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❝EL ASESINO❞ [𝑇ℎ𝑜𝑟𝑘𝑖] (𝑂𝑚𝑒𝑔𝑎𝑣𝑒𝑟𝑠𝑒)

Summary:

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[«Rompe mi corazón», le dije. «Rómpeme», le dije. ¿Acaso lo hizo?]

En un Hospital Psiquiátrico, Loki, un hermoso muchacho Omega con amnesia, oscila entre el pasado y el presente.

Recordando una y otra cosa, al final del día, le es imposible definir la verdad más allá de la apariencia.

Viéndose envuelto en un caso de homicidio, y siendo el único testigo, abandonar el Hospital parece impensable, al igual que reunirse con su pequeño hijo recién nacido, y con su fiel y amante esposo Alfa, Chris Odinson, el cual hace todo lo posible por llevarlo a casa.

 

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[𝐏𝐚𝐫𝐭𝐞 𝐈: ❝Rómpeme❞ ••• 𝐶𝑎𝑝𝑖𝑡𝑢𝑙𝑜 1 - 𝐶𝑎𝑝𝑖𝑡𝑢𝑙𝑜 5]
[𝐏𝐚𝐫𝐭𝐞 𝐈𝐈: ❝Tómame❞ ••• 𝐶𝑎𝑝𝑖𝑡𝑢𝑙𝑜 6 - 𝐶𝑎𝑝𝑖𝑡𝑢𝑙𝑜 10]
[𝐏𝐚𝐫𝐭𝐞 𝐈𝐈𝐈: ❝Mátame❞ ••• 𝐶𝑎𝑝𝑖𝑡𝑢𝑙𝑜 11 - 𝐶𝑎𝑝𝑖𝑡𝑢𝑙𝑜 15]

༻༺•✺•༻༺•✦•༻༺•✺•༻༺

❥ 𝐓𝐡𝐨𝐫 𝐎𝐝𝐢𝐧𝐬𝐨𝐧 (𝑨𝒍𝒇𝒂)
❥ 𝐋𝐨𝐤𝐢 𝐋𝐚𝐮𝐟𝐞𝐲𝐬𝐨𝐧 (𝑶𝒎𝒆𝒈𝒂)
❥ 𝐓𝐡𝐨𝐫𝐤𝐢
❥ 𝐀𝐥𝐭𝐞𝐫𝐧𝐚𝐭𝐞 𝐔𝐧𝐢𝐯𝐞𝐫𝐬𝐞
❥ 𝐎𝐦𝐞𝐠𝐚𝐯𝐞𝐫𝐬𝐞
❥ 𝐑𝟏𝟖

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༺• 𝐀𝐑𝐈𝐊𝐄𝐋 •༻
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Notes:

[𝐃𝐢𝐬𝐜𝐥𝐚𝐢𝐦𝐞𝐫: Los personajes no me pertenecen, le pertenecen a Marvel y a sus respectivos creadores, pero la historia sí es totalmente mía. No se admiten plagios ni republicaciones]

Chapter 1: Prólogo

Chapter Text

 


«“Rompe mi corazón”, le dije».

«“Rómpeme”, le dije».

«¿Acaso lo hizo?».


 

«La primera vez que sentí el dolor fue cuando recordé a Fenrir».

«Era un buen perro, algo vivaz, algo lindo, nada único, pero tenía encanto».

«Recuerdo que nunca lo abracé, nunca le di un beso, nunca lo acaricié como se merecía y, cuando recordé eso, lloré. Lloré mucho».

«Quise tener otro perro después, uno al que pudiera darle toda la atención y el cariño que no había podido darle al pequeño Fenrir, pero nunca más pude tener otra mascota».

«Había vivido en la casa de mis tíos desde que tenía memoria, seguirlos y obedecer sus reglas al pie de la letra era lo más lógico y cotidiano para mí. Recuerdo que siempre viví cómodamente en su casa, amando su jardín, sus rosas, y los viejos árboles frutales».

«Recuerdo también que, un día, regresaba del colegio y logré ver a lo lejos a un grupo de desconocidos saliendo a toda prisa de la casa».

«Al llegar, había un hacha en medio de un charco rojo sobre el césped».

«Recuerdo también una pelota cayendo por la ventana de un auto, me parece que es mi pelota».

«Ahora que lo pienso, recuerdo que Fenrir siempre destruía mis pelotas, le gustaba morderlas y jugar con ellas, debí dárselas todas».

«Debí haber jugado con él».

«Debí… quizá…».

«Prestar más atención».

«Vivir más».

«Jugar más…».

 

—Concéntrate, Loki… —le dice el doctor Banner, de pronto, elevando un poco la voz para llamar su atención—. Hablabas de un hacha y de un charco rojo, ¿qué pasó después?

—Había una pelota rebotando en el pavimento y un auto acelerando… nos mudamos, yo, mis dos primos y mi tía. Mi tío se quedó, ahora sé que murió y lo enterraron ahí.

 

«Recuerdo también que, una vez, uno de mis primos me dijo que yo había tenido un hermano que murió antes de que yo naciera».

«Tiempo después, lo volvieron a mencionar en una fiesta familiar. Recuerdo que lloré muchísimo al pensar que, quizá, no hubiera estado tan solo si él no me hubiera dejado abandonado a merced del mundo, si me hubiera llevado con él y con mis padres».

«Esa fue la segunda vez que sentí verdadero dolor».

«Ahora solo trato de no recordarlos, de no pensar en ellos y olvidarlos».

 

—¿Aún estás aquí? —le pregunta el doctor Banner—. Hablabas de la mudanza, ¿recuerdas a dónde fueron?

—La nueva propiedad a la que nos mudamos tenía una hermosa alameda de árboles muy altos.

 

«Estaba alejada de la ciudad, era inmensa, todo verdor y todo sol, como si entre sus muros de piedra, siempre fuera verano o primavera».

«Los días allí siempre eran soleados, y las tardes nubladas y oscuras, con vientos y lluvias».

 

—Estás más distraído que de costumbre… —le dice el doctor, mientras anota algunas cosas en su libreta—. ¿Te parece si paramos aquí?

Pero el paciente, Loki, no responde, ni siquiera lo mira.

—Pararemos aquí… —asegura Banner, dirigiéndose al estante cerca de ellos y dejando la libreta allí—. La enfermera traerá tus medicamentos, me han dicho que no quisiste tomarlos anoche y que tuvieron que obligarte. Los tomarás hoy, ¿de acuerdo?, sin reclamos y sin negativas, no queremos que «esto», vuelva a suceder, ¿verdad? —le dice, colocando sus dedos en su barbilla, obligándolo a mostrarle la piel algo lastimada al costado de su mejilla.

Loki sigue en silencio, sin prestarle verdadera atención, ni a él, ni a su alrededor.

 

«Recuerdo que, cuando era pequeño, muy pequeño, estaba yendo a la escuela, y un hombre me regaló una moneda…».

«Me dijo que podía comprarme un pastel con ella».

«Recuerdo que, de pronto, me dolía mucho ahí abajo».

«Había manchas rojas ensuciando mi ropa».

«Recuerdo que fui a comprar el pastel que me había ganado. Mi cuerpo estaba pegajoso y sudado, pero no era mi sudor».

«El vendedor en la tienda dijo que esa moneda era de adorno, completa y rotundamente falsa. De esas que se utilizan para los amuletos, que se doblan como plástico y que se despintan con el agua».

«Recuerdo que mi tía me cargó al verme, no me quiso soltar, me dio muchos besos en la frente, en las manos y en las mejillas».

«Nunca la había visto llorar tanto, ni siquiera cuando dejamos a mi tío atrás».

«Ella no quería que nadie más me tocara, pero me tocaron muchos doctores ese día, me tomaron fotos, se quedaron con mi ropa, y dos hombres, agentes de policía, me preguntaron cosas terribles. Muy horribles».

«Querían saberlo todo, cada detalle».

«Yo no quería que nadie lo supiera».

 

—Tienes visita…  —le dice un hombre, de pronto, vestido completamente de blanco.

Loki nota recién que, ahora, ya no está con el doctor, si no que ha estado a solas, desde hace un tiempo, en su fría y pequeña habitación del Hospital.

—Ven aquí, el señor Odinson quiere verte, así que, vamos a portarnos bien, ¿de acuerdo? —le dice, mientras lo obliga a ponerse de pie y lo deja caer con poco cuidado sobre una silla de ruedas—. Vamos a dejarnos ver y vamos a dejarnos tocar, vamos a portarnos como un lindo Omega refinado, muy bien educado, ¿verdad?, no necesitamos esposar a la silla esas bonitas manos, ¿o sí? —le pregunta—. Muy bien, sin quejas. Él está en el patio, esperándote.

 

«Recuerdo que mis primos y yo jugábamos en los jardines alrededor de la casa, leíamos, comíamos los deliciosos frutos maduros, corríamos y nos perseguíamos».

«Recuerdo que, una noche, entré a la cocina y mi tía estaba allí conversando con una mujer».

«Fue esa otra mujer la que me advirtió que no debía salir a jugar tan tarde, mucho menos con mis primos. Dijo que yo ya “estaba listo para ser probado”, y que, si no tenía cuidado, eventualmente, iba a ser un niño con otro niño en brazos».

«Creo que no le entendí en ese entonces… me parece que ahora sí…».

 

—Aquí lo tiene… —dice el hombre de blanco, dejando la silla de ruedas de Loki frente a una de las bancas del patio.

En la banca, hay un hombre alto, apuesto e inmenso sentado.

Al ver a Loki, el hombre se acerca rápidamente a su silla y se arrodilla junto a él, sin importarle arrugar su impecable traje.

—¿Qué significa esto?, ¿qué le hicieron?

—Anoche… se puso difícil … —le dice el hombre de blanco, caminando lentamente y encogiéndose de hombros—. Estaba como una fiera. Así que, tuvimos que controlarlo. Se quedó tan quieto y complaciente después de eso, hicimos un excelente trabajo.

—¡Cállese!, demonios, no les pago para que lo controlen, les pago para que lo cuiden hasta que pueda llevármelo a casa.

—Bueno, eso solo si es que «alguna vez» logra llevárselo, señor Odinson.

 

«Recuerdo que había dos carreteras, una a cada lado de los terrenos de la casa. La del frente era amplia y estaba pavimentada, la otra era de tierra y era un poco más estrecha, para pasar con bicicletas y caballos».

«Recuerdo que odio las bicicletas».

«Mis primos y yo, éramos más asiduos a matar el tiempo en los terrenos del frente, nos quedábamos por horas viendo los autos pasar por la carretera pavimentada».

«Había autos con turistas y vecinos. Todo tipo de gente, de todos los estratos sociales, en todo tipo de autos, pasaban de vez en cuando por allí».

 

—Hola, amor… —le dice el hombre del perfecto traje, mientras le da un beso en el dorso de la mano—. ¿Cómo estás hoy?

 

«Recuerdo un auto rojo, un convertible».

«Se estaciona frente a la casa, las puertas se abren y unas personas descienden de el, parecen gente de buen estatus, sonriendo y llamando a alguien, agitando sus manos y sombreros».

«Recuerdo que me llaman a mí».

«Es posible que yo me uniera a ellos y subiera a su auto, pero no estoy seguro».

 

—El bebé lloró ayer… —le dice el hombre del traje a Loki, mientras acaricia suavemente su pálida mejilla, estudiándola con cuidado—. Te extraña tanto, no durmió nada anoche y, hoy, la niñera no sabía si despertarlo para darle de comer o dejarlo dormir un poco más… —le susurra, mientras pega su frente a la suya—.  Mi hermano le dijo que lo dejara dormir. Por cierto, mi hermano vino ayer con tu primo y sus hijos. Los pequeños preguntaron por ti… todos están cuidando al bebé… —le afirma, ya sin poder contenerse y envolviéndolo muy suavemente entre sus brazos—. Te estoy extrañando tanto, amor… por favor, regresa a mí… solo regresa, no importa lo demás, nada más.

 

«Recuerdo que me gustaba acostarme sobre el césped en casa».

«Podía mirar el cielo azul, despejado e inmenso, durante horas».

«Amaba tanto, tanto, ese hermoso color».

 

—¿Qué ocurre?, ¿qué te duele? —le pregunta el hombre del traje, separándose de él y rompiendo el abrazo al notar sus quejidos, para después abrir un poco su blanca camisa y observar con molestia las manchas violetas en su piel—. Bastardos… tengo que sacarte de aquí. Le diré a los abogados sobre esto, estoy seguro de que podemos hacer algo y mostrarlo a la corte, no dejaré que te quedes aquí, ningún juez lo permitirá.

 

«Recuerdo…».

«¿Qué más recuerdo?».

«Creo que eso es todo».

«Ahora solo existen esos momentos en mi mente, todo lo demás ha desaparecido».

«Oh, espera… también está ese último recuerdo».

«Se asemeja al hacha manchada de rojo, pero en este último recuerdo… son mis manos las que están manchadas».

«Mis muñecas están envueltas en algo frío y metálico, algo que no me permite mover las manos con libertad».

«Mis dedos sostienen algo afilado, alargado y delgado, pero no lo puedo ver, solo sentir».

«Quizá, si me esfuerzo…».

«Quizá… podría verlo… y entonces, podría…».

«Podría…».

 

—¿Loki? —el hombre del traje lo sostiene antes de que desfallezca, intentando hacerle recobrar el sentido, pero ya es tarde, pues el Omega en sus brazos está completamente inconsciente ahora—. ¡Loki!

 

«Creo que recuerdo al hombre que ahora se aferra a mí».

«Recuerdo sus ojos».

«Sus muy hermosos ojos».

«Como hechos de verano, océano, cielo y amor».

«Él es uno de los que me llamaban desde el convertible rojo».

«Él sonreía, como el sol al brillar cálido y piadoso sobre la yerba».

«Y me parece que yo también, pero, realmente, ya no puedo estar seguro de nada».

 

 

 

Chapter 2: Capítulo 1

Chapter Text

 


«Lo tenía todo en esta vida. Dinero, fama y reputación».

«En verdad lo tenía todo».

«TODO, excepto, a “él”».

«“Él” era la única cosa que nunca sería suya».


 

La Compañía Petrolera «Odinson y Laufeyson» es una de las más reconocidas en el continente entero y, debido a una circunstancia que muchos considerarían escandalosa, su presidente actual es Chris Odinson.

Te cuento.

Hace unos meses, el hermano gemelo de Chris, Thor Odinson, era el presidente. Todo parecía ir bien en ese entonces, a los ojos del mundo, la familia Odinson era fuerte, estable y perfecta.

Thor, el Alfa, cabeza de la familia, estaba felizmente casado con el precioso y fatal Omega Loki Laufeyson, un bellísimo y cautivador joven proveniente de una familia de alto abolengo que había recuperado la opulencia perdida años atrás.

Para el público, ambos estaban muy enamorados y eran muy felices, especialmente en un momento tan dichoso en el que habían sido bendecidos con la pronta y tan esperada llegada de un heredero.

Sin embargo, todo se volvió algo… «complicado», muy velozmente.

Según las versiones de los sirvientes de la Mansión Odinson, quizá, antes, en la época del enamoramiento y el noviazgo, todo había sido color de rosa entre Thor y Loki, pero, después del matrimonio, todo se volvió una constante de diferencias y discusiones.

—Una vez… bajé a la cocina a media noche, porque no recordaba si había apagado o no la llave del gas… —le dice la cocinera de la Mansión al policía frente a ella—. Cuando estaba por entrar, escuché que el señor Thor le reclamaba acerca de algo al señor Loki.

—¿Puede decirme qué era lo que le decía? —le pregunta el policía Beta, Anthony Stark, mientras le da un sorbo a su vaso descartable de café amargo.

—Yo… no sé si deba decir más… —le dice la cocinera, mirando hacia los costados.

Ambos están en una pequeña habitación dentro de la Comisaría, no hay nadie junto a ella más que solo el oficial Stark, y claro, los otros dos policías que observan todo desde detrás del espejo falso en la pared.

—Sí sabe que es un delito ocultarle información a la policía, ¿verdad? —le dice Tony, mirándola fijamente—. Y peor aún mentirle.

—Está bien, está bien… —le dice la cocinera, mirándolo y queriendo irse de ahí lo más pronto posible—. El señor Thor le decía que… le dijo… él le dijo «eres un prostituto», eso fue lo que le dijo, usó esas horribles palabras. También le dijo que iba a matarlo si se enteraba que le era infiel. Le dijo «te ahorcaré con mis propias manos». Eso fue lo que le dijo.

—¿Y Loki Laufeyson?, ¿él no le decía nada? —le pregunta Tony, anotando todo en una libreta.

—El señor Loki siempre ha sido una persona de trato delicado y muy refinado, jamás le seguía las discusiones, tan solo escuchaba y a lo mucho le decía algo como que le dejara en paz, que le dolía la cabeza, que ya se retiraba a dormir, cosas así… —le dice la cocinera—. Aquella vez le dijo «no quiero escucharte más», o «no voy a escucharte más», le repetía eso cuando podía.

—¿Alguna vez los vio llegar a las manos?, ¿golpes?, ¿empujones?

—¡No!, ¡cielo santo, no! —le dice la cocinera, mirándolo incrédula—. El señor Thor amaba al señor Loki. El señor Loki era… demasiado «cautivador», ¿sabe?, y el señor Thor lo adoraba, jamás se atrevería. Además, el señor Loki era demasiado refinado como para provocarle o ser provocado hasta ese punto. Jamás vi que llegaran «a las manos» como usted dice, pero… por alguna razón que yo no logro entender, empezaron a discutir mucho. Es una pena… —le dice, y sus ojos empiezan a llenarse de agua—. Es una pena, ¿verdad?, eran tan perfectos juntos, eran la pareja ideal. Él era educado, hermoso y refinado; y el otro era atractivo, imponente y rico. Eran perfectos el uno para el otro. Oh, dioses, es una pena… —le dice, con la voz ya totalmente quebrada, empezando a llorar inconteniblemente.

—Por favor, señora, cálmese, ya casi terminamos. ¿Sabe si Thor Odinson tenía fundamentos para decir si Loki Laufeyson le era infiel?

Ella levanta la vista, mirándolo fijamente, guarda silencio un largo rato, como si buscara la manera de suavizar sus palabras.

—Yo no debería… —le dice la cocinera, secándose las lágrimas con las mangas de su abrigo.

—¿Tengo que repetirle que está en un interrogatorio?

—No… yo… es que si me despiden…

—Nadie va a enterarse. Se lo aseguro.

—Bueno… —le dice la cocinera—. Mi hijo dijo que una vez vio al señor Loki saliendo de la Mansión sin sus guardaespaldas, ¿sabe?, dijo que lo vio subirse a una motocicleta detrás de un hombre alto, vestido de negro, que tenía puesto el casco, y que antes de que partieran le dio un beso en la espalda.

—Pero no le vio el rostro, ¿o sí?

—No.

—Entonces, no puede asegurar si se trataba o no de su esposo, Thor Odinson.

—Oh, sí, sí puedo asegurar que no era él… —le dice la cocinera—. El señor Thor no sabe conducir motocicletas, es decir, antes de que… falleciera, él no… sabía…

El oficial Stark respira profundamente ante el reiniciado y escandaloso llanto de la mujer, y hace una señal hacia el espejo falso.

—Eso es todo por ahora, señora… —le dice, viendo cómo sus dos compañeros entran a la habitación y uno de ellos se lleva a la mujer, la cual no deja de llorar—. La llamaremos si la necesitamos.

La mujer desaparece por la puerta, y Tony se termina de un solo trago su café, para luego ponerse de pie y estirarse un poco.

—¿Y bien? ¿qué piensas? —le pregunta su colega—. ¿Qué crees que pasó?

—No lo sé… —le dice Tony—. Parecen haber celos enfermizos saliéndose de control, una relación tóxica… lo más probable es que Loki Laufeyson sí le fuera infiel a su marido. Este se enteró, se molestó, mandó a que lo secuestraran, se arrepintió, fue a rescatarlo… y Loki Laufeyson, ya cansado de todas sus banderas rojas, acabó de tajo con todos sus problemas. El caso es pura basura matrimonial, créeme, un crimen pasional, como cualquier otro.

—Hay muchísimo dinero en juego, la Compañía, las propiedades, todo… —le dice su compañero, sentándose en el asiento que antes era ocupado por la cocinera—. La familia Laufeyson, uno de los primos del señor Loki… ese me da muy mala espina… ¿tú crees que él haya tenido algo que ver con todo esto?

—¿Qué? ¿crees que alguno de sus primos era el amante de Loki? —le pregunta Tony, sentándose de nuevo—. No, no lo creo… pero, no lo sé… los ricos son por naturaleza extraños, mucho, así que, no lo sé. Además, ¿has visto a Loki Laufeyson?, no lo he conocido y no lo he visto tan de cerca, pero lo poco que vi… bueno… está loco, pero está muy, muy bien. Yo sí le doy, y no consejos.

—Uno hablando de cosas serias y peligrosas, y tú queriendo cogerte a un enfermo. Por cierto, ¿no te han asignado la guardia en la Mansión?

—Sí… —le dice Tony, mirándolo de mala gana—. El nuevo marido del señor Loki ha logrado presentar las pruebas suficientes para que el juez le permita sacarlo del Hospital. Ha dicho que el trato es… ¿cómo dijo?

«Inadecuado» —le dice su compañero—. Dijo «el trato que le dan a mi esposo es inadecuado para su recuperación». En pocas palabras, lo golpeaban… pero, ¿qué esperaba?, así es como tratan a esos pobres enfermos en esos Hospitales Estatales, ¿acaso no lo sabía?

—No importa si Odinson lo sabía o no, en realidad fue uno de los primos de Loki, Helblindi Laufeyson, el que quería mantenerlo allí, dijo que no confiaba en que fuese bueno para él quedarse en la Mansión Odinson, y el juez, en un principio, le dio la razón y designó un Psiquiátrico Estatal… —le aclara Tony—. Ahora, y con las pruebas del maltrato que ha recibido allí, el juez le ha permitido a Odinson llevárselo a casa, junto a un psiquiatra particular, y junto a un policía, yo, el cual vigilará de día y de noche al asesino.

—No lo llames así… hasta que se demuestre lo contrario, Loki Laufeyson es inocente.

—De acuerdo, «el sospechoso», por ahora, pero… recuerda esto, las huellas, los motivos, los beneficios, todo está ahí. Casualmente perdió la memoria por el shock, no había nadie más en la cabaña, se casó inmediatamente con el siguiente en la línea de sucesión… —enumera Tony, contando con los dedos de una mano.

—Pero eso fue porque…

—Yo digo, que es él. Y también digo que, el fiscal, el juez, y ambas familias, lo saben bien. Así que, deberían prepararse, porque, más temprano que tarde, el juez dará sentencia, si no es que lo compran o lo matan antes, y Loki Laufeyson será enviado de regreso a la diminuta habitación blanca de un Psiquiátrico cualquiera… —afirma Tony, ya casi logrando imaginar ese horrible final, y poniéndose de pie para dirigirse ya a la salida.

—Cuánta negatividad.

—Y, ¿sabes qué? —agrega Tony—. Incluso, es posible que él esté fingiendo. Si no tuviera amnesia lo enviarían directo a la cárcel. Trata de imaginar, por un instante, lo que le haría una vulgar prisión a un Omega de su nivel. Lo que le haría a su reputación, a su apellido, a SUS apellidos. Estoy seguro de que él también lo sabe, no puede ser tan estúpido como para no saberlo. Si yo fuera él, también fingiría estar muy, muy enfermo, muy, muy débil, y muy, muy necesitado.

Su compañero lo mira sonriendo agotado, es imposible encontrar argumentos contra él, y Tony lo sabe y sonríe triunfante.

Es ese sabor a pequeña victoria en una pequeña conversación lo que ameniza su salida de la Comisaría.

Le han asignado la vigilancia de un «sospechoso» extremadamente especial, así que, Tony se sube a su auto y se dispone a manejar hacia el norte durante casi una hora y media, llegando así a las afueras de la ciudad.

Una vez en el lugar, las altas y elaboradas rejas negras son las primeras en recibirlo en la Mansión Odinson y, después de hablar por el intercomunicador con un hombre muy serio que dice ser el mayordomo, las rejas se abren y Tony entra al fin, notando de inmediato que, a los alrededores, hay hombres con trajes negros similares a los de los militares que se pasean junto a grandes perros revisando que nada ingrese o salga de la propiedad.

 

«Esto es una cárcel, no una casa».

 

Piensa Tony, pero no le presta más atención y continúa su trayecto, atravesando la alameda de pinos que llevan desde la entrada enrejada hasta la puerta principal de la Mansión, y estacionándose por fin cerca de esta.

El sol brilla en lo alto, el día es perfecto, no hay nubes, la casa es hermosa… si no tuviera que trabajar, lo primero que Tony haría sería comprobar si la casa tiene piscina.

—¿Oficial Stark? —le pregunta, de pronto, un muchacho de precioso cabello dorado, con los ojos más azules que Tony jamás ha visto.

—Anthony Stark, sí, ¿y tú eres? —pregunta Tony, sacando su placa y enseñándosela por un instante, mirándolo de pies a cabeza, notando el traje a medida que lleva el muchacho, y el aroma a miel y menta que lo rodea. A todas luces es un Omega, uno muy joven, apenas rondando la mayoría de edad.

—Balder, el menor de los hermanos Odinson… —dice el muchacho, mirándolo con una sonrisa bien entrenada y llena de cortesía—. Chris, mi hermano, no ha podido llegar a tiempo, justo ahora él debe estar trayendo a mi cuñado aquí, usted llegó antes de lo previsto.

—Ya veo… —comenta Tony—. Tú… usted, quiero decir, ¿vive aquí?

—No… —le dice Balder—. Pero me quedaré por unos días, quiero velar por mi sobrino en persona hasta que mi cuñado pueda hacerlo por sí mismo.

—¿Usted no cree que su cuñado haya tenido mucho que ver en la muerte de Thor? —le pregunta Tony, hablando tan honestamente como es su costumbre.

La expresión de Balder se enfría al escucharlo, parece odiarlo.

—Por favor, oficial, en la casa están mis hijos… —dice Balder—. Son pequeños e inocentes, y quieren mucho a su tío Loki, así que, voy a pedirle que tenga más tacto al expresar sus opiniones. Ahora, sígame. Le mostraré personalmente cuál será su habitación.

Tony le sigue de mala gana, adentrándose por los pasillos, las escaleras y las pequeñas salas, hasta que las risas de unos niños llaman su atención.

—¿Son ellos? —pregunta Tony.

—Sí, son mis pequeños… —le dice Balder, acercándose a los dos angelitos que dibujan en cuadernos bajo el sol de un gran ventanal—. Niños, el clima es estupendo, salgan afuera a tomar un respiro. Incluso pueden acompañar a los señores de la seguridad en sus rondas y jugar con un par de sus perros.

—¡Sí!, ¡perritos! —dice uno de los niños, el de cabellos dorados.

—¿Quién es él? —le pregunta otro de los pequeños a su padre—. No me gusta, papi, sácalo.

—Soy el oficial Anthony Stark, jovencito… —le dice Tony al pequeño pelinegro insolente—. Y viviré aquí a partir de ahora, así que acostúmbrate rápido.

Balder suspira con notorio cansancio justo antes de sonreírle a su hijo y entonar la voz más dulce y comprensiva posible.

—Se amable con el señor, ¿sí, amor?, está aquí para cuidar al tío Loki, así que tienen que ser muy amables con él.

—¿El tío Loki ya viene? —le pregunta el pequeño de dorados cabellos a su padre.

—Sí, Chris lo está trayendo y llegarán muy pronto… —asegura Balder—. Ahora, vayan a jugar y cuiden mucho de los perritos, si están descansando, déjenlos descansar, ¿de acuerdo?, iré en un minuto con ustedes.

—¡Sí! —le dicen los pequeños, uno sonriendo y el otro aun escudriñando a Tony, pero ambos saliendo a toda prisa por los pasillos.

—Le pedí que se guardara sus opiniones… —susurra Balder, siguiendo rápidamente con su camino.

—¿Eso es lo que se acostumbra aquí? —le pregunta Tony—. Todo lo que uno piensa, ¿debe guardárselo y nunca decirlo?, ¿así fue como nadie logró decirle a Loki Laufeyson que la palabra «divorcio» existía?

Balder no lo escucha más, sigue caminando y luego se detiene en una de las puertas de madera, señalándosela.

—Esta será su habitación, usted está aquí por Loki, hasta que él no venga le sugeriría no salir de ella. No olvide de quién es la casa, y no olvide que los buenos modales indican que el anfitrión es el que dicta las leyes dentro de su hogar. Ahora, si me disculpa…

—La verdad saldrá a la luz tarde o temprano, créame. Y espero que, cuando eso suceda, no hiera sus finos modales.

—Me permito recordarle que usted no es parte del equipo de investigación… —afirma Balder, mirándolo fijamente—. Usted es solo el oficial que se encargará de que Loki se quede dentro de esta casa hasta que el caso se cierre.

—¿Acaso no le interesa ver al asesino de Thor, su querido hermano, tras las rejas?

—Por supuesto que sí. Pero mi cuñado no es la persona que están buscando, si lo conociera pensaría lo mismo.

—Las pruebas indican lo contrario… —declara Tony—. Vamos, usted también debe sospecharlo, usted es joven, ¿qué edad tiene?, ¿qué edad tienen esos pequeños monstruos suyos?, los supresores Omegas retrasan el envejecimiento, sí, pero no mucho. Los chicos de su edad salen de fiesta a diario para divertirse, Balder, no se quedan en casa esperando esposos y cuidando niños. Así que, sea honesto, ¿en algún momento se ha puesto a pensar en la probabilidad de que Loki sí se haya hartado de ser un Omega casado y bien portado cuyo único deber era darle un heredero a un celoso y posesivo Alfa?

Balder está a punto de responder pero, rápidamente, su expresión entera cambia, y él se queda completamente quieto mirando hacia un punto detrás de Tony, el cual se gira y se encuentra cara a cara con uno de los primos de Loki.

 

«¿Cuál era su nombre?, ¿Helblindi?».

«No, no».

«Helblindi era el que quería mantener en el Psiquiátrico a Loki».

 

—Mi primo no se cansó de nada y no acabó con nadie, oficial Stark… —comenta el hombre que camina hacia ellos—. Mi esposo tiene razón al decirle que, si lo conociera, pensaría exactamente lo mismo que nosotros.

—Creo que aun no tengo el gusto de conocerlo, usted es…

—Býleistr Laufeyson… —menciona el hombre, mientras avanza hacia Balder, tomándolo por la cintura para acercarlo a él y darle un beso duro justo en la sien derecha—. Y tener que conocerlo no es un gusto para mí.

Ambos se alejan por el pasillo sin mirarlo más, y Tony se les queda viendo confundido por unos instantes.

 

«Ahora ya sé de quién sacó el cabello y el carácter el mocoso pelinegro de antes».

 

Piensa Tony, antes de encerrarse a solas en la habitación que le designaron, aunque no por mucho, pues, apenas un momento después, una sirvienta le trajo el almuerzo, pero cuando Tony intentó hablarle o sacarle algo de información, ella no abrió la boca en lo absoluto y se limitó a huir de él.

Así que, Tony se quedó obedientemente a solas, tratando de entretenerse con alguna cosa, ordenando algo de la ropa que había traído, aseándose y leyendo un poco.

Un par de horas después, el sonido de algunos autos estacionándose frente a la casa llamó su atención, instándole a asomarse a las ventanas.

Allí, descendiendo de los autos junto a sus guardaespaldas, Tony pudo ver al mismísimo e imponente Presidente de la Compañía Petrolera, Chris Odinson, el nuevo y flamante Alfa y cabeza de la familia, en persona.

Tony no esperó ver a nadie más, se puso su chaleco y salió de su habitación, cruzando por los pasillos y descendiendo por los escalones hasta llegar a la entrada principal, en donde se encontró con un par de colegas y con la familia Odinson.

Y claro, con el sospechoso.

Loki Laufeyson parecía ser una criatura de otro mundo, un mundo hecho de bruma y humo, completamente incapaz de ver o escuchar a su alrededor.

Estaba sentado en una silla de ruedas, y su mirada se perdía como buscando fantasmas bajo el sol a lo lejos, sobre el césped, sobre el viento, casi como buscando alejarse o aislarse de ellos, de todas las hienas que esperaban un solo movimiento en falso, un solo vulnerable tropiezo, error, o invitación malinterpretada, para poder devorarlo.

Tony no había podido verlo bien hasta ese preciso instante e, incapaz de perderse esa oportunidad, sus ojos lo analizaron a todo detalle.

Loki tenía el cabello oscuro y liso, como de seda delicada y brillante, muy, muy suave. Las puntas bailaban con la brisa, acariciaban sus hombros casi con ternura, creando cierto hipnotismo magnético a la vista, cierto hechizo que hacía dudar a los dedos de quien lo viera, los hacía temblar, imaginar y soñar.

Sus ojos eran otro encantamiento, uno aún más peligroso, antiguo y, ciertamente, extremadamente poderoso.

El color de la primavera más fértil, más fresca, salvaje y caótica, se había instalado en aquellos preciosos ojos, maquillándolos con cierto brillo exquisito. Eran mágicos, profundos y cautivadores, como hechos de esmeralda pulida, finamente tallada y bañada en rocío.

Tony tuvo miedo de pronto, miedo de sus labios, no quería mirarlos.

Sabía bien que, de lograrlo, no podría apartar la vista y se perdería.

Pero, su curiosidad fue más rápida y sus ojos más audaces, no advirtieron su temor y bajaron, tan solo un poco, hacia esos labios sublimes, ligeramente ruborizados, dulcemente delineados con néctar y miel, coloreados con cerezas y pétalos de rosas rojas.

Sin embargo, aquella boca de ambrosía apetitosa, estaba algo pálida, como cansada, ligeramente agrietada, algo sutil e imperceptiblemente seca.

 

«Un beso remediaría eso».

 

Pensó Tony.

Pero hubo un «algo».

Un «algo» que lo frenó todo.

El sospechoso era innegablemente un Omega excepcionalmente bello, cuyo aroma a delicada manzana fresca, con un ligero toque de caramelo, resultaba realmente encantador.

Su cuerpo era esbelto, elegante y seductor, y su rostro intrigante e irresistible, pero, todo en él, cada mirada y cada ligero suspiro, estaban entintados de espantosa melancolía.

Su tristeza, su anhelo de alejarse, de esconderse y nunca jamás encontrarse, era absolutamente palpable.

Esa vulnerabilidad sombría, esquiva y encogida, menguaba su gracia, debilitaba su encanto, su personalidad. Lo nublaba y lo cubría bajo un velo fino de algo que parecía «tortura, soledad y agonía», atenuando su sensualidad, su magia, enlutando su belleza antigua, esa que parecía sacada del mito y la fantasía.

Sin embargo, Tony pensó que no podía hacer leña del árbol caído, no podía culpar a Thor Odinson, no del todo. Pues, por un instante muy corto y muy fugaz, supo que, si Loki fuera su esposo, probablemente también se habría vuelto un tirano dominante y déspota, absolutamente celoso, endemoniadamente posesivo, opresivo y asfixiante.

—¡Oficial!, no tenemos el placer de conocernos… —le dice, de pronto, el nuevo amo de la familia y presidente de la Compañía, captando por completo toda su atención con la voz firme y clara, y la mano perfectamente extendida—. Chris Odinson, para servirle.

—Anthony Stark… un placer… —dice Tony, aclarando su garganta y aceptando el saludo, estrechando brevemente la mano ajena—. Al parecer llegué antes de lo planeado.

—No, en realidad. Es solo que tuvimos un pequeño retraso en el camino… —le dice Chris, observando al psiquiatra que ha venido junto a ellos—. Permítame presentarle al doctor Banner.

—Doctor en psiquiatría, Bruce Banner —aclara el doctor, estrechando su mano para luego acercarse a Loki—. Y esta persona de aquí es el señor Loki Laufeyson. Loki, este es el señor Stark, el oficial de policía que va a velar por tu seguridad durante unos días, ¿de acuerdo?, recuerdas cómo saludar a alguien, ¿no?, ¿Loki?

La mirada verde y profunda del frágil y quebradizo Omega abandona por un instante el sol y el verdor del césped al escucharse siendo nombrado, se posa en el doctor y luego en Tony, estudiándolo minuciosamente con cautela.

—Buen día… —susurra Loki, quizá notando cierta fijación indeseada por parte del oficial, y apartando la vista de inmediato para alejarse nuevamente más allá del mundo y de ellos.

—¡Bueno!, ¡creo que eso es todo!, ¿verdad? —dice Chris, aplaudiendo fuerte y echándose rápidamente toda la atención de los presentes sobre los hombros—. Espero que su estadía aquí sea cómoda, oficial Stark.

—Eso dependerá enteramente de ustedes… —afirma Tony, dándole un ligero y cortés asentimiento.

Pero Chris ya ni siquiera lo mira, toda su concentración se dirige hacia los otros dos policías que, «tan amablemente», los habían escoltado desde el Hospital Psiquiátrico, para evitar que se perdieran de camino a casa, apurando su salida de su hogar, y agradeciendo sus servicios.

Lo primero que se hizo después de eso, fue llevar a Loki hacia su habitación.

Tony logró enterarse de que el primer matrimonio de la casa ya no dormía en la misma cama y, por obvias razones, tampoco este nuevo matrimonio.

Por su parte, Loki, exhausto y aún algo desorientado, descansó durante toda la tarde y la noche entera, hasta muy entrada la mañana del día siguiente, cuando logró despertar y aceptó comer algo.

El trabajo de Tony era evitar que Loki saliera de la Mansión, y que atentara contra su seguridad o la de alguna otra persona, por lo que él debía permanecer completamente pendiente de todas y cada una de sus actividades, manteniéndose junto a Loki casi como una sombra.

Tiempo después, cuando Loki terminó de comer, el doctor Banner decidió iniciar con su terapia o tratamiento, o como fuera que les llamara a las sesiones en las que hablaba con él. Esta vez, por primera vez, fuera del Hospital, y ya cómodamente instalados en una de las salas que Chris había dispuesto en la Mansión.

—Bien, Loki… como seguramente ya has notado, hoy nos acompañan dos personas… —comenta el doctor—. Conociste a Chris hace un tiempo, cuando aún estábamos en el Hospital, y al oficial Stark lo conociste ayer por la tarde.

Loki los mira a ambos apenas por un par de segundos.

Chris le sonríe al toparse con sus ojos, dejando un poco pensativo a Tony.

 

«¿Alguien de esta extraña y falsa familia es capaz de dar esa clase de sonrisa?».

«Sorprendente».

 

—Esto es igual que en el Hospital… —asegura Banner—. Yo voy a escucharte justo aquí, solo debes decir aquello que pase por tu mente, solo eso, no lo pienses mucho. Lo que sea que quieras decir, está bien decirlo, ¿de acuerdo?

Loki no le responde, tan solo se queda completamente inmóvil, observándolo.

—Ahora, empecemos, ¿sí?, ¿en qué piensas?, ayer estabas muy cansado, ¿cómo te sientes hoy? —pregunta Banner—. ¿Lograste descansar?, ¿soñaste algo?

Loki niega.

—Entonces, quizá… ¿recordaste algo?

Loki asiente suavemente, pero aún sin emitir sonido alguno.

—¿Qué fue lo que recordaste? —pregunta Banner, pero solo recibe un absoluto silencio como respuesta—. Vamos, está bien si nos cuentas… —lo anima—. Loki, estas personas no van a hacerte daño, ya los conoces, ambos están aquí porque se preocupan por ti… —asegura—. Puedes contarnos qué fue lo que recordaste, sabes que está bien decirlo, aquí solo hay confianza.

Loki baja la vista, lo rechaza y ya no le presta atención, está más concentrado observando los sillones, las mesitas finamente talladas, la alfombra, lo esquiva por completo, evitando incluso verlo.

—Loki… —llama Banner—. Cuando esta sesión inicia, nadie puede lastimarte, lo sabes. Nadie va a juzgarte, porque, cuando esta sesión inicia, no hay mentiras, ni engaños, ni cortinas. Lo único que hay aquí es verdad, confianza y comodidad, para todos nosotros. Cuéntanos un poco, ¿sí?, ¿qué fue lo que recordaste?

Pero Loki no contesta.

Su silencio parece haberse hecho infinito, arrollador e inflexible, y él parece ausentarse, escurrirse como agua de entre los dedos, y perderse un poco más cada vez, encerrándose y cobijándose en sí mismo, en su mundo endeble, derrumbado, armado únicamente de escombros, humos y cenizas. Envuelto en recuerdos lejanos, extraños, que parecen nacidos de la creativa imaginación de otra vida.

Quizá, callando, protegiéndose, Loki trata de repeler y ahuyentar las voraces fauces de la desesperación, del miedo, el caos y la incomprensión, quizá porque, hambrientos, parecen surgir de todas partes, en todos los momentos, acechándolo, cazándolo y arañándolo.

Pero, quizá, ni siquiera sabe cómo.

Así que, observa a Banner por un instante, buscando sus ojos, encontrándolos y pidiéndoles auxilio, implorando su ayuda.

—No va a hablar… —comenta Banner, mirando a Tony y a Chris y señalándoles la puerta—. No hasta que ambos salgan. Además, estoy seguro de que el oficial Stark puede cumplir perfectamente su trabajo desde el otro lado de la puerta, después de todo, no es un agente a cargo del caso. Únicamente está aquí para asegurarse de que Loki esté a salvo dentro de la Mansión.

—Claro… ¿por qué no? —murmura Tony, odiándolo por recordárselo, y dirigiéndose hacia la puerta de salida—. ¡Grite si me necesita!

Chris lo ve salir y se pone de pie.

Inconscientemente, se acerca hasta el sillón en el que está Loki, se inclina un poco sobre él y toma una de sus manos sin pedirle permiso, la alza a la altura de sus labios y deja un casto beso sobre esos delicados y pálidos nudillos.

Loki no quiere observarlo.

Se pierde en sus ojos de agua y zafiro cuando lo hace.

Y, claramente, no le gusta perderse más de lo que ya está, así que, gira el rostro tan solo un poco, rehuyéndolo e, involuntariamente, mostrándole su cuello, temblando al sentir el aliento cálido sobre la piel del dorso de su mano, y el cosquilleo de un segundo beso posándose aún más arriba, sintiendo el tacto suave, pero firme, que lo mantiene atrapado, aun siendo sujetado e inmovilizado.

Y, si bien es cierto que Loki no aborrece su cercanía y su toque, pues lo conoce desde hace ya varios días y no puede solo olvidar que Chris fue el único en ir a visitarle al Hospital, aún le es difícil dejar de tener cierta lógica y natural reserva ante su presencia.

Cierto pudor y cierto decoro de educado y refinado Omega de buen apellido y buenos modales, que le obligan a hacer cierto pequeño esfuerzo por retirar sus dedos de los ajenos, lo cual, el bien entrenado y controlado Alfa frente a él entiende y acepta, forzándose a sí mismo a soltarlo y a dejarlo ir.

Así, para cuando Chris sale de la habitación, Tony ya está felizmente sentado en uno de los cómodos asientos del pasillo, frente a la puerta, leyendo y revisando algunas notificaciones en su celular.

Chris lo ignora y lo pasa de largo y, solo cuando ya ha desaparecido, Tony pega los oídos a la puerta. Aunque no le sirve de mucho, pues apenas puede escuchar algo de ruido adentro, pero no le es posible descifrar ni una sola palabra.

Chris, en cambio, no tiene esos problemas.

Lo único que tiene que hacer es encerrarse en la pequeña habitación secreta en la que guarda la caja fuerte, y en donde ha colocado una pantalla para vigilar lo que sea que ocurra en la sala de las sesiones de Loki.

Así que, tan solo enciende la pantalla, sube el volumen del pequeño parlante lo suficiente como para lograr escuchar absolutamente todo a través de los micrófonos instalados, y se relaja.

Mientras tanto, en la sala de sesiones, el doctor prosigue con su interrogatorio.

—De acuerdo, los hombres extraños ya se han ido, ahora solo estamos tú y yo… — asegura Banner—. Ibas a decirme acerca de lo que recordaste anoche mientras dormías.

Loki enfoca sus ojos en él, luego observa la habitación vacía y la puerta por la que Tony y Chris salieron.

—¿Y bien? —pregunta Banner.

—Yo… creo… creo que recuerdo a ese hombre.

—¿Cuál de los dos?

—El de traje. El Alfa alto, radiante y magnífico. El que parece tallado en oro, bañado en rayos de sol.

—Oh, ese es Chris Odinson. Ya lo conociste en el Hospital, ¿recuerdas?, es el hombre que solía visitarte.

—No. Lo conocí antes, mucho antes.

—¿Qué significa? —cuestiona el doctor—. ¿Puedes explicarme?

—Es… es confuso… porque hay dos. Creo… que recuerdo a un hombre con ese rostro, pero me parece que son dos. No uno.

El doctor le sonríe, y sonríe hacia la cámara que sabe que Chris ha puesto en la habitación.

—No, Loki, no es así… —le asegura—. Solo es un hombre, y uno muy cercano a ti.

—¿Es mi amigo?

—¿Qué crees que es?

—Creo que… es… «algo más» —murmura Loki, mirándolo por unos instantes, para luego regresar su vista hacia la puerta—. En el Hospital, él habló sobre un niño… dígame, ¿quién es él?, ¿qué es de mí?

—Chris Odinson es tu esposo, Loki, y el niño del que te hablaba es tu hijo.

—Recuerdo un auto rojo, un convertible, que pasaba cerca de la casa a la que nos mudamos con mi tía y mis primos… —explica Loki—. Recuerdo a ese hombre en el auto… estaba conmigo.

—¿Te decía algo?

—No.

—¿Paseaban?

—No.

—¿Entonces?

—Estaba tocándome… —susurra Loki, mirándolo fija y profundamente—. Mucho… demasiado, de hecho, y yo a él.

—Vaya… qué bien, es bueno que recuerdes eso… —declara Banner, esquivando su mirada—. Si seguimos así, la idea de que es tu esposo va a concretarse saludable y fluidamente en tu mente.

—Pero… afuera… estaba el mismo hombre, estaba mirándonos… —comenta Loki—. Por eso le digo que había dos. El que estaba en el auto conmigo, y el que nos miraba desde afuera.

El doctor levanta la vista y mira por un microsegundo hacia la cámara que Chris ocultó.

—Basta, Loki, ya hablamos de esto… —decreta Banner, con la voz firme, irrebatible, dura y fastidiada—. Basta de mencionarlo. No hay dos hombres, solo uno. Entiéndelo. Recuérdalo. Solo uno, no dos. Su nombre es Chris Odinson, memorízalo así. Es tu esposo, el único, ¿entiendes?

Loki se queda quieto, mirándolo.

Intenta descifrar cuidadosamente todas esas palabras, deletreándolas una por una con atención y esmero, buscando entenderlas y grabárselas, pero no lo logra.

Así que, tan solo pestañea un par de veces, aturdido y mareado, tratando de evitar la persistencia en la expresión del doctor al bajar la vista y cubrir sus ojos con el aleteo de sus pestañas, dejando que todos sus sentidos se pierdan en los intrincados diseños de la alfombra a sus pies.

Está adolorido y, por alguna extraña razón incomprensible, se siente casi humillado, casi personalmente atacado, ofendido y pisoteado. Sintiéndose estúpido, inútil y lento, asiente fugaz y rápidamente para quitarse ya de encima los obstinados ojos del doctor frente a él.

Banner respira satisfecho al ver ese asentimiento, toma un vaso de agua a un lado suyo y le da un sorbo.

Loki ya no lo ve y ya no lo escucha.

Ya sin pensar y ya sin esfuerzo, se aísla en la seguridad fría, caótica y solitaria de su mente. No vuelve a hablar más, ni una sola palabra más. Ni una sola duda, pregunta, o comentario, con absolutamente nadie más.

Está agotado.

Su energía está gastada, apagada, casi destruida. Tiene náuseas, dolores punzantes en la cabeza, el cuello y los hombros, y no va a arriesgarse a lidiar con nadie en todo lo que resta del día.

No va a arriesgarse a enfadarlos, a no entenderlos.

No va a arriesgarse a tener que escuchar ese volumen déspota, autoritario y represivo otra vez.

Ese tonito que le hace perder toda paciencia, todo ánimo y toda voluntad, que lo saca por completo de equilibrio y le quita toda salud y toda calma.

No va a arriesgarse a soportarlo, sencillamente, porque no sabe si podría volver a soportarlo.

 

 

 

Chapter 3: Capítulo 2

Chapter Text

 


«Lo que yo podía hacer por él, y lo que él quería que yo hiciera…».

«Todo encajaba perfectamente».


 

«A veces, al delinear mi frente, mi nariz y mis labios con los dedos, puedo sentir a alguien más haciéndolo».

«Pero, esas caricias que imagino, se sienten vibrantes».

«Repletas de cariño, ternura y amor».

«Y se sienten lejanas».

«Como espejismos».

«Como sueños y brumas envueltos en neblina oscura».

«Estar en esta casa ha incrementado esa sensación y me ha hecho notar ciertas cosas».

«Cosas que, atrapado en el Hospital Psiquiátrico, entre sus aplastantes paredes pálidas, no podía notar».

«Y es que, desde el primer día en el que la vi, desde el primer respiro y el primer paso aquí, la reconocí».

«Recordé que esta gran y hermosa casa alguna vez fue para mí lo que podríamos llamar un “hogar”, un “refugio”, una “guarida”».

«La guarida de un animal salvaje, monstruoso, solitario, arisco y feral».

«Y, al recordar eso, ahora, y ya que he dejado atrás la silla de ruedas, cuando logro caminar por la casa sin que el doctor o el policía me sigan, a veces… las paredes susurran mi nombre. Me llaman y proyectan imágenes confusas frente a mí».

«Por desgracia, las imágenes parecen no tener un orden, o eso he deducido, así que, solo trato de no asfixiarme en ellas y verlas fluir sin aferrarme a sus extrañas enredaderas».

«Aún hay mucho por recordar».

«Hace poco, por ejemplo, el doctor Banner me dijo que tengo un esposo, y que tuve un bebé meses atrás».

«El bebé es un niño, según dicen».

«Un pequeño, perfecto y hermoso varón Alfa».

«Al pensar en él, puedo recordar un breve momento en la habitación de una clínica».

«Dos policías, una enfermera, y el hombre que es mi esposo, Chris Odinson, estaban a mí alrededor».

«La enfermera sostenía al niño entre sus brazos, una criatura sollozante y frágil, igual a mí».

«Recuerdo mis labios moverse y pronunciar algo, y mis dedos posándose con un bolígrafo sobre una hoja, colocando mi firma en ella y consintiendo así lo que sea que estuviese escrito allí».

«Al parecer, fue justo después de eso que perdí el conocimiento y los recuerdos».

«Solo dios sabe qué es lo que yo sabía en ese preciso instante, y cómo pude olvidarlo todo».

«Por qué lloraba, qué decía, qué pensaba, qué quería y que añoraba».

«Los sirvientes afirman que perdí la cordura y la memoria debido al shock traumático del secuestro, que bloqueé todos los recuerdos solo para poder olvidarlo».

«¿Qué secuestro?».

«No lo sé, no me lo pregunten a mí. Yo no sé nada, nada en lo absoluto».

«Pero sí sé que ese policía está aquí por una razón distinta a “solo protegerme”, y es que, parece muy interesado no solo en vigilarme, sino también en conocer mis secretos, meterse en mi cabeza y saber todo lo que yo pueda saber».

«Quizá por eso, los otros, todos los que viven aquí, tratan de mantenerme alejado de él, no quieren que le hable, ni que le escuche».

«¿Qué podría decirme él que los preocupa tanto?».

«Estar así de “protegido”, así de controlado, vigilado y manipulado, hace que una peculiar sensación me invada y me diga que siempre he estado aislado en esta enorme, ostentosa y aterradoramente silenciosa casa».

«La extraña sensación de que estaba incomunicado, abandonado y desechado, casi desfalleciente y aletargado entre sus inmensos muros y rejas».

«Y, aunque ahora mismo nada logra mantener mi interés durante mucho tiempo, quisiera saber si alguna vez algo sí me consumió, me devoró y me encantó».

«Me gustaría poder recordar más, recordarlo todo».

«Dejar de sentirme perdido, flotando sin voz, como un fantasma o una sombra sin rumbo y sin centro, que vaga extenuado alrededor de cerámica fina, flores bien cuidadas y pisos brillantes y limpios».

«Ahora mismo, en medio de los interminables pasillos de la bellísima casa, mis dedos pasan sobre el tapiz de las paredes mientras camino».

«Detrás de mí, el policía y el doctor me siguen, susurrando en voz baja, como siempre».

«Murmuran sobre mí, lo sé».

«Hablan de lo que hago, de lo que recuerdo que hice y de lo que haré».

«¿Acaso no tienen algo mejor qué hacer?».

«Quiero poder caminar libremente por la casa, sin preocuparme por parecer un idiota al mirar algún lugar que me recuerda algo sin sentido».

«Sin que ellos me taladren la cabeza con todas sus preguntas, tratando de forzarme a darle cronología o sentido a sensaciones imprecisas y etéreas que ni siquiera puedo interpretar, mucho menos definir».

 

—Quiero hacerlo solo… —susurra Loki, de pronto.

Ambos hombres, Banner y Stark, lo miran como si le hubieran salido avispas de los ojos.

—¿Loki? —pregunta Banner, acercándose a él—. ¿Recordaste algo?

—Quiero… —menciona Loki, dudando también del hecho de que esté hablando otra vez, y más frente a alguien que no sea solo el doctor—. Quisiera… hacerlo solo… caminar yo solo.

—No, eso definitivamente no pasará… —afirma Tony—. Usted no tiene permitido estar solo. Debo recordarle que no es libre, no es quien da las órdenes aquí, y no recibirá ningún tipo de condescendencia. Considere esto como un arresto domiciliario con vigilancia policial permanente.

—¡Oiga! —interrumpe Banner, mirándolo con mala cara por hablar de más siempre—. Loki, escucha, lo que el oficial Stark trata de decir es… que… estar a solas, podría ser… «peligroso» para ti.

—¿Por qué? —le pregunta Loki—. ¿La casa es peligrosa?

—No, dios, no. Es solo que, en tu situación actual… —explica Banner, mirándolo con lástima—. No es conveniente, ¿lo entiendes?, andar por ahí, tú solo… no lo sé. No lo creo. Quizá después. Pronto.

Loki no lo entiende, claro.

 

«Si no me dan privacidad, si no me dan cierta independencia, ¿cómo esperan que mejore?».

«¿Al menos esperan que mejore?».

«No, naturalmente».

«¿Por qué les importaría?».

«¿A quién le importaría?».

 

—Caminaré solo… —anuncia Loki, con la voz firme, dándose la vuelta para seguir con su camino.

De pronto, una brusca mano estrujando su muñeca lo detiene.

—Loki… Loki, Loki… —susurra Banner, apretando un poco más su agarre—. Creo que no estás entendiendo. Tú no puedes caminar solo, ¿de acuerdo?, solo… no puedes.

Tony los mira confundido.

Supuestamente, lo que se busca aquí, es que Loki recupere absolutamente todas sus memorias, se reponga, lo recuerde todo, y vuelva a ser exactamente quien era antes.

El único que debería estar en contra de dejarlo solo en su búsqueda de cierta mejoría, es él, y solo porque su fastidioso y nuevo trabajo de niñero así lo exige, no el doctor.

Pero no tiene tiempo para seguir pensando sobre ello, y es que Loki se mueve, enfrentándose levemente a Banner y mirándolo con toda seriedad, como retándolo a hacer más para detenerlo.

Banner intenta sonreír para calmarlo, pero, por dentro, algo en él se paraliza un poco, y es que, reconoce esa mirada desafiante.

Es justo la mirada que el antiguo Loki siempre tenía puesta.

—Loki… —murmura Banner—. Dime, ¿has recordado algo que no estás contándome?

—¿Es necesario que le cuente todo? —le pregunta Loki—. ¿Es necesario que se lo cuente solo, única y exclusivamente a usted?

Banner se pone nervioso, temiendo que Loki se ponga a hablar de sus recuerdos frente al policía y que este se los aclare o niegue de alguna manera.

—Bueno, bueno… —le dice, frotándose la nuca—. Me preocupa que algo ocurra. No lo sé, que recuerdes algo que no querrías, algo que te afecte, te altere, y que no estemos ahí para apoyarte… —explica, soltándolo al fin—. Pero, estoy seguro de que te hará bien, ¿verdad?, algo de… «privacidad», ¿no cree, oficial?

—No… —asegura Tony, desviando su vista a la marca rojiza que el doctor acaba de dejar en la muñeca de Loki—. No lo creo en lo absoluto. Lo siento, señores, cumpliré mi trabajo, aunque a ustedes no les guste.

—No deja que me concentre… —murmura Loki, sin mirarlo—. Quiero recordar cosas, cosas que son tan borrosas, y usted… ustedes, me distraen, no dejan que me concentre en ellas. Necesito hacer esto solo, por favor…

Tony se lo piensa un momento, sabe bien que le conviene que el niño bonito y rico recuerde todo de una buena vez, aunque eso signifique «dejar» de trabajar por un rato.

—De acuerdo, está bien, si lo pone así… no puedo tener objeciones… —le dice Tony—. Pero, si por algún motivo, cualquiera que sea, se le ocurre salir de esta propiedad, yo mismo me aseguraré de que regrese a la seguridad de un Hospital, ¿sí entendió?

Loki asiente, les da un último vistazo y empieza a alejarse de ellos.

Acaba de recordar que, por algún extraño motivo, el hecho de que le pregunten si entendió algo… le irrita muchísimo.

Le irrita demasiado.

 

«¿Entendiste, amor?».

«Cierra la maldita boca»

«No la abras y no la muevas más que para saludar y sonreír».

«¿Entendiste, bebé?».

«Tan solo cierra la puta boca y pórtate bien».

 

Ahí están, los susurros complicados, extraños y caóticos de las paredes.

La mayoría de las veces llegan con un dolor continuo en su cabeza, como una molestia, pero a Loki no le importa la incomodidad, mientras pueda recordar algo más.

Así que, empieza a caminar por los pasillos con lentitud, acariciando las paredes y escuchando voces mezclándose y llegando a él como sonidos ininteligibles.

Es su nombre el único que logra descifrar con claridad.

Su nombre dicho varias veces por diferentes voces, de diferentes personas, en diferentes circunstancias, en conversaciones distintas.

 

«Loki…».

 

Se escucha como si lo llamaran, aunque él sabe que solo lo dicen, lo mencionan nada más.

De pronto, unas voces se hacen más claras que otras, y él las sigue, adentrándose en la biblioteca de la Mansión.

Allí, en medio de esa inmensa habitación, puede verse a sí mismo «hablando» con el hombre que dice ser su esposo.

Ese hombre sujeta al Loki del recuerdo muy fuertemente del brazo, demasiado, casi estrujándoselo, mientras se le acerca al oído y le susurra algo.

Y nuestro Loki, intrigado, se acerca a ellos.

 

—Escucha bien, amor, porque no lo diré dos veces. Jamás te atrevas a contradecirme, ¿he sido claro? —pregunta aquel hombre, el Alfa—. ¡Responde!

—No soy como tu hermano… —amenaza Loki, mirándolo con odio y asco—. El idiota de Balder podrá soportar sumisamente el infernal matrimonio al que lo encadenaste, ¡pero yo no soy como él!, ¡me niego a soportar un solo minuto más enjaulado aquí!, ¡en esta maldita casa!, ¡contigo!, ¡en este maldito matrimonio!

 

El golpe se escucha por toda la habitación, y nuestro Loki retrocede, observándose a sí mismo, al del recuerdo, caer al piso violentamente, claramente adolorido y con el labio partido, mientras aquel hombre se le acerca, arrodillándose a su lado y obligándole a alzar la vista, sujetando bruscamente su barbilla.

 

—Solo cierra la boca y compórtate, Loki. Te lo he dicho miles de veces, y aún no entiendes cómo ser un esposo complaciente y silencioso… —afirma el hombre, hablándole apenas en susurros y sujetando duramente su adolorido mentón—. Cúbrete eso… —añade, refiriéndose al labio partido y a la piel magullada de su mejilla—. Ponte algo bonito, recibe a los invitados, sonríe y saluda. Ese es tu único deber aquí, es lo único para lo que debes salir de la maldita habitación, ¿entiendes, bebé?

 

El Loki del recuerdo, ya cansado y lastimado, solo asiente varias veces, ya sin emitir sonido o queja alguna.

 

—Bien… —dice el hombre, soltándolo al fin contra el piso, casi empujándolo de nuevo, y poniéndose de pie para después acomodarse el impecable traje y la delicada corbata—. Date prisa, vístete, arréglate, perfúmate. Pórtate bien, se amable, sonríe y cállate. Te esperaré abajo… —sentencia, y abre la puerta de la biblioteca, encontrándose afuera con un hombre de traje oscuro—. Ayúdalo… lo quiero en el salón, listo, hermoso, reluciente y lúcido… en diez minutos… —ordena, y el otro hombre asiente e ingresa a la habitación.

 

Nuestro Loki ve al hombre que dice ser su esposo alejarse y desaparecer, mientras en la biblioteca se ve a sí mismo intentando no llorar y tratando de limpiar inútilmente la pequeñísima mancha rojiza que tiñe sus labios y que no deja de sangrar.

 

—Bastardo… al menos podría haberse quitado el anillo… —le susurra el Loki del recuerdo al hombre que ahora lo ayuda.

—¿Está bien, señor?, ¿puede ponerse de pie?

—¿Te parece que estoy bien, Fandral?, me casé con un monstruo al que solo le interesa el dinero, y que por su ambición fue capaz de vender a su propio hermano a la bestia cruel que es mi primo… por supuesto que no estoy bien, odio esto… todo esto… lo odio… ya no… puedo… ya no quiero…

—El señor Odinson ha estado algo estresado últimamente. Según sé, los acuerdos con sus socios extranjeros no se han concretado. Compréndalo, por favor, él lo ama, usted lo sabe. No debe exponerse a esto de nuevo, por favor, esto no tiene por qué volver a pasar.

—Esta no es la primera vez… —murmura Loki, inconscientemente—. Lo ha hecho otras veces… tantas veces. Y es que, él, Thor… bueno, yo no le intereso para otra cosa que no sea darle al fin un heredero fuerte, y exhibirme mientras tanto como un ostentoso trofeo frente a sus malditos socios… —afirma, poniéndose de pie por sí mismo y tambaleándose un poco—. A veces… desearía nunca haberlo conocido, nunca haberme casado con él… y… quizá sí… con…

 

El hombre del traje oscuro, Fandral, solo lo mira en silencio. Intentando sostenerlo, pero el Loki del recuerdo se aparta de él, empujándolo muy débil y cansinamente, alejándose de su atención y de su ayuda, quizá hastiándose de su piedad y de su mirada repleta de lástima, y dirigiéndose hacia la puerta para irse ya de ahí.

Y nuestro Loki, sorprendido y confundido como está, se gira en sus pasos, y se dirige a la que sabe que es la habitación de su actual esposo.

Al llegar ahí, abre la puerta sin llamar, e ingresa sin ser invitado, observando al doctor Banner y a Chris Odinson sentados en una pequeña sala que hace de recibidor, bebiendo y conversando.

Ambos enmudecen al verlo, pero Loki no les da tiempo de reaccionar más.

—¿Quién es «Thor»? —les pregunta, y ambos se miran entre sí por un segundo.

—¿Quién? —dice Banner, poniéndose de pie, nervioso, dejando su vaso sobre una mesita y acercándose a él.

—Quiero saber quién es «Thor Odinson» —repite Loki, esquivándolo y alejándose de él—. Acabo de recordar… cosas… que desearía no haber recordado. Quizá yo tenía razón desde el principio. El instinto me decía que mi vida en esta casa fue un total martirio, pero… al menos, quiero saber quién es Thor Odinson, y por qué estoy casado contigo… —le pregunta a Chris, sin apartar la vista de él, completamente concentrado. temiendo, quizá, que ese rostro, ese cuerpo, ese cabello y esos ojos, desaparezcan ante el menor descuido, ante el más ligero pestañeo.

Banner se gira hacia Chris, espera que él decida cómo proceder ahora.

Lo que recibe de su parte es un pequeño asentimiento que le indica que el actual Alfa de los Odinson consiente lo que sea que esté pasando, que puede retirarse, y que él se hará cargo a partir de ahora.

—De acuerdo, los dejaré solos… —avisa el doctor, justo antes de salir de la habitación y cerrar la puerta tras él.

Después, un absoluto y enloquecedor silencio se adueña del lugar, volviéndolo irracionalmente oscuro, frío y atemorizante por unos minutos.

La mirada azul de Chris es extraña, completamente indescifrable, demasiado pensativa y controlada.

Solo lo observa, callado, sin decirle nada, perdiéndose en los ojos de Loki, en su bella boca sonrojada y en sus finos pómulos de suave y tersa piel. En lo vulnerable y confundido que se ve.

—Toma asiento… —le pide, al fin, señalándole el sillón a su lado, pero Loki elije y toma el asiento más alejado de él—. Loki… Loki, Loki, Loki…

A Loki le da escalofríos que le hable así.

Sin emociones en su rostro, mirándolo fijamente, analizándolo, escudriñándolo y diseccionándolo por completo, de pies a cabeza.

Le da miedo el hombre frente a él.

 

«No te vendas barato».

 

Las paredes siguen susurrándole cosas, aunque Loki, claramente y por ahora, ya no quiera.

Por un instante, siente que tratan de intimidarlo y atemorizarlo aún más, quizá tratando de enterrarlo vivo entre miedos, inseguridades y amarguras. Las siente como enemigas al acecho de cualquier tropiezo, como buitres, caimanes y hienas, dispuestas a despedazarlo vivo si no se concentra.

Pestañea varias veces ante esa aterradora y horrible idea, trata de espabilar un poco, aunque ya está visiblemente cansado y adolorido, a punto de ceder ante su propio agotamiento. Baja la vista, ocultando su debilidad del hombre frente a él, justo antes de posar sus manos en su rostro, frotándolo un poco, intentando deshacerse de la fatiga, intentando centrarse en el presente y callar un poco el difuso y depredador pasado.

Ya han sido demasiados recuerdos por un día, ya es suficiente.

Ya basta.

 

«Thor».

 

Una nueva voz se hace presente, pero es la suya propia, suave, frágil, cómoda, serena y devota, así que, Loki suspira y se relaja cuidadosa y lentamente, dándole un poco de espacio en su mente.

 

«Mi amor».

«Eres el único hombre al que he amado de verdad».

«El único al que amo de verdad».

 

Loki se pone de pie al escucharse.

No lo entiende, no se entiende.

No sabe cómo darles sentido, tiempo, lógica o control a sus propios recuerdos.

Se pasa las manos por el sedoso y delicado cabello, despeinándose un poco, pero temiendo de inmediato verse desaliñado, enfermo o descuidado, así que vuelve a arreglarse, eso y la ropa, tratando de verse bien, sano, cuerdo y despierto, pero está tan agotado, mareado, a punto de explotar. Solo quiere acostarse un instante y descansar.

—Sabía que empezarías a recordar si salías al fin de ese horrible Hospital y permanecías aquí, en la Mansión… —menciona Chris, siguiendo atentamente cada uno de sus movimientos—. Pero sigue siendo una lástima el poco control que tenemos sobre el orden en el que tus recuerdos aparecerían. Se que estás cansado, Loki, no te sientes bien y necesitas descansar, ¿entiendes?

Loki lo mira casi con irritación al escucharlo decir aquello que más odia que le digan, pero, al mirarlo, lo único que logra ver es aquel auto, aquel convertible rojo.

Y al gran y majestuoso Thor.

 

«Thor».

 

Loki se ve a sí mismo sobre ese radiante, joven y atractivo Alfa, «Thor Odinson», acomodados en los asientos posteriores del auto, mientras Thor delinea su mandíbula con sus dientes y su boca, haciéndole vibrar, ronronear y jadear, mientras pierde una de sus manos bajo los botones de la suave camisa de Loki.

 

«Mi amor».

«Mi sol de oro y amor».

«Mi dios».

 

Piensa el Loki del recuerdo, sonriendo y arañando a Thor al sentirlo succionar su piel.

De pronto, sus ojos se distraen y ve al otro, a Chris, de pie junto al auto, viéndolos con esa mirada indescifrable.

 

—¡Rayos!, ¡Chris!, ¡dios!, creí que era mi tía… —dice el Loki del recuerdo, suspirando y riendo, intentando apartar un poco la persistente boca sedienta de Thor, que parece haber encontrado ambrosía sobre la piel de su cuello.

—Vámonos, está anocheciendo… —afirma Chris, observando a Thor y subiéndose al asiento del conductor.

—Entonces… ¿vienes con nosotros, amor? —le pregunta Thor a Loki, abotonándolo un poco para hacerlo lucir decente y camuflar sus marcas.

 

El Loki del recuerdo le sonríe al oírlo.

Le da un beso en la nariz y asiente varias veces.

Es tan feliz.

 

—Ya oíste a mi príncipe de esmeralda y seda, Chris, hermano, acelera. Voy a secuestrar a mi precioso amor, y tú serás el cómplice de este delito.

 

El Loki del auto ríe, embelesado y seducido.

Su cabello se despeina con el viento y él trata de sujetarlo distraídamente con una de sus manos, mirando hacia abajo, inconsciente de lo largas que lucen sus pestañas negras, y lo bien que contrasta su oscuro cabello al enmarcar su inmaculada piel de porcelana.

El Chris del recuerdo lo observa por el retrovisor.

Un suspiro pequeño, pequeñísimo, parece querer nacer en sus labios mientras delinea con sus ojos azules, apenas un poco, esa bonita barbilla y esa bonita boca de manjar y cereza.

Quizá una sonrisa nace allí, pero aquel Chris la borra rápidamente y se coloca los lentes oscuros, mientras sube el volumen de la música para no tener que escuchar los besos y las palabras de amor de sus acompañantes.

La verde, gigantesca y frondosa Mansión Laufeyson se pierde tras ellos.

La tía de Loki lo llama, pero Loki solo la ignora agitando ambas manos, despidiéndose y riendo, completamente enamorado, extasiado, como si estuviera tocando el cielo.

Como envuelto en un sueño de amor hechizado, escarchado y bello.

Repleto de brillo, esperanzas y sueños.

Y Loki, nuestro Loki, parpadea varias veces, trata de apoyarse sobre el respaldo de uno de los sillones, pero las manos le fallan, al igual que las rodillas, y termina deslizándose hacia el piso.

—¿Qué era él de mí? —pregunta Loki—. ¿Yo lo amaba?, ¿él me amaba?, ¿dónde está?, ¿por qué no ha venido a buscarme, por qué no está aquí, conmigo?, ¿por qué estoy casado contigo?, ¡¿dónde está él?!, ¡¿dónde está mi Thor?!

—Muerto… —afirma Chris, poniéndose de pie, desenredando su propia corbata en el proceso y acercándose a él, arrodillándose justo a su lado—. Tú lo mataste.

Loki le da un manotazo cuando lo siente aproximar sus nudillos a la piel de su mejilla, pero no logra enfocarlo bien, y tampoco logra apartarlo del todo, pues los dedos de Chris son insistentes, sostienen firme y rudamente su barbilla, obligándole a alzarla.

—Lo odiabas… —le susurra Chris, perdiéndose en esos ojos hermosos hechos de esmeralda y primavera—. Está muerto porque lo odiabas y lo mataste… —le asegura, justo antes de pegar sus labios a los suyos, sin soltar su mandíbula y obligándolo a no apartarse, obligándolo a aceptar la rudeza de su boca.

Loki se queda quieto, como una estatua.

Lo primero que pensó fue alejarlo.

Soltarse, defenderse y empujarlo.

Aún si las fuerzas le vencieran, luchar, seguir y seguir rechazándolo, pero algo en esa boca sobre la suya lo paraliza y lo hipnotiza.

Ese beso posándose exaltado y ansioso sobre sus labios… todo, combinado con esa tierna y dulce caricia que Chris le da de pronto a su barbilla, subiendo lenta y cuidadosamente por su mejilla.

Ese beso está tan lleno del cariño que imaginó en algún recuerdo.

Y Loki no puede evitar reconocer la exacta forma de esos labios, y no solo por el hecho de que, en teoría, son idénticos a los de Thor, sino que, reconoce una cierta amada esencia en ellos, un cierto exacto y único calor.

—¿Chris? —pregunta Loki, con tanto miedo y tanto dolor, dudando ya de toda realidad.

Y es que, su realidad, no parece tener cimientos sólidos, no parece ser tangible, creíble o lógica.

Es como si un solo movimiento en falso pudiese ser capaz de derrumbarla, mezclarla, alterarla y destruirla, dejándolo en una aterradora nada turbulenta de escombros marchitos, rotos y crueles.

Y… pensándolo mejor…

¿Por qué Chris, el hermano de su esposo, de su Thor, lo besaría?

Y, más específicamente, ¿por qué Loki lo recordaría?

—No lo digas así… —susurra Chris, de pronto, sacándolo de sus pensamientos.

Está con los ojos cerrados y el ceño visiblemente fruncido, rozando sus labios con los suyos, incapaz de alejarse un solo milímetro de Loki. Disfrutándolo al máximo, casi jadeando sobre su frágil boca, provocándole palpitaciones y escalofríos con todas esas seductoras feromonas Alfa que indiscriminadamente suelta.

—¿Chris? —llama Loki, apelando a su raciocinio, suplicándole a su cordura y rogándole a su clemencia—. No quiero, no… Chris… cálmate… por favor… ¿Chris?, ¿Chris?

—No… —murmura Chris, tomando su rostro entre sus manos, dándole un largo, sentido e infinitamente triste beso a su mejilla izquierda—. No lo digas así… no lo pronuncies como si doliera…

Loki no lo entiende.

Y Chris lo suelta al fin, casi lo empuja.

Se pone de pie, se dirige a la puerta y se marcha sin mirar atrás. Esquivando toda esa exquisita tentación, alejándose de esos labios entreabiertos, maquillados de cautivadora pasión. Tragando duro, casi gruñendo, invocando control en sus ansias y anhelos, huyendo a toda prisa de ese arrebatador pecado, de esa demoledora locura.

Entonces, solo al escuchar sus pasos cada vez más débiles y apartados, y ya a salvo, Loki se deja caer de espaldas sobre el piso.

Exhausto, rendido y agitado.

Aliviado, pero a punto de llorar.

 

 

 

Chapter 4: Capítulo 3

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«Todos los días mi mente susurraba un deseo a las estrellas».

«“Hoy, él me sonreirá como antes”».

«Pero nunca más fue así».

«Y es que, justo ahora, él ya solo pensaba en ti».


 

[Y sí, al fin, el juez ha aprobado una orden de allanamiento y ha ordenado la búsqueda, probablemente ya estén llegando en unas horas allá]

 

—Sí, sí, me hablas de la orden, pero no me dices qué es lo que están buscando… —cuestiona Tony, hablando por el celular con un colega suyo.

 

[El diario, obviamente]

[El diario de Loki Laufeyson]

 

Hay dos tipos de personas: los que son felices, y los que no lo son.

En ambos tipos, algunas personas, suelen tener diarios en los que revelan su día a día como si conversaran con alguien, iniciando con el tan afamado «querido diario».

Allí, escriben aquello que no se atreverían a contarle a nadie más, todo lo que no pueden pronunciar en voz alta.

—De acuerdo… —menciona Tony—. Los estaré esperando entonces, y, por cierto, sobre las cámaras de la mansión…

 

[No estaban activadas… supuestamente…]

[Esto es un lío, y más cuando aquellos que deberían poner los cargos contra el sospechoso, lo defienden]

[Como sea, Tony, te hablo después, el jefe llegó]

 

Tony observa la pantalla de su celular con fastidio.

Él debería estar allí, en el equipo, investigando todo aquí y allá, y no encerrado en la estúpida Mansión Odinson.

Y, a propósito, sobre la Mansión, sí tiene piscina, pero Tony tiene terminantemente prohibido usarla, así que, aburrido, camina por los pasillos sin mucho interés, observando los cuadros, las esculturas, los jarrones.

Hasta que, el llanto de un pequeño bebé llama su atención, instándole a dirigir sus pasos hacia el lugar y sorprendiéndose al encontrar una silueta esbelta apoyada sobre la puerta cerrada de la habitación del niño.

—¿Disfrutando de la sinfonía de su hijo? —pregunta Tony, y Loki levanta la vista apenas lo suficiente para reconocerlo.

La comisura de sus preciosos ojos luce enrojecida, y un par de lágrimas aún descienden por sus mejillas.

Ha llorado, claramente.

Mucho, de hecho,

—¿Y ahora qué tiene? —murmura Tony, pero no obtiene respuesta, tan solo una mirada fría, y la maravillosa vista de Loki alejándose de él con todo porte y toda dignidad—. ¿Qué? —añade, siguiéndolo con la vista—. ¿Qué dije?

Las palabras mueren en su boca.

El sonido de la niñera tarareando alguna canción suavecita se escucha dentro de la habitación frente a él, distrayéndolo y, poco a poco, los sollozos del niño adentro también se van calmando.

Tony no entiende muy bien esto de las feromonas y los «atributos» especiales e intangibles que Alfas y Omegas poseen, él es un Beta, un hombre común y corriente, sencillo y ordinario, pero, por un instante, cree que el niño siente a Loki.

Toda su alteración, su confusión y su caos interno.

Y que se altera, confunde y agita igual, con él, acompañándolo y compartiendo su malestar.

A Tony eso le da escalofríos.

La idea de estar tan peculiar e íntimamente unido a alguien es casi aterradora y pesada para su naturaleza, independiente, libre y que no conoce de barreras instintivas.

No lo comprende en lo absoluto, así que, se regresa por donde vino sin pensarlo más, decidido a salir un momento afuera para tomar aire fresco y relajarse un poco.

Minutos después, sus labios ya están exhalando la primera bocanada de humo mientras él se dirige tranquilamente hacia la piscina de la Mansión.

 

«Si no puedo usarla, al menos voy a admirarla».

 

Piensa, planeando estar a solas y autocompadecerse, como siempre, por no haber estado en el equipo de investigación.

Sin embargo, la hermosa y delicada figura de dorados y suaves cabellos perfectamente peinados en ondas de oro y sol, que descansa junto a la piscina, es también una muy grata e interesante vista.

Tony se acerca al muchacho, Balder, el cual está con un traje de baño conformado por un short negro corto y una fina camisa azul sin botones, acostado sobre una de las bancas con los lentes de sol puestos.

El oficial se sienta en la banca más cercana, dispuesto a quedarse allí y seguir viendo el bellísimo paisaje que el rubio muchachito le ofrece hasta que los ojos se le cansen.

—¿Planea estar allí todo el día? —pregunta Balder, sin siquiera moverse un centímetro.

—Creí que estaba dormido… —menciona Tony, exhalando el humo de su cigarrillo tan fuerte que juraría que acarició la tersa piel del abdomen del joven Omega.

—Lo estaba… —afirma Balder, retirándose los lentes y enderezándose, colocándose de pie y recogiendo su toalla —. Pero su presencia es demasiado pesada como para pasarla por alto.

—¿Por qué siempre parece que todos aquí buscan estar solos?

—Quizá solo buscan estar lejos de usted… —susurra Balder, sin mirarlo y con los ojos inevitablemente puestos en el cigarrillo de Tony—. Es policía, después de todo, y eso solo significa problemas en cualquier lugar.

—Al menos con usted puedo mantener una conversación de más de dos palabras… —bromea Tony, sacando la cajetilla de cigarrillos de su bolsillo y tendiéndosela a Balder.

—No fumo, gracias.

—Quizá no frente a su señor esposo, o frente a los pequeños monstruos, pero no soy ninguno de ellos… —asegura Tony, lanzándole de todas formas la cajetilla.

Balder la atrapa a centímetros de su cara, dejando caer su toalla al piso y mirando con cansancio a Tony.

—Es usted un bruto sin modales y sin educación… —le dice, regresándole la cajetilla con todas sus fuerzas y pasando por encima de la toalla que cayó al piso.

—Quizá yo sea el primer hombre de verdad que conoces, niño. El primero que no es una mustia figura de mármol cara que finge recato pero que en realidad está toda enlodada, ¿eso me hace un bruto sin modales para ti?, bueno, primor, ¿y?, ¿es un problema?, ¡claro que no! —dice Tony, riéndose y recostándose en la banca, viendo a Balder alejarse de él con los pies descalzos—. ¿A dónde va, su ilustre Alteza?, ¿lo ofendí?, ¿tan rápido?

—¡Cierto!, yo llegué aquí primero… —asegura Balder, dándose la vuelta y regresando hacia él—. Y esta es la casa de mi hermano, su piscina y su banca, es usted quien debería irse…

—¿Por qué alguien tiene que irse? —pregunta Tony, tomando el vaso de limonada de la mesita junto a él y dándole un sorbo—. Siéntese, conversemos, tengo experiencia tratando con niños bonitos, mimados y ariscos, que fingen ser buenos.

Balder lo mira con molestia.

—Ahí está esa miradita suya que le anda dirigiendo a todo el mundo… —nota Tony—. Voy conociendo su lindo teatro un poco más cada vez. Un bonito Omega, bien educado y bien portado, tierno, joven, amante y abnegado, esposo obediente y padre amoroso, con más amargura y sensualidad de la que debería tener a su edad… —enumera, mirándolo de pies a cabeza—. Adicto al tabaco, y solo dios sabe a qué más. Completamente hastiado de la vida llena de control y monotonía que le ha tocado. Probablemente, casi sin dudar, me atrevería a afirmar que su matrimonio es también toda una farsa finamente orquestada por sus hermanos.

La bofetada no se hace esperar.

El sonido rompe el apacible silencio de la relajada mañana soleada, y Tony reacciona rápidamente, le sostiene con fuerza la muñeca, halándolo hacia él y obligándolo a sentarse a su lado, justo en la misma banca.

—Olvidaré cómo hablar si nadie contesta mis palabras con más palabras… —murmura Tony, sosteniendo su muñeca y dejándolo ir precavida y muy lentamente—. Así que, Balder, voy a suplicarte menos actos y más palabras para «recordarme» cuál es mi lugar.

Balder se sacude de su tacto y se suelta con brusquedad, pero no se pone de pie, tan solo se estira lo suficiente como para tomar entre sus dedos la cajetilla de cigarrillos y sacar uno con los labios.

—¿Ha estado perfilándome en su recién adquirido tiempo libre, oficial? —susurra Balder, dando un rápido vistazo a las ventanas de la Mansión y asegurándose de que no haya espías—. No lo vuelva a hacer. Es una recomendación para evitarle futuros dolores de cabeza, agotamiento y estrés. No intente conocer a nadie en esta casa. No intente analizarlos, comprenderlos o compadecerlos. No intente nada con nadie en esta casa.

—Siempre que abres la boca para decir algo, siento que, justamente, «sabes algo» —menciona Tony, acercándole su encendedor a los labios.

Balder clava sus ojos de agua en los ojos oscuros de Tony por unos segundos.

—El problema contigo, con usted, oficial Stark, es que, siempre que abre la boca, es solo, únicamente, para indagar sobre el caso… —afirma Balder, inhalando profundamente el cigarrillo y disfrutando inmediatamente del sabor amargo que quema en su lengua.

—¿Acaso hay algo más de lo que se supone que podamos hablar? —cuestiona Tony, perdiéndose un poco en el suave humo que sale lentamente de los sonrosados labios del precioso Omega.

—No… —susurra Balder—. Supongo que no…

 

«Ahora no hay razones para hablar más».

«Ya estamos casados, al fin, así que, ya no hay necesidad de abrir tu estúpida boca».

«Hazte un favor, guarda silencio y no la abras».

«No opines, no niegues, no refutes, no murmures, no hables. No digas nada».

«Solo sonríe. Eso es todo».

«Siempre asiente, concuerda, acepta y accede».

«Pórtate bien, es todo y es fácil. Y cierra tu estúpida boca».

 

Recordar las palabras de su «amado esposo» hace que una expresión indescifrable, extremadamente opaca, melancólica y gris se asome al hermoso rostro de Balder.

Tony se queda un instante analizando su expresión, nunca le ha visto así de vulnerable y frágil. Nunca tan pequeño, lastimado y débil.

Hay tantos secretos en una sola de las pestañas de Balder, tantos silencios, tantas dudas y lamentos en sus finos dedos y en la forma en la que se alzan para dejar que su bella boca vuelva a inhalar un poco del intoxicante humo que Tony le ha obsequiado.

Hay tanto allí, en esa burbuja, delgadísima pero impenetrable, que Tony siente que se le escurre de entre las manos.

Siente que se escapa y se aleja, que su mundo y el suyo ni siquiera cohabitan en la misma tierra, ni siquiera se topan, y se pregunta si el antiguo Loki era igual.

Igual de extraño, casi de bruma etérea, casi invisible.

—¿Loki tenía un diario? —le pregunta, de pronto, y Balder recobra toda compostura, gira el rostro con algo de fastidio y esquiva su inquisitiva mirada.

 

«Loki».

«Loki, Loki, Loki».

«Lo único que les importa a todos en esta casa, lo único que siempre les ha importado, es únicamente “Loki”».

 

Piensa Balder, pero no lo dice, tan solo niega un poco, dando otra calada.

—No lo sé… —le responde, encogiendo sus hombros y sin ocultar su molestia.

Molestia que Tony nota de inmediato, notando también que Balder apenas le ha dado tres o cuatro caladas a su cigarrillo, y este ya se está acabando.

De la nada, Balder se sobresalta.

—Mierda… —murmura, poniéndose de pie a toda prisa y recibiéndole el vaso de limonada a Tony para bebérselo de golpe y enjuagarse un poco la boca.

Y, antes de que termine de beberse el vaso, Tony observa al esposo de Balder, Býleistr, salir de la Mansión a lo lejos y aproximarse hacia ellos.

—Balder… —llama Býleistr, sin terminar de acercárseles—. Los niños están aquí.

Balder se da la vuelta, encarando a su esposo con una sonrisa tranquila, para después colocarse las sandalias y acercarse a él.

—Bienvenido… —le dice, y Býleistr lo observa por unos segundos muy fijamente, estudiándolo a detalle y buscándole algún defecto, justo antes de posar muy fugazmente sus labios fríos sobre su frente—. Hasta luego, oficial Stark… —se despide el Omega, con un asentimiento y una sonrisa, de esas que está tan acostumbrado a fingir y dar.

—Adiós… —contesta Tony, recostándose completamente en su banca, cruzando sus brazos tras su nuca y ocultando la cajetilla de cigarrillos de la verdosa mirada hastiada del Alfa.

Entonces, Balder y su esposo desaparecen, internándose en la Mansión.

El Omega camina apresurado para llegar lo más pronto posible con los niños, quienes están en el recibidor, esperándolo.

—¿Estabas fumando? —le pregunta Býleistr, y su voz se escucha como el viento helado que anuncia una tormenta.

—No.

—Odio que fumes… —asegura Býleistr—. Y odio que me mientan.

—No estaba fumando… al menos, no yo… —afirma Balder, intentando sonar convincente y calmado—. El oficial Stark se me acercó en la piscina, hubiera sido descortés decirle que se alejara o que no fumara, ¿no crees?

—Los niños salen antes del nuevo colegio, ¿lo olvidaste? —pregunta el Alfa, cambiando de tema—. Salen a mediodía y están aquí para las 12:30. Tú los esperas en la entrada de la Mansión, los llevas a su habitación, los cambias y los arreglas. Los llevas al comedor a la 01:15, almuerzas con ellos hasta las 02:00, los llevas de regreso a su habitación, y los acompañas, quieto y en silencio, mientras hacen sus deberes con el instructor. Dejé todo anotado en la agenda, ¿se te olvidó?

—No lo olvidé, Býleistr, el oficial me distrajo, es todo. Aún no me acostumbro al nuevo horario… lo lamento… —susurra Balder, llegando por fin al recibidor de la Mansión en el que sus dos pequeños rápidamente sonríen al verlo.

—Acostúmbrate rápido… —decreta Býleistr, adelantándose y pasando de largo sin ver a sus hijos, eligiendo un cambio de ropa de entre las opciones que su serio asistente velozmente le muestra, ordenando que guarden su elección en el auto para que pueda cambiarse en el avión—. Volveré mañana junto a los inversionistas de la Petrolera de China… —añade, dirigiéndose a Balder—. Ya anoté todo en la agenda, me esperarás a las 10:00 en punto justo aquí. Elegí tu ropa, está sobre la cama. Tu cabello estará recogido con el broche que dejé allí, es un regalo del dueño de esa Petrolera para ti. Ponte algo con aroma a jazmín, eso le gusta. Saldremos a comer algo con él y sus representantes, y luego regresarás aquí para recibir a mis hijos a las 12:30, ¿entendido?

—Sí… —le dice Balder, asintiendo mientras carga en sus brazos a uno de sus pequeños y le da un ruidoso beso.

Býleistr se gira y lo observa.

Lo llama con la mirada, así que Balder deja a su hijo en el piso y se acerca a su esposo, quien le arregla el cabello que la brisa en la piscina despeinó, justo antes de dejar un controlado beso sobre su sien derecha.

—La esposa de uno de los inversionistas vendrá con ellos… —susurra Býleistr, muy cerca de su oído para que los niños no lo escuchen—. Dicen que no es el mejor ejemplo de buen comportamiento. Es Beta, de clase inferior y vulgar, dios sabe de dónde la sacó y por cuánto tiempo le durará ese ridículo «capricho». Es lamentable, pero tendremos que verla e interactuar un poco con ella, intenta enseñarle con el ejemplo algo de silencio, recato y quietud.

Balder asiente, colocando inconscientemente las palmas de sus manos sobre el pecho de su esposo, intentando crear algo de espacio y distancia.

Býleistr se lo impide, lo sujeta por la cintura y se aferra a él con firmeza.

Entonces, un «pórtate bien» es susurrado sobre la pálida y suave piel bajo el oído de Balder, y este siente escalofríos al notar al despiadado Alfa de los Laufeyson aspirando el delicado aroma a durazno que habita ahí, y la suave vainilla que perfuma las puntas onduladas de su dorado cabello, esas que acarician sus hombros y que parecen querer adentrarse en la camisa de verano, sin botones, que aun lleva puesta.

Todo pasa muy rápido, apenas por unos segundos.

Un latido, o quizá dos, y Býleistr lo aleja con la misma firmeza, justo antes de salir presurosamente por la puerta de la Mansión, dejándolo allí, como a una estatua, como arte decorativo, hermoso, inmóvil y frío.

El viejo asistente rompe un poco su quietud al ordenar a un sirviente llevar las cosas y la muda de ropa del señor Laufeyson al auto, para luego despedirse cortésmente de Balder, siguiendo a Býleistr junto a los Alfas de su temible escolta, esos que morirían en su nombre.

Ellos, intimidantes e imperturbables, los guardaespaldas de Býleistr, hombres gélidos, llenos de cicatrices, malas caras, y pasados sospechosamente delictivos y turbulentos, completamente atemorizantes, se despiden del consorte y los herederos de su amo con una reverencia antes de salir.

El mayordomo de la casa, por su parte, no cierra las elaboradas puertas de fina madera y doble hoja de inmediato, quizá, creyendo que, Balder, su antiguo señor, el más joven de los Odinson, no quiere perder de vista ni por un instante a «su amado señor esposo» antes de que este se vaya de viaje.

Es así como, Balder, logra ver lo que ocurre afuera.

Logra ver a Býleistr distrayéndose de pronto y desviando la mirada, ve el cambio drástico en sus ojos y, cómo, el usual hielo verdoso de aguas profundas de su mirada, violenta y tormentosa, se trasforma y da paso a una expresión más liviana, maquillada de cierta tolerancia y cierta indulgencia.

Y puede observar los pasos de su «amado esposo» dirigiéndose hacia alguien.

Un «alguien» que, con su frágil y enferma presencia, parece inspirar cierta calma en Býleistr.

Balder da un par de pasos dentro del recibidor, el mayordomo sujeta la puerta aún más para él, y él busca y casi ya adivina al causante de tal cambio en su esposo.

Ahí está Loki.

Silencioso, frágil y débil, mirando a Býleistr con cierta prudente distancia.

El Alfa estira una de sus manos, la acerca a él y le da una caricia en el sedoso cabello negro, acomodándoselo detrás de la oreja. Se acerca aún más y le da un beso suave, muy, muy suave, sobre la mejilla, anunciando que se irá de viaje y volverá pronto.

Balder gira el rostro ante la escena. Le da asco.

Se aleja de la puerta, y el mayordomo finalmente la cierra y la asegura.

Para cuando los autos, de su esposo y sus guardaespaldas, se han ido y han atravesado ya las rejas de la Mansión, Balder olvida todo mal sabor, todo pesar y todo miedo.

Olvida las palabras de Tony, olvida el sabor del cigarrillo, olvida el suspiro que nació en sus labios al sentir la nariz de su esposo en su cuello. Olvida a Loki.

Tan solo ríe y juega.

Sube en una carrera junto a sus hijos por las escaleras, como si fuera uno de ellos, un niño más.

Porque casi lo es.

Demasiado joven y demasiado pequeño.

Lastimado, controlado, vestido, desvestido, adornado y exhibido. Hambriento de calor, ternura y libertad.

Los sirvientes lo observan encantados, felices de escuchar ruido en la casa, de verlo jugar por aquí y por allá, como cuando vivía a salvo con ellos en esa inmensidad. Dando luz, color y brillo con solo ser y estar.

Hay mucha oscuridad alrededor, la inocencia de sus «pequeños angelitos» es para todos como un respiro, como una gran paz, como vacaciones.

Loki los observa de lejos, los espía.

Quiere estar con ellos.

Pero Balder le teme. Ha sabido, por Chris y el doctor Banner, que no es estable.

Un atisbo de paternidad y responsabilidad le impide dejar que interactúe con los pequeños, así que le avisa al mayordomo que él y sus hijos estarán en el cuarto de entretenimiento, viendo películas y documentales, solos, durante todo lo que resta de la tarde. Que almorzarán allí y que su instructor puede tomarse el día.

—¿Qué dirá papá cuando vuelva? —pregunta uno de los niños.

—Le diremos que enfermaste… —resuelve el otro, el más afable, el que se parece a Balder—. Él te quiere más a ti, y no querrá que el profesor te esté molestando si no te sientes bien.

—Me culpará si te enfermas… —razona Balder, dándole un beso en la frente al primer pequeño, y terminando de cambiarle la ropa—. Diremos… que corriste y tropezaste.

Los tres concuerdan, asienten y ríen.

Chocan puños, «dan cinco», hacen un juramento extraño, «por la pizza y el helado», o algo así, y sellan el convenio.

Por su parte, el espía, Loki, oculto en el pasillo y fuera de sus vistas, incapaz de interrumpirlos, se gira y se aleja.

Quiere que su hijo crezca.

Que le entienda.

Que lo acompañe, lo anime, lo reviva y lo arregle de pies a cabeza.

Quiere, desesperada y terriblemente, tener un poco de lo que Balder tiene.

 

 

 

Chapter 5: Capítulo 4

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«Había una pequeña gota de locura en mi vida, una pequeña gota de maldad en mí».

«A tu lado, esas gotas parecían disolverse, sí».

«Pero, en realidad, a tu lado, solo me consumían».


 

«Cuando pienso en el pasado, no sé decir si fui feliz o no».

«Quería recordarlo todo, sobre mí y sobre los que me rodeaban, pero he llegado a un patético punto en el que ya no quiero saber nada».

«Si fuera por mí, lo dejaría todo así, tal como está».

«No indagaría nada más. Nada en lo absoluto».

«Evitaría por completo los susurros de las bellas paredes finamente tapizadas con soledad, abandono y melancolía. Evitaría los recuerdos de aquella “otra vida”, esa que estuvo tan llena de suspiros, silencios, temores y errores, perfumados todos con nostalgia, confusión y neblina».

«Cerraría los ojos a la realidad del pasado, y viviría este extraño y nuevo presente con tanto, tanto, tanto cuidado».

«Lo atesoraría».

«Lo adoraría, protegería y veneraría, justo como a una invaluable, radiante y espléndida nueva oportunidad».

«Si fuera por mí…».

«Si tan solo dependiera, única y exclusivamente, de mí».

«Pero, claro, eso no está entre mis manos».

«Y es que, para bien o para mal, todos a mi alrededor esperan que recuerde, esperan que “Loki” vuelva. Y, si pienso en ello, termino dándome cuenta de que, efectivamente, esta vida no es mía».

«Quizá nunca lo fue… y quizá nunca lo será…».

«Hace poco, la policía estuvo aquí para intentar confirmarlo. Buscaron por toda la casa durante horas sin encontrar lo que buscaban. Ahora, le han encomendado su ayuda al doctor Banner para que, específicamente, me ayude a recordar aquel objeto».

 

—Muy bien, Loki, esto será sencillo, lo prometo… —afirma el doctor, sentado frente a él y con una tenue sonrisa.

Ambos están en la sala de las sesiones de Loki y, a su alrededor, no solo están la cámara y el micrófono escondidos de Chris, sino también una pequeña grabadora que los oficiales de la policía le han entregado a Banner para que documente la existencia del objeto que buscan.

—Jugaremos un juego muy divertido, ¿está bien? —pregunta Banner, señalando ciertos objetos acomodados sobre la rectangular mesita entre los sillones de ambos—. Yo te mostraré uno de estos, cualquiera, y tú me dirás lo que pienses sobre ellos. Todo lo que pienses. Todo lo que pase por tu cabeza, coherente o no, me lo dirás, ¿entendido?

Loki se gira un poco, claramente desinteresado, no quiere hacer esto en lo absoluto.

—Vamos, Loki, no estás cooperando. Será divertido, lo prometo.

Loki suspira, tampoco es como si quisiera hacerle la vida y el trabajo imposibles al doctor, así que, regresa su vista a los objetos sobre la mesita.

—Entonces, doctor… —susurra—. También le mostraré algunos objetos, y usted me dirá lo que pase por su mente sobre ellos, ¿está bien con eso?, el juego solo será divertido si ambos lo jugamos, ¿no cree?

Banner asiente, aunque no parece contento ni convencido.

—Pues sí, será divertido así… —murmura—. Pero, dirás tus preguntas solo cuando yo haya terminado las mías… —aclara, para después empezar a revisar los objetos y decidirse por uno, el cual alza y enseña a Loki—. Bien, aquí está el primer objeto… este de aquí, ¿puedes decirme qué es?

Loki lo mira fijamente. Es un pequeño auto rojo de juguete.

—Un auto.

—¿En qué piensas cuando lo ves?

—En el convertible rojo de Thor, mi esposo… —asegura Loki, observando la pequeña grabadora de la policía—. «Mi amado y único esposo, Thor Odinson».

Banner lo mira por unos segundos con absoluta seriedad.

—Eso es nuevo… —menciona, observando también el auto rojo—. No me habías dicho que recordaras a esa persona. Pronunciaste su nombre, claro, pero nunca dijiste que lo recordaras.

—Es el auto en el que Thor me desnudaba, me humedecía, y me hacía el amor… —añade Loki, dejando que Banner se pierda un poco en el aleteo de sus delicadas pestañas, dejándolo beberse el color fértil de sus ojos, y, solo cuando lo ve bajar un poco más la mirada, como dirigiéndose a sus labios, rompe el hechizo y prosigue—. Apenas estábamos recién comprometidos en aquel entonces, pero él solía ir a verme a la Mansión Laufeyson, me daba un paseo en el convertible, y luego me hacía el amor en el auto. Yo se lo pedía, eso me encantaba, realmente lo amaba. Amaba tanto… «abrirme», «deshacerme» y «derretirme», para él, para su sediento, imponente y magnífico placer… —susurra, y una pequeña sonrisa llena de satisfacción nace en sus labios al notar la incomodidad del doctor—. Amaba a mi esposo... —le afirma—. Aún amo a mi esposo.

 

«Thor».

«Mi amor».

«El único hombre al que he amado de verdad».

 

¿Está bien creer tan ciegamente en ese recuerdo?

Loki no lo sabe a ciencia cierta, pero ver la notoria molestia en Banner es algo que no se perderá por nada del mundo.

—Bien… de acuerdo… —murmura el doctor, arreglándose los lentes, aclarando su garganta y sonriendo un poco, cortando el ambiente y zanjando el tema, para luego dejar el auto de juguete en su lugar—. Veamos… qué tal este de aquí… —dice, alzando un nuevo objeto entre sus dedos.

Es un pequeño y esponjoso osito de peluche, uno que ahora Loki observa con una expresión verdaderamente fría e indescifrable.

—¿Puedes decirme qué es? —pregunta Banner—. ¿En qué piensas cuando lo ves?

Loki no le contesta, se queda en silencio, desvía la mirada, la baja, la levanta hacia la ventana, se acomoda en el respaldo del sillón. Lo evita por completo.

—Vamos, Loki, lo estabas haciendo tan bien.

—Es suficiente, no quiero seguir… —asegura Loki, poniéndose de pie y dispuesto a irse.

—Tu hijo, eso es lo que significa… —afirma el doctor—. Esto representa a tu hijo… —repite, «ayudándole» a recordar—. Escuché que aún no te llevas bien con él, ¿verdad?, es una verdadera lástima.

Loki solo lo mira durante unos segundos, tratando de hallar crueldad, burla, oscuridad o malicia en sus palabras, para después volverse a sentar negándose a huir de allí.

—Lo es… —confirma—. No me llevo bien con ese niño, y lo único en lo que pienso cuando veo ese oso es… nada. Nada de nada.

—Pero no quisiste hablar de ello, ¿por qué?

—No lo sé, quizá no le veo sentido alguno, no lo sé. Es solo que… siento que duele… —susurra Loki, para luego apoyar bien la espalda sobre el sillón, cerrar el tema y cambiarlo—. No importa, ¿siguiente?

Banner deja el osito junto a los demás objetos y se pone a elegir otro.

—Bien, ¿puedes decirme qué es esto? —le pregunta, alzando el objeto para que Loki lo vea bien—. ¿En qué piensas cuando lo ves?

—Una libreta… —menciona Loki, sin entender bien—. Usé algunas en algún momento de mi vida, supongo.

—Sí, es una libreta… —concuerda Banner, hojeando un poco a la susodicha—. Pero, esta es muy especial. Es una en la que nadie te dice qué escribir, una que solo tú eliges con qué llenar. Y, mira, qué interesante, lo que se escribe aquí es similar a la regla de nuestras sesiones. Sin mentiras, sin cortinas… —enumera, mirándolo fijamente—. ¿Tuviste una así?

—No lo sé, quizá… supongo que sí… es normal… —dice Loki, observando la libreta sin mucho interés.

—Cierra los ojos… —sugiere Banner, y Loki lo observa con desconfianza, pero finalmente le hace caso—. Ahora, imagina esta libreta con todas las descripciones que yo te he dado, ¿la estás viendo?

—Sí…

—¿De qué color es?

Loki se queda en silencio.

—¿Es pequeña?, o quizá, ¿un poco más grande?

—No, es… es pequeña… —dice Loki, con los ojos bien cerrados, viendo una libreta en su mente, pero la que ve no es la misma que Banner sostiene entre sus manos—. Es de color oscuro, como el café tostado.

—¿Dónde la ves?

—Sobre el tocador… —murmura Loki, viendo en su mente a la libreta abierta en el tocador de su habitación, pero, en segundos, y muy lentamente, la libreta solo se desvanece—. No… ya no está.

—¿Se cayó?, ¿se perdió?, ¿la tiraste?, ¿la botaste?, ¿la quemaste?

—No.

—¿Alguien la tomó?

—No... —repite Loki—. Solo… ya no está. Estaba allí y, sencillamente, ya no está.

De pronto, Loki ve la libreta de nuevo en su mente.

La ve sobre la cama de una habitación desconocida y, junto a ella, la oscura y borrosa silueta de una persona.

—Ya no está… —asegura Loki, abriendo los ojos y mirándolo fijamente.

—Bueno, bueno, de acuerdo… —dice Banner, suspirando derrotado—. Terminamos por hoy, ¿sí?, puedes irte a descansar.

Loki se pone de pie rápidamente al escucharlo, se acerca hacia uno de los muchos floreros de la sala, retira todas las flores y las coloca en otro, quedándose tan solo con el cristal lleno de agua y con una hermosa rosa blanca.

Banner no sabe lo que está intentando hacer, está visiblemente confundido y duda un poco cuando lo ve acercarse con esos dos objetos, depositándolos en la mesita central entre sus sillones, para luego tomar al oso de peluche y el pequeño auto rojo.

—¿Qué haces, Loki? —cuestiona el doctor, al fin.

Loki tan solo lo mira por unos segundos, aún está de pie y se asegura de tener su absoluta atención, entonces Banner pasa su vista de él a los objetos, y Loki aprovecha para acomodar el oso de peluche muy cuidadosamente, recostándolo y colocándole encima la perfumada rosa blanca.

—Un pequeño oso de peluche, con una rosa de funeral sobre el… —le explica, y el doctor lo mira sin poder creer lo que acaba de escuchar, pero Loki no le da tiempo para procesarlo, deja caer el pequeño auto rojo en el florero transparente y mientras este se hunde, añade—. Un auto, el convertible de Thor, hundiéndose en el fondo del agua.

Banner observa todo ese caos en silencio.

—¿Puedes decirme qué es lo que piensas cuando ves esto, Bruce? —le pregunta Loki, sentándose de nuevo en su sillón y esperándolo.

El doctor no le responde, luce agotado, se quita los lentes, se frota un poco el puente de la nariz, respira profundamente, y apaga la grabadora de la policía.

 

 

 

Chapter 6: Capítulo 5

Notes:

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Chapter Text

 


«Tú provocaste en mí todo este lío».

«Aquel lío engañoso, confuso y fraudulento, en el que me convertí».

«Éramos tal para cual».

«Ambos nos moldeamos… de formas inimaginables».


 

—¿Y bien, doctor? —pregunta Loki, mirándolo fijamente y señalando con un dedo los objetos acomodados frente a él.

—Espera… —pide Banner, alzando un poco las manos y con la voz extremadamente controlada—. Solo espera un segundo, ¿sí?, tú no estás bien, Loki, ¿de acuerdo?, estás… —dice, buscando palabras que puedan suavizar lo que trata de explicar, pero no las encuentra—. Y no me siento… no me siento cómodo, ni seguro, haciendo esto, esto que es tan peligroso, sin que tengas a alguien, un Alfa, un muro de contención, una red de apoyo, tu esposo, Chris, a tu lado… —afirma—. ¿Está bien?, por qué no… por qué no tratas tú de explicarme qué es para ti todo esto que armaste, porque te juro que yo no lo entiendo.

—El oso, el juguete de mi hijo… no… «mi hijo», con una rosa blanca de funeral sobre él… —dice Loki, explicándole cuidadosamente lo que armó—. Pero, «mi hijo» está aquí justo ahora, en la Mansión, ¿verdad?, vivo, sano, a salvo… bien… —murmura, mirándolo con sus preciosos ojos llenos de sincera confusión—. Y luego, «esto», el auto rojo. El convertible que no está por ningún lado y del que ya nadie volvió a saber nada nunca más. Ese auto era de mi esposo, Thor, ¿por qué no está aquí?, ¿y por qué está hundiéndose en el agua?, ¿qué significa?, ¿hubo un accidente?, ¿qué pasó?, ¿cómo ocurrió?

—De acuerdo, de acuerdo, tranquilo. Todo está bien, primero calmémonos, ¿sí?, creo que ya hemos terminado por aquí… —afirma Banner, poniéndose de pie lentamente y dispuesto a irse de ahí—. Está bastante claro que necesitas descansar, esto… bueno, solo… «todo esto», creo que ha sido demasiado para ti por hoy, ¿no?, entonces, por el momento, te recomiendo no aferrarte a ninguna idea o recuerdo, o a tu muy fértil e influenciable imaginación. La que, por cierto, evidentemente está jugándote malas y pesadas bromas.

—Un trato es un trato... —decreta Loki, observándolo fijamente —. Respondí una de tres, ahora tú responderás al menos una de cuatro.

Banner observa los cuatro objetos acomodados sobre la mesa, dudando y claramente reacio a regalarle más de su tiempo o contestarle siquiera.

—No olvides las reglas de nuestras sesiones… —menciona Loki, sintiendo ya la desesperación respirándole en la nuca—. Bruce, por favor. Sin mentiras… sin cortinas… por favor…

Banner le da una fugaz y fingida sonrisa, una meramente cordial.

—Bueno… una de cuatro, pero yo escogeré… —acepta, observando con atención los objetos de la mesita y deteniendo sus ojos en la rosa blanca—. Te contaré un cuento… —susurra, mientras sostiene la rosa entre sus dedos—. Existió una vez un precioso y altamente refinado Omega de muy buena estirpe, él estaba profundamente unido a un Alfa igual de brillante e inalcanzable, ¿sabes?, pero, de pronto, el perfecto e invaluable Omega empezó a sentirse solo en su lujosa Mansión hermosa, así que, un buen día, logró encontrar algo con lo que distraerse y pasar el rato, algo de… «compañía y consuelo». Y bueno, todo iba relativamente bien… hasta que empezó a ir… relativamente mal…

Loki parpadea varias veces, trata de seguirle el ritmo, pero no lo entiende del todo.

—El Omega enloqueció del asco al enterarse que tendría un terrible, deleznable e indigno «producto» del que era su «pasatiempo», su «fugaz capricho», lógica y naturalmente, era una abominación… —proclama Banner—. Es decir, tendría un cachorro ilegítimo, una «molestia», una «cosa», completamente inmoral, algo que, definitivamente, no existía en su vocabulario, ni en su mundo. Ese tipo de «incomodidades», ese tipo de «accidentes», no eran parte de su dorado y pulcro círculo social… así que, sencillamente, no podía permitírselo… —declara el doctor, depositando muy suavemente la rosa blanca en las confundidas manos de Loki—. Precioso descendiente de la temible familia Laufeyson, e impecable consorte de la poderosa familia Odinson, exquisito, encantador e inmaculado Loki. Hay una rosa en tus manos justo ahora, una perfumada y bella rosa, muy similar a las que alguna vez dejaste sobre la «tumba» de aquel vil «producto» cuya vulgar existencia finalizaste, voluntaria y conscientemente, tan veloz y tan eficiente, por tus propios medios y con tus propias manos.

Loki se queda en total y completo silencio al escucharlo, ya sin fuerzas y ya sin ganas de preguntar absolutamente nada más.

Baja un poco la mirada, tan solo un poco, y se encuentra con la delicada rosa de tersos pétalos descansando sobre sus rodillas, entre sus manos.

El verde tallo le quema de inmediato.

Le quema el alma, el corazón y la mente, así que la suelta, casi la arroja, dejándola caer sobre la alfombra.

Banner deja de prestarle atención, sale de la habitación al fin y cierra la puerta tras él, dejándolo solo, enfermo, mareado y con náuseas.

 

«Te dije mil veces que no llamaras a este número».

«Perdóname, amor. Por favor… yo…».

«Estoy con mi esposo».

«Lo sé, lo siento, perdóname por llamar así. Es solo que… no sé, necesitaba escucharte».

«No llames otra vez».

«¡No, Loki, no!, ¡amor!, ¡solo un segundo, por dios!».

 

Loki cierra los ojos con fuerza, se niega a ver o a escuchar lo que sea que su mente le empiece a mostrar, pero ya le es imposible evitarlo. La compuerta de ese recuerdo acaba de ser abierta y sus imágenes y sonidos inundan la habitación como una catástrofe.

De pronto, empieza a ver a su alrededor lo que parece ser una gran fiesta, una reunión de personas visiblemente adineradas y refinadas.

En medio de todos, está él mismo, de pie, sublime, casi místico y hermoso, junto a Thor, su radiante esposo.

Ambos sonríen alegremente, conversan con un grupo de personas, saludan a otras y beben muy suavemente de sus dulces copas.

Dos segundos después, Loki, el perfecto Loki de los recuerdos, se aparta de todos y se retira con calma hacia la privacidad del balcón. Saca del bolsillo de su traje un celular, el cual parecía estar vibrando desde hace ya un buen rato, observa en la pantalla el número que se sabe de memoria, y cuelga inmediatamente la llamada.

Está a punto de regresar junto a Thor, cuando el celular empieza a vibrar nuevamente.

—¿Qué quieres? —le pregunta aquel Loki a la persona que está del otro lado de la línea, contestándole al fin con la voz muy baja y algo enfadada.

 

[Lamento llamar tan tarde, es solo que… quería… quería tanto verte, oírte y besarte… quiero amarte…]

[Siento que muero, Loki, por favor, solo… solo déjame verte hoy, ¿sí?]

[Solo hoy…]

 

—Te dije mil veces que no llamaras a este número… —murmura Loki, observando a su alrededor para asegurarse de que no haya nadie cerca, pero, al girar, sus ojos se encuentran inmediatamente con la mirada azul de Thor, quien está parado justo detrás de él.

 

[Perdóname, amor. Por favor… yo… solo…]

 

Dice el hombre de la llamada, y su voz, algo tambaleante, lo traiciona, revelando que no solo está ebrio, sino que también está llorando.

—Estoy con mi esposo… —afirma Loki, con la voz y la expresión completamente serias, analizando fijamente las reacciones y los ojos de Thor.

 

[Lo sé, lo siento, perdóname por llamar así]

[Es solo que… no sé, necesitaba escucharte, escuchar tu voz, tu respiración…]

 

—No llames otra vez… —susurra Loki, justo antes de entregarle el celular, aún encendido y aún en llamada, a Thor.

 

[¡No, Loki, no!]

[¡Amor!]

[¡Mi amor!]

[¡No, no, no!]

[Espera un segundo, ¿sí?]

[¡Solo un segundo, por dios!]

[¡Por favor, Loki!]

 

El hombre de la llamada gruñe angustiado, completamente desesperado y en total descontrol, está perdido, claramente dolido y aterrado.

Thor tan solo cuelga la llamada muy lentamente, y apaga el celular antes de guardarlo en su propio bolsillo.

El Loki del recuerdo observa a Thor por unos segundos, en silencio y muy quieto, hasta que este se hace a un lado, permitiéndole pasar, y Loki se arregla el traje, arma una sonrisa sutil y perfectamente cortés, y regresa al salón con los invitados.

Todo acaba ahí.

Y nuestro Loki, el frágil, astillado y roto, reacciona al fin.

Pestañea varias veces, tratando de espabilar y, al lograrlo, se encuentra sentado, casi desvanecido, sobre el piso, sobre la bella y costosa alfombra de la sala de sesiones.

Su cuerpo se levanta con cuidado, buscando apoyo en el posabrazos del sillón junto a él. Su mente aún no parece coordinar o tan siquiera poder ordenar conscientemente movimientos, pensamientos o decisiones, y sus pasos, débiles, agotados y desorientados, se guían solos fuera de la sala, dirigiéndose hacia las habitaciones de su esposo.

Sabe que no lo encontrará ahí, pues se ha ido junto a ese hombre frívolo, Býleistr Laufeyson, el que dice ser su primo.

Así que, ingresa a la habitación, silencioso y algo tímido al principio, intentando reconocerla, analizarla y recordarla, pero está tan cansado, tan enfermo, y tan necesitado de calor y descanso, que ignora y olvida todo lo demás.

Junta todas sus fuerzas y todas sus voluntades, guía sus pies hacia la cama, mueve las finas mantas, se acuesta, y se envuelve, cómoda y plácidamente, entre ellas. Unos segundos después, casi sin darse cuenta, el sueño y el cansancio le vencen, y sus ojos terminan de cerrarse por completo.

Es así como, Chris Odinson, el que es ahora su esposo y es el flamante nuevo Alfa de la Mansión, lo encuentra. Envuelto, a salvo, confiado y profundamente dormido.

Banner le informó sobre lo ocurrido en la última sesión, y él mismo pudo ver el video mientras volvía de su viaje. Sabe que Loki debe estar cansado, sospecha que ha de estar confundido, y no quiere importunarlo, alterarlo o enfermarlo aún más, pero es solo un hombre, uno de carne y hueso, y le es casi imposible resistir la tentación de acercarse hacia la cama, al «lugar seguro» que Loki ha escogido para bajar al fin la guardia y resguardarse del caótico, cruel y decadente mundo.

Se sienta junto a él, lo observa, silencioso, hechizado, y durante muchísimo tiempo, grabando, amando y evocando en su memoria cada preciosa pestaña oscura, cada respiración, cada detalle de su bella boca, y cada milímetro de sus pálidos pómulos.

Loki, tan hermoso y tan fuera de este mundo, con esa belleza antigua, oscura, que desborda clase, porte y elegancia, está allí, acostado, tan ingenuo y tan vulnerable, justo sobre su cama. Parece un sueño, irreal e intangible, como magia, como un encantamiento, vaporoso y etéreo.

Chris no puede evitarlo, estira sus dedos, inconsciente e incapaz de seguir conteniéndolos, y acaricia aquel oscuro y sedoso cabello negro que Loki ostenta con tanta gracia y tanto cuidado, y se deja llevar aún más, depositando sobre uno de sus pómulos un muy suave, largo y tierno beso.

Loki se remueve al sentirlo, arruga un poco el ceño, y sus bonitos ojos de selva oscura, profunda y salvaje, intentan abrirse.

—Perdóname… —murmura, aún más allá de la realidad y a medio dormir—. Maté a tu hermano… perdóname… —pide, sin enfocarlo en lo absoluto—. Maté a su hijo… perdóname…

Chris se paraliza al oírlo.

Su expresión, antes hipnotizada y seducida, ha cambiado, ahora está completamente sorprendido y con los ojos muy abiertos, intentando entender y descifrar cada una de las sílabas pronunciadas por el adormilado Loki sobre su cama.

Una vez entendido todo, y casi una eternidad después, logra reaccionar, jala a Loki hacia sus brazos y lo envuelve muy fuertemente en ellos.

—No te preocupes… —le asegura—. No te preocupes, amor… yo no voy a dejar que nadie lo sepa jamás. Nadie va a enterarse y nadie va a apartarte de mi lado. Nadie. Nunca. Ni siquiera tú. No lo permitiré.

Loki termina de despertar al escuchar el sonido claro de su voz y sentir la fuerza con la que lo estruja, casi lastimándolo, casi enjaulándolo y asfixiándolo.

Su mente trata de atar cabos lo más rápido que puede, pero se halla en una habitación irreconocible, envuelto en los protectores y fuertes brazos del hombre que dice ser su actual esposo, y la sensación general, tan abrupta y confusa, le causa cierto tipo de rechazo, desconfianza y duda, así que, sus manos cobran vida propia y lo empujan, apenas un poco y muy débilmente, pero logrando crear cierto espacio entre ambos, al menos el suficiente como para poder elevar el rostro y mirarlo.

Grave error.

Loki enmudece al verlo.

El mundo se desvanece como espuma a su alrededor.

Justo frente a él, tan cerca y tan al alcance, se encuentran los ojos más hermosos del mundo entero y la mirada más profunda del universo.

Al verlos, todas las preguntas, todas las respuestas, todas las verdades y miedos, se disipan y se evaporan en la punta de su lengua y sus dedos.

Es inevitable.

Loki se pierde frente a esos ojos azules y bellos, tan bonitos y perfectos. Tan familiares, tan íntimos, tan hechos de agua fresca e inmenso cielo, despejado, puro y eterno.

Y una sola, gran, y urgente pregunta, invade con verdadera desesperación su alma y su cuerpo.

—¿Quién eres?, ¿quién eres, y por qué me miras así?

Entonces, Chris, el hombre que dice ser su esposo, se aproxima aún más a él, se aproxima a sus labios.

Sus ojos azules aún lo observan con tantos mundos, cielos y constelaciones brillando en ellos, tantos, que Loki es incapaz de despegarle la vista, y ni siquiera hace el intento.

—Si no puedes descifrarlo… —susurra el hombre, aprovechando su quietud y confusión para acariciar, apenas rozar, su boca con la suya—. Yo no puedo revelártelo…

Loki suspira al sentir el tacto de su piel, y cierra los ojos encantado, fascinado y embrujado.

No sabe si ese suspiro es provocado por la sensación natural de estar tan cerca de un hombre tan apuesto, tan bien formado y tan bellamente compuesto. O porque, la memoria de su cuerpo, lleva grabada, con amor y fuego, el recuerdo y el anhelo de la exacta cercanía del exacto hombre frente a él.

 

«Es Thor…».

 

Le susurran todas y cada una de sus células.

 

«¿Thor?».

«¡Thor!».

 

—¿Thor? —jadea Loki, con los ojos cerrados, acariciando el pecho ajeno, sintiéndolo, reconociéndolo, y envolviendo su cuello rápidamente, abrazándolo, estrujándolo, dispuesto a nunca dejarlo ir—. ¡Thor!, ¡Thor!, ¡mi amor!

El hombre que dice ser su esposo ríe y le sonríe al fin.

—Respuesta correcta... —le afirma.

—¡Mi amor!, ¡¿dónde estabas?!, ¡¿dónde?!, ¡Thor!, ¡mi Thor!, ¡mi amor!

Thor lo tumba sobre la cama y lo cubre con el peso de su propio cuerpo, pega sus labios a los suyos, devora su tierna boca con demasiado vigor y con una pasión casi carnívora, violenta y brutal. Trata de desvestir a Loki en el proceso, todo con demasiada prisa, como si llevara esperando este preciso instante durante toda una vida.

—¡Mi amor! —le asegura Loki, disfrutándolo al máximo, extrañándolo e idealizándolo tanto, con los ojos firmemente cerrados, quizá para conservar intacto el hechizo que esos ojos azules parecen haberle lanzado, quizá para mantener su propia disposición y entrega sin alteraciones, sin distracciones, interrogaciones o negaciones—. Rápido, amor. Rápido. No pares, cielo, ¡no pares!

Thor sonríe, posándose sobre él por completo y restregándose contra su cuerpo, mostrándole lo que pronto será solo para él.

Loki se deshace entre sus brazos.

Sumisa y obedientemente se derrite y se abre para Thor, se hace de ambrosía y miel únicamente para él.

Jadea para él.

Lo rasguña, lo aprieta y lo muerde cuidadosamente. Vibra entre sus brazos y bajo su cuerpo.

Lo seduce.

Con todos sus instintos, placeres y deseos, lo hechiza. Lo somete y esclaviza a su lujuria, la apresa, como queriendo devorarla, se hace estrecho para su placer.

Lo succiona, absorbe y chupa con su humedad, tan bien y tan bonito, con tanta hambre y tanta codicia. Lo recibe ansioso, cada ondulación, cada fuerza, cada vaivén y cada embestida. Cobija su pasión goteante con tanta entrega, adora su carne, su amor duro, firme y palpitante. Se pega aún más a él, se frota y se fusiona a su lascivia.

Llora.

Por algún motivo extraño, poco concreto e inconsistente.

Ama tanto esto, se siente tan correcto, tan bueno, tan exquisito y tan fascinante.

Pero también lo odia.

Le teme.

Le duele.

No en el cuerpo.

No.

No en su humedad y no en su hermosa boca, ambas tan dulces, complacientes y delirantes.

Pero sí muy en el fondo.

Muy intangible.

Arriba, justo entre sus costillas, y aún más, en medio de su cráneo.

Y no lo entiende…

Completa y rotundamente, no lo entiende…

No lo entiende para nada.

 

«"Rompe mi corazón", dijiste».

«"Rómpeme", dijiste».

«Lo hice».

«¿Satisfecho?».

 

 

 

Notes:

* * * * * * * * * *
Nota del autor:

Hola~ 💕
Me complace informar que AL FIN pude completar la primera parte de esta historia, («Rómpeme»), la cual se desarrolla en el presente. A partir del próximo capítulo estaríamos entrando ya a lo que vendría siendo el pasado («Tómame», que también contiene cinco capítulos). Espero, ruego, deseo, anhelo, poder ser más rápida editando y compartiendo esa segunda parte 😭
Y gracias por leer~ 💕💕💕

Pd: La historia «El asesino» contiene tres partes en total: «Rómpeme» (presente), «Tómame» (pasado), y «Mátame» (presente-pasado). Las tres partes están compuestas por cinco capítulos cada una, luego vienen dos «pequeños» capítulos extras, y un epílogo en medio de ellos 😶
* * * * * * * * * *

Chapter 7: Capítulo 6

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

 


«Nunca había anhelado algo en mi vida».

«Nunca tuve deseos o sentimientos especialmente intensos o dulces».

«Pero, entonces, te vi… y vi el sol…».

«Lo vi por primera vez».


 

Cuando el joven Loki Laufeyson conoció a Thor, el fuerte heredero Alfa de la poderosa familia Odinson, lo primero que pensó fue que era el ser más deslumbrante que había visto en toda su vida.

Desde el primer instante, desde el primer vistazo, «Thor Odinson» era todo lo que estaba bien en este mundo, era todo lo que se esperaba de él. Un Alfa espléndido, el príncipe de un cuento, como sacado de un maravilloso sueño. Heredero ideal, joven impecable, sonriente, encantador y correcto, justo como la sublime conjunción de perfectos detalles, todos perfectamente perfectos, combinados armoniosamente en una perfecta perfección.

Los presentaron en una fiesta, una a la que los primos de Loki habían sido invitados, y a la que Loki había sido obligatoriamente arrastrado.

Toda la gente a su alrededor era completamente extraña para él, totalmente desconocidos. Quizá los había visto o hablado con ellos alguna lejana vez, pero Loki nunca los recordaba, ni les prestaba la suficiente atención.

Le gustaba sentirse así, ajeno a todos.

Esa sensación le daba cierta falsa libertad y cierto falso respiro, cierta ilusión brumosa de estar a salvo, en paz, intangible e invisible.

 

«Loki…».

«Loki, Loki, Loki…».

«Eres tan hermoso».

«Tanto…».

«No puedes tener un solo dueño».

 

Esas palabras resonaron en su cabeza aquella noche mientras, dócilmente, permitía que un conocido de sus primos buscara placer entre sus piernas, escuchando sus roncos jadeos y susurros lascivos sobre lo dulce y excitante que era, lo bello que era, y las fútiles promesas de siempre, autos, departamentos, yates, regalos frívolos que, realmente, Loki ya ni siquiera buscaba.

Cuando era joven, mucho, se había «enamorado» de un chico de su escuela, eran adolescentes, llenos de hormonas y excitados casi en todo momento. Un día, su primo, Býleistr, los vio mientras se besaban, se llevó a Loki y le dijo algo que este siempre iba a recordar.

—¿Crees que mi madre te acogió solo porque sí? —le preguntó, casi zarandeándolo y estrujando su brazo entre sus dedos—. Haznos un favor, Loki, la próxima vez que te pongan las manos encima, que sea a cambio de algo. No te vendas barato.

 

«No».

«No, no, no, no, no».

«Nunca… te vendas… barato…».

 

Su tarifa siempre era previamente acordada por sus primos, aunque, decir «primos» era decir demasiado, ya que, era sobre todo Býleistr el más pendiente e interesado en él, o en las «cosas», los «beneficios», las «ganancias, utilidades y privilegios», que Loki podía darles con solo tenderse y abrirse mansamente para las personas correctas.

A Loki no le molestaba, claro.

Las comodidades que tenía le gustaban, dar a cambio de ellas algo que ya no consideraba suyo y que, ciertamente, ya estaba usado, manchado y condenado, le parecía sumamente sencillo, simple, rutinario e insignificante.

Porque, sí.

Loki ya estaba condenado desde que tenía memoria.

Aquella vez, aquella lejana y molesta vez, había sido a cambio de una moneda falsa, hecha de plástico. Había sido repugnante, abominable, y monstruoso.

Hoy…

Hoy no importaba.

Hoy era a cambio de acciones, bonos, dinero en efectivo, ascensos, viajes y todas las cosas que el dinero podía comprar, y el dinero podía comprarlo todo, sobre todo el amor y el odio.

Sin embargo, sí había una sola cosa que el dinero no podía ni siquiera osar tocar, ya que, cuando lo hacía, esta se iba desvaneciendo, deshaciendo, escurriéndose como agua de entre los dedos.

Era la pureza.

La pureza que tienen los niños que no saben del mundo y que no saben de la vida, que no saben lo que es el dinero y que aún no lo entienden.

«Pureza, inocencia y desconocimiento» que, Loki, ya no poseía desde hace muchísimo tiempo, desde la moneda falsa y la humillación y estupidez de haberla apretado contra su pecho, cuidándola entre sus pequeñas manos, como si valiera algo.

Como si el dolor y el asco de haber caminado, agotado, aturdido y lastimado, con el cuerpo pegajoso y ensangrentado, pero aún vivo, hubiera sido «algo» valioso, como si hubiera sido «dignamente» indemnizado.

Ahora, actualmente, esos pútridos recuerdos se esfumaban de sus pensamientos cuando estaba ocupado, cuando no tenía tiempo de pensar, sentir o soñar.

Sus primos ayudaban con eso.

Como ese día, el día en el que conoció al radiante, flamante y encantador «Thor Odinson».

Aquel día, Loki había bajado de la habitación después de hacerlo con la desesperada y ruda presa de turno, y había caminado despreocupadamente por el salón en medio de todas esas personas refinadas y sonrientes, preguntándose qué se sentiría ser uno de ellos.

Todos parecían ser especialmente felices, tan especialmente elegantes y educados. Tan recatados, tolerantes y agradables, como si no supieran lastimar, herir o humillar. Él quería ser parte de ese teatro, actuar en esa linda y bien organizada obra, estar dentro de esa burbuja dorada de protección, privilegio y calma.

Estaba cansado, adolorido, y quería darse un baño para dejar de oler a la colonia de cedro y cítrico de su anterior acompañante, quien seguía vistiéndose en la habitación. Vio un mesero acercándose, y le aceptó una copa de champagne, bebiéndosela sin respirar, notando, recién, que también estaba sediento. Pensaba todo eso mientras caminaba hacia la salida, pero, su primo, Helblindi, lo detuvo a medio camino.

—Creí haberte dicho que vinieras conmigo en cuanto terminaras… —recordó Helblindi, llevándolo del brazo hacia algún lugar entre la gente—. Býleistr está interesado en una nueva persona, cree que podrías agradarle. Te pareces a su esposo muerto, o algo así.

—Hoy no… —susurró Loki, tomando entre sus dedos otra copa de champagne de otro mesero, pero perdiéndola cuando Helblindi se la arrebata y la coloca de regreso sobre la bandeja—. Ahora estoy con alguien más, no me gusta estar con más de uno a la vez. Además, él es amable conmigo y con ustedes.

—¿Con cuántas personas te has acostado?

—¿Quién los cuenta? —se burló Loki, aunque su voz no ocultó su cansancio y molestia—. Yo no, definitivamente. No me importan.

—Bueno, mira dónde estamos. El apellido Laufeyson vuelve a abrirse paso entre esta gente estúpida gracias a esas… tus… «valiosas amistades», gracias a ti.

—Si ya estamos bien, ¿por qué debo seguir haciendo esto?

—Esta será la última vez, lo prometo… —aseguró Helblindi—. Bueno… no yo, claro. Es Býleistr quien lo promete… —aclaró, para luego bajar la voz, alzar una de sus manos y saludar a Býleistr frente a ellos—. Él dice que, si logras hacer algo con tu nuevo objetivo, este será el último.

Loki solo siguió caminando en silencio.

No le molestaba hacer lo que sea que le pidieran, mientras esté en sus capacidades cumplir con esas peticiones, no le importaba cuáles, o cuántas sean. Uno más, o uno menos, qué importancia tenía, ¿quién llevaba la cuenta de cuántas monedas valía o recibía?

Nadie, claro.

Mucho menos él.

¿Por qué molestarse?

¿Por qué negarse?

¿Por qué ahora?

No valía la pena.

Por otro lado, el nuevo interés de Býleistr, sí que valía todo el esfuerzo y toda la pena. La nueva presa escogida para Loki, la nueva víctima, era un poderoso y rudo Alfa, de avanzada edad, mucha. Viejo, exitoso y experimentado, viudo y orgulloso padre de tres hijos.

Dos de ellos, los mayores, gemelos idénticos, eran Alfas, hechos de oro y sol, dos firmes y sólidos especímenes de cabellos muy dorados, auras salvajes e indómitas, y miradas de perfecto zafiro.

El tercero, el menor de los tres, parecía hecho de delicada y fina porcelana, de contextura dócil, cabellos sedosos, y una mirada de agua hipnótica y profunda. Claramente, un Omega.

Y, por supuesto, muy visiblemente, los tres ostentaban a muchos metros de distancia el porte, el poder y la riqueza que sus urnas de oro les habían concedido por derecho desde su nacimiento.

—Loki… —habló Býleistr, mirándolo fijamente e invitándolo a sentarse a su lado—. Te perdí de vista por dos segundos y ya no estabas, ¿todo bien?, ¿quieres irte?

—No, no. Estoy perfecto, gracias. Algo cansado… es todo… —responde Loki, siguiéndole la corriente a su «sincera» preocupación y mirando al hombre que es su víctima, el cual está junto a Býleistr.

—Oh, yo entiendo eso perfectamente. Estas fiestas, en lugar de relajarme, también me dejan agotado… —menciona el hombre, dándole una suave sonrisa.

—Perdone, que descortés de mi parte… —murmura Býleistr—. Señor Odín, permítame presentarle a mi querido primo, Loki.

—Es un placer… —dice Loki, con una pequeña sonrisa y un leve asentimiento, de esos que ya está tan acostumbrado a dar, con la mirada abajo, para que sus oscuras pestañas ganen las batallas frente a él.

—El placer es mío, «querido Loki» —contesta el hombre, mirándolo de forma extraña.

Oh, sí. Loki se parece a su fallecido esposo, o Helblindi mencionó algo así.

—¿Vino solo, señor Odín?

—No, dioses, no. Mis hijos están por aquí… en algún lugar, siendo lo que todos los hijos son, jóvenes y testarudos… —bromea Odín—. Son tres y son difíciles de guiar, es imposible seguirles el ritmo.

—Siendo sinceros, yo tampoco puedo contra los jóvenes. Siempre me sobrepasan sus excesos y sus rabietas, no lo sé… siempre parecen tener más energía, pero también cierta cruda y terrible inexperiencia.

—Usted también es muy joven… —susurra Odín—. Y uno muy bello… puedo, quizá, preguntar… ¿qué edad tiene?

—Dieciséis… —responde Loki, pasando sus dedos por su sedoso cabello negro, ondulándolo un poco y sonriéndole—. Me temo que también soy caprichoso… inexperto… y cometo muchos excesos…

Ese día empezó todo.

Ese día, los «agradables» primos de Loki lograron sacarle a Odín una invitación al cumpleaños de su hijo menor, Balder.

—Será divertido, los chicos no tienen el tiempo para relacionarse con gente de su edad… —confesó Odín, observando a un grupo de personas acercándose—. Oh, mis muchachos… aquí vienen…

De pronto, lentamente, el mundo dejó de girar y el tiempo dejó de correr.

Loki miró, y su corazón se paralizó.

Fue una escena perfecta.

De esas que solo se narran en los libros románticos y en las novelas tiernas.

Las personas a su alrededor parecieron disolverse como espejismos hechos en cámara lenta, y los sonidos se hicieron murmullos confusos, ininteligibles, inentendibles, dispersos y lejanos.

Thor…

«El perfecto y radiante Thor», se les acercaba.

A paso lento y distraído, el joven Alfa se encaminaba hacia su padre junto a sus dos hermanos, escuchándolos bromear sobre alguna cosa, sonriendo al verlos reír, y palmeando ambas espaldas para apurarlos.

Loki bajó la vista al ver su sonrisa.

Era necesario, por su propio bien.

Moriría si no lo hacía.

Y es que, solo al apartar los ojos de él, su corazón recordó cómo latir y sus pulmones recordaron necesitar aire para sobrevivir.

Poco a poco, y con calma, el mundo volvió a girar otra vez, y despertaron la música, el color y la vida, y Loki también.

Sus ojos se elevaron una vez más, no por necesidad, no por imperiosa e irresistible urgencia, no.

Claro que no.

Definitivamente no.

Solo volvió a mirar, solo por curiosidad, y la imagen, la sensación, la experiencia… fue gloriosa… también esta vez.

Un hechizo infalible y altamente peligroso, terriblemente poderoso, fue conjurado solo para él.

Al verlo…

Al ver el color en su cabello, el color en sus ojos, la calidez en su sonrisa, Loki vio el mundo por primera vez.

Se sintió vivo.

Vibrante.

Latiente.

Todo por primera vez.

Y, cuando Thor estuvo lo suficientemente cerca, otro encantamiento intenso, fascinante e idílico, se hizo presente.

Su aroma.

El aroma de Thor, aquel joven Alfa, brillante y deslumbrante, de mirada amable y trato agradable, era una fragancia sublime que, muy eficiente y deliciosamente, desarmó por completo a Loki.

Le quitó todo el peso del cansancio y las manchas turbias de sus pecados.

Disipó, borró y evaporó las cicatrices de su malherida alma, y la envolvió con un sutil perfume con sabor a fruta fresca y exquisita, justo como ambrosía.

Thor se detuvo frente a ellos, todo a su alrededor recobró normalidad y movimiento habitual, y Loki sintió que había pasado una eternidad en aquella alucinación, cautivado y perdido en aquel éxtasis místico, completamente embelesado.

—Mis hijos… —habló Odín, presentándoselos a Loki con todo orgullo—. Mi heredero, Thor. Chris, y el niño de mis ojos, Balder… hijos, este es Loki Laufeyson, el jovencísimo primo del que tanto nos han hablado Býleistr y Helblindi.

Loki permanecía sentado, con las piernas cruzadas y una sonrisa cordial en los labios. Sus ojos enfocaron por un instante los de Thor y, al instante siguiente, sintió su mano siendo suavemente sostenida y elevada.

—Es un placer… —dijo Thor, mirándolo fijamente, dejando un beso sobre su piel y deleitándose con el perfume ahí—. Es mucho más bello de lo que esperaba… si me permite el atrevimiento.

Loki asiente.

—Lo permito… —le susurra—. Me gustan los halagos…

—Entonces… —murmura Thor, sin dejar de verlo, delineando su rostro con los ojos y perdiéndose en la forma de los sonrojados labios frente a él—. Debo decir que… es usted una criatura maravillosa, joven Laufeyson, un Omega precioso, casi mágico, verdaderamente hipnótico. Más, mucho más, que en las descripciones de Býleistr.

Loki ríe.

Le gusta.

Le encanta.

Su voz le encanta.

—Me temo que Býleistr no es muy bueno describiendo… —asegura, sintiendo sus latidos y los ajenos sincronizándose desbocados a través de la piel de sus manos.

—Concuerdo… —afirma Thor, sonriendo también—. Y lo comprendo, claro. Su magia encantadora, cautivadora… no existen palabras que puedan describirla o retratarla, aún no se han inventado.

Loki mantiene su sonrisa, se siente como un niño altamente premiado, completamente engalanado.

Thor enmudece extasiado ante él.

Loki es demasiado bello para los pobres, humanos e ilusos ojos mortales.

Su mirada de selva oscura y su fragancia pecaminosa de manzana madura embrujan los sentidos de Thor, los ponen de rodillas, a su servicio, embriagados, dominados y sometidos.

El brillo de su cabello nocturno y lo sedosas que parecen sus magníficas pestañas, lo desorientan y lo confunden, lo envuelven magnéticamente con cada segundo que pasa.

Thor no puede soltarle la mano.

Lo intenta, quizá, muy en el fondo y muy fugazmente, pero no es capaz.

No es tan fuerte.

Pero sí es valiente.

—¿Me concede esta pieza, joven Loki? —pide, antes de que su razón aterrice un poco y le recuerde notar a ambas familias a su alrededor—. Es decir, si Býleistr lo permite, claro.

Loki asiente sin dudarlo.

Por supuesto, está agotado y adolorido, pero, ¿cómo negarse?

Cómo no dejarse envolver y seducir por esa mirada azul y por esa sonrisa, o por esa voz de terciopelo que acaricia sus oídos y lo deja sensible a toda propuesta y todo elogio.

¿Cómo?

No.

No puede.

Es impensable.

No puede negarse.

—No va a molestarle… —garantiza Loki, dándole su consentimiento, aceptando su ayuda para ponerse de pie, y permitiendo que lo guie hacia el centro del salón.

Cuando ambos entran a la pista de baile, Loki siente la mano de Thor colocándose en su espalda con toda seguridad y confianza, acomodándolo y posicionándolo para iniciar.

Está tan cerca de él y mirándolo tan fijamente, tanto, que Loki baja la vista.

Sus pestañas dejan todo ataque y se transforman velozmente, de armas a escudos, para poder defenderse.

Thor da el primer paso, recordándole que está rodeado, con música, con gente, con el mundo girando natural e inconsciente, así que, Loki se concentra y escucha.

A decir verdad, nunca ha oído música como esa.

Nunca tan bella.

Nunca tan dulce.

Nunca tan exquisita, grata y placentera.

Thor le sonríe.

Le habla de las miradas curiosas que, según él, «enmudecen al ver un Omega con tanta gracia, porte y belleza». Le habla del nombre del salón y el de la familia que ostenta el hotel en el que se encuentran, comenta sobre el color de las cortinas, el traje de alguien, el nombre impronunciable del pianista, y el clima.

Loki lo oye silenciosamente.

Le pone tanta atención.

Le hace tanto caso.

Le sigue tanto la corriente y se adapta tanto a su ritmo, a sus movimientos, a su voz y a su tacto.

Thor ya evita verlo directamente.

Loki se beneficia de ese detalle, pues, sabe que, en el color de sus ojos y en la forma en que lo miran, Thor posee cierto aterrador poder y cierto aterrador control, así que solo puede relajarse y disfrutar cuando el joven Alfa deja de usarlos sin medida, a diestra y siniestra, tan indiscriminadamente, y tan en su contra.

No necesita esa magia extra rondando a su alrededor, no necesita ese hechizo sobre él.

Y es que, aun sin el cielo azul de Thor posándose directamente sobre la selva verde de Loki, este ya piensa que jamás ha bailado con nadie, y que esta es la primera vez.

Que, entre esos fuertes y hermosos brazos, todo de él, todos sus sentidos y todas sus cavilaciones, parecen querer despertar, latir y sentir, todo por sí mismos y todo por primera vez, como si nunca antes hubiera existido en este mundo algo llamado «Loki», no sin él. No sin algo llamado «Thor».

Junto a él, a su lado, envuelto, cobijado y atesorado entre sus brazos, Loki se siente capaz de todo.

Se siente perfecto y se siente vivo.

—Parece que pronto seremos familia… —menciona Thor, alcanzándole una copa de vino al finalizar la pieza.

—¿Disculpe?

¿Acaso sabía sobre las intenciones de Býleistr de hacer que seduzca a su padre?

—¿Podemos dejar de lado el «usted»? —pide Thor, mirándolo fijamente y viéndolo asentir—. Entonces, ya que estamos en confianza… —declara, acercándose un poco a Loki para hablarle con voz muy baja—. Diría que Býleistr le agrada mucho a mi padre y, también, que es posible que pronto se anuncie el compromiso entre Býleistr y mi hermano, Balder.

Loki se queda mudo y quieto.

Él no estaba enterado de eso.

Y, pensándolo bien, él no está enterado de absolutamente nada. De ningún plan, ningún proyecto o meta que sus primos hayan tenido o tengan. Él solo vivió, se movió y respiró, el día a día, con la «petición» de turno, sin enterarse de nada, sin que nada le interesara o preocupara.

—¿Qué edad tiene tu hermano? —le pregunta.

—Trece… —murmura Thor, claramente incómodo al respecto—. Aún no hemos celebrado su primer celo.

—Y su… su «relación» con Býleistr es…

—Acaban de conocerse.

Loki lo observa cuidadosamente, tratando de adivinar sus pensamientos, Thor le devuelve la mirada con exactamente la misma intención y la misma profundidad.

Ambos parecen atravesarse el uno al otro como lava que derrite lenta e inevitablemente el hielo, el espacio y el tiempo.

—Es posible… que tú… que tú y yo… que volvamos a vernos… en otra ocasión… —susurra Thor, ya sin poder controlar sus manos, dándole una suave caricia a uno de sus pómulos, bajando lentamente hasta su barbilla, acariciándola con todo el cuidado y toda la delicadeza que absolutamente nunca creyó tener para absolutamente nadie.

—¿Es una pregunta? —cuestiona Loki, apoyando inconscientemente su hermoso rostro en esa caricia, permitiendo y casi buscando su tacto—. O es… quizá… ¿una afirmación?

—Es una petición… —aclara Thor, embelesado y rendido ante su calidez y su dulzura—. Es posible que yo vaya a visitar a Býleistr, mi futuro cuñado, a la Mansión Laufeyson, si es que eso no es demasiado intrusivo, invasivo, e inoportuno… eso… ¿eso te gustaría?

Loki se ilumina.

Se emociona, encandilado, ilusionado y encantado, y asiente.

Thor, muy seducido y atontado, corresponde con su preciosa sonrisa dorada hecha de mil estrellas y constelaciones bellas, su afirmativa respuesta.

De pronto, Loki aparta un segundo la vista.

Býleistr está allí.

Su gélida mirada y su abrumadora e imponente presencia desconectan a Loki de toda fantasía y toda burbuja, lo obligan a controlarse y a dejar que esos dedos de caricias tiernas se aparten de su rostro, dejando de envolverse en ellos y dejando de buscarlos.

—Nos vamos… —anuncia Býleistr, para luego observar al joven heredero de Odín y despedirse de él con un asentimiento—. Thor…

—Býleistr… —responde Thor, asintiendo también.

Loki se aparta por completo.

No quiere derretirse de nuevo ante su voz y su calidez, así que lo esquiva, o ese era el plan, pues Thor lo detiene, toma su muñeca, impidiéndole cualquier intento de huida, y se lo lleva hacia la salida, todo, ante la atenta mirada de Býleistr, quien los observa alejarse.

—Perdona a mi hermano… —le pide alguien detrás de él—. Normalmente logra moderarse y no es tan impulsivo.

Býleistr se gira al oírlo.

A su lado, está su «probable futuro prometido», el menor de los Odinson. El pequeño e inofensivo Omega, un mimado y estúpido niño, cuyo nombre no recuerda.

—No hay nada qué perdonar… —decreta Býleistr. Se da la vuelta y se marcha de ahí.

Balder lo observa irse y exhala agobiado.

La sola idea de tener que casarse con un hombre como ese le da escalofríos y pesadillas.

Aun si necesitara elegir ya a algún pretendiente en este preciso instante y comprometerse de una buena vez… definitivamente, completa y rotundamente, jamás elegiría de entre los Alfas Laufeyson.

Demasiado viejos y amargados.

Demasiado fríos y demasiado extraños.

Odín, su amado padre, nunca lo aprobaría.

No estaban a su nivel, a su altura, además, se lo había prometido.

Cuando era más pequeño, Odín le había jurado que sería el propio Balder quien elegiría su futuro y a su pareja.

Que los dioses lo habían hecho así de bello y así de dulce para ser él quien elija, nunca para esperar ser elegido, y que, Odín, con todas sus influencias, estatus y poder, estaba allí, única y exclusivamente, para complacer todos sus caprichos. Que, seguramente, esa era su misión en la vida, su razón para existir, hacer al niño de sus ojos siempre muy, muy feliz.

Mientras tanto, ajeno a todos sus pensamientos, Thor se detiene en las escaleras fuera del hotel en el que se encuentran.

—No puedo quedarme… —le afirma Loki, intentando apartar los dedos alrededor de su muñeca—. Debo regresar y despedirme, Býleistr va a enfadarse.

—Sé lo que Býleistr está haciendo… —confiesa Thor, sin soltarlo y ajustando aún más sus dedos sobre él, empezando a lastimarlo—. Sé lo que ha estado haciendo desde que lo conocimos… sé que lo está logrando…

Loki baja la vista sin saber qué contestar.

—Mi padre está enfermo… —prosigue Thor—. Aún si llegaras a formalizar algo con él, no creo que logre tener contigo una descendencia que ate a Býleistr a la Petrolera de mi familia.

—Esa no… no es… le aseguro, joven Odinson, que esa no es la intención de mi primo, él… solo…

—Él quiere que te cases con mi padre y quiere casarse con Balder. Está queriendo blindar su ambición, astucia y codicia con papel y con sangre… —sentencia Thor, justo antes de acercársele para susurrarle muy cerca del oído—. Y también sé lo que ha estado haciendo contigo.

Loki se molesta inmediatamente al oírlo.

Los dedos de Thor sobre su muñeca le abrasan la piel, le queman y le calcinan, así que se suelta veloz y bruscamente de él, eleva rápidamente la mano y lo abofetea.

—¿Cómo te atreves? —le dice, en un jadeo alterado, avergonzado, ofendido e irritado—. No sabes nada… —sisea, con todo el asco y todo el odio del mundo, dejando a Thor plantado ahí, completamente congelado.

Un par de minutos después, Loki estaba despidiéndose de Odín, de Chris y de Balder con la sonrisa y los modales más encantadores del mundo, fingiendo que no se había sentido inusualmente insultado, manchado y sucio de pronto.

Así, al finalizar las cordiales despedidas, se fue junto a Helblindi y Býleistr de regreso a la Mansión Laufeyson. Nadie dijo nada en el auto y él pudo dormir en el trayecto, pero, al llegar a la casa, tuvo que oír los reclamos.

—¿En qué estabas pensando? —le preguntó Býleistr mientras caminaban por el salón de la Mansión—. ¿Crees que puedes hacer lo que se te ocurra sin preguntarme?

—Él no hizo nada, hermano, no exageres… —calmó Helblindi.

—¡Exacto!, ¿qué parte de «encárgate de Odín» no entendiste, Loki?, ¿acaso debía deletrearte el objetivo con anticipación?, ¿o qué?, ¿no entendiste todas las señales?, ¡está interesado en ti!, ¡puede estarlo!

—¡Jamás me pediste algo así! —se defendió Loki, alejándose de su peligrosa cercanía y buscando la protección de Helblindi—. El hombre con el que me acosté hoy me había pedido matrimonio antes, pero tú fuiste muy claro al respecto. Dijiste que no, que era una locura, que era impensable, ¡¿por qué ahora sí es buena idea?!

—Porque he encontrado a la persona ideal para eso, obviamente… —afirma Býleistr, esquivando a Helblindi y sujetando el brazo de Loki—. ¿Crees que es divertido para mí ofrecerte a alguien?

—No lo sé… —murmura Loki, con toda sinceridad y mirándolo fijamente—. Hasta hoy nunca me pregunté cuánta lógica había en tus actos.

—¡¿Y por qué te lo preguntas ahora?!, ¡es tarde!

—No… —responde Loki, muy rápidamente, pero su seguridad se debilita, se tambalea, y se vuelve una visible confusión—. Creo que no. Espero que no. No… no…

No puede confrontarlo más, se queda en silencio y observa a Helblindi suplicando su ayuda.

—Ya déjalo, está cansado. Ha sido un día largo y pesado, deja que descanse… —comenta Helblindi, haciéndole una señal a Loki para que huya de una buena vez y se encierre en su habitación.

Loki sube por las escaleras a paso rápido, rogando para no ser perseguido.

No quiere discutir más, solo quiere darse un baño, muchos baños, y dejar de pensar en lo sucio, asqueroso y vil que el horrible y joven Alfa de ojos azules le hizo sentir.

¿Por qué Thor tuvo que arruinar el momento así?

¿Por qué tuvo que mezclar la razón con el corazón?

¿Por qué él no podía ser solo un extraño en la calle?, un absoluto extraño sin pasado y sin pecado, uno al que Thor no podría juzgar, temer u odiar.

Eso sería perfecto.

Así Thor podría quererlo, respetarlo y estimarlo, sin límites y sin restricciones.

Por su parte, Býleistr, fastidiado e irritado, no logra entender la actitud de Loki, mucho menos su rechazo y sus evasivas.

—¿Por qué está así? —le pregunta a Helblindi —. ¿Por qué de pronto empieza a contradecirme?

—Está cansado, solo eso. No está pensando las cosas.

—¿Cansado de qué?, cansado de este día, cansado de esta semana… o cansado de toda su vida.

—Býleistr, hermano… —llama Helblindi, acercándose a él y dándole una palmada en el hombro—. Loki ha hecho tanto por nosotros, es tiempo de que descanse. No crees que… no sé… quizá… ¿ya es suficiente?

—Por supuesto, no soy un monstruo, también quiero que descanse y que tenga todas las comodidades del mundo. He encontrado al hombre ideal para que eso ocurra. Con Odín, en su cama, complaciéndole, nunca más tendrá que hacer las cosas que hizo.

—Las cosas que tú le hiciste hacer.

—Las cosas que ambos le hicimos hacer… —afirma Býleistr, corrigiéndole y dándose la vuelta, esquivando la mirada de Helblindi—. Si pudiera elegir, nunca querría esto para él, lo sabes. Es de mi sangre, tú y él son mi prioridad, yo los quiero, te quiero a ti, Helblindi, y también a Loki… —dice, dejándose caer en uno de los sillones y pasando sus manos por su rostro, intentando espabilar un poco—. Dios… Loki… Loki, Loki, Loki… yo siempre he amado a Loki, lo sabes. Siempre he querido lo mejor para él, y siempre lo he querido para mí.

—Él no siente ese… «afecto» tuyo. Él solo siente que ha hecho todo lo que le has pedido, y que sigues pidiéndole aún más, que no te detienes y nunca te detendrás. Siempre quieres más.

Býleistr lo mira al fin.

—Loki no siente, no piensa y no decide, por todos los dioses, es ridículo. Él no tiene voz o voto, ¿de acuerdo?, habla con él. Esas personas buscan obediencia, quietud y disciplina en sus parejas, díselo, que eso entre bien en su cabeza, que lo memorice. Y, por cierto… te dije que te concentraras en distraer a Thor, ¿qué pasó?

—No fue mi culpa, se llevó a Loki, ¿qué podía hacer?

—Quiero a Thor para ti, no para Loki. Thor es Alfa, tú también, tú podrás contra él, Loki no. Loki es Omega, es débil, lento y estúpido, en todos los sentidos habidos y por haber, y no pienso correr ese maldito riesgo innecesario, ¿quedó claro?

—La próxima vez, ¿de acuerdo? —dice Helblindi, marchándose de allí—. Lo juro, me concentraré en Thor, ¿feliz?

—Nunca.

Fue así como pasaron los días, uno tras otro, y el cumpleaños de Balder, y la fiesta a la que Loki y sus primos habían sido invitados, llegó.

Más que ser una fiesta, era una reunión familiar, una que ninguno de ellos olvidaría.

Loki no se despegaba ni por un instante de Odín. Lo había pensado durante mucho tiempo, y había entendido que Býleistr tenía toda la razón. Siempre la tenía.

Ya era tarde para empezar a vivir por y para sí mismo, nunca lo había hecho, es cierto.

 

«Pero es mejor tarde que nunca».

 

Pensaba, y se lo repetía una y otra vez mientras se mantenía aferrado al brazo de Odín. Sonriendo, mirando y hablando para él, bebiendo lo que él le ofrecía, asintiendo robóticamente a lo que sea que le diga, y fingiendo tan bien, justo como una pequeña y hermosa máquina programada específicamente para su entero entretenimiento y disposición.

Loki estaba ya bastante acostumbrado a este juego. Abrirse una vez más, o dos, o mil, le daba igual. Un pecado más, o un millón, no existían los arrepentimientos o la redención, no para él.

Pero, también era tarde para otra persona.

Y es que, tan solo un día después del cumpleaños de Balder, Býleistr se vio obligado a desechar sus planes gracias al repentino fallecimiento de Odín. Mientras que, Thor, el joven Alfa, se vio sorpresivamente forzado a tomar, antes de lo previsto, las riendas de su familia y de la Petrolera, destrozando los planes de Býleistr, quien anhelaba manipular tal responsabilidad sobre los hombros del eventual hijo de Loki y Odín.

Así, en ese panorama, un par de semanas después del funeral, llegó una visita a la vieja Mansión Laufeyson.

Era Thor.

Estacionó su convertible rojo, se bajó, observó a lo lejos a Loki sentado en el prado de la Mansión, tomando tranquilamente el sol, y se le acercó.

—Hola… —saludó, dándole una fugaz y apagada sonrisa y viéndolo ponerse de pie—. Pude venir… al fin…

—Ya lo noté… —comentó Loki, sin verlo en lo absoluto—. Me pregunto por qué.

—Yo… no lo sé… —divagó Thor, mirando el convertible estacionado a lo lejos—. Los días han pasado volando, el tiempo está corriendo tanto, y solo… quiero que se detenga. Siento que… que el mundo ha girado demasiadas veces en estas últimas semanas… —murmura, visiblemente cansado y estresado—. Yo qué sé… —dice, pasando sus manos por su propio rostro, intentando despertar ya y conjugar correctamente sus palabras—. ¿Sabes?, el nuevo cargo es absorbente, demandante y agotador. Aunque, claro, el vicepresidente se encarga de… bueno, de casi todo… parece que aún soy «demasiado joven, inexperto, inmaduro e imprudente», sus palabras, no las mías… pero, me temo que es verdad…

—No… bueno, sí, quizá, un poco. Pero sé que muy pronto ya no, y que lo harás bien… —augura Loki—. He escuchado que mis primos ahora son parte de la Compañía. Ellos no… bueno, nunca me cuentan nada, y pasan la mayor parte del tiempo fuera, hace días que no los veo, pero, ¿es cierto?

—Sí… lo es. Compraron algunas acciones… varias, de hecho. El 20% de la Compañía es suyo ahora. Les pertenece.

Loki nota la tristeza en su mirada.

—Si viniste a verlos… ellos no están…

—Vine por ti… —afirma Thor—. A verte, quiero decir. Solo… no sé, tuve un tiempo libre y me escapé. Quería verte, así que vine.

—¿Por qué?

Thor lo observa fija y muy cuidadosamente, parece querer leer sus pensamientos, tantear terreno.

—Habías sentido… alguna vez… algo… ¿algo así? —le pregunta.

Loki sabe a lo que se refiere, pero tiene miedo de aceptar que la atracción es mutua, porque, saberse correspondido, sería su ruina.

Gustar de Thor es mágico e hipnótico.

Pero, gustarle a Thor… eso… eso lo haría caer tanto, tan irremediable e insalvablemente, tan de rodillas y tan profundo.

—No sé a qué te refieres… —asegura Loki, dándose la vuelta y caminando un poco para no tener que verlo y para no temblar ante su terrible escrutinio.

—Aquel día, el día en el que te conocí… —recuerda Thor, siguiéndolo—. Fue muy extraño, ¿sabes?, me sentí vivo. Sentí que había vida en mis venas y colores a mi alrededor.

El corazón de Loki vibra al escucharlo.

Sus ojos se cierran dulcemente, seducidos y encantados, disfrutándolo. Sin embargo, no puede evitar recordar también lo demás, lo horrible, lo desastroso, así que, se arma de valor, se gira y lo mira.

—Ese día… fuiste algo…

—Brusco. Sí. Tonto, torpe, inepto y estúpido. Sí. Lo sé, créeme, lo sé… —confiesa Thor, con cierta desesperación en la voz—. Fui irrespetuoso y grosero, y lo siento… lo siento mucho… no debí decir lo que dije… yo… todo… todo era tan perfecto, tú, tú lo eras… y lo arruiné…

—No. No. Era la verdad… —afirma Loki, acercándose a él, defendiéndolo—. Tan solo dijiste la verdad.

—No. No me defiendas, no… —le pide Thor—. Hay maneras de decir la verdad y, a veces, hay verdades que solo… solo no deben decirse en voz alta, mucho menos en público, y yo… bueno, no sé si me estoy explicando, ¿me estoy dejando entender? —pregunta, pero su ansiedad no espera respuesta alguna—. Yo… aquella vez… yo dije algo horrible, fui horrible y fui… terrible, y… dije algo que en ese momento me tenía demasiado molesto… así que… bueno, en teoría… podría decirse que he venido para que me perdones.

Loki guarda silencio.

Lentamente se arriesga a tomar las manos de Thor entre las suyas, las mira un poco, las estudia, las acaricia y las sostiene.

—Nunca había sentido algo así… —murmura Loki.

Thor lo observa con detenimiento, Loki alza la vista y sus ojos se encuentran.

Hay tanta sinceridad en ambas miradas, tantas palabras y tantas emociones, tantas, que ambos sonríen.

—Quiero besarte… —susurra Thor, sorprendiéndose a sí mismo, y sorprendiendo, sobre todo, al propio Loki—. Aunque… temo que me consideres un joven atrevido… que intenta sobrepasarse contigo…

Sus manos sueltan las de Loki, pero este se aferra a ellas y se aproxima aún más a él, con el corazón latiendo a mil por segundo.

—Quiero que me beses… —admite, apretando sus manos con todo nerviosismo—. Aunque temo que me consideres… un joven atrevido… que intenta sobrepasarse contigo…

Thor ríe.

Se relaja.

Respira.

Siente el sol, el día y la brisa.

Toma su cintura, y lo acerca a él muy cuidadosamente.

Loki también sonríe cuando siente la frente de Thor pegándose a la suya, descansando sobre su piel, frotándose allí, como un cachorro de león mimado, como si lo hubiera extrañado tanto y como si el simple tacto pudiera reconfortarlo.

Estuvieron unos minutos así, bajo el cálido y benevolente sol, sobre el fino y bien podado césped. Thor lo tomó entre sus brazos muy dulcemente, tarareó una vieja y suave melodía para él, y fingió bailar con él. Siempre sonriendo y siempre mirándolo.

Después, ya más tranquilos y aclarados, tomó su muñeca y lo llevó hacia su precioso y amado auto, su convertible rojo, un regalo de Odín por su mayoría de edad, tres años atrás.

Loki se enamoró inmediatamente de ese precioso auto.

Lo amó, lo atesoró y lo cuidó infinitamente, únicamente, porque era de él, de Thor, y, en ese mismo instante, Loki se juró a sí mismo amar todo lo que Thor amara, cuidar todo lo que él cuidara, y atesorarlo eternamente.

Ya no tenía miedo, ya no quería reprimir emociones o anhelos, quería gustarle, gustarle en verdad, gustarle mucho, muchísimo. Quería agradarle, encantarle, y entregarle todo su frágil, quebradizo y oscuro mundo, y ponerlo completa, rotunda y enteramente de rodillas, a sus pies.

Por su parte, Thor, al notar su interés, se animó a invitarlo a dar una vuelta por los desolados alrededores de la Mansión Laufeyson, hasta llegar al lago y al bosque, y, quizá, comer algo, aunque él solo llevaba galletas de chocolate y bebidas energizantes en el auto.

Esa…

Esa fue la primera de sus muchas escapadas y citas.

Porque hubo muchas.

Muchísimas.

Todas cada vez más bonitas.

 

 

 

Notes:

* * * * * * * * * *
Notas del autor:

Hola~ 💕

Estoy agotadaaaa, qué horror 😭

Para las personas que ya sabían (y para los que no, ahora ya lo van a saber), terminé de escribir «El asesino» por allá… creo que alrededor del 2016 aproximadamente…
Era una historia original mía (con personajes originales y toda la cosa, y que luego adapté al fandom de Marvel y de Yoi), y, editando todo para su republicación (con esto de la eliminación de cuentas en wattpad y toda la cosa), me acabo de fijar que, originalmente, este capítulo tenía 11 hojas, Y AHORA TIENE 18!!!! (y un poco más 😶)

Estoy exhaustaaa… pero feliz al mismo tiempo! 💖

Es una mezcla rara entre emoción por volver a leer una historia que es mi bebé desde hace tanto tiempo, y a la vez abrumada por todo lo que “edité” (correcciones ortográficas, descriptivas, gramática en sí y nada del argumento, aunque seguramente igual y se me han pasado algunos errores) y… que resultó en un aumento inmenso de palabras… me dejé en shock 😂

Es justo por eso que hoy no hubo actualización doble (como normalmente hay) 😢 lo lamento, tendremos que esperar todos juntos por el siguiente capítulo con mucha paciencia… y esperar que no haya mucho por corregir en ese 😶

Ahora recuerdo que, mientras adaptaba la versión… creo que de Yoi, de esta historia, me dije algo como “editar es EL DOBLE DE DIFÍCIL Y COMPLICADO que escribir de cero”, y… rayos… es ciertoooo, lo repito y lo mantengo! 😭

Y… acabo de recordar otro de los motivos por los que esto se me está complicando tanto, y es que, con esto de la eliminación de cuentas, cuando se me formateó el usb y la laptop murió (hace años), perdí mucha información. Cuando una muy querida lectora me pidió republicar “El asesino”, le pregunté (muy valientemente) que versión quería, me dijo “Thorki”, y yo dije “genial!”, y… bueno… resulta que la única versión que tenía a medias en la información que logré recuperar del usb era solo la de Yoi, y GRACIAS A DIOS, la original sí la tenía completa, pero, de la versión Thorki no tenía nadaaaa 💔💔💔 todo desapareció 😢 así que… aquí me tienen, uniendo lo que sí tengo, y adaptándolo por 2da vez a nuestro bello Thorki… y, lo cierto es que me está gustando tanto como la 1era vez~ 💖 pero también se me está haciendo igual de difícil 😂

Pd: si llegaste hasta aquí, lamento que tuvieras que leer todo esto, es solo que necesitaba desahogarme y sacarlo de mi sistema 😶 gracias por leer~ 💕

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