden colocar sus nombres y preferencias para guiarse…
Madame Goutter le extiende dos bonitas tarjetas, con un aspecto vintage donde pequeñas mariposas azules palidecen sobre el papel de hilo. Ambos sonríen y se miran cuando identifican un signo tan distintivo de Jiwoong en las postales. Matthew le comenta en coreano, por lo bajo, si debiera preguntar por sus tarjetas de zorro. Ambos ríen suavemente. Madame Goutter los secunda. Los chicos le parecen tan encantadores que se atreve a sugerirle a Matthew.
—¿Decidieron sobre cuál opción de pareja prefieren hacer?
— Oh…Oh, disculpe. Pero no vinimos para eso. Queremos crear un perfume para llevarle de regalo a mi abuela.
—¿Grand -mère?
Ambos asienten ante la mirada sorprendida de la anciana. Pero de inmediato se lleva los manos al pecho y se disculpa, conmovida.
—Ah, ¡cuán encantadores! Entonces, quieren hacer un perfume para otra persona. Disculpen por asumir…es que hacen una pareja tan bonita.
—Somos compañeros de…grupo…de trabajo.
Jiwoong sigue a Matthew y a la perfumista hacia el salón de confección de esencias. Le quedan justamente veinte minutos.
Probar los olores: en las tirillas, en la piel. Oler y anotar. Recibir orientaciones sobre las notas de base. Decidirse por las notas gourmand… “porque me recuerda la cocina de mi abuela”. Jiwoong quisiera tener que pensar menos en el reloj, poder disfrutar a totalidad de esa sensación cálida y acogedora de crear juntos, dejar salir las ideas juguetonas que le surgen cuando Matthew hace esas caras tan graciosas de sorpresa y placer al descubrir el olor que desea; poder probarle en la piel cada una de sus esencias favoritas, y sentir como se transforman con su delicioso aroma natural… Pero solo tienen diez minutos.
A pesar de la premura, el resultado es bastante satisfactorio, una mezcla delicada de albahaca, melocotón, ylang-ylang y vainilla. En el recibidor, Matthew escribe de prisa la dirección del hotel. Sobre la mesa todavía descansan las tarjetas con las mariposas azules. La perfumista repara en ellas, sorprendida aún porque su instinto, tan aguzado en servir a las emociones y preferencias más inconscientes de las personas, le haya fallado en ese instante. O tal vez no…
—¿Podemos quedarnos con estas fichas?
Jiwoong toma de la mesa las postales con la guía de perfumes donde las parejas escriben sus gustos y rasgos. Matthew traduce para la dueña. Sonriendo ampliamente, Madame Goutter asiente.
—Vuelvan otra vez, sin tanta prisa. Y tráiganlas llenas… les haré un descuento.
Jiwoong va pensando en la mirada azul, compasiva y conocedora de la dueña cuando abandonan el atelier. La mano de Matthew alrededor de su brazo, oprimiéndose contra él, mientras caminan a grandes pasos, lo devuelve a la realidad.
—¿Tienes frío?
—No. Bueno, un poco.
—¿Quieres mi chaqueta? Espera te la…
—No, hyung, no. De ninguna manera. Yo puedo soportarlo. Solo déjame caminar junto a ti.
Jiwoong le echa el brazo por el hombro y lo atrae aún más cerca. Le sonríe bajo la máscara a la mirada sorprendida de Matthew cuando él lo aprieta contra su costado. Porque no trae las gafas de marco negro ahora, la expresión de sus ojos brilla jovial y tierna.
—Estamos en París, no pasa nada. Apurémonos.
Solo quedan cinco minutos y ya el hotel es visible al final de esa calle. Han conseguido cumplir la misión. Se miran cómplices y felices, chocan palmas. La caminata los ha hecho entrar en calor y relajarse. Hasta que ven, a unos cinco metros, salir de un café a los mánagers Lee y Han, conversando animadamente, detenerse y mirar en su dirección. Matthew se ha quedado congelado, y el tirón que recibe por la muñeca casi lo lanza sobre la acera.
Jiwoong ha abierto la puerta del negocio que tiene a su derecha y arrastra a Matthew con él fuera de la vista de los directivos. En el zaguán en penumbras, un cono de luz amarillenta llega desde el exterior alumbrando el centro del estrecho pasillo, colmado por el olor a incienso de sándalo que a Jiwoong le toma segundos reconocer. Ambos se aprietan en las sombras, contra la esquina que forma el marco de madera de cedro y la fría pared de mosaicos azules con flores de lis. Jiwoong, delante, más cerca de la puerta, intenta distinguir a través del cristal los movimientos de los hombres.
—Creo que no nos vieron.
Susurra Matthew en el oído de Jiwoong. Él asiente, sin moverse, dejando que la mano del otro siga afianzada a su cintura, que su mentón siga apoyado en la escápula de su hombro, mirando por encima de este. Jiwoong tiene ganas de mentir, de decir que siguen merodeando, solo para que Matthew no deje de apretarse contra su espalda, de sentir su cadera encajándose en su glúteo, su aliento calentando su cuello y su deseo. Solo le quedan dos minutos y medio. Se da la vuelta, desprendiéndose con esfuerzo, del tentador abrazo.
—Parece que se fueron.
Un sonido de caja de música resuena en el recibidor, sobresaltándolos; el olor a incienso se acrecienta y entonces descubren, a menos de un metro de ellos, los cinco escalones que descienden. Una mujer delgada, de edad imprecisa y profundos ojos verdes los mira desde el umbral. Su francés suena afelpado, con una cadencia medio oriental.
—¡Oh…qué aura tan fuerte! Con razón no podía concentrarme. Bienvenidos. Pueden pasar.
Matthew hace una leve inclinación y Jiwoong lo secunda. Solo entendió el ‘bienvenue’ de tanto escucharlo en estos días.
—Gracias, y disculpe. Nos confundimos de lugar. Ya nos marchábamos.
La mujer sonríe condescendiente y se hace ligeramente a un lado mientras le invita al interior.
—No creerán que esto ha sido solo una coincidencia. Pasen.
Los chicos se miran confundidos; no habían notado que el zaguán los llevaba a un negocio en el semisótano del edificio. No habían notado siquiera de qué se trata el negocio, hasta que compulsados por la curiosidad y un poco de vergüenza, terminan por descender los cinco escalones. En la puerta inferior, iluminada desde adentro ahora pueden leer con claridad:
—¿Madeimoselle Sharam? ¿Tarot, Astrología y Numerología?
Matthew traduce para Jiwoong. Resopla, niega con la cabeza y se voltea poniendo el pie en el primer escalón para regresar. Pero Jiwoong lo detiene por la muñeca. Cuando lo mira a los ojos, Jiwoong tiene esa pequeña súplica juguetona en ellos. “Solo sígueme el juego, Maettyu-ya”.
—Aceptemos la invitación.
Matthew se acerca para susurrarle.
—Jiwoon hyung, esto me asusta un poco. Tanto si es una estafa como si es verdad.
—No temas. Una lectura de Tarot en París...incluso si es una estafa, será algo divertido de recordar.
Jiwoong sonríe a la mujer en la puerta y sin soltar a Matthew de la muñeca, la sigue hacia el interior de la tienda. El local está lleno de anaqueles con objectos místicos, joyerías en piedras, juegos de tarot y libros sobre temas esotéricos. Lámparas hechas de cristales de colores empotrados en bronce, alumbran el establecimiento con una misteriosa pátina dorada. Sus olfatos ya se han adaptado al olor del incienso, y apenas lo distinguen. Al fondo, en la caja contadora, un anciano de aspecto feérico, como un duendecillo, les da la bienvenida sin levantar la vista de las cuentas que hace sobre el mostrador.
La tarotista le indica una mesa en la esquina, y Matthew, indeciso, vuelve a mirar a Jiwoong, quien le sonríe con confianza. El precio de las lecturas está escrito en un pizarrón con tizas de colores, con una caligrafía grácil y atractiva. Están en promoción y podrán tener dos por el precio de una. Matthew no sabe qué preguntar, ni qué tipo de lectura escoger.
—¿Puede leer simplemente lo que salga?
La mujer sonríe, y los mira con esa expresión que Matthew está seguro haber visto demasiado en ese día. Le comenta en coreano a Jiwoong mientras la señorita Sharam barajea velozmente las cartas.
—¿Por qué todos nos miran hoy con esa expresión? Como si supieran que escondemos algo, y sienten pena y simpatía a la vez. ¿Somos tan obvios de que andamos escapados?
—No creo que sea esa la razón.
—¿Cuál entonces?
—Les pareceremos amantes secretos.
—¡Hyung!
—Bueno, estamos en París…
—Ah, todo un cliché.
Matthew niega, mientras observa las tres cartas bocabajo que la mujer ha ido colocando sobre la mesa. De pronto su respiración se hace difícil. Se apura en pedir.
—Madeimoselle, eh…si es algo negativo, ¿podría obviarlo, por favor? Prefiero recibir malas noticias en el momento más tardío posible.
La tarotista asiente, pero su mirada está profundamente concentrada en las cartas que comienza a voltear mientras habla. Jiwoong simplemente trata de atrapar la emoción del momento, considerando que el idioma se le escapa por completo. Mlle. Sharam insiste a Matthew, mientras le señala un elegante Paje de Copas.
—Es tu lectura, pero definitivamente, tiene que ver con él. ¿O acaso hay otro hombre apuesto, cercano a ti, con quien compartes todos los días? Oh, espera, hay muchos… ¡Estás realmente rodeado de ellos!
—Eso iba a decirle.
Junto al Paje de Copas, un 10 de Copas brilla en la mesa. La tercera carta: la Luna.
—Y te aprecian mucho. Eso es bonito. Sin embargo, no todo es paz. También hay secretos.
—Esa parte, ¿puede omitirla?
Matthew sonríe nervioso. La mujer lo mira directamente a los ojos. Su voz, profunda pero etérea a la vez, es perfecta para su trabajo. Del mazo de carta comienza a sacar al azar, con la misma fluidez con la que va hablando, Arcanos mayores y menores.
—Tus sentimientos están confusos ahora…pero pasará algo. Parecerá el fin. Hay dos chicos muy apuestos enfrentados aquí. Hay algo del pasado que no tiene que ver contigo. Pero, te toca a ti resolverlo. Ah, tu salud, cuídala. Y, recuerda, no está en manos de nadie más que en las tuyas.
Sobre la mesa, a las tres primeras se han sumado otras cinco barajas: La Torre, dos cartas de Espadas: un cinco, un nueve; un dos de Bastos y finalmente El Mundo.
—El amor vendrá a ti de la manera que no estás dispuesto a entender ahora. Fama, viajes, premios, eventos…se volverán cada vez más un pretexto.
Matthew oscila entre la curiosidad y la aprensión.
—¿Un pretexto para qué?
El tono de Mlle. Sharam reafirma algo muy obvio para ella cuando señala la última carta: Los Amantes.
—Pour l'amour!
Jiwoong entiende eso. Levanta la mirada de las cartas hasta encontrar los ojos de Matthew. Pero él no lo mira; se apresura en agradecer y dar por satisfecha su curiosidad. No entiende por qué está tan nervioso. En otras circunstancias habría preguntado más. Culpa al poco tiempo que tienen para volver al hotel, pero en su interior sabe que el estar junto a Jiwoong en este tipo de revelaciones lo aterra.
— Te cuento luego lo que me dijo. ¿Quieres hacer tu pregunta ahora?
—Traduce para mí, tal como te lo diga, ¿sí? No lo adornes, Mettyu, ¿ok?
Matthew asiente, pero, la mujer le hace un gesto repentino con la mano a Jiwoong para que espere, y luego de respirar profundamente, saca una carta.
—No.
—¿No? ¿No a qué? —Matthew pregunta confundido, mirando un Tres de Espadas sobre el tapete.
—A lo que está pensando ahora mismo.
Matthew traduce y siente la cara de Jiwoong perder un poco de color. Su hyung le pide en un susurro.
—Pregunta ¿cuál es la razón?
Otras cartas salen del mazo hacia la mesa. Ahora hay un Ocho de Copas y, lo que hace contraer el entrecejo de la tarotista, la ominosa carta de El Diablo. Saca inmediatamente otra baraja antes de hablar; esta vez, El Juicio. La expiración es aún más profunda antes que sus palabras broten.
—Tienes un pasado que no quiere abandonarte. Hay alguien que sigue reclamándote. Mientras eso esté pendiente…volverá a ti, una y otra vez hasta que se resuelva.
Otra carta, un Seis de Copas también invertida. La mirada vuelve sobre Matthew cuando él aún está traduciéndole al concentrado Jiwoong. Hay una clara sorpresa en la voz femenina, casi un lamento.
—¡Ah! ¿qué eran ustedes dos en otra vida? Como sea, no lo repitan en ésta, no se abandonen.
—¿Nosotros? ¿cómo sabríamos eso?
La carta de La Sacerdotisa salta a la mesa.
—Tus sueños, te dicen cosas.
—Sueño muy poco.
—Es por eso. Préstale atención.
—¿Yo, o él? ¿Está leyendo el destino de él, o todavía está hablando del mío?
—¿Acaso crees que no son la misma cosa?
La tarotista sonríe sugestivamente, y remarca con un leve golpeteo de su larga y enjoyada uña violeta, por segunda vez, la carta “Los Amantes” y el Dos de Copa que ahora yace al lado. Por segunda vez, Jiwoong se inquieta y pregunta.
—Maettyah, ¿qué dice?
—Hyung, vámonos ya…creo que esto es una estafa total.
—Tradúceme, por favor.
—Dice que fuimos algo en otra vida, y que tenemos que cuidarnos en esta, que mis sueños me dan señales y nuestro destino está unido… Un cliché tras otro. En verdad, estamos perdiendo el tiempo.
—Pregúntale, y te prometo que será la última pregunta…Pregúntale, si puedo evitar ese desenlace.
—¿El desenlace de qué?
—Ella sabe, a la respuesta que me dio antes.
Matthew suspira, resignado. Traduce. La mujer cierra los ojos y asiente enigmáticamente. Las últimas cinco cartas salen del mazo y se concentra en ellas mientras las va volteando: Cinco de Copas, Ocho de Espadas invertido, Seis de Pentáculos. De últimas: La Justicia y La Estrella.
—Hay mucho dolor en ti, viene de todas partes, pasado y futuro, crea círculos a tu alrededor, como una noria. Sentirás que eres un imán para atraerlo. Pero recuerda, a quien hoy proteges, te protegerá mañana. No abandones. Y llegará el día en que dejes de ser el nudo y seas la espada que lo corta.
Matthew va traduciendo cada frase, lo más exacto que puede, y mientras lo hace, algo comienza a tener un sentido, una especie de inquieta veracidad. Jiwoong hyung pasará momentos difíciles en el futuro. ¿Acaso es él quien puede protegerlo? La tarotista recoge las cartas, Jiwoong parece que ya no tiene más dudas que añadir, pero él tiene un montón de preguntas en su cabeza. No. Es mejor parar aquí. Ya llevan veinte minutos de retraso.
Cuando se acerca a la caja contadora para pagar, el anciano silencioso le ofrece una calmada sonrisa. Es curioso que una lectura de tarot se pague en una caja contadora hoy en día. Ya es todo un negocio capitalista, le comenta por lo bajo a Jiwoong, mientras ve al anciano contar otros billetes. Matthew piensa que podría haber comprado una figura de colección con el precio de esa lectura. Pero, no es su dinero, porque Jiwoon hyung ha decidido pagar por esta “experiencia mística”.
Una piedra azul con destellos verdes, engarzada delicadamente en plata, brilla atrayendo su interés entre otras joyas expuestas sobre el mostrador. Matthew se detiene en la tarjeta que describe la piedra y sus propiedades. Detrás de sí, escucha la voz afelpada y cadenciosa de la tarotista, aclarándole.
—Si te llevas una de esas piezas, las lecturas están incluidas.
—¿En serio? Oh…
—Escogiste bien. Es perfecta para lo que estás pensando.
Matthew siente un escalofrío bajando por su columna vertebral. Jiwoong va a extender su tarjeta prepagada al anciano, pero Matthew lo detiene.
— Compraré esa cadena. Así no tenemos que pagar por las tiradas de tarot.
Matthew toma la bolsita de terciopelo azul antes de que el anciano la coloque en una bolsa de papel con el logo de la tienda, y la guarda en el bolsillo de su pantalón.
—No es necesario. Merci beaucoup!
Ambos se inclinan. Y esta vez en Matthew quien toma de la muñeca a Jiwoong para halarlo hacia la calle. Necesita respirar aire fresco. El sonido de caja de música vuelve a sentirse cuando abren la puertecilla de cristal nacarado. Es como dejar un sueño lúcido detrás. Matthew siente que, en una misma tarde, han sido huéspedes del cielo y del inframundo. Pero se lo guarda para sí.
El camino de regreso al hotel lo hacen despacio, sin hablar, sumidos en sus propios pensamientos, sin importarles si son vistos o no. Una llovizna inesperada cae sellando la tarde, obligándolos a una pequeña carrera a través de los jardines para alcanzar la puerta lateral por donde salieron dos horas antes. De no ser por las gotas de lluvias en sus cabellos pareciera que el tiempo no ha transcurrido.
— Riámonos de ese cocodrilo ahora…
Le susurra Jiwoong tratando de aligerar el ambiente antes de salir del ascensor en el piso onceno. Nadie ha notado su ausencia: Yujin y Gyuvin preguntan inocentemente por su impresión de los restaurantes y jardines, los mánagers y directores aún no han regresado, y el mánager Yoo ni siquiera ha pasado por allí. Más tarde, acostado en su cama, mientras Gyuvin se ducha y Yujin y Jiwoong se han ido a su habitación, Matthew saca la cadena del bolsillo del pantalón. Y la observa balancearse antes sus ojos, a la luz de la lampara mortecina de la mesa de noche.
—¿En verdad, puedes protegerlo?
***
[Viernes, 6:45]
Hanbin baja al salón de prácticas, con el pretexto de buscar la chaqueta que Matthew llevaba, la que quedó en el tabloncillo cuando se la quitaron para ponerla bajo su cabeza, mientras él le daba primeros auxilios. Necesita recordar exactamente lo que ocurrió ayer. ¿Qué pasó por alto? Estaba riendo con Hao y Taerae cuando escucho a Gyuvin gritar el nombre de Matthew y se volvió hacia la entrada. Matthew estaba tendido en el suelo.
Mirar el lugar es como si todo cobrara vida ante sus ojos. Se recuerda presionando el pecho de Matthew, insuflando sus pulmones con aire directamente de su boca, pero cuando pasan tres minutos, empieza a entrar en pánico. Matthew no reacciona.
Taerae trae agua fría y la deja caer sobre la frente, la masajea sobre la nuca. Matthew no reacciona.
Gyuvin empieza a sollozar. Hao pregunta si llama a la ambulancia. Gunwook lo sustituye en la rutina de resucitación. Hanbin le pide a Hao que llame al director Kim mientras él marca el 119. Matthew no reacciona.
Hanbin recoge la chaqueta que fue apartada hacia abajo de un banco cuando entraron los paramédicos. De pronto, la chaqueta gris con sus anchas líneas blancas en los brazos, le recuerda el traje que usaron por semanas en Boys Planet. Hanbin, en el silencio y la soledad del salón, solloza desconsoladamente. Sus gemidos resuenan contra las paredes insonorizadas. Ha tratado de mantenerse lo más calmado posible, pensando todo el tiempo, que es algo pasajero, que todo tiene una explicación sencilla, y una solución inmediata. Pero luego de doce horas de Matthew inconsciente no puede sostener más esa historia en su cabeza.
Aprieta contra su pecho el abrigo de su dongsaeng. Si al menos hubiera sido más enérgico con él, si lo hubiera obligado a dejar el salón cuando todos se marchaban, si hubiera controlado mejor lo que estaba comiendo. O tal vez, todo lo contrario. Tal vez, nunca debió decir que sería bueno disminuir el volumen de sus brazos y piernas para aumentar la flexibilidad. Siente que se ha equivocado con Matthew en cada cosa que ha hecho. Hao tiene razón.
Hanbin se enjuga las lágrimas entre sollozos más tenues, y busca en la chaqueta gris, en uno de los bolsillos, el teléfono de Matthew. Todavía tiene carga. Luego de probar tres opciones diferentes de contraseñas, desiste. Le preguntará luego a Taerae, o a Gunwook, o a Jiwoong…es increíble que cualquiera de ellos, a estas alturas, sepa más sobre Matthew que él.
¿Qué ha pasado en estos últimos meses? El chico que arrastró con él al programa, al que convenció con el pretexto de luchar hasta el final por su sueño, el que confió en él tanto como para no cuestionar cada una de las cosas que le pidió. Videos, recuerdos de Photomatic, ir a una tienda a hacerse anillos de amigos, con un diseño de animales favoritos…Matthew nunca preguntó. Le parecía natural que tras reencontrarse luego de haber compartido el mismo deseo de ser idols mientras entrenaban en CUBe, de haber recibido de Hanbin aquella carta de despedida donde había, sinceramente, lamentado no poder debutar juntos, estaba bien celebrar el reencuentro.
Y luego de compartir con él todo esto. Luego de ir al programa donde su sola presencia convirtió a Hanbin en el hermano mayor más perfecto y encantador de todo el país, luego de dejarlo por su cuenta cuando tocó apartarse para que la producción siguiera con su historia alrededor de un conflicto que no existía, de la historia ya hilvanada donde Matthew ya no cabía. Cuando a golpe de su propio encanto, Matthew remontó todo el terreno que había perdido, Hanbin sintió que al final, todo había funcionado como ambos querían. El hecho de que hubieran debutado finalmente cancelaba cualquier error del pasado. De ahí en adelante, Matthew y él disfrutarían de las bondades que el destino les había deparado juntos y dejarían de competir entre sí. Matthew siempre lo ha visto como un amigo, el hyung donde depositar su confianza. Matthew alegra su vida, y se siente útil cuando está a su lado. Sin embargo, hay siempre una sensación de incomodidad, de tensión, de mirar a otro lado para no ver la sombra que camina junto a él cuando camina junto a Matthew.
En las últimas semanas, siente que solo ha estado fingiendo que las cosas iban bien, que nunca quiso mirar de frente todo lo que, con su cómplice silencio, ha torturado a su amigo desde que estaba incluso en CUBe. Hao tiene razón.
Hanbin se escurre la nariz con el dorso de su mano, busca entre sus bolsillos algún pañuelo de papel, pero no tiene. Revisa dentro de los bolsillos de la chaqueta gris de Matthew. Hay un papel doblado dentro del bolsillo interior; no es una servilleta. Hanbin abre la hoja que está totalmente escrita con letra apretada y pequeña. Reconoce la caligrafía de Matthew, pero la luz es demasiado tenue para poder leerlo. Saca su propio celular del pantalón y alumbra con la linterna la hoja estrujada, donde las palabras se desdibujan en algunas partes como si gotas de agua (o lágrimas) hubieran diluido la tinta.
La introducción misma hace que Hanbin tense los músculos de su espalda y se incline incrédulo sobre el papel.
“A Z’roses, seokryudans, staff y directivos de WKO y todas las personas que trabajan en apoyo a ZBO. Es Seok Matthew, de ZBO. Lamento haber tardado tanto en dar una respuesta a las inquietudes que circulan en la red. He debido reflexionar muy profundamente sobre mi conducta y entender cómo mis decisiones han afectado la reputación y la carrera de mis compañeros, el prestigio de la compañía, y la felicidad y tranquilidad de nuestros fans.”
—¿Qué demonios…?
Hanbin sacude la cabeza, como si quisiera desprenderse de una incómoda idea fija. Sus ojos se agrandan mientras avanzan la lectura.
“Durante Boys Planet conseguí avanzar usando a Sung Hanbin hyung como pretexto. Usé manipulación, chantaje y engaño para convencer a las personas alrededor mío para que se aliaran a mi favor, y obtuve votos internos de parte de los mismos competidores, que luego los afectaron a ellos. Mientras he estado en el grupo he buscado sobresalir opacando a mis compañeros, consiguiendo que cedan líneas en las canciones, que me den más oportunidades en las coreografías que las que merezco y que me asignen más actividades promocionales que pertenecían a otros.”
Hanbin se detiene. Chequea la fecha. En la esquina inferior derecha reza el día de ayer. Vuelve a chequear la letra. Es, definitivamente, la letra de Matthew.
—¿Qué es toda esta mentira, Seokmae? ¿Por qué has escrito esto? —Hanbin habla al papel, incrédulo, espantado.
“Este comportamiento irresponsable ha hecho que Z’roses y los seguidores de los otros miembros hayan sufrido estrés y ha afectado la calidad de nuestro grupo. Por ello, la única manera de dar una apropiada respuesta a este lamentable hecho es dar a mis compañeros y seguidores un desagravio, que, sin ser suficiente para eliminar el daño causado, evite que se extienda de aquí en adelante. Me disculpo profundamente con todos los afectados y declaro que, a partir de hoy, dejaré voluntariamente de ser parte de ZBOne.”
Hanbin se queda paralizado, la mano con el celular ha caído sobre el papel, la linterna se apaga. La oscuridad lo rodea nuevamente.
Matthew, no sabe realmente nada sobre Matthew.
Hao tiene razón.
***
[Viernes, 13:35]
Gunwook está ahora sentado junto a Matthew, a su lado en la cama, con su bata azul, guantes, botas desechables, y sus gafas de doctor. Jiwoong sabe que terminará llorando apenas comience a hablarle sobre los chicos, porque Gunwookie parece frío y equilibrado hasta que tocan los vínculos entre ellos, hasta que la simple posibilidad de separarse se hace presente. Jiwoong piensa que es este chico quien más ansiedad de familia ha satisfecho. Por eso se afianza tanto a Matthew, por una misma carencia, aunque por razones distintas. No hay persona que interactúe desde la sinceridad y no baje las defensas con Matthew, que no ablande sus corazas…y que no termine poniendo a Jiwoong celoso.
Jiwoong los observa, con su cabeza recostada sobre la chaqueta de Gunwook, y piensa que tal vez, la familia sí sea algo menos denso que la sangre, más fortuito que los apellidos, más imperecedero que la herencia. Sus ojos intentan seguir el movimiento de los labios del joven tras los cristales. Curioso sobre que le pueda decir a Matthew sobre él. Si en verdad hay algo lo suficientemente bueno que haga a Matthew desear volver. La voz de Gunwook llega en un susurro intermitente.
“…dejamos un juego sin terminar…” (parpadea una, dos veces) “Ricky hizo trampas y Gyuvin…” (sus músculos maxilares se extienden en un bostezo) … “a Akihabara con Yujin” … (sus hombros se relajan, su cabeza se inclina levemente hacia el lado derecho) … “los tres…pero sin Jiwoong hyung…” (su mirada nublada apenas distingue la sonrisa pícara de Gunwook mirándolo del otro lado) … “Nadie compite con Jiwoong hyung, sabes que no lo pensaría” (sus párpados caen pesadamente, el sueño disuelve los sonidos y apenas puede escuchar) … “en dar la mitad de su vida si sabe que vivirá la otra mitad a tu lado.”
—Quédate a mi lado.
Jiwoong sostiene con fuerza la muñeca delicada. En el baño de su antiguo apartamento, todo está lleno de un vapor de agua que cubre el cristal de la bañera, el espejo sobre el lavamanos, el cuerpo que desaparece en la neblina y que no consigue distinguir… “Es ese sueño de nuevo.” Una risa resuena en las paredes, rebotando cantarina y alegremente: la risa de Matthew.
— Vuelve a mí.
Es una súplica lanzada contra las baldosas, los espejos, el vapor de agua que, en lugar de hacerlo sentir en una sauna, parece envolverlo dentro de la respiración de algo ciclópeo, condensándose en el crudo invierno. Tiene frío: está totalmente desnudo ahora y una simple toalla alrededor de su cintura no puede protegerlo del miedo que empieza a crecer en él. La risa se aleja más y más... Ya no tiene nada entre sus manos.
Su imagen en el espejo sigue opaca, indefinible, mientras una presencia dentro del vaho se hace cada vez más corpórea. No sirve limpiarlo con las toallas, así que acerca su boca al cristal y libera su aliento sobre la superficie azogada. Como una mancha de tinta expandiéndose, el reflejo en el cristal va apareciendo desde su boca, su cara, la mitad de su cuerpo, la figura a su lado…
— ¿Por qué me bloqueaste, Jiwoongie?
Jiwoong se despierta en un salto, incorporándose. La frazada gris cae al suelo, la chaqueta de Gunwook resbala desde la pared. Jadea. Le toma unos segundos limpiar sus labios resecos, calmar su respiración entrecortada, orientarse en tiempo y espacio. Entonces, entiende que ha saltado de una pesadilla a otra todavía más terrible. Apoya su frente contra su muñeca, siente sus pulsaciones aceleradas. ¿Era de esto que iba ese sueño recurrente, en el que Matthew se evapora mientras Seobin aparece con esa expresión severa y posesiva? ¿Para advertirle?
Jiwoong se estremece al pensar que, en la realidad, Matthew pueda volverse una risa que se disuelve en vapor de agua. Aprieta el dije con el cristal verde azulado bajo la tela de la camisa, mientras se incorpora en el sofá, recoge la frazada, dobla con cuidado la chaqueta de Gunwookie sobre sus muslos, para devolvérsela.
—…Matchu hyung, si no despiertas pronto, creo que Jiwoong hyung se va a enfermar también.
“¿Yujin-ah?”
***
[Viernes, 17:00]
Ricky se acerca a Hao silenciosamente. Tan silencioso que, cuando Hao vuelve la cara en dirección al chico sentado a su lado, da un respingo y lleva su mano al pecho, retumbando por el sobresalto.
—Ricky, me sacaste el alma…
Ricky sonríe levemente. Su cara se ve alargada y sombría bajo su delicada cabellera plateada. Hermosa a pesar de no llevar maquillaje hoy, y de la expresión contrariada. Hao abandona sus propias preocupaciones para concentrarse en su coterráneo. Conversan, como siempre que están solos, en mandarín.
—Hao… ¿Hay algo nuevo sobre Matthew y Jiwoong hyung?
—Nada diferente. Hanbin está revisando con el director Kim el mensaje oficial sobre el estado de salud de Mattyah. No tengo idea de cómo manejarán lo de hyung… Quisiera ser optimista esta vez, pero es demasiado complicado para la capacidad de gestión que la compañía ha mostrado.
—Sería un milagro que consigan dar una respuesta feliz a todo esto.
—Hyung es inocente, Ricky… Todo lo sabemos, pero… ¿cómo lo demostramos? A la agencia solo le importa evitarse un escándalo mayor, ese que es necesario a veces para que la verdad salga a la luz. Estoy viendo que muy probablemente, ni hyung, ni Matthyah…
Hao aprieta los labios. Teme pronunciar lo que piensa. Teme siquiera perturbar con sus palabras la confianza en su final feliz. Ricky lo entiende, con su cara contraída por un gesto reflexivo y grave.
—Gēge, ¿sabes lo que es la difamación fraccionada? Es una expresión que le he escuchado a mi papá cuando habla de negocios. Es, más o menos, como lanzar rumores aislados, aparentemente no conectados entre sí para minar la reputación de un producto o marca. Como son dispersos y aparentemente de distintas fuentes no es fácil identificar la campaña de difamación.
—Y así van afectando su reputación.
—Claro. Y si se mezcla con mucha información irrelevante, como ruido blanco, es más difícil de identificar el difamador. Cuando las compañías, generalmente pequeñas, pierden credibilidad, pierden ventas. Adquirirlas a precios muy bajos, es fácil. Mi papá dice que es lo peor del marketing sucio. Lo llama “minado denigrante”. Por alguna razón, hace días, no dejo de pensar en eso.
—¿Nos han minado? ¿Quién? ¿Tiene sentido que nos quieran denigrar para luego adquirirnos? Ricky, no funciona así con la industria donde estamos. Si un idol cae en desgracia no mejora su reputación porque cambie de compañía bajo un nuevo grupo o nombre.
—Hace poco más de dos meses, hemos ido de escándalo en escándalo, pero, curiosamente solo el asunto de Matthew como fraude y el de Jiwoong hyung, implicado en grabaciones comprometedoras, parece sostenerse como un background de fondo…
— Hasta que el fondo se volvió figura y centro.
—Lo que ocurrió con Gyuvinnie hace un mes…fue muy extraño. La persona declaró, dos semanas después se retractó. YHE dijo que tomaría medidas por tratarse de sus aprendices.
—En ese sentido, hizo mejor manejo de la situación que WKO.
—¡Exacto! Y todo se disolvió como si nunca hubiera estado. ¿No te parece demasiada coincidencia? ¿A poco más de seis meses de terminar nuestro contrato con WKO, YHE se une a ese consorcio, y crean la nueva división de Relaunched IDols?
—Explícate un poco… ¿Qué relación hay ahí?
—Durante BP, sabes que YHE tenía pretensiones de dominar las proporciones del grupo y conseguir la mitad más uno. Eso le daría ventaja significativa sobre las demás compañías. A nivel moral y práctico, ZBOne sería un grupo de YHE que manejaba WKO por un tiempo, si tenían al menos cinco de los nueve.
—Pero no ocurrió tal proporción. Y al no tener mayoría, la publicidad para la compañía no tuvo el mismo impacto. De hecho, se ha ido disolviendo con el tiempo, en la medida que como grupo nos hemos unido, nuestro doble contrato se refiere menos entre los fans.
—Así es. Y creo que YHE cambió la estrategia. Ya no le interesaba tanto el grupo, como las individualidades. Y creo que en algún momento pensaron en negociarnos separadamente con WKO, o la compañía que se interese en continuar el grupo.
—Pero vino esta joint venture de hace dos meses. Nuestros contratos se rescribieron… YHE, que ha estado bastante en crisis, se ha revitalizado con esa inyección de capital. En eso tienes razón, Ricky.
—¿Y si ha vuelto a su plan inicial?
—Pero no tiene la mitad más uno…Oh, espera… ¡Si somos 7 si tendrán la mitad más uno! ¿Es eso lo que quieres decir?
—¿Entiendes por qué sí tiene sentido el “minado” dirigido directamente hacia los dos miembros que no les interesa relaunched? Es que estoy casi seguro, Hao, que Matthew y Jiwoong hyung son variables que YHE no tenía incluida en su ecuación desde BP. Y si lo miras así, muchas de las cosas que ocurrieron entonces, y que han seguido ocurriendo después adquieren sentido.
—Ricky…Eso, es demasiado pérfido. Suficientemente pérfido para ser cierto.
—Gēge, tengo miedo. Tengo miedo por Jiwoong hyung, por Matthew, por todos nosotros. Si la compañía renovada a la que regresaremos ahora es capaz de algo así, y si en la que estamos es probablemente incapaz de hacer nada al respecto, ¿qué va a ser de nosotros?
—Ricky, por ahora es solo una conjetura, acepto que muy fundamentada, pero conjetura. No te atormentes en exceso y por adelantado.
—¿Por adelantado? Ah…ya hay suficientes motivos para atormentarme…cada mañana que me despierto y Matthew no está en su cama…
—Va a regresar, Ricky. Hyung y Mattyah van a regresar.
—Tú…hay cosas que yo…no puedo decir porque prometí… Olvídalo.
—¡Oh, Ricky, estabas aquí!
Hanbin ha entrado en la sala de estar con cierta celeridad, y el intercambio de miradas con Hao es leve, y un tanto esquivo.
—Hay un viaje al hospital ahora mismo con el mánager Han. Gunwook regresó antes con el mánager Lee, creyendo que habíamos enviado a Yujin.
—Pero Yujinnie no está aquí, está en su casa.
—Está en el hospital, fue por su cuenta. Necesito que uno de los dos vaya con el mánager Han y traiga a Yujin, no quiero que vaya a pasar la noche allí. Y si hyung quiere venir, pues que aproveche el viaje.
—Iré yo, hyung. Creo que puedo convencer a Yujin. De cualquier modo, no voy a dormir porque Gyuvin-ah se pasará la noche entera enviando mensajes para saber cómo va todo.
—Yo te relevo, Ricky…Y, por favor, de lo que hablamos no le digas nada a Jiwoong hyung. No estamos para crearle más dolores de cabeza, todo lo contrario.
—Por supuesto. No le diré nada. Pero, creo que es bueno que lo compartas con Hanbin hyung.
—¿A qué se refiere?
— Te explico ahora. Ve, Ricky. Ah, Hanbin-ah, había preparado una mochila con algunas cosas para Hyunnie.
Hanbin lo mira aún inseguro si está escondiendo algún reproche dentro de la frase; pero Hao es sinceramente calmado y cooperativo cuando añade:
—¿Podrías llevarle los pijamas que separó y sus sandalias…y alguno de sus peluches favoritos?
—Están sobre la cama de Seokmae, Ricky. Gracias por llevarlo. Tienes que bajar al lobby en una hora, porque se van sin ti si no estás listo.
— No faltaba más, hyung. Compraré algunas bebidas calientes para Jiwoong hyung, Taerae nos dijo que no había querido comer nada. Gunwook dice que solo probó agua. ¿Deberíamos llevarle otra muda de ropa?
— Oh, yo tengo que regresar a la oficina del director Kang, porque están elaborando los comunicados y me quieren allí... ¿podrías…?
—Ricky, ve a prepararte y a recoger las cosas de Mattyah, yo me encargo de la ropa para hyung.
Ricky asiente a Hao, y sale de prisa.
Por un instante, el silencio en la habitación es denso como una esfera de osmio. Ambos tienen que irse a tareas urgentes, pero siguen sin moverse, esperando que el otro diga una palabra. Hanbin rompe el silencio, como casi siempre.
—¿Puedes creer que Yujinah logró convencer a Gunwookie de que era su relevo y que podía regresar a descansar? El pobre Gunwook-ah se cree responsable ahora por dejarlo solo en el hospital. Le aclaré que no tiene por qué sentirse mal…
—Yujin-ah adora a Mattchu y a hyung, Bin-ah. Por favor, no lo regañes demasiado fuerte. Ha sido una mentira blanca, y estoy seguro de que no ha hecho nada malo estando allí. Además, tuvo que ir allí llevado por uno de sus padres, o ambos, ¿no?
—Fue con su mamá. Tienes razón sobre eso. Y sobre muchas cosas.
Hao advierte la cara compungida y pálida que ha adquirido Hanbin en un instante. Su mano aprieta el bolsillo sobre el pecho, donde guarda la carta que encontró en la chaqueta deportiva de Matthew. No se ha atrevido a conversarlo con nadie. No quisiera verse obligado a hacerlo. Su mayor preocupación es que Matthew lo haya publicado en alguna parte.
—¿Qué te está torturando, Bin-ah?
Hao toma la mano de Hanbin entre las suyas. El rostro de Hanbin tiene esa densa seriedad que saca afuera el cansancio y las preocupaciones que no lo dejan casi en ningún momento, excepto en estos pequeños deslices que pueden permitirse y que se han vuelto tan fugaces últimamente.
—¿Sigues molesto conmigo?
— No, no estoy molesto. He estado pensando que te hablé demasiado duro, y que no sé por qué me quejo de cosas que me gustan…Y, sobre todo, no se trata de mí nada de esto, sino de hyung y Mattyah, y es en eso es que debemos enfocarnos.
—Estoy de acuerdo, con casi todo lo que dices, excepto en lo de quejarte por lo que te gusta. No sé a qué te refieres.
—A que te derrumbes frente a mí, a que me dejes consolarte. A que llores en mi hombro y te limpies los mocos en mi camisa. Hazlo todas las veces que quieras.
—Yo también quiero que puedas hacerlo conmigo. Si no te alcanza mi camisa, ni mi hombro, ni mi pecho entero, pues cruza la calle conmigo, y vamos a llorar juntos a mi casa. Mi papá escuchará con paciencia, mi hermana Aerum te hará reír sin remedios. Y estoy seguro de que eomma te hará una comida que te sacará cualquier duda del corazón.
Hanbin ha hablado pausadamente, con esa voz de susurro que consigue calmar a Hao cuando este siente que no se puede adaptar tan rápido como él, y tiene miedo quedarse a un costado, miedo de dejar de ser el ancla en la tormenta.
Hao se inclina hasta el rostro del líder y deja un beso húmedo y preciso sobre sus labios. Hanbin, levemente sobresaltado, mira por encima del hombro de Hao, hacia el pasillo desierto. Y confiado y rápido le devuelve el beso, aprisionando entre sus rodillas el muslo de Hao, alzando su mano ágil para sostener su nuca con seductora delicadeza. Sus frentes se unen al separar sus bocas en una necesaria pausa para recuperar el aliento, para humedecer o saborear sus labios, o ambas cosas.
—Hao-ya…gracias por siempre intentar entenderme. Y gracias por no dar tu brazo a torcer incluso cuando te lo pido. Tu coherencia, incluso en el error, es mi fuerza, ¿lo sabes?
—Ah…tan pico de oro que eres.—Hao chasquea la lengua, mientras contiene la sonrisa, sus ojos entornados y brillantes de satisfacción. —Siempre terminas convenciéndome de que, al final, no puedes vivir sin mí.
—Lo de pico de oro ¿era figurado o literal?
—Ambas.
Hanbin frota cariñoso su frente sobre el entrecejo de Hao antes de separarse. Suspira. Por unos minutos su mente se distrajo, porque Hao no ha sido un ancla, sino una pequeña isla en calma en medio de una tormenta perfecta. Hao ha conseguido rescatarlo, calmarlo, y casi devolverle la confianza de que pueden remontar esas olas inmensas.
—Hao-ya…No sé qué hacer con lo que acabo de encontrar en la chaqueta de Seokmae. Tengo miedo entregarlo a la dirección. Estoy tan confundido. Pero creo que ya sé porque Maettyu llegó a ese estado.
—¿Lo sabes?
El líder sacude sus cabellos, intentando que su tristeza no vuelva a derramarse. No, no quiere que Hao lo consuele, necesita que lo ayude a pensar, a evaluar junto con él, a salvar a Matthew. Vuelve a chequear en dirección al pasillo, antes de sacar el papel, más emborronado ahora porque alguna de las lágrimas de Hanbin se han sumado a las salpicaduras sobre la caligrafía apretada y temblorosa.
—Escribió esta carta, con fecha de ayer, la traía encima antes de perder el conocimiento. No creo que haya tenido tiempo de subirla a ninguna red, pero sigo chequeando.
Hao levanta la vista de la carta negando, con mayor sorpresa que antes.
—¿Qué locura es está?
—Hyunnie se ha creído todas esas críticas atroces que han dicho en las redes sobre él. Mira lo que escribe, por supuesto que es la razón por la que se ha estado equivocando, pidiendo que lo alejen de hyung, evitando a los chicos, incluso se ha negado a conversar conmigo.
—Es tan absurdo, Bin-ah. Matthyah tiene tanta buena energía, es capaz de perdonar todo, no hay persona más pura, y fuerte a la vez, que haya conocido. ¿Quebrarse así? En verdad, no digo que sea fácil, no digo que no han sido crueles, y que hasta Ricky tenga razón en su hipótesis…
—¿Qué hipótesis?
—Te explico luego. Esto no tiene sentido, esto no puede haber sido escrito por Mattyu-ya…porque no es cierto.
—Es su letra, Hao-ya. Conozco la letra y los errores gramaticales de Maettyu, que son muy pocos, por cierto, en este escrito…pero es él. Se sumaron muchas cosas, esa dieta estricta en estas dos últimas semanas, la presión del comeback, el final de nuestro contrato, los constantes ataques a los miembros aleatoriamente…Matthew es muy sensible, Hao-ya, la sobre exigencia, la falta de sueño…demasiado estrés, demasiada coacción…
— ¿Cómo para motivarlo a una confesión falsa inducida? No sé, Hanbin-ah, no importa el gaslighting que esas akgaes, o quien sea, hayan hecho. Es difícil de imaginar a Mattyah... Oh, tal vez…
Hao recuerda algo. Recuerda el día que encontró a Matthew totalmente empapado en agua, y con una expresión tan ausente que le hizo intervenir como no suele hacer. Matthew dijo que su amor hacia alguien no le hacía bien, y también usó muchos calificativos negativos sobre lo que estaba sintiendo.
—¿Recordaste algo?
—Solo algo circunstancial, pero si sumamos, como dices…puede ser.
Hao toma las dos manos de Hanbin para que éste le preste toda su atención.
—Hanbin-ah. No entregues esa carta a nadie…Esperemos que Woohyun-ah vuelva en sí.
Hanbin asiente bajando la cabeza. Ya lo había decidido, pero alivia saber que Hao piensa lo mismo. Hao lo toma de la barbilla y hace que lo mire a los ojos, a la clara súplica que hay ahora en ellos.
—Bin-ah, y no puedes hacer regresar a hyung del hospital. Ese audio de Jiwoong hyung debió ser la gota que rebasó el vaso de su pérdida de confianza. Con más razón, necesita a Jiwoongie hyung a su lado cuando despierte. Tiene que dejarle saber que es una mentira, que nunca lo traicionó. Tiene que oírlo de su boca, o no lo creerá.
— Tienes razón. Haré lo posible por conseguir tiempo de la dirección. Todos quieren que Jiwoong hyung esté aquí para ocuparse de la grabación. Pero, esta vez, no dejaremos que la compañía maneje las cosas a su antojo.
—Ve, entonces, necesitamos saber cada cosa que piensan hacer. Confía en nosotros. Yo estaré en contacto con Ricky y hyung por el momento.
—Pero, Hao, ¿qué quería Ricky que me comentaras? ¿Tiene que ver con Seokmae?
—Tiene que ver con Mattyah, pero también con hyung…con todo el grupo. Es algo que Ricky parece haber descubierto. Es larga la explicación, mejor cuando salgas de la reunión. Voy a buscar ropa para hyung.
—¡Oh, Dios mío! Quedan solo cinco minutos para bajar y que se vayan al hospital…
—Cuando salgas, búscame donde Gyuvin y Gunwook. Creo que los chicos necesitan un poco de apoyo emocional ahora mismo, y Taerae ha usado demasiado su T- del MBTI como para que no esté descargado también.
***
[Viernes, 18:30]
Yujin repara en el dije por primera vez. Le parece bonito, le pregunta por qué no lo había visto antes.
—Es de Maettyu.
Yujin sacude la cabeza, pensativo. Tampoco ha visto a su pequeño hyung usando esa prenda.
—Hyung, ¿has conocido a alguien antes como Matchu hyung?
Jiwoong se sorprende un poco ante la pregunta que ha lanzado como al azar el menor de los chicos. Pero así es Yujin, pregunta cosas que parece llevar pensando un rato en su cabeza y salen en forma de inesperada conclusión.
—¿A qué te refieres?
—A veces siento que es tan sincero que no puede esconder nada, y a la vez, por ser tan auténtico, es difícil de descifrar.
— Lo has descrito muy bien.
—Hasta la forma en que se ha enfermado es… inusual. Se suponía que su salud fuera inquebrantable. ¿O no nos dijeron eso en Hong Kong?
—¿Hong Kong?
—Cuando estuvimos en el Temple Street creo que se llama, y entramos a aquella tienda donde leían los horóscopos. Está en el episodio de Hong Kong que grabaron Gunwook y Gyuvin, ¿no recuerdas, hyung?
Jiwoong lo había olvidado. O más bien, en estas circunstancias, no tenía una razón para pensar en esa desenfadada tarde de mayo. Cuando caminaron por las calles del barrio de Yau Ma Tei, en la antigua Kwoloon, llena de coloridas tiendas, carpas y puestos al aire libre.
—Ese señor dijo que Matchu no tenía que preocuparse por su salud. Bueno, también nos pronosticaron éxito por todo el contrato, y estos últimos meses no hemos parado de sufrir todo tipo de problemas. Por eso, no creo en esas cosas. No me gustan las falsas esperanzas.
Jiwoong asiente, no puede estar más de acuerdo con el chico. Quisiera creer que todas esas prácticas no anticipan nada, que los sueños no predicen y que las cartas y los horóscopos se equivocan en sus pretensiones de futuro. Pero ahora que Yujin ha refrescado su memoria, Jiwoong piensa en ese señor, de cabello escaso, delgado y circunspecto, vestido con un sencillo traje azul celeste, muy distinto de las estridentes vestimentas de los chamanes y adivinos. Su mirada era aguda, y parecía que hacía complejos cálculos en su mente, mientras movía a toda velocidad su pulgar por las falanges de los otros dedos de su mano izquierda. Ricky era quien traducía entonces. Lo que más le inquietó de lo que le contaban aquellas nueve cuadrículas llenas de signos chinos en rojo y negro, era su coincidencia con la lectura de tarot de esa tarde en París, muchos meses atrás.
“Por tu trabajo, hay personas que se obsesionan contigo, pueden llegar a ser peligrosos.” Le había dicho mientras su estilográfica, con un bonito tigre labrado en el cabo de madera, circulaba algunos kanjis. Jiwoong lo reconoció de inmediato, porque nació en un Tigre de Tierra. “Tu reputación puede ser muy afectada por esto.” Jiwoong pensó que era demasiado obvio lo que decía, que encontrar información sobre su trayectoria y sobre el grupo era cuestión de minutos, que ya el señor lo había hecho cuando aceptó ser grabado para el programa. Por eso, no le prestó mucha atención al inicio.
Solo algo le pareció sin sentido, el sentido que ahora cobra para él: “la terminación de una relación contractual, puede ser la causa de que esa obsesión se convierta en una batalla muy agresiva por conseguirte. Esta persona no tiene apuro, puede esperar en la sombra por meses, incluso años. Y hará su jugada cuando más feliz y confiado estés.” Jiwoong quiso entonces preguntar por las dudas con las que se había quedado en París, “¿Es cierto que no voy a estar en ZBO hasta el final del contrato?” Pero no se atrevió, porque estaba aterrado de que le confirmaran eso, de que delante justamente de Matthew le hicieran explícito ese destino. Quería preguntar, “¿Puedo tener esperanzas de que mi amor sea correspondido alguna vez?” Pero tuvo miedo de que se lo negaran justamente delante de aquel.
Así que pidió a Ricky que tradujera su ambigua pregunta: “Mi trabajo y mi vida personal ¿tendrán una relación de armonía en los próximos años?” Y fue así como le hablaron de eso que había olvidado, que no le prestó atención porque no involucraba al grupo, ni a Matthew. Eso pensó entonces. Hasta hoy, cuando Yujin le recordó que el destino es errático, bizarro y, contra todos los pronósticos, ineludible.
***
[Viernes, 20:00]
Hanbin se ha sentado, o más bien dejado caer, sobre una butaca de la sala común. Debe actualizar a los chicos sobre el estado de Matthew, sobre las estrategias que seguirá la compañía al respecto. Pero la última reunión, por más vueltas que le dé en su mente, no consigue encontrarle una mirada positiva, algo que los ayude a recobrar la confianza, en lugar de perderla por completo.
—¿Cómo es que están hablando de un hiato tan pronto? Matthew lleva poco más de 24 horas inconsciente. Ni siquiera han hecho la comunicación oficial de que está en el hospital.
—Tenemos que salvar el lanzamiento del álbum, Hanbin ssi. Ni Seok Matthew ssi, ni Kim Jiwoong ssi están en condiciones de participar ahora mismo. No sabemos las consecuencias o secuelas en la salud que puede quedarle a Mr. Seok, y creo que coincidirá conmigo de que tampoco es justo que el desplome de la reputación de Jiwoong ssi arrastre al grupo apenas se diga que Matthew sale por razones médicas.
—Retrasemos el comeback un mes. Todos estarán de acuerdo en esperar porque Maetthyu se recupere y demostrar la inocencia de hyung…
—Hanbin ssi, esto es un negocio, no una ONG. ¿Sabe lo que hemos invertido en este último disco? A tres semanas del lanzamiento no podemos posponerlo. En lugar de ayudar con la reputación del grupo, lo acabará de hundir. ¿Cree que las acusaciones contra Matthew cambiarán por eso? Todo lo contrario, se harán peores. La división en el fandom será mucho mayor. Y las pérdidas, mayores.
—Señor Kang, ¿cómo cree que van a tomar los chicos esto? ¿Cómo creen que van a poder salir al escenario a sonreír y hacer aegyo, tragándose el dolor para que la compañía no tenga pérdidas económicas? ¿Qué hay de nuestras pérdidas?
—Todo este tiempo, creía que estaba hablando con un profesional, Hanbin ssi.
—Y yo creía que estaba hablando con un ser humano, señor Kang.
Hanbin aún no sabe cómo tuvo el valor para responder, para ponerse de pie, y dejar la reunión mientras el director Kang le exigía que regresara. Hanbin no se revela nunca, siempre busca adaptarse, no es solo un as del tutting en la escena; ha aprendido a doblarse en cuántas partes sea necesario para caber por la menor ranura, en evitar el menor rozamiento mientras avanza; aunque eso lo estrese, aunque le quite el apetito y el sueño luego. Pero hoy, la injusticia se la atragantado como una espina. No sabe cómo va a sacarla, pero no está dispuesto a tragársela con migajas de pan.
El teléfono vibra dentro de su chaqueta, y Hanbin saca el móvil como un automatismo. Una ojeada al nombre en la pantalla lo hace palidecer. Es una de las llamadas que más ha temido recibir desde ayer. Una que por ninguna circunstancia puede no atender. Su voz tiembla perceptiblemente cuando responde.
—Soy Sung Hanbin. Buenos días, Yaebin noona.
***
[Viernes, 22:11]
Ricky habla con Gyuvin por videollamada en el recibidor de la suite, sentado en el sofá biplaza. Desde ahí puede ver a Jiwoong, en la misma agotadora postura, inclinado hacia delante, los codos sobre los muslos, la vista fija en ese punto que desde la perspectiva de Ricky no se ve, pero es imposible no imaginar cuál.
—¿Hyung comió?
—Sopa, y tomo un poco de Hongcho.
—¿Dónde vas a dormir tú? ¿En ese sofá? Está lejos de ser cómodo.
—No creas, puedo acomodar con las otras piezas y hacer una buena cama, pero no creo que duerma mucho…En realidad, no tengo ni gota de sueño.
Ricky tiene demasiado en su cabeza, y no está acostumbrado a ello. No es de darle vueltas a las cosas, ni dejar que estas le afecten su equilibrio, así que el peso se siente enorme sobre sus hombros hoy.
—Quisiera que estuvieras aquí, Vinnie.
—Aah… Uno ya es demasiado para ese sofá.
Ricky sonríe, sin mucha energía. Gyuvin acerca más su cara a la cámara del móvil, enfatizando sus grandes ojos de cervatillo, y murmura.
—Yo también te extraño.
Ricky sonríe ahora más ampliamente, sus mejillas sonrojándose, y mientras elabora una respuesta, Gyuvin cambia el hilo de sus pensamientos.
—…y a Jiwoong hyung, y a Mashu-syak. ¿Por qué está pasando todo esto, Ricky? ¿Cuándo va a acabar?
Ricky quisiera darle una respuesta, una que haga a Gyuvin descansar y dormir satisfecho y calmado, de un tirón, como hace semanas que no logra hacer. Pero aun con toda la información que carga en su mente, no tiene esa respuesta.
—Intenta dormir, Gyuvinnie. Tal vez, cuando despiertes, todos estaremos de vuelta en la base.
—No creo que pueda.
—¿Tengo que cantarte para que te duermas?
—No Celine Dion, please…te echarán del hospital.
Ricky vuelve a reír con suavidad. Y responde con otra de sus ingeniosas salidas que sacan finalmente a Gyuvin una carcajada. La llamada se prolonga, entre bromas, coqueteos, desalientos y sonrisas generosas; algo tararea Ricky, y Gyuvin insiste en recomendarle como acomodar los cojines para que pueda reclinarse sin que la cervical le arda en la mañana…Cuando Jiwoong pasa hacia el baño se detiene en la figura encogida en el love seat, con el móvil sostenido encima del cojín sobre su abdomen. Desde el otro lado de la línea los ronquidos de Gyuvin, bocabajo sobre la almohada, atraviesan la distancia y se escuchan como un sonido blanco en la habitación.
Jiwoong niega, tiernamente. Con cuidado, saca el móvil de la mano laxa de Ricky, cuidando no despertarlo. No cuelga la llamada, solo baja un poco el sonido del celular, y lo coloca sobre la mesa, reclinado a un búcaro de cristal rosa que adorna el centro. La frazada gris que había pedido Gunwook, la usa ahora para cubrir a Ricky. Luego acerca una de las butacas a uno de los extremos del mueble, dándole más espacio para sus largas piernas. Mira a ambos chicos dormidos, y Jiwoong no puede menos que suspirar, conmovido.
Tal vez, él también debería dormir en su sofá, frente al cubículo de cristal.
La llamada de Hanbin hace vibrar el móvil en su costado. Y le sorprende, despierto todavía, al amanecer.
***
[Sábado, 06:30]
—Jiwoong hyung, es Hanbin-ah. ¿Cómo estás, hyung? ¿Algo nuevo?...
Hanbin sabe que está todo igual. Ya se texteó con Ricky para preguntarle y para actualizarse, pero necesita mantener su ecuanimidad. Incluso después de la reunión desastrosa con el departamento de relaciones públicas, incluso después de hablar con la hermana de Matthew y tener que ser él quien le diera la noticia, porque la compañía seguía insistiendo en esperar 24 horas para contactar a la familia. Ecuánime, incluso, después de que Hao le compartiera anoche la preocupación de Ricky y ambos analizaran todos sus estremecedores puntos fuertes. Ecuánime, después de esa desazón, de esa incómoda urgencia de saber, después que Seok Yaebin le compartiera los mensajes de la última semana con su hermano.
—Entiendo… ¿dormiste? Un poco…Desayuna, hyung, ¿ok? Bueno, sé que Ricky se ocupará bien de alimentarte…Eh, hyung…estoy con el teléfono de Seokmae, y estoy intentando acceder para ver si hay algo que pueda ayudarnos con su recuperación.
Una mentira blanca, como diría Hao; se siente mal usándola con su hyung, pero después de pasar la madrugada en el cuarto de Matthew, probando combinaciones y preguntando a Gunwook, a Taerae y hasta Yujin, sin resultados, tiene que intentarlo. Probó con fechas de cumpleaños, de aniversarios comunes, días relevantes que conoce sobre él, cuando se hizo aprendiz, su primer tatuaje, su primer live…
—¿Por casualidad conoces su PIN o contraseña?
Un silencio del otro lado de la línea. Hanbin insiste.
—¿Hyung?
La voz de Jiwoong resuena profunda y cansada en su oído.
—Espera, estaba tratando de visualizar sus dedos sobre el teclado…Podría ser cuatro, dos… ¿uno y cero? ¿Tiene algún sentido para ti?
—Cuatro, dos, uno, cero…realmente ninguno, pero lo probaré. Gracias, hyung.
Cuelga de prisa. Demasiado de prisa. Definitivamente la madrugada en vela, la ansiedad, y la cantidad de información que su mente ha tenido que procesar y conectar, como un macabro puzle, en las últimas horas, ha sido demasiado para no cometer errores en su impecable estilo de comunicación. Se muerde los labios mientras intenta no añadir más dudas al corazón de Jiwoong cuando escribe de prisa.
“Hyung, Hao va en camino.”
“Todo sigue tranquilo en las redes.”
“Descansa. No te preocupes…de más.”
Y vuelve a intentarlo con el móvil de Matthew por enésima vez.
***
[Sábado 09:30]
Cuando Jiwoong regresa de asearse en el baño, y cambiar su camisa por otra blanca de Hao, encuentra al joven con el ceño fruncido, las largas pestañas de sus ojos humedecidas, la boca contraída, mirando el celular. De pronto, hace una inspiración profunda y deja caer la mano con el móvil sobre su muslo.
—Hicieron la publicación oficial de la enfermedad de Matthyah.
Jiwoong mira en dirección a la cama donde una enfermera acaba de entrar para cambiar las sábanas, movilizarlo y asearlo con toallas asépticas y tibias. Jiwoong no tiene deseos de leer el comunicado. ¿Para qué necesita leer en palabras vacías y adornadas, la dura realidad que ven sus ojos? Se acerca a la pared transparente que los separa. Su mano roza el cristal y recorre con las yemas de sus dedos la silueta del rostro etéreo al otro lado. Susurra muy bajo, ni siquiera Hao puede entenderlo desde el sofá.
—Me estoy quedando sin valor para mirarte a la cara cada segundo que pasas ahí. Me estoy consumiendo, Maettyah…Quiero quedarme con todo el dolor que merezco, pero no poder librarte del tuyo, es demasiado dolor.
Jiwoong siente que en lugar de un músculo latiendo tiene en su pecho una granada de vidrio a punto de fragmentarse y romperlo desde adentro. Así de arrítmico y acelerado es el latido de su corazón. La pequeña piedra azul colgando de su cuello, le sirve de asidero para no caer a ese remolino que quiere arrastrarlo también a la preservadora inconciencia. Cierra sus dedos sobre ella, se siente caliente bajo su mano de hielo. Y poco a poco, empieza a mejorar su entrecortada respiración. Con el nudillo del meñique escurre una lágrima que ha vuelto a humedecer su cara demudada. Del otro lado de la pared transparente la enfermera alza la vista hacia él y le sonríe con simpatía. Jiwoong apenas puede esbozar una por respuesta.
Al salir, la enfermera tiene una expresión afable y alentadora. Hao se acerca a Jiwoong cuando le escucha preguntar:
—¿Le han visto moverse, emitir algún sonido, o quejarse en la última hora?
Ambos chicos niegan mientras intercambian miradas de confirmación. La enfermera vuelve sus ojos en dirección al cuerpo inerte sobre la cama médica. La cánula nasal que infusiona oxígeno en dosis mínima, ya la mantienen solo por seguridad.
—¿Ni siquiera cuando tocó usted el violín? ¿No notó ninguna reacción?
Hao sonríe, y hay un mohín de decepción en su gracioso puchero. Niega enérgicamente con su grácil cabeza. La enfermera comenta para sí misma.
—Entonces, ¿no fue un signo de recuperación?
—¿Qué signo? —Hao se adelanta a Jiwoong en la pregunta.
—Cuando fui a asear su cara y sustituir la cánula, había en sus pómulos rastros secos de llanto. Pensé: ¿es una reacción del sistema límbico a un medicamento, una respuesta fisiológica autónoma a un dolor?, por eso revisé cualquier estímulo que pudiera estar incomodándolo. Todo parece estar bien.
La enfermera suspira profundamente y vuelve a observar empática, casi con ternura, a su curioso paciente.
—…pero, ahora, justo cuando terminaba mi trabajo, noté esa lágrima fresca cayendo sobre la almohada.
La enfermera toca levemente el codo de Jiwoong, y le sonríe, compasiva.
—Creo que va a despertar en cualquier momento.
***
[Sábado 13:00]
Cuando Hanbin entra en el auto, se percata de que ha olvidado los Thewninies, a Woowoo, a Ddungjjungham, sus anillos a juego, el álbum de fotos que había compilado ayer en la noche mientras hablaba con Hao, ilustrando la historia de ambos desde la época de aprendiz en CUBe hasta la sesión de fotos que hicieron para IDols Planet, unas semanas atrás. Todo ha pasado a un segundo plano en las últimas horas.
En el peor momento de CUBe, de Boys Planet, de los ocho álbumes, la suma de casi cuatro años de convivencia…nunca se imaginó una situación así que involucrara a Matthew. Pensó que todo lo peor había quedado atrás, pero no es así. Y por primera vez, Hanbin está obligado a manejarlo él solo: su prueba de fuego como líder.
Las manos le tiemblan a Hanbin cuando comienza a contactar a los chicos, usando su lista de marcado rápido. Cuando habla, trata de obligarse a sonreír para no transmitir la angustia que late en su corazón.
(#2)
—Hao-ya, voy en camino. Encuéntrate conmigo en la entrada de la sección VIP. Por favor, no dejes a Jiwoong solo en la habitación. Mantenlo allí con cualquier pretexto hasta que yo llegue. ¿Puedes hacerlo? Gracias, Hao-ya.
Agradece que Hao no haya preguntado nada. Que crea en él.
(#5)
— Taerae-ah, ¿está todo bien ahí? Okay. Escúchame, necesito que asumas muy seriamente el rol de hyung. Eres el mayor ahora en la base, solo puedo confiar en ti. Por favor, no me preguntes la razón.
Hanbin toma aire, se inclina más sobre el micrófono del móvil, para que ni siquiera el director Choi y el mánager Lee, al timón, lo puedan escuchar. ¿Está haciendo lo correcto? Una vez más la inseguridad, la duda, el miedo al error lo estremece.
—Hyung… ¿estás ahí?
—Taerae-ah, no le digas a nadie excepto a los chicos que yo te he pedido esto. Y diles a ellos que tampoco lo hablen con nadie hasta que yo vuelva.
—Entendido. ¿Qué necesitas que haga?
—Reúne todos los teléfonos, incluido el tuyo, y ponlos dentro de una taquilla, una gaveta, algo donde no puedan acceder hasta que yo vuelva. No quiero que estén conectados a ninguna cuenta propia por ninguna vía.
—¿Qué?!
—¡Los necesito offline 100%, Taerae-ah! ¿Me entendiste? Nadie revise sus teléfonos, Tablet, o lo que sea que le permita conectarse a las redes…
—…
—¿Taerae-ah?... ¿Kim Taerae-ah?
—Sí, hyung…Estoy aquí…Ok. Pero ¿si necesitas comunicarte conmigo?
—Comuniquémonos a través del móvil del mánager Han que está allí ahora. Solo si es muy necesario, Taerae-ah, ¿ok? Confío en ti.
—Okay, hyung. Yo también confío en ti.
Cuando termina la llamada, Hanbin tiene la frente perlada en sudor. Aprieta sus labios, se pasa la mano por el rostro tenso y piensa qué más puede hacer en tan poco tiempo. ¿Debe intentarlo? Se rasca la cabeza. Hincha sus carrillos y libera el aire suavemente. Mantenerse ecuánime para esta llamada va a testar su autocontrol al máximo.
(#3)
—Hyung, estoy en camino… ¿Cómo te sientes?... ¿Comiste?... Okay…Hablamos cuando llegue. Hyung, ¿te puedo pedir algo? ...Lo sé… Pero ¿podrías darle tu celular a Hao-ya?... Sí…Necesito chequear algo en nuestros móviles…Ah…eh, ¿podrías apagarlo y dárselo ahora? Te explicaré todo cuando llegue… ¿Sí? Ah…Gracias, Jiwoong hyung.
Hanbin, pálido, se reclina contra el espaldar, dejando caer la mano que aún tiembla sosteniendo el móvil, sobre el asiento. Mira hacia afuera, hacia las calles mojadas en ese sábado sin sol. Y sus ojos arden mientras se enrojecen, mientras se recuerda que, con o sin Hao a su lado, no puede permitirse desplomarse y llorar.
***
[Sábado, 13:30]
—¡Oh, my gosh…, my gosh! … ¡Hyung, tienes que ver esto!
Jiwoong alza la mirada hasta la cara estupefacta de Hao, que llega del baño con su teléfono en la mano. Es tan obvio que fue a revisarlo, no importa cuántas veces le digan que se mantengan lejos de las redes.
Hay otra enfermera cambiando la venoclisis de Matthew sin que éste dé la menor señal de conciencia. Jiwoong le permite a Hao que lo arrastre hasta la parte delantera de la suite, que le coloque el auricular derecho en la oreja, que ponga ante sus ojos el video que acaba de echar a correr en el celular.
La cara de Yoon Seobin, contra una pared clara, iluminada naturalmente por alguna fuente del ambiente, habla de lo informal del entorno. Jiwoong está a punto de retirar el auricular de su oído cuando escucha la voz calmada del joven.
—Recientemente ha estado circulando un audio donde se acusa a Kim Jiwoong ssi de ZBO, de apostar para eliminar a competidores durante el programa de Boys Planet. Puedo decir con seguridad, que ese audio ha sido alterado con la intención de dañar a Kim Jiwoong ssi y a ZBO, y no expresa la verdad. No poseo grabación de esa conversación. Pero puedo declarar públicamente y donde sea preciso, que la grabación altera y distorsiona dolosamente lo que dijo ese día Kim Jiwoong, porque la persona con quien tuvo esa conversación soy yo.
Jiwoong pausa instintivamente el video. Porque la habitación se está sacudiendo, o es su cabeza la que parece girar con el zumbido de sus oídos, sin poder enfocar su mirada. Se apoya en el brazo del butacón, y luego se deja caer en él. En el mismo asiento que hace unas horas había ocupado el señor Kim, cuando todos vinieron por él, pidiéndole que declarara algo que Yoon Seobin acaba de denunciar a voces. Siente la presión de la mano solidaria de Hao sobre su hombro. El video tiene aún otro minuto.
—Ni esta declaración ni la grabación que sí poseo y está directamente relacionada con esa conversación, han sido autorizada por Kim Jiwoong ssi. No está al tanto de este video. Y dejo claro que estoy actuando en mi nombre y asumo la entera responsabilidad por lo que, en el futuro, él considere al respecto. Pero, es difícil permanecer en silencio cuando tienes la absoluta certeza de que ese silencio te hace parte de una injusticia. Por favor, escuchen las palabras de Kim Jiwoong ssi en esta conversación telefónica.
El audio que sigue, Jiwoong lo recuerda con claridad. Cuando en su momento de soberbia, de fastidio y hasta de impotencia, se dejó arrastrar por una fe ciega en Seok Matthew, al punto de poner él a Yoo Seobin contra las cuerdas.
“Seobin-ah, déjame ser claro yo también. Primero, Seok Maetthyu no es, ni tiene nada que ver con lo que se le acusa en las redes (…) Segundo, nada de lo que hago por él tiene que ver con tu propuesta. Yo no apuesto, pero si lo hiciera, nunca sería en contra de Seok Maetthyu.”
Jiwoong no puede avizorar todas las consecuencias que tendrá lo que acaba de oír; pero algo si le ha quedado claro: Yoon Seobin acaba de lanzarse a los leones para salvarlo.
***
Epílogo 7. “El amor según Hanbin”
Hanbin se ve tan triste que Jiwoong no puede sentir ni un poco de celos, ¿o es porque está demasiado exhausto? Los celos consumen demasiada energía, le había dicho una vez Matthew, y tiene toda la razón. Cuando Sung Hanbin toma la mano de su amigo y la oprime entre las suyas, Jiwoong se siente un entrometido, un forastero, un polizonte en un barco en altamar. Pero no tiene a donde ir, ni afuera de ese cuarto, ni adentro, en su corazón. De ninguna manera quiere dejar a Matthew, aunque sea con el mismo Hanbin. Está a pocos pasos de la cama, recostado a la pared que necesita para mantenerse en pie. Puede escuchar a Hanbin inclinado, susurrando, sobre el rostro de Matthew, que viste desde la mañana el pijama celeste con corazones azules y estrellas diminutas, ese que Hanbin encuentra tan tierno.
—El doctor nos dijo que tu cuerpo está respondiendo bien al tratamiento. ¿Por qué no despiertas, Hyun-ah?
Ni siquiera a la voz de Hanbin reacciona. El líder se ha prometido no llorar, pero imaginarse a Matthew y verlo en esas condiciones son dos cosas muy diferentes. Las lágrimas están ya corriendo por sus mejillas. Jiwoong piensa en lo difícil que tiene que ser todo para Hanbin, y en lo fácil que le resulta llorar, como contraste.
—Cuán atormentado tienes que haber estado… batallando solo con todo. Siempre has sido tan fuerte. No sabes cuánto más me has apoyado tú, con solo sonreírme. Te extrañamos, Seokmae. Y, por favor, tienes que saber que no has hecho nada mal. Nadie sufrirá, nadie en el grupo, ninguno de tus dongsaeng, ni Taerae-ah, ni yo, ni Hao hyung, …
Jiwoong reconoce en las pausadas palabras de Hanbin un sentido pesado y ominoso. Cuando alza los ojos nublados por el llanto, hay algo en la tristeza de Hanbin que lo incluye a él
—Ni tu entrañable Jiwoon hyung. —Hanbin habla mientras extiende la mano hacia él.—Hyung, ven, acércate.
Jiwoong obedece, aproximándose. No ha tocado a Matthew desde que lo dejaron en esa cama aséptica, llena de tubos. Si bien ha tenido la suficiente impertinencia de no irse de la habitación, no ha tenido el bastante descaro, de tomar su mano y hablarle como hace ahora Hanbin. ¿Acaso lo merece? ¿Su imprudencia no lo ha puesto en esa condición? ¿Qué derecho tiene él de acariciar esa frente, que tanto ha anhelado besar y donde solo ha puesto tinieblas? Su vida es una noria, atrae las desgracias tanto como le atrae Matthew…Cuanta razón tenía el mánager Yoo.
—Jiwoong hyung está aquí, Woohyunnie. No se ha apartado ni un momento de tu lado. Quisimos que regresara a la base, pero…es muy testarudo, ya sabes. Todos fallamos esa misión.
Jiwoong dibuja un leve gesto en sus labios que podría llamarse sonrisa. Ni siquiera lo intentaron. Cada chico estaba más convencido que él de que debía estar allí, que lo necesitaba, aunque no lo mereciera. Hanbin se mantiene acariciando el dorso de la mano de Matthew reducida por las vendas de la venoclisis, y ofrece su otra mano a su hyung. El tremor es visible en los dedos de Jiwoong, por la tensión, la debilidad y un temor incierto que empieza a pulsar en su abdomen.
El líder lo acerca, casi lo encima sobre la cama, y tiene que aguantarse de la barandilla de seguridad con la mano libre para no caer sobre el cuerpo del chico dormido. Hanbin consigue que tome la mano de Matthew por primera vez en dos días. El tibio contacto ha dado color a las mejillas de Jiwoong. Hanbin sigue hablándole a Matthew, con esa cadencia relajante y dulce con la que hace ASMR.
—Es Jiwoonie hyung, Hyun-ah, quien sostiene tu mano ahora… También te está extrañando como un loco, y está deseando darte un abrazo por todo lo que has hecho, porque las cosas van a solucionarse, y todo va a estar bien.
Jiwoong se sienta en el borde de la cama, sin soltar la mano de Hanbin ni la de Matthew, porque se siente mareado por esa sensación en su pecho creciendo como una hoguera, calentando sus venas y su piel, haciendo que sus lagrimales escuezan por el llanto contenido. La voz de Hanbin sigue induciendo calma y afecto, pero hay en sus palabras algo inatrapable, como si estuviera hablándole a Matthew de algo que deja a Jiwoong fuera, a pesar de involucrarlo. Su “todo va a estar bien” suena terriblemente piadoso.
Finalmente, Hanbin, libera la mano de Jiwoong, y saca el celular de su bolsillo. Oprime el marcado rápido con el #2 en su agenda.
—Hao, ¿almorzaste?... Puedes entrar para que lo acompañes mientras hablo con Jiwoong hyung.
¿Hao sigue en el hospital? Jiwoong entiende que el líder y el centro no pueden fallar en la misión de hacerlo regresar. Al menos lo obligarán a tomar un descanso. Pero él no se moverá mientras Matthew esté inconsciente. Aunque no sepa qué hacer cuando despierte, ni que decirle o qué oirá de él.
Seguramente lo mirará con esos ojos decepcionados que le encogen el alma y lo hacen tartamudear, cuando le ha tenido que mentir en cámara; o lo ignorará, como hizo durante las horas más agobiantes de SMN, o tal vez le pida que lo deje solo. No tiene idea de cómo reaccionará él a esa actitud de rechazo, de desencanto, de indiferencia en el rostro de Matthew. Pero, prefiere averiguarlo que imaginárselo a solas.
Hanbin le oprime un hombro, la calidez de esa presión le transmite urgencia y compasión.
—Hyung, tenemos que hablar. ¿Podemos salir un momento cuando Hao…?
—Han...binie…hyung…
La voz de Matthew es el susurro de una brisa muriendo entre los juncos. Sus ojos todavía tienen una niebla pegajosa; pero a pesar del ligero nistagmo reconoce que la silueta sobre su cama, el pelo oscuro, la mirada sorprendida que empieza a distinguir, es definitivamente de Hanbin hyung.
—¡Seokmae!
Hanbin acerca más su rostro a su cara y puede reconocer sus ojos enrojecidos, su expresión de cansancio, y esa cálida sonrisa llena de alivio y también, puede distinguirla, de conmiseración. La mente de Matthew comienza a funcionar cada vez con más claridad. Hanbin lo revisa ansiosamente con su vista, como una madre hace con un bebé que recién llega al mundo:
—¿Cómo te sientes, te duele algo? ¿Me puedes ver bien, Hyunnie? ¿Me escuchas bien?
Mientras, le acaricia su pelo con ambas manos…Entonces, ¿la otra que está sosteniendo su diestra, húmeda y tibia, cuyos dedos finos oprimen ansiosamente los suyos es…? Esa mano anhelante, tímida y atrevida a la vez, que hace unos meses era apenas la de un concursante en un show con la que dirimía su lugar junto a Hanbin hyung. Hoy, podría distinguir esa mano de entre millones de manos en el planeta. Aparta su mirada del rostro de Hanbin, cierra los ojos, mientras se obliga a voltear la cabeza, porque todavía su cuello se siente rígido y hasta un leve movimiento le produce vértigo.
La mano sigue oprimiendo sus dedos, sigue aferrada como si en lugar de sostenerlo se estuviera aguantando para no caer. Sí, es, definitivamente, Jiwoonie hyung. Matthew abre los ojos sobre esos dedos que ahora ceden, dejan de aferrarse, se vuelven fríos y temblorosos. Pero no los deja ir, los oprime con la fuerza que empieza a recuperar.
Y la presión en esos dedos es como una acupuntura a los cansados nervios de Jiwoong. Quiere abrazarlo, pedirle perdón, agradecerle con todo su ser que haya despertado. Si no lo hace es porque busca algún atisbo en la mirada de Matthew que lo autorice. Ponerlo incómodo, promover el más mínimo malestar después de tanto que ya le ha causado, no se lo perdonaría.
Matthew sigue la ruta de la mano enlazada a la suya, el antebrazo torneado de estatua griega, donde palpitan las venas sensuales descubiertas por la manga blanca, doblada a nivel del codo; abierta la camisa hasta el centro del pecho, deja ver la cadena de plata con la piedra verdeazul (oh, se ve tan perfecta en él); la bata azul, como una capa de superhéroe, descansa informalmente sobre sus hombros. Pero, poco tiene la hermosa cara de Jiwoon hyung de héroe de Marvel. Su pelo revuelto, su rostro lavado, sin maquillaje, sin afeitar, sus ojeras marcadísimas. Cuando sus miradas se encuentran hay tanto dolor en la de Jiwoong que la realidad se desprende como un bloque de mármol sobre su conciencia.
No, no es posible que estén en el mismo día.
Matthew abre los ojos como platos y empieza a incorporarse, a pesar de las advertencias de Hanbin para que no se esfuerce, de Jiwoong que intenta sostenerlo, hasta que logra sentarse en la cama venciendo su debilidad. El temblor que ha empezado a sacudirlo como una hoja, y las palabras que balbucea, no tienen sentido para los chicos mayores.
—¿How long…?! ¿How long, hyung…?! ¿How long have I…? – Matthew repite la frase, cada vez más ansioso, aferrado al codo de Hanbin; aterrorizado, como si hubiera visto al ángel de la muerte sentado junto a su cama—Here… ¡¿Cuánto tiempo…aquí…cuánto llevo aquí?!
—Calma, Hyun-ah…calma, no pasa nada... —Hanbin intenta abrazarlo, consolarlo, pero Matthew lo rechaza, empujándolo por el pecho. Parece un cachorro de zorro arrinconado cuando sus ojos desorbitados barren la habitación, hasta que encuentran sobre la pizarra de enfermería la fecha del día en que están. Es sábado…el show de Jiwoong y Ricky fue el jueves en la tarde… ¡¡Tres días!!
Matthew tapa su boca con la mano donde tiene aún instalada la cánula de venoclisis, y el primer sollozo suena como un quejido, tragándose su aliento y su voz. Los siguientes son aún más estremecedores. Cuando empieza a llorar como si fuera en verdad un niño de cinco años. Cuando mira a Jiwoong con esa mirada aterrada, y las lágrimas densas brotan, indetenibles, mientras balbucea.
—I’m sorry… hyung! I’m sorry!!
Jiwoong ha quedado congelado ante las palabras que Matthew repite una y otra vez, entre los sollozos que sacuden todo su cuerpo, lo que grita cada vez con más desesperación.
—I’m sorry… ahhh…sorry, sorry…!!
Hanbin logra finalmente envolverlo entre sus brazos, a pesar de la agitación, y lo aprieta fuerte contra sí, mientras el llanto humedece su rostro.
—Seokmae…Todo está bien. ¡Créeme, por favor!
Jiwoong no entiende. ¿Por qué no le dice que se vaya, por qué no lo mira con desprecio? ¿Por qué Matthew le grita que lo siente, sin parar, como si estuvieran despedazando su alma? Jiwoong no entiende, pero tampoco puede contener las lágrimas. Si no se permite tocar a Matthew, si no lo abraza cuando lo ve así, cree que sus brazos se van a desprender y lo harán por su cuenta.
—¿Por qué estás así, Maetthya? ¿Por qué te disculpas?
Pero el solo contacto de su mano sobre el hombro agitado de Matthew hace su llanto más fuerte y desconsolado; sin dejar de mirar a Jiwoong con esa expresión devastada, su cuello se contrae tan fuerte con cada sollozo que Jiwoong teme que desgarre sus cuerdas vocales.
—¡Lo sientooo, hyuuuung!!, ¡aaahhh… lo sientooo!! —lo único que ha conseguido es que empiece a disculparse en coreano.
Jiwoong se lleva ambas manos a la cabeza, hundiendo los dedos en sus cabellos. ¿Qué está pasando? ¿Qué reacción es esa? Jiwoong, suplica, desolado.
—Para ya, baby… ¡te estás haciendo daño…! ¡¡por favor!!
Hanbin intenta hacer contacto visual con Matthew tomando su cara entre las manos, obligándolo a quitar la vista de Jiwoong. La mirada aterrada y vacía de su amigo le confirma de que no está allí, que no lo está viendo, aunque se aferre como un niño perdido a su brazo. Hanbin empieza a entrar en pánico. No, no pueden lidiar con esto solos.
Hanbin ve la sombra de un brazo que ágilmente se mueve en dirección al tablero sobre la cama y oprime el botón del código azul en la cabecera. Su mirada se encuentra con la de Hao, quien ya está junto a la cama, una mano sobre la boca, los ojos como platos, pero que ha tenido la suficiente sensatez de pedir ayuda médica. Mientras acuna a Matthew apretándolo contra su pecho, hablando por encima de los sollozos desesperados del chico, le pide.
—Llévate a Jiwoong hyung contigo, Hao-ya, por favor.
—No, no… ¿cómo voy a irme?
Matthew no está bien, Matthew está teniendo una crisis nerviosa que nunca imaginó ver en él, y tiene que encontrar como calmarlo para que no se siga lastimando así.
—Vete, hyung, por favor. Sal y hablamos afuera.
Hao se ha acercado y toma a Jiwoong por los hombros, pero Jiwoong aparta sus manos. Definitivamente hay algo que él no sabe y Hanbin, sí. Hao está demasiado conmocionado y aunque quisiera tampoco tiene la fuerza para arrastrar a Jiwoong fuera del cuarto, por muy débil que esté después de estos tres días sin apenas dormir o comer. Hao lo toma de la mano y tira de él, pero su hyung aún se resiste, negando, concentrado en el pecho agitado de Matthew, en sus quejidos que no paran.
—¡Vamos, Jiwoong hyung, por favor…! –le suplica Hao.
Jiwoong mira a Hanbin, pidiendo su comprensión, pero la mirada de Hanbin ahora es demasiado elocuente. No hay acusación, ni ira, pero cuando alza la voz sobre los sollozos de Matthew para confirmarle lo que ya sabía...
—¡Si no sales, él va a seguir así!
Jiwoong siente apagarse, como la última cerilla de 'La vendedora de fósforos', toda su esperanza. Esa pequeñita, agazapada en un lugar silencioso de su corazón. La de tener una reconciliación tranquila y cálida cuando Matthew volviera en sí. Hanbin tiene razón, es hora de lanzarse al agua, en altamar, para no hundir el barco.
“Chicos, por favor…no me perdonen…
(acepta que Hao le eche el brazo por encima para sacarlo de la habitación, mientras continúa mirando atrás, a Hanbin secando con sus nudillos las continuas lágrimas de Matthew);
por no seguir sosteniendo su mano,
por faltar a mi deber,
por no dejar de culparme,
por no poder asumir la belleza del amor,
por no ser parte de un final feliz.”
(se cruzan en el pasillo con las dos enfermeras y un interno de guardia que van a toda prisa hacia el cubículo, desde donde aún se escuchan los gritos desgarradores de disculpa),
“Taerae-ah…lo lamento…no pude confiar lo suficiente,
(atraviesa la puerta de la habitación VIP hacia el pasillo, por primera vez en casi tres días)
y, lo peor es que, junto a ustedes, me he olvidado …
(Jiwoong se desploma sobre un banco y arrastra a Hao que apenas logra sostenerlo contra su pecho)
…de cómo sobrevivir.”
Continuará…
Chapter 8: Bed of Roses (I)
Summary:
Lo más oscuro de la vida de Jiwoong ha golpeado a Matthew cruel y peligrosamente. Jiwoong no tiene valor siquiera para volver a mirar a la persona a la que ha intentado proteger hasta del viento, cuando su propio pasado le ha llenado de moretones el alma.
Notes:
⚠️ALERTA⚠️: Trigger Warning: Abuso Psicológico| Sexual| Físico. Mención de Trauma y Situaciones perturbadoras explícitas.
Si eres sensible a estos temas te recomiendo encarecidamente saltar la primera parte y leer la segunda parte de este capítulo cuando la publique, donde se ha mención no detallada a los eventos descritos en esta primera parte. Cuida tu salud mental.🛑Este capitulo contiene referencias a hechos legales reales de la industria del Kpop, no perdamos de vista que seguimos dentro de un canon alternativo.
Chapter Text
Capítulo 8.
Bed of Roses (I)
[Cama de rosas -I Parte-]
“Él dice que no podía resistir y lo creo,
porque yo no quería responderle
y no he podido contenerme.”
CARTA XXVII, Las Amistades Peligrosas.
Pierre Choderlos de Laclos
I
***
Con su pelo revuelto, su expresión perdida, la palidez de cera, Jiwoong luce más vampiro que nunca. Hanbin intenta poner una sonrisa en esos labios agrietados y descoloridos de su hyung:
—No vayas a arrancarte el suero sin terminarlo, como hacen los actores en los dramas.
—Es un actor, tiene ese superpoder. —Hao lo secunda, acariciando con afecto el hombro del mayor.
Pero Jiwoong no parece escucharlos. Sigue sentado en la camilla de un cubículo de ER, a donde Hao lo trajo luego de casi desvanecerse en el pasillo, y ha terminado recibiendo hidratación intravenosa. Su nuca sigue apoyada en la pared de baldosas verdes, sumido en algún lugar dentro de su cabeza, mientras Hanbin y el centro conversan sobre el sedante que le han puesto a Matthew para llevarlo a un nuevo examen y que lo mantendrá dormido unas horas.
Cuando la enfermera vuelve a chequear la presión arterial y retira la venoclisis, Jiwoong se incorpora. Sabe que Hanbin no puede seguir postergando esa conversación difícil. Se levanta de la camilla, acomoda la gabardina en sus hombros, y se acerca con estoica resignación a ellos.
—¿Dónde prefieres que hablemos, Hanbin-ah?
Hao, recostado al ventanal de la antesala de la habitación de Matthew, puede verlos ahora, sentados en la terraza del ala VIP, pero no oírlos. Hanbin le había dicho, apenas se encontraron hoy, que necesitaba que confiara en él lo suficiente para no hacer preguntas, para mantenerse al margen hasta que le indicara que interviniera, que había descubierto algo demasiado terrible. A Hao le es difícil imaginar cuán aterrador debe ser algo para que Hanbin no le quiera contar.
Aún tiene en sus pupilas impresas la expresión desconsolada de Matthew, gritando y aferrándose a Hanbin, mientras Jiwoong parecía caerse a pedazos por la impotencia. No, no cree que pueda soportar algo así de nuevo. Si Hanbin timbra su móvil, correrá a avisarle a las enfermeras, como acordaron.
El teléfono suena en sus manos y Hao se sobresalta, pero tal como ve desde su posición, Hanbin-ah y Jiwoong hyung están conversando tranquilamente. En la pantalla lee el nombre del mánager Han.
—Es Zhang Hao. Buenos días, mánager Han.
—Hao hyung, es Kim Taerae.
—¿Taerae-ah? ¿Por qué estás llamando desde el número del mánager Han?
—Oh, bueno, fue orientación de Hanbinie hyung. Pero, imaginé que tú tendrías el móvil contigo.
Hao recuerda que Hanbin le había dicho sobre la desconexión necesaria de los chicos. Pero ¿al punto de no usar los móviles para una llamada entre ellos? “¿Qué rayos está pasando?”
—¿Qué ocurre, Taerae-ah?
—Ah, es que estamos muy ansiosos acá. A Gunwookie le pareció escuchar en el pasillo al director Kang decir que Mattwo despertó. ¿Es cierto?
¿Qué debe decir?, ¿qué se supone que quiere Hanbin que diga? La puerta de la habitación se abre, y la camilla con Matthew, todavía sedado, entra en el lugar seguido por un paramédico y la enfermera simpática que siempre les sonríe con familiaridad.
—Taerae, acaban de bajar a Matthyu de unos exámenes y está dormido. Le diré a Hanbin que te llame y les explique todo…Hmmm…Pero, sí. Salió de la inconciencia. Está respondiendo bien. Es todo lo que puedo decirte, y es todo lo que te pido que compartas con los chicos. Mantengan la discreción.
—Oh, …claro. Así lo haremos. Gracias, Hao hyung.
Hao cuelga y vuelve a mirar hacia afuera. Duda entre seguir a Matthew hasta el cubículo o continuar junto a la ventana, vigilando. El movimiento de las manos del chico, despertándose, cuando lo trasladan desde la camilla a la cama, lo hacen apurarse para llegar junto a él antes de que abra los ojos.
***
—¿Chantaje? ¿A Maettyu-ya?
Jiwoong no puede creer lo que escucha de Hanbin. No es posible. Incluso si hubiera algo turbio en su pasado, está seguro de que Matthew lo enfrentaría, no daría la oportunidad a un chantajista para que tomara ventaja sobre un error suyo.
—¿Recuerdas cuando te pedí que cambiáramos la alineación durante la semana pasada? Pensé que habían tenido ustedes alguna desavenencia. No lo entendí, pero traté de complacerlo porque nunca había visto a Seokmae tan desconcertado.
La tuvieron, Matthew lo despedazó vivo echándole en cara tantas cosas, y se sintió tan culpable por no haberlo protegido adecuadamente, que Jiwoong aceptó incluso lo que no le correspondía.
—Es mi culpa, yo…debí ser más sincero con Mettyu, desde el principio. Y controlar mejor…
Jiwoong se corta, si dice “sus sentimientos” estará reconociendo ante Hanbin, lo que siente por Matthew. Una vez que lo ponga en palabras, no podrá recogerlo.
—mi comportamiento en público.
Hanbin le pone repentinamente la mano en el hombro.
—¡Hyung! No tienes que disculparte por nada. Lo que ha pasado no ha sido culpa ni tuya, ni de Maettyah…No han hecho nada malo. Quiero que tengas eso claro. ¡Tú no has hecho nada malo!
Jiwoong observa ahora con cierto recelo. ¿Con qué están chantajeando a Matthew? Su mente empieza a trabajar a toda velocidad. Si no han hecho nada malo, es algo que los implica a ambos entonces. En público, no hay momento que no haya sido captado por los fans y posteado, at infinitum, en las redes. Al menos que… “¿el día que nos extraviamos en el monte Jiri?” Jiwoong palidece aún más, pero se tranquiliza recordando que no había conectividad, ni cámaras y una lluvia imposible de burlar por un lente desde la distancia. Nadie los vio. Tal vez, de cuando fueron a comprar perfumes en Francia… pero no hubo nada comprometedor allí. ¿En Los Ángeles? ¿En Japón…? O acaso es otra grabación sobre su “apuesta” que no existió sobre Matthew…Las sienes le laten y una sensación pesada comienza a crecer al final de su esófago. Escucha la voz suave y levemente trémula de Hanbin explicando.
—Todo el comportamiento errático de Maetthyu en estos días, no han sido más que respuestas a esas demandas. Desde alejarse de ti en la formación y en cualquier acto público, los errores en las coreografías, …hasta la caída en el evento de Green Ribbons, hyung.
—¿Cómo? ¿Eso también? Todos pensamos que se debía al cansancio. Pero ¿con qué fin? ¿Por qué le pidieron hacer eso?
Las manos de Jiwoong alisan su cabello, regresan a su mentón, vuelven nuevamente a masajear su nuca, ansiosamente; su lengua inquieta humedece los resecos labios. Sí, Hanbin prefiere ahorrarle el dolor de leer las palabras de Matthew. Se lo resume, sin dejar de estremecerse cuando las evoca.
—El jueves, cuando Matthew perdió el conocimiento, llevaba en su chaqueta una carta de renuncia, donde aceptaba todas las acusaciones de haber llegado al grupo desde BP mediante fraude, y ser favorecido dentro del grupo usando manipulación y presión hacia los miembros y staff.
Jiwoong siente que sus rodillas se han vuelto de gelatina, y es una suerte que estén conversando sentados en ese banco de granito. El sudor frío y profuso comienza a provocarle escalofríos. Sin el suero que acaban de suministrarle, probablemente, no hubiera resistido tanto.
—Hanbin-ah, ¿cómo Hyun-ah pudo acceder a algo así?... Acaso no sabe que eso lo llevaría salir del grupo… Nunca más podría hacer carrera en el kpop, ¡en ninguna parte!
—Al parecer, Seokmae estaba dispuesto a abandonar todo, si no encontraba como controlar al extorsionador. Su salida del grupo era la demanda final. Y no podía decirle a nadie, o lo que más quería iba a sufrir mucho.
¿Lo que más quiere Matthew? Su familia, claro. Oh, ¿cómo no pensó en eso? ¿Su hermana? Tal vez es algún acosador loco que odia a Yaebin, porque no es la primera vez que recibe amenazas y frases groseras, durante Boys Planet, incluso después, incluso de los propios fans de Jiwoong. ¿Pero, por qué no le contó? Al punto de renunciar a todo, ¿cuán terrible puede ser esa amenaza?
—Hanbin-ah. La hermana de Maettyu está afectada en ese chantaje, ¿verdad?
Hanbin frunce el ceño, ladea la cabeza, procesando la pregunta.
—Hmm, de cierto modo, podría decirse que al dejar implícito que su familia lo sabía, la afecta también.
—¿También?
Jiwoong abre los ojos, desorientado y sorprendido. ¿Qué otra cosa podría asustar tanto a Matthew para estar dispuesto a destrozar su carrera, y lastimar a su familia? En este punto, el detective que habita en Jiwoong quiere tirar la toalla. Hanbin contempla su rostro lívido, sus dedos ansiosos pellizcándose el labio inferior, su ceño fruncido mientras piensa en alternativas plausibles. Quisiera evitarle también esa tortura; pero sabe que, ante la verdad, Jiwoong habría preferido seguirse torturando con sus hipótesis.
—Hanbin-ah, esto me está volviendo loco, ¿cómo lo has descubierto?
—Logré entrar a su teléfono hoy al amanecer: era la contraseña que me dijiste. Ayer, cuando hablé con Yaebin noona me hizo notar lo asustado que sentía a su hermano. Le había preguntado sobre como rastrear cuentas en Telegram, y sobre unos antiguos amigos del preuniversitario que estaban estudiando informática. A noona le pareció muy raro todo. Y a mí también. No solemos usar Telegram, pero lo encontré en sus aplicaciones. El chat estaba vacío. Por suerte, Seokmae había tomado fotos de la pantalla del chat, y encontré los archivos en la carpeta…
Hanbin calla y cierra los ojos. Controla a duras penas las náuseas que lo sacuden al recordar lo que ha visto. El llanto de Matthew y su crisis nerviosa, ¿cómo no entenderla? Su desesperación al despertar sintiéndose responsable por no haber protegido a ZBO y a su querido hyung.
—Hanbin-ah, ¿estás bien?
—Sí, hyung. Solo es que no encuentro la mejor manera, de explicarte esto.
—Entonces dilo con la peor, ¡pero dilo ya!
Tiene que acopiar paciencia y aceptar su tiempo. Para Hanbin también debe ser difícil descubrir que alguien ha estado haciéndole daño a su hermano menor. Sabe cuántas contradicciones y pensamientos deben estar chocando dentro de su sagaz y meticulosa mente. Sabe que hay muy malas noticias que tiene que decirle. Pero, nada puede ser peor que lo que ya ha visto hoy. Y, sin embargo, cuando Hanbin toma sus manos y las junta para colocar la suya, protectora, encima, siente que sus barreras internas empiezan a temblar y el sudor frío empapa su espalda.
—Hyung, tengo que decirte que, aunque el objeto del chantaje ha sido Matthew es a ti, definitivamente, a quien han querido dañar. Han usado a Matthew porque es obvio lo importante que es para ti.
Debió decir “sentimientos”, sin tanto remilgo. Porque es Hanbin quien lo está poniendo en palabras claras, y no le importa. Le está diciendo que estaban chantajeando a Matthew para hacerlo sentir mal y claro, eso lo quebraría a él. Vaya mente retorcida y asquerosa. Pero ¿a Matthew? ¿con qué podrían?
—Hyung, escúchame. Si en algún momento necesitas que pare, dímelo. Si no quieres hablar del asunto, dímelo. Pude haber ido directo a la oficina del director Kim, pero me parece injusto hacerlo sin tu consentimiento. Porque nadie merece pasar por esto. Tú no mereces haber pasado por eso, hyung.
Esa última frase…Algo en el interior de Jiwoong reacciona a ella como a una sustancia explosiva. Un cenital que empieza a moverse por el escenario en sombras de su conciencia, destacando puntos que empieza a conectar, “Tú no mereces haber pasado…PASADO…por eso…”. Hace cuatro días, vio a Matthew salir del baño del estudio, pálido y demacrado, supuso que había sido por el error en la coreografía, pero obviamente había recibido alguna demanda. Matthew había evitado su mirada todo el tiempo, y cuando se sentaron en la furgoneta para ir al concierto de Green Ribbons, Jiwoong sacó su espejo de bolsillo para arreglar su cabello: un pretexto para buscar un ángulo que le permitiera verlo sentado al final del vehículo. Matthew estaba mirando hacia él, y su expresión indescifrable lo estremeció al punto de cerrar el espejo y cambiar la vista. “…haber PASADO…por ESO”. Ahora lo sabe, era una mirada de desesperada compasión. El cenital se amplía, rompiendo la protectora oscuridad. La expresión de dolor de Matthew hoy no era decepción, no era resentimiento o despecho, sino una mezcla de terror y conmiseración, “Lo siento, hyung”. ¿De qué quería salvarlo, y no pudo? “PASADO…ESO”.
Jiwoong tiene dificultades para respirar. “No, de ninguna manera, no es posible, no hay conexión…”
—¡Espera! Muéstrame esos mensajes, Hanbin-ah.
***
Yujin está sobre la cama de Gunwook, la cabeza recostada al hombro de este, mientras le da vuelta a un cubo hecho de triángulos imantados. Ricky y Gyuvin ocupan la cama de Taerae, sentados muy juntos, el brazo del menor envolviendo el hombro del otro, esperando por la respuesta. Taerae mira hacia afuera, comprueba el pasillo antes de cerrar la puerta suavemente.
—Hao-hyung me confirmó que Matthew despertó.
Los chicos se movilizan, sorprendidos, alegres, emocionados. Taerae silencia pronto las interjecciones con un gesto sobre los labios.
—Pero no podemos decirle a nadie. Hay que esperar las indicaciones de Hanbinnie- hyung.
—¿Matthew está bien?
Hay una ansiedad inusual en la voz de Ricky. Su labio inferior se estremece. Taerae observa a los demás chicos: sí, esperaba esa reacción de derrumbe de cualquiera de ellos; de cualquiera menos del otro T-de la banda. Intenta calmarlo con esa voz aterciopelada y grave que le otorga tanta seguridad.
—Acaban de hacerle otro examen y estaba dormido, pero ya no está inconsciente. Es una buena noticia, Ricky.
En lugar de calmar el temblor en la cara feérica de Ricky, su pecho comienza a agitarse. Gyuvin lo mira alarmado sin entender aún que les pasa a los hombros de su compañero, estremeciéndose en espasmos bajo su brazo, cuando Ricky rompe a llorar, ante la mirada atónita de todos.
***
—Matthy-ah, ¿te sientes mejor?
—Hyung…necesito…hablar…con Hanbinnie hyung.
Su voz todavía se escucha pastosa y trémula por el sedante. Hao toma una de las manos de Matthew entre las suyas.
—Hanbinnie está aquí, vendrá pronto. No te preocupes. Espera, ¿te ayudo? ¿subo más la cabecera de la cama? No te muevas para que no te marees. ¿Así está bien?
—Gracias…Hao hyung…dile a hyung…que necesito mi teléfono…por favor.
Hao practica su expresión facial más optimista.
—Mathyu, ¿sabes? Todos estamos muy contentos por ti. Los estudios dicen que no hay daño grave y que con este tratamiento y rehabilitación te podrás bien pronto. ¿No es eso genial? ¡Hasta podrías incorporarte a las actividades de promoción del disco!
—Hao hyung… ¿qué ha pasado…en estos días…con Jiwoon hyung?
—Aah, ¿Jiwoong hyung? Pues, se ha pasado todo el tiempo sentado en ese sofá, esperando que despertaras. Es tan romántico, ¿verdad?
Hao suspira mirando en dirección al sofá y sacudiendo grácilmente su cabeza con una dulce sonrisa en sus labios. Matthew sigue su vista y repara en el mueble, le parece tan estrecho e incómodo que sus ojos se humedecen al imaginarlo maltratándose así, esperando allí durante dos noches y tres días. Hao le palmea cariñosamente la cabeza, sin dejar de sonreírle.
—Todos rotamos por aquí, ¿eh? Pero a Jiwoong hyung, ¿quién se atrevería a alejarlo de tu lado? Ahora está conversando con Hanbin-ah…
—En las redes… ¿qué pasó?
Hao abre la boca, cae en cuenta que nadie ha actualizado a Matthew sobre lo ocurrido con el audio.
—Ah, Matthy-ah, ¡todo eso fue falso! El audio de Jiwoong diciendo que había apostado contra ti es falso, ¡lo manipularon con IA! No soy yo quien debería decírtelo, ¿sabes? Debería ser él mismo. Deberías escucharlo de su boca ya que ha esperado tanto para aclarártelo, pero…no quiero que sufras más pensando que hyung en algún momento hizo algo contra ti, ni en Boys Planet, ni nunca…
—Lo sé…Jamás sería capaz de dañar a nadie…Jiwoon hyung es…demasiado noble.
—¿Lo sabes? ¿No creíste lo del audio que salió hace tres días con la voz de hyung sobre la apuesta?
—No…no sé de qué hablas… ¿audio?... Oh, solo leí algunas partes del mensaje…
—¿Eh?! ¡Matthyah! Todos pensamos que estabas tan estresado por ese asunto que el audio con la voz de hyung fue demasiado…
—No recuerdo…haber oído el audio…Yo, ni siquiera pensé en eso, hyung.
Matthew se aferra a la manga de la camisa del desconcertado Hao, estrujándola con ansiedad. Sus ojos empañados se mantienen abiertos batallando contra la carga de benzodiacepinas en sangre, y cuando encuentran la mirada confundida de Hao, dos gruesas lágrimas se deslizan a la par de sus palabras.
—Hao hyung…necesito mi teléfono, por favor. A Hyung…Jiwoon hyung… ayúdame a protegerlo…
***
Jiwoong rastrilla en su mente hojas caídas, húmedas, podridas, que han tapado por años un dolor imposible de enterrar. Intuye que encontrará cadáveres putrefactos dentro de él apenas empiece a revisar esos mensajes. Su respiración solo se eleva a nivel de las clavículas; su mandíbula empieza a castañetear y tiene que apretar firmemente sus dientes para contener la angustia crepitando desde sus huesos. Pero tiene que saber, tiene que encontrar el modo de liberar a Matthew de este aterrador acoso.
En el último momento, Jiwoong todavía espera que les hayan plantado cámaras en el hotel de Nihonbashi que prueben que pasaron la noche en la misma habitación, lo que hablaron, y cuán evidente fue que, si Yujin hubiera demorado segundos en golpear aquella puerta, Jiwoong hubiera transgredido todas sus contenciones para sumergirse en la dulce piel de Matthew, recorriéndola de proa a popa y tan profundo como aquel estuviese dispuesto a recibirlo. Pero el puño de fuego que aprieta su plexo solar le grita que no es por ahí, que no se engañe.
Lee las frases catalizadoras para sus peores y no reconocidas sospechas:
“Míralo hasta el final, porque me cercioraré de que lo haces.”
“No intentes mostrarlo a otros, o lo publicaré”,
“Si se lo muestras a Jiwoong, harás que sufra dos veces más.”
Jiwoong pasa la foto de la captura de pantalla y llega al video: la imagen inicial es difusa, desenfocada; tomada, probablemente, con una cámara analógica. Pero incluso la fecha es visible en el inferior izquierdo: “diciembre de 2011”. Frente a la borrosa grabación congelada, los pliegues de su conciencia parecen crujir, justo antes de que su tembloroso pulgar la reproduzca.
El sonido de las botellas, la música de villancicos, los adornos navideños, en el salón privado de un centro de fiestas. Hay una caja enorme de regalo sobre la mesa y dentro de la caja, él. Es tan estrecha y oscura que apenas puede respirar, y el miedo la hace aún más asfixiante […] Pero pronto no está en la caja, sino pasando entre los brazos de dos ejecutivos de la agencia, para lanzarlo a una alfombra pegajosa, junto con otros dos chicos mayores que ha visto entrenando en la agencia. Igual de asustados, temblando de frío, tan desnudos como él,[…]La habitación se siente más estrecha y opresiva, más dolorosa para respirar, cuando empiezan las solicitudes de poses, los flashes, las cadenas alrededor de su cintura, sus muñecas, los besos obligados con la boca rota por el puñetazo del manager[…], más flashes, sudor, saliva, sangre, alcohol corriendo por sus cabellos, su espalda, donde alguna lengua adolescente va a lamer según le indiquen[…], las guirnaldas de navidad apretando su cuello hasta esmorecerlo […], la remembranza de la preocupación por las marcas, al otro día en la escuela, en la casa, por la chica que cree que le gusta y que espera lo mire cuando se vuelva un verdadero idol[…] Pero ahora es solo parte de un amasijo de cuerpos púberes; no tan indiferenciados como para no captar su cabeza, su cara, la mirada de sus recién estrenados catorce años, que mira a un lente con expresión vacía.
Hanbin aprieta fuertemente los labios para no sollozar, viendo las lágrimas corriendo indetenibles por el rostro congelado de Jiwoong, sin que se altere un solo músculo de su cara, sin quitar los ojos oscuros y vidriosos de la pantalla. Tuvo la esperanza de que Jiwoong dijera al verlo que no sabe de qué va ese video, que no es él, que es todo un montaje con IAs, tal como alteraron su voz en el audio ominoso que los ha tenido en jaque esta semana, tal como hicieron antes. Pero su reacción, casi catatónica, es una confirmación. Hanbin intenta secar su propias lagrimas con la mayor discreción posible, y pasa su brazo sobre el hombro rígido de su hyung, cuando su voz suplica más que sugerir.
—Hyung, es suficiente… Por favor, busquemos ayuda.
Pero Jiwoong continúa haciendo pasar las capturas de pantallas. A pesar del helado sudor que lo cubre, su pecho es un volcán drenando un dolor incandescente con cada difícil expiración.
Las respuestas de Matthew, mientras lee es como si lo escuchara. Pregunta cómo tiene esos videos, por qué los está usando, intentando infructuosamente crear empatía con el estafador, mientras le explica que lo que tiene no es un video desacreditando a una celebridad, sino la prueba de un crimen.
Pero ese monstruo no quiere dinero, no quiere compensaciones materiales, no le importa negociar.
“¿No entendiste el anterior?,
¿sabes hasta dónde vas a destruir si no obedeces?”
“¿Tu coreano es tan malo que no sabes leer, acaso?”
“Las instrucciones están dentro de los videos,
míralos detenidamente, porque si fallas,
los publicaré el fin de semana”
“Tal vez, Yujin o Gyuvin entiendan mejor que tú.
¿Debería mandárselos a ellos?”
Jiwoong lleva la mano a su boca por instinto, pero esa garra invisible que aprieta su garganta sigue enmudeciéndolo.
A pesar de las maldiciones, de las amenazas con denunciarlo si se atreve a involucrar a alguno de los chicos, de los intentos constantes de persuadirlo para que no haga daño a su hyung, Matthew reúne las demandas en la primera grabación.
Las instrucciones partidas duran fracciones de segundo y están desperdigadas por el video de unos tres minutos. Para poder reunir la información, Matthew tuvo que reproducirlo muchas veces.
***
—Ricky, Ricky… ¿Qué tienes?
—Pensé…pensé que Matthew iba a morir… ¡pensé que iba a morir por mi culpa!
Ver a Ricky llorar es desconcertante; todos están congelados por la sorpresa. Gyuvin está reclinado sobre su espalda, los brazos alrededor de sus hombros, a punto de llorar a la par. Taerae se agacha a la altura de los ojos de Ricky, le palmea el muslo e intenta calmarlo.
—Tranquilo, ¿por qué tú serías responsable de eso, Ricky? No tienes la culpa.
—Sí tengo…Porque no le dije a Hao, ni a Hanbinnie hyung, ni a Jiwoong hyung lo que estaba pasando. Matthew me suplicó que no dijera, me pidió que solo fuera paciente por dos semanas, y que él iba a estar bien…que era solo un problema estomacal.
—No quería que te preocuparas, Ricky… Mashu syak no sabía que estaba tan enfermo, y no quería afectar la preparación del comeback. Pero no tienes que sentirte responsable por eso.
—Ricky…no te sientas mal, hyung.
—Tampoco a mí me dijo que estaba así de mal. Creo que lo ocultó a todos para no preocuparnos, ¿verdad, Taerae hyung?
—Gunwook-ah tiene razón, Ricky. Todos nos dimos cuenta. Si no insistimos en que fuera al médico, es responsabilidad de todos, no es tuya.
—Ustedes no entienden…Vinnie-ah, ¿sabes cuántas veces en esta semana tuve que darle a Matthew medicina para el estómago? ¿Saben cuántas veces lo escuché vomitando en el baño? Cuando llegaba del salón de prácticas, tarde en las noches…se encerraba allí por mucho rato. Tenía demasiado estrés, y no descansaba nada.
—Pero, Mashu hyung dejó de quedarse hasta tarde en el salón de prácticas. Desde el inicio de la semana. Se iba a la cama temprano, y por eso no participaba con nosotros después de la cena, ni jugaba conmigo y con Taerae hyung. Es lo que Hanbin hyung le orientó.
—No, Gunwook-ah…Iba igual de tarde a la cama. Cuando yo volvía al cuarto, casi siempre estaba en el baño. A veces, lo sentía llorando. Definitivamente le dolía mucho… Por la mañana, me pedía ayuda para retocar las ojeras, y cada día eran mayores. Hyung, Matthew no dormía. Pero siempre me decía “por favor, no digas nada… todo va a estar bien.” Por eso, porque Matthew nunca pide nada, yo le hice la promesa de no decirlo.
***
Hay otro video. Es el que tiene las últimas demandas. Donde Matthew desentrañó minuciosamente, las instrucciones sobre la carta declarando su culpa, y cómo y cuándo abandonar el grupo. A pesar de lo intimidante de los mensajes, Matthew nunca se dejó amilanar. Siempre dejaba claro que si el chantajista involucraba a alguien más del grupo lo denunciaría. Frente a tan humillantes y cínicos mensajes, mantener ese nivel de coraje, debió ser demoledoramente agotador.
“Si se sale de entre tú y yo esto,
iré de inmediato a la policía.
No mastiques más de lo que puedes tragar, mf’er.”
“Te crees gallito, ¿no?
¿Ya lo estás disfrutando tanto
que no quieres compartirlo?”
Jiwoong ya sabe que ese video puede ser cualquiera de esos momentos que hacían su vida un pantano del que sentía que no podía salir, siempre con la amenaza de que regarían fotos o videos en su escuela, o en el trabajo de su papá; que nunca más podría hacer carrera en la industria cuando se revelaran.
Aún después de esa noche, seguía queriendo debutar, queriendo huir de su vida de aprendiz, porque tal vez cuando fuera idol no tendría que bailar en salones de karaokes, disfrazarse en fiestas para adultos, siempre temiendo que en algún momento volvieran a llevarlo al caos de aquella navidad del 2011. Cada día pensaba en abandonar, pero sentía que traicionaba al Jiwoong que había soportado aterrado, si no le daba al menos el consuelo de cumplir su sueño.
Como esa noche de marzo de 2012, en que sintió que había cruzado el límite de su resistencia. Y ahora esta nuevamente ante sus ojos. El dedo pulgar de Jiwoong tiembla, como todo en él, antes de reproducirlo.
Hoy todos son Ganímedes. Los han vestido como coperos griegos y las chicas aprendices, casi niñas, van de musas y de cárites. La cámara entra y sale en zoom de los rostros contraídos, los peplos transparentados sobre sus pieles núbiles, la bebida que tienen que probar luego de servirlas […] como si en verdad fueran dioses olímpicos. Pero no son águilas, sino grajos: escandalosos, groseros, voraces. Hoy todos son Ganímedes. Las chicas han sido despedidas primero, y la tensión en los rostros de los jóvenes es palpable. […] Hoy se trata de un acto diferente para festejar el cumpleaños del CEO y a los otros dos hombres de traje que han quedado en la habitación. Tres cornejas de agencias similares. El video cuida bien de difuminar sus caras, pero no la de los chicos, y en especial la de él. La de Jiwoong, encogida entre sus hombros en una arqueada […] cuando se obliga a recoger en la copa que tiembla en su mano el semen del aprendiz mayor, bastante borracho o drogado ya, a quien ha masturbado torpemente, casi ordeñado como una cabra, y las salpicaduras de esperma saltan a su cara amoratada […] diluyendo la sangre seca asomada en su nariz por uno de esos bofetones del mánager que suelen derribar cualquier escrúpulo, y cuando el sobresalto derrama casi todo el líquido sobre su propia vestidura, un nuevo empujón lo rebota contra las bocinas dejándolo aturdido por el golpe […] y la estridencia de la música, sin tiempo para recuperarse antes de ser levantado por uno de los grajos, arrastrado hasta la mesa, lanzado sobre ella, y despojado de la tela sucia que apenas lo cubre […], pues si nos sirves para copero, entonces debe servir como copa,[…] hasta que llega ese vómito que casi lo asfixia derramándose sobre la sangre propia, el semen ajeno y transparente, y tal vez, porque es ya una copa sucia e indigna de los dioses cuervos,[…] abandonan su interés en beber de él, dejándolo hecho un ovillo desnudo, ignorado sobre la mesa. Como Ganímedes. Pero no el enhiesto efebo elevado al cielo, sino el niño empapado sobre un charco de miedo. No el Ganimedes de Rubens, sino el de Rembrandt.
Esa noche de marzo de 2012, ahora está nuevamente frente a él. Los párpados bajan temblorosos, evitando que sus retinas sigan reverberando en la misma náusea, el mismo desamparo. Su respiración va descendiendo hacia su abdomen, su pecho se expande, adolorido; pero está mucho más dispuesto a aceptar la sensación quemante, de lidiar con ella, de postergarla, incluso. Su pasado no es lo que lastima. No es ese cadáver desenterrado en su memoria lo que está consumiendo de agonía su corazón. Limpia sus lágrimas con el puño, arrastrando los nudillos con fuerza sobre su cara. La voz contraída en su garganta, un jadeo de consternación y rabia.
—Maettyah se dejó chantajear para protegernos… ¿de mi propia mierda?
Es una pregunta retórica, pero para Hanbin es más que una respuesta. Jiwoong hyung habría preferido mil veces que publicaran esos videos antes de ver a Matthew sometido a semejante acoso.
***
—No, hyung, ¡no está bien! Los muchachos…Yujinnie…Gunwookie, Gyuvinnie… ¡Hao-hyung, necesito mi teléfono!
—Mattyah… ¡Espera, no puedes levantarte! Escúchame, Hanbin-ah, retiró los teléfonos de todos. Ningún chico tiene acceso a internet desde hoy en la mañana. No explicó el porqué, pero supongo que tú lo sabes, ¿verdad?
Matthew niega aún más agitado, aferrándose a la camisa de Hao, abriendo más sus alarmados ojos.
—¡Oh, no…! ¿Les dijo a los mánagers? ¿Los directores saben?! ¿Por qué, hyung? ¡¿Por qué?! ¡¿Por qué?!
—¡Hyun-ah, cálmate! Hanbinie no le ha contado nada a nadie. ¿Por qué te preocupa tanto que les diga?
—No van a ayudar, Hao hyung…Nunca ayudan a Jiwoon hyung…Solo dejarán que todo siga su curso… ¡No harán nada por él! ¡No harán nada por nosotros…! ¡Nunca lo hacen!
Hao abraza a Matthew, acariciando los rizos rosáceos sobre su nuca; lo deja apoyar la frente contra su hombro que siente humedecerse de inmediato.
—Lo sé. Sé a lo que te refieres, Mattyah, pero, sea lo que sea, enfrentémoslo juntos, como grupo, ¿sí? ¿Por qué no me explicas lo que está pasando y yo te puedo ayudar a pensar en una…?
—¡No puedo decirte, hyung! …no puedo.
—¿No confías en mí? Aaah…me voy a poner celoso de Ricky. Sé que le has contado a él algunas cosas que no me quiso contar.
La mirada pícara y el puchero en los labios de Hao solo intenta relajar la mente del chico, pero Matthew niega con tristeza ahora, apartándose.
—Pobre Ricky…no quise involucrarlo, hyung…No quise que supiera.
—¿Involucrarlo en qué, niño? Explícame para ayudarte…
—No puedes, hyung… ¡Nadie puede! Solo yo puedo porque soy el que ha causado todo esto.
—Causado, ¿cómo? ¿Qué causaste, Mattyah?
Matthew murmura, mientras sus dedos se entrelazan y descruzan nerviosamente, y a veces atajan alguna lágrima sobre la línea de su mandíbula.
—Te dije, hyung…mi amor no era algo bueno…que no le haría bien. Pero, aun así, ¿cómo voy a dejar que sufra por eso nuevamente?... Tenía que evitárselo, hyung. Al menos, tenía que intentarlo.
***
Ricky habla. Por casi media hora. Como si haber estado conteniéndose tantos días le hubieran creado un antojo de palabras. Hasta Gyuvin lo observa sorprendido de verlo tan elocuente. Es la manera tal vez, de expresar lo aliviado que está de saber a Matthew fuera de peligro. Gyuvin reflexiona en voz alta.
—¿Qué creen que hará la compañía con todo esto? ¿Tomarán en cuenta la declaración que hizo Yoon Seobin sunbae?
—Deberían, es todo lo que tenemos de nuestro lado. Ahora deben pedir otra revisión pericial del audio.
—Sí, Gunwookie hyung, pero, al final, ¿no harán lo mismo que la otra vez?
—Restringirán a hyung todo lo que puedan, incluso si es inocente… ¿a eso te refieres, Yujinnie?
—¿Tenemos que seguir soportando esto hasta el final? ¿En verdad, no hay nada que podamos hacer?
—Detesto decepcionarte, Ricky, pero cada día nuestra credibilidad es peor gracias a los escándalos, y cada día WKO está menos dispuesta a invertir esfuerzo en evitarlos.
—No es posible, no es posible que tengamos que regresar a YHE bajo sus términos porque esta empresa solo ha jugado a su favor, hyung.
—¿Qué quieres decir?
—Espera… ¿cómo es que siempre tienen un pie por delante?
—De que hablas, Ricky, ¿delante de quién?
—Delante de nosotros, Gunwookie, y no para sobrepasarnos, sino para hacernos caer con un traspié. Alguien de adentro…Alguien desde el interior de nuestra propia compañía debe estar facilitándolo.
—¿Quieres decir que nos están hundiendo desde adentro por intereses de un tercero? ¿Cómo un espía de otra compañía o algo así?
—Creo que la incompetencia de WKO basta para hundirnos sin que necesite ayuda, Gyuvinnie hyung.
—Habló nuestro genio Yujinnie.
—Necesito hacer algunas búsquedas en internet. Taerae hyung, ¿cuándo nos devuelven los teléfonos?
—Esperamos por Hanbin hyung, Ricky. Estoy seguro de que tuvo una muy buena razón para ello.
—¿Podemos usar tu laptop, Taerae hyung?
—Hmmm…Agsh! …Ok. Pero siempre y cuando no entremos a las redes a buscar ninguna información del grupo.
—¿Qué estás buscando, Ricky?
—Fechas, necesito verificar ciertas fechas, Gyuvinnie.
***
Jiwoong tiene todavía la cara semioculta por sus manos ahuecadas, los ojos cerrados. Hanbin ha recogido el teléfono con delicadeza de encima de su muslo y lo guarda en el bolsillo de su chaqueta. Si Jiwoong hubiera perdido el conocimiento, se hubiera derrumbado llorando o hubiera dado algún signo de conmoción traumática, para Hanbin hubiera sido más fácil decidir una conducta. Pero, Jiwoong está demasiado quieto, reflexivo, callado. Han pasado cinco minutos en silencio, y Hanbin no se ha atrevido a interrumpirlo. Se siente como una suerte de tributo lúgubre a ese pedazo de la vida de su hyung, Siempre pensó que Jiwoong era la persona más resiliente que había conocido en su carrera, que su dura vida como idol en iNX y la oscura experiencia de acoso que trajo el desbande de ATN sin debutar siquiera, contenían suficiente tragedia para considerarlo un ave fénix en forma humana. Sin embargo, la peor etapa de su vida había ocurrido mucho tiempo antes, cuando era apenas un niño. ¿Cómo pudieron hacerle algo así? ¿Cómo pudo hyung seguir sin perder su amor por la vida, por el arte, por la gente?
—Son videos de cuando comencé mi entrenamiento. Nunca menciono esa etapa en mi trayectoria. Esa agencia se disolvió un mes después del último video que viste.
Hanbin escucha la voz de Jiwoong, baja y calmada, como si estuviera ahora narrando una historia ajena, pero en sus ojos sigue latiendo esa mirada de niño desconsolado.
—Después de abril de 2012, cuando el escándalo de OWE, el CEO vio las barbas de su vecino arder y corrió a comprar un extintor para pelos en llamas. Disolvió la agencia a inicios de mayo. Recuerdo ese lunes en que llegué a entrenar y encontré sellada la puerta con un cartel anunciando que era propiedad de una financiera. Mi mente se quedó en blanco. Había deseado tanto, tanto que terminara aquellos “eventos VIPs” como le llamaban, que dejaran de amenazarnos y ultrajarnos en ellos, mientras al día siguiente manipulaban nuestras ilusiones fingiendo que nos convertirían en famosos artistas.
Hanbin trata de ubicar en su mente el nombre de alguna otra agencia que esos años hubiera sido llevada a los tribunales además de la tristemente célebre OWE, pero, para fechorías de esa magnitud, el escándalo en la corte debió ser lo suficientemente grande para no olvidarlo. Jiwoong quiso decir que todo quedó impune. Hanbin vuelve a prestar atención cuando lo escucha retomar su historia.
—Mis días en el estudio y aquellas noches en los karaokes y hoteles parecían pertenecer a dos mundos, pero era el mismo mundo, el mismo estudio, el mismo CEO, los mismos managers inculcando discreción y silencio. Y de pronto, con un chasquido de dedos, no había nada.
Jiwoong inspira profundamente. Eleva las cejas, como si estuviera sorprendido de la forma en que sus recuerdos se han armado en su cabeza y el tono emotivo con los que los ha teñido el tiempo.
—Significaba que también estaba libre del acoso, de la amenaza de enterar a mi padre, a mis abuelos…y también del camino al escenario, y de llegar a desarrollar mi sueño. No sabía que sentir. Estaba embotado, estaba…vacío. Creo que me quedé como dos horas delante de aquella puerta cerrada, hasta que me di la vuelta y regresé a casa.
Hanbin se atreve a preguntar, porque es algo que podría arrojar luz a lo que están viviendo.
—¿No volviste a encontrarte con quiénes manejaban la agencia?
—No. Como si se los hubiera tragado la tierra. Creo que se fueron a otro país, o se fueron de la ciudad y se dedicaron a algo muy diferente.
― ¿Y los aprendices que estaban contigo?
― Tampoco. El único chico con que seguí relacionándome y entrenando, se fue a América un año después. Supongo que casi ninguno continuó después de eso. Debieron verlo como un salvoconducto del cielo para huir de aquella agonía. Era una agencia pequeña, no como OWE, unos doce o catorce aprendices entre chicas y varones. No he visto a ninguno dentro de la industria.
Hanbin observa a Jiwoong pasando su mano por su frente, esforzándose en recordar alguna pista. Y él sólo puede pensar ahora en lo inmensamente fuerte que es, en la suerte que ha tenido de tenerlo a su lado, y en lo dichoso que ha sido Matthew de que alguien como Jiwoong hyung le haya abierto su corazón de par en par… “Bueno, quien si no a Seokmae, que podría convertir el plomo en oro.”
― No tengo, realmente no tengo, ninguna pista para saber quién puede estar detrás de esto. Es demasiado frustrante.
― Hyung, ¿qué quieres hacer? Yo…haré lo que tú decidas.
― Gracias por considerarme y por proteger esa información todo este tiempo. Pero en estos momentos, no se trata solo de mí. El que haya enterrado mi pasado para poder seguir adelante, no significa que no pueda encararlo si se trata de ZBO, si se trata de Maettyu. He vivido mucho, Hanbinie. He tratado de aprender de cada momento y lugar donde he estado, incluso en el peor y más oscuro he aprendido, he agradecido y he perdonado porque era la única forma de sobrevivir.
—Hyung, no tienes que explicarte conmigo…No tienes que justificarte ante nadie por haber triunfado incluso a pesar de quienes intentaron romper tus sueños apenas despuntaban. Tú eres…
Hanbin siente que el llanto lo ahoga, sopla con fuerza el aire de sus carrillos, para recuperarse.
—…eres nuestra fuerza y nuestra inspiración, hyung.
—Hanbinie, lo único que quiero que hagas, es que no permitas que esa carta de Woohyunnie se publique, y que intentes, por favor, de que no se sienta culpable por nada. ¡Maettyu no puede renunciar!
—Claro, hyung. Eso lo vamos a conversar con él. Se calmará cuando te escuche…
Jiwoong alza la cabeza, su pecho se eleva con una inspiración que parece fracturarle las costillas y tiene en el rostro un rictus doloroso cuando niega con los ojos cerrados. Su resistencia tiene un límite.
—No. No me pidas eso. No tengo el valor para enfrentar a Maettyah sin tener ni siquiera idea de quién pudo hacerle esto. ¿No te parece demasiada desconsideración?
—Hyung, pero…para que Seokmae haya estado dispuesto a hacer lo que hizo, ¿sabes lo importante que eres para él?
—Por eso. Debo seguir adelante con el plan, Hanbinie. —la desesperación en su voz habla más que su razón.
—¿Qué plan, hyung?
—El que propuse al director Kim para que me dejara esperar a que Maettyu despertara, el que traía en mente cuando regresé de casa. Tengo que poner una pausa a mi carrera dentro del grupo, Bin-ah. ¡Solo dejando ZBOne podré protegerlos a ustedes, y dedicarme a encontrar quién ha hecho todo esto!
El teléfono vibra en el bolsillo de Hanbin, el teléfono de Matthew, y lo detiene de ripostarle a Jiwoong. Hanbin abre el móvil para ver como en la pantalla se desliza la notificación del chat. Ambos se miran estupefactos. Jiwoong asiente, dándole confianza.
Hay dos mensajes antes de un tercer video.
“¿Ya te despertaste, pedazo de escoria?
Tienes dos días de retraso. Termina lo que empezaste.”
“Este es un regalo de despedida.
Para que sepas que cuando te vayas,
seguirá con la vida donde nunca debiste estar.”
El móvil está en las indecisas manos de Hanbin ahora, y es el índice de Jiwoong quien lo hace correr, con determinación. El tercer video es una sucesión de fragmentos de la vida de Jiwoong. Ordenados cronológicamente. No cortes de su trabajo en el escenario, o sus películas, o sus entrevistas, tampoco sus lives o sus fotos tomadas por fansites. Son imágenes totalmente inéditas.
Es Jiwoong: caminando hacia su casa, o su estudio de grabación, entrando en su antiguo apartamento que alquiló hace unos años, o saliendo de sus distintas agencias, bajando del autobús o regresando de la escuela de radiodifusión; siempre solo. Jiwoong desde los desolados 14 años hasta hace apenas tres semanas, cuando fue a su casa por dos días para pensar con calma qué hacer sobre su atormentado presente.
Hanbin con los ojos desorbitados, casi tartamudea.
― Hyung…esta persona…sabe todo sobre ti... ¡y está totalmente desquiciada!
Jiwoong no está más asustado que él. Sorprendido, sí, pero no asustado. Toma el celular en las manos y captura la pantalla de prisa antes de que se borre el mensaje. Luego archiva el video para cuando no esté disponible. Hanbin lo mira hacer, estupefacto. Los ojos de Jiwoong brillan de intensa determinación.
― El enemigo siempre regresa al lugar del crimen, y por eso, no hay crimen perfecto, Hanbinie.
Hanbin no sabe exactamente a qué se refiere, pero de algo está convencido ahora. De ningún modo pueden dejar solos a Jiwoong hyung y a Matthew luchando contra esto.
***
Hao ha intentado animarlo, mientras Hanbin conversa con Matthew en su cubículo. Sabe que frente a Hanbin, Jiwoong no se permite la debilidad que se permite con él, porque ambos sienten que deben ser fuertes para apoyar al líder. Pero ellos pueden verse las lágrimas escondidas bajo esa expresión calmada y la sonrisa conciliadora. Ahora entiende por qué el sueño de su hyung de crear una agencia donde los aprendices pudieran ser tratados con dignidad y respeto, se repite con tanta frecuencia en sus entrevistas. Ahora también entiende el porqué de la crisis de Matthew y su desesperación. Ahora puede, mientras recuerda aquella conversación de regreso de Jeju, saber qué parte de la novela de Cloud Atlas había conmocionado a su hyung.
La explicación de Jiwoong, agachando la voz que llega a ser a veces un susurro y separadas por pausas largas, para destrabar la compresión de su pecho, lo ha puesto finalmente al tanto del real vendaval en el que están inmersos. Todavía se sorprende de verlo así de erguido y sereno en medio de la tormenta. Hao apoyó de inmediato la petición de Hanbin al director Kim, la de internar a Jiwoong en el hospital y hacerle un chequeo completo. El cuerpo de su hyung también puede rebelarse de muchas maneras ante un estrés tan abrumador.
Hao acomoda el jarro térmico y las gafas de Jiwoong sobre la mesa junto a la cama de hospital. Jiwoong está sentado ahora en ella, ya vestido con un pijama de seda morada que a Hao le parece estupendo, y mientras acomoda la almohada, sigue intentando dar un tono trivial a sus palabras.
—Mi vida ha sido una dura caminata cuesta arriba, Hao-ya, llena de tropiezos y volver a levantarme. Estar en ZBO me había despegado de mis fantasmas. La forma en que han regresado ha sido demasiado…artera.
—Hyung, estamos aquí para ayudarte a enfrentar a esos fantasmas, para aniquilarlos cuando sea necesario. Nunca vamos a dejarte solo en esa batalla. Ni a ti, ni ahora a Mattyah.
Jiwoong pierde su vista en la distancia, a través de la veladura de lágrimas que abrillanta sus ojos. Hao sabe que es eso lo que lo atormenta, le remueve la culpa, le hace pensar en que el pasado nunca dejará de castigarlo por mucho que haya invertido en meditación, autohipnosis, libros de autoayuda y clases de yoga. Ha librado esa batalla solo. Y ahora se siente que vuelve derrotado a los ojos de quien siempre ha querido proteger hasta de una brizna de viento. Pero, Hao tiene que hacer lo posible por devolverle su confianza, por hacerle que vuelva a creer en su final feliz.
—Hyung, ¿te has dado cuenta de algo? Tu parte más oscura y rechazada ha salido a flote. Siempre me dices que Mattyu ha iluminado tu vida. Quizás esa habitación en sombras de tu memoria también necesitaba de esa luz.
Jiwoong suspira profundo y libera el aire acumulado en sus mejillas, ladea la cabeza con incredulidad, y tiene una sonrisa torcida en sus labios cuando le contesta.
—Hao-ya suena muy bonito, pero la realidad, es que Maettyah ha sido amenazado, torturado mentalmente y acosado al punto de enfermarse, gravemente, por esa oscuridad. Podía manejarme con mis fantasmas en la sombra…Pero, que Maetyu…que es pura luz…se haya llenado de esos moretones el alma… ¿Cómo voy a ignorar eso?
—No puedes ignorarlo. No es eso lo que te pediría jamás. Porque si ignoras esto también voltearías la cara a los sentimientos de Mattyah. Es demasiado claro lo mucho que le importas, no creo que se arrepienta de nada. Y es fuerte. Y determinado. Si tú estás bien, él va a estar bien.
Jiwoong arrastra las lágrimas sobre sus mejillas con el dorso de su mano, como si junto con ellas quisiera arrancarse la zozobra y hasta un poco de su belleza que hoy siente como un estigma.
—Si me hubiera ido del grupo cuando el mánager Yoo me lo sugirió, Maettyu-ya no hubiera pasado por esto. Pero decidí esperar a que termináramos la promoción del disco, a que se calmaran las críticas…y continué prolongando lo que más disfruto hacer, sin pensar en ustedes, y en especial en él.
—Hyung, ¿quién de nosotros querría irse, y dejar al grupo atrás? No quieres separarte de nosotros tampoco. Es perfectamente normal. Como que tampoco quieras separarte de él. ¿Quién quiere renunciar a su happy ever after?
—Quizás suene dramático, pero no puedo pensar en ser feliz recordando el dolor en los ojos de Maettyu. Esa felicidad que he sentido en mi corazón cuando lo miro, desde aquel primer día en el escenario del show, no creo que regrese nunca más…
Hao lo abraza, y acaricia la espalda, con la ternura de un padre o de un hermano mayor, a su ídolo de dramas, su siempre deslumbrante colega, su amigo más entrañable en ZBO. Hao no quiere contradecirlo, pero está convencido que la conexión en esta vida es demasiado fuerte ya para arrepentirse. Y que más pronto de lo que imagina, Matthew volverá a inflamar esa llama que Jiwoong le avergüenza ver brillar todavía, como un pequeño rescoldo, en su corazón.
***
Hanbin lo nota ahora lo suficientemente calmado, como para interrogarlo sobre esos puntos oscuros que necesita aclarar antes de regresar a la base. No le ha dicho que hubo un tercer video, Jiwoong no quiere que siga torturándose mientras esté en el hospital, convaleciente.
—Woohyun-ah, el día que te reuniste con el director Kang, ese día que llegaste empapado de ver a tu tío… ¿de qué hablaron contigo?
—Hyung, en realidad, no fui a ver a mi tío. Siento haberte mentido. He estado causando problema desde el principio. Creo que lo mejor, hyung, es que sigamos con el plan, liberaremos la carta…pongamos fin a todo esto.
—¿Quieres renunciar, Seokmae? ¿En verdad quieres dejarnos? ¿Vas a poder vivir con ese arrepentimiento?
—¡Claro que no quiero! Pero ¿qué opción tenemos?... Si no me voy, Jiwoon hyung, tú, todos, van a ser dañados, Hanbinie hyung,
—Cálmate, Hyun-ah…Mírame… ¡mírame! No vamos a permitirlo. ¡Somos ZBWON! Esta guerra, la vamos a ganar entre todos. Con o sin la compañía.
Matthew suspira como si el aire fuera demasiado denso para sus cansados pulmones.
—El día que salí, pensé encontrarme con Jongwoo en una cafetería cerca del set de grabaciones de BP. Pero era una trampa…
Hanbinie alza las cejas, y se inclina un poco más hacia delante. Hao estaba en lo cierto, ese día a Matthew le pasó algo que afectó mucho su autoconfianza. Matthew le cuenta su encuentro con Yoon Seobin, cómo salió del lugar y cómo comprobó que el número de Jongwoo era falso gracias a Kamden y Jay. Luego le muestra las capturas de pantalla de ese día en su móvil, que Hanbin aún conserva con él.
—No es el mismo número desde el que te acosaban. Pero eso no significa que no fuera la misma persona. ¿Por qué crees que te llevó hasta allí, a reunirte con Yoon Seobin sunbae?
Recuerda la mirada herida y la ironía de Seobin. “Piensa un poco, gym bro, ¿qué es lo único que puede conectarnos a ti y a mí?” Matthew inclina la cabeza hacia su hombro derecho, bajando los ojos.
—Jiwoonie-hyung… es lo único que puede relacionarnos.
—¿Habías hablado antes a Seobin sunbae?
Matthew niega con seguridad. Solo coincidieron hace mucho tiempo, en uno o dos shows, pero no interactuaron en lo absoluto.
—¿Qué te dijo Jiwoong hyung sobre este encuentro?
—No tuve tiempo de decirle. Luego hice las cosas demasiado difíciles…entre nosotros.
—Fue el mismo día que empezaron los mensajes de acoso, ¿verdad? Cuando Jiwoong hyung estaba fuera de la base.
—En la noche. Hyung regresó al día siguiente, por la tarde.
Y su recibimiento fue romperle el corazón. Porque no encontraba otra manera de alejarlo de él, de hacer que se ofendiera, que se decepcionara. Necesitaba, desesperadamente, que Jiwoong lo odiara para poder alejarse de él también. Con los días supo cuánto había lastimado, como el afecto de Jiwoong por él, no menguaba en lo absoluto; pero seguía pensando que el dolor que él podía causarle a hyung, a los chicos, era menor que el que tendrían que enfrentar si esos videos salían a la luz.
—Me puedes contar ahora, ¿qué hablaste ese día con el director Kang y los otros ejecutivos presentes?
Matthew aprieta los labios. Hanbin lo ha visto tantas veces hacer ese gesto del que tiene muchas cosas que callar. Mas que prudencia, Hanbinie sabe que es miedo. El miedo que se fue creando desde los primeros meses, el de decir cosas equivocadas, el de ser demasiado sincero y “unfiltered’ en cámara. El chico sin media training que ha terminado apretando sus labios todo el tiempo para no equivocarse, cada día más ausente, más apagado. ¿Cómo es que no se había dado cuenta de esto antes? Este acoso es la cresta de una ola de estrés aterrador donde Matthew ha surfeado todo el tiempo.
—Me pidieron que me alejara de Jiwoon hyung durante este comeback. El director Kang explicó que los índices de audiencia mostraban el peor rating para nuestras interacciones. Dijeron que podría afectar mucho más la imagen del grupo. Que no sumáramos problemas.
—¿El director Kang te dijo eso?
—Sí. El manager Lee y el manager Yoo estaban también, pero no dijeron nada. El director Kim llegó después, casi al final de la reunión, solo para avalar lo que el señor Kang dijo.
Hanbin sigue pensando en el porqué de esa reunión cuando tanto su hyung como él estaban fuera de la agencia, ¿acaso no querían que supieran de ese encuentro?
—¿Qué más te dijeron, Seokmae?
—El director Kang me explicó, según su punto de vista, cual fue la intención de Jiwoon hyung de acercarse a mi durante Boys Planet, y por qué estaba creciendo ese rumor en la red acerca de la apuesta. Me dijo que no debía ser tan ingenuo, que nadie era amigo de nadie en la industria. Y que debería tener los ojos puestos en mi futuro al final del contrato y no en apegarme a un pasado que era totalmente falso.
—¿Falso? Si hay alguien que nunca ha sido falso en nada de lo que hace y piensa es Jiwoong hyung.
—Lo sé. Pero, hyung, estoy acostumbrado ya a que Jiwoon hyung y yo seamos un dúo complicado de sobrellevar para la compañía, sobre todo en los últimos meses. Simplemente, se trataba de…ser más cautelosos. No era nada que no hubiéramos hecho antes.
Hanbin observa la mirada acuosa de Matthew alzarse hasta su cara con esta última frase. No, no son solo palabras sin filtro las que ha estado callando detrás de los labios apretados. Los sentimientos que ha escondido tan hondamente que hasta el mismo Matthew parecía haber perdido la ruta hacia ellos, están gritando ahora, con esta desatinada decisión de hacer añicos su carrera.
—¿Todos estuvieron de acuerdo con esa propuesta?
—El director Kang insistió en que no debía decir a nadie sobre esto, porque podría afectar la coherencia y confianza del grupo. Los managers, no dijeron nada.
—Irónico. Son ellos los primeros que han saboteado eso al llamarte allí, al pensar cómo piensa sobre nosotros, sobre Jiwoong hyung y tú.
—Hyung, yo no les creí, pero igual, iba a respetar sus orientaciones. Ya sabes lo que pasa cuando no lo hacemos. Tuve suficiente con el episodio de Green Ribbons…
—¿Con tu caída? ¿te amonestaron por eso? ¿Cuándo?
—No. No hablo de este reciente, sino del que ocurrió en el primer año. Me asusta que puedan castigar a otros por mis errores.
Hanbin intenta recordar los detalles de ese evento; pero, más allá del incómodo escenario con unas lonas levantadas que los puso en riesgo de caer a todos más de una vez, no sabe a qué se refiere.
—Me regañaste duro, hyung. Porque Jiwoon hyung y yo bajamos del escenario.
—Ah, esa vez… pero ¿qué tiene que ver con esto? ¿Qué te dije que te asustó tanto?
—Claro que me sentí avergonzado contigo, pero no fue por lo que tú me dijiste. También me llamaron a la oficina principal. Nunca me habían regañado así de fuerte en mi vida. Me sentía mal por haberme dejado llevar por el entusiasmo…pero, esa vez fue el director Kim quien me preguntó si había alguien que me importara tanto o más que yo en ZBO, a punto de arrepentirme en destruir su carrera.
—¿Por qué preguntó eso?
—Para comprometerme o para intimidarme, no sé. Sus palabras no he podido olvidarlas: “cada vez que vayas a hacer algo sin pensar, recuerda que tienes las tijeras en la mano para cortar, para siempre, el hilo que ata a esa persona a tu lado.”
Hanbin cierra los ojos ante el tiovivo de dolor, compasión y decepción en el que gira su mente. Abraza a Matthew, porque él también necesita ser abrazado, sentir que sus lazos no dependen de contratos, ni de órdenes arbitrarias que los acercan y alejan según una historia fabricada por otros para lucrar. Y lo estrecha con fuerza, seguro de que no hay hoja tan poderosa que pueda cortar esos hilos rojos que más que atarlos, los trenzan en un tapiz perfecto donde nada sobra, ni nada echan de menos. Al separarse de su entrañable dongsaeng, busca en el bolsillo interno de su jacket, el papel doblado que Matthew reconoce de inmediato.
***
Jiwoong está ahora en la habitación delantera, acondicionada para cubículo. Para entrar al cuarto de Matthew pueden hacerlo desde otra puerta y han quedado independizadas ambas áreas, compartiendo el baño y el pasillo central. Como ahora, vienen casi cada treinta minutos a hacerle exámenes, extraerle sangre y tomar sus vitales. Tanto que suplicó por quedarse y ahora quisiera salir corriendo de allí, desaparecer, irse a Japón quizás. Hace dos horas convenció a Hao que se fuera junto a Hanbin: el líder lo necesita más que él. Ahora se arrepiente, su cabeza no para de pensar en qué hacer si Matthew… cualquier cosa. Mientras mira la ventana, hacia el infinito, la enfermera risueña monitorea su corazón, y le cuenta.
—Ya no hay mamparas aislantes en la habitación del final. La cama de Matthew ssi ya no luce tan intimidante como cuando lo observabas desde afuera. Y ya no tiene hidratación intravenosa, ha comenzado a comer por sí mismo. Eso es muy bueno ¿no te parece?
Jiwoong sonríe amablemente, pero su corazón sigue apretado, y cada palabra que escucha sobre Matthew le da una vuelta al torniquete en su garganta. Lo imagina solo en la habitación, descansando abrazado a alguno de sus peluches. Jiwoong escuchó a Hanbin comentarle a Hao que la hermana de Matthew está en camino a Seúl y que ya puede hablar mañana con su mamá. Esto debe haberlo calmado un poco, y el Lorazepam en vena se ha encargado del resto.
Es avanzada la noche, y la enfermera retira los electrodos de el torso musculoso de Jiwoong al concluir el electrocardiograma. Sigue hablando, mientras escribe en su Tablet.
—Volveré a las seis de la mañana para chequear ambos cubículos. Nadie debe venir en ese tiempo a molestar por acá, a menos que alguno de los dos nos necesite.
—Gracias. —responde Jiwoong, mientras su ceño se frunce levemente sospechando que el mensaje no solo es una orientación médica.
El guiño cómplice de la joven cuando se retira con su carro de enfermería lo pone aún más inquieto. De ninguna manera puede acercarse nuevamente a Matthew en el hospital. Jiwoong se consuela con que entre los medicamentos que le han dado a tomar también hay un sedante, que pronto el sueño lo vencerá a él, y no tendrá que pensar que están a pocos metros, y que a cada segundo que pasa le urge ver ese rostro dormido, aunque sea una vez más. “¿Te has vuelto adicto a velar su sueño o qué?” Sacude la cabeza con fuerza, recostada a la almohada que ha doblado ya en todas las posiciones posibles para acomodar, inútilmente, su desasosiego. Porque es algo sabido que Matthew detrás de él, en cualquier formación posible, lo pone demasiado nervioso. Jiwoong cambia de posición por enésima vez en su cama, la almohada ahora cubriendo su cabeza. “Solo para confirmar que está bien…él no lo sabrá…estará profundamente dormido”.
—Agssshhh...
La almohada vuela hacia sus pies de un manotazo; los pies se agitan y la hacen bailar en el aire hasta que cae al suelo. Boca abajo ahora, su mirada se aferra a la puerta que separa el acceso al baño entre las dos habitaciones. Su labio inferior pronunciado, sus ojos llorosos de cachorro extraviado: es poco lo que le falta para gemir como un perrito azotado por la lluvia.
“No ¡No! Es demasiado desconsiderado de tu parte aparecerte como si nada sabiendo lo que ha pasado…Aunque, tal vez, Hao tiene razón…tal vez, ser desconsiderado es justamente no hablar con Maett-yah. Calmarlo, y agradecerle…Y estar a su lado para ayudarle a sanar… ¡No! …No, eso es solo tu propia avaricia hablando, mira dónde te ha llevado… ¡De ninguna manera, Kim Jiwoong!”
Se sienta en la cama. Busca su móvil…Ah, espera, no tienen los teléfonos aún. Hanbin los está monitoreando por si el acosador contacta a cualquiera. Hasta mañana no les traerán móviles con líneas nuevas. No tiene música, no tiene libros que leer. “Aah…esto va a ser difícil…” Jiwoong gimotea como un chiquillo, mientras se golpea con las palmas abiertas a ambos lados de la cabeza.
—Aaaaahh…
Piensa en llamar a la enfermera para que le inyecte algo más fuerte para dormir. No, inyecciones, no. No soporta las agujas. “Tienes que controlarte. Enfócate. Cálmate y respira.” Tras varias respiraciones profundas siente su corazón latir a un ritmo regular, sus músculos ablandarse bajo la nuca y el cuello: la sensación de control vuelve lentamente. Recoge la almohada del suelo y la regresa a la cabecera. “Estás haciendo lo correcto.” piensa, mientras sus pies descalzos y sinceros lo encaminan hacia el cubículo del fondo.
***
Hanbin se lo prometió a Matthew mientras rompía en pedazos la carta infame que había sido presionado a escribir: “No te dejaré publicar una mentira que nos destroce a todos y en especial a ti.” Lo volvió a abrazar muy fuerte antes de despedirse, “Nadie va a cortar nuestros hilos, Hyun-ah.” Ahora, delante de los otros chicos, mirándolos sentados, uno junto a otro, apretados entre ellos, esperando por su llegada y su guía, no es solo una promesa, es una certeza en su mente. Pocas veces se ha sentido tan seguro de sí mismo.
Luego de explicarle la decisión de mantener a Matthew y Jiwoong en el hospital, Hanbin, apoyándose en Hao, revela paso a paso todo lo ocurrido. Jiwoong hyung aceptó que él pusiera sobre aviso a todos. “¿Qué derecho tengo a decirte que no le cuentes a los chicos? …pero, por favor, no le muestres los videos.” Evita ser demasiado detallado al respecto, porque él también espera que los chicos jamás tengan acceso a ellos, pero tampoco puede mantenerlos al margen de la realidad, de esa espada de Damocles sobre sus cabezas. Aún sin mostrárselos, ya hay suficiente dolor en sus ojos para que Hanbin decida parar.
—Ahora entiendo… porqué Mashu-syak estaba sufriendo de ese modo.
Gyuvin solloza, aferrado al brazo de Ricky, y se limpia las lágrimas sin dejar de mirar a Yujin. El maknae tiene los ojos abiertos como platos y está extremadamente pálido. Pensar que Jiwoong hyung era incluso más joven que cuando conoció a Yujin en YHE, lo estremece con un escalofrío. Siente la presión de la mano de Gunwook sobre su hombro, a su otro lado. Todos deben estar tan abrumados como él. Hasta Taerae tiene sus ojos inundados por la contrición.
—Jiwoong hyung, ¿está bien?
Hanbin asiente, pero el vocal principal sacude la cabeza, arrepentido.
—Fui demasiado duro con hyung. Creí que no quería implicarse más porque sabía que tarde o temprano, nos separaríamos. Estaba molesto con él por siempre dar un paso atrás cuando la situación se ponía difícil en lugar de incitarnos a enfrentarla. Lamento tanto haber pensado así.
Hao, junto a Taerae, le echa el brazo sobre el hombro y lo acerca a él, compasivo.
—No te sientas mal, nadie podría siquiera imaginar lo que ha estado pasando, Taerae-ah. Tu apoyo a hyung ha sido muy valioso. Sabes que has sido nuestro pilar en la base, ¿verdad?
—Es normal, chicos, que ahora todos nos sintamos en deuda, que hemos sido injustos o que hemos tenido alguna acción o gesto reprochable hacia hyung o hacia Hyunnie, pero estoy convencido que no hay nada de mala intención en lo que sea que están pensando ahora mismo, y que de ninguna manera ellos lo han tomado de ese modo.
—Matthyw hyung, no va a seguir en contacto con ese acosador, ¿verdad?
—El director Kim está en estos momentos contactando a una agencia de investigación privada y mañana debemos reunirnos con ella. Hay una serie de pasos que dar, claro está, pero, Gunwookie, de ninguna manera vamos a dejarlo expuesto a ese intercambio. Los peritos se ocuparán de eso.
—¿Confías en el director Kim, Hanbin hyung?
—¿No debería, Ricky? ¿Has averiguado algo?
—Aún no lo suficiente.
—Ricky piensa que la nueva dirección de YHE está vinculada de algún modo con los escándalos que hemos tenido. Escribió a su padre pidiendo su ayuda para comprobar algunos datos, pero aún no tenemos detalles.
—Gyuvinnie cree que estoy exagerando, Hanbinie hyung, pero tengo una corazonada, y quiero llegar hasta el final con ello. Especialmente ahora que sabemos que a hyung y a Matthew lo han tratado de vincular de esa manera tan sórdida.
—No voy a pararte de buscar información que pueda sernos útil, Ricky,
—Gracias, Hanbin hyung.
—Tenemos por un lado el tema del audio editado contra Jiwoong hyung, debe haber una declaración de la compañía mañana en la tarde; y por el otro, el acoso usando información sobre su vida de aprendiz en X-llium Entertainment, contra Maetthyu…
—Hyung, ¿y si ambas cosas tienen relación?
—¿Cómo así, Gunwookie?
Gunwook se pone de pie y va donde el espejo del tocador. Busca en una de las gavetas y se decide por un delineador de ojos para escribir sobre el cristal mientras explica.
—El audio de Jiwoong hyung salió una semana después del encuentro que Matthyw tuvo en la cafetería, y ese mismo día comenzó el chantaje. Pero desde tres semanas antes había el rumor en la red de una supuesta apuesta durante Boys Planet, ¿correcto?
Hanbin asiente, y todos los demás chicos se acercan alrededor de la improvisada pizarra, todavía sin comprender el razonamiento del rapero principal.
—Si la persona que llevó a hyung a la cafetería a encontrarse con Yoon Seobin sunbae, sabía su número, es probable que haya sido la misma persona que en la noche, frustrado su plan inicial de crear un escándalo con el encuentro, decidió acelerar su plan y atacar directamente para sacar a Matshyu hyung.
—Y a Jiwoong hyung…porque haber liberado ese audio contra él no era precisamente para ayudarlo.
—Taerae hyung tiene un buen punto. Creo que esa persona estaba muy frustrada porque las cosas no han estado saliendo como quería.
Hao asiente con seguridad, mientras apunta el esquema de Gunwook.
—Y otro punto, ¿por qué llevar a Mattyuah a la misma cafetería donde Jiwoong hyung tuvo esa conversación con Yoon Seobin sunbae? ¿Coincidencia? ¿O la persona que ha hecho todo esto está vinculado a ese lugar?
—Exactamente, es lo que creo, Hao hyung. Ese lugar, de algún modo, está conectado con el criminal.
—Hanbinie, necesitamos preguntarle a Jiwoong hyung, cuántas personas podrían saber del encuentro de ese día durante Boys Planet, y cuántas personas sabrían que él estaba fuera de la base cuando Matthyah fue al encuentro de Seobin sunbae.
Hanbin asiente ante la propuesta de Hao y Gunwook, el resto parece bastante convencido, aunque Ricky aun niega con la cabeza. Hao, oprime el brazo de su coterráneo, con cariño. Ni siquiera ha tenido tiempo de conversar con Ricky, de transmitirle el agradecimiento y las disculpas de Matthew.
—¿Qué no te funciona, Ricky?
—Oh, no es que no me funcione. El razonamiento de ambos es muy atinado. Pero sigo pensando que las campañas de descrédito de Matthew, y especialmente esa demanda de aceptar en una carta un montón de mentiras que lo avalan, benefician demasiado a otros intereses también.
—Lo que le contaste a Hao sobre la nueva división creada en la expansión de YHE. ¿Es lo de la supuesta absorción de nuestro grupo al final de contrato con WKO, sin Seokmae y Jiwoong hyung?
Ricky asiente. Los demás miran al líder y al chico chino con expectativa. Hanbin sacude un poco la cabeza, dudando.
—Creo que hay algo que no encaja del todo ahí, Ricky. Sacando a Matthyah, era suficiente. YHE tiene que saber que WKO nunca va a ceder a Taerae, porque no perderá al mejor vocal de esta generación que ya les pertenece. Y YHE nunca ha tenido interés en nuestra línea ‘02. Lo siento, Taerae-ah, si es que estoy siendo un poco rudo…
—Tranquilo, hyung. Yo también lo he pensado. Es por lo que, y a pesar de todo lo mal que la compañía nos maneja la mayoría de las veces, quisiera que nos hiciera permanente. Es mi única esperanza, de seguir con ustedes.
Gyuvinnie y Yujin envuelven a Taerae en un abrazo, y se quedan, llorosos, engarzados a su hyung, quien siempre entiende y calma sus miedos y preocupaciones, pero rara vez deja ver las propias tan claramente como ahora.
—Que YHE no quiere a los ‘02 es obvio, pero ¿por qué a Jiwoong hyung no? Esa es la pregunta clave. En qué punto cambió el interés de hyung a Gunwook.
—¿A mí? ¿por qué a mí?
—Para que el grupo siga siendo grupo necesitan la mitad más uno, cinco es suficiente y es obvio que lo más conveniente es conservar a Hanbinie, no solo por su talento, sino porque es el líder y el número uno en Corea. Pero un sexto, sea Jiwoong hyung o Gunwookie eliminaría sospechas de sus claras intenciones de usar a ZBO de sample para luego completar su dream team, conservando la mayor parte de Z’rose.
—¿Y si fue luego del primer escandalo alrededor de Jiwoong-hyung… que pudieron perder el interés?
—¿Y si ese primer audio, al contrario, también fue parte de toda esta idea de ir erosionando la imagen de Jiwoong hyung, Gunwookie?
Gunwook mira a Ricky con estupor. ¿Ricky no se ha puesto algo paranoico, últimamente? ¿O acaso tiene más información que ellos desconocen? Ricky intenta explicar su idea, mientras toma de manos de Gunwook el delineador. Lo observa un instante y sacude la cabeza con desagrado.
—No vayas a usar esto en tus ojos nuevamente.
Ricky explica con detalles, calmadamente, mientras traza en el cristal. El crescendo en la campaña de difamación de Matthew, la acusación a Gyuvin sobre el falso acoso al aprendiz, el rumor sobre la apuesta de Jiwoong, todo desembocó en la salida de WKO de IDols Planets, una competencia creada por MNE donde su agencia principal no iba a poder participar.
—¿Por qué era importante que saliéramos de IDols Planet, Ricky hyung?
—Creo que lo sé, Yujinnie. Porque había una alta probabilidad de que ganaramos, y que al menos dos o tres de nosotros, especialmente tú y Hao, y probablemente Ricky, fueran parte del proyecto mixto que por otro año y medio más nos ataría a WKO.
—Bingo, Gyuvinnie.
—Hyungs… ¿no les parece suficiente incompetencia la de WKO por sí misma para explicarlo todo? Que hayan manejado mal la imagen de Jiwoong hyung, la de Mattchu-hyung, que hayan dejado en manos de YHE el solucionar la acusación a Gyuvinnie hyung, que hayan tomado esa decisión tonta de sacarnos de IDols Planets en lugar de defendernos, ¿no parece coherente con esta compañía sin necesidad de buscar más lejos?
—Justamente, Yujinnie, por lo que acabas de decir sigo pensando que hay alguien en la compañía que es un topo.
Hanbin ha estado un paso atrás, observándolos interactuar, meditando. De pronto, su mente se aclara con esa pregunta que tanto Jiwoong hyung como él se hicieron, después de recibir el último video. ¿Cómo sabía el acosador no solo que Matthew había despertado, sino que estaba inconsciente cuando eso se omitió del comunicado oficial?
—Espera, Gunwook, ¿fuiste tú quien escuchó la noticia de que Seokmae había despertado?
—Sí, iba a ver al mánager Han para pedirle que nos comunicara contigo cuando escuché la conversación, de pasada, pero estaba bastante irritado, como es usual, y dijo algo como “y acaban de avisarnos que se despertó el que teníamos en el hospital.”
—¿El manager Han dijo eso?
—Noo, el director Kang. No sé con quien hablaba, pero lo vi entrar a la oficina zafándose la corbata y con la cara encendida. Se notaba molesto.
—¿Molesto porque Mashu-syak despertó?
—No puedo decir que era por eso, Gyuvinnie…pero, de que algo lo tenía preocupado, no tengo dudas.
Hao y Hanbin intercambian miradas elocuentes. Definitivamente, Ricky tiene toda la razón. Hay un topo cavando bajo sus pies, y no es uno de poca monta.
—Vamos a descansar ahora. Nos espera una semana intensa. Tenemos que encontrar el modo de que la solución de la compañía no sea poner en hiato a hyung y Maettyu.
Los seis miembros asienten gravemente ante las indicaciones de Hanbin. Son pasada las once de la noche, sus rostros muestran cansancio y desconcierto, pero sus ojos brillan con emotivo interés siguiendo las palabras del líder.
― Gracias, por todo lo que han dado durante estos días. No tengo idea de cómo podría siquiera haber llegado mentalmente sano hasta hoy, si no los hubiera tenido a ustedes. Gracias, ZBOne. Los amo a todos, chicos.
Un abrazo grupal estrecho y sincero, cargado de oxitocina, los libera de gran parte de los temores y dudas antes de irse a la cama, pensando en los dos miembros que aún tienen lejos, que necesitan traer para estar completos, back to Zerobase.
***
Ha cambiado el lugar al retirar el aislamiento, ahora la cama está en el centro de la habitación, y en ella, Matthew duerme. Su mano, todavía canalizada para los medicamentos, pero ya desconectada de la infusión venosa, descansa sobre las orejas del Thewnini, apretado contra su pecho. La cabeza ladeada sobre el hombro hace que los mechones claros de destellos rosa caigan sobre la mitad de su cara, desordenados y encantadores. Jiwoong lo mira desde el umbral, sin atreverse a dar un paso en el interior. Un instante de angustia flashea en su cabeza: los gritos de Matthew y su expresión desesperada de hace unas horas, lo hace bajar la vista y volver a pellizcar sus manos, automáticamente.
El gesto le dispara hacia otro recuerdo… “por favor, hyung, deja de pellizcarte las manos.” Se lo prometió, prometió que se detendría. Jiwoong lleva las manos, resguardándolas, a los bolsillos del pantalón del pijama de seda púrpura. Le prometió tantas cosas a Matthew, y a él mismo, sobre ambos. Renunciar a todas por un bien mayor se siente, no importa como lo mire, como una lacerante traición.
Muy despacio, como si sus pasos desnudos sobre la alfombra acaso pudieran perturbar el sueño del joven dormido, se acerca a poco más de un metro de la cama. Matthew reposa desconectado de tubos y sueros, respirando por sí mismo, y esto hace que la coraza de piedra sobre el pecho de Jiwoong se sienta algo más liviana. Si pudiera abrazarlo, también sus manos dejarían de sentirse tan vacías. Hay una butaca cuadrada, fea y gris como cualquier mueble de hospital, junto a la cama. Jiwoong toma un descanso en ella.
Ver como el zorro de peluche sube y baja con cada expiración lo hace sonreír. Matthew cuida a sus juguetes con devoción. Como un padre benevolente y cariñoso. Esa energía tan nutritiva y protectora que brota de él no solo hace a los demás querer cuidarlo, sino que despierta esa ambición, ese anhelo, de ser cuidado por él. Sí, lo reconoce, aún quiere ser mimado y defendido por este chiquillo tanto como quiere protegerlo y consentirlo. No se ha mentido, no ha dicho que fuera fácil.
Jiwoong saca del bolsillo de su camisa de seda la cadena con la gema de destellos turquesa. La observa en sus manos, y mientras la acaricia, murmura casi para sí.
—Maetthyu-ya, gracias. Por tomar mi mano cada vez que la has visto temblar en la muchedumbre, por ser mi soporte cuando mi cuerpo se agota o el pánico me anula, por despertarme en las mañanas cuando el sueño me paraliza…gracias. Por haber sido el eco de mi risa y también su causa, gracias. Y por tratar de salvarme, aun a costa de perderte…gracias.
Jiwoong abre el broche de la cadena mientras se pone de pie. Sus finos dedos colocan, con esa ternura con que le acomoda los accesorios en las reuniones de fans, con ese afecto delicado con que le quita de encima desde una gota de sudor hasta un minúsculo confeti, la cadena de plata alrededor del cuello flexible y tentador, que tantas veces le ha hecho morderse los labios y tragar en seco. Una turmalina azul capaz, al menos en teoría, de alejar las malas energías e influencias perversas. Matthew sabía bien cuando la compró en París su significado. Dos días antes, Jiwoong comprendió leyendo sobre propiedades de los cristales en internet, el motivo.
Jiwoong le da la espalda, apoyando levemente su trasero en el borde del lecho. Mirarlo así dormido, tan vulnerable, lo desarma. Siente que nunca podrá arrepentirse lo suficiente de lo que ha causado, aunque fuera indirectamente, porque creyó que podía enmendar un dolor, y solo terminó grabando otro más hondo en su platónico amor. “Lo siento tanto, baby.” Duele la memoria de verlo lleno de aparatos, al borde del paro. Duele recordarlo cayéndose de debilidad y cansancio días atrás. Y duele más verlo así, durmiendo tranquilamente, como si estuviera a punto de abrir sus ojos asombrados y decir “Hyung, la lluvia terminó, regresemos ahora.”, ajeno a que en los labios de Jiwoong sigue palpitando el eco de ese beso, un beso que cada día le parece más una ensoñación propia que un recuerdo real. Su voz brota apagada y quebradiza.
—Te he devuelto el amuleto, Woohyun-ah. Espero que te mantenga a salvo de mí. Veámonos en otra vida, ¿sí? ¿Crees que, si llevas esa piedra contigo, te podré reconocer más fácilmente? Para entonces, trataré de ser mejor influencia… y así no tendré que alejarme… otra vez de ti.
Los círculos húmedos, oscuros, crecen en la seda sobre sus muslos. Jiwoong se seca las gotas que penden en su barbilla como minúsculas estalactitas antes de separarse de la cama y alejarse, sin volver la vista atrás. La ansiedad de separación va desbrozando su plexo solar con una hoz afilada, con esa misma que se torturaba Orfeo cuando desandaba el mundo de los muertos sin poder volverse, para salvar a su amor.
Cuando llega a su cama, Jiwoong gatea sobre ella, y se abraza a la almohada, encogiéndose como un ovillo humano: tan desconsolado y desprotegido como el niño que era hace trece años, mordiendo sus nudillos para no despertar a sus abuelos. Y como entonces, sofoca contra la funda empapada, el llanto que sacude su cuerpo como una mariposa que intenta remontar un tsunami de soledad y miedo. “Por favor… ¿por qué tarda tanto ese sedante?”
Todavía los sollozos estremecen su espalda cuando el medicamento, y el agotamiento, diluyen su desvelo. En el borde mismo, entre el sueño y la conciencia, hay un brazo rodeando su cintura, la presión de una barbilla afilada contra su omóplato. “Este sueño de nuevo…ya sé cómo termina…” Sin embargo, sigue en la cama, mirando hacia la ventana alta que da a la terraza interior, y la presión sobre su cintura es tan lúcida, que su corazón retumba en su garganta. “Si me doy la vuelta, el sueño terminará... Mettyu-ya desaparecerá, como vapor de agua…” Incluso en un sueño, Matthew detrás de él, es peor tentación que la que tuvo Orfeo. Aprieta los ojos con fuerza, y desliza entre los labios su último deseo.
—Buenas noches, Maettyah. Duerme bien.
—Tú también, hyung.
Un sollozo tenue y el ligero temblor de una sonrisa cuando la presión de otra mano conforta su espalda, lo relajan y deslizan en la profundidad del sueño.
Sueña que es una estatua griega, una estatua griega trasplantada a un templo sintoísta en la montaña. Llora lágrimas de turmalina y espera por alguien. Alguien que aún no conoce.
Jiwoong abre los ojos en la mitad de la madrugada. Qué extraño sueño, piensa. He intenta regresar a él, apretando los párpados, cambiando de postura, cuando sus manos se sienten aferradas a algo suave y cálido sobre su pecho. Se incorpora, recostando su nuca a la cabecera, para alzar el pequeño peluche entre sus manos.
—¿Cómo llegaste aquí?
Jiwoong siente que el Thewnini lo observa con sus pícaros ojos, pero no espera respuesta de su boca risueña de tela. Solo Matthew pudo llevarlo hasta allí y ponerlo entre sus brazos. La sensación tan vívida de ese abrazo, las manos sobre su espalda, tranquilizándolo. Jiwoong se sienta raudamente en la cama.
—Thewnini… ¿no fue un sueño?
Hay una bandita adhesiva en el costado izquierdo del zorrito de peluche. Jiwoong la acaricia con la yema de su índice. La última vez que puso en el tobillo de Matthew una bandita para cubrir una herida, parece tan lejana ahora en el tiempo como se veían las estrellas en el cielo de la noche. Jiwoong se percata que también hay algo escrito en la tirita. La acerca a su cara para poder leerla, y las tres simples sílabas dan un vuelco a su corazón.
“Yo también.” (저도요)
Es todo lo que dice.
Y es suficiente.
***
Matthew vuelve a girar en la cama, la mano bajo la almohada, vigilando la tenue luz que se filtra por debajo de la puerta. Después de ver la gema en su cuello, supo que había estado allí, tan cerca. Imaginarlo sobre su cara, poniendo la cadena con tal delicadeza para no despertarlo, vuelve a batir una ola de tierna nostalgia contra su pecho. Nostalgia de esos momentos en que podían tocarse con la mirada y sonreírse con sus ojos sin remordimientos.
Su brazo duele, entumecido por la postura sostenida por casi dos horas, vigilando la ranura de luz que no cambia. Más de dos horas han pasado desde que lo sintió sollozando, quedamente. Matthew se había levantado muy despacio, apoyándose en las paredes, para evitar el vértigo que sigue molestando. Su espalda sacudiéndose, encogido sobre sí mismo con las manos tapando sus oídos: así vio a su hyung desde la puerta entreabierta. La fragilidad de la persona cuyo coraje para encarar el dolor ha sido su inspiración, punzó en sus ojos y en su corazón. Fue hasta él, trepó hasta su lado y lo abrazó. Sin decir nada, porque no sabía que decir. Acarició su cabeza y su espalda hasta que los sollozos fueron muriendo y el sueño lo recibió. Jiwoon hyung está tan agotado que ni siquiera se volteó. Solo dijo “Buenas noches, Maettyah. Descansa bien.”
Le costó esfuerzo llegar a su cuarto. Todo en él quería seguir allí, abrazando su espalda, sintiendo el calor acogedor de su piel. Pero el miedo, la vergüenza y la culpa por no haber manejado toda la situación del chantaje con discreción y eficacia, de no saber cómo disculparse o consolar a Jiwoong, fue suficiente incentivo para arrastrarlo de vuelta a su cuarto.
Thewnini lo esperaba en su cama, sonriendo con los ojitos entornados. La sensación de ligereza que le transmitió a su cansado pecho le dio la idea. En el carro de enfermería apartado en una esquina, encontró curitas y un marcador para anotar en la pizarra. Apoyándose contra la pared, consiguió el tiempo suficiente para escribir las tres sílabas en coreano.
Volver a desandar los seis o siete metros hasta la cama de Jiwoong, llevando a Thewnini, le tomó dos pausas. Pero, finalmente, cuando puso el peluche sobre el brazo extendido de su hyung dormido, y la hermosa frente de Jiwoong se apoyó en las felpudas orejas, Matthew sonrió, complacido.
—Hyung, no sufras solo, por favor.
Luego de cubrirlo con una de las mantas sobre el anaquel junto a la cama, regresó una vez más a su cubículo, para quedarse allí, esperando hasta ahora. Dormitando y espabilándose, luchando contra el efecto de los calmantes en vena. No quiere dormirse. Porque, tal vez, Jiwoon hyung despierte y descubra su mensaje en el corazón de Thewninie, y regrese…No quiere dormirse. Pero tras dos horas en vela, su vejiga empieza a reclamarle.
Intuye que otra caminata hasta el urinario puede ser un viaje solo de ida. Le avergüenza que alguna de las enfermeras tenga que acompañarlo hasta allí, tanto como el molestarlas a esta hora de la madrugada con algo que puede manejar solo desde su segundo año de vida. Matthew se inclina hacia el anaquel junto a la pared, buscando un orinal clínico. Encuentra uno e intenta alcanzarlo sin abandonar la cama.
Pero no ha medido bien la distancia, o le fallan sus reflejos por la sedación, y nada puede hacer cuando su cuerpo en desequilibrio se precipita en caída libre hacia el suelo.
***
Jiwoong lleva a Thewnini bajo el brazo y abre la puerta muy despacio para no sobresaltar a Matthew. Descubrirlo despierto debilita su confianza. No lo ha visto entrar, porque está revisando en uno de los compartimientos del mueble de la izquierda, “¿qué estás buscando, Maettyah?” Los dos tercios de Matthew están ya fuera del lecho, manoteando en el aire, cayendo. Jiwoong reacciona lo suficientemente rápido para atrapar el tobillo aún sobre la cama. Y su cuerpo arrastrado por la inercia, cae sobre las piernas de Matthew, sobre sus nalgas, encajando su barbilla en la curva de su columna.
Escucha la exclamación ahogada de Matthew. La sorpresa en sus ojos cuando voltea la cabeza se hace aún mayor, y su cara ya encendida por la postura se torna carmesí. Jiwoong cruza el antebrazo por encima de la cintura del chico y consigue subirlo a la cama. Ambos quedan por un instante respirando pesadamente, inmóviles. Los tres primeros segundos, debido al susto y el esfuerzo físico. Los restantes son por esa mezcla abrumadora de duda, placer y vergüenza que no los deja salir del enredo de cuerpos, de la espalda de Matthew encajada en su tronco; de la cabeza sobre su brazo extendido, mientras su otro brazo continúa apretado contra la estrechísima cintura; de sus largos muslos descansando sobre las nalgas y los torneados cuádriceps; de los pies desnudos calentándose mutuamente con solo rozarse.
—Maettyah …
—¿Hmm?
—¿Estás bien?
—Hmmm…
Casi diez segundos después, la mente de Jiwoong ha tomado otra vez el control, al menos lo suficiente para interpretar que la inmovilidad de Matthew puede ser un signo de incomodidad. Levanta su cabeza levemente y mira en dirección al anaquel abierto.
—¿Qué estabas buscando?
La pregunta, que intenta ser apaciguadora, roza tan suavemente la oreja de Matthew, que en lugar de calmar el fuego en su abdomen empieza expandirlo más abajo. Por respuesta, solo señala con el dedo hacia el urinario de plástico mientras frunce los labios. Su cuerpo, su mente, hasta su aura, están ahora mismo en una feroz batalla entre sensatez y sentimiento. Tiene que hacer algo para separarse de Jiwoong, porque si pasa un segundo más en esa posición…orinar no va a ser la prioridad.
Jiwoong lo libera del abrazo, incorporándose en la cama. Toma una inspiración más fuerte antes de salir de ella. Thewnini está aún sobre el suelo, abandonado en la carrera, y Jiwoong lo recoge y sacude levemente antes de colocarlo sobre el butacón.
—Lo siento, tuve que ir al rescate de tu papá.
Jiwoong sonríe, tratando de hacer el ambiente menos sofocante para los dos, pero la miel en su mirada no consigue enfriarlo demasiado. Matthew, recuperando su posición bocarriba, hace finalmente contacto visual, tímidamente, y sonríe. Luego repara en el Thwenini, la bandita sobre el costado izquierdo del peluche no está. Jiwoong debió pensar que era algo que se había pegado al juguete por azar, tal vez se cayó sin que la viera. Matthew, suspira mirando el zorrito, hasta que la mano de Jiwoong, pone delante de su cara el urinario portable. Palidece, y sus ojos de boba se agrandan más.
—Ah, no…eh…puedo ir al baño solo.
—¿En serio? Entonces, ¿por qué querías esto? —Jiwoong lo contempla con cierta diversión bailando en sus ojos, en la comisura de sus labios.
—Ah, porque…tenía sueño. Sí. Pero ya se me pasó.
Matthew se incorpora de prisa, desliza sus piernas fuera de la cama, salta sobre la alfombra y apenas echa a andar, trastabilla con sus propios pies. Jiwoong tiene que agarrarlo por la muñeca, y recostarlo contra la cama, mientras vuelve a abrazar su cintura. Sostenido entre la barandilla de los pies y la cadera aguzada de Jiwoong, uno frente al otro, Matthew no puede seguir fingiendo resistencia.
—Heyyy…Espera, ¿qué haces? ¿Me vas a seguir obligando a hacer el paso “señorita” contigo?
El sentido del humor ha vuelto a fluir en su rescate. Matthew atrapa la carcajada en sus cachetes que se inflan haciendo a Jiwoong reír sonoramente, con esa broma que viene desde la presentación en “Over Me” de Jay Chan, durante la era de BP. Jiwoong lo alza por las axilas, sin darle tiempo a reaccionar, y lo sienta sobre la cama. Poner ambas manos sobre las rodillas de Matthew mientras baja un poco su cabeza para alcanzar su huidiza mirada, no puede no ser premeditado. Jiwoong está disfrutando su pequeña venganza. Sí, quiere que se sonroje, porque no fue justo que lo abrazara y lo acariciara mientras se dormía, y luego irse del cuarto dejando ese mensaje que aún no logra entender del todo. “¿Tú también…tiemblas cuando estamos tan cerca, Maett-yah?”
—Escúchame, tienes dos opciones: te llevo cargado hasta el toilet, u orinas en ese portable. La posibilidad de que te caigas de nuevo no es negociable.
Matthew vuelve a señalar con el dedo el orinal sobre la cama. ¿Por qué hace de algo tan natural todo un drama? ¿Acaso no ha coincidido con sus compañeros muchas veces en los urinarios públicos de camerinos, teatros, aeropuertos? ¿Qué lo hace tan difícil ahora? Jiwoong. Jiwoong que ahora lleva ambas manos alrededor de las suaves mejillas de Matthew, y levanta su cabeza a la altura de esa mirada comprensiva que parece disculparlo por todo, aligerándole la continua contradicción chocando como espadas en su cabeza. Y esa risa pícara en sus ojos.
—Baby, acaba de mear, o te vas a mear encima.
La risa termina por disolver los recelos, mientras Matthew libera su vejiga, Jiwoong revisa en el carro de enfermería en busca de toallas desechables que le entrega con un guiño; luego, toma el recipiente cerrado de las manos del chico, y lo aparta sobre el anaquel para descargarlo más tarde.
—Gracias, hyung.
—¿Mejor?
—Sí…es como si hubiera soltado un gran peso…
Jiwoong, se sienta en el borde de la cama junto a la pielera, sonriendo. Entiende a qué se refiere, y no es a la orina. Porque él también percibe su cuerpo más ligero, solo con verlo recostarse en la cama, la mano debajo de su cabeza, y que lo mire de frente, sin huir de sus ojos.
—No has dormido, Mettyu.
—Dormí demasiado, hyung, por tres días casi.
Matthew bosteza y restriega su índice sobre párpado derecho tan graciosamente que Jiwoong tiene que morder sus labios para no sonreír.
—Eso no cuenta, bebé, necesitas recuperar tu sueño natural.
El “bebé” intercalado suena casual, pero suficientemente dulce para que Matthew sienta necesidad de apartar sus ojos de él para no seguirse sonrojando, y terminan cayendo en el zorrito sobre la butaca. Sin atreverse a mirarlo aún, Matthew hace un punto contrayendo su boca, comidiendo antes de preguntar.
—Hyung… ¿por qué regresaste a mi cuarto?
Jiwoong alza las cejas, cuando lo ve agachar la mirada otra vez, acumulando ese arrepentimiento que el mismo Matthew tanto detesta. Intenta distraerlo.
—Oh, ¿no te dije? Aah…Es que, a este zorrito, lo tienes muy consentido, Hyunnie.
Avanza por la cama para recostarse a su lado, el brazo doblado sobre el codo apoyado en la punta de la almohada, sosteniendo su cabeza para estar más erguido que la cabecera levantada, y poder mirarlo de cerca.
—Thewnini empezó a llorar en medio de la noche. Y me despertó. “¡Quiero a mi papá!”, decía…Estaba desconsolado…creo que te extrañaba mucho, y…
Jiwoong respira profundo, arqueando la espalda, rascando su ceja con el pulgar, mientras piensa algo mejor. Porque no está consiguiendo el efecto deseado, y en lugar de hacerlo reír, Matthew tiene ese medio puchero en los labios y sus ojos se encharcan en lágrimas. Jiwoong no quiere darle más vueltas entonces.
—…yo también.
La ilusión agranda los ojos de Matthew, “Entonces, ¿lo vio?”. Sus labios desaparecen cuando los presiona, tratando de contener la emoción que está por desbordar sus lagrimales. Sus dedos juegan nerviosos con la gema verdeazul sobre su pecho, y las palabras salen más elocuentes de lo que esperaba.
—Lamento lo que hice… Fui muy pretencioso, hyung, al creer que yo tenía la misión de cuidar de ti. Lo entendí después de hablar con Hanbin hyung. Yo no tenía derecho a ocultarte nada porque es tu vida…
Que la vida de Jiwoong contenga esas páginas desgarradoras le siguen quemando el pecho, no importa las veces que lo haya visto. Quiere ser fuerte y calmado ahora mismo delante de su hyung, pero su voz se quiebra, y agacha la mirada para que no descubra a través de ella su propio espanto.
Cuando ve esas lágrimas navegando las mejillas pálidas de Matthew, Jiwoong quisiera ser más consistente con la versión de sí mismo que prometió, apenas unas horas antes, no volver a acercársele. Pero ahora, solo quiere terminar esa conversación sin hablar, y dejar que sus ganas de abrazarlo, acunarlo, besarlo hasta que sus labios se borren de tanto rozarle la piel, sean el único diálogo que se escuche en la habitación. Recordarse que Matthew acaba de salir de un coma de tres días, que pesa todavía menos que cuando lo cargó escalera arriba hasta su dormitorio una semana atrás, que no solo luce frágil, sino que está enfermo, intoxicado de benzodiacepinas y aún aterrado por todo el acoso que ha promovido el pasado de Jiwoong, consigue precariamente contener su ansia desbordada.
Jiwoong lleva sus dedos hasta la gema azul y la acaricia con dulzura, mientras trata de poner la misma intensión tranquilizadora en sus palabras.
—Baby, no puedo mentirte. Yo hubiera preferido que me lo dijeras. Porque juntos habríamos pensado cómo manejarlo, y no habrías tenido que sufrir hasta enfermar así. Pero no es tu culpa, Maett-yah. Eres … my anti-hero in shining armor…Realmente, you are my savior, Sir.
Jiwoong le guiña un ojo ante la referencia a las líneas del propio Matthew en sus canciones de los primeros discos. Pero Matthew no sonríe, tiene los labios apretados en una línea y sus nudillos escurren las lágrimas indetenibles. Cuando habla, los sollozos interrumpen sus palabras.
—No es cierto... Lo hice todo mal. No logré detenerlo, y ahora ni siquiera puedo saber qué paso dará… Hyung, estoy asustado... ¿qué pasará contigo?... ¿por qué te hicieron eso?... ¿qué voy a hacer ahora?
Jiwoong lo toma por la muñeca y tira repentinamente de ella hasta que la cabeza pequeña se hunde en el hueco de su hombro, para poder envolverlo entre sus fuertes brazos, apretarlo contra él, apoyar su mentón sobre la nuca donde el cabello nace oscuro y tierno. Su abrazo que intenta consolar es más su propio y deseado consuelo.
—Woohyun-ah…Siento mucho lo que has visto, pero, por favor, no dejes que eso te consuma. Necesito que no te dejes hundir…porque si no…soy yo quien no podrá perdonarse jamás.
Matthew se aferra aún más fuerte a la cintura de Jiwoong, apretando su cara contra la curva del cuello tensionado. Sus lágrimas se acumulan, como un lago, en el hueco de la clavícula del mayor y se derraman, tibias, hacia su tórax. Jiwoong se afloja, acostándose sobre su espalda, y la cabeza de Matthew descansa mejor sobre su pecho, mientras gime, y libera el remanente necesario de ese llanto que las inyecciones antes no dejaron salir.
—¿Por qué me devolviste la piedra que te compré en París? Entendí que te estabas despidiendo, hyung…Y no quiero que te vayas, Jiwoon hyung. No quiero que te vayas a ningún lado…No puedo vivir con ese arrepentimiento…
Matthew sobre él, estremeciéndose encima de su pecho, abrazado a su cintura, descansando el abdomen sobre la unión de su cadera y su muslo, ¿confesando que no puede vivir sin él? A Jiwoong se le hace cada vez más difícil controlar esos espasmos de deseo que atraviesan su columna vertebral. Pero aún puede enfocarse en calmarlo, en postergar esas ganas arremolinándose en su vientre. Lo mece suavemente. Su mano baja y sube por la musculosa y grácil espalda de Matthew, y palmea sus hombros.
—Por favor, confía en mí, una vez más. Saldremos de ésta, Maettyu. Renunciar a lo que amo, nunca ha estado en mi agenda.
Poco a poco, los sollozos se atenúan, la respiración de Matthew suaviza la presión contra el pecho del otro. El pulgar de Jiwoong limpia los trazos del largo y copioso llanto, rozando tiernamente las mejillas esponjosas. Luego puede secar con el canto interno de su mano, las propias. Su voz suena profunda, íntima, cerca del oído del chico sobre él.
—- Si en ese tiempo, cuando estaba tan solo y dolía tanto que no tenía a donde ir ni siquiera dentro de mí; si en todos los naufragios y los fuegos fatuos que se perdieron en la noche, no consiguieron hacerme desistir, Maettyah...
Apoya su pómulo contra la cabeza del chico y esta presión suave saca de Matthew un suspiro en un sollozo. La mano donde todavía lleva la cánula cubierta con vendas adhesivas acaricia el pecho inflamado de su hyung y siente el corazón allí, latiendo tan fuerte que podría pulverizar los estetoscopios que usan en esos cosplays de médicos durante los fansigns.
—¿Cómo crees que lo lograrán cuando tengo una familia de mi lado en este viaje? ¿Cómo van a romperme ahora que te tengo a ti?
Matthew delinea con sus dedos los contornos del fuerte pectoral, sintiéndolo contraerse, estremecerse, erguirse bajo sus yemas, y una textura más gruesa debajo de la seda distrae su mente y, por un instante, su deseo. Curioso, aparta la camisa lo suficiente para verla, sobre la piel de Jiwoong, justo sobre la tetilla, la bandita donde le escribió su respuesta a todo el amor y desvelo que ha recibido de él: 저도요. Levanta su cabeza con la vehemencia de su amor sincerado. Verlo reflejado en esa mirada, resplandeciendo en la tenue iluminación del cubículo como dos lámparas de ónix, no le permite seguir ocultándolo de sí mismo.
—Hyung, hay…hay algo que necesito decirte…
Los labios de Jiwoong se aprietan contra la frente de Matthew, humedeciéndola, y siente como suben los hombros bajo su abrazo, como se abre su boca en una agitada y frágil expiración disolviendo su voz anhelante. Cuando se separa, no deja de mirarlo para hacerle, más que una pregunta, una súplica.
—Jagiya… ¿necesitamos seguir hablando?
Sí, Matthew necesita decirle, necesita confesar…pero a estas alturas, cuando una mano de Jiwoong está sosteniendo su espalda baja, apretándolo contra él, haciendo que el padam padam de sus corazones sea casi imposible de diferenciar de tan sincronizados; cuando la otra mano desliza la palma sobre la línea de su mandíbula afilada y termina sumergida en sus cabellos, colocando un mechón huidizo con el pulgar, dulcemente, detrás de su oreja. ¿De qué otra manera interpretar esa electricidad que casi los hace brillar en la oscuridad?; ¿ese magnetismo que más que unir, ensambla sus pieles encendidas en cada curvatura de sus cuerpos?; ¿esa urgencia bajo el vientre, entre sus piernas, creciendo, dominando, incautando su razón? Antes de que la última lucecita de su corteza prefrontal sea abatida por el huracán de placer y empatía, Matthew escucha a Jiwoong poner el dique.
—Creo que dormir es lo que necesitamos ahora. Calmarnos, tranquilizarnos, y pensar con claridad por la mañana. Te prometo, que no me iré a ninguna parte.
Matthew oprime sus labios, confundido, desconcertado. Por poco, por muy poco, comete un error imperdonable, algo que probablemente habría roto para siempre ese vínculo que tienen, de hyung y dongsaeng, de compañeros inseparables, y (hoy lo diría con confianza, aunque ya no sea la palabra que desearía para ellos), de chingu. Matthew asiente, y se relaja nuevamente sobre el pecho de Jiwoong, dejando que acaricie sus cabellos, que siga apoyando la mejilla contra su nuca. Tiene que calmarse y dejar que, finalmente, los sedantes hagan su trabajo.
Jiwoong, con los ojos cerrados, sigue atentamente la respiración del joven sobre él. Cuando escucha escapar el silbido estable y ronroneante de sus labios, su cuerpo se suaviza. Su mano masajea su cuello extendido, buscando relajar la presión en su garganta. A pesar de lo mucho que ha contenido sus músculos hasta acalambrarlos, que sus testículos están protestando ahora mismo, dolorosamente, Jiwoong respira aliviado. Y sigue acariciando los mechones rosa-oro claro, esparcidos sobre su torso; dejando otro beso, esta vez suave como alas de mariposa, en el borde de la frente dormida.
Porque Jiwoong nunca pierde de vista sus prioridades. Porque renunciar a lo que ama, nunca ha sido parte de su agenda, le susurra muy quedamente antes de abandonarse al sueño.
—No quiero, Maettyah, que tengamos esta horrible cama de hospital donde te he visto sufrir tanto como memoria de una confesión, ni del primer beso que vas a recordar. Yo, aunque no lo sepas, te prometí una cama de rosas. Te mereces una cama de rosas… Y te la daré.
***
—Yaaaahh!!
El sonido entra en su conciencia identificándose velozmente, “¿Estoy en casa?” “¿Cuándo llegué aquí?” Siente la sacudida en el colchón y que sus manos dejan de abrazar el cuerpo cálido y protector de Jiwoon hyung… “Pero ¿por qué hyung está en mi casa también?” Matthew abre los ojos súbitamente, para descubrirlo sentado a su lado, la mirada agachada, sus antebrazos cruzados sobre el pecho, las manos aferradas a sus brazos ¿cubriéndose o protegiéndose? Matthew se voltea de prisa, incorporándose ahora ante la severa mirada, las manos sobre las caderas, la boca todavía abierta por la sorpresa, frente a él.
—¡¿Noona?! ¿Cu...cuando llegaste?
***
La llegada de Seok Yaebin en la mañana ha dado más tranquilidad a Jiwoong que sobresalto. Solo piensa en que cuando regrese hoy lunes a la base, cuando el mánager Yoo venga por él para ir a la reunión sobre el audio y la declaración de Yoon Seobin, Matthew no se quedará solo en el hospital. Una vez que él salga de allí no podrá volver, considerando los protocolos de seguridad que la dirección ha establecido. Tiene que estar 24/7 localizable. No habrá manera de que consiga eludir eso para visitar a Matthew, ni pretexto suficiente para conseguir un permiso. Por eso se alegra de que Yaebin esté ahora allí, con Matthew, en la habitación del fondo.
Jiwoong rememora el domingo que han pasado juntos, cuando no estaban en laboratorios, exámenes, o Matthew subió a su rehabilitación. Pudieron conversar mucho e ir calmando esa sensación de haberse faltado mutuamente, de haber cometido errores imperdonables con el otro, de no haber sido suficientes para cuidarse entre sí. Jiwoong pudo contarle cosas que no había contado nunca al sentir que Matthew no solo era lo bastante fuerte para soportarlas, sino también lo bastante amable para no juzgarlo. Cuando le tomó sus manos, ayer en la noche, y las acarició con nimia suavidad, Jiwoong sintió esa conexión tan fuerte que volvió a hacer clic en su cabeza, como aquella tarde en que se unieron en la misión de Love Killa. “Es destino”, pensó. “¿Por qué lucho contra el destino que tanto deseo? ¿Por qué sigo asustado porque esto sea efímero, como una flor?”
—Hyung, ¿sabes lo bonitas que son tus manos? ¿Qué sientes cuando te laceras así?
¿Qué siente? Vaya pregunta inteligente. Matthew no le ha preguntado el por qué lo hace. ¿Por qué no huiste? ¿Por qué no renunciaste? ¿Por qué no denunciaste antes a la agencia? ¿Por qué seguiste en el mundo del entretenimiento? Era el tipo de preguntas que escuchaba constantemente a su alrededor después de los hechos de ATN. Mientras más juzgado se sentía más se encerraba, y sabe que también les pasó a muchos de los chicos.
Están uno frente al otro, con las piernas recogidas, en la cama de Jiwoong. Matthew lo observa con esa atención hambrienta que haría confesarle cualquier cosa.
—Cuando estaba en X-llium Entertainment, había un chico, poco mayor que yo. Se ponía tan nervioso cuando nos llevaban hacia los eventos VIPs que se aferraba a mí y empezaba instintivamente a pellizcarme el antebrazo, o las manos. Por supuesto que me dolía, y protestaba, y él se disculpaba, apenado. Luego me di cuenta de que el dolor me anestesiaba ese otro dolor mucho más grande e inmanejable. Así que lo dejaba hacer, mientras me pellizcaba, él se tranquilizaba y yo me concentraba en el ardor de sus uñas sobre mi piel, ignorando lo demás. Un día no vino más a la agencia, nadie supo más de él, así que me encontré solo esa noche, dentro de esa caja asfixiante, y empecé a pellizcarme yo mismo para no sentir tanto miedo.
Matthew toma las manos de su hyung, las cruza a nivel de las muñecas, y las lleva hasta su cara, para oprimir sus dorsos donde apenas se advierten las escoriaciones, contras sus mejillas suaves y acogedoras. Jiwoong cierra los ojos, la sensación lo inunda como una manta de lana tibia en una noche nevada.
—Ven a mí cuando tus manos quieran lastimarse. Siempre me tranquiliza apretar mis manos contra mis mejillas. Puedo prestártelas cuando las necesites.
—Me voy a hacer adicto a ti, Maettyah.
—Aouch… pensé que ya lo eras.
La risa cantarina de Matthew lo envuelve en un letargo. Y así permanece, mirándolo arrobado, mientras Matthew le hace anécdotas sobre su dura vida de aprendiz, lejos de casa, la discriminación que ha sufrido muchas veces y las burlas, no solo a su espalda sino en su cara, por no entender el idioma, por su estatura, por la forma de su cuerpo, hasta por la forma occidental en que baila o canta.
—Eres hermoso, Woohyun-ah, por dentro y por fuera. Incluso a tu alrededor eres hermoso. ¿Sabes que haces que las personas se sientan bonitas cuando hablan contigo?
Matthew vuelve a reír, descolgando la cabeza hacia atrás y haciéndola girar con ese gesto que a Jiwoong lo enternece sobremanera.
—Hyung, eso sí es nuevo…hmmm, ¿cuán lindo te sientes ahora mismo?
—El hombre más bello del planeta.
—Ya lo eras antes de conocerme.
Matthew baja la vista, y se concentra en el dobladillo de su pantalón, jugando con la costura para no mostrar lo sonrojado que está. Jiwoong apenas puede contener su sonrisa de orgullo. Cuando Matthew lo alaba siente demasiado regocijo, y aunque ha aprendido a controlar su expresión en cámara, no hay ninguna cámara allí, y ganas de controlarse tampoco.
Jiwoong piensa en que hoy han tenido conversaciones más reveladoras e importantes que las que han sostenido en dos años. Ríen mucho también, y esa risa limpia y restaña más rápido que cualquier cicatrizante, mientras comparten recuerdos, acostados uno junto al otro, ahora en la habitación delantera. Si no fuese porque ha decidido firmemente postergar su ansia, mantener su promesa de cuidar de ese ángel junto a él como si fuera realmente una flor, habría revelado mucho más.
Matthew empieza a restregar sus ojos, cuando Jiwoong está contando sobre su complicada y brevísima estancia en BIT, cuando pudo escapar del infierno de ATN, y como fueron atacados apenas aparecieron en el mercado. Matthew se lo resume de una manera impecable: “fue como un pichón al que le han roto las alas y lo sueltan al vacío para decirle, ¿qué tal, vuelas?” Ya se ha relajado contra el hombro de su hyung, profundamente dormido, y todavía Jiwoong está dándole vueltas a esa frase.
Por un momento, intenta cargarlo y llevarlo de vuelta al cubículo del fondo. Pero, apenas se separa un poco, Matthew se arrebuja contra su pecho, lo abraza por la cintura, y cruza su muslo macizo sobre el de él, haciendo que su rótula caiga en el espacio entre las rodillas separadas. Su pierna se escabulle por debajo de la pantorrilla más alejada de Jiwoong, hasta engarzar el talón sobre el tobillo del otro: un candado bloqueando la salida de la cama. Jiwoong aprieta la sonrisa e intenta disolver el golpe de su libido en una gran inspiración de aire. “Mettyu-ya ¿quieres que me pase la noche apretando tus cachetes?” Un ronquido corto y seco le saca una carcajada en un jadeo contenido. No necesita apretar sus mejillas, si todo Matthew está estrechándolo a él. Es hora de volver a ser su calma y su sosiego. Deja un beso en su nuca, junto a las “buenas noches, baby”. Y lo envuelve con sus brazos como una tibia manta de lana.
Así los encontró Seok Yaebin al amanecer.
Jiwoong sabe que no es la imagen que esperaba tener de su hermano en el hospital, y entiende que aún le sonría con cierta reserva, y lo trate de Kim Jiwoong ssi. No, no ha sido la mejor imagen para convencer a la familia de Matthew de que es confiable; de que puede, algún día, merecer el aprecio que tienen por Hanbinnie. Sin embargo, Yaebin es mucho más dulce y divertida cuando está con su hermano de lo que podrían imaginarse, porque siempre se nota tan segura e independiente, una pantera capaz de defender su territorio y a los que ama con toda su salvaje intensidad. Jiwoong los ha visto conversando y bromeando en la terraza. Definitivamente, las hermanas suelen acompañar de otra manera.
Matthew entró hace más de una hora a su programa de rehabilitación, y Jiwoong y Yaebin aguardan sentados en la sala de espera, en silencio, sin mirarse. Cada vez que la puerta del elevador se abre, Jiwoong se envara esperando verlo, y vuelve a mirar su reloj, porque en cualquier momento llega el mánager Yoo y no quiere partir sin despedirse. Tampoco quisiera sentir esa timidez para disculparse con ella, para decirle que lamenta todo lo que ha pasado su familia, en cada momento en que el vínculo entre él y Matthew ha sido usado para herirlos. Pero, no sabe cómo empezar esa conversación sin enredarse, sin parecer pretencioso ni hablar en exceso. La puerta se abre una vez más y Jiwoong vuelve a inclinarse hacia adelante. No se percata de la mirada de Yaebin, sacudiendo la cabeza, sus labios que imitan un gesto de reproche para contener la sonrisa.
—Jiwoong ssi.
—¿Sí?
—¿Tiene algo urgente que decirle a Hyun-ah?
—Ah…No, no realmente. Es solo que regreso a la agencia en breve y quería saber si necesita enviar algún mensaje… a los muchachos.
—No es nada personal entonces.
—¿Eh? ...Oh, ¿algo personal en qué sentido?
—En el sentido que puede entenderse de dos personas que duermen abrazadas toda la noche.
Jiwoong está seguro de que sus orejas han adquirido el mismo color grana del labial de la chica frente a él. Tras humedecerse los labios para ganar un poco de orden, y calma, intenta comunicar sus ideas con delicada sinceridad.
—Seok Yaebin ssi…yo, en verdad, lamento que haya tenido que ver…pero, no significa lo que imagina… hemos estado aclarando las muchas cosas que nos han pasado en estos días, bastante sensibles por todo lo ocurrido. Y de alguna manera…estar juntos…nos da más confianza… para soportar los problemas.
—O sea, no estaban durmiendo juntos, ¿estaban en terapia de grupo?
—¿Qué?
—Jiwoong ssi, seré clara. Sé que le gusta mi hermano. El asunto es, ¿es capaz de cuidar de lo que le gusta? ¿puede asegurarme que él no se seguirá hundiendo en escándalos que están la mayor parte de las veces relacionados con usted? Puedo sentir simpatía por su sentimiento, pero no es más fuerte que mi amor por mi hermano, y mi deseo de verlo lejos de esos problemas. Hyun-ah…, Matthew, es la persona más noble y pura que conozco, no merece vivir en ese infierno que ha atravesado, ni un segundo más.
Jiwoong asiente, mientras escucha su ánimo cuartearse en múltiples fisuras. ¿Cómo no entender el dolor y la preocupación de Yaebin? No puede, de ninguna manera, darle garantía de hacer a Matthew feliz. Debió, sensatamente, dar un paso atrás y crear el distanciamiento necesario, pero solo ha acortado más el trecho entre ellos, fortalecido su vínculo, ilusionado irreflexivamente sus corazones. “No puedes separarte de él”, ¿acaso no es esto puro egoísmo? Esa delicada línea entre la sensatez y la cobardía, ¿algún día ganará la paz suficiente para desentrañarla?
—Yaebin ssi, siento mucho, no haber cuidado de Woohyun-ah como el hermano mayor que debo ser para él; y haber causado tanta preocupación a su familia. Tiene razón, no puedo garantizar que sea feliz, no puedo garantizar que no habrá escándalos que nos involucren; no puedo garantizar que Maettyu no llore alguna vez en el futuro por causa de algo que se relacione conmigo. No tengo ese poder.
Jiwoong hace una pausa, porque al hablar, su propia conciencia ha ido despejándose como si esa lluvia soleada hubiera empezado a amainar en su cabeza, dejando un cielo bruñido y diáfano en su lugar. Y porque Yaebin lo está escuchando, desde su sinceridad, sin interrumpirlo.
—No es porque no lo haya intentado, muchas veces, pero en este mundo, en esta industria, mucho se escapa de nuestras manos y de nuestras intenciones. No es una justificación. Estoy ahora mismo aceptando, responsablemente, el hecho de que no tengo ese poder. Lo único que puedo garantizar es que haré todo lo que esté a mi alcance por verlo feliz, y que siempre voy a estar de su lado; ...y a su lado, solo cuándo y cuánto él lo permita.
Con sus ojos y pómulos enrojecidos y brillantes, Jiwoong calla para ponerse de pie al ver al mánager Yoo caminando hacia él con prisa. El hombre se inclina ante Yaebin, que aún está sumergida en las palabras que acaba de oír, y no le presta demasiada atención cuando le devuelve automáticamente el saludo. El móvil gris esmeralda que Yoo entrega a Jiwoong no solo es un equipo nuevo, sino también una nueva línea. Al actualizarse sobre la rehabilitación de Matthew, el mánager mira su reloj y niega.
—Debemos irnos ahora, Jiwoong ssi. Necesitamos estar en la agencia a las once.
Yoo extrae del interior del saco otro teléfono, de un suave verde pastel, y se lo extiende a Yaebin. Ella lo toma con ambas manos, e interroga elevando sus perfiladas cejas.
—Es el teléfono de Matthew ssi. Están los números nuevos de Sung Hanbin, el director Kim, su mánager, el señor Lee; luego puede añadir los contactos de la familia. Por el momento, dígale que se mantenga en ese círculo de interacciones. —se voltea hacia Jiwoong para instarlo. —¿Listo, Jiwoong ssi?
Jiwoong mira ansioso hacia el teléfono verde claro en las manos de la chica tras revisar rápidamente sus contactos. No tiene el número nuevo de Matthew. Podrá pedírselo a Hanbin más tarde, pero eso no le evita la breve sombra en su mirada, cuando la dirige hacia las puertas cerradas del elevador. Suelta el aire con pesar, y asiente al hombre delante de él.
Frente a Yaebin se inclina profundamente, y antes de iniciar su despedida, el nuevo celular sale de su mano y está ahora entre los dedos de la joven. Ella teclea su número en el teléfono de Jiwoong, guardándolo con prisa.
—Es mi número. Envíame un mensaje para enviarte el de Hyun-ah.
Jiwoong mira sorprendido la pantalla del móvil, donde Yaebin ha escrito el emoji del zorro seguido de la palabra Noona para identificar su número. Cuando alza sus ojos muy abiertos y húmedos, tan tierno y confundido, Yaebin tiene que resoplar mientras sonríe para no conmoverse demasiado.
—Yaebin ssi…
—Noona. —le corrige. —Soy un mes mayor que tú, ¿no lo sabías? El señor Yoo acaba de decir que los contactos con la familia están permitidos ¿o no?
El mánager Yoo no entiende mucho lo que ocurre, pero afirma con seguridad. Los ojos de Jiwoong se anegan en lágrimas, bloqueando la palabra “Gracias” en su garganta y llega a temer que, si insiste, salga solo un sollozo del que se avergonzaría aún más. Yaebin le palmea el brazo, animándolo.
—Mucha suerte con la reunión de hoy, Jiwoong-ah.
Jiwoong asiente, vuelve a inclinarse profundamente, y se incorpora de prisa para seguir a su mánager. Mientras se aleja por el pasillo, sus manos secan las mejillas encendidas por las que corren lágrimas, por primera vez en mucho tiempo, de profunda felicidad.
***
Poco antes de irse a la reunión con el director Kim, para abordar el comunicado del falso audio de Jiwoong, Ricky le pide a Hanbin que se reúnan en el cuarto de Taerae y Gunwook, porque allí han puesto la pizarra, los apuntes, y parece una oficina del Cyber Bureau en plena faena.
—Hyung, escucha este mensaje de mi papá. No creo que sea algo trivial por eso te pedí que vinieras antes de verte con el director.
Ricky abre el móvil y traduce para todos.
—“No sé qué te motivó a preguntarme sobre la relación entre WKO y YHE, pero lo cierto es que mis contactos no han podido encontrar ninguno. Sin embargo, hoy en la mañana supe que algo serio está pasando en YHE. Su vínculo con la compañía de capital privado no ha ido del todo bien. La agencia ha invertido demasiado en su expansión y el respaldo financiero esperado no existe. No creo que tarde mucho en estar en las noticias.”
—Ricky, pero eso solo menciona que YHE tiene problemas con el socio inversionista para su nueva división, ¿cómo se relaciona con nosotros?
—Le pedí a mi papá que, si podía acceder a los nombres no de YHE, sino de la compañía con la que estaban expandiéndose.
—¿Y?!
Los chicos se miran confundidos, expectantes. Ricky mueve su dedo por la pantalla para buscar el último mensaje. Y rápidamente se lo muestra a Hanbin, quien no puede ocultar su sorpresa en sus ojos y en su boca abierta.
—¿Por qué bajo el puesto de director de Operaciones de REL.ID está el nombre del director Kang?
***
En el camino a la agencia, Jiwoong ve saltar el mensaje en su nuevo teléfono.
“Jiwoong-ah, este es el celular de Hyunnie.
Te lo envío yo para que estés tranquilo de que es su número verdadero.”
Jiwoong sonríe, y teclea de vuelta.
“Gracias…Noona”
El emoji guiñando… ¿Qué más puede pedir por respuesta? Jiwoong sonríe, agradecido.
El primer mensaje de Matthew llega casi al unísono.
“Hyung, ¿ya estás en la agencia?”
“Aún en camino. La rehab, ¿cómo te fue?”
“Mejorando. No quiero quedarme fuera
de la promoción en Japón.”
Jiwoong se conmueve ante esos emojis con gafas de sol. Sabe que es casi imposible que recupere en una semana su condición física para sumarse a esa intensa gira. Pero no quiere romper sus esperanzas: ni las de Matthew, ni las propias.
“Me dijo noona que estuviste esperando.
Lamento no haberte visto.
Ya te extraño.”
Las mejillas pican al colorearse, cuando coloca la palma de su mano sobre una de sus orejas puede imaginar lo encendidas que lucen. “También yo, baby. Te extraño incluso más que antes. Duele hasta respirar lejos de ti.” Pero, no le dirá eso. Porque no es así como se escribe con Matthew, porque no quiere convertir el chat en un muro de lamentos.
“Mattyu-ya, ¿sabes qué perfume llevo?”
Tras unos diez segundos, que a Jiwoong le parecen horas, lee.
“No sé, hyung. ¿Cuál?”
“¿No sabes? Pensé que sabías.
Es que huelo a ti de pies a cabeza”
“lmao, hyuuung!”
“Y ¿a qué hueles de mí?, tal vez pueda ayudarte, XD”
“Un poco de tu sudor, algo de tus lágrimas,
creo que hasta de tu saliva traigo encima.”
“XD. Babo.”
“también estoy oliendo unas notas intermedias…
de felicidad,
pero no sé si son tuyas o mías”
La respuesta vuelve a demorar. Jiwoong quiere imaginar que sus palabras lo han sorprendido, que Matthew ha sido tocado por su sinceridad, aunque sea un poco. El mensaje llega unos segundos después de que ha empezado a mordisquear la uña de su pulgar.
“Aaah…estas usando mi colonia de
‘Noche CASI perfecta con Jiwoonie hyung’”
“¿CASI?”
“Para ser perfecta, hyung,
le faltan notas de fondo!”
Jiwoong se aprieta la mandíbula para no soltar la carcajada delante del mánager Yoo, y cuando alza los ojos, lo está mirando con expresión curiosa.
—¿Está bien, Jiwoong ssi? ¿Se siente con fiebre? ¿Su presión estaba bien hoy?
—Sí, señor. Todo bien.
Yoo ladea la cabeza, no muy convencido, y vuelve a concentrarse en la carretera.
Jiwoong escoge los emojis más sonrojados en lugar de los más risueños. La alegría distiende sus labios, y su mano termina abanicando su rostro. Definitivamente, su Matthew saleroso y sin filtros, está de vuelta.
(Fin de la 1era parte)
Continuará …
Chapter 9: Bed of Roses (II)
Summary:
Tras romper las sensibles barreras que impedían a Matthew y Jiwoong volver a acercarse, ambos sienten que necesitan ser totalmente honestos uno con el otro. El viaje a Japón para la gira de promoción del disco se convierte en una meta muy personal. Que Matthew consiga alcanzarla es el anhelo de ambos, pero el esfuerzo ¿tendrá los frutos esperados?
O de como estos dos dan rienda suelta a lo que siente en un jacuzzi,...bueno, luego de dar un poco de vueltas en esta historia.
De el Epílogo: "El amor según Matthew":
"Claro que lo sabe, por eso lo llevó allí, para ablandar sus defensas, para que pudiera relajarse en ese lugar privado y reducido, donde nadie más pudiera inmiscuirse. Pero los ojos de Matthew lucen ahora como aquella noche en Nihonbashi, y Jiwoong siente que es a él a quien lo están derritiendo, desarmándolo, desnudándolo desde adentro."
Notes:
Hola!! porque Doctor, Doctor! está por salir, y aquí ya habíamos hablado hace rato de vendas y curitas que hacen latir los corazones de Ppusamz, les dejo el penúltimo capítulo...donde, finalmente (finalmente!!!!) tenemos lo que más buscamos en un fanfic XD ;)
Espero que este capítulo alivie sus corazones, avive sus deseos, y les entusiasme a leer toda la historia.
Por favor, deja tu comentario si te gustó el epílogo de Matthew, porque puse alma, vida y un poco más en él...jajaja.Me encantaría que alguien leyera esta fanficc algún día, porque he escrito con todo mi corazón, mientras acompaño a Matt y Jiwoong por casi dos años. Espero que haya captado en algún momento la delicadeza de sus sentimientos y la devoción del uno por el otro.
Gracias a ese futuro lector que, algún día, llegará hasta aquí.
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Capítulo 8
Bed of Roses (II)
[Cama de rosas II]
“Él dice que no podía resistir y lo creo,
porque yo no quería responderle
y no he podido contenerme.”
CARTA XXVII
Les Liaisons Dangereuses. /Pierre Choderlos de Laclos
II
—Ha pasado un tiempo.
Fue todo lo que le escuchó decir cuando se encontraron frente a frente en el lobby de la agencia. Se sintió extraño, como si volvieras a ver fotos de un evento de familia donde estuviste y no consigues recordarte. Un extrañamiento emocional que, sin ser incómodo, a Jiwoong lo hizo cuestionarse hasta qué punto la actuación y la vida real se habían confundido en su cabeza en ese tiempo.
Al finalizar la reunión había conseguido que tanto los investigadores como el director Kim no tuvieran dudas ni acerca de la perversa edición del audio, ni de la absoluta inocencia de Jiwoong. Lo hizo con esa mirada brillante y la elocuencia que Jiwoong conoce bien, la de una persona tenaz que no suelta cuando atrapa entre sus neuronas una idea hasta que le exprime su última gota.
Gracias a su mente obstinada, se percataron de que, por el sonido de cerámicas chocando, el micrófono había sido plantado en la azucarera o alguna vajilla sobre la mesa. Entonces volvieron a rememorar ese momento, reconstruyéndolo, y Jiwoong recordó que había pedido que trajeran otro té cuando el suyo se enfrió. “Me llamó la atención que el dependiente solo cambiara la taza, me pareció poco profesional, pero tampoco le di demasiada importancia.” El plato era el candidato principal ahora. Y el dependiente que lo llevó hasta allí, el primer sospechoso.
Cuando salen de la oficina, el mánager Yoo les pide que lo esperen en el pequeño café en los bajos de la agencia, y sale a toda prisa.
Sentado frente a él, Jiwoong repara en que sus músculos han aumentado y se ve más atlético, luce el pelo de un color avellana suave, bien corto y acicalado. Y huele a Blue de Chanel.
—Gracias por venir, Seobin-ah, y por implicarte en todo esto.
—No he sido tan implicado. La gente ha vuelto a poner tu nombre junto al mío con mucha frecuencia en las redes, pero más allá de la buena publicidad, ¿algo cambió entre nosotros?
Jiwoong percibe esa veta de reproche en sus palabras sonrientes. Y también el intento de mantenerse en control, restando importancia a ese salto al vacío, al momento de incertidumbre que debió vivir, al hecho de que la jugada pudo no salirle como esperaba, y la mala prensa y las críticas en las redes que ha rodeado a Jiwoong, podría haberlo lanzado a un lodazal del que le costaría salir.
—Quise escribirte antes, pero han pasado muchas cosas desde que publicaste el video de tu declaración. Estaba en el hospital y no tenía el teléfono conmigo….
—No debes haber tenido tiempo ni para buscar la reacción a mi declaración en las redes, ¿no?
—Realmente no.
Seobin sonríe con amarga certeza.
—Es divertido. ¿La gente sabrá algún día que mientras #woongbin volvía a ser trending en X e Instagram, tú estabas en el hospital cuidando a tu sirope de maple?
—Seobinnie… ¿por qué lo hiciste?
—No es para ganarme tu atención, hyung, si es que lo piensas. Tampoco lo hice para aumentar mi reputación. Ha sido, solo, un efecto colateral.
—No me molesta que eso pase. Pero tampoco quiero que las cosas se enturbien nuevamente.
—¿Enturbien?… ¡qué palabra tan fea!
—Disculpa. Lo que quise decir…
—Sé lo que quieres decir.
Jiwoong lo ve callar y distraer sus ojos en la distancia.
—Tampoco por justicia. Me hubiera mantenido al margen como me pediste ese día, como me mantuve en otros momentos en que sé que te han acusado arbitrariamente. Mi resentimiento era suficiente para detenerme de ser un tipo justo.
Seobin respira profundamente, del bolsillo de su pantalón saca algo que cabe en su puño, y al abrirlo, deja un figurín de anime sobre la mesa anaranjada, entre los vasos de agua. Jiwoong lo toma, lo gira entre sus dedos, y termina devolviéndolo a la mesa. No tiene ni idea de qué personaje es, ni a qué serie pertenece. Y menos aún por qué Seobin lo trae en su bolsillo.
—¿Qué significa esto?
Seobin entorna sus agudos ojos y detalla la expectativa auténtica en la cara de su colega.
—Nunca te lo dijo. —sacude la cabeza mientras sonríe, ahora con la sorpresa de su lado. —Agshh…es aún más leal de lo que imaginaba.
Jiwoong no ha logrado atar un solo cabo en su mente. Seobin toma ahora la figura y mientras habla, hay en sus palabras una mezcla de afectos difícil de desentrañar.
—Es Inosuke Habishira, de la serie Demon Slayer. No te dice nada, ¿verdad? A mí tampoco, hasta hace dos semanas y media. No tenía idea de que iba la serie y mucho menos el personaje.
—¿Y que cambió?
—No fue el juguete, si no las palabras que dijo su dueño las que me hicieron interesarme por la historia detrás del personaje.
—¿Y qué tiene que ver con lo que hiciste por mí?
—Inosuke es un sobreviviente, salvaje y lleno de rabia, usa una máscara de jabalí para ocultar su rostro y es un gran guerrero; uno solitario, irreverente y testarudo. Pero llega a confiar, dejando a un lado su orgullo para salvar a su mejor amigo Tanjiro y aceptar su liderazgo en algún punto de la historia. En otras palabras, consigue triunfar no solo sobre los demonios que caza, sino sobre los propios demonios internos.
Jiwoong lo escucha, acariciando absorto su mentón, los ojos entornados, las cejas bajas.
—¿Me estás diciendo que decidiste hacer esa declaración peligrosa porque te emocionó un anime? Tú no eres así. Ni siquiera recuerdo que te apasionaran tanto.
—¿Pasaste por alto lo más importante, Kim Jiwoong ssi?
Jiwoong suspira hondo, sopesando esa última pregunta; la expresión algo decepcionada de su amigo lo presiona. ¿Qué palabras fueron esas?, ¿quién las dijo? La voz de Seobin interrumpe sus pensamientos.
—Me sentía empoderado por mi razón. Creía que aún te amaba como nadie en este mundo. O al menos que lo había hecho. Que de toda tu vida llena de comienzo y finales abruptos yo era lo más sólido y auténtico que habías tenido. Así que me sentía con el derecho de reclamar ese territorio, y de defenderlo. Iba, como Inosuke, cazando demonios externos sin enfrentar los propios.
Jiwoong no había escuchado antes a Seobin hablar tan calmadamente sobre ellos. Decir “te amaba”, y continuar desmontando su propio sentimiento hasta compararlo con un demonio interno.
—Fue…un acto de paz. No es mi territorio, nunca lo será. Pero, ya sé que queda en buenas manos.
Antes de que pueda preguntar por el dueño original del juguete, el teléfono de Jiwoong vibra contra su muslo, distrayéndolo. El nombre de usuario en la pantalla sonroja su cara al instante. Duda entre responder o no, pero tras esos dos segundos de vacilación se pone de pie, disculpándose.
—Lo siento, tengo que tomar esta llamada.
Seobin asiente y lo ve alejarse lo suficiente para que no pueda escuchar lo que dice, pero no lo bastante para ignorar su sonrisa, su expresión enamorada, hasta que se voltea un poco, dándole la espalda.
***
Jiwoong observa sorprendido la cara de Matthew en la videollamada. Está en un vehículo al lado de su hermana, quien entra un momento a cámara para saludar con la mano y salir nuevamente.
—¿Te dieron el alta tan pronto? ¿No habrás insistido hasta convencer a los doctores?
—Hyung, ¡estoy bien! Tengo que seguir un intenso programa de rehabilitación ambulatoria, pero ya prácticamente puedo hacerlo todo.
—¿Hacia dónde se dirigen? ¿Vienes para acá?
—¡Hey, no te ilusiones tanto! Voy para la casa de mi tío. No puedo volver a la compañía hasta que me den el alta de Rehab. ¿Cómo fue la reunión? ¿Te encontraste con Seobin sunbae?
—¿Quién te dijo…? ¿Cómo…?
—Hanbinnie hyung.
—Aah…Claro. Lo llamaste antes.
—Hyung…eso sonó a celos.
Jiwoong casi puede jurar que ha escuchado otra risa en el fondo. Aguanta la sonrisa mientras alza la vista hacia el techo, y hasta le cuesta volver a mirar de nuevo a esos ojos pícaros en la pantalla.
—Te llamo en la noche para contarte. ¿Puedo?
—No me hagas esperar. No puedo acostarme tarde. Y no creo que pueda dormirme sin hablar contigo.
¿Matthew está flirteándole descaradamente delante de su hermana? Jiwoong se siente que va a despegar del piso en cualquier momento, así de ligero palpita su corazón. Está tan abstraído que no nota la presencia detrás de él. Y le sorprende cuando Matthew eleva su mirada hacia un punto encima de su hombro, y mueve la mano.
—¡Oh, Yoon Seobin sunbae!
Jiwoong da un respingo; y su corazón, un vuelco. Seobin sonríe a la pantalla con una mezcla de burla y simpatía que hace fruncir el ceño a Jiwoong, desconcertado.
—Hey, canadiense. ¿What’s up? ¿Ya no te quieren en el hospital?
Matthew ríe y sacude la cabeza asintiendo. De pronto sus ojos se agrandan sorprendidos ante lo que Seobin le muestra.
—Dejaste esta figurita detrás. ¿Te la regreso con hyung?
—Ah…No, puedes quedártela. Como recuerdo.
—Eso pensé.
Matthew vuelve a reír y Seobin es ahora quien sacude la cabeza. Jiwoong enmudecido solo atina a seguir la conversación con la mirada como a una pelota en un partido de tenis.
—Oye, sirope de maple, no hagas trastadas y cuídate, ¿eh?
—Síí…Gracias, sunbae.
—Y cuídalo, porque si no lo haces me lo llevo de vuelta, ya sabes.
Seobin coloca el brazo sobre el hombro de Jiwoong, que se sobrecoge sorprendido. Ven a Matthew reír nuevamente, asentir del otro lado, y en un instante cambiar a esa expresión seria y afectada, entornando los ojos, para apuntar a Seobin con el índice y mover su mano con intención.
—Ssshh…esa mano; por favor, sin invasión en aguas jurisdiccionales.
Vuelve a reír, apenado por su atrevimiento, y cubre con su bonita mano su sonrisa, sonrojándose. Jiwoong infla sus carrillos, conteniendo el aire, la risa y hasta el orgullo de sentirse ahora mismo defendido por Matthew de esa manera tan ingenua y graciosa. Seobin sonríe ampliamente mientras baja su brazo, asiente y palmea indulgentemente la espalda a su lado. Se aleja agitando la mano, hacia su asiento.
—¡Bye, Matthew ssi!
—¡Bye, Yoon Seobin hyung!
Esta vez no lo corrige: estaba esperando, incluso deseando, que se lo dijera. Dos minutos después Jiwoong está frente a él, sentándose y cruzando las manos sobre la mesa. Mira fijamente a Seobin esperando que aclare la parte que aún Matthew no le ha dicho, la que prometió contarle en la noche, la que ha callado todos estos días esperando un mejor momento, tal vez; o tal vez, ninguno.
—Ah…no sé cómo no tienes diabetes ya, de verdad. ¡Es demasiado dulce!
Pero Jiwoong no sonríe, lo está mirando intensamente, y Seobin sabe cuánto consigue dominar el diálogo entre ellos con solo adoptar esa postura estoica.
—Supongo que no te lo ha dicho porque estaba avergonzado. No le reproches. Ambos nos sentimos bien tontos de haber sido timados de ese modo. Además, yo…lo hice parecer peor al culparlo por ponerte en peligro al ir allí, cuando yo también estaba haciendo el ridículo.
Jiwoong aún está asimilando que Seobin y Matthew se conocieran, cuando Seobin lo actualiza sobre las circunstancias en las que ocurrió, cuando se percata de que Matthew ha estado siendo acosado desde antes de lo que él imaginaba. Y, nuevamente, todo gira alrededor de él. Sus puños se cierran con fuerza, sus nudillos palidecen mientras sus uñas se encajan en las palmas de sus manos. Seobin se percata y desliza sus dedos sobre el crispado antebrazo de su hyung, tranquilizándolo.
—Entendí ese día por qué no pudiste, y no creo que puedas, ponerle fecha de caducidad.
La voz de Seobin fluctúa por la emoción al recordar no solo las palabras, sino la mirada serena de Matthew y su aspecto frágil y seguro a la vez, firme ante el embate de las ráfagas de rabia, dolor y celos que desahogó aquel día.
—“Jiwoon hyung no habla mucho de ti”, me aclaró. Pensé que vendría con algún golpe bajo, y solo añadió, “pero cuando lo hace, nunca es desde el arrepentimiento.” Dio un paso hacia mí, sus ojos brillantes y grandes eran imposibles de esquivar, y con una voz templada que no imaginé en él destruyó todas las razones de mi soberbia. “Lo que me has dicho hoy, no va a cambiar mi opinión sobre ti”, me dijo. “Hyung cree que eres una buena persona. Y confío más en el juicio de Jiwoon hyung que en el de mi ego herido.”
Jiwoong contempla conmocionado, la mirada acuosa que Seobin intenta disimular, con esa sonrisa mordaz que está dedicándose a sí mismo.
—Ahh…no me gusta perder. Pero, tengo que reconocerlo, fue demasiado genial. Tenía…tenía que intentar algo que sobrepasara ese acto de entrega tan impresionante y privado, ¿no te parece?
Jiwoong sonríe, porque sabe que Seobin está ironizando, tratando de verse más calculador y maquiavélico de lo que jamás será, intentando parecer genial con su oportunismo, para esconder esa vergüenza, esa sinceridad cuando se lanzó al vacío, ese amor del que no se ha recuperado del todo.
—Por lo que haya sido, gracias, Yoon Seobin-ah.
***
El mánager Yoo irrumpe en el café, sorprendiéndolos. Ha regresado con la misma prisa con la que salió. Se sienta en la mesa, casi sin aliento. Seobin le alcanza su vaso con agua que no ha llegado a tocar. Y el hombre bebe hasta la mitad, derramando un poco por las comisuras.
—Lo encontramos. Al hombre del café. No fue difícil que hablara.
Seobin y Jiwoong se miran con ansiosa esperanza. Ambos se apresuran casi al unísono.
—¿Quién es? ¿Por qué lo hizo?
—Espere, Jiwoong ssi…Aahh…ya no puedo correr de ese modo. Me duele hasta las muelas del juicio, Bin-ah.
Jiwoong se yergue en el asiento, extrañado. Espera, ¿cómo es que él es Jiwoong ssi para su mánager y Yoon Seobin es “Bin-ah”?
—Tío, por favor… ¿puedes ahorrar energía para decir lo importante?
—¡¿Tío?! —Jiwoong casi salta en su silla.
—El mánager Yoo es hermano de mi madre.
—No hablamos de esos temas personal acá, Seobin-ah.
—¡¿Señor Yoo?! ¿por qué nunca me dijo?
—Porque no era necesario, Jiwoong ssi. ¿Eso iba a ayudar que nos comunicáramos mejor, o más bien lo contrario?
—Hey, tengo que decirte, para tu conocimiento, que tu tío no me ha hecho la vida fácil. Por favor, ¿podrías de vez en cuando dar buenas referencias de mí?
—¿Estás intentando involucrarme en un conflicto de intereses?
—¿Quieren saber lo que pasó en la cafetería, o no? —el mánager interrumpe con fastidio.
—¡Por supuesto! —vuelven a responder a coro y se inclinan hacia el señor Yoo.
—Es un empleado del café. La misma persona que puso el micrófono ese día, y que intentó hacer las fotos tuya con Matthew ssi, Bin-ah…
—¿Cómo sabe eso? —Jiwoong interrumpe, suspicaz.
—Yo le conté. Cuando me pidió que ayudara con mi declaración oficialmente, y para saber más detalles sobre la conversación que tuvimos cuando BP. Tío fue a verme apenas saqué ese video. Me regañó bastante, no crea que solo te lo hace difícil a ti. Pero, igual, quiso ver todo lo que eso podría ayudarte.
Jiwoong abre la boca con franca sorpresa. Puede entender, después de todo, la tirantez con la que Yoo lo trataba al principio, incluso con cierto rencor, pero que se haya entregado al final a cuidar dedicadamente su carrera es algo que no esperaba.
—Señor Yoo…
—No me agradezcas. No al menos hasta que tengamos al verdadero culpable de todo esto tras las rejas.
—No es el mesero, ¿verdad?
—Obviamente no, solo recibía órdenes por teléfono y le llegaba el pago a una taquilla pública. Dice no conocer a la persona que le ordenaba. Y no fue él quien editó y publicó el audio, solamente lo grabó. Tampoco fue ese el único encargo que recibió, pero hasta ahora parecen los únicos relacionados directamente con Jiwoong ssi.
—Espera, ¿y por qué declaró? ¿Así de fácil? ¿Qué pasa con la persona que le daba las órdenes?
—No tiene contacto con ella desde el día que falló en tomar las fotos, Seobin-ah. Lo que lo decidió fue justamente escuchar el audio editado. Pensó que se trataba de un asunto personal, como una bronca entre parejas o algo así. Cuando lo vio publicado en las redes y todo el revuelo alrededor del grupo, se acobardó. No parece tampoco un tipo demasiado leal. No money, no honey. Y ante la amenaza de cargar con la responsabilidad de todo, ha decidido colaborar.
—¿Ha podido contactar al mánager Park?
Yoo hace una profunda inspiración de aire. Niega, sombríamente. Apoya los antebrazos en la mesa y cruza los dedos, Jiwoong no pasa por alto ese comportamiento inquieto. Como si algo estuviera pesando en su conciencia, Yoo sacude la cabeza.
—Jiwoong ssi, ¿cuándo fue la última vez que habló con el mánager Park Do Shin?
—Como dos semanas y media, más o menos. Ah, fue el mismo día que hablé con usted, después de la reunión de la oficina, ¿recuerda?
—Lo recuerdo. He tratado de hablar con él recientemente pero no lo consigo. Estuve hace apenas media hora en la agencia de representación, y ahí me enteré de que hace más de un año y medio no trabaja para NTE.
—¡¿Cómo?!
—¿No lo sabía tampoco? Park renunció y dijo que se iba a desarrollar su propio proyecto.
—No puede ser. Cuando hablé con él no me dijo nada. Cierto es que yo tampoco le pregunté por su trabajo, solo quería saber su opinión acerca de lo que me dijo, señor Yoo.
—¿Qué te dijo el tío?
—Eso no importa tanto ahora, Bin-ah. Creo que fue un error de mi parte, Jiwoong ssi. No quiero que vuelva a pensar en eso.
—Pero el mánager Park lo apoyó, también dijo que era lo mejor que podía hacer. Por sus palabras supuse que podría contar de nuevo con él como representante. Jamás imaginé que ya no estaba trabajando en NTE.
—El señor Park, tío, ¿es una persona de fiar? —cuando Seobin pregunta tiene esa mirada de comadreja perspicaz.
El mánager Yoo aspira con fuerza, tomando aire y confianza, antes de dirigirse al artista bajo su cuidado.
—Jiwoong ssi, si recibe cualquier comunicación sobre el mánager Park, infórmeme de inmediato. Por favor, no vaya a ningún encuentro personal con nadie, incluyendo el señor Park, sin avisarme e informar a Sung Hanbin ssi. Y, esto es solo una sugerencia, pero ¿podría pedirle a Matthew ssi que sea igualmente precavido?
***
Ha pedido en la agencia que le permitan pasar esa noche en su casa. Necesitaba tranquilizar también a su familia, actualizarlos sobre la verdad dentro del caos mediático de los últimos días. Hacer una pausa, antes de volver a sumergirse en ello. Jiwoong extrañaba también el baño de su propia casa, donde puede dejar correr sin prisa el agua caliente sobre su cabeza, frotar a profundidad la piel con su exfoliante favorito de lavanda, cedro y aloe, y sentir el vapor acumulándose en la ducha como si brotara del suelo abrazando sus piernas. Va cambiando al agua cada vez más fresca, activando la circulación y su mente adormilada por el cansancio. El móvil vibra en la repisa sobre el lavamanos cuando está cubriéndose con su bata de baño. Se sorprende de la hora. Faltan cinco minutos para las diez. La noche se ha ido a todo galope. Sale del baño secando su cabeza con una toalla blanca cuando admite la video llamada.
—Dime que estabas desesperado por hablarme sin decírmelo. —dice con los ojos entrecerrados, y una sonrisa pícara oculta su malestar por haberse atrasado casi media hora a lo convenido.
—Pensé que te habías quedado dormido.
Jiwoong chasquea los labios, sincerándose.
—No, baby. Me metí a la ducha y se me fue el tiempo, de verdad. Discúlpame.
—No pasa nada. Solo llévate el teléfono a la ducha la próxima vez.
—Hey… ¿escuché bien? ¿qué estás insinuando, Maett-ya?
—¡Para que puedas saber la hora, hyung! ¿En qué estabas pensando?
—Ah…Eeeh…en que podríamos conversar por teléfono, poniéndote en altavoz, mientras me duchaba. Así hubiéramos hablado más. Solo eso, ¿en qué estabas pensando tú?
—En que tus orejas están demasiado rojas ahora mismo. Tienes que ser más cuidadoso con el calor del agua…se trata de bañarse, no de hervirse.
—Lo haré…la próxima vez, cuando me lleve el teléfono para llamarte mientras me ducho.
Matthew sacude la cabeza sonriendo todo lindo y avergonzado. La temperatura de la habitación se siente demasiado alta, e instintivamente, Jiwoong abre un poco la bata sobre su pecho, mientras se acomoda en su cama, recostando la nuca a la cabecera, y arreglando la almohada tras su espalda. Matthew se ha quedado prendado del primer gesto, los pectorales de Jiwoong moviéndose bajo la tela felpuda avivan su imaginación… y su saliva, que tiene que tragar con el deseo de seguir mirándolos cuando escucha la pregunta.
—¿Te has sentido bien?
—Oh… ¿y tú? ¿han ido bien las reuniones de hoy?
—Bien. Mañana liberarán el comunicado oficial sobre el audio falseado, y se hará explicito que han abierto una investigación legal por ciberacoso. Incluye todo lo que sabemos además del audio, pero no mencionarán eso. Ah…pero, por favor, Mettyu, evita entrar en las redes, ¿sí?
Matthew asiente. Se lo había prometido también a Hanbin. “Mientras no tengas el alta médica, prométeme que no entrarás a internet a revisar ninguna cuenta. Tu recuperación también depende de esto, Seokmae”. Y Matthew quiere estar bien pronto, aunque no puede evitar interesarse.
—¿Ningún mensaje o video nuevos?
Jiwoong siente el tremor en su voz, la sombra en su mirada. ¿Debería decirle lo del tercer video? Le pidió a Hanbin mantenerlo al margen mientras estaba en el hospital, pero no quiere ocultarle nada a Matthew. Los intentos de protegerse de ambas partes solo han traído complicaciones. Así que le cuenta, y observa sus ojos agrandarse y la mano cubrir su boca y apretar la mandíbula con ansiedad. Tal como hizo con Hanbin, lo consuela con su fe en que ese video los llevará sin duda al culpable, y que ha sido un error del criminal por arrogancia o desesperación, pero error que ofrece un punto de partida desde donde investigar. Matthew acepta con recelo su optimismo. Jiwoong quiere dejar el tema ahí.
—Hablemos de otra cosa, ¿quieres?
Matthew suspira profundamente y acepta. Jiwoong lo ve apretar su mano contra la mejilla.
—Hyung, hay algo que me preocupa sobre que revisen nuestros teléfonos por la investigación.
—¿Qué lean nuestras conversaciones?
Jiwoong lo observa levantar la mirada, sorprendido de que lo haya leído tan claramente.
—Hyung…no es que hayamos dicho nada…solo es que…tu último mensaje…
Aquel que le envió esa noche de desvelo y desesperación desde el salón de prácticas. Jiwoong lo recuerda ahora, y siente que sus mejillas también se encienden. Aún no han tenido esa conversación para honrar lo que sea que son, donde Jiwoong pueda decirle todo lo que siente, y luego…bueno, luego ser lo que Matthew quiera que sean. Pero no tienen que preocuparse por eso.
—Hanbinnie está al tanto. Le pedí que antes de entregar los móviles de ambos, salvara nuestras carpetas ocultas y las borrara…y que borrara nuestros chats también. Soy cuidadoso, Hyunnie…
Jiwoong sonríe, ligeramente amargo, cuando alza las cejas y respira hondo antes de confirmarle.
—…aunque no hayamos dicho nada. Es mejor precaver.
—Gracias, hyung…Y discúlpame, por no decirte lo de Seobin hyung.
Jiwoong recuerda ahora que sí tenían algo pendiente y urgente que aclarar. Quisiera tenerlo cerca para halarle las orejas por callarse algo así… y luego besárselas hasta hacerlo gritar por las cosquillas. Se merece una tortura de ese tipo por guardarse tal cosa.
—¿Seobin hyung? ¿Sabes que esto es lo último que yo hubiera imaginado escuchar de tu boca, Maethyu-ya?
—La vida no es justa. Pero a veces, hace excepciones.
—¡¿Tan bandido eres?! Has conseguido que Seobin-ah interceda por ti: “No le reproches”, me dijo…Ja, en verdad, ¿eres de verdad un muggle, Woohyun ssi? ¿Dónde escondes la varita? ¿A qué escuela de magia ibas en Canadá?
Matthew ríe divertido, descolgando su cabeza hacia atrás, mientras Jiwoong intenta seguir la broma solo por verlo descargar sus temores en esa risa tan encantadora para él: la magia de Matthew, que lo cautiva y somete sin varita, ni hechizo. Hace una pausa para mirarlo, para que lo escuche atentamente.
—Lo que sea que él te haya dicho, en ese momento de incomodidad, no lo creas. Para cada uno de los miembros del grupo, para los fans de nuestro trabajo, y sobre todo para mí, tú eres una bendición, Maettyah. Y estoy seguro, que Seobin-ah ya lo sabe, además.
—Gracias, hyung…Tú también.
Jiwoong sonríe arrugando la nariz, entornando sus grandes ojos con ternura. La alarma suena en el teléfono de Matthew y lo sobresalta un poco.
—Es la alarma de mis medicamentos. Los tengo aquí mismo. Me lo tomo, hyung, dame un momento, ¿eh?
—Por supuesto, bebé.
Matthew le entorna los ojos y frunce los labios haciendo esa mueca de reproche burlón que lo hace ver aún más gracioso e infantil, y le regaña mientras toma sus cápsulas, una tras otra.
—Yo!, ¿no te estás pasando con el “bebé” últimamente? …Solo te di permiso para decirlo mientras grabábamos aquel video…en que era tu hyung. Y creo que te tomaste una licencia demasiado larga.
—¿Te molesta?
La pregunta de Jiwoong no sigue el mismo tono juguetón que Matthew le ha impreso a su protesta, es tremendamente seria, y tierna, y casi que suplica, “¿puedo seguir, por favor?”. Matthew tiene una última cápsula en la mano y mueve indeciso entre sus dedos, pero más que buscando una respuesta está intentando calmar el retumbar de su corazón sacudido.
—No.
Traga el último medicamento, sale de cámara para dejar la jarra en alguna parte, y luego pone el móvil contra un cojín redondo con forma de Pokeball a su lado. Se deja resbalar por el espaldar de la cama hasta recostarse sobre la almohada, la mano debajo de esta, el tatuaje de la cara interna de su musculoso brazo destacando contra su cara, de frente a la pantalla, sofocando la respiración de Jiwoong, quien no anhela más ahora mismo que poder besarlo de la H a la C, sin saltarse esa M.
—Pero no abuses. Menos en cámara… Cada vez que dices baby, me sacas un susto olímpico.
Jiwoong lo imita, colocando su móvil en su mesa de noche, y volteándose para doblar el codo sobre la cama y apoyar la cabeza en su mano. Su voz sigue siendo tan suave que Matthew casi siente que roza sus párpados, sus mejillas, la punta de su nariz.
—¿Por qué? Los demás chicos te lo dicen.
—No como tú… Suenas diferente.
—¿Diferente cómo?
—Demasiado…personal, quizás.
Matthew está jugueteando con sus uñas delante de la cara, y Jiwoong no puede distinguir en sus ojos el brillo de excitación que esta conversación está causando y que intenta con mucho esfuerzo controlar.
—¿Vas a dormir con esa bata de baño? ¿No está mojada, hyung?
Ese cambio de tema no ayudó demasiado. Matthew aprieta los labios, arrepentido.
—Ah, no…me cambio más tarde. ¿O debería hacerlo ahora?
Jiwoong acciona de inmediato, desvistiéndose la parte superior de la bata, sale de cámara un instante y vuelve a reclinarse, con el torso desnudo, la cabeza sobre la almohada.
—Hace calor en casa hoy, pasaré de la camiseta.
—Ah… ¿sí? Me imagino como será en la base…a Taerae y Hanbinnie hyung, que no les gusta dormir muy arropados. Y Ricky también protesta cuando el aire acondicionado está bajo…porque dice que Gyuvin salta en la cama cambiando de posición…
—Maethyu-ya …
—¿Eh?
—¿Tienes calor?
—No…
—¿Por qué tu cara está tan roja, y estás respirando entrecortadamente? ¿Te sientes bien?
“Te estás burlando”, piensa a la primera Matthew. Porque con su musculatura al descubierto hasta la línea inferior de sus pectorales, su piel sonrosada por el baño reciente, su cabello chocolate negro, húmedo y desordenado sobre la almohada, no hay forma de que Jiwoong no sepa que lo está colocando sobre las brasas. Pero, la preocupación es genuina. Y Matthew no puede sino fingir, avergonzado.
—Oh… es el efecto secundario de…este…del Cloruro de Potasio, creo…Pero se me pasa en un rato.
—Ah…pensé que te excitaba verme sin camisa.
—¡Hyung… ya basta!
Matthew hunde la cabeza en la almohada escondiendo su cara, mientras intenta recuperarse de su propia reacción. Jiwoong siente que ha exagerado la respuesta a esa broma pícara, que ni siquiera pensó demasiado. Lanza un suspiro afectado mientras contiene la sonrisa.
—Bueno, después de apachurrarte dos noches seguidas contra mi pecho, llorar sobre él, roncar sobre él…y hasta babearte sobre él…ya no debe guardar ningún secreto.
—¡Yo no me babeé! ¿De qué hablas?!
Matthew ha levantado la cabeza de la almohada, con expresión ofendida. Tiene los cabellos claros todo revueltos y las mejillas encendidas, como un bebé de compotas Gerber. Jiwoong es un carrusel de emociones ahora, y solo atina a decir entre risas.
—Oh, Dios, ¡eres tan lindo…!
—¡Retira lo de la baba! ¡Retíralo! ¡Y… siempre tenías tu pijama puesto!
—Tienes razón. Creo que no voy a lavar ese pijama, lo conservaré así…
Matthew lo mira con sus ojos de boba muy abiertos, e irremediablemente sonrojándose de nuevo, hasta que Jiwoong concluye burlón, entornando los párpados.
—como prueba del delito de baba…
La cara de enfado del chico desarma a Jiwoong a carcajadas. Matthew quiere parecer altivo.
—¿Podemos ponernos serios?
—¿De frente o de perfil?
Jiwoong alza su musculoso brazo tras la cabeza y gira su rostro mientras habla, consiguiendo esa seductora postura de modelo perfecto. Está decidido a destrozar la cordura de Matthew esta noche, solo que no tiene idea de cuánto.
—Tan infantil...
Es lo más ofensivo que se le ocurre, mientras hunde la barbilla en su cuello, y los mechones caen al frente, ocultando su cara encendida. Jiwoong lo mira con ternura, quizás está presionando demasiado con sus ganas de conseguir alguna señal más obvia, porque para Jiwoong todas las señales de Matthew son ambiguas, ni siquiera lo que acaba de hacer lo convence de que sientan lo mismo. No, no le cabe duda alguna de que es amor, pero nunca puede estar seguro de que sea romántico. Entre las verdades y mentiras que mezcló desesperadamente Matthew aquella tarde en la terraza, el “no tengo ningún sentimiento romántico por ti”, ¿a qué categoría pertenece?
—¿Te puedo preguntar algo serio, Maethyah?
—¿Serio como el diario de unicornio de Ricky?
Ah, Matthew sabe cómo fastidiarlo, definitivamente está saturado ya de coqueteo. O tal vez, ya tiene sueño. Jiwoong no quiere ser molesto de ninguna manera.
—Serio como mi intención en cada regalo que hago. Especialmente a ti. ¿Puedo?
Matthew clava sus ojos en la boca de Jiwoong, el cambio de tono, mucho más bajo, acariciador, lo obliga a no ser muy discreto. Pero, Jiwoong siente una curiosidad auténtica ahora mismo. El chico sube la mirada hasta los oscuros ojos en la pantalla y asiente.
—Cuatro, dos, uno, cero, ¿por qué es ese tu pin? ¿significa algo?
Matthew aprieta una sonrisa repentina que brilla en sus ojos con demasiada picardía.
—No. No te lo diré. Averígualo tú mismo, detective Kim Jiwoong.
—¿Crees que no podría?
—Creo…creo que te llevarás una sorpresa.
Esa mirada de Matthew, la lengua rozando el interior de su labio inferior en su boca entreabierta, la gravedad de su voz, hacen a Jiwoong congelar el gesto y cualquier broma, volviéndolo, inexplicable e inesperadamente para él mismo, tímido al punto de desviar sus ojos.
—Ah, sí… pues…lo descubriré. ¿Cuál es la recompensa?
Matthew sonríe ampliamente, sacude la cabeza, y baja la vista al murmurar.
—Espero que descubrirlo ya lo sea.
—¿Cómo?
Pero Matthew está otra vez jugando con sus uñas, tímidamente.
—¿Puedo yo hacerte una pregunta seria, ahora?
Jiwoong se tensa. La conversación lo ha ido poniendo cada vez más ansioso, y a estas alturas siente que no la controla en lo absoluto. “¿Por qué quieres controlarla, Kim Jiwoong? Solo sé tú mismo. Es Matthew, ¿de qué te defiendes? Sé sincero con lo que te pregunta.” Jiwoong asiente.
—¿Qué hablaron sobre mí, Yoo Seobin sunbae y tú, en esa cafetería durante Boys Planet?
—Oh… ¿por qué te preocupa eso a estas alturas? No estarás entrando en las redes para atormentarte con esas cosas, ¿verdad?
—Hyung, ese audio está por doquier y ahora es parte de la investigación. ¿Cómo lo ignoraría? Y hablas de mí, tanto en la grabación editada como en la llamada telefónica que presentó Seobin hyung… ¿No tiene sentido que quiera saber eso?
Todo el sentido del mundo. Jiwoong asiente, pero ¿es momento de decirlo? ¿Debe explicarle sobre esa loca versión para un BL drama de Les Liaisons Dangereuses que Seobin le propuso, con la idea de separar a Matthew de su idílico sentido de la lealtad hacia Hanbin, y luego abandonarlo, traicionando su confianza y hundiendo su imagen? ¿Qué, aún sin proponérselo, estuvo a punto de hacer exactamente eso, sin que mediara apuesta alguna? ¿Debe contarle que, con los días y los meses, no es aquella sino esa otra mucho más loca versión, la de Hao haciendo escapar a Valmont y Danceny a una buhardilla en Ámsterdam, la única que quisiera vivir con él?
—Te lo contaré. Cuando estemos en Japón.
—Agshhh.
Matthew protesta tapándose la cara. Y es la primera vez que Jiwoong nota su duda en ese gesto fruncido, y los dedos inquietos ante su rostro desalentado.
—¿Y si no lo consigo? Me estoy esforzando, hyung…pero no solo depende de mí, los doctores, la compañía…
—Entonces, nunca lo sabrás.
—¡Hyung!
No quiere que se derrote. No quiere que pierda ese entusiasmo y fe en su recuperación. Si no lo logra, será el primero en abrazarlo y decirle que todo está bien. Le dirá lo que necesite oír, escuchará sus lamentaciones y sus silencios. Pero no antes. Él tampoco puede perder la fe.
—¿Te acuerdas lo que te dije ese veinte de abril en la mañana? Te lo digo de nuevo. No te atrevas a dejarme solo en este viaje a Japón, Maethyu-ya.
Matthew sonríe, escuchando más la palmada en la espalda, la afectuosa presión sobre el hombro, la sonrisa de aliento en esas palabras que parecen un regaño y un reto. Y asiente, comprensivo, decidido.
La noche avanza sin que ninguno acepte terminar la llamada, sin querer desprenderse uno del otro. Cuando Matthew gruñe débilmente por respuestas, Jiwoong sabe que hay demasiado sueño en sus ojos y entonces baja la voz y la luz de su lámpara de mesa, para suavizar la iluminación de su cuarto.
—Buenas noches, Hyun-ah.
—Good night, hyung… mañana… te llamaré…to wake you up.
Escucha mascullar desde el otro lado. Pero no cuelga, cuando Matthew deja escapar ese ronroneo aireado entre sus labios relajados y húmedos. Jiwoong acaricia con la yema de su índice, el rostro rendido en la pantalla.
—Te extraño, baby.
Acerca sus labios a la frente de pixeles que esta noche no puede alcanzar, pero necesita besar antes de dormirse. Y no miente sobre guardar ese pijama que huele a “Noche casi perfecta…” como Matthew dice. Al menos hasta que tengan una todo lo perfecta que la ha soñado.
***
—¿Jugando al detective Kim Jiwoong, sin el detective Kim Jiwoong?
Desde la puerta de la habitación de Taerae y Gunwook, Jiwoong los mira divertido, detrás de Hanbin. Ricky detiene su explicación frente a una pizarra de corcho que cuelga sobre la pared, cuando todos se voltean a darle la bienvenida a su hermano mayor. Ricky también lo hace, abrazándolo después de Gyuvin, y dejándolo en los brazos de Yujin, a quien ven, por primera vez, correr hasta Jiwoong y aferrarse a su cintura mientras entierra su cabeza en el hueco del hombro de su hyung, para enjugar sus lágrimas allí. Taerae titubea avergonzado, cuando es el mayor quien lo atrae hasta él para fundirse en un estrecho abrazo junto a Gunwook. Hao le palmea la espalda, y se hace a un lado en la cama para que Jiwoong ocupe un espacio entre él y el vocal principal. Jiwoong se sorprende de todas las anotaciones en la pizarra, que parece sacada de una auténtica investigación o de un drama policial.
—¿Podemos llamar a Mashu syak para que se una?
Jiwoong ni siquiera mira el reloj para explicarle a Gyuvin y al resto.
—Ahora está en su rehabilitación física. En media hora tiene chequeo con Cardiología, y luego treinta minutos de electroterapia. Después del mediodía, dos horas de fisioterapia y luego rehabilitación acuática e hidromasaje. A las seis de la tarde termina en la cámara hiperbárica hoy. —sonríe antes de concluir lo evidente. —Entonces, podría unirse.
—Wow, Mattchu hyung está dándole con todo.
Jiwoong asiente sonriendo a la expresión admirada de Yujin que eleva sus dos pulgares. Taerae, a su lado también comparte esa impresión, sorprendido, en parte por el riguroso tratamiento de Matthew, y en otra, por la obviedad con que hyung ha mostrado lo que le interesa. El rostro de Hao es una mezcla de divertimento, sarcasmo y complicidad, cuando susurra, inclinándose hacia el hombro de Jiwoong.
—Para no querer saber más de él, sabes demasiado.
Jiwoong intenta parecer impasible pero sus comisuras tiemblan, reteniendo las ganas de reír. Se tapa la boca con la mano, en una pose meditativa que no evita el brillo de diversión y, cierto gozo, en sus negros ojos. Hao le golpea suavemente un muslo antes de musitar entre dientes.
—Sabía que ese remordimiento…no te aguantaba una sonrisa de Mattyah.
Hanbin también mantiene los labios apretados, y sus ojos reducidos a dos ranuras brillantes le confirma a Jiwoong que, tal vez, se excedió un poco en los detalles. La línea hyung, incluyendo a Taerae, está demasiado consciente de sus motivaciones. Pero al menos se contienen mejor que Gyuvin, Ricky y Gunwook, lanzándose todo tipo de miradas y gestos elocuentes. Ricky carraspea y Gunwook está tan rojo de aguantar la carcajada que Gyuvin decide abanicarlo con un cojín. Hanbin sacude la cabeza, y suspira ante los intentos de todos de mantenerse ecuánimes para que su hyung no se sienta tan emocionalmente expuesto, e inicia su explicación.
—Bueno…como te había comentado, hyung, independientemente de la investigación iniciada por la compañía, hemos decidido seguir con la nuestra. Contactamos al mánager Yoo, como sugeriste, y ha sido de una gran ayuda. Gunwook y Ricky sugirieron al director de seguridad Seong, porque siempre ha sido muy justo y respetuoso. ¿Sabías que trabajó en la división de cibercrimen de la policía antes de licenciarse y trabajar como guardaespaldas?
—El señor Seong, ¿en serio?
—Oh sí, hyung. Con él queremos evitar que se desestimen pruebas por los usuales miedos de la compañía.
—Gunwook-ah, ¿están haciendo que el señor Seong vigile al director Kim? —Jiwoong lo mira incrédulo.
Hanbin interviene ante la expresión dudosa de Jiwoong.
—Solo nos apoya en que la investigación vaya por donde debe ir. Y el director Kim ha confiado en él también para el proceso y todas las comunicaciones con los inspectores. Mientras, también nos ayuda con la información que hemos preparado para algo…algo que te contaremos luego.
Jiwoong acepta la omisión de Hanbin, aunque ya lo que ha visto le sigue pareciendo demasiado fantástico. Los chicos están queriendo jugar a los investigadores privados y pueden meterse en un grave problema, en lugar de resolver el que ya tienen. Sin embargo, el entusiasmo y seriedad con el que han armado todo el análisis y lo decididos que están a seguirlo, hacen a Jiwoong reservarse sus opiniones desalentadoras, y concentrarse en las palabras del líder.
—Ya el director Kim aceptó mantener a la prensa lejos de la recuperación de Maettyu. El último comunicado mantiene que debido a su salud no podrá participar en las promociones con bastante seguridad. Sabemos que no es nada definitivo. Aún confío en la capacidad de recuperación de nuestro sunshine, pero esto ayuda a que el chantajista sienta que ha conseguido algo de su objetivo.
—¿Y a hyung, no lo pondrá en peligro desmentir el audio? Si el chantajista de Mashu es quien liberó el audio editado, o trabajan con el mismo objetivo, el desmentirlo puede hacerlo enfadar y cumplir su amenaza.
Gyuvin plantea esta preocupación que ronda más de una cabeza, al juzgar por el asentimiento grave de Taerae y Yujin. Ricky señala en la pizarra la zona que él y Gunwook llevan investigando.
—Y queda saber cómo esto está relacionado con YHE y la agencia inversionista, y el escándalo de bancarrota o estafa que acaba de estallar.
—¿Eso es oficial, Ricky?
—Ya la prensa de negocios comenzó a insinuarse en Shanghái. Es obvio que la famosa empresa “Y” que realizo una expansión de negocio con una inversionista “X”, que ha resultado carecer de capital, se refieren a lo que ya sabemos. En YHE deben estar como hormigas locas intentando mantener todo esto en la sombra. Si bien la agencia es la engañada, no quita el reputational damage.
Hanbin hace un gesto gracioso de sorpresa ante la densa palabra en inglés que ha usado Ricky, quien se ha tomado todo esto como un verdadero empresario, y luego explica para todos.
—Bien, con respecto a Jiwoong hyung. Era imprescindible por razones obvias dejar clara cuánto antes su inocencia respecto a la grabación y la apuesta. Ya sabemos que la prensa y la redes seguirán molestando unos días más, pero la posición oficial de la agencia será severa esta vez.
—¿Y cómo tomó el director Kim que el nombre de Kang figure en el organigrama de la nueva división de YHE? —Jiwoong pregunta escéptico, no espera demasiada justicia por parte de la agencia.
—El señor Kim se mostró preocupado. Kang no es cualquier directivo, está a cargo de nuestra imagen y podemos mostrar muchos ejemplos de malos manejos. Aceptó que era peligroso ignorar este vínculo, considerando que YHE estará muy complicada con sus litigios legales y buscando a toda costa aplicarle la responsabilidad a la contraparte, como suele pasar en estos casos. Sin embargo, aún sigue siendo oficialmente el director de marketing y relaciones públicas.
Los chicos niegan, exclaman, se miran entre ellos, decepcionados, aunque sus expectativas de justicia fueran mínimas.
—De esa compañía, XO.E, ¿qué se sabe, Ricky? —Jiwoong pregunta luego de mirar un rato los hilos que enlazan las distintas tarjetas con fechas y nombres en el pizarrón.
—Según lo que hemos averiguado es una compañía de inversión con capital coreano, pero con sede en Singapur enfocada en el entretenimiento. XO.E que se interesó desarrollar con YHE. La joint venture generaría una división de YHE, llamada REL.ID, acrónimo de Relaunched Idols, porque su intención al parecer era lanzar grupos con idols ya debutados.
—¿Suena como relied, en inglés? Creo que ser confiable no es precisamente lo de ellos. —comenta Gyuvin dubitativo.
—¿Y está confirmado que el director Kang estaba en el futuro organigrama de la compañía?
—Totalmente, hyung. Según nos dijo el director Seong, lo han llamado oficialmente a declarar para la investigación de los audios, pero no ha comparecido. Basado en lo que escuchó Gunwookie, se comprobó que nadie excepto el director Kim y director Kang sabían del despertar de Matthew en ese momento. Y que Kang no habló con nadie de adentro.
—Pero algo sigue sin tener sentido para mí. Hanbinnie y yo nos hemos encargado de revisar los videos y los mensajes a Mattyu…Estamos hablando de alguien que tiene una fijación psicopática con hyung. No creo que Kang responda a ese patrón. Es un oportunista, pero no un loco.
—Al igual que Hao, yo tampoco me imagino al director Kang contratando directamente a alguien en un café para grabar audios. Es del tipo que cree que una mentira dicha mil veces es una verdad, y una verdad sin decir es siempre un as en la manga…Oportunista y manipulador, sí, pero tampoco creo que estuviera detrás del acoso a Seokmae.
—¿Y para quién trabajaba Kang? ¿Hay alguien conocido allí?
—No para nosotros. Jiwoong hyung, ¿puedes mirar la lista? Todavía no hemos pasado la información al tablero.
Ricky, busca en el teléfono nuevamente el documento, para ponerlo en manos de Jiwoong. El rostro de Jiwoong palidece apenas amplía la imagen del organigrama. Se lleva la mano a la boca, y todos se percatan de su consternada mirada.
—Ricky… ¿tienen fotos de estas personas?
—No, hyung, pero podemos intentar conseguirlas. ¿Reconoces algún nombre?
Jiwoong aprieta los puños, cuando siente que su cuerpo todo se contrae de ansiedad. ¿Es posible que todo, en verdad, esté volviendo a los inicios, a morderse la cola como una serpiente Ouroboros? Se seca el ligero sudor que brota en su frente antes de asentir.
—El nombre del CEO de esa compañía: Bak Do Min…es el mismo del CEO de X-llium Entertainment.
***
Necesita ir a Japón. Tiene que conseguirlo. Aunque tenga que dejar el corazón en la estera, los talones en los pedales, la piel de las manos en las barras. Lo ha aceptado todo, cámara hiperbárica, electropuntura, hidromasaje. Su única pregunta en cada momento es: “¿esto me hará regresar más rápido al escenario?” La compañía ha aceptado correr con todos los gastos, y sus rehabilitadores han correspondido a su dedicación y esfuerzo aumentando la carga, al máximo de sus posibilidades. Sin embargo, estar en la casa y comer la comida de la abuela ha sido, de entre todo, la mejor medicina.
Después de terminar las entrevistas con los investigadores se reúne con el director Kim. WKO quiere evitarse un escándalo por demandas, sin dudas, pues le recomendó pasar unos días con su hermana y su familia en un resort en Danyang, pagado por la agencia.
—Puedes regresar para las últimas actividades del lanzamiento, Matthew ssi. Te hará bien ver a tu familia, cambiar de entorno, relajar tu mente.
Pero Matthew no quiere irse de Seúl ahora. Ni él ni lo chicos confían todavía en la solución final de la agencia, y que harán acerca de él y Jiwoong. Las declaraciones de Kang, a quien encontraron en el aeropuerto camino a Singapur, solo han revelado que tenía intenciones de irse de WKO a finales de año y había aceptado el puesto por adelantado. No han logrado sacarle ningún testimonio sobre los audios. WKO sigue negada a hacer declaraciones sobre el acoso a Matthew, y vuelve a la vieja estrategia de que el tiempo lo resuelva por el desgaste del olvido.
—Quiero ir a la promoción de Japón, señor Kim.
—Pero, no puedes ir sin el alta médica, Matthew.
—La obtendré, señor Kim. Solo prométame que, si me dan el alta antes o mientras dure la promoción en Japón, me dejará asistir. No cancele mi boleto, por favor. Tenga fe en mí.
El director Kim no puede menos que sonreír. ¿Por qué quitarle la ilusión al chico? Tampoco es como que no puedan reintegrar el boleto luego.
En la tarde, cuando salen de la sesión de hiperbárica, Matthew verifica el horario de su cita en el móvil. Y advierte que es posterior a la salida del vuelo. Son pasadas las siete de la noche. No hay posibilidades de cambiarla. Cierra los ojos, desalentado. Yaebin, a su lado, le oprime la mano.
—Matthew, why are you so obsessed with this trip? Can you take a rest for a week? Why do not accepted the Mr. Kim’s suggestions?
—Because I know my things, noona.
—Your things? What things? You can rest and come back in two weeks. Volverán a Japón en un mes o dos…
Para Matthew este viaje a Japón es determinante. Algo dentro de él le grita que será su última oportunidad de dejar clara las cosas. “Todo comenzó en Japón, nuestro primer viaje fuera de Corea, y es en Japón donde tiene que decidirse.”
—Este viaje, noona, es muy importante para mí. No se trata del álbum. Como dices, las promociones durarán casi dos meses. Pero si no consigo estar en ésta, siento que lo lamentaré toda mi vida.
Yaebin lo mira con los ojos entornados. Su hermano ha crecido demasiado rápido desde que se fue de casa. Sigue siendo el chico tierno y amable, pero se ha curtido una voluntad debajo de esa dulce apariencia que puede llegar a ser temeraria. Y su corazón está demasiado comprometido para dejarse convencer por razones.
Matthew va ahora mirando a través de la ventanilla, la ciudad que anochece ante sus ojos anhelantes, pensando en que, aunque lo asusten, las decisiones más inesperadas suelen ser las que más lejos lo han llevado en la vida: dejar el college de medicina; irse a Corea del Sur, en plena pandemia; entrar en un show de talentos junto a otros 99 aprendices y un 1% de oportunidades de debutar; y eso que hizo…
Pero no puede pasar más sin decirle a Jiwoong hyung, porque lo está consumiendo por dentro, desde que se le abrió la puerta a todo ese dolor. Cuando las parálisis del sueño, las crisis de pánico en lugares concurridos, la compulsión de pellizcar sus manos, las pesadillas y esos momentos en los que se encierra solo, a escuchar música instrumental, tumbado sin hacer nada en la cama, como si cayera en una profunda poceta en su mente donde nadie más puede mirar, (o al menos nadie podía, hasta que Matthew fue obligado a asomarse a ella), encajaron como las piezas de un escalofriante puzle.
Y porque, si existe algo que detesta Matthew más que sentirse arrepentido de no actuar, es lamentar lo que ha hecho cuando aún siente que volvería a hacerlo.
***
Esperaba que Matthew pudiera estar allí con él, pero esos exámenes que debe hacerse en el hospital antes de que el doctor lo vea en la mañana le han ocupado toda la tarde. Jiwoong está probándose un traje deportivo rojo para NKOTB, con su característico número uno. Mientras se mira en el espejo y conversa con su vestuarista, una asistente está moviendo la ropa del fondo. Es la ropa de Matthew.
—¿Llevaran la ropa de Maettyu a Japón, verdad, mánager Ko?
—Me temo que no habrá tiempo de probársela, ya tenemos que empacar el vestuario.
Jiwoong asiente, y mientras ajustan la ropa a sus recién perdidos kilos, él sigue observando por el espejo como el vestidor de Matthew va siendo desvalijado y trasladado fuera del salón. La asistente coloca la percha con el juego deportivo rojo y blanco de Matthew delante de las otras prendas, el número veinticuatro en su pecho, saca primero una sonrisa y luego, repentinamente, una exclamación que sorprende a miss Ko.
—¡No puede ser!
—¿Qué ocurre, Jiwoong ssi? ¿Hay algo que le incomoda en la ropa?
—Oh…no, no. Todo está bien. Es solo algo que recordé…
Más bien algo que acaba de descubrir, gracias al espejo, donde su número 01, se muestra como un 10, y en el traje de Matthew, el 24 invertido es… “¿Es eso? ¿de verdad?”. La señorita Ko le da un golpecito en el hombro.
—Este es el último. Puede cambiarse, Jiwoong ssi, y pasar donde su estilista.
Jiwoong inclina la cabeza, agradeciendo y se voltea para ver salir a la asistente con las últimas ropas del colgador. Siente que su corazón no late, sino que está saltando sobre una cama elástica dentro de su pecho. El pin del celular de Matthew ¿es realmente la unión de sus números invertidos en las camisetas deportivas, esas con las que grabaron por primera vez New Kidz on the Block, hace dos años? Como no lo usan con frecuencia Jiwoong lo habría pasado por alto de no ser por esta coincidencia. Y esto le ha dado más confianza que todas las evidencias que ha desestimado en el camino. Porque es algo más personal que la forma en la que le dice “baby.”
Sale a toda prisa del departamento de vestuario en dirección a peluquería. Quiere terminar temprano y llamar a Matthew. En el camino va imaginando cómo se lo hará saber, y soñando una vez más con ese liberador viaje a Japón, cuando su teléfono suena dentro de su chaqueta. Es el director Seong. Y quiere verlo cuanto antes.
***
Quedan pocas horas para empacar, antes de dormir, y todavía siguen dando vueltas a sus hallazgos.
― Entonces, tenemos que quedarnos de brazos cruzados, y aceptar que el señor Kang no será implicado en nada de lo ocurrido. —la expresión de Gunwook no puede ser más desalentada.
Hanbin respira profundamente, antes de confirmar al grupo lo que el director Kim le ha comunicado como avance en la investigación. A él también le resulta muy incómodo aceptar que uno de los puntos más fuertes que tenían para llegar a la verdad detrás del infierno que han atravesado, se haya evaporado entre justificaciones mediocres y subterfugios legales.
—¿Si supiéramos a quién llamó el director Kang ese día para decirle que Matshu-hyung se había despertado? —Yujin habla mientras mira hacia el pizarrón en la pared, está tendido boca abajo en la cama de Taerae, y apoya la barbilla en un cojín violeta.
—Dijo que era una conversación personal con su esposa. —explica Hanbin con un gesto de ironía.
—Estoy seguro de que no lo era. Sonaba claramente como una conversación de trabajo. —riposta Gunwook.
Gyuvin se levanta de la cama de Gunwook, y pasea su mirada derrotada por todos los datos en la pared.
—Seguimos sin poder unir lo que relaciona la expansión de YHE usando la agencia de capital que ha resultado un fraude o quebró repentinamente, con los extraños incidentes de la cafetería y el audio falso de la apuesta. Tampoco con las campañas de desprestigio que nos sacaron de IDol Planet…y sobre todo, con quién ha estado detrás del chantaje a Mashu y esos horribles videos.
—Tal vez no tenga ninguna relación, Gyuvinnie. Tal vez, simplemente han sido un montón de coincidencias. —sugiere Hanbin, con expresión cansada.
—O tal vez, todo se resuma una simple respuesta. Una que lo explique todo. Pero no podemos verla todavía.
Taerae interviene, mientras cruza sus brazos y se recuesta a la pared. Ha mirado ese tablero en las noches cuando Gunwook duerme, y los chicos están descansando. Se siente incómodo percibir esa sensación de algo ominoso y amenazante en esos nombres, fechas y …y no poder ponerle una cara.
Ricky se acerca también al tablero e intenta encontrar un nuevo ángulo.
—Y si fue Kang quien pasó información confidencial como los números de los teléfonos, los horarios y usaba todas esas cuentas de falsos fans que crean en su departamento para gestión de imagen, en detrimento de ella. ¿Pudo dejar alguna pista en su oficina?
Gyuvin no está de acuerdo en ese punto.
—Ricky, ¿crees que sería tan obvio? No necesita las computadoras de la agencia para eso. Basta con que él haya elaborado los mensajes apropiados y enviados a las personas contratadas para expandirlo, que ni siquiera tienen que estar en el país.
—Además, Ricky… Nos falta el motivo personal que tuviera el director Kang contra Jiwoong hyung o contra Matthyah, para vincularlo. —insiste Hao.
—Entonces, no hay relación. —Gyuvin se encoge de hombros, y con sus grandes manos palmea frente a la cara de Ricky, como una claqueta de cine. Ricky tuerce la boca, aferrado a sus pensamientos.
—Habinnie hyung, ¿habrá alguna posibilidad de que Matchu hyung pueda viajar con nosotros mañana?
Yujin se aburre con todas esas teorías de sus mayores. Para él, su agencia es mediocre, sus hermanos geniales, y el escenario el único espacio donde puede olvidar lo primero y sentirse a la altura de lo segundo.
—Hasta el momento… no hay confirmación. Hemos ensayado esta semana con ocho y con siete miembros, considerando incluso que Jiwoong hyung no pueda ir, por si surge alguna situación legal que lo reclame en Seúl. Esperemos que solo haya sido…un exceso de precaución, Yujinnie.
Yujin entiende, y resopla con fuerza, tristemente. No hay mucho más que hacer. Gunwook le acaricia la cabeza al maknae.
—Yo también extraño a Matchu-hyung. Llamémoslo más tarde, ¿ok?
Yujin asiente, ligeramente animado.
Los toques en la puerta hacen que todos giren la mirada hacia ella. Por un instante, la mayoría está convencido de que Jiwoong ha regresado, y no se ocupan de dar vuelta el pizarrón, en cuyo reverso han colocado un póster del nuevo disco. La presencia del mánager Yoo en el umbral los sobresalta.
—Buenas tardes. ¿Jiwoong ssi está ya con ustedes?
Los chicos contestan el saludo, respetuosos. Yujin se sienta de prisa en la cama; Gyuvin, Ricky y Gunwook se alinean delante del tablero, tratando de bloquear la vista del mánager. Mientras Hanbin explica que Jiwoong se dirigió a la prueba de vestuario cuando salieron de la reunión.
—Oh, es que me pareció ver a Ko Ri Nah ssi en el lobby…Olvídenlo.
Yoo desestima su reflexión porque está claramente curioso por lo que los chicos más altos se empeñan en disimular detrás de ellos.
—¿Es la pizarra de investigación de la que me habló Jiwoong? ¿Puedo mirar?
Gyuvin, Ricky y Gunwook intercambian una mirada ansiosa entre ellos, y luego buscan la aprobación de Hanbin. Pero es la voz de Taerae quien se escucha casi al unísono de que el líder acepte.
—Eche un vistazo, señor Yoo. Por favor, no tome a mal su nombre en el tablero. Si se da cuenta, todos los directivos y managers de la compañía son, para nosotros, objeto de interés ahora mismo.
Yoo asiente, con una media sonrisa, y los que bloquean su vista ahora se mueven hacia los costados para que pueda observar con detenimiento. El mánager descubre su nombre enlazado claramente a Jiwoong y al resto de los directivos, pero no le da ninguna importancia.
—¿El señor Seong ha visto esto? Deberían mostrarle. Han hecho un gran trabajo recopilando información.
Los muchachos no pueden ocultar la satisfacción, y sonríen mirándose con orgullo. Pero Taerae quiere conocer la opinión de Yoo sobre Kang. Cuando le pregunta directamente, Yoo no se reserva nada.
—Siento que no le gusta trabajar con idols que no son coreanos, pero, tampoco creo que tuviese nada personal ni contra Matthew, ni contra Jiwoong. Por eso, me cuesta entender que motivos tuvo para haber actuado tan groseramente todo este tiempo hacia ellos. Kang es una persona sagaz, con mucha experiencia en manejar la comunicación tanto interna como externa. Sigue negado a aceptar que su mala gestión de imagen estuvo relacionada con un interés en dañar la reputación del grupo. No me extrañaría que WKO interceda por él al final.
Los muchachos se miran desalentados, pero no tan sorprendidos. Ya han analizado que al final, los CEOs de WKO y YHE se pueden poner de acuerdo para resolver sus diferencias, sin escándalos, y que ellos van a ser, simplemente, sus tasas de intercambio.
—Ahora mismo, desaparecido el CEO Bak Do Min, Kang ha aprovechado esto para zafarse de todo tipo de culpa. Por cierto, tienen mal ubicada esa foto en el organigrama de la agencia fantasma de YHE…ese no es Bak Do Min.
Ricky se apresura en buscar entre los recortes de periódico impresos, dispersos sobre el mueble, con la copia de uno de hace más de diez años, y procede a aclararle al mánager Yoo.
—Oh, encontramos en esta noticia del 2011 a ese señor Bak Do Min, el ex CEO de X-llium, del que nos habló Jiwoong hyung. Pero, hoy cuando nos llegaron las imágenes de los ejecutivos de REL.ID, vimos que era otra persona. Para bien, o para más confusión aún, éste no tiene nada que ver con el pasado de Jiwoong hyung.
Yoo se acerca aún más a la pizarra entornando los ojos. Observando tanto la foto que Ricky sostiene del periódico, como la impresa que han colocado en la pizarra bajo el nombre de CEO Bak Do Min. Niega con la cabeza, tras una expiración, antes de retirar la tachuela y la foto bajo el rótulo, y moverse hacia el otro lado del tablero.
—Efectivamente, no es el ex CEO de X-llium…
La mano de Yoo deja la foto del ejecutivo en esa área, donde están acumulando la información relacionada con el audio falso y la extraña reunión de la cafetería.
—Éste es…el ex mánager de Jiwoong, Park Do Shin.
***
En el aeropuerto, torrentes de flashes retumban frente a ellos, y llega a ser molesto a los ojos, y a los oídos de quienes no llevan puesto auriculares. Jiwoong lleva la mano instintivamente hacia sus headphones; no escucha, pero puede imaginar el barullo por la cantidad de periodistas corriendo alrededor, y haciendo al director Seong dar indicaciones constantemente a los guardaespaldas, para evitarles ser arrastrados por el mar humano a sus costados. En algún momento sus ojos se cruzan con los del director de seguridad, y Jiwoong puede ver su alerta en la mirada del corpulento ejecutivo. El director Seong tiene suficientes motivos para estarlo. Y aunque Jiwoong ha decidido aceptar su experiencia y confiar en que hará su trabajo impecablemente, todo lo que hablaron ayer en la noche, todo el pasado que revolvieron para entender el presente, lo ha mantenido en vela hasta la madrugada.
Los ocho, sin Matthew, van saludando y respondiendo con breves comentarios a los periodistas que se le acercan a desearle buen viaje, mientras avanzan en línea hacia el chequeo de pasaportes. Jiwoong mira su reloj y vuelve la cabeza una vez más hacia la salida. ¿Acaso sería mejor que Matthew se fuera Canadá o se quedara con su familia hasta que pongan a ese psicópata tras las rejas? Pero Jiwoong siente que la ansiedad de separación de Matthew se volvería insoportable, si sale de la protección directa de la compañía y del director Seong. Su paso se hace más lento y va quedando rezagado en la fila. Gyuvin se adelanta, y luego lo espera, aumentando la distancia entre él y Yujin. Hasta que uno de los guardaespaldas les indica a ambos que continúen.
Jiwoong no quiso decirle anoche a Matthew, en esa breve video llamada. Estaba desalentado porque su cita médica era demasiado tarde, tenía esos ojos de derrota que a Jiwoong le aploman el corazón. Así que en lugar de hablar sobre la conversación con el director Seong, Jiwoong bromeó un rato, y antes que le pudiera contarle sobre su feliz descubrimiento en el departamento de vestuario, el mismo Matthew le pidió despedirse. Agradeció no tener que hacerlo él. Ahora, mientras crece la certeza de su ausencia, Jiwoong lamenta no haber insistido un poco más.
Vuelve a mirar el móvil donde el mensaje que le envió deseándole suerte en su evaluación sigue sin respuesta. El único nuevo mensaje es una comunicación del mismo hospital orientándole concertar una cita para el informe de sus propios estudios. Lo hará, si es necesario, al regresar de Japón. Ya Gunwook está cruzando el acordonado que limita el acceso de la prensa y el público. Jiwoong siente que la esperanza que deshoja en su pecho llega a su último pétalo: “¿vienes? ¿no vienes?” Al alzarla, su vista se nubla, borrándole el gesto de Hanbin asintiendo, el pulgar levantado de Gyuvin, y la sonrisa de Hao.
Y cuando cree que esa bruma va a engullir su voluntad plantando un debilitante frío dentro de él, siente la mano que se aferra a su cintura, rescatando su confianza. Se voltea, el corazón agitado por el breve temor a equivocarse. Matthew le sonríe, y ve reflejado en ese centelleo húmedo de sus pupilas las mismas ganas de abrazarlo. No atina a otra cosa que dejarse llevar, permitir que lo ciña con su antebrazo, que lo estreche contra su costado, y el olor afrutado y fresco de su cabello lo embriague lentamente (el cabello que otra vez es claro, pero ya no rosa pétalo, sino de un tenue castaño cenizo con mechones ámbar, que subrayan su aspecto solar y feérico). Así caminan hacia la fila que el grupo va formando frente a control de inmigración, entre exclamaciones de sorpresa, alegría y acogida, cuando ya todos habían perdido la esperanza de que los acompañara.
Matthew sonríe pródigamente, a los periodistas que se han acercado aún más para tomar fotos de su incorporación al grupo, para preguntarle cómo se siente; saluda a las Z’roses que gritan desde la distancia y levantan sus banners; a los guardaespaldas que, tras cruzar la barrera de acceso a la aduana, se permiten chocar su puño pequeño dándole la bienvenida; a sus compañeros que le aprietan las mejillas, le revuelven el cabello, se le cuelgan del cuello, lo abrazan y chocan palmas. Pero su antebrazo y su mano vuelve una y otra vez al cuerpo de Jiwoong. Como si pertenecieran a ese lugar.
Justo antes de cruzar la línea de acceso, Hanbin pide el micrófono de uno de los reporteros de Dispatch. Los chicos se forman tras él, lo apoyan con gestos de afirmación y sonrisas de complicidad. Hanbin libera el mensaje con la maestría de su oratoria, su sonrisa brillante y calmada, creando expectativas con cada palabra.
—ZBOne dará una conferencia de prensa con todos los miembros a nuestro regreso de Japón. La haremos apenas lleguemos de la promoción en Osaka, el próximo lunes, a las tres con treinta y cinco de la tarde, aquí en el aeropuerto de Incheon. Invitamos a todas las agencias de noticias y canales de TV a que estén presentes en este primer y, tal vez, último intercambio directo con nosotros, con motivo de Antumbral, nuestro más reciente álbum.
Dejan detrás una estela de preguntas, exclamaciones, y flashes estrepitosos. Jiwoong ni siquiera los advierte esta vez, porque Matthew va a su lado, incluso después de pasar el control, y aunque habla y bromea con los otros chicos, su fuerte mano regresa sobre su espalda y su cadera. Y Jiwoong ya se permite sonreír, con esa sonrisa lenta que se va agrandando en sus labios, en su mirada tierna y provocadora, en su deseo sin maquillaje.
En algún momento, antes de abordar, cuando los chicos dejan de rondar a su alrededor, de hacerle preguntas sobre su salud, de apretarle los cachetes, abrazarlo, y hasta cargarlo como si fuera un verdadero plushy, Jiwoong se acerca lo suficiente para descansar su brazo derecho sobre los anhelados hombros de Matthew, y el contacto le trae una lejana memoria, cuando le pidió hace dos años, antes de debutar: “Quédate a mi lado.” Y quiere leer de nuevo ese, “Siempre, hyung”, en el guiño de sus ojos satisfechos por haber conseguido esta victoria, casi tan grande como su tercer lugar en Boys Planet. Se inclina otra vez sobre su oído para dejarle saber en un susurro cálido, cuán orgulloso está de él.
—Woohyun-ah, lo hiciste de nuevo. Gran trabajo, baby. I love you even more.
¿Por qué ese “love you” no se siente tan fraternal como en Boys Planet? Matthew quisiera poder responderle con la misma frase, con la misma intención. Pero otra vez la timidez lo subyuga y disimula su turbación revisando algo en una hoja de su pasaporte. Hasta poder recostarse un poco más en el fuerte hombro a su lado y susurrar.
—Yo! Solo hago lo que me has pedido, Jiwoonnie hyung.
La curiosidad agranda los ojos de Jiwoong, donde todo el tiempo late una demoledora ternura que Matthew se atreve, finalmente, a enfrentar. Y a dejar que se refleje en sus brillantes pupilas.
—Confiar en ti…y seguirte.
Jiwoong siente que la enredadera de madreselvas japonesas que crece en su corazón ha eclosionado de golpe. Y la sonrisa lenta que saborea en sus labios no podrá borrarla durante todo el viaje hacia Japón.
Ni siquiera cuando la conversación que tuvo anoche con el director Seong se cruza en una ráfaga por su mente. Cuando comprendió que había vivido los últimos trece años ignorando que sobre él ha estado gravitando una amenaza de muerte.
***
La luna se oculta y asoma de entre los celajes, alumbrando intermitente a través del vidrio unidireccional de la ventana del baño. La nocturna vista de Tokio resalta en la pared trasparente como una proyección en 8K. Mientras, en la penumbra, Matthew deja correr el agua por su cara, sus hombros, por su torso estilizado que hoy no ha querido mostrar. Quisiera que, junto al sudor, la vergüenza y el desaliento desaparezcan. Pero incluso después de la ducha refrescante, su corazón sigue atascado en ese bucle, atado a un único pensamiento, “¿vine a Japón en vano?”
Ayer al mediodía, cuando supo en el auto, camino al hotel, que sería Hao su compañero de cuarto, apenas pudo ocultar su decepción. A pesar de lo mucho que le gusta compartir con su amable y respetuoso hyung, y lo afines que son en términos de descanso, Matthew albergaba la esperanza que lo mantuvieran junto a Jiwoong por, al menos, razones de seguridad. Y por su desesperado anhelo de compartir esa noche a su lado, después de una semana de videollamadas cada vez más lacónicas. Extraña esas largas charlas, recostado a su hombro, abrazando su cintura. Extraña su calor, sus dedos dibujando arabescos de caricias imprevistas en su espalda, su olor a cedro, salvia y jacinto.
Pero anoche, luego de un día entero de entrevistas en radio y televisión, de ir de un lado a otro de la urbe nipona para culminar en un show de TBS, donde bailaron cuatro temas, todos cayeron en sus camas como pesos muertos por el cansancio, y tal vez, porque Japón por primera vez en meses le ha dado la confianza para relajarse. Hao ya dormía, roncando suave y melódicamente, cuando recibió la videollamada. Jiwoong llevaba puesto esas gafas de leer que lo hacen parecer un profesor de literatura coreana. Su voz la sintió mimosa pero distante al murmurarle.
—¿Tomaste tus medicinas?
— Sí, antes de lavarme los dientes.
—¿Estás bien? ¿Te duele algo?
—¡Todo! —ríe suavemente para no despertar a Hao, y la añoranza queda bien disimulada en su sonrisa—…pero nada que no se resuelva con un buen sueño.
—Entonces duerme, bebé. Mañana tendremos la noche libre. ¿Quieres visitar algún lugar?
Matthew no quiere confesarle cuán agotado está, y mucho menos que se siente inseguro, que hoy cuando probaron su ropa, toda le queda desajustada…que tiene miedo de que los comentarios hostiles sobre su aspecto afecten al grupo de algún modo. Que prefiere no mostrarse demasiado.
— El hotel tiene suficientes lugares que aún no hemos visto, hyung. El SPA…se ve genial.
—Oh…suena como un plan. —lo dice acariciando el mentón y entornando sus ojos soñadores.
A Matthew lo domina el cansancio y solo desea volver a apoyarse sobre ese hombro que seduce bajo la seda azul del pijama, incluso desde la pantalla. Cuando Jiwoong se despide, sabe que ha caído otra hoja del calendario de sus desvelos sin conseguirlo.
— Que duermas bien. Buenas noches, Maetthya
—Buenas noches, Jiwoonie hyung.
La llamada cesa. Y ninguno escucha el largo suspiro del otro. Pero Hao sí. Cuando Matthew se voltea colocando su mano bajo la almohada, descubre los ojos abiertos de su compañero, y le sonríe, apenado.
—¿Te desperté, Hao hyung? …lo siento.
—Matthyah, gracias por recuperarte pronto y venir a Japón. Hyung está feliz, y gracias a ti puede sonreír a pesar de todo lo que ha pasado.
Hao no puede negar lo que le conmueven esos dos. Jiwoong rogando de rodillas ante los directores para que lo dejaran en el hospital hasta que Matthew despertara, y a Matthew llorando destrozado al salir del coma por no haber protegido a Jiwoong, son recuerdos que vuelven a su mente en estos días haciendo que arda su garganta y sus ojos se llenen de lágrimas.
― Ah…no es por mí…Jiwoon hyung, está feliz de volver al escenario siempre.
Matthew se ha ruborizado intensamente, que su inteligente hyung haya asociado su presencia a la felicidad de Jiwoong lo regocija y avergüenza. Hao ha vuelto a cerrar los ojos y musita suavemente, mientras regresa a su sueño.
—Son tan románticos ustedes dos…pero ya está bueno de ser platónicos, ¿eh?...
Esas palabras de Hao han hormigueado en su mente todo el día. Y mientras cierra el grifo de la ducha y comienza a secar su cuerpo, el espejo frente a él lo confronta con una desnudez difuminada por la humedad que va evaporándose lentamente.
Sí, sus costillas se marcan cuando inspira, los músculos de su abdomen casi excavado apenas se dibujan, sus muslos han adelgazado, y sus brazos han perdido volumen y definición. Sabe que se recuperará en unos días. Y que Taerae tiene razón, después de todo. Quisiera creer en lo que hablaron en la mañana, cuando su amigo se le acercó antes de la presentación, mientras escuchaba tras el escenario las voces de las Z’roses japonesas cantando en armonía perfecta.
― ¿Sigues preocupado por lo del vestuario? ―Taerae casi que afirma más que preguntar, porque estuvieron juntos en el camerino. Y porque lo conoce demasiado.
—Ah…usaré la chaqueta de cuero esta noche. Está decidido.
—No te pega el melodrama, chingu… No has perdido tanto músculo como crees. Te sigues viendo genial.
Matthew sonríe echando la cabeza hacia atrás, y le agradece con timidez, palmeando su espalda. Pero, ni la sincera admiración de Taerae lo convencería de mostrarse en un tank top hoy.
—Taerae, sabes que tienes un gusto extravagante, ¿eh?
—Lo sé. Por eso te amo, Mattwo. Eres lo más extravagante en mi vida.
Matthew ríe, sin comprender del todo esa sonrisa condescendiente de Taerae, esas olas de ternura y añoranza que sigue bañando las orillas del corazón del vocalista principal, labrando el recuerdo más preciado de su juventud. Su mano sobre el hombro cubierto de Matthew presiona con una cálida confianza.
—Te enfrentaste solo a ese criminal para salvar a hyung y todos nosotros, ¿y te asusta que la gente comente sobre tu peso? ¿no estás dándole demasiado poder a una idea perfeccionista que no te hace justicia?
Matthew suspira ante su imagen desnuda en el espejo. ¿Es la opinión del público la que le preocupa, o la mirada de esa persona? Quisiera poder aclarar sus dudas con Hao o con Hanbin. Pero Hao no ha subido aún a la habitación, probablemente ha ido a ver a Hanbin primero. ¿Y él? ¿por qué no pasó a dar las buenas noches a la habitación de sus hyungs? Bueno, Hao y Hanbin tiene una relación romántica. Él y Jiwoonie son…, lo que son. Incluso luego de lo que pasó hoy, hace apenas unas tres horas.
Cuando el calambre en su pantorrilla en el segundo salto lo hace tambalearse y a duras penas terminar NKOTB (una de las coreografías que más ama), trata de disimular el dolor electrizante en el talón, mordiendo el ligamento como la picadura de una víbora. Intenta sonreír, disimular la cojera, pero la palidez de su cara atrae de inmediato la atención de Jiwoong.
Y antes de que Taerae y Gunwook, a sus costados, se acerquen brindándole apoyo, antes de lo que los otros logren descifrar la causa de la angustia en su mirada, Jiwoong cruza el escenario saltándose su propio ending fairy, y sin siquiera advertirle, lo carga en sus brazos, frente al domo abarrotado y sorprendido.
El corazón de Matthew le retumba en el pecho, acallando el dolor que galvaniza su tobillo. Fastidio, temor, desencanto: todo se disuelven en ese golpe de calor en su cara y su pecho. Y sus manos se aferran al cuello tenso, instintiva y desesperadamente, mientras oculta la cabecita dorada, contra el musculoso torso bajo la chaqueta roja semiabierta, de la algarabía de miles de fanes.
Jiwoong tampoco se voltea para sonreírles, para alimentar el fan service con algún comentario picante. En cambio, se acerca a toda prisa hacia el borde del escenario y espera, con Matthew en brazos, a que el manager Lee y el personal de seguridad se acerquen para dejarlo al cuidado de ellos.
—Todo va a estar bien… No es tu culpa… Estoy contigo. —agitadas por el esfuerzo, sus palabras le aletean en el oído.
Lo ve regresar, con estoico y rápido paso al escenario, para darle tranquilidad a los chicos confundidos y calmar a los espectadores en su perfecto japonés.
—Mattyu kun ha tenido una pequeña contractura. Ha hecho un gran esfuerzo para estar aquí hoy y poder darles una presentación con todo el grupo. Por favor, discúlpennos por cualquier sobresalto. Enviémosle a Maettyu kun la mejor vibra para que pueda volver al escenario mañana en Osaka.
Aún escucha los gritos y aplausos de Z’roses cuando lo sacan por la puerta lateral en busca de atención médica.
Matthew oscila entre la determinación casi desesperada y la vergüenza por sentirla, en medio de lo que están viviendo, ¿acaso puede culpar a Jiwoong por no entender su apremio, con todo lo que tiene que lidiar ahora mismo? La bata azul medianoche del hotel cubre temporalmente sus inseguridades. Empieza a cepillar sus dientes. A su espalda el resplandeciente jacuzzi evoca una propuesta que nunca tuvo efecto en Nihonbashi. Y piensa que a su vida le vendría muy bien el slogan de aquella película de Shyamalan: “Se agota tu tiempo para un final feliz, Hyun-ah”.
¿Y si le pide que bajen al gym ahora? Está seguro de que no le parecerá una buena idea luego del incidente de hoy. El SPA resultó demasiado caro, según comprobaron en la mañana. Y la ventaja de terminar temprano para recorrer los alrededores del hotel se esfumó con el asunto de su pierna. De todos modos, Matthew quiere intentarlo. Se enjuaga la boca, y seca las manos antes de tomar el celular sobre el mármol del lavamanos. Textea sin demasiada esperanza.
“Hyung, ¿estás despierto?”
“Empacando.”
“¿Empacando? ¿Por qué?”
“Me voy de viaje”
“¿Cómo?!! ¿A dónde? ¿Puedo verte antes?”
“Te aviso cuando llegue.”
Matthew, inmóvil, con el teléfono en la mano no atina a escribir otra pregunta de entre las mil y una colisionando en su cabeza. ¿Cuándo llegue a dónde? ¿Qué viaje inesperado es ese? ¿Por qué ha sido tan áspero? ¿Habrán encontrado al mánager Park? ¿Debe preguntarle a Hanbin? Matthew se ha sentado en el borde del ancho muro de mármol que sobresale de la ventana, apoya la cabeza llena de dudas contra el cristal, y sus ojos se anegan por el desaliento. ¿Se esforzó tanto para nada? No. No, de ninguna manera. Tiene que ir y decirle. No hay tiempo para pensar en consecuencias.
Matthew sale a toda prisa del baño, atraviesa la recámara, el lobby de la habitación, abriendo la puerta con el ímpetu de su decisión y casi arrastra a Jiwoong, que sostiene la tarjeta llave en su mano alzada. Jiwoong trae su mochila Gucci y su maleta de mano. Con el corazón sacudido, los ojos cerrados, Matthew suspira. “Al menos no se fue sin verme.”
—¿Hyung?! Pensé que te irías sin despedirte.
—¿Puedo pasar?
Matthew se hace a un lado. Todavía respira con dificultad. Y cierra la puerta. Jiwoong deja los zapatos en la entrada; sin detenerse atraviesa el vestíbulo, la salita y entra a la habitación. Matthew lo ve hacer, extrañado. De pronto la cabeza de Jiwoong sobresale por la puerta, sonriendo.
—¿Cuál es tu cama? ¿La de la ventana? Pensé que la identificaría por los pokemones, pero ambas lucen iguales.
—La primera…Jiwoonnie hyung, ¿a dónde te vas? ¿por qué tan de repente? ¿es un viaje largo?
—¡Maetthy-ah, solo me estoy mudando a esta habitación!
—¿Qué?!!
—Oh…creo que debimos consultarte.
—¿Por qué dijiste que te ibas de viaje?!
—Bueno, era un viaje corto, de diez metros…pero, un viaje.
—Hyooong!!
—Aún no he desempacado, puedo regresar…
Matthew da tres pasos atrás hasta que su espalda choca con la puerta y extiende las manos a ambos lados hasta asir el marco, bloqueando la salida.
—¡Sobre mi cadáver!
Jiwoong ríe ante esa expresión ceñuda e infantil a la vez, ante los ojos entornados que lo observan con cierta reconvención todavía. Siente que necesita cambiar pronto ese sentimiento, aunque le resulta tan adorable verlo refunfuñar tiernamente.
—Hao convenció a Hanbinnie de que para los protocolos de seguridad es mucho mejor que estemos juntos. Queríamos hacerlo desde ayer, pero…, Hanbinie y yo necesitábamos trabajar en lo de la conferencia de prensa.
—Pudiste decirme.
—Quería sorprenderte, bebé.
El leve enfado de Matthew se disuelve en esa coqueta sonrisa frente a él. Y como si un ángel pasara entre los dos surge un silencio, pero no uno incómodo, sino uno que los hace mirarse fijamente, detallando sus caras como si se vieran por primera vez. La alarma en el celular de Matthew vibra en el bolsillo de su bata de baño. Sobresaltado, saca el móvil y lo calla de prisa. La conexión de sus miradas se rompe, pero la sensación del delicioso extrañamiento sigue latiendo dentro de ellos.
—Mis medicamentos… —explica con timidez.
Matthew va hasta la mesa del comedor donde ha agrupado los pomos de las vitaminas que ahora abre. Cuando se vuelve sobre sí mismo para buscar agua, ya la botella está delante de su cara, abierta con una mano.
—Gracias, hyung…
Matthew sonríe antes de tomar el agua, y sacude la cabeza al recordar los comentarios que ha leído sobre ellos en las redes desde hace un tiempo. Jiwoong indaga curioso con la mirada.
—Ah…pensaba si vas a seguir haciendo eso de abrir con una mano las cosas para mi…
—Hmmm, lo hago habitualmente. ¿Para qué usar ambas manos si una es suficiente?
—¿Es eso?
La mirada de Matthew se hace más intensa y traviesa. Cuando ríe sólo con los ojos mientras humedece sus labios entreabiertos, Jiwoong sabe que puede hacerle confesar lo que quiera.
—¿No estás esperando que te diga que te ves sexy haciendo eso?
Jiwoong inspira profundamente, no quiere empezar a sonrojarse con cada cosa que Matthew diga. Se supone que viene para ser el apoyo y el guía, que su experiencia debe ayudarle esta noche. Pero ¿cómo consigue que su experiencia no se haga trizas ante la forma en que Matthew lo conmociona?
—¿Estás esperando que lo haga para decírmelo?
—Hyung, eres sexy todo el tiempo. Hagas lo que hagas…Tendría que decírtelo 24/7 y entonces… perdería el encanto.
Matthew ha dejado la botella sobre la mesa y se apoya, de espaldas, contra el mueble, las manos sobre el borde de la madera. Su expresión deja de ser juguetona y provocadora. Hay una pátina de preocupación en su mirada cuando la arrastra por el techo, las paredes y termina en la cara de Jiwoong.
― ¿Te regañaron por lo que hiciste hoy? ¿Por bajarme en brazos del escenario?
Jiwoong niega suavemente y sonríe, con esa sonrisa lenta, que se saborea a sí misma.
—¿Me vas a regañar tú?
—No. Fue una salida genial. La gente hablará más de nuestro abrazo que de mi tropiezo…Gracias, hyung.
Jiwoong quiere también hacer eso, hablar nada más que de abrazos. Pero Matthew aún está levantándose de sus caídas imaginarias, y él tiene que ser paciente, y sostenerlo como otras veces Matthew lo ha hecho por él.
—Ha pasado tanto en las últimas semanas, hyung. A veces creo que, aunque tuviéramos toda una vida para hablarlo, siempre volveremos a algo que se nos ha quedado pendiente.
El primer impulso de Jiwoong es afirmar sus manos sobre esas caderas estrechas, bajo la bata afelpada, apretarlas contra las suyas, y decirle que, aunque tenga que vivir aclarándole cosas, no le importaría tener la misma conversación todos los días. Con tal de poder verlo, con tal de poder tocarlo y escucharlo decir “Jiwoon-hyong” por el resto de su vida. Pero, Jiwoong solo se apoya también en la mesa, a su lado, en la misma postura de Matthew y entrelaza sus dedos en la mano del otro, como hacían en BP, antes de escuchar un veredicto.
—Tenemos tiempo, Maetthyu-ya. Hagamos…hagamos que esta noche sea significativa.
Matthew sabe que lo será. Porque tiene algo muy significativo que decirle.
—¿Quieres ir a algún lugar, hyung?
—Hmmm…no sé, me gusta mucho como te queda esa bata de baño para pedir que te cambies. Así que, ¿retomamos la idea del SPA?
Matthew intenta ignorar el flirteo, teme girar sobre el mismo punto en el que han caído tantas otras veces, en las que todo se ha quedado en una broma. Libera sus dedos del agarre de la mano cálida y húmeda.
—¡Hyung, es carísimo! No puedo gastar ese dinero, y no voy a permitir que lo hagas por mí. No está vez.
Jiwoong ríe leve ante la cara preocupada de Matthew. Le pellizca suavemente la mejilla.
—Hey, ¡qué considerado, mi dongsaeng!
Pero Matthew atrapa su mano antes de que la retire, y la conserva entre sus dedos, acariciándola con su pulgar, con una nerviosa súplica.
—Hyung, ¿podemos quedarnos simplemente aquí, ver alguna película, y conversar?
—Podemos. Pero, déjame complacerte sobre el SPA.
—¡Hyung!
—No vamos a ir al SPA. Te lo traeré aquí.
—¿Qué?
Jiwoong sonríe con esa suficiencia de hermano mayor que brota en él, cuando se permite ser quien provee y cuida. Con Matthew, más que darse ese gusto, es satisfacer una necesidad, una imperiosa.
—Confía en mi…
—Confió en ti. Sabes que siempre lo hago, pero… ¿de qué va todo esto?
Jiwoong toma aire y su encantadora sonrisa se diluye, dejando en su rostro la expresión de una anhelante y profunda sinceridad. Trata de que sus palabras suenen ligeras y casuales, pero su garganta se siente apretada, y sus labios tiemblan levemente.
—De complacerte, de complacerme también. Quisiera que pudieras relajarte de verdad, Maetthya. Que dejes de pensar en cosas desagradables, al menos por esta noche. Disfrutemos simplemente por estar aquí, por estar saludables, por estar… vivos.
Su mano vuelve a acercarse a la del chico para rozar con su índice el pequeño meñique. Y cuando Matthew clava su vista sobre esa mano y recorre con sus ojos, despacio, todo el antebrazo, el brazo, hasta chocar con su mirada, Jiwoong le sonríe, dulcemente. La otra mano extrae de su pantalón el celular y busca con agilidad entre las fotos que se han hecho hoy, de esos selfies que atesoran a montones y que el departamento de marketing nunca aprueba publicar. Justo el que se hicieron antes de la presentación de NKOTB. Y se lo muestra.
—Y celebremos que tengo el honor de formar parte del pin de tu teléfono.
El selfie en el que ambos se sostienen por la cintura, la otra mano mostrando una V sobre la mejilla, y los números respectivos en espejo sobre el fondo rojo de sus camisetas, visiblemente expuestos. Matthew entiende ahora por qué insistió tanto en hacer esa foto antes de la presentación hoy, cuando suele ser él quien le pide tomarse selfies primero, porque Jiwoong prefiere tomarle fotos a Matthew en lugar de aparecer en ellas. Sonríe ahora, apretando los labios, enterrando la mirada en el suelo.
—No te engrías tanto. Es solo un recurso mnemotécnico.
Miente, para no rendirse a esa oleada de pudor y regocijo. Sabe que, cuando se relaja demasiado al lado de Jiwoong, hay consecuencias. Jiwoong intenta alcanzar los ojos evasivos del chico.
—En verdad el descubrirlo ya es un premio; pero ¿no te parece que debería tener una recompensa extra por hacerlo en tan poco tiempo?
Jiwoong regresa nuevamente el móvil a su bolsillo, y Matthew aún no se atreve a mirarlo, aunque sus labios no consiguen dejar de sonreír. Súbitamente, levanta la cabeza, dejándola caer hacia atrás, atrapando en su mirada la de Jiwoong, todavía esperando por su permiso.
—Okay, hagámoslo a tu manera. Después de todo, tenemos temas pendientes, que es mejor… si lo hablamos con un jacuzzi y un masaje de por medio.
Matthew puede ser tan viril y directo a veces que hace que las piernas firmes de Jiwoong flaqueen. Pero esta vez, aunque esté temblando por dentro, aunque sea él el primero en apartar su mirada, su decisión de hacer esa noche “la noche perfecta con Jiwoon hyung”, es su primera y su única prioridad.
***
Epílogo 8. El amor según Matthew
Jiwoong ha acomodado en la esquina, junto a la cesta con toallas limpias, la SPA gift box que compró en la tarde en la boutique del hotel. Mientras el agua caliente sigue llenando el amplio jacuzzi, revisa los ítems en la hermosa caja de madera adornada con rosas japonesas Miyabi. Matthew se acomoda en el otro extremo. Un reborde de mármol gris rosado de casi medio metro circunda la honda bañera, y es perfecto para sentarse allí sin tener que sumergirse, como sí ha hecho Jiwoong vistiendo solamente uno de su Versace Greca border trunk. Los aceites para masajes son varios, de árnica, de rosa moqueta, de lavanda, de jengibre…Jiwoong prueba algunas texturas y olores sobre su piel. Luego pone los frascos en una bandejita de plata para que Matthew escoja.
Matthew agradece que hayan acordado que las luces filtradas de la ciudad y de la caprichosa luna sean suficientes para iluminar la intimidad que buscan. Así puede encubrir no solo su cuerpo, sino también su obvio deseo, cuando el agua burbujeante salpica el torso aceitado de Jiwoong simulando minúsculas estrellas, conectadas por las prominentes y atractivas venas. ¿Cómo puede ser tan perfecto?, piensa cabizbajo, sin percatarse que, arrodillado frente a él, las manos de Jiwoong se acercan a sus piernas dentro del jacuzzi, y ya están sobre sus pantorrillas, masajeando con precisa calidez.
—¿Qué estás haciendo? —en su voz hay notas de sorpresa, timidez, y anhelo.
—El jacuzzi no tiene tanta fuerza como una tina de hidromasaje. Así que ayudemos un poco, con tracción manual.
—Aah…es muy agradable, hyung. Pero no es necesario…
—¿Te gusta?
“¿Me quieres volver loco?”, piensa Matthew cerrando los ojos. Sentir sus manos, respirar su perfume, escuchar esa voz aterciopelada cuyo aliento lo alcanza impulsado por el vapor que empieza a cubrir la habitación, ya es demasiada tentación para tener además que enfrentar su mirada de bedroom eyes.
—Es mejor que la tina de hidromasaje. —responde quedamente.
—Espero que lo sea, me sentiría mal si extrañas a tus rehabilitadores…
Chasquea la lengua, su tímida protesta entre sonrisas. En los ojos de Jiwoong advierte brillando el regocijo del triunfo. ¿Matthew debería decirle ahora? ¿Debería romper ese momento tan dulce en que le sigue masajeando sus pies bajo el agua, apretando los pulgares contra el empeine, mientras las yemas estimulan el centro de su planta? Puede imaginarlo incursionando en otras partes de su anatomía, con esas manos resueltas y amables… Para no seguir perdiéndose en las sensaciones que lo azotan, comenta lo primero que pasa por su mente.
—Es un desperdicio llenar todo un jacuzzi para usarlo en mis piernas…
—Entra entonces. ¿O no puedes aguantar lo caliente que está…el agua?
—Está caliente, pero no para hervirse las orejas como te gusta.
—Ya. Eeh…sabes que no era por el agua caliente que mis orejas estaban así esa noche, ¿verdad?
—No lo digo por la conversación de esa noche. Lo sé desde Boys Planet… que soportas el calor como nadie, y te encanta el agua humeando para bañarte.
—Ah, ¿tenía esa fama entonces? No lo sabía.
—No sé si la tenías. Solo sucedió así. Durante Love Killa, una noche, entré después de ti a ducharme. Habías dejado el lugar como una sauna. A pesar de estar en febrero, era verano allí. Quedé impactado…
Jiwoong frunce el ceño, curioso, sin dejar de humedecer su sonrisa. Sus pulgares están moviéndose en círculos ahora sobre los anchos tobillos de Matthew, mientras el resto de sus dedos, más que masajear, acarician los talones mojados. Matthew toma aire antes de continuar.
—Pensé… ¿Eeh? ¿estoy compartiendo de verdad un baño con esta persona? ¡Estoy usando el mismo baño de una celebridad como Kim Jiwoong!?
—O sea, que siempre lo has sabido decir.
—Pensarlo es diferente a pronunciarlo.
—De acuerdo… soy tu Jiwoon hyung, de cualquier modo.
Matthew ignora el énfasis y la mirada destellando esa tierna concupiscencia.
—Todo allí olía a ti. Flotabas en ese vapor de agua que yo estaba respirando, tocando mi piel, cuando había estado en tu piel antes. Era una sensación abrumadora eso de llegar a compartir no solo algo tan público e inmenso como un escenario, sino algo tan privado y reducido como una ducha. La primera vez que sentí lo grande que podría ser aquello en lo que me había metido, creo que fue ahí…
—¿En el baño?!
—Yap!… no importa cuán desconocidos o famosos seamos, en el baño todos somos demasiado vulnerables, ¿no te parece?
Claro que lo sabe, por eso lo llevó allí, para ablandar sus defensas, para que pudiera relajarse en ese lugar privado y reducido, donde nadie más pudiera inmiscuirse. Pero los ojos de Matthew lucen ahora como aquella noche en Nihonbashi, y Jiwoong siente que es a él a quien lo están derritiendo, desarmándolo, desnudándolo desde adentro. Ha dejado de friccionarle la piel, prendido de esa boca, totalmente a su merced ahora. Matthew ladea la cabeza sobre su hombro, luciendo aún más adorable cuando habla, y su mirada va y vuelve, linda y ardiente, a la expresión rendida frente a él.
—Pensar que esa persona no solo comparte tu baño…sino que te lo prepara, te da masajes antes de irte a dormir, y hasta llena todo un jacuzzi para que relajes tus pies. Ni en mis más locos sueños, imaginé esta realidad. Me pregunto, ¿qué he hecho para que esté dispuesto a tanto?
“Es el momento, no pierdas el timing…bésalo.” Las manos de Jiwoong salen del agua subiendo por las rodillas redondeadas de Matthew, apartando la bata azul. Recorren en un tanteo delicado la cara exterior de sus tersos muslos, sin distraerse en la casa, el árbol y las flores tatuadas sobre el izquierdo. Sintiendo la piel puntearse de estremecimientos, suben por las caderas y, antes de alcanzar la plenitud de su cintura, Matthew las aprieta entrelazando sus dedos, las aparta y apoya sobre el mármol, a sus costados. “Me está deteniendo de nuevo… ¿por qué? ¿no es una confesión lo que acaba de hacer? ¿no es más que obvio aún que el pin de su teléfono?”
—Entraré al agua contigo si me cuentas tu parte.
—¿Qué parte? —Jiwoong oscila entre la consternación y la curiosidad. De pronto, vuelve a ser ese niño perdido en una noche estrellada: no sabe que luz seguir cuando todo el cielo palpita de señales.
—Lo que Seobin hyung y tú hablaron durante Boys Planet.
Jiwoong siente que la temperatura del jacuzzi desciende como diez grados. ¿Por qué en ese momento? ¿Por qué tuvo que traer a Seobin a su privado y reducido espacio? Deja caer su trasero sobre los talones, el agua asciende hasta el nivel de sus enrojecidas aréolas.
—¿Tiene que ser ahora…?
Jiwoong empieza a debilitarse, teme una vez más que ese cableado diferente en el cerebro de Matthew le esté dando pistas que ha interpretado erradamente. Libera sus dedos de entre las manos del otro, llevándolos a sus codos, los brazos cruzados sobre el musculoso pecho.
Matthew entorna sus ojos risueños, pícaros, pero el corazón le retumba como un gong imperial. Estuvo a punto de dejarse llevar por esa ternura explosiva de Jiwoong, cuando no le ha dicho aún…
—¿Tan mal hablaste de mí? —le provoca para relajarlo, que diga algo jocoso como lo que se escriben en textos o cuando hablan en las noches.
Jiwoong suspira profundamente. Su rostro serio, su mirada herida, no ocultan para nada su desaliento.
—¿Crees que alguna vez hice algo contra ti, Maetthyu-ya? ¿Es por eso?
—Hyung, nooo…—Matthew niega de prisa, enfáticamente, pero antes que pueda aclarar más, Jiwoong toma la palabra.
—Tienes derecho a saber. No voy a guardarme nada. También tenemos pendiente esa charla que te pedí esa noche y luego aceptaste tener. Tengámoslas todas, de una vez.
Los ojos de Jiwoong están brillando como carbunclos, y no hay nada de jocosidad en ellos. Cuando vuelve a alzarse sobre sus rodillas, y coloca ambas manos cerradas sobre el mármol, con los brazos extendidos, creando una celda entre su esbelto cuerpo y la pared, Matthew no sabe dónde posar su mirada acorralada. Así que le dice sin pensarlo mucho.
—Date la vuelta.
—¿Cómo?
—Cuéntame mientras masajeo tus hombros. Creo que el tema te ha puesto algo tenso. Déjame ocuparme, ¿sí?
—Quiero que me mires a los ojos cuando te hablo, Maetthyu-ya …No puedo seguir viviendo de un malentendido en otro. —la agitada respiración de Jiwoong es devastadora.
—Hyung…no seas así…Dale, voltéate. Cuando me bajaste del escenario sé que te lastimaste. Taerae me dijo que le pediste un parche analgésico…
El jadeo amargo termina en una media sonrisa cuando lo interrumpe.
—Ah… ¿En verdad me darías un masaje dónde me duele ahora mismo?
—Por supuesto…Déjame cuidar de ti.
—No puedes, te lo dije una vez. Es de esos dolores que no se curan ni con silencios, ni con masajes.
—No estés tan seguro. ¡Vuelta!
Jiwoong termina aceptando, porque quiere complacer a Matthew siempre. Y mientras Matthew se aceita sus firmes manos de árnica y lavanda, Jiwoong se acomoda en el espacio cóncavo que forma un asiento bajo el agua, y piensa cómo pasar velozmente ese trago amargo de BP. Las palmas resbaladizas y fuertes de Matthew sobre sus deltoides lo hacen jadear de placer, inesperadamente.
—Oh, Maettyah …Ah…había olvidado lo bueno que eras haciendo esto.
—Te lo dije. Recuéstate. Y empieza a hablar.
Matthew abre más las piernas para que la espalda de Jiwoong quede apoyada en el muro y más cerca de su propio cuerpo, sus rodillas cercando sus hombros. El cuello de Jiwoong está a la altura de su plexo solar, y si solo inclina un poco su cabeza, podría besarlo detrás de la oreja enrojecida. Pensarlo ha puesto sus orejas igual de carmesí. “Concéntrate, Hyun-ah, ¿qué es lo que acaba de decir?”
—…Seobin pensó que estaba grabando un drama, pero no imaginó que el drama que viviríamos dentro del programa sería mayor. Entonces me llamó para decirme que me alejara de ti, que era una broma todo lo que me había dicho, pero yo tenía muy claro que no iba a dejarte solo en aquella batalla. Es esa la llamada telefónica que aparece al final de su video.
—¿Peleaste con tu pareja por alguien que acababas de conocer?
—¿No crees también que valió la pena? —Jiwoong no lo mira, porque no quiere defenderse, no quiere justificarse, ni siquiera espera una respuesta. Solo quiere que Matthew comprenda que no se arrepiente de nada. —Y, por cierto, Seobin no era mi pareja cuando te conocí.
Matthew, pensativo, detiene el masaje: sus muñecas descansan sobre los hombros y sus dedos acarician el collar de las clavículas estremeciendo la piel de su hyung bajo sus ungidas yemas.
― Pero lo había sido antes. Alguien a quien conocías mucho más…
—Seobin-ah y yo, fuimos…como se dice en inglés, ¿sex-buddy?
—Fuck-buddy... —Matthew aclara automáticamente, pero su mente acelerada está anticipando que esa sea la única alternativa entre ellos. Y no le entusiasma.
—Como sea, solo fuimos una pareja, propiamente, en la pantalla.
A Jiwoong le resulta cada vez más incómodo que Seobin siga allí. Lo permite un poco más porque no quiere dejarle a Matthew una sola duda que lo detenga esa noche.
—Hubo un momento en que su interés en seguir libando de ese cáliz del BL, se enfrentó con mis sueños de volver al escenario, ser parte de un grupo otra vez. Boys Planet fue para mí una bendición, a pesar de todos los momentos dolorosos. Y todo lo que empieza tiene un final, Hyun-ah.
Matthew asiente, aunque Jiwoong no ve su cara consternada. ¿Acaso su vínculo no tendrá también un final? ¿Una fecha de caducidad? Podría llegar incluso, y ni siquiera haber probado el contenido. Matthew vuelve a masajear con fuerza sobre los trapecios, intentando borrarse esa idea de derrota.
—¿Sabes? Mi primera impresión de ti en BP… Creo que fue algo diferente de la que tuvieron los demás.
—¿No dijiste que te parecí adorable?
—Por supuesto. Pero también tímido. Siendo una celebridad que todos esperaban con ansia, tu recato ese día, tapándote el pecho con la mano, en lugar de lucir tus ventajas físicas me hizo pensar que estabas representando un personaje…
—Lo estaba. Como casi todos… Pero tú no.
—Ah, por mi falta de experiencia que casi me arruina, ¿no? Sin idea de lo que significaba un reality, y mucho menos en Corea. Fue una suerte tenerte de mi lado.
—No fui a BP intentando conquistar a nadie, excepto a la audiencia. Pero, ya tenía una reputación y una imagen. Cuando ocurrió lo de SMN, me sentí atrapado en mi propio personaje. Lo lamenté. Quería huir de él, a toda costa…Entonces, todo lo que se me ocurrió fue usar ese personaje y mi reputación para…
—…protegerme.
Matthew concluye con seguridad. Como si ya hubiera caminado por ese sendero de pensamientos muchas veces. Escucharlo de su boca, hace a Jiwoong cerrar los ojos, repentinamente aliviado. Lleva la mano derecha sobre los dedos que pulsan sobre su hombro izquierdo, los oprime suavemente deseando que el contacto logre convencerlo incluso más que su honesto discurso.
—Lo entendí, hyung. Desde que nos unimos en Love Killa hiciste mucho por mí. No importa lo que pudiera beneficiarte mostrar tu lado noble, yo tengo claro que tú siempre arriesgaste mucho más.
Tanto como para ganarte el odio de ese psicópata que todavía no han conseguido atrapar, piensa Matthew. Pero, evita traer otra amarga memoria allí. En su lugar, acaricia la mano que sigue reposando queda sobre sus dedos, y su voz brota profunda y grave, incluso en coreano.
—Estoy y estaré siempre agradecido, Jiwoonnie hyung. Lo sabes, ¿verdad?
Jiwoong busca los ojos de Matthew, y al alzar la cabeza, su nuca se recuesta al abdomen detrás de él. Es todo tan doméstico y cotidiano, nadie que los viera podría imaginar que siguen pensando qué son el uno para el otro.
—Es un alivio…que pienses así, Maetthyah.
—¿Te parece bien, si dejamos ese tema cerrado hoy, aquí?
Jiwoong afirma con fuerza, y en esa profunda expiración siente desvanecerse un dolor viejo, uno que se reactivó hace unas semanas cuando, alejándolo de él para protegerlo, Matthew sacó del desván de su memoria uno de sus peores recuerdos. La cálida mano derecha del canadiense le acaricia los cabellos húmedos y oscuros.
—El dolor… ¿mejoró?
Jiwoong se vuelve hacia él, separándose en dirección al centro del jacuzzi, y asiente mientras rota sus hombros, una, dos veces. Sonríe tierna e inocentemente.
—Mucho mejor. Gracias.
—Me refería al otro dolor… el que no se cura con silencios.
Jiwoong lo mira con los ojos entornados y sensuales. ¿Es otra vez un juego? ¿probando estrategias de seducción? ¿debería jugar al todo o nada?
—Sigue aquí. —se toca el centro del pecho. —Necesita un dolor gemelo en otra parte para sanarse.
Matthew asiente, suspira hondo y su rostro adquiere una expresión más determinada que provocadora.
—Probemos con otra terapia. —dice mientras desata lentamente la cinta de su bata de baño.
Y se detiene. Aprieta los labios, la mano todavía aferrada al borde del albornoz, dudando. Jiwoong parece leer cada gesto con anticipación. Es su mano quien aparta con delicadeza la tela, pensando en tantas veces que lo ha ayudado a vestir en los fan-meeting y las tantas que lo ha desnudado en su mente. Matthew no lo detiene cuando le descubre los hombros, bajando despacio el batín por sus brazos. El tatuaje en el costado atrapa los ojos de Jiwoong, cautivado por las flores de cerezo. Se siente repentinamente tímido, ante la belleza desnuda del otro. Su mirada divaga entre el árbol de sakura, el pequeño y profundo ombligo, y los pezones rosados, cada vez más erguidos. Sus manos tiemblan perceptiblemente cuando lo despoja de la afelpada tela y la lanza a una esquina, dejándolo solo con su CK boxer. Y el impulso de abrazarlo contra él se coarta cuando Matthew cruza los brazos sobre su pecho.
—¿Qué pasa? ¿tienes frío?
—No…solo, estoy…algo incómodo…con mi cuerpo ahora.
—¿Por haber perdido peso?
Matthew asiente, sin mirarlo. Jiwoong desliza su índice por un mechón húmedo, apartándolo de la frente fruncida del chico, su mano cae sobre el muslo tatuado, y su sonrisa dulce y comprensiva hace a Matthew bajar sus brazos, a medida que lo escucha.
—Te he sostenido en mis brazos, Hyunnie, has dormido sobre mi pecho, y te he abrazado tanto que puedo apreciar tu peso sin tocarte. ¿Por qué intentas esconderte de mí?
—Es una tontería, lo sé.
—Una grande. Todos hemos perdido peso en estos días. Yo también perdí tres kilos…
—Sigues luciendo espectacular, hyung...
—También tú…No hagas esa mueca. Sigues…
“…Destrozándome con este deseo insatisfecho.” Piensa, y calla. Y en su lugar agrega, atrapando el mentón del chico entre su pulgar y el índice, obligándolo a mirar a sus ojos llenos de amor.
—siendo hermoso, por dentro y por fuera. Confía en mí, por favor.
Matthew apenas consigue salirse de esa emboscada del aliento de menta con el que Jiwoong ha salpicado cada poro de su rostro, desvaneciendo su inseguridad. Aparta suavemente su cara e indica con la barbilla en dirección a la otra esquina del jacuzzi.
—Por otra terapia me refería al aroma…Compraste eso para usarlo hoy, ¿no?
Matthew sabe que está dilatando innecesariamente las cosas. “Sal de eso de una vez…dilo ya. Y luego que sea lo que tenga que ser. No puedes estar tan equivocado. Le gustas. Es obvio que le gustas… Pero, soportarías ser solo eso… ¿a fuck buddy?”
Jiwoong se voltea en la dirección que le señala. Donde ha puesto, y a este punto olvidado, la SPA gift box con bombas de jabón, aceites terapéuticos, difusores de aroma, y la enorme ilusión de consentir a Matthew en una fiesta de relajación y deleite. Sonríe, ligeramente decepcionado consigo mismo, porque sus planes se vuelven espuma cuando está a su lado, y el experto seductor que se inventa termina rendido por las palabras de Matthew y las abrumadoras sensaciones que le causa.
A su espalda, Jiwoong siente el splash, cuando el chico se desliza dentro del agua caliente, con su bóxer de Calvin Klein como lo único que se interpone entre su deseo y el mundo. Pasa por el costado de Jiwoong, dedicándole una mirada risueña, y se acerca primero a las bombas de jabón, arrodillado para mantener el agua a la altura de su cintura. Mientras decide entre las opciones, recuerda esa noche en que le preparó el baño para su hyung, ligeramente ebrio y profundamente atormentado. Escoge la de lavanda y la alza en su mano, sin voltearse.
—¿Lavanda? ¿para relajarse?
—Rosas. —pide Jiwoong decidido, su mano cruza por delante de la cara de Matthew, su antebrazo le roza el tatuaje geométrico del hombro, estremeciéndolo con un electrizante espasmo. Y mientras toma la esfera rosada, y apoya su otra mano contra el mármol, le respira sobre la nuca como entonces, haciendo que una estampida de animales salvajes retumbe en el pecho de Matthew. Puede sentir la presión de los pectorales desnudos de Jiwoong, el hueso de su cadera contra la curvatura de su espalda, y la sensación es más arrolladora que cuando lo tuvo delante, aquella tarde en París.
Pero, hoy no esperará que se aparte, ni teme lo que siente. Sin voltearse, se afianza también a la bomba de olor, los dedos de ambos se rozan, se entrelazan, y guía la mano del mayor para sumergirla lentamente en el agua en movimiento. La esfera de jabón hace espuma de inmediato, creando círculos efervescentes alrededor de sus manos. El agua adquiere tintes fresas y la fragancia de rosas llena la habitación. Ambos sonríen tras aspirar el olor dulzón y embriagador. Matthew echa la cabeza hacia atrás para encontrarse con los ojos de Jiwoong, y su nuca se apoya en el hombro del otro.
—Buena elección. —acepta con una sonrisa y libera los dedos de Jiwoong.
Pero la otra mano de Jiwoong se desliza por la fina cintura, bajo el agua. Acercándolo más contra la cadera, apoyándole la barbilla en la curva de su cuello. Descansa su aliento allí, con los ojos cerrados, mientras su mejilla roza el negro tatuaje y estremece la piel dibujada. Irá sin prisa, pero sin pausa esta vez. Jiwoong sabe que puede ser más elocuente con sus manos que con todas las palabras que sabe en coreano, japonés y chino. Al dejarse caer sobre sus talones, arrastra el cuerpo de Matthew sentándolo sobre sus muslos. Las burbujas rosadas baten contra sus costados.
—Jiwoonie hyung… —jadea; está a punto de claudicar, y lo sabe.
Solo un gemido alentándolo a hablar, o a callar de una vez. Los labios de Jiwoong apenas rozan la oreja enrojecida, y respiran sobre ella su resuello ardiente. Los dedos se entretejen en los cabellos de Matthew haciendo que su cabeza se tense hacia atrás, casi descolgada sobre el ancho hombro.
Matthew siente que va a disolverse en el agua como esa bomba de jabón. Por casi dos años ha sentido pánico de esa sensación, especialmente en público. La sensación cuando se abrazan, cuando acercan demasiado sus rostros, cuando se pegan totalmente sus caderas en la formación, o cuando Jiwoong le susurra algo al oído. Ha levantado agotadoras defensas, pero ya no quiere, no puede, seguir luchando. Quiere flotar en ese deseo, quiere abandonarse a él, “aunque sea una sola noche”. Pero, no sería justo, sin franquearse antes.
—Hay algo que quiero decirte.
Se voltea de repente, y el movimiento hace que las manos de Jiwoong salgan de encima suyo, y por hábito, o por instinto, Jiwoong retrocede levemente. Y entiende que, no importa cuánto tiempo permanezcan sumergidos entre burbujeos rosados, si Matthew no habla lo que le está maniatando ahora mismo, nunca habrá ese diálogo sin palabras que tanto anhela tener.
—Te escucho. Puedes contarme lo que te agobia.
Jiwoong ha vuelto a poner su mano sobre el hombro de Matthew, dándole confianza más que placer ahora. El chico suelta el aire que hincha sus carrillos y alza los ojos hasta la cara expectante frente a él.
—No estaba dormido.
¿Cuándo? Jiwoong alza las cejas, desconcertado. Matthew ha estado tanto tiempo inconsciente, aletargado por los sedantes, incluso desplomado por el agotamiento, ¿a qué exactamente se refiere?
—Te mentí, hyung…lo fingí porque…porque me avergoncé. Pero, no he dejado de pensar en eso un solo día. Reprochándome por querer repetirlo a pesar de todo…incluso de lo que supe por esos videos… Lamento, realmente lamento haberlo callado todo este tiempo…
Matthew sacude la cabeza, sus ojos se han llenado de lágrimas.
Jiwoong baja la mano despacio del pequeño y torneado cuerpo, su corazón retumba en sus oídos. Matthew lo mira de esa manera que hace a Jiwoong evaporarse en una nube, flotar en el viento, y que su voz espesa luzca como una trémula gota de rocío.
—¿De qué no puedes arrepentirte a pesar de avergonzarte? ¿En qué no dejas de pensar, jagiya?
Matthew aprieta fuertemente los ojos y lo suelta de un tirón, como una bandita que se arranca de prisa de la piel sensible, para que atormente menos.
—En esa tarde en el Jirisan, junto el alcanforero, cuando te besé bajo la lluvia…
Jiwoong se lleva las manos a la cabeza, lentamente, entrecruzando los dedos sobre su nuca, su hermosa cara palidece ante la expresión angelical y consternada, que lo esquiva cuando añade.
—…sin tu consentimiento.
No. No se esperaba esto, no luego de todo el esfuerzo que ha puesto en intentar, sin éxito, borrar lo ocurrido. ¿Debería regañarlo? ¿Abrazarlo? ¿Exigirle una disculpa? ¿Besarlo de vuelta? Siente que está perdido en ese juego, que nunca tendrá control de hacia dónde se mueve el barco cuyas velas solares se pliegan y expanden a merced de este solecito. Los pensamientos de Jiwoong envueltos en una niebla de emociones, oscilan entre la consternación y el anhelo, el estupor y la ternura.
—Ah, eso…ha sido cruel. —una irónica sonrisa en sus labios y un quebrado jadeo son el resumen de sus reflexiones.
Matthew aprieta sus labios, su expresión es aún más tierna y arrepentida.
—Estuvo mal, hyung, lo sé. No quise añadir más recuerdos incómodos a tu vida.
¿Es eso? Matthew cree que lo incomodó por besarlo, en lugar de por no asumir que lo había besado y fingir que había sido una especie de… “¿de qué? ¿sonambulismo erótico? ¿narcolepsia post-beso? ¡qué diablos!” Ahora que lo piensa, ¿cómo se le pudo ocurrir algo tan loco para escapar de esa situación, y cómo fue él, Jiwoong, tan ingenuo para aceptar sin cuestionamientos lo ocurrido, asumiendo que Matthew se duerme tan fácilmente?
Jiwoong, empieza a reír abiertamente, con todo su cuerpo, y la tensión acumulada por tanto tiempo parece disolverse en esas carcajadas indetenible que lo sacuden de pies a cabeza, salpicando la espuma a su alrededor.
A Matthew le es fácil contagiarse con esa risa. Siempre lo hacen, sin saber la razón. Ríe por reflejo, y porque, solo por un momento, le alivia el temor de haber fallado al revelarse.
—¿Qué te parece gracioso, hyung? ¿Qué te hace reír?
La risa de Matthew comienza a apagarse. Entonces, ¿no era de lo que quería hablarle esa noche cuando le pidió verse en el salón de prácticas? Ah, se ha estado atormentando por nada. A veces se olvida que es un actor, que ha besado muchas veces sin necesidad de implicarse. “Es el protagonista de Kissable lips, un beso más, uno menos…no es nada especial para él.” Y está acostumbrado a tener fuck-buddies.
La sonrisa se ha borrado de la cara de Matthew. Malinterpretó todo. El beso que lo ha mantenido desvelado por noches, que lo despierta en la mañana con las sábanas húmedas, es… ¿una broma para Jiwoon hyung?
—¿De qué te avergonzaste? —Jiwoong se seca las lágrimas que han saltado a su rostro con la risa.
—¿Eh?
—¿Te respondí tan mal?... No habrás sentido vergüenza ajena por mí, ¿verdad?
Matthew abre los ojos aún más y agita las manos como si quisiera borrar esas palabras de inmediato.
—Oh, no, no…no es eso. Es mi culpa que…
—No es tu culpa. Estabas asustado…Ahora lo entiendo. Yo también. He estado terriblemente asustado hasta hoy. Hasta este momento. Ya no más.
—Hyung, ¿estás molesto? —sus labios rosados se contraen en un mohín de compasión que hace su rostro aún más adorable.
La voz de Jiwoong es tan profunda, que siente que lo absorbe con ella.
—Mucho, Maetthyah.
Matthew intenta retomar el hilo, dejar claro el motivo por el que no podía perder ese viaje a Japón. Necesitaba disculparse, y confesarse.
—Sé que no tenía derecho, pero mi intención, hyung…mis sentimientos son since…
Su palabra naufraga en los labios ávidos de Jiwoong, gatillando el recuerdo de su contacto jugoso, dulce, trepidante que aletea ahora contra la piel de su boca, presionando sus dientes, anegando su lengua de saliva y deseo. En esas ganas gemelas de estremecer, probar, saborear, las manos de Jiwoong sostienen su rostro a la altura de su largo beso, con una presión firme y gentil a la vez. Y cuando se separa, todavía tembloroso, Matthew abre despacio los ojos sobre la mirada demoledoramente dulce que hace mucho no solo perdono su falta, sino que la agradece.
—¿Estás bien? —Jiwoong desliza su aliento por el rostro de Matthew como una caricia lenta.
Quiere responderle, pero su voz debió desmayarse en algún rincón de su garganta. Es mucho mejor de lo que recordaba, y …es lo único que puede susurrar.
—Mucho.
Aprieta su frente contra la de Matthew, sus ojos cerrados, sintiéndose flotar en un torbellino de ternura y regocijo. Sus manos recorren el grácil cuello del chico, y se deslizan sobre su nuca, acariciando con sus pulgares tras las orejas.
—¿Sabes lo que me has hecho pasar…eh? ¿sabes cuántas noches de desvelo, soñando despierto con ese beso? Esas veces que estuve a punto de besarte de vuelta, Mettyu, ¿sabes qué me contuvo?
Matthew niega, todavía enmudecido, pero sus brazos lo afianzan al cuello de su hyung, sus manos acarician el oscuro cabello sobre la nuca, y el agua que burbujea ahora, se siente fría, cuando todo el cuerpo de Jiwoong parece arder en fiebre. El calor es abrumadoramente grato. Deja que su pecho agitado se frote y consuele contra los pectorales del otro. Los pulgares de Jiwoong siguen acariciando el arco de su mandíbula, detrás de su nuca, dulce y nervioso a la vez.
—¡Estaba aterrado! No porque no recordaras, o porque pudieras pensar que yo lo había inventado… Yo, tenía mucho miedo de que te acordaras…y que me dijeras…que era a otra persona a la que estabas besando en ese sueño.
Matthew abre los ojos asombrados, sobre la mirada enternecida. Su voz jadea cuando la punta de la nariz de Jiwoong acaricia su mejilla sonrosada.
—Hyung… no tenía ni idea…
No, no puede tener idea de cuántas noches el recuerdo de su boca húmeda y carnosa lo ha hundido en una vorágine de goce, fragilidad y culpa, hasta hacerlo vaciarse en un espasmo de nostalgia. Jiwoong entrelaza los dedos a los de Matthew, afianzados a sus hombros, y arrastra sus manos dentro de las propias, bajando por su pecho, hasta retenerla con fuerza contra el atronador bombeo de su corazón.
—Baby…todos los chicos defendieron nuestro derecho a estar juntos. La mitad de las Z’roses, incluso si no somos sus favoritos, lo dan por hecho. Seobin lo vio incluso antes que yo… y esa escoria de Park Do Shin, hasta él lo sabe. Y tú, aún sigues preguntándote, ¿qué eres para mí?
Hay un brillo triste en los ojos de Matthew. Cuando libera sus manos para alcanzar el rostro de Jiwoong, tomando su cara perfecta entre ellas, la ansiedad y la pasión en su mirada es más abrumadora que nunca.
—¿Qué soy, hyung? ¿a fuck buddy? … ¿alguien con fecha de caducidad luego del desbande…? Yo no quiero ser eso. —Matthew golpea el borde del jacuzzi con el puño apretado, tembloroso. —Aunque me estrelle el alma contra ese mármol prefiero parar aquí. Porque eres demasiado valioso para mí.
—Woohyun-ah…
Jiwoong siente que el mundo se está borrando a su alrededor, el jacuzzi, los aromas, las luces de la ciudad reflejadas en los espejos y el agua en movimiento. Su larga y hambrienta espera para ser aceptado, querido, amado por Matthew ha tenido una recompensa demasiado dulce. Son sus manos las que viajan ahora hasta el rostro pequeño y expectante. Y le acaricia las mejillas enrojecidas de timidez y deseo.
—…lo que eres para mí, no puedo ponerlo en palabras. Soy lo que tú quieras que sea. Lo que tú quieras, mi flor.
Matthew jadea una breve risa, sonrojado, y la sonrisa cariñosa queda jugueteando en sus labios apretados, pero sus ojos de boba brillan reflejando el ardor en la mirada del otro.
—Si estás conmigo…nada puede derrotarme, nada me asusta, y nada es suficientemente mío para que no quiera compartirlo contigo.
Jiwoong lo estrecha contra su pecho, contra su abdomen, contra el incontenible deseo que crece entre sus piernas, tan fuerte como para que nunca se escape, para que nunca vuelva a dudar.
—Así de imprescindible te has vuelto para mí… ¡Y estoy tan agradecido y feliz de que ilumines todos los días de mi vida, Met-you!
Matthew hace que sus brazos se crucen sobre la ancha espalda de Jiwoong, aferrado a sus omóplatos, enterrando su fina barbilla en la curva de su sólido cuello. Abrazarlo así, sin ningún recelo interponiéndose entre sus pieles erizadas y cálidas, se siente como una promesa inefable.
—Entonces, Woongie hyung…quédate a mi lado, incluso después de que no exista la formación oficial de ZBOne.
Jiwoong sonríe desde el centro de sus huesos. Al apartarse para absorber la esperanza brillando en esos ojos enormes, hay una confiada coquetería entornando su mirada, y avidez en su voz honda y vibrante.
—A tu lado, a tu espalda, delante de ti…Encima de ti, debajo de ti… Voy a estar dónde tú quieras, todo el tiempo que tú quieras, bebé. Solo pídemelo.
Se ha sonrojado todavía más, y Jiwoong intuye que Matthew ha dejado caer su última defensa, cuando siente las pequeñas y fuertes manos temblar sobre su nuca, cuando los labios húmedos se entreabren en un suspiro ancho, con todo el aire y la duda que escapa de su pecho.
El beso arrastra la cabeza dorada hacia atrás contra el otro asiento del jacuzzi, pero el brazo de Jiwoong llega primero para amortiguar la espalda del chico, para retenerlo contra él, mientras sus labios devoran el deseo escondido en cada esquina de la boca de Matthew. Como si necesitaran en una noche pagar una deuda de caricias de años, siguen succionando, lamiendo, mordisqueando sobre el ansia del otro. Las palabras brotan entrecortadas, concupiscentes.
—Por favor… no vuelvas a esconderme nada…no vuelvas a hacerme sufrir de ese modo, jagiya…no podré soportarlo…
—Hyung… ¿te gusto tanto?
—¿No lo notas? Si mis palabras no te bastan, ¿puedes al menos creer en mi cuerpo, Maethyah?
En ese cuerpo que Matthew está también recorriendo ahora con sus manos, dentro del agua revoltosa. Que se estremece cuando le acaricia bajo la franela del boxer negro las nalgas perfectas, crispadas bajo la punta de sus precisos dedos. Que le estruja la verga enhiesta contra su ingle y hacen que su propio falo quiera reventar las costuras de su ropa interior. Jiwoong es ahora quien introduce una mano por la tela dilatada, desde la cara externa del muslo de Matthew, hasta el elástico de la cintura. Su mirada es una petición silenciosa para despojarse de esos únicos fragmentos que impiden a sus pieles intimar del todo.
—Hyung…el jacuzzi…se va a volver antihigiénico a este ritmo…
Jiwoong ríe suavemente, apoya su frente contra la sien del chico, y para aliviar esa ansiedad que aún nota en sus palabras, bromea, pellizcándole la nalga bajo el calzoncillo.
—¿Necesitas un orinal ahora?
Matthew le patea el tobillo, juguetón, justo sobre el tatuaje que Jiwoong se grabó hace años, y su cara se contrae enfurruñada. A Jiwoong le parece demasiado adorable cuando Matthew se enfada así.
—Heeey! ¿Por qué sacas eso aquí?
—Porque me encantó ver cómo te la sacudes…
Matthew pellizca la oscura tetilla bajo sus dedos, y Jiwoong se contrae por el ramalazo de sensibilidad, mientras le oye protestar.
—¡Sucio!
—¡Lindo!
—Hyooong…
—¿Te lo quito o no?
Matthew ladea un poco la cabeza para poder enfocar mejor la cara tan cercana a la suya. Es tan hermosa que no puede evitar recorrer con su índice las perfectas líneas de la mandíbula de Jiwoong, su mentón, sus labios abultados, su nariz de proporciones áureas.
—Hmmm…mejor saquemos el agua del jacuzzi. Ya tengo las manos arrugadas. Y mientras el agua va descendiendo, lentamente…solo está permitido tocar lo que quede fuera de ella.
Es una idea loca, una idea que solo a Matthew puede ocurrírsele, una idea que Jiwoong ejecuta de inmediato, abriendo las válvulas para que el agua salga…lentamente. La posibilidad de estar desnudos, abrazados, cubiertos por montículos de espuma como flotando en una nube rosada, “in the pink sky”, extiende los bordes de su deseo.
Los celajes se han desplazado dejando a la luna, llena y brillante, alumbrarlos desde el cielo de Tokio a través del cristal. La luz blanca riela por la espalda de Jiwoong, y se refleja en las pupilas hambrientas de Matthew. Jiwoong acaricia con la punta de su nariz, con la humedad de su lengua, sobre el tatuaje de letras en el brazo del chico, y siente el delgado cuerpo retorcerse bajo su peso.
—Te desnudo cuando el agua baje a tus muslos…no puedes cambiar las reglas, ¿eh?
—Vas a mostrarte primero…tus nalgas quedarán fuera del agua antes que las mías…
—Ah…lo calculaste todo, ¡oh, my god!
—La desventaja de ser más alto, honey.
El agua fresca desciende, mientras el deseo sube como vapor de agua. Y mientras los desagües engullen las burbujas, se afanan en esos territorios que la marea al retirarse deja al descubierto para sus labios y sus manos ávidas. Ya libres de telas solo pueden abandonarse a un remolino de fricciones.
El nivel del jacuzzi ya está a la altura de sus rodillas temblorosas, y el olor del aceite de almendras dulce y jojoba se mezcla con el aroma de rosas. Jiwoong se aseguró que fuera 100% natural cuando lo escogió en la tienda del SPA…y debe serlo cuando se ajusta tan naturalmente a sus dedos y a los de Matthew. Matthew se contrae, tímido, bajo su mano, cuando sus dedos bajan hacia el perineo, y circunvalan cautos y anhelantes el apretado orificio. Su mano se cierra sobre la muñeca de Jiwoong, deteniéndolo, pero no lo retira. El mayor separa su húmeda boca del duro y rosado pezón que mordisquea con deleite, y su mano viaja rápidamente hasta el rostro del joven, acariciando sus pómulos encendidos.
—No iremos más allá de donde no quieras…tampoco hay que aclarar dos años de malentendidos en una sola noche.
Esa sonrisa franca, esa delicadeza: Matthew se desmorona cada vez que Jiwoong reconoce su necesidad sin que le diga, como hizo hoy en la tarde, cuando lo sacó del escenario; como hizo cada vez que le tembló la confianza, y allí estaba como una roca donde recostarse, como una almohada donde confesar su miedo.
—Saranghae, Jiwoonie hyung.
—¡I love you, Woohyun-ah!
Matthew se aferra ahora a esa muñeca para guiarlo abajo, entre sus muslos, debajo de su saco arrugado, recogido por ese frote rítmico y vigoroso con el que Jiwoong lo ha endurecido hasta el paroxismo, y lo guía alrededor de la parte de sí que no ha entregado nunca a nadie con tan absoluta rendición.
Jiwoong conduce la mano izquierda de Matthew también bajo su escroto, la base de su pelvis, las nalgas que separa para él. Ambos tienen las palmas llenas de aceite dulce y, mientras en los dedos de las diestras empieza a mezclarse con el fluido preseminal, las siniestras están demasiado ocupadas en descubrir el placer que solo otorga la más profunda oscuridad.
—Hazme lo que te gusta…solo iré hasta donde tú llegues…Háblame con tus dedos. Enloquéceme, con lo que te hace explotar, bebé…
—Oh, hyung, sigue hablando… me das confianza…Y sigue tocando…más profundo.
—¿Otro?!... ¡Oh, yes, sir!
Jiwoong está enardeciendo la próstata de Matthew con delicada persistencia. Puede ver en sus ojos que se van en blanco y regresan, cuán abandonado está al placer, y cuánto más quiere de ello, al replicarlo con sus nudosos y firmes dedos dentro de su hyung.
—Te dije que podía abrir lo que fuera con una sola mano… ¿te parezco sexy ahora, Maetthyah?
—¡Tan sexy, Jiwoonie… tan sexy, eres…! Fuck! Oh, my…!
Las oscilaciones de las caderas de Matthew son tan rítmicas, demoledoras, perfectas. Jiwoong lamenta haber dejado los condones en su bolso de Gucci. No pensó ir tan lejos en el jacuzzi, pero el cuerpo de Matthew parece haberlo asimilado mucho más rápido de lo que pensaba…Y va tan rápido, que Jiwoong siente que no podrá contenerse mucho más.
—No quiero venir primero, pero si sigues haciendo eso…Me estás enloqueciendo, Maett... Por favor, ¡dime que estás cerca, jagiya!
—Very close, honey… Demasiado cerca… mi Jiwoonie hyung.
El agua apenas baña ya las plantas de sus pies. Cuando Matthew estalla y gime contra la oreja de su hyung, balbuceando su nombre mojado en saliva, arrastra a Jiwoong sin piedad a su propio abandono derramándose segundos después. Apretando sus espasmos contra las caderas, los muslos, el abdomen del otro, cubiertos de espuma rosa, salpicada de blancura, de besos que siguen acrecentando los estremecimientos. Sus huesos parecen trepidar entre sacudidas extendiéndose por casi un minuto, mientras permanecen abrazados, vibrando en su propia viscosa sintonía.
Matthew acaricia el torso pegajoso sobre él, que ahora se desliza por su costado, para caer encima de los pequeños charcos esfumándose en el fondo de la bañera. En lugar de incomodidad, se siente delicioso ver sus espermas mezcladas sobre sus pieles enrojecidas. Jiwoong sonríe, separando con ternura los dorados cabellos, y quitando con su mano empapada otras gotas de semen (propio o de Matthew, ¿qué importa?) que han salpicado demasiado alto. Lleva las yemas untadas hasta su boca, saboreando esa mezcla.
—¿Notas de fondo? —sugiere con una tierna lujuria.
Jiwoong besa con suavidad los labios inflamados de Matthew, dejando una sonrisa de satisfacción en ellos, y un poco de brillante humedad.
—Combinan perfectamente. —responde Matthew lamiendo sus propios labios untados.
Todavía se sienten aturdidos por la pasión atronadora que sacudió cada una de sus células. “Y eso fue solo masturbarse…” El pensamiento dispara en el cuerpo de Jiwoong una nueva onda de placer. Le escucha ronronear a Matthew sin levantar la cabeza de su hombro.
—Creo que, después de una hora de jacuzzi, necesitamos otra ducha.
Los celulares de ambos suenan al unísono sobre el reborde de mármol. Todavía tiemblan sus músculos cuando se separan un poco para alcanzarlos.
Jiwoong ve el número de Hao, y contesta, mientras hala a Matthew hacia él, recostándolo sobre su pecho, y dejando que su mano repose sobre el vientre húmedo del otro.
—Jiwoong hyung, ¿están bien? ¿todo bien en su habitación?
—Sí, ¿por qué? —Jiwoong capta de inmediato la preocupación en la voz del chico, y comprende que no es el tipo de llamada que esperaba de su amigo.
Matthew, la nuca apoyada entre los pectorales de Jiwoong, ve los mensajes entrando en cascada, indetenible, de Gunwook, de Taerae, del manager Lee… ¿de su madre? Matthew acepta la segunda llamada de Hanbin.
—¿Tú y Jiwoong hyung están bien?
—Sí…estamos bien.
—¿Y por qué no responden?
—Aaah…estaba…descansando ya… ¿qué ocurre, hyung?
—¿No lo sentiste? ¡¿tan profundo te duermes?!
Jiwoong mira a Matthew, quien ha alzado la cabeza de su pecho, con la misma expresión sobresaltada, cuando ambos escuchan el tinte nervioso en las voces del líder y el centro.
—¡Uno de siete grados, hyung!
—¡Acaba de temblar todo Tokio!
Continuará …
Notes:
Sé que he demorado en publicar, pero con seguridad, el último capitulo no demorará tanto.
Por favor, no te olvides de comentar. Hay muy poco fanficc de Matthew y Jiwoong en español, y me encantaría poder cambiar eso en el futuro. Tengo tantas historias en mi cabeza para esos dos...pero, ¿qué es una historia sin lectores?
Chapter 10: Lo bueno de los años…lo malo de los besos… ¿o viceversa? (I)
Summary:
En Jiwoong y Matthew se despiertan las emociones más variadas e intensas durante su viaje a Osaka. Saben que sus vidas ya nunca serán las mismas cuando regresen a Corea. Una conferencia de prensa que electriza al fandom y a la media con revelaciones impactantes, y un hallazgo inesperado, obligará a Jiwoong a asumir la decisión contra la que la luchado con toda su alma.
*********
“Matthew alza la frente y hunde la barbilla sobre el pecho del mayor, el cuello totalmente extendido. Sus ojos mantienen ese resplandor de dulce y provocador deleite.— Tus labios están tan calientes. Eres como una pequeña fogata nocturna.
Jiwoong llena sus manos con las firmes y redondas nalgas de Matthew, apretándolo más contra él, subiéndolo hasta que sus rostros quedan a la misma altura. Y el cojín que protege su dignidad comienza a sentirse como un estorbo.”
**********
Notes:
Pensé que el último capítulo sería una sola entrega, pero se me ha extendido mucho esta historia, así que tendrá dos partes. Lo siento, por demorar tanto. La segunda parte y última está en camino.
Durante esta historia he mencionado varias compañías reales, grupos e instituciones usando solo sus siglas, o jugando con ellas, para dar más énfasis al universo paralelo, donde las cosas pasan muy parecidas, pero no, por suerte a veces, del mismo modo que en este. Los casos de OWE (Open World Entertainment) and MoonEnt (Moon Entercom) son referencias reales, no así Xllium Entertainment, que es una agencia ficticia.
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Capítulo 9
Lo bueno de los años…lo malo de los besos… ¿o viceversa?
[Primera Parte]
“Loving you made me realize,
Every last drop of you keeps me alive like water.
So, I changed.(…)
I fear losing you would hurt more than losing myself.
Seok Matthew, Good So Bad FILM
“Lo bueno de los años es que curan heridas,
Lo malo de los besos es que crean adicción.”
Joaquín Sabina, Siete Crisantemos.
[Dos días antes.]
— Adelante, Jiwoong ssi.
Jiwoong nunca ha visitado la oficina del director de seguridad. Es pequeña, tiene una sola ventana, y un amplio anaquel lleno de libros con temas de leyes, filosofía, artes marciales… El señor Seong bebe de un vaso desechable manchado de café y le ha hablado sin alzar la vista del montón de papeles sobre su buró de madera, pequeño, como la habitación. O tal vez es porque el señor Seong es demasiado grande. Sus agudos ojos tras las gafas se fijan en Jiwoong, y asiente, fugazmente. Jiwoong nunca ha visto al señor Seong llevando espejuelos. Le resulta simpático el contraste entre su corpulenta figura y el aspecto intelectual que le otorgan los lentes. No puede evitar sonreír.
—¿Vino solo?
—Apenas me avisó. Aún no he preparado mi equipaje para…
—¿No le dijo el mánager Yoo que no fuera solo a encontrarse con nadie?
—¿Eh? Pero, usted…
—Soy su director de seguridad. Mi responsabilidad es cuidarlo. Y cuidar las medidas que establezco para ello. No vuelva a ignorarlas.
—Sí, señor.
El director Seong le indica el asiento frente a él, y Jiwoong lo ocupa, algo sobrecogido, más inseguro aún que cuando entró, sobre qué exactamente lo ha traído allí. El señor Seong le invita a un té, un café, pero Jiwoong solo acepta agua. Mientras bebe, intenta anticiparse, y su ansiedad le gana a la cautela.
—¿Descubrieron quién chantajea a Maettyu? ¿Es eso?
Seong, inclina un poco la cabeza, mientras frunce el ceño. Para Jiwoong, encontrar al chantajista de Matthew es más importante que saber quién ha estado siguiendo obsesivamente sus pasos, espiando su vida, aunque sea la misma persona.
Un mensaje en el celular de Seong, lo distrae por un instante. Sus cejas finas se alzan antes de asentir.
—Parece que el mánager Yoo ha llegado a Roma por otro camino.
Jiwoong es ahora quien frunce su expresión, desorientado. Seong se inclina, dejando el celular a su lado, y mirando a Jiwoong con expresión escrutadora.
—A su antiguo mánager Park, Jiwoong ssi, ¿cómo lo conoció?
—Hmmm, nos presentó un conocido en el 2020. Estaba sin representante, y por mi cuenta. En medio de la pandemia conseguir trabajo se estaba haciendo difícil, así que acepté la idea de reunirme con él, entonces era también el representante de este actor que me lo recomendó. Firmamos contrato después de que Burn Up, no diera lo que prometió.
—¿Alguna vez visitó la casa del señor Park?
—No. Siempre nos vimos en la agencia o en los lugares de trabajo. Alguna que otra vez en un café para cuestiones de trabajo también. No tuvimos nunca una relación muy estrecha, manteníamos límites profesionales, que me hacían sentir tranquilo.
—¿Por qué? ¿Quién ponía esos límites?
—Supongo que ambos. Pero el señor Park siempre ha sido muy reservado sobre su vida personal. Y suelo respetar eso.
—¿En algún momento se sintió incómodo, hubo algo en Park que le resultó extraño o fuera de lugar?
Jiwoong calla. ¿El director Seong está simplemente indagando o confirmando algo? En su plexo solar, el calor empieza a crecer. ¿Debería decir esto? ¿Sobre esa sensación que nunca lo abandonó, hasta que decidió él, abandonar el acuerdo y salir bajo la sombra…sí, la sombra, del señor Park?
—El mánager Park…tenía cambios de humor repentinos, pero no creo que eso fuera poco común en esta industria. Más que cambios de ánimo, diría que era como una relación de amor-odio con mi carrera. No, me refiero a mi persona…— se apura en aclarar, alzando la mano— me refiero a mis trabajos.
—¿En qué sentido?
Jiwoong nunca ha comentado de esto, él también es una persona privada, y sabe muy bien lo que cuesta dar opiniones a la ligera. Pero, en este caso, se trata de una investigación, se trata de encontrar a la persona que puso a Matthew entre la vida y la muerte, que estuvo a punto de robarlo de su lado para siempre. Y el solo hecho de imaginarlo, lo hace temblar.
—Como si impulsara mi carrera de una manera feroz, empujándome a darlo todo, pero una vez que obtenía el éxito…creo que le fastidiaba que lo tuviera. Siento que a veces le importaba más el hecho de controlar mis pasos que a dónde me llevaban.
—¿Por eso lo dejó cuando comenzó en ZBO?
—Coincidió con la renovación de nuestro contrato, en el mes de mayo. Luché mucho por llegar a debutar nuevamente en un grupo. No creí que fuera bueno seguir en esa relación. Desde Boys Planet, sentí que me daba más estrés que apoyo.
—¿Qué le dijo el señor Park el día que terminaron el contrato? ¿Cómo lo tomó?
Jiwoong medita un instante, recordando la expresión inalterable de Park Do Shin, ese día. Y su sonrisa asimétrica con la que acompañó la frase, “dos años y medio es mucho tiempo.” Pensó que estaba afirmando su decisión de terminar el contrato. Ahora, al rememorarla, no está tan seguro. Ahora, de pronto, le parece más una amenaza.
—Director Seong, ¿por qué me hace tantas preguntas sobre el mánager Park?
El corpulento director respira hondo y de una de las pilas de papeles frente a él, toma una gruesa carpeta gris. La hojea hasta encontrar las fotos adjuntadas con un clic, y las separa sobre la mesa. Hay en ellas un hombre joven, con un lunar grande de pelo en la mejilla y una nariz demasiado ancha y fruncida que hace su rostro basto y sin gracia. Podría tener la edad de Jiwoong, pero la foto parece haber sido tomada hace varios años.
—¿Alguna vez vio a esta persona cuando era aprendiz, en Xlium Entertainment?
—No, no creo. ¾ Jiwoong observa con detenimiento, el ceño constreñido. Se da un aire al mánager Park, pero también al CEO Bak Do Min.
—Es Park Do Shin, hace doce años. Debió someterse a varias cirugías de ojos, nariz, e incluso de mandíbula. Así lucía entonces. ¿Está seguro de no haberlo visto en esa agencia, o antes del 2020?
— Sí, señor. Nunca. ¿Pero, qué relación tendría con Xlium…? Ni siquiera le mencioné al mánager Park que estuve allí.
—No necesitaba decírselo. Porque Park Do Shin es el hermano menor del señor Bak Do Min. Y lo usaba con frecuencia, para hacer trabajos “detrás de cámaras.”
El director Seong hace una pausa para dejar que Jiwoong asimile la información, y que el estupor se calme en sus ojos.
—Bak Do Shin siempre despreció a su hermano, porque le negaba la oportunidad de convertirse en ídolo, no solo en su agencia, sino que le prohibió involucrarse en la industria, abiertamente. Pero, luego de cinco años como agente inmobiliario, reunió suficiente para hacer algunos cambios en su imagen, estudiar una carrera de gestor en el mundo del entretenimiento, y separarse lo suficiente de la historia de su hermano. Hasta ha usado los caracteres de Park, en lugar de Bak, para que nadie los relacionara.
—¿Está diciendo, que el mánager Park es la persona que grabó esos videos sobre…? — se estremece, de repugnancia y desconcierto, y tras contener la náusea prosigue. — ¿los videos que enviaron a Maettyah?
—Probablemente. Pero solo él puede confirmarlo. Lo que sí está claro, Jiwoong ssi, es que el mánager Park conoce de usted hace mucho más tiempo y ha estado más pendiente de usted que lo que imagina.
Jiwoong pasa los dedos fríos por su frente perlada, siente que su boca está reseca y necesita humedecerla con otro sorbo de agua antes de preguntar:
—¿El CEO Bak…podría estar detrás de esto? ¿Podría querer venganza porque al final, he conseguido un lugar en la industria mientras sus proyectos han fracasado?
El señor Seong vuelve a registrar en la carpeta gris, y otra foto está ahora sobre la mesa. La foto de una persona en silla de ruedas, con una expresión completamente perdida. A su lado, un hombre alto, de traje, ¿el mánager Park?
—Podría, de no ser porque el CEO Bak tuvo una caída mientras esquiaba en Nagano hace cuatro años, y sufrió daños cognitivos importantes para expresarse…y para recordar.
Jiwoong toma en su mano la foto. Definitivamente, es el CEO Bak, junto al mánager Park, tal como lo conoció hace cuatro años.
—Pero, entonces, ¿quién es el Bak Do Min que está al frente de la agencia XO-E?
La tercera foto. Jiwoong siente que su cabeza comienza a punzar dolorosamente. Es como si alguien hubiera usado una aplicación para unir los rostros de los dos hermanos, una fusión incómoda, irritante de ver.
—Este es Park Do Shin, tal como luce ahora. Y es la persona que funge como el CEO de XO-E, bajo el nombre de su hermano.
Jiwoong tiene la mano sobre su boca. De las tantas preguntas que se amontonan en su cabeza, no consigue escoger una ahora. Solo se escucha la voz del señor Seong en la pequeña oficina.
—Hace más de trece años, cuando intentamos probar que la agencia de BDM había fomentado todo tipo de conductas ilegales con sus aprendices, me encontré con un vacío de información, un muro inexpugnable. Contactamos a los aprendices que figuraban en sus records. Algunos habían regresado a sus ciudades de origen en el interior, y abandonado por completo la industria. Ninguno se atrevió a cooperar. Ninguno quería terminar como Han-hyeon.
El nombre hace a Jiwoong levantar la cabeza, también por el tono amargo que ahora reconoce en la voz del señor Seong. ¿El chico que pellizcaba sus manos? Está seguro de que ese era su nombre.
— ¿Han-hyeon? Recuerdo un Han-hyeon. Se fue de la agencia unos meses antes de que la cerraran. ¿Lo conoce? ¿Qué hace ahora?
El señor Seong resopla gravemente. Y luego coloca seis fotos sobre el escritorio, la primera es definitivamente la de aquel chico nervioso que se apegaba a su lado.
—Es él…Este es Han-hyeon. Oh, no recuerdo el nombre de este, pero me resulta familiar. La chica… ¿Minjin? No estoy seguro. No es que interactuábamos mucho con las chicas. Y este… ¡es Richard! Su padre creo que es norteamericano, y se fue a Estados Unidos unos meses después de que saliéramos de allí. Quería aplicar también a SM, pero finalmente viajó. Y le perdí el rastro.
Jiwoong siente que su pecho se enfría lentamente. Algo se ha activado en su interior, una sensación de zozobra y desaliento. ¿Por qué tiene estas fotos en un expediente de investigación policial? “Ninguno quería terminar como Han-hyeon”, había dicho.
—¿Qué pasa con estos chicos, señor Seong?
—Entonces, es cierto; sí estuviste en Xlium Entertainment, Kim Jiwoong.
Jiwoong se envara un poco, sorprendido. La expresión entre adolorida y aliviada del director lo confunde tanto como lo que acaba de decir.
—No entiendo, señor Seong. ¿Por qué duda de que haya estado realmente en Xlium?
—Porque su nombre no figura en las listas de los aprendices que tenemos de esa compañía. No hay un expediente suyo, ni una foto donde aparezca…Usted fue completamente borrado de cualquier registro relacionado con Xlium. Y hay una sola persona con el suficiente acceso a esa información para algo así.
—¿Park Do Shin?
Seong asiente. Aparta la vista del estupefacto rostro de Jiwoong para fijarlo en las fotos sobre la mesa, y desliza hacia delante la foto del chico llamado Han-hyeon.
—Fue por él que empecé esta investigación. Su padre era mi mejor amigo. El suicidio de Han-hyeon lo destruyó.
—Han hyeon… ¿se suicidó?
—Poco antes de que cerraran Xlium… Y creo, que fue por ello por lo que decidieron liquidar esa agencia antes de que la investigación se profundizara tras los casos de OWE y MoonEnt. Pero luego, cada vez que nos acercábamos a alguna posible pista, terminaba en un callejón sin salida. Hasta que decidieron cerrar la investigación. Fue entonces cuando abandoné la unidad de cibercrimen, la policía, y me dediqué a mi propia agencia de seguridad.
—Estos chicos, ¿están bien?— la pregunta brota de los labios tembloroso de Jiwoong.
Seong sacude la cabeza, negando. En sus ojos hay un brillo acuoso.
—Seis suicidios, en menos de dos años. Mientras la investigación estaba en curso. Mi unidad contactó a cada uno de estos chicos…Y solo conseguimos que dejaran este mundo sin redención. Aún sigo creyendo que al menos cuatro de ellos fueron realmente asesinatos.
La respiración de Jiwoong es tan frágil ahora mismo que parece no existir.
—Nunca me contactaron para nada. No tenía siquiera idea de que había una investigación en curso al respecto. Creí que habían conseguido pasar desapercibidos, y nadie había ido detrás del CEO Bak y los otros… Y mucho menos que Han-hyeol y Richard…
La voz de Jiwoong se quiebra. Seong asiente, comprensivo. Entiende el sentimiento de Jiwoong. Tiene que darle tiempo para que asimile todo lo que acaba de revelarle. Tiene que darle tiempo para que acepte, en algún momento, ayudarle a dar un final a lo que empezó hace trece años.
—Has estado tan cerca todo este tiempo. Pero, ha sido mucho mejor no haber sabido hasta ahora de tu vínculo con Xlium, Kim Jiwoong ssi. — el señor Seong sonríe con pesar y concluye.— Después de todo, parece que algo tenemos que agradecer al torcido genio de Park Do Shin.
***
En camino a Osaka, Jiwoong deja que su mente abrumada descanse en el paisaje que cruza veloz tras la ventanilla. La mayoría de los chicos viajan totalmente arrellanados en sus puestos, dormidos. Solo Ricky va viendo algún episodio de kdrama, con los auriculares aislantes mientras, sobre sus rodillas, Gyuvin ronca.
Jiwoong ha ocupado un asiento sencillo, al final del coche de primera clase reservado para el grupo y tres de los directivos, mientras el resto del equipo viaja en el coche contiguo.
Dos filas delante, al otro lado del vagón, Matthew va sentado junto a Taerae. Jiwoong quisiera que el tiempo volara. O que retrocediera, y así cambiar esa decisión que tomó a última hora al ver a Matthew tan nervioso en la mañana. Pasaron la noche todos juntos en la suite del líder, por temor a posibles réplicas del sismo. Los chicos apenas pegaron un ojo, y como es usual, los más jóvenes orbitaron alrededor de Matthew buscando su humor apaciguador de crisis.
No muy tarde en la madrugada, Jiwoong se dejó vencer por el cansancio, sin dilucidar si en realidad Matthew no lograba salir del cerco de brazos de Gyuvinnie, Gunwook y Yujin, o era que lo estaba evitando. En la mañana, ya en la estación del tren bala y antes de abordar el Kodama, Jiwoong habló primero, intentando ocultar la inseguridad bajo un aparente estoicismo. “Ve con Taerae, mantengamos las rutinas para nuestra tranquilidad.” Y ahora se arrepiente. Se arrepiente incluso sin saber de los desalentados ojos con que Matthew lo vio subir primero y caminar hasta el fondo del Green car sin detenerse.
El túnel de Maibara los engulle de golpe, y con ello el silbido del tren se hace más audible y la iluminación más tenue. Jiwoong cierra los ojos, y se concentra en su respiración. La mano de Taerae sobre su hombro lo saca de su breve meditación. Hace un simple gesto con la cabeza indicando al asiento donde Matthew cabecea por el sueño y finalmente apoya la sien sobre el cristal de su ventanilla. En el exterior vuelve a desplegarse el paisaje de las llanuras de Shiga.
— No hay que exagerar en aparentar que no sabemos. Ya ve. Quedan dos horas de viaje todavía.
— No es necesario. Creo que él también lo prefiere así.
— ¿Aún sigues dudando de lo que sienten?
— Aún solo puedo hablar por mí, Taerae-ah. —su frase termina en un suspiro.
— ¿De veras? Anoche tenían tallado en la cara otra cosa. Aquel empalaga de felicidad con cada mirada que te echa, y a ti parece que te apuñala cada milímetro que los separa.
—Por Dios, ¿nos harás una canción con esa letra?
—Se las cantaré en la boda… te lo prometo.
Jiwoong ríe suave, finalmente. Taerae apoya su trasero en el brazo del asiento, su mano descansa sobre el espaldar del puesto delantero, y queda mirando de frente a Jiwoong. Ha ganado confianza para finalmente decirlo.
—Perdóname por cómo te hablé en el hospital.
— ¿Hay algo que perdonar? Solo escuché palabras sabias de tu boca. Y te agradezco por ellas.
— ¿Vas a hacerle caso a esas palabras entonces? Sabes que nunca te alentaría a nada que pudiera ir en contra de lo que Mattwo quiere, ¿verdad?
Jiwoong vuelve a sonreír, se siente aliviado por poder conversar con el vocalista principal, y que Taerae quiera aconsejarlo.
— Gracias, Taerae-ah, por ser tan buen amigo.
—Oh, no soy tu confesor favorito como Hao-hyung, pero probablemente tenga más experiencia en el oficio.
—Oye, te quiero mucho a ti también…
—Uff, no te pongas empalagoso. Ve. Nuestro tiempo es demasiado valioso para gastarlo cuestionándonos lo inevitable.
Taerae todavía sonríe cuando suelta la mano de Jiwoong, tras chocarla y estrecharla en un apretón cómplice, y mientras toma el asiento sencillo que ocupaba su hyung, lo ve alejarse al puesto junto a Matthew. Cuando el mayor acomoda, con extrema suavidad, la dorada cabeza sobre su hombro, Taerae vuelve su mirada a los campos de cultivos que se desplazan veloces tras la ventana, para distraer en ellos su melancólica aceptación.
Matthew se acurruca contra su pecho como si ya no pudiera ser de otro modo, cuando están así de cerca. Jiwoong desliza su mano sobre la espalda relajada y cálida. ¿Por qué se privó por tanto rato de hacer esto? El joven abre lentamente los ojos nublados y sonríe.
—Te extrañé. ¾ susurra.
Jiwoong siente su corazón desbocarse bajo la presión de la mejilla de Matthew contra su cuello, y de la mano que se aferra, anhelante, a su cintura. Su voz trastabilla por la excitación.
— Pensé…esta mañana alejarme… pensé que te ponía ansioso…Quise decir que…
—No. Me pone más ansioso estar lejos de ti. ¿Acaso no fui claro anoche, cuando dije que te quiero a mi lado…para siempre?
Los susurros sobre su oreja enrojecida lo están derritiendo como un pedazo de cera de abeja, blanda y dulce. Jiwoong quiere asir la cara de Matthew entre sus palmas y cubrirla de besos. Pero, aunque al fondo del coche están solo los chicos, todavía tiene algo de cordura para recordar que no están lo suficientemente solos.
— No volveré a desperdiciar estos momentos preciosos, te lo prometo. —Jiwoong es quien susurra ahora mientras sumerge su nariz en esos cabellos ámbar, que huelen a caramel macchiato, y entreteje sus dedos en los rizos tras la nuca, ávido de ese olor, de ese roce de mejillas, de que Matthew le siga mordisqueando, gentil y seductor, el fino aro de plata en el lóbulo de su oreja.
— Acordamos ser discretos en público…—Matthew alza el rostro para enfrentar los ojos rendidos, destilando deseo frente a él.
Jiwoong asiente, aunque en este punto ni siquiera atiende a lo que dice. Mientras los dedos de Matthew trazan sinuosas rutas de deseo sobre la fina franela negra, estremeciendo la piel que se calienta en su pecho, solo piensa en que esa voz rumorosa, delicada y profunda, podría llevarlo al orgasmo sin tocarlo siquiera.
—Entonces, podemos ser menos recatados en privado.
Apenas se permite chequear de soslayo que ya Ricky también duerme tan profundo como Gyuvinnie, para seguir lo que entiende como una orden. Para sumergirse en la boca entreabierta, húmeda y hambrienta de sus besos, absortos en el fragoso revuelo de lenguas insaciables. Jiwoong siente que esta vez es Matthew quien lleva la iniciativa, que no se está reservando nada. El suave silbido del tren en movimiento, y el sordo sonido de la climatización, ¿serán realmente suficientes para acallar esos chasquidos de labios al rozarse? Jiwoong quiere hacer una pausa para chequear de nuevo a su alrededor, pero no consigue salir del alud concupiscente que lo arrastra, a merced de esas ávidas succiones, de esas nudosas y fuertes manos, bajo la franela, calentando sin pudor sus más ardientes ganas.
—Ty…tyu…esper....
—Ssshhh…! — el índice de Matthew se hunde en los labios enrojecidos de Jiwoong, acallándolo. Sonríe pícaro y tierno, mirándolo con dulce regocijo. — Yo!, creo que besas mejor cuando me hago el dormido.
— Eeey!… ¿eso fue una queja? ¿qué quieres decir…?
— Te estás conteniendo todo el tiempo. — Matthew se está divirtiendo, provocándolo, en ese juego de seducción al que se acoplan tan bien, y que ya no va a limitarse a oblicuos mensajes en el móvil. Recuesta su cabeza al asiento, fingiendo enfado, y añade.
— Estás más tenso que un clavo esperando el martillazo…
Jiwoong no puede evitar reír suavemente. Y la risa se va tornando en una sonrisa asimétrica, cargada de seducción y deleite; sus blancos dientes atrapan su labio inferior, mordiéndolo despacio, distrayendo la mirada de Matthew. Lo justo para que no anticipe lo que está cruzando ahora mismo por su febril imaginación. Porque sabe que el túnel de Sekigahara llegará en segundos, y el ruido será más fuerte, y las luces más tenues. Y durará casi un minuto a esta velocidad…a partir de ahora.
Su mano derecha vuela hasta la nuca dorada y allí se afianza, sosteniendo la grácil cabeza con firmeza, contra la cortina de la ventana. Su cuerpo ha empujado al de Matthew, recostándolo al apoyabrazos del asiento, mientras su otra mano inmoviliza la muñeca del chico, sobre el espaldar de cuero marrón. Los brillantes ojos de boba hablan de cuánto ha agitado el corazón del joven con esta maniobra. Jiwoong murmura sobre la oreja del otro, encendida como toda su cara.
— Quieres sentir lo tenso que estoy, ¿eh? ¿Quieres ver cuán profundo entra ese clavo, jagiya? ¿Deberíamos martillarlo aquí mismo?
Jiwoong humedece con su precisa lengua el borde del tatuaje que sobresale bajo la blanca manga de franela, sin aliviar la presión que controla el brazo alzado sobre la rubia cabeza, reduciendo su voluntad.
— ¿Serás duro como tus bíceps…?
Sus dientes suben, arañando muy dulcemente el cuello tenso, y están ahora tocando los pómulos rojos de Matthew.
—…o dócil y caliente como tus mejillas?
No necesita oír la respuesta de esa boca que jadea, los párpados trémulos que cubren su mirada rendida. El cuerpo musculoso se desmorona sobre el asiento, mientras su entrepierna se endurece voluptuosa, sin poder resistir la presión de las manos expertas, tirando suave y firme del cabello en su nuca, restringiendo sus movimientos, invitándolo a abandonarse.
— Woongie, …estoy… — Matthew traga en seco, y tartamudea—…mojando mi pantalón ahora mismo…
Jiwoong es inundado por ese subidón de oxitocina que lo conmueve, que hace temblar las comisuras de sus labios de felicidad y ternura. Sí, debe parar, pero verlo tan rendido lo provoca a seguir provocándolo…un poquito más.
— Oh, no, qué desperdicio… y mi garganta codiciando todas esas gotas, honey.
—Fuck…ya para…! — Matthew ríe nervioso, divertido, desarmado. — En serio, hyung…voy a… ¡Ganaste! Me encanta cómo me besas…no hay nada que reprochar, ¡lo juro!
Jiwoong disfruta su triunfo, de esa expresión enamorada que aún puede ver entre las sombras causadas por el túnel. Presiona con ternura un beso sobre la frente de Matthew, y lo ayuda a incorporarse. El túnel queda atrás, como su atrevida maniobra.
Los cabellos ambarinos se dispersan como un pequeño sol sobre el amplio pecho de Jiwoong, y puede sentir contra su esternón el retumbar del agitado corazón del chico. Toma una frazada morada del compartimiento del asiento frente a él, y la extiende sobre ambos. Las manos de Matthew, bajo la cobija, se unen alrededor de su cintura, y su frente busca el cómodo espacio entre clavícula y mandíbula, contra su nervudo cuello. Ese encaje perfecto que lo hace cerrar los ojos y suspirar.
— Jiwoonie…
— ¿Sí? — aún mantiene los ojos cerrados.
— Nada… te lo diré luego…Solo quedémonos así.
Jiwoong frunce el ceño con levedad. Su pulgar e índice asen el mentón de Matthew para alzarlo y que pueda conectar con el brillo inquieto en sus ojos oscuros y grandes.
— ¿Es algo que merece posponerse? Para nosotros, cada minuto cuenta, Hyunnie… Cada palabra que no digamos nos reduce nuestra vida como ZBO.
— Lo sé. No estoy posponiendo nada que sea más importante que abrazarte, y disfrutar de este momento. Los silencios a tu lado…quiero atesorarlos también.
Jiwoong es quien se ha sonrojado ahora, y su expresión conmovida hace sonreír a Matthew ampliamente. Cuando besa, suave y profundo en los jugosos labios de su hyung, solo anhela transmitirle la confianza que ahora tiene de que quiere, y siempre ha querido, lo mismo que él.
— Sorry…
Es la voz de Hao. Ambos se sobresaltan, separándose frente el alto chico que sonríe traviesamente, y que evita posar sus ojos sobre la pareja para no mostrar su obvia diversión. Hao niega, sacudiendo la cabeza, para calmar un poco la vergüenza en sus caras sonrojadas.
— El mánager Lee está despierto. — susurra, inclinándose hacia ellos. — Es cuestión de minutos que se levante a orinar.
Se incorpora, sonriendo, y le guiña un ojo antes de alejarse el mismo en dirección a los baños del coche. Dos minutos apenas, el mánager Lee pasa por lado, con expresión somnolienta, y frunce el ceño cuando ve a Matthew y Jiwoong sentados juntos, muy quietos. Tras localizar a Taerae en el asiento sencillo del fondo, resopla levemente y sigue su camino. Jiwoong se inclina para ver al mánager de Gyu y Matthew esperar frente a la puerta a que Hao salga.
— Es mi mánager, y no sabía de ese hábito. Hao hyung es muy observador. — comenta Matthew, todavía sobresaltado por la repentina y salvadora aparición del joven chino.
— La introversión ayuda, y estar en una relación secreta por más tiempo que nosotros.
Jiwoong oprime sobreentendido la mano de Matthew bajo la frazada, y siente los dedos enlazarse a los suyos buscando el calor que habían perdido de repente. Quiere tranquilizarlo ahora, después que se esforzó en agitarlo de pies a cabeza hace unos minutos. Pero es Matthew quien habla, seguro y sonriente.
— Aprenderemos también. Solo estamos comenzando este viaje.
***
Jiwoong desempaca desganado. A su lado Hanbin habla con emoción sobre el viaje en el tren, del recibimiento en la terminal de Osaka, de la bonita vista desde la habitación que comparten y de la entrevista que tendrán los miembros de YHE en la estación de NHK esa noche. A todo, Jiwoong responde con monosílabos. El líder reconoce que no está siendo alentador. Así que hoy es quien pregunta primero:
—Hyung, ¿tienes hambre? ¿Ordenamos algo al servicio de habitaciones?
—Sí, ordena. — otra respuesta en automático.
—Ah, ¿algo en particular? No pidamos comida demasiado pesada…
—Hmmm, tamago sando to hojicha ka sencha de ii yo. ¿Y tú?
La pronunciación de Jiwoong es tan fluida y perfecta; tanto como el gesto con el que se quita la chaqueta, y la echa a un lado sobre la cama para quedar en su camiseta desmangada. Hanbin reflexiona un instante con el teléfono en la mano, y se lo extiende a Jiwoong mientras habla.
—Eh…hyung, creo que entenderán mejor si los pides tú, ¿no te parece?
Jiwoong no tiene hambre. O no de comida, precisamente. Su mente no para de dar vueltas al cómo hará esta vez para conseguir unas horas a solas con Matthew.
—Ok. Lo haré. ¿Pido lo mismo para ti?
— Confío en tus gustos. —sonríe asintiendo.
Jiwoong cree que es un buen momento para preguntarle a Hanbin si prefiere que Hao y él cambien como en Tokio. Pero el móvil de Hanbin vibra en ese instante. Es un mensaje que le hace fruncir ligeramente el ceño, y mirar a su alrededor, por el piso, encima de la cama. Teclea de vuelta con un suspiro de resignación. Y mientras guarda el móvil en su chaqueta de cuero negro, le comenta a Jiwoong.
—Hyung, ¿puedes ir ordenando? Era Gyuvin. Parece que se perdió un pendiente de Ricky, y anda buscándolo por todos los sitios donde pasó hoy.
—¿Y estuvieron acá?
—Estuvo Gyuvin, mientras ayudabas a desempacar a Yujin. Cuando salí del baño, se había marchado ya. Sabes que siempre anda como una tromba marina. Será mejor si les ayudo ahora, o no estarán listos para la entrevista. Vuelvo pronto.
Jiwoong asiente, pensando que el momento es perfecto para darse una vuelta por la habitación de Hao y Matthew. Así que llama al servicio de habitaciones y pide sus refrigerios para dentro de media hora. Cuelga de prisa. ¿Debería bañarse primero? Jiwoong huele su camiseta, sus axilas. No nota nada desagradable, pero piensa que refrescarse un poco, peinarse, cambiarse a un pullover limpio y retocar su perfume no le llevará mucho tiempo y le dará mejor impresión. Decidido a pasar por el baño, se quita la camiseta y la deja junto a su chaqueta, sobre la cama. Minutos más tarde, con la toalla al cuello, sobre su torso desnudo, fresco y perfumado, va revolviendo su cabello húmedo, de vuelta a la habitación. Y se detiene de golpe.
—¿Jiwoonie hyung? — la sorpresa de Matthew tiene un poco más de admiración ante la espléndida visión de la masculinidad de Jiwoong.
—Maetthyah! ¿Cómo es que…?
—La puerta estaba entrejunta —se apura a aclarar, y sus mejillas empiezan a enrojecer— Pensé que Hanbinnie hyung estaba en el baño porque… ¿no se supone que habías salido con Hao hyung a la boutique de perfumes del hotel?
Matthew está confundido ahora. Juraría de que Hao había dicho, “bajaré con hyung”, mientras Matthew se cepillaba los dientes en el baño. Y pensó que era un buen momento…para convencer a Hanbin de que cambiara de cuarto con él.
—No, no he visto a Hao desde que llegamos. —Jiwoong aclara sin sorpresa —De hecho, iba en camino a encontrarme con ustedes.
Matthew asiente despacio, pero su boca se hace un punto y sus ojos brillan vivarachos.
—¿Así, con esa pinta…sin siquiera ponerte una camiseta? ¿Quieres que cierren el hotel por desmayos masivos o qué?
Jiwoong chasquea la lengua, y jadea risueño. Apenas ahora se da cuenta de la desnudez por encima de su cintura, y de cuánto perturba a Matthew, sonrojándolo.
—Yo podría decir lo mismo. Te apareces de repente en mi habitación, con esa cara hermosa y ese cuerpo esculpido a mano...
Matthew va conteniendo la respiración a medida que Jiwoong se acerca. Con cada palabra su mirada lo recorre como si besara su rostro, su cuello, los marcados pectorales bajo la franela negra y escotada.
—¿Qué opciones tengo? Desmayarme o seguir quitándome la ropa… —con sus palabras, con su mirada, Jiwoong le ha subido unos cuántos grados a la habitación.
Y cuando se quita del cuello la toalla para enlazar con ella la cintura de Matthew y estrecharlo contra él en una rápida y sensual maniobra, solo le da tiempo para anteponer sus manos y atraparlas entre su torso y los firmes músculos del pecho desnudo del otro. El tacto electriza a Matthew y le evoca la noche anterior en Tokio, llena de espasmos y humedades. Jiwoong acerca más sus rojos labios a la boca embelesada.
—Entonces, ¿por cuál de las dos ofertas viniste?
Matthew lo empuja instintivamente, separándose. Su mirada nerviosa revolotea en la habitación, buscando detrás de Jiwoong en dirección al baño, y susurra.
—¡Para! Hanbinie hyung puede oírnos.
—No puede. No está aquí ahora mismo.
—Oh!
Jiwoong quisiera descifrar todo lo que ese “oh” representa, y si hay en ello alguna especie de alegría encubierta. Pero le da la espalda, para enfrentar el espejo de cuerpo entero junto al tocador, y secar sus cabellos húmedos con aparente desinterés.
—Está donde Gyuvinnie. —aclara con una desalentada invitación a marcharse.
—¿Cuánto demora?
La pregunta es igualmente desinteresada en apariencia, pero cuando Jiwoong enfrenta los ojos de Matthew reflejados en el espejo, ve su deseo batallando contra el intento de mantenerse digno frente a la avasallante sensualidad de su hyung. Jiwoong se voltea, deja la toalla sobre el tocador y se apoya contra el mueble, dejando toda la piel de su torso a la hambrienta vista del chico, las manos a ambos lados de sus caderas. Luego alza su derecha y va indicando con los dedos.
—Uno, dos, tal vez… ¿tres besos?
Jiwoong no parece querer detenerse en ese juego de seducción que el mismo Matthew empezó. Cuando están en público, el menor siempre parece más abierto y dispuesto a decir cosas picantes sin medir consecuencias. Jiwoong, en cambio, se coarta mucho delante de otros, y suele recurrir más a poses y miradas que a palabras lisonjeras. En la intimidad es diferente. Jiwoong lo arrolla con sus ingeniosas provocaciones y Matthew solo quiere ahora medir el tiempo en besos:
—Que sean cuatro.
Jiwoong ya tiene su mano en la cintura breve que empieza curvarse hacia atrás, mientras cubre con su boca la sonrisa urgida de Matthew. Sus dientes se rozan sin chocar, sus lenguas palpan el cielo ajeno. Jiwoong avanza en su ininterrumpido crescendo de pasión y en el trayecto la cama de Hanbin está aguardando como un descanso obligatorio.
Matthew cae de espaldas, sin dejar de succionar del labio inferior de Jiwoong, y sus yemas ávidas recorren la fuerte espalda desnuda. Su hyung mantiene los antebrazos apoyados a ambos lados de la cabeza cuyos cabellos se abre como un sol áureo sobre el blanco edredón, para no descargar todo el peso sobre él. Pero no puede mantener el control cuando Matthew lo sigue besando sin pausa, sin respiro, sin contemplaciones.
— ¿Por qué hay tanta ropa entre los dos?
Las manos de Jiwoong se cuelan bajo la tela y la recogen poco a poco. El ombligo de Matt, en el centro del abdomen crispado recibe las caricias del travieso índice, irradiando desde el abdomen un deseo irrefrenable. Matthew lo empuja hacia un lado y sigue con el movimiento para quedar encima de Jiwoong ahora, contemplando el rubor que también colorea sus cachetes, y sus ojos encendidos de anhelo.
— Hyung, ¿ésta es tu cama, o la de Hanbinie hyung?
— ¿Qué importa eso? —Jiwoong besa el cuello extendido sobre él, mientras sigue arrastrando la tela con sus intensos dedos por encima de las costillas estremecidas. La mano de Matthew lo detiene a la altura de las tetillas.
— La estamos desordenando toda…
— No estaba muy ordenada cuando llegué. — le aclara Jiwoong, restándole importancia.
Pero Matthew solo intenta calmar su corazón y su sentido de disciplina quebrantado por completo ante las propuestas de Jiwoong. El mayor lo mira con picardía. Y alza lentamente el dedo índice, con un gesto de aegyo devastador para recordarle.
— Nos queda solo uno.
Matthew aprieta el labio inferior entre sus dientes. El aegyo de Jiwoong es ya demasiado para seguir siendo sensato. Estira su cuello para alcanzar los labios abultados y palpitantes que están pidiendo más de él.
— Hagámoslo bien larg…—pero la boca de Matthew no recibe los labios de Jiwoong sino su mano abierta, tapándola con rapidez para amortiguar el sonido.
La puerta de la habitación suena con ese tintineo automático de cerrojos descorriéndose, y la voz de Hanbin se cuela por la rendija, y se va aclarando a medida que se adentra en la pieza.
La mente de Matthew se congela. Jiwoong lo abraza, y gira veloz con él una vez, hasta el borde de la cama, y otra… cayendo al piso mientras apoya con la destreza del atleta que ha sido, una de las manos para amortizar y romper la caída, apoyar su espalda, su cuerpo todo sobre la alfombra, y que el chico aterrice encima de su pecho. Matthew agitado por el esfuerzo y la sorpresa lo mira con ojos desorbitados. Jiwoong hunde el índice en los labios sobre él, y pronuncia los suyos con un mudo gesto de silencio.
— ¿Por qué? ¿Crees acaso que causaremos un terremoto en Osaka o qué? — es la voz de Hao, irónica y divertida.
Jiwoong y Matthew se aprietan contra el marco de la cama, no es lo suficientemente alta para esconderse debajo de ella. La mesa de noche roza la cabeza de Jiwoong y tiene que recoger sus pies lentamente para que no sobresalgan más allá de la pielera. Del otro lado, solo está la pared. Están atrapados allí.
—¿Puedes dejar de ser tan indulgente? — Hanbin revisa con la vista. El baño abierto, le hace suponer que Jiwoong ha salido y lo confirma en voz alta— Parece que hyung no está. Pero, de todos modos, dejemos esa conversación.
Hao se sienta en la cama de Hanbin, y lo ve sacar un pomo de agua de la pequeña nevera, y beber hasta la mitad, calmando su sed y un poco de la incertidumbre a la que Hao lo empuja. Hao disfruta verlo agitarse.
—Ya sabes que eso no da resultado. ¿Cuántas veces trajiste a Gyuvin de compañero de cuarto para cuidar que Ricky y él se mantuvieran “castos”?
—No lo hacía por eso. Deja de hacerme parecer un viejo mojigato.
Hao le ha quitado el pomo de agua de la mano y está tomando de él ahora.
—Eres un viejo mojigato.
Hao ríe ante la cara encendida y desconcertada de Hanbin, y se levanta para ir hasta él. Su mano es ligera en aventarle esa nalgada que lo distiende poco a poco, mientras susurra contra su oreja luego de soplar en ella con aliento fresco.
— Por eso me encanta ponerte así, entre la espada y la pared, para que sudes y te sofoques…Eres demasiado sexy cuando te defiendes de mis argumentos.
Desde su posición, Matthew encogido contra la cama, apretado contra Jiwoong, que alza un poco la cabeza para espiar la imagen del centro y el líder en el espejo, está conteniendo la respiración todo lo que puede. El rubor ya es otra cosa.
Hanbin le echa los brazos sobre los hombros, y el beso que los une es profundo y cómodo entre ellos. Hao lo empuja sobre el borde del escritorio, y Hanbin acepta sentarse allí, para asediarlo con sus flexibles piernas.
Jiwoong vuelve a recostar la cabeza en el piso. No necesita más estimulación visual de lo que ya le causa la situación propia.
— ¿No prefieres hacer esto toda la noche, en lugar de un momento robado a la casualidad?
— Hao-ah, Hyung y Seokmae están en el centro de un huracán todavía.
La alusión hace a Jiwoong y Matthew mirarse, curiosos ¿Hablaban de ellos dos?
— Ya ha demostrado que pueden cuidarse entre ellos.
— Se cuidan demasiado, demasiado… Pero no del modo que debe ser.
— ¿Del que debe ser? Este modo como te cuido ¿no es el que debe ser entonces?
Hanbin apenas puede mantener la compostura ante el espasmo que la osada mano de Hao le causa cuando se adentra en su pantalón. Su elocuente gemido, hace que Matthew se tape la cara color grana y se encorve más, como si pudiera reducirse y desaparecer por debajo del bastidor de la cama. Jiwoong en cambio tiene que apretar fuertemente los labios para no delatarse con una carcajada.
— Hao-ya…No sigas...
Hao detiene su mano, y empieza a sacarla lentamente, decepcionado. Pero la mano de Hanbin se aferra a su fina muñeca para detenerlo.
— Eso no…sigue ahí, me refiero a… abogar por Ppusamz.
Hao retira su mano del pantalón, a pesar de la expresión decepcionada y el puchero de Hanbin. Se aleja de él nuevamente para sentarse en la cama. Hao siempre sabe que puede salirse con la suya, cuando Hanbin reacciona así. Se reclina hacia atrás, apoya las manos y las desliza lejos de su cuerpo, mientras abre despacio las piernas para que el líder pueda recapacitar, para que pueda pensar…no, para que pueda sentir lo que se estará perdiendo esta noche.
Hanbin bafea con anhelo, y se limpia las gotas de saliva que brillan en sus labios. De pie ahora, recostado al escritorio, le explica a Hao.
—No estoy en contra de su relación, pero no quiero darle un impulso irresponsable. Hyunnie es demasiado sincero. Aunque intenta ocultar las cosas, termina revelando lo que ocurre, en un live o en cualquier entrevista.
Matthew frunce el ceño, con su simpática expresión de fastidio, y mira a Jiwoong pidiendo apoyo moral, pero Jiwoong solo se encoge de hombros, le pellizca la mejilla, le guiña un ojo. Como si le dijera, “es cierto, pero me encanta.”
— Hyung sabrá manejar eso. Le dará la vuelta…Sabe ser reservado.
Hanbin abre la boca y exclama en desacuerdo.
— Aah! Reservado de palabra…Pero su mirada, su cuerpo, ¡todo su lenguaje extraverbal es un escándalo!
Ahora es el mat-hyung quien ladea la cabeza, y contrae la boca en un gesto de desaprobación. Pero Matthew está asintiendo con fuerza, y lo castiga adorablemente punteándole la nariz con el índice y causándole cosquillas. Jiwoong atrapa el dedo y hala hacia él haciendo que gire hacia su lado y queden mucho más entrelazados. Matthew se contrae de pies a cabeza, aterrado y excitado a la vez.
— ¿Como el tuyo ahora? —Hao riposta mientras tira de la punta de la chaqueta negra con fuerza.
Hanbin da unos pasos con el impulso y queda frente a él, su vientre a la altura del rostro de Hao. Y las manos del violinista se aferran a las nalgas del líder, bajo el liviano pantalón de hilo. Hanbin vuelve a resoplar de deseo contenido. Hao es irreductible cuando aprieta sus firmes dedos en los glúteos estremecidos.
— ¿Vas a seguir cuidándole el trasero a esos dos, o vas a encargarte del mío de una vez?
Hanbin no puede contener la risa, y el abrazo que lo arrastra, envolviendo con sus propios brazos el sensual torso de Hao. Y cubriendo de besos su cuello, entre resuellos y succiones de labios, jadeos y sonrisas mojadas.
La chaqueta de Hanbin que salta de su mano aterriza sobre la cara de Jiwoong. El chico se la quita despacio, dejando ver el leve hastío en su cara, que hace a Matthew apretarse la boca con ambas manos, entre divertido y avergonzado. Porque casi encima de ellos el centro y el líder están moviendo la cama como si fuera elástica, y en breve puede que además de la chaqueta terminen cayendo otras prendas sobre ellos, menos pesadas y más íntimas. Matthew le hace gesto a Jiwoong para salir gateando, pero Jiwoong niega. No es que esos dos estén en un estado de éxtasis, los notarán sin dudas. Le indica que espere.
Matthew no puede esperar. Se ha resistido demasiado ya: a la seducción de Jiwoong, al calor del cuerpo musculoso y semidesnudo recogiendo el suyo como un cuenco en un espacio mínimo donde no es posible despegarse, y ahora ¿quiere que soporte también a estos dos teniendo sexo casi encima de su cabeza? Se da vuelta otra vez hacia la cama, para que Jiwoong no pueda distinguir como su pantalón continúa distendiéndose en la entrepierna. Su cabeza sigue descansando en el brazo de Jiwoong, entumeciéndolo. Y éste le hace una seña para cambiar de posición. Matthew alza su nuca. Entonces, un brillo dorado, colgando del borde de la funda de la almohada, atrae su mirada.
— A la ducha, por si hyung regresa. — Hanbin ya se ha liberado del pullover, que ahora yace encima de la chaqueta negra, y está afanado con la camiseta de mangas largas de Hao, sacándole el cuello antes que las mangas y enredándose por la prisa.
— ¿Tienes condones allí? —Hao sonríe con divertida socarronería y un poco de lascivia— No vine tan preparado…
—Están en mi cartera… — contesta Hanbin. Y ante la inquisitiva mirada de Hao se aparta, y va hacia el closet para revisar su bolso. Hao se levanta, y se acerca al espejo para acicalar su cabello castaño y verificar que la piel de su semblante no se ha enrojecido demasiado con la embestida de hace un instante. Su reflejo en el espejo lo complace, pero lo que ve detrás de sí le causa un sobresalto que apenas consigue controlar. Se voltea para comprobar que no es una alucinación y que, en verdad, Jiwoong y Matthew… ¿desde cuándo están apretujados allí en el piso?
Jiwoong le hace gesto de silencio, con ojos suplicantes, y apunta con el pulgar en dirección a Hanbin. Con la otra mano sacude el aire para que Hao le ayude a distraer al líder y sacarlo de allí. Las mejillas del canadiense parecen dos frutas de granada. Hao suspira. Y va al encuentro de Hanbin.
Lo abraza desde atrás y Binnah se deja acariciar su pecho descubierto. Hao mordisquea su oreja.
— Dejémoslo para la noche. — le susurra.
Hanbin se congela, con el condón en la mano y sus ganas arremolinándose en cada centímetro de su carne. Se da vuelta y engancha la cintura de Hao con sus manos.
— Tenemos tiempo…— Hanbin se siente un poco incómodo de ser quien está suplicando ahora mismo. — No me dejes así...
— Aaah…Creo que sé dónde Ricky dejó el arete.
— ¿Qué? — Hanbin lo mira incrédulo— Qué importa eso ahora. Ya lo convencí de que usara otros.
— ¡No, de ninguna manera! Ese es el que le da más suerte. Y necesitamos toda la suerte posible en estos momentos.
Hao se muestra determinado, toma su suéter de la cama, y se lo pone con celeridad. Hanbin se muerde los labios, y sacude la cabeza. Todavía su corazón late agitado.
—Lo estás haciendo para convencerme, para que acepte que cambies con hyung…
Hao se inclina para tomar el pullover de Hanbin, y el mismo Jiwoong se lo alcanza. Hao sonríe sin que Hanbin sepa exactamente a qué. El guiño de complicidad es ahora para Matthew. Le alcanza la prenda a Hanbin, solícito, mientras sigue provocándolo un poco.
— ¿Tan cachondo te puse que aceptarás mi oferta?
— Vete a la mierda… —Hanbin tira el condón en el bolso con cierto enojo y placer a la vez.
Hao espera que se termine de vestir, y le da un beso en la mejilla. Y otra nalgada, no tan excitante como cariñosa.
— Te prometo que te complaceré el doble esta noche.
Y con las manos sobre los hombros de Hanbin, lo guía para sacarlo de prisa de la habitación, cuando el líder todavía refunfuña un poco, y Hao intenta distender el ambiente repitiendo jocosamente.
— ¡Interpol, Interpol, International Police…Esta es la Interpol en misión de rescate!
Apenas la puerta se cierra, los dos respiran profundamente y se incorporan, sentándose, apoyando las cabezas contra el bastidor de la cama. Matthew necesita unos segundos para recuperar el resuello. Jiwoong sonríe, y le sacude con cariño el pelo revuelto.
— Ya pasó.
— Le debemos otra a Hao hyung hoy.
— Totalmente. Y le deberemos una más si consigue convencer a Hanbinnie.
— Parecía demasiado convencido ya.
— También lo creo. ¿Y tú?
— ¿Yo qué?
— ¿Estás bien con que Hao y yo cambiemos de cuarto?
— Eeeh…un poco.
— ¿Solo un poco?
—Yooo!! ¿A qué crees que vine aquí? Pensé que habías salido con Hao hyung y vine a pedirle a Hanbin que nos dejara…bueno, que te dejara…
— Hyun-ah… ¿me extrañas?
— Babo! Salgamos de aquí ya. Ahorita hasta el servicio de habitaciones nos pilla fuera de base.
— Tsshhh…No tenemos que salir. Es mi habitación aún, no pasa nada con que me visites. Solo sentémonos en el sofá.
—El sofá no es un cinturón de castidad. No hay garantía de que no terminemos en el piso, tal vez escondidos detrás del espaldar, cuando ellos regresen.
— Te gustó la experiencia.
— Hyooong!
— Jiii! Te veías lindo todo engurruñado ahí, como una oruguita de seda.
— Aigshhh…No tienes fin.
— ¿Contigo? Jamás.
— Dale, vamos, tengo que ir a la habitación de Ricky.
— ¿A qué?
— A darle su arete. Mira. Lo encontré colgando de la funda de la almohada.
— ¿De la cama de Hanbin?
—Sí ¿Cómo fue a dar ese arete de Ricky ahí?
— Hmmm…Creo que eso es algo que solo él y Gyuvin podrían responder.
***
Jiwoong no lo piensa dos veces para irrumpir en el live de Matthew. Pero, a diferencia de aquella primera vez, ahora tiene el consentimiento de Hanbin y de la producción. La idea de una parte nueva de su vblog en el gym del hotel, como una manera de disolver la intranquilidad en el fandom por el accidente en el escenario de Matthew dos días atrás, ha sido acogida por él sin reservas. “Dejará claro que Matthew ssi está físicamente apto para participar de las promociones.” Había añadido el mánager Yoo con un guiño, aprobando su obvio interés.
La llamada hace sonreír a Matthew de oreja a oreja.
— Ah… hay cosas que parece que nunca cambian. —dice todo sonrojado, antes de deslizar el pulgar sobre la pantalla y contestar. — Woongie hyung…estoy en un live ahora mismo.
— Oh…pensé que habías terminado. — miente. Y su entrenada voz seductora se hace más grave. — También pensé que podríamos ir al gym y grabar el resto del live desde allí. Pero, no sé… ¿tienes otros planes?
— Ah, ¿otro vblog? ¿Lo autorizaron? — hay auténtica sorpresa en su voz, justo lo que buscaban.
— Solo dime que quieres hacerlo.
Matthew ríe, divertido y sonrojado. No, definitivamente, nunca queda bien parado cuando Jiwoong hace estas cosas. Y menos ahora que no debe esconder nada de él.
— Ve calentando.
Contesta, jocoso, tras humedecer sus labios; y escucha la risa del otro lado antes de colgar.
Media hora más tarde están ambos ascendiendo al último piso, acompañados del mánager Lee, y un técnico de luces y sonido, parte del equipo de la filial japonesa de WKO. Vestidos con sus top tanks negros, las sudaderas entreabiertas, sus cortas bermudas de verano. Matthew elogia sin tapujos el estilo urbano y desenfadado de Jiwoong. De hecho, no hace otras cosas durante los ocho pisos. Jiwoong quisiera poder ser tan directo como aquel, decir en público lo que le gusta de Matthew sin sonrojarse o dejar tan visible que se derrite con cada frase de afecto que le dedica. Le han dado una oportunidad de estar juntos en un live, y después de todo lo ocurrido, Jiwoong quiere que sea impecable.
— No te preocupes por lucir espectacular. — le dice mientras caminan hacia los equipos —Ya lo eres. Sé el Matthew de siempre. Les encantará verte hacer lo que disfrutas.
Matthew acepta con un leve pero firme gesto. Se nota mucho más calmado y pareciera que ha vuelto a recuperar la confianza en su cuerpo y en su talento, para ganar cualquier batalla con una sonrisa. Al iniciar el video, se presentan con sobriedad y rápidamente se enfocan en dar una panorámica de la excelente condición física del canadiense. Jiwoong elogia el excelente balance y la fortaleza del tren inferior del chico, la capacidad de carga y la rapidez con la que el joven se recupera, especialmente si se le permite tener una siesta. Entre risas, Matthew se deshace en halagos sobre la flexibilidad propia de un bailarín clásico, y la fuerza de piernas de Jiwoong, apuntando a sus torneados cuádriceps, sus perfectos gemelos, surcados por atractivas venas.
Para elevar el atractivo del vblog, Jiwoong cuenta su dolorosa experiencia en Love Killa, y de cómo Matthew lo ayudó a manejarse con la lesión sin que se afectara el resultado ni la imagen de Jiwoong. Al detener la grabación, Matthew le pregunta si se siente bien con contar sobre eso ahora, mientras se mueven a los aparatos de fondo. “Amaran saber esto, confía en mí”, responde seguro, sin mirarle a los ojos, enfocado en regular la potencia de una de las máquinas de tensión. Jiwoong sabe que lo que acaba de decir no solo revitaliza la relación en el presente, sino que fortalece y realza en Matthew su luminosa humanidad.
Luchan todo el tiempo por mantenerse dentro del protocolo durante los veinte minutos restantes, pero cada vez más sus sentimientos se hacen tan visibles como el sudor que brota de sus encendidas pieles.
Sus manos se encuentran sobre la superficie de la máquina de cardio, y Matthew sonríe sin mirarlo y sus mejillas se inflaman cuando Jiwoong le oprime los dedos con aparente casualidad. Porque no hay nada de casual en ello, ni en el modo en que Matthew se sienta ahora en la máquina de curl y coloca sus fuertes piernas en el ángulo perfecto, frente a él, mientras tensa y eleva los marcados glúteos, sin dejar de mirarlo, seducirlo, atormentarlo. Jiwoong traga la saliva que se acumula en su boca, y se aferra a su entrenamiento actoral para explicar, tartamudeando un poco, la utilidad del ejercicio.
Minutos después, Matthew aprieta el dorso de la mano contra su mejilla color grana, viéndolo usar una Smith preparada para caderas e imprimirle a cada empuje todo el ritmo, poder y sensualidad del que es capaz, como si en verdad, estuviera martillando…la imaginación de Matthew. Siente la urgencia hervir en su cuerpo: la urgencia de que el vblog que tanto había añorado grabar termine de una vez, y que las fantasías que lo abruman se liberen en esa habitación de hotel que volverá a compartir con Jiwoong, gracias a la intervención de Hao.
Su sonrisa temblorosa, su rostro encendido, el sudor que gotea de su cabello claro, podría atribuirse solo al esfuerzo físico de las rutinas que han mostrado, pero Jiwoong sabe (y sabe que muchos Z’roses, lo advertirán) lo que ese balbuceo de Matthew, que concluye en risas agudas y los labios que humedece una y otra vez, están reclamando. Así que guía el diálogo hacia la despedida para dejar de grabar, y revisar el material mientras se toman un respiro en la zona de la cafetería.
El mánager Lee le hace un gesto avisándole que saldrá del establecimiento, mientras responde a su móvil con expresión contrariada. El técnico está revisando el sonido grabado muy concentrado en su rutina. Jiwoong, repara de repente en su entorno. En el salón hay apenas tres personas, una chica y un chico que parecen parejas, a juzgar por su ropa combinada, entrenando al fondo; un hombre con un jersey gris con capucha sentado en la barra de la cafetería es atendido por un dependiente de cabello rizo que no parece japonés. Matthew lo distrajo, le hizo olvidar una vez más, pero su suspicacia regresa de golpe.
— ¿No se supone que haya al menos un guardia de seguridad con nosotros? — Jiwoong comenta para sí, pero Matthew lo escucha, y sacude la cabeza.
— Eey… ¿qué puede pasarnos en este lugar? Tomemos algo hasta que regrese el señor Lee.
Jiwoong suspira profundamente. Sí, está un poco paranoico, pero Matthew no sabe todo lo que el director Seong y él hablaron. Mientras Park Do Shin siga libre, él no podrá relajarse del todo. No lo quiere reconocer cuánto le está afectando sostener esa postura despreocupada y ligera frente a Matthew, pero el estrés ya se está expresando en su cuerpo. O tal vez es el esfuerzo físico, unido al de mantenerse alerta ante cualquier desliz que los comprometa demasiado. Por lo que sea, Jiwoong siente que su sien izquierda late un poco, anticipando su migraña.
— Pediré un matcha latte para mí…
— ¿No quieres mejor un caramel macchiato? — la zalamera mirada de Matthew lo incita nuevamente.
— Ese me lo voy a beber por la noche. — responde inclinándose sobre la oreja del otro.
Matthew ríe, entendido, y le avienta una elocuente nalgada. Jiwoong no entiende si lo está aprobando o castigando por ello, pero lo disfruta. Lo siente mucho más desinhibido desde el incidente del mediodía. Matthew se decide por una bebida tonificante que contiene ginseng rojo. El técnico ha declinado la invitación al refrigerio y se disculpa porque la batería de su cámara necesita de un cargador que dejó en la habitación.
— ¿Puedes ordenar por mí? Iré un momento al baño…necesito quitarme un poco de sudor de encima.
— Si demoras, iré a buscarte. — advierte Jiwoong, simulando esa expresión de incomodidad que lo hace tan adorable.
Matthew no le contesta, pero en su mirada, en toda su cara, parece tener escrito: “Atrévete”. Lo ve abandonar el área del gym en dirección a los baños del lobby, al otro lado de las puertas automáticas de cristal. Solo cuando se pierde de su vista, Jiwoong se dirige al dependiente para ordenar las bebidas. Mientras espera, vuelve a recorrer con su mirada el local. La pareja del fondo sigue afanada en los equipos de cardio; el inquilino del abrigo gris se ha marchado, dejando la barra solo para él. Por un instante, Jiwoong se siente tentado a convertir esa invitación muda de Matthew en una realidad.
Solo el pensarlo calienta su vientre. Pero no con un golpe de libido sino una viscosa sensación de indefensión. La ansiedad comienza a desenrollarse dentro de sus venas como una enredadera que crece vertiginosamente. “Tyu, baby, regresa ya.”
El barman se acerca a él con un teléfono inalámbrico
— ¿Señor Kim Jiwoong?
Jiwoong lo observa por un instante, y asiente, desorientado. El chico de la barra tiende el teléfono, sostenido respetuosamente con ambas manos, hacia él.
— Es una llamada para usted. De la gerencia del hotel. ¿Desea tomarla?
Jiwoong acepta el equipo, sin reponerse totalmente de la confusión. ¿Por qué lo llamarían de la gerencia a él? No hay con quien consultarlo así que toma la decisión por sí mismo, y decide omitir su nombre, solo por precaución.
— Hola, buenas tardes. Le escucho.
— ¿Esa es la manera grosera en la que contestas al teléfono ahora, sin identificarte siquiera?
Jiwoong ya lo intuía, su sistema interoceptivo, su cuerpo todo, estaba anticipando lo que ahora sus oídos confirman. La voz de Park Do Shin resuena dentro de su cabeza como un taladro mecánico, estridente y molesto.
— Cuando eras menos famoso también eras más educado. Te has relajado demasiado. Y sabes que, en esta industria, relajarse es una sentencia de muerte. Tanto como ser indiscreto.
Jiwoong empieza a marcar el móvil frente a él. Pero la voz de su exmánager lo congela de pavor.
— Si llamas a tu equipo de seguridad antes de que escuches lo que tengo que decirte, tu shotacon terminará ahogado en el retrete del baño de ese gym.
— No te atrevas a tocarlo…no te atrevas… — Jiwoong jadea, su cuerpo tiembla más de ira ahora que de temor, pero no lo suficiente para desobedecerle.
— Ssssh… No te pongas histérico, harás que me den ganas de borrarlo de este mundo más rápido… a ese chico enfermo, que acaba de mostrar su mala condición física en público. Tan avergonzado de sí mismo que decidió suicidarse en el baño de un hotel…
Por su demudado rostro, Jiwoong siente correr dos lágrimas calientes de impotencia. Tiene que proteger a Matthew, y para ello necesita localizar a Park Do Shin, para que puedan atraparlo de una vez. Solo así…solo así podrá tener su vida de vuelta.
— No tengo tiempo para desvaríos. ¿Qué quieres exactamente, Park Do Shin?
— ¿No es obvio? Lo único que he querido siempre. ¿Por qué eres tan ingenuo y testarudo? Era tan simple lo que tenías que hacer en esa misión de BP. No habrías complicado tu vida y la de todos de esa manera…Tan irresponsablemente.
— ¿Qué balbuceas? ¿De qué misión hablas?
Jiwoong está ganando tiempo, mira a su alrededor, intentando localizar desde donde puede estar observándolo. La voz del mánager Park muestra la excitación de su propio delirio.
— ¡De Say My Name! ¡Maldita sea, tu única misión allí era fracasar!¡Te envié allí para ser un cameo y regresar a mí! Para vivir la excelente carrera que he tenido pensada para ti. Pero, idiota, ¿tuviste que enamorarte de ese modo? ¡SMN era tu Waterloo! ¿Cómo te atreviste a convertirla en tu Myeongnyang?
Jiwoong ha recuperado su teléfono y mientras habla teclea de prisa al director Seong.
“Park DS al teléfono en gym.
Matthew en peligro
baño-gym.
¡Ayuda!”
— No es mi culpa. Nunca fuiste del todo claro. Debiste decirme que tenías un plan mejor… ¿Es para proponerme eso que estás llamándome ahora?
Tiene que ganar más tiempo. Necesita avisarle a Matthew, pero sin saber desde dónde está llamando ese desquiciado, y cuánto daño puede hacerle es arriesgarlo demasiado. El corazón de Jiwoong late descontrolado, suda profusamente y la garganta le arde de resequedad. En su mente, como una película siniestra, desfilan las fotos de sus antiguos compañeros de Xllium, la voz de Seong, y la amenaza de que Matthew pueda terminar como ellos.
— Me gusta que me interpreten correctamente, detesto ser obvio, Kim Jiwoong. Puedo llegar hasta ti, puedo llegar hasta tu bebé canadiense y sacarle las uñas de las manos y los pies antes de que pestañees siquiera. Puedo cambiar tu día y hacerlo una noche eterna.
Traga en seco, y tras una profunda inspiración, Jiwoong encuentra una voz, temblorosa aún, con la que contestar.
— Sabes que soy directo, me cuesta entender las segundas intenciones y los subtextos. No soy tan bueno como tú en eso…
Intenta desviar la conversación lejos de Matthew, de enfocar a Park en él y conseguir que se relaje. “¿Dónde demonios te escondes, desgraciado?”
— Soy un poco torpe… Ni siquiera pensé que viajarías hasta Japón para llamarme. ¿Cómo va tu proyecto de agencia? ¿Hay algo para mí?
Jiwoong empieza a teclear despacio un mensaje a Matthew, cubriendo con la manga de su jersey todo lo que puede, con la mayor discreción que el temblor de sus manos le permite.
“Urgente
Teclea el pin de tu móvil si estás bien
Pls, bb!!”
La voz de Park Do Shin vibra ahora con una irritación debilitante.
— Las cosas se han complicado por tu culpa y la de tu comodín de BL. Pero ¿crees que porque no tengo acceso a sus móviles no puedo llegar a ustedes? Esa rata se hizo el enfermo para huir de la responsabilidad. Te arruina la vida, y luego se escabulle… Pero, recuerda que aún tengo todo lo que le envié. ¡Aún puedo destrozarte y arrastrarte conmigo de la cima a la ruina, Kim Jiwoong!
“Bien”, piensa Jiwoong. Esto suena ahora como una llamada de desesperación, una llamada de borrachera a las tres de la mañana para descargar a tu ex toda suerte de resentimientos. No valdría la pena siquiera considerarla, colgaría de inmediato de no ser porque no puede saber dónde está ahora mismo, ni de lo que esa desesperación de fracasado lo puede llevar a cometer.
Sigue insistiendo para que el mánager Park caiga en su propio juego, el juego de sentirse dueño de la vida de Jiwoong. Y Jiwoong suena mucho más seguro, a pesar del infierno que arde en su interior. Sigilosamente, activa el grabador de voz en su teléfono, y se inclina un poco hacia el dispositivo, esperando que pueda captar la respuesta del otro. Y anhelando ver el mensaje de Matthew de vuelta.
— ¿No sería mejor que ambos nos mantuviéramos en la cima? ¿Por qué quieres arruinarme si soy tu futuro? Sabes que mi grupo se disolverá pronto, ¿a dónde iré si no es a ti? ¿Cuál es tu propuesta? Te aseguro que la consideraré. ¿Quieres que nos veamos en algún lugar?
De otro lado, silencio. Jiwoong puede sentir la respiración entrecortada. Eso, definitivamente, Park no se lo esperaba. La voz regresa, recuperando el despectivo acento que cubre su inseguridad.
— He esperado demasiado… ¡He esperado demasiado y perdido demasiado por tu culpa! Renuncia al grupo en la conferencia de prensa mañana. O soltaré una bomba tan grande sobre ti y tu shotacon, que desearás haber muerto hace trece años.
Jiwoong siente que su espalda se enfría, y su voluntad se apaga con una ráfaga de espanto. Justo cuando ve el nuevo mensaje en su móvil.
“4210
Acaso…
¿Vienes a buscarme?
😊”
Jiwoong apenas contiene el sollozo de alivio que brota de su garganta. Sus manos se crispan sobre el teléfono, aferrándolo con determinación y el poder que enfrentarse a su mayor miedo le confiere.
— Esta es mi respuesta, Park Do Shin. Entrégate a las autoridades y confiesa tus crímenes. O en la conferencia de prensa mañana, los contaré uno por uno…y desearás haber muerto el mismo día en que naciste.
Jiwoong no espera respuesta. Deja el receptor inalámbrico sobre el mostrador y corre, corre sin importarle más nada que llegar hasta donde lo espera Matthew.
Cuando abre la puerta del baño, brusca y precipitadamente, no ha visto que el director Seong, el mánager Lee y mánager Yoo, seguido de otro guardia de seguridad están acercándose de prisa desde el corredor que conecta con el lobby. Ni siquiera ha visto, mientras Matthew se voltea sorprendido, secando las manos con un papel toalla, sonríe, y abre un poco los brazos para recibirlo, que hay alguien aproximándose desde el retrete del fondo.
Alguien que gira de improviso su mano armada, conteniendo su movimiento mortal al verlo encimarse sobre Matthew, al escuchar las voces de los ejecutivos llamándolos desde afuera. La hoja del cuchillo se desplaza lo suficiente para evitar la espalda del menor, el brazo de Jiwoong sobre esa espalda, su hombro que se adelanta cuando lo contiene contra su pecho. Y en su último esfuerzo por frenar, rasga la caperuza de la sudadera de Jiwoong, y se enreda en la gruesa franela de forma caprichosa y salvadora.
El asaltante abandona el baño dejando detrás el arma, empujando con una patada en el pecho que saca el aire al mánager Yoo, el primero en llegar al lugar. Gracias a la sorpresa y a la habilidad con la que esquiva tanto a Jiwoong como a los ejecutivos, se escurre entre ellos. Seong y el guardaespalda persiguen al hombre del hoddie gris escaleras abajo.
Jiwoong, resollando por el esfuerzo y la angustia, todavía abraza a Matthew, tan fuerte que este tiene que palmearle el hombro, varias veces, para que se aparte un poco y lo deje respirar.
— ¿Estás bien, Maetthyah?… ¿estás bien? — es lo único que acierta a decir, una y otra vez.
— Estoy bien. —Matthew le apunta con el dedo, y su rostro palidece de golpe— Hyung… ¡sangre!
Jiwoong lo aparta levemente, y se lleva las manos al pecho, la espalda, el cuello. No hay nada allí. Hasta que ve las gotas caer sobre el puño de su chaqueta, gruesas, oscuras. Jiwoong se lleva la mano a la nariz, y sus dedos se empapan del viscoso líquido rojo.
***
Tres horas más tarde, luego de revisiones en la sala de urgencia, y de contener el sangrado nasal, estabilizarle su presión arterial desbocada, y revisar minuciosamente que no ha recibido lesión física alguna por el arma, lo dejan regresar al hotel. Las autoridades japonesas han prometido actuar con la mayor discreción y celeridad.
Se une a los chicos en la habitación de Hao y Matthew, donde el grupo está recibiendo la explicación de Hanbin. El director Seong encontró rápidamente el micrófono instalado en la parte inferior de la barra de la cafetería. Probablemente puesto por el individuo de la sudadera gris, antes de que los muchachos llegaran al gimnasio, para saber de sus pasos. El atacante no estaba registrado como huésped. En el baño encontraron un teléfono desechable en el cesto de basura: el que había usado para llamar al fijo de la cafetería, y conectar la llamada de Park Do Shin mediante una tripartita. La policía japonesa, puesta al tanto, siguen buscando afanosamente. Manejarlo ha quedado en manos del director Seong, quien ha estado en contacto desde el primer momento tanto con las fuerzas del orden del país como con WKO, y ha recibido instrucciones de mantener el caso lo más alejado posible de la prensa.
— La agencia ha enviado instrucciones de reducir la conferencia de prensa al mínimo. Están cortando toda posibilidad de que se filtre nada de lo que hemos pasado en las últimas semanas. Así que, llevar adelante el plan, es desafiar abiertamente a WKO…especialmente después de lo ocurrido hoy.
—No tenemos otra opción, Binnah. Con más razón querrán ahora mantener a hyung y a Matthew fuera. No podemos desaprovechar este momento.
— Opino como Hao. No quiero que ese desgraciado de Park Do Shin, ni el traidor de Kang, ni los oportunistas de YHE se salgan con la suya. WKO dejará que la soga rompa por el lado más débil: nosotros.
— Cierto, Ricky. Pero no podemos seguir adelante sin considerar que lo que digamos mañana puede afectar una investigación policial en curso.
Las expresiones serias y tensas dejan claro que ninguno está convencido de que el peligro pasó para Jiwoong, para Matthew, o para el grupo.
— Lo peor es no saber aún desde dónde hizo la llamada. Pudo ser de cualquier parte. Del edificio de enfrente o de una isla en el Pacífico. — apunta Gunwook y resopla con frustración.
— ¿Y si en verdad libera esos videos? ¿Y si tiene cosas peores que no sabemos…? ¿Cómo vamos a manejar eso, Binnie hyung? — Gyuvin expresa su desconcierto tanto en sus palabras como en sus grandes ojos húmedos.
Hanbin se vuelve hacia Jiwoong, que ha hablado lo mínimo. Hay un nudo en su garganta que no lo deja decir mucho.
— Hyung… ¿estás seguro de que quieres seguir adelante con nuestra conferencia de prensa?
Jiwoong repasa las caras largas de los chicos. ¿Debería aceptar las condiciones de Park Do Shin, y renunciar mañana? ¿Debería denunciarlo públicamente? ¿O debería solo ignorar todo, y esperar tranquilamente que la agencia haga sus movimientos, y ante el riesgo de escándalo y tal como tienen previsto, poner a Jiwoong y a Matthew en hiato con el pretexto de salud o cualquier otra cosa?
Matthew lo mira con expectación. Sabe que, si él duda ahora mismo, aquel sería capaz de irse del grupo hasta que todo se aclare. Pero Jiwoong no quiere, no puede, aceptar que la carrera de su chico termine de ese modo horrible. Que le expulsen de la familia que hoy son. Por su culpa.
— Mis dongsaeng, estoy listo para hablar de lo peor de mi vida como idol, y de lo mejor también. Estoy listo para recibir las consecuencias. Pero acataré lo que decidan. Lo dicho, no se trata solo de mí.
— ¿Woohyun-ah? —Hanbin se dirige a Matthew ahora.
— No quiero…— Matthew toma aire, sus ojos se abrillantan, y sacude un poco su cabeza ahuyentando los recuerdos perturbadores— No quiero que nadie vea esos videos. Nunca. ¡Nunca!
Jiwoong cierra los ojos. Siente la mano de Hao sobre su espalda, acariciándolo con solidaridad. Y la fuerte mano de Gyuvin apretando sus dedos, intentando transmitirle fuerza una vez más.
— Pero… —Matthew lo mira, y no hay miedo ni compasión en sus ojos de boba: están llenos de determinación y confianza. — Hyung me dijo que si me quedaba empantanado en esa experiencia nunca se perdonaría. Woongie hyung no ha hecho nada de lo que deba avergonzarse, ni avergonzarnos. Creo, que eso es lo que debemos defender mañana, pase lo que pase.
Las palabras de Matthew han avivado las ganas de luchar. Porque ninguno está dispuesto a perderlos, y no van a retroceder cuando han visto como Jiwoong y Matthew exponen hasta sus vidas para seguir siendo ZBO.
— Entonces, lo haremos a nuestra manera. — son las palabras finales de Hanbin.
Cuando los chicos empiezan a salir hacia sus habitaciones, Hao se retrasa para preguntarle a Jiwoong, discretamente.
— ¿Prefieres que me quede y Matthyu vaya donde Hanbin? — Hao solo quiere ayudarle a liberar esas palabras que ve latiendo en los ojos húmedos de Jiwoong cada vez que mira hacia los chicos, pero en especial cada vez que evita mirar a Matthew.
El mayor niega, con una sonrisa débil, que preocupa aún más a Hao.
— Llámame si me necesitas en cualquier momento. —le susurra al oído al abrazarlo.
El centro es el último en marcharse. Antes de cerrar la puerta ven al director Seong y dos de los guardaespaldas tomar posición en el pasillo. Jiwoong empieza a cerrar cuidadosamente los cerrojos de seguridad, y se detiene. Tal vez, Hao tenga razón. Matthew estaría mucho más seguro en otro lugar.
— ¿Quieres quedarte en la habitación de Hanbinnie? —lo dice sin voltearse, para que no vea la debilidad en su mirada.
—No.
La respuesta es rápida y confiada. Jiwoong, de espaldas, la cabeza baja, coloca el último cerrojo de la puerta. Cuando habla sigue aferrándose al resbaloso borde de su autocontrol.
—Entonces, usa primero el baño... Yo…me daré una lucha larga después.
Lo escucha exhalar el aire con fuerza, en un pesado suspiro ¿de cansancio, de desaliento? Jiwoong no puede definirlo. Su mirada sigue aferrada a la cerradura. La cerradura que empieza a hacerse borrosa, desdibujándose entre las lágrimas que brotan, indetenibles y silenciosas. Quiere hacerse un ovillo ahora mismo, y morder la punta de su almohada hasta que le duelan las encías. Su cuerpo tiembla de desesperación, de vergüenza, de un repentino miedo atroz a que todo se desvanezca frente a él y por su causa.
Siente la presión en su muñeca, el tirón suave que lo obliga a girarse. A enfrentar el rostro serio y calmado, y a los ojos que le acarician con esa mirada empática y cálida.
— No sufras solo. Deja ese viejo hábito atrás. Estoy aquí, ¿por qué me sigues dejando fuera?
Jiwoong termina enterrando su frente en el fuerte hombro de Matthew, donde la clara piel sobresale de la ajustada camiseta negra, y su espalda se estremece por sus gemidos ahogados. Los brazos desnudos lo rodean, lo estrechan, lo sostienen tratando de aliviar su respiración convulsa y entrecortada. Luego lo guía hasta el sofá cercano, para que se siente y recline sobre él. Jiwoong continúa resollando por el convulso llanto, y Matthew le acomoda la cabeza sobre sus muslos, dejando que se haga ese ovillo humano que parece calmarlo. Sobrecogido de ese modo, le parece más pequeño y frágil que ese día en el hospital en que acarició su espalda hasta verlo dormir.
Matthew traza delicados surcos entre los cabellos oscuros con una mano, mientras los dedos de la otra oprimen los fríos nudillos de Jiwoong, los del puño apretado contra el pecho que sigue doliéndole demasiado.
— No me iré a ningún lado. Quiero estar contigo…quiero cuidar de ti. Nunca más te dejaré llorar solo, hyung…— su voz suena cálida y sedosa, con esa cadencia de ASMR que tan bien ha aprendido a usar. —Voy a secar todo el llanto que has llevado contigo… Voy a ser ese sol para ti.
Jiwoong solloza todavía en posición fetal, su cabeza sobre el regazo de Matthew, su frente apoyada en el vientre firme. Pero su mano se ha abierto como un capullo que permite ser arrullado por la luz del día, y entrelazan sus dedos.
—Yo… no sé qué puedo hacer para evitarte todo esto…Pensé que te perdía hoy. Pensé que no te vería nunca más. Esto me está enloqueciendo, Hyun-ah. —suena trémulo y desesperado, su mirada sigue arrodillada.
— Ya estabas un poco loco cuando te conocí… ¿lo sabías?
Alza los enrojecidos ojos hasta los de Matthew, que lo observan desde arriba, compasivos y dulces. El chico aparta con delicadeza los cabellos húmedos de la frente fruncida mientas le habla.
—El amor no es cuerdo, hyung, así que está bien si nos sentimos enloquecer el uno por el otro, por el motivo que sea, de vez en cuando.
Lo ha dicho tan natural, con esa sonrisa hermosa y casta. Jiwoong siente que su corazón es como una manzana en manos de Gyuvin, abierta con un solo gesto de las fuertes manos de su amigo, partida en dos mitades. Porque el chico que él ama hasta los huesos, ha dicho que está bien con esta locura que están atravesando. Pero él, Jiwoong, sabe más que lo que Matthew siquiera imagina. Matthew pudo morir hoy. Y ahí está tratando de que él no se sienta triste, tratando de hacerlo reír. Su pecho le duele demasiado. Matthew le acaricia justo allí, donde el dolor es un coágulo de culpa que no consigue drenar.
— Pero, hasta que te des permiso para hacerlo, puedo enloquecer por mi cuenta. Puedo enloquecer por los dos. Deja de culparte por lo que pasó hoy. Y acepta mi loca esperanza. Me enseñaste a no perder la esperanza en los peores momentos, hyung. Y no la perderé ahora, que estamos tan cerca.
Recordarle ese momento, cuando hace más de dos años él fue seguro, rotundo y ciertamente un poco loco al poner toda su fe en Matthew, pone una débil sonrisa en sus labios. Finalmente se incorpora de a poco, doblando sus rodillas, recogiendo las piernas. Pasa el brazo por encima de los muslos del joven y apoya la palma abierta en el sofá, para quedar frente a él, y posa sus ojos negrísimos, irritados por el llanto, en la cara risueña.
— Mettyu… Gracias por todos estos momentos. Te juro que los atesoraré mi vida entera.
— Hey! vas a necesitar mucho espacio en esa cabecita tuya…— Matthew revuelve con sus dedos entre los cabellos de Jiwoong, con un poco de presión y mucha dulzura — Tengo pensado vivir mucho tiempo llenos de momentos así, contigo.
Acepta que Matthew le seque las lágrimas, que afiance la mano pequeña y fuerte en su estrecha cintura, bajo la fina camiseta de algodón, que con esa mano firme acerque más sus torsos, que lo bese en los labios con demoledora suavidad.
Jiwoong no sabe que lo desarma más, si ese Matthew fogoso que hunde su lengua hasta su garganta, ardiendo de pasión, arrastrándolo en su vigoroso deseo, o cuando lo besa tan delicadamente como ahora, como si fuera el pétalo de una flor dando la bienvenida a una trémula mariposa. La ternura burbujea en cada minúsculo fragmento de su piel, dilatándose, expandiéndose, curadora y reconfortante. Cuando Matthew lo toca así, Jiwoong siente que su alma sana un poco.
Al separarse, su cuerpo vibra más ligero, su corazón más tibio. Matthew sigue acomodando sus cabellos oscuros tras las orejas. Jiwoong quisiera acurrucarse sobre los robustos muslos del joven y dormirse allí mismo. Pero todavía necesita esa ducha que calme su dolor de cabeza y su sobresalto.
— ¿Está bien si me ducho yo primero?
— Está bien…pero si te demoras, iré a buscarte.
Jiwoong sonríe, y siente que sus orejas se encienden. Quiere decirle, “Atrévete”. Pero hoy, está bien si Matthew solo lo espera despierto.
***
Jiwoong deja la ducha y se enfunda en su pijama azul estampado con Woognini. Mientras hidrata el rostro con su serum de leche de soya, repara en los cristales del baño, empañados por el vapor de agua que inunda el espacio. Sonríe recordando lo que le contó Matthew de aquella primera vez, en que pensó que compartir un baño con Kim Jiwoong le daba la magnitud de lo que estaba comenzando en su vida. La sonrisa desaparece, “No, bebé, no tenías idea de lo que significaba eso.” Jiwoong suspira. Su mente se siente tan tensa como su estómago. Incluso, luego de devolver en el lavamanos parte de lo que comió en el día y poco de sus jugos gástricos, aún está nervioso de esa conversación que necesita tener con Matthew.
Cuando Jiwoong entra a la habitación de la suite lo encuentra sobre el ancho alféizar de madera que forma un mirador de ventana, con las piernas recogidas, contemplando el cielo de la ciudad. Se recuesta al marco de la puerta del baño, y lo contempla con ojos enamorados y tristes. Estaría mirando por mucho más tiempo, disfrutando esa imagen pura y perfecta que contornea la luz de la luna y el neón de los edificios vecinos. Es una sensación estética abrumadora, que llega a doler, que lo estremece y distrae, para la que no hay, ni quiere encontrar, cura posible. Pero hoy, además, a ese dolor se suma la idea de que, por un segundo, por un milímetro, por una decisión suya, Matthew podría no haber estado así, perfecto y tierno, esperando por él mientras contempla la noche de Osaka enfundado en el pijama con diseño de Thewnini. Su Mettyu, que ahora lo mira con esos ojos soñadores.
— Hola, hyung… welcome back.
Jiwoong toma uno de los cojines azules sobre el butacón y sube también al mueble de la ventana, se recuesta a la pared, cruza los pies y sonríe, mientras el cojín en su regazo le sirve para calmar un poco su ansiedad. Y usa el pretexto de ajustar las cortinas para cubrir más el cristal de su lado, mientras se excusa, con timidez.
— Pensé que ya estabas dormido. Me demoré un poco…lo siento.
— ¿Te sientes mejor?
Jiwoong asiente, pero sus ojos esquivos no convencen del todo. Matthew extiende su mano para que la estreche. Y cuando jiwoong lo hace, pone su otra mano sobre los dedos flexibles y amorosos.
— Gracias, Woongie…por salvarme hoy.
— Hmmm… ¿fue así?
— ¿Por qué lo dudas? Si no hubieras entrado en ese momento, y protegido con tu cuerpo…
—¿Y si lo que hice fue provocarlo, Hyunnie…? —Jiwoong está apretando ahora el borde del cojín con su mano libre, y su voz se escucha temblorosa y tenue. — No puedo dejar de pensar... Tal vez, si solo le hubiera dicho, “Okay, renunciaré. Deja ir a Maetthyu y tienes mi palabra…tal vez…”
Matthew lo mira sorprendido.
—Hyung, ¡no es posible negociar con ese hombre! Lo sé muy bien. Lo que hiciste no solo fue increíblemente valiente, sino lo correcto. Acepta mi agradecimiento y deja afuera, por esta noche, todo lo que no sea…— Matthew pronuncia la palabra, con intención—cuidar de mí. Y yo de ti.
Jiwoong vuelve a asentir, sonriendo entre tímido y aliviado. Sí, tiene toda la razón. No hay nada que negociar con Park Do Shin. Matthew libera la mano de Jiwoong ahora, y vuelve a contemplar la ciudad. Y él se permite contemplarlo, recostando su frente contra la cortina, mientras piensa como decirle, “Perdóname, Maettyah. Perdóname por derrumbarme hace un rato. Lo último que quiero es que sientas que estoy perdiendo la confianza, que no soy un lugar seguro para ti.” Pero teme que sus palabras no borren esa impresión. Comportarse con seguridad y calma es mucho mejor que un discurso apologético que seguirá enfriando la noche, y poniendo distancia entre ellos.
Matthew tiene los ojos fijos en la distancia; pero en su cara, una expresión pícara que simula fastidio.
— Agsh…Estuve a punto de echar esa puerta abajo. ¿Por qué le pusiste seguro?
— ¿Lo puse?! ¿En qué estaba pensando? Dios… ¿estuve a punto de hervirme allá adentro, mientras confiaba en que mi antihero in shinning armor vendría por mí?
Matthew ríe girando la cabeza con esa costumbre tan suya. Y luego, aunque su boca sonríe, sus ojos no. Jiwoong alza las cejas, inquiriendo.
— Hyung, vomitaste, ¿eh?
— Un poco… ¿Lo escuchaste? Creí que no…
— ¿Por eso el cerrojo?
— Lo hice inconscientemente, mi amor… de verdad.
Matthew oprime la sonrisa de satisfacción entre sus labios, y se ha sonrojado un poco. Las luces de la ciudad le dan a su cabello un aspecto violáceo, mágico. Sus dedos juguetean ahora con el dobladillo de la manga del pijama mientras confiesa.
— Wow… ¿por qué aceleras mi corazón de ese modo? ¿Fue inconscientemente también?
— Hmmm, un poco… ¿No es normal que diga, “mi amor” a mi amor?
— Ten cuidado con eso. Suena aún más personal que tu baby…Y no estoy seguro de que pueda contenerme en cámara si lo sueltas así no más.
— Solo dímelo de vuelta, quedará como un chiste…
—No quiero que sea un chiste. — Matthew lo mira con intensidad, sus pupilas brillan en la noche como llamaradas solares— Quiero que solo me lo digas cuando estemos solos. Ya sacrificamos demasiado en los fansigns y con las políticas de fanservice…Al menos, quisiera que sigamos siendo privados sobre eso.
Jiwoong se alegra de no haber dicho nada antes. Matthew ha logrado salvar el tono de esa noche. Solo debe relajarse y seguirlo.
— “Yes, sir”, lo que tú quieras, “mi amor”.
Antes de que Jiwoong pestañee tiene a Matthew en su regazo, recostado contra su pecho, las nalgas encajadas en el hueco que dejan sus muslos separados, las piernas rodeando sus caderas, y los pies unidos detrás de su coxis. El corazón de Jiwoong retumba en su garganta, y un poco más debajo de su ombligo. Si no fuera porque el cojín sobre su entrepierna enmascara su creciente voluptuosidad ni siquiera habría podido susurrar.
—…Ups… ¿esto es una invitación?
— No dijiste, “¿lo que quieras?” — infla sus carrillos mientras frunce los labios y el entrecejo, demasiado aegyo para no enloquecer a Jiwoong— ¿No era en serio? Okay, me voy a mi cama…
— ¡No, ni en broma! Quédate así... —lo abraza con fuerza, mientras se embriaga del olor de su cabello claro y deja su mejilla reposar en la nuca de Matthew—Dios, ¡extrañaba tanto tu peso sobre mí! Nunca pensé que podría desear regresar a un hospital, solo por volver a tenerte así.
— En el hospital no podíamos hacer esto…
Matthew muerde suavemente sobre su clavícula, en el encaje de su mandíbula. Y luego lo besa con ansias, sin prisa, en los labios entreabiertos que exclaman satisfechos.
—…Ah, bebé… ¿qué puedo negarte si lo pides así?
Matthew alza la frente y hunde la barbilla sobre el pecho del mayor, el cuello totalmente extendido. Sus ojos mantienen ese resplandor de dulce y provocador deleite.
— Tus labios están tan calientes. Eres como una pequeña fogata nocturna.
Jiwoong llena sus manos con las firmes y redondas nalgas de Matthew, apretándolo más contra él, subiéndolo hasta que sus rostros quedan a la misma altura. Y el cojín que protege su dignidad comienza a sentirse como un estorbo.
— ¿Quieres que te encienda algún lugar en particular?
Jiwoong hurga con su nariz bajo la camisa del pijama, y el mismo tejido suave y afelpado causa una sensación divertida y sensible. Matthew ríe.
— Ah…heeyy…eso me hace cosquillas, hyoong…—la risotada termina en una sonrisa provocadora y traviesa. —Hmmm ¿podrías bajar un poco?
Jiwoong abre el primer botón de la camisa de tonos sienas, y besa sin recato, donde sabe que puede encender su deseo, aún inconfesado.
— ¿Hasta tu axila?... ¿Aquí donde empiezan las flores de cerezo? O…
Ase la pierna derecha a nivel del gemelo y con una firme y cálida presión lo obliga a doblarla, hasta que la rodilla de Matthew queda a la altura de su pecho. Su mano ágil recoge la tela hasta el muslo, para descubrir, lamer, mordisquear y besar. Sus ojos derrochan lujuria desde esa postura, mirando desde abajo como el pecho de Matthew se agita a pesar de querer mantenerse en control.
— … ¿querías que te calentara esa rodilla hermosa? Es que la dejas descubierta tan seguido.
Matthew se echa hacia atrás, separándose, volviendo a posar sus nalgas sobre la madera del banco de ventana y Jiwoong disfruta como se está enfadando ahora mismo.
— Ahhh! …Yo! ¿Por qué te haces el difícil?
—¿Difícil yo? ¿cuándo me he hecho el difícil contigo? — Jiwoong abre más sus grandes ojos, aparentando sorpresa, conteniéndose para no soltar una carcajada que podría arruinarlo todo.
— Dijiste en el tren…Nada, olvídalo. No tengo porque humillarme así…Si lo que quieres es dormir, como hacíamos en el hospital, lo entiendo. No somos adolescentes…
Jiwoong lo ve refunfuñar con esa expresión adorable, mientras juguetea con los botones de la camisa de su pijama azul, y siente que se va a morir de ternura, si Matthew sigue haciendo esto.
— Maetthyah…
—Y hemos tenido un día tremendo…agotador de verdad…hasta luchaste con un…
— Maetthyah!
— Hmm?
— Lo que me ibas a decir por después, lo que callaste en el tren, ¿me lo dirás ahora?
Matthew frunce el ceño levemente. Jiwoong solo quiere que cambie su atención, por un instante, para que se relaje. Y lo deje prepararlo.
— Solo quería decirte…que a veces, me siento un poco torpe cuando me abordas de repente.
— Ooh…okay…
Jiwoong lo anima a seguir hablando mientras ha comenzado a zafar los restantes botones del pijama de Matthew.
— Y quería preguntarte si te parezco…si no te sientes que estás…
Jiwoong saca el cojín azul de entre las piernas para dejarlo caer detrás de Matthew. La camisa marrón está totalmente abierta, y así la deja. Jiwoong comienza a liberar sus botones.
— ¿Si no siento qué…?
—Que te estoy rechazando cuando hago eso…
—¿Me estás rechazando?
Jiwoong lo empuja suavemente sobre el banco de madera, manteniendo una mano detrás de la cabeza de Matthew hasta que la lleva a descansar sobre el cojín. Las luces de la ciudad y el tenue resplandor rojizo de la lámpara de pie junto a la ventana serpentean sobre los cabellos dorados, sobre el rostro feérico que apenas parpadea, como hipnotizado.
—No, no…para nada…Eso es lo que quería decirte.
Jiwoong está inclinado sobre él, su fuerte pecho destaca al contraerse cuando sus brazos se tensan a los lados del cuerpo de Matthew, para mantener esa distancia y poder mirarlo desde un ángulo que sabe que lo hace lucir poderosamente encantador. Matthew, embriagado de sensaciones, ni siquiera tiene claro cómo llegaron a esa posición. Ni cuando la camisa con Woogninies terminó en el suelo.
— Así que era eso lo que querías decirme.
Jiwoong se afirma con una sola mano, e introduce el índice y el dedo del medio de su derecha por el borde del elástico del pijama de Matthew, moviéndolo de un lado a otro, muy despacio. Los nudillos exploran y excitan la piel tibia y firme. Tal como lo imaginó, Matthew no tiene nada debajo de ese felpudo pantalón, y el roce es electrizante. Para ambos.
— ¿Estás seguro de que no quieres rechazarme ahora?
Matthew mueve suavemente la cabeza, de un lado a otro. Y su mano se alza, audaz, para agarrar el pantalón de su hyung por la cintura, justo debajo del ombligo y tirar de él hasta que el peso de Jiwoong se descarga casi completamente sobre su pecho sacudido. Y sus labios se unen, en el modo arrollador y apasionado. Las manos de Matthew se afianzan a la nuca de Jiwoong con vehemencia. Cuando sus bocas se separan, su voz jadea, enaltecida y suplicante.
— Dijiste que era un desperdicio… que estabas codiciándolo… ¡por qué me haces parecer tan desesperado!, ¿eh?
A Jiwoong le cuesta controlar otra vez la risa, no de burla, sino de puro deleite. Todo en Matthew es adorable al punto de desarmarle cualquier estrategia de seducción posible. Descansa su frente contra el pequeño y llamativo lunar de la mejilla del chico, y murmura en su oreja, caliente y sonrosada.
—No eres el único desesperado, baby. Ya dime que puedo quitarte el pantalón, por favor.
Matthew asiente casi con ferocidad, y alza sus estrechas y ágiles caderas en clara aceptación, para que Jiwoong lo bese en el cuello mientras lo libera de los afelpados thewninies, deslizándolos con mimosa suavidad sobre su pelvis, sus muslos, sus torneadas piernas, sus pies perfectos, y hacerlos aterrizar en el suelo, encima de la camisa azul y los woogninies. Jiwoong lo ha besado todo el tiempo con delicada seducción, con los ojos cerrados, hasta que está finalmente desnudo debajo de él.
Solo entonces se arrodilla entre las piernas separadas del chico, para engullir, primero con su mirada ávida, la verticalidad excitada, esa dotación en completo despliegue prometiéndole otro viaje de infinito placer. Sus pulgares dibujan las ingles hasta el rosado saco endurecido, y suben despacio, acariciando, delineando alevosamente, el borde del prepucio. Lo siente temblar bajo su palma, como un frágil cervatillo. El glande hinchado gotea la transparente secreción de un crescendo de deseo. Se inclina sobre él, y la cúspide del enardecido falo de Matthew lo roza, intencionalmente, en su pecho, su vientre, su ombligo, latiendo dentro de su puño.
— Hyung, estoy siendo codicioso…pero… ¿esta vez…podrías…?
—Vamos a encender ese fuego, mi amor.
Gira el cuerpo de Matthew. Una vez más la transición lo sorprende, y lo hace exclamar un ahogado, “¡Oh…hyun…!” que no termina. Con el movimiento, las piernas quedan colgando hasta el suelo, sus nalgas reposando en el borde mismo del marco de madera. Jiwoong desplaza el cojín para amortiguar la zona sacrolumbar y deja que la nuca de Matthew descanse contra el ventanal, donde el cristal es nevado y traslúcido. Él yace de rodillas en el suelo, sobre la alfombra improvisada creada por su camisa y el pantalón de Matthew.
Todavía lleva la camisola afelpada de zorrillos naranjas, abierta, extendida bajo él, como si estuviera sosteniendo el bocado más delicado y sensual. Le enmarca su recio abdomen y sus firmes pectorales donde, como el contraste yin-yang en cada parte de Matthew, los pezones se elevan cual dulces rosas silvestres. A Jiwoong le resulta tan erótico y demoledoramente deseable, que no se contiene un segundo más para empotrar sus labios en la piel tensa y brillante; acariciando con la punta de su inquieta lengua en la hendedura, con el borde interno de sus mucosas empapadas que oprimen y liberan rítmicamente, adentrándose cada vez más profundo, más abajo, más hondo en su garganta.
Lo escucha jadear, gemir y liberar el aire en un silbido seco por la nariz, y alcanza a ver sus ojos entrecerrados, que tiemblan de gozo en el fino rostro contorneado por una sensual y rojiza claridad.
—Woongie-ah…oh, my god…please…don’t stop.
Jiwoong siente tensarse los músculos de su cuello, y los maceteros de su cara, pero sigue succionando, y la saliva propia y el líquido preseminal se mezclan en su paladar, y se escapan en minúsculos ríos hacia su barbilla.
—No pares…no pares, honey. ¡Oh…fuck!… ¿tanto lo querías…? ¿tanto como yo?
Jiwoong no puede contestar, hasta sus cuerdas vocales parecen estar trabajando ahora en sacar de Matthew todos esos suspiros deliciosos. Así que gruñe, aceptando, y lleva su mano izquierda hasta la boca húmeda y jadeante, donde Matthew atrapa el pulgar con sus dientes, y succiona y empapa de saliva de la misma forma en que se siente aspirado en sus entrañas.
Sí, definitivamente, parecen dialogar mejor cuando deciden besar antes que platicar. Jiwoong se siente más seguro y confiado en este talento suyo. Y quiere llevarlo a la cumbre antes de que el cansancio de su mandíbula y su cuello lo hagan perder el ritmo y el momentum. Es hora de recuperar los dedos dentro de la boca de Matthew y darles un mejor uso.
— Woonie…— lo escucha jadear ahora. —Eres too much…oh, this is heavenly…
Jiwoong libera por segundos el enhiesto miembro, sin dejar de friccionarlo más despacio con su mano derecha. Y embarra sus dedos llenos de la saliva de Matthew, en la húmeda mezcla que se acumula sobre los cortos y claros vellos del pubis. Su lengua se atreve más abajo, a lamer y empapar las excitadas pelotas, causándole un espasmo de placer que hace tiritar las recias nalgas contra la madera, y apretar los muslos alrededor de los hombros de Jiwoong.
Cuando sus ojos se encuentran, hay tanta rendición en la mirada brillante sobre él, que Jiwoong siente ese subidón de lujuria, seguro de estar dándole el placer que merece, confiado en que lo hará estallar inundando su paladar, y lo hará vibrar de ese modo arrollador y magnético con que lo sacude a él también. Su pulgar va recorriendo a lo largo del izado y duro cuerpo, baja por el rosáceo y contraído saco, por el cordón oscuro para mojar el apretado reborde del ano. Entonces, se alza hasta el oído de Matthew para invitarlo, en un demoledor susurro.
—No te contengas…Quiero…desesperadamente…inundarme de ti.
Contra el cielo de su boca, entre sus dientes que aprietan más agresivamente causando la sensación de aspereza exacta, bajo su lengua ahuecada, traviesa y precisa, dentro de su mano ágil que golpea rítmica la base como si estuviese tocando a las puertas del paraíso, el falo de Matthew alcanza su máxima turgencia.
—Jiwoonie…estás realmente crazy… Voy…voy a…fuck!
Su mano vuela hasta la cabeza de Jiwoong y se aferra a sus cabellos sudados, sea para advertirle, o para asegurarse de que no vaya a arrepentirse ahora. Su cuerpo se arquea, su cabeza resbala desde el cristal y toca la madera, estremecido por el placer simultáneo que llega desde su próstata y su electrizado glande. Y cuando se unen en uno solo, trepidando como un sismo de carne dentro de la boca de Jiwoong, una avalancha de blancura, suave, sedosa y un poco dulce, anega hasta el fondo de su garganta.
Le sonríe con los ojos, sus mejillas hinchadas por el líquido retenido en su boca. Matthew parece un peluche de Thewnini que ha perdido relleno, desmadejado sobre el banco de ventana, la piel brillando por la transpiración, y todavía agitándose en pequeños espasmos que solo le permiten resollar, entrecortadamente y no articular algo coherente.
Jiwoong se yergue sobre sus rodillas, y extiende su cuello, para que lo vea tragar, la nuez de Adán descendiendo con sensual cadencia, y chupar sus propios labios tumefactos. Matthew cierra los ojos, y sonríe. Se lleva las manos a la cara, repentinamente cohibido. Eso de volverse loco de vez en cuando, ¿no lo llevó demasiado lejos hoy?
Jiwoong lee de inmediato esa esperada y repentina vergüenza. Matthew se vuelve tímido cuando su cuerpo se debilita, incluso por placer. Lo ase de la muñeca y tira de ella, para obligarlo a deslizarse del banco y descansar su desnudez, todavía temblorosa, sobre sus afelpados muslos, de frente a él. Matthew acomoda su flacidez para evitar que el roce de la tela le incomode, porque está demasiado sensible ahora, y no solo en sus genitales. Sigue sin mirar a Jiwoong, y sus mejillas enrojecen por algo más que puro rubor sexual. Jiwoong no dice nada, espera que recupere el resuello y la confianza para poder hablar. Así que mueve el cojín tras la espalda del chico, protegiéndolo del reborde de madera.
Matthew se sorprende, ¿cómo es que, en cada momento, Jiwoong supo dónde colocarlo, para hacerle más cómoda su postura? Jiwoong es adorable, es único, es alguien con quien Matthew no puede dejar de sentirse agradecido. Un simple gesto, que habla más que mil palabras.
— Hyung, ¿estás bien?
Jiwoong todavía se limpia el labio inferior con el pulgar, no lo hace a propósito, pero ese gesto es y será siempre abrumadoramente sexy en él. Rodea la cintura de Matthew con sus manos.
— ¿No lo parezco, acaso? Me diste lo que quería. Y espero haberte desesperado bastante.
—Me enloqueciste…lo sabes.
—Hmmm…dijiste que estabas bien con eso. De volverte loco por los dos.
—No creo que tú parecieras muy cuerdo antes. ¿Qué es eso de tragártelo de ese modo? Ni que supiera tan bien.
—Ya lo probamos ayer… y nos gustó.
—No es lo mismo catar unas gotas que beberse una sobredosis.
Jiwoong ríe divertido. Matthew encuentra un rastro brillante de semen seco en el borde de la barbilla de Jiwoong, y se moja un pulgar en saliva para limpiarlo, con dedicada seriedad. Mientras lo hace, Jiwoong no puede evitar conmoverse, con ese Matthew que se comporta a veces como su tío, como si tuviera muchos más años en la mente que en el cuerpo feérico y grácil que pesa sobre sus muslos.
— Es tu culpa. Me estuviste calentando durante toda la grabación en el gym. — Jiwoong quiere que ese sea el único recuerdo que guarden de esa tarde. Ese momento en que ambos disfrutaron del cuerpo del otro, no lo que vino después. — Y me dejaste una sed terrible.
— Yooo!! Me dijiste que calentara…Tengo la grabación del live ¡Puedo probarlo!
Jiwoong vuelve a reír, derrotado. Matthew finalmente pasa sus brazos sobre los hombros desnudos de su chico, y los junta tras la ancha espalda, pegando sus abdómenes tersos, y entorna sus ojos de boba.
— Creo que tendremos que volver a ducharnos. —añade con una sonrisa pícara y relajada.
Una sonrisa que convence a Jiwoong ahora de que lo ha cuidado como debe ser.
***
Caminando hacia la salida del avión, ambos se retrasan del grupo. Hablaron mucho durante la madrugada: una vez que pongan un pie en tierra coreana su romance quedará congelado. Deberán ser el triple de cuidadosos que lo que han sido hasta ahora, mientras todos los cabos relacionados con Park Do Shin sigan sueltos, mientras ellos tengan la espada de Damocles del hiato sobre sus cabezas, mientras el contrato permanente del grupo siga siendo algo ambiguo y lejano, mientras…
Decirlo es una cosa, hacerlo otra muy diferente.
Ambos quisieran retrasar cada segundo posible para no salirse de esa burbuja de amor que han vivido, de aceptar la dura realidad de sus días. Un leve roce entre sus pulgares cuando van a tomar sus maletas de mano los estremece: es un hasta luego y un “fighting” al mismo tiempo. Hanbin los apresura con un gesto y Jiwoong se adelanta para cumplir con el protocolo. Y hacer la primera aparición junto a Ricky por la entrada principal del Incheon.
Taerae enlaza su brazo al de Matthew, quien se sorprende un poco. Su mirada está llena de entendimiento, pero también de determinación. Y no se aparta de su lado, más allá de una razón de protocolo, para darle ese aliento sin palabras que sabe necesita hoy.
En el salón que acoge el evento hay carteles de promoción de Antumbral, pero se nota la premura con la que WKO los ha montado, y lo poco que espera que dure. Es un espacio semiabierto, detrás de las mesas de trabajos de los periodistas, los fans se aglomeran más allá de las puertas de cristal, con montones de carteles, cámaras y merchandising. También hay altavoces, transmitirán la conferencia para ellos. Es algo que gestionó el mánager Yoo a petición de Hanbin. Necesitan impactar a mucha gente y de un modo rotundo. Solo tienen una oportunidad, lo saben.
Hanbin ya recibió, antes de subir al avión, las instrucciones del departamento de relaciones públicas. Solo él debe hablar, y solo responderá preguntas relacionadas con el nuevo álbum. Cuestiones como renovación de contrato, sobre sus agencias originales o sobre el futuro de los miembros deben ser declinadas con amabilidad. La conferencia está pactada para las 3:35 de la tarde. Son apenas las 3:15, pero ya los periodistas están desde muy temprano, ansiosos por saber que tienen que decir los líderes “temporales” de la quinta generación.
El grupo forma de modo tradicional para las fotos. Tras las peticiones de aegyo y poses, que toman más de diez minutos, Hanbin avanza hacia la larga mesa, con manteles azules y rosa oro, los colores del nuevo álbum, donde destaca el actual diseño de tipografía de ZBOne. Se ubica en el centro, a un lado Jiwoong, al otro Matthew. Hao a la izquierda de Jiwoong y Ricky a la derecha de Matthew. Junto a Ricky, Gunwook y en el extremo Gyuvin. Del otro lado Yujin y Taerae en la punta opuesta. Ya pueden ver la cara del director Choi y los ejecutivos, a excepción de Yoo y Seong, que no entienden la formación y empiezan a enviar mensajes a Hanbin para que se organicen según lo que el departamento de imagen tiene diseñado.
Hanbin ignora los mensajes de Choi y el mánager Han, y continúan saludando a la prensa y a los muchos fans tras la barrera. Los órganos principales del país y algunos internacionales ya están enviando sus primeros comunicados. Tras una reverencia profunda, y su “D1, be the One. Somos ZBOne.” todos toman asiento en el orden en el que entraron. La moderadora, una presentadora de CJ&E parece un poco desorientada y pregunta al mánager Yoo, a su lado, si debe iniciar ya, cuando el líder toma directamente la tarea.
— Buenas tardes. Gracias por acompañarnos hoy. — Hanbin inicia con su cautivante voz de MC tan entrenado en horas de mucho trabajo y poca paga en los shows de MNeT— Deberíamos comenzar en diez minutos, pero como somos muy puntuales, y los minutos son oro para todos, el tiempo será más provechoso si empezamos ahora.
Hanbin agradece a la moderadora y le cede la palabra para que haga las presentaciones. Los periodistas asienten, sus cámaras flashean y sus laptops teclean silenciosas y veloces. El director Choi mira en dirección al señor Seong que hace un gesto de “todo está bien”, y vuelve a dar indicaciones a un guardaespaldas para que refuerce la puerta de entrada. A simple vista ha calculado unas dos mil personas del otro lado.
El micrófono regresa a Hanbin, y su voz es mucho más vibrante, segura y acogedora.
—Nos emociona compartir con ustedes las novedades de nuestro próximo álbum, nuestro trabajo como grupo y lo que viene para nosotros. Sabemos que han surgido muchas preguntas sobre nuestra situación y queremos responder con la mayor sinceridad posible.
Los periodistas se miran entre ellos. La forma circunspecta pero franca del líder activa sus entrenados olfatos. También a los ejecutivos. Choi textea ansioso, probablemente al director Kim, mientras el representante del área de RRPP se inclina hacia la moderadora, sugiriendo que intervenga. Pero Hanbin le da rápidamente la palabra al periodista de jtBC frente a él. Tras identificarse y agradecer la oportunidad, el hombre se apresura en entrar en contenido.
—Ante todo, nos gustaría preguntar por la salud de Seok Matthew ssi. La compañía declaró que estuvo hospitalizado por un desbalance electrolítico, pero no dieron detalles. Luego estuvo en rehabilitación. En la presentación de Tokio se mostró que tal vez no estaba aún en condiciones físicas óptimas ¿Podrían aclarar qué sucedió realmente?
El mánager de relaciones públicas interviene de prisa, restando importancia insiste en que Matthew está recibiendo todo tipo de cuidados y solo se incorporó a la gira tras el alta médica. Intenta pasar a otra pregunta, pero Hanbin con el único micrófono activo en la mesa, hace uso de este con autoridad.
—La salud de nuestro Matthyu se vio afectada por una situación extremadamente estresante y lamentable. Su capacidad de recuperación ha sido una inspiración para todos. Nos ha demostrado cuánto valemos cuando actuamos juntos, como la familia que somos. Pero también nos permitió descubrir una cara muy oscura de esta industria.
Choi suda profusamente, pide el micrófono de la moderadora. Su reacción hace a los periodistas más ansiosos, porque es obvia la tranquilidad y confianza con la que los muchachos están enfrentando el momento, tanto como la inquietud de los directivos a su alrededor.
—Nuestra prioridad siempre ha sido el bienestar de nuestros artistas. Hay situaciones complejas que requieren tiempo para resolverse de manera adecuada y responsable.
Matthew espera que el director Choi devuelva el micro a la moderadora, para hacer uso del que Hanbin inclina hacia él. Tras presentarse, sobriamente, y ante la mirada atónita de los ejecutivos, Matthew explica.
— Es cierto que estuve hospitalizado. Y que solo fui a Japón porque mis médicos lo autorizaron. El trastorno electrolítico fue el diagnóstico principal. Mi cuerpo llegó a un límite que yo mismo no quise reconocer. No dormía, no comía, entrenaba como si nada estuviera pasando… pero algo sí pasaba.
Matthew toma aire, su pausa está acompañada de una catarata de flashes y clics de cámaras que hacen brillar su cabello ámbar cenizo. Hanbin y Ricky palmean su espalda, apoyándolo. Todos asienten, y la emoción contenida se respira en la sala, y aún más afuera, en el silencio absoluto que han hecho los fanes, pendientes de los parlantes.
— No fue solo un problema físico. Fue algo emocional, psicológico… Ser acosado, amenazado y chantajeado con algo que afectaba no solo a mí, sino a alguien muy querido por mí…, por todos, me hizo colapsar. Pero, gracias a mis hermanos, aquí estoy. Ellos cuidaron de mí, y lo siguen haciendo. Ellos me dieron la confianza para estar aquí. Y anteponer la verdad al miedo.
Las preguntas se amontonan ahora, quieren saber quién, cómo, cuando…pero, sobre todo, que piensa hacer WKO al respecto. El representante del departamento de imagen y RRPP está recibiendo instrucciones de prisa, y toma el micrófono de la moderadora con brusquedad.
— Creemos que es importante centrarnos en lo positivo. Seok Matthew ssi está recuperado y el grupo sigue adelante con su álbum y su gira. No queremos que esto se malinterprete o que se genere información innecesaria.
Pero los fans en el exterior comienzan a irritarse, quieren saber y sus voces y exclamaciones de “dejen hablar al grupo” “dejen hablar a Matthew”, “no los interrumpan más”, se torna un barrullo ensordecedor. Los periodistas se dirigen directamente a Hanbin y a Matthew.
—¿Dices que fuiste amenazado con algo que afectaba a alguien más?
—¿Tiene que ver con los rumores sobre tu imagen en las redes? ¿Con qué te chantajeaban?
—¿Por qué seguías entrenando si estabas enfermo, no era mejor tomarte un tiempo de descanso?
Hanbin alza la mano, pidiendo una tregua. Y funciona.
—No queremos profundizar en detalles que solo revictimicen. Matthew fue muy valiente y nos protegió incluso a costa de su salud. Juzgar y suponer que es fácil transitar una situación de acoso de ese nivel, cuando hay demasiado poder de un lado y ninguno del nuestro, no solo es injusto, sino que no ayuda a prevenir que nadie más tenga que pasar por algo así. Por eso estamos aquí.
El reportero de KBS obtiene la palabra, una vez que se han organizado nuevamente, y a petición de Yoo, la moderadora ha vuelto a establecer los turnos de preguntas.
—Dijo que “ningún poder de nuestro lado”, ¿significa que estaba siendo presionado por personas con poder? Y una segunda pregunta, esta vez para Kim Jiwoong ssi, ¿tiene relación el audio de la apuesta desmentido por su colega Yoon Seobin ssi con esta situación de acoso a Seok Matthew?
Hanbin mira a Jiwoong que ha estado en total silencio a su lado, muy erguido y rígido, intentando controlar sus expresiones. Jiwoong asiente ahora, y toma el micro para contestar ambas. Las expresiones de los ejecutivos no pueden ser más ansiosas, y el de RRPP se dirige de prisa a donde está Seong.
—Si mira el historial de mi carrera en esta industria, podría pensarse que nací un jueves.
Algunos periodistas sonríen entendidos, otros confusos, como la mayoría de los directivos de WKO que se miran entre ellos. Jiwoong continúa con calmada suavidad.
—Saben que he estado en muchos proyectos que fallaron, porque las agencias nos fallaron. En algunos, la ley dictó a nuestro favor, pero no siempre nos hizo justicia. Y cuando eso pasa, los que tienen poder creen que pueden seguir haciendo, impunemente. El audio ilegalmente grabado y el acoso a Maetthyu, como también los rumores sobre nuestras divisiones internas y las acusaciones a otros miembros en las últimas semanas solo han buscado debilitarnos, hacernos fallar y no permitir que se haga justicia.
—¿Está diciendo que WKO les está fallando ahora mismo? Que hay de sus agencias originales con las que tienen contrato, ¿Qué decisión tomarán?
—La que más les beneficie. Eso se lo puedo asegurar. —Jiwoong da unos segundos para que el murmullo se calme y vuelve a retomar el hilo. — No nací un jueves. Nací un lunes, vine a este mundo a trabajar duro, a abrir caminos, y a iniciar largas batallas. Cuando tenía 11 años…
El director Choi niega firmemente con la cabeza. Y vuelve a intentar tomar el micrófono, pero la moderadora le indica con un gesto que espere, a ella también le interesa lo que Jiwoong va a decir.
—…me inicié en una agencia que ya no existe desde hace mucho tiempo. Una etapa de mi vida que quería olvidar por lo que nunca la menciono.
Hay lágrimas en los ojos de todos, y en las mejillas de Gunwook, y en el nudillo del índice de Matthew que limpia de prisa el borde de su lagrimal antes de que se siga desbordando.
—Tenían como práctica, grabarnos cuando nos vejaban y abusaban, para chantajearnos con ello y que no dejáramos la compañía. Solo decir que cualquier parecido a las grabaciones y rumores que circulan sobre nosotros y a la forma en que intentaron doblegar a Maetthyu, sin conseguirlo, no es pura coincidencia, es una vieja práctica en la industria que debe parar. Hoy es lunes. Y es un buen día para iniciar este camino, uno bastante intricado y difícil, pero tengo a mi familia de ZBOne. Por favor, Z’roses transiten también este camino espinoso con nosotros y sembremos en él rosas que perduren.
El murmullo en el exterior es casi un clamor. Hay aplausos y nuevos flashes escandalosos. Una nueva reportera de una agencia china ocupa el micrófono.
—Mi pregunta es para Zhang Hao en particular, pero está bien si cualquier miembro de YHE quiere aportar, ¿sientes que estás preparado para regresar a tu agencia? ¿Luego de estos acontecimientos cómo crees que te afecte o beneficie en tu carrera haber estado en ZBOne?
Los muchachos se miran incómodos, Ricky sonríe con ironía y hace un leve gesto de tomar el micrófono para responder, pero Zhang Hao, toma la base del equipo y lo desplaza a su lado. Antes de contestar, enlaza su mano a la de Jiwoong y la sube a la mesa, para dejar visiblemente su postura, con mucho más que palabras.
—Oh, es incómodo escuchar nuestro nombre como si fuera cosa del pasado. ¿Por qué se apresura en enterrarnos tan pronto? —Hao sonríe encantadoramente, pero es obvia la ironía en su tono, aunque los periodistas le devuelven por instinto la sonrisa. — Sabemos que tenemos contratos que respetar. Pero los contratos se firman entre personas, ¿cierto? No entre personas y objetos. Luego, no somos objectos. Tenemos voluntad, sueños y nuestras propias ambiciones como artistas. ZBO es mi familia. Podemos separarnos de la familia para cumplir nuestros sueños, aunque nos duela y nos cause nostalgia. Yo lo he hecho. Pero, cuando nuestros sueños se cumplen dentro de la familia que creamos, ¿por qué querríamos abandonarla?
Hao ha dicho esto apretando aún más la mano de Jiwoong, sonriendo a Hanbin y aceptando el brazo que Yujin le ha echado sobre su hombro. Muchos periodistas asienten. Y hasta los managers parecen conmovidos. Ricky pide el micrófono. La reportera lanza su última inquisición:
—¿Esto es un intento para evitar que los separen?
Ricky acepta contestar ante la mirada de Hanbin, dispuesto a asumir la pregunta. Pero una vez más el representante de la agencia aprovecha el vacío para intentar cerrar el intercambio.
—Entendemos que estos temas son sensibles, pero queremos recordar que este grupo sigue adelante, con el apoyo de su compañía y de los fans. No creemos que sea el momento ni el lugar para discutir asuntos legales en curso. Ha sido realmente un placer…
—No es un intento. Es un hecho.
La voz honda y aireada de Ricky se sobrepone con claridad. Del otro lado del cristal se vuelven a escuchar las protestas pidiendo que los dejen hablar. Los reporteros tienen todos los ojos en él. Es imposible no quedar atrapado por el carisma de Ricky.
—No queremos ser piezas en un juego financiero. Pero si se nos obliga, también podemos jugarlo. Queremos que nuestra música signifique algo más que números y ventas. Pero nuestras ventas, hablan por ellas mismas. El sentido común se impone. Ganamos más juntos que separados.
El análisis de Ricky no ha sido nada emotivo, pero ha tocado las mentes prácticas que también abundan entre la prensa. El periodista de TvN, tiene la palabra.
—Se les ha nombrado líderes de la 5ta generación, pero ¿qué significa eso para ustedes? Este modo de abordar los problemas, diferentes a las anteriores, ¿es su manera de distinguirse? ¿por eso lo hacen?
Gyuvin tiene el ceño fruncido, y sacude la cabeza, mientras escucha. Y hace un gesto a Ricky para que le pasa el micro. Gunwook se lo sostiene en sus manos.
—Somos los líderes de la 5ta generación. ¿Qué significa esto? No solo ganamos premios, queremos tener un impacto real en nuestra generación. Una generación que habla de temas como salud mental y se lo toma en serio. Alguien tiene que hacerlo. Y sería hermoso que mientras lo hacemos, nos sigan acompañando y siendo nuestra fuerza.
Gunwook asiente, y antes de regresar el micro a Hanbin recalca.
—ZBOne nos ha enseñado a ser responsables por nuestro trabajo, y por nuestros fanes y por nuestros colegas, y sobre todo por nuestros miembros. Somos una familia. Queremos seguir siendo una familia con nuestro público, cada día más grande y feliz. De eso se trata nuestro sentido de liderazgo.
Del otro lado del cristal, hay aplausos nuevamente. El director Choi, empieza a golpear con los dedos en su muñeca, para dejarle saber a Hanbin que el tiempo se acaba. Hanbin mira al director Seong, y le muestra la mano abierta: cinco minutos. Es todo lo que necesitan.
Taerae se inclina un poco hacia Hao y pide intervenir en la última pregunta. El periodista de una revista de modas ha retomado el tema del álbum, y es un buen momento para cerrar hoy.
—Nuestro nuevo álbum, Antumbral, es una declaración de nuestra fe, no una negación de nuestra realidad. No nos dejaremos engullir por las sombras, aunque estemos rodeados de ellas. Siempre brillaremos, alumbrando a nuestro alrededor. Queremos seguir compartiendo nuestra música con ustedes, juntos.
Yujin se atreve a decir también, cuando el micrófono pasa entre sus manos en dirección al líder.
—Yo…he crecido en estos dos años junto a mis hyungs. Me han enseñado muchas cosas que solo se aprende dentro de una familia. Cuando Mashu enfermó dije una mentira a mis padres, a mi mánager y hasta a Gunwook, para poder quedarme a su lado en el hospital, porque por mi edad no me dejaban. Espero que me disculpen por eso.
Los chicos sonríen ante la inocente declaración del maknae, pero también las lágrimas vuelven a asomarse a sus rostros. Y murmuran palabras de aliento y confianza para él. Yujin concluye, mientras sostiene con ambas manos el micrófono que Hanbin espera, sonriendo.
—Me gustaría hacerme mayor de edad al lado de mis hyungs. Aún tengo mucho que aprender de ellos.
Hanbin tiene que tomar aire profundamente para concluir. Yujin ha destrozado la ecuanimidad de todos. Y es obvia las intensas emociones que los embargan a estas alturas.
—Nuestras declaraciones hoy no pretenden una discusión sobre decisiones corporativas. Queremos un cambio real. Queremos que cosas como las que hemos atravesado no sigan erosionando la cultura del país y la integridad emocional y física de quienes la encarnan y difunden en el mundo: nuestros artistas. Lo que hemos expuesto espero les dé la dimensión y el motivo de nuestra decisión sobre el más reciente, y ojalá que no el último, álbum de ZBOne.
A estas alturas ya Choi se recostado a una silla, convencido que tiene que dejarlos hacer lo que les plazca. El encargado de imagen teclea frenéticamente en su móvil, y los managers están totalmente estupefactos. Excepto Yoo y el señor Seong, ninguno imaginó semejante jugada. Y no pueden menos que admirarlos. Hanbin se yergue un poco en el asiento para dar el toque final de esa conferencia que va a estar reventando en unos minutos todos los índices de audiencia de televisoras y redes sociales, no solo en Corea, sino en muchos lugares a lo largo y ancho del globo.
— Todas las ganancias que nos competen de nuestro disco Antumbral, en nombre de Z’Roses y de nuestra familia ZBOne, serán donadas para la creación de una fundación que dé acompañamiento legal y de salud mental a artistas que han sufrido y sufren maltratos y abusos emocionales, físicos y sexuales dentro de la industria. Esa es nuestra primera contribución al cambio del que queremos ser parte. Gracias por escucharnos, y por divulgar nuestra voz.
La algarabía del fandom fuera del recinto acalla los flashes ininterrumpidos, y los murmullos de los periodistas. El director Choi se desploma en la silla. El representante de imagen deja que su móvil vibre sin parar en su sudada mano, con la boca tan abierta como ha quedado en blanco su mente. Yoo camina hacia al grupo para dar el cierre y agradecer a la prensa, hay satisfacción y orgullo en su cara, y puede decir que algo similar vislumbra en el resto de los managers.
ZBOne, todos de pie, saludan y se inclinan con profundo respeto para retirarse por la puerta que el director Seong y sus guardias protegen al fondo, mientras los periodistas siguen disparando sus cámaras y lanzando preguntas. Unos minutos más tarde atraviesan el pasillo acordonado donde cientos de Z’roses los aplauden y aclaman, gritan sus nombres y repiten sus slogans. El aeropuerto hierve de aceptación y energía positiva.
Antes de salir, junto a la puerta automática, Matthew cree reconocer un rostro, y se vuelve hacia Jiwoong, separado de él por Hanbin, y con ojos sorprendidos le indica hacia una pancarta animando a Ppusamz. Jiwoong sonríe, pero solo cuando están pasando frente al cartel alegre, uno hecho con los zeronis de ambos abrazados, delicada caligrafía y montones de curitas médicas de colores que, a primera vista, podría evocar su hit de Doctor, Doctor!, entiende la sorpresa de Matthew.
Vistiendo unos frescos jeans y una camisa azul del Tour Timeless World, con el cartel en una mano mientras con la otra hace un gesto de fighting, seguido de una discreta señal de silencio sobre sus labios, está la enfermera risueña que siempre les hablaba con cariño y hoy les dedica un guiño de franca complicidad.
***
Después de regañarlos un rato, el director Kim terminó por aceptar que habían hecho una jugada magistral. El directivo ya no está tan convencido de no poder sostenerlos como grupo, especialmente tras la complicada situación financiera y legal en la que se ha involucrado YHE. No le debe fidelidad a Kang, pero, tal como están las cosas, que el director de RRPP se haya virado con fichas y juegue para ellos, aunque solo sea para salvar el pellejo en un futuro juicio, va a darle a WKO una posición muy ventajosa.
Los contratos de publicidad no solo se han vuelto a descongelar, sino que han aumentado sus ofertas. El apoyo de la prensa ha sido demasiado elocuente, dando seguimiento a los abogados y expertos en salud mental que siguen expresando su interés en sumarse al proyecto. En las últimas dos semanas WKO se la ha pasado haciendo que las declaraciones del grupo en la conferencia se interpreten a su favor, pero cuidando de no volver a provocarlos.
Para los chicos, lo más importante, es haber conseguido que ni Jiwoong ni Matthew sean enviados a casa: el señor Kim ha entendido que eso causaría un verdadero caos. Y el que no hayan mencionado el asalto en el hotel de Osaka en la conferencia ha sido tomado como un valioso acto de buena voluntad. Al fin de cuenta, ahora son los héroes reivindicadores, y WKO no quiere el papel del villano, teniendo tantos candidatos para ello.
Las dos semanas tras la conferencia de prensa no han parado de ser trending dentro y fuera del país. Pero la mejor noticia para ellos no ha llegado a los noticieros: la captura del asaltante del hotel de Osaka, que ha dado un poco más de precisión a la investigación sobre Park Do Shin. A través de los investigadores que llevan el caso del ciberacoso, y por mediación de Seong supieron que Park consiguió sus fondos para iniciar la join venture y aparentar la solvencia que nunca llegó, extorsionando a antiguos directivos dentro de la industria que habían participado de eventos tan turbios como los que involucraban a los aprendices de Xllium.
El asaltante había colaborado con él en presionar y enviar fotos y grabaciones a los implicados, pero nunca, hasta el incidente del hotel, Park Do Shin le había pedido que atacara físicamente a nadie, e insistió en que solo pretendía asustar. Las autoridades coreanas han reclamado al nacional pero el proceso parece demorar. Y eso también les hace ganar tiempo, antes de que la prensa coreana, ávida de noticias sobre ellos, termine uniendo los puntos.
El director Seong teme que la conferencia de prensa altere lo bastante a Park Do Shin para que se exponga. La seguridad alrededor de los chicos y en especial de Jiwoong y Matthew se ha redoblado, incluso en la residencia. Cuando han tenido que ir a eventos personales, como al turno médico de Matthew, o su visita a la abuela, lo acompaña su mánager y un guardia de seguridad asignado. En el estudio de grabación, en cada actividad de promoción del disco, y aún más en salidas fuera de Seúl, las oportunidades de estar solos se han reducido tanto que una videollamada es lo que se pueden permitir cada noche. Más larga o corta según el cansancio que la demoledora agenda del comeback y sus nuevos contratos en shows, publicitarias y hasta juegos de beisbol, les cause.
Matthew está esperando por esa llamada ahora. Luego de bañarse y enfundarse en su pijama de cuadros rosas y negros. Escucha a Ricky cantando en la ducha, casi a las once de la noche. Es mejor así, para que no los oiga hablar. Jiwoong debe llamar desde su casa, y contarle como fue hoy en su cita con el médico para chequear sus resultados. ¿Habrá visto a la enfermera Z’rose? Pero el tiempo corre sin que suene la voz de Pororo, y Ricky sale de la ducha, y el mensaje de “Te olvidaste de llevar el móvil al baño otra vez”, sigue sin respuesta. Matthew termina rendido por el cansancio, y solo en la mañana lee el texto, enviado a la media noche.
“Lo siento, bb.
Fue un día demasiado largo.
No te preocupes.
Concéntrate solo en tu tarea de MC hoy.
I love u.”
Matthew ha estado ocupado todo el día, pero revisa su móvil buscando más mensajes de Jiwoong a la mínima oportunidad. Hoy salió mucho más temprano que Matthew, ni siquiera lo vio. Hanbin le aclara que hyung ha ido en una gestión personal con el mánager Yoo, no sabe todos los detalles, pero le asegura que está protegido. Jiwoong no regresa tampoco esa noche a la base. Cuando hablan por videollamada, Matthew advierte sus ojos enrojecidos, y su voz demasiado apagada. Debió tener un día agotador también.
—Hyung, ¿te sientes bien?
— Maetthy-ah, ¿hay algún disco que quisieras tener en LP? — ignora la pregunta, como si no la hubiera escuchado, como si su mente estuviera en otra parte.
—Hmmm, no sé…me gustaría escuchar un disco nuestro en vinilo. Sería interesante.
—Sí, lo sería… ¿hay algún libro que quieras tener?
—Uno que escribas tú…— Matthew termina su frase en una carcajada, y luego se sobrecoge preocupado de haber despertado a Ricky.
—Eso no es tan difícil. —musita casi para sí.
Matthew frunce el ceño. Jiwoong está raro esta noche, pero por más que intenta obtener una razón concreta solo recibe respuestas tangenciales, y ese cuestionario sobre sus gustos y cosas que Matthew quisiera tener. Concluye que tal vez Jiwoong está dando vueltas al azar debido al cansancio, su mente debe estar extenuada como su cuerpo. Es Matthew quien propone despedirse, porque ya comienza a bostezar también.
—Descansa bien, mi amor. — casi susurra Jiwoong del otro lado antes de colgar.
***
Cierra la puerta detrás de él.
Sus ojos revisan cada recodo de su dormitorio, su habitación privada de mat-hyung, su privilegio. Sin llegar al minimalismo, su cubil por esos dos años y dos meses ha sido bastante austero. Jiwoong se sienta en la silla giratoria y da vueltas en ella.
Una, dos, tres veces…como si pudiera hacer con eso que el tiempo se moviera, hacia atrás o hacia adelante.
La esquina de los juguetes y también su escritorio, sus libros de poemas y sus diarios, el closet con sus pocas prendas, pullovers blancos y negros, y ropa para practicar, sus pinturas en la pared, el Woognini grande sobre su cama…
Cuatro, cinco, seis…
Si hubiera algún milagro que le permita eludir ese momento, que le muestre su futuro de una vez, o que lo lleve al pasado donde lo pueda arreglar, si es que hay algo que pudiera arreglarse.
Siete, ocho, nueve…
Pero nada pasa. Y tras girar un rato sin propósito, toma su móvil y marca.
La llamada que hubiera querido evitarse y evitarle.
(Fin de la 1era parte)
Continuará…
Notes:
Ya falta poco, fighting! Espero que este híbrido entre AU rpf y kdrama les siga resultando atractivo mientras llega a su fin en la próxima entrega.
Chapter 11: Lo bueno de los años…lo malo de los besos… ¿o viceversa? (II)
Summary:
Tags of chapter: Hurt/comfort with tension, Group dynamics in crisis, Hyung who disappeared, dongsaeng who waited, Strategic silence, Emotional weight of idols, Reunion under pressure, Slow reconciliation, Physical exhaustion as metaphor, They still love each other (but don't say it), Guilt is not absence, Trust is earned again, Emotional avalanche, Soft confrontation.
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Una montaña rusa de emociones, que arranca con una noticia descorazonadora y lleva a Jiwoong y a Matthew al cuestionamiento de su promesa, su relación y su futuro, mientras el grupo parece volver a respirar con una inesperada puerta que se abre al final del contrato.
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"—Woongie hyung, por favor, vuelve a mí.
Matthew lo mira con esa expresión de conmovedor deseo que desarma a Jiwoong, le anula la gravedad, lo hace más liviano que el plumón de un polluelo de albatros. Y se pierde en los labios carnosos que se hunden en su boca. No sabe si es porque se siente como el último beso en mucho tiempo, tal vez el último en toda su vida, pero se graba en cada partícula de su cuerpo e incluso fuera de él. "
Notes:
Lo siento, Lo siento... Prometí solo una segunda parte para el capitulo 9, pero esta historia está demasiado viva!! y necesita el espacio correcto para terminar.
Esta es la penúltima parte, pronto termina este viaje. Prepárate...el Angst será realmente abrumador, pero espero que te deje esperanza al final.
Este capítulo es un punto de inflexión emocional: el regreso, el silencio entre los que se extrañan, palabras no dichas… y la esperanza que aún tiembla bajo la lluvia helada.
Gracias por seguir a Jiwoong y a Matthew mientras aprenden a mirarse de nuevo.
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Capítulo 9 (II)
Lo bueno de los años…lo malo de los besos…
¿o viceversa?
“Lo bueno de los años es que curan heridas,
Lo malo de los besos es que crean adicción.”
Joaquín Sabina, Siete Crisantemos.
Mi garganta arde de sed mientras extiendo la mano,
desesperadamente, pero nada lo calma.
A este deseo no solicitado, lentamente, lentamente caigo. (…)
Buscándote, a quien nunca perdí, pero siempre anhelé. (…)
¿Eras una mariposa…o eras tú? (…)
En verdad, siempre supe que me quedaría contigo, para siempre.
Cinema Paradise, Seok Matthew
I
La brisa del corredor que entra al abrir la puerta de golpe, alerta a Jiwoong. Alza su vista hasta la cara encendida, todavía maquillada, y advierte la mandíbula contraída, oprimiendo el labio inferior para que el nudo al fondo de su garganta no se desate, y los ojos enrojecidos que se posan en las maletas en el centro de la habitación, en el bolso verde y negro de Gucci sobre ellas. Todavía lleva el vestuario que ha usado en la entrevista para KBS.
Matthew descubre también que ya no hay juguetes en la esquina, ni libros de poemas sobre la mesa. Ya se nota su ausencia, aunque Jiwoong esté todavía allí, sentado en la silla giratoria, de espaldas al escritorio, mirando la pared vacía donde hasta hace apenas una hora y por casi dos años, había colgado sus propias pinturas.
Jiwoong suspira con todo su cansado cuerpo. Intenta incorporarse, y se siente repentinamente débil, así que se mantiene sentado, un rato más.
— ¿Cómo te fue la entrevista? —pregunta mostrando una sonrisa que más parece un rictus de compasión, compasión hacia sí mismo.
Matthew solo se encoge de hombros. Tiene los ojos fijos en el equipaje. Jiwoong sabe que, si sus miradas se encuentran ahora, no podrán contener el llanto. Y no quiere llorar. No quiere dejarle esa imagen derrotada. Tiene que demostrarle absoluta fe en su esperanza.
—No hicieron nada por ayudar a que te quedaras, ¿por qué son tan rápidos en ayudar a que te vayas…? —murmura, y se lleva las manos a la cabeza castaña.
Jiwoong lo ve mesarse los cabellos recién teñidos que sus estilistas han comenzado a oscurecer para el comeback. A Jiwoong le gustan todas las versiones de Matthew, pero más cuando los combinan a ambos, cuando los hacen parecer como la luna y el sol, como el yin y el yang, como los polos opuestos de imanes que no pueden dejar de atraerse. Es mejor que no combinen demasiado ahora.
—Ven, acércate…Ya han pasado 48 horas. He tomado y botado suficiente líquido para que no quede un átomo irradiado aquí —lo dice con otra sonrisa diluida, tocándose el pecho.
Matthew se resiste, quisiera seguir firme defendiendo su derecho a ofenderse, a reclamarle, pero no puede sostenerlo, sería demasiado egoísta y estúpido ahora mismo dedicar el tiempo que tienen a discutir. Acepta la mano que Jiwoong le tiende, deja que lo arrastre hasta él, que lo siente sobre sus muslos, y lo abrace, metiendo sus manos cálidas debajo de la chaqueta azul de mezclilla, sobre su fina camisa de seda; íntimo y reservado a la vez. Y Matt se cuelga de su cuello, y descansa su frente en el hombro fuerte y amable que por más de dos años ha estado siempre disponible para él.
—La vida es una mierda. —masculla antes de aferrarse más fuerte a Jiwoong y sollozar, sin reprimirse más.
Jiwoong deja que las lágrimas coloreadas por el rimel mojen su pullover. Sabe que para Matthew es liberador y consigue recuperarse más rápido luego de soltar su agobio en el llanto. Es del tipo que suele llorar solo en privado, por una sola vez, y luego pasa la página. Jiwoong quiere que se desahogue y estar ahí para aliviarlo, pero no quiere que pase la página demasiado pronto. En el fondo, el miedo de que Matthew lo olvide, que Taerae, Gunwook o el mismo Hanbin terminen ocupando su lugar, late en su inseguridad.
—No digas eso, siempre has aceptado lo que venga con entereza. Siempre dices que la vida no es justa, pero es lo que es.
—No, no es justa, es terriblemente injusta, y cruel. — Matthew levanta su mirada encharcada hasta él. — Sé que a la gente buena le pasan cosas malas…pero ¿por qué le pasan tantas cosas malas a alguien tan bueno como tú, hyoong?!
—Créeme, que no fue mi elección.
Ahora la sonrisa sale mejor, bromear es todo lo que queda, ayuda a soportar lo inevitable.
—Hyung, ¿tan grave es, de verdad? ¿Es cierto que puedes…dejar de bailar para siempre?
Jiwoong suspira levemente y asiente. Es más que eso. Puede dejar de caminar, puede dejar de respirar de un momento a otro.
—Es grave. Pero, te aseguro, que no voy a rendirme. Recuerda que renunciar…
—…nunca ha estado en tu agenda. —Matthew completa la frase mientras se escurre las gotas que llegan a su barbilla con el dorso de la mano. — Hanbinie hyung me explicó, entiendo que cuánto antes vayas mejor…Pero ¿qué voy a hacer…? Cuando te busque a mi lado y no te encuentre en el escenario…Cuando necesite de tu abrazo, tu consejo… ¿cómo voy a vivir sin tus besos...? Esto me está volviendo loco… ¿Por qué no me dijiste nada? Esperar hasta el último momento, ¡hyung…! ¿tan poca confianza me tienes?
—Maetthyah, todo ha pasado demasiado rápido, aún estoy embotado, asimilando tantos cambios en tan poco tiempo. Y esa gammagrafía nuclear, era necesaria para confirmar el diagnóstico, y no podía estar aquí, a tu lado…
—¡Qué tontería esa! No soy una embarazada, ni soy un bebé…
—Eres mi bebé. Siempre vas a serlo. —Jiwoong pellizca dulcemente la mullida mejilla mojada y enrojecida. — No tiene que ver con falta de confianza hacia ti; solo quería evitarte esta angustia, atrasarla lo más posible. Quería verte reír más tiempo, mi amor… Perdóname si te herí por eso.
Matthew niega con fuerza y su palma húmeda baja y sube, acariciando el pecho de Jiwoong.
—No te disculpes…Me siento tan inútil ahora mismo… ¿Cómo puedo apoyarte yo? ¿Podremos llamarnos? ¿Cómo voy a saber si el tratamiento está funcionando? ¡Hyung…quiero tanto ir contigo!
Jiwoong le seca con sus pulgares las mejillas surcadas por trazas oscuras de llanto, incluso los mocos que gotean sobre los labios de Matthew. Oprime el fino mentón del chico entre sus dedos índice y pulgar, y le sacude levemente la cabeza, con ternura.
—Hey, no me voy a Marte, solo a Japón…
— ¿Y por qué a Japón, hyung? ¿No puedes tratarte aquí? ¿Cerca de nosotros?
— El Centro Nacional de Salud y Medicina Global de Tokio tiene más experiencia. Y el doctor Hwang, que ha llevado mi caso en Asan, consiguió un espacio para mí en una investigación reciente y bastante prometedora. Cree que, si alguien puede detener esto, estará allí.
—Pero ¡el tratamiento seguro es muy caro! Para una enfermedad rara… ¿cómo vas a pagar eso?
Matthew siempre toma nota de la economía de cada cosa, y a Jiwoong le provocan sonreír esos ojos de boba tan abiertos y alarmados.
—La investigación del NCGM cubre la mayor parte del tratamiento, esa es otra razón para irme a Japón. Y WKO ha pagado mi pasaje y mis gastos de estancia para el primer mes… Con todo lo que hemos pasado, si algo me ocurre y sigo aquí, sin atención médica, la compañía tendría muchos problemas.
—¡Pero ese hombre sigue suelto, Woongie! Si intenta algo como lo de Osaka…
En los ojos de Matthew palpitan el susto y la angustia. Jiwoong le acaricia tras la nuca y lo palmea suavemente como calmaría a un niño desconsolado. Calmar a Matthew parece ser el único modo de calmarse a sí mismo. Es una experiencia vicariante. Se permite apoyarse en él una vez más, para distraer su propio dolor.
—No te preocupes por eso. El señor Seong, ha hecho algunas acomodaciones. Aún tengo amigos y mi residencia allí, recuerda. Y mi hyung irá conmigo en el viaje. ––Jiwoong sigue frotando con suavidad su pulgar tras la nuca castaña, e intenta que su voz suene ligera y optimista.
––Eso es un alivio. ––Matthew se enjuga la nariz con el puño de su chaqueta y afirma. –– Un hermano acompaña mucho.
Jiwoong achica tiernamente su mirada, tocado por la simpatía de un recuerdo. Se atreve a sugerirle, cubriendo con su mano los nudillos húmedos de Matthew.
––Escríbele a noona Yaebin más seguido. Te hará bien, si necesitas desahogarte. Una mirada madura y diferente a la de los chicos. Siempre es refrescante leer sus mensajes.
––Tienen un sentido del humor similar ustedes dos.
––¿Te parece? Ah…mi cuñada es genial. ––concuerda Jiwoong, con una genuina satisfacción.
Matthew aprieta los labios, pero una leve sonrisa tiembla en sus esquinas, cuando asiente. Sabe cuánto significa para Jiwoong sentirse que ellos son algo que no solo se limite a ZBO. Para él, sin embargo, eso nunca había sido una necesidad. Hasta ahora.
––No podré escribirte todos los días, y no espero que tampoco lo hagas. ––Jiwoong habla pausadamente, escogiendo las palabras, para que no sean solo información, sino caricias. ––Vienen meses en los que apenas si podrán dormir de tanto trabajo, y yo no estaré conectado tampoco. Pero me aseguraré de que sepas de mí. Eso, puedo prometértelo.
— Solo promete que te cuidarás y que te pondrás bien. Incluso si ya el grupo no existe cuando estés recuperado. Incluso si tengo que irme a Canadá antes de que estés apto para volver al escenario…por favor, no me olvides y búscame.
—Claro, todavía tenemos que ir juntos a ver a Rigel en invierno. —Jiwoong necesita aferrarse a ello, incluso más que el propio Matthew.
Matt asiente, y una leve sonrisa se insinúa en sus labios fruncidos por la tristeza. Pero esa línea entre las cejas sigue en su frente, arrugándola por una idea que lo tortura desde el mismo momento en que Hanbin le explicó de la rara enfermedad del colágeno que acaban de encontrarle a hyung, que afecta su corazón y sus músculos, que requiere tratamiento urgente. Entrelaza sus dedos a los de Jiwoong y acaricia con la yema de su pulgar la muñeca flexible, rodeada por un bonito brazalete de cuero trenzado que usó en la sesión de fotos para BBCEarth.
—Hyung, si nos hubiéramos dado cuenta antes, si te hubiera llevado al médico cuando te lesionaste en Love Killa… ¿crees…?
—No, no… por favor. — Jiwoong lleva sus dedos al rostro de Matthew de prisa, acallándolo — No te atormentes de ese modo. Es poco probable que hubieran llegado a descubrir esto por un desgarro muscular. Todos los signos han sido casi imposibles de relacionar. Mi hiperflexión que consideras sexy, o mis problemas de sueño. Hasta yo pensaba que mis manos se enrojecían por mi costumbre de pellizcarme.
Matthew besa la mano cálida que tiene entre las suyas, con dulzura, humedeciéndola de sus propias lágrimas. Con la mano libre, Jiwoong le acomoda esos mechones que le ocultan el rostro, aplacándolos tras las orejas pequeñas.
—Fue porque te enfermaste tú, Maetthyu, que me dejaron en ese hospital, y fueron esos estudios…No sé aún si estar agradecido porque hayan encontrado esto, o arrepentido de que lo hayan hecho justamente ahora. Pero, quiero creer que el tiempo ha sido el perfecto. Y que, si me marcho cuánto antes, regresaré más rápido a ti, a ZBO.
El chico sobre sus muslos asiente, también necesita creerlo, desesperadamente. Jiwoong sabe que la curiosidad innata del joven desea beberse todos los detalles, pero él no va a perder el tiempo que tienen hablando de su enfermedad. Sus minutos como ZBO son demasiado preciosos. No quiere desperdiciarlos ni pensando en eso.
—No puedes culparte de nada, ¿ok? Vamos, respira hondo y sonríe un poco para mí, por favor.
Ha dejado de llorar, al menos por el momento. Y el aire que aspira con fuerza por su nariz enrojecida todavía no baja hasta su vientre, pero distiende sus pulmones adoloridos. Jiwoong lo siente, con la palma de su mano sobre el cincelado abdomen que sabe que extrañará con locura, que ya extraña. Matthew musita, tímido.
— Siempre que puedas, ve mis videos, comenta en mi plus chat …No te identifiques, no lo hagas de una cuenta oficial; pero déjame saber que eres tú…y dame tu opinión o tu apoyo. Lo voy a necesitar mucho.
Matthew siempre ha sido su mimado, su ángel, su ser luminoso que quiere poner en el centro del altar de su vida, y adorarlo de todas las maneras posible. Su jagiya se ha acostumbrado a estar bañado de esos halagos y su partida lo deja demasiado vulnerable. Es comprensible que lo extrañe a él, a Jiwoong, y a todo lo que Jiwoong representa.
— Okay, volveré a ser @seoksun_warrior para ti. — le promete, abrumado de ternura.
—¿Quién?
— Oh, alguien que existió hace tiempo. Te haré saber que soy yo…Hmmm, usaré una caricatura de Pororo con orejas de gato… ¿qué te parece?
Matthew deja escapar un jadeo divertido, y la sonrisa se queda en sus labios por un poco más, cuando lo aprueba. Jiwoong continúa apuntalando con promesas.
—Y cuando te sientas demasiado abrumado, cuando creas que no puedes soportarlo, déjame un mensaje, una señal que solo tú y yo entendamos. Yo buscaré la forma de llegar a ti.
Jiwoong lo aparta un poco, hacia un lado. Matthew se seca los rastros de lágrimas con el puño de su chaqueta, e intenta limpiar el rímel pegado a la franela. Jiwoong le resta importancia con un gesto. Tampoco lavará ese pullover manchado por las lágrimas de Matthew, le recordarán que tiene que regresar a reír juntos. Se inclina para revisar en su bolso de Gucci, y saca un cuaderno, forrado de cuero azul. Su pequeño “pensadero”, donde ha guardado tantas memorias que un ídolo discreto nunca debe llevar en la cabeza.
—Esto es un diario, una colección de ideas…muchas cosas. En las últimas páginas escribí todo lo que necesitas saber sobre estos días recientes. Pensé si dejarte saber mucho de mí, con estos escritos, no te abrumaría. Hay cosas que no te he dicho nunca. Poemas que jamás te leí, y que me avergonzaban. Pero, creo que estoy listo para abrirte más mi corazón.
Matthew pone sus manos sobre la cubierta decorada con flores y mariposas, de un azul sutilmente más oscuro de tinta de bolígrafo, por los diestros dedos de Jiwoong.
—Un libro escrito por ti. No pensé que me complacerías tan pronto.
Jiwoong ha añadido un pequeño exergo en la primera página en blanco, una frase de una popular novela juvenil, y que parece resumir su vida. Matthew lee, entrecortadamente.
— “Tengo el corazón lleno de cardenales, pero el alma… llena de estrellas…”
Sí, ese es su Jiwoonie hyung. Un loco que sigue dando sueños a la vida, aunque la vida lo apalee alevosamente, que no se cansa de decir “te quiero”. Matthew lo cierra, porque volverá a llorar, y el tiempo es cada vez menos y tiene algo que decir aún.
—Gracias, por la confianza. También tengo esto para ti.
Matthew mete la mano en el bolsillo de su pantalón y extrae algo familiar. La cadena con la turmalina verdeazul brilla en su mano. Y tras poner el cuaderno en su regazo, abre el broche para colgarla del cuello fuerte y deseable. Y dejar en él un beso tibio y breve, casi casto. Jiwoong siente su piel electrizarse hasta los dedos de los pies.
—Llévala contigo. No creo que proteja de nada, pero al menos cuando la mires te acordarás de mí. Te hará recordar nuestras aventuras en París…y nuestra reconciliación en el hospital…Y nuestras noches de amor en Japón.
Jiwoong palpa con yemas temblorosas la pequeña y brillante gema sobre su pecho. La llevará con él, por supuesto, no porque pueda olvidarlo, sino porque le hará sonreír al pensar que Matthew cuida de él desde la distancia.
—Woongie hyung, por favor, vuelve a mí.
Matthew lo mira con esa expresión de conmovedor deseo que desarma a Jiwoong, le anula la gravedad, lo hace más liviano que el plumón de un polluelo de albatros. Y se pierde en los labios carnosos que se hunden en su boca. No sabe si es porque se siente como el último beso en mucho tiempo, tal vez el último en toda su vida, pero se graba en cada partícula de su cuerpo e incluso fuera de él. Se han besado con más pasión, con más deseo, con más ternura o más ansiedad antes, pero, cuando se separan, luego de que sus bocas dialoguen con más destreza que sus palabras, sienten que queda poco por decirse, que ya no se hayan impreso en todos los recodos de sus almas.
El móvil de Jiwoong timbra, y hay un mensaje del mánager Yoo. El tiempo juntos como ZBO está llegando a su fin.
—¿Me acompañas a despedirme de los chicos?
***
Y Matthew creyó que estaba listo luego de su conversación privada, luego de que volviera a llorar junto a todos los demás en la sala común de la base, y de que Jiwoong les pidiera que no salieran, que prefería recordarlos así, como si simplemente se hubiera ido a grabar a un estudio, y volvería para cenar juntos en la tarde.
Pero cuando la puerta se cierra, y pasan dos, tres minutos; y el dolor en el centro de su pecho es una llaga extendiéndose y tragándose su confianza, Matthew escapa de prisa de la sala, ante las miradas, entre sorprendidas y comprensivas, de los compañeros.
Corre por los largos pasillos, sin atender preguntas ni sermones; sube de prisa las escaleras hasta la terraza que da al parqueo interior, en el que los autos de la compañía están protegidos de las vistas de sasaengs y curiosos molestos. Desde su altura, lo ve aproximarse al auto gris del mánager Yoo que lo llevará al aeropuerto, con su pantalón cargo beige y su pullover negro, la chaqueta de Gucci en la mano, como si en verdad fuera a grabar al estudio y regresar más tarde. Las maletas que los siguen desmienten eso.
Matthew sube al alféizar y avanza, sobre el muro, para acercarse lo más posible. Llega hasta el cerezo en el que ya comienzan a amarillar las hojas con la entrada temprana del otoño. Allí se detiene. Cae una llovizna fina y soleada, demasiado fría, que lo empapa lentamente. Ni siquiera repara en la lluvia. Sus ojos intentan beberse hasta el último pequeño momento de Jiwoong.
Jiwoong abre la puerta trasera del auto, y se voltea para mirar por última vez en dirección al edificio donde ha transcurrido lo mejor de su vida como ídolo y como persona, a pesar de los momentos amargos, porque Matthew estuvo allí. Porque sigue allí. Porque está justo ahora bajo el cerezo de la terraza desde donde le grita:
—Jiwoonie hyung!! Sarangheo!!— Matthew intenta formar un corazón, con sus brazos, sobre su cabeza, pero el llanto apenas le deja fuerzas para sostenerlo.
—I love you…Woohyun-ah!! — le grita de vuelta, con una sonrisa. Y luego, en voz muy baja, suplica entre lágrimas que ya no puede contener— Espérame, por favor. Yo siempre voy a volver a ti.
El auto se aleja cruzando el portón. Jiwoong en él, hacia un viaje del que no sabe si retornará. Y Matthew queda junto al cerezo. Se agacha, recostándose al tronco del árbol y solloza, bajo la lluvia soleada que arrecia, que lo empapa y diluyen las lágrimas en su rostro, sin conseguir calmar esa llaga de dolor que no había experimentado antes, devorándole el pecho.
***
Sus pisadas apenas se advierten sobre el piso encerado del pasillo en penumbras. Es un silencio solemne y aséptico. Debe acostumbrarse a ese silencio, tanto como a su nombre de VIP: James K. Cansado por el viaje, los trámites, la simple idea de los muchos exámenes que le esperan y esa nostalgia abrumadora que le hace recordar a Matthew a cada paso por Tokio, Jiwoong camina detrás del guardia de seguridad japonés. Viste un largo abrigo, el rostro cubierto por una mascarilla y su pelo revuelto bajo la gorra negra. Su hermano lo acompaña por esa noche.
Frente a la puerta U-308, el guardaespaldas, de una agencia privada local contratada por gestión personal del director Seong, pasa una tarjeta por el lector e ingresa un código. La habitación se presenta, espaciosa y sobria, tenuemente iluminada. La claridad aumenta mientras entran en ella, primero el guardia, luego Jiwoong, su hermano y finalmente la enfermera a cargo.
Detrás de la cama moderna, con sábanas de algodón grueso, pulcras y tensadas, y almohadas especiales para dolencias musculoesqueléticas, parpadea el panel de enfermería. También su mente flashea, una vez más, volviendo Matthew. ¿Cuántas veces han sido en apenas unas horas? Jiwoong cierra los ojos, se quita la mascarilla, la gorra, e intenta que el aire que exhala equilibre la compresión que siente en sus vísceras. A través del amplio ventanal, velado por una cortina translúcida, puede entrever la noche pespunteada por el neón de los rascacielos de Shinjuku. Prefiere dirigir los ojos allí y no esa esquina, donde un largo diván crema, ya preparado con mantas grises para el acompañante, le resulta igualmente doloroso de mirar.
La enfermera hace ajustes en la pantalla biométrica, el sistema de purificación y la temperatura ambiente, calibrada para evitar cualquier crisis de disautonomía. Debe estar cerca de esos 23°C que a Jiwoong le resulta ideal, pero el frío en su interior no parece aliviarse por ello. Tras colocarle la venoclisis e instalar el suero de hidratación, y una dosis baja de dexmedetomidina y de magnesio IV, la enfermera da breves instrucciones sobre sus rutinas.
El guardia de seguridad, el señor Ogawa, espera, hermético, a que la enfermera concluya y se retire, para hacer una última revisión. Examina el ángulo de la cámara oculta en el marco del techo, y explica a Jiwoong, sobre los dos botones de alerta instalados.
— La cerradura se puede activar desde dentro. Nadie del hospital dirá tu nombre real. Estás seguro.
Jiwoong, sentado en la cama, asiente y se inclina agradecido. Luego voltea otra vez la vista hacia la ventana, porque sus ojos quieren escapar, no de esa sala, sino de la de su recuerdo. El guardaespaldas termina de dar las instrucciones al hermano mayor, como si captara que ahora mismo su cliente no está en condiciones de procesarlo todo.
— Estará siempre uno de nosotros en el cuarto de vigilancia al final del pasillo. Si algo cambia, lo sabremos. Buen descanso.
El delicado sonido de la cerradura electrónica sobre el denso silencio hace que Jiwoong vuelva a mirar adentro…o más bien afuera de sí mismo. En la puerta, un led se enciende en azul tenue, advirtiendo, "Privado. Sin acceso".
Su hermano se sienta en el diván, sin quitarse el abrigo.
––Creo que podré regresar tranquilo a Corea. Estás en manos de profesionales, Woong-ah.
Jiwoong asiente, y empieza a sacarse la larga chaqueta con movimientos lentos, como si cada músculo le pesara el doble.
—¿Te ayudo con el suero?
Jiwoong niega, recostándose a las almohadas cálidas; pero deja que retire el grueso gabán de la cama, y lo cubra con las mantas térmicas. Un hermano varón también puede acompañar mucho. Jiwoong le agradece, sin él sería aún más difícil adaptarse a ese anulador silencio.
En su celular teclea el último mensaje del día.
“Gracias por estar al tanto.
Y por mediar en esta tristeza.
Por favor, cuida de él como siempre
y un poco más, mientras estoy lejos.
Que tu mañana te sonría, noona.”
Un hermano acompaña mucho, pero una hermana acompaña diferente. Jiwoong lo sabe.
Deja el celular boca abajo sobre la mesa auxiliar. Cierra los ojos, esperando que el sedante se haga cargo de su extenuado cuerpo. La pantalla junto a su cabecera aún registra unas 140 pulsaciones por minutos. Segundos después, el celular en la mesa se apaga. La iluminación de la pieza se atenúa. La mente de Jiwoong se diluye en la tranquilidad del sueño narcótico.
Pero su alma parece no tener descanso.
Jiwoong camina por un pulido piso ajedrezado, blanco y negro. Puertas de madera a ambos lados del pasillo se cierran a su paso. Cada vez más de prisa, sus pasos resuenan con el eco de la ausencia. Hay aun una puerta pequeña al final, la única que parece abrirse, lentamente. Corre hacia ella, con músculos lentos y abotargados. Consigue cruzarla, hacia un espacio abierto y cegadoramente luminoso. Cuando sus ojos se adaptan a la claridad, distingue una mesa de madera sobre la hierba húmeda. Hay un tablero de ajedrez en ella. Una partida iniciada. Un jaque mate en ciernes. Sabe como termina.
***
[Seis semanas después]
A Matthew le cuesta mantener la atención en la conversación que Hanbin, Hao y Taerae siguen delante de él, de regreso del estudio de grabaciones. Solo piensa en que es jueves. Y que, como cada jueves, tendrá alguna noticia de Jiwoong. Unas veces es un largo mensaje de voz poniéndolo al día sobre sus estudios y tratamientos, Otras, lo sorprende una carta física o un regalo, un souvenir llegado de Japón con una pequeña y cariñosa nota, que llegan “secretamente” a su dormitorio. Pero hoy, se han permitido una videollamada, porque Matthew no tiene nada en su horario y Jiwoong está en condiciones de hacerlo.
Los jueves se han convertido en el día del encuentro. Ha sido un tácito homenaje a ese jueves en que salían cada noche al show que recorrió el mundo y los hizo parte de un mismo grupo, un grupo que se formó un jueves, y tal vez por ello han bregado con tanto. También porque comprendieron que, si lo dejaban al azar, para cualquier día de la semana, terminarían cruzando los horarios y perdiendo oportunidades con las complicadas rutinas.
Y porque Jiwoong todavía piensa en aquella vez que no siguió a Matthew para hacer juntos la escena del teatro musical de El principito y la Zorra. Por ello, quiere tener con él su propio rito de jueves, ese que agita su corazón a medida que se acerca, que le hace sentir nostalgia por las espigas de trigo, cuando piensa en el color del pelo de Matthew en ese entonces, en que empezaron su viaje juntos. Preguntarse “de qué manera llegará hoy a mí.”, es un rito que los mantiene unidos por el tenue hilo trenzado con ilusión, curiosidad y esperanza.
Cuando el móvil suena, Matthew está llegando del salón de baile, sudando su ansiedad y el exceso de carbohidratos que se permitió en la mañana. Su sonrisa traspasa el cansancio y la fatiga iluminando su cara encendida.
––Hyong…finalmente. ––exclama, cerrando la puerta tras de sí. ––Tu mensaje decía, “después del chequeo”, y ya pasaron tres horas.
No lo veía desde hace dos semanas, y le parece que hyung ha perdido más peso, que sus ojeras son más azules y sus labios más pálidos. No, todo él parece más pálido y etéreo. Su pelo oscuro, natural, ha crecido hasta poder hacerse una coleta alta, mientras los mechones más cortos se escapan hacia su cuello. Sus clavículas se marcan profundamente bajo el escote en V de su pulóver, y Matthew tiene que reconocer, aun en su preocupación, que se ve abrumadoramente sexy.
—Me dormí. El nuevo medicamento me deja algo aturdido… pero no me olvidé.
Matthew asiente, mirando el troque intravenoso en el brazo descubierto, y levemente amoratado. No tiene la vía conectada ahora, pero puede verla detrás de él, junto a la cama. Recostado a la almohada, advierte su Thewnini, el que le hizo llevarse a última ahora, cuando pasaron frente a su dormitorio. “Intercambiemos nuestros Zeronis, hyung”. El Woongnini de Jiwoong está siempre sobre su cama también.
––¿Estás solo?
—Sí, Ricky está grabando con Gunwookie y Gyuvinnie hoy.
—Ah! De saberlo, te habría llamado desde la ducha.
—¿Quieres bañarte conmigo?
—¿Estás hablando en serio?
—Aah, hyung, es una broma…yo nunca…––Matthew protesta en un tono ñoño e infantil, pero su cara se torna seria, entornando los ojos con graciosa seducción —¡Por supuesto que sí!
—Oh, Maetthyah, no me provoques de ese modo. —Jiwoong ríe suavemente, y suspira hondo para reclamarle. –– Apiádate de este hombre moribundo…
—No digas eso.
—Es una bro…
—¡Ni en broma! No quiero oírlo.
El silencio se hace mutuo, como una disculpa o una dolorosa certeza. Matthew lamenta haber sido tan brusco, y carga al Woongnini contra su pecho, frotando las orejas grises para calmar la tensión en su cuerpo, una mezcla de ansiedad, deseo y negación cada vez menos justificada.
––Leí tus últimos poemas. Tus haikus…Son hermosos. Creo que, si los musicalizas, podrían ser el mejor OST para un sageuk.
––Ah… ¿te gustaron? ––hay conmoción en la voz. –– Eso me anima.
–– Noche de ascua y ceniza /mi corazón como un río/de seda fluye hacia ti. –– Matthew lo pronuncia con suave y melancólica voz. Sus ojos brillan cuando se fijan en los ojos del otro. ––¿Es realmente de junio del 2023?
––Sí. —acepta Jiwoong, y su corazón se acelera un poco cuando recuerda. El primer poema que escribió por y sobre Matthew.
—Quisiera ser ahora mismo el mar que te reciba y te acoja para siempre. ––la mirada triste y enamorada con que lo mira desde la pantalla estremece a Jiwoong.
Se siente tan frágil frente esos ojos que lo hacen carraspear, y prefiere cambiar el tono antes que salgan sus lágrimas, como un verdadero río.
—Pues, me conformaría con ser ese Woongnini que estrujas contra tu pecho. Que me rascaras las orejas y me sentaras sobre tu pelvis. —lo dice apoyando su mandíbula despacio sobre la palma de su mano — ¡Estoy tan celoso de él ahora mismo!
Matthew ríe ampliamente, y termina saboreando sus propios labios, apretando en ellos las sensaciones revividas.
––Eeyy… ¿Cómo vas a estar celoso de tu propia versión en peluche? Uff…No me quiero imaginar qué cosas está escuchando mi Thewnini de tu boca.
Lo dice mientras aparta lentamente el peluche, sacándolo del encuadre de la pantalla, recostándolo a su almohada. La vista de su abdomen bajo la camiseta blanca y el pantalón tensándose sobre sus muslos es visible para Jiwoong. Matthew se deja caer sobre la almohada, gira de costado, y apoya su rostro sobre su antebrazo, doblado bajo su cabeza, su tatuaje de letras visible. El celular inclinado queda sostenido contra el Woongnini.
Matthew siempre termina haciendo eso en sus videollamadas, como si pudiera romper la distancia e imaginar que están en la misma cama, uno frente al otro, conversando abrazados por la cintura. Jiwoong termina replicándola, procurando con su móvil un ángulo que les permita esta tonta fantasía.
–– ¿No puedes? Para mí no es difícil imaginar lo que escucha mi “alter” de la tuya.
La picardía en los ojos tan negros hace a Matthew sonrojarse, mientras aprieta sus labios para no derramarse en una risa nerviosa y aprobatoria. Jiwoong empuja un poco más.
–– Algo como… “oh, ¡hyung…don’t stop!”, “aah…Jiwoonie…honey! ¡fuck!!” –– imita la voz de Matthew, mientras jadea y hace temblar sus ojos entrecerrados, tal como lo ve Jiwoong cuando se excita bajo su piel.
––Hyoong! ¡Basta! ––Matthew tapa con su mano la pantalla del móvil, avergonzado, pero luego la retira para mostrar una seria expresión, demasiado adorable para ser retadora–– ¿Vas a hacerte responsable si sigues provocándome? ¿eh? ¿eh?
Jiwoong sonríe, cariñoso, y su índice intenta asir la nariz arrugada en la pantalla. Y luego, acaricia el cristal como si pudiera apartarle los mechones rebeldes que han caído sobre la frente de Matthew.
––Me haré responsable, te lo prometo. Solo...espera un poco más, My-Tyu.
––Ooh… ¿esa es una nueva manera de llamarme? –– Matthew mismo se aparta los cabellos de su cara, y en su sonrisa va perdiendo cualquier resto de enfado. –– Te espero. Dije que esperaría. Pero, te extraño. Todas las noches releo algo en tu diario, o las cartas que me has mandado. Incluso vuelvo a oír los audios o tus mensajes…Aunque solo nos comunicamos los jueves, yo no puedo dejar de acercarme a ti todos los días.
Jiwoong siente los ojos anhelantes de Matthew besando su rostro en su sincera confesión.
––También lo hago, amor. Todo sobre ti me sabe a poco… Creo que me alimento más con verte y saber de ti. Es lo que me mantiene en pie.
Jiwoong suspira hondo otra vez. Hay algo más bajo su mirada arrulladora. Matthew aprieta los labios, contrariado. El aspecto físico de Jiwoong no deja dudas a la batalla que está librando su cuerpo. Pero al menos, esta vez, Matthew ve con tranquilidad que no tiene un suero alimentándolo.
—¿Cuánto peso has perdido? —la voz de Matthew es un susurro— ¿Estás comiendo?
––Hago el esfuerzo...A veces solo me pasa el te de cebada. Pero, no hablemos de eso. Cuéntame del teaser para el nuevo single japonés.
—Ya tiene casi un millón de reproducciones, ¿lo viste? Aunque... yo no me veo bien en el giro del segundo verso. Esos pantalones me traicionaron. —Matthew ríe sin mucho entusiasmo. — Como tú siempre dices, "no confíes en la ropa que brilla más que tu expresión".
—Sí… pero igual tú brillas. No importa la ropa. No seas tan estricto contigo mismo.
—Hyung…Es que no es lo mismo sin ti. Todos lo sentimos. Yo lo siento…demasiado. ––Matthew agacha su voz tanto que parece que terminará en lágrimas, pero consigue contenerse.
––Tyu, no te rindas. Ya están buscando como controlar esto. Estoy escuchando mi cuerpo por primera vez en años. Usemos esta pausa, para cuidarte también, ¿sí?
Del otro lado, de la otra cama, el más joven hace una mueca como si quisiera decir algo más, pero se contiene. Jiwoong continúa, con voz suave y segura.
—No dejes de brillar. Disfruta cada segundo junto al grupo. Baila, canta, ríe y sé feliz, por nuestros fans, por los chicos, y por los dos. Dame un lugar al que pueda regresar cuando todo esto pase.
Matthew asiente, en silencio y esa lágrima finalmente cae, sin que él la limpie.
—Te prometo que bailaré como si solo tú estuvieras mirándome. Porque lo estás, ¿no?
—Siempre. Incluso si algún jueves no te llega un mensaje, o el mánager Yoo no puede llevarte una carta... Si por alguna razón…perdemos contacto, nunca olvides que volveré a ti.
Un beso en la pantalla, un guiño sin sonrisa, luego un silencio largo, doloroso, recíproco, a ambos lados del mar del Este.
Jiwoong vuelve a conectarse la venoclisis que se había cerrado y quitado antes de llamar a Matthew, para evitarse todas esas preguntas sobre medicamentos, y la expresión desolada en esos ojos de boba. Y para que el sueño químico no lo derribara como árbol seco sobre las sábanas tersas. Abraza al Thewnini y cierra los ojos. “Que llegue el jueves pronto”, es su último pensamiento.
***
Los jueves caen del calendario, como hojas de otoño, cada vez más frías.
Tokio, 9 de octubre…
[Mensaje de Voz] ¡Qué buena noticia, Hyunnie! ¿Podrás ver a tus padres? Mi hermano viajará el próximo fin de semana hacia acá. Puedes darle una de esas cartas largas al mánager Yoo para que mi hyung la traiga. Siguen haciéndome exámenes todos los días, y voy a la fisioterapia en las tardes. Mis crisis disautonómicas han mejorado, y ayer en la mesa basculante los resultados fueron casi normales. Están empezando a contemplar otro diagnóstico, pero es demasiado pronto para ilusiones. Si puedo salir el fin de semana con la visita de hyung, te enviaré un regalo por el éxito de tu single en Canadá. Abrígate muy bien, el tiempo se hace cada vez más frío. Safe sky, my love.
Seúl, 16 de octubre…
[Fragmento de video grabado] (…) Hyung, ¿cómo has seguido? ¿No has vuelto a tener esas fiebres, ¿verdad? ¿Estás comiendo mejor? Cuéntame todo cuando salgas de la rehabilitación. Hoy tenemos la presentación en SBS Inkigayo. Si no puedo conectarme, te contestaré en la noche. He leído una y otra vez los mensajes toda la semana, me los sé de memoria ya. Así que, por favor, hazme uno bien largo. Detallado…Hasta de las cosas húmedas que Thewnini te ha visto hacer… Pero, lo más importante, dime ¿cómo es eso de que el mes que viene WKO ya no pagará por tu seguridad?!!
Tokio, 23 de octubre…
[Carta manuscrita] Lo siento, Hyun-ah, porque no hayan podido visitarme en persona. Claro que yo también me ilusioné cuando supe que estarían en la ciudad. Pero ya sabemos como es la compañía. Definitivamente están considerándome fuera. Y es normal que les pidan que me mencionen menos en sus intervenciones públicas. No espero nada. Solo que no me olvides, aunque no puedas hablar de mí. Mi tranquilidad es que los medios siguen sin localizarme. Sí, en noviembre ya no pagarán más por mi seguridad ni por mis gastos. Pero, no te preocupes. Gracias a la buena voluntad del señor Seong y el director de la agencia de seguridad del señor Ogawa, mi guardaespaldas, no estaré descuidado. Te extraño mucho, pero, prefiero que no te veas involucrado en nada que perturbe tu trabajo y tu descanso. Me encantó tu encore de ayer. Cada día estás más sexy. Pero sigues siendo mi bebé. (…)
Bangkok, 30 de octubre…
[Mensaje de voz] “Hyung,…aún es jueves allá, ¿verdad? El último jueves del mes. Se nos hizo un poco tarde por la gala. No sé si estás dormido, o si te tocó uno de esos exámenes raros que no te dejan moverte mucho. Sé que dijiste que quizás no ibas a poder escribir, pero igual dejo esto. Me hace bien hablarte, aunque no contestes. Si estuvieras en un programa y yo en público, sabes que estaría sosteniendo el cartel de: ‘Jiwoonie, fighting!’… con luces de neón tan grande como los rascacielos de Shinjuku. Te extraño. Aquí en Tailandia mucha gente te sigue animando. En Indonesia también. ¿Has podido ver algo de nuestras presentaciones de esta semana? No importa si no. Solo escríbeme cuando puedas...mi Jiwoonie hyung.”
***
Tokio, 6 de noviembre. [Habitación de Jiwoong en NCGM]
Jiwoong abre los ojos apenas el mensaje canta en su móvil. Esta vez Matthew lo ha adornado con stickers de abrazos y besos, con fotos en atractivas poses mientras se ejercita en el gym de la compañía, que duelen en el corazón de Jiwoong (“¿te parezco lindo así?, ¿no te dan ganas de abrazarme?”). Sus párpados descienden, pesados, húmedos.
Aún no sabe qué lo ha agotado más emocionalmente. Si saber que en dos semanas lo evaluará un equipo multidisciplinario para determinar el verdadero pronóstico de su enfermedad. O que en la tarde el señor Ogawa le comunicó que no seguirá a su lado en el hospital, que no regresará. Se ha despedido con la mirada velada por la vergüenza. Jiwoong ha tenido mostrarse fuerte demasiadas veces hoy. Y siente que ya no puede hacerlo frente Matthew.
Así que deja pasar otro jueves, sin mostrar su delgadez, ni sus manos enrojecidas e inflamadas, ni su voluntad quebrada, amortiguada por los corticoides.
Otro mensaje. Es su mánager Yoo. Matthew le ha compartido sus preocupaciones, y está intentando actualizarse. Jiwoong apenas distingue las palabras con sus ojos agotados. Le escribe escuetamente: “Gracias, señor Yoo.” Hasta el celular es plomada en su muñeca esta noche.
El último mensaje destella sobre la mesa auxiliar junto a su cama. Es del director de seguridad Seong. Le alerta de que Park pudo haber entrado a Japón con una identidad falsa. De que está argumentando para que se restituya su protección. Le pide que no salga de la habitación, no le abra a nadie. Que no conteste ningún mensaje de quien no figure en su libreta de contactos.
Jiwoong, ajeno, doblado sobre sí mismo como un ovillo, duerme y se agita en sueños.
***
13 de noviembre. [ Directa de Matthew en Plus Chat/ Habitación de Jiwoong en NCGM]
Hay más de seiscientas personas conectadas ahora mismo en su live. Y apenas comienza. Jiwoong está atento a cada pregunta y a cada respuesta, a cada reacción, hasta al modo en que respira. Hoy no parece ser uno de sus mejores días. Y, sin embargo, Jiwoong puede hacer muy poco para animarlo.
Hay cascadas de preguntas y comentarios, que cruzan veloces por la pantalla. No cree que pueda advertir el suyo a la primera, pero lo intenta. Hoy es jueves. Y es la única manera en que podría alcanzarlo.
“Extrañas a Jiwoon hyung?” le escucha leer. Y Jiwoong que ha desviado su atención por un momento para atender el medicamento que le están suministrando en su vía venosa, se envara con interés. Hace semanas que los fans han dejado de mencionarlo y relacionarlo con Jiwoong. ¿Quién habrá preguntado? Ah, esa cuenta con un nombre indonesio, ¿Alifia?
Matthew sacude la cabeza.
—…Sí, lo extraño mucho. — y parece que eso va a ser todo lo que tiene que decir, por cómo se inclina hacia las preguntas que continúan, pero sus ojos se notan diferentes. Se han llenado de lágrimas.
Jiwoong siente que su corazón se estremece como los labios del chico en la pantalla cuando se reclina sobre el asiento, en una pausa. Cree, por un momento que va a dar por terminado el chat, y se apura a comentar, desde su cuenta de @seoksun_warrior.
“Seguro Jiwoong hyung te extraña más.”
—Espero que lo haga…—responde al mensaje que consigue leer, ese con un Pororo con orejas de gato, que le hace apretar los labios para que no sigan temblando. —Porque es difícil esta espera. Ya queremos tener una buena noticia sobre su recuperación… Hyung, si en algún momento escuchas este live…espero que cada día que pase te sientas más cerca de tus metas y con más esperanza que nunca. Confiamos en ti.
Matthew se detiene para secarse una lágrima que escapa a su mejilla. Le han dicho que eviten contestar preguntas sobre Jiwoong, que no lo mencionen tan seguido en sus intervenciones. Pero para los chicos es casi imposible eso. Y para él, contestar a un mensaje desde esa cuenta, lo hace volver a tener esperanzas.
—Cada día que pasa, debería acostumbrarme a estar lejos de Jiwoon hyung. ¿No es lo normal? Pero a medida que se acerca el cierre de nuestro contrato… —se detiene, es otro tema prohibido del que no deben hablar, pero es obvio que no está muy razonable ahora mismo–– se hace más difícil no tenerlo aquí. Hyung, yo… aun te espero.
Dos preguntas después, despide el chat. Sonriendo forzadamente, prometiendo regresar el fin de semana. Comentando que debe prepararse para un compromiso de trabajo. Tal vez lo sea, tal vez la mayoría lo crea, o tal vez el líder le pidió terminar como aquel día de su primer live, en que Jiwoong intervino y todo se salió de control. Jiwoong sabe.
Y está a punto de romper su silencio. Se le antoja ahora cobarde, sin propósito, quiere llamarlo de vuelta.
Salta una notificación en el móvil. Es un email de WKO. Es el aviso de cancelación de servicio de protección, desde hace tres días. Firmado por el director Choi, ratificado por el señor Kim. Jiwoong sonríe prensando la amargura entre sus muelas, apretando sus puños que apenas tienen fuerza para cerrarse sobre sí mismos, agotados, amoratados. La decepción lo carcome, por todo lo que lo limitaron por casi dos años, y que siguen negándole, y aunque ha luchado tanto contra ese sentimiento, hay momentos que su fe flaquea dolorosamente. Como ahora.
El móvil vuelve a titilar en silencio. Es un mensaje. Es del señor Seong. Piensa que probablemente supo de la cancelación oficial y está dándole una disculpa. No la necesita. Sabe que no puede hacer más de lo que ha hecho. Su mente derrapa cada vez más hacia la desesperación. “Al final, es una pieza del sistema sin voluntad propia. Como el señor Yoo…como el grupo…como Matthew.”
Siente un clic continuo en la puerta de su habitación, como si estuvieran probando combinaciones erróneas. Frunce el ceño. Se seca las lágrimas. Ya estuvo allí el enfermero, para su rutina de exámenes, y el equipo médico, chequeando y anotando con palabras extrañas, y dando alguna que otra frase de aliento. El señor Ogawa no ha vuelto en tres días, y no han restituido su protección. Y el destino definitivo sigue caminando hacia él, con cada día que pasa.
Otro mensaje del señor Seong, con varios emojis de alarma roja. Jiwoong finalmente lo abre.
“⛔️⛔️⛔️ No salgas de la habitación. Alto riesgo.
Alguien entró al edificio. Mismo perfil de PSD.
Bloquea la puerta⛔️⛔️⛔️”
Jiwoong se inmoviliza por un instante. La puerta deja de canturrear. Siente su cuerpo vibrar con un temblor extraño. No es miedo. Es una mezcla de impotencia, desilusión y rabia, con su cuerpo, con su carrera, con su vida toda. “No puede ser. No puede haber sido inútil luchar tanto por vivir todos estos años, y morir así.”
Esa emoción turbia lo levanta, con la lentitud que su cuerpo le pide para no caer por el vértigo, y arrastra la mesa auxiliar hacia la entrada, apoyándose en el mueble, luego de volver a cerrar la llave del suero, y desconectar la venoclisis. Pega su oído a la puerta exiguamente bloqueada. Algo rueda por el pasillo, otra puerta parece cerrarse al final. Se inclina hasta la mirilla. No hay nadie al otro lado. Por un instante piensa que es solo su imaginación.
Pero vuelve a escuchar ruidos, más cercanos, de pasos, de algo metálico que cae, del clic de la cerradura electrónica que vuelve a sonar. Jiwoong retrocede uno, dos metros, sujetando el móvil para marcar… pero ¿a quién? Está solo. Decide ir hasta la cama y apretar el código de emergencia de enfermería, es un momento para pedir disculpas luego, y no para esperar por el permiso de nadie. Un email vuelve a saltar en su teléfono.
From: yourfuckingnightmare@...
Subject: Ábreme, perro. Sé que estás solo. No tienes a nadie, más que a mí.
Jiwoong regresa, trastabillando hasta la cama. Eliminó hace mucho tiempo el email que los relacionaba. ¿Cómo encontró su email actual? Reconoce que el miedo es ahora la verdadera razón de sus dedos húmedos y fríos, que presionan la alarma de enfermería en la cabecera de la cama, y esa otra que instaló el señor Ogawa hace unas semanas, y que aún espera que avise, por lo menos, a la seguridad del hospital.
—¡Kim Jiwoong!!...Agshhh!… –– escucha desde afuera, la voz como un taladro, chirriante en su irritación ––¿por qué sigue siendo tan ingenuo?
En ese instante, Jiwoong tiene la mente llena de Matthew. De las cosas que quiso decirle y no le dijo, del viaje a Jeju que se prometieron hacer para recorrer la isla, de ir a ver Rigel en invierno, de volver a bailar en cualquier lugar juntos por muchos años, de caminar por un parque de hojas rojas, tomados de la mano.
Se seca las lágrimas que brotan de sus ojos a raudales. “Se supone que cuando estamos por morir recordamos nuestra vida como una película, ¿porque esta película está llena de mi futuro imposible?”
Jiwoong empieza a caer a un pozo hondo, negro, debilitante y lento como la inconsciencia a la que se resiste. Lejos oye voces, que le recuerdan al director Seong, al mánager Yoo, hasta a su reciente guardaespaldas, el señor Ogawa… La voz de su padre, ¿también?
“Ah! todas las personas que podrían cuidar de mí, y no están, vienen a mi cabeza ahora…” Su último pensamiento se tiñe de ironía, antes de perder el conocimiento por completo.
***
Jakarta, 20 de noviembre.
[Mensaje de audio] Hyung, ¿viste las noticias sobre la posible extensión del contrato? No solo yo, todos nos enteramos por la prensa también. Ya sabes que siempre somos los últimos en saber. Pero lo importante es que tienes más tiempo para ponerte bien y volver a nosotros. Dicen que solo serán dos meses, hasta después del cumple de Yujinnie, porque hay muchas cuestiones de contratos que discutir. Imagino que nos enteraremos del resultado… por la prensa. Te extraño mucho. He esperado estas cinco semanas con el corazón apretado. Y solo llega hoy esa postal tuya, que trajo el director Seong en la mañana. Sí, sigo esperando. Sí, sigo confiando. Pero, necesito oírte, necesito verte. Mi amor… cada día es más grande por ti.
***
Tokio, 27 de noviembre. [Habitación de Jiwoong en NCGM]
Jiwoong está sentado a la mesa en su habitación, y mira por la ventana abierta los lejanos edificios recortados contra el cielo de la mañana fría y gris. Hay un té de cebada en la mesa, humeando. Lleva ropa de calle, un suéter negro de cuello de tortuga, una gabardina gris. Su pelo recogido limpiamente en una coleta baja. La noche anterior fue larga, apenas durmió, ordenando sus pensamientos, ordenando su vida...La que le queda. El director Seong entra tras el tintineo conocido de la cerradura. Corpulento, directo, concentrado en el deber.
—Tenemos la orden, Jiwoong ssi. Van a retenerlo al menos tres semanas más aquí antes de la extradición. Pero si declaras hoy, podemos retrasar el traslado. Ganar tiempo. Y cuando estés mejor… lo enfrentas en juicio. Probar su delito contra ti será difícil en Corea, especialmente porque Bak Do Min sigue ilocalizable. Pero aquí tienes la grabación de esa llamada en Osaka, la confesión del asaltante…Y lo más importante, la acusación de la policía. ––mira el reloj en su gruesa muñeca y pregunta ––¿A qué hora llega tu abogado?
—Yo no voy a llegar a ese juicio. –– Jiwoong habla con respiración pesada, sin mover la vista del nublado paisaje urbano de Shinjuku.
—¿Cómo qué no? ¿Por qué dices eso? –– El director Seong no comprende, o no quiere comprender, y espera por la demorada respuesta.
—Porque no tengo energía para esperar dos años mientras la fiscalía junta todas las pruebas, lo trasladan, lo interrogan, lo vuelven a interrogar, lo procesan… y lo absuelven de lo único que me importa. ––mira finalmente al señor Seong. ––Lo que me hizo a mí, lo que le hizo a Matthew, al grupo todo. Eso… ni siquiera tiene un nombre en el código penal.
—Lo que te hizo a ti es intento de secuestro agravado, acoso persistente y daño psicológico con secuelas médicas. También a Matthew ssi. Eso tiene nombre. Y tiene consecuencias.
Jiwoong mira ahora su taza de té, enfriándose frente a él.
—Si me muero antes de que lo juzguen, ¿de qué sirve?
—Sirve para los que vienen después y que no se repita. Sirve para que gente como Park Do Shin sepa que no puede abusar de su poder, destruir y salir impune.
—¿Es así? ¿De veras? —Jiwoong bebe un sorbo del té, lentamente. Luego vuelve a perder su mirada en el horizonte incierto. ––Voy a negociar con él. Sé que ahora mismo está prácticamente quebrado. Pero queda esa empresa tapadera que su hermano le cedió aquí en Japón. Los pocos activos que no puede tocar, quiero que me los ceda.
El director Seong hala una silla y se sienta también. Su frustración es visible. Jiwoong continúa, con voz baja, suave, pero mucho más firme.
—Si no declaro, no lo procesan por lo mío. Lo mandan de vuelta a Corea. Que lo destruyan allá por fraude fiscal, o por el acoso a Matthew, si es que pueden probarlo. Si es que a YHE, a WKO y las otras implicadas no les conviene resolverlo de otro modo. No me importa cómo lo hagan. Pero aquí… me deja los papeles. Todo. Y se calla.
—¿Estás vendiendo justicia por dinero?
—Estoy comprando tiempo. Y una agencia. Algo a lo que los chicos puedan volver un día, cuando se cansen de usarlos como fichas. No importa que sea poco, será más que lo que hoy tienen.
El director Seong sacude la cabeza; no, no lo aprueba, pero ahora comprende el razonamiento de Jiwoong.
—No lo estoy perdonando, señor Seong. Pero ¿sabe en cuántos juicios he estado ya? La ley es algo que establecen las instituciones, pero la justicia…la justicia es algo muy personal. –– Jiwoong respira hondo, cansado, pero sin perder esa dignidad que late en sus ojos cuando enfrenta la mirada porfiada de Seong. ––Solo lo estoy usando. Por una vez… el miedo está de mi lado, y lo voy a usar, no para reparar el pasado, para preservar un futuro.
La puerta se abre lentamente. El señor Ogawa hace una reverencia apenas entra, saludando cortésmente. Jiwoong se levanta despacio. Y se inclina también. El señor Seong lo secunda.
––El señor Ogawa me acompañará a la vista. No se preocupe. Puede regresar tranquilo hoy en la noche a Corea. Voy a estar bien. Gracias a usted, al manager Yoo y al señor Ogawa. Gracias por avisarle a mi padre. Y por venir con tanta prisa a ayudarme. Voy a agradecerlo eternamente…
Jiwoong se inclina profundamente ante el director de seguridad. El recio hombre resopla, la emoción se acumula en su garganta. Y le cuesta aceptar que Jiwoong está siendo mucho más sensato, realista y maduro que lo que él mismo podría hacer en su situación. Cuando el joven se endereza, el señor Seong lo abraza. Y cuida de no apretar demasiado el cuerpo escuálido que percibe tan deteriorado bajo sus fuertes músculos. Y esa delgadez lo conmueve, y lo hace entender.
––No negocie suave, Jiwoong ssi. No deje ver que está demasiado enfermo, ni desesperado.
––Lo haré, señor Seong.
Jiwoong ajusta su gabardina sobre sus hombros. Y abandona el cubículo, con paso suave. Antes de atravesar la puerta se vuelve a él.
–– Por favor, solo dele mi carta a Maettyu y no le diga nada más, no les diga a los chicos. Dígales solo…que estoy luchando. Y que confíen en mí.
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Seúl, 4 de diciembre…
[Carta manuscrita] El director me dio tu último mensaje y… no sé si fue más frío por la tinta o por las palabras. Dices que Park Do Shin está preso en Japón, que me relaje y duerma tranquilo. Que ¿no importa lo que pase de aquí en adelante y confíe en ti? Lo intento. De verdad. Pero es difícil confiar cuando algo tan importante para los dos me ha llegado de este modo, por una escueta nota. Cuando ya van cinco semanas que no puedo comunicarme contigo directamente. No sé si estás bien, si estás comiendo, si recuerdas siquiera que hoy es jueves. Ni si hay alguna noticia de esa prueba concluyente que te hicieron. A veces me imagino que lo haces porque no quieres que vea cómo estás. Y eso me está destrozando. Yo ya te vi cansado. Triste. Dolido. Lloviendo por dentro. Te dije que sería el sol para ti ¿Por qué sigues escondiéndote de mí?”
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Siente el frío aséptico de la sala de imagenología calando en sus huesos. La prueba que postergaron por dos semanas para permitirle agilizar sus acciones legales ya no necesita ser demorada. Jiwoong tiene náuseas desde el día que se reunió con Park Do Shin. Desde que esa victoria pírrica al quitarle una compañía de ganancias ridículas, pero al menos legalmente asentada y reconocida en el país, lo ha convertido en empresario. Un empresario moribundo, que tiene que poner sus papeles en orden.
Noches firmando documentos con el brazo ennegrecido por la vía venosa, organizando esa auditoría con su abogado hasta que sus ojos se cierran, siempre apoyado por el señor Ogawa, que más que un guardaespaldas se ha vuelto un amigo. Él y su esposa, sin hijos, le han ofrecido un cuarto al fondo de su casa apenas salga del hospital luego de ese examen, y mientras espera el resultado, una semana más. Jiwoong quisiera tener una semana más. Pero trabaja como si no.
Los chicos pasaran de prisa por Japón la semana próxima. Una escala de un solo día antes de seguir para Hong Kong. Él quisiera tener una buena noticia que compartir entonces. Pero lo duda.
Jiwoong observa como el iodo-131 se desliza desde la jeringa y empieza a entrar en su cuerpo, como una serpiente parda, macilenta. El ardor en sus maltratadas venas, más rápido que su pensamiento, le devuelve la cara cínica y desencajada de Park Do Shin, cuando se enfrentaron.
La habitación olía a hierro oxidado, Jiwoong no estaba seguro si ese era el olor exacto, pero fue lo primero que vino a su cabeza. El mánager Park estaba esposado, custodiado por un agente de seguridad, y su propio abogado japonés. Jiwoong pensó al verlo que se veía bastante derruido y cansado. Al menos él tenía una razón clínica para lucir mal.
—Vaya, vaya –– dijo con desprecio –– Te dejaron solo en esto también. Pensé que tendrías a alguien que se ocupara por ti.
—Tengo. Pero este tipo de basura me gusta tirarla personalmente. ––respondió sentándose. Se sintió como en un drama, como el CEO que viene a recuperar su empresa en plan conde de Montecristo. Necesitaba creerse ese personaje ahora.
—Pensé que seguirías queriendo sangre. Pero no eres ese tipo de hombre. Siempre tan… superior. Tan creído de que puedes salirte con la tuya...Dime, acaso ¿te estás muriendo y vienes a pedirme disculpas por tu arrogancia ahora?
Jiwoong suspiró hondo. De pronto, el desordenado y miserable pensamiento del mánager Park le hizo sentir un poco de piedad. Piedad por su lamentable existencia narcisista.
—No vine a socializar. No tengo nada que contarte de mi vida. No tienes nada que ver con ella. ––lo dijo despacio, esperando que las palabras calaran, que lo desestabilizaran, pero no demasiado para cerrarse a él y a su propuesta. –– Vine a cerrar esto. Tus activos en Japón, sabes que están congelados, pero no perdidos.
—¿Y qué? ¿Vas a robármelos? No te van a durar ni seis meses. Ese miserable de Bak Do Min… ¡Agsshh! Solo me ha robado lo que era mío. Me deja esa empresa casi en quiebra. ¿Fue todo lo que pudo conseguir después de hacerme trabajar tan duro extorsionando imbéciles como él?
Jiwoong tembló un poco. Cualquier abogado de Park Do Shin podría alegar locura en un juicio. ¿Y si su abogado lo intentaba ahora? Necesitaba ser rápido, directo, preciso.
—No quiero seis meses. Necesito mucho menos para convertir tus sucias ganancias, por escasas que sean, en una agencia. Una real. Una donde nadie tenga que terminar en un hospital o aún peor, por soportar abusos y acoso de enfermos como ustedes. Una donde nadie tenga que temer que la cámara escondida esté en su propio vestidor.
Park Do Shin se movió inquieto en su silla. Y luego clavó su vista inquisitiva en Jiwoong mirándolo de pies a cabeza. Desnudándolo con ella, asquerosamente. Jiwoong mantuvo la expresión calmada, aunque su estómago se revolvió ferozmente.
—Negociemos, Park Do Shin. Te dejo salir de Japón sin mi declaración. No testifico nada de tu intento de secuestro, ni del chantaje. Te extraditan a Corea. Allá no eres mi problema. Arréglatela con los grandes. Yo me callo. A cambio, tú me firmas la cesión de todos los activos en Japón. Limpios. Legales. Útiles.
Park Do Shin rio alto, áspero, y se inclinó hacia él, en su mirada brillando una mezcla de locura y torvo regocijo.
—¿Tanto te esmeraste en huir de mí para terminar siendo lo mismo que yo?
—No. Tanto para ser lo que tú y tu hermano prometieron ser, y nunca fueron. Quiero construir sobre las cenizas de todo lo que destruyeron, un legado que los condene más que cualquier veredicto en corte.
Park Do Shin no rio esta vez.
Al salir del cuarto, Jiwoong sintió la humedad sobre sus labios. El olor a hierro oxidado. Su nariz goteaba. Pero no se trataba solo de su nariz. Había un montón de heridas reabiertas en su alma. Y también sangraban.
El yodo se parece un poco a ese sabor a sangre: salado, como metal oxidado en viejas monedas. Le recuerda que ha tragado algo amargo que no puede escupir: un trato sellado con la desesperación. Y su pulso retumba en sus sienes como tambores en una guerra lejana.
Una guerra que apenas empieza en su cuerpo.
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Hong Kong, 11 de diciembre…
[Mensaje de voz] Hey, Jiwoonie, ¿qué harás por tu cumpleaños? Hace dos semanas supe de ti por un mensaje que respondiste a mi noona. ¿Cómo es que tienes tiempo para escribirle a ella y no a mí? Ah, me estás poniendo celoso, y sabes que no me gusta gastar energías en algo tan inútil. Te juro que no voy a reprocharte por todos estos jueves que faltaste a nuestra cita. Solo espero que me permitas felicitarte viendo tu linda cara. Espero que mi regalo y el de los chicos te llegue a tiempo. El señor Yoo me dijo que se ocupará de ello. Sabes que te extraño, ¿verdad? Sabes que te espero, ¿verdad? Do you know I love you, right?
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Jiwoong no ha mirado un solo mensaje en tres días. Desde que salió de la gammagrafía su cuerpo comenzó a reaccionar de un modo extraño. Primero fue la fiebre, que no parece tener una explicación por una reacción alérgica al isotopo usado. El dolor de cabeza arrecia en las noches, y su corazón late desordenado, como si hubiera olvidado la partitura de su ritmo natural. Vomita todo lo que come, y han vuelto a la alimentación venosa. Tras 72 horas de desorden en casi todas sus funciones, el cuerpo parece responder de a poco. Hoy la radióloga que lo visitó concluyó que su respuesta está amplificada por el estrés. Que no todo puede achacarse al yodo. Jiwoong quiere pensarlo, pero en su interior, la debilidad de su cuerpo le grita desde el miedo. El miedo a que el tiempo no le alcance. A que no consiga poner en orden lo que ha conseguido, esa pacto macabro y esperanzador a la vez. Siente que su cuerpo está rechazándolo más que su propia mente.
En el cuarto día, el abogado se conecta desde su oficina. Hablan en japonés. Precisan detalles como el pago del servicio del señor Ogawa, que se ha mantenido cuidando de él, sin esperar nada, solo por lealtad. Trabajan en cómo redactar la distribución de acciones de la compañía entre los chicos, en caso de que Jiwoong deje este mundo antes de poder asentar la agencia. Pero el abogado insiste en hacer esa auditoría primero. Jiwoong estima darle al director Seong un poder general para tomar decisiones específicas en caso de incapacidad médica, viaje prolongado o ausencia por enfermedad.
—¿Confía en el señor Seong lo suficiente para esta tarea, señor Kim? ––su abogado hace preguntas razonables.
Jiwoong lo reafirma ahora, mientras escucha al director Seong, conectado desde su estrecha oficina en WKO, tarde en la noche. Cansado, concentrado, tras su mesa con teléfonos, y la carpeta gris que ya conoce sobre la mesa.
—¿Puedo confiar en usted? –– Jiwoong lo mira desde la cama, lleva una manta sobre los hombros. La vía venosa ya retirada ha dejado un moretón en su brazo, y la luz suave de la lámpara de noche ilumina sus facciones pálidas, sus labios resecos.
—Ya no hable de ese modo, Jiwoong ssi. Todo lo que tiene es una reacción alérgica. Mejorará en unos días.
—Lea el documento que le envié.
—Lo leí, por supuesto. Pero…
—No es una herencia, señor Seong. Es una promesa. Lo dice claramente, si no estoy en condiciones de regresar, el señor Seong Se-Hoon tendrá autorización para actuar en defensa de la compañía y custodiar sus principios.
—Tienes que regresar, Jiwoong ssi. No puedes…rendirte. Todavía no tienes un diagnóstico definitivo. No firmes tu salida antes de tiempo.
— Señor Seong, solo quiero que esa luz traída del infierno ilumine el lugar que soñé. Usted siempre vio antes que muchos lo que realmente nos estaba pasando. Quiero que siga existiendo esa puerta para ellos, aunque yo no esté. Le estoy dando la llave para que no la cierre.
—Entonces escucha esto, Jiwoongie… No usaré esa llave para cerrar nada. Solo para abrir lo que hiciste posible. Pero, por ahora, la acepto solo en calidad de custodio, hasta que vengas por ella.
Jiwoong asiente, sonriendo tenuemente. Seong lo mira con sus ojos pequeños, reducidos bajo los gruesos lentes, y por el intento también de contener las lágrimas.
—Gracias. Si al final resulta que no era mi tiempo de irme… entonces solo guarde la llave. Yo me ocuparé de todo.
Jiwoong va a desconectar, pero aun tiene algo que preguntar. El señor Seong sonríe levemente ahora.
—No le diré nada a Matthew ssi sobre su estado, quédate tranquilo. Sigo cubriéndote las espaldas. No debería meterme en ese asunto…—Seong mueve su cabeza oscilando dubitativo— Pero, creo que él preferiría realmente saber la verdad…No hablar contigo le afecta.
—Lo sé…Pero, ojos que no ven…—Jiwoong aprieta sus resecos labios, y al liberarlo hay cuarteaduras nuevas en su piel. —Siga cuidándome las espaldas, señor Seong. Y cuidando la sonrisa de Maettyah un poco más…por favor.
Dos días después, Jiwoong siente que su cuerpo mejora incluso en su debilidad. Tal vez, porque ha dejado todo ordenado ahora. Solo queda pendiente esa auditoría, una vez que todos los números estén contabilizados, podrá enfrentarse con resignación, al diagnóstico que le darán en unas horas.
El día de su cumpleaños, justamente.
Una sentencia o un renacimiento.
Todo está por cambiar. Para siempre.
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Seúl, 18 de diciembre…
[Carta manuscrita] …En serio, hyung, ¿solo un video de agradecimiento grabado para el grupo? ¿Cuánto hace que lo grabaste? ¿Por qué usabas esos filtros? ¿Por qué no hablamos? Y ¿cómo es que ya no estás en el hospital, sino ambulatorio? ¿Dónde estás parando? ¿Es porque estás mejor, o porque…ya no saben que pueden hacer? ¿Has tenido noticias de PDS? ¿En verdad, estás a salvo, hyung? Sabes que sueño poco. Hoy soñé que hablábamos por videollamada y tú estabas en un parque enorme como el Central Park de New York, el suelo cubierto de hojas rojas de arce. Me decías que estabas bien, pero te temblaba la voz, y tu rostro se desdibujaba como una acuarela que goteaba. Me estoy cansando de fingir que esto es normal. ¿Por qué cada vez que pregunto al señor Seong o al mánager Yoo me responden lo mismo? ‘Volverá, ten paciencia’. Prometí esperar, pero tú prometiste que cuando estuviera derrumbado, te hiciera una señal, que llegarías a mí de algún modo. No quiero derrumbarme. Me pediste que sostuviera un lugar a donde volver. Pero duele tu ausencia cada jueves. Me dicen que ‘te cuide dándote espacio’. Pero no es el espacio que separa lo que me duele. Es tu silencio. Solo quiero saber que estás vivo. No por rumores en las redes. No por mensajes en un live con tu Pororo de orejas de gato, que ya ni siquiera sé si eres tú, o algún fan que te tomó la imagen. Quiero saberlo de ti. Con tus dedos, con tu voz, con tu rostro sin filtros que extraño desesperadamente.” (…)
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Busan, 25 de diciembre…
[Foto Postal de Busan] Tu época favorida del año llegó. La primera nevada cubrió Seúl, y no estábamos juntos. En Busan aún no ha nevado. Todavía podemos cumplir con nuestro rito. No importa que no sea jueves. Vinimos con los chicos al sur. Ricky y Hao hyung visitan a su familia en China. Mi familia viajó también, eomma, noona y mi tío. Cenaré con ellos en la noche. ¿Recibiste mi regalo? ¿Cuánto tiempo más debo sostener esto? Ya no me creo lo que me dicen. Estoy asustado. A veces me preocupa que no sepas en que día estás. Leí tu mensaje en el chat del live pasado: ‘Jiwoon hyung te extraña más.’ ¿Realmente eras tú? Tengo miedo de que estés ocultándome que estas peor, hyung. No es posible que me ignores de este modo. Por favor, vuelve a mí.
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Seúl, 1 de enero…
[Fragmento de diario] Recibí tu regalo de Navidad. Pero sabes que no era lo que quería. Oír tu voz, es lo que quiero. Yo, ya no te espero como antes. No quiero una gran entrada mostrándote sano y vencedor, con una explicación perfecta a todo lo que ha pasado. Solo quiero que vuelvas, que vuelvas de verdad. Con todos tus dolores, con tus miedos, con todas tus promesas rotas, con tu cuerpo enfermo. Pero también con el corazón abierto. El único regalo de Navidad que necesito es poder verte a los ojos y escucharte decir, “No lo hice bien. Pero volví. Por ti.”
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Seúl, 8 de enero…
[Mensaje de voz] ¿Podemos hablarnos o estarás muy ocupado con los preparativos de tu matrimonio? Lo has visto, ¿verdad? ¿Lo que se dice en las redes sobre tu compromiso con esa empresaria y actriz japonesa? ¿De dónde salió esa foto, hyung? No tienes que darme explicaciones, no estoy dudando. Solo tengo curiosidad. El cumple de Gunwookie es en dos días. Lo pasaremos juntos…Iremos al cine y nos abrazaremos…Y lo subiré a mi chat…Y todos dirán que somos la mejor pareja del grupo… No estoy llorando, ¿eh? Solo estoy resfriado. Ayer tuve algo de fiebre, pero hoy estoy mejor…Pero, peor. ¿Ni siquiera te doy celos ya?
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Manila, 15 de enero…
[Mensaje de texto]
En verdad, lo nuestro… ¿tenía fecha de caducidad?
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“Finalmente Ricky bailará algo que ha querido desde BP” había dicho Matthew en el live de hoy, y Gyuvin sonrió a su lado. Aunque ambos se miraron con complicidad, y esa tristeza implícita. La misma tristeza que sigue incluso ahora, frente a un domo repleto de espectadores, luces azules y grandes reflectores sobre sus cabezas. Cuando los acordes de Love Killa resuenan, y la unidad de Matthew, Gyuvin y Ricky son elevados hasta el escenario desde tres plataformas móviles. Mientras los otros cinco chicos suben en dos plataformas laterales. Gunwook y Yujin a la derecha, Taerae, Hanbin y Hao a la izquierda.
Su cover de homenaje a los diez años de MonstarX en los GDA es la misma coreografía de BP, y Ricky ha asumido el lugar de Seowon. Discutieron días antes si Hanbin o Gunwook debería sustituir a Jiwoong. Gyuvin tradujo el dolor de Matthew en palabras para los demás: “Podemos, simplemente, hacer como si hyung siguiera aquí. Podemos dejar su espacio en la escena…”
Hao, con razón, preguntó sobre quién pondría a la audiencia ansiosa entonces. Ricky intervino, “¿Podemos usar la voz grabada de hyung, para BP?” Cualquiera de los tres diría esa frase en inglés con más precisión que el Jiwoong que era durante esa época. Pero para los ocho fue obvio que nadie quería hacerlo. Hanbin acertó la propuesta, y con ella han entrenado por estos últimos días. Usando esa coreografía que crearon en el show como núcleo central, como si Jiwoong aun estuviera, usando su voz grabada. El trabajo de masterización ha sido excelente.
Cuando el gutural, “Got room for one more” resuena en el coliseo, la algarabía es tan ensordecedora, que la música se hace imperceptible y Matthew lleva su mano al oído, verificando la referencia. Vuelve a sentir la adrenalina de aquella vez, como una ola, pero hoy, algo se le traba en la garganta, y agradece que estén usando la grabación, porque cree que su voz se puede quebrar en cualquier momento.
Cuando la formación de los tres deja el espacio para Jiwoong, listo para escuchar el off de la icónica frase, y Matthew cree que soltará las lágrimas contenidas, una luz circular alumbra la esquina del proscenio. Alguien está ascendiendo por esa ala, micrófono en mano, llevando un traje rojo vino de diseños similares en la solapa, sobre su cuerpo enérgico, grácil, perfecto. Y es de su boca que escucha, cargado de una intensión que desboca el corazón de Matthew.
— Oh, I’m sorry. Did I make you anxious?
Es Jiwoong. En persona. Tras cinco meses y dos semanas, está otra vez frente a ellos. Gyuvin y Ricky se miran con ojos desorbitados. Hao niega, conmocionado, con la boca más abierta que lo que puede cubrir su mano. Hanbin y Taerae se miran sorprendidos, dudando aun si es un holograma, o es real. Gunwook abraza a Yujin, entre lágrimas. Y cuando finalmente el hyung de todos llega hasta ellos, la algarabía del público es todavía más ensordecedora que al principio.
Hanbin, Hao son los primeros en abrazarlo, Taerae, Yujin, Gunwook detrás. Ricky y Gyuvin se abren paso entre estos últimos decididos a envolverlo en sus brazos. Matthew se ha quedado fuera del enredo de cuerpos, congelado, intentando destrabar ese sollozo que inflama su garganta, mirándolo con la expresión anhelante, incrédula y cálida con que lo miró aquel 20 de abril, cuando Jiwoong fue llamado al grupo, y él no pudo llegar a él, pensando que sería esa la última noche en la que formarían parte de algo en común.
Jiwoong no quiere apartar su mirada, como entonces. Y sabe que hay algo más en esa expresión de Matthew esta noche, añadido a esa mezcla de emociones que lo conmueve hasta los huesos… Eso que con seguridad también brilla en sus ojos ahora.
Cuando los chicos, comprensivos, empiezan a dar el espacio que piden a grito sus miradas, Jiwoong extiende su brazo por encima del hombro de Taerae y tira, desesperado ya, del codo de Matthew para acercarlo. Lo envuelve entre sus brazos, y deja caer su cabeza sobre el hombro trémulo, enjugando su emoción allí. Las manos de los chicos le palmean la espalda, le revuelven el cabello, pero Jiwong sigue sin sentir las que tanto anhela sobre él, y lo aprieta más fuerte, más fuerte, a pesar de que la producción debe estar dándole señales para que se detengan y dejen que prosiga el espectáculo.
— Te amo, My-Tyu…Te dije, que siempre iba a volver a ti.
Lo que ha susurrado en el oído de Matthew puede que un día también alguien se lo descifre en un fansign, y sea interpretado de muchas maneras. Pero incluso si es interpretado de la manera literal que es, no le importa. Y Matthew parece entender que no lo soltará hasta que reaccione, y lo abrace, y circunde esa estrecha y deseada cintura con sus manos, y deje que su cabeza también se acomode contra la afilada clavícula del otro.
Separarse conlleva un esfuerzo enorme, Jiwoong sigue con su mano sobre el hombro de Matthew, mientras habla a la audiencia, y la presión firme que siente sobre su cintura le pide un extra de cordura para poder dar su breve discurso sin quebrarse. A su otro lado, Gyuvin, se seca las lágrimas, y palmea el hombro de Jiwoong como si quisiera cerciorarse de que no es un sueño.
— Gracias, MonstarX por crear este hito en la vida de tantos, no solo de los fans, sino de idols como nosotros. Hace tres años, mi vida cambió totalmente cuando decidí hacer esta canción en el show. Marcó un antes y un después en mi carrera. Todos los altibajos en el camino posterior han sido posibles de transitar gracias esta decisión. Estoy infinitamente agradecido a Gyuvin, porque nunca ha dejado de estar a mi lado, desde entonces, con su sincera alegría y su bondad sin filtros. Aun quiero disculparme con Ricky, aunque sabía que era cuestión de tiempo…Bro…lo lograste…
Ricky, desde el otro lado de Gyuvin, estrecha la mano que le extiende Jiwoong, dejando ver su perfecta sonrisa, y sus ojos inusualmente húmedos.
— Pero, más que todo, quiero agradecer a quien tuvo en sus manos la oportunidad de negármelo, y no lo hizo. A mi riguroso líder entonces, a mi compañero desde el primer día de Love Killa, a quien siempre consideré mi amigo…A quien cambió no solo mi carrera, sino mi vida. Gracias, Maetty-ah.
Matthew acepta el abrazo, bajo la algarabía ensordecedora, abrumado de emociones, conmovido y todavía desorientado. Y cuando Jiwoong se separa para regresar al micrófono, se permite cercarse las lágrimas que ya brotan sin control de sus ojos. Gyuvin, Yujin y Gunwook se acercan al canadiense, animándolo y secando su llanto cuando todos ellos siguen llorando todavía.
— Gracias, Z’roses, por todo el amor que nos han entregado durante estos 2 años y 8 meses. Por favor, —su mirada viaja por el público, por el escenario, entre los chicos, para terminar en Matthew. Y allí se queda cuando concluye. —síganlo haciendo. El amor mueve montañas.
Las montañas que el amor de Jiwoong ha movido, ni siquiera Matthew las puede imaginar.
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El premio Daesang en los GDA al Mejor álbum del año para Antumbral, y la llegada de Jiwoong han competido tanto en las redes por llevarse la mayor atención. Las expresiones de los chicos ante su entrada están por todas partes llenas de comentarios conmovedores. Todos parecen igual de sorprendidos con su llegada. A menos de un mes del último concierto como ZBO, el que Jiwoong parezca salir de su hiato ha llenado tanto de esperanzas como de incertidumbre: ¿regresó para ser parte de la despedida de ZBO, o regresó porque ZBO va a hacerse permanente? ¿La extensión de dos meses, era para esperar por él? ¿O solo consiguieron dos meses más con las agencias antes de disolverlos?
En la mente de los chicos esa pregunta ronda ahora, mientras esperan sentados en el salón de reuniones en el ala de oficinas de WKO. Falta Jiwoong, pero ya Hanbin les había dicho en el desayuno que se sumaría al mediodía.
Ayer, tras la gala, fueron a comer juntos. Todos estaban felices de saber de su maravillosa recuperación y también pensaron que Jiwoong regresaría con ellos a la base. El mayor casi no habló sobre sus meses de ausencia, revisaba el móvil respondiendo mensajes y al final de la cena, una llamada lo absorbió y tras atenderla, se disculpó con todos y salió de prisa.
Su última mirada fue para Matthew, quien tuvo a su lado todo el tiempo, y por ello le costó separar su brazo del hombro tan anhelado, prestar atención a lo que le preguntaban, y no ser tan obvios, cada vez que sus miradas se enganchaban, de lo difícil que les resultaba estar rodeado de miembros y managers, cuando a sus ganas le sobraban hasta las ropas. Pero Matthew sintió que había algo interponiéndose entre ellos. Podría ser la razón de esos mensajes que miraba a cada rato, o la propia presencia de Jiwoong. Era él. Y a la vez, era otra persona. Tras casi dos meses sin hablarse, ¿tenía sentido que fingieran que todo estaba bien?
Tarde en la noche, Matthew recibió un mensaje, se había quedado dormido con el móvil en la mano, esperando, y cuando sonó la voz de Pororo, se despertó sobresaltado.
“Quería abrazarte toda la noche.
Aún no te mostrado ni un ápice de lo que te extraño.
Mañana será un día largo.
Recuerda que siempre volveré a ti.”
Matthew sintió la sinceridad en todo su cuerpo de esas palabras, pero no contestó. Parecía un mensaje de esos que no espera respuestas. Mientras lo vuelve a leer, discretamente, sentado entre Taerae y Gyuvin, piensa que el motivo de esta reunión es demasiado trascendente, que sus destinos como ZBO está por revelarse…y que, en medio de ese parteaguas de sus carreras, tener de vuelta a Jiwoong lo hace aún más intenso para él. Matthew quisiera que Hanbin entrara ya por esa puerta, con la certeza de que el contrato extendido que todos anhelan hoy traiga a Jiwoong a su lado también. Y poder tener el tiempo a su favor para poner las cosas en orden.
Están hoy alrededor de la mesa oblonga, esa misma en la que hace dos años y medio nombraron a Hanbin como líder de ZBO, y todos aplaudieron llenos de ilusión por el futuro que venía, que parecía un largo camino, y ha resultado tan breve. El director Kim entra con paso rápido, para anunciarles que hoy tendrán noticias sobre la propuesta de la compañía para un proyecto de extensión como grupo. Así que cuando Jiwoong entra junto con Hanbin a la salita, el corazón de todos vibra de regocijo. Que hyung esté allí también, en una reunión para decidir sobre el grupo significa que sigue siendo parte de él, que lo están considerando al menos. Para sorpresa de todos, el director Kim se despide con la promesa de que regresará en un rato.
Jiwoong luce incluso más atractivo que hace dos noches, cuando se presentó en los premios GDA y los sorprendió a todos hasta las lágrimas. Parece más estilizado a pesar de que sigue luciendo una atlética figura, pero su piel de porcelana luce impecable y su cabello tiene el corte perfecto entre formalidad y desenfado. Viste de Gucci, solo un pendiente en una de sus orejas, y al reclinarse, el reloj plateado de más de mil dólares se advierte bajo la chaqueta beige.
Taerae repara en ello, y le comenta.
— ¿Es un G-Timeless, hyung?
Jiwoong lo confirma con una sonrisa ligera y simple. Y Taerae abre los ojos con sorpresa. A su lado, Matthew mantiene las manos aferradas a sus codos, siente que su cuerpo se enfría cada vez más, desde el momento en que Jiwoong llegó con Hanbin y ocuparon la esquina de la mesa. Desde que solo le dedicó una mirada donde latía una sonrisa enigmática, que Matthew no supo descifrar del todo. Los chicos lo comentaron en los dormitorios anoche: Jiwoong parece haber madurado más, y aunque todos lo siguen viendo como el hyung más silly y accesible del mundo, este Jiwoong que aún tiene tanto que contar, les resulta misterioso y seductor. Demasiado seductor, piensa Matthew y destraba sus costillas con un suspiro que atrae la atención de Gunwook, sentado a su derecha. Hanbin le pregunta en voz muy baja algo a Jiwoong y este asiente.
— Hyung, tiene algo importante que decirnos, chicos. —Hanbin ha introducido el tema sin muchos rodeos. — El director Kim nos ha permitido que sea él quien explique lo esencial y luego pasaremos a los detalles.
Los chicos se miran curiosos. Matthew mantiene su mirada sobre Jiwoong, buscando una señal, algo que sea un mensaje solo para él. Pero Jiwoong está concentrado en el ipad que revisa, absorto en los detalles que necesita recordar. Y cuando alza la vista, su mirada no busca el contacto con él, Matthew siente ese frío nuevamente. ¿Jiwoong lo está esquivando?
— Quisiera que esto fuera visto para ustedes como una oportunidad, no una obligación. Ni siquiera conmigo o con los demás miembros. Quiero que lo piensen como un compromiso con ustedes mismos. Y que tomen sus decisiones en base a eso, ahora que pueden decidir.
—¿Hyung, estás hablando de tu regreso al grupo? ¿Qué tenemos que pensar al respecto? ––para Hao es algo que no se cuestiona.
—Te queremos con nosotros. ––hasta Ricky está pegajoso hoy.
—Bueno, no sabemos aún si habrá un nosotros, pero si existe, claro que sí. –– Taerae es demasiado realista ahora mismo.
—Vas a volver, hyung, ¿verdad? ––Yujin casi suplica en lugar de preguntar.
—Espera, ¿qué quiso decir con que van a extendernos nuevamente el contrato? ¿Por cuánto? –– Gunwook une las manos en una plegaria. — Que no sea solo por tres meses, como antes. Esta tensión por tercera vez es demasiado para mi corazón.
— Necesitamos un milagro, esa es la verdad. Y no creo demasiado en eso. –– Gyuvin asiente, con cierto desaliento.
— Por favor, escuchemos lo que hyung tiene que decirnos.
Los miembros acatan la indicación del líder. Jiwoong sabe que no debe seguir dilatando ese momento agridulce y decisivo.
—Ricky, tú que estas en ese extremo, con buen ángulo, ¿puedes grabar a partir de ahora, por favor? Quizás en el futuro, deseemos volver a este momento. –– le pide con una sonrisa, aunque aún no esté totalmente seguro de ello.
Ricky con disposición opera la cámara de su celular, ubicándola sobre la mesa y dándole al botón de grabación. Jiwoong cruza sus manos y luego las masajea, para aliviar un poco el frío que se acumula en sus falanges. Puede hacerlo. Tiene que hacerlo.
—Hace tres meses que prácticamente no han sabido de mí. Desde que me dieron el alta en el hospital cuando mi diagnóstico se confirmó como algo muchísimo menos riesgoso que con el que ingresé. No quiero dar todos los detalles de lo que pasó durante ese tiempo, pero basta con decirles que estuve trabajando muy intensamente, para poder estar aquí hoy. Y ofrecerles esto.
Los chicos arrugan sus ceños, se inclinan hacia adelante. El silencio es absoluto cuando sus respiraciones se han detenido, por la expectativa y la curiosidad.
—Pensaba que te habías olvidado de nosotros. — comenta Yujin, con una sonrisa asimétrica, rompiendo el silencio solemne. Algunos ríen. Matthew no es uno de ellos.
—Nada más lejos de eso, Yujinah. En todo este tiempo he estado en largos intercambios legales para conseguir levantar mi propia agencia de entretenimiento, que ya es un hecho hoy.
La sorpresa es total, incluso en los ojos de boba de Matthew. Gunwook, Gyuvin y Ricky tiene las bocas tan abiertas que podrían hacerse un examen de amígdalas. Hao tiene ambas manos sobre sus labios. Taerae cree que no ha escuchado bien del todo.
—¿Eres dueño de una agencia de entretenimiento, hyung? ¿El dueño, dueño?
Jiwoong mueve la cabeza en un sí corto y casual. Hao, mira a Hanbin con reconvención.
—¿Desde cuánto sabes esto?
—Desde hace tres horas. En la reunión con la directiva. La agencia de Jiwoong hyung, es la opción que WKO quería presentarnos como primera posibilidad. Le juro, que sabía de esto tanto como de su presentación en Love Killa.
—Hyung, ¡te has vuelto realmente misterioso! ––Taerae ya no puede contener su impresión.
—Pero, hyung, ¿una compañía real? Es decir… ¿Cuánto dinero cuesta montar una compañía así? ––Gunwook mira a ambos lados buscando apoyo.
—Jiwoonie hyung, ¿te ganaste la lotería en Japón?
La pregunta de Matthew saca algunas sonrisas, pero para Taerae, Gunwook y Gyuvin de pronto parece dar sentido a esa nueva imagen sofisticada de Jiwoong hyung, a ese aire de poder que emana, inmarcesiblemente. Matthew lo ha dicho serio, y Jiwoong lo mira al rostro con una expresión amable, casi culposa.
—No, Maetthyah…Aunque podría decirse que ha sido un golpe de suerte. —Jiwoong se lleva la mano al pecho, y acaricia algo bajo su camisa de seda blanquísima. — O tal vez, sí existe algo que me ha protegido para poder llegar hasta aquí.
Matthew entiende. Sabe que ha tocado Jiwoong bajo su camisa. Sabe que la referencia ha sido solo para él, y de repente su confianza calienta su pecho y distiende sus labios esperanzados. Taerae cree haber entendido también.
—Obtuve mucha ayuda todo este tiempo de personas que realmente aman el arte, y especialmente el que hacemos como grupo. Ya habrá tiempo de contarles como llegué a tener tanto los recursos como las conexiones. Y poder proponerles hoy que acepten la oferta que he hecho a sus compañías, y que la mayoría de ellas han firmado ya en un preacuerdo o documento de intención.
—Hyung, espera, esto es una locura. ––Yujin pide una tregua con la mano para asimilar lo que ha escuchado ––¿Nos estás diciendo que podemos irnos juntos y continuar como ZBOne en una agencia que creaste tú?! ¡Daebak!!!
—¿Esto es real, esto es real?!
—¿Puedes pellizcarme, Mashu syak? …Aughsssh…Sí, es real, Gunwook-ah.
— Hey, por favor...Sé que el entusiamo nos está devorando, pero denle la oportunidad a Jiwoong hyung para que nos explique.— Hanbin habla pausado, con rostro serio, pero en sus ojos brilla el eco de ese entusiasmo.
—Chicos, es real, pero aún no definitivo. Necesito que entiendan esto. —Jiwoong busca ahora la mirada brillante de Matthew— Siempre va a estar en sus manos la decisión final… Sus compañías, podrían estar cambiando sus pautas hasta el último momento. No tengo los contratos de todos, pero sí puedo decirle que esa es mi intención, y mi meta.
—Significa que todavía alguno de nosotros… ––Taerae aprieta sus labios antes de continuar. El líder vocal de la quinta generación, a quien todos están convencidos que WKO jamás dejará ir.
—Les adelanto. WKO va a continuar teniendo una parte importante en el proyecto por los próximos tres años, así que ha sido la primera agencia en firmar el preacuerdo. Taerae-ah, ¿todavía tienes guardada esa letra melosa que te escuche en el tren a Osaka?
A Taerae se le han llenado los ojos de lágrimas. Y la algarabía de los chicos, las palmadas en la espalda que Matthew le da con afecto. El abrazo de Gunwook, y las felicitaciones sentidas, lo hacen bajar la cabeza, conmocionado, y dejar que su llanto de felicidad corra libremente.
— Nuestro líder fue mi segunda victoria. Así que…todos podemos respirar con confianza de que nos seguirán regañando por hablar demasiado en las premiaciones, Gunwook-ah.
Hanbin sonríe, sacudiendo la cabeza. No se ha sorprendido porque es obvio que ya tuvo una reunión previa con la directiva donde fue informado. Pero en sus ojos brilla la alegría, que parece apagarse de golpe cuando se posa en un punto de la mesa.
—¿Significa que yo voy a seguir siendo regañado también? ––para Gunwook nunca la palabra regaño había resultado tan positiva.
—Solo si no me haces caso en el futuro. ––interviene Hanbin, saboreando su contragolpe.
Gunwook ha recostado la cabeza en el hombro de Matthew para llorar su felicidad allí. Los largos brazos de Gyuvin lo abrazan desde el otro lado. Y Matthew acaricia la espalda de su bebé gigante, sonriendo. Jiwoong tiene que cambiar la vista, cuando siente esa punzada incómoda en su costilla. Sus celos hoy tienen demasiados matices.
––YHE la sigue poniendo difícil para nosotros, ¿verdad?
Es la voz de Hao. Ha estado apretando su boca, desde que escuchó que las compañías habían firmados preacuerdos, pero no todas. Su contrato se ha estimado en miles de millones de wons. Si WKO no ha podido conseguirlo, ¿qué podría hacer una agencia nueva en el mercado?
––Lo siento, Hao-ya.
Jiwoong toma aire, y afina sus labios humectados, con expresión contrariada. Ladea un poco la cabeza, distendiendo su cuello. La afirmación resignada de Hao hace que Ricky, Gyuvin y Yujin se miren indistintamente. ¿Acaso alguno de ellos lo logró? La cara de Hanbin está demasiado inexpresiva, tal vez contenida, para descubrir una señal. Taerae oprime la mano del centro, y parece mucho más angustiado que Hao, cuyos ojos se cierran, mientras sigue asintiendo, como para convencerse a sí mismo. Hasta que la voz de Jiwoong vuelve a escucharse.
––Creo que vas a tener que aplazar tu ordenada vida en Fujian para dentro de unos cuatro años.
Hao abre los ojos de golpe. Mira la sonrisa que se distiende en la cara ruborizada de Hanbin. Y se lleva las manos a sus cabellos, a su cara, mientras las lágrimas corren por su hermoso rostro, en silencio.
—¡Gracias, hyung… Xièxie…duōxiè!!
Hanbin se inclina para alcanzar su hombro, y darle un abrazo que hace el llanto de Hao más alto y torna el ambiente sensible para todos. Por varios segundos el líder solo seca los tibios pómulos rosados del chico. Luego sonríe y une la frente de Hao a la suya, en una caricia leve y conocida, como la promesa de una larga noche. O de muchas. Y regresa a su puesto junto a Jiwoong.
––Al menos, –– continua Jiwoong con una exhalación de alivio, un tanto dramática incluso para las circunstancias–– tendrás con quien platicar en chino; cuando Ricky tenga ánimos para ser sociable, claro.
––Eeh!!––la reacción de Ricky alzando las manos hasta su cabeza, les ha acordado a todos, ese momento en que lo llamaron a formar el grupo en abril del 2023. Gyuvin se le ha colgado del cuello, dejándolo casi sin resuello. Pero a Ricky no parece importarle como lo sacude toda la línea maknae, con abrazos y palmadas en su espalda, en su rostro, y aun no lo cree por completo.
––¿Conseguiste los contratos de YHE? ¿Cómo? –– Taerae está incluso más sorprendido que sobre su propia situación.
–– Solo tres, solo tres preacuerdos… Gyuvinnie, va a seguir haciéndote perder los aretes, Ricky. Sean más moderados, chicos.
A Gyuvin se le han saltado los colores a la cara, pero no por ello ha dejado de abrazar a Ricky, cuando este lo estrecha tanto como si fuera a perdérsele como uno de sus aretes. Pero todos han escuchado también la razón de la cara desencajada de Yujin. Hao es el primero en preguntar.
––¿Qué pasa con Yujinnie?
––¿Nuestro maknae…sigue siendo nuestro maknae, cierto? ––Gyuvin se apartado de Ricky para preguntar, nervioso.
Jiwoong se pasa la mano por el cabello antes de aclarar. Su voz es calmada, pero se nota cierta tensión al final de las frases, como si estuviera controlando su emotividad con un esfuerzo considerable.
––En el caso de Yujinie, la compañía ha puesto algunos reparos para que se haga antes de que cumpla la mayoría de edad legal. Tus padres firmaron acuerdos que tienen que negociarse con ellos directamente.
––Cumplo años en unas semanas. Eso no es un problema. ––se apura en aclarar Yujin, con ansiedad. –– Mis padres nunca se opondrían a lo que yo quiero.
––Si antes de tu cumpleaños, YHE hace un arreglo con otra compañía, u otro grupo propio, tendríamos que renegociar desde el principio. Pero creo, que simplemente, están dilatando las cosas para no lucir tan desesperados.
––Hyung, realmente estoy alucinado… ¿Cómo conseguiste que las compañías aceptaran lo que parecía imposible para WKO?
––Gunwookie, le prometo que contaré con calma y detalles más adelante.
––Yujinnah, no te preocupes, vamos a estar todos juntos por muchos años más. ––Hanbin lo anima con una sonrisa.
Todos sacuden la cabeza de Yujin, alentándolo, y el chico ha vuelto a sonreír, menos angustiado. Hanbin y Jiwoong se miran, y es un intercambio de sentimientos dispares, pero que no escapan a la mirada de Hao, ni tampoco de Matthew.
––¿Qué hay de Matthyu-ya? –– la pregunta de Hao se desliza con delicadeza.
––Oh… ¿no mencionó a Mashu al principio?
––El contrato de Matthew ya casi lo tenía WKO, ––Ricky bromea. –– ¿Cómo era aquello, Matthew, de que eres el favorito del director de la compañía? Hasta el director Kim se babea con su aegyo.
––Hyung seguro que lo negoció el primero, ¿a que sí? –– Gunwook lo mira con picardía.
Jiwoong contrae la mandíbula. Su mirada se fija ahora en la expresión expectante de Matthew frente a él, quien sonríe ante las insinuaciones de los chicos, pero que necesita con todo su ser, escucharlo de boca de Jiwoong.
–– WKO nunca ha tenido el contrato de Maettyu. Sigue siendo de MNH. En lugar de comprar su contrato, WKO transfirió los gastos de salud de Matthew a su compañía original. No creo que haya sido con ninguna mala fe. Simplemente MNH aceptó cubrirlos.
––¿Son demasiado los costos? ¿Eso me está atrapando en MNH actualmente?
––No es poco, Maetthyah…pero es negociable. El problema no está ahí.
Todo el grupo contiene la respiración. La cara de Jiwoong se ha vuelto más pálida, y se nota que su respiración se hace pesada con cada palabra. A su lado, Hanbin agacha su mirada para no enfrentar los ojos cada vez más grandes de Matthew, la desazón en su cara.
––La noche pasada me fui de prisa de nuestra comida a una reunión con MNH. El resultado es que rechazó mi propuesta. Otra compañía hizo una mejor oferta, y antes de que se venza el contrato decidieron transferirlo a ella…
––¿Qué compañía? –– Matthew interrumpe, siente su garganta rígida, secándose.
––No podemos, sin Matchu…no, de ningún modo. ––Yujin parece aún más angustiado que cuando hablaron de su insegura posición.
––¿Qué compañía está negociando mi contrato, hyung? ––Matthew no atiende a los comentarios de negación a su alrededor, a las palmadas en su espalda.
––HYB…HYB te quiere de vuelta, Maetthya. MNH ha vendido la mayoría de sus activos en las últimas semanas, prácticamente ya son parte de HYB.
Sus rostros estupefactos no dan lugar a la confusión. HYB, el coloso de los cuatro grandes se ha metido en el juego para evitar que sigan juntos, para llevarse a Matthew.
––¿En cuánto vendió MNH mi contrato, hyung?
Jiwoong vuelve a masajear con la palma derecha el dorso de su otra mano, siente ahora mismo una necesidad imperiosa de pellizcarse, de clavar sus uñas hasta que sangre la piel que acaricia con fuerza, aliviándose de algún modo su angustia. No quiere mostrarles cuanto está sufriendo ahora mismo con esta conversación.
––Suficiente, para no tener como hacerles una contraoferta en 24 horas.
––¿Están bromeando? –– Matthew deja escapar un jadeo ansioso, y la sonrisa se extiende en sus labios, insegura, pero anhelando tener motivos para seguir en su rostro. ––¿Por eso le dijiste a Ricky que grabara? ¿Para ver mi reacción?... Yoo!! ¿por qué HYB se fijaría solo en mí? Dejen de bromear de ese modo…
–– Seokmae…Hyung está hablando en serio.
––Claro, tiene el contrato de Hao, pero no el mío. –– Matthew se inclina hacia adelante para señalar al centro chino que no sabe si sonreír en ese momento, o abrazar a Matthew, conteniéndolo. –– Como chiste para cerrar, está bueno… Ya puedes parar de grabar, Ricky.
Jiwoong siente que su corazón está teniendo un déjà vu, no uno de pensamientos que vuelven, sino de sentimientos que reviven viejos y dolorosos momentos. Matthew diciéndoles que era una broma cambiar de partes en SMN, a apenas dos horas antes de que los evaluaran, suena así mismo ahora. Y Jiwoong siente que le está fallando de nuevo, que lo está dejando solo en su desesperación, como aquella vez. No importa cuánto ha tratado de evitarlo.
–– Lo siento, lo siento mucho, Hyun-ah. –– los ojos de Hanbin están llenos de lágrimas, y esos los convence a todos. Incluso a Matthew, que todavía riposta un poco más.
––¿Cómo puede mi contrato ser innegociable? –– sus ojos enrojecidos se clavan en Jiwoong, desarmándolo con su desesperada diatriba–– ¿No quedó suficiente dinero para mí? ¿No consideraste que valía lo que la compañía pediría por mí? ¿Es eso?
Matthew tiene esa expresión devastadora. Tenía tanto que decirle a Jiwoong, y de repente, siente que una enorme pared de hielo se ha erigido entre ellos.
–– No digas esas cosas. –– la expresión de Hanbin es más de súplica que de reproche. –– Escuchemos a hyung, lo que tiene que decirte antes de...
–– ¿Qué más debo oír?! ¿Consuelo? ¿Conmiseración? ¿O vas a decirme que HYB es la cabeza del león, así que voy a estar mejor allí que con todos ustedes?
Los chicos se han enmudecido ante la respuesta de Matthew, cargada de dolor, de rabia y desesperanza. Matthew baja la vista hacia la mesa, apoya el codo en ella, y su frente tensa sobre la palma abierta. Las gotas saladas salpican sobre la formica blanca. Gunwook, Taerae, y Gyuvin miran a Jiwoong preocupados, porque han visto su rostro ensombrecerse, y apretar sus dedos entrelazados de las manos para mantener la compostura que debería esperarse de alguien en que van a depositar la dirección de sus carreras, de sus vidas por los próximos tres años.
–– Te daré todos los detalles en privado, Maetthya. ––es todo lo que alcanza a decir.
Matthew se arrastra las lágrimas con los nudillos. Quisiera recuperar su compostura, pero siente que el aire del lugar es cada vez más denso, agobiante, que empieza a hiperventilar. Y que su mente no reacciona a esa bobina de pensamientos como “una puerta se cierra, otra se abre”, “no luches contra lo inevitable”. Su pensamiento positivo está en huelga. Y Matthew se pone de pie, sacudiéndose con el movimiento de los brazos de Gunwook y Tae sobre él.
–– Necesito aire.
Es todo lo que dice, y enrumba hacia la puerta con la prisa que le da la vergüenza de verse tan débil a los ojos de todos.
Los chicos se miran entre ellos, y Hanbin le hace una señal para que se mantengan en sus puestos. Jiwoong tiene una expresión críptica. Su voz es pausada, grave y profunda cuando vuelve a hablarles.
––Les enviaré a todos los acuerdos firmados y las propuestas de contrato. El director Choi y sus managers los revisaran con ustedes, y cualquier tipo de duda o preocupación, por favor, anótenla para revisarlas cuánto antes.
Hanbin lo mira extrañado. Se supone que es lo siguiente que harán, pero Jiwoong abre su móvil, teclea algo y vuelve a cerrarlo. Mira a Hanbin con expresión que más que una solicitud es un ruego.
––¿Puedes continuar sin mí?
Hanbin asiente, comprensivo. Y le susurra mientras aprieta su mano. Es la petición de una promesa, no una inmediata, sino una con ecos.
––Ve, hyung. Tráelo contigo…de regreso.
***
Matthew está en la terraza, junto al cerezo desprovisto de hojas que se enfrenta desnudo a los embates del invierno. El cielo es gris, frío y la contaminación del aire lo hace aún más plomizo. Jiwoong siente el aire helado atravesar su gabardina, su camisa, e hinca su cara como agujetas. Matthew apenas lleva un suéter azul acero de mangas largas y talla extra, cuyos puños cubren sus manos, no lo suficientemente grueso para no hacerlo estremecerse.
— Maettyah… regresa adentro, por favor, terminarás con un refriado.
— Déjame… Necesito estar solo. Ahora mismo, …no puedo pensar con claridad.
— No quiero que veas esto como el final.
Matthew se vuelve ahora hacia él, sus ojos secos y enrojecidos, sus labios amoratados por el crudo clima. Su voz tiembla, y Jiwoong sabe que no es solo por el frío.
— Al menos, debiste prepararme para esto. Por un mínimo de consideración. Ayer, debiste decirme que no tenía oportunidad.
— ¡Ayer todavía seguía luchando porque hoy pudiera decirte lo contrario a lo que he dicho allá adentro! — Jiwoong da dos pasos hacia él, pero no se atreve a tocarlo. —Hasta el último minuto, antes de esta reunión, no he parado de luchar por ti. ¡No voy a rendirme, Maetthyah!
—¡Ríndete! Por favor…ya ríndete…No estamos destinados a ser. — Matthew entrecorta sus palabras, trémulo de desaliento. —Tú y yo… necesitamos dejar de tener esperanzas. Yo, necesito…dejar de pensar en nosotros.
Matthew se da vuelta y camina hacia la escalera. Si sigue allí, terminará enloqueciendo de angustia. No puede seguir mirándolo y pensando que hay un destino diferente para él. Mirando a este hombre hermoso, que ha vuelto aún más atractivo, seguro, sensual y deseable que cuando se marchó. Y que acaba de decirle que está fuera de su grupo y de su vida. Abre la puerta a la terraza, y toma las escaleras, intentando alejarse a toda prisa. Pero Jiwoong lo sigue, con dos escalones de distancia, insistiendo.
––Puedes estar disgustado conmigo, porque no te di razones antes, pero no mezcles las cosas, Maettyah…Solo estás sufriendo por…
— No quiero seguir sufriendo. No quiero seguir viéndote sufrir. Es egoísta querer sostener algo que solo nos trae sufrimiento. —le responde sin detenerse.
En el descanso de la segunda planta, cuando intenta escabullirse hacia el ala de los dormitorios, Jiwoong alza su mano por encima del hombro de Matthew, para sostener la puerta entreabierta y bloquear su salida. Matthew se voltea con vehemencia.
—Que, de los ocho, solo yo tenga que quedar fuera de tu proyecto… ¿acaso no es una señal? ¿Solo yo, hyung? ¿No es demasiado evidente?
Matthew no espera respuesta. Pero tampoco insiste en abrir la puerta. Jiwoong es capaz de seguirlo hasta los dormitorios, y los empleados llegarían a escuchar lo que no deben oír. Aprieta los dientes ante la mirada de conmiseración de Jiwoong, y echa a andar, escaleras abajo, musitando.
–– La vida no es justa, la vida no es justa, pero es como es…
Ahora quiere bajar hasta la primera planta, caminar hasta donde sus pies lo lleven, no tiene otro plan. Jiwoong intenta interrumpir el paso. Aunque sea sentados en esas escaleras heladas, si Matthew se calma y lo escucha, podría aliviar un poco el tormento que ve en sus ojos, palpitando en cada fibra de su ser.
—No digas eso…Tú no crees en predicciones, ni en lecturas de Saju, ni de Tarot…¿Por qué estás viendo señales fatales cuando es solo una maldita casualidad, Maetthyah?
Matthew se detiene de nuevo, frente a la puerta de la primera planta, la que conduce a las oficinas, ¿debería escapar por ella? Jiwoong lo anticipa poniéndose delante de la puerta, procurando que lo mire con sus ojos inflamados y que finalmente responda, apretando sus pequeños puños.
— Sí, una maldita casualidad…pero no podemos controlarla. Está más allá de ti y de mi…Damm… ¿qué voy a hacer? What am I supposed to do from now on…?
Lo ve llevar las manos a la cabeza, despeinando sus cabellos oscuros, mostrando una aflicción que crece con cada intento de calmarlo. Jiwoong finalmente alcanza el hombro de Matthew con mano indecisa.
— Por favor, no sigas disparando al aire como si no estuviera aquí, habla conmigo.
—Suéltame, hyung. — se sacude con brusquedad inusual. Matthew lo esquiva para seguir bajando, hasta el parqueo, pero Jiwoong se adelanta dos escalones y se interpone nuevamente.
—Confía en mí, Maetthya…por última vez. Te juro que haré lo que quieras. Que pararé si me lo pides…
––Entonces, ¡para ahora!
Matthew lo aparta, para bajar los seis escalones que restan, y abrir con fuerza, la puerta que da a la parte soterrada del parqueo inferior. A su izquierda la puerta del acceso al lobby y a los ascensores. Unos diez metros que necesita caminar para salir a la calle. Se detiene, atormentado, dudando por un instante hacia donde ir o dónde correr. ¿Pedir un taxi e irse a casa de su tío? ¿Tomar el ascensor y regresar a la reunión? ¿o a llorar su dolor en los dormitorios? En su indecisión, Jiwoong insiste en darle un propósito, cuando suplica a sus espaldas.
—Solo te estoy pidiendo un día más, Hyunnah.
La frase ha detonado la corteza que cubre sus emociones más contenidas, las que se propuso dejar a un lado para mantenerse cuerdo ante su ausencia. Por las grietas está aflorando su sentimiento de abandono, de sentirse como alguien con fecha de caducidad, olvidado, ghosteado, y es como ácido quemando sus labios.
—Te di meses, fueron tres meses sin saber de ti, confiando en ti, esperando por ti… ¿qué te hace pensar que te daría otro día? ¿Qué va a cambiar en un día?
—Mi vida cambió en un día. Mi vida cambió con la decisión tan simple de que no me sacaras de Love Killa.
—¡Debí sacarte! Debí sacarte entonces… ¡Nunca debí dejarte entrar en mi vida! No dolería de este modo. Damm!! No dolería de este modo, tener que sacarte ahora.
Da media vuelta y echa a andar por el parqueo, casi tambaleándose, aguantando los sollozos que lo hacen estremecer por la contención. Jiwoong lo ve alejarse, en dirección a la entrada de los elevadores. Por esa puerta en la que un día vio salir a Matthew en una camilla, inconsciente y destrozado por cuidar de él. Siente que se paraliza, como aquella ocasión en que su corazón quedó reducido a cenizas por las acusadoras palabras de Matthew llenas de fingido resentimiento. Pero, esta vez, sabe que no finge. Siente que, si lo deja ir, se arrepentirá incluso más que entonces. Que será definitivo.
Así que Jiwoong se descongela impulsado por una decisión voraz, corre hacia él, y tira de la fina muñeca con una fuerza que lo hace girarse, casi caer. Y lo obliga a seguirlo, incluso mientras le protesta, mientras intenta zafarse de un agarre más firme que cualquiera con la que alguna vez haya sostenido la mano de Matthew. Aunque le deje las marcas rojas de sus dedos sobre su piel de nieve, no lo soltará.
— ¿Qué haces?, déjame ya… ¡suéltame, Jiwoong hyung!
— ¡Sígueme! — Jiwoong ni siquiera lo mira, sigue tirando cuando se acercan al Alfa Romeo Giulia azul noche, parqueado unos cinco metros más allá.
—No voy… déjame. ¡No puedes obligarme a hacer lo que no quiero!
— ¡Entonces, por el amor de Dios, ¡no me obligues a obligarte!!
Jiwoong casi gime cuando se da vuelta, y con el movimiento hala a Matthew hasta él, lo presiona contra la puerta del auto, su mano sobre la cintura que más que restringirlo parece estrecharlo. Sus ojos destellan de pasión, deseo y dolor. Se ha acercado tanto a los labios de Matthew que el jadeo de su respiración se mezcla con el agitado aliento del chico. Jiwoong posa su mano sobre el cuello grácil cuyas venas están ahora exaltadas por el esfuerzo y la irritación. El contacto es devastador para Matthew, las lágrimas comienzan a brotar de sus ojos, y Jiwoong está a punto de perder la compostura, en el medio del parqueo de la compañía. Tiene que sacarlo de allí.
— Entra al auto. — le dice apartándolo de la puerta y abriéndola para él.
— No puedo. Tengo que empezar a hacer mi equipaje...—lo dice con ironía, pero no para herirlo, no puede herirlo más de lo que ya él mismo, Matthew, lo está.
Jiwoong se le encima hasta alcanzar la oreja pequeña, mientras su mano vuelve asir la cintura de Matthew con la firmeza de sus ansias duramente contenidas, y su otra mano oprime con tanta fuerza el marco de la ventanilla en la puerta abierta que parece que triturará sus dedos.
—Estamos en el medio del parqueo de WKO… ¿Qué tipo de narrativa quieres armar ahora mismo para los dos? — su susurro revela más tensión sexual que autoridad. —¿Qué te estoy secuestrando? ¿Eso quieres?
El perfume de Jiwoong lo inunda, ese olor a cedro, a petricor y madreselva japonesa. Matthew resopla rechazando la debilidad que lo embarga, y sacude sus cabellos oscuros. Realmente terminarán creando un problema. Baja la cabeza, y entra al asiento del pasajero. Jiwoong suspira pesadamente cuando cierra la puerta, y se dirige con prisa a la del conductor. Abre y entra al auto, arrancando automáticamente apenas se sienta en él. Matthew aún se está recuperando de su conmoción a esa reacción decidida y ruda que no había visto antes en Jiwoong, que lo ha cautivado y acallado con un alud de pensamientos desordenados, exultantes, eróticos. Y no puede apartar su vista de la postura encantadora de Jiwoong al conducir. Apenas avanzan diez metros, el auto se detiene en seco.
—El cinturón, Maetthyah.
Matthew está tan atolondrado que reacciona girándose en ambas direcciones, buscando el cinturón de seguridad. Jiwoong se encima sobre él para tirar de la correa en la puerta, pero Matthew lo detiene, con la mano sobre el pecho.
—Puedo solo. Esto no es uno de tus dramas. –– necesita que no se acerque más o terminará perdonándolo todo.
Jiwoong contrae su mandíbula, haciendo un esfuerzo mayor para no tocarlo, para no acabar de besar esos labios fruncidos que insisten en mantener distancia. Arranca nuevamente, y maneja de prisa hacia a la salida.
Matthew lo observa con el rabillo del ojo. Ha cambiado Jiwoong. Su expresión, sus gestos, su manera en la que gira el timón con una mano, mientras reposa la otra sobre el muslo, con autoridad y calma. Añoró tanto abrazarlo, y acurrucarse en su pecho. Soñó tantas noches con acariciarle los cabellos mientras se dormía con la cabeza en su regazo. El Jiwoong cariñoso y un tanto pueril, que lo descolocaba con sus salidas divertidas e inesperadas, ya no parece habitar en ese cuerpo. Un cuerpo mucho más espléndido que, bajo su costosa camisa blanca y su grueso bléiser de Gucci, luce tan seguro y seductor como tan inaccesible. Matthew repara en el mocasín Horsebit Loafer que presiona sobre el acelerador del Alfa Romeo Giulia, adelantando a todos los autos, raudo y silencioso. El Jiwoong que amaba lo sencillo, y lo cómodo, que siempre decía, “es solo ropa, Maetthyah”, ¿sigue ahí, debajo de esa sofisticación y altivez que hace a Matthew dudar, y sobrecogerse?
Hace frío afuera, y el cristal se empaña con la diferencia de temperatura. Jiwoong activa el antivaho del auto y mueve el botón para aumentar la calefacción hasta alcanzar los 23 grados. En silencio. El auto se detiene en la luz roja. Matthew siente que se ahoga si sigue respirando el mismo aire que Jiwoong, sin hacer nada, así que pregunta:
— ¿A dónde me llevas?
— A un lugar donde podemos conversar sin que nadie nos moleste.
— ¿Existe ese lugar? ¿Un lugar donde no estaré molesto? No creo que haya un sitio en este planeta donde yo pueda conversar contigo, y no sentirme…profundamente… —Matthew cierra los ojos y sonríe amargamente, sin terminar la frase. Son demasiadas emociones a la misma vez para escoger una palabra.
— Tienes todo el derecho del mundo a sentir eso. — se ha escuchado como el Jiwoong que conoce, cálido, comprensivo. — Tenemos derecho a estar rabiosamente molestos con el mundo ahora mismo …
— ¿Tenemos? ¿Por qué estarías así? Te fuiste un día pensando que todo había acabado para ti, y regresas cinco meses después, en un Giulia Veloce, con una agencia propia y un proyecto millonario en las manos… ¿Molesto? ¿No estás siendo demasiado arrogante, hyung?
En los ojos de Matthew brilla una dolorosa decepción. Jiwoong puede lidiar con la rabia, con la desesperación y hasta con la tristeza de Matthew. Pero hay sentimientos para los que nunca se siente preparado, que lo despedazan en virutas, y le punzonan el alma.
— Lo soy…Desde que alojé en mi corazón mis sentimientos por ti…he sido arrogante. Creer que tengo derecho a amarte, que tenemos derecho a amarnos por encima de las convenciones sociales, los compromisos laborales, las expectativas de todos y hasta el maldito azar, ¿no es acaso la mayor arrogancia que pueda existir, Maetthyah?
Jiwoong no lo ha mirado al responder con voz profunda y desolada. Tiene la vista fija en la carretera por la que avanzan, pero Matthew puede distinguir la humedad en sus ojos iluminados por los faros que viajan en dirección contraria en la noche prematura que desplaza la tarde helada. Sí, Matthew también ha sido terriblemente arrogante. No se trata de posesiones materiales, de puestos o jerarquías. No hay arrogancia mayor que creerse en el derecho de amar sin consecuencias.
— No tienes que darme explicaciones, y yo no tengo por qué recibirlas. —Matthew se muerde los labios, porque quisiera que las palabras dejaran de salir de su boca, porque solo los están alejando, y maceran sus corazones rotos. — Déjame en esa parada de bus. Volveré a la base y reflexionaré por mi cuenta.
Jiwoong lo mira ahora, desconcertado. ¿Por qué Matthew no entiende que no es que tenga, es que quiere dárselas? No es que quiera, es que no puede vivir un segundo más sin compartible todas y cada una de las cosas que ha pasado para llegar a él. La luz cambia nuevamente. El conductor del auto detrás de ellos hace sonar el claxon, impaciente. Jiwoong avanza, y se orilla hacia un lado de la carretera, saliendo de la vía, a pocos metros del bus stop. Apenas se detiene, Matthew se quita el cinturón e intenta abrir la puerta. El cierre de seguridad se lo impide.
—Ábreme.
— ¿A qué le temes tanto, Woohyun-ah?
—¿Eh?
Jiwoong zafa su propio cinturón, y se vuelve totalmente hacia él. Su mano llega hasta el rostro de Matthew, y descansa allí, acariciando con el pulgar la mejilla encendida. Con sus ojos mimosos, llenos de miel y confianza.
— No creo que la verdad sea más terrible que todas las ideas que te están atormentando ahora mismo en esa cabeza, — y ha vuelto a hablar con el tono acariciador que siempre borra cualquier inseguridad en Matthew, y arrulla más su voz para decirle lo que lleva meses palpitando en su lengua —…mi amor.
Matthew quisiera apartar ese contacto que calienta su piel y anuda su garganta, quiere huir lejos para que Jiwoong no vea lo desesperado que se siente por echarse sobre su pecho y llorar por los cinco meses que no lo tuvo, por todos los años que no lo tendrá. Pero sus dedos se paralizan sobre el dorso de la mano cálida, sin poder moverla. Jiwoong le sonríe por primera vez en todo el día con esa sonrisa que es como un abrazo conteniéndolo, un “Ya pasó. Estoy aquí.” Y gira la palma despacio para unirse a la de Matthew y entrecruzar sus dedos tibios a los nudosos y rígidos que lo siguen sin voluntad para oponerse. Y sin soltarle la mano, Jiwoong vuelve a encimarse sobre el pecho de Matthew, sobre su respiración contenida, a tomar el cinturón de seguridad del pasajero, y colocarlo en su cierre.
—Solo tres cuadras más. —oprime los dedos que empiezan a aflojarse lentamente entre los suyos, a aceptar su caricia y responderle. — Sostenme por solo tres cuadras más, por favor.
Y Matthew cierra los ojos, y se deja flotar en esa sensación tan conocida. Y piensa, que si es la última vez que se hablarán así, se merece que sea una despedida que honre lo que sea que han sido.
––¿Cómo se llama?
––¿Qué?
––Tu agencia, ¿cómo se llama?
––Lo sabrás en unos minutos.
(Fin de la 2da parte)
Continuará…
Notes:
El capítulo 12 (o la tercera y última parte del 9) va a compensar la angustia tan densa e intensa de esta parte. Sé que me pidieron que no los hiciera sufrir más…ay, pero la historia…necesitaba ese doloroso y amargo trago. Y, ¿qué es un kdrama sin el gran cliché de la separación antes del final?!! Les (me) prometo suficiente skin-touch de compensación por las lágrimas derramadas en este capítulo, en el próximo y último (ahora sí).
Gracias, muchas, por leer esto, y comentar; sus opiniones son mi combustible!!
Espero que pueda seguir tocando tu corazón con esta historia.
Y que regresen para ver como termina.
Chapter 12: Lo bueno de los años…lo malo de los besos… ¿o viceversa? (III)-Final-
Summary:
Chapter Tags: Slow burn payoff, Mutual first time, Emotional whump with comfort, CEO!Jiwoong, Soft intimacy, Strategic love, Lovers who build things, Scene you've been waiting for, Soft boy x Silent protector, Consent is sexy, Bed of roses (finally), AO3 flavored tenderness, Healed before touched, Guilt-paid debt, No sugar daddies here, But maybe a damsel in distress. ♥
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Jiwoong regresa a la industria, como un ave Fénix, pisando fuerte, ganando batallas, reviviendo esperanzas, pero lo que más ama sigue fuera de su alcance: Matthew. CEO Jiwoong ssi tiene mucho que sanar , confiando en que los besos crean adicción no para mal y los años curan heridas, casi siempre para bien.-----------------
Cuando Matthew está allí, en su casa, en su cama, confiando en él rotundamente. ¿Cómo puede darse por vencido? Y Jiwoong quiere, (oh, ahora sabe cuán desesperadamente lo quiere), que esa noche no sea solo una memoria más bajo la piel.–– Tengo que intentarlo. –– se dice, mientras suelta la pluma y cruza ambas manos sobre su nuca.
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Notes:
Este capítulo cierra el arco principal de *Mientras Caemos*, con la resolución emocional, física y simbólica de todo lo que Jiwoong y Matthew han construido —y sobrevivido.
Es cuando…las rosas azules florecen en el jardín. La deuda se convierte en promesa.
Y Jiwoong, por fin, encuentra el lenguaje que su cuerpo, su casa y su amor merecen.
Sí, incluye una escena íntima merecida, tierna, y explicita.
El epílogo coral del grupo llegará como entrada aparte en esta misma serie. [Sí va a ser una serie ;) ]Gracias por acompañarlos hasta aquí.
(See the end of the chapter for more notes.)
Chapter Text
Capítulo 9 (III)
Lo bueno de los años…lo malo de los besos…
¿o viceversa?
“Lo bueno de los años es que curan heridas,
Lo malo de los besos es que crean adicción.”
Joaquín Sabina, Siete Crisantemos.
“En verdad, siempre supe
que me quedaría contigo, para siempre.”
Cinema Paradise, Seok Matthew
I
[Nueve semanas antes]
El yodo no hablaba, pero marcaba el inicio del fin. O eso creyó. Como creyó que esa firma le entregaba un rincón polvoriento y olvidado en Tokio. Como creyó que su historia se estaba apagando con cada latido. Y cuando el dolor se volvió resignación, y el cuerpo empezó a aceptar el destino que parecía esperarle, se abrió la puerta de su habitación. Jiwoong podría jurar, incluso ahora, que una corriente de aire de alguna parte imposible entró junto a los dos doctores y la enfermera de turno.
Sus ojos se apartaron del paisaje nublado tras los cristales del tercer piso del NCGM. O eran sus ojos los que cargaban la niebla. Eso no lo recuerda bien. Solo que los cerró despacio, como si un parpadeo lento pudiera retrasar lo inevitable. Y se volvió hacia las batas blancas, esperando escuchar que al día siguiente celebraría su último cumpleaños.
Pero escuchó sobre esperanza, reparación y futuro.
Sobre como todo su sistema inmunológico se había desordenado bajo el estrés abrumador de los últimos meses al punto de que una colagenopatía con vasculitis funcional leve les había fabulado el peor escenario posible. Pero su escenario era otro, el de alguien que estaba apto para la vida. Con cuidados mínimos, con ajustes simples en su día a día para manejar la disautonomía, podía volver a bailar, a cantar y a regresar al verdadero escenario.
Jiwoong recuerda ese sentimiento abrumador de caer hacia la nada, mientras desde la ventanilla del avión ve acercarse la pista del aeropuerto de Yangyang.
Sí, se sintió como aquel día en que llegó frente a la puerta de Xllium y encontró el cartel de CLAUSURADO.
Volvió a vivir esa escisión en el corazón donde la alegría, la duda, la vergüenza se mezclaban en su pecho, entumeciéndolo. Volvía a tener boca y no podía gritar. ¿Qué hacer con todo lo que soportó entonces, con todo lo que creía terminado? Hasta la negociación con Park Do Shin se sintió cobarde y vacía. Los jueves que le faltó a Matthew, ocultándole su cuerpo consumido y su debilidad, parecían sin propósito.
Pasó dos días, tumbado en un futón, en la habitación de huéspedes de los Ogawa. Su mente fue recuperando energía, y poco a poco se conectó con el presente. Tenía esa agencia polvorienta en Shibuya que auditar para poner todos los papeles en regla. Tenía que preparar su regreso a Corea y enfrentar la realidad.
La realidad de que, aunque el escenario clínico rebosaba esperanza, no pasaba lo mismo con el escenario del que se fue. Eso era lo que más le dolía. No, WKO no lo aceptaría de vuelta como idol, como miembro del grupo que ya había empezado a negociar. Y esa agencia pequeña, que quería dejarles, no parecía representar demasiado en el presente para sus dongsaengs.
Jiwoong llegó aquella tarde gris a la oficina de Shibuya, con un nudo en la garganta y una pequeña esperanza apuntalando un sueño. Era poco para arrancar una agencia propia, pero estaba decidido a fundar eso que algún día, en un futuro lejano, pudiera ser un refugio artístico para los chicos, para Matthew, para la pasión que compartían.
Salió con una esperanza enorme. Una esperanza que volvió su futuro, presente .
En eso piensa ahora, cuando se sube el cuello de su abrigo, para evitar el aire frío de la mañana, mientras se ajusta las gafas oscuras, y la mascarilla sobre el rostro. No hay flashes, ni pancartas, ni fanes enardecidos bajo ese cielo invernal cuya pulcritud azul sorprende a Jiwoong. Lo anota como un buen augurio.
Una furgoneta espera al borde de la pista de Yangyang. Camina hacia ella, sin más equipaje que un maletín de mano de cuero curtido, hermético, sin marcas ni anticipaciones. Ha regresado en silencio, como se marchó. Solo que ya no es un idol en hiato forzado con el peso de la muerte sobre su cabeza.
Y dentro de esa pequeña valija lleva un sueño en papel, que puede cambiarlo todo.
***
[Esa tarde]
Justo delante de la entrada de una construcción de aspecto antiguo de dos plantas, sobre una colina baja en Yongsan, el Giulia bordea un pequeño parque con área de diversiones. Jiwoong ve como los ojos nostálgicos de Matthew se quedan colgados de los columpios y los toboganes. Y sonríe, mientras estrecha un poco más la mano que sigue dentro de la suya. También pensó en él la primera vez que vio el parquecito, dos meses antes. Sintió que había escogido bien el sitio, antes de ver la casa siquiera.
Frente al portón lateral de la hanok restaurada, Jiwoong acciona la apertura remota desde el panel del auto, y las puertas de madera se desplazan, silenciosas. Accede a un driveway interior, un camino de lajas grises al aire libre. Matthew ve a su derecha como el espacio se ensancha más allá del bonito césped que circunda la explanada delante de la casa. Junto a la fachada, a cada lado, crecen dos árboles de cerezo, desnudos y frágiles, pero juntos.
Jiwoong conduce hacia el fondo, hasta un área techada también con oscuras tejas giwa. Atraviesa el espacio estrecho entre dos muros bajos de ladrillos negros cocidos. El carport es seguro y reservado. Matthew distingue plazas para unos seis vehículos. Todas vacía. Excepto por el Giulia, que llena el centro izquierdo del estacionamiento.
—Hemos llegado. –– Jiwoong libera la mano de Matthew para abrir su puerta.
Matthew duda antes de bajarse. Pero su hyung ha echado a andar sin esperar preguntas, y él decide seguirlo, más por curiosidad que por convicción, unos pasos detrás. Su mirada todavía apocada, escudriña alrededor. A su derecha, el muro externo que bordea el lugar está casi oculto por bambús ornamentales creciendo en jardineras de madera, entre piedras claras. Brillan a la luz de las lámparas de jardín, prendidas por el temprano anochecer.
Del otro lado corre un pasillo externo, techado, al que dan múltiples ventanas de madera acristalada en una pared robusta de color bronce viejo. Lucen antiguas, pero estéticamente modernas a la misma vez. Al final de pared, el driveway de piedras azuladas se bifurca en un camino curvo que atraviesa el jardín. Y el césped se expande, abrazando el frente de la casa.
Ahora puede ver de cerca los cerezos desnudos. Sus últimas ramas se tocan levemente, y Matthew puede imaginar que, en primavera, las flores se confundirán entre ellos, física y poéticamente. A los pies de los árboles, hay dos pequeños faroles de hierro forjado. Desde sus interiores, luces azuladas se prenden con el movimiento de sus pasos. Otra vez, piensa Matthew “esa sensación de antes y ahora”. Una sensación que refuerza el suave ondular de los macizos de hierba miscanthus, estremecida bajo la brisa helada, sembrados aquí y allá con armónica asimetría.
––No es un espacio típico para entretenimiento, lo sé. No hay marquesina. La calle apenas permite tráfico pesado como viste. La estructura principal es un hanok restaurado, de la postguerra. –– todo lo que dice Jiwoong, suena para Matthew como un murmullo lejano en un dialecto viejo. –– La familia que lo recibió en herencia se mudó a Japón hace años. Son amigos de Ogawa-san.
Jiwoong habla mientras sube los tres escalones anchos de granito rosa, lisos, sin barandas, hasta la puerta de madera de ciprés. Matthew no lo sigue, permanece contemplando la entrada que, sin ser lujosa ni imponente, inspira respeto. Los goznes y pequeños herrajes parecen haberse bronceado por las muchas estaciones. Sin cerradura visible. Hasta que Jiwoong desliza la tapa de una cajita de madera labrada, al costado del travesaño central. Desde abajo avista la cerradura electrónica, discretamente anacrónica, dentro de la caja. Y ya no puede contener más la necesidad de comprobar lo que imagina. Esa sospecha ha ido ovillando en su pecho, como una bola de nieve, transformada ahora en pregunta concreta.
—¿Qué es este lugar?
—Es mi casa, Maetthyah…y…–– Jiwoong se vuelve entre el suspiro y la oración que no puede terminar.
—¿Qué? ¿Tu casa? —Matthew lo interrumpe, estupefacto y excitado— ¿Vives en este yangban?!
Gira sobre sí mismo, la boca abierta, la mirada estupefacta.
–– ¡¿Qué diablo cambió tanto en estos tres meses para que te hayas comprado una mansión aquí?!
Jiwoong deja que la tapa caiga nuevamente sobre la cerradura. Y baja lentamente uno de los escalones rosas.
— Todo…todo cambió.
—Sí, ya veo. Tus prioridades. Tu estilo de vida. Hasta tu manera de tratarme… —hay dolor en la voz de Matthew, y otra vez esa decepción descorazonadora que atora sus palabras.
Matthew no quiere pensar en lo que está martillando en su cabeza, no quiere parecer ruin, ni egoísta, ni reclamarle a Jiwoong por un sentimiento que tal vez, sí tenía fecha de caducidad, y solo creyeron que no. Pero su frustración solo crece y lo inunda como una hiedra. ¿Cómo es que no hay manera de negociar su contrato cuando puede vivir en una casa así? Y a su vez, ¿por qué Jiwoong tendría que prescindir de la vida que tiene todo el derecho de darse? ¿Solo por él, por Matthew? Son como mazas de hierro golpeando en sus temporales.
—Maetthyah…ésta es tu casa también. ––Jiwoong da un paso más abajo.
—¿Mi casa? ¿Estás desvariando? ¡¿Cómo va a ser ésta mi casa?! What do you mean?!… ¿Qué voy a decir a los directivos en HYB? –– Matthew le habla a un público inexistente en su monólogo irónico, desesperado. –– “Hey!, lo siento, no usaré sus dormitorios porque tengo una hanok de lujo en Yongsan, donde voy a vivir con mi…
Matthew se detiene, su boca en un rictus. Y el sarcasmo parece cortar su garganta como un bumerang.
— … “con el dueño de la agencia de mi antiguo grupo.”
Jiwoong siente que su autocontrol parpadea, como si hubiera sido cortocircuitado en esa fría intemperie. Matthew continúa empujando sus límites, los propios, los del otro.
–– ¿Ah? Suena bien así ¿ah? Será convincente, ¿ah?
Quizás sobrestimó el optimismo de Matthew, su resiliencia, su compasión. Estos tres meses que se han sentido como tres siglos, ¿le cambiaron a Matthew también? Jiwoong baja el último escalón para encarar esos ojos de boba. Lo ve suplicando, bajo las aguas de la ira, que el amor lo salve tanto como ha querido ser salvado Jiwoong.
—¡Tyu, ya deja de herirte! ¡Deja de ver mi abandono en cada cosa que te digo o te muestro!
—¡Me abandonaste, hyung!! Me abandonaste... por meses, –– sus ojos revolotean ansiosos por todo el lugar, sin reparar en nada–– y ahora sé… ¡que es para toda la vida!
La luz de la sensatez de Jiwoong languidece y se apaga en esas lágrimas espesas de Matthew, sobre las mejillas encendidas por el frío y el despecho. No, sus labios no pueden convencerlo ya con palabra alguna…
––Nada de lo que diga, te hará cambiar de parecer, ¿verdad?
…como pueden convencerlo con un beso.
Jiwoong lo hala con la aspereza exacta por el codo, y lo pega a su cuerpo, mientras sus dedos se ensartan en los cabellos de la nuca, se afianzan y lo estrechan contra su rostro, sometiendo la desordenada resistencia de los labios de Matthew. Él presiona con ambos puños contra el pecho bajo la camisa Gucci. Intentando esquivar el calor de esa piel bajo la seda, que lo inunda de satisfacción y certeza. El vínculo nunca roto que sigue latiendo en cada ganglio, en cada nervio, en cada átomo a lo largo de esta existencia y muchas otras.
Los brazos de Jiwoong son dos tenazas de anhelo sobre Matthew. Sus dedos se calientan sobre el cuello tenso, sobre la cintura mínima bajo el suéter azul. No hay tregua en ese abrazo desesperado, al que van cayendo, aflojándose, entregándose. Hasta que siente bajo la gabardina, las caricias en unas manos nudosas que ya no disimulan su hambre.
Jiwoong muerde el labio inferior, succiona otra vez, impregna en el paladar de Matthew el sabor de sus ansias perennes. Y cuando siente que su boca se desborda de esos besos que devuelve con total rendición, se separa suavemente. Sin despegar sus frentes, sin soltar su cadera. Y deja que sus pelvis se enfrenten y confirmen lo mucho que se desean.
—Todo cambió, y podrá seguir cambiando en el futuro…Todo, menos mi amor por ti.
Matthew alza sus ojos y sus lágrimas parecen gotas de cristal sólido, bajando por su mandíbula afilada, cortadas en copos finísimos que empapan su suéter azul. Oh, no son solo lágrimas. Jiwoong lo advierte primero, y alza los ojos al cielo. Sus cabellos oscuros, sus cejas y pestañas, comienzan a salpicarse de partículas blancas. Jiwoong extiende la mano, la palma hacia arriba.
—Mettyu…Snow!!
La palabra favorita de Jiwoong en inglés. La pronuncia con una sonrisa como si en lugar de agua congelada sobre su cabeza, estuvieran derramando gotas de luz sobre su corazón.
En los ojos de Matthew se disuelve la última brizna de desconfianza. Con ese inesperado regalo del azar y el brillo de ilusión cándida que advierte en las pupilas frente a él. Jiwoong y la nieve, un binomio imposible de separar en su mente. Y aunque no es la primera nevada del año, sí es la primera que disfruta con alguien. La primera que hiela su cuerpo, pero enciende su espíritu.
Se separa de Jiwoong y gira, las manos extendidas, el cuello alzado, contemplando la nieve que cae sobre los cerezos desnudos. Sobre la cerca de bambúes y los macizos de hierba miscanthus que parecen haber florecido en blanco. Sobre las piedras azules y los faroles de piedras. Como si hubieran atravesado un velo hacia un mundo mágico, amable, al que solo ellos tienen acceso. Y tan real como ese abrazo de Jiwoong, apretando el pecho contra su espalda ahora, cuando extiende su gabardina por los hombros de Matthew y la une sobre el abdomen torneado.
—Llegué a tiempo, Maetthyah…para disfrutar en este invierno otra primera nevada contigo.
Sus palabras, cargadas con el aliento cálido de esa voz honda, contra su oreja esmorecida, enardece no solo la piel de su cara. Ha derretido la nieve de su corazón. Ha lavado con ternura, cualquier mínima duda que hubiera sobrevivido a la ardiente saliva de sus besos. Cierra los ojos para inundarse del sonido de Jiwoong. Había perdido la esperanza de escucharle palabras para él.
—Pero, sabes que me estoy helando, bebé. ¿Te parece si buscamos más ropa adentro?
Matthew ríe bajo. A pesar del frío, Jiwoong sigue sujetando su cintura con dedos trémulos y enrojecidos. Sus manos escondidas bajo los puños del suéter se frotan contra el dorso de las de Jiwoong.
El Matthew de antes habría ripostado, “Hyung, ¿esto es frío para ti? ¡Esto es primavera en Canadá!” Pero, el de hoy tiene esa picardía en su mirada limpia, que dice más que con la frase.
—Jiwoonie-hyung… yo pensaba que la idea de ir adentro era para tener menos ropa encima.
La boca en un punto. Las alzadas cejas, la risa en sus ojos, como si le hubiera robado una galleta frente a su cara, en cámara lenta.
Jiwoong no responde. Solo lo mira. Un segundo. Y luego, el tirón.
Matthew vuela por los escalones con una risa que corta el frío.
Jiwoong teclea el código con una urgencia nueva.
Y no espera a que la puerta se abra del todo para jalarlo al interior.
***
[Doce semanas antes]
El cielo gris perla sobre Shibuya, sin sol, añade un filtro monocromo a la tarde. Jiwoong camina sin prisa, junto al señor Ogawa, por una calle lateral de silenciosos cafés y tiendas de papelería artesanal. El guardaespaldas indica con el mentón, levemente, hacia una esquina. Allí descubre el edificio: estilo noventero, azulejos negros y blancos como un tablero de ajedrez quebrado.
Al acercarse a la entrada de la construcción, s obre la mínima marquesina, un cartel envejecido en kanji antiguo los recibe.
–– Kōjō Heights Building … –– musita para sí, bajo la mascarilla KN95 gris, al cruzar la puerta de cristal y aluminio que se abre automáticamente. –– Parece una broma que nadie entendió a tiempo.
Asciende marcando el paso con sus botas de invierno negras, con tribanda web. Sin ecos por la escalera empinada, hasta la tercera planta. Su mirada evita detenerse en su reflejo sobre las puertas cromadas, en la delgadez de su figura frágil, bajo un largo sobretodo a cuadros sienas, el pelo recogido en una coleta baja, la cara aún cubierta. Frente a la que le concierne (sin letrero, solo un número: 333), introduce la llave dorada que recibió junto con las escrituras. Se atasca por un momento dentro de la cerradura de doble cilindro. Pareciera que, de sostenerla en su mano helada, el metal se ha encogido como sus esperanzas.
Al empujar la hoja enchapada, chirría en una protesta. Jiwoong no puede evitar recordar la desagradable voz de Park Do Shin. ¿Estaría burlándose o lamentándose en ese sonido estridente?
Permite que el señor Ogawa entre primero. No lo ha acompañado como su seguridad esta vez. Le pidió como amigo, como conocedor de la ciudad, un favor más de los muchos que le ha hecho en Tokio. Para Ogawa-san es un placer hacer su trabajo, incluso como un favor. Y a Jiwoong, más que un cliente, lo siente como un ahijado que debe cuidar. Tal vez porque el señor Ogawa es cristiano y vivió varios años en Australia, su ética laboral japonesa y sus convicciones religiosas, con frecuencia asombran y conmueven a Jiwoong. Tras chequear la seguridad, deja que Jiwoong ingrese. Adentro, ya puede descubrir su rostro.
El interior huele a plástico viejo y a la madera barnizada del piso opaco. Al fondo, hay una puerta metálica cerrada, demasiado hermética para el estilo del lugar. Sobre una meseta de azulejos blancos formando L se empolvan una máquina de fax, una cafetera tradicional de filtro y una tetera eléctrica que aún parece funcionar. Todo detenido en el tiempo, sin distinción, pero sin polvo. Para Jiwoong, esa falta de rasgos propios es una fortaleza. Hubiera sido peor que algo allí le hiciera recordar a los antiguos dueños.
Casi como parte del fondo, detrás del escritorio esquinado de fórmica roja, distingue a la mujer de unos sesenta y tantos. Viste una blusa estampada en rojos y grises, y una chaqueta de gamuza negra. Lleva gafas de lectura y un café instantáneo en su mano, mientras hojea una revista sobre cocina occidental. Sobre el mueble, una carpeta de cuero color vino, una vieja PC apagada en una esquina y un teléfono de cable rojo. Jiwoong asume que a través de este habló con esa misma mujer en la mañana. La única empleada de la compañía.
Tras los saludos leves y formales, la mujer solicita una mínima confirmación de su identidad. Por respuesta, Jiwoong saca de su maletín las escrituras firmadas. Los ojos tras los espejuelos de leer las miran con brevedad, asintiendo. No queda claro si es porque es suficiente o porque no ha entendido muy bien en qué consisten. La empleada se inclina hacia un cajón y saca un fajo de llaves. Las pone sobre el escritorio junto a la carpeta vino.
—Cuando murió Baku-san, imaginé que vendría a quemarlo todo. Al final, casi nadie lleva archivos físicos hoy en día.
¿Baku-san?, piensa Jiwoong. Así que Bak usaba un apellido japonés para sus negocios. Jiwoong no puede imaginar un apellido más cínico para alguien que en lugar de devorar los malos sueños, masticó las ilusiones de los jóvenes como Jiwoong, regurgitándolos en pesadillas. Aparta este pensamiento para tomar la carpeta rojo tinto que la señora le extiende con ambas manos. No la abre todavía, espera por la explicación, con paciencia.
—Aquí están las claves de los archivos. Baku-san dejó los registros físicos organizados por año. También los digitales. Aunque… —mira hacia la PC apagada— nunca lo vi usar internet en esa computadora. De hecho, no tenemos internet aquí.
Jiwoong frunce el ceño, sorprendido. Pero la empleada no se detiene en su perplejidad. Se levanta, con el manojo de llaves en la mano. Camina hacia la puerta del fondo. Jiwoong supone que ella no está al tanto del traspaso ocurrido hace dos semanas, y aún cree que la oficina pertenece a la familia Bak. Jiwoong calla y la sigue, el señor Ogawa dos pasos detrás.
–– Se ocupaba directamente de todo, incluso después del accidente. Nunca usó intermediarios, pero al fallecer…bueno, es normal que usted haga las cosas de otro modo.
¿Fallecer? ¿Por qué sigue hablando de Bak como si hubiera muerto? ¿Acaso Park Do Shin dio esa excusa cuando asumió la compañía? Jiwoong está pensando si es pertinente aclarar o no la confusión. Ahora entiende por qué la llamada de la mañana parecía como si fuera la continuidad de otra. Ya había hablado con Park Do Shin y esperaba ver a esa persona. O al menos a su representante legal.
Esta puerta no suena al abrirse, su silencio huela a cartón, metales y madera antigua. La luz se prende automáticamente y Jiwoong ve ahora una pieza casi del mismo tamaño que la oficina. Gabinetes de acero se alinean en las dos paredes perpendiculares a la puerta. Al fondo una estantería con carpetas alineadas y una pequeña caja fuerte, de combinación y llave, en su centro. Recuerda el número que venía en el mismo sobre junto a la llave pequeña, en el fondo de su maletín ahora.
Pero lo que más llama su atención es esa sensación de incoherencia. Lo contrastante de la oficina minimalista con un archivo casi de igual tamaño. Si Bak tenía un trastorno de acumulación resultaba demasiado ordenado y específico. Cada archivo tiene un numero de año, y empiezan en el 2012.
––¿Qué tanto guardaba aquí? –– Jiwoong prefiere que le den una idea de por dónde empezar a revisar, o a botar.
–– Todo. Siempre decía que lo digital se borra. El papel, no. ––dice en tono casual, mientras le señala hacia la estantería del fondo–– Esas carpetas contienen todos los registros. Estos archivos, los bonos, acciones, facturas, sellos y certificados. Todos reales y legales. La caja fuerte, solo la abría él…
–– ¿Cómo? ––Jiwoong gira en el espacio cuadriculado y estrecho, al centro de la pieza. –– ¿Todo lo que hay en estos archivos…? Pero… ¿qué tipo de compañía es esta?
–– ¿No lo sabe? ––la señora sonríe por encima de sus lentes de lectura que se han movido hasta la punta de la nariz; su mirada es condescendiente o tal vez, cansada–– Pues, tómese su tiempo para averiguarlo.
Pone el manojo de llaves en la mano que Jiwoong, echa una última mirada al lugar.
–– Gracias por aceptar mi retiro. Y por respetar la compensación que Baku-san dispuso.
Jiwoong asiente. En realidad, no ha hecho nada. Solo le dijo al abogado que no afectara a los trabajadores de la compañía. Y su abogado solo cumplió con lo que su única empleada quería. Retirarse. Jiwoong no sabe lo que encontrará detrás de esas cerraduras, y aun así siente que debe agradecer a esta persona, por la discreción y fidelidad que sostuvo por más de una década.
Se inclina profundamente, y la señora abre los ojos, sorprendida.
––Gracias. Por guardar este lugar todos estos años.
––Solo archivaba los papeles como me lo pedían, abría la oficina y la atendía mientas el señor estaba en Tokio. Después de su accidente, hace cuatro años, enviaba alguien diferente cada vez. Hablábamos por teléfono, me daba las instrucciones sobre los archivos. Recibía los paquetes que llegaban de otros sitios y los archivaba. Me permitió garantizar un buen retiro. Soy yo quien agradece esta extraña manía de Baku-san. Ahora, que ya no está, puedo disfrutar el precio de mi silencio.
La empleada se inclina otra vez, su tiempo allí parece prestado ya. Cuando traspasa la puerta de la habitación-archivo, Jiwoong sigue sintiendo una extraña sensación de incoherencia.
––Espere, ¿por qué habla de Baku-san como si estuviera muerto?
La mujer se detiene, pero no se voltea a responderle. Sonríe al aire, enigmática, y en el suspiro hay una especie de extraña liberación a los ojos de Jiwoong.
–– Porque lo está… Lo entenderá pronto.
Jiwoong no insiste en retenerla. Cuando escucha la puerta de la entrada chirriar y cerrarse, siente que el último hálito de los Bak se ha marchado con ella. Ahora lo que sea que haya dentro de esos cajones, en los archiveros y caja fuerte, le pertenece. Y debe encontrar las respuestas por él mismo.
Se aproxima a la estantería. La pequeña caja de caudales gris, tan a la vista como para no infundir respeto, no atrae su interés de inmediato. Primero revisa las carpetas forradas de tela gruesa roja, con distintos números y nombres en caracteres occidentales. Siglas simples, casi anónimas. Jiwoong abre una. Adentro, todo está escrito en japonés. Listados de las acciones de una compañía. La carpeta siguiente, mismo nombre…listas de bonos, la que sigue…certificados menores... En la tercera, la que lista la compra de participaciones cruzadas, encuentra una hoja suelta grapada a mano. Firmada y fechada. El encabezado está en japonés, pero el sello en rojo es coreano. Debajo, un párrafo breve sobre transferencias. Al margen, una nota manuscrita: “Consolidar activos transferidos a nombre de terceros. No usar nombre legal.” Jiwoong siente una punzada en la nuca.
A simple vista ha calculado unos 560 millones de won (cerca de 395 mil dólares) transferidos en bitcoins. De prisa abre las carpetas de color verde oscuro, con otro nombre, igual de discreto. Nuevas listas ordenadas por año, registrando acciones…bonos…sellos en ¿metales raros? Suman más de 3 millones…de dólares.
Siente que su respiración se hace pesada, como si le costara ajustarse al poco aire que va quedando entre tantas sorpresas de papel. Deja la carpeta abierta y busca el número del año en los archivos metálicos. Tembloroso, consigue la llave que coincide en el mazo. Los archivadores guardan diligentemente, cada uno de los papeles registrados allí. Tal como la empleada dijo. Jiwoong abre uno de los sobres mayores. Adentro encuentra certificados de participación, todos con sellos notariales. Uno de ellos, con ribetes dorados, lleva impreso otro nombre… y, debajo, en letras oblicuas, la frase “Título al portador”. Jiwoong no necesita ser experto para saber lo que eso implica: dinero sin rostro, valor sin dueño. Y sin rastro.
–– ¿Cuántas compañías hay aquí? –– Jiwoong se lleva la mano a la cabeza, arrastrándola sobre su coleta.
Piensa en aquella muñeca de madera rusa que vieron en un bazar en Los Ángeles. La primera muñeca, con forma de una pieza de boliche, se abría por la cintura, y dentro había otra, y otra…Jiwoong llegó a contar nueve figuritas de madera idénticas, en tamaño decreciente. ¿Está acaso, dentro de una matrioska ahora?
Intenta llamar al abogado, pero su celular no conecta. Entonces recuerda, que no había internet allí. Acaso, ¿esta matrioska está contenida dentro de una jaula de Faraday?
––Ogawa-san, ¿tiene señal en su móvil? ––Jiwoong llama desde adentro de la habitación y escucha al señor Ogawa negar sorprendido.
–– Vaya afuera de la oficina, por favor, y llame por mí a Imura sensei ––Jiwoong precisa de su abogado allí cuánto antes. –– Dígale que necesito que venga aquí. Y que traiga al contador que contrató para la auditoría. Hoy mismo.
El señor Ogawa no hace preguntas. Ejecuta.
Los ojos de Jiwoong comienzan a arder. Pueden ser sus alergias, estimuladas por el polvo imperceptible sobre el papel viejo. O que ha comenzado a atar puntos y entender que esto es mucho, mucho más grande de lo que ni siquiera habría imaginado. Y sospecha que Park Do Shin no lo sabía. La caja de seguridad parece retarlo ahora. ¿Habrá guardado lingotes de oro allí? ¿O tal vez alguna patente de un producto valioso?
Jiwoong busca de prisa dentro del maletín, el sobre con el número y la llave pequeña. La coloca en la cerradura. Hace girar el botón de combinaciones muy despacio, y con cada clic, siente crecer en su estómago una sensación quemante. Gira la llave, y la puerta, sin protestas, se abre para él.
Adentro hay un sobre azul oscuro grande, abultado, pero no desbordado. Jiwoong no sabe por qué su mano titubea. Hay señales que el cuerpo recuerda primero que la mente. Respira hondo. Lo extrae, lo voltea. En caligrafía está escrito “2011 – X.Ent – Contratos auxiliares.”
Jiwoong sabe perfectamente lo que está viendo. Tarda un par de segundos en mover la mano. Como si pidiera permiso al pasado para abrirlo. Finalmente extrae del sobre el documento, un file azul desteñido. En la esquina inferior izquierda, el sello seco, de apenas una pulgada de diámetro, no es lo suficientemente pequeño para no identificarlo. Es el logo de Xllium Entertainment.
El reflejo del vómito lo sacude desde el fondo de su faringe. Tiene que echar mano a toda su autocontención y sus conocimientos sobre respiración para no terminar vaciando su estómago sobre los papeles, que ni siquiera ha visto todavía. Varias inspiraciones después, consigue quitar el cordel que sella la carpeta con un redondel de lacre.
Esta vez los nombres, las cifras, están en coreano. Lo que Jiwoong imaginó borrado del mundo, sigue minuciosamente documentado allí. Sus labios tiemblan de asco, de ira, de agotamiento. Hay un largo listado de personas, asociados a firmas y empresas, algunas desaparecidas ya; otras, demasiado vivas.
Jiwoong sabe que tiene fuego entre sus manos. Un fuego que puede quemarlo todo.
Todo.
Solo depende de él.
***
[Esa tarde]
Tras cruzar el umbral, la temperatura se siente más acogedora al cerrarse la puerta tras ellos. Matthew, todavía con una risa juguetona en sus labios, aprieta en su mano la de Jiwoong. El vestíbulo, iluminado por una luz indirecta y dorada lo recibe. A la izquierda, tras una puerta deslizante traslúcida, semi abierta, distingue una especie de salón para reuniones. A su derecha, otra puerta de aspecto tradicional limita el paso al ala oeste. Pero lo que atrapa su mirada es el espacio que se despliega adelante, abriéndose hacia un segundo jardín interior.
Jiwoong observa con deleite cada reacción de Matthew. Verlo inclinarse curioso, sin soltar del todo su mano, le resulta casi tan sexy como la idea de desnudarlo junto a esas luces suaves. Y es que, en cada puerta o mueble, cada piedra o planta, incluso cada tecnología que ha colocado allí, Matthew no ha dejado de estar a su lado, en su cabeza. No ha dejado de pensar, “Hmmm, ¿qué diría Maettyah de esto?” o “Esto le va a encantar a Tyu.” Ha llegado el momento, de disfrutarlo en vivo.
––Ven. ––le dice, con una sonrisa. La noche apenas comienza para ellos.
Se adentran, bajando nuevamente hasta la altura del terreno, con calma, resolución. En la mirada de Matthew palpita una admiración muda. Porque Jiwoong se mueve con una elegancia nueva, como si fuera el dueño de cada molécula que lo circunda. “Será porque lo es.” Y su propio pensamiento, lo hace sentirse un poco tonto.
El cielo brilla sobre sus cabezas nuevamente. El camino de madera cruje bajo sus pies. Solo los ha visto en dramas. Matthew jamás imaginó estar dentro de uno. Y, sin embargo, aquí esta: un madang real, bajo una nevada mágica en la que todo parece posible.
Otras lámparas de hierro tallado, en las esquinas del jardín, iluminan con una luz más cálida el fino y cuidado césped. A ambos lados del camino crecen arbustos de rosas japonesas Applause. Florecidos. Sus pétalos lavanda metálico parecen más fantásticas al iluminarse por las luces azules, provenientes de esa fuente pequeña, en el centro mismo del jardín.
Matthew extiende los dedos hacia uno de los tallos cercanos, sin tocarlo. Jiwoong se adelanta.
—No te pincharás. Casi no tienen espinas.
—Ah, no me asustan. ––se agacha un poco.
Su nariz roza uno de los pétalos, apenas abiertos, cubiertos de cristales de escarcha.
—No tienen casi aroma —murmura, incorporándose.
Una motita de nieve se ha quedado en el nacimiento de su nariz. Jiwoong sonríe al verla, “Ah, gwiyeoun!” Se le acerca más, bajando la voz hasta un susurro tibio.
—No es su aroma lo que persiste… Son como tú.
Matthew lo mira, desconcertado.
––¿Cómo yo? –– entorna sus ojos como un zorrito astuto––¿Imposible de olvidar?
Jiwoong alza la cabeza, hacia al cielo brillante y helado. Conteniéndose. Ya saben cómo termina ese juego de seducción de Matthew. Solo lo posterga un poco más.
—Raras. Y más fuertes de lo que aparentan. ––le responde. Y con la ternura de la punta de sus dedos, le retira el pequeño copo de nieve.
La sonrisa en los ojos de Matthew refleja todas las luces del jardín. Jiwoong pasa el brazo sobre su hombro y lo cruza sobre el pecho del joven, estrechándolo. Su mirada recorre los rosales mientras le explica.
–– Las traje de Japón...Esperaba ansiosamente que estuvieran florecidas cuando pusieras un pie en este madang. –– señala las flores más cerca de la fuente, con expresión soñadora. ––Y hace apenas tres días esas rosas azules se abrieron.
Matthew aferra sus manos al antebrazo de Jiwoong. Y su nuca se apoya, relajada, contra su hombro. La voz de su hyung transmite una generosa calma.
–– Ésta es mi casa, My-Tyu, y es también la tuya, y la de los chicos. Es aquí donde intento levantar nuestra agencia. Una casa para artistas, no una fábrica de productos que se desechan cuando se rompen por el sobreuso.
Matthew aprieta los labios, avergonzado por precipitarse, por haber dejado de confiar en él, en lo que sienten.
–– Oh, hyung… y yo pensando lo peor, tan rápido, sin darte siquiera el beneficio de la duda…–– murmura y agacha la cabeza.
Jiwoong no quiere que Matthew empañe otra vez su mirada, ni su corazón. Lo mece un poco bajo su abrazo, para distraerlo.
—Tyu…
—¿Hmm?
—¿Sabes qué dicen de las rosas Applause?
—¿Qué solo duran dos años y medio? –– Matthew intenta no sonar demasiado triste.
—No. Que cada vez que florecen, algo imposible ha decidido volverse real.
Matthew gira hasta tenerlo de frente. Sus ojos refulgen con una añoranza restaurada. Mucho más honda que antes. Una mirada que serena y calienta el corazón de Jiwoong.
–– Es tan romántico este lugar…Es tan tú, Jiwoonie.
El beso llega. Pausado y hondo. De esos besos que suelen sanar a Jiwoong, pero que hoy han sanado a Matthew mucho más. Y cuando su mano angulosa y delicada a la vez, acaricia el pómulo del mayor; cuando sus frentes vuelven a juntarse con los ojos cerrados, hay una paz implícita que invita a bajar toda barrera, a perder los límites.
––Ven. ––vuelve a decir Jiwoong. Y esta vez, se siente mucho más liviano.
Matthew acaba de reconocer ese sobresalto en su estómago, esa ansiedad anticipatoria que llevaba dentro. Justo ahora, cuando se ha marchado. Ya no se siente guiado hacia algo nuevo, desconocido por hermoso que sea. Sino aceptado, para emprender algo juntos, que ya conocen, que ambos necesitan.
Y cuando estrecha la mano de Jiwoong, para dejar atrás las rosas azules nevadas y las dudas derritiéndose sobre las piedras, bajo las luces cerúleas, siente que, en ese jardín mágico, su fe en Jiwoong, y en sí mismo, ha echado raíces de nuevo.
Ambos vuelven a elevarse al pisar el escalón del porche que los recibe en el ala norte. Jiwoong descorre la puerta, de papel de arroz tratado. Para entrar en el espacio más sagrado de todos. Donde nadie había sido recibido así, hasta hoy.
***
[Los últimos dos meses]
Nadie sabía dónde estaba Jiwoong. Ni cuándo volvería. Ni si volvería.
Las woondeongies, y muchas Z’roses, se dividía entre el duelo, la rabia y la fe. Las cuentas oficiales mantenían la narrativa: recuperación progresiva, sin declaraciones.
El grupo avanzaba hacia la fecha inevitable, aparentemente vivos pero fracturados. Las agencias estaban en alerta, afilando sus colmillos. Esperando ofertas. Nada definitivo.
En ese hueco de incertidumbre, Jiwoong hizo lo único que aún podía hacer: reconstruirse. En secreto.
El primer mes fue médico: nutrición, fisioterapia, análisis discretos en clínicas donde nadie lo esperaba. Contrató un entrenador personal que tensó sus límites, pero destruyó en los espejos la imagen de ídolo derruido de los primeros días de su egreso. Trabajó el cuerpo como se trabaja una promesa: con constancia y silencio. No se trataba de volver a actuar, cantar o bailar. Se trataba de poder sostener la mirada desde la altura de un líder exitoso. Alguien que inspiraba confianza, autoridad y poder, para que los CEOs de esas agencias quisieran sentarse a la misma mesa con él.
Aún en Japón, apenas supo el peso real de lo que los Bak habían dejado en sus manos, Jiwoong confirmó en línea. Aquella agencia de representación, registrada en 2021, cuando el breve ímpetu de su éxito en Burn Up 30 quedó pausado por el impacto del COVID sobre toda la industria, todavía hibernaba, como una proposición inconclusa, bajo las cifras en cero que cada año declaraba. Revivirla fueron trámites menores. Imura sensei, desde su firma de abogados en Japón, seguía abriendo puertas para él. Con las que no pudo, pasó la llave a manos de una firma homóloga, pequeña, pero prestigiosa, en Gangnam.
El segundo mes fue estrategia. Una carpeta de 72 páginas, 5 contratos, 9 nombres. El suyo, por primera vez, en un lugar diferente del documento.
Cada noche —o madrugada— Jiwoong se conectaba desde el ala este del hanok, siempre sin cámara. Su voz, apenas un eco digital. Su nombre, una firma encriptada en forma de representación legal como Kim J.G, Para la industria, Kim Jiwoong era ya un archivo congelado. Pero bajo el hielo del invierno, para su grupo, que ni siquiera sabía, era un plan en frenético movimiento.
Las primeras cartas de intención llegaron rápido. SG y JFE, no habían invertido significativamente en Sung Hanbin y en Gunwook como aprendices, y tenían todavía menos para ofrecerles casi tres años después. No era porque creyeran que no valían, sino porque valían demasiado. Retenerlos habría sido una debacle estratégica. Tal como esperaba Jiwoong, los cedieron a cambio de una pequeña participación, representación compartida por dos años más y mayor visibilidad en producciones futuras. SG incluso agradeció que “hubiera negociado sin imponerse, por un mejor futuro para el artista.” Tragó esa frase sin parpadear. Agradecer no era su meta. Recuperarlos, sí. Firmaron el preacuerdo una semana antes de la gala de GDA. Fueron su segunda y tercera victoria al hilo.
Buscando la cuarta, la noche del encuentro virtual con YHE, Jiwoong había revisado seis veces el correo, esperando la respuesta de MNH. Pero no llegó antes de la cargada entrevista. Ni después. Sabía que alrededor de la pequeña firma se estaba cerrando un lazo invisible y oneroso. Seis meses atrás, el poder de YHE le habría quitado el sueño. Hoy, esa pequeña agencia era quien mantenía su corazón en vilo.
YHE pidió garantías. “No nos consta su nominación oficial como CEO de ninguna agencia… fuera de esos dramas que ha hecho.” Jiwoong escucho estoicamente su discurso, despectivo, hasta burlón, hacia su persona y su historia. YHE quería continuar aparentando solidez, autoridad en su campo, reputación. Pero, el resultado de las indagaciones que Ricky, Gunwook y los chicos habían reunido pavimentaron su estrategia. Por respuesta, solo tuvo que esbozar las consecuencias de unirse a una join venture fraudulenta, con ejemplos tan cercanos que puso a los directivos la carne de gallina y le bajó el tono a su arrogancia. No mencionó nombres. Ni hizo falta.
–– Si buscara beligerancia, no estaría aquí. Estaríamos en otro tipo de sala, con otro tipo de público. Pero no me interesa eso. Lo que nos interesa es proteger a los chicos, lo que han creado juntos y desean mantener. Y que ustedes no pierdan más de lo ya sacrificado en apuestas equivocadas.
Ilustró impecablemente la transparencia de sus finanzas, su concepto de agencia boutique, “una casa creativa, no una fábrica”. Remató con la proyección desde la autoridad emocional que nadie podía cuestionarle. Los de YHE todavía patalearon proponiendo la cesión de uno o dos miembros a cambio de garantías adicionales. Jiwoong no quería uno, ni dos. Quería a los cuatro.
–– Estamos dispuestos a considerar alianzas con quien haya demostrado que sabe corregir el rumbo. No con quien solo quiere cubrir rastros.
Pidieron 48 horas para darle una respuesta.
–– He sabido esperar años. –– dijo antes de desconectarse.
Jiwoong sintió que había quedado todo claro. Les mostraba una salida al empantanamiento financiero y moral hacia el que habían caminado de manos de la codicia. Su garantía mayor, aunque habría sonado absurdo dos años atrás, era la firma ya estampada en el contrato por WKO.
WKO fue distinto. Su nombre encabezaba su la agenda. No envió apoderados, ni convocó por Zoom. Tampoco usó con ellos el nombre su alias corporativo, bajo el cual firmaría todos documentos iniciales, para evitar filtraciones e interferencias. Fue él, en persona, con la carpeta bajo el brazo. A la misma oficina donde una vez había sido interrogado como debutante, censurado como idol, y abrazado como hermano mayor. Pero no recibió abrazos entonces, todavía. El grupo estaba volando justamente hacia Tokio, a esa hora, ese fin de semana.
El director Kim lo recibió con un tono que no era cálido, pero tampoco frío. Era entendimiento. La aceptación tácita de que esto tenía que ocurrir.
—Kim Jiwoong ssi —dijo, sin levantarse de su asiento—. Pensé que aún estarías en Tokio.
—Tuve que volver. Hay cosas que no pueden hacerse a distancia.
Le ofreció el documento sin ceremonia. El director lo hojeó sin apuro. Lo miró con los ojos llenos de admiración y cierta indulgencia. A Jiwoong le recordó ese día en que se arrodilló pidiendo que lo dejara en el hospital hasta que Matthew despertara.
Hubo un silencio largo. El tipo de silencio que en otra época lo habría hecho sudar. Ahora no. Jiwoong había aprendido a hacer del silencio un aliado.
—¿Crees que puedes conseguirlos? ¿Sin prensa, sin escándalos?
—Si cuento con alguien dentro, que finalmente entiende el valor del todo no como la suma de las partes, estoy seguro.
Una pausa más. Luego, el señor Kim empujó la carpeta hacia la derecha.
—Háblalo con Yoo. Es ahora el director de proyecto y desarrollo. Sabrá como manejarlo. Y Jiwoong ssi... te ves más fuerte. Me alegra verte así.
Jiwoong asintió. No agradeció. No aún. Pero algo en su pecho se acomodó. La primera victoria. La más importante. Convencer al exmánager Yoo fue un proceso breve, eficiente, pero reconfortantemente cálido. Aceptarían ser el garante de la transición, ofrecer estructura legal, cierto equipo técnico y algunas garantías a las compañías involucradas. Yoo hizo un comentario adicional al terminar la reunión:
––No te relajes con MNH. Hay un tiburón enorme codiciando esa sardina.
Luego lo acompañó hasta el parqueo, como aquella tarde de otoño. Abrió los ojos antes el flamante Giulia, pero no dijo nada. Solo asintió, casi orgulloso. Estrecharon sus manos.
—Te hice la vida imposible, Jiwoong ssi. Pero si esto sale bien... tal vez también fue mi forma de quedarme.
Jiwoong sonrió. Y agradeció. Sinceramente.
WKO fue la primera victoria. Su firma no solo legitimó la propuesta: la volvió deseable. Cuando una agencia histórica respalda algo, las demás miran dos veces.
Dos semanas después empezaron a llegaron las firmas de los acuerdos. Sobrias. Digitales. Ningún mensaje. Ningún emoji. Ninguna palabra de aliento. Jiwoong aún no había contactado a los chicos. No quería hacerlo sin una propuesta real. No una promesa, sino una opción.
Y no quería hacerlo mientras le faltara uno. Mientras le faltara él.
Consiguió esa reunión con MNH, a las diez de la noche. Entre sus manos, el documento impreso. Le había arañado los ojos de tanto revisarlo. El encuentro fue en persona, pero seco. Hablaron dos ejecutivos, y no ofrecieron café.
—El contrato de Seok Matthew ssi fue vendido junto con un paquete de activos a HYB —explicaron—. Incluye los gastos médicos de hospitalización y convalecencia, y una cláusula de exclusividad por los próximos tres años.
Jiwoong no redundó sobre la cifra. Ya la sabía. No era un precio que pudiera pagar sin dejar de ser él mismo.
—No es negociable —concluyeron, como quien se ha quitado una gran responsabilidad de encima—. Ya no nos pertenece.
Al salir, Jiwoong no sintió rabia. Sintió lo mismo que aquella noche en el hospital, cuando creyó que Matthew no volvería a abrir los ojos: vacío. Pero esta vez, era un vacío fértil. Sabía qué faltaba. Y por qué tenía que seguir.
El grupo estaba casi completo. La agencia nacía. Su rostro aún era un secreto. Pero al día siguiente, volvería al escenario. Y se reuniría con su grupo por primera vez en cinco meses y medio.
***
[Esa noche]
Siente el olor a madera recién encerada sobre el piso flotante. A pintura fresca. A inicios. Las luces leds en la parte superior de los espejos, se encienden al detectar sus movimientos. El lugar adquiere un tono dorado cálido. Y Matthew contiene la respiración ante el espléndido tabloncillo de baile. Jiwoong se queda junto a la puerta, lo deja explorar a sus anchas.
––Wow… ¿es más grande que nuestro salón de prácticas, hyung? –– Matthew está emocionado.
Jiwoong distingue esa ligereza alegre en su voz, por primera vez en todo el día.
––Miden similar. La distribución es mejor. ––le responde satisfecho. –– Hoy en la mañana terminaron de acondicionarlo. Tú eres el primer artista que pisa esta madera.
Hay un área con asientos bajos, y una pequeña cabina de sonido separada por una puerta de corredera de madera y acrílico texturizado transparente. Del otro lado, donde terminan los espejos, otra puerta menor, discreta y traslúcida. Da a alguna parte que Matthew no identifica. Lo que sí le resulta obvio es que Jiwoong ha trabajado en conservar también allí la estética del resto de la hanok. Matthew confiesa ahora, tímidamente.
––Hyung, pensé que era tu casa cuando dijiste que vivías aquí.
––Vivo aquí también. En la segunda planta, el estudio del fondo. –– Jiwoong hace un gesto vago con la barbilla, a la izquierda y arriba.
––Oh, ahora entiendo. ––Matthew tiene que contenerse para no pedir que le enseñe su estudio. Sonaría demasiado desesperado si lo hace, piensa.
Su mirada sigue recorriendo el lugar y se detiene en el panel apagado en la pared del fondo, en penumbras, que no distingue del todo.
––Hyung… ¿es este el nombre de la agencia?
El diseño se enciende destellando neón azul turquesa, escarlata y blancura. Matthew parpadea por el flashazo de luz. Y se voltea con los ojos semicerrados, la nariz encogida en un gesto gracioso de protesta.
––Yo! ¿Me quieres dejar ciego?
Jiwoong todavía sigue recostado a la pared, junto a la puerta de entrada. Ha activado las luces desde una aplicación en su móvil. Le sonríe, comprensivo, y ligeramente intrigante. A Matthew no se le escapa ese brillo en los ojos negros, esa serena complicidad. Da unos pasos atrás para contemplar mejor el logotipo.
––¿JBloom Studio? –– Matthew pronuncia lentamente, y sonríe con nostalgia. –– Es lindo, hyung.
El logotipo tiene una estilizada J en blanco, enlazada a una B, también en serif, azul acua. La blanca L cursiva parece evocar un 1. O una J invertida, como un espejo. En la segunda O, de OOM, donde retoma el azul acua en tipo sans-serif, se contornea un botón de rosa. La palabra Studio regresa a la cursiva, en un intenso escarlata. Que más allá de su nombre, la agencia parezca un homenaje a su propio grupo, a la forma en cómo se popularizó en coreano y para el mundo: Jebewon, hace que la garganta de Matthew se anude un poco, cuando pregunta.
––Es tu diseño, ¿verdad? Y es Z’roses…la rosa en la O, ¿cierto?
Jiwoong asiente y se va acercando a él. Lentamente. Como si quisiera que Matthew siga explorando también los muchos significados de este nuevo espacio.
–– Lo es. La primera lectura es obvia. El nombre del grupo está contenido en ello. Y nuestro primer álbum.
Jiwoong está justo detrás de Matthew ahora, y su índice apunta hacia las letras finales al explicar.
––Pero también es un telar para Jebewon. Our loom. El lugar donde quiero que tejamos nuestros sueños y nuestras carreras. Un bonito tejido que perdure por mucho tiempo.
Matthew lo mira directamente, su expresión es tan tierna que a Jiwoong le provoca pellizcar con cariño esa mejilla recogida por la sonrisa, cuando le escucha alabarlo.
––Hyung, en verdad tu inglés ha mejorado mucho.
–– Maetthyah…––sacude la cabeza con una repentida timidez. –– Finalmente, después de tres años, ¿conseguí que elogiaras mi inglés?
Jiwoong aprieta su mano libre en un puño. Y el gesto de triunfo hace reír a Matthew y golpearle levemente el hombro. Le ha recordado ese momento en que, como líder, le concedió la killing part de Love Killa, y lo vio festejar igual.
Y el recuerdo hace que su alegría se disuelva en un pensamiento realista y doloroso: puede que no pueda tejer sus sueños en ese lugar. Jiwoong lo rodea despacio con sus brazos, su barbilla levemente se apoya sobre el trapecio del chico, su sien contra la pequeña y enrojecida oreja.
Matthew suspira hondo. Sus dedos se afianzan y juguetean alrededor de las muñecas de Jiwoong sobre su pecho. Sus ojos siguen recorriendo el logo, con nostalgia.
–– Hyung, la J parece un 3 por este lazo de la B en el centro…
–– Es a propósito… si ignoras la L, lo entenderás.
–– ¿Eh?
Matthew ladea la cabeza para explorar el logo.
–– J Boom… ––reflexiona repitiendo para sí––¿Boom?
–– ¡Boom! –– repite Jiwoong con entusiasmo.
Matthew gira su cabeza hacia el cercano rostro de Jiwoong, iluminado más que por los neones por una sonrisa traviesa que le brinda la pista exacta.
––¿Tres Boom Studio? ––Su corazón lo entiende antes que su mente. Matthew se lleva la mano a la boca.
No es una casualidad. Lo pensó minuciosamente a nivel gráfico. Jiwoong ha incluido en el nombre de su compañía el del dúo con el que han navegado en ZBO. Matthew solo a tina a apretar fuertemente las muñecas de Jiwoong, y sacudir la cabeza, conmovido.
––Estás loco, hyung…
––Por ti, Maetthyah. Lo sabes, ¿verdad? También puedo volverme loco por los dos.
Gira dentro del abrazo para quedar frente a Jiwoong, apretar su cabeza contra el pecho musculoso del mayor, ocultar su frente entre las sensuales clavículas. Sus manos lo acarician, cerrándose sobre la cintura bajo la gabardina.
Jiwoong se inclina entonces, para darle un tierno beso en la nuca y susurrar.
—Lo siento por demorar tanto, mi amor.
Matthew mueve la cabeza, negando, y su frente roza y calienta el pecho bajo la camisa de seda. Estrecha aún más su abrazo, sin atreverse a mirarlo de nuevo. Y sus lágrimas se graban una vez más en la ropa de Jiwoong.
––No te disculpes, hyung. Volviste. Era todo lo que quería de ti. Gracias, por regresar sano y salvo, Jiwoonie.
Jiwoong le acaricia el cabello tras la oreja, deslizándose hasta su cuello. No, no tiene idea de cuánto ha luchado por cumplirle esa promesa, a costa, incluso, de ignorarlo por semanas. Su único fin ha sido no perderlo para siempre. Oh, necesitarán toda una noche de desvelo para ponerse al día.
El teléfono de Jiwoong vibra en su mano. Y Matthew se separa secándose las mejillas.
––Es Hanbinnie.
La mención al líder hace a Matthew morderse los labios, avergonzado. Se marchó de la reunión sin darle una explicación siquiera a Hanbin. La realidad desciende de golpe sobre su cabeza. ¿Qué explicación va a dar a la compañía? ¿Y a Hanbin?
––¡Hola, Hanbin-ah! Sí. Estaba por llamarte. Woohyunnie está conmigo. Estamos ahora mismo en mi agencia, revisando la estrategia a seguir con HYB.
Matthew abre los ojos sorprendidos de la seguridad con la que Jiwoong le ha mentido a Hanbinie. Y de cómo le acaricia con el pulgar las mejillas y la barbilla retirando los restos de llanto mientras sonríe adorablemente, sin perder el hilo de su comunicación con el líder.
–– ¿Crees que pueda trabajar conmigo un rato más? …Sí, está más tranquilo.
Jiwoong lo interroga con las cejas, como confirmando que así se siente. ¿Qué puede decir él? Claro que está más tranquilo cuando Jiwoong lo abraza, y lo mima y le demuestra que nunca se ha olvidado de él. Así que asiente.
–– Sabes que lo cuido mejor que a mí. No haré nada que pueda ponerlo en riesgo. Ni a él, ni al grupo, descuida... Gracias. Gracias, Hanbinnie. Abrázame a los chicos.
Jiwoong cuelga y guarda el celular en el bolsillo de su chaqueta.
––Hyung, ¿le mentiste a Hanbin hyung?!
––¿Quién? ¿Cuándo?
––Ahora, hyung, ¿en qué hemos estado trabajando tú y yo?
––En recuperar la confianza el uno en el otro, bebé. En fortalecer nuestro compromiso con el presente y con un futuro juntos.
––Hmm...Ajá. ––la seriedad de Jiwoong no lo convence del todo. Sabe que su hyung es bastante escurridizo cuando quiere. –– Y ¿qué hemos hablado de HYB y el contrato?
––Eso todavía, pero va a llegar. Porque supongo que querrás saber sobre mi estrategia para no perderte, ¿verdad?
Matthew sonríe mostrando hasta sus encías, feliz de escucharle decir de otra manera más que no renunciará a él. Y le echa los brazos al cuello, y lo estrecha en un abrazo ahora juguetón y desinhibido. Jiwoong lo ciñe con más fuerza.
––¿Por dónde quieres empezar?
––Por estrenar este tabloncillo de baile.
––¿Cómo?
––Bauticemos estas tablas. ¿Alguien mejor que Ppusamz para ello?
Jiwoong niega, sin guardar su sonrisa. Nadie mejor que Matthew para él.
––¿Qué quieres bailar?
––Algo que debí bailar contigo esa noche. Pero tuve miedo, y me escondí. Muchas veces, cierro mis ojos y te veo, bailando solo, desesperado, bello. Y siempre he querido abrazarte en mi recuerdo, y acompañarte.
Matthew se desprende de sus brazos y sin dejar de mirarlo, camina hacia atrás. Se quita el suéter azul, quedándose en un liviano tank top blanco, casi transparente. La respiración de Jiwoong se corta frente a la súbita vista de sus músculos gráciles, perfectos, desnudos en sus bíceps o insinuados en su atractivo torso.
El suéter reposa sobre el banco más cercano Y en la pantalla del móvil, Matthew busca en su playlist sentimental. Todo lleno de canciones que quisiera cantar con Jiwoong, bailar con Jiwoong, escuchar mientras lo desviste y deja que lo haga. Mientras destilan juntos el ardor de tantas noches silentes.
Con Jiwoong, que aguarda, sin chaqueta, mientras desabotona el último ojal de su costosa camisa de seda. Hecha a la medida para negociar con agencias, incómoda para bailar desde el alma. Y aguarda por los intensos ojos de Matthew, por sus pasos que se acercan con la suavidad de un sueño. Y por su mano nudosa y cálida que apoya sobre el pecho desnudo, bajo la turmalina que refulge entre sus pectorales, cuando la voz de Alicia Keys vuelve a gemir entre los espejos.
“I keep on fallin’…”
Fluye, pisando donde los pies pequeños retroceden y dejan un breve rastro opaco sobre la madera. Las notas los atraviesan, purificando sus memorias. Sus pasos bailan hacia el reencuentro. Hoy Matthew no necesita marcar nada antes. Su cuerpo ya sabe dónde empieza Jiwoong, y dónde termina él. Jiwoong sabe que no hay “out of love …with us” posible.
Giran retomando cada separación, desbrozando dudas y limpiando heridas aún abiertas. Matthew lo sostiene allí donde Jiwoong se derrumba. Donde sus gestos contenidos hablan por cada palabra que no se atrevió a decirle desde Tokio. “Quería verte, Mettyu, pero tenía más miedo de que me vieras muriendo, que de morir.”
Matthew se adelanta, y atrapa el desconcierto en los dedos flexibles, que aletean como mariposas ––como aquellas azules sobre un papel de hilo, olvidado en París. Jiwoong vuelve a alejarse, dejándolo en penumbras. Sí, cada jueves fue un regalo, y luego una agonía. “Pero no dejé de esperarte...” reafirma acariciando con sus yemas, las venas sensuales del mayor. “Porque quería sostener tu esperanza, como sostuviste la mía.”
No miran los espejos mientras bailan. Se arrullan con la mirada. Niegan con la cabeza, sonriendo, ante esas frases donde la canción todavía duda. Pero ellos no. Ya no hay miedo a verse tontos por amar así. Las caderas que una vez cimbrearon contenidas ya pueden soltarse. Pelvis que ondulan, torsos que se arquean, y vuelven para recibir las palmas ávidas sobre sus pechos. “Hyung, ¿algún día abrirás del todo tu corazón?” Jiwoong lo retiene, como lo hizo esa noche de alcohol y nostalgias. “No te vayas” parece repetir entre las notas que caen y caen, tan hondo como sus ansias. Es Matthew quien rota, lo enfrenta, crea un puente entre las muñecas de ambos. Y lo cruza. Hasta pegar sus torsos con fuerza. Con pasión. Hasta con rabia. La que concede un amor que lo ha enfrentado todo.
“Oh, baby, I…”
Y mientras flotan en el agitado vórtice de sentimientos, sus manos ya no abrazan el aire, sino la carne; sus labios no acarician la incertidumbre de un sueño, sino la certeza de sus besos. Bajo la lluvia y el alcanforero. Bajo la luna de Tokio. Bajo la nieve del madang. Un dolor compartido, transformado en caricias que empiezan en un cuerpo y concluyen en la ternura del otro.
“I never loved someone/ The way that I love you…”
Jiwoong se deja caer, de rodillas, lentamente, sobre la madera. Matthew lo contiene desde atrás. Se hunde dentro de los brazos fuertes y desnudos que lo estrechan con fuerza. Y en su frente transpirada, siente el sello de unos labios cálidos y confesos.
Oh, ¿es posible caer un poco más uno en el otro todavía?
La certeza de que nunca han amado antes así parece latir en los últimos acordes instrumentales suaves y acompasados. Y en sus pieles exultadas por la pasión y el esfuerzo. Yacen entrelazados sobre las tablas nuevas, mirando juntos las vigas antiguas: promesas que resistieron al tiempo, como ellos. Siente que es su espacio. Lo han hecho suyo desde adentro.
––Bailaste conmigo— la sonrisa serena de Jiwoong hace resplandecer su rostro.
–– Y no tuve que cerrar mis ojos. ––complementa Matthew acariciando el pecho desnudo sobre él; bajo la cadena, con la gema verdeazul. Se siente demoledoramente grato sentir latir el corazón agitado de Jiwoong bajo su palma. Los acordes de Fallin’ se han apagado ya. Pero la música sigue para él, en ese bum-bum-bum. La canción que no está en su playlist, la que más deseaba oír cada noche que no lo tuvo.
–– Y si yo renuncio, hyung. ¿Me aceptarías?
Jiwoong parpadea dos, tres veces. La transición de Matthew lo ha sorprendido un poco, pero no del todo. Sabe que no ha dejado de pensar, incluso mientras bailaban, en la gravedad de los contratos.
Jiwoong se incorpora, y se gira para mirarlo de frente. Acostado sobre la madera, el cabello desplegado y sudado de Matthew tiene un halo dorado. Jiwoong se deleita en ese rostro de ángel consternado, antes de empezar a secarle el sudor, suave y delicadamente, con los nudillos. Habla más como mentor ahora.
–– Romper un contrato con HYB, Maetthy-ah, te arrastrará a una demanda millonaria. Y un escándalo que no te mereces.
Matthew retira la mano de Jiwoong de su cara, mientras se incorpora, sentándose también. Los dedos de Jiwoong siguen dentro de los suyos, aliviando la ansiedad de sus palabras.
–– Pero, aun no he firmado nada, puedo negociar, rechazar… ––Matthew se detiene, comprendiendo la mirada compasiva de Jiwoong. –– ¿O no?
Sí, Jiwoong debió ver ese contrato que Matthew aún no ha visto. Su hyung ya no solo puede pensar por él mismo, o solo por ellos dos. Tiene que pensar por todo el grupo…incluso sin Matthew. Asiente, porque todo se hace más claro ahora, aunque su corazón se resista todavía.
–– Si me aceptas así destruiría el proyecto, ¿verdad? Arrastraría al resto. Incluso podrían usarlo para debilitarnos. HYB es nuestra competencia, como quiera que lo veas.
Jiwoong acaricia el rostro triste, casi resignado, acercándose un poco más hasta donde sus alientos se respiran.
–– Y como quieras que lo veas, nos dio un golpe quirúrgico, donde más nos duele a todos. ––habla no solo el mentor, sino también el compañero, el amigo, el amante.
Matthew sonríe de medio lado, irónico. No se lo cree del todo. Para él, todos los chicos son imprescindibles en ZBO.
–– ¿Qué dices, hyung? Soy solo ese idol que no pasó la barrera del metro ochenta y fue descartado como una carne reciclable. Tal como aquel sueño que tuve, ¿recuerdas?
Jiwoong jamás ha olvidado esa pesadilla. Siempre cuidando de que Matthew no volviera a hundirse allí. Las manos finas y flexibles se elevan hasta las mejillas mullidas y sostienen con firmeza, con vehemencia, para que lo mire a los ojos.
–– Maettyah, HYB no te quiere porque eres un idol descartable, sino porque eres el idol perfecto ¡Te quiere porque eres el corazón de ZBO! ¡Porque eres nuestra alegría y nuestro combustible!
Matthew coloca sus palmas sobre las de Jiwoong, y sus dedos se van entrelazando, lentamente. Los hace bajar por su pecho hasta reposar en su vientre, unidos. Hay otra vez lágrimas en sus boba-eyes.
––No tengo idea de que llamó tanto la atención de HYB, pero nunca llamaron la mía. Me descartaron a la primera hace cinco años. No vieron ese idol en mí. Y si llegué a ser eso que dices, no es por ellos. No es por WKO. Es por los chicos…y por ti.
––Créeme. Eres eso que digo y más. Y es por ti, Hyunnie. Brillas por ti mismo.
––Pero quiero brillar a tu lado, Jiwoonie. Delante de ti, detrás de ti…––las lágrimas surten sin sollozos––…debajo, encima…tanto como tú querías.
Jiwoong se arrodilla y lo abraza, apretándolo contra su pecho desnudo. Y Matthew se aferra a la sensual cintura bajo la camisa de seda empapada de sudor y memorias.
––¿Crees que puedo a renunciar a ti? ¿Después de todo lo que hemos vivido? No puedo, Maetthya. No si se trata de ti. No si se trata de nosotros. Voy a mover cielo y tierra. Porque lo vales. Porque lo valemos.
Se separan un poco, cuando la cabeza de Matthew asiente bajo su abrazo. Lo ve sonreír. Todavía trémulo, débilmente, pero con sinceridad.
–– Yo confío en ti. –– sus palabras no caen, elevan el espíritu.
Hacen latir el corazón más fuerte, bajo la piel estremecida que no cubre la seda blanca. Jiwoong lo toma de la mano, del codo, y lo impulsa a levantarse. De pie, frente a frente, con la mano de Matthew en la suya, sus negros ojos brillan con ese resplandor de ónix, como aquella noche en el hospital. El resplandor de la poderosa calma que un amor responsable otorga.
–– Entonces, sígueme.
Matthew asiente a la repetición de ese mantra compartido entre ellos desde Boys Planet. Pero Jiwoong no habla en sentido figurado ahora. Es una invitación real. Y echa andar, sin soltar la mano del confundido Matthew. Hasta la esquina del salón, donde sus dedos desplazan en silencio, la discreta puerta traslúcida, al final de los espejos.
***
[Una noche antes]
El reservado del restaurante estaba colmado de risas, anécdotas y vasos chocando. Había conseguido que la atención se desviara de él hacia otros temas, como esas vacaciones de Gyuvin que aún sigue anhelando, sin redes, sin cámaras, solo los nueve. Jiwoong apartó los palillos con cuidado sobre la bandeja vacía. No había probado bocado en los últimos diez minutos. Su otra mano seguía sobre el hombro de Matthew, sintiendo su cuerpo tensarse o relajarse por momentos, como si dudara. Como si supiera. O era solo percepción de Jiwoong, que sí sabía. Cuando la llamada que estaba esperando vibró dentro de su bolsillo, no pudo evitar un leve sobresalto. Matthew lo sintió, porque se apartó más, inclinándose hacia la mesa.
Jiwoong chequeó el número sin identificación en la pantalla. Era él. El representante legal de MNH. Miró brevemente a Matthew. Estaba bromeando ahora con sus bebes gigantes, Gyu y Gunwook le pellizcaron las mejillas al unísono. Jiwoong se levantó sin una palabra, inclinó levemente la cabeza a los chicos y se excusó con una sonrisa breve. No vio la mirada anhelante de Matthew tampoco esta vez. Ni como se quedó prendida de la puerta incluso un tiempo después de cerrarse.
Jiwoong salió del restaurante y caminó hacia la acera, buscando algo de silencio en el aire nocturno. Respondió.
—Kim Jiwoong ssi, gracias por atender tan rápido.
—Le escuchó atentamente.
—Lo discutimos con los directivos. Estuvimos revisando su oferta. Valoramos el interés. Pero lamentablemente, la propuesta ya no es viable.
Jiwoong no dijo nada. No es porque estuviera usando estratégicamente el silencio. Era porque dolía. La voz del abogado prosiguió.
—Esta misma tarde se cerró un acuerdo de absorción. MNH transfirió varios activos, entre ellos el contrato vigente de Seok Matthew ssi, a HYB Labels. El proceso ya es formal. No hay vía legal para retractarse.
El frío comenzó a calarle bajo el cuello del abrigo. Jiwoong deslizó la otra mano dentro del bolsillo. Había pensado en esta posibilidad, pero no tan rápido. No tan quirúrgica.
—¿El motivo de la transferencia fue financiero? ¿O estratégico?
—Diría que ambas cosas. La deuda médica acumulada por el artista fue una carga considerable. El paquete fue atractivo para ambas partes. Usted comprenderá que no es nada personal.
No es nada personal. Jiwoong contuvo una risa amarga, o una lágrima burlona tal vez. No, claro que no. ¿Qué sabe MNH o HYB sobre la razón de esa ‘deuda médica considerable’? Solo están retirando la pieza más emocionalmente central del grupo. Es solo el eje afectivo. Y para él, es solo su razón para empezar todo esto.
—Gracias por avisar.
—Buena suerte en su proyecto, Jiwoong ssi.
La llamada terminó. Jiwoong mantuvo el teléfono junto a su oído unos segundos más, como si el silencio pudiera revertir lo dicho. Luego lo bajó lentamente.
Miró al cielo invernal, como si buscara una respuesta en él. Los tejados iluminados de Seúl no se la dieron. Solo se permitió un susurro, casi mudo, que condensó su aliento:
—Lo intenté, My-Tyu. Hasta el final.
Jiwoong miró a las siluetas fragmentadas de los chicos, al otro lado del cristal. Alguien abrió la puerta, y las risas lo alcanzaron desde adentro. Lo correcto habría sido ir adentro y despedirse, pero se sintió sin fuerza para encararlos. Tecleó un mensaje a Hanbin, disculpándose con él, con todos. No estaba huyendo. O tal vez sí. Pero quiso pensar que estaba haciendo que cada segundo contara para el futuro. Enfrentar a HYB era una batalla diferente. Tecleó un mensaje más.
Cuando Matthew salió, fue apenas para ver la cabeza de Jiwoong desaparecer dentro de un taxi, que arrancó de prisa. Todavía tenía abierto el texto en la pantalla de su móvil.
“Siento tener que irme de este modo.
Volveré con respuestas.
Y con mi corazón abierto.”
Matthew había callado durante casi toda la comida. Las preguntas de meses se liaban en su garganta, y se diluían en el calor de la mano de Jiwoong sobre su hombro; en las pocas frases que intercambiaron. Nada personal, nada íntimo. Excepto las miradas. Estaba allí, y parecía un sueño todavía. Sonriente, discreto, más guapo que nunca. La forma en que se alejó para atender esa llamada, claramente de esas interrumpen porque no pueden esperar, le dolió de un modo que no lograba definir. No era solo el cuerpo que dejó otra vez de sentir contra su costado. Era una especie de sombra que lo envolvió al salir. Como si hubiera cruzado un umbral invisible, al que Matthew ya no tenía acceso.
Quiso seguirlo. Se contuvo, pensando en que no era el lugar para mostrarse y mucho menos para exigir explicaciones por esos meses de silencio. Intentó quedarse dentro de ese abrazo con el que lo sorprendió en el escenario. Con las palabras ardientes que se enredaron en su oreja y su cabello: “Te amo, My-Tyu…Te dije, que siempre iba a volver a ti.”
Y, sin embargo, cuando lo vio alejarse todavía más al otro lado del cristal, cuando le llegó ese mensaje, después del que Hanbinnie leyó para todos, un miedo voraz atravesó la coraza de su paciencia y su orgullo. El miedo a que volviera a desaparecer del mismo modo como llegó. Como lo hizo por estos últimos meses de agonía.
Corrió afuera. Sin importarle si era el lugar o el momento. Porque necesitaba decirle. Pero ya no estaba. Guardó su móvil, en lugar de responder.
Solo susurró a la noche helada y solitaria.
–– Yo también, Jiwoongie. Yo también.
***
[Esa noche]
El susurro de la puerta al cerrarse es todo lo que se siente en el otro lado. Como si hubieran atravesado el umbral hacia otro mundo. Sutil. Hecho con la paz del silencio honesto. La iluminación es mucho más baja e íntima que la del salón de baile. Huele a incienso de sándalo. Y a Matthew lo atraviesa el recuerdo de aquella tarde mística en París.
El piso, de madera más cálida y antigua, se siente diferente bajo sus pies descalzos. Hay una alfombrilla de cáñamo desplegada casi al centro de la pieza. Otras cuidadosamente enrolladas en una esquina. Una pequeña estantería al frente guarda tres cuencos tibetanos de diferentes tamaños, conos de resinas aromáticas, y una vela de cera de abeja a medio derretir.
A un costado del mueble se extiende una gran ventana traslúcida, tradicional y moderna, como el estilo de Jiwoong. Del otro, hacia la esquina, una estrecha puerta corrediza conecta a una escalera de estructura metálica, con peldaños de madera clara, recta, sin ser severa. Se pierde a ras del techo entre dos vigas de ciprés. Parece del tipo plegable, pero ahora está extendida. Como esperando, como invitando.
Matthew bordea la esterilla para acercar su vista a los libros manuscritos, visiblemente antiguos, apilados sobre el estante. Colgado encima, en la pared gris ceniza, hay un kakejiku escrito en hanja. Matthew no entiende lo que dice. Pero puede sentirlo.
–– Aquí vengo cuando necesito recordar para qué empecé todo esto —dice Jiwoong, recostándose levemente al borde del estante.
— A respirar con el alma, ¿verdad? –– los ojos de Matthew brillan con una intensidad acogedora.
Jiwoong afirma, despacio, y se siente repentinamente tímido. Se lleva por instinto la mano a la piedra sobre el pecho, y acomoda un poco la camisa abierta para cubrírselo. Es como si percatara ahora que Matthew ha estado abriendo cada cajón, hasta el más pequeño e interior, de su espíritu. E instalándose allí, sin pedir permiso. Ambos saben que ya no lo necesita. En ese lugar sin espejos, solo los ojos del otro parecen devolverle su verdadero reflejo.
–– Un espacio para estar a solas consigo mismo y escucharse con sinceridad, sin juzgarse. ––Jiwoong parece no solo estar explicándole a Matthew sino a sí mismo.
–– Creo que todos dirán… que ésta es la parte más Jiwoon hyung de la casa.
Hay una brizna de picardía en la mirada de Matthew cuando acerca su mano hasta la gema verdeazul, sobre su piel estremecida. Jugando con ella entre sus dedos. A menos de medio metro, su tank top blanco finísimo, que el sudor del baile ha incrustado en cada línea del torso, está distrayendo a Jiwoong de respirar…incluso con el cuerpo.
–– Una sala de meditación antes que un gimnasio. Solo alguien tan espiritual como tú.
No se siente como crítica, un poco de elogio sí, pero es más anhelo que todo. Lo siente impregnando el aire, cada vez más caliente. En esa gota de sudor que resbala por la barbilla afilada y, antes de que caiga, Jiwoong se apura en retirarla, instintivamente, con el dorso de su mano. No puede, aunque quiera, pensar en nada espiritual. Y, sin embargo, el contacto no es solo físico. Se tocan de muchas formas ahora mismo.
–– ¿Quién dijo que no hay un gimnasio?
–– Ooh!
–– Detrás de esos paneles, al otro lado, está el área. –– Jiwoong hace un gesto con la barbilla hacia su derecha, sin moverse demasiado para que Matthew no aparte los dedos sobre su pecho. Para poder seguir, acomodando los cabellos húmedos en la frente. –– No hay más que un hércules allí, y un banco de pesas. Los que usé para trabajar en mi recuperación. Pensaba que... podría encargarte la tarea de acondicionarlo a ti.
Los ojos de Matthew destellan de deleite. Señala con el pulgar en esa dirección, su otra mano sigue unida a Jiwoong.
–– O sea, si mueves esos paneles, las dos áreas se conectan.
–– En principio. Es posible.
–– Pero ¡no hay espejos aquí!
–– No. –– Jiwoong no entiende el énfasis en la voz de Matthew–– ¿Son necesarios?
–– Dime tú… ¿Cómo espiarme mientras meditas, o haces como que meditas, cuando esté sudando del otro lado?
–– Mae…Maetthy-aah! –– la reacción de Jiwoong, sonrojándose, es demasiado adorable.
Matthew alza ambas manos, pidiendo una tregua, sin dejar de sonreír luminosamente.
–– Dijiste que este un espacio para hablar con sinceridad y sin juzgarse.
–– Okay. Entonces confiesas que ibas a propósito al gym aquellos primeros meses, mientras meditaba, para distraerme…
–– Entonces confiesas que me espiabas por los espejos mientras hacía pesas.
–– Lo hacía. –– Jiwoong baja la vista, su sonrisa contenida remarca sus hoyuelos. –– No podía evitarlo.
–– Yo no iba a propósito. Pero me gustó que lo hicieras.
Jiwoong aprieta sus propios labios, los muerde suavemente, los humedece. Su leve turbación le resulta a Matthew devastadoramente dulce. El menor arrulla su voz ahora, llena de suave confianza. Y su mano abandona la gema para regresar a su propio pecho. Como si necesitara escuchar su corazón hablando al unísono.
–– Jiwoonie, creo que le gustabas a mi cuerpo mucho antes de que mi mente lo entendiera.
Jiwoong asiente, varias veces. Comprende. Recuerda todavía esa noche. Cuando él ya no pudo negarle a su cuerpo liberar su congestionado deseo. Abrasado por las imágenes de los músculos perfectos bajo una camisa de malla blanca que seducía sin excesos. La cintura mínima, unida a su cadera en cada formación. El rostro de ángel brillando bajo las luces y los confetis, incitando un beso de sus labios.
Al inicio su amor pudo ser empatía, adoración, nostalgia por sus años de debut en la industria que Matthew le revivía. Un eco de la alegría olvidada con que comenzó, lleno de sueños, a pesar de todo.
Pero, esa noche, regresando de la reunión con los actores tailandeses, luego de la discusión con Seobin. Cuando lo encontró esperando por él en la oscuridad de la sala, solo para comprobar que no le dolía demasiado el desarraigo, Jiwoong no pudo darse la espalda a sí mismo. Matthew estaba en cada esquina de su pensamiento, pero también corría por sus venas, respiraba en sus pulmones, latía en cada ganglio, por todos los fluidos de su cuerpo enardecido.
–– Creo que le gustabas a mi mente, antes de que mi cuerpo lo aprobara. ––admite.
Y su mirada se afirma, límpida en el rostro sereno de Matthew. Ah, se siente bien, respirar a corazón lleno. Matthew le echa los brazos al cuello. Desenfadado y tierno. Jiwoong circunda su cintura con sus manos.
–– Y, Jiwoonie…
–– ¿Hmm?
–– Me encargaré de nuestro gimnasio, te lo prometo.
––Me parece bien. –– ese “nuestro” sacude a Jiwoong con una ola de fe.
–– Y ya no necesitas espejos. Puedes verme de frente. Cada vez que quieras.
Jiwoong no puede parar de mirarlo, ni aunque quisiera. Ni aunque cerrara los ojos. Matthew alza la vista, en dirección al espacio donde la escalera de madera se pierde, detrás de la puerta abierta.
–– Esa escalera… ¿va hacia donde me imagino?
Jiwoong asiente, con un ligero sobresalto bajo su ombligo. Matthew se separa de él, lentamente, y da uno, dos pasos en dirección a la abertura. El mayor se incorpora, pero no se adelanta. Espera que explore con su mirada, el cuello extendido, la expresión de curiosidad y atrevimiento que crean una mezcla tan seductora a sus ojos.
Apoyándose en el ligero pasamano, Matthew se vuelve hacia él. La otra mano extendida. Dispuesta, como sus ojos, como su corazón en calma.
–– ¿Subes conmigo?
Jiwoong observa el gesto abierto, el cuerpo sin urgencia, invitando desde la certeza. Asiente con los ojos, con el aliento, con cada célula de su cuerpo. Esta vez es Matthew quien pide confianza. Y él, lo sigue. Aceptando que les pertenece subir desde el momento en que se eligieron.
El olor suave del incienso va quedando atrás. La sala, abajo, sigue abierta. Nada necesita cerrarse. Y arriba, tan dispuesta como su dueño, una habitación espera. Una habitación donde todo lo que arde, contenido y suspendido con el primer crujido del otoño, puede por fin liberarse y florecer.
***
[Tres días después]
—Es un gusto volver a verte, Kim Jiwoong ssi. Gracias por aceptar esta entrevista para 1st Look.
La voz suave de la reportera frente a él rompe el silencio flotando en la sala clara. Jiwoong, sentado en una de las dos sillas de madera tapizada en lino crudo, le responde con una inclinación breve.
—Gracias por invitarme — su voz es templada, precisa.
La cámara graba un close up sobre él. Lleva una camisa blanca con cuello mao, que contrasta con su pelo negro, brillante, más largo de lo que ha llevado estos casi tres años. Lo hace lucir etéreo, y serenamente presente. Por joyas, solo un anillo. Su maquillaje, apenas perceptible. Naturalidad que no es alarde, es coherencia. Y hace que su belleza resplandezca bajo el lente.
—Han pasado muchas cosas desde la última vez que nos vimos.
–– En junio del 2023, para ser exactos. Ustedes ofrecieron la primera mirada al grupo donde he crecido y a quien me he debido todos estos meses. Por ello, me complace mucho poder regresar aquí. Significa más de lo que puedo explicar.
La reportera lleva una tablet en la mano, pero casi no la mira. Tiene la vista fija en él. La curiosidad por una historia que necesita contarse puede sentirse en el estudio.
––Tu ausencia de ZBO ha sido larga, y muy comentada. ¿Podemos empezar por ahí? ¿Cómo estás?
Jiwoong sonríe, la pausa para contestar da énfasis a sus palabras.
—Estoy en paz. Y trabajando en algo que me hace sentir que esa ausencia larga, lejos del escenario, de mis fans y mis dongsaengs, por difícil que haya sido, ha valido la pena. Para poder regresar... y ofrecer lo mejor de mí. Creo que eso es suficiente por ahora, para sentirme así.
La periodista asiente, con una leve sonrisa de respeto. Abre el siguiente tema con cuidado.
—Se ha anunciado que estás liderando un nuevo proyecto. ¿Puedes contarnos de qué se trata JBLOOM Studio?
El entusiasmo calmado y sincero brilla en los ojos de Jiwoong. La cámara lo amplifica.
—JBLOOM es una agencia boutique, pero no solo eso. Es una casa creativa. Un lugar donde los artistas pueden construir su propia marca, con su propia voz. Donde la salud emocional es importante. Con pocos talentos. Con arte y gente antes que cifras.
—De idol a actor, otra vez idol. Ahora CEO de una agencia de entretenimiento. ¿Cómo se ha compaginado todas estas motivaciones en tan poco tiempo en la vida de Kim Ji Woong?
––Puede parecer poco tiempo, pero llevo en la industria ya más de quince años.
La periodista asiente, sonriendo, porque Jiwoong no lo ha dicho con arrogancia. Ha sonado incluso sorprendido y eso lo hace más encantador. Continúa.
––JBLOOM, bajo otro título fue un proyecto dormido que aplacé por diversas circunstancias, en un punto entre todos esos momentos que mencionas en mi carrera. Pero, apenas aparecieron las condiciones para florecer, rompió el hielo del invierno. Y ahora solo espera crecer.
––Es difícil no pensar en ZBO cuando mencionas el nombre de tu agencia. ¿Es un homenaje?
––Es una promesa. –– responde sin dudar, y añade. ––Y un compromiso con el futuro. Creo que un artista puede rendir en muchas circunstancias, pero solo florece cuando su bienestar es tan importante como su rendimiento. Quiero construir en ese espacio donde el bienestar emocional no sea negociable.
Hay una pausa que sigue de una inspiración delicada pero perceptible de la entrevistadora. Aparta la tablet levemente, y Jiwoong sabe que se saldrá un poco del guion por este gesto. Está preparado.
–– Hace unos meses, ZBO dio una conferencia de prensa en el aeropuerto Incheon que dio la vuelta el mundo, y colmó canales y redes. Tu testimonio en ella fue impactante. Y lo que vino después ha generado aún más curiosidad sobre tu persona. ¿Como se proyecta JBLOOM para separarse de ciertas experiencias que has tenido en la industria?
La pregunta ha dado un giro interesante a la entrevista. Y aunque delicada, es todo lo que necesitaba Jiwoong para enviar un mensaje claro a quienes siguen dudando.
––Gracias por preguntar eso. Muchos proyectos, dentro y fuera del mundo del entretenimiento, inician apostando por sueños pequeños, con buena fe. Luego tienen éxito, prosperan, se expanden. Y el ser humano que estaba en el centro de la razón de ser de esa agencia, se vuelve solo un número, un contrato, un activo negociable. Haber sido apenas ese número por mucho tiempo, creo que me da una perspectiva diferente. Y quiero invertir esa dinámica en JBLOOM.
–– Vienes a revolucionar la industria.
––Vengo a dar un paso, consciente, sólido y con el respaldo de aquellos que han abrazado este concepto. Siempre con quienes creen que construir es más poderoso que poseer, JBLOOM ya agradece el respaldo de personas y agencias que aún recuerdan por qué empezaron en este camino. Pero, el efecto a largo plazo es difícil de estimar.
La periodista resume, para dar un paso más allá.
— Se puede decir entonces que has regresado a la industria… bajo tus propios términos. Y con esta mirada tan comprometida y coherente con la proyección del último álbum de la banda, ¿es posible que JBLOOM se convierta en el destino próximo de Jebewon?
Jiwoong entrelaza las manos, deja que su mirada se pierda un momento hacia el suelo, y luego vuelve a la periodista.
—No puedo responder en nombre de nadie. Cada uno tiene una historia distinta, un contrato distinto, un ritmo distinto. Pero sí puedo decirte esto: si alguna vez estuvimos juntos por destino, ahora podemos elegirnos por convicción.
La periodista guarda silencio por dos, tres segundos. Sabe que esa frase aparecerá en todos los titulares.
—¿Qué te gustaría que la gente entienda sobre este nuevo capítulo?
—Que no regresé para hacer ruido. Regresé para sembrar, labrar, cosechar y cuidar. Que aún estamos floreciendo dentro y fuera de ZBO. Las flores más resistentes nacen en los suelos más improbables.
La cámara sigue rodando unos segundos más. Jiwoong mantiene la mirada fija, serena, como si supiera que cada palabra que no dijo también quedó grabada. Respira. Y en ese gesto sencillo, se siente la fuerza de lo que aún está por construir.
Esa misma tarde, la entrevista haya eco en los portales de Marie Claire, Vogue, Allure y Cosmopolitan. Su frase resalta en cada nota:
“Si alguna vez estuvimos juntos por destino, ahora podemos elegirnos por convicción.”
La entrevista genera una reacción en cadena que alcanza pronto otros medios de prensa y se prolonga toda la semana…
Ese jueves, Jiwoong va leyendo en su móvil el artículo de Yonhap News Entertainment. Su nombre en titular destacado: “El regreso del ave fénix: Kim Jiwoong, el idol y actor, funda su propia agencia tras meses fuera del foco público”
Tras una larga pausa por motivos de salud aún no confirmados, el oficialmente integrante de ZBO, Kim Jiwoong ha reaparecido como CEO y fundador de una nueva agencia con sede en Yongsan, cuyas primeras acciones incluyen la adquisición de los contratos de varios de los miembros de su propio grupo.
Aunque los detalles financieros no han sido revelados, fuentes cercanas aseguran que el capital inicial proviene de un acuerdo confidencial con la antigua compañía que representó a Jiwoong en sus inicios. Las redes ya lo celebran como un “acto de justicia poética”.
Jiwoong respira, profundamente. Guarda el móvil en el bolsillo de su gabán gris acero. Sí. Se trata de una justicia poética. Para él, es suficiente. Pero sabe que no para muchos otros. Aprieta en su mano el maletín de cuero donde pesa una historia descompuesta que aún no ha podido enterrarse.
Su mano se alza con decisión y golpea la puerta. Esa que unos meses atrás se abrió para despertarlo de un letargo. Dolió, se retorció, sangró. Pero fue el primer paso para saber cómo sanar su herida: reconocerla.
Del otro lado, la voz del señor Seong lo invita a pasar.
***
[Esa noche]
Sin cerraduras, la puerta corre hacia el lado izquierdo bajo los dedos temblorosos de Jiwoong. Su mano cálida sobre la espalda baja invita a Matthew a traspasar el mínimo zaguán.
–– No es demasiado grande. Pero es todo lo que necesito.
Matthew lo siente. Más que una fusión minimalista decorada con gusto parece un manifiesto. Allí cada objeto respira en la dimensión exacta.
Un sofá biplaza forrado en lino verde oscuro marca la mitad de la pieza. Junto a este, una mesita simple de madera con libros y una lámpara tradicional Hanji. El comedor es apenas una mesa baja cuadrada de madera roja, con cojines color terracota. Al fondo, un escritorio limpio, con solo una libreta abierta y un bolígrafo atravesando alguna frase. La acompaña un pequeño florero de piedra volcánica con dos rosas azules, y una taza de té vacía.
El aroma de la madera aquí es diferente. Una mezcla de petricor y resina joven. Matthew siente esa serenidad creativa que inspira de un modo doméstico.
––Tiene tu vibra…y tu olor. Me gusta, hyung. –– lo mira con esa picardía tímida y Jiwoong suelta una carcajada suave que se queda en sonrisa.
–– La cocina de este lado. –– explica sonriendo todavía, mientas señala el espacio pulcramente recogido, de paredes limpias, sin estantes. Luego, a su izquierda, una puerta corrediza traslúcida. –– El baño.
Matthew sigue en el mismo tono.
–– ¿Con jacuzzi?
–– No…No, pero… la intención es lo que vale.
Ríen suavemente. Matthew desvía la vista apenas Jiwoong comienza a quitarse la camisa. Al fondo, tras la gran puerta corrediza de madera y acrílico texturizado, la nieve nocturna continúa cayendo, calladamente sobre la terraza. Sin cortinas, la luz del sol entrará por ella sin pedir permiso en las mañanas. “Tan romántico…” piensa Matthew. Y vuelve a sonrojarse. Tampoco ayuda imaginarlo sobre la cama, baja, cubierta con un edredón gris, al otro lado del sofá. Una cabecera de nogal flotante, con una estrecha lámpara de leds que es repisa a un tiempo, sostiene un libro de poemas. Todo discreto, sobrio. Excepto por el Thewnini naranja sobre la almohada.
–– Oh, en serio… ¿lo trajo de vuelta? –– murmura para sí, sacudiendo la cabeza.
Matthew toma en sus brazos su peluche. Como un niño reencontrando su juguete favorito que extravió por un rato. Lo mece contra su musculoso pecho. Y descubre un olor demasiado familiar en el pelaje suave. Tal vez, sí lo ha abrazado en las noches, porque ahora tiene el aroma de hyung.
––Te trató bien hyung, ¿eh? Te portaste bien con él, ¿eh? Dime que no lloraste por mí…porque dice Jiwoonie hyung que te malcrío mucho.
Jiwoong sacude la cabeza. Suspira hondo. Quiere correr hasta él, y alzarlo en brazos, como si fuera su peluche favorito. Pero ahora está colgando la cadena con la turmalina en un pequeño ganchillo junto a la puerta. La roza con sus dedos. Espera que lo proteja de decir algo tonto, de algo que hiciera a Matthew arrepentirse de estar allí.
Matthew deja al Thewnini en la silla giratoria ante el escritorio, frente a la libreta. La frase escrita parece parte de un poema, tal vez un haiku nuevo. Sin embargo, titila en su memoria como una promesa suspendida: “Te sigo debiendo una cama de rosas…” La sensación de déjà vu persiste incluso cuando bromea, la sonrisa brillando en su rostro ruborizado.
–– Escríbeme todo lo que le escuchaste decir, Thewnini.
–– Solo lo que escuchaste, Thewnini. Nada acerca de lo que has visto, ¿ok? –– aclara Jiwoong.
Matthew va a ripostarle, cuando su mirada queda enganchada en el ropero. Se extiende a lo largo de toda la pared opuesta a la cama. En un vestidor están sus camisetas negras y blancas, sus pantalones y ropa de ensayo. En el otro, trajes italianos a medida, zapatos que cuestan tanto o más que los que dejó en el salón de baile.
–– Hyung, esta parte es bastante…contrastante.
–– Ya no duele, Maettyah. –– le responde, la mano suspendida sobre la faja del pantalón.
Jiwoong está conteniéndose en su hábito de desvestirse apenas entra a su estudio. De caminar a piel descubierta, antes de darse una larga ducha, e incluso después. Pero, hoy Matthew está allí. ¿Podría dejarle esta tarea? Se saltaría esa ducha por él. Y podrían compartirla más tarde.
–– Es solo ropa…–– Matthew se encoge de hombros, dándole la razón esta vez.
Jiwoong asiente, pero la visión de Matthew sobre su carne ávida, desnudándolo sin prisa, le resulta difícil de apartar de su mente. “¡Concéntrate, Kim Jiwoong!”
––Es solo ropa… También el auto, los relojes… son herramientas de negocios, Hyunnie. Sé que no me define, y que soy más que lo que me cubre.
La sonrisa de Matthew al mirarlo se deshace temblando en su boca. Bajo las luces rosáceas, el sudor que moja y desordena el peinado de Jiwoong le revela cuánto han crecido sus cabellos. Se ve más rudo, más maduro, sin dejar de conservar esa gracia felina con que avanza hacia él. Como si llevara con mucha más seguridad su desnudez. Sí, Jiwoong sabe el peso exacto de lo que lo cubre, pero más aún de lo que descubre.
––Tampoco necesito vestir todo el tiempo así para sentirme artista. — la mano de Jiwoong toca una sudadera de prácticas, con dedos agradecidos. — Ya no siento que hago cosplay para mí mismo.
Con nadie como con Matthew se mostró antes fragmentado por esas inseguridades. Y se siente bien mirarlo sin importar el estuche para reconocerse, para reconocerlo. De todo lo que hay en ese armario, solo lo que guarda en el cajón, entre los vestidores, tiene un valor para él. Jiwoong lo abre y le señala. Y Matthew se inclina, curioso.
–– ¿Los que usamos? ––Matthew los toca, emocionado. –– ¿Cómo…?
Allí están. Sus outfits de NKOTB del debut: bermuda gris y camiseta 24 de Matthew, pantalón blanco y camiseta 01 de Jiwoong.
–– El resultado de una negociación. —responde, enigmático. Y le sacude el cabello sobre la nuca, con dulzura, disfrutando la mirada extasiada del chico, la sorpresa en su boca.
–– Gracias por rescatar esto. –– la voz de Matthew, como sus ojos, contiene lágrimas felices.
–– Esto no es solo ropa. Es nuestra historia, Tyu.
Matthew está de acuerdo. Con sus palabras, y con el abrazo cálido con que cubre su espalda. Su pulgar acaricia la muñeca sobre su hombro, y su mejilla descansa en el dorso de la mano de Jiwoong.
–– Puedo ver, el esfuerzo que has puesto…en honrarla, Jiwoonie.
Jiwoong lo besa en la sien. Un beso apretado, sincero. Pero se siente como un punto y aparte. Quiere seguir escribiendo esa historia ahora con Matthew. Quiere que no termine nunca. Sus labios le rozan el hombro, sobre el tatuaje geométrico, y sus manos acarician la espalda, sensual y contenidamente.
–– ¿No está tu camiseta…demasiado sudada?
–– ¿Eh?
Matthew parpadea. Se separa. Toca su pecho repentinamente agitado, huele sus axilas, se revuelve el cabello húmedo. Jiwoong casi puede palpar su emoción, suspendida entre el anhelo y la perplejidad. Se inclina, lo toma de la mano y lo pega a su pecho.
–– Solo te estoy pidiendo permiso para quitártela. ––susurra.
Jiwoong lo siente liberar la respiración retenida. Pero no las mariposas aleteando en su estómago. Sí, es obvio que Jiwoong aún lo desea. Pero ¿y después? ¿Volverá la ausencia, el silencio, el dolor? Matthew sacude la cabeza. Es solo quitarse una camiseta. Alza las manos. Parece como si pidiera clemencia, de pronto. Tímido, adorable, ignorando que la perfecta arquitectura de sus músculos basta para poner a Jiwoong de rodillas. Y Jiwoong nunca podrá definir qué parte de la dualidad de Matthew lo destroza más. Ni como hace para no devorarlo a besos. Mientras le ayuda con su camiseta, los rostros se alinean, pero no las miradas.
–– ¿Hyung?
–– ¿Hmm? —el susurro exacto de “tócame y no me hables”. Su índice recorre los abdominales ahora visibles. Su pulgar describe círculos sobre el ombligo pequeño y profundo.
–– Ah… yo…creo que estoy…bastante nervioso… –– confiesa débilmente.
Jiwoong se detiene. La mano de Matthew tiembla un poco cuando la toma y la cubre con la suya. Lo guía hasta el sofá. Sentados uno al lado del otro, deja que sus dedos se enlacen. La cabeza pequeña termina apoyada en su hombro desnudo. Y reconoce ese estremecimiento que no pudo identificar durante BP, cuando la mejilla suave descansó casi por instinto en su hombro, y la gente lo replicó por miles en las redes. Esa sensación de querer proteger algo valioso.
Jiwoong recuesta su mejilla a la nuca sobre él. Pasan varios segundos así.
–– Yo también, Hyunnie. ––rompe el silencio, con su voz suave pero segura. ––No hay nada en este mundo que me desarme como lo haces tú. Que me agite y provoque, y a la vez me asuste…
–– ¿Te asusto?
–– Tú no. Temo que en mi ansiedad por mostrar lo que te amo, termine agobiándote, y haciendo algo que te aleje de mí.
–– ¿También te pasa eso? ––ha vuelto a hacer contacto con la sinceridad que brilla en los ojos de Jiwoong.
––Sí. Creo que es normal. –– Jiwoong acaricia los nudillos de Matthew con su pulgar. –– Tanto como ese temblor que siempre nos sacude antes del escenario. Porque amamos lo que hacemos. Nos importa. Y queremos protegerlo.
Matthew acepta que se parece bastante a ese tipo de ansiedad. Y no renunciaría a ella por nada del mundo. La voz de Jiwoong se hace más honda, casi un murmullo.
–– Nuestro amor, no ha tenido un camino fácil, Maetthy-ah.
–– Es así. Hemos estado más tiempo intentando esconderlo el uno del otro, que el que hemos tenido para mostrárnoslo. Apenas cuando nos lo confesamos, la vida nos separó de nuevo.
Matthew suspira, reflexivo. Baja la vista hasta sus pies desnudos.
–– Y el músculo guarda memoria.
Jiwoong asiente, no podría él haberlo dicho de mejor manera. Pero también siente esas palabras apagadas, latiendo en sus venas. Es el eco de los días de su ausencia en la vida de Matthew. Ahora sabe cuánto pesó.
–– Siento que hayas pasado por tanto al elegirme, My-Tyu.
–– Hyung, no me arrepiento de nada. Lo haría de nuevo. Toda y cada una de las cosas que hice. Incluso besarte bajo el alcanforero…–– sonríe, arruga un poco la nariz como un zorrito travieso. –– Y hacerme el dormido.
–– Tan cruel, Maetthyah… ––Jiwoong exhala dramáticamente mientras lleva la mano a su pecho.
Hay una pausa entre sonrisas. Jiwoong le acaricia la espalda desnuda, con la palma abierta, solo transmitiendo su cálida presencia. El brazo de Matthew se desliza alrededor de la cintura de su hyung, confiadamente.
–– Y tú, ¿cambiarías algo?
–– Nada. Porque todo lo que ha ocurrido, nos trajo hoy aquí. –– Jiwoong se gira un poco, para mirarlo de frente, sin soltar su mano. –– Eres lo mejor que me ha pasado en la vida.
Matthew ladea un poco la cabeza, sonríe con cierta reserva. ¿Él, Matthew, lo mejor que le ha pasado a Jiwoon-hyung? Pero los ojos de Jiwoong solo le gritan lo rendido que está. No puede negárselo a sí mismo. No importa lo que pase en el futuro, él es lo que más ama en su presente. Matthew tiene que creerlo.
––Por favor, sigue siendo ese sol para mí. Yo, te prometo, que seré tu sombrilla en los días de lluvia, y sostendré tu mano en la oscuridad. Así que brilla, sin miedo. Donde tú quieras.
Matthew le echa los brazos al cuello, su gesto de rendición más obvio. Ha subido las piernas al sofá. Su cara está tan cerca que Jiwoong puede respirar su aliento de menta, derretir la mirada en su boca suave y húmeda. Sus labios forman un tierno puchero. Y Jiwoong se deshace en ganas por besarlo. Pero quiere que Matthew lo haga, que tenga la confianza y lo aliente.
–– ¿Y si no volvemos a estar juntos en semanas…incluso en meses, hyung? –– Matthew carga aún esa veta de desamparo.
Sus mejillas mullidas desaparecen entre las palmas de Jiwoong. Las palabras brotan como un río transparente que lo sumergen en su corriente cálida y segura.
–– ¿Y si creamos una memoria que valga por todas? Una que nuestros cuerpos recuerden…
Es una invitación. Es seducción. Pero para Matthew es más que todo certeza. La certeza de que vale la pena. La vida es ahora, y el mañana, un recuerdo anticipado sin garantías. Sus dedos se deslizan sobre los de Jiwoong, los baja hasta sus muslos, los retiene allí. En sus ojos brilla el eco de los días soleados, pero también de días tormentosos, de lluvia, granizo y nieve. Porque los han atravesado todos. Por eso están allí.
Se impulsa sobre las manos de Jiwoong en sus muslos, para alcanzar sus labios entreabiertos. Y el beso lo estremece, en cada partícula del cuerpo e incluso fuera de él. Como aquel, en el dormitorio de la base, hace más de cinco meses. Pero este no vibra en el adiós, sino que canta: “Te esperé. Regresé. A ti.” Y se siente como el primero de toda una vida.
–– … kōkai wa nai no? –– Matthew termina la propuesta de Jiwoong pronunciando suavemente, esperando más refugio que respuesta.
El rostro de Jiwoong se ilumina con una sonrisa de complicidad, llena de nostalgia por esa anticipada confesión de tinta en la noche de Nihonbashi.
Kōkai wa arimasen.
Responde. Sin palabras. Con sus labios besándole la frente, los lunares, los tatuajes, la cicatriz del codo que siempre evitó rozar por no rememorarle algún recuerdo triste. Con la palma que acaricia la nuca, el hombro que le extrañó por meses (tal vez por años, tal vez por vidas), las perfectas curvas de sus nalgas. Los dedos que desabotonan, deslizan la mezclilla, descubren la piel tibia y dibujan, sin prisa, el mapa del reencuentro, diluyendo las trazas de tantas despedidas. Y su voz, un arrullo con todas las formas que le ha dado a su nombre, entre suspiros… “Maetthyah… Mettyu… My-Tyu...” Porque ya no puede, no tiene, que amarlo sin él; sino con él, ahora.
Kōkai wa arimasen.
Matthew se rinde con la misma libertad con que lo navega, recorriendo las sensuales venas como ríos, bajo sus labios. Sanando, la parte de sí que una vez temió perderlo. Su abrazo no es más esa sombra serena pero intermitente sobre la cintura trajeada. Es presencia que honra, que contempla sin pudor, que deja huella sin miedo. Con su olor, con su calor, con su saliva sobre las caderas, los muslos, la entrepierna que tiembla más por comunión que por lujuria. Lo bebe con sus ojos, lo contempla con las yemas de sus dedos. Y lo abraza. Rodeándole el cuello, hundiendo su nariz encima de la clavícula que huele a lluvia y madreselva. A su Jiwoonie hyung. Su sombrilla. Y por fin, su lugar.
En el sofá verde, sobre el estrujado y cálido lino, sin más manta que la piel del otro, la ausencia se va borrando como si nunca hubiera sido. El sueño llega. No desde el cansancio, sino desde la confianza. Como si no hubiera un mañana. Ni un pasado que repasar. Sin duelo. Sin urgencia. Solo ellos dos, en ese espacio donde todo respira con la dimensión exacta.
Y la respuesta todavía flota tibia sobre la piel, transpira en sus sudores, como un hilo invisible entre sus bocas.
Sin arrepentimientos.
***
[Una semana después]
La habitación pequeña, tenuemente iluminada ahora por una lámpara de banquero vintage, lo acoge de nuevo. Tras el escritorio, con una agenda de mesa llena de apretada caligrafía entre las manos, el señor Seong revisa su cronograma de trabajo. Alza la vista tras los estrechos cristales de sus espejuelos de lectura. Se miran un instante. No hay mucho que explicar, que ya no lo hayan visto en ese encuentro por Zoom ayer en la noche.
Jiwoong apoya la maleta de cuero en el borde del escritorio y saca la carpeta azul, la que estuvo sellada antes por un lacre, la del logotipo brotado en la esquina inferior derecha. Toda la documentación que por años Bak Do Min guardó en una caja de caudales en Tokio. Una bomba silente que pensó usar, tal vez, algún día. Jiwoong la pone sobre la mesa, sin dramatismo. Y la empuja hacia Seong con dos dedos.
— No necesito saber lo que harás con eso —dice Jiwoong, sin sentarse.
–– ¿Estás seguro de que quieres dármelo a mí?
–– Tú elegiste ese camino. Yo... elegí el mío. E incluso aunque no lo entendiste del todo, me apoyaste, y guardaste para mí la llave que no creía poder sostener más. –– Jiwoong finalmente se sienta, sus manos sobre los muslos, reflexivo.
Apenas se recompuso de la visión de aquel sobre, cuando pudo entender lo que significaba, pasaron muchas ideas por su cabeza. Lo guardó, silenciosamente, por varias semanas, hasta que pudo tomar su decisión. Cuando su mente, su corazón y su cuerpo se alinearon, y supo que era la salida que no traicionaba al Jiwoong que era hoy.
–– Si decides no abrir esa caja, está bien. Pero, si debe abrirse que seas tú quien lo haga.
Seong lo mira con expresión neutra. Luego apoya la palma ancha sobre la caratula, como para confirmar que es real, que esto existe, que la historia aún está viva. No lo abre. Aún.
–– ¿Tendría sentido ahora? –– Seong suspira profundamente y se quita los anteojos, presiona el dedo pulgar y el índice sobre sus cansados ojos. Luego mira a Jiwoong. Y se siente la delgada decepción en sus palabras. ––Bak Do Min está muerto.
Jiwoong abre un poco la boca, asimilando la noticia. Pero no lo sorprende del todo. “Porque lo está… lo entenderá pronto.” Le había dicho la archivera de la oficina de Shibuya, y Jiwoong, luego de ver realmente el alcance de su fortuna, y la gravedad de los papeles que guardaba en aquella caja fuerte, tuvo el mismo convencimiento.
–– ¿Park Do Shin? –– pregunta, corroborando su sospecha.
Seong asiente. Para Seong, descubrir que Bak Do Min no se había ido de Corea del Sur como pensaba, sino que vivía en un distrito tranquilo de la Nápoles de Corea, en Gyeongsang del Sur, fue más decepcionante.
–– El cuerpo de Bak fue hallado enterrado en el jardín de su casa en Donam-dong, Tongyeong. Murió por fractura de tráquea, estrangulado. Al parecer, no estaba del todo discapacitado como parecía. Park usaba su nombre e identidad, le permitió usar incluso su rostro. Do Min lo dejaba jugar al CEO poderoso porque sabía que se autodestruiría por su obsesión de control. Pero Park lo descubrió. Supo que era parte de un juego mayor. Y supo de esa compañía. Le pidió que la involucrara en su plan de agencia con YHE. Bak insistió en que no volvería al entretenimiento nunca más. La discusión se salió de control. Y terminó asesinado por su propia arma.
–– ¿Cómo supieron todo eso?
–– Parte por la declaración de la empleada doméstica, que acudió a la policía cuando se supo que Park Do Shin regresaba al país a enfrentar un delito de fraude corporativo. Todo muy discreto. Ya sabes. Los nombres grandes no quieren levantar más arena en medio de la tormenta. Y por el mismo Park Do Shin, que confesó hace tres días.
–– ¿Confesó? Entonces enfrentará también cargos por asesinato.
–– Solo enfrentará cargos por asesinato.
–– ¿Cómo?
–– YHE retiró el litigio legal apenas se supo de la implicación de Do Shin en el asesinato de su hermano. WKO no hará ningún movimiento. Actualmente, es un cargo gravoso, con testigo indirecto, y cadáver presente. Pero es el único que pesa sobre él.
Jiwoong mueve la cabeza oscilante, negando. El único cargo. Con más fuerza siente ahora la necesidad de seguir adelante con JBLOOM. No espera nada de las leyes, ni de las compañías, solo se está sosteniendo en ellas para poder ser más libres. Para volar más lejos.
–– No creo que Park Do Shin tuviera ni idea de en qué consistía la firma que le arrebató a su hyung.
Jiwoong escucha a Seong hacer una reflexión que siempre ha estado en su cabeza desde aquella tarde en la que abrió los primeros archivos. Se lo deja saber.
–– Creo que lo confundieron las declaraciones oficiales de la empresa. En su delirante cabeza no encontró lucidez para entender el mecanismo que estaba empleando Do Min, todo taimado, meticuloso, en la sombra.
–– Me pregunto qué dirá cuando se entere de que usted le dio este fin a la fortuna familiar acumulada por años.
–– Hace rato que no me pregunto esas cosas, señor Seong. Yo... ya no necesito que sangre para cerrar.
Seong sonríe ahora, leve y asimétricamente. Vuelve la mirada hacia el sobre azul desteñido.
—¿Tienes alguna condición? —pregunta.
Jiwoong duda apenas. Luego asiente.
—No quiero que nada de esto toque al grupo. Ni a la agencia. Al menos no mientras aún estamos construyendo algo que... pueda existir sin miedo.
Seong lo mira, con sincero respeto.
—Entiendo, Jiwoong ssi.
–– Hay un documento más dentro del sobre. No tiene que ver con los registros de Bak.
El director de seguridad frunce el ceño, se inclina levemente, interesado.
–– Es una lista con el fondo de compensación para las familias de los cinco chicos de Xllium, que están en su expediente de investigación cerrado. No es demasiado, pero al menos permitirá a sus familiares darle un lugar de descanso digno… y cubrir ciertas necesidades.
Jiwoong habla con voz baja, solemne, pero no soberbia; honda, pero no afectada. Seong siente una presión fuerte en el fondo de su faringe, que le cuesta tragar.
––Quisiera que se encargara de eso, por favor. Discretamente, sin rastro, sin prensa. Solo, hágaselos llegar. Usted sabe bien lo que pesa un cadáver mal enterrado. Y ojalá su justicia los alcance. Pero, por el momento, lo haré a mi modo.
Seong asiente, despacio, sin sonido. El nudo sigue ahí. No está acostumbrado a esa sensación.
Jiwoong se levanta. Extiende la mano con afable protocolo. Su mano fina, cuidada y delgada, que puede parecer demasiado artística. El director de seguridad sabe cuánto es capaz de sostener. La estrecha, con calidez.
–– Gracias, Jiwoongie. ––suena realmente amable, casi paternal, como cuando le recibió aquella noche, la llave que solo quiso cuidarle y nunca estuvo tan feliz de podérsela devolver.
Vuelve a colocar su pesada mano sobre el paquete. Jiwoong sabe que es hora de irse. Para que pueda adentrarse en ese mundo, que, por respeto, Seong no abrirá frente a él.
––Me marcharé ahora.
––Salúdame a Ogawa-san –– puede decir finalmente Seong–– Me alegra que haya aceptado a cuidarlo primero en Tokio, y ahora aquí. Es un gran amigo.
–– Lo haré. Ogawa-san sigue cuidando mis espaldas, señor Seong. Pero usted, es quien sigue cuidando nuestras sonrisas. No lo olvide.
Jiwoong hace una reverencia profunda. Y al alzarse, se sorprende que el señor Seong se mantiene aún inclinado, casi en 45 grados. Y así permanece, hasta que Jiwoong, con los ojos húmedos cierra despacio y con igual respeto, la puerta de la oficina.
Dejando tras de sí el peso de lo no dicho ya no como una deuda, sino como un homenaje.
***
Epílogo 9
“El amor según Jiwoong”
[Esa madrugada]
I
El peso se siente agradable, incluso antes de reconocer, los ojos todavía cerrados, que se debe a la cabeza de Matthew. Respira hondo, despacio, para no perturbar su sueño. Su mano sigue sobre la espalda tibia, retenida contra el espaldar del sofá. La otra sobre la cintura mínima envolviéndola en su abrazo.
Jiwoong abre los ojos. Con la vista entornada distingue en la pared de la cocina las cifras blancas del reloj. Las 3:33 am. Sonríe. Está acostumbrado a ver números espejo por todas partes últimamente. Su mirada regresa a la nuca de Matthew. Y deja un beso en ella, suave como su respiración. ¿Cómo es que ambos caben tan bien en ese pequeño mueble? Las habilidades de acomodación de dos cuerpos enamorados son infinitas. Einstein probablemente no lo experimentó nunca. Lo piensa mientras se incorpora, lentamente.
Sus pies pisan los jeans tendidos en la penumbra. Los recoge. Un poco más allá, el pantalón propio, su calzón negro…el bóxer rojo vino. Su celular, junto a la lámpara Hanji, tiene apenas 10% de carga.
Matthew se mueve un poco, ladeado, como si aun estuviera descansando en Jiwoong. Parece un ángel dormido esculpido sobre la tela, con la perfección y la ternura exacta. Detiene el impulso de tocar sus pies desnudos que, como si supieran, se recogen un poco. “Debes tener frío, bebé.” Afuera la nieve ha dejado de caer, y es un denso manto sobre la madera de la terraza. La temperatura ha descendido.
Jiwoong deja la ropa recuperada del suelo sobre el apoyabrazos. Busca una cobija blanca, de algodón tejido, en uno de los cajones. Regresa al sofá para cubrirlo. Apenas lo hace, siente ganas de volver a colarse bajo la tela y abrazarlo hasta que el sol se filtre por el papel prensado de la puerta. Su vejiga distrae su romanticismo.
–– Vuelvo enseguida. –– musita, sus yemas apenas tocando los cabellos sobre la frente dormida.
Unos minutos después, sale del baño. Se ha enfundado en una bata de algodón, tipo kimono, de color perla. Lavó sus dientes, refrescó su cara, su torso… Ignoró la ducha. Todavía tiene esperanzas.
Junto al sofá, vuelve a suspirar. Aun vibra en lo que pasó entre ellos hace un rato, sobre ese pequeño nido de lino verde. No hubo propiamente sexo. Pero cada caricia, cada mirada, cada palabra que lo rozó se grabó en sus huesos, en su alma. Siente que para Matthew fue igual. Pero ahora, solo duerme. Con la cabeza doblada hacia su pecho, la mano aún extendida, como buscándolo. Un suave ronroneo escapando entre sus dientes.
Se decide. Lo moverá a la cama. No puede dejar que sufra algún dolor muscular o articular más tarde. Solo porque Jiwoong se dejó llevar por su hambre de meses, o más bien de años, por tener los abrazos de Matthew. Despacio coloca su mano bajo las corvas del chico, sobre la cobija, para mantenerlo cálido. Pasa su mano, su antebrazo, entre el asiento y los omóplatos, con delicada y milimétrica paciencia. Apenas levanta un palmo su torso, la cara de Matthew se inclina más hacia él y descansa en el interior de su hombro.
Ese simple contacto lo sacude. Un escenario abarrotado en Tokio, una escalera desde el área de prácticas hasta su dormitorio, un camino empinado en las faldas del Jirisan. La sensación se expande en recuerdos, cuando lo alza en brazos, contra su torso. Y camina hasta su cama. Pero, hoy no le abruma, no le angustia, no va pensando con cada paso: “Ojalá no lo sepa”. Está llevando a Matthew en brazos con la certeza de que lo cargaría a él, por el mismo motivo. Hoy pesa más que aquella tarde en Tokio, que en el Jirisan, y sobre todo que en la escalera hacia los dormitorios de WKO. Pero lo siente liviano, como una verdad liberada y compartida.
No enciende el panel de leds sobre la cama. Las lámparas de la terraza alumbran lo suficiente para que no tropiece en la media luz del cuarto. Lo descansa sobre el colchón, despacio, echando el edredón a un costado. Si Joongwoo lo viera ahora, ironizaría divertido, “Hyung, esta vez no olvidaste ni el beso de buenas noches.” Vuelve a cubrir con la cobija los níveos hombros. Lo observa en detalle: el rostro más tranquilo que le ha visto en muchos meses.
Y en ese silencio sereno, lo recuerda de otro modo. Recuerda la sala del hospital. El ruido de las máquinas. El límite invisible que él no se atrevía a cruzar. Cómo miraba a Matthew tras la mampara transparente, sin poder entrar. Cómo el cuerpo del chico parecía haberse encogido, defendiéndose, caído en sí mismo. Jiwoong había querido correr hacia él. Pero no se sentía con derecho.
Hasta aquella noche. La noche en que Matthew no solo lo dejó entrar, sino que se quedó dormido sobre su pecho. Con lágrimas, con mocos, con todo el peso del miedo cayéndole encima como un niño exhausto. Jiwoong pensó entonces: “Ya no puedo salvarte del dolor. Pero puedo sostenerte en él.”
Ahora Matthew duerme allí, igual de entregado. Y Jiwoong sabe que no basta con cubrirlo. Con sostenerlo cuando tropiece dentro o fuera de sí mismo. Tiene que hacer algo más. Su decisión arde en el pecho como una inspirada flama.
Camina pensativo alrededor de la cama, toma el celular, y se va hasta el escritorio. El Thewnini sigue sobre la silla giratoria. Decide dejarlo cerca, junto al búcaro con las rosas azules. Se sienta. Abre la gaveta. Su laptop de trabajo está allí, cerrada. A su lado, los documentos que ha estado revisando cada noche, hasta la madrugada. Intentando ver algo en ellos más allá de los muros infranqueables que levantan sus ampulosas frases legales. Necesita revisarlos una vez más. Encuentra gafas de lectura, las cuadradas de Gucci. La iluminación de la pantalla debe bastar. No quiere despertarlo.
Ha evaluado todo con su equipo legal en Gangnam, incluso con Imura sensei. Se enfocó primero en la inhabilitación por perjuicio premeditado. Que la compra del contrato se demostrara como una jugada táctica para dañar una formación activa, y se tomara como lo que es, un sabotaje. Imura sensei fue paciente al escuchar sus argumentos exaltados. Y tácitamente claro al desestimarlos: “Intuible no es demostrable, Jiwoong-san.” Definitivamente, un monstruo como HYB sabe no dejar huellas de intención.
El equipo legal coreano desestimó de inmediato el argumento de que Matthew enfermó por presión emocional sostenida, sin intervención por parte de la agencia. Lo consideró demasiado abstracto. “Sin informes psicológicos firmados, o un parte médico directo que establezca causalidad, no se sostiene, Kim Jiwoong ssi.” El incumplimiento emocional del deber de cuidado murió en la primera página.
Como también lo hizo el intento de aludir vicio de consentimiento contractual por silencio forzado. En su desesperación valoró argumentar que Matthew aceptó tratamientos, pagos, y cláusulas sin estar emocional ni cognitivamente apto para negociar su voluntad. Y él mismo se percató del error.
¿Demostrarlos sin hacerlos, a ambos, pedazos ante la prensa? Imposible.
Lo había dejado en ese punto de casi resignación. Pero, Matthew está allí, en su casa, en su cama, confiando en él rotundamente. ¿Cómo puede darse por vencido? Y Jiwoong quiere, (oh, ahora sabe cuán desesperadamente lo quiere), que esa noche no sea solo una memoria más bajo la piel.
Se desordena el cabello con su mano izquierda. Sus ojos recorren sus apuntes. “La deuda médica como activo contractual…” Está tratada como algo secundario en todo el paquete, pero a Jiwoong le punza el corazón cada vez que lee la cláusula. Sin embargo, esta vez ve algo que el dolor y la culpa han nublado hasta ahora. Su plexo solar se calienta, intuyendo. Subraya con el bolígrafo, hace anotaciones en los márgenes. Cada vez con más claridad, con más convicción.
–– Tengo que intentarlo. –– se dice, mientras suelta la pluma y cruza ambas manos sobre su nuca.
Abre un nuevo documento en la pantalla. Teclea con seguridad en la página en blanco. Ideas sueltas para enviar luego a su equipo legal, que van tomando sentido y propósito.
“…la deuda transferida, como daño colateral no relacionada con actividad profesional directa, no se sostiene.
Es un daño colateral emocional en contexto de protección grupal .
No debió ser tratado como una cuenta médica de gastos secundarios, no vinculantes. Y es demostrable.”
Claro que tiene cómo demostrarlo. Y no le importa que los ejecutivos de MNH, ni de HYB, ni el mundo entero vean esos videos y mensajes de Park. Los que Matthew protegió con su vida, para que él y los chicos pudieran dormir tranquilos, subir al escenario cada día y dar su mejor actuación.
Su corazón retumba en su pecho. ¿Cómo no lo vio antes? Abre la carpeta física del contrato con WKO. Para él siempre es más fácil leer en papel. Allí está. La cláusula 6.3.
“Cualquier artista cuya participación directa en ZBO haya contribuido de manera esencial al valor del grupo podrá ser considerado prioritario en términos de preservación de estabilidad emocional y continuidad del proyecto, bajo amparo compartido.”
–– Y MNH y HYB no pueden lucrar con un pasivo derivado que no les corresponde. –– murmura para sí y vuelve a escribir.
“WKO es ahora mi garante estructural, pero también mi socio.
Su error es mi error. JBloom puede asumirlo. Sin dañar la imagen de nadie.”
Y Jiwoong sabe cómo visibilizar JBLOOM en su primera etapa, cómo hacer que cada nombre pierda peso como activo individual y lo gane como símbolo colectivo, grupal. Cada entrevista que comenzará a dar mañana estará enfocada en hacer a HYB temblar por su reputación, sin decirlo. Teclea.
“No compraron un activo. Compraron un silencio. Pero no estaba en venta.”
II
Matthew abre los ojos. Su cuerpo reconoce una sensación extrañamente reconfortante que no habitaba hace muchos días. Su primer pensamiento: estoy en casa. La textura de la cobija es nueva para él, eso lo termina de despertar. Estaba en el sofá, abrazando a Jiwoong, pero ahora está en su cama, y él no está. Se incorpora despacio, el cabello revuelto, los párpados entornados. El espejo entre los vestidores frente a él, le devuelve su imagen de polluelo salido del cascarón. La cobija cae de sus hombros. Y la imagen de pichón desorientado es boicoteada por sus pectorales y sus bíceps contundentes. Sigue desnudo. Esa certeza despeja cualquier somnolencia. ¿A dónde fue Jiwoonie hyung?
Lo descubre inclinado sobre el escritorio. Hay papeles a su alrededor, la laptop abierta. Sus manos volando sobre el teclado silencioso. Por momentos se detiene, raya algo con el bolígrafo, revisa otra carpeta. Se envara. Su pulgar e índice presionan la barbilla, la mano derecha sostiene su otro codo. Esa postura suya, tan de “El Pensador” de Rodin, tan sexy. Sus gafas de lectura añaden aún más encanto a esa versión sabia y madura que hipnotiza a Matthew.
La claridad que llega desde la terraza se debe a los faroles y a la luz de la luna reflejada en la nieve acumulada. Aún es madrugada.
––Realmente, trabajas duro, hyung. –– musita muy bajo, con admiración, con cariño. Ver como sus dedos se entrelazan en los cabellos. Como muerde el nudillo del índice mientras subraya. Podría amanecer mirando a Jiwoong haciendo eso.
Decide no interrumpirlo. Parece algo muy importante. En silencio, sus pies descansan en la alfombra junto a la cama. Con la misma frazada de algodón se envuelve, un poco. Matthew calcula unos cinco metros hasta el baño e intenta alcanzarlo sin hacer demasiado ruido.
I
Jiwoong respira profundamente. Hay entusiasmo en sus ojos. Mira hacia la cama para compartir la confianza de que esta vez pueden lograrlo. Está vacía, el edredón gris recogido a un lado. Voltea la silla giratoria, para verlo alejarse en puntillas, como un ladronzuelo, envuelto en la cobija blanca. Un hombro sobresale. Una esquina se arrastra tocando el suelo. El tejido cae más abajo de la línea de su cintura por la espalda, justo sobre la curva pronunciada donde inician sus nalgas. Jiwoong traga la saliva, y con ella el impulso de abandonar lo que hace. De ir por esa ducha juntos que está ansiando desde anoche.
Pero se contiene. Matthew se está esforzando por pasar desapercibido. Está seguro de que, antes de que salga del baño, habrá terminado de comunicar su propuesta. Podrá concentrarse totalmente en él. Y en hacer un mejor papel que esa frazada, si se trata de cubrirle el cuerpo entero.
Revisa los apuntes por última vez antes de tomar el móvil entre sus dedos. Son las 4:41 de la mañana. Graba con voz pausada, suave, pero segura.
—Hola. Soy Jiwoong. Perdón por la hora. No voy a redactar ahora. Solo necesito que escuchen esto primero. –– Aprieta los labios antes de distenderlos en una larga expiración. –– Revisé de nuevo el contrato de cesión entre MNH y HYB. La deuda médica está tratada como carga accesoria, no como eje. Lo cual… es una suerte. Porque nos permite cambiar la narrativa sin entrar en conflicto directo.
II
Matthew desliza la puerta del baño tras de sí con suavidad. La luz se enciende automáticamente. Delicada, indirecta. Las del espejo sobre el lavamanos, permanecen apagadas. El baño tiene una combinación de gris y blanco con vetas marmóreas cálidas, elegante y claro. Hacia una esquina, la poceta con la ducha, rodeada de cristales curvos. Separado por un marco de acrílico que simula mármol, la taza. Alivia su vejiga allí. También quisiera darse una ducha. Deja la cobija sobre el mueble del lavamanos. Hay dos armarios a ambos costados. Curiosea un poco. Necesita una toalla que pueda usar.
Abre la puertecilla superior del gabinete. Con toallas dobladas, limpias. Las encontró a la primera. En la división superior descubre varios pomos de medicamentos, dentro de una cesta plástica. Su mano duda en revisarlos. Finalmente se decide. Son medicamentos prescritos para Jiwoong. Tienen su nombre, dosis, indicaciones, los datos del doctor.
–– Wow…tomas todo esto. –– Matthew cuenta cinco medicinas diferentes. La conciencia de que Jiwoong no estuvo en Japón de vacaciones lo golpea en el pecho. Puede verse fuerte, seguro, hermoso como un dios. Pero, aún está convaleciente, y probablemente, tenga que tomarlas por el resto de su vida.
Matthew deja escapar un suspiro hondo. Revisa los frascos con cuidado, memoriza los datos antes del regresarlo a su lugar. Lo menos que puede hacer. Apoyarlo en esto. Una, en un pomo azul, reza en la etiqueta: “tomar 1 cápsula antes de dormir.” No lo vio tomarse eso anoche. Matthew lo regresa al anaquel. Decide solo lavarse un poco para regresar cuánto antes a preguntarle.
I
Es la primera vez que habla de esto. No porque no lo pensó todo el tiempo. Sino porque no había encontrado el cómo, sin destruir lo que quería salvar. Jiwoong sabe que, en la industria, la pureza de la motivación no basta si la forma es incorrecta.
–– Voy a asumir la deuda. Completa. Como CEO de JBloom. Estoy en el derecho. Y en la obligación también.
Ah, a Gunwook le hubiera encantado escucharle decir eso. Jiwoong intenta que la pasión no se note más allá de su compromiso de CEO.
–– Porque si la causa de esa deuda fue una crisis emocional detonada durante su papel como integrante esencial del grupo…entonces ese monto no es deuda médica no vinculante. Es pasivo emocional mal gestionado ligado al “vinculo de lealtad”, explícito en el contrato de ZBO, entre MNH y WKO.
Es su equipo legal, no está ante un estrado defendiéndose. Pero siente que debe dejar claro, cuán lejos está dispuesto a llegar por su visión. Por su amor. Necesita que lo apoyen en esto. Si Ricky estuviera allí lo impulsaría a ser mucho más tajante.
–– Dicho esto, WKO nunca debió transferirlo a MNH, bajo esa cláusula. Ni MNH debió aceptarla por acuerdo para negociarla con un tercero, sin consentimiento explícito de la persona natural. HYB está, por tanto, intentando lucrar con un gasto operativo disfrazado. Puedo impugnar eso ahora.
Todavía puede revertirlo. Es eso lo que intenta demostrar.
––Si JBloom quiere empezar este camino con transparencia, debe deshacerse de la raíz de los errores. Y como tal, me toca ahora a mí limpiarlo.
Vuelve a la pantalla, que no ha mirado ni una sola vez. Es hora de concretar acciones. Es algo que ha aprendido de Hanbin: las orientaciones claras, conservan un buen equipo.
II
Mientras se seca las axilas, Matthew revisa en los cajones. ¿Tendrá un cepillo de dientes nuevo? Abre la puerta del otro armario. Se detiene. Los ojos parpadean y su garganta se contrae por la sorpresa.
En la segunda sección, no solo hay un cepillo nuevo, en su nylon, dentro de una jarrita. Tiene el mismo estilo de las que compraron durante el show del Campamento del predebut. Un conocido sticker del zorro, identifica la vasija. También contiene un tubo de pasta. La marca que Matthew suele usar. De menta, extrafuerte. Nueva, todavía con el sello. Detrás, botes de champú y gel. Sus favoritos.
Bajo la tablilla, cuelgan dos batas de baño, de un castaño claro, talla S. Con sus etiquetas aún. Matthew sabe que hyung no usa batas tan cortas. Hay también camisetas blancas apiladas, una sobre otra en la tabla baja. Pantalones de franela. Un paquete sellado de bóxers, que no necesita mirar para saber que le quedan. Como las pantuflas, todavía en su embalaje de nylon, en el suelo, debajo de los albornoces.
Matthew extiende la mano hacia ellos.
–– Hyung… ¿no llevaste eso de que si lo visualiza lo consigues…–– traga el nudo que empieza a formarse en su garganta. –– demasiado lejos?
Desliza las yemas de sus dedos por la manga de la tela afelpada. Y sus ojos se inundan de lágrimas.
I
––Lo que necesito de ustedes es lo siguiente. –– Jiwoong habla un poco más rápido, con fluidez, con convicción. –– Uno. Redacten una oferta de cesión condicional del monto completo de la deuda, con cláusula de cierre definitivo y no-litigación futura. Quiero que sea elegante. Quiero que parezca un favor. Pero que se lea como una amenaza.
Gyuvin aplaudiría todo lo que signifique cortar por lo sano donde pudiera crecer una injusticia luego.
–– Dos. Incluyan como anexo el acuerdo marco con WKO. Citen el párrafo que menciona la preservación emocional del grupo y argumenten el rol esencial de SM como figura pública durante la crisis.
Le parece ver la expresión seria de Taerae asintiendo a su confianza. Y Hao sonriendo, “créetelo, hyung…tu final feliz. Porque lo merecen”.
––Y tres. Reserven espacio para la cláusula de confidencialidad…No por mí. Por él. –– una pausa, para tomar aire, para respirar en su determinación––Esto no es un rescate. No es la liquidación de una deuda. Ésta es la primera acción que hace JBLoom como agencia de representación de ZBO. Y tiene que hablar por sí misma. Sin que yo tenga que explicarlo.
Sin dudas. Sin culpa. Como le prometió a Yujin.
–– Eso es todo. Gracias por confiar. Incluso cuando no doy mucho tiempo para dormir. Mañana hablamos. Si esto funciona, y aceptan nuestra oferta, él podrá elegir quedarse.
Concluye la grabación. Pero su argumento flota aún en la habitación en sombras.
––Y yo… por fin, también. –– murmura. Con voz grave, con el corazón palpitando en cada letra.
Sí, se hará cargo del pago. Pero no del silencio, ni del abandono, ni del miedo que pusieron en su cuerpo. Quiere saldar la cuenta. No la financiera, sino la que nunca debió existir.
Aún no ha salido el mensaje. Su pulgar descansa sobre el botón de enviar, inmóvil. Duda. No de la validez de su propuesta. Sino de lo que significará si esto no sale bien.
II
Matthew termina de usar su cepillo, y lo regresa al jarrito. Cierra la puerta del anaquel. Sonríe. Se mira con su bata cruzada en el espejo. Le queda bien el color, un poco más claro que su pijama de Thewnini, pero en la misma gama. Va bien con su colorimetría. Y el castaño oscuro de su pelo ahora.
Deja la toalla que usó, prolijamente, en el colgador. El albornoz que lo cubre, es todo lo que regresa con él a la habitación. Lleva la frazada doblada bajo su brazo. No la necesitará para calentarse.
Desliza despacio la puerta otra vez. Al salir, las luces se apagan de inmediato. Exhala aliviado. Escucha a hyung hablar bajo, a su teléfono. ¿Con quién puede estar conversando a esta hora? Deja la frazada en el sofá. Se acerca muy despacio. Escucha.
Matthew no entiende muy bien de que van todos esos términos legales en coreano. Pero le queda muy claro que algo cambió desde la tarde, cuando Jiwoong dijo “…suficiente, para no tener como hacerles una contraoferta en 24 horas.” Entendió, a pesar de su dolor, que no tenía derecho a pedirle nada. Si peleó con él, si le reclamó antes, era más por la desesperación acumulada de todos estos meses que sufrió lo que creyó su olvido.
Lo ve quedarse inmóvil, mirando la pantalla del celular. Ya no graba, solo murmura, que él también podría quedarse. Matthew no sabe si ir a abrazarlo o sacudirlo.
–– Hyung... ¿La vas…a pagar?!
III
Jiwoong alza la vista. El mensaje ya ha salido hacia sus destinatarios, incluyendo al abogado Imura. Deja el móvil a un lado para concentrarse en ese Matthew que lo mira con los ojos muy abiertos, confundido y emocionado. Y vestido con una de las batas de baño que compró…por si algún día. O alguna noche.
–– Wow…te queda muy bien. –– le señala en dirección al pecho, pronunciando sus labios.
Matthew solo asiente, su mano frota a la altura del codo, sobre la manga. Está tenso. Jiwoong conoce ese gesto. Lo deja que se acerque, despacio. Engancha dos dedos en la banda de la cintura, y tira de él. Matthew apoya ambas manos sobre los anchos hombros para no caerle sobre el pecho. Cierra los ojos. Debe calmar su corazón para poder aclarar su mente.
–– Dijiste en la tarde que no era posible pagarla. Lo entendí. Que no iba a liberarme del contrato. Y por otro lado… ¿por qué el director de la agencia a la que nunca pertenecí lo pagaría? Llamaría demasiado la atención en este momento.
Finalmente abre los ojos, para fijarlos en la mirada rendida de Jiwoong tras esos lentes cuadrados que lo hacen tan encantador.
–– ¿Volvió a cambiar algo? –– y no espera la respuesta. ––Hyung, no quiero perjudicar al…
Su boca se ablanda y humedece ante la invasión cálida de los labios que se beben sus palabras inconclusas. Jiwoong lo besa. Y saborea la intensidad de la menta. Sonríe un poco, reconociéndola, mientras su lengua abre camino entre los dientes brillantes y perfectos. Siente la mano nudosa sobre su nuca. Su intensidad no es duda, sino el deseo de escucharle decir que lo merece. Y Jiwoong se extiende en explicarle con caricias. Al separar sus rostros, Matthew está ya sentado en su regazo, a horcajadas, los brazos alrededor de su cuello.
–– Encontraste la brecha legal, ¿cierto? Para poder recuperar la deuda sin exponernos.
Jiwoong asiente, despeinando suavemente su nuca. Su chico listo. Lee sus besos mejor que sus cartas.
–– Y poder traerte de vuelta al grupo, mi amor. ––le reafirma.
Matthew sonríe. Jiwoong tiene en sus ojos ese brillo limpio y entusiasta. Como cuando lo recibió en la tarima del Top9, aquella noche de abril. No puede hacer otra cosa que amar ese brillo. Lo hace ver demasiado confiable, y demasiado hermoso.
–– Gracias por trabajar tan duro, hyung. –– su índice se alza ahora, su cara contraída en una expresión de adorable severidad. ––Pero ese dinero es solo un préstamo. Lo pagaré con mi trabajo aquí.
Jiwoong ríe suave, le pinza los carillos con sus dedos, divertido, antes de dejar un beso sonoro en los labios pronunciados por la presión.
–– ¡Lindo!
Matthew resopla, su boca en un puchero. ¿No lo está tomando en serio? ¿Cree en verdad que es un bebé? Jiwoong lo ase de la barbilla para que lo mire a los ojos. Habla con serenidad.
–– No tendrás que pagar nada. WKO todavía tiene un round legal pendiente conmigo. Pero todo a su tiempo.
Su mano se mueve anhelante por la espalda de Matthew La otra se enlaza a los dedos sobre su hombro. La madrugada ya no es lo suficientemente larga para todo lo que tiene que decirle. Con caricias.
–– ¿Podemos cerrar ya el archivo de temas legales y ocuparnos de otra cosa?
El suspiro hondo, la cabeza ladeada, mirándolo intensamente. Por respuesta, Matthew lleva sus manos hasta los espejuelos de su hyung, y se los quita, despacio, mientras humedece sus propios labios. Los ojos de Jiwoong se quedan enredados en la piel que se despliega bajo el albornoz, clavícula abajo, dejando acceso a su rosado botón sobre el robusto pectoral. Se siente un poco mareado de repente. Y su ansiedad lo lanza, casi como un acto de caza, sobre el cuello terso y apetecible.
Matthew lo detiene, la mano abierta sobre los ávidos labios. Los ojos de Jiwoong se expanden en una muda consternación.
––Eeey, espera. Hay algo que tengo que preguntarte antes de...
“De perder la razón por completo bajo tu boca”, lo piensa, pero no lo dice. Quiere mantener la seriedad que merece el tema.
–– …dejar de pensar claramente.
Jiwoong aprieta los labios juguetones, bajo la palma de la mano. Matthew la retira.
–– Tu medicina, la que toca en la noche. Ayer, no te vi tomártela.
Lo sorprende. Lo conmueve. Jiwoong termina por sonreír bajando la vista. A Matthew le tiembla la comisura del labio. De ganas de caerle a besos él. Pero, se recompone. Aguarda con seriedad, porque lo lleva, por la respuesta.
–– Me la tomé. En el baño. Apenas me levanté hace un rato.
–– ¿De verdad?
–– ¡My dear former medical student…please! ––protesta, exasperadamente tierno.
El inglés de Jiwoong suena siempre gracioso a los oídos de Matthew, no puede evitar la carcajada suave. Pero le reafirma, con la poca severidad que le queda en la mirada sonriente.
–– Nada debe tener más prioridad que tu salud, hyung. ––se lleva el índice a la sien. –– Las memoricé, todas. Voy a estar pendiente.
Jiwoong ríe en silencio, los labios fruncidos, mirándolo con deleite. Matthew es tan green-flag en todo lo que hace que puede permitirle esa dosis de posesividad. No, lo reconoce: le encanta esa posesividad. Tanto como cuando se afianza a su cintura, en público, mucho más fuerte que lo que nadie es capaz de imaginar. Jiwoong asiente, y va por ese beso que no puede retrasar más.
La mano de Matthew vuelve a interponerse. Cuando la retira, el puchero de Jiwoong es un poema al desconcierto.
–– Ahora, ¿qué? –– pregunta con sus ojos de cachorro bajo la lluvia.
Fuerzan a Matthew usar todas las reservas de contención que quedan en él. Toca su albornoz.
–– Esto. Y todo lo que encontré en ese armario…en el baño. –– se calla.
Matthew aún no sabe cómo reaccionar. Si agradecerle, o si reprenderle por estar gastando dinero locamente. Si dejar de ver lo conmovido que está, o su inquietud porque Jiwoong crea que Matthew aprecia esos gestos materiales más que una llamada telefónica diciéndole: “Estoy bien. Te extraño.” En realidad, aprecia ambas cosas.
–– ¿Qué pasó? ¿La pasta no era la buena?
––Hyooong… Claro que lo es. Estoy conmovido… –– baja la cabeza, sus dedos nerviosos empiezan a doblar el borde del cuello de la bata de Jiwoong. –– pero también, avergonzado…
–– Maetthyah. –– Jiwoong vuelve a recuperar ese tono sereno de hermano mayor. –– Compré para todos los chicos.
Las cejas se elevan en su rostro, sorprendido. Jiwoong sigue hablando, su mano no ha dejado de acariciar la espalda sobre él.
–– Me pareció que esas jarritas, como las que compramos en el campamento, eran un bonito regalo de bienvenida. Coloqué para todos en los dormitorios que no has visto, al lado oeste. También un juego de ropa de entrenamiento, de baño. Intenté encontrar sus marcas de aseo favoritas. No sé si conseguí la de Ricky…espero que sí.
Matthew ríe, leve. Se siente aliviado. Pero curioso también.
–– ¿Y por qué las mías están en tu estudio? ––sus ojos entornados, sus manos que abandonan, el borde de la bata para acariciar con el pulgar el cuello de Jiwoong, estremeciéndolo.
–– Las coloqué en los dormitorios, en base a mi intuición sobre sus afinidades. Quería saber cuánto los conozco. Siempre podrán cambiarse como gusten. –– Jiwoong agrava su voz, humedece sus labios. –– También puedes bajar tus pertenencias…si me equivoqué contigo.
–– Por supuesto…Me iré al cuarto de Gunwook-ah. O al de Taerae-ah. Tal vez, al de Hanbinnie-hyung… ––Matthew ya le tiene ambas manos sobre el cuello, y está totalmente en el juego ahora. Ese juego de seducción que enloquece a Jiwoong.
–– Hao-ya no se molestará si cambiamos. ––Jiwoong quiere agitar, aunque sea un poco, sus celos.
–– Pero, se quedará con la cama y te mandará a dormir al sofá.
Ambos se ríen, y sus frentes se tocan. Jiwoong le estrecha más el torso. Su pecho se agita con cada palabra.
–– ¿Hay otro tema que aclarar … –– sus ojos parpadean lenta y seductoramente, ––que exija que sigamos con la ropa puesta?
Matthew, por respuesta, descuelga su cabeza hacia atrás. Dándole todo el espacio para que los labios de Jiwoong, su lengua, sus dientes, dibujen los claroscuros de su cuello.
Jiwoong desliza sus manos entre sus muslos y el trasero de Matthew para alzarlo. Se pone de pie. Las piernas del chico se unen sobre su coxis, afianzándose. Sus labios retienen el aire que sale en besos ininterrumpidos, entregados. Las manos nudosas lo aprietan contra su pecho.
Chocan con el espejo entre los vestidores. Jiwoong puede ver, de soslayo, el reflejo replicado del tatuaje geométrico como un calidoscopio. Matthew no le da tregua a contemplar más, cuando toma su cara entre las manos, cubriéndolo con sus labios. Gira en dirección a la cama. A tientas, los ojos colmados de besos. Llegan a ella. No está interponiéndose en el camino. Es el destino final de la noche.
Jiwoong se inclina, lentamente, hasta que la espalda de Matthew toca el edredón gris, sin que sus besos hayan parado ni un momento. Tiene toda su cara enrojecida y brillante, e imagina que la suya debe tener el mismo aspecto. Baja sus dedos hasta la bata de Matthew, pero éste es más rápido hoy. Y le desata con un solo gesto el cinturón. El albornoz perla se abre, dejando su total desnudez expuesta. Jiwoong arrodillado entre las piernas del chico, solo se inclina levemente hacia atrás. La bata de baño se desliza, como en cámara lenta, desde sus hombros, por sus brazos…y cae al suelo.
El jadeo de Matthew resalta en el silencio de la noche. Sus manos desatan su propia banda. Se descubre los hombros. Jiwoong se inclina sobre él, y lo iza, la mano tras la nuca. Y la tela de vellón cae sin demasiada resistencia de su cuerpo, sobre la cama. Como una coreografía no ensayada, pero perfectamente aprendida. Sus manos se enlazan, sus bocas vuelven a encontrarse. Giran sobre la cama, sobre la piel del otro. Sin pudores, sin reservas. Con la alegría que regresa, sosteniéndolos.
Matthew, encima, desliza la yema del índice por la nariz de Jiwoong. La más linda que ha visto en su vida.
–– Gracias, por entender tan bien mis afinidades.
–– Pensé que querías irte con Gunwookie. ––lo mira con una lúdica ironía que intenta ocultar sus celos.
–– Te doy una oportunidad de persuadirme.
Jiwoong lo impulsa hacia la derecha. Está sobre él ahora. Sus antebrazos a los costados de la cabeza pequeña. Los músculos de Matthew parecen ensamblarse con los suyos, y el calor es abrumadoramente grato.
–– Gracias, por entender mis intenciones. –– su sinceridad ilumina su cara. –– Y no hacerme ver como un sugar daddy.
Matthew suelta una ligera carcajada. Su boca queda abierta, sus ojos se llenan de ternura. Aunque escoge palabras ríspidas, que no lo delaten demasiado.
–– ¿Tú?! ¿Con esa vibra de damsel in distreses? …Ni comprándole tres contratos a Yujin. ––le pellizca el lóbulo de la oreja. –– Que no se te suba el CEO a la cabeza. Yo soy tu antihero in shinnig armor. No lo olvides, Jiwoonie.
A Jiwoong no puede mentirle. Las palabras solo están intentando resguardar, sin mucha eficacia, la urgencia que su cuerpo ya está gritando.
–– Soy una damisela moderna, bebé. Yo…peleo bien. –– Jiwoong recorre con su lengua el borde de su oreja, mordisqueando el piercing. –– Mi lengua te rinde… Mis manos despedazan tus defensas…
Sí, allí van, abriéndose paso sobre sus caderas, agarrando el encaje de la pierna derecha para subirla a su espalda, creando un camino libre hasta el sensible perineo de Matthew.
––Mis dedos saben hacerte suplicar…––le alienta sobre el oído.
Matthew se impulsa, y lo hace girar de nuevo. Lo interrumpe. Agitado. Intentando mantener el control.
–– ¿Quién suplica? ¿Quién se rinde? Tanta confianza te tienes… ¿ah?
Pero Jiwoong sabe que ya está goteando desde la cúspide de su excitación. Aprieta un poco más su muslo contra ella. Las ventanas de la nariz de Matthew se dilatan visiblemente. Jiwoong se regodea.
–– Entonces, ¿quién suplique…enfunda? ––el guiño es demasiado descarado para ser tierno.
Matthew se enrojece como una granada. Está dando todo tipo de señales, pero su hyung prefiere no asumir nada.
–– Deja de preguntar y averígualo.
El manotazo sobre su nalga sorprende a Jiwoong.
–– Auch… –– ríe débil, su mirada barriendo el cuerpo sobre él, con voluptuosidad. ––¿Eso fue una pista?
–– No lo sé… ¿se sintió como una para ti? –– Matthew frunce los labios, como si pudiera sonar despectivo con esa cara adorable. ––No des nada por sentado, Kim Jiwoong ssi.
–– Oh! Ese nombre completo…Sí que parece una pista.
–– ¿Ajá? ¿Y qué te dice?
“Que vas a suplicarme, bebé.” No lo pone en palabras. Prefiere dejarlo en suspenso. Volver a encimarse sobre él. Sus labios saben dónde agitar, sin prisa. Procurando, concediendo. Matthew lo besa en la peca diminuta bajo su nuez de Adán, en la macha de lunares bajo la tetilla, en su profundo ombligo. Y cuando se arquea, devorado por los labios que cruzan cada una de las flores de cerezo sobre sus costillas, Jiwoong lo voltea, hundiéndolo en el colchón. Para poder recorrer su espalda, besando en el tatuaje geométrico, en la pareja bajo la sombrilla, en cada vertebra desde su nuca hasta su coxis. Para poder huir de ese punto en el que ya estaba por suplicar él.
Sus dedos están por todo el cuerpo de Matthew, grabándole un tatuaje nuevo. Uno que reza: “te amo mientras sano la parte de mí que una vez te perdió.” Lo siente cimbrar bajo ese índice diestro que se atreve más abajo. Y apenas consigue escapársele y girar, sacudido.
–– Lube… ––lo pronuncia en inglés, casi lo exhala.
–– ¿Qué? ¿Lullaby? –– Jiwoong se saborea. Pasa los dedos por los labios rojos y temblorosos de Matthew. Lo provoca. –– ¿Quieres que te cante una nana ahora?
Matthew atrapa uno dedo travieso entre sus dientes. No muerde fuerte, pero sí lo suficiente para inmovilizarlo, recorriendo con su lengua la yema retenida. Jiwoong siente el corrientazo, el apremio.
–– ¿No se te ocurre otra melodía? –– le dice tras soltar su dedo. Los ojos cerrados, las piernas alrededor de la cintura de Jiwoong. –– Una que puedas tocar. En mí.
––¿Natural…o industrial? –– Jiwoong se estira hasta la gaveta pequeña, en el mueble del bastidor de la cama. De pronto no está solo ansioso. Está temblando.
Matthew abre los ojos. Frunce el ceño, debajo del torso erguido de Jiwoong.
–– ¿Eso es rock, o qué?
Jiwoong no puede contener la carcajada. Se relaja un poco.
–– Lubricante. –– aclara entre espasmos de risa, todavía.
Tiene una colección allí: un envase blanco de aloe natural, un pequeño frasco de vidrio de gel de cáñamo, un dispensador de Lubelab y un tarro de lubricante industrial extra grueso...Todos sin usar. Los ha ido comprando y guardando, porque no tiene idea de que exactamente prefiere Matthew.
Intenta llegar a alguno, pero sus dedos trémulos solo lo alejan hacia al fondo. No es fácil. No cuando las uñas de Matthew están encajándose en sus nalgas, rascando, deliciosamente.
Su mano choca primero con los estuches plateados, cuadrados. Saca uno y lo retiene en la mano contraria. Necesita ir más adentro en el cajón. Y poder ignorar, por un momento, la lengua de Matthew circulando sus tetillas, electrizando su columna. Apoya esa mano en el panel de madera y agarra el estuche del condón entre los labios, sosteniéndolos por una esquina, y se estira un poco más. Sus dedos casi consiguen el pote de aloe…o es otro. No sabe.
Se ha quedado inmóvil. Ante la boca decidida, que sube hasta el estuche entre sus labios. Los dientes que tiran hacia un lado y abajo para abrirlo, bajo sus ojos atónitos. Su mandíbula se ha trancado con un espasmo de excitación y sorpresa. Los dedos nudosos sacan la enroscada goma con una delicadeza flemática. Solo entonces, Jiwoong escupe hacia un lado el envoltorio vacío.
Se incorpora sobre sus rodillas. Atrapa la nuca de Matthew y tira de él, sentándolo. Los ojos de boba quedan la altura de sus pectorales sudorosos, de la agitada respiración, del rubor que brota suavemente en ellos. Tira de los cabellos castaños para que la cabeza se alce. Quiere oírselo decir. Que le suplique.
–– Dime, ¿dónde quieres poner eso?
Matthew pinza con sus dedos la punta del preservativo, y sus ojos traviesos, bajan por el abdomen sudado de Jiwoong, y continúan, por la virilidad erguida que se inclina hacia él. Por la suya. Su mano baja hasta su propio cuerpo duro y húmedo, y fricciona allí: una dos, tres veces.
Jiwoong siente que su boca se encharca. Su sangre bombea hinchando, abrillantando la rosada piel, con una tensión casi insoportable. Los segundos que siguen, hacen a Jiwoong transpirar aún más.
Matthew toma el borde del condón con la misma mano húmeda con que se incitaba. La sonrisa en sus ojos, la lengua recogida en un arco, tocando el cielo de su boca. Súbitamente, lo desliza, con ágil gracia sobre la enardecida piel de Jiwoong, hasta la base. Jiwoong tiene mariposas agitándose por todo su cuerpo, no solo en su estómago.
–– Yo me encargo del “lullaby”. Tus dedos parecen algo oxidados, hyung. ––Sonríe, hasta las encías, sus ojos son unas pinceladas. Sabe el alcance de su travesura. Está disfrutando el poder de su debilidad.
Jiwoong no reacciona todavía. Lo ve arrastrarse sobre sus antebrazos hasta el borde la cama y hundir su mano en la gaveta. Al hacerlo, sus piernas oprimen los muslos del mayor, su espalda se arquea, remarcando en el gesto sus músculos y sus tatuajes. Sus glúteos tersos se alzan, empujando su pelvis hacia debajo. Matthew, no habría hecho eso, sin saber que lo está desquiciando. Es demasiado inteligente para ser tan inocente. Incluso si Jiwoong intuye, lo que no ha dicho.
No le da tiempo a girarse, con el pote azul de tapa perlada en su mano. El peso del deseo de Jiwoong, más que su cuerpo, lo aplasta contra las sábanas. El calor del vientre sobre sus nalgas, la urgente dureza presionando sobre su trasero. Lo transmite por la columna de Matthew con cada beso que deja sobre sus vertebras. Hasta su cuello.
–– Hyung…este… ¿este puedes…? ––Matthew apenas arma una frase entre los besos que ya están otra vez sobre su boca. Los dedos de Jiwoong girándole su cuello, sujetando sus mejillas, pinzando sus hoyuelos, para que sus labios se extiendan, y succionar con los suyos. Devorando con frenética avidez. Su otra mano, se enlaza con la mano libre de Matthew y la presiona firme sobre el colchón.
–– …poner…por favor… –– la voz de Matthew se ahoga en la siguiente succión íntima, lengua adentro, los dientes chocan, y sus ojos se encuentran. Ha sido un susurro, pero Jiwoong parece sentirlo como una orden. Para controlar su desatino, para darle a Matthew el tiempo que necesita. Podrá no ser inocente, pero… Jiwoong sabe. Necesita su propio tiempo para recibirlo. A él, a Jiwoong, por primera vez.
Jiwoong apoya su barbilla sobre el omóplato con el tatuaje tribal. Su mano gira la tapa del pote de lubricante. Vaya, Matthew decidió por peso pesado. Probablemente el primero que sus manos tocaron, y que el arrebato de Jiwoong apuró.
Le susurra al oído. Todo el cuerpo de Matthew bajo él parece arder en anhelo y cierta vergüenza ahora.
–– ¿Me dejas ponértelo?
–– ¿No prefieres mirar mientras lo hago? –– no suena lascivo. Su frescura, que intenta encubrir el temblor de su inexperiencia, lo hace tremendamente seductor.
–– Lo que te excite más, baby…Yo lo disfruto todo, contigo. –– no miente.
Jiwoong se yergue sobre sus rodillas de nuevo, y Matthew también se incorpora, delante de él, su espalda erguida, perfecta. El tarro de lubricante sobre la repisa de la cama. Matthew puede sentir la respiración agitada sobre su nuca. Los dedos de Jiwoong, del medio e índice, se hunden en el gel transparente, buscando los de Matthew que bucean en el frasco, como si estuvieran sujetando esa bomba de jabón rosa que se disolvió entre las burbujas de un jacuzzi.
Las yemas de Matthew salen primero, goteando, y se escurren al final de su espalda. Jiwoong entreteje sus dedos en el pelo castaño, tirando, hasta que la cabeza se apoya contra su fuerte hombro. Lo besa suave, desliza su lengua por el cuello distendido y sexy.
Apoya su frente sobre el hombro tatuado. Para absorber cada vez que Matthew entra y embadurna más adentro, dilatando, de un modo algo torpe y tierno. Él también se empavesa.
Quiere hacerlo fluido para él. Quiere hacerlo resoplar mucho más hondo de lo escucha ahora mientras apenas consigue que la segunda falange del dedo central rompa el cerco. Y está jadeando solo con eso. Jiwoong vuelve a cargar sus dedos, y antes que Matthew consiga retirar el propio, el índice flexible juguetea con el esfínter, presionando los dedos de Matthew. Dilatando, excitando.
–– Oh, fuck…hyung… ¿qué haces…? — Jiwoong espera un momento para descifrar el tono. Es definitivamente, deseo.
––…Déjame acariciarte un poco. –– Jiwoong presiona con su pulgar sobre los dedos de Matthew, empujándolos un poco más adentro, haciendo que el índice y el dedo del medio avancen más, hasta los nudillos. –– Estás haciéndolo perfecto, jagiya…Sin prisa…A tu ritmo…Yo te sigo a dónde me pidas.
Matthew extiende la mano hacia atrás, tanteando la erección que se frota, sólida, contra su nalga.
–– Tócame, hyung… ¡ahora!
Jiwoong deja de tirar del cabello de Matthew, y se pega a su espalda musculosa, sus rodillas abriendo un poco más los muslos temblorosos y fuertes de este. Y sus dedos libres se cierran sobre el falo que destila su anticipación transparente.
––Bebé…siempre tan mojado. Traes tu propio lubricante encima… Eso me enloquece de ti.
Jiwoong lame la concha de la oreja pequeña, mordisquea el lóbulo. Matthew ha comenzado a balancearse, cada vez más enérgicamente. Su dedo y el dedo de Jiwoong ya casi pueden dialogar a sus anchas. Y Jiwoong introduce el tercero en conflicto. Su dedo del medio, expandiendo la oportunidad del placer.
––Tres, hyung…es…de…de…
–– ¿demasiado?
––delicioso…desquiciante…
–– ¿Está suficientemente húmedo…como te gusta? ––Jiwoong trata de concentrarse en Matthew y no solo en lo que Matthew está haciendo con él. Contra la base de su erección, bajando la mano mojada para acariciar sus pelotas. No puede dejarse llevar tan pronto.
–– Sí, lo está…Creo…Jiwoonie, que estoy…
–– ¿Listo? –– suena ansioso, pero no puede evitarlo. Se ha contenido demasiado tiempo.
Matthew asiente, su cabeza restregándose contra el cuello y la barbilla de Jiwoong, como un gato en celo. Los dedos nudosos abandonan primero, y Jiwoong los sigue. Los brazos se aprietan ahora a ambos lados de su torso, aferrando con sus manos resbalosas los muslos bajo él.
Y la mano de Jiwoong, la que no agita con suave cadencia la erección desnuda, separa un poco más un pequeño y perfecto glúteo. El gesto arranca un silbido desde la garganta de Matthew, un afinado acorde que trasforma su cuerpo en el instrumento donde Jiwoong ya puede tocar la melodía de la entrega absoluta.
Las manos de Jiwoong guían sin apuro. La gruesa punta cubierta coquetea en la fresca entrada. Su rugoso recibimiento, no impide que siga avanzando. Jiwoong siente el suave trepidar por su columna, sus muslos, sus crispados testículos, con cada milímetro que gana.
Lo está devorando con demasiada suavidad, casi dolorosa y exquisita a la vez. Los espasmos calientes traspasan la funda, agitando las caderas de Jiwoong, provocándolas a alzarse, a chocar su hueso púbico contra las mullidas y tensas nalgas. La mano sobre la erección de Matthew sigue agitando, marcando un compás a sus ganas.
–– Jiwooniee…háblame.
Matthew aferra su mano izquierda a los cabellos en la nuca de Jiwoong, tirando de ellos, en su delirante abandono, girando mucho más su cabeza para buscar la boca abierta y ardiente detrás de él. Porque se pierde en el silencio, necesita que lo mime, incluso allí. Y a Jiwoong le encanta hacerlo, sobre todo allí.
–– Oh, Maetthyah…No me pidas que diga algo coherente cuando me devoras así…Es demasiado potente…No seas cruel…Me estás enloqueciendo ahora mismo…
Sigue hablando, entrecortado, incoherente, pero con el ansia que hace a Matthew perderse en su voz, abandonarse. Como si con sus palabras tejiera una red de protección a la que él puede saltar. Sin vacilaciones, sin reservas.
Jiwoong se inclina hacia adelante, agarrando la mano izquierda con la suya, y apoyándolas en la repisa en la pared, para ayudarlo a contener su embestida, para no caer sobre la cama. El acceso a la próstata es mayor, y Jiwoong empieza a oscilar con mayor energía. Las trepidaciones en las paredes, comienzan a sincronizarse con el ritmo de sus fricciones, con los gemidos de ambos, con la respiración cada vez más pesada.
Lo sabe a punto, en esos ojillos en blanco, entrecerrados. En su exceso de maldiciones en inglés, que a Jiwoong le parecen música. Con toda su carne ajustada dentro del estrecho concierto de espasmos, in crescendo, sin intermezzo. Jiwoong siente en su mano derecha el palpitar anticipado del orgasmo.
Pero, no, todavía. Quita las manos del apoyo, y retira un instante la otra del cuerpo erguido de Matthew. Lo sostiene por las caderas. Lo gira. Súbitamente. Haciendo que sus muslos se suban sobre los suyos. Que su excitada erección, aireada por poco segundo, vuelva a hundirse, irredenta, en la cavidad ya conquistada.
Matthew abre los ojos como platos.
–– Oh, hyung…despacio…–– y ríe suave, apenas siente que se adapta bien. –– Okay…no tan despacio.
El cambio ha sido una nueva cadencia del deseo. Está abrazándolo con la cabeza hacia atrás, su cuello expuesto a Jiwoong. Y él vuelve a incrementar sus embestidas.
–– Tan delicioso, jagiya…tan apretado…carajo. –– Jiwoong se estremece tan visiblemente que sus ojos tiemblan.
–– Hey, damsel in distress…
Matthew muerde la curva de la fuerte mandíbula de Jiwoong. No está tan desconectado en su placer para no ver el efecto que le está causando. Su sonrisa está llena de diversión y cariño, cuando vuelve a cachetearle en la nalga. Y espetarle:
–– No vayas a desmayarte ahora.
Lo hace apretar el labio inferior entre sus dientes. Eso fue demasiada provocación. Demasiada alevosía. Matthew se lo está follando con sus palabras, aunque lo tenga a él completamente adentro.
Jiwoong se encorva sobre sí mismo, flexible y certero, y sus labios se hunden en la húmeda ranura que corona el sexo de Matthew. Sorprendiéndolo. Avanza con su lengua por la dureza rosada y goteante, recibe la erecta carne contra el cielo de su boca. Su pelvis también sube, hace la penetración más honda.
Matthew casi se descuelga hacia atrás, se arquea, y caería en la cama, si las manos de Jiwoong no estuvieran atenazando sus nalgas. Lo siente agitarse cada vez más, resollar, gemir…Suplicarle.
–– Hyung…no pares…please, no pares…Estás dándome…Fuck! I can’t stop that fucking delight…
Matthew ondula entero con el primer espasmo, y el primer escape. Y Jiwoong acelera su embestida, implacable ahora, dejándolo que se corra ya fuera de su boca, contra su pecho, su vientre, mientras sigue atacando sus entrañas, y haciendo que sus labios vuelvan a unirse.
Y que lo siga, cuando se deja caer hacia atrás, arrastrándolo sobre él. Replicando la ráfaga de temblores que recorre a Jiwoong hasta el interior de Matthew.
–– Oh…My…Tyu… –– las sílabas caen junto con él, sobre el laxo cuerpo que todavía tiembla bajo su peso.
Unos segundos después, acomodado en la concavidad del cuerpo de su hyung, la cabeza sobre su brazo, Matthew aún resuella, agitado. Jiwoong se ha deshecho del condón, sin dejar de abrazarlo.
Matthew juguetea, enlazando sus dedos sobre su cintura pegajosa. Nunca imaginó que podría soportar tanto tiempo con el sudor y el semen de alguien encima. Pero, la verdad, es que no quiere separarse.
El silencio ha sido largo para lo mucho que hablaron antes y durante el acto. Jiwoong solo está esperando sus preguntas. Matthew podría preguntar si estuvo bien, si le gustó, si ha sido mejor o peor que otros, si podrán repetir esto en el futuro. O simplemente, si pueden empezar a decirle otro nombre a lo que tienen. Pero no es eso lo que pregunta.
–– ¿Te molesta que no te haya dicho…que era la primera vez?
Jiwoong siente un estremecimiento desde el centro de su abdomen. Su piel se puntea desde la nuca, por sus brazos. Intuible no es demostrable. Pero esto, esto es una confesión directa.
Lo besa, amoroso, en la nuca.
–– ¿Por qué me molestaría? Bueno…Lo imaginaba. Pero, siempre respetaría tu elección de decirlo o no. Todos tenemos una vida, Maetthyah, antes de empezar con alguien.
–– ¿Estuvo bien? –– Matthew se voltea para mirarlo a los ojos.
–– Mi amor…yo no miento. Todo lo que te digo no es para complacerte. ––hace una pausa, asiente mientras sonríe. ––O no solo para complacerte.
Matthew ladea un poco la sonrisa, con suspicacia. Jiwoong habla seriamente.
–– Es la pura verdad, Woohyunnie.
Jiwoong lo está mirando con demasiada sinceridad para seguir embromándolo. Lo tomó muy bien, porque lo conoce demasiado.
Matthew se siente agradecido. Lo besa en la nariz, y descansa la cabeza sobre su pecho. Jiwoong lo abraza. Quisiera que esto fuera suficiente para calmar su corazón acelerado. Pero no puede evitar preguntar. Cautamente.
––Entonces, ¿no fue demasiado duro…––resbala suavemente sus dedos por los bíceps, su pulgar acaricia la tinta de las siglas H.M.C. –– como esto?
Matthew se acurruca más contra él. Y Jiwoong pincha ahora con su índice la mejilla suave.
–– ¿Ni demasiado blando como…tus adorables mejillas?
Le besa el cachete. Matthew alza los ojos. Asiente. Su voz suena suave y honda, como olas de mar en calma.
–– Fue exactamente como quiero. Seguro y amoroso. ––la mano de Matthew se apoya sobre el pecho desnudo de Jiwoong, y asiente antes de mirarlo ––…como tu corazón.
Jiwoong sonríe, sus ojos encharcados de ternura. Toma la mano de Matthew sobre su pecho y lo jala más hacia él, para besarlo suavemente.
–– Puedo preguntarte, ¿por qué, lo preferiste hoy? En nuestro reencuentro… ¿lo estabas deseando hace mucho?
–– Hmmm, solo después del jacuzzi. Siempre tu trasero me ha puesto demasiado duro, hyung. Cuando me masturbaba solía imaginar que te superaba siempre.
–– Mocoso atrevido…––Jiwoong le pellizca la mejilla fingiendo ofensa, sonriendo.
–– No es que no haya habido juegos de manos en otra ocasión…no fueron muy lejos. Pero, contigo, después de Tokio…No pude dejar de pensar: quiero probarlo todo con él. La realidad fue mejor que mis fantasías.
Jiwoong alza las cejas. Esa confesión ha sido mucho más del elogio que esperaba escucharle. De repente, deja de apretar sus labios sobre la sien de Matthew y entorna sus ojos con suspicacia.
–– Espera… ¿desde cuándo estás “superándome”, Maettyu-ya?
–– Aah…––Matthew apenas puede contener la sonrisa sonrojada. –– Más tiempo del que estoy dispuesto a confesar…Creo que tengo que darme una ducha.
Intenta incorporarse, pero Jiwoong lo restringe por la muñeca, y lo hace regresar a la cama. Abrazándolo por la cintura, reteniendo la espalda hermosa de Matthew contra su pecho.
–– Eey… Espera, ¿por qué siempre quieres correr al baño?
–– ¿No te incomoda estar todo pegajoso?
–– ¿Contigo? Para nada. Quiero abrazarte un rato más. ¿No quieres?
–– Claro. Pero, pensé que… hemos transpirado demasiado. Debo oler mal ya…
––Hueles delicioso. Sudado o limpio. Al salir de la ducha o al terminar un concierto. Siempre. Y ahora…tienes encima mi colonia favorita.
–– La noche perfecta con Jiwoong hyung.
–– La noche perfecta con Woohyunnie…––aclara, aspirando con deleite en el cabello revuelto de Matthew–– Esa es el que yo estoy usando.
Jiwoong lo ve reír, solarmente. Sin reservas. Es tan lindo su chico cuando sonríe.
–– ¿Podemos ducharnos juntos hoy? ––finalmente le pregunta.
–– Eso ¿también es parte de tu test de afinidades?
–– No. De mi rutina de amor de los jueves.
Matthew asiente, contra su mejilla, los ojos cerrados. Jiwoong lo abraza más fuerte.
–– Te amo…Jiwoonie.
Esta vez, lo dice primero. Pero no corre tampoco con él a la ducha. Sino dentro de su abrazo, un poco más. Su abrazo que se siente nido, hogar, en ese pecho fuerte y bondadoso. Y se duerme primero, como un sol satisfecho que ha alumbrado una larga noche blanca.
Jiwoong suspira, sintiendo el peso cada vez más laxo sobre él.
––Duerme bien, mi amor.
Todavía lo contempla un rato. Su respiración relajada, su rostro tranquilo, sus largas pestañas trémulas. Hunde sus labios en la cabeza rendida sobre su pecho. Antes de abandonarse él también al sueño, murmura. Como un rezo. Como un haiku.
“Metyou, tal vez, sí fuiste tú quien me encontró.
Pero yo volví a ti. Sin tal vez.
Para siempre, My-tyu.”
Y luz del sol, la que entra sin permiso por la gran puerta del fondo desde la terraza, se desliza con cálido respeto sobre sus cuerpos dormidos.
Por el abrazo de dos cuerpos pegajosos, trasnochados, y enamoradamente felices.
Por la certeza de las almas que recuerdan y saben cuándo han llegado a casa.
(Fin de la 3era parte)
FIN CAPITULO 9
(FINAL)
Notes:
¡Hemos llegado!!! El final de “Mientras Caemos”, es justo cuando nuestros protas de levantan. En todos los sentidos. Aún me tiembla la mano, y el corazón. Este viaje ha sentido visceral y kármico.
Aún quiero darles un regalo final, mucho más lúdico, con un epílogo extra “El amor según ZBO”. ¿Les entusiasma la idea? ¡Déjenme saber en los comentarios!
Mis disculpas, lectores que esperaron tanto, y también se cansaron de hacerlo. Es comprensible. Espero que algún día vuelvan a darme la oportunidad de leerme. ♥
Espero que este capítulo 12 ó 9.3 y final, compense la terrible angustia de la parte anterior, y de todos los momentos Angst de esta historia.
Y que el skin-touch haya retribuido las lágrimas derramadas por Jiwoong y Matthew. Y por ustedes. Y por mí (en cada capítulo, créanme). Que realmente haya sido un Slow burn that's worth it.Mi deseo con este fic de mattwoong/Ppusamz/jyungseok ha sido vencer un reto creativo: unir fanfic con kdrama y ficción histórica. Díganme ustedes si lo cumplí. Yo siento que lo disfrute mucho. ¿Y tú?
Por favor, coméntenme si este tipo de historias te agrada. Tengo varias pensadas sobre las vidas pasadas que se han mencionado sutilmente aquí. Coméntame si quieren más de las ‘Historias de Otras Vidas’ de Matthew y Jiwoong, y los jebbies.
A mis queridos babies, Maet y Jiwoonie, a los que le he pedido sin permiso parte de sus vidas para crear esta ficción alternativa. Los hice soltar tiras y tiras de alma en estas páginas. Solo les deseo que el amor, juntos o separados siempre los sostenga, los acune y los impulse. A todos los jebbies, por igual: sean felices, chicos.
¡Gracias, gracias, gracias! Por los comentarios, los kudos, y seguir amando a ppusamz.

Luna (Guest) on Chapter 2 Wed 27 Nov 2024 09:00PM UTC
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k_in_the_shade on Chapter 2 Thu 28 Nov 2024 02:46AM UTC
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Luna (Guest) on Chapter 2 Thu 28 Nov 2024 02:58AM UTC
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Karen (Guest) on Chapter 9 Tue 21 Jan 2025 02:32AM UTC
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Karen (Guest) on Chapter 9 Thu 06 Mar 2025 03:00AM UTC
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Karen (Guest) on Chapter 10 Sat 22 Mar 2025 03:53AM UTC
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Luna (Guest) on Chapter 10 Sun 23 Mar 2025 02:38AM UTC
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Karen (Guest) on Chapter 12 Fri 13 Jun 2025 05:29PM UTC
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Last Edited Sun 15 Jun 2025 03:59PM UTC
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