Chapter Text
El tren que llevaba a Thomas desde el aeropuerto de Heathrow hacía el centro de Londres se deslizaba suavemente por los rieles, pero en su pecho, un nerviosismo incontrolable le daba vueltas. Había escuchado historias sobre la alta sociedad londinense, sobre la realeza, sobre los grandiosos bailes que solo unos pocos afortunados eran invitados a asistir. Pero ahora, con apenas dieciséis años, estaba a punto de formar parte de ese mundo tan lejano y, al mismo tiempo, tan fascinante para él.
Al llegar a la elegante mansión de sus tías y tíos en el corazón de la ciudad, Thomas sintió que el aire era más denso, como si el peso de la historia y las expectativas sociales se hubieran instalado sobre sus hombros. Su prima Teresa, a quien siempre le mandaba cartas desde que se conocieron de pequeños, lo recibió con una sonrisa cálida pero con una mirada en sus ojos que delataba un ligero dejo de nerviosismo.
—Thomas, qué bien que hayas llegado. Vamos, no tienes tiempo que perder. Esta noche será el gran baile en la casa de los padres de Newt, el duque. Lo que pase ahí podría definir tu futuro en la sociedad —le dijo Teresa mientras lo guiaba por los pasillos decorados con retratos de generaciones pasadas de la familia.
Thomas solo asintió, sintiéndose un tanto fuera de lugar. La mansión de sus tías era lujosa, pero había algo sobre todo el ambiente que lo hacía sentirse como un intruso en un mundo que aún no comprendía del todo.
En la habitación que le habían preparado, sus tías y un par de sirvientes se apresuraban a alistarlo. A pesar de la fina ropa que le habían comprado para la ocasión, un frac negro que le quedaba casi perfecto y unos zapatos pulidos que brillaban más de lo que se sentía cómodo con, el joven no podía dejar de sentirse como un actor en una obra en la que no sabía bien qué papel debía interpretar.
—No te preocupes, querido. Todo estará bien —le dijo una de sus tías, ajustándole el cuello de la camisa. —Teresa te guiará. Ahora, relájate, y ve a conocer a los demás invitados. El rey estará presente, y eso es una gran oportunidad.
Thomas asintió, pero en su cabeza las palabras de su tía resonaban más fuerte que nunca. El rey. Su corazón latía más rápido con solo pensarlo. Había oído hablar de la boda real que había cambiado la opinión pública sobre las relaciones entre hombres. Ahora, aquellos como él tenían la oportunidad de ser aceptados en el círculo de la realeza, por eso estaba aquí, para encontrar un lugar en la alta sociedad, pero aún así... el miedo y la incertidumbre lo invadían.
Thomas estaba más tranquilo, después de presentarse con el rey junto con sus tías, este solo le preguntó el porque iba venido desde muy lejos, para luego echarse a reír y desearle suerte con una calidez excepcional, ahora el sabía porque todos en esa sociedad parecían amarlo.
Ahora estaba tranquilo comiendo unos pastelillos, en la mesa de bocados, sin duda los londinenses sabían hacer postres, esto estaba sin duda delicioso.
De repente Teresa lo tomó de la mano y lo condujo hacia el gran salón, donde los invitados ya comenzaban a bailar en perfecta coordinación. La mansión estaba decorada con telas doradas y azules, y el brillo de los candelabros reflejaba una luz suave sobre las elegantes parejas que se deslizaban por el salón en una coreografía que parecía orquestada a la perfección. Había parejas del mismo sexo, sonriendo con confianza, riendo en sus conversaciones, en un ambiente mucho más relajado de lo que Thomas había imaginado. Pero el joven no dejaba de sentirse un poco fuera de lugar.
—No te pongas tan tenso, Thom —dijo Teresa, dándole un leve empujón en la espalda. —Tienes toda la noche por delante. Diviértete.
De repente, una figura alta apareció entre la multitud, callándola casi por completo. Un hombre de cabellos rubios que vestía con una elegancia impecable, su porte naturalmente distinguido, cuya presencia parecía llenar la habitación sin necesidad de hablar. Era imposible no notarlo, pero lo que realmente atrajo la atención de Thomas fue la expresión en su rostro. La mirada de Newt era tranquila, pero también cargada de una complejidad que no podía explicarse solo con palabras.
—¿Quién es él? — Thomas le susurro a su prima Teresa.
Esta lo observó con diversión, mientras se acercaba para susurrarle su respuesta.
— Tienes buen ojo sin duda primo- se calló y luego continuo agregando expectativa al momento —Es Newt, el duque de Londres, y para tu suerte...un gran amigo mío.
Lo arrastró hacía él.
—Thomas, te presento a Newt, el duque —dijo Teresa, y Thomas sintió cómo su respiración se aceleraba al instante.
Newt sonrió de manera suave, pero con una intensidad que no pasó desapercibida para el joven. El duque tenía una actitud que combinaba la seguridad y la calidez, algo que desconcertaba a Thomas. No era la imagen de un noble rígido que esperaba encontrar.
—Es un placer conocerte, Thomas. Teresa no deja de hablar de ti —dijo Newt, tomando su mano con una suavidad inesperada. —¿Estás disfrutando de la noche?
Thomas apenas pudo responder, su mente nublada por la intensidad del momento. Hubo algo en los ojos de Newt que hizo que el joven se sintiera atrapado entre la curiosidad y el deseo de conocer más. Mientras conversaban, una chispa creció en su interior, algo que no podía explicar, pero que era innegable.
A pesar de que Thomas trataba de mantenerse tranquilo, no podía dejar de pensar en lo que esta noche podría significar. Había algo en Newt, algo en su presencia, que hacía que todo lo demás desapareciera, como si el mundo alrededor de ellos fuera solo un eco distante.
Thomas se quedó un instante atrapado en la mirada de Newt, como si todo a su alrededor se desvaneciera, y lo único real fuera la presencia de ese hombre, tan cercano, pero tan distante. Los ojos de Newt, de un azul profundo y lleno de calma, no parecían apresurados, pero había algo en ellos que desbordaba una intensa curiosidad. Thomas intentó recuperar la compostura, pero su corazón no dejaba de acelerarse.+
Teresa, observando la conexión casi inmediata entre ellos, esbozó una sonrisa cómplice antes de dar un paso atrás, dejándolos solos en medio de la elegancia del salón.
—Bueno, chicos, no los interrumpiré. Diviértanse, Thomas —dijo Teresa, guiñando un ojo a su primo antes de alejarse.
Thomas sintió cómo la situación se volvía aún más tensa al quedar solo con Newt. El duque lo observó con una expresión amable, pero había algo en su postura, en el modo en que sus ojos seguían fijos en él, que lo hacía sentir expuesto. Sin embargo, también había algo reconfortante, como si todo lo que Thomas temía en ese mundo de alta sociedad desapareciera con una sola palabra de Newt.
—Te noto algo... diferente, Thomas —comentó Newt, su tono suave pero lleno de intriga. —Tu acento, por ejemplo. ¿De dónde eres?
Thomas se vio a sí mismo un tanto sorprendido por la pregunta, sin saber si era una observación casual o si había algo más detrás de la curiosidad del duque. Respiró profundamente antes de responder, sus manos ligeramente temblorosas mientras jugaba con el vaso de champán que llevaba en la mano.
—Vengo de América, de Nueva York —respondió Thomas, sintiendo cómo sus palabras parecían resonar en el aire que los rodeaba. —Hace poco llegué a Londres para... comenzar una nueva etapa. Mi familia me ha animado a integrarme en la sociedad, pero... no estaba preparado para todo esto.
El duque asintió, su mirada atenta y observadora. A pesar de que su expresión era serena, Thomas no podía evitar notar la ligera tensión en sus ojos, como si, por alguna razón, estuviera evaluando sus palabras.
—Nueva York, ¿eh? —dijo Newt, sonriendo de manera ligera. —Eso explica tu acento. Algo fresco, algo que no encaja en todo este... —hizo una ligera pausa, como si buscara la palabra correcta—, en este lugar lleno de viejas tradiciones. Pero, me gusta. Es un cambio bienvenido.
Thomas sintió un extraño calor recorrer su pecho al escuchar esa última frase, su acento era muy...decidió no pensar en ello, y aunque intentó mantener la calma, su voz traicionó un poco su nerviosismo.
—¿Y tú? —preguntó Thomas, sin pensar demasiado. —¿Cómo es vivir aquí, en Londres, siendo... bueno, un duque?
Newt sonrió suavemente, como si la pregunta fuera algo habitual, aunque había un brillo en sus ojos que hacía que su sonrisa fuera mucho más profunda de lo que las palabras dejaban entrever.
—Vivir en Londres... —repetía, como si reflexionara sobre su propia vida. —Es un juego de expectativas, deberes, y, a veces, soledad. Pero es lo que es. Como tú dijiste, tradición. Todos esperan que encajes perfectamente en el molde, que sigas los pasos que te marcan.
Hubo una pausa incómoda entre ellos, una corriente de aire que, aunque no se podía ver, se sentía palpable. Newt acercó su rostro un poco más, como si quisiera captar la atención de Thomas con una sutileza calculada.
—Pero... —continuó, esta vez bajando la voz—, algunos de nosotros, por suerte, no seguimos las reglas tan estrictamente. Algunos prefieren seguir lo que sienten en lugar de lo que esperan de ellos.
Thomas sintió un escalofrío recorrer su cuerpo, como si el aire se hubiera vuelto más denso a su alrededor. Algo en esa última frase de Newt lo tocó profundamente, y no sabía si era la intensidad de sus palabras o la forma en que los ojos del duque no dejaban de mirarlo.
—Es... un alivio escuchar eso —murmuró Thomas, sin poder evitar una pequeña sonrisa. Sus palabras salieron con mayor sinceridad de lo que había anticipado. —A veces siento que no encajo en este mundo. En esta sociedad.
Newt lo observó en silencio, un destello de comprensión en su mirada, como si, por un momento, compartieran una verdad no dicha.
—Te aseguro que no eres el único —respondió Newt, su tono casi confidencial. —Y me parece que tu presencia aquí es una de las mejores sorpresas que esta noche puede ofrecernos.
Thomas no pudo evitar sonrojarse ante la calidez de sus palabras, pero fue entonces cuando, por un fugaz segundo, sus miradas se encontraron de nuevo, y algo más que una simple curiosidad pareció arder entre ellos. La atracción era palpable, pero no solo era física. Había algo más, algo que no podía poner en palabras, pero que sentía profundamente.
Antes de que Thomas pudiera articular una respuesta, Newt inclinó ligeramente la cabeza, un gesto sutil pero cargado de significado.
—¿Te gustaría bailar? —preguntó, su voz apenas un susurro.
Thomas no pudo decir que no. Sin pensarlo demasiado, aceptó con una ligera sonrisa y asintió, dejando que el duque lo guiara hacia la pista de baile.
La alegría de la gente de la alta sociedad que se reunía para iniciar otro baile envolvía la sala, y aunque Thomas no podía quitarse la sensación de estar viviendo un sueño, algo en su pecho sabía que este encuentro podría ser el comienzo de algo mucho más grande que cualquier baile o gala.
La música comenzó a llenar la sala con un ritmo suave, envolviendo a todos en una atmósfera casi etérea. Thomas sintió cómo sus nervios se desvanecían lentamente al compás del vals, pero la cercanía de Newt, la suavidad con la que lo guiaba, seguía causando un torbellino en su pecho. El duque parecía moverse con una gracia natural, y Thomas no podía evitar quedarse atrapado en su presencia.
—Así que... —dijo Newt, rompiendo el silencio con una voz suave y algo profunda. —Cuéntame más acerca de tu familia. Estoy curioso... ¿cómo son tus padres?
Thomas, al principio sorprendido por la pregunta, lo miró de reojo. La forma en que Newt hablaba, con un marcado acento londinense que lo hacía aún más atractivo, parecía hacer que todo lo demás desapareciera. Tomó una respiración profunda antes de responder.
—Bueno... soy hijo único. Mis padres siempre fueron muy cercanos, aunque nunca se esperaron que fuera a tener... ciertas inclinaciones. Ellos... —hizo una pausa, eligiendo las palabras cuidadosamente— ...me apoyaron cuando lo supe. Siento que no podría haber estado más agradecido por eso. Pero en Estados Unidos, todavía no es completamente aceptado, ya sabes, no todo el mundo entiende nuestras... preferencias.
Newt lo observó en silencio por un momento, asintiendo lentamente como si entendiera mucho más que las palabras de Thomas. Luego, con una ligera sonrisa, respondió.
—No me sorprende que tu familia te haya apoyado. Creo que hay algo genuino en eso, en aceptar lo que somos.
Thomas hizo una ligera pausa antes de devolver la pregunta.
—¿Y tú, cómo es tu familia, Newt? Digo, imagino que ser duque trae una gran responsabilidad...— Newt le dio una vuelta al compas de la armonía.
En ese instante, dejó escapar una leve risa, casi como si estuviera reconociendo algo que Thomas no podría comprender por completo.
—Mis padres... son algo estrictos, en verdad. No son tan abiertos como los tuyos, ni mucho menos. Pero se hacen querer a su manera. —Su tono se suavizó un poco al mencionar a su hermana—. Tengo una hermana, Lizzie. La adoro. Ella es... diferente. A veces más libre de espíritu que cualquiera en nuestra familia.
Mientras hablaba, su mirada se desvió por un momento hacia el otro lado de la pista de baile, donde una joven deslumbrante, con una melena rubia y una sonrisa brillante, conversaba animadamente con una chica de piel morena, elegantemente vestida en un traje de seda morado. Era imposible no notar la conexión entre ellas, como si hubiera algo especial, una complicidad que solo quienes compartían una historia podían tener.
—Ahí está Lizzie —continuó Newt, señalando discretamente con la cabeza. —Y esa es Harriet, su amiga más cercana. Las dos son inseparables, y aunque no lo digan, tengo la sensación de que hay algo más entre ellas.
Thomas, siguiendo la dirección de su mirada, no pudo evitar notar la belleza de Lizzie, su postura confiada y su risa contagiante. Harriet, a su lado, parecía igualmente cautivadora, con una presencia que reflejaba una cierta libertad, tan diferente a la postura solemne que uno podría esperar en una fiesta de este tipo.
—Ellas se entienden de una manera... única —dijo Newt, casi en un susurro, mientras observaba a las dos jóvenes. Su voz, aunque tranquila, estaba cargada de afecto. —Lizzie siempre ha sido una persona que cuestiona todo. Y Harriet... bueno, ella es su roca.
Thomas asintió con una sonrisa, sin saber qué más decir. Por un momento, la conversación había tomado un giro inesperado, pero se sentía casi reconfortante saber que Newt también tenía personas que lo apoyaban, que, al igual que él, enfrentaba su propia forma de vivir en un mundo de expectativas y responsabilidades.
El vals continuó, y ambos se sumergieron nuevamente en el movimiento fluido de la danza. Aunque sus pies se movían en perfecta coordinación, algo mucho más profundo parecía estar ocurriendo entre ellos. Cada paso, cada giro, acercaba a Thomas un poco más a la verdad que sentía en su pecho: su conexión con Newt no era solo una atracción superficial, había algo más.
La noche continuaba envolviendo la gran mansión, y mientras las parejas seguían deslizándose por el salón de baile, Thomas y Newt no podían dejar de mirarse. Habían bailado varias piezas, sin decir una palabra, pero cada paso parecía tener un significado más profundo. Sus cuerpos se movían al unísono, sin necesidad de palabras, guiados por la música, pero era la conexión en sus miradas lo que realmente hablaba. Thomas no podía apartar los ojos de Newt, de su sonrisa, de la manera en que su cuerpo respondía a la música con una gracia innata.
El calor de la sala, la intensa cercanía entre ellos, y la complicidad de esos pequeños momentos de silencio solo aumentaban la atracción que sentían. Los demás en la pista de baile parecían desvanecerse, convirtiéndose en sombras borrosas mientras Thomas y Newt compartían esos instantes robados.
Finalmente, después de un largo rato, el ritmo de la música comenzó a decaer, y los dos se encontraron a punto de quedar exhaustos, pero la sonrisa en sus rostros no se desvaneció ni un segundo. Con una ligera risa, Newt dio un paso atrás, aliviado por un pequeño descanso.
—Creo que un descanso nos vendría bien —dijo, respirando ligeramente entrecortado, aunque su mirada seguía fija en Thomas, como si nada más existiera. —¿Te parece?
Thomas asintió rápidamente, aún con una sonrisa tonta en su rostro. Sin decir más, ambos caminaron hacia una mesa apartada, donde una bandeja con copas de cristal y un par de aperitivos estaban dispuestos. Mientras se acercaban, Newt no pudo evitar echar un vistazo a un par de chicos que, al costado de la pista de baile, intentaban bailar, pero sus pasos torpes y descoordinados no lograban seguir el ritmo.
Newt, con una sonrisa traviesa, se inclinó hacia Thomas, señalando discretamente a los chicos.
—¿Has visto a esos dos? —dijo en voz baja, casi riendo. —Parecen como si estuvieran bailando en un campo de minas. Nadie puede ser tan torpe... No hay manera de que no estén haciéndolo a propósito, ¿verdad?
Thomas soltó una risa que resonó en el aire. Estaba claro que el comentario de Newt lo había hecho sentir más relajado, pero algo en la observación de Newt lo hizo pensar.
—Probablemente no sea porque sean torpes —respondió Thomas, con una ligera sonrisa pícara en sus labios. —Lo más probable es que estén enamorados. La gente cuando está enamorada hace cosas raras, ¿no? El mundo parece girar diferente, como si todo fuera más importante de lo que realmente es.
Newt lo miró sorprendido por un momento, antes de soltar una risa profunda, casi musical, que hizo que Thomas sintiera un calor agradable en su pecho.
—Vaya, no esperaba una respuesta tan filosófica —dijo Newt, su sonrisa ahora más amplia, disfrutando de la ligera broma. —Pero, no sé, tal vez tengas razón. Quizás están demasiado ocupados mirándose los unos a los otros para preocuparse por no pisarse los pies.
Ambos se rieron nuevamente mientras se acercaban a la mesa. Newt tomó una copa de champán y la levantó ligeramente, como si estuviera brindando por algo, aunque no dijo palabra. Thomas, por su parte, eligió una copa para sí mismo, pero, antes de beber, se permitió mirarlo un instante más. Los ojos de Newt brillaban con una mezcla de diversión y una calidez que parecía hacerlo todo más intenso.
—La verdad es que este baile... —empezó Thomas, mientras veía cómo Newt disfrutaba de su copa, el brillo de sus ojos nunca desapareciendo—. Todo esto parece una especie de... sueño. No pensaba que un lugar como este existiera realmente.
Newt lo observó en silencio por un momento, su expresión suave pero llena de una comprensión que solo él parecía transmitir.
—Es extraño, ¿no? —respondió Newt, girando ligeramente la copa en su mano. —El lujo, las expectativas, todo eso... parece una fantasía. Pero, si te soy sincero, creo que lo que más me gusta de todo esto es poder compartir un momento como este con alguien que no lo ve como un simple juego.
El tono de su voz había cambiado, volviéndose más serio, más profundo. Thomas, al escuchar esas palabras, sintió que algo en su pecho se aceleraba. Sabía que la conexión entre ellos no era superficial, pero había algo en las palabras de Newt que lo tocó más de lo que había imaginado.
Thomas levantó su copa en un gesto de complicidad, y al mirarlo de nuevo, su risa ligera se convirtió en una sonrisa genuina.
—Estoy empezando a creer que este no es un sueño, Newt. —Y al decir esas palabras, pudo ver en los ojos de Newt algo más que solo la diversión del momento: una chispa de sinceridad, una promesa silenciosa.
Newt sonrió y brindó con él.
—Ojalá no lo fuera —dijo, en voz baja, pero con una calidez en sus palabras que hizo que Thomas se sintiera más cerca de él de lo que jamás había imaginado.
Mientras Thomas y Newt disfrutaban del momento, una figura familiar apareció de repente en su campo de visión. Minho, siempre con una actitud desinhibida y algo burlona, se acercaba acompañado de Fritanga, otro miembro conocido de la alta sociedad, un joven alto y algo corpulento que a menudo se mantenía más reservado. Ambos se dirigieron directamente hacia Newt con sonrisas cómplices, pero Minho, como siempre, tenía una expresión de diversión casi imparable.
—¿Y qué tenemos aquí? —dijo Minho con su tono sarcástico y una ligera sonrisa burlona. —¿El duque sonriendo como si fuera un hombre normal? Nunca pensé que vería esto... —Sus ojos se movieron de Newt a Thomas, y la curiosidad brilló en su mirada. —¿Quién es este?
Newt, sin perder su calma y con una sonrisa aún dibujada en su rostro, giró hacia Thomas, como si quisiera presentarlo de una manera más formal, pero sin perder esa atmósfera tan cercana que compartían.
—El es Thomas —dijo Newt, con un tono cálido y un tanto protector, como si realmente quisiera que Minho entendiera lo importante que era este joven. —Tommy, te presento a Minho y a Fritanga. Son viejos amigos de la familia.
Thomas, algo nervioso por el apodo pero con una sonrisa amable, extendió la mano hacia Minho.
—Un placer conocerte —dijo Thomas, tratando de sonar relajado mientras observaba a Minho con atención. A pesar de la actitud algo desafiante del joven, sentía que la situación no era del todo incómoda.
Minho, al notar la mano extendida, le dio un apretón firme pero con una mirada astuta.
—¿Un placer? —respondió Minho con una leve risa, mirando a Thomas como si estuviera analizando cada detalle de su comportamiento. Luego, sus ojos volvieron a Newt, y la sonrisa de Minho se amplió de manera casi ladina. —Y dime, Newt, ¿cómo hizo este joven para que el ser más serio y rígido de toda la alta sociedad londinense se le acerque sonriendo como si fuera un niño pequeño?
Newt no pudo evitar una ligera risa acompañada con un sonrojo que llegó hasta sus orejas, mientras que Fritanga observaba la interacción en silencio, como acostumbraba hacer, disfrutando de la incomodidad palpable en la conversación.
Thomas, sorprendido por la pregunta, intentó mantener la calma y se permitió una pequeña sonrisa ante el tono desafiante de Minho. Miró a Newt, como si esperara que él respondiera, pero la situación seguía tomando un giro curioso.
Minho, con su habitual sarcasmo, no apartó la mirada de Newt, disfrutando de su incomodidad. Newt, no estaba acostumbrado a que le hicieran preguntas tan... personales, y mucho menos en público.
—Yo... eh... —balbuceó Newt, claramente fuera de lugar. Miró a Thomas, que lo observaba con una mezcla de simpatía y diversión, pero rápidamente desvió la mirada hacia Minho, tratando de recuperar su compostura. —Bueno... ya sabes cómo son las cosas en estos eventos, Minho... —intentó justificar, pero no logró encontrar una respuesta adecuada.
Minho, viendo que la respuesta de Newt no era lo que esperaba, soltó una risa burlona. —¿Ah, sí? ¿Eso es lo que vas a decir? —rió entre dientes. —¿A ti te sonroja un poco de diversión? Vamos, Newt, no te hagas.
Fritanga, viendo que la situación estaba a punto de volverse aún más incómoda, intervino rápidamente. Era un joven de carácter más tranquilo y menos inclinado a las bromas pesadas. Con una sonrisa más cálida, se adelantó para salvar a su amigo y cambió de tema con rapidez.
—Perdona a Minho, Thomas. A veces se deja llevar por la emoción —dijo Fritanga, mirando a Minho con una leve sonrisa de reproche. Luego se volvió hacia Thomas, con una expresión amigable. —Soy Fritanga, un placer conocerte.
Thomas sonrió, agradecido por el cambio de tema, y extendió su mano hacia Fritanga, aliviado de que alguien hubiera decidido intervenir.
—El placer es mío, Fritanga —respondió Thomas, estrechando su mano con una sonrisa genuina.
Fritanga lo observó durante un momento, como si pensara algo y luego, de forma casual, preguntó:
—¿Eres familia de los Agnes? —su tono era curioso, pero también respetuoso, como si estuviera tratando de hacer una conexión con alguien de su misma clase social.
Thomas, sorprendido por la pregunta, asintió ligeramente, aunque no estaba seguro de por qué se refería a su familia de esa manera.
—Sí, mi prima Teresa es una Agnes —respondió Thomas, con un poco de confusión, sin saber exactamente por qué Fritanga preguntaba por eso.
Fritanga asintió, como si entendiera algo más ahora, y dio un paso atrás, sonriendo ligeramente.
—Ah, claro, eso lo explica. Es un placer conocerte más, Thomas. Teresa ha hablado mucho de ti.
Minho, viendo que Fritanga había desviado la conversación, sonrió levemente, pero no dejó de observar a Newt con una sonrisa torcida. Había algo en el aire que lo intrigaba, y no pensaba dejarlo pasar tan fácilmente.
Thomas sintió que los ojos de Minho se desviaban hacía él, como si lo estuviera evaluando con detenimiento. Newt, que aún se veía algo avergonzado, aprovechó el breve respiro que Fritanga le había dado para recuperar algo de compostura. Sin embargo, Minho no era de los que dejaban pasar una oportunidad para provocar.
—Entonces, Thomas —empezó Minho, con una sonrisa que era tanto amable como traviesa—, ¿cómo fue que atrapaste la atención del duque más escurridizo de Londres? Porque créeme, llevo años tratando de que este hombre sonría de esa manera, y tú lo lograste en menos de una noche. ¿Tienes algún truco mágico que desconocemos?
Thomas, algo sorprendido por la pregunta, soltó una pequeña risa nerviosa, pero no pudo evitar notar cómo Newt se tensaba ligeramente a su lado. Miró al rubio, que estaba desviando la mirada como si quisiera que el suelo lo tragara.
—No creo que tenga ningún truco —respondió Thomas con una sonrisa tímida, pero con un tono lo suficientemente seguro para que no pareciera intimidado. Miró a Newt, y luego volvió a Minho. —Tal vez Newt simplemente encontró algo divertido en mí. O tal vez solo le gustó bailar conmigo.
Newt carraspeó, claramente incómodo con el rumbo de la conversación, y le lanzó una mirada a Minho que decía sin palabras: Por favor, detente. Pero Minho, siendo Minho, solo levantó las manos en un gesto teatral de inocencia.
—¿Solo le gustó bailar contigo? —repitió Minho, exagerando su incredulidad. —Vaya, Newt, y yo que pensaba que no bailabas con cualquiera.
Fritanga, que había permanecido nuevamente en silencio, dejó escapar una carcajada baja.
—Déjalo en paz, Minho. El pobre Newt parece que está a punto de derretirse. Además —añadió, mirando a Thomas con una leve sonrisa—, se nota que es un joven agradable. No me sorprende que Newt haya querido bailar con él.
Newt resopló, tratando de recuperar algo de control de la conversación.
—Gracias, Fritanga. Alguien aquí tiene algo de decencia —dijo, lanzándole otra mirada a Minho, pero ahora con una sonrisa cansada que revelaba cierta diversión reprimida.
Minho no se dio por vencido tan fácilmente.
—Decencia es aburrido, Newt. Además, estoy intentando entender algo importante aquí. —Se inclinó hacia Thomas con un aire conspirativo. —Dime, Thomas, ¿te das cuenta de que has logrado algo que pocos pueden decir? Has hecho que el gran duque de Londres te mire como si el resto del mundo no existiera.
El rubor en el rostro de Newt se profundizó, y antes de que pudiera interrumpir, Thomas respondió, esta vez con una pequeña sonrisa segura que no había mostrado antes.
—No sé si eso sea cierto, Minho —dijo, manteniendo la calma a pesar del tono juguetón del otro. —Pero si lo es, debo admitir que... él tampoco me lo pone fácil. No estoy seguro de haber conocido a alguien como Newt antes.
Las palabras de Thomas hicieron que Newt lo mirara sorprendido, y por un momento, la incomodidad en sus ojos dio paso a algo más cálido, más profundo. Minho, al ver la reacción, silbó bajo y le dio un codazo a Fritanga.
—¿Viste eso? —murmuró, aunque lo suficientemente alto para que todos lo oyeran. —Esto no es un simple vals, Fritanga. Esto es historia en proceso.
Fritanga rodó los ojos, aunque no pudo evitar una leve sonrisa, mientras Newt suspiraba, claramente resignado pero con un brillo de diversión en sus ojos.
—¿Alguna vez te cansas de hablar, Minho? —preguntó Newt, tratando de sonar exasperado, aunque su sonrisa traicionaba lo contrario.
Minho levantó una copa que acababa de tomar de una bandeja que pasaba cerca.
—Jamás, querido duque. Es mi forma de darle sentido a este aburrido mundo.
Sin embargo, Minho, al notar que Newt estaba al borde de la desesperación con sus constantes bromas, decidió cambiar de rumbo, aunque no sin dejar una última sonrisa maliciosa en dirección a su amigo.
—Bueno, Thomas, suficiente diversión a costa del pobre Newt —dijo Minho, levantando las manos en un gesto conciliador. —Ahora, hablando en serio, si piensas quedarte en Londres por un tiempo, hay algunos lugares que no puedes perderte.
Fritanga, siempre dispuesto a ser más útil que provocador, asintió rápidamente.
—Tiene razón. La ciudad tiene rincones maravillosos, si sabes dónde buscar. Hyde Park es perfecto para dar paseos tranquilos. También deberías visitar el Museo Británico, si te interesa la historia, claro.
Thomas sonrió, genuinamente interesado en las recomendaciones.
—Eso suena increíble. Siempre he querido visitar esos lugares. Pero, en realidad, estoy planeando algo más que un simple viaje —dijo, con un toque de emoción contenida en su voz. —Planeo quedarme en Londres de manera permanente.
Minho levantó una ceja, claramente intrigado.
—¿De verdad? Eso sí que es interesante. —Lanzó una rápida mirada a Newt, cuya expresión parecía mantenerse cuidadosamente neutral, aunque sus ojos delataban algo más.
Fritanga, quien también captó el subtexto en la conversación, sonrió con una calidez calculada.
—Entonces, será un gusto tenerte aquí, Thomas. Londres siempre puede beneficiarse de nuevas caras. Especialmente cuando son tan... —hizo una pausa breve, como si buscara la palabra adecuada— prometedoras.
Thomas se ruborizó ligeramente, pero su sonrisa no desapareció. No captó el intercambio silencioso entre Minho y Fritanga, pero Newt sí. El duque les lanzó una mirada significativa, una que hablaba sin palabras: Ya es suficiente. Déjennos solos.
Minho, con su habitual descaro, sonrió de oreja a oreja, mientras se inclinaba ligeramente hacia Thomas en un gesto de despedida.
—Bueno, ha sido un placer conocerte, Thomas. Estoy seguro de que volveremos a cruzarnos pronto.
Fritanga, más formal, también se inclinó hacia Thomas, pero su sonrisa cómplice hacia Newt no pasó desapercibida.
—Espero que disfrutes el resto de la velada. Estoy seguro de que estarás en buenas manos.
Ambos se retiraron rápidamente, dejando a Thomas y Newt solos otra vez. Mientras se alejaban, Minho murmuró algo a Fritanga que hizo que ambos soltaran una risa baja, pero suficientemente contenida como para no atraer atención.
Newt, que los veía desaparecer entre la multitud, dejó escapar un leve suspiro de alivio antes de volver su atención a Thomas con una mezcla de disculpa y algo que podría ser vergüenza.
—Lamento la charla de hace un momento —dijo, pasando una mano por su cabello rubio, un gesto que delataba su incomodidad. —Minho y Fritanga pueden ser un poco... intensos.
Thomas, que aún tenía una sonrisa en los labios, negó con la cabeza.
—¿Intensos? —repitió, con un toque de diversión en su voz. —Creo que son encantadores. Fue un placer hablar con ellos, de verdad. Además, es interesante conocer a personas que parecen conocerte tan bien.
Newt se ruborizó levemente ante el comentario, pero lo ocultó con una pequeña risa.
—¿Conocerme bien? Bueno, eso es discutible. Ellos disfrutan exagerando sobre cualquier cosa, especialmente si pueden hacerme quedar en ridículo en el proceso.
Thomas se rió suavemente, apreciando la calidez que Newt mostraba en esos momentos.
—Creo que eso solo significa que les importas. Aunque admito que no me esperaba esa clase de bromas.
Newt asintió con una leve sonrisa.
—Lo entiendo. Pero quizá deberíamos buscar compañía un poco más... agradable. —Hizo una pausa y añadió en un murmullo, casi como si hablara consigo mismo—: Tal vez debería haberme esforzado más en acercarme a otros niños cuando era pequeño. Quizás ahora tendría más amigos decentes.
Thomas, que alcanzó a escuchar el comentario, lo miró con un destello de curiosidad y simpatía en sus ojos.
—¿De verdad piensas eso? —preguntó suavemente, como si no quisiera invadir demasiado en un terreno personal.
Newt sacudió la cabeza con una ligera sonrisa, desviando la conversación antes de que se tornara demasiado introspectiva.
— No, por supuesto que no, de cualquier forma, creo que deberías conocer a mi hermana. Lizzie es infinitamente más agradable que Minho y Fritanga, te lo prometo. Además, si no lo hago ahora, probablemente me lo reproche toda la noche.
Thomas rió entre dientes, divertido por la sinceridad de Newt.
—Estaré encantado de conocerla. Si se parece a ti, seguro será alguien especial.
Newt, esta vez, se sonrojó visiblemente, pero solo respondió con un gesto de invitación hacia donde Lizzie y Harriet aún conversaban animadamente.
—Ven. Estoy seguro de que Lizzie estará encantada de conocerte también.
Newt guió a Thomas con un gesto firme pero amable, abriéndose paso entre los invitados con la elegancia natural que parecía formar parte de su ser. Llegaron hasta donde Lizzie y Harriet conversaban animadamente, aunque ambas adoptaron una postura más formal al notar la presencia del duque y su acompañante.
Lizzie, una joven de cabello rubio castaño claro recogido con sencillez y un vestido de un azul delicado, alzó la mirada hacia su hermano con una sonrisa cálida pero contenida. Al ver a Thomas, su expresión se suavizó aún más.
—Lizzie —dijo Newt con una suavidad que Thomas no había escuchado antes en su voz. —Permíteme presentarte a Thomas, un nuevo amigo que ha llegado recientemente a Londres.
Lizzie inclinó ligeramente la cabeza, una muestra de respeto perfectamente ejecutada.
—Es un placer conocerte, señor Thomas —dijo con una voz tranquila y melodiosa. —Bienvenido a nuestra ciudad. Espero que encuentres en Londres tantas maravillas como yo he encontrado.
Thomas, atrapado por la naturalidad con la que Lizzie hablaba, se apresuró a devolver la inclinación.
—El placer es mío, señorita Lizzie. Ya me siento muy afortunado de estar aquí y de conocer a personas tan amables.
Lizzie esbozó una sonrisa modesta, como si hubiera esperado precisamente esa respuesta, y luego se volvió hacia la joven que estaba a su lado.
—Permíteme presentarte a mi querida amiga Harriet. Harriet y yo hemos compartido muchas veladas como esta, y me complace que también tengas la oportunidad de conocerla.
Harriet, una joven de piel cálida y cabello oscuro que caía en un recogido impecable, inclinó la cabeza con la misma perfección que Lizzie. Su vestido, de un tono morado profundo, resaltaba su porte distinguido y elegante.
—Es un honor conocerte, señor Thomas —dijo con una voz serena, claramente acostumbrada a los rituales sociales de la alta sociedad. —Cualquier amigo del duque y de Lizzie es, sin duda, alguien que merece ser conocido.
Thomas, tratando de no parecer demasiado intimidado por las impecables modales de las dos jóvenes, sonrió con sinceridad.
—Gracias, señorita Harriet. Estoy seguro de que Londres será mucho más fascinante gracias a la compañía que estoy encontrando aquí.
Lizzie intercambió una breve mirada con Newt, una que parecía decir más de lo que cualquier palabra podía expresar. Después, volvió su atención a Thomas.
—Me alegra saberlo. Si hay algo en lo que pueda ayudarte mientras te instalas en la ciudad, no dudes en decírmelo. Harriet y yo conocemos algunos de los mejores lugares que quizás te gustaría visitar.
—Eso suena maravilloso —respondió Thomas con entusiasmo contenido, impresionado por la calma y el dominio de las dos jóvenes en un ambiente tan formal.
Harriet esbozó una pequeña sonrisa, cálida pero comedida, y añadió:
—Y, por supuesto, será un gusto verte en más eventos como este. Estoy segura de que Londres aún tiene muchas sorpresas para ofrecerte.
Thomas, sintiéndose más cómodo, volvió a asentir, agradecido por la amabilidad que encontraba en cada interacción. Pero algo en la forma en que Lizzie miraba a Newt, un pequeño brillo de diversión en sus ojos, lo hizo sospechar que la hermana del duque tenía mucho más que decir si la etiqueta no se lo impidiera.
Lizzie, siempre la más perspicaz de los dos hermanos, percibió algo en la forma en que Newt observaba a Thomas. Decidió no mencionar nada directamente, pero su sonrisa se amplió apenas un poco, como si disfrutara de un secreto que aún no compartía.
—Thomas, debo decir que me intriga que hayas llegado a Londres. Es raro conocer a alguien que no esté atrapado en las mismas rutinas que los demás aquí. ¿Qué te trajo hasta nuestra ciudad?
Newt, consciente del interrogatorio diplomático de su hermana, entrecerró los ojos, aunque su expresión seguía siendo afable.
—Lizzie, no querrás asustarlo con preguntas tan directas —intervino, aunque su tono era más juguetón que severo.
Thomas, sin embargo, no se sintió intimidado. Al contrario, respondió con sinceridad:
—En realidad, siempre me fascinó Londres. Es como un mundo diferente al que crecí, pero lo que realmente me trajo aquí fue la oportunidad de empezar de nuevo. Siempre supe que mi lugar estaba en un lugar como este, donde puedo ser quien soy sin reservas.
Lizzie lo observó con atención, y algo en su mirada se suavizó aún más.
—Eso es muy valiente de tu parte, Thomas. No todos tienen el coraje de dejar atrás lo conocido y perseguir lo que realmente quieren. Estoy segura de que encontrarás tu lugar aquí.
Newt, aunque mantenía su compostura, parecía claramente impresionado por las palabras de Thomas. Harriet, quien había estado escuchando en silencio, asintió con una leve sonrisa.
—Creo que Lizzie tiene razón. Londres tiene un encanto único, y estoy segura de que encontrarás aquí lo que buscas.
Lizzie, notando que Harriet estaba adoptando un tono más serio, decidió romper la solemnidad con un comentario ligero.
—Y si no encuentras lo que buscas, Harriet y yo estamos aquí para ayudarte. Eso incluye protegerte de ciertas personas que podrían... bueno, ser un poco intensas —dijo, lanzando una mirada significativamente divertida hacia su hermano.
Newt carraspeó, su rubor asomando ligeramente mientras miraba hacia otro lado.
—Quizás es momento de seguir presentándole a Thomas más de las maravillas de esta velada —sugirió Newt, claramente decidido a cambiar el tema.
Lizzie sonrió con travesura, pero aceptó con elegancia.
—Por supuesto, hermano. Harriet y yo nos retiraremos para dejar que continúes con tus presentaciones. Ha sido un placer conocerte, Thomas. Estoy segura de que nos volveremos a ver pronto.
Harriet también hizo una inclinación leve y añadió:
—Espero que disfrutes el resto de la noche.
Ambas jóvenes se despidieron con cortesía, dejando a Thomas y Newt solos una vez más.
Newt exhaló un leve suspiro de alivio y luego miró a Thomas con una sonrisa algo tímida.
—Lizzie tiene un talento especial para hacer que todo el mundo se sienta como en casa, pero también para ponerme en situaciones incómodas. Espero que no te haya abrumado con su interrogatorio. Tal vez fue una mala idea.
Thomas rió suavemente.
—Para nada. Creo que es encantadora. Harriet también lo es. Es fácil ver por qué las tienes tan cerca.
Newt asintió, claramente agradecido por el cumplido hacia su hermana y su amiga.
—Bueno, ¿qué te parece si ahora seguimos explorando la velada? Estoy seguro de que hay más personas agradables que querrás conocer... o al menos postres interesantes que probar.
Thomas sonrió ampliamente, sintiéndose cada vez más cómodo al lado del duque.
—Me parece una excelente idea.
La noche parecía haberse convertido en un instante eterno para Newt y Thomas. Conversaban sin pausa, pasando de temas triviales como las costumbres de la alta sociedad londinense, a discusiones más profundas sobre sus sueños, aspiraciones y los lugares que querían conocer. Ambos parecían ajenos al bullicio que los rodeaba, como si el salón de baile se hubiese reducido a un espacio reservado únicamente para ellos dos.
En algún momento, sin darse cuenta, se encontraron sentados en un elegante mueble al costado del gran salón. Las risas suaves de Thomas, combinadas con la expresión genuinamente divertida de Newt, llenaban el aire de una calidez que desafiaba la grandiosidad del entorno.
—¿Así que te escapabas de tus clases de etiqueta para explorar el campo? —preguntó Thomas, claramente divertido por una confesión previa de Newt.
Newt sonrió, aunque una pizca de rubor apareció en sus mejillas.
—Lo admito, nunca fui el más obediente cuando se trataba de esas lecciones. Pero mírame ahora, perfectamente entrenado para eventos como este. —Hizo un gesto exagerado hacia su postura impecable, arrancándole otra carcajada a Thomas.
Thomas lo miró con una mezcla de diversión y admiración.
—Bueno, debo decir que lo haces parecer fácil. Aunque... creo que no me importaría ver a ese Newt más travieso que mencionaste.
Newt lo miró por un instante, sus ojos brillando con algo que Thomas no pudo identificar del todo, pero que hizo que su corazón latiera un poco más rápido.
Antes de que pudiera responder, una voz suave pero firme los interrumpió.
—Espero no estar arruinando una conversación encantadora, pero me temo que debo informarles algo.
Ambos levantaron la vista para ver a Teresa, de pie frente a ellos, con una sonrisa que oscilaba entre la modestia y la diversión.
—¿Algo ocurre? —preguntó Newt, enderezándose ligeramente, aunque su tono seguía siendo relajado.
Teresa alzó una ceja con fingida incredulidad.
—Solo que, duque, su familia se retiró hace horas. Al parecer, estaban seguros de que usted sabría encontrar el camino de regreso a casa sin problemas.
Newt parpadeó, claramente sorprendido.
—¿Hace horas? —repitió, mirando rápidamente a su alrededor.
Fue entonces cuando tanto él como Thomas se dieron cuenta de que la sala estaba prácticamente vacía. Los candelabros aún brillaban, pero las risas y las conversaciones que habían llenado el salón durante la velada ahora eran reemplazadas por los murmullos ocasionales de los últimos invitados que se despedían de las anfitrionas: las tías de Thomas, quienes, junto a Teresa, habían organizado la velada con impecable gracia.
Thomas se llevó una mano al cabello, evidentemente apenado.
—No me di cuenta de la hora. Hemos estado hablando tanto que...
Teresa sonrió con complicidad, interrumpiéndolo antes de que pudiera disculparse más.
—No tienen que justificarse conmigo. Creo que es encantador que dos personas puedan perderse en una conversación de esa manera.
Newt carraspeó, aún algo avergonzado, y se puso de pie, ofreciendo su mano a Thomas para ayudarlo a levantarse.
—Parece que nos dejamos llevar un poco. Gracias por avisarnos, Teresa. Sería una falta de respeto quedarme aquí hasta que apaguen las luces.
Teresa inclinó ligeramente la cabeza, su mirada traviesa todavía presente.
—No se preocupe, duque. Estoy segura de que mis tías están encantadas de que se haya sentido tan cómodo aquí.
Newt miró a Thomas, quien aún estaba ligeramente ruborizado, y sonrió de manera suave pero significativa.
—Bueno, me temo que será mejor que me retire antes de causar más inconvenientes. Pero debo agradecerte nuevamente, Thomas, por una conversación tan agradable.
Thomas, aún procesando la idea de que habían perdido por completo la noción del tiempo, respondió con sinceridad:
—Fue un placer, Newt. Espero que tengamos la oportunidad de continuar la charla pronto.
Newt asintió como despedida con una bella sonrisa.
El sol de la mañana iluminaba suavemente el comedor principal de la mansión. Los ventanales dejaban entrar una brisa fresca que agitaba ligeramente las cortinas de encaje mientras Thomas se sentaba a la mesa con una expresión radiante. Frente a él, una variedad de delicias esperaban: panes recién horneados, mermeladas de sabores variados y una tetera humeante que prometía un té perfecto.
Sus tías, Eleanor y Margaret, lucían igual de satisfechas, intercambiando comentarios sobre el éxito de la velada de la noche anterior. Eleanor, siempre la más entusiasta de las dos, levantó su taza con una sonrisa.
—No puedo dejar de pensar en lo maravilloso que fue el baile anoche. La decoración, la música... y los invitados, por supuesto. Fue una noche que estoy segura muchos recordarán.
Margaret asintió, su tono algo más sobrio pero igual de complacido.
—Especialmente porque Su Majestad elogió personalmente los arreglos. Eso, querida, es un honor que no sucede todos los días.
Thomas sonrió mientras tomaba un trozo de pan y lo untaba con mermelada. Aunque estaba acostumbrado a su vida más sencilla en Estados Unidos, no podía evitar sentirse encantado por la elegancia y el orden que reinaban en esta casa.
—Definitivamente fue una noche inolvidable —intervino Thomas, su voz llena de entusiasmo genuino.
Teresa, quien había estado sirviéndose una taza de té, levantó la vista con una sonrisa que parecía tener un toque de travesura.
—Inolvidable para algunos más que para otros, diría yo.
Eleanor y Margaret la miraron con curiosidad, pero Thomas, demasiado entretenido con su desayuno, no pareció captar el significado de sus palabras.
—¿A qué te refieres, cariño? —preguntó Eleanor, ladeando la cabeza ligeramente.
Teresa se encogió de hombros, pero su sonrisa se amplió.
—Bueno, no es un secreto que el duque de Londres, nuestro querido Newt, no suele quedarse en los bailes mucho tiempo. Es conocido por su seriedad y su hábito de marcharse temprano.
Margaret frunció el ceño ligeramente, como si estuviera tratando de entender a dónde iba su sobrina con este comentario.
—¿Y?
Teresa dejó su taza con un pequeño "clic" en el platillo, su expresión volviéndose aún más juguetona.
—Y que anoche alguien logró que el duque no solo se quedara hasta tarde, sino que además... —hizo una pausa deliberada, mirando de reojo a Thomas— pareciera completamente entretenido.
Thomas, que hasta ese momento había estado completamente ajeno a la insinuación, levantó la vista, parpadeando con sorpresa.
—¿Qué...?
Teresa inclinó la cabeza, claramente disfrutando del desconcierto de su primo.
—Vamos, Thomas. No te hagas el desentendido. Pasaste toda la noche hablando con él. No creo haberlo visto tan interesado en una conversación en años.
Eleanor dejó escapar una risita, mientras Margaret cubría su boca con la mano, tratando de no reírse también.
—¿Es cierto, querido? —preguntó Eleanor, su tono lleno de una mezcla de incredulidad y emoción.
Thomas sintió cómo el calor subía a sus mejillas.
—Bueno, hablamos bastante, sí... pero no creo que eso sea algo fuera de lo común.
—Oh, créeme, lo es —interrumpió Teresa, inclinándose ligeramente hacia él. —Newt no es alguien que se quede a platicar con cualquiera. Y anoche, no solo lo hizo, sino que parecía... ¿cómo decirlo? Fascinado.
Thomas se rió nerviosamente, tratando de desviar la atención.
—Estoy seguro de que estaba siendo amable, nada más.
Pero Teresa no se dejó convencer, y la mirada que le lanzó dejó claro que no iba a dejar el tema tan fácilmente.
—Sea como sea, creo que es algo digno de recordar. Después de todo, no todos los días alguien llama la atención del duque de Londres.
Eleanor y Margaret asintieron, claramente encantadas por la idea. Thomas, por otro lado, no sabía si sentirse halagado o abrumado.
—Bueno, supongo que fue una conversación agradable... —admitió finalmente, tomando un sorbo de té para ocultar su sonrisa tímida.
El sol de media mañana bañaba el salón de visitas con su luz cálida, reflejándose en las cortinas de terciopelo y los delicados ornamentos que decoraban la estancia. Teresa y Thomas estaban sentados en cómodos sillones, compartiendo una bandeja de pastelillos mientras se reían de las ocurrencias de uno de los pretendientes de Teresa, un joven caballero que parecía bastante nervioso al hablar.
Sin embargo, la atención de Thomas pronto se desvió hacia Aris, quien estaba sentado al otro lado del salón. Tenía un porte tranquilo y seguro, y su forma de hablar con Teresa era relajada, como si estuvieran en perfecta sintonía. Thomas no pudo evitar notar la forma en que su prima sonreía ligeramente más cuando era Aris quien tomaba la palabra.
—¿No te parece un poco obvio? —murmuró Thomas en voz baja, inclinándose hacia Teresa mientras el resto de los presentes conversaba.
—¿El qué? —preguntó ella, fingiendo inocencia mientras sorbía delicadamente de su té.
—Que él es tu favorito. —Thomas le dirigió una sonrisa cómplice, y Teresa le respondió con una mirada que decía "no insistas".
Antes de que pudiera seguir bromeando, uno de los sirvientes entró al salón y se inclinó respetuosamente hacia ellos.
—Disculpen la interrupción, pero ha llegado un visitante que desea hablar con el joven Thomas.
Thomas parpadeó, sorprendido.
—¿Un visitante?
El sirviente asintió, y en ese momento, las puertas dobles del salón se abrieron con elegancia. La figura que apareció hizo que el aire pareciera detenerse por un instante.
Newt, el duque de Londres, entró con una confianza discreta que parecía iluminar la habitación todos se inclinaron y parecieron enderezarse al verlo. En sus manos llevaba un ramo de peonías azules, cada flor perfectamente arreglada, y una botella de vino de aspecto exquisito. Su presencia robó la atención de todos los presentes en la sala, incluyendo a los pretendientes de Teresa, que intercambiaron miradas de asombro y murmullos entre sí.
Teresa, con su acostumbrada agudeza, alzó una ceja y sonrió, claramente divertida.
—Esto será interesante... —murmuró por lo bajo, apenas audible para Thomas.
El joven se puso de pie rápidamente, sintiendo cómo el rubor subía a sus mejillas mientras Newt avanzaba con paso seguro. Al llegar a su lado, el duque le ofreció el ramo con una sonrisa que irradiaba una mezcla de amabilidad y algo más difícil de descifrar.
—Buenos días, Tommy. Espero no estar interrumpiendo nada importante.
Thomas, aún algo aturdido por la aparición inesperada, tomó el ramo con cuidado, sintiendo la suavidad de los pétalos entre sus dedos.
—No, claro que no. Eh... esto es una sorpresa, pero una muy agradable. Gracias.
Newt asintió, y luego alzó la botella con una leve inclinación de cabeza.
—Pensé que este vino podría ser de tu agrado. Es de mi viñedo personal.
Teresa, incapaz de contenerse más, se levantó y se acercó a ellos con una sonrisa que bordeaba lo travieso.
—Newt, qué gesto tan encantador. No todos los días uno recibe visitas tan... distinguidas. —Se giró hacia Thomas, dándole un leve empujón con el codo. —Primo, parece que tus admirador tienen buen gusto.
Thomas apenas pudo articular una respuesta coherente, atrapado entre el nerviosismo y la alegría.
—Gracias, Newt. Esto es... muy amable de tu parte.
Newt, por su parte, parecía perfectamente cómodo, como si no estuviera en una sala llena de desconocidos.
—Es un placer. Espero que podamos disfrutarlo juntos en algún momento.
Mientras tanto, los pretendientes de Teresa miraban la escena con una mezcla de curiosidad y confusión. Aris, sin embargo, solo sonrió ligeramente y, con un tono relajado, se inclinó hacia Teresa.
—Creo que tu primo acaba de ganar la atención del hombre más codiciado de Londres.
Teresa reprimió una carcajada y, con una elegancia impecable, lo miró de reojo.
—Siempre he dicho que Thomas es especial. Al parecer, Newt opina lo mismo.
Thomas aún sostenía el ramo de peonías azules con una mano, sintiendo la suavidad de las flores y, al mismo tiempo, la intensidad de la mirada de Newt. A pesar de la atmósfera sofisticada de la sala y los susurros que lo rodeaban, todo lo que parecía importar en ese momento era la presencia de Newt.
El duque se acercó un paso más, mirando a Thomas con una expresión que no era del todo clara, pero sí profunda. Había algo en su forma de mirarlo, algo que hizo que Thomas sintiera una corriente de energía entre ellos, una corriente que no podía explicar, pero que era innegable.
—¿Te gustaría acompañarme a tomar algo? —preguntó Newt con su tono suave y encantador. Su voz parecía hacer que el tiempo se ralentizara a su alrededor.
Antes de que Thomas pudiera responder, Teresa intervino, levantando una ceja.
—Parece que ya tienes planes, primo. —Su tono juguetón no pasó desapercibido para nadie en la sala, pero Thomas solo pudo mirar a Newt, sintiendo una mezcla de nerviosismo y anticipación.
Newt sonrió, esa sonrisa tan característica que hacía que todo a su alrededor se volviera más brillante, como si hubiera elocuencia en su simple presencia.
—Lo cierto es que me gustaría conocer más sobre ti, Thomas. ¿Te importaría si hablamos un rato? —El duque hizo una ligera inclinación hacia el joven, un gesto que denotaba un respeto inusual en alguien de su posición.
Thomas, completamente desarmado por su amabilidad, asintió rápidamente, más por el deseo de pasar más tiempo con él que por cualquier otra cosa.
—Por supuesto. Me encantaría.
Y antes de que pudiera decir algo más, Newt se inclinó levemente, una forma de indicarle que lo siguiera. Teresa, por su parte, observaba la escena con una sonrisa satisfecha.
—Me alegra que se lleven bien. Tom, disfruta de la conversación. Creo que este duque tiene muchas historias interesantes que contarte. —Teresa lo miró con un brillo travieso en los ojos antes de añadir—: Si decides quedarte con él para toda la tarde, sabes dónde encontrarme.
Con un pequeño gesto de despedida, Teresa se retiró para dejar que Thomas y Newt pudieran hablar sin interrupciones. Los pretendientes de Teresa, ahora bastante silenciosos, intercambiaron miradas, sin saber bien cómo reaccionar a la atmósfera que se había formado entre el joven y el duque.
Ya a solas, Thomas y Newt se dirigieron hacia una mesa en un rincón apartado del salón, donde el servicio ya había preparado una bandeja con vinos y dulces finos. Mientras se sentaban, Newt sacó una de las copas de vino y la levantó hacia Thomas, con una sonrisa cómplice.
—Por nosotros. —Dijo, como si esa fuera la única palabra que necesitaba para definir el momento.
Thomas, sin saber bien qué responder, sonrió ligeramente y aceptó la copa, levantándola también.
—Por nosotros.
La conversación continuó de manera suave y relajada. Newt comenzó a hablar de algunos de sus viajes, de su familia, y de la historia de su viñedo, mientras Thomas escuchaba con fascinación, interviniendo con curiosidad a cada rato, que a Newt lejos de irritarle le encanto, disfrutando de cada palabra. La cercanía entre ellos crecía, y poco a poco, se olvidaron de todo lo demás. La música suave que se escuchaba desde el salón parecía desvanecerse, reemplazada por el sonido de sus voces, y todo lo que importaba era el intercambio de miradas, las sonrisas compartidas, y la sensación de que estaban, de alguna forma, flotando en un mundo que era solo para ellos dos.
Con el paso de los días, la relación entre Thomas y Newt creció más fuerte. Newt, quien había comenzado a hacer visitas casi diarias a la mansión de las tías de Thomas, parecía haber tomado un cariño particular por el joven, y sus encuentros se volvieron una constante fuente de alegría para ambos.
Cada vez que Newt llegaba, siempre tenía un regalo en mano: unas veces flores raras que había recolectado en sus jardines, otras veces un libro de poesía clásica que había encontrado en uno de sus viajes al extranjero. Cada obsequio que le traía a Thomas tenía un toque de distinción y, al mismo tiempo, un sentimiento genuino que hacía sonrojar al joven.
Un día, Newt llegó con un ramo de flores blancas y lilas, envuelto delicadamente con una cinta dorada.
—Estas son para ti, Tommy. —Dijo mientras le entregaba el ramo, una sonrisa tímida en sus labios. —Espero que las disfrutes.
Thomas aceptó el ramo, sintiendo una calidez que solo Newt sabía evocar en él. Las flores olían tan dulces que el aroma llenó toda la sala cuando las tomó entre sus manos.
—Son preciosas, Newt. —Respondió, emocionado. —No sabes lo que significan para mí.
Sus miradas decían más que mil palabras.
Durante una de sus salidas por la ciudad, Newt llevó a Thomas a una de las librerías más antiguas de Londres, conocida solo por unos pocos, donde podían pasar horas entre estanterías repletas de libros raros y antiguos. Allí, Newt le mostró una edición limitada de "Las obras completas de Shakespeare", con un diseño de tapa dorada que parecía sacado de un sueño. Thomas lo observó, completamente fascinado.
—Es para ti, Tommy —Newt sonrió, con la calidez de siempre. —Una pequeña muestra de lo que he encontrado para ti.
Thomas, tocado por el gesto, aceptó el regalo con gratitud, sabiendo que cada detalle que Newt traía consigo era una manifestación de su aprecio y afecto.
Newt comenzó a hacer sus visitas más largas. Al principio, sus encuentros eran breves y discretos, pero pronto comenzaron a ir a caminar por los jardines de la mansión, o incluso a tomar paseos en carruaje por las calles más tranquilas de Londres, lejos de las miradas curiosas.
Una tarde, después de un almuerzo en la mansión, Newt invitó a Thomas a caminar por los hermosos jardines de su casa, un lugar que estaba lleno de árboles centenarios y flores que parecían de otro tiempo. Mientras paseaban, Thomas le preguntó sobre su vida en la alta sociedad, la que tan rápidamente había aprendido a conocer.
—¿Nunca te has sentido asfixiado por todo esto, Newt? —preguntó Thomas, con un tono pensativo mientras caminaban entre los árboles.
Newt le miró de reojo, una ligera sonrisa en sus labios.
—A veces, sí. La sociedad tiene expectativas muy claras sobre lo que uno debe ser y hacer, pero he aprendido a disfrutar de lo que tengo, Tommy. —Respondió con una mirada profunda y serena. —Y, en realidad, ahora que te conozco, todo parece menos complicado.
Thomas sonrió tímidamente ante sus palabras. Se sentía halagado por la sinceridad de Newt, pero, al mismo tiempo, algo más comenzaba a florecer en su interior, algo más profundo y más claro que la simple admiración.
Una noche, Newt invitó a Thomas a una cena íntima en su mansión. Un pequeño grupo de amigos cercanos se reunió alrededor de la mesa, pero el foco de atención no era la comida ni los invitados, sino la forma en que Thomas y Newt se miraban.
La cena fue deliciosa, pero fue el postre lo que marcó el final de una velada tan especial. Mientras los sirvientes retiraban los platos, Newt le ofreció un pequeño obsequio a Thomas, un medallón antiguo que había pertenecido a su familia, con una piedra preciosa que reflejaba la luz como si tuviera vida propia.
—Para ti, Tommy. —Dijo Newt, con un brillo en los ojos. —Es un pequeño recordatorio de este momento, de todo lo que hemos compartido hasta ahora.
Thomas, sorprendido y emocionado, tomó el medallón entre sus manos, sintiendo la intensidad del gesto. Un símbolo tangible de lo que había crecido entre ellos, algo más que una amistad y mucho más que una simple relación.
—No sé qué decir, Newt. Esto... es increíblemente hermoso. —Dijo, casi sin poder creerlo.
Newt sonrió y, al hacerlo, todo el mundo alrededor de la mesa pareció desvanecerse. No había nada más que él y Thomas, compartiendo una mirada que decía todo lo que las palabras no podían expresar.
Las visitas de Newt se convirtieron en una constante en la vida de Thomas, un recordatorio de lo que estaba construyendo junto a él. Ya no solo era el duque de Londres, el hombre que parecía inalcanzable, sino alguien que había logrado robarle el corazón de una manera que Thomas jamás había imaginado. Las salidas juntos, los pequeños regalos, las conversaciones profundas y las sonrisas compartidas se convirtieron en los momentos más esperados del día.
Hasta que una tarde tranquila en los jardines de la mansión de Newt. El aire fresco acariciaba sus rostros mientras Thomas y Newt caminaban juntos, disfrutando de la paz que solo el campo podía ofrecerles. Habían estado hablando durante horas, riendo, disfrutando de su mutua compañía, cuando decidieron sentarse al pie de un gran árbol, apoyándose en un tronco que les proporcionaba sombra.
El silencio entre ellos era cómodo, lleno de la calma que ambos habían aprendido a apreciar en la presencia del otro. Thomas, recargado en el tronco, observaba el cielo, y Newt, con una expresión pensativa, miraba al frente, como si estuviera perdido en sus pensamientos.
De repente, Newt rompió el silencio, su voz suave pero cargada de emoción.
—Thomas... —dijo, con una calma que hizo que el joven lo mirara de inmediato.
Thomas, preocupado por el tono serio de Newt, lo miró con atención.
—¿Sí? —respondió, notando que su corazón latía más rápido de lo normal.
Newt se levantó lentamente, sus ojos brillando con una intensidad que Thomas no había visto antes. Sin dar más explicación, se arrodilló ante él, un gesto que dejó a Thomas completamente sorprendido. Un brillo metálico apareció en su mano, y cuando la sostuvo frente a Thomas, pudo ver que era un anillo. Un anillo de diamante rodeado por delicadas esmeraldas que reflejaban la luz del atardecer como si tuvieran vida propia.
—Tommy, desde que te conocí, mi mundo cambió por completo. —La voz de Newt tembló ligeramente, pero sus palabras eran claras y sinceras. —Nunca imaginé que alguien podría llegar a significar tanto para mí, y mucho menos que un amor tan profundo pudiera surgir entre nosotros.
Thomas, con el corazón desbocado, no sabía qué decir. El momento era tan hermoso y surreal que se sintió como si estuviera viviendo un sueño. Apenas podía respirar, y el nudo en su garganta le impedía hablar.
Newt continuó, su mirada fija en los ojos de Thomas.
—Eres mi razón de ser, Tommy. Mi compañero, mi amigo, mi amor... Quiero pasar el resto de mis días contigo, explorar el mundo, construir un futuro, y ser todo lo que tú necesites, sé que no necesitas mi compañía pero no deseo estar sin ti un día más, no...no creo poder soportar una vida sin ti cerca de mi.
Las palabras de Newt resonaron en su pecho, y Thomas sintió una oleada de sentimientos. Todo su cuerpo estaba congelado por la sorpresa, pero algo profundo en su corazón le decía que esto era real. Que Newt realmente lo amaba, con una intensidad que lo dejaba sin aliento.
Con una sonrisa tímida, Newt terminó:
—Te amo con todo mi ser, Tommy desde el primer momento en que te vi, y quiero que seas mi esposo. ¿Te casarías conmigo?
Thomas, sin palabras, miró el anillo, luego los ojos de Newt. Algo se rompió dentro de él, una barrera invisible que había estado presente todo este tiempo. Los sentimientos, la duda, el miedo… todo desapareció en ese momento.
Y fue entonces cuando, sin poder resistirse más, se levantó de golpe, dándose cuenta de que había estado conteniendo la respiración todo el tiempo.
—¡Newt! —dijo con una mezcla de asombro y emoción, la voz temblorosa. —No… no sé qué decir…
Newt permaneció en su posición, sus ojos esperanzados, llenos de amor, mientras su mano con el anillo permanecía frente a Thomas, esperando una respuesta.
—Tienes que decirlo, Thomas. —insistió Newt con una sonrisa cálida, pero sus ojos reflejaban una vulnerabilidad que Thomas jamás había visto en él. —Porque yo ya no puedo imaginar mi vida sin ti.
Thomas, incapaz de contener más sus emociones, se dejó caer de rodillas junto a Newt, abrazándolo fuertemente, sin importarle el lugar ni la hora.
—Sí. —dijo, con la voz quebrada por la emoción. —¡Sí, Newt! Me casaré contigo.
Ambos se abrazaron con fuerza, sintiendo que el mundo entero se desvanecía alrededor de ellos. En ese momento, solo existían ellos dos, bajo el cielo azul de la tarde, rodeados de la naturaleza que había sido testigo de un momento que cambiaría sus vidas para siempre.
Mientras se separaban ligeramente, Newt le puso el anillo en el dedo de Thomas con una sonrisa radiante. Thomas no podía dejar de sonreír, sus ojos brillaban con una felicidad que nunca imaginó que experimentaría.
Newt, aún abrazando a Thomas, susurró en su oído:
—A partir de hoy, nuestro futuro comienza, Tommy. Y será todo lo que hemos soñado, juntos.
Thomas, mirando a Newt, comprendió que su vida, ahora más que nunca, estaba llena de posibilidades infinitas.
Y con eso, el mundo que había sido tan incierto para él, ahora era un lugar lleno de amor y esperanza.
Después de la proposición, la emoción en el aire aún flotaba, pero había algo en el rostro de Newt que hizo que Thomas se sintiera de repente inquieto. Después de todo lo que había vivido en la mansión, de haber sido tan bien recibido por la familia de Newt, había un tema del que, de alguna manera, nunca habían hablado: los padres de Newt.
Thomas, aunque había conocido a los abuelos, tías, y hasta a los primos más lejanos de Newt, no había tenido el honor de encontrarse con los padres del joven duque. Y aunque sentía que había sido aceptado por su familia, la idea de conocer a los padres de Newt lo llenaba de una ansiedad desconocida. No se sentía tan seguro como lo estaba con el resto de la familia de Newt.
Mientras caminaban por el jardín, Newt, con la mirada seria, detuvo su paso y miró a Thomas con una expresión preocupada, casi cargada de una ansiedad similar.
—Tommy, hay algo que debo decirte... —comenzó, con voz suave, pero cargada de algo que no lograba identificar.
Thomas se detuvo al instante, mirándole con atención, notando el cambio en la atmósfera entre ellos. Algo en el tono de Newt hizo que su estómago se contrajera.
—¿Qué pasa? —preguntó Thomas, aunque ya intuía que algo le estaba preocupando a Newt.
Newt suspiró, dejando caer los hombros un poco antes de mirarlo nuevamente con seriedad.
—Primero tienes que conocer a mis padres. —La frase flotó en el aire, y Thomas sintió un nudo en el estómago. No era que no quisiera conocerlos, pero había algo en esa afirmación que lo hizo sentir vulnerable. —Ellos deben aprobar el compromiso.
La palabra “aprobar” se quedó en el aire entre ellos como una sombra. Thomas, en su interior, se inquietó. Había conocido a todos los demás miembros de la familia de Newt, e incluso se había sentido bien recibido por ellos, pero sus padres eran algo completamente diferente. Sabía lo que significaba en la alta sociedad obtener la aprobación de los padres de un noble, especialmente cuando se trataba de un compromiso tan importante.
—Pero... —Thomas intentó controlar su respiración, sabiendo que su nerviosismo estaba comenzando a evidenciarse. —¿Y si no me aprueban? ¿Qué harás?
Newt, que hasta ese momento había mostrado una calma impresionante, ahora pareció tensarse. Pero, antes de que Thomas pudiera continuar, Newt lo miró directamente a los ojos con una resolución que lo sorprendió.
—No te preocupes por eso. —La firmeza de su voz hizo que Thomas lo mirara aún más desconcertado. —Si ellos no aprueban el compromiso, iré a pedirle permiso al rey. No importa lo que digan. Si mi padre no me da su bendición, iré en persona a pedirle al rey su permiso para casarnos. Además, el título prácticamente ya me lo ha cedido, sabes que esa carga está por ser mía de todas formas.
La expresión de Newt era ahora más seria que nunca, pero también había algo de ternura en sus ojos. No era solo el joven duque que estaba dispuesto a enfrentar a su familia por él, sino también un hombre que estaba dispuesto a luchar por su amor, sin importar los obstáculos.
Thomas no pudo evitar sentirse un poco más tranquilo por las palabras de Newt, pero una pequeña inquietud todavía persistía en su pecho. Aunque sabía que Newt lo amaba, y a él no le importaba lo que pensaran los demás, aún existía una barrera que sentía, algo que lo hacía sentirse fuera de lugar.
—No quiero que sea algo incómodo para ti, Newt. —dijo, en un susurro.
Newt le sonrió con una mezcla de ternura y determinación, acercándose un poco más.
—No es incómodo, Thomas. —dijo con suavidad, tomando sus manos. —Es lo que debo hacer, por nosotros. Pero lo que más quiero es que estés tranquilo. Ellos se darán cuenta de lo que yo ya sé. Que somos lo que realmente importa. Y cuando nos vean, sabrán que esto es lo correcto.
Thomas, al escuchar esas palabras, se sintió invadido por una calma inexplicable. Con todo el amor y la sinceridad que Newt transmitía, la duda en su corazón comenzó a desvanecerse. Sabía que, sin importar lo que sucediera, su relación con Newt era real, profunda y, sobre todo, suya.
—Gracias, Newt. —respondió, su voz mucho más tranquila ahora, aunque su corazón todavía latía con intensidad. —Por todo lo que haces por nosotros.
Newt le sonrió, y con una última mirada cargada de amor, dijo:
—No tienes que darme las gracias. Yo haría cualquier cosa por ti, Tommy. Porque tú eres lo único que importa ahora.
Ambos compartieron un largo suspiro, el peso de las palabras y las emociones flotando entre ellos mientras el jardín a su alrededor seguía en su eterno silencio. La vida, con sus altibajos y desafíos, parecía mucho más manejable cuando estaban juntos.