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SOL DE INVIERNO

Summary:

La Academia Welton de alfas abre las puertas a 5 omegas seleccionados, eso lo cambia todo. Años después, Hermia quiere saber un poco más de la historia de sus padres, mientras uno de ellos se ausenta antes de Navidad.

Notes:

(See the end of the work for notes.)

Chapter 1: Prólogo

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 PRÓLOGO

 

Hermia estaba sentada observando las llamas de la chimenea, la cómoda bata de dormir, sus pantuflas y el calor del chocolate caliente habían hecho que el libro de poesía se convirtiera en un panorama deslumbrante. No hacía falta otra cosa, especialmente porque con la nieve cayendo sobre la ciudad no había otro sitio donde quisiera estar. En su hogar encontraba el consuelo, la protección y la paz que necesitaba tener. Creía fielmente que no importarían los caminos que tomará, siempre volvería a casa. 

No hay que malentender a Hermia Perry-Anderson, es buena atendiendo a las exigencias de ser socialmente activa pero si le dieran a elegir, prefiere quedarse en casa. Una vida reservada es la vida que siempre ha querido. 

Disfrutando del destaque en su momento justo, luego escondiéndose otra vez del mundo. En su taller donde trabaja mejor. 

     Su padre dice que verla es verse un poco reflejado en ella, en su actitud introvertida…Tímida. Sin embargo, Hermia sabe que él ve mucho más que solo eso en ella. Ve a la pequeña Puck, apodo poco convencional bautizado por sus tíos no consanguíneos. 

La primera vez que sus tíos le dijeron: se parecen tanto. Ella comprendió, que el mayor halago de todos permanecía en una frase sencilla. 

 

Es igual a sus padres.

 

En tardes como esa sus pensamientos viajan a esa realización. Acomodó un poco su pie y dió otro sorbo a su chocolate caliente. Sus ojos estaban fijos en las fotografías sobre la chimenea. Faltaban tres días para Navidad y las calcetas rojas hacían de la casa lo que ella desde siempre llamó una adorable casita de jengibre. 

 

—Estás muy silenciosa, ¿ocurre algo? —La voz de su padre la quitó de los mundos mentales. 

 

Parpadeó, girando su rostro hacia un costado. Una sonrisa avergonzada adornó su rostro.

 

—No. Solo estaba pensando. 

 

Pensando muchísimo. 

 

Vio como su padre se acomodaba en el asiento del costado, una manta sobre sus piernas y un libro en su mano. Un libro con rayones, viejo, usado y con historia. 

 

—Algunas veces pensar o sobrepensar, no hacen muy bien a la mente dependiendo el caso. —murmuró. 

 

Hermia sonrió. 

 

—Sin embargo es necesario e inevitable, qué somos sin el pensamiento. —respondió. — ¿Crees que papá vuelva pronto? 

 

—No lo sé cariño. Solo espero lo mejor. 

Neil Perry se había marchado hacía una semana, aún recuerda cuando su padre recibió la llamada que lo dejó congelado. En sus veinte años Hermia nunca lo había visto como lo vio aquella mañana. Frío, con una mirada ausente mientras decía un bajo “sí señora”. Cuando su padre por fin habló, dijo que el señor Perry estaba enfermo. Demasiado enfermo y probablemente no se salvaría de esto.

El viejo señor Perry, su abuelo. Solo una vez lo vio, es un recuerdo vago de esos que prefiere no tocar y hubiera preferido olvidar. De unos profundos ojos mirándola fijamente. A día de hoy sabe que nunca fue afecto eso, pero tampoco lo definiría como odio, un hombre que no tenía idea de cómo expresarse solo causaba dolor con miradas llenas de agujas. 

Pero era el padre de su padre. Eso lo sabía. Y se marchó al medio día, prometiendo volver antes de Navidad. 

 

Hermia pensó que pese a verlo tan angustiado, por ir o no ir, seguía siendo el mismo tipo valiente que conoce de toda su existencia. 

 

—Hablemos de su historia de amor. Tuya y de papá.  —la voz temblorosa, medio tartamuda completó. —Quiero saber cómo fue todo, siempre te has limitado a solo cinco oraciones, y esa no puede ser toda la historia. Creo que puedo soportar ahora saber que, quizá mis abuelos no me quisieron nunca en sus vidas. 

 

Todd Anderson miró a su hija un largo instante, dejando solo el ruido de la leña crujiendo. Acomodo el libro sobre la mesita de roble que estaba a su costado, se inclinó un poco más hacia su hija y dijo:

 

—Primero que nada, Hermia. Siempre pero siempre debes recordar que te amamos con todo nuestro corazón y eres el poema más maravilloso que hemos podido escribir. No sé qué sería de nosotros sin ti. —dijo con total seguridad. Los ojos brillantes de su hija parecían esconderse, eran lágrimas o solo la luz del fuego. —  En segundo lugar, todo comenzó cuando yo entré al mismo instituto que había estudiando tu tío; la Academia Welton. Fue ahí donde nos conocimos tu padre y yo… 

Chapter 2: PRIMERA PARTE - Academia Welton

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Primera parte - Academia Welton 

 

“Y no hay minuto del día 

que estar contigo no quiera,

porque me arrastras y voy,

y me dices que vuelva

y te sigo por el aire 

como una brizna de hierba”.

Bodas de sangre, Federico García Lorca.

 

“Necesito un padre.

Necesito una madre.

Necesito un ser mayor y más

sabio con quien llorar.

Le hablo a Dios, pero el cielo

está vacío”.

Diarios, Sylvia Plath. 

 

“Nosotros, dos muchachos, abrazándonos, mutuamente,

sin separarnos jamás uno del otro,

recorriendo juntos los caminos, realizando excursiones de

norte a sur,

complaciéndose en el vigor, ensanchando los codos, apretando

los dedos, 

armados y sin temor, comiendo, bebiendo, durmiendo,

amando,

sin admitir más ley que la nuestra (...)”

Nosotros, dos muchachos, abrazándonos, Walt Whitman.

 

“Matilda, hablas acerca de tu dolor

como si no pasara nada, 

pero  sé que te sientes como si una parte

de ti estuviera muerta por dentro”.

Matilda, Harry Styles.

Chapter 3: Capítulo 1

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Era 1959 cuando las puertas de la Academia Welton se abrieron otro año con una promesa de un minúsculo cambio para extender sus principios a toda la comunidad. Tradición, honor, disciplina y excelencia. La idea había sido alegada duramente durante 5 meses, pocos estaban conformes con ella, porque significaba romper el propósito que tan duramente habían trabajado. Sus cuatro pilares fundamentales. Una academia mixta significaba una incitación al desorden y el caos, no había forma de que los omegas pudieran además, realizar tan activamente un logro supremo de entrar a la universidad seguidamente. Pero luego de meses de discusión decidieron iniciar el plan piloto aceptando solo cinco omegas, minuciosamente seleccionados. 

Habían sido impulsados por el prestigio de verse como una Academia que avanza a la par del futuro, que seguían siendo una opción mejor que otras. Porque al final del camino la educación se había vuelto solo un negocio. 

En la Academia los principales agentes educativos estaban compuestos por betas, a excepción inamovible del decano alfa, el señor Gale Nolan. Dado este grupo directivo capaz de tomar las decisiones que rigen a los estudiantes, el plan de estudios no fue modificado en gran medida para los omegas que serían incluidos. Estarían en su mayoría siguiendo las mismas normas estrictas de siempre, mucho menos se les trataría suavemente o con un tono amigable. Un demérito era causal para todos. 

 

Entre las normas estrictas que sí mantenían exclusivamente los omegas fueron las de controlar debidamente sus medicamentos y seguir al pie de la letra un régimen para controlar su período de celo. Ante esto, la enfermería de omegas se instaló al lado contrario de la enfermería que ya estaba, con total de que ante un altercado inesperado nada ocurriera para agravar las cosas. La doctora Clara Mitchell se presentó como la omega que se integraba al campo educativo de la institución, luego su colega John Keating fue el nuevo integrante como maestro de Letras. Los aplausos de bienvenida sonaron por la capilla de la Academia Welton. 

Sin embargo, entre las medidas importantes no consideraron necesario remover al omega que quedó asignado junto a un alfa. En primer lugar porque habían tardado demasiado en decidir si implementar el piloto o no, y cuando lo hicieron el año escolar ya había iniciado. En segundo lugar, no creían que nada demasiado impropio ocurriera si se trataba de omegas medicados, con las hormonas reguladas incapaces de atraer a ningún alfa. 

Por supuesto, a cada uno de ellos les faltó un poco más de romanticismo. De la posibilidad de dos corazones latiendo a la par en maravillosa sincronía, amando hasta que sus cuerpos se volvieran polvo. Pues, de haberlo considerado la maravillosa coincidencia que surgió de ahí, no estaría volviendo al pasado veinte años después. 

 

Los padres entusiasmados aplaudían cada que podían, aquellos padres de los omegas estaban enormemente agradecidos. Se notaba en sus ojos orgullosos y la sonrisa resplandeciente. Sus hijos eran destacables entre el montón. 

 

—Los cuatro pilares son fundamentales. —dijo el decano Nolan. — Espero que está llamada del conocimiento y el entendimiento de portarlos con orgullo y destaque, llegué a los nuevos estudiantes omegas de nuestro honorable establecimiento educativo. 

 

Todd Anderson se sintió inquieto en su asiento, sintiendo la presión ante aquellas palabras. Había sido uno de los cinco omegas seleccionados para ingresar a la Academia. Principalmente porque su hermano había estudiado ahí, consagrándose como uno de los mejores, obteniendo un reconocimiento nacional y el estatuto de universitario. Su hermano mayor, un alfa, era todo lo que representaba el orgullo de su familia. Destacable, excelentes calificaciones y honores. Todo lo que Todd no podría llegar a igualar, incluso si lo intentaba. Nunca fue una sorpresa para él saber que sus padres estaban decepcionados con él desde su nacimiento. Habían esperado un segundo alfa, cuando supieron que era omega la decepción seguramente se instaló en sus rostros. Las fotografías familiares siempre tenían a un incómodo Todd medio apartado de los otros tres, si bien estaba incluido parecía ligeramente solo. Jeffrey era el primogénito amado y, a pesar de todo, nunca hizo algo por ser además de un buen hijo, un buen hermano. 

No lo intento. Y se sentía tonto pensar que eso cambiaría. 

 

La ceremonia terminó luego de un último discurso acerca de la excelencia de la Academia. Estudiantes y padres se dispersaron en el patio que se extendía. Habían familias conversando entre ellas, amigos que volvían a reunirse, risas y saludos cordiales. Todd siguió a sus padres, quienes caminaban a la salida, no sin antes detenerse a saludar al señor Nolan que estaba de pie en la puerta despidiendo a los padres. El hombre viejo, de ojos de buitre observo a Todd.

 

—¡Ah, señor Anderson! No se encuentra usted en una sucesión fácil, jovencito. Su hermano fue uno de nuestros elementos más brillantes. Espero pueda seguirle el ritmo a pesar de su condición. 

 

—Gracias, señor. —murmuró Todd. En alguna parte de su mente se sintió atacado ante las palabras hostiles del alfa viejo. 

 

Como si su condición reflejara una debilidad impasible. Tuvo unas enormes ganas de desaparecer, pero mantuvo el paso firme detrás de sus padres. Lo despidieron rápidamente, como si no estuvieran preocupados ni siquiera un poco de su hijo. Aquel que estaba enfrentado a una idea totalmente nueva, en un territorio que fácilmente podría ser considerado peligroso. El nudo en su garganta disminuyó, mientras los vio alejarse por el camino hacia su automóvil. Si hubiese sido beta, quizás sí. A veces pensaba que si las cosas hubieran sido diferentes habría sido un poco más apreciado por sus padres, solo que, los padres deberían apreciar sin importar el qué ni el cómo. 

Todd trató de acomodar un poco su postura. Unos metros más allá los omegas se habían reunido, él se acercó. 

Estaban sosteniendo algunos panfletos que marcaban sus horarios, asignación de habitaciones y demás recursos de estudio que pretendían ser utilizados ese año. 

Uno de los omegas murmuró con entusiasmo haber sido asignado como compañero de habitación del muchacho a su lado. Todd miró el nombre que salía en su ficha, pero cuando la sonrisa de suficiencia de la omega que estaba cerca de él se dirigió a su otro compañero, supo que estaba perdido. 

Neil Perry definitivamente no era uno de los omegas. 

La angustia lo consumió otra vez. Detesta estar en situaciones que requieren la atención de otros.

 

Neil Perry es un alfa que ha estudiado durante largos años en la Academia Welton. Ha obtenido promedios destacables y su participación en múltiples actividades le han forjado una reputación de proactividad y ejemplo a seguir destacable. Es hijo de una familia que no tiene las mismas oportunidades económicas de otras cientos que hay en la Academia, por eso es también una marca personal de logro. O más bien, una marca familiar de logro. Todo lo que su padre ha deseado para su educación, sus decisiones y actividades han sido realizadas muy a gusto por él. Siempre acorde a las órdenes de su padre. Incapaz de contradecirlo. Eventualmente comprende su situación dispareja en comparación de sus amigos, de que debe buscarse una forma de asegurar su destino, al menos según lo que ha dicho su padre. 

Como hijo único todas las expectativas están sobre él. 

Sus padres se detienen para saludar al decano Nolan. Él le sonríe satisfecho.

 

—Tenemos muchas esperanzas depositadas en usted, señor Perry. 

 

—Gracias, señor. 

 

Su padre, desprovisto de alguna emoción saludo con un apretón de manos al decano.

 

—Pues no va a decepcionarnos, ¿cierto? —aseguró el viejo señor Perry.

 

—Por supuesto. —sonrió Neil. 

 

Desde fuera, el muchacho seguía representando los pilares de la Academia y además, el comportamiento de un alfa que podía convertirse en un futuro trofeo de honores en la Academia. 

Neil relajó sus músculos cuando notó que su padre se había marchado, observó la ficha de ese año y el nombre marcado de: Todd Anderson. Debía buscar a su compañero de habitación para conocerlo y poder saber de quién se trataba. Se lamió los labios secos por la presión del caluroso verano, y comenzó a caminar por los pasillos. Preguntó a los ingresados si sabían quién era Anderson o lo habían visto pasar, para su sorpresa una omega le indicó que estaba en el entre patio de la Academia. Vio al chico a través de la puerta de cristal. Un omega. Su compañero era uno de los omegas nuevos. 

Quitó la primera impresión de confusión, abriendo la puerta para extender su mano hacia el chico. 

 

—Seremos compañeros de cuarto, soy Neil Perry. 

 

La mano era suave alrededor de la suya. 

 

—Todd Anderson. 

 

La conversación que se desplegó de ahí fue un poco rutinaria, acerca de Jeffrey Anderson y sus actividades en la Academia, el cambio hacia Welton de Todd, sus anteriores bajas calificaciones y la importancia de mantenerse al margen. Neil notó que Todd no hablaba demasiado, a menos que se le preguntará. 

Ninguno de los dos imaginó que podrían tener algún problema entre ellos por su diferentes géneros. Todd mantuvo esa primera impresión de Neil, ante su apretón de mano y la sonrisa gentil que recibió de su parte. 

Eso había sido mejor que un compañero hostil poco receptivo, que ocasionará otro problema a su lista. No todos estaban demasiado de acuerdo con la idea de omegas en la Academia, considerandolos posibles distracciones y otros, estaban más entusiasmados por sus propias hormonas y curiosidad. Al menos, esas miradas intensas fueron las que recibió cuando fue a buscar sus maletas para poder acomodarse en la nueva habitación que sería su hogar por algún tiempo. El primer comentario bromista acerca de su género vino de un alfa pelirrojo que tenía el cabello pulcramente recortado. 

 

—Oye, te tocó con el omega. Creo que te hará sufrir. —río en dirección de Neil. Justo cuando el omega nuevo casi chocó con él. —Ups.

 

Neil sonrió, negando. Siguió a Todd con la mirada pero él pareció no notarlo. 

 

—Olvida a Cameron, cuando abre la boca se equivoca pero no es malo. —aseguró. 

 

Todd no le tomó importancia. Siendo sincero, su mayor problema era que no encontraba una forma adecuada de hacerse invisible en esa habitación, no sabía cómo iba a soportar ahora el resto de meses compartiendo el mismo espacio que un desconocido que además era lo contrario a él. El fuerte ruido del pasillo solo intensificó su ansiedad. 

Su martirio se hizo mayor cuando otros alfas comenzaron a llegar a la puerta, sonriendo con confianza en dirección de Neil. Cerraron la puerta, y su corazón se aceleró ante el encierro, comenzaron a hacer bromas creando una atmósfera de completa camaradería y secretismo que solo la amistad podía establecer. Todd se sintió un estorbo allí dentro, tratando inútilmente de acomodar sus cosas sobre la cama. 

Los alfas habían encendido un cigarrillo, mientras planeaban su grupo de estudio y Todd no supo si era correcto moverse o no. Su incomodidad debió notarse al menos para uno de ellos, que fácilmente lo observó llevando así la atención a él. 

 

—Ah. Hola me llamo Steven Meeks. —el alfa había hablado con un tono tentativo al principio. 

 

Aquel saludo cordial lo hizo girarse en la dirección del muchacho rubio para extender su mano y devolverle el gesto. Antes de que las palabras salieran de su boca, Neil se apresuró a levantarse del radiador en donde estaba sentado, colocó una mano instintivamente en la espalda de Todd. 

 

—Él es Todd Anderson. —lo presentó ante el resto de sus amigos. 

 

Todd miró a Meeks.

 

—Mucho gusto. —dijo, finalmente estrechando sus manos. 

 

Neil volvió a su sitio en donde estaba sentado. Los otros dos chicos se presentaron como Charlie Dalton y Knox Overstreet. Neil, quien al parecer había otorgado el don de ser su portador comenzó a decirle a los demás acerca de su hermano Jeffrey, todos notaron fácilmente a las expectativas que se enfrentaba el omega. 

 

Todd volvió a su maleta, acomodando sus pocos cuadernos en ese momento, sabiendo que no tenía cabida en la conversación que ellos tenían acerca de cuánto odiaban la Academia…No. Infierno, como le habían dicho. En ese momento no se sintió tan desconectado ante el odio que él mismo sentía por Welton, por todo lo que significaba. Ninguno de ellos mencionó nada acerca de ser un omega, ningún comentario salió de sus bocas ni mucho menos lo miraron con cierta fascinación incómoda. Probablemente se debía al consumo de sus medicamentos que bloqueaban cualquier rastro de su aroma, por eso ninguno hizo nada para reaccionar ante él. 

Al menos Todd de espaldas no notó aquello, ni menos el gesto de levantamiento de cejas que hizo Charlie Dalton a Neil, quien solamente se precepto a negar y voltear la mirada. 

 

Todd espero que sus compañeros omegas estuvieran en una condición mucho mejor. Sintiéndose menos tensos que estando en medio de alfas. 

 

Fue ahí cuando la puerta fue tocada. 

 

—Padre. —dijo Neil palideciendo. — Creí que ya te habías marchado…

 

Todd nunca olvidaría cómo Neil Perry cambió su postura ante aquel hombre que llamó padre. Como el joven alfa confiado se transformó en un cachorro que estaba a punto de inclinar la cabeza. 

Sintió la incomodidad del ambiente, e inevitablemente se asombró cuando la voz autoritaria del señor Perry pidió un momento a solas con su hijo. Aquel alfa viejo le dio una mirada sagaz, casi dudosa como si le dijera: sé lo que eres, qué desperdició. 

 

Todd no sabía lo mucho que ese hombre lo odiaría en el futuro. 

 

Su primera impresión fue pensar que era un alfa desagradable, de aquellos que solo podían aceptar que se hiciera y pensará solo lo que su mente dictaba. Por supuesto se guardó esos pensamientos para el mismo. Después de todo, a pesar de esa mirada había sido ignorado como si fuera un pedazo de basura en medio de la habitación. 

 

El resto de muchachos salió de la habitación cuando supieron que el señor Perry se había marchado. Hablaron con Neil, mirándolo con un gesto de pena, en la absoluta miseria. Pero dentro de aquel lugar todos eran iguales, absorbidos por su propia miseria, solo que algunos más que otros, sabían que esa no era la forma en que querían vivir la vida. ¿Existía otra? No estaban seguros, pero aquello no podía serlo todo. Antes de irse, Charlie se asomó a la habitación para mirar a Todd que estaba sentado en su escritorio, lo invitaron a su sesión de estudios y el sencillamente murmuró un pequeño “gracias”. Siguió ordenando los lápices, quedando a solas con Neil. Neil se acomodo extendiendo una pierna sobre el radiador, y doblando una rodilla para acomodar un brazo. Miró silenciosamente el paisaje tras la ventana. 

A solas Todd notó cuánto ruido habían hecho el resto de muchachos. El silencio se sentía incómodo. Llegó a su nariz un aroma agrio, no sabía si era tristeza o molestia, tal vez habían sido las dos cosas mezcladas. Todd de pronto se sintió un poco inseguro, estaba en medio del territorio de una alfa y estaban a solas. Pensó que a pesar de sus pequeñas conversaciones, todavía podía ser una carga para él. Un omega podía arruinar de alguna forma su reputación. 

Y, no porque pasará algo, si no por lo que otros podían creer o suponer, después de todo no era la clase de omega que podía ser elegido. 

Recordó aquellas duras palabras, mientras observaba la fotografía enmarcada de su familia. 

 

—¿Qué te pareció mi padre?

 

Todd se quedó quieto. La pregunta había hecho que quedará en blanco por un momento, miró de reojo al alfa que esperaba una respuesta. Ahora Neil sostenía una de sus medallas con cierto recelo. Un completo idiota, quiso decirle. 

 

—Eh…Muy…

 

Neil negó. Había sentido un golpe de vergüenza cuando su padre elevó su voz, antes de salir de la habitación para conversar un poco más solos. Había volteado su mirada hacia el omega. En ese momento la idea de ser pequeño consumió su persona, su confianza, su presencia había sido aplastada. Y por alguna razón, estaba dolido. 

 

Él había visto todo. 

 

—¿Qué dices?

 

Todd guardó una fotografía en uno de los cajones del escritorio. 

 

—Yo…Nada. 

 

—Cariño, si no hablas no serás capaz de triunfar en este lugar. Debes aprender a elevar tu voz.  —aconsejó, quitando su atención del omega. — Quizá los débiles entren en el reino de los cielos, pero no en Harvard, si entiendes lo que quiero decir. 

 

Ambos se quedaron en silencio, esperando lo que quedaba aún de aquel día. El aroma de Niel pronto cambió, al que tenía siempre pero estaba como en todos, de manera sutil. Se sabe que el aroma se ve alterado por las emociones y por las hormonas, como sobre todo una alerta del estado de celo o rutina. Comúnmente estos nunca estaban demasiado elevados, y Todd tampoco había olido demasiado tiempo el aroma de un alfa. 




Todd sentía el peso de lo que había sido el día que más exprimido estaba su cerebro. Pensar que recién estaba comenzando el año escolar solo causó una ansiedad acumulada. Las miradas fijas de los maestros hacia él y sus otros cuatro compañeros solo causaron cierto picor agudo. Como si estuvieran poniendo a prueba su capacidad de seguir el ritmo de la clase. Agatha Delacroix, su compañera omega, había tenido que responder unas preguntas específicas de química. Era evidente que el profesor quiso sorprenderla pero su idea inicial de aquella jugada sucia no resultó en su favor. Todd miró con admiración a su compañera, ella le dio un gesto inclinando la cabeza desde su puesto. 

 

De pronto había recobrado una emoción que había estado oculta. Las clases eran agotadoras, pero aquella pequeña revelación le hizo pensar ideas vagas acerca del potencial oculto. 

Aquello solo se avivó aún más cuando el profesor Keating hizo su aparición. Los sacó de la sala de clases, aquel lugar tan sagrado para los otros maestros y les habló de cosas que nunca antes ningún adulto había hablado. 

 

Carpe Diem. Disfrutar el día, tomar aquello que la vida nos presenta y perseguir algo. 

Es sencillo comprender que vivir dentro de una jaula no hace al ave acostumbrarse a ella, y cuando viene el viento a contarle de las maravillas del cielo, entonces no puede dejar de soñar con la esperanza de ser libre. 

Eso fue lo que ocurrió, el profesor Keating solo tenía las palabras como un guía, las palabras y la opción de tener un pensamiento crítico. Miró a sus compañeros omegas y al mismo a los ojos, a diferencia de la mirada sin ver de los otros profesores. Él los vio. 

 

Lo vio. 

 

Por primera vez en su vida, Todd sintió la esperanza de escapar de las expectativas y presiones que ponían sobre él. Pero, había tenido miedo ante esa idea. Por eso rechazó a Neil cuando lo invitó a unirse a ellos a estudiar y le dijo que prefería concentrarse en Historia. No quería ser visible para otros, tampoco quería obligar a otros a que tuvieran que integrarlo. No quería convertirse en una carga para su compañero de cuarto, ni mucho menos una lastima que debía soportar. 

 

El único momento de todo el día en que los omegas pudieron estar juntos en su totalidad sin la necesidad de estar en una clase, fue en las duchas. Donde, la regla había dictaminado duchas de omegas y duchas de alfas. 

 

—Creo que algunos son muy amables, no era la impresión que tenía al venir aquí. —comentó uno de los omegas.

 

Otro asintió. 

 

—Yo puedo percibir el toque hostil que tienen sobre nosotros. — intervino Agatha, masajeando su cabello espumoso. 

 

Todos asintieron ante lo evidente. 

 

—Al la Academia Welton es una buena oportunidad. —murmuró otro— ¿Y tú qué opinas Todd? ¿Han sido amables contigo? 

 

Todd asintió. Murmurando un bajo “Sí”. Al menos ninguno de los alfas con los que había compartido habían sido groseros o extraños en cuanto a su presencia. La imagen de Neil vino a su mente, las múltiples formas que había reconocido en tan pocas horas. No pudo expresarle a sus compañeros que pese a la amabilidad se sentía como una carga, como si Neil estuviera obligatoriamente incluyéndolo a su grupo de amigos.

No le preguntaron nada más. Para ellos era evidente que se estaba llevando bien con su compañero de cuarto, el cual había resultado ser un caballero y no un degenerado que estaba emocionado por la idea de compartir habitación con un omega. Después de todo, lo había invitado a sentarse con su grupo de colegas a la hora de comer. 

 

La primera noche que permanecieron juntos en la misma habitación, Todd pensó que su respiración nunca iba a calmarse. Era como si ahora el aroma de Neil fuera aún más intenso, y así, con ese aroma sobre él terminó encontrando una nueva forma de relajarse. 

 

El momento sin retorno fue cuando La Sociedad de los Poetas Muertos se convirtió en la nueva fijación de Neil y el resto de los chicos. Para Todd la idea de leer delante de otros y más aún, leer poesía, se igualaba a la idea de desnudarse de alguna forma frente a un montón de desconocidos. 

Claro que no tenía pensado ser parte de un club donde eso era lo más importante de participar. 

   Pero en los planes de Neil no estaba impuesta la ausencia de Todd. Como si fuera indispensable que estuviera. El alfa miró a Todd desde donde estaba con el grupo mirando el mapa para averiguar el lugar exacto de la cueva en la que se reunirían. Todd estaba realmente concentrado en hacer su tarea. El alboroto de sus palabras fueron calladas rápidamente por el profesor, Neil sostuvo su cuaderno haciéndose camino para sentarse al lado de Todd. 

Neil parecía ser a menudo poco consciente de sus acciones, de la forma en que su cuerpo se acercaba al de Todd y sus rostros casi chocaban. En ese momento sus ojos se encontraron cerca, el hombro chocando sutilmente con el hombro y el suave aroma de alfa inquietando un poco más a  Todd. 

 

—Vamos Todd, tienes que ir. Será increíble. —suplico, cerca de su rostro. 

 

Uno de los omegas que estaba en la misma mesa alzó una ceja en estado de alerta. Qué demonios le pasaba a Perry, y por qué parecía estar invadiendo el espacio personal de su compañero, como si se tratara de un alfa en rutina. 

 

—No quiero hacerlo. No quiero leer, Neil. —murmuró. Tratando de evitar el tema. 

 

El omega sentado suspiró aliviado. Decidió no prestar atención al resto de la conversación. 

 

Neil se mordió el interior de la mejilla, haciendo un gesto afligido. 

 

—Eso sí que te da problemas, ¿no? — sus ojos brillaron en una comprensión que parecía ablandar su corazón.

 

—No me da problemas, simplemente no quiero hacerlo. —aseguró. 

 

—Entonces no vas a leer. Solo escucharás. —comentó, asintiendo ante su solución.

 

Todd estaba consternado. Una risa de incredulidad salió de su boca. 

 

—¿Y qué harás? ¿Hablarlo con todos?

 

El corazón de Todd se detuvo por un segundo. Sus grandes ojos azules miraron con cierto pánico a Neil cuando lo vio asentir. Cómo rayos se le ocurría tal disparate, él claramente había mencionado un punto fundamental —el cual tenía que ver con aún no estar seguro si ir o no—, pero todo eso pareció ser palabra perdida ante lo que Neil realmente quería escuchar. 

 

—¿Qué? No. —se apresuró a decir. 

 

Fue tarde. Neil Perry fue a hablarlo con el resto de muchachos mientras estaba luciendo muy orgulloso. 

 

Y cuando lo hizo, se acercó a Todd en la noche para decirle que estaría en el club. Probablemente Neil no tenía idea de las restricciones personales que había entre un omega y un alfa, lo que se podía o no hacer. Porque de lo contrario, no hubiese tocado tan confiadamente el costado de la costilla de Todd ni su espalda, ni había otra explicación para su actitud en general en torno a Todd.  

El cosquilleo que sintió casi le calentó el rostro, después de todo no estaba tan familiarizado con el tacto de los alfas. Neil lo hacía ver como si fuera natural y obvio. ¿Y si lo era?

¿Si era él quien sencillamente necesitaba conocer más mundo? 

 

La poesía envolvió la cueva esa noche, donde se llevarían a cabo las reuniones de los Poetas Muertos. En donde Neil específico que Todd no leería. A pesar de sus dudas iniciales, Todd decidió que si no hubiese asistido se habría arrepentido toda su vida. 

     En ese instante, con la voz de Neil soltando palabras poéticas mientras leía pensó que la luz de las linternas le daba un aire maravilloso. Peculiar. 



Aquella noche Neil se quedó despierto. Escuchando la suave respiración de su compañero en la otra cama, volteó ligeramente su rostro mientras sus brazos descansaban detrás de su cabeza. Se veía demasiado poco el rostro de Todd, pero lo suficiente para verlo tan relajado. Neil creyó por un momento que la piel de sus mejillas sería bastante suave. Se durmió antes del amanecer, soñando con palabras recitadas al aire y el gozo de algo que nunca había sentido en su vida. A qué sabe la calma. 

 

Seguramente a canela. 

Chapter 4: ESPECIAL NAVIDEÑO

Summary:

Cuando Hermia tenía diecisiete años recordó el momento en que odio a Santa Claus durante un tiempo.

o Neil se disfrazo de Santa para cumplir el sueño de su hija y creo un problema sin querer.

Notes:

Hola, solo yo que hice un dibujo medio desastroso acerca de está (futura) familia y surgió este mini relato. Gracias por leer, besos <33

Chapter Text

Querido Santa: aléjate de mi papá 



El tráfico era increíble. Todo tenía que ver con el hecho de ser vísperas de Navidad. La gente corría de un lado a otro tratando de alcanzar la última compra de sus listas de regalos. Hermia estaba más concentrada tratando de evitar el temblor de sus labios, porque sus dientes estaban haciendo un ruido molesto al chocar entre ellos. Le había dicho a su padre que no era necesario que la viniera a buscar en automóvil, que perfectamente podía usar el transporte público para regresar a casa. 

Olvido la masa de personas que tendrían la misma idea que ella. Pero, al menos estaba lo suficientemente tranquila para no entrar en pánico, solo tenía frío. 

 

Con las manos en los bolsillos de su chaqueta larga, siguió mirando los múltiples taxis amarillos que pasaban por la avenida. Tal vez su mejor opción era tomar uno de esos. 

 

Un fuerte chillido de niño le hizo voltear hacia un lado medio confundida y en estado de alerta. A unos metros de la parada estaba un puesto de Santa Claus. Este Santa, tenía un pequeño perro de pelaje chocolate como reno —en su cabeza llevaba un gorrito con dos astas— y al frente de ambos había un niño alzando sus brazos hacia Santa. Por supuesto, estaba emocionado, se trataba de un milagro de Navidad. 

 

Negó sonriendo mientras volvía a mirar la avenida que poco a poco se iluminaba con las luces de tránsito. 

 

Una risa espontánea salió de ella, miró un poco avergonzada hacia el lado con ojos agrandados. Nadie hizo ningún gesto pensando que era extraña. Volvió a recomponerse, viajando a ese recuerdo de su infancia. 



Ah, cómo olvidar cuando odio a Santa Claus durante dos años en su infancia. 

 

Todo comenzó en la cuarta Navidad de su vida, aquella en la que ya había comprendido el concepto de Santa y todo lo que significaba, creciendo en ella cierta chispa por la Navidad. La Navidad era en esencia misma una instancia de magia, debía serlo, porque ahí era cuando los espíritus navideños vendrían a visitar que estuviera todo en orden. Probablemente su papá había leído muchas veces Cuento de Navidad para ella, y eso tenía que ver con la fascinación misma de la época.

Aún así, sentía una fuerte admiración infantil por aquel señor que repartía regalos por todo el mundo. Porque, hay que solo imaginarlo, ¡El mundo es tan grande! ¡Hay tantos niños y niñas! Eso suena como una tarea impensable. 

 

Muchos de sus dibujos tenían que ver con Santa, sus conversaciones e hipótesis tenían que ver con Santa. Incluso le había contando a su tío Charlie que esa Navidad esperaba al menos aunque sea, verlo de pasada. Incluso si debía esforzarse en quedarse despierta. 

 

Probablemente su tío Charlie no supo quedarse callado. Porque así empieza la historia. 

 

Hermia estaba sentada, tomando un delicioso chocolate caliente con malvaviscos y galletas. Ella realmente adoraba los dulces en esa época. El suave calor de la estufa llegaba a su cuerpo, evitando que el frío que pasaba por afuera le causara algún resfriado. 

 

Todd le había dicho a su hija, en un susurró muy cómplice, que quizá debían mantener la ventana que daba a la escalera de emergencia del apartamento, abierta. Después de todo, Santa sabía cómo llegar a aquellos sitios donde no había chimenea, y allí no la había. 

Ella asintió, deduciendo por supuesto que esa era la forma en que Santa había llegado antes a su casa. 

 

Pero habían pasado minutos de aquello. Estaba sentada sola en el sofá, hojeando el cuento ilustrado de Un soldadito de plomo . Entonces escuchó unos pasos. Hermia quitó su atención del dibujo de la bailarina y miró intrigada —porque entre más joven, menos miedo existe—, hacia la ventana abierta. Se agitó emocionada, pero trató de respirar suavemente, como si aquello pudiera alterar la situación entera. 

Cuando vio la primera mano enguantada sostenerse del marco sus ojos se agrandaron, y de pronto ahí mismo, observándola estaba el mismísimo Santa Claus. 

 

Hermia miró hacia todas partes, buscando a sus padres. 

 

—¡Papis! ¡Papis! —alertó eufórica. 

 

Todd, quien al parecer había estado en el pasillo del departamento, entró agitado observando hacia donde su hija apuntaba insistentemente. 

 

—¡Es Santa! —aseguró Todd. Maravillado. 

 

Hermia asintió entusiasmada. En su propio hogar, allí de pie, visitándola sin esconderse estaba el mismo señor que ella admiraba. Sonriendo con sus ojos achicados y sosteniendo un bolso rojo. 

 

—¡OH JOJO! Me han dicho que has sido una buena niña, querida Hermia. —sonrió Santa, mirándola.

 

Hermia se levantó, dando pequeños saltos sobre el sofá. 

 

—Lo he sido Santa. Me he portado muy bien. Como toda mi comida, bebo mi leche de la mañana y de la tarde, siempre. ¡Y voy al baño yo solita! —agregó, como dato importante. 

 

Santa dejó su bolso sobre el piso, acomodó ambas manos sobre los costados de su cadera y sonrió alegre, enseñando los dientes. 

 

—¡Qué alegría! ¡JOJOJO! Eso me hace muy feliz, por eso tengo este obsequio especial para ti.

 

Acercándose lentamente, Santa le entregó una caja envuelta con un lindo lazo rojo. Hermia sonrió agradecida, observando alegre al hombre. 

Entonces ahí se preguntó, en dónde estaría su papá. Su papá Neil no estaba. Se estaba perdiendo un momento especial, seguramente tendría que esperar otro año para ver a Santa y eso que su padre ya era bastante mayor como para esperar más. 

Estaba divagando en sus pensamientos, pensando en cómo llamar a su papá sin que Santa se marchara asustado. 

     El amable de Santa la distrajo al sostenerla en sus brazos. Ella dejó su regalo sobre el sofá, para poder abrazar mejor a Santa. 

 

Hasta que su alegría se vio poco a poco rota. 

 

Santa, el mismo Santa, había abrazado a su papá, lo cual está bien…Pero luego Santa, había juntado su boca y la de su papá…Lo estaba besando, besando a su papá. 

 

Hermia estaba shockeada y luego del shock vino la molestia. Cómo se atrevía ese Santa a besar a su papá, cuando el único que podía hacerlo era su otro papá. Su molestia y confusión debió notarse porque Todd la miró asombrado. Y Santa ciertamente, estaba pálido detrás de esa barba. 

 

—Te voy a acusar. —murmuró Hermia, mirando seriamente a Santa. — ¡Papá! ¡Papá Neeil! 

 

 

         Cuando Santa la dejó en el piso corrió por el apartamento buscando a su papá desesperada. El Santa atrevido había hecho tal acto justo cuando no estaba. Ella tenía otro padre, muchas gracias. 

En ese momento Santa se fue, y cuando su padre apareció en la cocina ya era demasiado tarde para hacer cualquier cosa. 

 

—Tienes una pelusa blanca en la ceja, papá.

 

—Es crema cariño. 



Al año siguiente y el próximo Hermia escribió:

 

Querido Santa: 

 

Aléjate de mi papá.





En su séptima Navidad Hermia supo que Santa era su padre Neil. Murió un sueño, nació otra nueva visión de la festividad. 

La bocina de un auto sacó a Hermia de su recuerdo, parpadeó un poco. En la acera estaba aparcado el automóvil de su tío Charlie, una fortuna total. Saludo cordialmente y se acercó. Al menos ahora con diecisiete años, no tenía ningún rencor con Santa. No había separado a sus papás. 

 

 

Chapter 5: Capítulo 2

Chapter Text

Knox estaba enamorado. Al principio Neil pensó que era un sentimiento fugaz, de esos que aceleran el corazón al momento y que mientras el tiempo pasa, y la ausencia permanece, se desmorona. Que tal vez al día siguiente y a los restantes se esfumaría. Estaba equivocado, porque Knox se había distanciado a un mundo que desconocía, uno en el que siempre tenía la mirada distraída. No es que no estuviera feliz por su amigo, él mismo había dicho con total naturalidad que Knox no debía quejarse de haber conocido, según sus palabras, a la omega más bonita que había visto nunca antes en su vida. Él entregó sus palabras como un aporte genuino.

Pero, inevitablemente se preguntaba sobre la magnitud de los sentimientos de su amigo. Si acaso se debía a que todos pasaban la mayoría del tiempo en un entorno de alfas, haciendo deberes y construyendo un “futuro ideal”. Neil dejó de escuchar al profesor de latín, concentrado en hacer la transcripción de una vez por todas, porque de cualquier forma él  prefería el trabajo silencioso. Así era más fácil seguir vagando en sus pensamientos, recordando las palabras sinceras y sin presión de herir, que había señalado aquella vez Pitts: “las y los omegas bonitos prefieren a alfas atléticos, patanes como Chet”. Era desalentador creer que esa oración podía ser cierta, que no existía forma de ayudar a su amigo en este enamoramiento que tenía como destino acabar fatal para el pobre de Knox.

 

Neil suspiró. Considerablemente metido en aquel asunto. 

 

Levantó su vista de la transcripción viendo a través de sus lentes como actualmente Todd estaba sentado en otra mesa. Dio un pequeño suspiro, apretando sus labios un segundo para bajar su cabeza a la tarea. 

 

El señor McAllister había entregado un libro diferente a los cinco omegas, dejándolos en una mesa aparte, como si de pronto alguien le hubiese dicho que el plan de estudios debía tener una modificación. En esa mesa, no había murmullos ni bocas que silenciar, manteniendo rostros de pulcra concentración. Todd leyó una línea, estando realmente dudoso del significado. La campana sonó antes de darse el tiempo de seguir con lo que estaba haciendo, acomodando su lápiz y borrador escuchaba como los alfas hacían gritos de libertad corriendo hacia el pasillo para llegar al comedor. 

 

—Estoy casi seguro que esto de no hacernos traducir Bellum Gallicum fue un acto totalmente estupido. — murmuró un omega, Todd lo reconoció como Valentine Darling. — Digo, ¿No parece totalmente raro que nos mantenga a los cinco aquí? 

 

Todd no asintió pero estaba de acuerdo. Caminaron lentamente hacia la salida, mientras Valentine en un gesto neutro se quejaba de las relaciones que tenían que ver con ese trato mal intencionados hacia ellos. Eso que llamaron, una pasiva agresión. Todd estaba demasiado concentrado en el tema, en lo motivada que estaba la conversación incluso si algunos de ellos solo aportaban con pequeñas frases. Cuando una mano agarró uno de sus hombros por detrás, casi dio un grito de pánico, solo que ese grito salió a la inversa, como uno ahogado quedándose quieto en el lugar. 

 

—Tranquilo, Todd. Soy yo. —dijo Neil, mientras él volteaba su rostro. Quedando de frente con los ojos oscuros del alfa. 

 

—Eh. Yo…¿Sucede algo?

 

La pequeña sonrisa de Neil se hizo más grande. 

 

—Te estaba esperando para ir a almorzar. 

 

Todd balbuceo sin decir ninguna frase, confundido por el acto impredecible. Los omegas no tardaron en notar su ausencia en el grupo, pues se detuvieron dando media vuelta para mirarlo. Estaban confundidos ante lo que encontraron, el compañero alfa de Todd había aparecido de la nada a su lado, como si hubiese estado esperando en alguna esquina afuera del aula en el momento justo de su salida. Porque ellos fueron los últimos en salir. Todd les dio una mirada rápida para luego voltear a ver al alfa. Estaba nervioso y dudoso, posiblemente cuestionando sus próximas palabras o la idea de confeccionar una respuesta lo suficientemente cortés para alejarse del grupo. Roxanne Morrinson creyó entender la situación, el chico era tímido y no hablaba demasiado, probablemente porque no tenía la confianza de hacerlo y, porque ni siquiera entre ellos habían cruzado más palabras. Así que lo entendió, él claramente tenía un gramo más de confianza con su compañero de cuarto e incluso habían hecho posibles planes para la hora del almuerzo. Conectando aquellos puntos, comprendió que lo mejor era evitarle cualquier incomodidad al omega retraído, decidiendo hablar ella para quitarle cualquier presión. 

 

—Nos vemos luego Anderson. —sonrió la omega.

 

Todd exhalo, entre abriendo sus labios. 

 

—Nos vemos. —dijo Todd. Ellos ya habían seguido su camino. 

 

Neil se acomodo a su lado para comenzar a caminar hacia el comedor, distrayendo su mirada de las espaldas de sus compañeros.

 

—Las clases del señor McAllister siempre me dan un poco de sueño, es una suerte que no terminará con la cara en medio de las páginas, te lo aseguro. —comentó Neil. Evitando la proximidad del silencio.

 

Todd sonrió ante sus palabras, imaginando a un Neil Perry totalmente dormido en medio de la clase, lo cual seguro le traería un largo regaño, muchas palabrerías y hasta quizá una larga charla con el señor Nolan. Incluso se imaginó a Neil roncando, lo cual le causó una risa. Neil prestó mayor atención a ese gesto, totalmente divertido.

 

—Oh, ¿Así que te ríes de mi posible desgracia? —preguntó Neil, sosteniendo su pecho con una mano en un gesto dramático. Su sonrisa evidenciaba que no estaba molesto. 

 

Todd negó.

 

—Es que roncas, dependiendo la noche. —susurró. 

 

—Dios mío. Acabas de matarme. —alegó Neil. 

 

Ambos entraron al comedor, ocupando un lugar junto a los amigos del alfa, para que pronto una vez el señor Nolan acomodado en su lugar comenzará la oración de cada comida. Todd se sentó, picando con cierto recelo las lentejas de ese día, pensando que había estado decidido a negarle la oferta a Neil para irse con el grupo de omegas y sentarse junto a ellos. Pero se tardó demasiado en que las palabras salieran de su boca y solamente se enredó como cada vez que se pone demasiado ansioso. Entonces cuando Roxanne habló, lo hizo sonar como si él los estuviera rechazando a ellos para irse con Neil. Tal vez no debería pensarlo demasiado, pero las palabras seguían inyectadas en él. No quería sentirse una molestia para nadie. 

 

Comió con lentitud, tratando de acostumbrarse al sabor raro de la comida, escuchando a los chicos que tenían su propio tema de conversación acerca de una omega llamada Chris Noel que aparentemente tenía toda la atención de Knox. Tomó un pequeño trago de agua cuando los ojos del alfa alto se concentraron de pronto en él. 

 

—Anderson, eres un omega. —dijo, en un tono que señalaba aquello como la mayor revelación de todas. 

 

Todd no comprendió. Charlie soltó un resoplido arrogante. 

 

—Vaya Knoxie, al parecer sabes distinguir a las personas. ¿Qué sigue? Ya viste que Meeks es alfa. 

 

Knox ignoró las risas de los demás, causando mayor nerviosismo en Todd, quien no había podido reírse con el resto. Porque este tipo de atención no era algo que le dieran los muchachos, comúnmente era Neil el que estaba hablándole directamente y solo asentía a las conversaciones o comentarios de los demás. Tenían ese acuerdo invisible donde todos captaron de forma rápida cómo era la personalidad de Todd y, no buscaron escarbar en eso. Ni siquiera por el simple hecho de saber que había estado junto a ellos en aquella reunión de los Poetas Muertos, porque nuevamente, Neil era su intermediario. 

 

—Bueno, ¿Y eso a qué viene? —increpó Neil. Girando su cara hacia el otro alfa que estaba sentado a su izquierda. 

 

Knox no le prestó atención. 

 

—Tú puedes ayudarme. —enfatizó señalando a Todd con sus manos. — Puedes ayudarme con Chris, bajo toda aquella sabiduría que un omega puede entregar de otro omega. Eres como la luz brillante en este túnel agonizante y oscuro. —completó, exagerando su visión.

 

Neil carraspeó para hablar.

 

—Sí, sí, qué melodramático. 

 

Nuevamente Neil fue deliberadamente ignorado, su ceño fruncido y su expresión juguetona se transformaron en una mueca de concentración. Se llevó una cucharada exageradamente grande de lentejas, obteniendo una mejilla hinchada. 

 

Ante tal revelación Todd se quedó en blanco. Estaba cien por ciento seguro de que aquellas cosas no funcionaban así, y con lo poco que había escuchado de Chris, eran omegas totalmente opuestos. 

 

—No creo que entienda. Digo. —hizo una pausa, tratando de encontrar las palabras adecuadas con todos los chicos mirándolo tan fijamente. — No sé demasiadas cosas de otros omegas, como qué cosas le pueden gustar o…En qué se fijan para interesarse en alguien. Lo lamento. —susurró.

 

Knox soltó un quejido, colapsando en su silla, justo cuando el Dr. Hager daba un llamado de atención para utilizar adecuadamente las sillas y comenzaba una charla amarga de la decencia de una postura ejemplar. 

 

Todd contempló una última vez a Knox, una gota de simpatía se coló en su interior. Probablemente no tenía idea de qué cosas le gustarán a otros omegas pero podía hacer ese sacrificio de averiguarlo. Se trataba de uno de los amigos de Neil, el alfa era tan amable con él que preocuparse por uno de sus amigos era lo mínimo que podía hacer. Terminó de almorzar pensando en que tendría que preguntarle a sus cuatro compañeros omegas cosas relacionadas al romance, de pronto la vergüenza anticipada hizo que su pulso se acelerara, no había manera de hacer la situación más sencilla cuando apenas habían cruzado palabras. Además podía caer en la horrible situación de no ser escuchado o considerado. 

 

Se levantó de la mesa con la idea de aprovechar aquel receso lo mejor posible, es decir, evitando que sus otros compañeros desaparecieran por el pasillo. Ni siquiera se detuvo a pensar en lo que Neil podría asimilar o creer cuando en lugar de seguir derecho con los demás giro hacia el costado. Estaba demasiado ansioso por alcanzar a los omegas, pero lo suficiente avergonzado para no correr en medio de la gente. Entre más se acercaba, el impulso de dar marcha atrás se agrando, una cosa era estar con ellos porque se habían quedado al final de la clase, otra era buscarlos. 

 

—Morrinson. —llamó. 

 

La omega se giró de pronto, reconociendo la voz. 

 

—Hey, Anderson. —saludo, alzando una mano para dejarla caer a su costado. Lo miró un instante, analizando su rostro. — Vamos a la biblioteca.

 

—¿Harán tarea? —cuestionó Todd. 

 

Roxanne negó, riendo. 

 

—Allí hay menos concurrencia a está hora. Estás cordialmente invitado. 

 

Todd agradeció aquello, eso hacía las cosas más fáciles. Relajo sus manos a los costados, siguiendo el camino hacia la biblioteca. Una instancia plagada de libros que se acoplaban más a aquellos títulos que comúnmente leían porque los profesores lo dictaban para sus ensayos, proyectos o certámenes, pero uno que otro pertenecía a una elección libre de exquisita literatura para los momentos libres. Ingresaron, siendo recibidos por nadie, las puertas siempre estaban abiertas y si se requería el préstamo de un libro se anotaba en una ficha y luego tras su devolución se dejaba en un buzón, donde eventualmente sería reacomodado por el profesor de turno. Además, tal como había señalado Roxanne solo estaban ellos allí. Se acomodaron en una mesa amplia, justo donde los rayos de sol llegaban para bañar la iluminación. Todd trago saliva nervioso una vez acomodó su pierna en el banco. Se preguntó cómo podía iniciar la conversación. 

Ellos parecían llevarse considerablemente bien entre todos, por supuesto tenía sentido, estaban divididos en compañeros de habitación. 

 

Según lo que escuchaba a menudo de los alfas, más que los betas, tenía que ver con que una de las cosas que más amaban los omegas era cotillear acerca de alfas. Todd no estaba muy seguro de eso, porque nunca había estado incluido en ningún grupo de ninguna clase, a excepción del grupo de Poetas. Esperaba que los omegas comenzarán una charla de ese tipo. De esas cosas, que solían decir, les importaban a los omegas. 

 

—Ya que estamos en confianza, les quería decir un dato importante que averigüe hace poco del Brontosaurios. Su velocidad se estima alrededor de los 20 o 30 kilómetros por hora, lo cual es bastante considerable para un dinosaurio tan grande si me lo preguntan. —comentó Valentine. Se levantó de pronto, caminando hacia una de las estanterías.

 

El chico era serio, bastante reservado pero proactivo. 

 

—¿Brontosaurios? —murmuró Todd. 

 

Valentine asintió, volviendo a sentarse para colocar sobre la mesa un libro que ilustraba la imagen del dinosaurio. Todd observó el cuello largo. Una parte de él se imaginó caminando al lado de aquella gigantesca criatura, seguramente a su lado sabría lo que se siente ser una hormiga. Una sonrisa diminuta se formó en su rostro. 

 

—Imagina las posibilidades. —dijo Roxanne. Todd giró su rostro. — Creo que haré un dibujo acerca de esto. Qué dices Anderson, ¿Palmeras y flores o selva y agua?

 

Todd hizo una pausa. 

 

—Eh. Ambas…Ambas podrían ser. 

 

—Un visionario. Ambas serán. 

 

Todd no logró hablarles acerca de a qué cosas aspiraba un omega en una relación romántica. No pudo hacerlo con los murmullos de Valentine hablando sobre cómo afuera había un mundo tan delicioso que explorar, literalmente, como recorrer los rincones más raros del mundo. El chico había indagado que la tumba de Cleopatra era un enorme misterio, que había sido maldecida para cualquier alfa. Aquellos datos fascinaron a Todd. La emoción del primer día se renovó en su pecho con esa frase que él escribió en su cuaderno y, él mismo había arrancado al instante: aprovecha el día. Welton era tan pequeño y el mundo tan grande. 

Aprendió que Valentine Darling tenía una fuerte conexión con la Historia, le gustaba y por eso mismo fue la materia en que mejor destacó. Sus ideales estaban fuertemente potenciados por la arqueología. Tenía una actitud reservada, pero no tenía problemas para participar si así se esperaba que lo hiciera. 

Por ese mismo lado, reconoció lo mucho que a Roxanne le gustaba la pintura y el dibujo, estaba seguro de haber escuchado al menos la mención de tres pintores en la charla. Si bien, no pudo visualizar a qué quería dedicarse o a qué cosa sus padres le habían dicho que tenía que aspirar, estuvo agradecido de equivocarse sobre lo que otros creían que conversaban los chicos de su tipo.

 

Tal vez las personas que habían hablado no tenían la menor idea de qué cosas pensaban los omegas. Las cosas que les importaban,

 

La clase del señor Keating comenzó alta, trayendo una participación activa que había incrementado con el transcurso de los días. Al conocerlo un poco más y comprender su método había hecho que los estudiantes estuvieran atentos a qué cosa podría ocurrir. Todd escuchaba atentamente la participación de los demás, del movimiento en el aula manteniendo siempre su atención en el profesor. Se arrepintió un poco de aquella atención cuando el señor Keating se giró a mirarlo. Una alerta se encendió en él. 

 

—La lengua se desplegó con un propósito, Señor Anderson ¿Cuál es ese? Vamos, es un ser humano o un roedor. 

 

Todd sintió que estaba sudando. Trato de señalar una respuesta, pero el balbuceo pequeño de sus labios y sus ojos de ciervos iluminados por los faros hizo que el señor Keating quitará su atención de él. Se sintió un poco tonto. 

 

—¿Señor Perry? 

 

Escuchar su apellido sacó a Neil de su concentrado semblante en dirección de Todd. Miró con grandes ojos al señor Keating, como quien es pillado de sorpresa en un momento inesperado. Pensó en una fracción de segundos una respuesta aceptable. 

 

—Eh…¿Comunicarse? —respondió dudoso. 

 

El señor Keating meneó un dedo. 

 

—No. Impresionar a un omega. —corrigió. — O un alfa. —agregó. Observando a los cinco muchachos. 

 

El gesto de incertidumbre de Neil se transformó en una sonrisa, soltando una pequeña risa nerviosa al girar su rostro en dirección de Todd. El perfil del omega estaba mostrando toda su atención en las palabras del señor Keating. No parecía que ningún músculo de su cara se hubiera sorprendido con el comentario, mucho menos hecho una mueca por lo mismo, ni siquiera por la última parte. Tan contrario a él, que a pesar de todo notó cierto calor en sus propias mejillas. Tal vez a Todd no le conmovían las clases del señor Keating como a él. 

 

Para él se trataba de un escape de todo lo que creía conocer, una cosa diferente como lo catalogo desde un inicio. Aunque ese año de por sí era asombrosamente diferente a todos los anteriores. 

Dejó de prestar demasiada atención a la apertura de Shakespeare. Jugó ansiosamente con las hojas de su cuaderno. Para él las palabras del señor Keating habían encendido una llama apagada. 

 

Su atención volvió al profesor cuando escuchó las graciosas voces que estaba imitando mientras citaba parte de la obra del trágico autor. Poco a poco las risas fueron inundando el aula, hasta que el señor Keating les pidió a todos organizarse en una especie de semicírculo medio acoplado. Para comenzar la lectura. 

Neil no podía evitar las carcajadas que salían de sí mismo, la gracia de la actuación en la voz, la forma apasionada de leer. No se sentía atrapado en Welton. Giró sus ojos un instante, hacia donde Todd reía fuerte, maravillado tanto como el resto con la lectura. Su cabello un poco más despeinado que de costumbre, agitándose por el movimiento de sus hombros. 

Aquella clase terminó con el mensaje del señor Keating de atreverse a mirar las cosas desde otro punto de vista, para ver el mundo de otro modo. Todos pasaron hasta el escritorio para pararse sobre él y mirar desde allí el aula. Entonces el señor Keating dijo algo que perseguiría a Todd. 

 

—Recuerden escribir sus ensayos, también compongan un poema por ustedes mismos. Lo leerán frente a todos. Señor Anderson, no crea que no sé que este trabajo no le dio un susto de muerte. Miedoso. 

 

Las risas hicieron que Todd supiera que estaba atrapado. Saltó del escritorio, siendo el último en dar su visión. Como si fuera una metáfora extraña, el primero fue un alfa y el último un omega, de frente entre el principio y el fin eterno. 

Todd acomodo sus libros, al menos se trataba de la última clase del día, lo que lo llevaría a intentar escribir un poema lo más decente posible. Estaba de espaldas, cuando la figura de Neil apareció de repente. Al menos esta vez no dio ningún brinco del susto. 

 

—Desapareciste. —señaló. 

 

Todd lo miró un poco desconcertado, de pronto entendió lo que quería decir el alfa. 

 

—Fui a hablar con los chicos de, bueno, estuve conversando con los omegas. 

 

Neil asintió. Observando como Todd acomodaba el montón de libros en sus manos. Se preguntó vagamente si necesitaría ayuda en eso, fue una idea tonta e irracional considerando que Neil ni siquiera podía con la montaña de sus propios libros. 

 

—Anderson. 

 

Todd giró su rostro por instinto. La voz grave de Agatha infundía el tener que escucharla como una opción innegable. Todd secretamente pensaba que imponer aquello era admirable. 

 

—¿Qué pasa?

 

—El señor Nolan nos llama a su oficina. A los cinco. 

 

Todd no comprendió aquello, pero asintió. Observó a Neil un instante antes de salir por la puerta. Neil fue el último en marcharse, se quedó mirando el puesto vacío de Todd más de la cuenta. 



Los cinco caminaron serios hacia la oficina, saludando cordialmente a la secretaria que les abrió la puerta del señor Nolan. El decano les dio una sonrisa que parecía severamente forzosa. De esas que se practican tanto que ya no hay necesidad de estimarlas como verdaderas o falsas. Se mantuvieron de pie frente al escritorio del decano, ninguno sabía exactamente de qué se trataba. Habían especulado sobre un incidente, pero nadie llegó a ninguna conclusión válida. 

 

—Bueno muchachos. He visto resultados considerables. Claro, algunos pueden mejorar pero siguen siendo notables. —felicitó amargamente. — Sin embargo, me temo que un taller extracurricular de nivel deportivo es necesario para ustedes. Después de todo es un concepto obligatorio para la Academia Welton, no queremos pasar a llevar eso, ¿Cierto?

 

—Por supuesto que no, señor. —corearon los omegas. Excepto Todd. 

 

El señor Nolan asintió orgulloso. Buscó algunos papeles. 

 

—El profesor Eddie Dugan se especializa en béisbol, los está esperando en el patio de la zona central. Justo al frente del lago. Pueden irse, cambiense y denle una buena impresión al señor Dugan ahora mismo.

 

Los cinco hicieron una pequeña reverencia, minúscula solo un meneo de cabeza y salieron en una fila ordenada. Una vez bajando por las escaleras los quejidos fueron dichos.

 

—¿Béisbol? Somos cinco, qué maldito caso tiene eso. —alegó Gregory Gemmell. El omega más alto y delgado de ellos.

 

Todos asintieron. Todd no podía creer que una cosa que no había hecho en su vida ahora fuera obligatoria. Odiaba todas las cosas que tenían que ver con la Academia y como lo obligaban a estar haciendo cosas que no quería. 

Especialmente porque Welton ni siquiera había considerado lo ridículo que se veía que solo cinco personas jugaran un juego obligatoriamente de nueve. Eso solo probaba lo poco interesados que seguían estando en los omegas y su desempeño cómodo en la Academia. 

 

Podían irse al Infierno. Allí no estaban siendo considerados, solo aplastados por la misma bota. 

 

—Será el día más largo de todos. —murmuró Roxanne. 

 

Todd caminó rápido por el pasillo de las habitaciones. Los cuatro omegas siguieron de largo, sus habitaciones quedaban al final del pasillo. Entró a la habitación mirando el mueble donde estaba su ropa, alzando la pequeña montaña de camisetas para apartar la blanca, sacar los shorts de gimnasia y el suéter rojo con la letra W cosida al medio. Miró un segundo la capa de ropa que tenía acomodada, incluyendo su pijama pulcramente doblado, pensando por un segundo que las cosas se veían raras a cómo las había visto durante la mañana. Negó, seguramente aturdido por tanta información. 

Se quitó la chaqueta de prisa, sin importar los fuertes tirones que daba a la camisa para quitarsela, se puso la camiseta y el suéter rojo al mismo tiempo, dejando uno de sus hombros al descubierto por la rapidez y poco cuidado al colocarse la ropa.  Poca importancia le dio también a sus pantalones, los cuales dejó tendidos en el respaldo de su silla. Cuando volviera tendría tiempo para ordenar todo mejor, ahora no lo tenía porque las cosas habían sido avisadas sin un gramo de consideración por ellos. Abrochó sus zapatos lo mejor que pudo, dejando las agujetas colgando a los costados. Estaba por salir, con su mano sujeta a la manilla bajando su mirada para notar que no llevaba los pantalones. Había olvidado ponerselos. Soltó un jadeo de frustración, acomodando los shorts entre sus piernas con un meneo exagerado, cuando la puerta se abrió.

 

Todd chilló. 

 

Neil gritó, retrocediendo un paso cambiando su cara relajada a una de pánico mientras ponía una mano sobre sus ojos y giraba su rostro hacia atrás.

 

—¡No vi nada! Lo juro. Jesús, lo lamento Todd. No pensé…Yo te aseguro, la cosa es que. —trató de disculparse y justificar el haber abierto la puerta. 

 

Todd carraspeó, algo sonrojado. Su trato había sido desde el primer día acordado, especialmente por Neil que era el que hablaba, que ninguno se cambiaría en la presencia del otro por obvias razones. Usarían los baños, las duchas o incluso avisarían al otro que esperará afuera de la habitación. Porque por todos los cielos, Neil Perry no era un maldito pervertido y todos sus compañeros eran la prueba de ello. Comprendiendo casi de forma natural, que no importaba si Perry tenía un omega en su propio cuarto, él no estaba interesado en actos mundanos. Además de que esa acción lo nivelaba como un alfa ejemplar cada tarde cuando estaba de pie en el pasillo esperando entrar a su habitación porque él se vestía en el baño.

 

—Tranquilo Neil, está bien. Yo sé, a parte ya estaba vestido, solo me asuste porque estaba concentrado. —consolo Todd. 

 

Neil quitó su mano y giró lentamente su rostro hacia Todd. 

 

—¿Por qué llevas tu ropa de deporte? —preguntó Neil confundido, observando mejor a su compañero. 

 

Todd alzó los hombros, cansado. 

 

—Tenemos taller. 

 

—¡Anderson, vamos! —gritó una voz en el pasillo. 

 

Todd caminó hacia la puerta, esta vez antes de irse se giró hacia el alfa. 

 

—Te veo luego. —dijo en una momentánea despedida. 

 

—Te veo. —respondió Neil, en un murmullo lento alzando débilmente una mano. 

 

Se quedó mirando la puerta cerrada de la habitación de Cameron y Charlie. De pronto notó que sus ojos ni siquiera habían estado mirando el rostro de Todd, habían bajado hasta el cuello descubierto y su hombro a la vista. Demasiada piel expuesta para alguien que solía estar siempre demasiado envuelto en capas. Trago saliva, sentándose en su cama. Solo era un chico tonto, cómo podía haber estado prestando tanta atención a solo un hombro. 

 

Corriendo por el pasillo, Gregory casi se cayó en la salida del patio, había tratado de abrochar las agujetas de su zapatilla mientras al mismo tiempo corría. Justo en donde les indicio el señor Nolan, estaba el profesor Dugan contemplando el lago con los brazos detrás de su espalda. Los omegas, como animalitos nerviosos, se acercaron lentamente. 

 

—Veo que casi llegan tarde, por eso empezaremos con el calentamiento. —indicó el hombre. Ni siquiera se presentó, ni los saludo, mucho menos se giró a verlos. — Diez vueltas de aquí hasta la orilla del lago. —todos lo miraron dudosos. — ¿Qué rayos esperan? ¿Una invitación? ¡Vamos majestades, aquí no es salón de belleza!

 

Evidentemente aquel grito calentó una ira en más de alguno comenzando a correr con cierta molestia.  Al hacerlo, Todd sintió dos manos que lo agarraban del cuello. Roxanne ni siquiera lo miró, acomodó rápido su suéter y luego, una vez hecho y cubierto el hombro, se alejó y adelantó su paso. 

 

La tarde fue un desastre total. Si bien unos se quejaban más que otros al llegar a las duchas, Todd solo podía hacerlo silenciosamente haciendo muecas imposibles de controlar. Le dolía todo el cuerpo y seguramente el que sintiera sus piernas como fideos no podía ser una señal amigable. Se apoyaba suavemente en las paredes blancas del vestuario, buscando poder llegar hasta la banca que estaba pegada a la pared. Agatha se veía menos afectada, no utilizando ningún tipo de estabilizador, pero el sudor en su cara y el ceño fruncido dejaban ver que estaba tan afectada como todos. Todd soltó un quejido más fuerte cuando por fin se sentó, al hacerlo no pudo evitar notar que había sido una idea aún peor porque seguramente levantarse de allí ardería como mil infiernos. Una idea para nada planeada, pues como solía ser el último en quedarse en las duchas porque era demasiado pudoroso para desnudarse frente a otros y ducharse así, aguantaba el intervalo donde quedaba solo él. 

 

—Me arde hasta el trasero. —comentó Roxanne. 

 

Todd genuinamente río, porque ella tenía razón. 

 

Cuando Todd llegó por fin a su habitación el sol se estaba escondiendo y  tenía cero ganas de ir a cenar. La idea de saltarse la cena era sólida al saber que no necesita la puntualidad y el reglamento rutinario del desayuno y el almuerzo. Arrastró sus pies con suma pereza, sorprendido de ver a Neil sentado en su escritorio con la cabeza metida en un libro, su atención cambió de lugar cuando sintió a Todd.

 

—Ya llegaste y uy, parece que luchaste contra un oso y fuiste aplastado por un cambio. —dijo, sonriendo con picardía mientras se quitaba las gafas.

 

Todd asintió. También sentía el sueño apoderarse de él. 

 

—Eso hubiese sido más fácil. — bufo.  Desplomándose sobre su cama. 

 

Neil parecía seguir mirándolo desde su lugar en la silla. 

 

—¿Vas a venir está noche?

 

—No lo sé, quizás.  Apenas puedo mover las piernas. —murmuró Todd. Su voz siendo apaciguada por la almohada. 

 

Neil se lamió los labios resecos. Necesitaba un vaso de agua. Observó sus propias manos, la vena se había marcado en ellas. 

 

—¿Y si te cargo? Así no tienes que caminar. 

 

No hay respuesta. Por un segundo su corazón se detuvo, temeroso de haber dicho algo demasiado tonto, hasta que la suave respiración de Todd le hace notar que se ha quedado dormido. 

Chapter 6: Capítulo 3

Notes:

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Apoyó suavemente su mejilla contra la almohada, había escuchado su nombre susurrado lejanamente pero no le importo. No estaba acostumbrado de todos modos a que nadie lo llamará por las mañanas con tanta insistencia, presionó su rostro un poco más contra la almohada, gruñendo bajo. De pronto su nombre fue dicho más cerca. Abrió los ojos de golpe cuando sintió una mano sobre su hombro. La expresión que estaba haciendo seguramente se parecía un poco a una de pánico, porque Neil lo estaba mirando como si hubiese dicho alguna mala palabra y sus padres lo supieran. 

 

—N-Neil…¿Q-Qué hora es? 

 

Todd estaba sonrojado. La cara de Neil tan cerca le había descolocado, y sus mejillas se habían puesto rojas por la sorpresa. 



—Se hará tarde. —respondió Neil, en lugar de señalar una hora justa. — Te deje dormir porque anoche te quedaste dormido tan pronto como tocaste la cama. —Neil sonrió, como si hubiese recordado algo divertido. — Te dormiste sin siquiera acomodar la manta.

 

A pesar de su observación, Todd miró hacia abajo notando que las mantas lo cubrían. Lo que significaba que Neil lo había hecho, incluso si no se hubiese enfermado el alfa, que seguramente se quedó estudiando toda la noche, se dio el tiempo de arroparlo. Todd no alcanzó a darles las gracias, ya había salido de la habitación dejando la puerta cerrada detrás de él. 

 

Él se había encargado de arroparlo. 

 

Todd no supo por qué pero aquel nivel desinteresado de cuidado hizo que su corazón se apretará en su pecho. La amistad se sentía demasiado intensa. Se preguntó si podría sentir esa clase de cosas con los recientes autoproclamados Poetas Muertos, si podría sentir que se le escapaba el aire de los pulmones con solo verlos sonreír. Si, acaso aquello pasaría con los omegas, a quienes había considerado muy interesantes y amables. 

Quito esos pensamientos de su mente al comenzar a vestirse, tendría tiempo para entablar ese vínculo con los demás. Ahora mismo sentía que podía lograr entablar múltiples amistades. Hasta que su calma se interrumpió cuando recordó la tarea del señor Keating. 

 

Tenía que escribir un poema. ¿De qué? No tenía idea, peor aún, cómo rayos iba a leer ante todos los demás.

 El horrible nudo en el estómago hizo que el desayuno tuviera un sabor amargo. Mientras masticaba con fingida calma, porque estaba algo hambriento, el último trozo de su tostada con mantequilla. Los dedos de Neil tocaron su mano apoyada sobre la mesa, desinteresadamente, Todd lo miró sin entender. Neil meneó la cabeza en un gesto de señal. Allí, en su mano sostenía una tostada totalmente pulcra, sin morder. Todd abrió la boca y la cerró varias veces sin saber qué decir o hacer. 

Neil negó, alzando los ojos. 

 

—No cenaste. Necesitas reponer fuerzas. —señaló. 

 

Todd asintió rápido, tomando la tostada. Cada mordida era un zumbido en sus oídos. Nadie dijo nada, la conversación en la mesa nunca se detuvo y Neil, ni siquiera se afectó por el gesto tan amable que realizó. El alfa habló hasta el toque de la campana con Charlie. Todd no pudo agradecerle otra vez. 

 

En la clase de química se sentó junto a Agatha. Ella estaba siempre muy atenta durante esa hora, tomando apuntes, resaltando partes de algún texto que tenía sobre la mesa, pero esa vez, ella giró su rostro lentamente. Lo miró por unos segundos, la mirada extrañada que le dio hizo que Todd se preguntará si había hecho algo especialmente raro como para que ella hiciera eso. Paso la siguiente hora mirando de reojo a la omega, buscando desesperadamente que los ojos azules cambiarán de expresión. 

Tal vez ella había tenido un mal sueño. 

 

Ella no volvió a mirarlo. Se levantó de prisa ante el campanazo, saliendo del aula como si estuviera escapando de cualquier cosa, como si la siguiente clase no estuviera tan solo al costado de química. Todd no quiso malinterpretar una acción tan común como esa, no la conocía demasiado y habían hablado poco durante la práctica de béisbol. Trago saliva dudoso. Roxanne se acercó a él, sonriendo ampliamente para darle una palmadita en el hombro. Todd le devolvió la sonrisa, gentilmente en una expresión pequeña. Entonces lo vió. Ella frunció la nariz y su ceño relajado se frunció. Fue una milésima de segundos. Pero lo vio. 

 

—¿Hay, hay algo mal?

 

Roxanne levantó su mirada del suelo.

 

—¿Qué? No, no. Nada en absoluto. —dijo, moviendo la cabeza en negación. — Es natural. —añadió en un susurro. 

 

Todd asintió, al principio no comprendió bien las últimas palabras porque no les prestó atención hasta que estuvo en la clase de latín escuchando sus propios pensamientos. Es natural, qué cosa era natural. ¿Qué nada estuviera pasando? Todd aspiró lentamente. Escribió como si sus dedos pudieran soltar el lápiz en cualquier momento, con un rastro de inquietud e incertidumbre. 

Recordó su plan o al menos inicialmente la idea que tenía para poder devolverle al grupo de Poetas su buena hospitalidad y trato. El poder ayudar de alguna manera a Knox con su enamoramiento. Considero el día anterior como una especie de regalo que le permitiría establecer una buena comunicación con ellos, no se había sentido juzgado ni empequeñecido. Sus aportes fueron considerados. Sí. Luego de esa clase, aprovechando el camino hacia el almuerzo, les preguntaría a ellos qué cosas buscaban en una relación romántica. Qué cosas podría hacer Knox por Chris. 

 

Gregory Gemmell fue el único que le dio una respuesta, porque fue el único que caminó hacía el almuerzo. El grupo se había separado porque los otros tres tenían planes urgentes que atender. Agatha habló sobre avanzar en su proyecto de química, Roxanne que debía llamar a su padre omega como siempre hacía al menos un día a la semana y Valentine, había dicho que “mi cuerpo sigue aplastado por lo de ayer”. Así que, él más sensato fue Gregory. Aunque seriamente Todd pensó que el chico solo amaba comer. No desperdiciaria su oportunidad de un almuerzo por más desagradable que fuera el sabor. 

La respuesta del omega fue precisa y corta, quizá demasiado: “un alfa con un auto es ardiente”. Todd no tenía idea de cómo trabajar con esa información. Estuvo dándole vueltas a la misma durante la última clase, y en ellas es que estaba atrapado ahora mismo, sentado sobre su escritorio con ropa cómoda. No podía decirle a Knox, sin motivo alguno, que comenzará a usar el auto de sus padres y se paseara por el pueblo. No. Knox solo tiene una bicicleta. 

Todd estaba seguro de que ninguna cosa le estaba saliendo bien acerca de esto. Poco o nada pudo entender de historia. Tendría que pedirle al grupo de estudio abordar esos contenidos porque su mente estaba vagando en la miseria misma de una celestina sin ningún propósito claro. No, más bien sin ninguna información útil. 

 

“Tú eres un omega”, recordó las palabras de Knox. Sí, era un omega pero, ¿Qué cosas le gustaban de un alfa? No recordaba si había tenido tiempo para fijarse en detalles particulares. Su enamoramiento de primaria fue fugaz y distante. El niño ni siquiera era un alfa demasiado atractivo, ni tan gracioso pero había algo en su mirada que fue al menos por dos semanas, encantador para Todd. Luego, con el insistente desprecio en las palabras de su padre, Todd comenzó a ignorar a los alfas a su alrededor. Su padre, bajo un aspecto serio y casi decepcionado le había dicho que ni siquiera era un omega bonito. Que su personalidad y físico atraerían a la bajeza más grande de los alfas, “con suerte se casará Margaret, y ese alfa tendrá toda mi compasión”. Todd tragó saliva, sintiendo como su vista se nublaba.

Maldita sea, había dejado que los pensamientos fluyeran demasiado en un mal sitio. 

Aspiro cansado, mirando la hoja en blanco de su cuaderno. Aquel cuaderno donde dejaba escrito todo tipo de cosas que se le ocurrían, el mismo donde estaba tratando de escribir el poema del señor Keating. 

 

Miró de reojo su cama, quería un poco de consuelo. Sostuvo el cuaderno y lápiz para levantarse, acomodó la almohada entre la pared y el respaldo de la esquina sentándose largamente en la cama apoyando su espalda sobre la suavidad que había ordenado. Una vez en la posición correcta comenzó a escribir como si estuviera poseído por una fuerza inhumana. Hizo rayones, rayo palabras, corrigió otras en los márgenes. Todo era sucio, una mancha de emociones desbocadas. Su mente de pronto se tornó blanca. Olvidó que estaba en Welton. La idea lo frustró, arrancó la página y la arrugó lanzandola hacia un costado. Hizo lo mismo con las siguientes dos que medio escribió, cuando estaba por la tercera exhalo frustrado borrando la última palabra escrita. Lo odiaba. Esto era fatal. La pobre goma de su lápiz daba sus esfuerzos finales, cuando la puerta se abrió Todd solo volteó su cuaderno sobre su regazo. Ocultando todo lo que llevaba de aquel poema nuevo.



Neil entró a la habitación riendo por lo bajo, estaba desbordando una alegría que pocas veces había podido contemplar. Se acercó a su cama dando grandes pasos para arrodillarse al borde y extender sus manos hacia el regazo de Todd, dejando en ellas una hoja. En ese intercambio tan rápido sus dedos se habían rozado, enviando una pequeña electricidad por el cuerpo de Todd. 

 

—Al fin lo sé. — comenzó a decir Neil, demasiado extasiado para darle cualquier tipo de contexto. 

 

Todd no lo comprendió, trato de hacerlo mientras miraba la hoja.

 

—¿Qué cosa sabes? 

 

—Lo que quiero ser ahora, a lo que quiero dedicarme. —aseguró, enfatizando con sus manos. 

 

Todd lo miró. La luz de la tarde le daba justo en la cara por la posición de la ventana. Sus ojos oscuros tenían un color etéreo. Como si la miel se hubiese derramado en ellos cada tarde con los rayos del sol. Todd quiso saber de qué se trataba todo eso. 

El papel decía:

 

 Henley Hall presenta Sueño de una noche de verano de William Shakespeare. 

 

¿Por qué esa obra tenía alguna relación con Neil? Lo pregunto, sencillamente las preguntas que hacía eran demasiado generales, fáciles de malinterpretar hasta que por fin se dio con la respuesta que necesitaba. Neil quería actuar. Había estado interesado desde siempre en la actuación y, cuando quiso intentarlo el año pasado su padre no había dado su permiso. Neil estaba demasiado entusiasmado, tanto que ni siquiera controlaba los grados de su aroma que se extendía por todos los rincones de la habitación diferenciándolo de su aroma neutral. Este tenía felicidad, excitación de por medio y eso era abrumante. Todd se sintió un poco mareado mientras veía  a Neil dar vueltas por la habitación sosteniendo su manta sobre los hombros. Ni siquiera controlaba el nivel de su voz, sus mejillas rojas y el brillo de sus ojos. 

 

Neil estaba desbordando vida. 

 

Su grito de Carpe Diem hizo a Todd negar mientras trataba de acomodar las hojas que Neil había lanzado por el aire. Le dijo que no gritará. No quería llamar la atención del resto de sus compañeros. 

 

La mínima inquietud que tuvo se tiño de una preocupación más importante. El señor Perry, el padre de Neil. Recordó su mirada, el tono, la forma en la que Neil parecía un cachorro a su lado. 

 

—¿Cómo lo harás si tu padre no te deja? 

 

La sonrisa de Neil flaqueó. Saltó de la cama al piso, caminando hacia la ventana. 

 

—Primero consigo el papel, y luego me preocupo por eso. 

 

Todd no pudo evitar el tema, era demasiado tarde para detener sus palabras cargadas de preocupación. 

 

—Si él se entera que fuiste a una audición sin decírselo te va a matar. 

 

Por algún motivo, esa posibilidad se sintió menos como una exageración y más como una verdad. 

 

—No, no. Él no va a saber nada, no se va a enterar de esto.  —dijo Neil.

 

—Eso es imposible. —Todd negó. No había forma de que no lo hiciera, el pueblo estaba comprimido. Ellos se conocían con todos.

 

—No. Nada es imposible. —aseguró Neil, al mirarlo sus ojos brillaban con una convicción terriblemente inocente. 



— Pero…¿Por qué no le preguntas? No sabes si te va a decir que sí. —trató de hacerlo razonar. 

 

—Ja, qué simpático. Si no le digo entonces no va a ser desobediencia. —alegó el alfa. Tirando la manta sobre su cama con desgana. 

 

Todd comenzó a desesperarse. Neil estaba cegado por la inicial emoción, seguramente no creía que las cosas salieran mal, solo que Todd tenía la paranoia incrustada en la piel, desde su punto de vista habían demasiadas posibilidades para que todo saliera muy mal para Neil. 

 

—Sí, pero él dijo que no…—habló rápido, tratando de acercarse al alfa que estaba de pie. 

 

Neil se volteó más rápido que nunca, acercándose a Todd. 

 

—¡Oye Todd! ¿de qué lado estás?  —elevó su voz soltando un gruñido desde lo profundo de su garganta. Cuando se dió cuenta de aquel acto, Neil se quedó quieto. Mirando el rostro del omega. Dió un paso atrás. — Lo siento. —se apresuró a decir, quitándole el papel de las manos a Todd para alejarse y sentarse sobre el radiador. — Además todavía no es seguro. Solo quiero poder disfrutar de este sueño, al menos por ahora. —añadió. Necesitaba decirlo. Hablar algo. 

 

Neil tenía la cabeza caliente, una punzada justo en la sien. Tragó saliva guiando su atención hacía lo que estaba detrás de la ventana. Los ojos azules de Todd lo perseguían, fueron segundos y podía percibirlos como siglos. Lo hirió. Lo asustó. No tenía la menor idea de sus palabras, no midió el tono, sencillamente se desesperó. El omega también lo castigó con su silencio. Ni siquiera le dio una mirada más. Su boca entreabierta, tan incrédulo y atrapado por sus palabras. 

 

Maldita sea. 

 

Neil giró su cabeza para mirarlo. Estaba escribiendo o intentando escribir algo en el cuaderno. Quiso crear un tema nuevo, una especie de solución y por supuesto que la Sociedad de los Poetas Muertos era uno de aquellos temas importantes que tratar. 

 

—Anoche no fuiste a la reunión, ¿Planeas ir hoy? 

 

Todd ni siquiera se fijo en él. Siguió mirando la hoja. 

 

—No lo sé, tal vez. 

 

Neil ni siquiera se detuvo a pensar. Probablemente siempre fue impulsivo, más de entender las soluciones en otro momento. Bajo la piernas del radiador, apoyando sus codos sobre ellas. 

 

—No te importa nada de lo que dice Keating, ¿No es cierto, Todd? —cuestionó inclinándose, acusando al otro de un delito inmedible.

 

—No entiendo…

 

La conversación tomo el sentido contrario de su objetivo. Demasiado acalorada, Neil ni siquiera sabía por qué estaba insistiendo en aquello, por qué estaba buscando una solución creando otro problema. 

 

—Para ser miembro debes conmoverte, pareces una piedra. —acusó Neil. 

 

—¿Me estás sacando?

 

—No, estás adentro pero para estarlo significa que debes trabajar no solo decir que lo estás. 

 

Eso fue grosero. Eso fue demasiada presión sobre lo que ya conocía de Todd Anderson y, sin embargo lo hizo. Lo siguió haciendo en todo momento. 

 

—Neil, yo no me parezco a ti. Tú…Tú dices cosas y los demás te oyen. No fui así nunca. —respondió el omega. 

 

No. Neil no compartía esa opinión. Todd no estaba limitado a no hablar a  no expresarse. 

 

—Todd, si quieres puedes.



—No. No lo sé, pero no importa. Lo importante es que tú nunca lo evitarás, mejor olvídalo. Yo sé cuidarme solo muy bien. ¿Sí? —afirmó, evitando mirar al otro. 

 

Ese era el final de la conversación. Allí se cerraban esos minutos de confrontación de cruzar límites y tratar de escarbar debajo de la piel del otro. De sencillamente no seguir hablando de nada porque no existía la energía de poder hacerlo. Pero no. Neil no pudo cerrar la boca porque tenía demasiado que decir de pronto. Porque sentía que a veces no hablaba casi nada con Todd, que ahora se estaba ocupando más en otras cosas y no entendía por qué eso lo sacaba de sus lineamientos. Sobre todo, porque evito decirle a cualquiera de los chicos acerca de su idea, de su sueño. Ni siquiera espero a Charlie, su mejor amigo, su hermano. No. Fue directo a buscar a Todd, porque si no hubiese estado lo hubiese esperado allí, sentado sobre su cama martillando el piso con su pie inquieto y nervioso. Y si tardaba demasiado hubiese salido a recorrer cada rincón de Inferton. 

 

Eligió compartir su sueño con Todd y Todd simplemente lo arrastró al piso. Luego se molesto por eso, por la preocupación exagerada. Por la súplica de no hacerlo sin conversar con su padre. 

 

Y todo eso hizo que su piel picara. Porque absolutamente sabe, que una parte patética de él casi le dijo que sí. Que hablaría con su padre. Que lo haría, pero que por favor cambiará su expresión de preocupación. 

 

Por eso no cerró su boca. 



—No. —respondió rápido, firme. Volviendo a soltar un gruñido bajo, inyectando su mirada en Todd. No. 

 

Neil salió de su trance, sorprendido por la franqueza de sus palabras. 

 

—¿Cómo que no? —preguntó Todd, sonriendo confundido. 

 

—No. —repitió Neil, sonriendo y meneando su cabeza en un gesto que en su vida había hecho antes.  

 

En ese instante Neil lo comprendió. Estaba protegiendo a Todd Anderson. Lo hizo desde que el muchacho llegó a Welton, desde que supo que se trataba de un omega pero sobre todo, de qué clase de omega era. No pudo evitarlo. No fue cuando habló con él en su habitación aquel día, su instinto se activó la vez en que entraron a la oficina del decano. De los talleres extracurriculares y deportivos. De cómo el alfa viejo miró con falsa cortesía al único omega del grupo, señalando que no habían talleres deportivos para él ni ninguno de los omegas. Todd trato de hablar, su balbuceo alcanzó a soltar un bajo: “es-estaba… en fútbol en… Balincrest” . Luego el decano cerró la conversación exasperado. 

Neil no sabía qué hacer, lo miró de reojo varias veces pensando en qué cosa podría sacarlo de ese apuro. De la expresión triste de su rostro, del torrente de lágrimas que querían desbordarse de sus ojos. Fue una causa noble. Neil estaba actuando como el fiel caballero de armadura que corre al rescate del pobre herido en apuros. Corriendo con esa honorable y excelente forma de ser. 

Protegerlo significó un total compromiso. Estaba comprometido con cuidar de Todd, adherido en su piel como un deber intrínseco. 

 

Lo cierto era que, a pesar de su propia decisión de hacerlo, Neil sabía que una sola palabra de Todd lo callaría para siempre. Pero incluso desde su silencio, desde su boca cosida y sus manos atadas buscaría la forma de cuidarlo. 

 

Los ojos de Todd eran estrellas confusas y capaces de juzgarlo, antes de que eso último ocurriera, Neil le quitó el cuaderno a Todd de las manos, mientras que él desesperadamente quería recuperarlo. Comenzaron a correr por la habitación, sobre las camas. Neil leía las palabras que no habían sido borradas, antes de que Todd pudiera alcanzarlo, estirando sus brazos tratando de atrapar el cuaderno. La risa cantarina, el aroma mezclado de la habitación, la lectura ahogada por los comentarios de burla cariñosa hicieron que Neil chocará contra el rincón más pequeño de la pared, y Todd chocará su cuerpo contra el suyo. Todd ni siquiera se fijó en el cuaderno, sus manos quedaron atrapadas entre su pecho y el de Neil, sus ojos sobre los ojos de Neil. Fue diferente a todo lo que habían podido experimentar juntos como amigos. Como compañeros de una mini manada. Todd tenía los labios entreabiertos, aspirando el aroma que lo consumía por todas partes. Aroma de menta y chocolate caliente. 

 

Neil estaba tan embalsamado como él. Estaba siendo presa de un asombro difícil de explicar. Inclinó su cabeza sobre el costado del cuello del omega, haciendo que Todd se pusiera rígido cuando el suspiro de Neil chocó contra su piel desnuda erizandolo. 

 

—Hueles a panecillos horneados y canela. —murmuró Neil.

 

Todd se alejó de golpe quitándole el cuaderno de las manos al alfa. Lo miró con grandes ojos antes de cubrirse el cuello anteriormente examinado y bajando rápidamente de la cama. No dijo ninguna palabra. Buscó en el cajón del escritorio una caja de pastillas. Neil dejó atrás su aturdimiento para perseguir a Todd. 

 

—¡Lo lamento! Todd, lo lamento en serio. No sé por qué hice eso. —explicó frustrado. No sabía qué hacer con sus manos así que se las paso por el pelo. 

 

Se comportó como un idiota. Toda la hora fue un idiota. 

 

—Dejalo Neil. —dijo Todd entredientes, demasiado serio. Distante. — Estás acostumbrado a estar con alfas, no conoces los límites. 

 

Sí. —reconoció Neil. — A veces olvido que eres omega. — agregó, riendo nerviosamente. Pero la sonrisa se esfumó cuando vio la expresión de Todd. 

 

Todd salió de la habitación cargando su uniforme de deporte. Camino hasta los vestidores con el corazón apretado de una forma dolorosa, no cómo antes. La amistad debía ser así, de altos y bajos lo suponía. Pero por qué razón, de todo lo que Neil le dijo, la idea de que lo considerará un alfa le dolió tanto. 

 

“A veces olvido que eres omega”. Se tragó la pastilla sintiendo una acidez en el estómago. 



Incluso si sus piernas estaban ardiendo siguió corriendo a la par de las instrucciones del señor Dugan. No le importaron los quejidos de Gregory ni el clima con viento de la tarde, tampoco prestó atención al silbido de asombro de Roxanne cuando él bateo la bola de béisbol y está cayó tan lejos que no pudieron encontrarla. 

 

Debió darle en la cabeza a Neil. Solo por las dudas. 

 

—Anderson y Morrinson. —llamó el señor Dugan. Los dos se pararon delante de él. — Son veloces, al menos más que el resto por eso quiero que refuercen esa velocidad. Harán la siguiente rutina… 

 

Todd agradeció el uso de la gorra. Porque a unos metros, los chicos del taller de fútbol iniciaban sus ejercicios de calentamiento antes del juego. Pudo ver de reojo como Roxanne miraba de una esquina a otra, antes de comenzar la carrera que el señor Dugan les indicó que hicieran. 

 

Dos semanas. El señor Dugan dijo que en dos semanas sus cuerpos estarían acostumbrados a la exigencia, que quizás el nivel aumentaría pero la práctica haría que no fuera un problema. Ninguno sabía qué tanto anotaba, ni por qué tenía una escala de habilidades ni mucho menos, por qué decidió además dividirlos en esas habilidades. Solo sabían que estaban ardiendo. 

 

Valentine tosió, antes de darle un largo trago al chorro de agua que salía del grifo. Todd se apoyó en una esquina, la experiencia de permanecer sentado ya lo había dejado sin aliento la tarde de ayer. Tenía que guardar energías para ir a la cueva. 

 

Agatha se detuvo ante él. Mirándolo con el ceño fruncido, recién ahí notó que ninguno había entrado a ducharse, que Agatha miró a los demás y luego volvió su atención a él. Suspiró pesadamente. 

 

—Mira Todd. Hablamos esto entre todos antes de decirlo, porque no queremos ser entrometidos o lo que sea. —habló, su tono era amable pero se notaba un pequeño rastro de severidad. — Hueles a Perry. Y eso, puede traernos muchos problemas.

 

Todd no logró asimilar la dificultad de eso. Claro que olía a Neil, ¡Toda la habitación olía al alfa! No estaba medicado hasta la tripa como él, podía liberar sus feromonas como quisiera. Y sobre todo, en su espacio. Seguramente la cama de Neil apestaba a eso, a Neil. 

 

—Somos…Compañeros de habitación, es obvio.



Agatha alzó una ceja, incrédula. 

 

—No eso Todd. —negó, colocando sus manos sobre sus caderas. — Hueles a que Perry te marcó con su aroma. Lo haces desde hace tiempo, pero hoy. Diablos, pensé que estaba frente a él y no ante ti. 



Todd no supo que decir. Estaba confundido. Ninguna respuesta coherente salio de su boca. 

 

Roxanne se adelantó, al costado de Agatha. 

 

—Se que son cosas privadas, de pareja. Pero si hueles mucho así, pueden esparcirse rumores que nos arruinaran a todos. —indició Roxanne con suavidad. 



Todd negó desesperadamente. Levantando sus manos.

 

—N-No, no entienden…Neil y yo no, no somos esa clase de compañeros. 

 

Gregory jadeó detrás. Recordando la conversación que habían tenido durante el almuerzo. 

 

—No estarás calentando su cama y guardando silencio porque él te lo pidió, ¿O sí? —alegó el omega alto. — No tienes que permitir que un alfa sin pelotas te trate así.



Agatha miró de arriba abajo a Todd, alerta. Más severa que nunca. 

 

—¿Es eso Todd? Si te hace algo, no dudaré en clavarle un tenedor en el cuello.



—¡Oh Dios no! ¡No, ya basta! —gritó exasperado. Todos se callaron, mirándolo preocupados. — No somos nada, nada en absoluto. Neil y yo solo somos compañeros de cuarto, a-amigos. Estamos juntos en…E-en una especie de club sin membresía en la Academia. Él solo, solo me ve como un alfa más. Un miembro de su manada. Todos lo siguen. Lo siguen porque cuida de todos. 



Sus palabras parecieron confortar la preocupación de los chicos. Asintieron en silencio, entrando a las duchas y quitándose la ropa. Si Todd decía que eran amigos, entonces era eso. Eran amigos, no había ninguna otra señal de conmoción.

 

Todd fregó con fuerza el jabón sobre su piel, olio varias veces pero no sentía ninguna rareza en su aroma. Tal vez su nariz estaba demasiado acostumbrada a eso, tontamente rápido. Desde el primer día se acostumbró a ese aroma. 

Se pasó tantas veces y con tanta fuerza la esponja, tratando de impregnar el aroma a frutas que su piel quedó roja por la presión. No quería darle esa impresión errónea a nadie. Neil era amable, era su amigo, se sentía cómodo con él y apreciaba cada parte loca del alfa intenso. Pero que el resto pudiera malinterpretar eso. No había forma de ser aceptable.

 

Medio dólar.

 

Medio dólar era todo lo que valía. Neil no estaba para ser confundido con querer a alguien como él. Tan imperfecto. 

 

Estaba cansando durante la reunión de los Poetas. Los demás Poetas tenían demasiada energía, probablemente deberían hacer reuniones en horarios diversos. No solo en medio del noche. Parpadeó varias veces, riéndose de los comentarios de Charlie, del suspiro exasperado de Cameron y de la confusión de Pitts. Bostezó un poco, esperando que nadie lo notará. Pero el sueño fue más fuerte y de pronto se volvió oscuro, dejando la suave voz de Meeks cantarina como un eco de Orfeo. 

 

—Tú aliento es el aliento de las flores, / tu voz es de los cisnes la armonía; / es tu mirada el esplendor del día, y el color de la rosa es tu color. / Tú prestas nueva vida y esperanza a un corazón para el amor ya muerto: / tú creces de mi vida en el desierto como crece en un páramo la flor.

 

Todd suspiró calmado, en armonía. Con su mejilla sobre su suave almohada y no, sobre la dura y fría roca. 



Charlie lo estaba mirando fijamente. Neil tenía que tener un premio por ignorarlo. Sabía que si sus ojos se encontraban comenzaría una conversación extensa y agotadora. El muchacho claro que sospechó que ocurría algo, en la práctica de fútbol empujó frustrado a uno de sus compañeros. El señor Gallet ni siquiera supo cómo reaccionar antes de darle una pequeña sanción de 4 minutos, al menos no fue desmérito. Pero ahora, con el cuerpo rígido contra una roca incómoda y la mitad del cuerpo adormecido porque Todd estaba durmiendo recostado. Sabía que no podía huir. No podía huir de su acción desesperada pero tranquila, tratando de acomodarse para que Todd dejará de estar apoyado en la fría roca y se relajará sobre algo cómodo. Junto a él. En él. 

El resto de Poetas habían fingido demencia con una habilidad extraordinaria. E inútil.

 

—¿Todd? ¿Qué Todd? Yo no conozco ningún Todd. 

 

–No exageres Pitts, solo está descansando. ¡Y eso no nos importa ni interesa en absoluto!

 

Pero Charlie tenía que mirarlo como si estuviera haciendo la trampa más impensable en su juego de ajedrez. Neil ni siquiera hacía trampa jugando ajedrez y Charlie no lo jugaba. 

 

—Qué harás cuando nos vayamos, ¿Despertar al bello durmiente o planeas quedarte toda la noche aquí como una planta? —cuestionó Charlie, hablando en lugar de seguir mirándolo. 

 

—Lo despertaré, ya tengo suficiente con todo. Ser una planta, lindo sí, pero las plantas no audicionan, muchas gracias. 

 

Meeks hizo una mueca.

 

—Una vez fui un árbol en el jardín escolar. Nunca subestimes el poder de un árbol. 

 

—¿Tenías que decir  un diálogo  importante?

 

—Sí, una frase en latín. —chisto Charile.

 

Meeks negó.

 

—Nada de eso. Pero quedarse quieto por una hora, es un arte. 

 

Los Poetas rieron tontamente ante el comentario. 

 

Charlie le dio una calada a su cigarrillo. 

 

—De igual forma lo debes despertar. No trates de hacerte el lobo de mar Neil, Todd ya no está mirando. —agregó con burla.

 

Neil frunció el ceño.

 

—¿Eso qué significa?

 

—Lo que significa. —murmuró, meneando la cabeza. 

 

Knox suspiró exageradamente. 

 

—El que pan tiene, siempre come ante el que no tiene. 

 

Neil no entendió nada, pero se rió porque el resto también lo hizo. 

Cuando fue el momento, despertó suavemente a Todd tal como lo hizo durante la mañana, el omega lo miró aturdido como si no recordará en dónde estaba. Cuando salieron de la cueva, Todd apenas apresuró el paso o trató de correr junto a los demás, trotó suavemente, Neil decidió esperarlo. Caminando con calma, en medio de la oscura noche. 

Se preguntó si era correcto comenzar una conversación con Todd, si preguntarle si acaso todo estaba bien entre ellos. Decidió que necesitaba, muy en contra de su voluntad, hablar con Charlie acerca de sus acciones. Su madre era omega, pero ella no solía compartir cosas esenciales acerca de eso. Lo único que le dijo alguna vez fue que debía ser educado con los omegas, un caballero que fuera digno de respetar. Pero nada más. Vagamente recuerda su aroma, le fascinaba el aroma de su madre cuando era un niño porque significaba paz y protección. Nada podía dañarlo si ella estaba ahí. 

 

Ella dejó de estar hace varios años. Lo que es peor aún, casi nunca pasaba tiempo en su propia casa. Inferton, las clases y escuelas en vacaciones que tomaba porque su padre quería que adelantará lo habían hecho un extraño en su familia. 

 

Sí, tenía que hablar con Charlie, él entendía un gramo de los omegas. 

 

Al llegar a su habitación Todd se quitó su bata y se cubrió con sus sábanas. 

 

Neil observó su silueta.

 

—Buenas noches, Todd. —murmuró. 

 

Silencio. Neil suspiró lentamente. 

 

—Buenas noches, Neil. 

 

A la mañana siguiente, cuando el sonido del despertador interrumpió su sueño, notó que la cama de Todd estaba vacía. Pensó que otra vez se encargaría de despertarlo. No lo encontró en el pasillo, para su sorpresa al sentarse en la mesa del desayuno vio a Todd sentado con el grupo de omegas dos mesas más allá. Eso le causó un gramo de preocupación. Los Poetas trataron inútilmente de no preguntar nada, ignorando el evidente hecho de que Todd no estaba ahí y, que sea lo que sea que pasaba él y Neil estaban siendo distantes entre sí. O al menos, Todd estaba siéndolo. 

Charlie gruñó bajo, Meeks no pudo detenerlo educadamente para que no se entrometiera. 

 

—Hombre, te vas a terminar extirpando el cuello si sigues mirando de esa forma a Anderson. —comentó el alfa bajo, alzando una ceja. 

 

Neil se acomodó mejor. 

 

—Oh, ¿Qué? Solo estoy viendo que este bien. 

 

Camaron dejó su taza, a la cual estaba por darle un sorbo de su té. Sin poder evitarlo preguntó.

 

—¿ Hiciste alguna cosa?

 

Neil lo miró sin entender en absoluto. Charlie rodó los ojos, haciendole un gesto a Cameron para que volviera su estúpida taza de té. Knox tosió bajo, mirando con bastante interés una miga de pan. 

 

—Eres exactamente lo que yo llamo “un idiota disimulando”. Tan asquerosamente obvio. —murmuró Charlie, comiendo un trozo de manzana. 

 

Ni siquiera pudo considerar si estaba bromeando o no, Neil no entendía el raro gesto de todos. No era el fin del mundo, los amigos tienen altos y bajos. Una vez no le hablo a Charlie durante una semana porque el muy idiota había tirado una colilla encendida sobre su ensayo de La Iliada. 

 

—No estoy escondiendo nada. 

 

—Uy, qué valiente soldado. —se burló Pitts, botando trozos de migas sobre la mesa. 

 

Cameron hizo un gesto para que bajaran la voz. Miró fijamente a Neil, antes de hacer una expresión adolorida. 

 

—Sé que tienes tus formas de hacer las cosas, Neil. —aseguró el alfa pelirrojo. — Pero hay una cosa que se llama discreción y sentido del autocuidado. Los cuales creo que por supuesto tienes. Así que, deja de marcar con tanto desespero a Todd porque vas a ser expulsado junto a él por indecencia. Es mi acto honorable, advertirte que ahora mismo estás cruzando la línea. 

 

El gesto de confusión de Neil hizo que las sonrisas cómplices se esfumaran de todos. Incluso de Pitts. 

 

—Demonios, no tienes ni maldita idea de lo que has estado haciendo. —murmuró Charlie sorprendido. 

 

Meeks hizo una mueca de sufrimiento. 

 

—Neil, hombre…—murmuró empáticamente el rubio. 

 

—Al menos ya sé que hay alguien peor que yo entendiendo las relaciones con los omegas. —señaló Knox. Como último comentario. 



Cuando Agatha expresó la preocupación que todos tenían sobre Todd, ninguno pensó que eso lo distanciaría de Neil Perry. Al menos Roxanne no creyó que la consecuencia sería tan abrupta, como si de pronto Todd estuviera afligido por compartir espacio con él alfa. Y, no es que ella fuera demasiado observadora con el resto de personas, a veces le daban un poco igual. Sin embargo, en cada clase, desde su puesto al final del aula pudo ver la expresión de Perry. Como si el alfa estuviera desesperado por un mínimo de contacto. De atención.

Se preguntó si el alfa era así con todos sus amigos, ella en parte lo entendió. Todd era alguien asombrosamente interesante y agradable. No se imaginaba al muchacho huyendo de ella, alejándose y no volver a ser amigos. Sí, podía entender a Perry, y sin embargo, no lo hizo del todo. 



       El toqué de la última clase no solo fue la liberación de un día exhaustivo como todos allí. Fue el momento en que la señal de la reunión informal de súper urgencia de los Poetas daba inició, especialmente porque era una reunión a escondidas del Poeta Todd. Quien de todas formas ni siquiera había volteado en su dirección. Así que Charlie, sujetó con fuerza el brazo de Neil y lo arrastró hasta su habitación sin importarle las quejas de por medio, el libro que cayó al piso y que Knox tuvo que cargar ni el paso apresurado de todos los Poetas detrás. Dando grandes zancadas en los escalones de la escalera que daba a los dormitorios. Eran una manada de cachorros ansiosos, torpes y conflictuados que parecían tropezarse con sus propias extremidades. 

 

Charlie empujó a Neil dentro de su habitación y la de Cameron, para sentarlo sobre el colchón de su cama a medio hacer. Cameron cerró la puerta con pestillo. Todos se acomodaron de pie detrás de Charlie, quien se había puesto con una rodilla sobre el piso mirando consternado a Neil frente a él. Exhaló, acomodando una mano sobre su cadera y otra, paseandola por el pelo despeinado aún más sus mechones rebeldes. Con la misma mano, señaló con un dedo a Neil, sin decir una palabra, apretando sus labios, y negando. Ese gesto fue extrañamente paternal. Como si estuviera a punto de darle a Neil la charla importante de cómo se hacían los bebés, considerando a un hijo puberto y hormonal en la oficina de un padre que no tenía la menor idea de cómo carajos explicarle nada. 

 

Cameron suspiró exasperado. 

 

—Dile de una vez, Charlie. —suplicó alterado. 

 

—Maldita sea, Cameron. No es sencillo, joder. —aseguró Charlie alzando una mano. Aspiro fuerte para comenzar—: Neil, amigo querido. Mi hermano, explicame cómo es que Todd tiene tu maldito aroma sobre él, si ni siquiera sabes cómo carajos lo has estado marcando cuando peor aún, no tienes la remota idea de haberlo estado haciendo. 

 

—No. No yo no…—balbuceó Neil. Mirando de uno a otro el rostro confuso de los Poetas. — No chicos, ustedes no entienden. —se levantó del colchón, arrastrando sus dedos por su cabello para caminar por la habitación. — Olí a Todd ayer pero fue solo eso, lo olfatee sin querer. 

 

Cameron seguramente estaba a punto de sufrir un infarto, porque su expresión indicaba que estaba enfermo. Tres veces más pálido de lo normal. 

 

—¿Qué tú qué?

 

Estaba mal. Neil lo sabía, fue jodidamente raro en cierto modo hacerlo. Debió serlo porque eso molestó a Todd. 

 

—Por todos los cielos, Neil. —se levantó Charlie del piso, volteando sujetando a Neil de los costados para verlo fijamente. — No puedes ir por ahí oliendo a los omegas, no se hacen esas cosas. Sus cuellos son preciosas gemas que deben ser veneradas solo en la privacidad de su deseo tácitamente expuesto. 

 

Knox lucía notablemente afligido, la expresividad de sus cejas había decaído en una tristeza absoluta. 

 

—Hombre, ¿y si Todd piensa que lo has estado cortejando y todo es un mal entendido? Oh amigo. Eso destrozará su corazón. —murmuró, desde el pecho del amor melancólico. 

 

Neil sentía que la habitación era demasiado pequeña, que todos de pronto era demasiado pequeña. Incluso los cuerpos expandidos por el espacio entre ambas camas. 

 

—Fue un instinto. —dijo de pronto, todos se callaron para mirarlo. — Yo…Solo quiero cuidarlo. Ustedes no entienden, él es demasiado tímido para todo esto. El señor Nolan puede ser cruel. 

 

—Ah, no me digas. —murmuró Charlie sarcástico. 

 

—No sé nada de omegas. Quería preguntarte sobre eso Charlie, necesitaba saber que no había hecho las cosas mal y ahora lo sé. Hice todo mal, por eso Todd me odia. Por eso ahora no me quiere ni ver, porque he estado siendo un absoluto raro con él todo este tiempo. No quiero perderlo, Charlie. Chicos. Es mi amigo. 

 

Nadie supo qué cosa decirle. No estaban familiarizados con esos problemas, pero al menos conocían las cosas básicas de un comportamiento socialmente decente entre un alfa y un omega. 

 

—Deja de marcarlo. —apuntó Meeks. — Encuentra la forma en que lo estás haciendo, hazte consciente y elimínala. Luego, no olvides que su espacio es sagrado. 

 

—Sin olerlo, ni nunca mencionar a qué huele. —añadió Cameron. — Es tu amigo, Neil. Es un omega, pero no significa que debas confundirlo con tu omega. 

 

 


SECCIÓN DE DIBUJOS: 

 

 

 

 

 

 

Notes:

Mi gatita, Kiki, se subió encima de la hoja tras haberse mojado las patitas. Así que, quedó toda manchada y como soy sentimental deje nomás esas marcas. Debo decir que me encariñe con los omegas, quienes en un inició ni siquiera iban a tener nombre o una identidad muy clara, sin embargo, verlos interactuar con Todd y que él mismo pueda encontrar cierto consuelo con ellos como omega me hizo fijarme más en lo interesante que podía ser todo. Dibujarlos me sirvió para visualizarlos, para hacerlos "reales" incluso si fue a la rápida y la hoja quedo malograda.

El dibujo de "Somos las emociones de Todd" iba a ser serio, especulando lo que significaba ser visto quizá por otros, pero me dio risa cuando pintaba a Todd que él estuviera al medio. Lo bueno de esto, es siempre jugar con las cosas. Tristeza no está, porque la tristeza consume al pobrecito de Todd. aays.

EL DIBUJO DE LA ESCENA DEL OLFATEO DE NEIL A TODD FUE IMPROVISADA Y ME GUSTO. Tal vez algún día haga decentemente el momento y no solo con rayones que quieren formar algo.

Gracias por leer, de veritas. <33

Chapter 7: Capítulo 4

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Roxanne Morrinson quería entrar a la Escuela de Bellas Artes. Eso fue lo que dijo mientras dibujaba en un cuaderno de hoja blanca. Luego de la última clase cada uno caminó hasta sus habitaciones para cambiarse el uniforme, y la incomodidad que solo podía dar una camisa blanca. Todd no quiso darle importancia a la evidente ausencia de Neil en todo ese asunto, así que se cambió sin preocupaciones, cuando salió de la habitación casi podría haber jurado que escuchó una especie de jadeo de temor proveniente de la puerta que daba a la habitación del frente, la de Charlie y Cameron.

Llevó consigo su pobre cuaderno maltratado, para ver si un cambio de ambiente lograba inspirar de una manera nueva su trabajo a medio hacer. Se reunieron en la biblioteca, como si estuvieran escondidos del resto. 

 

Roxanne se sentó en la misma mesa que él, sacando un estuche negro y un cuaderno un poco más grande que el que solían utilizar. Él solo se quedó mirando la hoja con borrones y apuntados nuevos de palabras que o le hacían creer que todo estaba horriblemente sonso o sencillamente le parecían la peor cosa escrita. 

 

—¿Estás dibujando? —quiso saber Gregory, inclinándose un poco detrás de la espalda de Roxanne para mirar lo que estaba en el papel. 

 

—Interesante observación Greg. 

 

Gregory soltó un bufido. Ambos eran compañeros de cuarto. 

 

—Para ser un simple pasatiempo pasas demasiadas horas en eso. —reconoció el omega alto. 

 

Ella sonrió. 

 

—Es una pasión. Quiero entrar a la Escuela de Bellas Artes en la Universidad de Stanford. Es mi gran sueño, mi Carpe Diem . —añadió sonriéndole a Todd. Todd le devolvió la sonrisa gentilmente. 

 

Ahí estaba. Su pasión tan concretamente manifestada y lo mejor de todo es que Todd supo comprender que efectivamente eso tenía que ver totalmente con que nadie la estaba obligando. Ella era libre de elegir sus elecciones y arriesgarse a tenerlas. En un ambiente como Welton, ser dueño de sus propias elecciones sonaba difícil de replicar, sin embargo, tal vez ocurría de una u otra forma.

 

Todd volvió a dirigir su atención al papel. Escribió dos líneas más antes de terminar y decidió que por más que leyera el contenido seguía sonando raro en su mente, quizá debía repetirlo en la soledad de su habitación. 

 

—¿Tienes que presentar un portafolio o algo así? —la voz de Gregory captó su atención. Girando su rostro entre él y Roxanne. 

 

—Sí, pero todavía tengo tiempo. Hay ajustes que debo realizar aún.  Una vez sea la fecha mi papá hablará con el señor Nolan y viajaré a California. 

 

Permanecieron en silencio un momento más, soltando comentarios desde todas partes que buscaban ser un verdadero pasatiempo. Como dato innovador Valentine les comentó que cuando Percy Shelley falleció, su esposa, Mary Shelley pidió que le sacarán el corazón y se lo entregarán a ella. Poéticamente gótico. Mientras el cuerpo reposa lejos en otro sitio, su corazón permanece junto a su amada. Siempre conectados. 

 

—Deberíamos llamarnos “El club de la Tumba de Mary Shelley”, porque queremos amar intensamente. —suspiró Gregory exagerado, llevándose la palma de su mano a la cabeza. 

 

Valentine arrugó la nariz, nada de acuerdo con esa idea. Todd no pudo evitar reírse. Luego de una hora, Todd se levantó con la excusa de que quizá un ambiente cerrado le ayudaría a entender mejor las palabras para poder escribir un poema que el señor Keating valorará. Le dieron una sútil despedida, quizá se verían durante la cena. 

Al llegar a su habitación estaba todo casi igual a como lo vio antes de salir. Pues, está vez la chaqueta de la Academia colgaba junto a la camisa blanca de Neil en la parte de su mueble. Eso significaba que había estado ahí, se cambió de ropa y se marchó. Faltaba poco tiempo para la cena, el sol pronto se escondería. Se preguntó si acaso estaba en la habitación de Charlie o algo parecido. 

De pronto comenzó a pensar en aquellos detalles que se iban sumando, el aclamado Carpe Diem del capitán. Tragó saliva mirando el papel, hace poco y terriblemente desviado hacia una situación incómoda, Neil le había confesado estar viviendo su propio Carpe y ahora lo confesaba su compañera. 

Una parte de él sintió que se estaba quedando estancado, como si el resto avanzará hacia un sueño ya concebido o inspirado recientemente, que sea como sea lo tenían.

 

¿Qué tenía él? Ansias desesperadas por no tener las expectativas de sus padres encima. Solo quería, muy a su pesar y si bien un hecho aceptado, un poco de preocupación de parte de ellos. 

 

Distraído se llevó una mano al cuello, acarició lentamente cerrando los ojos. Apretó sus labios, el contacto fantasmal de la respiración de Neil sobre su cuello le causaron una sensación extraña, no supo cómo definirla pero sintió un escalofrío recorrer su espalda y piernas.

 

No. No significaba nada. Neil no conocía de límites y eso fue una cosa totalmente cruel.

 

Quitó la mano de golpe, como si su propia mano ardiera. Agobiado por sensaciones que no podía nombrar, escribió sobre la hoja alterado. Palabras que con la rapidez del lápiz acabaron por distorsionarse, algunas ni siquiera tenían una forma legible y habría que esperar con suerte si podía comprenderlas luego de que su arranque de inspiración se agotará. 

 

Escribió hasta que su cabeza tuvo punzadas, dándose una pausa de su estado de locura excesiva por la inspiración. Al leer las palabras sus mejillas se sonrojaron. No podía mostrarle esto al señor Keating, mucho menos tratar de leerlo frente a toda la clase. Jadeo bajo, tan conmocionado. Para callar sus pensamientos comenzó a hacer dibujos desprolijos y casi sin forma. Calmando así lo que apodo como una pequeña instancia de confusión. Neil no sabía lo que hacía y él, en su propia ignorancia de no convivir con alfas, no tenía idea de cómo responder a eso. 

Estaba concentrado dibujando una especie de ratón grande al que apodó “El rey rata” cuando la voz de Neil hizo eco en el pasillo. El lápiz se detuvo y todo su cuerpo se sintió extrañamente helado. 

Todd dudo un segundo antes de levantarse y abrir la puerta de la habitación. Se quedó quieto de pie en el umbral, con las manos sudando al costado de su cuerpo. No estaba demasiado seguro de si todo estaba bien por muchas razones que lo estaban consumiendo y carcomiendo de a poco. Principalmente porque no solo era cosa del grupo de omegas, era una cosa que tal vez todos habían notado y era el rumor de que quizás ellos dos estaban haciendo cosas de alfa y omega. Pero, y si Todd no había entendido algo. Su aroma te marco, lo hace siempre pero ahora es más. 

 

¿Cómo podía enfrentar a Neil adecuadamente sin tartamudear ni tampoco sonar raro? 

 

La solución simple siempre era callar y huir. Los enfrentamientos solo causaban problemas. 

 

Todd tragó saliva, viendo como Neil sonreía y reía tan hermosamente libre que todos los que estaban en el pasillo le devolvieron la sonrisa sin discusión. El chico no dejaba de repetir que había conseguido el papel para el que hizo la audición; Puck, un papel importante de aspecto principal. 

 

Puck.

 

Ninguno de ellos consideraba el peso que eso tendría en su futuro. En un futuro juntos que hasta entonces desconocían.

 

Todos los Poetas lo felicitaron, incluyendo un grupo de estudiantes que habían escuchado y otros tantos, que fueron atacados por la emoción de Neil. Porque no pudo evitar contarle a cuánta persona se le cruzó en el camino que había conseguido el papel para el que había audicionado. Neil suspiró extasiado, lo miró a los ojos y Todd tímidamente le sonrió, no estaba seguro de qué cosa hacer luego de haberlo ignorado vilmente.

 No tuvo que hacer nada, porque de inmediato Neil pasó por su lado en un gesto tan íntimamente cercano que el aliento de Todd chocó contra la mejilla de Neil. 

El alfa cerró la puerta detrás de él, se sentó al frente de su escritorio donde la máquina de escribir reposaba sin uso aquel día y a su lado dejó la copia del guión que le habían entregado para memorizar. 

 

Todd, atraído por el entusiasmo lo siguió, sentándose en la cama de Neil sin siquiera pensar en el gesto. Apoyando uno de sus brazos en la esquina del escritorio.

 

—Neil. ¿Cómo lo vas a hacer? —Todd miró con curiosidad a Neil.

 

—Necesito el permiso de mi padre y del señor Nolan. —respondió, teclado en la máquina.

 

Todd lo miró incrédulo luego miró el gesto.

 

—¿Lo falsificaras? 

 

Neil hizo una pausa extendiendo su sonrisa sin voltear su vista de la tarea.

 

—Por supuesto que sí.

 

La respuesta lo pilló desprevenido, pero no demasiado como el recuerdo vago de los sucesos ocurridos entre el olfateo inesperado y el “no” brusco de Neil. Abrió la boca por sorpresa, Neil estaba totalmente loco. 

 

—Neil estás loco. —confesó en voz alta, acercándose a mirar el papel transcrito. 

 

El alfa solo se rió.

 

El rostro de Neil casi chocó contra el suyo mientras le soltaba un pequeño ronroneo. Eso tomó todas las barreras de Todd y las despedazó en un segundo. Trató de recomponerse de inmediato, sin éxito, su mente viajó hacia una nueva dimensión. La risa de Neil y sus pies chocando contra el suelo fueron un gesto enternecedor que solo estremeció aún más a Todd. 

Estaba seguro de que nunca en su vida escuchó a un alfa ronronear de la emoción, tampoco es como si fuera un gesto cotidiano que los alfas e incluso los omegas vayan ronroneando por ahí. Es una de las cosas íntimas e indecentes que su madre le repitió muchas veces no hacer. Y por supuesto, nunca lo ha hecho. No hay sitio en su casa ni mucho menos fuera de ella que le entregue tan nivel de protección para poder permitirse tener esa clase de vulnerabilidad. 

 

Neil lo hizo. 

 

Sus ojos no pueden dejar de mirar al alfa, su pupila se ha dilatado y trata de no ser tan raro. Deja que su vista viaje a las teclas, pero se concentran demasiado en las manos de Neil, en sus largos dedos, sus uñas cortadas adecuadamente y…Aparta la mirada, pero el rostro de Neil también es demasiado fácil de consumirlo. No sabe qué hacer con sus ojos. 



Al terminar la última parte con un: se despide cordialmente Thomas Perry. Neil se inclina hacia atrás sobre la silla, demasiado satisfecho por su trabajo. Ha leído la correspondencia de su padre, así que sabe exactamente qué cosas escribir y cómo hacerlo para sonar convincente en caso de que alguien pudiera hacer comparaciones ridículamente innecesarias. Solo el ruido de la silla chirriante hace que la habitación no sea silenciosa. Miró lentamente a Todd, quien estaba mirando la carta ya escrita. Neil se lamió los labios, tragando saliva con dificultad como si tuviera un nudo atragantado. 

 

—No te ví en todo el día. —el comienzo de la conversación de pronto sonó como una acusación.

 

Todd giró su rostro, tenía una expresión distante. Demasiado abrumado por el ruido que Neil había hecho antes.

 

—Oh. Es que, decidí pasar un poco más de tiempo con los omegas. Es encantador conocer gente nueva. 

 

Neil asintió. Se acomodo mejor sobre la silla, dejando que sus antebrazos descansaran sobre sus muslos. Su rostro estaba tan cerca del rostro de Todd. 



—Lamento lo que hice y lo que dije…Creo que no fue lo correcto. —explicó. — Eres un amigo muy preciado para mí. 

 

La mirada de Todd brilló de una forma extraña, no estaba seguro. 

 

—Tú también eres un amigo preciado para mí. 

 

Neil asintió satisfecho con esa respuesta, porque significaba de alguna forma que todo estaba bien entre ellos, ¿No? a pesar de lo que había estado haciendo significaba que Todd solo lo consideraba un amigo, y eso era asombrosamente fabuloso. Entonces, ¿Por qué la tensión de sus hombros no disminuyó? 

Todd le preguntó amablemente si había avanzando en el poema que el capitán había pedido para su clase. Tontamente avergonzado tuvo que admitir que la idea de la obra había consumido toda su atención así que no consideró la tarea hasta ese momento. 



Hacía calor, demasiado calor. Neil tosió en medio de la oscuridad, sintiendo sequedad en sus labios, un aroma embriagador hizo que su nariz pícara, arrugó la nariz. La sensación del aroma se sentía bien, estaba cerca suyo, impregnado a su piel. Tenía ganas de tocarlo, sostenerlo, saborearlo. Abrió los ojos de golpe, frunció el ceño aturdido, el pijama se le pegaba al pecho.   Miró confundido hacia la ventana donde la luz del faro indicaba que aún faltaban horas para amanecer, en la cama de al lado Todd respiraba lentamente, seguía dormido y tranquilo. Neil observó que el omega parecía no estar sintiendo el calor totalmente asfixiante que había en la habitación, porque era insoportable y él cubierto con las mantas hasta el cuello. 

 

Se giró, tratando de acomodar las mantas cuando un gemido de sorpresa salió de sus labios. Avergonzado por el ruido miró hacia Todd con rapidez, el chico seguía dormido. Neil inspeccionó con lentitud, levantó suavemente la sábana que cubría su regazo, una erección notable en su entrepierna lo hizo sudar frío incluso si sentía su piel arder. Trago saliva, no es que no tuviera erecciones ni menos, pero definitivamente no había tenido algo así en todos sus años en Welton. Tan vergonzosamente obvio, se levantó despacio no solo porque el Dr. Harger podía escucharlo deambular por el pasillo hasta el baño, sino porque no quería que nadie, menos Todd, viera su humillante estado. 

Al llegar al baño cerró la puerta con seguro, analizando mejor su propio cuerpo con la luz encendida. El pelo se le pegaba a la frente, el pijama blanco parecía haber sido chorreado por litros de agua. Bajo tentativamente sus ojos hasta su entrepierna, donde la parte delantera estaba mojada. 

 

—Carajo. —murmuró. 

 

No durmió esa noche en su habitación. Tocó suavemente la puerta de Charlie y Cameron, y tal como un cachorro terminó refugiándose ahí. Ninguno hizo ninguna pregunta, pero seguramente lo harían durante el día.



Todd despertó por el ruido de pasos en la habitación, estaba confundido porque si el despertador aún no había sonado significaba que era demasiado temprano. Se apoyó en sus antebrazos, siguiendo con la mirada a Neil. Estaba haciendo su cama, pero las sábanas eran de un tono totalmente diferente a las que acostumbraba a cambiar siempre. El alfa parecía recién bañado, el cabello dejaba caer finas gotitas de agua sobre los hombros de su camisa blanca. Estaba a medio vestir, le faltaba la corbata, el chaleco y la chaqueta. 

 

—Neil. —llamó, su voz ronca por el sueño.

 

El alfa se giró en su dirección tan rápido, que casi despegó su cabeza del resto de él. Ninguna palabra salió de su boca, solo un breve levantamiento de cejas. Este levantamiento no fue como el sútil meneo que le dio aquella primera vez en la cueva cuando leyó los dos poemas, era el levantamiento de cuestionamiento. 

 

—¿Qué hora es? ¿No es acaso muy temprano? 

 

Neil rió nervioso, negando para volver  a tender el cobertor verde sobre su cama.

 

—Sí, pero puedes seguir durmiendo un poco más. La emoción de ir al ensayo hoy y luego lo del poema que no escribí anoche hicieron que me levantará aún más temprano. 

 

Todd asintió. Eso parecía una respuesta justa. Justa y con mucha razón. 

Le hizo caso, solo porque sabía que ese día tendría que dar veinte vueltas en todo el campus junto a Roxanne, necesitaba todas las energías posibles. Tal como lo hizo, Todd se levantó cuando su despertador sonó, tomó su ropa notando como la ventana estaba medio abierta, seguramente para poder ventilar el aire. Olfateo con precaución, el aroma de Neil todavía permanecía pero mucho menos intenso que antes. 

 

Por alguna razón aquel detalle lo hizo sentir un poco triste. 

 

Cuando llegaron a la clase de Literatura se llevaron la sorpresa de que el señor Keating había escrito en la pizarra que los esperaba en el patio cerca de las prácticas de la clase de educación física. Por eso, les indicaba con una letra arrastrada que se pusieran sus ropas de deportes y lo vieran de inmediato. Pitts susurró un comentario de sorpresa, nadie sabía con qué detalle los sorprendería el capitán. 

 

El hombre estaba considerablemente contento cargando un saco lleno de balones de fútbol americano. Todd lo miró con curiosidad, viendo como ya estaba todo el gran grupo reunido esperando lo que sucedería a continuación. 

 

 —Los fanáticos afirman que un deporte o un juego es mejor inherentemente. —comentó el señor Keating caminando, todos lo siguieron. — Para mí el deporte es una ocasión para que otros humanos puedan obligarnos a crecer. 

 

Una actividad que constituía de ver el potencial ajeno de incentivar a recorrer el camino no por el nivel a alcanzar, ya sea primer o último lugar, sino por todo lo que significaba el simple hecho de avanzar. Todd, escuchando las instrucciones del capitán supo que le costaría demasiado elevar la voz porque patear el balón era una cuestión sencilla. La larga fila, tenía pequeñas charlas de desconcierto por la actividad, pues la clase de literatura era ahora una clase deportiva. Poca atención prestó Todd a esos detalles, mirando el pequeño papel que le había tocado: Porque es una lástima muy grande no decir nunca lo que uno siente, Virgina Woolf. 

Tal vez si trataba de elevar un poquito la voz podría pasar de ser percibido. Su ansiedad de todos modos no podía ser controlada, su mano temblaba mientras sostenía el papel y lo leía una y otra vez. ¿Por qué esa oración sonaba tan malditamente trágica? Charlie había gritado con total entusiasmo su propia frase: Convertirme en un Dios. Todd suspiró lentamente, la fila estaba avanzando tan rápido. 

Una mano suave se posó en su hombro, Todd se giró confundido. Oh.

 

Había estado tan atrapado por el sentimiento de molestia en su estómago que ni siquiera notó que Neil estaba detrás de él en la fila. 

 

—¿Todo bien? —susurró, inclinando su cara hacia su oído,

 

Todd asintió torpemente. 

 

Neil dudo un instante. No existía forma de ser menos transparente para el alfa, él sabía leerlo y eso daba un inmenso miedo. Las manos de Neil se acomodaron en sus hombros y lo giró, cambiando sus lugares en la fila. Todd miró la espalda de Neil, se concentró en lo corto de su cabello en la parte trasera, en su postura relajada y a la vez ansiosa. No ansiosa como la suya, ansiosa por gritar lo que llevaba en su interior. 

 

Fue esa proyección de Neil la que lo animó un poco más, fueron sus pulmones gritando y su risa final: — ¡Aquel que no se atreve a agarrar la espina no debería ansiar la rosa!

 

Todd apretó las manos con fuerza en el papel. Y trató de sonar lo más fuerte que pudo…No lo logró, no salió bien y se enredó en las últimas palabras. Sus mejillas se sonrojaron por la vergüenza, corrió a buscar el balón que él había pateado mientras trataba de esconder su cara de los demás. No quería mirar a nadie, ni que nadie lo mirará demasiado de vuelta. 

Solo que las cosas no le resultan de la misma manera que espera que lo hagan porque Neil ya está a su costado, dándole una suave palmadita entre los omoplatos.

 

—Ha salido bien, Todd. 

 

No. Pero Todd solo asiente, conmovido por el gesto de compañerismo. Esas cosas sólo refuerzan lo que antes mencionó a los omegas, él es un líder que cuida de los demás y un líder no necesariamente obliga las cosas, sino que las impulsa.  

 

—Luego de esto iré a mi primer ensayo, estoy emocionado por eso. —dijo Neil de pronto, con las manos en la cintura mirando desinteresadamente al resto de sus compañeros gritar en diferentes tonos sus papeles. — Probablemente regrese a la hora de la cena.

 

Todd no comprendió bien esa información, por supuesto que fue comprensible saber en dónde estaba su amigo si de pronto desaparecía pero la explicación fue con urgencia manifestada. 



—Espero que todo salga bien Neil. —confesó con tal sinceridad. 

 

Todd tenía unos ojos azules demasiado fáciles de identificar. Neil se mordió el interior de la mejilla feliz por la gratitud de Todd, pero en su interior una cosa que no podía nombrar se deslizaba con un hambre atroz. ¿Qué otra respuesta esperaba? A diferencia de la mitad de sus compañeros de clase, Neil guardó su papel escrito en el bolsillo de su pantalón corto, se despidió efusivamente del grupo de Poetas antes de desaparecer por los pasillos cambiarse y salir en bicicleta hasta el teatro donde comenzaría su primer día de ensayo. 

El paseo en bicicleta le sirvió para distraerse, salir de Welton siempre era una experiencia extraordinaria si además no significaba salir de Welton para ingresar a una escuela de verano. 

 

La sensación del escenario no tenía comparación. Nunca probó nada igual y jamás podría volver a vivir su vida sin esa sensación tan magnífica, se sentía elevado hasta las estrellas con una sonrisa seguramente tonta mientras esperaba su siguiente entrada a escena. Por el momento todavía le faltaba memorizar mejor el guión. Esa noche se quedaría a estudiarlo con más calma, también durante la mañana y seguramente todo quedaría grabado en su mente porque ya estaba impregnado en su pecho. 

Ginny Danburry le sonrió amigablemente desde una esquina leyendo la copia del guión que ella misma tenía. Tenía ansias de contarle a Knox que la hermana de Chet Danburry estaba ahí y como detalle importantísimo señalar que a Chris Noel le gustaba el teatro. No la actuación, el teatro. 

Se sintió más conectado que nunca con su personaje, el honesto Puck elaborando hilos desde las sombras solo por la sensación de crear una historia más sabrosa. 

 

Al volver a entrar a escena aumentó el sentimiento de ensoñación. 





El señor Dugan los quería matar y la idea de acostumbrarse tras la práctica era una ilusión que se alimentaba de sus esperanzas para terminar con su suplicio. Todd tenía la camiseta pegada en su espalda, y el cabello horriblemente mojado en la parte delantera. Roxanne marchaba a su paso al costado de él, luego de tocar con el pie la raíz del árbol viejo cerca de las murallas de Welton dieron media vuelta para repetir la misma secuencia dos veces más antes de completar toda la rutina. Todd realmente no consideraba creer que esto podía ser peor que el remo, había querido tanto probar el remo y sin embargo, ni siquiera el fútbol que antes había practicado valía la pena ser mencionado frente el señor Nolan. 

 

—¡No lo estás haciendo como un Receptor, Darling! Que no te dé miedo el lanzamiento de Delacroix, otra vez. 

 

Todd alcanzó a oír al señor Dugan antes de que su voz se distanciará mientras seguían corriendo. 

Cuando dieron la última vuelta, ambos omegas jadearon exhaustos. Roxanne cayó exageradamente sobre el pasto, Todd se inclinó un poco descansando sus manos sobre sus rodillas, su respiración agitada poco a poco se regulaba. Los rayos del sol teñían su cabello rubio de un tono dorado que traslucía, la misma luz creaba una visión aún más pronunciada del azul de sus ojos. 

 

—Oh musa. —murmuró Roxanne, con grandes ojos verdes repletos de asombro. — Trabajas de formas misteriosas.  

 

La chica tenía el cuello elevado, completamente pérdida se levantó lentamente del suelo mirando fijamente a Todd. Todd la miró confundido y totalmente cohibido. 

 

—¿R-roxanne?

 

—¡Se mi musa, Todd! —habló eufórica. Tomó las manos del chico con una fuerza excesiva. —Déjame pintarte, lo que acabo de ver…Esto debe ser inmortalizado. 

 

Todd la miró incrédulo, como si aquello fuera un producto de una broma demasiado mal realizada. Él no podía ser por asomo una especie de musa, ni para ninguna clase de artista en el mundo. Su familia se lo había remarcado de muchas formas posibles y él mismo, bajo el peso agobiante de la comparación había comprendido que esas cuestiones no iban con él. 

 

—No creo estar entendiendo lo que dices. —sus ojos miraron como el señor Dugan estaba distraído con los demás y no en el hecho de que ellos habían terminado su ejercicio. 

 

—Claro, es comprensible pero te explicó. —soltó abruptamente las manos de Todd para hacer una especie de cuadrado con sus dedos pulgar e índice de ambas manos, acercó el cuadrado a uno de sus ojos mientras cerraba el otro. — Soy una artista Toddie , puedo ver cosas más allá de lo que incluso la misma visión personal contempla. Llamame demente o soberbia, pero sé exactamente cómo luce el arte. Si me permites pintarte, puedo mostrarte cómo se ve eso. 

 

Bien, Todd definitivamente sintió el peso de aquel halago como nunca en la vida. Implícitamente lo llamó bonito o algo parecido, porque no entendía demasiado a los pintores como entendía a los poetas. Para los pintores el concepto de belleza viajaba de un sitio a otro de una cosa a un algo, pero si para Roxanne él fue considerado tan válidamente capaz de ser pintado. Bueno, no podía romperle el gesto esperanzador a la chica. 

 

—Me convenciste. 

 

Roxanne sonrió satisfecha. 

 

—Suelo pintar desnudos. —puntualizó, dándose media vuelta para trotar hasta el señor Dugan y los demás. 



Todd casi se cae de espaldas ante el comentario, alarmado y totalmente arrepentido de no haber preguntado aún más corrió detrás de Roxanne, pero el señor Dugan estaba otra vez explicándoles nuevas instrucciones. 

 

En el pasillo de los dormitorios Todd sostuvo el brazo de Roxanne, el temor vacilando en sus ojos. 

 

—No creo poder hacerlo. 

 

—Intentemoslo. Si realmente no te gusta el espacio, la sensación y el momento, te juro que no buscaré que lo hagas otra vez. Pero te aseguro que será íntimo, nadie mirará, solo yo. 

 

—De todos modos es aterrador. 

 

Roxanne sonrió de lado. 

 

—¿El precioso Todd duda de si mismo? —indagó arrogante, su sonrisa se desvaneció cuando Todd bajó la mirada. — Oh… Yo te prometo que lo haré lo más cómodo posible. 

 

Todd asintió, podía hacer ese favor. Aunque fuera para decirle en su deplorable vejez a sus dieciocho pugs que en algún punto de su adolescencia fue la musa de una artista, quién sabe si hasta se hacía famosa. 

 

Tal como dijo Neil, no llegaría todavía. Aprovecho para hojear lentamente la hoja del desastroso poema que le avergonzaba de sobremanera. 

 

—...Sus ojos brillan. —murmuró Todd leyendo lo escrito. 

 

Se calló de golpe. 

 

Los ojos de Neil brillaban intensamente. Tal vez Neil era eso que Roxanne había visto en él, solo inspiración. La musa, la musa no necesariamente tiene que ser una cuestión que ponga las cosas extremadamente raras. 

Sabía que en caso de hacerlo, desnudarse frente a Roxanne no significaba absolutamente nada, aún así, por pura precaución decidió que no le mostraría a nadie ese poema. Podrían malinterpretarlo. Él mismo casi lo hace. 

 

Durante la noche los Poetas corrieron riendo hacia la cueva, iniciaron la asamblea entusiasmados. Entre medio Neil comenzó a explicarles las cosas que vio en el teatro, un poco de todos sus compañeros en la obra y el dato importantísimo de Chris Noel. Knox suspiró anhelante. Ahora sabía un dato considerablemente importante de la omega que le gustaba. 

 

—Entonces a ella le gusta el teatro, entiendo menos aún el por qué está con un alfa como Chet. Bueno, probablemente solo sea un prejuicio y sí le gusten esas cosas. —expresó Knox negando. 

 

Todd estuvo de acuerdo con eso, tal vez solo fue un prejuicio, era bueno comprender que su amigo estaba enamorado pero no del todo nublado por ese sentimiento. Al menos no todavía.

 

—Ahí lo tienes. —comentó Charlie, los rostros se giraron en su dirección prestando atención. — Lo que podrías hacer sería dar un paso en esa dirección, para ver qué ocurre. 

 

Cameron se apresuró rápido a completar:

 

—Pero sé cuidadoso. 

 

Knox ni siquiera los escuchó del todo, demasiado perdido seguramente en sus propios pensamientos. 

 

—De todos modos, Todd. —comenzó Charlie. Visiblemente el aroma de Neil cambió, tan sutilmente que solo el alfa bajo pudo percibirlo. — ¿De verdad no hay nada qué te interese en un alfa? ¿Ya sabes, aquí ninguno de los seis podría acercarse a tu tipo? —su sonrisa juguetona se hizo más grande. 

 

Meeks sabía lo que estaba haciendo. 

 

—No tienes que responder eso Todd. —intervinó amablemente el rubio. 

 

Todd hizo un gesto consternado, una risa seca y escasa salió de su boca. 

 

—Supongo…Que solo diría lo más básico. —comenzó, jugando con los dedos de una mano intercalando su mirada entre algún punto en la pared rocosa y su dedo, sin mirar a ninguno. No captando la leve inclinación de Neil en su propio asiento rocoso. —...Que sea más que solo un soñador. 



Que sea más que solo un soñador…

 

Más que un soñador…

 

Más que sueños…

 

Neil se revolvió inquieto en su cama, acomodó sus lentes y repasó la misma maldita línea por décima vez esa noche ante la luz de su lámpara pegada en el respaldo de la cama. No podía hacer esto. La respuesta de Todd fue una cosa que se inyectó en su mente como una sustancia pegajosa que no quería dejarlo ir, porque, por qué el omega había creído correcto usar palabras poco directas para mencionar qué cosa le interesaba en un alfa. Santo cielo, pudo haber dicho cosas como los alfas altos o de ojos azules, cabello tan tontamente peinado hacia atrás o lo que fuera, pero definitivamente decidió usar palabras complicadas en una oración sencilla. 

 

Eso significaba y tenía una sola interpretación. A Todd le gustaban los alfas realistas. 

 

Un futuro estable podría ser una cuestión muy justa para un omega reservado. Un alfa con una profesión realista. 

No pudo saborear ninguna palabra del guión, no como lo hizo durante la mañana ni tras los vestidores en el teatro. El calor tonto y asfixiante, le incomodo tanto que decidió levantarse y terminar su pequeño ensayo allí mismo. Dejó el guión y sus lentes sobre el escritorio junto al libro Cinco siglos de versos, arrugó la nariz de pronto. Se giró en dirección del mueble de Todd, donde estaba arremolinada con mucho cuidado toda su ropa. Avanzó sin pensarlo demasiado. Acomodó las camisetas, exactamente en el mismo orden en el que estaban antes, realizó la acción repetidas veces con toda la ropa que encontró. No le gustó, no le gustó cómo se veía visualmente el orden anterior así que lo hizo de nuevo él mismo  sólo así pudo estar satisfecho. Un alivió desmesurado lo invadió. 

No era la primera vez que hacía eso. 

 

Lo comenzó a hacer justo después de la clase del señor Keating, cuando Todd desapareció porque estaba junto a los omegas en la biblioteca. Esa clase que hizo que una llama interior se encendiera en él. Impresionar a un omega. 

Retrocedió dos pasos, atascado por el reconocimiento repentino. 

 

Estaba marcando a Todd. 

 

Lo estaba haciendo dejando todo su aroma sobre la ropa de Todd con una desesperación asquerosa. Había rozado las glándulas aromáticas de sus muñecas con insistencia, al mismo tiempo que su aroma volvía a expandirse de forma atroz por toda la habitación. Negó, sosteniendo los cabellos en su cabeza. 

 

Eso había sido tontamente patético. 

 

Tal vez no era así de protector con Charlie o Knox porque ambos eran alfas, y las cosas eran distintas y por eso también eran distintas con Todd. 

 

Todd se removió incómodo, correcto. Estaba haciendo un caos con sus feromonas. 

 

Se acostó lentamente apagando la lámpara. Ya que sabía exactamente lo que estaba haciendo y que no se trataba de ser algo incómodo a la vista, bien podía controlarlo. Siempre fue más sencillo controlar algo de lo que se tenía conocimiento. 



Todd pasó todo el día nervioso, hasta que llegó la hora de reunirse en la habitación de Roxanne y Gregory. No tardó mucho en notar como ambos extremos de la habitación contrastaban y al mismo tiempo combinaban tan bien. El lado de Roxanne tenía un escritorio con recipientes de lápices, marcadores y libretas, en la pared dibujos diversos de paisajes y rostros se mantenían pegados. Sonrió al ver uno que marcaba en una letra rápida: ¡El tío Whitman! 

El lado opuesto tenía un escritorio con libros, pero su pared llena de pósteres de joyas, y lo que parecían ser  modelos, con firmas al pie de: Chanel, Balenciaga, Dior y Fath se repartían. Todd creyó que la tela que estaba sobre la silla seguramente estaba siendo cosida por Gregory. 

 

Roxanne le sonrió gratamente. 



—Le pedí a Greg que se fuera porque estaría trabajando ultra concentrada. Y nadie puede interrumpir la soledad autoimpuesta, ¿No?

 

La omega se giró buscando algo en su mueble, la puerta permanecía con seguro. De su ropa sacó una especie de tela que definitivamente traslucía. De pronto Todd se sintió demasiado pequeño en la protección de su abrigo largo. 

 

—¿Te vas a dar la vuelta mientras lo hago?

 

—Por supuesto, además debo preparar el lienzo. Tú en lo tuyo, yo en lo mío. Los primeros segundos son importantísimos, definirán si es seguro para ti o no. 

 

Cuando Roxanne le dio la espalda y comenzó a remojar un gran lienzo blanco, Todd empezó a desvestirse. Se quitó los zapatos, los calcetines. Suspiro entrecortado, quitándose el abrigo, lo acomodo sobre la cama, se quitó la chaleca, la camisa….Cuando estuvo totalmente desnudo el frío se le coló por todas partes, la ventana de la habitación estaba medianamente abierta, su nerviosismo lo hizo temblar. La omega seguía de espaldas, era su momento para huir. Pero de pronto, una desconocida sed de ser adorado y apreciado lo consumió. Envolvió la tela traslucida de color alrededor de su cuerpo, dándole el permiso a Roxanne de poder girarse. Al hacerlo ella le sonrió gentilmente. Le devolvió el gesto tímido. 

Ella le dio pequeñas instrucciones que siguió sin decir una palabras, también le indicó el tiempo que utilizarían. Que si era posible después recrear otro cuadro cuando tuvieran tiempo, y así, en una charla casual Todd se sintió como un omega del renacimiento o algo parecido. 

 

—...Sorpresivamente no creo que Gregory estuviera siendo sincero, porque definitivamente él huele a vainilla, rosas y lo que sea que haga a uno lucir ridículamente brillante pero asombrosamente atractivo. —explicó.

 

Todd frunció el ceño lentamente, claro. Ninguno de ellos sabía a qué olían los otros por el medicamento que controlaba sus feromonas, aroma y períodos de celo. 

 

—Pero un alfa podría saberlo, ¿No?

 

Roxanne soltó una risa nasal, apenas se veían mechones de cabello y parte de sus brazos oculta detrás del lienzo. 

 

—Obvio no Todd. Ningún alfa puede olernos. Olerían qué sé yo, el perfume, la crema o el shampoo pero definitivamente no huelen nuestro aroma. Está bloqueado. 

 

Pero Neil lo había olido con tanta seguridad. 

 

—Supongo que creí que no lo quitaba del todo. —murmuró confundido.

 

Roxanne dejó de pintar. 

 

—Aunque…Para tu alfa será como si nada lo bloqueará. —añadió. 

 

Notes:

La línea que grita Neil corresponde a Anne Brontë.

-la frase: "oh musa, trabajas de formas misteriosas" la dice Mabel Pines (Gravity Falls).

El capítulo está relleno de información porque es momento de poner drama (aún más) al asunto. Quise seguir escribiendo pero decidí mejor separar los capítulos, el siguiente si será más largo que el anterior.

Por otro lado, los personajes originales en cierto modo me enorgullecen porque les hice sus propias personalidades y demás, y también cumplen un propósito en la misma trama.

Tal vez la escena de Todd y Roxanne les descoloque, pero estoy segura que en un ambiente cómodo no hostil pueden pasar cosas. Además, qué le hace de mal un poco de vanidad a quien se siente tan inferior? pobre bebé.

Como dato, el primer borrador de la historia era siguiendo el canon, Neil moría y por esa misma razón Hermia quería saber sobre él y toda la historia detrás más a fondo. Sin embargo, mi hermano escuchó esa versión y la que ustedes conocen, diciendo que prefería está a lo cual yo igual pensé que el canon ya era demasiado triste como para consumirme más en eso Y VALIO LA PENA JSJS PORQUE SERÍA MUCHO DOLOR.

AAAH, no me van a creer. Me metí tanto en el asunto que le hice a Hermia hermanos, HERMANOS, sin embargo después de mucho pensarlo creo que estaría demasiado raro incluirlos en está historia. Así que en este Universo ella seguirá siendo hija única. Pero no me sorprendería que en mis próximos trabajos (sisi) los incluya. SOY FAN DE UNA FAMILIA NUMEROSA QUE CAUSA CAOS. ADIÓS.

P.D. Al final Todd no termino contándole la historia a sus 20 pugs, sino a su hija de 20 *bada buss*

Gracias por leer <33 besitos MUAK MUAK.

Chapter 8: Capítulo 5

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Cameron lo estaba mirando más de lo necesario mientras trataba de resolver el problema de trigonometría. Era bastante confuso porque Cameron jamás le prestaba atención a él mientras avanzaba en su tarea, Neil no necesitaba supervisión para esas cosas, no era Charlie. Quien estaba haciendo muecas raras y borraba cada dos minutos algo en su hoja. Eran solo ellos tres reunidos en la sala de estudio, porque Meeks ya había hecho su tarea y él mismo estudiaría con Pitts, porque aparentemente era más divertido subir al techo para escuchar música que quedarse atrapado en la bulla de conversaciones sobre química y esas cosas. 

 

No es que Meeks y Pitts les negarán el uso a su radio, pero nadie había tenido tiempo de pedirla prestada. 

 

Así que, Charlie extrañamente motivado había entrado a la habitación de Neil para invitarlo a su sesión de estudio junto a Cameron, porque era un alfa muy estudioso y no porque estuviera esperando el momento perfecto para poder copiarle a alguno de los dos el resultado. Ninguno preguntó por Knox, a quien se le había pegado la manía de salir en medio del día hacia el pueblo. 

 

Ahora, en la mesa de estudio Cameron volvió a mirarlo. Neil suspiro. 

 

—¿Por qué me miras tanto? ¿Tengo comida entre los dientes? —Neil le sonrió confundido. Acomodándose las gafas.

 

Cameron hizo una mueca, negando y pidiéndole perdón. Charlie, quien tenía la cabeza inclinada sobre el cuaderno del alfa pelirrojo, levantó su vista hacia Neil, sonriendo de lado. 

 

—Ah sí. Mira, como Cameron es un mojigato te lo digo yo…—Charlie se inclinó sobre la mesa, para susurrarle a Neil. — ¿Te tomaste tus píldoras?

 

Píldoras. Las píldoras para bloquear su rutina. 

 

Las orejas de Neil se volvieron rojas, una tos ahogada salió de su garganta, si hubiese estado bebiendo algo, seguramente hubiese muerto allí mismo. Qué poco tacto tenía Charlie para decir las cosas.

 

—Por supuesto, ¿ qué crees que soy? 

 

Cameron jugó con sus propias manos antes de mirarlo con pesar. 

 

—Entonces creo que no te están haciendo efecto, Neil. —hizo una pausa, antes de cerrar los ojos, como si temiera decir lo que debía.— Apestas. 

 

Oh. Neil se quedó mirando los números dibujados en su hoja. Eso explicaba el sofocante calor que ha sentido durante la noche, el malestar en los huesos y sobre todo, la extraña sed de ganar en cada partido de fútbol. Es vergonzoso el hecho de que ni siquiera esa idea cruzó su mente y solo aceptó lo que estaba sucediendo, como si no fuera lo último una de las cosas más anormales en su personalidad. Neil es un chico tranquilo al cual le gusta hacerse el tonto, no es la clase de compañero de equipo que va presionando a todos con la idea de ganar a toda costa. No es competitivo a pesar de que la vida en Welton parece una competencia. Para él todos pueden ser ganadores e incluso un perdedor puede obtener su propia ganancia de eso. Es odiosamente carismático pero sabe caer bien, lo que significa que no hará una cosa tonta de “alfas”. 

 

—Tendré que ver al Dr. Harger. —murmuró tragando saliva. Comprender que lo que le estaba ocurriendo era mucho más que solo una cosa temporal le causó escalofríos. 

 

Eso se siente como una partida a su propia muerte, de hecho prefiere lanzarse al lago helado en época nevada que soportar la idea de ir donde el doctor y explicarle que al parecer está teniendo un espantoso problema con sus hormonas. Oh Dios, tendrá que decirle acerca de sus erecciones, debió notar que su cuerpo estaba siendo raro por esa principal razón. 

La voz de Charlie lo saca de sus pensamientos.

 

—Prepárate para la charla de cómo se puede romper la cereza y sus consecuencias.

 

Cameron se quejó de las palabras, alegando del sentido de compostura y que tuviera un poco de respeto. Neil no prestó atención a eso, lo inundaba una terrible sensación de miedo. Si habla con el dr. Harger acerca de su situación significaba que tendría que hablar con su padre. A su padre no le gustará saber que está teniendo problemas con sus píldoras, lo cual es lo mismo que un retraso en sus horas de estudio y lo que conlleva arruinar su futuro. No, definitivamente no puede hablar con ninguno de los asistentes de Welton acerca de este problema y lo mejor es que él mismo lo resuelva de algún modo. 

 

No quiere que su padre piense que está trayendo dificultades. La idea de que su madre, donde sea que se encuentre haga una expresión de decepción es agobiante. 

 

Dejó pasar unos minutos antes de levantarse con la excusa de ir a ver al dr. Harger, la cual es una enorme mentira y solo desea estar encerrado en su habitación. Ninguno de los dos alfas le prestó atención a la alteración en su aroma, demasiados metidos en una nueva pelea que ni siquiera sabe por qué empezó. De todas formas, si lo notan seguramente lo van a atribuir al hecho de que se supone que tendrá una vergonzosa charla de nudos, aparearse y esas cosas. Salió de la sala de estudio justo cuando Knox apareció con una mueca de disgusto. Quién se veía peor.

 

  Neil siempre había gozado más de las vistas de Welton desde afuera, no le gustaba el encierro porque era lo único que conocía desde que era un niño. 

Siempre tenía que ver detrás de la ventana de la sala de estar como los demás niños de su vecindario jugaban entre ellos y él, en lugar de jugar debía adelantar ejercicios de matemáticas. Siempre había estado encerrado, incluido en su estatus como alfa. No es que eso signifique una vergüenza para su padre, pero sí lo es el no poder controlarse. De actuar demasiado emocional, alterado, de ser incapaz de controlar su mente y caer ante “cualquier omega”. Y a pesar del odio que tiene hacia el encierro, corrió a su habitación totalmente desesperado. 

Sabía que Todd no llegaría porque le había comentado que una de las omegas; Roxanne Morrinson, tenía problemas con latín y se ofreció a ayudarla. Si hubiese sido trigonometría, le habría dicho a Todd que se unieran a su grupo, así no perdería de vista al omega. 

 

Dejó su cuaderno sobre su escritorio con un golpe fuerte. Apoyó las manos sobre el respaldo de la mesa mientras trataba de regular su respiración. 

 

Odiaba el encierro. 

 

Pero la habitación olía a seguridad, calidez… Hogar. 

 

Tal vez pasar tanto tiempo ahí había hecho que terminará construyendo su propia zona improvisada de seguridad. Aquí dormía, aquí pasaba horas con la cabeza enterrada entre los libros. 

 

Exhaló. Era momento de vestir su ropa de dormir, lavarse los dientes y aprovechar de escribir el poema que el capitán había solicitado porque una cosa era segura, Todd llegaría, lo que significaba que no tenía que preocuparse porque el omega volviera a casa. ¿Casa? Neil movió la cabeza, cielos, necesitaba arreglar sus píldoras. 

 

Cuando Neil leyó las palabras que había escrito pensó que eran lo suficientemente aceptables para ser presentadas en la clase de literatura. Al mismo tiempo comprendía que quizá la poesía no era del todo lo suyo, en lo personal no estaba satisfecho con el resultado pero era sin dudas todo lo que tenía por exprimir de sí mismo.

 

Tenía una sonrisa tonta dibujada en el rostro producto de sus propias divagaciones y la pérdida del miedo cuando la puerta se abrió. Giró su rostro sonriendo con anticipación renovada antes de ver la figura del omega allí, se veía cauteloso y tímido. Neil habría jurado que con el tiempo esa faceta había disminuido un poco. 

 

—¿Todo bien con tu estudio de latín? —se levantó de la silla por instinto. 

 

Todd lo miró con grandes ojos azules cargados de sorpresa y conmoción. Tenía las mejillas sonrojadas, se veía un tanto desaliñado entre su ropa. 

 

—S-sí. Fue algo…Productivo realmente. —se encaminó a su espacio. Quitándose la chaqueta y el chaleco. 

 

Neil tragó saliva, observó en silencio como Todd buscaba su ropa de dormir entre los cajones del mueble. Una parte de él creía que era pertinente señalarle, advertirle, al omega con quien comparte habitación que está teniendo dificultades con sus píldoras, que podría eso generar problemas incómodos para ambos. Pero no lo hace. Sus labios se aprietan, un deseo sin nombre escarba en su pecho porque quiere ser todo alfa altanero y orgulloso frente al omega que está ahí. Con su dulce cuello pálido, desnudo e inclinado. Neil se da la vuelta antes de que sus pensamientos se desvíen demasiado. 

 

—Hoy fue un día increíble ensayando la obra. —Neil tenía los ojos fijos en la pared, sus manos apretaban los costados de su bata. — La directora no deja de decir lo emocionante que es todo esto. Realmente está comprometida.

 

No sabe si Todd se ha girado, el chico suele ser tan silencioso que a menudo el resto de sus compañeros no se percatan de su presencia. 

 

—Debe ser agradable estar con personas que aprecien lo que haces tanto como tú. 



Neil se dio vuelta lentamente, sonriendo porque Todd le sonreía. Fue un reflejo. 

 

—Totalmente, y mira resulta que Ginny Danburry es increíble, se toma en serio su papel y ni siquiera puedo creer que sea su primera vez actuando. Luego, este chico que hace de Lysander…Dios, debería aprenderme su nombre, pero todos le dicen Lysander, ¿no es como que se llamé así? Eso sería gracioso, el nombre del elegido, el mesías…Y oh- —Neil de pronto notó que Todd necesitaba cambiarse de ropa y él solo había comenzado a hablar casi sin parar. — Yo, tienes que vestirte.

 

La boca de Todd se extiende en una sonrisa divertida, como si estuviera disfrutando de su propia inmersión. 

 

—Lo haré rápido Neil. Solo dame unos minutos. 

 

No hace falta una explicación. Neil sale de la habitación cerrando la puerta detrás de él. Apoyó la espalda en la madera y cruzó los brazos sobre su pecho, desde fuera el resto de alfas le dan una expresión difícil de descifrar. Es una acción que se ha vuelto costumbre, sin embargo, es la primera vez que una de sus compañeras alfas le da una sonrisa arrogante. Neil no tiene idea de por qué eso lo hace sentir atacado, burlado. Neil frunce el ceño, confundido cuando la voz del dr. Harger les ordena que es momento de irse a la cama de una buena vez. La puerta se abre con rapidez, tirando a Neil casi de espaldas por estar demasiado concentrado en el alboroto del pasillo. Las manos de Todd lo sostienen, mientras suelta una risita divertida. 

 

—Me alegra siempre que mis tragedias sean tus alegrías Todd. 

 

El omega negó, todavía tenía el rastro de una sonrisa en sus labios y sus ojos azules brillaban tan dulcemente que Neil sintió que su corazón podría salir del pecho. Todd prefería el silencio y la risas bajas, el poder contemplar su voz y la idea de que hablé tan libremente son un regalo para el alfa. Es feliz de que el chico pueda estar cómodo. 

 

—Eso sonó dramático. —Todd cerró la puerta, sentándose sobre su propia cama, apoyó sus manos sobre el colchón inclinándose un poco hacia atrás. 

 

—Es lo que hace el teatro. —sonrió Neil. — No puedo evitarlo. —añadió sentándose sobre su cama al frente de Todd, quien estaba esperando expectante que continuará su anterior conversación. — Claro, como te decía, todo es genial en la obra, todavía no sé mucho de quienes están a cargo de la utilería, las luces y escenografía, pero están haciendo un gran trabajo y oh…Todavía necesito seguir aprendiendome el guión.

 

Memorizarlo y hablar con la ventana no ayudaba demasiado añadiendo el tiempo que debía ordenar adecuadamente para no sacar una mala calificación.

 

—P-podría ayudarte. —balbuceó Todd, mirándolo a través de sus pestañas. — Claro, si quieres yo-

 

—¡Eso sería maravilloso! —levantó sus brazos y de un salto se puso de pie. Agrandando los ojos al notar el volumen de su voz. Se cubrió la boca con una mano, para susurrar. — Sería maravilloso, Todd. 

 

El guión estaba donde lo había dejado al volver del teatro, reposando sobre su escritorio junto al resto de papeles arrugados que había eliminado como intentos de poesía. Se lamió los labios ansioso, solo tenía uno lo que significaba que debían intercambiarse el guión entre ellos para poder leerlo. Levantó su silla y avanzó con ella debajo de un brazo para dejarla al frente de la cama de Todd, así no estaría invadiendo de manera imprudente el espacio de Todd, sobre todo porque aparentemente estaba soltando demasiadas feromonas. 

 

Neil carraspeó, preparando su garganta antes de indicarle sus líneas a Todd. 

 

Al principio se sintió inquieto, sorpresivamente nervioso, hablar frente a Todd fue prepararse para demostrar algo, no tenía idea de qué pero lo necesitaba. Ha trabajado bajo ese yugo la mayoría de su vida hasta el momento, de esforzarse por demostrar algo con el propósito de obtener un pequeño apretón de manos y decir en tonos monótonos: hago lo mejor que puedo, señor. Nunca ha sido suficiente nada de lo que hace porque obtener la gratitud por su deber, es una tontería. Ahora, la idea de obtener una aprobación por parte de Todd significa todo. Es mucho más allá de hacer lo mejor que puede, es hacerlo todo excepcionalmente mejor. 

 

Desea la aprobación del omega de una forma que nunca quiso la de su padre. Desesperadamente deseo estar haciendo un buen trabajo. Justo cuando acabó su línea y pudo notar que ya tenía un mejor manejo de cada diálogo, es que Todd bosteza. 

 

—Fue un día agotador. —admitió Todd restregando sus ojos. 

 

Debió ser una tarde de estudio intensa. Neil aún puede ver el rojo en el rostro de Todd. 

 

—Sí. Es hora de dormir, ¿mañana seguimos?

 

Por un momento Neil cree olfatear un aroma diferente. 

 

—Claro, Neil. No tengo problema de ayudarte a ensayar. 

 

Encantador. Neil no puede dormir, tenía demasiada energía, quería correr por los pasillos, darse un chapuzón en el lago. La picazón en su piel volvió, soltó un jadeo bajo. Tal vez, tal vez necesitaba hablar con el señor Keating. Cabía la posibilidad de que él no lo juzgará ni llamará a su padre, además tenía la idea de hablarle como si se tratará de una hipótesis, de un compañero de clase, mejor aún de un ex compañero de clase.

 

Neil estaba soñando, seguramente lo hacía porque se encontraba de pie en el escenario, iluminado por luces tenues y un silencio opacado por su propia voz que no dejaba de soltar palabras que medio comprendía. Así que sí, estaba soñando. Siguió hablando, no había nadie más en el escenario ni en el teatro, lo que le dio una terrible sensación de vacío, similar a la que ha estado ignorando y solo aparece de repente cuando está en sumo silencio consigo mismo y de repente los pensamientos hacen ruido en su cabeza. Lo bueno es que se va rápido. Charlie, los Poetas y Todd le hacen olvidar que Welton es Welton. 

Ahora no hay nadie. Se calló de pronto, un poco asustado por el vacío. Una sensación de angustia lo carcome, no hay forma de que esto sea un sueño, la gente debe comprender que a veces las pesadillas saben a intranquilidad, nudos en el estómago y ansiedad. A veces no siempre asusta lo incomprensible y visualmente inquietante, a veces sencillamente lo más sencillo es lo más aterrador. Saltó del escenario, mirando la butacas vacías, tiene la intención de correr y poder descubrir un poco de sol al cruzar la puerta. Sus piernas se mueven tan rápido como pueden, pero no avanza, no avanza. Su corazón duele en el pecho. 

 

El miedo y la desesperación de gritar pero no ser escuchado lo hace querer llorar. 

 

Entonces ahí está, lento y con tanto miedo como él. Un aroma sútil que le envuelve la nariz, le calma el pecho, detiene sus pasos de huida y exhala para no ahogarse en su propia falta de respiración. Neil no sabe de dónde viene, solo puede reconocer que alguna forma es familiar. 

 

Neil. 

 

Neil. 

 

¿De dónde viene esa voz? 

 

—¡Neil! 

 

Da un brinco sobre la cama, abre los ojos alterado tratando de reconocer en dónde está, la luz de la luna ilumina un poco más el interior pero no deja de tener un toque azulado. Neil sintió el peso de una mano sobre su hombro, sus ojos tiemblan de un lado a otro en el rostro de Todd. Es Todd. Tiene una expresión de angustia en su rostro, tan preocupado. Seguramente hizo un ruido vergonzoso, seguramente pudo oler su miedo. Una risa seca sale de su boca, qué patético. Se supone que no debe tener miedo, ¿cómo lo va a cuidar si él mismo se asusta por tonterías? Espera que Todd lo llamé loco o ruidoso. 

 

No espera lo que ocurre. 

 

Acaba con la cabeza enterrada debajo del mentón de Todd, mientras los brazos del omega lo envuelven con fuerza, dándole un suave masaje entre los omóplatos.  

 

—Solo fue una pesadilla Neil. Está bien, todo está bien. 

 

Neil aspiró suavemente, relajando la tensión en su cuerpo. Si su amigo le dice que está bien entonces así es como está todo. El aroma llenó sus pulmones al mismo tiempo que una voz —que sonaba como la suya— le gritaba: hogar, familia, hogar, calma. 

 

Cuando la respiración de Neil por fin se calmó, Todd se alejó lentamente sosteniendo la cabeza de Neil suavemente. La luz de la luna es maravillosa sobre su piel, no produce un efecto de plástico como la luz del faro. Es una luz magistral, como si los ojos de Todd fueran estrellas sujetas a sus iris, su sonrisa tímida y pequeña es una luna menguante y su cabello seguramente fue un trozo heredado del día. Neil no sabe qué sentir, pero está seguro de que nunca antes se había sentido así. Con Todd todo se siente diferente. 

 

—Lamento haberte despertado. —murmuró. Se arrepintió al instante de abrir la boca, cuando Todd retiró sus manos de su cabello y dejó atrás las caricias. 



—Tranquilo Neil. Ahora duerme, mañana será un día…Difícil en literatura. Descansa, yo estaré aquí. 

 

Correcto. Pensaba Neil lavándose los dientes y mirando su reflejó en el espejo.  Los amigos son así, una vez cuando iban en séptimo grado Charlie tuvo una pesadilla que lo hizo gritar, ambos eran compañeros de cuarto y el chico realmente tenía complicaciones para estar lejos de casa. Extrañaba a su madre y, si insulto a su padre entre dientes Neil no dijo nada —él nunca insultaba al señor Perry, al menos no a esa edad—, porque después de todo cómo podía culparlo por sentirse abandonado. Entonces, tratando de ayudar al pobre niño llenó de lágrimas y mirada desafiante, se sentó a su lado en la calma dándole suaves palmaditas en la espalda. Porque Neil sabía lo horrible que era tener pesadillas y estar demasiado lejos de casa. 

Era normal hacer esos gestos. No hay nada extraño en eso ni tiene porque ser jodidamente diferente. 

 

Pero lo es. Neil sabe que en cierto aspecto lo es. Escupió la espuma blanca en el lavado sintiendo sus ojos arder por la menta. 

 

Ha hecho cosas demasiado tontas en lo que va del año. Necesita de un Dios para pedirle que todo salga bien. 

 

Porque cuando es el desayuno y sus amigos se ríen al ver cómo Charlie sostiene dos muffins en dos tenedores y los hace bailar, descubre que no quiere alejarse de eso. Del suave roce del hombro de Todd a su lado, porque ese día el espacio entre Cameron y el alfa delgado de lentes ha sido usado por Charlie. Neil sabe que está jugando, que fue a propósito. Pero no dice nada, porque el calor del cuerpo de Todd a su lado se siente como un espacio correcto. Más tarde podrá gritarle a su amigo acerca de su tonta actuación como cupido. Eso no tiene caso. 

Casi han terminado de beber el último sorbo de té cuando el señor Nolan aparece, silencioso y con mirada de hastío. Les da un pequeño saludo moviendo la cabeza. 

 

—Señor Anderson, está tarde luego de la clase del señor Keating nos vemos en mi oficina. Atenderemos un asunto de sumo interés. 

 

De pronto todos los Poetas Muertos a excepción de Todd tienen rostros neutrales, atentos y alerta. 

 

—S-sí, señor. 

 

Charlie hace la pregunta, no sin antes soltar un comentario sarcástico acerca de la dentadura del decano. Todd no tiene idea de qué esperar acerca de esa reunión, que no parece ser aquella que mide los avances de todos cada cierto tiempo como un asfixiante medidor de valor. Pasan el día alejándose y volviendo a encontrarse, nunca mencionan el acontecimiento de la noche y Neil, Neil no menciona tampoco lo bien que olía Todd durante la noche, fiel a la petición de Meeks para no cambiar la naturaleza de su relación solo por un error. 

 

Hasta que llegan a la clase del señor Keating y por primera vez desde que lo conoce no tiene idea si realmente quiere estar ahí o saltar por la ventana. Lo cual es extraño porque Neil jamás duda de lo que tiene que enfrentar en una clase, es lo mejor que hace y todos en Welton lo saben. Es uno de los mejores elementos, próximo cuadro de honor, quizá listo para el reconocimiento nacional y Harvard. 

 

Solo que esto no es una calificación, es sacarse parte del alma para vomitarla al frente de un montón de personas que cree conocer. Joder, espera estar lo suficiente cerca de Todd porque si él se siente así no quiere ni imaginar lo que estará pensando el pobre omega, necesita sostenerlo y necesita callar cualquier burla. 

Le sudan los dedos, poco a poco sus compañeros comienzan a pasar adelante pero él es incapaz de escuchar lo que dicen, las palabras vagan en su cabeza y desaparecen tan rápido como llegan. Su pie martilla el suelo con un poco de presión, cuando el dedo de Pitts le picotea el hombro sabe que está haciendo ruido. Así que sostiene su lápiz y comienza a jugar con él entre sus dedos. 

 

No quiere que salga mal. Necesita que salga bien. Quiere que salga bien, lo desea. 

 

El señor Keantig está tan contentó, hablando del poema de Knox y el valor que tiene el amor. Neil traga saliva con dificultad.  Cuando Hopkins pasa al frente el salón se llena de risitas y de pronto, de aquellas risas el señor Keating saca una reflexión para la clase, es como si tuviera las herramientas de transformar lo más banal en una cuestión que está presente siempre. 

 

Y de pronto, Neil siente como su sangre se enfría. 

 

—Señor Anderson, ya no se atormente. Pase Todd de una vez. 

 

Todd no se mueve de su lugar.

 

—E-es que no lo hice, no lo escribí. 

 

Neil sabe que es mentira. Él leyó unas pocas líneas de su poesía, él conoce cuál es el aroma de la poesía de Todd. Una parte de él espera que desista y otra, quiere que Todd termine ese poema. 

 

—Piensa que todo lo que tiene dentro no vale nada. Se avergüenza, ¿no es así Todd? —pero no recibe ninguna respuesta del omega, solo su mirada desviada a otro lado y una clara irritación. — Pero no es así, usted tiene algo muy valioso. 

 

Todd ahora mismo hubiese preferido estar enfermo. Tendido en la cama, inconsciente si era más sencillo de admitirlo pero no ahí. No escuchando la tiza chocar furiosamente contra la pizarra, con el señor Keating hablando sobre un bárbaro graznido, hasta que lo hace pasar al frente para que él mismo suelte un bárbaro graznido. Si pudieran sentir su aroma, seguramente habrían sentido el aroma de un omega angustiado y en pánico. Evita a toda costa el contacto visual con cualquiera de sus compañeros, ni el grupo de Poetas ni los chicos del Club MS, no puede mirar a nadie porque hay demasiados ojos puestos en él que se mezclan con las risas. Primero suelta un pequeño “yawh” que no es suficiente, nunca es suficiente hasta que casi gruñe entre medio. Quiere volver a su asiento, a la comodidad de no ser visto por otros que pueden reírse de lo que hace. Pero el señor Keating no lo deja ir. 

 

Quiere que hablé de Whitman, qué le diga a qué le recuerda. Suelta palabras forzosas sin mentiras, dejando vagar los pensamientos arremolinados en su mente. Sus ojos están cerrados y una mano firme los cubre, todo gira y las palabras siguen vagando de su boca como si fuera un río. La mano se aleja, y sigue hablando hasta que escucha risas y abre sus ojos desesperado con el rostro enrojecido. Por unos segundos busca el rostro de Neil, esperando que él no se ría. No alcanza a verlo bien, el señor Keating le vuelve a cerrar los ojos.

 

Qué hable, que por fin diga lo que nadie le pide que diga y lo diga tan alto que todos escuchen. Es el momento, porque de alguna forma él sabe quién es, solo falta reforzarlo y presentarlo al mundo. Borrar las sombras y vivir a la luz. Entonces lo que hace, su voz se vuelve firme y todo lo que sale son palabras que él cree. 

 

—...La golpea, la patea, jamás cubrirá a ninguno. Del momento en que llegamos llorando al momento en que nos morimos, solo nos cubre la cara aunque uno llore, grite y se desespere. 

 

Todd abre los ojos agitado, mirando al señor Keating, la clase está en completo silencio ni siquiera aquellos que reían pueden soltar una risita nerviosa porque de pronto la inspiración hizo que temblaran en sus asientos. Que las palabras ardieran en sus pieles y de pronto, notarán que este era Todd Anderson. Uno de los cinco omegas inscritos a Welton este año, esté es Todd es omega tímido y callado que se sienta al frente. 

 

Nunca olvidaría la sensación de ese día, la sonrisa del capitán y los aplausos. Los aplausos que hicieron que levantará la vista, para por fin ver a Neil sonriendo mientras chocaba sus palmas, los silbidos de Charlie, el gesto orgulloso de Roxanne y todos ellos juntos. Nunca antes había podido apreciar el hecho de tener amigos. 

 

Había dejado la vara alta, sonrió Neil ante su propio pensamiento mirando la espalda encorvada de Todd en lugar de prestar atención al alfa que estaba al frente leyendo una hoja. Todo un poeta, Todd era un poeta. Y por todos los cielos, por cualquier Dios presente, su corazón estaba martillando fuerte en su pecho. Tardó más de treinta segundos en reaccionar luego de que Todd terminara su improvisación porque había quedado maravillado. Estaba maravillado. Lo supo, lo supo con cada palabra desbordada de Todd que todo era diferente con él y no tenía sentido huir de eso. No podía hacerlo. 

 

Neil estaba enamorado de Todd. 

 

Tan envuelto alrededor del omega que era absoluta debilidad, ansiaba su toque, su presencia, sus pensamientos y cualquier cosa que pudiera darle. Al admitirlo por fin, se sentía como estar drogado, somnoliento incluso, demasiado aturdido y fuera de su mente. 

Cuando por fin despertó aplaudió con todas sus fuerzas, soltando estrellas de los ojos y un aroma asquerosamente empalagoso. 

 

Seguía aturdido. Todavía estaba atrapado en la realización de sus sentimientos, del asombro de…

Ahora no era el único que veía  Todd. Ahora el resto sabía lo maravilloso que era, lo increíble y, era tan fácil enamorarse de Todd. No había forma de luchar contra la idea de que otros no notarán ahora el evidente brillo. 

 

—¿Señor Perry está aquí con nosotros?



Neil casi suelta por instinto un sólido “no”, pero se lo tragó tan pronto algunos rostros giraron en su dirección. Sonrió lo mejor que pudo.

 

—Por supuesto, capitán. 

 

—Bien, adelante señor Perry. Es su turno. —indicó, extendiendo los brazos hacia el frente de la clase. 

 

Le temblaban las manos, así que al levantarse de su silla arrancó el papel del cuaderno y solo en ese gesto pudo regular su propio cuerpo. Aspiró, sonriendo con confianza y desplazándose al frente como si aquello fuera una sencillez total, sostuvo el papel al frente comenzando a leer con falsa bravuconería.

 

La luna y el sol son astros opuestos que

 

no orbitan juntos,

 

qué tanto corren uno detrás del otro,

 

qué tanto lloran sobre el mar el anhelo

 

de una cercanía rota.

 

Están pérdidos,

 

ahogados en una distancia

 

que los junta cada cierto tiempo.

 

“Si por verte tuviera que esperar un milenio,

un milenio esperaría sin dudar” dice el sol.

 

“Y qué calor me entregas y qué noche 

nuestro día, moriría solo para cantarte

canciones al oído una hora nada más” dice la luna. 

 

—Vaya Perry, qué discreto. — se burló uno de los alfas. 

 

Neil quiere arrugar la hoja y lanzarle en la cabeza la bola de papel, fingirá que solo no lo hizo porque el señor Keating ya le había pedido que se sentará.

Está tratando de ignorar las miradas de sus amigos porque no puede lidiar con esto ahora mismo. No cuando aceptó sus sentimientos y de idiota los proclamó en poesía para toda la clase. En qué estaba pensando. 

Quiere irse al demonio, del país y enterrar su vergüenza en lo profundo del infierno o lo que sea. La campana toca, pero nunca huye, en su lugar corre hacía a Todd a grandes zancadas porque antes de huir necesita decirle que ha sido deslumbrante. 



—Todd, eso fue alucinante. Mira lo que has estado escondiendo todo este tiempo. —se las arregla para decir, sintiendo las manos de mantequilla al sostener sus libros y cuadernos. Tiene el rostro sonrojado, casi no se nota en sus mejillas pero la punta de sus orejas ha enrojecido. 

 

Todd parece consternado, luego relaja su vista sonriendo y, ahora sí, él hizo que Todd tuviera las mejillas sonrojadas. 

 

—G-gracias Neil. Lo tuyo fue también muy bueno, estabas…Estabas realmente pérdido en ello, ¿he?

 

—Hmm, sí pero nunca tanto como eso que tú hiciste, yo me quedé sin palabras. Te juro, nunca ví nada igual a eso. 

 

El omega río suave, agachando la cabeza, dejando que los mechones de su frente escondieron sus ojos. 

 

—Me halagas demasiado, Neil. 

 

—Qué puedo decir, soy el honesto Puck. 

 

Es una pena que Todd tenga que ir a la oficina del decano y él no pueda ingresar con él. No se desanima demasiado, proponiéndole acompañarlo hasta las escalares y además ofreciendo llevar sus libros hasta la habitación. Neil se las arregla como puede, con una montaña de libros al frente de él y tratando de no chocar con nada. Neil es ajeno al hecho que, con o sin olor, todavía hay alfas que creen que Todd es el omega de Neil. Llámalos locos, pero las señales no pueden ser más obvias. 

Neil sabe que tiene que comentarle esto a los Poetas Muertos, hacer otra reunión confidencial para admitir que en efecto, está enamorado de Todd. Que quizá, desea cortejarlo. No se quita el uniforme porque está organizando en su mente, los siguientes pasos que tomará. Hablar con el señor Keating y tener una charla incómoda acerca de las hormonas, hablar sobre lo que le sucede con Todd al resto de los Poetas Muertos y sí, hablar con Todd, hacer un movimiento. No mirar desde lejos como Knox. 

 

Sus planes colapsan cuando la puerta de la habitación se abre y Todd entra con una cara pálida, desorientado. Algo anda mal, espera que no sea demasiado malo, que Nolan no le haya dicho un comentario hiriente, porque seguramente sabe cómo llenar de papel higiénico su oficina. No, en realidad Neil no podría hacer eso, pero le daría la peor mirada seria del mundo. 

La respuesta llega por sí sola. 

 

—El baile anual de cortejo de Henley Hall se hará el sábado. H-han dicho que como omegas debemos ir, c-claro siempre si las familias desean eso. Son bailes de compromiso. —Todd se llevó ambas manos a la cara. — Tengo que ir. 

 

Neil no está seguro de contarle ahora a nadie sobre su enamoramiento. Aquí nace y muere su esperanza. Sus planes son modificados al mismo segundo que su sonrisa se esfuma. Sabe cómo funcionan esos bailes y no hay forma de que él mismo se cuele entre medio porque su familia no hace esas cosas, porque ni siquiera tiene algo que ofrecer. Su familia no es rica como la de Charlie, así que es solo un alfa sin la oportunidad de proveer. 

Sabe que Todd es bonito y valga el cielo, es asombrosamente inteligente, podría llamar la atención de tantos alfas. 

Es horrible, Todd irá a ese maldito baile y saldrá de allí con un tonto futuro concreto. 

 

—Eso es, demasiado complicado. — la voz de Neil suena pequeña, apagada. 

 

—Más que peor, ¿cómo se supone que encaje allí?

 

Es horrible poder ver la expresión angustiante de Todd, es horrible que los padres o madres hagan eso, pero no tiene derecho a decir nada. Él mismo se lo dijo a Knox y Charlie, de qué le sirve hablar de imponer su voluntad si ni él mismo puede hacerlo. 

Le duele y le lástima saber que Todd no está destinado a él. 

 

—Tienes un encanto natural. 

 

Todd negó, riendo.

 

—Ya veo, ¿el honesto Puck?

 

—A tus servicios. —sonrió Neil, haciendo una reverencia.

Notes:

-- El poema de Neil lo escribí yo, y tal como él lo siento súper miserable pero bueno, no suelo compartir cosas de ese tipo. Una "poeta silenciosa".
Es gracioso, porque Todd no conocía la perspectiva de Neil mucho después. Primero la pasaban re mal por todo:( GRACIAS POR LEER <33

Chapter 9: Capítulo 6

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Henley Hall era una academia prestigiosa dentro de su pequeña categoría, reconocida por sus valores y logros en cuanto a ser una academia solo para omegas. Por eso mismo una vez al año, cada año, realizaban un baile de cortejo en donde las familias podían establecer vínculos y compromisos para obtener todo el plan de vida para la satisfacción. Si bien, muchos omegas estudiaban y acababan ingresando a la universidad era un hecho lamentable que un porcentaje considerable solo se convertiría en la madre o el padre de cachorros de un alfa ejemplar. Por esa misma razón es que Henley Hall realizaba tal festividad. Con Welton no habían compartido más que festividades de último año para crear una atmósfera más elegante entre todos, pero no había necesidad de cruzar otros tipo de conexiones hasta que la noticia de los cinco omegas en Welton removiera esas conexiones. 

No fue solo la honorable directora de la Henley Hall sino la convicción del decano Nolan de Welton para establecer lo que se consideraba uno de los principales propósitos de los omegas: pertenecer a un alfa. 

 

Así fue como se llegó a la conclusión de que los cinco omegas debían asistir a la celebración, poder mostrarse al resto, especialmente a alfas y saber sí podían ser elegidos, cortejados y luego posteriormente casados y marcados. Una forma de hacer más fácil sus vidas. 

 

Los padres habían sido notificados con anticipación de tal baile, sin embargo, no fue una opción clara el hecho de decidir si sus hijas o hijos iban o no a asistir, fue un aviso. Nolan lo decretó como un aviso y rechazar tal aviso de un notable académico que demostraba con orgullo sus logros, era hacerse de la reputación de una familia trastornada. Sin embargo, tales pensamientos nunca tocaron las mentes del señor y la señora Anderson, quienes al conocer la noticia celebraron silenciosamente ante tan generosa oportunidad, halagando al decano Nolan mucho más de lo que se merecía. 

 

Al señor Anderson realmente no le importaba mucho lo que tuviera que ver con su hijo menor, quien para su desgracia había nacido omega. Su primera decepción fue reconocer que no podía tener el estatus perfecto que quería imponer, soñando con tener dos hijos alfas, considerando a lo largo un desperdició haber tenido un segundo hijo. A esa desgracia se le sumó el hecho de que Todd ni siquiera era un omega que pudiera considerarse valioso. Todd tenía calificaciones miserables , se pasaba horas mirando los ejercicios de matemáticas, deteniéndose en química más de lo necesario y murmurando cosas por lo bajo. Por eso tuvo que quitarlo de una pretenciosa y elitista academia de omegas, al comprender que las notas de su hijo eran absolutamente mediocres. En Balincrest al menos no estaba luchando contra la idea de formar un chico inteligente y solo estaba dentro del rango común. Al señor Anderson nunca le importó, ni prestó atención, a las considerables calificaciones en arte, música y literatura, incluyendo de cerca historia y geografía. 

 

Pese a todo, se debía asumir y afirmar aunque fuera bastante triste, que el señor Anderson sólo consideraba como su hijo a Jeffrey. Todd, desde su nacimiento había sido una tragedia. Nunca se podría definir de dónde provenía tal decepción, quizá de su propia crianza, tal vez de sus antepasados alfas que odiaban (y aún así querían tener) a los omegas. 

 

En cambio, la señora Anderson fue una extensión de esa misma decepción. Una figura lejana y ausente que solo había mantenido como deber casi misericordioso el hecho de guiar a su hijo en los pasos de un buen omega. Puesto que, un matrimonio y algunos bebés podrían darle otro lugar al cual pertenecer, con algo de suerte incluso estaría bajo el manto de un alfa de buen bolsillo asumiendo las tareas del hogar. Probablemente su conflicto fue haber sostenido que el amor al igual que un trabajo insulso, debían ser merecidos y para merecer algo, la gente como ellos, consideraban que había que esforzarse. Todd ciertamente tampoco era bueno asumiendo lo que se esperaba que un omega pudiera entregar. Siempre demasiado incómodo, evitando mirar a las personas, escondiéndose en las fiestas familiares, agachando la cabeza, encorvando la postura, hundiendo los hombros. Podía reconocer que su hijo era bonito, pero esa actitud entorpecida que tenía fue un defecto demasiado grande. 

 

Reconociendo defectos los señores Anderson fueron bastante buenos siempre y cuando esos defectos fueran externos a ellos, pues nunca asumieron bien lo que hicieron. Mucho menos el momento exacto en que sellaron el destino de su propio hijo a la edad de doce años.

 

Entonces, por todo lo que consideraban tiempo pérdido por fin se les presentó el baile de cortejo como la oportunidad de Todd para hacer un movimiento y establecer un logro en su vida, asumiendo que se casaría tan pronto saliera de Welton. 

 

Lo primero que hicieron, fue que la señora Anderson compró un lindo conjunto de pantalones, chaqueta y camisa acompañada de una larga chaqueta café otoñal que pudiera lucir su hijo durante la noche con un par de zapatos nuevos. Sin duda esa fue la primera vez que se preocuparon tanto por su hijo menor. Lo segundo fue una nota escrita a mano, que tenía en tinta la oración: “consigue un gran partido”. 

 

Todd había quedado pálido al leer las palabras, luego el impulso de llorar lo invadió como un ataque brusco que no supo descifrar de dónde venía. Estaba tan atrapado en sus pensamientos que ni siquiera notó la presencia en la puerta de la habitación. 

 

El sonido del carraspeo de Valentine sacó a Todd de sus divagaciones. Los ojos azules brillantes miraron  a su amigo con curiosidad y vergüenza, tratando de contener el nudo en su garganta. El omega de cabello oscuro estaba apoyado en el marco de la puerta con una mano detrás de su larga chaqueta de la academia. 

 

—Veo que también trajeron cosas para ti. —sonrió Valentine. La sonrisa de Todd fue forzosa, comprendiendo que lo que estaba sucediendo era un problema para el chico, Valentine dejó de apoyarse en el marco sacando la mano que tenía detrás de su espalda. — Le pedí a mamá que enviará mis zapatillas, no supo cuáles, así que me envió dos pares…Yo, he, ví que la última práctica con el señor Dugan dejaron mucho peor las tuyas. S-son blancas, espero que sean lo suficientemente cómodas para ti. —extendió el brazo.

 

Un par de zapatillas blancas con cuerda, idénticas a las suyas pero en notable mejor estado, con las agujetas pulidas y no hechas jirones y mejor aún, la suela intacta. Todd extendió su brazo aceptando tan generoso gesto, sonriéndole sin saber qué decir. Estaba en conflicto, a sus padres les tomó demasiado tiempo demostrar una pizca de preocupación, la cual ni siquiera estaba ligada a su real bienestar, en cambio, Valentine Darling a quien conocía desde hace unos meses había notado que necesitaba algo (algo que sus padres debieron haber proveído) y cubrió esa necesidad sin pedirle a Todd nada a cambio. 

 

—Gracias, Valentine. 

 

—Para eso estamos. Por cierto, deberías ver qué cosa tan loca hay en la habitación de esos dementes artistas, pues obvio, artistas tenían que ser. —alegó, negando la cabeza con diversión. 

 

Todd cerró la caja dejándola aún sobre su cama y acomodando el par de zapatillas en su silla antes de ir detrás de Valentine para mirar aquel supuesto desastre. Tal vez así el nudo en su garganta desaparecería, tal como su inevitable miedo a no poder cumplir con la petición de sus padres. 

 

—No lo creo. —murmuró Todd al pararse en la puerta de la habitación de sus compañeros. — ¡Roxxy, Greg! Esto, e-esto es alucinante. 

 

Caminó para mirar más de cerca el vestido lila de tela brillante tornasol, parecía que un artefacto propio de las hadas estaba ahí, como si nada. Roxanne demasiado entusiasmada comenzó a mostrarles cada parte del vestuario que usaría, unos guantes largos y una linda capa de medio torso. Luego Gregory, dando su propia opinión de ojo crítico dijo que estaba en su deber interior ayudarlos a peinarse y verse fabulosos esa noche, porque con su abrigo de pelos seguramente robaría la atención de la audiencia. Solo cuando las voces siguieron superponiendose Todd notó que había llamado a ambos omegas de una forma bastante familiar en la que no se sintieron sorprendidos y lo que fue mayor sorpresa, fue que Todd también se sintió cómodo haciéndolo. Como si por fin alguna cosa estuviera sosteniéndolos como parte de un mismo grupo. Todd pudo olvidarse por un momento de la horrible presión en su estómago. 

La atención de Todd vuelve a la conversación cuando mencionan el baile, porque claro, lleva el título de BAILE obvio que tendrían que bailar y hacer esas cosas. Lo suficiente para hacer que el espanto consuma cada gramo de su ser, porque sus padres seguramente no tenían idea de que su hijo omega no sabía bailar porque nadie le había enseñado cómo tenía que hacerlo. Ahora se ha encogido en su sitio, con la risa estruendosa de fondo. 

 

—Y-yo no sé bailar. 

 

Cree que su voz ha sonado demasiado pequeña, como la mayoría del tiempo, como para que pudiera ser escuchada por alguien. Pero el ruido de fondo disminuyó rápido, Todd alzó la vista  encontrando las miradas sobre él. 

 

—Me ofrezco como profesora. —sonrió Roxanne, giró su atención hacia los demás. — Aunque creo que tampoco tengo la menor idea de cómo bailar un vals adecuadamente. 

 

Gregory exhaló exageradamente negando. 

 

—Pobres de ustedes, ¿qué harían sin mí?

 

—Nada, Greg, seguramente estaríamos falleciendo. —contestó Agatha rodando los ojos. 

 

Todos sonrieron para ponerse de acuerdo en que luego del entrenamiento de béisbol practicarán sus mejores movimientos de danza o aprenderán sobre eso en el camino para no pisarle los pies a nadie. 

Al menos Todd cree poder sobrellevar la presión de todo lo que sucederá manteniendo siempre la vista y la mente en cualquier otra parte, pero durante las clases su vista está más concentrada en lo que sucede detrás de la venta en lugar de lo que está pasando en la clase. Se imagina todo tipo de escenarios, el más adecuado para sus padres sigue siendo un espantoso temor impregnado en su nuca. Todavía no encuentra ningún Carpe Diem y de pronto, hacerlo no tiene sentido porque su vida ha terminado mucho antes de haber empezado. Siendo lo que alguien más quiere que sea. Seguramente su madre, a la que todavía sigue esperando desesperadamente como consuelo, nunca ha pensando en lo que Todd quiere. Sus conversaciones siempre se basaron en ser bueno siendo lo que era, hacer o no hacer tal cosa, verse o no verse de tal manera. 

Seguramente su maestra de literatura en Balincrest mintió cuando dijo que todos los padres, todas las madres, amaban a sus hijos e hijas de manera incondicional. Sí, ella seguramente solo estaba dando falsas esperanzas. El Todd de doce años las creyó, buscando despojos de ese supuesto amor en pequeños detalles. Pero, su madre nunca lo visitaba en el internado y su padre dejó de mirarlo a los ojos durante esos años. 

 

Oyendo el comentario de Charlie a un costado, no es capaz de reír ni siquiera por la mueca que hace el profesor de geografía. 

 

Una parte de Todd sabe y desea, que si tiene hijos será diferente. Nunca mirará con decepción, repudio y molestia a la pequeña criatura que le llamé “papá”, sin embargo, un feo murmullo que lo persigue le dice que quizá está destinado a eso. A una vida mediocre, siendo el omega de un alfa exitoso viviendo a través de sus hijos. 

 

Pero él realmente no quiere eso. Secretamente quiere ser amado y amar de una manera cursi, seguir ese camino solo si significa tener de compañero a alguien que pueda llamar el amor de su vida. Lentamente cambia su atención hacia Neil, que en está clase se sienta en la primera fila. Está demasiado concentrado escribiendo lo que el profesor está explicando, Todd acomodó su codo sobre la mesa para descansar su mejilla sobre la palma de su mano. Neil seguramente se está mordiendo el labio, hace eso cuando se concentra demasiado. Es una tontería y Todd lo sabe con total certeza, pero quizá ha estado un poquito enamorado del alfa desde que lo conoció. 

Pero las cosas sólo están escritas para suceder así, con él contemplando a la distancia y seguir otro tipo de camino. 

Neil es cálido, amigable, divertido e inteligente. Nunca había conocido a nadie tan inteligente como él. 

 

—Todd, ¿estás bien? 

 

La voz de Roxanne lo despierta, se gira asintiendo. 

 

—S-sí. —su voz salió un poco rasposa. 

 

Roxanne asintió, observando un instante al maestro que está concentrado explicando desde la otra esquina. Acerca el cuaderno con apuntes hacia Todd, haciéndole la señal de una pluma escribiendo en el aire con su mano. Todd agradeció el gesto, comenzando a escribir. Mientras lo hace se pregunta sí es válido y correcto comentarle a alguien acerca de lo que está pasando por su mente. Si puede reunir al Club MS para hablarle de sus pensamientos más profundos, si puede ser lo adecuado hablarle a Meeks o a Charlie de lo que le está pasando. Pero decide no hacerlo, de manera errónea y angustiosa decide guardar su pena para sí mismo. 

 

No ve como Neil hace una pausa de su propia escritura, girando lentamente su rostro sobre su hombro para mirarlo un instante y luego volver su atención al profesor. 



En la clase del señor Keating se encuentran otra vez con la nota en la pizarra de que hoy es clase de motivación deportiva. Eso ciertamente se siente como un alivio sorprendente para Todd, porque estaba seguro de no poder aguantar otra clase encerrado, además cada vez que el señor Keating logra obtener un tiempo fuera de la academia es un precioso regalo del cielo. La mejor parte, pueden llamar incluso perezoso a Todd, es que luego de está clase pueden ir directo a donde el señor Dugan sin la necesidad de hacer una parada en el vestuario. 

Todos comparten su linda camiseta roja y los shorts, junto con ello Todd decide darle un último recorrido a sus viejas zapatillas como un ritual de despedida, porque es un sentimental que aprendió a adherirse a las pequeñas cosas simples de la vida. La sonrisa maliciosa y de suficiencia que invade a Gregory es altamente contagiosa para Todd, porque el señor Keating dice:

 

—Jugaremos un partido de fútbol entre todos, así es jóvenes. Los omegas y los alfas juntos en las grandes ligas, quien no esté de acuerdo se puede ir a la banca. —enfatizó señalando el espacio junto a la bolsa de lona que contenía un montón de conos. — Ahora, los dividiré en equipo B y equipo A. 

 

Todd acaba en el mismo equipo que Charlie, Pitts, Meeks, Knox y Neil. Charlie no puede evitar lanzar comentarios hacia Cameron acerca de que le patearan el trasero y cosas similares, como si Cameron no tuviera a otros diez sujetos más en el equipo. También Agatha está con él, pero teme por su suerte al comprender que el resto de los integrantes del Club MS ha quedado en el equipo rival. 

 

—Recuerda correr, Anderson. —sonrió Roxanne. 

 

Dentro de todos los acontecimientos insatisfactorios, Todd debe considerar que haber improvisado poesía frente a todos ha hecho que se sienta menos incómodo a su alrededor, lo cual hace que sea capaz de devolverle la broma a Roxanne sin miedo a parecer demasiado idiota. 

El señor Keating coloca música antes de hacer sonar el primer silbato dando inició al partido. Todd no puede evitar reírse con cada momento que pasa, de pronto todos están demasiado concentrados en el juego como para olvidar que algunos estaban inconformes con la presencia de omegas en cada equipo, para de pronto alzar sus nombres y comportarse todos como un equipo que está buscando su mejor victoria. Todd se pregunta si alguno de ellos olvidará esto, si este momento permanecerá en sus memorias bajo un sentimiento de admiración y reconocimiento que valga la pena traspasar a otros o sencillamente, acabará en ellos siendo convertidos en la clase de alfa que el resto les pedirá que sean. Y ellos, como niños asustados, buscarán seguir esos pasos con desesperación. Una parte de él, espera que sus compañeros alfas comprendan lo que muchos otros no han querido comprender, y es que los omegas tienen sueños, corazones y aspiraciones. No solo son inspiración en la poesía o musas en el arte, ellos pueden ser poetas y pueden ser artistas. Pueden ser salvados pero también salvados. 

 

—¡Todd, la pelota! —gritó Pitts antes de darle un pase. 

 

Todd la sostuvo en sus pies con tanta añoranza, al menos lo divertido de Balincrest era jugar fútbol a escondidas en los pasillos viejos. Sin pensar mucho en ello, chutó dándole a la portería con gran éxito. Una adrenalina sube por todo su cuerpo, gritando de la emoción, los chicos a su alrededor sueltan silbidos y aplausos, pero él corre eufórico. Probablemente Todd haya sido la persona más discreta posible, reversada y silenciosa, pero la victoria es una victoria y tener la certeza de que el mundo entero te pertenece al menos por unos segundos, hace que nada sea imposible.

Todd no lo pensó cuando corrió hacia Neil, sintiendo su corazón latir y las mejillas calientes, no pensó demasiado en todo lo que sucedía a su alrededor más que en los brazos abiertos de Neil como una dulce invitación a pertenecer allí. Todd sencillamente se abalanzó a esa invitación con demasiada alegría, saltando sobre sus pies y envolviendo la cintura de Niel con sus piernas para apretarlo, Neil lo envolvió con sus brazos, sosteniendo su cintura con sus manos y girando. 

 

Los aplausos no disminuyeron, pero sencillamente el rumor de que ellos dos estaban juntos correría como una verdad absoluta. Mirándolos en el suelo, sobre el césped, riendo y girando. Cuando Pitts se lanzó encima junto a otros muchachos más, lo único que podía ver Todd era el rostro sonrosado de Neil, quien no dejaba de reír, encogiéndose sobre su propio cuerpo porque Pitts realmente pesaba. 

 

El equipo B había ganado por un gol de diferencia, lo cual hizo que le pidieran ruidosamente al capitán una revancha antes de cargar al hombre por el patio corriendo con él y levantándolo entre todos. Entonces a veces la vida en Welton era un poco más eso, vida.  



—Tengo que ir al ensayo. —avisó Neil, parado al frente de Todd, balanceando una pierna sobre la otra. — Volveré para la reunión de hoy en la cueva. 

 

—Nos vemos ahí, suerte. 

 

Neil sonrió, antes de comenzar a trotar hacia los vestuarios para cambiarse de ropa. Todd siguió mirándolo la figura desaparecer, permaneciendo en su espera porque el señor Dugan llegará al entrenamiento. A su lado, silenciosamente Gregory lo miró cuando se percató de eso el chico rubio alzó una ceja sonriendo con burla. 

 

—Sigues oliendo a él. —informó, antes de encogerse de hombros. — Pero menos. 

 

Pudo haber dicho una queja, alegar sobre su relación estrictamente de amigos y el compañerismo indiscutible que existía entre ellos. Pero no lo hizo, porque a Todd lo invadió una sed de alivió que no creía capaz de reconocer como suya. Si olía a alfa, no importaba porque ese alfa era Neil y de alguna forma indescriptible eso se sintió bien. Le gustaba el aroma de Neil, aparecía en sus momentos de angustia, lo relajaba como una especie de calmante dulce. Aunque a su madre seguramente no le gustaría demasiado la idea de que oliera a un alfa y mucho menos si ese alfa era un muchacho que con suerte estaba terminando sus estudios. Fue un poco hiriente, pero si el apellido de Neil hubiese sido Dalton u Overstreet, tal vez el disgusto hipotético de su madre cambiaría a una mueca de satisfacción. Pero no, Neil era Neil y ciertamente por esa razón era que lo quería demasiado para su propio bien. 

 

El señor Dugan llegó lanzando chispas de entusiasmo y ensoñación, sacando a todos de sus cómodos sitios para preguntarse qué bicho había picado al señor loco. Apenas habló Todd llegó a la conclusión de que el señor había sido mordido por un payaso, porque de ninguna otra manera era posible que estuviera hablando de llevarlos a un maldito partido real de béisbol. No estaban listos para una tarea tan importante, mucho menos de llevarlo a la práctica, porque además no eran nueve o bueno, eso fue hasta que el señor Dugan les dijo con orgullo que ya tenía al resto de jugadores fichados. Estaban pérdidos. Fue una sorpresa notar que el señor Nolan había confirmado que tal acción se llevará a cabo, como si no estuvieran lo suficiente desgraciados. 

Fue un hecho que el entrenador decidió aumentar el entrenamiento, llevarlo a una categoría mayor. 

 

Valentine les dijo que estaría estudiando el maldito juego durante esa noche, lo cual hizo reír a Todd porque estaba nervioso y a veces se reía cuando estaba nervioso. Pero si Valentine se aseguraba de entenderlo adecuadamente, entonces todos lo entenderían. 

 

Fue una suerte estar listo justo cuando Charlie tocó su puerta, estaba usando una boina sobre la cabeza y se veía extrañamente más motivado que otras veces. Sea lo que sea, fue contagioso porque Todd le dio una pequeña sonrisa antes de seguirlo por el pasillo. Y siempre fue emocionante esa parte, correr lejos de Welton hacia el bosque, esquivar ramas, hacer crujir otras, acariciar la corteza de los árboles por puro capricho y bajar las rocas hasta el espacio sobrante entre ellas. Pudo percibir que tres de ellos habían estado estudiando en la sala común y que seguramente Cameron y Charlie habían terminado el remo antes de volver a sus habitaciones por pantalones adecuados al frío de la tarde. Ansiaba en el futuro poder pedirles que le enseñaran un poco de eso. 

 

Charlie no dejó que Meeks terminará su chiste, comenzando a repartirles a todos una pipa porque eso seguramente los haría ser y lucir, más poetas que nunca. Riendo por la pura idea de tener una pipa, la sostuvieron en sus manos y se la llevaron a los labios incluso sin pensar en la encenderla antes de hacer tal acción. 

 

—Muy bien queridos Poetas Muertos, hoy fumaremos pipa a la luz del canto. —dijo Charlie, antes de hacer sonar estrepitosamente su saxofón. 

 

Todd y los demás hicieron ruidos de quejas. 

 

—Oye, Todd ¿cuándo será el día que nos presentes a tus lindos amigos omegas? —sonrió Pitts con aire soñador. 

 

Todd, que estaba acomodando su chaqueta sobre el suelo para poder sentarse mejor, se quedó mirando fijo a Pitts. El resto de ojos se posaron atentos, bueno excepto los de Knox quien estaba bastante ido mirando las rocas en la tierra. 

 

—Oh, b-bueno no es como si no los conocieras ya, ¿no?

 

—Habría que invitarlos a nuestra mesa, buen muchachón. —sugirió Charlie pensativo. 

 

De pronto Todd recordó que de todas formas no era lo que podían considerarse omegas disponibles y que, el hecho de que un enamoramiento floreciera solo significaba el vacío triste del desamor. 

 

—Es probable que estén comprometidos después de este fin de semana. —habló, quitándose la pipa de la boca. — Es probable que yo igual. 

 

Pitts escupió la pipa notablemente indignado antes de que Charlie murmurara un bajo “ ¡hey, Pitts! te llevarás eso con tierra a la boca otra vez”

 

Meeks se aclaró la garganta, desde el otro se dirigió a Todd. 

 

—¿A qué te refieres con estar comprometido? 

 

Todd observó al rubio, Knox levantó su mirada del suelo para enfocarse en él, aquello al parecer había atraído su atención. 

 

—Tenemos que ir al baile de cortejo que organiza Henley Hall.

 

Meeks soltó un silbido, alzó las cejas y decidió entonces encender su pipa. Nadie supo qué cosas decir.

 

—Vamos, enciendan sus pipas. —intervino Charlie. — Inhala Pitts. Está conversación requiere con urgencia de tabaco. 

 

Pitts soltó una tos fuerte, seguramente había quedado un poquito de tierra por allí. 

 

—¿Sus padres coleccionan pipas? Uy, qué interesante. —comentó con sarcasmo el alfa alto. 

 

Todd agradeció que el ambiente se transformara un poco más relajado, dio la primera calada a la pipa antes de exhalar. 

 

—No necesariamente se supone que debes terminar con alguien ese baile ¿o sí? —habló Meeks, quien parecía notablemente cómodo fumando una pipa en lugar de un cigarrillo. — Digo, no puede ser que eso sea todo lo que pidan que hagas. 

Todd negó. 

 

—Es de hecho, todo lo que me han pedido que haga. Y no sé bien qué clase de situación tienen los demás, pero deben creerme cuando les digo que son maravillosos. Son mucho más que solo el omega de alguien, y eso hace que…Q-que, perdón, ya ni sé qué digo. —murmuró Todd, agachando la mirada. 

 

Pitts dejó doblada la imagen de la omega desnuda, antes de quitarla de la vista de cualquiera en la cueva. No sabía qué cosa decir, y estaba seguro de qué nadie sabía qué decir en tal situación. Lo que podía ser un sueño para ellos, como bailar con una o un omega significaba una mortificación inexplicable para su amigo. Probablemente porque estaba obligado. Obligado a permanecer en esa línea sin ninguna opción de poder cambiarlo. 

 

—¿Qué pasa Knox? ¿Por qué estás tan callado? 

 

El alfa silencioso suspiro, negando, asegurando qué nada pasaba. Aunque seguramente tenía que ver con Chris. 

 

—Ese baile es una tontería. —aseguró Knox, hablando por primera vez desde que ingresaron a la cueva. Ignorando el comentario de Meeks acerca de ser sus padrinos. — Mi hermana tendrá que estar en el en unos años más. Pero, seriamente, ¿cómo se supone que serás feliz solo porque otros te dicen que debes serlo? Claro que si ella me dice que encontró el amor de su vida y ese amor, resulta tan maravilloso como ella se lo merece, yo estaré feliz. Pero…¿Pero y si pasa lo contrario? Si acaba siendo la persona más desgraciada del mundo. No podría perdonarme. 

 

—No sería culpa tuya, Knox. —habló Todd. 

 

—Seguramente no, pero no hacer nada me haría el peor hermano del mundo. 

 

Aquellas palabras perforaron una imagen olvidada en la mente de Todd. Un recordatorio constante de quién no fue ni nunca podría ser. Lo que le afectaba considerablemente a Knox como hermano, fue la misma clase de cosa que su propio hermano tal vez nunca llegó a tener en cuenta. Jeffrey era por una buena razón el ejemplo de alfa académico perfecto. Eso fue lo que siempre conoció, al menos esa pequeña fracción de tiempo que lo unía tan lejanamente. Fue la primera vez que Todd deseó que Knox Overstreet fuera su hermano.

 

Antes de que pudiera hablar sobre eso, la voz cantarina de Neil llegó antes que su voz a la cueva. El chico casi tropezó al ingresar porque estaba sosteniendo una lámpara sobre su mano. 

 

—Este es el Dios de la cueva. —señaló, orgulloso, mostrando lo que la cubierta ocultaba. Un viejo y bastante falto de pintura, hombrecillo. 

 

Neil sonrió a todos, antes de fijar su vista en Todd y ampliar su sonrisa, meneando alegremente sus cejas. Todd no pudo evitar sonreír de vuelta, sosteniendo la parte de la lámpara que Neil le entregaba. El fuerte ruido del saxofón tomó por sorpresa a Neil, quien saltó en su lugar. Charlie estaba lo suficiente entusiasmado por iniciar la asamblea, estableciéndose al medio y tomando el lugar como su escenario, bautizando su acto como “Poemúsica”, ganándose algunas risas de los Poetas por dicho título y el evidente hecho de que cualquier cosa que pudiera salir, nadie tenía esperanza en ello porque de momento Charlie solo había estado haciendo ruidosos dolorosos con el instrumento. 

 

Las palabras de Charlie chocaban en la cueva junto a su estruendoso ruido: 

 

Riendo, llorando, tropezando, babeando. 

Debo hacer más, debo hacer más.

 Caos gritando, caos soñando.

 Debo hacer más, debo hacer más. 

 

El asombro que tuvo Todd seguramente debieron tenerlo todos, pero cuando Charlie comenzó a hacer una melodía asombrosamente bella dejó de prestar atención a Neil detrás de él, a quien había estado mirando cada tanto en su labor con el Dios de la cueva. En ese momento, todo lo que conocía de Charlie Dalton se borró para establecer un nuevo criterio acerca del alfa. Fue el primero en aplaudir, haciendo eco por la cueva pero su asombro debía ser compartido con Charlie de alguna manera. 

 

Entonces Knox no pudo contener su propia perturbación interna.

 

— Ya no lo soporto. Voy a suicidarme si no tengo a Chris.

 

Todd no pudo evitar cambiar su expresión ante las palabras tan crudas de su amigo. Y de pronto, cualquier pequeño entendimiento anterior acerca del baile de cortejo quedó olvidado, porque de todas formas Knox seguía siendo un alfa. Se preguntó si acaso su idea de desistir del amor tenía que ver con su propio estatus, pero incluso al borde de aquel abismo tenía la certeza de que los cobardes y los imprudentes son dos cosas diferentes en el amor. 

La bulla de gritos alegres hizo que Todd se levantará rápido, porque Knox había decidido llamar a la omega sin importar nada, lo cual por supuesto significaba hacer algo por primera vez dentro de su martirio anhelante. Corrieron detrás de él hasta el teléfono colgado en la pared de la academia. 

Todd observó expectante, tomando nota de aquel valor imprevisto y alocado, cuando el pecho de Neil chocó contra su espalda y sintió que su mente dejaba de funcionar un instante. Miró hacia los lados, pero ninguno de los Poetas dijo nada particular ante aquella acción, aquí el centro de todo era Knox que tan pronto escuchó la voz de Chris colgó el teléfono, aclarando que lo matarían tanto los padres de ella como sus propios padres.

 

Hasta que cambió de opinión tan rápido como una ráfaga de viento, haciendo que la mente llena de novelas románticas de Todd volará hacia su propia alocada historia de amor. Aunque, en lugar de lo salvaje tal vez prefería lo tranquilo. Dos personas que se miran y saben que se pertenecen la una a la otra. 

Cuando el brazo de Neil se acomoda sobre su hombro, se olvida de todo. La respiración del alfa soplando detrás de su nuca, su pecho tan cómodamente apoyado en su espalda y toda su calidez sobre él. 

El poema no fue una sobre interpretación acerca de una musa amistosa, el primer poema que Todd escribió fue de amor. Era un poema de amor para Neil Perry. 

Todd tragó saliva con dificultad, riendo suavemente de las palabras de Knox tan pérdido en su sueño porque Chris estaba pensando en él. 

Cuando Todd voltea hacia atrás solo encuentra la sonrisa de Neil, la bonita y encantadora sonrisa de Neill con sus preciosos ojos cafés brillantes. 

 

Todd verdaderamente estaba enamorado de él. 

 

Ese reconocimiento lo vuelve incapaz de moverse adecuadamente cuando Knox pasa por su lado y Neil comienza a gritar.

 

— ¡Carpe! ¡Carpe! 

 

Todd no puede evitar mirarlo de reojo. El reconocimiento de lo que siente desde hace tanto tiempo solo lo hace suspirar. Caminando en silencio hasta la cena, no puede ver otra cosa que no sea a Neil. En poco tiempo ya no podrá hacer nada, aunque nada hiciera porque de todas formas su familia ha establecido los criterios para que, por suerte, el alfa que ellos quieran se fije en él. 

 

— ¿Crees que sea buen momento para ayudarte a ensayar? — preguntó Todd con su pijama ya puesto.

 

— Quizá mañana por la mañana. Te ves atrapado, y yo sé muy bien cómo averiguar qué piensas. — sonrió.

 

Esperaba que no. 

 

— Estuve practicando baile. Gregory nos ayuda en eso pero pise demasiadas veces a Roxxy, creo que le deje el pie morado. — susurró decaído.

 

Neil se levantó de su cama, estirando una mano hacia él. 

 

— Puedo ayudarte…— sugirió tentativamente. 

 

Solo por esa noche Todd se permite ser un poco más imprudente. Tomó la mano de Neil con confianza, sin siquiera preguntarle si era un buen bailarín o algo así, pero cuando el alfa acomoda su mano en su cintura y entrelaza sus dedos, Todd solo puede sostener el hombro de Neil con asombro en sus ojos. Tembloroso, sus dedos se sostienen de la camiseta del pijama, puede ver un lunar en la clavícula de Neil. El alfa huele increíble. 

Neil comienza a moverlos lentamente, sus pies siguen en el mismo sitio pero sus torsos se balancean hacia los lados hasta que por fin los pies se mueven lentamente. Todd esconde su rostro debajo del mentón de Neil. 

 

— Espero que hoy no tengas pesadillas. — susurró bajo.

 

Neil traga saliva, Todd puede ver como su nuez de adán se mueve.



— No lo haré. Tú estás aquí. 

 

Esa noche Todd descubrió que Neil sabía cantar, lo hacía bastante bien. Tan bien que sencillamente no podía creer que tenía tantos talentos y de pronto, él mismo se encontró cantando con él hasta que el gritó de fuera luces los hizo separarse. Al día siguiente, Todd le dijo a Gregory que estaría tomando clases con alguien más, Neil les pidió la radio a Pitts y a Meeks, quienes no protestaron. 

 

Y si alguien buscaba a Todd o a Neil durante esos siguientes días, sabrían sus amigos con total seguridad que estaban en el techo junto a la radio bailando. 

 

Meeks se preguntó si acaso Neil sabía que Todd terminaría casándose con alguien más. Y lo que antes le causo felicidad, como ver a dos amigos enamorarse (o eso había malentendido al parecer) ahora solo le hizo sentir en medio de una tragedia griega. 





El día del baile llegó demasiado rápido, y si el Dr. Harger estaba cansado de hacer de chaperón hizo muy bien el tonto cuando la Dra. Mitchell también estaba haciendo del mismo deber. Acompañando a los cinco omegas durante el baile. Ellos se quedaron atrás, estarían en los costados, comiendo o bebiendo algún refresco con los ojos atentos en los estudiantes para que nada pasará a mayores y los omegas fueran respetados en todo momento. 

El salón era demasiado bonito, lujoso y brillante y los omegas se podían percibir desde lejos. Los cinco se quedaron embobados antes los detalles, pero por la falsa de mayor impresión Gregory Gemmell parecía ser la clase de omega que estaba acostumbrado a ese ambiente de una forma sospechosamente familiar. En cambio, Roxanne soltó un jadeo de asombró, apretando el brazo de Todd con sus manos. 

 

—Ahora a separarnos. —murmuró Agatha, evaluando con la vista lugares vacíos de alfas. — Ya sabes Todd, si te sientes demasiado incómodo, llama.

 

—Así es, una llamadita, precioso y tus ángeles llegarán. —sonrió Roxanne, antes de correr sutilmente agarrando la cola de su vestido en dirección de la mesa con camarones y queso. 

 

Todd sonrió agradecido. Movió las manos sobre su vientre, evitando mirar demasiado. Aunque pudo notar a varios alfas de la Escuela Militar, a otros que notablemente parecían universitarios y uno que otros de otro tipo de academia seguramente tan hostigante como Welton. Durante los primeros diez minutos nadie se acercó a él, luego de veinte, mientras sus manos arrugaban con fuerza una servilleta y volvían a estirarla una presencia se detuvo a su lado. Todd no quiso voltear, después de todo si nada resultaba bien, nadie podía culparlo más de la cuenta. 

 

—La música ha sido una cosa demasiado agitada. 

 

Todd se giró. Una alfa de peinado pulcro y un traje de dos piezas le sonrió. 

 

—S-sí.

 

No. La música era demasiado lenta, no tenía nada de agitada pero no tenía la capacidad de llevarle la contra a una desconocida. Todd guardó silencio, jugando nuevamente con su servilleta, a la alfa no le hizo gracia la notable falta de atención así que se marchó tan pronto pasó un minuto de silencio. Todd luego de una hora allí, se acercó a la mesa de comida a su lado, se sirvió una copa de jugo y comió algunos panecillos con queso. 

Estaba alcanzando unos cuantos más, cuando una mano más grande arrebató unos cuantos de la bandeja. 

 

—Lo lamento, pero estos son mis favoritos. —sonrió el alfa a su lado.



Estaba usando el uniforme de la Escuela Militar, la cual gracias a la cercanía Todd pudo identificarla como Braden según marcaba la insignia. Todd le sonrió, gentilmente dando un paso atrás para alejarse de la cercanía. El chico tenía los ojos azules y un cabello negro bien peinado, debajo de su brazo izquierdo llevaba la gorra de su uniforme. Todd esperaba que solo fuera un alfa de paso. 

 

—Luces terriblemente cansado. —observó, antes de darle una última mordida a su panecillo.

 

Todd no pudo evitar reírse, porque sí lo estaba. 

 

—No es el mejor sitio en el que quisiera estar. 

 

Su sinceridad lo sorprendió, pero el alfa no hizo ademán de sentirse ofendido por tal declaración. 

 

—Ciertamente yo menos. Pero mis padres insistieron, solo para salir un rato de Braden. ¿Estudias aquí? —preguntó, se oía genuino en su afán por hacer conversación. 

 

—N-no, estudio en Welton. 

 

El alfa agrandó los ojos con notable interés. 

 

—Oh, eres parte de ese grupo. Qué asombroso, ¿qué tal lo llevas? ¿Esos alfas no son demasiado empalagosos con un omega tan bonito como tú?

 

Todd casi se ahogó con su jugo, aspiró con fuerza negando. Su cara seguramente estaba roja por el altercado y el comentario imprevisto. No era realmente fácil escuchar halagos de otros, pero se sentía notablemente bien. 

 

—Y-yo…Yo he…

 

—Lo lamento, eso fue un poco imprudente de mi parte. Soy Finn Coleman. —extendió su mano.



Todd dejó su copa de jugo sobre la mesa, para sostener la mano.



—Todd Anderson. 

 

Cuando la conversación disminuyó, y nadie dijo nada, Finn Coleman permaneció en silencio a su lado. Casi haciendo que el momento fuera menos incómodo, y al bailar él lo sostuvo con delicadeza y una extraña mirada que lo invadió. En su mente, pese al gran bailarín que era el joven Coleman, no pudo evitar cambiar la mirada azul por unos ojos cafés. 

 

Al día siguiente, domingo por la mañana, Todd realiza su rutina con bastante pereza sabiendo que probablemente los Poetas quieran algunos detalles de la ostentosa fiesta y saber si algo cambió con respecto a su situación, así que se toma su tiempo antes del desayuno. Cuando vuelve a la habitación, Neil está haciendo su cama, no la cama de Niel, está haciendo la cama de Todd todavía en pijama. El alfa debió haber sentido su presencia porque se giró para mirarlo con una sonrisa de buenos días junto a un cabello desordenado. 

 

Lo siguiente que sucedió fue lo que arruinó el buen día que pudo ser, y no se culpa al mensajero sino al mensaje. Valentine entregó la correspondencia, lo cual fue una sorpresa para Todd porque él no recibía cartas de casa ni de nadie. Eran dos. Una de ellas firmada por Margaret Anderson y la otra por…Finn Coleman. La sonrisa de Todd decayó mucho antes de poder siquiera leerlas, esperando un acto negativo.

 

Coleman hablaba de lo encantador que había sido conocerlo y que, tenía toda la intención de cortejarlo. La de su madre fue más corta.

 

“No nos decepciones”.

 

Quiso llorar, un malestar incontenible le apretó el estómago sentando en su silla para mirar con nada en sus ojos ambas cartas sobre su escritorio. 

 

Notes:

Las siguientes cosas que sucedan van a demostrar a) los terribles que fueron y son los señores Anderson b) porque Neil es un buen alfa y una buena persona y c) porque los señores Perry tampoco se salvan de está

obviamente.

Hermia: Necesito una pausa, voy por té y galletas...Y llorar un rato. sí. eso.

GRACIAS POR LEER <33

Chapter 10: Capítulo 7

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

—Entonces, ¿vamos a fingir que entre Todd y Neil no está pasando nada? 

 

El cuestionamiento de Meeks es lo primero que rompe el silencio en ese momento. Han estado callados y muy tensos desde que escucharon acerca del nuevo propósito que los Anderson pusieron sobre Todd, sobre todo por el acontecimiento obvio de que sus amigos parecían haber estado en un baile constante de coqueteo. O al menos del evidente caso de que ellos habían notado el claro interés de Neil por Todd. 

Todos están sentados sobre el pasto, mirando el cielo volverse naranja. 

 

—Bueno, es que nada está pasando con Todd y Neil. —respondió Pitts haciendo una  mueca.

 

La respuesta de Pitts tiene lógica suficiente como para comprender que a pesar de haber estado leyendo entre líneas ninguna de las señales habían llevado a ningún sitio, cuando se enteraron de aquel tal Coleman corrieron despavoridos a encontrarse con Neil, quien ya sabía acerca de todo el asunto y no mostró indicios de estar demasiado afligido por eso. Alzó ambos hombros murmurando lo injusta que era la situación para el pobre de Todd y como, esperaba que este alfa sin identidad no fuera un gran pedazo de basura. 

 

—Obviamente está mintiendo. —contribuyó con su propia observación Charlie. El resto de Poetas se giraron en su dirección. — Conozco a Neil, y sé que esto le está afectando demasiado. 

 

Otra vez todos se encontraron estando de acuerdo con el nuevo comentario. Comparan la situación de Neil y su padre, y como con el tiempo ha manifestado un extraño desinterés por todo lo que su padre le exige. Saben que no es así, pero Neil siempre cambia el tema rápido como si su tristeza fuera fácilmente olvidada. Es un mentiroso que siempre se sabe cuando miente. Su voz se apaga, agrega ideas contradictorias y siempre deja escapar una risita nerviosa. 

 

—Odio decirlo una vez más chicos —se apresura Cameron. —,  pero no hay nada que podamos hacer. No a menos que Neil o Todd nos lo pidan. 

 

Charlie odia la parte que concuerda con Cameron, todos terminan aceptando las palabras del muchacho antes de considerar entrometerse en un tema que aún cuando parece ser muy obvio, no lo es. Desvían su atención hacía Knox, quien debe prepararse para esa fiesta en unas semanas más. Queda tiempo y al mismo tiempo se siente que todas las cosas pasan demasiado pronto. 



Cuando Neil Perry escuchó las palabras de Todd Anderson salir de su boca sintió unas ganas inmensas de sostenerlo por los hombros para decirle que no dijera mentiras. No sabe qué expresión puso con exactitud, olvidando todos los consejos de expresión corporal, su sonrisa de ojos achicados disminuyó para que sus ojos dijeran todo lo que estaba callando. Había tristeza en ellos, una tristeza imposible de olvidar y Todd la había confundido con lástima. 

Neil nunca se consideró así mismo un cobarde hasta que lo único que le dijo fue que tenía cosas que hacer. No tenía ningún motivo para hacerlo pero estaba huyendo de Todd otra vez, preferiblemente porque no fue capaz de seguir sus propias palabras de dejar ir a Todd porque sus vidas no estaban destinadas a entrelazarse. Creyó que hacerlo sería tan fácil como pensarlo. Ahora estaba enojado, triste y con un dolor en la garganta. 

 

No importa quién seas Finn Coleman, puedes irte al demonio. 

 

Neil sabe que no está bien detestar a una persona que ni siquiera conoce pero le da igual, de todos modos solo está dentro de su mente y solo él sabe acerca de su molestia. 

 

Se le olvidó hablar con el señor Keating, lo cual es malo porque realmente debe atender su propio problema con un adulto sensato que sea capaz de guiarlo. En este punto ya no sabe si es todo acerca de las hormonas o sobre sus sentimientos hechos trizas, puede ser un poco de ambas. De todas formas ha estado ocupado tratando de estar ocupado para dejar de pensar en la sonrisa de Todd junto a otro idiota sin rostro, y es una suerte que las palabras de Puck viajen en direcciones diversas en su mente porque es la única cosa que lo está manteniendo cuerdo. El escenario brillando quita el dolor de estómago. Lo que está experimentando seguramente causaría mucha risa a Shakespeare, porque lo que está experimentando es un corazón roto que no puede hablar de su agonía. 

Nadie debería saber que en el camino al Teatro, mientras el viento chocaba en sus mejillas y pedaleaba con fuerza, sus ojos se empañaron de lágrimas y un sollozo lastimero salió de su boca. 

Sabe que solo le queda ser un buen amigo para Todd y poder apoyarlo en lo que significa casarse con alguien de un día para otro. Lo cual lo enfada de sobre manera, porque una voz que se parece a la suya, está vez no dice cosas lindas, ruge con dolor y furia porque alguien le ha quitado a su omega.

 

Es terrorífico pero confortable en cierto modo. 



—Te ves distraído. 

 

La voz de Ginny llega desde atrás. Neil se gira para verla, sonriendo por cortesía.

 

—Han sido días complejos en la Academia. 

 

Ella parece entender el concepto de estar cansada por exámenes, trabajos y muchas tareas. La curiosidad se apodera de Neil al preguntarse si ella tendrá un alfa que la está cortejando, si ahora mismo al igual que Todd no tiene más opción que seguir con el propósito que sus padres le impusieron. 

 

—Mmh, ¿qué tal estuvo el baile?

 

Es una pregunta sencilla para tantear el terreno y no sonar demasiado invasivo. 

 

Ginny alzó una ceja, mirándolo con cierto tono de confusión. Cuando Neil siente que ha hecho una pregunta quizá demasiado inapropiada, Ginny lo mira entendiendo su pregunta. 

 

—¡Ah! Ese baile. No fui, no es algo en lo que mi familia está muy involucrada, es difícil negarse pero a veces…Puedes aprovechar el estatus que un apellido te otorga para ahorrarte problemas. 

 

La confusión ahora se transmite a Neil. Ginny y su familia son curiosos. No dice nada acerca del baile porque la directora de escena necesita que Hermia este en el escenario. Neil vuelve su atención hacia su diálogo, quedando completamente solo detrás de escena.




Inmediatamente Todd salió de su shock, le siguió el sentimiento agrio de la molestia. Arrugó ambas cartas, destrozando en pedazos el comentario frívolo de su madre y lanzándolo todo a la basura. Nunca importó demasiado lo que hiciera o estuviera haciendo, una prueba de ello fue el hecho de que ninguno de sus padres si digno a recordar que su hijo no sabía bailar, lo cual nuevamente lo posicionó en las cosas que a ellos no les importaba en su vida. 

Solo que negar la pequeña pizca de esperanza que sintió sería mentir, porque ansiaba poder causar en el rostro de su madre una sonrisa de orgullo o lo más parecido a una. Y si eso significaba matar sueños que ni siquiera habían tenido oportunidad de nacer, podía hacer ese sacrificio después de todo su vida se trataba de sacrificarse así mismo por el bien de la familia. 

 

—No creo que este sea el camino correcto. — la voz de Roxanne interrumpió en el silencio en los vestidores. 

 

—¿A qué te refieres con este camino?

 

Roxanne hizo una mueca. 

 

—Mira, hay una moneda y tenemos dos caras. Por un lado Gregory está emocionado por aquella carta de cortejo y luego…Estás tú, luciendo miserable por el mismo motivo. 

 

Todd tragó saliva. Nunca en su vida a tenido la necesidad de contarle a otros cómo se siente respecto a sus padres, probablemente porque la mayoría de ese tiempo no se sintió escuchado en lo más mínimo y si no hay nadie que te escuche qué necesidad hay de ir contando aquellos problemas que consumen el sueño y apagan el alma. Pero ahora sabe que es diferente, tiene amigos y ha hablado más que nunca en su vida. Sin embargo, sigue siendo un tema delicado. Lo es cuando se dio cuenta que ninguno de sus compañeros omegas tenía la obligación de regresar comprometido a casa luego de ese baile, sus familias no los habían atormentado con palabras duras que los hicieran dudar de cada pedazo de su ser. 

 

—Es algo nuevo para mí, solo es eso. No quiero espantar a Finn, ¿sabes?

 

Los ojos agudos de Roxanne lo miraron de arriba a abajo. 

 

—Por mucho tiempo creí que te gustaba otra persona, debí habérmelo imaginado. 

 

Todd pudo sentir cómo sus músculos se tensaban ante esas palabras. Ante lo ilusionado que había estado antes y a lo muy apagado que estaba ahora. 

 

—Finn fue amable conmigo, creo que yo podría acostumbrarme a eso. 

 

No fueron palabras para Roxanne, incluso si ella había estado frente a él, fueron palabras de consuelo para él. Tratando de decirlas en voz alta para reforzar la idea de poder aceptar que su existencia se basaría en estar al lado de un completo extraño. Se miraron un segundo más antes de seguir con su cambio de ropa. Roxanne no cambiaría el tema tan rápido, porque después de todo estaba decidida a ayudar a Todd en lo mejor posible y si Todd estaba seguro de este rumbo en las cosas ella no podía hacer mucho, incluso si no entendía el panorama completo. Porque Roxanna podría haber jurado que su amigo sentía algo por Neil Perry. 

 

El señor Dugan se estaba comportando con demasiada fiereza, exigiendo, exigiendo y no dejando de exigir de una forma abrumadora. Como si de pronto sus gritos hubiesen sido multiplicados. No tenían descanso y eso de alguna forma estaba quitándole la ansiedad de los hombros a Todd por un cierto período de tiempo. Desplazandola de sus huesos y alejandola de sus oídos. Lo único que podía ver era el rostro de Roxanne, su pelo oscuro pegado a su frente, sus ojos fijos en los suyos, seguramente Todd también tenía la cara sudorosa porque habían estado en la misma situación por al menos una hora. Roxanne versus Todd haber quién conseguía quitarle al otro la pañoleta detrás de la espalda. 

 

En un descuido lo suficiente pequeño, Roxanne se giró de prisa extendiendo su mano para agarrar el pañuelo que tenía Todd cuando lo hizo la competencia acabo siendo anunciado el final por el pitido del señor Dugan. Sus ojos duros, observaron con fijeza a Todd. Lo llamó con sus dedos para que se acercará. 

 

—¿Qué es lo que le sucede joven? Lo veo demasiado distraído y preocupado de que sus movimientos se vean adecuados en lugar de verlo actuar. 

 

Todd tragó saliva. 

 

—S-señor yo no, solo estoy cansado. 

 

El señor Dugan acomodó sus manos sobre sus caderas, agacho la mirada y suspiro, cuando levantó su vista estaba serio. 

 

—No eres Jeffrey Anderson, nunca lo serás. —dijo con dureza. Todd sintió su pecho apretarse. — ¿Sabes por qué? Porque tú eres Todd Anderson y yo necesito a Todd. No me importa un carajo lo que digan personas como Nolan o quién sea, el momento de Jeffrey ya pasó, no se repetirá porque él vive su propia vida y tú tienes que vivir la tuya propia. Crees que no lo sé, pero chico, yo sé que tienes un potencial importante y quiero que el mundo vea ese potencial. No lo olvides. Se Todd Anderson. 

 

Algo en el universo volvió a señalarle a Todd una cosa importante que había estado ignorando, quizá fue la situación en la que se encontró la que hizo que su cara sudorosa se viera mezclada con lágrimas de camino a la ducha. Porque si el señor Keating le había demostrado el valor que tenía en su interior, su voz y su importancia, el señor Dugan le entregó el consuelo que una vida de expectativas se habían encargado de ahogar: no era su hermano, nunca lo sería y eso estaba muy bien, porque él era Todd no Jeffrey. Una sonrisa grande se poso en su rostro. 

 

—¡A la próxima te gano, Roxxy! ¡Me atrapaste desprevenido!

 

—Bah. ¡Excusas! Así habla un mal perdedor. —refutó. 

 

Al menos podía ignorar el hecho de que al día siguiente Finn Coleman vendría a buscarlo para cenar juntos. Mientras se duchaba pensaba en poder acompañar a Neil en su lectura nocturna con el guión, ya que aparentemente el alfa había estado ocupado con química, literatura y una cosa sobre el teatro que no mencionó muy bien. Dadas todas esas cosas no habían podido estar juntos ni siquiera un segundo, lo que suponía debió ser una cosa intensa para el alfa porque en la mañana había estado activamente motivado para luego con el transcurso del día esa motivación se fuera apagando de a poco. 

 

Tal vez, en algún momento de valentía extrema podría confesarle a alguien que había pensado que Neil podría haber sido el alfa que él habría elegido para ser su pareja. Ahora mismo, prefiere quedarse en silencio ante un hecho que si bien había visto como poco probable ahora era imposible. 

 

En la cena, Neil tiene la cara metida entre las páginas de un libro de tapa dura que seguramente sacó de la biblioteca. Puede ver que se trata de poesía, lo cual lo sorprendió en cierto modo porque Neil acostumbra a leer los versos del libro verde antes de cualquier otro. Tal vez sea porque un Poeta Muerto tiene como mención honorable deambular por toda clase de poesía. Todd se sienta a su lado, como por instinto cuando el aroma nervioso de Neil lo hace fruncir el ceño. ¿Qué podría causarle tal emoción? 

 

—¿Cómo estuvo el ensayo hoy? —preguntó, sonriendo. 

 

Neil quitó lentamente su vista del libro para observar a Todd. 

 

—Bien. Hoy pude conversar un poco más con el resto de los actores. Y puede que haya empujado a uno porque olvidé que estaba sobre un escalón. ¡No hay daños! Soy inocente. —alzó ambos hombros. 

 

—¿Seguro que estás bien? 

 

Neil asintió, desviando su mirada. 

 

—Nunca he estado mejor. 

 

Charlie hizo un pequeño ruido al apretar su mandíbula, pero supuso que tenía que ver con el aroma a pánico de Cameron o algo así. 

 

—¿Quieres mi pedazo de panecillo? Yo no creo comer tanto, siento que tengo un nudo en el estómago. —explicó, acomodando parte de su comida en el plato de Neil. 



Todd no habló más, concentrado en terminar su porción para luego caminar detrás de Neil hasta la habitación de los dos. Allí, la tensión en los hombros de Neil seguía siendo obvia. 

 

—Espero que no estés teniendo pesadillas está noche o pesadillas de día. 



—¿Crees que ese alfa se moleste si sabe que tú y yo somos…somos amigos? 

 

La pregunta desconcertó un poco a Todd, haciendo un pequeño recorrido por sus interacciones. Por la cercanía que existía entre ambos, por su aroma sobre él, los abrazos y las sonrisas. Todd pensó por un instante que podrían ser mal interpretadas con justa razón porque él estaba enamorado y no había forma de señalar que aquellas acciones no lo habían hecho inmensamente feliz, acostado en su cama recordandolas una y otra vez. 

 

—No creo que me importe mucho lo que piense. —confesó, demasiado serio y convencido. — Eres el primer alfa importante en mi vida, nada cambiará eso. 



Neil asintió, sonriendo. 

 

—Ojalá fuera el único. — Ojalá fuera el único. Todd lo miró, tratando de descifrar aquellas palabras— ¡D-digo, porque todos son territoriales! Si te casaras con un beta tal vez no querría arrancarme la cabeza o algo así. 

 

Todd quiso decirle que no pensaba casarse realmente. Al menos no quería hacerlo. Pero tampoco lo hizo, no dijo nada. Cómo empezar a hablar de aquello que había estado huyendo toda su vida. Sonaba angustiante. No ensayaron en cambio se quedaron toda la noche hablando del examen de química, Neil como el buen chico que era se ofreció a explicarle algunos ejercicios para el examen de la mañana siguiente. 

 

Tal vez no se trataba de que Neil no supiera de límites, tal vez era el hecho de que ninguno  de los dos lo supiera. 

 

Se quedaron mirando por un instante antes de irse cada uno a su propia cama. Los días de exámenes extensos no usaban la cueva porque estaban un tanto locos pero no demasiado como jugar en contra del reloj ante una maratón de un montón de asignaturas. 



A la mañana siguiente Neil se levantó temprano, apenas con el uniforme listo ante la temporada que comenzaba a helar. Se posicionó al frente de la habitación del señor Keating, dudando si golpear o no, pero se sintió como un desperdició no tocar cuando ya estaba ahí. Dio tres golpes sobre la dura madera cuando la  puerta fue abierta, el señor Keating lo observó curioso antes de darle la bienvenida para ingresar. El espacio era pequeño, rodeado de libros y una mesita que tenía té, azúcar y lo que parecía ser leche.

 

—¿Quiere té?



—No. Yo lamento molestarlo, es algo corto. —tragó saliva nervioso. 

 

—Cuénteme Neil, ¿qué lo atormenta? 

 

Neil suspiró. 

 

—Es un poco vergonzoso pero…Mi amigo Lenny me contó que estaba teniendo problemas con sus píldoras de la rutina y parece ser que sus hormonas están descontroladas.

 

—Oh, su amigo. 

 

—Sí, he. Yo le dije que tenía que ir con un médico especializado pero no quiere causar muchos problemas con su familia, porque está algo lejos de casa. –carraspeó un poco, le sudaban las manos. — Y bueno, no sabe cómo controlar su instinto de…Ajá, bueno de reproducción. Yo quería saber si usted tendría algún consejo para mi amigo. 

 

El señor Keating alzó las cejas.

 

—Vaya, su amigo parece estar en un aprieto importante. Si bien, tampoco soy un médico me atrevo a decir que quizá solo sea porque encontró a una pareja potencial. 

 

Neil casi se ahogó con su propia saliva. 

 

Claro que no. 

 

—¿Y cómo sabe usted? ¿Lenny le dijo que no? 



Neil suspiro. 

 

—No es como que haya muchos omegas en el entorno de Lenny. 

 

—No se trata de la cantidad señor Perry, se trata de que sea la persona que acelere su corazón y haga florecer las flores en pleno invierno. No quiero ser un romántico pero quizá sea solamente que Lenny encontró a su pareja y su cuerpo, ha tomado la decisión de estar listo para ser un alfa para cuyo omega le interesa. 

 

—¿Y cómo se puede revertir?

 

El señor Keating soltó una risita profunda, negando. 

 

—No se puede. De eso hablaba Homero cuando escribió el encuentro de Odiseo y Penélope, cuando sucede, sucede. 



Genial. Estaba condenado. 

 

—¿Y si Lenny no es el alfa de ese omega?

 

—Me atrevo a decir que la vida de su amigo es toda una tragedia Shakesperiana. 

 

—Ni lo mencione. —murmuró, alzando las cejas. 

 

Su suerte, si es que existía, acaba de ser lanzada por la ventana del edificio más alto de toda la tierra. Cerró la puerta y se quedó de pie afuera pensando en todas aquellas palabras que no dejaban de envolver su mente. Por supuesto que tenía que tener una suerte sensacional, se tocó el pecho con un poco de presión, frunciendo el ceño mientras peleaba consigo mismo en la mente: tenías que fijarte en un omega imposible, ¿ahora qué? ¿Serás el amante y te colarás por su ventana los domingos mientras huyes? No respondas, ¡Sé en qué estás pensando!

 

Y quizá estaba perdiendo la cabeza un poco, cuando soltó un gruñido de molestia asustando a un niño de sexto grado. Ahora si estaba loco, peleando consigo mismo. 

 

Caminó por el pasillo con la cabeza agachada y furioso, ignorando su postura ejemplar. 





Todd hizo todo de forma perezosa, despertó y se quedó sentado al borde su cama mirando la cama vacía de Neil. Se puso de pie lentamente y con esa misma lentitud lavó sus dientes y se cambió de ropa. Caminó hasta la mesa del desayuno, antes de tomar un sorbo de té mastico una de sus pastillas pensando en que debía prepararse para el día de exámenes que le esperaba. Llevó a lo más profundo de la mente la evidente cita con Coleman. 

 

Pero tardó mucho en verse perseguido por aquel hecho cuando las diez de la mañana se transformaron en las cuatro de la tarde. Se mordió las uñas, caminando hacia donde estaban los chicos del Club MS. 

 

—No sé qué tengo que hacer en una cita. —confesó avergonzado. 

 

—¿Si digo “sé tú mismo” estoy siendo muy cliché? —cuestionó Valentine, con un gesto de duda en su rostro. 

 

Agatha puso los ojos en blanco. 

 

—¿En qué cosas tienes dudas? Tal vez podamos ayudarte desde ahí, aunque tienes que recordar que es una cita formal con protocolo. Lo cual se debe resumir en…

 

—Aburrida. —añadió Roxanne. 

 

—Roxxy, no creo que podamos aportar mucho si nosotros no estamos teniendo citas de ningún tipo. —murmuró Valentine. 

 

La cara de Roxanne se puso roja de forma intensa. Agatha alzó una ceja ante el repentino cambio de actitud de la omega. 

 

—Cariño mío, yo tengo una pareja. —confesó Roxanne. — Llevamos dos años juntas. Es preciso que pueda aportar con algo. 

 

—Espera, ¿y por qué fuiste al baile?

 

—Aparte de que el viejo búho Nolan me obligó…Fui por la comida, obviamente. 



Todd no necesitaba muchas más razones para no tomar aquello como una oportunidad. Todo le servía, cualquier cosa. 

 

—Bien. —habló Agatha. — Yo te hablaré sobre las formalidades de los cortejos así, Roxxy de la parte cursi o qué sé yo, Valentine de los posibles riesgos y Greg de la ropa. Lo tenemos cubierto. —señaló, cruzándose de brazos. 



Bueno, nadie había visto a Gregory hasta que le dijeron que tenía trabajo que hacer. 




        Neil se repitió de muchas formas diferentes que aquello no le importaba en lo más mínimo, pero cuando dieron las cinco y media de la tarde subió hasta la ventana del tercer piso para observar cómo un muchacho alto de uniforme militar se paraba afuera de la puerta de entrada de la Academia, justo cuando Todd salía por esa misma puerta para acercarse a ese intruso y darle una sonrisa pequeña. No podía escuchar nada, solo ver cómo Todd sostenía el brazo del alfa y caminaban juntos hacia la salida de Welton. Frunció el ceño sin darse cuenta, instintivamente giró su rostro hacia la izquierda cuando su expresión cambió abruptamente a sorpresa, imitando las caras de desconcierto del grupo de omegas que también habían tenido la idea de observar aquel encuentro. 

 

—Hace un buen clima, ¿no? —sonrió Neil. 

 

Dos de ellos asintieron, cuando creyó que todos se habían ido Neil volvió a mirar encontrándose con la intensa mirada de la chica que siempre estaba corriendo con Todd. 

 

—Cuidado con quedarse mucho tiempo de pie. —indicó ella. Antes de irse como el resto. 

 

Neil debió haber tomado ese consejo pero no lo hizo, hasta que el sol se escondió y pudo ver como Todd llegaba hasta la Academia junto al alfa. El alfa no hizo nada extraño, una sonrisa diminuta y luego se marchó. Tampoco lo pudo ver tan bien y sin embargo, todo eso fue suficiente para sentir que aquel sujeto se parecía un poco a la imagen que su padre siempre le exigió ser. El nudo en su garganta se sintió horrible. Realmente detestaba a ese alfa. Aún así, no era mejor que él, escondiéndose detrás de ventanales para mirar al omega que quiere irse sin poder hacer nada para evitarlo. 

 

Volteó su vista hacia el pasillo oscurecido, preguntando si sería lo correcto recurrir a Charlie para poder finalmente sacarse del pecho aquel dolor que lo atormentaba tanto. No estaba seguro de esa decisión, porque todo lo que necesitaba no podía entregárselo una persona que tuviera la misma edad que él. Recordó la conversación con el señor Keating, la forma en que a pesar de haber mentido acerca de su supuesto amigo, el capitán nunca uso un tono demandante ni mucho menos asqueado, hablando sobre si eso era o no una buena conducta alfa. 

 

Hubiese deseado tener un padre como su profesor. 

 

Caminó por el pasillo hasta llegar hacia su habitación, donde Todd se había quitado su chaqueta y estaba sentado en su cama mirando sus propios zapatos. Se veía ido, pensativo. 

 

—¿Qué tal estuvo todo?

 

Todd lo observó varios segundos antes de responder con una sonrisa. Una sonrisa triste.

 

Neil se preguntó si era correcto que Todd tuviera que pasar el resto de su vida con esa sonrisa en el rostro. 

 

El omega salió de la habitación para cambiarse de ropa. Encontrando a Roxanne en el baño, cepillándose los dientes, sin decirle una palabra la sostuvo del brazo mirando en ambas direcciones antes de desaparecer rumbo a la biblioteca, aquello en una señal de rebeldía absoluta sin pensar en las consecuencias cómo acabar sin desmeritos. 

Observó a Roxanne a los ojos, hizo pausas y ella leyó en su rostro que algo le pesaba al hablar, entonces esperó hasta que estuviera listo. 



—No fue una cena desagradable pero tampoco creo que sea lo que quiera para mí. —murmuró Todd, al lado de Roxanne. 

 

—¿Por qué no?

 

—Dijo que no había necesidad de amarnos mientras nos lleváramos bien. Que podíamos ser amigos, incluso que no era necesario que convivieramos demasiado porque luego de la Escuela Militar piensa viajar a Inglaterra. 

 

—Vaya. Eso se escucha como una vida solitaria en  pareja. —suspiro, frunciendo el ceño. 

 

—Quiere hijos. Muchos hijos para una casa donde solo estemos ellos y yo. Roxanne, ¿es malo si quiero más que eso? ¿Sí quiero que el alfa que me marqué me amé a mí? 

 

—No lo es, Todd. Yo sé lo que es el amor real, ¿por qué no podrías permitirte sentirlo también? 



Porque no lo tengo permitido. 



Al día siguiente Roxanne Morrison preparó sus maletas, guardó sus pinturas en un maletín, se puso su mejor abrigo y se encaminó hacia la salida de Welton, porque Stanford estaba esperando por ella. 

 

—No lloren mucho por mí, volveré. —sonrió Roxanne. 

 

Se quedaron más tiempo del necesario de pie, hasta que el auto se esfumó en la pequeña línea hasta el portón. Todd ignoró por completo en ese momento que la omega llevaba el cuadro donde estaba él, junto a otros tantos en los que se resaltaba a su persona. 



 La clase del señor Keating estaba basada en la conformidad. Al principio Neil no entendió el propósito de que sus amigos estuvieran dando vueltas en el patio hasta que el capitán comenzó a hablar. 

 

—Buscamos ser aceptados, pero deben confiar en que su pensamiento es único, suyo. Tal vez algunos piensen que son raros o impopulares aunque las ovejas digan: “eres Maw-lo”. Robert Frost dijo: Hay dos veredas diferentes y yo elegí la menos caminada. Esa fue toda la diferencia. Quiero que busquen su ritmo señores, hallen su modo de dar sus pasos. En cualquier dirección, caminen altivos, bobos, cómo sea, ¡el patio es suyo! 

 

El pulso de Neil se aceleró demasiado ante la emoción que aquellas palabras provocaron en su interior. Avanzó de los primeros con pasos suaves y poco firmes, casi como se sentía ante todos los acontecimientos de su vida. Indeciso y dubitativo, giró su rostro hacia atrás mirando a Todd quien le dio una sonrisa amable antes de él mismo comenzar a caminar. Al hacerlo todos por fin, se transformaron en un montón de pequeños puntitos dispersos que rara vez se encontraban en algún punto. 

 

—El señor Dugan dijo que aún no toma la decisión. —Neil no quiso ser entrometido pero simplemente escuchó. — Es probable que elija a Roxxy como la capitana del equipo. 

 

Si alguien es elegido como capitán es porque tiene dos cosas importantes: liderazgo y es bueno en lo que hace. 

 

Una idea fugaz cruzó la mente de Neil, una idea que seguramente Richard tacharía como muy mala, que ganaría una mirada dudosa de Meeks y una sonrisa desconcertante de Charlie. Pero, ¿qué sería sin ideas malas? 

 

Aunque algunos piensen que son raros o impopulares. 

 

Es porque su amigo encontró a su omega. 

 

Roxanne volvió a la Academia Welton durante la tarde, cuando la mayoría de los estudiantes ya estaba durmiendo profundamente. Su sonrisa grande tuvo que esperar para ser reconocida por sus amigos al día siguiente, ni siquiera se atrevió a molestar a Gregory, que dormía desparramado sobre su cama. Entonces cuando alguien tocó a su puerta por la madrugada, frunció el ceño confundida, observó a su amigo y compañero de cuarto que no movió ningún músculo. Agotada por el viaje, se levantó de la cama colocando en sus pies un par de pantuflas. Esperaba a cualquier otra persona allí de pie, excepto a la que estaba sonriendo. 

 

—¿Qué, por todos los cielos, haces en mi puerta a las cuatro de la mañana, Perry? 

 

—Roxanne Morrison quiero que me entrenes. 

 

Y si la sorpresa anterior fue enorme, está fue lo suficiente para hacerla reír amargamente llena de sueño con ojos hinchados y agotados, pero la risa seca no fue recibida como el inicio de una risa burlesca. Encontró determinación en unos ojos absortos por otro sentimiento que solo había visto en otra persona un tiempo atrás. 

 

—Fabuloso. —murmuró poco entusiasmada. — Aquí es cuando empieza tu música motivacional…Vuelve a las seis. 

 

Sea lo que sea que tramaba Neil Perry, concluyó Roxanne, seguramente tenía que ver con Todd Anderson. ¿Pero qué? 

 

Notes:

Holaa, tarde más de lo esperado porque me ocurrieron detalles. Olvide mis lentes en algún momento, luego salí de vacaciones al campo y luego mi hermano se enfermo, en fin, ahora todo está mejor. Espero terminar este fic antes de entrar a clases.

Por cierto, tengo ciertas complicaciones con este capítulo, quiero creer que es el hecho a acostumbrar de nuevo a escribirlo aaa. Me gusta y a la vez no pero bueno, ahora si por fin Neil dará un paso importante, como dicen: luchar por amor, poético.

GRACIAS POR LEER, MUAK, BESITOS <33

Chapter 11: Capítulo 8

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Neil definitivamente no estaba preparado para correr a las seis de la mañana, pero en alguna parte de su mente había parecido una idea sencilla, probablemente porque olvidó el importante hecho de que la nieve estaba cayendo sobre los campos de Welton, causando que la sensación de frío traspasara la capa de su buzo. Desde la otra esquina la silueta de la omega lo observaba, si era completamente sincero parecía ser que ella estaba un tanto disgustada por la idea y aún así, no busco sacarle los motivos que lo habían llevado a tal acción.

Lo cierto es que los motivos son diversos y tienen un mismo patrón en común: su lado alfa. No hay nada que pueda hacer para regular sus hormonas como forzarse a cansar su cuerpo y sacar toda esa capacidad de excitación e irritabilidad a punta de no sentir ni siquiera sus piernas, y eso descarta las prácticas de fútbol porque eran insuficientes. También, existe está comparación terrible con el alfa de la escuela militar, quien al parecer sabe cómo ejercitar su cuerpo y es por eso, que una parte competitiva e irracional quiere demostrarle a Todd quién es el mejor. 

 

La parte romántica se encargó de seguir escribiendo poemas en su queridísimo cuaderno de química y literatura, porque se siente rebelde y hará lo que quiere. Más o menos. 

 

—Y…—sonrió Neil, respirando cansado mientras le daba una gentil sonrisa a Roxanne. — ¿Ya estamos listos, no?

 

—No. Esa fue la vuelta número cuatro, te quedan ocho más aún. 

 

—No hay posibilidad de que eso sea correcto.

 

—Me temo que sí lo es. Sigue corriendo, Perry. 

 

Neil tosió antes de dar media vuelta y correr, preguntando si acaso Roxanne podría contarle acerca de su hazaña a Todd. Nada demasiado exagerado, solo que Neil Perry hacía ejercicio extra programático y además béisbol. 

 

Tenemos tanto en común, incluso vamos al mismo club secreto. Todd, ¿no crees que es el destino?

 

Para la hora del desayuno Neil tenía una apariencia deplorable, parecía que no había dormido nada y que le costaba demasiado sostener la taza de té para acercarla a su boca. Pitts lo definió como una mala noche con creces, como si por alguna razón en lugar de dormir Neil hubiese estado luchando contra dimensiones desconocidas que alternaban su realidad para cansarlo tanto en el plano onírico como el terrenal. Neil solo pudo recordar que Roxanne le había comentado con atrevimiento que las primeras dos semanas lo destruirían para luego fortalecerlo. Sonaba como una charla pasivo - agresiva que alguien en algún reformatorio diría. 

Todd a su lado, como ahora era costumbre porque sus maravillosos amigos acomodaron antes sus lugares, lo miraba curioso sin hacer ninguna pregunta de momento. Seguramente se preguntaba por qué Neil tenía la costumbre de estar en pie demasiado temprano. 

Luego de una semana levantándose cada mañana a las cinco, Neil estaba seguro de que su plan se convertiría en una completa catástrofe en cierto sentido. Porque, por extraño que parezca se sentía un poco menos tenso desde que su energía cada mañana era drenada en esas largas carreras que Roxanne Morrison le pedía hacer y en las cuales dudaba acerca de qué tan cierto era el hecho de estar haciendo todo eso para el béisbol, hasta que la mañana del viernes, Roxanne le paso un bate de madera y le dijo que su deber sería desviar o tratar de desviar la pelota que ella lanzaría. La cosa es que, desde luego, Neil siempre a sido un muchacho inteligente y bastante talentoso para una multitud de tareas que su padre le impartió que hiciera, por eso no es de extrañar la sorpresa de Neil y Roxanne cuando la pelot de béisbol salió disparada hacia las ventanas de Welton. 

 

—Amigo. —murmuró Roxanne, mirando con el ceño fruncido la ventana rota antes de seguir corriendo al lado opuesto. — Increíble potencia, terrible puntería. 



—Sigue corriendo, Morrison o me van a expulsar. 

 

—Mira el lado positivo, Perry te estaba entrenando para ser campeón olímpico contra Nolan. 

 

Esa misma tarde el decano se quejó sobre los acontecimientos que habían pertubardo a las siete de la mañana en su salita de descanso, y Neil como estaba demasiado enfocado en hacer en parte lo correcto y replantear que una pelota fugaz pérdida no necesitaba de un castigo inmenso, tuvo que aceptar ser quien limpiara los baños por todo el fin de semana. 

 

Lo cierto es que para los Poetas Neil estaba siendo extremadamente raro y nadie tenía idea de por qué, al menos Cameron y Charlie tenían una pequeña sospecha desde su conversación acerca de sus hormonas. Así que, mientras todos caían en sus propias divagaciones demostrando que Todd aún siendo el compañero de cuarto de alfa estaba tan confundido como ellos. Solo una situación de ese tipo haría que Charlie hiciera exactamente lo que le dijeron que no hiciera. En este caso, estaba bastante agobiado por la miserable agonía de Knox como para sumarle la desdicha de Neil. Por lo que decidió que hablaría con Todd seriamente, pero sin demostrarlo, acerca de sus sentimientos y si estaba o  no seguro con su horrible matrimonio arreglado de todos modos había sentido siempre una pequeña inclinación por ser un poco más suave cuando se trataba del omega. Probablemente se debía a su personalidad silenciosa o al importante hecho de ser hijo único y haber deseado por varios años tener un hermano menor. Quién sabe. Lo cierto es que las acciones de Charlie siempre logran ser un enigma hasta que llega el punto donde lo oculto ya no se puede ocultar. 

 

Y claro que no le diría a nadie, suficiente tenía con Cameron siendo su insistente voz de la “razón” cada segundo pasaba a su lado, siendo una completa suerte poder dormir en la misma habitación. No es como si hiciera caso a las represalias de Cameron, pero ciertamente era mejor que esos ojos azules no le advirtieran con la mirada. 

 

De esa forma fue como una tarde común de viernes en la biblioteca fue interrumpida por Charlie Dalton, que ingresó sonriendo de lado mientras sostenía en una mano una libreta un tanto estropeada por los años mismos y por el trato de unos pocos meses. 

 

—Todd, que bueno y espléndido verte. 

 

Todd sonrió confundido, porque de ninguna manera aquello era una simple coincidencia, de hecho ni siquiera sabía que Charle conocía al menos algunos de los cinco pasajes que daban a la vieja biblioteca. 

 

—Lo mismo digo, aunque nos vimos está mañana. 

 

—Correcto, como la mañana y todo el día de ayer, pero mi estimado amigo esas fueron instancias de odioso incremento intelectual donde por ningún motivo estuvimos compartiendo una conversación de amigos. 

 

Todd asintió convencido de lo que Charlie estaba diciendo, probablemente porque el alfa tenía un carisma lo suficientemente efectivo para sonar convincente en cualquier momento, ¿Acaso no hizo que Knox fuera? Incluyendo esa conversación contradictoria con Cameron que lo llevó a seguir con ellos en esas reuniones. 

 

—De todos modos no hay cosas destacables de las que poder hablar, solo aquel partido que por algún motivo tiene contento a Nolan. 

 

Charlie asintió. 

 

—Sobre esas cosas aburridas…¿Qué tal todo con ese pelmazo de la fiesta?

 

—Charlie. —advirtió. Charlie solo se encogió de hombros para nada culpable de lo dicho. — Creo que todo está bien, ha enviado cartas y esas cosas, el miércoles próximo nos volveremos a ver. Mis padres están felices. 

 

—¿Y tú lo estás?

 

Lo único visible fueron los ojos de Todd, que observaron el rostro de Charlie sin saber cómo pronunciar las palabras que lo estaban consumiendo desde que puso el primer pie en aquel salón de baile. El silencio hizo más que cualquier cosa por los dos, como si aquel tornado que todos conocían por Dalton fuera también un chico sensible, un alfa que sobrevivía por el placer de no hacer nada de lo que le pidiera, pero que a su vez contemplaba la libertad de otros como suya propia. La falta de libertad podía ser hostigante. Todd sintió en la comisura de sus labios aquellas palabras que había logrado ocultar de los demás, un desesperado “ayudame”. En cambio, en lugar de decir cualquier cosa asintió lentamente, sabiendo que Charlie sabía exactamente qué podía estarse ocultando en su interior. 

 

Como una ocurrencia graciosa, Charlie añadió en medio del silencio:

 

—Neil estará limpiando el baño de Nolan todo el fin de semana. 

 

Todd río. 

 

—¿Cómo fue que le paso eso? 

 

Charlie negó.

 

—No lo sé, pero ciertamente uno se vuelve raro cuando todo cambia alrededor. 

 

—¿Tú te has sentido así, Charlie? ¿Raro?

 

No fueron palabras, probablemente de esa forma estaban destinados a entender entre ellos, con pequeñas conversaciones y frases cortas que acabarían transformándose en las frases más importantes de sus vidas. Charlie negó, pero sus ojos vagaron entre las estanterías polvorientas, mientras sus ojos navegaban en la bruma de algún pensamiento íntimo. 

 

La habitación estaba a oscuras cuando Todd volvió de su estudio silencioso. Los omegas estaban más ocupados que nunca y de pronto las instancias de soledad absoluta se sentían como un descanso y no como la horrible excusa de ser un estorbo para todos. Ese mismo tiempo estaba siendo eclipsado entre los Poetas, él mismo más que nunca estaba desesperado por escribir. Había rasgado una hoja mientras la sencilla oración de “Él lloró” cubría toda la página. Tomó la medicina de su estante, antes de caminar hacia el baño para acompañarla con un vaso de agua. El frío estaba causando que ese instinto que su padre odiaba, se colara en su interior. La necesidad de cubrirse con mantas, de apilar todo lo suave, de buscar calor y ser cubierto. 

 

Volvió a su habitación, aún sin el rastro de Neil por ninguna parte, esa noche ni siquiera habían agendado una reunión en la cueva. Observó la vista desde la ventana, recordando lo mucho que Neil solía quedarse allí, quieto o sentado para mirar el pequeño patio, o quizás su vista no era seguir mirando eso, sino ver más allá. Todo aquello que los bosques podrían entregarle y todo lo que el lago le pudiera quitar. Todd se envolvió así mismo con sus brazos, ya estaba vestido con su pijama, pero el pijama de Neil seguía colgado en su estante. 

 

Un impulso. 

 

Con pasos cortos se paró al frente de la prenda de vestir, estiró su brazo hasta que sus dedos rozaron la tela y la suavidad que encontró allí fue tan placentera, que soltó un suspiro de satisfacción. 

 

El aroma de Neil se sentía tan bien allí. 

Todd enterró su nariz en el cuello de la camisa del pijama, aspirando con fuerza para exhalar con calma. Sus defensas bajas en su totalidad.

 

La puerta se abrió de golpe. 

 

—¡Todd! Que bueno que… 

 

Todd se sintió como un ciervo mirando las farolas de un auto. Atrapado e incapaz de moverse. 

 

Lo que sucedió fue que estaban atrapados en la clase en un momento imposible de explicar para el otro. El miedo y el tormento de perder el poco grado de cercanía que les correspondía tener era agonizante en muchos sentidos. Todd nunca pensó que una acción impulsiva lo llevaría a un acto de bajeza como ese. 

 

—¿Te sientes bien? —preguntó suavemente Neil, cerrando la puerta detrás de él. Sus ojos cafés miraron de arriba a abajo al omega. — Mi madre dice que en estas épocas casi siempre la pasa un poco mal, porque necesita la compañía familiar. Si quieres puedo ayudarte. 



Todd sintió unas extrañas ganas de llorar, sin saber porqué, tal vez porque deseaba amargamente que Neil le diera una razón para no sentir cuánto lo quería. Pero este era Neil Perry, el chiquillo que no puede dejar a nadie atrás. 

 

Los brazos de Neil fueron un consuelo para su malestar emocional, un respiro para las emociones dispersas que evocaban de su interior y era una absoluta lástima, porque faltaba poco para su cumpleaños. Decidió no pensar en nada, solo en esconder su cara en el cuello de Neil, desesperado por fusionarse de alguna forma con su piel. Fue solo así cuando el palpitar del corazón de Neil llegó a su oído, un palpitar acelerado debajo de una capa de seguridad absoluta. Todd se preguntó si su corazón había latido tan rápido también o incluso más. 

 

Hubo dos confesiones en la vida de ambos. Dos confesiones amorosas que pudieron haber fortalecido los cimientos de su futuro. La primera fue aquella noche. 



—No me quiero casar. —dijo Todd, en un murmullo amortiguado por el suéter verde de Neil. — No me quiero casar con él. 









       Neil había estado conversando con el capitán, quien a cuesta de risas por su castigo que parecía funcionar como un trabajo de medio tiempo en la Academia, le había invitado una taza de té para luego charlar lejanamente de aquel amigo de Neil. Siendo sincero, Neil no quería admitirse como un mal mentiroso porque su mentira había sido bastante práctica y si le preguntaban a él, muy creíble. 

 

Entre risas y conversaciones reflexivas, Neil se quedó con el mismo sentimiento que tenía cada vez que hablaba con el señor Keating: ojalá fuera mi padre. Se preguntó si acaso existía una versión en donde no tenía que mentir acerca de sus propios problemas, si existía alguien mayor que lo cubriera con su manto y su sabiduría para encaminarlo en el desconcierto de la vida. Pero al menos, tenía alguien a quien recurrir, desde las sombras y la timidez, pero allí estaba. 

 

Otro en cambio, por más que lo pidieran no encontrarían a nadie. Nadie habría del otro lado y a nadie más podrían suplicar. 



Cuando llegó a su habitación la imagen de Todd olfateando su camisa de dormir hizo que toda su piel ardiera, que sus mejillas enrojecieron y no pudiera pensar absolutamente ningún pensamiento correcto. 

No había planeado terminar esa noche recostado sobre la cama de Todd, con Todd abrazándolo tan fuerte como si temiera que en algún momento de la noche, desaparecía dejándolo solo. Neil no se movió, ni siquiera cuando Todd comenzó a roncar y sus pantalones grises estaban arrugados, sus pies aún cubiertos por los zapatos y la camisa bajo su suéter. No dijo nada de la pequeña lámpara de su cama iluminando la noche. 

 

—Yo tampoco quiero que te cases. 



Neil se mordió el labio, cerrando los ojos con fuerza. Por qué motivo, algo aquí no sonaba como un momento de amigos. 




Roxanne no hizo preguntas, un gesto de saludo y una nueva instrucción hicieron que Neil volviera a correr por el patio, está vez lleno de nieve. Sus zapatillas a veces quedaban atascadas y el frío traspasaba la tela oscura, no podía sentir bien sus dedos porque no estaba usando guantes, pero su concentración estaba más allá de sus acciones físicas. Seguía siendo llevado a una niebla de pensamientos salvajes que le consumían la mente, el recuerdo de Todd, la imagen difusa de Coleman y su planchado uniforme…La voz de su padre. 



Vergüenza. 

 

Malagradecido.

 

Insuficiente. 

 

Neil tosió, deteniéndose. Carraspeó tratando de no ahogarse, pero de pronto no recordaba cómo se respiraba, con la cabeza agachada y las manos apoyadas en sus rodillas solo podía ver el suelo blanco con algunas ramas. Las zapatillas rojas de la omega disolvieron la blancura, y la garganta dejó de asfixiarlo cuando unas manos masajearon su espalda y soltaron la bufanda de su cuello. 

 

Podía respirar. Aliviado alzó su cabeza al cielo, luego bajó su vista hacia la omega.

 

Ella parecía verse más alta, más sabia y mayor de lo que era con las manos en los bolsillos de su chaqueta. 

 

—¿Por qué haces esto, Perry? 

 

La pregunta tomó a Neil por sorpresa, inesperada y abrupta. Tal vez así era Roxanne Morrinson, y así es cómo hacía las cosas. 

Neil sonrió nervioso, aún con las manos temblorosas. 

 

—Porque me gusta el béisbol. —su voz sonó rasposa. No había forma de corregir el temblor agudo, aquel que la mayoría de las veces solo parece salir cuando habla con su padre. Espera que ella crea que es por el cansancio. 



Neil no está acostumbrado a que la gente de su edad lo observe como ella lo hizo, ni cree que tampoco lo estará para que alguien mayor lo haga. Con dureza y franqueza, como aquel jarrón roto que trato de encubrir siendo atrapado en el acto. Como su padre, como su madre, como todo lo que no sabe cómo debería ser. 

 

—No. Si te gustará simplemente vas y lo juegas, no me habrías pedido que te entrenara. —De pronto el viento soplo fuerte, sus piernas queman y sus palmas sobre sus muslos quieren rasguñar. — No te apresures a las cosas, Perry. Date un respiro, hacer demasiado te matará. —no dejó de mirarlo, sus ojos verdes le perforaron el alma cuando dijo: — No le hagas caso a esa voz, no la escuches, no le sigas dando poder sobre ti. No eres una decepción. 

 

Neil no sabe cómo definir la mirada de Roxanne, de ojos tristes y vidriosos, de labios en línea recta. Ella tiene lástima de él y se atreve a decir que no es una lástima amarga, tiene lástima porque ella sabe , ella debe saberlo todo. 

 

Y Finn Coleman es quien tiene la aprobación para casarse con Todd. 

Y es que Finn Coleman es todo lo que Thomas Perry habría querido que fuera un hijo suyo. 

 

No es que sepa con exactitud la cara de la confianza, pero hay un abismo grande entre las burlas y comentarios condescendientes. Neil acomodó la postura, dejando caer sus brazos a  los costados para permitirse ser transparente con la chica. 

 

—Su voz es más grande que la mía.

 

—Es porque le has permitido empequeñecerte. —Roxanne respondió, con la mirada seria. 

 

Los campanazos de la parroquia sonaron, elevando algunas avecillas por el cielo, esa era la señal de que aquel entrenamiento había terminado. 



Todd había escuchado un poco acerca de lo frustrada que se encontraba Roxanne con su nueva obra solicitada por la Universidad basada en literatura. Al parecer había escogido “Sueño de una noche de verano”, pero no tenía idea de cómo iniciar algo acerca de miles de trabajos antes elaborados. Razones obvias por las que no había podido verla tan a menudo, por eso mismo decidió que lo ideal sería compartir una agradable conversación en su habitación. Gregory no estaba por ningún lado, Roxanne en cambio estaba encorvada en su escritorio trazando líneas sobre el papel. 

 

—Eso parece ser algo muy serio.

 

—¡Cielos, Todd! No seas tan silencioso, casi me matas del susto. 

 

—Eso hubiese sido inmensamente triste. —sonrió gentil, entregandole una manzana. 

 

Roxanne observó la manzana, dejándola al lado de su taza con café. Miró rápido por encima de su ojo a Todd, luego al papel donde aparentemente lo estaba dibujando y a su lado estaba una figura que parecía haber sido borrada demasiadas veces. Volvió a su labor sosteniendo el lápiz, mientras hablaba con Todd como un ruido de fondo, Todd no fue capaz de comentarle si había notado algo diferente en él o todo seguía igual. Salió del cuarto justo cuando Agatha estaba de pie en la puerta sosteniendo una botella de vidrio con jugo, ambos se sonrieron, pero Todd decidió que lo mejor sería avanzar en Historia con Meeks y Pitts. 

 

Agatha se quedó viendo un instante el camino que había tomado Todd, analizando cualquier gesto del otro omega porque para ninguno del Club MS era menos obvio lo desgraciado que se sentía el chico con su compromiso. 

 

— Neil Perry entrena por las mañanas conmigo. —interrumpió el silencio Roxanne, Agatha se giró mirándola confundida. —  Él me lo pidió.

 

—¿Por qué razón haría eso?

 

—Por Todd. 

 

Roxanne siguió mirando su dibujo, volviendo a borrar todo otra vez. 

 


 

 

 

A continuación un dibujito que hice hace unos meses siguiendo un trend. PORQUE HERMIA SOLO SACO LOS OJITOS AZULES DE TODD POR SUERTE NOMAS AAAAA.

Notes:

Hola, me pasaron muchas cositas, como la vuelta a clases, lecturas y evaluaciones, pero sobre todo andar enferma. Si no es una cosa es la otra, realmente soy una de las guerreras más fuerte, ya denme descanso y paz aaa.

El capítulo fue corto a diferencia del resto, pero gente ESTÁ CARGADO DE ALGO SÚPER IMPORTANTE EEEE AAAA, COMO LOS AMO ANDERPERRY MIS PAPIS Y LOS DE UNA TAL HERMIA <33

Espero les haya gustado, gracias por leer, besitos.

Chapter 12: Capítulo 9.

Notes:

Canción: Piano man - Billy Joel.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Pronto sería el cumpleaños de Todd. Él no estaba lo suficiente entusiasmado por aquella fecha. No recuerda si alguna vez estuvo realmente a gusto en su cumpleaños, a diferencia de los cumpleaños de Jeffrey. Su hermano realmente parecía pasarse a gusto sus fiestas. La mayoría de las veces, a Todd su madre lo había vestido y arreglado de una forma algo exagerada para cumplir un papel en el que estaba incómodo, luego de ingresar al internado de Balincrest sus padres se limitaron a enviarle algunos obsequios que nunca parecían destinados a él. Ni siquiera una carta. Por la misma razón pocas veces hablaba de la fecha de su cumpleaños, en primer lugar porque no había amigos con quienes poder compartirla y en segundo, porque no significaba nada. 

 

Todd se enteró a la semana siguiente por qué razón Neil había sido castigado, lo cual lo asombro y lleno de curiosidad por partes iguales. Neil había estado compartiendo las mañanas con Roxxy, por qué motivo o razón, no tenía idea, pero habían estado jugando béisbol o lo más cercano a eso. Todd se quedó mirando el techo de su habitación, recordando lo mal que se sentía y como Neil acudió a él sin hacer preguntar ni oponer resistencia. ¿Cómo podía imaginarse una vida lejos de eso? Neil le había enseñado tantas cosas, e imaginar sin Neil de alguna forma lo ponía profundamente triste. Ser el esposo y compañero de un alfa limitaría todas las cosas que no sabía que podía llegar a ansiar hasta que lo hizo. 

 

Finn esperaba de él una respuesta. Una respuesta que por su familia indicaba que debía ser un “sí”. Y estaba seguro que en esa siguiente cita Finn le pediría comprometerse. 

 

—Todd. —una voz susurró desde el otro lado del pasillo. — ¿Estás ahí? 

 

Todd alzó una ceja. Trató de acomodarse el cabello lo mejor que pudo antes de abrirle la puerta a Roxxy. Ella estaba sonriendo, hasta que lo vio y su sonrisa cayó un poco.

 

—¿Estabas llorando Toddie? —ella lo miró triste. Había ganado algunas ojeras, en sus noches de desvelo donde su pintura volvía una y otra vez a ser recreada. Parecía entregada a eso, tanto como lo estaba por las calificaciones que estaba obteniendo. — ¿Quieres hablar?

 

Todd asintió. Aprovecharon el estado de calma que traían algunas tardes donde no solo estaban estudiando o quizá, donde no todos decidían estar estudiando. Algunos iban a los jardines a jugar fútbol, practicar esgrima o pasar el rato caminando hasta que fuera la hora de volver a los pasillos de Welton. Roxxy se echó las manos a los bolsillos al igual que Todd, sabiendo que el frío de otoño los helaba demasiado pronto. Alguien podría decir que eran omegas débiles que no podían soportar algo de corriente fría, pero los alfas menos juiciosos también usaban doble capa, porque sabían que el frío era algo mucho más que un segundo género. 

Caminaron en silencio, Roxxy no trató de comentarle nada, aguardando en silencio que fuera Todd quien dijera la primera palabra. En el transcurso de su caminata se fueron encontrando con el resto de integrantes del Club MS y ellos se unieron a su caminata silenciosa como quien acude al llamado de ayuda. Sin nada a cambio más que el beneficio de estar allí. 

Cuando por fin Todd se encontró menos a la vista de otros que no le manifestaban confianza, se detuvo. Lo hicieron a un costado de la capilla, que por esas horas siempre estaba vacía. 

 

—No me quiero casar, esa es la verdad. No puedo tolerarlo y cada vez se acerca más el momento donde sé que Finn me lo va proponer. —confesó Todd, bajando la mirada hasta sus pies. 

 

Roxxy se acercó lentamente, acomodando una mano sobre su hombro.

 

—Oh, mi querido Todd. Sé perfectamente que no se trata de casarse o no, y también sé que es cuestión del alfa. 

 

—¿A qué te refieres?

 

—No sigas negando esa melodía. —sonrió. Sus ojos brillaban. De pronto sostuvo a Todd de un brazo y acomodó su otra mano encima de su cintura. Comenzando a dar vueltas, como en un vals. — Querido joven Todd, si ese alfa se llamará Neil Perry sé que la historia sería diferente. —le dio un suave medio giro. 

 

La risa de Agatha los detuvo, ambos la miraron fijamente. Tenían la nariz roja por el viento. 

 

—Al principio creí que yo veía cosas que no existían, pero sé que es ahí donde pertenece tu corazón. —aseguró Agatha. 

 

Todd negó.

 

—Mis padres me odiarian. —susurró. 



La sonrisa de Agatha disminuyó. 

 

—¿Te cuento algo? Hace algunos años atrás, mi mamá Mary estaba viva. Falleció en un accidente y la casa de pronto se tornó oscura, mi madre Angelique es una alfa estricta, de carácter. Toda una alfa médico capaz de tener su propio hospital. Pero en casa, fue un desastre total. Todavía extraño a mamá, y sé que ella también lo hace. Ojalá que algunas cosas nunca cambiarán…Pero, si Angelique hubiese hecho caso a lo que sus hostigosos padres decían, nunca se hubiese atrevido a casarse con Mary. A quien eligió amar por sobre el compromiso arreglado, por sobre las reglas de una sociedad fría. Les faltó tiempo, Todd. Pero les sobró amor. —sonrió.



Roxxy se giró a ver a Todd.

 

—Yo igual perdí a mi padre. Hice llorar a papá muchas veces. El duelo me volvió agresiva, estaba furiosa más que nunca. Las calles de Brooklyn apestaban de pronto más de lo que hacían antes, estaba pérdida. Hasta que conocí a Olga. Olga era una alfa de un padre estricto, militar. Tenía ideas…Ideas extremas acerca de la raza y sobre la guerra, ideas que Olga no compartía en absoluto. —susurró, limpiándose algunas lágrimas de la cara. — La verdad parecía una locura que ella se fijará en mí, la omega agresiva de clase baja, que precalentaba sus almuerzos y debía esperar que su papá llegará bien a casa mientras ella misma trabajaba medio tiempo cada fin de semana. No tenía nada que ofrecerle. Nada que no tuviera. Pero sabía, que nunca podría lastimarla, porque la amaba y la amo. Es el amor de mi vida. Lo que ví en sus ojos fue doloroso y temí lo peor, pero ella huyó de su casa, de su padre. Y cuando yo decidí que Welton me ayudaría a cumplir mis sueños, ella decidió apoyarme. Todd, el amor es más que solo el valor que tenemos para que nos amen. 

 

—Mis madres. —dijo Gregory. — Me enseñaron que el amor es la reunión de todo lo que hace el poeta: belleza, romance, vida. No importa cómo ni cuándo, lo hayas en muchas facciones. 

 

—Pero si tus padres no lo entienden. —dijo Valentine. — Si ellos no comprenden lo que su propio hijo les está diciendo entonces…

 

—Mi mundo será tu mundo, y mi hogar será el tuyo. —dijeron todos al unísono.

 

Todd lloró desconsoladamente. 



Cuando llegó el momento de juntarse a cenar con Finn, Todd se marchó con el temblor en las manos. Cada segundo de la cena era una agonía para él, su corazón latía con fuerza ante la anticipación de lo que quería decir de una vez por todas. Bebió más agua de lo que nunca antes había bebido y ni siquiera tocó el platillo que le habían servido. Entonces, en medio de la bulla de las personas en aquel lujoso restaurante, mientras Finn le sonrió mirándolo a los ojos y sujetando una de sus manos, Todd reconoció que ese era uno de esos momentos que rara vez se presentan en la vida donde es todo o nada, sin puntos medios ni probabilidades. Es un absoluto. 



Finn Coleman le pidió comprometerse y Todd Anderson se negó. 

 

Alejó su mano con cuidado. Finn asintió con calma y comprensión, le sonrió. Pagó la cuenta y se despidieron justo en las afueras de la iglesia de Vermont. Todd vio por última vez a Finn Coleman aquella noche, deseando un futuro próspero para él y su futura familia. El alfa se convirtió en una mancha diminuta en la calle, dejando su abrigo largo como último rastro de su presencia. Luego Todd corrió, corrió cruzando las calles de Vermont con el corazón a mil mientras se estaba riendo como nunca se había reído antes y los ojos se le aguaban. Una contradicción de emociones que se formaban en su pecho como un caos sin remedio. A veces hacer lo que se desea es dolorosamente terrorífico. Saltó sobre algunas bancas para acortar camino, las mejillas y nariz enrojecieron por el frío y la bufanda ondeaba con el viento a su paso veloz. 

 

Estaba contento de una forma fatal. 

 

Llegó a tropezones a Welton. Donde en la puerta de la enredada el Club MS le esperaba ansioso. Todd respiró con esfuerzo, mirándolos a todos a los ojos. 

 

—Mis padres van a matarme. —dijo con una sonrisa. 

 

Sabiendo lo que aquello significa, corrieron a su encuentro para abrazarlo. En aquel gesto Todd supo que no estaba completamente solo. 

 

Al abrir la puerta de su habitación, Neil estaba de pie en medio de ella haciendo gestos mientras el guión de su obra yacía tendido en su cama. Neil se giró, observando expectante. 

 

—¿Alguna buena noticia, Todd? 

 

Todd sonrió.

 

—Le dije que no a Finn. No me casaré con él. 

 

Esa noche fueron dos personas felices. 




Una parte de Neil se sintió un poco egoísta, porque no sabía exactamente si le estaba o no arruinando la vida a alguien más, solamente pensó en que esto significaba algo bueno. Una especie de oportunidad, y quién sabía si esto era el llamado que necesitaba para no pudrirse en el desamparo de un amante cobarde. Se sintió llenó de vida por la mañana, desacomodando el peinado de Charlie mientras soltaba algunas risas, Charlie alzó una ceja. 

 

—¿Y a este qué le pasa? No, espera. —susurró Charlie entre cerrando los ojos, mientras observaba el sitio por el que se alejaba Neil. — El pobre niño está enamorado. 

 

Steven alzó una ceja, mirando de Charlie hasta Neil y luego de Neil hasta Charlie. 

 

—¿O solo está contento? —señaló Richard. 

 

Charlie lo miró un instante. 

 

—Eso fue demasiado amargado, incluso para ti. 

 

Richard rodó los ojos. Steven se fue lentamente, sabiendo que no quería estar en medio de una nueva discusión. 



Neil sonrió, mientras desayunaba. Inconscientemente puso un brazo por debajo de Todd mientras le explicaba lo que estarían viendo en química esa semana. Esperaba que Todd no pudiera escuchar su corazón latir en el pecho. Porque eso sería tan vergonzoso, aunque para esas alturas ya parecía una completa tontería fingir que no estaba enamorado de su compañero de cuarto. Fingir que no había caído intensamente por él y estaba dispuesto a poder demostrar eso, a demostrar que su amor podía ser esencialmente una cosa para toda la vida y no solo una etapa de loco entusiasmo. Esto era el romance, él podía ser la encarnación de eso. Su sonrisa desde lejos podía fácilmente percibirse como la de un loco enamorado, por su propio bien cuando el Dr. Harger se estaba acercando a la mesa, Neil recibió una fuerte patada de Pitts que lo hizo casi saltar en su sitio. La advertencia suficiente para que se alejara de Todd y le diera su espacio personal, porque de lo contrario podría ser nuevamente visto como un busca líos y más aún, Todd culpado de poca decencia. Después de todo, había sido una suerte que no llamarán al señor Perry para hablarle de la anterior conducta de su hijo. 

Neil siguió comiendo en su lugar, fingiendo que el desayuno estaba sumamente exquisito. 

 

Al llegar al teatro lo hizo saludando a todos como siempre hacía cada vez que estaba allí. Las sonrisas y saludos no tardaron en llegar, siempre era también muy bien recibido. Ginny Danburry lo observó con curiosidad desde su esquina, antes de volver a interpretar el papel de Hermia. 

Mientras Neil esperaba entre vestidores al momento en que su personaje entrará en escena, pensó en lo mucho que le gustaba el nombre “Hermia”. Sonaba casi poético de decirlo en voz alta. Neil se encontró haciendo una lista mental de nombres que le gustaban, solo porque sí. Cuando llegó su turno de hacerlo. 

Allí todo lo que no era, se convertía en algo profundamente importante. Este era su lugar mágico donde se escapaba de su propia realidad, pero por primera vez (y no última), se detuvo a pensar en que su realidad no estaba siendo tan agobiante como creía que podía ser. Llena de altos y bajos, era posible que estuviera jugando a ser Icaro. Elevándose por los cielos, sabiendo que podría quemarse las alas y caer. 

Al terminar el ensayo, Neil buscó su chaqueta para abrigarse pensando en la sonrisa de Todd. En los ojos de Todd. El amor se sentía tan reconfortante. 

 

—Te veo más feliz, Neil. Eso es bueno. —observó Ginny, quien se acomodaba una bufanda alrededor del cuello. 

 

Neil sonrió aún más.

 

—Han sido buenos días, Ginny. Si todo resulta bien, quizá puedan seguir siendo mejores. 

 

—¿Será acaso por el omega del que me hablaste?

 

Claro. Porque en algún momento le contó de Todd. Necesitaba hablar con alguien que no fuera Todd, sería muy raro hablar de Todd con Todd. Tampoco ninguno de los demás Poetas contaba, porque seguro que no conocían la discreción, todo el asunto con Chris y Knox fue suficiente para revelar eso, aunque él igualmente estaba entusiasmado. Pero son puntos diferentes. 

 

Neil asintió. 

 

—Todo marcha bien. Al menos un poco, solo debo de…He, hacer algo. 

 

Ginny frunció el ceño.

 

—Creí que habías hecho justamente algo. Por eso tal felicidad. 

 

—Bueno, la cosa es que sí pensé en hacer algo y ahora creo que tengo más posibilidades de que eso resulte. Subí de un 2% a un 3%. —explicó, mirando una ramo de flores de utilería que parecían llevar tiempo considerable abandonadas. 



—Sea lo que sea, espero que te vaya bien en eso. —sonrió. 

 

Vio a Ginny alejarse. Parecía un acechador de cosas que nadie quería en el teatro, primero su Dios de la Cueva y ahora esto, en su defensa no salía demasiado y, allí esas cosas estaban plagadas para el olvido. Él al menos les entregaba un buen futuro y una nueva vida. Sostuvo el ramo de flores en su chaqueta, guardándolo debajo para poder salir hacia la intemperie de la fría tarde. Una vez en su bicicleta guardó el ramo de flores de plástico en la parte del canasto de atrás  dando marcha a su pedalear. 

Llegó justo a la hora puntual, se bajó y estacionó la bicicleta para luego bajar el ramo de flores y guardarlo en su bolsillo interno de la chaqueta. En el trayecto que le quedaba del patio de Welton hasta su habitación, decidió repasar un poco más las líneas. Era imposible no notar lo muy en serio que se tomaba la actuación Neil. Cuando ya sintió que era suficiente se guardó el pantalón en el bolsillo externo de la chaqueta. Al girarse notó a Todd sentado en el frío suelo. 

 

Hacía demasiado frío a esa hora. Neil estaba cubierto con su chaleca y encima la chaqueta, más los guantes para no congelarse las manos. Todd en cambio solo vestía su camisa, sentado sobre la piedra helada. Neil se preocupó al instante. 

 

—¿Todd? —cuestionó de inmediato. Se acercó lentamente a él. — Hola.

 

—Hola. —respondió Todd, en un susurró. Estaba serio. Más que serio, triste. 

 

A Neil no le gustó eso. 

 

—¿Qué pasó? —quiso saber. Mirando con recelo un set de escritorio al lado del cuerpo del omega. Le parecía extrañamente familiar el diseño. 

 

—Nada. —le respondió. Todd siguió la mirada de Neil hacia el escritorio, considerando añadir algo más a su explicación. — Hoy es mi cumpleaños.



Neil quedó impactado. Volviendo su atención al omega. Todd se veía increíblemente dulce observando desde allí abajo, con sus ojos azules y su cabello revuelto. 

 

—¿Hoy es tu cumpleaños? Felicidades. 

 

—Gracias. —sonrió fugazmente. 

 

—¿Qué te dieron?

 

—Mis padres me dieron esto. —señaló el set de escritorio.

 

—¿No es el mismo juego…?

 

—Sí. Lo es. Me dieron lo mismo hace un año. 



No era necesario que Todd le dijera a Neil cómo se estaba sintiendo. Era evidente el sentimiento que el omega tenía sobre él. Neil pensó inmediatamente en cómo hacer para que Todd dejará de tener esa expresión afligida. 

 

—Oh. Tal vez pensaron que te hacía falta otro. —bromeó.

 

Todd negó, sonriendo un poco más firme esa vez. 

 

—No pensaban en mí, es todo. Lo peor del obsequio es que no me gustó ni aquella vez. —añadió. 



Neil se rio. Observó un poco más a Todd, pensando lo horrible que se sentiría que sus padres dirán por sentado una fecha que para muchos es importante, más aún, que dieran por sentado el cariño que podían ofrecerle a su hijo. Alzó el set de escritorio, analizando minuciosamente frente a Todd. Se inco, apoyando su peso en sus talones, quedando frente a frente del omega. 

 

—Creo que subestimas el valor que tiene esto. Mirálo. ¿Preferirías una bola de béisbol? 

 

—¿O un auto?

 

—¡O un auto! Teniendo un juego de escritorio de está calidad. —comentó, exagerando su tono de voz. — Porque, si alguna vez yo comprara un juego de escritorio dos veces. Yo sin pensarlo, compraría este las dos veces. —la sonrisa de Todd aceleró el corazón de Neil. Más motivado, Neil asintió poniéndose de pie otra vez. — Creo que su forma es…Sí, es aerodinámica. Lo presiento. —agregó. Acercándose a la orilla del balcón. Fingiendo lanzar el set por la borda. — Sí. Este juego podría volar. —sonrió, girándose hacia Todd. 



—¿Lo dices en serio?

 

—Todd. —le entregó el set. — El primer vuelo al espacio, de un juego de escritorio. 

 

Todd no dudó un segundo antes de lanzarlo por la borda. Neil se rio sin poder evitarlo, observando como los papeles caían y volaban dispersos por el patio. Neil acomodó sus manos detrás de la espalda para girarse a ver el cuerpo entumecido de Todd quien ahora estaba rebosando risas y un rostro enrojecido por la combinación de emociones y el frío en Vermont. 

El alfa se quitó la chaqueta, sin decirle una palabra la dejó caer sobre los hombros del omega. 

 

—No te preocupes. Quizá el próximo año te den otro.

 

Lo que ambos no sospecharon de aquel entonces fue, que ya no habrían más juegos de escritorio para Todd. 

 

—Gracias, Neil. —susurró Todd. Sosteniendo la chaqueta que colgaba encima de él, cubriéndolo. — Por todo. 



Neil asintió. 

 

—Siempre es un placer, dulce mortal. 

 

Las palabras fluyeron de su boca como miel. Sencillas de dejarlas ir y navegar por el viento hasta Todd. Neil pensó que en ese instante moriría de lo helado que su cuerpo se puso de repente, como si estuviera presenciando una escena de terror lo suficientemente espeluznante para quitarle cualquier abismo de calma. Todd observó sus ojos, mirando por largos minutos su rostro. Volvió a sonreír.

 

—Eres un travioso, Puck. 

 

Neil pensó que sus mejillas no podían sostener su propia sonrisa. 

 

—Todo un caso particular, qué más puedo decir. 

 

—No te atrevas a cambiar. Jamás. —Todd observó hacia los costados, Neil no supo qué miraba. Hasta que los labios de Todd se posaron en su mejilla. Estaban fríos, pero su tacto hizo que su mejilla se calentara de inmediato. Neil estaba flotando. 

 

—C-cambiaría nunca. —respondió. Tosió luego, se le había olvidado incluso cómo hablar. 

 

Tal vez así se sentía el amor y el romance. No estaba seguro de aquello, no podía hablarlo con cualquiera ni mucho menos comentar sobre alguna clase de ejemplo que tuviera en mente, pero sabía que era imposible darle otro nombre. Caminó con Todd juntos hacia su habitación, las flores magulladas, de plástico seguían en su bolsillo de la chaqueta. Se preguntó si aquello podía ser algún buen regalo, si las limpiaba un poco antes de las doce de la noche podía dárselas a Todd, luego con más tiempo y algo de dinero podría darle un mejor obsequio. 

Espero pacientemente que los pasos del Dr. Harger dieran hasta su propio cuarto, luego contó hasta sesenta, puso sus pies sobre el suelo sin utilizar ninguna pantufla, se escabullo de su habitación sosteniendo el ramo de flores en su mano hasta llegar al baño. Allí, con la pequeña luz del corredor y con bastante dificultad en su visión, Neil limpió las flores de plástico. Cuando la tierra se fue por el lavamanos, y el agua limpio cada abismo de mugre, Neil sacó un rollo de papel higiénico para poder secarlas. Secó petalo por petalo, mientras el vapor del frío salía de sus labios. Las habitaciones eran las únicas que tenían el radiador encendido a esas horas, añadiendo además el agua fría que ya había congelado sus dedos. Una vez que sintió que todos los pétalos estaban secos, Neil caminó con precaución de vuelta hacia su habitación. Abrió la puerta con lentitud y con la misma la cerró, una vez adentró observó a Todd que parecía relajado sobre su cama. Temía tener que despertarlo, quizá era una idea muy tonta. Quizá de por si todo era demasiado tonto, en qué rayos estaba pensando. 

 

Bufo. Mejor se iría a su cama. 

 

Escuchó un ruido, Todd se estaba removiendo en su cama. Neil sintió su corazón acelerarse. 

 

—¿Neil? ¿Qué haces despierto, acaso tienes alguna pesadilla? 

 

Neil tragó saliva. 

 

—No, nada de eso, yo solo estaba…Siendo estúpido. —susurró. 

 

Todd se levantó a tientas de su cama, dando pasos inseguros hasta la cama de Neil, para no acabar chocando con nada Todd llevaba los brazos extendidos y los movía un poco, Neil frunció el ceño cuando unas manos comenzaron a tocar su cara. Los dedos estaban sobre sus ojos y otro dedo en su labio. 

 

—¿Estás ahí, Neil?

 

—Me daría miedo suponer que no lo estoy. —dijo apenas, con los dedos sobre su boca. 

 

Todd se alejó de un saltó. 

 

—Lo siento, solo me preocupa el hecho de que estuvieras dando vueltas a estas horas. Además no creo que estés siendo estúpido, tú nunca lo eres. —aseguró Todd. Lentamente el omega se acercó a la lámpara de la cama que manejaba Neil allí. Se miraron a los ojos, estaban intensamente cerca el uno del otro. 

 

Neil tragó saliva. Bueno, podría arrepentirse luego. 

 

—Había encontrado este ramo de flores en el teatro. —explicó, levantándose de la cama hasta su escritorio, para sostener en sus manos el ramo de flores. — Sé que no es la gran cosa, pero pensé en ti cuando las ví. Son tulipanes, lirios, creo que esa es una peonía y la de allí debe ser gerbera. —señaló con su dedo una flor anaranjada. — Son bonitas, y tú eres bonito. —le extendió el manojo de flores. — Feliz cumpleaños, Todd. 

 

Todd lo observó con los labios entreabiertos. Sostuvo el ramo contra su pecho, tocando los pétalos artificiales. 

 

—Gracias, Neil. Muchas gracias. Y-yo…Tú también eres un alfa muy b-bonito. 

 

Las mejillas de Neil se volvieron rojas de pronto. 





—Hay algo que debo decirte, Todd o más bien confesar. Yo, realmente me comporte como una mala persona, porque estoy inmensamente feliz de que no te cases con Colman…

 

—Coleman…

 

—Sí, eso. Yo lo que quiero decir es que me cuesta comprender ciertas cosas porque sencillamente estaba aterrado de poder manejarlas y mírame, realmente no puedo. He sido un completo fracaso. —suspiró negando. — Lamento haber sido raro los primeros meses, generando esa confusión en donde te marque sin querer y, lamento seguir siendo tan raro. 

 

Todd se río. Una risa fuerte, porque ver a Neil Perry confundirse con las palabras era divertido y encantador. 

 

—De todos modos no estaba muy seguro de que estaba pasando, pero supongo que solo fue un malentendido. —sonrió Todd, llevando las flores al pecho. 

 

Neil negó, sosteniendo con ambas manos los hombros de Todd. 

 

—Oh, Todd. Siendo sincero, yo deseaba eso. Todo este tiempo, la única causa de mis anhelos y sueños has sido tú; Todd Anderson. Y cuando pensé que te casarías, me convertí en el alfa más desdichado de la tierra. Soy completamente egoísta, porque desearía ser tu presente y tu futuro. Yo…Yo estoy enamorado de Ti. 

 

Todd agrandó los ojos, lo observó desconcertado. Aquel momento no había sido de cerca una instancia romántica ni adecuada. Fue en el cumpleaños de Todd, aquel que no le gustaba tanto porque nunca había sido considerado remotamente especial en ningún aspecto. Fue cerca de aquella vez en la que los señores Anderson pensaron que su hijo no tenía salvación, porque tiraba por la borda su único gramo de tener futuro. Fue cuando Neil volvía del ensayo de su primera obra de teatro, sonriendo feliz, con una promesa solitaria en su bolsillo. No había el mejor de los tiempos y en cambio fue el mejor de los tiempos. 

 

El silencio se instaló en la habitación como un síntoma de miedo. Neil pensó si era el momento perfecto para poder decir que todo fue una broma. Una mala broma. ¡Una actuación! 

 

—Yo también estoy enamorado de ti. —murmuró Todd, bajo y avergonzando. — Lo estoy desde el primer momento en que te ví. Me enamoré tan rápido que me dio tanto miedo reconocerlo. Estaba asustado, estoy asustado. Neil, nunca me sentí así. 

 

Los corazones de ambos latieron en una perfecta sincronía. Está era la gloria y el caos por tiempo iguales, la victoria de una historia que recién estaba en sus inicios. En ese momento no existió nada más que ellos. Neil se acercó tembloroso a Todd, abandonando todo rastro de confianza de sus huesos. Todd estaba tan agitado como él. Se miraron a los ojos y de pronto. Neil Perry estaba besando a Todd Anderson en medio de la noche. 

Se separaron lentamente, Neil sostenía el rostro de Todd con una de sus manos, la otra estaba encima de la mano de Todd, aquella que el omega tenía justo sobre el pecho de Neil. Donde su corazón latía con fuerza. Se quedaron quietos, frente a frente. 

 

—¿Sabes de qué tengo ganas? —Todd negó. Neil sonrió, tosió lentamente para poder murmurar bajo y con una melodía suave. — Tengo ganas de entregarte el corazón, metido en una cajita de cartón. 

 

Todd soltó una risa. No podía creerlo, el sentimiento de nunca poder ser amado se desvanecía rápidamente. 

 

—¿Esto es real?

 

—Por el Dios de la Cueva espero que sí. Que sea muy real. ¿Me permites ser tu novio..Tu alfa?

 

—Sí, sí te lo permito, Neil. Tú y solo tú. 

 

—Supongo que ahora todo es cierto. —comentó Neil antes de besarlo otra vez. 

 

No es como si no fueran unos Poetas Muertos que solo se reunían a leer poemas en medio de la noche, pero ambos recordarán esa noche mucho tiempo después. Aquel primer beso, aquella conversación y, en cómo el cumpleaños de Todd sería celebrado como un día doblemente especial. Porque ese fue el día en que el amor de la vida de Neil nació. 

 

Durmieron juntos en la cama de Neil, donde llegaba mejor la luz nocturna. Apretados uno contra el otro sintiendo su calor donde a diferencia de las vez anterior, está vez envolvieron sus extremidades, descansando debajo de los cobertores. Todd dejó que nariz respirara el aroma de Neil, justo debajo de su barbilla y Neil aspiró el aroma del cabello de Todd. Se sintió absolutamente perfecto. 

Luego de unas horas, casi de madrugada Neil se arrepintió de no haberse negado un poco a la propuesta inmediata de compartir cama de está forma, sabiendo que el omega que dormía con él, esta vez era su omega. Estaba avergonzado hormonalmente. Un omega tan lindo, cálido y que podía llamar suyo tan pegado a él, solo hicieron que su problema alfa incrementará. Tratando de ser un caballero honesto, Neil acomodo su cuerpo lo suficiente para que su ingle no tocará a Todd por ningún motivo, no quería espantar a su novio a tan pocas horas de serlo. Ahora quizá más que nunca debía contarle a Todd acerca de lo que estaba sufriendo, además considerando la hipótesis del señor Keating acerca de su omega destinado. Lo cual tenía cierto crédito. 

 

Todd despertó en una cama vacía con el rastro del perfume y el aroma natural de Neil en ella. Abrió los ojos un poco mejor tratando de confirmar si lo que había pasado la noche anterior había sido un sueño o no. Estaba en la cama de Neil, por lo tanto era verdad. La voz susurrada del alfa lo atrajo hacia el marco de la ventana, donde Neil estaba apoyado, cubriéndose con una manta mientras recitaba las líneas del libreto. 

 

—Nei…He, q-querido.  

 

Al escuchar su nombre se volteó rápido. Una sonrisa se dibujó en sus labios mientras asintió con entusiasmo casi cayendo del radiador al perder el equilibrio. El dulce apodo había tomado por sorpresa al alfa. 

 

—¿Dormiste bien… bonito? —las orejas de Neil se volvieron rojas de pronto. Avergonzado del adjetivo que él mismo había dicho. 

 

Todd estaba terriblemente rojo también.  

 

—Lo hice. Sí. 



El punto es que, si antes de siquiera ser algo todos sabían que lo eran ahora mismo eran los peores disimulando. Un caos andante de tartamudeo constante incluso por parte de Neil, que a veces se quedaba pegado observando a Todd más de la cuenta. No fue difícil para el resto de Poetas saber que algo había ocurrido.

Todd se despidió de Neil justo en las puertas de la Academia Welton, mirando fugazmente hacia los costados para besar rápidamente los labios de quien era ahora su pareja. Neil sonrió, subiendo a la bicicleta y gritando para desaparecer por el camino. 



Desde las ventanas el grupo de alfas desparramados observaban la escena lejana. 

 

—¿Debemos esperar a que nos lo digan y fingir demencia? —murmuró Pitts, masticando un pedazo de pan. 

 

Steven asintió. 

 

—O quizás le hagamos creer que ya lo sabemos todos para atormentarlos con decírselo a Nolan. —acordó Charlie sonriendo de lado.

 

—Por Dios, Dalton. —masculló Richard. — Que ni se te ocurra. 

 

Notes:

Buenas noches bellas personitas, espero de corazón que este capítulo les gustará. Lo quería perfecto, pero ellos decidieron que este era su momento. Tengo algunos pensamientos que dejar fluir, si es que me quieren escuchar pueden seguir leyendo.

Entre ellos, ¿Qué les parece si hago una playlist del fanfic en youtube? contendrá algunas canciones que me han inspirado a escribir los capítulos y demás. Les leo.

También, se me vino la idea que quizá debí hacer de fancast a la mayoría de los actores que hacen los hermano Pevensie. Aunque eso sería muy redundante. Anna Popplewell sigue siendo mi Hermia predilecta <3 Aunque sigo en duda si canonizar en este universo al dos hermanos que tiene Hermia. ¿Qué dicen?

Decirles que adoro muchísimo al Club MS. Sus historias de personaje lo son todo para mí, la idea de que están ahí por una razón y al mismo tiempo no significa que lo demás sea menos, sino más, lo mismo que he ido tejiendo lentamente y casi sin notar del resto de Poetas Muertos.

Por otro lado, ahora se viene lo intenso en muchos aspectos. Acá quedara en evidencia la llama del amor de estos dos tortolitos, aunque si eso les incómoda habrán advertencias para que se salten esas partecitas. Señalar que esas partes Todd no se las cuenta a Hermia, es solo información para chismosos en exceso.

Muchas gracias por leerme, de todo corazón <3 muak.

Chapter 13: Capítulo 10

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

La leña crujió en medio del silencio que se instaló de pronto. Todd se había quedado callada mirando hacia la pared, probablemente no estaba viendo nada con exactitud, pues su vista estaba puesta en imágenes del pasado. Hermia no dijo nada, respiro con calma y extrañamente enternecida por la atmósfera romántica de un relato que ella conoce más o menos bien. Tiene pensamientos vagos y la boca entreabierta por el impacto, trago saliva volviendo a recomponerse. Es una sensación curiosa escuchar la historia de amor de tus padres, no es lo mismo que hacer divagaciones de otros ajenos a su presencia o familia, significa saberlo todo de las personas más importantes de su vida. 

 

—Se ha oscurecido. —dijo Todd, como un comentario fugaz. 

 

Es de noche, se les ha hecho tarde.

 

—Ni siquiera noté la hora. —su papá le sonrió, dulce y cálido como siempre. 

 

—Ayúdame a cerrar las cortinas y preparar algo para que cenemos. 

 

Hermia asintió. Se levantó de su cómoda sitio sobre el sofá para caminar hacia las cortinas de la sala de estar, mientras camina y percibe que su padre se va hacia la otra esquina, encendiendo luces y demás, Hermia piensa un par de cosas que le hacen tener una realización loquísima. Ella solo conoce a Todd Anderson como su padre, no ese chico joven y atemorizado acerca de lo que él mismo puede entregarle al mundo. A los silencios, la angustia y la ansiedad. Para ella eso es ajeno, es como si de pronto separa a la misma persona en dos versiones, lo que es en su totalidad y  como lo que fue, es parte de lo que es ahora. Lo mismo ocurre al pensar en su padre alfa, el Neil Perry que conoce es el Neil que es padre, no el muchacho de la elitista academia Welton y sus tantos cuadros de honor. 

 

Una vez enciende las luces de ese lado, sube hacia su habitación para cerrar las cortinas. Es una rutina silenciosa que a veces hacen en conjunto y a veces, cuando los horarios los distancian, solo uno debe hacerlo. Hermia entró a su habitación con la memoria fresca de todo lo que su papá le había contado. Una parte de ella quiere reírse de lo absurdos que pueden ser dos chicos enamorados que no saben qué hacer consigo mismos, otra simplemente puede pensar que sus padres pueden entenderla, porque vaya que sufrió durante su adolescencia por el mismo motivo. 

 

Por otro lado, su corazón late impaciente, sintiéndose afortunada por todo. Le gustaría que su padre estuviera aquí, seguramente también tendría mucho que contarle y por qué no, sacarle a su vez su propia versión de está historia. Rara vez se han separado por mucho, cuando ella era pequeña decían que estaba demasiado apegada a sus padres, que tenía una conexión que no todas las familias lograban tener. Hermia sabe que después de todo, los padres son los padres y por ende, todo lo que son es justamente por lo que ambos han hecho en la vida. 

 

Las cortinas están cerradas. Bajo las escaleras con lentitud escuchando la cocina encenderse, es buen momento para darle la razón al resto y decir que sigue siendo una “cachorra consentida”, porque está dispuesta a pedirle a su papá más chocolate caliente y algunos panqueques rellenos de manjar. Todd no puede negarse. Claro que no. 

 

—Me alegro de que no te casaras con alguien más. —comentó Hermia. Llenando dos tazas con chocolate caliente. Sintió la mirada de su papá. 

 

Sin embargo, Hermia sabe que todo lo contado no es suficiente. No es suficiente porque tiene demasiadas dudas y necesita saber más. Mucho más. Porque ellos no siempre vivieron en está casa, antes cuando ella era pequeña y estudiaba en primaria vivían en un departamento de colores cafés, con paredes que a veces parecían caerse a pedazos, y ella misma pintaba para que se vieran bonitos. Porque ella sigue recordando la mirada fría del señor Perry cuando ella apenas podía sostener el mentón en alto como buena alfa que buscaba cuidar de su pequeña manada. Hermia quiere saberlo todo. Incluso si algunas partes la hieren y la lastiman. 

 

Quiere las respuestas a esas cosas que prefería ignorar, que a veces se olvidaban con simple calma como una brisa del viento. Pero ahora está de pie en la entrada de aquellas cosas que pasó por alto, la insistencia de Todd por decir que su valor es impresionante y que ella es asombra, ahora se siente como una explicación acerca de lo poco valorado que se sintió su padre en su infancia. Como aquellas conversaciones, en donde ella se sintió alguna vez una alfa tonta, demasiado rara para poder hacer lo que otras y otros alfas hacían. Es como si, viera por primera vez lo que significa que alguien que no fue querido por sus padres se transforme en la persona que más quiere a su propia hija. 

 

Se siente capaz de saber lo demás. Porque si puedo aguantar comprender que sus padres son más que solo la versión que conoce de ellos, que fueron así de desconsiderados con ellos, entonces puede soportar las respuestas que necesita saber. 

 

Necesita saber por qué el tío Jeffrey le pidió perdón a su papá cuando ella tenía dieciséis años. Y por qué, la señora que siempre hablaba desde lejos con cara de tristeza, hizo llorar a su padre. 

Lo roto se puede pegar, pero la cicatriz permanece allí, causando conmoción, duda e inquietud. Lo sabe, porque el señor John Keating la miró como si fuera la prueba de que lo roto se puede reparar para que sea mejor que lo que antes fue. 

 

—Y…¿Qué pasó después? —preguntó Hermia, acomodando de nuevo en el sofá. Mirando expectante a su papá. 

 

—¿Después de la confesión?

 

—Sí. Cuéntamelo todo, por favor, papá. 

 

Yo puedo soportarlo. 

 

Hermia pensó antes de que su padre siguiera hablando, que en el mundo existen dos clases de personas capaces de infundir una herida, aquellos que causan dolor y aquellos que deciden no hacer nada. 

Notes:

Holaa, cortito porque es un lapsus para seguir con lo demás. Ya vamos en la mitad de está primera parte. Me puse a pensar en que se percibe súper triste el ambiente entre Todd y Hermia, pero es porque están teniendo una conversación profunda (que ella espero hace mucho poder tener) Y ADEMÁS NEIL NO ESTÁ EN CASA, obvio que andan cabizbajos.

Todd: Neil vuelve a casa, la niña y yo te extrañamos.

Playlist en YouTube: https://youtube.com/playlist?list=PLXRqAH-xNButVtuO6eNgjAJP2koMYQpcy&si=JuUqHK6mHRZR91BS

Muchas gracias por leerme, besitos. muak <33

Chapter 14: Capítulo 11

Notes:

ADVERTENCIA: Las cosas entre Neil y Todd se comienzan a poner intensas en la última parte, quizá un poco antes. contenido sexual.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Todo estaba siendo maravilloso.

 

Neil no podía controlar la felicidad que le entregaba la idea de que ahora Todd era su novio y su omega. Volver del teatro a Welton nunca se sintió tan necesario como lo era ahora, como si en medio de aquellas frías paredes a las que había deseado muchas veces poder derribar ahora no fueran tan necesarias de ser quitadas. Allí por primera vez estaba todo lo que podría definir como importante. Y no hablaba acerca de aquel futuro prometedor que el señor Perry indicaba con orgullo codicioso. Por ello, Neil nunca tuvo dificultades para comprender la diferencia entre una existencia vaga y una vida plena. A veces podían parecerse más de lo que se creía, pero siempre era importante comprender las perspectivas. Todas las personas podían vivir dentro del mismo círculo y aún así percibirlo de una forma distinta. 

 

Neil fue consciente de ello a medida que iba creciendo y el espacio a su alrededor iba expandiéndose. Cuando era niño su mundo se reducía a sus padres, de aquello poco fue quedando mientras los años pasaban y, lo que persistio con una fuerza desmesurada fue la voz de su padre. Todo lo que el señor Perry creía, decía y ordenaba era la ley más significativa que Neil cumplía. 

No le gustaba ser así, pero fue todo lo que conoció y seguía conociendo. Porque a través de las palabras del señor Perry también se fundaron las responsabilidades y la culpa. Neil era el futuro de la familia. 

En su mente, plagado de silencios fue capaz de sentir envidia por aquellos compañeros que siempre hablaban tan bien de sus padres, de las salidas vacacionales en familia y los amigos nuevos que hicieron en los lugares que conocieron. Incluso en la simpleza de un verano en casa. Neil siempre tenía que estar estudiando, sin importar la estación del año, los feriados, las festividades o los veranos. Neil debía estudiar porque era su deber sagrado. Y eso, en partes lo destruyo un poco. Lo hizo sentir extraño, vacío, porque había una cadena que lo jalaba y lo hacía permanecer quieto. 

 

Entre medio de todas aquellas reglas sus pequeñas desobediencias quedaron como pequeñas cosas tontas de adolescentes, entonces Neil comprendió que no era igual a sus compañeros ni amigos. Su chaqueta arrugada, la corbata suelta y el cabello desprolijo fueron actos normales para lo que se esperaba que fuera un alfa de su edad. Para el señor Perry todas esas cosas fueron desperfectos que le sacaban comentarios entre dientes llenos de un tono amargo. Neil tenía que ser por sobre todas las cosas perfecto, y para serlo debía moverse a la voluntad que el señor Perry dictaba, quien observaba y gestionaba cada acción, cada tono de su voz y mirada. 

 

Una vez, cuando Neil tenía trece años, Meeks con su tono sereno le preguntó por qué llamaba “señor” a su padre. Neil no supo qué decirle, luego descubrió que algunos padres o madres alfa eran solo eso: madre o padre. No señora o señor. 

 

Neil rara vez pudo llamar padre a su padre. 

 

El señor Perry fue más el jefe de la manada que otra cosa. El líder que evalúa que todos cumplan bien su papel. Esconderse de sus órdenes era desafiarlo, y Neil cruzó esa línea sin pensar en las consecuencias porque estaba demasiado ocupado sintiéndose por primera vez libre de hacer lo que quisiera hacer. La obra fue una decisión suya. Él vió el cartel, pensó que podía hacerlo, él pedaleo hacia el teatro e hizo la audición. Por primera vez Neil hizo lo que nunca pensó en llegar a hacer, desobedecer la orden del alfa de su manada. Y como si sus sueños no fueran suficiente provocación, Neil sabe cuánto malestar causaría en su padre la relación con Todd porque tal vez se adelantó al plan de vida que él planeó. 

 

Pero hacer todo lo que haría al señor Perry enfurecer es justamente todo lo que hace feliz a Neil. 

 

Sabe que tiene miedo, incluso si parece que no lo es sabe que le aterra poder descubrir al final de la línea que su padre podría no escucharlo por más que lo intentará, por eso mismo desea que no se entere hasta que pueda llegar a un puerto seguro. 

La risa de Charlie sacó a Neil de sus pensamientos, se había quedado de pie al frente de su habitación observando los ejercicios de química que había dejado a medio hacer antes de irse a la obra. Encontrarlos de nuevo fue reaccionar a todo un cúmulo de cosas que escarban dentro de él. Una sonrisa automática se instaló en su mente al girarse y ver como Richard estaba tratando de levantar sus cosas luego de haber sido vilmente asustado por Charlie. 

 

Neil cerró el cuaderno, para sacar el cuadernillo de latín y unirse con los chicos en su grupo de estudio. 

 

Solo le pedía a Dios que le escuchará. 

 

—¿Todd no vendrá? —preguntó Pitts observando curioso la habitación que estaba sin la presencia del omega.

 

Neil negó, comenzando a caminar.

 

—Estará ocupado en el patio por su taller de béisbol.

 

Aquello fue ciertamente desanimante, pues el tiempo que ahora podía pasar con su novio parecía ser limitado en un tiempo plagado de futuros exámenes y un arduo entrenamiento de béisbol. Irían a una competencia y el viejo decano no quería que la academia quedara mal posicionada. 

Se detuvieron en la sala de estudios, antes de poder alistar sus cosas Richard ya estaba hablando con Meeks acerca de la lección, descolocando por completo al pobre de Pitts que miró confundido a Neil. Neil alzó ambos hombros sonriendo. 

Neil abrió su libreta releyendo sus apuntes, en el proceso Knox dio suspiros afligidos mientras apoyaba su mejilla sobre la palma de su mano, Charlio negó hablando sobre algo relacionado con “el desconsuelo” de los amantes. Ahí recordó que no les había hablado sobre los acontecimientos más recientes entre su relación con Todd, y eso lo puso un poco nervioso. 

 

Gerard se quejó, Stephen tuvo que retroceder para ayudarle con más precaución porque había sido una promesa hecha con el corazón poder suplir sus escapadas al bosque siendo parte de la Sociedad de Poetas Muertos para que ninguno reprobara. Neil observó eso, luego sus ojos viajaron hacia la actitud reciente sobre Charlie y los mecanismos de seducción que se podían usar, la cara roja de Richard que repetía la importancia de volver al tema y el dramatismo de Knox. 

 

Había una familia que era imposible elegir, porque era donde se había nacido y esas cosas no podrían cambiarse, pero estaba la otra familia. La que sí se podía elegir, la que de alguna forma lograba suplir las carencias que la primera no podía hacer. Neil pensó que aquí siempre estaría bien, después de todo era su familia. Su manada. Aquí pertenecía porque eran su gente. 

 

¿Hablar o no hacerlo? Neil decidió hacerlo. 

 

—Debo decirles algo. —apenas las palabras salieron de su boca, el grupo dejó sus conversaciones alternas y el silencio se estancó en medio.

 

Todos lo observaron atentos, y en parte fue extraño sentir esa sensación de ser escuchado y visto con tanta precisión. Todd le había dicho que a él siempre lo escuchaban cuando decía las cosas, oh, pero si Todd pudiera ver que el fondo solo era un cobarde. 

 

—Neil, ¿Estás bien? —preguntó Charlie. El chico arrogante se deshació en ese instante, siendo solo un chico que por un instante se vio mucho mayor. 

 

Las miradas angustiosas del resto de Poetas fueron en gran medida tristes y preocupadas.

 

—No pongan esas caras, les quería contar algo bueno, algo muy bueno. —sonrió achinando sus ojos. 

 

Charlie negó, levantándose de su asiento al frente de él para avanzar y darle dos fuertes palmaditas en la espalda. 

 

—Hombre…Hueles triste. 

 

—Oh, eso si fue un poco tonto, pero…—río Neil. — Solo quería decirles que Todd y yo estamos juntos.

 

Pitts asintió.

 

—Obviamente, ¿No son compañeros? 

 

Meeks soltó una carcajada nasal.

 

—No Pitts. Juntos como novios. —corrigió Neil. Riendo. 

 

Cameron asintió, girando su pluma en la mano.

 

—Felicidades, Neil. Pero tengan mucho cuidado por el amor de Dios. —luego añadió. — Podrían expulsarlos. 

 

—Gracias mamá. —comentó Charlie, luego miró a Neil antes de sonreírle. — Eso es maravilloso. Ahora yo gané, mis cigarrillos, Pitts. 

 

—Oh, vaya. ¿Neil me ganó? —cuestionó Knox frunciendo el ceño. — Se supone que yo soy el más genial del grupo.

 

—¿Qué significa eso? —preguntó Neil, negando. 

 

—Eres qué eres tan ñoño.

 

—¡Tú igual!

 

—¡No más que tú!

 

La risa de Pitts sonó tan fuerte por toda la sala que el Dr. Harger tuvo que callarles porque estaban siendo demasiado ruidosos. 

Al finalizar se marcharon a cambiarse sus ropas para presentarse a los distintos talleres que estaban esperando por su presencia. Mientras Neil caminaba hacia el patio, Charlie se acercó rodeando un amigable brazo tras su cuello mientras caminaban juntos y el sol con nubes nubladas plagada de un aire nuevo el espacio.

 

—Neil. Date un descanso, ¿Sí amigo? Llevas buenas notas, no tienes que matarte estudiando. 



Ve más despacio. La voz de Roxanne Morrison sonó allí también como un eco en su memoria. Neil asintió lentamente, pensando que tanto de aquello podía cumplir y que tanto por otro lado era cierto. Matarse estudiando era una forma mediocre de vivir ante lo que el futuro en su puesto en Harvard le esperaba. Le sonrió a Charlie. 

La confesión desesperada de un mundo de expectativas, hacer mucho y no saber qué hacer con tanto. 

 

A lo lejos Cameron esperaba antes de avanzar hacia el lago. Neil trago saliva.

 

—Charlie, yo pensaba…—Neil dudó, se detuvo. Charlie observó descolocado el detener abrupto de la caminata, miró sus pies en el pato. — ¿Hay algo que tú me quieras contar a mí?

 

El alfa le dio una mirada de confusión. Por un segundo sus ojos se movieron incómodos, luego sonrió. Charlie quitó el brazo.

 

—Estoy limpio, Perry. — alzó ambas manos. — Nada que pase por ningún lado. 

 

Lo vio alejarse por el patio, caminando despreocupadamente hasta reunirse con Cameron donde parecieron hablar y alejarse. En su manada desparramada, formada por un montón de cachorros que tenían sueños e ideas diferentes, Neil comenzó a trazar un orden. La manada no estaba dirigida por un líder específico, aunque fuera él quien diera las ideas sabía que si lo quisieran, podían irse aunque fuera doloroso, pero si le preguntaban acerca de las cabecillas de aquella tropa dispareja y nada convencional. Neil sabría que la respuesta no sería del agrado de muchas personas. 

 

—¡Neil, ven rápido! —gritó Knox. Moviendo una mano.

 

Neil trotó hasta llegar al campo de fútbol.







Todd se quedó esperando la reacción luego de dar la noticia. Probablemente decirlo cuando estaban en las duchas luego de un entrenamiento intenso y devastador no fue una de las mejores ideas. Gregory abrió la boca por la sorpresa, Roxxy se acercó a abrazarlo. 

 

—Yo siempre lo supe, era tan obvio, tan claro como el agua. La cosa más evidente de la historia.

 

—Creo que has sido muy clara, Roxxy. —aseguró Agatha antes de sonreírle amistosamente a Todd. 

 

Todd se sintió inmensamente agradecido del entusiasmo que demostraban ellos por las cosas que decía. Aquel sentimiento de ser visto, de que las cosas que decía tuvieran un valor particular para los demás fue una sensación cálida que lo hizo tan feliz que podía ser tonto por lo simple que era. Ser visto fue en gran medida algo importante porque significa mucho más de lo que la misma palabra decía por si sola. Valentine con espuma todavía en la cabeza parpadeó varias veces sorprendido. El omega siempre se tomaba su tiempo en las duchas, y por la misma razón cuando Todd esperaba que estuviera vacío llegaba tarde a su habitación.

 

—Bueno, ¿soy el único genuinamente sorprendido?

 

Roxxy se río. Al hacerlo su amigo la siguió, preguntando si era tan obvio como para que él tardara tanto en notarlo. Valentine encendió la ducha, para quitarse la espuma que tenía sobre la cabeza. 

 

—Neil Perry parece ser bueno. —comentó Gregory. — Espero que sean muy felices juntos. Y si deciden casarse como los betas, yo pueda ser  parte de tus invitados de honor.

 

Las mejillas de Todd se pusieron rojas ante la mención de una unión con Neil. Más allá de eso, los únicos que celebraban un matrimonio eran las parejas betas como una acción simbólica hacía su unión, mucho más débil que una mordedura que estaba destinada a permanecer para siempre en la piel de un omega o al menos hasta que su alfa le quisiera. 

Todd nunca había pensando demasiado en ello, porque una parte de él había reconocido que valía tan poco como para lograr llamar la atención de algún alfa entonces por consecuencia no tenía que pensar en ser mordido por ninguno. Hasta ahora. No desconfiaba de Neil. No cuando recordaba aquellas trágicas historias de omegas marcados a la fuerza, de alfas que luego los rechazaron e hicieron que su rechazo fuera también parte de la piel con una fría cicatriz gris. La muerte también podía deshacer una marca de apareamiento. 

 

Unirse era sagrado, pero la Historia había demostrado que podía ser demasiado doloroso para los omegas. 

 

Todd tomaría ese riesgo. Quizá el amor lo había cegado, pensó al caminar hacia su ropa deportiva para llevarla a la cesta de ropa sucia en su habitación, porque estaba dispuesto a pertenecer simbólicamente a Neil y eso significaba poder demostrar lo mucho que lo amaba. Una parte de él se preguntó si acaso su madre pudo haberse sentido así en algún momento o si, por el contrario, solo fueron un unión arreglada por sus padres, los viejos abuelos que nunca conoció bien. 

 

Vio a Roxxy asegurar su pequeño bolso de deporte que solía llevar a las duchas desde que las temperaturas bajaron y usaba abrigos que la cubrían casi por completo. 

 

—Roxxy. —la llamó. Ella se volteó rápido, mirándolo expectante. — He, yo me preguntaba si tú y tu novia se han…¿Unido?

 

La vergüenza consumió a Todd. 

 

—Qué preguntas tan descaradas joven. —arrugó la nariz, burlonamente. — No aún, hemos planeado que sucederá cuando esté en la mitad de mi camino en Bellas Artes, luego, quién sabe. —Roxanne entre cerró los ojos. — ¿No están pensando en hacer con Perry o sí?

 

—No, por supuesto que no. Es demasiado pronto. 

 

—Sí, puede serlo. 

 

Al llegar a tal conclusión, Roxxy se marchó reconociendo la rutina de Todd a sabiendas de que él prefería estar solo al ducharse. Desde un inició nadie cuestionó eso, y ella a pesar de haberlo pintado nunca le invitó a estar en completo estado de desnudez frente al resto en las duchas. 

Todd no podía reconocer en voz alta que esa inconformidad y timidez consigo mismo tenía que ver con lo que el señor Keating había dicho; tenía vergüenza porque sentía que todo lo que tenía dentro no valía la pena. Se quitó la ropa con cuidado, avanzando hacia la ducha hasta encenderla. El agua fría cayó sobre él causándole un pequeño chillido, luego se reguló hasta calentarse y soltar vapor. Se pasó el jabón con calma en cada punto importante de cuerpo, la esponja espumosa fue un acto de amabilidad contra su piel, quitando cada gramo de un día intenso y agotador. Solo estaba él allí, con la única ducha encendida cayendo. Miró su brazo rojos por la presión del agua y la esponja, recordó las palabras de hace poco sobre la unión, la mordedura hasta que sus pensamientos se enfocaron en recordar la sonrisa de Neil. Sus colmillos que a veces podían notarse cuando se reía, en su aliento sobre su piel olfateando su cuello, en sus manos y en su forma de besar. 

 

Todd soltó un jadeo avergonzado. La esponja cayó de sus manos y la levantó de prisa llevando sus manos hasta su pecho, como si alguien hubiese estado escuchando sus pensamientos se quedó completamente quieto. 

Cerró los ojos negando al notar que nadie estaba ahí —y que bueno, porque eso sería jodidamente siniestro—. Se relajo, observó sus manos que sostenían con fuerza la esponja, relajo sus manos y las alejó de su pecho lentamente. Al hacerlo, prestó suma atención a su pecho húmedo, hacia las gotas de agua que caían hacía abajo y se perdían entre sus muslos. Se imaginó que Neil lo estaba observando, que miraba sus piernas, que miraba las gotas que resbalaban por su espalda. 

 

Todd rara vez había podido sentirse apasionado, nada como ese momento, nada como el deseo natural de un omega de necesitar urgentemente a un alfa. A su alfa. Para que apagara la llama que se estaba encendiendo. 

 

Nadie vendría.

 

Dejó la esponja hacia un lado junto al jabón y bajó sus manos por su costado, desde su pecho hasta sus caderas, cerrando los ojos e imaginando que eran las manos de Neil. 

 

Luego los abrió. No se sentía seguro. Frustrado, dejó un poco de shampoo en la palma de su mano y decidió terminar su baño.



Todd caminó de regreso hacia las habitaciones cuando notó que el Dr. Harger traía la correspondencia, llamando a cada estudiante hasta que lo nombró a él. Todd pudo anticiparse al contenido de la carta mucho antes de que fuera abierta, porque evitó abrirla al entrar a su habitación, vacía sin Neil que aún no terminaba con el fútbol. Luego de dejar su ropa sucia a un costado, miró el sobre marcado y etiquetado por: Srs. Anderson.

Se sentó lentamente, utilizando el abre cartas de aquel primer juego de escritorio, la letra era de su madre, como siempre era ella quien le comunicaba las cosas y quien trataba que todo estuviera acorde con él. Allí en un pequeño papel se resumía casi toda la vida de Todd:

 

“Todd:

 

Tu padre se molestó por los hechos ocurridos, a pesar de que el joven Coleman señaló en su carta que el compromiso sería para él algo demasiado pronto incluso si tenía al omega perfecto al frente. Comprendo que se tratará de un joven que no sabía lo que quería, pero me temo que un omega adecuado es capaz de replantearle el futuro al alfa más duro del pueblo. Espero que los estudios estén bien. 

 

Esfuerzate en ello al menos Todd.

 

Se despide mamá”. 

 

Al menos. Al menos una cosa que valiera la pena que hiciera. La tristeza de Todd volvió a invadirlo. Su casa desprolija de calidez se instalaba en su mente con presión, mientras se decía internamente que no importaba, que daba igual, que todo estaba bien porque esto no era nada nuevo. Todd arrugó el papel. Los detestaba. Detestaba a su padre por creer aún que podía obtener de él algo diferente, algo como lo que Jeffrey había tenido. Y, tanto dolor acumulaba hacia su madre. ¿Por qué su amor dolía tanto? No le era justo creer que el amor doliera. 

 

Que quienes debían cuidarlo lo dejaran desamparado. 

 

La carta quedó arrugada sobre su mesa. Sintió el pecho oprimido, y una sensación de angustia. Al menos desde que había llegado a la habitación se sintió más seguro, más cuidado y a salvo. Se levantó de la silla caminando hacia el armario de Neil, allí estaban su pijama, su bata, la chaqueta de larga de Welton, su bufanda y su camisa blanca colgaba de la silla. Todd no supo qué cosa estaba haciendo, solo junto toda la ropa que encontró de Neil y la llevó hasta su cama. Buscó en su propio armario sacando camisetas, y su abrigo para juntarlos y revolverlos. Luego, cuando estuvo contento con la ropa entremezclada, se apresuró a acercarse a la cama de Neil, llevó la almohada hasta el montón de ropa, quitó las mantas y las llevó hacia el desorden que tenía.

 

El armario de Neil quedó vacío, sólo los percheros lo adornaban, en su cama no había nada más que el colchón sin nada. 




Neil caminaba perezosamente por el pasillo todavía tenía que caminar hacia las duchas para poder relajar sus músculos y permanecer limpio luego del partido que el entrenador de fútbol les hizo tener. La sola idea de hacer el recorrido casi de regreso le destrozaba un poco el alma porque últimamente todo lo que hacía era correr como si su vida dependiera de ello. No estaba siendo metafórico. El Dios de la Cueva se reía de su miseria más allá del bosque. 

 

Todo el bosque he recorrido, pero al de Atenas no he visto en cuyos ojos se encienda el amor que da está esencia. —murmuró, practicando parte de su diálogo para la obra. 

 

Al abrir la puerta, Neil quedó sorprendido al observar como la mitad de la habitación estaba casi vacía, su vista desconcertada se dirigió de prisa hacia Todd que estaba sentado sobre su cama con las piernas de rodillas, sosteniendo un suéter verde que reconocía como suyo, pero peor aún, Todd estaba llorando y lo estaba mirando preocupado. Casi con pánico en sus ojos azules. Su reacción se asemejaba a un niño rompiendo un florero y siendo descubierto e igualmente a la reacción de alguien que está visiblemente herido por algún trabajo que estaba haciendo, pero obtenía un mal resultado. 



Neil quitó la mano de la manilla de la puerta, notando que de pronto había ejercido mucha presión en ella. Cerró de inmediato, colocando el cerrojo. Sabiendo que sea lo que sucedía requería de una intimidad obvia y que nadie entrara a interrumpir el estado vulnerable en que se encontraba el omega. Evalúo la escena que estaba ocurriendo frente a él y de pronto la reconoció como la instalación de un nido. 

 

Un nido.

 

Todd estaba haciendo un nido. 

 

Neil tragó saliva.

 

—Todd, cariño. ¿Qué pasa? —preguntó suavemente, dando pequeños pasos hacia la cama. 

 

El alfa reconoció lo mucho que odiaba no saber demasiado sobre lo que estaba sucediendo, sobre la visión fría que todos inculcan sobre los alfas y los omegas. Por primera vez sintió una intensa molestia sobre su padre por impedirle incluso reconocerse a él mismo. 

 

No sabía nada acerca de esto, pero podría aprenderlo. 

 

—Neil. —murmuró Todd sollozando, su voz notablemente herida. — Yo quería, quería hacer un nido, pero no sé cómo se hace…—suspiró entrecortado mirando el suéter en sus manos. — Soy tan inútil, Neil. Te decepcioné. —añadió, negando, apretando la tela en sus dedos. 

 

Lentamente Neil se acercó, tratando de calmarse y no comenzar a ponerse triste él mismo, porque si la conversación del puente y el  juego de escritorio de Todd fue para él algo que rompió su corazón, esto lo golpeó de nuevo. No quería que Todd pensara de esa forma sobre sí mismo, no quería que pensará que para Neil él podía ser una decepción. No quería ni por un segundo que Todd sufriera, si estaba en sus manos poder evitarlo lo haría incluso si aquello lo llevaba a tener que conocer cosas que no conocía. Su corazón se aceleró considerablemente al ver de cerca las lágrimas secas en las mejillas del omega, preguntando por cuánto tiempo había llorado que sus lágrimas acabaron siendo reemplazadas por otras hasta no poder más. 

 

Neil se detuvo al costado de la cama, sin saber si podía mover sus manos para acercarse más. 

 

—Mirame, Todd. Estaba siendo perfecto. Está quedando bien. Lo juro, yo. Soy el honesto Puck. ¿Recuerdas? No puedo mentir. —sonrió.

 

Todd alzó la vista, asintiendo lentamente.

 

—Me veo tan tonto llorando por esto. —dijo Todd, avergonzando. 

 

—No. —se apresuró Neil. — Es importante para ti, es también importante para mí. Tampoco sé cómo se hace, pero seguramente si lo hacemos juntos podemos hacerlo. ¿Qué dices? —se agachó Neil. Todd lo miró con atención, dibujando en su mirada un recorrido por todo el rostro del alfa. Luego asintió lentamente. — Creo que…¿P-puedo entrar a tu nido? —preguntó nervioso. 

 

Todd se mordió el labio, se acomodó hacia la pared dejando un poco de espacio y asintió rápido.

 

—Sí puedes.

 

Neil se sentó sobre la cama, se quitó las zapatillas dejando una pierna extendida por completo y la otra sobre el piso. Le sonrió a Todd se miraron un segundo fijamente, antes de que Neil lo envolviera en un abrazo que quizá fue demasiado apretado, pero Neil necesitaba que Todd sintiera como su pecho latía solo por él. Como su corazón saltaba tontamente de alegría por tenerlo cerca, por verlo, por escucharlo reír. Se separaron lentamente,  Neil le pidió a Todd qué hacer, hasta que le dijo que podía acomodar las cosas. Así lo hizo. Comenzó a tomar prendas al azar, dobló una camisa y la dejó sobre las almohadas, acomodo los abrigos alrededor, donde Todd dejó los pijamas amontonados bajo las mantas, luego el omega le pidió que dejara los pantalones doblados alrededor como un pequeño muro.  

 

Cuando Todd pareció satisfecho con todo le sonrió a Neil, sus ojos ya no tenían lágrimas no estaba aquel rastro de tristeza profunda en su mirada. Observó a Neil anhelante y le pidió recostarse junto en el nido. Así lo hicieron, lado a lado lo más cerca posible, casi con la mitad del cuerpo de Todd queriendo subir sobre el cuerpo de Neil.

 

En el silencio. Todd olfateaba tranquilamente el cuello de Neil.

 

Algo pasaba.

 

—¿Algo sucedió? —preguntó Neil, observando al omega acostado a su lado, que olfateaba su cuello. 

 

Todd se quedó quieto, luego negó.

 

—Te extrañe, solo eso. 

 

—Yo igual te extrañe. —admitió Neil.

 

Todd se alejó de su cuello, quedando medio sentado, mirándolo con su cabeza ladeada. Los ojos azules se veían intensos, quizá por el llanto anterior o por la luz. 

 

—¿Lo hiciste, Neil? ¿Me extrañaste? — cuestionó mordiéndose el labio.

 

El tono de voz que utilizó Todd hizo que Neil sintiera un cosquilleo.  De pronto el aire estaba comenzando a oler de la misma forma que lo hacía el omega, las encías del alfa se llenaron de saliva.  Asintió lentamente casi hipnotizado por la vista de Todd mirándolo con intensidad, con su cabello rubio desordenado y su camiseta delgada. El omega se acercó, dejando casi caer suavemente su cuerpo hacia abajo hasta chocar sus labios contra los del alfa. Neil le siguió el beso, no sabiendo muy bien qué hacer con sus manos que reposaban sobre sus muslos inmóviles. 

Todd intensificó el roce, tratando de juntar sus lenguas, mientras dejaba sus manos sobre los hombros de Neil, cuando el alfa movió su lengua contra la suya sus manos estrujaron el suéter rojo de deporte.  Todd soltó un jadeo, causando que algo en Neil palpitara. Movió una de sus manos hacia el costado de Todd, para lentamente comenzar a levantarse sin dejar de besarse. Cuando Todd pensó que Neil cortaría el beso al quedar completamente sentados, Neil los cambió de posición con Todd abajo. Al notarse en tal posición Todd gimió abriendo sus piernas, Neil respiro pesadamente antes de acomodarse entre medio de sus muslos, con una mano acarició un muslo de Todd, extendiendo su palma y apretando firmemente la parte de atrás de su rodilla para quedar más cerca de Todd al acercar su cuerpo contra el de él.

 

Todd sentía que Neil estaba por todas partes. Tocando sus piernas, sus brazos, sus caderas y cuello. Los labios húmedos del alfa bajaron de su boca hasta su cuello donde daba lamidas de vez en cuando besando con desesperación, Todd sujetó con fuerza los bíceps de Neil mientras envolvía con sus piernas la cintura de Neil atrayendo mucho más hacia su cuerpo. El alfa soltó un gruñido bajo, que hizo temblar a Todd. 

 

—Neil. —suspiró. — Neil…Hueles muy bien, Neil. 

 

Si Neil hubiese estado un poco más pendiente de su alrededor habría negado profundamente ese hecho porque todavía necesitaba darse una ducha. 

 

Pero no lo estaba. 

 

—Tú igual…Todd, puedo olerte. —gimió Neil al sentir el roce de la húmedad de Todd en su erección. Rodó los ojos ante la sensación que le dio escalofríos en el cuerpo.



Todd bajo sus manos hasta el comienzo de la camiseta de Neil con desesperación para dejar entrar sus manos hacia el interior y tocar la piel de la espalda del alfa. Neil buscó sus labios para besarlos, mientras ambos causaban un vaivén entre sus cuerpos, rozando sus erecciones entre sí. 

 

—Más cerca, Neil. Por favor. —suplico separándose escasamente de sus labios antes de volver a besarse de nuevo. 

 

Neil asintió, acomodando una mano sobre la cabeza de Todd para apoyarse y la otra bajando por el costado de Todd hasta el dobladillo de su camiseta, rozando con sus dedos la piel, extendiendo su mano sobre el vientre del omega para luego subir lentamente con temor hacia el pecho donde sostuvo entre sus dedos un pezón, al hacerlo Todd abrió su boca gimiendo bajo. Neil tiró suavemente extasiado, con la pupila dilatada observando como un depredador como Todd se removía bajo él. El omega apretó más sus muslos, balanceando sus caderas hacía arriba y abajo. 



Todd levantó su cuerpo, quitó sus manos de la espalda de Neil llevándolas desesperadamente hasta el dobladillo de sus pantalones, jadeando tiró de ellos…

 

La puerta sonó fuertemente, causando que ambos se detuvieran de pronto. Neil con ojos asustados volteó lentamente su cabeza en dirección de la puerta, como si alguien pudiera derribarla de pronto e invadirlos en un estado vulnerable. Todd respiró lentamente tratando de regularse. Neil casi soltó un gruñido al notar que la manilla estaba siendo tocada.

 

—¡Neil! —la voz de Charlie resonó con fuerza. — Las duchas ya van a cerrar y yo no soy el mensajero de nadie para recorrer todo Interfon buscándote. —gruño. Murmuró algo inaudible entre dientes. — Juro que si estás adentro y no…

 

El miedo a que Todd fuera descubierto en tal estado se apoderó de Neil. 

 

—¡Me quedé dormido, ya voy! —gritó, su voz sonó ronca y trabada.

 

—Bah. Date prisa de una vez. —murmuró Charlie.

 

Se escucharon pisadas y luego una puerta cerrándose fuertemente. Neil pudo relajarse, había estado en una posición de suma alerta. Se giró lentamente para mirar a Todd, Todd miraba hacia la puerta. Neil se fijó en la posición de ambos, en su mano tocando tan íntimamente a Todd, en las piernas del omega envolviendolo. 

 

—No sé qué sucedió. —dijo Todd, cortando el silencio. — Te ví y, no pude evitar pensar en lo bien que se sentiría. 

 

—Yo tampoco…Yo…—Neil quitó su mano lentamente, bajando su mirada hacia donde sus cuerpos se habían unido con intensidad. — Jesús…Creo que quería, quería tener sexo contigo. 

 

Todd asintió con cuidado, desenvolviendo sus piernas de la cintura de Neil dejándolas caer sobre la cama. 

 

—También quería eso. Lo deseaba Neil. Deseo eso contigo, pero no creo que de está forma. Quiero que sea…Especial. —admitió.

 

Neil sonrió dulcemente.

 

—Yo también quiero que sea especial, Todd. Que sepas cuánto te amo y te amaré por toda mi vida. 

 

Todd se acercó para darle un beso rápido. Neil se levantó antes de que Charlie volviera molesto por tener que estar pendiente de salvarlo. Al ponerse de pie, Neil observó sonrojado hasta el cuello la mancha húmeda en su erección. No podía salir con eso, sería humillante.

 

—Oh no, lo siento mucho. —dijo Todd, mirando afligido la mancha. 

 

Neil casi se desmaya al notar que eso no solo era semen, también era mancha de la humedad de un omega. La mancha de Todd.

 

Notes:

hOLAAA, estamos de vuelta. Y, SANTA CACHUCHA, ¿qué opinan? estás cosas tienen que pasar pero yo me quedaba tiesa escribiendo jsjsj. La cosa es que se vendrán más escenas así y luego más y más intensas. Pero, eso si, cuando suceda el primer momento será lindo, bello, cargado de amor (espero lograrlo).

En este capítulo pasaba de todo aaa, una bomba de cosas tras cosas.

Hablando de otra cosa, qué terrible fase estoy pasando con el proceso creativo porque siento que la historia está bien mal y que todo lo que escribí está horrible. Maldita sea, de todos modos editare la historia cuando este completa, pero qué feo sentir que está todo feo ays. :(((

En fin, muchas gracias por leer y por su paciencia. muak. <33

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Chapter 15: Capítulo 12

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Neil se sintió demasiado tonto al caminar por los pasillos de Inferton hacia las duchas con un suéter envuelto por delante en lugar de por detrás, aunque nadie considero su postura encorvada ni mucho menos la enorme cantidad de perfume que parecía tener encima como algo que llamara la atención. Para el resto fue una de esas rarezas que hacían al carismático y entusiasta alfa modelo  un…sujeto medianamente raro. Cada vez que Neil saludaba a aquellos estudiantes que estaban en los pasillos o escaleras, le devolvían el gesto alzando una ceja y volviendo a sus conversaciones. Más de alguno frunció la nariz por la cantidad desbordante de perfume.

Al llegar a las duchas la tensión en los hombros de Neil disminuyó al estar en una zona segura donde ni el Dr. Harger ni el decano podrían mirarlo con ojos sospechosos, para preguntarle acerca de qué rayos le sucedía para andar caminando con una postura tan horripilante. Una risita tonta se escapó de sus labios al pensar en responder: es que hago teatro, señores. 

 

Al estar completamente desnudo bajo el charco de agua caliente, Neil fue consciente de las implicancias de todo lo que había sucedido. Las voces severas de Cameron y Charlie fueron un eco que se repitió para darle un escalofrío tenebroso, no quería imaginarse a Charlie diciéndole que tenía la razón en una situación así. Evidentemente estaba dejando que su lado primitivo guiara en parte sus acciones, pero eso no significaba que fuera el estado que predominaba. Estaba en lo cierto al decirle a Todd que deseaba que ese momento fuera uno que valiera la pena recordar como algo bueno y no una cosa tan complicada. Sonrió al recordar la mirada de Todd, al hacerlo masajeo su cabello lleno de espuma.  Muy a su pesar, Neil se dio cuenta que realmente no sabía muchas cosas acerca de las relaciones íntimas más que aquellos comentarios y fantasías que solían escucharse en las conversaciones de alfas, a las cuales él solo atendía con una sonrisita diminuta detrás de sus anteojos o cuando Todd no estaba cerca del grupo, y Charlie hacía comentarios indecorosos de omegas. Esas no eran prácticas que sirvieran de nada, y si su percance con haber marcado con su aroma a Todd no era prueba suficiente de su desconocimiento, no había necesidad de más pruebas. 

Debía prepararse, dar una buena impresión y no hacer de su primer encuentro una cosa incómoda. 

 

Cerró los ojos al recordar a Todd. Lo increíblemente bien que olía, lo fascinante de su rostro sonrojado, sus labios rojos por los besos, el calor de su cuerpo. Neil gimió. Realmente había quedado con un problema entre sus piernas. Pensó que no tenía otra opción, tristemente, así que llevó una de sus manos hacia su erección. Trató de introducirse a la fantasía, a la idea de que fuera Todd quien lo tocara y lo besara. Le gustaría ser un buen alfa para su omega. Jadeo ante la fricción y el vaivén. 

 

Abrió los ojos de golpe cuando el agua comenzó a salir fría, eran como pequeñas agujas que se inyectaban en su piel. Neil se quitó la espuma con prisa, su erección tristemente fallecida sin haber tenido un final digno. Carraspeó, salió de la ducha casi temblando mientras se envolvía con una toalla, definitivamente había llegado demasiado tarde a la hora de las duchas y sus compañeros utilizaron todo el tramo de agua caliente. 




Cuando la puerta se cerró Todd se quedó sentado sobre su cama, sintiendo el rastro del aroma de Neil, tenía el corazón latiendo a mil y el cuerpo hormigueando. Su rostro estaba sonrojado y el cabello despeinado. Era un desastre total.  Una mezcla de sensaciones que nunca había experimentado antes, ni siquiera de una forma mínimamente similar.  No es que fuera incapaz de sentir algún deseo por el atractivo de un alfa o sencillamente el deseo puramente sexual de reconocer a alguien de esa forma, pero habían sido situaciones contadas con extremo cuidado de las cuales era demasiado fácil recordar su origen. Todd jamás pensó en la posibilidad de entregarse a nadie, de desear poder complacer y que lo complacieran. Había sido un muchacho recatado que guardaba sus pensamientos íntimos con mucho cuidado, sobre todo porque no era un omega normal. Su madre le había dicho cuando aún era un cachorro que dada una complicación en el nacimiento, él tuvo que pasar sus primeros meses de nacido en varias clínicas, puesto que como omega habían factores que no estaban del todo acorde a lo que se esperaba de él. Entre ellos resultó ser que no tenía celos normales. Y como no los tenía, había sido en parte innecesario prepararse ante ellos o saber incluso cómo funcionaban, pues en las escuelas la información era limitada y eso era más bien un trabajo de los padres o madres omegas. En su casa su madre se limitó a una charla básica y general, que finalizó en el uso casi religioso de sus medicamentos para evitar ser una molestia. Así que se había limitado a no experimentar el recorrido del deseo sexual propio del apareamiento. Todd nunca antes había deseado a un alfa solo porque era un alfa, sentirse tan atraído y dispuesto en carne propia fue toda una experiencia enloquecida. 

 

Deseaba a Neil. A Neil en todo lo que él era. 

 

Había deseado tanto que Neil lo presionara y le hiciera sentir tantas cosas. Todd suspiro afligido, justo sus piernas ante la repentina oleada de mancha que salió entre sus piernas. Se sentía un completo desastre lleno de sustancias que no tenía idea de que pudieran salir a tales cantidades. Se levantó de la cama buscando ropa de cambio y ropa interior. Aunque no estaba demasiado seguro sobre si salir al pasillo y recorrer todo hasta las duchas. Nadie podía oler su aroma, pero sería evidente que sí podrían olfatear el rastro de la excitación en su cuerpo. La presencia invisible de Neil sobre él. Estaba nervioso por eso, por la sola idea de ser atrapado luciendo así de mal incluso si parecía ser que nadie había atrapado a Neil. 

Se sentía como si apenas saliera por la puerta, el viejo Nolan estuviera justo ahí para acusarlo. Lo cual llevaría a su expulsión, la de sus amigos omegas y la de Neil. Neil, que se esforzaba demasiado por permanecer en los primeros lugares en Welton con un padre que estaba desquiciado. 

 

Todd se acercó a la puerta y la abrió lentamente, sacó la cabeza hacia afuera observando el pasillo. Nadie deambulaba, ninguna presencia se asomaba entre medio porque seguramente todos estaban en la cena, en la biblioteca o en sus habitaciones. Sujetó sus cosas y caminó con rapidez hacia las duchas. 

 

A pesar de su discreción, una alfa que salía de su habitación se quedó quieta en el umbral de la puerta. Estaba tensa, luego de salir de su shock miró el pasillo con cautela. 

 

—¿Vas a salir o no?

 

—Cierra la boca. Ya voy saliendo. —murmuró entre dientes. 




Todd se ducho con prisa, casi doblando el jabón en barra que utilizaba. Ni siquiera se limitó a esperar que el agua saliera fría porque ya estaba listo. Su cabello estaba húmedo cuando llegó al comedor, a lo lejos vio a Neil quien extrañamente le dio una sonrisa pequeña, como las que le dirigía cuando apenas estaban conociéndose. Neil parecía, de alguna forma tierna y dulce, algo avergonzando. Todd le sonrió de igual forma, lento y recatado, estaban en un juego de miradas cuando Roxanne levantó su mano haciendo gestos poco decentes para atraer su atención. Todd caminó hacia la mesa del Club MS donde la cena estaba a medio comer, se sentó oliendo demasiado a jabón, Gregory hizo una mueca pero nadie le preguntó por qué motivo se ducharia dos veces en el mismo día. Ni por qué Neil Perry tenía también el cabello húmedo. Lo que hicieron fue bombardearlo de información sobre el Sr. Dugan. Sus voces se intercalaban, se empujaban y se quejaban en conjunto. Todd alcanzó a comprender que el partido de béisbol que tenían fue adelantado. Sería mañana. 

 

La ansiedad se instaló en él. 

 

—Estamos realmente atrapados. —murmuró Valentine. Escondiéndose detrás de su taza con té. — Nos expondrán frente a un campo entero. 



—Bueno, no será la primera vez que suceda ¿o sí? —cuestionó Agatha. Lucia molesta, mordiendo con poca delicadeza un pedazo de pan. 

 

El gran partido debutante como un equipo de béisbol totalmente certificado por la academia sería mañana, lo cual solo podía generar caos. La fecha fue adelantada por el decano Nolan quien solicitó que los partidos debían empezar antes del término del año escolar. Sonaba incluso como una pésima decisión si a eso se le sumaba las semanas de exámenes. Roxanne les dijo que su oponente sería un equipo de alfas en Massachusetts de la Academia Milton. Todd observó su taza de té aún sin tocar, ante la noticia se sentía desprotegido y en alerta. 

 

 Estaba aterrado por el resultado. 

 

—Es demasiado pronto. —murmuró Todd, sin levantar la vista. 

 

Roxanne levantó la vista, asistiendo. 

 

—Lo es, pero cuándo han escuchado verdaderamente lo que diga un omega en este país. —dijo la omega enterrando con fuerza el tenedor contra un pedazo de salchicha. — De todas formas traten de descansar. —se dirigió a cada uno de ellos. — La falta de sueño es el peor enemigo del deportista o algo así leí. No lo sé, soy más una artista. 

 

Gregory se río. Cuando terminaron de cenar, dejaron un gesto reconfortante en Todd al darle unas suaves palmaditas en la espalda antes de seguir por el pasillo hasta sus habitaciones. Sea lo que sea que sucediera ninguno estaría solo, incluso si fuera demasiado aterrador y desconocido.

 

Todd abrió la puerta de su habitación mudo, miró a Neil un segundo, suficiente para que Neil se levantara de su escritorio y se acercara a él. La noticia fue tan reveladora para Neil del mismo modo que lo fue para Todd. Por primera vez durante todos sus años en Welton, Neil mantenía la puerta de su habitación con seguro al entrar y salir de ella. Ambos se recostaron en el nido, acomodando las frazadas, Todd lo abrazó con mucho cariño. Una muestra demasiado íntima y menos efusiva que su encuentro de hace unas horas. 

Neil se durmió primero, Todd lo observó con la luz de la noche que se colaba por la ventana. Miró sus pestañas marrones, su cabello oscuro, sus pómulos y labios. Se acomodo mejor bajo su cuello, donde el aroma de jabón dejaba de sentirse para dar paso al aroma natural del alfa. 

 

Se quedó dormido así. Hasta que el despertador sonó sobre su escritorio y tuvo que levantarse a las cinco de la mañana. Neil envolvió un brazo sobre su cintura, murmurando.

 

—¿Q-qué cosa? ¿Neil?

 

—Déjame darte un beso de buena suerte. —dijo con una voz ronca por el sueño antes de darle una sonrisa somnolienta. 

 

—Eso me parece una buena idea. —sonrió.

 

Neil besó la frente de Todd con dulzura, luego sus mejillas y la punta de su nariz, sacando una risita de Todd. 

 

—Te quiero. 

 

—Yo te quiero más.

 

Todd cerró la puerta con lentitud, encontrando en el pasillo al resto del Club MS con sus bolsos. Los cinco llevaban el uniforme de Welton, cada uno con un bolso que se suponía dentro llevaba el uniforme del equipo que les habían entregado antes de irse a dormir. Afuera de la academia un mini-bus esperaba por ellos, en la puerta el Sr. Dugan era acompañado por la doctora Mitchell, quien aunque distante y profesional, los observaba sonriendo con cordialidad. 

Todd y Roxanne se sentaron juntos, ella se acomodó lo mejor posible ante el extenso viaje. Sin embargo, antes de salir de Vermont se detuvieron en Ridgeway High donde esperaron unos minutos, allí dos omegas envueltos en ropas de invierno se subieron dejando atrás la fría mañana. Saludaron con cortesía y cercanía al Sr. Dugan, como si lo conocieran desde hace mucho tiempo. Ninguno de sus rostros fue reconocido para el Club MS, quienes jamás vieron a ninguno de ellos y, Todd tampoco pudo permitirse creer que alguna vez en su vida los había visto. 



Todd se quedó quieto observando la ventana, pensando con mucha preocupación hacia el futuro que aún no se les presentaba. Roxxy se quedó dormida apenas entraron a la carretera, su sueño nocturno parecía haber sido interrumpido constantemente. Todd, sentado en el lado del pasillo trato de intercalar su mirada por ambos lados de las ventanas. El paisaje cambiante, el sendero diverso eran una forma de quitarse el peso de un viaje de 3 horas. El beso de Neil era un amuleto que debía utilizar en el momento justo. 

 

Pensó que las peores cosas que podrían suceder, estarían ligadas a la pérdida de un zapato, tropezar o causar la caída de sus compañeros. Apretó sin darse cuenta, la tela de sus pantalones. 

 

Una mano suave le tocó el hombro. Todd se giró hacia su derecha, observando a uno de los omegas nuevos. Él le sonrió lentamente, extendiendo en su dirección un paquete de gomitas. 



 —Calman un poco la ansiedad. 

 

Todd tragó saliva, asintiendo. Comió tres sin dudar. Luego una sonrisa amigable le hizo sentirse menos extraviado. Le sonrió de vuelta. Sabía que él no era bueno hablando con las personas, a menudo nadie escuchaba lo que tenía que decir, pero por un instante pensó que sea lo que sea que sucediera no estaba completamente solo enfrentado a lo desconocido. El resto del viaje fue una conversación a medias con el chico, estudiaba en Ridgeway High recientemente, sus padres se habían mudado para buscar una vida más tranquila que el caótico recorrido de la ciudad. Vermont fue una opción razonable, sobre todo porque una de las mejores escuelas del país se encontraba ahí. Él, como omega, no estaba destinado a ingresar pero incluso la escuela de Henley Hall fue también algo que no le gustó. No apreciaba demasiado el formalismo y estructuralismo de las escuelas de élite, sobre todo porque uno de sus hobbies era justamente el béisbol. Le fascinaba como nunca, el auge de las ligas de omegas en los años 40 fueron el motor que lo incentivó a tomarse en serio su sueño. El entrenador Dugan había reunido un equipo disperso, pero que podría significar algo. 

 

Todd tuvo que admitir que el único deporte que verdaderamente le gustó fue el remo, pero que aunque hubiese sido escuchado, nunca hubieran tomado en consideración su solicitud. Luego de la conversación, Todd se quedó en silencio, recibiendo un sándwich del entrenador Dugan antes de llegar a su destino. Así Todd comprendió que había podido establecer una conversación con un extraño sin tartamudear o trabarse, hablando cordialmente y con calma. Una sonrisa se dibujó en sus labios, Neil le había dicho: si quieres puedes. ¿Qué tantas cosas podría hacer? 

 

Massachusetts era gigante, con sus edificios viejos y arquitectónicamente diversos. Todd nunca antes había estado en la ciudad. Miró asombrado cada avenida que pasaban, pensando en lo mucho que disfrutaría irse de Vermont, de cualquier sitio en el cual sintió que no pertenecía en absoluto. Porque pertenecer a la pequeña cueva cruzando el arroyo sonaba como una pieza diminuta entre todas las posibilidades del mundo. Pensó de pronto en los Poetas Muertos, en sus chistes de imprevisto y comentarios muchas veces sin tono. Eran divertidos, entusiastas y trataban de comprenderlo lo mejor posible a pesar de sus diferencias. 

 

—Es hora de bajar. —interrumpió la voz del entrenador. 

 

Los nueve jugadores bajaron uno detrás del otro.  Avanzaron por un gran campo, donde las gradas estaban repletas de personas que gritaban, muchos banderines verdes con detalles blancos con el nombre Milton entre medio. Estaban solos en esto, aquí eran visitantes de un equipo local totalmente conocido. Todd pensó que todos querían gobernar el mundo, pero al final siempre gobiernan los mismos. Hasta que las voces quedaron opacadas por las paredes del vestidor. 

 

Allí dos omegas nuevos estaban esperando sentados en unas bancas, llevaban un uniforme azul con el logo de Welton más Los lobos. Gregory soltó un quejido. 



—Mira, si el nombre lo puso el entrenador dejame decirte que seremos el hazme reír de todos. —comentó Gregory, dejando con fuerza su bolso sobre una banca. 

 


“Los Lobos de Welton”. Eso había sido tan severamente acertado como una tendencia irónica. 

 

—Saquen su lado salvaje, omegas. —murmuró Roxxy. Extendiendo la camiseta. 

 

Se cambiaron en silencio, Todd sentía que le temblaban los dedos. Que podía escribir todo un poema acerca de su ataque de pánico ante un partido de béisbol y fácilmente camuflarlo como una tendencia melancólica.  Los omegas de Welton con sus uniformes de la academia se veían rígidos, deprimentes y lejanos a comparación de las ropas de colores de los omegas de Ridgeway High con sus identidades diversas. Dos mundos diferentes que finalmente estaban estrechamente unidos. 

Roxanne exhaló lentamente, estaba lista. Acomodo sobre su cabeza la gorra y observó a los ocho jugadores. 

 

—No tengo idea de qué decirles. —confesó. 

 

—¿Deberías decirnos algo? — preguntó, genuinamente confundido uno de los omegas nuevos. 

 

—Tal vez sí, por algo soy la “capitana” o más bien, la voz de nosotros como equipo. No sé por qué. —cerró los ojos, confusa. 

 

—No te presiones, linda. —dijo Gregory, dándole una palmadita en la espalda. — Estaremos bien. —aseguró. 

 

Desde fuera se escuchó un grito: “No queremos omegas en la cancha”. Roxxy tragó saliva con dificultad, Todd observó aquello como un gesto un tanto anormal. Habían llevado meses en conocerse, lo suficiente para comprender que aquello fue un gesto que ella no había hecho con tanta frecuencia. Roxanne no era conocida por sentir angustia, preocupación ni temor. Era expresiva con sus emociones las cuales siempre estaban asociadas a la felicidad y la euforia, ellos no la conocían de otra forma. Seria y dura. Agatha observó las paredes, distante como ella era. 

 

—Lo mejor posible. —susurró Agatha. 

 

Todd suspiro, cerrando los ojos.  Antes de que pudiera moverse Roxxy sujeto su mano, luego la de Agatha, Gregory su otra mano vacía y se extendió hasta Valentine, antes de poder notarlo los nueve estaban tomados de las manos. Nadie dijo nada, solo guardaron silencio hasta que el entrenador preguntó sí podía ingresar. 

 

Con su mirada seria le indicó qué cosas esperaba de ellos, cuál era la meta y que oportunidad sería la ideal. 

 

Ingresaron a la cancha juntos, bajo las palabras del locutor. 

 

Apenas estuvieron en sus posiciones el juego comenzó intenso. En la primera ronda Los Lobos batearon primero, fueron arranques débiles al principio fácilmente alcanzados, con sonrisa prepotentes del contrincante. En la ronda de Roxxy el lanzamiento del bate fue fuerte, corrió con rapidez hasta llegar a la segunda base. Todd logró un avance beneficioso, permitiéndole a Roxanne avanzar.

Cuando a la Academia Milton le tocó su turno en batear, Agatha se posicionó como lanzadora. 

Agatha Delacroix observó al público en las gradas, al mismo que antes le había dado la espalda, allí en medio del campo Valentine en la posición de catcher le dio señales para lanzar. 

El tiró de Agatha fue un out que Valentine atrapó con total confianza como si en sus tardes de entrenamiento no hubiese soltado quejas acerca de lo mucho que le ardían las manos. 

La voz del Sr. Dugan se escuchó de fondo como un “¡bien hecho!”. 

 

Todd sonrió, miró de reojo a Roxxy y ella también estaba sonriendo a la lejanía. El sudor se les pegaba a la cara. La voz de Gregory se escuchó como un murmullo, como jardinero derecho no había demasiado que pudiera oírse de lo que estuviera diciendo, dada la distancia, pero conociéndolo seguramente estaba celebrando. 

 

Entonces el bateador logró ajustar su lanzamiento, Roxxy como campocorto corrió en dirección de la pelota. Sus piernas se movieron con precisión, la carrera comenzó. La segunda base fue ocupada y Todd supo que era el momento de demostrar qué tanto habían servido esas mañanas de carreras por Welton. 

 

Ambos equipos estuvieron a la par, de pronto las gradas estaban divididas, gritos como: Lobos, Morrison, Darling, Milton, Thompson y demás sonaban a coro. Un partido extendido que no conocía los límites del tiempo.

 

—¡Con una intensa puntuación de 40-40 los Lobos de Welton van a batear! —dijo el locutor entusiasmado. 



Poco a poco comenzaron a batear, estratégicamente Roxanne era la penúltima en hacerlo. El Sr. Dugan había previsto en Roxxy un talento que llamó propio de la fuerza de los pintores que usaban sus movimientos de manos más que cualquier otra cosa. Aquello, y el pasado de peleas desmedidas que Roxxy había llevado le generaron una fuerza estupenda que en lugar de ser destructiva creaba lo que llamaba juego . Era sin lugar a dudas la bateadora predilecta. Todd sabía en ese momento que si querían ganar y obtener el home run, ese vendría de Roxanne. Ella pasó al montículo con una sonrisa. 

 

Roxanne estaba fija a la cara del lanzador alfa, ajustó el bate y movió la pierna derecha sobre la tierra del campo. Estaba lista para lo que viniera.

 

Todd se mordió el labio con fuerza, demasiado nervioso junto sus manos y observó desde bajo la gorra que cubría su campo de visión. El lanzador se estaba tomando su propio tiempo, con la gracia de una que sabía que en cierta medida ponía las reglas del juego. 

Entonces como en cámara lenta el lanzador hizo un movimiento brusco, la pelota se balanceo en una curva y de pronto el bate estaba en el suelo, Roxanne gritando y la pelota olvidada a sus pies. 

 

Había impactado contra su brazo, el brazo derecho con el cual sostenía el bate. Las gradas soltaron un “¡oh!” a coro. Todd se quedó quieto. 

 

—¡Maldita sea! ¡Maldita sea! —gritó Roxanne. Sosteniendo el brazo derecho con su mano izquierda. Desde lejos se veía inmóvil, moribundo tendido en su costado. 

 

El Sr. Dugan corrió hacia ella, Todd observó de lejos al equipo contrario, comentarios acerca de un saboteo de una segunda intención malvada y luego comentarios que hablaban acerca de que “así es el juego”. Seguía quieto viendo cómo el caos se instalaba por todas partes. 

Roxanne llegó hasta la banca con los ojos verdes empañados en lágrimas. Hacía muecas de dolor, tenía el ceño fruncido y más que tristeza, había en sus ojos rabia. 

 

—Fue a propósito. Lo hicieron con intención. —aseguró Agatha. Observando el brazo.

 

Fractura. Roxanne tenía el brazo fracturado. 

 

—El juego sigue. Pasa tú, Todd. —ordenó el Sr. Dugan, quitándose la gorra con desesperación. 

 

Todd lo observó con ojos agrandados. Si Roxanne no puede, debe hacerlo él. Es el último. Debe lograrlo, lograr lo imposible. Sabe que no tiene que ganar, que ganar no lo es todo, pero una voz en su mente le exige devorar la cancha con cada gramo de sus músculos. 

 

—No puedo. —confesó. Su mirada angustiada. 

 

—Calla, Todd. —masculló Roxanne. Mirándolo fijamente. — No abaniques. —ordenó con convicción. 



No abaniques. Todd caminó hasta el montículo, sostuvo el bate con el grito detrás de su espalda. Observó hacia la banca, Roxanne y Valentine le hicieron una seña mientras articulaban la palabra “No abaniques”.  Todd la comprendió. Miró fijamente los ojos del lanzador, la sonrisa prepotente. En esa sonrisa recordó la sonrisa de su padre, el bullicio del mundo colapsando, el grito de dolor de Roxanne, la voz petulante del señor Perry, la mirada mordaz del señor Nolan. Todd sostuvo con fuerza el bate, bajó la cabeza observando solo las manos del lanzador.

 

La pelota se dirigió a él en una curva. 

 

Todd bateó con todas sus fuerzas causando eco en la cancha. Home run. 

 

—¡Corre Anderson, corre! —gritó el entrenador. 




Para la mayoría fue un juego, ese juego sería recordado por algunos jóvenes omegas estadounidenses con precisión, para ellos, sin embargo fue solo un momento que podrían recordar vagamente cuando fueran mucho mayores. Cuando alguien quisiera escuchar esa historia. 

 

Todd recuerda los abrazos luego de correr, el aplauso del Sr. Dugan, de una multitud desconocida coreando por primera vez su apellido para dirigirse a él. Una mezcla de emociones diversas. 

 

El regreso a casa fue menos ansioso que la llegada, pero estaba repleto de incertidumbre. Roxanne tenía el brazo en un cabestrillo, guardaba silencio ante las calles de la ciudad ya en pleno atardecer. Observó a Todd un momento al girarse, le sonrió con cansancio, el rastro de sus lágrimas se notaba en sus ojos. 

 

—Lo has hecho bien, Todd. Lo has hecho muy bien. —murmuró. 

 

—Tú fuiste fabulosa, Roxxy. —respondió Todd. 

 

Ella mantuvo su sonrisa, sin embargo había tristeza en sus ojos. Todd sabía que como el gran porcentaje, ella era diestra. Su brazo con mayor fuerza había quedado imposibilitado. Trato de sostener su mano en la búsqueda de un consuelo que pudiera llegar a ella. Roxanne se durmió todo el regreso a Vermont. 

 

Llegaron a Welton en la noche, la doctora Mitchell se fue con Roxanne a la sala de enfermería apenas se bajaron del mini-bus. Roxanne tenía un rostro serio, decaído y cabizbajo. Todd la vio irse, esperando tal vez que se volteara para poder sonreírle, pero ella no lo hizo. 

Todd caminó por el pasillo de las habitaciones, estaba demasiado cansado a pesar de los resultados del partido. Porque las consecuencias de eso había sido un brazo fracturado y el manojo de todos los gritos con insultos. Todd suspiro frustrado, abrió lentamente la puerta temiendo despertar a Neil. Al hacerlo Neil estaba despierto, acostado sobre su cama en medio del nido con la lámpara de su cama acomodada ahora en el respaldo de la cama de Todd. 

 

Neil sacó su cabeza detrás del libro de trigonometría. 

 

—Cariño. —sonrió el alfa.

 

El omega le devolvió la sonrisa agotado. 

 

—Ganamos. —susurró Todd.

 

Se quitó con pereza el uniforme, está vez sin vergüenza ni ningún sentido del decoro. El cansancio había hecho que aquello fuera un pequeño suceso, Neil lo observó lentamente mientras se quitaba sus anteojos. De alguna forma aquella rutina los hizo ver como una vieja pareja de alfa y omega que daban por terminado su día de una forma agotadora, pero siempre en la cercanía del otro. 

 

La sonrisa de Neil se extendió con entusiasmo, percibió un toque de tristeza en su rostro.

 

—¿Sucedió algo más? —preguntó Neil atento. 

 

Todd sujeto el cobertor para entrar a la cama. 

 

—Mucho. —respondió mientras se tendía sobre el brazo que Neil tenía extendido. — Roxxy se fracturó el brazo.  

 

Todd envolvió con su propio brazo el torso del alfa, la luz de la lámpara hacía que figuras de sombra danzaran en las paredes, mismas figuras que el alfa se quedó observando. Podía sentir el latido del corazón de su omega, en el aire la sensación de tristeza se hacía sentir de una extraña forma, las cosas estaban bien para el resto, y eso no fue suficiente. Habían perdido. 

Con sus respiraciones lentas, regulando y calmando el palpitar del corazón que chocaba contra el pecho de otro, ambos se relajaron sintiendo el peso de la incertidumbre. 



A la mañana siguiente Todd se levantó de prisa, incluso si parecía ser que todas las partes de su cuerpo dolían como nunca en su vida. Lo hizo, cambiándose el uniforme, dando pasos acertados a pesar de la incomodidad en sus piernas. Llegó hasta la habitación de Gregory y Roxanne, se detuvo y pensó si era buena idea o no, tocar la puerta o esperar en el comedor. Antes de quedarse demasiado atrapado en sus pensamientos, Todd tocó con tres golpes la puerta. 

 

Nadie respondió.

 

Todd pensó que quizás seguían dormidos. Hasta que la voz amortiguada de Roxanne dijo un suave: pase. Abrió la puerta con lentitud, de ese lado de las habitaciones la luz del amanecer nunca llegaba, parecía ser un constante estado de oscurecimiento. Recostada entre un montón de mantas, Roxanne solo tenía a la vista su rostro. Desde allí observó a Todd, una sonrisa diminuta y juguetona se posó en sus labios. 

 

—Hey, Toddie. ¿Tan temprano ya otorgando el privilegio de tu existencia a está humilde mortal?

 

Todd sonrió cohibido, dudo en dar un paso más hasta que lo hizo.

 

—R-roxxy…—murmuró, casi inaudible.

 

Ella cerró los ojos.

 

—Tranquilo, Todd. Estaré bien. 

 

Todd podía creer en aquellas palabras, así que se quedó en silencio observando las paredes de la habitación. Roxanne siguió la vista hasta el punto que observaba Todd. En el rincón del escritorio de Roxxy había un lienzo grande con dos figuras a medio hacer en una especie de bosque repleto de flores y puntos brillantes. 

 

—Es mi propuesta a presentar. —dijo, como si hubiese captado las dudas del otro omega. — Finalmente me concentré en el personaje de Puck. Por eso lo titulé La condena de Puck. Un hada enamorado de un mortal, ¿sabes cómo aman las hadas, Todd?

 

—No. No lo sé.

 

No pueden. Al menos no de la forma en que lo hacen los humanos, sus sentimientos son confusos para nosotros, intensos, locos y poco serios. Quizá su problema es que, aman como nunca amaremos. —explicó. 

 

Todd se vio en la necesidad de revelar un hecho importante.

 

—Neil es Puck en la obra de Henley Hall. 

 

Roxanne sonrió con un brillo juguetón en sus ojos.

 

—Ah. Debió ser el destino. —aseguró. — Te hice mi musa, acabaste en esa pintura y Puck resultó ser el alfa ruidoso del que te enamoraste, ¿no es eso asombroso? 

 

—Me parece demasiado asombroso.

 

Roxanne cerró los ojos.

 

—Es una pena que aún ni siquiera pueda terminarlo. —su voz se trabo un poco. 

 

Una pintura a medio hacer. Una pintura sin su brazo maestro. Una obra de teatro próxima. Un poeta que era su propia voz. 

 

—Neil es zurdo. 

 

La omega frunció el ceño. Luego una idea loca vino a su mente. Neil Perry le debía un favor, ¿por qué a caso de locuras no es que vive el artista? 

 

—¿Crees que valga la pena intentarlo?

 

—Es tu carpe diem, Roxxy. Valdrá cada minuto de tu vida. 

 

Notes:

Holaa, espero estén bien. Me han pasado varias cosas dentro de estás semanas, entre ellas el computador ya no me funciona, así que la escritura es más lenta de lo esperado. Ahora mismo estoy desde el computador de mi amiguita, todo el amor al arte jsjs.

Salí de vacaciones de invierno, pero estaré buscando trabajo para costearme un computador nuevo.

En noticias más a gusto, ahora estoy en una compañía de teatro. Viviendo el gran sueño. Neil Perry me observa con confusión y alegría (?). Esto seguirá ocupando parte de mi tiempo, los ensayos son intensos y la obra se estrenara cada vez más pronto. PÁNICO.

AHORA SÍ. El capítulo fue algo más para desligarnos de Welton, puede que solo para meter a la pobre de Roxxy en el sufrimiento del personaje secundario :( lamento si las partes del juego de béisbol no se comprendieron, hice todo lo que pude al respecto para la mayor comprensión. Espero que les haya gustado esto, de a poco nos acercamos a las cosas climáticas. En fin, MUCHAS GRACIAS POR LEER, CUIDENSE MUCHO <33

Chapter 16: Capítulo 13

Notes:

Contenido sexual explicito, casi al final.

(See the end of the chapter for more notes.)

Chapter Text

Todd no tardó mucho en convencer a Roxanne para recibir un poco de ayuda. Fue idealista de su parte proponerlo y verle un nuevo comienzo, otra oportunidad a pesar de las notables dificultades. Probablemente el Todd de principios de año no hubiera visto ninguna alternativa, hubiese desistido antes de siquiera intentarlo. Renunciado a la carrera antes del pitido de inicio. Sin embargo, el Todd renacido estaba enfocado en otras cuestiones que le permitían sentir que existían cosas que no debían callarse. 

 

Todo aquello que rodeaba a las personas que estaban cerca de él repercutían fuertemente en el motivo de sus palabras. Cuando expuso sus temores acerca del padre de Neil y su vínculo con la actuación, fue motivo de firmeza y valentía compartir una opinión en contra del alfa, fue la preocupación y la cautela sembrando paso en su interior. 

 

Tras algunos meses de haber probado la confianza que el señor Keating le impuso, el impulso del entrenador Dugan, la compañía del Club MS y la camaradería de los Poetas Muertos, sabía que había sido transformado por todo ello. Incluyendo la evidente cercanía, cariño y entrega de Neil Perry. 

 

Neil era la prueba de que no existían límites, que debía vivirse sin remordimientos acerca de las palabras que se tragaban. 



Todd podía soñar. Él podía hacerlo. 

 

Con esos pensamientos en mente Todd se detuvo de pie en medio de ambas camas y observó a Neil, quien estaba recostado sobre el colchón. El omega estaba quieto, en un estado de nerviosismo, pero absoluta firmeza. 

Neil observó a su novio, mientras acomodaba las sábanas de la cama de Todd, que actualmente era la incómodamente pequeña cama de ambos. Una sonrisa pequeña del alfa, hizo que Todd diera un largo suspiro. 

 

—Neil. —llamó suave, el alfa levantó la vista dejando de acomodar las sábanas.. — Necesito que me ayudes a ayudar a Roxxy. — explicó, dando algunos pasos hacia la cama. 

 

Neil no dijo ninguna palabra, se enfocó en observar, cómo Todd se acomodaba en la cama y acostaba junto a él. No lo pensó demasiado, tal vez porque la idea vaga de algo se había instalado con precisión en su mente. Neil sonrió.

 

—Claro. Claro que lo haré. —asintió con convicción. 

 

Todd le besó suavemente la mandíbula antes de acostarme a su lado. 

 

      Todd no se durmió tan rápido como Neil, no pensó en que al día siguiente tendrían examen de Historia.  En su lugar, se quedó pensando mientras acariciaba el cabello castaño del alfa que se había acurrucado sobre su pecho y dormía con suma tranquilidad. 

 

En lugar de dormir, Todd recordó la sonrisa contagiosa de Roxanne, su mirada dudosa el primer día de clases, preguntándose si era seguro dejarlo solo. Con el tiempo descubrió que le gustaba salir poco, que apreciaba su espacio solitario y recatado. Tomar té, comer y las caminatas por el Museo de Bellas Artes, su primer amor de la infancia. 

 

Hacía las cosas sin esperar nada a cambio, incluso si decía, en un tono irónico, que cada acción tenía un precio. 

 

Todd por supuesto que no era hijo único, tenía un hermano a quien había dejado de ver cada año con menos frecuencia y, aquello había generado el extraño sentimiento de estar solo. En cierta medida, a pesar de compartir el mismo techo había una distancia que se prolongaba, cosas de alfas y omegas se transformaron en comparaciones en competencias. Nunca pensó en la posibilidad de que la familia significaba más que la sangre o el nombre, hasta que Roxanne caminó a su lado, guardando sus secretos y sonrisas. 

 

Guardando su lado vergonzoso y apreciandolo. 

 

Si en ciertos Poetas Muertos podía tener hermanos alfas, era porque en cierta medida en el Club MS también tenía hermanas y hermanos omegas. 

 

Por un motivo más o menos similar, Neil Perry no pudo negarse a la posibilidad de ayudar a la muchacha. Le debía un favor ante una idea vaga y más profunda de lo que parecía, ella con la habilidad que tenía para deshuesar los secretos nunca se burló de él. No utilizó su debilidad como eso, le dio más potencia a sus sueños…a sus pequeñas alas. 

 

Favores así debían ser retribuidos. 

 

Aunque la vida es inmensamente impredecible, porque cosas que pasarían en el futuro, serían la prueba de que actos amables siempre construyen otros. 




         Neil siguió a Todd por los pasillos de Welton hasta la biblioteca. Los omegas a menudo habían dejado de lado la sala de estudios para instalarse allí, se les veía de lejos riendo, conversando e incluso con las cabezas metidas entre los libros. En varias ocasiones Neil buscaba a Todd ahí desde que una vez buscando unos libros de versos, se encontró con ellos. Ahora el propósito consistía en una ayuda sencilla y compleja, en su mecanismo más puro. 

 

Neil no había visto a Roxanne desde mucho antes del juego, al verla sentada, con su suéter azul clásico del reglamento de la academia y un brazo en un cabestrillo, una sensación de pena le consumió.

Compañera artista. Tenía más ojeras de lo normal, las cuales se marcaban aún más con la sonrisa tensa. 

 

Fue así como empezaron las clases de escritura durante las siguientes horas con la finalidad de extenderse hasta finales de semestre. 

 

Todd estaba sentado al lado de Neil, repasando un poco de la tarea del señor Keating, de frente a ellos estaba Roxanne escribiendo con la mano izquierda la misma oración. 

 

Ella suspiró fuerte. 

 

—Hombre, ve más despacio. —murmuró Roxanne. — Tú naciste haciéndolo, yo estoy aprendiendo a la fuerza. — trató de adornar la curva de una “O”. 

 

Neil le dio un vistazo rápido a las oraciones transcritas casi imposibles de leer. Rayones y marcas demasiado fuertes habían rasgado el papel. Allí, donde el lápiz se había detenido había un agujero enorme. El alfa la observó viendo frustración en sus ojos. 

 

—Lo lamento. Tienes razón. —sonrió amable.

 

—Hemos estado en esto toda la tarde. —suspiró Roxanne, dejando el lápiz a un lado. —  Necesito una pausa…quiero llamar a mi papá. 

 

Todd vio el brillo de sus ojos ausente. Neil asintió viendo como se marchaba de la biblioteca sin decir una palabra más. El alfa de pronto dirigió su atención a su omega. 

 

—¿Ella estará bien? —preguntó Neil, jugando con el lapicero, dándole vueltas entre sus dedos. 

 

Todd desvió su atención del recorrido que había hecho Roxanne para mirar a su alfa.

 

—No lo sé. —confesó, tragando saliva. 

 

En un estado próximo de superstición, la idea de que Roxanne, de las pocas artistas en Welton, quedará lesionada, se sentía como un mal augurio. 

 

Volvió a observar las palabras buscadas para su nuevo ensayo, el tema y los argumentos que utilizaría para el valor del omega en el verso estético de la poesía grecorromana. 

Sintió el hombro de Neil chocar contra el suyo, apegado a él, Todd volvió a despegar su atención de la tarea para observar al alfa a su lado. Todd le preguntó con la mirada, qué ocurría y la sonrisa juguetona de Neil le respondió antes que su voz. 

 

—Está noche nos reuniremos en la cueva. —expresó Neil, no fue una pregunta. Lo dijo como un recordatorio.  — Hace falta, ¿no lo crees? —alzó ambos hombros, como si los ensayos de la obra y los exámenes no fueran causa suficiente para desvelarse. 

 

Todd sin embargo, no atribuyó ningún problema a esa idea. No dormir por estudiar o intentar hacerlo, era mucho menos interesante que no arriesgarse a salir. Necesitaban volver a ese refugio en el mundo donde la poesía viajaba por su paladar, donde se contaban bromas e historias viejas, tenían que volver al rincón que les daba un respiro de la realidad. 

 

Además, eso significaba estar un poco más con Neil. 

 

—Claro. —asintió, añadiendo:— A todas partes contigo. —sonrió coqueto. 

 

Neil, con un brillo nuevo en la mirada, dio una rápida barrida por el lugar para asegurarse que estaban lo suficientemente solos. Luego se acercó a su omega, besándolo con lentitud antes de acomodar su mano sobre la mesa como soporte mientras se inclinaba más. 

Unos pasos fueron alarma suficiente para separarse. 

 

Nadie llegó nunca. Pero está vez, Todd comenzó a hablarle a Neil acerca del tema de su ensayo. Neil escuchó complacido. 




La voz corrió rápido entre los Poetas Muertos, el mensaje era claro como en tantas otras noches y tardes: iban a reunirse en la cueva. La emoción luego del examen de Historia era un claro ejemplo de que las acciones emocionantes pueden siempre opacar las desgastantes. 

 

Apenas dieron el toque de queda para irse a los dormitorios, los Poetas se preparon para salir. Neil y Todd se acomodaron las chaquetas, bufandas y gorros mientras guardaban en sus bolsillos las linternas. Ambos salieron de la habitación entrelazando sus manos. 

Cuando llegaron por fin al patio corrieron sonriendo, contemplando la noche y el frío que descendía. 

 

Los Poetas Muertos siguieron aquella rutina silenciosa como un ritual sagrado, encendieron una fogata con palos y ramas que habían aprendido a recolectar, y salvaguardar de la helada de la noche. Mientras otros dejaban sus porciones de comida que habían guardado justamente para la noche. 

Se sentaron en círculo alrededor de la fogata, Pitts se masajeo las manos a una distancia prudente de las llamas. 

 

—Muy bien mis colegas. —dijo Neil. — Es momento de comenzar la reunión. 

 

Con una sonrisa contagiosa, comenzaron a dar pie con la apertura de las reuniones. Como un mantra los chicos  recitaron el poema. 

 

—Es mi turno cachorros. —sonrió Charlie. Meeks le entregó el libro. El alfa bajo paso algunas páginas con precisión, leyendo los títulos entre medio. 

 

Neil y Todd sentados juntos observaron con sonrisas al único que siempre salía con un truco inesperado, el alfa había hecho que todos siempre estuvieran expectantes a sus elecciones, las cuales muchas veces siempre lograban sacar una risa. Charlie tosió, afinando la garganta. 

 

—¿Vas a leer o no Charlie?   —cuestionó Knox. Quien parecía medio cabizbajo.

 

Charlie alzó una ceja sin inmutarse. Para leer a continuación:



Temo tus besos, dulce dama.

Tú no necesitas temer los míos;

Mi espíritu va tan hondamente abrumado,

Que no puede agobiar el tuyo.

 

Temo tu porte, tus modos, tu movimiento.

Tú no necesitas temer los míos;

Es inocente la devoción del corazón

con la que yo te adoro.

 

—El carismático Shelley, ahí lo tienen “es inocente la devoción del corazón con la que yo te adoro”. Lo que significa con toda gratitud que a veces veneramos lo amado en pos de la pasión. —explicó Charlie dándole una calada a su cigarrillo, dándose aires de intelectual poético de la vieja escuela. 

 

Meeks silvo, contribuyendo a la atmósfera un sentimiento de complicidad. 

 

—Es mi turno. —dijo Neil, levantándose para sostener el libro que Charlie le tendió, cambiando de lugares. 

 

Neil pasó algunas páginas, parecía buscar algo específico hasta que se detuvo, ajustó la linterna ante las palabras para poder leer. Todd desde su sitio espero expectante como si las musas fueran borradas y solo quedara Neil. 

 

Neil recitó: 

 

¡Tú, ángel rubio de la noche, ahora,

mientras el sol descansa en las montañas, 

enciende tu brillante tea de amor! 

¡Ponte la radiante corona

y sonríe a nuestro lecho nocturno!

Sonríe a nuestros amores y, 

mientras corres los azules cortinajes 

del cielo, siembra tu rocío plateado

sobre todas las flores que cierran

sus dulces ojos al oportuno sueño. 

Que tu viento occidental duerma en

el lago. 

Di el silencio con el fulgor de tus ojos

y lava el polvo con plata.

Presto, prestísimo,

te retiras; y entonces ladra, rabioso, 

por doquier el lobo y el león echa 

fuego por los ojos en la oscura selva.

La lana de nuestras majadas se cubre con

tu sacro rocío; protégelas con tu favor.

 

—William Blake. —añadió suspirando. 

 

—Ha, pero si el amor siempre te da unas alas increíbles. —sonrió Charlie. 

 

—Carpe diem. —dijeron al unísono todos. 

 

Los Poetas Muertos aplaudieron, sabiendo la relación de sus amigos y la cercanía evidente que tenían. No es como que fueran capaces de señalar que la habían pasado increíblemente mal al creer que el pobre de Neil no tenía oportunidad.  Luego el resto de los alfas dijeron también sus poemas, unos más osados que otros buscaron en libros externos a Cinco siglos de Versos. Cameron de quien siempre se esperaba alguna poesía más recatada o menos extrema se decidió sorprendentemente por un poema de Lord Byron que él mismo transcribió en una hoja de cuaderno. 



Camina bella, como la noche

De climas despejados y de cielos estrellados,

Y todo lo mejor de la oscuridad y de la luz

Resplandece en su aspecto y en sus ojos,

Enriquecida así por esa tierna luz

Que el cielo niega al vulgar día.

 

Una sombra de más, un rayo de menos,

Hubieran mermado la gracia inefable

Que se agita en cada trenza suya de negro brillo,

O ilumina suavemente su rostro,

Donde dulces pensamientos expresan

Cuán pura, cuán adorable es su morada.

 

Y en esa mejilla, y sobre esa frente,

Son tan suaves, tan tranquilas, y a la vez elocuentes,

Las sonrisas que vencen, los matices que iluminan

Y hablan de días vividos con felicidad.

Una mente en paz con todo,

¡Un corazón con inocente amor!



La reunión finalizó con aquel eco de poesía deslumbrante, apagaron la fogata y uno a uno fueron saliendo de la cueva que desde lejos tenía la impresión de ser una madriguera. Como los humanos de antaño que se cubrían en sitios similares para pasar las extensas temporadas de invierno dormitando. 

 

Un instante de la humanidad que fue modificándose con la civilización, aunque sin perder ese rastro primitivo. 

 

Neil fue el último en salir, apreciando de una forma profunda el lugar. Luego se volteó para alcanzar el trote de sus compañeros. En la carrera siempre cargada de bromas y silenciosos brutos, llegaron juntos a Welton cerca de tres horas antes del amanecer. 



        Las clases con Roxanne quedaron destinadas para cada tarde a partir de ese día, a menos de que el tiempo de Neil o el de ella fueran demasiado imposible de acomodarse, la idea por supuesto era que su mano izquierda lograra la misma capacidad de manejo que su mano derecha, pero poder transformar eso en una pintura requería la práctica solo de la arista. 

 

Con los días avanzando, las tardes repletas de actividades y escapadas secretas. Una picazón interna se adhirió a Neil quien se impuso una tarea especial que no tenía nada que ver con el grupo de estudio ni ninguna clase. 

Estaba especialmente involucrada con el hecho de que a Charlie se le perdiera la revista erótica de omegas.

 

Charlie apenas notó la pérdida, más ofendido por la idea de que le robaran sus amigos que por el objeto perdido en cuestión, no dudo en acudir directamente al alfa que era su primer —y único— sospechoso. 

 

—Meeks, devuélvemela o me enojaré. —había dicho el alfa bajo de pie en la puerta de la habitación de Pitts y Meeks, extendiendo la palma de la mano.

 

—Por décima vez, no la tengo yo Charlie. —masculló rodando los ojos, sentado en su escritorio.

 

—Sabiondo mentiroso. —acusó, entrecerrando los ojos. 

 

Por supuesto, Charlie no sabía ni mucho menos Meeks, que quien había realizado tal robo había sido Neil. Quien buscando de imprevisto, emocionado y probablemente aún más excitado, diversas formas de complacer a un omega, tomó como primer recurso, el recurso que menos le podía ser útil. Lo cual hablaba en cierta medida de su gran desconocimiento.

 

Neil notó aquello cuando luego del ensayo caminó hasta la cueva de los Poetas Muertos para dar un vistazo a la revista sin que supieran que estaba teniendo tal comportamiento. Sin embargo, no pudo ni siquiera ver tres páginas cuando comprendió que realmente no podía mirar a esos omegas sin sentir que estaba siendo infiel. 

 

Además, los comentarios a pie de página no servían de nada. 

 

“¿Quieres probar el sabor a fresa del jugo de este omega?” 

 

Neil no comprendió aquel tono tosco y nada comprensible. No fueron datos útiles para ser un mejor alfa, fueron casi preguntas para vender un producto. Neil sintió un escalofrío. 

 

Observó derrotado al Dios de la Cueva. Cuando un pensamiento cruzó su mente. 



—Jesús, ¿Todd puede hacer eso? —murmuró el alfa, girando la cabeza lentamente hacia un costado reimaginando las fotografías que había visto. 

 

Un sonrojo fuerte se apoderó de sus mejillas, las expresiones conocidas de Todd hicieron cortocircuito en su mente. 

 

Las revistas no servían, tal vez los libros sí lo harían. 

 

El alfa caminó entre los árboles, observando a los lejos como los últimos estudiantes entraban para cenar. Neil sonrió, había dejado la revista en la cueva, si Charlie preguntaba había sido un descuido y nunca salió de ahí. 

Siguió a la masa que entraba, fingiendo que venía del ensayo. Corrió hasta las habitaciones subiendo los escalones de cuatro en cuatro. 

 

Dejaría su chaqueta y el libreto en la habitación antes de reunirse con los demás. Caminaba tranquilo cuando afuera de su puerta una alfa esperaba de brazos cruzados. Neil tragó saliva dudoso, por criterio sabía que no podía abrir su puerta simplemente con la presencia de alguien que no pertenecía a su manada afuera. Verían el nido en su habitación, sacarían especulaciones que eran muy reales. 

 

Todd estaría en problemas. 

 

Neil trató de fingir complacencia. 

 

—Hey, ¿ocurre algo? —sonrió. 

 

La alfa lo observó lentamente. No recordaba bien su nombre, tal vez Valeria Blackwood. 

 

—Oye…—lo observó, sonriendo por compromiso. —según escuché adelantaste Química. —dijo, descruzando sus brazos y acercándose un poco.  — Me serviría mucho si me cuentas algo de eso, estoy complicada. 

 

Neil sintió un vago impulso de vigilia. No estaba bien, sin embargo, se limitó a no sospechar. 

 

—Por supuesto. Tengo muchos apuntes. Puedo pasarte la libreta. —concluyó. 

 

—¿De verdad? Bien, te espero. —sonrió, enseñando sus dientes. A la evidente espera de que entra a su habitación.

 

Neil observó su puerta cerrada, más allá estaba la imagen del lado de su cama sin sábanas ni almohada, su lado del armario casi vacío con apenas la ropa que siempre usaba. 

La cama de Todd y el nido que había en ella. 

 

Tal vez está alfa tampoco sabía lo que era un nido, tal vez no lo llegaría a reconocer. ¿Pero y si lo hiciera? 

 

Pronto el joven actor se acomodo, dejando de inclinar su cuerpo y adoptando una posición recta. Neil la observó con precisión antes de hablar.

 

—Sabes, creo que iré a comer antes y luego puedo entregarlo cuando te vea. Iré a dejarlo a tu habitación. 

 

—¿Por qué? ¿No venías hasta aquí? —increpó ella, ahora dejando sus manos en los bolsillos de su pantalón.

 

—Disculpa, ¿estás cuestionando mis acciones? —preguntó incrédulo. 



Ella dió un paso más, de pronto Neil sintió en su nariz el aroma sofocante de una alfa desafiando. No sabía exactamente por qué motivo lo reconoció con tanta facilidad, sólo sabía que estaba enfrente de una amenaza. 

 

—Solo digo, por qué hacer luego lo que puedes hacer ahora. —sonrió de lado. — Pero bueno, como quieras. 

 

Neil trató de seguir firme. Ella no era su padre, ella no le causaba  miedo. 

 

—Claro. Disfruta tu cena. —señaló. 

 

La alfa dio dos pasos antes de dar media vuelta en su dirección. 

 

—Es una pena que Anderson sea tu compañero. —comentó de pronto. — Supongo que si me lo hubieran entregado de compañero no habría sufrido tanto. —dijo, como si fuera un pensamiento que se le escapa de los labios. 

 

—No deberías hablar así de él. —acusó Neil, su mandíbula se tenso. 

 

Valeria desvío su vista de la pared para mirar fijamente a Neil. 

 

—Tranquilo hombre. Es un juego. —sonrió. — Cualquiera fantasea con un omega como compañero de cuarto. Pero supongo que Anderson es mi fijación. Huele delicioso. 



Neil sintió que su sangre se enfriaba en un lapso de ira y pánico puro. Ella sabía algo, ella iba a arruinarlo todo. De pronto correr hacia ella también podía significar delatarse, qué tal si ella buscaba justamente eso. Pruebas. La idea de colapsar ahí mismo en ese pasillo, de demostrar las cosas que no debería demostrar hicieron de la mente de Neil un caos total. 

 

El aspecto de Puck se coló en sus huesos, discreto y siniestro, pero embustero. Así avanzó hacia ella.

 

—No hables así de mi amigo, Blackwood. Eso es asqueroso, sin importar que digas que te atre. Sé romántica no espeluznante. —sonrió, dándole una palmada en el hombro, pasando por su lado.  

 

Neil bajó las escaleras sintiendo sus piernas temblar, debía esconder el nido. Quería llegar corriendo hacia sus amigos y a su omega, pero sabía que correr desesperado por los pasillos no entregaría ninguna señal buena para los demás, sobre todo para Blackwood, y si ella estaba deambulando significaba que otros más estarían haciendo lo mismo. Sospechando. 

 

Probablemente muchos alfas en Welton estaban demasiado interesados en los omegas, en las posibilidades de que algo ocurriera, pero todos los omegas habían demostrado un nulo interés en ellos. Claro que la excepción fue Todd, el único omega que quedó junto a un alfa. Una misma habitación sin restricciones. 

 

Neil sabía que muchos de sus compañeros en Welton pensaban muy bien de él, que también habían generado buenas conexiones con los omegas, pero tal vez había ignorado el caso contrario. 

 

Entró al comedor sintiendo el peso de las miradas, las cuales por primera vez en sus años de exhibirlo como el mejor estudiante, fueron causa de sentirse angustiado. De pronto escuchó su nombre en los labios de algunos chicos que no reconoció bien. 

 

“Es tan perdedor, seguro en su lugar yo no habría perdido el tiempo”, “lastima, le dan las mejores oportunidades a quien no las necesita”, “idiota”, “lento”, “lo haría mejor”...”Todd no vale mucho, pero seguro es divertido”. 

 

Neil casi pierde los estribos ante ese comentario. Girando sus pies en la mesa de aquellos alfas, la mano amigable de Meeks se posó en su hombro, lo miró perplejo. 

 

—Neil, ¿estás bien?

 

Negó suavemente. 

 

—Tengo que hablar con Todd. —explicó. 

 

Meeks asintió, caminaron juntos hasta la mesa donde Pitts cubría la cara de Cameron con sus manos. 

 

Las risas disminuyeron al momento de ver la cara afligida de su amigo. Fue rápido al explicar que deseaba hablar con Todd, todos comprendieron que era ese tipo de información que debía ser dicha en secreto. Neil no comió casi nada, perdido en sus pensamientos. Fue como si luego de cenar estuviera demasiado inquieto, desapareció hasta las duchas, se cepillo los dientes con prisa y se escondió en su habitación. Lo hizo, no fue un actuar común, estaba escapando. 

 

Todd abrió la puerta con dudas, allí Neil estaba sentado sobre el colchón desnudo de su cama observando el nido en la cama de Todd. 

 

—¿Qué es lo que querías decirme?

 

—Lo pueden ver Todd, si lo ven estarás atrapado . —dijo, sin mirarlo. 

 

—¿De qué hablas? —preguntó Todd, caminando para inclinarse y arrodillarse frente a Neil. Lo observó desde abajo.

 

El alfa suspiro tembloroso.

 

—Pueden ver el nido Todd, si ven el nido te meteras en problemas. El señor Nolan te castigaría, no sabría qué hacer para protegerte. —explicó, mirándose las manos. — Y los otros alfas dicen cosas tan horribles. Los odio, creo que realmente los odio a todos ellos. —expresó, elevando sus ojos para mirar los ojos azules de Todd. 

 

Todd acercó sus manos a las mejillas del alfa. 

 

—Tranquilo Neil. Siempre hablan, al inicio no quise decir nada y tampoco pensé en hacerlo, pero siempre dicen cosas. Hablan de mí, de mis compañeros omegas, hablan de nosotros. Y ciertamente, odio cuando tratan de hacerte quedar mal porque ellos serían mucho más alfas. —acarició la mandíbula de Neil, luego su cuello. — También los odio, pero creo que puedo soportarlo contigo. 

 

—Creo que hoy casi pude hacer algo tonto como pelear, no lo sé. Sabes, ni siquiera pensé en golpear a Colan, solo mandarlo lejos. 

 

Todd se rió. 

 

—Es Coleman. —corrigió por instinto. 

 

—Sí eso. —sonrió detrás de sus pestañas húmedas. 

 

El omega se puso de pie, miró hacia su propia cama un largo tiempo, soltando un suspiro agotador. 

 

—Tal vez lo mejor sea quitarlo. Fue hecho en un mal momento, no debí hacer caso de ese impulso.

 

—No. —dijo Neil tajante, levantándose de su cama de pronto. — No fue tonto seguir tus impulsos ni malo, eres tú y yo te amo en todo lo que seas. Encontraremos una forma de solucionarlo, además, que metiche es la gente con lo que no le importa. 

 

—¿No dejaras de hacer eso?

 

—¿Hacer qué?

 

—Cuidarme. 

 

—Nunca, jamás. Ni muerto, te veo después de eso. 

 

La risa de Todd fue suficiente para calmar a Neil, se abrazaron sintiendo la cercanía del otro. Mientras nadie le dijera nada al señor Nolan estaba a salvo. 

 

—Tú no me necesitas. —susurró Todd sobre el hombro de Neil. 

Neil negó. 

—Lo hago. Te necesito. Eres el sol que ilumina mis días nublados, la vitamina D que me motiva a seguir soñando cada día. Porque solo un chico que ama a un gran poeta como tú. 

El abrazo se hizo más profundo, el omega refregó su rostro bajo el mentón del alfa, sintiendo como la emoción de aquellas palabras calaban profundamente en él. Cómo no iba a sentir amado si así era como Neil hablaba de él. 



Durante el ensayo del día siguiente Neil decidió que daría una vuelta por los alrededores de Vermont, tal vez podía tener la suerte de encontrar algo que valiera la pena. Deambulo poco a poco hacia las calles menos transitadas. Sin encontrar nada, aunque de todos modos no tenía la certeza de lo que estaba buscando. 

 

Apretó el manubrio con fuerza, recordando el acontecimiento con la alfa y de cómo aquella misma mañana le entregó todos sus apuntes sin ningún remordimiento deseando que se mantuviera lejos de él y Todd. Sobre todo de Todd. 

 

En su carrera de imprevisto volviendo a Welton se encontró a Ginny Danburry que caminaba lentamente al lado de un chico más alto. Neil pedaleó un poco más para saludarla de paso, en el fuerte viento contra su rostro, Neil vio a lo lejos una señalética. Observó a su compañera de la obra, girando hacia la señalética que tenía escrito: Propiedad en venta. 

 

Indiscutiblemente Neil Perry podría decir que muchas de sus decisiones no deben ser decisiones que sus futuros hijos deberían tomar porque lo cierto es que, elegir una casucha deshabitada y en venta como sitio para establecer algo de seguridad para su omega, eran la clase de locuras que rozaban en la ilegalidad. 

 

Al principio solo miró de lejos la madera desgastada, las ventanas oscurecidas por el polvo, pero también la ubicación. Lejos del pueblo, lejos de Welton y de aspecto completamente solitario. Neil dejó la bicicleta en el suelo, cruzando la pequeña cerca hasta la propiedad. Observó por las ventanas el interior encontrando un espacio sin muebles. 

Caminó hacia la puerta, tanteando la entrada, busco en las ventanas algún seguro flojo hasta que encontró una pequeña abertura en la puerta del patio trasero. 

 

Neil sabía que necesitaría al menos tres días más de ensayo para poder traer cosas y limpiar. 

 

Fue así como con pequeños aparatos del teatro fue haciendo una de las habitaciones de aquella casucha, justamente una habitación. Si a sus compañeros de elenco les pareció una locura que el chico se llevara las instalaciones olvidadas de la adaptación de La Bella Durmiente, nadie dijo nada. 

 

Lo único importante era que para el cuarto día Neil tenía justamente un espacio seguro y lejos de la vista para su omega, donde no pasaría frío ni habrían peligros. 



—Está noche necesito que me acompañes a un lugar, pero debemos ser muy silenciosos. —advirtió Neil, acercándose a Todd mientras este dibujaba en los espacios vacíos de su libreta. 

 

—¿A la cueva?

 

—No. Llevaremos el nido a un lugar seguro. 

 

—¿Estás loco? Son cosas que deben estar en Welton, ropa de cama, tus camisas. 

 

—Tranquilo. Las camisas serán olvidables, pero tengo más cosas perfumadas para ti. Confía en mí, Todd. No tienes que deshacerte de esto. —sonrió, sosteniendo ambas manos de su omega. 

 

Todd asintió. 

 

Guardó su ropa en una maleta, haciendo un gesto de tristeza. Una parte de él estaba consternado de tener que mover su nido, pero si su alfa lo decía entonces podía confiar en él. 

 

Salieron a medianoche. Neil dirigió el camino sin soltar la mano de Todd. Caminaron hacia Vermont, que en su aspecto de pueblo suspendido en el tiempo se cubría por el silencio y las farolas encendidas. El frío hizo temblar un poco a Todd. 

Cuando habían pasado al menos 40 minutos caminando se detuvieron en un campo oscurecido por la noche y la niebla. La linterna de Neil iluminó el camino, agarró la maleta de Todd y avanzó por la cerca. Todd lo siguió detrás abriendo la boca por la sorpresa de ver una casa en medio de la nada y que ese fuera su destino. 

 

—¿Eso es…?

 

—Nuestra madriguera temporal. —sonrió.

 

—Neil eso es allanamiento.

 

—No, si nadie sabe que lo estamos haciendo. 

 

Avanzaron hasta la puerta del patio trasero, donde como si fuera su dueño, Neil la abrió sin mayor presión. En su interior hacía menos frío que afuera, avanzando en el piso crujiente de madera, Todd observó cómo se detenían en una habitación. Una cama al costado de una pared parecía ser una cosa irreal. 

 

Era como una cabañita de campo. 

 

—Puedes dejar tu nido aquí. —extendió los brazos Neil, orgulloso de su propia contribución. 

 

Ante aquella invitación tan generosa, Todd acomodo las prendas de su nido. Mientras lo hacía Neil se quitaba la chaqueta y encendía un par de candelabros pequeños que había dejado sobre una pequeña mesita que, a carencia de una de sus patas, tenía como soporte una pila de libros. 

 

—Ven. —llamó Todd, de espaldas a Neil. — Acompañame. 

 

—Qué invitación tan gentil joven caballero. —sonrió, sonrisa que de inmediato fue devuelta por Todd. 

 

Siguiendo su ejemplo, Todd se quitó su chaqueta y los zapatos, para dormir sobre la cama. 



—Cosas así solo hacen que te desee más. —confesó Todd. 

 

Neil desvió el rostro. 

 

—También te deseo demasiado, pero no quiero ser como esos otros alfas. 

 

—Nunca. —aseguró Todd con precisión. — Eres mi alfa, yo te elegí. Nos amamos Neil. 

 

Sin esperar una respuesta Todd junto los labios de ambos en un vaivén suave, al hacerlo atrajo a Neil hacia él, sujetando sus hombros. Poco a poco Todd se acostó de espaldas sobre la cama, invitando a Neil a hacerlo sobre él. El corazón latía rápido en el pecho del alfa. Se besaban suave, reconociendo sus bocas, jugando con sus lenguajes en un baile lento. De pronto Neil rompió el beso, dejando a Todd persiguiendo su boca. 

 

—Yo…—habló Neil. — Realmente te adoro. Sería tu devoto eterno si fueras Dios. Aunque me convierta en tu único creyente. 

 

Todd sintió su corazón acelerarse, aquello había sido sin duda poesía. Poesía improvisada sin siquiera desear serlo. 

 

—Hazlo, hazlo. Hazme tu divinidad. —expresó con excitación. 

 

Ante la sugerencia, Neil comenzó a besar el cuello de Todd, besó sus hombros y luego con la delicadeza de sus manos acarició su cintura por debajo de la camisa, antes de que sus manos atraparan los botones y los abrieran. La piel expuesta del pecho del omega los hizo respirar. Neil bajo su rostro hacia el vientre de Todd, lo beso lentamente hasta que de pronto sus besos suavemente se convirtieron en bocanadas donde su lengua trazaba cada pedazo de piel expuesta. Subió hasta su pecho, devorando sus pezones con un hambre diferente a su primer encuentro.  

 

Todd gimió, jalando los cabellos de Neil. 

 

—Espera, espera. —pidió. — Quítate la ropa. 

 

Neil asintió, se extendió hacia atrás arrodillándose para quitarse el suertes y la camisa de un solo jalón por sobre la cabeza. Mientras luchaba por aflojar el cinturón y bajarse los pantalones, un aroma dulce llegó a su nariz. Con los pantalones en las rodillas luciendo demasiado gracioso, se giró hacia Todd quien había dejado caer sus propios pantalones en el piso. 

 

Todd estaba con las piernas juntas contraídas hacia su pecho, aún así Neil podía ver la silueta de sus muslos suaves y los costados de su trasero. Neil tragó saliva. Él se había dejado puestos los calzoncillos, observó la tela que aprisionaba su erección, trago saliva. Bajando por completo su ropa interior y quitando el conjunto enrollado en sus tobillos. 

 

—Aquí nadie nos escuchará ni olera. —aseguró Todd, más como una palabra necesaria para él que para el propio Neil. 

 

El alfa asintió irguiéndose en toda su altura, sonrojandose ante la atención que estaba recibiendo de Todd. 

 

Todd miró con grandes ojos el sonrojo en los hombros de Neil, bajo su mirada por su pecho, su abdomen y vientre hasta el comienzo de su vello púbico. Allí entre sus piernas se extendía sin vergüenza alguna, una erección, la erección de un alfa. Nunca había visto una. 

 

Con una valentía más allá de sus propias creencias, Todd abrió lentamente sus piernas. 

 

Neil congelado de pie, aspiró fuertemente llenando sus fosas nasales con el aroma de Todd en todas sus formas. Su erección de omega estaba acompañada de la mancha húmeda que escurría por su agujero. 

 

—Eres precioso. —murmuró Neil, apenas respirando, totalmente atrapado en la visión que se presentaba ante él.

 

—Tú igual, chico duende. 

 

Lentamente Neil volvió a subirse a la cama, la cual estaba llena de los aromas de ambos. Con delicadeza, Neil se acomodo sobre Todd, ambos soltaron un jadeo cuando sus pieles desnudas se tocaron por primera vez en su totalidad. Todd podía sentir el palpitar de la erección de Neil. 

 

Se besaron lentamente, comenzando a chocar sus erecciones antes de que Todd entusiasmado por las reacciones de su cuerpo, guiará la mano de Neil más allá de su pena. Hacia abajo, hacia la zona húmeda de su agujero. 

 

—Tocame. —pidió Todd en un susurró grave sobre la boca de Neil. 

 

Neil lo miró fijamente, asintiendo. 

 

—Tú igual. Tocame. —suplico, llevando una de las manos de Todd hacia su pene. 

 

Notes:

Holaaa, mucho tiempo, estar sin un pc bueno es deplorable porque es hasta la herramienta de trabajo.

En cosas del capítulo, esto cambio mucho a como lo tenía planeado, están las cosas puntuales pero probablemente la parte del final no era así, así que quizá el próximo capítulo sea la tan anhelada primera vez de estos chicos, ay caray. Estoy sonrojada JAJAJA.
En fin, claro que habrían problemas, se acercan AAA, y también, alfas chuchos que serían así con los omegas. Anyways, a seguir cocinando esto que SE NOS VIENEEE.

Gracias por leer, besos muak <33

Chapter 17: Capítulo 14

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

Neil cerró los ojos cuando la mano de Todd envolvió su pene, jadeo bajo, la respiración de Todd chocaba en su mejilla. Neil abrió los ojos dirigiendo su mirada hacia la zona envuelta por la mano de Todd, más allá sus dedos se acercaron a la entrada húmeda del omega, trago saliva y observó con deleite como su dedo índice hacía pequeños círculos antes de introducirlo lentamente. Todd apretó con fuerza su pene, causando un gemido mayor. 

 

Asustado por estar haciendo algo mal, Neil miró el rostro de su omega, donde los ojos vidriosos de Todd lo miraron de vuelta. Pensó de inmediato que no existía persona más hermosa en el planeta que él. 

 

—¿Todd, estás bien? ¿Te lastimé? —preguntó en un susurro. 

 

Todd negó con prisa.

 

—Se siente raro…—respondió bajo. Sus pupilas estaban dilatadas. — Pero sigue…Me gusta. 

 

Neil asintió. Metió otro dedo haciendo un vaivén suave, abrió su boca jadeando al percibir más del glorioso aroma de su omega, las manos tocándolo a él, la indiscutible idea de que estaba dentro de Todd. Estaba desesperado por llegar hasta el final.

 

En un movimiento que poco a poco se transformó en un gesto mecánico, Neil metió y sacó sus dedos, notando con fascinación como la mancha escurría por ellos. Líquida, atrayente y tan propia del omega que estaba ahí.

 

Todd gemía bajito, tímido y avergonzado, mientras seguía moviendo la mano con rapidez en el pene de Neil. Sus ojos observaron el rostro del alfa, demasiado pérdido en su placer,  concentrado en observar su trabajo entre las piernas de Todd. Tenía la mandíbula tensa, abría los labios de vez en cuando para jadear porque la mano de Todd había apretado demasiado bien su erección. Tenía una capa de sudor, porque su mano libre se clavaba con presión justo al lado de la cabeza de Todd, para impedir que todo su peso cayera sobre el omega. 

 

El brazo estaba haciendo fuerza por sí mismo, algunas venas se marcaban en el músculo, Todd observó aquellas líneas verdes y violetas con asombro. 

 

Una sensación acuosa en sus dedos lo hizo girarse a ver como el pre-semen de Neil manchaba su mano. 

El líquido espeso le hizo morderse los labios. Estaba cubriendo su palma con aquella esencia propia de alfa, la esencia que ningún otro ser podría tener, solo Todd. 

 

Un instinto sin nombre lo atrajo justamente ante aquel pensamiento. 

 

—Neil…Neil…—llamó, Todd. 

 

Neil levantó su cabeza con los ojos desorbitados, su muñeca dejó de hacer el vaivén pero seguían muy dentro de Todd hasta los nudillos. 

 

Tiene los dedos largos. Pensó Todd aún más excitado, abriendo aún más sus piernas. 

 

—Dime, Todd, ¿Pasa algo, qué pasa? —cuestionó, su voz rasposa presa de su propio placer. 

 

Neil estaba tan absorto en las sensaciones y tan preocupado que pareció que estaba alucinando cuando escuchó las palabras de Todd. 

 

—Quiero chuparte el pene. 

 

El alfa respiró con dificultad mirando casi atónito a su pareja por tal petición. Sus ojos se agrandaron, sintiendo como su cuerpo se ponía rígido. 

 

—¿Q-Qué? —jadeo, al sentir la caricia de Todd en la punta de su pene. 



Todd asintió lento.

 

Quiero chuparte el pene. —habló lentamente, separando las oraciones. 

 

Había escuchado bien, Neil había escuchado bien. El alfa asintió entusiasmado, pasó la vista entre la cara de Todd y su pene, luego en su mano y la entrada de Todd. Volvió a mirar el rostro de su omega. 

 

—Yo igual quiero. —habló con desesperación. — Déjame meterte la lengua. 



Todd, a diferencia del estado de confusión de Neil, asintió complacido, a gusto con la petición tan dolorosamente rogante de Neil. 

 

—Siéntate a la orilla de la cama, así podré estar más cómodo. —explicó Todd. Neil no cuestionó su orden. 

 

Aunque el alfa pareció dudoso de tener que abandonar su posición. Quitó sus dedos dentro de Todd con lentitud, causando un jadeo bajo en el omega, Neil observó como sus dedos estaban empapados. Se giró a la orilla colocando la planta desnuda de sus pies sobre el piso de madera, sentado allí separó sus piernas lo suficiente para que alguien pudiera estar entre medio de ellas de rodillas. 

 

Neil dejó escapar un suspiro entrecortado, mientras miraba como Todd avanzaba hacia la orilla de la cama y se levantaba, hasta inclinarse y arrodillarse justo entre sus piernas. La vista era alucinante. Todd le dio una mirada fija, sus grandes ojos azules le miraban con deseo, sus cejas se curvaban perfectamente dándole una mirada tierna, su cabello despeinado con mechones rebeldes que disparaba en varias direcciones, sus labios rojos por los besos, y su piel desnuda brillando. 

Neil sentía que estaba visualizando una imagen que contrastaba aquella vez cuando recitó su poema improvisado. Solo que está vez se atrevió a decir las palabras que sentía. 

 

—Eres precioso. —murmuró Neil. 

 

Todd acercó su rostro hasta la erección del alfa, nervioso aún más por el comentario que pareció quitarle el aire a Neil. 

 

—Es mi primera vez…Quizá no lo haga tan bien como en mi mente. —confesó con la vista fija en la erección del alfa. 

 

—¿En tu mente? —preguntó confuso Neil. 

 

Todd sonrió con descaro. Tragando saliva, riendo bajo.

 

—Sí. Allí ya lo hemos hecho un par de veces.

 

Neil abrió la boca, observando  incrédulo. 

 

—¡Oh Todd! Basta, vas a matarme. —dijo afligido.

 

La risita de Todd disminuyó. 

 

      Todd dejó escapar todo el aire de sus pulmones para relajar la repentina tensión. Observó el pene de Neil, la punta rosada y el líquido que estaba ahí. El nudo alfa se visualizaba más allá, pequeño y sin ninguna intención de crecer. 

 

Se lamió el labio, acercó su cara hasta quedar justo al frente, cerró ambas manos sobre sus muslos desnudos en un acto de pura ansiedad y nerviosismo. No podía ver que Neil estaba observandolo con atención, sus ojos entrecerrados y la respiración contenida. 

Todd sacó la lengua, lamiendo tímidamente la punta. 

 

El contacto entre la lengua húmeda con el miembro de Neil, hicieron al alfa jadear. 

 

Todd sintió aquel sonido como una motivación, para dar otra lamida y otra, hasta realizar una lamida más prolongada de la punta hasta la base. Neil se aferró a las sábanas de la cama. 

El omega se alejó, sus ojos azules brillantes por la excitación observaron la erección del alfa. Menos tímido que antes, Todd levantó una de sus manos para sujetar el pene de Neil. 

 

Acercó su boca abierta sosteniendo todo el miembro en su boca.

 

—¡Todd, Todd! ¡Jesús, mierda! —gimió Neil, abriendo la boca en un jadeo.

 

Todd sonrió comenzando a chupar con mayor precisión, balanceando su cabeza hacia adelante y afuera, dejando apenas la punta del miembro en su boca antes de engullir lo más posible. 

 

Los gemidos de Neil salían con mayor volumen cada vez, causando una sensación de entusiasmo por parte de Todd. Sabía que si alguien viera lo que estaba pasando estaría en muchos problemas, como omega se esperaba de él un comportamiento excelente y, estar a punto de perder la virginidad con un alfa tan virgen como él, era de todas formas una cosa indecente e inapropiada. Pero la idea no podía importarle menos.

De rodillas, desnudo y con el pene de Neil en su boca, se sentía asombrosamente bien. 

 

Todd jadeo entusiasmado, sintiendo como el líquido de su excitación escurría entre sus piernas, manchando sus muslos y bajando hasta el piso de tablas. Con ambas manos sostuvo el miembro de Neil, masturbando al alfa mientras le chupaba el pene. Sentía en su lengua el sabor del líquido preseminal, las palpitaciones de cada vena. 

 

—Chupa más, Todd. —suplico Neil entre dientes. — Sigue así, tan bueno, por favor. 

 

Aumentó su vaivén, entusiasmado por los elogios, sus ojos vidriosos estaban envueltos en emociones hasta ese momento desconocidas. La sensación de estar vacío lo invadió repentinamente, la urgencia de que el miembro de Neil encontrará otras formas de permanecer en su interior lo invadieron. Jadeo, elevó su vista encontrando el hermoso rostro de Neil contorsionado por el placer. La cabeza levemente inclinada hacia atrás, su cuello casi extendido, la nuez de adán subiendo y bajando ante la respiración en bocanadas que soltaban. Sus manos sosteniendo con tantas fuerza las sábanas para no sostener la cabeza de Todd e inclinarlo a seguir un ritmo diferente. 

 

Todd gimió, apenas audible. Llevó una de sus manos hasta su propio pene, lo acarició al ritmo que mantenía con el pene de Neil, para luego descender hasta su entrada. Dos dedos, que lo hicieron detenerse y quitarse el miembro del alfa de la boca. 

 

Neil, desconcertado, buscó cualquier indicio de que algo estuviera mal. 

 

—¿Ocurre algo cariño?

 

Ah. Neil era tan dulce, había pensando Todd. 

 

Un alfa tan bueno, pensó el omega. 

 

—Creo que…Necesito de ti, aquí. —explicó con una voz susurrante entre jadeos. 

 

Neil asintió. Se puso de pie de inmediato siguiendo a Todd hasta el piso, los ojos del omega le observaron incrédulos. 

 

—¿Qué haces? 

 

—Yo pensé…Oh, Dios. Olvidalo. —murmuró, negando.

 

Todd no sabía si todas las personas encontraban situaciones graciosas en medio de hacer el amor, pero él no pudo contener la risa, lo cual de por sí era una completa ironía considerando que sus dedos seguían dentro de su agujero. Pero la cara de desconcierto de Neil junto al sonrojo en sus mejillas y orejas eran un poema que se combinaba con el cabello castaño —siempre tan bien peinado—, alborotado y con mechas rebeldes. 

 

Su risa, en lugar de ser recibida como burla, fue acompañada del canto entusiasta de la risa de Neil. 

 

—Eso ha sido muy tierno. —sonrió Todd.

 

—No se supone que sea tierno, debe ser sexy. —alegó Neil, levantándose de su sitio en cuclillas. 

 

De pronto Todd ya no recordaba que le costaba hablar, que le avergonzaba ser visto y notado en todas las formas posibles. Desnudo ante Neil no se sentía mal, se sentía correcto. 

Quitó sus dedos de su agujero, levantándose y sintiendo como el líquido escurría por el interior de sus muslos, la mirada castaña de Neil se enfocó en aquello, siguiendo la pequeña gota descender. Todd se recostó sobre la cama, tendiendo sus brazos a los lados de su cabeza. 

 

Neil acarició suavemente sus pantorrillas, antes de besar sus tobillos, sus piernas, rodillas y muslos en una secuencia intercalada de besos que poco a poco parecían durar más. Beso con calma el hueso de sus caderas, su pelvis y de pronto, al besar su vientre hizo una pausa larga. Todd notó brevemente los colmillos del alfa, antes de ser opacado por la lengua que dió un impresionante chupón justo ahí. Todd gimió sorprendido. 

 

Es un chico hermoso, pensó Neil maravillado.

 

Un omega bonito, pensó el alfa. 

 

La mano de Neil cubrió el vientre de Todd, extendiendo su palma por completo.

 

—Tal vez algún día tengamos cachorros. —susurró Todd, mirándolo desde entre sus pestañas rubias.

 

Neil lo observó con un brillo indescifrable en los ojos. 

 

—Pensé que no querías tenerlos. —comentó confundido. 

 

No había sido un secreto cuando le dijo que una de las cosas que quería Collet de él, era la idea de poder tener cachorros. 

 

—Quiero cualquier cosa que sea contigo Neil. —confesó. — Y podría darte cualquier cosa que quieras. 

 

El estado vulnerable de Todd, hizo que cualquier pensamiento racional se esfumara de la mente de Neil. 

Se posicionó entre medio de las piernas del omega, se inclinó conteniendo la respiración hasta que sus pulmones volvieron a llenarse solamente del aroma del omega. Todd por todas partes. Neil sintió un éxtasis ante aquel pensamiento. 

 

Neil abrió su boca, cubriendo la punta del pene de Todd en su lengua, luego bajó un poco hasta que lo tuvo todo en su interior. Todd jadeo, extendiendo aún más sus piernas a cada lado de los hombros del alfa. 

 

—Neil, más. —pidió entre jadeos. 

 

La mano de Neil se aventuró hacia el agujero del omega, tateando su entrada antes de meter un dedo y añadir rápidamente un segundo. En medio de su constante atención con el miembro del omega, lo quitó por completo de su boca, para dar algunas lamidas por todo el largo antes de alejarse y observar la entrada del omega. Atraído por el aroma de feromonas de excitación, Neil quitó sus dedos para acercar su rostro, exhalar fuerte y darle una larga lamida al agujero. 

 

Todd gimió, un gemido diferente al resto que incito a Neil a forzar su lengua e introducirla en el interior. Todd jadeo aún más, murmurando palabras que Neil no podía escuchar porque los muslos de Todd habían aprisionado su cabeza de una forma mortalmente suave. 

 

Neil exploró la sensación, movió su lengua, cerrando los ojos ante el placer indescriptible que sentía. Nunca antes había pensado en hacer más de lo que se suponía que debía hacer porque estaba en su naturaleza, pero explorar el cuerpo de su omega, reconocer que podía obtener placer de todas formas. Era alucinante, tan alucinante como saber que probablemente estarían muy molestos con él por romper la cereza del único hijo omega de los Anderson.

 

Sería tachado de alfa delincuente. Un muerto de hambre y vago, sin un poco de tacto. 

 

Esa idea en lugar de causarle pánico, le daba más razones para continuar. 

 

Tal vez era un desalmado. 

 

—Neil, Neil…Usa tu pene. —pidió Todd. 

 

El cosquilleo en su pelvis debió ser provocado justamente por las palabras de Todd. De inmediato Neil se escapó de aquella dulce prisión, se puso de rodillas y observó lo cerca que estaba su pene del agujero de Todd. La dulce entrada parecía demasiado entusiasmada con la presencia del intruso. Ni siquiera se habían tocado.

 

—¿Estás seguro de esto Todd? ¿Quieres hacerlo? —preguntó, relamiéndose los labios. Sentía más saliva en su boca, como si sus colmillos se prepararan para algo. 

 

Un desalmado puede ser a su vez un buen ciudadano cuando la situación lo requiere. 

 

—Muy seguro. —asintió Todd, con un tono serio. — ¿Lo quieres Neil? 

 

Y un indecente puede ser también alguien repleto de modales si el momento es adecuado. 

 

Neil sonrió.

 

—Absolutamente, dulce mío. 

 

Ambos contuvieron la respiración cuando Neil sostuvo su pene para guiarlo mejor. La punta del miembro rozó lentamente la abertura, causando un gemido a coro por parte de ambos. La entrada dilatada de Todd se removía inquieta, palpitando. Invitando dulcemente al desconocido. 

 

Entonces Neil hizo que su pene entrara lentamente, el músculo pareciendo ceder y no ceder, todo al mismo tiempo. Apretando con fuerza el pene, Todd sostuvo desesperado los ante brazos de Neil, sin decirle ninguna palabra. Hasta que los huesos de la cadera del alfa chocaron contra los muslos de Todd, y sus testículos se pegaron a las nalgas del omega. 

 

—Mierda. Mierda. —masculló Neil, con la nariz enterrada en el cuello del omega. — No puede ser posible que encaje. 

 

Todd exhaló casi temblando. 

 

—Nada es imposible. —repitió. Neil reconoció sus propias palabras saliendo de la boca de Todd. El omega se removió, abriendo la boca en una perfecta “O” cuando al acomodar su espalda el movimiento causó otra sensación. 

 

—Espera Todd o no aguantaré. Es demasiado. 

 

—Muévete, necesito que te muevas…—habló entre cortado. — Me duele, Neil. 

 

Ante la orden, Neil tembloroso y soportando no embestir sin sentido, apoyó sus brazos con mayor precisión a cada costado de la cabeza de Todd, lo observó a los ojos, Todd le devolvió la mirada. Neil tenía gotas de sudor cubriendo su frente, que caían como pequeñas gotitas de lluvia por toda su piel. Sus miradas representaban mucho más que solo la pasión o la lujuria, se querían, estaban enamorados, no era una entrega cegada ni opacada por la naturaleza casi animal de sus estatus, era la entrega total del amor. 

 

Neil movió su cadera lentamente, dejando solo la punta de su pene conectada al agujero de Todd. Luego, balanceo su cadera, embistiendo suavemente, comenzando un vaivén controlado que hacía gemir a Todd como nunca antes lo había escuchado gemir. Las manos del omega viajaron con desesperación hacia los antebrazos del alfa, aferrándose con fuerza como también lo hicieron sus piernas que atraparon, como si fueran una red, las caderas de Neil. 

 

—Se siente tan bien. —habló Todd jadeando. 

 

Neil asintió. Demasiado envuelto en Todd como para poder decir cualquier cosa. 

Todd tenía los ojos cerrados, la boca entreabierta, el cabello desparramado, las piernas tan bellamente aferradas a él, su aroma por todas partes…Esto tenía que ser la vida. Esto tenía que significar vivir. 

 

Vivir. 

 

Todd jadeo su nombre. 

 

No escribimos ni leemos poesía porque sea lindo.

 

Escribimos y leemos poesía porque somos miembros de la humanidad.

 

Las caderas de Todd se movieron, bajando al encuentro del movimiento de Neil. Neil murmuró el nombre de Todd. Los ojos dejaron de estar cerrados para que el azul más hermoso lo observara con admiración y devoción. Los ojos de Neil demostraban el mismo toque de devoción, una entrega y fascinación completa que solo los más románticos podían llegar incluso a plasmar en papel. 

 

 Y la humanidad rebosa pasión. 

 

Neil se dejó caer lentamente, dejó pasar sus manos por detrás de la espalda de Todd y por su espalda baja, aferrado a los costado de su hombro y de la curva suave de su cintura, envolvió con sus brazos el cuerpo de Todd. Tenía el mundo entero en sus brazos. Todd sin poder pensar en sus acciones se aferró a los hombros de Neil. Sus únicas palabras eran “más, Neil, fuerte, sí” tan similares a las que salían de la boca emborrachada de Neil. Estaban pegados el uno al otro, fusionados en una dicha que sólo los amantes en su clímax del amor pueden comprender. 

 

Belleza.

 

Romance.

 

Amor.



Las manos de Todd comenzaron a removerse por la espalda de Neil, acariciando aquellos puntos que parecían constelaciones desparramadas tan gentilmente en el cuerpo de un mortal. Las uñas cortas de Todd se aferraron aún más ante la piel, dejando líneas rojizas, formando una corriente de galaxias temporales. Las manos de Neil marcaban con delicada fuerza los contornos del Todd, pincelando con la mano tensa que en la historia a sido marcada con dureza la más de las gentiles caricias. 

 

Se sentía tan bien. 

 

—Te amo. Neil, yo te amo mucho. —expresó entre gemidos. 

 

Es por eso que vivimos. 



Neil cerró los ojos. Sus mente revuelta por tantas emociones. 

 

—Todd, eres todo para mi, todo. —murmuró. 

 

Todd aquella vez sintió húmedad en su cuello, pensaría durante algunos años que eso fue solo el sudor de la frente de Neil cayendo. Pero Neil, en un momento de vulnerabilidad le diría que estaba llorando. 

Y no fue, en gran medida, la primera vez que lloro por el cruce de sus pensamientos. De lo que fue, lo que no fue y lo que pudo haber sido. 

 

El placer incremento gracias a las feromonas de alfa y omega que se encontraron en toda la habitación. Entre los cuerpos envueltos y mezclados el único movimiento eran las caderas de Neil que embestía cada vez con mayor rapidez y entusiasmo contra el trasero de Todd, causando un sonido en toda la habitación.  

 

Jadeantes y desesperados encontraron sus bocas para devorarse en besos desordenados, alterados, Neil como pudo ladeo su cuello para repartir besos entre el cuello y pecho de Todd. Hasta que su atención viajó hacia la curva de sus pezones, capturando uno suavemente en sus labios, suspiro satisfecho. Sus manos sostenían con fuerza los costados de Todd, aferrado a la idea de no dejarlo ir, como si fuera todas las cosas que necesitará para vivir, para mantenerse con vida en el despojo del bosque oscurecido que invita a una existencia plena. 

 

Todd sintió cómo se contraía, como sus pies tenían un cosquilleo intenso que se expandía por todo su cuerpo, y nacía desde su vientre, sus dedos se curvaron y los dedos de sus manos se aferraron a los omóplatos de Neil con desesperación. 

 

Curvó su espalda, juntando aún más su pecho con la boca de Neil. Gimiendo con desesperación entre estados que no comprendía bien del todo. 

 

—¡Oh, Neil! Que bien se siente, yo voy a…¡Neil!

 

Al alfa no le gustó su nombre tanto como en aquel momento. 

 

Neil aceleró sus embestidas, llenando la habitación con el sonido del chapoteo, hasta que se enterró profundamente en Todd, respirando con salvajismo mientras sus caderas se balanceaban. Neil gimió soltando de su boca el pezón de Todd empapado en saliva. 

 

—¡Todd!

 

Apenas el nombre de su omega salió de su boca, el semen caliente de Neil se vaciaba en el interior de Todd, se mezclaba con la mancha de la corrida del omega. Los jadeos de ambos hicieron un eco por los pasillos vacíos de la casa. Mientras suspiraban sobre el otro con desesperación, no parecían alertar del hecho que estaba sucediendo. De la semilla de Neil esparciéndose por la tierra fértil de Todd. 

 

Afuera Vermont seguía en su noche normal, en Welton los pasillos se visualizaban vacíos, en las habitaciones todos parecían estar durmiendo. Pero en la cabaña en venta, prácticamente abandonada de alguna vieja familia de colonos ingleses, una pareja sonreía ante una travesura realizada —totalmente mal ejecutada—. 

 

Aún en su posición se besaron suavemente, con una lentitud que sólo comprometía la calma que sentían junto al otro, acariciaron sus rostros y cabellos. 

 

Neil se quitó de encima de Todd con cuidado, presentía que el omega estaría demasiado sensible considerando que él mismo se sentía cansado en todas partes. 

Todd le sonrió satisfecho, agotado y soñador. 

Sin embargo, de pronto frunció el ceño. 

 

—Tenemos que volver a Welton. 

 

—Lo haremos temprano, Todd. Como cuando vamos a la cueva. Nadie podrá saberlo. —aseguró. — Nadie sabrá nada. —sonrió. 

 

Todd le creyó. Después de todo, Neil se salía con la suya, ¿No es cierto? Lo había puesto en duda cuando reinició La Sociedad de Poetas Muertos y luego, cuando hizo su audición. Neil podía hacer cosas increíbles que parecían ser complejas para otros. 

 

Se recostaron suavemente uno al lado del otro, en silencio. Todd se quedó dormido primero, luego de que Neil lo sujetara con cuidado, su frente apoyada en el hombro de Neil, casi escondiéndose del mundo. El alfa no pudo evitar contemplando en esa calma, en la idea de que nadie podría causarle angustia mientras lo estuviera cuidando, entonces, un pensamiento alarmante cruzó por la mente de Neil: Debí haberlo mordido. 

 

El cansancio fue más fuerte que su raciocinio antes de poder juzgar las palabras que su mente dispuso. 

 

Antes de que fueran las cinco de la mañana, Neil se despertó por el suave toque de Todd.  Seguía recostado a su lado, ahora luciendo cansado. En sus ojos habían algunas marcas por no haber dormido adecuadamente y lo miraba con grandes ojos azules asustados. Neil se sostuvo de sus codos para incorporarse y mirar mejor al omega, sus ojos fijos en el rostro de Todd. 

 

—Todd, ¿Pasa algo?

 

—Debemos volver. —respondió enseguida. — Tengo que bañarme y tú igual. 

 

—Correcto, sí. —asintió, levantándose de a poco. 



Se vistió con mayor rapidez que Todd, quien estaba demasiado ocupado revisando su ropa como si la desconociera. El omega permaneció sentado mientras Neil le colocaba los zapatos, gesto que su pareja agradeció con una sonrisa tímida. El tímido y recatado Todd volvía a estar presente. 

 

—Sé que no debería decirlo después de todo esto. —dijo Todd. Neil desde su lugar abrochando las zapatillas lo observó atento. — ¿Pero realmente me amas?

 

Neil quedó visiblemente confundido ante la repentina muestra de inseguridad, temía que Todd pensará que todo lo hecho no significaba nada para él, que solo era esa clase de alfa que ponía a los omegas como caprichos de una noche luego de haberlos ilusionado. 

 

—Por supuesto que sí. Por primera vez en toda mi vida sé lo que quiero, a lo que quiero dedicarme y con quien quiero pasar el resto de mi vida. 

 

El omega se miró las agujetas de las zapatillas, perfectamente anudadas. 

 

—Mi papá dijo que solo valía medio dólar. —Neil cambió su rostro a uno completamente serio. — Que tendría suerte si un alfa me elegía, que…No merezco nada, porque soy nadie. 

 

El corazón de Neil se rompió. 

 

—No. No. —insistió sin ser capaz de poder formular otra palabra. Se levantó de su lugar, miró más allá de la ventana sucia, repleta de polvo. — No. Eres increíblemente valioso en todos los sentidos, incomparable y te amo como sé que no amaré a nadie más. —Neil tragó saliva, sus ojos empañados de pronto de lágrimas. — No puedo permitir que te trates así, Todd. 

 

Todd dejó escapar un pequeño sollozo silencioso. 

 

—Arruine el momento. —sonrió forzosamente, limpiándose las lágrimas.

 

Neil avanzó para arrodillarse ante Todd. 

 

—Nunca arruinarás nada si eso significa contarme cómo te sientes, qué te afecta, lo que te duele. 

 

—Eres lo mejor que me ha pasado Neil. ¿Lo sabes? —sonrió, acariciando la mandíbula de Neil. 

 

—Y tú a mi. —ambos se besaron suavemente y con calma. 

 

Caminaron pegados uno al otro entre la fría madrugada mientras Neil iluminaba el camino con su linterna de mano. Llegando a los patios de Welton, Neil dijo con total verdad:

 

—Solo conocía un gran bastardo, ahora creo conocer a dos. 

 

No conocía al señor Anderson, jamás lo había visto con tanta atención, pero decidió que lo quería lejos de todo lo que amaba. 




Las clases iniciaron como siempre lo hacían, pero está vez la rutina fue opacada por la constante sensación de ser observado. Neil estaba acostumbrado a que otras personas le presentaran atención de diversas formas, lo que había hecho que fuera aún mejor actuando ante multitudes. Sin embargo, reconocía la burla en los ojos de un grupo específico de alfas, que parecían morbosear cada vez que Todd o cualquiera de los omegas pasaba cerca. 

 

Neil decidió no hacer caso de ello, ni siquiera recordaba en qué momento las cosas se volvieron de esa forma. Lo cierto es que las situaciones pueden ser sin ningún motivo aparente, uno de ellos que de todos modos no importa es la presencia de la envidia, de los celos. Desde lejos, desde lo que nadie puede reconocer Neil Perry era sinónimo de la perfección, de los gestos adecuados, del futuro noteraméricano brillante, y eso por consecuencia, traía expectativas nuevas, siempre modificadas a la altura de quien las transforma. Odiaban a Neil por ser desmesuradamente perfecto y Neil, odiaba lo que él era.

 

Aunque, sin importancia y con menos peso en aquella situación, tal vez Blackwood y Wilmer sí tenían envidia de que el omega que les gustaba —de entre todo el grupo que eligieron— fuera justamente el omega más cercano de Perry. 

 

Valentine Darling se percató de aquel cruce de miradas mientras leía por séptima vez el  único libro de dinosaurios en la biblioteca. 

 

—Parece que quieren golpear la cabeza de Perry con el plato del almuerzo. —comentó observando de lejos. 

 

Roxanne, aún cabizbaja alzó la vista mirando desde lejos la situación. 

 

—Hay alfas que creen que por ser alfas deben ser unos animales. —dijo, volviendo su atención a la escritura con la mano izquierda. 

 

Agatha llegó al sitio con una mirada enfurecida. Lanzando chispas al aire, su uniforme siempre bien planchado estaba descolocado, como si hubiese buscado desanudarse la corbata.

 

—Ay, cariño ¿Qué sucede? —cuestionó Gregory. 

 

Agatha apretó la mandíbula. 

 

—Harger rechazó mi proyecto porque no estaba completo. —dijo. — Cameron fue seleccionado, pero él le dijo que no estaba listo, que su proyecto estaba inacabado…Pero Harger lo eligió de todos modos. 

 

Roxanne negó, la punta de su lápiz grafito se rompió. 

 

—Escuelita de mierda. —sonrió con ironía. 

 

La mesa se llenó de un silencio filoso. Solo miradas compasivas y molestas adornaron sus rostros. 

Notes:

Holaa. Sé que esta cortito pero no quería dejarles sin leer nada por un mes :( en fin, sentí vergüenza y todo y considero que no le saque suficiente potencial maldición. Pero espero que les haya gustado.

Yo dándolo todo con la parte final, en llamas.

Se vienen los problemas cada vez más cerca, ya saben que en DPS algo comienza a ir mal y de pronto TODO VA MAL. Así como la ven está pasando la cosa.

En fin, he vivido pánicos personales y miedo por mis decisiones, lo que igual ha hecho que ande decaído y esas cosas. Aunque estar en la obra me hace feliz todavía existen cosas que debo hacer porque es lo que "importan". Triste.

P.D. ¿HAN VISTO ESA MIRADA QUE HACE ETHAN HAWKE? PORQUE TENGO UN MEME COCHINO AL RESPECTO.

Gracias por leer, besos muak. <33

Chapter 18: Capítulo 15

Notes:

(See the end of the chapter for notes.)

Chapter Text

—No llores Todd. Deja de llorar. 

 

La voz de su madre era dura y tajante. Sujetaba con fuerza el pequeño brazo de Todd mientras le limpiaba los ojos con un pañuelo. Lo pasaba con fuerza, la tela le lastimaba la piel, dejando un color rojizo en sus mejillas. 

Todd trataba de no llorar, la garganta le ardía por contener los sollozos dolorosos que suplicaban su liberación. Quería abrazar a su mamá,  ocultarse en su cobijo y que ella lo consolará. Pero ella no lo miraba. 

 

Estaba molesta. En sus ojos azules, además no solo podía verse la rabia, también la vergüenza. Observaba a los lados, esperando que nadie entrara a la sala, que nadie viera. 

 

No puedes dejar que te vean llorar. 

 

Entonces Todd aprendió como primera cosa que llorar estaba mal. Cualquier cosa que sintiera estaba mal y de pronto vergüenza era todo lo que había en su interior. 

Un golpe fuerte hizo que Todd se levantará de golpe. Desorientado observó la tarea de química con los ejercicios a medio hacer. Con una opresión en el pecho descubrió aliviado que solo estaba soñando. Recordando. 

 

Ese momento ya no existía, no podía lastimarlo. 

 

—¿Qué pasa, cariño? 

 

Todd se giró, para observar a Neil de pie en el umbral. El ruido había sido la puerta cerrándose, Neil había regresado de su ensayo y por supuesto que su primera parada era ir directo a su habitación donde estaba su omega. Claro que no esperaba encontrarlo dormido sobre su tarea. 

 

—Cansado, eso es todo. —sonrió.

 

El omega se giró sobre la silla, quedando de lado y justo al frente del alfa. Extendió sus brazos invitándolo a acercarse a él. Neil sonrió antes de suspirar bajito, totalmente maravillado. Se abrazaron con entusiasmo, Todd restregó su rostro en el suéter de Neil, inundándose del aroma del alfa, esperando que un poco de su propio aroma quedará plagado allí. 

Neil decía que podía olerlo, y eso era suficiente para él. 

Se mantuvieron quietos, sincronizando sus respiraciones mientras el silencio de la calma se extendía por la habitación. Tal vez eran jóvenes, quizá no estaban siguiendo bien las reglas que se esperaba que siguieran, pero se sentía como lo correcto. 

 

La campana de la cena sonó, obligando a sus cuerpos ya mutuamente conocidos y explorados, un poco de distancia. Todd, como rutina diaria y dedicada, buscó sus medicamentos, y sacó la dosis que siempre con suma precaución tomaba. 

Neil aprovechó de dejar su bufanda  junto a su silla. Los dos salieron juntos de la habitación mientras algunos estudiantes corrían por los pasillos motivados por la idea de comer algo que saciara sus cuerpos en pleno desarrollo. Los dos caminaron riendo, rozando sus cuerpos mínimamente, atribuyendo su cercanía al balanceo propio de la caminata dispersa. 

 

Todd y Neil cayeron juntos en la mesa, intercambiando el lugar que le correspondía a Charlie por Todd. Así, en el nuevo orden fue sencillo para Charlie mirarlos con ojos curiosos y bastante crípticos. 

 

—Parece que no hubieran dormido nada anoche. ¿Qué hicieron? 

 

Neil se atraganto con el sorbo de té que había bebido hace poco, Todd y Knox le dieron suaves —y no tan suaves—, palmaditas en la espalda. 

 

—Oh, Charlie. No le preguntas a la gente por qué no duerme. —chistó Pitts rápidamente.

 

¿Qué? Solo digo, que como amigos y compañeros de manada es preciso decir si van a algún lado o no. 

 

Neil mucho mejor, tosió antes de recomponerse. 

 

—Nos pusimos al día con química. —respondió. Un hormigueo sube por su espina dorsal. Es una mentira, los recuerdos de la noche y Todd son imágenes salvajes que están desconcentrando su coartada. 

 

Charlie hace un gesto de repugnancia. Estudiar es algo propio de Neil Perry con teatro o sin el. 

 

—Oye, Neil. —llamó Steven. — ¿Cómo te sientes respecto a la obra? En dos semanas se estrena. —añadió masticando una galleta. — El tiempo es relativo en estos asuntos. 

 

Todd observó por el rabillo a Neil. Había visto de primera fila la preparación previa, los meses repasando líneas, haciendo movimientos en medio de la habitación e incluso las desveladas que no tenían nada que ver con Welton. Neil estaba comprometido con el teatro de una forma innegable, a tal punto que nunca pensó que los nervios podrían apoderarse del alfa. Si lo hacían, entonces era porque estaba emocionado no temeroso. 

 

Pero la sonrisa de Neil por un instante flaqueó. Fue mínimo, un suave temblor que solo un ojo observador puede presenciar. 

 

—Espero verlos allí mis amigos. Y también, al Capitán. 

 

Cerró la conversación dando un gran bocado de su plato de spaghetti reseco, volviendo a toser. 

 

La comida parecía querer asesinarlo aquel día.



Todd cenó en silencio luego de aquella conversación, siendo más un espectador silencioso. Estaba seguro que haberse quedado dormido tratando de estudiar era prueba suficiente de su cansancio, aunque saber las razones del por qué no había dormido adecuadamente la noche anterior, lo ponían rojo. Sin embargo, por más que deseará poder repetir las mismas acciones, estaba experimentando un cansancio que nunca antes había sentido. Como si las trasnochadas por escaparse de Welton con los Poetas Muertos no fueran así de agotadoras. 

Pensó que al momento de tocar su cama acabaría durmiendo al instante. 

 

Cuando Todd fue al baño más tarde a cepillarse los dientes, vio a Roxanne de pie frente al espejo de la habitación, era pequeño y solo servía para calcular el peinado y rostro de quien estuviera viéndose. Ella estaba quieta, con el brazo flojo colgando hacia un lado. 

 

—Roxxy. —llamó bajo, casi como un susurro. 

 

Dado que solo estaban los dos, Roxanne pudo escuchar su voz. Se giró a verlo, sonriendo al instante, pero Todd, que probablemente aún le faltaba toda una vida para conocerla mejor, pensó que algo no estaba bien. Desde hacía unas semanas su expresión se había tornado apagada, distante y triste. 

 

—Hola muchachito, dime, ¿Qué deseo pedí para ver a tan agradable angelito? —comentó, extendiendo su brazo hacia al cielo y luego apuntando a Todd. 

 

Todd negó. 

 

—No deberías decir esas cosas, me dejas sin palabras. 

 

—Ya verás, si no trató a la musa con la gentileza que merece su presencia, ¿Cómo podría agradecerle tanta inspiración? 

 

—Quizá ser poeta también sea lo tuyo. 

 

—No. —arrugó la nariz. — Te dejo la poesía a ti. 

 

Todd le sonrió de vuelta. Ella comenzó a cepillarse los dientes, con la mano izquierda en un movimiento menos enclenque por la práctica, casi parecía que no tenía problemas. 

 

Aunque eran amigos, Todd sabía que habían cosas que no se contaban. Todd por supuesto que guardaba el secreto de lo que había hecho con Neil, era la clase de información que se omitía. 

 

—Roxxy. ¿Crees que todo estará bien? Que el año acabará bien para todos nosotros. —comentó.

 

Roxanne le observó un instante. Hizo silencio, se enjuago los dientes y luego de ordenar su cepillo de dientes en un estuche suspiro. 

 

—Espero que sí. Solo queda desear que nada malo pase. —sonrió, girándose para ir hacia su habitación. Antes de salir del baño, dió vuelta su rostro, mirando a Todd. —¿Está todo bien? ¿Algo te hace sentir inquieto? 

 

Todd aún con la espuma en la boca negó.

 

—Estoy bien, Roxxy. —susurró.

 

Roxanne pareció recordar algo. 

 

—No dejes que lo que dicen en los pasillos te incomode. A veces hay muchas nueces y poco ruido. 

 

Ella se fue, dejando atrás aquel viejo refrán que tenía mucho que ver con las personas que habían comenzado a revolotear con impaciencia sobre él y sobre Neil. Como si de pronto de forma casi imposible de comprender, todos tuvieran su atención puesta en ellos. Como polillas sobre la luz. 

 

Caminó despacio, topándose en el pasillo con los pocos estudiantes de Welton que todavía no acababan su rutina nocturna, la sonrisa de Pitts que le indicaba un “buenas noches” fue amigablemente recibida. Ignoró la mirada fija que le dió una alfa por el rabillo del ojo y siguió de largo hasta llegar a su lugar seguro. Su habitación. 

 

Neil estaba observando el cuaderno de química de Todd, los ejercicios medios a hacer. La tarea no hecha. 

 

—Neil…¿Qué haces? 

 

—Todd. —sonrió. — Puedo ayudarte a terminar esto. ¿Qué te parece?

 

—Eso sería…Genial.

 

Neil asintió, ambos se acomodaron en las sillas antes de que dieran el toque de queda para apagar las luces. 

El alfa comenzó a explicar por lo bajo el procedimiento de los ejercicios, Todd borró algunos que estaban incorrectos y luego comenzó a guiarse por la ayuda de Neil. 

Poco a poco, mientras la hora pasaba, Neil terminó con el lápiz haciendo rayones rápidos y certeros. La voz didáctica de Neil, el calor que provenía de su cuerpo y cercanía hicieron que el cansancio de Todd fuera en aumento. No porque le aburriera, sino porque estaba finalmente cubierto de protección y tranquilidad. Neil se dio cuenta que Todd se había quedado dormido cuando sintió el peso suave caer sobre su hombro.

 

El alfa suspiro bajo, observando a su omega dormir en paz. Todd era precioso, sus pestañas claras, sus pómulos que ahora adquirían un rosado natural por las tardes y mañanas frías. 

 

No existía en el mundo persona más apreciada por Neil que Todd Anderson, y quizá la única cosa que podía agradecerle a sus despreocupados padres, era su mera existencia. 

 

Con una sonrisa cálida, Neil se encargó de terminar los últimos cuatro ejercicios que le faltaban a Todd. Al finalizar, despertó suavemente a Todd, dándole un beso en la frente. El omega gruño entre sueños, hasta que sus pestañas revoloteaban y alarmado se dio cuenta de que se había dormido en plena sesión de estudios. 

 

—Oh no, me quedé dormido. ¿Por qué no me despertaste?

 

—Te veías demasiado cansado y cómodo para decirte algo. —aclaró Neil. 

 

Todd lo miró fingiendo estar molesto. Pero admitió estarlo, sabiendo entonces que el seguro de la puerta estaba listo, los dos caminaron hacia la cama de Todd para acostarse por fin. Parecía una absoluta broma pensar que estaban llevando la rutina de una vieja pareja de alfa y omega, pero quizá existían cosas que estaban naturalmente destinadas a suceder. 

 

Todd se durmió con la misma facilidad que lo hizo hace pocos minutos, aspirando el aroma de Neil y la suavidad del pijama del alfa. Está vez no soño con recuerdos que lo perseguían, no sintió la mano firme de su madre en su cuerpo ni su mirada decepcionada. Soñó cosas sin sentido. Con un bosque profundo, con estrellas que caían del cielo para convertirse en luciérnagas. 

 

Durmió plagado de felicidad, porque a pesar de todas las cosas malas, Welton le había entregado lo mejor de su vida hasta ahora. 



La mañana siguiente fue tan rutinaria como siempre, exceptuando los besos mañaneros que se extendieron más de la cuenta. Apenas había despertado Todd, y se encontró con los profundos ojos de Neil, brillantes y tan transparentes, no dudo en besarlo. Un beso suave, que pronto fue escalando en suspiros y caricias alternadas. 

 

Todd sujeto los brazos de Neil hasta atraerlo hacia él, quedando encima. 

 

—Llegaremos tarde. —susurró Neil, sobre el cuello de Todd. 

 

Todd se quejó. 

 

—Ojalá pudieran esperar. 

 

Aún entre quejas, Todd se levantó listo para acomodarse el uniforme mientras se ajustaba los botones de la muñeca, Neil le anudaba la corbata. Neil lo observó detenidamente, lo evaluó de arriba a abajo, sonriendo complacido antes de darle un último beso y apartarse como si, un segundo más cerca fuera la prueba suficiente para no poder alejarse del otro. 

 

Al cruzar la puerta, la sonrisa traviesa se esfumó al ver a Agatha de pie al otro lado. Saludo cortésmente a Neil, antes de fijar toda su atención en Todd. 

 

—El entrenador Dugan nos quiere ver. —explicó sin dejar a Todd hacer siquiera antes la pregunta.

 

Todd se giró hacia Neil, en una mirada estaba inyectada la idea de que no podrían desayunar juntos. Así, Todd lo vio alejarse por el pasillo hasta bajar las escaleras al final. 

 

—¿Qué cosa quiere tan temprano? —preguntó Todd caminando a la par de Agatha hacia una de las aulas que para ese momento estaban vacías.

 

Agatha hizo una mueca. 

 

—Seguramente hablar del futuro del equipo. Roxxy no parece tener un buen diagnóstico. —añadió, tragando saliva pesadamente. — No quiere hablar de eso, siempre me cambia el tema. 

 

Todd comprendió entonces que las cosas habían quedado en un silencio tenso desde que el partido terminó con una lesión en Roxanne. Porque aunque estaban todas las intenciones de por medio, Neil y él se habían esforzado en no hablar con Roxxy sobre su brazo. Nadie lo mencionaba. Y si los entrenamientos se habían quedado suspendidos, nadie cuestionó nada. 

Ni siquiera Nolan. 

 

Pero como estaban las cosas, ese silencio no podía prolongarse, Roxanne era la única lesionada, por lo tanto el resto debía seguir con sus actividades. El mundo no se detenía por unos pocos. Sin embargo, Todd al igual que los demás omegas, sabían que Roxanne se estaba comportando diferente. Habían visto y escuchado el llanto del primer día, la cara pálida, y el semblante triste. Al inicio lo que parecía ser un tema que no dejaría de compartir se volvió en un vacío que nadie podía ni sabía descifrar. 

 

A veces Todd aún escuchaba el grito de dolor de Roxanne. 

 

Al entrar al aula, el resto de omegas se giraron a verlos, tenían caras mañaneras, con uniformes bien puestos pero con ganas de seguir durmiendo. 

El Sr. Dugan estaba sentado sobre la mesa del profesor. Usaba su clásica ropa de gimnasia y el gorro azul oscuro. 

 

—Ya que estamos todos, comenzaré con la noticia. El señor Nolan no quiere que sigan sin hacer nada, y en vistas de los acontecimientos que sucedieron, no nos prepararemos para otro juego. —dijo, observando los rostros de cada uno. — Sin embargo, haremos rutinas pequeñas y al momento de batear o lanzar, Roxanne me estará ayudando en las minutas. 

 

Todd se volteó a verlos a todos. 

 

—¿No son estaciones muy frías? —cuestionó Gregory, manteniendo el tono al margen para no sonar imprudente o irrespetuoso. 

 

El Sr. Dugan giró su cabeza hacia el ventanal empañado por la helada nocturna. 

 

—Serán horarios más ajustados al clima, entonces, ¿Quedó claro equipo? —se inclinó hacia adelante esperando sus respuestas. 

 

—Claro, señor. —respondió Roxanne. 

 

Fue la primera en levantarse, al pasar por el costado de ellos sonrió. 

 

—Hace falta entrenar el cuerpo, ¿No?

 

Todd no sabía porque aquellas instancias de conversaciones desbocadas de alegría ahora se sentían tan actuadas. Como si…No se contarán todo lo que pasaba. 

 

Decidió no darle demasiadas vueltas al asunto, a veces siempre todo podía ser más sencillo de lo que uno imaginaba que podía ser. Todd sabía muy bien de eso, después de todo su mente era por consecuencia una de las grandes razones de por qué no se atrevía a las grandes —y a veces pequeñas—, cosas que otros hacían. 

 

Se levantó del asiento, saliendo junto a todos ellos. En el proceso Gregory se le acercó entusiasta mientras lo abrazaba del cuello y caminaba junto a él hacia el comedor. Estaba contento por volver a correr como un desquiciado por una simple pelotita. Más aún, si esa pelotita podía caerle en la cabeza a alfas que se creían con la gracia suficiente para desmayar a un omega. 

 

Todd se río de las ocurrencias. Al entrar al comedor, por un instante tuvo la sensación de que había una intensa mirada sobre él, pero solo vió el sútil brillo de los ojos de Neil. Pensando que solo se había tratado de su alfa, sonrió tímidamente, tratando de no ser tan obvio con los latidos de su corazón. Estaba tan maravillado y encantado de Neil Perry, que parecía casi imposible para él ignorarlo. 

 

Estaban comiendo en silencio, casi más dormidos que despiertos cuando sonó la campana de la primera hora. 

 

Se levantaron con rapidez, recordando que el tiempo en Welton es una extraña cosa que siempre parece tenerlos corriendo. Avanzaron hacia el laboratorio de Química, con sus pesados libros bajo el brazo. 

 

Cuando Agatha se sentó, Richard Cameron se detuvo frente a ella pensando antes de hablar, dirigiendo su vista hacia ella. Balbuceo por lo bajo, antes de por fin soltar las palabras. 

 

Tampoco iré al concurso. Mi proyecto es impresentable. —informó. 

 

Agatha se quejó perpleja. Cameron no dijo nada más, apretando los puños antes de caminar de prisa hacia su puesto. Ella se giró a verlo, más atrás donde reposaba el proyecto de ella, que había sido catalogado como inaceptable, reposaba el proyecto destruido de Cameron. Los ojos azules de Agatha buscaron la mirada del alfa, sin obtener ninguna a cambio. 

 

—Muy bien. Como han ocurrido ciertos percances. —comentó el maestro. — Me veo en la obligación de cambiar la tarea final por otra. La idea es plantear un informe de distintas teorías que les asignare, para ello los reuniré en duplas que realice de forma objetiva y al azar. 

 

El maestro de Química sacó una libreta, ojeó las páginas hasta detenerse en una en particular. Comenzó a dar nombres: Meeks y Hopkins, Cameron y Gallahan, Perry y Dalton —hubo un grito de festejo—, Morrinson y Gemmell, Darling y Pitts, Knox y Campbell. . . 

 

Anderson y Blackwood. 

 

Blackwood. 

 

Todd nunca había escuchado ese apellido antes, entonces se dio cuenta que no había prestado tanta atención a sus compañeros de clase como pensaba. Trató de descifrar quién era, pero nadie más que Neil, lo miraba. 

 

—Reúnanse pronto. Ya saben en qué página buscar, no pierdan el tiempo. —ordenó con dureza. 

 

Mientras todos se movían, tratando de no arrastrar sillas y cambiar de lugares con otros, por el espacio más cercano a su dupla. Todd se quedó observando hacia todas direcciones sin saber qué hacer, si levantarse de su asiento o no, si buscar o llamar en voz alta. Estaba nervioso por no saber cómo reaccionar.

 

Hasta que de pronto alguien se sentó en la silla que estaba delante de él. La alfa se sentó al revés, extendiendo sus piernas y apoyando sus brazos sobre el respaldo de la silla. Todd le sonrió por cortesía.

 

—¿B-Blackwood? —preguntó por las dudas.

 

Ella sonrió.

 

—En persona. —extendió su mano, Todd la sujetó. — Un placer, tantos meses y ni nos hemos saludado. 

 

—S-Sí. Es que en Welton siempre hay algo que hacer. —comentó, quitando su mano del agarre. 

 

Blackwood asintió. 

 

—Bueno, busquemos esa teoría y hagamos que las clases de Literatura nos valgan para escribir maravillas. —dijo, ojeando su libro de Química. 

 

Todd rápidamente la imito. Al menos era un buen indicio poder estar hablando sin tantas complicaciones con alguien fuera de sus clásicos círculos. Debía ser un buen presagio. Dentro de todo algo bueno que podía salir. 

 

Y fue mucho más sencillo de lo que Todd esperaba que fuera.

 

Su nombre era Valeria, Valeria Blackwood y la reconoció al instante como la mano que lideraba al Equipo de Remo. La misma que hacía sufrir a Richard y a Charlie en las tardes antes de entrar al lago. 

 

Todd no pudo evitar reírse del asunto. De ponerle cara a la “maniática que nos hace hacer flexiones de brazos antes de manejar los remos”. No se veía como la alfa desquiciada que Charlie y Richard catalogaban como producto de sus pesadillas. Además, hacía remo desde que era una cachorra. 

 

No pudo estar más maravillado con eso, uno de sus sueños siempre fue poder hacer remo. Desplazándose sobre el agua mientras lo impulsaba al movimiento. No podía evitar escucharla con un asombro discreto.

 

—Parece que te gusta esto tanto como a mí. —susurró Valeria. Dándole trazos a una figura que realizaba de un átomo. 

 

Todd sonrió, avergonzado. 

 

—Lo hace. E-Es divertido. —confesó. 

 

La alfa detuvo el lápiz sobre el papel antes de observalo fijamente. 

 

—Podría enseñarte, Todd. 

 

Todd la miró confundido. 

 

—¿Qué?

 

Ella alzó los hombros, despreocupada.

 

—Nolan me deja sacar el instrumental. Te invito a un paseo si quieres.

 

Oh. Él realmente quería, pero una parte de sí mismo pensó que la amabilidad desmedida de un día para otro era extraña. 

 

—Lo pensaré. —respondió, para no parecer desconsiderado. 

 

—Bueno. Piensalo muy bien. —enfatizó, antes de volver su atención al dibujo. 

 

Continuaron avanzando el resto de la clase en conversaciones a medias. 

 

Más allá Neil lo miraba con atención y precaución. A él evocaban las palabras que Blackwood le había dicho mirándolo a los ojos. La clara señal del deseo y la imprudente mirada desagradable de una alfa que seguramente pensaba que el lugar de los omegas era la casa o quién sabe qué otro lugar más bárbaro. Ahora como una fuente de pura ironía, ella parecía estar diciendo cosas graciosas que fueron capaces de hacer sonreír y reír por lo bajo a Todd. 

 

—Cuidado tigre. Nadie te lo quita. —susurró Dalton, transcribiendo información del libro de Química a su libreta. 

 

Neil frunció el ceño. 

 

—¿De qué hablas?

 

—De tus celos. —aclaró, levantando la vista antes de mirar otra vez su cuaderno. 

 

Neil no estaba celoso. Estaba preocupado. 

 

Blackwood no le parecía ni nunca sería para él, una buena persona. No después de esa conversación. 



        Para Todd, sin embargo, fue todo lo contrario. Ella era graciosa y simpática. No hizo ningún comentario fuera de lugar, no lo hostigo pidiéndole que hablara más. Ella fue gentil, apegándose a sus condiciones. 

 

—Nos falta terminar la última parte. —observó Valeria, cuando la campana sonó.

 

Todd asintió.

 

—Podemos usar la biblioteca. —propuso Todd. — Casi nadie va allí. 

 

Valeria lo observó complacida.

 

—Es una buena idea. ¿Qué te parece hoy antes de salir?

 

—Claro. —asintió, acomodando sus libros.

 

—Fue un placer conocerte Todd Anderson.

 

—Lo mismo digo, Valeria. —sonrió Todd. 

 

Ella se giró para irse, Todd vio cómo casi por descuido acabó chocando con Neil. Ella parecía tener la misma estatura que él, quizá uno o dos centímetros más alta. 

 

Todd le sonrió con entusiasmo a Neil, tenía ganas de decirle que había podido establecer una conversación por su propia cuenta con alguien que no fuera miembro del Club MS ni de los Poetas Muertos. Pero Neil no lo miró, parecía pensativo, casi ido de cualquier acontecimiento que estuviera ocurriendo a su alrededor. 

 

—¿Neil? 

 

Ante el llamado Neil elevó su rostro. 

 

—Ten cuidado con Blackwood. —dijo. Todd lo miró desconcertado, sonaba como una orden. Una orden alfa. — Digo, ella parece tener un carácter difícil. Eso escuche. 

 

Todd lo miró confundido. 

 

—Ella no parecía de ese modo cuando me habló. 

 

—Solo digo Todd…Que puede serlo. No lo sé. 

 

Al igual que Charlie, Todd pensó que Neil estaba celoso. Así que le sonrió antes de darle suavemente la mano. 

 

—¿Jugando al alfa rudo?

 

Neil se sonrojo.

 

—No digas eso. Yo no soy así. 

 

Todd sintió su corazón arder al ver el rostro de Neil sonrojarse y esconder la vista observando el suelo. 

 

—Ya lo sé, cariño. Tú eres un alfa dulce. –susurró, para que nadie escuchará el toque dulce y con doble intención de su conversación.



Neil no tuvo el valor de decirle que Blackwood era una de los tantos alfas que habían hecho a Neil sentirse en una bajeza que no supo explicar. La razón por la que desesperado trato de buscar un nuevo sitio donde mover el nido de Todd. Quizá fue porque en el fondo pensaba que ella solo estaba siendo grosera por no compartir ni ver omegas más allá de su madre. Quién sabe. Hasta los Poetas Muertos a veces olvidaban tener cuidado, aprender a valorar el ser omega.

 

Cualquiera puede equivocarse así y tomar conciencia. 

 

—Charlie solo hizo un treinta por ciento del trabajo. —dijo Neil, saliendo del aula con Todd caminando a su lado. — Quizá deba decirle que haga lo que nos faltaba. 

 

—Esperemos que no finja quedarse dormido. 

 

Ambos rieron. 

 

Durante la clase del Sr. Keating vieron la prosa de John Keats. Todd que sabía que rara vez se requerían tomar apuntes en la clase de Literatura, traspasó entusiasta algunos versos que lo inspiraron, mientras escuchaba las palabras del Capitán. 

 

—No hay que dejarle la poesía sólo a los Letrados del arte, a veces debemos hacer poesía por el puro placer de querer que el arte nos consuma. —explicó el Sr. Keating.

 

Motivando la idea de que, a pesar de la profesión que eligieron, estaban destinados a poder salir del molde, porque el humano podía hacer todo lo que pudiera proponerse soñar. 

Todd sonrió ante la idea misma. 

 

Estaba escribiendo con calma cuando un calambre raro lo hizo detenerse. Automáticamente llevó su mano izquierda hacia la zona del dolor, en el vientre. Había sido una punzada. Se quedó quieto, esperando quizá una réplica, pero no sucedió nada. 

 

¿Qué había sido eso? 

 

Tragó saliva, volviendo su atención al Capitán, ahora más cauteloso que despreocupado. 

 

Pasó la siguiente hora esperando un dolor que nunca llegó. 

 

Como era costumbre en ese horario, Neil amablemente se ofreció a llevarle el manojo de libros que debía acarrear, aunque lo bueno era que solo debía llevarlos hasta el casillero y marcharse hasta la sala del comedor para el almuerzo. 

 

Se sentaron juntos está vez sonriendo uno al otro mientras buscaban partes de su comida que no parecieran parte de la cena de la semana pasada. 

Cuando quedaban los restos de comida en los platos de la mayoría de estudiantes, Agatha llegó a la mesa. De aspecto serio y distante acercó un libro hacia Richard Cameron. 

 

—Si te gusta el último descubrimiento de Linus Pauling, te gustará este libro. 

 

Richard pareció confundido un momento. Antes de recibir el libro.

 

—Gracias, Delacroix.

 

—De nada, Cameron.

 

La conversación para Todd fue estrictamente normal y demasiado profesional, como dos colegas del mismo lugar de trabajo compartiendo más información del trabajo. Pero, las percepciones pueden ser muy diversas.

 

—Qué carajo, ¿Te hablas con ella? —cuestionó Charlie.

 

Richard no lo miró.

 

—Son cosas de Química. No lo entenderías. 

 

—Claro, porque eres inmensamente aburrido para pensar en otra cosa que no sean las estúpidas tareas.



Todd observó inquieto esa conversación, estaba seguro de creer que las peleas entre ambos habían sido menos ruidosas últimamente. Terminaron de comer antes de que la campana siguiente sonora. Ese cambio de actividades era la alarma de Todd para caminar hacia la biblioteca y poder reunirse con Valeria para terminar el informe a medio hacer que había quedado.

 

Llevó estrictamente lo necesario, lo que consistía entre sus lápices, libreta y el libro de Química. Le sorprendió un poco cruzar los estantes hasta las mesas para ver a Valeria sentada ya ahí. Ni siquiera notó cuándo salió del comedor. 

 

—H-Hey, hola. —saludo.

 

Valeria inmediatamente elevó su vista, sonriendo. Tal vez había dicho que era complicada porque cuando estaba seria parecía tener una actitud pesada. 

 

—Hola Todd. 

 

Para tener mayor comodidad de compartir lo escrito y consultar al otro si le parecía que estaba todo en orden, se sentaron en la misma banca, rozando mínimamente sus rodillas en algunas ocasiones. Apenas habían hablado manteniéndose ocupados en su tarea. Ella escribía con rapidez, obligando a Todd a apresurar también su escritura. 

 

Habían pasado al menos cuarenta minutos escribiendo cuando Valeria se detuvo, dejó el lápiz encima de la libreta, estirando perezosamente los brazos. Todd siguió escribiendo, observando con cuidado que la hoja estuviera limpia y con letra pulcra. Sintió la mirada de Valeria sobre él. 

 

Se giró a verla. 

 

Ella tenía una expresión indescifrable. 

 

—¿Pasa algo? —preguntó Todd. 

 

Valeria tenía las pupilas dilatas. 

 

—Lo sabía. —fue lo único que dijo. — Hueles a canela. 

 

Todd sintió de pronto un sudor frío recorriendo su espalda. 

 

—D-Disculpa, estas, estas confundida. —Todd no pudo evitar tartamudear. Se sintió en pánico. Ella no debería siquiera pensar que olía a nada. Todd no tenía olor para los demás.

 

Ella negó, sonriendo lentamente. 

 

—No. Al principio quizá sí, pero ahora efectivamente estoy segura de lo que tengo al frente. —casi como si confirmara su punto, aspiró lentamente por la nariz hasta exhalar. — Es canela, Todd. Qué omega tan encantador. 

 

No estaba cómodo con eso, Todd no estaba nada cómodo con eso. 

 

—Creo que ya terminamos. —dijo seco, demasiado duro y tajante. — Me iré.

 

Valeria suspiró.

 

—Oh vamos. No le diré a nadie a menos que sepas que andar desparramando el olor no trae nada bueno. Una puede pensar cosas. 

 

Todd se sintió irritado.

 

—E-Estas siendo g-grosera. —quiso morderse los labios. 

 

—¿Grosera? Al menos no soy parte de los que piensan que Perry te coge cada noche.

 

—¿Q-Qué? 

 

—Lo que dije. Hueles bien, Todd. Si eso no fuera una maldita invitación grotesca no sé qué carajos sea.

 

—¡Huelo porque es normal tener aroma! 

 

—¿O sí? Tus amigos omegas están tan empastillados que huelen a analgesicos. Pero tú no, tú no tomas esas basuras. 

 

Todd se levantó del asiento, enrojecido por la fura. Por la idea de que alguien que no fuera Neil supiera a qué olía, por alguien que no fuera su alfa creyendo que podía cruzar cualquier tipo de límite. Peor aún, la sensación de no haber tomado sus pastillas como debía. Quizá la dosis del medicamento estaba mal, quizá se había equivocado, quizá no supo tomarse bien el frasco…

 

Era su culpa. 

 

Estaría en problemas.

 

—¿Todd?

 

La voz de Stick hizo que Valeria se alejara de golpe, saliendo del asiento. La cabeza rubia del alfa se asomo por los estantes, observó curioso a ambos. 

 

—Stick. —sonrió Todd incómodo.

 

—Eh…Te buscaba para hablar de Keats. —aclaró, mirando entre Todd y Blackwood. 

 

Claro. Keats, ahora vamos. 

 

Valeria soltó un quejido. Antes de que Todd se fuera lo detuvo, sin que Stick pudiera ver.

 

—Lo siento, Todd. Me pase de la raya, perdón.

 

Todd tenso la mandíbula.

 

—Sin resentimientos, Blackwood.

 

—Claro. —asintió seria. 



Valeria se quedó en la biblioteca un poco más, en silencio pensando.

 

—¿Qué haces aquí? —preguntó Felicia. Una vieja ex amiga. 

 

—Qué te importa.

 

—Eres demasiado pesada, ¿Sabías?

 

Valeria sonrió. 

 

—Cosas de alfa. Ya sabes, jugando por el dominio cuando ven a un omega que remueve el piso.

 

Felicia alzó una ceja confundida.

 

—Los omegas que están en Welton definitivamente no provocan eso en nadie. Están medicados. 

 

—Igual que nosotros, pero aún así somos lo que somos. —alzó los hombros. Los observando medio molesta la rutina que había tomado Todd para irse. 




Stick y Todd caminaron en silencio. Todd parecía considerablemente ocupado en sus propios pensamientos, la realidad era que el alfa bajo nunca le pidió hablar del autor a Todd, es más, ni siquiera se habían dirigido la palabra durante el día más que cordiales saludos de buenos días o de pasillo. Pero eso no significaba menos para ver que Todd parecía casi asustado en presencia de Blackwood. Sea lo que sea, Stick no se iba a entrometer. 

 

—Stick. —lo llamó Todd, deteniéndose abruptamente en el pasillo. — ¿Puedes olerme? 

 

Stick casi quedó en shock ante tal petición. 

 

—No creo que eso sea correcto. —respondió enseguida, acomodando los lentes por el puente de la nariz. 

 

Todd frunció los labios. 

 

—¿Pero no sientes nada?

 

—Solo el aroma de Neil, más o menos. —añadió. 

 

Todd asintió. Para Stick el aroma de Neil era predominante en él, ahora sin embargo nadie lo consideraba que fuera una marca, era sólo consecuencia de dormir en la misma habitación, no juntos, si no cerca. 

 

—¿Estás seguro? —cuestionó.

 

Stick lo observó afligido.

 

—La verdad…No lo sé, Todd. Quizá sea tu perfume. —comentó, alzando ambos hombros.



Todd no usaba perfume. Solo el jabón, no había loción, solo una crema aromática que a veces le servía a su piel. 

 

Sin embargo, tras el gesto de preocupación del alfa Todd le sonrió tratando de tranquilizarlo. Probablemente Stick había reaccionado a su propio rostro. 

 

Cuando ambos se separaron Todd avanzó hasta su habitación sujetando la libreta y el libro contra su pecho con demasiada fuerza. Casi raspando la portada dura del libro de Química. Nunca antes nadie le había hablado como Blackwood lo había hecho, y estaba completamente seguro de que los únicos colmillos que había podido ver de primer plano eran los de Neil. 

 

Valeria Blackwood había mostrado sus dientes, filosos y hambrientos. Ella se disculpó, pero Todd no estaba tan seguro acerca de cuán sincera podía ser esa respuesta. Claro que no deseaba poder juzgarla de inmediato, pero tenía razones suficientes para quererla lejos de él. Primera persona con la que decide interactuar y resulta tan mal como podía ser.

Todd cerró la puerta con prisa, el uniforme de Neil estaba desparramado sobre su cama y la silla. Tenía práctica de fútbol, y él tenía que ir a beisbol. 



Se cambió de ropa rápido, siendo descuidado al quitarse la chaqueta, la camisa y la corbata. Cuando estuvo listo, habiendo atado las agujetas de las zapatillas con fuerza, Todd observó su mueble. Justo donde yacía el frasco de sus medicamentos. 

 

Hueles a canela. 

 

Todd cerró los ojos, estiró la mano y sacó el frasco para vaciar dos píldoras sobre su mano. Se los tragó sin haber esperado por un vaso de agua, saboreando el sabor ácido y picozo de las pastillas que servían para controlar su celo y, también su aroma. ¿No eran una maravilla? Aquello lo mantenía al margen, lo convertía en un problema menos del que preocuparse. 

 

Cuando la sensación hostigante lo dejó respirar por la nariz, caminó mucho más tranquilo hacia el patio. 







          Neil estaba molesto. No quería admitirlo en voz alta, pero estaba demasiado molesto y no sabía exactamente por qué. 

Se había quedado inquieto al ver a Todd marcharse a la biblioteca, sabiendo que cualquier cosa que pasara Todd sabía cómo poner límites. Y, además él estaría cuidandolo…Pero Nolan lo llamó para hablar sobre una tontería que tenía que ver con el rendimiento y excelencia académica. Váyase al demonio, quiso decirle. En su lugar le sonrió cortésmente y asintió. 

 

Lo dejó ir justo para el horario de la práctica de fútbol, y avanzó como si el piso entero fuera un asqueroso charco de lodo que merecía ser pisoteado con la furia de sus zapatos para ensuciarlo todo. Luego, una picazón tormentosa lo siguió hasta convertirse en una especie de calor atroz. Odiaba el clima tan inestable que se formaba cuando el otoño y el invierno se entremezclaban para dar paso al otro. 

 

Se quitó la ropa con furia, con descuido y mucha desesperación. Quizá estuvo unos cinco minutos en ropa interior mirando confundido el uniforme desparramado, preguntándose si acaso en algún momento de su infancia había sido así de descuidado. 

 

Luego se apresuró a ponerse el pantalón cortó y el buzo de Welton. Seguía molesto, pero menos que antes. Tenía comezón en las manos, sus dedos se restregaban entre ellos buscando una especie de calma y apoyo. 

El entrenador los hizo correr antes, vueltas de un extremo a otro en su parte del patio, luego una serie de pequeños obstáculos hasta que el calentamiento se detuvo y comenzó el partido. Está vez Neil y la mayoría de Poetas Muertos fueron del equipo amarillo, con los pequeños chalecos que cubrían su camiseta. La idea era poder jugar en cierto modo, libremente. 

 

A Neil no le gustaba mucho el fútbol, lo consideraba divertido y necesario para agotar la energía que a veces sentía que desbordaba en su cuerpo, pero no algo fundamental en su vida. 

 

Fue por eso, que igual que hace unos meses atrás, Neil comenzó a tomarse el juego muy en serio. Sujetó a Knox del codo cuando el pobre chico tropezó con sus propias piernas, le dió una mirada seria y, aunque lo ayudó a ponerse de pie parecía más molesto que divertido por el asunto. Knox se sintió por primera vez un poco cohibido ante Neil. 

 

Entre más pasaban los minutos, Neil corría con mayor firmeza, chutaba sin medir la fuerza y parecía considerablemente mal cuando perdía el balón. 

 

Neil sabía que no debería estar tan irritado. Conocía que a veces la rabia se inyectaba silenciosamente en él como un veneno mortal, casi siempre en torno al señor Perry. 

 

Aquí no estaba Thomas Perry, y sin embargo, la rabia se expandía por su cuerpo como la sangre lo hacía. 

 

—Ten cuidado, Perry. —murmuró Blackwood.

 

Claro. Ella estaba aquí, ella era de por sí una especie de deportista innata que prefería mantener sus logros al margen. Una jugadora inteligente. 

 

Neil la observó de arriba abajo, ni siquiera notó que estaba enojado hasta que el ceño le dolió por la forma en que arrugaba las cejas. 

 

—Sí, gracias. —respondió seco.

 

Y cuando ella chuto, el balón impactó con el rostro de Neil causando un crujido que solo tuvo como consecuencia un rostro manchado con el barro de las tardes de lluvia. 

 

—Te dije cuidado, Perry. —repitió Blackwood. Sonriendo.

 

Ella sonrió. 

 

Neil no pudo controlarse lo suficiente cuando caminó hasta ella, y la empujó. Blackwood firme apenas se movió unos cuantos centímetros, sin dejar de mantener su cara petulante. 

 

—Basta, ¿Qué hacen? —se apresuró a decir uno de sus compañeros, avanzando hacia ellos.

 

Neil no pudo evitar irritarse.

 

—Ella empezó. —acusó.

 

Alguien negó a un costado de él.

 

—Neil, déjalo ya. Es solo un balón mal direccionado.

 

Pero Blackwood siguió sonriendo, y esa fue prueba suficiente para comprender que fue con toda la intención.

 

—Lo hizo a propósito. —expresó, observando casi desconcertado el rostro de la alfa.

 

Blackwood negó.

 

—Ya qué. No se puede seguir si un cachorro como Perry está lloriqueando por el juego.

 

El rostro de Neil siguió contrayéndose por la ira. Nunca antes le había molestado y enfurecido tanto haber recibido un pelotazo en la cara. Pero ella lo miró con saña…

 

—¿Cuál es tu puto problema, Blackwood? 

 

—El del problema pareces ser tú. 

 

A un costado una alfa sostuvo el brazo de Blackwood.

 

—Deja eso, Valeria. Basta. —habló bajo Felicia. — El entrenador puede vernos. 



Ante la mención de saber que estaban en medio del patio, Neil tragó saliva. Recordando por un instante que estaba en Welton, que sí hacía algo imprudente podían llamar a su padre, que había una obra por estrenarse, que tenía toda una vida para hacer un millón de cosas y no iba a ponerse a discutir de pronto por un balón. ¿Aunque era realmente por eso? 

 

Charlie llegó trotando a su lado, observó entre ambos alfas, hasta que puso su mano sobre el cuello de Neil para darle un suave jalón amistoso y tranquilizar la situación. 

 

—No es mi culpa que ni siquiera tenga un nudo ni sea un idiota reprimido. —masculló Blackwood.

 

La molestia, la rabia y el veneno interior de Neil recorrieron sus venas como una bomba que había deseado con ansias poder ser apretada. Explotó. Se giró sin darle tiempo a Charlie a reaccionar lo suficientemente rápido, estaba listo para atacar a la alfa cuando un par de manos lo jalaron hacia atrás. 

Neil la miró con rabia. Ella le respondió con un toque de confusión y agresividad pero también fue enviada hacia atrás por otros estudiantes. 

 

Quería soltarse, que lo dejaran ir y demostrarle a Blackwood que era lo suficiente alfa como para no poner en duda ninguna de sus capacidades. Entonces Charlie gritó. 

 

Charlie gritó.

 

Charlie. 

 

Neil se giró, frío, desconcertado y envuelto en la confusión.

 

—Mierda, Neil. Qué carajos, me mordiste. 

 

—No puede ser. —susurró Steven, sujetando aún a Neil.

 

Neil observó el rostro contraído de Charlie. Su mano cubriendo uno de sus antebrazos.

 

—Me mordiste el brazo, ¿Qué mierda? —dijo desconcertado. 

 

El entrenador hizo sonar el silbido. Los grupos se disiparon, y el alfa mayor dijo: hasta los mejores tienen su mancha en Welton. 

 

Un demérito. El primero. Neil quiso llorar. Luego de la rabia siempre viene la tristeza. 

 

Steven, Knox, Pitts y Charlie se miraron confundidos. Por primera vez, todo lo creían entender de Neil se esfumaba en una simple acción. 










           La libertad de correr era tan electrizante como agobiante. A Todd le gustaba correr entre el pasto del patio, en la cancha improvisada y las risas de sus amigos. No estaban sudando como locos, no estaban dando más allá de lo que podían dar, pero ciertamente estaban haciendo algo. Agatha se quejó por lo bajo, al parecer estar quietos sin entrenamiento era justamente la prueba suficiente de que el cuerpo se desacostumbra. 

 

Lo importante era, que después de todo, Roxanne estaba riéndose. Soltando carcajadas puras, sin decoro y con lágrimas incluidas. Había hecho menos vueltas que ellos, en un trote suave. Ahora vestía una gorra a juego con el Sr. Dugan, un suéter igual y un silbato alrededor del cuello. 

 

Los estaba viendo sufrir desde su cómodo sitio como co-entrenadora.

 

—¡Mueve tus piernitas, Anderson! —gritó Roxanne.

 

Todd negó, riendo bajo. Se estaba vengando por obtener el home run que ella quería. Todd apresuró su trote, aunque el cansancio incrementó volvió a sentirse libre de cualquier peso, de toda culpa que antes había sentido. Blackwood había sido solo un tropiezo en el día, un mal momento como los que suele tener la vida. 

 

El Sr. Dugan a pesar de la costosa entrada en rutina, los felicito. Dándoles unos cuantos minutos de juego desordenado entre bateadores y lanzadores. Se turnaban entre los cuatros mientras Roxanne escribía lentamente sentada sobre el suelo, el puntaje que llevaba cada dupla. 

De pronto el sol había bajado lo suficiente para cubrir los cielos de tonos rosas y anaranjados. 

 

Ahí, mientras quedaban ya a lo lejos los últimos estudiantes reunidos con sus maestros en los talleres deportivos, el Sr. Dugan los llamó a reunirse en un círculo. 

 

Todd suspiraba cansado, tratando de regular su respiración y volver a encontrar cierto equilibrio en estar sencillamente quieto. Se llevó ambas manos a la cadera, aspirando y soltando el aire hasta estar calmado. 

 

—Son increíbles. —comenzó a decir el entrenador. — Independiente de los problemas que teníamos al inicio, quiero creer que hemos logrado un buen desempeño. Además, sabemos que esos idiotas hicieron trampa, ¡Pero! No podemos entrar en conflicto. 

 

—Yo sí quería entrar en conflicto. —comentó Gregory, alzando las cejas.

 

El Sr. Dugan asintió. 

 

—En todo caso, lo importante es…

 

Todd seguía escuchando las palabras del entrenador. Más o menos, parecía que sus sentidos no estaban conectando demasiado bien, pestañeó un par de veces, escuchando la voz lejana como si estuviera sumergido bajo el agua y sus oídos increíblemente tapados. Trató de acomodarse mejor sobre sus pies, el Sr. Dugan dejó de hablar, su boca no se movió. Todd parpadeó, Roxxy, Agatha, Valentine y Gregory le estaban mirando fijamente. Por inercia, casi en automático Todd sonrió.

 

—¿Estás bien? —preguntó Roxanne.

 

La pudo oír perfectamente, ¿Por qué estaría mal? 

 

Sonrió enseñando los dientes, justo al abrir su boca sintió un líquido bizco que se escurría por sus labios y entraba a su paladar. Qué rayos.

Nervioso, Todd se llevó una mano rápidamente hacia la zona, tocó el líquido con sus dedos y alejó su mano para observar mejor. 

 

Sus dedos estaban rojos. Sangre. Le estaba sangrando la nariz.

 

La gota roja cayó hacia sus zapatillas, manchando la tela blanca. Estaba confundido. 

 

Mareado, el suelo se movía. 

 

—¡¿Todd?!

 

—¡Cielos, Todd!

 

Todd ni siquiera supo de dónde venían las voces ni de quiénes eran. Quizá el entrenamiento fue demasiado para él.




Cuando Todd cayó inconsciente hacia un costado, Valentine se apresuró a sostener el cuerpo flácido lo mejor posible. El Sr. Dugan sujeto a Todd con prisa y precisión, antes de sostenerlo en sus brazos y levantarlo. El beta lo miró preocupado. El muchacho se veía pálido, sudoroso y le sangraba la nariz de una forma alarmante. 

 

Como primer protocolo, el Sr. Dugan corrió hacia la enfermería con el omega colgando en sus brazos, los cabellos rubios de la cabeza inconsciente se movían a la par del viento de la tarde hasta cruzar las puertas del edificio. 

El tropel de omegas asustados y preocupados corrían detrás del beta y el chico que yacía en sus brazos. Abrieron puertas, giraron por los pasillos hasta que encontraron a la Doctora Mitchell detrás de su escritorio. 

 

Ella observó fijamente, precavida y evaluativa al omega inconsciente y al beta que lo sostenía. Se quitó las gafas de inmediato, preparó la camilla y ordenó que acostaran al muchacho. 



—Fuera de la enfermería. —ordenó con voz dura.

 

Agatha se negó.

 

—Es nuestro amigo. —expresó seria. Observando el cuerpo inconsciente de Todd sobre la camilla.

 

La Doctora Mitchell tragó saliva, firme.

 

—De todas formas, esperen afuera. —suavizó su voz un poco. Les dió una mirada compasiva.

 

El Club MS se quedó viendo una fría puerta blanca que les cerraron en la cara. 

 

De cuerpo quietos, casi entumecidos, el calor del momento se había convertido en sudor frío que bajaba por sus cuerpos. 

Roxanne pestañeo, se giró a ver al entrenador. El Sr. Dugan miraba ido la puerta, hasta que la presencia de unos ojos sobre él le hicieron reaccionar. 

 

Antes de hablar suspiró cansado.

 

—Vayan a cambiarse. Ella avisará. — dijo seco.

 

Se fue por el pasillo cabizbajo. Los omegas lo vieron irse, probablemente arreglaría la instrumentaría, tal vez le diría al decano o al Sr. Hager que tenían un problema…Tal vez solo no diría nada.

 

Permanecieron quietos, esperando que la puerta se abriera en cualquier momento…No lo hizo.

 

—Hay que ducharnos. Necesitará oler algo agradable. No sudor. —comentó Roxanne, riendo.

 

Gregory río por lo bajo. Un par de risas nerviosas.

 

—Claro, quién quiere oler el sudor luego de un desmayo así, ¿No? Hay que ponerse guapos para Toddie. 



Comenzaron a caminar lento. Agatha se volteó una última vez, por si acaso, por si pasaba algo pero no pasó nada. No escuchó la voz de Todd.






Todd no suele recordar muchas cosas de cuando era un niño, de cuando era un cachorro que apenas estaba conociendo el mundo. A veces pensaba que su vida no había sido tan emocionante. En otras ocasiones venían a él fragmentos que quizá había borrado de su mente a propósito. 

Lo único cierto, es que se había enfocado en gran medida en ser un buen hijo. Desesperadamente quería serlo. Hacer felices a sus padres, enorgullecerlos. El camino a esa vía fue considerablemente doloroso. 

 

Siente un dolor familiar, una sensación lejana que alguna vez vivió. Le duele el cuerpo, los brazos, las piernas y el abdomen. Recordó que había estado entrenando, pero habían sido cosas suaves, no eran la clase de ejercicios que lo dejaban de forma natural como un saco de papas. Estaba agotado y adolorido. 

Parpadeó un poco, lentamente acostumbrándose a la luz amarillenta que le llegaba de algún lado. Observó con precaución su entorno, el techo blanco, el murmullo de una voz.

 

A su lado estaba la Dra. Mitchell, de ojos azules serios, análiticos y distantes por su papel de doctora, pero cuando sus miradas se cruzaron ella estaba triste. 

 

Triste. La doctora estaba…Mirándolo.

 

De costado a la cama, ocupando el espacio de la enfermería estaba el Club MS, de pie envueltos en sus abrigos de Welton que les daban un poco de calor a sus cuerpos vestidos por los pijamas. Era tarde. Todd había dormido demasiado. 

 

Ellos estaban ausente, como si de pronto todo lo de esa habitación fuera tragedia. 

 

—Solo me sangro la nariz. —dijo Todd, con la voz ronca por el descanso. 

 

—No fue solo la nariz, joven Anderson. Me temo que fue más que eso. —dijo la Dra. Mitchell. 

 

Todd s e sentó en la cama, observando temeroso. Notó que le habían puesto suero, una aguja estaba conectada a su piel del brazo derecho. 

 

—Joven Anderson. —habló la doctora, Todd le prestó atención conteniendo la respiración. Ella sostenía en una mano su medicamento. — ¿Hace cuánto que consume estás pastillas?

 

No sabe qué significado tienen las pastillas con todo eso, no sabe y al mismo tiempo lo presiente. Pero el pitido agudo que comienza a sonar en sus oídos, le indica que realmente no quería saber por qué motivo es todo eso importante. 

 

Todd sabe cuándo comenzó a tomarlas, la mirada de su madre, su padre sin mirarlo, recuerda su sabor casi inyectado en su paladar. Sus pequeñas manos temblorosas. Solo quería ser bueno. 

 

—Desde los doce. —respondió, no vio a los omegas. Solo a ella. A ella su rostro político de médica. 

 

La Dra. Mitchell suspira, asiente lentamente y luego deja la cajita a un costado. 

 

Todd sigue cada movimiento que ella hace, puede ver por el reojo como los omegas siguen ahí quietos, fríos y casi repelidos por una pared invisible. Pero seguro que ellos saben mucho antes lo que sea que ella le dirá.

 

La Dra. Mitchell se quita las gafas de medio cristal. 

 

Todd. Este medicamento comienza a tomarse desde los quince años, a los quince el omega presenta las conductas del celo reproductivo antes solo vive períodos de cuidado y semi hibernación. —se detuvo, una pausa larga…—, Tuvo una intoxicación. Casi muere. 



La oración es corta. Tajante. Casi muere, así de la nada solo porque su cuerpo había sido envenenado en lugar de cuidado. Pero los doctores de la familia habían dicho que era lo correcto. Su mamá le dijo que estaba bien, su mami. 

 

—¿No es lo que todos los omegas hacen? —preguntó, su voz se ahogó. Sollozo y de pronto estaba llorando. 



Estaba bien. 



Roxanne salió de la habitación, la puerta se abrió bruscamente. No se quedó ahí, caminó por el pasillo, subió escaleras con la garganta apretada, un alambre invisible se envolvía en su yugular. Sollozó bajo, bajito, haciéndose la dura, se mordió la mejilla interior. 

Le temblaban las piernas, le temblaba la única mano que podía mover al momento de abrir la puerta de su habitación. 

 

Estaba a oscuras. Solo la luz del farol iluminaba escasamente una parte, la cama de Gregory. Dejó la puerta abierta, se agarró el cabello con fuerza, dejó caer la mano. Se paseó, sollozo más fuerte y gruño. Enrrabiada, casi animal. 

 

Roxanne no pudo sostener su propio peso, cayó de rodillas y lloró fuerte. Con todo su corazón, voz y dolor. 

 

Brusca, llena de ira y enojo comenzó a darle de puñetazos al piso, trató de mover el brazo derecho, se salió el cabestrillo, se quejó. 

 

Unas manos de pronto la envolvieron, la abrazaron. Gregory se arrodilló detrás de ella, la envolvió con sus manos y trató de detenerla en su arranque de hacerse daño ella misma. Manos sobre manos. 

Roxanne lloró, angustiada, recargando su espalda y cabeza en el pecho de Gregory.

 

Ella estaba fría. Una gota de sangre bajaba por el nudillo. 

 

—Por qué, por qué, por qué…

 

Gregory no sabía si lo decía él o ella. 

 

Gregory lloró en silencio, mientras balanceaba su cuerpo igual que una silla mecedora.




     Agatha había salido a la par, pero no lo siguió. Ella caminó hasta el patio, cruzó a los últimos alfas paseando antes de entrar y llegó caminando en línea recta como alma en pena hasta el muelle

Tenía las manos en el bolsillo, miraba el agua y el color anaranjado de los últimos rayos de sol reflejados. Sacó una cajetilla de cigarrillos, fósforos y lo encendió sin temor a ser vista. Dió una calada larga. Hasta que quitó la colilla de sus labios, sus delgados dedos temblaban. 

Dejó escapar el humo. 

 

Pestañeo un par de veces. Veía borroso.

 

Prometió, en silencio y como siempre había enfrentado algunas cosas; que si veía al señor Anderson le golpearía la cara. 

 

Dio otra calada. El labio temblando, el lago estaba tan borroso. 




Valentine se había quedado. Miró a Todd, Todd le recordaba a su hermanito menor, el que lo había escuchado cuando hablaba de dinosaurios, de la vieja Mesopotamia y la Ciudad Pérdida de Grecia. 

 

Todd era un buen chico. El omega más interesante y poético que había tenido el placer de conocer. 

 

La Dra. Mitchell salió en silencio. Dejando a Todd en su estado de shock, de ojos llorosos. 

 

Todd le recordaba tanto a su hermanito. 

 

Valentine vió a Todd acomodarse mejor en la cama. Se cubrió con la manta delgada hasta el cuello, hecho un ovillo. 

 

El omega se acercó, casi lanzándose. Apresurado y mal coordinado. Se arrodilló y abrazó a Todd, como cuando era niño e iba a la cama de sus padres. 

 

No lo quería dejar solo. 

 

Entonces Todd murmuró, bajo pero para el universo entero.

 

—¿Por qué ellos no me quieren? 

 

Y, las lágrimas cayeron por sus preciosos ojos azules.



       Neil justo había entrado a la habitación. Nunca olvidó aquella pregunta. 

 

Notes:

Holaa, me dicen la más rápida del oeste. Más o menos.

Personalmente este capítulo me duele por la situación de Todd, así que estuve llorando mientras escribía. Mi pobre chico💔.

Espero se hayan dado cuenta de puntos fundamentales que están pasando. Si no es asi o sí es y tienen teorías: ESCRIBAN AQUÍ 👀

Comienza la recta final de la primera parte. Perdón por tirar bomba tras bomba.

Y si están mal por todo el capítulo, les animo diciendo que tendremos especial de halloween, si tienen ideas, también pueden compartir la idea🩷.

Tengo dibujitos, pero decidi no subirlo porque quiero que todo sea gris como el capítulo 😔. Gracias por leer, besitos. Gracias a las personas nuevas, muak💖.

Notes:

Cuando me encuentro en momentos deplorables en mi vida recurro a escribir cosas inesperadas de parejas tentativas que solo recurro a leer. No pude soportarlo, estoy buscando consuelo en el AnderPerry <3
cómo no podía hacerlo de otro modo, un omegaverse medio trágico, caótico y cursi con dosis de mpreg (acá podemos "romantizar" las decisiones curiosas de los corazones ardientes).
Cambie el final de esto a uno diferente, después de todo ya está el canon. Suficiente dolor.

ESTOY NERVIOSAAA aaa. Hola y adiós. Besos!